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DICCIONARIO HISTÓRICO Y BIOGRÁFICO
DICCIONARIO
HISTÓRICO Y BIOGRÁFICO
DE LA
REPÚBLICA ARGENTINA
POR
JULIO A. MUZZIO
TOMO PRIMERO
BUENOS AIRES
LIBRERÍA «LA FACULTAD. DE JUAN ROLDAN
436, FLORIDA, 436
1920
Imp. de A. Marzo.— San Hermenegildo, 32 dupd.*— Madrid.
'Dedico este trábalo, con toda deferencia,
al fundador de ia Uniuersidad Pofiutar de
ía Boca, ministro {iíenij20tenciario argentino
en los Estados Unidos de Tiorte Umérica,
doctor lomas U. te Bretón.
J. U. Muzzio.
«Nosotros debemos aspirar a la gloria
de constituir una Nación, que sea la patria
de los hombres libres; el centro de las vir-
tudes sociales y de los inocentes goces,
que saben proporcionar la industria y el
talento.»
Dr. Juan Ignacio Gorrltl.
Sesión del Congreso, del 2 de marzo de 1826.
A
Abaren (Baltasar de). Catalán, gobernador de
la antigua provincia del Tucumán en 1727, nom-
brado por el virrey D. José Ormendaria en la
creencia de que prestaría servicios a la gober-
nación, cosa que no sucedió, pues, imposibilita-
do de atender a los negocios de la guerra, de
cuidar de la defensa, que dio motivo al aban-
dono de la nueva reducción de San Esteban de
Miraflores, por falta de protección, presentó
la dimisión del gobierno, que había ejercido des-
de mediados de 1727 hasta 1730, que se retiró
a Lima, donde el virrey le confirió el empleo de
general del Callao.
Abascal (José Fernando de). Virrey del Perú,
que pretendió contener los progresos de la
Revo! .;ión de mayo en el Río de la Plata
declarando incorporadas a Lima las provin-
cias de Charcas, La Paz, Potosí y Córdoba,
que formaban parte del virreinato del Río de
la Plata. Dictó medidas para levantar ejércitos
con el objeto de sofocar en su germen la revo-
lución y castigar a los patriotas; porque, se-
gún una célebre proclama que había dado en
el mes de julio, c<los americanos habían nacido
para ser esclavos y vegetar en la obscuridad y
abatimiento».
Aberastain(Dr. Antonio. )Natural de San Juan;
descendía de una antigua y distinguida familia
de la provincia. Cursó sus estudios en el Co-
legio de Ciencias Morales, de esta capital,
descollando en el estudio de idiomas, logrando
poseer siete, y luego se graduó en Derecho.
Oc HlST. BlOQR.
Fué juez de alzadas en 1835; ministro en la
administración del general Puch; en 1840, se-
cretario de la Intendencia de Copiapó, en Chi-
le, donde explotó minas durante catorce años.
Derrocada la tiranía, renunció una diputación
ante el Congreso de la Confederación, y más
tarde, el cargo de ministro en la Corte Supre-
ma de Justicia de la nación. Intervino activa-
mente en la política de su provincia natal, y
en 1860, con motivo de la revolución del 16 de
noviembre, fué depuesto y muerto el coronel
D. José Antonio Virasoro, correntino, asu-
miendo Aberastain el mando el día 29. El Go-
bierno nacional intervino en la provincia, y
como ésta se resistiera, se libró la batalla del
Pocito, donde fué tomado prisionero, y des-
pués de mil penurias fué fusilado el 12 de ene-
ro de 1861. «El Dr. Aberastain, después de
prisionero, se le desnuda completamente, se
le quitan los zapatos y las medias, y a pesar de
su avanzada edad y del respeto que debía in-
fundir su noble cabeza cubierta de canas, se le
hace caminar cinco leguas a pie, al calor de los
rayos de un sol ardiente y abrasador. Extenua-
do de cansancio y fatiga, pide al fin, como una
misericordia, que se le permita subir a caballo,
pues el estado de sus pies, hechos pedazos, no
le permite dar un paso más. Entonces lo to-
man y lo sientan sn un montón de piedras
que encuentran en el camino, y así dispuesto,
sus bárbaros verdugos le fusilan por la es-
palda."
ABO
2 —
ABR
Aborígenes.— Cuadro sinóptico de las razas aborígenes que poblaron el territorio argentino:
Distribución geográfi-
ca de los pueblos
aborígenes.
1 .° Los pueblos históricos de las mon-
tañas del Noroeste
Diaguitasy Calchaquíes, que eran
las razas aborígenes más ci-
vilizadas del territorio argen-
tino.
, Matacos.— Mataguayos.
2.° Los pueblos históricos de las sel- Chorotes.
vaschaqueñas j Guaycurúes.
' Chiriguanos.
(Fimbúes.
Cainguas.
ae IOS granaes nos -i Mocoretas.
Charrúas.
4.° Los pueblos históricos de las Ha- 1
nuras í
Agaces.
Querandíes.
Puelches.
Araucanos.
5.° Los pueblos históricos de Pata- ( E""^" *'''^"S nómadas que vivían
-. de la caza, particularmente del
goma.
guanaco y del avestruz.
chipiélagos magallánicos V Yamanas
(Leoene).
Abréa (Agustín de). Teniente de fragata. Du-
rante las invasiones inglesas, Abreu, al frente
de una división de Milicias, ataca a una colum-
na inglesa (7 de diciembre de 1806) que en bus-
ca de víveres salió de Maldonado, donde las
fuerzas británicas habían desembarcado el
30 de octubre. En el ataque, Abréu y su segun-
do fueron muertos.
Abréu o Ábrego y Figueroa (Gonzalo de).
Gobernador de Tucumán en 1574. Era natural
de Sevilla, y descendía de una familia ilustre.
Fué nombrado por Felipe II, en 1570, para su-
ceder a D. Francisco de Aguirre. Se presentó
cuatro años más tarde recién a tomar posesión
de su cargo, al frente de un numeroso cortejo.
Su gobierno se inició por una serie de atrope-
llos y crímenes. Diómuerte a su antecesor. Ca-
brera, despojó de sus bienes y honores a los
miembros del Ayuntamiento; satisfizo sus deu-
das con los dineros públicos, y proyectó la re-
conquista del valle de Calchaquí, pero sin re-
sultados. Bajo su gobierno se fundó la villa de
San Bernardo, en el valle de Tarija. Los crí-
menes de Abréu, su codicia, su conducta desen-
frenada y su despótica altivez, lo hicieron
odioso en la provincia, que gobernó hasta 1580|
en cuyo año, su sucesor, D. Fernando de Ler-
ma, le redujo a prisión, haciéndole aplicar los
más atroces tormentos, de cuyas resultas mu-
rió en febrero de 1581. Dice el Dr. López: «Le
mandó dar tormento, pero con deleitosa lenti-
titud y buen método: que no en balde ha pasa-
do la vida leyendo con encanto el Tratado
de los procedimientos Jurídicos, de Juan de
Torquemada. Comenzó por hacerle destrozar
en lo vivo las unas de los pies y de las manos;
los bichos «piques» y <niguaso se le aposen-
tan en las llagas; los alaridos y las plegarias
son espantosas; pero no encuentra oídos de
piedad hasta que, viéndolo agotado y moribun-
do, manda que le alivien el cepo y que lo de-
jen morir.»
ACÁ
— 3
ACÓ
Acasnso (Domingo de). Fundador del pueblo e
iglesia de San Isidro, en ITÍXi; era natural de
Madrid. Llegó al Río de la Plata con el grado
de capitán, que había adquirido en España. Al
poco tiempo de su llegada el gobernador He-
rrera le comisionó para llevar instrucciones al
alcalde del partido de Las Conchas, a fin de
evitar el contrabando que se temía efectuasen
los portugueses por aquella costa. En cumpli-
miento de su cometido, Acasuso salió de la ca-
pital, acompañado de un asistentedesu confian-
za, deteniéndose a descansar en el hoy pueblo
de San Isidro. Era este paraje por aquel tiem-
po una pequeña aldea de agricultores, de cuya
triste situación se lamentó Acasuso, prometién-
dose desde entonces mejorarla así que su for-
tuna se lo permitiera. Hombre creyente, el ca-
pitán Acasuso no podía comprender que pudie-
ra existir un grupo de hombres cristianos sin
una capilla donde adorar a Dios. Sin perder,
pues, de vista aquella población ni desistir de
su propósito, el capitán llenó satisfactoriamen.
te su comisión, siendo esto el principio de su
fortuna, que llegó a ser considerable algún
tiempo después. Creyó entonces llegada la
ocasión de satisfacer su antiguo intento, y vol-
viendo sus ojos sobre los habitantes de la pe-
queña aldea de agricultores, propuso levantar
en ese punto un templo a San Isidro, Patrono
de los agricultores. Solicitó el permiso de la
autoridad eclesiástica y empezó a edificar una
capilla que albergara provisionalmente la ima_
gen de San Isidro mientras se construía el tem.
pío que hoy existe. Ahí se conservan todavía
como antigüedades históricas dos pilas: una
con la fecha de 1717 y otra de 1731, y una
campana con la siguiente inscripción: «Mandó-
me hacer Domingo de Acasuso. Año MDCCXII,
siendo capellán D. Leonardo Ruiz Corredor.»
Acasuso consumió el resto de su vida en obras
piadosas, haciendo grandes bienes al culto di-
vino, contándose entre éstos la terminación de
la iglesia de San Nicolás de Bari. En un retra-
to que se conserva en esta iglesia está el capi-
tán de rodillas, teniendo en sus manos el tem-
plo, que ofrece humildemente al santo. Falleció
repentinamente en Buenos Aires, el 8 de febre-
ro de 1727.
Acayuasá (combate). Guerra del Paraguay.
Entre una columna compuesta de argentinos y
brasileños, al mando del coronel D. Miguel
Martínez de Hoz, enviada por el genera! Ri-
vas a hacer un reconocimiento en el Chaco, y
una fuerza de caballería paraguaya que estaba
desmontada y emboscada en el lugar denomi-
nado Acayuasá (18 de julio de 18(58). Los brasi-
leños se retiraron sin tomar parte, siendo sa-
crificados los argentinos, que pelearon con de-
nuedo. El coronel Martínez de Hoz fué muer-
to y el teniente coronel Campos tomado pri-
sionero, siendo las pérdidas como de 2oO hom-
bres.
Acevedo (Eduardo). Jurisconsulto y corredac-
tor del Código de Comercio argentino. Nació
en el Estado Oriental; ministro durante el go-
bierno del Dr. Bernardo Berro; vicepresiden-
te de la República y candidato a la presidencia
de la misma. Triunfantes sus adversarios polí-
ticos, abandonó su patria, estableciéndose en
Buenos Aires, donde ejerció de abogado. En
unión con el Dr. Vélez Sarsfield, redactó, por
encargo del Gobierno argentino, el Código de
Comercio (1860). Murió este jurisconsulto, de
vasto talento, el 23 de agosto de 1862.
Acevedo (Manuel Antonio). Signatario del acta
de la independencia. Natural de Salta, en 1770.
Cursó sus estudios en la Universidad de Cór-
doba, e inclinado a la carrera eclesiástica en su
juventud, cursó los estudios necesarios para
ser ordenado, como lo fué por el obispo Mos-
coso, en Córdoba. Algún tiempo después hízo-
se cargo del curato de Belén, en Catamarca.
Alcanzó la dignidad de canónigo en Salta, y
fué electo diputado por la provincia de Cata-
marca al Congreso de Tucumán, para cuya ins-
talación pronunció la oración inaugural el 24
de junio de 1816. Falleció en Buenos Aires, el 9
de octubre de 1825.
AcoUaderas (combate). En la expedición al de-
sierto ideada por Rosas y dirigida por Quiro-
ga, una división salida de San Luis, al mando
de Huidobro, llega hasta las AcoUaderas, don-
de tiene un encuentro sangriento con las fuer-
zas del indómito y valiente cacique Yanquetruz,
siendo éste derrotado, teniendo que buscar re-
fugio en los montes. Este combate tuvo lugar el
16 de marzo de 1833.
Aconcagua (combate). En el paso de los An-
des, el general Soler, jefe de la vanguardia,
había avanzado rápidamente sobre Putaendo y
colocado al comandante D. Mariano Necochea
cerca del río Aconcagua (1) con 1 10 hombres de
caballería. «El enemigo— dice el general San
(1) Vigía o centinela de piedra; palabra compuesta de
Ackón (de piedra) y Kafruac (el que mira).
ACÓ - •=
Martín en su parte del 22 al director supremo de
las Provincias Unidas— recibió refuerzos con-
siderables el 8 de febrero por la tarde; en la
misma noche pasó el río Aconcagua, y al rom-
per el alba del día siguiente se presentó al
frente del comandante Necochea con 400 caba-
llos, 300 infantes y dos piezas a retaguardia.
Este valiente oficial no vaciló un instante: man-
dó retirar sus avanzadas; hasta ver al enemigo
a media cuadra no disparó ni un solo tiro; en-
cargó la derecha al capitán D. Manuel Soler
y la izquierda al ayudante D. Ángel Pacheco:
mandó poner sable en mano y los cargó con la
mayor bizarría: los bate completamente; dejan
30 muertos en el campo; toman cuatro prisio-
neros heridos y los persiguen, acuchillándolos
hasta el Cerro de las Coimas, donde los prote-
ge su infantería.» En la misma mañana, antes
de las nueve, abandonan precipitadamente su
posición de San Felipe y pasan al otro lado del
río. El combate tuvo lugar el 7 de febrero
de 1817.
Acosta (Agustín). Militar. Natural de Buenos
Aires. En 1827 era teniente 1.° en el regimien-
to 5.° de caballería, que guarnecía las fronteras
contra los indios, donde pasó algún tiempo; fué
más tarde capitán del Escuadrón de Mayo, en
el ejército libertador que a las órdenes del ge-
neral D. Juan Lavalle hizo la cruzada contra
Rosas desde Martín García a Jujuy, en los
años de 1839 a 1841, habiéndose encontrado en
las acciones de Yeruá, Don Cristóbal, Santa
Fe, Sauce Grande, Quebracho, Famaillá, et-
cétera. Con el grado ya de coronel desempe-
ñó la jefatura de la comandancia de Vecinos,
con asiento en Marí-Huicul, en Buenos Aires;
se halló en Caseros (1852), y en San Gregorio,
batalla que tuvo lugar el 22 de enero de 1853,
entre las tropas sitiadoras de Buenos Aires y
las que concurrían a su defensa, perdiendo en
la acción la vida el coronel Acosta.
Acosta (Mariano). Político. Nació en Buenos Ai-
res el 8 de noviembre de 1825. Desde joven per-
teneció al partido unitario, y como tal emigró
de su patria durante la tiranía de Rosas. De re-
greso en 1852 aparece en la vida pública como
representante a la legislatura de la provincia,
y al año siguiente toma las armas durante el si-
tio de Lagos, en el cantón Chabuco, capital fe-
deral. Terminado éste, vuelve a ser diputado,
siéndole confiado luego el cargo de oficial ma-
yor del ministerio de Gobierno y la secretaría
de la misión Peña, al Paraná, el año 1855. Cin-
- ACÓ
co años después formó parte de la Convención
constituyente de la provincia, y desde 1862 has-
ta el 65 desempeñó la cartera de Gobierno del
gobernador Saavedra; en 1870 fué vicepresi-
dente de la Convención provincial. Posterior-
mente ocupó en varios períodos la presidencia
del Banco de la provincia, y desde 1872 al 74
desempeñó la gobernación de Buenos Aires
Electo vicepresidente de la República en 1874,
terminó su período en 1830, retirándose a la
vida privada. Falleció en Buenos Aires, el 17 de
septiembre de 1893. Sus restos descansan en la
iglesia ae San Francisco, de cuyo convento era
síndico.
Acosta y Padilla (Gutierre de). Gobernador
de la antigua provincia del Tucumán. Sucedió i
Pardo Figueroa en 1664. En su gobierno, y p
disposición del obispo de la diócesis, don fr i
Melchor Maldonado de Saavedra, entraron los
misioneros jesuíta?, armados de sólo la cruz de
Cristo, a la reducción y conversión de los rebel-
des pueblos de Sañogasta, Malfin, Fiambalá,
Saugil y Abaugeán. El mismo prelado, precedi-
do del misionero jesuíta padre Diego Sotelo,
del maestre de campo Juan Gregorio Bazán y
Pedraza y del sargento mayor Isidro de Villa-
fañe, vecinos de La Rioja, encomenderos, y del
capitán Antonio Calderón, muy perito en el
idioma kakana o calchaqui, con sus hijos y cria-
dos, marchó hasta el fuerte del Pantano, ha-
biendo sido todos bien recibidos en los pueblos
del tránsito, donde había iglesias de paja. Muy
en peligro estuvo el obispo Maldonado, de que,
con su sano consejo, le salvó el cacique de En-
camana (Santa María), Francisco Utimba. Des-
pués del regreso del prelado a su catedral, el
gobernador Acosta dio orden al general Pedro
Nicolás de Brizuela, comandante de la fronte-
ra, para que, con su fuerza, marchase contra
los indios, habiendo salido bien en la empresa
y trasladando la población de Malfin, Abau-
geán y Saugil al pueblo de Pichana, en la juris-
dicción de Córdoba. Por orden del rey, el go-
bernador Acosta redujo los pueblos de Santia-»
go a menor número, incorporando unos pueblos
en otros a causa de la gran disminución de in-
dios y de la escasez de párrocos para doctri-
narlos, llevando la empresa a cabo con la ma-
yor destreza, no sin vencer graves dificultades.
A los seis años terminó su gobierno, permane-
ciendo en la provincia, donde murió pobre.
Acoyte (combate). Habiéndose apoderado de la
ciudad de Jujuy el general Olañeta, desprendió
ACT - 5
de su ejército una columna de 200 hombres del
regimiento Extremadura, con el propósito de
hostilizar a las diezmadas fuerzas argentinas
De esa columna se destacaron 40 hombres, que
fueron derrotados completamente en Acoyte
(11 de febrero de 1818) por 20 gauchos manda-
dos por José Antonio Ruiz. Los españoles de-
jaron seis muertos y 18 prisioneros, entre ellos
un oficial, y a más, 40 fusiles.
Acta de la independencia argentina.
«Nos, los representantes de las Provincias Uni-
das de Sud-América, reunidos en Congreso ge-
neral, invocando al Eterno, que preside el Uni-
verso, en el nombre y por la autoridad de los
pueblos que representamos, protestando al Cie-
lo, a las naciones y hombres todos del globo la
justicia que regla nuestros votos, declaramos
solemnemente a la faz de la tierra que es vo-
luntad unánime e indubitable de estas provin-
cias romper los violentos vínculos que las liga-
ban a los reyes de España, recuperar los dere-
chos de que fueron despojadas e investirse del
alto carácter de nación libre e independiente
del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópo-
li y de toda dominación extranjera. Quedan
en consecuencia, de hecho y de derecho con
amplio y pleno poder para darse las formas
que exija la justicia e impere el cúmulo de sus
actuales circunstancias. Todas y cada una de
ellas así lo publican, declaran y ratifican, com-
prometiéndose por nuestro medio al cumpli-
miento y sostén de esta su voluntad, bajo del
seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama.
Comunique a quien corresponda para su publi-
cación, y, en obsequio del respeto que se debe a
las naciones, detállense en un manifiesto los
gravísimos fundamentos impulsivos de esta so-
lemne declaración. Dada en la Sala de Sesio-
nes, firmada de nuestra mano, sellada con el
sello del Congreso y refrendada por nuestros
diputados-secretarios.— Francisco Narciso de
Laprida, diputado por San Juan, presidente;
Mariano Boedo, vicepresidente, diputado por
Salía; Dr. Antonio Sáenz, diputado por Bue-
nos Aires; Dr. José Darragueyra, diputado por
Buenos Aires; fray Cayetano José Rodríguez,
diputado por Buenos Aires; Dr. Pedro Medra-
no, diputado por Buenos j\ires; Manuel Anto-
nio Acevedo, diputado por Catamarca; Dr. José
Ignacio de Gorriti, diputado por Salta; Dr. An-
drés José Pacheco de Meló, diputado por Chu-
cas; Dr. Teodoro Sánchez de Bustamante, di-
putado por la ciudad de Jujuy y su territorio;
- ACU
Eduardo Pérez Bulnes, diputado por Córdoba;
Tomás Qodoy Cruz, diputado por Mendoza;
Dr. Pedro Miguel Araoz, diputado por la capi-
tal de Tucumán; Dr. Esteban Agustín Gascón,
diputado por la provincia de Buenos Aires; Pe-
dro Francisco de Uriarte, diputado por Santia-
go del Estero; Pedro Ignacio Rivero, diputado
por Mizque; Dr. Mariano Sánchez de Loria,
diputado por La Rioja; licenciado Jerónimo
Salguero de Cabrera y Cabrera, diputado por
Córdoba; Dr. José Colombres, diputado por
Catamarca; Dr. José Ignacio Thames, diputado
por Tucumán; fray Justo Santa María de Oro,
diputado por San Juan; José Antonio Cabrera,
diputado por Córdoba; Dr. Juan Agustín Maza,
diputado por Mendoza; Tomás Manuel de An-
chorena, diputado por Buenos Aires; José Ma-
riano Serrano, diputado por Charcas; secreta-
rio, Juan José Paso, diputado por Buenos
Aires. ;>
Acuña (Francisco de). Comandante de armas
de Catamarca desde el año 1770 hasta abril
de 1807. Con motivo de la segunda invasión
inglesa marchó a la defensa de Buenos Aires,
a la cabeza de cinco compañías de más de
500 hombres, que con tal destino había forma-
do. Las demás ciudades de la provincia demos-
traron en aquellas circunstancias sus íntimos
sentimientos con algunas sumas de dinero co-
rrespondientes a sus facultades, y siendo Ca-
tamarca la más escasa de todas y con menos
entradas, fué la que concurriera con mayor
fuerza de gente que todas ellas y con más di-
nero del que permitía la localidad. Durante su
ausencia lo reemplazó D. Nicolás de Sosa y
Soria, teniente de Milicias y alcalde de primer
voto. Con motivo de los nuevos refuerzos in-
gleses que se esperaban del cabo de Buena
Esperanza, la prudencia dictó alejar de la ca-
pital a los prisioneros de la reconquista de
Buenos Aires, repartiéndolos por la campaña.
El general Beresford fué destinado a la villa
de Lujan con siete oficiales, que él mismo eli-
gió para que le acompañasen, entre los cuales
se contaba el coronel Dionisio Pack. Este y el
general se dedicaron a trabajar juntos en el
sentido de formar un partido de independencia,
que lo llegaron a conseguir. Adoptóse enton-
ces el temperamento de internar al general
Beresford, con los demás oficiales, a otras
ciudades, y se eligió para esto la de Catamar-
ca, a la que no llegaron Beresford y Pack por
haber logrado fugar a Montevideo antes de
ACU
— 6
ACH
salir de Lujan. Los otros seis llegaron a su
destino, recelosos, no sin razón, de padecer ve-
jaciones y malos tratamientos en el interior.
Mas no sucedió así: fueron recibidos con todo
agasajo y atenciones, habiendo sido alojados
por algún tiempo en las casas de los principa-
les vecinos, y antes de salir dirigieron la carta
de despedida que sigue: oCatamarca, 1 de
agosto de 1S07. Muy señor nuestro: Estando
en vísperas de despedirnos de la valiza (1), los
oficiales británicos no podemos pensar en sa-
lir de Catamarca sin manifestar publicamente
nuestros agradecimientos vivos para con us-
ted, señor, cabeza y gobernador de este pue-
blo, por su mucha política y consideración per-
sonal respecto a nosotros en cuanto ha podido,
como igualmente para con los vecinos en ge-
neral, de cualquier clase, con quienes hemos te-
nido el gusto de tratar. De todo individuo he-
mos experimentado el sumo cariño; todos han
seguido como a porfía el ejemplar honrado de
usted y de aquel excelente caballero D. Feli-
ciano de la Mota, y los demás moradores de
esta ciudad. Por tanto, no hay subdito británi-
co, desde el primero hasta el último de nos-
otros, que no quedará para siempre agradeci-
do, y todos somos igualmente deseosos qn2
usted tuviere la bondad de participar del modo
más conveniente estos nuestros sentimientos
al público. Que Dios guarde a usted muchos
años, y felices, y que el mismo Dios haga flo-
recer a esta ciudad de Catamarca en sus giros
y comercio, y que últimamente llegue a levan-
tar cabeza entre las ciudades más principales
de la América; éste es el ruego de los muy
agradecidos y muy humildes servidores de us-
ted y de los vallistas.— Roberto Guillermo Pa-
trick, capitán de infantería; AlexanderForbes,
mayor de brigada; Roberto Arbuthnot, capitán
del 20 de dragones; Alexander Macdonald, te-
niente de artillería; Edmundo L'Estrage, te-
niente del 71; James Evans, cirujano.— Posda-
ta: Usted dispensará los muchos errores de dic-
ción que se encontrarán en esta carta, pues no
somos nmy ladinos (2); pero esperamos que
bastante quedará inteligible para echar a ver
(1) Despedirse de la valira es lo mismo que decir que
estaban en vísperas de despedirse del Rio de la Plata.
(2) El autor de esta carta no puede ser otro que el ca-
pitán Patrick, el primero que la subscribe, quien cuando
fue hecho prisionero no tenía ni una liíjera tintura dei
idioma castellano y en menos de un aflo se hizo capaz de
escribir en esos términos.
a nuestro afecto.— Al señor alcalde de primer
voto D. Nicolás de Sosa y Soria, teniente de
Milicias, etc., etc.» Este documento hace alto
honor a Catamarca.
Acha (Mariano). Militar. Nació en Buenos
Aires, en ISOl. Comenzó su carrera militar en
las fronteras del Sud de la misma ciudad.
En 1818 fué alférez de Dragones; más tarde se
mezcló en las luchas civiles, acompañando
en 1828 al coronel Lavalle en su campaña
contra Dorrego. En la lucha contra la tiranía
fué jefe de vanguardia del general Lamadrid,
que operaba en las provincias de Cuyo. Venci-
do en Machigasta, pasó a Tucumán, y de esta
ciudad a Catamarca; de allí a La Rioja, al fren-
te de su vanguardia, habiéndosele encomenda-
do la ocupación de San Juan, lo queverificó, al
frente de 400 infantes, el 13 de agosto de 1841.
Perseguido de cerca por un ejército combinado
de Benavidez, Aldao y Lucero, fuerte de
2.500 hombres, le presenta batalla en Angaco.
La acción duró cinco horas, y fué muy san-
grienta, quedando el enemigo deshecho; pero
habiéndole llegado nuevos refuerzos y agota-
das sus municiones, Acha tuvo que capitular,
siendo decapitado el 21 de septiembre de 1841 •
Achaval (Joaquín de). Natural de Bolivia. Des-
cendía de una ilustre familia vascongada.
Miembro del Cabildo de Buenos Aires, en cuyo
puesto prestó servicios a la causa de la inde-
pendencia. En 1820 fué el fundador del cuerpo
de policía titulado del Orden, cuyo cuartel esta-
ba situado en las inmediaciones de la plaza de
la Fidelidad— hoy general Belgrano (Mont-
serrat)—, creado con el objeto del mantenimien-
to del orden público, persecución de malhecho-
res, etc. Con fecha 15 de mayo de 1821 fué
nombrado capitán de dicho cuerpo, en el que
tuvo eficaces colaboradores como el famoso
Alcaraz (v.) Durante el gobierno del general
Rodríguez fué nombrado jefe de Policía de
Buenos Aires, siendo el primero que ejerció
ese cargo, que desempeñó hasta 1824. Falleció
en octubre de 1841.
Acheta (Domingo Victorio). Sacerdote y edu-
cacionista. Nació a fines del siglo xvii:; fué uno
de los alumnos más aprovechados del Colegio
de San Carlos, en cuyo establecimiento co-
menzó sus estudios, cursando Filosofía bajo la
dirección del Dr. Diego Estanislao Zavaleta.
y posteriormente Teología. En septiembre
de 1801 rindió su examen general, saliendo en
seguida de aquel establecimiento para llenar las
ACH
- 7 -
ADR
funciones del ministerio sacerdotal, a que se ha-
bía dedicado. En 1814 fué llamado para desem-
peñar la cátedra de Filosofía en el mismo colé-
gio, donde tan gratos recuerdos había dejado
como alumno. Antes de esta época, Achega,
que había abrazado con entusiasmo la causa
de los patriotas, había sido nombrado miembro
de la célebre Asamblea que presidió Alvear,
En ese mismo año, 1813, cúpole el honor de ser
elegido para pronunciar en la catedral de Bue-
nos Aires la oración panegírica en conmemo-
ración del 25 de mayo de 1810. Disuelta la
Asamblea y caído Alvear, fué nombrado cabil-
dante en 1816, y en la reunión popular que
tuvo lugar el 13 de febrero de aquel año, miem*
brode la Comisión reformadora del «Estatuto
provisorio», en unión de Funes, Chorroarin y
otros. «El Dr. Achega— dice el Dr. Gutiérrez-
era inuy decidido por la educación de la juven-
tud, y así fué que cedió las dos terceras par*
tes de su sueldo de diputado al Congreso
en 1817 para refaccionar el extinguido Colegio
de San Carlos, cuya restauración deseaba
ansiosamente.» Bajo el directorio de Pueyrre-
dón, estos generosos deseos del virtuoso sacer-
dote fueron satisfe-vhos: el antiguo Colegio de
San Carlos se trasformó en el de la Unión
del Sud, y el Dr. Achega fué nombrado su
primer rector. A su apertura, el 16 de julio
de 1818, pronunció un largo y notable discurso.
Sostuvo a sus expensas la escuela de dibujo,
que se estableció en mayo de 1823. Fué autor
de diversas publicaciones en defensa de su re-
ligión. Sufrió varios destierros por causas po-
líticas; en 1827 fué electo diputado a la Con.
vención nacional de Santa Fe, alejándose más
tarde de la vida pública. Murió en Buenos Ai-
res, el 1 de agosto de 1859, y su cadáver fué se-
pultado en la catedral.
Achmuty (Sir Samuel). General del ejército in-
glés en la segunda invasión al Río de la Plata-
Nació en Nueva York, de padres irlandeses-
Después de haber servido en el ejército inglés
que expedicionaba en la India fué destacado
para tomar parte en la segunda expedición
mandada al Río de la Plata, en 1807. Tomó
por asalto a Montevideo el 3 de octubre de
aquel año, en cuya acción se distinguió como
militar experimentado, dando durante su corta
residencia en aquella ciudad relevantes prue-
bas de su competencia administrativa. En el
asalto a Buenos Aires, sucedido poco después,
te halló al frente del ala izquierda del ejército,
ocupando la plaza de toros del Retiro, donde
se le opuso por los patriotas una desespera-
da ^resistencia. El general Achmuty fué uno
de los jefes ingleses que se captó mayores
simpatías en el vecindario de Montevideo, por
su carácter franco, liberal y caballeresco.
Vuelto a Inglaterra, se le confirió un puesto
de alta importancia en las colonias de la India.
Murió en Irlanda, en 1822.
Achupallas (combate). En el desfiladero de la
cordillera de los Andes, el 4 de febrero de 1817,
entre las tropas del ejército del general San
Martín y las del ejército español. El mayor de
Ingenieros D. Antonio Arcos recibió orden
de pasar la cordillera por el desfiladero de
este nombre, y en la tarde de ese día, el co-
mandante militar de San Felipe, con cien hom-
bres de tropa, ataca a los argentinos, quienes
con sólo 25 granaderos a caballo, al mando del
teniente D. Juan Lavalle, los rechaza y los
persigue, tomándoles las caballadas y equipa-
jes. Este fué el primer triunfo del ejército de
los Andes.
Adelantados (del Río de la Plata). Pedro de
Mendoza, primer adelantado, nombrado el
21 de mayo de 1535; Alvar Núñez Cabeza de
Vaca, nombrado el 18 de marzo de 1540; Jaime
Resquín fué nombrado para suceder al ante-
rior, pero no se recibió del mando; Juan de Sa-
nabria, nombrado el 22 de junio de 1547, murió
antes de recibirse del mando; Juan Salazar de
Espinosa, nombrado en 1552; pero fué depues-
to en su viaje al Río de la Plata por la gente
que formaba la expedición que traía, y nombra-
do ffernando de Trajo, cuya autoridad no se
reconoció; Juan Ortiz de Zarate, nombrado el
12 de julio de 1559; Juan de Garay, adelan-
tado, por poder de Zarate, a la muerte de éste,
en 1575.
Adelantazgo. Los adelantazgos eran títulos
adquiridos por los poderosos señores que du-
rante la guerra con los moros reconquistaban
por su propia cuenta ciudades enemigas. Te-
nían entre otros derechos el de nombrar en-
vida un sucesor, y debían poblar.
Adrogué (Esteban). Benefactor y hombre pro-
gresista. Nació en Buenos Aires, el 2 de sep-
tiembre de 1S15; bautizado en la iglesia de San
Nicolás de Barí. Fueron sus padres José Ra-
món Adrogué y D.° Petrona Pórtela. El padre
de D. Esteban era natural de España, nacido,
en Muchamiel, villa realenga, en Valencia.
Llegó a estas playas el año 6 del siglo XIX
AGA
_ 8 -
AGU
dedicándose al comercio. Murió muy joven, y
dicen que de resultas de una herida recibida
en los combates que tuvieron lugar durante las
invasiones inglesas, dejando huérfano de cua-
tro años a D. Esteban. Su señora madre, dofla
Petrona, natural de Buenos Aires, se consagró
por completo a su educación, hasta que ingresó
en la Universidad, bajo el rectorado del doctor
D. Antonio Suárez. Adquirió conocimientos
generales y estudió algunos clásicos latinos.
El comercio atrajo a Adrogué, hasta establecer
un establecimiento de suelas, donde progresó
gracias a su celo y laboriosidad. Fué uno de
los fundadores del «Mercado del Plata», en
1856; del «Hotel Provence, en 1854, el pri-
mero en su época. Se preocupó de los caminos
públicos; fundó el hermoso pueblo de Almi-
rante Brown (Adrogué), F. C. S.; alli donó
tierras para oficinas, plaza, municipalidad, et-
cétera. Inició la erección en la plaza principal
de la estatua del almirante Brown. Fué tam-
bién de los fundadores del pueblo de Lomas de
Zamora, que le llamó La Paz. Mucho bien
hizo Adrogué- Murió el 25 de Marzo de 1903.
Seis unos más tarde se levantó una hermosa
estatua en la plaza Espora, del pueblo de Adro-
gué, estatua de bronce y el pedestal de már-
mol, obra del vecino de la localidad el doctor
F. Pardo de Talavera (desinteresadamente).
Agaces. Indios de raza guaraní, que en los
tiempos de la conquista ocupaban las márgenes
del rio Paraguay. Vivían de la pesca y eran
muy diestros en el manejo de las canoas. Era
una tribu sumamente guerrera, belicosa, y sos-
tuvo luchas continuas y sangrientas con los
conquistadores.
Agramont (Cayetano Marcellano). Obispo de
Buenos Aires. Natural de La Paz. Gobernó esta
iglesia desde 1748 a 1759, en que se trasladó a
Charcas, nombrado arzobispo de aquella dió-
cesis.
A^elo (Martín Avelino). Militar. Nació en Bue-
nos Aires, en 1828. Principió su carrera como
soldado, en mayo de 1842, en la legión argen-
tina, figurando entre los sitiados en el asedio
que Oribe puso a Montevideo. Se halló en los
combates del 26 de febrero, 28 de marzo y
24 de abril de 1844, que tuvieron lugar en las
faldas del Cerro. Prisionero de Rosas, lo man-
dó de soldado a Santos Lugares, de donde pre-
tendió fugar; pero fué aprehendido y puesto
en la cárcel pública con una barra de grillos.
En libertad después de Caseros, tomó parte
Pedro José Agrelo.
en la revolución de septiembre. Nombrado mát
tarde fiscal militar, formó causa a los asesinos
del coronel Aquino. Concurrió a la batalla de
Cepeda, en 1859, al frente del cuarto batalló'!
de línea, que él mismo había organizado. Ffi-
lleció el 5 de julio de 1867, ocupando el puesti
de fiscal militar.
Asúrelo (Pedro José). Jurisconsulto y hombre
político. Padre del anterior. Nació en Bueno-
Aires, el 28 de ju-
nio de 1778, y cur-
só estudios en el
Colegio de San
Carlos, dirigido
entonces por el
Dr. Chorroarín.
Se doctoró en
Chuquisaca. En
1804 contrajo en
lace con la distin-
guida patricia
D." Isabel Cavil-
montes. De re-
greso a Buenos Aires, por acuerdo de la Junta
de Gobierno se hizo cargo de la redacción de
la Gaceta Oficial en marzo de 1811, hasta oc-
tubre, en que renunció. En la famosa conspi-
ración de Alzaga (v.) fué su juez sumariante,
y por su energía y la rapidez con que procedió
aseguró la tranquilidad pública. Miembro de la
Asamblea Constituyente de 1813. En 1818 re-
dactó varios periódicos opositores al director
Pueyrredón, lo que le valió ser deportado. A
su regreso desempeñó la cátedra de Economía
política en la Universidad de la misma ciudad.
En 1822 tedactó la primera Constitución polí-
tica de Entre Ríos; en el mismo año fué auditor
de Guerra y desempeñó tres ministerios. Du-
rante la tiranía fué perseguido, y se refugió en
Montevideo en 1838, y allí murió, el 23 de ju-
lio de 1848.
As^iBdo (Roque Néstares). Gobernador del Tu-
cumán. Fué nombrado para desempeñar este
puesto en diciembre de 1652. Su gobierno fué
una serie de latrocinios, cohechos, peculados
y concusiones, y se puede decir, con Lozano,
«que ha sido el peor de los gobernadores de
Tucumán». Codicioso hasta lo sumo, ni guardó
justicia en la colación de las encomiendas, que
cedía por precio, ni proveyó los empleos pú-
blicos con personas idóneas, por obtener de
ellos un beneficio ilegítimo; ni observó las ór-
denes superiores, que dejaba violar por grue-
AQU
AGÜ
sas cantidades. No contento con vender los
tenientazgos, oficios de justicia y encomien-
das, estancó la hierba del Paraguay, para ex-
pender las partidas que él había comprado por
mayor y a bajo precio. Tan injusto con sus
compatriotas como cruel con los indios, hacía
sufrir a éstos toda clase de vejaciones, y para
no dejar una violación sin cometer, asaltó las
cajas reales, mandándolas descerrajar con un
herrero, por haberse negado a hacerlo los en-
cargados de su custodia. Acusado por este de-
lito, tuvo la habilidad de conquistar la benevo-
lencia del juez de residencia Mercado, quien
le permitió salir de ¡la provincia con 200.000
pesos, y sin querer sentenciar en la causa, a
pesar de las quejas de los agraviados. Le su-
cedió en el gobierno D. Pedro de jMontoya.
Agfiero (José Ensebio). Sacerdote y hombre
político. De Córdoba. Dedicado a la carrera
eclesiástica, se ordenó en aquella ciudad en
1814, y en ese mismo año vino a Buenos Aires,
donde ocupój el vicerrectorado en el Colegio.
Seminario que existía entonces. Allí reem-
plazó al Dr. Acheaga en la cátedra de Filo-
sofía, que dirigió durante dos años, y en 1818
fué nombrado prefecto de estudios en el Cole-
gio de la Unión del Sud, en cuyo cargo se des-
empeñó con la mayor contracción y laboriosi-
dad. En 1825 fué elegido diputado por la pro-
vincia de Córdoba al Congreso que se instaló
el mismo año, siendo llamado poco después por
Rivadavia a desempeñar la cátedra de Dere-
cho eclesiástico en la Universidad de esta ciu-
dad, época en que dio a luz sus Instituciones
de Derecho público eclesiástico. Durante la
tiranía se vio obligado a abandonar Buenos
Aires. Sirvió como secretario al general Paz y
de comisionado para pacificar la provincia de
Santiago del Estero, obteniendo un éxito feliz.
Durante el gobierno del Dr. Obligado fué re-
querido para ocuparse de la reparación mate-
rial del colegio y de la creación de un seminario
que diese al país un clero piadoso e ilustrado.
Concluido el edificio, se le nombró rector, con-
tra sus deseos, pues por su edad y por sus do-
lencias físicas necesitaba del descanso; no
obstante esto, desempeñó ese puesto durante
diez años, desde 1855, en que se abrió el cole-
gio, hasta que una grave enfermedad le obligó
a renunciar. Por el año 53 fué electo senador
a la primera legislatura constitucional de la
provincia, y su nombre aparece como miembro
de algunas Comisiones creadas a objetos prin-
cipales en el período del gobernador Obliga-
do. Falleció a principios del año 1864.
Agüero (Dr. Juan Manuel Fernández de). Sacer-
dote y filósofo. Nació en Túy, villa de Galicia, y
fué educado en el Colegio de San Carlos, de
Buenos.\¡res. Entregadoalestudiodela Filoso-
fía, fué llamado adietar esta cátedra en 1805, en
el mismo colegio. Más tarde el Dr. Agüero,
renegando de sus antiguas opiniones y sin que
lo detuviera consideración alguna, se separó
públicamente de la escuela católica, a que antes
había pertenecido, para hacerse racionalista.
La caída de Rivadavia, que motivó la separa-
ción de tantos profesores, causó también la del
Dr. .'agüero, que creyó deber renunciar a ese
empleo (1827). El Dr. Agüero poseía el don de
la palabra, y fué no sólo orador, sino también
escritor y poeta.
Agüero (Julián Segundo de). Presbítero y esta-
dista. Nació en Córdoba, descendiente de una
familia distinguida de esta provincia y poseedo-
ra de grandes bienes de fortuna. Educado en
Buenos Aires en el Rt I Colegio de San Carlos,
donde cursó Teología, incorporándose en 1801
a la Real Audiencia pretorial, después de reci-
bir el título de abogado, y luego se consagró
sacerdote. Desempeñando el curato de la cate-
dral en 1810 le halló la revolución, .aunque no
tomó participación en el movimiento, asistió al
cabildo abierto, sin emitir su voto antes que le
llegase el turno. Recién en 1817, hizo manifes-
taciones a este respecto, en que subió al pulpito
de la catedral a pronunciar la oración patrióti-
ca con que se conmemoraba anualmente aquel
gran día. Electo diputado a la legislatura en
1821, ocupó la presidencia de ese cuerpo en
aquel año. Representante al Congreso general
que elevó a la presidencia de la República a
D. Bernardino Rivadavia, quien le nombró mi-
nistro de Gobierno en 1826. Ministro de Ha-
cienda y de Gobierno durante la administración
del Dr. Vicente F. López. En 1828 presidió k
Asamblea de San Roque (1 de diciembre), en
que fué nombrado Lavalle gobernador. En la
época de la tiranía se refugió en Montevideo.
Falleció en esta ciudad, el 20 de julio de 1851 .
Agüero (Pedro José I. Coronel. Nació en Bue-
nos Aires, el 1 de agosto de 1808. Sentó plaza
de subteniente en el batallón Cazadores del
Río de Plata. Hizo la campaña en el Brasil,
donde ascendió hasta capitán, y tomó participa-
ción en el pronunciamiento del 1 de diciembre
contra Dorrego. Se encontró en las acciones
AGU
10 -
AGU
de Tucuya-ti, Palmar y Cagancha, recibiendo
en la última, a la par de una herida, el grado de
coronel. Estuvo cuatro aflos dentro de ios mu-
ros de Montevideo, regresando a su pais a
fines de IS51 . Cuando estalló la guerra del Pa-
ragfuay ofrecióse al Gobierno de la nación, y
puesto al lado de D. Emilio Conesa, como se-
gundo jefe de la División Buenos Aires. No
hubo un solo combate en que no brillara su es-
pada, desde el Paso de la Patria hasta Angos-
tura: protegiendo bizarramente en Curupayti
la retirada de los batallones argentinos que ini"
ciaron el ataque. Llegados los ejércitos alia-
dos a la Asunción, el coronel .agüero fué nom-
brado miembro del Tribunal especial creado
para entender en los reclamos que se hicieran
por los depósitos existentes en aquella ciudad,
desempeñando muy luego el cargo de comisa-
rio de Armas y encargado de la Capitanía de]
Puerto y de la Policía. En 1S70 marchó a En-
tre Ríos, en calidad de jefe de las fuerzas del
Paraná, sosteniendo el asedio que pusiera a
esta plaza D. Ricardo López Jordán, y durante
los sucesos de septiembre de 1874 desempeñó
el empleo de jefe del Estado Mayor de la capi-
tal. Agüero «era un militar muy inteligente, mo"
desto, resignado, virtuoso y con la conciencia
de que el deber es una religión que necesita un
culto práctico, como todas las religiones». Mu-
rió en Buenos Aires, el 7 de agosto de 1878.
A^uilar (Juan). Gobernador de San Juan.
Electo en julio de 1830. Ratificó en 18 de sep-
tiembre un tratado de comercio entre esa pro-
vincia y las de Córdoba, Mendoza, San Juan,
San Luis, Rioja y Catamarca, y puso las fuerzas
que tenía disponibles a las órdenes del general
Paz. Pocos meses después de su nombramiento
estalló un movimiento revolucionario en la ciu-
dad, pero fué sofocado por las autoridades. Le
sucedió D. Hipólito Pastoriza.
Aguilar (Victoriano). Militar. Nació en Buenos
Aires, en 1790. Empezó sus servicios militares
durante las invasiones inglesas, encontrándose
en los combates de la defensa y de la recon-
quista, en 1806 y 1807. Producida la revolución
de 1810, asistió, al mando de Rondeau, a la
campaña y sitio de Monteoideo, en 1811; al año
siguiente se halló en el segundo sitio de esa
plaza, como capitán. En 1817, en clase de sar-
gento mayor, concurrió a la campaña de Entre
i-^cf , desempeñando después comisiones mili-
tares de importancia y varios cargos militares.
Durante la tiranía permaneció sirviendo bajo
las órdenes del dictador; derrocado éste, tomó
parte en la revolución de septiembre de 1852
y luego en la defensa de la plaza durante el si-
tio de 1853, mereciendo ser ascendido a tenien-
te coronel, y en el mismo año se le retiró del
servicio, por sus achaques, sin haberlo él soli-
citado. Falleció en Buenos Aires, el 1 1 de octu-
bre de 1S55.
Aguilera (Javier). Coronel. Jefe español. De-
rrotó a Padilla en la Laguna y el Villar. De-
golló personalmente a este valiente jefe. Ganó
la batalla de Pan (1816). Como de costumbre,
después de esta batalla hizo cortar la cabeza
al jefe patriota Wames y colocarla en una
pica. Cometió muchísimas crueldades en Santa
Cruz de la Sierra.
