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Full text of "Crónicas del tiempo de Isabel II"

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BIBLIOTECA   DE  JURISPRUDENCIA,    FILOSOFÍA    E   HISTORIA 


CRÓNICAS 


DKI 


TIEMPO  DE  ISABEL  II 


pou 


CARLOS  CAMBRONERO 


De  la  Biblioteca  municipal  de  Madrid. 


Precio:  SIETE  pesetas. 


LA  ESPAÑA  MODERNA 
liópes  Hoyos,  6 

MADRID 


LIBROS  PUBLICADOS  POR  "LA  ESPAÑA  MODERNA" 


que  se  hallan  de  Tenta  en  sn  Administración, 
calle  de  I^ópez  de  Hoyos,  6,  Madrid. 


Akwmmmw.— I.K  HñiieHÍit  V  Ih  ICvoIiil-Íóii  <tel 
Dereclio  Oivll,  2  tomos,  15  pesetas.— I. «,  Ke- 
foriiiH  iireKi'Hl  il»*  1m  leniHUrióii  Oivil  (ne- 
iriiixlx  i>nv'e  <ie  I.h  l-i^i'efíiH),  4  penetns. 

Alrofnrntlo.-  fÍRilHM  muHtoiiKB,  »  peHetKi. 

Atiilfl.— I>iwl<>  íiitiiiiü,  »  pcfietRS. 

Anónimo.— ¿AcadéniicaB?,  1  peseta.— Cnrri- 
ta  Allioriioz,  1  peHeta. 

Aiilolii»'.— ('mimo  cif  ICeoiioiiiia  bocíhI,  ü  to- 
mox,  IK  I  ene.tiiH. 

Arennl.-  101  l»erei-lio  df  «rada,  Hpts.— Kl  vi 
sitador  ilnl  pieno,  H    101  Delito  Colectivo,  I.RO. 

Amó.-  SBivi<liiiiil>ie»n^Hti<'H«.v  nrbniíHS.  7  |i. 

A  rnold.— La  critica  en  la  actnalidad,  8  ptas. 

AitenHio.- Vida  de  Fernán  Caballero,  1  pe- 
seta.—Piízón,  3  pénelas. 

A«««T.-  Derechoiiiiei  iibiHüiikI  privado, «|iIb. 

«««elioí.- I.a  Conatltm-ióii  iiiRlesa,  7  ptas. 
—  I.eye»  clentitiPHS  del  dPBsrroIlft  de  las  na 
rionea.  i  pesetas. 

Baldwin.— ElenripntOH  de  IVicoloRia   8  ptas. 

Baleac— EuRenia  Grandet,  3  pesetai*.— Papá 
Goriot.  S  penetas.- Urnula  Miroupt,  3  pese- 
tas.—Césíir  BirotteBU,  3  pesetas.— La  quiebra 
de  César  Hirotteaii,  3  pesetHB. 

Barbey  d'AurevIIIy.  El  cabecilla,  3  pe- 
B«'ta8.— El  daiiiliHUio,  3  penetas  — VenRanza 
de  una  mujer.  3  peseta».— L«8  diabólicas,  3 
pesetas.— Una  historia  sin  nombre,  8  pewe- 
tas.- l.B  Hechizada.  3  i<e8' tH«. 

Barthelemy-SalntHllalre.- Buda  y  sn 
relíGrión.  7  ptan. 

Bandelalrc— I'Os  pnraíBOR  artificiales,  8  p. 

B«*«'erro  de  Benjcoa.— Vida  de  Trueba.  l. 

Bers:«''"<**-— Vida  de  Montón  (Merinos),  1  pta. 

BerzevICKy.— Beatriz  de  Aragón,  7  ptas. 

Ko<*«-nr«lo.  -  lÜMloria  d«l  Comercio,  de  la  In- 
■luHiria  y  de  la  Econoniia  política,  10  ptas. 

Mi»li»Kler.— CIciTón  v  huh  hiiiíros,  8  pts.— 
La  Oponicióii  halo  loe  CéHarí'S    7  peaetas. 

Bonrhot.— Historia  de  la  literaiara  anti- 
irna.  K  pías. 

Boorget.- Vida  de  Taine,  BO  céntimos. 

Mi-í'al.—  Knaayo  de  Semántica,  B  pesetas. 

Brédif.— Laelornencia  política  en  Grecia,  7. 

Kret    Hurto.— Klrifinead os  por  la  nieve,  üps. 

Brycr.— La  Rei.úhllca  Norteamericana,  dos 
tomos,  13  ptas.- El  gobierno  de  los  Estados 
en  la  Repút^lica  Norteamerioina,  7  ptas.— Los 
partidos  políticos  en  los  Estados  Unidos,  6. 

Biookf)  Adan»».-La  ley  de  la  civiliza- 
ción y  de  la  decadencia  de  los  pueblos,  7  ps. 

Hiiiiice.— La  Educación,  12  ptas. 

l(iii'lt«'NPi.— CÜenria  polillra  y  Derecho  coub- 
<tiipi(>i<ii|  ronipiirado.  doH  tomos,  14  ptas. 

Bnmonf.  —  Las  religiones,  Literatura  y 
Cíonstitución  social  de  la  hmia,  7  pesetas. 

Hiijlln,  Al«>iininiin.  14  l«>in«Tafliter, 
%ari»i'.  ti  nitiier,  lWHIn»f  v  I-ohIbí.— 
Economía  política,  2  «omos,  10  pesetas. 

Caillaiix.— Los  impuestos  en  Krancia,  3  to- 
mos, IH  pesetas. 

CJambronero.— Las  Cortes  de  la  Revoln- 
ci'''n.  4  ptas. 

("ampo -Historia  de  América,  dos  tomos,  6p. 

tJanipoamor.- Vida  de  Cánovas,  1  pesfta.— 
Ternezas  y  flores:  Aves  dt-1  alma:  Fábulas, 
8  pesetas.— Doloras  y  humoradas,  3  pesetas. 

Cai'ly  le.—  I  .a  It  e  vol  nci<Sii  l  ra  ncesa,  3  ts.,  24  ps. 
— Pasado  y  presente,  7  pesetas. 

(^arnevnle.  —  Ka  Cuestión  de  la  ]>ena  de 
uinerte.  ^  pesetas. 

í'aro.— Filosofía  de  Goethe,  6  pesetas.— El 
pesimismo  en  el  nprlo  xjx.  3  pesetas.- El  sui- 
cidio y  la  civilización,  3  pesetas.— Costum- 
bres literarias,   3  pesetas. 

Castro.— Ki   Lil>ro  de  Ioh  Galicisnios,  3  ps. 

1/lianipoonintunale.— I.BÍ^iicesiónAbíntes- 
tatoen  Deieclio  inleniHCional  privado.  lOpts. 

tybasHay.— Los  deberes  de  la  mujer  en  la  fa^ 
milia,  8  pesetBB. 


CherbnIieK.— Mis»  Rovel,3  pesetas.- La  te- 
ma de  ,Inan  Tozudo.  3  pesetas. —  Amores  frá- 
ffies,  3  pesetas.— Paula  Mere,  8  pesetas.— 
Meta  Holdenis,  8  pesetas. 

Colonibey.— Historia  anecdótica  del  duelo,  A 

roiliiiM.  —  ltesiinieii  de  la  Hlosot'ia  de  llertiert 
^neocer.  2  tomos.  15  pesetas. 

í'onite.— Principios  de  Fílosofia  positiva.  %. 

Coppée.— Un  idilio,  8  pesetas. 

Coiiperna.— Su  Majestad,  3  pesetas. 

Ikai'w  íii.  — Viaje  de  un  iiatiiralistH  alrededoi 
del  iniiiido    líos  tomos,  15  pesetas. 

Dandet.— Jak,  dos  tomos,  6  ptas.- Novelas 
del  lunes,  8  ptas.— Cartas  de  mi  molino,  8 
pesetas.- Cuentos  y  fantasías,  3  ptas 

ríelorme.— César  y  sus  contemporáneos,  B  p. 

l>es(*lianel.— Lo  malo  y  lo  bueno  que  se  ha 
nicho  de  las  mujeres,  7  pesetas. 

l>oelllnieer.  — El  PontiHcado,  6  pesetaa. 

■  •oi'iidt»  lTloiit«*i'<».  —  Vida  de  Concepción 
Arenal,  1  pta. 

DoRtoyiiHki.  — La  novela  del  presidio,  8  p, 

l»itn  den.  —  Historia  de  la  literatura  fran- 
cesa. »  pesetas. 

I>iiina«:  Actea,2ptas. 

Kltr.bn«>lier.—  El  Anarquininu  ReKi^nsiin  más 
iliisires  lepreHenlanteH,  7  pesetaa. 

Kllen   Key.— El  amor  y  el  matrimonio,  8  p. 

KIIIm  HteveiiM.—  1.a  t'oiixtitnclón  de  los  Ka- 
tadcH  Unidos,  4  iiesetas. 

Kmei'Mon. —  La  Ley  déla  vida,  5  ptas.— Hom- 
lires  Hímhólicos,  4  ptas.  —  Ensayo  sobre  la 
Naturaleza,  8,50  ptas.- Inglaterra  y  el  carác- 
ter inglés,  4  ptas. —Los  veinte  ensayos,  7  ptas. 

Éntrela.-  Anti-Dhflring  o  levoluclón  de  la 
Cencía,  de  KnKeiiio  DhOrlng.  7  ptas. 

Fernández  íinerra.— Hartzenhuseh. 

Ft-riiHii-Flor.— Vida  de  Zorrilla,  I  peseta. 
De  Tiimayo,  1  peseta. 

PerrAn.— Obras  completas,  3  pesetas. 

Ferrl.— Antropología  criminal,  3peteta«. 

(•'Iiint--  KiloHot'ia  lie  la  loiiKevídHil.  fi  ptax. 

FIsber.—  Economía  política  y  geométrica,  M. 

KIlKMiaiirlee-lieily.  — Historia  de  la  Lite- 
fHioi-H  española,  10  pesetas. 

Flanbert.    Un  corazón  sencillo,  8  pesetas. 

■•'lint.  I. a  Filosofía  de  la  Historia  en  Ale- 
mania. 7  pesetas. 

I<'t»nilli^e. — Novisiiiio  concepto  del  Dereuhu 
en  Alemania,   Inglaterra  y   Francia,  7  ptas. 

—  La  (^ieiicÍH  social  contemporánea,  8  ptas. 

—  Ilistoria  de  la  Filosol'ia,  2  tomos,  12  ptas. 

—  I-a  Filosofía  de  Platón,  V  tomos  12  ptas.— 
Compendios  de  los  grandes  filósofos,  2  to- 
mos 12  i'CBetas. 

I<  onrnier.— El  Ingenio  en  la  Historia,  3  pts. 

Kraniarinn.— Lógica  ñf.  las  pruebas,  2  to- 
n  os,  15  pesetas. 

Fromentin.— La  Pintura  en  Bélgica  y  Ho- 
landa, 6  pesetas. 

dial»  lia.— Derecho  civil  inuderno,  2  ts.,  15  ptas. 

(liarnet.— Historia  de  la  Literatura  italiana. 
9  pesetas. 

<iiaroralo.— La  (/riininologia,  10  pesetas.- 
Indemnización  á  las. víctimas  del  delito,  4 
pesetsB. — La  aiipersiición  socialista,  5  pta». 
—El  delito  como  fenómeno  social.  4  pcbetas. 
Justicia  y  Civilización,  4  pesetas. 

Ganller.— Vida  de  Heine,  1  peseta.— Lae 
boíl  bas  prusianas,  3  pesetas. — Nerval  y  Bau- 
delaire.  3  pesetas. — Madame  de  Girardin  y 
Balzac,  3  pesetas. 

4«ay. — Los  salones  célebres,  3  pesetas. 

láeortíe.- Protección  y  librecambio,  U  ptas. 

—  Problemas  socialeü,  5  péselas. 
Glrard.— La  elocuencia    ática,  4   ptaa.- El 

sentimiento  religioso  en  la  Literatura  grie- 
ga, 7  pesetHS. 
4iiiiirlatl.— Los  errores  judiciales,  7  ))eaetaB. 
—El  Plagio,  8  pesetas. 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  D 


BIBLIOTECA  DE  JURISPRUDENCIA,    FILOSOFÍA  E  HISTORIA 


CRÓNICAS 


DEL 


TIEMPO  DE  ISABEL  II 


POR 


CARLOS  CAMBRONERO 


MADRID 

LA  ESPAÑA  MODERNA 
Iiópes  Hoyos,  S 


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Czií 


B8  PROPIBDAD 


:í>«. 


I    .         3  1963      J 


870617 


Inp.  7  entHikd.  d«  V.  TordMilUg,  Tator,  16,  Madrid.— Teléfono  V.OéíL 


AL  ILMO.  SR,  D.  FRANCISCO  RUANO  Y  CARRIEDO  ■ 

K^n    tetttmonto    de    eon^detactón  u  apecto,    tu    atmao 
u    stworatnacio , 


<Sr  (^uti 


or 


ÍNDICE 


I*i»lmer*a  serle. 

Pág«. 


Diversiones  públicas 1 

Primer  periodo —1830  a  1839. 

Teatro  del  Príncipe 2 

Teatro  de  la  Cruz 21 

Teatros  de  segundo  orden: 

Teatro  de  la  calle  de  la  Sartén 24 

Teatro  de  Buenavista 25 

Teatro  de  las  Tres  Masas 26 

Operas: 

En  el  Príncipe 27 

En  la  Cruz 28 

concibrtos 33 

Coreografía 35 

Volatines  y  vakibdadbs 36 

Toros 40 

Bailes  públicos 43 

Segundo  periodo.— 1840  a  1849. 

Teatro  del  Príncipe 51 

Teatro  de  la  Cruz 81 

Teatro  del  Circo 89 

Teatros  de  segundo  orden: 

Teatro  del  Instituto 92 

Teatro  de  Variedades 96 

Teatro  del  Museo 97 

Teatro  de  Buenavista 98 

Opbras 99 

Zarzuelas ^ 113 

Conciertos , 121 

Coreografía 130 

Circo  ecuestre  y  volatines 139 

Toros 148 

Variedades , 153 

Carreras  de  caballos 162 

Bailes  públicos 163 

Tercer  periodo. — 1850  a  1859. 

Teatro  del  Príncipe 166 

Teatro  de  la  Cruz 183 

Teatro  del  Circo .< 187 

Teatro  del  Instituto 192 


VIII 

Teatro  de  Variedades 194 

Teatro  de  los  Basilios 197 

Teatro  de  Novedades 200 

Circo  de  Paul 202 

Teatro  del  Genio 203 

Opbras: 

Teatro  Real 204 

Zarzuelas 211 

Teatro  de  la  Zarzuela 222 

Conciertos 228 

Coreografía 236 

Volatines 245 

Toros 249 

Variedades 253 

Bailes  públicos 258 

Cuarto  periodo —1860  a  1868. 

Teatro  del  Priucipe 264 

Teatro  Real 281 

Teatro  de  la  Zarzuela 289 

Teatro  del  Circo 308 

Teatro  de  Variedades 316 

Teatro  de  Novedades 324 

Teatro  de  Lope  de  Vega 329 

Circos  de  Price  y  del  Príncipe  Alfonso 330 

Los  Campos  Elíseos 337 

Toros 343 

Variedades 348 

Bailes  públicos 356 

üsíesunda  serle. 

Resmas  y  notician: 

I. — El  perímetro  de  Madrid  en  aquella  época 365 

II.— Modas 370 

IIL—Mimidades  de  familia 385 

Don  Ventura  de  la  Vega 386 

Don  Francisco  Asenjo  Barbieri 388 

Don  Patricio  de  la  Escosura 389 

Doña  Concepción  Arenal 391 

Don  Melchor  Ordóñez 397 

El  Duque  de  Sesto 398 

IV  .—Exposiciones  de  pintura 400 

Exposición  de  1836 401 

Exposición  de  1837 403 

Exposición  de  1838 405 

Exposición  de  1839 408 

Exposición  de  1840 410 

Critica 412 

Exposición  de  1847 416 

Exposición  de  1848 422 

Exposición  de  1856 424 

Exposición  de  1858 427 

Exposición  de  1864 428 

Exposición  de  1867 431 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


PEIMERA  SERIE 
r>lver*sloiies  ptitolioas. 

Para  formar  concepto  de  una  época,  conviene  saber  cómo 
se  divertía  la  gente,  el  gusto  del  público  que  sostenía  los  tea- 
tros y  el  género  de  espectáculos  que  prefería;  por  esto,  el  co- 
nocimiento de  las  diversiones  que  se  ofrecieron  a  los  habitan- 
tes de  Madrid  durante  el  reinado  de  Isabel  II,  es  factor  no 
despreciable  para  calificar  aquella  sociedad  que  ha  pasado  ofi- 
cialmente a  la  Historia,  si  bien  quedamos  todavía  algunos  tes- 
tigos de  los  acontecimientos  verificados  en  la  segunda  mitad 
del  espacio  del  tiempo  que  comprenden  estos  apuntes. 

Dividiremos  nuestras  crónicas  en  cuatro  períodos:  1.°  De 
1830  a  1839.-2.°  De  1840  a  1849.-3.°  De  1850  a  1859.— Y 
4.°  De  1860  a  1868.  En  cada  ciclo  trataremos,  con  la  brevedad 
que  nos  sea  posible  para  no  cansar  al  lector,  de  los  teatros  de 
verso,  como  entonces  se  decía,  de  las  óperas,  zarzuelas  y  con- 
ciertos musicales,  de  la  coreografía  teatral  y  bailes  públicos, 
de  los  circos,  de  los  toros  y  de  las  demás  diversiones,  a  las  que, 
por  su  difícil  clasificación,  daremos  el  nombre  de  Variedades. 

Y  basta  de  preámbulo. 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Primer  periodo,  1830  a  1839. 

TBATEO  DEL  PRÍNCIPE 

Muolxo  dejaba  que  desear  la  situacióu  del  teatro  espaüol 
en  SÍ  la  literatura  dramática  ,e  hallaba  eu  una  deoadeno.a 
indlcutible,  alimentdndose  los  teatros  de  innumerables  traduc 
mones  no  todas  guiadas  con  buen  acierto. 
"oLba,  puel  a  los  hombres  nuevos-decia  --^-  -«^ 
V  maestro  Mesonero  Romanos  (l),-a  los  jóvenes  estudiosos, 
faTmpotante  tarea  de  suplir  .a  ausencia  de  los  .ngen.os  ya 
Üiridos,  de  alimentar  aquel  fuego  sagrado  que  a  .mpulsos 
ílfl  la  intolerancia  parecía  apagarse  ya.  ,      ,    ,      rr 

.D   Antonio  GU  y  Zarate  y  D.  Manuel  Bretón  de  los  He- 
rreros fueron  los  dos  que  primeramente  osaron  dar  un  pa  o 
"aTa  tan  noble  objeto,  y  luchar  con  los  obstruios  -     a 
censuras   con  la  ignorancia,  y  con  lo  que  es  peor,  hasta  con 
Tind   lu-  g^eral.  El  primero  de  los  dos  había  ya  eom- 
puesto  en  1822  sus  dos  piezas  titulada.  ,Cu,dado  co»  las  «o- 
IZT;  El  e„<«.e«<io,  ambas  al  gusto  francés  y  con  certas  re- 
miniscencias de  Moratin,  las  cuales  piezas  -nsigm  ron J- 
„>„  la  atención  del  público  hacia  su  modesto  e  ignorado 
Itor.  El  nombre  del  segundo  apareció  por  primera  vez  en  lo 
ca     les  del  teatro  el  14  de  Octubre  de  1824,  anunciando  su 
omedt  titulada  4  !«».i«  -'-í-.  O-  ^^  -"^'^''^^  """ 


"'Tmbos  continuaron  con  ahinco  la  noble  tarea  que  se  ha- 
Man  impuesto,  y  ya  trasladando  a  nuestra  escena    a.  mas  no^ 
tables  producciones  contemporáneas  del  teatro  francés,  ya 
prod:oiel  algunas  suyas,  cultivando  siempre  los  recuerdo, 
Lieos,  siguieL  por  más  de  diez  aflos  ^bajando  con     n 
tancia,  para  volver  a  llamar  la  atención  del  publico  hacia 
teatro  y  los  autores  dramáticos. 
(1)    SemanaHo  Pintoresco:  Diciembre,  1842. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO 


>De  los  trabajos  más  importantes  del  Sr.  G-il  y  Zarate  en 
aquella  época,  fue  la  comedia  en  cinco  actos,  titulada  Un  año 
después  de  la  boda,  interesante  y  esmerada  composición,  la 
más  notable  de  su  autor  en  lo  que  podremos  llamar  su  primera 
manera,  y  que,  conservando  la  sencillez  del  plan  y  el  objeto 
moral  de  las  de  Moratín,  aspiraba  a  cierto  grado,  de  elevación 
en  el  tono,  a  pintar  una  sociedad  un  tanto  más  elegante  aun- 
que más  reducida  y  menos  original. 

*E1  Sr.  Bretón  de  los  Herreros,  dando  desde  luego  mués- 
tras  de  esa  gran  fecundidad  de  que  le  lia  dotado  el  cielo,  ofre- 
ció  también  por  entonces  otras  dos  comedias  muy  notables: 
Los  dos  sobrinos  y  A  Madrid  me  vuelvo;  la  primera  le  adquirió 
para  los  hombres  de  estudio  el  título  de  autor  dramático;  la 
segunda  hizo  que  el  público  le  saludase  con  el  no  menos  grato 
de  autor  popular.  La  Marcela  o  ¿a  cuál  de  los  tres?,  represen- 
tada en  1831,  comedia  ingeniosa  y  escrita  con  sujeción  a  las 
reglas,  aunque  siguiendo  en  el  estilo  el  buen  sabor  de  nuestros 
antiguos  dramáticos,  acabó  de  fundar  la  reputación  de  su  jo- 
ven  autor. 

^Entretanto  que  estos  escritores  y  algún  otro,  como  don 
Francisco  Flores  Arenas,  autor  de  la  linda  comedia  üoquetis- 
mo  y  presunción,  cultivaban  por  acá  el  arte  dramático,  según 
las  tradiciones  recibidas  de  sus  antecesores,  una  gran  revolu- 
ción literaria  se  obraba  en  el  vecino  reino,  cuyos  ingenios,  re- 
belados contra  el  no  contradicho  decálogo  de  Horacio  y  Boi- 
leau,  acababan  de  levantar  la  nueva  bandera  de  lo  que  'apelli- 
daron romanticismo,  y  cambiaron  en  pocos  meses  la  faz  délos 
teatros  de  Europa.» 

Durante  toda  esta  década  se  debatió  extensamente  la  cues- 
tión del  romanticismo,  en  la  Prensa  y  en  los  círculos  literarios; 
siendo  notables,  entre  otros,  los  discursos  que  pronunciaron 
en  el  Ateneo,  Martínez  de  la  Rosa  y  Alcalá  Galiano.  y  en  el 
Liceo,  Patricio  Escosura  y  Espronceda,  sin  olvidar  los  con- 
cienzudos artículos  que  publicó  en  el  periódico  El  Tiempo,  de 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Cádiz,  D.  Alberto  Lista.  Todos  convenían  en  que  debía  per- 
mitirse mayor  vuelo  a  la  fantasía,  rompiendo  los  moldes  reco- 
mendados por  Moratín  al  hacerse  defensor  de  las  llamadas 
unidades  dramáticas,  lugar,  tiempo  y  acción;  pero  se  ponían 
de  parte  de  aquel  maestro  en  lo  de  que  las  obras  dramáticas 
debían  perseguir  un  fin  moral,  circunstancia  que  consideraba 
secundaria  la  escuela  romántica;  pues  para  ésta  lo  principal 
era  excitar  el  interés  del  público,  cualquiera  que  fuese  el  me- 
dio pertinente  a  conseguir  este  resultado.  Así,  pues,  el  roman- 
ticismo descansaba  no  sólo  en  lo  extrínseco,  sino  en  lo  intrínse- 
co, es  decir,  en  el  fondo  y  en  la  forma  de  las  obras  dramáticas. 
Por  eso  ponía  reparos  graves  D.  Alberto  Lista  a  los  dramas 
de  Víctor  Hugo. 

Los  párrafos  que  de  Mesonero  hemos  transcripto  nos  dan 
idea  cabal  del  estado  anémico  de  la  literatura  dramática  espa- 
ñola al  comenzar  la  época  de  Isabel  II;  estado  que  fue,  aunque 
paulatinamente,  mejorando  merced  al  impulso  que  diera  a 
las  artes  y  a  las  letras  la  Reina  Gobernadora  D.*  María  Cris- 
tina. Abolió  la  censura  de  los  teatros,  permitió  que  estuvieran 
abiertos  durante  la  Cuaresma,  excepción  hecha  de  los  viernes 
y  de  la  Semana  Santa,  y  autorizó  la  representación  de  obras 
prohibidas  por  disposición  de  los  ministros  de  Fernando  VII, 
como  El  hipócrita,  de  Moliere,  traducida  por  el  famoso  don 
José  Marchena. 

El  primer  éxito  grande  que  encontramos  en  este  período  es 
el  de  Marcela  o  ¿a  cuál  de  los  tresf,  comedia  original  áe  Bretón 
de  los  Herreros,  interpretada  por  la  Concha  Rodríguez,  Lato- 
rre,  José  Valero,  García  Mate  y  Antonio  Guzmán.  «El  autor — 
decía  El  Diario  de  30  de  Diciembre  de  1831 — se  ha  propuesto 
conciliar  en  esta  producción  la  sencillez  y  regularidad  de  la 
comedia  moderna  con  el  lujo  poético  que  caracteriza  a  la  anti- 
gua, sin  perjuicio  de  la  viveza  y  naturalidad  que  reclama  un 
diálogo  destinado  a  hacer  reir  a  expensas  de  ciertos  caracteres 
que  intervienen  en  la  fábula.»  Se  representó  durante  una  se- 
mana, lo  cual  era  mucho   para  aquellos  tiempos,  y  quedó  de 


POR   CARLOS  CAMBRONERO 


repertorio,  de  tal  manera,  que  ocho  años  después  seguía  po- 
niéndose en  escena  para  cubrir  claros. 

De  1834  a  1838  se  presentaron  al  público  varios  princi- 
piantes, que  luego  alcanzaron  unos  justa  y  merecida  fama, 
y  otros  abandonaron  la  carrera  de  las  letras  por  la  política, 
que,  indudablemente,  les  ofrecía  mejor  porvenir. 

Mariano  José  de  Larra,  conocido  por  el  pseudónimo  Fígaro, 
dio  su  primera  producción  dramática  (1)  en  24  de  Setiembre 
de  1834,  poniendo  en  el  anuncio  del  Diario  el  reclamo  si- 
guiente: 

«Decidida  la  empresa  a  fomentar  por  cuantos  medios  están 
a  su  alcance,  las  composiciones  originales  que  tanto  escasean 
en  nuestra  moderna  , literatura  dramática,  no  podía  menos  de 
acoger  con  celoso  afán  un  drama  que,  como  el  Maclas,  se  reco- 
mienda, cuando  menos,  por  el  notorio  interés  de  su  argumen- 
to y  por  la  pintura  de  las  costumbres  nacionales  áe  la  Edad 
Media.  Así  es,  que  nada  ha  perdonado  para  favorecer  su  mejor 
éxito,  a  cuyo  objeto  han  coadyuvado,  con  no  menor  anhelo,  los 
actores.  ¡Ojalá  que  todos  esos  esfuerzos,  unidos  a  los  del  autor, 
encuentren  la  deseada  recompensa  en  el  juicio  que  del  Macia» 
forme  este  ilustrado  público.» 

Interpretaron  el  drama  la  Concha  Rodríguez,  la  Jerónima 
Llórente,  Carlos  Latorre  y  García  Mate,  y  aunque  los  cuatro 
eran  de  primer  orden,  y  la  obra  fue  aplaudida,  no  duró  en  el 
cartel  más  que  cuatro  noches. 

El  1.°  de  Marzo  de  1836  se  estrenó  Ll  Trovador,  a  benefi- 
cio del  gracioso  D.  Antonio  Guzmán,  quien  «tenía  una  com- 
placencia, aprovechando  la  ocasión  que  se  le  presentaba,  de 
ofrecer  al  público  de  Madrid  la  primera  composición  original 
de  un  joven  patriota,  que  voluntariamente  acababa  de  alistar- 
se en  las  filas  de  los  defensores   de  la  libertad».  Guzmán  no 


(1)  Había  escrito  en  1832  el  libreto  de  la  ópera  El  rapto,  de  que  ha- 
blaremos en  su  lugar;  pero  el  buen  nombre  del  autor  merece  que  pasemos 
por  alto  este  ensayo  que  tuvo  un  éxito  poco  halagüeño. 


CRÓHICAS  DEl.  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


tomó  parte  en  la  representación  del  drama,  y  sí  sólo  en  la  de 
una  pieza  que  se  hizo  después.  La  ejecución  de  El  Trovador 
estuvo  a  cargo  de  la  Concha  Rodríguez,  de  Bárbara  Lama- 
drid,  de  Latorre  y  de  Julián  Romea.  El  éxito  fue  espontáneo, 
general,  sin  distingos,  y  el  joven  voluntario  Antonio  García 
Q-utiórrez  adquirió  aquella  noche  la  categoría  de  autor  dramá- 
tico. La  obra  se  hizo  diez  noches,  casi  seguidas. 

En  23  de  Mayo  del  mismo  año  1836  presentó  su  primer 
obra  dramática  D.  Ramón  Navarrete  y  Landa,  con  Elvira  de 
Albornoz.  El  autor  escribió  poco  para  el  teatro,  se  dedicó  más 
bien  a  las  revistas  de  salones,  trabajos  que  firmaba  con  el 
pseudónimo  de  Asmodeo. 

En  3  de  Junio  de  1837  se  estrenó  La  corte  del  Buen  Retiro ^ 
primera  producción  de  Patricio  Escosura,  que  fue  de  los  que 
abandonaron  la  literatura,  aunque  no  del  todo,  por  la  política. 

En  24  de  Julio  de  1837,  estreno  de  Doña  María  de  Molina, 
primera  producción  dramática  de  D.  Mariano  Roca  de  Togo- 
res,  luego  Marqués  de  Molins.  «El  autor — decía  el  Diario, — 
al  presentar  en  nuestro  teatro  una  de  las  heroínas  más  céle- 
bres de  nuestra  Historia,  no  se  ha  propuesto  observar  servil- 
mente los  preceptos  clásicos,  ni  seguir  a  ciegas  el  rumbo 
adoptado  por  los  románticos.»  Se  representó  nueve  días  segui- 
dos, por  la  Baus,  Latorre,  Romea,  G-aroía  Luna  y  González 
Mate. 

D.  José  de  Castro  y  Orozco  dio  al  público  su  primera,  y 
quizás  única  producción,  pues  no  recordamos  otra  suya,  en  16 
de  Agosto  de  1837;  titúlase  Fray  Luis  de  León  o  El  siglo  y  el 
claustro.  Se  representó  cuatro  noches  consecutivas,  por  la  Lló- 
rente, Matilde  Diez,  García  Luna,  Julián  Romea  y  Perico 
Sobrado.  El  autor  se  dedicó  por  completo  a  la  política,  donde 
le  vemos  figurar  años  adelante. 

D.  Gaspar  Fernando  CoU  dio  su  primera  producción,  en  28 
de  Agosto  de  1838,  con  Adel  el  Zegri:  lo  representó  Matilde 
Diez,  la  Baus,  Latorre  y  Romea.  Dos  noches  de  cartel. 

D.  Luis  González  Brabo,  aquel  ministro  de  Isabel  II  que, 


POR   CARLOS  CaMBRUNERO 


por  la  intransigencia  de  su  carácter,  fue  causa,  en  gran  parte, 
de  la  revolución  de  1868,  demostraba  ya  en  su  juventud  los 
bríos  con  que  se  aprestaba  a  la  lucha,  anunciando  en  el  Diario 
el  estreno  de  su  primera  producción  dramática,  titulada  Intri- 
gar  para  morir,  con  el  siguiente  aviso: 

«El  asunto,  de  pura  invención,  no  se  apoya  en  la  Historia, 
ni  se  ha  recurrido  al  auxilio  de  aparato  escénico,  en  decoracio- 
nes y  trajes,  para  producir  el  efecto  a  que  también  se  puede 
aspirar  por  otros  medios.  En  esta  ingenua  manifestación  no  se 
envuelve,  sin  embargo,  pretensión  alguna,  pero  sí  se  desea  in- 
teresar con  ella  la  ilustrada  benignidad  de  un  público  que 
tantas  pruebas  de  benevolencia  tiene  dadas  a  los  ingenios  que 
se  esfuerzan  por  sacar  nuestro  abandonado  teatro  de  la  ver- 
gonzosa dependencia  en  que  se  ha  visto.» 

Le  representaron  la  obra  Matilde  Diez,  García  Luna  y  Ro- 
mea, y  no  resistió  más  que  tres  noches. 

Ni  los  tratados  de  literatura,  ni  la  crítica,  ni  las  revistas  de 
periódicos,  ni  las  gacetillas,  suelen  a  veces  poner  en  claro  el 
éxito  de  una  obra  dramática;  resulta  más  seguro  consultar  la 
taquilla  del  despacho  de  billetes,  es  decir,  el  anuncio  diario  de 
la  sección  de  espectáculos  de  la  Prensa,  pues  allí  podremos 
apreciar  que  dramas  como  Angelo,  tirano  de  Padua,  y  Herna^ 
ni,  de  Víctor  Hugo,  con  Marino  Fallero,  de  Casimiro  Delavi- 
gné,  precedidos  de  pomposos  reclamos  por  parte  do  la  empresa, 
y  francamente  aplaudidos  en  la  noche  de  la  primera  represen- 
tación por  el  público  selecto  que  concurre  a  los  estrenos,  no  se 
pudieron  sostener  muchos  días  en  el  cartel,  prueba  de  que  no 
producían  los  rendimientos  esperados. 

Hagamos  historia. 

El  día  en  que  se  estrenó  Lucrecia  Borgia,  drama  del  que 
habían  hecho  desmedidos  elogios  los  periódicos  franceses,  y 
que  la  empresa  esperaba  causase  asombro  general  a  los  habi- 
tantes de  Madrid,  se  puso  como  preámbulo  al  anuncio  del  Dia- 
rio de  Avisos  lo  siguiente: 

«Es  indudable  que  el  gusto  general  en  punto  a  literatura 


0RÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


dramática  ha  variado  notablemente  de  algunos  años  a  esta 
parte.  Las  producciones  de  nuestro  teatro  antiguo  han  ido  per- 
diendo su  prestigio,  hasta  el  extremo  de  ejecutarse  ya  en  estos 
últimos  años  casi  siempre  para  tan  reducido  número  de  espec- 
tadores, que  podían  contarse  de  una  ojeada,  y  esto  a  pesar  de 
ser  representadas  por  los  mismos  actores  que  en  ellas  han  ad- 
quirido justa  celebridad.  En  vano  se  ha  procurado  reanimar  a 
este  género  en  su  agonía  con  refundiciones  encargadas  a  los 
mejores  ingenios,  y  con  reproducir  sobre  la  escena  comedias 
ya  olvidadas,  de  los  más  célebres  autores  del  siglo  xvii,  ejecu- 
tándolas tales  como  las  escribieron,  y  procurando  escoger 
aquellas  en  que  más  libremente  campeó  su  lozana  imaginación. 
Preciso  ha  sido,  pues,  el  renunciar  casi  del  todo  a  un  género 
que  formaba  antes  la  base  del  repertorio  de  nuestros  teatros. 

»La  comedia  clásica,  introducida  a  fínes  del  siglo  pasado, 
es  poco  más  feliz:  raro  es  el  día  en  que  se  logra  reunir  más  de 
cien  personas  en  la  representación  de  una  obra  maestra  de  Mo- 
ratín;  cortísimo  es  el  número  de  comedias  de  esta  clase  que  en 
la  actualidad  se  escriben;  efímero  el  triunfo  de  las  pocas  que 
se  aplauden;  y  como  los  escritores  nacionales  no  bastan  a  sa- 
tisfacer el  general  afán  de  novedades,  hay  que  recurrir  a  tra- 
ducciones que,  en  punto  a  comedias  de  costumbres,  se  adaptan 
difícilmente  a  la  escena  española. 

»E1  drama  llamado  sentimental  por  unos,  y  llorón  por  otros, 
que  tan  afortunado  fue  a  principios  de  este  siglo,  hace  ahora 
bostezar  o  reir.  La  llamada  comedia  de  espectáculo  por  el  estilo 
de  El  perro  de  Montar  gis  ^  ya  no  se  tolera  sino  en  las  tardes  de 
los  días  festivos;  el  género  de  dramas  que  ha  reemplazado  a 
este  último  en  los  teatros  subalternos  de  París,  y  que  impro- 
piamente se  ha  denominado  romántico,  porque  se  aparta,  mu- 
chas veces  gratuitamente,  de  todas  las  reglas,  también  ha  ca- 
ducado ya  entre  nosotros,  aunque  pareció  anunciarle  mayor 
aceptación  y  más  larga  vida  la  gran  boga  que  tuvo  La  vida  de 
un  jugador.  Por  manera  que  se  hace  cada  día  más  difícil  el 
acertar  con  los  medios  de  satisfacer  las  exigencias  del  público. 


POR   CARLOS  0AMBRON£RO 


»Se  ha  dicho,  y  acaso  no  sin  fundamento,  que  esta  dificul- 
tad nace  principalmente  de  la  instabilidad  de  gustos  y  opinio- 
nes que  lleva  consigo  la  época  de  transición  en  que  nos  halla- 
mos; que  ya  es  forzosa  una  verdadera  revolución  literaria,  y 
que,  en  materia  de  espectáculos  teatrales,  nada  puede  conve- 
nir tanto  al  severo  carácter  de  las  ideas  modernas  como  el  dra- 
ma grave,  profundo,  filosófico,  de  la  novísima  escuela  francesa, 
a  cuya  cabeza  brillan  Víctor  Hugo  y  Alejandro  Dumas,  y  que 
no  habiendo  hecho  conocer  aún  al  público  de  Madrid  nada  de 
esta  escuela,  en  medio  del  cúmulo  de  traducciones  que  por  des- 
gracia invaden  todavía  nuestro  teatros,  faltaba  hacer  la  prue- 
ba más  esencial  para  conocer  el  rumbo  que  puede  darse  a  la 
moderna  escena  española»  (1). 

Pues  a  pesar  de  este  bombo,  Lucrecia  Borgia,  que  se  estre- 
nó el  18  de  Junio  de  1836,  no  duró  en  el  cartel  más  que  hasta 
el  día  23,  poniéndose  otra  vez  una  sola  noche,  el  1.°  de  Agosto, 
con  el  aliciente,  para  el  público,  de  un  nuevo  y  sorprendente 
efecto  de  luna,  merced  a  cierta  combinación  de  luces  que  hasta 
entonces  no  se  había  podido  conseguir. 

En  cambio.  Muérete  y  verás,  de  Bretón,  un  juguetillo  que 
se  anunció  sencillamente  y  sin  reclamos,  se  ejecutó  dos  días 
más  y  quedó  de  repertorio.  No  era  mucho  dos  días,  pero  ya 
hemos  visto  la  rapidez  con  que  pasaban  por  el  cartel  las  obras 
que  alcanzaban  buen  éxito.  Madrid  tenía  escasamente  unos 
230.000  habitantes,  y  dígase  lo  que  se  quiera,  no  estaba  tan 
generalizada  como  hoy  la  afición  al  teatro.  Sin  embargo.  La 
redoma  encantada  se  estrenó  el  28  de  Octubre  de  1839,  y  duró 
en  los  carteles  cerca  de  un  mes,  indicio  de  que  producía  entra- 
das por  haberle  gustado  al  público  (2).  La  hicieron  Teodora, 


(1)  Aquí  hay  una  equivocación,  quizá  a  sabiendas,  porque  Lucrecia 
Borgia,  como  todos  ios  dramas  de  Víctor  Hugo,  no  representaba  ya  una 
escuela  nueva,  sino  que  era  un  ejemplar  del  romanticismo,  un  modelo,  y 
de  gran  relieve,  dentro  del  género. 

(2)  Francisco  Lucini,  pintor  escenógrafo  y  director  de  la  maquinaria, 
tenía  pintadas  once  decoraciones  a  su  capricho,  y  con  esta  base  encargóla 


10  0RÓNI0Á8  DEL  TIEMPO  DB  ISABEL  II 

María  Vierge,  Francisca  Casanova,  García  Luna,  Lombía, 
Fabiani,  Antonio  Campos,  Lumbreras,  Alverá  y  otros. 

*La  redoma  encantada — decía  un  crítico — es  una  obra 
maestra,  considerada  tal  como  es  en  sí:  como  comedia  de  ma- 
gia. La  originalidad  del  pensamiento  capital  sobre  el  que  está 
fundado  su  argumento,  la  finura  y  buen  tino  con  que  está  des- 
envuelto y  el  modo  ingenioso  y  dramático  con  que  se  presen- 
tan los  accesorios,  colocan  a  esta  composición  en  primera  línea 
entre  las  de  su  género.» 

Vaya  otro  ejemplo:  hallábase  de  paso  en  esta  corte,  por 
Agosto  de  1839,  un  actor  de  provincias,[llamado  Joaquín  Gon- 
zález, que  no  llegaba  a  tener  cinco  pies  de  estatura  y  pesaba 
18  arrobas;  éste  había  representado  con  aplauso  en  Barcelona, 
Valencia,  Murcia,  Granada,  Málaga  y  Cádiz,  una  pieza  en  un 
acto,  de  Bretón,  titulada  El  hombre  gordo,  y  como  recurso  por 
ver  si  se  conseguía  animar  el  teatro,  se  contrató  por  una  no- 
che a  González,  a  fin  de  que  representase  su  obra^favorita,  para 
la  que  tenía  condiciones  adecuadas  como  ningún  actor.  Cayó 
bien  la  idea,  y  El  hombre  gordo  se  hizo  en  el  Príncipe  once  no- 
ches, aunque  no  seguidas,  repitiéndose  tres  veces  la  función  de 
despedida.  Lo  que  no  había  podido  conseguir  Víctor  Hugo 
con  un  chef  d'oeuvre,  lo  consiguió  Bretón  con  un  juguete  lite- 
rario y  un  actor  de  segundo  orden,  por  más  que  era  induda- 
blemente artista  de  peso. 

González  había  sido  cajista  de  imprenta.  Siéndole  luego 
imposible  continuar  en  la  escena,  por  su  gordura,  aunque  tenía 
relativamente  mucha  agilidad,  se  hizo  apuntador;  pero  tam- 
bién tuvo  que  abandonar  su  nueva  profesión,  porque  no  había 
concha  donde  cupiese. 

empresa  a  D,  Juan  Eugenio  Hartzenbusch  que  escribiese  una  comedía  de 
magia,  como  lo  ejecutó  con  gran  acierto,  y  dio  al  público  La  redoma  en- 
cantada. Resulta,  pues,  que  la  comedia  se  escribió  para  las  decoraciones. 
Siguiendo  la  costumbre  de  representar  comedias  de  magia  en  tiempo  de 
ferias,  se  quiso  poner  en  escena  La  redoma  a  mediados  de  Setiembre,  pero 
las  dificultades  que  ofrece  siempre  el  estreno  de  este  linaje  de  obras  lo  re- 
trasó hasta  fines  de  Octubre. 


POR   GARLOS  CAMBRONERO  11 

Para  que  el  lector  se  forme  idea  del  gusto  del  público  du- 
rante esta  época,  vamos  a  hacer  relación  de  algunas  obras  que 
se  representaron  en  el  teatro  del  Príncipe,  durante  el  período 
de  1830  a  1839,  sin  mencionar  el  repertorio  del  siglo  xvii  y  el 
de  la  época  anterior  inmediata  a  la  que  relatamos: 

Gonzalo  de  Córdoba,  por  D.  Manuel  Hernando  Pizarro,  con 
decoraciones  nuevas  y  gran  aparato, 

M  gastrónomo  sin  dinero,  por  Ventura  de  la  Vega. 

La  expiación,  traducida  por  el  mismo  (1). 

Oros  son  triunfos  y  El  tutor  inglés,  traducciones  de  D.  José 
María  Carnerero. 

Astucia  contra  la  fuerza,  traducción  de  Bretón  de  los  He- 
rreros. 

El  mante  jorobado,  por  D.  Manuel  Eduardo  Gorostiza. 

ShaJcspeare  enamorado^  Miguel  y  Cristina,  El  testamento 
y  Acertar  errando  o  El  cambio  de  diligencia,  traducciones  de 
Vega. 

La  familia  del  boticario,  por  Bretón. 

El  Cid,  de  Corneille,  traducido  por  D.  T.  G-.  S.  A.  (¿D.  To- 
más García  Suelto?) 

Las  bodas  de  Fígaro,  de  Beaumarchais,  traducida  por 
Bretón. 

Don  Alvaro  o  La  fuerza  del  sino  (22  Mayo  1835),  por  el 
Duque  de  Rivas. 

Blanca  de  Borbón,  por  D.  Antonio  Gil  y  Zarate. 

Angelo,  tirano  de  Padua,  de  Víctor  Hugo,  traducción  anó- 
nima. 

Los  hijos  de  Eduardo  (4  Octubre  1835),  de  Casimiro  Dela- 
wignó,  traducida  por  Bretón. 

El  marido  ambicioso,  traducción  de  Carnerero. 


(1)  Hallándose  D.  Ventura  en  cama,  retenido  por  una  dolencia  que  no 
le  impedía  dedicarse  a  trabajos  mentales,  dictó  la  traducción  a  nuestro 
padre,  de  quien  era  amicisimo,  con  cuyo  auxilio  pudo  terminarla  en  un 
plazo  breve,  por  exigirlo  así  la  empresa  con  apremiantes  avisos. 


12  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

Luis  Onceno,  traducción  de  Carnerero.  Se  había  estrenado 
en  1825. 

Aben-Humeya  (8  Junio  1836).  La  traducción  del  Cid,  de 
Corneille,  resultaba  un  caso  peregrino  para  los  españoles; 
pero  el  estreno  de  Aben-Humeya  es  más  peregrino  todavía, 
porque  el  autor,  Martínez  de  la  Rosa,  lo  escribió  en  francés 
para  que  se  lo  representasen  en  París,  como  se  realizó,  y  des- 
pués hizo  una  traducción  española,  a  ñn  de  que  la  obra,  aun 
siendo  original,  resultase  traducida. 

La  redacción  de  un  periódico,  por  Bretón. 

Hernani,  de  Víctor  Hugo  (26  Agosto  1836).  No  gustó  el 
acto  quinto,  y  se  suprimió  en  las  demás  representaciones. 

El  compositor  y  la  extranjera,  traducción  de  D.  Juan  del 
Peral. 

Incertidumbre  y  amor,  por  D.  Eugenio  de  Ochoa. 

Las  capas,  tradución  de  Vega. 

Carlos  II  el  Hechizado,  por  Gil  y  Zarate  (2  Noviembr© 
de  1837). 

El  Rey  monje,  por  García  Gutiérrez. 

Don  Jaime  el  Conquistador,  por  Patricio  de  la  Escosura. 

La  mujer  de  un  artista  (10  Agosto  1848),  de  Scribe  y  de 
Vanderbnch  (autor  de  El  pilluelo  de  París  y  El  sargento  te- 
derico).  La  tradujo  Vega  y  la  representaron  Matilde,  Romea, 
Sobrado  y  Guzmán.  Dicen  que  fue  un  primor  de  ejecución. 

Macbeth,  de  Shakspeare,  traducción  de  García  Villalta, 
para  el  beneficio  de  Matilde  Diez,  con  objeto  de  dar  a  conocer 
al  gran  dramaturgo  inglés,  pues  aquí  no  se  había  representa- 
do más  que  Otello.  No  hizo  gran  efecto. 

No  ganamos  para  sustos,  por  Bretón,  imitación  afortunada 
del  teatro  del  siglo  xvii. 

El  Conde  Don  Julián,  drama  escrito  en  variedad  de  metros 
por  D.  Miguel  Agustín  Príncipe.  Lo  desempeñaron  la  Baus, 
Teodora,  Luna,  Lombía,  Pedro  López  y  doce  personajes  más, 
con  acompañamiento  de  condes,  duques,  esclavos,  moros,  go- 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  13 

dos,  judíos  y  fantasmas.  De  este  drama  es  aquella  frase  tan 
conocida,  que  el  autor  pone  en  boca  del  protagonista: 

luiente  la  tradición;  miente  la  Historia. 

Cada  cual  con  su  razón,  drama  en  tres  actos,  de  Zorrilla, 
por  Bárbara,  la  Llórente,  Luna,  Lombía  y  López:  las  tres  éles, 
como  les  llamaban.  Luna  salió  vestido  con  la  propiedad  que  le 
distinguía,  según  dijo  la  prensa. 

El  ramillete  y  la  carta,  comedia  en  dos  actos,  traducida  por 
D.  Juan  Lombía.  Es  modelo  de  argumentos  enrevesados,  y, 
por  lo  tanto,  difíciles  de  entender  en  una  primera  audición; 
pero  el  público  se  rió  grandemente,  y  cuando  la  graciosa  Teo- 
dorita  pidió  un  aplauso  al  final  de  la  obra,  el  público  colmó 
con  creces  los  deseos  de  la  actriz.  «¿Cómo  negar — decía  El  En- 
treacto— cosa  tan  merecida,  y  más  pidiéndolo  una  niña  con 
unos  ojos  tan  gachones?» 

La  degollación  de  los  inocentes,  drama  traducido  del  fran- 
cés por  D.  Gaspar  Fernando  Coll  y  D.  Isidoro  Gil.  Se  recibió 
de  París  el  11  de  Diciembre  de  1839  (1),  y  se  representó  el  24 
de  aquel  mes;  de  modo  que  en  trece  días  se  tradujo,  se  copia- 
ron los  papeles,  se  ensayó  y  se  pintaron  las  decoraciones; 
ejemplo  notable  de  actividad. 

En  resumen:  según  noticia  publicada  por  El  Entreacto, 
desde  el  26  de  Marzo  de  1837  hasta  fin  de  Octubre  de  1839,  se 
estrenaron  en  el  teatro  del  Príncipe  quince  obras  originales, 
número  escaso  para  lo  que  debía  esperarse  en  una  población 
donde  existía  un  núcleo  importante  de  buenos  escritores  dra- 
máticos. 

De  actrices  y  actores  marchábamos  bien  durante  esta  épo- 
ca: teníamos  a  Concepción  Samaniego;  las  tres  hermanas  An- 
tera, Teresa  y  Joaquina  Baus;  la  Concha  Rodríguez,  la  Jeró- 
nima  Llórente,  la  Lorenza  Campos,  la  Josefa  Virg,  la  Bárba- 
ra Lamadrid,   su  hermana  Teodora,   Juana   Pérez,    Matilde 


(1)    Se  había  estrenado  allí  un  mes  antes. 


14  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  11 

Diez  y  Josefa  Palma.  De  ellos  se  puede  citar  a  D.  José  Q-ar- 
cía  Luna,  Carlos  Latorre  (1),  José  Valero,  Joaquín  Caprara, 
Antonio  Q-uzmán,  Agustín  Azcona,  Pedro  Mate  (2),  Pedro 
Cubas,  Julián  Romea,  Juan  Lombía,  Calixto  Boldún,  Pedro 
Sobrado  y  Mariano  Fernández. 

Bárbara  Lamadrid,  procedente  del  teatro  de  Cádiz,  debutó 
en  Madrid  con  La  huérfana  de  Bruselas,  el  18  de  Mayo  de 
1832,  y  su  hermana,  la  niña  Teodora  (así  la  llama  el  Diario) 
el  23  de  Julio  siguiente,  con  La  hermanita  o  La  lección  indis- 
creta,  de  Scribe  (3). 

Matilde  Diez  vino  contratada  de  Sevilla  para  la  temporada 
de  1833-34,  y  comenzó  a  hacer  segundos  papeles,  sin  que  el 
público  se  fijase  en  el  mérito  de  su  trabajo,  hasta  que  su  ta- 
lento se  impuso,  y  apareció  ya  como  primera  dama  del  teatro 
de  la  Cruz,  en  1837. 

Para  la  salida  de  Julián  Romea  se  echaron  las  campanas  a 
vuelo,  poniendo  el  Diario  el  siguiente  reclamo,  el  21  de 
Abril  de  1833,  al  anunciar  la  representación  del  drama  El  tes- 
tamento: «En  el  cual  desempeñará  el  Sr.  Julián  Romea  el  pa- 


(1)  El  Aj'untamiento  acordó  en  1833  que  eu  la  formación  de  la  lista  de 
los  individuos  de  las  compañías  cómicas  se  pusiera  el  Don  a  los  actores 
Latorre  y  García  Luna. 

(2)  D.  Pedro  González  Mate,  según  dicen,  fue  años  después  el  mejor 
intérprete  del  Tenorio.  Eu  5  de  Julio  de  1838  leyó  un  discurso  sobre  la 
historia  del  teatro,  con  motivo  de  la  apertura  de  la  cátedra  de  Declama- 
cióu  en  el  Liceo  filarmónico  barcelonés.  No  consiguió  añadir  noticias  ni 
conceptos  nuevos  a  los  conocidos  entonces. 

(3)  Jerónimo  Lamadrid,  barba,  y  sus  hijas  Bárbara  y  Teodora  estabau 
contratados  para  el  teatro  de  Granada,  por  el  empresario  José  Máiquez, 
en  70  reales  para  los  tres.  El  Corregidor  Barrafóu  y  la  Comisión  de  teatros 
tuvieron  empeño  en  que  viniera  Bárbara  de  primera  dama  al  Principe, 
como  se  consiguió  embargándola^  y  teniendo  que  abonar  el  Ayuntamiento 
un  préstamo  que  había  tomado  la  familia,  y  los  gastos  de  viaje,  que  im- 
portó todo  en  conjunto  7.000  reales.  Aquí  les  daban  84  reales;  pero  muerto 
el  padre  en  16  de  Enero  de  1833,  quedó  reducido  el  sueldo  de  las  dos  mu- 
jeres a  64  reales. 


POR   CARLOS  CAMBRONKBO  15 

peí  de  Roberto,  que  anteriormente  lo  ha  ejecutado  su  maestro 
el  Sr.  Latorre,  confiado  aquél  en  la  indulgencia  de  un  público 
tan  bondadoso,  y  que  mirará  este  ensayo  como  una  prueba  de 
los  buenos  deseos  que  le  animan  emprendiendo  tan  árida  ca- 
rrera en  el  difícil  arte  de  la  declamación.» 

D.  Juan  Grimaldi  tuvo  necesidad  de  sacar  una  Real  orden 
para  contratar  a  Romea  en  el  teatro  del  Príncipe,  pues  sin  este 
requisito  no  se  permitía  salir  del  Conservatorio  a  aquel  alumno 
sobresaliente.  Por  eso  decían  que  Julián  Romea  era  un  cómi- 
co de  Real  orden.  Poco  después  cayó  enfermo  Carlos  Latorre, 
y  se  encargó  Romea  de  desempeñar  el  papel  principal  de  El 
colegio  de  Tonnington,  (1)  indudablemente  por  influencias  de  su 
maestro.  Así,  pues,  entró  en  el  teatro  sentando  plaza  de  pri- 
mer actor. 

Calixto  Boldún,  alumno  también  del  Conservatorio,  se  pre- 
sentó como  gracioso  en  28  de  Enero  de  1835. 

Fue  notable  la  función  que  se  hizo  en  el  Príncipe  el  31  de 
Enero  de  1835,  a  beneficio  de  la  Concepción  Rodríguez,  ejecu- 
tándose el  drama  en  cinco  actos,  de  Chenier,  titulado  Fenelón 
o  Las  religiosas  de  Cambray,  prohibido  durante  el  reinado  de 
Fernando  VII.  Joaquín  Caprara,  profesor  de  Declamación  del 
Conservatorio  de  María  Cristina,  estaba  retirado  de  la  escena, 
y  en  atención  a  la  Rodríguez,  accedió  gustoso  a  tomar  parte, 
ejecutando  el  protagonista  del  drama. 

Cuenta  Ferrer  del  Río  que  aquella  noche  se  reunió  en  el 
Príncipe  lo  más  escogido  de  la  sociedad  intelectual  madrileña, 
y  que  tributó  a  Caprara  una  ovación  entusiasta. 

«Distinguíase  en  la  escena — dice  el  escritor  citado — por  su 
grave  y  majestuoso  continente,  por  la  naturalidad  de  su  ac- 
ción, por  la  flexibilidad  de  su  fisonomía  y  por  la  admirable  ex- 
presión de  sus  ojos.  Aún  se  advertía  su  origen  extranjero  (2) 
cuando  articulaba  ciertas  palabras,  pues  no  siempre  pronun- 


(1)  De  Bretón  de  los  Herreros. 

(2)  Había  nacido  en  Boloña,  hacia  1770. 


16  CRÓNICAS  DEL  TIBMPO  DE  ISABEL  II 

ciaba  con  soltura;  mas  esto»  breves  lunares  hasta  adquirían 
cierto  encanto  para  los  que  tenían  la  costumbre  de  oirle.  Si 
consideramos  al  hombre  privado,  difícilmente  se  encontraría 
quien  le  superase  en  lo  metódico  y  austero  de  sus  costumbres, 
en  su  constancia  como  amigo,  en  su  proceder  como  caballero. 
Solícito  y  laborioso,  él  mismo  se  disponía  los  trajes  y  pelucas 
que  usaba  en  la  escena,  y  sabido  es  que  nadie  vestía  las  fun- 
ciones con  más  propiedad  y  con  mayor  gusto.» 

Censuraban  a  la  Concepción  Rodríguez  porque  tenía  resa- 
bios de  la  escuela  francesa,  esto  es,  «aquella  cadencia  acompa- 
sada, aquella  especie  de  sonsonete  que  proviene  de  apoyarse 
constantemente  sobre  un  mismo  tono  en  los  finales  de  los  pe- 
ríodos. Máiquez  evitó  este  escollo:  conoció  que  el  verso  alejan- 
drino que  recitan  los  franceses,  en  razón  del  mecanismo  de  su 
construcción,  no  puede  correr  con  la  rapidez  y  soltura  de  nues- 
tros versos,  y  antes  bien,  la  cisura  y  continuo  martilleo  de  sus 
rimas  es  natural  que  arrastre  a  la  afectación.» 

Las  actrices  solían  cantar  para  amenizar  las  funciones. 
Concha  Samaniego  cantó  un  romance  de  Mercadaute,  acompa- 
ñada al  arpa  por  el  maestro  Rosi,  en  la  comedia  La  Expiación, 
el  10  de  Febrero  de  1831;  Joaquina  Baus  cantó  otro  romance 
de  Carnicer,  en  Acertar  errando,  el  16  de  Diciembre  del  año 
citado;  y  Matilde  Diez  cantó  un  aria  de  la  ópera  La  rosa  blan- 
ca, en  I.*'  de  Enero  de  1835. 

La  disposición  externa  del  teatro,  es  decir,  la  parte  donde 
se  situaba  el  público,  seguía  en  esta  época  casi  como  en  tiem- 
po de  Carlos  IV;  la  platea,  dividida  en  lunetas  para  las  prime- 
ras filas  y  bancos  para  las  posteriores;  palcos  en  las  laterales, 
tertulia  donde  hoy  los  llamados  anfiteatros,  y  la  Cazuela,  ocu- 
pada única  y  exclusivamente  por  las  mujeres.  Un  revistero 
nos  describe  con  gran  realce  esta  localidad,  en  17  de  Julio 
de  1839,  y  vamos  a  transcribir  algunos  párrafos: 

^Cazuela,  es  una  cueva  practicada  frente  a  frente  del  esce- 
nario para  albergar  hacinados  unos  cuantos  centenares  de  mu- 
jeres. Desde  la  boca  de  esta  cueva  hacia  el  fondo,  va  bajando  el 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  17 

techo  y  el  precio  de  los  asientos,  pero  también  va  subiendo  el 
piso  y  la  incomodidad.  En  la  delantera  se  oye  casi  todo  lo  que 
86  habla  en  el  foro;  en  la  trasera,  se  oye  casi  todo  lo  que  se 
habla  en  la  cazuela. 

»La  cazuela  presenta  en  su  vanguardia,  en  la  que  llaman 
delantera,  una  fila  de  mujeres,  que  son  las  que  arrastran,  por 
decirlo  así,  las  miradas  del  público;  de  aquí  viene  que  se  ha 
puesto  en  uso  el  que  sólo  ocupen  la  delantera  personas  que  no 
tienen  por  qué  temer  al  público,  mujeres  que  pueden  ir  por  to- 
das partes  con  su  cara  descubierta,  señoras  que  no  deben  nada 
a  nadie,  y  que  son  tan  buenas  como  la  más  pintada. 

»La  segunda  fila  es  la  primera  fila,  y  la  fila  tercera  es  la  se- 
gunda. Esto  no  lo  entenderán  algunos;  como  de  esas  cosas  hay 
en  la  cazuela  que  no  las  entendería  el  mismo  demonio.  A  estas 
dos  filas  y  a  las  inmediatas  siguientes  concurren  las  elegantes 
que  van  a  ver  más  que  a  ser  vistas;  a  las  filas  posteriores,  con- 
curren las  personas  de  más  modesto  bolsillo  y  de  más  acen- 
drada afición. 

»En  el  fondo  de  la  cazuela  hay  a  cada  lado  una  puerta  que 
da  paso  a  diferente  escalera.  Desde  estas  puertas  para  dentro, 
no  tienen  ya  entrada  los  hombres,  pero  sí  los  chismes;  no  pue- 
de pasar  un  hermano  a  buscar  a  su  hermana,  pero  sí  un  bille- 
te a  que  se  encuentre  una  amante;  no  puede  introducirse  un 
marido  que  quiere  cerciorarse  de  si  su  mujer  está  en  el  asiento 
número  19,  pero  sí  un  cartucho  de  dulces  que  va  derechito  al 
asiento  que  está  antes  del  número  20. 

*En  las  puertas  de  la  cazuela  hay  un  centinela  macho  que 
despide  a  los  hombres,  y  otro  centinela  hembra  que  recibe  a 
las  mujeres;  ésta  se  llama  con  mucha  propiedad  acomodadora. 
Una  vez  introducida  cualquiera  mujer  en  la  cazuela,  joven  o 
vieja,  soltera,  casada  o  viuda,  recibe  una  verdadera  emanci- 
pación; el  billete  de  su  asiento  es  una  especie  de  carta  de  li- 
bertad. Tal  hay  que  entra  por  la  una  puerta  soltando  la  mano 
del  propietario,  y  se  sale  por  la  otra  tomando  la  del  arrenda- 
tario. 

2 


18  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

»La  cazuela  en  su  interior  es  el  paraje  más  animado  de  todo 
el  teatro.  Antes  de  empezar  la  comedia,  se  habla,  se  disputa, 
se  grita,  se  alborota,  se  mueven  pendencias  y  hasta  batallas 
campales.  A  veces  es  tal  el  estruendo,  que  el  pueblo  varón  em- 
pieza a  gritar  desde  el  patio  y  las  lunetas:  ¡Callad  cotorrasf 
¡Silencio  el  gallinero! 


»Las  de  atrás  llaman  a  las  de  delante  usías  y  señoronas^ 
las  delanteras  llaman  a  las  de  atrás  groseras  y  canallas;  aqué- 
llas se  quejan  de  que  éstas  apestan  a  almizcle;  éstas  se  lamen- 
tan de  que  aquéllas  apestan  a  vino.  Las  de  la  parte  baja,  sol- 
tando la  corriente  de  su  enojo,  lanzan  a  las  otras  miradas  in- 
solentes; las  de  la  parte  alta  se  vengan  soltando  otras  corrien- 
tes que  se  deslizan  por  el  piso  bajo  de  la  cazuela. 

»Las  personas  discretas  están  clamando,  hace  muchos  años, 
por  que  las  mujeres  puedan  ir  en  nuestros  teatros  indistinta- 
mente a  los  mismos  asientos  de  los  hombres;  sin  embargo,  a 
despecho  de  la  razón,  mil  rancias  preocupaciones  sostienen  la 
cazuela  con  sus  incomodidades,  sus  vicios  y  sus  faltas  de  deco- 
ro. La  civilización  de  un  pueblo  se  conoce,  entre  otras  cosas, 
por  el  estado  de  sus  teatros.» 

En  1836  la  tertulia  de  hombres  y  la  de  mujeres  se  hicieron 
de  uso  común  para  los  dos  sexos;  pero  la  innovación,  sin  que 
sepamos  el  motivo,  no  produjo  los  resultados  satisfactorios  que 
de  ella  se  esperaban,  y  se  volvió  al  antiguo  sistema  de  separa- 
ción: en  cambio,  se  dividieron  en  asientos  aislados,  para  des- 
pacharlos separadamente,  los  palcos  laterales,  con  el  nombre 
de  palcos  por  asientos,  reforma  que  gustó  a  los  señores. 

En  el  año  citado  de  1836  se  aumentó  el  número  de  quin- 
qués de  la  platea,  y  en  1839,  la  lucerna,  que  estaba  colocada 
en  el  centro  del  teatro,  a  corta  elevación,  molestando  a  gran 
número  de  espectadores,  se  elevó  a  mayor  altura, aumentando 
la  luz  por  medio  de  reverberos. 

Las,  funciones  comenzaban  en  verano  a  las  siete  y  media, 
y  desde  1.°  de  Noviembre  una  hora  más  temprano. 


POR    CARLOS   CAMBRONEBO  19 

Durante  una  grave  enfermedad  que  tuvo  Fernando  VII  no 
hubo  funciones  de  teatro,  desde  18  de  Setiembre  a  11  de  Octu- 
bre de  1832,  en  que  se  cantó  el  Te  Deum.  Se  volvieron  a  sus- 
pender en  los  días  12,  13  y  14  de  Julio  de  1833,  con  motivo  de 
unas  rogativas  que  se  verificaron  a  fin  de  que  desapareciera  el 
cólera  de  Huelva  y  Ayamonte;  pero  no  dio  resultado, y,  una  vez 
en  España,  el  cólera  hizo  de  las  suyas  por  toda  la  Península: 
en  igual  fecha  del  año  siguiente  se  produjo  en  Madrid  una  te- 
rrible mortandad.  Los  cómicos  no  se  atemorizaron  y  siguieron 
con  el  teatro  abierto  los  días  en  que  hubo  mayor  número  de 
defunciones,  consiguiendo  así  distraer  el  abatido  espíritu  de 
los  habitantes  de  Madrid. 

El  luto  por  la  muerte  de  Fernando  VII  tuvo  cerrados  los 
teatros  los  meses  de  Octubre  y  Noviembre  de  1833. 

Las  representaciones  de  ópera  alternaban  con  las  de  dra- 
mas y  comedias  en  ambos  coliseos  del  Príncipe  y  de  la  Cruz; 
pero  de  este  espectáculo  no  podemos  hablar  aquí,  porque  tiene 
su  lugar  correspondiente. 

Por  Real  orden  de  26  de  Enero  de  1834  se  mandó  que  la 
presidencia  de  los  espectáculos  públicos,  que  había  correspon- 
dido hasta  entonces  a  los  Alcaldes  de  Casa  y  Corte,  la  desem- 
peñaran en  lo  sucesivo  los  individuos  del  Ayuntamiento. 

Nos  lamentamos  hoy  de  la  situación  económica  en  que  se 
halla  el  Teatro  Español,  es  decir,  el  que  sirve,  o  pretendemos 
que  sirva,  de  guía  y  modelo  de  nuestra  literatura  dramática; 
pero  puede  consolarnos  el  estado  en  que  se  encontraba  a  la 
fecha  del  comienzo  de  estas  crónicas.  La  información  de  la 
Prensa,  los  críticos  y  los  documentos  que  se  custodian  en  el 
Archivo  municipal  de  Madrid,  demuestran,  sin  dejar  resquicio 
a  la  duda,  la  decadencia  de  ambos  coliseos,  del  Príncipe  y  de 
la  Cruz,  únicos  con  que  contaba  la  villa  para  rendir  culto  al 
arte  en  este  linaje  de  diversiones  públicas. 

A  más  de  que  los  rendimientos  eran  escasos,  las  cargas  que 
tenían  los  teatros  citados,  y  que  se  pagaban  por  cuenta  de  las 
empresas,  hacía  ilusoria  toda  ganancia,  al  punto  que,  según 


20  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

se  decía,  eu  el  arrendamiento  que  había  terminado  en  1829,  el 
arrendatario  perdió  cerca  de  20.000  duros.  Las  cargas  a  que 
nos  hemos  referido  eran  las  siguientes: 

Al  Colegio  de  niñas  de  la  Paz 22,000  reales. 

Al  Hospicio 22.725 

Al  Hospital  de  San  Juan  de  Dios 10.440 

Al  del  Buen  Suceso 10.440 

Al  de  los  cómicos 1.800 

A  la  Casa  Galera 70.000 

Jubilados,  huérfanos  y  viudas 2.37.303 

Obras  y  reparos  de  los  edificios  en  que  estaban  los  dos 

teatros 3.000 

Gratificaciones  a  la  Guardia  que  acudía  durante  las  horas 

de  función 34.610 

Al  Censor  político,  por  su  sueldo 3.000 

Dos  Alcaides,  uno  para  cada  teatro 11.680 

Cuatro  Alguaciles 11.916 

Total 427.814  reales. 

Cantidad  que,  dividida  entre  dos,  venía  a  resultar  de  carga 
para  cada  coliseo,  213.907  reales. 

La  entrada  del  teatro  del  Príncipe,  en  un  lleno  completo,  el 
año  1831,  importaba  9.634  reales  y  18  maravedís. 

En  vista  de  que  no  había  empresa  que  se  atreviese  con  la 
explotación  de  los  teatros  del  Príncipe  y  de  la  Cruz,  el  Conde 
de  Puñonrostro  quiso  abordar  el  negocio;  pero  convencido  de 
que  las  cargas  se  llevaban  la  ganancia,  pidió  una  compensa- 
ción, que  consistía  en  permitirle  dar  bailes  de  máscara,  de  Di- 
ciembre a  Carnaval,  conciertos,  y,  lo  que  es  más  grave,  im- 
poner un  arbitrio  para  cobrar  6  maravedís  por  cada  cuartillo 
de  cerveza.  El  Ayuntamiento,  con  acertado  acuerdo,  desechólo 
del  nuevo  arbitrio,  agradeciendo  al  Conde  sus  buenos  deseos; 
éste  se  quedó  sin  ser  empresario  de"  teatros,  y  eso  que  estaba 
apoyado  por  el  Ministro  Calomarde. 

A  pesar  de  los  escasos  rendimientos  que  producía  el  nego- 
cio, no  faltaron  empresarios  que  se  atreviesen  con  él,   espe- 


POK   CARLOS   OAMBRONERO  21 


ranzados  de  tener  buena  suerte,  y  al  fin  de  esta  década,  en 
1839,  solicitaron  los  dos  teatros,  porque  iban  unidos  para  el 
arrendamiento,  una  empresa  formada  por  Carlos  Latorre  y 
Antonio  Gruzmán,  y  otra  que  se  constituyó  con  Elias  Noren, 
harha  jubilado,  Francisco  Salas,  Julián  Romea  y  el  pintor  es- 
cenógrafo Francisco  Lucini.  Estos  hicieron  mejores  proposi- 
ciones al  Ayuntamiento,  y  se  les  concedió  el  arriendo,  logran- 
do defenderse,  como  veremos  más  adelante. 

TEATRO   DE   LA    CHUZ 

Era  reflejo  del  Príncipe,  y  no  ofrece  su  historia  anteceden- 
tes de  la  importancia  de  su  compañero  (1).  En  él  se  estrenó, 
con  un  anuncio  precedido  de  un  preámbulo  muy  modesto,  la 
primer  producción  de  Mariano  José  de  Larra  No  más  mostra- 
dor, que  se  hizo  ocho  noches,  con  alguna  interrupción,  comen- 
zando el  29  de  Abril  de  1831;  y  allí  también  dio  su  primera  pro- 
ducción dramática  al  público  el  joven  D.  Francisco  Flores 
Arenas,  con  la  obra  Coquetisino  y  presunción,  el  13  de  Mayo 
del  mismo  año. 

Los  espectadores  del  teatro  de  la  Cruz  demostraban  cierta 
simpatía  hacia  el  melodrama  y  las  comedias  sentimentales 
como  las  siguientes:  Rodulfo  o  el  asesino  del  bosque,  traduc- 
ción de  D.  Juan  de  la  Puerta;  Los  asesinos  del  correo  de  Ña- 
póles, Eduardo  en  Escocia  o  la  terrible  noche  de  un  proscrip- 
to, traducida  por  Eneiso  Castrillón;  El  molino  de  Kéber  o  aven- 
turas del  Conde  Tequeli  y  El  Duque  de  Braganza  o  la  revolu- 
ción de  Portugal, 

En  este  teatro  hicieron  su  primera  salida  la  Concha  Sama- 
niego,  el  13  de  Mayo  de  1831,  con  la  comedia  Coquetisino  y 
presunción;  Florencio  Romea,  que  era  muy  inferior  a  su  her- 
mano, con  la  comedia  de  Ventura  de  la  Vega,  compuesta  ex- 


(1)    Se  hallaba  situado  en  la  calle  del  mismo  nombre,  en  lo  que  hoy  e» 
prolongación  de  la  de  Espoz  y  Mina,  con  accesorias  a  la  plaza  del  Ángel. 


22  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  U 

presamente  para  el  objeto,  Quiero  ser  cómico  (10  Octubre 
1834);  y  Mariano  Fernández,  discípulo  del  Conservatorio,  el 
22  de  Noviembre  del  mismo  año  1834,  haciendo  el  papel  de 
gracioso  en  las  comedias  La  mogigata  y  Unpaseo  a  Bedlan\  tra- 
bajaron con  él,  aquella  noche,  Matilde  Diez  y  García  Luna. 

Un  acontecimiento  teatral  fue  la  representación,  en  28  de 
Junio  de  1831,  de  JoTcó  o  El  orangután.  «Este  melodrama — 
decía  el  Diario, — tan  extraordinariamente  aplaudido  en  los 
primeros  teatros  de  Europa,  presentará  al  público  de  Madrid 
un  espectáculo  absolutamente  nuevo,  no  sólo  por  reunir  en  sí 
los  tres  géneros  cultivados  en  la  escena,  declamación,  música 
y  baile,  sino  por  la  circunstancia  de  ser  un  mono  de  los  cono- 
cidos con  el  nombre  de  orangutanes  el  personaje  principal  de 
la  pieza.  Se  ha  contratado  al  primer  bailarín  francés  Mateo 
Alard,  que  a  su  natural  habilidad  para  el  intento,  reúne  la 
circunstancia  de  haber  observado  en  la  misma  Naturaleza,  con 
particular  estudio,  los  gestos,  los  movimientos,  la  índole  del 
animal  que  se  propone  imitar.  La  música  es  del  Maestro  Pi- 
chini;  las  decoraciones,  de  Ángel  Palmerani,  y  los  bailes,  por 
Alard.»  No  necesita  más  el  lector  para  formarse  idea  de  lo 
que  es  el  melodrama  en  cuestión.  Se  representó  durante  todo 
el  mes  de  Julio,  alternando  con  otras  obras  y  algunas  óperas. 

En  24  de  Diciembre  de  1832  se  hizo  en  la  Cruz  la  comedia 
de  Ventura  de  la  Vega,  Don  Quijote  de  la  Mancha  en  Sierra 
Morena,  con  éxito  regular. 

Nuestro  público  ha  demostrado  desde  antiguo  cierta  ten- 
dencia por  lo  que  hoy  se  llama  género  chico,  pues  en  aquella 
época  se  daban  frecuentemente  funciones  compuestas  de  tres 
piezas  en  un  acto,  intermediadas  de  baile,  canto,  y  a  veces 
hasta  de  volatines.  Dice  el  Diario  de  22  de  Febrero  de  1832: 
«Habiendo  acreditado  la  experiencia  lo  gratas  que  son  al  pú- 
blico las  funciones  variadas,  se  ejecutará  una  extraordinaria», 
que  consistió  en  lo  siguiente:  Un  abrazo  al  portador,  comedia 
en  un  acto;  Bolero,  por  la  Pando  y  Pacheco;  La  despedida  o  El 
amante  a  dieta,  comedia  en  un  acto;  cuarteto  polonés,  baile; 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  23 

La  vieja  o  los  dos  calaveras,  otra  pieza  en  uu  acto,  traducida, 
como  las  anteriores,  dando  fin  con  unas  seguidillas  manche- 
gas.  En  las  tres  comedias  trabajó  García  Luna. 

Menudearon  otras  funciones  variadas;  como  muestra  cita- 
remos una  que  se  verificó  en  el  Príncipe,  el  15  de  Mayo  de 
1838.  Sinfonía  de  La  Muta  di  Portici. — El  pro  y  el  contra,  co- 
media en  un  acto,  de  Bretón. — Cavatina  de  la  ópera  11  nuovo 
Fígaro,  cantada  por  D.  Francisco  Salas,  con  decoraciones 
y  trajes. — Pas-de-deux  portugués,  por  la  Pepita  Diez  y  el 
Sr.  Casas. — Sinfonía  de  Semiramis,  con  la  magnífica  decora- 
ción del  templo  de  Vesta,  pintada  por  D.  Francisco  Lucini 
para  el  teatro  de  la  Cruz. — Ella  es  él,  comedia  en  un  acto,  de 
Bretón. — Sinfonía  de  Guillermo  Tell. — Aria  de  la  ópera  11  fa- 
nático jper  la  música,  cantada  por  Salas,  con  decoraciones  y 
trajes. — Adraste  y  Lircano,  baile  compuesto  y  dirigido  por 
D.  Antonio  Cairón.  No  se  podía  exigir  más  variedad  en  el  es- 
pectáculo, atendida  la  época. 

Durante  este  período  se  hicieron,  tanto  en  la  Cruz  como  en 
el  Príncipe,  funciones  patrióticas  con  motivo  de  la  guerra 
carlista  que  asolaba  al  país.  El  14  de  Diciembre  de  1835  se  puso 
en  escena,  en  el  Príncipe,  el  apropósito  en  dos  actos,  titulado 
1835  y  1836  o  Lo  que  es  y  lo  que  será,  bosquejo  político* 
profetice  sobre  la  guerra  civil,  por  D.  Juan  Grrimaldi,  Bretón 
de  los  Herreros  y  Ventura  de  la  Vega.  En  26  de  Marzo  de  1836 
se  representó  en  la  Cruz,  desempeñada  por  los  milicianos  na- 
cionales, una  pieza  en  un  acto,  debida  a  la  pluma  de  D.  Pedro 
Sobrado,  subteniente  de  la  2.*  compañía  de  Cazadores  y  actor 
de  aquel  teatro.  El  26  de  Octubre  de  1836,  en  otra  función  pa- 
triótica del  Príncipe,  cantaron  Bárbara  Lamadrid  y  Matilde 
Diez;  aquélla  unas  coplas  alusivas  a  la  guerra,  y  ésta  una  aria 
llamada  de  las  Cuatro  naciones,  y  a  más  una  canción  de  Manuel 
García  titulada  El  bajelito  (1). 

(1)  Julián  Romea,  Salas  y  una  cómica  llamada  Monreal  cantaron  en  el 
Principe,  el  24  de  Diciembre  de  1837,  la  tonadilla  El  Trípili,  con  un  dúo 
bufo  que  se  había  añadido,  música  de  Carnicer  y  letra  de  Azcona. 


24  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Fue  muy  celebrada  la  función  que  se  dio  en  la  Cruz,  el  16 
de  Junio  de  1838,  a  beneficio  de  los  heroicos  defensores  de 
Gandesa:  se  hizo  El  suplicio  en  el  delito  o  Los  espectros  (de 
Bretón)  y  la  pieza  ¡Un  ministro!  (de  Vega),  ésta  desempeñada 
por  milicianos,  terminando  con  un  himno  patriótico^  compuesto 
por  el  subteniente  de  Granaderos  del  6.°  batallón,  D.  Manuel 
Bretón  de  los  Herreros,  con  música  de  Carnicer. 

En  la  Cruz  trabajaron  como  principales  actores  Antera  y 
Teresa  Baus,  Concepción  Samaniego,  Bárbara  Lamadrid, 
Concepción  Rodríguez,  Matilde  Diez,  José  García  Luna,  Pedro 
Montano,  Pedro  González  Mate,  Juan  Antonio  Campos  y  Pe- 
dro Cubas. 

Este  teatro,  huyendo  de  la  seriedad  artística,  que  era  el 
lema  de  su  compañero  el  del  Príncipe,  no  desperdició  ocasión 
de  dar  variedad  al  espectáculo,  utilizando  muchas  veces  los 
cantantes  de  la  compañía  de  ópera  para  amenizar  las  funcio- 
nes de  versOy  consecuente  al  propósito  de  halagar  al  público 
por  cualquier  medio  que  viniese  a  mano,  lo  mismo  disponiendo 
un  concierto  que  intercalando  unos  volatines. 

El  atractivo  principal  del  teatro  de  la  Cruz,  durante  este 
período,  puede  decirse  que  consistió  en  la  ópera,  pues  desde 
1830  a  1839,  ni  un  año  dejó  de  ofrecerse  este  espectáculo  al 
público  de  Madrid.  Como  el  Ayuntamiento  arrendaba  al  mismo 
empresario  ambos  coliseos,  las  compañías  de  verso  solían  alter- 
nar en  uno  y  otro,  y  también  las  de  ópera,  aunque  siempre  era 
preferido  el  coliseo  de  la  Cruz  para  las  representaciones  líricas. 

TEATBOS  DE  SEGUNDO  OEDEN 

Teatro  de  la  calle  de  la  Sartén.  —  Este  era  el  más  antiguo 
de  los  que  hemos  calificado  de  segundo  orden,  pues  aparece  ya 
funcionando  al  ocurrir  el  nacimiento  de  Isabel II.  Actuaba  aquí 
una  compañía,  cuyo  primordial  objeto  era  dar  funciones  en  los 
Sitios  Reales,  Aranjuez  y  La  Granja,  durante  la  estancia  en 
ellos  de  los  Reyes  en  primavera  y  verano,  y  aprovechaba  el 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  25 

invierno  para  trabajar  en  Madrid  y  Toledo.  Estaba  formada 
por  gente  joven  y  actores  de  poco  cartel.  Allí  figuraban  Ángel 
López,  Antonio  Pallardo,  M.  Escobar  y  Antonio  Arguelles; 
María  Chiquero,  Josefa  Galindo,  María  Alvarez  y  Josefa  Pal- 
ma, característica,  parienta  indudablemente  de  otra  Josefa 
Palma  que  debutó  en  aquel  teatro  en  1835  y  que,  casada  con 
Florencio  Romea,  trabajó  en  el  Príncipe  con  gran  aceptación: 
era  una  actriz  de  arrogante  presencia,  muy  estudiosa,  y  que 
gozaba  de  simpatías  generales  entre  el  público. 

En  la  Sartén  no  se  estrenaba:  hacían  las  comedias  que  ha- 
bían tenido  aceptación  durante  el  año  anterior  en  el  Príncipe 
o  en  la  Cruz,  y  cubrían  claros  con  las  obras  del  siglo  xvii,  mos- 
trando cierta  predilección  por  Tirso  de  Molina.  Este  teatrito 
fue  el  último  en  que  se  cantaron  tonadillas  casi  a  diario:  La 
vuelta  del  arriero,  Los  hidalgos  de  Medellin,  El  Trípili,  El  to- 
rero y  la  maja,  La  vieja  burlada,  La  venida  del  soldado,  y  tan- 
tas otras  que  forman  la  rica  colección  que  guarda  cuidadosa- 
mente la  Biblioteca  municipal  de  Madrid. 

Teatro  de  Buenavista,  situado  en  la  calle  de  la  Luna,  casa 
que  fue  del  Banco  de  San  Carlos,  esquina  a  la  de  Silva:  el  piso 
bajo,  hoy  dedicado  a  almacenes  de  comercio,  a  lo  largo  de  la 
fachada  de  la  calle  de  Silva  indicada,  tenía  un  gran  salón,  que 
se  inauguró  como  teatro  de  figuras  mecánicas  en  14  de  No- 
viembre de  1830;  y  en  26  de  Junio  de  1837  comenzó  a  trabajar 
en  él  una  compañía  de  jóvenes,  en  su  mayoría  discípulos  del 
Conservatorio,  lo  mismo  que  la  orquesta,  dirigida  por  un  tal 
D.  Juan  Gil.  Lo  inauguraron  con  La  Expiación,  traducción 
de  Ventura  de  la  Vega,  estrenada  en  el  Príncipe  el  10  de  Fe- 
brero de  1831,  y  la  desempeñaron  Manuela  Pérez,  Valentina 
Muñoz,  Trinidad  Parra,  Francisco  Val,  Ceferino  Hernández, 
Pedro  Rojas,  Juan  Berzosa  y  José  Baño  vio,  que  fue  un  buen 
actor,  pero  por  su  genio  díscolo  no  llegó  nunca  a  formar  parte 
de  compañías  principales. 

El  año  1839  se  quiso  poner  en  escena  algunas  óperas,  y 
hasta  se  contrató  una  modesta  compañía  lírica;  pero  no  se  rea- 


26  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

lizó  el  proyecto,  y  todo  se  redujo  a  que  en  los  intermedios  se 
cantase  un  dúo,  un  aria,  una  cavatina,  dando  a  la  función  aquel 
carácter  de  variedad  que  tanto  gustaba  al  público,  según  de- 
claración de  la  empresa  de  la  Cruz. 

Las  lunetas  (butacas)  costaban  dos  pesetas. 

Teatro  de  las  Tres  Musas. — Se  hallaba  en  la  Plaza  de  la 
Cebada,  donde  hoy  Novedades.  Se  inauguró  en  29  de  Mayo 
de  1838,  haciendo  la  competencia  al  de  Buenavista,  con  tan 
buena  suerte,  qué  consiguió  deshancarle,  por  cuanto  el  otro 
cesó  de  dar  funciones  al  año  siguiente.  Figuraban  en  la  com- 
pañía las  Sras.  Martín,  Martínez,  Corona,  García,  Bañuelos  y 
Castillo,  y  los  Sres.  Pacheco,  Porcar,  Edo,  Hernández,  Rojas, 
Martínez,  Bousellas  y  Moreno.  Las  lunetas  costaban  8  rs.,  los 
palcos  9,  las  gradas  4  y  el  patio  2.  En  todas  las  localidades  se 
admitían  personas  de  ambos  sexos,  menos  en  el  patio,  donde 
sólo  entraban  hombres. 

Hacían,  como  en  Buenavista,  obras  del  repertorio  contem- 
poráneo y  del  teatro  de  los  siglos  xvii  y  xvili.  Abrieron  la  tem- 
porada con  La  villana  de  la  Sagra,  de  Tirso,  y  más  adelante 
hicieron  Indulgencia  para  todos,  de  Gorostiza;  Lo  que  son  mu- 
jeres, de  Rojas;  El  parecido  en  la  corte,  de  Morete;  El  diablo 
predicador;  El  hombre  de  la  selva  negra,  melodrama  antiguo, 
traducido  por  D.  Bernardo  Gil;  El  imperio  de  las  costumbres, 
de  Le  Miére,  traducida  por  D.  Gaspar  Zavala  y  Zamora,  y  El 
triunfo  del  amor  o  La  discipula  de  Cambray,  un  melodrama 
que  oe  anunciaba  como  romántico,  y  para  demostrarlo  inser- 
taba el  Diario  los  títulos  de  los  cuadros  en  que  se  dividía: 
1.°  Declaración  de  amor  por  Orlan  a  su  discipula  Carolina. 
2.°  Robo  de  Carolina  por  los  salteadores.  3.°  Entrevista  de 
ambos  amantes  en  París.  4.*'  Demanda  del  Duque  de  Nancy 
pidiendo  la  mano  de  Carolina.  5.°  Castigo  de  Carolina  y  muerte 
del  Duque  por  su  rival  Orlan.  Q.^  Delirio  de  Carolina  por  el  su- 
plicio de  su  amante,  y  encuentro  de  ambos  en  el  calabozo,  don- 
de proyectan  el  suicidio.  No  cabe  duda  de  que  era  un  drama 
romántico. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  27 

El  periódico  M  Panorama  hablaba  mal  del  teatro  de  las 
2 res  Musas. 

De  las  funciones  que  se  celebraban  en  el  teatro  del  Liceo  (1) 
no  debemos  hablar,  porque  una  vez  las  dedicó  D.  Juan  del 
Peral  un  artículo  en  la  prensa  (Agosto  de  1839),  más  bien  de 
alabanzas  que  de  censuras,  y  protestaron  los  socios,  manifes- 
tando que  el  Liceo  no  era  un  establecimiento  público,  y  no 
debía,  por  lo  tanto,  hacerse  la  crítica  de  sus  veladas  literarias 
y  musicales.  Ciertamente  que  hoy  no  nos  dirigirían  protestas 
los  socios,  si  es  que  queda  alguno  para  muestra;  pero  la  pru- 
dencia nos  aconseja  respetar  la  voluntad  de  aquellos  escritores 
y  artistas  memorables,  dignos  de  toda  consideración, 

Óperas. 

El  público  de  Madrid  era  ya  en  aquella  época  aficionado.a 
la  ópera,  y,  a  decir  verdad,  las  empresas  procuraban  tenerle 
contento,  pues  en  1835  se  cantaron  nueve  óperas  de  repertorio 
y  siete  nuevas,  lo  que  supone  cierto  trabajo  por  parte  de  los 
cantantes,  de  la  orquesta  y  del  director,  D.  Ramón  Carnicer, 
de  cuyas  especiales  condiciones  se  hacían  lenguas  los  periódi- 
cos de  entonces. 

He  aquí  la  relación  de  las  obras  estrenadas  en  el  período 
que  vamos  señalando  de  1830  a  1839: 

En  el  Príncipe: 

Cristo  foro  Colón,  de  Carnicer,  12  Enero  1831. 

La  Vestale,  de  Pacini,  9  Mayo  1831. 

II  Contestable  di  Chester,  de  Pacini,  26  Julio  1831. 

Icrociati  a  Tolemaida,  de  Pacini,  10  Setiembre  1831. 

Blanca  di  Mesina,  de  Vaccaj,  11  Febrero  1832. 


(1)  Sociedad  fundada  en  1837  por  D.  José  Heraáadez  de  la  Vega,  en 
unión  de  Zorrilla,  Escosura,  Pastor  Díaz,  Salas  Quiroga,  Ramón  Navarra- 
te,  Jenaro  Villamil,  Esquivel  y  otros.  Daban  funciones  dramáticas,  bailes, 
conciertos  y  conferencias:  el  domicilio  social  estaba  en  la  casa-palacio  de 
Vista  Hermosa,  Plaza  de  las  Cortes,  núm.  7. 


28  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  OE  ISABEL  II 

Vesule  di  Roma,  de  Donizetti,  21  Mayo  1832. 
Veroina  di  Messico,  de  Rioci,  14  Jalio  1832. 
Chiara  di  Rosemberg,  de  Rossi,  3  Diciembre  1832. 
Eufemio  de  Messina,  de  Carnioer,  14  Diciembre  1832, 
II  diluvio  Universale,  de  Donizetti,  2  Marzo  18|34. 
La  sonámbula,  de  Bellini,  21  Jalio  1834. 
Parisina  d'Este^  de  Donizetti,  27  Agosto  1834. 
Guglielmo  Tell,  de  Rossini,  19  Noviembre  1834. 
J  due  Fígaro,  de  Mercadante,  26  Enero  1835. 
Caterina  de  Guisa,  de  Coooia,  3  Mayo  1835. 
La  muta  di  Portici,  de  Auber,  19  Setiembre  1835. 
Torcuato  TassOy  de  Donizetti,  9  Junio  1835. 
Inés  de  Castro,  de  Persiani,  3  Mayo  1837. 
Monsieur  de  Chalumeaux,  de  Riooi,  30  Octubre  1837. 

En  la  Cruz: 

La  represaglia,  de  Mercadante,  4  Noviembre  1830. 

Bianca  e  Fernando,  de  Bellini,  18  Abril  1831. 

U orfano  della  selva,  de  Coccia,  6  Junio  1831. 

Enrico  e  Clotilde  o  La  rosa  bianca,  de  Genovés,  17  Agosto  1831. 

Gabriela  di  Vergy,  de  Carafa,  3  Diciembre  1831. 

/  Capuleti  ed  i  Montecchi,  de  Bellini,  18  Junio  1832. 

Ana  Bolena,  de  Donizetti,  21  Agosto  1832. 

Fausta,  de  Donizetti,  23  Enero  1833. 

Inormanni  a  Parigi,  de  Mercadante,  20  Julio  1833. 

V elixir  d'' Amor e,  de  Donizetti,  10  Diciembre  1833. 

J7  nuovo  Fígaro,  de  Riooi,  3  Abril  1834. 

II  furioso,  de  Donizetti,  31  Mayo  1834. 

Norma,  de  Bellini,  1.°  Julio  1834. 

Don  Giovanni,  de  Mozart,  15  Diciembre  1834. 

La  casa  desabitata,  de  Rossi,  20  Junio  1835. 

Olivo  e  Pasquale,  de  Donizetti,  16  Agosto  1835. 

II  castellodi  Kenilworth,  de  Donizetti,  17  Octubre  1835. 

Gemmadi  Vergy,  de  Donizetti,  4  Agosto  1836. 

Eranodue  or  sonó  tre,  de  Rioci,  26  Agosto  1836. 

I Puritani,  de  Bellini,  26  Setiembre  1836. 

Belisario,  de  Donizetti,  22  Noviembre  1836. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  29 

La  nina  pazza  per  amore,  de  Coppola,  13  Diciembre  1836. 

Un  aventura  di  scaramuccia,  de  Rioci,  18  Febrero  1837. 

Lucia  di  Lammermoor,  de  Donizetti,  2  Agosto  1837. 

Beatrieedi  Tenda,  de  Bellini,  12  Diciembre  1837. 

Ipermestra,  de  Saldoni,  20  Enero  1838. 

Ismalia  o  Morte  ed  amore,  de  Carnicer,  12  Marzo  1838. 

Le  convenience  teatrali  (í),  de  Donizetti,  13  Enero  1839. 

Lucrecia  Borgia,  de  Donizetti,  4  Julio  1839. 

ügOf  Conté  di  Par igi,  de  Donizetti,  11  Setiembre  1839. 

Marino  Faliero,  de  Donizetti,  25  Setiembre  1839. 

H  carrozzino  da  venderé,  de  Basili,  5  Octubre  1839. 

n  Conté  bry,  de  Rossini,  16  Noviembre  1839. 

I  Briganti,  de  Mercadante,  12  Diciembre  1839. 

Las  compañías  de  ópera  estuvieron  formadas,  principal- 
mente, por  los  cantantes  que  a  continuación  se  expresan,  de 
los  que  tenemos  escasas  noticias. 

Tiples:  Adelaida  Tosi,  Enriqueta  Meric-Lalande,Clelia  Pas- 
tori,  Matilde  Palazzesi,  Emma  Albertazi,  Almerinda  Manzo- 
ohi,  que  gustó  mucho  (1835)  y  salió  tan  caprichosamente  ves- 
tida en  La  casa  desabitata,  que  su  traje  se  hizo  célebre  en  Ma- 
drid; Telestris  Fontana,  poca  voz;  Mariana  Brighenti,  Judit 
Grissi,  de  la  cual  recordamos  haber  oído  grandes  elogios;  Cris- 
tina Villó,  que  tenía  exquisita  sensibilidad  y  cantaba  admira- 
blemente La  sonámbula,  pero  necesitaba  más  estudio  en  1839; 
Manuela  Oreiro  de  Lema  (2),  Concepción  Lleó,  Antonieta  Mari- 
ni,  guapa  y  de  buena  voz,  como  su  compañera  la  Concepción 
Ridaura,  y  por  fin,  la  famosa  Antonia  Campos;  en  1831  figura 
entre  las  segundas  tiples,  y  en  1839  hizo  Salas,  por  encargo  de 
la  empresa,  un  viaje  a  París  para  contratarla,  porque  estaba 
allí  nuestra  compatriota  dando   conciertos  y  recibiendo,   al 


(1)  Se  desempeñó  por  artistas  españoles.  Salas  hizo  papel  de  mujer, 
cantando  en  falsete  la  parte  de  Ágata. 

(2)  De  ella  decía  Rubini  que  «no  había  encontrado  compañera  que  tu- 
viese el  alma,  la  voz,  la  acción  y  el  canto  tan  enérgico.»  Casó  esta  can- 
tante en  1.**  de  Abril  de  1838  con  Ventura  de  la  Vega. 


30  GBÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

propio  tiempo,  lecciones  de  cauto,  del  maestro  Donizzetti  (1). 
Se  presentó  en  la  Cruz  el  14  de  Junio  de  1839,  con  Un'auentu- 
ra  di  Scaramucciaj  obteniendo  una  verdadera  ovación:  poseía 
gracia,  gachonería,  frescura,  lozanía,  voz  clara  y  de  extensión, 
y  era  atrevidamente  hermosa. 

Contraltos:  Fanny  Eckerlin,  Brígida  Lorenzani  y  María 
Carrasco. 

Tenores:  Ignacio  Pasini,  Antonio  Ronzi,  Carlos  Trezzini, 
Lorenzo  Viacchi,  Antonio  Arigotti,  Juan  Bautista  Guerrero 
y  Pedro  Unaime. 

Bajos:  Juan  Inchandi,  Juan  Bautista  Rossi,  profesor  de 
arpa,  además;  Felice  Botelli,  José  E-ossi  Gallierno  (bufo),  Pe- 
dro Lej,  Juan  Cavaceppi  y  Francisco  Salas.  Este  aparece  en 
1831  formando  parte  del  coro;  en  1832,  como  partiquino,  y 
en  1834,  haciendo  la  parte  del  Doctor  Dulcamara  en  Velixir 
d*amore,  donde  conquistó  su  reputación.  Durante  los  últimos 
días  del  reinado  de  Isabel  II,  nosotros  llegamos  a  oirle  en  esta 
obra,  y,  aunque  había  ya  perdido  mucha  voz,  pudimos  formar 
idea  de  lo  que  Salas  sería  en  sus  buenos  tiempos;  no  hemos  co- 
nocido cantante  que  interprete  mejor  el  tipo  de  Dulcamara. 

Las  representaciones  de  ópera  alternaban  indistintamente 
en  ambos  teatros  con  las  de  comedias  y  dramas. 

En  el  teatro  de  Buenavista,  ya  citado,  se  formó,  el  año 
1838,  una  compañía  de  ópera,  dirigida  por  el  maestro  don 
Francisco  de  la  Cámara,  y  compuesta  de  las  Sras.  Damiana 
Feijas,  Margarita  Antunes  y  Josefa  Andújar,  y  los  Sres.  Je- 
rónimo Cámara,  tenor;  Laureano  Aguilón,  bajo,  y  José  Cisne- 
ros,  caricato;  pero  se  contentaron  los  cantantes  con  dar  algu- 
nos conciertos,  según  se  ha  indicado  en  el  artículo  Teatros  de 
segundo  orden. 


(1)  Por  cierto  que  a  Salas  le  cogieron  los  carlistas  cerca  de  la  frontera, 
y  le  hicieron  pasar  un  susto  de  marca  mayor;  gracias  a  que  un  titulado 
coronel  Polo,  al  saber  quién  era,  le  dio  un  salvoconducto,  y  con  esto  pudo 
el  ya  célebre  cantante  continuar  su  viaje. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  31 

Merece  especial  mención  el  estreno  de  El  rapto,  en  la  Cruz, 
el  17  de  Junio  de  1832,  ópera  española,  en  dos  actos,  música 
de  D.  Tomás  Genovós.  «Este  profesor — decía  El  Diario, — 
cuya  primera  producción  fue  Enrique  y  Clotilde  [1),  presentará 
a  los  filarmónicos  madrileños  su  segundo  ensayo,  esperando 
que  una  ópera  en  que  el  argumento,  el  idioma,  el  compositor 
y  las  partes  que  lo  ejecutan,  todo  es  español,  podrá  merecer 
algún  interés  e  indulgencia,  a  pesar  de  la  extrañeza  que  puede 
causarles  este  género  fuera  de  uso.> 

Fue  interpretada  por  la  Antonia  Campos,  que  todavía  no 
era  prima  donna;  la  Leonor  Serrano,  Pablo  Galdón,  Salas, 
Rodríguez  y  Ceyanes,  todos  ellos,  entonces,  cantantes  de  se- 
gunda fila. 

No  hemos  incluido  esta  obra  en  la  relación  de  óperas  que 
antecede,  porque  realmente  era  una  zarzuela.  El  anuncio  del 
Diario  decía:  «Los  versos  que  no  están  destinados  al  canto 
serán  representados,  según  costumbre,  de  la  que  no  ha  querido 
apartarse  el  compositor»,  y  esto  indica  que  tenía  escenas  para 
ser  declamadas,  como  en  las  zarzuelas. 

En  efecto;  anteriormente  se  habían  representado  en  cas- 
tellano, con  el  nombre  de  óperas,  algunas  obras  musicales  que 
tenían  escenas  habladas,  y  en  este  sentido,  Genovés  llamó 
ópera  a  El  rapto,  siendo  así  que  para  nosotros  no  rebasa  la 
categoría  de  zarzuela. 

En  defecto  del  libreto,  que  conceptuamos  perdido,  hemos 
revisado  la  partitura,  que  se  custodia  en  la  Biblioteca  munici- 
pal, y  podemos  asegurar  que,  a  más  de  los  diez  números  mu- 
sicales de  la  obra,  tenía  ésta  algunos  diálogos  intermedios, 
cuya  extensión  no  es  factible  determinar,  pero  de  indudable 
importancia  para  el  desarrollo  del  argumento. 

Lo  -curioso  es  que  el  libreto  había  salido  de  la  pluma  de  Ma- 
riano José  de  Larra  (Fígaro),  y  resultó  una  equivocación  de 


(1)    Estrenada  en  la  Cruz  el  17  de  Agosto  de  1831. 


32  CRÓNICAS  DEL  TIKMPü  DE  I8ABKL  II 

aquel  autor  insigne.  Veamos  cómo  se  le  juzga  en  las  Cartas 
españolas,  de  21  de  Junio  de  1832: 

«El  poema  de  esta  composición  es  de  lo  más  sublimemente 
detestable  que  puede  ponerse  en  escena:  no  concebimos  cómo 
el  Sr.  Genovés  ha  elegido  tan  mal,  ejercitando  su  ingenio  y 
su  paciencia  sobre  una  parola  tan  macarrónica  y  absurda.  Las 
piezas  de  música  están  colocadas  sin  el  menor  discernimiento; 
se  han  desaprovechado  muchas  ocasiones  de  ingerirlas  oportu- 
namente; así  es  que  suele  hallarse  un  aria  colocada  sin  motivo 
perentorio  después  de  otra,  y  reina  en  todo  el  conjunto  un 
desconcierto  nocivo  a  los  resultados  musicales,  al  efecto  tea- 
tral y  a  los  intereses  del  compositor.  Por  otra  parte,  dicho 
lihretto  tiene  traza  de  ser  un  cajón  de  sastre,  hecho  a  remien- 
dos, y  cosido,  y  añadido,  y  recortado  por  manos  diversas,  cada 
una  a  cual  más  inhábil.  El  murmullo  desaprobador  del  públi- 
co lo  ha  hecho  sentir  en  varios  pasajes,  mucho  mejor  que  pu- 
diera hacerlo  el  artículo  de  un  periódico. 

»En  la  música  hay  centellas  de  genio,  viveza  en  algunos 
temas,  no  desnudos  muchos  de  ellos  de  reminiscencias;  pero 
que,  hasta  ahora,  sólo  indican  disposiciones  en  el  autor.  No 
creemos,  sin  embargo,  que  esta  nueva  producción  contribuya 
en  nada  al  aumento  de  su  crédito. 

»La  ejecución  ha  sido  cual  debiera  ser:  en  todos  los  actores 
competía  la  inexperiencia  de  la  escena;  pero,  en  fin,  hicieron 
lo  que  pudieron,  y  la  cosa  salió  menos  mal  de  lo  que  hubiera 
podido  suceder.» 

El  éxito,  por  lo  que  se  ve,  fue  muy  dudoso;  pero  constituye 
un  paso  más  en  el  género  lírico  español,  y  esto  es  lo  que  desea- 
mos hacer  constar. 

Opera  o  zarzuela,  El  rapto  es  una  prueba  de  la  afición  que 
el  público  demostraba  por  el  género  lírico,  que  tenía  también 
sus  adversarios.  Don  Manuel  Montes  de  Oca,  Alférez  de  navio 
de  la  Real  Armada,  escribió  y  publicó  en  Palma,  el  año  1831, 
una  Sátira  contra  las  óperas  del  día,  en  que  las  llamaba  fatal 
recreo. 


POB   CABLOS    CAMBRONBBO  33 

que  afemina  al  varón,  y  en  las  mujeres 
despierta  de  lascivia  las  torpezas. 

Pedía,  eii  nombre  de  la  moral,  del  arte,  del  buen  gusto  y 
de  otra  porción  de  cosas  más,  que  desaparecieran  las  óperas,  y 
confiando  en  la  razón  que  le  asistía,  y  hasta  en  la  galanura  de 
su  Sátira,  cuya  versificación  es  ramplona  y  chabacana,  decía 
al  terminar: 

Y  plegué  al  cielo  que  al  sentir  mi  tunda 
recobre  su  vigor  la  gran  Castilla, 
y  caiga  a  silbos  la  función  inmunda. 

Pero  la  función  no  cayó,  como  ha  tenido  ocasión  de  ver  el 
lector  en  los  párrafos  anteriores,  y  verá,  con  más  curiosas  no- 
ticias, en  la  década  siguiente. 

Oonolertos . 

Como  durante  la  Cuaresma  no  se  consentía  la  representa- 
ción de  comedias,  dramas  ni  óperas,  las  empresas,  para  resar- 
cirse de  la  falta  de  entrada  de  fondos,  idearon  dar  conciertos, 
y  esto  lo  permitieron  las  autoridades;  pero  lo  gracioso  era  que 
en  estas  fiestas  musicales  se  cantaban  arias,  romanzas  y  dúos 
de  óperas,  cuya  representación  estaba  prohibida  en  el  período 
cuaresmal,  con  la  diferencia  de  que  los  cantantes  salían  a  es- 
cena de  frac,  ellos,  y  luciendo  las  divas  elegantes  toilettes  de 
la  época.  Careciendo  el  público  de  otra  diversión,  acudía  al 
llamamiento,  y  hubo  año  que  se  dieron  en  el  Príncipe  catorce 
conciertos. 

Vista  la  aceptación  que  éstos  tenían,  se  repitieron  fuera 
de  Cuaresma,  intermediando  piezas  dramáticas;  los  cantantes 
salían  vestidos  con  el  traje  que  les  correspondía,  según  la  ópe- 
ra, y  se  exhibía  la  decoración  consiguiente.  Además  de  esto, 
podemos  reseñar  que  en  Marzo  de  1831  el  profesor  Brunetti 
tocó  en  el  violoncello  un  capricho  y  variaciones  sobre  el  tema 
del  zapateado;  el  violinista  Juan  Wanski,  en  Agosto  de  1833, 


34  0RÓNIGA8  OEL  TIBHPO  OK  I8ABKL  U 


tocó  en  el  Prínoipe  unas  variaoiones  de  Beriot  con  acompafia- 
miento  de  orquesta,  y  D.  Luis  Vicente  Arche,  en  el  mismo 
teatro,  en  Marzo  de  1836,  unas  variaciones  de  violín,  con  mo- 
tivo del  beneficio  de  Bárbara  Lamadrid.  La  Villó  dio  un  con- 
cierto en  la  Cruz  (Octubre  de  1834),  cantando  varios  números 
de  óperas. 

Fue  un  acontecimiento  musical  la  ejecución  en  el  Prínoipe 
(23  Agosto  de  1839)  de  una  sinfonía  compuesta  por  el  niño  de 
once  años  Ignacio  Ovejero,  a  quien  en  nuestra  juventud  llega- 
mos a  conocer;  la  interpretó  magistral  mente  la  orquesta, 
acompañada  al  piano  por  el  autor. 

Estaba  de  moda  Strauss;  en  uno  de  estos  conciertos  se  to- 
caron cinco  tandas  de  valses  suyos  (19  Agosto  1839):  La  her- 
mosa Gabriela,  La  Filomela,  Los  cohetes  voladores.  Los  home- 
najesy  Los  encajes  de  Bruselas.  Aquella  noche  se  saturaron 
bien  de  valses  los  concurrentes  al  teatro  del  Príncipe. 

Inútil  parece  añadir  que  en  los  días  de  la  guerra  civil  se 
cantaron  y  tocaron  himnos  patrióticos;  Carnicer  compuso  un 
par  de  ellos  para  cantarse  en  el  teatro,  y  no  dejaron  de  rendir 
su  tributo  musical  al  patriotismo  Basilio  Basili,  esposo,  más 
adelante,  de  Teodora  Lamadrid;  el  popular  Iradier,  el  niño  Ig- 
nacio Ovejero  y  el  maestro  Sobejano,  que  escribió  un  zorzico 
patriótico. 

En  algunos  salones  de  baile,  como  el  de  Vensano,  o  Las 
Delicias,  de  que  hablamos  más  adelante,  solían  darse  concier- 
tos de  piano,  arpa  o  guitarra,  en  el  cual  instrumento  gozaba 
entonces  fama  de  maestro  D.  Trinitario  Huerta. 

El  primer  café  que  introdujo  la  moda  de  obsequiar  con  mú- 
sica a  los  concurrentes,  sin  abonar  más  estipendio  que  el  del 
consumo,  fué  el  llamado  de  San  Vicente,  que  estaba  situado  en 
la  calle  de  Barrionuevo,  hoy  Conde  de  Bomanones.  El  17  de 
Julio  de  1834  dio  comienzo  el  agasajo  a  los  consumidores,  y 
es  fecha  doblemente  memorable,  porque  ese  día  fue  uno  de  los 
más  señalados  por  la  mortandad  con  que  el  cólera  asolaba  a  la 
población. 


POR    CARLOS   CAlfBRONERO  35 

Ooreografia. 

Era  un  recurso  que  servía  de  atracción  en  las  funciones 
teatrales,  por  la  música  y  por  las  bailarinas,  que  habían  de  ser 
guapas  y  de  buena  figura,  aliciente  no  desprovisto  de  valor  en 
los  espectáculos  públicos. 

No  parece  que  había  en  esta  época  estrella  refulgente  que 
cautivara  la  atención,  ni  que  despertase  entusiasmos,  a  excep- 
cepción  de  Pepita  Díaz,  quien  con  su  arte  y  hermosura  logró 
conquistar  unánimes  aplausos  al  finalizar  el  período  cuya  cró- 
nica hacemos. 

Figuraron  en  este  tiempo  Josefina  Volet,  María  Vives  (a 
quien  tratamos  ya  retirada  de  las  tablas),  Mariana  Castillo,  Do- 
lores Lamadrid  (quizá  parienta  de  Bárbara  y  Teodora),  Ger- 
trudis Fontanellas  y  Matilde  Saavedra.  De  ellos,  mencionare- 
mos a  Mateo  Alard,  Juan  Bautista  Cozzer,  Mariano  Campru- 
bi,  Antonio  Cairón  (pariente  sin  duda  de  una  Antonia  Cairón, 
actriz  más  adelante  y  esposa  del  actor  D.  José  Valero),  Ginós 
Fontanella,  y  el  célebre  Manolito  Casas,  ya  también  en  las 
postrimerías  de  este  período.  Gastaba  patillas,  bigote  y  pelo 
rizado,  y  así  había  de  salir  siempre  a  escena,  cualquiera  que 
fuese  el  baile  en  que  tomara  parte,  por  lo  que  la  Prensa  le  de- 
dicó algunas  chanzas. 

Generalmente  se  representaban  bailes  españoles,  sobre  todo 
las  boleras,  que  las  había  de  la  matraca,  del  charandel,  inter- 
mediadas, del  serení,  de  las  fraguas,  del  Bartolito,  de  la  Ma- 
rica, del  Chinorri,  del  Trípili,  de  la  Caleta  y  del  escondite.  Para 
completar  las  funciones  patrióticas  del  tiempo  de  la  guerra  ci- 
vil, se  inventaron  también  las  boleras  de  la  libertad. 

En  el  Príncipe  se  ejecutó,  el  15  de  Mayo  de  1838,  un  gran 
baile  compuesto  y  dirigido  por  Cairón,  y  que  se  titulaba  Adras- 
te y  Lircano.  He  aquí  el  argumento,  tal  como  lo  describe  un 
periódico  de  aquellos  días:  «Olmira,  princesa  de  belleza  extre- 
mada, viuda  del  soberano  de  una  de  las  islas  del  Archipiélago 
griego,  era  solicitada  a  porfía  en  matrimonio  por  Adrasto  y 


36  CRÓNICAS  DEL  TIKMPO  DE  ISABEL  II 

por  Lircano;  éste,  jefe  del  ejército,  propone  que  el  más  diestro 
en  los  ejercicios  gimnásticos  sea  favorecido  con  la  mano  de  la 
princesa,  y  Olmira,  confiando  en  el  valor  y  destreza  de  su  ama- 
do Adraste,  consiente  a  pesar  suyo.  Lircano  muere  víctima  de 
una  traición  que  había  premeditado,  y  Adrasto  se  presenta  a 
su  amante  con  el  laurel  de  la  victoria.» 

En  el  mismo  teatro  se  representó  el  21  de  Julio  de  1838,  el 
baile  pantomímico  titulado  La  espada  del  mago.  Se  dividía  en 
siete  cuadros,  y  cada  uno  tenía  su  título  particular:  El  campa- 
mento de  los  cruzados,  El  triunfo  del  Soldán,  Enrique  y  Mar- 
garita, Martin  Gull,  El  asalto  y  El  triunfo  de  la  Cruz.  No  se 
le  había  compuesto  música  á  propósito,  sino  que  para  obte- 
nerla buena  a  poco  precio,  se  le  adaptaron  trozos  de  Gluk,  de 
Mehul,  de  Gretry,  d©  Mozart,  de  Haynd.  de  Herold  y  de  Ros- 
sini,  con  una  gran  sinfonía  oriental  compuesta  por  Carnioer. 

Volatines  y  variedades. 

No  dejaban  los  volatines  de  tener  aceptación  en  el  público. 
Desde  1832  figuraba  en  los  anuncios  el  Circo  Olímpico  de  la 
plaza  del  Rey,  situado  donde  hoy  el  Circo  de  Parish,  Al  prin- 
cipio sólo  había  función  los  domingos  por  la  tarde,  lo  cual  in- 
duce a  creer  que  el  local  estaba  descubierto,  y  que  no  se  em- 
pleaba otra  iluminación  que  la  facilitada  gratuitamente  por  el 
generoso  Febo.  La  compañía  constaba,  en  1832,  de  22  perso- 
nas y  18  caballos.  Agustín  Gigne  saltaba  seis  caballos  con  sus 
jinetes;  un  ciervo,  llamado  Ruby,  se  subía  encima  de  una  mesa 
rodeada  de  fuegos  artificiales,  y  permanecía  tranquilo  en  medio 
de  ellos. 

En  1835  tomaron  el  Circo  Olímpico  Paul  y  Bastien,  yernos 
de  Franconi  (de  París),  introduciendo  grandes  mejoras  en  el 
local.  «Se  ha  arreglado  el  circo — anunciaban — en  términos 
que,  aunque  llueva,  no  se  mojarán  los  concurrentes  ni  padece- 
rán detrimento  por  razón  del  temporal.  Se  han  colocado  rue- 
dos de  paja  alrededor  de  las  sillas,  a  fin  de  que  las  personas 
que  concurran  estén  libres  de  coger  humedad.» 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  37 

Paul  sostenía  sobre  sí  cuatro  hombres  con  tres  pesas  de 
50  libras  y  una  de  25;  dirigía  tres  caballos  sin  silla  ni  brida; 
trabajaba  en  el  trapecio,  y  hacía  equilibrios. 

Figuraban  en  esta  época  los  artistas  siguientes:  señoritas 
Lerous,  Camila  y  Emilia,  y  los  Sres.  Ratel,  Antonio,  José, 
Amand  y  Morvino  (1). 

Desde  1835  comienzan  a  ejecutarse  pantomimas,  que  debie- 
ron de  ser  bien  recibidas,  como  JSl  carnaval  de  Italia,  El  faci- 
neroso de  la  Calabria,  Los  molinos  y  El  sitio  de  Bilbao,  donde 
se  simulaba  un  combate  de  cristinos  y  facciosos,  con  evolucio- 
nes de  caballería. 

Precios:  Grrada,  4  reales;  luneta  de  grada,  8;  sillas  alrede- 
dor del  circo,  10;  sillas  de  barandilla,  12. 

El  Infante  Don  Francisco  y  su  esposa  concurrían  frecuen- 
temente al  Circo  Olímpico. 

El  año  1837,  M.  Paul  se  despidió  del  heroico  pueblo  de  Ma- 
drid con  una  epístola  en  verso,  en  la  que  demostraba  su  pro- 
funda gratitud  y  su  carencia  de  facultades  para  la  poesía. 

Marcos  Serrano,  conocido  por  él  Diableto,  director  de  uña 
compañía  de  volatines  que  daba  funciones  en  las  provincias, 
estableció  un  circo  en  el  patio  de  una  casa  de  la  plaza  de  la 
Paja.  Estuvo  todo  el  verano  de  1831. 

Costaba  dos  reales  la  entrada. 

En  el  teatro  de  la  Cruz,  el  año  1835,  el  indio  Cassoul  toca- 
ba el  violín  haciendo  equilibrios.  Este  teatro  ofreció  algunas 
novedades,  que  si  bien  eran  ajenas  al  arte  de  Lope  y  .Calderón, 
debieron  de  proporcionar  buenas  entradas.  En  Junio  de  1833, 
el  joven  español  Manuel  Pinos  se  presentó  en  el  escenario,  imi- 
tando con  la  voz  y  sin  instrumento  alguno  el  canto  de  120 
aves:  celo  del  ruiseñor  y  el  canario;  calandria  cuando  se  eleva; 
dúo  de  grillos,  macho  y  hembra;  el  canario  con  todos  sus  gor- 
jeos; el  mirlo  cantando  en  armonía;  las  tres  estaciones  del 
pollo;  el  chorlito;  el  jilguero  en  celo;  el  tordo;  el  ruiseñor,  con 

(1)    A  los  artistas  del  Circo  se  les  solía  designar  por  el  nombre,  y  no  por 
el  upellido. 


38  CBÓNICAB  DEL  TIKMPO  DB  ISABEL   II 

setenta  yariaciones,  y  llanto  del  niño  recién  nacido.  En  Julio 
de  1833  se  exihibieron  Mr.  Mathevet,  el  grande  Alcides  y 
tu  discípulo  Triat,  el  Hércules  francés ^  haciendo  ejercicios 
de  fuerza  y  agilidad  y  cuadros  plásticos,  que  titulaban:  Ma- 
rio aprisionado,  Marte,  El  gladiador.  Nerón  y  Guillermo  Tell. 
Mr.  Mathevet  era  modelo  de  la  R.  Academia  de  París.  En 
competencia  con  éstos  apareció,  en  Agosto  de  1836,  Luis 
Vally,  el  Hércules  español,  con  Teófilo  Gallerón,  provenzal, 
maestro  en  el  ejercicio  de  la  lucha.  Ofrecía,  al  que  le  venciera 
públicamente  en  el  escenario,  800  reales,  facilitándole  un  traje 
de  punto  para  el  acto  de  la  lucha;  ésta  había  de  durar  quince 
minutos;  el  luchador  no  podía  asir  a  su  contrario  sino  de  medio 
euerpo  arriba,  ni  valerse  del  recurso  que  se  llama  la  zancadilla; 
no  se  consideraba  vencedor  sino  al  que  había  conseguido  que 
la  espalda  del  contrario  tocase  de  lleno  en  el  suelo. 

En  Febrero  de  1837  se  presentaron  en  este  mismo  teatro 
Mrs.  Darras  y  Manche,  Alcides  olímpicos,  modelos  de  las  Aca- 
demias de  Pintura  de  Londres,  París  y  Roma.  Hacían  ejerci- 
üios  de  fuerza  y  agilidad  y  cuadros  plásticos,  actitudes  del  an- 
tiguo, como  entonces  se  decía. 

Solía  haber  volatines,  los  días  festivos  por  la  tarde,  en  un 
jardín  de  baile  titulado  ^Recreo  de  Chamberí,  del  que  hablaremos 
más  adelante;  en  1831  los  hubo  también  en  el  café  de  Santa 
Catalina  (plaza  de  las  Cortes),  donde  el  público  aplaudió  ejer- 
cicios y  bailes  en  la  maroma  tirante,  equilibrios,  saltos  del 
trampolín  y  la  habilidad  de  un  acróbata,  que  se  tragaba  una 
espada  de  media  vara.  También  se  verificaron  con  alguna  fre- 
cuencia funciones  gimnásticas  y  ecuestres  en  la  Plaza  de  To- 
ros. En  Marzo  de  1833  se  celebró  mucho  la  destreza  de  Luis 
Chiarini  (el  milanés),  que  daba  un  salto  mortal  por  encima  de 
ocho  soldados,  los  cuales  disparaban  al  propio  tiempo  sus  fusi- 
les, cargados  solamente  con  pólvora. 

Por  los  años  de  1830  y  1831  se  exhibió  en  el  salón  de  la 
fonda  de  la  Cruz  de  Malta  (calle  del  Caballero  de  Gracia)  un 
teatrito  mecánico,  una  exposición  de  figuras  de  cera  y  una 


POR    CARLOS   CAMBRONBRO  39 

mona,  un  perro  y  tres  canarios,  amaestrados  por  José  Casano. 
Entrada:  1  y  2  reales. 

Sala  de  la  calle  del  Prado,  núm.  3.  Función  de  hidráulica 
enl831.  Decía  el  Diario:  «Equilibrios  sobre  agua  natural,  y  va- 
riedad de  composiciones  de  fuego  y  agua  por  el  hidráulico  que 
hoy  se  presenta.  Este  artista  es  el  mismo  que  ha  aumentado 
los  juegos  del  Parque  de  Versalles,  y  el  que,  a  fuerza  de  un  es- 
tudio cuidadoso,  ha  conseguido  sujetar  este  impetuoso  elemento 
en  contraposición,  y  a  favor  de  la  opresión  del  aire,  hacer  del 
primero  una  colección  de  figuras  y  juguetes  que  no  ha  habido 
persona  que  no  le  haya  agradado.» 

El  aeronauta  español  D.  Manuel  García  Rizo  anunció,  en 
28  de  Abril  de  1833,  que  iba  a  verificar  una  ascensión  eü  el  Re- 
tiro, en  un  magnífico  globo,  inflado  con  gas  hidrógeno.  Supo- 
nemos que  cumpliría  la  promesa. 

Fausto  Arias,  vecino  de  esta  corte,  afamado  andarín  de  su 
tiempo,  hizo  una  apuesta,  en  Marzo  de  1835,  consistente  en 
dar  34  vueltas,  en  diez  y  siete  minutos,  alrededor  de  la  barre- 
ra de  la  Plaza  de  Toros:  el  redondel  tenía  236  varas  castellanas, 
que  multiplicadas  por  34,  daban  un  total  de  8.000,  formando  el 
completo  de  una  legua. 

El  público  favorecía  los  Dioramas,  Cosmoramas  y  Panora- 
mas. Había  uno  en  la  calle  de  Alcalá,  cerca  de  la  calle  del 
Turco  (hoy  Marqués  de  Cubas);  otro  en  la  calle  del  Caballero 
de  Gracia,  fonda  de  la  Unión  (antes  del  Caballo  Blanco),  esqui- 
na a  la  del  Clavel;  otro  en  la  de  Preciados,  frente  a  la  calle  del 
Candil,  y  otro  en  Recoletos,  con  una  galería  topográfica.  El 
más  importante  de  todos  fue  el  que  se  estableció  en  el  edificio 
conocido  por  Platería  de  Martínez  (recientemente  derruido), 
en  la  plaza  del  mismo  nombre.  Las  vistas  de  éste  eran:  la  Igle- 
sia de  Atocha,  un  lago  de  Suiza,  el  Panteón  de  los  Beyes  Católi- 
cos en  Granada  y  el  interior  de  la  iglesia  del  Monasterio  del  Es- 
corial, cuyo  efecto  resultaba  sorprendente.  Nosotros  tuvimos 
ocasión  de  verlo  en  nuestra  juventud,  y  recordamos  la  impre- 
sión profunda  que  a  todos  causaba,  al  punto  de  que  los  hom- 


rio  ORÓNIOikS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

bres  se  quitaban  instintivamente  el  sombrero  al  entrar,  cre- 
yendo hallarse  dentro  de  un  templo;  la  ilusión  era  completa, 
en  1838,  porque  se  oía  tocar  un  órgano.  La  entrada,  2  pesetas. 

El  año  1836  se  expuso  al  público,  en  la  calle  he  Alcalá,  junto 
a  la  Historia  Natural,  un  Microscopio  solar,  anunciando  que  se 
veía  una  pulga  de  un  tamaño  sesenta  millones  de  veces  mayor 
que  el  natural,  una  gota  de  agua,  otra  de  vinagre,  partículas 
de  queso,  etc.  etc;  8  reales  la  entrada. 

En  la  plaza  de  Santiago,  casa  donde  está  la  Diputación  pro- 
vincial, se  exhibió  en  1838  el  Enano  gigante.  Este  era  un  hom- 
bre de  una  estatura  colosal;  pero  que,  favorecido  por  un  vestido 
adecuado,  sabía  encogerse  de  manera  que  aparecía  como  enano 
o  como  gigante  alternativamente:  bailaba,  tocaba  varios  ins- 
trumentos y  hacía  juegos  de  manos.  No  pudieudo  sospecharse, 
ni  remotamente,  que  la  Diputación  provincial  se  instalase  más 
adelante  en  aquel  edificio,  bien  comprenderá  el  lector  que  en 
la  exhibición  del  Gigante  enano  o  el  Enano  gigante,  no  hubo 
propósito  de  aludir  a  la  digna  corporación  que  hoy  ocupa 
la  casa. 

Toros. 

Era  la  plaza  antigua,  que  llegamos  a  conocer  nosotros,  un 
edificio  viejo  y  destartalado,  de  pobre  aspecto,  tanto  en  su  fa- 
chada como  en  el  interior,  careciendo  por  completo  de  orna- 
mentación; pero  resultaba  más  alegre  que  la  plaza  actual,  de- 
bido quizá  a  su  menor  altura;  y  ofrecía  gran  animación  sin 
necesidad  de  tener  un  lleno  completo  de  las  localidades. 

La  primera  corrida  que  se  celebró  después  del  nacimiento 
de  Isabel  II  fue  el  día  13  de  Octubre  de  1830. 

En  celebridad  del  feliz  natalicio  de  la  Princesa,  se  lidiaron 
ocho  toros,  cuatro  de  D.  Manuel  Gaviria,  dos  de  D.  Juan  Za- 
pata y  otros  dos  de  D.  Francisco  Gallardo.  Picadores:  Juan 
Marchena  Clavellino,  Francisco  Hormigo,  Juan  Martín  y 
Annastasio  Capón:  Espadas  Roque  Miranda,  que  mató  los  cua- 
tro primerostoros;  Pedro  Sánchez,  sobresaliente,  para  el  quinto 


POR   GARLOS  GAMBRONEBO  41 

y  sexto,  y  José  Monje,  media  espada,  al  que  correspondieron 
los  dos  últimos. 

Fue  un  acontecimiento  la  corrida  de  Beneficencia  que  se 
dio  el  13  de  Junio  de  1831,  tomando  parte  como  espada,  el  ca- 
ballero D.  Rafael  Pérez  de  Guzmán.  Este  era  hijo  de  una  dis- 
tinguida familia;  dedicado  a  la  carrera  militar,  fué  destinado 
de  guarnición  a  Sevilla,  donde  se  relacionó  con  Juan  León  y 
otros  toreros,  y  tomó  tal  afición  al  arte  de  Pepe  Hillo,  que 
abandonó  su  profesión,  dedicándose  por  completo  a  matador  de 
toros.  Nunca  hubiese  podido  competir  con  los  primeros  espa- 
das. Viniendo  a  Madrid  desde  Sevilla,  asaltaron  la  diligencia 
que  le  conducía  por  las  llanuras  de  la  Mancha,  unos  bandole- 
ros, dándole  muerte. 

En  esta  década  que  vamos  reseñando,  figuraban  como  es- 
padas Juan  León,  Manuel  Romero  (Carrete),  Lucas,  Roque 
Miranda,  El  Morenillo,  El  Sombrerero,  Jerónimo  José  Cándi- 
do, Francisco  Montes,  que  tomó  la  alternativa  en  1831;  José 
de  los  Santos,  en  1832;  Noteveas,  en  1837  (había  sido  medio 
espada  en  1833),  y  Julián  Casas  (el  Salamanquino),  que  mató 
por  primera  vez  en  1839. 

Tuvieron  éstos  de  banderilleros  a  Camilo,  Yust,  Jordán, 
Capa,  José  Monje,  El  Barbero,  Colita,  El  Fraile  de  la  Petene- 
ra, El  Fraile  de  la  Carretería,  El  Loro,  Barragán,  El  Gallego, 
El  Ratón,  Francisco  de  los  Santos  y  Francisco  Arjona  (Cucha- 
res), que  aparece  en  1839. 

Picadores:  Cristóbal  Ortiz,  Hormigo,  El  Pelón,  Pinto,  Fran- 
cisco Sevilla,  (que  aparece  en  1830),  Diego  Lucena  (1830),  To- 
más Muñoz  (1832),  Bernardo  Botella  (1833),  Antonio  Sánchez, 
llamado  Poco  Pan  (1833),  José  Carrera  (1835),  Francisco 
Briones  (1836),  José  Trigo  (1837)  y  Antonio  Guisado  (el  Be- 
rrinches), (1839). 

En  1832  (16  de  Julio),  un  toro  saltó  la  barrera,  y  no  consi- 
guiendo hacerle  salir  al  redondel,  tuvieron  que  darle  muerte 
en  el  callejón. 

Es  ejemplo  de  mala  suerte  el  caso  del  picador  Diego  Luna, 


42  OBÓNIGAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   U 

qne  la  tarde  de  su  primera  salida  en  Madrid  (1.*^  de  Julio 
de  1830),  el  quinto  toro  de  la  corrida,  al  recibir  una  pica,  le 
hizo  caer  con  tal  desgracia,  que  el  pobre  hombre  falleció  dos 
días  después  a  consecuencia  del  golpe. 

Tampoco  fue  buena  suerte  la  del  banderillero  el  Loro,  que 
•I  18  de  Junio  de  1832  estuvo  gravemente  enfermo  de  una  coz 
que  le  pegó  el  caballo  de  un  picador  al  intentar  un  quite. 

Las  corridas  de  novillos  daban  buen  resultado  a  las  empre- 
sas, siempre  con  el  aliciente  de  la  mojiganga.  He  aquí  cómo 
se  anunciaba  una  para  el  8  de  Febrero  de  1831: 

«Dará  principio  la  corrida  con  dos  novillos  embolados,  que 
serán  picados  por  dos  aficionados,  y  banderilleados  según  cos- 
tumbre. Seguirá  la  escena  de  la  Pata  de  Cabra,  del  modo  que 
»  continuación  se  expresa:  Se  presentará  en  la  plaza  un  carro 
triunfal,  tirado  por  20  cíclopes,  que  conducirá  a  Vulcano  a  su 
templo,  y  en  las  fraguas  trabajarán  aquéllos  al  compás  de  la 
música  propia  déla  escena.  Eu  seguida  saldrán  montados  sobre 
sus  asnos,  D.  Simplicio  Bobadilla  Majaderano  y  Cabeza  de 
Buey  y  su  escudero  Lazarillo,  y  cuando  los  cíclopes  hayan  he- 
cho a  aquél  los  honores  de  parte  de  Vulcano,  y  se  preparen  a 
prestarle  los  auxilios  que  le  ha  concedido  contra  su  rival,  se 
soltará  un  valiente  toro  embolado,  que  acometerá  impetuosa- 
mente a  la  comparsa  hasta  lograr  desordenarla.  Este  aconte- 
cimiento llenará  de  indignación  a  Vulcano  por  ver  profanada 
su  mansión,  y  mandará  se  castigue  la  osadía  de  la  fiera  picán- 
dola desde  sus  asnos  con  vara  larga  D.  Simplicio  y  su  escude- 
ro, y  poniéndola  banderillas  de  fuego  los  cíclopes  en  señal  de 
que  sobre  este  elemento  impera  el  dios  a  quien  adoran.  No  sa- 
tisfecho Vulcano  con  este  castigo,  se  apeará  de  su  carro,  y  to- 
mando la  espada,  dará  muerte  al  delincuente. 

»A  continuación  se  lidiarán  dos  toros  de  la  ganadería  de 
D.  Manuel  Bañuelos,  que  picarán  Anastasio  Capón  y  José 
Zapata,  y  estoqueará  Diego  Escobar  (el  Panadero),  nuevo  en 
esta  plaza,  acompañado  de  la  correspondiente  cuadrilla  de 
banderilleros. 


POR    CARLOS  CAMBRONERO  43 

»En  seguida  se  correrán  seis  novillos  embolados  para  los 
aficionados  que  gusten  torearlos,  a  excepción  de  los  ancianos 
y  muchachos,  a  quienes  se  prohibe  bajar  al  redondel,  bajo  la 
multa  de  50  ducados.  Se  dará  fin  a  la  función  con  una  varie- 
dad de  fuegos  artificiales,  dirigidos  por  D.  Ramón  Zamora.» 

Situada  la  plaza  junto  a  la  puerta  de  Alcalá,  no  se  hacía 
indispensable  el  uso  del  carruaje  para  concurrir  a  los  toros, 
tanto  más,  cuanto  que  escaseaban  los  coches  de  alquiler;  pero 
daba  tono  y  carácter,  en  cierta  clase  de  gente,  utilizar  para 
este  servicio  la  calesa,  especie  de  bombé,  con  dos  ruedas  y  ca- 
pota, colocándose  el  conductor  sentado  sobre  una  de  las  varas 
que  sujetaban  el  vehículo  a  la  caballería.  Lo  que  había  que  ver 
era  una  calesa  llevando  en  sus  asientos  dos  mujeres  guapas, 
con  vestidos  de  vivos  colores,  mantilla  blanca,  peineta  de  con- 
cha y  flores  en  la  cabeza.  Una  de  las  últimas  calesas  que  se 
conservaban  en  Madrid  la  compró,  hacia  1860,  para  llevársela 
a  su  país,  el  embajador  de  Rusia. 

Bailes  pútolloos. 

Salón  de  Oriente. — La  construcción  del  Teatro  Real  fue  ca- 
lificada de  disparate  magnifico  por  un  cronista,  mal  impresio- 
nado, sin  duda  alguna,  por  la  lentitud  con  que  se  realizaba  la 
obra,  pues  habiendo  comenzado  hacia  1820,  llevaba  aún  tra- 
zas de  durar  muchos  años,  como  así  sucedió.  En  1836  sólo  es- 
taba terminado  el  salón  que  hoy  se  destina  a  teatro  y  actos 
solemnes  del  Conservatorio  de  Música,  salón  que  por  su  capa- 
cidad sugirió  a  cierta  empresa  la  idea  de  dar  en  él  bailes  de 
máscara.  Al  efecto,  lo  adornó  con  lujo  y  elegancia;  se  pintó 
el  techo,  se  tapizaron  las  paredes  de  seda  azul  Cristina  (celes- 
te) y  se  cubrieron  los  huecos  de  los  balcones  y  puertas  con  col- 
gaduras del  mismo  color,  guarnecidas  de  franjas  y  flecos  de 
plata.  Iluminóse  el  salón  con  30  arañas,  cuatro  grandes  can- 
delabros y  28  arandelas,  formando  un  total  de  668  bujías. 
Había  salas  de  descanso  y  de  juego  con  mesas  para  tresillo  y 


44  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

r ecarte  (1),  gabinete  de  lectura,  tocadores,  almacén  de  trajes 
de  máscara,  venta  de  flores  naturales  y  artificiales,  de  guantes 
y  zapatos  para  señora,  guardarropa,  enfermería,  peluquería  y 
limpiabotas,  sin  olvidar  el  imprescindible  ambigú,  como  se  de- 
oía  entonces. 

La  inauguración  se  verificó  en  22  de  Enero  de  1836:  el  pre- 
cio del  billete  personal  era  de  50  reales,  y  toda  la  música  que 
se  tocó  aquella  noche  estaba  compuesta  por  D.  Ramón  Carni- 
cer.  Según  la  Prensa  de  la  época,  el  baile  estuvo  muy  concu- 
rrido y  animado,  ofreciendo  el  salón  un  aspecto  sorprendente. 

La  empresa  no  debió  de  salir  mal  en  su  negocio,  porque  si- 
guió dando  cierto  número  de  bailes  todos  los  años  hasta  1839, 
último  del  período  cuya  crónica  escribimos.  La  fiesta  comen- 
zaba a  las  doce  de  la  noche  y  concluía  a  las  nueve  de  la  ma- 
ñana siguiente.  Bien  temprano  se  retiraban  a  su  casa  los  con- 
currentes. 

Teatro  del  Principe. — Desde  que  murió  Fernando  VII  co- 
menzaron de  nuevo  a  darse  bailes  de  máscara  en  el  teatro  del 
Príncipe  (hoy  Español).  El  billete  costaba  20  reales;  las  horas 
eran  de  diez  de  la  noche  a  la  madrugada;  había  piezas  destina- 
das al  ambigú,  y  vestuarios  con  la  debida  separación.  Tres 
bastoneros  en  el  centro  de  la  sala  tenían  el  encargo  de  conser- 
bar  el  orden  y  dirección  de  los  bailes  y  parejas;  se  tocaban  val- 
ses, rigodones,  mazurkas,  galops  y  contradanzas,  finalizando 
con  la  llamada  greca,  de  moda  en  aquellos  días.  Cada  tempo- 
rada se  verificaban  catorce  o  diez  y  seis  bailes  de  máscara,  y 
en  1837  se  adoptó  el  sistema  de  terminarlos  a  las  nueve  de  la 
mañana.  ¡Vaya  por  la  sencillez  de  costumbres  de  nuestros  ma- 
yores! 

De  1835  a  1839  se  abrieron  en  Madrid  algunos  salones  de 
baile,  como  son: 

Salón  de  las  Columnas,  calle  del  Olivar,  esquina  a  la  de  la 


(1)    L'ecarté  estaba  de  moda  eu  aquellos  días,  pero  es  un  juego  tau 
sencillo  y  trivial,  que  cayó  en  el  olvido. 


POR   CARLOS   GAMBRONICRO  45 

Cabeza,  casa  antigua  que  ya  está  reedificada;  en  ella  se  ins- 
taló después  el  Colegio  de  San  Jóse,  al  que  asistimos  en  nues- 
tra niñez.  El  billete  de  entrada  al  baile  costaba  10  reales. 

Salón  del  café  de  la  Fontana  de  Oro,  Carrera  de  San  Jeró- 
nimo; al  mismo  precio  que  el  anterior. 

Salón  de  Vensano,  calle  del  Baño,  hoy  Ventura  de  la  Vega, 
número  5.  El  Sr.  Vensano  tenía  academia  de  baile,  y  aprove- 
chaba el  local  ciertas  noches  para  sacarle  mayor  rendimiento; 
8  reales  la  entrada.  Se  bailaban  el  hritano  y  las  italianas,  que, 
por  lo  que  se  desprende  de  los  anuncios,  era  la  última  moda 
entonces. 

Salón  de  la  Casa  de  Canónigos,  Atocha,  núm.  92.  Costaba 
12  reales  el  billete.  El  título  no  resultaba  apropiado  al  géne- 
ro de  la  diversión. 

Salón  de  la  calle  del  Arenal,  casa  en  que  habitó  el  Marqués 
de  Casa-Riera,  frente  a  la  plaza  de  Celenque.  Este  era  un  bai- 
le de  los  que  se  anunciaban  como  serios,  pues  costaba  20  rea- 
les el  billete. 

Salón  de  la  calle  de  Jardines,  núm.  16.  Precio,  20  reales. 

Salón  de  la  plazuela  de  Santiago,  casa  donde  hoy  se  halla 
la  Diputación.  Hay  edificios  predestinados. 

Salón  de  Leganitos,  casa  vieja  de  Osuna,  donde  ahora  está 
el  Convento  del  Sagrado  Corazón  de  Jesús:  8  reales  billete. 

Nuevo  Recreo,  calle  de  San  Agustín,  núm.  2,  piso  bajo,  es- 
quina a  la  calle  del  Prado;  todavía  existe  la  casa.  Este  no  de- 
bería considerarse  como  baile  serio,  porque  el  precio  del  bille- 
te era  de  4  reales.  En  la  mayoría  de  los  bailes,  no  en  todos, 
había  dispuesto  ambigú.  En  el  Nuevo  Recreo  se  encontraba,  por 
precios  módicos,  bebidas,  refrescos,  jamón,  salchichón  y  acei- 
tunas. 

Salón  del  café  de  Cervantes  (antes  de  Solís),  esquina  a  la 
calle  del  Barquillo. 

Salón  de  la  casa  del  Duque  de  Villahermosa,  Carrera  de  San 
Jerónimo,  esquina  al  Prado.  Aquí  sí  que  concurriría  la  flor  y 


46  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL    II 

nata  de  las  mujeres  bonitas  y  de  los  hombres  de  dinero:  costa- 
ba 30  realazos  el  billete. 

Salones  de  la  Inquisición,  calle  de  Isabel  la  Católica,  núme- 
ro 4,  principal.  Aun  existe  la  casa;  en  ella  estuvo  instalado  el 
Santo  Tribunal  que  la  da  nombre.  Costaba  8  reales  el  billete. 
Si  las  paredes  hablasen,  ¡qué  cosas  hubieran  podido  decir  en- 
tonces, y  podrían  decir  hoy,  después  de  haber  presenciado  los 
bailes  de  dos  pesetas! 

Salón  de  la  casa  del  Conde  de  Aranda,  calle  del  Luzón,  nú- 
mero 4.  Era  también  de  medio  pelo. 

Salón  de  la  travesía  de  la  Parada  (antes  calle  de  Enhora- 
mala vayas),  núra.  8.  Barato. 

Salones  de  Santa  Catalina,  en  las  casas  conocidas  por  este 
título:  Plaza  de  las  Cortes,  con  vuelta  a  la  Carrera  de  San  Je- 
rónimo y  calle  del  Prado.  Se  anunciaba  como  baile  serio:  20 
reales  billete. 

Plaza  de  Toros. — Aquí  se  dieron  bailes  de  máscara  desde 
1835,  durante  la  época  de  Carnaval.  Las  puertas  se  abrían  a 
las  dos  de  la  tarde;  había  dos  bandas  militares  que  alternaban 
tocando,  con  descanso  de  diez  minutos,  manchegas,  galop, 
rigodones,  jota  aragonesa  y  contradanza;  a  las  cuatro,  ascen- 
sión de  un  globo  de  15  pies  de  altura;  terminaba  el  baile,  al 
ponerse  el  sol,  con  el  Himno  de  Riego,  tocado  por  las  dos  ban- 
das juntas.  Billete,  4  reales;  palco,  60. 

Según  lo  dispuesto  por  el  Gobernador  civil,  los  concurren- 
tes al  baile  podían  llevar  la  careta  puesta  desde  el  Buen  Suce- 
so (hoy  casa  del  Hotel  de  París,  en  lá  Puerta  del  Sol)  hasta  la 
Plaza  de  Toros,  sin  salir  de  esta  carrera.  Conviene  hacer  cons- 
tar que  entonces  no  se  permitía  usar  disfraz  y  careta  en  el 
centro  del  día,  aunque  se  toleraba  por  la  noche  a  las  personas 
que  asistían  a  los  bailes  de  máscara. 

Sobre  este  asunto  se  publicó,  en  12  de  Febrero  de  1836,  un 
artículo  del  que,  por  curiosidad,  vamos  a  transcribir  algunos 
párrafos: 

«Nada  a  nuestro  entender  sería  más  del  agrado  del  público, 


POB   GARLOS    GAMBROMBRO  47 

como  el  que,  prescindiendo  ya  de  desconfianzas  infundadas,  se 
permitiese  absolutamente  las  máscaras  y  disfraces  por  las  ca- 
lles en  los  tres  últimos  días  del  Carnaval,  señalando  si  se  quería 
alguna  carrera  fija,  tal  como  las  calles  Mayor,  Alcalá,  San  Je- 
rónimo, Atocha  y  sus  intermedias,  incluyendo  también  el  Pa- 
seo del  Prado  y  Plaza  Mayor,  donde  pudieran  colocarse  músi- 
cas que  permitiesen  improvisar  danzas  a  las  festivas  com- 
parsas. 

»Puede  muy  bien  imaginarse  la  novedad  y  grandeza  de  un 
espectáculo  semejante  en  uno  de  los  hermosos  días  que  nuestro 
cielo  nos  proporciona,  cubierta  toda  la  carrera  de  caprichoso» 
disfraces,  que  el  buen  tono  prescribe  ya  en  las  reuniones  de 
salón,  pero  que  serían  muy  oportunos  en  calles  anchas  y  dea- 
ahogadas  en  nuestros  románticos  balcones,  en  carrozas  y  ca- 
balgaduras. 

»Ya  en  ol  año  pasado  se  intentó  condescender  con  el  deseo 
del  público,  permitiendo  bailes  por  la  tarde  en  la  Plaza  de 
Toros;  pero  la  circunstancia  de  no  poder  usar  de  la  careta  sino 
dentro  de  aquel  recinto,  causó  precisamente  el  inconveniente 
que  se  pretendía  evitar,  circunscribiendo  esta  diversión  a  aque- 
lla parte  del  público  quémenos  puede  hacerla  agradable  y  que 
más  bien  puede  abusar  de  ella.  Otra  cosa  sería  si  fuera  lícito  el 
andar  disfrazado  por  las  calles  (con  excepción  ya  dicha  de  las 
extraviadas),  porque  entonces  todas  las  clases  no  temerían 
perder  su  decoro  enmascarándose,  formando  lucidas  comparsas 
y  contribuyendo  a  la  alegría  general.  Siendo  tantos  y  tan  con- 
curridos los  bailes  públicos  y  particulares,  las  calles  de  Madrid 
están  generalmente  cubiertas  de  máscaras  desde  las  diez  de  la 
noche.  ¿Serán  acaso  más  peligrosas  de  día?» 

Llegó  un  tiempo  en  que  el  deseo  del  articulista  se  vio  col- 
mado, y  hoy  ya  el  público  mismo  encuentra  enfadosa  la  di- 
versión, siendo  muy  contadas  las  máscaras  que  salen  a  la  calle, 
y  más  contados  aún  los  buenos  disfraces. 

Jardín  de  las  Delicias. — Se  hallaba  en  lo  que  hoy  forma  el 
Paseo  de  Recoletos,  y  es  resto  de  él,  aunque  muy  variado,  el 


48  CRÓNICAS  DI£L  TIEMPO  UK  ISABEL  II 

trozo  de  jardín  comprendido  entre  las  calles  del  Almirante  y  de 
Doña  Bárbara  de  Braganza.  Pertenecía  al  palacio  que  llama- 
ban de  Altamira,  después  propiedad  de  la  Marquesa  de  Medi- 
na de  las  Torres;  tenía  su  entrada  principal  por  la  citada  calle 
del  Almirante.  Este  jardín  era  de  gran  extensión,  y  dividíase 
en  tres  partes,  efecto  de  la  desigualdad  del  terreno,  formando 
andenes  resguardados  por  barandillas  de  hierro. 

Desde  Junio  de  1834,  se  comenzaron  a  dar  en  este  sitio 
bailes  públicos,  de  seis  de  la  tarde  a  once  de  la  noche,  con  tal 
aceptación,  que  durante  el  mes  de  Setiembre  de  aquel  año  se 
decidió  la  empresa  a  hacer  la  fiesta  por  todo  lo  alto,  es  decir, 
a  altas  horas  de  la  noche,  comenzando  a  las  doce  y  terminán- 
dola a  la  madrugada,  al  precio  de  8  reales  por  persona,  sin 
distinción  de  sexos. 

Entonces,  el  Paseo  de  Recoletos  era  un  camino  con  hono- 
res de  carretera,  y  hallándose  al  confín  de  la  población,  pues- 
ta que  iba  a  morir  en  la  puerta  del  mismo  nombre  del  paseo, 
excusado  parece  añadir  que  resultaba  un  paraje  solitario,  for- 
mado en  su  mayor  parte  por  las  tapias  de  los  jardines  que  a 
uno  y  a  otro  lado  tenía.  El  sitio,  pues,  ofrecía  poca  seguridad 
para  transitar  por  él  a  media  noche;  pero  la  empresa,  a  fin  de 
favorecer  la  concurrencia,  estableció  un  servicio  de  coches  que 
sallan  de  la  Puerta  del  Sol  cada  diez  minutos,  al  precio  de  dos 
reales  por  asiento,  y  colocó  además,  por  su  cuenta,  desde  la 
Fuente  de  Cibeles,  una  línea  de  faroles,  que  tenía  encendidos 
durante  las  horas  que  duraba  el  baile,  y  un  número  proporcio- 
nado de  guardas,  provistos  de  linternas,  con  lo  que  quedaba 
vigilado  el  trayecto. 

La  entrada  se  verificaba  por  la  puerta  del  Palacio  en  la 
calle  del  Almirante,  y  el  baile  tenía  efecto,  durante  el  mal 
tiempo,  en  los  ocho  grandes  salones  del  edificio. 

Aquí  se  introdujo  la  moda  del  baile  de  Piñata  al  estilo  de 
Cádiz — como  decía  el  anuncio  de  8  de  Marzo  de  1835. — Co- 
menzaba a  las  seis  de  la  tarde;  a  las  nueve  descanso,  durante 
el  cual  «se  colocaba  una  gran  piñata  en  medio  del  salón,  para 


POR    CARLOS   CAMBRONERO  49 

que  los  señores  concurrentes  se  divirtieran  en  romperla;  y  des- 
pués de  hacerlo,  y  recogidos  los  dulces,  continuaba  el  baile 
basta  las  doce». 

En  verano,  la  fiesta  era  completa:  se  abría  con  un  concierto 
en  uno  de  los  jardines;  después  se  pasaba  a  otro,  donde  se  bai- 
laba en  la  plazoleta  de  los  tilos;  a  las  siete,  ascensión  de  un 
globo  aerostático  de  quince  pies  de  altura^  sin  capitán  que  lo 
tripulara,  según  costumbre;  acto  seguido,  rifa  de  un  cubierto 
de  plata,  hecho  a  mazo,  y  de  un  abanico;  función  de  fuegos  ar- 
tificiales por  el  polvorista  D.  Mariano  Estellón,  y  luego  baile 
hasta  las  doce.  Había  fonda,  cafó  y  refrescos.  La  pólvora  se 
quemaba  delante  del  Palacio,  y  permitíase  subir  a  los  salones 
del  piso  principal  a  los  concurreutes,  para  presenciar  desde 
los  balcones  los  fuegos  artificiales. 

La  plazoleta  de  los  tilos  existe  en  la  actualidad,  y  es  la  que 
se  halla  en  el  centro  del  jardín  citado,  entre  las  calles  del  Al- 
mirante y  de  Doña  Bárbara  de  Braganza;  allí  vimos  en  nuestra 
juventud  ocho  tilos  (de  los  que  se  conservan  dos),  y  quizá  pue- 
dan recordarlo  también  los  que  hayan  alcanzado  la  época,  la 
reforma  y  ensanche  del  Paseo  de  Recoletos,  que  aprovechó 
gran  parte  de  los  jardines  expropiados. 

