Skip to main content

Full text of "!De Miraflores-- y a prueba! : zarzuela madrileña en dos actos y en prosa"

See other formats


3  1  $¿ 


ZARZUELA  MADRILEÑA 


en   dos  actos  y  en   prosa,    original 


MÚSICA.   DK  I.OS   MAESTROS 


qUISIiAXT  y  BABIA 


Copyright,  by  Ángel  Caamaño,  1915 

SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
Calle  del  Prado,  núm.  24 


1315 


¡DE  MIRAFLORES...  Y  A  PRUEBA! 


Eeta  obra  es  propiedad  de  su  autor,  y  nadie  po- 
drí,, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  ce'e- 
brado,  ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  Internado 
nales  de  propiedad  literaria. 

El  autor  se  reserva  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  dt 
Autores  Españolea  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  6  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 

Droits  do  representation,  de  traduction  et  de  repro. 
duction  reserves  porr  tous  les  pays,  y  comprls  la  9né- 
de,  la  Korvégc  et  la  Hollando, 


Queda  hecho  el  deposito  que  marca  ls  ley. 


RUIS...  í  i 


ZARZUELA  MADRILEÑA 


on    dos    actos    y    en    prosa 


ORIGINAL   DE 


^ZSTGKEL    caamano 


música  de  los  maestros 


QUISIiANT  y  BADIA 


■'Estrenada  en  el  TEA.TRO  CÓMICO  de  Madrid,  la  noche  del 
25  de  Febrero  de  1915 


*- 


MADRID 

-1S.  Vblasoo3  imp.,  Marqüís  dh  Santa  Ana,  11  ddp.* 

Teléfono  número  Bbl 

1915 


JSorQÍiío: 

Gnriqu&: 

Nuevamente  volvemos  a  encontrarnos  en  es- 
cena, y  nuevamente  salgo  yo  ganancioso  en  el 
encuentro. 

^Amigos  tan  antiguos  y  tan  cariñosos  como 
ustedes,  que  ponen  alma  y  vida  en  favor  de  mis 
pobres  engendros,  bien  merecen  que  con  absoluta 
justicia  yo  proclame  una  vez  más  sus  extraor- 
dinarias bondades. 

T)e  ahí  estas  líneas  que  son  algo  más  que  una 
dedicatoria.  Son  agradecimiento  eterno  y  amistad 
entrañable. 


(1 


aamauó. 


REPARTO 


PERSONAJES 


ACTORES 


CELEDONIA Srta. 

JOAQUINA Sra 

BRÍGIDA   

CARMELA | 

BEATA  1." í 

ROSARIO i    „, 

I    Srta. 
BEATA  2." i 

LA  BONI /    „ 

.    Sra. 
BEATA  3.a \ 

LA   PURI /    _  . 

1    Srta. 
BEATA  4." » 

LA  PILI 

PER  ETE , 

LA  NATI 

LA  TRINI 

LA   DORO 

LA   SI  N  FO 

LA   FILO 

MONAGUILLO Niña 

ISIDORO Sr. 

VICENTE 

LEONARDO 

NICOLÁS 

EL  CHAPUZA 

UN   SACAMUELAS 

UN    MURGUISTA 

CURIOSO  1.° 

UN    CIEGO f ¡ 

CURIOSO    2.° > 

UN    INSPECTOR ( 

ABOGADO  1.a ' 

UGIER  1.° 

ÍDEM  2.° 

SANDCVAL 

ABOGADO  2.° 

GUARDIA  1.° 

ÍDEM  2.° 

UN    LAZARILLO 

Verduleras,  Murguistas,  Curiosos, 


Loreto  Prado. 
Sánchez  I  maz. 
Castellanos. 

Franco. 
Águila  (M.). 

Martín. 

Anchorena. 

Medero. 

Carreras  (P.). 

Carreras  (M.).. 

Borda. 

Román. 

Águila  (J.). 

Ortiz. 

Leal. 

Enrique  Chicote. 

Aguirre. 

Delgado. 

Castro. 

Soler. 

Miranda. 

Ortiz. 

González. 

Ponzano. 

Morales. 

Peinador. 

Bermúdez- 

Guerra. 

Bastían. 

Boluda. 

etc. 


La  acción  en  Madrid.— Época  actual.— Derecha  e  izquierda,  las  del  actor 


babT 


ACTO  PRIMERO 


CUADRO  PRIMERO 

Plazoleta  en  los  barrios  bajos  a  gusto  del  Director  de  escena.  En  dis- 
tintos sitios,  puestos  de  verduras.  En  el  centro,  trípode  cubierto 
con  tapete  colorado,  y  sobre  el  mismo,  una  caja  conteniendo  to 
dos  los  cachivaches  propios  de  los  dentistas  callejeros.  Cerca  del 
trípode  y  sobre  una  tijerilla,  cesto  con  baratijas. 


ESCENA  PRIMERA 

CELEDONIA  sentada  tras  el  tenderete  verdulero,  primer  término  de 
la  izquierda.  BRÍGIDA,  ídem,  Ídem,  tras  el  de  la  derecha.  NICOLÁS 
limpiando  con  un  plumerillo  la  quincallería.  EL  SACAM CELAS  su- 
bido en  una  banqueta  agitando  una  campanilla  de  vez  en  cuando. 
CIEGO  y  LAZARILLO,  el  primero  rascando  ea  una  vieja  guitarra  y 
el  segundo  señalando  con  una  vara  los  cuadros  de  un  «crimen  horri- 
ble» pintado  en  un  eartelón.  LA  NATI,  LA  SINFO,  LA  DORO,  LA 
TRINI,  LA  PILI,  LA  PÜRI,  LA  BONI  y  LA  FILO  ofreciendo  sus 
mercancías,  ya  a  la  mano,  ya  en  cestas,  ya  en  les  delantales,  ya 
desde  los  puestos,  y  lo  mismo  el  Coro 

Música  (1) 

Todas  Vengan,  vengan  las  señoras; 

vengan,  vengan  las  criadas; 


(l)  Para  todo  lo  que  se  refiere  a  las  letras  de  los  cantables  de 
la  obra,  aténganse  los  señores  artistas  a  la  partitura.  Lo  allí  consig- 
nado es  lo  que  ha  de  cantarse,  aunque  discrepe  del  libro. 


Cel. 

Bríg. 

Las  ocho 

Coro 

Cel. 

Bríg. 

Sac. 


Nic. 


Cel. 
Bríg. 
Todas 

Ciego 


Laz. 

Todas 


vengan,  vengan  si  es  que  quieren 

las  verduras  arregladas. 

¡Miste  qué  repollos! 

¡Míete  qué  guisantes! 

[Miste  qué  pimientos! 

¡Miste  qué  tomates! 

¡Miste  qué  superiores 

guindillas  pa  el  vinagre! 

Las  caries,  el  sarro, 

los  malos  olores, 

con  esto  se  curan, 

con  esto  no  más. 

Con  esto  se  alivian 

los  grandes  dolores, 

igual  los  de  alante 

que  los  de  detrás. 

¡A  realito  y  a  dos  reales, 

y  a  peseta!  Aquí,  a  elegir 

los  ojetos  más  baratos 

que  se  venden  en  Madrí. 

¡Miste  qué  par  de  pendientes 

con  diamantes  por  un  real, 

y  un  collar  de  perlas  finas 

por  dos  reales  nada  más! 

¡Esto  es  una  ganga! 

¡Esto  es  regalar! 

¡Ande  el  acabóse 

de  lo  comercial! 

Judías  de  la  Granja. 

Ajo3  y  laurel. 

Pepinos  tiernecitos 

de  Leganés. 
Vean  de  cómo  le  meten  el  puñal  por  la  ra- 
badilla. Oserven  en  este  otro  cuadro  la  ago- 
nía del  cadávere.  Aquí,  señores,  es  cuando 
llegan  los  civiles,  solteros  por  más  señas,  lo 
cual  que  en  la  segunda  parte  se  dirá  lo 
demás. 

¡Quién  pide  otro!  ¡El  horroroso  crimen  del 
bandido  enamorao! 
La  brecolera, 
la  lechuguita, 
la  berenjena, 
la  escarolita, 
la  hierba-buena 
y  el  perejil. 


¡Anden  y  compren! 

¡Vengan  aqui! 
Vengan,  vengan  las  señoras; 
vengan,  vengan  las  criadas; 
que  aquí  tienen  las  verduras 
más  fresquitas  y  arregladas. 

Hablado 

Sinfo  (junto  a  Celedonia.)  ¡Cámara,  y  cómo  ha  ama- 

neció el  día!  ¡Pero  que  nadie  quié  verde! 

Cel.  ¡Ya,  ya!  Está  el  negocio  como  pa  traspasarlo 

por  defunción  de  la  parroquia. 

Nic.  ¡Y  miá  que  no  vender  ustés  con  la  popula- 

ridá  que  tienen! 

Pili  ¿Es  chungueo,  pollo? 

Nic.  Es  la  fetén,  hija.  Porque  pa  el  cogollo  fres- 

co, tú. 

Pili  Tantas  gracias. 

JNic.  Y  tocante  al  espárrago,  no  digamos.  ¡Pa  pe- 

ricos, la  Trini  y  la  Duro! 

Trini  Y  de  tu  familia,  ¿qué? 

Nati  Los  de  presidio,  buenos  gracias  (como  la  an- 

terior y  como  la  siguiente,  dolida  de  lo  dicho  por  Ni- 
colás.) 

Doro  Y  los  ahorcaos,  a  la  derecha  de  Dios  Padre. 

Cel.  ¿Y  tú  qué  opinas,  Brígida,  de  esia  parálisis 

comercial? 
Bríg.  Que  me  dá  la  mismo.  ¡Pa  lo  que  va  una  a 

vivir  y  pa  como  vive  una! 
Filo  ¡Qué  barbaridá!  ¡Pues  no  estás  poco  funeral! 

Boni  ¿Amarilla  y  ron  ojeras?  ¡Ni  palabrita  más! 

BrIg.  ¡No  es  por  ahí! 

PüRÍ  ¡Vamos!  ¡Que  tÓO  se  sabe!  (Aprovechando,  como 

las  otras  verduleras,  oportunidades  de  estar  cerca  de 
Brígida.) 

Bríg.  ¿Y  qué  es  lo  que  se  sabe? 

Nic.  Pues  primeramente,  que  usté  entoavía  es 

una  señora  de  buen  ver.  Segundamente, 
que  a  usté  la  hace  tilín  un  gacheau,  y  como 
el  interfeto  no  se  clarea,  pues  que  está  us- 
té como  pa  que  la  canonicien  por  mártir  de 
una  pasión. 

Bríg.  Y  suponiendo  que  haiga  algo  de  eso,  a  ustés 

les  importará  mucho. 

Nic.  Lo  que  es  a  mí...  ¡piscicultura! 


—   10  — 

Pili  Y  a  nosotras...  ¡Prim!  ¿Verdá? 

Todas  ¡Ole! 

Cel.  Fues  en  lo  tocante  a  mi  personalidá,  chica,, 

como  si  te  quiés  encaminar  al  Este  leyendo 
la  desesperación  de  Kspronceda. 

Bríg.  i  No  es  pa  tanto! 

Sac.  (Agitando  la  campanilla )  ¡Vengan,   vengan   los 

que  padezcan!  (Le  rodean  las  verduleras,  curiosos, 

etcétera.^  Yo  soy  un  salvador  de  la  humani- 
dad doliente,  y  en  estos  frascos,  y  en  estas- 
caja?,  está  la  felicidad,  la  normalidad  y  la 
tranquilidad. 

TRINI  ¡Qué    barbaridaz!    (Burlándose;    risa   y   choteo  ge- 

neral.) 

Sac.  Pitorreos,  no.  ¿Eh? 

C  el.  Pero,  güen  hombre.  ¡Si  no  pasa  un  alma! 

Sac.  No  importa   La  ciencia  vive  de  ilusiones  y 

la  ilusión  me  da  deiecho  a  creerme  ante  un 
numerosísimo  auditorio.  Así,  pues,  suplico 
al  ilustiado  público  un  poquito  de  eso  que 
en  las  naciones  civilizadas...  ¡Escocia,  por 
ejemplo!... 

SlNFO  ¡Buen    bacalao!    (Con   guasa.  Se   repite  la   juerga.) 

Sac.  Me  refiero  a  lo  que  puede  llamarse  respeto 

personal. 

Nic.  (como  una  taraviiia.)   ¡Anden,   miren  y  com- 

pren! Petacas,  ligas,  lendreras,  boquillas  de 
ámbar,  botonaduras  completa1-,  peines,  hor- 
quillas, p;¡pel  de  luto,  papel  de  color,  estu- 
che con  agujas  diferentes  las  unas  de  las 
otras,  para  coser,  para  zurcir,  para  hilvanar... 
¡Vengan  al  denoche!  ¡Todo  procedente  de 
un  saldo!  ¡Todo  baratol  ¡A  real,  a  dos  reales, 
ape?eta!   ¡Pasen,  señoresl  ¡Vayan  pasando! 

(limpiando  las  baratijas.) 

Sac.  JJecía,  señores,  y  digo  una  vez  que  se  le  ha 

acabado  la  cuerda  al  colega  comercial,  que 
ya  en  líquido,  ya  en  polvo,  lo  que  expendo 
es  una  substancia  química  que  cura  todas 
las  dolencias  de  la  cavidad  bucal  por  arraiga- 
das que  estén.  ¿Nadie  quiere  la  substancia? 
¿Nadie  tiene  dolores  en  la  cavidad?  (Empieza 
a  recoger.)  ¡Que  cierro!  ¡Que  se  acaba!   ¡Que 

me  Voy!...  (con  el  chico,  su  ayudante,  recoge  todo-, 
y  cuando  acaban  hacen  mutis,  y  con  ellos  el  Ciego  y 
el  Lazarillo.) 


—  11 


ESCENA  Ii 

CELEDONIA,    BRÍGIDA,  LA3    VERDULERAS    y  NICOLÁS.  Después 
JOAQUINA 

Nic.  Seña  Celedonia,  ¿por  qué  no  compra  usté 

unas  botellitas  de  sustancia.-' 
Cel.  Porque  estoy  de  dentadura  y  de  salú,   que 

ríete  tú  del  que  inventó  el  bacalao  pa  eL 

hígado. 
Nic.  ¿Y  vusotras  tampoco,  pimpollos? 

Doro  Aquí  no  hay  na  careao. 

Puri  Ni  aquí. 

Filo  Kso  pa  ti,  a  ver  si  creces. 

Pili  Sí,  que  ya  es  hora  de  que  dejes  de  estar 

Sentao.  (Risa  general.) 

Nic.  ¡Adiós,  torrefazta! 

(Sale  Joaquina  con  unos  melocotones  en  una  bandeja 
o  plato,  lodas  la  rodean  y  felicitan,  diciendo  cada 
una  lo  que  se  le  antoje,  siempre  que  convenga  a  las- 
enhorabueuas  a  una  novia  dedicadas.) 

Sinfo  ¡Feliceo!  v 

Boni  ¡Viva  la  novial 

Todas  |Viva! 

Jc/.q,  Bueno,  bueno.  Eso  pa  luego.  Seña  Cele,  voy 

a  llevar  estos  melocotones  al  doce;  peto 
vuelvo  pronto,  que  tenemos  que  hablar. 

NlC.  (Saliéndola  al  encuentro,  cariñosísimo  ;  ¡Ole  las  fru- 

teras con  su  poquito  de  cutis  aterciopelao!... 
¡y  tal! 

Joaq.  ¡Hombre!  A  propósito...  ¿Usté  no  es  pintor? 

Nic.  A  ratos.  Si  cae  una  chapuza  se  aprovecha... 

Y  si  no  hay  brocheo,  pues  a  la  quincallería 

Joaq.  Pues  a  ver  cuando   tié  u^té  un  ratito  y  me 

pone  usté  un  título  llamativo  en  el  estable- 
cimiento. 

Nic.  ¡Pues  na  más  que  hoy  mismo! 

Joaq.  Gracias,  (indicando  el  mutis.) 

NlC.  (Deteniéndola,  siempre  cariñoso.)  ¡Las  que  tié  UStér 

gacelal  Y  me  va  usté  a  permitir  una  pre- 
gunta. 

Joaq.  ¿Cuála? 

Nic.  ¿No  le  queda,  por  un  casual,  medio  quilo  de 

fruta  prohibida? 


—  12 


Joaq.  ¡Se  ha  acabao,  pollo!   ¡Hasta   ahora,   seña 

Cele!...  ¡Abur,  maestro!  (Mutis  por  la  izquierda.) 

Bríg.  ¡Eso!  ¡Y  a  los  demás,  que  nos  parta  un  rayo! 

¡Valiente  niña  ésta  y  qué  tonta  que  se  ha 
puesto! 


ESCENA    III 


DICHOS,    menos   JOAQUINA 

Nic.  Hombre...  Cuando  una  mujer  está  a  las 

puertas  de  la  Vicaría,  la  tontuna  es  un  ador- 
no obligatorio. 

Cel.  ¡Ayl  ¡Cómo  se  van  los  años!...  Una  muñeca 

que  era  cuando  murió  su  madre,  y  pasao 
mañana,  cónyugue. 

Bríg.  ¿Tomo  que  pasao  mañana? 

Filo  En  La  Paloma  na  más. 

Pili  ¿Y  por  fin  va  usté  a  ser  la  madrina,  Cele- 

donia? 

Cel.  Si  no  disponen  otra  cosa... 

Bríg.  ¿De  manera  que...?  ¡Abora  me  explico  las 

felicitaciones!  Vamos,  hombre.  ¡Ya  es  hora 
de  que  la  niña  se  coloquel  Así  se  quedarán 

tranquilos  ella  y  el  Otro.  (Levantándose  y  vinien- 
do al  centro  de  la  escena.) 

Boni  ¿Quién  es  el  otro? 

Bríg.  ¿Quién  va  a  ser?  El  Leonardo,  el  asentador. 

Cel.  ¿Y  qué  le  importa  a  ese  caballero  ese  nego- 
cio? 

Bríg.  ¿Pero  no  es  el  contrayente? 

Nati  ¿Qué  va  a  ser,  si  es  Vicentillo? 

Bríg.  ¿Qué  Vicentillo? 

Sinfo  El  requesonero. 

BrÍG.  (Con  asombro  y  duda.)  ¿Qué? 

Puri  ¡El  requesonero,  sí! 

Bríg.  ¿Pero  están  ustés  seguros? 

Cel.  ¡Toma!  ¡Como  too  el  barriol  ¡Miá  ésta!... 

Bríg.  Como  too  el  barrio,  no.  Porque  yo...  ¡ni  esto! 

Cel.  Toavía  no  es  tarde.  Puá  ser  que  vengan  a 

invitarte  con  lacayo.  (Guasona.) 

Uic.  ¡Y   con   la  banda   municipall  (También  con 

guasa.) 

Bríg.  ¡Quiá!  Eso  metería  mucho  ruido,  y  hay  co- 

sas pintiparas  pa  el  silencio. 


—  13  — 

Cel.  (Levantándose   y  yendo   hacia  Brígida.)    Vaya.  Eso 

sí  que  no.   Las  cosas  claras.  ¿Qué  es  eso  del 
ruido  y  del  silencio? 
Nía  (Me  da  el  corazón  que  va  a  ver  cine.) 

(Todos  se  disponen  a  escuchar.) 

Trini  (¡Y  película  de  regalo!) 

Bríg.  Ét-o  se  lo  pregunta  usté  al  Leonardo,  que 

sabe  la  mar  de  cosas  de  la  Joaquina,  (con  re- 
tintín.) 

Cel.  Lo  que  hará  ese  señor  es  enjuagarse  la  boca 

con  agua  de  Colonia  pa  hablar  de  la  Joa- 
quina. 

Bríg.  ¡Ja,  ja,  ja!  ¿Ná  menos  que  de  Colonia? 

Pili  |Y  filtrada! 

CEL.  jY...  ja,  ja,  ja!  (Remedándola.) 

Bríg.  Como  ustés  quieran.  Pero  a  ver  si  esa  niña 

no  se  tuvo  que  ir  de  témpora  a  un  pueblo 
pa  reponerse  de...  no  sé  qué. 

Cel.  (indignada.)  ¡Jesús!  ¡Jesús! 