Asruirre (Combate del Paso de). El general
Balcarce, con fuerzas de Buenos Aires, derro-
ta al general López, gobernador de la provin-
cia de Santa Fe, que con 600 hombres se había
atrincherado en el Paso de Aguirre, sobre el
río Salado. Este combate tuvo lugar el 27 de
noviembre de 1818.
Agruirre (Cleto). Gobernador de Salta en 1815.
Su gobierno fué muy bueno y la provincia le
debe muchas mejoras. En 1865, siendo presi-
dente de la Legislatura, tomó el mando, por fa-
llecimiento del Dr. Dávalos. En su administra-
ción las dos veces le acompañó como ministro
el Dr. Francisco J. Ortiz. El Dr. Aguirre era
un notable médico oculista.
Afrnirre (Félix). Gobernador y capitán gene-
ral de la provincia de Misiones. Ejercía este
cargo cuando tuvo lugar (1827) la invasión de
Bentos Manuel, jefe de lis tropas portuguesas.
Aguirre reunió algunas fuerzas y se preparó
para resistir al invasor; pero, faltas de discipli-
na y organización, se dispersaron y su jefe
huyó solo, dejando abandonada la provincia de
su mando, .aguirre rechazó los auxilios que le
ofreciera el gobernador de Corrientes, decla-
rando «que lo hecho estaba hecho y que su
provincia tenía terrenos para indemnizar los
daños causados por el invasor»; lo que no im-
pidió que fuese auxiliado por tropas de Co-
rrientes, formando parte desde entonces el te-
rritorio de Misiones de aquella provincia.
Aguirre (Francisco de). Gobernador del Tu-
cumán y fundador de la ciudad de Santiago del
Estero. Descendía de una familia noble de Ta-
lavera, ciudad de España. Hallándose en Chile,
recibió en 1552 de Pedro de Valdivia, con-
quistador de aquel país, despachos de teniente
AGU - 11 -
general y gobernador de Tucumán, dependien-
te entonces de Chile y denominada entonces
Nueoo Maestrazgo de Santiago. Aguirre debía
substituir a Niiñez del Prado, que había caído
en desgracia del conquistador, deponiéndole
por las armas en caso de resistirse a resignar
el mando, a cuyo efecto penetró por sorpresa,
al frente de 200 soldados, en el territorio de la
provincia, haciéndose reconocer como jefe en
la ciudad del Barco, asiento de las autoridades
locales, y saliendo en seguida en busca de
Prado, que, preocupado con sus conquistas,
ignoraba la llegada y los designios de Aguirre.
Desembarazado de su antecesor, dedicóse a
los asuntos de su gobierno, empezando por re-
partir 47.000 indios jurís y toconotes entre 53
encomenderos, medida inhumana y vejatoria
que promovió el levantamiento de las tribus
que poblaban las llanuras vecinas de la ciudad.
Temeroso de sucumbir a sus ataques, hizo tras-
ladar Aguirre la población del Barco al valle
de Guiqui; pero, inquietado nuevamente por
los indígenas, se vio obligado a levantar su
campamento, dirigiéndose hacia el río Dulce,
en cuyas márgenes fundó a fines de 1553 la
ciudad de Santiago del Estero, capital hoy de
la provincia argent'na que lleva su nombre. En
el siguiente marchó a Chile, a contener las tri-
bus sublevadas de los araucanos, contra quie-
nes sostuvo una larga y penosa lucha, mere-
ciendo en recompensa de su esforzada conduc-
ta ser reelecto a la gobernación de Tucumán.
Este nombramiento lo recibía Aguirre diez años
después de su entrada a Chile y en circunstan-
cias en que esta provincia se incorporaba al
distrito de la Plata con absoluta independencia
del gobierno de aquel país. Aguirre tomó po-
sesión de su cargo en momentos de verdadero
peligro para la provincia. «Casi toda ella so-
metida al poder de los bárbaros, no se veían
por todas partes sino ruinas, desolaciones, es-
tragos y osadía del enemigo. No pudo menos
de conocer Aguirre cuánto importaba dedicar
sus desvelos a las cosas de la guerra. Valero-
so, vigilante, lleno de celo y volando a todas
partes donde era mayor el peligro, logró inspi-
rar en los ánimos un entusiasmo militar que dio
respiración a la provincia e iba a poner en cré-
dito el poder español. Aguirre pisó todo el te-
rreno que poseyeron los españoles; buscó a los
bárbaros en sus mismos alojamientos; tuvo con
ellos encuentros muy felices; los obligó a reti-
rarse donde los ecos de su valor no pudiesen
AGU
amedrentarlos, y, en fin, llenó la ciudad de
Santiago de prisioneros y despojos.» Hubo, no
obstante, de perecer en dos combates sangrien-
tos librados con las tribus valerosas de los cal-
cliaquies, debiendo ^u salvación a la intrepidez
del capitán Gaspar de Medina. Deseoso de
asegurar el dominio de sus armas en todo el
territorio de la provincia, desprendía por un
lado a uno de sus mejores capitanes para echar
los cimientos de una nueva ciudad (San Miguel
de Tucumán), mientras él marchaba hacia Cór-
doba a someter la tribu de los cornee/ligones,
que reconocieron sin violencia la autoridad de
su Gobierno. Esta jornada le fué, sin embargo,
fatal a Aguirre: sus soldados conspiraron con-
tra su persona, le prendieron por sorpresa y le
remitieron escoltado a la Audiencia de Char-
cas. Absuelto por este Tribunal y restablecido
en su cargo y honores, volvió a tomar el man-
do de la provincia; pero denunciado al Tribu-
nal de Lima, por las tropelías y crímenes que
cometiera entonces, fué destituido y llevado
preso a aquella Audiencia. Don Francisco de
Aguirre fué, como se ve, fundador de dos ciu-
dades y tres veces gobernador de Tucumán;
hombre de guerra, supo vencer y avasallar nu-
merosas tribus; pero sucumbió al fin, víctima
de los odios y resistencias que engendraran
entre sus soldados y el pueblo la soberbia de
su carácter y la altivez de su ginio.
Aguirre (José María). Militar. Nació en Santa
Pe, el 20 de febrero de 1783. En 1811 se alistó
como soldado en el ejército del general Bel-
grano, al iniciar su campaña al Paraguay. Asis-
tió al sitio de Corrientes y fué comandante de
la escuadrilla tomada a los espartóles. Actuó
en la rendición y sitio de Montevideo, a las ór-
denes del general Alvear, en 1814, con el gra-
do de teniente. Combatió contra Artigas en
Entre Ríos, y más tarde, en el Alto Perú. En
1816, como capitán, se incorporó al ejército de
San Martín en Mendoza. Cruzó los Andes,
hallándose en Chacabuco, Cancha Rayada j
Niaipii en 1S18, con el grado de coronel, y
como jefe de Estado Mayor en 1819; al año si-
guiente marchó al Perú, sirviendo con el gene-
ral Arenales en la campana de la Sierra y con-
curriendo al sitio del Callao y toma de Lima.
Regresó a Buenos Aires y actuó en la campa-
ña contra el Brasil, batiéndose en Itiizaingó,
siendo el conductor del parte y de los trofeos
de la batalla. Este valiente militar ha dejado
escrita una interesante Memoria militar sobre
AuC
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AlZ
las campañas del ejército de los Andes. Falle-
cii'i en Buenos Aires, el 15 de abril de 1847.
A^ruirre (Juan Francisco). Español. Capitán de
fragata y jefe de la cuarta división enviada
por España para la demarcación de límites con
el Portugal en América. Es uno de los varios
hombres de verdadero mérito que vinieron a
estos países para las demarcaciones de limites;
pertenecía a la partida de D. José Várela y
Ulloa, y en esa comisión construyó Aguirre los
tres grandes mapas. Escribió un diario descrip-
tivo de su viaje, obra de grandes dimensiones,
dividida en tres voluminosos tomos. El libro
del capitán Aguirre es una descripción cientí-
fica de su viaje, enriquecida con numerosas e
interesantísimas observaciones sobre la políti-
ca, administración, comercio, geografía, histo-
ria e hidrografía del virreinato del Río de la
Plata.
Aguirre (Juan Pedro). Comerciante. De Bue-
nos Aires; nacido el 19 de octubre de 1781.
Fueron sus padres D. Cristóbal de Aguirre y
D.' María Josefa López de Anaya. Aparece
recién en la escena pública con motivo de las
invasiones inglesas, en que figuró como tenien-
te de patricios. En la defensa ctipole la glo-
ria de contribuir eficazmente a la rendición del
destacamento de los ingleses en Santo Domin-
go. En 1810 fué miembro del Ayuntamiento,
abrazando la causa de la revolución con entu-
siasmo. Poseedor de una fortuna considerable,
heredada de sus padres, se dedicó en la guerra
de la independencia a armar corsarios a su cos-
ta, lo que volvió a efectuar posteriormente en
la guerra del Brasil. En 1S20 se halló mezcla-
do en los sucesos anárquicos de dicho año,
desempeñando las funciones de alcalde ordina-
rio de primer voto cuando fué elegido director
substituto en reemplazo del general Rondeau.
Terminado su interinato, fué electo represen-
tante en la Legislatura de Buenos Aires, de la
que tué dos veces presidente. Fué después
presidente del Banco nacional, siendo su primer
presidente. En estas tareas y otras delicadas
comisiones que se le encomendaron, sirviendo
ya a la nación, ya a la provincia, falleció en
Buenos Ain.s, el 17 de julio de 1837.
Aguirre (Manuel .Hermenegildo). Nacido en
Buenos Aires, en 17s5. El movimiento de mayo
le contó en el número de sus partidarios. En
1817, el Directorio, a indicación de San Mar-
tín, le confió la delicada misión de adquirir en
los Estados Unidos varios buques de guerra
para contrarrestar el poder marítimo de los
realistas en las costas del Pacífico, debiendo
transportarlos a Chile artillados y tripulados.
Diputado a varias legislaturas. No aceptó el
ministerio de Hacienda que le ofreció Dorrego.
En 1827 fué presidente de la Cámara de Dipu-
tados, y muy luego del Crédito público y Caja
de Amortización de la provincia. Desterrado
del país por el general Lavalle, regresó bajo
la administración de D. Juan José Viamonte,
siendo nombrado miembro del Senado consul-
tivo de Gobierno. Se opuso y combatió tenaz-
mente el proyecto invistiendo de facultades
extraordinarias a Rosas. Desempeñó la carte-
ra de Hacienda en la administración Balcarce
hasta octubre del año 34, en que elevó su re-
nuncia, alejándose desde entonces de la vida
pública. Falleció el 22 de diciembre de 1843.
Ailón (combate). Contra los montoneros de
Cuyo y La Rioja, el 4 de diciembre de 1867, en-
tre el comandante Irrazábal y el cabecilla Pe-
dro Pérez. Tuvo lugar en Ailón, provincia de
Mendoza. Después de una defensa desespera-
da, los montoneros fueron derrotados, dejando
muchos muertos y heridos.
Aizpurua (Benito). Piloto de altura y práctico
mayor del Río de la Plata. Nació en San Se-
bastián, capital de Guipúzcoa, el año 1774, y
desde muy joven se estableció en Buenos Aires,
donde prestó servicios incalculables como pi-
loto. Desde los veintitrés años, como primer pi-
loto del bergantín español el Tigre, navegó
el Río de la Plata en buques mercantes, entre
Canarias y ambas capitales de este rio. En
1823 el alm'irante Brown le confió el cargo de
piloto mayor de la escuadra nacional durante
la guerra del Brasil, en cuyo puesto hizo re-
nuncia de sus sueldos y demostró su compe-
tencia y conocimiento del estuario, y a solici-
tud del mismo almirante el Gobierno le com-
pró todas las cartas y planos sobre el Río de
la Plata trazados por él, con la anotación de
las derrotas, posición y extensión de los ban-
cos y arrecifes, puertos, costas, señales, co-
rrientes, canales. La obra magna de este ma-
rino se denomina: Carta esférica del Río de
la Plata, en la América del Sud, por D. Andrés
Oyarbide; y corregido todo el interior del rio,
desde el meridiano de Monteoideo, en los
años 1823, 24 y 25, por D. Benito Aizpurua,
piloto de altura y p'áctico de dicho río. En
1824 publicó un folleto sobre el derrotero del
Río de Plata, en idioma inglés y castellano.
Al.A
- 13
ALB
Dice el general Mitre: «Los navegantes de'
Rio de la Plata, debieran levantar una estatua
di piloto de altura D. Benito Aizpurua, cuyos
trabajos hidrográficos, en que se comprenden
las derrotas, la anotación de la sonda, la posi-
ción y extensión de los bancos y arrecifes, la
forma de los puertos y costas y las señales
aparentes que deben ser /ir de guía, lo hacen
digno de este alto honor, y así como los norte-
americanos colocan la estatua de Frankiin en
lo alto de sus edificios con el pararrayo salva-
dor que inventó, en una mano, la estatua de
nuestro piloto debía levantarse sobre las
a^uas, sirviendo de baliza en lo alto del esco-
llo más peligroso del Río de la Plata». Murió
en Buenos Aires, el 11 de diciembre de 1833.
Alagón (Juan de). Natural de Buenos Aires; fué
de los patricios del año X, perteneciendo al
partido saavedrista; formó parte da la Juntp
después déla revolución de 1811, ejerciendo
accidentalmente la secretaría de Gobierno y
Guerra. Más tarde fué miembro del Cabildo,
llegando a ocupar el puesto de alcalde de pri-
mer voto, y miembro de la Junta de Observa-
ción. En 1821 presidió la Junta de Representan,
tes, y del Crédito en 1825, y era vicepresidente
de la Junta de Administración de la Caja de
Amortización. En 1826 fué electo constituyente
a la Legislatura de la provincia de Buenos Ai-
res. «A'agón— dice un publicista— no era hom-
bre de cualidades brillantes; pero sí un gran
patriota, que se mantuvo fiel a su bandera en
los supremos momentos de la revolución».
Albariños (Domingo) Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, en 1781.— Inició su carrera en 1806
durante las invasiones inglesas. En 1809 era
teniente de la segunda compañía de Granade-
ros, núm. 5. Hizo la expedición en la primera
campaña al Alto Perú, a las órdenes de Ocam-
po, tocándole tomar presos en Córdoba a Con-
cha, Rodríguez, Allende y Moreno, con algu-
nos oficiales, los cuales fueron ejecutados con
Liniérs por orden de la Junta. En este suceso
su conducta fué recomendada, siendo ascendi-
do a capitán. En esta época fué enviado como
comisionado a Santiago del Estero para refor-
zar las tropas que debían seguir al Norte, sien-
do su resultado inmejorable. Se halló en Cota-
gaita y en Suipacha. En el paraje denominado
Jaracoragua peleó durante cuatro horas, al
frente de cuatro compañías de su regimiento y
bajo el mando superior de Díaz Vélez y de
Viamonte, consiguiendo rechazar valerosamen-
te al enemigo, y como en la retirada quedase
abandonada nuestra artillería, el general en
jefe le confió la honrosa misión de salvarla al
frente de una tropa de dragones ligeros, lo que
ejecutó bizarramente. Hizo la tercera campaña
al Alto Perú, a las órdenes del coronel D. Mar-
tin Rodríguez; fué sorprendido en el Tejar por
el general español Olañeta, y tomado prisione-
ro con toda la tropa, después de un raflido com-
bate, a excepción de Necochea, que salvó por
un rasgo de valor singular. Fué enviado, como
era de costumbre, a las prisiones de Casas
Matas del Callao, hasta 1821, que fué liberta-
tado por el general San Martín. Volvió a las
filas del ejército, y el general libertador le des-
tinó al comando de un departamento de la pro-
vincia de Trujillo, donde rindió la vida, ya de
teniente coronel, en acción de guerra, a la
causa que seguía desde su pronunciamiento.
Albariños (José María). Nació en Buenos Ai-
res, el 9 de julio de 1794. Ingresó al ejército en
1807, batiéndose contra los ingleses Actuó en
los sucesos de mayo. Formó en el ejército del
Perú y asistió como capitán en Sipe-Sipe y
otros encuentros. En 1826 se retiró del servicio,
con el grado inmediato superior, manteniéndo-
se alejado hasta 18'28, en que tomó participa-
ción activa en la política, siendo ascendido a
teniente coronel. Durante la tiranía se retiró
a la vida privada y, perseguido, emigró en 1840.
Caída ésta, fué jefe de Estado Mayor en 1852,
durante la administración del Dr. D. Valentín
Alsina. Después se halló en Cepeda y en Pa-
Dón, al frente de un regimiento de guardias
nacionales, con el grado de coronel de línea.
En 1857 y 1860 fué electo senador por la ciu-
dad de su nacimiento, y posteriormente desem-
peñó otros cargos honoríficos. Falleció en Bue-
nos Aires, a los noventa y un años de edad, el
17 de abril de 1835.
Albariños (Saturnino). Militar. Desde muy niño
ingresó en la carrera militar. Subteniente del
batallón 4.^^ de Cazadores, en el de Fusileros,
en el 8.° de caballería como sargento mayor,
en el 10.°de caballería, «regimientogeneralSan
Martín»; prestó buenos servicios en el fuerte
del Azul. Se halló en la campaña del Paraguay
en las acciones Paso de los Libres, Urugua-
ynna, Itati, Paso de la Patria, Tuyuti, Yatati,
Humaitá, etc. Falleció en 1S71.
Albarellos (Nicanor). Médico. Nació en Bue.
nos Aires, en 1810. Cursó sus estudios en la
Escuela de Medicina de París. En 1849 regre-
ALB
- 14 -
ALH
só a Buenos Aires, revalidando el título aca-
démico al año siguiente. Adquirió notoriedad
desde un principio por la brillante tesis que
presentó. En 1852 fué nombrado catedrático de
la Facultad de esta ciudad. En 1857 y 1859 fué
elegido diputado a la Legislatura de Buenos
Aires, donde descolló como orador; convencio-
nal en 1860; y en 1862, diputado nacional. En
1S74, académico titular de la Facultad de Cien-
cias Médicas, puesto que siguió desempeñando
aun después de haberse jubilado, prestando
así eminentes servicios a las ciencias y a la ju-
ventud estudiosa hasta el aflo 18-*0, en que se le
nombró académico honorario. El Dr. Albarellos
era un eximio guitarrista. Falleció el 5 de fe-
brero de 1891.
Albarracín (Antonio Cornelio). Sacerdote y fi-
lántropo. Nacido en la provincia de Jujuy. Vi-
vió consagrando al bien de su país su cuantio-
sa fortuna. Albarracín fué uno de los que
revelaron a las autoridades ios planes fragua-
dos en aquella provincia por la plebe coligada
con los indios insurreccionados por la rebelión
de Tupaz-Amarú. Era un sacerdote lleno de
méritos y virtudes; fué el fundador del templo
de Santa Bárbara en la ciudad de Jujuy y pro-
tector de muchas familias indigentes en la pro-
vincia.
Albarracín (Santiago). Coronel. Nació en San
Juan. Empezó su carrera en 1818, como solda-
do distinguido de un cuerpo de Milicias de su
provincia natal, e hizo en 1820 la campaña con-
tra los Carreras, que fueron batidos por el co-
ronel Urdininea en la Punta de los Médanos.
En 1852 fué ascendido a teniente del regimien-
to de Dragones destinado a contener en las
Quebradas de Humahuaca las incursiones de
los realistas. Militó a las órdenes de Arenales
en el Alto Perú; bajó después a Buenos Aires,
incorporándose al ejército que hizo la campaña
contra el Brasil, hallándose en Onibü, ¡luzain-
gó y Camacuá. Batió al frente de algunos sol-
dados al guerrillero Zuca en el Arroyo Gran-
de. Se mezcló en las disensiones civiles, sir-
viendo con los generales Paz y Lavalle en las
campañas del interior de la República. Pros-
cripto por Quiroga después de la batalla de la
Ciudadela, emigró a Solivia; de allí regresó a
San Juan en 183(), de donde tuvo que emigrar
a Chile, pasando más tarde a Montevideo, y
de este punto a Corrientes, a incorporarse al
ejército del general Paz. En 1847 regresó a
San Juan, donde actuó nuevamente en los
acontecimientos políticos de 1860 y 61. Fué un
militar leal y pundonoroso; su vida nos presen-
ta una serie de fatigas, de servicios y de com-
bates afortunados, que le hacen acreedor a la
recordación histórica. Murió en San Juan, el
16 de mayo de 1869.
Albarracín (Santiago). Uno de los héroes de
Tambo Nuevo (v.) Casóse después en la Sierra
de Córdoba, y llegó a ser mayor y comandante
de milicianos, sirviendo con lealtad a la causa
de la libertad. Murió en 1840.
Alberdi (Juan Bautista). Notable abogado y pu-
blicista argentino. Nació enTucumán, el 29 de
agosto de 1810,
Hizo sus prime-
ros estudios en
Buenos Aires y
se recibió de abo-
gado en Monte-
video en 1840.
Talento de pri-
mera fila, de gran
ilustración e in-
fatigable trabaja-
dor. Alberdi gozó
de mucha repu-
tación en toda la
América latina.
Después de un corto viaje por Europa en 1843,
regresó a América y se estableció en Val-
paraíso, donde ejerció con gran crédito, du-
rante muchos años, su profesión de aboga-
do. El primer trabajo serio de Alberdi lleva
por título: Preliminar al estudio del Dere-
cho. Dio también a luz, sucesivamente, las
siguientes obras: Ejecuciones y quiebras en
Chile; La magistratura y sus atribuciones. En
1852 publicó el más notable de sus trabajos,
que lleva el título: Bases para la organización
política de la Confederación argentina, obra
que es un tratado completo de Derecho pú-
blico americano y que ha sido entusiastamente
elogiada por los más distinguidos publicistas
de ambos mundos. Otros trabajos dignos de
mención son: Elementos de Derecho público
prouinclal para la República Argentina; Sis-
tema económico y rentístico de la Confedera-
ción Argentina; De la integridad nacional de
la República Argentina bajo todos sus Gobier-
nos. Además de estos trabajos tiene multitud
de folletos políticos de circunstancias, entre
ellos uno titulado: De la anarquía y sus dos
causas principales; Del Gobierno y sus dos
luán Bautista Alberdi.
ALB
15 —
ALC
elementos necesarios en la República Argen-
tina. En 1855 fué nombrado representante cer-
ca de algunas cortes europeas. Alberdi lia sido
redactor de muchos periódicos políticos y lite-
rarios, y como literato tiene una colección de
artículos de costumbres, bajo el seudónimo
de Figarillo, y una interesante crónica dramá-
tica de la revolución de mayo. Sus obras com-
pletas fueron editadas poco después de su
muerte. Falleció en París, el 18 de junio del
año 1S84.
Alberti (Manuel Maximino de). Sacerdote. Na-
cido en Buenos Aires, el 28 de mayo de 17t33,
donde cursó sus
estudios eclesiásti-
cos y se ordenó en
1783. En 17S5 se
doctoró en Córdo-
ba en cánones.
Desempeñó el cu-
rato de San Fer-
nando de Maldona-
do, en el Uruguay,
donde le sorpren-
dió la invasión in-
glesa , siendo des- Manuel Maximino de Alberti.
terrado por los in-
vasores, acusado de mantener corresponden-
cia con los jefes españoles. En 1810 era cura
de la parroquia de San Nicolás de Barí, de
esta ciudad, cuando ocurrió la revolución, a
cuya preparación coadyuvó con incansable ac-
tividad, con Belgrano, Paso, Rodríguez Peña
y demás patriotas, asistiendo al memorable
cabildo abierto del 22 de mayo, votando por la
cesación del virrey en el mando. Fué uno de
los elegidos para formar la primera Junta de
Gobierno, y como tal suscribió todas las me-
didas importantes que ésta tomó, menos la de
pasar por las armas a Liniérs y demás com-
pañeros, alegando su carácter sacerdotal. Fué
uno de los redactores de la Gaceta. Este pa-
triota, precursor de la revolución de mayo,
murió repentinamente en Buenos Aires, el 2
de febrero de 1811.
Alberti (Manuel Silvestre). Guerrero de la in-
dependencia. Nació en Buenos Aires, el 31 de
diciembre de 1782. Hermano del anterior. Asis-
tió a la reconquista y defensa de esta ciudad
contra los ingleses. Tomó parte en los sucesos
de mayo de ISIO y estuvo, bajo las órdenes del
general D. Carlos de Alvear, en el sitio y toma
de Montevideo, en 1814, siendo agraciado con
el premio que por tal hecho instituyó el supre-
mo director del Estado.
Albornoz (Felipe de). Gobernador del Tu-
cumún. Natural de Talavera, y caballero del
hábito de Santiago. Se recibió del mando de la
provincia el II de junio de 1627. Habiendo ve-
nido varios caciques de la tribu de los calcha-
quíes a darle la bienvenida, como era de prác-
tica cuando se hallaban en paz, el nuevo go-
bernador les hizo un recibimiento tan desleal
como inhumano, mandándolos azotar y cortar
los cabellos en presencia del pueblo. Movidos
justamente a la venganza por este hecho, pro-
vocaron una sublevación general en todo el
territorio desde el valle de Guadacol hasta el
Humahuaca, invadieron las poblaciones de los
españoles, produciéndose una lucha sangrienta
que duró diez años. Este fué el único aconte-
cimiento notable de su administración, pues,
ajustada la paz. Albornoz dejó el gobierno,
sucediéndole D. Francisco de Valdivia.
Albornoz (fray Jerónimo de). Obispo de Tu-
cumán. De la Orden seráfica. Ejercía las fun-
ciones de comisario general de las provincias
del Perú cuando fué nombrado obispo de esta
diócesis, por renuncia de su antecesor, fray
Jerónimo de Villa Carrillo, en 1570. Gobernó
esta iglesia hasta el año 1576.
Alcarasito (combate). El general López Jor-
dán, que después de su desembarco en la pro-
vincia de Entre Ríos, el día 27 de noviembre,
se había internado en el país, siempre rodeado
de fuerzas del Gobierno por los puntos que
recorría, llega al paraje denominado Alcara-
sito, con 500 hombres que se habían reunido,
desarmados en su mayor parte y sólo teniendo
15 infantes con remington. Hacía una hora que
se hallaban en la carneada cuando es sorpren-
dido por el coronel D. Juan Ayala, que, con
fuerzas disciplinadas y bien armadas de infan-
tería y de caballería, lo ataca, sin darle tiempo
para ensillar los caballos. Se sigue inmediata-
mente un combate, que duró tres cuartos de
hora, teniendo que retirarse López Jordán
por no poder resistir el nutrido y mortífero
fuego de la. infantería de Ayala. A poca dis-
tancia del lugar del combate, López Jordán
disolvió su gente (1 de diciembre de 1878).
Alcaraz (José Rafael de). Preboste de la Her-
mandad y sargento mayor. Era natural de Bue-
nos Aires y descendiente de una familia dis-
tinguida. Inició su carrera en el cuerpo de Hú-
sares de Pueyrredón, asistiendo a la recon-
ALO
16 -
ALC
quista y defensa de Buenos Aires contra ios
ingleses. Criado en los suburbios de la ciudad
cuando éstos principiaban a ser la guarida de
toda clase de malhechores, Alcaraz adquirió
muy pronto «esa baquía, esa admirable actitud
para la guerra de los bandoleros, que debía ha-
cerlo tan útil después a su patria». En efecto,
bajo el gobierno de Pueyrredón y en los go-
biernos que le sucedieron, Alcaraz prestó im-
portantes servicios al vecindario de Buenos
Aires, que dormía tranquilo bajo su vigilancia.
«Tenía en su espíritu una luz admirable para
ver a los salteadores en el fondo de los abri-
gos y de los montes, para adivinar y prever
sus empresas, su numero, sus recursos, y para
sorprenderlos, acorralarlos, sablearlos, apre-
henderles una buena parte de la gavilla y ahor-
carlos en los suburbios más inmediatos.» De-
bido a esta hábil persecución, los atentados de
toda clase disminuyeron notablemente y la
deserción, que había empezado a cundir, se
desvaneció por completo. Alcaraz llegó a ser
el terror de estos bandidos y el único brazo
justiciero que salvaba el imperio de la ley ci-
vil. Jamás tuvo partido político, dice el doctor
López, ni figuró en ningún motín en pro o en
contra de los círculos que gobernaban o que-
rían gobernar El y su partida dormían la sies-
ta mientras en la plaza de la Victoria (Mayo)
ardían los furores políticos. Por la noche, sin
cuidarse quién había triunfado ni cómo se lla-
maba el que gobernaba, Alcaraz salía en silen-
cio e iba a sus grandes operaciones de limpie-
za y cacerías que aveces, como dice el escri-
tor a quien seguimos, se convertían en verda-
deras batallas. Todos los círculos lo estimaban
y lo respetaban igualmente. El vecindario en-
tero lo bendecía y sus hazañas eran contadas
con todos los colores de leyenda y la admira-
ción más profunda y llena de gratitud. En el
año 21 se le ve todavía al frente de su partida,
haciendo la policía de nuestros campos, tarea
que desempeñó hasta su muerte, que ocurrió
algún tiempo después.
Alcorta (Amancio). Economista. Fundador del
pueblo de Moreno (Buenos Aires). Nació el 16
de agosto de 1805, en la capital de Santiago
del Estero. Dedicado a la carrera de las letras,
hizo sus primeros estudios en el convento de
Franciscanos en Catamarca, bajo la dirección
del padre Quintana, que siempre le recordó
entre sus discípulos más aventajados. Ingresó
en seguida a la Universidad, donde permaneció
cuatro años. Preparábase a iniciar los cursos
de Derecho cuando sucesos desgraciados de
familia le obligaron a abandonar para siempre
la carrera que había iniciado bajo auspicios tan
lisonjeros. Vuelto a su provincia, cúpole el ho-
nor de ser nombrado diputado al Congreso
Nacional que se reunía en Buenos Aires, ape-
nas cumplía la edad de veintiún afíos. Esta cir-
cunstancia ocasionó en el seno del Congreso
algunas dificultades para la admisión de su di-
ploma. oAlcorta creyó entonces más decoroso
renunciar su cargo de diputado antes de expo-
nerse a un fallo que podía ser un rechazo.»
Afiliado al partido unitario, compartió la suer-
te incierta de sus amigos políticos, cuya triste
situación empezó a dibujarse con el primer
triunfo de Ibarra, para definirse después de la
caída del general Deheza. En el Gobierno li-
beral que estableció éste mereció Alcorta el
honor de ser su ministro, quedando así su nom-
bre, como dice su biógrafo, marcando la fecha
de la desaparición de las libertades de su pro-
vincia. La caída de Deheza fué para Alcorta la
inauguración de una vida errante y penosa.
Ministro de Quemes en Salta, pasó muy luego
a Jujuy, y de aquí a Buenos Aires. Se mantuvo
largo tiempo en la vida privada, hasta que, caí-
do Rosas, fué llamado en junio de 1853 a for-
mar parte del Consejo de Hacienda. Intervino
después en la reforma de los reglamentos de
Aduana; ocupó un puesto en la Comisión en-
cargada da plantear el libre tránsito de los ar-
tículos de comercio procedentes del extranje-
ro y de las otras provincias de la República;
fué cónsul del Tribunal de Comercio durante
los años 53, 55 y 58; varias veces director del
Banco y miembro de la Junta del Crédito pú-
blico, ocupando por último, con ventaja para
la provincia, un asiento en el Senado desde
1855 hasta principios de 1862. Falleció en mayo
de 1862.
Alcorta (Amancio) . Jurisconsulto . Nació en
Buenos Aires, el 27 de marzo de 1842, y estudió
en la misma ciudad, doctorándose. Durante la
guerra del Paraguay prestó servicios militares
como ayudante y secretario del coronel Mura-
ture, batiéndose en el combate de las Cueoas,
donde fué condecorado con la cruz de bronce
del Brasil. En 1867 fué nombrado juez de pri-
mera instancia, puesto que desempeñó con
competencia y laboriosidad. Fiscal de Gobier-
no en la provincia; ministro de Hacienda y de
Gobierno en la misma. Durante el gobierno de
ALC
- 17 —
ALD
Acosta, fué electo diputado a la Legislatura en
1867 a 1872. Catedrático de Derecho interna-
cional en la Facultad, académico titular de la
misma, rector del Colegio Nacional Central,
diputado al Congreso Nacional, ministro de
Relaciones exteriores en las administraciones
de Juárez Celman, Saénz Peña, Uriburu y
Roca. En este ultimo puesto contribuyó de una
manera notable a la terminación del litigio de
límites con Chile. Desempeñándolo le sorpren-
dió la muerte, el 5 de mayo de 1902.
Alcorta (Diego). Médico y filósofo. Nacido en
Buenos Aires, el 18 de noviembre de 1802. Cur-
só en las aulasdel Colegio de laUnión, donde se
inició en el conocimiento del latín, la retórica,
la gramática y la historia. Estudió filosofía
bajo la dirección de Lafinur y matemáticas bajo
la de D. Avelino Díaz, comenzando luego de
terminar estos cursos sus estudios facultati-
vos. Uno de sus biógrafos nos cuenta que, sien-
do huérfano y pobre, se veía obligado a estu-
diar en los libros de sus compañeros, pues él
no tenía con qué comprarlos. Terminaba su
carrera, y la misma escasez de recursos era
un obstáculo a la recepción de su grado. Al-
corta solicita entonces del rector de la Univer-
sidad se le conceda gratis su título, que obtu-
vo en atención a sus cualidades preferentes.
Siendo estudiante había desempeñado el em-
pleo de practicante mayor en el hospital de
hombres, y al concluir sus estudios (1827) re-
cibió el nombramiento de médico de entradas.
Obtuvo en concurso público la cátedra de Fi-
losofía, vacante por renuncia de D. Juan Ma-
nuel Agüero. Alcorta era un pensador y un
hombre de abnegación. Fué diputado a la Le-
gislatura, en cuyo puesto combatió enérgica-
mente el voto de censura que se formuló con-
tra el Gobierno de D. Juan Ramón Balcarce
y el proyecto invistiendo con facultades ex-
traordinarias a Rosas, retirándose del recinto
de la Cámara, para no volver más, el día en
que aquel proyecto fué aprobado. Falleció el 7
de enero de 1842.
Alcorta (Manuel). Gobernador de Santiago
del Estero. Se recibió de este cargo el 26 de
mayo de 1830, por convenio ajustado entre el
Gobierno de aquella provincia y el de Tucu-
mán. Pertenecía al partido liberal y, una vez en
el mando, se ofreció como auxiliar del Gobier-
no de Córdoba e hizo proclamar al general Paz
protector de Santiago del Estero. Impoten-
te, sin embargo, para luchar contra los elemen-
Dic. HiST. BiOQR.
tos anárquicos de la provincia, resignó el po-
der, cuatro meses después de su elección, en
manos del coronel Román Dehesa.
Aldao (Francisco). Coronel de la independen-
cia. Éste era «el más díscolo entre sus herma-
nos (véanse los siguientes), de hábitos y ten-
dencias gauchos, y sobre todo de carácter fal-
so, aunque vivo, arrojado y resuelto». Su
carrera militar la inició en el regimiento Gra-
naderos a Caballo, adquiriendo reputación de
valiente en las dos célebres batallas que cimen-
taron la independencia de Chile. «Reconquis-
tado éste, San Martín mandó a San Juan el nú-
mero 1 .° de los Andes, a completar su efectivo
y crear un regimiento de Dragones para aumen-
tar el ejército que debía invadir el Perú; pero
los Aldao, José (v.) y Francisco, con otros re-
voltosos, consumaron un motín militar, que
privó al ejército del auxilio de aquellos cuer-
pos.» En seguida se unió a los Carreras, se-
cundando los planes desquiciadores de éstos,
hasta que, tomado preso, fué llevado a Lima
con su hermano José, donde San Martín les
mandó formar un Consejo de guerra, que hu-
biera castigado sus delitos si la interposición
de su hermano D. Félix (v.), a la sazón jefe
de guerrillas, no hubiera determinado a San
Martín a perdonarle. Ya en Lima, se incorpo-
ró al ejército, prestando sus servicios como
guerrillero y continuándolos después bajo las
órdenes de Bolívar. Fué así como tuvo la glo-
ria de asistir a la memorable batalla de Ayacu-
c/io. Después de esta victoria regresó a Chile,
donde agentes del Gobierno de Rivadavia le
contrataron para pasara Mendoza a organizar
una fuerza que desalojara a Quiroga de San
Juan. «Francisco Aldao llegó a Mendoza con
los 10.000 (diez mil) pesos que había recibido
para la empresa contra Quiroga; pero una en-
trevista con sus hermanos le hizo cambiar de
designio, y guardándose el dinero asocióse a
ellos para formar el triunvirato militar que
tantas vidas ha costado a Mendoza y tantos
ultrajes a la moral y a la civilización.» La gue-
rra del Brasil, que reunió a tantos jefes y ofi-
ciales de la de la independencia, no le contó en-
tre sus valientes; muy lejos de eso, él y sus
hermanos aprovecharon el dinero que el Go-
bierno les remitió para organizar fuerzas, para
sus fines particulares, manchando así los laure-
les que habían conquistado en la guerra de la
independencia. En seguida vémosle acompa-
ñando a su hermano Félix en todas sus trave-
ALD
18
slas, ya invadiendo a San Juan, ya cooperando
a los planes subversivos de Quiroga; unas ve-
ces con un partido, otras veces con otro, hasta
que liesíó el dia del desastre del Pilar, donde
su hermano el fraile cometió tanta matanza.
Las primeras balas que evidenciaron la ruptu-
ra injustificable del tratado le arrebataron la
existencia, siendo su muerte la ocasión y el
móvil de un sinnúmero de asesinatos inútiles,
de que la Historia ha hecho responsable a su
hermano D. Félix.
Aldao (Félix). Fraile. Teniente coronel de ca-
ballería en el ejército de los Andes. Goberna-
dor y brigadier general de la provincia de Men-
doza. Estos títulos .son otras tantas faces de
la vida de este hombre. Hermano del anterior.
Hijo de una familia decente y modestamente
acomodada en esa provincia. Mostió desde su
infancia una indocilidad turbulenta, que decidió
a sus padres a dedicarlo a la carrera de sacer-
dote, creyendo que los deberes de su augusta
misión reformarían sus malas inclinaciones.
¡Error lamentable! Su noviciado fué, como su
infancia, una serie de actos de violencia y de
inmoralidad. No obstante esto, recibió las ór-
denes sagradas el año 1806, en Chile, bajo el
obispado del Sr. Moran y el patrocinio del re-
verendo padre Velázquez, dominico, que le
ayudó en su primera misa. Incorporado al ejérci-
to patriota que se organizaba en Mendoza para
expedicionar sobre Chile, Aldao empezó a
figurar en él como segundo capellán de la di-
visión Las Heras. En marcha la división,
el 4 de febrero de 1817, por el camino de Us-
pallata, para pasar'jos Andes, se divisaba en el
fondo obscuro de la cordillera un castillejo
denominado la Guardia Vieja, donde se ha-
bía parapetado un destacamento español. Tra-
bado el combate, después de dos descargas de
detrás de las trincheras, el capellán Aldao,
vencido por los ardientes impulsos de su natu-
raleza y de sus pasiones dominantes, tomó una
parte activa y decidida en ese hecho de armas,
en que rindió e hizo prisioneros a dos oficiales
realistas. Conducta semejante, y viendo sus ro-
pas manchadas de sangre humana, le valió
este reproche del coronel Las Heras: «Padre,
cada uno en su oficio: su paternidad, al bre-
viario; nosotros, la espada. ■> Recomendado, em-
pero, en el parte oficial del coronel Las Heras,
en cumplimiento del deber militar, recibió el
capellán Aldao el titulo de teniente agregado
de Granaderos a Caballo, en cuyo carácter, y
ALD
vistiendo el uniforme de oficial granadero,
asistió a la batalla de Chacabuco ya la de
Maipú, distinguiéndose en ambas. Dice Sar-
miento: ('Un hecho citaré que merece un lugar
distinguido entre los muchos que ocurrían en
aquella época de hazañas estupendas. En la
persecución que se siguió a la batalla de Mai-
pú, un granadero español, de una talla gigan-
tesca, se abría paso por entre centenares de
enemigos que le precedían y rodeaban, y cada
golpe de su terrible sable echaba un cadáver
mutilado a tierra; un círculo vacío en derredor
suyo mostraba bien a las claras el terror que
inspiraba, y los vencedores todos que habían
osado traspasarlo habían pagado con la vida
su temeridad. El valiente Lavalle lo seguía a
corta d stancia, y, por confesión suya, sentía
flaquearle su valor romanesco cada vez que
el calor de la persecución le conducía a aproxi-
mársele demasiado. El teniente Aldao los al-
canza, ve al terrible español, se lanza sobre I
él, y cuando los compañeros esperaban verle
caer abierto en dos, venle parar el tremendo
sablazo que le manda el granadero, hundirle
en seguida y revolverle repetidas veces la es-
pada hasta el puño en el corazón. Mil vivas
fueron la inmediata recompensa de su temera-
rio arrojo.» La campaña de Chile, que conclu-
yó con la completa expulsión de los españoles,
fué para él un teatro de gloria, en que o«;tentó
su audacia característica y su sed de combates.
En todos los encuentros se mostró soldado in-
trépido, acuchillador terrible, enemigo impla-
cable. Cuando la expedición libertadora zarpó
de Valparaíso (20 de agosto de 1820), a las ór-
denes del general San Martín, le contó en sus
filas, en clase de capitán, y desde las playa.* de
Pisco, en que el ejército desembarcó, se distin-
guió como guerrillero, por la audacia y temeri-
dad desplegada en diversos combates con las
tropas españolas San Martín, que conocía el
incomparable valor de Aldao, así como tam-
bién estaba al cabo de sus defectos y malas
costumbres, le dio desde que llegó a Pisco
comisiones que sólo requerían arrojo y valor
hasta la temeridad. Su espada brilló en los
encuentros de Lasca y Pasco, y también en la
derrota de Huancayo, en diciembre de 1820, «en
que el mayor Aldao acreditó una vez más su
valor y presencia de ánimo; no se dejó de
pelear donde él estuvo, y después de la derro-
ta pudo reunir a muchos de sus compañeros,
con los cuales formó un destacamento regular,
ALD
19 -
ALD
y se conservó en Pasco, mejorando sus fuer-
tes.» Al frente de una fuerza regular para ha-
cer la guerra de recursos en la Sierra, obraba
libremente y según su propia inspiración. Un
episodio sangriento tuvo lugar entonces, que
nos lo hace conocer el biógrafo citado: «Ha-
bíase propuesto (Aldao) defender con sus in-
dios el pasaje del puente de Yocuchaca; pero
al aproximarse un destacamento español más
de mil indígenas huyeron cobardemente, malo-
grando su ventajosa posición y entregando sin
resistencia al enemigo un punto importante.
El jefe, enfurecido, no pudiendo contener a los
fugitivos, se echa sobre ellos como un león
sobre un rebaño de ovejas, y no deja de matar
Indios sino cuando ha marcado su pasaje por
entre la multitud con una larga calle de cadá-
veres y de heridos, que caen a ambos lados, a
los repetidos golpes de su sable. Por sangrien-
to que hubiese sido un combate en el puente y
efectivo el fuego de los españoles, habrían pe-
recido menos hombres de los que quedaron en
aquel campo, víctimas de la cólera de uno
solo.» Teniente coronel, y disuelto el ejército
argentino por los sucesos que motivaron la se-
paración del general San Martín, Aldao se re-
tiró del ejército, y parece hubiera abrigado la
intención de alejarse para siempre de la vida
militar. Vivía más tarde en su provincia natal,
tranquilo, dedicado al cultivo de la industria,
cuando el rumor de la guerra civil y las instan.
cias de sus hermanos José y Francisco, coro-
neles ambos, vinieron a sacarle de su pacífica
vivienda. Después de la acción de Las Leñas,
en la que salieron vencedores los Aldao, éstos
empiezan a ejercer una influencia decisiva en
los destinos de Mendoza. En la famosa acción
de la Tablada, en que fué derrotado Quiroga
por Paz, Aldao, que mandaba el ala derecha
del ejército, recibió un balazo en el pecho, que-
aunque no mortal, le obligó a retirarse y pasar
a San Luis, donde fué a curarse. «En el Pilar'
de lúgubre memoria, fué el batallar de dos
días, que espantó al pueblo de Mendoza, que
oía el no interrumpido fuego de fusilería y ca-
tión, a punto de creer que no habría ya más
combatientes. Todos a gritos clamaban por la
paz. La mediación de una comisión de vecinos
puso término a la lucha, y los preliminares del
convenio habían sido ajustados. Don Francisco
Aldao se presenta en el campo enemigo y con-
versa amistosamente con sus adversarios, feli-
citándose todos de la terminación de la san-
grienta contienda. Un momento después, un
emisario del fraile se presenta intimando ren-
dición, so pena de ser pasados a cuchillo; mil
gritos de indignación partieron de todas par-
tes; Francisco fué el blanco de los reproches
más amargos. «Señores— decía con'dignidad— ,
no hay nada: es Félix, que ya ha comido»; dan-
do a estas palabras, que repitió varias veces,
un énfasis particular, y a un ayudante la orden
de avisar a Félix que él estaba allí, que el me-
nor amago de su parte era una violación del
tratado. Si los cañonazos (con que se inició el
inesperado ataque) demoran un solo minuto
más, D. José Aldao entra también al campo,
pues lo sorprendieron en la puerta, de donde
se volvió exclamando: «¡Este es Félix! ¡Ya
está borracho!» En efecto, borracho estaba,
como era su costumbre por las tardes; tres o
cuatro días antes había sido preciso cargarlo
en un catre para salvarlo de las guerrillas ene-
migas que se aproximaban.» (Sarmiento.) La
matanza fué tan espantosa, que, como dice el
general Paz en sus memorias, la pluma cae
de la mano al intentar describirla. La muerte
de D. Francisco le sirvió de pretexto a horri
bles ejecuciones, no solamente en el teatro de
sangriento suce , sino después de pasados al-
gunos días. El ci- 'tan D. Joaquín Villanueva
valiente y distinga t joven, y sus infortuna-
dos compañeros dt causa, allí sucumbieron
víctimas de la barbarie de Aldao, que, lanza en
mano, daba el ejemplo a sus soldados en la car-
nicería. Desde el 15 de septiembre hasta fines
del mismo perecieron inhumanamente el doc-
tor José Narciso Laprida, ex presidente del
Congreso que declaró la independencia na-
cional; el Dr. D. José María Salinas, distingui-
do literato de Bolivia, secretario de su Con-
greso Constituyente; el mayor D. Plácido
Sosa, D. José María Villanueva, Jaramiyo,
D. Marcos González, D. Luis Infante, doce
sargentos y no menos de doscientos cívicos e
individuos de tropa, etc. La batalla de Oncati-
vo (febrero de 1839), quebró por segunda vez
el poder de Quiroga, dejando éste en el cam-
po de batalla su infantería, artillería y bagajes.