Quinta  del  Etipiritu  Santo. — A  la  izquierda  y  final  del  anti- 
guo camino  de  la  Venta  (hoy  prolongación  de  la  calle  de  Al- 
calá) y  antes  de  llegar  al  puente  del  arroyo  Abroñigal.  Cele- 
brábanse en  esta  quinta  bailes  campestres  (al  aire  libre),  fun- 
ciones de  volatines  y  fuegos  artificiales.  Había  fonda,  café, 
botillería,  baños,  billares  y  juegos  de  entrenimiento.  Se  ser- 
vían, por  encargo,  comidas  y  meriendas  a  la  española  y  a  la 
francesa,  y  de  ordinario,  perdices  y  truchas  escabechadas,  os- 
tras y  magras  de  jamón  añejo;  vino  moscatel  a  doce  cuartos 
cuartillo;  dulce,  a  ocho,  y  común,  aséis.  También  había  habi- 
taciones, desde  las  que  se  disfrutaba  hermosas  vistas,  «con  ca- 
mas y  lo  demás  necesario  para  que  nada  faltase  a  los  que  de- 
seaban el  reposo  después  de  haber  paseado».  Una  diligencia 
salía  cada  cuarto  de  hora,  durante  la  tarde,  con  dirección  a  la 


50  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Quinta,  desde  la  Fouda  de  Perona  (calle  de  Alcalá),  y  volvía 
con  igual  intervalo  de  tiempo  a  Madrid,  desde  las  ocho  hasta 
las  diez  de  la  noche,  al  precio  de  cinco  reales  de  ida,  con  en- 
trada en  la  posesión,  y  tres  de  vuelta. 

Las  tardes  de  lluvia  se  celebraba  el  baile  en  el  interior  del 
edificio  de  la  Quinta,  en  un  salón  que  se  denominaba  de  las 
Ninfas,  no  sabemos  si  por  las  pinturas  que  quizá  lo  adornaran, 
o  por  las  jóvenes  que  a  él  concurrían.  Es  de  suponer  que  se 
bailase  el  vertiginoso  vals,  la  agitada  raazurka  y  el  tranquilo 
rigodón;  pero  el  anuncio  a?}eguraba  que  había  una  orquesta  de 
guitarras,  dirigida  por  un  Sr.  Cota,  distinguido  maestro,  que 
estaba  siempre  pronta  para  el  baile  de  castañuelas. 
Esto  era  por  los  años  de  1834  a  1836. 

Portici. — Jardín  situado  en  el  Soto  de  Migas  Calientes  (Vi- 
veros de  la  Villa),  junto  al  río  Manzanares,  en  el  camino  del 
Pardo.  Baile  campestre  los  días  festivos  por  la  tarde,  ameni- 
zado al  anochecer  con  una  vistosa  función  de  fuegos  artificia- 
les, preparados  por  Estellón.  Había  baños  y  fonda.  El  dueño 
estableció  un  servicio  de  diligencias  desde  el  Gabinete  de  lectu- 
ra de  Mr.  Monier,  en  la  calle  de  la  Montera,  hasta  el  estable- 
cimiento, al  precio  de  cuatro  reales  por  asiento  de  ida  o  vuelta. 
Las  sesiones  de  baile  se  suprimieron  en  1837,  quedando  única- 
mente el  servicio  de  baños  y  fonda.  Se  permitía  entrar  en  el 
jardín,  con  meriendas,  mediante  el  pago  de  dos  reales  por  per- 
sona. 

En  el  género  de  bailes  campestres  podemos  citar,  además: 
El  jardín  de  Apolo,  contiguo  a  la  Puerta  de  San  Fernando, 
hoy  Glorieta  de  Bilbao.  Comenzó  en  1835,  imitando  al  de  las 
Delicias f  puesto  que,  a  más  de  baile,  había  globo,  fuegos  arti- 
ficiales y  rifa  de  un  cubierto  de  plata.  Cuatro  reales  el  billete. 
La  pólvora  estuvo,  primero,  a  cargo  de  Martín  Aroca,  discí- 
pulo y  sucesor  de  D.  Mariano  Estellón,  que  figura  ya  difunto 
en  1836;  después  quedó  de  polvorista  Antonio  Zamora,  y  en 
1838  aparece  José  Hernández,  favorecido  por  todas  las  em- 
presas. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  51 

Jardín  de  la  Cuádruple  alianza,  en  el  Prado,  donde  hoy  el 
Hotel  Ritz.  La  entrada  al  jardín  era  pública,  pero  no  a  los  sa- 
lones de  baile,  que  eran  dos,  uno  llamado  de  Oriente  y  otro  de 
Levante;  aquí  se  abonaban  cuatro  cuartos  por  persona,  es  de- 
cir, unos  doce  céntimos.  Había  columpios  y  juegos  de  entre- 
tenimiento a  precios  económicos. 

Recreo  de  Chamberí,  en  la  actual  plaza  de  este  nombre  y 
casa  llamada  entonces  de  las  Torres.  En  el  ambigú  se  servía  un 
plato  de  guisado,  pan  y  vino,  por  dos  reales. 

Minerva,  jardín  y  huerta  situados  en  las  afueras  de  la  po- 
blación, entre  la  Puerta  ya  citada  de  San  Fernando  y  la  de 
Santa  Bárbara,  hoy  Glorieta  de  Alonso  Martínez.  Se  permitía 
entrar  con  meriendas,  y  hacía  la  competencia  al  Recreo  de 
Chamberí.  La  empresa  ponía  guardas  por  la  noche  en  el  Paseo 
de  Luchana. 

Como  se  ve  por  esta  relación,  los  habitantes  de  Madrid,  en 
la  época  de  1830  a  1839,  rendían  fervoroso  culto  a  la  diosa 
Terpsícore. 

Segundo  periodo. — i840  a  1849. 

TEATRO    DEL    PRÍNCIPE 

La  Prensa  de  este  período,  reflejando  indudablemente  una 
gran  parte  de  la  opinión  pública,  se  lamenta  del  triste  estado 
del  teatro,  y  eso  que  contaba  éste  con  actrices  y  actores  como 
Matilde  Diez,  Bárbara  y  Teodora  Lamadrid,  la  Llórente,  la 
Tablares,  la  Palma,  Latorre,  García  Luna,  Romea,  Valero, 
Arjona,  Guzmán  y  Mariano  Fernández  (1);  y  con  escritores 
como  Bretón,  Díaz,  Gil  y  Zarate,  Escosura,  García  Gutiérrez, 

(1)  Estos  artistas,  cuyo  mérito  no  podemos  poner  en  duda  porque  he- 
mos alcanzado  a  ver  a  algunos  de  ellos  y  pudimos  formar  opinión,  deja- 
ban descontentos  a  D.  Eugenio  Ochoa  y  a  D.  Manuel  Cañete,  quienes  se 
lamentaron,  respectivamente,  en  La  España  y  en  El  Heraldo  (18i9),  de 
la  falta  de  buenos  cómicos. 


52  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  U 


Rodríguez  Rubí,  Hartzenbusch,  Ventura  de  la  Vega,  Zorrilla 
y  otros.  Efectivamente,  estos  escritores  consagrados,  no  co- 
rrespondiendo a  la  demanda  del  público,  que  pedía  obras  nue- 
vas, producían  relativamente  poco,  a  pesar  de  disponer  de  un 
personal  inmejorable  para  la  interpretación  de  sus  obras. 

Es  cierto  que  los  empresarios  que,  sucesivamente  iban  to- 
mando en  arrendamiento  el  teatro  del  Príncipe,  salían  siempre 
con  las  manos  en  la  cabeza,  pues  con  las  cargas  benéficas  que 
pesaban  sobre  el  coliseo,  no  había  negocio  posible,  según  se  ha 
visto  en  la  década  anterior;  pero  es  cierto  también  que  estos 
empresarios,  conociendo  el  escollo  de  las  cargas  benéficas,  con' 
fiaban  en  el  producto  de  las  buenas  entradas,  en  los  llenos;  y 
oomo  el  público  no  ocupaba  a  diario,  ni  con  mucho,  todas  las 
localidades,  de  aquí  la  desproporción  de  los  gastos  con  los  in- 
gresos, el  déficit  y  la  bancarrota;  de  suerte  que  a  los  poetas 
dramáticos  de  primer  orden  algo  de  culpa  les  cabe  en  la  deca- 
dente situación  del  teatro  del  Príncipe  por  aquellos  días. 

Aunque  a  la  ligera,  vamos  a  hacer  una  reseña  de  las  nove- 
dades que  ofreció  este  teatro  en  el  período  de  1840  a  1849: 

El  campanero  de  San  Pablo,  drama  de  Bouchardi,  que  ha- 
bía obtenido  300  representaciones  en  París,  lo  tradujo  D.  Eu- 
genio de  Ochoa,  y  fue  desempeñado  por  Bárbara  y  Teodora, 
Luna  y  Fabiani.  (8  Enero  1840.) 

La  niña  boba,  de  Lope.  Obtuvo  Matilde  una  ovación.  (3  de 
Junio). 

El  2  de  Octubre  se  hizo  una  función  extraordinaria,  dis- 
puesta por  el  Ayuntamiento,  en  celebridad  de  la  llegada  a  esta 
corte  del  Q-eneral  Espartero  con  motivo  de  la  revolución  rea- 
lizada por  el  pueblo  de  Madrid,  y  dicha  función  se  ajusto  al 
siguiente  programa:  1.°  Sinfonía  del  maestro  Caruicer.  2.°  La 
comedia  de  Lope  Amantes  y  celosos.  3.°  La  jota  valenciana^ 
baile  nacional;  y  4.°  La  improvisación  cómica  en  un  acto,  es- 
crita expresamente  para  este  día,  por  D.  Manuel  Bretón  de  los 
(Herreros  y  D.  Julián  Romea,  con  el  título  de  La  ponchada.  No 
se  representó  más  que  una  noche,  porque  disgustó  a  los  amigos 


POR   CARLOS   GAMBRONERO  53 

del  General,  y  fue  prohibida,  proporcionando  un  disgustazo 
mayúsculo  a  Bretón.  Se  halla  impresa,  por  si  el  lector  quiere 
conocerla,  en  la  rica  colección  de  obras  dramáticas  de  la  Bi- 
blioteca Nacional  (1). 

Los  polvos  de  la  madre  Celestina,  a  beneficio  de  D.  Fran- 
cisco Lucini,  director  de  la  maquinaria.  Esta  comedia  de  ma- 
gia se  había  representado  el  año  anterior  en  París,  con  el  títu- 
lo de  Las  pildoras  del  diablo,  y  traducida  literalmente,  se  hizo 
en  Zaragoza  poco  tiempo  después.  Hartzenbusch  introdujo 
grandes  modificaciones,  de  modo  que  quedó  la  obra  completa- 
mente refundida.  Fue  desempeñada  por  Matilde,  Teodora, 
Guzmán,  Sobrado  y  Fabiani.  La  decoración  del  segundo  cua- 
dro representaba  la  vista  del  convento  de  Santa  Teresa,  de 
Madrid.  La  obra  obtuvo  30  representaciones  seguidas.  (Ene- 
ro 1841.) 

Se  dio  otro  golpe  a  Bouchardí,  poniendo  en  escena  una  tra- 
ducción de  Lázaro  o  el  pastor  de  Florencia,  por  D.  Juan  Pe- 
ñalver.  Se  hizo  muchas  noches.  (Marzo  1844.) 

En  Abril,  la  empresa  del  Príncipe  se  las  prometía  muy  fe- 
lices para  la  temporada  entrante,  pues  anunciaba  que  tenía  en 
cartera  4  comedias  de  Bretón  de  los  Herreros,  3  de  Gil  y  Zara- 
te, 2  de  Hartzenbusch,  2  del  Duque  de  Rivas,  4  traducciones 
de  Escosura  y  8  de  Ventura  de  la  Vega.  Si  esto  hubiera  resul- 
tado cierto,  no  podía  la  campaña  teatral  presentarse  bajo  me- 
jores auspicios. 


(1)  Bretón  publicó  en  El  Correo  Nacional,  de  3  de  Octubre  de  1840, 
una  carta,  dando  satisfacciones  por  las  frases  de  la  obra  que  habían  mb- 
lestaao  a  la  Milicia  nacional  (de  que  él  formaba  parte),  y  declarando  que 
no  había  tenido  intención  de  ofender  a  esta  Institución. 

También  manifestó  que,  si  bien  la  obra  aparecía  hecha  en  colaboración 
de  Julián  Romea,  éste  solamente  había  puesto  los  versos  finales;  y  qué 
el  apropósito  se  había  escrito,  por  encargo  del  Ayuntamiento,  en  menos 
horas  de  las  que  tardó  un  escribiente  en  ponerlo  en  limpio.  Pero  no  le 
valió  a  Bretón  cantar  la  palinodia,  pues  en  la  Gaceta  del  día  5  apareció 
destituido  del  cargo  que  desempeñaba  de  Director  de  la  Biblioteca  Na- 
cional. 


54  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

Los  perros  del  monte  de  San  Bernardo^  arreglo  de  Vega,  con 
decoraciones  de  Lnciui.  Gustó.  (Junio  1841.) 

El  héroe  por  fuerza,  comedia  de  gracioso,  para  Guzmán; 
traducida  por  Vega.  (Julio.) 

Bruno  el  tejedor,  también  traducido  por  Vega.  Romea  es- 
tuvo admirable  en  esta  comedia,  que  se  adaptaba  bien  a  sus 
facultades.  (Agosto.) 

La  pluma  prodigiosa,  comedia  de  magia  con  música  de  Car- 
nicer.  El  gracioso  se  había  hecho  de  necesidad  en  este  género, 
como  protagonista  o  papel  principal.  Se  puso  la  obra  en  esce- 
na con  cierto  lujo,  pues  se  pintaron  19  decoraciones  nuevas  y 
se  construyeron  190  trajes.  (Noviembre  1841.) 

El  hombre  más  feo  de  Francia,  traducción  de  Vega,  por 
Matilde,  la  Llórente,  Romea  mayor  y  Romea  menor,  como 
llamaban  a  los  dos  hermanos.  (Diciembre  1841.) 

Guzmán  el  Bueno,  de  Gil  y  Zarate,  a  beneficio  de  Matilde; 
ella  superior;  Romea,  regular.  (Febrero  1842.) 

La  escuela  de  las  casadas.  (Abril  1842.) 

Cuando  se  estrenó,  dijo  el  Diario,  sin  duda  por  instigacio- 
nes del  autor,  D.  Manuel  Bretón  de  los  Herreros,  lo  siguiente: 

«Las  costumbres  más  inocentes,  la  índole  más  apacible  y  \a, 
virtud  más  ejemplar,  no  bastan  a  las  mujeres  casadas  para  su 
propia  ventura  y  la  de  sus  maridos;  y  aunque  marido  y  mujer 
están  interesados  en  procurársela  recíprocamente,  a  la  esposa 
incumbe  más  de  cerca  el  cuidado  del  bienestar  doméstico,  úni- 
ca ambición  que  no  desdice  de  su  débil  condición  y  de  sus  há- 
bitos tranquilos  y  sedentarios.  Sin  embargo,  no  todos  los  de- 
beres de  una  consorte  están  consignados  en  las  leyendas  mora- 
les, o,  a  lo  menos,  no  en  ella  se  indican  todos  los  medios  de 
cumplirlos.  La  sociedad  en  que  cada  una  ha  de  vivir,  o  más 
bien,  aquella  a  que  su  esposo  está  habituado,  le  impone  otros 
preceptos  de  que  no  puede  prescindir  sin  riesgo  de  ser  desgra- 
ciada, aunque  para  seguirlos  tenga  que  hacer  alguna  violencia 
a  su  carácter.  Agradar  y  complacer  al  compañero  de  su  vida 
es  una  necesidad  de  toda  mujer,  y  para  ello  conviene  emplear 


POR    CARLOS   CAMBRÓN  B:R0  55 

cuantos  medios  estén  a  su  alcance,  siempre  que  no  lo  reprue- 
ben  las  leyes  humanas  ni  los  dogmas  de  la  Iglesia. 

» Confiar  ciegamente  en  el  prestigio  de  una  hermosura  har- 
to perecedera,  en  el  ascendiente  de  una  virtud  no  siempre  es- 
timada como  se  debe,  y  en  juramentos  que  pronunció  entusias- 
mado el  galán  meritorio  y  ha  de  cumplir  el  marido  soberano, 
es  triste  cosa  para  los  tiempos  que  corren,  y  tampoco  son  para 
muy  prodigados  los  ordinarios  recursos  de  lágrimas,  alaridos 
y  convulsiones.  Otra  táctica  es  ya  necesaria  para  manejar  a 
ciertos  maridos.  Explicarla  en  el  cartel,  sería  analizar  la  come- 
dia, quitando  tal  vez  la  gana  de  verla  al  que  leyere  estos  ren- 
glones. 

»E1  autor  no  tiene,  empero,  la  vanidad  de  dar  por  nueva 
ni  por  infalible  su  doctrina,  ni  aunque  lo  fuera,  dejaría  de  re- 
conocer y  confesar  que  no  hay  regla  sin  excepción.  Es  de 
creer,  no  obstante,  que  el  bello  sexo  sea  de  su  mismo  dicta- 
men, y  si  las  damas  apadrinan  esta  producción,  escrita  en  ob- 
sequio suyo,  quedará  satisfecho  y  agradecido.» 

Las  memorias  del  diablo,  arreglo  de  Vega.  (Mayo  1842.)] 

Para  conmemorar  el  aniversario  de  Calderón  de  la  Barca, 
con  motivo  de  la  traslación  de  sus  restos  desde  la  iglesia  del 
Salvador  (1),  donde  se  hallaban,  declarada  ruinosa,  al  Cemen- 
terio de  la  Sacramental  de  San  Nicolás  de  Bari,  afueras  de  la 
Puerta  de  Atocha,  sitio  próximo  a  la  actual  calle  de  Méndez 
Alvaro,  se  representó  La  vida  es  sueño.  (Mayo  1842.) 

Faiio  el  novicio  o  La  predicción,  drama  en  cuatro  actos  y 
un  prólogo,  traducido.  La  acción  pasa  en  la  época  de  Carlos  V. 
(Setiembre.) 

Un  novio  a  pedir  de  boca,  por  Bretón  de  los  Herreros.  (Ma- 
yo 1843.) 

Un  'francés  en  Cartagena,  del  mismo  autor.  «Es  una  chan- 
zoneta  dialogada — decía  el  Diario, — tan  ajena  de  miras  políti- 
cas como  de  pretensiones  literarias.»  La  comedia  es  muy  linda 


(1)    Calle  Mayor,  frente  a  la  plaza  de  la  Villa. 


56  CBÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

y  está  escrita  con  un  juicio  muy  sensato,  censurando  a  los 
extranjeros  por  el  equivocado  concepto  que  suelen  tener  for- 
mado de  las  cosas  de  España.  (Abril  1843.) 

La  chanzoneta  hizo  buen  efecto,  y  eso  que  el  público  bus- 
caba dramas  conmovedores,  como  El  ingeniero  o  la  deuda  del 
honor,  Pedro  el  negro  o  los  bandidos  de  la  Lorena,  El  secreto 
de  una  madre,  Don  Enrique  de  Trastamara  o  los  mineros  y  El 
mal  padre,  que  obtenían  en  aquel  tiempo  grandes  aplausos. 

No  gustó  Las  Batuecas,  comedia  de  magia,  en  prosa  y  ver- 
so, desempeñada  por  Teodora,  la  Llórente,  Guzmán,  Mariano 
Fernández  y  Noren.  La  música  de  los  bailables  era  de  Lnis 
Arche,  y  las  decoraciones,  muy  buenas,  de  Lucini.  Hartzen- 
bnsch,  que  con  Los  polvos  de  la  madre  Celestina  había  levan- 
tado el  género  a  gran  altura,  esta  vez  fue  censurado  por  la 
crítica. 

Por  esta  época  se  estrenaron: 

El  Oran  Capitán,  de  Gil  y  Zarate  (1).  El  drama  gustó.  Ro- 
mea estuvo  «demasiado  natural». 

Pascual  y  Carranza  y  La  independencia,  de  Bretón. 

Las  dos  coronas  y  El  lobo  marino,  de  Isidoro  Gil. 

La  familia  improvisada,  de  Bretón,  por  Mariano  Fernán- 
dez. Muy  bien. 

Dumont  y  compañía,  de  Doncel  y  Valladares. 

la  murió  Napoleón,  del  joven  Manuel  María  Santa  Ana. 

La  abuela.  Las  gracias  de  Oedeón  y  Cuando  se  acaba  el 
amor,  traduciones  de  Navarrete. 

Juan  de  las  Viñas,  de  Hartzenbusch. 

Bandera  negra,  de  Rubí,  estrenada  en  Marzo  de  1844.  Decía 
de  la  obra  y  del  autor  un  periódico:  «Este  joven  poeta  se  ha 
mostrado  en  esta  sublime  producción  digno  de  la  celebridad 
que  supo  adquirir  con  su  famosa  Rueda  de  la  fortuna.  No  he- 
mos presenciado  triunfo  más  completo  en  el  teatro.» 


(1)    Había  escrito  Don  Alvaro  de  Luna,  Guzmán  el  Bueno  y  Carlos  U 
el  Hechizado;  le  daba  por  los  dramas  históricos. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  57 

Y  luego  añadía  respecto  de  la  ejecución:  cLa  perla  del  tea- 
tro  Español^  la  divina  Matilde,  se  ha  hecho  en  todas  las  repre- 
sentaciones de  esta  comedia,  superior,  si  cabe,  a  su  colosal  ce- 
lebridad.» De  Teodora,  de  la  Llórente,  de  los  Romeas  y  de 
Guzmán  dice  que  estuvieron  felices. 

Para  la  inauguración  de  la  temporada,  en  Pascua  de  Se- 
surrección^de  1845,  se  hizo  una  reforma  en  la  ornamentación 
de  la  sala  del  teatro.  Aparecieron  las  paredes  empapeladas, 
cosa  nueva,  porque  anteriormente  se  pintaban,  y  no  siempre 
con  buen  gusto:  las  lunetas  se  forraron  de  terciopelo  azul  za- 
firo, dividiéndolas  en  dos  bandas,  de  suerte  que  «ya  no  se  las 
tomaba  por  asalto,  sino  que  se  había  facilitado  el  acceso  pa- 
sando por  el  medio  del  teatro»;  se  pintó  un  telón  nuevo,  tam- 
bién azul,  como  el  papel  de  los  palcos  y  anfiteatros;  se  supri- 
mió lo  que  llamaban  patio  y  en  su  lugar  se  construyeron  cuatro 
palcos,  quedando,  al  decir  de  algunos,  pocas  localidades  para 
el  público  de  poco  precio. 

Estrenos  notables  de  1846: 

Los  misterios  de  Madrid^  novela  dramática  en  cuatro  actos. 
Se  pintó  para  esta  obra  una  decoración  nueva  que  representa- 
ba la  Puerta  del  Sol,  y  que  fue  copiada  en  un  grabado  publicado 
por  El  Laberinto  de  1.°  de  Marzo.  La  estampa  da  idea  de  cómo 
estaba  la  Puerta  del  Sol  en  aquella  fecha,  formando,  como  de- 
cía Mesonero,  más  bien  una  encrucijada  que  una  plaza.  En  el 
grabado  aparece  a  la  derecha  la  calle  de  Carretas;  a  la  izquier- 
da, la  esquina  de  la  de  la  Montera,  y  al  fondo,  la  iglesia  del 
Buen  Suceso,  entre  la  Carrera  y  la  calle  de  Alcalá,  que  se  pier- 
den a  lo  lejos. 

La  jura  en  Santa  Gadea,  de  Hartzenbusch,  hermoso  drama 
que  vino  a  compensar  con  creces  el  contratiempo  de  Las  Ba- 
tuecas. 

El  hombre  de  mundo,  que  fue  un  triunfo  para  Ventura  de  la 
Vega  y  para  Julián  Romea.  Acompañaron  a  éste  en  la  repre- 
sentación, Matilde,  Teodora,  Plácida  Tablares,  Florencio  Ro- 
mea, Guzmán  y  Mariano  Fernández.  Dada  la  fama  de  los  ac- 


58  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  1)K  18ABBL  II 

tores  que  la  ejecutaron,  no  creemos  que  se  haya  visto  comedia 
mejor  representada  en  los  teatros  de  la  corte.  (2  Octubre  1846). 
D.  Julián  Romea,  a  quien  alcanzamos  a  ver  representar  esta 
comedia,  estaba  inimitable.  De  la  obra  decía  Villergas,  ponién- 
dola reparos,  que  estaba  tomada  de  una  francesa  titulada  Les 
trois  epoques.  Es  tan  sencilla  que,  a  nuestro  juicio,  no  merecía 
la  pena  de  tomarla  del  francés.  La  revista  El  Español  la  aplau- 
dió, sin  más  distingos  que  el  de  calificar  de  algo  libres  algunas 
escenas.  ¡Cuantum  mutatus  ah  iJloI  Se  hizo  a  beneficio  de  Ro- 
mea, hubo  mucha  gente,  salió  Ventura  de  la  Vega  a  escena,  y 
la  Avellaneda  le  echó  una  corona.  Ferrer  del  Río  dijo  en  una 
revista  que  El  hombre  de  mundo  era  la  comedia  clásica  más 
completa  que  poseía  la  literatura  dramática  española. 

Mujer  gazmoña  y  marido  infiel^  comedia  de  Bayard,  cono- 
cida en  francés  con  el  título  de  Le  mari  a  la  campagne^  arre- 
glada por  Navarrete.  La  desempeñaron,  Matilde,  Teodora, 
Plácida,  la  Llórente,  la  Chafino,  los  Romeas  (1)  y   Guzmán. 

No  se  estrenaba  mucho,  y  eso  que  había  una  pléyade  nume- 
rosa de  buenos  escritores  dramáticos.  Según  Hartzenbusch, 
podían  conceptuarse  como  tales  a  los  incluidos  en  la  relación 
siguiente: 

Antonio  Alverá. 

José  Amador  de  los  Rios  (2). 

Eduardo  y  Eusebio  Asquerino. 

Wenceslao  Ayguals  de  Izco. 

Víctor  Balaguer. 

Antonio  Bofarrull. 

Jerónimo  Borao. 

Manuel  Bretón  de  los  Herreros. 

Francisco  Javier  de  Burgos . 

Pedro  Calvo  Asensio. 

María  Cambronero, 


(1)  Julián  Romea  habitaba  en  la  calle  del  Baño,  14,  principal. 

(2)  Aunque  Amador  es  nombre,  nadie  le  desigua  por  el  apellido. 


POR  CARLOS  CAMBRÓN ERO  59 

Ramón  de  Campoamor . 

Manuel  Cañete. 

León  Carbonero  y  Sol, 

Basilio  Sebastián  Castellanos. 

José  Castro  y  Orozco. 

Gaspar  Fernando  Coll. 

Carolina  Coronado. 

Fernando  Corradi. 

Leopoldo  Augusto  de  Cueto,  Marqués  de  Valmar. 

Manuel  Juan  Diana, 

José  María  Díaz. 

Patricio  de  la  Escosura. 

Aureliano  Fernández-Guerra. 

José  Fernández  Travanco. 

Francisco  Flores  Arenas. 

Ramón  Franquelo. 

Carlos  Garda  Doncel. 

Antonio  Garda  Gutiérrez. 

Ignacio  Garda  Ontiveros. 

José  Garda  Villalta. 

Antonio  Gil  y  Zarate. 

Antonio  Gironella. 

Gertrudis  Gómez  Avellaneda. 

Luis  González  Brábo. 

Angela  Grassi. 

Teodoro  Guerrero. 

Juan  Eugenio  Hartzenbusch. 

Manuel  Hernando  Pizarro. 

José  María  Huid. 

Juan  Lombía. 

Luis  de  Loma  y  Corradi. 

Eduardo  López  Pelegrin  (1). 


(1)    No  se  le  confunda  con  su  hermano  Santos  {Abenamar),  fallecido 
poco  antes. 


60  CRÓMICAS  DEL  TIKMPO  DB  ISABKL  II 

Francisco  Martínez  de  la  Rosa. 

Juan  Martínez  Villergas. 

Francisco  de  Paula  Montemar. 

Jerónimo  Moran. 

José  Muñoz  Maldonado. 

Ramón  de  Navarrete  {Asmodeo). 

Francisco  Navarro  Villoslada. 

Antonio  Neira  de  Mosquera. 

Eugenio  de  Ochoa, 

Luis  Olona. 

Joaquín  Francisco  Pacheco. 

Miguel  Agustín  Príncipe. 

Manuel  José  Quintana. 

Braulio  Antón  Ramírez. 

Francisco  Luis  de  Retes. 

Antonio  Ribot  y  Fontseré. 

Duque  de  Rivas. 

Josefa  Robirosa  de  Torrens. 

Mariano  Roca  de  Togores,  Marqués  de  Molins. 

Tomás  Rodríguez  Rubí. 

Gregorio  Romero  Larrañaga. 

Juan  de  la  Rosa  González. 

Joaquín  Rubio  y  Ors. 

Ventura  Ruiz  Aguilera. 

Jacinto  de  iS'alas  Quiroga. 

Manuel  María  de  Santa  Ana  (1). 


(1)  Como  Santa  Aua  fue  el  fundador  de  La  Correspondencia  de  Espa- 
ña, primer  periódico  madrileño  de  información,  y  le  veían  por  las  calles 
de  la  capital  a  todas  horas,  Manuel  del  Palacio  le  dedicó  los  versos  que 
siguen: 

Harto  Dios  de  ser  clemente 
con  la  progenie  de  Adam, 
dijo:  «Ganarás  el  pan 
con  el  sudor  de  tu  frente». 

Y  excepción  única  es, 
de  tal  castigo,  Santa  Ana, 
porque  Santa  Ana  lo  gana 
con  el  sudor  de  los  pies. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  61 

Eugenio  de  Tapia. 

Ramón  Valladares  Saavedra. 

Ventura  de  la  Vega. 

José  Zorrilla. 

Total,  73. 

Pues  contando  la  Corte  tantos  escritores  dramáticos,  no 
tenían  las  empresas  de  los  dos  teatros  principales,  Príncipe  y 
Cruz,  producciones  suficientes  para  dar  novedades  al  público, 
y  había  necesidad  de  echar  mano  del  repertorio  ya  conocido, 
y  que  causaría  el  aburrimiento  de  los  espectadores. 

En  1845  se  entabló  discusión  en  el  Liceo  sobre  si  era  o  no 
conveniente  la  imitación  de  la  literatura  dramática  del  si- 
glo XVII.  Bretón  de  los  Herreros  manifestó  que  si  bien  se  ne- 
cesitaba conocer  y  estudiar  aquel  teatro,  no  debería  tomarse 
por  modelo,  puesto  que  el  carácter  y  las  costumbres  españolas 
habían  variado  totalmente;  que  los  caracteres  no  están  gene- 
ralmente bien  trazados  en  las  comedias  de  aquella  época,  y  que 
por  avivar  la  curiosidad  de  los  espectadores  con  argumentos 
de  pura  invención  donde  se  hallase  enredo  e  interés,  descuida- 
ron el  propósito  de  presentar  ejemplos  y  cuadros  de  costum- 
bres, ofreciéndose  una  prueba  de  ello  en  la  ausencia  del  tipo 
de  la  madre,  según  la  oportuna  observación  que  había  hecho 
Hartzenbusch. 

A  D.  José  Amador  de  los  Ríos,  como  tenía  ideas  tan  ro- 
mánticas, el  teatro  del  siglo  xvii  le  parecía  digno,  no  sólo  de 
estudio,  sino  de  imitación:  decía  que  los  españoles  eran  siem- 
pre los  mismos,  y  que  conservaban  su  espíritu  guerrero,  su 
pundonor  activo,  su  galantería  y  su  fe  religiosa.  Don  José  es- 
taba fuera  de  la  realidad. 

Rodríguez  Rubí  y  Patricio  Escosura,  sin  ponerse  de  parte 
de  Bretón,  y  sin  quitarle  la  razón  a  Amador  de  los  Ríos,  reco- 
nocían la  conveniencia  de  imitar  algo  de  aquellas  comedias, 
declarando  que  no  respondían  ya,  en  1845,  a  las  exigencias 
del  público. 


62  CRÓNICAS  DEL  TIRMPO  OK  ISABEL  II 


D.  Gabino  Tejado  terció  en  el  debate,  poniéndose  de  parte 
de  Bretón  de  los  Herreros,  y  D.  Cándido  Nocedal  hizo,  entre 
otras  observaciones,  las  siguientes: 

«Lo  que  debe  averiguarse  es  si  los  medios  de  que  se  valieron 
aquellos  escritores  son  los  mismos  que  conviene  emplear  en  la 
actualidad;  y  en  ese  caso,  es  poco  o  casi  nada  lo  que  puede 
adoptarse  de  los  autores  antiguos.  Dividamos  las  obras  dra- 
máticas en  cómicas  y  serias.  Respecto  de  las  primeras,  si  se 
atiende  al  enredo  o  argumento,  no  puede  éste  ofrecer  interés  • 
a  la  sociedad  moderna,  porque  son  otras  sus  costumbres,  y  de 
formar  la  fábula  con  aquellos  medios,  se  faltaría  a  la  verdad 
que  el  público  exige.  Los  caracteres  tampoco  pueden  ser  los 
mismos,  porque  nuestras  ideas  han  variado  esencialmente, 
como  han  variado  también  en  España  las  relaciones  de  la  fa- 
milia con  la  sociedad.  Con  igual  precaución  debe  precederse 
para  imitar  el  lenguaje  empleado  por  los  antiguos.  En  aque- 
llos tiempos,  el  discreteo  era  preciso,  puede  decirse  que  se  fun- 
daba en  una  razón  política.  Felipe  II,  cuyo  poder  abarcaba 
pueblos  diferentes  entre  sí,  en  sus  costumbres,  carácter,  idio- 
mas, religión,  necesitó  estrecharlos  con  un  lazo  de  unión,  y 
tuvo  que  dar  vigor  al  sentimiento  religioso,  imponiendo  res- 
tricción al  pensamiento.  De  aquí  nació  la  sutileza,  en  tal  gra- 
do, que  este  vicio  ha  llegado  a  encarnarse,  por  decirlo  así,  en 
nuestro  lenguaje.  Nada  de  esto  es  ya  necesario,  y  por  lo  mis- 
mo, sin  rebajar  el  mérito  de  las  comedias  antiguas,  la  ciega 
imitación  de  ellas  producirá  cuando  más  una  buena  obra  lite- 
raria, pero  nunca  una  obra  dramática  que  satisfaga  las  exi- 
gencias del  público.  Tampoco  es  conveniente  la  imitación  res- 
pecto de  la  las  composiciones  serias,  pues  si  bien  la  tragedia 
clásica,  por  ejemplo,  tiene  muchas  bellezas,  literariamente 
consideradas,  sus  héroes  ofrecían  un  interés  sólo  de  actualidad, 
interés  que  precisamente  ha  de  rebajarse  a  nuestros  ojos,  cuan- 
do estamos  acostumbrados  a  ver  repetirse  grandes  catástrofes, 
sin  conmovernos,  por  la  misma  frecuencia  con  que  se  repro- 
ducen.» 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  Ü3 

Escosura  resumió  el  debate,  con  su  buen  juicio  y  su  deseo 
de  buscar  componendas,  diciendo  que  no  son  imitables  aque- 
llas obras  en  sus  formas,  pero  sí  en  el  estudio  y  acierto  con  que 
supieron  sus  autores  hacer  predominar  el  interés,  modificando 
loa  medios  que  para  ello  usaron,  con  arreglo  a  las  exigencias 
de  la  época  en  que  se  escribe. 

Bretón  demostró  prácticamente  la  razón  de  su  manera  de 
pensar  escribiendo  Marcela  con  el  mismo  asunto,  en  el  fondo, 
que  Lo  que  son  mujeres,  de  Rojas;  dos  comedias  de  pensa- 
miento igual  y  totalmente  distintas  en  la  forma.  Bretón  des- 
arrolló la  misma  acción  humana  de  Rojas;  pero  bajo  la  evo- 
lución de  costumbres  y  caracteres  que  imponía  el  transcurso 
de  dos  siglos. 

Cerrado  este  paréntesis,  continuemos  nuestra  relación. 

En  el  mismo  año  se  estrenaron: 

Felipe  el  Hermoso,  de  Asquerino  y  Romero  Larrañaga;  re- 
gular. 

La  entrada  en  el  gran  mundo,  de  Rubí.  Tenía  la  comedia 
elegancia,  interés  e  intención. 

Las  mocedades  de  Hernán- Cortés,  de  Escosura,  sobre  cuya 
obra  se  emitieron  pareceres  encontrados. 

El  arte  de  hacer  fortuna,  de  Rubí.  Éxito  completo;  al  autor 
le  hicieron  salir  varias  veces  a  la  escena,  y  Julián  Romea  es- 
tuvo felicísimo. 

Por  esta  época  se  estrenaron,  aunque  no  estamos  seguros 
de  que  fuera  en  el  Príncipe: 

Los  dos  tribunos  y  Un  verdadero  hombre  de  bien,  de  Ense- 
bio Asquerino. 

Alonso  Gano  o  la  Torre  del  Oro,  de  D.  Anreliano  Fernán- 
dez Guerra. 

Geflé,  tragedia  de  D.  José  María  Díaz. 

En  1846: 

Alberoni  o  la  astucia  contra  el  poder,  prohibida  por  la  au- 
toridad. (Mayo.  ) 


64  CBÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

Fortuna  contra  fortuna,  de  Rubí  (1).  (Octubre  1846.) 

También  se  rendía  culto  al  teatro  del  siglo  xvii.  Matilde 
hizo  (Noviembre  1846)  Lo  cierto  por  lo  dudoso,  de  Lope,  y 
sostuvo  la  comedia  diez  noches  en  el  cartel.  Al  mes  siguiente 
representó  Mari-Hernandez  la  gallega,  de  Tirso,  con  Plácida, 
Somea  y  Guzmán;  esta  comedia  era  muy  del  agrado  de  Ma- 
tilde; por  cierto,  que  años  después  la  hizo  en  la  Coruña,  y  no 
gustó. 

Por  Nochebuena  de  este  año  pusieron  en  escena  el  sainete 
La  comedia  de  Maravillas,  de  D.  Ramón  de  la  Cruz,  por  Ma- 
tilde, la  Palma,  Pláiúda,  la  Llórente,  Latorre,  los  Romeas  y 
Guzmán.  Suponemos  que  lo  interpretarían  regularcitaraente. 

En  1847  pusieron  también,  por  Navidad,  La  casa  de  Tócame- 
Roque,  con  el  siguiente  reparto:  Juana,  Matilde;  Petra,  Teodo- 
ra; Agustina,  la  Palma;  Sastra,  Plácida;  Cayetana,  la  Chafino; 
Casero,  Romea;  Moreno,  Sobrado;  Sastre,  Guzmán;  Vieja,  Ma- 
riano Fernández. 

Tuvieron  buen  éxito  (Abril  de  1847)  Don  Fernando  el  de 
Antequera,  de  Vega,  y  Un  diablillo  con  faldas,  pieza  en  un 
acto,  traducida  (Octubre),  en  que  Plácida  Tablares  represen- 
taba tres  distintos  papeles. 

En  Febrero  se  hizo,  a  beneficio  de  Romea,  Don  Francisco 
de  Quevedo,  primera  producción  de  un  joven  escritor,  Eulogio 
Florentino  Sanz;  y  luego  La  trenza  de  sus  cabellos,  de  Rubí: 
ambas  muy  aplaudidas. 

Queriendo  Zorrilla  reivindicar  la  fama  de  la  Cava,  que  tan 
malparada  había  quedado  en  El  puñal  del  godo,  escribió  una 
segunda  parte,  titulada  La  calentura,  que  se  representó  en  el 
Príncipe  por  Noviembre  de  1847.  El  drama,  aunque  es  invero- 
símil, tiene  escenas  interesantes,  y  fue  magistralmente  inter- 
pretado por  Matilde  y  Romea. 

En  1847  publicó  Hartzenbusch  en  la  Revista  Literaria  una 


(1)    Habitaba  Rubí  en  la  calle  del  Baño,  núm.  14. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO 


65 


estadística  de  las  obras  estrenadas  en  los  teatros  de  Madrid 
desde  1843,  ofreciendo  los  siguientes  datos: 

1843,  en  Cruz  y  Príncipe,  46  originales  y  32  traducidas: 
total,  78. 

1844,  en  cuatro  teatros,  49  originales,  32  traducidas  y  1  re- 
fundición: total,  82. 

1845,  en  cinco  teatros,  61  originales  y  23  traducciones:  to- 
tal, 74. 

AÑO  1846. 


TEATROS 

COMEDIAS 

TOTAL 

Originales. 

Tradacidas. 

Príncipe 

9 

5 

2 

21 

8 
1 

» 
1 

17 
14 
5 
9 
7 
4 
2 
> 

26 

Cruz 

19 

Instituto 

7 

Variedades 

30 

Museo 

15 

Buenavista 

5 

El  Genio 

2 

Circo 

1 

47 

58 

105 

En  resumen,  durante  un  período  de  cuatro  años  se  repre- 
sentaron 193  obras  originales  y  145  traducidas,  con  la  circuns- 
tancia, muy  de  tener  en  cuenta,  de  que  en  la  última  tempo- 
rada había  superado  el  número  de  las  traducciones  al  de  las 
originales,  a  pesar  de  tener  entre  nosotros  los  73  escritores 
dramáticos  de  que  hemos  hecho  mención. 

Para  conmemorar  el  aniversario  de  la  muerte  de  Moratín 
se  representó  El  Barón,  y  La  comedia  nueva  o  el  café,  honran- 
do S.  M.  la  B>eiua  con  su  presencia  la  función  (Junio  1848). 

En  Julio  de  1848  publicó,  en  El  Tio  Camorra,  Juan  de  la 
Rosa  González,  que  era  aficionado  a  estos  trabajos,  una  espe- 
cie de  crónica  en  verso,  o  reseña  humorística  de  las  novedades 
que  por  entonces  habían  ofrecido  los  espectáculos  públicos. 
Copiamos  un  trozo  a  continuación: 


66  GBÓNIO^JI  ]p^|U  ^IKMPi)  DE  ISABEL  II 


el  Principe  no  ba  hecho  nada: 

ha  puesto  día  tras  dia, 

formando  un  escalafón, 

primero  Sancho  García, 

Borrascas  del  corazón, 

y  después  Doña  Mencia, 

La  boda  en  la  Inquisición, 

y  vuelta  a  la  letanía 

y  torna  al  Kyrie-Eleisón. 

Ha  tenido  empeño  tal 

en  repetir  produccioues, 

que  sólo  un  original 

nos  ha  dado  en  sus  funciones: 

República  conyugal. 

Y  eso  por  str  de  Rubí, 

que  es  el  vate  que  hasta  aquí 

dio  a  los  teatros  más  fruto; 

no  se  portaron  así 

ni  la  Cruz  ni  el  Instituto. 

Aunque  nos  han  ponderado, 

diciendo  que  es  maravilla, 

un  drama  que  hay  preparado, 

original  de  Zorrilla: 

Don  Jaime  el  excomulgado; 

en  tanto  que  llega  el  día 

de  que  saliendo  a  la  luz 

se  cumpla  la  profecía, 

pues  hay  ópera  en  la  Cruz, 

gocemos  de  su  armonía. 

Simpática  y  elegante 

nos  da  este  teatro  ahora 

una  ópera  palpitante, 

escrita  por  Mercadante 

y  titulada  Eleonora; 

T  aquí  con  placer  advierto 

que  cantaron  con  acierto, 

haciendo  lucir  sus  galas 

en  armonioso  concierto, 

Carrión,  la  Alexandri  y  Salas. 

Vimos  que  la  concurrencia 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  67 

fue  bastante  numerosa, 

lo  cual  nos  da  complacencia. 

Vamos  a  hablar  de  otra  cosa, 

del  público,  con  licencia. 

Entre  los  sones  divinos 

del  sol,  fa,  re,  mí,  fa,  sol, 

corramos  a  ver  ladinos 

los  caballos  civilinos 

del  Circo  de  Mr.  Paul; 

Circo  que,  a  decir  verdad, 

nos  dio  poca  novedad 

en  sus  funciones  primeras; 

pero  excita  la  ansiedad, 

pues  dicen  que  tiene  fieras, 

y  que  oculta  entre  prisiones 

tigres,  osos  y  chacales, 

elefantes  y  leones, 

y  otros  bravos  animales 

de  sanguinarias  pasiones. 


Durante  esta  década,  Matilde  Diez  no  dejó  de  actuar  en  el 
teatro  del  Principe,  siempre  de  primera  dama,  con  la  sola  ex- 
cepción de  1846  a  1846,  que  tuvo  que  ceder  el  puesto  a  Bárba- 
ra Lamadrid;  pero  como  esta  actriz  comenzaba  a  estar  deca- 
dente y  Matilde  se  hallaba  en  la  plenitud  de  sus  facultades, 
pronto  quedó  Bárbara  postergada  y  obtuvo  el  primer  puesto 
de  la  compañía  en  la  temporada  de  1848-1849  la  incomparable 
Matilde  Diez. 

Acompañaron  a  Matilde,  desde  el  comienzo  al  fin  del  pe- 
ríodo, la  elegante  y  sugestiva  Teodora  Lamadrid  y  la  famosa 
Jerónima  Llórente.  En  los  primeros  años  figuraron  Carlota  Co- 
ronel, María  Corcuera  y  María  Fabiani;  luego  vinieron  a  re- 
forzar la  compañía  Josefa  Palma,  Mariana  Ohafino,  Plácida 
Tablares  y  María  Córdoba. 

Los  actores  que  trabajaron  fueron:  D.  José  García  Luna  y 
D.  Julián  Romea,  con  la  misma  categoría  hasta  1842;  los  años 
de  1843  y  1844,  Bornea  de  primer  actor  único,  y  de  aquí  ea 


68  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  U 

adelante  siguió  sin  bajar  de  categoría,  pero  cediendo  el  primer 
puesto,  por  antigüedad,  a  D.  Carlos  Latorre. 

Como  segundos  galanes  y  barbas,  actuaron:  Florencio  Ro- 
mea, Pedro  Sobrado,  Elias  Noren,  Luis  Fabiani,  Lázaro  Pérez, 
José  Diez,  Pedro  López  y  otros  poco  conocidos,  y  como  gra- 
ciosos, Pedro  Cubas,  Antonio  Guzmáu  y  Mariano  Fernández. 

Apuntadores:  Floreutín  Hernández,  José  Nicolau,  Tomás 
Marino  y  Marcos  Barón. 

Pintores  escenógrafos,  Francisco  y  Federico  Lucini. 

Director  de  orquesta,  desde  el  año  1846,  Luis  Arche. 

Julián  Romea  era  un  actor  de  mucha  cultura,  y  contribu- 
yó grandemente  al  aumento  de  consideración  que  la  sociedad 
guardaba  a  los  primeros  actores  y  actrices  de  las  compañías 
dramáticas.  Romea  hacía  versos  de  vez  en  cuando,  y  no  des* 
provistos  de  mérito  literario;  así  es  que,  poseído  de  ello,  se  de- 
terminó, en  1848,  a  medir  sus  fuerzas  con  otros  poetas  contem- 
poráneos de  segundo  orden,  lo  que  dio  ocasión  a  una  polémica 
personal,  de  que  daremos  cuenta  en  breves  párrafos. 

Promovió  el  Liceo  un  certamen  para  premiar  la  mejor  com- 
posición poética  que  se  presentase  sobre  La  fe  cristiana,  y  ha- 
biendo sido  favorecida  por  el  Jurado  la  que  había  escrito 
Romea,  los  desahuciados,  entre  los  que  se  encontraban  Cervi- 
no y  Santín  de  Quevedo,  arremetieron  contra  Romea,  o  mejor 
dicho,  contra  el  Jurado,  compuesto  del  Duque  de  Frías,  Pastor 
Díaz  y  Zorrilla,  declarando  que  había  habido  parcialidad  y 
que  la  mejor  composición  no  era  la  de  Romea.  Echábase  toda 
la  culpa  a  Zorrilla,  al  que  se  conceptuaba  ponencia  del  Jurado, 
y  D.  Manuel  Cañete,  llevando  la  voz  de  los  descontentos,  en 
El  Heraldo  y  en  El  Siglo  escribió,  con  firma  y  sin  ella,  varios 
artículos,  no  sólo  tratando  a  Zorrilla  con  tonos  despectivos, 
sino  también  a  D.  Julián  Romea,  de  quien  había  dicho  en 
1845,  al  dedicarle  su  drama  El  Duque  de  Alba,  que  «le  estaban 
reservados  los  más  eternos  y  envidiables  laureles  de  nuestro 
Parnaso». 

Zorrilla  publicó,  en  la  revista  Don  Circunstancias  (Febrero 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  69 

1849),  una  carta  dirigida  a  Cañete,  en  la  que,  amén  de  justi- 
ficar el  fallo  del  Jurado  y  defender  la  bondad  de  la  oda  de 
Romea,  dirigía  acerbas  censuras  al  crítico.  Que  éste  se  equivo- 
caba alguna  vez,  no  cabe  dudarlo,  porque  en  esta  época  decía 
de  Hornea  que  «era  un  actor  mediano  que  atina  a  veces  con 
ciertos  papeles  que  están  en  su  carácter».  Nosotros,  que  tuvi- 
mos la  suerte  de  verle  trabajar  durante  los  últimos  años  de  su 
vida,  podemos  asegurar  que  para  la  comedia  de  costumbres  no 
tenía  rival  entonces,  ni  lo  ha  tenido  en  tiempos  posteriores,  no 
dejando  de  reconocer  que  el  drama  llamado  de  época  no  era  su 
género  apropiado. 

Uno  de  los  autores  desahuciados  en  el  concurso  publicó  la 
composición  que  había  sido  rechazada,  poniendo  en  el  anun- 
cio: «Don  Joaquín  José  Cervino,  autor  de  la  Virgen  de  los  Do- 
lores», por  lo  que  un  periódico,  tomándolo  en  son  de  chunga, 
dijo  que,  «como  autor  quiere  decir  padre,  en  este  caso  resulta- 
ba que  D.  Joaquín  José  Cervino  era  el  propio  San  Joaquín, 
padre  de  Nuestra  Señora». 

La  angustiosa  situación  económica  que  agobiaba  la  existen- 
cia del  teatro  del  Príncipe  en  la  década  anterior,  hubo  de  agra- 
varse considerablemente  durante  el  período  que  vamos  rese- 
ñando, y  deseoso  el  Ministro  de  la  Gobernación,  D.  Antonio 
Bena vides,  de  atajar  el  mal  de  raíz,  presento  a  la  aprobación 
de  la  Reina,  en  30  de  Agosto  de  1847,  un  Real  decreto  por  el 
que  se  encargaba  el  Gobierno  de  la  dirección,  administración 
y  explotación  de  aquel  teatro,  considerando  su  sostenimiento 
como  obligación,  por  decoro  nacional. 

Decía  el  Ministro  en  el  preámbulo  del  Real  decreto: 

«De  aquí,  Señora,  la  necesidad  de  establecer  un  teatro 
nacional  de  declamación  en  Madrid,  que,  subvencionado  por 
el  Gobierno  y  bajo  su  inmediata  dirección,  no  solamente  sirva 
de  modelo  a  todos  los  demás  de  su  clase,  sino  que  sea  también 
una  escuela  donde  se  formen  los  actores  para  generalizar  las 
buenas  máximas  del  arte  dramático,  el  verdadero  tono  de  la 
declamación,  la  expresión  sencilla  y  pura  de  los  afectos,  la 


70  OBÓNIOAS  DEL  TIKMPO  DE  ISABEL    II 

propiedad  de  los  trajes  y  de  las  decoraciones,  la  prosodia  y  el 
acento  genuino  del  habla  castellana  con  la  variedad  y  riquesaa 
de  su  armonía.» 

Este  teatro  se  pensaba  establecer  en  el  del  Príncipe,  con  el 
nombre  de  Teatro  Real  Español ^  para  lo  cual  se  entraría  en 
negociaciones  con  el  Ayuntamiento.  " 

Se  nombraba  una  Junta  de  lectura  para  la  elección  de 
obras;  otra  de  censura,  que  venía  a  ser  complemento  de  la  ante- 
rior, y  un  Comisario  regio  con  las  siguientes  atribuciones: 
llevar  la  cuenta  y  razón  de  los  gastos  e  ingresos  del  teatro;  ha- 
cer las  contratas  que  exija  su  mejor  servicio;  cuidar  del  decoro 
y  propiedad  ¡en  los  trajes,  en  las  decoraciones  y  en  todo  el 
aparato  escénico;  verificar  los  ajustes  de  los  actores,  y  procu- 
rar, de  acuerdo  con  los  directores  de  la  compañía,  cuanto  fuese 
necesario  para  la  mejor  ejecución  de  las  representaciones. 

Lo  más  práctico  del  Real  decreto  estaba  en  suprimir  las 
cargas  y  censos  que  el  teatro  del  Príucipe  abonaba  a  la  Bene- 
ficencia, según  se  disponía  por  el  art.  32,  y  en  la  obligación, 
que  por  el  33  se  echaba  sobre  sí  el  Q-obierno,  de  acudir  a  las 
Cortes  proponiendo  un  crédito  anual  como  subvención. 

Nada  de  esto  era  nuevo.  El  concepto  y  las  bases  para  la 
reorganización  del  teatro  Español  las  había  dado  Patricio  Es- 
cosura  en  una  serie  de  artículos  publicados  en  el  periódico  El 
Entreacto  el  año  1839,  donde,  describiendo  con  mano  maestra 
la  situación  aflictiva  del  teatro  del  Príncipe,  por  la  falta  de 
empresa  que  aceptara  el  negocio,  teniendo  que  pagar  censos 
que  importaban  miles  de  duros,  proponía  la  intervención  del 
Gobierno  en  el  asunto,  dictando  un  reglamento  que  regulari- 
zase la  vida  de  las  temporadas  cómicas,  tanto  en  su  parte  lite- 
raria como  económica,  y  concediendo  una  subvención  que  cu- 
briera los  gastos  en  lo  que  se  creyera  prudencial. 

Era  Escosura  partidario  del  nombramiento  de  una  Junta 
que  tuviera  intervención  directa  en  el  funcionamiento  del  tea- 
tro, aunque  no  en  la  dirección,  pues  decía: 

«Ni  autor  ni  actor  quiero  al  frente  del  teatro,  sino   a  un 


POR   CARLOS   CAMfiRONKfeo  71 

hombre  ilustrado,  inteligente  en  literatura  dramática,  obser- 
vador del  gusto  del  público,  y  con  antecedentes  que  le  pongan 
a  cubierto,  en  lo  posible,  de  toda  sospecha  de  parcialidad.  Más 
diré:  es  preciso  que  la  posición  social  del  que  sea  llamado  a  des- 
empeñar este  cargo,  haya  sido  siempre,  si  no  muy,  elevada, 
tampoco  muy  humilde;  de  otra  manera,  carecería  de  cierto 
prestigio  indispensable  para  tener  a  raya  la  petulancia,  la  va- 
nidad, la  osadía  que  suelen  hallarse,  por  desdicha,  entre  los 
que  escriben  y  representan  dramas,  y  la  crítica,  cuando  116 
pudiera  cebarse  en  sus  actos,  le  mortificaría  en  su  persona.» 

El  director  con  que  Escosura  soñaba  para  el  teatro  Espa- 
ñol no  se  encontraría,  seguramente,  en  Madrid  ni  en  toda  la 
Península;  tenía  que  ser  un  director  bajado  del  cielo,  y  esto 
constituía  una  dificultad  para  realizar  el  proyecto.  Escosura 
estaba  en  esto  equivocado.  En  el  siglo  de  oro  de  nuestra  lite- 
ratura dramática,  los  cómicos  eran  directores  y  empresarios  a 
la  vezs,  y  no  necesitaron  ni  juntas  ni  comisarios  regios  para 
que  les  llevasen  comedias  Lope,  Tirso,  Morete,  Rojas  y  Cal- 
derón. El  pensamiento  de  Escosura  estaba  inspirado  en  el  me- 
jor deseo,  y  comprendiéndolo  así,  lo  aceptó  D.  Antonio  Be- 
navides,  haciendo  suyo  hasta  el  título  de  Teatro  Español,  que 
aquel  escritor  había  propuesto  en  sus  artículos  de  1839. 

Por  aquella  época,  en  1839,  reconociendo  el  Ayuntamiento 
la  necesidad  de  reorganizar  la  administración  de  los  teatros  dé 
la  Cruz  y  del  Príncipe,  que  estaban  a  su  cargo,  propuso  al  Q-o- 
bierno  un  reglamento  que  no  resolvía  la  cuestión,  pues  mien- 
tras obligase  a  las  empresas  de  ambos  coliseos  a  pagar  las  car- 
gas de  Beneficencia,  censos  y  pensiones  de  los  actores  y  actri- 
ces jubilados,  los  rendimientos  del  negocio  resultaban  iluso- 
rios; así  es  que  la  propuesta  del  Ayuntamiento,  no  marcando 
una  nueva  orientación  en  el  asunto,  quedó  relegada  al  olvido. 

La  inestabilidad  de  la  política  hizo  que  Benavídes  saliera 
del  Ministerio  y  que  no  pudiera  llevar  a  la  práctica  el  Real  áe- 
éreto  de  30  de  Agosto  de  1847;  pero  entró  en  el  Gobierno  en- 
cargándose del  mismo  departamento  ministerial  D.  Patricio  dé 


72  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

la  Esoosura,  el  verdadero  padre  y  engendrador  del  proyecto  de 
reorganización  del  teatro  del  Príncipe  o  Español,  como  que- 
ría que  se  llamase,  y  consiguiente  a  sus  antiguos  propósitos, 
aceptó  en  principio  la  idea  de  Benavides,  es  decir,  el  Real  de- 
creto inspirado  en  sus  artículos  de  1839.  No  queriendo  Escosu- 
ra  variar  o  modificar  el  Real  decreto  descaradamente,  autori- 
tate  qua  fungor,  sino  con  cierto  carácter  de  legalidad,  nombró 
un  Comisario  regio  para  que  estudiase  el  asunto  y  propusiese 
las  variantes  que,  tras  concienzudo  estudio,  considerase  nece- 
sarias. El  desempeño  de  esta  comisión  lo  encargó  Escosura  a 
su  amigo  y  compañero  de  letras  D.  Ventura  de  la  Vega,  quien 
por  amistad  y  por  carácter,  que  lo  tenía  amable  y  complacien- 
te, no  haría  sino  adaptar  a  su  informe  los  pensamientos  y  opi- 
niones del  Ministro  de  la  Gobernación. 

El  tiempo  pasaba,  la  resolución  no  salía  y  el  teatro  del 
Príncipe  iba  cada  vez  de  mal  en  peor.  Sordo  el  Ayuntamiento 
a  los  clamores  de  la  Prensa  y  ciego  ante  las  dificultades  eco- 
nómicas con  que  las  empresas  tropezaban  en  el  arrendamiento 
del  coliseo,  lo  sacó  a  subasta,  exigiendo  ocho  mil  duros  al  em- 
presario que  quisiera  explotarlo.  El  resultado  deberían  tenerlo 
previsto  los  ediles:  se  declaró  desierta  la  subasta,  en  vista  de 
lo  cual,  en  tertulias,  en  cafés,  en  las  redacciones  de  periódicos, 
en  todas  partes,  se  pedía  la  intervención  del  Gobierno  como 
única  salvación  para  el  teatro  del  Príncipe. 

Luis  Olona  publicó  en  la  Revista  Universal  de  Administra- 
ción, de  que  era  director,  una  serie  de  artículos,  reflejo  fiel  de 
la  opinión  pública;  pero  descubriendo  el  intento  de  debilitar 
la  influencia  de  los  cómicos  en  la  dirección  literaria  del  teatro 
para  conceder  la  supremacía  absoluta  a  los  autores  dramáti- 
cos. Aceptaba  Olona  el  criterio  que  informaba  el  Real  decreto 
de  Benavides,  modificando  algunos  puntos  que,  después  de 
todo,  no  eran  de  importancia,  ni  destruían  el  pensamiento  ca- 
pital. 

Así  las  cosas,  suspendida  la  ejecución  del  Real  decreto  de 
30  Agosto  de  1847,  convencido  todo  el  mundo  de  que  había 


POR   CARLOS    OAMBRONERO  73 

que  hacer  algo  para  normalizar  la  situación  del  teatro  del 
Príncipe,  y  dispuesto  Ventura  de  la  Vega  a  dar  por  termi- 
nada su  comisión,  teniendo  ya  preparados  los  materiales  todos 
para  plantear  la  reforma,  entró  en  el  Ministerio  el  Conde  de 
San  Luis,  hombre  de  grandes  iniciativas,  de  carácter  resuelto, 
y  que  se  propuso,  con  un  buen  deseo  que  no  le  regateamos, 
sacar  de  la  postración  en  que  yacía  la  literatura  dramática. 

Queriendo  el  Conde  resolver  el  asunto,  nombró  una  Junta 
encargada  de  proponer  las  modificaciones  que  juzgase  conve- 
nientes en  el  decreto  de  30  de  Agosto  de  1847,  y  terminados 
los  trabajos  de  la  Junta,  el  Ministro  expidió  un  Real  decreto 
en  7  de  Febrero  de  1849,  organizando  los  teatros  del  Reino,  y 
otro,  de  la  misma  fecha,  aprobando  un  Reglamento  para  el 
Teatro  Español  o  sea  el  del  Príncipe. 

Por  el  primer  decreto  se  creaba  una  Junta  consultiva  de 
teatros  y  otra  de  censura;  se  establecieron  los  derechos  y  obli- 
gaciones de  los  autores  dramáticos,  de  los  empresarios  y  de  los 
autores,  y  además  de  otras  disposiciones,  se  hacía  una  clasifi- 
cación de  los  teatros,  determinando  que  en  Madrid  no  hubiera 
más  que  cuatro,  a  más  del  Español  {Príncipe),  que  se  denomi- 
narían de  número,  y  eran  los  siguientes:  teatro  del  Drama,  de  la 
Comedia,  Lírico  español  y  Lírico  italiano.  En  cumplimiento  de 
esta  disposición,  se  llamó  teatro  del  Drama  el  de  la  Cruz,  y  de 
la  Comedia  el  del  Instituto,  con  una  sucursal,  passez  moi  le  mot, 
el  de  Variedades,  que  se  decía  supernumerario  dé  la  Comedia. 
No  habiéndose  desarrollado  aún  la  zarzuela,  y  no  contando 
más  que  con  dos  o  tres  óperas  españolas,  número  insuficiente 
para  dedicarlas  un  teatro,  las  clases  lírico  español  y  lírico  ita- 
liano se  refundieron  en  una  general,  ópera,  que  abarcaba  las 
dos  determinadas  por  el  Real  decreto,  y  que  sirvió  para  dar 
nuevo  nombre  al  teatro  del  Circo. 

En  cambio,  la  división  de  dramas  y  comedias  quedó  deslin- 
dada por  el  Real  decreto,  pues  en  sus  artículos  37  y  38  decía: 
«En  el  teatro  del  Drama  sólo  podrán  representarse  obras  que 
pertenezcan  a  los  géneros  siguientes:  tragedias,  dramas,  meló- 


74  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DK  ISABEL  II 

dramas  y  comedias  de  magia;  y  en  el  teatro  de  la  Comedia 
podrán  representarse  todas  las  obras  que  no  sean  tragedias, 
dramas  o  melodramas.»  Prescindiendo  de  que  la  comedia  de 
magia  hubiera  debido  proscribirse  del  teatro  del  Drama,  por 
tener  sobre  ella  indiscutible  derecho  el  teatro  de  la  Comedia, 
el  criterio  de  separar  radicalmente  «stos  dos  géneros  no  habla 
muy  en  favor  de  la  Junta  que  aconsejó  al  Ministro  la  reforma; 
así  es  que  se  censuró  el  capricho  de  obligar  a  las  empresas  a 
no  representar  sino  un  género  determinado,  cuando  la  combi- 
nación de  ambos  ha  sido  en  todas  las  épocas  aliciente  para 
conseguir  buenas  entradas. 

El  segundo  decreto,  que  comprendía  el  Reglamento  del 
teatro  Español,  es  decir,  la  reforma  del  teatro  del  Príncipe, 
merece  también  que  se  le  dediquen  algunos  renglones. 

Este  Reglamento  establecía  que  la  dirección,  administra- 
ción y  gobierno  del  teatro  estuviera  a  cargo  de  un  Comisario 
regio,  como  el  del  decreto  de  Benavides,  Comisario  que  co- 
braría 36.000  reales  anuales.  Además,  había  un  Secretario  y 
tin  Contador  con  18.000,  y  un  Depositario  con  el  1  por  100  de 
las  cantidades  que  entrasen  en  su  poder. 

Todas  las  demás  disposiciones  del  Reglamento  estaban 
inspiradas  en  el  decreto  del  año  1847;  y  respecto  a  los  recur- 
sos para  el  sostenimiento  del  teatro,  se  subvenía  a  ellos  con 
una  contribución  que  se  establecería  sobre  todos  los  demás  es- 
pectáculos públicos.  Dé  las  cargas  que  a  favor  de  la  Beneficen- 
cia gravaban  sobre  el  coliseo  del  Príncipe,  nada  decía  el  Real 
decreto. 

Con  fecha  6  de  Abril  se  expidió  una  Real  orden  clasifican- 
do los  teatros  del  Reino,  y  señalando  la  contribución  mencio- 
nada en  el  párrafo  anterior. 

Teatros  de  primer  orden:  en  Madrid,  el  de  la  Cruz  y  el  del 
Circo;  en  Barcelona,  el  de  Santa  Cruz  y  el  del  Liceo;  en  Sevilla, 
el  Principal  y  el  de  San  Fernando;  en  Cádiz,  el  Principal^  y 
otro  en  Valencia,  sin  nombrarle. 

Teatros  de  segundo  orden:  en  Madrid,  el  del  Instituto,  y 


POR   CARLOS   CAMBRÓN  tCRO  75 

otro  en  cada  una  de  las  poblaciones  de  Coruña,  G-ranada,  Má- 
laga, Palma,  Valladolid  y  Zaragoza. 

Teatros  de  tercer  orden:  los  restantes. 

Los  teatros  de  primer  orden  pagarían  por  derechos  de  li- 
cencia 3.000  reales;  los  de  segundo,  1.600,  y  los  de  terce- 
ro, 600. 

Además,  abouaríau  las  empresas  el  5  por  100  de  la  entrada 
en  las  funciones  de  toros  y  novillos,  y  el  10  por  100  en  los  de- 
más espectáculos  y  diversiones. 

El  decreto  fue  muy  discutido,  pues  mientras  unos  le  defen- 
dían con  tesón,  como  D.  Manuel  Cañete  (1),  a  quien  le  parecía 
bien  todo  lo  que  fuesen  mandatos  y  prohibiciones  anulando  la 
preponderancia  de  los  cómicos,  otros  conceptuaban  que  el  Mi- 
nistro o  la  Junta  asesora  había  padecido  un  ataque  agudo  de 
reglamentación . 

No  bien  publicado  el  Real  decreto,  el  Conde  de  San  Luis, 
que  era  muy  expeditivo,  deseó  realizar  la  reforma,  y  dispuso 
que  se  restaurase  el  teatro,  a  fin  de  que  comenzara  a  funcionar 
como  Teatro  Español  en  Pascua  de  Resurrección,  que  era  la 
época  en  que  daban  principio  las  temporadas  cómicas. 

La  compañía  pasó  a  dar  funciones  al  teatro  de  la  Cruz,  y 
mientras  tanto,  se  hicieron  las  obras  de  restauración  en  el  del 
Príncipe,  a  cargo  del  arquitecto  D.  Anníbal  Alvarez. 

Se  pintó  un  telón  de  embocadura,  que  gustó  mucho  por  áu 
sencillez  y  elegancia;  se  colocaron  en  los  lados  del  proscenio 
los  retratos  de  Lope,  Tirso,  Calderón,  Alarcón,  Rojas  y  More- 
te; se  puso  iluminación  de  gas,  y  se  aumentó  el  precio  de  los 
billetes  tomados  en  Contaduría.  Se  empapelaron  los  pasillos  y 
escaleras;  se  forraron  de  terciopelo  rojo  las  butacas  y  de  paño 
los  asientos  de  los  anfiteatros,  proscribiendo  el  color  azul,  que 
había  imperado  desde  1845  (2);  se  uniformó  a  los  acomodado- 

(1)  Revista  General  de  Administración,  1849. 

(2)  Romea,  qive  era  el  que  mangoneaba  en  el  arreglo  del  teatro,  detes- 
taba el  azul.  Cuando  se  reformó  en  1845  poniendo  azul  el  terciopelo  de 
las  butacas  y  el  papel  de  los  palcos,  dijo,  en  son  de  pulla,  que  el  teatro 


76  GRÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  I8ABBL  11 

res  con  frac  azul  de  botón  plateado,  pantalón  negro,  corbata 
blanca  y  chaleco  del  mismo  color,  y  se  distribuyeron  las  loca- 
lidades de  forma  que  cupiesen  900  personas,  calculándose  un 
producto  por  función  de  11.000  reales  próximamente. 

En  la  fachada,  y  sobre  la  puerta  del  centro,  se  colocó 
una  lápida  con  la  siguiente  inscripción:  «Teatro  Español. — Se 
fundó  reinando  D.*  Isabel  II,  siendo  Ministro  de  la  Goberna- 
ción del  Reino  el  Excmo.  Sr.  D.  José  Luis  Sartorius,  primer 
Conde  de  San  Luis. — Año  1849.» 

El  periódico  satírico  Don  Circunstancias  dijo  que  debía  ha- 
berse añadido:  «Siendo  Ministro  de  Hacienda  D.  Alejandro 
Mon,  Intendente  de  Madrid  el  Sr.  Flores  Calderón,  primera 
bailarina  del  Circo  la  señora  Fuoco,  domador  de  fieras  mister 
Charles  Esperón,  empresario  de  la  Plaza  de  Toros  el  Marqués 
de  Casa-Gaviria,  e  Inspector  de  la  Ronda  de  policía  D.  Fran- 
cisco Chico.» 

La  inauguración  se  verificó  con  toda  solemnidad  el  8  de 
Abril.  Leyó  un  Prólogo  en  verso  Julián  Romea,  compuesto  por 
él;  después  se  tocó  una  sinfonía  de  Saldoni,  luego  se  represen- 
tó la  comedia  de  Calderón  Casa  con  dos  puertas,  desempeñada 
por  Matilde,  la  Palma,  la  Noriega  y  la  Duran;  Romea,  Guz- 
mán,  Pizarroso,  Barroso,  Boldúii  y  Sotomayor;  baile  nacional 
y  el  sainete  de  D.  Ramón  de  la  Cruz  La  Petra  y  la  Juana  o  la 
casa  de  Tócame-Roque,  en  que  tomaron  parte  las  principales 
actrices  y  actores  de  la  compañía. 

Asistió  aquella  noche  la  Reina  Isabel,  ocupando  un  palco 
de  honor  que  se  había  improvisado  frente  al  escenario;  los 
concurrentes  a  las  localidades  de  preferencia  vestían  de  eti- 
queta como  en  fiesta  solemne,  entrando  por  la  puerta  de  la 
calle  del  Prado  la  gente  de  coche,  porque  a  éstos  no  se  les  per- 
mitía acercarse  al  edificio  delante  de  la  fachada  de  la  calle  del 
Príncipe. 

había  quedado  tan  bien,  que  podía  hacer  la  competencia  al  café  del  Be- 
creo,  inaugurado  en  Setiembre  de  1844,  eu  la  calle  de  Alcalá,  casa  del 
Marqués  de  la  Torrecilla. 


POR   0ARL08  CAMBRONERO  77 

El  Prólogo  de  Romea  parece  que  no  acabo  de  gustar  a  los 
espectadores.  Envalentonado  con  el  premio  del  Liceo,  quiso  ha- 
cer un  alarde  de  sus  facultades  de  versificador,  y  aunque  in- 
terpretaba bien  el  mecanismo,  carecía  de  esa  inspiración  que 
poseen  los  verdaderos  poetas,  tanto  en  lo  serio  como  en  lo  có- 
mico. La  composición  consta  de  38  quintillas,  que  dan  un  total 
de  190  versos  octosílabos,  número  suficiente  para  poner  a  prue- 
ba las  aptitudes  poéticas  del  poeta. 

Comenzó  diciendo: 

Yo,  el  último  en  merecer, 
público,  distinción  tanta, 
me  vengo  ante  ti  a  poner, 
y  acatando  tu  poder 
mi  humilde  voz  se  levanta. 

Si  no  a  mi  escaso  talento, 
apelaré  al  corazón; 
y  en  tan  solemne  momento, 
como  diga  lo  que  siento, 
tú  aceptarás  mi  intención. 

Después  elogiaba  la  idea  de  la  formación  del  Teatro  Espa- 
ñol, echando  una  flor  a  la  E.eina,  que  estaba  en  un  palco. 

¿Lo  veis?  El  arte  ensalzando, 
los  bellos  ojos  tornando 
a  la  dulce  poesía, 
su  alto  favor  les  envía 
la  nieta  de  San  Fernando. 

Y  así  debió  suceder; 
que  allá,  balo  su  aureola, 
el  suelo  la  hizo  nacer 
sensible  como  mujer, 
hermosa  como  española. 

Dedica  unas  quintillas  a  cantar  las  glorias  de  España,  y 
termina  animando  a  todos  para  seguir  el  camino  de  la  regene- 
ración del  teatro. 


78  CRÓNICAS  DEL  TIRMPO  DK  ISABEL  II 

¡Ea!,  pues,  ¡alto!  ¡A  marcharí 
Vates  de  España,  a  cantar; 
artistas,  a  combatir; 
hombres  de  ciencia,  a  escribir, 
y  tú,  público,  a  juzgar. 

Y  juntos  así,  y  seguros, 
la  alta  cúpula  sentemos 
sobre  reforzados  muros, 
en  cuyos  cimientos  duros 

la  primer  piedra  pondremos. 

Y  dignos  de  alta  memoria 
nombres  laureados  lleve; 

y  también  legue  a  la  Historia 
brillantes  palmas  de  gloria 
nuestro  siglo  diez  y  nueve. 

Y  asi  se  alzará,  lo  espero, 
del  arte  el  naciente  sol, 

y  España,  en  su  hablar  severo, 
decir  podrá  al  extranjero: 
«Tengo  Teatro  Español.» 

Esta  poesía  está  publicada  íntegra  en  El  Heraldo,  que  era 
el  periódico  del  Conde  de  San  Luis. 

El  día  16  de  aquel  mes  se  hizo  La  escuela  de  las  coquetas, 
para  la  salida  de  Teresa  Baus  y  José  Calvo;  el  20,  El  si  de  las 
niñas,  para  la  de  Joaquín  Arjona;  y  el  24,  La  carcajada,  para 
la  de  D.  José  Valero.  Las  obras  eran  escogidas,  los  actores  en- 
cargados de  su  ejecución  rayaron  a  gran  altura,  y,  sin  embar- 
go, el  público  no  correspondía  al  esfuerzo  que  representaba  la 
reunión  en  una  misma  compañía  de  tantos  artistas  sobresalien- 
tes: pasados  los  primeros  días,  iba  poca  gente  al  teatro. 

En  Setiembre  hicieron  La  esclava  de  su  galán,  de  Lope, 
refundición  de  Hartzenbusch,  desempeñada  por  Matilde,  la 
Chafino,  los  Romeas,  Guzmán,  Calvo  y  Sobrado;  y  para  fin  de 
fiesta,  Una  de  tantas,  de  Bretón,  por  Matilde  y  Romea. 

En  Octubre  pusierou  en  escena  La  rueda  de  la  fortuna,  de 
Rubí,  y  Don  Antonio  de  Leiva,  de  Ariza,  por  Matilde  y  Romea; 


POR   GABL08  GAMBKONERU 


M  viejo  y  la  niña  y  El  avaro,  por  Arjona;  y  La  calumnia,  por 
Valero.  Como  se  ve,  los  primeros  actores  trabajaban  aislados, 
y  esto  no  era  lo  que  al  público  satisfacía.  Percatados  de  ello,  y 
en  vista  de  alguna  indicación  que  hizo  la  Prensa,  representa- 
ron Marcela,  por  Matilde  (1),  la  Palma,  Romea,  Valero,  Arjo- 
na y  Guzmán,  primera  obra  en  que  se  consiguió  ver  reunidas 
las  notabilidades  de  la  Compañía. 

Acabó  aquel  mes  con  el  estreno  de  Saúl,  drama  bíblico  ejoi 
cuatro  actos  (2),  original  de  D.*  Gertrudis  Gómez  de  Avellane- 
da, interpretado  por  Bárbara,  Teodora,  Valero,  Arjona,  Calvo, 
Pizarroso,  Al  verá,  Osorio  y  Pardiñas.  Decoraciones  nuevas 
pintadas  por  Philastre  y  por  Aranda.  Música  de  Saldoni. 

La  Avellaneda  había  estrenado,  en  1844,  El  Principe  de 
Viana,  con  un  éxito  ficticio,  porque  los  amigos  la  prepararoiji 
una  ovación  con  sus  correspondientes  coronas;  pero  los  perió- 
dicos pusiéronla  muchos  dintingos.  Ese  mismo  año  se  hizo  e^ 
la  Cruz  Alfonso  Munio,  también  con  aplausos  excesivos  y  corp- 
nas.  El  periódico  satírico  El  Dómine  Lucas  decía: 

Tienen,  pues,  razón  y  media; 
es  más  difícil,  al  fln, 
escribir  una  tragedia 
que  coser  un  calcetín. 

El  30  de  Noviembre  se  estrenó  ¿Quién  es  ella?  de  Bretón, 
por  Bárbara,  Teodora,  Valero  y  Arjona,  y  el  19  de  Diciembre 
se  hizo  la  reprise,  como  decimos  ahora,  del  drama  Los  amq,n- 
tes  de  Teruel,  refundido  por  su  autor,  con  decoraciones  de  Phi- 
lastre y  de  Aranda,  y  desempeñado  por  Teodora,  la  Baus,  La- 
torre  (3),  Valero,  Calvo  y  Pizarroso. 


(1)  Habitaba  Matilde  Diez  ep  la  Carrera  de  San  Jerónimo,  uúms.  44  J 
46,  tercero  izquierda,  portal  de  la  esquina. 

(2)  Esta  fue  una  de  las  sesenta  obras  que  en  el  espacio  de  un  mes  se 
presentaron  a  la  Junta  de  lectura,  cuyos  fallos  consiguieron  disgustar  a 
los  que  la  habían  aclamado  para  librarse  de  la  Urania  de  los  cómicos. 

(3)  Habitaba  en  Belatore6>  11.  principal. 


80  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

Los  buenos  propósitos  del  Ooude  de  San  Luii^  se  estrella- 
ron contra  la  apatía  del  público,  que  dio  en  no  ir  al  teatro  del 
Príncipe,  apatía  que  tiene  su  explicación  eu  la  falta  de  nove- 
dad que  ofrecía  el  espectáculo;  las  comedias  que  ponían  en  es- 
cena, se  las  sabía  el  público  de  memoria,  y  daban  monotonía 
al  espectáculo,  precisamente  eu  una  época  en  que  le  hacían 
una  competencia  terrible  los  demás  teatros.  Eu  Variedades 
había  obtenido  un  éxito  inmenso  la  zarzuela  El  Duende^  pues 
aunque  no  había  teatro  destinado  al  género  lírico  español,  como 
preceptuaba  el  Real  decreto,  éste  autorizaba,  por  su  art.  46,  a 
la  empresa  de  la  Comedia  para  dar  representaciones  de  zar- 
zuela; en  el  Circo,  la  Fuoco  causaba  las  delicias  de  los  especta- 
dores; en  el  Instituto,  la  Pepa  Vargas  tenía  subyugado  al  pú- 
blico, y  para  colmo  de  contrariedades,  apareció  en  la  Cruz  una 
nueva  bailarina  que  en  pocas  noches  logró  formar  un  nuevo 
partido:  la  Manuela  Perea,  conocida  eu  los  fastos  de  la  histo- 
ria de  la  coreografía  espaüola  con  el  nombre  de  la  Nena.  Esta 
competencia  terrible  no  la  habían  previsto,  ni  Patricio  Esoo- 
sura  en  sus  artículos  de  1839,  ni  D.  Antonio  Benavides  en  su 
Real  decreto  de  1847,  ni  el  Conde  de  San  Luis  en  su  reforma; 
pero  acordándose  de  aquella  máxima  del  sistema  homeopático 
que  dice:  similia  similibus  curantur,  se  echó  mano  de  un  re- 
curso que  en  tales  circunstancias  produjo  el  efecto  deseado: 
contrató  el  Comisario  regio  a  la  primera  bailarina  de  los  tea- 
tros de  Andalucía,  la  Petra  Cámara,  y  con  esto  consiguió  ver 
ocupadas  las  localidades  todas  del  teatro  del  Príncipe.  Al  pú- 
blico había  que  darle  novedades,  fuesen  como  quisieran. 

La  reforma  del  Conde  de  San  Luis  fracasó,  porque  no  se 
tuvieron  en  cuenta  más  que  las  condiciones  artístico-literarias 
del  asunto,  prescindiendo  de  la  parte  industrial,  en  favor  de  la 
cual  se  hizo  muy  poco  o  casi  nada.  El  Comisario  regio,  cuya 
competencia  era  indiscutible  en  estas  cuestiones,  no  tuvo  acier- 
to para  dejar  satisfecho  al  público,  ni  libertad  de  acción,  por- 
que se  halló  constantemente  cohibido  bajo  la  presión  moral  de 
Romea,  que  logró  imponerse  a  todos,  incluso  al  Ministro  de  la 


POR  CARLOS  CAMBRÓN ERO  81 


Q-obernaoión.  Las  cartas  que  mediaron  entre  el  Conde  de  San 
Luis  y  Romea,  publicadas  (1)  por  el  docto  académico  D.  Juan 
Pérez  de  Guzmán,  ponen  de  relieve  la  intransigencia  de  aquel 
actor,  que  contribuyó,  sin  darse  cuenta,  a  que  la  reforma  no 
pudiera  prosperar. 

Romea,  que  como  empresario  había  logrado  sostener  el 
teatro  del  Príncipe  varias  temporadas,  a  pesar  de  las  dificul- 
tades económicas  que  se  le  presentaron,  como  primer  actor, 
subordinado  a  un  Comisario  regio,  no  pudo  ser  ni  más  díscolo 
ni  más  altanero.  Censurábase  la  gestión  de  D.  Ventura  de  la 
Vega,  sin  saber  que  el  pobre  Comisario  regio  tenía  que  luchar 
con  el  indómito  carácter  de  los  unos  y  con  la  resistencia  pasi- 
va de  los  otros,  por  lo  cual  quedaban  reducidas  a  la  nada  las 
altas  atribuciones  que  el  Reglamento  concedía  a  tan  elevado 
cargo. 

La  reforma  del  Conde  de  San  Luis  estaba  inspirada  en  los 
mejores  deseos;  pero  su  desarrollo  carecía  de  una  base  prácti- 
ca, ajustada  a  la  realidad  de  las  cosas,  y  en  este  sentido  se 
equivocaron  lo  mismo  los  Ministros  Bena vides  y  San  Luis,  que 
D.  Patricio  déla  Escosura  en  sus  artículos  de  1839. 

TEATRO   DE    LA    CRUZ 

Bueno  fue  para  el  teatro  el  mes  de  Febrero  de  1840,  pues 
en  él  se  estrenó  la  linda  comedia  de  Bretón  El  pelo  de  la  dehe- 
sa, a  beneficio  de  Lombía,  y  siguiendo  el  viento  de  la  buena 
suerte,  en  14  de  Marzo  se  puso  en  escena  por  primera  vez  El 
Zapatero  y  el  Rey,  de  D.  José  Zorrilla,  quien  publicó  o  hizo 
que  se  publicara  en  el  Diario  de  Avisos  el  siguiente  reclamo: 

«El  autor  se  ha  propuesto  en  este  drama  presentar  al  pú- 
blico, tal  como  fue  en  realidad,  un  personaje  histórico,  calum- 
niado tenazmente  por  unos  y  defendido  a  ciegas  por  otros;  en 
ambos  casos,  se  han  puesto  elegantes  escritores  y  respetables 


(1)    Boletin  de  la  Academia  de  la  Historia,  Abril  1911. 


82  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


poetas  antiguos  y  modernos,  sin  que  por  esto  pretenda  rivali- 
zar con  ellos  el  autor  de  la  obra  que  hoy  anunciamos.»  Por  lo 
que  se  ve,  D.  José  Zorrilla  estudió  con  interés  la  figura  del 
rey  DonPedro,  y  la  presentó  en  su  drama  como  había  llega- 
do a  comprenderla. 

En  la  interpretación  tomaron  parte  las  hermanas  Lama- 
drid,  D.  José  García  Luna,  Pedro  López,  Alverá,  Fabiani  y 
otros. 

El  viento  favorable  duró  poco,  y  días  después  fue  mal  re- 
cibida la  comedia  Solaces  de  un  prisionero  o  tres  noches  en  Ma- 
drid, «de  un  distinguido  literato  que  se  hallaba  ausente  de 
Madrid»,  el  Duque  de  Rivas. 

La  carcajada,  por  Latorre  (Mayo  de  1841),  que  estuvo  su- 
perior a  todo  elogio.  Valero  había  estrenado  esta  obra  en  Gra- 
nada anteriormente,  y  tanto  se  poseía  del  papel,  según  conta- 
ban, que  cayó  enfermo  de  resultas.  En  las  mujeres  producía 
efectos  terribles,  ataques  de  nervios,  y  hasta  se  contaba  de  al- 
guna que,  efecto  de  la  impresión  recibida,  había  malparido  en 
aquella  población.  Latorre  fue  aplaudido  con  entusiasmo,  pues 
además  concurría  la  circunstancia  de  que  se  presentaba  por 
primera  vez  ante  el  público  de  Madrid  después  de  dos  años  de 
ausencia. 

El  eco  del  torrente,  drama  de  Zorrilla,  por  Bárbara,  Teodo- 
ra, Latorre  y  González  Mate  (Febrero  1842). 

El  naufragio  de  la  fragata  Medusa,  melodrama  escrito  sobre 
un  hecho  acaecido  en  1816.  El  acto  tercero  tenía  una  decora- 
ción que  representaba  alta  mar  con  la  fragata  que,  combatida 
a  su  tiempo  por  las  olas,  zozobraba,  encallando  a  la  vista  del 
espectador.  En  el  acto  cuarto  aparecía  el  mar  «que  llenaba 
todo  el  ámbito  de  la  escena,  y  estaba  agitado  por  una  recia 
tempestad;  en  medio  de  la  balsa  con  las  personas  que  habían 
quedado  en  ella,  un  buque  aparecía  en  lontananza  y  se  dejaba 
ver  en  distintos  términos».  Por  lo  que  se  dice,  las  decoraciones 
tenían  novedad,  y  el  público  concurrió  a  verlas  (Marzo  1842). 

La  tercera  dama  duende,  comedia  traducida  de  la  que  es- 


POR  CARLOS  CAMBRÓN  ERO  83 

cribió  Scribe  con  el  título  de  Les  diamants  de  la  Courone,  a  be- 
neficio de  la  Juanita  Pérez  (Abril  1842). 

Las  dos  vírgenes,  de  Zorrilla.  Estrenada  en  el  mismo  mes. 

Doña  Mencia,  de  Hartzenbusch,  y  Za  vuelta  de  Estanislao, 
para  la  salida  de  Josefa  Valero  (Junio  1842). 

Sancho  Garda,  de  Zorrilla,  a  beneficio  de  Latorre.  A  don 
José  le  gustaba  poner  reclamos  en  el  Diario.  Esta  vez  dijo  lo 
siguiente: 

«El  autor  ha  llamado  modestamente  a  su  obra  composición 
trágica,  porque  en  realidad  no  es  una  tragedia  clásica.  Aun- 
que los  tres  personajes  principales  que  en  ella  figuran;  aunque 
la  elevación  de  los  pensamientos,  y  la  energía  y  brillantez,  que 
no  puede  negarse  reinan  en  el  fondo  de  la  obra  y  en  su  versi- 
ficación, pertenezcan,  sin  duda,  a  la  tragedia,  las  formas  bajo 
las  que  el  argumento  del  poema  está  presentado  corresponden 
al  drama.  Bien  lo  conoce  el  autor  de  Sancho  García ;  ^ero  con- 
vencido, como  lo  está,  de  que  el  público  no  se  halla  todavía 
dispuesto  a  pasar  repentinamente  desde  el  tumultuoso  bullicio 
del  drama  moderno  a  la  sencilla,  si  por  otra  parte  majestuosa, 
dignidad  de  la  tragedia  clásica,  sólo  ha  pretendido  hacer  un 
ensayo,  dando  el  primer  paso  en  la  senda  de  una  gran  revolu- 
ción literaria.»  (Noviembre  1842.) 

La  judia  de  Toledo,  o  Alfonso  VIII,  por  Eusebio  Asqueri- 
no.  (Febrero  1843.) 

La  bruja  de  Lanjarón,  o  Una  boda  en  el  infierno,  comedia 
de  figurón,  de  Rodríguez  Rubí.  (Abril  1843.) 

La  huérfana  de  Bruselas,  obra  ya  conocida,  se  puso  en  es- 
cena para  volver  a  presentarse  Elias  Noren,  barba,  que  había 
estado  retirado  del  teatro  durante  una  temporada.  (Abril  1843.) 

La  mejor  razón  la  espada,  comedia  de  Zorrilla,  refundición 
de  Las  travesuras  de  Pantoja,  de  Morete.  (Junio  1843.) 

Honra  y  provecho,  de  Rubí.  Éxito  regular;  por  lo  que,  co- 
mo decían  aprovechando  el  título,  no  había  sacado  ni  honra 
ni  provecho.  Se  hizo  a  beneficio  de  Caltañazor,  y  trabajaron 
con  él  la  Juanita  Pérez  y  Lombía. 


84  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 


Las  travesuras  de  Juana,  de  Doncel  y  Valladares,  dos  jó- 
venes que  prometían  mucho  y  cumplieron  poco.  Pasó  bien, 
gracias  a  la  encantadora  Juanita,  para  quien  había  sido  es- 
crita la  comedia. 

El  molino  de  Quadalajara,  de  Zorrilla.  El  éxito  fue  muy 
mediano,  echando  la  culpa  a  la  ejecución,  que  resultó  deficien- 
te; pero  lo  cierto  es  que  la  obra  deja  mucho  que  desear. 

La  coja  y  el  encogido,  de  Hartzenbusch,  comedia  en  que  la 
Juanita  Pérez  desempeñaba  el  papel  de  andaluza  y  Lombía  el 
de  asturiano.  (Agosto  1843.) 

Para  comenzar  la  temporada  de  1843  a  1844  hicieron  en  la 
Cruz  una  reforma,  suprimiendo  la  Cazuela^  en  cuyo  sitio  se  cons- 
truyó una  gradería  corrida,  que  proporcionaba  mejor  vista  y 
mayor  número  de  asientos.  Los  palcos  se  pusieron  a  60  reales, 
las  lunetas  principales,  a  12  rs.,  y  las  del  patio,  a  8;  y  como  to- 
dos los  billetes  servían  para  ambos  sexos,  no  se  instaló  más  que 
un  despacho.  Los  domingos  por  la  tarde  se  hacía  rebaja  de  pre- 
cios, a  fin  de  que  pudieran  concurrir  los  artesanos. 

En  una  función  dedicada  por  el  Ayuntamiento  a  Isabel  II, 
con  motivo  de  haber  sido  declarada  la  mayoría  de  edad  de 
aquella  Reina,  se  representó  una  obra  de  Zorrilla,  titulada  La 
oliva  y  el  laurel,  y  la  comedia  Las  travesuras  de  Juana,  termi- 
nando la  función  con  el  saínete  de  Cruz,  La  pradera  de  San 
Isidro,  donde  cantó  unas  coplas  alusivas  a  Isabel  II  la  Juanita 
Pérez.  (1.°  Diciembre  de  1843.) 

Junio  Bruto,  de  D.  José  María  Díaz.  Dijeron  que  adolecía 
de  la  languidez  propia  de  este  género  de  obras.  Bárbara  y  La- 
torre  hicieron  una  labor  esmeradísima  por  sacar  adelante  la 
tragedia. 

Don  Juan  Tenorio,  drama  de  Zorrilla.  Se  estrenó  el  7  de 
Abril  de  1844.  Decía  el  Diario  que  el  drama,  «escrito  para  ser 
puesto  en  escena  en  la  presente  Cuaresma,  encierra  un  pensa- 
miento hondamente  religioso,  y  su  argumento  está  basado  so- 
bre las  sólidas'creencias  de  la  fe  católica».  Lo  interpretaron 


I 


POK   CARLOS  CAMBRONERO  86 

Bárbara,  la  Flores,  la  Tavela  y  la  Sampelayo;  Latorre,  Alverá, 
Lumbreras,  Caltañazor,  Caroeller,  etc. 

Según  los  revisteros  de  la  época,  fue  recibido  fríamente 
por  el  público,  debido  a  que  los  actores  no  pusieron  de  su  parte 
cuanto  podían.  Hay  que  tener  en  cuenta  que  el  papel  de  Doña 
Inés  se  encargó  a  Bárbara,  cuya  edad  no  era  ya  a  propósito 
para  el  tipo  que  debía  representar,  ni  su  corpulencia  y  des- 
arrollo físico,  a  juzgar  por  el  retrato  que  publicó  M  Entre- 
acto. 

Otro  revistero,  decidido  defensor  de  Latorre,  asegura  que 
éste  estuvo  superior  en  toda  la  obra,  desde  los  primeros  ver- 
sos de  la  escena  de  la  bosteria;  pero  que  donde  rayó  a  gran 
altura  fue  en  las  décimas  del  sofá,  que  declamó  con  indiscuti- 
ble encanto,  habiendo  sabido  dulcificar  ciertos  puntos  ingratos 
de  que  en  algunos  momentos  adolecía  la  voz  de  aquel  gran  actor» 
Sabido  es  que  Latorre  tenía  eso  que  llamamos  tonillo^  defecto 
hijo  de  la  representación  frecuente  de  dramas  y  tragedias  en 
verso,  y  que  en  este  género  basta  quizá  gustase  al  público; 
pero  el  Tenorio  tiene  la  versificación  muy  movida,  y  necesita 
una  dicción  flexible  que  se  acomode  rápidamente  a  todos  los 
tonos;  así  que  ni  la  obra  se  ajustaba  a  las  condiciones  de  La- 
torre,  ni  éste  supo  ajustar  su  interpretación  a  las  condiciones 
de  la  obra. 

También  fue  parte  para  coadyuvar  a  la  mala  impresión  la 
pobreza  de  decoraciones;  el  Tenorio  las  necesita  buenas,  y  allí 
quedó  este  servicio  teatral  muy  descuidado,  siendo  voz  co- 
rriente que  en  punto  a  decoración  de  escena  nuestros  teatros 
estaban  a  la  cola  de  todos  los  del  mundo, 

A  Zorrilla  le  censuraron,  entre  otras  cosas,  los  ovillejos 
del  acto  segundo,  y  la  denominación  que  había  dado  a  la  obra 
de  drama  religioso  fantástico. 

La  copa  de  marfil,  de  Zorrilla,  por  Bárbara  y  Latorre.  Se 
refiere  a  la  dominación  de  los  lombardos  en  Italia,  y  carece 
de  protagonista.  El  público  estuvo  severo. 

Españoles  sobre  todo,  de  Eusebio  Asquerino,  un  juguete 


86  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

que  lo  interpretó  Lombía  con  mucho  acierto,  y  dio  17  buenas 
entradas. 

La8  colegialas  de  Saint  Cyr,  de  Dumas,  traducción  de 
Betes. 

Un  rebato  en  Granada,  de  Cañete,  comedia  de  las  llamadas 
de  moros  y  cristianos. 

En  1846  dio  algunas  funciones  en  el  teatro  de  la  Cruz  una 
sociedad  que  se  titulaba  Academia  Real  de  Música  y  Declama- 
ción, y  se  había  fundado  «para  proteger  los  teatros  españo- 
les». Consiguió  formar  una  compañía  muy  aceptable,  compues- 
ta de  Juanita  Pérez,  Ana  Paruias,  Catalina  Flores,  Concha 
Sampelayo,  María  Bardan,  Josefa  Noriega,  Juan  Lombía,  Vi- 
cente Caltañazor,  Francisco  Lumbreras,  Manual  Catalina, 
Elias  Noréu,  Juan  Antonio  Caroeller  y  Antonio  Capo.  La 
inauguración  se  verificó  el  12  de  Abril,  haciendo  Mentir  con 
noble  interés,  traducción  en  dos  actos,  y  Un  avaro.  Las  lunetas 
costaban  14  reales.  Se  conoce  que  la  sociedad  tropezó  con  gra- 
ves dificultades,  porque  se  deshizo  en  Mayo  siguiente;  pero  la 
compañía  siguió  funcionanio  con  otra  empresa. 

Luego  echaron  mano  del  repertorio,  y  Caltañazor  hizo  en 
Septiembre  La  pata  de  cabra,  con  la  Carmen  Carrasco,  Manuel 
Catalina  y  Carceller. 

En  Noviembre  de  1846  se  estrenó  Los  dos  Fóscari,  drama 
arreglado  del  de  Byron  por  Cañete.  No  .gustó,  porque  el  ro- 
manticismo estaba  mandado  retirar. 

Los  mosqueteros  de  la  Reina,  traducción  de  Gabino  Tejado. 
Los  misterios  de  París  (Febrero  1847),  de  Eugenio  Sué, 
drama  en  cuatro  actos  y  diez  cuadros,  con  24  personajes,  por 
la  Parnias,  la  Flores,  la  Noriega  y  la  Sampelayo,  Lombía, 
Lumbreras,  Caltañazor,  Catalina,  Norén,  Carceller,  etc.,  etc. 
Se  estrenó  una  decoracióu  de  Avrial. 

¡Lo  que  es  elmundol,  comedia  decostumbres.  (Marzo  1847), 
con  22  personajes.  Aquí  se  presentó  Juan  Catalina,  hermano 
de  Manuel,  haciendo  un  papel  de  poca  importancia. 

El  trapero  de  Madrid  (Noviembre   1847),   traducción  de 


POR   CARLOS    CAMBROMERO  87 


Lombía,  en  cuatro  actos  y  un  prólogo,  con  decoraciones  de 
Avrial;  una  de  ellas  representaba  la  plaza  de  Afligidos  y 
otra  la  sala  de  columnas  del  palacio  de  Villahermosa  en  una 
noche  de  baile. 

El  caudillo  de  Zamora,  drama  eu  tres  actos,  de  Olona,  del 
género  de  Bouchardó,  que  tenía  seguros  los  aplausos  de  la  ga- 
lería. La  Baus  y  Lombía  estuvieron  muy  acertados. 

El  Abril  de  1848,  la  empresa  del  teatro  de  la  Cruz  intro- 
dujo algunas  mejoras  en  la  sala,  reemplazando  las  lunetas  por 
elegantes  butacas,  que  las  puso  a  16  reales,  y  se  decidió  por  el 
género  andaluz,  para  lo  cual  contrató  aDardalla,  actor  sin  ri- 
val en  este  linaje  de  composiciones.  Así  podemos  citar: 

Manolito  Gázquez,  nueva  (Mayo  1848),  tomada  de  un  cuen- 
to de  Estévanez  Calderón,  por  Mariano  Pina. 

Chaquetas  y  fraques,  y  Too  e  jasta  que  me  enfae,  piezas  an- 
daluzas, de  D.  José  Sanz  Pérez. 

La  Cruz  celebró,  como  el  Principe,  el  aniversario  de  la 
muerte  de  Moratín  (28  Junio  1848),  poniéndose  en  escena  El 
si  de  las  niñas;  un  juguete  dramático,  escrito  expresamente 
para  aquel  día  por  Ventura  de  la  Vega,  titulado  La  critica  del 
si  délas  niñas,  leyendo  composiciones  alusivas  al  acto  el  mis- 
mo Vega,  Bretón,  Zorrilla  y  Hartzenbusch;  y  cantándose  un 
himno  por  D.*  Emilia  Hoscoso,  D.  Joaquín  Miró  y  D.  Pablo 
Baraldí,  letra  de  Cañete  y  música  de  D.  Mariano  Martín.  En 
el  juguete  se  estrenó  una  decoración  de  D.  Antonio  Bravo,  re- 
presentando el  atrio  del  teatro  de  la  Cruz. 

y  vuelta  al  género  andaluz  con  Majos  y  estudiantes  y  Juan 
el  perdió,  de  Mariano  Pina,  parodia  de  Don  Juan  Tenorio. 

Por  Nochebuena  se  representó  Todos  a  la  mesa,  revista  del 
año  1848,  la  primera  que  encontramos  en  el  curso  de  estas 
crónicas. 

La  perla  de  Sevilla,  de  D.  Fernando  Gómez  de  Bedoya, 
pieza  andaluza  escrita  para  Cándida  Dardalla,  hija  del  actor 
de  este  apellido  (Enero  1849). 


88  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  1)X  ISABEL  II 

Un  contrabandista  andaluz,  melodrama  en  dos  actos,  para 
Dardalla  (Enero  1849). 

De  vez  en  cuando  alternaban  en  la  Cruz  con  El  zapatero  y 
él  rey. 

El  Bufón  del  rey,  drama  en  cinco  actos  a  beneficio  de  Ca- 
talina (Febrero). 

Traidor,  inconfeso  y  mártir  (3  Marzo).  Esta  obra,  una  de  las 
mejores  de  Zorrilla,  estuvo  ensayada  para  hacerse  en  el  Prín- 
cipe, representada  por  la  compañía  que  allí  actuaba;  pero  ca- 
yó enfermo  Romea  y  se  demoró  el  estreno  hasta  que  mejorase; 
cuando  estaba  ya  anunciado  el  día  en  que  se  iba  a  poner  en 
escena,  hubo  que  suspender  las  representaciones  en  aquel  co- 
liseo para  dar  lugar  a  las  obras  que  había  mandado  hacer  con 
urgencia  el  Conde  de  San  Luis,  a  fin  de  instalar  en  el  edificio 
el  Teatro  Español  con  arreglo  al  proyecto  de  que  ya  hemos 
hablado  en  el  lugar  correspondiente.  Matilde  y  Romea  pasaron 
a  la  Cruz,  y  en  este  local  estrenaron  por  fin  Traidor,  inconfe- 
sa y  mártir^  con  el  siguiente  reparto:  Aurora,  Matilde;  Espi- 
nosa, Romea;  Santillana,  Romea  (Florencio);  Arhués,  Sobra- 
do, y  Don  Rodrigo,  Barroso. 

Se  tocó  por  la  orquesta  una  sinfonía  nueva,  titulada  El 
sueño,  compuesta  por  D.  Manuel  Tubau. 

La  viuda  valenciana  (Marzo  1849),  comedia  de  Lope,  re- 
fundida por  D.  Ramón  Mesonero  Romanos,  a  beneficio  de 
Jerónima  Llórente. 

Consiguiente  a  lo  dispuesto  por  el  Conde  de  San  Luis,  de 
que  damos  extensos  pormenores  en  el  artículo  Teatro  del  Prin- 
cipe, el  de  la  Cruz  cambió  de  nombre  en  Abril  de  1849,  y  apa- 
rece desde  entonces  en  los  anuncios  como  Teatro  del  Drama. 

Esta  denominación  duró  poco. 

En  la  primera  mitad  de  esta  década  figuraron  en  la  Cruz 
Bárbara  Lamadrid,  Juana  Pérez,  Teodora  Lamadrid,  Catali- 
na Flores,  Concepción  San  Pelayo,  característica;  Antera 
Baus,  característica  también  (hasta  1842);  Isabel  Boldún,  y 
Concepción  Lapuerta,  graciosa;   Carlos  Latorre,  Juan  Lom- 


POll    CARLOS    CAMBRONERO  89 

bía,  Pedro  González  Mate,  primeros  actores;  Pedro  López  y 
Elias  Norén,  barbas;  Antonio  Pizarroso,  Antonio  Alverá  y 
Vicente  Caltañazor,  galanes;  Pedro  Cubas,  Agustín  Azcona  y 
Juan  Carceller,  graciosos. 

En  años  siguientes  fue  relevándose  la  compañía,  y  aparecen 
en  1848  como  actrices  Joaquina  Baus,  Carmen  Fenoquio,  Jo- 
sefa Noriega,  Juana  Samaniego,  con  su  madre  Concepción,  que 
hacía  de  característica,  y  Josefa  Azcona.  De  actores  actúan 
Juan  Lombía,  Manuel  Catalina,  Fernando  Ossorio,  Calixto 
Boldún,  José  Dardalla  y  José  Tamayo. 

Hemos  reseñado  a  la  ligera  la  labor  dramática  que  se  rea- 
lizó en  la  Cruz;  pero  hay  que  añadir,  para  que  la  crónica  esté 
completa,  las  óperas  que  se  hicieron,  las  zarzuelas,  los  concier- 
tos, las  funciones  de  baile,  de  volatines  y  hasta  de  prestidigita- 
ción,  que  irán  mencionándose  en  cada  uua  de  las  secciones  a 
que  corresponden,  a  fin  de  no  repetir  noticias,  y  que  el  lector 
pueda  formarse  idea  de  los  géneros  de  espectáculos  públicos 
que  comprenden  nuestras  Crónicas.  Puede  decirse  que  el  teatro 
de  la  Cruz  fue  durante  esta  década  el  que  más  novedades  ofre- 
ció al  público. 

TEATRO   DEL   CIRCO 

Casi  deberíamos  incluir  este  teatro  en  los  de  segundo  orden, 
por  lo  que  a  la  representación  de  comedias  y  dramas  se  refie- 
re, pues  las  empresas  no  dieron  en  el  curso  de  las  temporadas 
importancia  a  este  género,  sino  que  dedicaron  toda  su  volun- 
tad y  todos  sus  afanes  a  la  representación  de  ópera  italiana, 
y,  sobre  todo,  a  los  bailes  de  espectáculo,  como  se  verá  en  el 
capítulo  correspondiente. 

Inaugurado  el  local  como  Circo  en  23  de  Abril  de  1840, 
pronto  la  ópera  se  hizo  dueña  del  edificio,  y  desde  1842  ejer- 
ció en  él  la  dictadura,  al  punto  de  que  en  1849,  cuando  la  re- 
forma del  Conde  de  San  Luis,  se  le  dio  el  nombre  de  Teatro  de 
la  ópera. 

Hubo,  sí,  representaciones  dramáticas;  pero  las  series  de 


í)0  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

éstas  eran  cortas,  y  sufrían  frecuentes  interrupciones  para  dar 
lugar  a  las  funciones  de  ópera  y  a  las  de  baile;  de  suerte,  que 
más  bien  la  compañía  de  verso  estaba  como  de  supernumeraria 
para  cubrir  las  noches  que  se  daba  de  descanso  a  los  cantantes 
y  a  las  bailarinas. 

En  1841  se  puso  en  escena  El  mercader  flamenco,  traducción, 
para  presentarse  Q-onzález  Mate,  que  había  venido  de  Zarago- 
za; y  El  terremoto  de  la  Martinica,  también  traducción,  en  que 
se  estrenaron  decoraciones  pintadas  por  Lucini  y  Francisco 
Aranda.  El  cartel  anunciaba  que  la  orquesta  tocaría  en  los  in- 
termedios, y  que  un  momento  antes  de  alzarse  el  telón  se 
haría  oír  una  campanilla  que  sirviera  de  aviso  a  los  especta- 
dores. 

En  1844  trabajaron  aquí  Arjona  y  Valero:  el  primero  hizo 
El  diablo  predicador,  cosa  que  se  consideró  como  un  atrevi- 
miento hallándose  en  Madrid  Antonio  Guzmán;  el  otro  repre- 
sentó el  Luis  Onceno^  consiguiendo  uno  de  los  mayores  triunfos 
de  su  vida  artística.  Cuando  se  anunció  la  obra,  los  periódicos 
dijeron  que  Valero  la  interpretaría  bien  si  quería  estudiar  el 
papel  y  pues  generalmente  lo  encomendaba  todo  a  su  talento  y 
a  sus  luces  naturales.  Valero  se  picó  por  la  advertencia,  y  lo- 
gró que  los  resultados  superasen  a  las  esperanzas.  Nosotros 
pudimos  verle  en  Luis  Onceno,  años  más  marde,  y  declaramos 
que  interpretaba  este  drama  de  un  modo  magistral. 

Hicieron  también  Una  reina  no  conspira,  de  Díaz,  por  la 
Joaquina  Baus,  Valero  y  Arjona,  que  no  estuvieron  felices  en 
el  desempeño;  así  es  que  el  drama  no  hizo  más  que  pasar. 

Figuraba  de  primer  apuntador  en  esta  compañía  D.  Ma- 
nuel Cañete,  después  critico  notable  y  Académico  de  la  Espa- 
ñola, y  dada  su  amistad  con  Valero,  es  muy  posible  que  le 
apuntase  esta  obra. 

Formaban  la  compañía,  además  de  Valero  y  de  Arjona,  José 
Tamayo,  José  Pérez  Pió,  Luis  Fabiani,  la  Joaquina  y  la  Car- 
lota Baus  y  la  Jerónima  Llórente. 

Durante  el  último  trimestre  de  1845  dieron  eu  el  Circo  al- 


POR  CARLOS  CAMBRÓN KRO  91 

gunas  funciones  Matilde  Diez  y  Julián  Romea;  pero  trabajan- 
do en  la  misma  noche  la  Guy  Stephan,  que  era  lo  que  servia 
de  aliciente  para  el  público. 

Las  lunetas  costaban  16  reales,  los  palcos  60,  las  galerías 
10  y  la  entrada  general  6. 

De  1846  en  adelante  no  se  representaron  más  que  óperas  y 
bailes  de  espectáculo,  géneros  que  eligió  para  su  explotación 
el  banquero  D.  José  Salamanca  cuando  tomó  a  su  cargo  la 
empresa  de  este  teatro,  dejando  grata  memoria  de  su  buen 
gusto  y  munificencia. 

Después^de' Salamanca,  tomó  el  teatro  una  empresa  que, 
falta  de  fondos  suficientes  o  de  conocimiento  del  negocio,  tuvo 
que  abandonarlo  en  manos  de  D.  Nemesio  Pombo,  quien,  com- 
pitiendo con  Salamanca  en  liberalidad,  pagó  cuanto  se  debía, 
y  continuó  dando  funciones  de  ópera  y  de  baile  hasta  el  fin  de 
este  período. 

El  Ciro';  fue  un  teatro  que  ofreció  al  público  novedades 
para  todos  ios  gustos:  allí  cantaron  la  tiple  Persiani,  el  tenor 
Tamberlick,  el  barítono  Konconi;  allí  dieron  conciertos  los 
pianistas  Listz  y  Koustky,  y  allí  lucieron  sus  primores  coreo- 
gráficos la  Fuoco  y  la  G-uy  Stephan.  Bien  podemos  decir  que 
el  teatro  del  Circo,  con  la  variedad  de  sus  espectáculos,  contri- 
buyó notablemente  a  modificar  el  concepto  de  las  diversiones 
en  aquella  época,  dando  a  conocer  ciertas  notabilidades  euro- 
peas, de  las  que  sólo  se  tenía  noticia  por  la  traducción  de  los 
relatos  de  la  Prensa  extranjera.  La  afición  a  la  música  es,  en 
general,  un  signo  de  cultura,  y  los  liabitantes  de  Madrid, 
coadyuvando  al  sostén  de  la  ópera  italiana  y  al  renacimiento 
de  la  zarzuela,  dieron  una  muestra  de  buen  sentido,  de  ilus- 
tración y  de  amor  patrio. 


92  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DB  ISABflL  II 

Teatros  dLe  secundo  orden 

TEATRO  DEL    INSTITUTO 

El  Instituto  Español  era  una  sociedad  fundada  en  1839  por 
el  Marqués  de  Sauli,  D.  Basilio  Sebastián  Castellanos  y  otros 
aficionados  a  la  literatura  y  al  arte;  y  tenía  por  objeto  princi- 
pal fomentar  la  inatruoción  de  las  clases  populares,  proporcio- 
nando al  propio  tiempo  diversiones  ilustradas  y  decorosas  a 
los  socios. 

La  sociedad  no  tenía  local  adecuado,  y  consiguió,  por  Beal 
orden  de  10  de  Diciembre  de  1841,  que  la  cediesen  una  parte 
del  excouvento  de  la  Trinidad  (calle  de  Atocha,  esquina  a  Re- 
latores) para  instalar  cátedras,  gimnasio  y  salón  de  fiestas, 
que  se  habilitó  en  un  trozo  de  lo  que  había  sido  iglesia;  pero  a 
fines  de  1844,  teniendo  el  Gobierno  necesidad  de  utilizar  el  lo- 
cal, obligó  a  la  sociedad  a  que  lo  desocupara,  construyendo  a 
sus  expensas  el  citado  Marqués  de  Sauli,  un  edificio  ad  hoc, 
con  un  buen  teatro,  en  la  calle  de  las  Urosas,  núm.  8.  Mientras 
se  realizaban  las  obras  de  construcción  dé  esta  casa,  el  Insti- 
tuto Español  celebró  sus  funciones  en  el  Teatro  del  Genio,  un 
salonoito  para  aficionados  que  estaba  en  el  pretil  de  Santiste- 
ban,  frente  a  la  iglesia  de  San  Pedro. 

Una  vez  terminado  el  nuevo  local,  y  conceptuándolo  capaz 
para  dar  funciones  públicas,  pues  reunía  846  asientos,  se  arren- 
dó a  una  empresa,  inaugurándose  el  8  de  Noviembre  de  1846 
con  la  función  siguiente:  Quiero  ser  cómico,  pieza  en  un  acto, 
por  Catalina  Flores,  la  Miranda,  Manuel  Catalina,  Aznar,  Car- 
oeller  y  Menor;  Boleras  jaleadas,  por  Sebastiana  Flores  y  Ma- 
nuel González;  y  Un  avaro,  por  Lombía  (1),  Caltañazor,  Ma- 
nuel Catalina  y  Aznar. 


(1)  Lombía  quiso  introducir  la  novedad  de  suprimir  el  apuntador,  y  se 
hicieron  algunas  representaciones  sin  éste;  pero  se  convencieron  en  se- 
guida de  que  la  reforma  no  podía  prosperar. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  93 


La  sala  estaba  bieu  decorada,  según  los  revisteros.  La  bu- 
taca costaba  12  reales,  las  lunetas  8. 

En  Diciembre  se  reforzó  la  compañía  con  Ana  Paraias, 
Carmen  Carrasco  y  Francisco  Lumbreras. 

Parece  que  el  teatro  no  tenía  más  que  dos  pisos:  la  platea 
y  el  principal. 

No  duraban  allí  las  empresas;  en  Octubre  de  1846  se  puso 
ópera  española,  como  veremos  en  su  lugar;  en  Diciembre  una 
compañía  de  volatines,  y  en  1847  volvió  a  presentarse  una 
compañía  de  verso,  con  Dardalla  a  la  cabeza,  dedicándose  al 
género  andaluz.  Hicieron  La  flor  de  la  canela,  de  Sanz  Pérez; 
Los  celos  del  Tío  Macaco,  Too  ejasta  que  me  enfae,  Juzgar  por 
las  apariencias,  Los  hijos  del  Tío  Tronera,  saínete  andaluz 
también,  de  García  Gutiérrez,  parodia  de  su  Trovador;  Un 
baile  de  candil,  de  Eduardo  Asquerino,  donde  ponía  en  ridícu- 
lo los  graves  errores  en  que  había  incurrido  Alejandro  Dumas 
hablando  de  España;  y  El  torero  en  Madrid.  Abandonando  el 
género,  hicieron  Kean  o  Genio  y  desorden,  de  Alejandro  Dumas, 
traducido  por  D.  Antonio  María  Ojeda;  pero  en  seguida  vol- 
vieron a  las  andadas  con  Un  día  de  fiesta  en  Puerto  Real,  No 
fiarse  de  compadres,  de  Sanz  Pérez,  y  El  ventorrillo  de  Alfa- 
rache,  de  Montemar. 

Habiéndose  separado  Dardalla  de  la  compañía  para  llevar 
su  género  al  teatro  de  la  Cruz,  siguieron  haciendo  en  el  Insti- 
tuto comedias  corrientes,  y  en  28  de  Junio  de  1848  celebraron 
el  aniversario  de  la  muerte  de  Moratín,  representando  La  mo- 
jigata, cantando  la  tonadilla  del  Trípili,  por  la  Montero,  Cal- 
tañazor  y  Lumbreras,  y  terminando  la  función  con  ol  saínete 
de  D.  Ramón  de  la  Cruz,  Paca  la  Salada  o  La  merienda  de  hor- 
terillas. 

No  era  muy  oportuno  elegir  a  Cruz  para  rendir  homenaje 
a  Moratín,  sabiendo  que  en  vida  fueron  enemigos  literarios,  y 
se  mortificaron  cuanto  buenamente  pudieron. 

En  Junio  de  1848  hicieron  un  drama  titulado  Un  juramen- 
to, de  Cañete,  D.  Manuel  Tamayo  y  D.  Aureliano  Fernández 


94  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  Dfc  ISABEL  II 

Guerra,  a  los  que  un  periódico,  añadía  otro  escritor,  Paul  Fe- 
val,  de  quien  aseguraba  que  estaba  tomado  el  pensamiento.  Y 
decía  el  periódico  citado:  «D.  Manuel  Cañete  es  un  moderno 
crítico,  para  quien  nuestros  primeros  dramaturgos  son  un 
grano  de  anís;  solamente  él  y  los  amigos  que  le  rodean  tienen 
un  género  de  literatura  nueva,  inusitado  y  grandioso,  con  el 
cual  abrirán  sendas  desconocidas  en  nuestra  literatura.» 

El  drama  no  gustó. 

A  fines  de  1848  se  deshizo  la  compañía,  y  se  volvió  a  re- 
constituir bajo  la  dirección  de  Lumbreras.  Representaron  una 
parodia  de  Los  amantéis  de  Teruel,  titulada  Los  amantes  de 
Chinchón,  escrita  por  Romero  Larrañaga,  Príncipe,  Eduardo 
Asquerino,  Villergas  y  Estrella. 

Estrenaron  (Enero  1849j  Herminia' o  Volver  a  tiempo,  ¿"ra- 
ma  de  Alejandro  Dumas,  traducido  por  D.  Juan  del  Peral.  Lo 
interpretaron  la  Jiraeno  y  Lumbreras. 

El  hijo  del  diablo  (Febrero),  drama  en  cinco  actos,  traduci- 
do por  D.  Francisco  de  Paula  Montemar,  para  el  beneficio  de 
Carlota  Jiménez. 

Cuando  el  Conde  de  San  Luis  puso  por  obra  su  proyecto  de 
arreglo  del  Teatro  del  Principe  y  de  los  demás  de  la  Corte, 
concedió  al  del  Instituto  la  categoría  de  teatro  de  primer  or- 
den, con  la  denominación  de  Teatro  de  la  Comedia, 

El  Instituto  contribuyó  mucho  al  renacimiento  de  la  zar- 
zuela, como  veremos  en  el  capítulo  correspondiente,  poniendo 
en  escena  algunas  que  sirvieron  de  bailón  d^essai,  pulsando  el 
gusto  del  público,  que  se  mostró  decididamente  favorable  al 
género. 

En  celebridad  de  una  amnistía  dada  por  la  Reina,  se  repre- 
sentó (Junio  1849)  la  comedia  de  Eusebio  Asquerino,  Españo- 
les sobre  todo,  cantándose  un  himno  a  S.  M.,  letra  de  Vallada- 
res y  Saavedra,  y  música  de  Ondrid. 

A  principios  de  Julio  de  1849  hizo  la  empresa  un  contrato 
con  Mr.  Paul,  y,  previas  algunas  reformas,  se  trasladó  la  com- 
pañía al  Circo  de  la  calle  del  Barquillo,  poniendo  los  palcos  a 


I 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  95 

40  reales,  las  sillas  a  10,  las  delanteras  de  grada  a  6  y  la  en- 
trada general  a  peseta.  La  primera  función  que  la  compañía 
del  Instituto  dio  en  el  nuevo  local,  fue  el  7  del  mes  citado. 

Aquí  debieron  ganar  dinero,  porque  durante  aquel  verano 
DO  funcionó  más  teatro  que  éste,  y  procuró  la  empresa  propor- 
cionar todo  género  de  alicientes.  Además  de  Dardalla  (1),  que 
ponía  en  escena  obras  del  género  andaluz,  trabajaba  en  aquel 
teatro  una  bailarina  que  había  conseguido  cautivar  por  com- 
pleto al  público:  la  Pepa  Vargas.  Y  para  tocar  todos  los  resor- 
tes, hicieron  en  este  teatro  algunas  zarzuelas,  como  La  batalla 
de  Bailen^  en  dos  actos,  música  de  Oudrid  y  de  Gardin.  A  me- 
diados de  Setiembre  volvió  a  sus  patrios  lares  la  compañía  que 
trabajaba  en  el  circo  de  la  calle  del  Barquillo,  y  representaron 
El  tío  Zaratán,  parodia  de  Guzmán  el  Bueno,  y  Embajador  y 
hechicero,  comedia  de  magia  de  Mariano  Pina,  en  la  que  hacía 
el  papel  principal  José  Banovio,  un  actor  concienzudo,  pero 
de  poca  nombradla. 

También  representaron  El  congreso  de  gitanos,  en  dos  ac- 
tos, en  la  que  Alverá  cantaba  una  canción  compuesta  por  Ou- 
drid, y  Pardo  unas  seguidillas  que  bailaban  al  propio  tiempo 
la  Vargas  y  Atané.  Con  estas  novedades,  el  público  llenaba 
las  localidades,  mientras  el  Teatro  Español  estaba  vacío. 

TEATRO   DE   VARIEDADES 

El  local  estuvo  destinado  primeramente  a  juego  de  pelota, 
hasta  que  en  1843  se  acondicionó  en  forma  de  teatro  para  dar 
representaciones  dramáticas  bajo  la  dirección  de  D,  Vicente 
Castroverde;  pero  no  debió  resultar  lucrativo  el  negocio,  por- 
que en  el  mismo  año  hubo  en  el  local  bailes  públicos,  y  sucesi- 
vamente una  compañía  cómica  infantil  y  otra  de  gimnastas, 
dirigida  por  Mr.  Chiarrini. 

Eu  Abril  de  1844  se  mejoró  la  ornamentación  y  la  comodi- 


(1)    Habitaba  Dardalla  en  la  calle  do  la  Visitación,  4,  3.°  izquierda. 


96  OBÓMIOAS  DEL  TIEMPO  DE   ISABEL  II 

dad  del  teatro,  entarimando  el  pavimento,  señal  de  que  no  lo 
estaba;  se  pusieron  lunetas  con  el  asiento  y  el  respaldo  forrados 
de  paño,  se  construyó  una  galería  y  se  instaló  una  lucerna. 
«Los  proyectos  de  formar  un  teatro  de  segundo  orden — decía 
la  empresa  en  el  anuncio, — como  existen  en  las  grandes  pobla- 
ciones de  Europa,  han  fracasado  por  falta  de  local  a  propósito», 
y  confiando  en  que  con  las  mejoras  introducidas  en  el  teatro  de 
Variedades  se  resolvía  el  problema,  se  abrió  al  público  el  14  de 
Abril  citado,  tomando  la  alternativa  entre  los  demás  coliseos 
de  la  capital.  Lunetas,  6  reales. 

Comenzaron  con  Elisa  o  El  precipicio  de  Bessac,  drama  en 
cinco  actos,  traducido  por  una  señorita;  luego  hicieron  Lázaro 
o  El  pastor  de  Florencia,  traducción  de  Isidoro  G-il,  y  después 
Los  incendiarios  de  París,  de  Víctor  Ducange. 

Tardó  el  público  en  acostumbrarse  al  teatro,  así  es  que  las 
compañías  duraban  poco,  o,  mejor  dicho,  las  empresas  que  las 
contrataban,  y  servía  el  local  para  dar  funciones  de  aficiona- 
dos. Sin  embargo,  en  Febrero  de  1847  se  representó  diez  y 
ocho  noches  consecutivas  una  comedia  de  Juan  de  la  Rosa 
Q-onzález  y  Pedro  Calvo  Asensío,  titulada:  Si  las  mujeres  no 
vieran,  los  hombres  felices  fueran,  y  poco  a  poco  fue  haciendo 
sus  pinitos,  hasta  que  el  Real  decreto  del  Conde  de  San  Luis 
le  reconoció  como  supernumerario  de  la  Comedia,  y  entonces, 
contando  ya  con  el  favor  del  público,  puso  las  butacas  a  10 
reales. 

El  que  dio  vida  a  este  teatro  fue  el  actor  D.  Juan  de  Alba, 
secundado  por  Concepción  Andrade,  Josefa  Rico,  Sebastiana 
Moran,  María  Soriano,  Isabel  Sánchez,  Miguel  Bailón,  Julián 
Quintana,  Antonio  Capo,  Ramón  Guzraán  (sobrino  de  su  tío), 
Juan  Francesconi,  Dalmacio  Detrell  y  otros. 

Todos  eran  artistas  de  segundo  orden;  pero  consiguieron 
captarse  la  benevolencia  del  público  y  hacer  de  Variedades  un 
teatro  simpático.  Con  esta  base,  que  es  muy  de  tener  en  cuen- 
ta, vino  una  nueva  empresa  animada  de  los  mejores  deseos, 
presentando  una  compañíapíws  minusve,  como  la  que  había  sa- 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  97 

lido,  y  también  con  ahinco  de  complacer  a  los  espectadores; 
Manuela  Ramos,  Juana  Samaniego,  Manuel  Catalina  y  Carce- 
Uer,  que,  dirigidos  por  el  compositor  Rafael  Hernando,  activo 
y  emprendedor  como  pocos,  formaron  el  propósito  de  repre- 
sentar zarzuelas,  ya  que  tan  buen  resultado  habían  dado  los 
ensayos  del  género  verificados  en  la  Cruz  y  en  el  Instituto. 

Consiguiente  a  esta  idea,  pusieron  en  escena  «el  día  6  de 
Junio  de  1849  la  zarzuela  en  dos  actos  titulada  El  duende,  y 
éste  fue  el  acontecimiento  teatral  del  año,  de  mayor  sensación 
que  la  inauguración  del  Teatro  Español  del  Conde  de  San  Luisi 

Véase  el  capítulo  Zarzuelas. 

TEATRO  DEL  MUSEO 

Tiene  su  origen  en  una  Sociedad  por  el  estilo  del  Instituto 
Español,  fundada  para  fomentar  la  afición  a  la  literatura,  la 
música  y  las  bellas  artes  en  general.  Se  estableció  en  la  plaza 
de  los  Mostenses,  ocupando  parte  de  la  casa  donde  estaba  ins- 
talado, provisionalmente  (y  pagando  alquiler),  el  Conservato- 
rio de  María  Cristina;  pero  no  disponiendo  allí  sino  de  un  lo- 
cal muy  reducido,  y  sin  un  salón  de  cierta  capacidad  para  ce- 
lebrar fiestas,  se  trasladó,  hacia  1841,  al  ex-convento  de  Monjas 
Vallecas,  sito  en  la  calle  de  Alcalá,  esquina  a  la  de  Peligros, 
transformando  la  iglesia,  no  sabemos  a  expensas  de  quién,  en 
un  bonito  teatro,  que  podría  contener  unos  seiscientos  espec- 
tadores. 

Como  estas  Sociedades,  por  lo  general,  comienzan  con  mu- 
chos bríos,  que  luego  se  entibian  al  sentir  las  impurezas  de  la 
realidad,  porque,  y  esto  es  muy  humano,  el  entusiasmo  de  los 
fundadores  suele  estar  en  razón  directa  de  la  situación  de  fon- 
dos, el  ánimo  de  los  accionistas  del  Museo  hubo  de  desmayar, 
y  se  vieron  obligados  a  arrendar  el  teatro  a  Compañías  de  se- 
gundo o  tercer  orden. 

El  sitio  era  bueno,  y  favorecido  por  esta  no  pequeña  cir- 
cunstancia, el  Teatro  del  Museo  pudo,   cuándo   mejor,  cuándo 


98  ORÓNIOAS  DKL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

peor,  sostener  su  cartel  con  los  demás  de  la  corte,  aprovechan- 
do las  obras  ya  conocidas  y  sancionadas  por  el  público.  Sin 
embargo,  allí  se  estrenó  El  motín  contra  Squilache^  de  Ceferi- 
no  Suárez  Bravo. 

En  1847  se  reorganizó  la  Sociedad  con  el  nombre  de  Museo 
Matritense,  y  dio  algunas  funciones,  poniendo  el  precio  de  60 
reales  butaca  por  una  quincena  y  12  por  una  noche.  Se  inau- 
guró el  3  de  Abril  con  Noche  toledana,  de  Lope,  y  El  peluquero 
en  el  baile,  pieza  en  un  acto,  traducida  por  Antonio  María  Se- 
govia,  formando  la  Compañía  las  Sras.  Paz,  Latorrey  Oliver, 
y  los  Sres.  Oltra,  Gal  vez.  Larrea  Padilla  y  un  aficionado  muy 
notable,  D.  Rafael  Hermosa,  que  por  consideraciones  de  fami- 
lia no  se  decidió  a  seguir  la  carrera  del  arte  escénico. 

Entonces  hicieron  El  nudo  Gordiano,  comedia  francesa  tra- 
ducida por  D.  Francisco  de  Paula  Montemar,  y  Al  toque  de 
oraciones,  también  traducción,  por  Manuel  María  de  Santa 
Ana. 

Antes  de  abrir  el  teatro  se  tuvo  la  idea  de  exigir  a  los  con- 
currentes el  traje  de  etiqueta;  pero  en  vista  del  mal  efecto  que 
causó  la  noticia  en  l&s  tertulias  de  Madrid,  los  socios  volvieron 
sobre  su  acuerdo,  desistiendo  de  sus  instintos  aristocráticos. 

La  sociedad  duró  poco;  en  Octubre  de  1847  aparece  una 
empresa  poniendo  en  escena  algunas  óperas,  y  luego  vuelve  a 
arrendarse  el  local  a  compañías  dramáticas  que  procuran  sos- 
tener la  competencia  con  los  demás  teatros;  pero  al  fin  de  esta 
década,  el  teatro  del  Museo  queda  derrotado,  primeramente 
por  el  Instituto  y  luego  por  Variedades. 

TEATRO  DE  BUENAVI8TA 

Desde  1837  venía  demostrando  deseos  de  figurar  como  tea- 
tro de  segundo  orden;  pero  lo  que  no  pudo  lograr  el  del  Museo, 
con  mejor  local,  mal  podría  conseguirlo,  en  peores  condicio- 
nes, el  teatrito  de  la  calle  del  Desengaño,  en  un  salón  despro- 
porcionado y  bajo  de  techo,  según  todavía  puede  apreciarse  vi- 


POR  CARLOS  CAMBRÓN ERO  99 

sitando  el  almacén  industrial  que  en  el  piso  bajo  del  edificio 
existe,  y  que  es  donde  estaba  instalado  el  diminuto  coliseo. 

En  1840  actuaba  una  compañía  que  puso  en  escena  Los 
amoríos  de  1790,  de  García  Villalta;  en  1842  volvió  a  servir 
para  representaciones  de  figuras  mecánicas;  en  1845  se  inten- 
tó, con  mala  suerte,  crear  en  este  teatro  la  ópera  española,  y 
ya,  oscurecido  por  el  Museo,  por  el  Instituto  y  por  Variedades , 
aunque  consiguió  tener  una  compañía,  en  la  que  figuraban 
Matilde  Tabela,  Isabel  Martínez,  Carceller,  Detrell  y  Ramón 
Menor,  con  su  correspondiente  sección  de  baile,  tuvo  que  re- 
ducir sus  aspiraciones  y  conformarse,  en  autores,  en  obras  y 
público,  con  el  desecho  de  los  demás  teatros.  Eso  sí,  en  Pas- 
cuas de  Navidad  tenía  entradas  seguras  con  El  nacimiento  del 
Hijo  de  Dios. 

Óperas. 

El  teatro  de  la  Cruz,  por  la  amplitud  de  su  escenario  y  por 
la  capacidad  del  salón,  era  más  a  propósito  que  el  Principe 
para  las  representaciones  de  ópera;  así  que  aquél  fue  siempre 
preferido  cuando  se  quiso  poner  en  escena  este  linaje  de  es- 
pectáculo. 

En  el  verano  de  1840,  sólo  se  cantaron  en  el  Príncipe 
Beatrice  di  Tenda,  de  Bellini,  ya  conocida  en  Madrid  desde 
1837,  y  Le  priogini  d'' Edimburgo,  de  F.  Ricci,  que  se  estrenó 
el  28  de  Agosto  del  referido  año  de  1840.  En  Octubre  se  re- 
presentó Guillermo ,  y  el  22  de  Marzo  de  1841,  Anua  Bolena^ 
que  fue  la  ópera  con  que  se  despidió  del  género  el  teatro  del 
Príncipe. 

Al  decir  estrenos  de  óperas,  queremos  significar  primera 
representación  en  Madrid,  porque  las  obras  se  habían  estrena- 
do ya  en  el  extranjero;  y  sirva  esta  aclaración  para  que  el  lec- 
tor la  tenga  en  cuenta  al  encontrar  la  palabra  estreno,  tratán- 
dose de  óperas,  en  el  curso  de  estos  apuntes. 

En  el  teatro  de  la  Cruz  se  representaron,  entre  antiguas  y 


100  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

modernas,  70  óperas  durante  esta  década,  y  eso  que  desde 
Agosto  de  1842  a  Abril  de  1844  no  hubo  funciones  líricas  en 
este  coliseo. 

Del  repertorio  ya  conocido  del  público,  hicieron  Lucia, 
Barbero,  Ceneréntola,  Elixir,  Norma,  Lucrezzia,  La  Muta,  So- 
námbula, Puritani  y  otras,  estrenándose  las  siguientes  en  los 
años  que  a  continuación  se  expresan: 

ASo  1840. 

Cleonice,  Regina  di  Siria,  de  Saldoni  (24  Enero). 
II  dominó  ñero,  Aubert  (22  Febrero). 
II  giuramento,  Meroadante  (11  Marzo). 
Roberto  Devereux,  Donizetti  (2  Abril). 
Le  nozze  di  Figaro,  Rieci  (27  Noviembre). 
María  Stuarda,  Donizetti  (30  Diciembre). 

Año  1841. 

La  conjura  di   Venecia,  de  D.  Ventura  Sánchez  Lamadrid  (27 
Enero). 

Elena  da  Feltre,  Mercadante  (13  Febrero). 

María  di  Rudenz,  Donizetti  (26  Abril). 

Don  Chisciotto  delta  Manda,  Mercadante  (15  Junio). 

II  Templario,  Nioolau  (11  Noviembre). 

n  Solitario,  Eslava  (7  Diciembre). 

ASo  1842. 

Alina,  Regina  di  Golconda,  Donizetti  (3  Enero). 
Lafiglia  del  regimentó,  Donizetti  (31  Enero). 

AÑO  1«45. 

Don  Pasquale,  Donizetti  (4  Enero). 

Luigi  Rolla,  F.  Ricoi  (25  Enero). 

II  retorno  de  Columela,  Fioravanti  (26  Marzo). 

María  di  Rohan,  Donizetti  (9  Abril), 

Ifidanzati  di  Sicilia,  Gastaldi  (4  Noviembre). 

Año  1846. 

II  Bravo,  Mercadante  (17  Enero). 

Luigia  della  Valliére.  Genovés  (19  Febrero). 


■ 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  101 

El  diablo  predicador,  letra  española  de  Ventura  de  la  Vega  y 
música  de  Basilio  Basili  (4  Marzo). 
Sardanápalo,  Litta  (25  Marzo. 

Año  1847. 

Leonora,  Mercadante  (5  Junio). 
Aüo  1848. 

H  Borgomastro  di  Schiedam,  Lauro  Rossi  (2  Agosto). 

De  1840  a  1842,  cantaron  en  la  Cruz  las  tiples  Antonia 
Campos,  Cristina  Villó,  Joaquina  Lombía,  Rosina  Mazzarelli, 
Leonor  Serrano,  Grabriela  Gramuna,  Leonilda  Francesohini, 
Agustiua  Chelva  y  Adelaida  Perelli.  Tenores:  Pedro  Unanue, 
Manuel  Ojeda  y  Giovanni  Genero.  Bajos:  Pedro  Calvet  y  José 
Mirall,  sin  olvidar  a  nuestro  compatriota  Salas,  bajo  cómico. 

De  1844  a  1848,  figuraron  Cristina  Villó,  Anna  Brizzi,  Emi- 
lia Tossi,  con  voz  no  de  gran  extensión,  pero  buena  actriz; 
Anunciata  Tirelli,  de  buen  método  de  canto  y  buen  gusto 
para  vestir;  Josefa  Chimeno,  de  grandes  condiciones,  aunque 
no  bien  aprovechadas;  Elisa  Manzochi,  Clara  Bertolini,  voz 
cristalina  en  las  notas  altas  y  sonoras  en  las  bajas;  Giuseppina 
Rosetti,  Marina  Albini,  de  quien  oímos  hacer  elogios  en  nues- 
tra juventud;  Corina  di  Franco  y  Amalia  Máizquez,  contralto. 

De  ellos  podemos  citar  a  los  señores  Carlos  Guaseo,  muy 
querido  del  público;  Giu^eppe  Sínico,  con  deseo  de  complacer, 
pero  de  escasas  condiciones;  Manuel  Carrión,  Enrique  Bonfigli, 
y  sobre  todos.  Napoleón  Moriani,  que  con  su  fresca  voz  y  su 
maestría  se  le  consideró  como  el  competidor  del  célebre  Ru- 
bini  (1). 

«La  voz  de  Moriani,  decía  un  periódico,  es  clara,  sonora  y 
argentina.  Moriani,  como  actor  y  como  cantante,  ha  resuelto 


(1)  Rubini  no  vino  a  Madrid  a  cantar  en  los  teatros  públicos  donde  se 
representaban  óperas,  sino  llamado  en  1841  por  los  socios  del  famoso  Li- 
ceo a  trabajar  en  el  local  de  la  sociedad.  El  billete,  comprensivo  de  cuatro 
óperas  y  dos  conciertos,  costaba  240  reales  a  los  individuos  del  Liceo  y 
360  a  los  particulares  que  deseaban  concurrir. 


102  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

el  problema  de  representar,  con  la  música  como  con  la  poesía, 
los  afectos  y  las  pasiones  del  alma.» 

Parece  que  Moriani  y  Rubini,  siendo  los  dos  notabilísimos, 
se  diferenciaban  en  que  aquél  cantaba  las  óperas  como  estaban 
escritas,  y  éste  las  modificaba,  introduciendo  adornos  y  varian- 
tes de  gran  dificultad,  merced  a  las  especiales  condiciones  de 
su  prodigiosa  garganta.  A  Moriani  le  censuraban  algunos  por- 
que rezaba  mucho,  no  cantando  más  que  un  par  de  piezas  cada 
noche. 

Es  curioso  el  caso  del  tenor  llamado  Flavio,  que  hizo  su 
primera  salida  el  11  de  Febrero  de  184B  con  La  Sonámbula. 

A  Flavio,  es  decir,  a  D.  Lázaro  Puig,  marqués  de  Gauna, 
ya  le  conocían  muchos,  porque  había  cantado  en  conciertos 
particulares  en  Madrid  y  en  el  extranjero,  y,  aunque  tenía  una 
Toz  simpática,  si  bien  no  de  mucha  extensión,  excelente  méto- 
do de  canto,  maneras  elegantes  y  vestía  con  propiedad,  se  con- 
sideraba arriesgado  presentarse  con  La  Sonámbula  después  de 
haberla  cantado  el  incomparable  Moriani;  pero  el  público  se 
hizo  cargo  de  las  circunstancias,  Puig  supo  sacar  partido  de 
sus  facultades,  y  obtuvo  un  buen  recibimiento. 

Entre  los  barítonos  mencionaremos  a  Paolo  Baralde  y  a 
Gaetano  Ferri;  y  entre  los  bajos,  a  Pietro  Lej;  Giovanni  Inchi- 
di,  que  habiendo  sido  un  gran  artista  se  hallaba  ya  decadente; 
JoaquínJBecerra,  y,  por  último,  el  popular  D.  Francisco  Sa- 
las, que  consiguió  ser  en  su  género  el  cantante  predilecto  del 
público. 

Salas  era  un  caricato  admirable:  además  de  que  tenía  bue- 
na voz,  exquisito  método  de  canto  y  una  vocalización  clara  y 
limpia,  se  caracterizaba  con  mucha  propiedad,  al  punto  de  que, 
haciendo  Don  Pascuala  en  la  Cruz,  en  Enero  de  1845,  se  pre- 
sentó tan  desfigurado,  que  el  público  no  le  conoció  a  la  salida. 
En  Noviembre  de  1845  cantó  en  Lucia  la  parte  de  bajo  se- 
rio, y,  según  dice  un  cronista,  supo  dar  un  mentís  a  los  que 
sólo  le  consideraban  con  aptitudes  para  el  género  bufo.  Su  ta- 
lento— decía — supo  vencer  todas  las  dificultades.  Y  tanto  valía, 


POR   CARLOS    OAMBRONERO  103 


que  en  1848  la  empresa  del  Circo  le  nombró  director  de  escena 
en  la  compañía  de  ópera. 

Directores  de  orquesta  de  la  Cruz  lo  fueron  D.  Ramón  Car- 
nicer,  D.  Basilio  Basili  y  D.  Fernando  Aguirre. 


« 


Este  espectáculo  consiguió  arrojar  de  su  casa  a  Mr.  Paul 
Laribeau;  suya,  no  porque  fuese  de  su  propiedad,  sino  porque 
él  la  había  dado  vida  y  nombre;  así  es  que,  al  cabo  de  los  años, 
y  habiendo  cambiado  el  género  de  la  diversión  a  que  el  edifi- 
cio se  destinara,  el  nombre,  ya  impropio,  de  Circo,  perduró 
hasta  nuestros  días,  en  recuerdo  del  primitivo  empresario  y 
fundador. 

La  ópera,  pues,  invadió  el  nuevo  Circo  de  Paul  (el  antiguo 
Circo  Olímpico),  dándose  la  primera  representación  el  21  de 
de  Junio  de  1842,  con  la  ópera  de  Mercadante,  La  VestaUj 
cantada  por  artistas  extranjeros,  salvo  algunas  segundas  par- 
tes, que  eran  españolas,  pero  bajo  la  dirección  de  nuestro  com- 
patriota D.  Ramón  Carnicer  (1). 

Claro  es  que  las  empresas  echaron  mano  de  las  óperas  que 
formaban  el  repertorio  de  las  conocidas  en  Madrid;  sin  embar- 
go, durante  esta  época  estrenaron,  es  decir,  se  dio  la  primera 
representación  de  las  siguientes: 
Año  1842. 

La  Vestale,  Mercadante  (2)  (21  Junio). 

Saffo,  Pachini  (9  Agosto). 

Betly,  Donizetti  (19  Setiembre). 

Adelia,  Donizetti  (23  Setiembre). 


(1)  La  autoridad  prohibió  fumar  dentro  de  la  sala  del  teatro,  lo  cual 
indica  que  durante  las  funciones  de  circo  se  había  tolerado  esta  abusiva 
costumbre. 

(2)  La  Vestale,  de  Spontini,  se  había  estrenado  en  el  Principe  el  año  de 
1817,  y  la  de  Paclni  en  el  mismo  teatro,  el  de  1831. 


104  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DB  ISABEL  II 

ASO  1843. 

La  Favorita,  Donizetti  (26  Agosto). 

II  nuovo  Mosé,  Rossini  (13  Octubre), 

Linda  de  Chamounix,  Donizetti  (9  Diciembre). 
A*o  1844. 

La  tregua  de  Tolemaida,  Eslava  {1°  Agosto). 

Nabuco,  Verdi  (10  Octubre), 

Hernani,  Verdi  (25  Noviembre). 

/  Lomhardi  alia  prima  Crociata,  Verdi  (20  Diciembre). 

A«o  1845. 

I  Martiri,  Donizetti  (20  Febrero). 

Corrado  d'Altamura,  F,  Ricci  (24  Mayo), 

Padilla  o  El  asedio  de  Medina,  Espín  y  Guillen  (9  Julio). 

/  due  Foscari,  Verdi  (22  Julio). 

Año  1846. 

María  Padilla,  Donizetti  (8  Febrero). 

Anna  la  Prie,  Battista  (1)  (23  Enero), 

Irza,  Francisco  Gómez  de  Laharrán  (15  Marzo). 

n  fantasma,  Persiani  (18  Junio). 

L'orfana  savoiarda,  Persiani  (25  Julio). 

Qiovana  d'Arco,  Verdi  (30  Octubre), 
Alo  1847. 

Attila,  Verdi  (5  Enero). 

Chi  dura  vince,  L.  Ricci  (20  Enero). 

Medea,  Pacini  (24  Febrero), 

Luisa  Strozzi,  Sanelli  (18  Agosto), 
AÑO  1848. 

Macbeth,  Verdi  (20  Febrero), 

Hernán '  Cortés  o  La  conquista  de  Messico,  Ignacio  Ovejero 
(18  Marzo). 

En  el  teatro  del  Circo  aparecen,  conquistando  grandes 
aplausos  de  1840  a  1846,  las  tiples  Rita  Basso-Borio,  Cristina 
Villó,  Rosalía  Gariboldi  e  Isabela  Ober-Rossi;  y  en  segunda 


(1)    Battista  era  ua  alumuo  del  Conservatorio  de  Ñápeles.  La  obra  ado- 
lecía de  inexperiencia,  y  obtuvo  un  éxito  lisonjero. 


FOil    CARLOS    OAMBRONERO  105 

fila,  Carlota  y  Matilde  Villó,  Teresa  Bovay,  Dolores  Franco, 
Almerinda  Granchi,  Margarita  Antúnez,  Amalia  Anglós, 
Augusta  Albertini,  Josefa  Chio  y  la  contralto  Raquel  Bernar- 
di.  También  trabajó  en  el  Circo  el  año  1843  Caterina  Barilli(l), 
notable  nada  más  que  por  haber  dado  a  luz,  el  19  de  Febrero 
de  aquel  año,  una  niña  que  luego  alcanzó  fama  universal:  Ade- 
lina Patti. 

En  1846  y  1847  figuraron,  en  unión  de  alguna  de  las  men- 
cionadas, la  famosa  Fanny  Tachinardi  Persiani,  conocida 
por  el  segundo  apellido;  Úrsula  Bertoloti,  Angela  Bossío,  Fe- 
licidad Alessandri,  Noemi  de  Roissy,  Teresa  Arredondo,  casa- 
da luego  con  un  individuo  de  cierta  distinguida  familia,  y  la 
Ida  Edelvir,  nombre  con  que  ocultaba  el  suyo  la  Condesa  Ca- 
bagna  di  Q-ualdana. 

Los  tenores  que  cantaron  de  1842  a  1848  fueron:  Sínico, 
ya  conocido  del  público  del  teatro  de  la  Cruz;  José  Olivieri, 
Aquiles  Ballestracci,  Manuel  Carrión,  Pedro  Unanue,  Enrique 
Bonfigli,  Jeremías  Bettiní,  algo  amanerado,  según  pudimos 
formar  idea  por  haberle  oído  en  nuestra  juventud;  Lorenzo 
Salvi,  Juan  Milesi,  Eurico  Calzotari,  y  sobre  todos,  Tamber- 
lick  que  debutó  el  17  de  Junio  (2)  de  1845;  poseía  grandes  fa- 
cultades y  era  un  verdadero  maestro. 

Por  lo  que  respecta  a  los  barítonos,  hay  que  hacer  mención 
particular  de  Jorge  Rouconi;  debutó  el  18  de  Abril  de  1845 
con  María  di  Eohan,  alcanzando  un  triunfo  completo  que  se 
confirmó  en  las  demás  óperas  que  fue  cantando.  Los  que  le  ha- 
bían oído,  se  hacían  lenguas  ponderando  su  voz,  su  maestría 
y  sus  condiciones  especiales  para  el  arte  que  profesaba.  La  no- 
che de  su  debut  estaba  el  teatro  completamente  lleno,  y  se  hizo 

(1)  La  partida  de  bautismo  de  ésta  dice  que  es  hija  de  Salvador  Patti 
profesor  de  música,  y  de  Catalina  Chiessa,  que  usaba  en  el  teatro  el  ape- 
llido Barilli.  Fueron  padrinos  el  tenor  José  Simio  y  su  esposa  Rosa  Ma- 
nara. La  Barilli  se  presentó,  única  vez,  el  4  de  Enero  de  1843,  con  Ma- 
rino Fallero,  Más  adelante  damos  otra  noticia  de  ella. 

(2)  Con  Parisina  d^Este. 


106  CRÓNICAS  DEI.  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

dueño  de  los  espectadores  desde  las  primeras  notas.  Dicen  que 
su  voz  era  de  graii  extensión,  pastosa  y  grata,  atacando  con 
valentía  un  sol  que  produjo  un  entusiasmo  delirante.  Tenia 
notas  altas  de  tenor  y  una  octava  baja  admirable.  Se  le  hizo 
salir  cuatro  veces  al  final  de  la  ópera,  y  las  señoras  le  arroja- 
ron los  ramos  de  flores  que,  según  moda,  llevaban  en  las 
manos. 

También  era  buen  barítono  Rafael  Ferloti,  y  tanto,  que 
habiéndose  decidido  a  cantar  María  di  Rohan,  después  de  Roii- 
coni,  los  partidarios  de  éste  fueron  dispuestos  a  darle  una  silba 
monumental,  pero  estuvo  tan  acertado,  que  todos  le  aplaudie- 
ron, hasta  sus  mismos   adversarios. 

Entre  los  barítonos  resultaban  muy  aceptables  León  Giral- 
doni,  a  quien  alcanzamos  a  oír,  y  el  español  Ángel  Alba,  nota- 
ble porque  le  gustaba  caracterizar  bien  los  papeles;  así  consi- 
guió captarse  las  simpatías  del  público  en  Abril  de  1844,  pues 
habiéndose  afeitado  y  cortado  el  pelo,  salió  a  cantar  La  muta 
di  Portici,  hecho,  dice  la  crónica,  un  marinero  perfecto. 

De  bajos,  merecen  mención  Joaquín  Becerra,  Celestino  Sal- 
vatori,  Heliodoro  Spech,  Luciano  Fornasari,  Francisco  Calvet 
y  D.  Francisco  Salas. 

Los  directores  de  orquesta  del  teatro  del  Circo  fueron  su- 
cesivamente Carnicer,  Boueti,  Skoczdopole  y  D.  Basilio  Basi- 
li.  Carnicer  había  reñido  con  la  empresa  del  teatro  de  la  Cruz 
porque  reclamaba  de  ella  que  le  abonase  el  sueldo  como  direc- 
tor de  orquesta  a  razón  de  40.000  reales  por  temporada;  la  em- 
presa se  negó,  Carnicer  la  puso  pleito,  y  se  conoce  que  no  pre- 
sentó suficientes  documentos  justificativos  de  su  derecho,  por- 
que la  Audiencia  desestimó  la  querella  del  Maestro. 

Aparecen  en  la  orquesta  de  este  teatro  los  individuos  si- 
guientes: ViolineSy  Pérez  (Rafael),  Bosch  y  los  Ficher;  Viola, 
Rueda;  Contrabajos,  Costa  y  Cepeda;  Violoncellos,  Goicoechea 
y  Storioni;  Flauta,  Pedro  Sarmiento,  a  quien  llegamos  a  tra- 
tar; Oboe,  Romero;  Clarinete,  otro  Ficher,  y  Trompa,  Sacrista 
con  otros  compañeros  menos  conocidos. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN KRO  107 

La  música  preferida  por  el  público  era  la  de  Donizetti,  al 
tanto  de  que  habiendo  sido  mal  recibida  en  la  Cruz  el  año  1834 
la  ópera  II  Furioso^  la  empresa  del  Circo,  que  confiaba  en  la 
predilección  que  por  Donizetti  tenían  los  aficionados  de  Ma- 
drid, la  puso  en  escena  el  19  de  Febrero  de  1844,  encargando 
la  interpretación  a  la  Basso-Borio  y  a  Salvatori  y  el  éxito  más 
feliz  coronó  sus  deseos.  El  tenor  obtuvo  uno  de  los  mayores 
triunfos  de  su  carrera  artística,  y  la  tiple  una  ovación,  sobre 
todo  en  el  rondó  final.  Triunfó  Donizetti  en  toda  la  línea. 