Doro  ¡Qué  barbaridál 

(Asombro  en  todas.) 

Bríg.  No  veo  el  por  qué  de  las  exclamaciones.  Al 

fin  y  al  cabo,  cosas  de  hombres  y  de  mujeres. 
Cel.  Pues  mientes  tú,  y  mienten  tóos  los  que  di- 

gan eso.  La  Joaquina  es  más  honra... 
Nic.  ¡Que  usté!...  ¡Que  usté  se  figura! 

Bríg.  Y  en  último  resultao.  Yo  digo  lo  que  dice 

la  gente. 
Cel.  También  a  mí  puen  decirme  que  tú  eres  la 

Bella  Molinete,  y  tú  verás  si   me  lo  voy  a 

creer. 
Bríg.  ¡Pues  ándeme  usté  con  el  tal  Vicente! 

Cel.  ¿A  que  también  vas  a  decir  que  se  marchó 

a  reponerse  a  un  pueblo? 
Bkíg.  No.  Pero  es  un  dije  la  criatura. 

.  Nati  ¡Cámara,  y  cómo  se  ha  afilao  usté  hoy  la 

lengua! 
Nic.  ¡Albacete  legítimo! 

Bríg.  A  ese  mocito  le  pasa  lo  que  a  los  botijos, 

que  hasta  que  se  prueban  no  se  sabe  si  se 

rezuman 
Boni  ¡Eso  ya  lo  verá  la  interesa! 

Nic.  ¡Digo!  ¡Y  que  Dios  nos  libre  de  una  prueba 

así! 
Cel.  ¿Y  qué  más?  Porque  eso  del  botijo  no  nos 

ha  hecho  de  reir. 


—   14  — 

Bríg.  Na  más.  Porque  lo  de  no  haber  tenío  padres 

es  una  desgracia  como  otra  cualquiera. 

€el.  ¿Que  no  ha  tenío?...  ¡Repátnpano!   ¿Pues 

cómo  vino  al  mundo?  ¿Por  la  línea  de 
Cáceres? 

Bríg.  ¡Digo  padres  conocidos,  señora! 

<(Jel.  Tuvo  una  madre  que  fué  una  santa.  A  la 

pebre  se  la  escapó  un  día  el  corazón  detrás 
de  un  cariño,  y  quiso  Dios  que  fuese  a  tro 
pezar  con  un  granuja.  Del  tropezón  nació 
Vicentillo,  que  no  tié  la  culpa  de  la  des- 
gracia de  aquella  infeliz  ni  de  la  mala  ac- 
ción de  aquel  sinvergüenza  (signos  de  aproba 

ción.) 

Bríg.  Quié  decirse  que  si  no  se  va  a  poder  ha- 

blar... 

■Cel.  ¡Como  hablas  tú,  no,  señora!  Tú  métete  en 

tus  cosas  y  en  tus  verduras,  y  deja  a  ca  uno 
con  su  conque  y  su  cómo,  que  el  que  más  y 
el  que  menos  tié  su  cómo  y  su  conque,  (vol- 
viendo a  su  puesto.) 

Bríg.  Pues  sí  que  los  defiende  usté. 

Cel.  Porque  se  lo  merecen,  y  además  porque  me 

da  la  reali.-ima  gana.  ¿Qué  hay?  (Desafiadora.) 

Bríg.  Ná.  Que  debía  usté  aporhijar  al  pollo,  y  así 

tendría  usté  un  socio  que  la  diera  calor. 

-Cel.  (Volviendo  adonde  está  Brígida.)   Oye,  tú.    Pa  que 

te  enteres.  A  mí  me  dieron  a  6U  debido 
tiempo  lo  que  me  tenían  que  dar  respetive 
a  eso  del  calóiico.  Eso  pa  ti,  que  tiés  que 
calentar  la  cama  con  el  brasero.  (Asentimiento 

general.) 
BrÍG.  (Guaseándose.)  ¡Qué  Valor!  (Volviendo  a  su  puesto.) 

Cel.  (Desde  el  suyo.)  ¡Qué...  narices!   Y  a  ver  si  te 

pues  ir  callando  ya,  que  me  esta  amagando 
un  calambre  en  la  mano  derecha,  y  no  me 
se  quita  na  más  que  agarrándome  a  un 
moño. 

Nic.  ¡Tirela  usté  una  cebolla! 

■  BrÍG.  ¿A  mí?  (Desafiando.) 

Cel.  ¡A  til 

(Avanzan  amenazadoras  las  dos,  intervienen  los  de- 
más, y  el  señor  Isidoro,  que  ha  salido  oportunamente, 
queda  entre  ambas,  ya  convenientemente  alejadas") 


—  15  — 

ESCENA  IV 

DICHOS,    ISIDORO 

Isid.  ¿Ya  estamos  de  bronquitis?  ¿Qué  pasa? 

Nic.  ¡Una  tonteríal  ¡Que  por  poco  si  se  suplica  el 

coche! 

Cel.  lista  preciosidá,  que  se  entretiene  en  embo- 

rronar una  fe  de  bautismo  y  un  acta  de  ma- 
trimonio. 

Isid.  ¿Y  eso  es  too?  Pues  lo  que  es  a  mí  no  me 

sosprende. 

Bríg.  (con  guasa.)  ¡Como  que  es  usté  Dios! 

Isid.  No  estoy  tan  elevao;  pero  te  conozgo,  y  sé 

de  lo  que  es  capaz  una  mujer  amarga.  Y  tú 
estás  amarga  como  las  propias  hieles. 

Bríg.  (Guasona  y  ofensiva.)  ¡Qué  penetración  de  hom- 

bre! 

Isid.  Con  cincuenta  cumplidos,  treinta  de  comer- 

ciar en  pingajos,  dos  veces  casao,  y  vísperas, 
¡calcula  tú!...  ¡Como  si  acabara  de  aprobar 
el  bachillerato! 

Bríg.  ¡Quiá,  hombre!   Usté  sabe  leer  en  el  Catón. 

¡Y  gracias! 

Isid.  También  por  ahí  te  saco  ventaja,  porque  tú 

te  haces  un  lío  en  cuanto  ves  tres  letias 
juntas. 

Bríg.  Bueno.  Y  en  total,  ¿a  mí  quede  eso?  ¡Náy  ná! 

Isid.  Eso  de  ná...  según.  Tú  no  ves  con  buenos 

ojos  la  boda  de  esos  chicos,  porque  cuando 
el  Vicente  era  un  golfillo  le  recogistes,  pen- 
sando en  apropiártelo  pa  tener  un  cariño 
masculino  que  ni  pa  Dios  encontrabas  por 
ninguna  parte. 

Cel.  ¡Ahí  le  duele! 

(Todas  asienten  ) 

Pili  ¡El  Evangelio! 

Bríg.  ¿Yo?  ¡Están  ustés  frescos! 

Isid.  Conque  como  el  muchacho  se  iba  haciendo 

un  pollo,  tan  y  mientras  que  tú  ibas  pa  se- 
ñora mayor,  y  como  a  los  pollos  no  les.  gus- 
ta la  flor  de  malva,  pues  que  no  te  hizo  ni 
tanto  así  de  caso,  y  entonces  tú... 

Cel.  Le  plantó  al  pobrecito  en  mita  del  arroyo. 

jMe  acuerdo  como  si  fuera  ahora! 


Nati  ¡Y  yo!  ¡Y todos! 

BrIg.  ¡Naturalmente!  Ya  no  era  un  chico.  Podían 

murmurar  de  ni...  Y  además,  yo  no  podía 
darle  too  lo  que  él  necesitaba. 

Isid.  ¡Nacaraque!  Lo  verídico  es  que  tú  te  creístes 

que  al  verse  desamparao  y  sin  cariño  de  na- 
die iría  a  buscarte  arrepentido;  pero  en  esto 
me  aparezgo  yo  como  el  comendador,  me 
cuenta  el  muchacho  sus  fatiga?,  le  consolo 
como  puedo  y  firmemos  la  escritura  de  amis- 
ta y  proteción  con  un  abrazo  tan  apretao, 
que  si  no  vienen  a  comprarme  dos  quilos  de 
pan  duro  entoavía  estañaos  haciendo  la  es- 
tatua de  Daoiz  y  Velarde. 

Bríg.  Bueno.  Pues  pa  sermón,  ya  basta,  (intentando 

volver  a  su  puesto.) 

Cel.  (Avanzando  hacia  Brígida.)  Aguarda,  que  voy  yo 

a  comunicarte  mis  últimas  voluntades,  (con 
mucho  énfasis.)  Primeramente.  Yo,  Celedonia 
Trescalé^,  verdulera  honoraria  con  licencia 
asoluta  y  abono  en  tóos  los  cines,  protejo  y 
protegeré  a  los  ya  repetidos  muchachos.  (To- 
dos asienten.)  Segundamente.  La  que  suscribe 
pondrá  a  subat-ta  las  narices  de  too  el  que 
alimente  na  más  que  la  idea  de  molestarles, 
y  terceramente,  que  servidora  acata  y  ejerci- 
ta los  mandamientos  del  Sinaí,  se  muda 
tóos  los  sábados,  y  en  Semana  Santa  come 
potaje  ¡-in  beber  agua  encima.  Madrí...  a  tan- 
tos de  tant03.  (Aprobación  genera).) 

Isid.  Siguen  las  firmas 

Pili  ¡Acéteme  usté  este  tomate! 

Doro  ¡Y  a  mí  este  pepino! 

Cel.  Gracias.  No  tomo  na  entre  horas. 

BrÍG.  (Volviendo    a   su  puesto    y    sentándose.)  Bueno.  A 

ver  si  me  van  ustés  a  hacer  el  favor  de  per- 
donarme la  vida.  .  ¡Que  no  lo  volveré  a  ha- 
cer más!  ;Ja,  ja,  jal 

Isid.  ¡Ríete,  ríete  y  échalo  a  chufla,  que  ello  dirá! 

Cel.  Y  a  too  esto,  esa  chica  sin  volver...  ¿La  ha- 

brá pasao  algo? 

Isid.  ¿Aónde  ha  ido? 

Cel»  Ahí...  Al  12...  Voy  a  ver... 

Isid.  Yo  también  voy  por  allí. 

NlC.  (Recogiendo  el  tenderete.)    Y    yo    me    las   piro   a 

buscar  los  chismes  pa   la  pintura  de   la 


—  17  — 

muestra. .  ¡Y  que  me  se  ha  ocurrió  ud  titu- 

lito  que  va  a  quitar  la  cabeza! 
Cel.  ¿Cuál? 

Nic.  (con  énfasis.)  El  racimo  poético.   ¡La  mar  en 

frutas! 
Ism.  ¡Oye!  |Y  que  es  muy  sinificativo! 

Nic.  Conque...  ¡Hasta  luego! 

Cel.  (a  Brígida.)  Lo  dicho,  dicho. 

Isid.  (ídem.)  ¡Y   cuidao  con  los  coches,  que  tién 

ruedas! 

(Mutis  los  tres   por  la  izquierda.) 

ESCENA    V 

DICHOS,  menos  CELEDONIA,  ISIDORO  y  NICOLÁS 

Bríg.  ¿Qué  os  paece  de  esto? 

Püri  No  haga  usté  caso. 

Trini  ¿Pero  el  Vicente  y  usté...? 

Bríc.  ¡Calla,  por  Dios!  ¡Habladurías  de  esa  gen- 

tuza! 

Pili  Hombre...  Eso  de  gentuza,  no.  La  tienen 

mucho  cariño  a  la  Joaquina,  y  ná  más. 

Bríg.  Pero  está  visto  que  se  las  traen  conmigo  y 

que  quieren  guerra.  (Disgustadísima.) 

Püri  Pues  no  haga  usté  caso. 

Bríg.  (Levantándose.)  ¿Cómo  que  no?  ¿Pa  que  se  rían 

encima?  ¡Quia,  hombre,  quiá!  ¡A  Brígida 
Carranque  no  la  avasalla  nadie! 

Sinfo  (Está  disloca  por  el  requesonero.) 

Trini  (¡Pero  que  taladra  por  completo!) 

Bríg.  Y  él...  ¡ese  desagradecido  de  Vicente!...  ¡Con 

lo  que  yo  he  hecho  por  él!  (Medio  llorando.) 

Doro  ¡Anda,  Dios!  ¿Y  por  eso  va  usté  a  llorar? 

Bríg.  Es  verdá...   ¡No  lo  merece!  Pero  esto  no  se 

queda  así,  y  él,  y  ella,  y  tóos  me  las  pagan. 

¡Por  estas!  (Dirigiendo  el  juramento  hacia  el  sitio 
por  donde  se  fueron  los  otros  y  sentándose  furioia.) 

Música 

Todas  Vengan,  vengan  las  señoras, 

vengan,  vengan  las  criadas, 
que  aquí  tienen  las  verduras 
más  fresquitas  y  arregladas. 

MUTACIÓN 


18  - 


CUADRO  SEGUNDO 

Otra  calle  o  plaza.  A  la  derecha  la  casa  de  Joaquina  y  sobre  la  ouer- 
ta  la  muestra  que  dice:  «El  íacimo  poético.  La  mar  en...»  A  la 
izquierda  la  casa  de  Brígida,  y  sobre  la  puerta  balconcito  practi- 
cable. 


ESCENA  PRIMERA 

NICOLÁS  subido  en  una  escalera,  y  pintando.   Después  CELEDONIA 
e  ISIDORO  por  la  izquierda 

NlC.  (Después  de    tararear   lo  que  quiera  el    actor.)  ¡Pei'O 

que  cá  vez  me  gusta  más  el  título!  El  racimo 
poético...  ¡Se  están  vieudo  las  uvas  talmeote 

Con  COplaS  alusiva?!  (Baja  de  la  escalera,  deja  el 
bote  de  la  pintura,  y  contempla  su  obra  a    distancia.) 

Isid.  Habrá  usté  notao  que  el  cariñena  es  de  pri- 

mera. 

Cel.  Sí,  que  los   bollitos  de  aceite  están  pa  tirar- 

los... ¡Es  usté  un  tío  convidando  a  la  amista! 

Isid.  ¡Hola,  Sorolla!  ¿(  ómo  va  eso? 

Nic.  ¡Na  más  que  superior!  ¡Mírenlo  usiés! 

Cel.  Oye.  Y  que  has  estao  ispirao  en  el  pensa- 

miento 

Isid.  Pero  a  ver  si  lo   acabas  pa  que  se  luzca  el 

mi^mc  día  de  la  boda. 

Cel.  Sí.  Porque  así  ni  Dios  sabe  si  vas  a  poner 

La  mar  en  frutas  o  La  mar  en  calzoncillos. 

NlC.  (Recogiendo  y  retirando  a  un    lado    la  escalera.)    En 

cuanto  vuelva  de  comer,  acabao. 

Cel.  Bueno.  A  otra  cosa.  ¿Respetive  al  asunto  de 

esos  chicos?... 

Isid.  Juramentaos  pa  protegerlos,    pase    lo   que 

pase.  ¡Digo!  Por  mi  parte. 

Cel.  Y  por  la  mía.  Aquí  hay  una  mano. 

Nía  Me  adero  a  lo  dicho,  y  aquí  hay  otra. 

Isid.  (Estrechándolas.)  ¡Con  estas  dos  y  con  toa  el 

alma!...  Y  usté  disimule,  seña  Cele,  si  le  doy- 
la  zocata.  No  es  que  esté  comprometía  la 
derecha,  que  es  cosa  de  usté  en  cuanto  que 
usté  sea  na  más  que  un  poquito  sinificativa. 

(Muy  insinuante  y  soltando  la  mano  de  Nicolás.) 


—  19  — 

Cel.  ¿De  ventas? 

Isid.  ¡Máe  formal  que  un  ajo  porro! 

'Cel.  ¡Guasón! 

Isid.  ¿Cómo  que  guasón?  (Muy  cariñoso.)  ¡Pa  usté 

tengo  yo  la  mano  y  too  lo  de  mi  particular 

usufruzto! 

NlC.  (Dando  media  vuelta.)    tíi    a    UStés    les    parece... 

¡hasta  luego! 
Isid.  ¡No,  hombre!  Y  dispensa. 

Cel.  Como  de  bulla,  sí  que  lo  es  usté. 

Isid.  ¡Oye,  tú!  ¡De  bulla!  ¿Qué  te  parece? 

NlC.  (Encogiéndose  de  hombros.)  Hombre...    Yo.  . 

Isid.  (Entusiasmado  y  galante.)  ¿Pero  es  que  no  me  has 

oido  la  mar  de  veces  de  ponderar  a  la  seña 
Celedonia? 

Nic.  ¡Eso  sí!  Antiver  mismo  dijo  usté  que  era... 

(pensándolo.)  ¡Un  bibelote  con  música! 

Cel.  ¡Qué  ponderativo! 

Música 

Isid.  Na  de  ponderaciones, 

he  dicho  la   chipén.  (Muy  cariñoso.) 

Nic.  (¡Jesús,  cómo  está  el  patio!) 

¡Que  ustés  lo  pasen  bien! 
Cel.  ¡Aguardal  ¡No  te  marches! 

¡Espera,  por  favor! 

¿Yo  sola  con  un  hombre? 

¡Dios  mío!  ¡Qué rubor! 
Isid.  ¿Es  pitorreo? 

Cel.  Es  precaución. 

Nic.  ¡Le  tié  a  usté  pánico! 

Isid.  Pues  no  hay  razón, 

porque  pa  ella  siempre  he  sido 

un  cachito  de  turrón. 
Nic.  ¡Pues  a  ver  cómo  se  cuentan 

dos  agüelos  su  pasión! 
Isid.  ¡Bien  dicho! 

Cel.  ¡De  primera! 

Empiece  usté. 
Isid.  No  usté. 

<Jel.  Es  que...  f ,  l 

j         .  t?<  /  (Dudando  y  no  sabiendo  como  empezar.) 

NlC.  ¡Es  que!...  (Burlándose  de  ellos.) 

¡Qué  baibaridá! 
¡Están  ustés  atroces 
de  verbosidá! 


—  20  - 

Cel.  Me  se  ha  hecho  un  nudo  aquí... 

Isid.  Es  que  estoy  atarugao... 

Nic.  ¡Venga,  que  yo  desde  aquí 

salvaré  al  que  esté  apurao! 

(Colocándose  entre  ambos.) 

Isid.  Me  tié  u-té  hecho  un  monigote, 

y  me  tié  usté  cuasi  lelo. 
Cel.  ¿Dende  cuándo,  bibelote? 

(Tarda  en  dar  la  respuesta  Isidoro,  y  acude  en  su  ava- 
da Nicolás.) 

Nic.  ¡Dende  que  la  vio  el  cogote, 

y  el  nacimiento  del  pelo! 
Isid.  ¡Choca,  Frascuelo! 

(Dándole  la  mano,  agradecido.) 

Cel.  Pues  yo  me  siento  muy  dichosa 

solamente  de  pensar... 
Isid.  ¿El  qué,  retesalerosa? 

(El  juego  anterior,  no  dando  con  la  respuesta  Celedo- 
nia, y  contestando  Nicolás.) 

Nic.  ¡Pues  porque  tié  usté  una  cosa 

que  no  tuvo  Putifar! 
Cel.  (¡Anda  la  mar!) 

Isid.  Yo  a  usté  la  quiero. 

Cel.  Me  paece  bien. 

Isid.  Y  usté  me  quiere. 

Cel.  Verdá  tamhién. 

Isid.  Levanta  acta 

de  lo  acordao. 
Nic.  Ni  media  letra 

me  se  ha  olvidao. 

Venga  la  mano  derecha, 

venga  la  de  usté  también. 

(Les  toma  las  manos,  los  une  y  los  bendice.) 

¡Dios  sus  haga  bien  casaos! 

¡Requiescant  in  pace,  amen! 
Cel.  ¡Amén! 

Isid.  ¡Amén! 

Hablado 

Isid.  Total:  que  usté  viuda  con  sus  verduras,  y  yo 

viudo  sin  na  más  que  el  hálito,  me  tié  usté 
en  la  puerta  de  la  Vicaría  con  el  susodicho 
hálito  a  la  hora  que  se  sirva  indicarme. 

Cel.  Entera,  y   vamos  a  tratar  con  esa  chica  de 

los  últimos  detalles. 


—  21  — 

Nic.  La  Joaquina  ha  salió  hace  un  rato. 