En la persecución alcanzaron a un fugitivo
cuya corpulencia había agobiado a su caballo;
una lanzada lo hizo descender a tierra, y cuan-
do un soldado se apresuraba a ultimarlo: oSoy
el general Aldao — dijo — ; no me maten: interesa
a la nación que me presenten vivo al general
Paz». Conducido a Córdoba, algunos oficiales
ALD - 20 -
mendocinos, cegados por la venganza, le hacen
introducir en la plaza montado en un animal
flaco y expuesto a los insultos de la chusma.
«¡Malvado!— le gritan— .habéis cubierto de luto
a tu patria.» «También le he dado días de glo-
rias—contestó. (Sarmiento.) Puesto en la cár-
cel, dio pruebas de estar poseído de un terror
pánico. Aconsejado por algunos sacerdotes,
que trataban de reconciliarlo con la Iglesia^
púsose a estudiar el latín. Creía por momentos
que iban en su busca para fusilarlo, y su cobar-
día entonces rayaba en exageración, pues lie.
gó a excitar el desprecio y las burlas de sus
guardianes. La conciencia del fraile se le pre-
sentaba como un juez implacable en el aisla_
miento de su calabozo. Disuadiéndole de log
temores de fusilamiento D. José Santos Ortiz,
de quien recibía lecciones de latín, el prisionero
exclama: «Sí; como usted no ha cometido los
crímenes que yo, no se le da nada». En medio
de su mortificante terror, una noche que un
escuadrón formaba en la plaza frente a las pri-
siones de Estado, se entregó a un llanto agu-
do y lastimero, creyendo llegada su última
hora por aquellos aprestos. Un oficial que se
acercó a la prisión le encontró de rodillas con
una hostia en la mano, consagrada por él. Pri-
sionero Paz, el ejército siguió a Tucumán, y
con él Aldao. Después de la derrota de la
Cíudadela es llevado por los dispersos a Bo-
livia, donde lo dejan en libertad. Vuelve a
Mendoza en 1832, no sin antes tener una entre-
vista, a su paso por La Rioja, con Quiroga-
que tenía a su lado al coronel Barcala. «¿Cuan,
do fusila a este negro?.)-fué lo primero que le
dijo. Tres años después (1835), denunciado
Barcala de tramar una revolución desde San
Juan contra el poder de Aldao, lo reclamó al
Gobierno de esa provincia invocando la adhe-
sión al tratado cuadrilátero; le fué entregado
y lo fusiló...» Vencido en Angaco. Su muer-
te acaeció el 18 de enero de 1845, en medio
de horribles dolores.
Aldao Uosé). Coronel de la independencia. Her-
mano del anterior. Fué uno de los primeros
guerrilleros del ejército de los Andes «y el de
mejor carácter entre los Aldao». Principió su
carrera en la división de Auxiliares a Chile,
que comandó Carrera. Asistió a todos los com-
bates en que tomó parte esta división, bajo e\
mando inmediato de Las Heras, distinguiéndo-
se por su bravura. Teniente más tarde de Gra-
naderos a Caballo. Asibtió a Chacabuco y
ALD
Maipú. A él se debió la captura del presidente,
Marcó y de otros personajes españoles, a quie-
nes cortó la retirada, prendiéndolos al frente
de un puñado de sus soldados. Reconquistado
Chile, regresó a Mendoza, donde reunióse con
sus hermanos y con los Carreras, promovien-
do motines y ocasionando desastres que man-
charon los laureles de Chacabuco y Maipú. Sin
embargo, se recuerda como un hecho que ate-
núa sus faltas el que siempre se opuso a la?
crueldades de su hermano Félix, a quien cali
más de una vez, librando a muchas persot.
del último suplicio, a que el fraile, arbitraria-
mente, condenaba día a día en sus momentos de
furor. El fraile había caído en poder de las fuer-
zas del general Paz, cuando una revolución
acaecida en Mendoza dio en tierra con el po-
der de sus tiranos. «Don José Aldao tuvo la fa-
tal inspiración de fugar al Sud y confiar en la
fe de los bárbaros. Un día lo invitan a él y a
sus principales jefes a un parlamento; lo ro-
dean y dejan percibir a las claras sus designios
sanguinarios. Don José desenvaina su espada,
atraviesa con ella al cacique traidor, y muere
como mueren los héroes, matando.»
Aldazor (Nicolás), Obispo de Cuyo, De la Or-
den seráfica. Nació en La Rioja, en 1785. Se
educó en el convento de San Francisco de Bue-
nos Aires. Dictó por mucho tiempo, y con distin-
ción, las cátedras de Filosofía y Teología, Ora-
dor sagrado. Se le reprocha de haber sido muy
sumiso ai tirano. Encargado por éste de una
misión secreta para los pueblos dei interior,
cayó en manos del general Lavalle, quien dis-
puso su inmediato fusilamiento. Ya de rodilla^
en el banquillo, le salvó D. José Fermín Soag
comerciante de Córdoba, quien hizo ver a L,.-
valle la mala impresión que produciría en aque-
llas gentes el fusilamiento de un religioso, por
lo que quizá no coadyuvarían a su empresa,
comprometiendo así el éxito de la causa de la
libertad contra el despotismo. El Sr. Aldazor
manifestó su entereza, y según se decía había
marchado al patíbulo resuelto y tranquilo, con
un crucifijo en la mano. En 1859 fué nombrado
obispo de Cuyo, después de haberse consagra-
do en Buenos Aires. Murió el 22 de agosto de
1866, en la ciudad de San Luis, a los ochenta y
un años de edad, después de siete años de lu-
cha y trabajo en la villa de San Francisco del
Monte, en San Juan, donde daba misiones. Exis-
te su retrato en la sacristía de San Francisco,
en esta ciudad.
ALE
Leandro Aletn.
Alem (Leandro N.). Abogado. Nació en Buenos
Aires, el 25 de febrero de 1844. Fué un gran pa-
tricio, un ciudadano
dignísimo y presti-
gioso; fué el repre-
sentante genuino de
lamas pura democra-
cia; el conductor vi-
ril, en horas borras-
cosas, del pueblo ar-
gentino. Como ayu-
dante del genera I
Paunero en la guerra
del Paraguay, tomó
parte en todos los
combates en que in-
tervinieron las fuerzas de Buenos Aires. Ocupó
el puesto de secretario de la Legación argenti-
na en la Asunción del Paraguay, y después en
la de Río Janeiro. Miembro de la Legislatura
de la provincia de Buenos Aires, fué diputado
y senador nacional en varias épocas. Desempe-
ñando el cargo de diputado nacional por la
provincia de Buenos Aires, se suicidó, el 1 de
julio de 1896, en esta capital. El Dr. Alem in-
virtió su acción y sacrificó su vida en aras de
la libertad cívica. «El deber no se cumple
sino haciendo algo más de lo que el deber
manda.»
Alemán (Pablo). Gobernador de Jujuy en 1837.
Uruguavo. Figuró, en el grado de capitán, en
el ejército del general Rondeau que sitiaba a la
ciudad de Montevideo, último baluarte de los
españoles en el Río de la Plata. Se incorporó
al ejército del Alto Perú, con el grado de ma-
yor. Rosas le nombró jefe de Policía en febrero
de 1845, y desempeñando ese puesto murió en
septiembre del mismo año.
Alerta. Goleta armada en corso por D. Adán
Guy, del comercio de Buenos Aires; le fué
otorgada patente el 24 de febrero y despacha-
da el 18 de marzo de 1818. Era una presa es-
pañola, nombrada La Corsa, de 250 toneladas.
Armada con nueve cañones y con la denomina-
ción de Alerta, fué confiada al mando del jo-
ven Daniel Chayter (v.), que perdió la vida en
un combate. Dio la fianza de 10.000 pesos,
exigida por el reglamento de corso, el comer-
ciante de la plaza D. Tomás Stevenson.
Alfaro (Alonso de). Natural de Cádiz. Vino en
calidad de soldado, permaneciendo algún tiem-
po en Buenos Aires, de donde pasó a Tucu-
mán. Era modesto, pobre, a su arribo a ésta-
- 21 - ALI
; pero adquirió muy pronto una gran fortuna y
una posición distinguida, merced a sus virtudes
y talentos. Teniente general yjusticia mayor de
Santiago, capital a la sazón de Tucumán, que
desempeñara Alfaro con aplauso general de todo
el vecindario. Era filántropo y piadoso, em-
pleando una parte de sus bienes en socorrer a
los indigentes o en levantar asilos públicos,
siendo obra de su iniciativa personal la «fun-
dación de la célebre finca de San Ignacio, cu-
yos productos estaban destinados al costo de
los ejercicios en las tres provincias del Para-
guay, Buenos Aires y Tucumán». Gobernador
de Tucumán sólo por seis meses, muriendo en
marzo de 1726.
Alfaro (Francisco). Visitador general en 10 de
diciembre de 1610. Convencido de los abusos
que los encomenderos cometían en los pobres
indios, y después de varias conferencias con
los sujetos más doctos y rectos de la Asunción,
compuso un Código de sabias disposiciones,
conocido bajo el título de Ordenanzas de Al-
faro, en las que se suprimía el servicio perso-
nal de los indios, cortando de raíz los abusos
y violencias de que eran objeto. Estas Orde-
nanzas, que se publicaron por el mes de octu-
bre de 1811, se ocupaban también de puntos
importantes de política, educación y adminis-
tración, y substituían al servicio personal de
los indios el tributo pecuniario. Alfaro ha sido
uno de los magistrados españoles que ha me-
recido más elogios de los historiadores. Sus
Ordenanzas revelan un espíritu recto y huma-
nitario, y ellas le darán siempre un lugar pre-
dilecto entre los protectores de los indios, de
cuya suerte se ocupó como ninguno de los ma-
gistrados de América.
Alianza. Buque de corso. Armador y fiador, el
conocido hombre público D. Juan Pedro de
Aguirre (v.). Se le expidió patente, bajo el nú-
mero 80, el 4 de enero de 1817.
Alico (José). Célebre baqueano de los ejércitos
argentinos. Natural de Santiago del Estero.
Guió los ejércitos de la revolución en la guerra
del Alto Perú, y posteriormente a los que com-
batían en el suelo de la República para afian-
zar sus libertades. Consagrado al servicio del
partido unitario, militó sucesivamente a las ór-
denes de Paz (1830 y 31), de Lamadrid, en la
campaña contra Quiroga, y de Lavalle. «A este
último vino él mismo a buscar desde Salta, don-
de residía, hasta el puerto del Diamante, don-
de se incorporó al ejército libertador después
ALM
- 22
ALS
de la batalla de Sauce Grande, habiendo pasa-
do por el pueblo de Santa Fe arreando unos
bueyes para no llamar la atención y llevando
en el hueco de un cañón de pistola, forrada en
cuero y trenzado después con tientos como e'
cabo de un rebenque, las comunicaciones que
el general Lamadrid le había encargado poner
en manos del general Lavalle». Este paisano
honrado no sólo conocía los caminos, los luga-
res poblados y despoblados y las distancias por
las vías ordinarias, sino las leguas que había
de un punto a otro por sendas extraviadas, la
naturaleza de los pastos, la condición de las
aguadas y el tiempo que necesitaba el ejército
para llegar de un punto a otro. Alico tuvo la
gloria de salvar a Lavalle después de la malo"
grada acción de Famaillá, en que el ejército
libertador fué puesto en completa dispersión,
colocándole fuera del alcance de sus persegui-
dores. Se cree que murió Alico en Potosí (Bo-
livia), donde se había refugiado. Llamábase
Alejandro Ferreyra.
Almafnerte. Véase Palacios (Pedro B.).
Almeira (Hilario de). Médico. Nació en Buenos
Aires, en 1799, y cursó sus estudios en la Fa-
cultad de esta ciudad, doctorándose en 1827,
habiendo actuado como practicante de medici-
na en el ejército que peleó contra el imperio
del Brasil. En 1839 fué tildado de unitario, per"
seguido y reducido a prisión durante varios
meses, y luego por un año, dándosele la ciu-
dad por cárcel, hasta que, sabiendo que iba a
ser asesinado, emigró a Montevideo, y de all'
al Brasil, donde residió algún tiempo, sin po-
der ejercer su profesión por no tener sus di*
plomas. En Montevideo fué nombrado cirujano
del ejército. A la caída de Rosas tuvo el mis"
mo cargo, prestando largos y penosos servi"
cios en las fronteras, en la campaña que termi-
nó en el Tala, y en la guerra del Paraguay^
después de la cual fué jubilado. Fué también
diputado a la Legislatura y miembro municipal
de Buenos Aires. Falleció en 1885.
Almeira (Francisco de Paula). Médico y ciruja-
no militar. Nació en Buenos Aires, en 1791 .Ci-
rujano del ejército de Lamadrid en su expedi-
ción contra las fuerzas de Santa Fe. Pasó al-
gún tiempo a Europa, siendo desterrado de
Francia y luego de Italia por haber publicado
en la capital de la primera la Lira argentina,
colección de cantos patrióticos, refugiándose
en Londres, donde cultivó la amistad de algu-
nos médicos célebres. De regreso a Buenos
Adolfo Alsina.
Aires fué director del hospital militar estable
cido en el convento de la Merced (hoy iglesia
parroquial), donde se asistían los heridos de la
guerra del Brasil; catedrático de Anatomía y
Fisiología; médico del hospital de hombres y
luego del de mujeres y conjuez del Tribunal de
Medicina, hasta que en 1835 fué exonerado
de todo cargo público por no merecer la con-
fianza del Gobierno. Murió en Buenos Aires,
en 1870.
Alsina (Adolfo). Estadista. Nació en Buenos
Aires, el 14 de enero de 1829, cursando sus e»-
tudios en esta
ciudad, y en la de
Montevideo du-
rante la emigra-
ción. Vuelto al
país, se graduó
de doctor en ley
es en 1859. Des-
de joven actuó en
política, dándose
a conocer como
orador fogoso,
alcanzando gran
popularidad. En
1859, en la bata-
lla de Cepeda, comandaba un batallón de
guardias nacionales, y en Pavón, una brigada.
En 1861 fué electo diputado, pronunciando
brillantes discursos. En 1865 se ausentó a
Europa, y a su regreso fué proclamado gober-
nador de Buenos Aires, y dos años después
vicepresidente de la República. Durante la
presidencia de Avellaneda desempeñó la car-
tera de Guerra y Marina, donde puso de ma-
nifiesto su actividad y talento con motivo del
plan de campaña contra los indios, empresa
en la que contrajo una enfermedad que le lle-
vó a la tumba en poco tiempo. Fué jefe de
un gran partido político y acreditó en los
altos cargos que desempeñó su patriotismo,
sus virtudes cívicas y sus talentos. Falleció el
29 de diciembre de 1877; sus exequias fueron
grandiosas, y el 1 de enero de 1882 se inaugu-
ró su estatua en la plaza de la Libertad.
Alsina (Juan D.). Agrimensor general del vi-
rreinato y maestro de náutica. Natural de Ca-
taluña. Vino en la expedición demarcadora de
límites, conjuntamente con Pedro Cervillo.
Llegó a esta ciudad con el título de agrimen-
sor y la fama de un acreditado piloto. Creada
que fué la Escuela de Náutica, se le nombró su
ALS - 23
segundo maestro, bajo la inmediata dependen-
cia de Cervino, que fué a quien se le confió la
dirección del establecimiento. En 1800 publicó
un almanaque y calendario general diario de
cuartos de luna, según el meridiano de Bue-
nos Aires, para el año ISOl. En este almana-
que, lleno de noticias históricas y otras obser-
vaciones curiosas, s j da la fundación de Bue-
nos Aires como efectuada en 153(5. En IbOl
volvió a publicar un segundo almanaque, para
el año ISCi, donde se ratifica en la fecha de la
fundación mencionada en el anterior y expone
las razones que le mueven a apartarse de los
autores que afirman que Buenos Aires fué fun-
dada en 1535. En la segunda invasión inglesa
figuró en las filas de los defensores, perecien-
do en aquel día memorable, atravesado por
una bala enemiga.
Alslna (Valentín). Estadista. Gobernador de
Buenos Aires. Hijo del anterior y de dofla Pas-
tora Ruano (an-
daluza). Padre
del doctor don
Adolfo Alsina.
Nació en Buenos
Aires, en 1802.
Dedicado a la ca-
rrera de las leyes
con aprovecha-
miento, conquistó
merecida repu-
tación de jurista
eminente. Su
vida pública fué Valentín Alsina.
agitadisima; prin-
cipió en 1829, en que aparece electo dipu-
tado. Colaboró en el Nacional y en el Men-
sajero Argentino, que se publicaban allá por
los años 25 al 27, sirviendo el último la política
del Gobierno de la época. Director de la Bi-
blioteca pública. En 21 de diciembre de 1833
fué nombrado miembro de la Junta de ciudada-
nos teólogos, y más tarde, catedrático de la
Facultad de Derecho. En los albores de la ti-
ranía fué apresado y destinado al pontón Sa-
randi y remitido desde el Paraná con una ba-
rra de grillos por el general Echagüe, afiliado
a la política de Rosas. De allí pudo fugarse.
«Había sido nombrado comandante del pontón,
en reemplazo de un Ferreyra, D. Enrique Sin-
clair, nombramiento que obtuvo por la influen-
cia amistosa de la familia del coronel Pueyrre-
dón (preso también) con D. José María Rojas,
_ ALT
ministro de Hacienda de Rosas, y a pesar de
cierta prevención del tirano contra el agracia-
do. El mayor Sinclair conservaba gratitud por
un servicio importante que en otro tiempo le
hiciera Pueyrredón, y estaba relacionado con
Alsina, y mucho más con el Dr. Maza, que se
interesaba vivamente por su yerno. De común
acuerdo resolvieron la fuga. Esta se efectuó a
las ocho de la noche del 5 de septiembre de 1835.
Embarcados en una lancha, el coronel desarmó
al centinela, que, para no infundir sospechas a
la guarnición del Sarandi, había hecho bajar
Sinclair. En seguida quedó resuelto tomar rum-
bo a la colonia. Los cuatro marineros de la em-
barcación se mantuvieron en una actitud pací-
fica y obediente. Antes de todo esto la joven
esposa de Alsina, D.= Antonia Maza, había
salido en coche de la casa-quinta de su padre,
cubierta la cabeza con un gorro y embozada
con una capa de éste, objetos que él le puso en
el momento de partir. La acompañaba el inglés
D. Ricardo Haines, que la fuera a buscar ex-
presamente por su íntima amistad con Sinclair,
que los esperaba en la playa. Allí subió la se-
ñora en la embarcación salvadora para ir en
busca de los presos. Llevaba oculto bajo la
capa un tierno niño, su hijo Adolfo, cuya respi-
ración dificultosa le arrancó una exclamación...
La señora doña Antonia compartió noblemente
los riesgos de la evasión.» En Montevideo de-
fendió durante el sitio, con la pluma y con las
armas, la causa de la libertad. Derrocado Ro-
sas regresó a su patria, donde el gobernador
López le confirió la cartera de Gobierno. Fué
uno de los jefes del movimiento del 11 de sep-
tiembre de 1852, del que surgió el gobernador
Pinto, siendo nombrado ministro de Gobierno.
En el mismo año fué nombrado gobernador,
cargo que renunció poco después. Desempeñó
más tarde la presidencia de la Cámara de Jus-
ticia y la gobernación de la provincia, por se-
gunda vez, en 1859. Senador al Congreso Na-
cional en 1867. Desempeñaba este cargo cuan-
do le sorprendió la muerte, el 8 de septiembre
de 1889, a los ochenta y siete años de edad.
Puede verse en el Congreso el retrato de don
Valentín Alsina, que lo fué a moción del dipu-
tado Mármol. Sobre su tumba habló el presi-
dente Sarmiento, el generel Mitre, a nombre
del Senado, etc. El Dr. Alsina fué un modelo
de virtudes cívicas.
Altamirano (Cristóbal de). Noble extremeño,
venido al Río de la Plata en la expedición de
ALT
— 24 -
ALT
Ortiz de Zarate, en 1572. Prisionero de los
charrúas en San Gabriel, vino a parar, después
de varias aventuras a poder de los querandies,
indios q'ie ocupaban el sitio en que hoy se en-
cuentra Buenos Aires. Cuando éstos huyeron
despavoridos, dejando dos cautivos y tres
muertos, al saber la llegada de Garay, olvi-
daron en su precipitación al cautivo. Indeciso
éste sobre el partida que debía adoptar, si-
guió por fin a los indios, temeroso de que, des-
cubierto por éstos su intento de pasarse a los
españoles, que se hallaban a algunas leguas
de distancia, fuera muerto por los bárbaros.
Llegó de noche a las tolderías, en momentos
en que se estaban curando algunos heridos por
la gente de Garay cuando pretendieron opo-
nerse al paso del riachuelo, y otros discurrien-
do sobre el modo de vengar la sangre derra-
mada. Acalorados los indios, dispusieron la
muerte del cautivo; pero como poseía el idio-
ma de los querandies, los sedujo con su pala-
bra, les hizo creer que estaba interesado en su
triunfo, y consiguió, no sólo que lo perdona-
sen, sino que los acompañase en la expedición.
Eligieron por jefe a Tabobá, valeroso cacique
guaraní, e impuesto de todo Altamirano, es-
cribió con un carbón en un papel lo que pasa-
ba, y metiéndolo en un calabazo bien cerrado,
lo confió a las aguas del riachuelo. Llegó fe-
lizmente a manos de los españoles, y así, hicie-
ron todos los aprestos necesarios; sin embar-
go de lo cual Garay mandó a uno de los indios
prisioneros que tenía para que ajustase las
paces con Tabobá y con una carta para Alta-
mirano. Los indios, al saber las relaciones que
su cautivo mantenía con los invasores trataron
de quitarle la vida, y entonces Altamirano
huyó, consiauiendo esconderse en una gran
laguna, donde pasó dos días enteros, sin que
pudiesen dar con él, por más empeño que hi-
cieron. Siguiendo la costa del riachuelo se in-
trodujo en Buenos Aires, donde dio aviso de
la actitud hostil de los indios. Tabobá atacó
aquella misma noche, y fué batido completa-
mente y obligado a emprender la fuga. Desde
entonces cesó casi del todo la guerra de los
salvajes contra Buenos Aires, y aunque fre-
cuentemente dejaban oír sus quejas, los aquie-
taba Altamirano, que habiendo aprendido en el
cautiverio la lengua de los indios, los seducía
con su palabra elocuente, llena de gracia y
dulzura. Murió en 1630. Esta comprendido en-
tre los que recibieron tierras en la repartición
de Garay, pues, aunque no vino con él de la
Asunción, se incorporó a los fundadores cuan-
do se libertó del cautiverio.
Altos de Córdoba (combate). El coronel don
Luis Alvarez, jefe nacional de reputación y
muy prestigioso en algunos departamentos de
la provincia de Córdoba, de acuerdo con los
opositores al Gobierno de D. Roque Ferreira,
se había sublevado contra su autoridad, y lle-
gando hasta los suburbios de la ciudad, intima
al gobernador su renuncia inmediata. Este, sin
conocer el número de fuerzas que capitaneaba
Alvarez, manda al coronel D. Salvador Piza-
rro con 90 hombres de caballería, y al coman-
dante D. Aureliano Cuenca con 80 infantes,
única tropa de que podía disponer para que lo
atacase, pero con la orden terminante de no
empeñar una acción si ésta no tenía probabi-
lidades de éxito. Los defensores marchan re-
sueltamente, atraviesan el río, y al trepar Los
Altos se encuentran con una línea de 1.500
enemigos. La situación es terrible; la decisión
de los jefes, suprema; se tienen presente las
instrucciones, y Pizarro quiere salvar su res-
ponsabilidad. Cuenca no ve retirada posible
sin un completo desbande o ser fusilado por la
espalda, lo que pondría a la ciudad a disposi-
ción de los sublevados; la vacilación en ese
momento era la muerte, y asumiendo la res-
ponsabilidad del ataque, prefiere ir al sacrifi-
cio en último caso, antes de ser vencido sin
pelear. El bizarro comandante arenga a las
tropas, les comunica su bien templado valor, y
rápida, terrible, decisiva, le lleva una carga
al enemigo, que no comprendiendo semejante
acto de arrojo se llena de pánico, y en diez
minutos ese puñado de héroes dispersa a los
contrarios y los derrota por completo. Este
hecho, tan poco común, tuvo lugar el 19 de fe-
brero de 18(>4.
Altolajruirre (Martín José de). Agrónomo.
Contador mayor del Real Tribunal y Audiencia
de Cuentas del virreinato. Fué además comi-
sario de Guerra, ministro, tesorero general y
hermano mayor de la Hermandad de la Santa
Caridad de Jesús, establecida en la capital. No
son estos títulos, sin embargo, sino, su amor y
su laudable dedicación a la agricultura, loque
le hace merecedor a un-a página histórica. En
sus ratos de ocio, Altolaguirre se consagraba
al cultivo de las plantas exóticas en la hermosa
quinta de su propiedad, situada a inmediacio-
nes de la Recoleta. Un historiador contempo-
ALU
— 25 -
ALV
raneo le llama el agrónomo más notable de su
época; y es de suponer que su consejo era va-
lioso, cuando Belgrano había escogido su com-
pañía para entregarse a sus experimentos
agricolaindustriales. Altolaguirre introdujo en
Buenos Aires el cultivo del cáñamo y del lino,
y el Consulado votó 500 pesos fuertes para ha-
cer experiencias sobre esos productos. Los
ensayos de Altolaguirre y los experimentos
que hizo para extraer linaza debieron inducir
a Belgrano a escribir su tercera Memoria, que
versa sobre la industria fabril.
Aluminé (combate). En 1SS3, en una batida a
los indios que practicaba la segunda división
del ejército argentino a las órdenes del gene-
ral Villegas, en la región del río Negro, una
pequeña fuerza, compuesta de tres oficiales y
30 soldados, al mando del sargento mayor Juan
G. Díaz, había avanzado en la persecución
hasta la laguna de Aluminé. Encontrándose
una rastrillada, el mayor Díaz manda al te-
niente D. Saturnino Canavery con siete hom-
bres y un baqueano en descubierta; pero como
ésta no regresara y sospechando estuvieran
próximos a los indios, despacha en su protec-
ción al teniente Sontag con 10 hombres, que-
dándose sólo con un oficia!, el subteniente
Wappers y 16 soldados. Llegando la noche sin
que regresasen estos oficiales, el jefe acampa
con la esperanza de que se le reunieran, sir-
viéndoles de guía los fogones. Al día siguiente,
17 de febrero de 18S3, sin la incorporación de
los referidos oficiales, Díaz sigue la rastri-
llada; pero al instante es rodeado por una in-
diada de 100 a 150 hombres, que amenazaban
cargarlo, poniéndose entonces él a la defen-
siva. «En ese momento dice el parte del mayor
Díaz, se presentó a mi flanco izquierdo un in-
fante del ejército chileno con bandera de par-
lamento; mandé no hacer fuego; mas como vie-
ra que detrás de él venía una compañía de in-
fanteria en guerrilla y ocultándose y que la
indiada me atacaba por la retaguardia, y te-
niendo en cuenta lo sucedido en otras comi-
siones, mandé romper el fuego, siendo yo el
primero en efectuarlo. Desde este momento
se trabó un encarnizado combate, cargándonos
por último los enemigos a la bayoneta hasta
40 pasos de nuestra débil posición (un arroyito
seco), donde dejaron siete muertos y algunos
heridos, que fueron recogidos por los indios,
poniéndose en retirada al trote. La fuerza ar-
gentina tuvo tres bajas. En lo recio del com-
bate dispararon las muías y caballos, siendo
imposible contenerlos; pues la fuerza, que sólo
se componía de un jefe, un oficial y 16 sol-
dados, tenía que atender a sus numerosos
enemigos. Los tenientes se le incorporaron el
mismo día, después de haber hecho una fati-
gosa correría.»
Alumbrado. La iluminación de Buenos Aires
era hecha en los primeros tiempos por candile-
jas o mecheros, puestos en un pequeño tarro
de lata y alimentados por aceite de potro; des-
pués, por velas de sebo, colocadas en deshechos
faroles, sin reverberos ni nada que se le pare-
ciese; mas tarde fué sustituido por el petróleo,
pues la introducción del gas data recién de
1855, en cuyo tiempo la estableció la Compañía
de Gas de Buenos Aires, dando principio al
servicio con 500 picos. Sin embargo, una tra-
dición histórica asegura que corresponde al
ingeniero inglés Mr. Santiago Bevans, traído
por Rivadavia para las obras del puerto, el ho-
nor de haber sido el primero que en esta ciu-
dad encendió luces de gas, para festejar en
1824 las fiestas cívicas nacionales. Las dos pri-
meras cuadras alumbradas a gas fueron Vic-
toria, de Bolívar a Chacabuco. Hoy la electri-
cidad ha desalojado casi por completo todo
otro alumbrado, y ella fué implantada en sus
principios por los Sres. Casalls, Rufino Vá-
rela (hijo), etc.
Alvarado (Felipe Antonio). Hermano del gene-
ral del mismo apellido. Nació en Salta. Cuando
la revolución de mayo cundió por el Pacífi-
co se encontraba D. Felipe Antonio avecinda-
do en Pasco, donde ejercía el comercio. Sim-
patizando con el movimiento de los indepen-
dientes, bajó a Lima, donde se encontraba
cuando llegó la expedición libertadora. Goza-
ba de gran influencia en aquella ciudad, donde
era generalmente estimado, por las prendas de
su carácter y su reconocido patriotismo. Fué
miembro del primer Congreso peruano, y ocu-
paba todavía ese puesto cuando, al retirarse
San Martín del Perú, el Congreso de esta na-
ción sancionó (1S22) que una Comisión de su
seno se encargaría del Poder Ejecutivo, que
dejaba acéfalo la renuncia de San Martín. Al-
varado mereció el honor de ser elegido con
ese objeto, en unión de otros dos miembros del
Congreso, que formaron el triunvirato que go-
bernó aquella nación bajo la denominación de
Junta Gubernativa del Perú.
Alvarado (Juan de Laiseca). Undécimo obispo
Rudesindo Alvarado.
ALV
del Tucumán. Fué electo en 1711, siendo tras-
ladado a los pocos días de haber tomado pose-
sión de su puesto a la iglesia de Popayán.
Alvarado (Rudesindo). General de la indepen-
dencia. Nació en Salta, el 1 de marzo de 1792,
y se educó en
Córdoba. Dedi-
cado al comercio,
lo abandonó para
abrazar la carre-
ra de las armas.
Se halló en Tuca-
man en 1812, y al
año siguiente en
Salta, como ayu-
dante del general
DíazVélez.ymás
tarde, en Vilca-
pujio y Ayouma.
En la desgracia-
da acción de Sipe-Sipe, según asevera el coro-
nel Arenales, el fuego de la línea de cazado-
res, que mandaba el entonces mayor Alvarado,
fué el que causó mayor pérdida a Pezuela. Se
halló en Puesto del Marqués, etc., etc. En 1815
se incorporó al ejército del general San Mar-
tín, creando y disciplinando el batallón núme-
ro 1 de Cazadores, que tanto se distinguió en
la cruzada memorable que dio por resultado la
libertad de Chile. Se halló en las campañas del
Sur de Chile y en las del Perú, en donde San
Martín, al retirarse, le confirió el mando del
ejército y el título de gran mariscal del Perú.
Fué el héroe del paso del Bío-Bío, el 19 de
enero de 1819. En 1829 fué gobernador de
Mendoza, y dos años después, de Salta. Du-
rante la tiranía vivió retirado de la vida públi-
ca. Después de Caseros desempeñó el ministe-
rio de Guerra de la Confederación y la gober-
nación de su provin-
cia en 1856. Falleció
en la ciudad de su
nacimiento, el 22 de
junio de 1872.
Alvarez (Agustín).
Nació en la ciudad
de Mendoza, el 15 de
julio de 1857. Huér-
fano desde la pri-
mera edad, fué un
self made man, y si
llegó a conquistar
fama y rango no fué Dr. Agustfn Alvarez.
26 —
ALV
tan sólo por su talento original y su vasta ilus-
tración, sino también por sus ejemplares virtu-
des cívicas y privadas. Cursó sus estudios se-
cundarios en el Colegio Nacional de Mendoza,
y allí encabezó una revuelta estudiantil para
obtener reformas de la enseñanza y cambios
en las autoridades docentes. En 1876 se trasla-
dó a Buenos Aires, ingresando en el Colegio
Militar; en 18S3 emprendió estudios universi-
tarios, graduándose en Derecho en 1888. Fué
juez en lo civil en Mendoza (1889-1890) y dipu-
tado por esa provincia al Congreso de la na-
ción (1892-1896). Su doble competencia militar
y forense le llevó al cargo de vocal letrado del
Consejo Superior de Guerra y Marina (1896-
1906). Durante los últimos quince años de su
vida fué un apóstol de la educación científica y
moral, ocupando cátedras en la Universidad de
Buenos Aires y en La Plata. De esta última fué
vicepresidente y fundador y canciller vitalicio.
Son sus obras principales: South América
(1894); Manual de patología política (1899); En-
sayo sobre educación (1901); ¿Adonde vamos?
(1904); La transformación de las razas en
América (1908); Historia de las Instituciones li-
bres (1909), etc., etc., y numerosos folletos so-
bre los problemas políticos, sociológicos, etc.,
que constituyeron la constante preocupación
de su vida. Su virtud y su sencillez fueron
tan grandes como su consagración al estudio
y a la enseñanza. Falleció en Buenos Aires,
el 15 de febrero de 1914.
Alvarez (Benito). Coronel de la independencia.
Empezó su carrera militar en el cuerpo de Pa-
tricios, en 1807. En la acción de las Piedras
(República del Uruguay) tomó parte junto ton
Artigas. Fué segundo jefe del primer regimien-
to de Blandengues; comandante posteriormen-
te de los regimientos 2." y 8." de Infantería,
este último hasta su muerte. En el río Paraná
reconquistó varias embarcaciones del Gobier-
no.que habían sido apresadas por los españo-
les. Se halló en Salta al frente del regimiento
número 8 de Infantería; se halló en Vilcapu-
jlo, donde fué muerto. «Despechado al ver que
sus soldados cejaban, el coronel D. Benito Al-
varez, que estaba de gran uniforme, se puso a
su cabeza para conducirlos de nuevo a la car-
ga; pero un balazo lo derribó del caballo, mor-
talmente herido.» El sargento mayor D. Patri-
cio Beldón y el capitán Villegas, que sucesiva-
mente asumieron el mando, cayeron igualmen-
ALV
te derribados por el plomo enemigo (13 de oc-
tubre de 1813).
Alvares (combate de Campos de). El general
Urquiza, que mandaba el ejército aliado que ya
había iniciado la campaña de Buenos Aires por
el Norte, se encuentra con el ejército del dic-
tador Rosas. Las tropas de Urquiza las manda-
ba el general D. Juan Pablo López, y las de
Rosas, el coronel Lagos, componiéndose am-
bas fuerzas de diez mil combatientes. La lucha
tuvo lugar el 31 de enero de \S5i, en los cam-
pos de Alvarez, quedando la victoria por las
armas de Urquiza.
Alvorez Condarco (José Antonio). Célebre
ingeniero y sargento mayor del ejército liber-
tador. De Tucumán. Principió a prestar sus
servicios en el ejército patriota del Alto Perú,
donde tuvo la gloria de coadyuvar con su pe-
ricia profesional y valiente comportación al
buen éxito de las primeras campañas de la re-
volución argentina. Durante el año 13 estuvo
en Chile, en calidad de oficial del batallón de
Auxiliares cordobeses que mandaba el general
Balcarce. Enviado por éste con comunicacio-
nes a las provincias argentinas, quedóse en
Mendoza, donde entabló relación con el gene-
ral San Martín, que le nombró su secretario
privado y ayudante de campo. En este empleo
secundó eficazmente a San Martín en sus ta-
reas de organización, sirviendo de maestro
armero como de director de los talleres mili-
tares establecidos para los materiales del ejér-
cito, habiendo tenido la gloria de fabricar la
pólvora que los patriotas argentinos quemaron
más tarde en Chacabuco y Maipú. Tan impor-
tantes servicios le captaron la confianza de
San Martín, quién le encomendó en diciembre
de 1816 un reconocimiento formal práctico de
las cordilleras, que consideraba necesario an-
tes de aventurar al ejército en los desfiladeros
de aquellas altas montañas, cuya travesía de-
bía verificarse para libertar a Chile. Disfra-
lado el comisionado con el carácter parlamen-
tario, y so pretexto de entregar al presidente
de Chile una comunicación del general San
Martín, que no era sino el acta de la indepen-
dencia argentina, púsose en marcha a fines de
diciembre; atravesó la cordillera por el cami-
no de los Patos, y valiéndose de astutas inven-
ciones siguió su viaje por el territorio chile-
no, observando cuidadosamente todo lo que
convenía, a pesar de los soldados españoles,
cayas vigilantes medidas supo burlar. Llevado
27 - ALV
a presencia de Marcó, e instruido éste del ob-
jeto de la embajada, Alvarez Condarco hubie-
ra sido víctima de su cólera, si el temor de
empeorar la suerte de sus compatriotas pri-
sioneros en Cuyo no iiubiese decidido al jefe
realista a dispensarle las consideraciones de-
bidas a su carácter, y que son de práctica entre
naciones civilizadas. Entretanto, y mientras se
quemaba en la plaza pública el acta de la inde-
pendencia en presencia de las tropas, Alvarea
Condarco era hospedado, por orden de Marcó,
en casa del comandante de dragones, a fin de
impedirle se comunicara con los patriotas chi-
lenos. Después de esto se le despachó, acom-
pañado de una corta partida de tropa. En este
segundo viaje Alvarez Condarco siguió obser-
vando las localidades, y gracias a las órdenes
de Marcó, que dispuso su regreso por Uspa-
Ilata, pudo dar a su llegada a Mendoza una
idea exacta de los dos caminos que San Martín
necesitaba conocer para la realización de su
atrevido"pensamiento. Se había ya encontrado
en las gloriosas jornadas de Chacabuco y Mai-
pú cuando fué nombrado, por la influencia de
San Martín, después de esta última victoria,
comisionado del Gobierno de Chile en Lon-
dres para comprar buques y contratar oficia-
les. Ejerciendo esta comisión contrató a lord
Cockrane, interesándolo vivamente en la cau-
sa de la independencia americana, y remitió
los primeros buques que formaron la escuadra
chilena, que tantos laureles adquirió en la gue-
rra de la independencia. Dos grandes sucesos
tenían conflagrada la República cuando llegó
a Buenos Aires, cargado de años y acompa-
ñado de su familia. El viejo patriota, que tan-
tos y tan positivos servicios prestó a la causa
de la emancipación americana, condolióse pro-
fundamente al ver a su patria asolada por la
guerra civil y amenazada por el poder bárbaro
y despótico del tirano Rosas. Después de ha-
ber viajado por mucho tiempo por las provin-
cias, sin fijar su residencia en ninguna de ellas,
aceptó en 1839 un empleo que el Gobierno de
Chile le ofreció, con el fin de aprovechar sus
conocimientos especiales en las ciencias mate-
máticas. Estando en Chile falleció, algún tiem-
po después, en la más extremosa miseria, a
punto de haber sido necesario levantar una
suscripción entre sus amigos para su entierro
y exequias fúnebres.
Alvarez (Carlos José). Profesor y publicista.
Nació en Buenos Aires, en 1835. Se dedicó al
ALV
— 28
ALV
profesorado, recibiéndose de doctor en Juris-
prudencia en 1S(50. Católico sincero y decidido
por ios principios de su fe; fué durante largos
años el representante del catolicismo en la
Prensa de Buenos Aires, redactando El Pensa-
miento Argentino y Los intereses Argentinos.
En 1864 fué nombrado secretario de la Univer-
sidad, y en 1873 catedrático sustituto de Dere-
cho canónico. Murió en 1875, estando en ejer-
cicio de su cátedra de Derecho Canónigo y se-
cretario general de la Universidad.
Alvarez (Francisco). Gobernador de la provin-
cia de Córdoba, electo en 1840. Ejerció este
cargo hasta la batalla del Quebracho Herrado.
Sirvió bajo el mando del general Lamadrid.
Alvarez organizó con los cívicos de Córdoba
un escuadrón de caballería, a cuyo frente pres-
tó recomendables servicios en la malograda
expedición de aquel general al interior de las
provincias argentinas, soportando con rara
fortaleza de espíritu las rudas fatigas de la
vida militar y distinguiéndose por su valor y
pericia en las horas de combate. Después de
la batalla de Angaco, en la que tomó una par-
te activa, el general Acha, vencedor en aquella
jornada, marchó a situarse en los alrededores
de San Juan, enviando a Alvarez al frente de
un destacamento para ocupar la ciudad, en
cuya comisión fué sorprendido y muerto por
una división del general Benavidez, junta-
mente con su compañero de armas el coronel
D. Lorenzo Alvarez.
Alvarez (Francisco). Sacerdote de la Orden do-
minica. Predicador. Se trasladó más tarde a la
recolección dominicana de Santiago de Chile.
Introdujo la vida común en dos monasterios;
fué maestro, doctor, examinador sinodal, mi-
sionero apostólico. Aumentó la biblioteca, re-
formó los estudios, sistemó sabiamente el or-
den económico, mejoró el convento y dejó prin-
cipiado el templo más monumental, etc., etc.
Murió en 1854.
Alvarez (Fray Juan de). Obispo del Paraguay.
Natural de Salamanca. De la Orden de San
Agustín y prior del convento de Lima. Se dis-
tinguió como orador sagrado. Promovido al
obispado del Paraguay en 1591, murió antes
de tener co:iocimiento de su elección.
Alvarez (Juan Antonio). Gobernador de Cór-
doba. Descendía de una familia distinguida de
aquella provincia. Después de ejercer algu-
nos empleos locales de importancia, fué eleva-
do a la primera magistratura de la provincia.
en cuyo cargo se hizo acreedor a la estimación
pública por la rectitud de sus ideas y la probi-
dad de su carácter. Hizo un gobierno de orden
y de progreso, dictando una serie de disposi-
ciones tendentes a moralizar la administración
y el adelanto material de la provincia; eritre
otras, la terminación del edificio del Cabildo
de aquella ciudad y la fundación del Banco
Provincial; Alvarez fué hombre de virtudes
severas en el hogar y en la vida pública; así, lo
vemos descender pobre, casi menesteroso, de
su elevado rango. Electo senador al Congreso
Nacional, se hallaba de regreso en Córdoba,
después de terminar el período legislativo
de 1876, cuando ocurrió su fallecimiento, en los
primeros días de noviembre del m-smo año.
Alvarez (Juan Crisóstomo). Coronel. Nació en
la ciudad de Tucumán, el año 1817. Era hijo de
D. Francisco Alvarez y de D.^ Catalina Araoz,
hermana del general Lamadrid. Muy joven aún
ocupó un puesto en las filas del ejército que
inició la tremenda lucha contra el gobierno de
Rosas, atrayendo sobre sí la admiración de sus
compañeros de causa por su valor en el com-
bate. En Angaco fué gravemente herido, y en
la jornada del Rodeo del Medio, a la cabeza
de trescientos hombres, puso en fuga el ala
derecha de la caballería enemiga compuesta de
triple número de fuerzas. Vencido en Mendo-
za el general Lamadrid, Alvarez atravesó en
su compañía la cordillera, refugiándose en la
capital de Chile. Permaneció en esa república
hasta que, noticioso del levantamiento del ge-
neral Urquiza, repasó los Andes para poner
nuevamente su espada al servicio de la causa
por la que tanto había combatido diez años
antes. Llegado a Tucumán, reunió y armó con
tal propósito algunas fuerzas, «proponiendo en
seguida al gobernador de aquella provincia,
D. Celedonio Gutiérrez, ponerse a sus órde-
nes si desconocía la autoridad de Rosas y es-
cuchaba al pueblo en una elección legal; pero
éste, por toda contestación, le intimó a que de-
pusiese las armas y se entregase maniatado
con su gente». Como se resistiera a entregar su
espada, fué perseguido por fuerzas superiores
en número y batido y hecho prisionero, después
de una heroica y desesperada resistencia. El 23
de enero era fusilado, por orden del goberna-
dor Gutiérrez. Al notificársele su sentencia de
muerte tomó un papel y, apoyándolo sobre sus
rodillas, escribió a su esposa en estos sentidos
términos: «En estos momentos voy a morir; em-
ALV
- 29 -
ALV
pero debes resignarte, porque mi delito no es
otro que haber tomado las armas para conquis-
tar la libertad del suelo de mi nacimiento. Per-
severa en la virtud, como siempre, y cuida de
la educación de mis hijos.»
Alvarez (Julián Baltasar). Jurisconsulto y pu-
blicista. Nacido en Buenos Aires, el 9 de enero
de 1788, de padres españoles. A los doce años
ingresó en el Colegio de San Carlos, hasta 1804,
año en que pasó a la Universidad de Córdoba,
y más tarde a la de Charcas, donde cursó Le-
yes y Cánones, recibiendo en 1808 el grado de
doctor en ambos Derechos. Desde 1810 se con-
sagró a la política. En 181 1 fué nombrado se-
cretario del Gobierno de Buenos Aires. En 1812
la provincia de San Juan lo eligió diputado a
la Asamblea legislativa. De 1814 a 1818 des-
empeñó el cargo de oficial en el ministerio de
Gobierno, confiándosele una misión importante
para el general San Martín. En 1820, año de la
anarquía, emigró a Montevideo con su familia.
Hombre de costumbres puras, de hábitos sua-
ves y organizado para el bienestar pacífico y
para las dulces afecciones del hogar, se con-
trajo enteramente al ejercicio de su profesión,
a la educación de sus hijos y a la sociedad de
un reducido número de amigos escogidos. Al-
varez adoptó por su patria a la República
oriental, ejerciendo sucesivamente allí los car-
gos de representante a la primera Asamblea
Constituyente (1828), miembro del Supremo
Tribunal de Justicia (1829) y presidente del
mismo. Diputado y senador varias veces. Fa-
lleció el 25 de noviembre de 1843, en Monte-
video.
Alvarez Jonte (Antonio). Patriota de mayo.