Confiando  en  esto,  algunos  cantantes  se  aventuraban  a  in- 
terpretar las  óperas  de  Donizetti  sin  poseer  las  facultades  que 
su  música  requería.  El  tenor  Confortini,  que  vino  de  Cádiz, 
donde  había  sido  muy  aplaudido,  se  llevó  una  grita  en  Rober- 
to Devereux,  el  24  de  Abril  de  1844.  Lo  propio  sucedió  con  la 
Caterina  Barilli,  también  procedente  de  Cádiz,  y  también 
aplaudida  allí;  el  público  la  recibió  mal,  y  por  eso  decían  que 
«las  notabilidades  musicales  que  han  hecho  furor  en  Cádiz, 
han  fatto  fiasco  cui,-¡>  Como  la  Barilli  fue  madre  de  Adelina  Pat- 
ti,  se  comprende  ahora  el  poco  afecto  que  esta  célebre  cantante 
demostró  a  la  población  que  la  había  visto  nacer. 

La  preponderancia  de  Donizetti  vino  a  eclipsarla,  a  media- 
dos de  esta  década,  el  famoso  Verdi,  logrando  hacerse  el  autor 
de  moda:  el  año  1844  se  estrenarom  seguidas  tres  óperas  suyas: 
Nabuco,  Hernani  e  1  Lombardi,  y  las  tres  produciendo  en  el 
público  gran  entusiasmo. 

El  estreno  de  Hernani  fue  un  acontecimiento;  la  música  de 
esta  ópera  se  hizo  casi  popular,  y  poco  tiempo  después  se  can- 
taba y  tocaba  en  todas  las  tertulias  donde  había  piano.  El  crí- 
tico musical  de  un  periódico  titulado  El  Laberinto  escribía,  re- 
firiéndose a  Hernani:  «Composición  sublime  que  encanta  por 
sus  muchas  melodías,  que  electriza  por  lo  bien  armonizada, 
que  agita  al  espectador  por  su  nutrida  cuanto  vigorosa  instru- 
mentación.» 

En  el  teatro  de  Museo  (1)  se  representaron  algunas  óperas 
(1)    Véase  el  capitulo  Teatros  de  segundo  orden. 


108  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

en  Octubre  1847,  en  el  mismo  mes  de  1848  y  eu  Febrero  de 
1849;  Hernani,  Sonámbula,  Saffo,  Puritanij  Norma  y  Nahuco^ 
obteniendo  éxitos  medianos.  Dirigía  la  orquesta  el  maestro 
Skoczdopole.  Cuenta  Carmena  que  allí  cometieron  el  imperdo- 
nable delito  de  estrenar  /  Masnaderi,  de  Verdi,  instrumenta- 
da por  el  director  de  orquesta. 


*  « 


No  dejan  de  ofrecer  interés,  a  nuestro  juicio,  las  tentativas 
que  se  hicieron  en  esta  época  para  la  formación  de  la  ópera  es- 
pañola en  las  tres  fases  que  ofrece  el  asunto;  son  a  saber:  mú- 
sica extranjera  con  palabras  castellanas;  música  de  compositor 
español  con  la  letra  eu  italiano;  y,  por  último,  la  verdadera,  la 
propiamente  dicha  ópera  nacional,  aquella  en  que  el  composi- 
tor es  hijo  de  España,  y  el  libreto  aparece  escrito  en  castellano. 

La  primera  clase  no  dio  el  resultado  que  sus  iniciadores  es- 
peraban; y  no  lo  dio  quizá  por  las  condiciones  intrínsecas  del 
género,  observando  que  el  público  propende  a  la  risa,  al  escu- 
char en  castellano  ciertos  diálogos  serios  puestos  en  música; 
quizá  también  por  los  medios  poco  adecuados  de  que  pudo  dis- 
poner la  empresa  para  realizar  su  pensamiento. 

El  teatro  de  Buenavista,  situado  en  la  calle  de  Silva,  como 
ya  hemos  dicho  en  la  década  anterior  al  tratar  de  los  Teatros 
de  segundo  orden,  fue  el  local  donde  se  hizo  el  primer  ensayo 
con  una  compañía  que  desde  luego  correría  parejas  con  el  co- 
liseo, aunque  figuraban  eu  ella  la  Carlota  Villó,  cantante  de 
buenas  condiciones  artísticas,  y  Aznar,  un  buen  bajo  que  luego 
cantó  en  el  Circo. 

Durante  el  mes  de  Junio  de  1846  se  representaron  eu  dicho 
local,  y  en  castellano,  las  óperas  Norma,  El  Barbero  de  Sevi- 
lla y  Clara  de  Rosemberg.  En  el  mes  de  Setiembre  se  trasladó 
la  compañía  al  teatro  del  Instituto,  y  allí  dieron  La  vuelta  de 
Columela,  traducida  por  D.  José  Sauz,  Elixir  d'amore  y  otra 
vez  El  Barbero,  reforzando  la  compañía  con  María  Soriano  y 


í 


Í'OR   CARLOS    CAMBRONERO  109 


Joaquín  Montañés,  que  cantaron,  además,  la  escena  de  El  Chu- 
rra, música  de  Basili. 

Y  no  se  volvió  a  hablar  más  de  opera  italiana  con  libreto 
traducido. 

El  género  no  era  cosa  nueva,  pues,  según  dice  la  Crónica  de 
la  Opera^  italiana  en  Madrid  (1),  de  muy  antiguo  se  tenía  esta 
costumbre,  y  hasta  se  prohibió,  por  Real  orden  de  28  de  Di- 
ciembre de  1799,  cantar  piezas  que  no  estuvieran  en  idioma 
castellano.  Bien  es  verdad  que  en  el  primer  cuarto  del  siglo  xix 
tuvimos  cantantes  que  podían  competir  con  los  extranjeros, 
como  la  Lorenza  Correa,  la  Joaquina  Arteaga,  las  herma- 
nas Moreno  y  el  celebérrimo  Manuel  García. 

En  tiempo  de  Fernando  VII  hubo  en  Madrid  verdadera 
irrupción  de  artistas  líricos  italianos;  pero  no  lograron  suplan- 
tar por  completo  a  los  españoles,  sosteniendo  enhiesto  el  pa- 
bellón nacional  la  Loreto  García,  la  Concepción  Lledó,  los 
bajos  Dionisio  López  y  José  María  Ruiz  y  algunos  otros  ar- 
tistas, hasta  que  nos  declaramos  vencidos  en  el  ramo  de  teno- 
res cuando  apareció  Montresor  en  el  Príncipe,  el  13  de  Junio 
de  1826,  con  Zelmira,  de  Rossini,  y  formando  parte  de  una 
compañía  dirigida  por  el  propio  Saverio  Mercadante,  que  to- 
davía era  muy  joven  y  no  tenía,  como  compositor,  la  fama 
que  justamente  adquirió  luego. 

En  la  década  anterior  ya  hemos  visto  que  estaban  en  baja 
los  cantantes  españoles,  sobresaliendo  únicamente  la  encanta- 
dora Antonia  Campos  y  el  popular  Paco  Salas;  y  en  la  época 
que  estamos  reseñando,  quedó  eclipsada  por  completo  nuestra 
preponderancia  ante  la  Basso-Borio,  la  Ober-Rossi,  la  Per- 
siani,  Moriani,  Tamberlick  y  Ronconi. 

Pasemos  ahora  a  reseñar  brevemente  la  gestión  que  en  Ma- 
drid hubo  de  realizarse  para   dar  al  teatro  óperas  de  música 


(1)  Escrita  por  el  que  fue  en  vida  nuestro  queridísimo  amigo  D,  Luis 
Carmena  y  Millán,  cuyo  trabajo  nos  ha  servido  de  base  para  formar  estos 
apuntes  en  lo  que  a  la  ópera  se  refiere. 


lio  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

española  con  letra  italiana.  Ya  hemos  visto  que  en  la  década 
anterior  se  hicieron  Cristóforo  Colón,  Ismália  y  Eufemio  di 
Messina,  de  Carnicer;  Eurico  e  Clotilde  o  La  rosa  blanca^  de 
Genovós;  I permestra,  de  Saldoni,  e  II  carrozzino  da  venderé^ 
de  Basili,  a  quien  podemos  considerar  como  español  (1);  y  en 
la  época  que  historiamos  aparecen  La  conjura  di  Venezia,  por 
Ventura  Sánchez  Lamadrid;  II  solitario  (2)  y  La  tregua  de  To- 
lemaida,  por  Eslava;  Luisa  de  la  Valliére^  por  Q^enovés;  Irza, 
por  Francisco  Gómez  Laharrán,  y  Hernán  Cortés,  por  Ignacio 
Ovejero.  No  se  puede  decir,  a  juzgar  por  las  referencias  de  los 
periódicos  de  la  época,  que  estas  óperas  alcanzasen  éxitos  rui- 
dosos y  entusiastas;  pero  no  desmerecieron  de  otras  debidas  a 
la  pluma  de  compositores  extranjeros,  debiendo  hacer  constar 
que  estos  primeros  ensayos  parecían  de  buen  auspicio  para  lo 
que  de  tan  loable  empresa  podía  esperarse, 

Sánchez  Lamadrid  tenía  alientos  para  seguir  por  el  camino 
empezado:  en  Cádiz,  el  año  1850,  se  estrenó  una  ópera  suya 
titulada  Malek-Adel,  y  en  1864  otra  con  el  título  de  La  Maya. 

La  Irza,  de  Gómez  de  Laharrán,  se  representó  en  el  Circo 
para  el  beneficio  de  Taraberlick,  que  la  cantó  con  amore,  por- 
que aquel  tenor  tuvo  siempre  mucha  predilección  por  los  artis- 
tas españoles  y  por  las  cosas  de  España.  La  ópera  Irza  se  ha- 
bía estrenado  en  Cádiz  pocos  meses  antes. 

Tomás  Genovés  tenía  deseos  de  trabajar:  en  Bolonia  le  ha- 
bían representado  una  ópera,  titulada  Zelma;  luego  escribió 
La  bataglia  di  Lepanto,  Bianca  di  Belmonte  e  Iginia  d'Asti, 
que  llegó  a  cantarse  en  Ñapóles. 

Ignacio  Ovejero,  el  autor  de  Hernán  Cortés,  era  aquel  niño 
de  once  años  que  en  1839  compuso  una  sinfonía,  ejecutada  con 
aplauso  en  el  teatro  de  la  Cruz  por  la  orquesta  de  la  compañía 
de  ópera. 

(1)  No  sabemos  si  lo  era;  pero  residía  en  Madrid  desde  1825,  y  se  ha- 
bía casado  cou  una  española,  Teodora  Lamadrid. 

(2)  Representada  anteriormente  en  Sevilla  y  en  Cádiz.  El  argumento 
estaba  basado  en  la  novela  del  Vizconde  de  Arlincourt  con  el  mismo  título. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  111 

El  concepto  de  D.  Hilarión  Eslava  está  bien  definido,  al 
punto  de  que  no  necesitamos  hacer  su  elogio.  La  tregua  de  To- 
lemaida  gustó,  y  eso  que  el  libreto  resultaba  malo  y  carecía  de 
situaciones  musicales.  Pondera  un  revistero  la  perfecta  instru- 
mentación del  maestro,  aunque  conceptúa  que  había  exceso  de 
ésta  en  algunos  trozos:  dice  que  la  ópera  parecía  de  Mercadau- 
te,  y  que  la  Q-ariboldi  y  el  tenor  Unanue  tuvieron  momentos 
felices.  Se  pidió  con  insistencia  que  se  presentase  ante  el  pú- 
blico el  autor;  pero  éste,  por  su  estado  eclesiástico,  no  salió  a 
escena,  sino  que  se  asomó  al  palco  de  la  autoridad.  Eslava  era 
alto,  seco  de  carnes,  algo  encorvado  por  efecto  de  su  estatura, 
y  llevaba  generalmente,  como  le  hemos  visto  nosotros  muchas 
veces,  un  gran  levitón  negro,  sombrero  de  copa  y  alzacuello. 

Desgraciadamente,  estos  ensayos,  que  parecían  precursores 
del  cultivo  constante  de  la  ópera  por  nuestros  compositores  de 
música,  no  sirvieron  de  aliciente  para  nuevas  tentativas,  y 
hubo  de  abandonarse  completamente  tan  patriótico  proyecto. 
Pero  todo  tiene  su  explicación:  la  circunstancia  de  concebirse 
al  propio  tiempo  la  creación  de  la  zarzuela  indujo  a  seguir  este 
camino,  más  modesto,  pero  más  práctico,  a  los  que,  satisfa- 
ciendo sus  entusiasmos  por  el  arte,  procuraban  satisfacer  a  la 
par  las  necesidades  imperiosas  de  la  vida. 

Vamos  a  reseñar  la  última  fase  de  las  tres  en  que  hemos 
dividido  la  crónica  de  la  ópera  española  en  este  período,  o  sea 
la  ópera  española  con  música  de  autor  español  y  libreto  en  cas- 
tellano. De  esto  hubo  poco,  pero  hubo  algo.  Hemos  hecho  men- 
ción de  El  rapto,  ópera  española  de  Tomás  Genovés,  estrenada 
en  el  teatro  de  la  Cruz  el  17  de  Junio  de  1832,  y  esto  debemos 
considerarlo  como  el  primer  ensayo  del  género,  que,  en  honor 
de  la  verdad,  no  parece  que  fue  mal  recibido. 

Posteriormente  se  realizaron  dos  tentativas:  una  en  el 
Circo,  el  9  de  Julio  de  1846,  con  Padilla  o  El  asedio  de  Medi- 
na, letra  de  D.  Gregorio  Romero  Larrañaga  y  música  de  don 
Joaquín  Espín  y  Guillen;  y  otra  en  la  Cruz,  el  4  de  Marzo 
de  1846,   con   El  diablo  predicador,  letra  de  D.  Ventura  de  la 


112  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Vega  y  música  de  D.  Basilio  Basili  (1).  Esta  resultó  más  ge- 
Daiuamente  española  que  la  otra,  porque  se  escribió  el  libreto 
sobre  la  tan  conocida  comedia  del  siglo  xvii,  con  el  mismo  tí- 
tulo, y  fueron  españoles  los  artistas  que  interpretaron  la  obra: 
la  Josefa  Chimeno,  la  Agustina  Chelva,  Manuel  Oarrión, 
Francisco  Salas,  Joaquín  Becerra,  Vicente  Barba  y  Lucas 
Velasco, 

La  ópera  del  maestro  Espín  y  Guillen  no  se  representó 
completa;  solamente  el  cuadro  primero  del  primer  acto;  pero 
sí  con  todos  los  honores,  porque  se  hizo  a  beneficio  del  autor, 
y  preparando  una  función  especial,  dividida  en  tres  partes.  En 
la  primera,  que  se  abrió  con  la  sinfonía  de  Nabuco  (no  podía 
faltar  Verdi  en  la  solemnidad),  se  cantaron  varios  números  de 
ópera  por  artistas  de  la  compañía,  y  Cristóbal  Ondrid  tocó  al 
piano  una  fantasía,  de  su  composición,  sobre  motivos  de  Ma- 
ría de  Rohan;  la  segunda  parte  la  constituyó  el  trozo  de  ópera 
de  Espín  y  Guillen,  admirablemente  cantada  por  la  Ober- 
Rossi  y  Tamberlick;  y  para  final  o  tercera  parte,  se  hizo  el 
acto  segundo  de  Gisela  o  Las  Wilis,  baile  en  que  tantos  aplau- 
sos conseguía  la  famosa  Guy  Stephan. 

En  Padilla  se  aplaudieron  un  coro  de  comuneros,  una  ca- 
vatina que  cantó  Tamberlick  de  un  modo  magistral,  haciendo 
el  papel  de  Fonseca,  y  un  dúo  con  la  Ober  Rossi  (Doña  María 
Pacheco),  que  les  valió  a  los  dos  cantantes  muchos  aplausos. 
Después  de  todo,  y  para  la  falta  de  protección  que  los  españo- 
les tenemos  unos  con  otros,  no  se  pudo  quejar  el  maestro  Es- 
pín y  Guillen. 

-Esta  es  la  historia  de  las  tentativas  llevadas  a  cabo  hasta 
1849  para  establecer  la  ópera  española,  y  si  el  espíritu  que  las 
animaba  hubo  de  entibiarse,  en  cambio  logró  inspirar  crecien- 
te entusiasmo  a  los  que  con  decidido  esfuerzo  concibieron  el 
proyecto  de  hacer  resurgir  nuestra  antigua  zarzuela,  como  lo 
veremos  en  el  capítulo  correspondiente. 

(1)  Saldoni  tenia  compuesta  una  ópera  española,  titulada  Boabdüy  que 
no  llegó  a  representarse. 


POR    CARLOS CAMBRONERO  113 


El  Ayuntamiento  también  se  propuso  fomentar  el  des- 
arrollo de  la  ópera  española,  y  al  efecto,  en  el  pliego  de  ba- 
ses (1)  para  el  arrendamiento  de  los  teatros  del  Príncipe  y  de 
la  Cruz,  dedicó  al  objeto  el  art.  25,  que  decía  textualmente: 

«El  empresario  del  teatro  de  la  Cruz  podrá  formar  compa- 
ñía de  verso,  y  tendrá  precisión  de  ajustar  otra  lírica,  com- 
puesta única  y  exclusivamente  de  cantantes  y  músicos  españo- 
les que,  con  preferencia  a  óperas  extranjeras,  ejecuten  las  es- 
pañolas compuestas  hasta  el  día,  y  que  se  compongan  en  lo 
sucesivo.» 

En  vista  de  esto,  una  sociedad  titulada  España  Musical  ele- 
vó al  Ayuntamiento  una  instancia,  ampliando  las  iniciativas 
del  Concejo,  en  la  que  proponía  unas  bases  más  concretas  para 
el  planteamiento  de  la  ópera  nacional;  pero  se  oponían  dificul- 
tades insuperables,  y  hubo  que  contentarse  con  lo  que  deter- 
minaba el  citado  art.  25,  que  después  de  todo  sirvió,  indirecta- 
mente, para  contribuir  a  la  formación  de  la  zarzuela. 

Zax*zuelas . 

Treinta  zarzuelas  escribió  D.  Ramón  de  la  Cruz,  según  el 
catálogo  que  de  las  obras  de  este  ilustre  sainetero  publicó  el 
erudito  académico  D.  Emilio  Cotarelo,  y  la  primera  de  ellas 
se  representó  en  1757;  de  modo  que,  sin  meternos  en  más  dis- 
quisiciones, vemos  que  el  género  goza  ,de  abolengo  indiscuti- 
ble. Y  no  se  diga  que  entonces  tuvo  otro  carácter  la  zarzuela, 
ni  que  se  comprendía  de  modo  distinto;  pues,  comparando 
aquellas  con  las  de  hoy,  vemos  que  no  se  diferencian  sino  en 
la  más  adecuada  distribución  de  los  números  de  música,  cuya 
colocación,  a  veces,  tanto  ahora  como  entonces,  no  resulta 
bien  preparada;  así,  el  mismo  D.  Ramón,  en  una  escena  de  La 
mesonerilla  (2),  pone  en  boca  de  una  muchacha  los  tres  versos 


(1)  31  Enero  de  1848. 

(2)  Zarzuela  estrenada  en  1769,  con  música  de  D.  Antonio  Palomino. 


114  CRÓNICAS  DEL  TIISMPO  DE  ISABEL    II 


siguientes,  dirigidos  a  los  demás  interlocutores  como  aviso  de 
que  Ta  a  cantar: 

cSi  no  pueden  entenderlo 

rezado,  se  lo  diré 

cantando:  tengan  silencio.» 

Y  echa  su  caución. 

En  esta  zarzuela  hay  siete  números  de  música:  seguidillas, 
canción,  seguidillas,  minué,  seguidillas,  aria  y  seguidillas. 

Treinta  zarzuelas,  muchas  de  ellas  en  dos  actos,  ya  son  nú- 
mero suficiente  para  que  a  D.  Ramón  de  la  Cruz  le  demos  la 
alternativa  en  el  género,  y  si  el  saínete  le  aclama  como  su 
restaurador,  la  zarzuela  debe  designarle  puesto  preferente  en 
su  historia,  porque  él  dio  la  pauta,  con  Briseida  y  con  Las  la- 
hradora»  de  Murcia^  de  lo  que  años  después  se  había  de  consi- 
derar como  cosa  nueva  y  nunca  vista. 

Al  comenzar  el  siglo  xix,  fuese  por  la  carencia  de  composi- 
tores y  de  libretistas  de  zarzuela,  fuese  porque  el  público  se 
distrajese  con  la  ópera  italiana  que  cautivaba  toda  su  atención, 
fuese  por  otras  causas  que  desconocemos,  el  caso  es  que  la 
zarzuela  quedó  por  completo  olvidada,  y  hubo  que  volver  a 
inventarla,  como  si  no  hubiese  existido.  Ya  hemos  visto  lo  que 
pasó  con  El  rapto:  es  una  zarzuela  en  toda  regla,  y  tanto  el 
autor  como  la  Prensa,  se  empeñaron  en  calificarla  de  ópera, 
por  no  darse  cuenta  de  que  teníamos  un  género  lírico -dramá- 
tico, llamado  zarzuela,  en  el  que  encajaba  perfectamente  la 
obra  de  Larra  y  de  Genovés. 

Al  fin  de  este  período  que  vamos  a  reseñar  quedó,  con  la 
representación  de  El  Duende^  constituida  la  zarzuela;  pero  an- 
tes hay  una  gestión  muy  laboriosa,  que  conviene  conocer  para 
formar  idea  de  lo  sucedido,  de  los  esfuerzos  realizados  por  los 
compositores  hasta  conseguir  un  éxito  seguro,  y  de  las  buenas 
disposiciones,  en  favor  de  la  música  española,  del  público  que 
concurría  a  los  teatros  del  Príncipe,  de  la  Cruz,  del  Instituto 
y  de  Variedades. 

Terminó  la  década  anterior  poniéndose  en  escena,  en  el 


POR    CARLOS    OAMBRONERO  115 

teatro  de  la  Cruz,  El  novio  y  el  concierto,  obra  a  la  que  su  au- 
tor, Bretón  de  los  Herreros,  dio  la  denominación  de  comedia- 
zarzuela  (1),  circunstancia  muy  de  tener  en  cuenta  porque 
sirve  para  cerrar  el  período  cou  una  zarzuela  de  derecho,  así 
como  había  comenzado  con  una  de  hecho,  El  rapto,  malamen- 
te calificada  de  ópera. 

15  Julio  1841. — Cruz. — El  ventorrillo  de  Crespo,  zarzuela 
en  un  acto  (2),  letra  de  Rodríguez  Rubi  y  música  del  maestro 
Basili.  Se  intercaló  el  Polo,  de  Manuel  García,  y  el  Charrán, 
de  Iradier. 

Diciembre  de  1842. — Cruz. — La  campanilla,  ópera  en  un 
acto,  de  Donizetti,  cantada  por  Bárbara  Lamadrid,  su  marido 
D.  Francisco  Salas,  D.  Vicente  Barba  y  coros. 

9  Enero  1843. — Principe. — Los  solitarios^  zarzuela  nueva, 
imitada  de  un  vaudeville,  encargándose  de  su  desempeño  Matil- 
de Diez,  Teodora  Lamadrid  y  Julián  Romea.  «Ninguno  de  los 
tres — decía  el  anunbio — presume  de  cantor,  y,  por  lo  tanto, 
no  abrigan  otra  pretensión  que  la  de  dar  a  los  espectadores 
esta  prueba  más  de  lo  muy  reconocidos  que  están  a  su  bene- 
volencia.» 

Mayo  1843. — Cruz. — En  el  segundo  acto  de  Lo  de  arriba 
abajo,  drama  de  costumbres  populares,  cantaban  la  Valverde 
y  Pastor  un  dúo  de  Iradier,  titulado  La  riña  del  calesero;  y  en 
la  pieza  Un  ladrón  menos,  de  carácter  andaluz,  escrita  por 
Eduardo  Asquerino,  cantó  Caltañazor  una  jácara  de  Jerónimo 
Fuertes. 

1.°  Diciembre  1843. — Principe. — Función  dedicada  por  el 
Ayuntamiento  a  la  Reina  Isabel,  con  motivo  de  haber  sido  de- 
clarada su  mayoría  de  edad.  Concluyó  la  fiesta  cou  unas  ma- 
lagueñas, bailadas  por  todo  el  cuerpo  de  baile,  con  coplas  alu- 
sivas al  acontecimiento,  cantadas  por  la  Juanita  Pérez  y  Cal- 
tañazor. 


(1)  Música  de  Basili. 

(2)  O  tonadilla,  que  con  ambos  calificativos  se  la  designa. 


116  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

24  Diciembre. — Cruz. — El  mesón  en  Nochebuena^  zarzuela 
en  uu  acto,  música  de  Iradier. 

\°  Enero  1844. — Principe. — Matilde  y  Guzmán  cantaron 
la  tonadilla  titulada  Doña  Toribia  y  Don  Celedonio  (1). 

13  Enero. — Principe. — Jeroma  la  castañera,  tonadilla  de 
D.  Mariano  Soriano  Fuertes,  por  Matilde,  Sobrado  y  Mariano 
Fernández. 

26  Marzo. — Cruz. — La  cigarrera,  caución  de  Iradier,  por  la 
Juanita  Pérez. 

24  Diciembre. — Cruz. — La  venida  del  soldado,  tonadilla, 
cantada  por  Plácida  Tablares,  Azcona  y  Caltañazor. 

17  Diciembre  1846.  —  Variedades. — La  Sra.  Andújar  y  don 
Diego  Fernández  de  la  Vega  cantaron  la  tonadilla  Doña  To- 
ribia y  Don  Celedonio. 

21  Diciembre. — La  tahona,  tonadilla,  por  la  Sra.  Pamias, 
Caltañazor,  Lumbreras  y  Catalina. 

24  Diciembre. — En  el  mismo  teatro,  La  castañera,  escena 
española,  letra  de  Mariano  Fernández  y  música  de  Soriano 
Fuertes. 

24  Setiembre  1846. — Buenavistd. — La  viuda  y  el  sacristán, 
tonadilla,  cantada  por  la  Sra.  Losada  y  el  Sr.  Azopardo, 

30  Octubre  1846. — Instituto. — El  churrú,  escena  española, 
con  música  del  maestro  Basili. 

19  Diciembre. — Cruz. — La  venganza  de  Alifonso,  zarzuela 
en  uu  acto,  parodia  de  algunas  escenas  de  Lucrecia,  cantada 
con  la  música  de  la  misma  ópera  por  la  Noriega,  Caltañazor, 
Aznar  y  Carceller.  Letra  de  Azcona. 

13  Febrero  1847. — Cruz. — El  sacristán  de  San  Lorenzo, 
zarzuela  en  tres  actos,  parodia  de  Lucia  di  Lammermoor,  apro- 
vechando la  música  de  la  ópera.  La  cantaron  la  Noriega,  Calta- 
ñazor, Lumbreras,  Azuar  y  Aguirre. 

Fernández  de  los  Ríos  censuró  estas  humoradas,  porque,  a 
su  juicio,  el  procedimiento  contribuía  a  poner  en  ridículo  las 


(1)    La  veuian  cantando  desde  1841. 


POR   CARLOS   CAMBROKKRO  117 

Óperas;  además  de  que  como  do  se  contrataban  para  el  caso  ar- 
tistas líricos,  dice  que  se  convertían  los  buenos  actores  en  ma- 
los cantantes. 

11  Marzo. — Cruz. — La  pradera  del  Canal,  zarzuela  en  un 
acto,  con  música  de  Iradier  y  de  Oudrid.  De  esta  obra  dijo  el 
crítico  citado  anteriormente,  que  era  una  verdadera  zarzuela, 
y  le  gustó  más  que  El  sacristán  de  San  Lorenzo  y  La  venganza 
de  Alifonso. 

19  Mayo. — Instituto. — ¡Es  la  chachi!,  zarzuela  andaluza,  de 
Sánchez  del  Arco,  por  la  Revilla  y  Dardalla. 

25  Noviembre. — En  el  mismo  teatro,  La  sal  de  Jesús,  zar- 
zuela andaluza  también. 

1.°  Diciembre. —  Variedades. —  Una  tarde  de  toros,  zarzue- 
la en  un  acto,  letra  de  D.  Juan  de  Alba.  No  sabemos  quién 
era  el  autor  de  la  música. 

13  Diciembre. — Cruz. — El  suicidio  de  Rosa,  zarzuela  en  un 
acto  y  en  verso,  letra  de  Azcona,  adaptada  a  la  música  de  La 
Straniera,  de  Belliui. 

Diciembre  1847. — Instituto. — El  turrón  de  Nochebuena ,  zar- 
zuela en  un  acto,  con  música  de  Oudrid. 

9  Febrero  1848. —  Variedades. — La  ley  del  embudo,  letra  de 
D.  Juan  de  Alba. 

4  Marzo. — Príncipe. — La  venta  del  Puerto  o  Juan  el  contra- 
bandista, zarzuela  con  música  de  Oadrid,  Ovejero  y  D.  Fran- 
cisco Salas. 

21  Diciembre  1848. — En  el  mismo  teatro,  Los  picaros  cas- 
tigados o  la  fiesta  en  el  cortijo,  escena  cómica,  letra  de  Ma- 
riano Fernández  y  música  de  Ignacio  Ovejero  y  Cristóbal 
Oudrid. 

21  Diciembre. — Instituto. — El  ensayo  de  una  ópera  titulada 
Las  sacerdotisas  del  sol,  zarzuela  con  música  de  Oudrid.  Se 
intercaló  un  aria  de  Rafael  Hernando,   cantada  por  la  Cortés. 

15  Febrero  1849. — Principe. — En  el  baile  El  jaleo  de  Se- 
villa, compuesto  por  Oudrid;  introdujo  éste  unos  coros  para 
darle  mayor  variedad. 


118  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 


16  Febrero. — Instituto. — Palo  de  ciego,  derecho  a  las  costi- 
llas, zarzuela  arreglada  del  francés,  por  D.  Juan  del  Peral, 
con  música  de  D.  Rafael  Hernando;  tenía  los  números  musi- 
cales siguientes:  romanza,  duettiuo,  aria,  cavatina,  terceto, 
dúo,  brindis  y  rondó  final. 

lo  Marzo. — En  el  mismo  teatro,  Misterios  de  bastidores, 
zarzuela  en  un  acto,  letra  de  D.  Francisco  de  Paula  Monte- 
mar  y  música  de  Oudrid;  tres  arias,  una  de  ellas  con  coro,  un 
dúo,  un  concertante  y  un  cuarteto  final. 

Estas  dos  últimas  obras  se  mantuvieron  muchos  días  en  el 
cartel,  prueba  de  que  fueron  del  agrado  del  público. 

21  Marzo. — En  el  mismo  teatro,  Colegialas  y  soldados,  zar- 
zuela en  dos  actos,  con  música  de  Hernando. 

6  Junio. —  Variedades. — El  Duende,  zarzuela  eu  dos  actos, 
letra  de  Luis  Olona  y  música  de  Rafael  Hernando;  tenía  17 
números  musicales.  Éxito  indiscutible,  proclamado  por  las  ga- 
cetillas de  los  periódicos. 

6  Julio. — Instituto. — La  paga  de  Navidad,  zarzuela  en  un 
acto,  con  música  de  Oudrid. 

19  Julio. — Eu  el  mismo  teatro.  Ánimas  del  purgatorio,  zar- 
zuela en  un  acto,  con  música  del  maestro  Fernández  Gardín. 

2  Agosto. — En  el  mismo  teatro,  El  alma  en  pena,  zarzue- 
la en  un  acto,  música  de  Oudrid. 

24  Diciembre. — Principe. — La  Mensajera,  zarzuela  en  djos 
actos  y  en  prosa,  letra  de  Luis  Olona  y  música  de  Gaztambide. 
Parece  que  gustó  mucho,  y  eso  que  el  libreto  tiene  pocos 
lances. 

Como  vemos  por  esta  relación  cronológica,  el  público  y  los 
compositores  tendían  inconscientemente  a  la  formación  de  la 
zarzuela,  intercalando  éstos  piezas  musicales  en  las  comedias, 
y  alentando  aquél  con  su  aplauso  la  ingerencia  del  género  lí- 
rico en  las  obras  qee  se  llamaban  de  verso,  porque  en  verso  y 
no  en  prosa  se  escribían,  por  lo  común,  no  ya  los  dramas  y  las 
comedias,  sino  hasta  los  saínetes,  fines  de  fiesta,  juguetes  dra- 
máticos y  demás  obras  en  un  acto. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  119 

La  tonadilla  no  había  sido  desterrada  del  todo,  y  aunque 
carecíamos  de  compositores  que  las  escribiesen  y  de  las  partes 
de  cantado  que  las  ejecutasen,  de  vez  en  cuando  se  presentaba 
alguna  que  otra  por  extraordinario. 

Comprendiendo  Basili  y  Soriano  Fuertes  que  si  bien  las 
tonadillas  gustaban,  había  que  renunciar  a  las  del  tiempo  de 
Carlos  IV  por  anticuadas,  acometieron  la  empresa  de  hacer 
alguna  para  pulsar  el  estado  de  la  opinión;  al  efecto  escribie- 
ron, ol  primero.  El  ventorrillo  de  Crespo,  y  el  segundo,  Jeroma 
la  castañera,  que  venían  a  resultar  unas  verdaderas  zarzuelas; 
y,  por  lo  tanto,  estas  tonadillas  son  el  lazo  de  unión  de  uno  y 
otro  género,  de  tal  modo,  que  a  El  ventorrillo  de  Crespo  se  le 
llama  indistintamente  tonadilla  o  zarzuela  en  las  publicacio- 
nes de  la  época. 

El  resultado  fue  satisfactorio;  pero  nosotros  que  hemos  pa- 
decido siempre  la  sugestión  de  París,  en  vez  de  ampliar  la  to- 
nadilla para  constituir  la  zarzuela,  o  de  continuar  el  camino 
trazado  por  D.  Ramón  de  la  Cruz  y  D.  Antonio  Rodríguez  de 
Hita  en  Las  labradoras  de  Murcia,  nos  fuimos  a  imitar  los  vau- 
devilles. 

Bajo  esta  desdichada  influencia  se  puso  en  escena,  en  el 
Príncipe,  el  año  1843,  Los  solitarios,  pieza  arreglada  de  un 
vaudeville  francés. 

Afortunadamente,  las  empresas  abandonaron  esa  ruta,  y 
aunque  más  adelante,  en  el  teatro  del  Instituto,  se  representó 
otro  vaudeville  traducido  (1),  se  le  dio  el  nombre  de  zarzuela, 
y  le  puso  música  española  Rafael  Hernando. 

La  falta  de  orientación  y  la  poca  confianza  que  en  sus 
fuerzas  tenían  los  compositores,  extraviaba  el  criterio  de  las 
empresas  y  ti  de  los  autores  que  podían  dedicarse  a  escribir 
libretos  de  zarzuela;  por  esto,  deseando  satisfacer  la  demanda 
de  composiciones  líricas  en  castellano,  se  apeló  al  medio  de 
escribir  piezas  adaptando  la  letra  a  la  música  de  óperas  cono- 


(1)    Palo  de  ciego. 


120  CRÓNICA»  DKL  TIEMPO  DiC  ISABEL  11 

cidas,  y  así  se  pusieron  en  escena  La  venganza  de  Alifonso,  El 
sacristán  de  San  Lorenzo  y  El  suicidio  de  Rosa,  aprovechando 
respectivamente  los  motivos  musicales  más  sobresalientes  de 
Lucrecia  Borggia,  de  Luisa  di  Lammermoor  y  de  La  Straniera, 
con  el  beneplácito  y  aquiescencia  del  público,  que  lo  demos- 
traba de  una  manera  indubitable  acudiendo  todas  las  noches  a 
la  taquilla  del  despacho  de  billetes.  Algunos  críticos  protesta- 
ban contra  este  espectáculo  lírico-literario;  pero  los  empresa- 
rios se  desentendían  de  estas  censuras,  y  sostenían  las  obras 
en  el  cartel  días  y  días,  mientras  les  producían  rendimientos. 

Contribuyó  un  tanto  a  la  resurrección  de  la  zarzuela  casti- 
za la  circunstancia  de  representarse  en  el  teatro  del  Instituto 
piezas  del  género  andaluz,  donde  venían,  como  anillo  al  dedo, 
cancioucitas  y  dúos  que  de  contrabando  se  ingerían  en  la  obra, 
favoreciendo  al  buen  éxito  de  ésta. 

Desechando  temores,  y  con  un  arranque  digno  de  la  pa- 
triótica causa  que  les  impulsaba,  algunos  compositores  se  de- 
cidieron francamente  a  escribir  zarzuelas.  Iradier  hace  El  me- 
són en  Nochebuena;  el  mismo,  con  Oudrid,  La  pradera  del  Ca- 
vial] Oudrid  solo,  El  ensayo  de  una  ópera  y  Misterios  de  basti- 
dores; Oudrid  con  Ovejero,  La  venta  del  Puerto  y  Los  picaros 
castigados;  Hernando,  Palo  de  ciego  y  Colegialas  y  soldados, 
hasta  que,  por  fin,  este  último  maestro  compositor,  con  un  li- 
breto de  Luis  Olona,  tuvo  el  acierto  de  poner  en  escena,  en  el 
teatro  de  Variedades,  el  6  de  Junio  de  1849,  la  archifamosísi- 
ma  zarzuela  titulada  El  duende. 

Todo  lo  que  se  diga  es  poco  para  describir  el  exitazo  que 
obtuvo  la  obra,  cuyo  mérito  literario  y  musical  no  responde, 
desgraciadamente,  al  efecto  que  produjo  en  el  público;  pero 
éste  sentía  el  ansia  del  género,  y  al  ver  que  El  duende  reunía 
las  condiciones  modestas  que  entonces  podían  exigirse,  le  pro- 
clamó como  patrón  y  norma  de  la  futura  zarzuela. 

El  duende  tiene  los  siguientes  números  musicales:  Primer 
acto,  divertimieuto  instrumental,  coro  de  introducción,  due- 
tino,  aria,  dúo,  polka  burlesca,  canción,  nocturno  y  final.  Se- 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  121 

gundo  acto,  introducción,  seguidillas  (cantadas  y  bailadas), 
duetino,  terceto,  aria  (cantada  por  Manuel  Catalina)  (1),  coro, 
canción  y  final. 

Total,  17  piezas. 

Por  esto  gustó,  porque  tenía  mucha  música.  Olona  y  Her- 
nando fueron  llamados  varias  veces  al  palco  escénico,  y  la  or- 
questa del  teatro  les  dio  una  serenata. 

La  representación  de  El  duende  viene  a  cerrar  honrosa- 
mente la  crónica  de  la  zarzuela  en  este  período,  y  sirve  de 
base  a  la  resurrección  del  género,  que  en  la  década  siguiente 
llegó  hasta  tener  teatro  propio,  como  la  ópera  italiana. 

Nota  final:  lo  que  debió  estar  bueno  fuá  la  tonadilla  El  trí- 
pili, cantada  y  bailada  por  la  Manuela  Perea,  la  saladísima 
Nena,  en  el  teatro  de  la  Cruz,  el  28  de  Diciembre  de  1849. 

Y  vamos  con  la  música  a  otra  parte. 

Oonoiertos. 

Los  conciertos  son  un  indicio  de  la  afición  que  el  público 
tenía  por  la  música,  y  los  que  se  dieron  en  este  período  ofrecen 
interés,  porque  ponen  de  relieve  el  gusto  y  las  tendencias  de 
los  aficionados.  No  se  varió  el  estilo  y  estructura  de  los  verifi- 
cados en  la  década  anterior;  pero  prevalecen  los  concertistas, 
que  obtuvieron  muchos  aplausos,  especialmente  el  incompara- 
ble Listz. 

Mas  no  adelantemos  los  sucesos. 

El  26  de  Marzo  de  •  1840  se  dio  un  concierto  en  la  Cruz, 
compuesto  de  arias,  cavatinas,  etc.,  de  varias  óperas,  y  se  can- 
tó un  juguete  español,  sin  título,  compuesto  por  Basili  para 
Salas,  Calvet  y  Esteban. 

En  el  mes  siguiente  llegó  a  Madrid  un  afamado  profesor  de 
violín,Mr.  José  Ghys,  y  tocó  en  dicho  teatro  una  fantasía  sobre 


(1)    Habitaba  Manuel  Catalina  en  la  calle  de  la  Montera,  33,  tercero 
izquierda. 


122  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

motivos  de  La  Sonámbula  y  otras  piezas  de  su  composición. 

En  los  intermedios  o  entreactos  de  algunas  funciones  dra- 
máticas o  de  ópera  solían  tocar:  el  corno  inglés,  D.  Ramón 
Broca;  el  violín,  D.  Luis  Arche,  y  el  clarinete,  D.  Enrique 
Ficher. 

28  Mayo  1841. — Los  guitarristas  alternaban  en  los  concier- 
tos, y  dieron  uno,  en  el  Instituto  Español^  D.  Ramón  Cáceres  y 
D.  José  María  Ciebra;  la  entrada  costaba  20  reales,  concurrien- 
do a  la  función  el  general  D.  Baldomcro  Espartero,  Regente 
del  Reino. 

2  Agosto. — Cruz. — Concierto  por  un  pianista  llamado  Juan 
Manzochi,  que  tooó  unas  variaciones  sobre  un  tema  de  La  So- 
námbula. 

16  Marzo  1842. — Cruz. — Concierto  organizado  por  la  Aca- 
demia Filarmónica  Matritense.  Se  tooó  el  Stabat  Mater  deRos- 
sini,  dirigido  por  Carnicer. 

También  se  aprovechó  para  conciertos  el  nuevo  teatro  lla- 
mado del  Circo,  y  allí  se  dieron  algunos  en  el  verano  de  1842, 
pue.s  en  el  local  se  gozaba  de  mejor  temperatura  que  en  nin- 
guno de  los  de  la  Corte.  Los  conciertos  se  redujeron  a  tocar 
sinfonías  por  la  orquesta,  y  cantar  arias  y  cavatinas  los  artistas 
de  la  ópera. 

La  arpista  Genny  Lazare  dio  un  concierto  en  el  Liceo  (1),  y 
otro  en  la  Cruz  (2)  D.  José  María  Rivas,  primer  flauta  de  la 
Sociedad  Filarmónica  del  Gran  Teatro  de  la  Reina,  de  Lon- 
dres. 

12  Marzo  1843. — En  el  Circo:  variaciones  de  violín,  de  Be- 
riot,  por  el  joven  profesor  D.  Eduardo  Ficher,  discípulo  de 
D.  José  Isidoro  Vega;  y  Capricho  de  clarín  de  llaves,  por  don 
José  de  Juan  Martínez. 

23  Marzo. — Cruz. — Se  presentan  por  primera  vez  los  guita- 
rristas D.  Vicente  Cano  y  D.  Tomás  Damas,  tocando  piezas  de 


(1)  1842. 

(2)  Eu  el  mismo  año. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  123 


SU  composición  y  fantasías  sobre  motivos  de  operas  italianas. 
•    23  Junio  1843. — Principe. — Concierto  porD.  Vicente  Tito, 
violinista,  y  D.  Juan  Guillermo  Dali,  pianista,  ambos  portu- 
gueses. 

2  Setiembre. — Cruz. — En  un  entreacto  tocó  unas  varia- 
ciones de  flauta  D.  Hilario  Villó,  pariente  quizá  de  las  canta- 
trices de  este  apellido. 

6  Noviembre. — Cruz. — Concierto  por  Salas  y  Ojeda.  Este 
cantó  El  polo  de  la  cárcel,  de  la  ópera  El  Contrabandista,  de 
Basilio  Basili,  y  Salas  la  canción  del  Ventero,  en  la  misma  ópe- 
ra, todo  con  decoraciones  y  trajes.  Después  ejecutaron,  uno 
después  de  otro,  la  caución  del  Torero,  cuya  letra,  de  Rodrí- 
guez Rubi,  había  sido  puesta  en  música  separadamente,  por 
Basili  y  por  Iradier.  El  cartel  anunciaba  que  no  existía  ánimo 
de  competencia,  ni  entre  los  cantantes  ni  entre  los  composito- 
res, y  que  se  presentaban  ambas  composiciones  musicales  a  ins- 
tancias de  muchos  aficionados,  añadiendo  que  hasta  el  orden  en 
que  habían  de  cantar  Salas  y  Ojeda  se  había  sacado  a  la  suerte. 

A  continuación  interpretaron  los  dos  citados  artistas  la  es- 
cena de  La  Pendencia,  letra  de  Juan  Sandoval  y  música  de 
Basili. 

26  Noviembre. — Circo. — Mr.  Skoczdopole  tocó  en  el  cor- 
netín de  pistón  la  cuadrilla  Recuerdos  de  Praga,  y  un  vals  ti- 
tulado La  Madrileña. 

Enero  1844. — Cruz. — Concierto  por  Salas  y  Ojeda:  este 
cantó  La  Calesera,  de  Iradier,  y  con  Salas,  La  Pendencia,  de 
Basili;  gustaron  mueho. 

25  Marzo. — Cruz. — La  Cigarrera,  canción  de  Iradier,  por 
la  Pérez. 

3  Junio. — Cruz. — Marieta  Albini,  «de  quien  tan  gratos  re- 
cuerdos conservaba  el  público»  (frase  del  Diario),  cantó  trozos 
de  Norma  y  el  tercer  acto  de  Otello.  La  Albini,  que  tenía  fama 
europea  por  su  maestría,  por  su  hermoso  timbre  de  voz  y  su 
arrogante  figura,  estaba  ya  decadente,  y  el  público  la  aplau- 
dió, en  atención  a  sus  antiguos  merecimientos. 


124  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

31  de  Octubre,  2,  5  y  9  de  Noviembre  de  1844,  conciertos 
en  el  Circo  por  el  famoso  Listz.  Este  y  los  concertistas  de  su 
época  seguían  otro  sistema  del  que  ahora  se  usa,  pues  no  con- 
sumían ellos  solos  la  sesión,  sino  que  se  limitaban  a  tocar  cua- 
tro o  cinco  piezas,  cantando  trozos  de  ópera  en  los  intermedios, 
para  hacer  más  variada  la  función,  los  artistas  líricos  del  tea- 
tro donde  se  daba  el  coueierto. 

En  el  de  2  de  Noviembre  tocó  Listz:  Fantasía  de  Norma, 
polaca  de  Los  Puritanos,  otra  fantasía  sobre  motivos  de  Don 
Giovanni,  y  una  melodía  húngara.  El  día  9,  variaciones  sobre 
un  tema  de  Los  Puritanos,  marcha  húugara  y  galop  cromática, 
fantasía  sobre  Lucrecia,  y  como  final  unas  improvisaciones. 
El  piano  que  usó  era  de  Boisselot,  de  Marsella,  y  el  mismo 
Listz  acompañó  al  piano  a  la  tiple  ObeiiRossi  y  al  tenor  Pau- 
lin,  que  cantaron  arias  y  dúos  para  completar  el  concierto. 

El  día  13  de  Noviembre  dio  otro  en  el  Principe  a  beneficio 
de  las  cantantes  Sras.  Bernardi  y  Brezzi,  y  las  acompañó  tam- 
bién al  piano  alternando  con  Guelveuzu.  Tocó  la  sinfonía  de 
Guillermo  Tell,  una  fantasía  de  Roberto  y  un  vals  infernal; 
con  Dachi,  profesor  de  corno  iuglés,  nu  Pout-pourri,  y  con 
Guelvenzu,  a  cuatro  manos,  un  dueto  de  Norma. 

El  21  de  Noviembre  se  despidió,  en  el  Circo,  del  público  ma- 
dVileño,  dando  el  último  concierto,  cuyos  productos  dedicó  a  la 
Beneficencia.  Esa  noche  tocó  un  concierto  de  Weber,  variacio- 
nes, a  dos  pianos,  sobre  La  dowwa  ¿'¿ZZa^o/reminiscenciasdeLw- 
cia,  acompañado  por  Guelvenzu,  y  un  capricho  de  su  invención. 

Listz  cautivó  por  completo  al  público.  «Admira  a  todos, 
decía  un  revistero,  uo  sólo  la  ejecución,  elevada  a  lo  infinito, 
sino  el  gran  efecto  que  hace  producir  al  piano,  comparable 
con  el  de  una  completa  orquesta.  Observad  su  rostro,  y  en  él 
veréis  retratadas  todas  las  fuerzas  de  la  sublime  inspiración; 
aquel  hombre  es  el  movimiento  continuo;  su  cabellera  se  agi- 
ta por  lo  que  su  imaginación  trabaja;  con  el  cuerpo,  con  los 
brazos,  con  las  piernas,  con  todo  contribuye  a  dar  expresión  a 
la  música  que  ejecuta.» 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  125 


También  dio  Listz  un  concierto  en  el  Instituto,  y  resultó 
una  solemnidad  artístico-literaria,  dirigida  por  Espín  y  Gui- 
llen. Recitaron  composiciones  poéticas  Romero  Larrañaga, 
Villergas,  Ayguals  de  Izco  y  D.  José  Zorrilla.  Listz  estuvo  ad- 
mirable. La  Reina  Isabel  le  regaló  un  alfiler  de  brillantes  que 
valía  mil  duros. 

Sus  admiradores  le  dieron  una  comida  en  la  fonda  de  Gen- 
yeis,  y  a  los  postres,  el  Sr.  Vélez  de  Medrano  propuso,  y  fue 
el  pensamiento  aceptado  con  entusiasmo,  crear  una  asociación 
de  artistas  musicales,  bajo  la  denominación  de  Santa  Cecilia. 

17  Febrero  1845.  —  Cruz, — En  los  entreactos  de  la  represen- 
tación de  la  ópera  Don  Pascuále  se  presentó  un  violinista,  que 
venía  precedido  de  buena  fama,  Agustín  Robbio,  y  que  se 
proclamaba  único  discípulo  de  Paganini.  Tocó  variaciones  de 
Sonámbula,  Trémolo  de  Beriot,  capricho  sobre  un  tema  de 
Bethoven,  y,  rindiendo  culto  a  la  moda  reinante,  una  fantasía 
compuesta  de  pensamientos  de  valses  de  Strauss,  acompañado 
al  piano  por  el  después  famoso  Joaquín  Gaztambide. 

Competía  con  Strauss,  nuestro  compatriota  D.  Sebastián 
Iradier,  que  compuso  varias  tandas  de  valses,  cuyos  títulos 
eran:  El  carnaval  de  Madrid,  Jerez,  Orgia  y  Borgoña;  se  toca- 
ron en  el  Salón  de  Oriente,  en  los  bailes  del  Liceo  y  en  los  tea- 
tros de  Madrid.  El  género  predilecto  de  Iradier  eran  las  can- 
ciones españolas,  de  gran  aceptación,  tanto  en  el  teatro  como 
en  las  veladas  musicales  de  la  clase  media.  Son  suyas,  entre 
otras  muchas  que  no  recordamos,  las  canciones  siguientes: 
M  tormento,  La  Rita,  La  sevillana,  El  zapateado.  Las  amones- 
taciones, El  naranjero^  Nueva  jota,  La  Cúrrela,  La  perla  de 
Triana,  Los  caracoles.  La  jaca  de  terciopelo  y  El  empalagao. 
Carecen  de  mérito  como  composiciones  musicales;  pero  el  au- 
tor supo  interpretar  el  gusto  del  público,  y  en  su  tiempo  no 
había  modista,  verdulera  ni  fregatriz  que  no  acompañase  su 
trabajo  con  el  sonsonete  de  las  canciones  de  Iradier. 

Carnicer  también  compuso  algunas,  quizá  mejores,  aunque 
no  se  hicieron  tan  populares.  La  más  conocida  es  Los  toros  del 


•126  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Puerto,  cantada  por  Salas  eii  muchas  funciones  de  beneficio. 

26  Febrero. — Cruz. — Concierto  por  Mr.  Van-Gelder,  vio- 
loncello  del  Rey  de  los  Países  Bajos.  Tocó:  Fantasía  sobre  la 
ópera  Lucia  di  Lamermoore ,  y  otra  sobre  aires  españoles;  una 
romanza,  para  violoucello  y  piano,  acompañado  por  la  prima 
donna  del  teatro,  Auunciata  Tirello;  y  M  eco  montañés,  capri- 
cho de  su  país,  acompañado  en  la  misma  forma  que  la  pieza 
anterior. 

1.**  Marzo. — Circo. — Las  caleseras,  canción  española,  de 
Basili,  cantada  por  Caltañazor. 

1.°  Abril — Circo. — Concierto  de  violín  por  Mr.  Artot.  Tocó: 
Recuerdos  de  Bellini,  Fantasía  de  Lucia,  Variaciones,  y  El 
Carnaval  de  Venecia. 

5  Junio. — Principe. — Concierto  de  violín  por  el  niño  Jesús 
Monasterio.  Tocó:  Variaciones  de  Capuletti;  otras  sobre  La 
Oazza  ladra,  y  un  vals  compuesto  por  Robbio  para  el  joven 
violinista.  Jesús  era  hijo  y  discípulo  de  D.  Jacinto,  Juez  de 
primera  instancia  cesante,  que  había  venido  en  Enero  de 
aquel  año  a  Madrid  en  busca  de  colocación,  a  fin  de  poder  pro- 
porcionar al  niño  la  educación  musical  que  necesitaba. 

7  Junio. — Cruz. — Concierto  por  Soler,  Sarmiento  y  Gaz- 
tambide,  que  tocaron,  respetivamente,  el  oboe,  la  flauta  y  el 
piano. 

2  Julio. — Circo. — Concierto  por  J.  B.  Marchal,  pianista 
del  Emperador  de  Rusia.  Fantasía  sobre  motivos  de  Lucía, 
otra  sobre  Hugonotes,  y  una  improvisación  sobre  un  motivo  de 
los  que  le  fueron  presentados  en  la  forma  siguiente:  con  nota 
clara,  condición  indispensable,  entregaron  varios  aficionados 
en  el  teatro  algunos  temas;  Marchal  los  tocó  todos  ante  el  pú- 
blico, y  el  que  mereció  la  aprobación  unánime  de  los  especta- 
dores sirvió  de  motivo  a  la  improvisación,  que  se  aplaudió  mu- 
cho; el  tema  elegido  fue  el  Himno  de  Riego. 

7  Julio. — Circo. — Fantasía  sobre  María  di  Rohan,  com- 
puesta y  ejecutada  al  piano  por  Gaztambide. 

i7  Noviembre. — Circo. — Los  pianistas  Pablo  Desbernine  y 


POK   CARLOS   CAMBRÓN ICRO  127 

Femando  Arizti  tocaron:  Variaciones  de  Herfcz,  a  dos  pianos, 
y  Capricho,  del  mismo  autor,  en  igual  forma;  Desbernine,  una 
fantasía  de  Lucrecia,  y  Arizti,  otra  de  Tlialberg. 

6  Diciembre.  Principe. — Concierto  por  los  cantores  mon- 
tañeses del  Conservatorio  de  Bagnéres.  Cantaron:  Tirolesa  de 
los  Pirineos,  Bolero  montañés,  Nocturno  y  La  primavera  de 
Bagnéres.  Los  cantores  montañeses,  dice  el  anuncio,  vestían 
el  traje  nacional  de  su  país,  y  ejecutaban  todas  las  piezas  sin 
otro  acompañamiento  que  el  de  sus  voces  formando  orquesta. 
Lo  que  hace  hoy  el  último  de  los  orfeones. 

12  Enero  1846. — Cruz. — Presentación  del  famoso  pianista 
Prudent.  Tocó:  fantasía^  de  Hugonotes,  Norma  y  Lucia^  y  un 
capricho  sobre  Sonámbula.  El  piano  que  usó  fue  de  la  casa 
Pleyel,  de  París. 

27  Enero. — Cruz. — Concierto  por  el  pianista  español  Eva- 
risto Bosch,  que  se  decía  discípulo  de  Listz.  Gustó  menos  que 
Prudent,  como  Prudent  había  gustado  menos  que  Listz. 

20  Mayo. — Principe. — Concierto  por  el  violinista  César 
Bossi:  Caprichos  sobre  motivos  de  Lucrecia  y  Juramento. 

10  Junio. — Concierto  de  guitarras  en  el  salón  de  las  Postas 
Peninsulares  (Alcalá,  7).  Tocaron  trozos  de  ópera  D.  Vicente 
Cano,  su  hijo  Antonio  y  otros  guitarristas. 

6  Octubre. — Circo. — Concierto  por  el  violinista  Ole  Bull. 
Polaca  guerrera,  La  plegaria  de  una  madre  y  El  Carnaval  de 
Venecia. 

18  Noviembre. — Principe. — Concierto  por  Mr.  Jaquet,  pro- 
fesor de  melophone  (1). 

La  misma  noche  dio  en  la  Cruz  otro  concierto  el  pianista 
portugués  D.  Juan  Guillermo  Daddi^  tocando  fantasías  de  las 
óperas  Lucia,  Don  Giovanni  y  Moisés. 


(1)  El  melophone,  o  melocordium,  era  uua  especie  de  arpa  con  caja, 
pedales  y  doble  encordadura,  que  se  locaba  por  medio  de  la  pulsacióu  de 
dos  teclados  perpendiculares,  en  cada  uno  de  los  cuales  jugaba  una  mano, 
produciendo  un  sonido  dulce  y  melodioso. 


128  CRÓNICAS  DKL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

24  Febrero  1847. — Principe. — Concierto  por  Mr.  Eiirique 
Spira,  quien  presentó  un  instrumento  nuevo,  compuesto  de 
varios  listones  de  madera  sobre  unos  hacecitos  de  paja.  Tocó 
El  Carnaval  de  Venecia  y  los  indispensables  valses  de  Strauss. 

10  Junio. — Cruz. — Salas  cantó,  vestido  con  traje  de  mujer, 
la  cavatina  de  Ágata  en  la  ópera  Las  conveniencias  teatrales; 
un  zorcico,  y  La  aguardentera,  canción  española,  compuesta 
por  él  mismo. 

18  Junio. — Cruz. — Escena  y  cavatina  de  la  ópera  Norma^ 
ejecutada  por  la  Sra.  Villó,  el  Sr.  Becerra  y  coro,  con  decora- 
ciones y  trajes.  Al  propio  tiempo,  Salas,  vestido  de  majo,  can- 
taba un  jaleo  andaluz,  compuesto  por  el  maestro  Basili,  sobre 
un  tema  de  la  cavatina,  formando  un  terceto  que  no  gustó. 

22  Agosto. — Principe. — Concierto  por  el  guitarrista  don 
Francisco  Huerta.  Tocó:  Sinfonía  de  Ilturco  in  Italia,  Fantasía 
de  Semíramis  e  Improvisaciones  sobre  aires  nacionales. 

8  Octubre. — Museo. — Concierto  a  beneficio  de  la  señorita 
Amalia  Auglós,  alumna  del  Conservatorio  de  María  Cristina. 
Cantó  piezas  de  ópera  y  la  acompañó  al  piano  Florencio  Lahoz. 
La  Anglós  era  una  muchacha  de  grandes  esperanzas;  pero 
murió  muy  joven.  Florencio  Lahoz  tenía  íntima  amistad  con 
nuestro  padre,  y  le  vimos  tocar  muchas  veces  el  piano  eu  casa; 
sin  sobresalir  brillantemente  en  el  mecanismo,  poseía  el  don 
de  conmover  a  los  oyentes  con  la  dulzura  de  su  interpretación. 

11  Octubre. — Circo. — Himno  de  Rossini  a  Pío  IX.  por  260 
voces,  con  acompañamiento  de  orquesta.  Parece  que  no  agradó 
al  público,  quizá  por  la  circunstancia  de  que  los  niños  del  Asi- 
lo de  Desamparados^  que  tomaron  parte,  desafinaron  de  una 
manera  notable,  de  forma  que,  según  un  testigo,  aquellos  ni- 
ños resaltaron  verdaderamente  desamparados.  Asistió  Isa- 
bel II,  y  su  presencia  salvó  al  himno  de  una  grita.  Decían  que 
el  motivo  fundamental  de  la  composición  estaba  tomado  de 
otro  de  La  domina  del  lago,  ópera,  del  mismo  autor,  cantada  por 
primera  vez  en  Madrid  el  año  1828. 

I.**  Febrero  1848. — Circo. — Concierto  por  el  violinista  Au- 


POR   CARLOS    OAMBRONERO  ,129 

gusto  Moeser.  Tocó:  Fantasía  sobre  motivos  de  varias  óperas, 
Andante  original  a  dos  voces  con  sólo  el  violin,  y  Variaciones 
sobre  el  tema  de  Paganini  El  Carnaval  de  Venecia. 

22  Febrero. — Cruz. — Concierto  por  una  compañía  de  cam- 
panólogos. 

10  Setiembre. — Cruz. — Concierto  de  violoncello,  por  Case- 
11a.  Fantasía  de  Sonámbula. 

Julio. — Cruz. — Concierto  por  los  guitarristas  Vicente  y 
Antonio  Cano.  Gustó,  pero  hubo  poca  gente. 

5  Noviembre. — Príncipe. — Otro  concierto  de  guitarra  por 
Damas  y  Amores.  Obtuvo  el  mismo  resultado  que  el  anterior. 
Por  lo  visto,  la  guitarra  iba  en  decadencia. 

29  Enero  1849. — Museo. — Concierto  de  violoncello  por  Lut- 
gen  y  de  Xilo  cordeóu  por  Molberg.  El  Xilo  cordeón  era  un  ins- 
trumento de  madera  y  paja,  que  había  dado  a  conocer,  en  24 
de  Febrero  de  1847,  un  tal  Spira,de  quien  ya  hemos  hablado. 
En  nuestra  juv.eutud  oímos  a  D.  Juan  Molberg  tocar  el  Xilo- 
cordeón,  del  que  se  decía  inventor;  poseía  el  dominio  completo 
del  instrumento,  y  conservamos  grata  memoria  de  los  concier- 
tos que  daba  en  su  casa  a  los  amigos  íntimos. 

21  Marzo  1849. — Circo. — Concierto  por  Mr.  Antonio  Konts- 
ki,  tocó:  Fantasía  de  Sonámbula,  Le  reveil  du  lion  y  un  Scherzo 
de  su  composición.  El  29,  una  fantasía  de  Don  Pascuale;  una 
Plegaria,  en  sexteto,  con  acompañamiento  de  orquesta;  una 
Galop  brillante,  suya,  y  Las  noches  de  Madrid,  capricho  dedi- 
cado por  él  al  público  de  esta  capital  (1).  Koutski  se  hizo  simpá- 
tico: sus  composiciones  quedaron  de  repertorio  en  las  tertulias 
de  la  Corte.  Una  polka  suya,  titulada,  si  no  recordamos  mal, 
Las  elegantes  de  Madrid,  se  tocó  durante  muchos  años  por  las 
señoritas  aficionadas  al  piano.  Los  motivos  de  la  composición 
eran  un  tanto  vulgares. 

25  Abril. — Circo. — Concierto  por  el  violinista  Mr.  Haus- 


(1)     Los  dias  que  estuvo  en  Madrid  se  hospedó  en  la  calle  de  Fuenca- 
rral,  26,  principal  derecha. 

9 


130  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DI  ISABEL  II 

man.  Tocó  las  indispensables  variaciones  sobre  El  Carnaval  de 
Venecia. 

30  Abril. — Instituto. — Concierto  por  los  guitarristas  don 
Tomás  Damas  y  un  tal  Bassols.  Muchos  aplausos  y  pocas  en- 
tradas. La  guitarra  había  muerto. 

Los  conciertos  durante  esta  época  adolecen  de  falta  de  di- 
rección y  de  criterio,  sin  aprovechar  el  sinnúmero  de  composi- 
ciones que  para  el  caso  había  ya  escritas.  Un  aria  y  un  dúo  en 
la  parte  de  canto,  y  una  fantasía  sobre  motivos  de  una  ópera, 
interpretadas  al  piano  o  al  violín,  constituían  el  concierto,  del 
mismo  modo  que  se  acostumbraba  a  hacer  en  la  tertulia  de  una 
casa  particular.  En  esto  nos  hallábamos  muy  atrasados. 

En  Noviembre  de  1849,  la  empresa  del  teatro  del  Príncipe^ 
para  dar  variedad  al  espectáculo,  porque  la  reforma  del  Conde 
de  San  Luis  no  llamaba  gente,  decidió  verificar  dos  conciertos 
que  llamaba  matinales,  aunque  comenzaban  a  las  dos  de  la 
tarde.  Tocó  el  piano  MUe.  Luchesi;  el  violín,  Bazzini,  interpre- 
tando el  El  Carnaval  de  Venecia^  y  cantó  en  francés  trozos  de 
óperas  italianas  Mlle.  Landi. 

También  en  el  Instituto  hubo  un  concierto  en  este  mes,  to- 
cando la  pandereta  el  Sr.  Miralles,  de  quien  decían  que  era  el 
primer  panderetólogo  de  Europa. 

Ooreografia. 

Los  que  habían  oído  en  Madrid  a  Rubini  y  a  Moriani  como 
cantantes  de  ópera,  y  a  Listz,  a  Prudent  y  a  Kontski  como 
pianistas,  no  quisieron  quedarse  atrás  en  un  espectáculo  hacia 
el  cual  toda  Europa  demostraba  frenético  entusiasmo  en  aque- 
llos momentos:  el  baile.  La  Guy  Stephan  y  la  Fuoco,  estrellas 
del  arte  coreográfico  que  irradiaban  sus  fulgores  en  Francia, 
en  Italia,  en  Alemania,  vinieron  a  la  modesta  villa  del  oso  y 
el  madroño,  y  aquí  cosecharon  ovaciones  sin  cuento,  pudiendo 
añadir  el  cartel  de  Madrid  a  los  de  París,  Ñapóles,  Viena  y 
Londres,  con  lo  que  se  daban  mucho  tono  nuestros  padres. 


POR   GARLOS  OAMBRONERO  131 

Pero  no  fueron  únicamente  las  bailarinas  extranjeras  las 
que  conmovieron  al  público  de  esta  capital,  sino  que  al  propio 
tiempo  aparecieron,  como  por  obra  de  encantamiento,  tres  es- 
trellas españolas  de  pura  raza,  que  dejaron  airoso  y  bien  puesto 
nuestro  pabellón:  la  Pepa  Vargas,  la  Manuela  Perea,  conocida 
por  la  Nena,  y  la  Petra  Cámara.  Teníamos,  pues.  Constitución 
y  bailarinas;  ¿para  qué  queríamos  más? 
Basta  de  exordio  y  comience  la  crónica. 
En  el  Principe  estuvo  contratada  durante  toda  esta  década 
la  Pepita  Diez,  que  había  sabido  conquistar  las  simpatías  del 
público  por  su  bonita  figura,  su  gracia  y  su  buen  deseo  de  co- 
rresponder a  los  aplausos  que  la  tributaban.  La  acompañaron 
en  su  trabajo  hasta  1844  Mariana  Castillo  y  Fernanda  López, 
que  fueron  reemplazadas  en  1846  por  Gertrudis  Fontanella  y 
Josefa  Soto. 

En  el  sexo  feo  figuraron  principalmente  Manuel  Casas, 
Juan  Bautista  Cozzer  y  Ángel  Estrella,  que  aparece  como 
maestro  y  director  en  1845.  Entre  los  bailarines  de  segunda 
fila  se  destacan  Griner  Fontanellas  y  un  tal  Antonio  Oliva. 

En  la  temporada  de  1843  a  1844  se  nubló,  aunque  por  poco 
tiempo,  la  preponderancia  de  los  artistas  españoles,  y  la  em- 
presa contrató  como  primeros  a  Mr.  y  M.™*  Finart,  que  no  de- 
bieron dar  el  resultado  apetecido,  porque  al  año  cómico  si- 
guiente se  les  quitó  del  cartel. 

En  la  Cruz,  la  bailarina  que  privó  fue  la  Sebastiana  Flores, 
sin  que  sus  compañeras  lograsen  contratas  seguidas  en  el  tea- 
tro; lo  propio  que  aconteció  a  los  bailarines  Antonio  Cairón, 
Francisco  Tenorio  y  Manuel  González. 

En  Diciembre  de  1841  se  presentaron  los  primeros  bailari- 
nes del  teatro  de  la  Scala  de  Milán,  Amalia  Massini  y  Fran- 
cisco Penco,  que  fueron  bien  recibidos. 

En  Mayo  de  1842  se  trajo  a  los  bailarines  extranjeros 
Mr.  y  M."®  Bartholomin,  con  una  numerosa  compañía,  ponien- 
do en  escena  los  bailes  de  espectáculo  El  paso  de  Moisés  y  El 
gran  paso  de  Aurelia, 


132  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

11  Julio  de  1842. — Se  estrenó  La  lámpara  maravillosa, 
baile  compuesto  y  dirigido  por  Bartholomiu,  música  de  Hau- 
sens  y  de  Gondois;  tomaron  parte  los  Bartholomin,  Hipólito 
Monpleisir,  la  Massiui  y  las  españolas  Callejo,  Hidalgo,  Bueno 
y  Estrella;  el  italiano  Penco,  Ángel  Estrella,  Tenorio,  Gonzá- 
lez, Ponce  y  Guilló. 

El  3  de  Enero  de  1843  se  estrenó  un  baile  histórico  fantás- 
tico, titulado  La  encantadora  o  El  triunfo  de  la  Cruz,  com- 
puesto y  dirigido  por  Mr.  Bartholomin.  El  argumento  puede 
suponerse  cuál  sería  haciendo  la  reseña  de  las  decoraciones: 
Jardines  del  palacio  de  Damasco. — Campo  de  los  cruzados,  en 
Jerusalem. — Interior  del  infierno. — Campo  de  batalla  bajo  los 
muros  de  Jerusalem. — Aparición  celeste. — Plaza  de  la  ciudad 
santa. 

El  Principe  también  quiso  echar  su  cuarto  a  espadas,  y 
puso  en  escena  un  baile  titulado  La  sil/ida  {sic),  composición 
de  Mr.  Taglioui,  música  de  Schneitzhoeffer.  Se  estrenó  el  7  de 
Octubre  de  1842,  y  el  día  10  el  Circo  representó,  en  compe- 
tencia, La  sil/íde,  baile  arreglado  del  de  Tag'ioni  por  Federico 
Massiui,  y  en  el  que  trabajaron  la  Petit,  la  Vagni,  la  Turpiui, 
la  Caproti  y  los  Sres.  Ferrauti  y  Roquet. 

En  Noviembre  presentó  el  Circo  un  baile  en  dos  actos,  titu- 
lado La  familia  suiza,  tomando  parte  en  él  la  niña  Itosa  Te- 
norio. 

Esta  y  otra  niña  llamada  Petra  Alegría  bailaron  un  bolero 
en  el  Circo,  siendo  muy  aplaudidas. 

Circo. — iJunio  de  1842. — Gran  compañía  de  baile,  dirigida 
por  Federico  Massiui  e  Hipólito  Monet,  en  la  que  figuraban 
Celina  Petit  Rouquet,  Virginia  Turpini  y  Angela  Vaghi; 
10  primeras  bailarinas  y  24  segundas  con  12  bailarines  prime- 
ros y  22  segundos,  8  niñas  y  11  niños. 

11  de  Julio. — César  en  Egipto,  baile  en  cinco  actos,  por  Ca- 
proti, que  hacía  de  Julio  César,  y  la  Vaghi,  de  Cleopatra. 

Enero  1843. — Principe. — Se  bailó  la  jota  coreada  del  Turu- 
rú ^  dirigida  por  Manolito  Casas. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN  ICRO  133 

Marzo  1843. — Circo. — Los  titanes  o  Las  cuatro  edades  del 
mundo,  baile  en  cuatro  actos,  compuesto  y  dirigido  por 
Massini. 

Octubre,  Gipsi  o  La  gitana,  en  cinco  cuadros,  compuesto 
por  Saint-Georges,  y  dirigido  por  Archille  Henry. 

Agosto  de  1843. — Principe. — La  inglesa,  gran  baile  por  las 
niñas  Pepita  Grtiilló,  Manolita  Hermosa  y  Toraasita  Perona,  y 
los  niños  Antonio  Oliva,  Juan  Heredia  y  Luis  Sabi.    » 

En  Marzo  de  1844,  la  niña  Pepita  Fernández  y  el  niño  Oli- 
va, a  quien  se  denomina  Juan  Antonio,  bailaron  la  Crako- 
viana. 

Octubre  30. — Circo. — Gisela  o  Las  Wilis,  baile  en  dos  ac- 
tos. Este  baile,  en  que  se  presentó  la  Guy  Suphan,  fue  un  acon- 
tecimiento, y  dio  tantas  entradas,  que  la  autoridad,  en  vista  de 
la  afluencia  de  público,  tuvo  que  reglamentar  la  entrada  y  sa- 
lida de  carruajes,  disponiendo  que  entrasen  por  la  calle  del 
Barquillo  y  saliesen  por  la  de  las  Infantas. 

Diciembre,  El  lago  de  las  hadas,  en  dos  actos.  Otra  ovación 
para  la  Guy. 

Marzo  1844. — La  isla  del  amor,  en  dos  actos. 

Noviembre  1844. — La  Peri,  baile  fantástico  en  dos  actos, 
dirigido  por  Basser.  La  acción  se  supone  en  el  Cairo.  Había 
una  bailarina  a  quien  denominaban  la  Petit  Stepban. 

El  gran  éxito  de  la  temporada  en  este  teatro  tuvo  lugar  el 
1.**  de  Marzo  de  1845,  con  motivo  de  haberse  determinado  la 
Guy  Stephan  a  bailar  el  Jaleo  de  Jerez,  composición  de  Victo- 
rino Vera,  con  música  del  maestro  Skoczdopole.  Al  decir  do 
los  periódicos  de  la  época,  fue  una  de  las  ovaciones  más  entu- 
siastas que  se  habían  hecho  en  los  escenarios  de  la  Corte. 

Acompañaba  a  la  Guy  el  famoso  Petipá. 

Decía  El  Laberinto  que  la  bailarina  francesa  «se  presentó 
con  toda  la  gracia  de  una  española,  y  bailó  con  todo  el  garbo 
de  una  andaluza  esbelta  y  resalada». 

D.  José  Zorrilla  la  dedicó  una  poesía,  de  la  que  copiamos 
la  estrofa  siguiente: 


134  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  U 

Mariposa 

revoltosa, 
tiende  tus  alas  de  oro  y  de  gualda; 

bella  ondina 

nacarina, 
despliega  al  viento  tu  suelta  falda; 

voluptuosa 

bailarina, 
de  ojos  de  cielo  y  nevada  espalda, 
deja  que  bese  tus  pies  de  rosa, 
y  que  a  tu  nombre,  Guy  peregrina, 
tejan  mis  versos  una  guirnalda. 

Y  Villergas,  entre  burlas  y  veras,  escribió  un  soneto  con  el 
propio  motivo: 

Antes  me  entre  polilla  en  el  pulmón 
que  de  italiano,  sin  saber  la  q, 
vaya  a  ver  a  Ronconi  hacer  el  bu 
ni  en  palco,  ni  en  laneta,  ni  en  sillón. 

Me  carga  de  cantantes  el  montón 
que  hacen,  y  no  de  balde,  el  rendivú; 
también  los  toros  doy  a  Belcebú, 
y  ya  me  tiene  aburrido  esta  función. 

El  drama,  la  comedia,  cuanto  vi 
con  entusiasmo  ardiente  alguna  vez, 
todo  acabó  en  el  mundo  para  mí. 

T  aunque  el  vulgo  critique  mi  sandez, 
nada  me  place  ya  sino  la  Guy 
cuando  baila  el  Jaleo  de  Jerez. 

La  escultura  también  rindió  pleito  homenaje  a  la  bailarina 
francesa;  el  escultor  Piquer  hizo  la  estatua  de  la  Guy  en  una 
figura  de  mármol,  de  18  pulgadas  de  altura. 

El  17  de  Enero  de  1844  asistió  la  Reina  Isabel  al  Circo 
para  ver  a  la  Guy  en  El  lago  de  las  hadas,  y  tanto  le  agradó, 
que  pidió  la  repetición  de  un  paso  denominado  de  las  pande- 
retas] el  día  23  recibió  a  la  Guy  en  Palacio,  hablándola  en 
francés,  y  la  regaló  un  magnífico  alfiler  de  brillantes. 

El  éxito  que  la  Guy  tuvo  con  este  baile  está  demostrado 


POR   CARLOS    CAMBRONRRO  135 


con  decir  que,  habiéndose  estrenado  en  1.°  de  Marzo,  seguía 
poniéndose  en  escena  en  el  mes  de  Diciembre,  y  todos  los  tea- 
tros que  tenían  compañías  de  baile  quisieron  hacer  competen- 
cia a  la  Guy;  presentando  también  su  mejor  bailarina  con  el 
Jaleo  de  Jerez. 

La  afición  al  baile  era  general.  Se  contaba,  en  Julio  de 
1844,  que  el  Marqués  de  Santiago,  por  una  apuesta,  dio,  bai- 
lando la  polka,  treinta  vueltas  a  un  salón  sin  perder  soltura  ni 
fuerzas. 

El  recorrido  equivalía  próximamente  a  media  legua.  La 
apuesta  consistía  en  un  magnífico  traje  de  gitano  con  botones 
y  espuelas  de  plata  maciza. 

Enero  1846. — Circo. — En  La  linda  Beatriz  bailaban  la  Quy 
y  Petipá,  con  traje  polaco,  una  polka,  que  les  valió  grandes 
aplausos.  Tenía  este  baile  seis  partes  o  figuras,  que  eran:  la 
salida,  el  paseo  ^  él  molino,  la  vuelta^  él  ritornelo  y  elpasohohe- 
mio.  Se  puso  de  moda  la  poljsa. 

Marzo  de  1846. — Circo. — Farf adela  o  La  hija  del  infierno, 
baile  en  que  la  Guy,  vestida  de  hombre,  bailaba  una  redova 
con  la  Ferdinand;  causó  muy  buen  efecto  la  escena  del  espejo, 
en  que  estas  dos  bailarinas,  mediante  una  preciosa  combina- 
ción de  movimientos,  conseguían  hacer  creer  al  espectador 
que  una  de  ellas  bailaba  delante  de  un  cristal  azogado.  Música 
de  Sdokoczpole.  Decoraciones  de  Ensebio  Lucini. 

Abril. — El  día  13,  número  fatídico  para  los  entusiastas  de 
la  Guy,  bailó  ésta,  por  despedida,  La  Esmeralda,  y  el  14,  muy 
de  mañanita,  salió  la  aplaudida  bailarina  en  una  diligencia  con 
dirección  a  París. 

Mayo. — Principe. — Jota  de  las  avellanas,  bailada  por  todas 
las  parejas  de  la  compañía  coreográfica.  Música  de  Iradier. 

Abril  de  1846. — Cruz. — Se  presentó  una  compañía  de  baile, 
dirigida  por  Camprubi,  y  en  la  que  figuraba  la  Manuela  Gar- 
cía. Bailaron  el  día  de  la  presentación  una  Malagueña,  com- 
puesta por  el  director,  y  estrenada  en  el  teatro  Real,  de 
Berlín. 


136  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL    11 


En  el  circo  se  representó  un  baile  titulado  El  Corsario, 
compuesto  por  Mr.  Lefebre.  Este  introdujo  la  innovación  de 
que  el  cuerpo  de  baile  no  estuviese  parado  y  quieto  mientras 
bailaban  las  primeras  partes,  sino  que  contribuyera  con  la  ac- 
ción a  interpretar  las  escenas  que  indicaba  el  argumento. 

Setiembre  1846. — Circo. — Estreno  de  La  Ondina,  para  la 
salida  de  la  Sra.  Hilariot  y  del  Sr.  Brillant. 

Agosto  de  1847. — Cloris  en  la  corte  de  Diana,  dos  actos. 
Presentación  de  Carolina  Rousset.  El  vestuario  confeccionado 
por  D.*  Manuela  Fariñas  y  D.  Lorenzo  París. 

La  compañía  dé  esta  temporada  la  componían:  la  Guy,  la 
Laborderie,  la  Mouliuié,  las  tres  hermanas  Rousset,  y  los  seño- 
res Lefebre,  Massot,  Duraud  y  Pules,  con  62  individuos  de 
ambos  sexos. 

Febrero  1848. — La  Sonámbula,  h&i\e  fantástico  en  tres  actos, 
por  la  Guy  y  Massot.  El  público  llenó  el  teatro,  y  eso  que  ha- 
bía una  gran  epidemia  de  gripe  en  Madrid,  ocasionando 
60.000  enfermos. 

29  Diciembre  1848. — Foleto  o  El  diablillo  y  la  aldeana,  tres 
actos  y  cinco  cuadros.  Presentación  de  la  que  después  fue  fa- 
mosa en  Madrid,  Sofía  Fuoco,  con  la  Melize  y  los  Sres.  Carrey 
y  Beruardelli  (1). 

Febrero  1849. — Los  cinco  sentidos,  baile  en  que  hacía  la 
Fuoco  las  delicias  del  público,  consiguiendo  tener  un  gran  nú- 
mero de  partidarios  que  se  mostraron  desde  luego  enemigos 
de  la  Guy  y  Stephan. 

Decía  el  periódico  Don  Ciscunstancias:  «Los  que  no  han 
visto  a  la  Fuoco  en  el  Foleto,  no  han  visto  bailar;  los  que  no 
han  visto  Los  cinco  sentidos,  no  saben  lo  que  es  canela.» 

La  empresa  del  teatro  del  Instituto,  vista  la  afición  que  se 
había  despertado  por  el  baile  en  el  público,. contrató  una  bue- 
na compañía  coreográfica,  en  la  que  figuraban  Atañó,   como 


(1)    La  Fuoco  habitaba  en  la  calle  del  Prado,  núm.  20,  2.°;  luego  se 
trasladó  a  San  Miguel,  21,  3.°  izquierda. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  137 

director;  la  Senra  y  la  Vargas,  que  llamaron  la  afcencióu  eu  el 
baile  El  polo  del  contrabandista.  La  segunda  de  las  citadas  era 
una  mujer  superlativamente  hermosa,  de  buena  estatura  y  de 
sugestiva  mirada,  a  lo  que  acompañaba  la  gracia  y  agilidad 
que  la  hacían  sobresalir  como  una  de  las  primeras  en  su  arte; 
así  es  que,  se  arrancó  bailando  el  Jaleo  de  Jerez,  y  no  hay  ne- 
cesidad de  añadir  que  consiguió  rayar  a  mayor  altura  que  la 
francesa.  La  linda  gitana,  El  Ole  y  La  malagueña  y  el  torero 
dieron  eu  el  verano  de  1849  la  supremacía  a  la  Vargas  sobre 
todas  las  bailarinas  españolas  que  trabajaban  en  Madrid,  y  en 
el  Jaleo  de  Jerez  sobre  la  Guy,  que  no  poseía  ni  la  hermosura, 
ni  la  sal  picaresca  que  necesitan  indispensablemente  los  bailes 
andaluces. 

Tal  fue  la  impresión  que  causó  la  Pepa  Vargas,  que  se  la 
hicieron  proposiciones  en  Agosto  para  marchar  a  París;  pero 
ella  no  las  aceptó  por  los  compromisos  que  tenía  contraídos 
con  las  empresas  de  la  Corte. 

En  Octubre  quiso  en  la  Cruz  competir  con  la  Vargas  y  la 
Guy,  la  Cristina  Méndez,  y  bailó  El  Ole  que  se  había  com- 
puesto para  la  francesa,  sin  que  lograse  oscurecer  a  la  Guy,  ni 
mucho  menos  a  la  primera  bailarina  del  Instituto. 

Pero  también  a  la  Pepa  Vargas  le  salió  una  competidora, 
que  desde  luego,  la  pondría  en  guardia  inspirándola  celos.  En 
el  teatro  de  la  Cruz,  el  30  de  Noviembre  de  1849,  se  puso  en  es- 
cena Un  baile  de  máscaras,  para  la  presentación  de  una  prime- 
ra bailarina  que  había  de  producir  sensación  y  dejar  nombre 
en  la  historia  de  la  coreografía  española:  la  Manuela  Perea, 
conocida  por  el  apodo  de  Za  nena  a  causa  de  su  pequeña  es- 
tatura. Era  de  rostro  hechicero,  de  mirada  expresiva,  de  cuer- 
po airoso,  ágil  y  flexible.  Su  escuela  de  baile,  siempre  decorosa, 
resultaba  exclusivamente  suya;  había  tomado  de  sus  coevas, 
españolas  y  extranjeras,  los  rasgos  más  sobresalientes,  adap- 
tándolos a  su  cuerpecito  sandunguero,  de  manera  que  se  asi- 
milaba lo  bueno  de  las  demás  sin  parecerse  a  ninguna. 

La  Pepa  Vargas,  si  no  mienten  crónicas,  era  una  mujer  her- 


138  CBÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

mosa  en  toda  la  exteusión  de  la  palabra;  perfección  en  las  líneas 
del  rostro,  formas  esculturales  y  derroche  continuo  de  sal,  de 
gracia,  de  garbo,  de  coquetería,  en  el  teatro,  en  la  calle,  en  la 
conversación  y  en  la  mirada.  Su  desenfado  y'desen voltura  hip- 
notizaban al  público.  Ella  puso  de  moda  entre  las  bailarinas, 
para  las  danzas  del  género  andaluz,  la  chaquetilla  del  traje  de 
luces  de  los  toreros,  costumbre  que  perduró  muchos  años. 

La  Vargas  y  la  Nena  intentaban  sobreponerse  una  a  la 
otra,  y  mientras  ésta  bailaba  El  Ole  en  el  teatro  de  la  Cruz, 
aquélla  le  disputaba  la  primacía  con  el  mismo  baile  en  el 
Instituto]  el  público,  que  se  dejaba  coger  con  el  anzuelo  que  le 
ponían  las  dos  empresas,  llenaba  las  localidades  d'e  ambos  tea* 
tros  para  ver  a  las  bailarinas.  Mientras  la  Nena  conquistaba 
aplausos  en  la  Cruz  con  Curra  la  macarena  (1),  la  Pepa  Var- 
gas los  obtenía,  no  menos  ruidosos,  en  el  Instituto  con  el  Ja- 
leo  del  Alza  Pilüi. 

La  Adelaida  Guerrero,  bolera  del  teatro  del  Instituto,  era 
una  muchacha  muy  lista,  y  dicen  que  declamaba  con  cierta 
gracia.  En  11  de  Diciembre  del  año  que  vamos  revisando  to- 
mó parte,  haciendo  el  papel  de  Soleá,  en  una  pieza  de  carácter 
andaluz,  titulada  Triana  la  macarena,  original  de  D.  Eugenio 
Sánchez  de  Fuentes,  y  bailó  un  Vito,  conquistando  muchos  y 
espontáneos  aplausos. 

Los  triunfos  de  la  Fuoco  y  de  la  Guy  en  los  grandes  bailes 
de  espectáculo  franceses  sirvieron  de  emulación  a  la  empresa 
de  la  Cruz,  y  contrató  una  compañía  extranjera,  bajo  la  direc- 
ción del  signor  Appiani,  en  la  que  figuraban  eomo  principales, 
Mlle.  Robert  y  Mr.  Dor.  -Se  inauguró  la  serie  de  bailes,  a  me- 
diados de  Diciembre  de  1849  con  El  Diablo  a  cuatro,  entres 
actos,  música  de  Adolfo  Adam.  Parece  que  no  satisfizo  por 
completo. 

Merece  especial  mención  el  beneficio  de  la  Pepa  Vargas  en 
el  teatro  del  Instituto.  Se  hizo  Los  Toreros  de  Chiclana,  cuyo 

(1)    DeOudrid. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN ERO  139 

principal  papel  estaba  a  cargo  de  la  beneficiada,  y  la  acompa- 
ñaron la  Antonia  Martínez,  primera  bolera;  la  Adelaida  Gue- 
rrero, Atañó  y  otro  Guerrero  que  debería  ser  hermano  de  Ade- 
laida. Acabó  la  fiesta  bailando  la  Vargas  El  Ole  por  todo  lo 
alto,  y  recibiendo  una  ovación  indescriptible. 

En  estos  días  llegó  a  Madrid,  procedente  de  Sevilla,  una 
nueva  estrella  en  el  arte,  que  en  una  noche  logró  ponerse  a  la 
altura  de  las  dos  bailarinas  que  tanto  en  la  Cruz  como  en  el 
Instituto  monopolizaban  la  supremacía  del  arte  español :  la 
Petra  Cámara. 

Esta  era  la  mantenedora  del  baile  clásico  español,  al  que 
pretendía  dignificar  dándole  todo  el  decoro  compatible  con  los 
movimientos  corporales  que  exige,  y  con  la  indumentaria  lige- 
ra que  la  bailarina  necesita  para  desarrollar  sus  aptitudes.  Te- 
nía buena  cara,  buena  figura  y  buenos  modales. 

Ya  hemos  visto  anteriormente  la  alta  significación  que  la 
bailarina  sevillana  tuvo  en  el  Principe,  durante  los  momentos 
críticos  en  que  el  Conde  de  San  Luis  pretendía  reconstituir 
nuestro  teatro  nacional,  y  aquí  volvemos  a  consignar  que  la 
Petra  Cámara  fue  la  salvación  de  la  empresa  cuando  agoniza- 
ba de  muerte,  consiguiendo  que  entrase  dinero  por  la  taquilla 
del  despacho  de  localidades. 

El  19  de  Diciembre  hizo  la  Petra  Cámara  su  primera  salida 
en  el  teatro  del  Príncipe  con  El  rumbo  macareno,  acompaña- 
da de  Antonio  fíuiz;  y  los  frenéticos  aplausos  con  que  el  pu- 
blicóla recibió,  hubieron  sin  duda  de  repercutir  con  efecto  con- 
trario en  los  oídos  de  la  Manuela  Perea  y  de  la  Pepa  Vargas, 
ante  las  cuales  sUrgía  de  improviso  una  rival  poderosa. 

En  el  período  próximo  veremos  lo  que  pasó  con  las  baila- 
rinas, tanto  extranjeras  como  españolas. 

Olroo  eoTiestre  y  volatines. 

En  vista  del  buen  resultado  que  ofrecían  las  funciones  de 
Tolatines  y  caballos  en  el  Circo  Olímpico  de  la  plaza  del  Eey, 


140  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DB  ISABEL  II 

y  eso  que,  como  hemos  visto,  el  local  no  reunía  condiciones  ade- 
cuadas de  ornato  ni  de  comodidad,  D.  Segundo  Colmenares 
ideó  y  llevó  a  cabo  la  construcción  de  un  edificio  a  propósito 
en  el  mismo  sitio  que  ocupara  el  circo  referido.  En  19  de  Abril 
de  1840  manifestaba  en  el  Diario  que  el  Circo  se  iba  a  abrir  al 
piíblico,  con  cuya  benevolencia  contaba,  pues  aún  faltaban  al- 
gunos detalles  que  se  irían  terminando  poco  a  poco.  Parece 
que  la  inauguración  se  verificó  el  día  23  con  una  escogida 
compañía  dirigida  por  Mr.  Paul,  Figuraban  en  ella  Amand  Po- 
letti,  Blanco,  Joanet  (catalán),  un  tal  Francisco  (madrileño), 
las  niñas  Julia  y  Paula  Mair,  que  hacían  juegos  malabares; 
Emilia  Paul  que  bailaba  boleras  y  La  cachucha  a  caballo; 
Mr.  Ratel  que  imitaba  cuatro  animales:  el  papagayo,  la  rana,  la 
tortuga  y  el  orangután;  y  Mr.  Auriol,  doten  grotesco  de  París. 
Es  la  primera  vez  que  aparece  la  palabra  clown  en  los  anuncios 
de  las  funciones  de  circo. 

El  Auriol  citado  llamó  macho  la  atención  y  consiguió  lle- 
var gente  al  Circo  Olímpico, 

En  una  sesión  del  famoso  Liceo  se  propuso,  para  distraer 
el  tiempo,  escribir  una  composición  humorística  en  verso,  y 
con  pié  forzado,  dedicada  al  clown  Auriol.  Entre  las  improvi- 
saciones que  se  presentaron  aquella  misma  noche  figuran  las  de 
Bretón  de  los  Herreros  y  D.  Modesto  Lafuente,  de  las  que  co- 
piaremos algunas  estrofas. 

De  Bretón: 

¿Veis?  Todo  Madrid  se  junta 
á  ver  cómo  un  danzarín 
se  tronza  y  se  descoyunta. 
¡Horror!  De  su  vida  el  fin 
en  una  mudanza  espero. 
No,  que  es  caña  el  balancín 
pescadora  de  pesetas, 
y  es  adagio  verdadero 
que  no  hay  como  hacer  piruetas 
para  recoger  dinero. 


POK    CARLOS  CAMBRONERO  141 


De  Lafuente: 

Dirigriendo  el  Circo  Olímpico 
estaba  Paul  en  España 
y  él,  que  entiende  la  cucaña 

y  la  maña 
de  sacarnos  las  pesetas 
trajo  á  Auriol  al  pueblo  ibero, 
que  no  hay  como  hacer  piruetas 
para  recoger  dinero. 

Cuando  Auriol  sobre  una  silla 
nadando  cual  rana  está, 
supongo  yo  que  dirá: 

Bueno  va, 
español,  con  estas  tretas; 
embaucarte  es  lo  que  quiero, 
que  no  hay  como  hacer  piruetas 
para  recoger  dinero. 

También  tuvo  buena  acogida  la  hija  de  Paul,  y  hasta  el  ci- 
tado Lafuente  la  dedicó  un  elogio  en  su  Fray  Gt'rundio. 

«Salió  después  la  encantadora  niña  de  doce  años,  Emilia 
Paul,  hija  del  director,  prodigio  de  la  gimnástica,  la  cual  eje- 
cutó sobre  la  yegua  Flora:  primero,  las  actitudes  de  la  Vestal, 
y  después,  vestida  de  majo  andaluz,  manejó  la  capa,  el  som- 
brero y  el  cigarro  coa  una  soltura  y  maestría  inimitables,  arre- 
batando la  admiración  de  todos  los  concurrentes  que  se  desha- 
cían en  justos  aplausos  al  ver  aquella  tierna  maravilla  del 
arte.» 

Y  respecto  del  espectáculo  decía  el  mismo  escritor: 

«El  Circo  Olímpico  es  un  espectáculo  de  media  tinta;  par- 
ticipa de  cierto  aire  teatral  por  la  figura  del  local,  y  por  su  co- 
modidad y  decoro;  pero  se  está  con  los  sombreros  puestos  y  se 
silba  como  en  la  Plaza  de  toros.» 

«La  compañía  olímpico  ecuestre,  dirigida  por  Mr.  Paul  La- 
ribeau,  es  casi  toda  francesa,  como  la  ley  de  Ayuntamientos 
que  se  quiere  plantear  en  España.  Tiene,  sin  embargo,  algu- 
nos individuos  españoles,  como  tiene  también  la  ley  alguno 


142  GRÓNI0A8  OUL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

que  otro  articulito,  porque  no  se  diga,  aunque  no  por  eso  deja 
de  ser  buena  la  compañía,  que  la  ley  no  puede  ser  peor.» 

Al  año  siguiente  (1),  en  primavera,  volvióse  a  abrir  el  Cir- 
co con  su  calificativo  de  OUmpico,  y  se  representó,  como  nove- 
dad, Málék-Adel  o  La  Conversión  del  moro,  escena  sobre  dos  ca- 
ballos en  pelo  por  Paul  y  la  Srta.  Carmen  (gaditana);  pero  sin 
que  sepamos  la  causa,  es  lo  cierto  que  las  funciones  del  Circo 
se  suspendieron  a  mitad  de  verano,  y  pasaron  a  dar  represen- 
taciones en  el  local,  por  ser  más  desahogado  que  el  teatro  de 
la  Cruz,  las  compañías  de  ópera  y  de  declamación  que  en  éste 
actuaban,  para  lo  cual  se  hicieron  algunas  reformas  en  el  Circo 
y  se  estrenó  un  telón  de  boca  pintado  por  D.  Pedro  Ronzi. 

En  Abril  de  1842  se  estrenó  la  pantomima  heroica,  en  dos 
actos  con  cuadros  escénicos,  grupos,  danzas,  contramarchas  y 
combates  a  pie  y  a  caballo,  titulada  Los  brigantes  italianos  o 
El  perro  defensor  de  su  amo,  arreglada  al  escenario  por  Félix 
Montero,  que  hacía  el  papel  de  Orlando,  quedando  a  cargo  de 
Paul  el  del  Marqués  de  Dalbiér. 

Y  se  acabó  el  Circo  como  espectáculo,  pues  el  local  quedó 
destinado  a  óperas,  comedias  y  bailes,  conservando,  sin  em- 
bargo, su  primitivo  nombre. 

Hasta  1847  no  vuelve  a  intentarse  con  empeño  la  reorga- 
nización de  las  funciones  del  Circo,  y  esto  se  debió,  como  an- 
teriormente, al  activo  M.  Paul  Laribeau,  que,  habiendo  arren- 
dado un  trozo  del  jardín  del  Duque  de  Frías,  a  espaldas  del 
primitivo  Circo  OUmpico,  y  con  entrada  por  la  calle  del  Bar- 
quillo, construyó  allí  otro  Circo  improvisado,  en  forma  de  tien- 
da de  campaña  y  a  propósito  para  las  noches  de  verano. 

Figuraban  en  la  compañía  de  Mr.  Paul,  las  Srtas.  Eulalia 
(madrileña),  Bontemps,  Martinetti  y  Aubert  Lustre,  y  en  el 
género  masculino,  Merio,  clown  grotesco  español,  Bontemps, 
Pascual,  Desire,  Cocoi  y  Hernández  (madrileño). 

A  Paul  no  le  fue  mal  durante  el   verano,  y  en  Setiembre, 

(1)    1841. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  143 

decidido  a  continuar  en  la  temporada  de  invierno,  preparó  y 
reformó  el  local  para  librar  del  agua  a  los  espectadores  en  loa 
días  de  lluvia.  No  hemos  podido  averiguar  en  qué  forma. 

Según  aparece  en  un  grabado  que  publicó  por  esta  época 
El  Siglo  Pintoresco,  el  Circo  du  Paul  era  de  construcción  sen- 
cilla: unas  vigas  colocadas  al  rededor  de  la  pista  sostienen  una 
techumbre  que  parece  ser  un  armazón  de  madera  con  aspecto 
de  tienda  de  campaña,  de  cuyo  centro  pende  una  lucerna,  si- 
llas en  la  proximidad  de  la  pista  y  una  gradería  en  el  fondo. 
Al  principio  se  denominó  Circo  de  Madrid]  pero  al  pooo 
tiempo,  Paul  le  dio  su  nombre,  como  hemos  llegado  a  conocer- 
lo nosotros. 

Una  de  las  atracciones  que  presentó  Paul,  fue  el  artista  es- 
pañol Rafael  Díaz,  que  trabajaba  de  clown,  y  hacía  sorpren- 
dentes ejercicios  en  el  trapecio.  Tenía  buena  figura,  y  era  tan 
simpático,  sobre  todo  a  las  señoras,  que  éstas  le  echaban  a  la 
pista  los  bouquets  que  llevaban  prendidos  en  el  pecho. 

En  Enero  de  1848  vinieron  a  Madrid  Mr.  Price,  primer 
clown  grotesco  de  Inglaterra,  y  su  hijo  Carlos,  ejecutando  la 
gran  batuda  inglesa,  invención,  según  se  decía,  del  primero, 
cuya  pasmosa  facultad  para  los  saltos  había  hecho  que  le  lla- 
masen la  pelota  elástica.  Fueron  muy  bien  recibidos  por  el 
público. 

Paul  cerró  el  Circo  en  la  primavera,  y  habiendo  realizado 
una  excursión  por  provincias,  volvió  a  abrirle  en  el  verano, 
reformando  la  compañía:  trajo  a  los  acróbatas  Tourniaire, 
Bussi,  al  enano  D.  Francisquito  (madrileño)  y  a  Ñeitz,  clown 
grotesco;  entre  las  señoritas  se  distinguían  la  Moufroid  y  Mag- 
dalena Royale. 

Por  entonces  comenzaron  Price  y  su  hijo  a  ejecutar  los 
ejercicios  acrobáticos  que  ellos  denominaron  sur  le  tapis,  y  que 
luego  se  han  repetido  tantas  veces. 

Entre  todos  los  artistas,  el  que  sobresalía,  naturalmente, 
era  el  elefante  Kiouny,  que  causó  las  delicias  del  público  du- 
rante dos  meses. 


144  CRÓNICAS  DEL  TIUMPO  DE  I8ABKL  II 

Se  construyó  un  escenario  para  hacer  pantomimas,  repre- 
sentando con  gran  éxito  la  titulada  Matilde  y  Malek-Adel  o  La 
conversión  del  moro,  cuyo  argumento  iusertabaa  los  anuncios 
del  Circo  en  estos  términos: 

«Malek-Adhel,  hermano  del  famoso  Saladín,  rey  de  los  rao- 
ros  en  Jerusalén  (en  el  tiempo  délas  Cruzadas,  bajo  el  mando 
de  Godefroi  de  Bouillóu,  Ricardo  Corazón  de  León  y  Lusiñati), 
se  enamora  de  la  Princesa  de  Inglaterra,  la  hermosa  y  piadosa 
Matilde,  hermana  de  Ricardo;  la  sustrae  a  la  vigilancia  de  los 
cristianos  después  de  haberla  libertado  de  los  árabes  que  ha- 
bían atacado  a  su  escolta^  y  se  la  lleva  él  sólo  por  medio  del 
Desierto,  salvando  innumerables  peligros;  pero  la  doncella 
cristiana,  a  la  cual  descubre  su  amor,  no  consiente  ser  su  espo- 
sa mientras  no  abjure  la  religión  de  Mahonia  y  se  despoje  de 
todas  las  insignias  de  los  infieles.  Al  ver  Malek-Adhel  la  Cruz 
que  le  enseña  la  monja  del  Carmen,  arroja  la  media  luna,  y, 
levantando  los  ojos  al  cielo,  jura  no  servir  jamás  a  otro  Dios. 
Los  cruzados,  avisados  del  rapto  de  Matilde,  persiguen  a  Ma- 
lek-Adhel hasta  el  Desierto,  donde  le  encuentran.  El  bravo 
musulmán,  después  de  sostener  un  combate  con  aquéllos,  huye 
con  Matilde,  y  confiando  en  la  ligereza  de  su  caballo,  desapa- 
rece a  la  vista  de  los  cristianos.» 

Para  amenizar  la  función  en  el  verano  de  1848,  durante  el 
descanso,  puso  Paul,  en  un  sitio  que  llamaba  jardín,  una  ban- 
da militar  que  tocaba  piezas  escogidas. 

En  Octubre  se  reorganizó  la  compañía  con  artistas  españo- 
les como  Emilio  el  Mallorquín,  equilibrista;  Juan,  que  trabaja- 
ba a  caballo;  Alejandro,  José  Carrasco  y  Domingo,  todos  na- 
turales de  esta  villa. 

El  buen  éxito  de  las  pantomimas  animó  a  Paul  para  repre- 
sentar una,  en  Febrero  de  1849,  titulada  Dtirinon  y  su  criado, 
«nueva,  chistosa  (decía  el  anuncio)  y  propia  de  la  estación  de 
Carnaval,  arreglada  al  escenario  con  divertimientos,  conclu- 
yendo con  el  baile  de  las  cabezas  de  movimiento,  y  la  marcha 
de  los  enanos,  por  ocho  niños  dirigidos  por  D.  Franoisquito.» 


POR   CARLOS    OAMBRONERO  145 

Volvió  Paul  a  reformar  su  C'u'co  en  Abril  de  1849,  sin  va- 
riar el  techo  listado,  que  semejaba  una  tienda  de  campaña  del 
mejor  gusto,  y  presentó  una  compañía  compuesta  de  las  seño- 
ras Lepieig,  Bauvallet,  Carmen  Blanco,  Juana  y  Serafina  Ló- 
pez y  Loreto  Arias,  que,  como  vemos,  eran  en  su  mayoría  espa- 
ñolas; y  los  Sres.  Lepieig,  Beauvallet,  Neisz,  Niernececk,  Lu- 
pino y  el  enano  T>.  Francisquito. 

Como  final  de  esta  década,  hubo  una  compañía  de  cuadro» 
plásticos  dirigida  por  M.  Turnour,  que  exhibió,  entre  otros, 
los  cuadros  siguientes: 

El  triunfo  de  las  amazonas  (de  Rafael). 

Las  Pléyades  c  Las  siete  cabrillas. 

La  astucia  (bajorrelieve  de  Marsxall  Claxton). 

La  muerte  de  Abel. 

La  fiesta  de  Baco  (de  Edwars-Colberd). 

El  juicio  de  París. 

El  rapto  de  las  Sabinas. 

Y  el  conocido  grupo  de  Daoiz  y  Velarde. 

Las  sillas  costaban  12  reales. 

Estos  cuadros  se  exhibieron  en  Agosto  del  citado  año  de 
1849,  y  habiendo  tenido  buen  éxito,  Panl  repitió  la  suerte  en 
Oütnbre,  añadiendo,  entre  otros  nuevos,  LaVirgen  del  Pez,  La 
Perla,  de  Rafael,  y  La  Virgen  de  las  angustias,  de  Van-Dick. 

El  espectáculo  parece  que  agradó  al  público,  y  en  Noviem- 
bre se  formó  en  el  teatro  del  Getiio  una  compañía  española, 
dirigida  por  un  tal  Martel,  que  hizo,  entre  otros  cuadros,  El 
robo  de  las  Sabinas,  Las  tres  Gracias  y  El  tocador  de  Venus. 

Obtuvo  éxito  regular. 

Además  del  Circo  de  Paul,  se  celebraban  funciones  de  gim- 
nasia en  otros  locales,  como  en  el  teatro  del  Principe,  donde 
en  Enero  de  1840  se  presentaron  las  niñas  Julia  3'  Paula  a  eje- 
cutar juegos  asiáticos  y  equilibrios,  y  en  Julio  del  mismo  año, 
los  hermanos  Turem,  notables  por  sus  ejercicios  de  fuerza;  és- 
tos pasaron  luego  al  teatro  de  la  Cruz,  acompañados  de  Mr.  Ra- 
bel, primer  grotesco  francés. 

10 


146  CRÓNIOAS  DEL  TIBMPO  DE  ISABEL  II 

Eu  Euero  de  1840,  el  indio  Medua  Samme  ejecutó  en  el 
teatro  de  la  Cruz  difereutes  ejercicios  de  fuerza,  gimnasia  y 
equilibrios.  Uno  de  éstos  lo  describía  el  programa  en  los  tér- 
minos siguientes:  «Pondrá  en  su  frente  la  punta  de  un  sable 
desnudo,  luego  dos  anillos  de  plata  en  los  dedos  índices  de  las 
manos  y  otros  dos  en  los  pulgares  de  los  pies,  los  cuales  esta< 
rán  eu  movimiento  continuo;  al  mismo  tiempo  enhebrará  con 
la  boca  una  porción  de  corales  en  un  hilo.» 

A  Medua  Samme  acompañaba  Pineti,  que  hacía  entre  otras 
atrocidades,  la  gran  suerte  de  la  piedra:  «Colocando  en  medio 
del  teatro  dos  sillas,  encima  de  las  cuales  se  pondrá  el  artista; 
una  piedra  de  peso  de  doce  arrobas  será  colocada  sobre  su 
cuerpo;  se  presentarán  seis  comparsas  con  martillos,  y  la  gol- 
pearán hasta  romperla.» 

Eu  Junio  de  1842  se  representó  en  la  Cruz  un  apropósito 
en  dos  actos  para  que  saliese  Mr.  Eduardo  Klischuig  haciendo 
sus  ejercicios  de  fuerza  y  agilidad,  principalmente  la  imita* 
ción  del  orangután.  El  apropósito  se  titulaba  El  hechicero  o 
El  novio  y  el  mono. 

Después,  en  Setiembre  de  1842,  se  presentaron  los  alcides 
árabes  Majamet  y  Alí,con  su  compañía  gimnástica,  compuesta 
de  13  personas. 

Junio  de  1843. — Oifco  Gimnástico  de  la  Carrera  de  San  Je- 
rónimo, frente  a  la  iglesia  de  los  Italianos  (1). — El  billete,  2,  4 
y  6  reales. 

Octubre  de  1843. — Teatro  nuevo  de  Variedades. — Función 
de  gimnasia  por  la  compañía  de  Mr.  Chiarini. 

En  Noviembre  de  1846  salió  en  Variedades  otra  compañía 
gimnástica,  dirigida  por  Mr.  Basco,  en  la  cual  Mme.  Julia 
daba  un  salto  mortal  a  15  pies  de  altura,  ejercicio  nunca  visto 
en  esta  Corte,  según  decía  el  anuncio;  y  se  representó  la  pan- 
tomima Ü arlequín  barbier,  por  Mme.  Carolina  y  MM.  Carlos 
y  Francisco. 

(1)    Esta  iglesia  estaba  entre  la  citadada  Carrera  y  la  calle  de  Zorrilla, 
cou  la  eutrada  por  la  calle  de  Cedaceros  (D.  Nicolás  María  Bivero). 


POR  CÁELOS  CAMARONERO  147 

Marzo  de  1844. — Teatro  de  la  Cruz. — Gimnasia  y  cuadros 
plásticos  por  Mr.  Alik,  primer  clown  del  Circo  de  París,  y 
otros  artistas  entre  los  que  figuraba  Mr.  Augusto  Leboeuf, 
que  hacía  el  ejercicio  del  fusil  con  un  cañón  de  a  cuatro  (1). 

Diciembre  de  1846. — Teatro  del  Numen,  Gaya  Baja,  núme- 
ro 30. — Compañía  gimnástica,  dirigida  por  los  jóvenes  Enri- 
que y  Masey;  otra  actuó  al  mismo  tiempo  en  el  Teatro  del 
Instituto  bajo  la  dirección  deMme.  Saqui. 

Julio  de  1847. — Circo  de  laVirgen  del  Puerto,  al  aire  libre. 
A  las  seis  y  media  de  la  tarde.  Entrada,  2  reales. 

1847. — El  Conde  de  Cuba  construyó  en  las  afueras  de  la 
puerta  de  Santa  Bárbara  un  Hipódromo  para  dar  funciones  de 
circo  durante  el  verano  y  las  tardes  apacibles  de  invierno.  Hi- 
cieron la  pantomima  El  arlequín  estatua,  y  costaban  los  bi- 
lletes 4,  6  y  8  reales. 

Sucedió  una  vez,  que  estando  un  titiritero  francés  ejecutan- 
do ejercicios  de  fuerza  en  la  pista  del  Hipódromo,  un  chusco 
hubo  de  exclamar:  «¡anda!»,  con  cierta  sorna,  cuando  todo  el 
público  se  hallaba  silencioso;  disgustado  el  artista,  que  sería 
indudablemente  hombre  de  genio  violento,  subió  al  escenario, 
y  con  frases  enérgicas  y  ademanes  descompuestos  desafió  a  los 
espectadores.  Se  armó  con  este  motivo  un  guirigay  espantoso, 
teniendo  que  intervenir  la  autoridad  para  apaciguar  a  los  que, 
navaja  en  mano,  querían  demostrar  al  franchute  (como  le  lla- 
maban) la  sinrazón  de  su  queja. 

Durante  el  invierno  de  1847  a  1848  funcionó  en  la  plaza  de 
la  Cebada  una  compañía  gimnástica,  sin  que  hayamos  podido 
saber  el  sitio  donde  estuviera. 

También  en  la  Plaza  de  Toros  se  daban  algunas  funciones 
los  domingos  por  la  tarde.  En  Agosto  de  1843  se  ejecutó  una, 
dirigida  por  Mr,  Augusto  Reinaud,  en  la  que  tomaron  parte: 


(1)  J«]ste  gimnasta  es  autor  de  uu  folleto  titulado  Noticia  histórica  de 
los  ejercicios  gimnásticos  y  demás  juegos  de  la  antigua  Grecia.  Se  vea- 
día  a  2  reales. 


148  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Juan,  el  Madrileño,  saltando  a  caballo  aros  de  papel;  no- 
vedad para  entonces. 

Anita,  la  Andaluza,  del  Circo  Olímpico  de  Lisboa,  hizo,  a 
caballo  también,  las  actitudes  del  chai. 

Joanet,  Meric  y  Andrés,  los  tres  Hércules,  trabajos  de  fuer. 
Ea  sobre  tres  caballos. 

Carolina,  la  Madrileña,  volteo  y  saltos  a  caballo. 

Carrasco,  el  Valenciano,  el  equilibrio  del  molino  de  viento 
guarnecido  de  fuegos  artificiales. 

Los  tendidos  costaban  2  reales;  las  gradas,  4. 

Como  resumen  de  la  época,  podemos  dejar  sentado,  para  la 
posteridad,  que  la  instalación  y  desarrollo  en  Madrid  del  es- 
pectáculo ecuestre  y  gimnástico  se  debe  única  exclusivamente 
a  Mr.  Paul  Laribeau. 

Toros. 

Aparecen  como  eapadas  en  los  anuncios  de  esta  época  Juan 
León,  Roque  Mi  randa  (/íígrore*),  Santos,  Montes,  Juan  Pastor(eí 
Barbero),  Cuchares,  que  tomó  la  alternativa  en  1841,  habiendo 
toreadocomo  medio  espada  en  el  año  anterior,  Ríos,  Barragán, 
José  Redondo  {el  Chiclanero),  con  alternativa  de  19  de  Se- 
tiembre de  1842:  Juan  Ynst,  con  alternativa  de  1842;  Manuel 
Díaz  Lavi  y  Juan  Martín  la  Santera,  con  la  de  1843;  Juan 
Lucas  Blanco  y  Julián  Casas  (el  Salamanquino),  de  1846,  y  Ca- 
yetano Sánz,  de  1848. 

De  banderilleros  podemos  citar  a  Pichoco,  Julián  Casas, 
Capa,  Jordán  Blayé,  Baró,  Lillo,  Párraga,  Pulga,  José  Re- 
dondo {el  Chiclanero),  que  comenzó  en  1840;  Juan  Lucas,  en 
1842,  Minuto,  en  1847;  Ángel  López  {el  Regatero)  y  Gabriel 
Caballero,  en  1848;  este  último,  a  quien  llegamos  a  tratar,  fue 
puntillero  de  la  cuadrilla  de  Montes. 

Picadores:  Juan  Trigo,  Antonio  Fernández  {el  Barillas), 
de  1840;  José  Fabró,  del  mismo  año;  Gutiérrez  {el  Montañés), 
Pedro  Romero  {el Habanero);  y  Joaquín  Coyto,del842;  Miguel 


POR   CARLOS  CAMBRONKRO  149 

Martín,  {el  Castañitas),  y  Manuel  Lerma(eí  Coriano),  de  1844; 
José  Sevilla,  de  1846,  y  Alvarez  {el  Oblea),  de  1847. 

Cogidas  de  importancia  fueron  la  de  Roque  Miranda,  el  6 
de  Junio  de  1842,  sufriendo  tres  cornadas,  de  lasque  murió  el 
14  de  Febrero  siguiente,  y  la  del  banderillero  Francisco  Azu- 
cena, que  le  ocasionó  la  muerte,  al  torear  por  primera  vez  en 
Madrid  el  5  de  Junio  de  1843. 

Es  curioso  el  incidente  de  10  de  Abril  de  1842.  Habiendo 
roto  uu  toro  la  puerta  del  encierro,  salió  al  redondel  juntamen- 
te con  la  res  que  correspondía  lidiar,  lo  que  produjo  una  ho- 
rrible confusión  entre  la  dependencia  de  la  plaza,  costando 
mucho  trabajo  volver  a  enchiquerarle,  no  sin  herir  gravemen- 
te a  un  vaquero,  de  cuyas  resultas  murió. 

Citaban  entre  las  malas  corridas  la  del  21  de  Agosto  de 
1848  en  que  de  siete  toros,  tres  salieron  tuertos,  dos  cornice- 
rados  y  uno  cojo:  hubo  uu  alboroto  indescriptible.  Estando  en 
el  redondel  el  último  toro,  atravesó  la  plaza  el  empresario 
D.  Antonio  Palacios,  conducido  entre  guardias,  como  preso, 
para  ir  a  dar  sus  descargos  ante  la  Presidencia. 

El  15  de  Agosto  de  1841  se  dio  una  corrida  de  novillos,  en 
la  que  un  embolado  fue  picado  por  Magdalena  García,  bande- 
rilleado por  Rosa  Iznar  y  muerto  por  Martina  García. 

ün  revistero  de  1846  decía  de  Juan  León  que  era  un  buen 
director  de  lidia;  del  Chiclanero,  que  resultaba  un  torero  muy 
salao]  del  Cuchares  que  se  hacía  aplaudir  por  sus  monaitas;  de 
Jordán,  que  pasaba  por  el  rey  de  los  banderilleros  y  que  Ga- 
llardo y  el  Coriano  sabían  poner  una  pica. 

En  Noviembre  de  1844  se  hacíala  mogiganga  titulada  Los 
arrieros  y  verduleras  en  la  plaza  de  la  Cebada.  He  aquí  la  des- 
cripción que  daba  el  Diario: 

«Saldrán  dos  hortelanos  con  dos  borricos  cargados  de  ver- 
duras y  pararán  en  medio  de  la  plaza,  descargándolas  y  exten- 
diéndolas por  el  suelo.  Inmediatamente,  y  por  otra  puerta,  se 
presentarán,  acompañadas  de  dos  gallegos,  dos  verduleras 
con  sus  cestas  en  los  brazos,  y  colocarán  las  verduras  en  unos 


150  0RÓKIGA8  DEL  TI£MPO  DE  IfiABKL  II 

puestos  próximos  al  toril;  se  presentarán  a  la  comprA  un  agua- 
dor y  varias  criadas  y  criados,  y  cuando  estén  escogiendo,  dis- 
putando y  ajustandolas  verduras,  se  soltará  un  toro  embolado, 
que  desbaratará  toda  la  comparsa,  la  que  ejecutará  la  suerte 
de  picarle,  por  los  hortelanos  montados  en  sus  burros,  bande- 
rillearle por  las  verduleras  y  gallegos,  matándole  el  aguador». 
Cuchares  y  el  Chiclanero  produjeron  en  la  Plaza  de  Toros, 
el  año  1845,  la  división  de  los  espectadores  en  dos  partidos  que 
silbaban  o  aplaudían  sin  conciencia  los  lances  de  la  corrida, 
sólo  por  dar  gusto  a  su  torero  favorito. 

Es  bien  conocido  el  caso  de27  de  Setiembre  de  1846,  en  que 
Cuchares  y  el  Chiclanero,  creyéndose  cada  uno  con  mejor  de- 
recho, intentaron  a  la  vez  matar  el  primer  toro  de  la  corrida, 
para  lo  cual  tomaron  al  propio  tiempo  los  trastos;  hicieron 
juntos  el  saludo  a  la  Presidencia  y  corrieron  a  alcanzar  la  res 
para  estoquearla;  pero  Cuchares  tuvo  más  ligereza  o  más  suer- 
te, y  consiguió  matarla,  conquistándose  una  ovación. 
Dicen  que  Cuchares  era  más  antiguo. 

Los  toros  de  Miura  se  lidiaron  por  primera  vez  en  Madrid 
el  30  de  Abrril  de  1849. 

Con  motivo  del  casamiento  de  Isabel  II  y  el  de  su  herma- 
na Luisa  Fernanda,  vinieron  a  Madrid,  en  Octubre  de  1846,  el 
Duque  de  Moutpensier,  prometido  deiainfanta,  y  su  hermano, 
el  Duque  de  Aumale,  figurando  en  el  séquito  de  éstos  el  céle- 
bre escritor  Alejandro  Dumas.  Aunque  había  dispuesta  una 
función  real  de  toros  en  la  Plaza  Mayor,  los  príncipes  france- 
ses quisieron  presenciar  una  corrida  ordinaria,  y  al  efecto,  se 
organizó  repentinamente  una  el  día  13,  a  la  que  asistió  la  Fa- 
milia real.  Isabel  II  llevaba  mantilla  blanca;  el  Rey  Don  Fran- 
cisco y  los  Príncipes  vestían  de  frac  negro.  La  lidia  no  ofre- 
ció nada  de  particular. 

El  dia  16  se  verificó  la  fiesta  real  con  toda  solemnidad  en 
la  Plaza  Mayor,  de  cuyo  acontecimiento  taurino  hicimos  una 
reseña  en  nuestro  libro  Isabel  II,  intima. 

La  reedificación  de  la  Plaza  Mayor  no  estaba  terminada,  y 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  151 


para  que  resultase  buena  visual  se  fingieron  con  bastidores  de 
lienzo  las  casas  que  faltaban  por  construir,  que  eran,  si  no  es- 
tamos equivocados,  las  correspondientes  a  la  calle  de  G-erona. 
Se  colocaron  tendidos  y  gradas  para  los  espectadores  que,  con- 
tando los  que  además  ocupaban  los  balcones  y  azoteas,  se  cal- 
culó su  número  en  60.000.  Se  cubrieron  las  barandillas  de  los  di- 
chos balcones  con  colgaduras  de  paño  grana  y  oro  en  los  pisos 
primero  y  tercero,  y  de  amarillo  y  plata  en  el  segundo  y  en  la 
azotea.  Roja  fue  la  colgadura  de  la  Casa  Panadería,  desde 
cuyo  balcón  principal,  adornado  con  un  magnífico  dosel  de  ter- 
ciopelo carmesí  (1),  bordado  de  oro,  presenció  Isabel  II  la  fun- 
ción, acompañada  de  su  esposo,  de  la  Reina  Cristina  y  de  la  de- 
más Familia  real. 

A  las  tres  menos  cuarto  entraron  los  alabarderos  que  reco- 
rrieron la  plaza  con  su  música  al  frente,  colocándose  después, 
según  costumbre,  al  pie  del  balcón  de  SS.  MM.,  formando  con 
sus  cuerpos  la  continuación  de  la  barrera,  interrumpida  en 
aquel  punto.  Para  este  acto  usaron  los  alabarderos  traje  de  dia- 
rio, a  fin  de  no  llamar,  por  el  color  del  uniforme  de  gala,  la 
atención  del  toro. 

A  las  tres  apareció  la  Reina  en  el  balcón;  un  cuarto  de  hora 
después,  salieron  por  el  arco  de  la  calle  de  Toledo  los  caballe- 
ros en  plaza,  según  el  orden  siguiente: 

ün  coche,  tirado  por  cuatro  caballos  castaños,  en  que  iba 
el  Sr.  Conde  de  Altámira  con  su  ahijado  el  caballero  en  plaza ^ 
D.  Ramón  Fernández,  vistiendo  traje  azul  celeste  y  blanco; 
coche  de  seis  caballos  castaños,  con  arneses  encarnados,  con- 
duciendo al  Duque  de  Abrantes,  con  su  ahijado,  D.  Antonio 
Miguel  Romero,  restido  de  terciopelo  verde,  acuchillado  de 
raso  blanco;  coche  del  Duque  de  Medinaceli,  quien  llevaba  a 
su  ahijado  D.  Federico  Várela  y  UUoa,  con  traje  de  terciopelo 
verde,  y,  por  último,  coche  del  Duque  de  Osuna,  acompañando 


(1)    El  color  real. 


152  0RÓMICÁ8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   H 


a  D.  José  Cabanas,  de  traje  color  carmesí  y  de  la  época  de  Fe- 
lipe lY,  como  todos  los  caballeros  en  plaza. 

Tras  las  carrozas  seguían  28  briosos  caballos,  conducidos 
por  palafreneros  de  la  Real  Gasa,  y  después  las  cuadrillas  de 
lidiadores  que  habían  de  auxiliar  a  los  caballeros  en  plaza:  la 
de  Jiménez  el  Morenillo,  que  defendía  al  primer  caballero,  ves- 
tía color  verde  y  plata;  la  de  José  Redondo,  el  Chiclanero,  para 
defender  al  segundo,  de  azul  y  plata;  la  de  Juan  León,  desti- 
nada al  tercero,  de  castaño  oscuro  y  oro,  y  la  última,  de  Fran- 
cisco Montes,  de  grana  y  plata. 

AI  pasar  los  coches  por  delante  del  balcón  donde  estaba  la 
Reina,  se  detenían;  bajaban  padrino  y  ahijado,  aquél  presen- 
taba éste  a  S.  M.,  y  volvían  a  subir  a  la  carroza,  que  salía  de 
la  plaza  por  el  arco  de  la  calle  de  Ciudad  Rodrigo. 

Transcurrido  largo  rato,  aparecieron  nuevamente  los  caba- 
lleros rejoneadores  montados  a  caballo;  precedíalos  un  piquete 
de  guardias  de  la  lancilla,  vestida  a  la  chamberga,  y  acompa- 
ñábanlos otras  comparsas  de  diferentes  trajes  y  las  correspon- 
dientes cuadrillas.  Detrás  iban  doce  picadores,  seis  alguaci- 
les y  cuatro  juegos  de  muías  cerrando  el  acompañamiento. 
Las  cuadrillas,  muleteros  y  todos  los  operarios  estaban  lujo- 
samente vestidos  (1),  usando  los  diestros  el  llamado  sombrero 
de  medio  queso,  en  vez  de  la  acostumbrada  monterilla. 

Quedaron,  por  fin,  solamente  en  el  redondel  la  gente  de  a 
pie  de  las  cuadrillas,  los  caballeros  en  plaza,  y,  frente  a  S.  M., 
los  alguacilillos  de  servicio  a  caballo,  siempre  en  continuo  mo- 
■vimiento  para  evitar  las  acometidas  del  toro,  llevándose  los 
sustos  consiguientes  y  las  consiguientes  silbas  del  público. 

La  suerte  del  rejoncillo  estuvo  como  siempre,  desigual  y 
accidentada.  Fernández  sufrió  un  porrazo,  y  tuvo  que  retirar- 
se; lo  propio  le  aconteció  a  Várela,  y  quedaron  solamente  en  la 
plaza  Cabanas  y  Romero,  que  fue  el  héroe  de  la  fiesta  por  su 
habilidad  y  su  valentía.  Este  perdió  su  caballo,  tuvo  que  des- 


(1)    Auuque  con  trajes  de  diferentes  épocas. 


POR   CARLOS   GAMBRONERO  153 

montarse  delante  del  toro  y  atravesar  la  plaza,  lo  que  realizó 
sin  volver  la  cabeza  y  con  singular  donaire,  en  medio  de  es- 
truendosos aplausos.  En  el  segundo  toro  quebró  Romero  nueve 
rejoncillos,  y  tres  en  el  tercero,  causándole  la  muerte. 

Una  torpeza  de  Lavi  pudo  costar  la  muerte  al  valiente  ca- 
ballero, pues  habiendo  aquel  llamado  al  toro  fuera  de  suerte, 
arremetió  de  repente,  sin  que  pudieran  los  peones  estar  al  qui- 
te, y  cayeron  a  la  arena  caballo  y  caballero,  produciendo  en 
el  público  la  natural  emoción  por  el  peligro  inminente  que  Ro- 
mero corría;  pero  éste  hizo  levantarse  al  caballo,  y  se  vio  que 
el  jinete  ni  siquiera  había  perdido  los  estribos;  grande  fue  el 
aplauso  con  que  el  público  premió  su  serenidad;  sin  embargo, 
aún  fue  mayor  la  ovación  espontánea  y  general  que  le  dio  al 
ver  que  la  fiera  caía  muerta  a  los  pocos  pasos,  atravesada  por 
el  rejoncillo.  La  Reina  le  hizo  subir  al  palco  real,  donde  se  le 
felicitó. 

Los  toros  de  lidia  corriente  fueron  estoqueados  por  Montes, 
él  Chiclanero  y  Cuchares,  terminando  la  corrida  a  las  seis  y 
media,  hora  en  que  estaba  la  plaza  iluminada  con  700  hachas, 
que,  según  dice  un  cronista,  ahuyentaron  la  noche  de  aquel  pri- 
vilegiado recinto. 

Varled.ad.es . 

Al  comienzo  de  esta  década  aparecen:  un  Teatro  pintoresco 
mecánico  en  la  calle  de  Tudescos,  núm.  32;  otro  especial  para 
Navidad,  en  la  de  la  Reina,  núm.  8;  un  Cosmorama  en  la  del 
Lobo  (Echegaray),  núm.  9,  y  sigue  el  ya  conocido  de  Bue- 
navista,  de  figuras  de  movimiento,  en  la  calle  de  la  Luna,  nú- 
mero 11. 

Continuó  durante  todo  este  período  el  Diorama  de  la  Pla- 
tería de  Martínez,  y  lo  mismo  la  Galería  topográfica  del  Paseo 
de  Recoletos,  de  la  que  en  1849  decía  un  periódico: 

«La  gran  vista  en  sólido,  representando  una  extensión  de 
país  con  todos  los  accidentes  de  que  es  susceptible  la  Naturale- 


154  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DK  ISABEL  II 

za  en  una  comarca  a  la  vista  del  observador,  es  una  obra  de 
un  mérito  relevante  y  de  un  efecto  totalmente  desconocido 
basta  el  día.  El  celaje  que  la  acompaña  está  pintado  al  fresco, 
y  es  debido  a  la  inteligencia  del  Sr.  Abrial.  En  el  fondo  del 
cuadro,  y  desde  la  embocadura  de  la  derecha,  se  divisan  unas 
ruinas  sobre  peñascos,  obra  del  pincel  del  Sr.  Villamil.  En 
cuanto  a  la  parte  topográfica  de  este  precioso  cuadro,  diremos 
solamente  que  ha  sido  dirigida  por  el  Sr.  Gil  de  Palacio,  tan 
conocido  por  sus  obras  de  sobresaliente  mérito,  entre  las  que 
figuran  los  célebres  modelos  de  Madrid,  Valladolid,  El  Esco- 
rial, y  otros  que  sé  admiran  en  el  Gabinete  topográfico  de 
S.  M.  y  en  el  Museo  de  Artillería.» 

Se  exhibían  allí  vistas  topográficas  de  Madrid,  Barcelona, 
la  Torre  del  Carpió,  el  Sepulcro  de  los  Scipioues  y  un  país  ne- 
•?ado  de  gran  efecto. 

El  espectáculo  tuvo  un  competidor  en  sitio  no  lejano  de 
donde  estaba  instalado.  En  el  salón  del  palacio  de  las  Delicias, 
calle  del  Almirante,  esquina  a  Recoletos,  apareció,  en  Marzo 
de  1840  una  «vista  de  París,  en  relieve,  con  todos  los  edificios, 
calles,  ríos,  puentes  y  jardines».  Tenía  el  modelo,  de  circun- 
ferencia, 62  pies,  y  costaba  la  entrada  8  reales.  Duró  poco 
tiempo. 

La  pimitiva  Galería  presentaba  también  vistas  de  algunos 
acontecimientos  notables,  y  una  de  ellas  fue  el  atentado  de  7  de 
Octubre  de  1841,  cuando  los  alabarderos  defendieron  en  la  es- 
calera principal  del  Real  Palacio  la  entrada  a  las  habitaciones 
de  la  Reina  niña,  contra  un  regimiento  de  infantería  subleva- 
do. Costaba  4  reales  billete. 

Diciembre  1843. — Se  exhibió,  no  sabemos  en  qué  sitio,  un 
gigante  guipuzcoano,  que  medía  de  altura  siete  pies  y  ocho 
pulgadas,  y  se  llamaba  Miguel  Joaquín  Eleicegui.  Había  naci- 
do el  10  de  Julio  de  1821.  Se  presentó  a  la  Reina  vestido  de 
granadero 

Cruz^ — .Junio  de  1840. 

Llamó  mucho  la  atención  uñ  prestidigitador  y   ventrílo- 


POR   CARLOS   CAMBRÓN ERO  155 

cuo,  Juan  Faugier.  Hablaba  italiano,  mezclando   algunas  pa- 
labras españolas. 

Uu  periódico  contaba  en  28  de  Mayo  la  siguiente  anécdota: 

«El  Sr.  Faugier  ha  dado  ya  en  esta  corte  algunas  muestras 
de  su  habilidad.  Anteayer  entraba  por  la  puerta  de  Alcalá  un 
burro  cargado  de  paja;  oyó  su  conductor  que  dentro  de  la  car- 
ga cantaba  un  canario,  y  quiso  buscar  el  pájaro  descargando 
la  bestia.  Nada  halló,  como  era  de  esperar;  pero  al  querer  car- 
gar de  nuevo,  empieza  a  hablarle  el  paciente  burro,  y  le  dice: 
— Estoy  cansado,  no  quiero  más  carga. — Espantado  el  hom- 
bre, echó  a  correr  haciendo  la  señal  de  la  cruz,  hasta  que  le 
hicieron  comprender  que  todo  había  sido  una  chanza  del  ven- 
trílocuo.» 

Merecen  citarse: 

Gabinete  recreativo. — Vistas  de  países  de  Europa,  Olivo,  10. 

Teatro  pintoresco  mecánico. — Hortaleza,  34,  bajo;  otro  en 
la  calle  de  la  Sartén,  esquina  a  la  plaza  de  Navalón. 

Neorama.  — Alcalá,  22,  frente  a  la  Historia  Natural  (hoy 
Academia  de  Bellas  Artes).  — Vistas,  y  un  autómata  que  mo- 
vía los  brazos,  la  cabeza  y  los  ojos. 

Cosmorama.  Gorgnera  (Núñez  de  Arce),  núm.  15. — Vistas, 
y  entre  ellas,  la  del  atentado  de  7  de  Octubre  de  1841. 

Difanorama, — Cuadros  disolventes,  21  vistas. — Café  de  las 
cuatro  estaciones.  Paseo  del  Prado,  próximo  al  sitio  en  que 
hoy  se  halla  la  salida  de  la  calle  de  los  Madrazos:  4  reales  bi- 
llete. Duraba  uua  hora  el  espectáculo. 

Otro  teatro  pintoresco  mecánico,  de  Mr.  Pierre,  de  París, 
se  estableció  en  la  calle  de  Jesús  del  Valle,  núm.  40.  Aquí  es- 
tuvo poco  tiempo,  sin  duda  por  insuficiencia  del  local;  en  Di- 
ciembre de  1842  se  trasladó  al  teatro  de  Buenavista.  Una  de 
las  vistas  que  anunciaban  era  el  paso  del  ejército  de  Napoleón  I 
por  el  Monte  de  San  Bernardo,  donde  se  veían  desfilar  más  de 
30.000  hombres.  La  luneta  costaba  4  reales. 

En  1843,  Mr.  Dorville  abrió  otro  teatro  mecánico  en  la 
calle  del  Mesón  de  Paredes,  núm.  25.  No  prosperó. 


156  ORÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   11 

La  iglesia  del  convento  de  los  PP.  Basilios,  calle  del  Des- 
engaño, entre  Val  verde  y  Barco,  se  convirtió  en  salón  de  va- 
riedades, y  se  instaló  en  éste,  durante  el  invierno  de  1844,  un 
Teatro  de  hidráulica,  ofreciendo  sorprendentes  juegos  de  agua 
mezclados  con  fuego.  Esto  de  la  hidráulica  había  estado  muy 
de  moda  en  la  década  anterior.  La  entrada  costaba  cuatro  rea- 
les. El  anuncio  advertía  que  el  local  estaba  abrigado  y  de- 
cente. 

Neorama. — En  la  Carrera  de  San  Jerónimo,  núm.  46,  bajo, 
casa  donde  estuvo  el  café  de  Canosa. — Comenzó  en  el  verano  de 
1846,  y  duró  algún  tiempo.  En  Diciembre  presentaron  un  au- 
tomata,  una  rueda  pirotécnica  y  una  vista  mecánica  de  los  ca- 
minos de  hierro,  que  fue  muy  celebrada. 

Por  Agosto  de  1846  dio,  en  el  teatro  de  Variedades,  algu- 
nas funciones  un  prestidigitador  español,  llamado  D.  José 
González. 

En  el  salón  del  cafó  de  Cervantes,  donde  ya  no  había  cafó, 
presentaba  unos  monos  amaestrados  un  italiano  llamado  Do- 
nato. 

Junio  de  1846. — Exposición  de  fieras  domesticadas  en  el 
parador  de  San  Rafael,  afueras  de  la  Puerta  de  Fueucarral, 
hoy  Glorieta  de  Bilbao.  El  dueño  de  esta  colección,  Mr.  An- 
drés Servat,  no  eligió  o  no  pudo  procurarse  sitio  más  a  propó- 
sito, y  tuvo  que  retirarse  pronto. 

En  1846  vino  otro  prestidigitador  a  Madrid,  Mr.  Antonio 
Cervis,  que  trabajó  en  el  teatro  del  Museo.  Tuvo  alguna  más 
aceptación  que  González. 

El  que  obscureció  a  todos  fue  el  célebre  Mr.  Macallis- 
ter  (1),  ingeniero  mecánico  de  Inglaterra,  primer  prestidigitador 
de  Europa  y  profesor  de  Física.  Titulaba  la  serie  de  juegos  que 
hacía  El  palacio  encantado.  El  escenario  aparecía  completa- 
mente a  obscuras;  se  presentaba  de  pronto  Macallister,  y  al 
disparar  un  pistoletazo  se  encendían  súbitamente  doscientas 


(1)    Diciembre  de  1846. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  157 


velas,  diseminadas  por  el  tablado.  Hizo  suertes  muy  variadas 
y  caprichosas:  una  de  ellas  era  sacar  de  un  sombrero  de  copa 
trescientos  regalos,  que  repartía  entre  los  espectadores. 

Se  celebró  mucho  un  efecto  ilusionista,  por  el  cual  figuraba 
sacar  de  una  naranja  natural  una  señorita  que  tenía  de  estatu- 
ra cinco  pies  y  dos  pulgadas.  En  algunas  funciones  tomó  parte 
la  esposa  de  Macallister,  M.™®  Luisa  Rous,  con  la  suerte  de  las 
monedas  pro f éticas,  que  contestaban,  no  sabemos  en  qué  forma, 
a  las  preguntas  que  la  señora  les  hacía  sobre  los  defectos  y  vir- 
tudes de  los  concurrentes. 

El  periódico  satírico  Don  Circunstancias  escribió  unos  ver- 
sos a  propósito  de  Macallister,  en  los  que  decía,  amén  de  otras 
cosas: 

«No  diré  que  sea, 

por  ejemplo,  un  lince; 

sabio,  como  Newton; 

bravo,  como  Aquilas; 

mas  si  el  arle  sabe 

de  sacar  monises, 

digo  que  lo  entiende 

mister  Macallister. 

Cosas  grandes  hace, 

cosas  raras  dice, 

que  de  los  demonios 

tienen  algún  tinte: 

saca  de  una  bolsa 

donde  nada  existe, 

jaulas  con  canarios, 

tórtolas  y  buitres. 

Las  eternas  leyes 

físicas  infringe; 

pero  no  es  todo  eso 

lo  que  le  distingue: 

sus  mayores  gracias, 

á  mi  ver,  consisten 

en  tornar  alegres 

á  los  que  están  tristes; 

y  pues  de  consuelo 

su  presencia  sirve, 


158  CRÓNICAS  DKL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

digo  qae  lo  entiende 
inister  Maoallister.» 

A  los  Dioramas,  Neoramas,  Cosmoramas  y  Difanoramas 
mencíouados  hay  que  añadir  uu  Polioratua  qae,  por  Febrero 
de  1847,  se  instaló  eu  la  calle  de  Alcalá,  esquina  a  Cedaceroar. 

Después  de  Macallister,  se  exhibió  en  el  salón  Cervantes  un 
prestidigitador  catalán,  Carlos  Llevat,  que  uo  causó  entu* 
siasmo. 

Más  gustó  otro  que  vino  al  teatro  de  la  Cruz,  en  Octubre 
de  1847,  Mr.  Chevalier,  que  trabajaba  ayudado  por  su  esposa, 
y,  además  de  juegos  de  prestidigitacióu,  hacía  suertes  de  doble 
vista  antimagnética.  Chevalier  colocaba  a  su  esposa  en  el  esce- 
nario, sentada  eu  uu  sillón;  la  tapaba  los  ojos  con  tres  pañue- 
los, y  en  esta  disposición  la  hacía  adivinar  todos  los  objetos 
que  en  la  platea  ponían  los  espectadores  eu  manos  del  presti* 
digitador,  quien  comunicaba  a  la  esposa  sus  facultades  de  adi- 
vinación, sin  sonambulismo  ñipases  magnéticos. 

El  último  prestidigitador  que  vino  en  esta  década  fue 
Mr.  Alfredo  Caplacy,  que  trabajó  por  Mayo  de  1849  eu  el 
Circo  de  Mr.  Paul,  y  aunque  dio  algunas  funciones,  no  obtuvo 
la  entusiasta  acogida  de  Macallister. 

La  ascensión  del  globo  de  Mr.  Arbán,  en  la  Plaza  de  To- 
ros, constituyó  un  acontecimiento  en  Octubre  de  1847.  Una 
gran  banda,  compuesta  de  cien  profesores,  dirigida  por  los 
Sres.  Romero  y  de  Juan,  tocó  un  himno,  arreglado  por  el  señor 
Bonetti,  director  de  orquesta  del  teatro  del  Circo,  y  a  continua- 
ción, la  introducción  de  la  ópera  Hernani,  la  sinfonía  de  Na- 
buco,  ambas  de  Verdi,  que  era  el  maestro  favorito;  polkas  de 
Mozart,  valses  de  Strauss,  que  seguían  cautivando  al  público; 
galops  de  Skoczdopole,  y  rigodones  de  Bonetti. 

«Mr.  Arbán — dice  el  anuncio — preparará  el  gran  globo,  y 
colocándose  en  la  canastilla  pendiente  del  mismo,  ascenderá 
hasta  el  palco  real  y  tendrá  la  honra  de  poner  eu  manos  de 
S.  M.  un  vistoso  ramillete  de  flores  y  varios  ejemplares  de 
composiciones  en  verso,  en  loor  de  la  nación  española,  de  su 


POR  GARLOS   OAMBRONBRO  159 

augusta  Reina  y  de  los  espectadores.  Eii  seguida  dará  Mr.  Ar- 
bán  en  el  globo  un  giro  por  toda  la  plaza,  distribuyendo  flores 
y  versos  a  los  concurrentes.  Finalizada  esta  operación,  recibirá 
el  gran  impulso  el  globo,  y  en  él  Mr.  Arbán  se  remontará  por 
los  aires  a  la  altura  de  700  metros.  Concluyendo  este  gran- 
dioso espectáculo  con  el  Himno  E>eal  para  despedir  a  S.  M.» 

En  el  redondel,  y  aprovechando  sólo  el  sitio  de  la  sombra, 
se  colocaron  sillas  para  los  espectadores,  al  precio  de  20  reales 
asiento. 

La  función  anunciada  para  el  día  21  se  suspendió  por  el 
temporal,  verificándose  el  23  de  aquel  mes. 

Hubo  un  Tiro  de  gallo  en  las  afueras  de  la  Puerta  de  Santa 
Bárbara,  junto  al  Hipódromo^  construido  por  el  Conde  de  Cuba, 
y  se  cuenta  que  estaba  muy  concurrido  allá  por  el  año  1848. 
La  distancia  del  tiro  era  de  78  pasos. 

En  Junio  de  1848  se  estableció  un  tiro  de  pistola  en  la  calle 
del  Almirante,  núra.  21,  palacio  donde  se  habían  dado  los  bai- 
les famosos  de  las  Delicias:  estaba  abierto  de  seis  de  la  mañana 
a  seis  de  la  tarde. 

Un  tal  Mr.  Charles  tuvo  una  Exposición  de  fieras  en  la  calle 
de  la  Greda,  y  en  Mayo  de  1849  se  decidió  a  dejar  luchar  un 
hermoso  tigre  de  Bengala  con  un  toro.  Previo  el  consiguiente 
reclamo  de  la  Prensa,  se  verificó  la  lucha  en  la  Plaza  de  Toros 
el  17  del  mes  indicado,  con  asistencia  de  la  Reina  Isabel  II  y 
de  su  esposo  Don  Francisco  de  Asís. 

Se  construyó  una  gran  verja  de  hierro  en  el  centro  de  la 
plaza  y  se  echaron  a  reñir  contra  perros  de  presa,  primero  un 
venado  y  después  un  oso,  que  fueron  vencidos.  Había  gran  in- 
terés por  conocer  el  resultado  de  la  lucha  entre  el  toro  y  el 
tigre,  y  aun  parece  que  mediaban  apuestas  entre  los  especta- 
dores, así  es  que  la  fiesta  se  verificó  con  un  lleno  completo, 
pagando  el  público  a  subidos  precios  las  localidades.  Veamos 
cómo  describe  un  testigo  presencial  esta  parte  de  la  lucha: 

«El  toro,  boyante  y  de  buen  trapío,  y  el  tigre,  rastrero  y 
receloso,  llegaron  a  encontrarse  frente  a  frente;  el  toro   hiao 


160  CRÓNICAS  DEL  TIKMPO  DE  ISABKL  II 

ademán  de  embestir  y  el  tigre  se  sentó  a  esperar  la  acometida; 
pero  viendo  que  el  toro  no  se  metía  con  él,  quiso  probar  for- 
tuna y  le  acometió.  El  toro,  que  le  esperaba,  le  dio  una  cor- 
nada en  la  boca  y  otra  en  la  garganta,  quedando  el  tigre  ren- 
dido en  el  campo,  donde  concluyó  entre  los  dientes  de  unos 
perros.» 

Mr.  Charles  regaló  al  jefe  político,  Sr.  Zaragoza,  la  piel  del 
tigre,  con  destino  al  Museo  de  Historia  Natural. 

Era  tal  el  interés  que  había  despertado  la  lucha  de  fieras, 
especialmente  por  la  parte  que  al  toro  pudiera  corresponder 
en  el  resultado,  tratándose  de  un  animal  que  representaba  en 
aquellos  momentos,  et  passez  moi  le  mot,  el  honor  de  España, 
que  Mr.  Charles  se  decidió  a  reproducir  el  espectáculo,  aunque 
le  costase  la  pérdida  de  otro  de  los  raros  ejemplares  que  for- 
maban su  colección  de  fieras.  El  día  16  de  Agosto  se  anunció 
otra  lucha,  y  el  público,  cuya  expectación  era  grande,  ocupó 
por  completo  las  localidades  de  la  Plaza  de  Toros.  La  Heina 
Isabel  no  quedó  arregostada  de  la  fiesta,  y  excusó  su  asistencia, 
presenciándola  en  su  nombre  la  Reina  Madre  Doña  María 
Cristina  y  el  Rey  Don  Francisco  de  Asís. 

Comenzó  el  espectáculo  con  la  lucha  de  una  hiena,  atada 
a  una  cadena,  contra  dos  perros  de  presa  que  la  vencieron  sin 
gran  esfuerzo,  pues  la  fiera,  al  verse  acometida,  se  amedrentó 
y  no  procuraba  sino  huir  de  sus  enemigos. 

Después  salió  un  toro  colorado,  bragado,  llamado  Carame- 
lo, de  la  ganadería  de  Snárez,  de  Coria  del  Río,  y  dio  una 
Tuelta  a  la  plaza  como  para  tomar  posesión. 

Abierta  la  puerta  de  la  jaula  del  león  Julio,  apareció  éste 
marchando  majestuosamente,  poseído  de  su  papel  de  rey  de 
las  fieras,  según  versión  corriente  entre  los  fabulistas,  y  sin 
andarse  con  cumplidos  ni  etiquetas,  se  abalanzó  al  toro  por 
detrás  haciendo  presa;  pero  éste,  con  un  enérgico  y  oportuno 
par  de  coces,  se  lo  qnitó  de  encima,  revolviéndose  luego  para 
darle  unas  cornadas  que  debieron  producir  mal  efecto  en  la 
parte  física  y  en  la  moral  del  león,  por  cuanto  de  aquí  en  ade- 


POR   CARLOS   CAMBRONBRO  161 

lante  esquivó  toda  relación  con  su  contrincante  el  sevillano. 

Pasó  media  hora,  y  el  público  comenzó  a  dar  muestras  de 
desagrado,  pidiendo  que  saliera  el  tigre.  Salió  éste,  en  efecto; 
pero  fuese  que  tuviera  conocimiento  del  triste  fin  de  su  com- 
pañero en  la  fiesta  anterior,  fuese  que  se  hiciera  cargo  de  la 
situación  por  el  abatimiento  que  del  león  se  había  apoderado, 
fuese  por  otras  causas  que  hasta  la  fecha  no  se  han  podido 
averiguar,  el  caso  es  que  el  tigre  declinó  la  honra  de  luchar 
con  ninguna  de  las  dos  fieras  que  se  encontró  en  la  jaula,  y 
huía  de  ambas  por  igual,  dando  al  traste  con  su  reputación. 

Poseído  el  toro  de  que  se  había  hecho  dueño  del  cotarro, 
intentó  varias  veces  acometer  al  león  y  al  tigre;  mas  uno  y 
otro  escurrieron  el  bulto  sin  dejar  ningún  linaje  de  duda  res- 
pecto al  miedo  que  el  de  las  astas  les  había  infundido.  Sólo  el 
tigre,  aprovechando  las  distracciones  del  toro,  quiso  acometer- 
le varias  veces,  arrastrándose  cautelosamente  por  el  suelo  para 
caer  a  traición  sobre  su  enemigo;  pero  el  toro  le  descubría 
siempre,  haciéndole  huir  antes  de  acercarse. 

Se  soltaron  unos  perros  de  presa  que  no  se  atrevieron  a 
acometer  a  ninguna  de  las  tres  fieras,  y,  por  último,  con  obje- 
to de  sacar  al  toro  de  la  jaula,  se  metieron  en  ésta  unos  cabes- 
tros, que,  lejos  de  cumplir  su  cometido,  vinieron  a  empeorar  la 
situación.  Los  cabestros  solos,  sin  vaquero  que  los  dirigiese, 
no  tuvieron  maña  para  sacarse  al  toro,  y  una  vez  dentro  de  la 
jaula,  excitaron  las  iras  del  león,  que  quiso  vengar  en  ellos  la 
deshonra  que  el  toro  le  había  procurado;  éste  salió  a  la  defen- 
sa de  sus  compañeros,  y  les  libró  de  las  feroces  garras  de  la 
rencorosa  fiera. 

A  todo  esto  se  había  echado  la  noche  encima,  y  el  público 
principió  a  demostrar  que  no  le  había  agradado  la  función. 
Ya  sabe  el  lector  cómo  se  acostumbra  a  protestar  en  la  Plaza 
de  Toros  durante  las  corridas  ordinarias;  aquí,  que,  además 
del  toro,  figuraban  como  primeros  actores  un  león  y  un  tigre, 
las  protestas  rebasaron  los  límites  de  lo  conocido  hasta  enton- 
ces, y  amén  de  las  voces,   se  vieron  ir  por  los  aires  las  sillas, 

11 


162  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

las  banquetas  y  la  barandilla  de  las  gradas  dividida  en  peque- 
ños fragmentos,  de  tal  modo,  que  la  autoridad  tuvo  que  inter- 
venir, ordenando  que  la  fuerza  pública  hiciese  despejar  la 
Plaza. 

Por  fin  se  pudo  conseguir  que  el  león  y  el  tigre  ocuparan 
sus  respectivas  jaulas,  y  que  los  cabestros  se  llevasen  al  toro. 
Entre  unas  cosas  y  otras  no  quedaron  terminadas  estas  opera- 
ciones hasta  las  tres  de  la  madrugada. 

En  este  mismo  verano  se  exhibió  una  colección  de  figuras 
de  cera  en  el  salón  de  lo  que  había  sido  café  de  Cervantes,  ca- 
lle de  Alcalá,  esquina  a  la  del  Barquillo.  Entre  las  figuras  ex- 
puestas dicen  que  eran  notables,  por  la  perfección  y  el  pareci- 
do, Napoleón,  presidente  de  la  República  francesa;  Espartero, 
Zumalacárregui,  Cabrera,  Luis  Felipe,  la  Reina  Victoria  de 
Inglaterra,  Sir  Roberto  Peel  y  Pío  IX. 

No  se  había  desarrollado  la  afición  al  juego  de  pelota; 
pero  existían  ya  algunos  amateurs,  puesto  que  en  Junio  de 
1848  se  anuncia  en  el  Diario  un  desafío  a  este  deporte  en  la 
Pradera  del  Canal,  advirtiendo  que  se  habían  terciado  grandes 
apuestas.  Los  jugadores  eran  todos  navarros. 

OABBEBAS    DE    CABALLOS 

Hacia  1841  se  creó  en  Madrid  la  Sociedad  para  el  Fo- 
mento de  la  cría  caballar  de  España,  fundada  por  algunos  in- 
dividuos de  nuestra  aristocracia,  estableciendo  un  Hipódromo 
en  Casa  Blanca,  camino  de  Perales,  en  la  ribera  del  Canal  del 
Manzanares.  Las  primeras  carreras  de  caballos  públicas  se  ve- 
rificaron en  Abril  de  1843,  ganando  el  premio  el  caballo  Pa- 
goda, propio  del  Marqués  de  Guadalcázar. 