Isid.  ¿Y  entonces,  qué  se  hace? 

■Cel.  Pues  volveremos,  si  a  usté  le  parece. 

Isid.  Usté  manda,  y  na  más. 

Nic.  ¡Arrea,  lo  que  viene  por  allí! 

Cel.  ¿Qué? 

Nic.  ¡La  Brígida  y  el  Leonardo! 

Isid.  Pues  a  agüecar  tocan,  que  las  tormentas  sin 

paraguas,  molestan. 

"Cel.  De  seguro  que  vienen  armando  algún  lío. 

Isid.  ¡Ale,  ale,  que  se  va  el  tren!  (muüs  103  tres  por 

la  izquierda.) 


ESCENA  II 

BRÍGIDA  y    LEONARDO 

Este  es  un-  tipo  achulado,  y  al   hombro  lleva  un  talego  con  dinero  y 
en  la  mano  un  cuaderno 

Brig.  ¿Conque  dice  usté  que  son?... 

León.  Dieciseis  con  setenta  y  cinco. 

Brig.  Pues  pagándolas,  no  se  dehe  na. 

León.  Verídico. 

Brig.  Tome  usté.  Diecisiete. 

León.  Con  cinco  perros,  en  paz.  (sacándolos  del  talego, 

y  borrando  en  el  cuaderno.) 
BRIG.  Y  jugando.  (Leonardo  echa  el  dinero  en  el  talego, 

y  se  prepara  a  marchar  no    sin  lauzar  una  mirada  in- 
tencionada a  la  casa  de  Joaquina.) 

León.  Vaya.  Hasta  mañana. 

Brig.  ¿Tan  deprisa? 

León.  Hay  mucho  que  hacer. 

Brig.  ¿Pero  no  me  dice  usté   na  de  la  novedá  del 

día  en  el  barrio? 
León.  ¿Novedá? 

Brig.  ¡LMgo!  La  boda  de  la  niña.   ¡De  la  Joaqui- 

nita! 

LEÓN.  ¿Cómo?  (Sorprendido.) 

Brig.  Que  pasao  mañana  se  casa  con  el  requeso- 

nero. 

LEÓN.  (Muy  intrigado.)  ¿Qué? 

Brig.  Lo  que  usté  oye.  Y  madrina  la  seña  Cele- 

donia, y  padrino  el  prendero. 

León.  (Tras  una  pausa.)  |  Ah!  ¿rfí?  Pues  misté  por  don- 


-   22  - 

de  va  a  tener  ocupación  el  Juzgao  de  guar- 
dia. 

Brig.  ¡Por  Dios,  Leonardo!  Que  usté  tié  que  per- 

der, y  el  razocinio  es  de  hombres. 

León.  Mañana  se  arma  la  gorda,  y  al   que  le  coja 

el  nublao,  pa  él. 

Brig.  ¿Y  no  sería  mejor  que  usté  la  tirase  un  ren- 

toy a  ella?...  Porque  pué  que  por  el  miedo... 
¡Hombre'  ¡Ni  que  nos  hubiera  oído!...  Ahí  la 
tié  usté. 

LEÓN.  Bueno.  Pues  USlé...  (indicándola  que  se  vaya.) 

Brig.  Sí.  ¡La  del  humo!  ¡Animo,  y  a  ser  hombre! 

(Mutis  a  su  casa.) 


ESCENA  III 

JOAQUINA,  LEONARDO.  Dentro  VICENTE 

Joaquina,  sin  advertir  la  presencia  de  Leonardo,  se  dirige    resuelta- 
mente a  su  casa.  Leonardo  la  detiene 

León.  ¡Joven! 

Ioaq.  ¿Quién?. .  |Ah!  ¡El  Leonardo!  (Asustada.) 

León.  El  mismo.  ¿Puén  ser  dos  palabras? 

Joaq.  Ni  siquiera  media.  Y  haga  usté  el  favor  de 

seguir  su  camino,  que  los  moscones  me  mo- 
lestan. (Despreciativa.) 

León.  ¡Qué  barbaridá,  niña,  y  cómo  has  cambiao!- 

¿Qué?  ¿Tiés  miedo  de  que  te  vean  hablando 
con  quien  te  ha  camelao  toa  la  vida?  (Acercán- 
dose muy  apasionado.  Ella  le  huye. j 

Joaq.  Yo  no  tengo   miedo  a  nadie,  y  a  usté  me 

nos.  ¿Usté  sabe  lo  que  es  un  comino?  Pues 
eso   me   se   importa   usté  a  mi.    Conque... 

¡aire!  (intentando  pasar,  e  impidiéndoselo  nuevamen- 
te Leonardo  ) 

León.  Antes  tengo  nesecidá  de  saber  una  cosa. 

Joaq..  ¿Qué? 

León.  ¿Es  verdá  que  te  casas? 

Joaq.  Si  Dios  quiere,  y  si  no  me  muero,  el  sábado 

que  viene. 

León.  ¿Tú?  ¿Casarte  tú?  Ni  lo  pienses,  nena. 

Joaq.  ¿Quién  lo  puede  impedir? 

LEÓN.  ¡Yo!  (Rotundamente.) 

Joaq.  ¿Usté?...  ¿Y  por  qué? 


—  23  — 

León.  Por  lo  que  te  tengo  dicho  muchas  veces,  y 

te  vuelvo  a  decir  por  si  lo  has  olvidao.  ¡De 
no  ser  pa  mí,  pa  nadie! 

Joaq.  ¡Eso  lo  veremos! 

León.  ¡Eso  está   jurao  y  firmao!   ¡Miálas!   ¡Por  los 

güesos  de  mis  muertos,  que  no  te  casas! 

Joaq.  Ya  sé  que  es  usté  capaz  de  too.  ¡Canalla! 

(Con  rabia  reconcentrada  ) 

Vic.  (Dentro.)  ¡Al  buen  requesón  de  Mirafiores  de 

la  Sierra! 

Joaq.  (¡Vicente!...  ¡Y  este  hombre  aquí!...)  Señor 

Leonardo...  ¡Déjeme  usté!  ¡Por  Dios!  (Angus- 
tiada.) 

León.  ¡Quiá!  Quiero  yo  saber  lo  que  dice  ese  gua- 

po cuando  me  vea  a  la  vera  tuya.  (Acercándo- 
se y  huyendo  el!a,  siempre  temerosa  de  que  llegue 
Vicente.) 

Vic.  (Dentro.)  ¡Lo  mira  de   Mirafiores  y  a  prue- 
ba! (1) 

Joaq,  ¡Por  su  madre  de  usté!  (suplicante.) 

León.  Bueno...  Pero...  ¿hablaremos? 

Joaq.  ¡Sí,  sí!  ¡Lo  que  usté  quiera! 

León.  ¿Cuándo? 

Joaq.  ¡Luego!...  ¡Cuando  sea!  Pero   ¡por   Dios!... 

(Apuradísima.) 

León.  ¡Ni  media  palabra  más!  Volveré  a  por  la 

Contestación,  (indicando  el  mutis,  y,  por  lo  tanto, 
dejándola  libre  el  paso.) 

Joaq.  ¡Ladrón!  ¡Más  que  ladrón!  (Mutis  a  su  casa) 

ESCENA   IV 

LEONARDO  y   BRÍGIDA 

Brig.  ¡Eh!  ¡Chits!...  ¿Qué  hay?  ¿Ha  conseguío  usté 

algo? 
León.  iDigo!  ¡Cómo  que  me  ha  citao  pa  luego! 

Brig.  ¿Y  usté?... 

León.  ¡Como  un   reló!   Ya,  ya  verá  usté  canela. 

¡Que  no  se  casa,  y  que  no  se  casa! 
Brig.  ¡Así  deben  ser  los  hombres! 

LEÓN.  ¡Abur,  Seña  Brígida!  (Mutis  por  la  derecha.) 

Brig.  ¡Vaya  usté  con   Dios!...  Y  ahora,  a  esperar 

los  SUCeSOS.  (Mutis  a  su  casa.) 


(  l)      I'ara  cantar  este  clásico  pregón    véase  la  partitura. 


—  24   — 

ESCENA    V 

VICENTE 

Música 

Vicente  es  mi  perfecto  tipo  madrileño,  con  blusa  más  bien  larga  que 

corta,  a  rayas  azuladas,  gorra,    manguitos    blancos,    el    canasto  con 

paño  blanco  a  la  cadera,  y  el  peso  cruzado  a  la  espalda 

Aquí,  niñas,  que  ha  llegao 
el  tío  del  requesón. 
Que  doy  casi  regalao 
el  cuarterón. 

.Más  blando  que  las  natillas 
y  más  dulce  que  el  turrón. 
¡Vengan  ya  los  compradores! 
¿Quien  por  tres,  por  tres  perrillas, 
no  se  lleva  el  requesón 
de  Miraflores? 
Nadie  me  hace  caso. 
A  la  vista  está. 
Llamaré  a  mi  nena, 
que  esa  acudirá. 

(Llegando  y  pregonando  frente  a  la  puerta  de  la  casa 
de  Joaquina  ) 

[Al  buen  requesón,  de  Miraflores  de  la  Sie- 
rra!... ¡Lo  mira  de  Miraflores,  y  a  prueba! 

(Suelta  el  canasto.) 

ESCENA  VI 

VICENTK,    JOAQUINA 

Hablado 

JOAQ.  (Después  de  una  rápida  mirada,    y  convencida   de  que 

do  está  Leonardo.)  ¡Vicente! 
VlC  .  ¡Joaquinilla!  (Muy  cariñosos  ambos.) 

Joaq.  Creí  que  ya  no  venías  hoy. 

Vic.  Pa  faltar  yo  tié  que  faltar  el  sol.  ¡Y   miá  tú 

si  es  difícil  eso! 
Joaq.  ¿Te  dieron  ya  el  certificao? 


—  25  — 

Vic.  Too  está  corriente.  ¡Chiquilla,  y  lo  que  le 

marean  a  uno  pa  casarse!.. .  Pero  too  se  pué 
dar  por  bien  empleao  con  tal  de  llevarse  uno 
un  cachito  de  la  propia  gloria. 

JOAQ.  (Agradecida  y  ruborosa.)  ¡Vicente! 

Vic ,  (cariñosísimo.)  ¡Negra! 

(Úñense  en  un  abrazo,  al  tiempo  quo  por  la  izquierda 
sale  Celedonia,  que  al  verlos,  da  media  vuelta,  avan- 
zando por  fln  hacia  ellos.) 


ESCENA  VII 

DICHOS,    CELEDONIA 

Cel.  ¿Se  pué  pasar? 

Vic.  ¡Seña  Celedonia!  (sorprendido.) 

Cel.  ¡Careará,  y  qué  tempranito  empezáis  con  los 

aperitivos! 

Joaq.  ¡Usté  dispense,  madrina! 

Cel.  ¿De  qué,  si  a  too  el  mundo  le  pasa  eso?  Esto 

de  las  pasiones  desbordas  es  como  el  tranvía, 
que  unos  mandan  parar  y  otros  suben  de 
salto.  Lo  que  hay  que  tener  es  cuidao  de  ver 
cómo  se  salta  y  no  equivocar^el  coche,  que  a 
lo  mejor  te  crees  que  vas  pa  la  Bombilla,  y 
te  encuentras  en  las  Ventas,  a  dos  pasos  del 
Este. 

Joaq..  ¡Qué  buena  es  usté! 

Vic.  ¿Y  el  padrino? 

Cel.  Ahora  nos  hemos  separao.  ¡Y  si  supierais 

cómo  está  el  hombre! 

Vic.  ¿Cómo? 

Cel.  ¡Un  porción  de  más  amelonao  que  tú! 

Joaq.  ¿Sí?  ¿Y  por  quién? 

Cel.  ¿No  sus  vais  a  sonreír?  (con  gravedad  cómica.) 

Vic.  ¿Porqué? 

Cel.  Porque  hay  cosas...  En  fin.  Paque  lo  sepáis. 

Enseguidita  de  vuestra  boda,  la  del  padrino. 

Joaq.  ¿Sí? 

VlC.  ¿Con  quién?  (Muy  alegres  e  intrigados.) 

Cel.,  (con  importancia.)  ¡Con  esta  de  ustés  afetísima, 

que  les  ve  la  eme!...  Total:  que  a  vusotros 
os  cae  el  gordo  y  a  mí  me  toca  la  aproxima- 
ción . 

Joaq.  ¡Muy  bien! 


—  26   — 

Vic.  Pero...  ¡cuidan  con  equivocar  el  tranvía! 

Cel.  Estamos  mu  bien  encarrilaos.  El,  por  Serra- 

no. Yo,  por  Lista.  Y  vnsotros,  pase  pa  la 
Prosperidá...  Pero,  hablando,  hablando,  me 
se  había  olvidao  lo  más  interesante.  De 
modo  que,  a  lo  que  vengo,  vengo.  Te  nese- 
cito. 

Joaq.  ¿A  mí? 

Cel.  A  ti.  Vasa  ver  si  mi  futuro  cónyugue  tié 

gusto  pa  los  regalos. 

Vic.  ¿De  qué  se  trata? 

Cel.  De  una  mantilla  de  casco  pa  mí,  que  quita 

las  pena*.  Y  pa  esta,  el  azar.  ¡Un  ramo  como 
una  brecolQra! 

Joaq.  Vamos  a  verlo  ¿Vienes  tú? 

Vic.  No.  Voy   a  ver  si  acabo  el  género.  Pero  vol- 

veré pronto,  ¡Chacha!  (Muy  cariñoso.) 

Cel.  ¡Que  te  se  cae  la  baba,  tontaina! 

VlC.  ¡Lo  que  es  eso!...  (Despidiendo  por  señas  a  Joaquina 

que  se  encamina  a  la  izquierda,  por  donde  hará  mutis.) 

Cel.  Di  tú  que  en  cuanto  os  caséis  vais  a  tener 

que  alquilar  un  hotel  aislao. 
Vic.  ¿Na  más? 

Cel.  ¡Y  con  valla  alrededor!...  (a  Joaquina.) ¡Vamos, 

aiza!...  (Mutis  ambas  por  la  izquierda.) 


ESCENA  VIII 

VICENTE.    Luego  BRÍGIDA 

Vic.  Ea.  Vamos  a  terminar,  (cogiendo  el  canasto,  y 

pregonando.)  ¡Al  buen  requesón  de  Miraflores 

de  la  ¡Sierra!...  ¡Lo  mira  de   Miraflores,  y  a 

prueba! 
Bríg.  ¡Adiós,  Vicentiliol 

Vic.  (Deteniéndose.)  ¡Felices,  seña  Brígida! 

Bríg.  Sea  enhorabuena.  Ya  me  he  enterao  de  que 

estás  en  caminito  de  ser  un  hombre  formal, 

cabeza  de  familia,  etcétera. 
VlC.  (Con    ingenuidad    y    sencillez.)   Sí,    señora.    Muy 

pronto. 
Bríg.  (suavemente.)  Ni  que  decir  tiene  que  lo  habrás 

pensao  bien. 
Vic.  Lo  que  es  bueno,  se  piensa  poco.  Y  como 

esto  de  ahora  es  superior...  ¡usté  carcule! 


—  27  — 

Bríg.  (insinuante.)  Pero...  ¿de  verdá,  de  verdá  vas  a 

emparejarte  con  eea  niña? 
Vic.  (Ya  un  poco  grave.)  Me  parece  que  he  dicho 

bien  claro  que  sí. 
Bríg.  (con  retintín.)  ¿Y  ti  yo  te  dijiese  que  me  pae- 

ce  que  haces  una  burra? 

VlC.  (l)ándose    cuenta   de    la    intención    de   la    pregunta.) 

Misté,  peña  Brígida.  A  mí  me  pusieron 
de  largo  hace  ya  mucho  tiempo,  y  sé  lo 
que  me  hago.  Conque...  Que  usté  descanse. 

(Medio  mutis.) 

Bríg.  (Hipócritamente.)  Anda  con  Dios...  Pero  uo  te 

quejes  luego  a  nadie  de  tu  desgracia. 

VlC.  (Parándose  en  seco   y  como  temeroso.)  ¿Que  quiere 

usté  decir? 

Bríg.  (con  misterio  e  intención.)  ¡Panoli,  más  que  pa- 

noli!... ¿No  has  notao  que  si  esa  se  casa  con- 
tigo es  ná  más  que  por  su  c¡>menencia? 

Vic.  (nejando  el  canasto.)  ¿Por  qué  dice  usté  eso? 

Bríg.  Pa  que  me  entiendas  y  pa  que  te  enteres, 

¡so  primol  Ksa  nesecita  un  tontaina  como  tu,, 
pa  tapar  faltas  muy  antiguas.  ¡Pa  eso! 

VlC.  (Tras  una    pausa  contemplativa,    como    no    queriendo 

convencerse   de  la  mala    intención.)    ¡Que    mala!... 

Pero...  ¡qué  mala  es  usté,  señora! 

Bríg.  ¿Yo? 

Vic.  [Sí!  Cuando  me  echó  usté  a  la  calle,  deján- 

dome sin  amparo,  sin  casa,  sin  ná,  hizo  usté 
peazos  mi  cuerpo.  Y  ahora,  que  cuasi  soy 
feliz  y  dichoso,  quié  usté  hacerme  añicos  el 
alma  echando  calumnias  sobre  esa  pobre 
chica...  Pero  pierde  usté  el  tiempo...  ¡Joaqui- 
na es  más  honra  que  usté  cincuenta  veces!... 

Bríg.  ¡Mira  lo  que  dices! 

VlC.  (Amenazador,  pero   conteniéndose.)    ¡Pues    SI  no  lo 

mirara!...  [Si  no  fuese  usté  una  mnjerl... 

BrÍG.  (Quemando  el  último   cartucho.)    ¡Vaya!    ¡Pues  pa 

que  lo  sepas  too!  (con  mucho  misterio.)  Hace 
un  rato  han  estao  aquí  muy  de  palique  esa 
pécora  y  Leonardo,  el  asentador.  ¡No  te  va- 
yas muy  lejos,  que  aquí  están  citaos  pa  lue- 
go, y  aquí  los  pues  ver! 

VlC.  (Como  quien  cree  oir  mal.)  ¿Eh? 

Bríg.  (con  aire  triunfal.)  ¡Lo  dicho!...  ¡Observa,  obser- 

va, y  luego  me  dirás  si  yo  soy  dañina  o  si 
ella  es  mala  por  toos  cuatro  costaos! 


—  28  - 
VlC.  (Fnera  de  sí  y  amenazador.)    ¡Vayase   USté,  O   por 

mi  madre!... 
Bríg.  (indicando  el  mutis.)  ¡Ya,  ya  me  voy!  Avisan 

estás...  Ahora,  tu  alma  en  tu  palma.  (Ya  cerca 
de  su  casa.)  (¡Lo  que  es  mío,  no  lo  serás;  pero 
ni  de  ella  ni  de  otra,  tampoco!)  (Mutis.) 


ESCENA  IX 

VICENTE.  En  seguida  JOAQUINA,  CELEDONIA  e  I8IDORO 
V  IC .  (Con    pausas    reveladoras    del    estado    de    su  ánimo.) 

¡No'...  No  es  posible...  ¡Esa  mala  mujer  quié 
perderme!...  Y  el  caso  es  que. .  ¡Despacio, 
Vicente,  despacio! 

Joaq.  (Muy  alegre.)  ;Toavía  estás  aquí? 

Vic.  (casi  grosero.)  Toavía...  ¿Y  qué? 

JOAQ.  (Desconcertada,    pero    reponiéndose    amorosa.)     ¡Ná, 

hombre,   ná!...    ¡Si   vieran,    Vicentillo,    qué 

ramo  más  hermoso!... 
Isid.  Que  venga  a  verlo. 

Vic.  No.  Ahora  no. 

Cel.  Tié  razón.  Tiempo  le  queda  de  desaminar  el 

libreto  con  toos  los  cantares  y  argumento 

que  tié  la  obra. 
Joaq.  Entonces...  ¿es  que  te  vas? 

Vic.  ¿Es  que  tú  quieres  que  me  vaya? 

JoAQ.  (Con  naturalidad.)  Sí. 

VlC.  (Descompuesto.)  ¿Y  pa  qué? 

Joaq.  (con  sencillez.)  Pa  que  vuelvas  pronto. 