Era nativo de Espa-
ña y vino a América
sumamente niño, es-
tableciéndose con su
familia en Chile, en
cuya capital hizo sus
estudios. Se había
distinguido ya por
sus talentos como
abogado, como por
su decisión por la
causa de la revolu-
ción, cuando en oc-
tubre de 1810 fué en
cargado por la Junta
de Buenos Aires,
donde a la sazón se encontraba, de una misión
Antonio Alvarez Jonte.
a la Capitanía general de Chile. Al efecto se
dirigió a Santiago y presentó sus credenciales
al Cabildo, pronunciando un largo y notable
discurso, en el que justificó a la revolución de
mayo, estudiando sus propósitos, su origen y
sus móviles e insinuando al mismo tiempo la
conveniencia de establecer y fomentar una
alianza mutua entre la Junta de Buenos Aires
y la de Chile, haciendo de estos dos pueblos
una verdadera Confederación que cimentase
su gobierno bajo las mismas bases. El Cabildo
chileno, que había recibido al enviado con gran
solemnidad, sin entrar en inmediatas negocia-
ciones con él, se limitó a autorizarlo para tra-
tar del plan de defensa que convenía, lo que
hizo, tomando en su formación la parte más
distinguida. Facultósele poco después para or-
ganizar fuerzas que coadyuvasen con las de
Buenos Aires al triunfo de la revolución. La
prudencia y circunspección que desplegó en
estas y otras comisiones que se le confiaron
contribuyeron al buen éxito de su misión, a la
que debe atribuirse en gran parte las buenas
relaciones mantenidas durante los momentos
supremos de la revolución entre la Junta de
Buenos Aires y la de Chile. Relevado de su
cargo en agosto de 1811 por el Dr. D. Bernar-
do Vera, volvió a Buenos Aires, a su antiguo
puesto de regidor. Al año siguiente fué encar-
gado por la Junta de pronunciar un discurso
en la plaza pública, con motivo del segundo,
aniversario de la revolución. Este discurso;
lleno de conceptos atrevidos, es una pieza lite-
raria que ha merecido los elogios de escritores
distinguidos y que contribuyó a establecer en
Buenos Aires la fama de orador que había con-
quistado en Chile. Consumada la revolución
del 2 de octubre de 1812, fué nombrado para
tomar parte en el Gobierno provisorio. La
Asamblea del año 13 ratificó el nombramiento
del Cabildo, hasta que, vencido su término,
Alvarez Jonte fué reemplazado por Posadas a
fines del año citado. La exigüidad del erario y
los ingentes gastos que demandaba la revolu-
ción hacían recurrir al Gobierno a medidas vio-
lentas para proporcionarse recursos, nombrán-
dose al efecto Comisiones encargadas de im-
poner contribuciones forzosas a los vecinos
pudientes que se mantenían indiferentes a los
peligros y necesidades urgentes de la patria.
Alvarez Jonte, con este motivo, fué designado
en distintas ocasiones para llenar esta misión
ingrata, encomendada siempre a patriotas de-
ALV
30
ALV
cididos y entusiastas. Después de las desgra-
ciadas acciones de Vilcapugio y Ayouma, el
director Posadas nombró a Alvarez Jonte, en
unión de D. Justo José Núñez y el Dr. Ugarte-
che, para formar la Comisión investigadora de
las causas que dieron lugar a aquellos sensi-
bles contrastes del ejército del Norte. Más
tarde, cuando el derrocamiento de Alvear, Al-
varez Jonte, que tenía con aquel general co-
nexiones de partido, fué comprendido entre los
alvearistas y procesado por la Comisión militar
nombrada ad hoc para fusilar y desterrar a los
amigos del director derrocado. La sentencia
definitiva recaída en este célebre proceso le
obligaba a residir fuera de la América del Sud,
<a fin de que— decía la sentencia—, alejado
por este medio, no le sea fácil entrar en revo-
luciones que le hagan lugar a la venganza pro-
testada en su confesión, entre otras invectivas
que tiene presente la Comisión, debiendo hacer
uso debido de su pasaporte dentro de un breve
término, sin excusa ni pretexto alguno, con
apercibimiento, en caso de inobservancia o ma-
liciosa inacción, de que se procederá contra su
persona en términos que se haga efectivo el
cumplimiento de esta resolución, con la calidad
de que no volverá al territorio hasta que, re-
unido el Congreso, obtenga el permiso para
regresar.» Esta enérgica y terminante senten-
cia, que da una idea de la exaltación de los
énimos, que hubieran castigado con crueldad
cualquier resistencia por parte de los deste-
rrados, hizo oír a Alvarez Jonte los consejos
de la prudencia, y, profundamente condolido
de la situación del país, no permaneció en él
sino el tiempo necesario para arreglar sus
asuntos particulares, embarcándose en seguida
para Londres, a fines de julio de 1815. Perma-
neció en esta ciudad hasta que, contratado
lord Cockrane por orden d^ Gobierno chile-
no, regresó a América en su compañía, en no-
viembre de 1818, estableciéndose en Chile.
Inmediatamente de su llegada fué nombrado
secretario de uno de los buques corsarios de
la costa del Perú, cuyo cargo renunció en Val-
paraíso para desempeñar el de auditor general
de Guerra y Marina del ejército libertador.
In este puesto prestó importantísimos servi-
cios, en su carácter de consejero del general
San Martín, que reconocía sus talentos y le
distinguía especialmente. Más tarde, mientras
San Martín estuvo al frente del gobierno del
Perú, Alvarez Jonte tomó una parte activa en
la administración, y fueron tan valiosos y me-
ritorios sus servicios, que las autoridades pe-
ruanas se creyeron obligadas, a su falleci-
miento, a rendir un tributo de homenaje a su
memoria concediendo una pensión a sus hijos.
Alvarez falleció en Pisco, en 1821. Uno de lot
torreones de la fortaleza del Real Felipe, del
Callao, lleva su nombre. Si no figura en prime-
ra línea, fué, sí, un leal servidor de la causa
revolucionaria y un ardiente y decidido pa-
triota.
Alvar Núñez Cabeza de Vaca. Natural de
Andalucía (España). Segundo adelantado del
Río de la Plata, de 1541 a 1544. Se obligó con
el emperador Carlos V a continuar la conquis-
ta de otros países, bajo ciertas estipulaciones.
La expedición conquistadora salió del puerto
de Sanlúcar ^\ 2 de noviembre de 1540, con
cuatro embarcaciones, 400 hombres y 46 caba-
llos. Después de un largo viaje por tierra de
guaraníes, que lo recibieron amistosamente,
llegó a la Asunción el 11 de marzo de 1542, y
tomó posesión del mando de adelantado, nom-
brando por su segundo a Irala, mandando una
expedición a Buenos Aires para repoblar éstai
la cual no tuvo efecto. Venció a los indios
guaicurúes. Mandó a Irala reconocer la parte
superior del río Paraguay, y emprendió una
expedición hacia las tierras altas del Perú;
pero a los pocos días de llegar a la Asunción
los habitantes se sublevaron contra él, el 25 de
abril de 1544, y desconocieron su autoridad, em-
barcándolo para España, donde fué juzgado y
desterrado a África, y por último absudlto y
compensado con una pensión y un empleo.
Alvarez (Pascual). Natural de Buenos Aires,
hermano del coronel D. Ignacio Alvarez Tho-
mas. Combatió el movimiento revolucionario
de la América del Sud, sirviendo en las filas
realistas de Lima. Llegó hasta brigadier, gra-
do que poseía cuando ocurrió la capitulación
del ejército español, que siguió a la batalla de
Ayacucho. En seguida se retiró a España.
Alvarez (Prado Manuel). Guerrero de la inde-
pendencia. Nació en el pueblo de Tilcara, en la
provincia de Jujuy, el afío 17S5. Recibió una es-
merada educación y se consagró en sus prime-
ros años al cuidado de los intereses de sus pa-
dres, y luego al servicio de la patria desde el
año 10. A la edad de veintisiete años empe-
zó a figurar con brillo como capitán en el pri-
mer escuadrón de gauchos de Quemes, el
año 1812, organizando con este gran caudillo
ALV
31
ALV
el sistema de guerrillas con los gauchos de la
región de su nacimiento, dando a las armas ar-
gentinas más de una ocasión de triunfar o de
evitar hábiles celadas tendidas por los realis-
tas. Por sus meritorios servicios alcanzó el 22
de mayo de 181(3 la jerarquía de sargento ma-
yor de órdenes. En los frecuentes combates y
descubiertas frente al enemigo, fué tomado
prisionero en una de ellas en Tilcara, el 19 de
abril de 1819, siendo remitido a Tupizal, donde
permaneció preso un año, al cabo del cual re-
cobró su libertad; pero en seguida fué nueva-
mente tomado pri^^ionero, en una sorpresa en
Tilcara, y conducido a Humahuaca. Al poco
tiempo, por medio de un acto de arrojo, se fugó
de la prisión, derribando a un centinela de un
puñetazo; pero perseguido y gravemente heri-
do, salvó providencialmente, debido a la inter-
vención de sus compañeros, que le hallaron
abandonado en un monte, a punto de perecer.
En más de una ocasión recibió este militar pro-
posiciones ventajosas para cambiar sus creen-
cias pasándose a las filas españolas, proposi-
ciones que siempre fueron rechazadas con alti-
vez. El 8 de enero de 1822 fué promovido a te-
niente coronel y nombrado comandante en jefe
de vanguardia, y en 3 de febrero de 1823 fué
nombrado coronel efectivo, confiándosele des-
pués el mando en jefe de toda la caballería de
Quebrada Humahuaca. Después de muchos
otros servicios a la patria, pidió su retiro del
servicio el 26 de mayo de 1832. Este militar, de
un temple nada común, falleció en Tilcara, en
el año 1S36.
Alvarez Thomas (Ignacio). Director interino
de las provincias Unidas. Nació el 15 de febre-
ro de 1787, en Are-
quipa (Perú), que
gobernaba enton-
ces su padre, el
brigadier D. Anto-
nio Alvarez y Xi-
ménez. Inició su
carrera militar y
política en Buenos
Aires. En 1803, ofi-
cial del batallón
Fijo, y en 1805,
secretario del vi-
rrey Sobremonte,
a quien acompañó en su fuga a Córdoba, cuan-
do la primera invasión inglesa, y a Monte-
video más tarde. En el asalto de esta pla-
Ignacio Alvarez Thomas.
za fué herido, y retenido como prisionero
hasta la capitulación de Julio. A su regre-
so a Buenos Aires fué ascendido a capitán.
Se encontró en la rendición de Montevideo,
en 1814; fué gobernador provisorio de Santa
Fe. Al año siguiente, general en jefe del ejér-
cito que debía batir a Artigas y que se sublevó
en Fontezueícs, provocando la caída de Al-
vear, siendo nombrado director interino, vién-
dose poco después obligado a renunciar. Más
tarde fué nombrado director del Tribunal mili-
tar; jefe del Estado Mayor, en 1819; dipu-
tado, en 1821; diplomático en el Perú y Chile,
en 1824 y 1826, respectivamente; y en el siguien-
te se retiró a la vida privada, viviendo en el
Uruguay, donde Rosas lo persiguió, y Oribe, a
instancia de éste, le intimó la salida inmediata
del país. Visitó en su larga peregrinación a
Río Janeiro y a casi todas las repúblicas del
Pacifico, donde permaneció hasta un año des-
pués de la batalla de Caseros. Vuelto a Buenos
Aires, vivió en esta capital, sintomar participa-
ción alguna en la política. Murió el 20 de julio
de 1857. Dos de sus hijos, Ignacio y Eduardo
Alvarez, murieron combatiendo en los ejérci-
tos libertadores.
Alvear y Ponce de León (Diego de). Gene-
ral de la Real Armada Española. Nació en 1749,
en Andalucía. Marino inteligente, fué nombra-
do por parte de España primer comisario y
astrónomo de una de las secciones en que fue-
ron divididos los trabajos de demarcación, de
acuerdo con el tratado de 1777, de límites en-
tre las cortes de Madrid y Lisboa. Esta sec-
ción debía fijar los límites comprendidos desde
la boca del Pepirí-Guazú hasta más arriba del
Salto Grande del Paraná, donde desagua el río
que el tratado llama Ygurey. La historia de
estos trabajos está llena de peripecias, aven-
turas, privaciones y sufrimientos. A pesar de
esto, Alvear no desistió de su empeño, hasta
que, concluidos sus trabajos, arribó a Buenos
Aires en 1801. Embarcado en la expedición
que salió de Buenos Aires con destino a Espa-
ña en 1804, fué víctima del ataque de los ingle-
ses en el cabo de Santa María. El incendio de
una de las fragatas españolas causó la muerte
de su esposa y siete hijos, salvándose casual-
mente él y su hijo Carlos, que fueron conduci-
dos, en calidad de prisioneros, a Inglaterra. El
rey Jorge III, que entonces gobernaba a la
Gran Bretaña, compadecido de sus desgracias,
le permitió volver a España en compañía de su
Carlos María de Alvear.
ALV
hijo, devolviéndole todos sus caudales. Don
Diego de Alvear falleció en Madrid, y ha deja-
do varias obras, entre ellas. Historia de la de-
marcación, con los derroteros, descripciones,
competencias y disputas con las Comisiones
portuguesas; Observaciones astronómicas
practicadas en los mismos lugares; Historia
natural de estos países, comprendiendo los tres
reinos, y, por último, una Descripción históri-
ca y geográfica de las Misiones, etc., etc.
Alvear (Carlos María de). Militar. Hijo primo,
génito del anterior y de D.° Josefa Balbastro.
Nació el 25 de octu-
bre de 1769, en Mi-
siones. Hizo sus pri-
meros estudios en
Porto Alegre, y en
1804 pasó a España
con toda su familia,
en la expedición sa-
lida de Buenos Ai-
res, compuesta de
las fragatas Medea,
Fama, Mercedes y
Clara. La esposa de
D. Diego de Alvear
se embarcó con todos sus hijos a bordo de la
Mercedes; pero haciéndosele insoportable la
presencia del mayor de ellos (Carlos), por su
carácter travieso e indócil, le envió al lado de
su padre, que iba en otro buque de la expedi-
ción, Clara, debiendo a esta circunstancia la
salvación de su vida, como si la Providencia
hubiese querido conservar al niño destinado a
un porvenir glorioso. La fragata Mercedes fué
incendiada, en el ataque de los ingleses al do-
blar el cabo de Santa María, pereciendo toda la
familia de Alvear. Llegado a Londres, donde
completó su educación, Alvear tomó servicio
militar en España, entrando en la brigada de
Carabineros reales, cuerpo de tropas escogi-
das, y en la guerra contra los franceses se dis-
tinguió por su valor, particularmente en las ba-
tallas de Talavera, Yébenes y Ciudad Real. En
18I211egó a Buenos Aires en unión deSanMar-
tín, Zapiola y Vera con el grado de teniente de
caballería, donde se dedicó con San Martín a
crear el famoso regimiento de Granaderos a
Caballo. En 1813 fué nombrado presidente de
la Asamblea general Constituyente, y en 1814
general en jefe de las fuerzas sitiadoras de
Montevideo, dando un vigoroso impulso a las
operaciones y obligando a capitular al general
32 - ALZ
Vigodet el 20 de junio de 1814. Vuelto a Bue-
nos Aires, fué designado para reprimir la su-
blevación de Artigas, batiéndole en Mercedes,
en yVy en Minas. En 1815 fué nombrado direc-
tor supremo; pero en este cargo cometió mu-
chos desaciertos, que provocaron su caída.
Emigró al Biasil hasta 1820, en que tomó parte
en la guerra civil de ese año, siendo desterra-
do. En 1824 fué acreditado como ministro ple-
nipotenciario en Colombia, cargo que no des-
empeñó por haber sido enviado en comisióu
para felicitar al general Bolívar con motivo de
la victoria de Ayacucho. En 1828 fué nombrado
general en jefe del ejército de operaciones de
la Banda oriental, cubriéndose de gloria en
diversos hechos de armas y en la acción de
Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827, logrando
rehabilitarse de sus muchos extravíos de otras
épocas. En 1S29 fué ministro de Guerra; diez
años después el dictador le nombró ministro
plenipotenciario en los Estados Unidos, cargo
que desempeñó hasta 1852, año en que falle-
ció, en ese país. Sus restos fueron repatria-
dos, en 1854.
Alvear (Torcuato de). Funcionario público. Hijo
del anterior. Nació en Buenos Aires en 1822.
Ocupó varios cargos públicos, entre otros, el
de primer intendente de esta capital en 1882-
1886, siendo también el primero por sus gran-
des servicios y adelantos realizados en la Me-
trópoli. Alvear desplegó una actividad e inte,
ligencia asombrosas, resolviendo graves pro-
blemas, como el de la pavimentación e higie-
ne, creando plazas y parques, demoliendo edi-
ficios vetustos que afeaban la ciudad y convir- ,
tiendo en un hermoso paseo el que hoy lleva i
su nombre en la Recoleta, en el cual se le ha *
erigido un sencillo monumento. Prestó también
preferente atención a los establecimientos pú-
blicos de caridad, asilos, hospitales, cemente-
rios, etc. Falleció en Buenos Aires, el 7 de di-
ciembre de 1890.
Alzaga (Félix de). Militar. Nació en Buenos
Aires, en 1790. Era hijo de D. Martín de Al-
zaga. Siendo muy niño ingresó al Colegio de
San Carlos, a objeto de seguir Jurisprudencia"
En 1812, al ser ejecutado su padre, con motivo
de la conspiración, abandonó las aulas y siguió
la carrera militar, llegando a coronel en 1821,
ocupando también un asiento en la Legislatura.
Fué nombrado ministro cerca de los Gobiernos
de Chile y Perú en 1826, para negociar el arre-
glo de paz y amistad con España. Fué senador
ALZ
- 33
ALLE
y diputado, director del Banco, etc. Fué par-
tidario de Rosas; pero cambió más tarde de
ideas políticas, y señalado como unitario, fué
perseguido. Murió en Buenos Aires, en 1841.
Alxaga (Martín de). Natural de las Provincias
Vascongadas (España). Se trasladó muy joven
al Río de la Plata, donde a los pocos años ad-
quirió una sólida fortuna. Miembro del Consu-
lado de Comercio, creado en 1794, combatió
constante y tenazmente las ideas liberales de
Belgrano, sosteniendo las ventajas del mono-
polio. Refutó en el mismo a Cervino, soste-
nedor ardiente de los principios económicos de
aquél, avanzando en su réplica esta extraña y
retrógrada conclusión: «El comercio que hasta
ahora se ha hecho es el que han permitido las
leyes como útil y proficuo para mantener y
estrechar los vínculos de los vasallos de estas
remotas regiones con las de la Metrópoli, y
por medio de la recíproca dependencia en sus
giros comerciales, pues ésta es una verdad tan
innegable como evidente el riesgo de que, tole-
rándose las exportaciones y dineros en dere-
chura desde los puertos de América a las po-
tencias del Norte, y en igual modo las impor-
taciones de efectos comprados en aquellas
fábricas, como insinúa el autor del papel (Cer-
vino), se aflojarían y extenuarían hasta el ex-
tremo, en breve tiempo, los mencionados vín-
culos, con perjuicio irreparable de la monar-
quía...» En 1705 fué nombrado juez en un pro-
ceso mandado formar a varios franceses a
quienes se les atribuían propósitos subver-
sivos, haciendo dar tormento a Santiago An-
tonini, uno de los supuestos conjurados. Cuan-
do el cadáver de Alzaga fué colgado en la
horca, diez y seis años más tarde, Antonini se
abrazó del madero con efusión y alegría, cu-
briéndole de besos y arrojando profusamente
monedas de plata a la atónita multitud... Du-
rante las invasiones inglesas, principalmente
en la segunda, Alzaga fué el alma, se puede
decir, de la defensa. «Desde el primer momen-
to, y como conociese la superioridad de las le-
giones británicas sobre las nuestras y lo du-
doso que sería para los defensores una acción
en despoblado, aconsejó, aunque sin éxito, a
Liniérs formalizase la defensa de la ciudad,
concentrando en ella sus tropas y cañones y
limitándose a hostilizar la vanguardia enemiga
con destacamentos irregulares de caballería.
Algunas horas más tarde, el descalabro de
Miserere hacía cumplida justicia a las sabias
Diccionario Hist. Biogr.
previsiones del prudente alcalde. Derrotado
Liniérs y fugitivas sus fuerzas, el camino de la
ciudad quedaba abierto a la columna expedi-
cionaria de Whitelocke. La población, conster-
nada, vela acercarse con terror la noche de
aquel día, en que, según sus tristes presagios,
las puertas de la ciudad se abrirían para dar
paso a las legiones vencedoras. Todo era con-
fusión y desorden dentro de sus muros; el des-
aliento del pueblo se había comunicado a las
autoridades y a los mismos jefes militares, que
en ausencia de su general se creían dispen-
sados de conjurar el conflicto. En aquellos
momentos de solemne expectativa aparece en
la escena la intrépida figura del alcalde de pri-
mer voto. Lo imperturbable de su ánimo y la
rapidez y energía de sus resoluciones hacen
renacer el entusiasmo y la esperanza en el ve-
cindario y cambiar en breves horas la fisono-
mía guerrera de la plaza. Ordena se abran
fosos en las cuadras inmediatas a la fortaleza;
hace colocar artillería en los puntos más ven-
tajosos para la defensa; distribuye las pocas
fuerzas que tiene disponibles en las azoteas y
en los balcones de las casas, y hace iluminar
la ciudad, para hacer comprender al enemigo
que se halla en aptitud de resistir... (V. IriDü-
siones inglesas). Encabezó más tarde una cons-
piración contra el Gobierno patriota; pero des-
cubierto a tiempo. Alzaba y sus cómplices fue-
ron ejecutados. (V. Conspiración).
Allende (Faustino). Coronel. Nacióen Córdoba,
en 1785. Era hijo de D. Pedro Lucas Allende,
rico comerciante de aquella provincia. En el
Colegio de Montserrat hizo sus primeros estu-
dios, y a los diez y ocho años se trasladaba a
Buenos Aires, alistándose en el batallón de Pa-
tricios que mandaba Saavedra. Poco después
pasó a La Paz, donde manejaba cuantiosos in-
terés; pero al tener noticias por su hermano
D. Tomás del movimiento revolucionario del
aflo 10, dejó precipitadamente la ciudad de su
residencia, dispuesto a consagrar su fortuna y
su vida en servicio de la patria. Llegado a Sal-
ta, desbarata los planes de los peninsulares, lo
mismo que en Tucumán y en Córdoba, y llega
a esta última provincia en momentos en que
Liniérs, Concha, D. Santiago Allende (su tío)
y otros organizaban a gran prisa un cuerpo
numeroso de ejército para combatir las armas
de la revolución. Don Faustino Allende «entra
secretamente en las filas de sus enemigos, de-
rrama oro entre los hombres del pueblo y en-
ALLE
tre los jefes, produciendo la desorganización
del ejiVcito español, y, no satisfecha aún su no-
ble ambición, compra con una suma de onzas al
encargado de comprar las caballadas y le hace
fu<Tar con ellas». La Junta premió su patriótica
conducta mandándole los despachos de sar-
gento mayor. Desde entonces desapareció del
escenario político hasta el aflo 1S29, en que sir-
vió a las órdenes del general Paz, en las bata-
llas de San Roque, La Tablada y Oncaíioo.
Renunció en dicho año la gobernación de Cór-
doba; años después acompañó a los generales
Lavalle y Paz en todas sus campañas. En 1853
fué reconocido por el Gobierno en su grado de
coronel, ofreciéndole sus servicios en la lucha
que sostenía con el general Urquiza, que no
fueron aceptados en atención a su avanzada
edad. Murió en Córdoba, el 10 de octubre
de 1S65.
Allende (José Manuel). Hermano mayor del
anterior. De Córdoba Dedicado a la carrera
de las letras, tenía ya el título de abogado
cuando partió para España a perfeccionar sus
estudios. Llegó allí cuando estallaba la revo-
lución francesa de 1789. Entusiasmado por los
principios que ésta proclamaba, aceptó la opor-
tunidad que se le ofrecía cde descargar sus
iras contra el monarca que desde el otro lado
del Océano imponía a su suelo querido una
bárbara legislación». Mezclóse entonces entre
los franceses, quienes tuvieron en mucha esti-
ma sus aptitudes, como lo demuestra el hecho
de haber sido nombrado gobernador de Saha-
gún Permaneció en este alto puesto hasta que,
muerto el general Solano en el contraste que
sufrieron las armas francesas, vióse obligado a
retirarse a Cádiz, donde murió.
Allende (SanHago Alejo). Coronel del virreina-
to Nativo de la ciudad de Córdoba. Tío de don
Faustino, José María y Tomás Allende, fusila-
do por orden de la Junta de Buenos Aires el
28 de agosto de 1811. Tomó parte poco activa
en la segunda invasión inglesa. En la retirada
de So-iremonte a Córdoba trajo consigo a
Allende, con el grado de coronel del ejército y
como segundo jefe de la expedición. Comisio-
nado por Sobremonte en Montevideo para re-
conquistar a Maldonado, ocupado por una
división inglesa, no hizo «otra cosa más que
presentarse, dar vueltas, ir y venir, llegar a
Pando, volverse de aquí, y, en una palabra, in-
currir en el ridículo». Estallada la revolución de
mayo. Allende se propuso combatiria de acuer-
- 34 - AMB
do con Liniérs, Concha y otros. Tomados en
Cruz Alta, trayecto de Buenos Aires, Allende
fué ejecutado con sus demás compañeros.
Allende i Tomás . Gobernador de Sal la, sobrino
del anterior y natural de Córdoba. Cursó su-:
estudios en el colegio de Montserrat, de esta
ciudad, y se recibió de abogado. Hallábase en
Buenos .\ires cuando estalló la revolución dtl
año 10. Patriota decidido, combatió contra su
tío D. Santiago Allende, que fué fusilado
Nombrado director D. Gervasio A. de Posa-
das, llamó al coronel Allende en agosto del
año 13 para que desempeñara la cartera de
Guerra, que en esas circunstancias, como es
sabido, demandaba una tarea inmensa y de
grave responsabilidad. Encontrándose algo en-
fermo, y en virtud de un medicamento equivo-
cado, murió en 1815 Era un hombre de capa-
cidad y de mérito.
Amaichá (combate). Felipe Várela, que era uno
de los caudillos más audaces del interior, prin-
cipalmente en la provincia de La Rioja, después
de su descalabro el 7 de julio, en la cuesta de
Chilecito, aparece invadiendo la provincia de
Salta, y sorprende en el sitio denominado Rin-
cón de Amaichá al comandante de Milicias,
D. Pedro José Frias, que en vano intenta re-
sistirle.
Ambrosetti (Juan B.). Doctoren Ciencias na-
turales y distinguido arqueólogo argentino.
Era director del
Museo Etnográfi-
co de la Universi-
dad de Buenos
Aires y profesor
de Arqueología
en la Facultad de
Filosofía y Le-
tras. Representó
a nuestro país en
diversos Congre-
sos internaciona-
les, sobre todo en
el americanista, y
lo hizo siempre con singular brillo. Fué miem-
bro de la Junta de Historia y Numismática
americana. Obra grande, meritoria, la de
más importancia tal vez en el país, en su géne-
ro, es la que fundó Ambrosetti, empezando c'>n
una pequeña colección de bronces ca/c/io^uú
donada por el Dr. D. Indalecio Gómez; n^ ■
referimos al Museo Etnográfico que posee la
Facultad de Filosofía y Letras, que contient-
Dr. Juan B. Ambrosetti.
AME -as-
mé» de 20.000 piezas. Deja este hombre estu-
dioso más de 70 publicaciones sobre Arqueolo-
gía, Etnografía, Lingüística, Zoología, etc.,
cuya nomenclatura sería larga enumerar en una
obra tan reducida como ésta. La ciencia ar-
geniina y la sociedad pierden en él un hombre
bueno y un hombre útil, que fué alto exponente
del saber y que deja obra vasta y valiosa. Fa-
lleció en Buenos Aires, el 21 de mayo de 1917,
a las diez de la mañana. Sus restos fueron in-
humados en el cementerio del Oeste, hablando
ante su tumba el Dr. D. Ernesto Quesada, en
nombre de la Facultad de Filosofía y Letras;
el Dr. D. Horacio Damianovich, en nombre de
la Sociedad Científica Argentina; el Dr. D. Ri-
cardo Levene, en representación de la Junta
de Historia y Numismática americana, y otras
personas más.
Ameghiiio (Florentino). Eminente naturalista y
paleontólogo argentino. Nació en la villa de
Lujan, en la provin-
cia de Buenos Aires,
el 18 de septiembre
de 1854. Fueron sus
padres D. Antonio
Ameghino, genovés,
fallecido en Buenos
Aires, a los cincuen-
ta y ocho aflos de
edad, en el año 1886,
y D." María Dina
Armanino, que falle-
ció en Buenos Aires
en el año 1908, a
los setenta y seis años de edad. Hallábase don
Florentino Ameghino al frente del Museo de
Historia Natural desde hacía varios años, ocu-
pando con honra el puesto que ilustraron Bur-
meister y Berg, y su nombre ya había salvado
las fronteras de la República, difundiéndose
con gran prestigio en los centros científicos de
ambos mundos. Hijo de sus obras, debía al es-
tudio tenaz y a la investigación permanente,
perseverante, la posición de sabio que conquis-
tara, y en la que supo mantenerse con altura y
dignidad. Llegó de la nada a la cumbre por sus
propios esfuerzos, haciendo una por una todas
las jornadas que mediaban entre el punto ini-
cial y la meta gloriosa. Su vida fué de incesan-
te labor y copiosa producción, derramando con
ello raudales de luz sobre las edades prehistó-
ricas de nuestro continente, o induciendo a los
sabios a fijar su atención en él y a escudriñar
AMÉ
Florentino Amegliino
sus senos misteriosos. Es un tesoro inaprecia-
ble la colección de fósiles reunida en el suelo
argentino por el Dr. Ameghino, como es abun-
dante y valioso el caudal de conocimientos que
encierran los numerosos libros, monografías y
artículos en que ha consignado el fruto de sus
desvelos e investigaciones. Este grande como
modestísimo sabio murió en la ciudad de La
Plata, el 6 de agosto de 191 1 .
Amenabar (José de). Sacerdote y hombre pú-
blico. Nacido en Santa Fe, en 1734. Formó par-
te, como miembro, de la célebre Asamblea del
año XIII, y en la Comisión civil de Justicia, en
la que prestó importantes servicios. Retirado a
Santa Fe, ejerció allí durante largo tiempo las
funciones de cura vicario y de legado eclesiás-
tico, hasta que en 1823 asistió al Congreso
Constituyente, donde, cumplidas las instruccio-
nes que había recibido de la Legislatura santa
fecina, se opuso a que se sancionara la Consti-
tución unitaria. Cuando estalló la guerra civil
en la República y Quiroga invadió a Córdoba,
el entonces gobernador de Santa Fe, D. Esta-
nislao López, quiso mediar pacíficamente en la
contienda y le mandó en comisión cerca de
aquel caudillo, en unión con D. Domingo de
Oro. Estos obtuvieron una suspensión de hos-
tilidades; pero el empecinamiento de Quiroga
hizo inevitable muy luego el derramamiento
de sangre. Fué gobernador delegado en Santa
Fe, de 1856 a 1860, y ejerció diversos cargos
civiles y eclesiásticos de importancia. Falleció
el año 1863, en Santa Fe, y se le sepultó en la
iglesia matriz. Fué un sacerdote virtuoso, ca-
ritativo e ilustrado.
América (incendio del vapor). El América era
un hermoso vapor que hacía la carrera entre
Buenos Aires y Montevideo. En circunstancias
en que una gran parte de la sociedad distingui-
da de Buenos Aires se trasladaba a Montevi-
deo en grata peregrinación, en las altas horas
de la noche del 23 de diciembre de 1872, el
buque se incendia. Muchas fueron las víctimas
de este horroroso suceso, y entre los diversos
y emocionantes episodios que tuvieron lugar,
el más notable es el desprendimiento de don
Bartolomé Víale, distinguido comerciante ita-
liano de Buenos Aires, que da sus salvavidas,
estando en el agua, a la señora de Marcó del
Pont, que, hallándose cerca de él y sostenida
únicamente por sus ropas, le grita: «¡Me aho-
go!», y Víale, después de haber ejecutado tan
magnánima acción, perece entre las ondas del
General de Brigada D. Só-
crates A naya.
AMA
Plata. En el cementerio de la Recoleta puede
verse un monumento que conmemora tan her-
mosa acción.
Anaya (Justo Sócrates). General. Nació en Tu-
cumán, el 31 de marzo de 1850. Abandonó sus
estudios muy joven,
aldeclararse la gue-
rra contra el dicta-
dor del Paraguay,
ingresando como
soldado distinguido
en el batallón Gene-
ral Paz. Subtenien-
te en 1865, abande-
rado. Hizo la cam-
paña desde el 25 de
diciembre de 1865
hasta julio de 1868,
en que pasó a sofo-
car la rebelión del
general Cáceresen
Corrientes. Combatió contra el bandolero
Santos Guayana en San Luis; con los indios;
hizo la campaña de Entre Ríos contra López
Jordán; con el entonces coronel D. Julio A.
Roca batió las tolderías del cacique Ramón
Cabral, y asistió a la revolución del 74 en las
filas del Gobierno. Con el entonces coronel
Racedo volvió a tomar parte contra los indios
al mando del cacique Cabral, quien fué some-
tido con sus principales capitanejos. Se halló
en el combate de los Corrales, el 21 de junio
de 1880, y en los combates de los días 26 y
27 de julio de 1890 en las calles de Buenos
Aires.
Ancaate (combate). El 7 de enero de 1830, entre
las fuerzas de los generales Quiroga y Paz,
mandadas, respectivamente, por los coroneles
D. José Benito Villafafle y D. Justo Lobo.
Fué una acción sangrienta, en la que pereció
Lobo. El vencedor Villafañe se excedió en mu-
chas arbitrariedades. Aneaste es un departa-
mento de la provincia de Catamarca. Tie-
ne 2.480 kilómetros cuadrados de extensión y
una población de 5.300 habitantes. La sierra de
Aneaste y la del Alto forman el valle de Cata-
marca.
Anchorena (Juan José Cristóbal). Hombre pú-
blico. Natural de Buenos Aires. Su padre, de
nacionalidad española, lo dedicó al comercio,
dándole antes una esmerada educación, que
completó en España, donde pasó los primeros
años de su juventud. Fué partidario de la causa
36 - ANC
revolucionaria y miembro de la Junta de Ob.
servación, al seno de la cual llevó el temple de
su alma firme e independiente. En el aflo 21
era nombrado presidente de la Caja de Amor-
tización y miembro de la Comisión encargada
de promover el progreso del comercio e indus-
tria y mejorar la agricultura. El aflo anterior
había sido uno de los comisionados para arre-
glar la convención del 20 de febrero celebra-
da entre los gobernadores del litoral. D. Juan
José Anchorena, como sus hermanos D. Tomás
iVVanuel y D. Nicolás, simpatizaba ardiente-
mente con el sistema federal, que combatió Ri-
vadavia bajo su presidencia. Esta circunstan-
cia le hizo figurar entre los opositores del gran
administrador y entre los partidarios de don
Manuel Dorrego, a cuya elevación contribuyó
poniendo en juego su importante influencia-
Dueño más tarde Lavalle de la situación, em-
pezó a alejar de la ciudad a todos aquellos
hombres notables del partido federal, y fué así
como Anchorena fué transportado al buque
Rio Bamba, en calidad de preso, en compañía
de su hermano D. Tomás Manuel y de D. Vic-
torio García de Zúñiga, de donde más tarde
pasaron a Montevideo. Celebrada la conven-
ción entre Lavalle y Rosas, volvió a Buenos
Aires, muriendo el 5 de enero de 1832.
Anchorena (Nicolás de). Hombre público. Sig-
natario del tratado de 9 de marzo de 1853. Na-
tural de Buenos Aires; hermano del anterior.
Hizo sus estudios en el Colegio de San Carlos,
principiando a figurar en 1825, como diputado
por Buenos Ajres. Perteneció al partido fede-
ral. Elevado Rosas a la primera magistratura
del país, D. Nicolás Anchorena, sin tomar par.
te activa en la política, prestóle el contingente
de sus esfuerzos. Después de Caseros, Ancho-
rena, defensor de los derechos de Buenos Ai-
res y enemigo del acuerdo de San Nicolás, fué
uno de los representantes más conspicuos de la
opinión ilustrada en las laboriosas sesiones
del 53. Mas habiendo llegado una Comisión, en
representación del general Urquiza, para intcn
tar la pacificación de Buenos Aires, el gob( >
nador de esta provincia nombraba a su vez .i
D. Nicolás Anchorena para que, en unión de
los Sres. Vélez Sarsfield, Paz y Torres, acur-
dasen con los comisionados una convención de
paz que diese pronto y feliz término a la gue-
rra civil provocada por la rebelión. Reunidos
los comisionados firmóse un convenio de pa/,
que se conoce en la Historia con el nombre de
ANC
- 37 —
ANC
'Tratado del 9 de marzo.» Animados sus signa-
tarios de los mejores deseos, dejaron iniciadas
en él las bases de la organización de la Repú-
blica y las condiciones más duraderas de paz y
de tranquilidad. Ocurrido el fallecimiento del
.seilor general Pinto, la Sala de Representan-
tes nombraba a D. Nicolás de Anchorena, el 9
de julio de 1853, gobernador y capitán general
de la provincia. «Desde que Anchorena — dice un
eicritor— tuvo conocimiento de que se se pen-
saba en él para ese puesto, se empeñó con sus
amigos para persuadirles de su resolución irre-
vocable de no admitir el cargo, por más que el
pueblo y la Sala lo designaban con entusiasmo,
no porque rehusase los nuevos sacrificios y
compromisos que aquel destino le demandaba,
sino porque él creía ser más útil a la causa pú-
blica en las bancas de la Legislatura que en la
silla de gobierno, donde su salud quebrantada
no le permitiría llenar cumplidamente las ince-
santes tareas que demandaban la atención de
los asuntos de la guerra. « Esta era la segunda
vez que Anchorena renunciaba tomar parte en
la Administración pública. Falleció el 24 de
mayo de 1856.
Anchorena (Tomás Manuel de). Nació en Bue-
nos Aires, en 1784. Hermano del anterior. Hizo
sus primeros es-
tudios en el Co-
legio de San Car-
los, y muy joven
se graduó de doc-
tor en Leyes en
la Universidad de
Charcas. El mo-
vimiento revolu-
cionario de 1810
lo encontró des-
empeñando el em-
pleo de corregi-
dor mayor, en
cuyo carácter fir-
mó el acta del 25 de mayo. Fué desterrado con
motivo de la publicación de un manifiesto pa-
triótico; pero se revocó la orden en un honro-
so decreto para Anchorena, a quien se declara
buen patriota y lo manda reponer en su anti-
guo cargo de regidor. En 1811 se trasladó al
Alto Perú, donde conoció a Belgrano, quien le
nombró su secretario, hallándose como tal en
las batallas de Tacumán y Salta. En 1816
tomó parte en el Congreso de Tucumán, y jun-
to con el obispo Oro levantó su voz para sal-
Tomás Manuel de Anchorena.
var la forma republicana. En 1821 fué electo
representante, y en 1826 fué uno de los ma-
yores y más influyentes opositores a los pro-
yectos sobre el régimen unitario de Rivada-
via. En 1828 fué desterrado, por sus opiniones
políticas, y durante las primeras administra-
ciones de Balcarce y de Rosas desempeñó
los ministerios de Gobierno y de Relaciones
exteriores, rehusando en 1834 la gobernación
de la provincia. Dejó de existir en esta ciudad,
el 29 de abril de 1847. Sobre su tumba pronun-
ció un notable discurso el Dr. Vicente López
y Planes.
Anchorls (Ramón Eduardo de). Sacerdote. Na-
ció en Buenos Aires, el 13 de octubre de 1775.
En 1810 se encontraba en Lima, desempeñando
el puesto de secretario del arzobispo, cuando
el virrey Abascal, temeroso de una revolución
en sus dominios, lo redujo a severa prisión, en
unión de D. Cecilio Tagle y de D. Antonio Mi-
ralla. Enviado después a España, permaneció
encerrado algunos años en el castillo de Santa
Catalina, en Cádiz. Miembro de las logias de
Cádiz y de Londres, fundadas por Miranda,
para promover la independencia de Sud-Amé-
rica, fué después uno de los fundadores de la
Logia Lautaro, en Buenos Aires. Este patrio-
ta distinguido, fogoso e infatigable, falleció en
Buenos Aires, en 1831.
Andes (paso de los). Desde el desastre de Ran-
cuaga había vuelto a caer Chile bajo la domi-
nación de los españoles. El general San Mar-
tín, con el pensamiento de reconquistarlo, ha-
bía empezado a formar un ejército en Mendo-
za, de donde era gobernador intendente. El
plantel de este ejército, tan famoso más tarde,
fué, para honor de Córdoba, una pequeña di-
visión de doscientos cordobeses, que el año 13
envió el gobierno argentino en auxilio de Chile,
a las órdenes del coronel D. Marcos Balcarce,
y que había tomado una parte muy notable en
el combate del Membrillar y otras acciones, y
de donde habían sido los últimos en retirarse,
con el mayor Las Heras a la cabeza, prote-
giendo a la vez la emigración chilena en las
gargantas de la cordillera. El general San
Martín, con el pequeño ejército de 5.000 (cinco
mil) hombres que había formado, empieza a
efectuar la salida de Mendoza para emprender
el paso de la cordillera de los Andes y llevar
la libertad a Chile, donde flameaba el pabellón
español. Hechos tan atrevidos como éstos
sólo los habían realizado Aníbal y Napoleón, en
AND
- 38
AND
su famoso paso de los Alpes. Puede formarse
una idea de las grandes dificultades que en
esta empresa titánica tuvo que vencer el ilus-
tre general, por la falta de dinero, por el pá-
rrafo siguiente de una carta que San Martín,
desde Mendoza, dirigió al general Guido: oE\
18 rompió su marcha el ejército. Para el 21 ya
estará todo fuera de ésta, y el 15 de febrero
decidida la suerte de Chile; si ésta es próspe-
ra, crea usted que entonces se le dará la im-
portancia que merece. Mucho ha habido que
trabajar y vencer, peí o todo sale completo,
excepto de dinero, que no llevo más que ca-
torce mil pesos para todo el ejército.» ¡Con
sólo catorce mil pesos emprendió San Martín
la grandiosa campaña de los Andes para ir a
libertar a Chile y al Perú! El 17 de enero de
1817 puso en marcha su ejército, en dos divi-
siones: una, al mando del teniente coronel Las
Heras, que debía entrar por Uspallata y ma-
niobrar sobre Santa Rosa de los Andes, lle-
vando a retaguardia el parque, siguiéndole la
vanguardia, al mando del mayor general Soler,
que debía tomar el camino de Los Patos, a
quien seguía a corta distancia la segunda divi-
sión, al mando de O'Higgins, y el cuartel gene-
ral. Todo estaba dispuesto de manera que
cuando la división de Las Heras se hiciese
sentir en Santa Rosa, al Sudoeste de Acon-
cagua, la vanguardia de Soler amenazara al
Noroeste, en tal forma, que no sabiendo los es-
pañoles el punto fijo en que eran atacados, tu
vieron que dividir sus fuerzas y reconcentrar
se, abandonando el valle de Putaendo, que era
el más rico y mejor situado para hacer pie un
ejército. La entrada del ejército argentino fué
feliz. Las Heras tuvo un encuentro victorioso
en La Guardia; Necochea deshizo las tropas
españolas en ¿«25 Coimas, y apoderándose San
Martín de Putaendo, tomó caballos y empren-
dió rápidamente el camino a Santiago. Cordi-
llera de los Andes siiínifica en quichua < mon-
tañas del sol», también de antis, voz quichua,
que significa «cobre», «metal».
Andino (Juan Diez de). Gobernador del Para-
guay y del Tucumán. Había militado con dis-
tinción en los ejércitos de España, hallándose
en la guerra con Portugal. El Gobierno es-
pañol, en recompensa de sus servicios, le nom-
bró gobernador del Pa'aguay, de cuyo cargo
tomó posesión en 1663. Hizo algunas expedi-
ciones a las tribus de los guaycurúes y paya-
guás. Fué celoso en el cumplimiento de sus
deberes, desinteresado y humanitario con lo»
indígenas. Gobernador de la antigua provincia
del Tucumán desde 1678 hasta 1681. Murió en
agosto de 1684.
Andonaes^ui (José de). Gobernador de Bue-
nos Aires desde 1745 a 1756. Militar; nacido
en Canarias por el año de 1700, y educado en
España, -en cuyos ejércitos sirvió con brillo,
hasta obtener el alto rango de teniente gene-
ral. Hubo de perecer a su arribo al Rio de la
Plata, pues el buque que le conduela naufragó
a la vista de Montevideo, perdiendo Ando-
naegui el valioso equipaje que traía consigo.
Durante su gobierno llevó a cabo un recono-
cimiento científico de la costa patagónica, en-
comendando esta misión a los padres jesuíta*
José Quiroga y José Caldiel, que zarparon de
Montevideo en la fragata San Antonio, llegan-
do hasta cerca del estrecho de Magallanes;
se establecieron los correos fijos; creó un go-
bierno estable en Montevideo, dependiente de
su autoridad, para defender el territorio dejas
incursiones de los indios, y creó en Buenos
Aires, con idéntico fin, tres compañías de Mi-
licias para asegurar la frontera. En 1755 mar-
chó a campaña para dar cumplimiento al tra-
tado de límites celebrado con los portugueses,
a cuyo efecto salió de Montevideo al frente de
3.000 soldados; derrotó en su marcha a los
guaraníes, en Cabayté, tomándoles varios
puntos importantes, hasta que fué relevado
por D. Pedro Cevallos, el 4 de noviembre
de 1756. En seguida se retiró a Espafla, falle-
ciendo poco después.
Andrade (Olegario Víctor). Poeta y periodista.
Nació en Entre
Ríos, el 7 de mar-
zo de 1841. Edu-
cóse en el Cole-
gio Nacional del
Uruguay, cuyas
aulas abandonó a
la edad de diez y
siete años. Fun-
dó y redactó va-
riosperiódicos en
Santa Fe, Guale-
guaychú, Uru-
guay y Concor-
dia. Fué después
secretario del presidente Derqui en 1860. Sus
obras: La noche de Mendoza, con motivo del
terremoto que hubo en dicha ciudad, en que
Olegario Víctor Andrade.
ANE
- 39 -
ANI
el autor pinta las escenas ocurridas; £7 9 efe
agosto; La flor de mi esperanza; El arpa per-
dida; El nido de cóndores; Prometeo; El S de
octubre; El 11 de septiembre; El crepúsculo;
La libertad de América; San Martin; La Crea-
ción; La Atlántida, etc. De los ingenios mo-
dernos, Andrade tenía grandes puntos de se-
mejanza con Víctor Hugo, y en algunas de sus
estrofas, donde el poeta argentino vertió sus
pensamientos más bellos, se revela su mal es-
condida rivalidad, como en la siguiente pintura
de San Martín parado en la cumbre de los
Andes:
¿En qué piensa el coloso de la Historia,
De pie sobre el coloso de la tierra?