Las  carreras  de  Agosto  de  1844  se  verificaron  con  gran 
concurrencia  de  coches  y  de  gente  a  pie.  Los  primeros  premios 
se  concedieron  a  los  caballos  Bedinno,  Guzmán  y  Acteón,  que 
eran  respectivamente  del  Marqués  viudo  de  Santa  Marta,  de 
Salamanca  y  del  Duque  de  Osuna. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  163 

Más  adelante,  en  1845,  consiguió  la  Sociedad  que  el  Real 
Patrimonio  les  cediese  un  terreno  en  la  Casa  de  Campo,  y  las 
carreras  de  este  año  se  celebraron  con  cierto  aparato.  En  ellas 
consiguió  llamar  la  atención  un  gitano,  Cenón  Caldera,  que, 
vestido  de  joJcey,  montó  una  yegua  corredora  de  su  propiedad, 
y  se  acreditó  de  buen  jinete,  dando  la  vuelta  a  la  pista  en  dos 
minutos  menos  un  segundo.  Fueron  jueces  de  liza  los  Duques 
de  Riánsares  y  de  Veragua,  y  jurado  Salamanca,  Duque  de 
San  Carlos,  Arteta,  Falcón,  Marqués  de  Perales  y  Conde  déla 
Vega  del  Pozo. 

Por  Real  orden  de  5  de  Setiembre  de  1846  se  concedió  un 
premio  de  8.000  reales  para  las  carreras  que  se  habían  de  veri- 
ficar en  el  mes  de  Octubre  siguiente. 

En  Noviembre  de  1847  ganaron  premio  los  caballos  pro- 
piedad del  Duque  de  Riánsares,  de  Salamanca,  de  Figueroa, 
del  Conde  de  Guitantz  y  de  Mr.  Moore. 

No  despertaban  gran  entusiasmo  las  carreras  de  caballos 
como  espectáculo  público;  pero  ofrecían  mucha  animación  de 
gente,  porque  allí  se  daba  cita  la  sociedad  elegante,  constitu- 
yendo a  veces  el  principal  aliciente  de  la  diversión  las  apues- 
tas, en  las  que  ganaban  dinero  los  que  no  lo  perdían;  así  es 
que  la  asistencia  a  las  Carreras  solía  costarle  a  algún  aficiona- 
do un  puñado  de  duros. 

Bailes  púlblloos. 

En  esta  década  de  1840  a  1849  parece  que  afloja  un  poco  el 
entusiasmo  por  los  bailes  de  máscaras,  aunque  siguen  cele- 
brándose éstos  en  el  Príncipe,  a  12  reales  billete,  habiendo 
puesto  el  guardarropa  en  la  cazuela  para  mayor  comodidad 
del  público. 

En  1840  se  daban  bailes  en  los  salones  del  palacio  de  Vi- 
llahermosa,  a  20  reales  la  entrada,  bailándose  rigodones  y 
valses  nuevos  de  Iradier;  y  lo  mismo  en  el  salón  de  Oriente, 
El  sorteo  de  objetos   del  baile  de  piñata  de  este  último  salón 


164  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE   ISABEL  II 

se  hizo  ante  notario,  y  presidido  por  el  Alcalde  D.  Francisco 
Entrada:  los  regalos  consistieron  en  un  aderezo  de  piedras 
finas,  para  señora,  seis  cubiertos  de  plata  y  un  reloj  cilindro 
de  oro  (1). 

El  teatro  de  la  Cruz,  a  imitación  del  Príncipe  servía  de  sa- 
lón de  baile,  donde  se  tocaban,  con  intermedios  de  diez  minu- 
tos valses,  rigodones,  mazurcas  y  galops,  el  británico  y  las  ita- 
lianas] también  pusieron  el  guardarropa  en  la  cazuela;  y  ofre- 
cía el  aliciente  de  haberse  instalado  un  salón  para  juegos  per- 
mitidos, con  barajas  francesas  y  españolas. 

Dábanse  bailes  en  el  salón  del  cafó  de  la  calle  del  Prado  nú- 
mero 22,  a  8  reales  billete;  en  la  calle  de  Calatrava,  núme- 
ro 13,  a  4  reales;  en  la  Costanilla  de  San  Pedro,  núm.  2, 
casa  de  la  Marquesa  de  San  Vicente,  por  suscripción  30  rea- 
les cuatro  entradas;  y  sobre  todo,  los  bailes  que  merecieron 
mayor  aceptación  en  esta  esta  época  (Febrero  1840)  fueron  los 
que  dieron  en  el  nuevo  teatro  del  Circo,  con  una  orquesta  di- 
rigida por  Arche  y  Aguirre,  tocando  música  de  Iradier,  de  Es- 
lava, de  Mercé,  de  Romero  y  del  propio  Arche:  116  profesores 
y  30  coristas.  Comenzaban  a  las  once  y  media,  y  había  carrua- 
jes especiales,  a  2  reales  asiento,  para  coudución  de  los  con- 
currentes, desde  la  plazas  de  Santo  Domingo,  Antón  Martín  y 
Mayor,  al  Circo  (2).  Estaba  iluminado  el  salón  con  1.200  bujías 
repartidas  en  49  arañas,  aprovechando  las  que  habían  servido 
en  el  salón  de  Oriente.  En  1843  se  terminaba  la  fiesta  con  un 
vals  infernal;  era  la  última  moda. 

El  salón  de  Cervantes;  Alcalá,  69. 

Salón  de  Variedades;  Magdalena  40;  8  reales  billete. 

Museo  Lírico,  Alcalá  27. 


(1)  En  el  baile  de  Piñata  del  teatro  de  la  Cruz  (Marzo  de  1841)  se  rifó 
un  birlocho  de  cuatro  ruedas,  tasado  en  10.458  reales. 

(2)  El  Liceo  (palacio  de  Villahermosa)  también  puso  para  el  público 
servicio  de  ómnibus  en  1845,  desde  la  plazas  del  Progreso,  Santo  Domin- 
go, San  Ildefonso  y  Mayor,  saliendo  de  vuelta  el  último  coche  del  palacio 
de  Villahermosa  a  las  siete  de  la  mañana. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  165 


La  Aurora,  Carrera  de  San  Jerónimo,  núm.  8,  entresuelo; 
8  reales  billete. 

Teatro  del  Instituto;  10  reales  billete.  Se  dieron  bailes 
en  1849. 

•  Salones  del  Pasaje  del  Iris. — Carrera  de  San  Jerónimo; 
14  reales  billete.  El  café  se  había  abierto  al  púbico  el  9  de 
Abril  de  1848,  y  llamó  mucho  la  atención. 

El  acontecimiento  con  que  se  cierra  esta  época  es  la  aper- 
tura de  los  Salones  orientales  o  de  la  Victoria,  en  la  calle  de 
este  nombre,  núm.  8,  y  de  Espoz  y  Mina,  núm.  7.  Los  reviste- 
ros se  hacen  lenguas  ponderando  el  lujo  que  allí  se  había  des- 
plegado en  alfombras,  espejos  y  arañas.  Uno  de  ellos  dice: 
«Las  elegantes  madrileñas  que  a  este  primer  baile  concurrieron 
han  podido,  sin  gran  esfuerzo  de  la  imaginación,  creerse  trans- 
portadas a  uno  de  esos  palacios  encantados  que  con  tanta 
fuerza  de  colorido  se  nos  pintan  en  los  cuentos  orientales.» 

Sigue  en  esta  década  el  entusiasmo  por  los  valses  de 
Straus  (i);  pero  obedece  a  que  Sfcraus  es  el  que  supo  dar  más 
variedad  al  género  cuando  era  el  predilecto  en  todas  las  re- 
uniones, tanto  de  la  aristocracia  como  de  la  clase  media.  El 
bueno  de  Schiller  declamaba  contra  ese  baile  en  que  dos  per- 
sonas de  distinto  sexo,  acordes  en  el  paso  y  movimiento,  giran 
rápidamente  alrededor  de  una  sala  con  los  brazos  entrelaza- 
dos. No  cabe  duda  de  que  eran  menos  pecaminosos  los  minuets 
y  las  contradanzas  en  que  ios  hombres  y  las  mujeres  daban 
vueltas,  distanciados  medio  metro  unos  de  otros,  agarrándose 
únicamente  de  dos  dedos  de  la  mano.  Sin  embargo,  Weber, 
Haydn  y  Beethoven  escribieron  valses  que  gustaron  mucho 
entonces,  pues,  como  decía  Fernández  de  los  Ríos,  no  es  en  el 
oído,  sino  en  el  corazón,  donde  resuena  y  encuentra  eco  tan 
elocuente  lenguaje  del  alma. 


(1)    Los  valses  de  Strauss  para  piano,  se  vendían  en  la  tienda  de  Lodre, 
Carrera  de  San  Jerónimo,  19,  a  6  reales  tanda. 


166  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Tercer  periodo.— 1850  a  1859. 

TEATRO    DEL    PRINCIPE 

Al  final  de  la  década  anterior  dejamos  agonizando  al  Tea- 
tro Español,  y  todos  presentían  que  la  reforma  del  Conde  de 
San  Luis  iba  a  fracasar,  si  es  que  no  había  fracasado  ya.  Y  lo 
peor  era  que  la  causa  no  se  iba  a  buscar  en  la  desacertada  or- 
ganización dada  al  proyecto,  sino  en  circunstancias  accidenta- 
les, que,  si  precipitaron  el  mal  éxito,  no  fueron  el  agente  prin- 
cipal que  lo  produjo.  El  blanco  de  todas  las  iras  era  el  pobre 
Ventura  de  la  Vega.  Decía  de  él  Vicente  Barrantes,  en  un  ar- 
tículo, lamentándose  de  la  situación  del  Teatro  Español: 

«Durante  su  mando  absoluto  ha  visto  el  Sr.  Vega  nacer  y 
desarrollarse  en  torno  suyo  mil  intrigas  livianas  que  eran  men- 
gua de  su  dignidad;  ambiciones  pretenciosas,  rivalidades  mez- 
quinas, que  hubiera  ahogado  con  mano  fuerte  un  hombre 
como  los  que  pide  toda  institución  que  nace,  no  débil  e  irreso- 
luto. De  carácter,  y  no  de  saber,  son  todas  las  faltas  que  ha 
cometido.  Para  nosotros,  el  Sr.  Vega  es  el  Lamartine  de  la 
república  cómico-literaria.» 

Por  un  decreto  de  1."  de  Abril  de  1850  se  modificó  el  pri- 
mitivo del  Conde  de  San  Luis;  pero  sin  resultado  práctico, 
porque  la  gente  no  quería  ir  al  teatro  del  Príncipe,  y  no  en- 
trando dinero  por  la  taquilla  del  despacho  de  billetes  no  ha- 
bía empresa  posible. 

Era  patente  la  falta  de  obras  buenas,  y  Vega,  con  su  buen 
deseo,  propuso  a  la  Junta  que  se  dividiese  en  secciones  de  tres 
individuos  cada  una,  comprometiéndose  éstas  a  presentar,  en 
el  plazo  de  quince  días,  una  comedia  o  drama  por  sección;  pro- 
yecto factible,  pues  tocaba  a  un  solo  acto  cada  individuo.  La 
idea  se  acogió  con  entusiasmo,  al  parecer;  pero  no  se  tiene  no- 
ticia de  ¡que  ninguna  sección  realizase  su  compromiso. 

Examinemos  ahora  la  labor  artística  de  la  temporada. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  167 

Comenzó  el  año  defendiéndose  la  empresa  con  una  zarzuela 
titulada  La  mensajera^  letra  de  Olona  y  música  de  Gaztambi- 
de,  hasta  que  se  puso  en  escena  el  drama  de  Rodríguez  E-ubí, 
Isabel  la  Católica,  que  obtuvo  un  éxito  francamente  favorable. 
Lo  desempeñaron  Matilde,  la  Palma,  la  Noriega,  Romea,  José 
Calvo,  Sobrado,  Pizarroso  y  Alverá;  se  estrenaron  dos  decora- 
ciones de  D.  Francisco  Aranda,  trajes  de  Juan  Torroba  y  una 
marcha  compuesta  por  Gaztambide.  La  administración  o  di- 
rección del  teatro  no  debería  de  andar  bien  organizada,  por- 
que el  drama  se  suspendió  dos  veces  después  de  haber  fijado 
otras  tantas  la  fecha  de  la  primera  representación.  Duró  mu- 
cho tiempo  en  el  cartel. 

Hacían  obras  de  repertorio,  y  alguna  del  teatro  del  si- 
glo XVII,  como  Las  flores  de  Don  Juan,  de  Lope,  refundida  por 
Escosura,  y  La  niña,  boba,  en  que  Matilde  estaba  inimitable. 

En  Enero  de  1850  falleció  Jerónima  Llórente,  cómica  fa- 
mosa, que  tenía  facultades  y  talento  para  hacer  todo  género  de 
papeles,  de  joven,  de  vieja,  de  carácter  grave  y  de  picaresco. 
Al  propio  tiempo  era  tan  modesta,  que  admitía  y  escuchaba 
cuantas  observaciones  la  hicieran. 

Febrero. — Estrenaron  Masaniello,  de  Gil  y  Zarate,  por 
Teodora,  Valero  y  Arjona,  con  decoraciones  de  Philastre  y  de 
Aranda.  El  autor  tenía  escrito  el  drama  desde  1839,  sin  atre- 
verse a  darle  al  teatro.  Esta  vez,  aprovechando  la  ocasión  de 
formar  parte  de  la  Junta  de  admisión  de  obras,  se  decidió  a 
presentar  la  suya,  y  sus  compañeros  no  tuvieron  más  remedio 
que  mandar  ponerla  en  escena.  Se  dijo  que  en  el  decorado  se 
habían  gastado  7.000  duros.  El  público  no  dio  voto  favorable. 

Luego  hicieron  La  madre  de  San  Fernando,  de  Cayetano 
Rosell,  por  Bárbara,  Teodora,  Calvo  y  Pizarroso. 

Abril. — Salida  de  Latorre  con  Sancho  Garda. 

Lirio  entre  zarzas j  drama  en  tres  actos,  de  Antonio  Au- 
set^. 

Algunas  funciones  resultaron  bien  representadas,  como 
por  ejemplo,  la  siguiente:  A  Madrid  me  vuelvo,  de  Bretón,  en 


168  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

que  Matilde  hizo  un  papel  de  la  característica,  Doña  Matea, 
acompañada  de  Teodora,  Latorre,  Romea,  Arjona  y  Guzmán, 
todos  actores  de  primer  orden;  La  sociedad  de  los  trece,  por  Ma- 
tilde y  los  dos  Romeas;  la  Cámara  bailó  La  gitana,  a  mitad  de 
función,  y  para  final  El  rumbo  macareno.  En  noches  así^  ya 
se  podría  ir  al  Español. 

Junio. — Se  presentó,  después  de  haber  estado  durante  diez 
años  retirado  del  teatro,  el  actor  Francisco  Robello,  haciendo 
La  conjuración  de  Venecia  (antigua),  de  Martínez  de  la  Rosa. 
A  fi.nes  de  Julio  se  quiso  realizar  otra  reforma. 
Parece  que  el  Conde  de  San  Luis,  Ministro  de  la  Goberna- 
ción, habiendo  desistido  de  que  el  Gobierno  administrase  y  di- 
rigiese el  Teatro  Español,  vulgo  Príncipe,  invitó  a  los  autores 
dramáticos  para  que  se  encargaran  del  coliseo,  y  ellos  acepta- 
ron la  idea  con  las  bases  siguientes: 

1.*  Los  autores  dramáticos  administrarán  y  dirigirán  todo 
cuanto  hace  relación  al  teatro,  para  lo  cual  nombrarán  de  en- 
tre ellos  diferentes  comisiones  de  uno  o  más  individuos. 

2.*  El  Gobierno  abonará  para  el  sostenimiento  del  Teatro 
Español:  1.*,  lo  que  falte  en  los  productos  hasta  completar 
4.000  reales  por  función;  y  2.°,  la  mitad  de  las  sumas  que  rin- 
da el  tanto  por  ciento  que  pagan  los  teatros  de  provincia  con 
arreglo  a  los  últimos  decretos  sobre  la  materia. 

3.*  Los  autores  dramáticos  no  se  consideran  como  empre- 
sarios, sino  que,  cubiertos  los  gastos  con  las  subvenciones  an- 
teriores, si  hay  mayores  ingresos,  pasarán  a  poder  del  Gobier- 
no o  se  destinarán  a  alguno  de  los  ramos  relacionados  con  la 
institución. 

Entre  los  cargos  desempeñados  por  los  autores,  él  de  Direc- 
tor era  el  único  que  figuraba  con  sueldo,  asignándole  30.000 
reales. 

El  estipendio  de  un  actor  no  habría  de  exceder  de  70.000 
reales. 

El  teatro  estaría  abierto  ocho  meses,  de  16  de  Septiembre 
a  15  de  Mayo. 


POR    CARLOS    CAMBRONKRO  169 

Los  cargos  se  habían  distribuido  del  modo  siguiente:  Pre- 
sidente, D.  Antonio  Grily  Zarate;  Vicepresidente,  D.  José  Zo- 
rrilla; Secretario,  D.  Juan  de  Ariza,  y  Director  D.  Tomás  Ro- 
dríguez Rubí. 

Constituida  la  sociedad,  el  14  de  Setiembre  se  inauguró 
la  temporada  con  La  villana  de  Vallecas,  por  Teodora,  la  Cha- 
fino,  la  Montero,  José  Valero,  Guzmán,  Calvo  y  Pizarroso,  y 
siguieron  echando  mano  del  repertorio  con  Un  tercero  en  dis- 
cordia, que  lo  hacía  muy  bien  Valero,  y  el  Don  Francisco  de 
Quevedo,  que  no  lo  hacía  peor.  A  propósito  de  la  interpretación 
de  este  drama,  contaban  que  Julián  Romea,  cuando  se  acerca- 
ba al  farol,  en  la  escena  IV  del  acto  primero,  para  leer  la  car- 
ta de  Margarita  de  Saboya,  se  aproximaba  el  papel  a  los  ojos, 
como  si  fuera  miope;  y  Valero,  queriendo  diferenciarse  de 
Romea,  separó  la  carta  de  los  ojos  estirando  el  brazo,  como  si 
fuera  présbita.  La  razón  estaba  de  parte  de  D.  Julián. 

Setiembre. — El  tesorero  del  Rey,  de  García  Gutiérrez  y 
Eduardo  Asquerino;  duró  poco  en  el  cartel,  y  volvieron  al  tea- 
tro del  siglo  XVII,  poniendo  El  mejor  alcalde,  el  Rey,  de  Lope, 
refundición  de  Dionisio  Solís,  buena  por  ser  suya;  ni  aun  re- 
fundiciones modernas  tenía  la  Junta  gubernativa. 

Octubre. — Remismunda,  tragedia  de  D.  Juan  de  Ariza,  con 
el  éxito  tibio  que  obtenían  las  obres  de  este  género.  Decían 
que  Teodora  sacó  un  puñal  tan  grande,  para  matarse,  que  el 
público  se  mosqueó,  destruyendo  así  el  efecto  teatral. 

Más  gustó  Don  Bernardo  de  Cabrera,  en  cuatro  actos,  de 
José  Heriberto  García  de  Quevedo. 

Valero  pecaba  un  poco  de  exagerado  en  ciertas  ocasiones, 
con  lo  que  lograba  el  aplauso  seguro  del  anfiteatro.  En  Guz- 
mán el  Bueno,  después  de  haber  arrojado  por  encima  de  la  mu- 
ralla el  cuchillo  fatal,  y  como  horrorizado  de  su  acción,  baja- 
ba en  dos  saltos  los  seis  escalones  que  le  separaban  del  centro 
de  la  escena;  este  efecto  no  a  todos  les  convencía. 

A  fines  de  año  se  hizo  Jugar  jpor  tabla,  en  tres  actos  y  en 
verso,  de  Hartzenbusch,  Valladores,  Garriga  y  Rosel. 


170  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

1851.  Enero. —  Un  Jiombre  de  Estado,  drama  en  cuatro  ac- 
tos, de  Adelardo  López  de  Ayala.  Esta  obra  se  la  entregó  el 
aator  al  Conde  de  San  Luis,  quien  la  recomendó  a  la  Junta  del 
teatro.  La  ejecución  resulto  un  tanto  floja.  Valero  estuvo  des- 
igual en  el  papel  de  Don  Rodrigo  Calderón,  y  Calvo  medianejo 
en  el  de  Duque  de  Lerma.  Ayala  tenía  entonces  veintitrés  años. 

En  Febrero  murió  Lombía,  el  mejor  intérprete  de  El  pelo 
déla  dehesa,  de  Bretón. 

Febrero. — Flor  de  un  día,  drama  en  tres  actos  y  un  prólo- 
go, de  Camprodón,  obra  predilecta  de  los  aficionados  a  hacer 
comedias  en  el  gabinete  de  la  casa. 

De  conformidad  con  lo  que  disponía  el  art.  30  del  Regla- 
mento del  Teatro  Español,  la  empresa  autorizó  para  dar  una 
representación  de  Marino  faliero  a  D.  Luis  Cortés,  haciendo 
este  joven  el  protagonista.  Fiasco  del  joven. 

Por  Real  orden  de  19  de  Mayo  de  1861  se  devolvió  el  Tea- 
tro del  Principe  al  Ayuntamiento,  como  propiedad  de  la  villa, 
para  que  ésta  le  diera  el  destino  que  creyese  conveniente.  La 
corporación  no  sabía  qué  hacer,  porque  las  cargas  que  pesa- 
ban sobre  la  finca  eran  grandes,  como  hemos  demostrado  en 
la  década  anterior,  y  el  erario  concejil  no  estaba  en  disposi- 
ción de  echar  sobre  sí  el  pago  de  aquéllas.  Mesonero  Roma- 
nos, sin  dejar  de  reconocer  esto,  abogaba  por  que  se  suprimie- 
ran los  censos,  pues  siendo  tan  cuantiosos  que  hacían  desapare- 
cer la  ganancia  de  las  empresas,  resultaba  en  último  caso  que 
los  censatarios  eran  realmente  los  que  usufructuaban  el  teatro 
cómoda  y  tranquilamente. 

Juan  Catalina  publicó  un  articulito  (1)  pidiendo  protección 
para  el  teatro,  pero  sin  dar  ninguna  solución.  De  camino  se 
quejaba  contra  los  críticos  en  general,  para  los  cuales  tiene 
frases  un  tanto  duras. 

En  el  otoño  de  1851  se  formó  una  compañía  en  el  teatro 


(1)    En  La  Ilustración. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  171 

del  Principe,  que  abandonó  su  nuevo  nombre  de  Español,  en 
la  que  figuraban  Bárbara  Lamadrid,  Josefa  Palma,  Luisa  Yá- 
ñez,  Josefa  Noriega,  Joaquina  Latorre,  los  Romeas,  José  Cal- 
vo, Pedro  López,  Pedro  Sobrado,  Antonio  Guzmán  y  Mariano 
Fernández.  Comenzaron  con  El  astrólogo  fingido,  de  Calderón, 
y  Las  castoñeras  picadas,  de  D.  Ramón  de  la  Cruz. 

Causó  extrañeza  ver  que  Matilde  no  trabajaba  en  el  teatro 
donde  estaba  su  marido,  y  más  aún  saber,  porque  lo  anunció 
la  Prensa,  que  la  perla  de  nuestros  teatros  se  marchaba  a  Amé- 
rica; pero  luego  se  dijo  que  existían  ciertas  diferencias  de  ca- 
rácter en  él  matrimonio,  y  ya  la  gente  se  explicó  la  separación. 
Sin  embargo,  ¡cual  sería  la  sorpresa  del  público  cuando  se 
anunció  que  Matilde  suspendía  su  proyectado  viaje  y  entraba 
a  formar  parte  de  la  compañía  de  Julián  Romea!  Así  sucedió; 
el  2  de  Octubre  se  presentó  en  el  escenario  del  Principe  con  la 
comedia  de  Lope,  Amantes  y  celosos,  refundida  por  Dionisio 
Solís. 

En  este  mismo  mes  se  estrenó  Flavio  Pecar edo,  de  la  Ave- 
llaneda, con  éxito  amistoso. 

El  6  de  Noviembre  se  hizo,  a  petición  y  por  expresa  volun- 
tad de  la  Reina.  Marta  la  piadosa,  de  Tirso,  y  La  casa  de  Tó- 
came Roque,  de  Cruz,  en  las  cuales  obras  trabajaron  Matilde  y 
su  marido. 

El  pobre  Guzmán,  que  ya  estaba  muy  viejo,  representó 
en  Noviembre  El  enfermo  de  aprensión,  una  de  sus  comedias 
favoritas. 

El  día  11  falleció  Carlos  Latorre. 

1852.  Enero. — Gustó  mucho  Entre  bobos  anda  el  juego,  de 
Rojas,  refundida  por  Eduardo  Asquerino,  y  representada  por 
Matilde  y  su  marido. 

La  verdad  vence  apariencias,  comedia,  dos  actos  y  prólogo, 
de  la  Avellaneda. 

Febrero. — La  gloria  de  España,  loa  de  la  Avellaneda,  es- 
crita con  motivo  del  nacimiento  de  la  princesa  de  Asturias 
Doña  Isabel.  Aún  se  escribían  loas. 


172  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Marzo. — La  Baltasara,  drama  en  tres  actos,  de  Miguel 
Agustín  Príncipe,  Gil  y  Zarate  y  García  Gutiérrez. 

Abril. — Z7w  inglés  y  un  vizcaíno,  arreglo  de  Vega,  por  Bár- 
bara, la  Noriega,  la  Espejo,  Romea,  Calvo  y  Fernández. 

Mayo. — La  estrella  de  las  montañas,  drama  en  tres  actog, 
de  Rubí,  para  beneficio  de  Matilde. 

En  la  temporada  siguiente,  de  1862  a  1853,  aparece  en  las 
listas  la  misma  Compañía  con  Matilde  de  primera  dama;  pero 
ésta  no  llegó  a  presentarse  porque  se  decidió  a  emprender  su 
viaje  a  América.  En  Diciembre  se  tuvieron  noticias  de  la  Ha- 
bana, diciendo  que  había  tenido  un  gran  recibimiento  en  el 
teatro  de  Tacón.  Por  cierto  que  Manuel  Catalina  estaba  de 
galán  en  su  Compañía. 

Vino  a  substituir  a  Matilde  la  Manuela  Ramos,  que  salió  a 
escena  en  Octubre  con  La  hija  de  /as  flores  o  todos  están  locos, 
de  la  Avellaneda.  La  actriz  fue  muy  aplaudida. 

29  Setiembre  1852. — Se  presentó  por  primera  vez  ante  el 
público  de  Madrid,  Perico  Delgado,  con  la  comedia,  ya  cono- 
cida desde  1838,  Un  artista  o  la  obra  maestra,  traducción  de 
Las  Heras.  Buen  recibimiento. 

Noviembre. —  Una  mentira  inocente,  comedia  en  tres  actos, 
de  José  Selgas. 

En  Enero  de  1863  anunció  Arjona  que  iba  a  poner  en  es- 
cena en  Variedades  un  drama  que  se  estaba  representando  en 
París,  titulado  Sullivan;  pero  Romea  se  adelantó,  y  lo  repre- 
sentó el  13  de  aquel  mes,  traducido  por  Isidoro  Gil  y  Mariano 
Carreras  y  González.  El  éxito  obtenido,  y  las  condiciones  es- 
peciales de  Romea  para  desempeñar  el  protagonista  de  la 
obra,  obligaron  a  Arjona  a  desistir  de  su  propósito  y  retirar  el 
anuncio  del  cartel  de  Variedades.  En  el  Principe  lo  hicieron, 
además  de  Julián  Romea,  la  Palma,  la  Córdoba  y  la  Sampela- 
yo,  Florencio  Romea,  Guzmán,  Pizarroso  y  Boldún. 

Marzo. — El  fénix  de  los  ingenios,  en  cinco  actos,  de  Rubí, 
con  decoraciones  de  Antonio  Bravo. 

Marzo. — La  flor  del  valle,  drama  con  música,  que  venía  a 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  173 


resultar  una  zarzuela.  La  Samaniego  cantó  muy  bien;  la  Cha- 
fino,  con  muclia  voluntad,  pero  con  poca  voz,  y  Boldún  sin 
voluntad  y  sin  voz. 

Abril. — Felipe  el  Prudente,  cinco  actos  y  en  verso,  por  Pe- 
dro Calvo  Asensio. 

Mayo. — El  curioso  impertinente,  drama  en  cuatro  actos, 
sacado  de  la  novela  de  Cervantes,  por  Ayala  y  Antonio  Hur- 
tado. 

Judit,  drama  en  cuatro  actos  y  en  verso,  por  Joaquín  José 
Cervino. 

Junio. — Luchas  de  amor  y  deber,  tres  actos  y  en  verso,  por 
Florencio  Moreno  Godino,  a  quien  sus  amigos,  para  abreviar, 
le  llamaban  Floro  Moro  Godo. 

Diciembre. — Acertar  por  carambola^  pieza  en  un  acto,  sin 
mujeres,  por  Ildefonso  Antonio  Bermejo.  Huyendo  del  perejil, 
también  en  un  acto,  original  de  Tamayo,  aunque  dijeron  que 
estaba  escrita  sobre  el  pensamiento  de  una  obra  francesa.  El 
rey  por  fuerza,  de  Miguel  Pastorfido  y  Pastorfido.  Años  más 
tarde,  decían  de  este  escritor  los  periodistas: 

Pastorfido  nunca  ha  sido 
escritor  de  buena  fama, 
y  lo  malo  es  que  se  llama 
Pastorfido  y  Pastorfido. 

1854,  Agosto. — A  beneficio  de  los  heridos  en  las  barricadas 
de  la  Revolución  de  Julio  se  representó  una  loa,  titulada  El  sol 
de  la  libertad,  y  la  Amalia  Ramírez  cantó  Quién  me  verá  a 
mí,  pieza  de  que  hablamos  en  otro  lugar. 

Setiembre. — Se  abrió  la  temporada  con  El  arte  de  conspi- 
rar, de  Scribe,  ya  conocida,  arreglada  por  Ramón  Arrióla,  y  en 
la  que  tomaron  parte  Teodora,  la  María  Rodríguez,  la  Merce- 
ditas  Burón,  Arjona,  Ossorio  (Fernando)  y  Victoriano  Tamayo. 

Octubre. — Achaques  de  la  vejez,  segunda  producción  de 
Eulogio  Florentino  Sanz.  Pasó  bien.  El  24  de  Febrero,  drama 
escrito  en  alemán  por  Werner,  y  arreglado  por  Eduardo  Q-on- 


174  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

zález  Pedroso.  También  hicieron  La  familia  improvisada,  tra- 
ducción de  Vega,  para  Fernando  Oásorio,  que  era  un  gracioso 
con  escuela  propia  y  de  muy  buen  gusto. 

Noviembre. — La  archiduquesa  a  ^  comedia  en  tres  actos  de 
Hartzenbusch. 

El  periódico  satírico  El  Padre  Cobos,  que  zurraba  a  todo 
el  mundo,  guarió  consideración  al  autor,  y  decía  en  Noviem- 
bre de  1854:  «La  persona  designada  con  el  título  de  esta  obra 
es  D.*  Mariana  de  Austria,  que  posteriormente  fue  reina  de 
España  por  su  matrimonio  con  Felipe  IV.  Cree  El  Padre  Cohos 
que  el  Sr.  Hartzenbusch  ha  calumniado  algún  tanto  a  este  re- 
gio personaje,  haciéndole  aparecer  en  su  niñez  con  mucho  más 
talento  del  que  realmente  tuvo  en  sus  años  maduros;  pero  esto 
sólo  probará  dos  cosas:  1.'^  Que  el  Sr.  Hartzenbusch  no  sabe 
poner  tonterías  en  boca  de  sus  personajes,  por  aquello  de  que 
nadie  da  lo  que  no  tiene.  2.*  Que  el  autor  de  La  archiduquesi- 
ta  calumnia  a  las  reinas  para  hacerles  favor,  y  si  esto  pudo 
parecer  viejo  hace  cincuenta  años,  es  completamente  nuevo  en 
los  tiempos  que  corren.» 

Diciembre. — El  puente  de  Luchana,  drama  en  cinco  actos  y 
en  verso,  de  Cayetano  Snricalday  y  Juan  José  Nieva.  La  com- 
pañía tenía  que  ponerse  a  la  altura  de  las  circunstancias.  Para 
Nochebuena  se  estrenó  El  castillo  de  Balsain,  tres  actos,  en 
prosa,  de  Luis  Fernández-Guerra  y  Tamayo. 

1855.  Enero. — Locura  de  amor,  drama  en  tres  actos,  de 
Tamayo,  a  beneficio  de  Teodora.  Gustó;  pero  le  ponían  el  de- 
fecto de  que  languidece  al  final. 

Durante  este  invierno  se  presentaron  en  escena  dos  niñas, 
Rafaelita  Tirado  (1)  y  Pepita  Hijosa  para  las  que  se  escribían 
comedias  que  tuviesen  papeles  a  propósito. 

Una  noche  del  mes  de  Abril  se  suspendió  la  función  a  causa 
de  haber  caído  un  bastidor  sobre  la  actriz  Mercedes  Burón, 
rompiéndola  un  brazo. 

íl)    Murió  repentinamente  el  16  de  Marzo  de  1859,  a  los  diez  y  seis 
años  de  edad,  cuando  era  una  esperanza  para  el  arte. 


POR    CARLOS   CAMBRONERO  175 

Maj'o. — Magdalena,  drama  en  tres  actos,  de  Ángel  María 
Dacarrete. 

Setiembre. — Dio  buenas  entradas  la  comedia  de  Rojas, 
Entre  bobos  anda  el  juego.  La  interpretaron  Teodora,  la  Ca- 
rrasco y  la  Orgaz;  Romea,  que  hizo  el  Don  Pedro,  y  Arjona 
elDow  Lucas,  en  cuyo  papel  estaba  inimitable.  Trabajáronlos 
respectivos  hermanos  de  estos  dos  actores,  Tamayo,  Alisedo, 
Lumbreras  y  el  joven  Ricardito  Morales,  que  desempeñó  uno 
de  los  arrieros.  Carmencita  Carrasco  tuvo  muchas  simpatías; 
Mesonero  Romanos  la  escribió  un  soneto  que  consta  en  el 
tomo  I,  pág.  567,  de  los  Trabajos  no  coleccionados  de  aquel  in- 
signe cronista  de  Madrid. 

Octubre. — Reprise  de  Locura  de  amor,  en  que  Arjona,  hom- 
bre indudablemente  modesto,  se  prestó  espontáneamente  a 
desempeñar  el  papel  del  Capitán  Alvar,  encargándose  Romea 
de  hacer  el  de  Rey  Don  Felipe.  También  en  El  hombre  de  mundo 
hizo  el  Don  Juan,  y  en  Sidlivan  el  padre,  dejando  a  Romea  que 
se  luciese  como  primer  actor. 

La  empresa  no  iba  bien,  y  estos  dos  actores,  al  ver  los  apu- 
ros que  pasaba,  renunciaron  el  percibo  de  los  haberes  de  una 
quincena.  Rasgo  que  merece  consignarse. 

Octubre. — Mi  suegro  y  mi  mujer,  arreglo  de  la  comedia 
que  escribió  en  francés  Emilio  Augier,  con  el  título  de  Le  gen- 
re  de  Mr.  Poirier.  El  autor  del  arreglo  era  Pastorfido. 

Este  mes  murió  la  Josefa  Chimeno,  artista  muy  notable, 
esposa  de  Francisco  Lumbreras. 

Noviembre. — El  todo  por  el  todo,  drama  en  tres  actos,  de 
Serra. 

Respecto  de  las  costumbres  que  había  entre  el  público  que 
frecuentaba  los  teatros,  es  curiosa  la  observación  publicada 
por  un  periódico  de  Diciembre  de  aquel  año: 

«Parece  increíble  que  en  la  culta  capital  de  España,  y  mu- 
cho más  en  los  teatros,  se  vea  a  varias  personas  de  las  que  se 
tienen  por  bien  educadas,  conducirse  como  arrieros.  Sin  em- 
bargo, sucede:  todo  el  que  asista  a  los  espectáculos  habrá  ob- 


176  CRÓNICAS  DEL.  TIEUPO  DE  ISABEL  II 

servado  lo  que  nosotros.  Uno  entra  a  la  mitad  de  un  acto  con 
el  sombrero  puesto;  otro  pegando  codazos  a  diestro  y  sinies- 
tro; algunos  se  duermen  en  lo  más  interesante  do  una  escena, 
y,  por  último,  hay  quien  come  a  dos  carrillos,  no  dulces  y  al- 
mendras, sino  tortas  como  ruedas  de  molino  o  bollos  del  diá- 
metro de  una  libreta.  Esta  operación  la  practicaba  noches  pa- 
sadas, en  un  palco  de  platea  del  teatro  del  Circo,  un  jovencito 
muy  puesto  de  taima,  pelo  rizado  y  guantes.» 

Algún  periódico  censuró  la  costumbre  de  cubrirse  los  caba- 
lleros durante  los  entreactos,  porque  no  estaba  de  acuerdo  con 
la  proverbial  cortesanía  de  los  españoles.  La  comodidad  venció 
a  la  etiqueta,  y  la  costumbre  perdura  contra  el  parecer  de  los 
que  la  censuraban. 

También,  a  título  de  curiosidad,  insertamos  el  siguiente  es- 
tado del  número  de  localidades  que  tenían  los  teatros  de  Ma- 
drid en  1854: 

Real 2.000 

Circo 1.600 

Cruz 1.500 

Príncipe 1.200 

Instituto 800 

Variedades 800 

Lope  de  Vega  (Basilios) 700 

Total 8.600 

De  modo  que  la  noche  en  que  estuvieran  ocupadas  todas 
las  localidades  de  estos  teatros,  resultaba  que  había  8.600 
personas  que  se  estaban  divirtiendo  más  o  menos.  No  era  mu- 
cho para  una  población  de  300.000  habitantes. 

Los  autores  dramáticos,  aun  reconociendo  que  el  ensayo 
de  reformas  del  teatro,  realizado  por  el  Conde  de  San  Luis, 
había  sido  un  fracaso,  intentaron  dar  un  segundo  golpe,  diri- 
giendo una  exposición  a  las  Cortes  Constituyentes  para  que  se 
diese  a  los  teatros  del  Principe  y  de  la  Cruz  la  protección  por- 
que todos  suspiraban. 


POE   CARLOS   CAMBRONERO  177 

La  exposición  fue  presentada  al  Parlamento  a  fines  de  Ju- 
lio de  1855,  y  comprendía,  tras  un  largo  preámbulo,  las  con- 
clusiones siguientes: 

«1.*  Que  en  la  ley  de  Presupuestos  se  consigne  una  canti- 
dad de  12.000  duros  anuales  para  subvención  de  los  teatros  de 
la  Cruz  y  del  Principe. 

»2.*  Que  en  atención  a  ser  ahora  el  tiempo  en  que  se  for- 
man las  compañías  de  actores,  se  recomiende  al  Gobierno 
proceda  sin  dilación  a  ordenar  con  el  Ayuntamiento  de  Madrid 
la  mejor  manera  de  sacar  a  pública  licitación  los  teatros  del 
Principe  y  Cruz,  libres  de  carga,  y  subvencionados  con  la 
asignación  referida.  Si  por  subsistir  un  contrato  no  pudiera 
disponerse  de  un  coliseo,  saqúese  a  licitación  el  otro  con  el  to- 
tal de  la  subvención,  hasta  que  una  misma  empresa  (porque 
debería  ser  una  sola)  se  encargue  de  ambos. 

»3.*     Que  para  incluir  en  el  pliego  de  condiciones  los  ar- 
tículos de  interés  literario  y   artístico,  se  recomiende  tam- 
bién al  Gobierno  que  oiga  a  una  comisión  de  autores  drama 
ticos. 

»Las  Cortes  convocadas  para  formar  la  ley  constitutiva 
del  Estado,  favorecerán  con  un  beneficio  inestimable  a  las  le- 
tras otorgando  esta  petición,  base  de  las  reformas  que  necesi- 
ta nuestro  teatro,  para  que,  correspondiendo  a  sus  nobles  fines, 
llegue  a  ser  fiel  y  viva  expresión  de  nuestra  cultura,  y  hábil 
medio  de  regirla  y  acrecentarla,  así  como  fue  ya  palestra  hon- 
rosísima donde  ganaron  sus  mejores  laureles  los  ingenios  de 
España  que  dos  siglos  ha,  desde  la  escena  del  Buen  Retiro, 
eran  en  su  arte  maestros  del  mundo.» 

Firmaban  la  exposición:  Quintana,  el  Duque  de  Rivas, 
Bretón,  Antonio  Hurtado,  los  Escosuras,  Ayala,  Suárez  Bra- 
vo, Cazurro,  Vega,  Lasso,  Díaz,  Segovia,  Tamayo,  Hart- 
zenbusoh,  Dacarrete,  Cervino,  Príncipe,  Fernández-Guerra 
(Aureliano  y  Luis),  Narciso  Serra,  Ariza,  Eguílaz,  Vallada- 
res (Luis),  Cisneros,  Camprodón,  Montemar,  García  de  Que- 
Tedo,  Calvo  Asensio,  Gálvez  Amandi,  Juan  de  la  Rosa,  Coupig- 

12 


178 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


ni,  Rosell,  Llano  y  Persi,  Carreras  y  González,  Ruiz  del  Ce- 
rro, Zea,  Diana  y  Ruiz  Aguilera. 

La  medicina  era  la  misma,  sin  más  diferencia  que  la  for- 
ma; pues  igual  daría  aplicarla  en  pildoras  que  en  jarabe,  y 
como  la  situación  del  Tesoro  no  resultaba  muy  halagüeña,  las 
Cortes  soberanas  no  se  determinaron  a  tomar  ningún  acuerdo. 

Conviene  hacer  constar  que  no  se  contó  para  nada  con  los 
cómicos. 

Mucho  se  lamentó  la  Prensa  de  la  época  que  vamos  histo- 
riando, de  la  crisis  por  que  atravesaba  el  teatro;  pero  después 
de  todo,  no  tenía  razón  en  absoluto,  y  los  autores  dramáticos 
contribuían  en  la  medida  de  sus  fuerzas  a  dar  variedad  a  los 
espectáculos,  como  lo  demuestra  el  siguiente  estado: 

Obras  estrenadas  eti  los  teatros  de  Madrid  durante  el  año  1855. 


TEATROS 


Principe 

Cruz 

Lope  de  Vega  Basilios). . . 

Variedades 

Tirso  de  Molina  (Instituto) 

Circo  de  Paul 

Genio 

Circo  (Teatro  del) 

Recreo  (figuras  mecáuicas) 

Total  general 


Originales. 


18 

18 

8 

25 

15 

» 

1 

6 

1 


92 


Traducidas. 


6 
6 
6 

21 
9 
3 
» 

12 


63 


TOTALES 


24 

24 

14 

46 

24 

3 

1 

18 

1 


155 


No  era  poco  165  estrenos  en  un  año. 

El  17  de  Enero  de  1866,  para  conmemorar  el  natalicio  de 
Calderón  de  la  Barca,  se  hizo  una  función  ajustándose  a  la 
forma  en  que  de  ordinario  se  verificaban  las  representaciones 
dramáticas  en  el  siglo  xvii,  con  el  siguiente  programa: 

Loa  compuesta  por  Hartzenbusch  titulada,  Z>erec^o«  postu- 
mos.— Acto  1.°  de  La  dama  duende. — El  paso  de  Las  aceitu- 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  179 


fias,  de  Lope  de  Rueda. — Acto  2.°  de  la  comedia  de  Calderón. 
El  entremés  de  Moreto  La  Mariquita. — Acto  3.°  de  la  citada 
comedia. — La  mogiganga  de  Calderón  La  muerte,  con  bailes  y 
coros,  música  de  Mollberg. 

Tomaron  parte  en  la  representación  Teodora,  la  Carrasco, 
la  Tirado,  los  Romeas,  Arjona,  Gruzmán  y  Fernando  Ossorio. 

Este  escribió,  y  se  representó  en  Febrero,  una  comedia  en 
tres  actos,  titulada  Por  ella,  que  gustó  al,  público. 

Marzo. — Por  derecho  de  conquista,  de  Legouvé,  traducida 
por  Mariano  Carreras.  Teodora  hizo  el  papel  de  la  señora  Ber- 
narda característica,  y  Carmen  Carrasco  la  marquesa,  acom- 
pañándolas los  Romeas,  Arjona  y  Tamayo. 

En  el  propio  mes  se  estrenó  El  querer  y  el  rascar,  de  Nar- 
ciso Serra,  por  la  Carrasco,  la  Campos,  Romea  y  Ossorio. — 
Navegar  a  la  ventura,  arreglo  del  Kean,  de  Dumas,  por  el 
actor  García,  que  hizo  el  papel  de  Lord  Mewel.  Desempeña- 
ron la  obra  Teodora,  la  Carrasco,  Arjona  (que  hizo  el  protago- 
nista), Florencio  Romera  y  Ossorio. 

30  Abril. — El  tejado  de  vidrio,  comedia  en  tres  actos,  de 
Ayala,  «joya  de  subido  precio — decían, — con  la  que  se  ha  en- 
riquecido la  corona  de  la  Talía  española». 

Mayo. — La  hola  de  nieve,  de  Tamayo.  No  iba  mal  la  pri- 
mavera. 

Junio. — La  flor  del  valle,  drama  en  tres  actos,  de  Luis 
Mariano  de  Larra. 

La  Reina  Isabel  quiso  ver  El  desdén  con  el  desdén,  de  Mo- 
reto, y  se  representó  una  noche,  con  gran  concurrencia,  por 
Teodora  y  Romea. 

En  Setiembre  comenzó  a  actuar  una  compañía  de  poca 
importancia,  pues  la  componían  las  actrices  Rodríguez,  Sam- 
pelayo,  Tirado,  Cristina  Ossorio  y  Ramos,  y  los  actores  Ma- 
nuel Ossorio,  Pizarroso,  Boldún,  Zamora,  Guerra,  Bermonet 
y  Mario,  que  figura  por  primera  vez  en  los  carteles.  Después 
entró  para  dar  su  nombre,  porque  trabajaba  poco,  el  veterano 
D.  Antonio  Guzmán. 


180  0RÓMI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

En  Octubre  estrenaron  Garlos  IX y  los  Hugonotes,  drama 
en  tres  actos,  de  Díaz. 

El  pobre  Guzmán  hizo  uu  esfuerzo  en  Diciembre,  poniendo 
en  escena  una  de  sus  comedias  favoritas.  El  enfermo  de  apren- 
sión^ de  Moliere.  Fue  la  última  vez  que  se  presentó  ante  el  pú- 
blico, pues  falleció  en  Enero  de  1867,  poco  después  de  haber 
sido  nombrado  caballero  de  la  Orden  de  Isabel  la  Católica.  No 
quedó  un  buen  retrato  suyo. 

Fernando  Corradi,  decía  de  este  actor,  en  un  artículo  que 
publicó  en  La  América^  de  12  de  Julio  de  1863: 

«La  Naturaleza, de  acuerdo  con  su  ingenio,  le  había  dotado 
de  todas  aquellas  cualidades  físicas  que  necesita  poseer  la  per- 
sona que  se  dedica  al  género  cómico.  De  mediana  estatura, 
enjuto  de  carnes,  algún  tanto  encorvado,  de  miembros  flexi- 
bles, de  cara  larga,  de  facciones  pronunciadas,  de  ojos  expre- 
sivos y  picarescos,  había  nacido  para  el  difícil  papel  de  gracio- 
so. Con  todo,  a  primera  vista,  parecía  de  carácter  serio,  grave 
y  aun  melancólico.  Generalmente  hablaba  poco,  y  era  algo  re- 
servado en  su  trato. 

»Muchas  veces,  y  cuando  menos  los  espectadores  los  espera- 
ban, solía  emplear  uu  falsete  de  especial  timbre  que  movía  a 
risa.  Poseía  el  arte  de  acentuar  las  palabras  del  modo  que  me- 
jor convenía  a  su  objeto  y  según  el  género  de  impresión  que 
se  proponía  causar  en  los  ánimos:  es  indudable,  que  varias  de 
las  que  dichas  por  él  tanta  gracia  tenían,  ningún  valor  hu- 
bieran tenido  leídas  o  pronunciadas  por  otro  cualquiera.  Su 
efecto  era  principalmente  debido  a  la  entonación  y  al  sonido 
que  sabía  darles.  Le  favorecía  hasta  su  voz  misma,  algo  bron- 
ca y  chillona,  que  hacía  pasar  alternativamente  del  tono  gra- 
ve al  agudo  por  medio  de  rapidísimas  e  imprevistas  transi- 
ciones.» 

Diciembre. —Los  pobres  de  Madrid,  arreglo  de  Manuel  Or- 
tiz  de  Pinedo. 

1857. — Manuel  Ossorio,  que  no  se  achicaba  por  nada,  hizo 
en  Febrero  Dotí  Juan  Tenorio,  y  después  El  Trovador  y  El  pu-      ^ 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  181 

nal  del  godo.  Nosotros,  que  hemos  llegado  a  conocerle,  uo  le 
vimos,  por  fortuna,  representar  estas  obras. 

Marzo. — La  redoma  encantada,  refundida  por  su  autor,  con 
decoraciones  nuevas  de  Eusebio  Lucini. 

Mayo. — Escenas  del  Dos  de  Mayo,  drama  en  un  acto,  de 
Luis  Ribera. 

M  camino  de  presidio^  drama  del  género  de  Los  pobres  de 
Madrid,  de  Manuel  Ortiz  de  Pinedo. 

Octubre. — Dalila,  drama  en  tres  actos  y  seis  cuadros,  de 
Octavio  Feuillet,  arreglado  por  José  María  Díaz.  Tres  arre- 
glos de  la  misma  obra  se  habían  presentado  a  la  empresa. 

El  asunto  del  drama  no  es  bíblico, sino  que  se  desarrolla  en 
París  entre  un  tenor,  un  compositor  de  música  y  una  coqueta, 
que  se  escapa  con  el  tenor,  y  deja  morir  tísico  a  su  amante  el 
músico.  Descontento  Díaz  del  final  que  Feuillet  había  dado  al 
drama,  escribió  una  segunda  parte  titulada  Carnioli,  que  se 
representó  en  Diciembre,  dando  a  la  picara  Dalila  su  justo 
merecido.  El  público  aplaudió  la  lección  moral;  pero  dio  la 
razón  a  Cervantes  por  lo  que  dijo  de  que  nunca  segundas  par- 
tes fueron  buenas. 

Actuaban  en  esta  temporada  la  Palma,  la  Sabater,  la  Tu- 
tor, Pizarroso,  los  dos  Ossorios,  Oloua  y  Manini. 

Dicho  sea  sin  ofender  a  las  actrices  y  actores  que  formaban 
la  compañía,  ésta  no  estaba  a  la  altura  de  lo  que  exigían  las 
tradiciones  del  teatro,  y  muy  justificadamente  el  público  le 
negó  sus  favores,  por  lo  que  tronó  a  mediados  de  Enero  de 
1868,  y  eso  que  para  salir  adelante  llamaron  en  su  auxilio  a  la 
Guy  Stephan;  pero  no  les  valió  el  socorro,  y  tuvieron  que 
retirarse  por  el  foro,  quedando  la  bailarina  francesa  dueña  de 
aquel  clásico  escenario. 

En  Octubre  de  este  último  año  citado  vino  al  teatro  Vale- 
ro con  su  Luis  XI  y  demás  obras  de  repertorio,  estrenando  en 
Octubre  Vida  por  honra,  de  Hartzenbusch,  y  en  Noviembre 
Las  querellas  del  Rey  Sabio,  de  Eguílaz,  obra  muy  aplaudida 
y  que  proporcionó  buenas  entradas.  Asistió  una  noche  la  Rei- 


182  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

na  y  habló  en  su  palco  con  el  autor,  felicitándole.  A  Valero  le 
regaló  uua  botonadura  de  brillantes. 

1869.  Febrero. — El  tio  Pablo  o  La  educación;  dos  actos,  de 
Emilio  Souvestre,  arreglada  por  Juan  de  la  Cruz  Tirado. 

Marzo. — La  culebra   en  el  pecho ,  tres  &ctoa  y  en  prosa,  de 
Javier  Ramírez. 

En  esta  obra  tomó  la  alternativa  de  primer  actor  Fernando 
Ossorio,  representando  un  papel  serio,  cuando  siempre  se  había 
dedicado  al  género  cómico.  La  comedia,  quizá  sin  leerla,  se  la 
había  rechazado  la  empresa  al  autor;  pero  la  circunstancia  de 
ser  amigo,  desde  la  niñez,  de  Ossorio,  obligó  a  éste,  por  afecto, 
a  que  se  interesase  en  favorecer  a  su  antiguo  camarada,  y  con- 
siguió ponerla  en  escena,  desempeñando  el  papel  principal,  con- 
trario a  las  facultades  únicas  que  el  público  hasta  entonces  re- 
conoció en  el  gracioso  de  la  compañía.  Su  rasgo  de  amistad  fue 
motivo  indirectamente  de  que  obtuviese  la  mayor  ovación  de 
su  carrera  artística.  Era  joven,  pues  apenas  contaba  treinta 
años,  y  su  carácter,  siempre  jovial  y  cariñoso  siempre,  le  había 
hecho  conquistar  el  aprecio  de  cuantos  le  trataban.  Estudiaba 
y  leía  mucho;  escribía  con  corrección  y  buen  gusto,  y  tenía, 
además,  condiciones  de  dibujante.  Una  noche,  en  un  entreac- 
to, hizo  en  el  álbum  de  Jenaro  Villamil,  su  amigo  inseparable, 
el  retrato  de  Joaquín  Arjona,  con  un  parecido  perfecto. 

En  La  culebra  en  el  pecho  se  dio  a  conocer  como  maestra 
en  los  papeles  de  característica  la  Balbina  Val  verde,  a  quien 
tanto  hemos  aplaudido  en  el  escenario  del  Teatro  Lara. 

Don  Eugenio  de  Ochoa  dice,  eu  una  revista,  que  La  cule- 
bra en  el  pecho  tiene  inverosimilitudes,  pero  que  los  caracteres 
están  pintados  de  mano  maestra,  y  por  esto  se  salvó.  La  cule- 
bra a  que  hace  referencia  el  título  es  una  hipertrofia  que  pa- 
dece Don  Fernando^  el  protagonista  de  la  obra,  la  cual  enfer- 
medad se  agrava,  hasta  causarle  la  muerte,  por  efecto  de  sus 
malas  pasiones  eu  que  predominan  el  egoísmo  y  la  avaricia. 
La  senda  de  espinas^  drama  en  tres  actos,  de  Ferrer  delRío. 
Manuel  Catalina  formó  compañía,  para  actuar  en  la  tem- 


POK   CARLOS   CAMBRONERO  183 

porada  de  1869  a  1860,  compuesta  de  las  partes  principales  si- 
guientes: Josefa  Palma  (casada  ya  con  Florencio  Romea),  Sal- 
vadora Cairón,  Pepita  Hijosa,  Concha  Sampelayo,  Balbina 
Valverde  (para  hacer  característica,  y  eso  que  era  joven  y  no 
fea),  Adelaida  Zapatero,  José  Calvo,  Juan  Catalina,  Eduardo 
Iroba,  Tomás  Infante,  Emilio  Mario  y  primer  actor  del  géne- 
ro cómico  el  ya  popular  Mariano  Fernández. 

En  Octubre  hicieron  M  rey  de  bastos,  en  tres  actos,  de 
Pérez  Escrich;  La  hipocresía  del  vicio,  de  Bretón,  que  iba  per- 
diendo sus  lozanías,  y  La  caza  del  gallo,  de  García  Santisteban, 
que  comenzaba  a  tenerlas,  aunque  en  grado  inferior  al  otro. 

También  tocó  el  empresario  la  nota  patriótica  con  ocasión 
de  la  guerra  de  África,  y  puso  en  escena  Los  moros  del  Rif,  en 
tres  actos,  de  Carlos  Peñaranda,  comedia  desempeñada  por 
las  partes  principales  de  la  compañía,  En  y  Ceuta  y  en  Marrue- 
cos, pieza  en  un  acto,  de  Manuel  de  la  Puerta  Vizcaíno,  con 
música  de  José  E.ogel. 

TEATRO    DE    LA    CRUZ 

La  empresa  no  pudo  hacer  frente  a  la  competencia  de  los 
demás  teatros,  a  pesar  del  atractivo  que  ofrecía  la  Nena,  y 
tuvo  que  suspender  las  funciones  hasta  Marzo  de  1860,  que 
abrió  las  puertas  de  este  coliseo  con  Mateo  o  La  hija  del  Es- 
pañólelo, a  lo  que  siguió  El  zapatero  y  el  rey  (2.*  parte)  y  El 
Castillo  de  San  Alberto.  En  la  compañía  figuraban  Joaquina 
Baus,  la  Carrasco,  la  Andrade,  Arjona,  Ayta,  José  Tamayo  y 
José  María  Fuentes,  que  era  primer  actor. 

Estrenaron  una  comedia  de  magia.  Los  pecados  capitales, 
con  nueve  decoraciones  nuevas  de  Couseau  y  de  Contier;  mú- 
sica de  Oudrid;  bailes  dirigidos  por  Victorino  Vela;  maquina- 
ria de  José  Trasorras,  y  vestuario  de  Juan  Planas.  Esto  dio 
algunas  entradas;  pero  hubo  necesidad  de  renunciar  a  la  ex- 
plotación del  teatro  en  aquella  temporada,  y  permaneció  cerra- 
do durante  todo  el  verano  y  el  principio  del  invierno. 

En  Diciembre  se  abrió  con  una  compañía  infantil  que  hi- 


184  CRÓMÜAS  DEL  TIEMPO  OE  ISABEL  II 

cieron  La  aurora  del  Sol  Divino,  o  El  nacimiento  del  Hijo  de 
Dios,  drama  sacado  del  que  escribió  con  el  mismo  título  don 
Francisco  Jiménez  Sedeño.  Música  de  Ovejero.  Las  butacas 
10  reales. 

Olona  contrató  una  compañía  de  actores  franceses  para  dar 
funciones  en  este  teatro,  y,  según  decían,  le  costaba  10.000 
francos  mensuales.  La  primera  se  verificó  el  3  de  Noviembre 
de  1861,  con  V unión  des  arts,  prólogo  compuesto  para  la  no- 
che de  la  apertura,  y  Genevieve,  comedia  de  Scribe.  Después 
hicieron  Un  dud  sous  le  Cardinal  de  Richeliu,  drama  en  tres 
actos,  de  Lokoy  (traducido  por  Larra  con  el  título  de  Un  de- 
safio o  Dos  horas  de  favor);  Les  deux  divorces,  vaadeville;  La 
niarraine,  un  acto;  Le  henefíciaire,  cinco  actos;  Valerie  ou  La 
jeuiie  aveugle,  de  Scribe,  tres  actos;  Memoires  du  diable,  etcé- 
tera, etc.  Figuraban  en  la  compañía  M."*"  Lobry  y  Meraux  y 
MM.  Néstor,  Robert,  Bernard  y  Francisque. 

El  Precursor  censuró  a  la  compañía  francesa,  diciendo  que 
las  comedias  que  ponían  en  escena  repugnaban  a  las  buenas 
costumbres  y  ofendían  la  sana  moral,  en  el  cual  concepto  se 
encontraban  Indiana  y  Charlemagne,  Les  premieres  armes  de 
Richelieu  y  Le  caporal  et  lapayse.  Incomodados  los  actores  Ro- 
ber  y  Bernard,  dirigieron  una  carta,  en  términos  algo  duros,  al 
periódico,  retirándole  la  tarjeta  de  entrada  al  teatro;  la  Prensa 
se  puso  de  parte  de  El  Precursor,  y  se  armó  una  trapatiesta 
que  terminó  dando  la  empresa  explicaciones  y  echando  tierra 
al  asunto.  Después  de  todo,  la  compañía  gustó,  porque  estuvo 
más  de  dos  meses  actuando  en  el  teatro. 

En  Enero  se  presentó  un  nuevo  actor,  Mr,  Laferriére,  con 
Elle  est  folie,  en  dos  actos,  y  Un  premier  debut  ou  Vamour  et  la 
comedie,  vaudeville  en  un  acto.  Adquirió,  sin  duda,  Laferriére 
muchas  simpatías,  porque  le  dieron  en  7  de  Febrero  un  bene- 
ficio, en  el  que  trabajaron  Matilde  y  Romea;  representaron 
Alza  y  baja,  de  Olona,  y  bailó  la  Fanny  Cerito.  El  beneficiado 
hizo  el  acto  segundo  de  Hamlet,  imitando  al  trágico  inglés 
Mecreadi. 


POR   CÁELOS   CAMBRONKRO  185 

En  7  de  Marzo  vinieron  a  este  teatro  Dardalla  y  Lumbre- 
ras con  una  compañía  de  segundo  orden;  pero  visto  el  buen 
resultado  que  había  ofrecido  la  compañía  francesa,  la  empresa 
trajo  otra  en  Setiembre  de  1852,  de  cuya  lista  ofreceremos  al- 
gunos datos,  por  curiosos,  según  se  presentaban  en  el  cartel: 

Mr.  Daiglemont,  Directeur. — Mr.  Godin,  Regisseur  gene- 
ral.— Mr.  Delamarre,  Souffleur. — M.™®  Felice  Hany:  Premieres 
et  jeunes  premieres  roles  en  tous  genres. — Carolina  Talini,  igual 
categoría  que  la  anterior. — Elise  Picard,  Premieres  amoureu' 
ses  et  jeunes  premieres. — M."®  Daiglemont,  Soubretes  en  tous 
genres. — M.™®  Martín:  Duegnes  et  méres  nobles. — M.™®  Pazz, 
Grandes  coquettes. 

Los  Monsieures,  por  el  mismo  estilo:  Daiglemont,  Michaux, 
Martin,  Daresnes,  etc.,  etc. 

Hicieron  un  repertorio  distinto  del  que  había  representado 
la  anterior  compañía. 

Las  butacas,  16  reales. 

En  la  primavera  de  1852  se  formó,  para  trabajar  en  este 
teatro,  una  compañía  de  segundo  orden,  con  las  actrices  Jose- 
fa Paz,  Antonia  Valero,  Isabel  Sabater  y  Jacinta  Cruz,  y  los 
actores  Rafael  Farro,  Juan  Catalina,  Ramón  Cubero,  Mariano 
Fernández  y  Antonio  Vico,  característico.  Echaron  mano  del 
repertorio. 

1853.  Setiembre. — Reformada  la  compañía  con  la  Josefa 
Rico,  y  substituyendo  Baño  vio  a  Fernández,  hicieron  El  honor 
de  la  casa,  traducción  de  Ramón  Valladares  y  Saavedra.  Tam- 
bién representaron  Matamuertos  y  el  cruel,  pieza  antigua  del 
género  andaluz,  escrita  por  Eduardo  Asquerino. 

Noviembre  2. — No  hay  plazo  que  no  se  cumpla  ni  deuda  que 
no  se  pague,  comedia  antigua,  de  D.  Antonio  Zamora,  refun- 
dida en  cinco  actos.  El  día  de  Todos  los  Santos  no  había  fun- 
ción en  los  teatros.  Esta  obra  no  debió  de  producir  entradas, 
porque  el  día  4  hicieron  El  terremoto  de  la  Martinica. 

1854. — El  2  de  Febrero  fué  la  Reina  Cristina  a  ver  repre- 
sentar Los  perros  del  monte  de  San  Bernardo,  y  llevó  a  sus  hi- 


186  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


jas  la  Condesa  de  Vista  Alegre  y  la  Marquesa  del  Castillejo. 

Mayo. — La  noche  del  Viernes  Santo,  drama  en  tres  actos, 
traducción,  por  Valladares,  del  que  escribió  Feliciano  Malesfi- 
lles,  con  el  título  de  Les  paysannes  des  Alpes. 

Agosto. — Función  a  beneficio  de  los  heridos  en  los  días  17 
y  18  de  Julio  con  motivo  de  la  Revolución.  Se  hizo  De  fuera 
vendrá,  de  Moreto,  cuyo  título  podía  ser  alusivo  a  la  situación 
del  Conde  de  San  Luis,  quien  se  vio  obligado  a  presentar  la 
dimisión  del  Gabinete  que  presidía,  sucedióndole  el  General 
Espartero,  que  vino  de  fuera  de  Madrid.  Se  estrenó  un  baile 
nuevo,  Petra  la  Sevillana,  con  música  escrita  para  la  propia 
Petra  Cámara,  por  Gaztambide  y  Barbieri.  Terminó  la  fiesta 
con  la  famosa  rondalla  del  Sitio  de  Zaragoza. 

1854.  Octubre. — Se  formó  una  compañía,  compuesta  de  la 
Palma,  la  Fenoquio,  la  Carrasco,  los  Romeas,  Pizarroso  y  Río; 
y  la  Petra  Cámara  con  Guerrero  de  bailarines.  Por  este  mes 
hicieron  La  pata  de  cabra,  desempeñando  el  protagonista  An- 
tonio Guzmán,  después  de  muchos  años  que  había  dejado  de 
representar  la  comedia. 

Noviembre. — ¡Creo  en  Dios!  Drama  en  cuatro  actos  de  José 
María  Díaz.  Buen  éxito.  Este  mes  se  estrenó  Monlc  o  el  salva- 
dor de  Inglaterra  (arreglo  en  cinco  actos),  por  la  Carrasco  y  loa 
Romeas. 

Diciembre. — Con  el  diablo  a  cuchilladas,  tres  actos,  verso, 
de  Narciso  Serra. 

1865.  Febrero. — Hartzenbusch  corregía  mucho  sus  obras, 
de  tal  manera,  que  nunca  quedaba  satisfecho.  Refundió  Los 
polvos  de  la  madre  Celestina,  que  se  reprisó,  como  decimos  aho- 
ra, con  veinte  decoraciones  nuevas,  desempeñada  por  la  Car- 
men Carrasco,  la  Fenoquio,  Florencio  Romea,  Pizarroso  y 
Río,  que  hacía  el  papel  de  Do7i  Junípero. 

El  17  de  aquel  mes  quedó  Madrid  a  obscuras.  Parece  que 
con  motivo  de  pertinaces  lluvias,  se  hundió  un  trozo  del  empe- 
drado de  la  calle  de  Zaragoza,  rompiendo  la  cañería  del  gas, 
lo  que  ocasionó  el  incendio  de  una  tienda.   El  Gobernador, 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  187 


como  medida  previsora  para  no  fomentar  la  duración  del  si- 
niestro, mandó  a  la  fábrica  cortar  la  conducción  del  fluido,  aun 
sabiendo  que  la  población  iba  a  quedar  sin  alumbrado. 

En  el  teatro  de  la  Cruz  se  improvisó  la  iluminación  por  me- 
dio de  bujías,  y  así  se  representó  el  último  acto  de  Los  polvos 
de  la  madre  Celestina. 

Dos  días  después,  el  19,  a  última  hora  de  la  tarde,  se  puso 
enfermo  repentinamente  el  gracioso  Río  (1),  y  Julián  Romea 
se  encargó  del  papel  de  Don  Junípero,  sin  haberlo  estudiado  y 
sin  preparación  alguna.  Estuvo  admirable,  y  el  público  llenó 
durante  muchas  noches  las  localidades  por  ver  a  D.  Julián  en 
un  papel  tan  fuera  de  su  cuerda. 

Mayo. — El  alma  del  rey  García,  drama  en  tres  actos,  de 
Narciso  Serra.  No  hizo  buen  efecto,  y  Romea  no  estuvo  más 
que  regular. 

1856.  Enero. — Juan  el  tullido,  melodrama  en  tres  actos  y 
en  prosa,  de  Enrique  Pérez  Escrich. 

Trabajaron  en  este  teatro  Antonia  y  Asunción  Scappa,  la 
Menéndez  y  la  Arbó,  y  los  actores  Alverá,  Pardiñas,  Olona, 
Bermonet  y  Benedí. 

Desde  esta  época  apenas  vuelve  a  abrirse  el  teatro  más  que 
en  períodos  cortos  y  con  compañías  de  poca  importancia. 

TEATRO    DEL    CIRCO 

El  5  de  Febrero  de  1851  dieron  Romea  y  Matilde  &a  el  Circo 
una|función  a  beneficio  de  los  pobres  de  la  parroquia  de  San 
Sebastián,  haciendo  Casa  con  dos  puertas  y  La  pena  del  Talión, 
trabajando  por  primera  vez  en  compañía  de  ellos  el  actor  Ma- 
nuel Catalina,  que  en  la  obra  de  Calderón  hacía  el  papel  de 
Lisardo.  Este  es  un  dato  para  su  biografía,  o,  mejor  dicho,  para 
la  biografía  de  los  tres. 


(1)    Río  había  venido  a  Madrid  en  Octubre  de  1852,  después  de  haber 
conquistado  buena  fama  en  provincias.  Gustó  mucho. 


188  GRÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


En  este  teatro  fue  donde  las  zarzuelas  adquirieron  su  des- 
arrollo e  importancia.  Véase  lo  que  decimos  en  el  capítulo  co- 
rrespondiente. 

Agosto  de  1864. — En  el  beneficio  de  los  heridos  de  la  revo- 
lución de  Julio,  el  joven  de  quince  años  Joaquín  Manini  recitó 
un  monólogo  patriótico^  con  acompañamiento  de  coros  y  baile, 
compuesto  por  Ayguals  de  Izco:  se  titulaba  Un  héroe  de  las 
barricadas. 

Cuando  los  zarzueleros  abandonaron  el  Circo  de  la  plaza 
del  Rey,  lo  tomó  Julián  Romea  con  una  compañía  en  que  figu- 
raba como  primera  actriz  Teodora,  y  en  que  estaban  la  Cam- 
pos, la  Merceditas  Buzón,  Florencio  Romea,  Arjoua,  Mariano 
Fernández,  Victorino  Tamaj'o  y  otros.  Andaban  mal  de  obras, 
por  cuanto  en  Febrero  de  1867  echaron  mano  de  El  campanero 
de  San  Pablo.  En  Abril  cambió  la  suerte,  y  les  dio  buenas  en- 
tradas La  escala  de  la  vida,  de  Rubí,  y  no  les  fué  mal  con  Su- 
sana, comedia  en  cinco  actos,  traducción,  por  José  María  Gar- 
cía, de  Le  demi- monde,  de  Alejandro  Dumas  (hijo). 

En  Junio  hicieron  El  paraíso  perdido,  de  Enrique  Cisneros, 
y  resucitaron  la  segunda  parte  de  El  soldado  fanfarrón,  sai- 
nóte en  que  se  lucían  Mercedes  y  Mariano  (1). 

Noviembre. — El  hijo  pródigo,  primera  producción  dramá- 
tica de  Pedro  Antonio  de  Alarcón. 

Conchita  Ruiz,  primera  bailarina  del  teatro  del  Circo,  era 
una  muchacha  muy  dispuesta,  y  en  Junio  de  1857  se  aventuró 
a  tomar  parte  en  un  juguete  cómico -lírico -bailable  que  escri- 
bió Pedro  Nieto  de  Sobrado  para  el  beneficio  de  ella.  Cantó, 
declamó  y  bailó  con  Mariano  Fernández,  consiguiendo  muchos 
aplausos.  El  juguete  se  titulaba  Concha. 

Durante  el  verano  de  1857  suspeudió,  como  era  natural,  sus 
representaciones  la  compañía  que  actuaba  en  el  teatro  de  lá. 
Zarzuela,  y  aprovechando  la  costumbre  que  el  público  tenía 


(1)    Es  del  tiempo  de  Carlos  IV;  lo  escribió  González  del  Castillo  y  tiene 
cuatro  partes. 


POR    CARLOS    OAMBRONERO  189 

de  ver  este  género  en  el  teatro  del  Circo,  una  empresa,  a  cuyo 
frente  estaba  el  maestro  compositor  D.  Sebastián  Iradier,  re- 
unió unos  cantantes  para  dar  algunas  representaciones  cómico- 
líricas  hasta  el  mes  de  Setiembre,  presentando  un  cuadro  no 
despreciable,  en  que  figuraban  la  Teresa  Rivas,  la  Laura  Gar- 
cía, José  Escríu,  Mariano  Fernández,  Ricardo  Morales  y  Joa. 
quín  Becerra. 

1867. — El  23  de  Julio  debutó  ante  el  público  de  Madrid  el 
joven  barítono  Tirso  Obregón,  con  la  zarzuela  ya  conocida 
Moreto,  obteniendo  buena  acogida. 

Agosto. — El  hijo  del  reijimiento,  zarzuela  en  tres  actos, 
arreglo  de  Victorino  Tamayo  y  música  de  Oudrid. 

En  este  mes  se  verificó  la  rentrée  de  Amalia  Ramírez  con 
un  gran  éxito.  De  ella  decía  Nemesio  Fernández  Cuesta  en  una 
revista.  «Llegó,  la  vimos  y  venció.» 

Setiembre.  —  La  colegiala,  zarzuela  en  un  acto,  letra  de 
Alejandro  Rinchán  y  música  del  maestro  Mollberg. 

La  simpática  tiple  Amalia  Ramírez  se  escrituró  para  Amé- 
rica, y  antes  de  marchar  dio  una  función  de  despedida  en  el 
teatro  del  Príncipe  (Noviembre  de  1857),  con  La  colegiala  y  una 
canción  muy  popular  que  se  titulaba   La  Juanita,  de  Iradier. 

Otra  vez  la  Concha  Ruiz.  En  la  noche  de  su  beneficio  (Eneiío 
1858)  desempeñó  el  principal  papel  de  la  comedia  en  tres  actos 
Antaño  y  hogaño,  bailando  una  muñeira  con  Mariano  Fernán- 
dez, música  de  Oudrid.  En  Abril  representó  y  cantó  con  Ma- 
riano Buenas  noches,  señor  don  Simón. 

1858. — En  Mayo  se  formó  una  compañía  de  zarzuela  para 
dar  representaciones  durante  el  verano,  con  la  Eloísa  Morera, 
la  Ramona  García,  Manuel  Sanz,  Tirso  Obregón  y  Mariano 
Fernández. 

En  Junio  hicieron  La  pata  de  cabra ^  arreglada  para  zar- 
zuela, con  música  de  Oudrid,  y  El  Vizconde  de  Letoriére,  arre- 
glo de  José  María  García  con  música  de  Fernández  Caballero. 
Se  presentaron  el  bajo  José  Olave  y  el  tenor  cómico  Fernan- 
do Martorell.  Estas  zarzuelas  no  gustaron. 


190  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Octubre. — Volvió  la  compañía  de  invierno,  compuesta  de 
los  Romeas,  los  Arjonas,  Tamayo,  Morales,  Teodora  y  Pepita 
Hijosa,  obteniendo  un  éxito  ruidoso  en  El  hijo  de  la  noche,  dra- 
ma espeluznante  en  ocho  cuadros,  con  decoraciones  que  llama- 
ron mucho  la  atención.  Como  Arjoua  era  tan  condescendiente, 
substituyó  en  su  papel  a  Romea,  después  de  haber  estrenado 
éste  la  obra,  para  que  descausase. 

Noviembre. — La  oración  de  la  tarde,  drama  en  tres  actos, 
de  Luis  Mariano  de  Larra,  por  la  Amalia  Gutiérrez,  la  Felipa 
Orgaz  y  la  Pepita  Hijosa,  Romea,  Tamayo,  Sobrado  y  Mo- 
rales. 

Los  críticos  notaron  en  esta  obra  alguna  reminiscencia  de 
El  cura  de  aldea,  de  Escrich,  reminiscencia  que  otros  expli- 
caban por  haber  coincidido  en  el  mismo  pensamiento  los  dos 
autores;  pero  un  tercero  haciendo  de  arbitro  entre  ambos  orí- 
ticos,  apuntó  la  idea  de  que  quizá  los  dichos  autores  hubieran 
en  efecto,  coincidido  en  tomar  su  idea  de  alguna  obra  del  tea- 
tro  francés. 

Diciembre. — Por  ser  ella  sin  ser  ella,  comedia  en  cuatro 
actos,  de  Scribe,  traducida  por  Ortiz  de  Pinedo  y  por  Cuende. 
1859.  Enero. — La  calle  de  la  Montera,  en  tres  actos  y  en 
■verso,  de  Narciso  Serra,  con  una  decoración  nueva,  pintada 
por  Ramón  Romea.  La  representaron  Pepita  Hijosa,  los  Ro- 
meas, Tamayo  y  Mariano  Fernández. 

Matilde  Diez  entró  a  formar  parte  de  la  compañía  a  ijiitad 
de  temporada,  y  salió  a  escena  por  primera  vez  después  de  su 
viaje,  el  3  de  Febrero  de  1859  con  la  obra  de  Rubí,  Borrascas 
del  corazón,  título  a  propósito  para  su  situación  de  ánimo.  Ha- 
bía llegado  a  Madrid  el  1.°  de  Enero,  y  debió  hacer  las  paces 
con  su  esposo,  pues  se  contrató  por  40  funciones,  en  todas  las 
cuales  trabajó  con  él,  y  terminado  el  abono,  la  empresa  abrió 
otro  de  15  para  concluir  la  temporada. 

Matilde  era  la  actriz  por  excelencia,  la  más  general  de  cuan- 


(1)    Eu  El  Mundo  Pintoresco. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  191 

tas  hemos  conocido  haciendo  con  primores  de  maestra  todo 
género  de  papeles.  Decía  de  ella  nuestro  amigo  Julio  Nom- 
bela  (1): 

«Madrid,  Barcelona,  Granada,  Málaga,  Sevilla,  Cádiz,  y 
por  último,  las  vírgenes  y  entusiastas  ciudades  de  América 
hispana,  han  rivalizado  en  rendirla  tributos;  los  poetas  han 
cantado  a  la  artista;  flores  y  coronas  sin  cuento  han  caído  a 
sus  pies;  se  han  hecho  medallas  en  su  honor;  se  han  apurado 
las  más  fantásticas  invenciones  para  manifestar  la  admiración 
que  ha  sabido  inspirar  el  público.» 

Marzo. — Se  estrenó  la  comedia  de  Scribe,  BataiUe  de  da- 
mes,  arreglada  al  castellano  por  D.  !Ramón  Luna,  con  el  títu- 
lo de  Perder  ganando. 

Mayo. — Camino  del  matrimonio,  en  un  acto,  beneficio  de  la 
Hijosa,  que  representaba  cuatro  distintos  caracteres. 

Para  el  beneficio  de  Matilde  se  hizo  La  esclava  de  su  galán, 
de  Lope,  refundida  por  Hartzenbusch.  Trabajaron  juntos  los 
dos  esposos. 

En  Setiembre  vinieron  a  este  teatro  Teodora  y  Valero,  con 
la  novedad  de  presentar  una  nueva  y  hermosa  actriz,  la  Adela 
Alvarez,  que  salió  con  La  llave  de  oro,  de  Eguílaz. 

Octubre. — Angelo,  tirano  de  Padua,  de  Víctor  Hugo,  re- 
fundida y  arreglada.  Formaban  parte  de  la  compañía  la  Car- 
men Fenoquio,  Pizarroso,  Ricardo  Morales  y  Chas  de  La- 
motte. 

3  Noviembre. — El  éxito  de  la  temporada  fue  La  Campana 
de  la  Almudaina,  de  Palau  y  Coll,  por  Teodora,  Rosa  Tenorio 
y  Valero.  «No  es  obra  perfecta — decía  un  revistero, — pero  los 
finales  de  los  actos  segundo  y  tercero  tienen  situaciones  de 
una  fuerza  incomparable,  de  un  efecto  mágico  y  tremendo.  La 
originalidad  y  valentía  de  la  obra  nos  ha  dado  a  conocer  un 
poeta  de  primer  orden.»  La  obra  estaba  corregida  por  Eguí- 
laz: se  lo  oímos  decir  al  corrector.  Palau  escribió  poco. 

Noviembre. — ¡Santiago  y  a  ellosl,  apropósito  en  tres  actos, 
de  Eguílaz,  escrito  de  prisa  y  corriendo,  con  motivo  de  la  gue- 


192  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

rrade  África.  La  representaron  la  hermosa  Adela  Alvarez,  la 
encantadora  Rosita  Tenorio,  Valero  y  Pizarroso. 

TEATRO    DEL    INSTITUTO 

Según  el  decreto  del  Conde  de  San  Luis,  este  teatro  se  ha- 
bía de  denominar  de  Ja  Comedia;  pero  nadie  le  designaba  con 
este  título. 

Aquí  predominó,  como  al  fin  de  la  década  anterior,  el  gé- 
nero andaluz,  porque  estaba  al  frente  de  la  compañía  José  Ma- 
ría Dardalla  y  porque  el  público  lo  recibía  bien.  Dardalla  es- 
taba inimitable  en  este  linaje  de  comedias  y  aun  de  dramas, 
por  más  que  no  sabía  hacer  otra  cosa.  Cuando  los  espectado- 
res le  veían  salir  a  escena  de  frac,  se  echaban  a  reir.  Acompa- 
ñaban al  Director  Josefa  Hernández,  Francisca  Monterroso, 
María  Velázquez,  Francisca  Arjona,  José  Ortiz,  Ramón  Agui- 
rre,  Manuel  Prat,  José  Banovio  y  José  Alverá. 

Estrenaron  en  1860: 

¡Andújar^  comedia  en  tres  actos  y  en  verso,  de  José  Sanz 
Pérez,  con  algún  número  de  música  de  Oudrid. 

¡Es  la  Chancha  de  Sánchez  del  Arco,  en  un  acto.  Casi  po- 
demos conceptuar  esta  obra  como  zarzuela,  porque  la  Sama- 
uiego  cantaba  en  ella  tres  canciones  compuestas  por  Soriano 
Fuertes. 

Cada  mochuelo  a  su  olivo,  en  un  acto,  de  Fermín  Salvoe- 
chea. 

Diego  Corrientes,  en  tres  actos;  Llueven  bofetones,  Por  no 
escribirle  sus  señas,  La  pensión  de  Venturita  y  E.  H.,  en  un 
acto.  Seguía  bailando  la  Pepa  Vargas,  y  en  Mayo  contrataron 
a  la  Nena.  En  Junio  se  reformó  la  compañía,  y  trajeron  a  Va- 
lero (1),  que  salió  el  18  de  aquel  mes,  haciendo  el  consabido 
Luis  XI,  traducción  de  D.  Pedro  Gorostiza,  con  María  Llo- 
rens,  Amalia  Gutiérrez,  Juan  Alba,  Manuel  Pastrana  y  otros. 


(1)    Habitaba,  León,  25,  principal. 


POR  CARLOS   CAMBRONERO  193 


En  Octubre  se  vuelve  a  reformar  la  compañía,  entrando  los 
Arjonas,  Oltra,  Alisedo  y  Pardiñas,  la  Juana  Samaniego,  la 
Lorenza  Campos  y  la  Adela  Guerrero,  estrenando  El  marido 
duende,  comedia  en  tres  actos,  imitada  de  Scribe,  por  Eamón 
Navarrete. 

En  Noviembre  hicieron  Criminal  y  honrada  a  un  tiempo, 
comedia  en  tres  actos,  original  de  un  oficial  de  carpintero.  Se 
representó  dos  noches. 

Para  aprovechar  las  Pascuas  de  Navidad  pusieron  en  esce- 
na Urganda  la  desconocida,  de  Sánchez  del  Arco,  comedia  de 
magia  en  tres  actos,  con  decoraciones  de  Cosseau,  maquinaria 
de  Antonio  Domínguez,  vestuario  de  José  Ildefonso  Guerrero 
y  música  de  Hipólito  Gondoys. 

El  24  de  Diciembre  hicieron  La  sorpresa,  o  guasa  con  gua- 
sa se  cura,  humorada  en  la  que  Dardalla  desempeñaba  un  ca- 
racterístico papel  de  gitano;  la  Vargas  y  Guerrero  bailaban 
un  jaleo,  se  cantaban  unos  villancicos,  de  Soriano  Fuertes  y 
concluía  bailando  las  ^a6a.  verdes  todo  el  que  estaba  en  el 
escenario.  En  aquellos  días  se  representó  la  segunda  parte  de 
El  tio  Ptnini  (1),  en  la  que  tomaba  parte  la  Pepa  Vargas,  ha- 
ciendo el  papel  de  Coneja,  y  bailando  los  pasos  españoles  más 
aplaudidos  por  el  público.  La  música  era  de  Soriano  Fuertes 

El  autor,  D.  Francisco  Oltra,  aparece  en  Junio  de  1851, 
haciendo  el  papel  principal  de  la  comedia  en  tres  actos,  Don 
Trifón,  o  todo  por  el  dinero. 

En  este  mes  se  estrenó  Los  millonarios,  de  García  Gutié- 
rrez, y  mas  adelante,  Mercadet,  comedia  en  tres  actos,  obra 
postuma  de  Balzac,  traducida  por  Francisco  del  Villar. 

1852.  Octubre.— Cdmo  se  rompen  palabras,  comedia  en  tres 
actos  y  en  verso,  de  Cayetano  Suricalday  y  Narciso  Serra. 

18o3.  Noviembre.-Vino  a  este  teatro  una  compañía  fran- 
cesa que  hacía  comedias  y  vaudevilles,  conquistando  muchos 
aplausos  Mlle.  Celina  Montaland.  La  fíeina  Cristina  asistió  al- 

(1)    La  primera  se  había  hecho  en  el  año  anterior. 

18 


194  0RÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABSL  II 

gunas  noches,  y  con  este  motivo  se  empedró  la  calle,  y  se  quitó 
un  guardacantón  (que  había  a  la  entrada  de  la  de  Atocha) 
para  que  pudiera  pasar  el  carruaje. 

1854.  Octubre. — La  jornada  de  Julio  en  Madrid,  drama  en 
tres  actos  y  un  prólogo,  por  Suricalday  y  Palacios.  El  prólogo 
y  los  actos  tenían  cada  uno  título  partic(jlar:  La  batalla  de  Vi- 
cdlvaro,  La  noche  del  17,  El  día  18,  Las  barricadas  del  19. 
Concluyó  con  la  célebre  Rondalla,  de  Oudrid. 

Eq  Noviembre  los  del  Instituto  dieron  otro  golpe  a  la  cuerda 
patriótica  poniendo  en  escena  Don  Rafael  del  Riego,  en  cinco 
actos  y  en  prosa,  por  Ramón  de  Valladares  y  Saavedra.  El  7 
de  dicho  mes  de  Noviembre  se  conmemoró  la  muerte  de  Riego, 
asistiendo  al  teatro  el  Duque  de  la  Victoria. 

Eü  Octubre  de  1855  cambió  este  teatro  su  nombre  por  el 
de  Tirso  de  Molina,  y  se  inauguró  con  una  compañía  de  segun- 
do orden,  haciendo  obras  de  repertorio. 

1867  Diciembre. — El  perro  de  Montargis  o  La  selva  de 
Bondi,  melodrama  arreglado  del  francés  por  Vicente  Lalama. 
Este  era  un  editor  de  obras  dramáticas,  que  solía  comprarlas 
antes  del  estreno,  en  condiciones,  naturalmente,  favorables  a 
su  bolsillo. 

TEATRO    DE    VARIEDADES 

En  el  capítulo  Zarzuelas,  de  la  década  anterior,  se  habrá 
vi.sto  que  el  teatrito  de  Variedades  fue  el  que  resolvió,  con  la 
representación  de  M  duende,  en  1849,  el  pleito  en  favor  de  la 
zarzuela  española;  y  alentados  por  el  éxito  asombroso  de  aque- 
lla obra,  procuraron  los  de  la  empresa  menudear  representa- 
ciones de  un  género  que  proporcionaba  buenas  entradas. 

Tenían  al  propio  tiempo  compañía  de  verso,  y  estrenaron 
en  la  segunda  mitad  de  la  temporada,  es  decir,  en  los  prime- 
ros meses  de  1850,  El  memorialista  y  La  cabeza  a  pájaros, 
traducciones  de  Olona;  Con  razón  y  sin  razón,  de  Juan  de  la 
Rosa  González,  y  Con  un  palmo  de  narices,  comedia  en  tres 
actos,  original  de  Juan  Catalina,  el  hermano  de  Manuel.  Este 


POR   GARLOS  CAMBRONERO  195 

interpretaba  admirablemente,  según  tuvimos  ocasión  de  ver, 
años  adelante,  la  citada  pieza  La  cabeza  a  pájaros. 

El  teatro,  que  se  había  ido  construyendo  a  retazos,  sin  un 
plan  determinado,  no  ofrecía  la  seguridad  necesaria,  y  habién- 
dolo reconocido  un  arquitecto,  por  orden  del  Gobierno,  ordenó 
éste,  en  30  de  Abril,  que  se  suspendieran  las  funciones.  A  fin 
de  cumplir  con  el  Reglamento  del  Conde  de  San  Luis,  toda 
vez  que  el  teatro  de  Variedades  estaba  considerado  oficialmen- 
te como  supernumerario  de  la  Comedia  {Instituto),  hubo  que 
pedir  autorización  para  trasladarse  la  compañía  a  otro  local,  y 
fue  concedida,  habiendo  elegido  al  efecto  el  nuevo  teatro  de 
los  Basilios. 

El  edificio  sufrió  una  reforma  general,  y  quedó  en  condicio- 
nes de  seguridad  para  contener  y  resistir  algunos  cientos  de 
espectadores;  pero  no  creemos  que  se  construyera  de  nuevo, 
pues  no  parece  que  hubo  tiempo  suficiente  para  verificar  la 
edificación  total  desde  30  de  Abril,  en  que  se  ordenó  su  clau- 
sura, hasta  12  de  Setiembre,  en  que  abrió  de  nuevo  sus  puertas. 
Este  día  se  hicieron  El  remedio  del  fastidio,  comedia  en  tres 
actos;  Dos  a  dos,  pieza  en  uno,  y  un  baile  por  la  Cámara  y 
Ruíz.  En  adelante,  siguieron  promiscuando  el  verso  con  la 
zarzuela,  para  lo  cual  contaban  con  Manuel  Catalina  y  Paco 
Salas. 

La  empresa  de  Variedades  vino  a  hacer  un  flaco  servicio  a 
la  del  Principe,  porque  contrató  por  un  número  determinado 
de  funciones,  que  luego  se  prorrogaron  convenientemente,  a 
Matilde  Diez  y  su  esposo  Julián  Romea,  presentándolos  el  (> 
de  Febrero  de  1851,  con  la  comedia  de  Calderón,  Gasa  con  dos 
puertas. 

El  22  de  Febrero  dijeron  que  se  despedían,  con  la  comedia 
de  Tirso,  Desde  Toledo  a  Madrid,  refundida  por  Bretón  y 
Hartzenbusch;  paró  luego  hicieron  La  mogigata,  de  Moratín; 
Amor  de  madre.  El  ramillete  y  la  carta,  y  alguna  del  teatro 
del  siglo  xvii,  al  que  Matilde  y  Romea  eran  tan  aficionados. 
Para  librar  del  servicio  militar  a  un  hijo  de  Teresa  Baus, 


196  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


organizó  Salas  una  función  en  este  teatro,  en  la  forma  siguien- 
te: Marcela,  por  Teodora,  Pepa  Rizo,  Arjona,  Calvo,  Pizarro- 
so y  Boldún;  Tramoya,  zarzuela,  por  la  Latorre,  la  Rizo  y 
la  Bardan,  Salas,  González  y  Aznar;  terminando  con  el  baile 
La  perla  sevillana,  por  la  Senra  y  Paco  Sevilla.  La  función  se 
verificó  el  2  de  Setiembre  de  1851. 

La  compañía  que  había  trabajado  en  los  Basilios  vino  en 
Setiembre  a  Variedades:  Teodora,  Arjona,  José  Calvo  y  Es- 
teban del  Río,  que  era  un  buen  gracioso.  Principiaron  con 
Adriana,  que  tan  buen  éxito  había  tenido  en  el  otro  teatro,  y 
el  8  de  Octubre  de  1852  se  presentó  por  primera  vez  Merce- 
des Buzón  con  El  a7iillo  del  rey,  de  Antonio  Hurtado,  ya  co- 
nocida. 

Noviembre — Angela,  de  Tamayo. 

Diciembre. —  El  peluquero  de  S.  A.,  en  tres  actos  y  en  pro- 
sa, de  Fernández-Guerra  (Luis),  Tamayo  y  Cañete:  obra  de 
Pascuas, 

En  Diciembre  de  1854  se  hacía  en  este  teatro  un  melodra- 
ma de  D.  Juan  Belza,  titulado  Los  contrabandistas  del  Piri- 
neo, por  la  Matilde  Duelos,  Manuel  Ossorio,  Manuel  Jiménez 
y  Antonio  Zamora.  Las  compañías  que  actuaban  aquí  eran  ya 
de  segundo  orden;  en  1855  trabajaban  la  Concepción  Ruiz, 
Francisco  Corona  y  José  Aznar. 

Durante  los  años  1857  y  1858  representaron  en  este  teatro 
varias  compañías  francesas,  bastante  favorecidas  del  público. 
En  Euero  de  1858  hicieron  Bataille  de  dames,  ya  conocida  del 
público  de  Madrid. 

La  compañía  estuvo  todo  el  invierno,  y  durante  la  tempo- 
rada siguiente  vino  otra,  que  también  obtuvo  buenas  ganan- 
cias. El  9  de  Febrero  de  1859  asistió  al  teatro  de  Variedades 
el  Príncipe  Adalberto  de  Ba viera,  para  ver  los  vaudevilles 
Un  monsieur  que  suit  les  femmes  y  La  corde  sensible,  que  fue- 
ron interpretados  por  Mme.  Persenot  y  los  Sres.  Fanet  y  Do- 
uatieu.  Mr.  James  cantó  Le  beau  Nicolás. 


POR  CARLOS  CAMBRÓN KRO  197 


TEATRO  DE  LOS  BASILIOS 

Todo  el  edificio  que  había  sido  convento  de  San  Basilio, 
en  la  calle  del  Desengaño,  con  vuelta  a  Valverde  y  Barco,  se 
destinó,  después  de  la  exclaustración  de  los  frailes  en  1836,  a 
diferentes  industrias,  y  a  la  iglesia  le  tocó  transformarse  en 
teatro.  Dicen  que  se  le  dio  forma  elegante  y  bella  y  condicio- 
nes acústicas  excelentes;  pero  decorándolo  con  excesiva  senci- 
llez, pues  su  propietario,  el  Conde  de  Oastejón,  quiso  realizar 
la  reforma  con  cierta  economía. 

Allá  se  fue  a  estrenarle  en  4  de  Mayo  de  1850,  la  compañía 
de  Variedades,  cuando  tuvo  que  abandonar  su  teatro  de  la 
calle  de  la  Magdalena  porque  se  venía  abajo,  y  excusado  pa- 
rece manifestar  que  habiendo  dado  El  Duende  cien  noches 
de  entrada  en  el  local  donde  se  estrenó,  en  el  nuevo  coliseo, 
por  agradecimiento  y  por  conveniencia,  siguieron  haciendo 
El  Duende  una  temporadita.  Manuel  Catalina  y  Jiménez  re- 
presentaron Noche  toledana,  y  Salas  cantó  una  canción,  com- 
puesta por  él,  titulada  El  cigarrero. 

Para  la  inauguración  pusieron  en  escena  Con  razón  y  sin 
razón  y  Gloria  y  peluca. 

Las  lunetas  costaban  12  reales. 

Estrenaron,  amén  de  algunas  zarzuelas,  de  que  damos 
cuenta  en  la  clase  correspondiente,  Trampas  inocentes,  pieza 
en  un  acto,  de  Auset,  donde  la  Samaniego  cantaba  una  can- 
ción compuesta  por  Hernando. 

Terminada  la  construcción  o  reforma  del  teatro  de  Varie- 
dades, la  compañía  abandonó  el  de  los  Basilios,  trasladándose 
a  su  antiguo  local  en  7  de  Setiembre  del  mismo  año  1850. 

Poco  tiempo  después  lo  tomó  una  compañía  dramática,  en 
la  que  figuraban  Juan  Lombía,  Facundo  Aita,  Caltañazor,  la 
Concepción  Ruiz  y  la  Sampelayo,  poniendo  en  escena  Maese 
Juan  el  espadero,  de  D.  Francisco  Cea;  Mateo  o  la  hija  del  Es- 
pafloleto,  en  que  Caltañazor  hacía  el  papel  principal,  que  es 


198  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

serio;  Donjuán  Tenorio,  cuyas  represen  f.acioj!  es  no  comenza- 
ron hasta  el  día  6  de  Noviembre,  y  El  diablo  predicador,  en 
que  Caltañazor  tomó  a  su  cargo  el  protagonista. 

Para  atraer  gente  representaron  Treinta  años  o  la  vida  de 
un  jugador,  de  repertorio,  y  La  selva  del  diablo,  drama  en  cin- 
co actos,  traducción;  con  tres  decoraciones  nuevas,  de  Avrial. 
En  Febrero  de  1861  estaba  de  primera  dama  María  Delgado. 
En  Agosto  de  1861,  una  sociedad  de  jóvenes  dio  unas  cuan- 
tas representaciones  de  ópera;  después  actuó  en  este  teatra 
una  compañía  dramática,  dirigida  por  Joaquín  Arjona,  y  en  la 
que  estaba  de  primera  actriz  Teodora  Lamadrid.  Arjona,  que 
era  aficionado  a  Morafcín,  hizo  El  si  de  las  niñas,  y  su  favorita 
El  agente  de  policía,  traducción  de  Bretón  de  los  Herreros. 

El  gran  acontecimiento  de  la  temporada  en  este  teatro  fue 
el  estreno  de  Adriana  de  Lecouvreur ,  de  Scribe,  drama  en  cua- 
tro actos,  traducido  por  Ventura  de  la  Vega.  Esta  obra  pusa 
de  relieve  todo  el  valor  artístico  de  Teodora,  y  fijó  su  reputa- 
ción de  j»rimera  actriz.  Se  estrenó  el  drama  el  14  de  Noviembre 
de  1861.  Dijeron  que  tenía  escenas  bastante  inmorales. 

El  día  1.°  de  dicho  mes,  o  sea  en  la  Fiesta  de  Todos  los 
Santos,  se  puso  en  escena  Don  Juan  Tenorio.  Es  la  primera  vez 
que  se  representó  en  dicho  día,  y  a  propio  intento,  este  drama 
religioso-fantástico. 

1862.  Enero. — La  escuela  del  matrimonio,  tres  actos,  de 
Bretón. 

Febrero. — El  anillo  del  rey,  drama  en  tres  actos,  de  Anto- 
nio Hurtado. 

Para  el  día  3  de  dicho  mes,  con  motivo  del  nacimiento  de 
la  Infanta  Isabel,  prepararon  Cañete  y  Tamayo  una  loa,  titu- 
lada La  esperanza  de  la  patria;  pero  el  atentado  del  cura  Me- 
rino retrasó  su  representación  hasta  el  día  16. 

Marzo. — Espinas  de  una  flor,  de  Camprodón.  Romea  se 
marchó  del  Principe,  y  con  su  compañía  se  vino  a  los  Basilios^ 
cuyo  local  reformó  en  parte,  poniendo  butacas  nuevas,  ensan- 
chando la  puerta  de  entrada  y  arreglando  el   decorado.  Quita 


POR  CARLOS  CAMBRÓN ERO  199 


el  nombre  de  Teatro  del  Drama,  que  impropiameute  tenía  el 
coliseo,  y  le  puso  el  de  Lope  de  Vega,  que  fue  el  definitivo.  Se 
inauguró  el  16  de  Setiembre  de  1853,  con  Amantes  y  celoso», 
comedia  de  Lope,  por  la  Palma,  la  Chafiuo,  la  Sampelayo,  él, 
Pizarroso  y  Boldún.  Siguiendo  la  costumbre  establecida,  puso 
cuerpo  de  baile,  dirigido  por  la  Nena  y  Ruiz.  A  Romea  no  le 
desagradaba  el  teatro  del  siglo  xvii,  ni  al  público  tampoco, 
pues  en  aquella  temporada  se  representaron  Garda  del  Casta- 
ñar,  de  Rojas;  De  fuera  vendrá,  de  Morete;  La  villana  de  la 
sagra,  de  Tirso;  El  lindo  Don  Diego,  y  Trampa  adelante, 
ambas  también  de  Morete. 

1854.  Febrero. — La  boda  de  Quevedo,  comedia  en  tres  actos, 
de  Narciso  Serra,  produjo  delicada  y  grata  impresión.  Se  ha- 
bía, por  entonces,  hecho  Don  Francisco  de  Quevedo,  de  Floren- 
tino Sanz;  ¿Quién  es  ella?,  de  Bretón,  y  una  broma  de  Queve- 
do, de  Eguílaz;  de  modo  que  podía  calificarse  de  atrevimiento 
el  sacar  otra  vez  a  escena  a  Quevedo;  pero  Serra  supo  dar  tal 
variedad  y  gracia  a  su  comedia,  que  el  público  la  recibió  bien, 
pasando  por  alto  las  inverosimilitudes  del  argumento.  El  Que- 
vedo de  Sanz  es  el  único  serio  y  bien  estudiado;  los  demás  si- 
guen la  corriente  vulgar,  y  le  presentan  con  ese  carácter  esen- 
cialmente festivo  que  el  pueblo  le  atribuye.  Serra  se  inclinó  a 
estelado,  y  logró  que  su  comedia  obtuviese  un  éxito  franca- 
mente popular.  Romea,  que  era  un  actor  de  talento,  se  aco- 
modó al  tipo  que  delineaba  Serra,  y  representó  un  Quevedo 
distinto  del  que  había  hecho  en  el  drama  de  Florentino  Sanz. 

Mayo. — En  crisis,  también  de  Serra,  y  también  gustó, 
consiguiendo  muchos  aplausos  la  Carmen  Carrasco,  a  quién  se 
consideraba  como  una  esperanza  del  arte.  Trabajaba  con  esta 
compañía  el  célebre  gracioso  Antonio  Guzmán,  que  ya  estaba 
muy  viejo. 

1855.  2  de  Mayo. — Apoteosis  de  Daoiz  y  Velarde,  alegoría 
de  Emilio  Tamarit,  y  Un  día  de  revolución,  episodio  en  un 
acto  de  la  realizada  en  París  en  Febrero  de  1848.  El  autor, 
Fernando  Garrido,  fue  llamado  a  la  escena. 


200  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE   ISABEL  II 

Eu  Diciembre  vino  a  este  teatro  una  compañía  francesa, 
que  obtuvo  buena  acogida,  sobre  todo  Mrae.  Saiute.  Repre- 
sentaba bien- — decía  un  revistero, — no  cantaba  mal,  tenía  ele- 
gancia y  era  bonita.  Salió  con  la  comedia  Le  pour  et  lecontre. 
Estuvieron  todo  el  invierno. 

En  el  de  1856  a  1867  actuó  otra 'compañía  francesa. 

Eu  Noviembre  de  1857  tomó  el  teatro  una  empresa,  con  el 
proyecto  de  formar  una  sociedad,  en  la  que,  mediante  una 
cuota  mensual,  se  daba  derecho  a  disfrutar  de  cierto  número 
de  representaciones,  y  además,  como  novedad  (que  sí  lo  era) 
de  asistencia  médico-quirúrgica,  por  lo  que  la  asociación  lle- 
vaba en  extraño  calificativo  de  filantrópicodramática.  Se  disol- 
vió al  poco  tiempo  de  comenzar  sus  funciones. 

No  tuvo  este  teatro  espectáculo  fijo  durante  una  larga  tem- 
porada, hasta  que  en  Setiembre  de  1859  lo  tomó  Julián  Ro- 
mea, formando  compañía  con  su  hermano  Florencio,  Fraucis- 
00  Gómez,  Alisedo,  Boldúu,  Albalat,  y  sobre  todos,  el  concien- 
Budo  Joaquín  Arjona.  De  mujeres,  contó  con  la  Carrasco,  la 
Espejo,  y  presentó  al  público,  en  Cada  oveja  con  su  pareja,  a 
la  Carmen  Berrobiauco,  primer  premio  del  Conservatorio,  y  a 
la  Elisa  Boldún,  alumna  también  del  mismo  centro.  Esta  salió 
con  La  oración  de  la  tarde,  de  Larra,  ya  conocida. 

En  Noviembre  hicieron  el  apropósito  de  circunstancias,  ti- 
tulado La  playa  de  Algeciras,  de  Pedro  Nieto  de  Sobrado,  y 
otro  apropósito  para  el  aniversario  del  natalicio  de  Lope,  ÍJI 
corral  de  la  Cruz  en  1632. 

Diciembre. — El  padre  de  familia,  de  Luis  Rivera.  Éxito 
regular. 

TEATRO   DE   NOVEDADES 

En  el  capítulo  Volatines  ya  decimos  que  el  Circo  Olímpico 
de  la  plaza  de  la  Cebada  se  construyó  de  nueva  planta,  inau- 
gurándose el  22  de  Noviembre  de  1856;  pero  la  compañía  gim- 
nástico-ecuestre  duró  poco  tiempo,  y  para  la  temporada  si- 
guiente apareció  el  Circo  transformado  en  Teatro  Novedades. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  201 

1857. — Formaban  la  compañía  la  Cairóii,  la  Rodríguez,  la 
Vedia  y  la  Cañete,  José  Valero,  Calvo,  Zamora,  Boldún  y 
Bermouet.  Hicieron  eu  Setiembre  El  mejor  alcalde  el  Rey,  de 
Lope,  con  asistencia  de  Isabel  II;  y  luego,  como  no  podía  me- 
nos, estando  Valero  al  frente  de  la  compañía,  su  obra  favori- 
ta Luis  XI,  con  decoraciones  nuevas  de  Antonio  Bravo  y  tra- 
jes de  Dalmacio  Detrell. 

Noviembre.^ — El  payaso,  drama  en  cuatro  actos,  arreglo  del 
francés  por  Isidoro  Gil. 

1868.  Enero. — El  patriarca  del  Turia,  drama  en  tres  actos, 
de  Eguílaz. 

Abri  . — Baltasar,  drama  bíblico,  de  la  Avellaneda.  Se  puso 
en  escena  con  extraordinario  lujo,  y  fué  mucha  gente  a  verlo. 
Con  motivo  del  drama  ocurrió  un  inoidente  que  debe  conocer 
el  lector,  ya  que  sigue  con  interés  el  curso  de  estas  crónicas. 
Se  dijo  que  la  obra  tenía  ideas  antirreligiosas,  y  el  Vicario 
eclesiástico  manifestó  deseos  de  conocerla,  a  lo  que  acedió  gus- 
tosa la  Avellaneda,  dando  por  resultado,  después  de  una  minu- 
ciosa revisión,  que  el  Baltasar  estaba  ajustado  a  la  más  pura 
ortodbxia;  pero  esto  sirvió  de  aliciente  para  que  el  público 
acudiese  a  ver  el  drama.  Tiene,  sí,  algunos  pensamientos  filosó- 
ficos y  sociales,  que  quizá  pareciesen  atrevidos  en  aquella  épo- 
ca. Kada  más. 

No  paró  aquí  la  cosa.  El  esposo  de  la  Avellaneda,  D.  Do- 
mingo Verdugo,  Coronel  del  Ejército  y  Diputado  a  Cortes, 
hombre  de  ideas  liberales,  que  había  tomado  parte  en  la  revo- 
lución de  Julio  de  1854,  fue  víctima  de  un  atentado,  en  pleno 
día,  y  en  una  de  las  calles  principales  de  Madrid,  atentado  que 
se  achacó  a  cuestiones  políticas.  Nosotros  no  hemos  podido 
averiguar  la  verdad.  Un  tal  Rivera,  que  había  sido  agente  de 
policía  secreta,  infirió,  por  sorpresa,  una  herida  grave  en  el 
pecho  a  Verdugo,  con  el  estoque  de  un  bastón.  La  Avellaneda 
escribió  a  la  Reina  una  carta  en  demanda  de  justicia,  y  ha- 
biendo publicado  el  documento  el  periódico  La  América^  sin 
permiso  de  la  autoridad,  fue  multado  en  dos  mil  reales. 


202  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Todos  estos  incidentes  sirvieron  de  reclamo  a  la  empresa 
del  Teatro  de  Novedades,  y  contribuyeron  poderosamente  a 
dar  buenas  entradas. 

Don  Manuel  Cañete,  cuyas  ideas  ultramontanas  eran  bien 
conocidas,  no  estaba  conforme  con  el  criterio  que  sustentaba 
en  su  producción  dramática  la  autora  del  Baltasar. 

Junio. — Las  carcajadas,  nueva  traducción  de  la  obra  de 
A.ragó  y  Martín  Véclat  de  vire.  La  hicieron  Mercedes  Buzón, 
Salvadora  Cairón,  Valero,  Calvet,  Albalat,  Lamotte  y  Be- 
uedí. 

Octubre. — Formó  compañía  Pedro  Delgado  con  la  Rodrí- 
guez, la  Sampelayo,  Calvo,  Zamora  y  Alisedo.  Consiguió  el 
director  muchos  aplausos  en  Traidor,  inconfeso  y  mártir,  de 
Zorrilla,  conocida  del  público,  que  por  lo  mismo  supo  com- 
prender el  mérito  de  Perico  Delgado,  y  le  dio  la  patente  de 
primer  actor. 

2  de  Noviembre. — Don  Juan  Tenorio. — Gustó  la  interpreta- 
ción del  protagonista,  y  se  acabó  de  acreditar  este  actor  con 
el  estreno  (Diciembre  1858)  del  drama  de  Manuel  Fernández 
y  González,  Cid  Rodrigo  de  Vivar. 

CIBOO   Í>E   PAUL 

1855. — El  Circo  de  Paul  se  transformó  en  teatro,  sin  más 
que  cambiarle  el  nombre  por  el  de  Teatro  Nuevo,  aprovechan- 
do el  escenario  que  tenía  construido  desde  1848.  La  compañía 
era  medianeja,  y  se  estrenó  haciendo  Oros  son  triunfos,  o  lo  que 
es  mudar  de  vestido,  de  José  María  Carnerero,  ya  conocida.  En 
Noviembre  hacían  La  monja  sangrienta  o  Las  catacumbas  de 
Roma,  drama  en  seis  actos,  de  grande  espectáculo. 

1856.  13  Enero. — Representándose  el  drama  Tomás  el 
Montañés,  un  actor  se  dio  dos  puñaladas  en  el  pecho  y  cayó 
ensangrentado  en  medio  del  escenario,  lo  que  produjo  el  susto 
y  la  emoción  consiguiente  entre  los  espectadores. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN ERO  203 

.  ■■•■ 

En  aquel  verano  la  empresa  de  este  teatro  lo  acondicionó 
de  manera  que  quedó  a  propósito  para  la  estación,  colocando 
una  fuente  en  el  centro  de  la  sala.  Se  formó  una  compañía,  con 
la  base  de  Dardalla  y  la  Samaniego,  dedicándose  a  presentar 
comedias  y  zarzuelas  ligeras.  Completaban  la  compañía  la 
Cándida  Daraalla,  la  Pepa  Rizo,  la  Audrade,  Miró  (que  era 
tenor),  Oltra,  Pastraua,  Torróme,  Pardiñas  y  Antonio  Zamo- 
ra. El  cuerpo  de  baile  estaba  dirigido  por  Carrión  y  la  Gue- 
rrero. Se  inauguró  el  3  de  Julio,  con  El  corazón  deun  bandido, 
ya  conocida,  del  género  del  director,  y  un  juguete  lírico,  Don 
Esdrújulo,  en  que  Miró,  imitando  la  voz  de  tiple,  cantó  la  ca- 
vatina de  Resina,  del  Barbero.  Se  resucitó  El  sacristán  de 
San  Lorenzo. 

En  Agosto  bizo  José  Zubiría  un  monólogo,  titulado  La  vie- 
ja y  la  niña,  en  que  imitaba  ambas  voces,  acompañándose  a  la 
guitarra;  después  cantaba  al  piano  un  terceto  de  tiple,  tenor  y 
bajo,  y  un  dúo  de  vieja  y  barítono,  todo  con  gran  perfección, 
según  dijo  la  Prensa. 

En  la  despedida  estrenaron  La  vida  de  Juan  Soldado,  de 
Eguílaz,  para  que  Dardalla  se  luciese  haciendo  su  género. 

Esta  compañía  obtuvo  de  la  empresa  del  Principe  el  favor 
especial  de  que  le  cediese  el  teatro  para  estrenar,  en  Setiem- 
bre, el  drama  de  Eguílaz  La  vaquera  de  la  Finojosa,  que  fue 
bien  recibido  del  público,  conquistando  muchos  aplausos  la 
Dardalla,  algunos  Zamora  y  pocos  Manuel  Osorio. 

Compañía  que  actuó  en  el  verano  de  1858:  José  Calvo  y 
Pedro  Grarcía,  directores;  María  Llorens,  Matilde  Bagá,  Ana 
Gumó,  Emilia  Orgaz,  Josefa  Hernández  (graciosa),  y  de  ellos, 
Ortiz,  Izaguirre,  Bermouet,  el  ya  conocido  Antonio  Calvo  y 
el  nuevo  Emilio  Mario.  Hicieron  obras  de  repertorio. 

TEATRO   DEL   GENIO 

Costanilla  de  San  Pedro,  núm.  2.  En  Octubre  de  1853  prin- 
cipió a  funcionar  en  este  teatrito  una  compañía  de  jóvenes. 


Ii|i204  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DtC  ISABEL  II 

Puso  las  butacas  a  real  y  medio,  y  consiguió  tener  el  teatro 
lleno,  llamando  la  atención  de  tal  modo,  que  estuvo  de  moda, 
y  muchas  damas  elegantes  asistían  a  las  representaciones  en 
determinados  días  (vistiendo  a  la  negligéj,  para  presenciar  las 
representaciones  de  una  comedia  de  magia  titulada  La  estrella 
de  oro. 

En  Noviembre  de  1864  se  arregló  el  teatro,  y  se  pusieron 
lunetas  nuevas.  El  día  2  hicieron  No  hay  plazo  que  no  se  cum- 
pla. Se  subió  el  precio  de  las  lunetas  a  6  reales,  y  se  pasó  la 
moda  del  teatro. 

Aquí  se  daban  funciones  de  Nacimiento  por  Nochebuena,  y 
durante  el  resto  del  año  se  utilizaba  para  sociedades  de  aficio- 
nados. Era  un  salón  del  piso  bajo  de  la  antigua  casa  o  palacio 
del  Duque  de  Santistéban. 

Operas.— Teatro  Fieal. 

Llevaba  el  Teatro  Real  muchos  afios  en  construcción,  hasta 
que  el  Conde  de  San  Luis  formó  propósito  de  que  se  termina- 
ra, y  consiguió  su  objeto  teniendo  que  vencer  muchos  obstácu- 
los y  sufrir  no  pocos  disgustos. 

El  12  de  Agosto  de  1850  fué  la  Reina  a  ver  el  estado  de 
las  obras,  y  después  de  recorrer  y  examinar  detenidamente  to- 
das las  dependencias,  salió  muy  complacida.  La  recibieron  en 
el  vestíbulo  el  Conde  de  San  Luis,  que  era  el  ministro  de  la 
Q-obernación,  el  Jefe  político,  Sr.  Zaragoza,  y  el  Corregidor  de 
Madrid. 

Una  vez  terminadas  las  obras,  y  cuando  sólo  faltaban  al- 
gunos detalles  de  ornamentación,  el  7  de  Setiembre  se  hizo 
una  prueba  para  apreciar  las  condiciones  acústicas  del  local, 
ofreciendo  un  resultado  satisfactorio.  Se  cantó  un  coro  de 
I  Lomhardi;  la  plegaria  de  Moisés,  por  la  Srta.  Paniagua  y  los 
Sres.  Barba  y  Cámara,  y  el  coro  del  ultimó  acto  de  Hernani. 

La  inauguración  del  Teatro   Real  se  verificó  el  19  de  No- 


POR    CARLOS    O AMB RONERO  205 

viembre  de  1850,  con  la  ópera  de  Donizetti  La  Favorita^  des- 
empeñada por  la  Alboni,  Gardoni,  Banoilhefc  y  Formes. 
Concurrieron  SS.  MM. 

Eq  el  anuncio  decía  la  administración  del  teatro  que  con- 
sideraba innecesario  advertir  al  público  el  traje  con  que  debía 
presentarse  en  aquella  solemne  apertura,  y  que  en  las  demás 
funciones  sólo  se  permitiría  la  entrada  en  las  butacas  a  los  ca- 
balleros que  vistieran  de  levita  o  de  fraque.  Los  carruajes  te- 
nían señalado  su  acceso  por  el  arco  de  la  calle  de  Carlos  III,  y 
la  salida  por  la  de  Felipe  V. 

La  noche  de  inauguración  del  teatro  hubo  quien  pagó 
1.000  reales  por  una  butaca,  y  otro  aficionado  90  por  un  pa- 
raíso. 

El  único  palco  que  apareció  vacío  fue  el  de  una  Condesa 
cuyo  titulo  no  hemos  podido  descubrir,  y  con  ocasión  de  este 
hecho  se  inventó  la  frase  de  que  había  brillado  por  su  ausencia. 

El  primer  director  de  orquesta  fue  Háchele;  pero  en  la 
temporada  de  1851  1852  entró  a  desempeñar  el  cargo  D.  Juan 
Daniel  Skoczdopole,  y  estuvo  en  él  hasta  terminar  este  pe- 
ríodo. 

Además  del  repertorio  ya  conocido  en  años  anteriores,  se 
pusieron  en  escena,  durante  este  período,  las  óperas  siguientes 
en  el  Teatro  Real: 

La  prova  d'una  opera  seria,  de  Mazza,  21  Noviembre  1851. 
Tomó  parte  en  el  desempeño  el  aplaudido  tenor  español  Buena- 
ventura Belart. 

Esta  obra  se  ha  representado  como  zarzuela,  traducida  por 
Carlos  Frontaura. 

Luisa  Miller,  de  Verdi,  11  Diciembre  1852.  Entre  otros 
artistas,  cantaron  esta  ópera  la  noche  de  su  estreno  el  barítono 
Coletti  y  el  bajo  Selva.  Tuvo  tal  éxito  la  obra,  que  sólo  en  esta 
temporada  se  canto  veintiuna  noches. 

Roberto  il  Diavolo,  de  Meyerbeer,  15  Mayo  1853. 

EigolettOf  de  Verdi,  18  Octubre  1853.  Desempeñó  el  papel 


206  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


principal  el  célebre  barítono  Varessi,  que  no  ha  tenido  rival  en 
esta  obra. 

n  Trovatore,  de  Verdi,  16  Febrero  1854.  Se  distinguieron 
en  la  interpretación  la  Gazzauiga,  el  tenor  Malvezzi  y  el  barí- 
tono Varessi. 

Marco  Visconti,  de  Petrella,  9  Enero  1855. 

La  Traviata,  de  Verdi,  1.**  Febrero  1855. 

Isabel  la  Católica,  de  Arrieta,  18  Diciembre  1856;  asistie- 
ron SS.  MM.  Éxito  regular. 

J  Vespri  niciliani,  de  Verdi,  22  Diciembre  1856. 

Gli  Ugonotti,  de  Meyerbeer,  9  Febrero  1858. 

II  SultimhancOy  de  Paciui,  22  Marzo  1859. 

Cantaron  en  el  Teatro  Real,  con  otros  artistas  de  mérito 
secundario,  los  siguientes: 

Tiples:  Frezzolini,  de  hermosa  voz  y  correcto  método  de 
canto;  Alboni,  de  gran  expresión  dramática;  De*Giuli,  buena 
cantaute,  pero  sin  llegar  a  la  altura  de  la  Gazzániga  y  la  Pen- 
co; Antonia  Montenegro,  nuestra  compatriota,  que  cumplía 
bien,  sin  descomponer  el  cuadro:  Capuaui,  regular;  Gazzaui- 
ga, superior  como  actriz  y  como  cantante;  Spezia,  desigual  a 
veces;  Gariboldi,  buena  tiple,  aunque  decadente;  Penco,  artista 
de  grandes  facultades  y  de  talento;  Ortolani,  tiple  ligera  que 
no  podía  vencer  en  las  situaciones  dramáticas;  Grissi,  notable 
en  sus  buenos  tiempos,  que  habían  pasado  ya,  y  la  Sarolta, 
una  medianía. 

Contraltos:  D'Angrí,  hermosa  voz  y  buena  figura;  Nantier- 
Didier,  de  regulares  facultades,  pero  de  mucho  talento;  Tossí, 
de  iguales  condiciones. 

Tenores:  Carrióu,  de  buena  voz  y  buena  voluntad;  Sínico, 
muy  apreciado  del  público  desde  la  década  anterior;  Belart, 
nuestro  compatriota,  dicen  que  tenía  buena  voz  y  gusto  exqui- 
sito para  cantar;  Bettini,  algo  amanerado  y  desigual;  Malvez- 
zi, bueno;  Fraschini,  de  potente  voz,  pero  de  poca  expresión, 
Nandín,  muy  discreto  siempre  y  prestándose  a  cantar  cual- 


POR    CARLOS  CAMBRONKRO  207 

quier  ópera  para  sacar  de  compromisos  a  la  empresa,  y  Mario; 
que  vino  el  año  1869. 

Dice  de  él  Luis  Carmena: 

«Mario  ha  sido  el  primer  tenor  de  su  época.  Lo  ha  poseído 
todo:  brillante  educación  artística  y  privada;  facultades  excep- 
cionales, puesto  que  a  una  voz  extensa,  bien  timbrada  y  de  ra- 
zonable volumen,  reunía  una  flexibilidad  en  ella  verdadera- 
mente asombrosa;  dotes  de  actor  de  primer  orden,  gran  cora- 
zón, sensibilidad  exquisita,  excelente  gusto,  pronunciación 
clara  y  sonora,  y  una  figura  varonil  llena  de  distinción.» 

Nosotros  que,  aunque  en  su  decadencia,  hemos  oído  al  gran 
tenor,  aceptamos  las  afirmaciones  de  Carmena. 

Barítonos:  Gironella,  Coletti  y  Varessi,  muy  buenos;  G-uio- 
ciardi  y  Bartolini,  regulares;  Ronconi,  superior.  «No  tiene  que 
fatigarse — escribía  Carolina  Coronado; — canta  como  habla.  Su 
acción  y  su  gesto  son  como  su  canto.  Es  que  el  arte,  habiendo 
consumado  su  obra  en  este  ser  privilegiado,  se  esconde  profun- 
damente, para  que  parezca  hija  de  la  Naturaleza  la  perfección 
que  da  el  talento.» 

Bajos:  Salas,  que  solamente  estuvo  la  temporada  de  1860  a 
1861,  y  no  tomó  parte  más  que  en  La  Cenerentola.  Estaba  pre- 
destinado a  ser  uno  de  los  creadores  de  la  zarzuela.  Becerra  y 
Barba  no  pasaron  de  ser  regulares,  y,  en  cambio,  Selva  y  Via- 
letti  dejaron  honrosa  fama  en  el  Teatro  Real. 

Las  rivalidades  artísticas  de  la  Prezzolini  y  la  Alboni  pro- 
dujeron, cierta  noche  de  Febrero  de  1861,  un  grave  disgusto  a 
la  empresa.  Anunciada  la  ópera  Otello,  mandó  recado  la  Pre- 
zzolini de  que  estaba  enferma,  y  la  empresa  la  envió  al  doctor 
Hysern,  que  no  fue  recibido  por  la  cantante;  volvió  segunda 
vez,  y  no  habiendo  hallado  que  tuviera  enfermedad  alguna,  lo 
manifestó  así,  por  lo  que  se  la  quiso  obligar  a  que  saliera  a  es- 
cena, acto  a  que  la  diva  se  opuso,  después  de  varios  recados  y 
conferencias.  En  este  estado  de  cosas,  se  anunció  la  suspensión 
de  la  ópera,  y  después  de  que  se  había  tomado  esbe  acuerdo, 
envió  la  Prezzolini  un  recado  al  teatro,  diciendo  que  estaba 


208  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

bien  y  que  cantaría  aquella  noche.  Ya  era  tarde  para  dar  un 
segundo  aviso,  y  no  hubo  más  remedio  que  desistir  de  la  fun- 
ción, disgustando  al  público. 

A  la  Alboui  y  a  la  bailarina  Cerito  el  público  las  recibió  con 
entusiasmo,  cubriendo,  la  noche  en  que  trabajaban,  el  escena- 
derio  flores;  pero,  acostumbrado  a  ellas,  y  viéndolas  a  diario, 
escatimó  las  ovaciones,  y  hubo  vez  en  que  dejó  casi  desierto  el 
teatro. 

8  Octubre  1853. — Primera  salida  de  la  Istúriz,  discípula  del 
Conservatorio,  con  el  papel  de  Adalguisa,  en  Norma. 

La  Gazzaniga  dejó  en  Madrid  gratos  recuerdos.  Tenía  bue- 
na voz,  escuela  de  cauto  perfecta,  era  guapa,  de  buena  figura, 
elegante  y  modesta. 

Decía  un  revistero  en  1864: 

«La  expresión  y  el  colorido  en  el  canto  de  la  Gazzaniga  no 
nace  de  un  entusiasmo  desarreglado  y  febril,  sino  del  conoci- 
miento profundo  del  papel  que  representa,  de  la  buena  combi- 
nación de  los  efectos  musicales  y  dramáticos.  La  Gazzaniga 
realza  y  anima  el  canto  con  su  acción  noble  y  llena  de  digni- 
dad, su  mirada  penetrante  y  el  juego  de  su  movible  fisonomía.» 

La  Gazzaniga  cantó  en  su  beneficio  (16  Marzo  1854)  tres 
actos  de  Trovador,  una  canción  francesa  titulada  La  mere  et 
Venfant,  y  otra  española,  La  naranjera,  compuesta  por  el 
maestro  Skoczdópole.  Salió  vestida  de  maja,  y  entusiasmó  de 
tal  manera,  que  las  señoras  se  quitaron  las  guirnaldas  de  flores 
que  llevaban  en  la  cabeza,  y  las  arrojaron  al  escenario.  Una  de 
las  estrofas  de  la  canción  española  decía: 

Aunque  soy  la  naranjera, 
suelto  el  pañuelo  de  franja, 
voy  buscando  por  doquiera 
mi  inedia  naranja. 
¡Ay!  Azahar  de  las  flores, 
quita  pesares; 
pero  azahar  en  amores 
son  dos  azares. 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  209 

Naranjas  finas  del  moro, 
gordas  y  con  mucho  aquél, 
de  cascara  de  oro 
y  zumo  de  miel. 

Aparte  de  su  mérito  artístico,  que  era  indiscutible,  pocas 
cantantes  dejaron  en  Madrid  simpatías  personales  tan  acentua- 
das como  Marieta  Gazzaniga. 

Octubre  de  1855. — Salió  la  Srta.  Guerra  con  el  Barbero. 
Dicen  que  tenía  voz  fresca  y  agradable,  pero  de  poco  cuerpo. 

El  18  de  Abril  de  1857,  cantando  El  Trovador,  se  sintió  in- 
dispuesta la  Penco,  y  aunque  se  puso  en  conocimiento  del  pú- 
blico, éste  estuvo  tan  poco  atento  con  la  tiple,  que  le  dio  una 
grita  en  el  último  acto,  y  acongojada  la  artista,  se  vio  obligada 
a  retirarse  de  la  escena  llorando  a  lágrima  viva. 

La  Reina  perdió  el  10  de  Enero  de  1859  una  pulsera,  y  ha- 
biéndosela encontrado  el  acomodador  Santiago  Cañejo,  la  en- 
tregó al  representante  de  la  empresa,  ignorando  quién  fuera 
la  persona  que  la  había  perdido.  Isabel  II  le  gratificó  espléndi- 
damente. 

Volvió  a  Madrid  Adelaida  Ristori,  el  año  1859,  presentán- 
dose en  el  Teatro  Real  el  22  de  Diciembre,  con  la  tragedia 
Giuditta.  Hablamos  de  esta  actriz  en  el  capítulo  Teatro  de  la 
Zarzuela. 

Es  detalle  curioso  el  que  la  orquesta  del  teatro  rehusó  tocar 
en  los  entreactos,  y  para  cubrir  este  hueco  hubo  que  llamar  a 
la  música  de  Ingenieros,  porque  era  época  en  que  no  había 
ninguna  orquesta  desocupada. 

6  Octubre  lSb9.— Norma,  por  Mario  y  la  Grissi.  Aquél, 
aunque  decandente,  tuvo  momentos  felices;  ésta  no  consiguió 
despertar  entusiasmo,  por  lo  que  se  permitió  hacer  alguna 
demostración  que  el  público  calificó  de  poco  respetuosa,  y  la 
obsequió  con  una  grita  monumental; 

* 
*  « 

Además  del  Teatro  Real  hubo  otros  teatros  que  dieron  re- 

14 


■      210  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE   ISABEL  II 

presentaciones  de  ópera,  y  aunque  no  tuvieron  verdadera  im- 
portancia, debemos  hacer  su  reseña  en  estas  Crónicas, 

Teatro  del  Principe. — Octubre  de  1851 — Cuando  llegó  a 
Madrid  Antonia  del  Carmen  Montenegro  después  de  haber 
conquistado  aplausos  en  varios  teatros  de  Europa,  dio  tres  re- 
presentaciones de  Norma,  acompañada  por  la  Echarte  y  la 
Chelva,  y  los  cantantes  Echarte,  Oriola  y  Ruiz. 

En  la  primera  representación  el  público  la  recibió  con  cier- 
ta frialdad;  pero  en  las  otras  dos  gustó  mucho,  y  la  techaron 
flores  al  escenario,  según  la  moda  de  aquel  tiempo.  Su  vofe  era 
de  volumen  extraordinario  en  las  notas  medias  y  graves,  re- 
sultando las  agudas,  el  si  y  el  do  naturales,  con  menos  poten- 
cia de  la  que  se  esperaba.  Sobresalía  de  todas  las  cantantes  en 
su  manera  especial  de  ejecutar  los  recitados. 

Teatro  del  Instituto. — Agosto  de  1861. — Dos  representacio- 
nes de  Norma,  por  la  Elisa  Villó,  prima  donna;  Agustina 
Chelva,  comprimaria;  Bottagisi,  tenor;  Selvatori  Natali,  barí- 
tono, y  Francisco  Fonti,  bajo.  Director  de  orquesta,  Rafael 
Marín.  Entrada  general,  4  reales. 

Abril  de  1862. — Se  dio  otro  golpe^a  la  ópera  haciendo  Na- 
bucodonosor,  por  la  Pellizari,  la  Ponce  de  León,  la  Chelva, 
Patriossi,  Mendizábal,  Oriola  y  Cávalleti.  En  el  mes  de  Mayo 
representaron  Hernani. 

Teatro  de  los  Basilios, — Octubre  de  1861. — Se  constituyó 
una  sociedad  de  jóvenes  españoles  para  dar  representaciones  de 
ópera  en  este  teatro.  Hicieron  Lucia  di  Lammermoore,  Hernani 
y  Atila.  La  tiple  era  Emilia  Moscoso;  el  tenor,  Manuel  Her- 
nández Amores;  el  barítono,  José  Hernández,  y  el  bajo,  Ma- 
nuel Oriola.  En  Junio  de  1862  repitieron  la  suerte  con  Lucía, 
sin  más  consecuencias. 

Teatro  del  Circo. — Una  llamada  sociedad  lírica  dio  en  Ju- 
lio de  1862  algunas  representaciones  de  ópera,  haciendo  Na- 
buco,  por  la  Moscoso,  la  Cavalleti  y  la  Muñoz,  y  los  señores 
Natale,  Ordán,  López,  Cavalleti  y  Arráiz.  Después  cantaron 
Sonámbula  y  un  acto  de  Hernani. 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  211 

Lope  de  Vega. — Agosto  de  1855. — Dos  representaciones  de 
la  ópera  española  Blanca  de  Lara.  No  sabemos  quién  era  el 
autor. 

Teatro  de  la  Cruz. — Mayo  de  1855. — La  Conquista  de  Sevi- 
lla^ ópera  española  en  tres  actos,  de  autor  desconocido  para 
nosotros.  La  cantaron  Teresa  Istúriz,  Manuel  Hernández 
Amores,  Manuel  Oriola  y  Manuel  Berdolonga.  Butaca,  14 
reales.  Se  dieron  dos  representaciones. 

A  fines  de  1855  se  formó  una  empresa  de  ópera  española 
en  este  teatro.  Visitaron  a  la  Reina,  que  ofreció  ir  a  la  primera 
función;  cambiaron  el  nombre  del  teatro  por  el  de  la  Princesa, 
con  autorización  del  Ayuntamiento,  y  se  verificó  la  inaugura- 
ción el  30  de  Diciembre  del  año  citado,  con  la  ópera  en  tres 
actos  Cruces  y  medias  lunas,  que  obtuvo  un  éxito  nada  más 
que  regular,  debido  en  parte  a  que  los  artistas  que  la  inter- 
pretaron no  pudieron  hacer  por  la  obra  todo  lo  que  necesitaba. 

Se  estrenaron  varias  decoraciones  pintadas  por  Lucini,  y 
asistió,  en  efecto,  la  Reina.  La  butaca  costaba  10  reales.  El 
día  31  se  dio  la  segunda  representación. 

La  empresa  tropezaba  con  muchas  dificultades  para  conti- 
nuar el  negocio,  y  una  de  ellas  era  la  falta  de  cantantes:  en  su 
vista,  reconstituyó  la  compañía  con  la  tiple  Viannelli,  e\  tenor 
Ordán  y  el  barítono  Muñoz;  pero  los  socios  descompadraron  y 
se  deshizo  la  sociedad.  Sin  embargo,  en  Marzo  de  1856,  repre- 
sentaron Blanca  de  Lara,  por  la  Teresa  Istúriz,  Barbati,  Her- 
nández, Cárdenas  y  Abello.  Tenían  preparada  otra  obra,  con 
letra  de  Guerrero  y  música  de  Espín  y  G-uillón,  titulada  Carlos 
Broschi,  pero  no  llegó  a  representarse. 

Zarzuelas 

Los  de  Variedades  entraron  en  1860  haciendo  El  duende, 
que  seguía  dando  buenas  entradas,  y  a  pesar  de  que  esto  de- 
mostraba las  buenas  disposiciones  del  público  en  favor  de  la 
zarzuela,  tenían  la  obsesión  de  la  ópera  española;  por  lo  cual 


212  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


auduvieron  en  tratos  con  el  dueño  del  nuevo  teatro  de  los  Ba- 
silioSj  para  realizar  allí  su  pensamiento;  pero  el  asunto  no 
pudo  arreglarse,  y  rebajaron  sus  aspiraciones,  concretándose  a 
la  zarzuela,  en  vista  de  lo  cual,  contrataron  a  Adelaida  Lato- 
rre,  que  cantaba  bien;  al  tenor  José  González  y  al  popular  Paco 
Salas,  sin  abandonar  la  compañía  de  verso. 

24  Marzo.  Cruz. — Donde  menos  se  piensa,  salta  la  liebre, 
zarzuela  en  dos  actos,  letra  de  Peregrín  García  Cadena  y  mú- 
sica de  un  tal  José  Valero. 

16  Mayo.  Variedades. — De  este  mundo  al  otro,  zarzuela  en 
dos  actos,  arreglo  del  francés  por  Olona,  y  música  de  Oudrid. 

En  Marzo  de  1860  se  puso  en  escena  la  zarzuela  en  un  acto 
Gloria  y  peluca,  letra  de  José  Villa  del  Valle  y  música  de 
Barbieri.  Tenía  cinco  números:  Introducción  y  cavatina,  por 
Salas  y  coro  de  hombres;  seguidillas,  por  la  Latorre  y  Salas; 
dúo,  por  los  mismos;  escena,  por  la  tiple  y  coro  de  señoras;  y 
final,  por  ella.  Salas  y  coro  de  ambos  sexos.  Encajó  perfecta- 
mente, y  eso  que  las  llamadas  seguidillas  no  tenían  del  género 
más  que  el  metro  en  que  estaba  escrita  la  letra,  pues  la  música 
resultaba  una  canción  italiana  de  un  corte  completamente  dis- 
tinto a  lo  que  como  seguidillas  escribió  más  adelante  el  autor 
de  Pan  y  toros. 

Marchaba  bien  la  Empresa,  cuando  vino  un  contratiempo 
que  pudo  haber  dado  al  traste  con  la  resurrección  de  la  zar- 
zuela. El  teatro  de  Variedades,  que  había  sido  hecho  casi  con 
carácter  provisional,  amenazaba  ruina,  y  la  autoridad,  previo 
el  informe  de  los  arquitectos,  mandó  suspender  las  representa- 
ciones. 

En  su  vista,  se  trasladó  la  compañía  al  nuevo  teatro  de  los 
Basilios  (1). 

Aquí  dieron  su  primera  función  los  de  Variedades,  el  4  de 
Mayo,  haciendo  una  comedia  y  la  zarzuela  Gloria  y  peluca. 


(1)    Calle  del  Desengaño,  entre  Barco  y  Valverde,  con  entrada  por  esta 
última  calle. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  213 

Después  representaron  Bertoldo,  zarzuela  en  dos  actos,  con 
música  de  Hernando.  No  parece  que  tuvo  gran  éxito.  Tenia 
diez  y  siete  números  musicales.  La  letra  era  de  Romero  La- 
rrañaga. 

A  última  hora]  zarzuela  en  un  acto,  de  Olona  (José)  y  Gaz- 
tambide. 

Las  señas  del  Archiduque,  zarzuela  en  dos  actos,  de  Ceferi- 
no  Suárez  Bravo  y  Gaztambide. 

¡Tramoya!,  zarzuela  en  un  acto,  de  Olona  (José)  y  Barbie- 
ri.  Este  le  dedicó  la  obra  al  duque  de  Osuna,  y  el  ilustre  pro- 
cer regaló  al  autor  una  botonadura  para  camisa  y  chaleco.  El 
duque  era  espléndido. 

Reconstruido  el  teatro  de  Variedades,  la  compañía  volvió 
a  sus  antiguos  lares,  y  allí  estrenó: 

Escenas  de  Chamberí,  capricho  cómico-lírico-bailable,  de 
José  Olona,  con  música  de  Gaztambide,  Hernando,  Oudrid  y 
Barbieri.  Tenía  los  números  siguientes:  Coro  de  introducción, 
bailable,  por  Oudrid;  aria,  por  Baabieri;  canción,  por  Oudrid; 
gallegada,  por  Hernando;  polka,  por  di  mismo;  tercetino,  por 
Barbieri,  y  gran  baile  final,  por  Gaztambide.  Tomó  parte  bai- 
lando la  Petra  Cámara. 

Contando  ya  con  un  cuadro  de  artistas  de  zarzuela,  esta 
empresa  tomó,  sin  dejar  Variedades,  el  teatro  del  Circo,  con 
el  objeto  de  dar  en  él  exclusivamente  representaciones  líricas, 
para  lo  cual  hizo  algunas  reformas  en  el  local  (1850),  como 
fue  forrar  los  asientos  de  las  galerías  y  suprimir  los  palcos 
centrales  del  piso  principal,  construyendo  en  su  lugar  un  anfi- 
teatro. Puso  las  butacas  a  10  reales. 

Claro  es  que  comenzaron  haciendo  el  repertorio  de  zarzue- 
las que  ya  tenían  sabidas,  sin  olvidar  El  duende,  a  la  que  sa- 
caron el  jugo  también  en  este  teatro. 

En  Noviembre  pusieron  en  escena  Pero  Grullo,  zarzuela  en 
dos  actos,  de  Oudrid,  en  que  tomaba  parte  Salas,  a  quien  el 
género  debe  mucha  parte  de  su  resurrección  por  las  condicio- 
nes de  este  actor  y  cantante,  por  su  actividad  y  por  el  entu- 


214  GRÓMIOAS  DEL  TIEMPO  OK  ISABEL  II 

siasmo  que  demostró  al  secundar  con  su  valioso  concurso  la  em- 
presa patrióüca  de  Hernando,  Gaztambide,  Oudrid  y  Barbieri. 
En  Diciembre  la  represe  del  Tío  Caniyitas,  zarzuela  en  do» 
actos,  de  José  Sanz  Pérez  y  Soriauo  Fuertes,  con  tres  decora- 
ciones nuevas  de  Ramón  Vázquez.  El  principal  papel  se  enco- 
mendó a  Salas. 

1861,  Enero. — Misterios  de  bastidores,  segunda  parte,  letra 
de  Montemar  y  música  de  Oudrid. 

Febrero. — Presentación  de  Cristina  Villó  con  Las  señas  del 
Archiduque. 

18  Febrero. — El  duende,  segunda  parte,  dos  actos,  de  los 
mismos  autores  que  la  primera,  Olona  y  Hernando.  Se  estrenó 
a  beneficio  de  Manuel  Catalina,  por  la  Luisa  Yáñez,  que  no  era 
cantante;  María  Bardan,  Cornelia  Pellizari,  el  beneficiado,  José 
Aznar,  Juan  Antonio  Carceller,  José  Alverá,  Francisco  Fuen- 
tes y  otros.  Gustó,  aunque  no  tanto  como  la  primera  parte. 
Tenía  catorce  números  musicales,  El  4  de  Marzo  se  represen- 
taron las  dos  partes  para  que  las  viese  la  Reina,  y  bailó  la  Pe- 
tra Cámara,  echando  el  resto. 

Marzo. — La  picaresca,  zarzuela  en  dos  actos,  obra  postuma 
de  Carlos  Doncel,  con  música  de  Gaztambide  y  Barbieri,  a  be- 
neficio de  Salas.  Cantó  la  Alboni  un  aria,  y  un  rondó  el  famo- 
so barítono  Ronconi. 

28  Abril. — Un  embuste  y  una  boda,  zarzuela  en  dos  actos. 
Música  de  Tomás  Genovés. 

Mayo. — El  campamento,  ópera  cómica  en  un  acto,  de  Olo- 
na y  José  Incenga. 

Estaba  en  la  compañía  Antonia  Istúriz,  discípula  de  Vall- 
demosa.  Era  muy  apreciada  del  público. 

Al  amanecer,  entremés  lírico,  de  Pina  y  Gaztambide. 
Los  disfraces,  zarzuela  en  un  acto,  de  Olona  (J.)  e  In- 
cenga. 

Todos  son  raptos,  zarzuela,  de  Larra  y  Oudrid. 
En  14  de  Setiembre  inauguró  en  el  Circo  sus  funciones 
una  nueva  empresa,  dedicada  también  a  dar  exclusivamente 


POR  CARLOS  CAMBRONKRO  215 

representaciones  de  zarzuela  con  la  base  de  la  Latorre,  la  Ri- 
zo, Elisa  Villó,  la  Bardan,  la  Flores,  Salas,  Caltañazor,  Gon- 
zález, Calvet  y  Carceller,  que  hicieron: 

Tribulaciones,  zarzuela  en  dos  actos,  de  Rubí  y  Gaztam- 
bide. 

Jugar  con  fuego  (7  Octubre),  la  primera  de  las  que  se  escri- 
bieron en  tres  actos,  de  Vega  y  Barbieri,  con  decoraciones  de 
Luis  Muriel.  Éxito  extraordinario.  Dijeron  los  periódicos  que 
el  libreto  de  Jugar  con  fuego  no  era  original,  y  Vega  confesó 
que,  efectivamente,  estaba  tomado  de  la  opereta  La  comiese 
d^Egmont,  pero  reformándola  por  completo.  Esto  le  propor- 
cionó a  Vega  un  disgusto,  porque  la  empresa,  considerando  la 
obra  como  traducción,  quiso  rebajarle  los  derechos  que  co- 
braba en  concepto  de  libreto  original.  El  músico  también  tuvo 
sus  dimes  y  diretes,  a  causa  de  que  el  pianista  Florencio  La- 
hoz  compuso  y  publicó  una  polka  sobre  motivos  de  la  zarzue- 
la, y  Barbieri,  disgustado,  no  sólo  porque  lo  hubiera  hecho 
sin  su  permiso,  sino  por  el  poco  acierto  con  que,  según  Barbie- 
ri, había  realizado  la  adaptación,  publicó  un  comunicado  en 
los  periódicos,  poco  favorable  para  Lahoz. 

Después  de  Jugar  con  fuego  se  hizo  también,  en  tres  actos, 
M  confitero  de  Madrid.  Fiasco  ruidoso.  Arderíus  figura  por 
primera  vez  en  el  reparto,  haciendo  un  papel  de  último  orden. 

Terminó  el  año  estrenándose  Por  seguir  a  una  mujer,  un 
juguete  de  Olona  que  gustó  extraordinariamente  y  se  sostuvo 
muchas  noches  en  el  cartel.  Tenía  algo  de  música,  cuyo  autor 
desconocemos,  y  decoraciones  nuevas  de  Muriel,  que  fueron 
muy  celebradas,  sobre  todo  una,  representando  la  Puerta  del 
Sol  vista  desde  la  calle  Mayor. 

La  obra  era  traducción  de  un  vaudeville  que  luego  repre- 
sentaron en  Madrid  las  compañías  francesas,  titulado  Un 
monsieur  qui  suit  les  femmes. 

El  Instituto  también  quería  sacarle  dinero  a  la  zarzuela,  y 
en  Setiembre  de  18B1  presentó  una,  titulada  Pepuja  la  sale- 
rosa, letra  de  Fernando  Bedoya  y  música  de  Soriano  Fuentes, 


216  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

por  la  García,  la  Sánchez,  Campoamor,  Buiz  y  Benítez,  gente 
poco  conocida. 

1862.  Febrero.— Circo. — Mateo  y  Matea,  zarzuela  en  un 
acto,  de  Rafael  Máiquez  y  Oudrid. 

El  sueño  de  una  noche  de  verano,  zarzuela  en  tres  actos,  de 
Escosura  y  Gaztambide. 

Marzo. — La  Virgen  del  Puerto,  zarzuela  en  un  acto. 

En  4  de  Marzo,  la  empresa,  de  acuerdo  con  los  autores, 
suprimió  un  dúo  que  Salas  y  González  cantaban  en  la  zarzue- 
la Tramoya,  pero  el  público  protestó  y  se  armó  un  escándalo 
monumental.  Gaztambide,  presidente  de  la  sociedad  que  tenía 
en  arrendamiento  el  teatro,  publicó  un  comunicado  disculpan- 
do el  hecho,  y  reclamando  indulgencia  por  no  haberlo  adver- 
tido en  el  anuncio. 

Marzo. — Un  novio  pasado  por  agua,  zarzuela  en  tres  actos, 
de  Bretón  y  Hernando,  por  la  Josefa  jRizo,  la  Adelaida  La- 
torre  (1),  la  María  Bardan,  Salas,  González  y  Calvet. 

16  Abril. — Buenas  noches,  Señor  Don  Simón,  arreglo  de 01o- 
ua,  música  de  Oudrid.  Hacía  Caltañazor  el  papel  principal. 
Gran  éxito.  El  original  francés  se  titulaba  Bon  soir,  monsieur 
Pantalón. 

La  Hechicera,  zarzuela  en  tres  actos,  de  Rubí  y  Barbieri. 
La  primera  noche  fue  recibida  fríamente,  porque  pareció  pe- 
sada; pero  se  la  hicieron  algunos  cortes,  y  gustó  más  en  las  no- 
ches siguientes. 

El  tenor  Belart  dio  algunas  representacisnes  en  el  Circo,  y 
luego  salió  contratado  para  Italia. 

Junio. — El  estreno  de  una  artista,  zarzuela  en  un  acto,  de 
V®g8'  y  Gaztambide. 

En  1.°  de  Julio  se  despidió  la  compañía  con  esta  zarzuela, 
y  el  resto  de  la  función  se  completó  con  las  piezas  que  el  pú- 
blico eligió  de  entre  todas  las  que  se  habían  cantado  en  la  tem- 
porada, para  lo  cual  se  facilitaba  a  la  entrada  una  lista  o  ea- 


(1)    Era  discípula  de  Saldoui. 


POR   CARLOS    CAMBRÓN BRO  217 

tálogo  de  ellas.  Los  artistas  las  ejecutaron  sin  cambiar  de  tra- 
je de  unas  a  otras.  Quizá  hubiera  una  miajita  de  confusión  en 
las  votaciones;  pero  la  fiesta  resultó  divertida  y  variada. 

Setiembre. — El  secreto  de  una  reina,  de  Olona,  con  música 
de  G-aztambide,  Hernando  e  Inceuga. 

Noviembre. — El  valle  de  Andorra,  traducción  de  Olona, 
con  música  de  Gaztambide. 

En  el  teatro  del  Instituto  se  hizo  a  mediados  de  Julio  de 
1862  una  zarzuelita  en  un  acto,  titulada  Don  Pepito  en  la  ver- 
bena, cuyos  autores  no  sabemos  quiénes  fuesen.  Era  un  apro- 
pósito  para  sacar  a  escena  un  tipo  que  tenía  cierta  notoriedad 
en  Madrid.  Don  Pepito  se  hizo  célebre  durante  el  verano  de 
1851,  porque,  yendo  regularmente  vestido,  pedía  dinero  a  los 
transeúntes  en  las  calles,  en  los  cafés  y  en  los  paseos  públicos, 
valiéndose  de  una  excentricidad  rayana  con  la  sinvergoncería; 
llevaba  una  bolsa  colgada  del  cuello,  y  en  ésta  un  letrero  que 
decía:  Caja  de  ahorros  de  Don  Pepito.  Tenía  tal  frescura,^ que 
una  vez  se  presentó  al  gobernador  civil  D.  Melchor  Ordóñez, 
hombre  de  malas  pulgas,  pidiendo  que  le  concediese  autoriza- 
ción para  rifarse.  A  Ordóñez  le  hizo  gracia  el  descaro  y  envió 
al  pretendiente  a  verse  con  el  Director  de  Loterías,  quien  de- 
negó la  pretensión,  diciendo  que  no  era  caso  previsto  por 
la  ley. 

Don  Pepito  sacaba  convites  y  dinero  de  las  gentes  de  buen 
humor;  consiguió  cierta  no  envidiable  popularidad  en  la  corte, 
y  el  anuncio  de  la  presentación  del  tipo  en  el  teatro  hizo  que 
se  llenasen  las  localidades. 

1853.  Febrero. — Circo. — El  dominó  azul,  zarzuela  entres 
actos,  de  Camprodón  y  Arrieta. 

Abril. — ElMarqués  de  Caravaca,  zarzuela  en  un  acto  y  dos 
cuadros,  de  Vega  y  Barbieri.  El  Marqués  de  Caravaca  era  un 
personaje  que  salía  en  Jugar  con  fuego,  y  como  la  zarzuela 
había  gustado,  quisieron  los  autores  dar  un  segundo  golpe  al 
asunto,  y  les  salió  bien  la  jugada. 

Volvieron  a  tomarla  con  Ventura  de  la  Vega,  diciendo 


218  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

que  el  libreto  estaba  sacado  de  una  comedia  de  Scribe,  titula- 
da Le  nouveau  Pourceaugnac ,  soltando  la  bomba  El  Clamor 
Público.  Barbieri  salió  a  la  defensa  de  su  eompañero,  queriendo 
demostrar  en  La  Ilustración  que  la  obra  era  original;  pero 
casi  hubiera  valido  más  haber  echado  tierra  al  asunto,  porque 
después  de  leer  el  escrito  de  Barbieri  se  adquiere  la  convicción 
de  que  El  Clamor  Público  estaba  en  lo  justo.  La  obra  fue  del 
agrado  del  público,  y  tiene  una  canción  que  se  hizo  popular, 
cuya  letra  transcribimos  a  título  de  curiosidad: 

¡Quién  me  verá,  a  mí, 

con  mantilla  de  encaje  de  a  tercia 

salir  por  Madrit 
¡Los  domingos  subir  al  Retiro 

con  botas  de  raso 

luciendo  mi  pie! 
¡Con  mi  falda,  que  vaya  orogiendo, 

de  seda  chiné! 
Me  echaré  pañolón  de  Manila 

con  ñeco  de  a  vara, 

porque  haya  ocasión 
de  que  pase  rozando  un  buen  mozo 

y  enrede  un  botón. 

¡Quién  me  verá  a  mí, 
tan  compuesta  y  emperejilada 

salir  por  Madri!- 

Esta  pieza  de  música  se  cantó  mucho,  como  verá  el  lector 
en  el  capítulo  Conciertos . 

Mayo. — Don  Simplicio  Bobadilla,  zarzuela  en  tres  actos, 
de  magia,  letra  de  Manuel  y  Victorino  Tamayo,  música  de 
Incenga,  Hernando,  Gaztambide  y  Barbieri.  Se  presentó  en 
este  teatro  la  actriz  Joaquina  Lombía. 