Vic.  ¡Ah!...  Creí... 

Joaq.  ¿Qué  creías,  Vicente  mío?  (Abrazándole,  sin  que 

él  acierte  a  rechazarla.) 
VlC.  (Después  de  contemplarla  como  atontado.)  ¡Nada! 

Cel.  ¡Duro,  duro!   ;De  nosotros  no  se  hace  caso! 

¡Cámara  con  la  tortolitis  aguda  que  les  ha 

entrao! 
Isid.  Como  que  nosotros  somos  como  las  básculas 

automáticas.  Que  si  no  las  echan  algo,  no  se 

menea  el  marcador. 
Vic.  (a  Isidoro.)  (Nesecito  hablar  con  usté.) 

Isid.  (Pa  luego  es  tarde.) 

VlC  (No.  Volveré.)  ¡Adiós!  (Mutis  derecha,  rápido.) 


—   29    - 

ESCENA    X 

DICHOS  menos  VICENTE 

Joaq.  ¿Pero  han  visto  ustés?  ¿Qué  le  habrá  pasao 

pa  ponerme  así? 
Cel.  Ná.  Consecuencias  de  cuando  las  personas 

se  amelonan. 
Isid.  ¿Conque   el   Leonardito   otra   vez?   Bueno. 

Pues  tú  no  te  apures,  y  déjame  a  mí. 
Cel.  Y  a  mí,  poique  en  too  esto  veo  yo  la  mano 

de  la  Brígida,  y  esa  va  a  tener  que  ponerse 

peluquín  en  cuanto  yo  la  eche  los  dátiles. 
Joaq.  ¡Por  Dios!  ¡No  se  comprometan  ustés! 

Cel.  ¿Que  no?  A  esa  la  voy  a  poner  el  cuerpo  de 

cardenales  que  va  a  paecer  una  cocotre  de 

esas  que  se  retratan  con  mantón  de  Manila 

por  la  parte  de  alante. 

JOAQ.  (Llorando.)  ¡DÍOS  mío!  ¡Cuánta  maldá!  (Dirigién- 

dose a  su  casa.) 

CEL.  ¡No  llores,  tontaina!    (Mutis  ambas  a  casa  de  Joa- 

quina.) 


ESCENA    XI 

ISIDOKO 
(Tras  una  pausa,  como  quien  echa  sus  cuentas.)    Bue- 

no.  Resulta  de  que  yo  había  jurao  dende 
que  me  pelee  con  mi  segunda  suegra  no  le- 
vantar la  mano  ná  más  que  pa  rascarme  la 
cabeza.  ¡Y  miá  por  donde  voy  a  tener  que 
lesionarle  a  don  Leonardo  el  masüar  infe- 
rior!... (Encaminándose  a  casa  de  Joaquina.)  Y  SÍ  el 
hombre  tié  ese  capricho,  ¿pa  qué  quitarle  el 

gUStO?  (Mutis.) 

ESCENA  XII 

BRÍGIDA.  Luego  LEONARDO  y  después  JOAQUINA 

Bríg.  (Asomándose  al  balconcillo.)  Dijo  que  volvería,  y 

ese  vuelve.  El  otro,   mordió  por  los  celos, 


—  30  — 


León. 


Bríg. 
León. 
Joaq.. 
León. 


tampoco  faltará.  ¡Que  vengan!  ¡Que  se  en 
zarcen!  ¡Que  pase  lo  quépale;  pero  que  no 
se  lían  de  mí!...  ¿En?...  ¡Sí!...   ¡El  Leonardo! 

(Retírase  y  queda  atisbanJo  cou  la  vidriera  entor- 
nada.) 

(Sale  pausadamente,  algo  receloso  y  mira  en  todas  di- 
recciones.) ¡Nadie!...  ¡Mejor!  Así,  lo  que  me 
di^a,  pa  ella  y  pa  mí  solitos.    Y  una  de  dos: 

O  el  triunfo  O  la  ruina...  (doptando  aire  de  con- 
quistador, llega  a  la  puerta  de  Joaquina.) 

(¡Y  el  otro  sin  venirl) 
¡Joaquina! 

(Dentio  )  ¿Quién? 

Hatia  el  u^t-quio. 

(ría  media  vuelta,  siempre  en  conquistador.  Joaquina 
asoma  y  al  verle,  tras  de  demostrar  con  el  gesto  asom- 
bro y  miedo,  vuelve  a  su  casa.) 


,      ESCENA  XIII 

DICHOS.  CELEDONIA  e  ISIDORO 


(Leonardo  vuelve  a  acercarse  a  la  puerta  de  Joaquina, 
en  el  momento  en  que  salen  los  otros.) 

Isiu.  ¿Q"é  va  a  ser? 

Lf.ON.  (Retrocediendo  sorprendido.)  ¿Qllé? 

Cel.  Que  cuánto  ponemos. 

LEÓN.  (Serenándose.)  ¿De  qué? 

Isid.  De  albulo.  ¡Y  que  es  como   el  oro,  señorital 

LEÓN.  (Amenazador  )¿Qué? 

Cel.  |(J\!  ¡Usté  dispense!  Es  que  le   habíamos 

tomao  a  usté  por  una  patrona  de  seis  reales 

con  vistas  al  patio. 
León.  ¡Lo  que  hay  aquí  es  un  hombre  con  toa  la 

barba! 
Cel.  ¡Miau! 

León.  ¡Caramba!  ¡La  seña  Zapaquilda! 

Cel.  ¡Adiós,  tírguere! 

ísid.  Conque,  lo  dicho.  ¿Cuánto  ponemos? 

León.  Yo  no  vengo  a  comprar.   Yo  vengo  a  una 

cita  que  me  ha  dao  aquí  una  buena  moza. 
Isid.  (Amagándole  en  guasa.)  ¡Ponderativo! 

León.  ¿Q"e  no? 

Isid.  (Enérgico.)  ¡Que  no!  Esa  mujpr  está  pa  usté 

como  pa  mí  la  Equitativa.  Conque,  si  le  ha- 


—  31  — 

cen  a  usté  falta  las  muelas  pa  la  mastica- 
ción, ya  pué  usté  ir  agüecando. 

León.  ¿Y  quién  es  el  dentista? 

Isid.  Servidor. 

Cel.  ¡Y  picapedrero! 

León.  (nespreciativamente.)  Se  trata  de  una  dama  y  de 

un  anciano,  y  bueno  está. 

Isid.  (Muy  serio.)  A  usté  se  le  dan  aquí  dos  tortas 

y  bi  le  parece,  vuelve  a  por  otras. 

LEÓN.  (Echándose  atrás  desafiando.)  ¿A.  mí? 

Isid.  (Avanzando.)  ¡A  usté,  so  fantasmón! 

Cel.  (sujetándole.)  ¡Señor  Isidoro!...  ¡Que  nos  que- 

dan muchas  cosas  que  hacer  con  el  clero! 


ESCENA  XIV 

DICHOS      y     VICENTE 

VlC  (inesperada  y  rápidamente  avanzando.)   ¡A  mí!  ¡Dé- 

jenmelo ustés  a  mí! 
Cel.  ¡Vicente!    \  ,  „„  a  ,   ,. 

ISID.  Quieto!       j   (Sorprendidos  y  sujetándole.) 

León  (Muy  tranquilo  y  sereno)  |Vamos!  ¡Cosa  de  me- 

lodrama! Dos  valientes  preparaos  pa  pegar 
a  un  hombre...  ¡Muy  bonito! 

Vic.  (indignado.)  No.   ¡Yo  solo!  ¡Yo  solo,  ahora  y 

siempre! 

León.  ¡Gallinas! 

Vic.  (Forcejeando.)  ¿Qué?..  ¡Suéltenme  ustés! 

Cel.  ¡Vicente!...  ¡t'or  Dios!...    \    (conteniendo  a  -ví- 

Isid.  ¡Vete,  granuja!  \        ceute.) 

LEON.  (Sereno  y  con  aire  de  perdonavidas.)    Ni  una  pala- 

bra más...  Ya  habrá  ocasión  sin  testigos  ocu 

lares  y  femeninos.  (Echando  a  audar  y  volviéndo- 
se de  pronto)  ¡Pero  que  no  se  olvide!  ¡Fe-me- 

ni-nos!  Recalcando    la    frase  y  haciendo   mutis    con 
presopopeya  y  un  gesto  despectivo.) 
BrÍG.  (¡Se    ha    achicao!...    ¡Cobarde!)    (Desaparece    ce- 

rrando de  golpe  el  balconcillo,  detalle  en  el  que  se 
fija  Celedonia.) 


—  32  «- 

ESCENA    XV 

CELEDONIA,    ISIDORO    y  VICENTE 

Vic.  ¡Gracias,  padrino! 

Isid.  ¿Qué  gracias  ni  qué  ocho  ouartot"?  ¡Si  no 

juego  yo  a  la  rana  con  la  cabeza  de  ese  es- 
panta} ajaros  me  dejo  de  cortar...  Bueno. 
¡Lo  que  sea!  ¡Por  estas! 

VlC.  (Muy  nervioso.)  ¡Hasta  luego!  (Mutis.) 

ISID.  (Acompañándole  hasta  que  desaparece  y  luego  hacien 

do  señas  de  despedida  con  la  mano.)  Anda  COU 
Dios...  Y  a  lo  tuyo  y  ná  más  que  a  lo  tuyo... 
¡Adiós!... 

ESCENA  XVI 

CELEDONIA    é    ISIDORO 

Cel.  ¿Por  qué  no  va  usté  con  él,  no  sea  que  dé  la 

concidencia  de  que  se  encuentren  y  se  líen? 

Isid.  No  tenga  usté  cuidao.  ¡Perro  ladrador!...  Y 

el  Leonardo  es  un  fosterriere  propio  pa  una 
portería. 

Cel.  ¿Pero  qué   sacarán   algunas   personas   me- 

tiéndose entremedias  de  un  matrimonio? 

Isid.  No  lo  sé,  porque  la  verdá  es  que  se  corre  la 

mar  de  peligro  si  los  esposos  están  dispues- 
tos a  la  chirigota. 

Cel.  Bueno.  Ha  Uegao  la  hora  de  echar  nuestras 

cuentas. 

Isid.  ¿Cuálas? 

Cel.  Tome  usté  nota,  aunque  sea  por  los  dedos. 

(Celedonia  se  pasea  dictando  é  Isidoro  la  sigue  obe- 
deciendo los  mandatos  de  ella,) 

Isid.  Venga. 

Cel.  Primero.  Que  se  quiere  que  esos  pobres  mu- 

chachos se  queden  sin  oir  lo  de...  Esposa  te 
doy,  y  no  sierva...  etcétera. 

Isid.  (Doblando  un  dedo.)  Queda  registrao 

Cel.  *  Segundo.  Que  se  trata  de  que  yo  me  quede, 
no  digamos  que  digamos,  que  pa  vestir  imá- 


—  33  — 

genes,  porque  eso  ya...  ¡pa  el  gato!...  Pero  si 
sin  ser  prendera  consorte. 

Isid.  Apuntao. 

Cel.  Tercero.  Que  hay  que  colocar  un   moño  a 

la  funerala,  y  que  tendré  el  honor  de  poner 
la  mano  en  el  susodicho  moño. 

Isid.  Otra  cosa. 

Cel.  Que  el  matrimonio   «e   efectuará,  %  aunque 

nos  hagan  cachitos,  y  que  con  tal  motivo  se 
hará  de  rabiar  a  cuatro  u  cinco  sinvergüen- 
zas cuando  digamos  a  los  chicos...  ¡Que  pa- 
séis güeña  noche!...  ¡Y que  tengáis  una  hora  cor- 
tita!...  ¡Y apaga  la  luz,  que  me  da  rubor! .. 

Isid.  Está  usté  de  oratoria,  pero  que  ni  Garibaldi! 

(Ambos  se  detienen  ) 

Cel.  A  ver.  ¿Le  queda  a  usté  algún  dedo  libre? 

Isid.  El  chiquirritín. 

Cel.  Pues  dóblele  usté  que  va  dedican  a  esta  ma- 

datne,  que  se  paece  al  posadero  de  la  histo- 
ria sagra  en  lo  de  estar  fisgoneando  dende 
ia  ventana.  Lo  cual  que  ahora  va  usté  a  ver 
canelita  en  rama. 

ISID.  (Sin  entenderla.)  ¿Qué? 

Cel.  Que...  ¡a  la  una!...  ¡a  la  otra,  y  a  la  Brígida! 

(Ech&ndo  a  correr  hacia  la  casa  de  Brígida  y  aporrean- 
do la  puerta.)  ¡Abre,  pimpollo,  que  ha  llegao 
un  telegrama  pa  til 
Isid.  (Queriendo  retirarla.)  ¡Pero  seña  Celedonia!... 


ESCENA  XVII 

DICHOS.  BRÍGIDA  y  NICOLÁS 

Nic.  En  dos  minutos  acabao  el  letrero.    ¡Felices! 

(Arrima  y  abre  la  escalera  y  sube  por  ella  para  pintar.) 
CEL.  (Sin  dejar  de  golpear  la  puerta.)  ¡Abre,  mujer,  que 

es  urgentísimol 
Isid.  ¡Que  va  usté  a  tirar  la  mampara! 

Bríg.  (Asomándose.)  Las  murgas  pa  las  bodas.  ¡Yo 

me  he  mudao!  (Retírase  y  cierra.) 

Nic.  ¿Pero  qué  pasa? 

Cel.  (Corriendo  hacia  él.)  Ná...  ¡Bájate  de  ahí! 

Nic.  (Bajando.)  ¿Pero  es  que  va  usté  a  pintar  algo? 

Cel.  Sí.  ¡Un  jeroglífico  con  la  solución  a  la  vuel- 

ta! ¡Echarme  Una  mano!  (Entre   los    tres    trasla- 

3 


—  34   — 

dan  la  escalera  llevándola  delante  de  la  casa  de  Brígi- 
da y  ("eledonia  intenta  subir,  remangándose  las  faldas.) 

Ism.  (conteniéndola.)  ¡No!  ¡Eso  si  que  no!  ¿Usté  por 

las  alturas  pa  «pie  éste  u  yo  mismo  veamos 
la  película  de  los  Paites  Bajos?  ¡De  ninguna 
manera!...  Yo  subiré...  Yo  subiré  a  hablar 
con  la  interfeta.  (subiendo.) 

Cel.  ¡Que  baje  como  las  balas! 

IsiD.  (A  Brígida,  que   ha  abierto    al    llamar    Isidoro    en    el 

balcón.)  Ya  lo  oyes.  Que  como  las  balas. 

BrÍG.  ¡No  me  da  la  real  gana!  (Entrase  y  asoma  en   se- 

guida con  un  burreño  cuyo  líquido  vierte.)  Y  ahí  Va 
eso...  ¡pa  los  Canelos!  (Entrase  cerrando.  El  liqui- 
do se  supone  que  cu  parte  ha  alcanzado  a  Celedonia  y 
totalmente  a  Nicolás,  que  ha  quedado  sujetando  la  es- 
calera. ) 

NlC.  (Soltando  la  escalera  y  sacudiéndose.)  ¡La  vértigal 

Cel.  (sacudiéndose  también.)  ¡Indecente!  ¡Más  que iu- 

decente! 

NlC.  (Mirando  hacia  arriba.)  Pero...  ¿e8  de  Usté  el  OSe- 

quio,  señor  Isidoro? 
Isid.  (Desde  lo  sito.)  ¡No,  hijo,  no!  ¡No  es  de  Isido- 

ro! Es...  ¡de  tÓO  lo  Contrario!...  (Cae  pausada- 
mente el  telón,  mientras  Celedonia  asciende  por  la  es- 
calera (lado  opuesto  al  en  que  está  Isidoro),  éste  la 
contiene  como  puede  y  Nicolás  se  sacude  sin  cesar.) 


FIN    DEL    ACTO    PRIMERO 


.gqew -e»*  gp^gata* ■  ^«!<^. 


írniTVT 


CUADRO  TERCERO 

DecoraciÓD    a  todo  foro  piesentaudo  la  iglesia  de  La  Paloma 

ESCENA  PRIMERA 

BEATAS  1.a,  2.a,  3.a  y  4.a,  que  muy  enlutadas  salen  de  la  iglesia 

Música 

;Oh,  qué  pico  de  oro 

tiene  el  Padre  Ignacio! 

;Oh,  qué  gran  novena 

la  de  San  Pancracio! 

Yo  todos  los  días  ' 

pienso  aquí  venir, 
pues  se  arreglan  las  pobres  conciencias 
y  se  ganan  dos  mil  indulgencias, 

y  todo  hace  falta 

a  la  hora  de  morir. 

I A  ti  mis  oraciones 

elevo  con  fervor, 

y  de  las  tentaciones 

líbranos,  Señor! 

(Mutis  dos  por  cada  lado,  santiguándose.) 


~  36  — 

ESCENA  II 

EL     CHAPUZA 

Es  un  albañil  que  sale  de  la  iglesia  muy  incomodado,    como   si   aca- 
bara de  tener  gran  discusión.  Al  comenzar    su   monólogo  musical  lo 
hace  mirando  a  la  puerta  del  templo,    como  si  quisiera  que  le  oyesen 
los  de  adentro 

¡Que  no,  que  no  y  que  no! 
¡Que  está  usté  equivocao! 
¡Que  no  bautizo  al  chico, 
y  que  esto  ee  ha  acabao! 

(Bajando  al  proscenio.) 

¡Nos  ha  mataol 
Que  la  pila  tanto  y  cuánto. 
Que  un  papel  y  otro  papel. 

(Contando  por  los  dedos.) 

Que  poner  de  nombre  al  chico 
Robespierre,  no  pué  ser. 
Que  si  estoy  casao  de  veras. 
Que  si  tal,  y  que  si  cual. 
¿Pero  qué  le  importa  eso 
a  too  el  clero  parroquial? 

(Volviendo  a  la  primera  actitud.) 

¡Que  no,  que  no,  que  no! 
¡Que  e&tá  usté  equivocao! 
¡Que  no  bautizo  al  chiquitín, 
y  que  colorín, 
y  que  colorao! 
¡Nos  ha  matao! 
(Mutis  algo  oscilante,  como  quien  ha  bebido  más  de  lo» 
regular.) 

ESCENA  III 

Un  MONAGO  y  un  MURGÜISTA. 

También  salen  de  la  iglesia.  El  Murguista    muestra  la   envoltura  del 
trombón   por  debajo  del  estrecho  sobretodo 

Muu.  ¿De  modo  que  dices? 

Mon.  Que  a  las  nueve  en  punto. 


—    37  — 

Mur.  ¿V  de  quién  se  trata? 

Mün.  De  gente  de  rumbo. 

Mur.  ¿Y  admitirán  solfa? 

Mon.  ¡Segurismo  es! 

Mur.  Pues  con  Dios,  muchacho. 

Moa.  Vaya  usté  con  El. 

(Mutis  ambos,  el  Monago   a  la  iglesia.) 


ESCENA  IV 

NICOLÁS  y  VERDULERAS 

Nicolás,  vestido  de  día  de  fiesta,  delante  de  ellas  a  modo  de  cabo  de 
gastadores.  Hacen  lo  que  la  música  permita  en  lo  tocante  a  paseo,  y 
ti.  la  voz  de  jalto!  se  detienen  y  dan  frente  al  público  muy  marcho- 
sas y  muy  salerosas,  envueltas  en  mantones  de  calle  y  con  pañuelos 
a  la  cabeza 

Nic.  )       Hoy  las  verduras 

Verd.  \       de  toas  las  clases 

que  han  inventao 
se  han  acabao. 
Hoy  está  el  gremio 
de  verduleras 
soliviantao 
y  dislocao. 
¿Que  qué  ba  pasao? 
Que  está  acordao 
el  casamiento  de  la  Joaquina 
con  un  gacholi  de  clase  fina 
muy  bien  plantao, 
muy  renombrao 
en  las  verbero  as  y  romerías, 
y  con  toditas  las  simpatías 
de  las  personas  que  le  han  tratao. 
Nic.  Lo  dice  este  cura, 

que  puede  decirlo, 
y  sepan  ustedes 
que  dicen  lo  mismo. 

(Avanzando  cada  una  para  presentarse.) 

"Trini  La  Trini. 

Doro  La  Doro. 

Pili  La  Pili. 