¿Piensa en Dios, en la patria o en la gloria?
¡Qué comparación más atinada, más patética
ni más grande podía hacerse que la que en-
cierra los dos primeros versos!, ni ¡qué inter-
pretación más fiel de las tres tínicas ideas que
podían ocupur el pensamiento de San Martín
cuando, llegado al lim'LS de la grandiosa cordi-
llpra, vio el país de Cíiile a sus pies y só!o a
Dios sobre su cabeza! El Gobierno nacional
ordenó la edición de sus Obres poéiicos, (\hq
se llevó a cabo en 1887. Murió Andrade en
Buenos .^ires, el 30 de octubre de 1884.
Ameiros (Federico). Doctor. Segundo arzobispo
de la República Aigentina. Nació este prelado
en Buenos Aires, el 2S de junio de 1826. Por
renuncia del Dr. Agüero en 1855, desempeñó
durante quince años la cátedra de Derecho ca-
nónico. Murió en Buenos Aires, el 10 de sep-
tiembre de 1894.
Ansaco (combate). Librado en la provincia de
San Juan, el 16 de agosto de 1841, entre las
fuerzas unitarias al mando del coronel don
Mariano Acha y las federales a las órdenes de
los generales D. Nazario Benavidez y D. Félix
Aldao. Acha se batió bravamente, con menos
de la mitad de las fuerzas que tenía el enemi-
go, consiguiendo tomar prisionera a la infante-
ría; pero, rehechos sus contrarios con refuer-
zos, tuvo que refugiarse en la catedral de San
Juan con los restos de su pequeña tropa, don-
de fué obligado a capitular, bajo promesa de
respetarse su vida y las de sus soldados, con-
dición que fué aceptada, a pesar de lo cual él
y sus tropas fueron pasados por las armas. Su
cabeza fué espuesta en una pica en el camino
del río Desagruadero.
Pedro de Angelis.
Angrells (Pedro de). Publicista de la época de
Rosas y consejero de éste. Nació en Ñapóles,
el 29 de junio de
1784. Redactó La
Crónica, órgano
del Gobierno de
Rivadavia, escri-
biendo sus artícu-
los en francés,
para ser vertidos
al castellano por
Mora, y fundó a
mismo tiempo un
colegio. Entre sus
muchas obras se
encuentran: No-
ticias biográficas
del brigadier D. Estanislao Lopes; Ensayo his-
tórico sobre la vida de Rosas; Páginas bio-
gráficas del general Arenales, y Colección
de documentos. Esta líltima obra es el título
mejor que tiene Angelis a la gratitud de la pos-
teridad. Partidario de Rosas, fundó El Restau-
rador de las Leyes en 1833. Murió en Buenos
Aires, el 10 de febrero de 1859.
Anglés y Gortari (Matías). Nacido en Nava-
rra. Nombrado teniente general y capitán de
giierra de la ciudad de Córdoba, tomó pose-
sión de ese puesto en 1726. Fué también gober-
nador de la antigua provincia de Tucumán.
Se recibió de este cargo el 17 de noviembre
de 1735, en medio del jiibilo y entusiasmo de
sus habitantes, que, recordando sus triunfos
sobre los obipones diez anos antes, veían en
él una promesa de días prósperos y felice»
para la provincia. Mucho tuvo que luchar con-
tra los indios, y constantemente. El Sr. Anglés
ejerció el gobierno hasta el año 1739, suce-
diéndole D. Juan de Santiso y .Moscoso.
Angostura (combate). Guerra del Paraguay.
El coronel argentino D. Donato .\Ivarez, jefe
del regimiento San Martín, al frente de 70
hombres, lleva un ataque a las baterías de la
extrema derecha de Angostura, y después de
haber muerto a casi todos los artilleros que
manejfiban tres grandes piezas, las clava, por
no poder llevarlas por su excesivo peso (28 de
diciembre de 1868).
Animas (.Fray José de las). Cómplice principal
de la conspiración fraguada por .\lzaga (v.) con-
tra el Gobierno de Buenos Aires. Era un reli-
gioso del Orden de los Belarmos; mas, a pesar
de su carácter y sus hábitos, fué el más activo
ANS
de los conspiradores, habiendo tomado sobre
M la peligrosa misión de reunir gente en los
üuburbios de la capital y mandar la caballería
el día del movimiento. Descubierto Alzaga, se
propuso sustraerle a la acción de la justicia
ocultándole en la Casa de Locos, de la que era
mayordomo, y transportündole de allí a una
casa central de la ciudad. En la noche del 25
de julio huyó de la capital fray José de las
Animas, refugiándose en una choza en las in-
mediaciones de Morón; pero fué descubierto y
lomado preso a los pocos días. Interrogado por
el Tribunal, contestó con desenvoltura y arro-
gancia, negando los cargos que se le hicieron;
pero una vez en capilla confesó espontánea-
mente su crimen, para «descargo de su con-
ciencia», según sus propias palabras. Fué sen-
tenciado a muerte el 12 de julio y ejecutado a
las diez de la mañana del siguiente día, sus-
pendiéndose su cadáver de la horca.
Ansay (Faustino). Comandante de armas y sub-
delegado de Real Hacienda en Mendoza des-
de 1803 hasta el 9 de julio de 1810, en que,
manifestando su adhesión a la causa de los rea-
listas, la Junta lo separó de su empleo, orde-
nando que entregase el mando a su sucesor,
D. (sidro Sáenz de la Maza. Instigado por el
gobernador de Córdoba, Gutiérrez de la Con-
cha, se sublevó de nuevo; pero vencido más
tarde, fué tomado prisionero y enviado des-
pués a Buenos Aires y desterrado de allí a
Patagones, donde permaneció hasta el año 1817
o 1818, que se le concedió libertad para regre-
sar a su patria, donde falleció en 1848.
Anteqaera y Castro (José de). Gobernador
del Paraguay. Dotado de gran talento, cursó
Derecho y se graduó de doctor, no tardando en
descollar como político y como fiscal y protec-
tor de indios. Fué comisionado en 1721, como
juez pesquisador, a la Asunción para juzgar al
gobernador Diego de Reyes y a los viejos en-
comenderos. En vez de cumplir con su cometi-
do, hace causa común con los últimos, suspen-
de al gobernador en sus funciones, lo encierra
en una prisión y usurpa el mando por espacio
de cuatro años, y desobedeciendo las órdenes
del virrey del Perú, que manda reponer a Re-
yes, ataca a los padres jesuítas en sus misio.
nos, eligiéndoles el pago de gastos de guerra.
En presencia de tan graves acontecimientos,
el gobernador Zabala sale de Buenos Aircs
con un ejército y llega a la Asunción el 29 de
abril de 1731.
40 AQU
Añasco (Antonio de). Natural de España.
En 1585, gobernador de la provinciadel Guay-
rá, y más tarde, nombrado teniente general
por el gobernador D. Juan Ramírez de Velas-
co, y confirmado en ese cargo por Hernando
Orias de Saavedra. Continuó en ese cargo
hasta el 17 de julio de 1599.
Apóstoles. Era una antigua reducción de in-
dios guaraníes. San Javier (Misiones) fué
fundada en 1(>38, en las cercanías de las re-
ducciones de San José y San Carlos.
Apnlé (combate). En la pampa de este nombre,
en la Patagonia austral, el 22 de febrero
de 1881, entre un piquete de soldados del 7 de
caballería de línea al mando del capitán, don
Adolfo Drury, contra toda la tribu del cacique
Sayhueque. La pelea duró cuatro horas; toda
la tropa y el mismo Drury fueron heridos.
Este hecho de armas temerario fué debido al
arrojo de su jefe, pues tenía órdenes de perse-
guir la indiada, pero no de empeñar acción al-
guna. Con todo, los indios fueron derrotados,
dejando en el campo más de ochenta muertos.
Aquino (Pedro León). Coronel. Nació en Bue-
nos Aires, en 1811 . Sus padres le dieron una
educación esmerada, dedicándole en seguida
a la carrera militar, donde obtuvo pronto as-
censos. En 1831 era teniente. Acompañó a
Luvalle en todas sus arriesgadas empresas,
hasta que, obligado a emigrar, como tantos
otros, se trasladó al Perú, donde tomó servi-
cio, distinguiéndose — como dice Sarmiento —
por actos de valor romancesco. El coronel
Aquino era uno de los jefes más ilustrados de
aquella época; poseía el inglés y el francés.
Durante su permanencia en el Pacífico man-
tuvo relaciones de cordial amistad con los
emigrados más notables en ilustración y pa-
triotismo. Resuelta la expedición de Urquiza
contra Rosas, Aquino se encontraba en Valpa-
raíso, donde resolvió incorporarse al ejército
libertador. Partió, al efecto, a bordo de la
Médicis, en compañía de Paunero, Mitre, Sar-
miento y otros. Urquiza lo recibió con afectuo-
sas demostraciones, encomendándole una divi-
sión de su ejército, de la que se hizo cargo a
su llegada. La división de Aquino había perte-
necido a Rosas; su composición no podía ser
peor, y su organización participaba de una ma-
nera especial de todos aquellos defectos ge-
nerales del ejército libertador, que hace notar
el autor del Facundo. Con raras excepciones,
la mayor parte de sus oficiales eran gauchos
ARA
ignorantes, que debían sus tirados más al fa-
Torilismo que al mérito La tropa, por su par-
te, habituada a la inacción y ocupada reciente-
mente en faenas de saladeros, había olvidado
por completo los ejercicios doctrinales, que
tanto contribuyen a adiestrar al soldado. Tal
era la división confiada a Aquino, cuyos hábi-
tos militares, ajustados con estrictez a la orde-
nanza, formaban un manifiesto contraste con
los de su gente. A pesar de esto, Aquino
aceptó el mando de la división, con toda la fe
delsoldadoque todo lo esperade sus esfuerzos,
y sin consideración a nada, inició sus trabajos
de organización, con la persistencia que reque"
rían las circunstancias. Pero a medida que
apuraba sus esfuerzos crecía también la anti-
patía de la tropa, que acabó por traducirse en
una criminal conspiración, iniciada por sus mis-
mos oficiales. Esta conspiración, que estalló
la noche del 10 de enero de 1852, dio por re-
sultado la muerte de Aquino, la del teniente
coronel Aguilar y la de seis oficiales. Aquino,
que nada sospechaba, vino asi a ser asesinado
traldoramente en los campos del Espinillo, por
los mismos soldados de la escuela del tirano, a
quien tanto había combatido, y cuando retira-
do a su tienda se preparaba a descansar de sus
fatigas diarias. La muerte de Aquino fué el
suceso que apresuró la marcha del ejército
que un mes después debía echar por tierra la
tiranía de Rosas. Ella dio lugar a varios de-
cretos después de Caseros: el de II de febre-
ro, por el cual fueron declarados fuera de ley
los individuos que después de firmar la con-
vención de 7 de octubre de 1851 se alistaron
nuevamente en las filas de Rosas, como suble-
vados de Santa Fe, que asesinaron a Aquino,
y el del 12 de marzo de 1852, por el cual se
amnistió a los que no hubieran sido cómpli-
ces del asesinato. Un escritor argentino, refi-
riéndose a Aquino, se expresa así: «Era un
verdadero oficial de fortuna, franco, disipado,
derramando el dinero o la sangre para satis-
facer sus necesidades, lujosas o elegantes, o
servir sus ideas políticas.»
Arache (Manuel Félix de). Gobernador del Tu-
cumán. Era napolitano, aunque originario de
España, como hijo que era de padres extreme-
ños. Sus servicios como corregidor de Cinti, en
la provincia de Chichas, donde acreditó des-
interés, celo y valor en la guerra con los re-
beldes chiriguanos, llamaron la atención del vi-
rrey José Armendarís, marqués de Castelfuer-
41 _ ARA
te, para confiarle el gobierno de la provincia
de Tucumán, del que tomó posesión en octubre
de 1730. Era un hombre honrado, recto, labo-
rioso y dirigente, sobre todo en cosas de gue-
rra. Daba el ejemplo a sus soldados, y según
Lozano, «era el primero en los trabajos de la
milicia, como en tomar la pala o el azadón, y
no pocas veces se le vio haciendo guardias y
de centinela, etc.» Hizo una expedición al
Chaco, en julio de 1731 . Murió el 16 de julio
de 1732, sepultándose el cadáver en la iglesia
del colegio de Salta, al lado de la tumba de
otro hombre virtuoso y gobernante modelo,
D. Esteban Drizar.
Arámbulo (Faustino Joaquín). Militar. Nació
en Buenos Aires, el 29 de julio de 1808. En
1826, a la edad de diez y ocho años, ingresó
como aspirante en el batallón Fijo. Pasó luego
como soldado voluntario en la compañía de
Volteadores, llegando en este cuerpo a ser
sargento primero. Al cuerpo de Volteadores
se le cambió más tarde su nombre por el de
Guardia Argentina. Ascendió a alférez, pasan-
do el batallón a bordo de la goleta Guana-
co, a las órdenes de Broom. Se halló en el
combate contra la escuadra brasileña Los Fa-
ros, más afuera de las balizas de Buenos
Aires; pero encallando después la goleta en
Punta de Lara, se sostuvo un sangriento com-
bate, pudiendo salir libre gracias a la pericia
del almirante y al arrojo de los soldados. A la
terminación de la guerra del Brasil sucedió
la revolución del 1 de diciembre de 1828; fué
dado de baja. Permaneció Arámbulo de baja
hasta 1832, siendo en este tiempo promovido a
teniente primero del escuadrón de línea del
regimiento sexto, al mando de D. Prudencio
O. de Rosas. Combatió contra los indios que
invadieron a Tapalqué, Azul y otros puntos.
En 1833 ascendió a capitán. Al lado de las
fuerzas del dictador se halló en las batallas de
Chascamús, Rodeo del Medio, Arroyo Grande,
India Muerta. A las órdenes de Urquiza peleó
en el combate del Sauce Oriental. En 1851 fué
ascendido a sargento mayor, y como jefe del de-
tall de la división del coronel José Ignacio
Burgoa se halló en Caseros, en 1852. Se le
confirió entonces el grado de teniente coronel
efectivo. Se halló en el Tala, Ceoeda (1859),
Pavón. Ayudante de Mitre en la guerra del
Paraguay, y desempeñó más tarde el mismo
rango cerca del general Emilio Mitre, que per-
seguía en Corrientes al general Cáceres, sub-
ARA
- 42 -
ARA
Dr. Felipe Arana.
levado contra las autoridades legales de esa
provincia. Retiróse después de toda esa larga
campaña a Buenos Aires, en 1870, siendo agre-
gado a lapinna mayor disponible.
Arana (Felipe de). Jurisconsulto. Nació en Bue-
nos Aires, el 28 de agosto de 1789. Cursó sus
estudios en la
misma ciudad, en
el Colegio de San
Carlos; más tarde
se doctoró en Le-
yes, en la Univer-
sidad de San Fe-
lipe, en Chile. En
1810 figuró entre
los partidarios
del movimiento
emancipador, y
asistió al cabildo
abierto el 22 de
mayo. En 1815 se
le ve aparecer en la Junta de Observación, y
contribuyó en ésta al derrocamiento de Bal-
caree. Nombrado miembro de la Comisión de
Secuestros, demostró sus cualidades de juris-
consulto. Ocupó una banca en la Legislatura
de su provincia y la presidencia de la misma
en 1828. Miembro de la Junta Consultiva de
gobierno. Afiliado al partido federal, fué ca-
marista el 5 de marzo de 1830, y más tarde mi-
nistro de Relaciones exteriores de Rosas, el
20 de abril de 1835, en cuyo período lo acom-
pafíó hasta su derrocamiento. Retirado a la
vida privada, falleció en Buenos Aires, el 1 1
de julio de 1865.
Araoz (Bernabé). Gobernador de Tucumán
en 1821. Era un hacendado acomodado, y per-
tenecía a la numerosísima familia de los Araoz,
la cual desde la revoluc ón de 1810 se declaró
en su favor con el más ardiente entusiasmo.
«■•Carecía Araoz de cualidades para militar; pero
su grande inclinación al mando le hizo aceptar
el grado de coronel de Milicias, c< n que asis-
tió a la acción de Salta, única en que se halló
personalmente, como espectador más bien que
como jefe de un cuerpo de tropas. Era amigo
de prometer mucho, pero poco delicado para
cumplir su palabra. Su única pasión era la de
mandar como caudillo suave y poco inclinado
a la crueldad.» Enemigo de Ibarra, gobernador
de Sxntiago del Estero, fué perseguido por
é.ste, a quien debió la mayor parte de sus des-
gracias. Intrigados, y a su vez auxiliados por
Ibarra, los enemigos de Araoz hacían con-
tinuas sorpresas a Tucumán, y si eran recha-
zados volvían a rehacerse en Santiago, que
sólo dista cuarenta leguas, para preparar otras
nuevas. Fué fusilado el 21 de mayo de 1824.
Araoz (Daniel). Nació en Jujuy, en el ailo 1826.
Médico. Pasó luego a Europa a perfeccionar
sus estudios. De regreso a su provincia, ejer-
ció con gran acierto y desinterés su noble pro-
fesión. Ocupó un asiento en el Congreso que
se reunió en el Paraná. Fué gobernador de su
provincia en 1863, donde hizo un gobierno li-
beral y progresista. Senador al Congreso; fa-
lleciendo durante el receso de 1875, en la ciu-
dad de Salta.
Araoz (Pclro Miguel de). Sacerdote; signatario
del acta de la independencia. Nació en la ciu-
dad de Tucumán, en 1777. Hizo sus estudios en
Buenos Aires, hasta obtener el título de duc-
tor en Teología. Durante dos aflos dictó la cá-
tedra de Filosofía en San Carlos. Vuelto a su
ciudad natal, fué nombrado cura rector de la
iglesia matriz. Prestó muchos servicios a la
c;uisa de la revolución de mayo, siendo pre-
ceptor después de su sobrino, el más tarde ge-
neral Laniadrid. Electo diputado al Congreso
general Constituyente de Tucumán en 1816;
fué uno de los firmantes del acta de la inde-
pendencia. Falleció en 1832, en su provincia
natal.
Aratá (combute). Guerra del Paraguay, 4 de
mayo de I8(j8. Con el fin de apresurar las ope-
raciones del ejército aliado contra el Para-
guay y de estrechar del todo al ejército de
López, el marqués de Caxias ordena la ocu-
pación del Chaco por una división argtíntina al
mando de Rivas y otra brasileña a las órdenes
del coronel JoSo do Regó Barras Falcáo. Una
columna paraguaya lleva un formidable ataque
a los aliados, precisamente por el flanco que
ocupaban los brasileños; pero éstos se baten
heroicamente y rechazan al enemigo, dejando
el campo sembrado de cadáveres y de armas
de los paraguayos.
Araujo (Francisco). Fundador de la iglesia de
San Nicolás de Bari (capital federal). Adquirió
el terreno y edificó el templo a su costa, por los
años de 1740. Habiéndose promovido después
el pensamiento de establecer un monasterio de
religiosas capuchinas en esta ciudad, hizo con
este fin donación de su iglesia y del terreno en
que se hallaba edificada, con la única condi-
ción de que «debía obtenerse la autorización
ARA
del rey para la erección del convento dentro del
término de seis años». No se estableció, sin em-
bargo, allí, sino en la iglesia de San Juan (Al-
8ina y Piedras), «por no ser adecuado el edifi-
cio y hallarse situado en los arrabales de la ciu-
dad. >
Ara^jo (José Joaquín). Periodista. Nacido en
Buenos Aires, en 7 de enero de 1762, y cursó
sus estudios en San Carlos hasta terminar el
curso de Fiiosofia. Ingresó como meritorio en
Contaduría, y en sucesivos ascensos llegó has-
ta escribiente de las Cajas Reales en 1812. Fué
el autor de la Guia de forasteros del virreinato
de Buenos Aires, obra notable en su género,
cuyos datos fueron tomados en su mayor parte
de los archivos públicos. Fué nombrado por
Pueyrredón miembro de una Comisión de defen-
sa de costas en caso de ser invadidos por un
ejército español. Murió el 18 de mayo de 1835,
en esta capital.
Arcamendia (Domingo de). Uno de los sesenta
y cuatro primeros pobladores de Buenos Aires
que acompañaron el 11 de junio de 1580 al ge-
neral D. Juan de Garay. De éste sólo se sabe
que era criollo y que en el repartimiento de
tierras que hizo el fundador le tocó una suerte
de tierras de cuatrocientas (400) varas de fren-
te por una legua de fondo en las inmediacio-
nes de esta ciudad, y otra suerte de tierras,
para estancia, se le adjudicó sobre el río Lujan.
Arce y Soria (Alonso de). Militar. Natural de
España; reemplazó a D. Manuel de Velasco
en 1714 en su cargo de gobernador de Buenos
Aires. Entró a desempeñar esa función el 19
de mayo de 1714, ejerciéndola durante seis me.
ses. Su muerte, acaecida el 20 de octubre
del mismo año, ocasionó serios disturbios con
motivo de la posesión del gobierno, de tal ma-
nera, que Arce vino a hacerse célebre en Bue-
nos Aires por haber tenido lugar en ocasión
de su muerte la primera contienda civil.
Arce (Esteban). Revolucionario del Alto Perú.
Cuando estalló el movimiento de mayo era
oficial de un cuerpo de Milicias de Cochabam-
ba, gozando, no obstante la inferioridad de su
rango, de gran influencia entre sus soldados y
el vecindario. Se atrajo a la causa de la inde-
pendencia varias ciudades y departamentos;
levantó un ejército en Oruro; expedicionó a
Chuquisaca; obtuvo una victoria en Aroma so-
bre el coronel español Piérola; derrotó al co-
mandante Badillo en el cerro de Pintacala;
rindió en Chayanta a otro destacamento rea-
- 43 - ARC
lista y prosiguió con generoso ardimiento una
lucha tenaz y gloriosa contra las armas espa-
ñolas, en el período más y más crítico de la re-
volución. La Junta de Buenos Aires premió sus
primeros esfuerzos en favor de la causa ame-
ricana extendiéndole los despachos de coro-
nel y de comandante general de la provincia
de Cochabamba.
Arce (José de). Misionero del siglo xviii, de la
Compañía de Jesús. En 1690 se internó, en
unión del jesuíta Cea hasta las salinas situa-
das al Norte del río Pilcomayo, y organizó allf
dos reducciones: Tariquea y Presentación,
jurisdicción de los chiriguanos y en la vecin-
dad de los Andes y del río Parapití. De allí
pasó Arce a Santa Cruz de la Sierra, en 1692.
de donde le llamaron varias tribus de Chiqui-
tos para recibir el Evangelio. Durante el go-
bierno de Inclán se sublevaron diversas tribus
de indios, y Arce, con riesgo de su vida, llegó
hasta ellos, logrando ajusfar la paz. Este infa-
tigable misionero fué bárbaramente asesinado
por los indios payaguás.
Arce (Pedro Núñez de). Inspector de armas en
la época de la primera invasión inglesa al Río
de la Plata, en la administración del virrey So-
bremonte. En Barracas, Arce salió al encuen-
tro de los ingleses al frente de cuatrocientos
hombres mal armados y peor disciplinados, que
a las primeras descargas se dispersaron com-
pletamente, dejando abandonados sus tres ca-
ñones. Pasado a Montevideo con alguna tropa,
contribuyó a su defensa; pero tomada la plaza.
Arce cayó entre los prisioneros.
Arcos (Antonio). Ingeniero y coronel de la inde-
pendencia; natural de Andalucía. Estaba en
Estados Unidos cuando estalló la revolución
de mayo, y se vino a Buenos Aires. Pasó luego
a Mendoza, donde el general San Martín orga-
nizaba su ejército, con quien contrajo amistad,
y en prueba de sus conocimientos técnicos,
nombróle oficial de su Estado Mayor. Arcos
aceptó este puesto y prestó en seguida impor-
tantísimos servicios reco riendo la cordillera
con peligro de su vida e instruyendo a San
Martín sobre sus pasos difíciles y otros obs-
táculos que era preciso vencer para no expo-
ner al ejército en la colosal empresa que tan
buenos resultados estaba destinada a dar. Em-
prendido el paso de los Andes, D. Antonio
Arcos comandaba las avanzadas, a cuyo fren-
te, y obedeciendo las órdenes de San Martín,
tuvo la gloria de poner en completa fuga a un
ARC
44
ARE
fuerte destacamento del enemigo en las Achu-
pallas, el 4 de febrero de 1817. Asistió a la
batalla de Chacabuco en calidad de sargento
mayor, y encontróse en el desastre de Cancha
Rayada. Separado luego del ejército, se esta-
bleció en Chile, desempeñando la proveeduría
del ejército. Años después partió para Fran-
cia, estableciéndose en París, en cuya ciudad
falleció.
Arcos (Santiago), ingeniero y escritor, hijo del
anterior. Nació en Santiago de Chile, en \&¿2,
y fué educado en Inglaterra. De carácter vivo y
turbulento, tomó en Chile una parte activa en
las luchas políticas; fué desterrado y no volvió
más a su patria, pasando a la Argentina, donde
se mezcló en los sucesos de la época. Sarmien-
to dice que asistió a las batallas de Caseros y
Cepeda. Instruido y ameno, Arce estaba vin-
culado con los hombres más notables de la Re-
pública, por la que tenía una predilección es-
pecial. Era ingeniero, músico y dibujante. Su
obra más notable es la que escribió en francés
bajo el título La Plata, étude historique. Se
suicidó en París, arrojándose al Sena, en 1874.
Ardiles (Miguel de). Conquistador del siglo xvi.
Este famoso capitán español, llamado por Lo-
zano «la primera persona entre los conquista-
dores, después del general Núflez del Prado»,
nació en 1515, principiando su carrera en Amé-
rica, en el ejército del licenciado Vaca de Cas-
tro, donde se acreditó como oficial valiente y
distinguido. Había tomado ya una parte activa
en la conquista del Perú cuando, emprendida
la de Tucumán por Diego de Rojas, acompa-
ñóle Ardiles, que reveló en esta ocasión resis-
tencia para las mayores fatigas y padecimien-
tos. En esa desgraciada empresa fué Ardiles
el amparo de sus compañeros de armas, a
quienes proporcionó todos los recursos nece-
sarios para el ali-
vio de sus necesi-
dades. Fué un
hombre prudente,
de mucho valor y
sumamente bon-
dadoso.
Arenales (José
Antonio Alvarez
de). Brigadier ge-
neral de las pro-
vincias unidas del
Río de la Plata,
mariscal de cam- Alvarez de Arenales.
po y benemérito de la Legión de Honor de
Chile y gran mariscal del Perú. Nació en Es-
paña, el 13 de junio de 1770, donde también
empezó su carrera militar. Llegó a Buenos
Aires en 1789. Cuatro años después fué en-
viado a Bolivia, a la provincia de Orque,
como juez subdelegado, con el grado de te-
niente coronel, demostrando allí condicio-
nes de administrador. En 1809 actuó en la re-
volución de Chuquisaca, movimiento con el
cual simpatizó, y nombrado por la Audiencia
comandante general de armas, organizó sus
fuerzas, siendo más tarde depuesto y encarce-
lado, sufriendo la confiscación de sus bienes.
En 1812 tomó una participación activa en los
movimientos revolucionarios encabezados por
el general Belgrano. La ciudad de Salta fué
tomada y lo nombró gobernador intendente, lo
mismo que la de Cochabamba, en 1813. En 1814
triunfó en la Florida, donde fué herido. En 1820
se incorporó al ejército del general San Mar-
tín, en el que desempeñó un papel lucidísimo
en todas las campañas, triunfando en fea,
Nazca, Huamanga, Jauja, Gauna y Rasco.
En 1825 batió los últimos restos de las fuerzas
realistas que quedaron después de la batalla
de Ayacucho, y desempeñó nuevamente el go-
bierno de Salta. Desde 1810 hasta 1825 no hubo
casi encuentros, combates ni batallas en que
no se encontrara Arenales, tanto en Chile y
Perú como en la Argentina. En 1831 emigró de
Salta a Bolivia, para de este modo no presen-
ciar los estragos de la guerra civil; pero en el
camino fué sorprendido por una grave enfer-
medad, víctima de la cual falleció en Marayá,
el 4 de diciembre de 1831. «Este hombre, aus-
tero en sus costumbres, estoico por tempera-
mento y tenaz en sus propósitos, reunía a las
virtudes cívicas del ciudadano los talentos del
administrador y las calidades que requiere el
mando militar en circunstancias difíciles.» «El
general Arenales, sin dejar de tener un cora-
zón bondadoso, generoso y noble, tenía el de-
fecto de ser poco cortesano, urbano, amable;
era hombre de una pieza, inflexible, como no
hemos tenido otro jefe, y para que se forme
juicio de su persona, séame permitido diseñar
algunas de sus costumbres. En la campaña de
la Sierra no tenía más que un solo ordenanza,
que cuidaba su caballo de batalla, su muía de
marcha y su equipaje, que estaba contenido en
dos petacas, y nada más. El, por sus manos,
ensillaba y desensillaba su muía y no consen'
ABR
45 -
ABR
tía que ningún otro se lo hiciera; sabia herrar
perfectamente, y, por consiguiente, él herraba
su caballo y su muía; en las marchas cargaba
un par de alforias en su silla, en las que lleva-
ba una servilleta con pan y queso, un jarro de
plata, un pedazo de carne cocida o asada y un
poco de maíz tostado: éste era su alimento fa-
vorito. En los descansos que daba a la colum-
na en las marchas se apartaba un poco del ca-
mino, le quitaba la brida a su muía, bajaba sus
alforjas y almorzaba o tomaba algo.» «El gene-
ral Arenales— dice Mitre— fué uno de los hom-
bres más extraordinarios de la revolución ar-
gentina.»
Arenales (José Ildefonso Alvarez de). Hijo
del anterior. Coronel. Nació el 5 de febrero
de 1798, en San Antonio de Arque (Alto Perúj.
Estudió Matemáticas en Buenos Aires, incor-
porándose al servicio de las armas en mayo del
año 17, en calidad de subteniente de ingenieria.
Fué ayudante mayor de San Martín en la ex-
pedición al Perú. Representante de Salta en el
Congreso del año 26, ocupando después la co-
mandancia militar de la Ensenada, donde sos-
tuvo dos ataques de las fuerzas navales del
Brasil: uno con los fuegos de la batería en de-
fensa de un bergantín que embicó cerca de ella,
y el otro con destacamentos de la guarnición
en Punta de Lara. Dejó varias obras. Falleció
en Buenos Aires, el 18 de julio de 1862.
Arenas (Martin). Militar. Nacido en Buenos Ai-
res, el 11 de noviembre de 1808. A los catorce
años principió su carrera militar en el batallón
de Fusileros, cursando Matemáticas el año si-
guiente en el Colegio de Ciencias Morales. En
la guerra del Brasil era subteniente del 2.° de
Fusileros. Se le mandó con 58 hombres a tripu-
lar la goleta 25 de Mayo, que era uno de los
buques de la escuadra nacional comandada por
Brown. A bordo de este buque tomó parte en
la acción del 9 de febrero de 1826, en el cana
exterior, y asistió al ataque de la Colonia el 26
del mismo. En este último tuvo el sentimiento
de ver caer las dos terceras partes de sus com-
pañeros, siendo él mismo herido en la cabeza
por una astilla. Recibió un ascenso. Hizo toda
la campaña del Brasil, encontrándose en la ac-
ción del Ombú y poco después en Ituzaingó,
donde adquirió los honores que se decretaron
a los vencedores de esta última batalla. En 1829
hizo una campaña contra los indios. Asistió al
sitio de Montevideo, a la batalla de Sauce
Grande (Entre Ríos), donde ascendió al grado
de sargento mayor. Se halló en Caseros de
lado del libertador. Después de prestar otros*
servicios de mérito fué ascendido a coronel en
marzo de 1853. En la guerra del Paraguay fué
jefe del 2.° batallón de la 2.* división Buenos
Aires. Falleció en Buenos Aires, durante la epi -
demia de la fiebre amarilla, el 28 de marzo
de 1871.
Aren^een (Juan). Militar. Nacido en Alemanis,
donde dio principio a su carrera, y con el gra-
do de oficial pasó a Chile, en cuyo ejército
revistó como capitán hasta el año 1826, época
en que pasó a la Argentina, y como capitán de
Artillería tomó parte en la guerra contra el
Brasil. Se halló en ¡tuzaingó, donde se com-
portó valerosamente; hizo la campaña del in-
terior con el general Paz, batiéndose con bra-
vura en la Tablada y Oncativo, en los años
de 1829 y 1830, respectivamente. Tomado pri-
sionero el general Paz, pasó a servir a las ór-
denes de Lamadrid en 1831, con la graduación
de coronel, batiéndose en la batalla de la Ciu-
dadela, de Tucumán, contra Quiroga, el 4 de
noviembre de 1831, donde perdió la vida por
un balazo que le atravesó el cuello, en mo-
mentos en que dirigía puntería sobre un obús
de metralla.
Areqnipa (toma de). En la campaña del Perú,
la caballtría del ejército del general Sucre, al
mando del general Miller, iba a la vanguardia
de la expedición contra Arequipa. El coman-
dante Sucre, que marchaba al frente de la
fuerza exploradora, lleva un rápido ataque
contra las tropas españolas, que las mandaba
el coronel Ramírez, y las derrota, tomando la
ciudad, que este jefe defendía al frente de cer-
ca de 1.000 hombres. Esta hazaña la hace el
comandante Suárez con un puñado de solda-
dos, que era una parte de las fuerzas argen-
tinas. Esta acción tuvo lugar el 30 de agosto
de 1823.
Areqnito (sublevación de). En la posta de Are-
quito, provincia de Santa Fe, tuvo lugar en la
mañana del 10 de enero de 1820 una conjura-
ción en el ejército auxiliar del Perú, al mando
del general Francisco Fernández de la Cruz,
que por orden del Gobierno regresaba del Alto
Perú hacia la ciudad de Buenos Aires. Este
ejército se componía aproximadamente de
3.000 hombres. Era jefe del Estado Mayor don
Juan B. Bustos, a quien el director, en premio
del combate de la Herradura, lo había elevado
al rango de general. Este jefe y todos los se-
ARE
46
ARG
gundos en el mando de los cuerpos venían
desde Córdoba combinados para sublevar el
ejército. Los móviles de estos jefes eran dis-
tintos: en unos la ambición personal o los in-
tereses de partido; en otros, el deseo de no
emplear sus armas en la guerra civil (1). El
ejército entró en territorio santafecino a prin-
cipios de enero de 1820; el día 10 se reunió el
comandante Paz, que con su escuadrón de dra-
gones había quedado en comisión a retaguar-
dia, y todo él acampó ese día en la posta de
Areqaito. A media noche fueron arrestados el
general en jefe; el coronel D. Blas Pico, jefe
entonces del número 3; el coronel Pinto, del
numero 10; los comandantes Domínguez, de
Cazadores, y Morón, del número 2; los coro-
neles Zelaya y Lamadrid, jefes de los dos re-
gimientos de caballería. Sus segundos tomaron
el mando de los cuerpos; el coronel Heredia
fué nombrado jefe de Estado Mayor, y Bustos
se puso en marcha de regreso hacia Córdoba,
después de parlamentar con las partidas mon-
toneras que estaban a su frente. Cuando la
noticia de este suceso llegó a Mendoza, el ge-
neral San Martín salió precipitadamente para
Chile, ordenando al coronel Alvarado que lo
siguiese inmediatamente con sus fuerzas, antes
que el contagio del mal ejemplo se inoculase
en sus filas. Alvarado pudo repasar los Andes
con los granaderos a caballo; pero el famoso
regimiento de Cazadores que estaba en San
Juan fué sublevado por un mayor, Mendizábal,
y se disolvió.
Aresti (fray Cristóbal de). Obispo de Buenos
Aires; natural de Valladolid. España, y religio-
so de la orden benedictina. Era un sacerdote
virtuoso y caritativo. Cuando los mamelucos
y tupies, aliados a los portugueses, atacaron
a la ciudad de Villarica, provincia del Guayré,
excitaba el entusiasmo de sus defensores «ex-
poniendo su pecho a las balas con ardor intré-
pido). Aresti enarboló como ensefia de com-
bate un crucifijo, y «cuando la defensa se hizo
imposible salió capitaneando a los vecinos y
los libró de su ruina trasladando la población
a sitio más seguro». En 1635 fué electo obis-
po de Buenos Aires, donde ejerció su ministe-
(I) Los jefes que tuvieron parte activa en el movimien-
to de Arequllo, fueron: el general Bustos; el coronel don
Alejandro Heredia; el mayor Jiménez, de Dragones; el
mayor Castro, del número 2; y el comandante D. J. M. Paz
'Memorias del general Paz. T. II pág. 24.)
rio sin recibir las bulas de su traslación. Fa-
lleció en Potosí, en 1638.
Arévalo (Domingo Soriano). Coronel de la in-
dependencia. Nacido en Buenos Aires, el 14 de
septiembre de 1783. En la segunda invasión
inglesa a esta capital se alistó en uno de los
batallones que combatieron a las tropas britá-
nicas. Asistió a las batallas de Tucurnán y de
Salta. En 1812, siendo ya capitán, hostilizó con
ciento cincuenta hombres a algunos grupos
realistas del Alto Perú (Bolivia», siendo as-
cendido a sargento mayor, y en 1814 recibió el
grado de teniente coronel. Fué nombrado te.
niente gobernador de Tarifa; pero ejerció muy
breve tiempo este empleo, volviendo a incor-
porarse el año 15 al ejército de Rondeau. Se
halló en el desastre de Sipe-Sipe; combatió
contra los caudillos Ramírez y Carreras, y con
éxito a los indios. Murió en el pueblo de Lo-
bos, provincia de Buenos Aires, el 18 de febre-
ro de 1834.
Argfandoña (Pedro de). Obispo del Tucurnán,
electo en 1745. Fué un sacerdote virtuoso e
ilustrado, que se preocupó exclusivamente del
bienestar de su iglesia y del estricto cumpli-
miento de sus deberes episcopales. Celebró
durante su gobierno dos Concilios sinodales
en la ciudad de Córdoba; visitó repetidas ve-
ces su diócesis e hizo laudables esfuerzos para
mantener la más rígida disciplina en la admi-
nistración de los negocios espirituales. En 1761
fué promovido al arzobispado de Charcas.
Argandoña (Tomás Félix de.) Gobernador del
Tucurnán. Nacido en Cádiz. Sirvió en los ejér-
citos de España, pasando después a América
para desempeñar el cargo de corregidor en la
ciudad de Guayaquil. Tomó posesión de su
cargo en marzo de 168G, terminando su perío-
en 1691. Fué un mandatario probo y justiciero,
empleando una parte de su fortuna en la cons-
trucción de la catedral de Santiago, y solicitó
de la corte el permiso para destinar de la Real
Caja de Córdoba la cantidad de seiscientos pe-
sos anuales en favor de la Compañía de Jesús,
a la que consagró durante su gobierno la más
decidida protección. De Tucumán pasó al Ca-
llao, nombrado capitán general de esta plaza,
Argañaraz y Murg^fa (Francisco). Nacido en
Guipúzcoa, región de España, en el año 1561.
Fundador de la ciudad de Jujuy. Vino a Amé-
rica en 1581, a los veinte años de edad, deseo-
so de adquirir gloria en la carrera de las ar-
mas. Militando a las órdenes del gobernador
ARG
— 47 -
ARG
del Tucumán, D. Juan Ramírez de Velasco,
fué elegido pnra fundar el pueblo de San Sal-
vador de Jujuy, que llevó a cabo en 1593, a
pesar de la obstinación de los indios comarca-
nos, humaliuacas, purmamarcas y tumbayas,
de raza quichua.
Argerich (Cosme). Fundador de la Escuela de
Medicina de Buenos Aires. Nació en esta ciu-
dad, el 26 de septiembre de 1758. De muy corta
edad fué llevado a España a seguiré! estudio
de la Medicina, donde cursó con brillo hasta
obtener el título de doctor. De vuelta a su ciu-
dad natal, perteneció a la Hermandad de Cari-
dad en 1795, al Hospital de mujeres y Casa de
Huérfanos, y fué nombrado en ISOO para diri-
gir la cátedra de Medicina en esta ciudad, en-
señando igualmente química, física v botánica,
y el I de marzo de 1802 logró inaugurar la
Escuela de Medicina, que regentó con digni-
dad y sabiduría. El primer curso dictado por el
Dr. Argerich terminó en 1806, produciendo los
profesores que en la guerra de la independen-
cia han ocupado nuestros ejércitos y llenado
con gloria y honor los diferentes destinos de la
medicina militar. En 1806 y 1807 prestó servi-
cios profesionales y también militares en el
rechazo de las tropas británicas. En 1810 tomó
participación en el movimiento de mayo, sif;n-
do uno de los concurrentes al cabildo abierto
del día 22. Al año siguiente era nombrado con-
juez del Tribunal del Protomedicaco, y en 1813
asistió al combate de San Lorenzo, practican-
do la primera cura al general San Martín. Fué
después nombrado jefe y director del Instituto
Médico, creado en reemplazo de la primera Es-
cuela de Medicina, que él fundara, desempeñan-
do cuyo puesto falleció, el 14 de febrero de
1820. Sus restos fueron depositados en el tem-
plo de San Francisco y exhumados tres años
después, para ser trasladados al cementerio de
la Recoleta. Era Argerich de un carácter dulce
y de un espíritu vehemente, benévolo, bonda-
doso y desinteresado; de una erudición vasta y
profunda, aunque dotado de un extremado
amor propio.
Argerich (Francisco Cosme). Hijo del anterior.
Doctor en Medicina. Fué catedrático de varias
asignaturas en la Facultad de Medicina de esta
ciudad, desempeñándolas con laboriosidad y
acierto. Miembro de la Asamblea del año 13.
Argerich (Luis). Militar. Nacido en Buenos Ai-
res, a fines del siglo xviii. Comenzó su carre-
ra militar, en clase de cadete, el año 1310; en
ese mismo año fué promovido a alférez del re-
gimiento 3.° de arribeños, y marchó a la cam-
paña del Estado Oriental, donde se bat'ó en la
batalla del Cerrito, el 31 de diciembre de 1813,
y al año siguiente se halló en la toma y rendi-
ción de la plaza de Monteoideo. Posteriormen-
te desempeñó diversas comisiones de confian-
za, dándosele la dirección del Parque de Arti-
llería. El 9 de agosto de 1826 fué promovido a
teniente coronel, retirándose de la dirección
del parque para tomar parte en la campaña
contra el Brasil hasta su terminación. En 1833,
siendo coionel, regentó nuevamente el Parque
de Artillería. Fué electo diputado a la Legisla-
tura de Buenos Aires en 1834 y reelecto en los
períodos sucesivos de 1835 a 1833. Poco des-
pués falleció, en Buenos Aires.
Argerich (Manuel G.). Abogado y hombre polí-
tico. Sobrino del Dr. D. Cosme Argerich. Na-
cido en Buenos Aires, el 15 de junio de 1835.
Hizo sus primeros estudios en el convento de
San Francisco e ingresó en la Facultad de Me-
dicina a los diez y seis años, rindiendo a fines
de 185? una lucidísima prueba de su primer año
de estudios profesionale«, no obstante haber-
los interrumpido varias veces en servicio públi-
co. Después de Caseros la viruela comenzó a
producir muchos estragos en el ejército, y se
estableció con tal motivo un lazareto en el
convento de la Recoleta, y Manuel Argerich, a
pesar de su ingr so reciente al hospital, concu-
rrió uno de los primeros a asistir y auxiliar a
los enfermos. Tomó parte en la revolución de'
// de septiembre, y después del asedio que su-
friera Buenos Aires en el 53, donde actuó como
simple soldado, ingresó en la Facultad de De-
recho, sustituyendo al estudio de la Medicina
el de las Leyes, más conforme, sin duda, a sus
hábitos e inclinaciones. Se halló en Cepeda, en
calidad de ayudante del entonces sargento ma-
yor a D. José María Arredondo segundo jefe del
batallón 2.° de línea. En medio de la batalla se
baja del caballo, arroja la espada, y tomando
unfusil se confunde entre sus soldado-;, a cuyo
lado pelea con bizarría. Contrario al general
Urquiza, fué uno de los que protestaron contra
el pacto del 11 de noviembre. Contribuyó a la
organización del batallón 6.° de línea, y con el
grado de capitán hizo la campaña del 61 y asis-
tió a la batalla de Pavón. Se halló en la Caña-
da de Gómez. Obtenido el diploma de abogado,
regresó a Buenos Aires, separándose desde
entonces del servicio activo de las armas. Du-
ARG
+s
ARI
rante el cólera del 67 se consagró por comple-
to al servicio de la caridad y del infortunio.
Fué diputado varias veces a la Legislatura de
la provincia y en el Congreso nacional. Duran-
te la fiebre amarilla (1871) formó parte de la
Comisión popular. En su apostolado de caridad
y de amor no siente jamás la fatiga, que postra
al cuerpo, ni el desaliento, que adormece al
alma, y lucha hasta sucumbir, y el 25 de mayo
de ese aflo moría víctima del flajelo, que había
combatido con tanto ardor y valentía.
Argvero (Luis María.) Militar. Nacido en Bue-
nos Aires. Empezó a servir en la artillería.
Durante la administración del general Viamon-
te fué nombrado sargento mayor graduado.
Marchó con el ejército de Rosas en la expedi-
ción contra los indios, que llegó hasta el río
Colorado. Acometido de una penosa enferme-
dad, estuvo por un tiempo alejado del servicio
militar. En el gobierno del general Pintos fué
nombrado teniente coronel de infantería, ha-
llándose en Cepeda y en Pavón. En la guerra
del Paraguay tomó parte en varios hechos de
armas, y en Curupayti, cayó mortalmente he-
rido, el 18 de julio de 1866.
Ar^rnibel (Andrés). Patriota de la independen-
cia. Nació en Buenos Aires, en 1771 . A los nue-
ve aflos de su edad sus padres le llevaron a
Espafla para darle educación. Aunque ausente
de su patria por espacio de cuarenta y cinco
aflos, no la olvidó ni un momento. Cuando Es-
pafla preparaba la formidable expedición de
veinte mil hombres con destino al Río de la
Plata, en 1819, Arguibel, en unión de D. To-
más Pueyrredón, promovió la insurrección de
la expedición, fracasando así las tentativas del
Gobierno español. Regresó a su patria el 1825,
y en el mismo arto de su llegada fué elegido
diputado.
Arias (Amaro L.).
Militar. Ingresó en
clase de soldado
distinguido en el re-
gimiento de Guar-
dias nacionales, ge-
neral Lavalle, en
1865. Fué nombra-
do portaestandarte
de dicho regimien-
to en noviembre
del raismo año.