Junio. — El  grumete,  en  un  acto,  de  García  Gutiérrez  y 
Arrieta.  Quedó  de  repertorio. 

Noviembre. — La  cisterna  encantada,  en  tres  actos,  de  Vega 
y  Gaztambide,  por  la  Amalia  Ramírez,  Juana  Samaniego,  Sa- 
las, Caltañazor,  el  tenor  José  Font,  y  Carceller. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  219 


1864.  Febrero. — Un  dia  de  reinado,  en  tres  actos,  de  Gar- 
cía Gutiérrez  y  Olona,  música  de  los  Gaztam bidés  (Joaquín  y 
Javier),  Barbieri,  Oudrid  e  lucenga. 

Los  que  formaban  parte  de  la  Sociedad  lírica  que  estaba  al 
frente  del  teatro,  García  Gutiéij^rez,  Olona,  Ayala,  Valladares 
y^Suárez  Bravo,  ponían  mucho  dte  su  parte  para  sacar  adelan- 
te la  empresa;  pero  los  demás  autores  no  les  ayudaban,  como 
Bretón,  Hartzenbusch,  Rubí  y  otros,  que  cooperaban  tibia- 
mente a  la  reorganización  de  la  zarzuela.  Esto  lo  decía  la  opi- 
nión pública  por  medio  de  la  Prensa. 

Mayo. — Moreto,  en  tres  actos;  de  Azcona  y  Oudrid. 

1854. — En  Setiembre  se  reformó  la  compañía,  figurando 
en  ella  Salas,  Caltañazor;  José  Pont,  de  primer  tenor;  Manuel 
Sanz,  de  segundo;  Calvet  y  Becerra,  bajos;  Cubero,  barítono; 
Amalia  Ramírez,  Teresa  Rivas,  Olarice  y  Carolina  Di-Pranco, 
tiples;  Barbieri,  director  de  orquesta,  y  José  Inzenga,  maestro 
de  coros. 

Octubre.  1864. — Hizo  su  salida  al  teatro  la  Amalia  Ramí- 
rez con  M  dominó  azul,  siendo  casi  una  niña,  pues  había  naci- 
do en  1836,  en  Baeza.  Era  hija  del  teniente  coronel  del  regi- 
miento de  Asturias,  y  fue  discípula  de  Valldemosa  y  de  Sal- 
do ni. 

El  primer  estreno  fue  Los  diamantes  de  la  corona,  de  Cam- 
prodóny  Barbieri,  que  gustó  mucho;  y  después,  con  éxito  su- 
perior, Catalina,  arreglo  de  la  que  había  escrito  Scribe  en 
francés,  titulada  Vetoile  du  Nord,  con  música  de  Gaztambide. 
Terminaron  el  año  con  La  cola  del  diablo,  en  dos  actos,  tam- 
bién arreglo  de  Olona  y  música  de  Oudrid  y  de  Martín  Sán- 
chez Allú.  No  despertó  entusiasmos. 

1856.  Enero. — Haydée  o  El  secreto,  zarzuela  en  tres  ac- 
tos, arreglo  de  Ayala  y  música  de  Manzoohi. 

Marzo. — Mis  dos  mujeres,  zarzuela  en  tres  actos,  de  Olona 
y  Barbieri,  por  la  Amalia  Ramírez,  Carolina  Di-Franco  y  la 
Bardan,  Salas,  Caltañazor,  Sanz  y  Calvet. 


220  CRÓNICAS  DEL  TIEMPU  DE  ISABEL   II 

Mayo. — La  vergonzosa  en  Palacio,  zarzuela  en  un  aoto,  de 
Eguílaz  y  Fernández  Caballero.  Recibida  con  frialdad. 

El  Látigo,  periódico  satírico  de  la  época,  sacó  partido  del 
titulo,  y  publicó  las  seguidillas  siguientes: 

Se  dice  que  en  el  plazo 

de  pocos  días 
nos  dará  una  obra  el  Circo, 

de  Luis  Eguílaz; 

y  hay  ya  quien  dice 
que,  a  juzgar  por  el  nombre, 

no  es  verosímil. 
Vergonzosa  en  Palacio 

diz  que  se  llama; 
tal  mujer  en  tal  sitio 

cosa  es  muy  rara. 

Y  afirma  El  Látigo 
que  sólo  la  concibe 

yendo  de  paso. 

Junio. — Guerra  a  muerte,  zarzuela  en  un  acto  de  Ayala  y 
Arrieta. 

Agosto. — La  dama  del  rey,  zarzuela,  letra  de  Francisco 
Navarro  Villoslada  y  música  de  Arrieta.  No  gustó.  Se  presentó 
Adelaida  Zapatero,  ya  conocida  del  público. 

21  Setiembre. — Marina,  zarzuela  en  dos  actos,  letra  de 
Camprodón  y  música  de  Arrieta.  Tuvo  el  siguiente  reparto: 
Marina,  Amalia  Ramírez  (1);  Teresa,  Teresa  Fernández;  Ro- 
que, Salas;  Jorge,  José  Font;  Pascual,  Ramón  Cubero. 

Se  estrenó  una  decoración  de  Luis  Muriel. 

De  la  obra,  que  resultó  un  éxito,  decía  un  revistero:  «El  li- 
breto está  escrito  con  notable  corrección,  versificado  perfecta- 
mente y  no  escaso  de  conceptos  elevados  y  chistes  graciosísi- 
mos. El  argumento  es  sencillo,  aunque  conducido  con  mucho 
ingenio  hacia  su  desenlace  natural.  La  música  es  bellísima,  se- 
ñaladamente en  algunas  piezas,  que  el  público  aplaudió  con 


(1)    A  quien  llamaban  La  perlita. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  221 

entusiasmo.  La  ejecución  fue  esmerada  por  la  Srfca.  Ramírez, 
que  cantó  admirablemente,  y  por  los  Sres.  Salas  y  Font,  para 
quienes  resonaron  muchas  palmadas  y  bravos.» 

Por  lo  que  hace  al  libreto,  parece  que  nuestros  padres  se 
contentaban  con  poco. 

Diciembre. — El  sargento  Federico,  zarzuela  en  cuatro  ac- 
tos, arreglo  de  Olona  y  música  de  Gaztambide  y  Barbieri.  des- 
empeñadas por  la  Latorre,  la  Di -Franco  y  la  Fernández,  Cal- 
tañazor,  Sauz,  Calvet  y  Becerra.  Otro  éxito  para  la  empresa. 

Salas  era  incansable;  siempre  estaba  dispuesto  a  complacer 
al  público;  por  eso  se  le  quería  tanto.  El  30  de  Junio  de  1856 
se  indispuso  repentinamente  la  Amalia  Ramírez,  momentos 
antes  de  alzarse  el  telón  para  representar  la  zarzuela  Guerra  a 
muerte,  en  un  acto,  y  en  defecto  de  la  obra.  Salas  entretuvo 
agradablemente  al  público  cantando  canciones  andaluzas,  que 
se  acompañó  él  mismo  al  piano,  obteniendo  una  de  las  mayo- 
res ovaciones  de  su  vida  artística. 

Por  aquellos  días  dispuso  una  función  a  beneficio  de  los  en- 
fermos del  Hospital  de  San  Jerónimo  (1),  consiguiendo  que  to- 
mase parte  la  Pepa  Vargas  en  un  baile  compuesto  ád  hoc,  ti- 
tulado El  regreso  de  la  Vargas  a  España.  Esta  bailarina 
acababa  de  llegar  en  aquellos  días  de  una  excursión  por  Euro- 
pa, donde  había  conquistado  muchos  aplausos,  principalmente 
eu  San  Petersburgo. 

1856.  Enero. — El  Vizconde,  zarzuela  en  un  acto,  de  Cam- 
prodón  y  Barbieri. 

Marzo. — Mentir  a  tiempo,  zarzuela  en  un  acto,  de  Ángel 
María  Dacarrete  y  Fernández  Caballero. 

En  Abril  se  le  dio  un  beneficio  a  Chas  de  la  Motte,  porque 
se  hallaba  enfermo,  y,  según  parece,  en  el  Hospital. 

30  del  mismo  mes, — Se  presentó  la  Mora  con  El  sueño  de 
una  noche  de  verano.  Un  revistero  decía  de  esta  tiple  que  tenia 
voz  dulce  y  extensa,  figura  agradable  y  buen  método  de  canto. 


(1)    Iglesia  de  este  nombre,  cerrada  entonces  al  culto. 


222  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Mayo. — La  hija  de  la  Providencia^  zarzuela  en  tres  actos, 
de  Rodríguez  Rubí  y  de  Arrieta. 

7  Junio. — Estreno  de  El  postillón  de  la  Rioja,  zarzuela  en 
dos  actos,  de  Olona  y  Oudrid,  por  la  Carolina  Di -Franco,  la 
Dolores  Fernández,  Sanz  y  Caltañazor.  A  éste  le  censuraban 
porque  algunas  veces  pecaba  de  exageración  y  chabacanería. 
También  estrenaron  en  este  mes  Gato  por  liebre,  con  música 
de  Barbieri,  una  extravagancia  de  mal  gusto  en  que  los  hom- 
bres se  vestían  de  mujer. 

£n  Agosto  se  dieron  por  terminadas  las  representaciones 
de  zarzuela  en  el  Teatro  del  Circo,  y  la  compañía  pasó  a  inau- 
gurar el  nuevo  local  de  la  calle  de  Jovellauos. 

Por  el  mes  de  Noviembre  de  1866  se  hizo  en  el  teatro  de 
Tirso  de  Molina  (Instituto)  una  zarzuela  de  Enrique  Pérez  Es- 
crich,  con  música  de  José  Rogel,  titulada  Las  garras  del 
Diablo. 

Teniendo  ya  la  zarzuela  su  teatro  propio,  y  reconocida  por 
el  público  su  importancia,  desistimos  de  dedicar  capítulo 
especial  a  este  género,  ya  que  en  el  curso  de  nuestras  Cróni- 
cas creemos  haber  conseguido  aclarar  la  historia  de  su  resu- 
rrección. 

TEATBO    DE   LA    ZARZUELA 

Como  el  negocio  no  iba  mal,  la  empresa  del  Circo  trató  de 
mejorar  el  local  construyendo  un  pórtico  por  la  calle  del  Bar- 
quillo, cuya  esquina  la  formaban  unas  casuchas  viejas  donde 
estaban  las  cocheras  propiedad  del  Marqués  de  Salamanca. 
Después  pensó  construir  un  teatro  nuevo  en  esta  esquina;  pero 
la  proximidad  del  otro  le  hizo  desistir  del  propósito,  y  dirigió 
sus  miras  hacia  sitio  más  distante. 

En  Diciembre  de  1855,  ya  se  daba  por  seguro  que  la  em- 
presa del  Circo  iba  a  construir  un  nuevo  teatro,  dedicado  ex- 
clusivamente a  zarzuela,  a  espaldas  del  Congreso,  entre  las  ca- 
lles del  Sordo  y  de  la  Greda,  empezando  las  obras  en  1.°  de 
Enero  de  1866,  con  propósito  de  que  estuviesen  terminadas 


POE  CARLOS   CAMBRONERO  223 


para  Setiembre  u  Octubre  del  mismo  año.  Animaba  a  la  Em- 
presa en  este  proyecto  el  buen  resultado  que  ofrecía  la  explo- 
tación del  nuevo  género,  y  la  consideración  de  que  abonaba  al 
dueño  del  Circo,  D.  Segundo  Colmenares,  nada  menos  que 
15.000  duros  anuales. 

Contaba  un  periódico  que  el  11  de  Febrero  de  1866,  reuni- 
dos en  el  teatro  del  Circo  los  Sres.  Clona  (hijo),  Salas,  Gaz- 
tambide  y  Barbieri,  firmaron  con  D.  Francisco  Rivas  una  es- 
critura, por  la  cual  se  comprometió  éste  a  construir  un  teatro, 
con  las  condiciones  que  se  estipularon,  en  los  solares  señalados 
con  los  números  2  y  4  de  la  calle  de  Jovellanos;  también  se 
dijo  que  E.ivas,  como  garantía  del  contrato,  había  recibido 
12.000  duros,  y  que  durante  cierto  número  de  años  cobraría  el 
contratista  a  prorrata  el  capital  invertido,  quedando  luego  la 
finca  como  propiedad  de  los  otros  cuatro  señores. 

El  terreno  medía  27.702  pies,  dedicando  23.000  al  edificio, 
y  lo  restante  para  una  plazoleta  que  quedaría  delante  del  tea- 
tro, cerrada  con  una  elegante  verja.  La  sala  tendría  cabida 
para  3.000  espectadores;  el  arquitecto  era  el  Sr.  Gándara,  y  la 
obra  había  de  quedar  terminada  en  el  período  dé  nueve  meses. 

En  aquel  verano,  los  Clonas  se  marcharon  a  París:  Luis,  en 
busca  de  zarzuelas  para  traducir,  y  José,  a  estudiar  por  dentro 
los  teatros  de  aquella  capital. 

Las  obras  fueron  tan  de  prisa,  que  en  Setiembre  se  colocó 
la  pintura  del  techo,  debida  a  los  pinceles  de  Castellanos  y  de 
Tomé;  se  quitaron  los  andamies  del  salón,  empapelando  sus 
paredes  de  papel  verde  claro,  se  colocó  el  entarimado  y  se  co- 
menzaron a  dorar  los  antepechos. 

Por  fin  se  inauguró  el  10  de  Octubre  de  1866  con  la  función 
siguiente: 

1°  Sinfonía  de  El  Barbero  de  Sevilla,  compuesta  por  Car- 
nicer;  pieza  antigua  muy  conocida. — 2.®  Cantata,  de  Antonio 
Hurtado,  cou  música  de  Arrieta. — 3.°  El  Sonámbulo,  zarzuela 
en  un  acto. — 4.°  Sinfonía  sobre  motivos  de  zarzuelas,  compo- 
sición de  Barbieri,  por  la  orquesta  y  la  banda  militar  del  re- 


224  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

gimiento  del  Príncipe. — 5.°  La  Zarzuela,  alegoría  en  un  acto. 

Fue  un  acontecimiento  en  Madrid. 

,     En  Noviembre  se  presentó  al  público  1^  Santa  María. 

El  primer  estreno  de  importancia  verificado  en  este  teatro 
se  realizó  en  11  de  Diciembre  con  El  diablo  en  el  Poder,  de 
Camprodón  y  Barbieri,  por  la  Santa  María,  la  Valentín  y  la 
Flores,  y  los  Sres.  Caltañazor,  Calvet,  Cubero,  Arderíus  y  José 
Carbonell,  bajo,  que  hizo  aquella  noche  su  debut. 

Diciembre. — El  Esclavo,  zarzuela  en  tres  actos,  arreglada 
del  drama  conocido  La  expiación,  letra  de  Luis  Eguílaz,  músi- 
ca de  Sánchez  Allú  y  Luis  Cepeda.         ' 

Í867. — Enero. — Cuando  ahorcaron  a  Quevedo,  zarzuela  en 
tres  actos,  de  Eguílaz  y  Fernández  Caballero. 

Febrero. — El  lancero,  zarzuela  en  un  acto,  de  Camprodón 
y  Gaztambide. 

Febrero. — Fra-Diávolo,  zarzuela  en  tres  actos,  de  Jeróni- 
mo Moran  y  Sánchez  Allú. 

12  Abril. — Estreno  de  Los  Magyares,  de  Oloua  y  Gaztam- 
bide, por  la  Di-Franco  y  Valentín,  y  los  Sres.  Salas  {Georgey), 
Caltañazor  {Fr.  José),  Sanz  {Alberto),  y  Arderíus,  que  hizo  el 
papel  de  Beltrán.  Se  representó  cincuenta  noches  casi  seguidas, 
lo  que  hace  suponer  un  buen  éxito  en  aquella  época. 

La  famosa  actriz  italiana  Adelaida  Ristori  fue  contrata- 
da por  la  empresa  de  este  teatro,  y  dio  varias  representacio- 
nes de  su  repertorio,  comenzando  con  Medea,  en  16  de  Setiem- 
bre de  1857.  Después  hizo  Maria  Stuard,  Mirra,  Pía  de  Tolo- 
mey,  Rosmunda,  Camma,  Fazio,  Macbeth,  Francesca  de  Rimi- 
ni.  La  locandiera,  Fedora,  Giuditta  y  Adriana.  Gustó  mucho; 
en  la  noche  de  despedida  la  arrojaron  al  palco  escénico  multi- 
tud de  flores  y  coronas.  Costaba  26  reales  la  butaca.  Al  decir 
de  los  que  la  llegaron  a  oír,  como  trágica  era  superior  a  Teo- 
dora; pero  en  Adriana  no  llegó  a  eclipsar  la  gloria  de  nuestra 
modesta  compatriota.  La  obra  en  que  sobresalió,  según  el  pa- 
recer de  los  más,  fue  Giuditta,  conocida  tragedia  de  Giacomo 
Giacometti. 


POR   CABi>08   CAMBRONERO  225 

D.  Antonio  María  Segó  vía  dioe  de  ella  en  La  América: 
«Su  vocación  ha  sido  siempre  tal,  que,  retirada  del  teatro 
con  motivo  de  su  casamiento,  ha  tenido  que  volver  a  la  escena 
por  consejo  de  los  médicos,  como  único  remedio  contra  la  hi- 
pocondría de  que  se  vio  acometida  y  que  amenazaba  matarla 
de  consunción. 

«¿Cuáles  son  las  cualidades  que  adornan  a  la  Sra.  Ristori? 
Todas  las  que  constituyen  una  buena  actriz:  su  figura  es  agra- 
dable, su  voz  armoniosa,  su  ademán  noble,  sus  facciones  bien 
proporcionadas,  sus  ojos  hermosos  y  de  mirada  penetrante,  la 
cabeza  toda  bien  modelada,  el  cuello  erguido,  y  con  tal  busto 
y  tal  cabeza,  y  con  su  estatura 'elevada,  sin  serlo  en  demasía, 
dicho  se  está  que  en  las  actitudes  clásicas  o  académicas,  de 
que  bien  se  advierte  que  ha  hecho  un  estudio  particular  y  pro- 
fundo, ha  de  sobresalir  notablemente.  Mas  ni  esto,  ni  la  pro- 
piedad, ni  la  buena  economía  de  la  acción,  la  hacen  en  nuestro 
sentir  tan  sobresaliente  como  la  extraordinaria  y  hasta  incon- 
cebible movilidad  de  su  fisonomía,  sin  caer,  ni  rozarse  siquie- 
ra, en  el  extremo  ridículo  a  que  es  tan  ocasionada  la  exagera- 
ción del  gesticular.» 

Sin  embargo  de  este  elogio,  Segovia  confesó  que  la  Ristori 
«pecaba  contra  la  naturalidad  en  ciertos  pasajes». 

Cuando  se  marchó  la  Ristori,  volvió  la  zarzuela  a  mandar 
en  su  casa,  y  se  estrenó  (Octubre)  El  relámpago,  letra  de  Cam- 
prodón  y  música  de  Barbieri.  Gran  éxito. 

Diciembre. — La  roca  negra,  zarzuela  en  tres  actos,  arreglo 
de  Mariano  Pina,  con  música  de  José  Inzenga  y  de  Mariano 
Vázquez. 

1858.  Febrero. — Una  tempestad  en  América,  zarzuela  en 
un  acto,  letra  de  Pedro  Niceto  de  Sobrado  y  música  de  Carlos 
Llorens,  el  autor  de  La  batalla  de  InTcermán. 

Marzo. — El  planeta  Venus,  zarzuela  de  Vega  y  Arrieta. 
La  Elisa  Zamacois  apareció  en  la  Zarzuela  durante  esta 
temporada,  y  obtuvo  el  favor  del  publico  por  su  buena  voz, 
su  hermosa  figura  y  su  desenfado.  Se  hizo  tan  simpática,  que 

16 


226  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Isabel  II,  no  habiendo  podido  asistir  al  beneficio  de  esta  actriz, 
la  envió  al  día  siguiente  unos  aretes  de  brillantes. 

Junio. — Bruschino,  zarzuela  en  dos  actos,  traducida  al  cas- 
tellano, música  de  Rossini;  por  la  Mora,  Salas,  Royo,  Salces 
y  Cubero. 

Casado  y  soltero,  zarzuela  de  Olona  y  rfaztambide. 

Setiembre.  —  La  Embajadora,  en  tres  actos,  arreglo  de 
Antonio  María  Segovia,  música  del  Maestro  Auber,  por  la 
Santa  María,  la  Mora,  la  Zamacois,  Salces,  Fuentes,  Cubero 
y  Arderíus. 

Octubre. —  Un  cocinero,  un  acto,  de  Caraprodón  y  Fernán- 
dez Caballero. 

La  dama  blanca,  tres  actos,  obra  postuma  del  composi- 
tor Martín  Sánchez  Allú.  Se  dio  un  beneficio  a  su  madre  y 
hermana. 

Noviembre. — Azón  Visconti,  tres  actos,  de  García  Gutié- 
rrez y  Arrieta,  y  el  El  dominó  negro,  de  Auber. 

Diciembre. — El  juramento,  tres  actos,  de  Olona  y  Gaz- 
tarabide.  Gustó  mucho.  La  interpretaron:  Baronesa,  la  Santa 
María;  María,  la  Mora;  Sebastián,  Caltañazor;  Margue»,  Obre- 
gón;  Conde,  Calvet,  y  Carlos,  Cabero. 

1859.  Febrero — El  robo  de  las  sabinas,  de  García  Gutiérrez 
y  Barbieri. 

Dijeron  que  el  libreto  estaba  tomado  do  Venlevement  des 
Sabines,  ópera  cómica  de  Mr.  Emfis. 

Abril. —  Un  pleito,  en  un  acto,  de  Ricardo  de  la  Vega  y  el 
maestro  Caballero. 

Mayo. — El  último  mono,  zarzuela  en  un  acto,  escrita  sobre 
el  pensamiento  de  una  obra  de  Alfonso  Karr,  por  Narciso  Se- 
rra.  Se  desempeñó  con  el  siguiente  reparto:  Gregoria,  la  Za- 
macois; Juan  Colchón,  Salas;  Ciego,  Caltañazor;  Sánchez,  Cal- 
vet; López,  Cubero;  Negro,  Galván,  y  Duque,  Arderíus. 

Se  trató  en  esta  época  de  desterrar  el  sombrero  de  copa, 
substituyéndole  por  un  hongo  de  forma  semejante  al  chamber- 
go del  siglo  XVII,  pero  la  moda  no  hizo  buen  efecto,  y  los  entu- 


I 


POR   0ARL08  CAMBRONERO  227 


siastas  de  la  reforma  tuvieron  que  desistir.  Con  este  motivo, 
y  por  ser  asunto  de  actualidad,  se  representó  en  la  Zarzuela 
una  gacetilla  lírica,  titulada  La  guerra  de  los  sombreros^  que 
gustó  mucho.  Era  letra  de  Picón  y  música  del  maestro  Ca- 
ballero. 

Junio. — Aunque  ya  era  conocido  del  público,  salió  en  este 
teatro  el  barítono  Modesto  Landa  con  la  zarzuela  El  Grumete. 
Al  teatro  de  la  Zarzuela  vino,  en  Julio  de  1859,  una  compa- 
ñía de  ópera  cómica  francesa,  en  que  figuraban  como  primeras 
partes  Mmes.  Ugalde  y  Vade,  y  los  Sres.  Bearnó,  Vicent  y 
RoUand.  Hicieron  Le  Gaid,  Galathée,  Le  toreador  (de  Adam), 
La  filie  du  regiment  (de  Donizetti)  y  otras.  Una  noche  cantó  la 
Ugalde  en  español  El  estreno  de  un  artista,  acompañada  por 
la  Montañés,  Salas,  Calvet  y  Blasco. 

Setiembre.  —  Zampa  o  la  esposa  de  mármol,  arreglo  de 
Serra  y  Pastorfido  a  la  música  de  Herold.  La  representaron 
la  Santa  María,  la  Zamacois,  Obregóu,  Oliveres  y  Cabero, 

Además  se  hicieron  en  este  mes  las  tres  zarzuelas  siguien- 
tes, todas  en  un  acto:  La  vieja  y  el  granadero,  de  Eugenio 
Sánchez  Fuentes  y  Joaquín  Espín  y  Guillen;  Los  conspirado- 
res, de  Froutaura  y  Javier  Gaztambide,  y  Una  emoción,  de  Leo- 
poldo Bremón  y  el  maestro  Caballero. 

Octubre. — Entre  mi  mujer  y  el  negro,  dos  actos,  de  Clona, 
y  Compromisos  del  no  ver,  de  Pina;  ambas  con  música  de  Bar- 
bieri. 

Noviembre. — La  vuelta  de  Oolumela,  traducción  de  Ma- 
nuel del  Palacio,  acomodada  a  la  música  del  maestro  Fiora- 
vanti. 

Diciembre. — Los  mosqueteros  de  la  Reina,  arreglo  de  Juan 
E.UÍZ  del  Cerro,  y  música  de  Mariano  Vázquez. 

Entró  la  Mora,  guapa  y  de  buena  voz,  a  formar  parte  de  la 
compañía. 


228  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Oonolertos . 


1850.  Enero. — Circo. — Gran  concierto  por  Bazzini,  primer 
violín,  a  solo^  de  las  cortes  de  Florencia  y  Parma.  Tocó:  Varia- 
ciones de  bravura,  de  Paganini,  sobre  el  tema  de  La  Molina' 
ra,  para  violín  sin  acompañamiento,  y  El  carnaval  de  Venecia, 
con  nuevas  variaciones.  Tomaron  parte  en  el  concierto,  como 
era  costumbre  entonces,  Mlle.  Landi,  que  cantó  en  francés  el 
aria  de  La  Favorita]  Mlle.  Luchessi,  que  ejecutó  al  piano  la 
Plegaria  de  Moisés,  de  Thalberg,  y  Gasparini,  que  tocó  en  el 
acordeón  la  cavatina  de  Hernani.  Gasparini  era  el  barítono  de 
la  ópera. 

Estos  artistas  dieron  un  concierto  después  en  el  Teatro  del 
Principe. 

Febrero. — Cruz. — Se  tocó  por  la  orquesta  la  sinfonía  de 
Mercadaute  Los  dos  Fígaros,  acompañada  con  la  pandereta 
por  Mirailes,  primer  panderetólogo  de  Europa,  haciendo  varios 
y  difíciles  equilibrios. 

13  Marzo. — Circo. — Aparece  el  pianista  Konstki  otra  vez, 
porque  había  dejado  muchas  simpatías  en  Madrid.  Tocó  una 
pieza  sobre  un  tema  de  Hernani,  y  otra  sobre  motivos  de 
Atila.  Se  completó  la  función  con  el  cuarto  acto  de  esta  ópera 
y  bailes  españoles  y  extranjeros. 

Barbieri,  que  escribía  las  revistas  musicales  en  La  Ilustra- 
ción, dedicó  un  artículo  a  Konstki,  del  que  resultaba  éste  mal- 
parado, pues  venfa  a  demostrar  que  el  concertista  era  una  me- 
dianía, inferior,  por  lo  tanto,  a  Thalberg  y  Listz,  y  no  mejor 
que  nuestros  compatriotas  Albéniz,  Guelveuzu  y  Mendizábal. 
Dijo  también  Barbieri,  censurándolo,  que  una  misma  compo- 
sición, Friere  du  soir,  la  había  dedicado,  en  Francia  a  Madame 
Jenny  Godart-Desmarest,  y  en  España  al  rey  D.  Francisco  de 
Asís.  Kontski  replicó,  defendiéndose  de  los  cargos  que  Barbie- 
ri le  hacía,  y  preciso  es  confesar  que  tuvo  poca  fortuna  en  la 
defensa.  El  revistero  se  firmaba  con  las  iniciales  F.  B.  y  como 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  229 

el  pianista  pusiese  en  duda  las  condiciones  que  de  compositor 
tenía  el  anónimo  crítico,  éste  le  contestó  diciendo:  «Retamos 
al  Sr.  Kontski  a  escribir  en  determinado  tiempo,  y  sujetándo- 
se a  un  jurado  de  maestros,  nna.  partición  de  voces  y  orquesta 
oon  palabras  y  bases  determinadas».  Claro  es  que  Kontski  no 
aceptó,  porque  sabía  quién  era  el  crítico  F.  B. 

Mayo. — Principe. — Concierto  por  Mr,  Magnus,  pianista  de 
S.  M.  el  rey  de  los  belgas.  Tocó  una  fantasía  sobre  Lucia  di 
Lamermoore,  otra  sobre  Hugonotes,  una  tarantela  española  y 
el  indispensable  Carnaval  de  Venecia.  Terminó  con  una  impro- 
visación sobre  un  tema  propuesto  por  el  público. 

Julio. — Circo— Concierto  por  el  Sr.  Szczepanoski,  profesor 
de  guitarra  que  había  tocado  en  las  capitales  de  Europa,  y  en 
presencia  de  la  reina  de  Inglaterra. 

Mr.  Hermán,  propietario  de  los  antiguos  Salones  orientales 
de  la  calle  de  la  Victoria,  inauguró  en  aquel  local  unos  con- 
ciertos dirigidos  por  Mollberg,  con  el  nombre  del  Sarao  orien- 
tal. Había  querido  establecer  un  cafó-concierto  como  el  Café 
de  la  Sultana  o  los  Conciertos  Mussard,  de  París;  pero  una 
larga  serie  de  dificultades  le  hicieron  desistir  de  su  propósito. 

En  los  conciertos  de  Mollberg  fueron  muy  aplaudidos  los 
valses  La  despedida  oriental,  El  Canto  de  los  Alpes  y  Lágri- 
mas de  alegría,  composiciones  del  director. 

En  el  verano  de  1850  se  generalizó  la  costumbre  de  dar 
conciertos  en  los  cafés,  para  atraer  concurrencia.  Inició  la  re- 
forma el  cafó  de  Neptuno,  de  la  calle  del  Caballero  de  Gracia, 
donde  se  cantaban  trozos  de  ópera  con  acompañamiento  de 
piano;  y  luego  le  imitó  el  cafó  de  la  plaza  del  Progreso,  que 
añadió  instrumentos  de  cuerda  y  coros.  Las  últimas  piezas  de 
estos  conciertos  eran  siempre  canciones  españolas  en  que  el 
maestro  Iradier  salía  favorecido.  El  Café  Español,  establecido 
en  la  Puerta  del  Sol,  puso  conciertos  de  piano  y  bandurria;  el 
café  de  Amato,  calle  de  Alcalá,  concierto  por  la  banda  del  ba- 
tallón de  Chiclana,  y  el  café  del  Iris,  por  la  charanga  de  caza- 
dores de  Baza. 


230  GRÓNIOAB  DEL  TIEMPO  DiC  ISABEL  II 

En  el  Instituto  se  tocaba  por  la  orquesta  La  rondalla  del 
sitio  de  Zaragoza,  de  Oudrid,  cantada  por  los  ciegos  de  la  calle, 
con  acompañamiento  de  coros,  guitarras  y  bandurrias,  y  bai- 
lada por  todo  el  cuerpo  coreográfico  del  teatro.  Esta  rondalla 
se  tocaba  y  cantaba  en  varios  teatros. 

1851.  Febrero.  —  Variedades. — Concierto  de  bandurria  por 
Miguel  Echevarría.  Tocó  una  fantasía  sobre  motivos  de  Nor- 
ma, otra  de  aires  nacionales  y  la  Jota  aragonesa. 

Abril. — Concierto  en  el  salón  de  descanso  del  teatro  Real 
(hoy  salón  del  Conservatorio),  por  Maximiliano  Bohrer,  primer 
violoncello  solista  del  rey  de  Wurtemberg :  Variaciones  sobre 
canciones  stirias,  un  adagio,  un  rondó  y  el  Carnaval  madrileño. 
Tuvo  el  concierto  varias  suspensiones,  y  luego  dio  Bohrer 
otras  sesiones  en  el  Liceo  Matritense  de  la  calle  de  Capellanes, 
acompañándole  al  piano  Inzenga  y  tocando  Mollberg  el  xilo- 
cordium. 

31  Mayo. — Teatro  Real. — En  el  beneficio  del  barítono  Ba- 
rroilhet  cantó  la  Frezzolini,  vestida  de  andaluza,  una  canción 
española,  La  red  de  amores,  letra  de  Romero  Larrañaga  y  mú- 
sica de  Espín  y  Guillen. 

Julio. — Casino  de  Santa  Bárbara,  junto  al  Hipódromo. — 
Conciertos,  en  que  Spolidoro  tocaba  el  arpa,  y  el  violín  Ben- 
Tenuto  y  un  niño  llamado  Fortuni. 

Noviembre. — Principe. — Concierto  por  el  violinista  alemán 
Luis  Eller.  Tocó:  Fantasía  de  Norma,  Aires  stirios  y  Varia- 
ciones. 

Diciembre.  —  Circo. — Conciertos  del  pianista  Gottschalk. 
Tocó:  Los  bosques.  La  danza  osiánica.  Le  bannanier,  Jerusa- 
Un,  fantasía  a  dos  pianos,  con  Aguirre;  cuarteto  de  Lucia, 
Gran  galop,  y  Marcha  final  del  concierto  de  Weber  (1).  Gotts- 
chalk estuvo  mucho  tiempo  en  Madrid.  En  Junio  de  1862  dio 
un  concierto,  también  en  el  Circo,  en  que  tocó  la  sinfonía  de 


(1)    Gottschalk  habitó  en  la  calle  Mayor,  25,  segundo. 


POR    CARLOS    CAMBROMBRO  231 


La  caza,  a  tres  pianos,  con  Mi  ralles  y  Aguirre,  y  El  sitio  de 
Zaragoza,  fantasía  ¡a  diez  pianos! 

Describía  un  periódico  esta  composición  en  los  siguientes 
términos: 

«El  primer  motivo,  por  medio  del  cual  trata  de  expresar 
el  autor  el  tumulto  y  el  desorden  de  la  ciudad  durante  los  mo- 
mentos terribles  del  asalto,  consiste  en  un  sinnúmero  de  esca- 
las cromáticas  descendentes,  y  en  octavas,  alternando  con  un 
canto,  cuyo  ritmo  está  marcado  por  unos  acordes  fortísimos. 
A  poco  se  oye  una  reminiscencia  de  la  Marcha  real,  en  tono 
menor,  que  trae  involuntariamente  a  la  memoria  el  dolor  que 
se  apodera  de  los  sitiados,  la  angustia  indefinible  que  siente  la 
madre  al  separarse  de  su  hijo,  la  esposa  del  esposo,  la  joven 
de  su  amante,  en  el  supremo  instante  de  acudir  los  hombres  a 
la  brecha,  guiados  del  sentimiento  patriótico  e  irresistible  de 
defender  sus  hogares,  y  con  ellos  los  más  dulces  objetos  de  su 
cariño.  Estas  duras  despedidas  están  determinadas  eu  la  fan- 
tasía por  medio  de  ejecuciones  de  un  efecto  inexplicable.  Des- 
pués se  oyen  a  lo  lejos  clarines  que  ejecutan  la  Marcha  real, 
que  representa  a  los  zaragozanos  marchando  al  combate,  cuyo 
estruendo  se  anuncia  por  medio  de  cañonazos  que  también  re- 
suenan a  lo  lejos.  Durante  un  instante  reina  un  estrépito  que  va 
calmando  poco  a  poco,  como  en  señal  de  que  se  ha  suspendido 
la  lucha.  Vuelve  a  oirse  la  Marcha  real,  fugada,  alternando 
con  la  Jota,  fugada  también. 

•  Momento  de  descanso. 

•Tranquila  la  ciudad,  después  de  pasado  el  primer  peligro, 
renaoe  la  alegría  en  los  semblantes  de  los  sitiados,  cuyo  efec- 
to se  expresa  en  la  fantasía  por  medio  de  la  Jota,  variada,  pri- 
mero piano  y  después  crescendo,  hasta  terminar  con  un  tutti 
los  diez  pianos,  durante  cuya  ejecución  brotan  torrentes  de 
armonía  de  un  efecto  mágico.  Después  de  la  Jota  se  reproduce 
el  estrépito,  figurando  un  asalto,  por  medio  de  escalas  cromá- 
ticas descendentes,  a  las  que  sigue  un  juego  de  armonías  imi- 
tativas de  los  clarines.  Componen  el  final  la  Marcha  real,  fu- 


232  CRÓMICAS  DEL  TIBUPO  DE  ISABEL  II 

gada,  variando  de  tonos;  acordes  a  tutti,  y  un  nuevo  crescendo 
de  clarines,  con  los  bajos  fugados,  sobre  el  tema  de  la  Mar- 
cha real. 

» Lejos  de  haber  confusión  en  los  sonidos,  se  oyen  clara  y 
distintamente  todas  las  melodías,  sin  que  se  pierdan  ni  una 
nota,  ni  uno  solo  de  los  delicados  dibujos  con  que  Gottschalk 
ha  bordado  sn  fantasía,  aun  a  pesar  del  estrépito  producido 
por  la  aglomeración  de  armonías,  que  unas  veces  como  menu- 
da lluvia,  otras  como  una  granizada  que  cayera  con  impetuosa 
fuerza  en  medio  de  furioso  temporal,  llegan  a  los  oídos  con 
pasmosa  regularidad.  El  piano  de  Gottschalk  descuella  sobre 
todos,  distinguiéndose  de  los  demás  los  sonidos  que  en  él  pro- 
duce, como  si  fuera  un  instrumento  de  diferente  calidad  en  su 
esencia.» 

1852.  Enero. — Concierto  en  el  Teatro  Real,  por  el  violinista 
Eller;  Sarmiento  y  Allú  tocaron  variaciones  para  flauta  y  pia- 
no, otras  variaciones  (era  la  moda)  para  cornetín,  deBarbieri, 
por  Agustí  Mellen,  y  Mollberg  con  su  xilocordeón. 

Febrero. — Concierto  por  el  primer  clarinete  del  Teatro  de 
la  Scala  de  Milán, Signor  Ernesto  Cavallini.Tocó:  Fiori  Rossi- 
niani,  Canto  griego,  y  variaciones  sobre  motivos  de  la  ópera 
Elisa  y  Claudio. 

Abril. — Belart  cantó,  con  aplauso,  Las  ventas  de  Cárdenas, 
qué  tenía  un  trozo  en  francés,  otro  en  italiano,  la  caña, la  ron- 
deña  y  la  jota.  Aunque  hacía  la  competencia  a  Salas,  que  es- 
taba, inimitable  en  esta  canción,  gustó  mucho. 

Junio. — Jardín  Chaplet. — Fuera  de  la  puerta  de  Recoletos, 
que  estaba  al  final  de  este  paseo,  se  dieron  unos  conciertos, 
vocales  e  instrumentales,  en  un  jardín  que,  por  las  referencias 
de  los  periódicos,  no  debía  añadírsele  el  calificativo  de  frondo- 
so. En  los  conciertos  cantaban  en  francés  Mmes.  Baille-Preti 
y  Oberthal,  Mlle.  Desperarmont  y  Mr.  Q-arry  (1).  Los  cantan - 


(1)    Estos  cantantes  pasaron  en  Setiembre  al  Circo  de  Paul,  y  Madama 
BailIe-Pretí  cantó  en  español  La  jota  aragonesa,  de  Florencio  Lahoz. 


POR   CARLOS   DAMBRONERO  233 


tes,  sin  ser  de  primera,  no  lo  hacían  mal,  y  el  público  pasaba 
el  rato  agradablemente.  Además  del  concierto  había  baile  pú- 
blico, juegos  de  agna,  café,  fuegos  artificiales  y  tiro  de  pisto- 
la. El  Gobernador  concedió  permiso  para  que  la  puerta  de 
Recoletos  no  se  cerrase  hasta  las  doce  y  media  de  la  noche.  El 
trayecto  desde  la  citada  puerta  al  jardín  estaba  poco  alumbra- 
do, y  los  periódicos  lo  censuraban. 

Los  contemporáneos  del  autor  de  estas  Crónicas  recordarán 
que  la  música  del  regimiento  de  Ingenieros  gozaba  de  gran 
preponderancia.  Vamos,  pues,  a  contar  el  motivo  que  la  oca- 
sionó. Era  Director  del  Cuerpo  de  Ingenieros  militares,  un  se- 
ñor muy  aficionado  a  la  música,  y  deseando  que  la  banda  del 
regimiento  que  daba  la  guarnición  en  Madrid  se  pusiese  a  la 
altura  de  las  entonces  famosas  de  los  regimientos  austríacos, 
comisionó  al  músico  maj'or  Sr.  Cascante  para  que  estudiase 
en  Viena  la  organización  de  aquéllas,  acomodándola  a  la  ban- 
da de  Ingenieros,  cuyo  cuartel  se  hallaba  entonces  en  un  case- 
rón que  venía  a  estar  en  la  calle  de  Alcalá,  frente  a  la  de  la 
Reina  Mercedes.  Cascante  trajo  de  Alemania  nuevo  instrumen- 
tal, reformó  la  banda  por  completo,  y  el  día  12  de  Junio  de 
1852  se  presentó  por  primera  vez  ante  el  público  de  Madrid  a 
la  hora  de  la  lista,  que  se  pasaba  fuera  del  cuartel,  bajo  las 
dos  líneas  de  acacias  que  adornaban  la  calle;  tocaron  la  mar- 
cha del  Profeta.  La  lista  del  regimiento  de  Ingenieros  llegó  a 
constituir  un  espectáculo  gratuito  para  los  aficionados  a  la 
música. 

Junio. — Circo. — Cantó  Luisa  Santamaría  una  canción  titu- 
lada La  bofetá,  compuesta  por  Salas. 

1852.  Diciembre. — Circo. — Concierto  de  MoUberg,  que  tocó 
el  xilocordeón. 

1853.  Mayo. — Principe. — Concierto  de  flauta,  por  D.  José 
María  Rivas,  acompañado  al  piano  por  la  Srta.  Scott. 

En  la  Cruz,  el  mismo  mes,  concierto  a  beneficio  de  los  po- 
bres de  Chamberí.  Aria  de  Jerusalén,  cantada  por  el  Sr,  Mai- 
mó;  variaciones  de  cornetín  por  Luigini,  acompañándole  al 


234  ORÓNIGAS  DEL  TIEMPU  DK  ISABEL  II 


piauo  Aguirre,  y  Mollberg  tocó  al  violíii  unas  variaciones  com- 
puestas por  él,  finalizando  con  un  vals  de  Strauss,  en  el  consa- 
bido xilocordeón. 

Octubre. — Circo.  —Concierto  por  el  joven  Jesús  Monaste- 
rio, que  acababa  de  llegar  de  Bruselas,  donde  había  obtenido  el 
premio  de  honor  de  aquel  Conservatorio.  Tocó  una  fantasía  de 
Beriot,  y  un  andante  y  tarantela,  de  Vieuxtemps.  En  Noviem- 
bre repitió  el  concierto  en  el  Real,  tocando  una  Fantasía  espa- 
ñola, de  su  composición,  y  las  variaciones  del  Carnaval  de 
Venecia. 

1854.  Abril. —  Teatro  Real. — Concierto  por  el  violinista 
Camilo  Sivori.  Tocó:  adagio  y  rondó  de  La  Clochette,  de  Pa- 
ganini; fautasía  sobre  motivos  de  Lucia,  y  El  carnaval  de 
Cuba,  imitando  el  canto  del  sinsonte,  pájaro  de  aquel  país. 
Dio  otro  concierto  en  el  Circo, 

186B.  Enero. — Instituto. — Concierto  por  el  joven  violinista 
catalán  Sr.  Portuny.  Fue  muy  aplaudido. 

Febrero. — Circo. — Amalia  Ramírez  cantó  eu  un  beneficio 
el  famoso  Vals  de  Venzano. 

En  los  entreactos  de  la  ópera  del  Teatro  Real  tocó  el  con- 
certista  de  trompa,  Signor  Cavalli,  profesor  del  Teatro  de  la 
Scala  de  Milán,  una  fantasía  sobre  motivos  de  Lucia,  y  una 
composición  original,  titulada  El  Eco. 

Febrero. — En  el  mismo  teatro  cantó  Marieta  Spezia,  la 
noche  de  su  beneficio,  la  famosa  canción  del  Marqués  de  Cara- 
vaca,  ¿Quién  me  verá  a  mi? 

Marzo.  —  Ci'uz.  —  Mosaico  instrumental,  compuesto  sobre 
motivos  del  Trovador,  por  el  joven  Manuel  Fernández  Caba- 
llero, para  orquesta. 

Mayo. — Real. — Concierto  por  el  pianista  húngaro  Osear  de 
la  Cinna.  Tocó  la  Gran  sonata  de  Beethoven,  acompañado  al 
violín  por  Rafael  Pérez;  Melodías  húngaras,  y  conciertos  de 
Mozart  y  de  Weber.  Decían  de  él:  «Toca  con  sumo  gusto  e  in- 
teligencia, posee  excelente  escuela  y  caracteriza  con  verdad 
las  obras  maestras  de  los  autores  clásicos.  En  su  estilo  no  hay 


POR   CARLOS   CAMBRÓN  lüRO  235 

exageración,  ni   maneras  teatrales,  ejecutando  el  género  más 
difícil  en  música.» 

1856.  Marzo. — Real. — En  un  intermedio  se  tocó  la  gran  fan- 
tasía musical  titulada  La  batalla  de  InJcermán,  compuesta  por 
Carlos  Llorens,  músico  mayor  del  regimiento  de  Asturias,  que 
estaba  de  guarnición  en  Valencia.  Se  tocó  la  fantasía  por  la  or- 
questa del  teatro  y  las  bandas  militares  de  Madrid,  autorizan- 
do por  Real  orden  a  Llorens  para  que  viniera  a  dirigir  la  obra. 

1856.  Marzo. — Se  presentó  en  el  Instituto,  ya  cambiado  su 
nombre  por  el  de  Tirso  de  Molina,  una  compañía  de  suizos  que 
llamó  mucho  la  atención:  «Con  sólo  sus  gargantas,  lenguas  y 
labios  imitaban  toda  clase  de  instrumentos,  flautas,  violin, 
arpa,  figle,  trompa,  chinescos,  trombón,  platillos,  clarinete  y 
organillo,  produciendo  una  armonía  y  afinación  asombrosas.» 

Junio. — Principe. — Concierto  dado  por  Jesús  Monasterio. 
Tocó:  Fantasía  de  1  lombardi,  El  trémolo  de  Beriot,  Adiós  a  la 
Alhambra,  y  Fantasía  de  aires  españoles/  acompañándole  al 
piano  Martín  Sánchez  Allú. 

Circo. — En  un  intermedio  cantó  canciones  nacionales,  acom- 
pañándose a  la  guitarra,  María  Martínez,  la  Negrita. 

Noviembre. — Real. — Concierto  por  la  joven  pianista  Eloísa 
D'Herveil.  Tocó:  Fantasía  sobre  motivos  de  Oberon,  Noctur- 
no de  Dolher,  y  El  carnaval  de  Venecia. 

1857.  Enero. — Zarzuela. — Concierto  por  Casella  y  Marchi- 
sio.  Tocó  el  primero  (violoncello)  fantasía  de  Bellini  y  galop 
de  Schulof;  el  segundo  (piano),  fantasía  de  Norma  y  Pre- 
ghiera  (melodía). 

Marzo. — En  el  mismo  teatro. — Cantó  el  tenor  español  Fía- 
vio  (en  un  beneficio)  el  rondó  final  de  Lucia,  con  coros  y  deco- 
ración, y  Santísima  Virgen  Maria,  romanza  de  Gordigiani, 
acompañándose  él  mismo  al  piano. 

Abril. — Real. — Concierto  por  el  pianista  Enrique  Herz, 
Tocó:  Qwiwíeío  para  piano  y  orquesta,  composición  suya;  va- 
riaciones sobre  motivos  de  La  Favorita',  fantasía  militar  de 
La  figle  du  régiment  y  La  californiene,  polka  brillante. 


236  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Junio. — Zarzuela.  —  Se  presentó  el  panderetólogo  José 
Boiz,  quien  tocaba  dos  panderetaji  a  un  tiempo. 

1867.  Setiembre. — Circo  de  Paul. — Presentación  de  Livio 
Mazza,  que  tocaba  el  órgano  melódico.  No  sabemos  cómo  era 
esne  instrumento,  ni  las  piezas  que  ejecutó.  Había  tocado  ya 
en  presencia  de  la  Reina  y  en  casa  del  duque  de  Híjar. 

La  Salvadora  Cairón  cantó,  en  un  beneficio  verificado  en  el 
teatro  de  Novedades  (Mayo  1868),  la  famosa  canción  Quién  me 
verá  a  mi. 

En  Marzo  y  Abril  de  1869  se  dieron  en  el  teatro  de  la 
Zarzuela  seis  conciertos  sacros,  organizados  por  Salas  y  dirigi- 
dos por  Barbieri,  con  una  orquesta  de  66  profesores,  70  voces 
y  órgano.  Para  que  el  lector  pueda  formar  una  idea,  enuncia- 
remos el  programa  del  primer  concierto:  Obertura,  de  Oberón. 
Motete,  de  Mozart. — Solo  de  piano,  de  Gottsobalk,  por  el  niño 
de  once  años  Teobaldo  Power. — Aria,  de  Stradella,  cantada  por 
Oliver,  con  acompañamiento  de  viola,  violoucello  y  órgano. — 
Andante  con  variaciones,  de  Beethoven,  para  violín,  viola, 
violoncello  y  piano,  por  Monasterio,  Arche,  Casella  y  Arrio- 
la. — Plegaria  del  Moisés,  de  Rossini,  con  coros  y  siete  arpas. — 
Stabat  Mater,  de  Rossini,  por  la  orquesta  y  coros. 

Marzo. — Principe. — Concierto  por  la  cantante  Srta.  Ber- 
nard  y  la  pianista  Eloísa  D'Herveil;  aquélla  cantó  La  Juani- 
ta, de  Iradier,  y  ésta  tocó  variaciones  sobre  El  carnaval  de  Ve- 
necia,  de  Schuloff. 

Abril. — Real.  —  En  un  beneficio  cantó  el  Sr.  Llorens  La 
abaniquera,  canción  española,  letra  de  Manuel  del  Palacio  y 
música  de  Skoczdopole. 

O  ore  o  grafía. 

El  año  1850  es  célebre  en  la  historia  de  la  coreografía  ma- 
tritense, porque  en  él  se  coloca  el  período  álgido  del  entusias- 
mo del  público  por  las  cinco  estrellas  del  arte  que  bailaron  en 
los  teatros  de  la  corte:  la  Pepa  Vargas,  la  Manuela  Perea,  co- 


POR   GARLOS    CAMBRÓN BRO  237 

nocida  por  la  Nena,  la  Petra  Cámara,  la  Q-uy  Stephan  y  la  So- 
fía Fuoco. 

La  Vargas  estaba  en  el  teatro  del  Instituto  (1);  la  Nena,  en 
la  Cruz;  la  Cámara  en  el  Principe,  y  la  Q-uy  Stephan  en  el 
Circo . 

La  Vargas  conquistaba  aplausos  frenéticos  con  el  Ole;  la 
Nena,  con  El  jarabe  gaditano  y  la  Cámara  con  El  polo  del  con- 
trabandista. La  Guy  se  presentó  el  16  de  Marzo  con  el  baile  de 
gusto  francés,  La  aurora,  y  después  con  El  lago  de  las  hadas  o 
Gisela. 

Terminados  los  compromisos  que  la  Nena  tenía  con  la  em- 
presa de  la  Cruz,  pasó  al  Instituto,  y  apareció  en  el  escenario 
de  aquel  teatro  el  día  3  de  Mayo,  con  un  baile  nuevo,  compues- 
to por  el  maestro  Oudrid,  Curra  la  macarena. 

Dardalla  era  un  empresario  que  entendía  el  negocio:  reunir 
en  el  mismo  teatro  dos  primeras  bailarinas,  era  contar  con  se- 
guras entradas.  El  gran  acontecimiento  se  verificó  el  28  de 
Mayo,  cuando  la  Vargas  y  la  Nena  trabajaron  juntas  en  La 
zandunga,  boleras  a  tres,  compuestas  por  el  maestro  Hipólito 
Gondois.  Las  acompañó  el  bailarín  Atané. 

Otro  acontecimiento  fue  el  beneficio  de  la  Nena,  el  día  5  de 
Junio,  en  que  bailaron  separadas:  el  Ole,  la  Vargas;  el  Ole,  la 
Nena,  y  juntas.  Las  majas  de  rumbo.  Baste  decir  que  aquel  día 
no  se  abrió  el  despacho  de  billetes,  porque  estaban  vendidas 
desde  el  anterior  todas  las  localidades. 

Figuraban  en  este  tiempo  la  insinuante  y  picaresca  Adela 
Guerrero,  con  sus  sonrisas,  sus  quiebros  y  sus  monadas;  la  An- 
tonia Martínez,  hermosa  mujer  de  esbelto  cuerpo  y  admirable 
musculatura;  su  hermana  Adela,  bonita  y  elegante,  de  negros 
ojos  y  pulido  pie;  las  tres  hermanas  Guerrero,  hijas  del  maes- 


(1)  La  Vargas  nació  en  Cádiz,  el  año  1828.  A  los  once  años  bailaba  en 
Gibraltar;  luego  pasó  a  su  pueblo  natal,  a  Santiago,  Vigo,  a  Zaragoza  y 
Barcelona  en  1843,  y  apareció  en  Valencia  el  año  1849,  como  primera  bai- 
larina. 


288  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

tro  bailarín  del  mismo  apellido;  las  hermanas  Senra,  la  Con- 
chita Ruiz,  la  Cubas,  la  Valle,  la  Quintero,  la  Picazo,  la  Bus- 
tamante,  la  Calleja,  la  Fontanella  y  la  Homero,  alias  la  Cu- 
chillera. 

En  1850  bailaba  El  ole  en  los  Basilios,  con  gran  aplauso, 
Rosalía  Bustamante. 

El  16  de  Marzo  se  presentó  en  el  Circo  la  Guy  Stephan  con 
un  baile  ya  conocido,  por  falta  de  tiempo  para  preparar  otro: 
La  aurora.  Tjuego  hizo  Gisela  o  el  lago  de  las  hadas. 

El  16  de  Abril  fue  la  salida  de  la  Sofía  Fuoco,  con  Los  cin- 
co sentidos f  en  el  teatro  citado. 

El  11  de  Mayo  trabajaron  en  la  misma  noche,  aunque  no 
juntas,  la  Guy  y  la  Fuoco,  haciendo  aquélla  La  Aurora,  y  ésta 
Catalina  o  la  hija  da  las  hadas. 

En  Junio  hicieron  en  una  función:  la  Fuoco,  un  acto  de  Ca- 
talina y  otro  de  Los  cinco  sentidos,  y  la  Guy,  La  madrileña  y 
un  acto  de  La  corte  de  Luis  XIV,  en  que  representaba  el  papel 
del  Conde  deRichelieu.  Entusiasmo  indescriptible  del  público. 

Se  puso  de  moda  el  peinado  a  la  Fuoco.  «Este  peinado — 
decía  un  periódico, — puesto  muy  en  relación  con  los  tiempos 
de  Luis  XIV,  aparta  de  la  cara  el  pelo  que  tanto  la  adorna,  de- 
biendo poseer  una  belleza  superior  la  niña  que  tome  por  mo- 
delo la  cabeza  de  la  célebre  bailarina.  Únicamente  el  calor  de 
estación  podrá  generalizar  una  moda  que  no  a  todos  los  rostros 
favorece.» 

El  26  de  Junio,  en  el  beneficio  del  bailarín  español  Atañó, 
tomaron  parte  las  dos  estrellas  extranjeras  y  la  Vargas,  con  la 
compañía  de  baile  del  Instituto. 

La  Vargas  y  la  Cámara  dieron  algunas  representaciones  de 
baile  en  el  Circo  con  la  Antonia  y  la  Carmen  Martínez,  y  con 
Ruiz,  haciendo  Las  mozas  juncales. 

Merece  citarse  el  beneficio  de  la  Guy,  en  que  tomó  parte  la 
Fuoco,  y  el  de  ésta,  en  que  la  otra  correspondió  con  igual  ga- 
lantería; pero  superó  a  todo  el  beneficio  del  maestro  Skoczdo- 
pole,  en  que  bailaron  la  Guy,  la  Fuoco,  la  Vargas  y  la  Cámara, 


POR   CARLOS    OAMBRONERO  239 


repitiéndose  la  función,  para  cerrar  la  temporada  coreográfica, 
el  28  de  Julio,  a  beneficio  de  las  dos  bailarinas  españolas. 

La  Gl-uy  Stephan  tenía  gracia,  voluptuosidad,  elegancia; 
la  Fuoco  corrección,  seguridad.  Por  las  referencias  que  a  ellas 
hacen  los  revisteros  de  la  época,  se  deja  traslucir  que  no  eran 
mujeres  guapas  cómo  la  Cámara,  la  Vargas  y  la  Nena,  a  quie- 
nes no  se  nombra  sino  acompañando  encomiásticos  calificati- 
vos de  su  belleza;  sin  embargo,  aquellas  dominaban,  sin  nin- 
gún linaje  de  duda,  el  arte  a  que  se  habían  dedicado. 

De  la  Fuoco  decía  un  periódico,  reseñando  un  baile  que  se 
había  estrenado  en  el  Circo: 

«La  que  se  sobrepuja  a  sí  misma  en  el  baile  de  que  vamos 
haciéndonos  cargo  {Céfiro  y  Flora)  es  la  Srta.  Fuoco,  que  des- 
pliega en  él  todas  las  prodigiosas  facultades  de  fuerza  en  la 
musculatura,  ligereza  y  gracia  que  aplaude  y  admira  el  públi- 
co de  Madrid;  hace  pasos  nuevos  tan  originales  y  difíciles, 
unos  batidos  tan  ligeros  y  menudos,  que  la  vista  no  puede  se- 
guirlos; otros  lentos,  prolongados  y  variados  hasta  lo  infinito; 
ejecuta  unos  molinetes  tan  sostenidos  y  tan  diversos,  y  sor- 
prende, en  fin,  con  una  diversidad  tal  de  posturas  graciosas  y 
dificilísimas,  que  consigue  arrebatar  el  entusiasmo  de  los  es- 
pectadores.» 

De  la  Guy  Stephan  decía  otro  diario: 

«París,  la  moderna  capital  de  la  Europa  civilizada,  la  corte 
que  puede  considerarse  como  la  reina  de  las  artes  y  de  las  le- 
tras, es  su  patria.  Allí  recibió  las  primeras  lecciones  de  su  arte, 
y  allí  pudo,  más  adelante,  ponerlas  en  práctica,  para  que  infi- 
nidad de  coronas  y  ramilletes  la  recompensasen  continuamente 
de  las  dificultades  con  que  habrá  tenido  que  luchar  la  que  se 
cuenta  hoy  en  el  número  de  las  cinco  bailarinas  que  la  Europa 
admira  (1).  Londres,  Milán,  Burdeos  y  otras  ciudades  princi- 
pales han  tributado  con  aplausos  de  verdadero  entusiasmo,  un 


(1)    La  Carlota  Orissi,  la  María  TangUoni,  la  Fanny  Corito  y  la  Sofía 
Fuoco. 


240  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  H 

homeuaje  justo  al  relevante  mérito  de  la  Q-uy  Stephan.  Al  pre- 
sentarse otra  vez  ante  el  público  de  Madrid  ha  hecho  alarde  de 
nuevas  dificultades  vencidas,  de  pasos  tan  difíciles  como  gra 
ciosos.» 

La  época  del  delirio  por  el  baile  se  halla  comprendida  en- 
tre los  meses  de  Abril  a  Junio,  ambos  inclusive,  de  1860.  La 
competencia  de  la  Guy  Stephan  y  la  Fuoco,  hizo  estallar  una 
enconada  rivalidad  que  dividió  en  dos  bandos  rabiosos  e  irre- 
conciliables a  los  espectadores.  Los  fuoquistas  y  los  guiyistas 
se  hacían  una  guerra  encarnizada,  cubriendo  todas  las  noches 
de  ramos  y  coronas  de  flores  el  escenario  del  Circo,  al  punto 
de  que  un  periódico  de  aquellos  días  calculaba  en  quince  o 
veinte  mil  duros  el  importe  de  las  flores  arrojadas  como  se  ha 
dicho,  en  una  temporada  que  no  pasó  de  tres  meses. 

Hubo  desafíos,  rompimiento  de  amistades,  disgustos  y  des- 
avenencias entre  las  familias.  Los  partidarios  de  la  Guy  re- 
presentaban la  burguesía,  la  gente  de  dinero;  los  de  la  Fuoco 
eran  títulos  de  Castilla,  gente  de  sangre  azul;  aquéllos  lle- 
vaban para  distinguirse,  un  clavel  rojo  en  el  ojal  del  frac  o 
de  la  levita;  éstos,  un  clavel  blanco.  Tanto  se  exasperaron  los 
ánimos,  que  cuando  bailaba  una  de  las  sílfides,  no  iban  altea- 
tro  los  entusiastas  de  la  otra.  El  célebre  banquero  y  hombre 
de  negocios,  D.  José  de  Salamanca,  arrojó  una  noche  a  la  Guy 
una  pulsera  de  brillantes  entrelazada  en  un  ramo  de  flores, 
hecho  que  se  discutió  largamente  en  los  cafés  y  en  las  tertu- 
lias, y  que  produjo  una  conmoción  entre  los  chismófilos,  como 
el  acontecimiento  europeo  de  más  importancia. 

Un  escritor  coetáneo  (1)  publicó  en  cierta  revista  literaria 
unas  redondillas,  describiendo  el  estado  de  apasionamiento  del 
público  por  las  bailarinas,  y  condoliéndose  amargamente  úe 
ello.  Copiaremos  algunas  estrofas  para  que  el  lector  pueda 
formarse  idea: 


(1)    D.  Juan  de  la  Rosa  González. 


POR   CARLOg   CAMBRÓN  ERO  241 

Tirad  la  pluma,  poetas, 
y  esperad  tiempos  mejores; 
dejad  vosotros,  autores, 
el  campo  a  las  piruetas; 
id,  y  del  arte  en  las  ruinas 
dad  sepulcro  a  vuestra  pena, 
mientras  que  invaden  la  escena 
los  pies  de  las  bailarinas. 

Por  eso  vivís  penando 
privados  de  los  placeres, 
mientras  hay  cuatro  mujeres 
que  se  enriquecen  bailando. 
Vates,  suspirad  aquí 
las  inventivas  amargas 
contra  la  Mena  y  la  Vargas, 
contra  la  Fuoco  y  la  Guy  (1). 

La  Nena  y  la  Vargas  van 
en  el  baile  a  competir, 
y  es  excusado  decir 
si  las  dos  se  esmerarán. 
Todos  los  espectadores 
están  llenos  de  ansiedad, 
porque  aquí  cada  deidad 
tiene  sus  adoradores. 
Los  de  la  Nena,  nenistas 
se  apellidan  muy  formales, 
y  por  razones  iguales, 
los  de  la  Vargas,  varguistas. 

Las  dos  quitan  el  sosiego 
con  su  hermosura  y  donaire: 
la  Nena,  es  hija  del  aire, 
la  Vargas,  hija  del  fuego. 


(1)    Cuando  se  publicaron  estos  versos  no  bailaba  la  Petra  Cámara  en 
Madrid. 


16 


242  CRÓNICAS  DKL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Cuando  la  Vargas  levanta 
su  falda,  mirando  al  cielo, 
muestra  su  pierna  modelo  (1), 
sus  brazos  y  su  garganta, 
entre  aplausos  y  entre  antojos; 
al  mirar  tanta  belleza, 
una  obispa  de  impureza 
refleja  en  todos  los  ojos. 
Cuando  columpia  la  Nena 
su  flexible  ouerpecito, 
y  adelanta  el  pie  bonito, 
una  aclamación  resuena; 
y  ella,  entre  aplausos  mecida, 
al  público  desvanece, 
pues  con  la  danza  parece 
que  se  evapora  su  vida. 

Toda  la  Prensa  do  la  época  refleja  el  estado  de  ánimo  del 
público,  que  parecía  obsesionado  por  las  bailarinas.  La  Espa- 
ñtty  periódico  sensato,  decía  en  20  de  Junio: 

«En  todas  las  funciones  en  que  toman  parte  las  bailarinas, 
hay  lo  que  estamos  caiísados  de  repetir:  aplausos,  bravos,  ra- 
mos, coronas  y  ¡que  se  repita!  ¡que  salga!  La  Vitadiui  y  Mu- 
sich,  aunque  han  cantado  muy  bien,  apenas  han  sido  aplaudi-^ 
dos.  ¡A  qué  tiempos  hemos  llegado!  ¡Para  la  música,  para  este 
arte  encantador,  nada!  ¡Para  las  piruetas,  todo!» 

Sin  embargo,  cuando  en  Noviembre  apareció  otra  vez  la 
Fuoco  en  Madrid,  el  público  del  Teatro  Real ^  olvidando  por 
completo  sus  entusiasmos  del  mes  de  Julio,  la  aplaudió  tibia- 
mente; y  eso  que  la  empresa  dispuso  la  representación  de  bai- 
les a  estilo  de  los  que  tanto  furor  habían  hecho  en  el  Circo.  El 
3  de  Diciembre  se  representó  El  Diablo  Gojuelo,  en  tres  actos 
y  nueve  cuadros,  por  la  Fuoco,  la  Laborderie,  la  Villeti,  Mas- 


(1)  El  rey  de  Ñapóles  había  dado  un  decreto,  poco  tiempo  antes,  para 
que  las  bailarinas  no  salieran  escotadas,  y  que  vistieran  un  pantalón  de 
seda  sujeto  al  tobillo. 


POR   GARLOS  OAMBRONERO  243 

sot  y  Dor,  introduciendo  un  paso  español  para  la  primera  bai- 
larina, con  música  de  Gondois.  También  hicieron  Aureocel  o  la 
reina  de  las  mariposas. 

Aunque  había  pasado  el  furor  por  las  bailarinas,  no  deja- 
ban de  llamar  algo  la  atención,  llevando  gente  al  teatro  donde 
trabajaban;  así  es  que  las  empresas  procuraban  contratar  al- 
guna de  las  tres  españolas  que  figuraban  como  estrellas  de  pri- 
mera magnitud:  la  Petra  Cámara,  la  Pepa  Vargas  y  la  Nena. 
La  novedad  de  1861  fue  la  presentación,  en  el  escenario  del 
Instituto,  de  Fanny  Stanley,  una  amazona  que  estaba  conquis- 
tando grandes  aplausos  en  el  circo  de  Mr.  Touruaire.  Guerre- 
ro la  enseñó  en  pocos  días  a  bailar  el  Ole  y  la  Prensa  hace  elo- 
gios de  su  gracia  y  habilidad. 

Después  bailó  el  Vito  gaditano  y  Los  marineros  de  Cádiz. 
La  Petra  Cámara  se  preciaba  de  muy  señoril.  Enferma  re- 
pentinamente la  Nena,  que  se  había  anunciado  para  tomar 
parte  en  una  función  de  los  Basilios,  a  beneficio  de  D.  José 
María  García,  la  Cámara  se  prestó  gratuitamente  a  suplir  la 
falta  de  su  compañera. 

La  empresa  del  Real  pretendía  renovar  los  triunfos  que  las 
bailarinas  habían  obtenido  en  el  Circo,  y  contrató  a  Fanny 
Cerito,  que  tenía  una  fama  europea,  para  que  hiciera  el  baile 
en  cuatro  actos,  Stella  o  las  dos  novias,  con  la  Villeti,  la  Mén- 
dez, la  Lebloud,  Massot  3'^  Saint-Leon.  El  público  la  recibió 
bien,  pero  sin  entusiasmo. 

La  Stanley  pasó  del  Instituto  a  Variedades,  y  el  2  de  Se- 
tiembre de  1861  se  despidió  para  Londres. 

1854.  Diciembre. — Real. — La  cantinera,  baile  compuesto 
por  Saint-Leon  y  dirigido  por  Massot,  en  que  tomaron  parte 
la  Lammereaux,  la  Medina  y  la  Méndez.  Tenía  bl  baile  las 
partes  siguientes:  Paso  de  la  cantinera,  Mazurka,  Paso  de  la 
inconstancia.  Vals  stirio  y  La  RodrosTcJca.   . 

De  1853  a  1854  estuvieron  en  París,  contratadas,  la  Vargas 
y  la  Nena,  y  en  Alemania  la  Petra  Cámara.  También  cuentan 
las  gacetillas  de  los  periódicos,  que  una  Pepita  Oliva  había  re- 


244  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABSL  II 

4Borrido  los  teatros  de  Berlín,  Hamburgo,  Dresde,  Munich  y 
Viena,  y  ésta  debe  ser  la  Pepita  Duran,  cuyo  matrimonio  con 
un  caballero  inglés  fue  causa  de  un  ruidoso  pleito,  promovido 
entre  los  hijos  de  la  bailarina,  que  al  parecer  estuvo  casada 
primeramente  con  el  bailarín  Antonio  Oliva.  La  Pepita  nunca 
figuró  entre  las  estrellas  del  arte  coreográfico  matritense. 

La  Pepa  Vargas  hizo  una  excursión  por  Europa,  terminan- 
■  do  en  San  Petersburgo,  de  donde  llegó  en  Julio  de  18^6,  como  I  ^ 
ya  hemos  indicado;  y  en  una  función  a  beneficio  de  los  enfer- 
mos del  Hospital  de  San  Jerónimo  se  presentó  en  el  Circo,  con 
un  baile  compuesto  para  ella,  y  titulado  El  regreso  de  la  Var- 
gas a  España. 

Por  entonces  figuraban  la  Josefa  Rodríguez,  bailando  en 
el  Instituto  el  Zapateado  de  Cádiz;  la  Concha  y  la  Lola  Buiz, 
que  bailaban  en  el  Circo,  y  más  adelante,  el  año  1856,  traba- 
jaron en  el  teatro  de  la  Zarzuela  la  Carmen  Chavarri,  proce- 
dente de  los  teatros  de  Barcelona  y  Valencia,  y  un  tal  Cam- 
prubí,  que  bailaron  La  linda  cracociana. 

Después  de  seis  años  de  ausencia,  durante  los  cuales  reco- 
rrió los  principales  teatros  del  extranjero,  apareció  en  Madrid 
la  famosa  Manuela  Perea,  trabajando  de  Enero  a  Abril  de  1858 
en  el  teatro  de  Novedades,  en  cuya  época  salió  otra  vez  de  Es« 
paña,  contratada  para  Londres. 

Por  el  mes  de  Enero  de  dicho  año  1858  vino  al  Principe 
la  Guy  Stephan,  haciendo  con  uu  Mr.  Paul  el  baile  en  dos  ac- 
tos, titulado  El  delirio  de  un  pintor.  Aunque  ya  no  causó  la 
expectación  del  año  1850,  todavía  consiguió  llevar  gente  al 
teatro,  y  la  empresa  de  la  Zarzuela  contrató  a  esta  bailarina 
en  Abril  de  aquel  año. 

Para  substituir  a  la  Nena  se  contrató  en  Novedades  (Mayo 
de  1858)  a  Rosa  Spert,  nueva  en  Madrid. 

La  empresa  del  Real  puso  en  escena  (Marzo)  el  baile  en 
cuatro  actos,  titulado  La  Fonti,  para  la  salida  de  la  primera 
bailarina  Olimpia  Priora.  Había  pasado  el  furor  de  las  bai- 
larinas. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  245 

Volatines. 

Derribado  el  Circo  de  Paul,  sin  duda  alguna,  porque  el  lo- 
cal no  reuniría  condiciones  de  seguridad,  Madrid  careció  de 
funciones  de  gimnasia  durante  la  primavera  de  1850,  y  al  lle- 
gar el  verano,  un  tal  Mr.  Tourniaire  improvisó,  para  dar  este 
género  de  espectáculos,  en  un  solar  o  jardín  que  existía  en  la 
misma  calle  del  Barquillo,  un  poco  más  arriba  de  donde  había 
estado  el  citado  circo  de  Mr.  Paul  Laribeau,  un  nuevo  circo, 
por  el  estilo  del  anterior,  abriéndolo  al  público  en  17  de  Agos- 
to de  dicho  año. 

Allí  llamaba  la  atención  la  hermosa  Florentina  Dorfin, 
montando  a  la  alta  escuela  la  yegua  Tagliony,  y  allí  se  aplau- 
día la  especie  de  pantomima  titulada  La  hija  del  bandido,  en 
que  Fanny  Stanley,  otra  célebre  amazona  de  quien  ya  hemos 
hablado,  ejecutaba  de  pie,  sobre  un  caballo,  una  escena  con- 
movedora, figurando  que  defendía  a  su  padre  perseguido  por 
los  gendarmes. 

Conquistó  muchas  simpatías  el  clown  Casasa,  quien  el  día 
de  su  beneficio,  6  Febrero  de  1851,  decía  en  el  cartel:  «Al  cabo 
de  tres  años  que  estoy  haciendo  necedades  en  los  circos  de 
Madrid,  al  fin  me  ha  tocado  una  vez  tener  parte  en  una  fun- 
ción de  beneficio,  y  prometo  a  los  concurrentes  que  serán  tan- 
tas las  trivialidades  que  haré,  que  los  que  tengan  humor  alegre 
se  reirán,  y  los  que  tengan  pesares  también  se  reirán  de  ver 
reir  a  los  otros.» 

Por  fin,  Paul  Laribeau  se  decidió  a  construir  su  circo  de  una 
manera  sólida,  decente  y  cómoda  para  los  espectadores,  según 
prometía  en  el  anuncio,  introduciendo  grandes  mejoras,  tanto 
en  la  obra  como  en  la  techumbre  de  plomo  con  que  había  cubier- 
to el  edificio.  Se  inauguró  éste  el  6  de  Agosto  de  1851,  con  una 
compañía  de  monos  sabios  y  perros  amaestrados,  dirigidos  por 
Mr,  Delafioure,  y  una  prestidigitadora  llamada  Mme.  Raggi. 
Los  monos  y  perros  gustaron,  y  fueron  llevados  a  Palacio,  por- 
que la  Reina  había  mostrado  deseo  de  verlos. 


246  CRÓNICAS  DEL  TIKMPO  DK  ISABEL  II 

Paul  titulaba  sus  funciones  Suarés  recreativas,  españoli- 
zando el  primer  vocablo.  El  local  era  un  paralelógramo  alar- 
gado, pero  que  resultaba  cuadrado  a  la  vista,  y  la  gente  decía 
que  Paul  había  hallado  la  cuadratura  del  circo. 

Setiembre  de  1860. — Circo  Hipódromo,  de  las  afueras  de 
la  Puerta  de  Santa  Bárbara.  Se  daban  por  las  tardes  funcio- 
nes en  que  tomaba  parte  Francisco  Hernández,  el  madrileño, 
discípulo  de  Mr.  Paul,  haciendo  bailar  con  los  pies  una  gran 
bola  esférica.  Terminaba  la  función  con  la  pantomima  M  sar- 
gento Marcos  Bomba. 

Por  esta  época  se  abrió  en  la  calle  de  Alcalá,  frente  a  la 
iglesia  del  Carmen,  un  Anfiteatro  gimnástico  español,  dirigido 
por  los  Sres.  Carrasco  y  Serrate. 

Tourniaire  trabajó  con  su  compañía  en  el  Hipódromo  de 
las  afueras  de  Santa  Bárbara,  en  la  Plaza  de  Toros,  y  en  una 
plaza  de  toretes  que  había  frente  al  Parador  de  Salas. 

1866.  /nstiíMío.— Compañía  acrobática  que  hacía  la  panto 
mima  El  boticario  burlado. 

Agosto.— Tomó  el  Circo  de  Paul  un  tal  José  Serrate,  jpn- 
mer  artista  grotesco,  como  director  de  una  compañía  ecuestre  y 
gimnástica,  en  que  figuraban  Victoria  Gralán,  Juan  Vico,  y  los 
jóvenes  Rouconi  y  Méndez.  Daban  en  el  escenario  representa- 
ciones de  bailes. 

Con  no  menos  actividad  que  la  construcción  del  Teatro  de 
la  Zarzuela  se  estaba  levantando  un  Circo-teatro  en  la  Plaza 
de  la  Cebada,  y  en  Julio  de  1856  ya  se  decía  que  se  pensaba 
abrirlo  al  propio  tiempo  que  el  coliseo  de  la  calle  Jovellanos. 
En  efecto,  el  22  de  Noviembre  de  aquel  año  se  verificó  la  inau- 
guración con  una  compañía  ecuestre  y  gimnástica,  bajo  la  di- 
rección de  Serrate,  ya  conocido  del  público,  y  de  Mr.  Garnier. 
Trabajaban  allí  el  clown  Rafael  Díaz;  la  joven  Matilde,  que 
hacía  difíciles  ejercicios  sobre  un  caballo  al  trote;  Pascual,  con 
sns  juegos  malabares;  Angela,  Rosa,  Tari,  Enrique,  Coqui  y 
Víctor. 

El  local  estaba  decorado  con  novedad,  aunque  no  exenta  de 


POR   CARLOS    CAMBEONERO  247 

mal  gusto.  El  telón  era  de  terciopelo  carmesí  bordado  de  oro, 
y  no  hacia  buen  efecto;  las  galerías  de  platea  y  entresuelo  for- 
maban un  solo  anfiteatro,  que  arrancaba  desde  casi  el  centro 
del  patio,  variación  que  no  satisfizo  al  público;  los  antepechos 
de  los  palcos  estaban  formados  por  un  balconaje  de  hierro  que 
dejaba  ver  los  trajes  de  las  señoras,  y  esto  sí  gustó. 

Se  estrenó  una  pantomima,  titulada  Los  dos  amigos  heridos 
ante  las  murallas  de  Varsovia,  escena  histórica,  y  gran  batalla 
entre  polacos  y  cosacos , 

La  empresa  no  hizo  negocio,  y  cesó  a  fin  de  año  el  Circo 
Olímpico  de  la  Plaza  de  la  Cebada,  que  con  este  nombre  se  le 
designó  al  inaugurarle . 

Mr.  Paul  tuvo  celos  de  que  otro  hubiera  querido  disputar- 
le el  monopolio  de  este  género  de  diversión,  y  volviendo  a  su 
antigua  y  reconocida  actividad,  algún  tanto  decaída  en  esta 
ocasión,  reformó  su  circo  de  la  calle  del  Barquillo,  y  trajo  una 
selecta  compañía  que  principió  a  actuar  en  los  primeros  días 
de  Enero  de  1867,  dirigida  por  Mr.  Carlos  Price,  con  la  que 
.viniéronlos  clows  Blondeau,  Neitz  y  Braquet. 

Estrenó  El  oso  y  el  centinela,  «episodio  de  la  guerra  de 
Crimea,  pantomima  militar,  en  la  que  se  representaban  com- 
bates y  evoluciones  a  pie  y  a  caballo  entre  los  cosacos  y  las 
tropas  aliadas^. 

En  Febrero  sufrió  Carlos  Price  una  caída  trabajando  en  la 
cuerda  floja,  por  lo  qu©  se  retiró  algún  tiempo  de  estos  ejerci- 
cios, marchando  a  su  país  para  reponerse.  También  uno  de  los 
Braquet  (eran  dos  hermanos)  cayó  a  la  pista  desde  una  altura 
de  ocho  varas,  y  estuvo  algunos  días  sin  trabajar. 

Isabel  II  se  divertía  con  las  funciones  de  circo;  en  11  de 
Enero  del  año  citado  de  1867  estuvo  a  ver  la  compañía  de 
Mr.  Paul,  y  al  apearse  del  coche,  saludó  afablemente,  como 
era  su  costumbre,  al  empresario,  y  conversando  con  él,  entró 
en  el  palco  regio. 

En   Noviembre  de  1867  anunciaban   Price  e  hijo,  directo- 


248  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DE  I8ABEL   II 


res  de  la  compañía,  que  coutaban,  como  aliciente  para  dar  va- 
riedad al  espectáculo,  cou  38  caballos. 

En  Enero  de  1868,  Carlos  Price  ejecutaba  sobre  un  caballo 
una  escena  titulada  El  valentón  del  Perchel,  en  que  imitaba  el 
majo,  el  aragonés  y  el  torero. 

Durante  los  domingos  y  días  festivos  de  1867  y  1868,  se 
dieron  en  la  Plaza  de  Toros  algunas  funciones  de  circo  ecues- 
tre y  gimnástico  por  los  hermanos  Buslay,  el  joven  Torras, 
Mr.  Picot  y  otros.  Julio  Buslay  subió  en  un  mongolfier,  col- 
gándose por  los  pies  en  un  trapecio. 

El  13  de  Junio  de  1869  se  inauguró  el  Circo  de  Price,  si- 
tuado al  final  y  en  la  izquierda  de  la  calle  de  Recoletos,  que 
entonces  no  tenía  salida  a  la  de  Serrano.  En  el  local  cabían 
3.000  espectadores.  Los  primeros  artistas  que  trabajaron  en 
este  circo  fueron:  Frank  Pastor  y  la  Irma  Monfroid,  con  ejer- 
cicios ecuestres;  Perelli,  montando  a  la  alta  escuela  y  presen- 
tando caballos  amaestrados;  los  hermanos  Mariani,  que  ejecu- 
taron por  primera  vez  la  Escalera  aérea,  colocada  ésta  hori- 
zontalmente  y  a  gran  altura;  y  por  fin  la  encantadora  y  sim- 
pática María  Kenuebel,  que  se  hizo  popular  en  Madrid,  hasta 
el  punto  de  que  el  maestro  Carear  la  dedicó  una  galop,  y  otro 
compositor,  una  polka  que  se  tocaba  en  todos  los  bailes  públi- 
cos. Vino  también  al  Circo  Fanny  Stanley,  pero  ya  no  hizo  el 
furor  del  año  1851. 

En  1859,  los  concurrentes  al  Circo  de  Price  se  habían  divi- 
dido en  dos  bandos:  uno  que  era  partidario  de  la  Kennebel,  y 
otro  de  la  Monfroid;  el  empresario  sacaba  provecho  de  esta 
competencia  de  artistas.  Los  ejercicios  de  la  Kennebel  eran  de 
más  mérito;  pero  la  Monfroid  era  más  hermosa,  y  tenía  una 
figura  escultural  que  procuraba  exhibir  en  todo  lo  posible. 

Julio  de  3869. — Se  presentó  en  el  Circo  de  Paul  una  com- 
pañía de  perros  y  monos  sabios  que  hacían  La  toma  de  Sebas- 
topol, cescena  militar,  exornada  con  fuegos  artificiales,  toques 
de  clarines  y  tambores  y  demás  accesorios». 

Agosto. — Teatro  del  Circo. — Compañía  anglo-americana 


POR   CARLOS    SAMBRONERO  249 


que  imitaba  las  escenas  salvajes  del  Centro  de  América,  uno  de 
sus  individuos  saltaba  de  palco  a  palco,  superando  en  agilidad 
al  orangután;  otro,  llamado  Franklin,  daba  50  saltos  mortales 
seguidos,  y,  por  último,  Róchete  manejaba  con  gran  facilidad 
una  bala  de  53  libras  de  peso. 

Toros. 

Figuraron  de  1850  a  1859: 

Espadas:  Montes,  Julián  Casas  (el  Salamanquino),  José 
Redondo  (el  Chiclanero),  Cayetano  Sanz,  Lavi,  Muñoz,  Cu- 
chares, el  Morenillo,  Pepete  y  el  Tato,  que  toman  la  alterna- 
tiva en  1853;  Gonzalo  Mora,  Mendívil  y  José  Muñoz  el  Pu- 
cheta,  en  1854;  Manuel  Domínguez  y  José  Carmona,  en  1856, 
y  el  Regatero,  en  1858. 

Banderilleros:  Regatero  y  Bocanegra  (1850);  Pablo  Herráiz 
y  Tragábalas  (1851);  el  Tato  y  Pucheta  (1852);  Bejarano 
(1855);  el  Gordito  (1857);  VillaviciQsa  (1858),  con  el  Gallegui- 
to,  Muñiz,  Minuto,  Blayé,  Pulga,  Mariano  Antón  y  Manuel 
Carmona. 

Picadores:  Gallardo,  J.  Martín  el  Pelón,  Muñoz,  Chola,  el 
Habanero,  el  Coriano,  Sevilla,  Alvarez,  Pinto,  Varillas,  José 
Trigo,  Charpa,  Castañitas;  Arce,  Juan  Fuentes,  Francisco 
Calderón,  desde  1851;  Sandino,  1852,  y  Lorenzo  Sánchez, 
1854. 

Montes  tuvo  la  desgracia  de  sufrir  una  cogida,  saliendo  he- 
rido de  gravedad  en  una  pierna.  Fue  el  caso  que  al  disponerse 
a  dar  muerte  al  primer  toro,  que  estaba  muy  entero  porque  se 
le  había  trabajado  poco,  le  dio  varios  pases  de  muleta;  pero  el 
bicho,  que  se  volvía  muy  ligero,  alcanzó  al  maestro  en  una  de 
las  vueltas,  y  arrojándolo  al  suelo,  lo  recogió  por  una  panto- 
rrilla,  suspendiéndolo  en  el  aire  y  causando  a,l  público  un  es- 
pauto indecible;  los  capotes  acudieron  inmediatamente,  y  sa- 
caron al  toro,  libertando  al  maestro  de  otra  cogida.  El  Chicla- 
nero tomó  el  estoque  y  la  muleta,   y  con  una  serenidad  y 


250  CRÓMICAS  DEL  TIEHPU  DE  ISABEL  II 

maestría  admirables,  despachó  al  toro  de  una  magnífica  esto- 
cada (21  Junio  1850). 

En  la  novillada  del  23  de  Marzo  de  1851  fue  cogido  por  el 
toro,  Isidro  Santiago  Llano  (Barragáu),  y  falleció  de  sus  resul- 
tas en  el  Hospital  a  los  pocos  días. 

El  3  de  Mayo  de  1852,  José  Fernández  de  los  Santos  (Bo- 
canegra),  al  salir  de  una  suerte  de  banderillas,  recibió  una  cor- 
nada,  de  la  que  murió  el  día  5  de  aquel  mes. 

El  espada  Manuel  Jiménez  Meléndez  (el  Cano)  fue  cogido 
en  12  de  Julio  de  1862  al  dar  una  estocada  al  toro.  Trasladado 
a  su  domicilio,  calle  de  León,  25,  se  vio  que  no  presentaba  ca- 
racteres mortales  la  lesión;  pero  en  el  delirio  de  la  calentura 
se  arrancó  los  vendajes,  y  se  produjo  una  hemorragia  que  le 
causó  la  muerte  el  día  23. 

Antonio  Sánchez  Villanueva  (Oliva)  era  banderillero,  y 
en  una  corrida  dada  el  29  de  Abril  de  1855,  presenciando  la 
fiesta  entre  el  público,  bajó,  con  traje  de  calle,  al  redondel  para 
banderillear  un  toro,  a  lo  que  accedió  la  Presidencia,  por  tra- 
tarse de  un  torero  de  profesión.  Al  parear  fue  alcanzado  por  el 
toro,  y  recibió  una  cornada,  de  la  que  falleció  al  día  siguiente. 

El  picador  Carlos  Puerto  sufrió  una  cogida  el  24  de  Junio 
de  1853,  que  le  causó  la  muerte. 

Domingo  Rivera  Mayo  (el  Tuerto)  fue  cogido  por  el  toro 
al  picar  montado  en  un  burro,  en  una  fiesta  de  mojiganga,  y 
sufrió  un  golpazo  en  el  pecho,  de  cuyas  resultas  murió  en  el 
Hospital,  cinco  días  después,  el  7  de  Enero  de  1859. 

El  espada  José  Muñoz  (Pucheta),  más  famoso  por  sus  di- 
chos y  actos  políticos  que  por  su  destreza  como  matador  de  to- 
ros, murió  el  16  de  Julio  de  1856,  a  consecuencia  de  las  heridas 
recibidas  defendiendo  una  barricada  en  las  afueras  de  la 
Puerta  de  Toledo,  durante  la  revolución  de  aquel  año. 

Montes  murió  en  Chiclana  el  4  de  Abril  de  1851,  víctima 
de  unas  calenturas  perniciosas,  y  el  Chiclanero  falleció  en  Ma- 
drid en  la  calle  de  León,  núra.  24,  el  28  de  Marzo  de  1853,  a 
causa  de  una  grave  afección  al  pecho.  En  la  corrida  del  5  de 


POR    CARLOS   CAMBRÓN  lüRO  251 

Abril  siguiente  salieron  enlutadas  las  cuadrillas,  en  señal  de 
duelo,  lo  que  les  valió  un  aplauso  unánime  de  toda  la  plaza. 

Cuando  se  casó  la  hermana  del  Rey  D.  Francisco  de  Asís 
con  el  Príncipe  Adalberto  de  Ba viera,  asistieron,  el  16  de  Ene- 
ro de  1869,  a  una  corrida  de  novillos,  y  habiendo  demostrado 
su  sentimiento  por  no  ver  la  mojiganga,  a  causa  de  haber  lle- 
gado tarde  a  la  fiesta,  la  empresa  ordenó  que  aquella  se  repi- 
tiera, con  gran  contento  de  los  Príncipes  y  aplauso  del  pú- 
blico. 

Febrero  1850. — En  una  corrida  de  novillos  se  presentó  un 
camello,  propiedad  de  Félix  Jiménez,  vecino  de  Cabra,  y  el 
dueño  montado  en  el  para  los  madrileños  raro  animal,  picó 
uno  de  los  embolados  de  la  corrida,  suerte  que  ofreció  pocos 
lances. 

En  el  Diario  de  Madrid  de  25  de  Mayo  de  1861  aparece  el 
siguiente  comunicado  curioso: 

«Habiendo  llegado  a  noticia  del  picador  Andrés  Hormigo 
que  el  de  igual  clase,  José  Muñoz,  anda  vertiendo  ideas  contra 
la  opinión  del  que  suscribe,  éste  está  muy  pronto  a  encerrarse 
en  las  Plazas  de  Madrid  o  Aranjuez  a  trabajar  una  corrida  de 
las  ganaderías  que  la  empresa  determine,  y  entonces  el  público 
podrá  juzgar  quién  es  más  picador,  trabajando  los  toros  a  palo 
seco  en  toda  regla,  tomando  la  suerte  en  las  tablas,  tercios  y 
medios,  y  castigando  según  el  arte  previene. 

»E1  picador  Hormigo  se  sujeta  al  favor  de  un  público  tan 
inteligente,  y  el  producto  del  que  pierda  será  destinado  a  los 
establecimientos  de  beneficencia. 

»Es  muy  extraño  que  un  lidiador  que  vive  del  arte  trate 
de  perjudicar  la  opinión  de  un  compañero;  y  la  honra  de  un 
funcionario  público  está  en  la  plaza,  en  la  cabeza  del  toro  y 
en  el  fallo  dé  un  público  inteligente.» 

Iban  haciéndose  tan  populares  las  zarzuelas,  que  en  la  Plaza 
de  Toros  se  presentaron  dos  mojigangas  tomadas  de  asuntos 
de  aquellas  obras  líricas:  una  sobre  Escenas  en  Chamberí^  y  otra 
sobre  Jugar  con  fuego. 


252  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

En  Mayo  de  1861  exhibió  Mr.  Brice,  en  el  solar  del  derruido 
Circo  de  Paul,  en  la  calle  del  Barquillo,  una  colección  de  fieras, 
y  en  Setiembre  echó  a  luchar  algunas  de  ellas  en  la  Plaza  de 
Toros.  Una  pantera  de  Ceylán  con  ocho  perros  de  presa,  de  dos 
en  dos;  una  hiena  del  Cabo  de  Buena  Esperanza,  con  cuatro 
perros,  también  de  dos  en  dos;  y  un  león  del  desierto  de  Sa- 
hara con  un  toro,  llamado  Cariño?!o.  de  la  ganadería  de  D.  Vi- 
cente Martínez,  de  Colmenar  de  Oreja.  El  domador  era  mon- 
sieur  Sentenaoh. 

Agosto  de  1851. —  Se  presentó  en  la  Plaza  de  Toros  una 
cuadrilla  de  indios,  negros  y  pegadores  portugueses,  bajo  la 
dirección  de  Francisco  Rodríguez  Alegría,  torero  sevillano. 
«El  singular  y  temerario  arrojo— r decía  el  cartel  —  con  que  eje- 
cutan las  suertes  de  lancear  a  cuerpo  descubierto  a  los  más  bra- 
vos toros;  la  lucha  que  sostienen  con  ellos  los  portugueses  a 
brazo  partido,  hasta  rendirlos  y  sujetarlos,  y  la  maestría  con 
que  el  caballero  portugués,  Antonio  de  los  Santos,  maneja  el 
caballo  y  quiebra  rejoncillos,  constituyen  un  espectáculo  ente- 
ramente nuevo,  causando  la  admiración  de  los  concurrentes.» 
Los  indios  y  portugueses  trabajaban  a  pitón  embolado,  y  al 
toro  lo  mataba  un  torero  de  la  cuadrilla  española. 

Una  Sociedad  de  aficionados,  titulada  La  lid  taurómaca, 
celebraba  particularmente  corridas  de  becerros,  no  sabemos 
dónde,  y  dio  una  en  Setiembre  de  1854  en  la  Plaza  de  Toros, 
a  beneficio  de  los  heridos  en  las  barricadas  de  la  revolución  de 
Julio. 

El  público  tenía  afición  a  la,s  corridas  con  división  de  pla- 
za, y  se  dieron  algunas  en  esta  década.  En  la  que  se  verificó 
en  Setiembre  estoquearon  en  plaza  dividida  José  Rodríguez 
(Pepete)  y  José  Muñoz;  y  en  plaza  entera,  Francisco  Arjoua 
Guillen. 

En  esta  década  consta  que  hubo  los  siguientes  toros,  lla- 
mados de  banderas: 

12  Abril  1851.  —  Vinatero,  de  Romero  Balmaseda :  tomó 
26  varas  y  le  mató  el  Chiclanero. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN ERO  253 

2B  Junio  1854. — Leoncito,  de  Cabrera:  tomó  26  varas  y  le 
mató  Cayetano  Sanz. 

20  Setiembre  1857. — Gitano,  de  Aleas:  tomó  27  varas  y  le 
mató  Cuchares. 

Variedades . 

1850. — Lo  que  había  sido  iglesia  del  convento  de  los  Basi- 
lios, calle  del  Desengaño,  entre  Valverdey  Barco,  fue  conver- 
tido en  un  salón  de  recreo,  donde  se  exhibían  vistas,  figuras  de 
movimiento,  cuadros  disolventes  y  fuegos  chromatr ópteos.  El 
espectáculo  tenía  el  nombre  de  Poliorama. 

En  la  Galería  topográfica  del  Paseo  de  Recoletos,  de  la  que 
ya  hemos  hablado,  se  rifaban  regalos  entre  los  concurrentes. 
Después  puso  vistas  de  sucesos  de  actualidad,  como  las  batallas 
de  la  guerra  de  Oriente.  Terminó  esta  Galería  el  29  de  Junio 
de  1856,  por  causa  del  derribo  del  edificio,  en  cuyo  solar  se 
construyó  la  Casa  de  Moneda. 

El  pez  inteligente  se  enseñaba  en  la  calle  de  Peligros,  nú- 
mero 3.  Decía  el  anuncio  (Febrero  de  1850):  «Este  pescado  in- 
teresante entiende  las  palabras  y  obedece  a  la  voz;  ejecuta  di- 
versos ejercicios  y  responde  a  todas  las  preguntas  que  le  dirige 
su  amo,  siendo  lo  más  admirable  que  el  Sr.  Menay  le  hace  pro- 
nunciar la  palabra  papá.  No  se  mantiene  más  que  con  peces, 
comiéndose  cada  día  .30  libras.» 

Febrero  1850. — Exposición  de  animales:  orangután,  zorra 
y  tortuga,  en  la  calle  del  Olmo,  núm.  20.  Cuatro  cuartos  la 
entrada. 

Cuadros  disolventes,  Alcalá,  10. 

1851. — En  la  calle  del  Príncipe,  núm.  6,  principal,  se  exhi- 
bió un  gigante  de  veintiséis  añop,  que  tenía  11  palmos  y  medio 
de  altura  y  pesaba  16  arrobas;  era  natural  de  Alzo  (Guipúz- 
coa) y  se  llamaba  Joaquín  Eleizegui. 

1858.  Abril. — Exposición  de  figuras  de  cera  en  la  calle  de 
Alcalá,  edificio  del  ex- convento  de  las  Vallecas,  esquina  a  la 


254  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


calle  de  Peligros.  Entrada,  2  reales,  con  opción  a  una  rifa  de 
objetos  de  cera,  imitación  de  todo  género  de  frutas. 

Junio. — Se  exhibía  una  momia  egipcia  en  el  Postigo  de 
San  Martín,  núm.  17. 

Paul  trajo  a  su  circo,  en  Enero  de  1854,  un  prestidigita- 
dor, Mr.  Gilardi,  con  lo  que  consiguió  dar  variedad  a  las  fun- 
ciones. La  noche  que  éste  trabajaba,  ponía  el  empresario  en  el 
cartel  soirée  misteriosa.  En  Setiembre  trajo  otro,  Mr.  Robes 
Bousignes,  y  un  ventrílocuo  llamado  Bonilla,  discípulo  de  un 
tal  Tapia,  que  se  hizo  muy  célebre  en  Madrid,  aunque  no  sa- 
bemos que  se  presentase  en  ningún  teatro.  Tapia,  además,  can- 
taba con  mucho  gusto  canciones  andaluzas,  y  compuso  algu- 
nas que  no  llegó  a  escribir,  de  suerte  que  desaparecieron  con 
él.  Pertenecía  a  una  distinguida  familia  de  esta  corte. 

Otro  prestidigitador  vino  al  Principe^  en  Junio  de  1867, 
Mr.  La-Roche  Lambert,  en  unión  de  la  Sra.  Lola  Cabauyes 
(española).  Dieron  cuatro  sesiones  de  sonambulismo,  magne- 
tismo a  distancia,  catalepsia  cadavérica  y  transmisión  del  pen- 
samiento. 

No  estuvo  afortunado  en  las  experiencias  de  magnetismo,  y 
el  público  le  obsequió  con  una  silba  estrepitosa. 

En  1869  se  presentaron  dos  prestidigitadores:  en  el  Princi- 
pe^ Vicenzo  Mancero  Bonanno,  y  en  el  Circo,  Rafael  Macaluso. 

Julio  de  1857.  Trabajó  en  el  Circo  de  Paul  el  ventrílocuo 
Sr.  Myr. 

Agosto  de  1858. — Teatro  de  Tirso  de  Molina,  Magia  egipcia 
por  el  prestidigitador  Sr.  Bosco. 

Con  motivo  del  nacimiento  de  la  Infanta  Isabel,  se  celebró 
en  la  Plaza  de  Toros  (Febrero  de  1852),  una  fiesta  que  se  deno- 
minaba Justas  y  torneos-,  éstos  se  verificaron  entre  seis  bandas, 
que  se  componían  de  cristianos  (s¿c),  sarracenos,  templarios, 
griegos,  ingleses,  y  escoceses,  luchando  por  grupos  en  esta  for- 
ma: cristianos  con  moros,  templarios  con  griegos  y  escoceses 
con  ingleses.  Primeramente  hicieron  evoluciones  al  galope, 
saltos  de  vallas,  carreras  de  cintas  y  luchas  romanas;  después, 


POR   CARL08    CAMBRüNEKO  255 

formados  en  ala,  rompieron  lanzas  unos  bandos  con  otros  del 
modo  que  queda  expuesto  y,  por  último,  el  jefe  de  los  'cristia- 
nos justó  con  el  de  los  moros,  venciendo,  como  era  lo  lógico, 
y  se  iluminó  la  plaza  con  luces  de  bengala. 

Parece  que  la  fiesta  resultó  rayana  en  mogiganga. 
Mayo  de  1862. — En  el  Instituto  exhibió  José  Piantanida 
unos  muñecos  autómatas,  con  los  que  se  representó  la  comedia 
de  magia  Marta  la  hechicera. 

Julio  del  mismo  año,  en  el  Circo  de  Paul:  el  microscopio 
fotoeléctrico,  por  el  profesor  de  mecánica  Mr.  Lambert,  quien 
dio  a  conocer  la  luz  Drumout,  con  la  que  iluminó  algunas  no- 
ches la  calle  del  Barquillo. 

Mayo.  Se  verificó  una  gran  función  de  fuegos  artificiales 
en  el  patio  del  Retiro,  que  estaba  delante  de  lo  que  es  Museo 
de  Artillería,  exponiendo  los  adelantos  del  arte  D.  Joaquín 
Minguet  y  D.  Vicente  Lloreus,  conocido  por  Ponent.  Las  si- 
llas, 8  reales;  la  entrada  general,  4. 

Olona  contrató  para  la  Cruz  (Marzo  1854),  y  parece  que 
tuvo  acierto  en  ello,  una  compañía,  dirigida  por  Mr.  Keller, 
para  hacer  Cuadros  mímico  plástico  aéreos.  Presentaron,  entre 
otros  muchos.  El  triuíifo  de  Calatea,  Lluvia  de  oro,  Batalla  de 
las  Amazonas,  El  hambre,  La  reina  de  las  flores,  La  Crucifixión 
(de  Rafael),  El  suspiro  del  Salvador  y  El  descendimiento  de  la 
Cruz  (de  Rtibens). 

En  Enero  de  1862  se  había  exhibido  eu  este  teatro  el  Pa- 
norama del  Misisipi'j  un  lienzo  que  tenía  cuatro  millas  de  largo 
y  que  iba  pasando  a  la  vista  del  espectador. 

1854  Mayo.  Exposición  óptica,  vist&s  co^i&dsis  del  natural 
por  el  profesor,  Mr.  Nicolino  Calyo:  Sevilla,  Granada,  Was- 
hington, Nueva  York  etc.  La  exposición  estaba  instalada  en  el 
piso  bajo  del  Ministerio  de  Fomento^hoy  derruido),  en  la  calle 
de  Atocha,  esquina  a  Relatores. 

1856.  Setiembre. — Poliorama  y  polistereorama.  Gabinete 
de  óptica  recreativa.  Colección  de  vistas  de  ciudades  y  paisa- 
jes. Carretas,  18,  principal.  Entrada,  dos  reales. 


256  GRÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

1857.     Eii  Mayo  volvió  a  exhibirse  en  la  casa  de  la  Platería 
de  Martínez  el  antiguo  diorama  con  la  vista  del  Monasterio 
del  Escorial.  Allí  concurrió  el  autor  de  estas  Crónicas. 
1857.  Circo  de  Faul. — Cuadros  disolventes. 
La  aerostación  tenía  también  sus  partidarios. 
Febrero  de  1850. — Se  anunció  para  subir  en  la  Plaza  de  To- 
ros el  globo  de  Mme.  Arban;  pero  se  estropeó  el  aeróstato,  y  se 
suspendió  la  función,  realizándola  poco  tiempo  después  un  hijo 
de  Madrid,  llamado  Mieg,  en  un   globo  que   estaba  formado 
por  940  varas  de  lienzo. 

Abril  1850. — Mr.  Grellón  hizo  varias  ascensiones  en  un 
mongolfier,  en  el  solar  del  antiguo  Circo  de  Paul. 

Enero  1851. — Los  ingleses  C.  Clifford  y  A.  Goulston  anun- 
ciaron que  iban  a  subir  en  el  globo  Royal  Cremorne  and  Nor- 
mandie,  montados  en  un  caballo  vivo;  pero  después  de  haberlo 
anunciado  varias  veces,  no  se  pudo  verificar  la  ascensión. 

Noviembre  1851. — Mr.  Adrián  Ranchón  efectuó   varias  as- 
censiones, en  tres  globos  unidos,  realizando  la  fiesta  en  el  pa- 
tio grande  del  Retiro,  delante  del  actual  Museo  de  Artillería. 
Se  exhibían  por  Navidad  funciones  de   Nacimiento  en  los 
locales  siguientes: 
Teatro  de  la  Cruz. 
Salones  de  Capellanes. 

Teatro  del  Numen  o  de  San   Fernando,'  calle  de  Jesús  y 
María,  núm.  28. 

Teatro  del  Recreo,  plazuela  de  las  Descalzas, 
Teatro  de  la  Unión,  calle  de  Toledo,  frente  a  la  Plaza  de  la 
Cebada,  casa  que  se  quemó  en  1854. 

Teatro  de  la  Plaza  de  Antón  Martin,   esquina  a  la  calle  de 
San  Juan. 

Teatro  del  Recreo,  en  el  Pasadizo  de  San  Ginés. 
El  antiguo  teatro  de  Buenavista  se  alquilaba  para  funcio- 
nes de  aficionados,  y  se  abría  al  público  por  Pascuas  de  Navi- 
dad para  presentar  el  Nacimiento.  Se  dio  al  local  entrada  por 
la  calle  de  Silva. 


POJ^t  9<Í^BLO,8   9AMBB01^EÍ^9,  ^$7 


En  el  teatrito  del  Recreo,  en  la  plaza  de  las  Diescalzas, 
^.demás  del  Nacimiento,  se  representaba  un  baile  mágico,  titu- 
lado Chivatón  en  la  selva  encantada,  del  que  conservamos  el 
más  grato  recuerdo,  y  que  era  el  encanto  de  los  chicos  en  aque- 
lla época. 

Café  de  San  Antonio,  calle  del  Pez,  nú,m.  1.  Por  un  real  se 
enseñaba  un  diorama;  la  entrada  solía  ser  gratis  para  los  pa- 
rroquianos. 

Terminó  el  año  1859  con  la  presentación,  en  el  teatro  de 
Tirso  de  Molina,  de  la  compañía  mimico- danzante  de  niños  flo- 
rentinos. 

Noviembre  de  1851. — En  la  Carrera  de  San  Francisco,  nú- 
mero 8,  se  construyó  un  Circo  de  gallos.  Entrada,  2  y  3  reales. 
A  los  abonados  se  les  regalaba  un  ejemplar  impreso  del  Re- 
glamento aprobado  por  la  autoridad. 

En  Febrero  de  1858  se  anunciaba  el  Circo  gallistico  de  Re- 
coletos, calle  de  este  nombre. 

Agosto  de  1852. — Juego  de  pelota  en  las  afueras  de  la  Puer- 
ta de  Santa  Bárbara.  Grandes  partidos  de  tres  navarros  con 
tres  vizcaínos.  Figuraban  como  principales  José  Muguruza 
(Catanar),  y  Felipe  Rodríguez  (el  Barquillero).  La  entrada,  un 
real;  había  ambigú. 

Durante  esta  década  aparecen  anuncios  de  juego  de  pelota 
en  el  punto  citado  y  en  el  jardín  del  Ariel,  Paseo  de  la  Caste- 
llana, hacia  lo  que  hoy  es  calle  de  Fernando  el  Santo.  La  en- 
trada aquí  costaba  una  peseta.  En  Abril  de  1859  jugaban  par- 
tidos a  hle,  Pello  a  mano,  contra  el  Barquillero  a  guante  y  el 
Tolosano  a  mano. 

Hubo  Carreras  de  caballos  en  Mayo  y  Octubre  de  1850.  En 
estas  últimas  corrieron  Ibrahym,  del  marqués  de  Bedmar; 
Nape,  de  D.  Pedro  Britggs;  Clementina,  de  D.  Ignacio  Figue- 
roa;  Capricho,  del  conde  de  Salvatierra;  Musulmán,  del  señor 
,Marchessi,  y  Alcalde,  del  duque  de  Riánsares.  Ganó  los  pre- 
mios primero  y  segundo  Clementina;  el  tercero,  Musulmán,  y 
el  cuarto,  Alcalde.  Asistió  la  Real  familia. 

17 


258  ORÓNIOAS  DKL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Lucieron  vistosos  y  elegantes  trenes  la  duquesa  de  Alba, 
el  conde  de  Salvatierra,  el  joven  marqués  de  la  Vega  de  Armi- 
jo,  la  duquesa  de  Frías,  la  condesa  de  Villa-Gonzalo,  la  de 
Vilches,  la  señora  de  Ceriola  y  la  duquesa  deFernán-Núñez  que 
se  presentó  con  un  coche  a  la  Dumont,  con  dos  postillones  y 
cuatro  hermosas  yeguas  coronadas  de  rosas. 

1864. — Carreras  de  Mayo — Se  corrieron  caballos  de  los  du- 
ques de  Riánsares,  San  Carlos  y  Alba;  de  los  marqueses  de 
Bedmar  y  de  Villamejor,  y  de  D.  José  de  Salamanca. 

Ganaron:  Cerrito  y  Lila,  de  San  Carlos,  y  Almansa,  de  Sa- 
lamanca. 

1856.  Mayo. — Asistieron  los  reyes  y  el  general  Espartero. 
Ganó  los  tres  premios  que  se  ofrecían  D.  José  de  Salamanca 
con  sus  magníficos  caballos. 

Octubre. — También  asistió  la  reina,  y  ganaron  los  prime- 
ros premios  los  caballos  de  Salamanca  y  Bedmar. 

1858.  Mayo. — Según  los  revisteros,  las  carreras  de  caballos 
se  aclimataban  con  gran  dificultad  en  Madrid,  ofreciendo  poca 
animación,  pues  casi  siempre  figuraban  los  mismos  nombres 
entre  los  socios  que  se  disputaban  los  premios:  el  duque  de 
Alba,  el  de  Fernán-Núñez  y  D.  José  de  Salamanca. 

Este,  decían,  presenta  buenos  caballos;  pero,  sobre  todo, 
tiene  un  gran  jockey. 

Bailes  púljlioos. 

Mr.  Paul  Laribeau,  que  se  había  quedado  sin  circo,  se  unió 
con  D.  Antonio  Hermán,  dueño  de  los  Salones  orientales  o 
Pasaje  de  la  villa  de  Madrid,  hoy  de  Mateu,  entre  las  calles  de 
Espoz  y  Mina  y  Victoria,  y  dieron  grandes  bailes  de  máscaras 
durante  los  meses  de  Enero  y  Febrero  de  1850,  en  aquel  am- 
plio local,  decorado  con  elegancia,  en  competencia  con  los  que 
ofrecía  el  Café  del  Iris,  de  la  Carrera  de  San  Jerónimo.  Aquí 
se  colocaron  muchos  espejos,  que  era  la  moda,  yse  llamó   ai 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  259 

Sr.  Arche  para  que  dirigiera  la  orquesta.   En   ambos  bailes 
costaba  la  entrada  20  reales. 

En  Agosto  de  este  año  se  estableció  un  baile  serio  en  el  Pa- 
rador de  Sierra,  que  disponía  de  un  magnífico  salón  cubierto,  y 
además  presentaba  ejercicios  de  gimnasia,  todo  por  la  modes- 
ta cuota  de  un  real.  Había  otro  baile  público  en  el  Parador 
de  la  Cruz,  junto  a  la  Puerta  de  Atocha;  un  real  billete. 

Al  año  siguiente,  en  1851,  abierto  al  público  el  Teatro 
Real,  se  aprovechó  también  para  dar  bailes  de  máscaras,  ha- 
biendo unido  la  platea  y  el  escenario. 

La  sala  de  descanso  que  hoy  corresponde  al  Conservatorio 
se  utilizó  también  para  baile,  y  así  había  dos  al  mismo  tiempo 
con  sus  correspondientes  orquestas,  una  dirigida  por  un  tal 
Pérez,  y  otra  por  Mollberg.  El  director  de  todo  era  Espín  y 
Guillen.  La  entrada  30  reales. 

En  la  Cruz  también  se  dieron  bailes  de  máscaras,  a  14  rea- 
les billete. 

En  ambos  coliseos  se  bailaba  rigodón,  vals,  polka,  redova, 
mazurka,  schotisch,  varsoviana  y  gran  galop  infernal  para 
terminar. 

Este  año  de  1861  había  bailes  de  máscaras  en  la  Carrera 
de  San  Francisco,  núm.  8;  en  el  Liceo  Matritense,  calle  de  Ca- 
pellanes, núm.  10,  y  en  la  Plaza  de  Toros,  por  la  tarde.  Aquí 
las  máscaras,  es  decir,  las  personas  disfrazadas,  entraban  de 
balde;  pero  los  que  iban  sin  disfraz  pagaban  2  reales,  teniendo 
opción  a  sentarse  en  los  tendidos  y  gradas. 

Se  ofreció  el  aliciente  de  cucañas  con  un  jamón  y  dos  doce- 
nas de  chorizos,  y  fuegos  artificiales  por  el  pirotécnico  Abdón 
Domínguez. 

En  el  baile  de  piñata  del  Teatro  Real  se  sortearon  20.000 
reales  en  onzas  de  oro,  divididos  en  tres  lotes.  En  el  de  la  Cruz 
se  introdujo  en  1851  la  novedad  de  un  juego  que  hizo  concu- 
rrir mucha  gente.  Veamos  cómo  lo  describe  el  anuncio: 

«A  las  tres  y  media  en  punto  de  la  mañana  empezará  el 
juego  de  los  huevos  perfumados.  Este  consiste  en  colocar  en 


960  0RÓNI0A8  DBL  TIEMPO  t)B  ISABEL  H 

oaatro  pitiitos  distintos  riel  salón  igual  número  de  mesas:  en 
cada  una  habrá  un  huevo  lleno  de  agua  de  colonia  u  otro  per- 
fume agradable,  con  el  objeto  de  que  al  romperse  proporcione 
grato  olor.  Las  señoras,  a  quienes  se  dedica  este  juguete,  forma- 
rán cuatro  circuios  alrededor  do  las  mesas,  y  en  primera  línea, 
alternando  entre  sí,  vendadps  los  ojos  con  un  antifaz,  a  die% 
pasos  distantes  del  objeto,  marcharán  con  dirección  ala  mesa, 
lleirando  un  macito  en  la  mano  con  el  fin  descargar  un  solo 
golpe  sobre  el  huevo,  a  distancia  de  una  vara. 

»La  señora  que  consiga  romperlo,  obtendrá  por  el  mérito 
áel  acierto  un  décimo  de  billete  de  la  Lotería  que  se  ha  de  sor- 
tear el  13  del  presente,  y  que  recibirá  en  el  acto,  y  además 
una  fineza  en  el  ambigú  hasta  el  importe  de  100  reales. 

•Concluida  esta  diversión,  desde  los  puntos  que  designe  la 
autoridad,  se  romperá  una  lluvia  de  caramelos  de  rosa,  y  entre 
ellos,  seis  contendrán  los  números  de  igual  cantidad  de  déci- 
mos para  el  expresado  sorteo  de  la  Lotería  moderna.» 

Costaba  diez  reales  el  billete  personal. 

Mr.  Paul,  que  era  hombre  aprovechado,  utilizó  su  Circo 
para  dar  bailes  de  máscaras,  y  en  Enero  de  1852  se  inaugura- 
ron aquí  las  primeras  reuniones  de  este  género,  que  en  el  trans- 
curso de  los  años  llegaron  a  hacerse  famosas. 

Los  bailes  públicos  del  Circo  de  Paul  consiguieron  hacerse 
populares  entre  modistas,   estudiantes  y   demás  gente  alegre. 

La  empresa  los  titulaba  Soirée  madrileña. 

En  1866  dirigía  la  orquesta  D.  Narciso  Maymó,  quien  des- 
pués fue  músico  mayor  de  la  banda  de  Ingenieros  militares. 

1855.  Abril. — Aparece  por  primera  vez  en  los  anuncios  el 
baile  público  áe\  Jardín  del  Ariel,  Paseo  de  la  Castellana,  pa- 
sado el  sitio  donde  hoy  está  la  calle  de  Fernando  el  Santo.  En- 
trada, un  real. 

Había  otro  baile  en  el  Jardín  de  Estrada^  en  el  Paseo  de 
Recoletos,  frente  al  Banco  Hipotecario.  Se  destinó  también  a 
esta  diversión  el  teatrito  de  Buenavista  por  una  sociedad  que 
«e  titulaba  El  Ramillete. 


POR   GARLOS  OAMBRONBRO  S61 

En  1856  aparece  el  famoso  baile  La  Qamelia,  en  el  Paseo 
de  Recoletos  (Jardín  de  Estrada). 

1867. — La  Juventud  artística,  sociedad  de  baile  establecida 
en  la  Ribera  de  Curtidores,  núm.  10,  «donde  podían  satisfacer 
su  deseo  los  aficionados  a  los  bailes  de  buen  tono».  Asi  decía 
el  anuncio. 

En  el  Teatro  Real  seguían  dándose  bailes  de  máscaras,  con 
escogida  concurrencia.  La  decoración  del  escenario  se  hizo 
nueva  en  1857,  pintada  por  Eusebio  Lucini,  en  igual  forma 
que  la  sala  del  teatro,  presentando  los  mismos  órdenes  de  pal- 
cos con  sus  molduras  y  demás  adornos.  Se  puso  una  lucerna 
en  el  escenario;  el  ambigú  en  el  pórtico  y  vestíbulo  de  la  pla- 
za de  Oriente;  y  se  facilitó  gratis  el  guardarropa.  La  orquesta 
estuvo  dirigida  por  el  Maestro  Skoczdopole,  y  el  billete  cos- 
taba 22  reales. 

También  se  daban  bailes  de  máscaras  en  el  teatro  del  Prin- 
cipe, a  12  reales  billete.  El  ambigú,  servido  por  el  famoso  Pe* 
roña,  y  la  orquesta  dirigida  por  Luis  Cepeda. 

Estaban  de  moda  en  París  y  Londres  unos  rigodones  que 
se  titulaban  Lanceros,  y  se  introdujeron  en  los  salones  de 
Madrid,  por  haberse  bailado  en  casa  de  la  condesa  de  Mon- 
tijo.  Se  hizo  una  edición  con  la  explicación  de  las  figuras  in- 
terlineada en  la  música,  por  el  maestro  de  baile  D.  Antonio 
Miquel. 

También  cayó  en  gracia  (1868)  una  redowa  del  pianista 
Dámaso  Zabalza,  titulada  Mi  Juanita. 

Había  predominado  durante  muchos  años  el  rigodón  entre 
la  gente  de  buen  tono;  pero  en  la  década  anterior  se  puso  de 
moda  ]&  polka  y  sus  similares  el  vals,  la  redoioa,  la  niazurka  j 
el  schottis.  El  rigodón  era  una  variante  de  las  antiguas  con- 
tradanzas, y  Bretón  de  los  Herreros  se  burló  de  este  baile  en 
un  romance  muy  conocido,  cuando  dice: 

£1  baile  de  sociedad, 
¿mereoe  este  nombre?  No, 


2C2  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  I8ÁBBL  II 

bien  qne  lo  llamen  asi 
los  tontos  de  profesión. 

Lo  que  íae  danza  animada, 
insulsa  parodia  es  hoy, 
o  ridicula  fatiga 
sin  placer  ni  diversión. 

¿Qué  sustancia,  don  Remigio, 
saca  usted  de  un  rigodón, 
arrastrando  el  pie  dengoso, 
ora  adelante,  ora  en  pos? 

Miradlos:  ellos  y  ellas, 
más  serios  que  un  facistol, 
danzan  como  si  danzaran 
así,  de  orden  superior. 

Apenas  el  aire  agita 
la  leve  falda  de  gro, 
o  de  un  zanquilargo  fraque 
el  escurrido  faldón. 

Si  Laura  te  da  una  mano, 
lo  hace...  por  amor  de  Dios, 
y  con  guante,  y  de  los  cinco, 
tres  dedos  sisa  el  pudor. 


Vino  la  polka,  y  sin  abandonar  el  rigodón,  se  hizo  aquélla 
dueña  de  los  salones,  porque  el  género  resultaba  más  del  agra- 
do de  los  jóvenes. 

Decía  Barbieri  en  un  artículo  publicado  en  Febrero  de  1853: 
«Si  me  propusiese  hacer  la  apología  del  baile  moderno, 
¡cuánto  podría  decir  en  contra  del  célebre  romance  de  Bretón 
de  los  Herreros!  Aquella  Laura,  no  sólo  da  la  mano,  sino  que 
se  estrecha  íntimamente  contra  el  seno  de  su  galán,  y  reclina 
8U  pura  y  delicada  frente  sobre  la  clavícula  de  él;  aquellas 
figuras  sin  espíritu  y  sin  voz,  giran,  saltan  y  se  mecen  volup- 
tuosamente, con  la  más  completa  independencia  de  etiqueta. 
Aquellos  bailes  que  hacían  desear  al  poeta 

...  el  brioso  bolero 
y  la  jota  de  Aragón , 


POR  GARLOS   CAMBRÓN  ICRO  263 

y  el  fandango  saleroso 
y  el  polo  jaleador, 

han  sido  sustituidos  por  otros  que,  si  bien  no  llegan  con  mucho 
a  tener  la  poesía  oriental  de  nuestros  bailes  populares,  tan  lle- 
nos de  ligereza  y  gracia,  en  cambio  tienen  más  franqueza  y 
atractivos  más  positivos  en  su  autorizado  sans  fagon* . 

Barbieri  confiesa  que  había  bailado  y  bailaba,  «acusándose 
de  este  pecadillo  que  pesaba  sobre  su  conciencia». 

Se  lamenta  de  que  en  España  no  se  hubiera  dado  toda  la 
importancia  debida  a  la  música  de  bailes,  haciendo  venir  del  ex- 
tranjero la  compuesta  por  Strauss,  Lanner,  Musard  y  Bosissio , 
y  tributaba  uq  elogio  al  maestro  Juan  Molberg,  cuyas  dotes  ar- 
tísticas eran  relevantes  para  el  género.  «Las  composiciones  de 
Molberg — decía — son  siempre  graciosas  y  juguetonas,  y  no 
pueden  escucharse  sin  percibir  aquel  movimiento  nervioso  pre- 
cursor de  la  danza.» 

En  Febrero  de  1859  se  dieron  en  el  Teatro  Real  bailes  co- 
reados, es  decir,  que  las  piezas  de  baile  se  acompañaban  con 
un  nutrido  coro  de  ambos  sexos,  y,  para  que  hubiese  más  rui- 
do, una  banda  militar.  Dirigía  la  música  el  maestro  D.  Lean- 
dro Ruiz. 

En  Capellanes  alternaban  dos  orquestas,  dirigidas  respecti- 
vamente por  Cascante  y  Maimó,  de  modo  que  los  concurrentes 
podían  estar  bailando  sin  cesar  toda  la  noche.  En  un  baile  de 
beneficencia  tocó  al  violín  Andrés  Portuny  unas  variaciones 
sobre  El  Carnaval  de  Venecia  y  una  polka  compuesta  por  él, 
titulada  Mi  Pepita,  para  hacer  pendant  con  Mi  Juanita,  de  Za- 
balza. 

En  el  verano  de  1859  se  inauguró  el  baile  público  del  Jar- 
din  del  Tivoli,  situado  donde  hoy  el  Hotel  Ritz.  Era  de  la  fá- 
brica de  chocolates  de  la  Compañía  Colonial,  y  además  de  bai- 
le, había  cuadros  disolventes]  espectáculo  adecuado  para  un 
baile  que  se  efectúa  de  noche  en  un  jardín. 

A  fines  de  esta  década  seguían   funcionando   Capellanes  y 


264  OBÓNICAB  DEL  TIEMPU  DE  ISABEL   n 

Paulf  los  dos  grandes  y  famosos  salones  que  se  disputaban  la 
predileooión  de  la  gente  joven. 


Cuartb  periodo.— 1860  a  1868. 

TEATRO  Í>BL  PRÍMOIPK 

Seguía  en  Enero  de  1860  de  primer  actor  D.  Manuel  Cata- 
lina, y  oomo  es  lógico  suponer,  hizo  que  viniera  de  primera 
actriz  D.*  Matilde  Diez,  cuya  circunstancia  quizá  perjudicase 
a  ésta,  pues  como  aquel  reunía  muy  limitadas  condiciones 
dentro  del  arte  a  que  se  había  dedicado,  los  escritores  dramá- 
ticos no  podían  confiarle  todo  género  de  papeles,  contando 
oon  que,  como  director,  había  de  desempeñar  siempre  el  d^ 
protagonista,  y,  por  lo  tanto,  el  éxito  de  las  obras  tenía  que 
aparecer  más  dudoso  de  lo  que  en  condiciones  generales  ofrece 
este  linaje  de  producciones.  Además,  el  trabajo  de  Matilde  se 
deslucía  teniendo  al  lado  un  galán  que  no  sabía  dar  realoe  a 
los  papeles,  cualquiera  que  ellos  fuesen,  sino  que  necesitaba, 
para  salir  medianamente  airoso,  comedias  o  dramas  en  qne 
hubiera  tipos  especiales  ajustados  á  su  carácter.  Julián  So* 
mea  era  el  gíEilán  que  Matilde  necesitaba,  y  el  Destino,  quizá 
aconsejado  por  Apolo,  los  unió  en  matrimonio;  pero  las  dife- 
rencias de  genio  les  separaron,   en  perjuicio  del  arte  escénico. 

Matilde  hizo  su  primera  salida  el  12  de  Marzo  de  1860,  con 
La  escuela  de  las  coquetas,  obra  en  qne  estaba  inimitable,  di- 
cho sea  sin  intención  malévola. 

Abril. — Por  derecho  de  conquista,  comedia  nuevamente 
arreglada  para  Matilde  por  el  actor  D.  Manuel  Catalina.  Al 
imprimirla,  el  traductor  puso  algunos  datos  biográficos  suyos, 
oon  su  retrato  en  busto,  por  lo  que  los  periodistas  le  tomaron 
el  pelo,  y  uno  dijo  en  una  gacetilla: 

Si  llega  este  caballero 
a  escribir  original, 


POR   CARLOS   GAMBRONBKC  269 


dará  su  retrato  entero 
de  tamaño  nataral. 

Los  infieles^  comedia  en  tres  actos,  de  Narciso  Serra  y  Luis 
Mariano  de  Larra.  Está  inspirada  en  un  uaudetille  de  Paul 
de  Kock. 

La  luna  de  miel,  de  Coupigni,  escrita  con  sensatez,  como 
todo  lo  de  este  autor,  pero  con  poca  novedad.  Muy  bien  estu- 
vieron Manuel  Catalina  y  la  Pepita  Hijosa. 

Lo  empresa  del  Príncipe  tronó,  y  con  motivo  de  la  clausu- 
ra del  teatro,  Catalina  y  Matilde  publicaron  sendos  comunica- 
dos en  la  Prensa,  echando  la  culpa  a  la  empresa,  a  los  autores 
y  al  público;  pero  es  lo  cierto  que  no  había  en  Madrid,  con 
tres  compañías  cómicas,  una  qne  se  pudiera  llamar  completa. 
Teodora  con  Valero,  Matilde  con  Catalina  y  Romea  con  la  Be- 
rrobianco.  Ni  Valero  ni  Catalina  eran  buenos  galanes,  cada 
uno  por  su  especial  condición,  y  la  Berrobianco  distaba  to- 
davía mucho  de  ser  una  primera  dama.  Con  estas  tres  parejas 
había  elementos  para  formar  una  buena  compañía;  pero  nada 
más;  así  es  que  el  público  demostraba  su  protesta  no  acudien- 
do al  teatro,  y  carecían  de  razón  los  comunicados  de  Matilde 
y  de  Catalina.  Cada  palo  que  aguante  su  vela. 

En  la  temporada  de  1860  a  1861  aparecen  en  este  teatro 
Teodora,  la  Alvarez,  la  Marín,  la  Boldún,  Perico  Delgado, 
tres  Calvos  (José,  Rafael  y  Ricardo),  Mariano  Fernández, 
Pastraua,  Casañer  y  Alisedo. 

1861.  Enero. — Para  conmemorar  el  natalicio  de  Calderón  se 
representó  Bien  vengas  mal  si  vienes  solo.  Hartzeubusch  escri- 
bió una  loa  que  no  es  tal,  sino  un  ingenioso  juguete  de  costum- 
bres, algo  inverosímil,  que  acaba  con  unas  décimas  a  Cal- 
derón. Se  titulaba.  Derechos  postumos,  y  lo  representaron  la 
Elisa  y  la  Pilar  Boldún,  la  Lorenza  Campos,  José  Calvo,  Ma- 
riano Fernández  y  Juan  Casañer. 

Abril. — El  peor  enemigo,  de  Marco,  por  Teodora,  Balbina 
Val  verde,  la  Adela  Zapatero,   Delgado,   Mariano  y  Pastrana. 


266  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DtC  ISABEL  II 

El  8ol  de  invierno,  de  José  Marco.  Tenía  gracia  y  buena 
factura. 

Abril. — Aniversario  de  la  muerte  de  Cervantes.  Don  Qui- 
jote de  la  Mancha,  de  Ventura  de  la  Vega,  y  La  hija  de  Cervan- 
tes, loa  de  Hartzeubusch. 

Genio  y  figura,  un  acto,  de  la  Balmaseda. 

Mayo. — Francisco  Pizarra,  de  Ferrer  del  Río,  por  Teodora, 
Delgado,  Pastrana,  Casañer  y  los  tres  Calvos. 

El  tanto  por  ciento,  comedia  en  tres  actos,  de  Adelardo  Ló- 
pez de  Ayala.  Gran  éxito.  «Es  una  producción — decía  Fernán- 
dez Cuesta — que  eleva  á  su  autor  á  una  gran  altura,  por  lo  bien 
trazado  y  sostenido  de  los  caracteres,  por  la  idea  filosófica  de 
la  obra,  por  la  profusión  de  grandes  pensamientos  de  que  está 
sembrada,  y  por  el  desembarazo  y  naturalidad  de  la  acción,  en 
que  nunca  decae  el  interés,  consiguiendo  suspender  y  arreba- 
tar al  espectador.» 

El  Museo  Universal  de  16  de  Junio  trajo  el  retrato  y  la  bio- 
grafía del  autor. 

Setiembre. — Compañía  dramática  italiana,  bajo  la  direc- 
ción de  Carolina  Santoni,  marquesa  deZambecasi,  trabajando 
de  primer  actor  Filipo  Prosperi.  Hicieron  Medea,  Francesea 
da  Rimini,  María  Stuarda  y  María  Giovanna. 

La  Santoni  había  nacido  en  1824,  y  se  dedicó  al  teatro  des- 
de muy  joven,  abandonando   la  escena  cuando  se  casó  con  el 
marqués  de  Zambecasi;  pero  habiendo  perdido  éste  su  fortuna 
tuvo  la  esposa  que  volver  a  su  antigua  profesión  para  mante 
nerse.  Cuando  vino  a  Madrid  había  contraído  segundas  nupcias 

Octubre. — La  compañía  española  estrenó  La  pasión  y  el  de 
ber,  de  Sánchez  de  Fuentes,  obra  muy  moral  en  que  se  distin 
guieron  la  Boldún  y  Pizarroso. 

Frutos  amargos,  en  tres  actos  y  en  prosa,  de  Manuel  Ortiz 
de  Pinedo.  Jugaba  como  recurso  del  argumento  un  aderezo  de 
brillantes,  y  cierta  aristocrática  dama,  cedió  uno  a  la  empresa, 
para  este  objeto,  asegurándose  que  la  joya  estaba  valorada 
en  20.000  duros. 


POR    CARLOS   CAMBRÓN  1€R0  267 

Para  inaugurar  la  temporada  habían  hecho  La  jura  en 
Santa  Gadea,  por  Teodora  y  Perico  Delgado,  que  era  el  mejor 
intérprete  que  ha  tenido  la  obra. 

Noviembre. — Nativa^  tres  actos,  de  Emilio  Alvarez. 

Estaban  en  este  teatro  Teodora,  la  Concepción  Marín,  la 
Amalia  Martínez  y  las  dos  Boldún  (Pilar  y  Elisa). 

La  primera  vez  que  parece  se  dispuso  de  propio  intento  la 
representación  del  Tenorio,  en  2  de  Noviembre,  pues  el  día  1.° 
no  había  función,  fue  el  año  1861.  En  la  misma  noche  se  eje- 
cutó en  Novedades. 

1862.  Marzo. — Gabrila  de  Vergi,  drama  trágico  de  José 
María  Díaz.  Bien  escrito.  Decían  de  él,  que  como  autor  dramá- 
tico no  era  manco.  Le  faltaba  la  mano  izquierda. 

Bailaban  en  ente  teatro  la  Rosa  Espert  y  Antonio  Vadillo, 

El  27  de  Setiembre  de  1862  fue  un  día  de  luto  para  el  arte 
escénico,  por  el  fallecimiento  de  Fernando  Osorio,  quien  segu- 
ramente hubiera  llegado  a  ser  uno  de  los  primates,  quizá  el 
más  perfecto  y  general  de  nuestros  actores.  Cuenta  Javier  Ra- 
mírez (1),  en  un  sentido  artículo  necrológico,  cuya  lectura  re- 
comendamos al  lector,  que  en  los  últimos  momentos  decía  a 
D.  Joaquín  Arjona:  «¿Es  posible  que  me  muera  a  los  treinta  y 
dos  años?  ¡Ay,  maestro!  Es  preciso  hacer  algo  para  no" morir.» 
Y  como  fiera  encerrada  en  la  jaula,  tendía  los  ojos  vidriosos 
por  la  alcoba,  sediento  de  vida  en  su  horrible  desesperación. 
Allí  estaban  alrededor  del  lecho  su  madre,  su  esposa  Emilia, 
Arjona,  Romea,  Javier  Ramírez,  Larra,  el  escritor  Juan  de  la 
Rosa,  Emilio  Mario  (su  discípulo),  D.  Eduardo  Palou  (su  con- 
fesor) y  Benavente  (su  médico). 

Romea,  conmovido,  abandonó  la  estancia  sin  hablar,  estre- 
chando al  moribundo  sobre  su  corazón.  Causaba  profunda 
pena  contemplar  aquel  hombre  que  se  moría  en  la  plenitud  de 
la  vida,  cuando  acariciaba  su  mente  las  más  halagüeñas  ilusio- 
nes.— ¡Arriba  el  telón!— decía  extendiendo  las  manos  en  un  mo- 


(1)    La  América,  12  Diciembre  1862. 


268  ORÓNICAH  DEI.  TIEMPO   DB   IBABKL  II 


menfco  de  delirio. — Dame  la  trusa...  Es  una  de  las  comedias 
que  hay  mejor  escritas  en  castellano.  Sus  últimas  palabras 
fueron:  —  ¡Virgen  Santísima!  ¡Madre!  ¡Emilia!  ¡Benaveute! — 
dirigiendo  así  su  despedida  a  la  religión,  al  cariño  y  a  la  ciea- 
oia.  La  hemotisis  cortó  rápidamente  la  vida  de  un  ser  que  pa- 
recía predestinado  a  empuñar  el  cetro  del  arte,  y  los  que  le 
vieron  morir  recordaron,  en  sus  demostraciones  de  angustia, 
los  ademanes  del  actor  cuando  representaba  La  culebra  en  el 
pecho. 

La  temporada  de  1863  a  1864  hubo  poca  novedad;  sin  em- 
bargo, se  estrenó  El  amor  y  la  Gaceta,  de  Serra,  quien,  a  pe- 
sar de  hallarse  enfermo,  escribió  esta  obra  con  la  frescura  y 
lozanía  de  sus  mejores  tiempos.  Después  ref>resentarou  HU 
amor  de  los  amores,  arreglo  de  D.  J.  P.  Coll  (Juan  Catalina) 
y  preparaban  Los  milagros  del  amor,  por  lo  que  decía  un  pe- 
riódico que  si  la  empresa  no  salía  bien  librada  aquel  año,  po- 
dría exclamar:  ¡Ay,  amor,  cómo  me  has  puesto! 

La  obra  de  la  temporada  fue  el  extreno,  en  Febrero,  de 
Venganza  catalana,  de  García  Gutiérrez,  drama  admirable- 
mente desempeñado  por  JVIatilde,  Juan  Catalina  y  Mariano 
Fernández,  que  hizo,  aunque  corto,  un  papel  serio.  Pizarroso 
estuvo  regular;  Manuel  Catalina  y  Pa^trana,  insoportables. 

Un  crítico,  que  indudablemente  era  enemigo  de  Manuel 
Catalina,  decía  de  este  actor:  «Estirado,  inflexible  en  la  figu- 
ra y  en  la  voz,  con  su  eterno  y  monótono  martilleo,  para  Ca- 
talina no  hay  situaciones  cómicas  ni  dramáticas;  todas  las  de- 
clama del  mismo  modo,  pañuelo  en  mano  y  arrojando  grupos 
de  palabras  tan  premiosas  y  difíciles  como  el  engranaje  de  una 
rueda  dentada  enmohecida  por  la  humedad.»  En  esto  hay  exa- 
geración manifiesta  para  los  que  le  hemos  conocido;  pero  exis- 
te un  fondo  de  verdad. 

La  obra  gustó  mucho;  fué  a  verla  todo  Madrid,  y  los  mu- 
chachos nos  aprendíamos  las  tiradas  de  versos  para  recitarlos 
a  los  compañeros  en  los  claustros  del  Instituto  cuando  estába- 
mos esperando  la  hora  de  entrar  en  clase. 


POR   CARi-08   CAMBRÓN KRO  269 


Mayo. — Intrigas  de  tocador,  de  Ortiz  de  Pinedo,  y  Aveit' 
turas  imperiales,  ile  Fernández  y  Goiizález,  en  que  salía  un 
Carlos  V  enauxtrado,  hecho  por  Manuel  Catalina. 

tiste,  aunqne  se  quejaba,  en  público  y  en  privado,  de  los 
escasos  rendimientos  del  teatro,  deseaba  seguir  con  la  empresa 
prorrogando  el  contrato  con  el  Ayuntamiento. 

Se  suscitó  una  polémica  en  la  Prensa,  defendiendo  unos,  y 
atacando  otros,  la  gestióu  de  este  actor  al  frente  de  la  compa- 
ñía que  actuaba  en  el  coliseo  del  Principe.  Se  le  pusieron  en- 
frente trece  periódicos  de  bastante  circulación,  entre  los  que 
se  contaban  La  Iberia,  Las  Noticia s^  La  Discusión,  El  Clamor 
Público  y  El  Contemporáneo,  y  en  honor  de  la  verdad,  la  repu- 
tación artística  de  (Catalina  no  quedó  a  buena  altura,  recono- 
ciendo todos,  sin  embargo,  sus  excelentes  prendas  de  caballe- 
rosidad. 

A  pesar  del  íihcmso  sufrido  con  el  proyecto  del  Conde  de 
San  Luis,  referente  a  la  reorganización  del  teatro,  Eduardo 
Asquerino  trató  le  hacer  revivir  aquella  idea,  y  el  16  de  Marzo 
de  1864  convocó  en  su  casa  una  reunión  de  intelectuales,  que 
acordaron  gestionar  el  auxilio  del  Gobierno  para  realizar  el 
pensamiento  iniciHild,  como  hemos  visto,  por  Patricio  Escosu- 
ra  en  1839,  y  llevM(io  a  la  práctica  con  triste  resultado,  diez 
años  después.  Olózaga,  Benavides,  Ros  de  Olano,  el  Marqués 
de  Molins,  Leopoldo  Augusto  de  Cueto,  Ventura  de  la  Vega, 
Rodríguez  Rubí,  Bretón,  Hartzenbusch,  Ayala,  García  Gu- 
tiérrez, Carlos  Lilis  Rivera,  Alfredo  Adolfo  Camús,  Piquer, 
Arrieta  y  otros,  abogaron  por  la  construcción  de  un  gran 
^Teatro  Nacional  en  el  solar  del  derruido  convento  de  las  mon- 
jas Vallecas,  en  la  calle  de  Alcalá,  esquina  a  la  de  Peligros. 
Aquella  noche  reinó  en  la  reunión  mucho  entusiasmo;  hubo 
dulces,  copitas  de  Jerez,  con  sus  correspondientes  brindis,  ci- 
garros habanos;  se  recitaron  poesías,  se  derrochó  el  ingenio 
que  en  abundancia  lo  tenían  los  asistentes,  y  quedó  en  la  me- 
moria de  todos  un  grato  recuerdo  de  la  velada;  pero  nada  más. 

El  proyecto  no  era  nuevo;  en  1861  lo  había  presentado  al 


270  CRÓNI0A8  DICL  TIEMPO  DE  I9ABEI.  II 

Gobierno  un  tal  D.  Miguel  Vicente  Roca  sin  encontrar  apoyo; 
y  más  tarde,  en  24  de  Marzo  de  1864,  dirigió  el  mismo  señor 
una  solicitud  a  la  Reina  pidiendo  el  solar  indicado  de  las  Va- 
1  lecas  para  construir  el  Gran  Teatro  Nacional  y  explotarlo  du- 
rante cierto  número  de  años  (no  fija  término),  pasando  luego 
el  edificio  a  ser  propiedad  del  Estado.  Llamó  la  atención  que 
el  proyecto  se  presentase  a  nombre  de  D.  Mignel  Vicente  Roca 
y  otros  capitalistas^  cuando  todo  el  mundo  ignoraba  que  el  in- 
teresado poseyese  esta  circunstancia.  No  le  hicieron  caso. 

1864,  otoño. — Dar  tiempo  al  tiempo,  de  Calderón.  Catalina 
tenía  por  costumbre  comenzar  la  temporada  con  una  comedia 
del  teatro  del  siglo  xvii.  Las  hijas  de  Elena,  de  Rafael  García 
Santisteban.  Las  cañas  se  vuelven  lanzas,  de  García  Gutiérrez, 
muy  interesante.  En  ésta  hacía  Catalina  el  papel  de  un  capitán 
vestido  a  la  Federica.  Matilde,  superior  en  todas. 

1865. — Cuando  de  cincuenta  pases,  comedia  en  tres  actos, 
de  Bretón;  La  espada  y  el  laúd,  de  Palón  y  Coll;  Mañana,  de 
Coupigni;  El  laurel  de  la  Zubia,  de  Antonio  Hurtado,  en  un 
acto,  episodio  del  reinado  de  Isabel  la  Católica,  y  El  toisón 
roto,  drama  de  este  último  autor. 

Estas  obras  fueron  bien  recibidas,  porque  todas  tenían 
condiciones  aceptables;  pero  en  el  buen  éxito  cupo  la  parte 
principal  a  Matilde,  que  ponía  a  contribución  con  entera  buena 
fe  su  talento  y  sus  condiciones  de  maestra. 

Por  fin,  D.  Manuel  Catalina  se  quedó  sin  el  teatro,  y  se  le 
dieron  a  D.  Miguel  Vicente  Roca,  que  reformó  el  decorado, 
quedando  el  local,  según  decían  entonces,  muy  elegante.  Em- 
papeló las  paredes,  alfombró  los  pasillos  de  los  palcos,  pintó 
los  antepechos,  puso  portiers  de  reps,  y  forró  las  butacas  de 
terciopelo  de  Utrech.  Y  nos  pareció  aquello  precioso.  Formaban 
la  compañía  Romea,  Valero,  Teodora,  la  Palma,  la  Salvadora 
Cairón  (esposa  de  Valero),  la  Berrobianco,  la  Dardalla,  la  Hi- 
josa,  la  Valverde,  la  Espejo  y  la  Felipa  Orgaz;  Florencio  Ro- 
mea, Pizarroso,  Mariano  Fernández,  José  María  Dardalla,  Za- 
mora (esposo  de  la  Dardalla),  Morales  (esposo  de  la  Hijosa), 


POR   CARL08    OAMBRONERO  271 

Alfredo  Maza,  Ricardo  Calvo  y  Ramón  Benedí.  Apuntadores: 
Enrique  Solís  y  José  Castellote.  Primeros  bailarines:  Agustín 
Maldonado  y  Concepción  Hernando.  Director  de  orquesta,  Ou- 
drid.  Pintores:  Ferri  y  Busato. 

Inauguraron  el  año  cómico  el  27  de  Setiembre  con  el  Al- 
calde de  Zalamea^  que  habían  hecho  los  de  la  Zarzuela,  refun- 
dido por  Ayala,  encargándose  Valero  del  Pedro  Crespo  y  Ro- 
mea del  Don  Lope.  No  se  ha  visto  comedia  mejor  representada 
en  los  fastos  del  teatro  español.  La  noche  en  que  asistimos  nos- 
otros estaba  ronco  Valero,  a  causa  de  un  catarro  pertinaz,  y 
tuvo  que  declamar  a  media  voz,  consiguiendo,  a  pesar  de  esto, 
arrancar  frecuentemente  frenéticos  y  entusiastas  aplausos.  El 
público  guardó  durante  la  representación  un  silencio  respe- 
tuoso que  conmovía.  Era  una  demostración  de  cariño  al  gran 
actor. 

La  unión  de  Romea  y  Valero  en  el  Alcalde  de  Zalamea  re- 
presentó un  triunfo  para  el  empresario.  Veamos  lo  que  años 
después  decía  el  propio  D.  Miguel  Vicente  Roca  respecto  a  esta 
temporada: 

«Las  categorías  hicieron  entonces  que  Romea,  que  era  pri- 
mer actor  y  director  como  Valero,  no  pudiera  trabajar  nunca 
con  éste;  sólo  lo  conseguí,  ¡Dios  sabe  a  costa  de  cuántos  disgus- 
tos!, en  tres  ocasiones  durante  una  temporada  de  ocho  meses. 
Las  categorías  hicieron  que  los  directores  trajeran  a  la  compa- 
ñía los  actores  de  su  devoción,  y  por  ende,  cada  director  re- 
partía los  papeles  a  los  suyos,  por  más  que  en  el  otro  bando 
hubiera  quien  pudiese  desempeñarlos  mejor.  En  suma,  las  ca- 
tegorías hicieron  que  en  una  compañía  monstruo,  es  decir,  en 
dos  compañías,  se  estrenaran  aquel  año  menos  obras  que  se 
han  estrenado  nunca  en  el  Teatro  Español;  porque  los  primeros 
actores  directores  encontraban  más  cómodo  hacer  su  reperto- 
rio, con  lo  cual  fácilmente  se  comprende  cuánto  ganarían  con 
aquella  reunión  de  artistas  eminentes  los  autores  dramáticos  y 
el  arte  escénico.» 

Estas  mismas  dificultades,  con  otras  de  diferente  género, 


272  0RÓMIOA8  DBL  TIKMPO  DB  MABEL  II 


mataron,  como  hemos  visto,  el  proyecto  del  Oonde  de  San 
Luis,  y  serán  siempre  el  obstáculo  de  todo  empresario  que 
quiera  reunir  eminencias  en  una  compañía  dramática.  El  mal 
está  en  la  naturaleza  humana,  pues  surge  en  el  teatro  desde 
el  siglo  XVII,  sin  que  haya  desaparecido  ni  un  solo  día.  Por  eso 
hemos  elogiado  la  modestia,  o  amabilidad,  de  Joaquín  Arjona, 
que  se  prestó  a  desempeñar  papeles  secundarios  con  Julián  Ro* 
mea,  cuya  superioridad  era  muy  discutible,  pues  cada  uno  te- 
nia género  distinto,  y  papeles  que  se  avenían  mejor  con  sus 
condiciones  de  actor;  ad virtiendo  que  Romea  era  un  buen  mo- 
so  y  el  pobre  D.  Joaquín  tenía  corta  estatura  y  poco  agraciado 
semblante. 

Octubre. — La  mujer  de  Ulises,  pieza  en  un  acto,  de  Ensebio 
Blasco,  por  la  Hijosa,  la  Val  verde,  Mariano  y  Zamora.  La  eje- 
cución, admirable.  Pareció  la  obra  un  poco  escandalosa:  hoy 
la  calificaríamos  de  inocente. 

Las  querellas  del  Rey  sabio,  de  Eguílaz. 

En  toas  partes  cuecen  jabas,  pieza  del  género  andaluz,  de 
Sanz  Pérez,  para  que  se  luciera  el  viejo  Dardalla.  Ya  no  es- 
taba de  moda  esta  literatura.  Gustaban  más  los  juguetillos, 
como  El  ramillete  y  la  carta,  hecho  por  Romea,  y  El  maestro 
de  escuela,  por  Valero. 

Noviembre. — Diego  Corrientes,  de  José  Gutiérrez  de  Alba, 
por  Dardalla  y  la  Cairón:  ésta  era  una  actriz  mediana,  pero 
de  buen  deseo,  y  no  ponía  obstáculo  para  hacer  ningún  papel. 

Durante  la  epidemia  colérica  que  padeció  Madrid  en  el  mes 
de  Octubre,  el  teatro  del  Principe  y  el  Real  fueron  los  únicos 
que  no  suspendieron  sus  funciones.  Mariano  hizo  Los  polvo»  de 
la  madre  Celestina,  y  con  sus  chabacanadas  consiguió  distraer 
al  escaso  público  que  concurría  al  Principe. 

El  20  de  Noviembre  se  cantó  el  Te  Deum,  y  el  27  se  estrenó 
Los  soldados  de  plomo,  comedia  en  tres  actos,  de  Luis  Eguílaz, 
por  la  Palma,  la  Berrobianco,  los  Romea  y  Morales,  obtenien- 
do un  éxito  satisfactorio. 

18  de  Diciembre.  —  Estreno  de  Juan  Lorenzo,  de  García 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  273 

Gutiérrez.  Metió  mucho  ruido,  porque  el  censor,  Narciso  Se- 
rra,  no  quería  dar  e]  pase  al  drama,  por  ciertos  atrevimientos 
políticos  que  en  la  obra  se  notaban.  Esta  es  buena,  pero  sólo 
se  sostuvo  seis  días  en  el  cartel. 

1866. — Enero. — El  patriarca  del  Turia,  comedia  en  tres 
actos,  de  Luis  Eguílaz,  desempeñada  por  Valero. 

24  de  Febrero. — La  muerte  de  César,  tragedia  en  cinco  ac- 
tos, obra  postuma  de  Ventura  de  la  Vega,  por  Teodora,  la 
Valverde,  Romea,  Valero,  Florencio  Romea,  Pizarroso,  Za- 
mora, Morales,  Mariano  Fernández,  Maza,  Pardiñas,  Benedí 
j  18  actores  más.  Al  final  leyó  Romea  tres  décimas  de  Ricardo 
Vega,  dedicadas  a  la  memoria  de  su  padre,  que  arrancaron 
grandes  aplausos;  las  actrices  sacaron  a  Ricardo  al  escenario; 
acto  emocionante;  lágrimas  de  Romea  y  de  las  señoras  que 
había  entre  la  concurrencia.  La  interpretación  de  la  tragedia 
dejó  mucho  que  desear,  porque  ya  los  actores  no  podían  for- 
mar concepto  de  la  manera  como  tenía  que  representarse.  En 
la  tragedia  todo  es  convencional,  bajo  una  base  armónica  en 
que  hasta  el  tono  de  voz  de  los  personajes  debe  sujetarse  a  un 
diapasón  convenido;  así  es  que  el  público  no  quedó  satisfecho. 
Teodora,  Valero  y  Pizarroso  fueron  los  únicos  que  interpreta- 
ron su  papel;  los  demás,  incluso  D.  Julián,  se  desviaron  del 
camino  que  debían  haber  seguido.  Romea  quiso  representar  a 
Julio  César  con  la  naturalidad  del  protagonista  de  La  cruz  del 
matrimonio,  y  se  equivocó,  a  juicio  de  los  más  entendidos  en 
la  materia.  Para  cohonestar  su  interpretación  escénica,  escri- 
bió luego  un  folleto,  titulado  Los  héroes  en  el  teatro,  que  está 
muy  bien  escrito  y  que  mereció  la  aprobación  de  todos;  pero 
el  público  siguió  diciendo  que  no  le  había  gustado  la  manera 
de  hacer  el  papel  de  César  en  la  tragedia  de  D.  Ventura  de  la 
Vega. 

Después  se  representó  Bienaventurados  los  que  lloran,  co- 
media en  tres  actos,  de  Larra.  Aquí  sí  que  gustó  D.  Julián  y- 
le  aplaudimos  con  entusiasmo,  para  hacerle  olvidar  el  mal  rato 
que  le  había  dado  la  frialdad  del  público  en  ¿a  muerte  de  César. 

18 


274  0RÓMICA8  DKL  TÍEMPU  DE  ISABEL,  II 

El  empresario  tuvo  que  modificar  su  compañía  en  la  tem- 
porada siguiente:  la  Palma,  la  Berrobianco,  la  Felipa  Díaz, 
los  Romeas,  Pedro  Delgado,  Pizarroso,  Zamora,  Mariscal,  y  el 
viejo  Dardalla  para  hacer  su  género  andaluz!.  Contrató  a  la  fa- 
mosa bailarina  Petra  Cámara  y  a  su  marido  Guerrero. 