Sinfo  La  Sinfo. 


—  38   - 


Puri  La  Puri. 

Nati  La  Nati. 

Boki  La  Boni. 

Filo  La  Filo. 

Todas  Es  decir,  lo  flamenco  de  veras 

de  todo  el  distrito. 
Hay  que  ver  si  aquí  hay  salero, 
hay  que  ver  hí  aquí  hay  hechuras,, 
hay  que  andar  el  mundo  entero 
pa  encontrar  lo  que  hay  aquí. 

Y  hay  que  dar  el  primer  premio 
a  las  que  andan  con  verduras 
por  las  callen  y  las  plazas 

y  plazuelas  de  Madrí. 
Que  en  todo  el  barrio 
quede  memoria 
de  un  casamiento 
tan  superior. 

¡Ole! 
Que  la  campana 
repique  a  gloria, 
con  la  juerguíbilis, 

¡y  ole! 
que  es  de  rigor. 
¡Sí,  señor! 
¡¡Sí,  señor! 

Y  el  que  sea  muy  aficionao 
a  verduras  de  precio  elevao, 

que  espere  sen  tato, 
que  aquí  se  ha  acabao, 
porque  el  gremio  de  las  verduleras 
está  dislocao, 
revolucionao... 
Nic.  ¡Un!...  ¡Dos!...  ¡Tres! 

Todas  ¡Y  bastante  hemos  hablao! 


Nic. 
Todas 


Nic. 
Todas 


Hablado 

Nic.  ¡Respetables  consocias  en  el  comercio  de  to- 

das las  calle?,  callejuela?,  plazas  y  plazuelas 
y  puntos  reservaos  que  tié  Madrí!...  Por  si  no 
sus  habéis  enterao,  nesecito  deciros  que  es- 
tais  con  los  mantones  como  pa  producir  la 
nostalgia. 

Pili  En  nombre  de  todas,  puede  el  hombre  to- 

mar lo  que  quiera. 


—  3J  — 


Nic. 

Nati 
Nic. 

Filo 

tíONI 

Doro 

Nic. 


Todas 
Nic. 


Trini 
Todas 


En  este  momento,  na.  Cuando  pase  el  fes- 
tejo, sus  pediré  audiencia  correlativa. 
¿Pa  qué? 

Pa  istruifme  en  la  adoración  noturna  a  do- 
micilio. 

¡Y  un  iamón!  f  ,       .  •    ■  ^ 
¡Babilónico!     (  (=«*»*>*•) 
Bueno.  Y  de  eso  del  convite,  ¿qué? 
Los  padrinos  me  han  comunieao  que  espe- 
ran en  el  café  más  próximo  pa  venir  luego 
toos  en  comandita  acompañando  a  les  cón- 
yugues.  Con  que  a  elegir.  ¿Nos  quedamos 
aquí  a  la  intempéride,  o  vamos  al  susodicho 
moka? 
¡Al  café  I 

Bueno.  Pero  coste  que  está  prohibido  pedir 
tonteiías,  como  chocolate  a  la  francesa,  Be- 
nedictino, Cazaba  y  tos  tas  inferiores  o  supe- 
riores. 

¡Vivan  los  novios! 
¡Vivan! 

(Repite  la  orquesta  sigo  del  número,  y  a  sus  acordes 
hacen  mutis  las  verduleras.) 


ESCENA  V 


NICOLÁS.  A  poco  ROSARIO 


Nic.  Y  a  too  esto,  servidor,  sin  haber  podio  echar 

la  vista  encima  a  la  madame  que  me  tié 
trastornas  toas  las  ñbras  de  la  región  del 
cariño,  (incomodado.)  ¡Pa  mí  que  va  a  haber 
bronca  y  coucetos,  ofensivos  pa  la  familia  de 

la  interfeta!  (Mirando  hacia  la  izquierda.-)    ¿Eh?... 

¡Sí!...  ¡Ella  es!...  (Con  gran  alegría.)  ¡Ea!  rúes  ya 
tién  ustés  aquí  a  un  hombre  desarmao... 
¿Pero  qué  tendrán  las  faldas  pa  gustarnos 
tanto?  jMiá  que  es  chocante!  Hace  un  mo- 
mento, servidor  y  una  pantera...  similares. 
Y  ahora,  na  más  de  verla  de  venir,  un  pe. 
rrito  de  aguas.  ¡Na!  Que  como  esa  nena  quie- 
ra, ya  me  estoy  viendo  con  un  lacito  azul  al 
pescuezo  y  una  borlita  en  sitio  visible. 


—   40  — . 


Música 


Ros.  ¡Creí  que  no  llegaba! 

Nic.  Gracias  a  Cañete. 

Aquí  me  tiés  hecho 

una  marionete. 

Di  tú  que  pa  hablarte 

hay  nesecidá 

de  pedir  audiencia 

a  su  majestá. 
Ros.  Disimula,  chico, 

si  te  di  el  plantón; 

pero  aquí  me  tienes 

llena  de  pasión. 
Nic.  ¡Ja,  ja,  ja,  ja! 

¡Déjame  que  me  sonría 

de  que  estás  apasiona! 
Ros.  ¡Sí,  sí,  sí,  sí! 

Nadie  quiere  en  este  mundo 

como  yo  te  quiero  a  ti. 
Nic.  Yo  a  ti  más. 

Ros.  No  es  verdá. 

Nic.  ¡Te lo  juro 

por  lo  más  eagrao! 

¡Si  supieras  las  cosas  que  anoche 

contigo  he  soñao!... 
Ros.  ¡Soñabanl 

Nic.  Te  digo 

la  verdá,  mujer. 
Ros.  ¿Y  qué  ha  sido  el  sueño? 

Nic .  Lo  vas  a  saber. 

Nos  había  caído 

la  lotería, 

haciéndonos  felices 

en  pocas  horas. 

Conque  eu  esto  me  dicen 

que  se  vendía 

eí  palacio  de  un  moro 

con  toas  las  moras. 

ROS.  (Muy  contenta.) 

¿Y  qué  y  qué? 
Nic  .Pues  que  fui  y  el  palacio 

te  lo  compré. 
En  seguida  salimos 
pa  el  extra  vjero, 


—  41  — 

pa  de  cosas  de  gusto 

hacerte  acopio; 

y  tuviste  ca  traje 

y  ca  sombrero, 

que  había  que  mirarte 

con  telescopio. 
Ros.  ¿Que  sí"?  ¿Que  sí? 

Nic.  ¡Noventa  3'  dos  mil  duros 

me  dejé  allí! 

Y  además  un  chálete 

con  su  verja  dora. 
Ros.  ¿Y  tenía  cocina? 

Nic.  Oon  la  lumbre  apaga. 

Pero  na  más  mirastes 

un  poquito  al  fogón, 

y  la  luz  de  tus  ojos 

encendió  too  el  carbón. 
Ros.  ¿Y  había  gallinitas? 

Nic.  ¡Quinientas  veintitrés! 

Ros.  ¿Y  era  el  portal  bonito? 

Nic.  ¡Igual  que  el  de  Belén! 

Ros .  ¿Y  coches? 

líic.  ¡Y  cocheros! 

Ros.  ¿Y  estanques? 

ííic.  ¡De  cauchó! 

Ros.  ¿Y  un  perro  ne^ro  y  blanco? 

.Nic.  ¡Y  un  burro  todo  azul! 

Ros.    i  ¡Qué  pena  al  despertarte 

y  ser  mentira  too! 
Nic.  ¡No  sabes,  negra  mía, 

la  rabia  que  me  dio! 
Ros .  Algún  día  llegará 

que  too  eso  sea  verdá. 
Nic.  ¡Ojalá! 

Ros.  ¡Ojalá! 

Hablado 

Nic.  ¡Pero  que  me  tenías  ya  como  pa  el  crimen 

pasional! 

Ros.  ¿Y  qué  quieres?  Esto  de  ser  una  menor  de 

edá,  y  con  cabeza  de  familia  a  toas  horas, 
es  una  lata.  ¡Tú  no  pues  figurarte  lo  que  he 
bregao  pa  el  permiso  paterno!  Conque,  por 
últimas,  concedió;  pero  con  mi  hermanito 
chiquitín.  ¡Miá  que  no  poder  ir  una  solitaria 
por  el  mundo!... 


—  42  — 

Nic.  Sí  que  son  cuidadosos  por  la  moral  tus  pro- 

genitores, nena.  Pero,  oye,  ¿y  el  chavea? 

( Girando  alrededor  de  ella,  buscándole,  y  quedando 
en  situación  frente  al  lado  derecho.) 

Ros.  Negra  me  he  visto  pa  darle  esquinazo;  pero, 

por  últimas,  ahí  arriba  lo  he  dejao  oyendo 
de  cantar  el  Balancé  a  unos  ciegos. 

Nic.  ¿Y  qué  vas  a  hacer  pa  penetrar  en  el  hogar 

sin  la  añadidura? 

Ros.  Pues...  coger  un  lápiz  y  un  papel  cuadricu- 

lao  pa  apuntar  los  mamporros  de  papá. 

Nic.  Y  que  tengo  noticias  que  de  aquí...  (Acción 

de  pegar.) 

Ros.  La  mano  derecha,  un  ventilador.  La  zocata, 

setenta  y  dos  duros  de  tortas  por  minuto. 
(Fijándose  de  pronto.)  Pero,  oye,  oye.  Ahora  que 
me  fijo,  ¿aónde  va  su  señoría  tan  empere- 
gilao? 

Nic.  Paeces  tonta,  nena.  ¡Si  es  la  bodal 

Ros.  ¿Por  fin?...  ¡Dios  quiera  que  no  haiga  pata! 

Nic.  Rota,  puá  ser  que  haiga  alguna. 

Ros.  A  ver  si  te  metes  tú  aonde  no  te  llaman  y 

te  lisian. 

Nic.  No  será  tanto. 

Ros.  Por  si  acaso.  Que  un  marido  con  ¡añas,  ¡pa 

el  gato! 

Nic.  No  tengas  cuidao.  Cuando  no  pasó  na  el  díe 

de  la  bronca... 

Ros.  ¡Y  que  me  digieron  que  fué  gruesa! 

Nic.  ¡Como  que  si  no  canta  la  gallina  el  Leonar- 

do, a  estas  horas  han  salió  toos  en  la  prensa 
noturna!    (Mirando    hacia    la  derecha.)    ¡Repám- 

pano! 
Ros.  ¿Qué? 

Nic  ¡El  Leonardo! 

Ros.  ¡Ay,  Dios  míol 

Nic.  ¡Calla! 

(Medio  se  ocultan  en  la  izquierda.  Leonardo  sale  pau- 
sadamente por  la  derecha,  mira  a  todos  lados,  consul- 
ta el  reloj  y  hace  mutis  por  donde  están  Rosario  y 
Nicolás,  los  cuales  giran  agachaditos  ocultándose  has- 
ta que  Leonardo  desaparece.) 
ROS.  ¿Pe  ves?  (Dirigiendo  la  mirada  al  sitio  por  donde  se 

fué  Leonardo  ) 

Nic.  Si.  Se  ha  metió  en  la  tasca.  (ídem.) 

Ros.  Yo  creo  que  debíamos  de  avisar... 


—  43  — 


Nic.  Sí,  porque  ha  mirao  el  reló  corno  diciendo: 

A  las  nueve  se  inaugura  la  salchichería. 
Ros.  ¡Amos,  no  me  metas  miedol 


ESCENA  VI 

DICHO?,   CELEDONIA  b  ISIDORO,   muy   vestidito3   de    gala,    como 
para  una  fiesta 

Cel.  ¡Hola,  pollos! 

NlC.  ¡Hombre!  ¡Ni  a  posta!  (Aún  atemorizado.) 

Isid.  ¿Qué? 

Nic.  Lo  de  llegar  usté?,  porque  ahora  mismo  nos 

íbamos  a  buscarles. 
Cel.  ¿Pasa  algo? 

Ros.  ¡Cani  na!  ¡Que  está  ahí! 

(Con  mucho  misterio  y  señalando  al  sitio  por  .-donde 
se  fué  Leonardo.) 

Isid.  ¿Quién? 

NlC.  ¡El  Leonardo!  (También  a  media  voz  y  cou  susto.) 

CEL.  ¡Uy,  qué  miedoi  (Guaseándose.) 

Nic.  Sí.  Échelo  usté  a  chirigota;  pero  pa  mí  que 

está  dispuesto  el  R.  I.  P. 

Isid.  No  será  tanto. 

Cel.  Por  lo  pronto,  nos  ahorra  la  propina  del 

continental  que  le  íbamos  a  enviar. 

Ros.  ¿Ustés? 

Cel.  ¡Sí.  Le  vamos  a  conceder  audiencia  a  la  li- 

món. 

Isid.  Y  a  hablarle  como  dice  el  Fleury  que  habló 

Cristo  a  los  israelitas  en  el  mar  Rojo. 

Nic.  ¿Y  si  no  hace  caso? 

Cel.  Entonces,  sonreiros  de  la  expulsión  de  los 

judíos  y  de  sus  señoras. 

Ros.  Si  ustés  quieren,  nos  quedarnos. 

Isid.  ¿Pa  qué?  ¡Jóvenes!  ¡Al  interior! 

Ros.  (Mirando.)  ¡El  Leonardo! 

Isid.  ¡Al  interiorl 

(Hacen  mutis  por  la  derecha  Rosario  y  Nicolás.  Re- 
pliéganse  al  mismo  lado  Celedonia  e  Isidoro,  y  se  de- 
jan ver  cuando  el  diálogo  io  indica.) 


—  44  — 

ESCENA  VII 

CELEDONIA,   ISIDORO   y   LEONARDO 

iiEON.  Faltan  unos  minutos  pa  el  argumento.  ¿Que 

hay  que  dar  un  escándalo?  ¡Pues  se  da!  ¿Que 
se  tercia  meter  mano?  Eso  es  pa  un  servi- 
dor como  ir  a  misa  de  once.  Me  rasco  así 
(sacando  la  navaja.)  y  expresiones  de  la  asis 
tencia  facultativa.   ¡Digo!   ¡Y  que  es  fea  la 

alhaja!    (Haciendo  crugir  los  muelles.)    Con    esto, 

y  na  más  que  un  poco  de  pupila,  ni  boda 

ni  na.  (Cierra  la  navaja  y  se  la  guarda. ^ 

Isid.  (Creo  que  ha  llegao  el  istante  de  la  tos  fe- 

rina.) 
Cel.  ¡Eiém!  ¡Ejém!  (Tosiendo.) 

León.  ¿Eh? 

Cel.  |Ls  digo  a  usté  que  me  se  ha  pue&to  el  epi- 

gastrio como  una  alambrera! 

León.  ¡Hombre!...    Hay  visita...   ¡Pero   que   muy 

buenas! 

Cel,  ¡Saluqui! 

Isid.  ¡Aurevoir! 

(Saludan  a  Leonardo  haciendo  reverencias  ridiculas, 
como  dispuestos  a  la  tomadura  de  pelo.) 

León.  ^Caramba!  ¡El  Comendador  y  Doña  Inés  del 

alma  mia! 
Isid.  Como  festivo,  sí  que  lo  es.  ¿Vardá  usté? 

Cel.  ¡El  día  del   Corpus   con   americana!   ¡Bon 

■jour!  (Haciendo,  como  Isidoro,  nuevas  reverencias 
ridiculas.) 

León.  ¿Es  a  un  servidor  a  quien  se  dedican  esas 

salutaciones? 
Cel.  ¡Verídico! 

León.  Pues  estimando,  y  muy  buenas  las  tengan 

ustés.  ¿Qué  pasa? 
Isid.  Pues  que  tenemos  nesecidá  de  celebrar  una 

interviuve. 
Lecn.  ¿Con  muá? 

Cel.  ¡Con  vous! 

Isid.  ¡Güíl  (1) 

León.  ¿Vienen  ustés  solos? 


(l)      Pronuncíense  todos  los  términos  franceses  como  están  escri- 
tos y  siempre  con  exageración  y  guasa  abundantes. 


—  45  — 

Isid.  Traemos  a  nuestro  albacea  testamentario 

por  si  da  la  concidencia  de  que  hay  que  le- 
vantar algo. 

León.  No  le  veo. 

Cel.  (a  Isidoro.)  Preséntelo  el  hombre. 

Isid.  ¡Voilál 

(Presentando  un  grueso  garrote  que  hasta  este  mo- 
mento ha  tenido  escondido  con  las  manos  atrás.) 

León.  ¡Bonito  juguete! 

Cel.  ¡Cosas   de   este  pollo,  que  tié  unhumorl... 

LEÓN.  (intentando    coger    el    garrote.)    ¿Me    permite    el 

hombre? 

Isid.  No  hay  de  qué.  Está  en  buena  mano,  (vol- 

viéndolo atrás.) 

León.  Na  más  era  pa  saber  de  qué  es. 

Cel.  ¡De  madera  inrompible!  ¡Garantizao  por  dos 

años! 

León.  Bueno.  Pues  usté3  dirán. 

Isid.  El  bello  sexo,  siempre  per  delante.  Yo  me 

reservo,  por  ahora,  la  oratoria,   (cediendo  el 

puesto  a  Celedonia,  con  reverencia  y  todo.) 

Cel.  (Tosiendo  y  haciendo  todo  lo  que  es  de  rigor  para  co- 

menzar un  discurso.)  Pues  resulla  de  que  nos 
hablan  comunicao  de  que  andaba  por  aquí 
un  viva  la  Virgen  muy  parecido  a  usté,  y 
de  que  traía  la  sana  intención  de  meter  la 
pata,  según  costumbre  del  tal.  Y  como  eso 
no  lo  consienten  ui  una  servidora  ni  el  ca- 
ballero adjunto,  venimos  a  anunciar  al  in- 
terfecto una  tontería. 

León.  ¿Qué? 

Cel.  Que  estamos  dispuestos  a  colgar  de  seme- 

jante sitio,  vulgo  nuez,  al  susodicho,  ha9ta 
que  los  contrayentes  tengan  el  primer  crío. 
Firmao  y  sellao. 

Isid.  (a  Leonardo.)  La  defensa  tié  la  palabra. 

León.  Hombre.  Si  no  diera  la  casualidá  de  quetién 

ustés  la  mar  de  abriles  sobre   los  lomos,  y 

de  que  media  Una  Señora,  (Reverencia  de  Cele- 
donia.) a  estas  horas  estaban  ustés  sobre  la. 
mesa  de  operaciones. 

Isid.  ¡Miau! 

Cel.  ¡Ramamiau! 

León,  Menos  maullidos,  y  escuchen  los  felinos  mi 

última  volunta.  Esos  pollos  del  margen  no 
se  casan.  ¡Y  que  lo  dice  un  hombre! 


—    46    -     ■ 

*Cbl.  ¿Me  se  permite  el  uso  de  la  frase  pa  retifi- 

ear? 

Isid.  hien.  Pero  sea  breva  la  contrincanta. 

Cel.  Soy  breva,  y  digo:  ¿Se  pué  saber  en  qué  ga- 

lería del  Este  entierra  la  fiera  corrupia?  (con 

mucha  guasa.) 

León.  (Guasón  y  agresivo  )  Con   las  señoras  en  buen 

uso,  me  agrada  la  chirigota.  Con  las  caca- 
túas... ¡ni  linda  palabra! 

Cel.  ( uisponiéudose  a  sacudir.)  Si  la  presidencia  lo 

permite,  creo  que  se  imponen  las  tortas. 

ISID .  (Reteniendo  a  Celedonia  y  pasando  Junto  a  Leonardo.) 

¡Tilín,  tilín!...  ¡Orden!...  Porque  una  cosa 
es  que  yo  la  haiga  traído  a  usté  de  mujer 
buena,  y  otra  que  me  busque  usté  la  perpe- 
tua. 

León.  h'alvo  lo  de  la  perpetua,  conformes.   Y  pa 

usté,  particularmente,  lo  dicho.  ¡Que  «o  se 
casan! 

Isid  .  Miste,  señor...  Yo  siempre  he  eolventao  mis 

asuntos  zumbándome  la  pandereta  hasta 
con  mi  sombra;  pero  por  una  vez  vamos  a 
ver  si  por  la  buena  ponemos  cero  al  co- 
ciente. 

León.  Usté  dirá. 