Pasó después al 6." ogneral de Brigada D. Amat
de infantería de lí- L. Arias.
nea como subteniente; a guerra, el 24 de enero
de 1866. Subteniente el 4 de octubre del misni»
año. Teniente primereen 1867; ayudante mayor
en 1868; capitán en 1869; sargento mayor en
1873; teniente coronel en 1878; coronel en julio
de 1884. Por decreto de 21 de septiembre
de 1886 fué nombrado jefe del regimiento 1 .*
de infantería de línea. Ascendido a general
de brigada con fecha 27 de julio de 1890. Hizo
la campaña del Paraguay, desde 1865 a 186('
las campañas del interior; toda la campar
del 67, en persecución constante de los caudi-
llos Várela, Legran, etc., hasta hacerlos pa.
sar los Andes; contra López Jordán; batalla de
Santa Rosa; combate de Punta del Monte; si-
tio de Concepción del Uruguay; en la toma de
villa Colón; defensa del Gobierno general
en 1874; defensa de Gualeguai/ en 1876; revo-
lución de 1880 en contra del gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Dr. D. Carlos Te-
jedor; campañas del río Negro y Neuquen, per-
maneciendo tres años al servicio de fronteras.
Fué interventor de las provincias de Catamar-
ca. Entre Ríos y jefe de las fuerzas de la inter-
vención en la provincia de Santiago del Este-
ro, y lo mismo en la de Buenos Aires. Ins-
pector general de armas, etc.
Arias de Correa (Margarita). Matrona ar-
gentina, que durante la guerra de la indepen-
dencia retiró sus dos hijos del colegio en que
estaban y los presentó al Gobierno como sol-
dados de la patria. Durante la sublevación de
Quiroga fueron éstos víctimas de la goerra
civil.
Arias (Francisco Gabino). Explorador del Cha
co. Nacido en Salta. Sucesor interinamente,
por la muerte de Matorras, en el gobierno de
la provincia del Tucumán, de 1775 a 1777. Ex-
ploró el Chaco, en 1780, al frente de menos
de cien hombres. Su campaña duró ocho meses,
creando algunas reducciones que asegurasen
la comunicación entre las provincias del Orien-
te y Occidente. Fundó una en la laguna de
Las Perlas y otra en Lancayé. Al llegar a
este último punto fué acometido de una grave
enfermedad, de la que casi murió. No fué pro-
tegido por las autoridades, y falleció, muy po-
bre y lleno de deudas, en 1793.
Arias Hidalgo (Doctor José Antonio). Natural
de Salta. Acompañó a su padre, D. Francisco
Gabino Arias, en su expedición en 1781, en cla-
se de auditor de Guerra. Escribió la Historia
corográfica del Chaco, que no es conocida a
ARI
49 —
ARM
pesar de su importancia. Consta de trece par-
tes: La primera versa sobre etimología de la pa-
labra Ciíaco; la segunda, sobre la extensión de
este territ.)rio; la tercera y cuarta tratan de
los árboles, maderas y hierbas; la quinta, de las
frutas silvestres y plantas útiles; la sexta y
séptima, de los ríos; la octava, de los animales
feroces; la novena, de las tribus que lo habi-
taban; la décima comprende varias reflexiones
para mejorar los planes antiguos; la undécima
demuestra cuan inconveniente era acordonar
el río Bermejo desde Corrientes a Salta con
villas y reducciones; la duodécima trata de los
mataguayos, chumuquíes, tobas y mocobies, y
en la última habla de los ríos de Jujuy, Tarija
y Grande. (D. B. Nacional.)
Arlas (Manuel Eduardo). Coronel. Natural de
Jujuy. Hábil guerrillero de la independencia,
a la que ha dado páginas gloriosas. Conocía
palmo a pJ.mo el territorio de su provincia;
ejercía gran prestigio entre los gauchos, y se
hallaba dotado de relevantes cualidades de
carácter y de valor, circunstancias que concu-
rrieron naturalmente a hacer de él uno de los
más vigorosos sostenedores de la revolución.
En 1817, al frente de 150 hombres, tomó por
asalto y a viva fuerza el pueblo fortificado de
Humahuaca, que defendían los realistas, con-
siguiendo por trofeos de su heroico ataque
86 prisioneros, siete piezas de artillería, ga-
nados, etc., tomando además una bandera del
afamado regimiento de Picoaga. Este triunfo
desconcertó los planes de los realistas, que
preparaban en aquel año una invasión formi-
dable al territorio argentino. Combatió poste-
riormente, al servicio del Gobierno de Tu-
cumán, contra Güemes, Heredia e Ibarra, pa-
sando el año 1823 a su provincia natal, ame-
nazada de graves disturbios locales; pero lle-
gado apenas a Jujuy, fué asesinado por los
autores de la revolución que estalló en aquella
ciudad en junio 23 ("el mismo año, y que dio
en tierra con el gobierno del coronel Dávila.
Arias (Tomás). Gobernador de la provincia de
Salta. Nació en 1804, en dicha provincia. Fué
presidente del Banco Argentino establecido
en Rosario de Santa Fe. Senador al Congreso
de la nación y ministro de Hacienda bajo la
administración del Dr. D. Santiago Derqui.
Falleció en Salta, en 1863.
Armas (argentinas) La Asamblea general Cons-
tituyente del Río de la Plata decreta el es-
cudo de armas nacionales el 13 de marzo del
DlC. HlST. BlOGR.
año 1813, en la forma siguiente: Un óvalo en
posición vertical y dividido por el medio con
una línea horizontal, siendo la parte superior
sombreada y blanca la inferior, cruzada ésta
por dos manos entrelazadas en signo de alian-
za, que sostienen una pica con el gorro frigio
de la libertad en su extremo, estando orlado
con la oliva de la paz y el laurel de la victoria,
con esta divisa: «En unión y libertad», y sir-
viendo de coronamiento un sol naciente.
Armasa y Arregui (Juan de). Gobernador de
la antigua provincia del Tucumán; era natural
de Buenos Aires y sobrino de los obispos Arre-
gui. Fué educado en el Colegio de Montserrat,
en la ciudad de Córdoba. Después de haber
ejercido el cargo de corregidor en la ciudad
del Cuzco, se trasladó a España, donde perma-
neció durante algunos anos, regre---ando a su
país investido con el cargo de gobernador de
Tucumán. Su nombramiento fué mal recibido y
dio origen a graves conmociones, que amaga-
ron la tranquilidad y el bienestar de la provin-
cia. Preocupado Armasa en combatir las resis-
tencias que levantara su persona, descuidó por
completo sus deberes y negocios administrati-
vos, dando margen con su inacción a una de
las más cruentas y formidables invasiones de
los naturales que recuerdan los anales de la
historia local de aquel territorio. «Mientras
que el gobernador se entretenía en sus ven-
ganzas, dice Funes, los bárbaros del Chaco se
aprovechaban de la discordia para lograr las
suyas. Las poblaciones vecinas a las fronte-
ras lloraron muchas desgracias; pero ninguna
igualó a la que sufrió Salta en medio de sus
querellas. Fué en estas circunstancias cuando,
invadido su fértil valle el 5 de enero de 1735,
murieron cerca de trescientas personas, caye-
ron otras en cautiverio y perdieron muchas sus
haciendas.» «En las demás fronteras, agrega el
padre Lozano, causaron repetidas y frecuentes
desgracias, robando, cautivando y matando a
su placer cuantos pudieron, que han sido mu-
chos.o La ineptitud e indolencia de Armasa mo-
vieron al virrey del Perú a solicitar de la
Audiencia de Charcas su inmediata remoción,
nombrando ésta para reemplazarle, a fines
de 1735, al teniente general Martín de Anglés.
Armenta (Bernardo). Misionero apostólico del
siglo XVI, de la Orden seráfica. Vino al Río de
la Plata en la expedición de D. Alonso de Ca-
brera y en compañía de otros cinco frailes de
la misma Orden, con el propósito de evangeli-
4
ARM ^ -
zar los liabitantes de estas regiones. Entró por
uno de los puertos del Brasil, con sus compa-
ñeros de misión, de los cuales era superior, lle-
gando hasta Buenos Aires y pasando después
al Paraguay. Durante la travesía bautizó a mu-
chos millares de indios, a cuya conversión se
dedicó con decidido afán valiéndose de intér-
pretes mientras aprendía el idioma indígena.
Se distinguió en la catequización de los indios
por 1h dulzura y buen trato que les prodigaba,
interesándose pot su suerte, como lo demues-
tra el siguiente párrafo que copiamos de una
carta suya: «Asimismo sería necesario que nos
enviasen algunos labradores y artesanos de
toda clase, para que ejerzan aquí sus oficios;
su cooperación sería mucho más útil que la de
los soldados, siendo como es más fácil atraer
a estos salvajes por medio de la dulzura que
por medio de la fuerza.» «Estas palabras del
humilde franciscano, dice el Dr. Quesada, es-
critas en 1538, encierran el único medio de ter-
minar las luchas de estas razas, atrayendo a
esos pobres indios a la vida sedentaria, primer
escalón para su futura civilización.» Era comi-
sario y prefecto de misiones en el Plata, y fué
el verdadero fundador del convento de francis-
canos en Buenos Aires. En la Reoista de Bue-
nos Aires se ha publicado por el infatigable y
laborioso Dr. Quesada una exposición del pa-
dre Armenta dirigida desde el puerto de San
Francisco a Juan Bernal Díaz de Lugo, miem.
bro del Consejo de Indias, en donde el virtuoso
fraile da cuenta de las peripecias de su viaje,
recibimiento que le hicieron los indígenas, dis-
posición favorable de éstos y primeros trabajos
evangélicos qi'e practicaron.
Armstrong (Clara I.) Educadora norteameri-
cana. Nacida en el año 1847. Fué la primera
maestra que, contratada por el Gobierno de
Sarmiento, llegara a nuestro país, trayendo en
idéntica misión educadora a otras muchas, que
habían sido seleccionadas por ella y que fue-
ron incorporadas a los establecimientos esco-
lares de esta metrópoli. Ella fundó, organizó y
dirigió durante varios años la Escuela Normal
de Catamarca; contribuyó luego a la organiza-
ción de la de San Nicolás de los Arroyos, y sus
iniciativas y acción tuvieron una influencia con-
siderable para acelerar el progreso de la ins-
trucción pública. Era un bello espíritu y reunía
todas las condiciones necesarias para llevar a
cabo con eficacia la obra a la cual consagró
una gran parte de su noble vida. Trabajó siem-
General de División D
M. Arredondo.
José
ARR
pre con verdadera pasión y fué considerada en
í- aquel tiempo como una educadora eximia. Dejó
nuestro país en 1896, estableciéndose en Cuba,
de donde llegaron varias veces noticias de su
actuación eficiente. En la Exposición de Búfa-
lo en 1901 fué directora de la sección Siste-
mas educacionales y presidenta de la Delega-
ción de maestras cubanas que asistieron a di-
cha Exposición. Falleció en Los Angeles (Cali-
fornia) el 21 de noviembre de 1915.
Arredondo (José Miguel). Militar. Nació en el
pueblo de Canelones, Estado Oriental del Uru-
guay, en 1834. Muy
joven aun se alistó
en la división del
general D. César
Díaz, asistiendo a
la batalla de Case-
ros, donde concu-
rrió con su esfuer-
zo a la caída de
Rosas. Se halló en
Cepeda, Pavón, en
el Tala, en las ex-
cursiones contra
los indios, y como
oficial o como jefe
su figura siguió destacándose. En Cepeda cú-
pole la honra de cubrir la retirada del ejército
de Buenos Aires, mandando personalmente el
batallón 2° de línea. Durante la campaña de
Paoón organizó el 6.° de línea, cuyo número,
en los llanos del interior, en los esteros, en las
trincheras paraguayas, se distinguió siempre
por su valor y disciplina en los momentos de
mayor peligro. Durante la guerra del Para-
guay se comportó con bravura, principalmente
en Curupaiti, que a la cabeza de la 2." división
del ejército llegó hasta el borde de los pozos, y
allí permaneció, recibiendo el más espantoso
fuego que se haga mención en tan larga cam-
paña, hasta que recibió orden de retirarse, ha-
ciéndolo con toda calma. Derrotó al caudillo
Juan Saa, en el interior, en el paso de San
Ignacio, en 1867, que fué el golpe maestro so-
bre el caudillaje, ganando allí las palmas de ge-
neral. Combatió contra López Jordán. La re-
volución de 1874 le contó entre sus filas, ven-
ciendo al comandante Catalán en Santa Rosa
y siendo vencido en la otra batalla del mismo
nombre por el coronel D. Julio A. Roca. Tomó
parte en la revolución del año 1880. En la cru-
zada de los uruguayos contra el Gobierno de
ARR
ARR
su país mandó en jefe el ejército revoluciona-
rio, siendo derrotado en las puntas del Quebia-
cho el 31 de marzo de 1886.
rredomdo (Nicolás Antonio de). Cuarto vi-
rrey del Río de la Plata y teniente general de
los ejércitos españoles. Sucedió en el gobier.
no al marqués de Loreto. Empezó su carrera
militar en el Real Cuerpo de Guardias de Espa-
ña, obteniendo sus primeros ascensos en la
guerra contra Italia. En 1780 pasó a las Anti-
llas, en la expedición enviada allí por España, a
las órdenes del general Navía, para tomar po-
sesión de la Florida, que le disputara a la sa-
zón la Gran Bretaña. Después de ejercer el
mando político y militar en la isla de Cuba, fué
designado para la presidencia de Charcas, re-
cibiendo en su trayecto desde Lima a aquella
ciudad su nombramiento de virrey del Río de la
Plata, de cuyo puesto tomó posesión el 4 de
diciembre de 17S9. Arredondo se preocupó du.
rante su gobierno de la demarcación de límites
con el Portugal, cuestión que agitaba a la co'
lonia desde mediados del siglo, logrando poner
término a los avances y depredaciones de los
portugueses; apoyó calurosamente el pensa.
miento de establecer un Consulado de comer-
cio en la capital del virreinato; dio principio al
empedrado de la ciudad; aumentó el número de
los alcaldes de barrio y abrió las puertas del
virreinato a la introducción de esclavos africa-
nos, concediendo a sus importadores el dere-
cho de trocarlos por productos indígenas. Fué
bajo la administración de este funcionario, que
la Corte promovió la colonización de las costas
patagónicas, celebrando al efecto un contrato
con una Compañía inglesa para la pesca de la
ballena en aquellas apartadas regiones; pero,
desgraciadamente, las tentativas hechas no die-
ron el resultado que se esperaba. Arredondo
autorizó además el contrabando oficial del ta-
baco, celebrando con tal motivo un contrato
con un rico comerciante de la colonia para que
introdujese esta mercancía de los puertos del
Brasil en Buenos Aires, cuya exportación era
prohibida en aquel país y su importación con-
denada en el nuestro. La Corte desaprobó la
conducta del virrey, no porque desautorizase
la idea del contrabando, sino porque la intro-
ducción de los tabacos debía verificarse en bu-
ques con bandera extranjera, .\rredondo diri-
gió con este motivo, para sincerar su proce-
der, una extensa y difusa Memoria a la Corte,
que ha sido publicada por primera vez en la
Obispo Gabriel de Arregui.
Revista de Buenos Aires. Terminó su período
en 1795, siendo llamado a ejercer la Capitanía
general del reino de Valencia, donde murió
en 1802. Don Nicolás de Arredondo, no obstan-
te haber patrocinado oficialmente el contra-
bando y descendido hasta el servilismo en su
adhesión al Gobierno de España, fué un manda-
tario recto, de vistas claras y despejadas y muy
persistente en sus propósitos administrativos.
Arregnl (Fray Gabriel de). Obispo de Buenos
Aires. Nativo de esta ciudad y descendiente de
una familia distin-
guida de España.
Hizo en su juven-
tud un viaje a la
Asunción del Para-
guay, donde se de-
cidió a seguir la ca-
rrera del sacerdo,
cío. Trasladado a
Córdoba, fué elec-
to guardián del
convento de Fran-
ciscanos y poste-
riormente provin-
cial y vicario general del virreinato provi-
dencia muy rara en aquellos tiempos, pues por
lo común esta prelación se daba solamente
a sujetos de Europa. Pasó en seguida al Perú,
cuyo vasto territorio recorrió a pie, penetran-
do de incógnito en las ciudades y conventos
para evitar las recepciones oficiales, que he-
rían su modestia, y observar con mayor riguro-
sidad las necesidades de la Congregación.
Nombrado en 1712 obispo de Buenos Aires, se
recibió por medio de apoderado, y desempeñó
sus funciones hasta que en 1714 fué nombrado
obispo del Cuzco, muriendo en 1724, a conse-
cuencia de una rodada del caballo mientras re-
corría su diócesis en misión.
Arregui (Fray Juan de). Sacerdote, hermano
del anterior. Nació en Buenos Aires, en 1654.
Cursó sus estudios en Córdoba y a su regreso
a su ciudad natal ejerció distintos cargos ecle-
siásticos, dando comienzo a la construcción del
templo de San Francisco, en el año 1732. Elec-
to obispo de Buenos Aires, tomó posesión del
cargo el 16 de abril de 1731, consagrándose en
el Paraguay el 18 de febrero de 1733. Se pre-
paraba a trasladarse a España, en virtud de un
llamamiento de la Corte, cuando falleció, el 28
de diciembre de 1733. Sus restos se hallan co-
colocados en el peristilo de San Francisco.
ARR
Arribeños. Nombre de un regimiento de infan-
tería, formado por contingentes de las provin-
cias, para rechazar las invasiones inglesas
de 1806 y 1807. Se componía de nueve compa-
flias de 60 hombres cada una. En 1810 formó
parte de la división auxiliar que marchó al Alto
Perú. En 1806 y 1807 estuvo al mando del te-
niente coronel D. Juan Pío Gana, vizcaíno-
Este regimiento llevaba uniforme azul y blan-
co, con peto punzó y plumacho negro y rojo en
el sombrero, alto, y su acción fué valiente en los
combates memorables de la reconquista, y más
tarde, la base del movimiento revolucionario
de 1810.
Arrióla (José Nicolás). Militar. Nacido en Co-
rrientes, en el año de 1794. Soldado a los diez
y seis años, cuando la revolución de mayo.
Hizo la campaña del Paraguay con el general
D. Manuel Belgrano, y a su regreso asistió al
primer sitio de Monteoideo. Tomó parte tam-
bién en el segundo sitio de esa plaza y en su
rendición, obteniendo el ascenso a teniente. Ya
en 1816, con el grado de capitán en el ejército
de San Martín, pasó los Andes y combatió en
Chacabuco. También se halló en los combates
en el sud de Chile, del Gauilán, Curapaligüe y
en el sitio de Talcahuano a las órdenes de Las
Heras. Más tarde en la batalla de Maipú y en
la expedición del Perú; en la batalla del cerro
del Pasco y sitio del Callao. En la batalla de
Ayacucho como ayudante del general Correa,
fué herido y tomado prisionero en una embos-
cada, el 17 de noviembre de 1824. En la guerra
contra el imperio del Brasil se halló en la ba.
talla de Ituzaingó. Falleció este valiente mili-
tar en Corrientes en 1835, pobre y olvidado.
Arrotea (Manuel). Nació en Montevideo, en 1793,
donde también se educó. Establecido en Buenos
Aires, formó parte del Cabildo en los años
de 1816 al 1818. Miembro del Jury de Imprenta
en 1833, de la Sociedad Filantrópica y del Tri-
bunal de Comercio en 1814. Como miembro
conspicuo del partido federal fué electo repre-
sentante a la Legislatura de Buenos Aires el
año 1836, y reelecto en los períodos sucesivos
hasta 1S50. Falleció en Buenos Aires, el 13 de
diciembre de 1861, retirado de la vida pública.
Arroyo Ajruiar (combate de). Guerra civil. En-
tre las fuerzas del general Lavalle, acantona-
das en las orillas de Santa Fe, y las del coronel
D Jacinto Andrade, al frente de una fuerza
santafecina. Sorprendido Lavalle, es derrota-
do, sufriendo ba>tantes pérdidas de soldados,
52 - ART
oficiales y algunos jefes. Este combate tuvo lu*
gar el 15 de noviembre de 1849.
Arroyo Grande (batalla de). Oribe, al frente del
ejército argentino que marchaba vencedor por
la provincia de Entre Ríos, se encuentra con
el ejército de Rivera, que le sale al encuentro
en el Arroyo Grande, cerca de la costa del
Uruguay. Se libra la batalla, que fué reñida y
sumamente sangrienta, quedando destrozado
el ejército de Kivera, que deja en el campo de
batalla alrededor de 1.000 muertos, mil y tan-
tos prisioneros y toda su artillería. Tuvo lugar
esta batalla el 6 de diciembre de 1842.
Arroyo Parejas. Invasión de indios que llega-
ron hasta el Rincón del Arroyo Parejas el 24
de agosto de 1870 y arrebataron un considera-
ble número de hacienda. Don José Llano, co-;
mandante militar de Bahía Blanca, los ataca, yj i
en un combate consigue matar al cacique de las
fuerzas invasoras y a muchos de sus indios y
recuperar las haciendas robadas.
Arroyo y Pinedo (Manuel de). Uno de los pro-
motores de la reconquista. Nació en Buenos
Aires, en 1778. En las invasiones inglesas co-
operó en esta ciudad y en la de Montevideo
para reunir tropas, abasteciamiento de lasj
mismas y dinero. Tomó parte al lado de Puey-li
rredón, de quien era gran amigo, en los cora-f
bates de 1806 y en la defensa del año siguiente.l
Producida la revolución, concurrió al Cabildoi
abierto del 22 de mayo, y luego prestó diver-
sos servicios en varios cuerpos del ejército.
En 1S21 fué nombrado representante, y presi-
dente de la Legislatura al año siguiente. En 182.'
fué designado para formar la Comisión dei
empréstito levantado en Londres y electo dipu-
tado por Tucumán, ejerciendo la presidencia y
la vicepresidencia, respectivamente. Al año si
guíente fué nombrado director del Banco Na
cional, y poco después, presidente. En febrerc
de 1829 fué nombrado comandante del primei
batallón de Milicias pasivas de infantería df
esta capital. En el mismo año fué electo dipu
tado, y a la terminación de este cargo se retí
ró de la escena política. Dejó de existir, en est;
capital, el 31 de julio de 1839.
Artigas José Gervasio). Militar. Nació en Mon
tevideo, el 19 de junio de 1764. Fueron sus pa
dres D. Martín José Artigas y D." Francisc;
Antonia, Arnal. Su abuelo paterno D. Juan An
tonio Artigas, fué uno de los primeros pobla
dores de Montevideo. El futuro jefe de lo
uruguayos fué educado en el convento de Sa i
ART
53 -
ART
José Artigas.
Francisco y su educación fué la que permitía
su época, esto es, limitada a los rudimentos
de la enseñanza
primaria y estudio
del latín. En edad
temprana todavía,
confióle su padre
un establecimiento
de campo, donde
empezó a ejercitar-
se en las rudas fae-
nas que debían for-
talecer su cuerpo y
acostumbrarlo a las
fatigas e intempe-
ries. Más tarde
abandonó el ho-
gar paterno para dedicarse al acarreo de tro-
pas, de ganado y al acopio de corambres. In-
gresó en el regimiento de Blandengues, en el
mismo aflü de su creación (1797). El mismo aflo
fué ascendido a capitán da Milicias, y en 1789
a ayudante mayor, llegando a ser en 1810 ca-
pitán de una compañía de blandengues, a pro-
puesta del gobernador Soria. A los cuarenta y
un años contrajo enlace con su prima herma-
na D." Rafaela Villagrán, de la cual tuvo,
en 1806, un hijo llamado José María. Persiguió
con los suyos el contrabando de los portugue-
ses con tal eficacia, que logró hacerse un hom-
bre necesario, y obtuvo la confianza de las
autoridades de Montevideo, desempeñando
con celo y actividad cuantas comisiones se le
confiaron, limpiando, o haciendo lo posible, de
salteadores la campaña. Tomó parte en las in-
vasiones inglesas. Cuando estalló la revolu-
ción de mayo. Artigas se adhirió a ella, pues
ya hacia tiempo que, en unión de algunos pa-
triotas, trabajaba en pro de la emancipación,
no esperando sino la ocasión propicia para
abandonar las banderas de España. Esta oca-
sión no se hizo esperar. Días después de la
llegada de Elío, Artigas era enviado con su
compañía de blandengues a la Colonia, donde
mandaba el brigadier Muesas. Llegado que
fué al campo de éste, fué recibido con acritud,
ordenándole que campase en las afueras de la
ciudad. Con tal motivo, uno de los soldados,
apartándose del campamento, entró en la po-
blación, donde probablemente cometió alguna
falta, siendo preso en el acto. Artigas fué al
alojamiento del general para reclamar al pre-
so, pero Muesas se negó a complacerle. Tra-
báronse en palabras, levantando un poco la
voz el capitán de blandengues, con lo cual
perdió Muesas totalmente la calma. «¡Silen-
cio!—dijo— ; he de mandarle a usted con una
barra de grillos a la isla de San Gabriel, por
insubordinado! » La réplica de Artigas parece
que fué tan enérgica como la amenaza, y reti-
rándose, se marchó a su campo. En seguida,
de acuerdo con el cura de la Colonia, doctor
Enrique Peña, su amigo y confidente, y con el
teniente Hortiguera, su compañero de armas,
resuelve lanzarse a la proyectada empresa.
«Ese día fué el 15 de febrero. Acompañado del
Dr. Peña y de un negro esclavo de éste, tio
Peña, abandonó la Colonia y fué a refugiarse
en un bosque cercano al arroyo de San Juan.
De allí, por intermedio del cura, se dirigió al
rico propietario de aquellos campos D. Teo-
dosio de la Quintana, quien le proporcionó un
baqueano. Chamorro, puso a sus órdenes al-
gunos hombres, y le regaló una tropilla de ex-
celentes caballos. El capitán de blandengues,
transformado en libertador del Uruguay, em-
prende su primera marcha con el primer ejér-
cito de la patria, un puñado de negros lance-
ros, y se dirige hacia el río Negro. En el tra-
yecto anuncia a sus amigos la buena nueva; su
próximo regreso. Cruza el departamento de
Soriano, pasa por Mercedes, y deja allí a Ra-
món Fernández la orden del inmediato levanta-
miento, orden que se cumplió a los pocos días.
Artigas cruza entonces el río Uruguay, pisa te-
rritorio occidental, llega a Nogoyá (Entre
Ríos), desde donde envía ochenta soldados a
los hombres que han cumplido sus instruccio-
nes en Asencio, y de allí se dirige a Buenos
Aires, donde anuncia a la Junta su presencia
y el levantamiento en masa de su pueblo» (Zo-
rrilla de San Martín). La Junta, reconociendo
el valor y prestigio de Artigas, le concedió el
grado de teniente coronel y le dio dinero y
soldados para ir a ponerse al frente de la re-
volución que su deserción había desencadena-
do en el Estado Oriental. El último día de fe-
brero de 1311, dos campesinos, Pedro José
Viera y Venancio Benavídez, incitados por el
comandante militar de la región, D. Ramón
Fernández, daban el grito de libertad a ori-
llas del arroyuelo de Asencio (Soriaio), y se
levantaban en armas contra los españoles. El
grito de Asencio repercutió en todo el Estado
Oriental. Vuelto Artigas al Uruguay, con una
escolta de 150 patricios, burla el bloqueo de la
ART
54 -
ART
flota española y desembarca en la Colonia,
pasando a Mercedes, donde estableció su cuar-
tel general. En mayo 18 de 1311 derrota en
Las Piedras a los españoles, que fué una bata-
lla decisiva para la independencia. Un histo-
riador uruguayo, apreciando los sucesos de la
época, dice: «Cuando Buenos Aires confió el
mando en jefe de las fuerzas que iban a ope-
rar en la Banda Oriental, dándole a Artigas el
rango de segundo jefe, este caudillo se sintió
humillado, y, dejándose arrastrar por su resen-
timiento, hijo de la ambición de mando, dio ca-
bida a ese odio a los porteños, que tanto influ-
yó en el triste porvenir de ambas orillas del
Plata. Ese resentimiento es el origen de los dis-
turbios de ambas orillas entre los argentinos
y Artigas». «...Artigas se hallaba, pues, en
las filas de los sitiadores; pero su genio in-
quieto y díscolo no tardó en pronunciarse, con
grave perjucio de la disciplina del ejército y
de la causa que defendía, no obstante toda la
prudente moderación de Rondeau, sus con-
temporizaciones con él y la deferencia con
que le trataba». Las circunstancias por que pa-
saba la revolución americana eran difíciles y
peligrosísimas: los contrastes experimentados
por las armas argentinas en el Desaguadero, y
la invasión portuguesa al territorio oriental
desde las fronteras del Brasil, a la par de
otras causas apremiantes, impusieron a Bue-
nos Aires la necesidad de arbitrar recursos
por la vía diplomática. Así se hizo, celebrando
a fines del año 11, con el gobernante español
Elio, un convenio por el cual se retiraban las
fuerzas portuguesas y levantaban el sitio. Las
tropas de Buenos Aires regresaron a esta ca-
pital, y Artigas se retiró hacia el Norte, arras-
trando con su ejército a ancianos, jóvenes y
mujeres, en número de catorce a diez y seis mil
almas; de modo que, como más tarde se expre-
saba el general Vedia, en el campamento de Ar-
tigas se hallaba allí toda la Banda Oriental.
Por ese tiempo recibe de la Junta (de Buenos
Aires) nuevos testimonios de consideración,
si no por recompensa de sus servicios, para
halagarle y contentarle al menos. Nombrósele
teniente gobernador de San Baltasar de Ya-
peyú Misiones), y recibió una crecida suma de
dinero y otras dádivas. Pero Artigas no podía
permanecer quieto mucho tiempo; así es que,
desconociendo las conveniencias políticas que
decidieron a la Junta por el pacto, hostilizó a
los portugueses y se negó a las instancias de
ese Gobierno para que disolviera sus fuerz;^í
Rompió toda obediencia y devolvió a la Junta
con un oficio, las presillas de coronel. Desde
enton.es descubre sin embozo, cada día má-
Artigas la tendencia de hacerse independir
te y ejercer un predominio absoluto. Atr
hubo rechazado el indulto del rey de Españn
grados militares ofrecidos por Elío. Aquil...
actitud, violatoria del convenio, renovó la gue-
rra, y para hacer frente a ella marchó de Bue-
nos Aires, al mando de 4.000 argentinos, el
presidente de la Junta, D. Mariano Sarratea,
cuya autoridad superior aparentó acatar Arti-
gas por lo pronto. «Pero Sarratea venía a ha-
cerse cargo de un ejército de soldados, y Ai
gas, ni sus oficiales ni sus mismos soldad
podían conformarse con el rigor que impoiiid
semejante orden de cosas. Ellos no recono-
cían la disciplina, ni la jerarquía militar.
Cada oficial era un cacique que disponía arbi-
trariamente de su pequeña tribu, con la cual
corría de un lado a otro, asesinando a godos
indefensos y robando y sembrando el espanto.
Así, los bandidos hallaban cómodo servir ba;o
Artigas, que autorizaba y fomentaba las cruel-
dades y el libertinaje de sus adeptos. Artigas
recibía con satisfacción a esos elementos, que
pervirtieron la clase militar y que iniciaron la
serie de jefezuelos sanguinarios que han pesa-
do hasta ahora como una calamidad sobre el
país.» Sus desinteligencias con Sarratea no se
hicieron esperar; echó mano de la intriga y de
todos los recursos bajos que le sugerían su
audacia y ambición desmedida, llegando a pro-
ducir un verdadero conflicto entre los soste-
nedores de una misma causa. Artigas mostrá-
base con su insidiosa conducta; pero los hom-
bres sensatos y decentes del país prestaban su
adhesión a Sarratea, no queriendo prestigiar
la influencia dañina del caudillo. Resultado de
este estado de cosas fué el regreso de Sarra-
tea a la capital, substituyéndole en el mando
el general Rondeau, que tuvo la desgraciada
inspiración de apoyar con las tropas un movi-
miento sedicioso del caudillo. La gloriosa vic-
toria del Cerrito, obtenida por Rondeau, no le
contó a Artigas entre los vencedores (diciem-
bre 31 de 1S12). Calmado Artigas con la sepa-
ración de Sarratea, concurrió con su división
al segundo sitio de Montevideo. Pero no tardó
mucho en renovar sus perfidias, siéndole ya
intolerable la superioridad de ningún jefe de
Buenos Aires. Empezó, de acuerdo con algunos
AKT
de sus parciales y prescindiendo de Rondeau,
por formar e instalar un Gobierno en que él
mismo se discernía el cargc de presidente mu-
nicipal y gobernador militar. Eligió y mandó
a Buenos Aires tres individuos en calidad de
diputados, que no fueron admitidos. Promovió
luego, con asentimiento de la Junta, la reunión
de un Congreso (diciembre de 1812), presidido
por el general Rondeau, para establecer un
Gobierno local y nombrar diputados al Con-
greso general. Antes de partir los electos.
Artigas les llamó a su campamento para reci-
bir las órdenes que debieran observar en el
desempeño de su cargo. Despechado por el re-
chazo de sus pretensiones absurdas y encona-
do con los hombres de Buenos Aires por la no
admisión de los nuevos diputados, defeccionó
de la causa de la patria, abandonando con su
división las filas de los sitiadores en la noche
del 20 de enero de 1S14. Esta nueva perfidia
del caudillo comprometió la suerte de las ar-
mas de los independientes, pues la plaza sitia-
da acababa de ser reforzada con 2.000 hom-
bres. Felizmente, la imprevisión o incuria del
gobernador español Vigodet las salvó de una
derrota, que en los primeros momentos se tuvo
por inevitable. «Considerábase Artigas jefe
nato de los orientales, y no podía resignarse a
la prepotencia militar que los porteños desple-
gaban en aquel territorio con tropas regulares
y con exigencias de disciplina y de obediencia,
que sus inclinaciones montaraces y selváticas
resistían a todo trance. Poco tardó, por consi-
guiente, en volver a levantarse, llamándose a
rebelde armado, contra las dos autoridades: la
de los españoles, porque eran conquistadores
y chapetones, incapaces de medirse con los
gauchos ni de gobernarlos; y la de los porte-
ños, porque pretendían dominar donde nadie
sino él tenía ese derecho, como hijo y Jefe de
la tierra...» «En el Hervidero, cerca del Salto,
había establecido un campamento, que había
bautizado con el nombre de la Purificación,
alusivo a las aflicciones del degüello, cepos,
azotes, chalecos de cuero con que él y sus te-
nientes debían purificar la tierra de porteños
y aporteñados..» «Largo y penoso por demás
seria reseñar las maldades y hechos violen-
tos cometidos o consentidos en esos tiempos
por el «protector de los pueblos libres»; baste
saber que huyendo de sus seides emigraron
gran número de familias establecidas en Entre
Ríos y otros puntos del Uruguay; en Buenos
- 55 - ART
Aires se levantaban suscripciones públicas
para atenderlas y proporcionarles socorros.
El caudillo Ramírez, gobernador de Entre
Ríos, se había hecho prestigioso y fuerte en
esta provincia, y así es que, sintiéndose capaz
de resistir a Artigas, rompió sus compromisos
con él. Artigas, aunque envuelto en la guerra
contra el extranjero, no pudo dominar sus iras
e invadió aquélla provincia, donde empezó a
reclutar gente para castigar la osadía de su
caudillo. Después de algunos choques libraron
batalla en la Bajada, y Artigas salió derrota-
do, y siendo perseguido rápida y tenazmente
por Ramírez, le obligó a dejar Corrientes y
buscar asilo en el Paraguay (año 20). No al-
canzó, pues, a ver colmado aquel pertinaz pro-
pósito de «limpiar la silla directorial, colocan-
do en ella un indio charrúa». Vivió el resto de
sus días en una cabana del Paraguay, hasta su
fallecimiento, que tuvo lugar el 23 de septiem-
bre de 1850. a los noventa y dos años de edad.
Artigas (Manuel). Primo hermano del general
uruguayo D. José Gervasio Artigas. Pasó sus
primeros años ocupado en las faenas de cam-
po. Con motivo de esos trabajos se trasladó a
Buenos Aires, encontrándose cuando estalló
la revolución de mayo. Sentó plaza en el ejér-
cito revolucionario, y era ya capitán cuando
en septiembre de 1810 se incorporó al ejército
destinado al Paraguay, bajo las órdenes de
Belgrano. En el combate de Campichuelo se
comportó bizarramente, mereciendo el elogio
de Belgrano. De regreso a Buenos Aires, la
Junta le confió la misión de revolucionar su
país natal. Fué herido mortalmente en el asal-
to de San José (25 de abril de ISll), muriendo
un mes después. La Junta ordenó, por decreto
de 31 de julio de 1811, que su nombre fuese
inscrito en la Pirámide de Mayo-
Artilleros (regimiento) que se creó en esta
capital durante las invasiones inglesas, com-
puesto de siete compañías de sesenta hombres
cada una, constituidas por americanos y espa-
ñoles, al mando de D. Gerardo Esteve y Llach,
catalán, y de los comandantes de batería de
las Milicias provinciales D. José Maria Piza-
rro, formada por cien hombres, de los indios,
morenos y pardos; la de D. Francisco Agustín,
por 426, y de la Maestranza, a cargo de N. Ri-
vera Indarte, por 221. Este cuerpo fué organi-
zado por el Cabildo y se le llamó de ola unióno,
siendo equipado y pagado con fondos munici-
pales. Vestía uniforme azul con vivos blancos.
ASM — 56 —
peto encarnado, con chacó azul de penacho
rojo y celeste, y bota granadera.
Asamblea de 1813. Esta célebre Asamblea
nació de la revolución popular del 8 de octubre
de 1812, por la cual fué depuesto el triunvira-
to y nombrado otro en su reemplazo. El nuevo
poder ejecutivo procedió sin demora a convo-
car el Congreso a que aludía en un manifies-
to dirigido a las provincias. Llamado el pueblo
en esta ocasión a tomar una parte directa en
la rama más importante del Gobierno repre-
sentativo, ejecutó por primera vez un derecho
que hasta entonces sólo había ejercido por me-
dio de asonadas, entre el tumulto y el desqui-
cio de las autoridades. Así fué que la «sobe-
rana Asamblea», como se denominó aquel Con-
greso, celebró su instalación en Buenos Aires,
el 31 de enero de 1813, en medio de aclama-
ciones entusiastas. No respondió, empero, a
las esperanzas de una inmediata declaración
de independencia, que todos anhelaban. Mas
si no llenó esa parte primordial de su progra-
ma, realizó muchas cosas útiles al Gobierno y
ala libertad. Ella estableció, por atinadas re-
soluciones y leyes, los fundamentos sobre los
que más tarde se levantaría la nacionalidad
argentina; regularizó las bases del Gobierno;
sancionó la inviolabilidad de sus miembros;
preparó por medio de la ley sobre la libertad
de vientres la total emancipación de los escla-
vos; abolió el impuesto que pesaba sobre los
indígenas, conocido con el nombre de mita, y
todo servicio personal de los mismos; estable-
ció reglas para residenciar a los magistrados;
dictó leyes sobre minería, comercio y milicia;
creó el escudo nacional y fijó los colores de la
bandera; suprimió los signos y distintivos de la
nobleza; hizo quemar en la plaza pública los
instrumentos de tortura destinados a la morti-
ficación de los presos; señaló el cuño de la
moneda; reasumió el patronato eclesiástico y
deslindó los poderes públicos, fundando la in-
dependencia del poder judicial. Esta Asamblea
se disolvió el 15 de abril de 1815, con motivo
de la caída del diiector supremo, general Al-
vea r.
Ascasnbi (Hilario). Militar y poeta. Nacido en
Buenos Aires, el 24 de enero de 1807. Hizo sus
primeros estudios en esta ciudad, pasando des-
pués a Norteamérica y a la Guayana france-
sa. En 1827 se encontraba en Bolivia, cuando
86 creó en Salta un cuerpo para marchar a la
guerra del Brasil, sentando plaza en este regi-
Hilario Ascasubi.
ASO
miento. Hallóse en todos los combates que tu-
vieron lugar durante esa campaña, en clase de
oficial. Vuelto a su
pueblo natal, se afi-
lió al partido unita-
rio, siendo perse-
guido y encarcela-
do por Rosas; emi-
gró después a Mon-
tevideo, donde fué
uno de sus más de-
cididos enemigos,
combatiéndolo con
su espada, su estro
poético y su fortu-
na particular. Se
halló durante todo
el sitio grande de Montevideo, y en 1851 acom-
pañó al general Urquiza como ayudante de
campo, y luego tomó parte en las luchas civi-
les por la unión nacional. Como poeta, fué
eminentemente nacional, siendo su originali-
dad el empleo en sus versos del lenguaje gau-
chesco. Sus obras: Santos Vega o los mellizos
de la flor; Aniceto el gallo; Paulino Lucero,
etcétera. Murió en Buenos Aires, el 17 de no-
viembre de 1875, revistando como coronel.
«SANTOS VEGA EL PAYADOR
(fragmento)
Siempre al ponerse en camino
a dar un malón la indiada,
se junta a la madrugada
alredor de su adivino,
quien el más feliz destino
a todos les asigura,
y los anima y apura
a qu i marciien persuadidos
de que no serán vencidos
y harán la buena ventura.
Pero al invadir la indiada,
se siente, porque a la fija
del campo la sabandija
juye adelante, asustada,
y envueltos en la manguiada
vienen perros cimarrones.
ASI - 57
zorros, avestruces, liones,
gamas, liebres y venaos,
y cruzan atribulaos
por entre las poblaciones.»
Asiento o registro de negros. Se hallaba situa-
da la casa en las barrancas de la playa del Re-
tiro (San Martín), al extremo Oeste, en una
ranchería extensa que ocupaba un viejo edifi-
cio conocido hasta hace pocos años por «quinta
de Maza». Los agentes ingleses de cada car-
gamento podían bajar con sus negros allí, pero
manteniéndose en completa incomunicación con
el vecindario y tratando sólo con los agentes
del Consulado de Cádiz, con quienes liqui-
daban su negocio y se reembarcaban. El tra-
tado de Utrecht autorizaba a los ingleses a
introducir 48.000 negros por año, es decir,
144.000 negros en el total de los tres años
convenidos.
Aspergue (Segismundo). Médico y herbolario.
De la Compañía de Jesús. Prestó una atención
especial a la flora indígena de las provincias
del Río de la Plata, estudiando sus usos medi-
cinales.
Andiencia. Era un Tribunal de apelación para
toda causa que no excediera de 10.000 duros,
puesto que siendo mayor la suma necesario
era recurrir al Consejo de Indias. Su presi-
dente nato era el virrey, y cuya sanción se re-
quería para promulgar cualquier sentencia,
siendo asistido en este ramo por un asesor,
quien quedaba igualmente responsable de toda
medida violenta y digna de censura. Sus miem-
bros se llamaban oidores, y para que pudieran
ejercer libremente sus funciones tenían que
ser españoles, no pudiendo ligarse en intere-
ses ni en matrimonio con las familias del país
de su residencia, y aun se recomendaba no es-
trechasen con demasiada intimidad en el trato
social. «Tan extravagante política no podía
menos que engendrar odios entre los españo-
les europeos y los americanos. Unos y otros
se dirigían expresiones denigrantes, y de este
modo se fomentaba la discordia; los padres se
hacían enemigos de los hijos, y éstos de aqué-
llos. La Corte de España llegó a gobernar por
tres siglos una inmensa colonia sin conocerla;
creyendo sabias sus máximas gubernativas, in-
currió en el más grave error: de hacer infelices
a unos y otros, sembrando en los españoles y
americanos la discordia, y por consiguiente la
AVA
semilla de una espantosa revolución, como
después sucedió. La síntesis de la historia his-
panoamericana es cruel, pero sencilla; esta es
su expresión simple, pero verdadera: anarquía,
miseria y debilidad. Chile es una hermosa ex-
cepción.»(Zynny). Este Cuerpo (Audiencia) co-
rrespondía directamente con el rey, a quien
tenía obligación de informar del estado del
país sometido a su inspección; se le confiaban
todas las comisiones importantes, excepto las
del ramo de la guerra, y antiguamente el re-
gente o el decano se encargaba del gobierno
en caso de fallecimiento del virrey, hasta que
llegaba el sucesor, y por real cédula del em-
perador Carlos V, expedida en 12 de septiem-
bre de 1537, es decir, dos años después de la
primera fundación de la ciudad de Buenos Ai-
res, en caso de fallecimiento de la primera au-
toridad real en el Río de la Plata los poblado-
res podían elegir provisionalmente al sucesor:
(^Júntense — dice la referida cédula —los poblado
res y elijan por gobernador a la persona que
según Dios q sus conciencias pareciese más
suficiente para el dicho cargo.»
Avalos (José Domingo). Militar. De Corrien-
tes. Pronunciada en masa esta provincia, des-
pués del combate del Yeruá, en pro de la re-
volución iniciada por el general Lavalle en el
año 29, el general Ferré fué elevado al mando
supremo. Avalos, que en ese tiempo estaba al
mando de un escuadrón, siendo sargento ma-
yor, adhirióse y apoyó ese movimiento políti-
co. Desde entonces se puso a las órdenes de
Lavalle, y militó con honor mandando la divi-
sión de correntines en la última expedición al
interior de la república, preparada por Lava-
lle en Entre Ríos, habiéndose encontrado Ava-
los en el combate de Don Cristóbal y en la
desgraciada jornada del Sauce Grande, con
que principió aquella campaña. Estuvo igual-
mente en la que se dio en el Quebracho He-
rrado. Firme en sus convicciones y en su ab-
negación por la patria, se incorporó al ejército
del general Lamadrid en Tucumán, aceptando
con resignación la suerte adversa de los ven-
cidos en la batalla del Rodeo del Med'o, libra-
da contra el ejército de Pacheco en los campos
de Mendoza. El general Paz, tan severo en
sus juicios, dice de Avalos en sus Memorias,
lo que sigue: «El coronel Avalos, después ge-
neral, es un sujeto de una lealtad probada y
de mucho juicio. Mereció siempre honoríficas
distinciones del general Lavalle, en cuyo ejér-
AVE
58
AVE
cito sirvió, aumentando este mérito con la
campaña de Cuyo, que hizo a las órdenes del
general Lamadrid. Hoy sufre con constancia
la emigración y las demás penalidades que son
consiguientes a la vida del proscripto.» Atra-
vesó la cordillera con sus compañeros de ar-
mas y de infortunios, con Lamadrid a la cabe-
za, y refugiado en Chile, permaneció por algún
tiempo en ese país. De allí se embarcó con
destino a Montevideo, de donde pasó a esta-
blecerse en la Uruguayana. Más tarde vuelve
a tomar parte en la nueva cruzada contra Ro-
sas, y se reúne al ejército que venció en Ca-
seros (1852), con el grado de general, y poco
después dejó de existir, en la provincia de su
nacimiento.