Como  Rossi  había  representado  Súllivan,  no  a  gusto  de  to- 
dos, Romea,  que  dominaba  la  obra,  la  sacó  a  relucir  a  prime- 
ros de  Octubre,  poniendo  de  su  parte  cuanto  pudo,  y  podía  mu- 
cho, para  superar  al  italiano,  lo  que  consiguió,  auü  a  juicio  de 
los  más  descouteutadizos.  Entusiasmo  indescriptible,  flores, 
palomas,  versos.  Romea  no  podía  competir  con  Rossi  en  Otello 
ni  en  Hamlet;  pero  en  Súllivan,  no  había  duda,  le  superaba. 

Octubre  12. — Perico  Delgado  se  presentó  con  La  jura  en 
Santa  Gadea.  Triunfo  completo. 

El  poeta  D.  José  Zorrilla  había  estado  ausente  de  EspafJa 
mucho  tiempo,  corriendo  aventuras  por  América.  Cuando  vol- 
vió a  su  país  se  le  recibió  con  carifio,  porque  es  el  poeta  más 
popular  del  siglo  xix,  y  la  empresa  del  Principe  quiso  apro- 
vechar el  acontecimiento  para  proporcionarse  algunas  entra- 
das, lo  que  consiguió  poniendo  en  escena  El  cuento  de  la^i 
flores. 

Zorrilla  llegó  a  Madrid  el  16  de  Octubre,  a  las  nueve  y  me- 
dia de  la  mañana,  y  fueron  a  esperarle  a  la  estación  del  Norte, 
porque  venía  de  Valladolid,  más  de  600  personas,  con  las  que 
entró  en  Madrid  a  pie,  no  aceptando  el  coche  que  le  tenían 
preparado.  Fue  un  espectáculo  que  presenció  mucha  gente, 
pues  Zorrilla  vino  a  parar  a  la  plaza  de  San  Q-inés,  donde  se 
hospedaba.  Aquella  noche  se  le  dio  una  serenata  por  una  ban- 
da militar;  era  la  moda  entonces. 

El  cuento  de  las  flores,  estrenado  en  26  de  Octubre  de  1866, 
era  un  apropósito  en  dos  partes,  o  dos^actos,  escrito  por  don 
José  Zorrilla  para  tener  ocasión  de  recitar  en  público  las  poe- 
sías que  últimamente  había  compuesto,  y  que  los  aficionados 
de  Madrid  aún  no  conocían.  En  la  primera  parte  se  presenta 
una  decoración  dé  sala  bien  amueblada,  con  un  telón  de  gasa 


POR   CARLOS   CAMBRONEfeÓ  275 

interpuesto  entre  lá  escena  y  el  espectador,  como  para  hacer 
ver  o  figurar  que  la  acción  se  desarrolla  en  el  mismo  escenario 
del  teatro  tras  el  telón  de  embocadura.  El  director  de  la  com- 
pañía se  lamenta,  ante  una  de  las  actrices,  de  que  Zorrilla  lé 
ha  recomendado,  con  objeto  de  que  ejecuten  una  función,  a 
varias  jóvenes  desconocidas  y  misteriosas  llamadas  Hortensia, 
Margarita,  Sensitiva,  Rosa,  Flor  de  Lis,  Camelia  y  otras,  qué 
en  aquel  momento,  hora  de  comenzar,  cuando  el  público  está 
ya  impaciente,  aún  no  se  han  presentado.  Por  fin,  tras  inciden- 
tes, quizá  poco  interesantes,  aparece  Sensitiva,  y  manifiesta 
en  nombre  de  sus  hermanas  o  compañeras,  que  no  solamente 
no  concurrirán  al  teatro  aquella  noche,  sino  que  abandonan  al 
poeta  porque  es  viejo,  y  las  flores  buscan  la  juventud; 

se  fue  su  primavera;  se  van  sus  flores. 

En  este  compromiso  llaman  al  poeta,  y  le  obligan  a  que 
entretenga  al  público,  lo  que  acepta  gustoso  aquél.  Entonces 
se  abría  el  telón  de  gasa,  y  adelantándose  al  proscenio,  comen- 
zaba Zorrilla  a  recitar  versos  que  el  público  aplaudía  con  ver- 
dadero entusiasmo.  La  segunda  parte  de  El  cuento  de  las  flo- 
res tenía  pocos  lances. 

La  interpretación  fue  irreprochable:  el  papel  de  Sensitiva 
lo  hizo  la  Dardalla;  Don  Diego  de  Noche,  Elisa  Boldún,  y  lá 
Actriz,  Carmen  Berrobianco,  acompañándolas  en  la  ejecución 
Romea  y  Alisedo. 

30  Octubre. — Se  puso  en  escena,  con  doble  intención,  Don 
Juan  Tenorio,  porque  estaba  Zorrilla  en  Madrid,  y  porque  era 
época  de  representar  la  obra.  La  interpretaron  la  Cándida 
Dardalla  y  Perico  Delgado,  ambos  con  mucho  acierto.  El  au- 
tor, que  se  hallaba  en  el  teatro,  recibió  una  ovación  (1). 

A  fines  de  año  estrenaron  Hoy,  de  José  Marco;  Oros,  co- 


(1)  Estos  días  hicieron  en  el  teatrito  de  Buenavista  la  comedia  de  Za- 
mora No  hay  plazo  que  no  se  cumpla  ni  deuda  que  no  se  pague,  por 
una  compañía  cuyos  nombres  ocultaba  modestamente  el  cartel. 


276 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


pas,  espadas  y  bastos,  de  Larra,  cou  buen  éxito;  Quien  sieni' 
brd  vientos,  de  Ortiz  de  Pinedo,  y  La  paz  de  la  aldea,  escrita 
enfrancés  por  Victoriano  Sardón,  con  el  título  de  Nos  bons 
villageois,  y  traducida  por  Narciso  Escosura,  hermano  de  don 
Patricio,  tantas  veces  citado  en  estas  Crónicas. 

La  estadística  de  estrenos  presenta  una  baja  considerable 
desde  1866,  en  que  subió  la  cifra  a  166,  cuando  en  1866  no 
pasó  de  78,  como  puede  verse  por  el  estado  siguiente: 

Estrenos  de  1866. 


TSATBOS 


Principe 

Circo 

Zarzuela 

Variedades 

Novedades 

TOTALKti 


Originales. 

Trad  acidas 

12 

3 

12 

8 

11 

13 

5 

7 

4 

3 

44 

34 

TOTAL 


15 
20 
24 
12 

7 


78 


1867.  Enero. — De  París  a  Sariñena,  comedia  en  tres  ac- 
tos, de  un  joven  principiante,  D.  José  Aparici,  que  obtuvo 
espontáneos  aplausos. 

El  jugador  de  manos,  drama  en  tres  actos,  arreglado  del 
francés  por  Enrique  Gaspar.  Lo  representó  Delgado  porque 
Romea  estaba  enfermo. 

A  cadena  perpetua,  del  actor  D.  José  María  García.  No  se 
le  confunda  con  el  gracioso  y  popular  Pepe  García. 

Perico  Delgado  hizo  La  carcajada,  y  gustó  mucho. 

El  que  nace  para  ochavo,  pieza  en  un  acto,  de  Pelayo  del 
Castillo.  Gran  éxito. 

El  autor  fue  llamado  al  palco  escénico  a  mitad  de  la  obra, 
y  tres  veces  a  la  conclusión. 

El  amor  constipado  y  El  vecino  de  enfrente,  piececitas  de 
Eusebio  Blasco.  Aplaudidas. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  277 

El  pobre  Romea,  que  cayó  enfermo  a  fines  de  1866,  seguía 
mal.  Marchó  con  su  compañía  a  Barcelona,  y  estando  repre- 
sentando allí  De  potencia  a  potencia,  le  dio  un  ataque  de  la 
enfermedad  que  padecía,  y  tuvo  que  meterse  entre  bastidores, 
suspendiéndose  la  función.  En  Abril  le  trajeron  a  Madrid,  y 
en  Junio  fué  a  tomar  los  baños  de  Alhama. 

Por  Real  orden  de  1.**  de  Octubre  de  1867  se  dispuso,  con 
ocasión  de  un  incidente  ocurrido  en  provincias,  que  «cuando 
una  autoridad  o  jefe  militar  debía  presidir  una  función,  de 
cualquier  especie  que  fuera,  se  la  esperase  para  dar  principio 
al  acto,  aunque  hubiera  pasado  la  hora  señalada». 

La  presidencia  de  la  autoridad  en  los  espectáculos  públicos 
tenía  su  precedente  en  una  Real  orden  de  14  de  Febrero  dé 
1818,  en  que  se  previno  que  los  Capitanes  generales  y  Presi- 
dente de  las  Cancillerías  y  Audiencias  continuasen  disfrutan- 
do, sin  interés,  el  palco  de  distinción  en  los  teatros  de  los 
pueblos  de  su  residencia.  Cambiando  las  costumbres,  otra 
Real  orden  de  10  de  Octubre  de  1851  suprimió  la  presidencia 
de  la  autoridad  en  toda  clase  de  representaciones  teatrales; 
pero  en  tiempo  del  Conde  de  San  Luis  se  restableció  esta  pre- 
sidencia por  Real  orden  de  16  de  Marzo  de  1854.  La  Revolu- 
ción de  1868  acabó  con  una  costumbre  que  ya  tenía  estado  le- 
gal, pero  que  era  contraria  al  espíritu  moderno. 

Catalina  se  quedó  otra  vez  con  el  teatro  para  la  temporada 
de  1867-1868,  y  contrató  a  Matilde,  la  Palma,  la  Zapatero,  la 
Lombía,  la  Dansant,  la  Chafino,  la  Espejo  y  la  Elisa  Boldún; 
los  dos  Romeas,  los  dos  Arjonas,  Juan  Catalina,  Oltra,  José 
Olona,  Mariano  Fernández  y  Pastrana.  Nuestro  D.  Julián 
continuaba  mal  y  sin  poder  tomaj  parte  en  las  representacio- 
nes; pero  «mientras  se  restablecía,  anunciaba  el  cartel,  con- 
tribuiría con  todos  sus  conocimientos  al  mejor  éxito  de  las 
obras,  ya  dirigiendo  algunas,  ya  auxiliando  a  la  empresa  con 
sus  consejos».  Triste  papel  le  reservaba  el  destino  al  pobre 
viejo.  Se  puso  la  butaca  a  18  reales. 

Inauguraron  la  temporada  con  la  comedia  de  Moreto  De 


1^78  CRÓNICAS  DSL  TIEHPü  UU  ISABEL  II 


fuera  ven^rá^  en  la  que  hizo  Arjoua,  de  una  mauera  inimita- 
ble, el  papel  del  Alférez  Aguirre.  Para  comenzar  la  función 
se  representó  un  apropósito  muy  bien  escrito  por  Antonio 
Hurtado,  con  el  título  de  Las  gradas  de  San  Felipe, 

Quien  debe,  paga,  comedia  en  tres  actos;  de  Núñez  de  Arce. 

Las  circunstancias,  comedia  de  costumbres,  en  tres  actos  y 
en  prosa,  de  Enrique  Gaspar. 

La  voz  del  corazón,  drama  en  un  acto  y  en  verso,  de  Hurta- 
do. Matilde  representó  a  la  perfección  el  tipo  de  una  lugareña 
vieja  y  ciega. 

1868. — Sheridan,  comedia  en  tres  actos,  de  Francisco  Luis 
de  Betes. 

Los  solterones  y  Miss  Susana,  arreglos  del  francés,  por  Nar- 
ciso Escosura. 

Cien  leguas  de  mal  camino,  comedia  de  Julio  Monreal. 

Marzo. — La  levita,  liudísima  comedia  de  Enrique  Gaspar, 
representada  por  Matilde,  Elisa  Bolduu^  los  Catalinas  y  Oltra. 

Un  revistero  tuvo  la  curiosidad  de  formar  una  relación  de 
los  espectáculos  públicos  que  había  en  Madrid  el  año  1868,  y 
la  cabida  de  espectadores  o  concurrentes  que  cada  uno  podía 
tener.  Véase  la  relación: 

Teatros  principales. 

Real 2 .  404 

Roasini 2.570 

Novedades 1 .  778 

Zarzuela 1 ,  766 

Circo  (Buíos) 2. 148 

Príncipe 1.358 

Principe  Alfonso 2.500 

Variedades 700 


15.224 
Teatros  de  segundo  orden. 


Paul 400 

Capellanes 700 

Buenavisti^ 200 


Ppíi  PABLOS  PAMPIlpNKRO  279 


Infantil. ,.  •  285 

Musas 260 

Tabernillas 163 

Esmeralda 150 

Quevedo 400 

Máiquez 200 


2.758 

Cafés -teatro. 

Recreo 700 

San  Marcial 200 

Lozoya 150 

Calderón  de  la  Barca 150 

Maravillas 100 

Artistas 100 

Embajadores 150 

Sau  Fernando 160 

Marsella 200 

Industria 150 

España 120 

San  Francisco 160 

Sur 100 

Amistad 100 

Novedades 60 


2.590 
Otros  espectáculos. 


Plaza  de  Toros 9.960 

Plaza  de  los  Campos  Elíseos 8 .500 

Baile  de  Apolo 900 

ídem  de  Pozas , 100 

Juego  de  pelota  del  Ariel 300 

Circo  Gallistico  de  Recoletos SOO 

ídem  de  Santa  Bárbara 255 

15.315 


En  total  sumaba  la  relación  35.887  personas  que  se  podían 
divertir  durante  un  día  en  que  funcionasen  todos  los  espep- 
táculos  o  entretenimientos. 


280  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

El  29  de  Setiembre  aún  no  había  comeDzado  la  tempora- 
da cómica  del  Teatro  del  Principe,  y  como  esta  es  la  fecha  en 
que  terminan  nuestras  Crónicas,  pues  la  revolución  política 
que  entonces  se  verificó  produjo  el  destronamiento  de  Isa- 
bel II,  tenemos  que  cerrar  el  período  con  el  triste  aconteci- 
miento de  la  muerte  de  D.  Julián  Romea,  acaecida  el  10  de 
Agosto,  en  la  villa  de  Loeches,  adonde  había  marchado  en  bus- 
ca de  un  alivio  para  la  enfermedad  que  padecía.  Trajeron  su 
cuerpo  a  Madrid  y  fue  depositado  en  la  capilla  de  Nuestra  Se- 
ñora de  la  Novena,  de  la  parroquia  de  San  Sebastián,  dándole 
sepultura  el  dia  14,  a  las  siete  de  la  tarde,  en  el  Cementerio  de 
la  Sacramental  de  la  misma  parroquia,  sito  en  las  afueras  de 
la  Puerta  de  Atocha. 

El  entierro  salió  de  la  iglesia  después  de  las  siete  de  la  tar- 
de, presidido  por  el  ministro  de  Hacienda  D.  Manuel  Ossorio, 
el  ministro  de  la  Guerra  general  Mayalde,  D.  Luis  Nacarino 
Bravo,  D.  Agustín  Perales  y  el  presbítero  D.  Miguel  Sánchez. 
Llevaron  las  cintas  de  la  caja  mortuoria  Rodríguez  Rubí, 
Arjona,  Saldoni  y  Miguel  de  los  Santos  Alvarez.  La  comitiva 
pasó  por  delante  del  Teatro  del  Príncipe,  cuyos  balcones  esta- 
ban enlutados,  y  desde  los  cuales  arrojaron  coronas  y  flores 
sobre  el  carro  fúnebre  varios  actores  y  actrices  a  quienes,  por 
la  distancia  en  que  nos  encontrábamos,  no  pudimos  reconocer. 

El  féretro  iba  cubierto  con  el  manto  de  la  Orden  de  Car- 
los III,  y  varias  coronas.  Acudió  mucha  gente;  hacía  un  calor 
sofocante. 

A  Romea  le  quería  mucho  el  público  de  Madrid,  y  su  muer- 
te fue  muy  sentida.  El,  Valero  y  Mariano  Fernández,  eran  los 
actores  predilectos. 

Nuestro  amigo  Eduardo  Inza  publicó  en  Los  Sucesos  del  15 
de  aquel  mes  un  artículo  necrológico  muy  sentido. 

El  trágico  italiano  Ernesto  Rossi,  que  estaba  dando  repre- 
sentaciones en  Prado  Catalán,  de  Barcelona,  dirigió  la  pala- 
bra al  público  el  día  12,  al  terminar  la  comedía  SúUivan,  enal- 
teciendo la  memoria  de  Julián  Romea.  Entre  otras  cosas,  dijo: 


POK   CARLOS   CAMBRONliRO  281 

«El  Ritista  dramático,  menos  afortunado  que  el  poeta  o  el 
músico,  el  pintor  o  el  arquitecto,  no  puede  dejar  tras  sí  un  tes- 
timonio viviente,  inmarcesible  de  su  breve  y  fugaz  gloria;  rés- 
tale sólo  el  consuelo  de  quedar  en  el  pensamiento  de  los  que  lo 
han  oído  y  admirado,  y  de  que  su  nombre  pase  de  boca  en 
boca,  de  padres  a  hijos,  de  generación  en  generación,  como 
ejemplo  digno  de  ser  imitado  por  los  que  se  dediquen  a  tan 
difícil  arte.» 

Y  tenía  razón.  De  Romea  sólo  queda  para  los  que  le  cono- 
cieron, el  recuerdo,  ya  vago  y  confuso,  de  la  naturalidad  con 
que  representaba  las  comedias  y  dramas  de  costumbres.  Vale- 
ro le  superaba  en  los  papeles  de  carácter,  de  época;  pero  que- 
daba muy  inferior  en  los  galanes  de  levita;  bien  es  verdad  que 
a  Romea  le  favorecía  su  elegante  figura.  En  las  prenderías,  en- 
tre cuadros  viejos,  suele  hallarse  una  estampa  que  representa 
a  Julián  Romea  en  el  traje  de  Súllivan;  el  retrato  tiene  bas- 
tante parecido  en  la  cara  3'  en  el  cuerpo,  de  modo  que  da  una 
idea  aproximada  de  cómo  era  aquel  actor. 

Bretón  de  los  Herreros  y  Julián  Romea,  completándose  uno 
a  otro,  influyeron  poderosamente  en  el  gusto  del  público,  ha- 
ciéndole modificar  el  concepto  que  de  las  representaciones  dra- 
máticas tenía,  impresionado  por  los  melodramas,  más  o  menos 
caracterizados,  de  la  escuela  romántica  que  tanto  partido  tuvo 
en  los  primeros  años  del  reinado  de  Isabel  II.  Bretón  y  Romea 
marcaron  en  el  teatro  un  nuevo  rumbo,  cuyos  efectos,  ya  se  co- 
menzaron a  sentir  con  ventaja  para  la  literatura  dramática,  en 
el  período  que  cierra  el  ciclo  de  estas  Crónicas,  y  quedó  enton- 
ces determinado  que  el  objeto  primordial  del  teatro  había  de 
ser  el  estudio  de  las  costumbres. 

TEATRO    REAL 

Ya  en  esta  época,  la  ópera  era  imprescindible  en  las  diver- 
siones públicas  de  la  capital,  y  hasta  se  consideraba  como  per- 
sona de  mal  gusto  la  que  no  tenía,  en  más  o  en  menos,  afición 


282  CRÓNICAS  DEL.  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


a  la  música.  La  clase  media  se  declaró  abiertamente  partidaria 
de  la  ópera,  merced  a  la  baratura  de  la  localidad,  pues  costa- 
ba eutouces  una  peseta  cualquier  asiento  del  último  anfíteatro, 
llamado  por  mal  nombre  Paraíso,  excepción  de  la  delantera, 
que  tenía  el  para  nosotros  exorbitante  precio  de  medio  duro. 
Al  Paraíso  acudían  los  músicos,  los  alumnos  del  Conservato- 
rio, los  estudiantes  y  los  aficionados  que  contaban  con  pocos 
recursos,  formando  un  conjunto  que,  si  no  reunía  cendiciones 
absolutas  de  competencia,  podía  decidir,  con  algún  acierto,  el 
éxito  de  los  cantantes  y  el  de  las  óperas  nuevas. 

Pocas  de  éstas  se  pusieron  en  escena  durante  los  años  de 
1860  a  1868.  He  aquí  la  relación: 

1860.  27  Marzo. — Le  tre  nozze,  de  Allari. 

1861.  7  Enero. — Simone  Bocanegra,  de  Verdi. 

5  Marzo. — Un  bailo  in  maschera,  de  Verdi. 

20  Noviembre. — Giuditta,  de  Peri. 

21  Diciembre. — Martha^  de  Flotow. 

1862.  31  Diciembre. — Zampa,  de  Herold. 

1863.  21  Febrero. — La  forza  del  destino,  de  Verdi. 

6  Abril. — Pietro  de  Medid,  de  Poniatouski. 

1866.  6  Abril.— iZ  Profeta,  de  Meyerbeer. 
14  Octubre. —  L^ Africana,  de  Meyerbeer. 

1867.  10  Octubre.  -L'Ebrea,  de  Halevy. 

Los  cuatro  grandes  éxitos  que  tuvieron  las  empresas  en  este 
último  período  fueron:  Un  bailo  in  maschera,  Martha,  La  forza 
del  destino  y  La  Africana.  La  primera  ópera  fue  muy  del  agra- 
do del  público.  Los  aficionados  de  Madrid  tenían,  ya  lo  hemos 
visto,  predilección  marcada  por  Verdi,  y  acudían  con  verdade- 
ra complacencia  a  escuchar  sus  obras.  Esta  tuvo  buena  inter- 
pretación por  la  Julienue,  la  Sarolta  y  la  De-Meric,  que  cum- 
plieron con  su  deber;  Fraschini,  que  tenía  una  hermosísima 
voz,  aunque  poca  expresión;  Giraldoni,  Bonehó  y  Manfredi, 
que  no  descompusieron  el  cuadro. 

*Un  bailo  in  maschera — dice  Carmena — es  superior  a  La 
Iraviata,  aunque  inferior  a  Rigoletto  e  II  Trovaiore.  Induda- 


POH  CARLOS  oámbronebo  283 

blemente,  Verdi  se  ha  preocupado,  al  escribir  esta  ópera,  eu 
modificar  su  estilo,  templando  algo  la  manera,  un  tanto  brus- 
ca, con  que  acometía  ciertas  situaciones,  dulcificando  la  expre- 
sión eu  muchos  motivos,  y  hasta  conteniéndose  en  el  empleo 
del  metal  a  que  tan  aficionado  se  ha  mostrado  siempre.  No  lo 
ha  conseguido  del  todo,  ciertamente,  y  eu  prueba  de  ello  po- 
demos citar  el  primer  final,  vulgar,  ruidoso  e  indigno  de  po- 
ner tórmiuo  a  un  acto  no  escaso  en  bellezas,  algunas  de  pri- 
mer orden;  pero,  dados  los  aciertos  que  abundan  en  la  partitu- 
ra, no  dudamos  en  colocarla  dignamente  entre  las  buenas  de 
su  autor.» 

Más  completo  fue  el  desempeño  de  MartTia,  por  la  Lagran- 
ge,  que,  aunque  algo  decadente,  era  una  maestra  en  el  arte;  la 
De-Meric,  muy  graciosa;  Bettini,  algo  amaneradito,  pero  con 
facultades  para  dominar  su  papel,  y  Cotogni,  que  no  desmere- 
cía de  sus  compañeros. 

La  ópera  gustó  mucho.  Un  revistero  dedicaba  estos  renglo- 
nes en  El  Contemporáneo: 

«Simpática  por  su  género  y  su  estilo,  esta  obra  es  hoy  una 
de  las  más  populares  en  Alemania,  siendo  generalmente  bien 
recibida  en  casi  todos  los  teatros  de  otros  países. 

»Para  juzgar  del  valor  intrínseco  de  esta  ópera,  es  preciso 
tener  muy  presente  que  gran  parte  de  la  originalidad  que  se 
encuentra  en  sus  aires,  consiste  en  lo  poco  familiarizado  que 
está  nuestro  público  con  la  música  popular  alemana,  y  que  la 
forma  de  las  melodías  y  la  manera  extraña  y  nueva  de  reves- 
tirlas con  las  galas  de  la  instrumentación,  como  asimismo  gran 
parte  de  los  efectos  de  ésta,  son  formas  y  efectos  comunes  a 
otras  muchas  obras  y  autores  que  no  conocemos  en  Madrid, 
donde  sólo  se  oye  hoy  la  música  italiana,  y  la  misma  música 
italiana  que,  por  decirlo  así,  oyeron  nuestros  padres  en  los 
tiempos  de  Rubini. 

»De  todos  modos,  la  Martha  es  una  de  esas  obras  ligeras, 
en  las  que  la  ligereza  no  excusa  al  arte;  en  sus  melodías  hay 
espontaneidad,  y  si  bien,  ya  porque  no  lo  requiere  su  género, 


284  CRÓNICAS  l)KL  TIBMPO  DiC  ISABEL  II 

ya  porque  Flotow,  aunque  inspirado  algunas  veces,  no  es  un 
genio  de  primer  orden,  su  música  uo  es  profunda  y  verdadera- 
mente clásica  en  ninguna  ocasión,  siempre  será  oída  con  gusto 
por  los  inteligentes. 

•  Para  éstos,  como  para  todas  las  personas  de  buen  gusto, 
entre  la  Giuditta,  con  sus  inmensas  pretensioue»  de  grande 
ópera  trágica,  y  la  nueva  obra,  que  sólo  pide  un  puesto  en  el 
rango  de  las  operetas  semiserias,  uo  cabe  vacilación  de  nin- 
guna especie.» 

El  estreno  de  La  forza  del  destino  era  esperado  con  anhelo; 
asi  es  que  el  teatro  se  halló  completamente  Heno  de  espectado- 
res, haciendo  salir  a  Verdi  muchas  veces  a  la  escena,  donde  le 
arrojaron  multitud  de  ramos  de  flores,  coronas  y  poesías.  La 
Lagrange  estuvo  muy  inspirada;  Fraschini,  como  siempre: 
buena  voz,  pero  nada  más;  Giraldoui  hizo  lo  que  pudo,  porque 
se  hallaba  convaleciente  de  una  enfermedad.  Las  decoraciones, 
pintadas  por  Ferri,  gustaron  mucho.  Asistió  la  familia  real. 
Fraschini,  que  usaba  barba  corrida,  no  quería  afeitarse;  pero 
lograron  convencerle  ante  el  fundado  temor  de  que  el  piiblioo 
le  diese  una  grita. 

Verdi  llegó  a  Madrid  a  principios  de  Enero  y  se  marchó  a 
mediados  de  Marzo. 

En  el  estreno  de  IL  Profeta  ocurrió  que  los  cantantes  la  in- 
terpretaron nada  más  que  regularmente,  por  lo  cual  no  tuvo 
éxito  franco;  pero  la  música  de  Meyerbeer  gustó  extraordina- 
riamente. 

La  Africana  se  aceptó  sin  distingos  desde  la  noche  de  su 
estreno,  y  eso  que  los  cantantes  no  estuvieron  todos  a  la  altura 
que  la  ópera  requería. 

El  barítono  Boneheé  supo  cantar  bien  3'  dar  realce  a  su  pa- 
pel; la  Rey -Baila,  a  pesar  de  no  ser  una  tiple  de  primer  orden, 
consiguió  caracterizar  admirablemente  la  parte  de  Selika,  que 
no  ha  tenido  después  mejor  intérprete;  su  voz  era  fuerte,  vi- 
brante, con  tonalidad  acontraltada;  el  tenor  Steger  tenía  poca 
voz  y  no  pudo  sacar  todo  el  partido  posible  de  \9i.  particella  de 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  285 


Vasco  de  Gama.  Las  decoraciones  liicieron  un  gran  efecto,  y 
la  orquesta,  dirigida  por  Boneti,  estuvo  admirable,  consiguien- 
do una  ovación  en  el  famoso  preludio  de  instrumentos  de  cuer- 
da. A  fin  de  temporada  se  presentó  Tamberlick  al  público  con 
esta  ópera,  y  consiguió  un  triunfo  completo. 

El  4  de  Mayo  de  1867  se  puso  en  escena  la  gran  ópera  de 
Mozart,Z>ow  Giovanni,  con  la  quela  empresa  esperaba  un  triun- 
fo, pero  no  fué  así,  y  eso  que  la  interpretación  resultó  buena, 
pues  tanto  la  Penco,  como  la  Nantier-Didié,  Tamberlick,  Bo- 
nehóe  y  Selva,  rayaron  a  gran  altura;  el  tenor  tuvo  que  repetir 
la cavaíí'na  del  acto  tercero,  y  Bonehóe  la  famosa  serenata.  Ni  el 
año  1834,  cuando  se  cantó  por  primera  vez  en  la  Corte  (Teatro 
de  la  Cruz),  ni  en  1864,  que  se  hizo  la  reprise,  consiguió  esta 
gran  ópera  despertar  entusiasmos.  Luis  Carmena,  que  estaba 
verdaderamente  enamorado  de  la  obra,  no  se  explicaba  cómo, 
dadas  sus  bellezas,  no  logró  nunca  excitar  el  afecto  del  públi- 
co; y  nosotros  le  decíamos  que  en  España  tenemos  otro  con- 
cepto formado  del  protagonista,  y  no  nos  convence  el  tipo 
traducido  al  italiano  que  nos  ofrece  Mozart  en  su  precioso  s^jar- 
tito.  Aquel  no  es  nuestro  D.  Juan  Tenorio.  Todo  hay  que  tener- 
lo en  cuenta. 

Los  artistas  notables  de  este  último  período  fueron: 
Tiples:  la  G-rossi,  soprano  de  primer  orden,  pero  decadente; 
Ana  Lagrange,  también  de  primer  orden  y  también  decadente, 
pero  conservando  todavía  algo  de  sus  buenas  facultades;  reci- 
bió en  Madrid  muchas  y  merecidas  ovaciones;  la  Carrozzi-Zu- 
chi,  bien  en  algunas  óperas,  mal  en  otras;  Adelina  Patti,  que 
produjo  un  entusiasmo  delirante  por  sus  gorgoritos  y  la  flexi- 
bilidad de  su  garganta,  cantó  el  Barbero  como  no  se  había 
oído  nunca,  y  en  la  lección  de  piano,  un  lindo  vals  de  Arditi, 
titulado  El  heso,  que  se  hizo  popular;  la  Borghi-Mamo,  buena; 
la  Carlota  Marchissio,  aceptable;  la  Spezia,  de  gran  presencia, 
pero  desigual  en  el  canto;  la  Penco,  buena  tiple  por  todo  lo 
alto.  En  un  beneficio,  en  1868,  sus  admiradores  la  regalaron 
una  corona,  en   cuyas  cintas  pusieron  esta  inscripción:   LaS" 


286  CRÓNICAS  DEL  TlEMPU  DE  ISABEL   11 


dándote  la  vita,  Dio  protesse  Varte;  la  Rey-Bal!a,  aceptable 
siempre  en  todo,  aunque  nunca  sobresaliente.  El  público  la 
profesó  gran  afecto  por  la  buena  fe  con  que  trabajaba;  la  Ha- 
rris,  que  quería  imitar  a  la  Patti,  no  pasando  de  ser  una  alum- 
na  aventajada.  Un  día  se  incomodó  con  la  empresa,  y  aquella 
misma  noche  tomó  el  tren  para  París,  por  lo  cual  decían:  «La 
Srta.  Harris  es  inglesa,  canta  en  italiano,  cobra  en  español  y 
se  despide  a  la  francesa.» 

La  última  que  nombramos  es  la  Galletti,  y  en  mérito  de- 
bería ser  de  las  primeras  por  su  buena  voz  y  su  maestría.  Tuvo 
buena  y  arrogante  figura,  pero  había  engruesado  tanto  que  no 
estaba  con  aspecto  adecuado  para  representar  ciertos  papeles. 

Contraltos:  la  Trevelli,  la  De-Meric-Lablache,  la  Grossi  y 
la  Bárbara  Marchissio,  aceptables;  la  Nantier-Didier,  superior 
a  todas,  si  no  en  voz,  en  conocimiento  y  posesión  de  su  arte. 
Se  contrataba  siempre  con  Tamberlick. 

Tenores:  Mario,  incomparable;  Tamberlick,  un  primer  te- 
nor en  toda  la  extensión  de  la  palabra;  Fraschini,  de  potente 
voz,  pero  sin  expresión;  Belart,  nuestro  compatriota,  buena 
voz,  buen  gusto  y  buena  escuela;  Bettini,  amanerado;  Nandín, 
aceptable,  y  Nicolini,  regular. 

Bajos:  Padovani,  cumplía  con  su  deber,  y  Selva,  uno  de 
los  mejores  cantantes  que  han  figurado  en  el  escenario  del 
Real.  Estaba  inimitable  en  el  Mefistófeles,  de  Fausto,  y  en  el 
Don  Basilio,  del  Barbero;  el  aria  de  La  calumnia,  nadie  como 
él  la  ha  cantado. 

Barítonos:  Cotogni,  un  poco  amanerado:  Giraldoni,  des 
igual;  Padilla  (español),  bueno.  Era  discípulo  del  Conservato- 
rio. En  Marzo  de  1866  se  dio  en  este  centro  de  enseñanza  un 
concierto,  a  beneficio  del  guitarrista  Huerta,  y  cantó  allí  el 
joven  Padilla,  que  se  presentó  como  una  esperanza  para  el  arte. 
Aldighieri,  mucha  voz  y  poca  escuela:  Bonehée,  poca  voz  y 
corta  estatura,  pero  un  gusto  exquisito  y  una  maestría  envi- 
diable, Merly,  en  cambio,  era  un  hombretón,  y  aunque  no  es- 
caso de  mérito,  no  logró  ni  eclipsar  ni  igualares  a  Bonehée. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  2S7 


Como  directores  de  orquesta  figuraron  eh  este  período  Juan 
Daniel  Skoczdopole,  de  1860  a  1864,  y  Vicente  Boneti,  supe- 
rior al  otro,  de  1865  a  1868.  , 

Visto  el  resultado  que  habían  ofrecido  los  conciertos  sacros 
que  Salas  dio  en  la  Zarzuela,  la  empresa  del  Teatro  Real  repi- 
tió la  suerte  en  Marzo  de  1860,  cou  la  ventaja  de  tener  a  su 
disposición  los  cantantes  y  coros  de  la  ópera.  Entre  las  obras 
que  se  oyeron  figuran  el  Ave  María,  de  Schubert;  un  andan- 
te instrumental,  de  Espín  y  Guillen,  y  el  Stabat  Mater,  de  Ros- 
sini.  Estos  conciertos  tuvieron  aceptación. 

El  entusiasmo  con  que  había  sido  recibida  la  trágica  ita- 
liana Adelaida  Ristori,  en  el  teatro  de  la  Zarzuela,  animó  ala 
empresa  del  Real  para  contratarla  por  seis  funciones,  obte- 
niendo buenas  entradas.  Hizo  el  repertorio  ya  conocido  del  pú- 
blico, con  pocas  variantes.  Parece  que  había  el  proyecto  de 
que  representara  el  drama  de  Taraayo  Locura  de  amor,  tradu- 
cido al  italiano  cou  el  título  de  Giovanna  la  pazza;  pero  no  sa- 
bemos por  qué  no  se  pudo  realizar  el  propósito.  La  Ristori  dio, 
alternando,  otras  seis  representaciones  en  el  teatro  de  FaWe- 
dades  (Enero  de  1860). 

Uno  de  los  empresarios  del  Real  que  mejor  entendía  el  ne- 
gocio fue,  sin  duda  alguna,  Mr.  Bagier,  no  porque  trajese 
grandes  novedades  ni  expusiese  su  dinero  temerariamente,  sino 
porque  sabía  sostener  la  temporada  sin  hacer  grandes  desem- 
bolsos. Decía  cierta  noche  en  el  pasillo  de  butacas  entre  un 
grupo  de  abonados,  que  en  la  temporada  de  1860  a  1861  había 
perdido  30.000  duros,  y,  aunque  ninguno  le  desmintió,  no  pa- 
rece que  todos  quedaron  convencidos.  El  caso  es  que  siguió 
con  la  empresa  y  aumentó  el  precio  de  las  localidades. 

Se  trataba  de  representar  óperas  españolas,  es  decir,  con 
música  de  compositores  españoles,  y  el  citado  Mr.  Bagier  nom- 
bró, para  el  examen  de  las  partituras  que  se  presentasen,  un 
comité  presidido  por  el  Duque  de  Rivas,  y  compuesto  de  los  se- 
ñotes  Eslava,   Valldemosa,   G-uelvenzu,   Barbieri,   Hernando 


288  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABGL  II 


y   Ventura  de  la  Vega.   No  sabemos  si  llegó  a  reunirse  al 
guua  vez. 

Adelina  Patti  debutó  con  Sonámbula,  el  12  de  Noviembre  de 
1863.  Se  aumentaron  los  precios  de  las  localidades,  y  el  públi- 
co se  disgustó  con  esto,  así  es  que  apareció  más  exigente  de  lo 
que  hubiera  estado  en  otra  ocasión. 

Decía  un  revistero: 

«La  señorita  Patti  tiene  fisonomía  inteligente  y  modales 
distinguidos;  su  dulce  expresión  y  su  aire  infantil  aumentan  el 
prestigio  de  una  voz  argentina  y  pura,  aunque  no  de  gran 
cuerpo,  pero  sí  de  un  excelente  método  de  canto.  Frasea  con 
limpieza  y  corrección,  y  canta  con  todo  el  arte  necesario  para 
sacar  el  mejor  partido  de  un  órgano  vocal  que,  sin  duda  nin- 
guna, es  privilegiado.  Con  relación  a  otras  artistas,  creemos 
que  en  Madrid  son  varias  las  que  han  cantado  Sonámbula 
aprovechando  más  los  resortes  de  la  particela;  la  Persiani,  la 
Albani  y  la  Lagrange,  no  ciertamente  tan  jóvenes  ni  acaso  tan 
graciosas,  si  no  la  igualaron  en  la  flexibilidad  de  garganta,  la 
aventajaron  en  voz,  más  robusta  y  sonora,  y  en  la  interpreta- 
ción dramática  de  papeles. 

»No  se  limita  a  cantar  a  su  gusto  las  cadencias  de  las  pie- 
zas, sino  que  acomete  discrecionalmente  muchos  pasajes,  y,  a 
trueque  de  vencer  dificultades  y  de  hacer  filigranas,  nos  canta 
música  de  su  composición.» 

El  repertorio  de  la  Patti,  en  aquel  tiempo,  estaba  formado 
de  las  óperas  siguientes!  Don  Giovanni,  Elixir,  Martha,  Tro- 
vatore,  Gaza  ladra,  Barbero,  Don  Pasquale,  Lucia,  Figlia  del 
regimentó,  Dinorah  y  Traviata. 

Dicen  que  cobraba  12.000  reales  por  función.  Esto  resulta- 
ba un  escándalo,  porque  los  precios  fabulosos  que  tenía  asig- 
nados el  empresario  Caballero  del  Sax  para  la  temporada  de 
1865  á  1866,  eran  los  siguientes:  La  Rey -Baila,  12.000  reales 
mensuales;  la  States,  6.000;  Luisa  Marthelli  (se  llamaba  Papi- 
ni),  4.000;  Eracleo  (contralto),  2.600;  María  Marthelli,  4.000; 


POK   CARLOS  CAMBliONERO  289 

Steger,  19.000;  Abruñedo   (tenor  asturiano),  3.000;  Bonehóe, 
8.000;  Merly,  6.000,  y  Della- Costa  (bajo),  6.000  (1). 

Caballero  del  Sax  era  un  empresario  de  buena  fe,  en  lo  que 
admite  un  negocio,  y,  sin  embargo,  las  inexperiencias  del 
asunto  sirvieron  de  motivo  para  que  el  público  le  mirase  con 
prevención,  no  perdonándole  la  más  leve  falta. 

El  10  de  Diciembre  de  1866  hubo  un  escándalo  horrible  en 
el  teatro.  Se  cantó  el  primer  acto  de  Rigoletto  por  un  tenor, 
Giolani,  que  no  gustó,  y  por  Merly,  que  no  acababa  de  satis- 
facer. En  el  entreacto  apareció  en  el  escenario  un  dependiente 
de  la  empresa  manifestando  que  la  señora  Rey -Baila  se  había 
indispuesto  repentinamente  y  que  se  suspendía  la  función,  pu- 
diendo  presentarse  los  espectadores  en  la  contaduría  a  recoger 
el  importe  de  las  localidades.  Esto,  que  es  un  percance  común 
y  corriente  en  cualquier  empresa,  disgustó  injustificadamente 
al  público,  que  manifestó  su  desagrado  con  las  demostraciones 
más  tumultuarias  que  ha  presenciado  aquel  salón.  Y  conste  que 
lio  eran  sólo  los  del  Paraíso  los  que  gritaban,  sino  los  elegante» 
espectadores  de  palcos  y  butacas. 

En  esta  última  temporada  teatral  de  1867  á  1868  sigue 
predominando  el  gusto  italiano,  pues  se  hace  La  Favorita  10 
veces;  Guillermo,  17;  La  Muta  di  Portici,  11;  Sonámbula,  8,  y 
Rigoletto,  16;  sin  embargo,  la  nueva  escuela  de  Meyerbeer  va 
abriéndose  camino,  y  consigue  que  Gli  ügonotti  se  represente 
doce  noches,  con  buenas  entradas  y  grandes  aplausos  por  parte 
de  los  concurrentes  al  Paraíso,  circunstancia  que  nos  honra  a 
los  que  modestamente  tomábamos  parte  en  aquellas  sencillas 
manifestaciones  del  gusto  musical. 

TEATRO    DE    LA    ZARZUELA 

Al  comenzar  el  año  1860,  en  este  teatro  no  se  estrenaban 
producciones  de  alto  bordo,  sino  juguetillos  que  no  todos  ob- 
tenían buen  éxito.  Sin  embargo,  hicieron  El  diablo  las  cargUy 

(1)    La  Rey -Baila,  Bouehée  y  Merly  habían  cantado  eu  francés,  y  Ste-^ 
ger  en  alemán. 

19 


290  CRÓNICAS  DKL  TIKMPO  DE  ISABEL   II 


en  tres  actos,  de  Camprodón  y  Gaztambide,  del  corte  del  Do- 
minó azul,  y  no  fue  mal  recibida. 

Enero. — Dio  un  concierto  el  violinista  Vicente  Sighicelle, 
y  tocó  Souvenirs  de  Béllini  y  Fantasía  oriental,  con  acompa- 
ñamiento de  orquesta. 

Febrero. — Otro  concierto  por  la  pianista  signora  Penélope 
Bigazzi;  tocó  una  fanta»iía  sobre  motivos  de  Sonámbula,  de 
Thalberg;  Bellezaa  de  España,  y  un  nocturno  con  el  siguiente 
título,  mu}'  de  circunstancias,  aunque  un  poco  largo:  Los  espa 
ñoles  rogando  a  Dios  por  el  ejército  de  África  (1).  Fue  muy 
aplaudido. 

Tanto  o  más  que  el  famoso  Macallister  llamó  la  atención  el 
prestidigitador  Mr.  Hermann.  Era,  cuaudo  vino  a  Madrid,  jo- 
ven todavía,  de  estatura  regular,  moreno,  de  bigote  y  perilla 
negros,  de  cabeza  más  bien  pequeña,  de  mirada  penetrante  y 
observadora,  de  freute  despejada,  algo  depresiva  en  la  parte 
superior  frontal,  de  correctos  modales  y  de  genial  desenfado. 
Hizo  su  presentación  el  23  de  Febrero  de  1860,  con  los  juegos 
siguientes,  que  luego  han  sido  imitados  por  otros  prestidigita- 
dores: El  bolsillo  milagroso,  El  pañuelo  serpiente,  El  conejo 
chino,  La  silla  eléctrica,  El  banquero  filantrópico,  La  doble 
vista.  La  pesca  maravillosa.  El  palo  y  la  naranja,  La  cocina 
indiana,  Los  objetos  volantes,  La  posta  egipcia  y  El  sombrero 
del  diablo. 

Una  de  las  suertes  que  más  asombro  causó  fue  la  de  hacer- 
se disparar  seis  balas  sobre  el  pecho,  presentando  luego  h1  pú- 
blico los  proyectiles  aplastados. 

Cuenta  un  gacetillero  que  cierta  mañana  se  fué  Mr.  Her- 
mann con  unos  periodistas  a  la  plaza  de  San  Miguel,  y,  acer- 
cándose a  una  vendedora  de  huevos,  le  compró  media  docena, 
que  comenzó  a  cascar,  sacando  de  entre  cada  yema  una  mone- 
da de  cinco  duros.  Asombrada  la  vendedora  de  aquel  prodigio, 
y  animada  por  los  periodistas  y  la  gente  que  en  numeroso  gru- 


(1)    Estábamos  eu  guerra  con  el  imperio  de  Marruecos. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  291 


po  la  rodeaba,  se  decidió  bambiéu  a  cascar  huevos,  sin  euoon- 
trár  el  hallazgo  que  auhelaba;  echóse  a  llorar  y  el  prestidigi- 
tador consiguió  acallarla  regalándola  una  de  las  monedas  en- 
contradas entre  la  mercancía.  Después  ejecutó  Hermann 
varios  juegos  en  presencia  de  los  vendedores  de  la  plaza,  quie- 
nes le  dieron  una  espontánea  y  frenética  ovación. 

Trabajó  en  Palacio,  y  los  Reyes  le  regalaron  un  cronóme- 
tro de  Losada,  con  cadena,  un  alfiler  de  brillantes  y  una  boto- 
nadura de  pechera.  Las  sesiones  de  prestidigitación  de  mon- 
sieur  Hermann  produjeron  grandes  rendimientos  a  la  empresa, 
tanto,  que  se  repitió  cinco  veces  la  última  función  de  des- 
pedida. 

Abril. — Dámaso  Zabalza  y  su  discípulo  José  Pinilla  toca- 
ron a  dos  pianos  Capricho  húngaro;  nua.  fantasía,  por  Monaste- 
rio, al  violín,  y  un  coro  titulado  La  caridad,  por  los  alumnos 
del  Conservatorio,  formando  un  conjunto  de  200  voces,  letra 
de  Emilio  Alvarez  y  música  de  D.  Hilarión  Eslava. 

1862.  Abril. — Concierto  por  el  pianista  italiano  Q-.  Perrelli. 
Tocó  composiciones  suyas. 

La  compañía  lírica  estrenó  Entre  Pinto  y  Valdemoro,  ju- 
guete en  que  Arderíus  parodiaba  a  Mr.  Hermann,  y  Cubero  a 
laRistori,  demostrando  ya  ambos  artistas  sus  excelentes  con- 
diciones para  el  género  hufo,  que  años  adelante  presentaron  en 
el  teatro  de  Variedades. 

La  empresa,  a  ñn  de  defenderse  con  todas  armas,  trajo  una 
compañía  de  ópera,  en  Mayo  de  1860,  que  cantó  Otello,  Poliu- 
to,  Hernani  y  Trovador,  por  la  Kennett,  Tamberlick,  Alta  vi- 
lla, Bartolini  y  Manfredi.  A  principios  de  Junio  cayó  enferma 
la  tiple,  y  hubo  que  contratar  a  la  Trinidad  Ramos,  que  salió 
airosa  de  su  compromiso. 

Tamberlick  consiguió  un  triunfo  en  Trovador,  repitiendo, 
entre  frenéticos  aplausos,  la  cavalleta  del  tercer  acto,  en  que 
daba  el  do  de  pecho. 

Las  noches  de  ópera  trabajaba  la  compañía  de  zarzuela  en 
el  Circo. 


I 


292  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO   DE  ISABEL  II 


Setiembre. — La  hija  del  regimiento,  en  castellano,  desem» 
peñada  por  la  Ramos  y  Salas,  que  fueron  muy  aplaudidos. 

Nadie  se  muere  hasta  que  Dios  quiere,  pasillo  lírico  fúnebre, 
de  Narciso  Serra, 

La  noche  del  5  de  Enero,  el  niño  de  doce  años  Pablito  Bar- 
bero, durante  un  entreacto,  tocó  al  piano  una  fantasía  sobre 
motivos  de  Rigoletto,  compuesta  por  su  profesor  Osear  Camps, 
y  un  concierto  de  Prudent,  titulado  La  pradera. 

Hicieron  Un  pleito  y  El  niño,  ambas  en  un  acto,  y  como  ca* 
recían  de  producciones  nuevas,  echaron  mano  de  Buenas  no- 
ches, señor  don  Simón,  y  Una  vieja,  de  Camprodón  y  Gaztam- 
bide,  estrenada  a  fines  del  año  anterior  por  la  Ramos,  Arde- 
ríus  y  Cubero.  Gustó  mucho,  sobre  todo,  una  canción  que  co- 
menzaba: 

¡Ay,  mamá,  qué  noche  aquella! 

Las  piernas  azules,  juguete,  según  decía  el  cartel,  «escrito 
en  doce  cuadros,  de  los  cuales  la  empresa  había  suprimido 
once  en  obsequio  al  autor».  Era  de  Ventura  de  la  Vega,  con 
música  de  Oudrid  y  de  Vázquez. 

Los  siete  pecados  capitales,  otro  juguete  de  Frontaura,  con 
música  de  Luis  Cepeda. 

Febrero. — Zampa  o  la  esposa  de  mármol,  acomodada  a  la 
música  de  Herold  por  Serra  y  Pastorfido;  la  cantaron  la  Muri- 
11o  y  la  Rodríguez,  Obregón,  Sanz  y  Cubero. 

Por  un  inglés,  un  acto,  de  Cuende  y  Larrea,  con  música  de 
Vázquez. 

Marta,  en  castellano,  por  la  Ramos,  la  Mora,  Sanz,  Obre- 
gón y  Salas.  Decoraciones  de  Muriel. 

El  amor  y  el  almuerzo,  de  Olona  y  Gaztambide,y  Anarquía 
conyugal,  de  Picón  y  Gaztambide. 

Setiembre. — La  pradera  de  los  desafios,  arreglo  de  Narci- 
so Escosura  a  la  música  de  Herold,  por  la  Santa  María,  la 
Toda,  la  Rivas,  Manuel  Sanz,  Salas,  Caltañazor  y  Cubero. 

Para  esta  temporada  contrataron  a  la  Albini  y  a  la  Lesen. 


POR  CARLOS  oambkonero  293 

La  reina  topacio ,  de  Emilio  Alvarez  y  Fernández  Caballe- 
ro. El  libro,  flojo;  la  música,  agradable. 

Las  damas  en  la  Camelia,  letra  de  Moran  y  música  de  Ga- 
liana. La  Camelia  era  un  jardín  de  baile  que  había  en  el  paseo 
de  Recoletos. 

9  de  Octubre. — Para  conmemorar  el  natalicio  de  Cervantes 
se  representó  El  loco  de  la  guardilla,  pasillo  que  pasó  en  el  si- 
glo XVIIf  letra  de  Narciso  Serra  y  música  de  Fernández  Caba- 
llero; por  la  Fernández,  Obregón,  Cubero,  Caltañazor,  Calvet 
y  Arderíus.  Obregón  obtuvo  un  triunfo  en  el  famoso  parla- 
mento de  las  quiutillas. 

Stradella,  arreglo  de  Manuel  del  Palacio  y  Luis  Rivera  a 
la  música  de  Flotow, 

Noviembre. —  Un  tesoro  escondido.  Arreglo  de  Vega  con 
música  de  Barbieri,  y  Un  concierto  casero,  un  acto,  de  Picón  y 
Oudrid. 

Narciso  Serra  había  enfermado  de  tal  manera,  que  llevaba 
algunos  meses  sin  poder  abandonar  el  lecho,  y  Salas,  movido 
de  su  buen  corazón,  organizó  una  función  a  beneficio  del  au- 
tor de  Don  Tomás,  en  la  que  ejecutaron,  el  24  de  Marzo  de 
1862,  El  loco  de  la  guardilla,  Nadie  se  muere  hasta  que  Dios 
quiere,  Una  historia  en  un  mesón  y  El  último  mono.  El  pobre 
Serra,  aunque  mejoró  de  su  dolencia,  no  volvió  a  gozar  de  sa- 
lud durante  el  resto  de  su  vida.  Nosotros  recordamos  haberle 
visto  muchas  veces  sentado  tras  la  vidriera  del  balcón,  en  el 
piso  principal  de  la  casa  núm.  26  de  la  calle  de  Segovia.  Te- 
nía entonces  treinta  y  dos  años. 

Con  motivo  del  beneficio  de  que  hemos  hablado,  hizo  Fe- 
rrer  del  Río  un  elogio  de  Serra  en  La  América,  escribiendo, 
entre  otros  párrafos  laudatorios,  el  siguiente: 

«Así  que  elegía  un  asunto  se  le  acababan  las  dificultades; 
sobre  la  mesa  de  un  café  y  con  lápiz,  o  con  cualquier  pluma,  y 
en  el  papel  que  encontraba  dentro  de  sus  bolsillos,  se  abando- 
naba a  su  inspiración  fecunda,  y  de  allí  salía  con  un  laurel 
más  para  su  corona.  ¿Qué  mucho,  si  a  todas  horas  y  en  el  señó 


294  CRÓNICAS  DKL  TIKMPO  Drt  ISABEL  II 

de  la  amistad  versificaba  gallardamente  al  terciar  eu  las  con- 
versaciones, y  las  salpicaba  de  espontáneos  chistes?  ¡Cuántos 
desarían  para  su  lucimiento  los  tesoros  de  poesía  que  ha  des- 
parramado en  improvisaciones  felices  y  no  conservadas  por 
nadie  en  la  memoria? 

En  el  mismo  mes  de  Marzo  hicieron  El  agente  de  matrimo- 
nios, zarzuela  de  A.yala,  que  no  gustó,  y  El  juicio  final^  de  Pi- 
cón, que  no  hizo  más  que  pasar.  En  cambio,  tuvieron  éxitos 
superiores  La  isla  de  l^an  Balandrán,  y  Memorias  de  un  estu- 
diante, de  Picón  y  Oudrid;  y  En  las  astas  del  toro,  de  Fron- 
taura  y  Gaztambide,  en  que  Arderíus  demostró  sus  excelentes 
condiciones  de  actor,  haciendo,  vestido  de  torero,  las  delicias 
del  público,  y  Salas  imitó  con  propiedad  el  tipo  de  Curro  Cu- 
chares. 

1863.  Enero. — Se  presentó  el  violinista  Mr.  Lotto,  dando 
un  concierto  con  acompañamiento  de  orquesta.  Tocó,  entre 
otras  piezas,  el  Movimiento  continuo,  de  Paganini. 

Pocos  días  después,  hubo  otro  concierto  por  el  pianista 
Emile  Wrobleski.  Entre  las  obras  que  tocó,  merece  citarse  una 
fantasía  sobre  motivos  de  la  Favorita,  otra  sobre  el  tema  Cas- 
ta diva,  de  Norma,  con  la  mano  izquierda,  y  una  polaca,  pri- 
meramente con  un  solo  dedo  y  luego  con  dos. 

Abril. — Walter,  zarzuela  en  tres  actos,  arreglo  del  drama 
La  huérfana  de  Bruselas,  por  el  malogrado  Fernando  Osorio, 
con  música  de  Oudrid  y  de  Javier  Gaztambide.  No  hizo 
efecto. 

Entró  a  formar  parte  de  la  compañía  la  Teresa  Istúriz, 
muy  apreciada  del  público. 

Abril. — Concierto  por  Mr.  Maurice  Leenders,  violin  a  solo^ 
de  las  Cortes  de  Dinamarca,  Suecia  y  Noruega. 

Concierto  por  Eloísa  D'Hervil;  tocó  al  piano  una  obra  de 
Weber  y  un  capricho  fantástico,  y  cantó  El  Arco  Iris  y  La 
Lola,  composiciones  de  Iradier. 

Mayo. — El  Elixir  de  amor,  arreglada  a  la  música  de  Doni- 
zetti,  por  Frontaura  y  Pastorfido;  el  desempeño  corrió  a  cargo 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  295 


de  la  Isfcúriz,  la  Fernández,  Obregón,  Caltañazor,  Landa  y 
Arderíus. 

Junio. — Julio  César,  por  Luis  Rivera;  revista  contemporá- 
nea, escrita  expresamente  para  Francisco  Arderíus,  que  hizo 
reír  grandemente  al  público,  eso  que  la  censura  había  mutila- 
do la  obra  de  una  manera  horrible. 

El  acontecimiento  del  teatro  de  la  Zarzuela,  en  esta  tempo- 
rada, fue  la  presentación  de  la  Sociedad  coral  de  Barcelona, 
Euterpe,  dirigida  por  el  fundador  D.  José  Anselmo  Clavé. 
Cantaron  Las  flors  de  maig,  Al  mar,  De  bon  mati,  Les  pesca- 
dors,  Les  netz  deis  almugaders  y  otras  piezas,  que  obtuvieron 
grandes  y  frenéticos  aplausos,  de  tal  modo,  que  habiendo  sido 
contratados  para  dar  dos  conciertos,  tuvieron  que  repetirlos 
con  un  lleno  completo  de  las  localidades.  La  última  noche  asis- 
tió la  Reina,  y  un  curioso  vio  entre  la  concurrencia  al  general 
Prira,  D.  Nicolás  María  Rivero,  el  Marqués  de  Molins,  D.  Pas- 
cual Madoz,  D.  Pedro  Salaverría,  D.  Emilio  Castelar,  el  Du- 
que de  Sexto  y  D.  Ventura  de  la  Vega.  El  21  de  Junio  toma- 
ron parte  en  un  festival  nocturno  que,  a  beneficio  de  la  Santa 
Infancia,  se  verificó  en  el  Parterre  del  Retiro  (hoy  Parque  de 
Madrid),  iluminado  profusamente. 

Aquí  hicieron  las  voces  mejor  efecto  y  el  público  quedó  en- 
cantado de  los  coros  Clavó,  dando  a  su  director  una  espontánea 
y  franca  ovación  (1). 

Setiembre. — El  zapatero  y  la  maga,  música  de  los  herma- 
nos Ricci,  arreglada  por  Manuel  del  Palacio  y  Luis  Rivera,  de 
la  que,  con  el  título  de  Crispino  e  la  Gomare,  se  había  repre- 
sentado en  el  extranjero.  La  cantaron  la  Istúriz,  la  Checa  y  la 
García,  Salas,  Landa  y  Calvet. 

Octubre. — La  doble  vista,  en  un  acto,  de  Picón  e  Ignacio 
Campo. 


(1)  La  venida  de  Clavé  con  su  Orfeón  produjo  efecto  en  Madrid.  Don 
José  Flores  Laguna  fundó  una  sociedad  de  jóvenes  obreros,  que  tituló 
Orfeón  Artístico  Matritense,  y  dio  algunos  conciertos  en  el  salón  de  Cape- 
llanes (Enero  de  1865),  ante  numeroso  público,  siendo  muy  aplaudido. 


296  oRÓNroAS  del  tiempu  de  isabel  ii 

Noviembre. — Dos  pichones  del  Turia^  juguete  lírico-bilin- 
güe, de  Rafael  María  Liern,  y  Barbieri,  en  que  la  Rivas  y  Cu- 
bero desempeñaron  dos  tipos  valencianos. 

Diciembre. — Presentación  del  prestidigitador  Mr.  Velle, 
que  hacía  ejercicios  de  física,  química,  electricidad  y  magne- 
tismo. 

Las  hijas  de  Eva,  de  Larra  y  Gaztambide.  Buen  éxito. 

La  conquista  de  Madrid.  Mejor  aún.  Era  de  los  mismos  au- 
tores. 

1864.  Enero, — En  un  intermedio  dio  un  concierto  el  sig- 
nore  Comingio  Cagliano  con  un  instrumento  de  su  invención, 
que  llamaba  Caja  armónica,  y  se  componía  de  34  copas  de 
cristal. 

Pocos  días  después,  la  empresa  presentó  aD.  Juan  Bautis- 
ta Pujol,  que  tocó  al  piano  un  concierto  de  Weber. 

Marzo. — Aparición  de  MUe.  Benita  Anguinet,  prestidigi- 
tadora que  gustó  mucho.  Era  guapa,  simpática;  trabajaba  con 
los  brazos  desnudos,  y  se  captó  desde  el  primer  día  el  afjcto 
del  público.  Algunos  de  sus  juegos,  aunque  resultaban  conoci- 
dos, ofrecían  cierta  novedad  en  la  presentación. 

El  26  de  Marzo,  con  el  estreno  de  Los  dioses  del  Olimpo, 
comenzó  una  de  las  fases  de  la  zarzuela  española,  el  género 
bufo,  que  durante  algunos  años  produjo  pingües  ganancias  a 
los  empresarios.  Esta  obra  era  un  arreglo,  hecho  por  Pina,  de 
Orphé  aux  enfers,  cuya  música,  escrita  por  Offenbach,  había 
hecho  furor  en  París.  Aquí  la  representaron  la  Checa,  la  So- 
riano,  la  Hueto,  la  Lola  Fernández  y  la  Montañés,  Caltañazor, 
Cubero  y  Carrntalá. 

La  obra  tenía  gracia,  así  es  que  el  público  la  recibió  bien, 
y  la  música  se  hizo  popular  al  poco  tiempo. 

Junio. — Antes  del  baile,  en  el  baile  y  después  del  baile,  ju- 
guete de  Emilio  Alvarez  y  Manuel  del  Palacio,  escrito  para 
Carratalá. 

En  este  mes,  con  motivo  de  un  beneficio,  se  representó  El 
orgullo  castigado,  del  niño  Jesús  Rodríguez  Cao;  se  cantó  una 


POR   CARLOS    OAMBROMERO  297 


Melodía  irlandesa,  para  voces  solas,  arreglada  y  traducida  por 
Barbieri,  y  la  Cantiga  XIV  del  rey  Don  Alfonso  el  Sabio,  peri- 
fraseada por  Eslava,  y  que  se  titula  Esta  cantiga  e  como  Sancta 
Maria  gardou  o  ladrón,  que  non  mor  ese  na  forca  porque  a  sau- 
daba. 

En  el  otoño  de  1864  se  formaron  para  trabajar  alternando 
en  este  teatro,  dos  compañías,  una  de  declamación  y  otra  de 
zarzuela. 

En  la  primera  figuraban:  Ceferino  Guerra,  Emilio  Mario, 
José  Calvo,  EíOsa  Tenorio,  Leocadia  Vila,  Águeda  Moreno, 
Lola  Fernández,  Balbina  Valverde,  María  Bardan,  Rafael 
Calvo  y  Ramón  Cubero. 

En  la  segunda:  Salas,  Teresa  Istúriz,  Matilde  Esteban,  Ro- 
sario Hueto,  Lola  Fernández,  María  Bardan,  Juan  Prats,  Cal- 
tañazor,  Orejón,  Arderíus,  Landa,  Cubero  y  Calvet. 

Director  de  la  empresa:  Graztambide. 

Hicieron:  Vi  y  venci,  comedia  en  tres  actos  de  Moreno 
Gil,  y  De  tal  palo  tal  astilla,  zarzuela  en  un  acto  de  Selgas  y 
Arrieta: 

Jácome  Trezzo,  drama  de  Torneo  y  Benedicto,  que  se  llevó 
una  silba  monumental,  injustamente,  pues  aunque  la  obra  te- 
nía sus  lunares,  no  merecía  el  mal  recibimiento  que  la  hizo  el 
público.  Nemesio  Fernández  Cuesta,  en  sus  revistas  del  Museo 
Universal,  confirma  nuestra  opinión.  El  título  del  drama  no 
sirvió  siquiera  para  que  el  Ayuntamiento  reformase  la  lápida 
de  rotulación  de  la  calle  donde  vivió  aquel  artista  insigne,  y 
aún  sigue,  como  entonces,  formando  una  sola  palabra  el  nom- 
bre con  el  apellido:  Jacometrezo.  Más  suerte  tuvo  una  piececi- 
ta,  estrenada  la  misma  noche,  Sistema  homeopático,  de  Miguel 
Pastorfido,  que  la  presentó  como  original,  estando  tomada  del 
italiano,  según  se  declara  en  la  siguiente  décima  que  publicó 
un  periódico: 

Con  descaro  sin  igual, 
PastorÜdo  ei  sistemático. 


298  OKÓNIOA»  DKl,  TIEMPO  DK   ItiABKl.  II 

el  Sistema  homeopático 
nos  dio  por  original. 
Nos  engafió,  ¡voto  a  tal, 
este  pérfido  escritor-, 
Castelvechio  es  el  autor, 
y  aunque  Pastorfldo  arguya, 
la  tal  comedia  es  tan  suya 
como  mío  El  Trovador. 

Noviembre. — De  la  mano  a  la  boca,  comedia  en  tres  actos, 
de  Ricardo  Puente  y  Brañas. 

22  de  Diciembre. — Gran  acontecimiento.  Se  estrenó  Pan  y 
toros,  zarzuela  de  Picón  y  Barbieri,  con   el  siguiente  reparto: 

Doña  Pepita,  la  Istúriz;  Princesa  de  Luzán,  la  Checa;  la  Ti- 
rana^ Lola  Fernández;  Duquesa,  la  Bardan;  Ciega,  la  Lujan; 
Capitán  Peñaranda,  Landa;  Ooya,  Cabero;  Abate  Ciruela,  Cal- 
tañazor;  Corregidor  Quiñones,  Arderíus;  Jovellanos,  Calvet; 
Pepe-Hillo,  Salas;  Pedro  Romero,  Rochel;  Costillares,  Prieto; 
General  Peñarrubia,  Jiménez,  y  Ciego,  Orejón. 

Decoraciones  pintadas  por  Bragaldi,  Ramón  Romea  y  An- 
tonio Bravo  (1). 

El  libreto  gustó,  pero  la  música  produjo  una  sorpresa  de  in- 
descriptible satisfacción,  pues  rompiendo  con  el  italianismo  a 
que  nuestros  compositores  nos  tenían  acostumbrados,  Barbieri 
apareció  escribiendo  música  genuinamente  española  y  castiza 
que  en  seguida  encontró  eco  en  nuestros  corazones.  Ese  era  el 
lenguaje  musical  que  el  pueblo  quería.  ¿Cómo  se  operó  la 
transformación  de  Barbieri?  Hagamos  historia. 

En  1867  fue  nombrado  Alcaide -Corregidor  de  Madrid  don 
José  de  Osorio  y  Silva,  Duque  de  Sexto,  amigo  y  protector  de 
nuestro  padre,  a  quien  proporcionó  poco  tiempo  después  un 
destino  en  el  Ayuntamiento,  motivo  por  el  cual  trabó  amistad 
íntima  con  el  Archivero  municipal,  D.  Wenceslao  Muñoz.  Era 


(1)    La  orquesta  de  bandurrias  y  guitarras  que  salía  a  escena  estaba 
dirigida  por  el  famoso  Manuel  Más. 


POR   CARLOS  CAMBRONKRO  299 


este  señor  aficionado  a  la  música,  y  en  sus  frecuentes  conversa- 
ciones con  nuestro  padre,  le  hubo  de  avisar  que  bajo  su  custo- 
dia se  hallaba  una  colección  numerosa  de  tonadillas  casi  des- 
conocidas en  el  mundo  musical,  porque  no  se  habían  dado  a 
las  prensas,  y  hacía  años  que  no  se  cantaban  en  el  teatro. 

La  circunstancia  de  que  nuestra  hermana  Fanny  tocaba 
regularmente  el  piano  y  conocía  tal  cual  las  reglas  del  contra- 
punto, favoreció  la  ocasión  para  conocer  y  estudiar  el  hallazgo 
de  las  tonadillas,  improvisándose  con  frecuencia  deliciosas  ve- 
ladas en  nuestra  casa,  donde,  merced  a  la  amabilidad  de  Mu- 
ñoz, se  tocaron  y  cantaron  aquellos  notables  modelos  de  mú- 
sica popular  que  compusieron  Este  ve,  Laserna,  Missou,  Valle- 
dor  y  tantos  otros  a  fines  del  siglo  xviii. 

Asistían  a  estas  veladas  Soriano  Fuertes  y  Barbieri,  quie- 
nes, con  su  buen  talento,  descubrieron  en  las  tonadillas  la 
base  para  la  restauración  del  gusto  de  la  música  popular,  y 
Barbieri  escribió  Pan  y  toros  aprovechando  motivos  de  aque- 
llas obras,  ó  inspirándose  en  el  gusto  y  en  la  factura  que  las 
informara.  El  ensayo  le  salió  a  pedir  de  boca,  y  decidido  a  se- 
guir por  aquel  camino,  presentó  al  Alcalde  Corregidor  la  si- 
guiente instancia,  que  de  puño  y  letra  del  mismo  Barbieri  se 
conserva  en  el  Archivo  indicado: 

«Excmo.  Sr.:  Hace  más  de  doce  años  que  ocupo  todas  las 
horas  que  me  dejan  libres  mis  composiciones  musicales  en 
reunir  datos  y  documentos  con  que  escribir  y  publicar  en  su 
día  la  Historia  del  teatro  lírico  español.  Las  dificultades  que 
en  mi  trabajo  encuentro,  son  tanto  mayores,  cuanto  que,  de- 
biendo éste  constar  de  dos  partes,  una  literaria  y  otra  musi- 
cal, si  bien  para  la  primera  he  podido  reunir  muchos  ele- 
mentos, para  la  segunda  veo  con  frecuencia  estrellarse  mi 
buen  deseo  contra  la  incuria  de  nuestros  antepasados,  que  nos 
legaron  escasísimos  documentos,  y  aun  éstos  mal  manuscritos, 
(que  nunca  impresos)  y  faltos  casi  siempre  de  los  requisitos 
más  indispensables  al  historiador. 

•Afortunadamente,   el  Excmo   Ayuntamiento   de  Madrid 


300  CRÓMICAS  DEli  TIUMPO  DE  I8ABBL  11 


posee  en  su  maguífico  Archivo  uu  rico  tesoro  de  documeu 
tos  históricos  y  de  obras  musicales  españolas,  procedentes 
de  los  antiguos  coliseos  de  la  Gruz,  del  Principe  y  de  los  Ca- 
ños del  Peral;  me  refiero  particularmente  a  la  preciosa  y  única 
colección  de  tonadülan,  la  cual  es  digna  de  un  particular  estu- 
dio, y  aun  de  ser  publicada  aparte  de  rai  proyectada  Historia; 
porque  estas  obritas,  además  de  su  mérito  artístico,  tienen  el 
muy  grande  de  ser  uu  arsenal  de  cantos  populares,  y  una  pin- 
tura fiel  de  las  costumbres  españolas  de  su  tiempo.  Necesito, 
por  lo  tanto,  examinarlas  y  estudiarlas  con  despacio;  pero  como 
las  horas  en  que  se  halla  abierto  el  Archivo  del  Excelentísimo 
Ayuntamiento  suelen  ser  las  mismas  en  que  yo  tengo  que 
atender  a  mis  preferentes  trabajos  teatrales, 

»A  V.  E.  suplico  se  digne  permitirme  examinar  en  el  indi- 
cado Archivo,  y  tomar  apuntes  de  todos  los  documentos  que 
puedan  hacer  al  caso  de  mi  Historia^  en  general,  y  respecto  a 
las  tonadillas,  en  particular,  me  otorgue  el  permiso  de  que  yo 
pueda  traerlas  a  mi  casa,  de  dos  en  dos,  y  siempre  bajo  reci- 
bo, para  copiarlas  en  partitura,  y  hacer  sobre  ellas  los  estu- 
dios convenientes.  Si  para  esto  último  fuera  necesario  alguna 
especie  de  fianza,  estoy  dispuesto  a  prestar  aquella  que  permi- 
tan mis  facultades.  Gracia  que  espero  merecer  de  la  bondad  e 
ilustración  de  V.  E.  Dios  guarde  a  V.  E.  muchos  años.  Ma- 
drid, 23  de  Febrero  de  1865. — Francisco  Asenjo  Barbieri.» 

La  Comisión  de  Espectáculos  informó  manifestando  que  no 
había  inconveniente  en  permitir  a  Barbieri  que  revisase  y  co- 
piara los  documentos  que  quisiese;  pero  sin  sacar  de  la  depen- 
dencia los  originales.  Barbieri  fué  al  Archivo,  que  entonces 
estaba  situado  en  la  planta  baja  de  la  Primera  Casa  Consisto- 
rial, en  las  habitaciones  a  que  pertenecen  las  rejas  de  la  calle 
Mayor,  y  a  presencia  del  Archivero,  en  su  despacho,  que  era  la 
esquina  de  la  plaza,  revisó  una  por  una  las  1.700  tonadillas  que 
custodiaba  D.  Wenceslao  Muñoz;  allí  y  entonces  se  verificó  la 
transformación  del  genio  de  aquel  compositor,  honra  y  orgu- 
llo de  la  música  popular  española. 


I 


POK    CARLOS   CAMBKONlíRO  301 


1865. — El  18  de  Enero  se  hizo  una  función  en  honor  de  Cal- 
derón de  la  Barca,  representándose^/  Alcalde  de  Zalamea,  re- 
fundido por  Abelardo  López  de  Ayala.  Lo  interpretaron  la  en- 
cantadora Rosita  Tenorio,  la  Lola  Fernández,  no  menos  en- 
cantadora, y  la  Moreno;  Ceferino  Guerra,  Mario,  Cubero 
Calvo  (Ricardo),  Calvet,  Jiménez  y  Orejón:  todos  pusieron  de 
su  parte  cuanto  pudieron,  demostrando  el  buen  deseo  que  les 
animaba. 

Marzo. — Los  pavos  reales,  arreglo  del  francés,  por  José 
Núñez  deTavira,  pseudónimo,  según  decían,  de  un  escritor  co- 
nocido. La  ejecución  no  dejó  nada  que  desear  por  la  Bardan, 
la  Val  verde,  la  Moreno,  Mario,  Arderíus,  Calvo  y  Rochel. 

El  día  29  se  verificó  el  beneficio  de  Emilio  Mario,  y  en  su 
obsequio  tornó  parte  Dardalla  haciendo  la  pieza  andaluza  El 
parto  de  los  montes.  La  Srta.  Lujan  cantó  unas  granadinas, 
acompañándose  a  la  guitarra,  y,  finalmente,  se  estrenó  la  hu- 
morada en  varias  escenas,  escrita  expresamente  para  Mario  y 
Arderíus,  por  Mario  Pina,  con  el  título  de  Las  plagas  de  Egipto, 

Abril. — Los  filibusteros,  zarzuela  en  tres  actos,  de  gusto 
melodramático,  letra  de  Moreno  Gil  y  música  de  Moderatti. 

Había  entrado  a  formar  parte  de  la  compañía  el  tenor  có- 
mico Eugenio  Fernández. 

Mayo. — Concierto  por  el  pianista  portugués,  joven  de  vein- 
tidós años,  Arturo  Napoleón.  Tenía  la  escuela  de  Gostchal. 

Las  amazonas  del  Tormes,  zarzuela  de  Emilio  Alvarez,  con 
música  del  maestro  Rogel. 

Concierto  por  el  violinista  Carlos  Patti,  hermano  de  Ade- 
lina. Tocó,  con  acompañamiento  de  orquesta;  6.°  concierto  de 
Beriot,  Elegie  de  Erust  y  El  Carnaval  de  Venecia. 

Setiembre. — Nueva  empresa  con  la  siguiente  compañía: 
Teresa  Istúriz,  Lola  Fernández,  Teresa  Rivas,  Antonia  Uzal, 
Consuelo  Montañés,  Aurora  Esquivel,  Carolina  Lujan,  Rosen- 
do Dalmau,  Emilio  Carratalá,  Salas,  Caltañazor,  Juan  Prats, 
Modesto  Landa,  Francisco  Calvet,  Francisco  Arderíus  y  Juan 
Orejón.  No  hicieron  campaña  de  buena  suerte  hasta  fin  del  año, 


302  0RÓNI0A8  1);.L    TIEMPO   UK  ISABKL  II 

que  el  público   aplaudió  la  zarzuela   en  tres  actos  El  capitán 
negrero,  letra  de  García  Gutiérrez  y  música  de  Arrieta. 

1866.  Enero. — Cuadros  mimico-pldsticos,  históricos,  mitoló- 
gicos y  sacros,  dirigidos  por  Mr.  Farriol.  Gastaron  mucho, 
sobre  todo  los  modelos  femeninos  por  sus  esculturales  figuras. 
Uno  de  les  cuadros  que  niáa  llamó  la  atención  fu»^  la  represen- 
tación del  de  Los  Comuneros  de  Castilla,  de  Gisbert. 

Febrero. — La  corte  del  rey  Reuma,  pasillo  cómico,  lírico, 
fúnebre  y  alegórico,  de  Ensebio  Blasco  y  José  Rogel,  por  la 
Lola  Fernández,  la  Montañés,  Ardr^rías  y  Orejón. 

Durante  la  Cuaresma  se  hizo  una  prueba  de  ensayar  el  gé- 
nero bufo  para  pulsar  el  gusto  del  público,  imitando  el  humo- 
rismo que  tan  en  boga  estaba  por  aquella  época  en  París,  y 
tanta  aceptación  tenía  en  Les  Buffes  y  en  el  Pálais  Royal.  Ar- 
deríus  fue  el  iniciador  de  la  empresa,  y  preciso  es  confesar  que 
anduvo  acertado.  Hicieron  Caltañazor  y  Arderius  o  De  Dios 
nos  venga  el  remedio,  disparate  que  se  aplaudió  mucho.  Estos 
dos  artistas,  dotados  de  verdadera  gracia,  hacían  juegos  de 
j  restidigitación,  en  broma,  y  consiguieron  imitar,  en  broma 
también,  algunos  de  los  cuadros  plásticos  de  Mr.  Ferriol. 

Marzo. — Los  cómicos  de  la  legua,  en  cuatro  actos,  arreglo 
de  Les  folies  dramatiques,  por  Federico  Bardan,  con  música  de 
Vázquez.  El  segundo  acto,  que  se  titulaba  1  feroci  romani,  y 
era  una  parodia  de  las  óperas,  siguió  representándose  durante 
muchos  años. 

El  género  bufo  encajó  bien,  pues  hasta  el  poeta  Gustavo 
Adolfo  Bécquer  decía  en  una  revista:  «Cuando  en  todos  los  te- 
rrenos se  encuentran  tantos  motivos  para  afligirse,  no  nos  pa- 
rece inoportuna  la  aparición  de  una  obra  {Los  cómicos  de  la 
legua)  que  sólo  aspira  a  regocijar  el  ánimo,  aunque  sea  a  fuer- 
za de  disparates,  que  también  tienen  su  mérito.  No  todo  el  que 
quiere  disparata  con  gracia.» 

Aunque  adelantemos  acontecimientos,  viene  aquí  oportuno 
dar  cuenta  de  una  polémica  que  en  el  mes  de  Setiembre  sos- 
tuvieron en  el  periódico  político  El  Reino,  D.  Antonio  Vina- 


POR    CAKi.os    CAMBRÓN  ERO  303 


geras,  y  Barbieri,  atacando  aquél  y  defendiendo  éste  el  género 
lírico-draraáfcico  español.  Ocho  artículos,  no  cortos,  escribie- 
ron cada  uno  de  los  oontriucanfces,  aduciendo  los  argumentos 
que  su  ilustración  y  su  ingenio  les  sugerían,  en  apoyo  de  las 
opuestas  opiniones  que  sustentaban;  y  nosotros,  que  hemos 
aplaudido,  sin  reservas,  la  resurrección  de  la  zarzuela  en  1849, 
con  la  aparición  de  El  Duende,  nos  ponemos  de  parte  del  autor 
de  Jugar  con  fuego  y  Pan  y  toros.  Vinageras  perseguía  el  de- 
siderátum de  la  ópera  española,  y  Barbieri,  comprendiendo 
que  esto  era  una  utopia  en  aquellos  tiempos,  y  lo  sigue  sien- 
do en  los  presentes,  se  contentaba  con  tener  buenos  composi- 
tores de  zarzuela,  es  decir,  de  música  popular,  que,  en  más  mo- 
desta esfera,  también  tiene  su  mérito. 

Arderíus  no  tenía  obras  preparadas;  así  es  que  echó  mano 
de  las  antiguas,  como  El  marqués  de  Garavaca;  Buenas  noches, 
Sr.  D.  Simón]  El  estreno  de  una  artista  (para  la  primera  salida 
de  la  Carmen  Alvarez),  y  El  duende;  pero  auu  así,  comprendió 
que  el  público  acudía  al  camino  por  donde  se  le  llamaba,  y  de- 
cidió para  el  año  cómico  siguiente  plantear  el  problema,  dan- 
do la  batalla  en  el  teatro  de  Variedades,  como  verá  el  lector 
en  el  capítulo  correspondiente. 

El  ya  célebre  trágico  italiano  Ernesto  Rossi  apareció  en 
el  escenario  de  la  Zarzuela,  con  gran  aplauso  del  público,  el 
26  de  Agosto  de  1866,  y  representó  durante  todo  lo  que  res- 
taba de  mes  y  parte  del  siguiente:  Hamlet,  Otello,  Kean  o  (re- 
nio  y  desorden,  El  campanero  de  San  Pablo,  SúUivan,  Un  vicio 
de  educación.  Los  dos  sargentos  franceses,  El  Cid  (de  Oornei- 
lle)  Francesca  da  Rimini  y  otras  obras.  El  público  de  Madrid 
mostró  predilección  por  los  actores  y  actrices  italianos,  y 
aplaudía  a  todos  con  el  mismo  entusiasmo.  Rossi,  que  era  un 
buen  ejemplar,  a  pesar  de  sus  defectos,  fue  recibido  como  me- 
recía, y  el  que  escribe  estas  crónicas  contribuyó  con  sus  pal- 
madas al  éxito  que  tuvo  en  el  teatro  de  la  Zarzuela  el  trágico 
italiano.  Una  noche  interpretó  Rossi  con  la  Santoni  la  trage- 
dia Or  estes. 


304  ORÓNIGAH  DEI,  TIEMPO  1)B  I8AB1EL  II 

Octubre. — Se  reformó  el  teatro  pintándole  un  techo  nuevo, 
en  que  se  pusieron  las  figuras  de  Lope  y  Calderón,  que  apare- 
cían a  la  izquierda,  como  asomados  a  una  balaustrada,  y  ex- 
clamando, según  la  expresión  de  un  semanario  satírico:  «Ahí 
está  D.  Manuel  Catalina;  ¡huyamos!»  Efectivamente,  era  don 
Manuel  Catalina  el  empresario  que  había  formado  compañía 
con  Matilde,  Teodora,  la  Zapatero,  la  Lombía,  la  Genovés, 
Olfcra,  Casañer,  Pastrana  y  Mario.  Comenzaron  representando 
Lo  que  son  mujeres,  de  Rojas,  en  que  Matilde  hacía  el  papel 
de  Serafina  y  Teodora  el  de  Matea,  las  dos  muy  bien;  los  hom- 
bres, regular. 

Sueños  y  realidades,  de  Antonio  Hurtado.  Como  todo  lo 
suyo,  no  era  ni  malo  ni  sobresaliente. 

Noviembre. — Amor  de  madre,  drama  ya  conocido,  que  sa- 
lió admirablemente,  haciendo  Matilde  la  madre  y  Teodora 
Sir  Arturo. 

Más  vale  maña  que  fuerza,  pieza  en  un  acto,  de  Tamayo, 
por  las  dos  actrices,  Catalina  y  Casañer.  La  comedia  es  lindí- 
sima, y  los  cuatro  estuvieron  muy  felices.  Conviene  hacer 
constar  la  docilidad  de  Teodora,  que  se  pr^istaba  a  desempeñar 
papeles  secundarios  al  lado  de  Matilde,  y  conste,  asimismo, 
que  su  talento  le  dio  recursos  para  sostenerse  a  la  altura  de  la 
primera  dama.  Aquí  fue  donde  pudimos  apreciar  lo  que  valía 
Teodora. 

.Diciembre. — Concierto  por  la  pianista  Teresita  Carreño. 
Tocó:  Fantasía  sobre  motivos  de  Lucia,  por  Listz;  otra  sobre 
motivos  de  Oli  Ugonoti,  por  Talberg;  Balada,  de  su  composi- 
ción; variaciones  de  I  Puritani,  por  Herz;  fantasía  sobre  mo- 
tivos de  Guillermo,  para  piano  y  violín,  que  tocó  Monasterio, 
y  luego,  de  regalo,  tocó  un  vals  de  su  composición,  variacio- 
nes de  la  Jota  aragonesa  y  el  Jaleo  de  Jerez. 

Se  estrenó  JSl  sobrino  de  su  tío,  pieza  en  un  acto,  arreglada 
por  Ricardo  Vega,  hijo  de  D.  Ventura.  Buen  éxito. 

En  vista  de  la  escasez  que  había  de  coristas  y  actores  de 
zarzuela,  Salas  abrió  en  este  teatro,  el  15  de  Enero  de  1867, 


POR   0ABL08  CAMBRONERO  305 

una  academia  para  dar  gratis  la  enseñanza  necesaria.  Ignora» 
mos  el  resultado  que  produjera. 

1867.  Febrero. — Los  sentidos  corporales,  comedia  en  tres 
actos,  de  Bretón  de  los  Herreros,  a  beneficio  de  Mario,  desem- 
peñada por  éste,  Matilde,  la  Lombía,  Manuel  Catalina^  Oltra  y 
Pastrana.  No  satisfizo  a  los  señores. 

Volar  sin  alas,  comedia  de  Victoriano  Sardou,  escrita?  en 
francés  con  el  título  de  Le  maison  neuve,  traducida  por  Juan 
Catalina.  No  despertó  interés,  porque  al  autor  se  le  miraba  con 
cierta  prevención  en  España. 

Terminó  Catalina  su  contrato,  y  vino  a  la  Zarzuela  una 
compañía  de  declamación,  formada  con  Teodora,  la  Valverde, 
la  Hijosa,  Lola  Fernández,  Carmen  Genovós,  Victoriano  Ta- 
mayo  (hermano  de  D.  Manuel),  Morales,  Casañer,  Oltra,  Ali- 
sedo,  Mario  y  Ricardo  Zamacois,  poniendo  en  escena  la  come- 
dia de  Eguílaz,  en  tres  actos.  Quiero  y  no  puedo,  que  había 
dado  mucho  que  hablar,  y  que  no  gustó. 

Mario  hiz  I  El  pelo  de  la  dehesa,  de  Bretón,  y  estuvo  a 
gran  altura;  no  lo  hemos  visto  hacer  mejor. 

Abril. — Aniversario  de  la  muerte  de  Cervantes.  Los  dos 
camaradas,  fragmento  de  un  drama  que  dejó  sin  concluir 
Ventura  de  la  Vega.  Los  camaradas  eran  D.  Juan  de  Austria 
(Casañer)  y  Miguel  de  Cervantes  (Morales).  Para  la  represen- 
tación del  fragmento  escribió  un  prólogo  dialogado  Luis 
Eguílaz,  con  el  título  de  Un  hallazgo  literario,  y  terminó  la 
función  con  La  hija  de  Cervantes,  de  Hartzenbusch.  El  mismo 
día  hicieron  por  la  tarde  Don  Quijote  de  la  Mancha,  también 
de  Vega,  y  El  loco  de  la  guardilla,  de  Serra  y  Caballero. 

4  de  Mayo. — Un  drama  nuevo,  drama  en  tres  actos,  de  don 
Joaquín  Estóbanez,  desempeñado  por  Teodora,  Victoriano  Ta- 
mayo,  Oltra,  Morales,  Casañer,  Mario  y  Alisedo.  El  autor, 
D.  Manuel  Tamayo  y  Baus,  solía  ocultar  su  nombre  cuando 
estrenaba  alguna  obra,  afectando  una  modestia  que  todos  ala- 
bábamos; pero  cuidaba  de  descubrir  el  secreto,  con  toda  re- 
serva a   ciertos   amigos  que  distraídamente  lo   divulgaban, 

so 


396  ORÓNIGAS  DSL  TIEMPO  DE  ISABEL  It 

Emilio  Mario,  que  iba  por  las  tardes  un  rato  al  Café  Suizo  a 
jugar  una  partida  de  billar  con  Bernardo  Rico,  el  grabador, 
fue  uno  de  los  que  se  encargaron  de  hacer  correr  la  noticia. 
El  drama  obtuvo  un  éxito  de  primer  grado,  y  quedó  como  mo- 
delo en  nuestra  literatura  dramática. 

Mayo. — Don  Pedro  Calderón,  drama  en  tres  actos,  de  Pa- 
tricio Escosura. 

Palco  modista  y  coche,  de  José  Picón,  por  la  Valverde,  Lola 
Fernández,  la  Q-enovés  y  la  Srta.  María  Alvarez  Tubau,  Ma- 
rio, Morales,  Oasañer  y  Alisedo. 

El  activo  Gaztambide  formó  en  Setiembre  una  compañía 
doble  de  declamación  y  zarzuela  para  alternar  en  este  teatro, 
y  en  el  de  Novedades,  que  también  lo  había  contratado.  En  la 
de  declamación  tenía  a  Pepita  Hijosa,  la  Romeral,  la  Genovés, 
la  Valverde,  Lola  Fernández  y  María  Alvarez  Tubau,  Mario, 
Casañer,  Morales  y  Ricardo  Zamacois;  en  la  de  zarzuela,  la 
simpática  y  hermosa  Elisa  Zamacois,  Manuel  Sauz,  Caltaña- 
zor  y  Landa. 

Aprovechaban  el  repertorio:  sin  embargo,  estrenaron  í?n 
casa  del  gaitero,  comedia  en  cuatro  actos,  traducida  de  la  que 
escribió  en  francés  Victoriano  Sardou  con  el  título  de  La  fa- 
mille  Benoiton,  y  más  adelante  Lá  cotnedianta  de  antaño,  de 
Patricio  Escosura. 

Había  un  cuerpo  de  baile,  a  cuyo  frente  estaba  la  Conchita 
Quintero. 

La  compañía  de  zarzuela  estrenó  Luz  y  sombra,  en  dos  ac- 
tos, de  Narciso  Serra  y  Fernández  Caballero,  por  la  Zamacois 
(que  hacía  el  papel  de  Aurora),  Sanz,  Caltañazor,  Landa  y  Cal- 
Yet.  Gustó  mucho. 

El  bien  tardío,  segunda  parte  de  El  loco  de  la  guardilla, 
también  de  Serra  y  también  de  Caballero;  pasó. 

A  pesar  de  su  enfermedad,  Narciso  Serra  estaba  inspirado, 
pues  a  fin  de  año  estrenó  el  precioso  saínete  A  la  puerta  del 
cuartel,  que  lo  desempeñaron  con  mucha  gracia  la  Hijosa,  Lola 


POR   CARI.OS    CAMBRONERO  307 

Fernández,  la  Tubau  y  la  Genovés,  Caltañazor,  Morales,  Ma- 
rio, Casañer,  Alisedo  y  Zamacois. 

Las  violinistas  Julieta  y  Julia  Delepiérre  dieron  un  con- 
cierto. 

1868. — JEJl  ángel  de  la  muerte,  drama  fantástico,  de  Teodoro 
Berriére,  traducido  por  Larra.  María  Tubau  estaba  monísima 
haciendo  el  papel  de  Ángel. 

Febrero. — Gálatea,  zarzuela  en  dos  actos,  arreglada  a  la 
música,  de  Víctor  Massó,  por  Camprodón  y  Emilio  Alvarez, 
para  que  la  cantase  la  hermosa  Elisa  Zamacois. 

La  varita  de  virtudes^  zarzuela  de  magia,  por  Larra  y  Gaz- 
tambide.  Se  distinguieron  la  Zamacois  y  Lola  Fernández. 

En  Marzo  se  dieron  en  este  teatro  conciertos  sacros,  voca- 
les e  instrumentales. 

Marzo. — La  firma  del  rey,  zarzuela  en  dos  actos,  letra  y 
música,  respectivamente,  de  los  Sres.  D.  Mariano  y  D.  Miguel 
Carreras  y  González. 

Mayo. —  Conciertos,  dirigidos  por  Mr.  Arbán,  en  que  nos 
dio  a  conocer  la  obertura  de  Le  poete  et  le  paysan,  de  Soupé, 
y  una  polka,  Barbe-Bleu,  de  Offenbach.  Después  de  los  con- 
ciertos de  Barbieri,  Mr.  Arbán  no  hizo  gran  efecto. 

Volvió  Rossi  a  la  Zarzuela,  apareciendo  en  su  escenario  el 
25  de  Mayo  de  1868,  con  gran  aplauso  del  público.  Hizo  el  re- 
pertorio de  la  otra  vez,  añadiendo  la  novedad  de  poner  en  es- 
cena La  vita  e  sogno,  que  gustó  mucho,  porque,  en  honor  de 
la  verdad,  la  representó  bien,  aunque  la  traducción,  para  nos- 
otros los  españoles,  desmerecía  mucho  del  original.  La  enér- 
gica frase  de  Segismundo 

Cayó  del  balcón  al  mar. 
¡Vive  Dios  que  pudo  ser! 

la  interpretó  Rossi  en  italiano  con  esta  palabra:  ¡Posso!  Y  el 
público  no  quedó  convencido.  Cuando  terminó  la  representa- 
ción, una  de  las  veces  que  le  hicieron  salir  para  recibirle  entre 
bravos  y  aplausos,  se  le  ocurrió  señalar  con  la  mano  el  retrato 


308  CRÓNICAS  DEL  TIEMPU  DE  ISABEL  II 

de  Calderón,  pintado  en  el  techo  de  la  sala,  y  esta  galantería 
le  proporcionó  otra  ovación.  Con  Rossi  estaba  de  primera  ac- 
triz la  Amalia  Casiliri. 

El  14  de  Junio  recitó  Rossi  el  canto  XXV  del  Infierno  del 
Dante,  repartiendo  previamente  entre  los  espectadores  la  tra- 
ducción que  de  aquellos  versos  había  hecho  el  Conde  de  Ches- 
te.  No  hacemos  comentarios. 

A  fines  de  Setiembre  se  abrió  la  Zarzuela  con  una  compa- 
ñía de  declamación,  en  que  figuraban  Teodora,  la  Dardalla  y 
la  Fenoquio,  Victoriano  Tamayo,  Zamora,  Parreño,  Valles  y 
Maza;  pero  los  acontecimientos  políticos  obligaron  a  la  em- 
presa a  suspender  las  funciones. 

TEATBO    DEL     CIEGO 

En  aquel  tiempo,  no  todas  las  empresas  se  preocupaban  del 
buen  decorado  y  de  la  ornamentación  del  teatro  que  tomaban 
a  su  cargo,  y  debido  a  esto,  el  Circo  había  experimentado 
pocas  reformas,  apareciendo,  al  comenzar  este  período,  un 
tanto  destartalado,  sin  más  condición  favorable  que  la  de  su 
buena  capacidad.  Aquí  estaban  D.  José  Valero  y  Teodora  La- 
madrid,  haciendo  su  repertorio  con  alguna  que  otra  novedad, 
no  en  abundancia.  A  principio  de  año  estrenaron  El  mal  após 
tol  y  el  buen  ladrón^  drama  de  Hartzenbusch.  La  obra,  de  ca- 
rácter bíblico,  fue  muy  aplaudida,  y  algunos  trozos  de  la  versi- 
ficación se  hicieron  populares  entre  los  estudiantes;  pero,  según 
cierto  crítico  descontentadizo,  ni  Teodora  ni  el  mismo  Valero 
estuvieron  en  todo  el  drama  a  la  altura  que  éste  reclamaba. 
Algo  habría,  por  cuanto  Valero,  inmediatamente  después  del 
drama  de  Hartzenbusch,  hizo  Luis  Onceno^  que  era  una  de  sus 
obras  favoritas,  y  donde  tantos  aplausos  recogía. 

La  Ristori  había  representado  Adriana.,  y  Teodora,  que  te 
nía  conciencia  de  su  superioridad,  por  lo  que  se  refiere  a  esta 
obra,  en  cuanto  se  marchó  la  trágica  italiana,  puso  en  escena 
el  drama,  cosa  que  muchos  la  censuraron,  aunque  otros  lo 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  309 

aplaudieron,  porque  lo  cierto  es  que  en  Adriana  de  Lecouvreur 
nuestra  compatriota  no  ha  tenido  rival. 

En  Setiembre  de  1860  vino  al  Circo  una  compañía  de  zar- 
zuela, en  que  figuraban  la  Santa  María  y  la  Di-Franco,  y  re- 
presentaron Campanone,  adaptada  al  castellano  por  Frontaura 
y  Luis  Rivera.  Grustó  mucho.  Se  defendían  con  El  grumete^ 
Peluquero  y  marqués  y  Lo  que  de  Dios  está... 

Tronó  la  empresa  al  terminar  el  mes  de  Enero  de  1861,  y 
tomó  el  teatro  otra,  que  contrató  a  la  Amalia  Ramírez,  y  puso 
en  escena  El  castillo  maldito,  en  tres  actos,  con  éxito  regular, 
por  la  Santa  María,  la  Leoea,  Soler,  Cresoj,  Becerra  y  Euge- 
nio Fernández. 

Anunció  que  iba  a  representar  el  pasillo  cómico  fúnebre,  de 
Serra,  Nadie  se  muere  hasta  que  Dios  quiere,  y  el  autor  se  opu- 
so; pero  como  había  vendido  la  obra  al  editor  GuUón,  que  era 
el  propietario  legal  de  ella,  no  le  quedó  otro  remedio  que  el  de 
conformarse,  sirviendo  el  asunto  de  tema  de  conversación  en 
los  cafés  durante  algunos  días. 

Marzo. — Llamada  y  tropa,  de  Q-arcía  G-utiérrez  y  Arrieta. 

Abril. — El  Comeré /eZ¿2  (de  Frontaura  y  Arrieta),  monólogo 
agridulce,  desempeñado  por  Eugenio  Fernández. 

Mayo. — La  cruz  de  los  humeros^  en  un  acto,  del  género  an- 
daluz, letra  de  Ricardo  Mosquera,  música  de  Manuel  Crescj. 

El  corneta^  de  Frontaura  y  Luis  Cepeda. 

En  Junio  hizo  su  salida,  con  El  Juramento,  la  tiple  María 
Albini,  discípula  y  parienta  de  la  Marieta  famosa. 

Setiembre. — Nueva  compañía  de  zarzuela,  con  la  Ramos,  la 
Mora,  Onofre  Muñoz,  Vidarte,  Becerra,  Q-rau,  Font  y  Eugenio 
Fernández.  No  estrenaron  nada  notable. 

Noviembre. — La  mina  de  oro,  que  no  fue  mina  para  la  em- 
presa. 

1862. — Dio  un  concierto  la  simpática  pianista  Eloísa  D'Her- 
vil,  y  se  presentó  la  tan  renombrada  bailarina  Manuela  Pe- 
rea,  haciendo  el  baile  nuevo  titulado  Celos  y  caliá,  compuesto 
y  dirigido  por  Ricardo  Moragas.  Todo  pasa.  Aquel  furor  de 


310  GRÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

1860,  y  del  que  fue  testigo  el  teatro  del  Circo ^  se  convirtió  casi 
en  indiferencia,  y  la  Nena  hubo  de  resignarse  a  oír  algunos 
aplausos  que,  por  galantería  más  bien,  se  la  dedicaron. 

Para  la  temporada  de  verano  se  formó  una  compañía  nu- 
merosa que  hacía  comedias  y  zarzuelas,  daba  conciertos  con  el 
cuerpo  de  'coros  del  Teatro  Real,  presentaba  bailes  de  espec- 
táculo, con  más  o  menos  aparato,  y  juegos  de  prestidigitación 
por  un  tal  Limiñana. 

1863. — Con  un  triste  acontecimiento  comenzó  este  año. 
Cayó  enferma  la  simpática  tiple  Trinidad  Ramos,  y  habién- 
dose trasladado  a  Carabanchel  buscando  alivio  a  su  dolencia, 
falleció  el  3  de  Enero.  Al  sufragio  que,  por  el  descanso  de  su 
alma,  se  celebró  en  la  iglesia  parroquial  del  pueblo,  acudió 
toda  la  compañía  del  Circo  y  además  muchos  artistas  de  los 
demás  teatros. 

Aventuras  de  un  joven  honesto,  de  Pina  y  Fernández  Caba- 
llero, por  la  Hueto,  la  Cárdenas,  Bigones  y  Rojas,  y  los  señores 
Crecj  y  Santa  Coloma.  Gustó,  merced  a  la  bondad  de  la  músi- 
ca, y  a  que  tenía  un  coro  de  señoritas  vestidas  de  estudiantes. 
Un  trono  y  un  desengaño,  letra  de  Pina  y  música  de  Inzen- 
ga,  Reparaz  y  Arrieta. 

Si  yo  fuera  rey,  en  tres  actos,  arreglo  de  Pina  y  Pastorfido, 
con  música  de  Inzeuga.  En  esta  obra  trabajaba  la  Montañés. 
En  Febrero  cesó  la  compañía  de  zarzuela,  y  vino  la  de  de- 
clamación que  actuaba  en  Lope  de  Vega,  estrenando  Estudios 
del  natural,  en  tres  actos  y  en  verso,  de  Larra,  por  Teodora  y 
la  Boldún,  con  Arjona,  Manuel  Osorio  y  Calvo  (padre). 

Durante  la  primavera,  para  dar  variedad  a  las  funciones, 
contrató  la  empresa  a  Haslam,  niño  de  once  años  que  hacía  la 
la  competencia  a  Mr.  Leotard,  en  el  ejercicio  de  los  tres  tra- 
pecios. 

Mayo. — El  nuevo  Don  Juan,  de  Ayala,  en  tres  actos,  por 
Teodora,  la  Bagá,  la  Balbina  Valverde,  Arjona,  Osorio,  Be- 
netti  y  Ricardo  Calvo.  Regular. 

En  Setiembre  hizo  su  primera  salida  Emilia  Moreno,  con 


POR  GARLOS  CAMBRÓN BRO  311 

la  comedia  en  un  acto  ¡Quién  vivel,  obteniendo  muchos  aplau- 
sos, y  una  ovación  en  unas  evoluciones  militares  que  ejecutó 
con  un  fusil  de  reglamento. 

Después  hicieron  La  pata  de  cabra,  por  la  Pepita  Hijosa  y 
José  Miguel,  gracioso,  que  venía  de  Valencia  precedido  de  jus- 
ta y  honrosa  fama.  Era  notable  haciendo  Manolito  Gázquez. 

Lances  de  honor,  en  tres  actos,  de  D.  Manuel  Tamayo,  ocul- 
to bajo  el  pseudónimo  de  Joaquín  Estévanez,  por  Teodora,  la 
Hijosa,  los  Arjonas,  Osorio,  Benetti  y  Ramón  Mariscal. 

"Diciembre. — Me  conviene  esta  mujer,  en  un  acto,  de  Eduar- 
do Zamora  y  Caballero,  y  Pobres  mujeres,  de  Enrique  Gaspar. 

1864.  Enero. — En  este  teatro  le  dieron  otro  golpe  a  La 
almoneda  del  diablo,  refundida  por  su  autor,  con  decoraciones 
nuevas  de  Luis  Muriel  y  vestuario  de  Aquilino  Pérez.  El  gra- 
cioso José  Miguel  bailaba  el  paso  del  Cucuyé,  y  le  acompaña- 
ron los  bailarines  Carmen  Chavarría  y  José  Carrión.  No  les  dio 
mal  resultado. 

Febrero. — El  matrimonio  de  conciencia,  de  José  María  Díaz, 
por  Teodora  y  Arjona. 

En  Abril  volvió  a  sonar  la  La  campana  de  Almudaina,  y 
acudió  gente. 

La  fuente  milagrosa,  apropósito  en  un  acto  para  exhibir  un 
juego  de  agua  natural,  que  tomaba  diversos  colores. 

En  Mayo  dio  un  concierto  el  guitarrista  D.  Juan  Valencia. 
Tccó:  Fantasía  sobre  la  La  fiancée,  de  Auber;  el  bolero  titu- 
lado Es  la  chuchi;  otra  fantasía  sobre  un  tema  de  Huerta  (gui- 
tarrista notable),  y  unas  variaciones  sobre  la  Rondeña.  A  pe- 
sÉir  de  que  había  pasado  la  moda  de  aquel  instrumento.  Valen- 
cia fue  muy  aplaudido. 

Setiembre. — Compañía  de  zarzuela,  que  comenzó  con  Ca- 
denas de  oro,  de  Larra  y  Navarrete,  música  de  Arrieta,  por  la 
üzal,  la  Toda  y  el  tenor  Sanz.  El  libreto  valía  poco;  la  músi- 
ca agradó, 

El  toque  de  ánimas,  de  Darío  Céspedes  y  Arrieta.  Buen  éxi- 
to, por  la  Uzal,  Obregón,  Allú  y  Becerra. 


312  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


1866. — En  Enero  se  estrenó  una  revista  cómico -lírica  titu- 
lada 1864- 1865,  letra  de  Gutiérrez  de  Alba  y  música  de  loa 
discípulos  de  la  clase  que  D.  Emilio  Arrieta  desempeñaba  en 
el  Conservatorio.  Entre  ellos  figuraban  los  hermanos  Fernán- 
dez Grajal  profesores  actualmente  en  aquel  centro. 

La  paloma  azul,  comedia  de  magia,  de  Rafael  Marín  Liern. 

Abril. — La  resurrección  de  los  muertos,  juegos  de  física  re- 
creativa, ilusionismo,  prestidigitación  y  escamoteo,  por  mon- 
«ieur  Velle  de  Pest. 

Después  se  presentó  en  este  teatro  el  prestidigitador  mon- 
sieur  Laroclie  Lambert,  conocido  por  Hume,  que  hacía  prue- 
bas de  la  transmisión  del  pensamiento. 

Catalina  se  refugió  en  el  Circo  con  su  hermano  Juan,  01- 
tra,  Mario,  Casañer,  Matilde,  la  Sanz,  la  Zapatero  y  la  Dan- 
saut.  Inauguraron  la  temporada  (Octubre  de  1866)  con  El  des- 
dén (1),  de  Moreto;  hicieron  algunas  comedias  de  repertorio,  y, 
aprovechando  las  decoracioues  que  el  teatro  tenía,  pusieron  en 
escena  La  almoneda  del  diablo. 

Con  motivo  de  la  epidemia  colérica  se  suspendieron  las  re- 
presentaciones durante  unos  días,  y  a  fines  de  año  estrenaron: 
Otro  gallo  le  cantara,  de  Enrique  Zumel,  y  Física  experimental, 
de  E-odríguez  Rubí. 

Matilde,  la  Zapatero  y  Mario  eran  los  que  llevaban  gente 
al  teatro. 

1866.  Enero. — El  abogado  de  pobres,  comedia  en  tres  actos 
por  D.  Manuel  Bretón  de  los  Herreros.  Decía  de  ella  Q-ustavo 
Adolfo  Bécquer  en  una  revista: 

«El  pensamiento  de  la  obra  es  altamente  filosófico,  mere- 


(l)    Decía  el  periódico  Gil  Blas: 
<— ¡Huyo! 

—¿Qué  has  visto? 

— ÜD  belén 
que  merece  una  pavana... 
¡El  desdén  con  el  desdén 
por  Catalina  y  Pastraua! 
— ¡Cielos!  ¡Yo  me  voy  también!» 


POR   GARLOS  CAMBRONERO  313 


oiendo,  desde  luego,  nuestro  aplauso  el  fin  moral  que  se  pro- 
pone su  autor,  combatiendo  con  todo  género  de  armas  la  cre- 
ciente ambición  y  el  inmoderado  afán  de  lucro  y  de  goces  que 
atormenta  a  la  sociedad  moderna  como  una  sed  febril  e  insa- 
ciable. Desenvuelto  el  plan  por  medio  de  escenas  naturales  y 
perfectamente  encadenadas,  sin  exagerados  contrastes,  sin 
efectos  de  relumbrón  ni  situaciones  falsas,  va  el  espectador 
hasta  el  fin  de  la  obra  movido  de  un  agradable  interés  que  ja- 
más se  debilita;  el  diálogo  suelto,  cómico,  chispeante,  ayudado 
de  esa  fácil  y  maravillosa  versificación  que  es  la  dote  que  más 
distingue  a  Bretón  de  los  Herreros.» 

Febrero. — Dulces  cadenas^  ensayo  dramático  en  tres  actos, 
del  joven  Sr.  San  Juan,  para  beneficio  de  Adelaida  Alvarez. 
Gustó,  haciendo  concebir  el  autor  grandes  esperanzas.  La  be- 
neficiada, que  tenía  un  hermoso  rostro  y  una  arrogante  figura, 
murió  en  aquel  año. 

Se  formó  en  Setiembre  una  compañía  de  zarzuela  para  ac- 
tuar en  este  teatro,  en  la  que  figuraban:  Antonia  Uzal,  María 
Domínguez,  Amalia  Brieva  y  Antonia  Fuentes;  Manuel  Soler, 
José  Castro,  Víctor  Loitia,  Antonio  Faria,  Eugenio  Fernán- 
dez y  Francisco  Calvet.  No  hicieron  nada  notable,  valiéndose 
del  repertorio  zarzuelero. 

Tronó  la  compañía  de  zarzuela,  y  vino  a  este  teatro  una  de 
declamación,  con  la  Pepita  Hijosa,  la  Valverde,  la  María  Ro- 
dríguez, Ricardo  Morales  y  Mariano  Fernández.  Hicieron  La 
pata  de  cabra  y  Mateo  o  la  hija  del  Españoleta,  cuyo  principal 
papel,  cómico,  estaba  a  cargo  del  popular  Mariano. 

Diciembre. — Concierto  de  treinta  y  cinco  profesores  guita- 
rristas y  bandurristas,  dirigido  por  Manuel  Más.  Salió  bien. 

Terminó  el  año  representando  Ruede  la  hola,  comedia  de 
Mozo  de  Rosales,  y  una  Revista,  de  Gutiérrez  de  Alba. 

La  Pepita  Hijosa  cayó  enferma  y  estuvo  mucho  tiempo  sin 
poder  salir  a  escena. 

1867. — El  marqués  de  Villemer,  traducción  de  uno  que  de- 
seaba guardar  el  incógnito. 


314  CRÓNICAS  DEL  TIKMPO  DE  ISABEL  II 


Marzo. — Conciertos  sacros,  dirigidos  por  D.  Antonio  Lla- 
nos, en  que  tomaban  parte  las  tiples  Sras.  Mora  y  Trillo,  el  se- 
ñor Oli veres  y  el  bajo  Reguer,  con  el  Orfeón  Artístico  Matri- 
tense. 

Para  la  temporada  de  primavera  se  formó  una  compañía  de 
zarzuela,  en  que  estaban  la  Uzal  y  la  CUeca,  Manuel  Soler, 
Maximino  Fernández,  Joaquín  Miró  y  Nicolás  Rodríguez.  Di- 
rector de  orquesta,  José  Jiménez.  Hicieron  obras  de  reperto- 
rio, entre  ellas  Marina,  que  era  el  recurso  de  las  empresas  que 
no  podían  preparar  estrenos. 

Conceptuando  Arderíus  que  el  teatro  de  Variedades,  donde 
estaba,  era  ya  reducido  para  sus  aspiraciones,  se  vino  a  éste  en 
Setiembre,  cambiándole  también  el  nombre  por  el  de  Bufos 
Madrileños.  Formó  compañía  con  la  Rosario  Hueto,  Carmen 
Alvarez,  Emilia  Ruiz,  Sofía  Alverá,  Emilia  Bardan,  Celsa 
Montfrede,  Concha  Sampelayo,  Cubero,  Gabriel  Sánchez  Cas- 
tilla, José  Alverá,  Orejón  y  Luis  Carceller.  Director  de  or- 
questa, José  Rogel. 

«La  empresa  de  los  Bufos  (decía  el  cartel),  única  en  su  cla- 
se, tiene  una  historia  breve,  pero  interesante;  sencilla,  pero 
conmovedora.  Cueuta  un  año  de  existencia;  en  el  año  no  ha 
perdonado  medio  de  hacer  olvidar  al  público,  durante  la  no- 
che, las  desazones  que  haya  podido  tener  durante  el  día.» 

Aquí  estrenaron:  Los  órganos  de  Móstoles,  en  tres  actos,  de 
Larra  y  Rogel,  con  éxito  regular;  Pablo  y  Virginia,  de  Blasco 
y  el  citado  compositor,  con  éxito  superior;  y  Los  infiernos  de 
Madrid,  de  Larra  también  y  de  Rogel,  que  era  el  compositor 
obligado  en  aquella  temporada.  La  música  de  Rogel  valía  po- 
co; nunca  resultaba  enteramente  nueva,  pero  distraía.  La  obra 
dio  buenas  entradas. 

1868. — A  principios  de  año  se  exhibió  en  la  calle  de  la  Mon- 
tera, casi  frente  a  la  iglesia  de  San  Luis,  un  espectáculo  muy 
curioso.  Se  titulaba  La  cabeza  parlante,  y  consistía  en  presen- 
tar la  cabeza  de  un  hombre  vivo,  en  una  fuente,  colocada  so- 
bre una  mesa  que,  a  la  vista,  no  tenía  nada  debajo,  pues  me- 


POR    CARLOS   OAMBRONERO  315 

diante  una  ingeniosa  combinación  de  espejos  desaparecía  el 
cuerpo  de  la  persona,  que  se  hallaba  cómodamente  sentada  en 
aquel  sitio,  contestando  a  las  preguntas  que  los  concurrente» 
le  hacían.  La  mesa  era  un  trípode,  las  luces  se  hallaban  en  la 
parte  alta  de  la  habitación,  y  toda  ésta,  lo  mismo  que  el  piso, 
estaba  cubierta  de  paños  negros.  El  efecto  era  sorprendente. 
Arderíus  averiguó  la  trampa,  y  lo  hizo  en  su  teatro  con  el  tí- 
tulo de  La  cabeza  de  Arderius.  Varios  actores,  distribuidos  en 
distintas  localidades,  le  dirigían  preguntas,  a  las  que  contes- 
taba con  su  natural  desenfado,  entreteniendo  agradablemente 
a  los  espectadores.  Una  de  las  bromas  consistía  en  improvisar 
redondillas,  para  lo  cual  pedía  un  verso  octosílabo  que  le  sir- 
viera de  pie  forzado,  como  por  ejemplo: 
Arderius  tiene  gracia. 

Y  él  decía  luego,  en  el  tono  que  emplean  los  chicos  de  la 
escuela  para  dar  de  memoria  la  lección: 

Los  acabados  en  acia, 
todos  tienen  consonante; 
por  eso  digo  al  instante: 
Arderius  tiene  gracia. 

Repitiendo  el  estribillo  con  cuantos  pies  forzados  se  le  presen- 
taban. 

Febrero. — A  la  humanidad  doliente,  revista  del  año  1867, 
letra  de  Blasco  y  música  de  Arrieta. 

Marzo. — Gran  concierto  a  16  pianos  y  cuatro  órganos  ex- 
presivos. Tocaron  la  sinfonía  de  Guillermo,  la  de  La  estrella 
del  Norte,  de  Meyerbeer,  y  la  galop  de  Quidant. 

Arderíus  se  marchó  a  provincias  en  Abril  de  1868,  y  vino 
al  Circo  una  compañía  de  declamación,  compuesta  de  la  Mer- 
cedes Burón,  Emilia  Sanz,  Concha  Sampelayo,  José  Fidel, 
Pepe  García  y  Donato  Jiménez,  con  la  bailarina  Carolina  He- 
rrauz.  Hicieron  La  almoneda  del  diablo  y  La  vida  del  hombre 
malo,  comedia  en  tres  actos,  primera  producción  de  Pedro  Es- 
camilla.  Gustó. 


316  CRÓNICAS  DiSL  TIEMPO  DE   ISABEL  U 

Los  Bufos  estaban  en  todo  su  apogeo;  y  lo  decimos  sin  ha- 
cer alusión,  ni  remotamente,  a  la  conmoción  política  de  aque- 
llos días.  Abrió  Arderíus  el  teatro  con  la  compañía  del  año  an- 
terior, reformada  en  parte,  pues  había  contratado  a  la  Bivas, 
a  la  Cabezas,  a  Caltañazor  y  a  Pía.  Estrenaron  Los  misterios 
del  Parnaso,  de  Narciso  Serra  y  Fernández  Caballero,  y  se 
preparaban  a  poner  en  escena  otras  novedades,  cuando  el 
levantamiento  de  Setiembre  les  obligó  a  cerrar  el  teatro  por 
unos  días.  Muchos  y  grandes  éxitos  consiguió  tener  Arderíus 
en  aquella  temporada;  pero  nos  está  vedado  hablar  de  ellos, 
porque  acaecieron  fuera  del  período  en  que  se  dan  por  termi- 
nadas estas  Crónicas. 

TEATBO   GYi    VARIEDADES 

Comenzó  el  año  1860,  trabajando  aquí  la  Ristori;  dio  seis 
representaciones.  Véase  lo  que  decimos  de  esta  trágica  italiana 
en  el  capítulo  Teatro  Real. 

Después  de  la  Ristori  vino  una  compañía  de  artistng  cómico- 
Úricos  zuavos,  fundadores  del  teatro  InJcerman,  de  Crimea.  Tra- 
bajaban en  francés,  y  hacían  indistintamente  papeles  de  hom- 
bre y  de  mujer,  porque  no  figuraban  señoras  en  la  compañía. 
Representaron  Militaire  et  pensionaire,  Pas  de  fumée  sans  feu, 
ha  corde  sensible  y  otras  obras.  Poca  atracción.  20  rs.  butaca. 

Los  zuavos  dejaron  el  teatro  libre  a  una  compañía  france- 
aa,  en  que  figuraban  Miles.  Potel  y  Menneray.  Inauguraron 
la  temporada  con  Les  millons  de  la  mansarde,  Mlle.  mon  frér, 
Le  bougeoir,  y  la  opereta  LHle  de  Calipso.  En  Marzo  hicieron 
Les  deux  merles  blancs,  traducida  luego  por  Catalina  para  el 
teatro  del  Príncipe;  y  en  Abril,  Le  román  d^un  jeune  homme 
pauvrey  de  Feuillet,  también  arreglada  después  al  teatro  espa- 
ñol con  el  título  de  La  novela  de  la  vida. 

Se  habían  aclimatado  en  este  teatro  de  tal  manera  las  com- 
pañías francesas,  que  durante  mucho  tiempo  se  anunciaba  co- 
mo Theatre  frángais. 


POR  CARLOS  CAMBRÓN BRO  317 


1861. — Los  espectáculos  que  se  ofrecían  en  este  teatro  jas- 
tifioaban  el  título  de  Variedades.  ÜMa  compañía  dramática  es- 
pañola, que  actuó  durante  corto  tiempo,  estrenó  La  paloma 
torcaz,  primera  producción  de  Martínez  Pedresa. 

Mr.  Alfred  Gastón  dio  algunas  sesiones  de  ilusionismo,  di- 
rección de  fluidos  simpáticos,  mnemotecnia,  etc.,  etc.  Vendados 
ios  ojos  con  un  triple  velo,  leía  lemas  o  pensamientos  escritos 
por  los  espectadores. 

Luego  vino  un  prestidigitador  llamado  Manicordi. 

Arjona,  que  había  temado  el  teatro,  puso  en  escena  La  al- 
dea de  San  Lorenzo,  drama  arreglado  del  francés  por  José  Ma- 
ría García,  con  algún  número  de  música  escrito  por  Mollberg. 
Es  un  melodrama  muy  interesante,  que  representaba  admira- 
blemente Joaquín  Arjona.  Dio  juego. 

En  Febrero  vino  otra  compañía  francesa,  y  Arjona  se  mar- 
chó con  la  suya  a  Novedades.  Entre  los  artistas  franceses  figu* 
raban  Louise  Periga,  Marie  Blinville,  Alice  Brunel,  Corine 
Treneix,  Celine  Gayot,  y  los  monsieures  Jules  Dorval,  Stanis- 
las,  Bremens,  Renaud  y  Delessart. 

«Mme.  Periga — decía  un  gacetillero  —  es  una  actriz  de 
excelente  figura  y  distinguidas  maneras;  recita  con  limpieza, 
intención  y  claridad,  y  declama  con  verdadera  inteligencia  y 
talento.» Se  presentó  con  Adriana  de  Lecovreur;íue  muy  aplau- 
dida y  llamada  varias  veces  al  palco  escénico. 

En  Abril  hizo  La  dame  aux  camelias,  de  Dumas  (hijo),  y 
gustó  mucho. 

Setiembre. — Se  estableció  Romea  en  este  teatro  con  una 
compañía  modestita,  pero  que  interpretó  maravillosamente  al- 
gunas comedias,  merced  a  las  especiales  condiciones  del  direc- 
tor. Componían  el  cuadro  la  Carmencita  Berrobianco,  delga- 
dita  y  de  poca  figura,  pero  dotada  por  la  naturaleza  de  un 
gran  talento  artístico;  la  Adelaida  Zapatero,  guapa  y  de  mu- 
cha gracia  picaresca;  la  Javiera  Espejo,  también  guapa,  y  la 
Orgaz,  especial  para  las  características.  Florencio  Romea,  aun- 
que muy  inferior  a  su  hermano,  sacaba  bien  los  papeles  de  vie- 


318  GRÓNIOAe  T)BL  TIEMPO  DK  ISABEL   II 

jo,  de  galán  cómico  y  de  paleto;  Perico  Sobrado  y  Capo,  éste 
especial  en  lo  cómico;  Pardiñas  y  Oltra,  estudiosos,  y  Mario, 
joyen  de  grandes  esperanzas. 

Romea  echó  mano  de  su  repertorio,  y  con  algún  estreno  de 
más  o  menos  importancia,  defendía  la  temporada  contando 
con  la  simpatía  del  público. 

La  suerte  le  favoreció,  y  tuvo  un  exitazo  el  28  de  Noviem- 
bre de  1861  con  La  cruz  del  matrimonio^  comedia  en  tres  actos 
y  en  verso,  de  Luis  EguilaE,  desempeñada  por  la  Berrobianco, 
la  Muñoz,  la  Orgaz  y  los  dos  Romeas.  La  Prensa  tributó  elo- 
gios unánimes  a  esta  comedia.  Decía  Eduardo  Bustillo  en  el 
Museo  Universal:  «Esa  obra,  que,  literariamente  considerada, 
es  una  joya  del  teatro  moderno,  socialmente  es  una  maestra 
en  acción,  que  enseña  con  dulzura,  sin  gritar  a  sus  discípulos; 
y  moralmente,  es  un  libro  abierto  que  ningún  siglo  cerrará, 
porque  en  él  hay  páginas  que,  como  las  del  Evangelio,  son  de 
todos  los  siglos.» 

Los  versos  de  la  comedia  decaen  a  veces  y  hasta  resultan 
un  poco  así  como  ramploncillos;  pero  tuvo  suerte  ÍEguílaz,  y 
uno  de  los  más  débiles  trozos  de  la  comedia,  le  proporcionó 
una  satisfacción  de  carácter  esencialmente  práctico,  con  moti- 
vo de  haber  citado  una  sociedad  de  crédito  que  se  titulaba  La 
Tutelar,  y  que  se  puso  de  moda  en  aquel  tiempo 

Decía  la  Berrobianco  en  el  acto  tercero: 

«Hay  un  Banco  o  cosa  así, 
que  llaman  La  Tutelar; 
poniendo  en  él  a  interés 
dinero,  de  un  niño  en  nombre, 
cuando  el  niño  llega  a  hombre, 
rico,  o  poco  menos,  es.» 

Y  después  de  copiar  estos  versos,  añadía  un  periódico:  «Esta 
mención  de  La  Tutelar  ha  bastado  para  que  estos  días  muchas 
madres  de  familia  acudan  a  las  oficinas  de  aquella  sociedad  a 
asegurar  el  porvenir  de  sus  hijos.   El  Sr.  Uhagón,  compren- 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  319 


diendo  el  gran  beneficio  que  indeliberadamente  ha  hecho  el  se- 
ñor Eguílaz  a  La  Tutelar,  ha  dirigido  al  poeta  una  delicadísi- 
ma carta,  rogándole  que  admita  una  suscripción  por  diez  mil 
reales.» 

El  12  de  Diciembre  fue  recibido  Romea  por  la  Reina  que 
la  ofreció  un  tomito  de  poesías  de  que  era  autor,  y  de  camino 
la  rogó  que  fuese  a  ver  la  obra  de  Eguílaz,  a  lo  que  accedió 
gustosa  Isabel  II,  asistiendo  el  día  13. 

Romea,  que  era  un  poco  celoso,  deseando  obscurecer  la 
fama  de  su  compañero  Arjona,  considerado  hasta  entonces 
como  el  mejor  intérprete  del  teatro  de  Moratín,  anunció  que 
iba  a  dar  una  serie  de  representaciones  de  las  obras  de  este  in- 
signe escritor  dramático,  en  un  espacio  de  tiempo  que  titulaba 
la  semana  de  Moratin,  poniendo  en  escena  El  barón,  La  come- 
dia nueva  o  el  café,  El  viejo  y  la  niña,  La  mojigata  y  El  si  de 
las  niñas. 

Don  Julián,  con  buen  sentido  literario,  eligió  para  final 
de  cada  una  de  estas  funciones,  saínetes  de  D.  Ramón  de  la 
Cruz,  porque,  en  efecto,  Moratín  y  Cruz,  marchando  por  di- 
ferente caraiuo,  iban  persiguiendo  el  mismo  resultado,  y  les 
animaba  igual  propósito  de  presentar  en  escena  la  vida  real  y 
las  costumbres  de  su  época;  pero  discrepando  del  procedimien- 
to elegido  para  conseguir  el  objeto,  resultaron  dos  enemigos 
irreconciliables,  de  suerte  que  si  Moratín  hubiera  levantado  la 
cabeza,  y  desde  su  sepulcro  hubiese  visto  que,  en  cierto  modo, 
le  equiparaban  con  D.  Ramón  de  la  Cruz,  habría  sufrido  la 
más  cruel  de  las  decepciones.  Por  supuesto,  que  en  nuestro 
modo  de  pensar,  el  trabajo  de  Cruz  fue  más  beneficioso  para  el 
teatro  que  el  de  Moratín,  sin  que  los  críticos  de  entonces  se 
dieran  cuenta  de  ello.  La  llamada  semana  de  Moratín  comen- 
zó el  sábado  1°  de  Febrero  de  1862  y  terminó  el  domingo  16 
del  propio  raes,  porque  cada  función  se  repitió  dos  o  tres  ve- 
ces. Romea  rebasó  el  nivel  artístico  de  Arjona  en  este  linaje 
de  obras,  y  sobre  todo  en  El  café  (que  nosotros  le  vimos  re- 
presentar) se  reconoció  la  supremacía  de  aquel  actor  sobre  to- 


320  ORÓNIOAS  DEL  TIKMPO  DE  I8ABEL  II 


dos  los  que  han  iuterpretado  la  comedia.  Ni  podía  haber  más 
arte  ni  más  naturalidad. 

Marzo. — La  última  pincelada,  drama  en  tres  actos,  por  Ca- 
rrasco de  Molina,  inspirado  en  un  cuadro  de  Esquivel. 

La  hermana  de  leche,  aovueáiB.  en  tres  actos,  de  Bretón  de 
los  Herreros.  Sin  ser  una  obra  modelo,  está  escrita  con  gracia, 
espontaneidad  y  frescura  impropias  de  un  hombre  que  había 
cumplido  sesenta  y  seis  años. 

Abril. — Dioñ  sobre  todo,  de  Luis  Mariano  de  Larra.  El  fon- 
do de  la  idea  parece  inspirado  en  El  hombre  de  mundo. 

Diciembre. — La  corte  de  los  milagros,  comedia  en  tres  netos 
de  José  Picón. 

1863.  Enero. — Flor  trasplantada,  drama  en  tres  actos,  de 
Moreno  Gil,  en  que  tomó  parte  la  niña  Matilde  Franco. 

Febrero. — A  Roma  por  todo,  comedia  en  tres  actos,  de  Ma- 
nuel Juan  Diana,  el  amigo  íntimo  del  insigne  hispanófilo  ale- 
mán D.  Juan  Fastenrath. 

Marzo. — El  hombre  más  feo  de  Francia,  comedia  ya  conoci- 
da, qne  le  valió  un  triuuío  a  Emilio  Mario. 

Los  crepúsculos,  en  un  acto,  de  Luis  Eguílaz,  comedia  es- 
trenada por  Fernando  Osorio  en  Valencia,  y  representada  aquí 
por  Mario,  que  hacía  dos  distintos  personajes,  uno  de  noventa 
años  y  otro  de  quince.  Le  acompañó  Pepita  Hijosa. 

Mayo. — Alentado  Romea  por  el  buen  éxito  que  La  almone- 
da del  diablo  había  tenido  en  Novedades,  echó  mano  de  la  ma- 
gia, y  puso  en  escena  Los  encantos  de  Briján,  en  tres  actos,  pro- 
sa y  verso,  original  de  D.  Gronzalo  Meneses  de  Padilla,  seudó- 
nimo de  un  escritor  cuyo  nombre  no  pudimos  averiguar.  La 
obra  salió  bien  porque  tomaron  parte  en  su  desempeño  Pepita 
Hijosa  y  Emilio  Mario;  pero  las  transformaciones  no  compla- 
cieron a  todos,  por  efecto  de  la  escasa  amplitud  del  escenario. 

Noviembre. — Puso  Ronlea  en  escena  él  interesante  drama 
El  testamento,  con  que  había  hecho  su  salida  al  teatro.  Nos- 
otros tuvimos  la  satisfacción  de  verle  y  admirar  sus  excelentes 
dotes  de  buen  actor,  sobre  todo,  en  la  lectura  del  testamento. 


I 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  321 

También  representó  La  oración  de  la  tarde,  drama  de  Larra 
(hijo),  una  de  sus  obras  favoritas. 

Para  esta  temporada  había  reformado  Romea  la  compañía; 
estaba  compuesta  de  Carmencita  Berrobianco,  Manuela  Ra- 
mos, Ja  viera  Espejo,  Felipa  Orgaz,  Florencio  Romea,  Fran- 
cisco Oltra,  José  Calvo,  Jorge  Pardiñas,  Ricardo  Morales, 
Emilio  Mario  y  Antonio  Vico.  En  Octubre  se  presentó  en  El 
hombre  de  mundo  la  Felipa  Díaz,  una  actriz  nada  más  que 
aceptable,  pero  de  extraordinaria  belleza. 

En  Setiembre  de  1864  se  marchó  Mario  a  la  Zarzuela,  y 
vino  en  sustitución  Tomás  Infante,  gracioso  de  la  escuela  an- 
tigua y  muy  sensato,  aunque  con  poco  nombre.  Como  la  Car- 
men Berrobianco  era  delgaditayde  poca  estatura, trajo  Romea, 
para  hacer  papeles  de  dama  a  la  Josefa  Palma,  esposa  de  Flo- 
rencio, y  para  alternar  con  la  Berrobianco,  a  la  Carmen  Geno- 
vés.  Durante  el  verano  de  este  año  de  1864  estuvo  Romea  a 
las  puertas  de  la  muerte,  a  causa  de  una  grave  enfermedad,  y 
como  había  logrado  conquistar  simpatías  personales  entre  el 
público,  cuando  reapareció  en  Variedades,  el  19  de  Noviembre 
de  1864,  se  le  tributó  un  cariñoso  recibimiento  que  llegó  a  con- 
moverle haciendo  que  las  lágrimas  saltasen  a  sus  ojos.  Aquella 
noche  represeutó  ^í  ¡^omftre  de  mundo.  Contrató  de  bailarina 
a  la  Nena,  que,  como  se  ha  dicho,  ya  había  perdido  su  prepon- 
derancia, y  para  que  la  acompañase,  a  Isidro  Delgado  Vil- 
ches.  Director  de  orquesta,  Cristóbal  Oudrid.  La  butaca,  14 
reales.  El  teatro  era  pequeño,  estaba  decorado  modestamen- 
te; la  compañía  no  tenía  pretensiones,  pero  todos  cumplían 
bien;  las  obras  estaban  magistralmeute  ensayadas,  y  cuidaba 
la  dirección  de  no  poner  en  escena  dramas  superiores  a  las 
fuerzas  de  los  actores  y  actrices  encargados  de  ejecutarlos;  así 
es  que  el  público  no  dejaba  de  concurrir,  y  Romea  se  defendió 
tres  añcs  en  Variedades,  sin  subvenciones,  ni  comisarios  re- 
gios, ni  reglamentos  de  Real  orden. 

1865. — El  corazón  en  la  mano,  comedia  en  tres  actos,  de 
Enrique  Pérez  Escrich. 

21 


322  ORÓNIGAS  DEL  TIEMPO  OE  ISABEL  II 

Marzo. — Súllivan.  Ovación  a  Bornea. 
Cesó  la  compañía  en  Abril,  y  vino  la  actriz  italiana  Caro- 
lina Civili,  haciendo  dramas  y  tragedias,  que  el  público  aplau- 
dió con  buena  voluntad.  La  Civili  era  guapa,  tenía  arrogante 
figura  y  declamaba  bien,  aunque  sin  poder  substraerse  a  la  exa- 
geración de  la  escuela  italiana.  Inauguró  la  campaña  con  La 
dama  de  las  camelias,  y  después  hizo,  entre  otras,  Adriana^  Ma- 
ría Juana,  Los  dos  sargentos  franceses  y  La  loca  de  Tolón.  Te- 
nía cierta  facilidad  para  pronunciar  el  castellano,  y  en  Mayo 
se  determinó  a  representar  en  nuestro  idioma  una  pieza  titula- 
da La  casa  de  campo,  con  extraordinario  éxito.  En  Julio  se 
despidió  del  público  recitando,  también  en  castellano,  una 
poesía  titulada  /Adiós/,  en  medio  de  grandes  aplausos. 

Animada  la  Civili  para  adoptar  esta  lengua,  formó  en  Se- 
tiembre una  compañía  española  que  alternase  con  la  italiana 
en  las  representaciones;  pero,  a  causa  de  la  epidemia  colérica, 
tuvo  que  cerrar  el  teatro,  hasta  que  se  cantó  el  Tedeum,  y 
entonces  reanudó  sus  tareas,  haciendo  con  su  tía,  la  Adelaida 
Santoui,  que  se  hallaba  de  paso  en  Madrid,  María  Stuardo,  j 
luego,  en  castellano,  con  Benito  Pardiñas,  que  era  el  primer 
actor  de  la  compañía  española,  La  hija  del  Almogávar,  drama 
en  tres  actos,  de  Enrique  Zumel.  La  Civili  pronunciaba  bien 
el  español;  aunque  no  podía  desechar  cierto  deje  especial,  pa- 
recido al  de  los  valencianos  o  mallorquines;  así  es  que  el  públi- 
co no  se  puso  enteramente  de  su  parte. 

En  Febrero  de  1866  hizo  Doña  Leonor  Pimentel,  en  caste- 
llano, de  Valcárcel, 

La  Civili  estuvo  bien;  los  demás,  detestables.     • 

En  Abril  vino  a  dar  una  serie  de  sesiones  Benita  Anguinet, 
a  quien  el  público  apreciaba  mucho. 

La  aceptación  que  tuvo  en  la  zarzuela  Los  dioses  del  Olimpo 
sugirió,  sin  duda,  a  Arderíus  la  idea  de  trasplantar  en  Madrid 
el  género  bufo,  que  tanto  furor  estaba  haciendo  en  la  capital 
de  Francia,  y  habiéndole  producido  buena  impresión  la  prueba 
que  hizo  en  aquel  teatro,  en  Marzo  y  Abril,  se  decidió  a  poner 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  323 

en  práctica  el  negocio,  tomando  por  su  cuenta  el  teatro  de  Va- 
riedades, que  bautizó  con  el  nombre  de  Bufos  MadrileñoSi 
Abrió  la  temporada  en  Setiembre  con  una  obra  en  dos  actos, 
de  Ensebio  Blasco  y  el  Maestro  Rogel,  titulada  El  joven  Telé' 
maco,  que  en  honor  de  la  verdad,  tuvo  un  éxito  completamente 
satisfactorio  y  proporcionó  al  empresario  buenas  entradas.  De 
esta  zarzuela  salió  la  denominación  de  suripantas  a  las  coris- 
tas, por  un  coro  de  mujeres  que  imitando  la  eufonía  griega  con 
palabras  desatinadas,  cantaban  de  esta  manera: 

Suripanta  la  suripanta 
macatrunqui  de  somatén, 
sunfáriben  sunfaridon, 
melitónimen  sonpén. 

Con  Arderíus  estaban  la  Ruiz,  Escríu,  Orejón  y  Cubero,  la 
Sampelayo  y  la  Gómez,  la  Bardan,  la  Rey,  la  Celsa  Fontfrede 
y  la  Hueto. 

Luego  hicieron:  Cubiertos  a  cuatro  reales,  de  Ossorio  y  Ber- 
nard,  con  música  de  luzenga,  y  Tanto  corre  como  vuela,  loa  para 
celebrar  el  aniversario  del  nacimiento  de  Arderíus,  por  Manuel 
del  Palacio,  Eusebio  Blasco  y  Eduardo  Saco.  Aparecía  en  es- 
cena, sobre  un  pedestal,  el  busto  de  Arderíus,  con  tal  propie- 
dad y  una  inmovilidad  tan  absoluta,  que  el  público  no  pudo 
reconocer  al  actor  en  la  aparente  escultura,  hasta  que  le  vio 
salir  del  pedestal  y  bajar  al  proscenio  para  saludar  a  los  espec- 
tadores. 

El  conjuro,  entremés  de  Calderón  de  la  Barca,  refundido 
por  Ayala,  con  música  de  Arrieta. 

El  pavo  de  Navidad,  apropósito  de  circunstancias,  de  Ri- 
cardo Puente  y  Branas  y  Barbieri. 

Un  sarao  y  una  soirée,  1801  y  1866.  Caricatura  en  dos  lá- 
minas, de  Ramos  Carrión  y  Lustonó,  con  música  de  Arrieta. 
Gustó  mucho. 

1867.  Enero. — Gran  concierto  clásico  bufo,  parodia  de  los 
de  Barbieri,  por  Arderíus,  Escríu,  Cubero  y  Orejón. 


324  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPU  DE  ISABEL   II 


Francifredo,  Dux  de  Venecia,  zarzuela  eii  dos  actos,  de 
Mariano  Piua,  con  música  de  Rogel. 

Febrero. — La  trompa  de  Eustaquio,  en  un  acto,  arreglo  de 
Juan  Catalina,  cou  música  de  García  Vilamala. 

Marzo. — Bazar  de  novias ,  eu  un  acto,  de  Pina  y  Oudrid, 
con  tres  bailables.  Eu  esta  obra,  que  tuvo  mucha  aceptación, 
se  distinguió  la  Celsa  Fontfrede. 

Exhibición  del  prestigiditador  Luis  Ari. 

La  suegra  del  diablo,  de  Blasco  y  Arrieta. 

Octubre. — Compañía  de  declamación,  dirigida  por  José 
Mata,  que  era  un  buen  autor,  en  la  que  figuraban  Enriqueta 
Lirón,  María  Ruiz,  Julia  Cirera,  Mercedes  Aznar,  Pizarroso, 
Boldún,  Juan  Mela,  Ricardo  Calvo,  Eduardo  Maza  y  Antonio 
Riquelme.  Director  de  orquesta,  Lázaro  Núñez  Robres;  doce 
reales  butaca.  Eu  Noviembre  hicieron  un  Tenorio,  muy  acep- 
table, Mata  y  la  Lirón. 

Heryíán  Cortés,  drama  en  un  acto,  primera  producción  del 
joven  Carlos  Jiménez  Placer.  Gustó. 

1868.  Febrero. — Compañía  francesa  de  operetas  y  vaude 
villes.  Nos  dieron  a  conocer  Mr.  Chofleuri  resterachez  lui  le.. 
que  luego  se  tradujo  con  el  título  de  La  soriée  de  Cachupín 
El  director  era  Mr.  Prioleau.  Estuvo  el  teatro  muy  favorecido 
Hicieron  Orphée  aux  enfers  y  La  vie  parisiense,  ambas  de 
Offeubach.  Aunque  de  apellido  alemán,  Offenbach  era  francés 
y  escribía  música  ligerita  y  agradable,  que  consiguió  vulgari 
zarse  aquí,  en  poco  tiempo,  tanto  como  la  de  Barbierí. 

En  Setiembre  se  formó  una  compañía  de  declamación,  com 
puesta  de  María  Rodríguez  y  la  Navarro;  Pedro  Delgado,  Iba 
rra,  Zamacois,  Pepe  García  y  Medel,  teniendo  de  apuntador  a 
nuestro  amigo  Enrique  Rodríguez  Solís.  Les  sorprendió  la  Re- 
volución sin  haber  realizado  ningún  estreno. 

TEATRO   NOVEDADES 

Este  coliseo  adquirió  desde  los  primeros  momentos  un  carác- 
ter esencialmente  popular,   poniendo   en  escena  ^espectáculos 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  325 

adecuados  al  público  que  habitaba  en.  aquellos  contornos.  Así 
entró  en  el  año  1860  con  un  drama  emocionante,  titulado  Can- 
délas,  donde  figuraba  como  protagonista  aquel  famoso  bandi- 
do, acompañado  de  Balseiro,  el  Cuco  y  Paco  el  sastre.  Aunque 
la  obra  tenía  su  moraleja  final,  resultaba  que  los  espectadores 
se  habían  encariñado  durante  tres  actos  con  una  serie  de  he- 
chos poco  edificantes,  y  por  lo  tanto,  la  autoridad  mandó  sus- 
pender el  drama  a  la  cuarta  representación,  sin  dar  oídos  a  las 
quejas  de  la  empresa,  que  hizo  presente  los  perjuicios  que  la 
suspensión  le  irrogaba.  El  autor  de  la  obra  había  ocultado  su 
nombre. 

Para  compensar  el  contratiempo  hicieron  el  saínete  titu- 
lado El  alcalde  toreador,  en  que  salía  a  escena  un  novillo  suje- 
to por  una  cuerda,  que  se  rompió  cierta  noche,  saltando  el  ani- 
mal a  la  orquesta,  donde  fue  detenido  por  los  músicos,  no  sin 
producir  entre  los  espectadores  de  las  butacas  el  susto  consi- 
guiente. 

Estrenaron  luego  El  padre  de  los  pobres^  de  Luis  Eguílaz, 
en  que  aparecía  San  Juan  de  Dios.  Argumento  inverosímil. 

Madrid  en  1818,  de  Ortiz  de  Pinedo.  Éxito  regular. 

Octubre. — Los  perros  del  monte  de  San  Bernardo  (antigua), 
en  cuyo  desempeño,  según  un  revistero,  los  que  mejor  estu- 
vieron fueron  los  perros. 

1861. — Nueva  compañía,  dirigida  por  Pizarroso,  teniendo 
de  primera  actriz  a  Elisa  Andrés.  Hicieron  Pruebas  humanas; 
un  drama  bíblico  titulado  Gorbonan  o  el  tesoro  del  templo,  y 
Luz  divina,  en  las  que  la  Andrés  pudo  lucirse. 

El  canapé,  pasillo  cómico-lírico  de  Roque  Barcia,  con  músi- 
ca de  Rafael  Tabeada. 

Una  hija  de  Despeñaperros,  escena  escrita  para  la  Zama- 
cois,  que  dio  en  este  teatro  algunas  representaciones,  y  cantó 
La  naranjera,  de  Stcockdopole. 

Octubre. — Otra  compañía  en  que  figuraban  María  Rodrí- 
guez, Juan  Alba,  Antonio  Bermonet,  Eduardo  Iroba  y  José 
Mesejo.  Hicieron  Cervantes,  drama  en  tres  actos,  de  Joaquín 


326  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABGL  II 

Torneo  y  Beuedioto;  y  La  batalla  de  Lepanto,  en  seis  actos,  de 
Antonio  Mallí,  con  decoraciones  de  Miguel  Reyes  y  trajes  de 
Detrell. 

El  6  de  Noviembre  asistió  a  este  teatro  la  embajada  marro- 
quí, presidida  por  Muley-el-Abbas;  y  teniendo  en  cuenta  las 
ooudicioues  de  los  personajes  en  cuyo  honor  se  hacía  la  fiesta, 
se  representó  el  saínete  El  tonto  alcalde  discreto;  ejecutó  a  la 
guitarra  Antonio  Alba  una  fantasía  de  aires  españoles  y  ára- 
bes, de  su  composición;  Mollberg,  que  era  el  director  de  or- 
questa del  teatro,  tocó  (no  podía  faltar),  el  Xilocordeon^  y  se 
amenizó  la  función  con  tres  cuadros  de  baile  convenientemen- 
te distribuidos. 

El  Corpus  de  sangre,  drama  en  seis  cuadros,  escrito  sobre 
una  obra  de  Teodoro  Barrier,  por  D.  Juan  Belza.  Cada  cua- 
dro tenía  su  título  particular:  1.°  El  robo  de  la  litera. — 2.**  Una 
aparición  al  toque  de  ánimas. — 3.°  La  calumnia.— 4.** La  bata- 
lia, — b.°  La  cisterna  de  los  lobos,  y  6°  Abajo  la  Inquisición. 
Acudió  a  verla  el  vecindario  de  aquella  barriada. 

Bailaron  por  entonces  en  este  teatro  la  Alvarez  y  Garce- 
rán,  la  Ramona  Ruiz  y  la  Carlota  Picazo,  que  con  un  tal  An- 
tonio Guzmáu  ejecutaron  lanceros,  polkas  burlescas  y  la  gran 
galop  infernal. 

1862.  Febrero. — Compañía  gimnástica  anglo-americana, 
dirigida  por  Mr.  Róchete.  Hicieron,  entre  otros  ejercicios,  la 
gran  carrera  de  los  tres  trapecios,  por  Fisher,  que  también  era 
competidor  de  Mr.  Leotard. 

Abril. — Compañía  árabe  marroquí,  dirigida  por  Sidi-el- 
Asj-Omar,  y  en  la  que  figuraban  Mahomet,  Manem  y  Mu- 
ley.  El  director  daba  un  salto  mortal  por  encima  de  bayone- 
tas, con  fuego  nutrido  en  el  momento  de  la  elevación. 

Mayo. — Aparición  del  prestidigitador  Mr.  Robert  Bouri- 
ques,  quien  además  presentó  una  colección  de  perros  sabios. 

Para  la  temporada  de  1862  a  1863  se  había  formado  una 
compañía  de  poco  precio,  que  conseguía  tener  regulares  entra- 
das con  obras  como  La  huérfana  de  Bruselas,  El  jorobado, ILos 


POR   CARLOS    CAMBRÓN BRO  327 

piratas  mejicanos  y  otras  por  el  estilo.  Pusieron  en  escena  La 
almoneda  del  diablo,  comedia  de  magia  de  Rafael  María  Liern, 
con  tan  extraordinario  éxito,  que  se  llenaba  de  gente  todas  las 
noches  el  teatro.  El  papel  de  Mariblanca  estuvo  a  cargo  de 
Pepita  Rizo,  una  antigua  tiple  de  zarzuela,  que  había  estrena- 
do la  titulada  Tramoya,  de  Barbieri. 

El  autor  ocultó  su  nombre  bajo  el  pseudónimo  de  Altadill, 
y  decían  que  la  comedia  estaba  tomada  del  francés.  Se  había 
estrenado  anteriormente  en  Valencia. 

El  3  de  Noviembre  de  este  año  hicieron  Donjuán  Tenorio, 
j  a  los  pocos  días  Don  Juan  de  Serrallonga  o  los  bandidos  de 
las  Guillerías,  de  D.  Víctor  Balaguer,  que  tuvo  buen  éxito, 

1864.  Enero. — Ponían  en  escena  dramas  del  género  terro- 
rífico, como  Herodes  y  Cuarenta  años  de  desgracias  o  la  máS' 
cara  de  hierro. 

En  Abril  se  dio  una  representación  de  El  orgullo  castigado, 
original  del  niño  Jesús  Rodríguez  Cao,  por  la  compañía  in- 
fantil que  actuaba  en  el  teatro  de  la  calle  de  la  Flor  Baja,  nú- 
mero 1.  Asistió  la  Reina  Isabel,  y  el  autor  obtuvo  una  ovación. 

Jesús  Rodríguez  Cao  fue  un  niño  precoz  que  murió  a  los 
quince  años,  dejando  escritos  cuatro  tomos  de  poesías,  obras 
dramáticas  y  novelas  que,  aparte  de  las  incorrecciones  propias 
a  la  edad  del  autor,  revelaban  en  él  una  inteligencia  privile- 
giada. Quizá  aquel  trabajo  impropio  de  la  niñez  contribuyese 
en  parte  a  la  temprana  muerte  del  poeta. 

Los  habitantes  de  la  luna,  comedia  de  magia,  escrita  por 
Rada  y  Delgado,  Bedmar  y  Éntrala.  No  era  un  desatino, 
pero  tenía  poca  gracia  y  pasó  merced  al  buen  desempeño  de 
María  Rodríguez. 

En  Setiembre  se  estrenó  La  payesa  de  Sarria,  de  Luis 
Eguílaz,  por  la  Dardalla,  Antonio  Zamora  y  Pardiñas.  Buen 
éxito.  La  obra  se  había  ya  representado  en  Barcelona. 

El  2  de  Noviembre,  Donjuán  Tenorio.  Luego  hicieron  ür- 
ganda  la  desconocida,  comedia  de  magia. 

1866. — Representaban  El  terremoto  de  la  Martinica,  Los  hi- 


328  ORÓMIOAS  DKL  TIEMPO  ÜK  I8ABEL  II 


jo8  de  los  bosques  o  el  incendio  del  castillo  rojo  y  otros  melo- 
dramas por  el  estilo. 

1866. — Eu  Noviembre  actuaba  uua  compañía,  cuyo  direc- 
tor era  Mariano  Fernández.  Hicieron  El  diablo  predicador,  Los 
misterios  de  la  calle  de  Toledo,  drama  de  Ricardo  Morales,  en 
que  éste  tomaba  también  parte  como  actor,  y  Juana  la  hechi- 
cera, comedia  de  magia.  Figuraban  también  eu  los  carteles  la 
María  Rodríguez,  Antonio  Capo  y  José  Mata,  que  hizo  Jorge 
el  armador, 

1867.  Febrero. — La  espada  de  Satanás,  comedia  de  ma- 
gia en  cuatro  actos,  de  Rafael  María  Lieru»  por  la  Dardalla, 
Zamora,  Pepe  Q-arcía  y  Ramón  Mariscal. 

Decoraciones  de  Ferri  y  de  Busato;  música  de  Oudrid.  Fue 
recibida  con  frialdad. 

Marzo. — El  sitio  de  Zaragoza,  drama  en  tres  actos  que  ha- 
bía dejado  escrito  D.  Juan  Lombía.  La  Cándida  Dardalla  hizo 
el  papel  de  Agustina. 

Ya  hemos  dicho  que  en  este  teatro  alternó  desde  Setiem- 
bre la  compañía  doble  de  la  Zarzuela,  por  ser  Gaztambide  em- 
presario de  ambos  coliseos.  Eu  1.°  de  Noviembre  hizo  Casañer, 
con  premeditación  y  alevo^íía,  Do7i  Juan  Tenorio,  acompañán- 
dole la  Romeral,  Alisedo  (Ciufti)  y  Zamacois  [Butarelli). 

Lo  más  notable  fue  la  representación  de  La  Virgen  de  la 
Paloma,  drama  en  cinco  actos,  de  dos  escritores  que  se  oculta- 
ron bajo  el  pseudónimo  de  Alvaro  Omil  y  Juan  de  Madrid. 

Lo  desempeñaron  la  Romeral,  la  Q-enovés,  Morales,  Mario, 
Zamacois,  Iroba  y  otros  muchos.  Gustó  extraordinariamente, 
como  no  podía  menos,  pues  había  en  la  obra  un  gran  baila- 
ble, uua  marcha  de  guitarras  y  bandurrias  y  una  procesión. 

Marzo  de  1868. — El  fantasma  del  pasado,  drama  en  cinco 
actos,  de  Valeárcel  y  de  Bedmar. 

Al  ocurrir  la  Revolución  de  Setiembre  de  1868  estaba  dando 
buenas  entradas  uua  comedia  fantástica  de  Liern,  titulada  El 
laurel  de  plata,  exornada  con  bailes,  coros  y  decoraciones  nue- 
vas, y  esperaban  realizar  una  buena  campaña  Rosa  Tenorio, 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  32S 


la  Antonia  Scapa,  la  Julia  Cirera,  José  Ortiz,  Asensio  Mora, 
Donato  Jiménez,  Ramón  Benedi,  Ricardo  Guerra  y  nuestro 
querido  amigo  Enrique  Sánchez  de  León,  hoy  profesor  del 
Conservatorio. 