Isid.  ¿Qué  va  usté  a  sacar  emborronando  la  pla- 

na de  la  felicidá  a  dos  novicios  que  se  an- 
helan? Porque  yo  no  le  veo  la  punta. 

León.  ¡Capriehitos  del  niño! 

Isid.  ¡No,  señor!  (Enérgico.)  Y  las  cosas  claras.  Lo 

que  hay  aquí  es  que  se  ha  apoderao  de  usté 
una  mala  bestia  que  se  llama  Brígida,  la 
cual  le  ha  tomao  a  usté  por  un  artista  pelo- 
tero del  pim,pam,  pum. 

León.  ¿Verdá  que  sí? 

Cel.  ¡Kl  Evangelio,  señor!  Y  usté,   que  sin  ese 

arrabi-l  pué  ser  hasta  una  persona  decente 
(y  usté  perdone),  pues  usté  se  olvidaría  has- 
ta de  que  hay  en  el  mundo  Joaquinas  y 
Robustianas. 

Isid.  ¡Entoavía  más,  señor!  ¿Qué  pué  ser?  ¿Que 

usté  no  encuentra  poesía  a  la  vida  sin  el 
amor  de  la  hembra,  vulgo  mujer?  ¡Pues  ha- 
blando se  entiende  la  gente,  caracoles!  ¿Quié 
usté  la  madre  de  mi  segunda  difunta?  ¡Pues 
ya  es  de  usté  afectísima! 


Cel.  ¡No!  Perder  el  tiempo,  no. 

Isid.  ¿Cómo  que  perder  el  tiempo? 

Cel.  ¡Digo!  ¡Como  que  al  día  siguiente  la  tenía 

usté  otra  vez  en  casa  con  un  continental! 

Isid.  Pue3  entonces...  ¡Como  no  le  convenga  al 

hombre  la  Caramanchinay!... 

León.  Están  ustés  deliriando,  venerables  ancianos. 

Yo  no  cambio  así  como  así,  y  lo  dicho,  di- 
cho. ¡Joaquina  será  mía,  o  de  nadie!   (Muy 

enérgico  y  despreciativo.) 

Isid.  Pero... 

León.  ¡Beso  a  usté  la  mano!  (seco.) 

Isid.  ¿Cuála? 

León.  Cualquiera  de  las  cuatro. 

IsiD  .  (Enarbolando  el  garrote.)  ¿Qué? 

Cel.  (Quitando  el  golpe  y   pasando    a  ocupar  el  puesto  de 

Isidoro.)  ¡Hombre!...  ¡Que  le  puede  usté  ha- 
cer daño  al  pobre! 

León.  Y  a  usté,  señora,  no  la  beso  na;  pero  estoy  a 

los  pies  de  usté. 

Cel.  ¿Usté  a  mis  pie?!  ¡Gracias!  Me  van  a  tomar 

por  San  Antón,  y  no  quiero  na  con  el  mar- 
tirologio. 

León.  Y  se  acabó  la  película,  y  lo  dicho,  dicho. 

¡Mía,  O  de  nadiel  (Más  energía.) 

Isid.  Está  bien.  Hemos  tenido  tanto  disgusto  en 

Conocerle.  (Haciendo  una   reverencia.) 

■Cel.  Siguen  las  firmas,  y  una  pregunta  pa  ter- 

minar. 

León.  ¿Qué? 

Cel.  ¿Sabe  usté  leer? 

León.  '  ¿Por  qué  es  la  curiosidá? 
Cel.  Pa  que  lea  la  iscrición  del  junco. 

León.  ¿Qué  dice? 

ISID.  (Deletreando  como  si    efectivamente  hubiese  escriture 

grabada  en  el  garrote.)  Agítese  antes  de  usarse. 
León.  ¿Y  qué? 

Cel.  ¡Que  se  agitará! 

Isid.  ¡Pero  que  muy  buenas! 

Cel.  ¡Saluqui! 

(Hacen  mutis  por  la  derecha,  no  sin  prodigar  las  re- 
verencias guasonas  de  despedida.) 


—  48  — 

ESCENA  VIII 

LEONARDO    y    BRÍGIDA 

León.  ¡Pobrecillos!  Les  agrada  la  polka,  y  va  a 

haber  que  darles  gusto. 

Bríg.  (por  izquierda.)  Creí  que  no  le  iban  a  dejar  a 

usté  los  ahogaos  de  pobres. 

León.  Sí  que  han  estao  pelmas;  pero  como  si  no. 

Bríg.  ¿Qué  piden? 

I.eon.  ¡Una  pequenez!  Que  deje  en  paz  a  los  tór- 

tolos, que  olvide  a  la  Joaquina... 

Bríg.  Pero  usté... 

León.  ¡Que  no,  y  que  no!  La  boda  no  ¡e  celebra,  o 

me  hará  usté  el  favor  de  encargar  un  entie- 
rro decentito. 

Bríg.  ¡Así  me  gustan  a  mí  los  hombres! 

León.  La  hora  se  acerca,  (consultando  el  reloj.) 

Bríg.  Pues  adentro. 

(Ambos  entran  en  la  iglesia.) 


ESCENA    IX 

JOAQUINA,  CELEDONIA,  ROSARIO,  las  VERDULERAS,  VICENTE, 
ISIDORO,  NICOLÁS  y  CORO  GENERAL.  Gran  algazara  dentro 

Cel.  ¡Vivan  los  novios! 

Todos         ¡Vivan! 

(Se  repiten  los  vivas  con  ln  pesadez  natural.) 

Isid.  Y  que  tenéis  la  primer  zumba,  porque  pae- 

cía  que  iba  a  haber  tormenta,  y  el  nublao 

Se  ha  ido.  (Mirando  en  todas  direcciones.) 

Vic.  (a  Joaquina.)  ¿Qué  te  pasa? 

Joaq.  ¿A  mí?  Nada. 

Vic.  ¡Si  talmente  paece  que  vas  a  un  entierro!;.. 

Joaq.  ¿Yo? 

Cel.  ¡Tú,  sí!  Tié  razón  éste. 

Joaq.-  Es  que  ese  Leonardo  es  tan  malo... 

Cel.  Peor  es  contar  los  años  con  acuse.  Y  aquí 

me  tiés  a  mí  con  las  cuarenta  y  las  diez  de 
monte,  y  como  si  acabara  de  tomar  la  pri- 
mera comunión. 


—   19   — 

ESCENA  X 

DICHOS;  CARMELA  y  PERETE 

8011  dos  gitanillos  algo  desarrapados;  pero  sin   exageraciones    en  los 
destrozos  de  la  ropa 

Per.  iZeñoritos!  ¡Una  perrilla  pa  estos  probesi- 

tos esamparaos! 

Isid.  ¡Dios  te  socorra!  ¡Tamames! 

Car.  (a  Vicente)  Osté,  rumboso.  Osté  nos  va  a  dá 

una  perrilla,  pa  que  er  Zeñó  le  conserve  esa 
clavellina  que  lleva  osté  a  la  vera. 

Cel.  [Que   agüequeis   y  que  sus  lavéis,  precio- 

sos! 

Per.  ¡Una  perrilla  na  más!  Y  verán  ostés  qué  co- 

sas vamos  a  canta  pa  que  se  armasene  toíta 
la  alegría  en  esta  presona,  que  es  mesma- 
mente  la  Vingen  e  Consolasión. 

Joaq..  ¡Socórrelos,  Vicente! 

VlC.  (Dándoles  algunas  monedas.)  Ea.  Os  Salisteis  COn 

ella,  ¡granujas! 
Car.  ¡Er  Zeñó  te  lo  aumente,  moso  güeno!  Y  pa 

que  la  limosna  no  zarga  de  gratis,  vamo  a 
canta  y  a  baila  en  orsequio  de  esta  rosa  der 
Jericó. 

[Todos  forman  corro,  en  cuyo  centro  cantan  y  bailan 
Carmela  y  Perete.) 

Música  (1) 

Per.  Pa  que  sea  un  gitano  serrano 

lo  primero  que  se  nesesita. 
Car.  Es  que  sea  su  pare  gitano 

y  su  mare  gitauita. 
Per.  Y  si  ella  es  bonita 

y  si  él  es  un  moso  agraeiao. 
Car.  Pos  en  seguiíta 

er  lío  está  armao. 
Per.  Y  a  la  cuenta  de  los  nueve  meses, 

aquí  y  en  Birbao... 


(l)      A  voluntad  de  los  artistas  (claro  que  contando  con  el  públi- 
co), queda  el  cantar  las  tres  coplas,  o  dos,  o  una. 


—  50  — 

Car.  Sale  un  gitanillo  mu  retesalao. 

Los  dos  Y  es  iguá  que  sea 

invierno  u  verano. 
Na  más  que  con  eso 
que  ha  dicho  mi  menda, 
ya  tié  osté  un  gitano. 
Per.  Si  se  quiere  una  gitana  pura, 

pos  que  sea  gitana  la  mare. 
Car.  Y  que  tenga  postín  y  jechura 

er  gitano  de  su  pare. 
Per.  Y  ya  está,  compare, 

la  custión  importante  arregla. 
Car.  Y  a  ver  la  comare 

si  está  prepara. 
Per.  Que  a  la  cuenta  de  los  nueve  meses, 

u  enantes,  quisa... 
Car.  Sale  una  gitana 

la  mar  de  sala. 
Los  dos  Y  es  iguá  que  sea 

aluego  u  mañana. 
Na  más  que  con  eso 
que  ha  dicho  mi  menda 
tié  usté  una  gitana. 
Per.  En  cuantito  que  los  gitanillos 

medio  saben  tenerse  en  el  suelo. 
Car.  Los  amontas  en  dos  borriquillos, 

bien  con  silla  u  bien  en  pelo. 
Per.  Y  te  queas  lelo 

ar  mira  con  qué  fina  arrogansia. 
Car.  Te  dan  er  camelo 

con  preponderansia. 
Per.  Pos  a  un  jaco  más  viejo  que  el  hambre, 

con  la  nigromansia. 
Car.  Lo  dejan  que  paese  de  París  de  Fransia. 

Los  dos  Y  asín  son  las  cosas, 

y  asín  es  la  vía, 
y  asín,  caballeros, 
va  andando  po  er  mundo 
la  gitanería. 

(Bailan,  jaleados  por  todos.) 

Hablado 

Per.  ¡Que  un  devé  sos  acompañe  y  sos  libre  de 

malitas  voluntaesl 
Car.  ¡Y  de  rencores  enconaos! 

(Mutis  ambos  gitanillos.) 


—  51  — 

ESCENA    XI 

DICHOS,  menos  CARMELA  y   PERETE 

Ros.  ¡Tienen  gracia  los  chiquillos! 

Nic.  ¿Te  han  gustao? 

Ros.  ¡Pero  que  mucho! 

Nic.  A  mí  también.  Conque  en  cuanto  tu  papá 

se  venga  a  las  buenas,  cuenta  con  dos  cha- 
vales aeí.  ¡Negra! 

(Medio  abrazando  a  Rosario,  haciendo  «pendant»  con 
Joaquina  y  Vicente,  que  estáu  acarameladitos.) 

Isid.  ¡Ande,  ande  el  melonar,  y  viva  el  señor  de 

Himeneo! 

Cel.  ¡Como  que  es  una  lástima  que  no  nos  hai- 

gamos  traído  toda  la  documentación,  y  ¡el 
delirio!  Tres  bodas  de  un  golpe. 

Vic.  ¡Pobre  cura! 

-Cel.  ¡Calla,  tonto,  ¡Si  pa  ellos  es  la  mar  de  fácil! 

(Remedando   a  los  curas  en  el    acto    del  casamiento.) 

¿Usté  quiere  a  esta  pa  compañera  u  cónyu- 
gue? ¡Pero  que  con  las  entretelas  del  cora- 
zón! ¿Y  usté  camela  a  este  pasmao?  ¡Más  que 
a  la  alimentación!  Pues  tres  dóminus  bovis- 
cum,  la  misa  de  cuerpo  presente,  su  propi- 
na a  los  monagos,  su  buena  juerga  en  la 
Bombilla,  y  ¡tira,  cochero! 

Vic.  Vaya.  ¿Vamos? 

Isid.  Sí,  que  no  me  gusta  hacer  de  rabiar  al  clero. 

Cel.  Ni  a  mí.  ¡Andando! 


ESCENA  XII 

DICHOS  y  LEONARDO.  Después  BRÍGIDA 
ÍjEON.  (Apareciendo  en   la    puerta    de    la   iglesta.)  ¡Alto!... 

¿Se  pué  saber  aónde  va  la  comparsa? 

(Sorpresa  general,  quedando  los  personajes  en  esta  si- 
tuación: Leonardo  en  el  centro  de  la  puerta.  Joaquina 
y  Vicente  en  el  lado  izquierdo,  próximos  a  la  iglesia. 
En  el  mismo  lado,  pero  dejando  destacarse  a  los  no- 
vios. Celedonia,    Isidoro,    Rosario,  Nicolás    y    algunos 


—  62    - 

acompañantes.  Los  demás  en  el  lado  derecho,  próxi- 
mos a  la  puerta  de  la  iglesia,  y  todos  como  aterrados 
an»e  la  inesperada  presencia  de  Leonardo,  que  de- 
muestra haberse  enterado  del  efecto  causado  por  su 
aparición.) 

Cel.  (¡Vaya!  ¡La  película  de  regalo!) 

JoAQ.  (Abrazando  a  Vicente.)  ¡Vicente!  ¡Por  Dios!... 

L/EON.  (Avanzando  pausado   y   mirando  a  todos  con  aire  va- 

lentón de  perdonavidas.)  He  preguntao,  y  no  me 
se  contesta.  Lo  cual  que  es  chocante. 

Vic.  (Tranquilo  y  enérgico.)   Vamos  aonde  tenemos 

que  ir,  con  la  tranquilidá  de  quien  no  espe- 
ra estorbos.  Y  si  sale  alguno,  pues  se  le  em- 
puja, y  en  paz. 

León.  (Desafiador.)  Pa  mí  que  eso  es  un  rentoy,  y  ná 

más  que  un  rentoy. 

(Movimiento  de  intranquilidad  y  temor  en  todos,  como 
esperando  algo  desagradable.) 

Nic.  (soltándose  de  Joaquina.)  Pues  pa  que  se  des- 

engañe USté  en  Seguida.  (Avanza  resuelto  hasta 
ponerse  junto   a   la   puerta,   y    dice   arrogantemente.) 

¡Joaquina!  ¡Adentro! 

(Al  avanzar  Joaquina,  temerosa,  Leonardo  (que  ya  se 
ha  empalmado  la  navaja)  avanza  también  para  impe- 
dirlo.) 

León.  ¡Que  no  se  pasa,  he  dicho! 

VlC.  (Empujándole    despreciativamente.)  ¡VamOS,    hom- 

bre! ¡Que  me  molesta  usté! 

(Del  empujón  sale  Leonardo  tambaleándose,  acabando 
por  caer  cerca  de  los  bas;idores  del  piimer  término 
derecha,  soltando  la  navaja  y  figurando  que  se  hiere 
al  caer  sobre  ella.  Se  arma  el  revuelo  consiguiente, 
con  gritos  de  las  mujeres,  y  Brígida  sale  rápidamente 
de  la  iglesia,  juntándose  con  los  que  se  acercaron  a 
socorrer  a  Leonardo.) 

León.  (Angustiosamente.)  ¡Dios  mió!...  ¡Me  ha  matao! 

(Apenas  oído  esto,  promuévese  un  desconcierto  enor- 
me; se  oyen  gritos  de  «Isocorro!  ¡guardiasl>  Unos  con- 
tienen a  Vicente;  otros  atienden  a  Joaquina  y  otros  se 
ocupan  de  Leonardo,  sin  ocultarle  por  completo  a  la 
vista  del  público.  Ensáyese  muy  bien  todo  esto,  que  es 
de  absoluta  necesidad  dominar.) 


—  63  — 

ESCENA  XIII 

DICHOS,  un  INSPECTOR,  GUARDIAS  1  °  y  2  ° 

Insp.  A  ver...  ¿Qué  es  esto? 

■Cel.  ¡Ná,  señor  ispector!  ¡Un  granuja  que  ha  su- 

bió al  cielo  en  gran  velocidá! 

Insp.  ¿Qué? 

Guar  1  °  Aquí  hay  un  hombre  que  talmente  paece 
muerto. 

INSP.  (Después  de  acercarse   y  cerciorarse  de  que  es  cierto.) 

¿Quién  le  ha  herido? 
Nic.  ¡A  mí  no  me  mire  u^té,  que  yo  no  he  sío! 

Insp.  ¿Pues  quién?  ¿Es  que  no  lo  ha  visto  nadie? 

BrÍG.  (Avanzando    resueltamente.)    ¡Yo,    señor    ispetor! 

¡Yo  lo  he  visto!  (señalando  a  Vicente.)  ¡Ese  hom- 
bre ha  sido! 

Vrc.  (Aterrado.)  ¿Yo?...  ¿Que  yo  he  sido?. . 

Joaq,  ¡Miente,  miente  esa  mala  mujer! 

Bríg.  Créame  u^té  a  mí,  que  lo  he  visto  perfecta- 

mente. ¡Ese  ha  sido!...  (Recogiendo  la  navaja  de 
Leonardo.)  ¡Misté  aquí  la  navaja! 

Insp.  ¡A  ver,  guardiasl  ¡Amárrenmelo  ustedes! 

(A  viva  fuerza  los  guardias  separan  a  Vicente  de  Joa- 
quina y  los  demás,  y  lo  atan  codo  con  codo.  Después, 
acompañados  y  ayudados  de  los  que  primeramente  so- 
corrieron a  Leonardo,  retiran    a    éste  por  la  derecha.) 

Cel.  (a  Brígida.)  ¡Infame!  ¡Ladrona! 

Insp.  ¡A  callar! 

Joaq.  (Forcejeando  por  soltarse.)  ¡Vicente!...  ¡Vicente 

mío!... 
Insp.  (a  Vicente.)  ¡Eche  usted  delante! 

VíC,  (Tranquilo  y  resignado.)  Sí,  Señor.  Vam08  donde 

USté  (miera.  (Mutis  por  la  derecha  Inspector,  Vi- 
cente y  algunos  curiosos.) 

Joaq.  ¡Vicente!...  (Angustiada.) 

BrÍG.  ¡Al  fin!...  (Mutis  por  la  izquierda.) 

dEL.  (Sofocada   y  atrozmente  nerviosa.)    ¡Con    permiso, 

señor  Isidoro!...  Usté  con  él,  a  ver  en  qué 

para  esto...  VllSOtrOS  (a  los  que  amparan  a  Joa- 
quina.) con  esa  a  casa.  Y  yo...  ¡Tararí!...  ¡Han 
tocao  a  matar! 

(Remangándose  las  faldas  para  correr  mejor  y  echando 
a  correr  por  el    lado  que  marchó  Brígida,  y  quedando 


—  54  - 

solo  Isidoro,  como  atontado,  a  tiempo  que  por  una  es- 
quina asoma  la  murga  y  se  dispone  a  tocar  delante  de 
la  iglesia.) 


ESCENA  XIV 

18IDORO 

¡Y  ná!...  ¡Que  se  lo  llevan  al  pobrecito!  ¿Pero 
es  verdá  que  allá  arriba  se  consientan  estas 
infamias?  ¿Y  mi  albacea  sin  levantar  acta? 
¡Que  no!  ¡Que  nesecito  seis  cabezas  estro- 
peas! ¡Maldita  sea  mi  estampa! 

(Acciona  desesperada  y  locamente,  blandiendo  el  ga- 
rrote en  todas  direcciones,  como  si  tuviera  comba 
tientes  delante,  y  poniendo  en  dispersión  a  las  gentes 
que  salen  después  de  haber  dejado  a  Leonardo;  a  de- 
votos que  salen  de  la  iglesia  (incluido  el  monaguillo)  y, 
por  ultimo,  a  los  murgantes,  sobre  los  que  se  va  al 
oirlos  tocar,  haciéndolos  huir  con  pérdida  de  instru- 
mentos. El  telón  cae  lentamente  mientras  Isidoro  con- 
tinúa soltando  estacazos  al  aire.) 


MUTACIÓN 


-  55  — 


CUADRO  CUARTO 

Telón  corto  de  calle.    La  puerta    de    la  prendería    de    Isidoro   en  el 
foro  o  en  uno  de  los  lados,  donde  mejor  pueda  ser. 