Avellaneda (Marco M. de). Gobernador de Tu-
cumán. Nació en Catamarca, el 18 de junio
de 1814, cuando
este territorio
formaba parte de
la provincia de
Tucumán. Pasó
en esta ciudad los
primeros anos, y
volvió a la de Ca-
tamarca a estu-
diar el latín bajo
la dirección de un
distinguido profe-
sor eclesiástico,
que se complacía
en reputarle el
más aventaj ido
de sus discípulos, pues a los nueve años de edad
le eran conocidos ya los clásicos latinos, que
traducía con facilidad sorprendente. Demos-
trando una inteligencia precoz y dotes especia-
les para el estudio, fué comprendido entre los
jóvenes que, por disposición del presidente Ri-
vadavia y costeados por el Estado, vinieron a
estudiar a Buenos Aires. En las aulas adelan-
tó rápidamente y mereció en sus exámenes cla-
sificaciones honrosas. Dotado de una palabra
fácil y persuasiva, a medida que enriquecía su
espíritu en los libros se hacia notar por su sin-
gular elocuencia, a punto de escitar el entu-
siasmo y admiración de sus condiscípulos y
amigos, que le aplaudían, prodigándole el nom-
bre de «Marco Tulio Cicerón». Empezó por es-
cribir en algunos periódicos. En 1833, durante
la administración Balcarce, fué corredactor de
El Amigo del País, periódico de oposición a
Marco Avellaneda.
Rosas y su partido, y al año siguiente se gra-
duó de doctor en Leyes en la Universidad. Al-
gún tiempo después la influencia opresora de
Rosas llevaba a las cárceles y pontones a los
hombres distinguidos que lo combatían, y el jo-
ven Avellaneda, advertido por sus amigos de
los peligros que corría, resolvió regresar a Tu-
cumán, donde residían sus padres. Fué presi-
dente del Tribunal de Justicia y presidente de
la Sala de Representantes. Contribuyó a la re-
volución que derrocó al general caudillo Here-
dia. Fundó un periódico para combatir la tira-
nía de Rosas y sublevar el espíritu público de
Tucumán. El pronunciamiento de esta provin-
cia tuvo lugar en abril de 1840, y desde enton-
ces la vida de Avellaneda fué verdaderamente
sorprendente. Periodista, tribuno, ministro, go-
bernador y jefe militar, alternativamente, rea-
lizó hechos que legan su nombre a la Historia.
Ministro general del gobernador D. Pedro Gar-
mendia, promovió y realizó su gran pensamien-
to de la «coalición del Norte», formada por las
provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamar-
ca y La Rioja, adhiriéndose después al pacto la
de Córdoba. Siguió de ministro bajo el gobier-
no de Lamadrid, y cuando este general marchó
para La Rioja en mayo de 1841 , delegó el man-
do en el Dr. Avellaneda, que fué el alma de
aquella lucha por la libertad, y por sus esfuer-
zos, por su energíe, por su influencia y sacrifi-
cios pecuniarios formó el ejército que a las ór-
denes del general Lamadrid emprendiera la
campaña de Cuyo. Puesto al frente de la^ Mi-
licias de Tucumán, contuvo las invasiones de
Ibarra, caudillo de Santiago del Estero, y pa-
cificó la provincia de Salta, inquietada por la
presencia armada de algunos caudiliejos. Yol"
vio a Tucumán de acuerdo con Lavalle, y con"
tribuyó a formar el pequeño ejército con que
este general dio en septiembre de 1841 la ba-
talla de Famaillá. Separado de Lavalle des-
pués de la derrota, cayó prisionero de Oribe,
junto con los jefes Vilela, Casas, Suárez, Es-
pejo y Sauza. «Estos salvajes unitarios han
sido al momento ejecutados en la forma ordi-
naria», dice Oribe en su parte a Rosas. Así
pereció Avellaneda en Metan, a los veintisiete
años de edad, el 3 de octubre de 1841. Su ca-
beza fué clavada en una pica en la plaza de Tu-
cumán.
Avellaneda y Tnla (Nicolás de). Goberna-
dor de Catamarca, nacido en dicha provincia
en 1788. Padre del anterior. Distinguióse en
AVE - 59 -
ese puesto por el empeño que puso en sumi-
nistrar vituallas y fondos al ejército de Bel-
grano existente por entonces en la ciudad de
Tucumán. Perteneció al Congreso de 1S26; fué
partidario entusiasta de la política de Rivada-
via, y trabajó activa y empeñosamente para
que fuera aceptada por las provincias la cons-
titución unitaria que formuló el Congreso de
que era miembro. Durante la tiranía tuvo que
emigrar a Bolivia. Más tarde resjresó a la pa-
tria, falleciendo en la ciudad de Tucumán, en
febrero de 1855.
Avellaneda (Nicolás de). Estadista. Hijo del
infortunado Dr. Marco M. Avellaneda. Na-
ció en Tucumán, el
2 de octubre de
1837; cursó sus es-
tudios en la Univer-
sidad de Córdoba.
En Tucumán redac-
tó el Eco del Nor-
te. En 1858 vino a
Buenos Aires, don-
de practicó su pro-
fesión de abogado,
y al mismo tiempo
tomó a su cargo la
redacción de El Na-
cional y la de El y.\co\és Avellaneda.
/1ue6/o.Enl863fué
electo diputado, y adquirió ya fama de ora-
dor conceptuoso. Fué más tarde ministro de
Gobierno en la administración de Alsina. Mi-
nistro de Justicia e Instrucción pública con
Sarmiento. En el aflo 1874 fué proclamado
presidente de la República. En su gobierno,
no obstante ser de lucha, se realizaron gran-
des obras. Fué senador nacional, catedrático
y rector de la Universidad y diplomático. Por
motivos de salud marchó a Europa en 1885,
y a su regreso murió en navegación, el 25 de
noviembre de 1885, a bordo del vapor Congo,
y sus restos reposan en la Recoleta.
Aviles y del Fierro (Gabriel). Séptimo virrey
del Rio de la Plata, nombrado en noviembre
de 1797. en reemplazo de Meló, que falleció
en 1790, tomando interinamente el gobierno
D. Antonio Olaguer Felíu, oidor de la Au-
diencia, que para ese caso estaba señalado
por cédula cerrada. En ese mismo aflo (1790)
llegó, nombrado por el Rey, el marqués de
Aviles, que hizo un gobierno modesto, con
medidas de simple administración local, como
AYE
la reglamentación del impuesto de patentes y
la fundación de algunos pueblos de la Banda
Oriental del Uruguay, que a poco tiempo pasa-
ron a poder de los portugueses. En 1801 fué
promovido Aviles al virreinato de Lima, y vino
a reemplazarlo D. Joaquín del Pino. Murió en
alta mar, el aflo 1810, en viaje de Valparaíso a
España.
Ayacacho (Batalla de). Dada en el Perú el 5 de
diciembre de 1824 y ganado por el general
Sucre, que comandaba el ejército independien-
te, compuesto de colombianos, argentinos y
peruanos, al virrey La Serna. Duró la batalla
cuatro horas, a pesar de la superioridad de las
tropas españolas, que contaban con más de
10.000 hombres, en tanto que los independien-
tes sólo alcanzaban a 6.000. Los espafloles
perdieron más de 2.000 hombres, entre muer-
tos y heridos, y cerca de 3.000 prisioneros,
entre los cuales se hallaba el general en jefe,
trece generales, oficiales, etc. El resultado de
esta acción, la última de la emancipación ame-
ricana, fué reconocer los jefes realistas por
medio de una capitulación la independencia
del Perú, rendir sus armas y embarcarse luego
para Europa. Ayacucho significa en idioma
indígena «rincón de muertos», motivo, según se
dice, de una gran mortandad que hubo en una
batalla librada en tiempo de los Incas.
Ayala (Juan). Militar uruguayo. Con Garibaldi
asistió a la batalla de San Antonio. Debido a
la política, emigró a la Repúbica Argentina,
en 1854, y desde esta fecha principió sus ser-
vicios en nuestro país en el ejército nacional.
En 1858, a las órdenes del general D. Emilio
Mitre y del coronel D. Ignacio Rivas, expedi-
cionó al desierto. Se halló en Cepeda, 1859;
Pavón, 1861. En la guerra del Paraguay co-
mandó una compañía de voluntarios llamada
«Gloria o Muerte», hallándose en casi todas
las acciones de guerra de esa campaña, siendo
herido de gravedad en una de ellas. En la gue-
rra civil combatió contra López Jordán, con
mucho éxito, siendo felicitado y ascendido.
Más tarde, gobernador de la Pampa, y a su fa-
llecimiento, ocurrido en esta capital, el 26 de
junio de 1899, tenía el grado de teniente ge-
neral.
Ayerza (Toribio). Médico espaflol. Nacido en
1815. Empezó sus estudios en Vergara, y en
1841, en plena época de la dictadura, vino a
Buenos Aires. En 1845 contrajo matrimonio
con D.* Adelaida Zavala, hija del Dr. D. José
AYO
60
AYO
Zavala, que en esa época residía en el Para-
ná. En 1858 rindió sus exámenes parciales
para optar el doctorado. En ese aflo hizo con
verdadero éxito, en la república, la primera
operación de traqueotomía. Su fama científica,
al par que su carácter filantrópico, logróle
obtener una clientela respetable, particular-
mente entre sus compatriotas. Fué fundador y
protector de varias Sociedades filantrópicas.
Falleció el 27 de septiembre de 1884, y sus
conciudadanos le elevaron en la Recoleta un
hermoso monumento.
Ayohuma (batalla). El 14 de noviembre de
1S13. Como la batalla de Vilcapujio, fué ésta
también fatal para las armas de la revolución.
El ejército argentino, inferior en número, en
moral y en disciplina al realista, hizo sin em-
bargo una resistencia tenaz de tres horas de
combate. Pezuela, en su parte de la batalla,
se encargó de salvar el honor de los soldados
de la patria. «Destiné mis guerrillas y cuerpos
de partidarios— dice— para que a viva fuerza
se apoderasen de una altura que sobre mi iz-
quierda dominaba la derecha enemiga, y con-
forme ellos adelantaban hice caminar al ejér-
cito, hasta que, puesto a tiro de cañón y refor-
zada mi derecha con la artillería de reserva y
el cuerpo de cazadores, hice avanzar todas las
restantes piezas, que empezaron un vivísimo
fuego de bala rasa, con tan buena dirección,
que abrían grandes claros en las filas enemi-
gas, que no obstante se mantuvieron con tanta
firmeza como si hubieran criado raices en el
lugar que ocupaban.^ A pesar de tanta firme-
za de las tropas, aquella maniobra decidió la
batalla. Superí, jefe del regimiento de patri-
cios de color, y Cano, de cazadores, quedaron
muertos al frente de sus batallones. Las pér-
didas de los realistas fueron grandes; pero el
ejército patriota quedó enteramente destruido.
El general Belgrano se retiró a Jujuy, donde
pudo reunir a fines del aflo 13 como mil hom-
bres de tropas regulares. Su crédito como ge-
neral quedó minado con estos desastres, que
dejaban nuevamente en poder de los realistas
las provincias del Alto Perú.
Ejército de Aychuma.
General Belgrano; segundo, Díaz Vélez.
Núm. 1 Perdriel.
Núm. 6 B. Martínez.
Cazadores Cano.
Pardos y morenos Superí.
Lanceros del Perú Zelaya.
Dragones D. Balcarce.
Ocho cañones.
Ayolas (Juan de). Célebre expedicionario. Vino
con D. Pedro de Mendoza, con el cargo de al-
guacil mayor y mayordomo del adelantado.
Fué uno de los ejecutores de la orden de
muerte dada contra Osorio, en las costas del
Brasil. Después de los desastres sufridos por
Mendoza en Buenos Aires, fué encargado por
éste de hacer descubrimientos en el Plata, río
arriba, y fundar el tercer fuerte a que se había
comprometido el adelantado en su contrato con
el rey. En cumplimiento de su misión, Ayolas
llegó hasta un paraje habitado entonces por
los indios timbúes, con quienes contrajo rela-
ción, levantando un fuerte que llamó Corpus
Christi, y dejándolo guarnecido con cien sol-
dados, a las órdenes de Francisco Alvarado;
volvió luego a Buenos Aires, cargado de vive-
res. El resultado feliz de esta expedición re-
animó el espíritu abatido de Mendoza, que a
la llegada de Ayolas se aprontaba a partir
para Río Janeiro, y de allí a España. Desis-
tiendo entonces de esta última resolución, se
decidió a ponerse en marcha hacia el fuerte
construido por Ayolas, a quien en recompensa
de sus servicios le nombró su segundo, con el
título de teniente general. Una vez en Corpus
Christi, volvió el adelantado a encomendara!
afortunado capitán practicara nuevos descu-
brimientos río arriba, buscando una comunica-
ción con el Perú. Para cumplir este encargo
salió Ayolas en 1536, al frente de 400 hombres.
Después de haber descubierto varias tribus
que le recibieron bien, abasteciéndole de ví-
veres, encontróse, navegando por la orilla oc-
cidental del río, a los 28° de latitud, con los in-
dios abipones, con los que sostuvo un breve y
feliz combate, i. que los mismos indios provo-
caron saludando su presencia con una lluvia de
flechas. Continuando su expedición, entró en
las aguas del Paraguay, y descubrió el río Ipi-
tá, que viene de Salta, y contrajo más adelan-
te relaciones amistosas con los indios moco-
bies. Sostuvo en seguida un combate con los
agaces, habiendo perdido en esta acción 15
hombres. Igual pérdida sufrió después en otra
acción, al aproximarse a las ix\\3\x?, guaraníes.
Capitaneaban a éstas dos famosos caciques,
Lambaré y Yanduvazuvi-Rubichá, que se pro-
AYO
61
AZA
pusieron interceptar el paso a los españoles,
combatiéndolos con rara tenacidad. Desecha-
ron al efecto toda proposición de paz, lo que
obligó a Ayolas a sitiarlos, después de librar
una batalla que dio por resultado la capitula-
ción de los indígenas, que se comprometieron
a levantar en aquel lugar una fortaleza que
serviría a los españoles de asilo y defensa en
los casos de ataques. Hizo también Ayolas
con estos indios una estrecha alianza ofensiva
y defensiva, formando este ajuste parte de la
capitulación, que por haberse celebrado el 15
de agosto de 1536 suministró fundamento, se-
gún el deán Funes, para que tomase el nom-
bre de Asunción la ciudad a que poco tiempo
después se dio principio. Emprendió en segui-
da, aliado con los guaraníes, una expedición
contra los agaces, y como sorprendiera duran-
te el sueño a una partida de ellos, cometió
Ayolas y su gente la barbarie de matarlos, sin
que uno solo de aquellos infelices lograra es-
capar al furor de los conquistadores. Aterrori-
zados los agaces, solicitaron la paz, que acor-
dada por los españoles, supieron los indígenas
observarla con una fidelidad a que no eran
acreedores tal vez sus crueles opresores. El
espíritu inquieto y ambicioso de Ayolas le ale-
jó muy luego de la nueva fortaleza, para inter-
narse en los desiertos en busca de riquezas y
aventuras, dejando aquélla al cuidado de los
aliados. Partió Ayolas con sus compañeros
con rumbo hacia Occidente, fondeando el 2 de
febrero de 1537 en un paraje situado a los
Ql'S' de latitud, que denominó puerto de la Can-
delaria. Este territorio era ocupado por las tri-
bus payaguas, quienes hicieron un recibimien-
to amistoso a los expedicionarios, conducién-
dolos hasta sus tolderías, situadas sobre las
márgenes de una gran laguna, que tomó poste-
riormente el nombre de Laguna de Juan de
Ayolas. Persuadido el capitán español que
aquellos indígenas, humildes y bondadosos en
apariencia, podrían ser útiles a sus miras ulte-
riores, dejó con ellos a su teniente Domingo
Martínez de Irala, con cien soldados, conti-
nuando él su camino por tierra, en dirección a!
Perú, acompañado del resto de su gente y de
300 indígenas. Esta jomada, que iniciara Ayo-
las con las más halagüeñas esperanzas, debía
serle, sin embargo, fatal, y terminar con ella
su fatigosa vida de conquistador y aventurero:
«Le acompañó y condujo un payagua o algún
esclavo suyo hasta el pueblo inmediato, que
era precisamente de indios guanaes o alba-
yas, y sacando nuevos guías continuó y atra-
vesó las provincias de los Chiquitos y Santa
Cruz de la Sierra, hasta llegar a las faldas de
la cordillera del Perú, padeciendo mucho y
venciendo en muchas batallas.» Ayolas había
prometido a Irala regresar de su expedición a
los seis meses; pero como transcurriera este
término sin que se tuviesen noticias de su per-
sona, salió Irala en su busca desde la Asun-
ción, siendo noticiado durante su viaje por
boca de un indio hanaé del trágico fin de Ayo-
las, que había perecido, con toda su gente, a
manos de los indios payaguas. Juan de Ayolas
ha sido uno de los expedicionarios más auda-
ces e infatigables de la conquista, y si no fue-
ran sus actos inmotivados de salvajismo y los
móviles poco generosos que guiaban sus pa-
sos al través del desierto, su nombre sería más
glorioso y más simpático para la Historia.
Azamor y Ramírez (Manuel de). Sacerdote.
Obispo de Buenos Aires. Nacido el 22 de octu-
bre de 1733, en el pueblo de Villablanca, Espa-
ña, en el arzobispado de Sevilla, en cuya ciu-
dad hizo sus estudios de Teología y Leyes,
hasta obtener el título de doctor en sagrados
Cánones. Desempeñó en diversas Universida-
des las cátedras de Filosofía, Teología y Ju-
risprudencia. Promovido al obispado de Bue-
nos Aires, consagróse en la catedral de Cádiz
el 15 de octubre de 1786, y dos anos después
tomó posesión de la sede episcopal. Fué un
sacerdote virtuoso y escritor serio y profundo.
Falleció el 2 de octubre de 1796, de una grave
enfermedad, y sus restos fueron sepultados,
con grandes honores y suntuosidad, en la
catedral de Buenos Aires.
Azara (Félix de).
Naturalista y es-
critor. Nació en
Aragón, el 13 de
mayo de 1746. Es-
tudió ventajosa-
mente Filosofía y
Jurisprudencia en
la Universidad de
Huesca; pero, ce-
diendo a inclinacio-
nes naturales, dejó
las aulas para sen-
tar plaza de cadete
en un regimien-
to de infantería Félix de Azara.
AZA
62 -
AZC
(1776). Hizo después brillantes estudios de
Matemáticas en Barcelona, y tres años más
tarde obtuvo un ascenso y el empleo de inge-
niero delineador del ejército. La notoriedad de
sus conocimientos científicos le valió diversas
comisiones oficiales, que desempeñó con éxito
cumplido, siendo en consecuencia premiado
por el Gobierno con una cátedra de ingeniería
y un grado militar. Partió a la guerra de Ar-
gel en 1775, donde recibió una herida de bala
que le atravesó el cuerpo, permaneciendo
abierta algunos meses, «y como en su enfer-
medad le prohibieron los médicos todo alimen-
to substancioso, pasó doce años sin comer pan,
que se acostumbró después a no usar en toda
su vida.» Su esforzada comportación en aque-
lla campaña le valió el grado de teniente de in-
genieros, ascendiéndosele muy luego a capitán
de infantería (1776), y posteriormente (1780),
a teniente coronel de la misma arma. Pero
Azara brillaba a la par que como soldado, como
hombre de ciencia. Así, la Sociedad Económi-
ca Aragonesa le incluía, por una parte, en el
número de sus miembros, y el Gobierno le nom-
braba, por otra, ocomisario principal') para la
demarcación de límites en las posesiones ame-
ricanas de España y Portugal. Desde este mo-
mento su personalidad se hace doblemente in-
teresante para nosotros. A su llegada al Pa-
raguay recibió el nombramiento de capitán de
fragata, y ocho años después el de capitán de
navio. La demarcación de límites, en la que
empleara veinte años (1781-1800), no fué, sin
embargo, la labor favorita del ilustre sabio,
que aprovechó de sus peligrosas correrías
para estudiarla naturaleza feraz del desierto
y la múltiple variedad de seres que se alber-
gan en su seno virgen y salvaje. Consagrado
preferentemente al estudio de la Ornitología y
Zoología, sus investigaciones sobre estas ra-
mas de la Historia Natural, son los más com-
pletos que se conocen entre nosotros; corrigió
al mismo tiempo muchos errores que se habían
acreditado entre los sabios más adelantados;
reunió una interesante colección de pájaros y
cuadrúpedos, que remitió al gabinete de Histo-
ria Natural de Madrid, y levantó un mapa del
Paraguay y Río de la Plata, del cual regaló
una copia al Ayuntamiento de la Asunción, que
le expidió con tal motivo carta de ciudadanía,
reconociéndolo «como uno de los principales
patriotas de aquel Estado agradecido». Estas
demostraciones de aprecio y distinción por
parte del Cabildo indujeron a Azara a formar
planos parciales del Paraguay y escribir una
Memoria histórica, geográfica, descriptiva y
económicoadministrativa del país, que presen-
tó también al mismo Ayuntamiento. «Él fué el
primero que dio base científica a la geografía
del Rio de la Plata, a cuya historia está per-
durablemente vinculado su nombre. Él fué el
primero que hizo conocer al mundo, bajo di-
versos aspectos, las regiones bañadas por el
Plata, el Uruguay, el Paraná y el Paraguay,
llamando sobre ellas la atención de propios y
extraños.» Entre sus obras: Diario de lanaoe-
gación del Tebicuary (1785); Memoria rural del
Rio de la Plata (1801); Sobre limites del Para-
guay; Reflexiones económicopoliticas sobre el
estado del reino de Aragón (1818), etc. Falle-
ció en la ciudad de Huesca, el 20 de octubre
de 1821.
Azcona Imberto (Antonio). Obispo de Bue-
nos Aires. Nacido en Navarra. Se ordenó en
España, trasladándose en seguida al virreinato
del Perú. Ejercía las funciones de cura pá-
rroco en la villa de Potosí cuando fué electo
obispo de Buenos Aires, de cuyo cargo tomó
posesión en 1676, consagrándose en la ciudad
de Córdoba el año siguiente. Se aplicó con re-
ligioso empeño al cumplimiento de sus funcio-
nes espirituales; visitó repetidas veces su dió-
cesis; dio principio a la reedificación de la
iglesia catedral, que es uno de los hechos más
importantes de su gobierno. *La primera igle"
sia era de paredes de tierra, probablemente
de tapia, la cual fué retejada por el obispo
Carranza, que le hizo coro y sacristía. Este
edificio se hallaba ruinoso, y el obispo Azcona
Imberto lo reconstruyó, poniéndole techo de
cedro del Paraguay, y en su reedificación se
gastaron sobre 80.000 pesos metálicos; pero
se arruinó en 1753.» Azcona empleó sus pro-
pias rentas y patrimonio en la reedificación
del templo; pero como fueran insuficientes los
recursos con que se contaba para llevarla a su
término, el obispo obtuvo del gobernador Ro-
bles la competente autorización para efectuar
una recogida de ganado en la provincia y apli-
car su producto a la obra; de esta manera se
consiguió darle nuevo impulso y terminar las
refacciones proyectadas. Debemos hacer no-
tar que, según un escritor contemporáneo, los
primeros ladrillos que se quemaron en la Colo-
nia fueron empleados en esta obra. Falleció en
Buenos Aires, el 19 de febrero de 1700.
AZC
63
AZC
Miguel de Azcuénaga.
Azcnénas^a (Domingo). Poeta. Se hizo notar
principalmente por sus fábulas, que son chisto-
sas y en cierto modo no ezentas de una amar-
ga filosofía. Entre varias citaremos: «El mono
enfermo»; «El comerciante y la costurera»;
«Los sátiros»; «Los papagayos y la lechuza»,
etcétera.
Azcuénaga (Miguel de). Militar. Nació en Bue-
nos Aires, el 4 de junio de 1754. Fueron sus pa-
dres D. Vicente de
Azcuénaga y doña
Rosa de Basabilba-
so, personas de po-
sición social y ri-
queza. Enviado a
España de tierna
edad, principió sus
estudios en Málaga
y los continuó en la
Universidad de Se-
villa. Después de
diez años volvió a
su país natal. De
nuevo volvió a España al año siguiente, encar-
gado de una gran negociación, que manejó con
destreza y a completa satisfacción de su padre.
Por el año 1778 es nombrado subteniente de ar-
tillería, prestando sus servicios en la guarni-
ciónde la plaza de Buenos Aires, de cuya forti-
ficación fué encargado. Cesó en estas funcio-
nes después de la rendición de la Colonia del
Sacramento (1 777). Nombrado regidor del Cabil-
do de Buenos Aires a la temprana edad de vein-
titrés años, desempeñó ese cargo a satisfacción
de sus ancianos colegas, dejándolo para ir a la
laguna del Monte a practicar un reconocimien-
to militar por una invasión que se temía, la
cual se realizó y fué rechazada. Por esa épo-
ca (1781), hallándose España en guerra con la
Gran Bretaña, temíase en Buenos Aires el
desembarco de fuerzas enemigas, circunstan-
cia por la que se establecieron en puntos con-
venientes varias baterías, y entre ellas una de
cuatro cañones de a 24, que fué puesta bajo el
mando de Azcuénaga. Celebrada la paz, cesó
en ese servicio militar. Por entonces el Cabildo
le nombró alférez real y más tarde alcalde de
segundo voto, ejerciendo este puesto con su
acostumbrado celo e integridad, como igual-
mente el empleo de síndico procurador general,
que desempeñara varios años. Entre otros ser-
vicios sobresale uno que pone de manifiesto el
empeñoso interés de contribuir al embelleci-
mientoymejoras materiales de la ciudad. Cuan-
do la elevación de Carlos IV al trono de Espa-
ña, recolectóse del comercio de Buenos Aires
la suma de doce mil pesos al objeto de cele-
brar la fiesta del juramento de fidelidad y obe-
diencia. Azcuénaga aprovechó ésta ocasión
para solicitar del virrey Arredondo ocho mil pe-
sos de aquella suma, con destino al empedrado
de las calles, obra en que aun no se había pen-
sado en ese tiempo. Accedió el virrey, a condi-
ción de que el síndico procurador había de to-
mar la dirección de los trabajos. Azcuénaga
aceptó la comisión con entusiasmo, llenándola
con constancia y anhelo por seis años, en cuyo
término hizo empedrar 36 cuadras y dejó todo
arreglado en la isla de Martín García para
la continuación de la obra, que abandonó por
otras exigencias del servicio público. Antes de
dejarla hizo un donativo de 500 cabezas de ga-
nado vacuno para el consumo de los que tra-
bajaban en la saca de piedra de esa isla. El vi-
rrey Meló le confió el mando de las Mili-
cias (1796), y por espacio de cerca de cinco
años sirvió el destino de jefe de guarnición de
esta ciudad, dejando a beneficio del regimien-
to todos sus sueldos de ese tiempo, que impor-
taban más de doce mil pesos plata. Cuando el
acaque de las fuerzas inglesas comandadas por
Beresford (1806), el coronel Azcuénaga, con
400 voluntarios urbanos, se mantuvo en el
puente de Gálvez, que por orden del coronel
de Ingenieros D. Eustaquio Yanini tuvo que
abandonar, costándole no poco trabajo conte-
ner la dispersión que sufrió su tropa por el
fuego de la artillería enemiga y por la retirada
de la caballería dispersa. Triunfante ya el ene-
migo, «Azcuénaga salvó algunas armas y las
banderas de su batallón, que sacó desplegadas
desde la fortaleza, con su gente formada, en
medio de las fuerzas enemigas que ocupaban
el fuerte. El general Beresford le exigió pres-
tar el juramento de fidelidad, a lo que él no
quiso acceder». Patriota sincero, comprendió la
revolución de mayo y entró a defenderla con
decisión. Fué miembro de la Junta nombrada
el 25. Dueño de una fortuna considerable, hizo
desembolsos en compras de armas, sin reinte-
grarse de esos dineros, que dejó a favor del
Estado. Fué miembro del Consejo de Estado
en tiempo del director Posadas (1814); jefe del
Estado Mayor general después, y luego presi-
dente de la Comisión de Guerra. En 1818 es
electo diputado al Congreso general. Acorda-
AZC
(la la paz con el Brasil (1S28>, el gobernador
Dorrego, encargado del Poder ejecutivo nacio-
nal, nombró una Comisión compuesta de los se-
flores Azcuénaga, Brown y Guido, la que, pa-
sando a Montevideo, celebró el canje de las ra-
tificaciones de paz En esa época Azcuénaga
era un anciano de setenta y cinco aflos de edad.
Por los años 29 y 30 presidió la Junta adminis-
trativa de la Caja de Amortización, y en los úl-
timos de su larga y benéfica vida tomó asiento
en la Legislatura provincial. Falleció a los se-
tenta y nueve años, el 19 de diciembre de 1833.
Azcnrra (combate). Guerra del Paraguay. El
7 de agosto de 1869, el coronel Donato Alva-
rez, al frente de una fuerza, sorprende una de
las avanzadas paraguayas en las trincheras de
Azcurra, matándoles setenta hombres en el
combate que sostiene, usando sólo del sable,
lanza y bayoneta; la infantería se posesiona
de ese reducto, hasta que se retiran en orden,
sufriendo los fuegos de una batería que tenía
más arriba el enemigo, teniendo algunas pér-
didas. El objeto de este ataque fué descubrir
la posición del enemigo.
Azopardo (Juan Bautista). Marino. Nació en la
isla de Malta, en el año 1774. Durante las dos
invasiones inglesas a esta ciudad se batió
como oficial de artillería, y aceptó con entu-
siasmo el movimiento de mayo. El Gobierno de
la revolución aprestó una escuadrilla compues-
ta del bergantín 23 de mayo, la balandra Ame-
ricana y la goleta Inencible de Buenos Ai-
res, siendo Azopardo nombrado jefe de esta
pequeña escuadrilla. En el combate del 2 de
marzo, frente a San Nicolás de los Arroyos,
la escuadrilla de la República fué vencida, ca-
yendo prisionera toda la tripulación y oficiali-
dad, incluso su propio jefe. En este suceso, de
aciaga memoria para las armas de la patria,
Azopardo combatió con brillo y con denuedo,
siendo el buque de su mando el último que
cayó en poder del enemigo. En lo más reñido
del combate, la tripulación de la Americana
abandonó su puesto de honor; pero «esta im-
prevista defección no abatió el esforzado áni-
mo de Azopardo, quien de pie en la toldilla de
la Inoencible esperó impávido la arremetida
del enemigo, defendiéndose bizarramente, no
obstante la inferioridad de sus fuerzas, hasta
que arrió bandera obligado por 'as recias an-
danadas del Cisne, que acudió en protección
de Belén, buque español, después de haber
rendido al 25 de Mayo, que se defendió mise-
64 - AZU
rablemente...» (Carranza, Campañas navales.)
Azopardo fué conducido a Montevideo, y de
allí a las prisiones de Ceuta, donde permane-
ció encerrado por espacio de nueve aflos, has-
ta que la revolución de Cádiz (1820), de que
fué autor principal el general D. Rafael Riego,
le abrió las puertas de su prisión. Volvió a la
República Argentina, y fué nombrado segundo
jefe de la escuadrilla cuando la guerra con el
Brasil, tomando el mando inmediato del ber
gantín Belgrano. Pero su comportación en e
primer combate naval que se empeñó a la vista
de Buenos Aires, el 9 de febrero del año 26, no
fué la de un militar de honor ni la de un va-
liente: «Resistía Brown con la la goleta 25 de
Mayo el fuego de tres corbetas enemigas, y
en vez de protegerle con su buque «se puso a
sotavento», y fuera del alcance de los cañones
brasileños». El Gobierno d°japrobó pública-
mente su conducta, lo separó de su puesto y
lo hizo bajar a tierra, dándole su casa por cár-
cel. Se retiró desde entonces del servicio de
las armas, muriendo el 24 de octubre de 1848.
Azurduy de Padilla (Juana). Heroína. Nacida
en Chuquisaca (Bolivia), el 8 de marzo de 1781,
cuando esa ciudad pertenecía al virreinato de
Buenos Aires, recibiendo una esmerada educa-
ción en un convento. En 1805 contrajo matri-
monio con D. Manuel Asencio Padilla, famoso
guerrillero de las campañas de la emancipa-
ción, a quien acompañó en todas las acciones
de guerra, batiéndose en el combate del Villar
al frente de su batallón, donde fué herida y per-
dió a su esposo, en 1817. Doña Juana vestía
uniforme militar, un chai celeste y gorra colo-
rada con plumas blancas y celestes; era vene-
rada por todos los naturales, a quienes se com-
placía en favorecer. El 3 de marzo de 1816 de-
fendió al pueblo del Villar al frente de 230 hom-
bres; cargó denodadamente a las tropas realis-
tas, derrotándolas, y tomóle una bandera al
oficial que la conducía. El director Pueyrre-
dón, en vista del parte elogioso del general
Belgrano, recompensó a esta esforzada heroí-
na con los despachos de teniente coronel de
los ejércitos de la patria, y Belgrano le regaló
un sable. Muerto su esposo, se refugió en el
Chaco, de donde la trajeron a Salta unas par-
tidas de Güemes, después de ocho años de per-
manencia. En 1825 solicitó de la Legislatura
ser auxiliada para trasladarse a su ciudad na-
tal. Murió en Chuquisaca, el 25 de mayo de 1862-
B
Bacacay (combate). Guerra con el Brasil. Com-
bate habido el 13 de febrero de 1827 entre las
fuerzas argentinas al mando de D. Juan Lava-
lie, y compuestas por los regimientos 4.° de
Coraceros y Colorados de las Conchas, contra
una columna brasileña, compuesta de 1.200 hom-
bres, a las órdenes del general Bentos Manuel.
Victoriosos los argentinos. Estallada la guerra
contra el imperio, una división del ejército ar-
gentinourusuayo se encaminó a Bagé, centro
de los recursos y depósito de material de gue-
rra del enemigo, y logró ocupar ese punto.
Despaés de este feliz suceso, el general AI-
vear trató de aislar al enemigo; pero el mar-
qués de Barbacena se atrincheró en las sierras
de Camacuá, punto inexpugnable, por lo que
el general argentino ideó hacer creer a los ene-
migos que huía, y engañados éstos, abandona-
ron sus posiciones, y al cabo de varios días
fueron derrotados por la vanguardia al mando
del coronel La valle, en el paraje y fecha citadas.
Bacacué (combate). Guerra civil. Dado cerca
del arroyo Bacacuá, en las proximidades de
CuruzüCuatiá, en la provincia de Corrientes,
el 29 de noviembre de 1839, entre las fuerzas
federales mandadas por el coronel Jacinto An-
drade y las del coronel Francisco Maciel, uno
de los jefes del general Lavalle. Tomado Ma-
ciel prisionero, lo mismo que otros oficiales,
fueron fusilados por orden del general D. Juan
P. López.
Báez (Guillermo Federico). Militar. Natural del
Paraguay, donde nació el 7 de septiembre
de 1810. Empezó su carrera militar durante la
guerra con el Brasil, y el 15 de julio de 1828
fué promovido a alférez de caballería de línea;
en el mismo año actuó en la guen a civil, en las
filas del partido unitario, por lo que fué dado
Dk. Hi8T. BiOOR.
de baja por Rosas el año 1831. Emigrado, fué
de los defensores de Montevideo, donde se
distinguió por sus méritos y valor, lo mismo
que en la batalla de Caaguazú, a las órdenes
del general Paz, el 19 de noviembre de 1841,
en la que peleó como jefe de la cuarta división
de caballería del ala derecha. Disuelto el ejér-
cito de Paz, regresó a Montevideo, y luego
marchó a campaña, distinguiéndose en el com-
bate del 7 de mayo de 1843, cerca del Salto, y
en el de San Antonio, el 8 de febrero de 1846,
contra Rosas. Jefe de la plaza sitiada. Levan-
tado el sitio, se alistó con Urquiza; asistió a la
batalla de Caseros y continuó a las órdenes de
éste. Tomó parte en la guerra del Paraguay,
principalmente en el combate de Tuyuti, donde
Báez y Hornos produjeron al enemigo más de
mil quinientas bajas. En 1869 fué comisionado
para expedicionar al interior del Paraguay,
con el objeto de rescatar a los prisioneros, co-
misión que cumplió satisfactoriamente. Murió
el coronel Báez en Buenos Aires, el 14 de
agosto de 1879.
Bahía Blanca. Fué fundada esta ciudad del
Sud de Buenos Aires, como fortín de indios
de la frontera Sud, el 11 de abril de 1828, con
el nombre de Fuerte Argentino, por el coronel
D. Juan Ramón Estomba. La parroquia se eri-
gió en 1835, bajo la advocación de Nuestra Se-
ñora de la Merced. El 18 de noviembre de
1855, por decreto de la fecha, el gobernador
Obligado creó la colonia militar con el nombre
de Nueva Roma, con el fin de propender al
adelanto de Bahía Blanca; pero, desgraciada-
mente, esta empresa fracasó. Diez años des-
pués, en atención a su importancia, fué creado
el partido con el nombre de Bahía Blanca, que
lo debe: el primero, a la que le sirve de puerto
BAI
- 66
BAL
sobre el Océano, y el segundo, al color de las
arenas que forman sus costas. Es uno de los
principales emporios comerciales; su puerto
ocupa el tercer rango entre los de la república
y en su jurisdicción está situado el único puer-
to militar que existe en el país.
Baibiene (Santiago). Coronel. Gobernador de
Corrientes el 11 de octubre de 1869, por re-
nuncia del Dr. Gustavino. Vencedor en Naem-
bé contra López Jordán, que había invadido la
provincia, en 1871. Fué vencido en la batalla
del Tabaco (1972) por los revolucionarios al
mando del coronel Sosa. Senador nacional.
Fué administrador de la Aduana de la capital,
Murió en 1895.
Baigorrl (Juan Bautista). Natural de san Luis.
Soldado del regimiento de Granaderos a Caba-
llo, salvó la vida al general San Martín en el
combate de San Lorenzo.
Baigorri (Pedro Ruiz de). Caballero de la Or-
den de Santiago y gobernador de Buenos
Aires. Natural de Kstella, en el reino de Na-
varra. Gobernador del Río de la Plata de
1653 a 1660. Entre los principales hechos de
su administración debe enumerarse la defensa
del puerto de Buenos Aires contra los france-
ses, y la de la provincia de Santa Fe contra la
invasión de los calchaquies. Baigorri fué un
protector decidido de los jesuítas y un ardien-
te defensor de los indios, a quienes trataba
con bondad Fué destituido del cargo porque
sus enemigos le imputaron haber defraudado
los haberes reales y dejádose cohechar con re-
galos. Los jesuítas, que fueron acusados de
complicidad, consiguieron después demostrar
su inocencia, pero Baigorri había'ya fallecido,
en 1663. Fué reemplazado por D. Alonso Mer-
cado y Villacorta.
Balbastro (Matías). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 24 de enero de 1773, y se educó en
España. Regresó a fines de 1779. Capitán en el
regimiento de patricios en la segunda inva-
sión inglesa. Colocado con un piquete de quin-
ce hombres en una azotea, sostuvo un fuego
nutrido contra el enemigo, siendo herido de
bala en el pecho. La revolución de mayo le
contó entre sus defensores. Con el grado de
capitán se encontró en Suipacha, ascendiendo
a teniente coronel. Ligado por vínculos de pa-
rentesco al director Alvear, fué también su
sostenedor y partidario. Por esta causa, la caí-
da de Alvear lo llevó a la cárcel, de donde
salió para ser remitido con otros más al cam-
pamento de Artigas, quien respetó sus vidas y
los mandó a Buenos Aires. Balbastro salió
luego desterrado a Río de Janeiro. Bajo la ad-
ministración del general González le fué permi-
tido regresar a su país, obteniendo cédula de
retiro y el goce de su sueldo de coronel. Vivió
desde entonces en el aislamiento y en el olvi-
do, muriendo pobre, el 22 de agosto de 1S48.
Balboa (Vasco Núñez de). Navegante. Nacido
en Jerez (Badajoz, Espaila), por los años
de 1470. Pasó sus primeros años sirviendo, en
calidad de paje, en la casa de D. Pedro Porto-
carrero. En 1501 hizo su primer viaje por la
costas de Tierra Firme, descubriendo las \w
rras situadas' entre el cabo Vela y el golfo de
Urabá. A su regreso se dedicó a negocios
agrícolas; pero con poca suerte en estos nego-
cios, se embarcó nuevamente en 1511, en la
armada del conquistador Enciso, para el golfo
de Urabá, y después de pasar muchas peripe-
cias y de haber efectuado varios dercubrimien-
tos llegó a Santa María de Darién, desde
cuyo punto le dirigió una carta al monarca es-
pañol, fechada el 20 de enero de 1513, pidién-
dole auxilios pecuniarios para asegurar la po-
blación y adelantar los descubrimientos de esas
tierras. En septiembre del mismo año salió del
golfo de Darién con ciento noventa españoles,
entre los cuales iba el después famoso conquis-
tador del Perú, Francisco Pizarro; atravesó el
istm.o de Panamá, llegó al extremo Sud, y des-
cubrióel Océano Pacífico, queél llamó Mar Dul-
ce. Al llegar al golfo de San Miguel metióse en
el agua hasta la cintura, y con la espada en la
mano tomó posesión de ese mar para la coro-
na de Castilla. En 1515 el rey de España le
confirió el título de adelantado del Mar del
Sud y el de capitán general de las provincias
de su costa, en premio de sus portentosos des-
cubrimientos. Este valiente navegante fué de-
capitado injustamente en la plaza de Acia, por
sus mismos compañeros de expedición, el
año 1517, no obstante ser uno de los conquis-
tadores más humanos y desinteresados.
Balcarce (Antonio González). Militar. Nació
en Buenos Aires, el 13 de junio de 1777. Sien-
do muy niño sirvió con su padre en la fronte-
ra, ingresando como cadete en el cuerpo de
Blandengues. Asistió en 1807 a la defensa de
Montevideo, atacado por los ingleses; prisio-
nero de éstos, fué conducido a Inglaterra, de
donde se trasladó a España, y combatió con-
tra la invasión napoleónica, adquiriendo el
BAL
67
BAL
>->''•*' ', !/'"=inik't»'
Brigadier genernl Antonio
Balcarce.
grado de teniente coronel. Durante la revolu-
ción de mayo se le confió el mando del ejérci-
to del interior, ha-
llándose en Coía-
gaitay en la batalla
de Suipacha, victo-
ria que le valió el
grado de brigadier
general. Fué go-
bernador intenden-
te líe Buenos Aires
y director de Esta-
do, en reemplazo de
Rondeau, en 181S.
Tomó parte en la
campaña del ejérci-
to de los Andes,
como jefe del Esta-
do Mayor. Se halló en Maipú y en el Sud de
Chile. Vuelto a Buenos Aires, por motivos de
salud, le sorprendió la muerte el 5 de agosto
de 1819. Sus restos fueron sepultados en el
templo de Santo Domingo, pronunciando la
oración fúnebre el célebre orador fray Panta-
león García. El general Balcarce es una de
las figuras más simpáticas de la revolución,
por sus virtudes y sus servicios. Fué un mi-
litar inteligente y un magistrado íntegro.
lalcarce (Diego González). Militar. Hermano
del anterior. Coronel de la independencia.
Empezó su carrera en la defensa de Montevi-
deo contra los ingleses, y lo mismo que su her-
mano, fué conducido a Inglaterra. Vuelto a su
patria con el grado de capitán, ingresó en el
ejército que marchó al Paraguay, luego al
Alto Perú, a las órdenes de Belgrano. Se
halló en Tucumán, Salta, Vilcapujio, Ayohu.
ma, Venta y Media, y en Sipe-Sipe se distinguió
por sus brillantes cargas de caballería. Murió
en Tucumán, el 22 de agosto de 1816, a los
treinta aflos de edad, dejando gratos recuer-
dos por sus virtudes militares y cívicas. Bel-
grano le decretó grandes honores, y al sepul-
tarse sus restos pronunció una elocuente
oración el vicario del ejército, canónigo Qo-
rriti.
talcarce (Florencio M.). Poeta. Nació en Bue-
nos Aires, el 22 de febrero de 1819. Era hijo del
vencedor de Riupoche, general D. Antonio
González Balcarce. Principió a educarse en
Buenos Aires, pasando en abril de 1837 a Pa-
ris a completar sus estudios; pero su mal esta-
do de salud le hizo suspenderlos, y regresó a
su patria, falleciendo a los veinte años de edad,
el 16 de marzo de 1839. Sus composiciones poé-
ticas «La partida» y la «Canción a las hijas del
Plata', que fueron sus primeras producciones,
le hicieron acreedor a los elogios del distin-
guido escritor D. Florencio Várela Una de sus
composiciones más celebradas es la que lleva
el título «El cigarro», poesía notable; a más de
otras poesías, publicadas en 1869 bajo la direc-
ción de D. Juan María Gutiérrez, se tienen
otros trabajr s no menos importantes.
Balccirce (Francisco y Lucas). Militares. Natu-
rales de Buenos Aires. Murieron jóvenes aún,
empezada la guerra de la independencia, en la
batalla de Suipacha. El primero, al conducir al
combate una compañía de dragones de la que
era capitán, recibió un balazo en el pecho, y
Lucas, primo del anterior y teniente de dicha
compañía, fué muerto en las mismas circuns-
tancias.
Balcarce (José"). Militar. Hermano de D. Diego
González Balcarce. Encontróse en varios he-
chos de armas en el regimiento de Blanden-
gues, hasta sucumbir heroicamente en el sitio
de Montevideo, el 2 de junio de 1814, revistan-
do con el grado de capitán.
Balcarce (Francisco). Militar. Español. Fué el
generador de esta familia, ilustre no sólo por
su prosapia, sino por sus esclarecidas virtudes
cívicas y por sus gloriosos servicios en los al-
bores de nuestra independencia. Vino a Améri-
ca en 1765, incorporándose a la Asamblea de
Caballería de Buenos Aires. Siete años más
tarde, en 28 de julio de 1772, contrajo enlace
con D.* María Victoria Martínez, nacida en
esta ciudad, e hija del gobernador del Para-
guay y comandante de artillería D. José Mar-
tínez. De este matrimonio nacieron ocho h'jos,
de los cuales seis fueron varones y todos con-
tinuaron la carrera de las armas.
Balcarce (Mariano A.) Hijo del general D. An-
tonio González Balcarce y de D.^ Dominga
Francisco de Buchardo. Nació el 8 de noviem-
bre de 1807. Ingresó desde muy joven en el
Cuerpo diplomático, j-endo a Inglaterra cuan-
do a su frente estaba D Manuel de Sarratea.