TBATBO    DB  LOPB   DB   VEGA 

Aparte  del  mérito  artístico,  la  simpatía  personal  de  un  ac- 
tor es  aliciente  poderoso  para  llevar  espectadores  a  un  teatro; 
y  en  éste  consiguió  Romea  tener  buenas  entradas,  más  por  el 
afecto  que  inspiraba,  que  por  bondad  de  las  obras  puestas  en 
escena. 

Aquí  comenzó  la  campaña  con  tan  buena  suerte  seguida 
luego  en  Variedades. 

1860. — 17  Enero. — Se  celebró  el  aniversario  del  natalicio 
de  Calderón,  representando  Fuego  de  Dios  en  el  querer  bien,  re- 
fundida por  Bretón,  y  la  mojiganga  La  muerte^  ambas  de  aquel 
gran  dramaturgo. 

Tomaron  parte  en  el  desempeño  Romea,  la  Carrasco  y  la 
Berrobianco. 

Cuando  se  marchó  Romea  se  convirtió  el  teatro  en  café  lí- 
rico. En  el  salón  podían  los  concurrentes  tomar  los  artículos 
que  se  sirven  en  este  género  de  establecimientos,  escuchando, 
a  la  par  las  piezas  del  concierto  que  tenía  lugar  en  el  escena- 
rio. Solía  concurrir  a  este  local  gente  de  genio  alegre,  que,  a 
veces,  no  guardaba  la  corrección  que  debe  exigirse  en  la  buena 
sociedad,  y  a  causa  de  esto,  el  2  de  Mayo  de  1861,  se  reprodu- 
jo, en  pequeño,  la  memorable  jornada  del  año  1808,  entre  los 
mozos  del  café  y  el  público. 

Sobre  si  la  Signorina  Giuntini  había  o  no  de  repetir  un  aria, 
se  armó  un  gran  escándalo,  que  los  camareros  quisieron  termi- 
nar autoritate  qua  fungor;  pero  puesto  enfrente  de  ellos  el  res- 
petable público,  anduvieron  por  el  aire  botellas,  vasos,  pla- 
tos, cucharillas  y  bandejas,  no  apaciguándose  el  alboroto  sino 
con  la  presencia  de  la  policía. 


330  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Los  mozos  echabau  la  cnlpa  al  director  de  orquesta,  Paco 
García  Vilamala;  pero  todo  el  público  protestó  de  la  ingeren- 
cia de  los  camareros,  de  quienes  partió  la  agresión. 

Por  Enero  de  1861  se  fundó  en  este  teatro  una  sociedad 
dramática,  bajo  la  presidencia  del  duque  de  Abrantes,  para 
dar  funciones  a  beneficio  de  los  establecimientos  piadosos,  po- 
niendo en  escena  comedias  desempeñadas  gratuitamente  por 
jóvenes  aficionados.  Representaron  Don  Tornas^  El  castillo  de 
Balsain  y  otras  que  resultaban  bien  interpretadas,  según  el 
parecer  de  las  personas  cuyos  juicios  escuchábamos  en  los  en- 
treactos. 

En  Octubre  de  1862  vino  a  trabajar  en  este  teatro  una 
compañía  de  verso,  dirigida  por  Arjona,  y  en  Diciembre  estre- 
naron  Lo  positivo,  de  Manuel  Tamayo,  con  gran  éxito. 

En  aquella  época  esta  comedia  constituía  el  desiderátum 
del  arte  dramático,  y  se  dijo  que  era  la  mejor  comedia  del  tea- 
tro moderno.  Teodora  estuvo  superior  a  todo  elogio. 

1863.  Enero. — Deudas  de  la  honra,  de  Núñez  de  Arce. 

En  Febrero  trasladó  Arjona  su  compañía  al  Circo,  pues  se 
pensó  en  derribar  este  teatro,  habiendo  comprado  el  edificio 
en  4.000.000  de  reales  una  sociedad  titulada  La  Peninsular; 
pero  la  venta  o  la  demolición  se  retardaba,  y  vino  a  ocupar  el 
teatro  una  compañía  de  niños,  titulada  La  infantil,  que  tuvo 
bastante  aceptación.  Hacían  obras  escritas  expresamente  para 
aquellos  actores. 

Merece  mención  la  titxúeid».  Seis  señoritas  sin  miriñaque,  le- 
tra de  D.  José  de  Araujo  y  música  de  D.  José  García. 

Al  año  siguiente  se  derribó  el  teatro* 

•       CIRCOS  DE  PRICE  "S  DEL  PRÍNCIPE  ALFONSO 

1860. — El  Signor  Gaetano  Ciniselli  quiso  hacer  la  compe- 
tencia a  Price,  y  trajo  una  compañía  ecuestre  y  gimnástica 
italiana  al  antiguo  y  clásico  Circo  de  Paul,  de  la  calle  del 
Barquillo,  en  la  cual  compañía  figuraban  la  Mina  Tampó,  la 


POR    CARL08   OAMBRONERO  331 

Buislay,  la  Emma  Ciniselli,  Franck  Pastor,  el  español  "Win- 
ling,  el  indio  Djalma,  los  hermanos  Mariani,  los  clowns  Buis- 
lay y  Amoroso,  y  Verrek,  competidor  del  célebre  Leotard, 
inventor  del  difícil  ejercicio  conocido  con  el  nombre  de  Los 
tres  trapecios.  Además,  había  cincuenta  caballos. 

Price,  en  su  circo,  no  se  quedó  atrás,  porqne  trajo  a  Hu- 
bert  Meers,  que  también  se  decía  competidor  de  Leotard;  a 
Mr.  Perelli,  sobresaliente  montando  caballos  a  la  alta  escuela; 
el  diablillo  Julio  Pérez,  español,  con  sus  notables  y  arriesga- 
dos ejercicios  a  caballo,  en  pelo;  y  los  clowus  Whittoyne, 
Secchi  y  Alfán,  que  consiguieron  ser  el  ídolo  de  la  gente  me- 
nuda. A  nuestro  amigo  Molberg  le  salió  un  competidor  oou 
Whittoyne,  porque  también  tocaba  el  xilocordeon.  Un  espa- 
ñol, Sebastián  Martínez,  ejecutó  por  primera  vez  Los  anillos 
volantes^  y  Whittoyne  entusiasmó  a  los  aficionados  imitando 
a  Cuchares  en  A  parodia  d*una  tourada  portuuueza. 

El  príncipe  Muley-el-Abbas,  que  vino  a  Madrid  con  una 
embajada  marroquí  después  de  terminada  la  guerra  que  sostu- 
vimos en  Ceuta,  asistió  en  Octubre  al  Circo  de  Price,  para  pre- 
senciar el  beneficio  de  los  hermanos  Rizarelli,  y  salió  muy 
complacido,  habiéndole  visto  los  concurrentes  aplaudir  con 
frecuencia.  En  el  intermedio  se  le  dio  de  refrescar. 

1862. — En  Junio  trajo  Price  la  novedad  del  enano  irlandés 
Jonathan  Jack,  que  trabajaba  sobre  un  caballo,  y  además  ha- 
cía ejercicios  de  clown.  Fue  célebre  en  Madrid. 

1863. — Temiendo,  y  con  razón,  Mr.  Price,  la  competencia, 
construyó  un  escenario  para  ejecutar  pantomimas  y  dar  más 
variedad  a  las  funciones. 

Como  en  Madrid,  durante  el  verano,  se  carecía  de  espec- 
táculos, pues  los  teatros  estaban  acondicionados  para  invierno, 
los  circos  ecuestres  consiguieron  atraer  espectadores,  más  que 
por  la  índole  de  la  diversión,  por  la  agradable  temperatura  de 
que  se  disfrutaba  en  ellos.  Así  es  que,  primero  Mr.  Paul  Lari- 
beau  en  la  plaza  del  Rey,  más  adelante  en  la  calle  del  Barqui- 
llo, y  luego  Mr.  Price  en  la  calle  de  Recoletos,   en  un  local 


332  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE   ISABEL  II 

formado  de  tablas  y  cubierto  de  lona  embreada,  consiguieron 
atraer  al  público  y  ganar  dinero.  Esto  sirvió  de  aliciente  a 
D.  Simón  Rivas  para  construir  un  circo  en  el  paseo  de  Reco- 
letos, entre  las  calles  de  Doña  Bárbaia  de  Bragauza  y  de  Q-é 
nova,  poniendo  en  cuidado  a  Mr.  Price,  que,  como  sucesor  de 
Paul,  había  monopolizado  hasta  entonces  la  explotación  de 
oste  espectáculo.  En  Marzo  de  1863  estaba  casi  terminado  el 
edificio,  y  el  día  31  fue  a  Palacio  el  propietario  para  rogar  a 
la  Reina  que  le  permitiera  dar  al  nuevo  circo  el  nombre  de  al- 
guno de  los  hijos  de  S.  M.  Accedió  a  ello  muy  gustosa  doña 
Isabel,  y  hasta  le  indicó,  que  el  título  de  Principe- Alfonso  era 
el  que  le  parecía  mejor;  así  es  que  el  nuevo  circo  se  inauguró 
el  7  de  Abril,  con  el  nombre  que  la  Reina  había  designado. 

Los  primeros  artistas  que  figuraron  en  el  Circo  del  Príncipe 
Alfonso  fueron  Gaetano  Ciniselli,  director;  Constanza  Chiari- 
ni,  amazona;  Rosa  Massotta,  artista  ecuestre,  muy  bella  y  de 
mucho  mérito;  el  gimnasta  Howard,  la  familia  Rusell,  el  sal- 
tarín y  equilibrista  español  Amoroso,  y  los  clowus  Buislay, 
Blondeau  y  Blaquet,  con  60  caballos  de  diferentes  razas. 

He  aquí  el  programa  de  la  primera  función:  Maniobras 
ecuestres  de  amazonas,  ejercicios  graciosos  a  caballo  por  la  se- 
ñora Reuz;  Arabini,  caballo  en  libertad,  presentado  por  Cini- 
selli; intermedio  por  los  clowns  Amoroso  y  Bni.-slay;  paso  esti- 
rio  a  caballo  por  la  Srta.  Clotilde  y  Vinling  (español);  ejerci- 
cios por  Aniceto  (español);  Victoria,  yegua  montada  a  la  alta 
escuela  por  Ciniselli;  equilibrios  en  el  trapecio  por  Horward. 
Descanso  de  quince  minutos.  Saltos,  por  Gunerius.  Juegos 
icarios  por  la  familia  Russell.  Rosa  Massotta,  ejercicios  sobre 
un  caballo  en  pelo.  !Robroy,  caballo  montado  a  la  alta  escuela 
por  la  Srta.  Charini,  y  gran  batuda  para  final.  Como  se  ve  por 
este  programa,  el  público  era  poco  exigente. 

Mucho  gustó  Rosa  Massotta;  pero  en  Junio  vino  a  eclipsar 
la  preponderancia  que  había  adquirido,  una  nueva  artista 
ecuestre,  Mlle.  Louise  Louisset,  que  fue  en  adelante  la  predi- 
lecta del  público. 


POR   CARLOS  CAMBRÓN  LORO  333 


Llamó  poderosamente  la  atención  el  ejercicio  de  los  tres 
trapecios,  ejecutado  por  el  famoso  Mr.  Leotard.  «Sus  saltos — 
decía  un  periódico — llevan  el  sello  de  la  limpieza  y  la  elegan- 
cia. La  circunstancia  de  ser  poco  a  propósito  este  circo  para 
colocar  a  debida  distancia  los  tres  trapecios,  impidiendo  al 
gimnasta  tomar  el  impulso  necesario  para  el  más  difícil  de 
sus  saltos,  desluce,  en  parte,  el  gran  -efecto  de  este  brillante 
ejercicio;  pero  Leotard,  venciendo  estas  dificultades,  sabe 
arrancar  a  la  concurrencia  frenéticos  aplausos  todas  las  no- 
ches. Su  esbelta  figura  le  hace  doblemente  simpático.» 

Durante  la  ejecución  del  ejercicio  de  los  tres  trapecios,  to- 
caba la  orquesta  una  tanda  de  valses  de  Walteufield,  titulados 
Aglae,  que  se  hicieron  del  dominio  de  las  orquestas,  bandas 
militares  y  ciegos  guitarristas. 

Después  de  Leotard  se  exhibió  en  este  circo  otra  novedad , 
que  durante  cuatro  días  produjo  excelente  impresión  en  el  pú- 
blico, y  la  hubiera  causado  durante  más  tiempo  si  un  inciden- 
te imprevisto  no  hubiese  obligado  al  soi  disant  artista  a  to- 
mar las  de  Villadiego.  Mr.  Tolmaque  se  sentaba  en  medio  de 
la  pista,  en  una  silla,  a  la  cual  le  ataban  de  pies  y  manos  los 
espectadores,  de  la  manera  que  lo  tenían  por  conveniente;  se 
cubría  después  al  sujeto  con  un  velo  por  espacio  de  dos  minu- 
tos, pasados  los  cuales  aparecía  completamente  suelto  con  las 
cuerdas  a  sus  pies  sin  haber  sido  cortadas.  A  la  cuarta  noche 
no  se  pudo  desatar,  y  le  dieron  una  grita  que  se  oía  en  los  jar- 
dines de  Recoletos. 

Luego  vino  un  toro  americano,  domesticado,  llamado  Don 
Juan.  Saltaba  por  aros  empapelados,  unos,  y  cubiertos  de  lla- 
mas, otros.  La  suerte  que  produjo  más  efectoTue  la  de  levantar 
al  toro  en  unas  andas,  habiéndole  hecho  poner  las  cuatro  pa- 
tas en  un  pedestal  reducido,  y  pasearle  alrededor  de  la  pista 
sostenido  por  20  mozos. 

También  obtuvieron  buena  acogida  los  clowns  ingleses, 
Lawrence  y  Stolver,  excéntricos  musicales. 

En  Setiembre  cayó  del  caballo,  perdiendo  el  conocimiento, 


334  CRÓNICAS  nrcL  tiempo  dk  isabkl  ii 

Rosa  Massotta;  pero  repuesta  al  poco  rato,  salió  a  saludar  al 
público,  que  la  dio  un  nutrido  y  cariñoso  aplauso. 

Para  despedida  de  la  temporada  presentó  D.  Simón  Bi?as 
a  la  familia  Sawyer,  compuesta  de  varios  individuos,  hombres 
y  mujeres,  que  tocaban  piezas  de  música  con  100  campanillas 
de  diferentes  tamaños. 

Mr.  Price  no  se  retrasó  en  ofrecer  novedades.  Abrió  el  Cir- 
co en  9  de  Mayo  de  1863,  y  presentó  dos  elefantes  amaestra- 
dos, Delhi  y  Zara,  que  atrajeron  mucho  público;  y  contrató  a 
Mr,  Blondín  eu  10.000  reales  por.  función,  según  aseguraban 
los  que  se  decían  bien  enterados. 

Vea  el  lector  lo  que  decimos  de  Blondín  en  el  capítulo  Va- 
riedades. 

Sabiendo  que  Rivas  había  contratado  a  Leotard,  trajo  a 
Emilio  Balaguer,  el  mallorquín,  para  hacer  el  ejercicio  de  los 
tres  trapecios,  que  lo  realizó  siete  días  antes  que  el  otro  artis- 
ta, y  aunque  nuestro  compatriota  salió  airoso  de  su  empeño, 
no  consiguió  eclipsar  la  fama  del  francés,  no  sólo  por  la  segu- 
ridad de  su  trabajo,  sino,  como  se  ha  dicho,  por  la  elegancia 
de  la  ejecución. 

Eu  Agosto  se  estrenó  el  escenario  con  la  pantomima  El 
bandido  de  las  montañas  de  Calabria,  en  dos  actos  y  tres  cua- 
dros, en  que  había  bailes,  marchas,  juegos  de  armas,  y  comba- 
tes de  infantería  y  caballería,  terminando  con  el  terrible  salto 
a  caballo  del  puente  cortado,  arriesgado  ejercicio  que  aplau- 
díamos los  muchachos  desesperadamente. 

El  21  de  Agosto  asistió  una  embajada  tunecina  que  había 
venido  a  Madrid;  aquella  noche  cayó  del  caballo  el  famoso  Ju- 
lio Pérez,  y  sufrió  la  dislocación  de  un  pie,  por  lo  que  no  pudo 
trabajar  en  el  resto  de  la  temporada. 

Durante  el  verano  de  1864  siguió  la  competencia  iniciada 
en  el  año  anterior  entre  los  dos  circos.  Price  restauró  el  local 
introduciendo  algunas  mejoras.  Trajo  tres  leones  de  Nuvia, 
presentados  por  el  domador  Mr.  George  Newcomb,  y  contrató 
a  Richard  Conrad,  un  competidor  de  Leotard  en  el  ejercicio 


POR   0ABL,08  CAMBRÓN  ERO  335 


de  los  tres  trapecios.  Horwad  sufrió  una  caída  trabajando  en 
la  escalera  aérea,  y  estuvo  privado  de  salir  al  público  durante 
una  larga  temporada. 

En  el  Principe  Alfonso,  los  chinos  Arr-Hee  y  Sam-Umg 
hacían,  entre  otras  habilidades,  la  de  colocarse  uno  de  pie, 
arrimado  a  un  tablero,  con  los  brazos  en  cruz,  y  el  otro,  desde 
cierta  distancia,  arrojaba  unos  puñales  que  se  iban  clavando 
en  la  madera  alrededor  del  cuerpo  del  primero.  También  se 
exhibieron  en  este  local  unos  leones.  Se  los  presentaba  en  una 
enorme  jaula  con  ruedas,  que  salía  a  la  pista  por  medio  de 
rails.  El  domador  era  un  negro;  se  acostaba  entre  ellos,  se  po- 
nía en  pie  sobre  uno,  metía  la  cabeza  dentro  de  la  boca  de  éste, 
y  los  hacía  saltar  sirviéndoles  su  espalda  de  apoyo. 

La  María  Kennebel  (1)  se  pasó  al  Circo  del  Principe  Alfon- 
so, y  esto  produjo  tanta  expectación  como  una  crisis  minis- 
terial. 

Durante  el  verano  de  1865,  vino  al  Circo  del  Principe  AU 
fonso  Mr.  Arbán,  y  dio  una  serie  de  conciertos,  a  los  que  con- 
curría mucha  gente,  admirando  la  labor  del  maestro,  que  im- 
provisó una  buena  orquesta  en  pocos  días  con  profesores  de 
segundo  orden,  pues  los  músicos  del  Teatro  Real  estaban  en  el 
de  Rossini.  Arbán  no  hacía  programas  clásicos,  pero  sí  ame- 
nos, incluyelido,  por  ejemplo,  la  sinfonía  de  Si  fetai  roi,  de 
Adam;  una  fantasía  de  los  Hugonotes;  la  T^o\hei  des  Financiers, 
suya,  y  la  galop  de  Lumbye.  Arbán  era  un  gran  concertista 
de  cornetín;  tocó  unas  variaciones  que  le  valieron  muchos 
aplausos. 

Alternando  con  los  conciertos  siguió  la  compañía  ecuestre 
y  gimnástica,  sin  presentar  grandes  novedades,  pues  la  Ken- 
nebel, la  Elisa  Massotta,  Leotard  y  Julio  Pérez  eran  ya  como 
de  la  casa. 

Habiendo  vendido  el  terreno  el  dueño  del  solar  donde  es- 
taba construido  el  Oirco  de  Price,  tuvo  éste  que  ser  derribado, 


(1)    Véase  la  década  anterior. 


336  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

y  desapareció,  por  lo  tanto,  de  los  espectáculos  públicos,  hasta 
1868,  eu  cuyo  mes  de  Mayo  volvió  a  reanudar  sus  funciones  en 
otro  local,  también  construido  con  tablas  y  lienzo  en  el  Paseo 
de  Recoletos,  en  los  jardines  del  antiguo  palacio  de  la  Duquesa 
de  Medina  de  las  Torrres,  entre  las  calles  del  Almirante  y 
Doña  Barbara  de  Braganza.  Pocas  novedades  ofreció  aquel 
verano  Mr.  Price;  artistas  ya  conocidos,  Withoyne,  Secchi  y 
Alfano,  y  los  tres  trapecios  por  Conrad.  Puso  días  de  moda, 
que  fueron  los  martes  y  viernes. 

Tampoco  presentó  novedades  el  Circo  del  Principe  Alfonso; 
los  tres  trapecios,  por  Mr.  Jalien,  y  uua  compañía  japonesa. 
Como  estaban  tan  juntos  un  circo  de  otro,  se  hacían  una  com- 
petencia terrible. 

En  afición  a  la  buena  música  íbamos  prosperando.  Barbie- 
ri  organizó,  en  Abril  de  1866,  uua  orquesta  para  dar  varios 
conciertos  en  el  Circo  del  Principe  Alfonso,  y  consiguió  que 
se  ocupasen  todas  las  localidades.  Nos  dio  a  conocer:  Obertura 
de  la  Exposición  de  Londres,  de  Auber;  Pañis  Angelicus,  mo- 
tete a  voces  solas,  de  Eslava;  sinfonía  en  la,  de  Beethoven; 
El  Tyrol,  a  voces  solas,  de  Thoiuas;  sinfonía  de  Vetoile  du 
Nord,  de  Meyerbeer,  y  otras  obras  de  buen  gusto.  La  orquesta 
se  colocaba  en  un  tablado  sobre  la  pista  del  circo.  Los  con- 
ciertos comenzaban  a  las  dos  de  la  tarde;  se  pusieron  de  moda, 
y  acudíamos  allí  lo  mejorcito  de  la  capital. 

En  la  primavera  de  1867  repitió  la  suerte,  tocando,  entre 
otras  piezas  clásicas,  la  Sinfonía  pastoral,  de  Beethoven,  que 
produjo  un  entusiasmo  delirante  en  el  público.  Y  vaya  en  cuen- 
ta que  éste  no  estaba  preparado  artísticamente  para  oiría,  lo 
oual  prueba  las  condiciones  especiales  de  aquel  gran  compo- 
sitor. 

Actuó  en  el  verano  una  compañía  ecuestre  y  gimnástica, 
ofreciendo  pocas  novedades,  y  en  la  que  figuraba  como  artista 
indispensable  la  intrépida  Kennebel. 

El  año  1868  hubo  lo  mismo;  conciertos  de  Barbieri  en  pri- 
mavera, y  la  Kennebel  en  verano. 


POR  CARLOS  CAMBRONERO  337 


Derribado  el  bonito,  espacioso  y  elegante  Circo  del  Prin- 
cipe Alfonso,  construido  de  hierro  y  ladrillo  con  todas  las  de 
la  ley,  no  queda  ya,  para  los  que  logramos  conocerle,  sino  un 
vago  recuerdo  de  su  agradable  aspecto,  y  como  encarnación 
de  aquellas  funciones,  la  imagen  de  las  dos  personas  que  más 
nos  impresionaron,  cada  una  bajo  distinto  aspecto:  el  maestro 
Barbieri  y  la  intrépida  Kennebel. 

LOS  CAMPOS  ELÍSEOS 

Esperaba  el  público  con  impaciencia  la  inauguración  de 
unos  jardines  de  recreo  que  se  estaban  formando  en  las  afue- 
ras de  la  Puerta  de  Alcalá,  siguiendo  la  carretera  de  Aragón, 
pocos  metros  más  arriba  de  la  actual  calle  deVelázquez,  cuan- 
do se  anunció  en  periódicos  y  carteles  que  los  citados  jardines, 
con  el  pomposo  nombre  de  Campos  Elíseos,  se  iban  a  abrir  el 
18  de  Junio  de  1864.  Así  sucedió,  en  efecto,  y  los  habitantes 
de  Madrid,  que  no  tenían  otra  diversión  en  verano  más  que 
los  Circos  del  Principe  Alfonso  y  de  Price,  allí  acudieron,  de- 
seosos de  entretener  agradablemente  las  primeras  horas  de  la 
noche  y  disfrutar  de  frescura.  El  sitio  elegido  era  de  grande 
extensión;  sin  embargo,  carecía  de  los  requisitos  indispensa- 
bles a  todo  jardín:  flores,  ;^antas  y  árboles,  porque  había  sido 
formado  en  poco  tiempo,  y  teníamos  que  esperar  algunos  años 
para  que  los  árboles  pudiesen  tener  ramas,  y  éstas  las  hojas 
necesarias  a  fin  de  que  prestasen  el  servicio  consiguiente  en  la 
temporada  de  verano;  pero  la  situación  del  paraje  estaba  bien 
elegida,  y  allí  se  disfrutaba,  durante  las  noches,  de  agradable 
temperatura. 

Había  un  teatro,  denominado  de  Rossini  (1),  grande,  muy 
grande,  decorado  con  sencillez,  y  no  con  mal  gusto,  en  cuyo 
escenario  se  dieron  representaciones  de  ópera,  para  lo   que  se 

(1)  En  Mayo  escribió  la  empresa  a  Eossini  pidiéndole  autorización  para 
dar  al  teatro  el  nombre  de  este  compositor,  y  contestó  muy  afectuoso 
accediendo  a  lo  pedido  y  agradeciendo  la  deferencia. 


338  CRÓNICAS  DEL  TlttMPO  DE  I8A.BEL  II 

contrató  una  compañía,  compuesta,  como  principales,   de  los 
artistas  siguientes: 

Tiples:  la  Spezzia,  la  Tedesco  y  la  Garelli.  Contraltos:  la 
Mora  y  la  Llanes  (discípula  del  Conservatorio).  Tenores:  Tara- 
berlik,  Mongiui  y  Vidal.  Barítono:  Aldighieri.  Bajos:  Q-assier 
y  Vialetti. 

Violín:  Rafael  Pérez.  Violoncello:  Casella.  Arpa:  la  Roal- 
dés  y  la  Isabel  Espeso.  Flauta:  Pedro  Sarmiento.  Corno  inglés: 
Daniel  Ortiz.  Clarinete:  Ficher.  Fagot:  Mellier.  Maestros  de 
coro:  Mariano  Vázquez  y  Luis  Cepeda.  Director  de  orquesta: 
Barbieri.  Pintor:  Francisco  Pía. 

La  butaca,  26  reales;  la  entrada  general,  2. 

El  teatro  resultaba  fresco  y  bien  alumbrado;  pero  su  for- 
ma rectangular  impedía  ver  bien  el  escenario  desde  los  latera- 
les, y  carecía  de  buenas  condiciones  acústicas.  La»  butacas 
eran  cómodas,  de  rejilla.  Se  inauguró,  como  hemos  dicho,  el 
18  de  Junio  de  1864,  con  el  baile  Gisela  o  Las  Wilis,  que  hizo 
furor  en  tiempo  de  la  Guy  Stephan. 

El  25  de  Junio  pusieron  Guillermo  T^ll  para  la  presenta- 
ción de  la  compañía  de  ópera,  con  la  Garelli,  que  se  hizo  aplau- 
dir; la  Carraelina  Poch,  que  se  distrajo  con  frecuencia;  Mongi- 
ni  y  Aldighieri,  que  estuvieron  bien,  y  Vialetti,  que  cumplió 
perfectamente. 

Luego  hicieron  Ana  Bolena,  de  Donizetti,  y  Otello,  deRossi- 
ni,  que  pasaron.  El  13  de  Agosto  salió  Tamberlick  con  Poliu- 
to,  que  gustó  mucho,  teniendo  que  repetir  el  tenor  el  famoso 
Credo]  pero  aun  así,  quedó  aquél  disgustado  hasta  tal  punto, 
que  quería  rescindir  el  contrato;  gracias  a  Barbieri,  se  dejó 
convencer  y  desistió  de  su  propósito,  comprendiendo  que  el 
público  de  verano,  y  esto  parece  una  contradicción,  no  toma- 
ba las  cosas  con  tanto  calor  como  en  invierno.  Tamberlick  can- 
tó después  Otello  y  estrenó  Fausto,  de  Q-ounod,  con  éxito  ex- 
celente. Vialetti  interpretó  de  un  modo  notable  la  parte  de 
Mefistófeles. 

Era  muy  agradable  el  Salón  d^  conciertos,  en  forma  de  tien- 


POR    CARLOS  CAMBRONERO  339 

da  de  campaña,  colocándose  a  un  lado  la  orquesta,  compuesta 
de  70  profesores  y  100  voces  de  ambos  sexos.  Tocaban  la  sin- 
fonía de  La  Gazza  ladra  la  obertura  de  Freychütz,  la  Invita- 
ción  al  vals,  de  Weber,  Fantasía  sobre  motivos  de  zarzuelas, 
por  la  orquesta  y  una  banda  militar,  y  Colonneen,  valses  de 
Strauss.  Barbieri,  que  dirigía  los  conciertos  y  las  óperas,  se 
acreditó  de  maestro. 

Además  había  las  diversiones  y  servicios  siguientes: 

Plaza  para  lidiar  becerros,  rodeada  de  una  montaña  rusa 
que  hacía  las  delicias  de  los  estudiantes  y  gente  joven,  deseo- 
sos de  experimentar  la  emoción  de  la  vertiginosa  bajada. 

Casa  de  baños,  Tiro  de  pistola  y  de  palomas,  Sala  de  billar, 
Columpios,  Balanza,  Cosmorama,  fonda,  café  y  una  ría  con  un 
vapor  de  ruedas  y  cinco  falúas;  por  cierto  que  una  de  éstas, 
llena  de  señoritas,  zozobró  en  el  momento  del  embarque,  y 
fueron  todas  al  agua,  incluso  el  marinero  que  la  tripulaba,  sin 
sufrir  más  que  el  susto  y  el  remojón  consiguientes,  porque  la 
ría  quizá  no  tuviera  una  vara  de  profundidad. 

Un  periódico  satírico,  que  si  no  recordamos  mal  se  titulaba 
El  Mosquito,  dedicó  a  la  ría  el  siguiente  romance,  atribuido  a 
Manuel  del  Palacio: 

Arroyuelo,  que  atrevido 
te  me  subes  a  las  barbas, 
relleno  de  un  jeringazo 
de  la  noche  a  la  mañana: 
¿eres  conato  de  río? 
¿eres  depósito  de  agua? 
¿o  espejo  en  que  con  el  tiempo 
se  verán  flores  y  plantas? 

Esto  la  luna  decía 
cuando,  al  salvar  la  Montaña  (1), 
vio  de  los  Campos  Elíseos 
la  cristalina  corbata; 
y  cuentan  que  a  poco  rato 


(1)    La  Montaña  rusa,  en  cuyo  centro  estaba  la  Plaza  de  toretes. 


340  CRÓNICAS  DBt.  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


de  esonoharse  sus  palabras, 

la  Plaza  de  los  becerros, 

el  Tío  vivo,  el  Cosmorama, 

el  Teatro,  los  faroles, 

y  basta  la  Casa  de  vacas, 

dijeron  a  voz  en  pjrito, 

qae  es  ooiuo  Aldighieri  canta: 

«El  que  ofende  al  arroyuelo, 

también  nos  ofende  y  falta; 

que  sin  él  fuéramos  todos 

humo,  viento,  polvo,  nada. 

El  durará  mientras  duren 

las  caritativas  almas 

de  los  que  aquí  le  escupieron 

de  calor  en  hora  aciaga, 

y  si  a  secarse  algún  día, 

cual  los  árboles,  llegara, 

la  empresa,  que  tantas  vierte, 

le  llenará  con  sus  lágrimas.» 

La  entrada  a  los  jardines  costaba  2  reales  hasta  las  cinco 
déla  tarde,  y  4  desde  esta  hora  eu  adelante.  Había,  en  escaso 
número  por  cierto,  ómnibus  especiales  desde  la  Puerta  del  Sol 
a  los  Campos,  a  real  por  asiento. 

La  fonda  tenía  gabinetes  aislados,  con  el  nombre  de  cada 
una  de  las  provincias  de  España,  para  facilidad  de  encontrar- 
se las  personas  que  no  podían  concurrir  juntas  a  la  misma 
hora.  En  los  primeros  días,  el  servicio  de  la  fonda  y  del  café 
dejaba  mucho  que  desear,  pues  a  las  diez  de  la  noche  ya  no 
había  más  que  limón  y  cerveza. 

En  una  gran  plaza,  delante  del  teatro,  hacían  ejercicios 
gimnásticos  aéreos  los  hermanos  Rizarelli;  tocaba  piezas  es- 
cogidas la  banda  del  5.°  Regimiento  de  Artillería, dirigida  por 
el  músico  mayor  D.  Carlos  Grassi,  y  se  quemaban  fuegos  arti- 
ficiales por  el  pirotécnico  Sr.  Charles  Rossi. 

En  la  primavera  de  1866  trajo  la  empresa  un  elefante  que 


POK   CARLOS   CAMBRÓN EBO  341 

hacia  varias  habilidades.  Se  le  puso  en  la  Plaza  de  Toros  a 
luchar  con  dos  de  éstas  fieras,  sucesivamente^  una  de  la  gaua^ 
daría  de  Bañuelos  y  otra  de  la  de  D.*  Gala  Ortiz.  El  elefante 
no  hizo  más  que  defenderse  y  no  quedó,  por  lo  tanto,  ni  ven- 
cido ni  victorioso.  Procedía  de  Ceylán,  y  tenía  por  nombra 
Pizarro.  Se  le  exhibía  en  la  Plaza  de  toretes,  donde  llamaba 
la  atención,  entre  otros  ejercicios,  la  facilidad  que  tenía  para 
descorchar  botellas  de  vino  y  desocuparlas  sin  desperdiciar 
una  gota.  Cierta  noche,  no  se  sabe  cómo,  pudo  desprenderse 
de  la  cadena  que  le  sujetaba,  y  paseando  libremente  por  el  jar- 
dín llegó  a  la  fonda,  haciéndose  dueño  de  las  botellas  que  te- 
nían dispuestas  para  los  concurrentes.  Una  vez  allí,  creyó  de 
su  deber  ejercitar  la  habilidad  del  descorchado  que  tanto  se  le 
aplaudía  por  el  público,  y  se  dio  a  beber  botellas  sin  caer  en  la 
cuenta  de  los  efectos  que  podía  causarle  el  abuso  y  mezcla  de 
diferentes  vinos  y  licores;  así  es  que  el  pobre  elefante,  perdien- 
do su  calma  y  sosiego  habituales,  causó  algunos  destrozos  en 
el  jardín,  rompió  la  verja  de  la  puerta  de  entrada,  salió  a  la 
carretera  (hoy  calle  de  Alcalá),  se  metió  en  una  tahona  que 
llamaban  de  San  José,  situada  donde  ahora  está  la  calle  de  Ve- 
lázquez,  y  sin  ajuste  ni  convenio  con  el  dueño  de  la  tienda,  se 
embaucó  los  panecillos  que  buenamente  pudo  apropiarse,  hasta 
que  el  alboroto  del  vecindario  y  los  transeúntes  hizo  venir  al 
domador,  logrando  sujetarle. 

En  el  verano  de  1866  se  abrió  el  teatro  Rossini  con  una  com- 
pañía de  ópera,  en  que  figuraban  La-Grua,  la  Boschetti,  la 
Gurulli,  la  Nantier  Didier,  la  Mora,  Tamberlick,  Vicentelli, 
Palermi,  Squarciay  Vialleti;las  bailarinas  Bonifanti  yBraggi, 
y  Gaztambide  como  director. 

La  Garulli  tenía  voz  «tersa  limpia,  y  argentina»,  y  Tam- 
berlick «había  ganado  en  estilo  y  buen  gusto  lo  que  la  edad 
robaba  a  sus  extraordinarias'  facultades.  Dejatba  de  ser  un 
gran  tenor,  para  convertirse  en  un  gran  cantante».  La  Labor- 
de  fue  mal  recibida  del  público,  y  se  marchó  al  día  siguiente; 
lo  mismo  sucedió  con  la  Boschetti,  a  pesar  de  que  era  muy  bo- 


342  CRÓNICAS  DEL  TIBMPU  DK  ISABEL  U 

nita;  salió  con  laustOf  habiendo  anunciado  la  empresa  que  era 
la  reina  de  las  Margaritas',  pero  los  espectadores  no  guardaron 
respeto  alguno  a  S.  M. 

Cantaron,  además  del  Fausto,  11  Profeta,  Guillermo,  Poliu- 
tú,  Norma,  La  muta  di  Portici  y  alguna  otra. 

Más  aceptación  que  las  optaras  tuvieron  los  conciertos  que, 
en  el  salón  dedicado  a  ello,  daba  Joaquín  Gaztambide.  Toca- 
ron, entre  otras  piezas:  la  obertura  de  Giralda,  de  Thomas; 
Bueyes  y  carneros,  cuadrille,  de  Muzart;  Cu  cu  et  cricri,  polka 
del  mismo  autor;  la  obertura  de  Le  pardon  (romería)  de  Ploer- 
mel,  y  la  de  La  part  do  diable. 

Una  noche  de  Mayo,  cuando  la  gente  salía  de  presenciar  la 
representación  de  II  Profeta,  se  encontró  sorprendida  desagra- 
dablemente con  el  encierro  de  los  toros,  teniendo  que  correr 
por  aquellos  campos  la  señoritas,  con  sus  miriñaques  y  pame- 
las, sin  poder  entrar  en  la  población,  pues  las  verjas  de  la 
Puerta  de  Alcalá  se  cerraban  a  la  hora  en  que  los  toros  venían 
a  la  plaza.  Hubo  los  sustos  consiguientes,  caídas,  rotura  de 
vestidos  y  pérdida  de  objetos,  por  lo  que  se  ordenó  retrasar, 
para  en  adelante,  la  hora  del  encierro.  Noches  después,  unos 
jóvenes  bromistas  hicieron  sonar  varios  cencerros  en  la  obscu- 
ridad del  camino  que  traían  los  toros, y  se  reprodujo  la  escena, 
aunque  en  menor  escala,  pues  percatado  de  la  broma  el  pú- 
blico, lo  hubieran  pasado  mal  los  guasones  a  no  haber  puesto 
pies  en  polvorosa. 

Costaba  trabajo  que  la  gente  se  acostumbrase  a  los  Campos 
Elíseos,  por  efecto  de  la  distancia  que  los  separaba  de  la  po- 
blación. Gaztambide  los  arrendó  en  el  verano  de  1867,  esta- 
bleciendo conciertos  por  una  banda  militar  en  la  gran  plaza 
que  había  delante  del  teatro,  ascensiones  de  un  globo  Montgol- 
fier,  y  fuegos  artificiales.  Destinó  un  sitio  especial  para  bailes 
campestres  con  entrada  aparte,  a  2  reales  billete,  encargando 
de  la  dirección  de  la  orquesta  a  Vilamala:  trajo  al  teatro  Rossi- 
ni  una  compañía  mimico-veneciana,  dirigida  por  los  hermanos 
Lorenzo  y  Antonio  Chiarini,   uno  como  maschera  delVArle- 


POR  CARLOS  CAMBRÓN  KRO  343 

chino,  y  el  otro  como  maschera  del  Pierrot.  Hicieron,  entre  otras 
pantomimas,  Cin-Cin-Zich  o  M  diablo  verde,  Un  inglés  en  Italia 
o  La  flauta  mágica,  y  Arlechino,  médico  homeopático  e  Pierrot 
aeronauta.  Como  recurso  extremo  llamó  a  Barbieri  para  que 
diera  una  serie  de  conciertos  en  la  tienda  de  campaña,  de  que 
ya  hemos  hablado.  Acudía  mucha  gente  y  se  pasaba  muy  bien 
el  rato. 

La  compañía  de  ópera  del  teatro  Rossini  inauguró  sus  re- 
presentaciones el  año  1868,  en  10  de  Junio,  con  Don  Bucéfalo, 
de  Caguoni,  cuyo  principal  papel  estuvo  a  cargo  de  Alexan- 
dro  Bottero.  Este  era  muy  notable:  imitaba  distintas  voces,  y 
tenia  mucha  gracia. 

Se  suspendieron  las  funciones  de  ópera  el  6  de  Julio  (1),  y 
vino  a  reemplazarla  una  de  declamación,  compuesta  de  la 
Mercedes  Buzón,  la  Roca,  la  Alonso  y  la  Cirera,  Cortés,  Gon- 
zález, Mela,  Alverá  y  Valles,  con  la  primera  bailarina  Dolores 
Ruiz.  Hicieron  piececitas  cómicas  y  bailes. 

Al  acaecer  la  Revolución  de  Setiembre  de  1868,  el  público 
se  iba  ya  cansando  de  los  Campos  Elíseos. 

Toros. 

La  situación  de  la  Plaza  de  Toros,  que  se  hallaba  próxima 
a  la  Puerta  de  Alcalá,  no  hacía  indispensable  el  carruaje  para 
asistir  a  la  corrida;  pero  aun  así,  se  utilizaban,  hasta  por  vani- 
dad, cuantos  se  hallaban  disponibles,  lo  mismo  la  elegante  ca- 
rretela, que  el  simón  de  alquiler,  el  ómnibus  o  la  clásica  e  his- 
tórica calesa,  de  la  que  iban  quedando  pocos  ejemplares.  La 
vuelta  de  la  gente  que  había  ido  a  la  corrida,  constituía  por 
sí  un  espectáculo  de  gran  animación,  pues  el  ver  las  caras  bo- 
nitas y  el  garbo  saleroso  de  las  aficionadas  a  toros,  bien  valía 


(1)  A  pesar  de  lo  corta  que  fue  la  temporada,  se  estrenaron  Crispina  c 
la  Gomare,  de  los  hermanos  Ricci,  el  17  de  Junio,  e  ll  birrajo  di  Presión, 
de  Luigi  Ricci,  el  2  de  Julio;  las  dos  óperas  con  éxito  mediano. 


344  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


la  pena  de  estar  un  ratito  de  pie  eu  las  aceras  de  la  calle  de 
Alcalá. 

Los  toreros  que  figuraron  eu  este  último  período  de  nues- 
tras Crónicas  son  los  siguientes: 

Espadas:  Regatero,  Cayetano  Sauz,  Julián  Casas  (el  Sala- 
manquino), Domínguez,  Cuchares,  el  Tato,  Pepete,  Mendívil, 
Gonzalo  Mora,  los  Carmenas,  el  Q-ordito  (desde  1864),  la  San- 
tera, Bocanegra,  Villaverde,  Lagartijo  (desde  1866),  Jacinto 
Machio  (desde  1866),  Currito,  o  sea  el  hijo  de  Cuchares  (desde 
1867),  y  Salvador  Sánchez  (Frascuelo),  que  alternó  como  ma- 
tador el  mismo  año  eu  la  Plaza  de  Madrid. 

Banderilleros:  Rico,  Torres,  Villaviciosa,  Bocanegra,  Lillo, 
Cuco,  Antón,  Caniqui,  Pablito,  Muñiz,  Noteveas,  Macando, 
Yust,  Manolín,  el  Gordito,  de  1861;  Currito  y  Lagartijo,  de 
1863;  Vttldemoro,  de  1864;  Chicorro,  José  Gómez  (el  Gallito) 
y  Armilla,  de  1866. 

Picadores:  Muñoz,  el  Coriauo,  el  Esterero,  los  dos  Caldero- 
nes, Marqueti,  Charpa,  Piuto,  el  Artillero,  Arce,  Juaneca, 
Hazaña,  Uceta,  el  Naraujero,  Trigo,  Alani,  de  1861;  Juan  Be- 
dia  (el  Guantero),  de  1863;  Sacanelles,  de  1864,  y  Agujetas, 
de  1868. 

Para  la  temporada  de  primavera  de  1860  se  contrató  a  los 
espadas  Francisco  Arjoua  Guillen  (Cuchares),  Antonio  Sán- 
chez (el  Tato)  y  José  Rodríguez  (Pepete),  ofreciendo  la  em- 
presa toros  de  las  siguientes  ganaderías: 

De  la  tierra:  Veragua,  Martínez,  Puente  López  (antes 
Aleas),  Bañuelos,  Ortiz,  viuda  de  Paredes  y  Félix  Gómez,  cu- 
yos toros  hacía  dos  años  que  no  se  lidiaban  en  esta  plaza. 

De  la  Mancha:  Salido  y  Maldonado. 

Andaluces:  Saltillo  (antes  Lesaca),  Hidalgo,  Barquero  y 
Romero  Valmaseda. 

Los  precios  de  las  localidades  de  sombra  eran  en  esta  época 
los  que  a  continuación  se  expresan: 

Tendidos:  Asientos  sin  numeración,  8  reales. — Contraba- 
rreras, 10. — Barreras,  12. — Tabloncillos,  18. 


POR    CARLOS    CAMBRONERO  345 

Gradas:  Delanteras,  18  reales. — Tabloncillos,  18. — Gen- 
tros,  12. 

Andanadas:  Delanteras,  26  reales. — Tabloncillos,  22. — 
Centros,  14. 

Palcos,  con  diez  entradas,  240  reales. 

En  7  de  Mayo  de  1860  se  lidiaron  toros  de  Cuchares,  nue- 
vos en  esta  plaza,  y  parece  que  no  resultaron  mal,  aunque 
cumplieron  mejor  los  de  D.  Vicente  Martínez,  de  Colme- 
nar Viejo.  De  los  picadores,  Pinto  estuvo  bien;  Charpa,  me- 
diano; Hazaña  y  Martín,  con  desgracia,  especialmente  el  úl- 
timo, que  en  una  caída  se  vio  poco  menos  que  en  las  astas  del 
toro,  librándole  de  una  cogida  la  serenidad  de  Cuchares.  En 
esta  corrida  se  lució  el  banderillero  Muñiz,  dando  el  salto  al 
trascuerno,  que  ejecutaba  maravillosamente,  y  que  tanto  gus- 
taba al  público.  Cuchares  estuvo,  como  siempre,  a  la  altura  de 
un  maestro  consumado,  y  el  Tato  recibió  el  cuarto  toro  en 
toda  regla.  En  su  segundo  toro  dio  un  susto  a  los  espectado- 
res, pues  al  meter  la  espada  tropezó  con  el  asta  derecha  del 
animal,  y  rodó  por  la  arena  sin  hacerse  daño  alguno. 

Por  Setiembre  de  1861  se  hablaba  del  proyecto  de  estable- 
cer en  una  quinta  de  la  calle  de  García  de  Paredes  (Chambe- 
rí), perteneciente  al  marqués  de  Benemejís,  una  escuela  de  tau- 
romaquia, con  toros  embolados,  poniendo  intermedios  con  bai- 
le, y  un  final  con  fuegos  artificiales.  No  sabemos  si  llegó  a 
realizarse  el  proyecto;  pero  seguramente  hubiera  ofrecido  buen 
resultado. 

En  la  corrida  de  20  de  Abril  de  1862,  el  toro  Jocinero,  de 
Miura,  derribó,  al  tomar  un  puyazo,  al  picador  Antonio  Cal- 
derón, y  Pepete  (José  Rodríguez),  que  se  hallaba  hablando  con 
unos  espectadores,  fue  avisado  por  éstos  deJ  peligro;  echó  a 
correr  hacia  el  grupo  que  formaban  caballo,  jinete  y  toro,  en 
el  momento  en  que  éste  salía  en  la  dirección  que  llevaba  el  es- 
pada, a  quien  le  cogió,  dándole  una  tremenda  cornada  en  el 
pecho,  de  la  que  falleció  minutos  después  en  la  enfermería. 

El  famoso  Carlos  Albarrán  (el  Buñolero),  que  estaba  en  sus 


346  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  I8AB£L  II 


Últimos  años  encargado  de  abrir  la  puerta  del  toril,  siendo,  en 
Julio  de  1860,  dependiente  de  la  plaza,  fue  volteado  por  un 
toro  que  saltó  al  callejón,  y  y  aunque  de  la  cogida  no  resultó 
herido,  el  pobre  hombre  salió  con  un  brazo  roto. 

El  13  de  Febrero  de  1860  se  dio  una  corrida  a  beneficio  de 
los  heridos  de  la  guerra  de  África;  presidió  el  príncipe  Adal- 
berto de  Baviera;  los  toros  eran  de  la  ganadería  de  D.  Justo 
Hernández,  y  los  estoquearon  el  Regatero,  Cayetano  Sanz  y 
Julián  Casas. 

Las  moñas  fueron  regaladas  por  las  duquesas  de  Abrantes, 
de  Alba,  de  Fernán  Núñez,  de  Medinaceli  y  de  Tetuán. 

Un  toro,  llamado  Baratero,  de  la  ganadería  de  Romero 
Balmaseda,  y  que  dio  mucho  juego  en  la  corrida  del  21  de  Oc- 
tubre de  1866,  fue  disecado,  y  se  le  envió  a  la  Exposición  uni- 
versal de  París. 

Las  novilladas  ofrecían  novedades  a  los  aficionados.  En  I.** 
de  Enero  de  1861  hicieron  la  mojiganga  El  doctor  y  el  enfer- 
mo. Se  colocaba  una  cama  delante  de  la  puerta  del  toril,  con 
un  enfermo,  asistido  del  facultativo  y  varios  practicantes,  que 
aguardaban  sentados  la  embestida  del  embolado,  teniendo  to- 
dos que  salir  por  pies,  incluso  el  paciente,  lo  que  producía  la 
hilaridad,  sobretodo  de  los  concurrentes  al  tendido  de  sol.  Al 
toro  \6  picaban  cuatro  individuos,  dos  montados  en  burros  y 
dos  metidos  en  caballitos  de  mimbre;  luego  era  banderilleado 
al  natural,  y  este  día  le  dio  muerte  con  muleta  y  espada,  subi- 
do sobre  zancos,  un  tal  Manuel  López.  Este  rejoneó  después,  a 
caballo,  otro  embolado,  y  le  dio  muerte,  como  el  anterior,  su- 
bido en  zancos. 

Durante  la  lidia  de  estos  embolados  había  en  la  plaza  un 
columpio  giratorio,  con  cestos  en  los  extremos,  dentro  de  los 
cuales  se  colocaban  comparsas  con  capotes  para  llamar  a  las 
reses,  sufriendo,  entre  las  risotadas  del  público,  el  bamboleo 
consiguiente  a  la  embestida. 

1861.  Febrero. — En  una  corrida  de  novillos,  un  embolado 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  347 

fue  rejoneado  por  una  cuadrilla  de  indios  {de  Lavapiés),  y 
muerto  por  medio  de  la  chispa  fulminante. 

La  corrida  del  6  de  Junio  de  1868  la  presidió,  por  última 
Tez  como  Príncipe  de  Asturias,  el  que  después  fue  Alfon- 
so XII. 

Días  después,  la  Presidencia  multó  al  Gordo  por  su  falta  de 
interés  en  procurar  complacer  al  público,  defecto  de  que  solía 
adolecer,  y  despechado  el  diestro  por  el  bochorno  que  sufría, 
parece  que  hizo  a  los  de  un  tendido  próximo  ciertas  demostra- 
ciones que  produjeron  el  consiguiente  alboroto.  Desde  enton- 
ces el  Gordo  tuvo  pocas  simpatías  en  la  plaza  de  Madrid.  An- 
tes había  sido  muy  querido  del  público,  sobre  todo  como  ban- 
derillero. En  una  de  estas  suertes  estuvo  tan  acertado  el  24  de 
Junio  de  1861,  que  D.  José  Salamanca  le  arrojó  al  redondel  un 
par  de  cigarros  habanos  envueltos  en  un  billete  de  cincuenta 
duros. 

Según  la  estadística  publicada  por  el  periódico  taurino  La 
fiesta  Española{dirigiáo  por  nuestro  amigo  Nicolás  García  Ca- 
ballero), en  la  temporada  de  verano  de  1868,  los  primeros  es- 
padas de  la  Plaza  de  Madrid  mataron  el  número  de  toros  si- 
guientes: El  Tato,  36;  el  Gordito,  28;  Frascuelo,  30;  Julián 
Casas,  6;  el  Regatero,  2;  Gonzalo  Mora,  2;  Bocanegra,  2; 
Mariano  Antón,  2;  Cuchares,  3,  y  Curro  Reyes,  3,  que  dan  un 
total  de  113  reses  muertas.  Para  el  revistero  citado,  el  Tato 
dio  14  buenas  estocadas,  el  Gordito,  12;  Frascuelo,  4;  Julián 
Casas,  2,  y  Gonzalo  Mora,  otras  2.  Los  demás  no  merecieron 
su  aprobación. 

La  última  corrida  del  reinado  de  Isabel  II  se  dio  el  6  de 
Setiembre  de  1868,  con  seis  toros  de  la  ganadería  de  D.  Fran- 
cisco Taviel  de  Andrade,  que  había  adoptado  para  sus  reses  la 
divisa  encarnada  y  rosa.  Trabajaron  como  espadas  Antonio 
Sánchez  el  (Tato),  que  salió  vestido  de  verde  y  oro;  Manuel 
Fuentes  (Bocanegra),  de  verde  y  plata,  y  Vicente  García  (Vi- 
llaverde),  azul  y  plata. 

La  corrida  parece  que  fue  mala.  El  Tato,  retraído  en  los 


348  0RÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DiS  ISABEL  H 

quites  de  vara;  bravo  en  los  pases  de  muleta,  auuque  con  pooa 
soltura  y  aplomo;  mal  eu  las  e.-jtocadas,  porque  dio  dos  golle- 
tazos, y  bien  eu  los  lances  de  capa  y  galleo.  Bocanegra,  sere- 
no y  aplomado  en  la  lidia,  auuque  inseguro  en  las  estocadas. 
Villaverde  hizo  lo  que  pudo,  teniendo  en  cuenta  que  estaba 
convaleciente  de  una  herida  recibida  pocos  meses  antes. 

Para  el  día  27  de  aquel  mes  se  anunció  una  corrida  con  el 
Tato,  Bocanegra  y  Frascuelo,  pero  el  estado  de  la  atmósfera 
política  no  permitió  que  se  celebrara. 

La  deficiencia  que  el  lector  habrá  notado  en  las  reseñas 
taurinas  de  estos  apuntes  obedece  a  que  el  cronista  no  es  afi- 
cionado a  toros.  Sírvale  esto  de  disculpa. 

VABIEDADES 

Un  espectáculo  público  y  gratuito  que  llevó  mucha  y  va- 
riada concurrencia  al  patio  del  Buen  Retiro,  esto  es,  una  gran 
explanada  que  existía  delante  del  edificio  donde  hoy  está  el 
Museo  de  Artillería,  fue  la  exposición  de  los  trofeos  militares 
cogidos  al  ejército  marroquí  en  la  guerra  de  1869  a  1860.  Es* 
tos  trofeos  consistían  en  varios  cañones  del  siglo  xviil  y  prin- 
cipios del  XIX,  y  la  tienda  de  campaña  que  había  utilizado  Mu- 
ley-el-Abbas,  hermano  del  Sultán  de  Marruecos.  En  la  plaza 
de  San  Marcial,  delante  del  cuartel  de  San  Gil,  hoy  derruido, 
también  se  exhibieron  en  aquellos  días.  Febrero  y  Marzo  de 
1860,  cañones  de  la  misma  procedencia,  entre  los  que  se  en- 
contraba uno  que  había  pertenecido  al  infortunado  rey  don 
Sebastián  de  Portugal. 

La  reina  Isabel  estuvo  a  ver  los  trofeos  instalados  en  am- 
bos sitios,  y  obtuvo  una  ovación  entusiasta  por  parte  del  nu- 
meroso público  que  se  hallaba  presente. 

1860.  'Ka.Yzo.—Poliorama  español,  Alcalá,  18  y  20.  Vistas 
de  la  guerra  de  África. 

1861. — Cuadros  mecánicos,  de  D.  Francisco  Amat,  calle 
del  Arenal,  núm.  11.  Vistas  con  figuras  de  movimiento. 


POR  CARLOS  CAMBRONERO  349 


1861. — Alcalá,  17.  Exhibición  de  un  león  de  cristal  hilado, 
de  vara  y  media  de  largo,  con  otros  objetos  de  la  misma  ma- 
teria, fabricados  por  el  Sr.  Barbegelata.  Entrada,  un  real. 

1863.  Circo  de  Paul, — Prestidigitador  francés  Mr.  Peyres, 
que  hizo  juegos  ya  conocidos;  pero  con  la  novedad  de  traba- 
jar teniendo  los  brazos  desnudos. 

1864. — Ciclorama  universal,,  de  Mr.  E.ossy.  Paseo  de  Re- 
coletos. Se  trasladó  poco  tiempo  después  a  la  calle  de  Precia- 
dos, esquina  al  Postigo  de  San  Martín. 

1864.  Abril. — Carrera  de  San  Jerónimo,  núm.  18,  tienda. 
Exhibición  de  Mme.  Glofullia,  la  mujer  con  barbas,  que  tenían 
27  centímetros  de  largas.  Fue  un  espectáculo  raro,  al  que  con- 
currió mu3ha  gente.  Presentaba  al  público  una  certificación 
del  Dr.  D.  Pedro  Mata,  asegurando  que  aquella  persona  per- 
tenecía al  sexo  femenino. 

Notable  fue  la  veuida  de  Mr.  Blondin,  el  célebre  funámbu- 
lo que  había  atravesado  por  cima  de  las  cataratas  del  Niága- 
ra andando  sobre  una  cuerda  sostenida  de  extremo  a  extremo. 
El  12  de  Mayo  de  1863  atravesó  el  estanque  grande  del  Reti- 
ro, también  sobre  una  cuerda,  a  una  altura  de  45  varas,  lle- 
vando balancín,  cosa  que  algún  señorito,  falto  de  sentido  co- 
mún, se  atrevió  a  censurar.  Pasó  la  cuerda  con  los  ojos  venda- 
dos, hizo  equilibrios  sobre  una  silla,  y  merendó,  sentado  en 
ella;  dio  un  paseo  subido  en  unos  zancos  y  atravesó  el  trayec- 
to, llevando  sobre  los  hombros  un  robusto  mocetón  que  era 
marinero  vizcaíno. 

La  compañía  del  Circo  del  Principe  Alfonso,  dirigida  por 
Ciniselli,  dio  algunas  funciones  ecuestres  y  acrobáticas  los 
domingos  por  la  tarde  en  la  Plaza  de  Toros.  Terminaban  con 
la  ascensión  del  olown  Blondeau  en  un  globo  montgolfier  lla- 
mado ÍJZ  Águila. 

En  Agosto  de  1863  subió  en  otro  montgolfier  una  aeronau- 
ta muy  conocida,  Mme.  Poitevin.  Era  de  cuarenta  años,  alta, 
delgada,  de  modales  finos  y  fisonomía  agraciada:  subió  meti- 
da en  un  cesto  de  mimbre.  Cayó  el  globo,  el  primer  día  de  los 


350  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

que  subió,  en  la  quiuta  de  D.  Luis  Guilhou,  junto  a  Chamar- 
tín,  cuando  estaba  la  señora  de  la  casa  de  conversación  en  el 
jardín  con  la  familia  del  Sr.  Manzanares,  en  cuyo  coche  resti- 
tuyeron a  Madrid  a  la  aeronauta,  después  de  haberla  obsequia- 
do con  pastas  y  te. 

Exposiciones  de  fieras. — Hubo  una  en  1861,  presentada  por 
el  domador  César  Maserini,  en  la  calle  de  la  Bolsa,  al  lado  del 
edificio  que  da  nombre  a  esta  vía  pública.  Tenía,  entre  otros 
animales,  un  león  del  alto  Egipto,  una  hiena  asiática  y  la  rei- 
na de  las  jirafas. 

1863. — Quizá  algún  viejo  se  acuerde  todavía  de  la  colección 
de  fieras  que  exhibió  Mr.  Bernabeau  en  un  solar  de  la  calle  de 
la  Alameda,  núm.  1,  frontero  de  la  Platería  de  Martínez.  No 
hubo  en  Madrid  muchacho  alguno  que  se  quedara  sin  ver  las 
fieras  de  Mr.  Bernabeau.  Tenía  un  elefante,  más  grande  que 
los  que  en  aquellos  días  trabajaban  eu  el  Circo  de  Price;  tres 
tigres  de  Bengala,  un  oso  negro,  un  león  del  Cabo  de  Buena 
Esperanza,  otro  del  Atlas,  un  leopardo,  chacales,  serpientes  y 
otros  animales. 

En  el  barracón,  donde  había  estado  una  Exposición  de  pin- 
turas, calle  de  Alcalá,  solar  del  convento  de  las  Vallecas,  se 
exhibió  (Marzo  1866)  un  ballenato,  cogido  en  aguas  de  Q-ueta- 
ria  (Guipúzcoa).  Pesaba  260  arrobas  y  tenía  27  pies  de  lon- 
gitud . 

Nacimientos. — Desde  1860  funcionaban  los  nacimientos  me- 
cánicos de  Buenavista,  calle  de  Silva;  del  Recreo,  calle  de  la 
Tahona  de  las  Descalzas,  esquina  a  la  de  Capellanes,  y  del 
Olimpo,  en  la  Platería  de  Martínez,  junto  al  Prado. 

En  1867  aparecen  el  del  teatro  del  Numen,  en  la  calle  de 
la  Hiedra,  y  el  de  la  Infantil,  Flor  Baja,  núm.  1,  donde  la  fun- 
ción se  representaba  por  niños.  v 

1866. — La  Nueva  Infantil,  calle  de  Carretas,  núm.  14.  Que- 
dó luego  para  teatro  de  tercer  orden. 

1867. — Hubo  nacimiento  en  Variedades  y  en  el  Teatro 
Máizquez,  calle  de  Tudescos,  núm.  34. 


POR   CARLOS    OAMBROMERO  351 

Cafés-teatro. — Se  pusieron  de  moda  los  llamados  cafés  Úri- 
cos, porque  se  amenizaban  con  música.  En  Marzo  de  1860  se 
inauguró  el  de  Capellanes,  y  algún  tiempo  después,  el  de  Lope 
de  Vega,  en  el  teatro  del  mismo  nombre,  como  ya  se  ha  dicho. 
Se  instaló  otro  en  la  calle  del  Caballero  de  Q-raoia  y  se  refor- 
mó el  de  El  Iris,  en  la  Carrera  de  San  Jerónimo,  donde  des- 
pués se  construyó  el  Crédito  Lyonés. 

1867.  —Se  convirtió  el  salón  de  baile  de  Capellanes  en  cafe- 
teatro,  construyendo  un  escenario  bastante  reducido,  a  la  iz- 
quierda de  la  puerta  de  entrada,  y  colocando  las  mesas  para 
el  servicio  de  los  concurrentes  en  las  galerías  que  rodean  el 
salón.  En  el  centro  de  éste  había  cuatro  columnas  que  soste- 
nían la  techumbre  y  entorpecían  la  vista  del  escenario.  El  con- 
sumo en  el  café  daba  opción  a  un  billete  del  teatro;  por  más 
que  se  podía  asistir  a  las  funciones  dramáticas  abonando  un 
real.  Entonces  se  estableció  el  mismo  sistema  en  el  teatro-cafó 
del  Recreo,  calle  de  la  Flor  Baja,  donde  hoy  se  halla  construi- 
da la  iglesia  de  los  PP.  de  la  Compañía  de  Jesús. 

En  el  Recreo  funcionaba  un  í  compañía  que  casi  podríamos 
calificar  de  aficionados;  pero  que  al  andar  del  tiempo,  consi- 
guieron tener  una  reputación.  Pepe  Valles,  discípulo  e  imita- 
dor de  Romea;  Antonio  Riquelme,  Juan  José  Lujan  y  la  Jua- 
nita González. 

El  teatro-cafó  de  Capellanes  cambió  de  nombre  en  Fe- 
brero de  1868,  y  se  tituló  de  Alarcón,  quedando  el  café  com- 
pletamente independiente  del  teatro.  Entró  de  director  de  la 
compañía  Pepe  Baño  vio. 

El  ejemplo  de  Capellanes  animó  a  la  empresa  del  salón  de 
Paul,  y  contrató  una  compañía  barata,  haciendo,  como  es  na- 
tural, piezas  dramáticas  y  zarzuelas  en  un  acto,  con  su  corres- 
pondiente cuerpo  coreográfico,  en  que  figuraban  como  primeras 
bailarinas  las  hermanas  Fernández.  Se  hacían  obras  de  reper- 
torio, pero  estrenaron  algunas,  y  entre  otras,  llamó  mucho  la 
atención  la  titulada  Café-teatro  y  restaurant  cantante,  letra  de 
Emilio  Alvarez  y  música  de  Oudrid.  «La  acción  de  este  paso — 


352  CRÓNICAS  DKI>  TIEMPO  DE   ISABEL  II 

decía  el  cartel — pasa  en  una  pieza  de  paso  y  en  un  quinto  piso 
de  la  calle  de  la  Pasa.»  Se  escribió  para  Carratalá,  tenor  có- 
mico de  la  compañía.  El  local  resultaba  fresco:  las  butacas 
eran  de  hierro,  de  igual  clase  que  las  utilizadas  en  los  paseos 
públicos  actualmente. 

Salón  del  Conservatorio. — 1860.  Abril. — Función  a  beueficio 
de  los  heridos  en  la  guerra  de  África.  Hicieron  A  Madrid  me 
vuelvo,  por  la  Berrobianco  (primer  premio  de  aquella  escuela 
en  1868),  Cristina  Lecea,  Julián  Romea  (profesor  y  antiguo 
alumno),  Arjona  (profesor),  Florencio  Bornea  (alumno  que  ha- 
bía sido),  Pizarroso  (profesor  honorario),  Alfredo  Maza  y  Félix 
Corrales  (alumnos).  Después  uu  himno  a  la  guerra,  letra  de 
Vega,  música  de  Eslava,  cantado  por  la  Srta.  Toda  y  los  alum- 
nos del  Conservatorio. 

En  otra  función,  verificada  con  el  mismo  objeto  benéfico, 
hizo  juegos  de  prestidigitación  el  famoso  Mr.  Hermann,  y  Mol- 
berg,  a  quien  ya  conoce  el  lector,  tocó  su  también  famoso 
xilocordeón. 

Noviembre  1863. — En  este  salón  dio  un  concierto  Mr.  Whi- 
te,  joven  violinista  que  tocó  una  fantasía  sobre  motivos  de 
Nabuco,  y  otra  de  Trovatore. 

Este  año  quisieron  Gaztambide  y  Barbieri  dar  aquí  una  se- 
rie de  conciertos  clásicos,  poniendo  a  40  reales  la  butaca,  y 
después  de  anunciado  en  la  Prensa,  por  no  haber  podido  ave- 
nirse con  los  profesores  de  orquesta,  tuvieron  que  desistir  de 
su  propósito. 

1864. — Don  Antonio  Romero  había  introducido  una  modi- 
ficación en  el  clarinete,  y  el  25  de  Setiembre  convocó  a  los  afi- 
cionados, en  el  Salón  del  Conservatorio,  a  fin  de  que  examina- 
sen detenidamente  la  reforma  del  instrumento.  Acudió  mucha 
gente,  y  mereció  la  aprobación  de  todos  el  nuevo  clarinete. 

Diciembre. — Concierto  de  órgano  expresivo  por  el  profesor 
Louis  Engel.  Resultó  algo  monótono. 

1866. — Se  constituyó  una  Sotiedad  artistico-musical  de  sO' 
corros  mutuos,  que  daba  algunos  conciertos  en  este  local,  du- 


POR   CARLOS   CAMBRÓN ERO  353 


rante  los  meses  de  Marzo  y  Abril,  al  precio  de  40  reales 
billete.  Para  que  se  forme  idea  de  las  obras  que  tocaban, 
enunciaremos  las  siguientes,  sacadas  del  programa  de  una  de 
las  sesiones:  Obertura  del  Conde  Egmont,  de  Beethoven;  Motete 
del  siglo  xvl,  de  Morales;  Villancico  asturiano  del  siglo  xvii, 
de  Veana;  Marcha  fúnebre,  de  Monasterio;  Allegreto  scherzan 
£¿0  de  la  sinfonía  en  fa,  de  Beethoven,  y  Sinfonía  de  StruenséSf 
de  Meyeerber. 

1866.  Noviembre. — Sociedad  de  Cuartetos.  Dieron  seis  con- 
ciertos Monasterio,  Castellano,  Pérez  y  Pía,  acompañes  al 
piano  por  Dámaso  Zabalza.  Tocaban  obras  de  Haydn,  Mo- 
zart,  Beethoven  y  demás  autores  clásicos.  Estos  conciertos 
tuvieron  aceptación,  y  la  Sociedad  siguió  funcionando  durante 
muchos  años. 

Jardín  de  Apolo. — Barbieri  era  activo,  emprendedor,  en- 
tusiasta por  la  música.  Satisfecho  del  buen  resultado  que  le 
había  ofrecido  la  idea  de  los  conciertos  del  Circo  del  Principe 
Alfonso,  inauguró,  en  el  mes  de  Julio  de  1866,  otra  serie  en  el 
antiguo  Jardín  de  Price,  teniendo  que  vencer  la  repugnancia 
que  parte  del  público,  sobre  todo  las  señoras,  tenía  para  con- 
currir a  un  paraje  que  había  servido  de  baile  campestre.  Su 
buena  suerte  y  las  simpatías  de  que  Barbieri  gozaba  en  Ma- 
drid lo  consiguieron  todo,  y  desde  el  primer  día,  es  decir,  des- 
de la  primera  noche,  se  vieron  los  conciertos  favorecidos  por 
lo  más  aristocrático,  elegante,  selecto  y  distinguido  del  muje- 
río de  esta  corte,  que  se  deleitaba  oyendo  Laa  alegres  coma- 
dres de  Winsor,  de  Nicolai;  la  obertura  de  Le  román  d'Elvire, 
la  de  Líi  muta  di  Portier,  trozos  de  sinfonías  de  Beethoven;  un 
precioso  dúo  de  arpas  por  la  Teresa  Roaldés  y  su  discípula 
Isabelita  Espeso;  la  redowa  Fleur  de  Bruyére,  de  Ketterer,  y 
otras  piezas  no  menos  agradables.  Dio  20  conciertos. 

Carreras  de  caballos. — El  decidido  empeño  de  las  dos  aris- 
tocracias, la  de  la  sangre  y  la  del  dinero,  iban,  aunque  laborio- 
samente, consiguiendo  establecer  la  costumbre  de  celebrar 
carreras  de  caballos  en  primavera  y  otoño. 


I 


354  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


Por  el  mes  de  Febrero  de  1860,  muchos  aficionados  acu- 
dieron a  la  calle  de  la  Magdalena,  núm.  12,  establecimiento  de 
caballos  a  pupilo,  a  ver  nno  que  habían  traído  al  Marqués  de 
Salamanca.  Tenía  el  caballo  12  dedos  sobre  la  marca,  cinco 
años,  bellas  formas  y  perfectos  aplomos,  y  fue  el  tema  de  la 
conversación  de  la  gente  de  sport  durante  muchos  días. 

Las  carreras  de  caballos  verificadas  en  Octubre  de  1860 
estuvieron  muy  desanimadas.  Concurrieron  los  Duques  de  Osu- 
na y  de  Sesto  y  el  Marqués  de  Alcañices,  retirándose  el  Duque 
de  Fernán-Núñez  y  D.  José  Salamanca  antes  de  comenzar  la 
carrera,  por  enfermedad  de  los  animales  que  presentaban. 

1861.  Mayo. — G-auaron  los  premios:  Dúchese  y  Lovely^  del 
Duque  de  Fernán-Núfiez;  Ne.va  y  Elena,  del  Duque  de  Osuna. 
La  yegua  Elena  dio  la  carrera  más  veloz  que  se  había  conoci- 
do, pues  tardó  cinco  minutos  y  medio  segundo  en  recorrer  las 
4.500  varas  que  tenía  el  Hipódromo  de  la  Casa  de  Campo.  Para 
disputar  una  copa  de  oro,  ofrecida  por  la  Duquesa  de  Mediua- 
celi,  se  dio  una  carrera  extraordinaria,  en  que  montaron,  ves- 
tidos de  jockey,  sus  propios  caballos,  el  Marqués  de  Sardoal 
(hijo  del  Duque  de  Ahrantes),  D.  Fernando  Ezpeleta  y  el 
Conde  de  Castellá  (hijo  del  Duque  de  Bibona).  Ganó  Sardoal, 
futuro  Alcalde  de  Madrid. 

La  Condesa  de  Scláfani  improvisó  un  segundo  premio  para 
los  que  habían  sido  vencidos  en  la  carrera  anterior;  pero  dan- 
do solamente  una  vuelta,  que  comprendía  1.500  varas,  pues  la 
carrera  a  que  nos  hemos  referido  fue  de  dos  vueltas,  o  sea, 
3.000  varas.  Ganó  Ezpeleta.  En  las  carreras  generales  se  ha- 
bían presentado  caballos  de  los  Marqueses  de  Alcañices  y  de 
Villamejor,  de  los  Duques  de  Sesto  y  de  Frías,  y  de  D.  San- 
tiago Tailby.  Salamanca  se  tuvo  que  retirar,  por  enfermedad 
repentina  de  los  caballos  que  había  traído  para  tomar  parte  en 
las  carreras. 

Por  entonces  escribía,  en  el  Museo  Universal,  unas  revistas 
de  esta  fiesta  hípica,  con  el  epígrafe  de  Examen  critico  de  las 
carreras  de  caballos,  D.  Nicolás  Casas  de  Mendoza. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  355 

1863.  Noviembre. — Presentaron  caballos  el  Duque  de  Osu- 
na, el  Marqués  de  Alcañices,  D.  Alfonso  Vignolles,  el  Duque  de 
Fernán -Núñez,  el  de  Frías,  D.  José  Salamanca,  el  Duque  de 
Sesto,  D.  Andrés  Granada,  D.  Pedro  Ibáñez,  D.  José  Hidal- 
go, D.  Diego  Martínez  y  D.  Martín  López.  Obtuvieron  pre- 
mio: Vad-  Ras,  de  Osuna;  Sí,  de  Alcañices;  Buckingan,  de  Vig- 
nolles. Se  declaró  niila  una  carrera  por  haberse  rozado  un  ji- 
nete con  otro,  y,  repetida  la  prueba,  ganó  la  yegua  Samsa,  de 
Osuna. 

La  poca  variedad  que  para  los  no  aficionados  ofrecen  las  re- 
señas de  las  carreras  de  caballos,  nos  hace  renunciar  a  nuestro 
propósito,  sirviendo  de  muestra  las  noticias  que  presentamos, 
para  dar  idea  del  concepto  de  este  espectáculo  público  en  el 
cuarto  período  de  las  Crónicas  que  presentamos  al  lector. 

Las  carreras  se  efectuaban,  como  hemos  dicho,  en  el  Hipó- 
dromo de  la  Casa  de  Campo,  entrando  por  la  puerta  llamada 
de  Castilla. 

Circo  de  gallos. — Aparece  funcionando  en  1861  en  la  calle 
de  Recoletos,  casi  frente  al  Circo  de  Price,  y  próximamente  en 
el  sitio  que  hoy  ocupa  la  calle  de  Villalar.  Los  palcos  costaban 
20  reales;  las  butacas,  6,  y  la  entrada  general,  2. 

En  1866  se  estableció  otro  Circo  de  gallos  en  las  afueras  de 
la  Puerta  de  Santa  Bárbara,  haciéndole  al  primero  la  compe- 
tencia; pero  los  dos  siguieron  funcionando  hasta  la  fecha  de  la 
terminación  de  estas  Crónicas. 

Juego  de  pelota  del  Ariel. — Paseo  de  la  Castellana,  cerca  de 
la  calle  de  Fernando  el  Santo.  Figura  el  anuncio  desde  1861 
a  1868. 

Polvoristas. — En  1861  aparece  como  polvorista  Manuel 
Frías  (el  Madrileño).  Este  mismo  año  se  dio  una  función  piro- 
técnica en  la  Plaza  de  Toros,  por  los  ya  conocidos  Minguet  y 
Llorens,  exponiendo  plantones  de  rotación  horizontal  y  vertical, 
una  gran  fachada  de  60  pies  de  extensión  con  tres  galerías 
construidas  a  todo  fuego,  y  un  final  sorprendente  de  volcanes, 
carcasas,  cuerdas  de  tiros,  explosiones,  ramillete  de  volantes  y 


356  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

una  gran  bengala  que  iluminó  toda  la  plaza.  La  función  co- 
menzó al  anochecer,  duró  una  hora,  y  la  entrada  general  cos- 
taba 2  reales. 

Liceo  Piquer. — El  escultor  Piquer,  que  se  complacía  en 
proporcionar  horas  de  agradable  entretenimiento  a  sus  ami- 
gos, construyó  un  teatrito  en  su  propia  casa,  calle  de  Legani- 
tos,  números  30  y  32,  y  una  o  dos  veces  al  mes  daba  funciones, 
que  resultaban  muy  agradables,  y  a  las  que  procurábamos 
concurrir  los  muchachos  de  la  época.  Allí  se  estrenó,  en  Enero 
de  1863,  la  linda  comedia  en  un  acto,  de  Joaquina  García  Bal- 
maseda,  Genio  y  figura,  en  la  que  la  autora  representó  el  prin- 
cipal papel. 

Ricardo  Vega,  hijo  de  D.  Ventura,  interpretó  concienzuda- 
mente la  comedia  de  su  padre,  El  hombre  de  mundo,  acompa- 
ñado de  Clotilde  Lombía. 

Ignacio  Ovejero  tocaba  el  órgano  expresivo;  su  hermano 
Pepito,  el  arpa;  Compta  y  Dámaso  Zavalza,  el  piano;  canta- 
ban las  Srtas.  Elisa  y  Carmen  Güell;  recitaban  poesías  María 
del  Pilar  Sinuós,  Bernardo  López  Q-arcía,  Picón,  Marco,  Gri- 
lo,  Santisteban,  el  malogrado  Arturo  Sautibáñez  y  nuestro 
querido  amigo  Castillo  y  Soriauo,  al  presente  segundo  jefe  de 
la  Biblioteca  Nacional,  sin  olvidar  a  Manuel  del  Palacio,  cuyos 
discursos,  disparatados  a  propio  intento,  hacían  desternillarse 
de  risa  a  los  concurrentes. 


Bailes   pútolloos. 

El  Circo  de  Faul  seguía  teniendo  atractivos  para  los  aficio- 
nados al  baile.  En  Enero  de  1860  se  dieron  en  el  local  fiestas 
venecianas,  en  que  el  salón  estaba  iluminado  con  multitud  de 
faroles,  banderolas  y  gallardetes,  y  se  puso  una  orquesta  com- 
puesta de  50  profesores,  20  guitarras  y  bandurrias  y  un  piano. 
Una  noche  se  tocó  La  hatnlla  de  los  Castillejos,  composición 
del  director  de  orquesta  D.  Juan  Comas,  en  la  que  tomaban 


POR   CARLOS   CAMBRONKRO  357 

parte,  además  de  los  músicos  del  baile,  dos  charangas,  tambo- 
res, cornetas,  clarines;  se  hacían  disparos  de  fusilería  y  de  ca- 
ñón, y  se  encendían  luces  de  bengala.  No  tuvo  el  éxito  que 
La  batalla  de  InJcermann. 

Seguían  funcionando  los  salones  de  baile  de  El  Crucero, 
calle  del  Luzón,  núm.  11,  y  Los  placeres  de  la  corte,  Costani- 
lla de  los  Desamparados,  núm.  16;  pero  sobre  todos  figuraba 
Capellanes,  donde  se  reunía  cada  noche  una  sociedad  coreográ- 
fica distinta.  La  concurrencia  era  relativamente  selecta,  por  lo 
que  se  refiere  al  sexo  fuerte,  sin  que  se  desdeñase  de  asistir  a 
las  sesiones  ni  el  joven  elegante,  ni  el  valeroso  oficial  del  Ejér- 
cito, ni  el  artista,  ni  el  escritor,  ni  el  honrado  comerciante. 
Ya  nos  dice  Manuel  del  Palacio  en  aquellos  versos: 

Capellanes  nos  espera 
con  su  chotis  y  su  vals, 
sus  danzas  americanas 
y  su  alegre  sociedad. 
Allí  lo  mismo  se  admite 
la  calesera,  que  el  frac, 
la  gorra  de  piel  de  nutria, 
que  la  gabina  de  Aimábl  (1). 
Por  aquella  galería 
veréis  unidos  cruzar 
diputados  y  toreros, 
sastres  y  jueces  de  paz, 
modistas  de  cuarto  piso 
y  aristócratas  pur  sang. 

En  Junio  de  1860  se  inauguró  el  baile  campestre,  como  se 
decía  antes,  o  el  jardín  de  baile,  como  se  dijo  luego,  de  El  Elí- 
seo madrileño,  en  el  Paseo  de  Recoletos,  frente  al  Banco  Hipo- 
tecario. Además  de  una  escogida  orquesta  (2),  había  poliorama. 


(1)  Aimable,  sombrerería  elegante  de  la  Puerta  del  Sol. 

(2)  Que  dirigía  Molberg,  y  como  supondrá  el  lector,  alguna  vez  obse- 
quió a  los  concurrentes  con  un  concierto  de  xüocordeón. 


358  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

restaurante  confitería,  gimnasio  y  tiro  de  pistola.  La  entrada 
costaba  4  reales,  sin  más  opción  que  a  bailar.  Este  jardín  era 
durante  los  días  festivos  el  punto  de  reunión  predilecto  de  mo- 
distas y  dependientes  de  comercio,  la  cual  concurrencia,  por 
vicio  de  oído,  ponía  en  la  segunda  e  del  sustantivo  del  título 
el  acento  que  requería  la  i.  Por  eso  decía  aquel  cantar: 

Soy  una  modista 
que  en  el  Elíseo 
hago  una  conquista 
en  un  santiamén  (1). 

Jardines  del  Tivoli,  situados  donde  hoy  se  halla  el  Hotel 
Ritz,  Se  dieron  grandes  bailes  durante  el  verano  por  los  años 
de  1864  y  1865,  con  farolitos  a  la  veneciana  y  bengalas  al 
final.  La  gente  acudía  a  las  inmediaciones  para  oír  las  piezas 
de  baile  que  tonaba  una  banda  militar. 

■  Jardines  del  Paraíso,  afueras  de  la  Puerta  de  Santa  Bár- 
bara, frente  a  la  Fábrica  de  tapices,  es  decir,  donde  hoy  co- 
mienza la  calle  de  Almagro.  Se  inauguraron  en  Junio  de  1861, 
y  en  1863  se  alternaron  las  piezas  de  baile  con  conciertos,  en 
que  tomaba  parte  numerosa  orquesta  y  los  coros  del  Teatro 
Real.  Había  tiro  de  pistola,  café  y  fuegos  artificiales. 

1863. — Price  formó  un  jardín  al  lado  de  su  Circo  (2),  para 
dar  bailes  campestres  amenizados  con  cuadros  cromofundentes 
y  algún  otro  espectáculo  que  sirviera  de  aliciente.  Siguió  abier- 
to al  público  con  el  nombre  de  Jardín  de  Apolo  durante  los 
años  posteriores;  tenía  su  entrada  por  la  calle  del  Cid.  Barbie- 
ri  lo  abrió  en  Julio  de  1866  como  salón  de  conciertos. 

Había  bailes  de  máscara  en  los  salones  que  durante  el  in- 
TÍerno  se  dedicaban  a  rendir  culto  a  la  diosa  Terpsícore,  y 
además  los  hubo,  desde  1861,  en  Lope  de  Vega;  eu  la  Zarzuela, 
con  orquesta  dirigida  por  Cristóbal  Oudrid  y  Luis  Cepeda;  en 


(1)  Aire  de  schotis. 

(2)  Calle  de  Recoletos. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  359 

el  Real,  en  el  Teatro  Eossini,  alguno  que  otro  en  el  Salón  del 
Conservatorio,  y  los  clásicos  de  Paul  y  Capellanes,  como  lo 
pregona  aquella  antigua  habanera: 

No  me  lleves  a  Pol, 
que  me  verá  papá; 
llévame  a  Capellanes, 
que  estoy  segura  que  allí  no  irá. 

El  lector  habrá  oído  hablar  del  cancán.  Este  era  un  baile 
que  pertenecía  al  género  de  los  llamados  de  figuras,  como  la 
contradanza  y  el  rigodón;  pero  sin  reglas  fijas  y  determinadas, 
ajustándolo  a  su  capricho  las  parejas  con  la  más  amplia  liber- 
tad. No  se  bailaba  a  estilo  de  los  mencionados,  tranquila  y 
pausadamente,  sino  a  compás  de  2  por  4,  es  decir,  al  aire  de 
ana  marcha  militar,  marcando  bien  la  instrumentación  de  los 
bajos  para  dar  vigor  y  energía  a  la  música.  Nunca  el  hombre 
cogía  entre  sus  brazos  a  la  mujer,  como  en  la  polka  o  en  el 
vals;  pero  las  posturas  y  los  ademanes  que  se  empleaban  ha- 
bían de  ser  provocativos  y  desenvueltos,  exigiéndose,  como 
condición  precisa,  una  gran  agilidad  para  levantar  la  pierna 
hacia  adelante,  de  tal  modo,  que  la  mujer  acreditada  de  can- 
canista,  sabía  quitarle  graciosamente  de  la  cabeza  el  sombrero 
a  su  vis-  a  -vis  con  la  punta  del  pie. 

Como  entonces  se  usaban  faldas  de  cola  y  de  mucho  vuelo, 
la  mujer,  para  bailar  el  cancán  se  recogía  los  vestidos  con 
ambas  manos,  moviendo  a  compás  los  brazos,  a  fin  de  que 
quedasen  libres  los  pies  y  las  piernas,  lo  que  solía  producir  al 
espectador  cierta  impresión  voluptuosa. 

El  tipo  del  hombre  que  bailaba  el  cancán  en  el  teatro, 
como  función,  no  había  de  ser  afeminado  con  sus  ribetes  de 
Narciso  mitológico,  según  se  acostumbraba  a  ver  en  este  lina- 
je de  espectáculos,  sino  que  se  escogieron  figuras  de  algún  re- 
lieve naturalista,  como  le  gendarme  o  le  cuirassier. 

La  revelación  del  cawcáw   tuvo  efecto ,  para  los  habitantes 


360  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

de  Madrid,  con  la  marcha  a  Iok  infiernos,  de  la  zarzuela  Los 
dioses  del  Olimpo;  desde  entonces,  el  nuevo  baile  se  proclamó 
señor  y  soberano  de  la  coreografía  matritense,  dejando  venci- 
dos y  avergonzados  al  ole,  al  jaleo  de  Jerez,  a  las  boleras  y  a 
las  graciosas  seguidillas,  que  tal  cual  vez  las  hacía  revivir, 
como  suspiro  patriótico,  la  Petra  Cámara. 

Sin  embargo,  debemos  hacer  constar  que  nuestras  modis- 
tas y  sus  similares  en  los  diversos  oficios  femeniles  de  esta 
capital  no  bailaron  el  cancán  en  los  salones  públicos;  las 
empresas  contrataban  bailarinas  de  profesión,  extranjeras 
o  españolas,  que  animaban  la  soirée  con  un  par  de  quadrilles. 
El  elemento  genuinamente  castizo  se  había  encariñado  con 
la  habanera,  baile  tranquilo,  de  lánguida  cadencia,  que  per- 
mitía sostener  secreta  conversación  al  propio  tiempo,  en  la 
seguridad  de  no  perder  el  compás.  Alguna  pareja  se  estaba 
bailando  diez  minutos  sin  salir  de  un  ladrillo.  No  había 
reunión  de  la  clase  media  donde  no  se  bailase  habaneras,  ni 
pianista  adocenado  que  no  compusiese  unas  cuantas,  ni  se- 
ñorita aficionada  que  no  las  tocase  al  piano  para  hacer  su 
presentación  en  las  tertulias  de  confianza.  A  estas  danzas 
populares  se  las  ponía  letra,  por  lo  general  amatoria,  que 
cantaban  las  criadas  en  la  cocina  a  la  hora  del  fregado,  y  los 
ciegos  guitarristas  de  la  calle  en  las  noches  de  apacible  tempe- 
ratura, ante  un  público  numeroso,  compuesto  en  gran  parte  de 
muchachas  que  ocultaban  bajo  el  pañuelo  de  crespón  un  cuer- 
pecito  sandunguero,  cuyos  nervios,  excitados  por  los  sugesti- 
vos compases  de  la  habanera,  comenzaban  a  marcar  los  vaive- 
nes del  baile,  con  los  hombros  primero  y  con  los  hombres  des- 
pués, si  no  había  cerca  un  guardia  veterano  que  lo  prohibiese, 
en  representación  del  Gobernador  civil  de  la  provincia.  Los 
mantones  de  Manila  y  las  habaneras  constituyen  lo  único  que 
nos  ha  quedado  de  nuestro  poderío  colonial. 


POR  CARLOS   CAMBRONERO  361 


Si  el  lector  ha  seguido  con  algún  detenimiento  el  curso  de 
estas  Crónicas,  apreciará  seguramente  la  transformación  que 
desde  1830  a  1868  sufrieron  las  diversiones  públicas  y  el  cam- 
bio que  experimentó  el  gusto  de  los  espectadores.  Aquellos 
dramas  románticos  de  Ferrer  del  Río,  de  Gl-il  y  Zarate,  de  Zo- 
rrilla y  de  García  Gutiérrez;  aquellas  traducciones  de  Víctor 
Hugo  que  provocaban  empeñadas  polémicas  entre  los  literatos, 
se  desterraron  casi  del  todo,  dejando  el  campo  a  la  comedia  de 
costumbres,  por  la  que  quebraron  lanzas  Rodríguez  Rubí, 
Eguílaz,  Larra,  Coupigni,  Serra,  y  sobre  todos  Bretón  de  los 
Herreros,  paladín  decidido  que  desde  el  tiempo  de  Fernan- 
do VII  venía  trabajando  con  decidido  empeño  y  propósito  fir- 
me para  encauzar  el  teatro  por  ese  camino. 

La  labor  de  Luis  Eguílaz,  con  ser  un  escritor  de  bajo  vuelo, 
resultó  de  gran  trascendencia  literaria,  porque  con  su  Cruz 
del  matrimonio  logró  inclinar  el  ánimo  del  público  en  favor  de 
un  género  hacia  el  que  sentía  predisposición  natural  el  espíritu 
de  la  época.  El  aplauso  con  que  se  recibieron  las  obras  de  esta 
índole,  como  El  hombre  de  mundo,  de  Ventura  de  la  Vega;  El 
tanto  por  ciento,  de  Ayala,  y  Lo  positivo,  de  Tamayo,  buena 
muestra  es  del  cambio  operado,  por  más  que  nuestro  público  y 
nuestros  escritores  siempre  mostraron  cierta  predilección  por 
la  comedia,  a  despecho  del  drama.  Esta  idea  la  atestiguan  las 
muchísimas  obras  cómicas  que  produjeron  los  escritores  del  si- 
glo XVII,  y  la  circunstancia  de  que,  en  medio  de  la  decaden- 
cia dramática  del  siglo  xviii,  dos  escritores  esencialmente  có- 
micos, D.  Ramón  de  la  Cruz  y  Moratín,  fueron  los  únicos  que 
sostuvieron  enhiesta  la  bandera  nacional  del  arte  dramático. 

Los  melodramas  que  se  representaron  durante  la  primera 
mitad  de  la  época  de  Isabel  II  conseguían,  sí,  conmover  al 
espectador  hasta  arrancarle  lágrimas;  pero  no  le  dejaban  con 
ánimo  de  presenciar  una  segunda  representación;  así  es  que 
las  empresas  echaban  mano  de  estas  obras  en  casos  de  apuro, 
y  teniendo  necesidad  de  variar  el  cartel  con  frecuencia,  pues 
solamente  por  sorpresa  podía  hacérsele  pasar  un  rato  desagra- 


362  CRÓNICAS  DEL  TIEMPU  DE  ISABEL  II 

dable  al  que  había  formado  propósito  de  divertirse  en  una  fun- 
ción de  teatro. 

No  es  La  cruz  del  matrimonio  un  dechado  de  perfección, 
una  obra  modelo,  mucho  menos  después  de  la  evolución  que 
ha  experimentado  la  literatura  dramática;  pero  impresionó 
grandemente  al  público,  y  representa  un  paso  de  avance  y 
una  tendencia  que  otros  con  mejores  facultades  han  secundado 
luego,  introduciendo  nuevos  resortes,  y  ampliando  la  esfera  de 
acción  en  que  se  desarrollan  los  argumenios  de  las  composicio- 
nes dramáticas. 

El  mismo  espíritu  de  transformación  hubo  de  notarse  en 
las  actrices  y  actores;  así  vemos  que  Bárbara  Lamadrid  y 
Carlos  Latorre,  a  quienes  podemos  conceptuar  como  personi- 
ficación de  la  escuela  antigua  o  trágica,  se  substituyen  por 
Matilde  Diez  y  Julián  Romea,  prototipos  en  la  interpretación 
de  la  alta  comedia;  y  es  que,  a  despecho  de  los  exclusivismos 
de  escuela,  el  gusto  y  el  modo  de  pensar  de  la  época  se  fueron 
apoderando,  con  misteriosa  influencia,  de  los  escritores,  de  los 
artistas  y  del  público,  y  en  un  período  de  no  muy  larga  dura- 
ción quedó  transformado  por  completo,  en  este  orden  de 
ideas,  el  concepto  del  teatro. 

Acontecimiento  de  importancia  fue  la  resurrección  de  la 
zarzuela,  género  que,  por  haberlo  dejado  caer  en  el  olvido,  se 
llegó  a  creer  que  no  había  existido  nunca  en  España.  Por  for- 
tuna, el  público  estaba  bien  dispuesto;  salieron  libretistas  de 
la  talla  de  García  Gutiérrez,  Ventura  de  la  Vega  y  Picón; 
maestros  compositores  como  Gaztambide,  Barbieri  y  Oudrid; 
cantantes  de  buenas  condiciones  como  la  Latorre,  la  Rizo,  la 
Elisa  Villó,  la  Bardan,  Salas,  Caltañazor,  Carceller,  el  tenor 
González  y  el  bajo  Calvet;  y  por  último,  las  empresas  pudie- 
ron disponer  de  un  teatro  adecuado,  el  Circo ^  por  la  amplitud 
del  escenario  y  por  la  capacidad  de  la  sala,  que  tenía  cabida 
para  gran  número  de  espectadores;  así  es,  que  en  poco  tiempo 
el  género  adquirió  el  desarrollo  necesario;  y  con  zarzuelas  como 
Jugar  con  fuego,  de  Barbieri;  El  valle  de  Andorra,  de  Gaztam- 


POE   CARLOS  CAMBRONERO  363 

bidé;  El  dominó  azul,  de  Arrieta,  y  Buenas  noches,  señor  don 
Simón,  de  Oudrid,  hubo  que  reconocerle  la  categoría  de  po- 
tencia de  primer  orden. 

La  ópera  se  reorganizó  en  este  reinado  consiguiendo  tener 
teatro  propio.  Debemos,  sin  embargo,  bacer  constar  que  el 
público  estaba  acostumbrado  al  espectáculo,  pues  ya  en  1838, 
se  cantaban  óperas  en  el  teatro  de  los  Caños  del  Peral]  más 
adelante  en  la  Cruz,  en  el  Principe,  y,  por  último,  en  el  Circo 
de  la  plaza  del  Rey  durante  los  años  de  1842  a  1849;  de  modo 
que  respecto  al  espectáculo  de  la  ópera,  marchábamos  a  la  par 
con  las  demás  naciones  de  Europa. 

Para  la  interpretación  de  estas  obras  líricas  disponíamos, 
en  un  principio,  de  cantantes  españoles  que  alternaban  airo- 
samente con  los  extranjeros;  ahí  está  la  Prensa  de  aquellos 
días  tributando  elogios  a  la  Antonia  Campos,  a  la  Leonor  Se- 
rrano, a  la  Cristina  Villó.  a  Salas,  a  los  tenores  Ojeda  y  Láza- 
ro Puig,  y  a  los  bajos  Calvet  y  Becerra;  pero  la  zarzuela,  al  re- 
surgir, acaparó  para  sí  nuestros  artistas  de  canto. 

En  la  música  también  hubo  transformaciones,  pues  mien- 
tras al  público  le  satisfacían,  por  los  años  de  1830  a  1840,  La 
straniera,  de  Bellini:  Semíramis,  de  Rossini,  5^  Ana  Bolena,  de 
Donizetti,  al  terminar  estas  Crónicas,  vemos  que  aplaude  con 
entusiasmo  Gli  JJgonotti  y  Roberto  il  diavolo,  de  Meyerbeer,  y 
Fausto,  de  Gounod,  efecto  del  nuevo  rumbo  que  habían  toma- 
do las  aficiones  musicales  de  la  gente,  comenzando  a  formarse 
la  conjura  contra  el  italianismo. 

Donde  esta  tendencia  aparece  más  de  realce,  es  en  los  con- 
ciertos. Los  primeros  de  que  hemos  hecho  mención  se  reducían 
a  sinfonías  y  trozos  de  óperas,  excepción  de  los  llamados  sa- 
cros, en  los  que  sé  cantaba  o  tocaba  tal  cual  pieza  clásica;  y 
véase  la  diferencia:  Barbieri  nos  hizo  oír,  con  aplauso  unáni- 
me de  los  espectadores,  a  Weber,  a  Mendelshon  y  al  divino 
Beethoven,  consiguiendo -dar  un  carácter  enteramente  nuevo 
para  nosotros  al  espectáculo  llamado  conciertos. 

También  se  progresó,  sin  ningún  linaje  de  duda,  en  las  di- 


364  ORÓNICAS  DEL  TIEMPO  BE  ISABEL   II 


versiones  acrobáticas  y  ecuestres,  pues  desde  aquel  Circo  Olím- 
pico de  Mr.  Paul  Laribeau,  que  anunciaba  al  público  haber  co- 
locado ruedos  de  estera  en  el  piso  para  evitar  a  los  espectado- 
res la  humedad  que  en  él  pudiera  haber,  porque  el  local  esta- 
ba al  aire  libre,  hasta  la  elegante  construcción  del  Circo  del 
Príncipe  Alfonso,  hay  una  diferencia  asombrosa. 

Otra  circunstancia  hemos  llegado  a  observar,  y  es  que  las 
conquistas  hechas  por  el  público  respecto  a  comodidad  y  orna- 
to de  los  locales  donde  se  celebraban  espectáculos,  no  alteró 
los  precios  de  las  localidades  en  modo  sensible,  salvo  en  el 
Teatro  Real,  cuyas  especiales  condiciones  le  colocaron  fuera 
de  la  regla  común. 

Muchas,  variadas  e  interesantes  consideraciones  podrá  su- 
gerir la  lectura  de  estas  Crónicas,  comparando  la  índole  y  des- 
arrollo de  los  espectáculos,  los  géneros  literarios  en  auge,  las 
condiciones  de  los  artistas,  el  gusto,  las  costumbres  y  las  pre- 
ocupaciones del  público,  ya  dentro  de  la  época  a  que  nos  he- 
mos contraído,  ya  en  su  relación  con  la  presente;  pero  como 
esta  función  de  la  inteligencia  ha  de  realizarse  fatalmente  por 
el  lector,  pues  ese  acto  de  crítica  comparativa  en  más  o  menos 
proporción,  es  instintivo  en  el  hombre  ilustrado,  el  Cronista 
se  abstiene  de  emitir  juicio  alguno  ante  la  seguridad  de  que 
han  de  hacerlo  con  más  acierto  y  más  a  gusto  de  cada  cual  los 
que  lean  estas  Crónicas. 


POR  CARLOS  CAMBRÓN  ERO  365 

SEGUNDA  SERIE 
neseftas  y  notlolas. 

I 

EL   PERÍMETRO   DE   MADRID   EN   AQUELLA    ÉPOOA 

Para  conocer  el  perímetro  de  Madrid  en  tiempo  de  Isabel  II, 
en  vez  de  seguir  las  líneas  que  marcan  como  límite  los  planos 
de  entonces,  hemos  creído  más  práctico,  a  fin  de  que  el  lector 
se  forme  idea  de  lo  que  era  la  corte,  ir  determinando,  una  por 
una,  las  liltimas  vías  accesibles  al  transeúnte  en  el  término  de 
la  población. 

Hay  que  tener  en  cuenta  que  Madrid,  hasta  mediados  del 
reinado  de  Isabel  II,  estuvo  cercado  de  tapias,  que  no  obedecían 
a  otro  efecto  sino  a  proteger  la  recaudación  de  los  derechos  de 
Consumos.  Para  el  tránsito  público  había  !as  siguientes  entra- 
das: Puerta  de  San  Vicente,  Portillos  de  San  Bernardino,  del 
Conde-Duque  y  de  Fuencarral,  Puerta  de  Bilbao,  Portillos  de 
Santa  Bárbara  y  de  Recoletos,  Puertas  de  Alcalá  y  de  Atocha, 
Portillos  de  Valencia  y  de  Embajadores,  Puerta  de  Toledo, 
Portillos  de  Gilimón  y  de  las  Vistillas,  Puerta  de  Segovia  y 
Portillo  de  la  Vega. 

Tomando  como  punto  de  partida  la  Plaza  de  Oriente,  co- 
menzaremos nuestro  paseo  dejando  a  la  izquierda  el  Palacio 
Real  con  sus  Jardines  del  Campo  del  Moro,  que  forman  parte 
de  la  posesión,  y  bajamos  por  la  calle  de  Bailón  hasta  llegar 
a  la  Plaza  de  San  Marcial,  donde  nos  encontramos  con  el  Pa- 
seo de  San  Vicente,  que  terminaba  en  la  Puerta  del  mismo 
nombre,  situada  al  final  de  esta  vía,  antes  de  entrar  en  la  Glo- 
rieta actual  (1). 


(1}    La  Puerta  de  San  Vicente  se  demolió  hará  unos  veinte  años  para 
ensanchar  aquel  paraje,  y  en  lugar  de  armarla  en  otro  sitio,  tal  como  una 


366  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


El  lienzo  frontero  a  las  dependencias  de  Palacio  y  Campo 
del  Moro,  que  formaban  uno  de  los  lados  del  Paseo  de  San  Vi- 
cente, lo  constituía  la  tapia  de  la  Montaña  del  Príncipe  Pío, 
donde  hubo  una  vaquería  que  llegó  a  tener  fama  en  su  tiempo. 

En  la  Plaza  de  San  Marcial  existía  el  Cuartel  llamado  de 
San  Gil  por  haberse  utilizado  para  el  caso  el  edificio  de  un 
convento  de  frailes  gilitos. 

La  actual  calle  de  Ferraz  se  abrió  al  principio  de  un  calle- 
jón que,  siguiendo  la  línea  del  Cuartel  le  rodeaba  por  sus  ac- 
cesorias, formando  una  vía  estrecha,  tortuosa  y  en  cuesta,  que 
desembocaba  en  la  Plaza  de  Afligidos,  hoy  de  Cristino  Martes. 
Dicho  callejón,  que  posteriormente,  durante  algún  tiempo,  lle- 
vó el  nombre  de  Quitapesares,  se  denominaba  en  1860  de  San 
Marcial,  hasta  un  sitio  en  que  había  una  rinconada  con  un 
pasadizo  a  la  altura  de  un  piso  principal;  desde  aquí  a  la  pla- 
zuela indicada  se  llamaba  del  Principe  Pío  (1). 

El  actual  Barrio  de  Arguelles  se  formó  hacia  1860,  en  te- 
rrenos de  la  Montaña  del  Príncipe  Pío,  que  lindaban  con  dicho 
callejón  de  San  Marcial,  con  la  calle  del  Duque  de  Liria  y  con 
el  Paseo  de  San  Bernardino,  situado  ya  fuera  del  Portillo  del 
mismo  nombre.  El  E-eal  Patrimonio  enajenó  gran  porción  de 
terreno  de  la  Montaña  para  construcciones  particulares,  cedien- 
do gratis  a  la  villa  la  parte  que  se  destinaba  a  vía  pública. 
Así,  pues,  el  núcleo  de  edificaciones  comprendido  entre  las  ca- 
lles de  Ferraz  y  de  la  Princesa  es  lo  que  verdaderamente  cons- 
tituye el  Barrio  de  Arguelles. 


de  las  entradas  del  Parque  de  Madrid,  su  piedra  se  aprovechó  en  obras 
municipales.  Con  algunos  sillares  se  formaron  los  basamentos  o  pedesta- 
les que  para  colocar  estatuas  existen  en  el  Prado  por  la  parte  de  la  Plaza 
de  Castelar. 

(1)  La  plazuela  de  Afligidos  conserva  aún  dos  casas  del  siglo  xviii:  la 
señalada  con  el  núm.  5  y  la  del  Conde  de  Toreno;  en  nuestra  juventud 
conocimos  este  paraje  con  los  mismos  edificios  que  formaban  la  decora- 
ción elegida  por  Moratíu  para  desarrollar  las  escenas  de  su  comedia  La 
escuela  de  los  maridos. 


POR   GARLOS  OAMBRONERO  367 


Desde  la  Plaza  de  Afligidos  arrancaba  la  calle  del  Conde- 
Duque  que  moría  en  el  Portillo  de)  mismo  nombre. 

Al  final  de  la  calle  del  Duque  de  Liria,  en  los  terrenos  que 
pertenecen  al  Ministerio  de  la  Gruerra,  estaba  el  Hospital  Mili- 
tar, un  edificio  destartalado  y  feo  que  había  sido  en  el  siglo  x  viii 
Seminario  de  Nobles.  Junto  al  Hospital  se  abrió  el  Portillo 
de  San  Bernardino. 

Por  el  año  1862  se  construyó  el  Cuartel  de  la  Montaña^  y  el 
contratista,  D.  Ángel  de  las  Pozas,  aprovechando  las  circuns- 
tancias favorables  al  aumento  de  población  por  aquel  punto, 
formó  el  barrio  que  lleva  su  nombre,  construyendo  las  manza- 
nas de  casas  que  existen  entre  la  Ronda  del  Conde-Duque  y 
las  calles  de  la  Princesa  y  de  Alberto  Aguilera.  Esta  dicha  ca- 
lle de  la  Princesa  se  abrió  desde  la  antigua  y  estrecha  del  Du- 
que de  Osuna,  tomando  parte  de  la  del  ünque  de  Liria  y  el 
Paseo  de  San  Bernardino,  ensanchando  considerablemente  las 
citadas  vías  públicas. 

Para  seguir  dando  vuelta  a  la  población  había  que  retroce- 
der a  la  calle  del  Conde-Duque,  en  cuyo  final  estaba  el  Porti- 
llo de  la  misma  denominación,  y  próxima  a  éste  la  calle  de 
San  Hermenegildo,  que  comunicaba  con  la  Puerta  de  Fuenca- 
rral¡  situada,  no  al  final  de  la  calle  de  este  nombre,  sino  al  de 
la  de  San  Bernardo,  junto  al  sitio  donde  se  construyó  el  Hos- 
pital de  la  Princesa. 

Para  ir  desde  la  conclusión  de  la  calle  Ancha  de  San  Ber- 
nardo a  la  Puerta  de  Bilbao,  había  que  tomar  la  calle  de 
Daoíz,  rodeando  la  posesión  que  fue  del  Duque  de  Monteleón; 
seguir  las  calles  de  San  Andrés  y  Divino  Pastor,  saliendo  a  la 
calle  de  Fuencarral  y  actual  Q-lorieta  de  Bilbao,  que  era  donde 
estaba  la  Puerta. 

Por  aquí  se  iba  al  Barrio  de  Chamberí,  que  es  muy  antiguo. 
Comenzó  por  un  paseo  formado  a  iniciativa  de  la  Reina  Doña 
Isabel  Faruesio,  a  quien  le  recordaba  el  paraje  un  sitio  pare- 
cido en  el  reino  de  Saboya.  En  tiempo  de  Fernando  VII  se  es- 


368  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 

tablecieron  allí  varios  tejares;  y  más  adelante  se  construyeroii 
casas  para  familias  de  obreros,  contribuyendo  a  ello  en  1847 
el  Conde  de  Vegamar  y  D.  Andrés  Araugo,  dueño  de  una  mag- 
nífica posesión  situada  en  el  Paseo  de  la  Castellana,  y  conoci- 
da con  el  nombre  de  La  Chilena,  donde  jugábamos  hacia  1860, 
por  las  tardes,  con  otros  niños  parientes  de  aquel  señor,  ya 
bastante  viejo  cuando  llegamos  a  conocerle. 

En  la  calle  de  Fuencarral,  la  vía  accesible  para  continuar 
el  paseo  de  circunvalación  era  la  calle  de  la  Beneficencia,  y  su- 
biendo por  la  de  la  Florida  había  que  bajar  luego  por  la  de 
San  Opropio,  a  fin  de  entrar  en  la  Plaza  de  Santa  Bárbara,  en 
que  estaba  la  Puerta  consiguiente. 

Desde  aquí  se  seguía  la  calle  de  Santa  Teresa,  la  Costani- 
lla del  mismo  nombre  (hoy  calle  de  Campoamor),  la  calle  de 
Fernando  VI,  entonces  prolongación  de  la  del  Barquillo,  esta 
misma  hasta  la  de  San  Lucas,  por  la  que  se  salía  a  la  de  Santo 
Tomé,  plazuela  de  las  Salesas  y  Costanilla  de  la  Veterinaria 
(hoy  Doña  Bárbara  de  Braganza),  que  moría  en  el  Paseo  de 
Recoletos. 

El  término  de  Madrid  por  este  lado  era  la  Puerta  de  Reco- 
letos, situada  en  la  Glorieta  de  Colón.  Esta  Puerta,  construi- 
da en  tiempo  de  Fernando  VI,  era  airosa  y  elegante;  fue  de- 
molida hacia  1863,  cuando  se  ensanchó  el  Paseo  de  Recoletos, 
llevándose  las  piedras  de  aquélla  a  un  campo  erial  que  había 
junto  a  la  iglesia  de  San  Jerónimo;  se  aprovecharon  algunos 
bloques  para  obras  municipales,  y  el  resto  se  halla  al  presente 
en  la  Pradera  del  Corregidor  sirviendo  de  asientos. 

El  Paseo  de  Recoletos  ofrecía  por  la  derecha  casi  la  misma 
alineación  que  hoy;  pero  el  lienzo  de  enfrente  avanzaba  tanto, 
que  hacia  su  final  sólo  dejaba  sitio  para  una  fila  de  árboles, 
advirtiendo  que  el  espacio  destinado  a  coches  carecía  de  las 
proporciones  actuales.  Próximamente  por  el  año  1863  adqui- 
rió el  Ayuntamiento  los  terrenos  necesarios  para  dar  ensanche 
y  embellecimiento  al  Paseo  por  el  lado  izquierdo,  destinando  ai 
público  varios  jardines  que  aún  conservan  algunos  de  los  árbo- 


POR   CARLOS    CAMBRONBRO  369 


les  que  se  plantaron  en  ellos  siendo  de  propiedad  particular. 

Entre  la  Puerta  de  Recoletos  y  la  de  Alcalá,  por  la  parte 
de  las  afueras,  comenzó  a  construir  el  banquero  D.  'José  Sala- 
manca la  barriada  de  casas  que  lleva  su  nombre,  y  que  mere- 
ció desde  los  primeros  momentos,  a  la  inversa  de  Chamberí, 
ser  ocupada  por  un  vecindario  elegante.  También  tuvo  efecto 
este  ensanche  como  consecuencia  del  aumento  de  población 
que  Madrid  había  experimentado  sin  romper  el  antiguo  ámbi- 
to, que  en  esta  época  casi  tenía  las  mismas  proporciones  que 
en  tiempo  de  Felipe  IV,  como  puede  apreciarse  cotejando  los 
planos  de  principios  del  siglo  xix  con  el  publicado  por  Pedro 
Tejeira  en  1656. 

Desde  la  Cibeles  se  subía  por  la  calle  del  Pósito  a  la  Puer- 
ta de  Alcalá,  y  aquí  había  que  volver  pies  atrás  y  seguir  Pra- 
do adelante  a  la  Puerta  de  Atocha,  que  estaba  en  la  línea  de 
los  números  pares  de  la  calle  de  este  nombre  y  dando  frente  al 
Paseo  de  las  Delicias. 

Para  ir  desde  la  Puerta  de  Atocha  a  la  Plaza  de  San  Fran- 
cisco, nuestro  paseo  de  reconstitución  de  límites  por  el  inte- 
rior de  la  población  presenta  cierta  dificultad,  por  no  hallar 
enlace  de  vías  públicas  en  línea  recta.  Así,  pues,  debemos  se- 
guir el  siguiente  itinerario:  Calle  de  Atocha,  Callejón  del  Hos- 
pital, calles  de  Santa  Isabel,  de  San  Cosme,  del  Salitre,  Ba- 
rranco y  calle  de  Embajadores,  calles  del  Casino,  del  Vento- 
rrillo, de  Mira  el  Sol,  Ribera  de  Curtidores,  calles  del  Carne- 
ro, del  Peñón,  Campillo  del  Mundo  Nuevo,  calles  de  la  Argan- 
zuela,  de  los  Cojos,  cruce  de  la  calle  de  Toledo,  calle  de  la 
Ventosa,  Campillo  de  Gilimón  y  calles  del  Rosario  y  de  los 
Santos  a  la  Plaza  de  San  Francisco. 

El  Duque  de  Sexto,  cuando  fue  Alcalde-corregidor  de  Ma- 
drid, durante  los  años  de  1857  a  1864,  tuvo  el  proyecto  de 
hacer  una  gran  vía  que  uniese  la  estación  del  ferrocarril  del 
Mediodía  con  la  Plaza  de  San  Francisco,  reforma  que  de  rea- 
lizarse hubiese  reportado  grandes  ventajas  a  aquella  parte  de 
la  población,  saneándola  y  embelleciéndola.   La  calle  de  Ar- 

21 


370  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DK  ISABEL  H 

gumosa  68  el  principio  de  aquel  proyecto,  en  mal  hora  aban- 
donado. 

Saliendo  de  la  Plaza  de  San  Francisco  había  que  tomar  la 
calle  de  San  Buenaventura,  dejar  a  la  izquierda  el  palacio  y 
jardín  del  Duque  de  Osuna  (hoy  Seminario),  atravesar  la  calle 
de  Don  Pedro  y  el  Campillo  de  las  Vistillas,  bajar  la  Cuesta  de 
los  Ciegos,  subir  la  de  San  Lázaro^  que  se  ha  modificado,  y  as- 
cendiendo a  lo  alto  de  la  Cuesta  de  la  Vega,  desembocar  en  la 
Plaza  de  la  Armería,  sitio  donde  se  está  construyendo  la  ca- 
tedral, desde  donde  se  pasaba  a  la  Plaza  de  Oriente,  que  es  el 
punto  de  arranque  para  verificar  este  paseo  histórico  descrip- 
tivo. 

Ya  habrá  podido  observar  el  lector  las  reducidas  propor- 
ciones que  tenía  Madrid  en  1860;  pues  aún  hay  más  que  des- 
contar, porque  ciertos  sitios,  como  el  callejón  de  San  Marcial, 
la  calle  de  la  Florida,  la  Costanilla  de  la  Veterinaria  y  otras 
vías,  hoy  muy  concurridas,  entonces  se  hallaban  solitarias  a 
cualquier  hora  del  día.  Muchos  habitantes  de  la  capital  apenas 
tenían  noticia  de  la  existencia  de  estas  calles.  La  animación 
de  la  gente,  de  los  carruajes,  de  las  tiendas  y  de  los  vendedo- 
res ambulantes  giraba  en  una  zona  muy  reducida.  En  sesenta 
años  ha  cambiado  Madrid  de  aspecto. 


II 


MODAS 

La  dificultad  y,  al  propio  tiempo,  la  monotonía  de  seguir 
paso  a  paso  todas  las  transformaciones  de  la  moda,  nos  han 
inducido  a  dividir  esta  reseña  en  cuatro  períodos,  determinan- 
do en  cada  uno  de  ellos  los  rasgos  característicos  que  le  dis- 
tinguen y  diferencian  de  los  demás,  dentro  de  la  época  a  que 
se  contraen. 

Así  podemos  establecer  como  base  de  la  moda  para  seño- 
ras, durante  el  período  de  1830  a  1839,  el  vestido  corto,  de 


POR    CARLOS    CAMBRONERO  371 

manera  que  no  se  viese  más  que  el  pie  en  las  señoras  de  cierta 
edad,  j  que  no  subiera  del  tobillo  en  las  jóvenes.  Se  usaban 
enaguas  almidonadas  y  alguna  vez  de  crinolina,  para  que  la 
falda  abultase,  pero  presentando  pocos  pliegues,  lo  cual  qui- 
taba esbeltez  y  gracia  a  la  figura  de  la  mujer.  La  falda  era 
lisa  y  únicamente  se  adornaba  con  un  delantero  formado  por 
dibujos  a  capricho  con  cintas,  puntillas  y  lazos;  el  cuerpo  se 
llevaba  de  la  misma  tela  que  la  falda,  y  las  mangas  excesiva- 
mente anchas,  ajustadas  al  puño  con  un  adorno  igual  que  el 
general  del  vestido. 

En  verano  se  estilaba  para  visita  y  paseo  un  escote  recto 
de  hombro  a  hombro,  dejando  completamente  desnudo  el  bus- 
to de  la  mujer,  como  hoy  se  acostumbra  en  los  bailes  de  eti- 
queta. 

Estaban  en  uso  los  boas  de  piel,  de  la  misma  forma  que  los 
de  ahora;  y  los  llevaban,  también,  caídos  por  la  espalda,  en 
lugar  de  ponérselos  en  el  cuello,  que  parece  que  es  el  fin  para 
que  fueron  inventados. 

El  zapato  se  usaba  bastante  escotado,  negro  o  de  color,  su- 
jeto con  galgas  que  comenzaban  en  la  parte  próxima  al  en- 
franque,  por  ambos  lados. 

Los  sombreros  eran  de  tamaño  fenomenal.  Tenían  una 
copa  cilindrica  bastante  pronunciada,  dentro  de  la  cual  se  res- 
guardaba el  moño  del  pelo:  esta  copa  venía  a  quedar  casi  per- 
pendicular sobre  la  cabeza;  el  ala  resultaba  de  grandes  propor- 
ciones por  delante  y  los  lados,  apareciendo  muy  reducida  por 
detrás;  se  adornaban  con  sencillez,  utilizando  flores,  plumas  y 
lazos.  En  la  parte  inferior  del  ala,  junto  al  sitio  que  quedaba 
próximo  a  las  sienes,  se  ponían  dos  lazos,  de  los  que  pendían 
sendas  cintas  anchas,  que  se  ataban  al  descuido  delante  del 
pecho  o  se  dejaban  sueltas  con  cierta  coquetería. 

El  sombrero  sufre  en  este  período  de  1830  a  1839  una 
transformación  completa:  el  cilindro  que  formaba  la  copa  se 
estrechó;  fue  bajando  de  posición  por  la  parte  de  atrás,  y 
abriéndose  verticalmente  por  delante,  hasta  confundirse  con 


372  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

las  alas,  que  quedaron  muy  reducidas,  formando  lo  que  se  oo- 
nooe  con  el  nombre  de  capota. 

Este  estilo  constituía  verdaderamente  el  concepto  del  som- 
brero, porque  cubría  la  cabeza  dejando  sólo  libre  la  cara  y  la 
entrada  del  pelo,  hasta  poco  más  arriba  de  la  frente. 

La  modista  más  famosa  de  sombreros  en  esta  época  fue 
Mme.  Petibon. 

Hacia  1837  se  pusieron  de  moda,  para  los  vestidos,  adornos 
de  cintas  de  terciopelo,  de  más  o  menos  anchura,  y  combi- 
nándolos con  los  colores  de  la  falda. 

El  chai  era  una  tira  larga  de  tela  flexible,  bien  adornada, 
con  flecos,  por  lo  general,  en  los  extremos:  se  llevaba  sobre  los 
hombros,  algo  caído. 

Manteleta:  especie  de  capa  muy  corta,  o  esclavina  larga, 
que  no  solía  pasar  de  la  cintura,  y  con  un  recogido  a  los  lados 
para  dejar  los  brazos  libres. 

El  largo  de  la  falda  fue  poco  a  poco  bajando,  hasta  que, 
sin  tocar  en  el  suelo,  apenas  dejaba  ver  los  pies. 

Durante  los  últimos  años  de  esta  década  prevaleció  la  moda 
de  llevar  la  falda  lisa  y  poco  hueca  en  la  parte  superior,  con 
algún  vuelo  y  con  adornos  en  la  inferior;  éstos  consistían  en 
dos  volantes  o  guarniciones  grandes,  bullones,  cintas  y  lazos 
combinados  o  plumas,  que  también  estuvieron,  de  tiempo  en 
tiempo,  en  auge,  porque  a  Cristina  le  gustaban  mucho. 

El  peinado,  durante  este  primer  período  de  1830  a  1839, 
aparece  alto,  recogiendo  el  pelo  sobre  la  parte  superior  de  la 
cabeza,  y  dejando  libres  el  cuello  y  las  orejas. 

Para  sociedad  se  estilaron  adornos  de  cintas  o  plumas  en- 
trelazadas con  el  cabello-,  formando  caprichosas  combinacio- 
nes y  figuras,  a  veces  de  un  tamaño  alarmante  por  su  magni- 
tud. Con  sombrero  se  dejaba  la  frente  libre,  formando  un  ra- 
8Ímo  de  rizos  a  cada  lado  de  la  cara. 

Los  pendientes,  grandecitos. 

Las  niñas  como  de  diez  años  llevaban  la  falda  bastante 
larga,  con  poco  adorno,  y  pantalones  de  hilo,   blancos,  lisos. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN  KRO  373 

con  puntillas  al  final,  cubriéndoles  el  tobillo;  zapatos  de  color 
con  lazos  grandes. 

Los  niños  usaban  blusa  obscura,  larga,  que  caía  hasta  las 
rodillas,  plegada  con  un  cinturón  de  charol,  cuello  vuelto, 
blanco,  y  corbata  de  amplias  puntas;  pantalón  claro,  largo; 
sombrero  de  paja  o  fieltro,  de  copa  pequeña,  redonda,  con  alas 
planas,  ligeramente  inclinadas  por  detrás  y  por  delante. 

Loé  hombres  llevaban  levitas  muy  entalladas  de  anchos 
faldones,  que  cubrían  la  rodilla,  el  cuello  largo  y  bien  caído 
sobre  los  hombros  desde  1Ó36,  pues  anteriormente  se  estiló  que 
subiera  mucho  por  la  parte  de  atrás,  embarazando  los  movi- 
mientos de  cabeza. 

Durante  una  temporada,  en  vez  de  ojales,  se  llevaron  ala- 
mares de  pasamanería  de  seda  negra. 

El  frac  para  reunión,  siempre  negro;  el  de  visitas  o  paseo, 
cafó  o  color  de  pasa  obscuro;  había  estado  de  moda  el  azul 
turquí  con  botón  dorado. 

El  chaleco,  blanco,  con  cuello  recto. 

El  pantalón  de  etiqueta,  negro,  algo  ceñido,  sujeto  al  tobi- 
llo por  tres  botones,  dejando  ver  la  media  de  color  obscuro, 
con  zapato  de  poco  tacón,  tanto  en  señoras  como  en  caba- 
lleros. 

El  sombrero  afectaba  la  forma  de  un  cono  truncado  inver- 
tido, con  ala  estrecha,  marcando  un  ligero  reborde  en  los  la- 
dos de  ésta. 

Hacía  1837  se  abrió  en  la  calle  del  Caballero  de  Gracia, 
frente  a  la  del  Clavel,  una  perfumería  a  estilo  de  París,  con 
escaparate,  y  decorada  en  su  portada  y  en  su  interior  con 
cierta  novedad.  Ofrecía  en  sus  anuncios  géneros  nuevos,  y  los 
ya  acreditados  entre  el  público  elegante,  como  eran  los  si- 
guientes, con  otros  muchos  que  por  abreviar  omitimos:  Poma- 
das: de  tuétano  de  vaca  suiza,  de  oso  del  Canadá,  oriental  y 
circasiana.  Aceites:  de  Rusia,  Filocombo,  Cachemira  y  Hielo 
de  San  Petersburgo.  Cremas  para  el  cutis:  Venus,  alabastro, 
Persia,  creand,  ambrosina,  bengala,  corinto  y  agua  de  Atenas. 


374  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Extractos:  Witiber,  geranio,  rosa  de  Italia,  reseda,  viole- 
ta. Niñón  Léñelos,  Patechoulí,  agua  de  la  Vanda,  azahar,  Co- 
lonia y  Fariña. 

Dentífricos:  Charcoral,  Ceylán,  Orinal,  garamaco  y  miel 
inglesa. 

Perfumes:  Polvos  de  los  reyes,  de  Berlín,  Witiber  y  papel 
chino. 

Por  este  tiempo  se  estableció  en  la  calle  de  la  Montera, 
cerca  de  San  Luis,  una  fábrica  de  guantes  que  llamó  mucho 
la  atención. 

*  « 

En  el  período  de  1840  a  1849,  la  moda  hace  que  cambie  por 
completo  la  estética  de  la  figura  de  la  mujer,  mejorándola  no- 
tablemente sobre  el  período  anterior.  La  falda  corta  y  hueca  o 
abultada  se  substituye  por  otra  larga,  hasta  cubrir  los  pies,  y, 
al  principio  de  esta  década,  hay  alguna  tendencia  a  disminuir 
anchura,  puesto  que  se  destierran  las  crinolinas.  Sin  embargo, 
buscaban  las  modistas  un  efecto  plástico,  haciendo  que  el  talle, 
bajo  y  en  forma  de  pico  por  delante,  se  destacase  sobre  el 
arranque  de  la  falda,  la  cual  había  de  tener,  relativamente, 
abultadas  proporciones  en  la  parte  superior,  debido  a  que  los 
paños  de  aquélla  se  cortaban  casi  iguales  de  arriba  a  abajo, 
recogiéndolos  con  frunces  o  pliegues,  más  o  menos  graciosos, 
en  la  cintura. 

El  revistero  de  La  Esperanza  determinaba,  en  Abril  de 
1840,  las  modas  para  señoras  y  caballeros  del  modo  siguiente: 

De  señora. 

Traje  de  casa.  Bata  de  casimir  azul.  Cuello  de  muselina  con 
pliegues  muy  menudos,  y  festoneado,  rematando  en  punta.  Pa- 
palina de  batista  guarnecida  de  encaje  y  rodeada  con  una  cinta 
de  terciopelo  azul  celeste  o  rosa.  Zapatillas  de  terciopelo. 

Traje  de  calle.  Vestido  de  raso  color  bajo,  con  dos  volantes; 
cuerpo  y  mangas  lisas.  Cuello  de  blonda.  Sombrero  de  raso  co- 
lor de  caña,  guarnecido  de  blonda.  Chai  de  casimir  blanco.  No 


POR   CARLOS    OAMBRONERO  375 

llevando  sombrero,  mantilla  de  raso  labrado,  de  colores  obscu- 
ros, forrada  de  blanco,  con  vivos  azules  o  encarnados  entre  la 
guarnición  y  el  casco,  y  en  éste  ramitos  bordados,  del  color  de 
los  vivos.  Botines  (botas)  de  raso  de  lana.  Puños  de  encaje. 
Guantes  de  color  de  perla  o  de  caña.  Un  brazalete. 

Traje  de  sociedad.  Túnica  de  blonda,  abierta  encima  de  un 
vestido  de  raso  azul  celeste,  y  recogida  sobre  un  lado  por  un 
ramo  de  rosas;  otros  ramos  de  la  misma  flor  sostienen  el  cuer- 
po y  las  mangas.  Aderezo  de  diamantes  o  turquesas.  Pañuelo 
bordado  y  guarnecido  de  encaje.  Guante  blanco  guarnecido 
también  de  encaje.  Adorno  de  cabeza,  con  blondas  y  rosas. 

De  caballero. 

Levita  color  granate  o  negra,  corta  (1),  con  poco  vuelo, 
con  tiras,  y  dos  hileras  de  botones,  sin  ojales  en  la  solapa,  y 
el  cuello  un  poco  más  ancho  de  lo  que  se  ha  llevado  hasta 
ahora. 

Frac  negro  o  de  medio  color,  con  faldón  cuadrado  por  aba- 
jo, solapa,  y  cuello  de  guillotina,  redondo,  manga  estrecha  y 
corta  hasta  el  hueco  de  la  muñeca.  El  frac  y  la  levita,  muy  en- 
tallados. 

Pantalón  claro,  de  botín,  abierto  por  delante  y  no  muy 
ajustado. 

Chaleco  de  casimir  o  raso,  abierto  de  pecho,  con  cinco  oja- 
les en  un  lado;  los  más  elegantes  son  de  terciopelo  blanco:  cue- 
llo vuelto.  Este  se  usó  estrecho  al  principio  de  la  década,  y 
luego  fué  ensanchando,  menos  en  el  chaleco  para  frac,  que 
continuó,  durante  una  temporada,  estilándose  el  cuello  recto. 

Camisa  con  una  tabla  en  el  pecho  y  un  sólo  botón,  suma- 
mente pequeño. 

Guante  de  color  de  caña  o  negro  cosido  con  seda  en- 
carnada. 

Los  bastones  muy  delgados.  En  1843  llegaron  a  usarse  jun- 
cos, que  no  servían  para  apoyarse. 


(1)    Llegaba  a  las  rodillas. 


376  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Se  puso  de  moda  el  calzado  de  punta  cuadrada. 

En  1843  estuvieron  de  moda  las  faldas  con  tres  faralaes  o 
volantes  grandes,  que  venían  a  cubrirla  por  completo.  Tam- 
bién se  usó  el  vestido  de  seda  glacé,  color  de  escarabajo,  con 
falda  abierta  por  delante,  dejando  ver  otra  interior  de  museli- 
na. Por  esta  época,-  las  faldas  eran  generalmente  lisas;  algunas 
se  adornaban  con  delanteros  de  encaje,  que  era  la  última  pala- 
bra de  la  elegancia. 

El  cuerpo  o  jubón,  abierto  por  delante,  descubriendo  un  ca- 
misolín con  chorreras.  Cuello  vuelto.  Mangas  cortas  en  verano; 
en  invierno  algo  más  largas,  dejando  ver  otra  blanca,  con  puño 
guarnecido  de  puntillas,  que  caían  sóbrela  mano. 

La  espalda  del  cuerpo,  tres  costuras. 

Sombrero  de  crespón,  raso,  terciopelo  o  paja  de  arroz,  se 
gún  las  estaciones  del  año.  En  este  período  se  generaliza  la  ca- 
pota, pero  de  reducidas  proporciones;  a  veces  más  bien  pare- 
cía una  papalina  que  un  sombrero.  Oímos  decir  en  nuestra  ju- 
ventud que  no  favorecía  nada  al  rostro.  La  capota  blanca  se 
adornaba  con  flores  artificiales;  la  de  terciopelo,  con  pasama- 
nería de  oro.  En  1848,  vista  de  frente  el  ala,  quedaba  comple- 
tamente redonda,  de  modo  que  la  cabeza  de  la  mujer  parecía 
asomada  a  una  claraboya  o  tragaluz.  Principió  a  usarse  en  los 
sombreros  un  velo  para  cubrir  la  cara,  moda  que  no  tuvo  acep- 
tación. 

Mitones  negros  o  de  color  obscuro,  bordados  con  sedas  y  oro, 
trabajo  que  hacían  las  señoritas  en  las  tertulias  de  invierno. 

Las  sombrillas,  pequeñas,  con  fleco. 

Para  abrigo:  Paletot  guarnecido  de  piel  de  marta,  con  es- 
clavina prendida  en  la  cintura  por  delante  y  por  detrás,  y  cor- 
tada en  arco  por  los  lados  para  dejar  libre  el  movimiento  de  los 
brazos.  "El  paletot  bajaba  hasta  media  falda;  algunos  eran  muy 
holgados  y  se  ajustaban  a  la  cintura  por  medio  de  un  cordón 
de  seda. 

Salida  de  baile:  manteleta  grande,  con  capucha  y  forros  de 
piel  de  armiño. 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  377 

Los  pañuelos  de  sonarse  las  narices  se  llamaban  de  mano, 
porque  en  la  mano  se  llevaban  constantemente,  bordados  en 
colores,  para  visita  y  paseo;  en  blanco  con  flores  caladas,  para 
soirées.  Las  señoras  guardaban  en  el  bolsillo  otro  pañuelo,  liso, 
con  objeto  de  servirse  de  él. 

Para  caza.  Hombres:  levita  abrochada,  corta,  que  no  lle- 
gaba a  las  rodillas;  sombrero  de  paja  o  fieltro,  de  copa  redon- 
da, baja,  con  grandes  alas,  y  polainas.  Señora:  Vestido  corto, 
botines  y  gorra  de  terciopelo. 

Para  montar  a  caballo.  Hombres:  Levita  entallada,  con 
carteras;  chaleco  de  seda,  de  color  claro,  con  dibujos;  sombrero 
de  copa;  pantalón  gris  o  perla,  con  media  bota  unida,  como  la 
usaban  los  militares  de  caballería.  Señoras:  Falda  larga,  de  las 
llamadas  de  amazona,  verde  botella,  cuerpo  abierto  por  delan- 
te, que  dejaba  ver  un  camisolín,  con  cuello  vuelto,  y  corbata 
negra;  guantes  de  gamuza,  y  sombrero  hongo  de  grandes  alas 
con  pluma  larga  rizada. 

Los  cuerpos  escotados  se  adornaban  con  una  bertha  o  tira 
ancha  de  encaje,  que,  cosida  en  la  parte  superior,  caía,  cu- 
briendo parte  de  los  brazos,  hasta  cerca  del  codo,  a  manera  de 
esclavina,  quitando  gracia  y  esbeltez  a  la  figura. 

Para  paseo  matinal  o  visitas  de  confianza,  se  usaba  en  in- 
vierno una  chaquetilla  con  faldones  cortos,  que  resultaba  muy 
airosa.  Como  abrigo,  el  pardesús,  que  era  un  gabán,  marcando 
algunos  ligeramente  el  talle,  con  faralaes  de  tela  o  blonda  en 
la  parte  inferior.  También  las  manteletas  se  usaban  en  el  rigor 
del  invierno,  como  se  ha  dicho,  asimilándose  algo  a  la  for- 
ma del  paletot,  merced  a  combinaciones  extrañas  y  de  poco 
gusto. 

En  1849  predominó  la  moda  de  los  volantes,  pues  se  ponían 
cuatro  bien  anchos  en  la  falda. 

Se  usaban  botas  de  casimir,  no  muy  altas,  del  mismo  color 
del  vestido,  con  bigoteras  de  charol.  Para  sociedad,  zapatos 
de  charol  o  de  raso. 

En  el  último  año  citado  los  caballeros  llevaban,  para  sooie- 


378  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

dad,  chaleco  negro  con  botonadura  esmaltada  o  de  piedras  pre- 
ciosas. 

Para  calle  o  paseo,  frac  violeta  obscuro  o  café,  y  cuello  de 
terciopelo  del  mismo  color.  Levita  azul  turquí  o  verde  obscuro, 
con  cuello  de  terciopelo.  Pantalón  estrecho  algo  acampanado, 
con  franja.  Se  estiló  en  vez  de  franja  un  bordado  menudo  en 
la  costura,  pero  esto  no  llegó  a  generalizarse. 

El  sombrero  de  copa  principia  a  acampanarse  por  la  parte 
superior. 

Entre  los  jóvenes  de  buen  tono  se  generalizó  otra  vez  la 
capa,  que  había  estado  desterrada  de  los  hombros  de  la  gente 
de  forma,  como  entonces  se  llamaba  al  Tiig-life.  Lo  que  predo- 
minaba, para  abrigo,  era  el  paletot,  entallado  o  suelto. 


Al  comenzar  la  década  de  1860,  las  faldas  aparecen  franca- 
mente largas,  arrastrando  por  detrás,  capricho  que  censuraron 
los  mismos  revisteros  de  modas.  Como  las  calles  no  se  regaban 
en  aquel  tiempo,  y  no  era  costumbre  que  las  señoras  se  reco- 
giesen el  vestido  para  andar  con  desembarazo,  la  cola  de  la 
falda  levantaba  polvo,  y  esto  tenía  que  molestar  necesaria- 
mente a  los  transeúntes. 

No  se  ponía  a  las  faldas  muchos  adornos:  seguía  la  moda 
de  los  volantes;  se  llevaban  dos,  tres,  cuatro  o  cinco  filas,  de 
mayor  o  menor  tamaño,  según  el  número  de  éstas. 

Lo  que  caracteriza  esta  época  es  el  excesivo  abultamiento 
de  los  vestidos.  Para  conseguirlo,  se  usó  primero  la  enagua  al- 
midonada, luego  hubo  de  añadirse  la  crinolina,  y  después  se 
inventó  el  miriñaque,  cuyo  apogeo  se  verifica  durante  el  fin  de 
este  período  y  el  comienzo  del  siguiente.  El  miriñaque  era  una 
enagua  con  aros  de  ballena  fuerte,  o  de  esparto  tejido,  a  fin 
de  que  se  mantuviese  constantemente  hueca.  Estos  aros  se  subs- 
tituyeron más  adelante  por  aceros,  a  fin  de  dar  mayor  consis- 
tencia al  armazón,  consistencia  que  a  veces  solía  poner  en  un 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  379 

compromiso  a  las  señoras  en  sitios  donde  se  aglomeraba  con 
apreturas  mucha  gente. 

Por  los  años  de  1854  a  1856  estaba  haciendo  furor  en  el  ex- 
tranjero una  actriz  italiana  llamada  Adelaida  Risfcori  (1),  que 
logró  dar  su  nombre  a  varias  prendas  de  la  indumentaria  fe- 
menil. Pañoletas  a  la  Ristori  eran,  como  su  nombre  indica, 
unos  pañuelos  pequeños,  de  encaje,  de  tres  puntas,  una  que 
caía  por  la  espalda  y  dos  que  se  cruzaban  con  un  alfiler  sobre 
el  pecho. — Abrigos  a  la  Ristori:  Grandes  y  sin  mangas,  pero 
con  una  especie  de  esclavina  por  delante  para  sacar  los  brazos. 

Las  mangas  de  los  vestidos  no  se  hacían  ni  muy  anchas  ni 
ajustadas  al  brazo;  quedaban  cortas  hasta  el  codo,  dejando 
asomar  otra  manga  de  lienzo  con  puntillas  y  encajes. 

El  traje  de  corte  en  1859  se  componía  de  cuatro  volantes 
de  punto  de  Inglaterra,  adornados  en  la  cabecera  con  sartas 
de  perlas.  Llevaba  una  segunda  falda,  que  caía  por  detrás  des- 
de la  cintura,  formando  una  larga  cola  cuajada  de  bullones  de 
tul^de  seda  armados  sobre  moirée,  para  que  ensanchase  la  falda 
todo  lo  posible.  Esta  falda,  con  el  indispensable  miriñaque, 
venía  a  ocupar  el  espacio  en  que  se  colocarían  hoy  tres  seño- 
ras holgadamente. 

El  moirée  antique,  que  había  estado  muy  de  moda,  iba  ca- 
yendo en  desuso  a  fines  de  esta  década. 

Las  manteletas  aumentaron  de  tamaño,  y  casi  se  convirtie- 
ron en  pardessus.  Solían  ser  de  terciopelo,  y  se  adornaban 
con  blondas  y  flecos;  unas  marcaban  el  talle  en  la  parte  de 
atrás,  lo  que  se  conseguía  por  medio  de  cintas  interiores  que 
se  ataban  a  la  cintura;  otras  eran  enteramente  seguidas,  forma 
que  daba  poca  gracia  al  cuerpo  a  causa  del  excesivo  vuelo  de 
los  vestidos. 

Se  usaban  mucho  pañuelos  de  crespón,  de  colores,  envera- 
no,  y  los  clásicos  alfombrados,  en  invierno,  para  señoras  ca- 
sadas. 


(1)    No  vino  a  Madrid  hasta  1857. 


380  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DK  ISABEL   II 


Los  pardessus  de  1860  en  adelante  eran  muy  largos,  con 
escasos  adornos  y  ligeramente  entallados. 

La  forma  de  la  capota  varió  mucho;  parecía  un  cono  trun- 
cado, cuya  parte  estrecha  sobresalía  bastante  en  la  cabeza  por 
detrás,  quedando  la  ancha  para  asomar  el  rostro.  El  hueco 
que  resultaba  entre  el  ala  y  los  carrillos  de  la  cara  se  rellenaba 
con  flores  de  mano  que  constituían  un  adorno  interior  del 
sombrero. 

Para  campo  y  viaje  se  llevan  sombreros  de  paja  con  una 
copa  muy  reducida  y  grandes  alas,  estilo  Pamela,  inclinadas 
ligeramente  por  detrás  y  por  delante. 

Hubo  gran  predilección  por  la  papalina,  que  se  venía 
usando  para  casa  desde  1830,  por  lo  menos. 

Al  comienzo  de  este  período  aparecen  grandes,  y  muy  ador- 
nadas; de  tal  manera,  que  casi  se  confunden  con  las  capotas 
cuyo  tamaño  iba  ya  achicándose. 

Las  niñas  llevaban  el  vestido  algo  más  corto  que  en  años 
anteriores,  pero  no  se  abandonó  la  moda  de  que  enseñasen  el 
final  inferior  de  los  pantalones.  Los  niños,  chaqueta  y  som- 
brero de  ala  ancha;  los  mayores,  gorra  de  terciopelo  o  som- 
brero de  seda  como  los  de  copa,  sólo  que  de  tamaño  muy  re- 
ducido. 

Caballeros.  Las  levitas  se  llevaban  algo  cortas,  y  los  faldo- 
nes sin  vuelo.  Q-abáu  sin  talle,  o  capa  color  castaño  oscuro, 
con  embozos  de  terciopelo  color  cereza.  Chaleco  abrochado 
hasta  el  cuello  con  botones  de  oro,  cornelina,  doubló  o  cual- 
quier metal. 

Para  mal  tiempo  y  salir  de  noche,  gabanes  anchos,  muy 
anchos,  que  se  llamaban  Pelisse  Raglán^  con  cuello  grande 
de  seda. 

Comenzó  a  usarse  el  Mac'ferlane,  por  otro  nombre  Carrik: 
era  un  gabán  sin  mangas,  aun  más  ancho  que  el  Raglán,  con 
unas  esclavinas  delanteras  para  sacar  y  cubrir  al  propio  tiem- 
po los  brazos. 

Para  paseo,  gabanes  cortos,  que  no  llegaban  a  la  rodilla, 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  381 

con  dos  hileras  de  botones,  abrochados  hasta  el  cuello,  sin 
solapas. 

Pantalones  algo  anchos,  de  cuadros  grandes,  o  lisos  con 
franja  más  o  menos  llamativa. 

Sombrero  grandecito,  con  algo  de  campana  y  ala  estrecha. 

Hacia  1866  el  chaquet  vino  a  substituir  al  frac  para  calle  y 
paseo,  y  quedó  desde  entonces  esta  prenda  destinada  exclusi- 
vamente a  la  etiqueta. 

Un  periódico  de  Cádiz  publicó,  en  Diciembre  del  año  indi- 
cado, unos  versos  anónimos  que,  aunque  un  poco  incorrectos, 
sirven  para  comprobar  la  noticia. 

LAMENTOS  DE  UN  «FRAC» 

¿Por  qué  yazgo 
arrinconado, 
despreciado 
y  sin  servir? 
El  motivo 
de  este  enfado 
no  me  es  dado 
descubrir, 
¡Qué  desaire 
tan  extraño! 
¿No  es  mi  paño 
superior? 
¿Y  conmigo, 
si  ha  querido, 
no  ha  lucido 
mi  señor? 
»  Hoy  me  agarran, 

y  me  miran, 
y  me  tiran 
con  desdén. 
De  la  moda 
culpa  ha  sido 
que  al  olvido 


382  caÓNiOAs  dkl  tiempo  de  isabel  ii 

así  me  den. 
¡Ay!  La  moda 
veleidosa, 
engañosa, 
me  perdió. 
Pero  ¡cuántos 
a  Inz  salen 
que  no  valen 
lo  que  yo! 
Cierto  frac 
asi  clamaba, 
que  se  bailaba 
en  un  arcón. 
¿Me  dirás, 
por  vida  raía, 
si  tenía 
o  no  razón? 

En  Noviem"bre  de  1850  se  abrió  en  la  calle  del  Carmen, 
frente  a  la  de  la  Salud,  una  joyería,  que  desde  el  primer  mo- 
mento vino  a  ser  la  tienda  de  moda  para  las  señoras  elegantes. 
El  dueño,  un  tal  Samper,  arregló  el  establecimiento  con  todo 
lujo,  para  lo  cual  hizo  una  gran  obra  en  la  finca  adquirida  por 
él  con  este  objeto.  El  arquitecto  que  dirigió  la  instalación  de 
la  nueva  tienda  fue  D.  Juan  Sánchez  Pescador,  quien  también 
estaba  de  moda. 

Poco  tiempo  después  se  inauguró  en  la  calle  de  Carretas  la 
guantería  de  Mr.  Doubost,  que  obtuvo  el  favor  de  las  señoras. 

* 
*  * 

El  último  período  de  la  época  de  Isabel  II  fue,  sin  ningún 
linaje  de  duda,  el  más  desgraciado  para  la  indumentaria  de  la 
mujer,  por  el  mal  gusto  que  predominó  en  las  modas  de  vesti- 
dos y  sombreros. 

Entra  el  año  1860  reconociendo  la  supremacía  del  miriña- 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  383 


que;  y  no  decimos  que  adquiere  éste  mayor  desarrollo,  porque 
había  llegado  a  su  apogeo  al  final  de  la  década  anterior. 

Sigue  usándose  mucho  la  falda  lisa,  que  resultaba  poco  ai- 
rosa por  las  dimensiones  de  su  vuelo. 

Algunos  vestidos  llevaban  adornos  en  la  parte  inferior. 
También  se  estiló  una  falda  recogida  sobre  un  guardapiés  de 
otro  color,  es  decir,  una  sobrefalda  más  corta. 

Para  campo  y  mañana  se  comenzaron  a  usar,  hacia  1866, 
faldas  que  llamaban  zagalejos,  y,  por  lo  tanto,  sin  cola,  pero 
cubriendo  los  pies. 

Se  pusieron  de  moda  los  coseletes  o  corpinos  con  canesú  de 
tal  o  de  seda  distinta  del  vestido. 

Las  taimas,  muy  largas  y  con  muchos  adornos,  eran  una 
derivación  de  las  manteletas,  sin  dar  salida  por  los  lados  a  los 
brazos.  Con  las  taimas  alternaban  los  paletots,  que  venían  a 
tener  la  forma,  sobre  poco  más  o  menos,  que  los  del  período 
anterior. 

Comienzan  a  usarse  las  mangas  de  codo. 

El  fichú,  que  se  puso  de  moda,  resultaba  una  especie  de  las 
pañoletas  a  lo  Ristori,  mencionadas  en  el  período  último. 

Para  casa  y  paseo  matinal,  chaquetas  y  gabancitos  cortos, 
de  mucha  variedad  de  formas. 

En  1^64  las  capotas  presentaban  el  frente  ovalado,  dejando 
un  hueco  en  la  parte  superior,  que  se  rellenaba  con  adornos  de 
cintas  o  flores.  Dos  años  después  se  deformó  de  tal  modo  el 
sombrero,  que  quedó  reducido  a  un  adorno  sumamente  peque- 
ño, sujeto  bajo  la  barba  con  un  gran  lazo.  Para  campo  y  ve- 
rano comenzaron  a  usarse  en  1866  unos  sombreritos  como  los 
de  paja  que  ahora  gastan  los  hombres,  pero  de  un  tamaño^di- 
minuto. 

El  peinado  varió  por  completo  de  forma:  era  de  poca  altu- 
ra, pero  bajo,  por  detrás,  hasta  cubrir  el  cuello,  rozando  sobre 
la  tela  de  la  espalda. 

Las  niñas  que  por  su  edad  llevaban  vestido  corto,  ya  no 
enseñaban  los  pantalones  blancos  como  en  los  años  anteriores. 


384  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL   II 


Unas  seguidillas,  algo  chapuceras,  publicadas  en  Los  Su- 
cesos de  1866,  nos  dan  idea  de  algunas  modas  que  nosotros, 
desgraciadamente,  hemos  llegado  a  conocer: 

Estílase  en  el  moflo 

una  almohadilla 
que  las  ñiflas  sujetan 

con  redecilla; 

y  por  sombrero, 
el  soplillo  que  gasta 

mi  cocinero. 
Botitas  que  se  llaman 

a  la  imperial; 
en  el  cuello  una  cinta 

con  mucha  sal; 

un  perifollo, 
que  dice  al  ir  flotando: 

sigúeme,  pollo. 

En  efecto;  el  pelo,  que,  como  hemos  dicho,  iba  caído  por 
la  parte  de  atrás,  se  llevaba  recogido  con  una  redecilla;  las  bo- 
tas imperiales  eran  bastante  altas,  aunque  no  tenían  más  de 
ocho  botones;  y  el  sigúeme  pollo  consistía  en  un  lazo  que  se 
hacía  en  el  cuello,  o  mejor  dicho  en  la  nuca,  con  una  cinta  de 
color,  de  una  pulgada,  lo  más,  de  ancha,  con  dos  caídas  largas 
hasta  más  abajo  de  la  cintura.  Este  adorno  era  exclusivo  de 
las  muchachas  solteras. 

La  indumentaria  del  hombre  tampoco  fue  de  buen  gusto, 
sin  modificar  notablemente  la  moda  del  período  anterior.  Le- 
vitas no  muy  entalladas,  como  las  que  ahora  se  usan,  ni  tam- 
poco largas,  pues  apenas  llegaban  a  la  rodilla.  Chaquets  abro- 
chados con  un  solo  botón  y  bastante  cerrados,  con  faldones 
casi  tan  largos  como  los  de  la  levita;  gabanes  de  dos  hileras 
de  botones,  con  cuello  de  terciopelo;  pantalones  anchos,  des- 
cansando sobre  el  empeine  de  la  bota,  donde  había  de  hacer 
arrugas  en  determinada  forma.  La  capa  se  había  generalizado 
por  completo,  azul,  pasa  o  cafó,  de  cuello  grande  y  amplia  es- 


POR  CARLOS  CAMBRONERO  385 

davina,  con  embozos  de  terciopelo.  Al  final  del  período,  el  cue- 
llo se  achica  exageradamente,  y  lo  mismo  la  esclavina. 

Lo  característico  de  los  primeros  años  de  este  ciclo  es  el 
sombrero,  que  llegó  a  alcanzar  una  altura  ridicula  por  lo  des- 
proporcionada. El  ala  llevaba  un  reborde  a  los  lados,  que  se 
llamaba  dorsé.  En  1866  bajó  de  proporciones,  y  a  la  par  cam- 
bió el  aspecto  de  las  prendas  de  la  indumentaria  varonil.  Los 
faldones  de  la  levita  se  acortaron,  y  en  mayor  grado  los  del 
chaquet,  de  forma  que  esta  prenda  resultó  verdaderamente 
cursi. 

Los  cuellos  de  camisa  se  habían  usado  altos,  es  decir,  dere- 
chos; y  entonces  comenzó  a  estilarse  vueltos,  a  la  marinera, 
como  los  llamaban,  y  muy  escotados,  moda  también  que  care- 
cía de  elegancia. 

El  pantalón  ensanchó,  abotinándose  en  la  parte  baja,  por 
©1  estilo,  aunque  de  mejor  gusto,  que  lo  que  al  presente  se  usa 
entre  la  créme  de  los  organilleros. 

En  resumen:  el  final  del  reinado  de  Isabel  II  es,  como  ya 
se  ha  indicado,  la  época  más  desgraciada  en  la  indumentaria 
de  señoras  y  caballeros,  dando  nosotros  la  preferencia  a  la  dé- 
cada de  1840,  cuyo  sentido  estético  resulta  más  en  armonía 
con  la  naturalidad  y  la  belleza. 


III 


INTIMIDADES    DE    FAMILIA 

No  por  referirse  a  nuestro  padre,  quien  no  tiene  realce  para 
figurar  en  estas  Crónicas,  sino  por  tratarse  de  personalidades 
ventajosamente  reputadas,  vamos  a  contar  varias  anécdotas,  a 
propósito  para  dar  a  conocer,  mejor  que  los  grandes  hechos  o 
las  producciones  del  talento,  los  gustos,  las  aficiones  y  el  ca- 
rácter de  algunos  personajes  distinguidos  en  la  literatura,  en 
el  arte  o  en  la  política. 


386  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO.  DE  ISABEL  II 

Don  Ventura  de  la  Vega. 

Dos  jóvenes,  un  tal  Ventura  de  la  Vega  y  otro  tal  Pablito 
Cambronero,  hallábanse  cierto  día  con  alguna  escasez  de  re- 
cursos pecuniarios,  merced  a  causas  que  aún  no  se  ha  podido 
descubrir;  pero  se  sabe  positivamente,  que  ambos  habían  enta- 
blado relacionen  amistosas  con  una  señora  que  tenía  dos  hijas 
guapitas  a  cual  más,  una  rubia  y  otra  morena,  que  interesa- 
ban el  afecto  de  Vega  y  de  su  amigo,  no  pudiéndose  tampoco 
determinar  ni  los  nombres  ni  el  domicilio  de  las  dulcineas  (1). 