ESCENA  PRIMERA 

NICOLÁS,  las  verduleras  (excepto  PILI,  que  sale    a    poco  de  levan 
tarse  el  telón)  y  CORO  GENERAL 

Sinfo  Pero  eso  de  la  gravedá  será  una  desagera- 

ción. 

Nic.  A  mí  me  han  dicho  que  anoche  estaba  casi 

en  las  últimas;  pero  que  hoy  ya  no  está  más 
que  en  las  penúltimas. 

Todas  (a  píü,  que  sale.)  ¿Qué  hay? 

Boni  ¿Cómo  está  el  señor  Isidoro? 

Pili  Pues  que  yo  no  le  encuentro  tan  malo  co- 

mo dicen.  El  razocinio  lo  conserva. 

Filo  ¿Te  ha  conoció? 

Pili  ¡Digo!  Ná  más  que  verme  y  me  ha  dicho 

que  a  ver  cuándo  le  pago  los  zorros  que  me 
llevé  fiaos. 

Trini  Pues  a  mí  me  dijieron  que  lo  que  tenía  era 

nurastenia. 

Nati  ¿Y  eso  qué  es? 

Nic.  Pues  una  enfermedá  nueva,  que  es  algo  así 

como  cuando  se  le  muere  a  uno  una  tía 
carnal. 

Doro  ¿Y  no  será  cosa  pasional?  Porque  como  ya 

lo  tenía  too  arreglao  pa  casarse  con  la  seña 
Oeledonia... 

Nic.  Hombre...  A  la  edá  del  señor  Isidoro  las  so- 

pitas  y  el  buen  vino  puen  pasar;  pero,  ¿pa- 
siones desbordas?...  ¡Pa  mí  que  te  han  to- 
mao  por  ¡VlaHame  Pimentónl 

Puri  Es  que  el  disgusto  fué  de  ordago. 

BoNI  (a  Nicolás,  que,  apoyado  en  ella,  se  está  permitiendo 

algunas  exploraciones.)  ¡Vamos,  tú!  Que  ya  eres 
muy  mayorcito  pa  que  te  sostengan. 
Nic.  Es  que  me  dan  vahídos,  y  me  vuelco.  (Aga- 

rrándose a  ella.) 


-  66-  — 

Boni  [Pues  apóyate  en  la  Cibeles,  que  en  paz  des- 

canse! (Rechazándole.) 

Filo  ¿Qué  es  eso? 

Boni  Que  este  Nicolasín  r.o  tié  desperdicio.   Pin- 

ta, quincallea,  y  los  ratos  de  ocio  los  dedica 
a  la  pasamanería,  (indicándolo.) 

Ncc.  ¡Qué  desagerá!  Total,  que  me  se  ha  ido  la 

mano,  y  la  he  hecho  así  en  la  musculatura. 

(Repitiendo  la  exploración.) 

Boni  |Que  te  quito  el  hálito  de  una  mauguzá! 


ESCENA    II 


DICHOS   y  CELEDONIA 


PuRI  ¿Qué  hay?      /  (Todas  preguntan,  ya  con  la  voz,  ya 

Nati  ¿Cómo  está?  )  con  el  gesto.) 

Cel.  (Afligidísima.)  ¡Muy  malito!  ¡Muy  malito! 

Todos  ¿Sí? 

Cel.  ¡Y  deliriando  a  toas  horas,  y  siempre  yo  en 

mita  de  la  calentura! 

Trini  ¡Como  que  la  tiene  a  usté  el  primer  afeto! 

Cel.  Ahora,  hace  un   istante,  va  y   me  llama. 

Conque  voy  y  me  acerco,  le  arreglo  el  em- 
bozo, ¿y  a  que  no  sabéis  lo  que  me  ha  dicho? 

TODOS  ¿Qué?  (con  grandísimo  interés.) 

Cel.  ¿No  es  verdad,  ángel  de  amor, 

que  en  esta  apartada  orilla... 

Puri  Vamos.  ¡Miá  que  acordarse  del  Tenorio! 

Nic.  ¡Sí  que  es  mal  síntoma! 

Sinfo  ¡Pobre  señor  Isidoro! 

Filo  ¡Tan  bueno!  f    ,  . 

Puri  ¡Tan  chirigoterol  (   (M»^1*m»<30) 

Pili  ¡Tan  amante  de  los  pingos!  / 

Cel.  (Medio  llorando.)  ¡Como  que  a  toas  horas  pien- 

sa en  vosotras! 

Doro  ¡Miá  tú!  Hace  dos  semanas,  bueno  y  sano, 

y  hoy  casi  pa  diñarla. 

Sinfo  ¡Como  que  no  sernos  ná! 

Nía  ¡Cebolleta!  ¡Que  lo  estáis  poniendo  que  pae- 

ce  que  talmente  está  ya  cadavérico! 

Nati  ¡Tié  razón  éste!  No  es  pa  tanto. 

Doro  ¿Y  qué  dice  el  médico? 

Cel.  Ná,  porque  no  le  visita. 

Puri  ¿Qué? 


—  67  — 

Cel.  Se  ha  encargado  de  él  un  curandero  amigo 

suyo. 

Doro  Pero,  ¿qué  dice? 

Cel.  Que  pa  morirse  que  no  está,  y  que  no  hay 

que  apurarse;  pero  que  si  se  pone  muy  gra- 
ve, muy  grave,  que  entonces  [que  sí  hay 

que  apurarse!    (Llorando  ruidosamente.) 

Nic.  No  haga  usté  caso.  La  ciencia  es  muy  pon- 

derativa. 

Cel,  Yo...  ¡bien  lo  sabe  Dios!  no  puedo  hacer  más 

de  lo  que  hago.  Día  y  noche  al  pie  de  la 
cama  u  a  la  cabecera,  según  tié  de  calentu- 
ra, y  dándole  too  lo  que  ha  mandao  el  cu- 
randero. 

Boni  ¿Y  ha  mandao  mucho? 

Cel.  Aquí  lo  tengo  apuntao  pa  que  no  me  se  ol- 

vide. (Saca  un  papel  y  lee.) 

Música 

Por  la  mañana 

muy  tempranito 

un  cocimiento 

de  manzanilla, 

y  de  once  a  doce, 

si  tié  apetiío, 

la  cuarta  parte 

de  una  tortilla. 
De  una  cosa  que  se  vende  en  latas 

dos  cucharaditas 

a  eso  de  las  tres, 
y  en  seguida  un  bisté  con  patatas 

que  estén  doraditas 

y  sean  suflés. 

A  anochecido 

café  con  leche, 

bien  con  bizcochos, 

bien  con  tostá, 

y  si  es  amigo 

del  escabeche, 

puede  tomarlo 

de  madruga. 
Ntc  ¡PueR  sí  que  es  un  pograma 

de  toa  sastif ación! 
¡Si  muere  el  pobrecito 
será  de  un  reventón! 


—  68  - 

Pili  No  hay  peligro  ya. 

Sinfo  No  se  morirá. 

Filo  Usté  lo  verá. 

Cel.  |Ay!  ¡Ojalá! 

Todos  Al  que  le  recetan 

esas  medicinas 

no  le  pasa  uá. 

Hablado 

Pili  Pues  ná.  Que  nos  alegraremos  de  que  se- 

mejore.  (Comienzan  a  desfilar.) 

Cel.  ¡Gracias,  chicas! 

Tkini  Y  que  ya  sabe  usté.  Que  si  hacemos  falta... 

Nic.  Sobre  too  a  la  hora  de  medicinarle  al  po- 

brecito... 
Cel.  ¡Gracias!  ¡Muchas  gracias!  (Mutis  Nicolás,  ver- 

duleras  y  acompañamiento.) 


ESCENA  III 


CELEDONIA.  JOAQUINA  por  la  izquierda 

Cel.  ¡Pobrecillos!  ¡Ya  lo  creo  que  con  alma  y  vida 

le  darían  la  sangre  de  sus  venas! 

JOAQ.  ¿Y  el  padrino?  (Con  interés  y  tristeza.) 

Cel.  Aé-í,  asi.  Deliriando  algunos  ratos;  pero  na 

más.  Y  de  lo  tuyo  ¿se  sabe  algo? 
Joaq.  A  eso  venía  también.  A  ver  si  ustés...  (con 

ansiedad.) 
Cel.  A  mí  me  han  dicho  que  pa  la  semana  que 

viene  es  la  vista  de  la  causa. 
Joaq  ¡Dios  mío!  ¡Dio3  mío!  (Llorando.) 

Cel.  Mira.  Eso  del  lagrimeo,  pa   cuando   haiga 

nesecidá,  si  es  que  la  hay.  Porque  penetras 

ahora  con  los  ojos  humedecíos,  se  entera  el 

doliente,  ¡y  capicúa! 
.Ioaq.  Tié  usté  razón.  Me  domiuaré...  ¡Pero  es  que 

esto  clama  al  cielo!  ¡Mi  Vicente!   ¡Mi  pobre 

Vicente!...  (Afligidísima.) 

Cel.  Muy  pobre,  sí;  pero  me  paece  que  a  los  de- 

más no  nos  ha  tocao  el  gordo.  Ahí  tiés  a  ese 
pobre  hombre  sin  levantar  cabeza  hace  más 
de  medio  mes.  ¡Y  eso  de  la  cabeza  ,  pa  los 
hombres,  es  gravísimo!  Aquí  me  tiés  a  mi 


~  59  — 

con  el  matrimonio  en  el  aire.  Y  tú...  con 
mirarte  al  espejo  te  ahorras  de  que  te  lo  di- 
gan. 

Joaq.  Sí,  sí.  Para  todos  ha  habido. 

Cel.  ¿Qué?  ¿Entras  a  verle? 

Joaq.  Sí.  ¡Pobre  padrino!  (Mutis.) 


ESCENA  IV 

CELEDONIA.  JOAQUINA  dentro 

Cel.  La  verdá  es  que  ya  se  le  podía  haber  ocurrió 

otra  cosa  al  que  inventó  el  Himeneo  y  las 
pasiones.  ¡Cuidao,  y  con  lo  que  nos  ha  traí- 
do el  palmito  de  eea  infeliz  y  el  hígado  atra- 
vesao  del  otro! 

JOAQ..  (Dentro  y  muy  gritado,  con  apuro.)  ¡Madrina!  ¡Ma- 

drinal 
Cel.  I  Voy,  voy!...  ¡Eso  es  que  le  ha  repetío  la 

calentura!...  Ahora  no  falta  más  que  siga 
con  el  Tenorio,  y  me  tome  por  el  Comenda 
dor...  ¡Voy!  ¡Voy!  (Mutis  acelerado.) 


MUTACIÓN 


—  60  — 


CUADRO   QUINTO 

A  todo  foro  la  galería  en  que  están  las  Salas  de  Justicia  en  el  con- 
vento de  las  Salesas.  En  el  fondo  puerta  practicable,  sobre  la  que 
se  destacará  visible  el  rótulo  «Sección  Segunda.»  Público,  guar- 
dias y  gente  de  curia  entrando,  saliendo  o  comentando,  sin  cesar 
y  sin  barullos. 


ESCENA  PRIMERA 

UJIERES   1.°   y  2.° 

Ujier  l.o  Bueno.  ¿Y  tú  qué  opinas?  ¿Saldrá  absuelto 
o  no'r 

Ujier  2. o  Hombre...  Mucho  ha  apretao  el  fiscal;  pero 
el  defensor  ha  estao  como  los  ángeles. 

Ujier  l.o      Puá  ser  que  el  Jurao  le  ponga  en  la  calle. 

Ujier  2.c  Eso...  según.  A  mí  me  paece  que  no  le  salva 
ni  la  Paz  y  Caridad. 

Ujier  l.o      Y  yo  que  creo  que  es  inocente. 

Ujier  2. o  ¡Por  la  otra  punta!  Bien  probao  está  que  fué 
asesinato  frnstrao,  hiriendo  por  la  espalda. 

Ujier  l.o  Pues  mira:  en  veinte  años  que  llevo  aquí 
siempre  me  he  fijao  en  que  los  asesinos  de 
verdá  no  lloran  por  na,  y  ese  infeliz  está  he- 
cho una  Madalena  a  toas  horas. 

Ujier  2. o  ¡Quizá  que  por  la  novia,  que  pa  mí  que  debe 
de  ser  la  primer  pécora! 

Ujier  1.°  ¡Amos,  calla,  que  tenemos  hijas,  y  vete  a 
saber  el  sino  de  las  personas! 

ESCENA  II 

DICHOS.  CELEDONIA  y  JOAQUINA  por  la  derecha 

Cel.  ¡Que  te  digo  que  no  es  aquí!  ¡Que  esto  es  pa 

las  cosas  del  Gobierno,  y  na  más  que  pa  las 
cosas  del  Gobierno! 

Joaq.  No.  Me  lo  dice  el  corazón.  Aquí  está  Vicen- 

te, ¡mi  pobrecito  Vicente!  (como  buscándole  por 
todas  partes.) 


—  61  — 

Cel.  Sí  que  es  un  pobrecito,  pero  me  paece  a  mi 

que  los  demás  no  estamos  pa  muchos  trotes. 

Joaq.  Sin  embargo...  (El!  ¡Tan  bueno!  (Arrobada  de 

pasión  ) 

Cel.  ¡Toma!  Miá  si  fué  bueno  Nuestro  Señor  Je- 

sucristo, y  miá  lo  que  hicieron  con  él...  Por 
supuesto,  que  si  sale  con  bien,  mi  promesa 
la  cumplo. 

JOAQ.  ¿Qué  promesa?  (Viniendo  junto  a   Celedonia.) 

Cel.  Llevarle  a  la  Virgen  de  la  Paloma  el  añadió 

de  la  Brígida,  y  una  vela  con  el  retrato  de 
Belmonte  rematando  un  quite.  (Marcando  el 

lance  taurino.)  • 

Joaq  ¡Parece  mentira  que  entoavía  tenga  usté  ga- 

nas de  broma! 

Cel.  ¡No!  ¡Eso  no!  Que  la  cosa  no  es  pa  echarla  a 

chirigota.  Lo  que  hay  aquí  es  que  tú  eres 
una  pesimista  y  una  desconfía...  ¿Quién  nos 
dice  que  no  le  vamos  a  ver  de  salir  por  esa 
puerta  más  libre  que  el  aire? 

JOAQ.  (Arrobada.)  ¡Ay!  ¡Ojalá! 

Cel.  Pus  mira;  a  mí  me  han  dicho  que  casi  toas 

las  declaraciones  han  t-ío  favorables. 

Joaq.  ¿Por  qué  no  preguntamos  a  ver? 

Cel.  Bueno,  mujer.  Ya  que  te  empeñas,  pregun- 

taremos... Usté  disimule,  señor  ujiere:  ¿se 
sabe  algo  de  la  vista  causa? 

Ujier  2.o  Ahora  está  deliberando  el  Jurao:  pero  pa  mí 
que  como  si  no. 

JOAQ.  ¿Qué?  (Angustiada  y  con  ansiedad.) 

Ujier  2.o      ¡Que  pa  mí  que  le  condenan! 

JoaQ.  (Medio     desvaneciéndose     sobre     Celedonia.)     ¡DÍOS 

mío! 

Cel.  Hombre...  ¡Sí  que  es  usté  delicao  pa  sus  co- 

sas, apreciable  porterol...  En  cuanto  lo  sepan 
los  toreros,  ya  le  estoy  viendo  a  usté  metió 
en  una  cuadrilla...  ¡Cámara!...  ¡Valiente  pun- 
tillero!... 

Joaq.  ¡Condenao!  ¡Condenao  él!... 

Cel.  ¿Pero  qué   sabe  este  tío  loro?  ¡Anda,  hija! 

Anda  y  no  llores  más.  (Empujando  suavemente  a 
Joaquina  que  sale  por    la   izquierda.)    ¡Maldita   Sea 

la  pena  negral  ¡Que  me  afusilen  si  no  hago 
yo  foiegras  con  el  hígado  de  la  Brígida!  (.Mu- 
tis tras  de  Joaquina.) 


—  62  - 

ESCENA  III 

UJIERES  1.°  y  2.°,  LEONARDO.  BRÍGIDA  por  la  derecha 

Ujier  l.o      ¡Pero  que  la  has  metió  hasta  el  corvejón! 

Ujier  2.o     ¿Por  qué? 

Ujier  l.o      ¡Pues  porque  no  es  na  más  que  la  novia  del 

interfeto!  (Mutis  el  Ujier  2.°  por  la  puerta  de  la  sec- 
ción, atendiendo  a  un  timbre  que  suena  insistente- 
mente.) 

León.  (por  la  derecha.)  Usté  me  creerá  o  no;  pero  es- 

toy arrepentio  de  lo  que  se  ha  hecho. 

Bríg.  ¡Bueno,  bueno!  ¿Y  ahora  se  acuerda  usté? 

León.  ¡Ahora,  y  antes  y  siempre!  ¡Si  me  ha  costao 

trabajo  no  declarar  toa  la  verdá!  ¡Si  ha  estao 
en  na  el  decir  que  ese  muchacho  es  ino- 
cente! 

Bríg.  ¡Muy  bonito!  ¿Y  las  consecuencias? 

León.  ¡Por  eso  he  seguio  mintiendo,  y  porque  soy 

un  cobarde!...  Y  usté... 

Bríg.  Yo...  ¿qué? 

León.  Usté...  ¡Usté  me  ha  perdió,  seña  Brígida! 

Bríg.  ¡Bah!  Déjese  el  hombre  de  cuentos  tártaros. 

Ese  le  estorbaba  a  usté.  Ella  me  estorbaba 
a  mi.  Así  es  que  muerto  el  perro...  ecétera. 

LEÓN.  Vamonos  pa  fuera.  (Dirigiéndose  a    la  izquierda.) 

Bríg.  ¿Sin  saber  lo  que  pasa? 

León.  Volveremos,  si  usté  quiere;  pero  ahora  ne- 

SecitO  Un  pOCO  de  aire.  (Mutis  ambos  por  la  iz- 
quierda.) 

ESCENA  IV 

UJIER  l.o,    NICOLÁS  e  ISIDORO 

Este  presenta  aspecto    enfermizo,    como  quien    acaba    de    pasar  una 
regular  crujía.  Salen  por  la  derecha 

Nic.  ¿Pero  cómo  se  ha  atrevió  usté  a  salir?  Por- 

que a  mí  me  habían  dicho  que  estaba  usté 
así  como  pa  faturarle  en  doble  pequeña. 

Isid.  ¿Qué  quieres?  ¡Las  cosas!  Por  na  del  mundo 

hubiera  yo  abandonao  el  lecho  del  dolor... 


—  63  — 

de  costao.  Lo  primero  por  el  facultativo 
que  me  ha  mareao  con  que  ¡cuidao  con  una 
recaída!...  ¡que  tié  usté  los  poros  abiertos,  y  que 
la  nurastenia  esmuymala!...  ¡Como  si  no!  De 
que  leí  en  los  periódicos  que  era  la  vista 
causa,  me  se  puso  entre  ceja  y  ceja  lo  de  ve- 
nir, y  aquí  estoy,  y  pase  lo  que  pase. 

Nic.  ¡Pobre  Vicentillo! 

Isid.  Oye  tü:  ¿será  aquí? 

Nic.  Preguntaré...   Usté  disimule...  ¿Es  aquí  la 

causa  de  Vicente  el  requesonero? 

Ujier  l.o  Sí;  pero  ahora  no  se  pué  entrar.  Esperen  us- 
tés  a  que  den  la  voz  de  audiencia  pública. 

Isid.  ¿Y  tardarán,  mucho  en  darla? 

Ujier  l.o      No,  porque  el   Jurao  lleva  un  rato  reunido. 

!Nic.  Pues  en  el  Ínter,  vamos  a  ver  si  olemos  algo 

por  ahí. 

Isid.  Anda,  anda  tú,  y  si   sabes  algo  vienes  y  me 

lo  dices.  Yo  le  tengo  miedo  a  la  nurastenia. 

ííic.  Bueno,  bueno.  Usté  no  se  menee  de  aquí. 

(Mutis  izquierda.^ 


ESCENA    V 

I9IDORO.  UJIER  1.0 

Ujier  1.°      Se  ve  que  estiman  ustés  al  reo. 

Isid.  ¡Digo!...  ¿Usté  ha  oído  de  hablar  de  lo  que  le 

pasó  a  un  tal  don  Guzmán  el  Bueno?  Bue- 
no. Pues  hágase  usté  la  ilusión  de  que  me 
está  usté  viendo  con  el  cuchillo  en  la  mano 
pa  arrojárselo  a  los  moros. 

Ujier  l.o  ¡Ya,  yal...  También  han  estao  hace  poco  una 
joven  y  una  señora  de  cierta  edá... 

Isid.  ¿Y  pa  donde  tiraron? 

Ujier  1.°  (señalando  a  la  izquierda.)  Pa  allá...  La  señora 
mayor  hecha  un  basilisco,  y  la  joven  lloran- 
do que  era  una  compasión. 

Isid.  ¡Como  que  esto  clama  al  cielo,  señor  de  por- 

ro! Y  ai  condenan  a  ese  infeliz,  diga  usté 
conmigo  que  la  justicia  es  un  mitón. 

Ujier  l.o       ¿Quién  sabe?... 


—  64  — 

ESCENA  VI 

DICHOS,  NICOLÁS  apresuradísimo 

Níc.  ¡Señor  Isidoro!...  ¡Señor  Isidoro!... 

Isid  ¿Qué? 

Níc.  Que  creo  que  estamos  de  enhorabuena. 

Isid,  ¿Sí?  ¿Por  qué? 

Nic.  Porque  acaba  de  decirme  un  señor,  que  ha 

estao  en  el  juicio,  que  el  defensor  se  ba  por- 

tao  de  primera. 

IsiD  (Esperanzado.)  ¿Sí?     . 

Níc.  Oiga  usté,  oiga  usté  uno  de  los  concetos  que 

ha  emitido.  (Recordando.)  Señores  jurados:  La 
inocencia  es  una  cosa  así  como  el  rayo  del  sol 
por  el  cristal,  sin  romperlo  ni  mancharlo. 

Ujier  l.o      Tié  miga  la  frase,  ¿en? 

Isid.  Sí...  Na  más  que  eso  ya  lo  dijieron  cuando 

el  nacimiento  del  Mesías. 

Níc.  Pues  yo  no  desconfío.  Yo  creo  que  sale. 

Ujier  l.o      (a  Nicolás.)  ¡Se  ve  que  le  quiere  usté! 

Isid.  ¡Como  yo  y  como  too  el  barrio!  ¡Si  le  digo  á 

usté  que  el  Vicente  es  mas  inofensivo  que 
un  biberón! 

Ujier  l.o      Entonces...  confianza  en  Dios. 

Isid.  ¡Ah!  Es  que  yo  la  tengo.  Es  más,  que  si  Dios 

me  falla  en  esta  ocasión,  me  hago  libre- pen- 
sador... Misté...  En  seguida  de  ocurrir  lo  que 
ocurrió,  le  pedí  tres  cosas.  Que  a  esa  señora 
de  cierta  edá  que  usté  ha  visto  (y  que  es  mi 
futura),  la  rejuvenezca  en  lo  posible.  Que  a 
Vicente  Pastor  le  proporcione  setenta  corri- 
das, y  que  el  reo  caiga  en  nuestros  brazos 
más  libre  que  una  chántense. 

Ujier  l.o      ¿Y  confía  usté? 

Isid.  Ya  le  he  dicho  a  usté  que  sí...   Ahora,  que 

como  la  Divina  Providencia  tié  tantos  encar- 
gos, figúrese  usté  de  que  se  hace  un  lío,  y 
concede  la  juventú,  al  reo,  la  echa  setenta 
corridas  a  la  seña  Celedonia,  y  hace  caer  en 
nuestros  brazos  al  Chico  de  la  Blusa. 

Níc.  ¡Que  sí  que  sería  un  numerito! 


'  ESCENA   Vil 

DIC&OS,  UJIER   2.°  BRÍGIDA  y  LEONARDO 
UjIER  2. o       (Gritando  y  dejando  abierta  la  puerta.)    ¡Audiencia 

pública! 

Nic;  Y  eso,  ¿qué  es? 

Ujier  1.°  Que  el  Jurao  ha  terminao  de  deliberar,  y  se 
va  a  dar  el  veredicto. 

Isid.  (a  Nicolás.)  Entra  tú,  que  yo  voy  a  ver  si  en- 

cuentro a  la  seña  Celedonia  y  a  la  Joaquina. 

(Entra  Nicolás  en  la  sala,  confundido  con  otros  curio- 
sos que  han  acudido  a  la  voz  del  Ujier  2.  ) 

Bríg.  ¿Entramos? 

León.  No.  Yo  no.  Yo  no  me  atrevo. 

BlíÍG.  ¡Pues  yo  SÍ!  (Entra  en  la  sala,  y  Leonardo  se  queda 

medio  oculto.) 

Ujier  l.o      ¡Místelas  ahí  a  las  señoras! 
ESCENA  VIÍI 

UJIERES  1.°  y  2.°,  I-IDORO,  JOAQUINA  y  CELEDONIA 

Joaq.  ¡Padrino!...  ¿Usté  aquí? 

Isid.  El  mismo  que  viste  y  calza.  No  me  he  podi- 

do contener,  ¡y  aunque  me  muera! 

Cel.  ¿Se  sabe -algo? 

Isid.  Por  lo  pronto,  que  el  defensor  se  ha  portao 

superiormente. 

Cel.  ¿Y  usté  se  figura  que?... 

Isid.  Miste.  De  esto  no  pué  anunciar  na  ni  el  pro- 

pio don  Mariano  Castillo,  que  rije  en  toas 
las  provincias  de  España. 

Joaq..  (Anhelante.)  ¡Pero!... 

Isid.  ¡Ni  pero,  ni  camuesa!  Aquí  no  hay  más  que 

tener  paciencia  y  esperar.  (Replegándose  ios  tres 

hacia  la  derecha.) 

ESCENA  IX 

DICHOS,    GUARDIAS  1.°  y  2.' 
UjIER  l.O        (A  los  Guardias.)  ¿Qué? 

Guar.  l:o    ¡Que  no  tié  duda!  ¡Que  le  condenan! 
Cuar.  2.o    ¡Toma!  ¡Segurismo! 

6 


JoaQ.  (Desesperada,  llorando.)  ¡Ay,  DÍ08  mío!... 

Cel.  (a  ios  Guardias.)  Pero...  ¿Saben  ustés  algo  dé 

cierto? 
Guar.  l.o    No.  Figuraciones  na  más. 

(Mutis  los  Guardias,  por  la  derecha,  comentando  pof 
señas.) 

Cel.  (Gritándoles.)  También  a  mí  me  se  pué  figurar 

que  ustés  son  los  inventores  de  las  sopas  de 
ajo...  ¡So  guindillas!...  (Nos  ha  matao  la  po- 
licía! 

Isid.  (a  Joaquina.)  Pero...  ¿pa  qué  lloras,  si  no  se 

sabe  ná? 


ESCENA  X 

DICHOS  menos  GUARDIAS.  AB0GAD03  1.°  y  2.° 

Abog.  l.o  ¡Lo  absuelven! 

Abog.  2.o  ¡No  cabe  duda!  ¡Absuelto,  y  bien  ab3uelto! 

Abog.  l.o  La  prueba  ha  sido  concluyente. 

Abog.  2.o  Y  Sandoval  ha  estado  inspiradísimo. 

Abog.  1  o  ¡Como  que  es  un  abogado  que  vale  mucho! 

Abog.  2.o  ¡Nada,  nada!  ¡Absuelto! 

(Mutis  los  Abogados  por  la  izquierda.) 

Cel.  ¿Has  oído,  piazo  e  tonta?  ¡Que  sale  libre! 

(Muy  alegre.) 

Joaq.  ¡Ahí...  ¡Si  fuera  verdá!... 

Isid.  Lo  será...  Y  sobre  too,  no  divagues. 

ESCENA  XI 

DICHOS  menos  ABOGADOS.  NICOLÁS.  Sale  de  la  sala  apresuradísi- 
mo, tapándose  con  el  pañuelo  un  lado   de  la  cara 

JOAQ.  ¡Nicolásl  ¿Qué  hay?  (Con  ansiedad.) 

Nic.  Por  ahora,  este  ojo  completamente  anoche 

cío. 

Cel.  ¿Qué  te  ha  pasao? 

Nic.  Pues  que  voy  y  noto  que  se  sienta  junto  de 

mí  una  dama,  y  que  miro,  y  que  es  la  Brí- 
gida. ¡Ná  más  que  la  Brígida!  Conque  voy  y 
la  oigo  de  decir  que  ojalá  y  le  condenen,  y 
¡pa  qué!  ¡Pum!  La  di  así  en  un  vacíol 

Isid  ¡Ole! 


-  67  — 


Nic.  Y  va  ella,  y  ¡puml  Me  arrea  un  tortazo  que... 

¡ya  ven  ustés! 
Cel.  Bueno;  ¿pero  se  sabe  algo? 

Nic-  Por  ahora,  ná.  Unos,  que  sí,  otros,  que  no  .. 

¡Por  fin,  Un  lío!  (Vuelve  a  la  sala  corriendo.) 


ESCENA  XII 

DICHOS  menos  NICOLÁS.  Después  CURIOSOS  1,°  y  2.°,  BRÍGIDA  y 
LEONARDO 

Isid.  Total:  que  ni  jota. 

Ujier  l.o      Pues  ya  poco  pué  tardar. 

Joaq.  ¡Yo  entro! 

Cel.  (sujetándola.)  ¡Tú,  quieta!  Aquí  no  hay  más 

que  tener  serenidá  y  valor. 
Ujier  2.o      (a  curioso  i.°)  ¿Qué  hay? 
Cur.  l.o       Yo  creo  que  le  condenan.  (Mutis.) 
Joaq.  Déjenme  ustés  que  entre,  ¡por  Dios! 

Ujjer  l.o      (a  Curioso  2.°)  ¿Se  sabe  algo? 
Cur.  2.o       ¡Absuelto,  hombre,  absuelto!  ¡Ni  que  decir 

tiene!  (Mutis.) 
Isid  Güeno.  ¿Y  usté  qué  opina  de  este  guirigay? 

Cel.  Que  voy  a  poner  un  parte  a  Leganés  pa  que 

me  reserven  una  celda  de  pago. 
Isid.  Pida  usté  dos,  porque  si  de  esta  hecha  no  me 

se  va  la  cabeza  a  veranear,  es  que  la  tengo 

rellena  de  serrín. 
Ujier  l.o      No  hay  que  perder  la  esperanza. 

(Sale  Brigida.  Mira  como  buscando  a  alguien,  y  al  des- 
tacarse Leonardo,  se  va  hacia  él.  La  presencia  de  Brí- 
gida  la  advierten  Celedonia  e  Isidoro,  que  la  ocultan 
a  Joaquina,  agobiada  en  un  banco.) 

LeuN.  ¿Qué?  (Con  ansiedad.) 

BrÍG.  (Con    rabia    mal    contenida.)    ¡Que    CieO    que    lo 

echan  a  la  calle! 

León.  ¡Ojalá! 

Bríg.  No.  Pues  yo  no  lo  veo.  ¿Y  usté? 

LeON.  Yo...   ¡SÍ!   (Replegándose  a  un  lado,   hasta   que  á  su 

tiempo  se  destaca.) 

BRÍG.  (Con  rabiosa  desesperación.)  ¡Muy  bonito!.  .  ¡Pre- 

CÍOSo!...  ¡Maldita  Sea  la!...  (Mutis  por  la  Izquier- 
da.) 


ESCENA  XIII 

DICHOS,  menos  BRÍGIDA  y  CURIOSOS  que  coa    ella   han  salido  de 
la  sala.  NICOLÁS 

NlC .  (Saliendo  aceleradísimo,  quedándose   como  petrificado 

enmedio    de    la    esoena,  hasta  que  rompe  a  hablar  in- 
coherentemente.)  ¡Con!...  ¡Con!...  ¡Con!... 

Cel.  ¿Qué? 

Nic.  ¡Que  con!...  ¡Que  con!... 

Joaq.  ¡Acaba! 

Nic .  ¡Que  condenao!  .. 

JOAQ..  ¡Dios  mío!  (Cae  desplomada  sobre    el   banco  y  Cele- 

donia e  Isidoro  la  atienden  desolados.) 

Nic.  (Acabando  de  romper.)  ¡Que  condenao,  no!  ¡Li- 

bre! ¡Libre. 

(Reacción  favorable  en    los    personajes.    Isidoro  se  va 
sobre  Nicolás  que  huye  hacia  la  puerta  de  la  sala.) 

Isid  ¡Maldita  sea  tu  estampa!...  ¡Pues  menudo 

susto  nos  has  colocao! 


ESCENA  XIV 

DICHO?,  VICENTE1,  SANDOVAL,  CURIOS09.  Luego  LEONARDO 

Vic.  ¿Dónde,  dónde  están? 

NlC.  (Señalando  al  grupo  que  forman  Joaquina,  Celedonia  e 

Isidoro.)  ¡Miálos  ahí  tóos! 
Vic.  ¡Joaquina!  ¡Mi  Joaquina! 

Joaq  ¡Vicente  mío! 

(Se  unen  en  apretado  abrazo,  y  después  Vicente  estre- 
cha las  manos  y  abraza  a  unos  y  a  otros  Con  los  per- 
sonajes citados  ha  salido  una  pareja  de  Civiles,  que  /se 
queden  esperando  en  la  puerta  de  la  Sala.) 

Cel.  (a  Saudovaí)  Caballero  abogao:  usté  me  va  a 

permitir  la  expansión  de  un  abrazo  muy 

apretaO.  (Abrazándole  efusivamente.) 
IsiD.  Y  a  mí  Otro.  (ídem,  .ídem.) 

San.  Gracias,  señores;  pero  no  merezco  esas  feli- 

citaciones. Ha  sucedido  lo  que  tenía  que  su- 
ceder. La  verdad  no  puede  quedar  oculta. 

LEÓN.  (Destacándose  y  avanzando  resueltamente  con  asombro 

general.)  ¡Ni  la  maldá  tampoco! 


-  69  - 

Todos  ¡El  Leonardo! 

León.  ¡Leonardo,  sil  ¡Leonardo,  que  viene  a  pedir 

perdón  a  un  hombre  honrao! 
Cel.  ¿A.  pedir  a  estas  horas?  ¡Perdone,  herma. 

nito! 
Isid  ¡No  tenemos  suelto! 

León.  ¡Es  inútil!  ¡Vengo  decidió! 

VlC.  (A  Joaquina.)  ¿Qué  hagO? 

JOAQ,  (Confundida.)  Yo.  . 

San  Perdónale,  hijo,  que  harto  tiene  con  su  con- 

ciencia. 

Cel.  {Y  con  la  amista  de  la  Brígida,  que  es  como 

un  sarcófago  en  el  Este! 

(Vicente,  sin  mirar  a  Leonardo,  tiende    su    mano,   que 
el  otro  estrecha  efusivamente  y  besa.) 

León.  ¡Gracias!  ¡Muchas  gracias!  (Mutis.) 


ESCENA  ULTIMA 

DICHOS,  menos  LEONARDO 

Joaq.  ¡Bien,  Vicente!  ¡Así  son  los  hombres,  y  así 

te  quiero! 
Isid.  Por  mí...  ¡canonizao! 

S\n.  (a  Celedonia)  ¡Tiene  un  gran  corazón! 

Cel.  ¡Como  lo  tié  too  el  que  lleva 

un  alma  de  cuerpo  entero! 

¡Tú!.... 

(a  Nicolás,  y  señalando  al  pecho  de  Vicente.) 

Pon  aquí,  en  un  letrero: 

¡De  MlRAb'LORES.  .  Y  A  PRUEBA !  (Telón.) 


FIN  DE  LA  ZARZUELA 


OBRAS  DÉ  ÁNGEL  CAAMAÑO 


Entre  militares,  comedia  en  un  acto  y  en  verso. 

Barrabás,  revista  cómico-lírico-política,  en  un  acto, 
dividido  en  cinco  cuadros,  verso  (i\ 

Chieoleonte,  monólogo-parodia,  en  un  acto,  dividido 
en  tres  cuadros,  prosa  y  verso  (2). 

Heraldo  de  Madrid,  revista  periodística-cómico-lírico- 
taurina,  en  un  acto,  dividido  en  tres  cuadros,  verso   (2). 

La  cena  de  nochebuena  ó  á  caza  del  gordo,  casi  saínete 
en  un  acto  prosa  y  verso  (2). 

Huelga  de  cómicos,  humorada  en  un  acto,  dividido  en 
tres  cuadros,  prosa  y  verso. 

La  nieta  de  su  abuelo,  juguete  cómico-lírico,  en  un  acto 
y  en  verso  (3). 

La  marusiña,  zarzuela  en  un  acto,  y  en  verso  (4). 

Tiempo  revuelto,  casi-revista  de  casi-actualidad,  en  un 
acto  y  tres  cuadros,  en  verso  y  prosa  (5). 

La  osa  mayor,  saínete  en  un  acto,  dividido  en  tres  cua- 
dros, en  verso  (6). 

El  chico  de  la  portera,  juguete  cómico- lírico,  en  un 
acto,  en  verso  y  prosa  (3). 

Postales  madrileñas,  cosmorama  cómíco-lírico-político 
popular  en  un  acto,  dividido  en  cinco  cuadros,  en  verso 
y  prosa  (7). 

El  cocherito,  zarzuela  cómica  en  un  acto,  en  verso  y 
prosa  (8). 

Las  chismosas,  boceto  de  saínete  en  un  acto,  en  verso 
y  prosa  (9). 

El  lazo  verde,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en  pro- 
sa (10). 


Toros  en  Aranjuez,  zarzuela  cómica-taurina  en  un  acto, 
dividido  en  tres  cuadros,  en  prosa  (n). 

Pascualica,  comedia  baturra  en  un  acto  y  en  presa. 

El  alegre  manchego,  viaje  cómico-lírico-bailable-cine- 
matográfico, original  y  en  prosa,  en  cinco  cuadros,  dos 
intermedios  y  un  apoteosis  (12). 

Vencedores  y  vencidos,  comedia  en  un  acto  y  en  prosa. 

\Parroquiana\...  \Rabaiüto¡\...  saínete  madrileño  en  un 
acto  y  en  verso. 

El  monté  de  la  belleza,  fantasía  cómico-lírica-bailable 
en  un  acto,  dividido  en  seis  cuadros,  prosa  y  verso  (1 

El  nacimiento,  humorada  de  Navidad,  en  un  acto,  di- 
vidido en  tres  cuadros. 

ha  Socorrito,  zarzuela  en  un  acto,  dividido  en  tres 
cuadros  y  un  intermedio  (5). 

•    ¡De  i\í  ir  aflores...  y  a  prueba!,  zarzuela  madrileña  en 
dos  actos,  divididos  en  cinco  cuadros  (14). 


(1)  En  colaboración  con  D.  José  Pérez  y  Fernández,  música  de 
D   Tomás  Calamita. 

(2)  Música  de  D.  Eafael  Calleja. 

(3)  ídem  de  D.  Ángel  Rubio. 
*'(4)    ídem  de  D.  Arturo  Lapnerta. 

(5)  ídem  de  D.  Eafael  Calleja  y  D.  Tomás  Barrera. . 

(6)  Iuem  de  D.  Manuel  Clialons. 

(7)  En  colaboración  con  D.'  Isidro  Soler,  música  de  D.  A.  Pérez 
Soriano 

(8)  Música  de  D.  José  F.  Pacbeco. 

(9)  En  colaboración  con  D.  Isidro  Soler,  música  de  D.  Joaquín 
V-alverde  y  D.  Eafael  Calleja. 

CIO)    En  colaboración  con  D.  Isidro  Soler. 
..(IX) .  ídem  id.,  música  de  D.  Manuel- Nieto. 

(12)    ídem  id.  y  D.  A.  Custodio,  música  de  D  José  M.8  Alvira  y 
I).  Lorenzo  Andreu. 

.  (13)    ídem  con  D.  A.-  Custodio,  música  de  Emilio  López  del  Toro  y 
Eduardo  Fuentes. 

(14)    Música  de  los  maestros  Quislant  y  Badía. 


Precio:  1,50  pesetas