Es  cosa  cierta  e  indiscutible  que  en  los  días  de  Pascua  de 
Navidad,  hallándose  Vega  y  Pablito  de  visita  o  de  tertulia  en 
casa  de  la  señora  de  que  se  ha  hecho  mención,  hubieron  aqué- 
llos de  ser  invitados  para  una  cena,  obsequio  que  aceptaron 
gustosos,  ofreciendo,  in  continenti,  Veguita,  contribuir  con  un 
pavo,  turrones  y  vinos. 

La  promesa  sobrecogió  de  espanto  a  su  compañero,  como 
si  hubiera  notado  que  la  techumbre  de  la  habitación  se  les  ve- 
nía encima.  En  el  estado,  poco  halagüeño,  de  su  caja  de  cau- 
dales, comprendía  que  era  una  temeridad  aventurarse  a  hacer 
dispendios  cuantiosos  y  extraordinarios  que  no  podrían  reali- 
zarse sin  previas  operaciones  de  crédito,  siempre  onerosas 
cuando  no  se  compensan  con  una  cierta  y  próxima  entrada  de 
fondos.  Desde  aquel  momento,  Pablito  no  atendía  ya  a  la  con- 
versación; estaba  pasando  un  mal  rato,  y  aprovechó  la  prime- 
ra coyuntura  para  dar  por  terminada  la  visita,  llevándose  del 
brazo  a  su  amigo. 

Cuando  estuvieron  eñ  la  calle  se  entabló  entre  los  dos  el 
diálogo  siguiente: 

— Supongo,  Ventura,  que  al  hacer  ese  ofrecimiento  conta- 
rás con  recursos  para  salir  de  él  airosamente. 


(1)  También  desconocemos  la  fecha  precisa  de  la  anécdota;  pero  nos 
hemos  decidido  a  incluirla  en  estas  Crónicas  por  tratarse  de  escritor  tan 
distinguido. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  387 

El  interpelado  movió  la  cabeza  en  ademán  negativo,  frun- 
ciendo los  labios  con  ironía,  y  clavando  su  mirada  penetrante 
en  los  ojos  de  Pablito. 

— Y  ¿qué  vamos  a  hacer? — replicó  éste  malhumorado.  Acu- 
mulando nuestros  capitales  podremos  reunir  para  los  turro- 
nes y  los  vinos;  pero...  ¿y  el  pavo?  ¿De  dónde  sacamos  el 
pavo? 

— Has  hecho  bien  en  no  dedicarte  a  escribir  comedias:  no 
tienes  condiciones  de  autor  dramático.  Hemos  terminado  la 
exposición  o  acto  primero.  Escucha  el  recurso  que  se  me  ha 
ocurrido  para  final  del  acto  segundo.  Debería  contártelo  en 
romance  endecasílabo;  pero,  por  abreviar,  te  diré  el  parlamen- 
to en  prosa.  A  ti  te  unen  lazos  de  amistad,  por  ser  paisanos, 
es  decir,  naturales  del  mismo  pueblo,  con  el  jefe  culinario  del 
Conde  de  X***,  cuya  cocina  tiene  ancho  y  volado  balcón  que 
da  a  cierta  callejuela  de  poco  tránsito  (1).  Al  pasar  casual- 
mente por  ese  sitio  esta  mañana,  pude  observar  que  en  unas 
cuerdas  tendidas  al  aire  entre  los  hierros  del  balcón  menciona- 
do había  colgadas  más  de  diez  piezas,  entre  capones  y  pavos, 
uno  de  los  cuales  podrá  ser  ofrecido  a  esas  muchachas,  previa 
donación  del  cocinero  bajo  cuya  guarda  y  custodia  se  halla 
colocado  en  unión  de  los  otros  compañeros  de  infortunio.  Para 
eso  son  los  amigos.  Le  cuentas  a  tu  paisano,  como  tú  sabes 
hacerlo,  el  conflicto  social  en  que  nos  vemos  metidos;  y  creo 
yo,  dada  su  reconocida  amabilidad,  que  no  vacilará  en  conce- 
derte el  apetecido  y  apetitoso  pavo.  Calla,  Pabiito;  ya  presu- 
mo la  observación  que  me  vas  a  hacer.  Aunque  el  cocinero 
tenga  ese  rasgo  de  munificencia,  que  sí  lo  tendrá,  ¿cómo  sacar 
el  pavo  a  la  calle  sin  que  se  enteren  los  demás  criados,  ni  el 
portero,  ni  cualquier  persona  que  te  pudieses  encontrar  en  la 
escalera?  Aquí  de  mis  recursos  de  autor  dramático.  ¿No  te  he 
dicho  que  tengo  un  final  de  gran  efecto  para  el  acto  segundo? 


(1)    Dudamos  si  era  la  calle  de  la  Paz. 


388 


CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  H 


Decoración  de  calle.  Es  de  noche.  Aparece  Veguita  embozado 
y  se  coloca  sigilosamente  bajo  el  balcón.  Tú,  una  ve.  obtenida 
ia  aquiescencia  del  cocinero,  desatas  el  pavo  y  lo  arrojas  a,  la 
calle,  recogiéndolo  yo  en  mis  amantes  brazos  antes  de  que  Ue- 

^Itó^aprobó  el  plan,  y  lo  secundó  hAbilmente,  pudiendo 
realizarse  con  éxito  satisfactorio  lo  que  Ventura  llamaba  final 

del  acto  segundo.  ,    . 

El  acto  tercero,  que  constituía  la  cena,  se  represento  sm 

dificultad  alguna. 

Don  Francisco  Asetijo  Barbiert. 

Cuentan  que  Cambronero  hubo  de  casarse,  andando  los 
afios  con  una  señorita  bilbaína  que  presumía  de  maestra  en  el 
1  culinario,  y  que  cuando  se  ponía  el  mandil  le  daba  qu.nce 
y  raya  a  la  cocinera  más  primorosa.  „    .  •  ,: 

^  Por  este  tiempo,  un  joven  pianista  llamado  Paco  Barb.er., 
gastrónomo  refinado  a  tenor  de  lo  que  sus  recursos  le  permi- 
C  acostumbraba  a  frecuentar  la  casa  de  Pablito,  por  amis- 
tad  que  D.*  Petra  y  D.  Luciano  Martín,  madre  y  padrastro, 
rÍpItivamente,  def  joven  músico,  tenían  con  el  matrimonio 

Cambronero.  i.^^„^   ol 

Fanny,  la  hija  de  éste,  aprendía  por  entonces  a  tocar  el 

piano,  y  en  la  casa  se  hacía  música  una  vez  por  ^-^^'^^' _^°2 

Lrri  ndoD.   Pedro  Albéniz,  profesor  del  Conservatono  de 

María  Cristina;  Gual.art,  un  cantante  1-  después  pertenec  6 

a  la  Real  Capilla;  la  Amalia  Anglés,   mas  tarde     xple  de  la 

ópera  del  Teatro  del  Circo;  Soriano  Fuertes,  maestro  oompo- 

sLr-  y  Florencio  Lahoz,  otro  muchacho  pianista,  famoso  por 

„  obelidad.  En  el  piano  de  la  hija  de  Cambronero  compuso 

Barbieri  muchos  trozos  de  una  ópera  titulada  11  iuon  (e«po«. 

,ne  no  consiguió  ver  representada,  por  lo  que  ap-eoho Ji 

lúsioa  para  las   zarzuelas  que  escribió  en  días  P»"-' 

principalmente  Jugar  con  fuego  y  El  Marque,  de  Caravaca. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN  ERO  389 

Barbieri  era  entonces  hombre  de  pocas  carnes,  aunque  no 
flaco,  y  no  correspondía  su  físico  al  consumo  de  alimentación 
que  empleaba,  pues  a  cualquier  hora  del  día  se  hallaba  dispues- 
to a  aceptar  un  convite.  Frecuentemente  prodigaba  elogios  a 
las  especiales  dotes  culinarias  de  la  esposa  de  Cambronero,  ha- 
ciéndose invitar  al  almuerzo  o  a  la  comida  cuando  averiguaba 
que  aquella  señora  estaba  preparando  un  plato  nuevo  o  de  re- 
conocida dificultad. 

ün  día  de  éstos  fue  Barbieri  invitado  a  almorzar,  y  es  de 
suponer  que  el  ama  de  la  casa  procuraría  ofrecer  al  convidado 
manjares  que,  en  calidad  y  cantidad,  le  dejasen  satisfecho. 

Conviene  advertir  al  lector,  porque  es  circunstancia  muy 
de  tener  en  cuenta  para  la  inteligencia  del  relato,  que  en  casa 
de  Cambronero  se  almorzaba  a  las  once  de  la  mañana,  obli- 
gando a  ello  las  horas  que  éste  tenía  de  oficina. 

El  día  de  autos,  después  de  haber  almorzado  muya  su  gus- 
to, sin  ningún  linaje  de  duda,  Barbieri  se  despidió  precipita- 
damente de  la  familia  Cambronero,  pues  había  echado  en  ol- 
vido que  estaba  convidado  a  comer,  a  la  una  en  punto,  en  casa 
de  D.  José  Ramón  Merino,  cura  de  la  parroquia  del  Real  Si- 
tio del  Buen  Retiro,  hoy  Parque  de  Madrid. 

Y  se  supo  después  que  el  futuro  autor  de  Pan  y  Toros  ha- 
bía comido  de  todo  lo  que  salió  a  la  mesa,  y  que  le  sentó  a  las 
mil  maravillas  el  segundo  banquete. 

Don  Patricio  de  la  Escosura. 

Allá  por  el  año  de  1844  hallábase  Pablito  desempeñando 
la  plaza  de  jefe  de  la  Sección  de  Pasaportes  del  Gobierno  civil 
de  la  provincia  de  Madrid,  y  aunque  el  cargo  era  verdadera- 
mente modesto,  tenía  cierta  responsabilidad,  pues  los  movi- 
mientos políticos,  tan  frecuentes  en  aquella  época,  podían  ex- 
poner al  funcionario  encargado  de  este  servicio  a  firmar  un 
pasaporte  en  falso,  a  despecho  de  su  celo  y  honradez. 


390  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

El  pasaporte  se  hacía  de  imprescindible  necesidad,  según  la 
ley,  a  todo  español  o  extranjero  residente  en  la  Península, 
para  viajar  por  el  interior  de  ella,  salir  de  los  puertos  o  tras- 
pasar las  fronteras;  y  consistía  en  un  documento  donde  cons- 
taba el  nombre,  apellidos,  edad,  naturaleza,  profesión,  estado 
civil,  señas  personales,  domicilio  de  residencia  del  interesado 
y  punto  adonde  se  dirigiese.  Se  expedía  en  el  G-obierno  civil, 
mediante  solicitud  o  instancia,  informada  por  el  comisario  o 
celador  del  barrio  respectivo,  y  podía  darse  uno  de  estos  dos 
casos:  que  se  falsificase  el  pasaporte  en  el  Gobierno  por  el  en- 
cargado de  su  expedición,  o  que  se  sorprendiese  a  éste  con  un 
informe  falsificado. 

No  van  estas  consideraciones  al  tanto  de  reunir  anteceden- 
tes con  el  objeto  de  preparar  una  Memoria  sobre  el  servicio  de 
la  expedición  de  pasaportes,  sino  al  de  presentar  los  antece- 
dentes necesarios  para  que  el  lector  forme  idea  cabal  del  suce- 
so que  vamos  a  referir. 

Se  nombró  Jefe  político.  Gobernador  civil  decimos  ho}',  a 
D.  Patricio  de  la  Escosura,  hombre  de  grandes  iniciativas,  ca- 
pitán de  Artillería,  retirado,  aunque  joven,  por  tener  libertad 
de  defender  sus  ideas  políticas  en  la  forma  y  tensión  que  más 
le  conviniera,  sin  que  le  cohibiesen  las  prescripciones  de  la 
ordenanza. 

Escosura  era  antiguo  amigo  de  Pablito  Cambronero;  ha- 
bían representado  juntos  comedias  en  una  tertulia  de  confian- 
za, y  se  profesaban  mutua  y  afectuosa  simpatía. 

Sucedió  que  por  las  contingencias  de  la  política  hubo  de 
tramarse  una  conspiración  en  la  cual  figuraba  como  factor  im- 
portante un  tal  García  Caballero,  con  el  que  también  tenía 
Pablito  amistad  y  confianza  de  años  atrás.  Escosura,  que  es- 
taba a  la  altura  de  su  cargo,  supo  desbaratar  la  conjuración  en 
sus  comienzos,  teniendo  los  conjurados  que  ocultarse,  a  fin  de 
burlar  las  pesquisas  de  los  polizontes,  logrando  García  Caba- 
llero salir  de  la  corte  disfrazado  de  albañil. 

Parece  que  cierto  comisario  de  policía  manifestó  al  jefe 


POE   CARLOS    CAMBRONERO  391 

político  que  si  García  Caballero  había  escapado,  era  porque 
Pablito,  el  jefe  de  la  Sección  de  Pasaportes,  le  había  provisto 
de  uno  falso. 

— Negó  supósitum — contestó  Escosura  en  un  arranque  de 
caballerosidad  que  recordamos  con  satisfacción. — Cambrone- 
ro  no  es  capaz  de  cometer  acción  semejante.  Que  traiga  la  do- 
cumentación de  los  pasaportes  expedidos  durante  estos  días,  y 
verán  ustedes  cómo  se  encuentra  con  todos  los  requisitos  el 
que  haya  aprovechado  García  Caballero. 

En  efecto,  se  probó  que  éste  había  comprado  a  un  pobre 
albañil  el  pasaporte,  informado  legalmente  por  el  comisario 
del  barrio;  pero  pedido  con  toda  idea  para  preparar  la  fuga  de 
García  Caballero,  en  el  caso  de  que  abortase  la  conspiración. 

Al  día  siguiente  se  encontraron  el  jefe  político  y  el  de  la 
Sección  de  Pasaportes,  al  entrar  en  el  Gobierno  civil,  que  se 
hallaba  instalado  en  el  antiguo  convento  de  San  Martín,  calle 
del  Arenal,  pero  más  arriba  de  San  Ginós,  y  Escosura,  después 
de  estrechar  la  mano  a  Cambronero  y  felicitarle  cordialmente, 
le  dijo: 

— Yo  acostumbro  a  estudiar  a  los  hombres  mientras  hablo 
con  ellos,  y  en  los  juicios  que  formo  acerca  de  su  mérito  y  con- 
diciones moralesj  rara  vez  me  equivoco. 

Doña  Concepción  Arenal. 

Al  fallecimiento  de  esta  insigne  escritora,  celebró  la  Real 
Academia  Matritense  de  Jurisprudencia  una  velada,  el  28  de 
Marzo  de  1893,  en  la  que  hizo  el  resumen  de  la  sesión  D.  An- 
tonio Cánovas  del  Castillo,  logrando  con  el  encanto  de  su  elo- 
cuente voz  entusiasmar  al  numeroso  público  que  le  escuchaba, 
y  eso  que  comenzó  a  hablar  muy  cerca  de  las  doce  de  la  noche. 
Hízose  cargo,  entre  otros  extremos,  de  la  noticia,  no  muy  co- 
nocida entonces,  referente  a  que  D.*  Concepción  Arenal,  de- 
dicada desde  sus  primeros  años  al  estudio,  con  verdadera  pa- 
sión, había  usado  en  su  juventud  el  traje  masculino,  a  fin  de 


392  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  U 


concurrir  libremente  a  las  aulas  sin  llamar  sobre  sí  la  aten- 
ción de  sus  compañeros  de  clase;  añadiendo,  por  su  cuenta 
D.  Antonio,  que  él  recordaba  haberla  visto  vestida  de  hombre, 
sentada  con  su  marido  a  una  de  las  mesas  del  Café  del  Iris  (1). 
Sorprendió  a  algunos  el  aserto,  ya  que  por  salir  de  labios  tan 
autorizados  y  en  tan  solemne  momento,  no  se  podía  poner  en 
duda;  y  quise  yo,  al  terminar  la  velada,  confirmar  las  pala- 
bras de  Cánovas  contando  por  la  calle  a  mis  amigos  la  verídi- 
dica  anécdota  siguiente: 

Corría  el  año  1847,  como  se  decía  por  los  novelistas  de  la 
época;  estaba  para  casarse  la  Arenal  con  D.  Fernando  García 
Carrasco,  y  Ultimado  ya  el  expediente  matrimonial  con  todos 
los  requisitos  canónicamente  establecidos,  incluso  el  de  la  lec- 
tura de  amonestaciones,  surgió  una  contrariedad  que  ninguno 
de  los  interesados  había  tenido  en  cuenta,  y  que  retrasaba  el 
día  fijado  para  celebrar  el  casamiento.  Como  la  novia  vestía 
siempre  de  hombre,  carecía  de  traje  y  avíos  femeniles,  y  el  no- 
vio creyó  necesario  notificar  el  caso  al  párroco  que  había  de 
echarles  la  bendición,  el  cual,  amparándose  en  la  costumbre, 
nunca  para  él  interrumpida,  manifestó  que  no  podía  uncir  en 
santo  yugo  a  dos  personas  que  por  el  vestido  representaban 
ser  del  mismo  sexo. 

Carrasco,  que  tenía  muy  buen  juicio,  y  la  Arenal  que  lo 
tenía  mejor,  hubieron  de  dar  la  razón  al  párroco;  pero  la  reso- 
lución inquebrantable  de  éste  producía  en  aquellas  críticas  y 
especialísimas  circunstancias  un  conflicto  de  no  fácil  solución, 
por  cuanto  estaba  señalada  para  el  siguiente  día  la  celebración 
del  acto  religioso.  Así  las  cosas,  encontróse  Cambronero  con  el 
novio  en  la  calle  a  media  tarde,  exponiéndole  éste  el  conflicto, 
y  la  dificultad  de  resolverlo  en  el  breve  espacio  de  tiempo  que 
mediaba  desde  aquella  hora  a  la  mañana  siguiente  en  que  de- 
seaban los  prometidos  esposos  recibir  la  bendición  del  sacer- 
dote. 


(1)    Carrera  de  San  Jerónimo,  donde  hoy  está  el  Credit  Lyonnais. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  393 

— Pues  veo  con  dolor — dijo  Cambronero, — que  tanto  Con- 
chita como  tú  os  ahogáis  en  poca  agua.  Todo  se  reduce  a  que 
entre  Jos  conocimientos  de  ella  busque  una  señora  que  tenga 
la  estatura  y  forma  de  su  cuerpo,  y  le  preste  para  el  caso  un 
vestido  negro,  una  mantilla  y  las  ropas  interiores  correspon- 
dientes. 

— Ese  ardid  ya  se  nos  ocurrió — repuso  Carrasco; — pero  re- 
pasando en  la  memoria  la  relación  de  las  amigas  de  Concha, 
que  no  son  muchas,  no  encuentra  una  cuyos  vestidos  puedan 
sacarnos  del  apuro. 

Quedóse  pensativo  Cambronero,  y  después  de  unos  instan- 
tes, dando  un  abrazo  a  su  amigo,  exclamó  con  alegría: 

— Ya  tengo  resuelto  el  problema:  los  vestidos  que  induda- 
blemente le  servirán  a  Conchita  como  hechos  para  ella,  son 
los  de  María  Antonia  Cañizares,  la  mujer  de  Pepito  Oló- 
zaga. 

Este  Pepito  Olózaga  era  un  abogado  ya  notable,  aunque 
joven  todavía,  pues  no  contaba  más  de  treinta  y  tantos  años, 
hermano  del  célebre  orador  y  hombre  público  D.  Salustiano, 
que  tanto  influyó  en  la  política  durante  el  reinado  de  Isa- 
bel II.  Carrasco,  si  bien  conocía  y  trataba  a  D.  Salustiano,  no 
tenía  confianza  suficiente  para  solicitar  de  su  cuñada  un  favor 
semejante,  y  mostró  algún  reparo  en  acudir  a  él,  por  la  índole 
especial  del  asunto,  y  por  el  carácter  burlón  y  satírico  del  que 
había  de  hacer  la  recomendación. 

Felizmente  para  los  novios,  Cambronero  tenía  amistad  an- 
tigua con  el  llamado  Pepito  Olózaga  y  con  su  mujer,  que  era 
una  cordobesa  de  trato  excelente;  prestóse  gustoso  a  desempe- 
ñar la  honrosa  comisión  de  solicitar  de  María  Antonia  el  ves- 
tido de  boda  de  D.*  Concepción  Arenal,  y  despidiéndose  cari- 
ñosamente de  su  atribulado  amigo,  se  dirigió,  sin  perder 
tiempo,  a  casa  de  D.  José  Olózaga.  Al  principio  recibieron 
como  broma  la  petición;  pero  convencidos  luego  de  la  verdad, 
celebraron  el  suceso,  riendo  de  antemano  las  cuchufletas  que 
se  le  ocurrirían  a  D.  Salustiano  cuando  lo  supiese. 


394  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


María  Antonia  hizo  que  le  trajesen  una  canasta  al  gabinete 
donde  se  hallaban,  y  ayudada  por  la  doncella,  acopló  cuidado- 
samente en  el  cesto,  vestido,  mantilla,  ropa  interior  de  todo 
género  y  cuantos  avíos  se  conceptuaron  necesarios  para  que  la 
novia  se  presentase  bien  equipada  en  tan  solemne  ceremonia, 
sin  que  pudiera  faltar  ningún  requisito. 

Satisfecho  y  gozoso  entró  Cambronero  en  casa  de  Conchita 
con  el  mozo  que  porteaba  la  canasta,  y  no  son  para  contados 
ni  el  efecto  que  produjo  el  buen  resultado  de  su  gestión,  ni  los 
plácemes  que  recibió  de  la  que  después  fue  ilustre  escritora. 

Terminado  el  acto  religioso,  la  canasta  se  reintegró  en  la 
misma  forma  a  su  amable  propietaria,  y  D.*  Concepción  Are- 
nal siguió  vistiendo,  durante  una  temporada,  su  traje  de 
hombre. 

Es  probable  que  alguna  vez,  en  la  mesa  del  café  del  Iris, 
dedicase  un  recuerdo  al  compromiso  que  la  ocasionó  su  vestido 
boda. 


En  la  plaza  de  las  Cortes,  frente  al  Congreso,  lindando  con 
el  derruido  palacio  del  duque  de  Medinaceli,  y  esquina  a  la 
calle  de  San  Agustín,  había  una  iglesia  que  llamaban  de  San 
Antonio  del  Prado,  por  estar  cerca  de  este  paseo,  o  de  los  Ca- 
puchinos, por  haber  formado  parte  del  convento  que  en  aquel 
paraje  había  existido;  la  entrada  a  la  iglesia  hallábase  prece- 
dida de  un  andén  o  atrio  algo  elevado  sobre  la  superficie  del 
piso  de  la  calle,  y  al  que  se  subía  por  una  escalinata  que,  a  las 
horas  de  culto,  era  invadida  por  los  mendigos,  escalonados  de 
alto  a  bajo,  acosando  con  sus  lamentos  a  los  devotos  que  su- 
bían y  bajaban  del  templo.  Al  cerrarse  la  verja  que  incomuni- 
caba la  escalinata  con  la  calle,  tenían  los  pordioseros  que  aban- 
donar su  palenque;  pero  quedaban  siempre  unos  cuantos  en  la 
vía  pública  arrimados  a  los  sillares  que  sostenían  el  atrio.  En- 
tre el  número  reducido  de  los  mendigos  permanentes  consiguió 
llamar  la  atención  un  niño  tullido  que,  con  débil  voz,  acompa- 


POR   CARLOS   CAMBRÓN ERO  395 

ñándose  a  la  guitarra,  entonaba  unas  cauciones  impropias  de 
su  edad,  y  aun  del  sitio  en  que  se  encontraba,  por  la  proximi- 
dad de  una  iglesia. 

A  la  caída  de  una  tarde  de  primavera  o  de  otoño,  yendo, 
recién  casada  D.*  Concepoióii  Arenal,  en  compañía  de  Carras- 
co, su  esposo,  acertaron  a  encontrarse  con  Cambronero  ante  el 
atrio  de  la  iglesia  de  San  Antonio  de  los  Capuchinos,  y  casual- 
mente hubieron  de  oír  algunas  de  las  canciones  poco  edifican- 
tes del  niño  tullido,  lamentando  que  no  hubiera  quien  le  hi- 
ciese aprender  cosa  más  adecuada. 

— Cambronero  tiene  una  hija — exclamó  Carrasco, — que 
toca  el  piano  y  escribe  algunos  juguetes  musicales;  envíale 
unos  versos  para  que  los  ponga  en  música,  y  buscaremos  el 
medio  de  hacer  que  este  pobre  niñ.o  los  aprenda. 

Doña  Concepción  Arenal  y  Cambronero  aceptaron  la  pro- 
posición, y  a  la  mañana  siguiente  recibió  Fanny,  la  composi- 
tora en  cuestión,  una  poesía  acompañada  de  la  siguiente  carta 
en  décimas,  que  no  constituyen  modelo  en  su  género,  pero  que 
se  escribieron  en  breve  espacio  de  tiempo,  inspiradas  por  un 
laudable  propósito: 


«Ni  el  rostro  nunca  te  vi, 
ni  sé  tu  nombre,  señora, 
ni  al  ver  que  te  escribo  ahora 
sé  lo  que  dirás  de  mí. 
No  ful  yo  quien  prometí; 
.pero  que  cumpla  es  razón, 
ofrecerte  una  canción, 
alguno  que  yo  bien  quiero, 
y  el  pago  no  más  difiero 
que  es  deuda  del  corazón. 

Mas,  ¿qué  tono  emplearé 
para  ser  de  ti  escuchada? 
¿Triste?  Ignoro  si  te  agrada. 
¿Alegre?  Alegre  no  sé. 
El  dolor  te  contaré 
de  un  desventurado  ser, 


396  CRÓNI0A8  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


y  podrás  compadecer 
sa  mal,  ¡ay!,  harto  terrible, 
que  no  has  de  ser  insensible 
si  eres  artista  y  mujer. 

De  la  música  el  encanto 
dale  a  esa  pobre  canción. 
¡Habla  tanto  al  corazón! 
¡Puede  la  música  tanto! 
Si  le  das  vida  a  ese  canto, 
él  excitará  piedad. 
Triste  es  que  la  humanidad 
le  inspire  interés  mayor 
embelleciendo  el  dolor; 
pero,  aunque  triste,  es  verdad. 

Ese  lenguaje  del  cielo 
préstale  al  pobre  tallido, 
y  alguno,  compadecido, 
le  dará  pan  y  consuelo. 
Si  osa  el  atrevido  vuelo 
en  alas  del  genio  alzar, 
y  sabe  inmortalizar, 
y  guerras  y  amores  canta, 
también  la  caridad  santa 
puede  al  artista  inspirar.» 

Fanny  Cambronero,  que  únicamente  solía  componer  valse- 
citos  y  polkas  fáciles  para  sus  amigas,  se  lamentaba  del  com- 
promiso en  que  la  había  puesto  su  padre,  pues  se  reconocía 
ella  misma  siu  las  condiciones  de  maestro  compositor  que  el 
caso  requería.  A  duras  penas  compuso  la  caución,  con  la  ayu- 
da de  un  antiguo  condiscípulo  suyo,  llamado  Paco  Barbieri,  y, 
puesta  en  limpio  la  obra,  se  la  llevaron  a  D.  llamón  Carnicer, 
quien  hizo  algunas  correcciones;  pero  la  caución  tenía  un  mal 
de  origen:  la  falta  de  inspiración  de  la  autora,  y  resultó  una 
vulgaridad  musical,  a  pesar  de  haberla  corregido  dos  maestros. 
El  niño  tullido  la  aprendió,  y  los  transeúntes  que  se  detenían 
a  escucharla  no  supondrían  que  aquellas  estrofas  habían  sido 
escritas  por  D.*  Concepción  Arenal. 


POR   CARLOS   a AMB RONERO  397 


Don  Melchor  Ordóñez. 

Era  nn  hombre  de  mucho  carácter  y  aficionado  a  las  refor- 
mas. Siendo  Gobernador  civil  de  la  provincia  de  Madrid,  ideó 
establecer  en  el  Asilo  de  Niños  desamparados^  fundado  a  ñnes 
del  siglo  XVI,  en  la  calle  de  Atocha,  esquina  a  la  Costanilla, 
que  aún  conserva  el  nombre  de  la  primitiva  fundación,  un  Hos- 
pital de  hombres  incurables,  y  sin  contar  con  recursos  para  ello, 
dispuso  que  los  niños  se  trasladasen  al  Hospicio,  ofreciendo  a 
Isabel  II  abrir  el  nuevo  establecimiento  el  día  10  de  Octubre, 
fecha  del  cumpleaños  de  la  Reina. 

El  IB  de  Agosto  de  1852,  que  es  el  año  a  que  se  refiere  este 
episodio,  fue  D.  Melchor  llamado  a  ocupar  un  puesto  en  los 
Consejos  de  la  Corona  como  Ministro  de  la  Gobernación,  y  ha- 
biéndole recordado  S.  M.  a  fines  de  Septiembre  la  idea  del  es- 
tablecimiento del  Hospital  cuyo  título  de  Nuestra  Señora  del 
Carmen  fue  indicado  por  la  misma  Reina,  si  no  recordamos 
mal,  el  Ministro  formó  el  propósito  de  cumplir  su  palabra  ven- 
ciendo todos  los  inconvenientes. 

Estaba  de  director  del  asilo  Pablito  Cambronero,  y  don 
Melchor,  con  su  autoritario  carácter,  sin  dar  oídos  a  observa- 
ciones ni  argumentos,  por  razonables  que  fuesen,  dispuso  que 
el  Hospital  se  inaugurase  el  día  fijado,  facultando  al  Director 
para  que,  por  cuantos  medios  estuviesen  a  su  alcance,  pero  sin 
darle  un  ochavo,  dispusiera  lo  conveniente  a  fin  de  realizar 
aquella  ceremonia  con  las  formalidades  acostumbradas  en  se- 
mejantes casos. 

El  milagro  se  realizó  con  asombro  del  mismo  D.  Melchor. 
Cambronero  mandó  fregar  con  toda  pulcritud  los  pisos;  impro- 
tísó,  en  el  gran  patio  del  edificio,  un  jardín  con  plantas  y  ma- 
cetas prestadas  por  el  Ayuntamiento;  colocó  en  las  enferme- 
rías un  par  de  docenas  de  camas  que  para  el  solo  acto  de  la 
inauguración  había  cedido,  de  los  almacenes  de  la  Ad-ministra- 
ción  militar,  el  Capitán  general  del  distrito,  y  distribuyó  artís- 


398  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  I8ABKL  II 

ticamente  por  el  establecimiento  varias  Hermanas  de  la  Cari- 
dad, que  no  tenían  ni  silla  en  qué  sentarse. 

La  Reina  salió  muy  complacida,  el  Ministro  recibió  muchas 
felicitaciones  y  prometió  a  S.  M.  que  el  19,  día  de  Santa  Isa- 
bel, se  celebraría  dando  entrada  en  el  Hospital  a  40  pobres  in- 
curables. 

Aquí  comenzaron  otra  vez  los  apuros  para  el  pobre  Direc- 
tor. Le  entregaron,  sí,  una  cantidad  que  apenas  bastó  para  la 
adquisición  de  camas  y  demás  utensilios  necesarios;  así  es  que 
Cambronero  fué  a  exponer  a  Ordóñez  la  dificultad  de  realizar 
la  promesa  por  falta  de  fondos. 

— Para  eso  le  he  puesto  a  usted  ahí — replicó  el  Ministro;  — 
para  solventar  las  dificultades;  y  le  advierto  que  como  el  día 
del  santo  de  la  Reina  no  queden  admitidos  y  durmiendo  en  el 
Hospital  los  40  pobres  que  le  enviará  a  usted  la  Junta  de  Be- 
neficencia, le  dejo  a  usted  cesante. 

Y  D.  Melchor  era  muy  capaz  de  hacerlo. 

Cambronero  se  echó  a  pedir  limosna  como  un  fraile  mendi- 
cante, consiguiendo  el  día  18  por  la  tarde  que  el  Duque  de 
Medinaceli  le  diera  una  onza  de  oro  y  otra  el  Duque  de  Rián- 
sares,  a  cuya  munificencia  se  debe  el  primer  caldo  que  tomaron 
los  pobres  del  Hospital  de  Nuestra  Señora  del  Carmen. 

Un  dato  para  la  historia  de  la  Beneficencia. 

El  Duque  de  Sesto. 

Cuando  en  1857  nombraron  Alcalde-Corregidor  a  D.  José 
Ossorio  y  Silva,  Duque  de  Sesto,  fué  Cambronero  a  darle  la 
enhorabuena,  pues  le  conocía  y  trataba  por  auiistad  y  protec- 
ción que  le  había  dispensado  el  Marqués  de  Alcañices,  padre 
de  la  nueva  autoridad  municipal  de  la  Corte;  y  la  visita  tenía, 
en  honor  de  la  verdad,  un  doble  carácter  que  podríamos  cali- 
ficar de  interesado,  porque  el  Duque  había  prometido  a  Cam- 
bronero, empleado  cesante  del  Ayuntamiento,  darle  otra  vez 
entrada  en  la  Casa  de  la  Villa  cuando  hubiese  ocasión  propi- 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  399 

cia,  encomendándole  el  Negociado  de  Estadística  y  Empadro- 
namientos, cuyo  servicio  era  uno  de  los  que  el  joven  y  activo 
Corregidor  pensaba  reorganizar. 

Eligió  Cambronero  la  hora  del  almuerzo,  por  ser  la  más 
segura  de  encontrar  en  casa  al  Duque,  que  habitaba  un  pala- 
cio de  grandes  comodidades  en  su  interior,  pero  no  de  lujosa 
apariencia,  situado  en  la  calle  de  Alcalá,  esquina  al  Prado, 
donde  hoy  se  alza  el  suntuoso  edificio  del  Banco  de  España. 

Encontró  Cambronero  a  su  protector  rodeado  de  algunos 
amigos  aristócratas,  convidados  por  éste  al  objeto  de  celebrar 
su  exaltación  a  la  Alcaldía-Corregimiento.  Había  pasado  la 
hora  fijada  para  el  almuerzo,  y  se  notó  que  faltaba  uno  de  los 
invitados,  el  Duque  de  Tamames,  quien  minutos  después  llegó 
pidiendo  mil  perdones  y  disculpando  su  tardanza.  Cuando  supo 
que  era  el  último  en  llegar,  se  le  ocurrió  contar  el  número  de 
los'asisteutes,  y  acercándose  sigilosamente  al  oído  del  anfitrión 
le  dijo  en  el  tono  de  voz  de  quien  va  a  revelar  un  secreto: 

— Pepe,  ¡somos  131 

— ¿Trece? — repitió  el  aludido,  tomándose  tiempo  para  refle- 
xionar.— Creo  que  has  sacado  mal  la  cuenta.  Rectifiquemos. 

Y  contaron  nominalmente  los  convidados,  que,  en  efecto, 
eran  13;  pero  el  Duque  de  Sesto,  con  la  viveza  de  imagina- 
ción que  le  caracterizaba,  había  encontrado  ya  la  solución  del 
conflicto,  y  exclamó  sonriendo: 

— Somos  14  con  Cambronero,  el  futuro  jefe  del  Negociado 
de  Empadronamientos. 

Cambronero  no  desperdició  aquella  oportunidad,  y  aprove- 
chando sus  especiales  condiciones  do  cuentista,  refirió,  de  so- 
bremesa, una  serie  de  chascarrillos  de  varios  colores,  que  hi- 
cieron reír  grandemente  a  los  comensales,  prometiéndole  to- 
dos no  dejar  de  la  mano  al  Duque  hasta  que  le  diese  la 
colocación  ofrecida. 

Y  a  los  pocos  meses  se  cumplió  la  promesa. 


400  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DB   ISABEL  II 


IV 


EXPOSICIONES   DK   PINTURA 

La  Academia  de  Bellas  Artes  de  San  Fernando  tenía  por 
costumbre  o  por  obligación,  si  así  constaba  en  el  Reglamento 
de  los  estudios  que  estaban  a  su  cargo,  exponer  al  público,  en 
el  mes  de  Setiembre  de  cada  año,  las  obras  premiadas  en  los 
concursos  de  los  jóvenes  que  se  dedicaban  a  la  pintura,  y  con 
un  celo  que  nunca  nos  cansaremos  de  elogiar,  convocaba,  por 
medio  de  anuncios,  insertos  en  el  Diario  de  Avisos,  a  los  aficio- 
nados y  pintores  de  profesión  para  que  llevasen  sus  cuadros  a 
las  salas  de  la  Academia,  exponiéndolos,  a  la  par,  gratuita- 
mente. 

El  local  no  reunía  aquellas  condiciones  de  luz  y  de  ampli- 
tud que  hubiera  sido  de  desear;  los  expositores  tenían  que  lle- 
var por  su  cuenta  caballetes  para  la  colocación  de  los  cuadros 
que  presentaban,  y  cuando  se  habían  ocupado  los  sitios  desti- 
nados al  objeto,  los  últimos  lienzos  que  llegaban,  o  los  de  es- 
caso mérito,  eran  bajados  al  patio,  desafiando  las  iras  del  cielo 
— como  dice  Mesonero  Romanos. — C,on  todos  estos  inconve- 
nientes, la  Academia  merece  un  voto  de  gracias,  porque,  bue- 
no o  malo,  proporcionaba  local  donde  exhibir  las  obras  de  los 
que  no  tenían  otro  medio  de  darlas  a  conocer. 

De  esta  manera  embrionaria  nacieron  en  Madrid  las  Expo- 
siciones de  Bellas  Artes,  y  ya  supondrá  el  lector  la  escasez  de 
cuadros  que  en  ellas  habría,  tanto  por  el  decadente  estado  de  la 
pintura  española  en  aquella  época,  como  por  el  poco  estímulo 
y  protección  que  los  aficionados  encontraban  en  el  Gobierno  y 
en  los  particulares. 

Veamos  ligeramente  lo  que  fueron  algunas  de  estas  Expo- 
siciones: 


POR  CARLOS  CAMBRONERO  401 

Exposición  de  1836. 

Don  Vicente  López  presentó  cuatro  retratos:  uno  de  la  Rei- 
na Doña  Isabel  II,  otro  de  Doña  María  Cristina,  otro  del  señor 
Liñán,  Comisario  de  Cruzada,  y  otro  del  Sr.  Sepúlveda,  Direc- 
tor de  la  Casa  de  Moneda.  En  todos  se  admiraba  el  colorido  y 
la  perfección  del  dibujo;  pero  en  los  de  la  Reina  y  su  madre 
dicen  que  había  falseado  un  tanto  las  facciones,  quizá  con  el 
fin  de  halagar  a  los  originales. 

Más  parecido  se  encontró  en  el  retrato  que  de  Isabel  11  ha- 
bía presentado  Federico  Madrazo. 

De  la  Reina  hubo  otro  retrato  más,  debido  al  pincel  del  jo- 
ven Carlos  Luis  Rivera,  a  quien  se  elogiaba  mucho. 

Yillamil  llevó  a  la  Exposición  catorce  cuadros:  Antiguo  to- 
rreón árabe  o  Iglesia  de  la  Feria,  en  Sevilla;  Ruinas  y  molinos 
en  Alcalá  de  Guadaira;  Catedral  de  Sevilla  por  el  lado  de  las 
gradas;  Interior  del  claustro  de  San  Juan  de  los  Reyes,  de  Tole- 
do, Vista  general  de  Toledo  desde  la  Cruz  de  los  Canónigos;  La 
calle  Ancha,  en  Toledo;  El  Castillo  de  San  Cervantes,  de  Toledo, 
desde  los  Molinos;  Alcalá  la  Real;  Fragmento  de  Granada;  Fa- 
milia de  gitanos;  Paisaje;  otro  para  un  reloj;  Vista  de  Alcalá  de 
Guadaira,  y  Aspecto  actual  característico  de  las  ciudades  ára- 
bes de  España. 

La  nueva  revista  que  había  salido  aquel  año,  titulada /Sema- 
nario  Pintoresco, elogi&ha,  a  Villamilpor  su  extraordinaria  labo- 
riosidad, y  por  el  patriótico  celo  con  que,  sin  aliciente  alguno, 
se  dedicaba  a  trasladar  al  lienzo  nuestras  riquezas  naturales  y 
artísticas,  visitando,  a  su  costa,  los  pueblos  que  las  contenían, 
aun  con  el  triste  convencimiento  de  no  tener  otra  recompensa 
que  el  aprecio  de  los  inteligentes. 

Jenaro  Pérez  Villaamil,  con  dos  aes,  como  él  se  firmaba, 
ha  sido  uno  de  los  pintores  más  fecundos  del  siglo  xix,  pues 
Ossorio  y  Bernard  calcula  en  ocho  mil  el  número  de  cuadros 
que  pintó  en  un  período  de  veintidós  años,  que  es  lo  que  abarca 
su  vida  artística.  Principalmente  se  dedicó  a  paisajes  e  interio- 
re 


402  ORÓKIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

res,  embelleciendo  o  falseando  los  originales  para  hacerlos  más 
agradables,  defecto  que  hoy  no  se  le  perdona,  y  que  entonces 
fue  la  causa  de  la  gran  aceptación  que  tuvieron  sus  obras. 

Rafael  Tejeo.  Diana  sorprendida  en  el  baño;  Lucha  de  Hér- 
cules y  Anteo,  que  gustó  por  «el  profundo  estudio  anatómico 
que  se  podía  apreciar  en  los  escorzos  de  las  dos  figuras  y  la  se- 
veridad del  estilo». 

José  Elbo.  Un  majo,  Un  picador.  Dos  toros  y  varios  retra- 
tos, todos  de  buen  colorido  y  correcto  dibujo,  pero  acusando 
cierta  frialdad.  Tenía  el  estilo  de  Alenza,  lo  cual  no  era  un  de- 
fecto, sino  una  ventaja. 

José  Gutiérrez.  Vn.  paisaje,  celebrado  por  los  inteligentes; 
y  los  retratos  de  Romea,  Matilde  Diez,  Carlos  Latorre,  José 
Valero  y  Ventura  de  la  Vega. 

En  la  Exposición  que  hizo  el  Liceo  Artístico,  en  1837,  pre- 
sentó una  Venus,  de  tamaño  natural,  que  tuvo  que  retirar  a 
los  pocos  días,  porque  los  concurrentes  se  escandalizaban  de 
ver  una  figura  desnuda.  A  ese  extremo  se  había  llegado.  Di- 
cen que  tenía  brillante  colorido  y  buen  dibujo. 

Bernardo  López,  hijo  de  D.  Vicente.  Copia  de  un  Cristo  d» 
Juan  de  Juanes. 

Luis  López,  hermano  del  anterior.  Un  dibujo  representan- 
do la  figura  de  Héctor. 

Teresa  Nicolau.  Miniatura  de  Petrarca. 

Señorita  Montufar.  Dibujos. 

Don  José  Abrial.  Cinco  vistas  de  Madrid,  que  eran:  El  Mu- 
seo; Madrid  desde  el  camino  de  Castilla;  Madrid  por  el  lado  de 
San  Francisco  el  Grande  y  la  Costanilla  de  San  Andrés. 

Gutiérrez,  hijo.  Combate  de  guerreros  antiguos,  cuadro  que 
revelaba  excelentes  disposiciones  en  su  autor. 

Alenza.  Manolas;  Un  suplicio  y  Asesinato  e  información  ju- 
dicial. Los  cuadros  de  Alenza  se  distinguen  por  un  «estilo  gra- 
cioso y  franco,  a  la  manera  de  Goya,  conocimiento  del  cla- 
roscuro, frescura  y  verdad,  pero  a  veces  con  alguna  pequeña 
incorrección  en  el  dibujo». 


I 


POR   CARLOS   GAMBRONERO  403 

José  Ferrán,  Helvira  y  Abelardo;  Laura  y  Petrarca,  mi- 
niaturas. 

Ugalde.  Cuatro  retratos. 

Rosario  Weis  (1).  Copias  de  Las  lanzas,  de  Velázquez,  y  de 
la  Maja  vestida,  de  Groya, 

Exposición  de  1837. 

«Unos  cuantos  nombres — decía  un  crítico, — ya  conocidos 
del  público,  que  pueden  muy  bien  contarse  por  los  dedos,  son 
los  encargados  de  sostener  la  Exposición;  y  de  tal  manera,  que 
cada  uno  de  ellos  está  seguro  de  no  competir  más  que  consigo 
mismo.  López  sabe  que  a  la  corrección  de  su  dibujo,  a  la  eje- 
cución de  sus  paños,  ropas  y  detalles,  ninguno  llegará;  Villa- 
mil  se  presenta;  en  posesión  de  su  puesto  de  primero,  de  único 
paisajista;  Madrazo  lleva  sus  cuadros  a  la  Academia  sin  temor 
alguno  de  que  haya  parangón  para  la  transparencia  de  sus  co- 
lores, para  el  romanticismo  de  su  paleta;  Esquivel  coloca  los 
suyos  con  la  fundada  vanidad  de  haber  dado  un  gran  paso  en 
su  carrera  desde  la  última  Exposición,  pero  sin  devolver  los 
ojos  en  busca  de  algún  rival  de  su  estilo,  de^lgún  imitador  de 
su  manera,  porque  de  no  encontrarle  está  seguro.» 

En  esta  Exposición  el  cuadro  que  sobresalió,  sin  distingos, 
fue  el  retrato  del  erudito  académico  T>.  Martín  Fernández 
Navarrete,  pintado  por  D.  Vicente  López.  «Madrid  todo — dijo 
un  revistero — ha  admirado  la  extraordinaria  semejanza,  la 
corrección  del  dibujo, y  aquella  verdad  en  los  detalles  que  hace 
confundir,  por  valemos  de  una  expresión  vulgar,  lo  vivo  cou 
lo  pintado.» 


(1)  Era  sobrina  de  Goya,'y  quedó  huérfana  siendo  niña,  confiada  al 
cuidado  del  famoso  pintor;  a  la  muerte  de  éste,  tuvo  que  dedicarse  a  co- 
piar cuadros,  al  óleo  y  al  lápiz,  para  atender  a  su  subsistencia.  En  1842 
fue  nombrada  profesora  de  dibujo  de  la  Reina  Isabel,  falleciendo  al  poc« 
tiempo. 


404  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

A  este  propósito  escribía  D.  Juan  Nicasio  Gallego  en  el 
periódico  El  artista: 

«Muchos  quisieran  que  siguiendo  López  la  máxima  de  los 
maestros  de  la  antigua  escuela  española,  recargase  menos  sus 
retratos  de  brillantes  accesorios  y  dijes,  que,  distrayendo  la 
atención  y  privando,  hasta  cierto  punto,  a  los  cuadros  del  con- 
siguiente reposo  y  armonía,  perjudican  el  efecto  y  vigor  de 
las  cabezas.  Lo  vituperable  es  que  los  accesorios  sean  excesi- 
vos en  número  por  la  confusión  que  inducen;  y  el  arte  y  gusto 
del  profesor  consiste  en  saber  templarlos  y  subordinarlos  al 
tono  general  del  cuadro,  y  particularmente,  al  de  las  partes 
principales  de  las  figuras;  mas  si  los  accesorios  están  elegidos 
y  dispuestos  con  sobriedad  y  tino,  si  contribuyen  con  la  acer- 
tada contraposición  de  sus  tintas  y  sus  luces,  que  es  lo  más  di- 
fícil, al  acorde  reposo  y  armonía  del  cuadro;  y  si  en  el  esmero 
de  su  ejecución  no  se  advierte  timidez  ni  fastidio,  este  esmero 
es  una  perfección  más,  y  sólo  la  pasión  o  el  capricho  pueden 
hallarlo  reprensible.  La  propensión  dé  López  a  no  escasear  en 
sus  retratos  los  accesorios,  nace  de  dos  causas  que  redundan  en 
elogio  de  este  profesor:  una,  el  deseo  dé  complacer  a  los  origi- 
nales, y  en  especial  a  las  señoras,  que  no  quedan  contentas  si 
no  se  las  pinta  engalanadas  con  todos  los  dijes  y  floripondios 
de  su  tocador;  otra,  la  admirable  verdad  con  que  sabe  repre- 
sentarlas. El  oro,  las  plumas,  el  nácar,  las  pieles,  la  pedrería, 
salen  de  su  paleta  con  tan  cabal  imitación,  que  se  equivo- 
can y  confunden  con  la  realidad  misma.  ¿Cómo,  pues,  se  ha 
de  extrañar  que  se  complazca  en  excitar  nuestra  admiración 
con  el  efecto  verdaderamente  mágico  de  sus  pinceles?»  Esta- 
mos conformes  con  las  apreciaciones  de  D.  Juan  Nicasio  Q-a- 
llego. 

Villamil  presentó  Una  vacada,  y  una  Vista  de  la  Catedral  de 
Oviedo  en  el  siglo  XVI,  en  el  acto  de  la  procesión  del  Corpus. 
Se  elogió  la  minuciosidad  con  que  había  copiado  los  detalles 
de  la  arquitectura  gótica  del  edificio,  y  la  gracia  con  que  esta- 
ban pintadas  las  figuras  del  cuadro. 


POR   CARLOS   CAMBRÓN  ERO  405 

Elbo.  Una  torada  en  la  dehesa  de  la  Muñoza,  paisaje  de 
distinto  género  que  el  de  Villamil. 

Federico  Madrazo.  Tres  retratos:  el  de  la  marquesa  de  Vi- 
llagarcía,  el  de  la  señorita  Virginia  Eaton,  en  disposición  do 
tocar  el  arpa,  y  el  de  D.  Juan  Nicasio  Gallego. 

José  Abrial.  Cuatro  paisajes  pequeños,  que  fueron  algo  dis- 
cutidos. 

Antonio  Esquivel.  Seis  apóstoles,  con  «reposo  y  armonía 
en  sus  tintas,  vigor  en  el  colorido,  nobleza  en  las  actitudes  y 
expresión  en  la  cabeza,  aflojando  un  tanto  el  dibujo  en  los  ex- 
tremos». Aquí  figuró  su  obra  maestra,  hasta  entonces,  el  gran 
cuadro  de  la  Transfiguración. 

Teresa  Nicolao.  Copia,  en  miniatura,  de  la  Virgen  del  Fe' 
rrato. 

Rosario  Weis,  copia,  al  lápiz,  de  un  cuadro  de  Groya. 

Ramón  Vives.  Un  Guarda  de  campo,  dormido. 

Calixto  Ortega.  Retrato  de  señora. 

El  Semanario  Pintoresco  publicó,  grabados  en  madera,  re- 
producciones del  retrato  de  Navarrete,  de  la  Vacada,  de  Villa- 
mil  y  de  la  Transfiguración.  Las  láminas,  exceptuando  el  re- 
trato, son  muy  medianas;  pero  la  referente  al  último  cuadro, 
aun  así,  da  una  idea  exacta  de  la  composición,  que  es  esencial- 
mente académica,  inspirada  en  la  pintura  mística  del  siglo  xvu. 

Exposición  de  1838. 

Como  ya  se  ha  dicho,  poco  variaba  el  personal  artístico 
que  concurría  a  estas  Exposiciones;  López,  Madrazo  (padre  e 
hijo),  Tejeo,  Villamil,  Elbo,  G-utiórrez,  Esquivel,  Carderera  y 
algún  otro,  eran  los  que  tenían  monopolizado  el  cultivo  del 
arte  en  la  corte. 

En  esta  Exposición  hubo  una  novedad:  la  Reina  Goberna- 
dora Doña  María  Cristina  concurrió  con  dos  copias,  respecti- 
vamente, de  Murillo  y  Guido  Renni,  que  inducían  a  reconocer 


406  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  IBABEL  11 

la  buena  voluntad  del  jefe  del  Estado,  en  favor  de  las  Bellaa 
Artes. 

Don  Vicente  López  presentó  un  cuadro  de  composición  re- 
ligiosa, Nuestra  Señora  de  los  Desamparados  acogiendo  a  va- 
riospobres.  «En  este  lienzo,  decían,  descuella  el  atrevido  ge- 
nio de  López  y  la  índole  particular  de  su  pincel,  la  gracia  y 
el  acierto  en  disponer  una  composición,  y  expresarla  con  una 
prodigalidad  en  los  detalles,  una  brillantez  y  frescura  en  el 
colorido,  que  producen  un  conjunto  halagüeño  y  hacen  cerrar 
la  boca  al  más  rígido  preceptista.» 

Don  José  Madrazo.  Asalto  de  Montefrio  por  el  Gran  Capi- 
tán, El  cuadro  gustó  mucho,  pues  entonces,  ni  el  Gobierno  ni 
los  particulares  encargaban  obras  de  asuntos  históricos.  Se 
alababa  el  partido  cyie  supo  sacar  de  un  lienzo  de  pequeñas 
dimensiones  para  pintar  figuras  de  tamaño  natural.  Quizá 
los  que  hoy  vean  el  cuadro  señalen  esto  como  un  defecto  de 
composición.  El  Semanario  Pintoresco  trae  un  grabado  de  la 
pintura, 

Tejeo.  Retrato  de  un  particular  a  caballo.  Lo  elogia  la 
Prensa.  El  Salvador  del  mundo,  «media  figura  llena  de  noble- 
za y  dignidad». 

Gutiérrez.  Tres  retratos:  la  Reina  Gobernadora^  la  Mar- 
quesa de  Villagarcia  y  la  señora  de  Montufar.  Se  notaba  en 
este  pintor  inclinaciones  murillescas. 

Vicente  Carderera.  La  Prudencia  y  la  Hermosura,  «bella 
composición  que  está  llena  de  poesía,  y  recuerda  el  gran  estilo 
de  los  insignes  maestros  de  la  escuela  italiana.  Tiene  buen  co- 
lorido y  armonía,  y  bastante  fuerza  de  claroscuro.  El  dibu- 
jo, especialmente  en  la  figura  de  la  Prudencia,  es  de  suma  se- 
veridad y  corrección,  y  el  carácter  de  fortaleza  impreso  a  su 
fisonomía  contrasta  agradablemente  con  la  dulzura  y  candi- 
dez de  la  otra  figura,  que  parece  luchar  entre  el  espejo  que  la 
pinta  su  actual  gloria  y  la  rosa  deshojada  que  la  predice  su 
porvenir».  Además,  presentó  Carderera  varios  retratos,  entre 
ellos  los  de  las  Marquesas  de  Malpica  y  Branoiforte. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  407 

Federico  Madrazo.  Retrato  del  marqués  de  Branciforte  a 
caballo. 

José  de  la  Revilla.  Caín  y  su  familia  después  de  la  maldi- 
ción celestial.  El  Semanario  Pintoresco  trae  un  grabado  que  nos 
obliga  a  tener  poca  benevolencia  con  la  composición  de  la 
obra. 

Ricardo  Bucelli.  Copia  de  la  Santa  Isabel,  de  Murillo,  y 
del  Sa7i  Sebastián,  de  Muñoz. 

Esquivel,  que  estaba  fuera  de  Madrid,  sólo  presentó  los  re- 
tratos de  cuerpo  entero  y  tamaño  natural,  de  Isabel  II  y  die  la 
Infanta  Luisa  Fernanda. 

Antonio  Cabana.  Retrato  de  D.  Basilio  Sebastián  Castella- 
nos^ escritor  y  arqueólogo. 

Pedro  Kuntz.  Retrato  del  diputado  Sr.  Lujan. 

Rosario  Weis.  Dibujos  al  lápiz. 

Jenaro  Pérez  Villamil  presentó  diez  cuadros:  Fragmento  de 
fortificación  árabe;  Sepulcro  del  Cardenal  Cisneros,  en  Alcalá  de 
Henares]  Costado  del  crucero  del  convento  de  San  Juan  de  los 
Reyes,  en  Toledo,  en  el  momento  de  estar  oyendo  un  sermón  un 
público  numeroso.  La  batalla  de  Arlaban,  dos  cuadros  que  re- 
presentan aquel  hecho  memorable  de  la  guerra  carlista,  reali- 
zado el  24  de  Mayo  de  1836;  Interior  de  la  catedral  de  Sevilla, 
y  Vista  de  la  Giralda,  desde  la  calle  de  la  Borceguinería;  La 
marcha  de  una  división  (costumbres  militares);  Baile  en  el 
campo  (orillas  del  Guadalquivir),  y  Una  escena  de  ladrones. 

Villamil  (Juan),  hermano  del  anterior.  La  comunión  y  Re- 
parto de  sopa  a  los  pobres  a  la  puerta  de  un  monasterio. 

Vicente  Camarón,  Dos  paisajes. 

Alenza.  Caprichos.  El  más  notable,  y  que  consiguió  llamar 
poderosamente  la  atención, fue  el  Avaro  moribundo,  por  la  gra- 
cia y  filosofía  de  la  composición. 

Quizá  este  certamen  fuera  el  que  inspirase  a  nuestro  amigo 
y  maestro  D.  Ramón  Mesonero  Romanos  su  lindo  artículo  La 
Exposición  de  Pinturas,  publicado  en  los  días  en  que  ésta  se 
estaba  celebrando.  No  contiene  apreciaciones  artísticas:  se  li- 


408  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEIL  II 

mita  a  delinear  con  tino  e  ingenio  los  diferentes  tipos  que  acu- 
dían a  ver  los  cuadros  de  la  Exposición.  Hablando  del  edificio 
donde  ésta  se  celebraba,  dice:  «Fue  construido  con  destino  a 
Estanco  del  tabaco,  hasta  que  el  Sr.  D.  Carlos  III  (de  gloriosa 
memoria)  dispuso  estancar  en  él  cosa  de  más  interés,  reunien- 
do para  ello,  con  la  mejor  intención,  naturaleza  y  arte  bajo  un 
techo  (1),  como  dice  la  inscripción  de  la  puerta;  con  lo  cual,  y 
desde  entonces,  permanecen  alli  estancadas ,  estrechas  y  sin 
poder  medrar.» 

Exposición  de  1839. 

Los  cuadros  que  más  gustaron  al  público  este  año,  fueron: 

Una  copia,  hecha  por  Cayetano  Palmaroli,  del  cuadro  de 
Claudio  Coello  la  Santa  Forma,  que  se  conserva  en  la  sacristía 
del  monasterio  de  El  Escorial. 

Escenas  de  figón,  cuadro  del  género  de  Teniers,  por  Vicen- 
te Camarón. 

Bandolero  andaluz  contemplando  la  cabeza  de  un  compañe- 
ro decapitado.  De  Rafael  Tejeo.  Se  alabó  mucho. 

Aparición  de  dos  ángeles  a  Godofredo  de  Bouillón,  por  Fe- 
derico Madrazo. 

Don  Rodrigo  Calderón  marchando  al  suplicio,  por  Carlos 
Luis  Rivera. 

De  estos  dos  últimos  cuadros,  presentados  anteriormente  en 
la  Exposición  de  París  de  aquel  año,  había  dicho  D.  Leopoldo 
Augusto  de  Cueto,  en  el  Semanario  Pintoresco  de  19  de  Mayo, 
lo  siguiente: 

«El  Sr.  Madrazo,  que,  a  pesar  de  su  calidad  de  extranjero, 
desfavorable,  por  más  que  se  diga,  en  la  capital  de  la  culta 
Francia,  logró  en  la  Exposición  última  la  medalla  de  oro,  hizo 
formar  tan  ventajosa  idea  de  su  habilidad  a  los  profesores 
franceses,  que  el  Gobierno  le  encargó  un  cuadro  para  colocarlo 
en  la  Sala  de  las  Cruzadas,  una  de  las  nuevas  que  se  están  pre- 


(1)    El  Gabinete  de  Historia  Natural  y  la  Academia  de  Bellas  Artes. 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  409 

parando  en  el  suntuoso  Museo  de  Versalles.  Representaba  este 
cuadro  la  Coronación  de  Godofredo  de  Bouillón  como  rey  de  Je- 
rusalén,  y  sin  embargo  de  baber  tenido  que  acomodar  su  com- 
posición a  medidas  dadas  y  poco  ventajosas  al  asunto,  fue 
aquella  tan  feliz,  que  obtuvo  general  aceptación.  Alentado  por 
este  nuevo  triunfo,  resolvió  pintar  un  cuadro  de  tamaño  semi- 
colosal  para  la  Exposición  de  este  año,  tomando  también  el 
asunto  de  las  tradiciones  de  las  Cruzadas,  recogidas  por  Mi- 
chaud,  y  eligiendo  por  héroe  a  Godofredo  de  Bouillón. 

«Consiste  el  asunto  en  la  Aparición  de  dos  ángeles  que  ins- 
piran a  Godofredo  la  idea  de  ponerse  al  frente  de  los  ejércitos 
cruzados  para  dar  nuevo  impulso  a  la  conquista  del  Santo  Se- 
pulcro. Godofredo  los  escucha  de  rodillas,  y  se  lee  en  su  sem- 
blante y  en  su  ademán  la  exaltación  de  la  fe  y  el  recogimiento 
de  la  devoción.  El  asunto  y  la  composición  nos  parecen  en  alto 
grado  felices,  no  sólo  por  su  sencillez  y  buena  disposición,  sino 
porque  demuestran  además  que  el  autor  ha  entendido  el  gusto 
del  público  francés,  inclinado  ahora  a  los  asuntos  fantástico- 
religiosos.  El  colorido,  si  bien  fresco  y  puro,  no  es  tan  brillan- 
te y  esmaltado  como  el  del  bello  y  conocido  cuadro  del  Gran 
Capitán,  y  es  de  admirar  sobre  todo  la  diferencia  que  se  ad- 
vierte en  la  manera  empleada  para  pintar  los  ángeles  y  el  Go- 
dofredo. Son  aquéllos  seres  ideales,  indefinibles,  celestiales;  y 
éste  el  rudo  guerrero  de  la  Edad  Media.  Aquéllos  recuerdan,  a 
nuestro  entender,  la  manera,  aunque  no  el  colorido,  de  Muri- 
Uo;  éste,  el  vigor  y  valentía  de  Velázquez.» 

De  Rivera  decía  Cueto,  con  referencia  a  la  citada  Exposi- 
ción de  París  de  1839:  «Ha  presentado  tres  cuadros.  El  más  no- 
table es  el  que  representa  a  Don  Rodrigo  Calderón  en  el  acto 
de  ser  conducido  al  suplicio.  Son  tales  la  armonía  que  reina  en 
la  composición  y  la  bella  distribución  de  las  luces  y  tonos  del 
cuadro,  que  traen  a  la  memoria  los  buenos  modelos  de  la  es- 
cuela holandesa.  Un  niño  Jesús  adorado  por  la  Virgen  y  dos  án- 
geles, es  de  un  género  distinto  y  nuevamente  adoptado  por  el 
Sr.  Rivera.  Hay  en  él  corrección  de  dibujo  y  detalles  de  sumo 


410  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

primor  y  delicadeza;  pero  estimamos  demasiado  al  autor  para 
no  confesar  que  sentiríamos  verle  emplear  en  todas  sus  obras 
el  método  alemán  que  ahora  ha  ensayado,  pues  aunque  puro  y 
correcto,  nos  parece  sobrado  frío,  y  aplicable,  cuando  más,  a 
ciertos  asuntos  religiosos.  El  sistema  de  pintar  las  ropas  de 
claroscuro,  velándolas  después  con  color,  ha  producido  el 
mejor  resultado  en  el  precioso  cuadro  del  Apocalipsis,  que  tam- 
bién ha  expuesto  el  autor;  pero  acaso  tendría  demasiada  tibie- 
za de  estilo,  aplicado  indistintamente  a  todos  los  asuntos.» 

Los  párrafos  del  Marqués  de  Valmar,  cuya  ilustración  no 
puede  ponerse  en  duda,  son  testimonio  bastante  para  formar 
juicio  del  estado  de  opinión  que  tenía  el  estilo  de  los  Madrazo 
y  de  Rivera  en  aquel  tiempo,  y  el  distinto  concepto  que  de  la 
pintura  se  formó,  no  ya  en  nuestros  días,  sino  a  fines  del  mis- 
mo período  que  historiamos,  como  se  verá  más  adelante. 

Exposición  de  1840. 

Por  lo  que  dicen  los  revisteros,  la  Exposición  de  este  aflo 
fue  una  de  las  más  pobres  que  cuentan  las  crónicas  de  enton- 
ces, lamentando  el  público,  en  general,  la  falta  de  cuadros  de 
asuntos  históricos. 

El  cuadro  que  campeaba  a  la  cabeza  de  todos  era  el  de  Te- 
jeo,  y  estaba  compuesto  de  retratos  de  una  familia,  de  cuerpo 
entero  y  de  tamaño  natural.  «La  composición  está  bien  en- 
tendida— decían, — tiene  sencillez  y  buen  efecto;  su  dibujo  es 
correcto  y  severo;  ha  sacado  buen  partido  de  los  paños,  aun- 
que tiene  algunos  tonos  poco  jugosos  en  las  carnes.»  No  sabe- 
mos qué  familia  era  la  del  cuadro. 

Don  Carlos  Luis  Rivera  presentó  dos  cuadros  de  familia^ 
pintados  en  París,  de  menor  tamaño  que  el  tercio  del  natural. 
Resultaron  inferiores  a  lo  que  se  esperaba  del  autor  de  Don 
Rodrigo  Calderón. 

Rosario  Weis,  un  óleo  regular. 

Abrial,  Vista  de  la  casa  de  Juan  Bravo,  en  Segovia. 

Manuel  Ruiz  de  Ogassio,  Interior  del  salón  de  Embajadores 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  411 

en  la  Alhambra.  Un  crítico  admiraba  «la  incomparable  pa- 
cii^ncia  y  fatigosa  constancia  de  que  era  menester  hallarse 
provisto  para  el  ímprobo  trabajo  de  copiar  con  el  pincel  los 
innumerables  adornos,  grecas  y  leyendas  arábigas  que  tenía 
el  original». 

Alenza,  El  Viático.  Eepresenta  un  sacerdote  que  va  a  ad- 
ministrar el  Santo  Sacramento,  sin  duda  a  algún  pobre,  por 
las  pocas  luces  y  la  clase  de  gente  que  le  acompañan.  «Toque 
libre  y  fácil,  que  es  la  manera  peculiar  del  autor;  suma  verdad 
en  los  caracteres  de  las  figuras,  y  agradable  efecto  del  claros- 
curo por  el  gusto  y  tono  vigoroso  de  Rembrandt». 

Ortega,  copia  de  un  cuadro  de  Horacio  Vernet,  ejecutada 
en  París.  El  asunto  versa  sobre  una  anécdota  ocurrida  entre 
Miguel  Ángel  y  Rafael,  con  ocasión  de  encontrarse  estos  dos 
grandes  artistas  disputando  en  una  de  las  escaleras  del  Vatica- 
no. Aparece  inopinadamente  el  Papa  Julio  II,  imponiendo  si- 
lencio a  sus  acompañantes  para  escuchar  la  polémica  de  loa 
dos  célebres  pintores.  Ortega  era  un  aventajado  grabador  en 
madera. 

Al  hacer  la  reseña  de  esta  Exposición,  condolíase  un  crítico 
anónimo  del  estado  del  arte  entre  nosotros.  «Demasiado  ape- 
gados a  seguir  la  escuela  romana  y  la  francesa,  no  tan  sólo  en 
el  dibujo,  lo  cual  aplaudimos,  sino  también  en  el  colorido,  que 
para  nada  necesitábamos  imitarlo  de  esas  escuelas,  hemos 
abandonado  las  verdaderas  y  excelentes  máximas  de  color  que 
nos  legaron  en  sus  obras  nuestros  grandes  artistas,  y  los  prin- 
cipios que  les  guiaban  en  el  interesante  estudio  de  la  perspec- 
tiva aérea;  hemos  renunciado,  en  suma,  a  tener  una  escuela 
original,  una  escuela  verdaderamente  española,  de  que  actupl- 
mente  carecemos». 

El  público  se  quejaba  de  lo  poco  adecuado  que  resultaba  el 
local  de  la  Academia  de  San  Fernando  para  celebrar  Exposi- 
ciones, porque  «las  salas  eran  pequeñas,  sin  puntos  de  distan- 
cia, con  luces  bajas  y  de  mala  calidad,  privando  de  parte  de  su 
mérito  al  cuadro  de  más  bien  estudiado  colorido». 


412  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


OBtTIGA 

Federico  Madrazo  era  un  pintor  que  estaba  de  moda  en 
1844,  porque,  a  más  de  su  mérito,  que  sí  lo  tenía,  se  inspiraba 
en  el  gusto  predominante  en  su  época,  que  era  el  amanera- 
miento, y  había  conseguido  honrosas  distinciones  en  París,  lo 
cual  constituía  para  los  españoles  la  razón  fundamental  de  su 
entusiasmo.  Un  escritor  francés,  Mr.  Gustavo  Deville,  publicó 
en  la  Revista  de  Madrid  del  año  citado  una  serie  de  artículos 
sobre  el  Estado  de  las  Bellas  Artes  en  España,  en  los  que  no 
sólo  prodiga  elogios  a  nuestro  compatriota,  sino  que  le  coloca 
a  la  cabeza  de  los  pintores  que  entonces  florecían  en  esta  villa. 
Bien  es  verdad  que  Madrazo,  merced  a  su  estancia  en  París, 
se  había  dejado  influir  mucho  por  la  escuela  de  Julio  David,  y 
éste  era  un  ídolo  para  los  franceses. 

No  obstante,  el  citado  Mr.  Deville,  al  analizar  un  cuadro 
de  Madrazo,  Las  Santas  Mujeres  en  el  sepulcro  de  Cristo,  con- 
fiesa que  adolece  de  faltas  de  relieve;  de  consistencia  y  de  so- 
lidez, es  decir,  de  lo  que  en  términos  artísticos  entonces  solían 
llamar  flou. 

Y  añade  que  esta  pequeña  imperfección  era  consecuencia 
de  la  demasiada  escrupulosa  obstinación  del  pintor  en  querer 
retocar,  corregir  y  perfeccionar  su  obra  quitándola  esponta- 
neidad. «Madrazo — termina  diciendo, — más  sensible  que  espon- 
táneo, más  observador  que  fecundo  y  creador,  más  reflexivo, 
más  entendido  que  inspirado,  está,  sí,  libre  de  cometer  des- 
aciertos; pero  no  es  capaz  de  producir  aquellas  concepciones 
atrevidas,  fogosas,  innovadoras,  que  encubren  muchos  defec- 
tos con  el  prestigio  de  la  originalidad»  (1). 

Mr.  Deville  coloca  a  D.  Vicente  López  detrás  de  Madrazo, 
porque  conceptúa  a  éste  más  colorista  que  al  primero,  y  quiere 
dar  a  entender  que  López  se  había  estacionado,  sin  pasar  de 


(1)    Era  Federico  Madrazo  buen  dibujante.  Véase  la  colección  de  retra- 
tos que,  hechos  a  lápiz,  tiene  el  Museo  de  Arte  Moderno. 


POR   CARLOS   OAMBRONERO  413 

los  tiempos  de  Maella,  mientras  que  Federico  Madrazo  avan- 
zaba, siguiendo  el  mal  llamado  movimiento  progresivo. 

De  Carlos  Luis  Rivera  decía  que  era  el  émulo  más  temible 
de  Federico  Madrazo,  y  que  tenía  sencillez  de  estilo,  delicade- 
za de  ejecución  y  pureza  en  el  dibujo.  Rivera,  como  Madrazo, 
también  había  estado  en  París,  y  también  había  visto  los  cua- 
dros de  Julio  David. 

Hagamos  brevemente  una  reseña  de  lo  que  Mr.  Deville  es- 
cribía respecto  de  los  principales  pintores  de  aquella  época: 

Espalter.  «No  ha  querido  hacer  un  oficio  de  su  arte.  En 
casi  todos  sus  asuntos  se  hallan  esparcidas  algunas  cabezas  de 
angelical  expresión,  que  son  verdaderas  inspiraciones.  Preocu- 
pado hasta  el  exceso  por  lo  ideal  de  la  intención,  tal  vez  sacri- 
fique demasiado  la  ardiente  franqueza  de  su  pincel  y  la  magia 
de  la  forma,  a  la  poética  traducción  del  pensamiento,  lo  cual 
deja  entrever  algunas  veces  el  penoso  trabajo  de  la  ejecución. 
Sus  cuadros,  por  lo  tanto,  ganan  mucho  en  ser  analizados  y 
estudiados  lentamente,  siendo  preciso  seguir  en  el  lienzo,  una 
a  una,  por  decirlo  así,  todas  las  impresiones  del  artista,  sabo- 
reando de  este  modo  el  sentimiento  de  la  inefable  dureza  que 
emana  de  ellos.  Los  retratos  del  Sr.  Espalter  tienen  dignidad, 
relieve,  una  semejanza  ingeniosamente  comprendida;  mas  pe- 
can por  el  mismo  defecto  que  sus  composiciones,  y  a  fuerza  de 
querer  darla  carácter,  priva  a  su  obra  del  encanto  de  la  fres- 
cura. 

Tejeo.  «Aunque  un  poco  materialista  en  sus  composiciones, 
y  un  poco  duro  y  frío  en  el  colorido,  ha  manifestado  en  diver- 
sas ocasiones  suma  energía  en  el  dibujo,  dignidad  en  sus  retra- 
tos y  habilidad  en  el  relieve  de  los  ropajes.» 

Elbo,  que  se  dedicaba  principalmente  a  cuadros  de  género 
y  de  toros,  mereció  de  Deville  las  siguientes  líneas:  «Nadie 
sabe  traducir  mejor  que  él  la  gallarda  desenvoltura  de  los  Mon- 
tes y  los  Sevilla,  y  ninguno  de  éstos  puede  aspirar  a  la  inmor- 
talidad si  no  consigue  en  vida  que  se  consagre  a  él  tan  hábil 
pincel.  Ha  creído  además  el  Sr.  Elbo  deber  prestar  una  aten- 


414  CRÓNICAS  DEL,  TIEMPO  DE  I8ABEL  II 

oión  no  menos  severa  a  los  majestuosos  adversarios  de  sus  hé- 
roes predilectos,  buscándolos  en  su  salvaje  retiro,  para  exami- 
nar sus  costumbres,  sus  instintos,  su  anatomía  y  sus  habitua- 
les actitudes.  Este  pintor  no  posee  el  enérgico  toque  y  el  colo- 
rido seductor  de  Pablo  Potter,  y  si  sus  cuadros  carecen  de 
efecto,  agradan,  en  cambio,  siempre,  por  el  ingenioso  ajuste 
de  los  pormenores  y  la  franca  sencillez  de  la  expresión.» 

Alenza.  «Ha  dado  principio  a  sus  trabajos  con  algunos  de- 
liciosos caprichos  en  que  chispea  el  estro,  y  que  hacían  espe- 
rar de  él  que  sería  un  continuador  de  Qoya;  pero  absorbido 
después  en  las  publicaciones  pintorescas  (1),  para  las  cuales 
es  de  muy  poderoso  auxilio  su  lápiz  malicioso,  ha  descuidado 
un  poco  el  fecundo  campo  que  se  ofrecía  aute  él,  desperdician- 
do en  dibujos,  indignamente  reproducidos  por  el  grabado,  ver- 
daderos tesoros  de  imaginación.» 

Atinadas  eran  algunas  de  las  observaciones  de  Mr.  Deville; 
pero  este  crítico,  reflejando  el  gusto  del  público,  aceptaba  de 
buen  grado  el  amaneramiento  a  que  tan  expuestos  estaban  los 
imitadores  de  David.  Buena  prueba  de  ello  son  los  cuadros  do 
D.  José  Madrazo,  en  los  que,  más  que  en  ningún  otro  pintor, 
puede  apreciarse  este  defecto. 

El  periódico  El  Artista,  interpretando  la  opinión  del  pú- 
blico, decía  en  1836,  con  referencia  a  una  obra  del  Madrazo 
últimamente  citado,  lienzo  de  gran  tamaño  que  el  lector  pue- 
de ver  en  el  Museo  de  Arte  Moderno: 

«El  cuadro  de  Viriato  en  que  representó  a  este  insigne  cau- 
dillo traidoramente  asesinado  en  su  tienda  de  campaña,  es 
otro  glorioso  ramo  de  laurel  para  la  corona  que  la  posteridad 
destina  a  D.  José  Madrazo.  Su  composición  es  rica  y  variada 
de  afectos,  elegante  en  las  formas  y  vigorosa  en  el  colorido.» 
Bien  a  las  claras  se  ve  el  extraviado  gusto  que  dictaba  estos 
elogios. 

David,  con  su  genio  superior,  que  somos  los  primeros  en 


(1)    Ilustradas,  decimos  hoy. 


POB   GARLOS  CAMBR02ÍEB0  415 

reconocer,  fue  en  Francia  una  consecuencia  del  neo-clasicis- 
mo. El  pintor  republicano,  hombre  práctico,  marchaba  al  com- 
pás de  su  época  y  pintó  para  el  medio  en  que  vivía;  pero  su 
estilo,  su  factura,  como  ahora  decimos,  estaba  reservada  a  él 
solo;  por  eso,  al  imitar  sus  bajorrelieves  en  color ^  como  algunos 
llaman  a  los  cuadros  de  aquel  artista  nada  vulgar,  nosotros,  los 
españoles,  olvidándonos  de  Velázquez,  nos  contentábamos  con 
pintar  La  muerte  de  Viriato. 

A  principios  del  siglo  xix,  Goya,  genio  superior,  llegó  a 
imponerse,  y  despreciando  las  influencias  que  venían  del  otro 
lado  del  Pirineo,  mantuvo  enhiesta  la  bandera  del  arte  puro 
español  que  Zurbarán,  los  Coellos,  el  Españólete ,  Murillo  y 
tantos  otros  habían  glorificado.  La  patria  le  debe  este  benefi- 
cio, perdonándole  sus  excentridades  artísticas.  Lo  triste  es 
que,  después  de  haber  dado  Goya  la  voz  de  alerta,  los  que  po- 
dían haber  continuado  la  obra  de  renacimiento  de  la  pintura 
en  nuestro  país,  se  pasasen  con  armas  y  bagajes  al  otro  campo. 

Nuestro  Museo  de  Arte  Moderno  tenía  bastantes  cuadros 
de  este  primer  período  del  reinado  de  Isabel  II;  pero  las  defi- 
ciencias de  local  han  obligado  a  retirar  algunos  para  dar  ca- 
bida a  los  de  nueva  entrada  precedentes  de  las  últimas  Exposi- 
ciones, haciendo  ya  punto  menos  que  imposible  estudiar  aque- 
llos lienzos  de  inapreciable  valor  para  el  caso,  pues  con  su 
examen  podría  formarse  concepto  cabal  y  preciso  del  estado 
de  la  pintura  en  esa  época,  mejor  que  con  las  más  minuciosas 
y  eruditas  descripciones. 

El  Museo  de  Arte  Moderno  puede  visitarse  gratuitamente 
los  domingos;  pero  los  días  laborables  cuesta  la  entrada  una 
peseta,  precio  que  conceptuamos  excesivo  si  se  quiere  fomen- 
tar entre  las  clases  no  bien  acomodadas  la  afición  a  las  Bellas 
Artes.  No  hay  que  olvidar  el  apotegma  de  D.  Eugenio  de 
Ochoa:  «Todo  aquello  que  es  necesario  para  la  existencia  prós- 
pera de  las  Bellas  Artes  en  una  nación,  y  no  puede  realizarse 
por  los  particulares,  debe  hacerse  por  el  Estado.» 


416  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Exposición  de  1847. 

La  reseña  de  la  Exposición  de  Pinturas  de  1847  nos  la  da 
hecha  D.  Pedro  Madrazo  en  un  lindo  artículo  publicado  en  el 
Semanario  Pintoresco  de  aquel  año.  Dice  el  inteligente  y  con- 
cienzudo crítico: 

«Al  César  lo  que  es  del  César,  y  al  arte  lo  que  es  del  arte; 
a  la  Feria  de  Madrid  sus  melocotones,  sus  acerolas,  sus  cajo- 
nes llenos  de  juguetes  de  cartón  y  de  hoja  de  lata,  su  concu- 
rrencia diurna  y  nocturna  de  gente  desocupada;  a  la  Exposi- 
ción de  Pintura,  su  local  aparte,  separado  del  profano  gentío 
que  busca  mantas  de  Palencia  y  trompetas  de  madera,  y  bro- 
ma y  conversación.  Al  comercio  de  segundo  orden,  reunido  a 
lo  largo  de  la  calle  de  Alcalá,  su  mes  de  Setiembre  y  su  pro- 
saica sociedad  especial;  al  noble  comercio  de  la  inteligencia,  a 
las  artes  liberales  de  lo  bello,  otro  mes  aparte,  otra  sociedad 
distinta,  si  es  posible,  otro  sitio  diverso  del  que  ha  ocupado 
hasta  ahora,  alternando,  al  parecer,  conlos  puestos  del  mercado. 

»Tales  eran  nuestros  votos  en  los  últimos  años  cuando  veía- 
mos al  público  de  Madrid,  tan  propenso  a  mirar  los  salones  de 
la  Real  Academia  de  San  Fernando  como  una  especie  de  pro- 
longación de  los  puestos  de  melocotones  y  hierro  viejo,  con- 
tribuyendo no  poco  la  casual  coincidencia  de  las  Exposiciones 
de  Pintura  y  Escultura  con  la  feria  de  trastos  y  vasijas,  a 
arraigar  en  la  materializada  inteligencia  del  vulgo  la  costum- 
bre de  considerar  las  obras  de  arte  como  esencialmente  indus- 
triales. 

»Desgraciadamente,  este  vulgo  es  muy  numeroso,  porque 
no  le  compone  solamente  el  común  de  la  gente  vulgar  o  plebe; 
para  las  artes  son  vulgo  una  gran  parte  de  los  que  en  la  jerar- 
quía social  ocupan  altos  escalones;  así,  el  que  en  la  sociedad 
de  los  salones  es  una  notabilidad  porque  tiene  un  título  y  ren- 
tas y  carruajes,  puede  muy  bien  ser  vulgo  para  el  artista; 
basta  que  el  susodicho  magnate  sea  de  aquellos  que  creen  ha- 
ber hecho  lo  suficiente  para  la  prosperidad  de  las  artes  con  de- 


POR   CARLOS   CAMBROKERO  417 

cir  al  pintor,  afectando  benévola  amistad:  «¿Qué  nos  pone  us- 
ted de  bueno  este  año?»;  basta  que  sea  de  los  que  miran  el  arte 
como  un  objeto  de  pasatiempo,  j  los  cuadros  como  muebles  ho- 
nitos  para  hacer  juego  con  sus  pabellones. 

»Este  vulgo,  que  no  sabe  ver,  ni  juzgar,  ni  sentir,  es  el  que 
más  ha  perdido  con  trasladarse  a  los  salones  de  la  Trinidad  la 
Exposición  de  Pintura;  los  mismos  paletos  de  los  lugares,  que 
nunca  han  visto  un  lienzo  pintado,  han  perdido  menos  que 
aquel  vulgo  rutinero,  indómito,  terco  en  su  malísimo  criterio, 
indiferente  a  todo  lo  grande  y  bello,  fastidioso  en  su  siempre 
intempestiva  crítica. 

•Hemos  oído  criticar  la  disposición  que  en  el  nuevo  local 
se  ha  dado  a  los  cuadros  presentados,  y  esta  crítica  carece, 
en  nuestra  opinión,  de  fundamento.  Verdad  es  que  en  algunas 
capitales  de  fuera  de  España  se  cubren  con  lienzos  de  color 
oscuro  los  cuadros  antiguos  cuando  las  Exposiciones  de  Pin- 
tura se  verifican  en  los  museos  o  galerías;  sin  embargo,  esta 
no  es  una  razón  para  que  aquí  tenga  que  hacerse  lo  mismo.  La 
comparación  de  las  obras  nuevas  con  las  antiguas  podrá,  en 
ciertos  géneros,  ser  desfavorable  a  los  modernos  artistas;  en 
otros,  por  el  contrario,  servirá  para  hacer  más  evidentes  los 
incontestables  progresos  del  arte  en  su  forma  plástica;  pero 
de  todos  modos,  sea  cual  fuere  el  resultado  de  esta  compara- 
ción, una  Exposición  no  es  un  certamen  intelectual  de  una 
época  con  otra,  mucho  menos  aún  el  de  un  siglo  con  todos  los 
que  le  han  precedido;  una  Exposición  no  es  más  que  una  no- 
ble justa  de  los  contemporáneos  entre  sí,  una  gloriosa  arena 
donde  cada  cual  hace  alarde  de  sus  adelantos  por  medio  de  una 
doble  comparación  con  las  obras  de  los  otros  que  se  dedican  a 
su  mismo  género  y  con  las  suyas  propias  de  los  años  ante- 
riores. 

»Una  cosa  echamos  de  menos  en  el  gran  salón  de  la  Trini- 
dad: un  espacioso  tragaluz  en  su  techo  para  que  los  cuadros 
reciban  la  luz  de  alto,  que  tan  buen  efecto  produce  en  los 
lienzos,  sin  que  sufra  la  vista  la  desagradable  reflexión  de  dis- 

27 


418    .  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  I8AB£:L  II 


tintos  focos.  Esta  obra  es  tauto  más  de  desear,  por  cuanto  no 
la  repugna  la  construcción  del  edificio;  sin  embargo,  así  para 
esto  como  para  cubrir  con  lienzos  oscuros  los  cuadros  anti- 
guos, según  deseaban  algunos  se  hiciera,  eran  menester  fon- 
dos que  no  ha  tenido  a  su  disposición  la  Real  Academia  de 
San  Fernando. 

»La  Exposición,  este  año  nos  indica,  mejor  que  otra  algu- 
na, el  verdadero  estado  de  las  artes  en  España;  de  ella  dedu- 
cimos varios  hechos  muy  notables: 

»1.°  Los  buenos  pintores  son  escasísimos  entre  nosotros. 
2."  La  generalidad  de  los  aficionados  no  comprende  lo  que 
es  el  arte,  y  sólo  lo  cultiva  como  adorno.  3.°  Sin  embargo,  en- 
tre los  que  se  dedican  a  la  pintura  de  retratos,  sin  más  ob- 
jeto que  la  imitación  servil  de  la  Naturaleza,  hay  muchos  que 
tienen  el  sentimiento  del  color.  4°  La  propiedad  del  colorista 
(y  este  hecho  es  de  mucha  importancia  para  la  filosofía  del 
arte)  es  indiferente  de  la  idea  subjetiva  de  la  belleza,  que  es  la 
que  principalmente  constituye  al  verdadero  artista.  De  todos 
estos  hechos  resulta  que  la  elevación  de  ideas  en  el  arte  es 
efecto  de  la  educación  del  sentimiento,  y  que  las  Bellas  Ar- 
tes en  nuestra  capital,  y  aun  casi  pudiéramos  decir  que  en  Es- 
paña, progresarán  con  mucha  lentitud  mientras  la  generali- 
dad no  abandone  la  falsa  creencia  en  que  está  de  que  el  pintor 
se  desarrolla  por  sí  solo  copiando  la  Naturaleza,  si  le  dispensa 
protección  el  Gobierno.  Sin  escuela  no  se  forman  buenos  pinto- 
res; la  meditación  sobre  los  objetos  de  la  Naturaleza,  por  más 
genio  que  se  tenga,  será  de  todo  punto  estéril  para  el  que 
no  sepa  observarla,  porque  es  probado  que  no  hay  dos  indivi- 
duos en  toda  la  creación  que  lean  de  un  mismo  modo  las  pági- 
nas de  ese  gran  libro  que  la  multitud  se  imagina  abierto  a  los 
ojos  de  todos.» 

Después  de  estos  párrafos,  rompe  D.  Pedro  Madrazo  una 
lanza  en  favor  de  los  academistas  y  pasa  a  reseñar  las  obras 
presentadas  en  la  Exposición. 


POR   CARLOS  OAMBRONERO  419 

José  Utrera.  Guzmán  el  Bueno  arrojando  por  entre  las  al- 
menas de  la  muralla  el  puñal  que  ha  de  dar  la  muerte  a  su  hijo, 
Madrazo  alaba  el  cuadro,  por  ser  de  un  discípulo  de  la  Acade- 
mia; pero  confiesa  que  tiene  defectos  de  bulto.  Retrato  de  don 
Juan  Bautista  Alonso.  Lo  aplaude  el  crítico,  y  le  parece  bien 
que,  apartándose  de  la  escuela  de  López,  «hubiera  hecho 
triunfar  la  cabeza  de  modo  que  los  accesorios  no  llamasen  la 
atención». 

Agustín  Sáez.  Cuatro  cuadritos  de  costumbres  populares, 
del  género  de  Alenza. 

Federico  Madrazo.  Retratos,  y  Niño  en  la  cuna  que  era 
«melancólica  historieta  de  la  \rida  íntima,  o  pequeña  página 
de  los  placeres  y  dolores  de  familia». 

Esquivel.  Agar  despedida  por  Ahraham.  En  este  cuadro 
siguió  el  autor  «el  mismo  sistema  que  profesaba  en  Francia 
Horacio  Vernet,  sistema  de  estudio,  de  conciencia,  de  traba- 
josas investigaciones;  sistema  en  que  el  artista  se  cambia,  en 
cierto  modo,  en  anticuario  para  reconstruir  lo  pasado  con  to- 
dos sus  accidentes.  En  nuestra  opinión,  este  es  el  mejor  cua- 
dro que  ha  pintado  el  Sr.  Esquivel,  a  quien  damos  un  sincero 
parabién,  asegurándole,  por  el  ardor  con  que  estudia  y  ade- 
lanta, una  reputación  más  envidiable  y  sólida  que  la  que  se 
consigue  fascinando  al  público  ignorante  con  falsos  colo- 
rines». 

Gutiérrez  (padre).  Retrato  de  la  Reina  (de  cuerpo  entero). 
«Está  la  figura  sumergida  en  una  atmósfera  tétrica  y  nebulo- 
sa. Con  este  sistema  h.a  exagerado  el  Sr.  Gutiérrez  la  máxima 
que  solía  Van-Dyck  emplear,  de  sacrificar  a  las  cabezas  todos 
los  accesorios,  aunque  no  por  eso  dejaba  de  dibujarlos  y  con- 
cluirlos lo  suficiente  para  que  no  pareciesen  borrachos  o  como 
en  evaporación.» 

Carlos  Luis  JEÍivera.  Retrato  del  Sr.  OH  y  Zarate.  «Se  pro- 
pone este  pintor,  cuando  cultiva  el  género  de  retratos,  sor- 
prender todas  las  manifestaciones  de  la  Naturaleza,  aun  las 
más  imperceptibles,  aunando  de  una  manera  sólida,  meditada, 


420  ORÓNIOAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

profunda,  todas  sus  regularidades  e  imperfecciones,  sus  más 
leves  lunares,  sus  más  tenues  matices.  Rivera  es  el  pintor 
analítico  por  excelencia,  el  que  busca  la  razón  lógica  de  las  for- 
mas y  escudriña  la  sabia  economía  de  los  cuerpos,  persuadido, 
sin  duda,  de  que  no  hay  en  la  Naturaleza  cosa  superflua  ni  ar- 
monía sin  el  contraste  de  lo  que  la  generalidad  llama  aislada- 
mente bellezas  y  defectos.» 

Federico  de  Madrazo.  Retratos.  Este  pintor  seguía  un 
principio  opuesto  a  Rivera.  «Cree — decía  el  crítico — que  cier- 
tas imperfecciones  de  la  Naturaleza  son  puramente  acciden- 
tales y  no  afectan  en  manera  alguna  su  sabia  economía,  y 
que,  por  consiguiente,  siempre  que  el  pintor  puede  suprimir- 
las sin  variar  el  carácter  de  la  fisonomía  retratada,  debe  ha- 
cerlo. Esta  escuela  conduce  indudablemente  a  resultados  más 
brillantes  que  los  de  la  escuela  demasiadamente  científica;  en 
ella  campea  más  el  genio  del  artista,  y  se  advierte  mejor  el 
sello  espontáneo  de  la  inspiración,  y  la  misión  del  arte  de  su 
blimar  y  ennoblecer  la  mente  por  medio  de  la  belleza.» 

Bernardo  López.  Retratos  del  Duque  de  San  Carlos  y  del 
General  Azpiroz.  A.  propósito  de  este  pintor  decía  Madrazo: 

«Entre  las  varias  escuelas  que  se  puede  proponer  como  mo 
délo  un  pintor  de  retratos,  para  aprender  a  interpretar  conve- 
nientemente la  Naturaleza,  son,  sin  disputa,  la  veneciana,  la 
flamenca  y  la  española  las  que  reúnen  en  grado  más  eminente 
las  tres  dotes:  naturalidad,  grandiosidad  y  magia;  y  dado  que 
este  género  de  pintura  sea  de  mero  deleite  cuando  los  persona- 
jes cuyas  semblanzas  perpetúa  no  son  precisamente  hombres 
•célebres  o  varones  de  alta  importancia  histórica,  creemos  que 
ninguna  manera  convencional  que  se  aparte  de  un  selecto  na- 
turalismo puede  ser  tolerable  en  un  cuadro  destinado  única- 
mente a  reproducir  la  figura  de  un  individuo.  Sin  embargo,  el 
Sr.  López  (D.  Beruardo)  se  propone  en  sus  retratos  copiar  la 
Naturaleza  sin  sujetarse  a  las  máximas  de  los  grandes  maes- 
tros de  las  citadas  escuelas.  Fiel  a  los  principios  que  por  he- 
rencia y  por  elección  ha  recibido  de  los  modernos  prácticos  va- 


POR   CARLOS    CAMBRONERO  421 

lencianos,  protesta  contra  el  estudio  de  aquéllas,  se  declara 
independiente  en  su  modo  de  comprender  la  forma,  y,  sacrifi- 
cando el  serio  dibujo  de  Van-Dick,  del  Veronós  y  de  Velázquez, 
y  viendo  todas  las  vividas  refracciones  del  prisma  donde  aque- 
llos coloristas  sólo  veían  una  luz  reposada  y  severos  tonos,  con- 
sigue, no  obstante,  cautivar  la  atención  de  una  gran  parte  del 
público,  y  alcanzar  como  pintor  de  retratos  una  reputación 
muy  envidiable.» 

En  otros  párrafos  de  estudiada  corrección,  viene,  en  resu- 
men, a  declarar  que  la  escuela  de  Bernardo  López  es  falsa,  sin 
acordarse  de  que  antes  había  elogiado  la  falsedad  de  Federico 
Madrazo,  bajo  otro  aspecto,  pero  falsedad  siempre,  contraria 
a  Van-Dyck,  a  Veroués  y  a  Velázquez. 

Villamil.  Presentó  varios  paisajes  y  la  vista  de  la  Capilla 
de  los  Condes  de  Benavente.  Madrazo  le  elogia,  aunque  con  dis- 
tingos. Dice  de  él,  entre  otras  cosas,  con  mucho  acierto: 

«La  mente  ardorosa  de  Villamil  no  tolera  el  análisis  dete- 
nido y  concienzudo  de  los  fenómenos  cuales  son  en  realidad; 
su  inteligencia,  más  sintética  que  analítica,  partiendo  de  lo  que 
es,  procede  rápidamente  hacia  lo  que  no  existe,  y  se  lanza, 
impetuosa,  fuera  de  la  Naturaleza  positiva,  creyendo  de  buena 
fe  reproducir  el  mundo  material  con  su  verdadera  forma.  Por 
eso  advertimos  en  sus  seductores  paisajes  la  verdad  y  la  ficción 
tan  portentosamente  combinadas,  en  términos  que  no  es  fácil 
distinguir  ante  aquellos  lienzos,  donde  tienen  su  límite  el  estu- 
dio y  la  imitación,  y  donde  empieza  a  aparecer  la  exuberante 
espontaneidad  de  la  fantasía;  por  eso,  al  lado  de  ciertos  inimi- 
tables juegos  de  luz  que  Villamil  sólo  puede  haber  sorprendido 
en  la  Naturaleza,  advertimos  tonos  enteramente  imposibles, 
reflejos  totalmente  arbitrarios,  transparencias  puramente  ca- 
prichosas, que  producen  con  la  verdad  combinaciones  fascina- 
doras, indescriptibles  y  mágicas,  pero  fantásticas.» 

Fernando  Ferrant.  Paisajes.  De  este  pintor  dice  Madrazo 
que  es  diametralmente  opuesto  a  Villamil.  «Estudia  con  muy 
loable  detenimiento  la  anatomía  de  los  vegetales,  la  naturaleza 


422  CRÓNICAS  DKh  TIEMPO  DE  I8ABEL  II 

de  los  terrenos,  la  economía  local  de  las  diversas  latitudes;  pero, 
después  de  acumular  estos  preciosos  datos,  se  olvida  de  acorao- 
darlos  a  uu  fin,  de  hacerlos  concurrir  a  una  armonía  total.» 

Camarón.  Paisajes.  Se  le  censuraba  por  buscar  los  origina- 
les de  sus  cuadros  en  el  Norte  y  en  regiones  «donde  el  cielo 
está  siempre  envuelto  en  aplomadas  nieblas». 

La  Reina  Cristina  presentó  dos  copias:  una  Concepción^  de 
medio  cuerpo,  de  Murillo,  y  la  Magdalena  penitente ,  de  Correg- 
gio.  A  Madrazo  le  parecieron  muy  bien;  pero  acaba  diciendo: 
«Y  no  es  posible  que  la  regia  mano,  que  con  tanto  amor  estu- 
dia las  producciones  del  genio,  no  empiece  en  breve  a  mostrar- 
se pródiga  con  los  artistas,  cuyas  obras  son  las  páginas  que 
más  inmortalizan  a  los  soberanos  ilustrados.»  Don  Pedro  era 
tres  poli,  como  todos  los  Madrazos. 

Exposición  de  184S. 

Al  hacer  la  reseña  de  esta  Exposición,  se  lamentan  los  re- 
visteros de  que  fuera  poco  numerosa  en  obras  buenas;  pero, 
como  de  todas  decían  lo  mismo,  y  siempre  la  última  les  pare- 
cía peor,  sacamos  la  triste  consecuencia  de  que  teníamos  pocos 
pintores,  y  de  éstos,  ninguno  que  fuera  sobresaliente  en  abso- 
luto. Era  criterio  generalmente  aceptado  por  el  público  la  con- 
yeniencia  de  no  verificar  certamen  todos  los  años,  dejando  uno, 
por  lo  menos,  en  claro  para  que  los  artistas  tuvieran  tiempo  de 
preparar  sus  trabajos;  de  este  modo  se  esperaba  conseguir  el 
aumento  de  la  presentación  de  obras,  y  la  Comisión  encargada 
de  admitirlas  podría  rechazar  muchas  de  las  que  en  aquellas 
circunstancias  se  veía  obligada  a  admitir,  siendo  reconocida- 
mente malas,  ante  el  temor  de  que  faltasen  cuadros  en  la  Ex- 
posición. Bien  es  verdad  que  el  patio  grande  del  edificio  era  el 
local  destinado  a  los  lienzos  que  carecían  de  condiciones,  en 
mayor  o  menor  grado,  para  figurar  en  las  salas  de  la  Academia. 

La  Reina  Isabel  II  y  su  madre  Doña  María  Cristina  pre- 
entaron  dos  copias:  aquélla  de  Murillo  y  ésta  de  Giorgone, 


POR   CARLOS   CAMBRÓN tCRO  423 

que  fueron  muy  elogiadas,  quizá  no  tanto  por  su  mérito  como 
por  el  hecho  de  concurrir  y  alternar  tan  egregias  damas  con 
los  soldados  de  la  milicia  del  arte,  donde  alguno  había  ante  el 
cual  tuvieran  que  rendir  pleito  homenaje. 

Federico  Madrazo.  Retratos  del  Duque  deRiánsares  (espo- 
so de  María  Cristina),  del  Sr.  Oshea,  deD.  Luis  Madrazo  (her- 
mano del  autor)  y  de  un  hijo  del  Conde  de  Ezpeleta.  Gustaban 
mucho  los  retratos  de  Madrazo,  pero  se  lamentaban  los  aficio- 
nados de  que  no  dedicase  sus  pinceles  a  tratar  asuntos  de  His- 
toria. 

Tejeo.  San  Sebastián^  San  Antonio  y  Retrato  del  Sr.  Puche. 
A  Tejeo  le  elogiaban,  aunque  siempre  con  reservas. 

Esquivel.  La  caridad.  Decían  que  el  autor  se  iba  inclinando 
«a  \&  pintura  sentimental^  que  es  uno  de  los  peores  géneros  del 
arte» . 

Germán  Hernández.  Jesús  y  la  samaritana.  «Buen  estilo; 
elegancia  y  sencillez  en  los  ropajes.»  Y  amaneramiento,  aña- 
dimos nosotros  por  nuestra  cuenta. 

Antonio  Brugada.  Dos  marinas  que  tituló  Pesca  milagrosa 
y  Tempestad  apaciguada. 

Ángel  María  Cartellini.  Retratos. 

Fernando  Ferrant.  Paisaje,  digno  de  llamar  la  atención. 

Corona.  Las  Marías  caminando  al  sepulcro.  Era  un  boceto 
bien  compuesto,  con  figuras  llenas  de  expresión  y  de  brillante 
colorido. 

Y  otros  cuadros  más  que  no  merecieron  el  honor  de  ser 
mencionados  por  los  revisteros. 

Después  de  escrita  esta  reseña,  la  Sociedad  española  de 
amigos  del  arte,  por  el  mes  de  Mayo  de  1913,  tuvo  la  feliz  idea 
de  formar  una  exposición  de  Pinturas  españolas  de  la  primera 
mitad  del  siglo  XIX,  y  aunque  no  pudo  reunir  más  que  287 
cuadros,  vino  a  prestar  un  gran  servicio  a  los  que  estudian  y 
desean  conocer  el  desarrollo  del  arte  en  el  reinado  de  Isabel  II. 

Allí  vimos  retratos  de  Tejeo,  de  Elbo,  de  Gutiérrez  de  la 
Vega,  de  Carderera,  Esquivel  y  Federico  Madrazo.  Todos  per- 


424  CRÓNICAS  DEL  TIKMPO  DK  ISABEL  H 

siguen  el  ideal  de  D.  Vicente  López,  pero  menos  realistas,  y, 
por  lo  tanto,  dejando  que  su  pincel  dulcifique  los  tonos  a  des- 
pecho de  la  verdad.  Madrazo  es  el  más  falso  de  todos,  y,  sin 
embargo,  es  quien  les  supera,  merced  a  la  corrección  de  su  di- 
bujo, a  lo  ajustado  de  su  color  y  a  la  expresión  que  sabía  dar 
a  las  figuras.  Son  ejemplo  de  ello  el  retrato  de  Villamil,  el  de 
Carolina  Coronado  y  el  de  la  encantadora  Condesa  de  Vilches. 

Don  Vicente  es  el  retratista  por  excelencia.  Merecen  citar- 
se los  retratos  del  Marqués  de  Remisa,  del  doctor  Q-utiórrez, 
quien,  por  lo  que  se  ve,  gastaba  peluca;  el  del  Conde  de  Reta- 
moso,  uno  de  los  más  característicos  de  aquel  maestro,  y  el  de 
Gutiérrez  de  los  Ríos,  donde  se  admira  el  acierto  con  que  Ló- 
pez sabía  reproducir  los  accesorios. 

Sentimos  no  poder  tributar  a  López  los  mismos  elogios 
respecto  del  cuadro  titulado  Una  Purísima^  que  figuró  en  la 
misma  Exposición. 

De  Alenza  se  presentaron  algunos  cuadros,  que  vinieron  a 
confirmar  el  favorable  juicio  que  ya  hemos  consignado  ante- 
riormente. 

Los  paisajes  de  Camarón,  tan  celebrados  en  su  época,  re- 
sultan amanerados  y  de  colorido  débil. 

El  esfuerzo  de  la  Sociedad  española  de  Amigos  del  arte  me- 
rece un  aplauso,  aquí  donde  tanto  escasean  las  iniciativas  de 
este  linaje  de  certámenes. 

Exposición  de  1856. 

Merced  a  la  iniciativa  del  Ministro  de  Fomento  D.  Agus- 
tín Esteban  Collantes,  en  28  de  Diciembre  de  1853  se  dictó  un 
Real  decreto  estableciendo  la  celebración  de  una  Exposición 
pública  de  Bellas  Artes  cada  dos  años,  concediendo  además 
cierto  número  de  premios. 

La  primera  que  se  celebró  con  arreglo  a  esta  disposición 
fue  la  inaugurada  el  20  de  Mayo  de  1866,  en  las  galerías  del 
Ministerio  del  ramo,  que  se  hallaba  intalado  en  el  ex-convento 


POR   CARLOS   CAMBRONBRO  425 


déla  Trinidad,  calle  de  Atocha,  esquina  a  la  de  Relatores. 
Asistió  Isabel  II,  acompañada  de  los  individuos  del  Gobierno, 
bien  ajenos  de  que  poco  tiempo  después  iban  a  dejar  el  poder, 
a  consecuencia  de  la  contrarrevolución  que  transformó  al  Q-e- 
neral  O'Donnell  en  Presidente  del  Consejo  de  Ministros. 

En  esta  Exposición  se  presentaron  18  cuadros  de  Historia, 
15  religiosos,  10  de  alegorías,  34  de  los  llamados  de  género, 
82  retratos,  32  paisajes,  7  marinas,  7  caprichos  de  flores  y  fru- 
tas y  4  miniaturas;  formando  un  total  de  216  obras,  número 
que  ciertamente  superaría  los  cálculos  de  la  Comisión  encar- 
gada de  organizar  el  certamen,  y  que  causaría  satisfacción  in- 
deleble a  Esteban  Collantes,  al  ver  el  ventajoso  resultado  que 
producía  su  Real  decreto.  Pero  si  bien  es  cierto  que  la  protec- 
ción del  Gobierno,  con  el  aliciente  de  los  premios,  sirvió  de 
estímulo  a  los  artistas,  no  lo  es  menos  que  la  Academia  de  San 
Fernando  había  contribuido  no  poco  a  mantener  el  fuego  sa- 
grado con  sus  modestas  Exposiciones.  A  cada  uno  lo  suyo. 

He  aquí  la  lista  de  los  pintores  y  cuadros  que  hemos  con- 
ceptuado, por  las  referencias  adquiridas,  más  dignos  de  men- 
cionarse: 

Pablo  Gonzalvo.  Interiores.  Era  su  fuerte.  Llegó  a  ser  pro- 
fesor de  perspectiva  en  la  Escuela  de  Bellas  Artes. 

Nicolás  Gato  de  Lema.  Paisajes. 

Domingo  García  Díaz.  Los  siete  infantes  de  Lara, 

Luis  Ferrant.  Obras  de  misericordia. 

Fernando  Ferrant.  (hermano  del  anterior).  Paisajes. 

Antonio  Esquivel.  La  Virgen  con  el  Niño  Jesús  y  el  Espi' 
ritu  Sanfo^  Magdalena  penitente^  Retratos. 

Carlos  Esquivel.  Prisión  de  Guatimocin por  Jos  soldados  de 
Hernán  Cortés. 

Tomás  Díaz  Valdés.  Miniaturas. 

Manuel  Castellano.  Patio  de  las  cuadras  de  caballos  en  la 
Plaza  de  Toros  de  Madrid.  Contiene  el  cuadro  los  retratos  de 
Montes,  Cuchares,  Chiclanero,  Regatero  y  otros  toreros  y 
aficionados. 


426  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DK  ISABEL  II 


Eduardo  Cano.  Crhtóhal  Colón  en  el  convento  de  la  Rábida. 

Mariano  Belmente.  Retratos. 

Juan  Barroeta.  La  rexurrección  de  Lázaro. 

Ceferino  Araujo.  Retratos. 

Carlos  Haes.  Paisajes.  Hoy  tiene  este  pintor  sala  especial 
en  el  Museo  de  Arte  Moderno. 

Pedro  Kunt.  Inferior  de  la  iglesia  de  El  Escorial. 

Paulino  de  la  Linde.  Romería  de  San  Isidro. 

Federico  Madrazo.  Retratos. 

Luis  Madrazo.  Peí  ayo  en  Covadonga. 

Francisco  Mendoza.  Je.ms  y  la  Samaritana. 

Benito  Soriano  Murillo.  El  suspiro  del  moro. 

Ignacio  Paiinerola.  í^a  caridad  romana. 

Carlos  Luis  Rivera.  Retratos. 

Leonardo  Santiago.  Paisajes  y  marina  ,  Este  pintor  era 
Brigadier  de  Caballería  y  discípulo  de  Eugenio  Lucas  (1). 

E-afael  Tejeo.  Cristo  crucificado. 

Rafael  Torres- Pardo.  Miniaturas. 

Ensebio  Valldeperas.  Felipe  IV pintando  la  cruz  de  Santia- 
go  en  el  retrato  de  Velázqtiez. 

Francisco  Van- Halen.  La  batalla  de  Lucena.  El  cuadro  te- 
nía cierto  carácter  político,  porque  el  Conde  de  Lucena,  don 
Leopoldo  O'Donnell,  era  a  la  sazón  Ministro  de  la  Guerra. 

Alejo  Vera.  La  poesía. 

Esta  vez  la  política  no  perjudicó  al  arte,  sino  que  coadyu- 
varon a  su  progreso  los  dos  partidos  políticos  que  se  sucedie- 
ron uno  a  otro  en  la  gobernación  del  Estado:  los  moderados 
dieron  el  Real  decreto  creando  las  Exposiciones  de  Pinturas^] 
los  liberales  llevaron  a  la  práctica  esta  disposición,  que  tanta 
ventaja  había  de  reportar  a  los  artistas  españoles. 


(1)  Lucas,  aunque  pintó  mucho,  no  era  afecto  a  preseutar  cuadros  en 
Exposiciones,  y  solamente  recordamos  que  llevó  a  la  de  1849  unos  Pai- 
sajes. 


POR   CARLOS  CAMBRONERO  427 

Exposición  de  1858. 

No  desmereció  de  la  anterior,  ni  por  el  número  ni  por  la 
calidad  de  las  obras. 

Eduardo  Cano  presentó  El  enterramiento  de  Don  Alvaro  de 
Luna. 

Antonio  Gisbert.  La  muerte  del  Principe  Don  Carlos. 

Carlos  María  Esqnivel.  Muerte  de  Felipe  IL. 

llamón  Martí  y  Alsina.  Ruina  de  Numancia. 

José  Casado  del  Alisal.  Muerte  del  Conde  de  Saldaña. 

A  estos  cuadros  se  les  señalaba  defectos,  pero  la  gente  esta- 
ba deseosa  de  asuntos  históricos,  y  fueron  bien  recibidos. 

E>amón  Elorriaga.  Muerte  de  Ahel. 

Lino  García.  Santa  Rosalía  de  Palermo. 

Miguel  Fluyxench    Muerte  de  San  Bruno. 

Valle.  Santa  Sinforosa  sacada  del  agua  por  sti  hermano. 

Villarrasa.  Virgen  déla  Piedad.    . 

Benito  Soriano  Murillo,  Carlos  L.  Rivera,  Ensebio  Zarza, 
Manuel  Alonso,  Manuel  Ojeda,  Rafael  Benjumea,  Pablo  Par- 
do González,  Ignacio  Palmerola  y  Ventura  Miera  presentaron 
retratos  dignos  de  mencionarse,  aunque  no  de  figurar  en  pri- 
mera línea. 

Como  paisajistas  dejaron  bien  puesto  su  pabellón  Carlos 
Haes,  Martí  y  Alsina,  Martín  Rico  (1),  Cosme  Algarra,  José 
Rubio  de  Villegas,  Ceferino  Araujo,  Vicente  Camarón,  Luis 
Rigalt,  Mariano  Belmente,  Romea  y  Antonio  Redondo  (2). 

Por  esta  breve  reseña  se  ve  que  en  la  Exposición  hubo  cua- 
dros de  composición  o  históricos,  de  asuntos  religiosos,  de  gene- 
ro,  paisajes  y  retratos.  La  Academia  de  Bellas  Artes  de  San 
Fernando  debió  quedar  satisfecha  de  este  concurso,  que  venía 
a  ser  algo  como  la  glorificación  de  sus  esfuerzos  y  de  sus  ini- 
ciativas de  otros  tiempos. 


(1)  Hermano  de  Bernardo,  grabador  notable. 

(2)  Escritor  y  dentista. 


428  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

La  Exposición  se  verificó  en  el  patio  central  del  Ministerio 
de  Fomento,  patio  que  se  cubrió  con  una  techumbre  segura  y 
bien  acondicionada,  combinando  perfectamente  las  luces. 

Exposición  de  1864. 

Esta  vez  hubo  verdadera  protección  por  parte  del  Gobier- 
no, pues  construyó  un  edificio,  que  llamábamos  barracón,  de 
coste  económico,  en  el  solar  del  derruido  convento  de  las  mon- 
jas Vallecas,  situado  en  la  calle  de  Alcalá,  esquina  a  la  de  Pe- 
ligros. La  construcción  se  realizó  con  carácter  provisional, 
pero  se  decoró  decentemente  y  se  tuvo  en  cuenta  dotar  a  to- 
das las  salas  de  luz  cenital- 

Para  servirnos  de  base  en  la  crónica  de  esta  Exposición, 
hemos  tenido  la  suerte  de  encontrar  una  reseña,  debida  a  la 
pluma  del  espontáneo  y  elegante  escritor  D.  Pedro  Antonio 
Alarcóo,  cuyo  parecer  expondremos,  aunque  sin  hacernos  so- 
lidarios de  los  juicios  que  le  sugería  su  manera  de  pensar. 
Alarcón  considera  las  Exposiciones  de  Pintura  como  diversión 
pública,  cuando  dice  que  «a  contemplar  estas  Exposiciones 
acuden  todas  las  clases  de  la  sociedad,  distinguiéndose  siempre, 
por  el  interés  con  que  mira  las  obras  y  por  el  acertado  instinto 
de  su  grosera  crítica,  el  pueblo  por  antonomasia,  la  plebe  de  la 
villa,  la  gente  que  habla  a  voces  en  calles  y  plazas,  y  constitu- 
ye, por  decirlo  así,  la  vanguardia  de  la  opinión  pública».  Ter- 
minada la  cita,  pasemos  a  revisar  pintores  y  cuadros. 

Casado  del  Alisal.  La  rendición  de  Bailen.  Alarcón  estuvo 
muy  severo  con  este  cuadro,  pues  dice  que  carece  de  unidad; 
que  la  disposición  de  los  grupos  resulta  confusa;  que  los  epi- 
sodios se  mezclan  y  se  oscurecen  mutuamente;  que  el  dibujo 
es  desigual,  correcto  a  veces,  y  a  veces  exagerado  o  raquítico; 
que  el  cuadro  resulta  abigarrado,  falto  de  perspectiva  aérea  y, 
de  consiguiente,  con  los  términos  mezclados  y  confundidos. 

Domingo  Valdivieso.  Descendimiento.  Al  crítico  le  gustó  el 


POR   CARLOS   CAMBRONERO  429 

colorido;  pero  notó  incorrecciones  en  el  dibujo  y  algún  ama- 
neramiento en  ciertas  figuras. 

Gl-isbert.  Desembarco  de  loa  Puritanos  en  la  América  del 
Norte.  «Este  cuadro — decía  Alarcón — es  la  obra  magistral, 
concienzuda,  vigorosa  del  gran  pintor  que  ha  adquirido  ya  la 
seguridad  de  sus  fuerzas  y  el  dominio  del  arte,  y  ejecuta  todo 
lo  que  se  propone,  y  no  hace  más  ni  menos  de  lo  que  constitu- 
ye su  inspiración.  Elogiaremos,  ante  todo,  la  gran  unidad  de 
acción,  de  composición  y  de  sentimiento  que  domina  en  la  obra. 
Sin  perder  la  variedad  propia  de  una  muchedumbre  de  perso- 
nas extrañas,  ofrece  aquel  grupo  cierto  aire  de  cuadro  de  fa- 
milia, que  le  añade  nueva  ternura  y  santidad.  Sobriedad  y  no- 
bleza; carácter  sin  afectación;  dibujo  grande  y  correcto;  reali- 
dad sin  realismo,  o  sea  sin  grosería:  he  aquí  las  principales  do- 
tes de  la  composición»  (1). 

Grermán  Hernández  Amores.  El  sepulcro:  despedida  de  la 
Santísima  Virgen  del  cuerpo  muerto  de  Jesús.  En  este  cuadro  el 
atildamiento  mató  la  inspiración. 

Teófilo  Dióscoro  Puebla.  Vuelta  de  las  Hadas  al  lago.  Los 
asuntos  mitológicos  no  le  gustaban  a  Alarcón,  y  supone,  con 
fundado  motivo,  después  de  todo,  que  el  cuadro  no  inspiraba 
interés  a  nadie.  Reconocía  en  aquel  lienzo  un  conjunto  armó- 
nico y  un  colorido  agradable. 

Lorenzo  Valles.  Conversión  de  San  Francisco  de  Borja.  Dice 
que  el  cuadro  está  inspirado  en  el  de  Paul  de  la  Roche,  que  re- 
prenta  a  Crómwell  contemplando  el  cadáver  de  Carlos  I,  y 
añade:  «Como  ejecución,  hay  en  el  cuadro  cierto  vigor  y  ento- 
nación agradable,  aunque,  por  evitar  el  horror  de  la  muerte, 
el  pintor  sólo  ha  dejado  ver,  sobresaliendo  del  féretro,  la  rubia 
cabellera  de  la  emperatriz;  pero  pintada  de  tal  suerte,  que  más 
hace  adivinar  una  mujer  viva  que  un  cadáver  infecto.»  Tam- 
bién censura  que,  para  precisar  el  hecho,  hubiera  colocado  en 


(1)    Qisbert  ya  tenía  nombre  como  maestro  desde  la  Exposición  de  1860, 
en  que  había  presentado  su  famoso  cuadro  de  Los  Comuneros. 


430  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 


segundo  término  algunas  figuras  eu   actitud  de  alejarse,  y  ta- 
pándose las  narices  para  evitar  el  mal  olor. 

El  cadáver  de  Beatriz  de  Genis,  expuesto  en  el  puente  de  San 
Angelo.  Este  cuadro,  del  mismo  autor,  le  gustó  más  a  D.  Pedro. 

Víctor  Manzano.  El  Cardenal  Ci^ueros  contestando  a  los 
Grandes  que  le  pedían  los  poderes  en  virtud  de  los  cuales  gober- 
nábala nación.  Tampoco  le  gustó,  tachando  el  dibujo  de  débil 
y  el  colorido  de  desigual.  Eu  otra  ocasión,  hemos  tenido  el  sen- 
timiento de  demostrar  la  falsedad  de  la  anécdota  que  sirve  de 
asunto  al  cuadro,  y  estamos  convencidos  de  que  no  sucedió  de 
aquella  manera;  pero  es  lo  cierto  que  al  público,  por  la  índole 
especial  del  acto,  le  resultaba  simpático  el  lienzo,  y  como  tie- 
ne brillantes  tonos  de  color,  y  la  acción  allí  representada  es 
geuuinamente  española,  los  visitantes,  en  general,  se  detenían 
a  contemplar  la  obra  de  Manzano. 

Eduardo  Rosales.  Isabel  la  Católica  dictando  su  testamento. 
En  la  crítica  de  este  cuadro,  no  estamos  conformes  con  D,  Pe- 
dro Antonio  Alarcón.  «Esta  es  una  de  aquellas  obras — dice — 
en  que  el  pintor  luce  y  merece  más  que  su  hechura.  Merced  a 
dos  buenas  condiciones,  que  son  el  acierto  en  la  composición 
y  la  perspectiva  aérea,  déjase  ver  en  este  cuadro  una  inspira- 
ción joven,  rica  y  llena  de  esperanzas;  p^ro,  como  dibujo  y  co- 
lorido de  cada  una  de  las  figuras,  hay  no  poco  que  censurar, 
notándose  frecuentemente  la  mano  del  principiante.  El  dibujo 
es  incorrecto,  y  en  cuanto  a  la  entonación,  desvirtúala  por  to- 
das partes,  y  como  que  la  mancha,  una  tinta  negra  que  destru- 
ye, sobre  todo,  el  color  de  las  carnes. 

»E1  novel  expositor  merece  mil  enhorabuenas,  como  las 
que  nosotros  le  damos,  leales  y  sentidas,  hijas  de  nuestro  amor 
al  arte  y  a  la  patria,  no  fruto  de  aviesas  intenciones,  como  lo 
han  sido,  a  nuestro  juicio,  los  primeros  hiperbólicos  y  exage- 
radísimos aplausos  con  que  la  gente  del  oficio  saludó  esta  obra. 
Aquellos  aplausos,  lejos  de  provenir  de  una  entusiasta  alegría, 
se  presentaban  con  el  deplorable  intento  de  perjudicar  a  los 
pintores  españoles;  al  Sr.  G^isbert,  rebajando  su  cuadro  de  Los 


POR   CARLOS   CAMBRONKRO  431 

Puritanos  basta  igualarlo  o  subordinarlo  al  del  Sr.  Rosales,  y 
al  Sr.  Rosales  baciéndole  cargar  con  la  dura  e  infalible  res- 
ponsabilidad de  tan  loco  paralelo,  y  desvaneciéndole  e  infatu- 
zándole  hasta  un  punto  que,  de  ser  poca  la  sensatez  del  bisoño 
artista,  hubiera  podido  encariñarle  con  los  errores  de  su  pri- 
mer ensayo,  y  frustrar  completamente  su  seguro  porvenir  en 
el  arte  de  la  pintura.» 

Alarcón  se  dejó  llevar  de  su  simpatía  hacia  Gisbert,  y  al 
ponerse  a  la  cabeza  de  la  conjura  que  se  armó  contra  el  bisoño 
urtista,  no  meditó  bastante  un  acto  que  podría  inducir  a  mote- 
jarle de  apasionado,  cuando  el  mérito  de  la  obra  era  de  indis- 
cutible superioridad.  Había  dicho  nuestro  crítico  que  el  lienzo 
de  Grisbert  valia  por  si  solo  toda  una  Exposición,  y  el  Jurado, 
en  la  propuesta  de  medallas  de  1.*  clase,  colocó  a  los  exposito- 
res por  este  orden:  Rosales,  Gisbert  y  Casado  del  Alisal,  des- 
autorizando el  parecer  de  D.  Pedro  Antonio  Alarcdn. 

Después  de  haber  fustigado  al  pobre  Rosales,  Alarcón  ape- 
nas se  detiene  a  examinar  los  cuadros  presentados  en  el  concur- 
so, como  si  el  objeto  de  sus  artículos  críticos  hubiera  termina- 
do. Cita  los  cuadros  de  género  de  Julio  "Worms  (francés),  Rui- 
pérez,  Zamacois,  Agrassot,  Serra,  Hispaleto,  Fierros  y  Ferrán- 
diz,  que  le  gustan  poco,  y  en  los  que  señala  notables  defectos 
de  colorido;  de  \os paisajistas  no  quiere  mencionar  a  ninguno, 
y  de  perspectiva  aA&ha.  la.  Sala  capitular  de  Valencia,  de  don 
Pablo  Gonzalvo,  cerrando  sus  artículos  con  un  elogio  al  Galli- 
nero, de  Federico  Jiménez  Fernández. 

Exposición  de  1867. 

Se  inauguró  el  28  de  Enero,  con  asistencia  de  Isabel  II.  Fue 
la  última  de  su  reinado. 

El  edificio,  construido  con  carácter  provisional  por  el  ban- 
quero Indo,  bajo  la  dirección  del  arquitecto  Jareño,  se  hallaba 
situado  en  el  paseo  del  Cisne,  y  formaba  un  paralelógramo  de 
38.000  pies  cuadrados,  siendo  su  mayor  altura  H  metros.  Te- 
nía 12  salas,  y  en  ellas  se  instalaron  464  cuadros. 


432  CRÓNICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Vicente  Palmaroli.  La  capilla  Sixtina,  en  el  momento  de 
hallarse  en  ella  el  Pontífice  con  toda  su  corte  de  cardenales  y 
prelados  escuchando  el  sermón  que  les  dirige  un  religioso.  En- 
tonación, colorido,  perspectiva,  ambiente,  efectos  de  luz;  todas 
estas  cualidades  se  encuentran  reunidas  en  este  lienzo,  decía 
nuestro  amigo  y  maestro  D.  Juan  de  Dios  de  la  Bada  y  Del 
gado.  «Y  téngase  en  cuenta  que  el  asunto,  para  un  pintor  de 
menos  talento  que  el  Sr.  Palmaroli,  ofrecía  gravísimos  incon- 
venientes. Un  interior,  y  un  interior  cuyas  paredes  cubre  la 
gran  creación  de  Miguel  Ángel,  ya  era,  por  sí  solo,  asunto  de 
difícil  desempeño;  pero  cuando  este  interior  hay  que  probarlo 
con  figuras  vestidas  casi  todas  uniformemente  de  rojo,  y  cuando 
estas  figuras  tienen  que  destacarse  sobre  una  alfombra  verde, 
y  en  fondos  de  tapices,  las  dificultades  debieran  parecer  insu- 
perables si  no  se  hubiese  encargado  el  Sr.  Palmaroli  de  demos- 
trarnos con  su  cuadro  que  para  un  verdadero  artista,  que  her- 
mana la  inspiración  con  el  estudio,  no  existen  imposibles  en  el 
mundo  del  arte.»  La  obra  de  Palmaroli  produjo  un  gran  efecto 
en  el  público.  No  así  un  retrato  de  la  Infanta  Isabel:  se  cen- 
suró de  falso  el  colorido. 

José  Garnelo.  Muerte  de  Lucano.  Descontento  de  su  obra 
el  autor,  la  reprodujo  en  otra  forma  y  estilo,  presentándola  en 
la  Exposición  de  1887. 

Enrique  Mélida.  Santa  Casilda. 

Salvador  Martínez  Cubells.  Los  Carvajales.  Color  brillante 
como  el  que  habíamos  visto  en  Casado  del  Alisal.  El  cuadro  es 
bien  conocido. 

Ricardo  Balaca.  Toma  de  una  galera  de  turcos.  No  se  pudo 
sustraer  a  la  influencia  de  la  antigua  escuela,  y  descubre  algo 
del  amaneramiento  de  su  padre,  que  fue  un  buen  pintor  de  re- 
tratos, a  la  manera  de  Tejeo  y  los  Madrazo, 

Eduardo  Cano.  Los  Reyes  Católicos  recibiendo  a  los  cauti- 
vos cristianos  en  la  conquista  de  Málaga. 

Joaquín  Agrassot.  Josué. 

José  Marcelo   Contreras,   La  madrugada  del  3  de   Mayo 


POR  CARLOS    CAMBRONERO  433 


de  1808.  Se  halla  colocado  este  cuadro  en  un  salón  de  la  Casa 
Ayuntamiento. 

Alejandro  Ferrant.  Toma  de  una  galeota  de  moros  en  1574. 

Manuel  García  {Hispaleto).  Aparición  de  Santa  Inés  a  su 
padre.  Conserva  mucho  del  estilo  tantas  veces  censurado  en  los 
artistas  de  esta  época. 

José  Casado  del  Alisal.  Los  dos  caudillos,  Gonzalo  de  Cór- 
dova  y  el  Duque  de  Nemours.  Respecto  de  los  cuadros  de  His- 
toria, decía  Pí  y  Margall:  «Fijan  (los  pintores)  toda  su  aten- 
ción en  el  estudio  de  los  paños,  y  aquél  se  tiene  por  mejor 
artista  que  sabe  deslumhrar  más,  con  los  reflejos  del  oro,  la 
brillantez  del  raso ,  el  claroscuro  del  terciopelo  y  la  transpa- 
rencia del  tul  y  del  encaje.  La  hermosura  y  contraste  de  li- 
neas, la  exactitud  de  los  trajes,  la  nobleza  y  gallardía  de  las 
figuras,  el  acierto  de  agruparlas,  cierta  unidad  afectada  en  la 
composición,  son  las  principales  dotes  de  los  cuadros  históri- 
cos.» Estos  defectos  que,  con  fina  crítica,  pone  Pi  y  Margall  a 
los  cuadros  de  Historia,  son  condiciones  esenciales  del  género, 
y,  a  nuestro  juicio,  no  puede  ni  debe  prescindir  de  ellas  el 
pintor. 

Francisco  de  Paula  Van-Halen.  La  noche  de  Zempoála:  ex- 
pedición de  Hernán-Cortés  contra  Panfilo  de  Narváez. 

Lorenzo  Valles.  Demencia  de  2).*  Juana  de  Castilla.  Iba  el 
pintor  por  buen  camino;  mas  no  pudo  llegar  con  ese  asunto  a 
la  altura  de  otro  genio  superior  que  vino  después.  Ambos  cua- 
dros están  en  el  Museo  de  Arte  Moderno. 

Antonio  Gisbert.  Entrevista  de  Francisco  I  y  su  prometida 
esposa  D.*  Leonor  de  Austria.  Fue  un  alarde  de  color. 

Dióscoro  Teófilo  Puebla.  El  compromiso  de  Caspe,  Marga- 
rita  y  Mefistófeles  en  la  Catedral,  La  devoción  a  la  Virgen.  To- 
dos con  resabios  del  antiguo  estilo. 

Antonio  Pérez  Rubio.  Escenas  del  Quijote. 

José  Nin  y  Tudó.  Muerte  de  Abel.  Cuadro  grande  y  con 
atrevimientos.  El  pintor,  amigo  nuestro,  artista  de  gran  ilus- 
as 


'434  CRÓNICA»  DKL  TIKMPO  DE  ISABEL  II 


trtttíióu,  salió  a  la  liza  con  mucho  brío;  pero  los  pineeles  no 
respondiei^on  a  su  buen  deseo. 

Benito  Mercado.  Traslación  de  San  Francisco  de  Aaig.  Cua- 
dro pinfeado  con  sensatez  y  corrección.  Hablando  de  este  linaje 
de  pintura,  decía  Pí  y  Margall:  «Un  misticismo  exagerado  y 
mal  entendido,  hijo,  no  de  la  íe,  sino  de  la  imitación;  no  del 
sentimiento,  sino  de  un  estudio  más  o  menos  detallado  sobre 
los  tipos  que  nos  ha  legado  el  Cristianismo  en  su  mayor  gran- 
deza; cierta  gravedad  afectada  en  las  formas,  cierto  amanera- 
miento inevitable,  constituyen  el  carácter  de  los  cuadros  reli- 
giosos. Los  pintores  son  imitadores  casi  siempre,  y  cuando  no, 
más  rimadores  que  poetas,  más  artífices  que  artistas.»  Aquí 
puede  que  tuviera  razón  D.  Francisco,  por  lo  que  respecta  al 

siglo  XIX. 

Pablo  Gonzalvo.  Interiores. 

Marcelino  Unceta.  Carlos  V  en  Yuste. 

Alejo  Vera.  Coro  de  monjas.  Santa  Cecilia  y  San  Valeriano. 

Domingo  Valdivieso.  La  primera  comunión.^ 

Luis  Alvarez.  M  Cardenal  Penitenciario  aplicando  indul- 
gencias el  Domingo  de  Ramos  en  la  iglesia  de  San  Juan  de  Le- 
trán.  Doña  Isabel  la  Católica  en  la  Cartuja  de  Mira/lores. 

Joaquín  María  Hesser.  El  agua  bendita  en  las  Comendadoras 
de  Santiago.  El  chocolate  en  un  convento. 

Martín  Rico.  La  salida  de  misa. 

Ricardo  Na varrete.  Los  capuchinos  en  el  coro. 

Francisco  Bushell.  La  procesión  en  el  Coliseo  de  Roma. 

Ificolás  Ruiz  Valdivias.  Procesión  en  un  ^pueblo  de  Aragón. 

Francisco  Díaz  Carreño,  Paolo  e  Francesca. 

Bernardo  Ferrándiz.  El  tribunal  de  las  aguas  en  Valencia. 
El  charlatán  político.  De  este  género  se  hacía  poco,  y  la  ver- 
dad es  que  tenía  partidarios.  Ildefonso  Antonio  Bermejo  pu- 
blicó en  la  Revista  Española  de  Ambos  Mundos,  unos  artículos 
sobre  Bellas  Artes,  de  los  que  •  entresacamos  este  párrafo  per- 
tinente al  asunto: 

«El  pintor,  para  hacerse  enteramente  extraño  a  su  siglo, 


POR   CARLOS-.  GAMBROJiüiSjO  4^ 

no  solamente  recurre  a  lo  pasado,  siuo:  que  se  envanece-  y  se* 
gloría  representando  en  sus  lienjaosi,  y  en  el  siglo  xix,  la  risue- 
ña perspectiva  del  paganismo.  ¿No  se  supone  la  sensibilidad 
en  el  corazón  de  los  artistas?  ^Entonce»,  ¿por  qué  no  lloran  con. 
el  pueblo?  Pintar  la  belleza  no  es  ciertamente  la  única  condi- 
ción del  artista.  El  verdadero  artista,  además  de  lo  bello,  debe 
pintar  su  época,  la  vida  del  mundo  que  habita;  no  es  artista  el 
que  se  contenta  con  reproducir  o  imitar  la  Naturaleza.  El  que 
contempla  su  pasado  primero  que  su  presente,  se  manifiesta 
ingrato  con  la  época  que  formó  su  corazón.  El  arte  contempo- 
ráneo no  tiene  más  que  belleza  exterior:  atiende  más  a  la  for- 
ma que  al  pensamiento.  Habla  más  a  los  ojos  que  al  corazón; 
se  ejecuta,  pero  no  se  inventa.»  No  estamos  enteramente  con- 
formes con  todas  las  afirmaciones  de  Bermejo,  pero  en  el  fondo 
le  concedemos  mucba  razón. 

Serafín  Rincón.  Reparto  de  sopa  en  un  convento  de  capu- 
chinos. 

Ignacio  León  y  Escosura.  Narración  de  las  campañas. 

Francisco  Domingo.  Un  lance  del  siglo  XVII.  Aquí  se  re- 
veló como  un  gran  colorista.  El  cuadro  nos  entusiasmó  a  los 
muchachos. 

Federico  Jiménez.  Gallinas  espantadas  por  un  perro.  Nido 
de  palomas.  En  este  género  no  había  quien  le  igualase. 

Eduardo  Zamacois.  La  primera  espada.  Fue  discípulo  de 
Meisonuier.  Recordamos  un  cuadro  suyo  titulado  Los  limos- 
neros^ que  era  un  prodigio  de  paciencia  por  la  minuciosidad  de 
detalles. 

Como  puede  apreciarse  por  la  breve  reseña  que  de  las  Ex- 
posiciones de  Pinturas  hemos  hecho,  éstas  sufrieron  una  trans- 
formación completa  desde  aquellas  instalaciones  de  tres  o  cua- 
tro docenas  de  cuadros  que  la  Academia  cobijaba  en  sus  salo- 
nes, hasta  la  construcción  de  edificios  especiales,  más  o  menos 
sólidos  y  elegantes,  donde  se  exponían  cuatrocientos  cuadros; 
desde  aquellos  lienzos  de  estilo  amanerado  de  Tejeo,  Esquivel 
y  los  Madrazo,  hasta  tan  grandiosas  concepciones  de  Rosales, 


436  CRÓMICAS  DEL  TIEMPO  DE  ISABEL  II 

Gisbert  y  de  otros  muchos.  Puede  decirse  que  la  pintura  es- 
pañola, agonizante  al  comienzo  de  nuestros  apuntes  históri- 
cos, renació  de  sus  cenizas,  volviendo  a  ser  con  Los  Puritanos 
y  M  Testamento  de  Isabel  la  Católica,  honrosa  continuación 
del  siglo  XVII. 

Y,  sin  otra  nueva  serie,  quedan  definitivamente  termina- 
das las  Crótiicas  del  tiempo  de  Isabel  II,  para  no  repetir  el  caso 
del  prestidigitador  Mr.  Hermann,  que  en  el  teatro  de  la  Zar- 
zuela, el  año  1860,  dio  cinco  veces  la  última  función  de  despe- 
dida. 


FIN 


LIBROS  PUBLICADOS 

POR 

LA    ESPAÑA    MODERNA 

qne  se  hallan  de  venta  en  sn  Administración, 
López  de  Hoyos,  6.— MADRID 


N.«  del 
CatáL* 


Pesetas 


•IS-Slé.  Aguanno.— La  géne- 
sis y  la  evolución  del  De- 
recho civil  (Dos  tomos).    15 

176  —  La  Reforma  integral 

de  la  legislación  civil . .      4 

177  Alcofurado.  —  Cartas 

amatorias  de  la  monja 
portuguesa  Mariana  Al- 
cofurado,  dirigidas    al 
Conde  de  Chamilly. ...      3 
315  Amiel. — Diario  íntimo . .      9 

178  Anónimo."¿Académicas?      1 

179  —  Currita    Albornoz    al 

P.  Luis  Coloma 1 

327-328  Antoine.  — Curso  de 

Economía  Social, 2  vols.   16 

180  Arenal.  —  El  Delito  co- 

lectivo       1,50 

182  —  El  Derecho  de  gracia.     3 

181  —  El  Visitador  del  preso.      3 
323  Amó. — Las  servidumbres 

rústicas  y  urbanas. -Es- 
tudio sobre  las  servi- 
dumbres prediales 7 

114  Arnold.  —  La  crítica  en 

la  actualidad .      3 

172  Asensio.— Fernán  Caba- 
llero       1 

39  —  Martín  Alonso  Pinzón.     3 

184  Asser.  —  Derecho  Inter- 
nacional privado 6 

368  Bagehot.  —  La  Consti- 
tución inglesa 7 

391  —  Leyes  científicas  del 
desarrollo  de  las  nacio- 
nes en  sus  relaciones  con 
los  principios  de  la  se- 
lección y  de  la  herencia     4 

416  Bald  Win.— -Elementos  de 

Psicología 8 

111  Balzac.-CésarBirotteau      3 
64  —  Eugenia  Grandet.  ...      3 

112  —  La  Quiebra  de  César 

Birotteau 3 


N.»  del 
Catál.» 


Peseta» 


62  —  Papá  Goriot 3 

76  -—  Úrsula  Mirouet ■»      3 

2  Barbey  d'Aurevilly.  — 

El  Cabecilla 3 

12  —  El  Dandismo  y  Jorge 

Brnmmel 3 

131  —  La  Hechizada 3 

120  —  Las  Diabólicas.  .....      3 

124  —  una  historia  sin  nom- 
bre       3 

110  —  Venganza  de  una  mu- 
jer       3 

495  —  Barthelemy  -  Saint  - 
Hilaire. — Buda  y  su  re- 
ligión       7 

130  Baudelaire. —  Los  paraí- 
sos artificiales 3 

163  Becerro  de   Bengoa. — 

Trueba 1 

174  Bergeret.  —  Eugenio 

Montón  (Merinos)  ....      1 

552  Berzeviezy. — Beatriz  de 
de  Aragón,  Reina  de 
Hungría 7 

353  Boccardo. — Historia  del 
Comercio,  de  la  Indus- 
tria y  de  la  Economía 
política,  para  uso  espe- 
cialmente de  los  Insti- 
tutos técnicos  y  de  las 
Escuelas  superiores  de 
Comercio l^^^' 

311  Boissier.— Cicerón  y  sus 
amigos.— Estudio  de  la 
sociedad  romana  del 
tiempo  de  César 8 

380  —  La  Oposición  bajo  los 

Césares 7 

525  Boucliot. — Historia  de  la 

literatura  antigua 6 

169  Bourget.-HipólitoTaine     0,50 

395  Bréal.— Ensayo  de  Se- 
mántica. (Ciencia  de  las 
significaciones) 5 


Catál.»  Peseta» 

447  Bredif.  —  La  Elocuencia 

política  en  Grecia 7 

399  Bret  Harte.  —  Bloquea- 
dos por  la  nieve 2 

484  Brooks  Adams.— Laley 
de  la  civilización  y  de  la 
decadencia  de  los  pueMos     7 

505-526  Bryce.  —  La  Repú- 
blica  Norteamericana, 
dos  tomos 13 

556  —  El  gobierno  de  los  Es- 
tados en  la  República 
Norteamericana 7 

367  Bunge.— La  Educación..    12 

186-186  Burgess.  —  Ciencia 
política  y  Derecho  cons- 
titucional comparados 
fdos  tomosj 14 

657  Burnouf.  —  La.s  religio- 
n(  B,  literatura  y  consti- 
tución social  de  la  India     7 

647-548  Buy  Ha.—  Economía 

{dos  tomos) 10 

533-537-542  Caillaux  .  —Los 
Impuestos  en  Francia, 
{tres  tomos) 18 

520  Cambronero.— Las  Cor- 
tes de  la  Revolución. . .      4 

36-37  Campe.  —  Historia  de 

América  (dos  tomos)...      6 

156  Campoaifcor.— Cánovas.      1 
79  —  Doloras,  cantares  y  hu- 
moradas       3 

69  —  Ternezas  y  flores 3 

317-354-371  Carlyle.— La  Re- 
volución francesa  ( tres 
tornos) 24 

393  —  Pasado  y  presente. ...      7 
189  Carnevale.— Lacuestiüu 

de  la  pena  de  muerte.  .      3 
102  Caro.— Costumbres  lite- 
rarias.        3 

58  —  El  pe.simismo  en  el  si- 
glo xix 3 

65  —  El  suicidio  y  la  civili- 
zación         3 

363  —  La  filosofía  de  Goethe     6 
293  Castro.— El  libro  de  los 

galicismos 3 

394  Colombey.  —  Historia 

anecdótica  de  El  Duelo 
en  todas  las  épocas  y  en 
+-odos  los  países .,..,..      6 

190-191  Collins.  —  Resumen 
de  la  filosofía  de  Spen- 
cer  {dos  tomos) 15 

437  Conite.  —  Principios  de 


N.«  del  „      . 

Catál.»  PeieUs 

Filosofía  positiva 2 

64  Coppée. — Un  idilio 3 

404Couperus.— SuMajestad.      3 
361  Champcommunale. — La 
sucesión  abintestato  en 
Derecho  Internacional 
privado lí 

515  Chassay.— Los  deberes  de 

la  mujer  en  la  familia.      3 
4d  Cherbuliez .  —  Amores 

frágiles 3 

26  —  La  tema  de  Juan  Tozudo     3 
93  —  Meta  Holdeins. . ......      3 

18  — MisRovel 3 

91  —  Paula  Mere 3 

297-298  Darwin.  — Viaje  de 
un  naturalista  alrededor 
del  mundo  (dos  tomos)..    15 
59  Daudet. —Cartas  de   mi 

molino 3 

125  —  Cuentos  y  fantasías , .      3 

13-14  —  Jack  (dos  tomos)...      6 
46  —  Novelas  del  lunes. ...      3 

540  Delorme.  —  Cesar  y  sus 

contemporáneos. 6 

536  Deschanell .  —Lo  malo 
y  lo  bueno  que  se  ha 
dicho  de  las  mujeres., .      7 

425  Dollinger.-  £1  Pontifi- 
cado       6 

166  Dorado.  —   Concepción 

Arenal 1 

33  Dostoyusky.— La  nove- 
la del  presidio 3 

301  Do-wden.  —  Historia  de 

la  literatura  francesa. .      9 

402  Dumas.— Actea 2 

340  Eltzbacher.  —  El  anar- 
quismo, segxin  sus  más 
ilustres  representantes,      7 

326  Emerson.  — La  ley  de  la 

vida 5 

332  —  Hombres  simbólicos.  .     4 

413  —  Ensayo  sobre  la  natu- 
raleza, seguido  de  va- 
rios discursos 3,5ft 

442  —  Inglaterra  y  el  carác- 
ter inglés i 

459  —  Los  veinte  ensayos. . .      7 

516  EUea  Key.— El  amor  y 

el  matrimonio 6 

342  Ellis  Stevens. — La  Cons- 
titución de  los  Estados 
Unidos,  estudiada  en  sus 
relaciones  con  la  Histo- 
ria de  Inglaterra  y  de 
sus  colonias 4 


Catál.»  '^^"''^''°''' 

553  Eagels.— Anti-Dahring 
o  rerohioión  de  la  cien- 
cia, de  Eugenio  Düh- 
ring 7 

162  Fernán  Flor.— Tamayo..      1 

158  —  Zorrilla 1 

155  Fernández    Guerra.  — 

Hartzenbusch 1 

92  Fe rrán.- Obras  completas     3 
42  Ferry.— Estudios  de  An- 
tropología       3 

352  Finot.— Filosofía   de   la 

longevidad 5 

534  Fishep.— Economía  polí- 
tica y  geométrica 8 

357  Fitzmaurice  -  Kelly.  — 
Historia  de  la  Literatu- 
ra española 10 

24  Flaubert.  —  Un  corazón 

sencillo.... 3 

390  Flint.— La  Filosofía  de  la 

Historia  en  Alemania..      7 

196-197  Füuillée.  —  Historia 

de  la  filosofía  (dos  tomos)    12 

195  —  La  ciencia  sooial  con- 
temporánea       8 

194  —  Novísimo  concepto  del 
derecho  en  Alemania , 
Inglaterra  y  Francia. .      7 

451-452 — Historia  de  la  filoso- 
fía de  Platón  {dos  tomos)    1 2 

554-555  —  Compendios  de  los 
grandes  filósofos  (  dos 
tomos) 12 

333  Fournier.  —  El  ingenio 
en  la  historia. — Inves- 
tigaciones y  curiosida- 
des acerca  de  las  frases 
históricas 3 

198-199  Framarino  dei  Ma- 
latesta. — Lógica  de  las 
pruebas  en  materia  cri- 
minal {dos  tomos) 15 

509  Fromentín. — La  pintura 

en  Bélgica  y  Holanda..      6 

302-303  Gabba.  —  Cuestiones 
prácticas  de  Derecho  ci- 
vil moderno  (tZos  íomos).    15 

307  aarnet.— Historia  de  la 

Literatura  italiana.. . ,       9 

201  Garofalo.  —  Indemniza- 
ción á  las  víctimas  del 
delito 4 

200  —  La  criminología . — Es- 
tudio sobre  el  delito  y 
la  teoría  de  la  repre- 
siÓD,  con  un  Apéndice 


sobre  los  términos  del 
problema  penal ,  por 
Luis  Carelli 10 

202  —  La  superstición  socia- 
lista       5 

507  —  El  delito  como  fenó- 
meno social 4 

539  —  Justicia  y  Civiliza- 
ción      4 

98  Gautier. — Bajo  las  bom- 
bas prusianas 3 

167  —  Enrique  Heine 1 

132  —  Madama  de  Grirardín 

y  Balzac 3 

121  —  Nerval  y  Baudelaire. .      3 
70  Gay. — Los  Salones  céle- 
bres        3 

345  George.  —  Protección  y 

librecambio 9 

421  —  Problemas  Sociales..      5 

261  Giddings.— Principios  de 

Sociología 10 

414  —  Sociología  inductiva.      6 

485  Girard. —  La  Elocuencia 

ática 4 

546  —  El  sentimiento  reli- 
gioso en  la  Literatura 
gi'iega 7 

286  Giuriati.  —  Los    errores 

judiciales 7 

531  —  El  Plagio 8 

164  Gladstonne.  — Lord  Ma- 

caulay 1 

287  Goethe.— Memorias 5 

538  Gómez   Villafranca.— 

índices  de  La  España 
Moderna,  tomos  1  á  264, 
formados  aplicando  el 
sistema  de  clasificación 
bibliográfica  decimal. ,  12 
406  Gonblanc. — Historia  ge- 
neral de  la  Literatui'a.  6 
21  Goncourt.  —   Germinia 

Lacerteux 3 

204  —  Historiado  María An- 

tonieta. 7 

44  —  La  Elisa 3 

61  —  La  Faustín 3 

129  —  La  señora  Gervaisais..      3 
318  —  Las     favoritas     de 

Luis  XV 6 

6  —  Querida 3 

11  —  RenataMauperín. . ..      3 

358  -  La  Du-Barry 4 

528  —  La  Clairon . 6 

543  —  La  mujer  en  el  siglo 

XVIII , 5 


Jí.*  del  Pi>tfijí» 

Catál."  ^l^setM 

206  Gouzá.lez.-Derecho  usual     5 
282-283  Goodnow.— Derecho 

administrativo    compa- 
rado (dos  tomos)..    ... .    H 

207  Goschen. — Teoría  de  los 

cambios  extranjeros . ,        7 

208  Grave.  —  La  sociedad  fu- 

tura       8 

4C9,  -J70.  461  -  462.  Green.— 
Historia  del  Pueblo  in- 
glés (cuatro  tomos) 26 

209  Gross. — Manual  del  juez.    12 
502  G  u  i  z  o  t.  —  Abelardo    y 

Eloísa 7 

210  Guinplo-wicz.  — Dereclio 

político  filosófico. .....  10 

211  —  Lucha  de  razas 8 

330— Compendio  de  Sociología  9 
527  —  La  Sociología  y  la  po- 
lítica   4 

212  Guyau.  —  La   educación 

y  la  Herencia 8 

331  —  La  moral  inglesa  con- 
temporánea, ó  sea,  Mo- 
ral de  la  utilidad  y  de 

la  evolución , .    12 

471  Hailman.— Historia  de  la 

Pedadogía 2 

290  Hamilton.  —Lógica  par- 
lamentaria.....       2 

213  HausonvlUe.  —  La  ju- 

ventud de  Lord  Byron.      5 

324  Heiberg.  —  Novelas  Da- 
nesas        3 

41  Heine. — Memorias 3 

314  —  Alemania 6 

396  HefTding.— Psicología 

experimental 9 

426  Hume.— HistoriadelaEs- 

paña  contemporánea. .      8 

412  —    Historia  del    Pueblo 

Español 9 

•Jl4  Hunter.  —  Sumario  del 

Derecho  romano 4 

316  Huxlej'. — La  educación  y 

las  ciencias  naturales. .  6 
43  Ib-sen.— Casa  de  muñeca.  3 
53  —  Los  Aparecidos  y  Edda 

Gabler 3 

423  Jitta.— Método  de  Dere- 
cho internacional 9 

217  Kells  Ingram.— Historia 

do  la  Economía  política.      7 

219  Koch  y  otros.  —  Estu- 
dios de  higiene  general.      3 

295  bis.  Korolenko.  —  El  de- 
sertor de  Sajalín 2,50 


322  Kropotkin.  — Campos,  f  á- 

bricas y  talleres. . .....      6 

299  Krüger. — Historia,  fuen- 
tes y  literatura  del  De- 
recho romano 7 

517  Lagerlof.— El  esclavo  de 

su  finca 3 

220  Lange.— Luis  Vives 2,50 

454  Larcher  y  JuUien. -Opi- 
niones acerca  del  matri- 
monio y  del  celibato, . .      5 

221  Laveleye.  —  Economía 

política 7 

369  —  El  Socialismo  contem- 

porJineo 8 

319  Lemcke.— Estética 8     * 

288  Lemonnier.— La  Carni- 
cería (Sedán) 3 

321  Leroy-Beaulieu.  —  Eco- 
nomía política 8 

474  Lester  Ward.  —  Facto- 
res P.síquicos  de  la  Ci- 
vilización.. ..w 7 

43 1  Lewis-Pattée.  —  Histo- 
ria de  la  Literatura  de 
los  Estados  Unidos. . . .      8 

222  Lombroso.-  La  Escuela  t 

crimiiiológioo-positivis- 
ta 7 

386-386  —  Medicina  legal  (dos 

tomos) 12 

382  Liesse.— El  trabajo  des- 
de el  punto  de  vista  cien- 
tífico, industrial  y  social      9 

223  Lubbock  .  —  El  empleo 

de  la  vida .'! 

438   Macaulay.  —  Estudios 

jurídicos 6 

294  —  La  Educación 7 

305-306  —  Yida,  memorias  y 

cartas  {dos  tomaos ) 14 

460  Mac-Donald. — El  crimi- 
nal tipo 3 

224  Manduca.    —    Procedi- 

miento penal 5 

535  Marie. — Misticismo  y  lo- 
cura       5 

504-510-52-2  Marsh  all.— Tra- 
tado de  Economía  polí- 
tica (tres  tomos) t    21 

225-226-227  Martens.— Dere- 
chointernacional  (públi- 
co y  privado)  {tres  tomos)    22 

424  — Tratado  de  Derecho  in- 
ternacional.—Apéndice. 
—  La  Paz  y  la  guerra ...     8 


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Cambronero  y  1-Iartínez,   Garlos 

Crónicas  del  tiempo  de 
Isabel  II 


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