Dedicado a sus tareas diplomáticas, fué duran-
te muchos años representante argentino en el
extranjero. Fué autor de un tratado con Espa-
ña; contribuyó a fomentar la inmigración euro-
pea, especialmente durante su representación
en París, en 1875. Propagó en toda la Prensa
de Europa cuantas noticias, de múltiple carác-
BAL - (
ter, pudieran dar a conocer a la República Ar-
gentina en aquellos países. Era casado con
D.* Mercedes Tomasa de San Martín y Escala-
da, hija única del inmortal guerrero de la inde-
pendencia sudamericana D. José de San Mar-
tín. Murió, ocupando el cargo de enviado ex-
traordinario y ministro plenipotenciario en Pa-
rís, el 21 de febrero de 1885.
Balcarce (Juan Ramón González). Militar. Na-
ció en Buenos Aires, el 18 de marzo de 1773,
ingresó en el cuerpo de Blandengues en 1789,
y fué nombrado para formar parte de la Comi-
sión científica de Azara siendo comandante mi-
litar de Lujan. Asistió como teniente a la cam-
paña contra los portugueses. Ayudante mayor
y comandante de armas de Tucumán en 1805.
En las invasiones inglesas fué ayudante de Li-
niérs. En 1808, nombrado segundo jefe del re-
gimiento de Húsares, y en 1810 tuvo una actua-
ción magnífica. Al año siguiente marchó al
Alto Perú, y luego formó un nuevo regimiento
de 400 hombres, con el que asistió a la bata-
lla de Tucumán, siendo ascendido a coronel.
I n 1813 fué miembro de la Asamblea general
Constituyente. Jefe del ejército de observa-
ción sobre Santa Fe, y luego de la división
que debía operar contra el caudillaje, hallán-
dose en Cepeda en 1820, año en que fué nom-
brado gobernador de la provincia; en 1824 fué
electo representante. Desempeñó también por
dos veces el ministerio de Guerra y la gober-
nación de la provincia desde 1832 al 33. Murió,
siendo brigadier general, en la Concepción del
Uruguay, el 12 de noviembre de 1836.
Balcarce (Marcos). Militar. Nació en Buenos
Aires en 1785. Empezó su carrera, como su
hermano, en el regimiento de Blandengues,
que comandaba su padre. Asistió en 1801 con
su regimiento a la expedición de Sobremonte
para la reconquista de los pueblos de Misio-
nes invadidos por los portugueses. En la de-
fensa y reconquista de Buenos Aires contra
los ingleses fué hecho prisionero, y volvió a su
país en 1808, con el grado de sargento mayor,
plegándose a la revolución. Ocupó diversos
cargos: Fiscal militar, secretario del jefe de
Estado Mayor general en 1812, jefe de la divi-
sión argentina que pasó a Chile, donde obtuvo
el triunfo de Cucha-Cucha, siendo de los ven-
cedores en el Membrillar. En 1814 fué gober-
nador intendente de Mendoza, cooperando a
la formación del ejército de los Andes; mandó
ejércitos contra el caudillaje, y desempeñó
J BAN
como delegado la gobernación de la provincia
en 1828 y el ministerio de la Guerra en 1825,
1827 y 1831. Dejó de existir en Buenos Aires,
el 4 de diciembre de 1S32, siendo diputado a la
Legislatura. Balcarce era hombre de honradez
ejemplar, exento de ambiciones personales y
de carácter moderado. Fué como militar un
jefe de mérito y de reputación.
Ballivién (José). Militar. Natural de Bolivia.
En mayo de 1804. Comenzó su carrera militar
en el ejército español, como cadete, plegándose
después a la causa americana, donde adquirió
notoriedad en las campañas del Alto Perú, a
las órdenes del general Lanza, hallándose en
numerosos combates y batallas, entre ellas la
de Ayacucho, siendo después actor en varias
luchas intestinas, en una de las cuales fué as-
cendido a general sobre el campo de batalla
de Vanacocha, en 1835. Emigrado y vuelto al
país, llevó a cabo una de las más gloriosas
acciones de la Historia boliviana, obteniendo
la victoria de Engavi el 18 de noviembre
de 1841, contra el ejército peruano, muy supe-
rior en número. Fué electo presidente de la
República desde 1841 a 1847, año en que emi-
gró a Chile. Trasladado más tarde a Río Ja-
neiro, falleció allí, el 15 de octubre de 1&52, y
sus restos fueron trasladados a Buenos Aires
por un grupo de argentinos.
Banco Hipotecario Nacional. Esta pode-
rosa institución de crédito fué fundada el 15 de
noviembre de 1886. Siendo presidente de la Re-
pública el general Roca, presentó en 1884 al
Congreso un proyecto de ley creando una sec-
ción hipotecaria en el Banco Nacional, ley que
fué sancionada en el mismo año. Esta ley ni
se promulgó, por razones de orden económico
En los principios del gobierno del Dr. D. Mi-
guel Juárez Celman, que sucedió al general
Roca, se constituyó el primer Directorio, com-
puesto así: Presidente, Sr. Gregorio J. Ga-
vier; directores, los Sres. D. Francisco Bus-
tamante, Dr. José M. Astigueta, D.José Fer-
nández, D. Héctor C. Quesada, D. Ignacio
J. Sánchez, D. Manuel Cadret, D. Bruno B.
Quintana y D. Tnstán A. Malbrán. Sus prime
ras oficinas fueron dos modestas habitacione?
de una casa de escritorios de la calle Recon-
quista, donde se halla actualmente la Oficirn
Central de Correos y Telégrafos. El Sr. Qa
vier falleció repentinamente a los pocos días
de su designación, reemplazándolo el doctor
D. Juan A. García, quien ordenó el traslado a
II
BAL
BAR
la calle Piedad (hoy Bartolomé Mitre), esquina
a Reconquista, donde existía un viejo caserón
de la época colonial y donde actualmente está
instalado el Banco de Londres y Río de la
Pinta. En 1887 pasó el Banco Hipotecario Na-
cional a la calle Suipacha, 252, donde funcionó
hasta 1890, pasando al Cabildo Viejo y ocupan-
do toda la planta baia. El Dr. D. Carlos Pelle-
griiii, que fué el quinto presidente, inauguró
su edificio que ocupa en la actualidad, en la
calle 25 de Mayo, 245. Sus primeras opera-
ciones se iniciaron el IS de noviembre de 1886,
con un margen de emisión de 50 millones de pe-
sos. Durante la presidencia del Dr. Escalan-
te (1SÍW-1S93) se concretó a la consolidación
del Banco, para lo cual solicitó del Congreso
la ley de conversión de las deudas a oro, que
le fué acordada. Le siguió en la presidencia el
Dr. Miguel García Fernández, que ejerció
sólo tres meses el cargo, siguiéndole el doc-
tor D. Carlos Pellegrini, D. Isaac M. Chava-
rria, D. Eduardo Basavilbaso, D. Miguel Te-
din, Dr. Zenavilla, y actualmente (1919) el doc-
tor Rafael Herrera Vegas. La emisión de cédu-
las alcanza hoy a 750 millones, y probablemen-
te se ampliará a los 1 .000 millones de pesos en
cédulas hipotecarias del 6 por 100.
lalviani (César). Natural de España. Llegó a
Buenos Aires en 1S06, después de la recon-
quista. Aunque de tránsito para el Perú, resol-
vió permanecer en esta ciudad, que pasaba por
circunstancias bien delicadas, esperando por
momentos una segunda invasión inglesa. El
general Liniérs levantaba entonces un ejército,
cuya primera división encomendó al graduado
coronel Balviani, grado con que había arribado
a estas playas, confiriéndole al mismo tiempo
el empleo de cuartelmaestre general. A prin-
cipios de 1807, con motivo del viaje a Montevi-
deo, de Liniérs, el coronel Balviani quedó des-
empeñando interinamente las funciones de jefe
principal del ejército reunido en la capital. En
ese mismo año, y durante la segunda invasión
inglesa a Buenos Aires, Balviani mandó el pri-
mer cuerpo de la columna con que Liniérs se
dirigía a defender el paso del Riachuelo; frus-
trado el movimiento y obligadas las fuerzas a
retirarse hacia la ciudad, Balviani fué el último
en hacerlo con su división. Rendido el ejército
inglés, Balviani formó en la comitiva que acom-
pañaba al general Liniérs a recibir de manos
de Whiteloke la espada con que había pre-
tendido subyugar al pueblo de Buenos Aires
Concluidos estos sucesos, volvió a España.
Banegraa (José León). Sacerdote. Nació en Bue-
nos Aires, en 1T77. Miembro de la Sala de Re-
presentantes en abril de 1852, tomó parte como
diputado en las memorables sesiones de junio
figurando entre los apositores al célebre acuer-
do de San Nicolás. El Dr. Bancgas, que ama-
ba la instrucción y la propagaba allí donde era
necesaria, aprovechó esta ocasión q'ie se pre-
sentaba para revelar su desinterés y patriotis-
mo, y ofreciendo sus servicios al Gobierno,
que los aceptó, se puso al frente de las cáte-
dras, entonces vacantes, de Filosofía y Dere-
cho canónico. Era fiscal eclesiástico cuando,
en noviembre de 1855, fué nombrado provisor
y vicario general. Falleció el 3 de abril de 1856.
Bañado (combate). En la provincia de Salta,
entre fuerzas argentinas y españolas, el 21 de
abril de 1817. Las primeras, a las órdenes del
comandante Burela, distinguiéndose losde igual
clase De la Torre, Zabala y sargento mayor
Rojas. Los españoles sufrieron numerosas ba-
jas entre jefes, oficiales y soldados. Los gau-
chos emprendieron la persecución tendiéndoles
varias emboscadas con éxito, que dieron por
resultado la retirada del enemigo, el que des-
pués de la derrota fué a refugiarse a la ciudad
de Salta. En este combate perdió la vida el
valiente jefe realista coronel Sardma.
Baras^aña (Diego Alvarez). Patriota y filántro-
po. Nacido en Asturias. Muy joven aun vino a
Buenos Aires, donde logró formar una fortuna,
que después empleó en ejercer la caridad o en
actos de patriotismo, que le han hecho acree-
dor a perpetuar su memoria. Durante la recon-
quista de Buenos Aires puso su persona y su
fortuna al servicio de la defensa, peleando en
los sitios de mayor peligro, asistiendo a los
heridos y contribuyendo con su fortuna a la
formación de regimientos. En la segunda inva-
sión, recibió, el día 5 de julio, un metraliazo en
una pierna, que se la destrozó por completo,
haciéndose necesaria la amputación, a conse-
cuencia de la cual murió dos días después. Su
fallecimiento fué muy sentido por todo el ve-
cindario.
Barahona (Gaspar de). Natural de Castilla la
Vieja. Nombrado por testamento de D. José de
la Torre Vela gobernador de la antigua pro-
vincia del Tucumán, en 1702. Gobernó hasta
1707. Fué mal administrador, y era creencia
general que hubiese sacado de la provincia
300.000 pesos, por lo cual, y por otros hechos
BAR
-7C
BAR
no menos indignos, el rey mandó cesara luego
en el gobierno.
Barañao (Manuel). Coronel realista. Había na-
cido en el pueblo de Las Conchas, provincia
de Buenos Aires. Era jefe de un regimiento
llamado popularmente los «colorados de Bara-
flao'S y que fué el terror de los pueblos del
Sud de Chile. En la batalla de Maipú fué heri-
do en una pierna. Más tarde fué gobernador
de Filipinas. Barañao era uno de los jefes más
denodados y de más pericia del ejército realis-
ta que operó en Ciiile, aunque no el más hu-
mano y clemente.
Barbé (Diego). Sacerdote. Educacionista fran-
cés. Nacido el 15 de febrero de 1813. Hombre
ilustrado; profesó el latín, griego, historia, ma-
temáticas, física, etc., en notables colegios de
Francia. En 1856, a solicitud del obispo Esca-
lada, fué designado por el superior de la Con-
gregación para pasar a Buenos Aires con otros
cinco compañeros de la misma Orden. Llegado
a esta ciudad, concibió la idea de construir un
colegio, que puso bajo el patrocinio de San
José. Baste decir, compendiando el fruto de sus
tareas, que el Colegio de San José fué muy
pronto el colegio más afamado de Buenos Ai-
res, y es hoy uno de los establecimientos más
acreditados de la república. Murió en Buenos
Aires, el 13 de agosto de 1869, y su cadáver
fué enterrado en la iglesia de Valvanera, al
lado mismo del altar mayor.
Barcala (Lorenzo). Coronel. Hombre de color.
Nacido en Mendoza, en 1795; hijo de esclavos
africanos, siendo él mismo esclavo en su niñez.
Adolescente aún obtuvo su libertad para ves-
tir la casaca del soldado y ser\'ir a]'a causa de
las instituciones, alas que consagró su cora-
zón, su talento y su espada, para rendirles más
tarde el tributo de su vida. A p^sar de la obs-
curidad de su origen y el color de su rostro,
este benemérito liberto llegó a ocupar un
puesto elevado en la milicia de su país, dejan-
do escrito en la historia de la revolución ar-
gentina el recuerdo de una exi.stencia tan mo-
desta como trabajada por el infortunio y el sa-
crificio. Barcala entró al servicio activo de las
armas sentando plaza de soldado raso en el
batallón de Cívicos pardos de Mendoza, hacien-
do servicio de guarnición en este cuerpo has-
ta fines de 1820. Habiendo ocurrido en San
Juan, en enero de aquel año, la insurrección
del batallón 1." de los Andes, el Gobierno de
Mendoza, temiendo una invasión de los insu-
rrectos al territorio de la provincia, dispuso
el acuartelamiento de las Milicias, confiando
su organización y mando al general D. Bruno
Morón. Barcala, sargento primero entonces
de los cívicos pardos, fué encargado de la or-
ganización y disciplina de varios cuerpos. Las
aptitudes que revelara entonces y los hábitos
de orden y obediencia que supo imprimir en el
espíritu del soldado le granjearon las simpa-
tías del jefe del ejército, que le ascendió a al-
farez. En los diversos combates que desde el
año 20 al 21 libraron, con éxito brillante, las
Milicias de Mendoza contra los ejércitos, dos
veces invasores, de Miguel Carrera en el te-
rritorio de Cuyo, Barcala se comportó bizarra-
mente, mereciendo al terminar la campaña un
ascenso y un escudo de honor con esta inscrip-
ción: «Aniquilé la anarquía». Algunos años des-
pués pasó con el grado de capitán al batallón
de Granaderos, compuesto exclusivamente de
pardos y morenos, en cuyas filas tuvo la gloria
de prestar señalados servicios a su provincia.
La austera moralidad de Barcala, sostenida con
ejemplar abnegación en su larga y borrascosa
vida de soldado; las altas prendas de su ca-
rácter, la distinción remarcable de su persona,
su reputación de valiente y el mismo trato fa-
miliar que le dispensaban sus jefes, habíanle
atraído ya en aquella época el respeto y admi-
ración de las clases de color, cuyos destinos e
infortunios personificaba el ilustre negro. El
28 de mayo do 1824 subía al Gobierno de
Mendoza el coronel D. José Alvino Gutiérrez,
alcalde de segundo voto, y hombre de bastan-
te prestigio en la provincia. «La generalidad
de la población recibió con marcado desagrado
tal gobernante, y desde el momento principió
sus trabajos para hacerlo descender, teniendo
ya entonces vistas más trascendentales y un
programa de reformas más extenso y radical,»
(Hudson, Recuerdos de Cuyo). Solicitado ol
apoyo de las fuerzas que guarnecían la ciu-
dad, limitadas a los batallones de infantería, (.1
dd Cazadores y el de Granaderos, el primero,
formado por lo más selecto de la juventud
mendocina, se adhirió con entusiasmo al p' t
de los conjurados. En cambio, el comand;:
y v.,rios oficiales del segundo, que eran a'
tos al nuevo Gobierno, declararon que í^
tendrían su causa con su prestigio y su bru
Pero Barcala, que era el segundo jefe de I
Granaderos, había pedido desde el primer n
mentó su puesto de honor y de combate entie
BAR
71 -
BAR
los revolucionarios, y en la madrugada del
28 de junio presentábase en el cuartel de Gra-
naderos, arrojaba a la calle a su jefe inmedia-
to, y después de arengar a sus soldados los
ponía al servicio del movimiento revoluciona-
rio estallado en aquel mismo día, con éxito fe-
liz. Tomó parte al año siguiente en la expedi-
ción que se confió a los Aldao para reponer en
so cargo de gobernador a D. Salvador María
del Carril, tomando una parte muy principal
en la victoria de Las Leñas. En la campaña del
Brasil se le dio el grado de teniente coronel,
conquistándose por su bravura y moralidad la
estimación de sus jefes superiores, y muy es-
pecialmente la del general Paz, a quien acom-
pañó el año 29 en su expedición a Córdoba. El
triunfador de Quiroga encontró una resisten-
cia Insólita entre el gauchaje y la plebe de la
campaña y ciudad, que no parecía desafecta al
orden político existente en la provincia. «Pero
Paz llevaba consigo un intérprete para enten-
derse con las masas cordobesas de la ciudad:
Barcala, el coronel negro, que tan gloriosa-
mente se había mostrado en el Brasil y que se
paseaba del brazo con los jefes del ejército;
Barcala, el liberto consagrado durante tantos
años a mostrar a los artesanos el buen camino
y a hacerles amar una revolución que no dis-
tinguía ni color ni clase para condecorar al
mérito, Barcala fué el encargado de populari-
zar el cambio de ideas y miras obrado en la
ciudad, y lo consiguió más allá de lo que se
creía deber esperarse. Los cívicos de Córdo-
ba pertenecieron desde entonces a la ciudad,
a la civilización, al orden civil.» (Sarmiento.)
Después de la jornada de San Roque, Paz en-
comendó a Barcala la reorganización del bata-
llón cívico bajo la denominación de Cazadores
de la Libertad, formado por los hombres de co-
lor y las clases menos acomodadas de la ciu"
dad y suburbios. Más tarde sirvió a las órde"
nes de Lamadrid, siendo uno de los prisio-
neros de la Ciudadela y el único entre ellos
cuya vida fué respetada por Quiroga, vence-
dor en aquella jornada. Rogado por éste para
entrar a su servicio, aceptó un puesto entre sus
edecanes, bajo promesa de que no sería obli-
gado a combatir contra su partido. El famoso
caudillo cumplió fielmente su palabra. Formó
parte en la expedición al desierto dirigida por
Rosas, el año 33, mandando en jefe el batallón
de Defensores. Muerto Quiroga en Barranca
Yacx), el coronel Barcala se retiró a San Juan.
Preocupado siempre con la idea de derrocar a
Aldao, que tiranizaba la provincia de su naci-
miento, urdió una conspiración contra el fraile,
poniéndose en comunicación con sus amigos
de Mendoza; pero vendido por uno de sus
agentes y reclamado por Aldao al gobernador
de San Juan, coronel D. José Martín Yanzón,
fué fusilado por orden de aquél, después de
un proceso instruido en veinticuatro horas
(abril de 1835).
Barraca* (combate de). El 20 de junio de 1880,
entre las fuerzas de D. Nicolás Lavalle y las
de Campos. La ciudad de Buenos Aires había
sido atrincherada para su defensa, una vez ro-
tas las relaciones de su Gobierno (Tejedor)
con la autoridad nacional (Avellaneda). El
ejército de línea acababa de poner cerco a la
ciudad y la escuadra bloqueaba su puerto. El
día 20 la división del general Lavalle, que aca-
baba de llegar del Sud, se aproximó en un tren
hasta e! puente de Barracas, con el objeto de
hacer un reconocimiento; pero allí se hallaban
fuerzas de la ciudad al mando del coronel don
Julio Campos, y se empeñó un sangriento com-
bate, teniendo al fin que retirarse Lavalle en
el mismo tren que lo había traído. Ambas fuer-
zas sufrieron sensibles pérdidas.
Barrancas (combate de). El coronel Rafael Hor-
tiguera, al frente de una división desprendida
de las fuerzas con que el general Viamonte
había invadido nuevamente la provincia de
Santa Fe, llega hasta el Carcarañá, arrollan-
do en su marcha las partidas de montoneros
que se le presentan; pero López, que regresa-
ba de su poco afortunada campaña de Córdo-
ba, le carga en el lugar denominado Barrancas
y lo destroza completamente, el 10 de marzo
de 1819.
Barreyro Grande (batalla de). Guerra del Pa
raguay. Las divisiones del ejército aliado que
perseguían al dictador Lóp2Z, del Paraguay,
encuentran una fuerza paraguaya, al mando del
general Caballero, en Barreyro Grande, sobre
el paso del arroyo Perebebuy. Caballero, des-
pués de haber peleado bravamente contra fuer-
zas infinitamente superiores, abandona el cam-
po de batalla, dejando la artillería y gran nú-
mero de muertos (18 de agosto de 1869).
Barrientos (Pedro Noiasco). Sacerdote. Natu-
ral del Paraguay, donde nació, a mediados del
siglo x\nii. Cursó sus estudios eclesiásticos en
su país, trasladándose después a esta repúbli-
ca. En 25 de abril de 1768 fué nombrado rector
BAR
cancelario de la Universidad de Córdoba, sien-
do lector en Teología y custodio. Fué el padre
Barrientes una figura culminante, correcto en
la observancia de sus reglas religiosas; se ha-
bía formado hábitos austeros en el cumplimien-
to de sus deberes, llevando el esmero hasta lo
más pequeño cuando la perturbación pudiese
comprometer el orden general. Dominó la Teo-
logía y las ciencias filosóficas como pocos en
su época. Tan versado era en materias de le-
gislación civil como en las canónicas; sus es-
critos son una prueba de su erudición. Falle-
ció en Buenos Aires, en 1810.
Barros Pazos (José). Jurisconsulto. Natural de
Buenos Aires, en 1S07, estudió, y se doctoró en
Leyes en 1S31. Per-
seguido por Rosas,
emigró de Buenos
Aires en la noche del
5 de abril de 1849,
en compañía del ge-
neral Pazy del coro-
nel Sometiera, pasan-
do a Montevideo y
luego a Chile, donde
ocupó entre los ar-
gentinos una alta
posición. Publicó allí
varias obras de lite-
ratura y política.
Caída la tiranía, fué electo diputado a la pri-
mera Asamblea legislativa de esta ciudad,
en 1S52, y sucesivamente fué director general
de Escuelas y rector de la Universidad por
decreto de mayo de 1854, y al siguiente des-
empeñó la presidencia de la Asociación de
Amigos de la Historia natural del Plata. En
julio de 1855 fué miembro del Consejo con-
sultivo de Gobierno, hasta noviembre de 1857,
puesto que abandonó para ocupar el minis-
terio de Gobierno y Relaciones exteriores;
posteriormente fué electo diputado en 1860 y
nombrado vocal de la primera Corte Suprema
de Justicia nacional. Formó parte también de
un Congreso Constituyente, del Tribunal en-
cargado de juzgar a Rosas y del Senado de la
provincia en varios periodos. El Dr. Barros
Pazos fué un ciudadano dignísimo y uno de los
jurisconsultos más notables de nuestro foro.
Falleció el 23 de noviembre de 1877.
Barcena (Alfonso). Misionero jesuíta. Nacido
en Córdoba (España), en 1528, ingresando re-
cién a los treinta y un añus de edad en la
José Barros Pazos.
de la i
i. y su I
- 72 - BAS
Compañía de Jesús. En 1569 se puso en viaje
para el Perú, donde permaneció largos aftos,
hasta que pasó al Paraguay y a Tucumán, de-
dicándose por completo a la conversión de las
tribus indígenas que poblaban aquellos territo-
rios, donde tuvo ocasión de aprender y de es-
tudiar el idioma de los indios. A su regreso al
Perú publicó numerosos libros, que fueron los
primeros que se imprimieron en el antiguo im-
perio de los Incas. Este eminente jesuíta ha
sido apellidado el Apóstol del Perú, y por al-
gunos historiadores, el Apóstol del Tucumán.
Falleció en el Cuzco, después de tres años de
penosa enfermedad, en enero de 15!:^.
Basavilbaso (Domingo de). Fundador
casa y renta de Correos de Buenos Aires,
primer administrador, en 1748. Español. Nací
do en Bilbao, el 1 de septiembre de 1709. Vino
muy joven a Buenos Aires, y se dedicó al co-
mercio, adquiriendo una sólida fortuna. Alcal-
de de segundo voto (1738), síndico procurador
general (1739), alcalde de primer voto (1745),
y regidor en 1767.
En el año 1745,
siendo alcalde de
primer voto, el
gobernador de
Buenos Aires, le
encomendó la di-
rección contra los
indios, quediópor
resultado la pri-
sión del cacique
Galeliano y sus
principales capi-
tanejos. Fué el
conductor en va-
rias ocasiones,
desde Potosí a Buenos Aires, de los situados
de la tropa de esta última plaza y de paquetes
de bulas y resmas de papel. La escolta de gen-
te que lo acompañaba en estas excursiones,
para libertar las encomiendas de los asaltos de
los indios, fué siempre costeada por su propio
peculio. Tan distinguidos servicios lo hicieron
acreedor al puesto de confianza, a que f 'é lla-
mado por el gobernador Andónaegui, de admi-
nistrador y tesorero de los derechos impuestos
para subvenir a los gastos de la guerra contra
los indios, «puesto que admitió y sirvió a satis-
facción, no obstante de no tener sueldo algu-
no». En uno de sus viajes de Potosí a Buenos
Aires «fué asaltado por los indios (1741) en la
Domingo de Basavilbaso.
BAS
jurisdicción de Tucumán, y con este motivo
pudo advertir la falta que liacía al buen servi-
cio público un arreglo mejor que e! que hasta
entonces existía en el ramo de caminos, pos-
tas y correos. Estos últimos no existían en rea-
lidad, y D. Domingo se propuso crearlos, dán-
doles una administración especial que dejase
expeditas las vías de comunicación entre Bue-
nos Aires, Chile y la villa de Potosí ». Fué así
como adquirió el titulo, que lo recomienda a la
posteridad, de promotor y fundador de la casa
y renta de Correos (174S). Bajo el gobierno
de Andonaegui prestó también otros servicios
de importancia, equipando y costeando una em-
barcación para reconocer el puerto de San Ju-
lián, en la costa del Sud. A esta expedición se
debió el conocimiento que entonces se tuvo de
las producciones de aquel paraje. Celoso siem-
pre del bien público, se encargó posteriormen-
te de la tesorería y dirección de la nueva fá-
brica de la iglesia catedral de Buenos Aires.
Desempeñando este puesto falleció, el 9 de ma-
yo de 1775, siendo enterrado en el panteón de
la misma iglesia catedral.
Basavllbaso (Manuel). Natural de Buenos Ai-
res. Hijo del anterior y de D." María Ignacia
Urtubea, de Toledo. Nació el 28 de agosto
de 1739. Sus servicios datan desde la funda-
ción de la casa y renta de Correos, estableci-
da en Buenos Aires bajo la dirección de su pa-
dre, y del que fué primer administrador. Fué
electo alcalde de segundo voto en 1767, con-
tinuando en el de síndico procurador general,
puesto que ocupó por primera vez en 1768, los
años de 1771, 72 y 73, por reelección reiterada
del Cabildo. En 1775, regidor. Siendo síndico
procurador general elevó a la Junta Suprema
de Aplicaciones un memorial tendente a de-
mostrarlas ventajas de fundar una Universidad
pública en Buenos Aires, atacando en el mis-
mo escrito el proyecto de trasladar a esta ciu-
dad la Universidad de Córdoba, que merecía
las simpatías de la Junta. Propuso también la
creación de cuatro cátedras de Teología y tres
de Derecho y el restablecimiento de un Cole-
gio de Humanidades y Filosofía. Empeñado en
esta noble y patriótica tarea falleció, en esta
ciudad, el 4 de junio de 1794, siendo enterrado
al lado de su padre, en el panteón de la ca-
tedral.
Basnaldo (Juan de). Uno de los 64 repoblado-
res de Buenos Aires el 11 de junio de 15S0,
que acompañó al fundador, el teniente gober-
_ 73 - BAU
nador y capitán general D. Juan de Caray. D«
Basualdo sólo se sabe que era nacido en Gor-
dejuela (España), a principios del siglo xvi, y
que vino en 1535 con la expedición de D. Pe-
dro de Mendoza, «para conquistar y poblar las
tierras y provincias que hay en el río de So-
lís, que llaman de la Plata». El 11 de junio
de 1580 se halló en la segunda fundación de
Buenos Aires, siendo agraciado como pobla-
dor con tres lotes de terreno en el reparti-
miento de la ciudad, consistentes: uno, en una
manzana que es la actualmente comprendida
por las calles de Esmeralda, Sarmiento, Sui-
pacha y Cangallo, y dos cuartos de manzana
que formaban esquina en las calles de Co-
rrientes, 25 de Mayo, Tucumán y Reconquis-
ta. Fué también agraciado, como los demás
pobladores, con terrenos para chacras y es-
tancias en los alrededores de esta ciudad.
Bathurst (Guillermo). Marino. Natural de
Southampton (Inglaterra), por el año 1796.
Se hallaba en Buenos Aires hacia 1814, cuan-
do su compatriota el entonces teniente coro-
nel Brown le confió el mando del bergantín
Independencia, armado con 22 cañones, con el
cual se batió en el combate de 28 de abril de
ese mismu año y en el de 25 de mayo frente a
Buenos Aires, siendo felicitado por Brown y
la escuadra. Se halló también en el sitio de
Monteüideo. Cuando la guerra contra el Bra-
sil, el mayor Bathurst se batió heroicamente
en el combate de los Pozos, el 1 1 de junio
de 1828; en el ataque a la fragata Emperatriz
y en otros hechos de armas. Durante Rosas
emigró de Buenos Aires para combatir por la
libertad. Se encontró en la batalla de Cagan-
cha, donde fué tomado prisionero y trasladado
al cuartel del Retiro, donde acabó sus días
el 23 de mayo de 1844, víctima de un aneuris.
ma, precipitado por la melancolía que minó su
moral, ofendida por la injusticia.
Banness (Carlos). Militar. Nacido en Inglate-
rra, en 1797. Vino a Buenos Aires siendo muy
niño, e inclinado a la carrera de las armas,
sentó plaza de soldado del cuerpo de Cívicos
en 1810, y en 1S13 pasó al regimiento de Gra-
naderos a Caballo y marchó con el ejército
auxiliar del Perú, en clase de alférez, en 1814.
Se halló en Sipe-Sipe y Paso de los Andes con
San Martín, concurriendo a Chacabuco, Malpü
y Bio-Bio. En la frontera, contra los indios.
Sargento mayor en 1S26, se halló en los en-
cuentros del Salto, las Saladas y en las expe-
BAU
74 -
BEA
díciones al Tandil y Bahía Blanca. En 1828,
siendo teniente coronel, se batió en Naoarro,
a las órdenes de Dorrego. De 1832 al 34, ayu-
dante en la Inspección general de armas, en
cuyo aflo fué dado de baja por Rosas y pasó a
Montevideo. En 1S53 pasó a revistar en la
plana mayor activa. Murió en Buenos Aires,
el 29 de mayo de 1855.
Banzá (Rufino). Guerrero de la independencia.
Uruguayo. Nacido el 16 de noviembre de 1795.
Era hijo de D. Dnmingo Bauza y de D." Ana
Álvarez. Desde muy niño se enroló en la insu-
rrección que encabezó Artigas. En la batalla
del Cerrito (31 de diciembre de 1812) era ya
capitán del regimiento de Blandengues; se
comportó muy bien, lo mismo que en el resto
de la campaña, que dio por resultado la rendi-
ción de la plaza de Montevideo, y fué en esta
fecha ascendido a coronel. Estuvo con Ron-
deau y se halló en Santo Tomé, Cepeda, Paso
de Aguírre. No concurrió a la guerra del Bra-
sil. En su país ascendió hasta brigadier ge-
neral. En 1833 fué hecho general en el Pal-
mar sobre el campo de batalla, y brigadier en
la defensa de Montevideo. Fué ministro de la
Guerra y presidente del Consejo de Estado en
la Banda Oriental. El general Bauza fué par-
tidario de Artigas, cuya memoria ha respetado
y venerado hasta sus úUimos años. En nues-
tras luchas internas simpatizó siempre con los
caudillos del interior. Era muy amigo del gene-
ral López, de Santa Fe.
Baxáa (Juan Gregorio de). Conquistador del
siglo XVI. Descendía de una familia de Talave-
ra (España), de donde era nativo. Vino con
La Gasea y con una numerosa comitiva y ser-
vidumbre, que equipó a sus expensas. Fué ad-
versario de! celebre D. Gonzalo Pizarro. El
conquistador Francisco de Aguirre, con quien
le unían lazos estrechos de parentesco, delegó
en él durante su ausencia el mando político y
militar en la ciudad de Santiago del Estero;
pero, desesperando Bazán poder resistir a los
naturales y salvar a la ciudad de sus frecuen-
tes invasiones, hubo de abandonarla y regresar
al Perú; pero desistió de este propósito debi-
do a la intervención del capitán Miguel de Ar-
diles, que le estimuló a proseguir la conquista.
Cambiado completamente su anterior propósi-
to, soportó Bazán las mayores miserias y con-
trariedades; organizó la defensa de la ciudad
y regularizó el gobierno. Eipeaicionó y redu-
jo a los indios del río Salado. Bajó del Gobier-
no en 1556. Venía el conquistador de regreso
de Lima, donde había ido en busca de su fami-
lia, recientemente llegada de España, cuando
fué acometido, en un paraje llamado Siancas,
por los indios, que lo atacaron de improviso,
sucumbiendo con algunos de los suyos, después
de una resistencia desesperada. Bazán ha sido
uno de los españoles más distinguidos que pi-
saron el territorio de la colonia y uno de los
pocos conquistadores que no han señalado sus
jornadas con actos de crueldad y de barbarie.
Bazurco (José Antonio). Obispo de Buenos
Aires. Nació en esta ciudad, donde hizo sus
primeros estudios eclesiásticos, completándo-
los después en Lima. Por sus virtudes y talen-
to mereció ser elevado al obispado de Buenos
Aires en 1760. Recibió su consagración epis-
copal en la ciudad de Arequipa, en el Perú.
Colocó la piedra fundamental del templo de
Santo Domingo (1751); promovió la construc-
ción de una enfermería en el convento de mon-
jas Catalinas, y durante su gobierno episcopal
prosiguió empeñosamente la obra de la iglesia
catedral. Falleció el 5 de febrero de 1871, y
sus restos descansan en esta iglesia.
Beanchef (José). Militar. Nacido en Francia,
en 1787. Empezó la carrera militar en los ejér-
citos de Napo-
león I, el año
1805, asistiendo a
las batallas de
Austerlitz, Jena,
Mohringen,
Friedland y Wa-
terloo. Cuando
el emperador fué
desterrado a la
isla deSanta Ele-
na se trasladó
Beauchef a Norte
América, y allí
fué contratado
para tomar servi-
cio en el ejército argentinochileno que comba-
tía por la independencia chilena, siendo incor-
porado, con el grado de teniente de caballería,
el 27 de febrero de 1817. Asistió al asalto de
Talcahuano, donde fué gravemente herido el 7
de diciembre del mismo año, y restablecido a
fines del siguiente, hizo las campañas del Sud
de Chile, a las órdenes de Balcarce y Freiré, y
en 1820 sirvió a las órdenes del almirante Co-
chrane, encontrándose en la toma de Valdivia.
José Beauchef.
BEA
- 75 -
BED
Revistando ya de teniente coronel, derrotó
el 6 de marzo de 1S20, en el combate de la Ca-
sería del Toro, a una fuerza superior. Gober-
nador de la plaza de Valdivia. En 1823 hizo la
campaña del Perú, y aflos después las de Chi-
íóe, alcanzando el grado de coronel efectivo.
Falleció en Santiago de Chile, el 10 de junio
de 1840.
Beaomont y Navarra. Gobernador de Buenos
Aires. Desempeñó provisoriamente este cargo
después de la muerte del propietario, D. Diego
Marín Negrón, suced'éndole Hernandarias de
Saavedra. Beaumont había servido largos
aflos en Buenos Aires, donde ocupó algunos
empleos públicos: alcalde ordinario, teniente
gobernador, y bajo la administración de don
Diego Valdés de la Banda (1598-1600) fué nom-
brado teniente general. «Se encontraba hacía
seis aflos ejerciendo las modestas funciones de
corregidor en Payta, pequeño puerto en la
costa peruana, ciudad del Ecuador, cuando el
virrey Mendoza y Lima lo llamó a este gobier-
no, conociendo su rectitud y entereza y la ex-
periencia que tenía en las cosas de esta gober-
nación.» (Domínguez.) Gobernó desde el 8 de
enero hasta el 3 de mayo de 1615. La mayor
parte de nuestros historiadores no consignan
el nombre de Beaumont en la crónica de los
gobernadores de Buenos Aires.
Beazley (Francisco). Marino. Natural de los Es
tados Unidos de Norte-América. Llegó a Bue-
nos Aires cuando empezaba la guerra del Bra-
sil. Antiguo marino y amigo de Brown; tomó
servicio como comandante del bergantín Re-
pública, buque armado con 18 cañones y tri-
pulado por 120 hombres. Poco después se le
confió el mando del General Mansilla, con
cuyos buques sostuvo con honra la bandera de
la patria en los diversos encuentros en que se
halló y en su crucero por el Río de la Plata,
en el cual logró tomar un sinnúmero de pre-
sas a los imperialistas. Fueron muy buenos y
muchos sus servicios. Perseguido más tarde
por Rosas, emigró al Brasil, donde falle-
ció.
Bedoya (Elias). Hombre público. Nacido en 1800,
en Córdoba, donde hizo sus estudios y en cuya
Universidad debió graduarse. Como casi toda
la juventud argentina de la época, el doctor
Bedoya aceptó el movimiento revolucionario,
que encontró consumado apenas pisó la aurora
de la vida. Miembro de una familia distinguida
y acreditada en Córdoba, le fué fácil crearse
allí los elementos necesarios para entrar en la
vida pública. El primer puesto de verdadera
importancia que ocupó fué el de diputado por
Córdoba, en el Congreso que se instaló en Bue-
nos Aires a fines del año 1824. Enemigo de los
caudillos entonces dominantes en la Repúbli-
ca, el Dr. Bedoya simpatizó con el sistema uni-
tario, del que se mostró más tarde ardiente y
decidido partidario. Persiguiendo tales ideas
fué el primero que indicó en el Congreso la
conveniencia de volver a crear el Gobierno na-
cional, suprimido el año 20. Más tarde, habien-
do pedido el gobernador general, D. Juan Gre-
gorio de las Heras, se le exonerase de las
atenciones del Gobierno, recargado sumamen-
te entonces por las exigencias de la guerra, el
Dr. Bedoya aprovechaba entonces la coyuntu-
ra que se le ofrecía para renovar su indica-
ción, que el Congreso aceptó, nombrando pre-
sidente de la República a D. Bernardino Riva-
davia. La tenaz oposición hecha al sistema
unitario por muchas de las provincias argenti-
nas sublevó muy luego contra el Gobierno y
el Congreso que lo apoyaba serias resisten-
cias, hasta el punto de resolver algunas de
ellas, declarar cesantes a sus representantes.
Entre estas últimas se cuenta la provincia de
Córdoba, que retiró sus poderes a sus diputa-
dos; sin embargo de esto, el Dr. Bedoya y sus
colegas continuaron en sus puestos hasta la
disolución del Congreso. Los sucesos posterio-
res obligaron al Dr. Bedoya a unirse con el
general Paz, a quien acompañó en su victorio-
sa expedición, prestándole el valioso contin-
gente de su ilustración y patriotismo. En se-
guida, así que las atrocidades del tirano Rosas
provocaron la campaña libertadora, se le ve al
lado del general Lavalle, quien le confía una
delicada comisión cerca del Gobierno de Ju-
juy, referente a los asuntos de la guerra. ínte-
rin llenaba esa comisión hubo de ser aprisio-
nado por los sicarios de Rosas, en momentos
que el general Lavalle acababa de entrar a la
ciudad y alojádose en su casa-habitación.
Rodeaba ya ésta una partida de forajidos, que
hubieran profanado la casa del comisionado si
la aproximación de la división Lavalle no lo
hubiera evitado. Los traidores huyeron; pero
no sin consumar un crimen en su tentativa de
abrir la puerta a balazos: uno de ésto? acertó
a herir mortalmente a Lavalle. Caído Rosas y
establecida la separación de Buenos Aires, el
Dr. Bedoya fué ministro de Hacienda de la
BED
Confederación, falleciendo el 15 de octubre
de IS70.
Bedoya (Francisco). Militar. Gobernador dele-
gado en Córdoba; hermano del anterior. Hom-
bre de orden y de carácter, fué uno de los más
perseverantes sostenedores de la causa nacio-
nal, tomando parte activísima en las luchas ci-
viles que provocaron los caudillos. Era coman-
dante de .Milicias de un departamento de Cór-
doba cuando ocurrió en aquella provincia la
rebelión de Juan Pablo Bulnes (1816), concu-
rriendo con sus fuerzas a sostener a las auto-
ridades locales, y con su bravura y decisión, a
la derrota de este cabecilla. Desde entonces
comenzó a adquirir espectabilidad en la políti-
ca local de su provincia. Electo diputado a la
Legislatura, ocupó la presidencia de aquel
Cuerpo y fué gobernador delegado de D. Juan
Bautista Bustos cuando la invasión de Carre-
ra al territorio de Córdoba. Durante su dele-
gación hizo prender al general Paz, que se en-
contraba en Córdoba y que no era extraño a
los movimientos subversivos que se dejaban
sentir en la Sierra, donde se reunían nuevas
fuerzas para marchar al Alto Perú. La orden
fué cumplida; pero libertado en el trayecto,
permaneció en el territorio de la provincia.
Después del triunfo obtenido por Carrera so-
bre Bustos en el Chajá, Bedoya se apresuró
a reunir elementos de defensa; organizó las
Milicias, amedrentó los montoneros y puso la
provincia de su mando en situación de poder
resistir a los caudillos y revoltosos. Carrera
regresó a Córdoba después <le algunas corre-
rias infortunadas en las provincias de Cuyo, y
reunido a algunos cabecillas, marchó directa-
mente a la capital, a la que puso sitio. «El co-
ronel Bedoya «e había atrincherado en la ciu-
dad, y, animado de una voluntad inconmovible,
rechazaba con éxito todas las tentativas del
enemigo. Entretanto, no llegaban las fuerzas
que se esperaban de Santiago, y Bedoya, bien
sostenido por los valientes cívicos de la plaza,
se hacia día a día más agresivo, para azarear
a los sitiadores con ataques repentinos y sor-
presas. Habiendo logrado urdir una intriga há-
bilmente desempeñada, hizo creerá Pintos y a
Peralta (aliados de Carrera) que una parte de
loe cantones del Noroeste se iba a insurrec-
cionar en la noche del 6 de mayo y que nece-
sitaban apoyo inmediatamente así que rompie-
ra el tiroteo. A la hora convenida empezó,
en efecto, el tiroteo, y los sitiadores acudie-
76 — BED
ron a las calles donde tenía lugar; pero ca-
yeron en una emboscada de todas las fuerza»
de la plaza, que los diezmaron, cayendo pri-
sioneros Pintos y Peralta, que inmediatamente
fueron fusilados por Bedoya. Carrera escapó
de la catástrofe, pues se limitó a observar de
lejos el suceso.» (López.) La energía y deci-
sión de Bedoya salvaron asía la provincia de
Córdoba de caer en las garras de este famoso
demagogo, que huyó, después del desastre, a
Santa Fe. Sorprendió y derrotó más tarde en
el Rio Seco a Ramírez, que pereció en aquella
jornada. Cuando la guerra del Brasil, organi-
zó por orden del Gobierno de Buenos Aires un
batallón de veteranos; pero no pudo asistir a
aquella campaña porque su presencia era in-
dispensable en el campo de luchas civiles. Be-
doya era justamente respetado, si no temido,
por los caudillos: había sido adversario y
triunfador de Bulnes, de Carrera y de Ramí-
rez, y estos hechos, unidos a una voluntad in-
flexible, a un carácter serio y enérgico y a una
adhesión sincera por la causa nacional, rodea-
ban su nombre de cierto prestigio y de cierta
opinión, de que no gozaban otros militares con-
temporáneos suyos. Persiguiendo a Felipe ¡ba-
rra penetró en Santiago y ocupó su capital;
pero no encontrando apoyo en su vecindario,
tuvo que desalojarla. Después de la batalla del
Tala fué llamado a Tucumán para resistir a
Quiroga, que se temía la atacase; pero apenas
llegado, y como éste se dirigiese a La Rioja,
recibió nueva orden de contramarchar a Salta,
con motivo de una sublevación encabezada por
los coroneles Francisco Gorriti y Manuel Puch
contra el gobierno de Arenales. Bedoya salió
con una columna de 214 hombres, llegando sin
contratiempo ninguno a Chicoana, pequeño
pueblo que dista siete leguas de Salta (6 de
febrero de IS27i, a pesar de una persecución
tenaz por parte de los sublevados, cuyas filas
acababan de ser aumentadas por 200 bolivia-
nos, mandados por el coronel López Matute,
que se habían sublevado en Cochabamba e in-
ternádose en Salta, cuyo Gobierno los protegió.
Pocas horas después de su entrada en Chicoa-
na, Matute envió un parlamentario a intimarle
rendición, haciéndole ver la desigualdad de sus
fuerzas. «Dígale a su jefe— contestó Bedoya —
que las armas de la ley no se rendirán jamás,
y que espero ansioso la hora del combate que
dtbe decidir la suerte de los pueblos.» El ata-
que no se hizo esperar, y después de tras car-
BED
77
BEL
gas sucesivas por parte de los sublevados, en
que fueron rechazados con grandes pérdidas,
se trabó un horrible combate al arma blanca, de
cinco contra uno, quedando los sublevados
dueños de la plaza cuando no tenían adversa-
rios con quien combatir. De los 214 defensores
quedaron 203 en el campo de combate, siendo
Bedoya, según se dice, muerto por las propias
manos de Matute.
Bedoya (Eusebio). Educacionista y periodista.
Nació en Córdoba, el 14 de agosto de 1821.
Hijo del anterior. Ordenóse de sacerdote
en 1844. Fué catedrático de Derecho canónico
en la Universidad de Córdoba. Fué el intro-
ductor en América del Sud del método Ro-
bertson para la enseñanza de idiomas. Murió
el 22 de diciembre de 1865.
Belgrano (Manuel). Militar. Nacido el 3 de ju-
nio de 1770, en Buenos Aires. Hijo de D. Do-
mingo Belgrano
Peri, del Piamon-
te (Italia), y de
D." María J.
González Case-
ro. Cursó el latín
y Filosofía en el
Colegio de San
Carlos, pasando
después a Espa-
ña, en 1786, a
completar sus es-
tudios. Ingresó al
efecto en la Uni- „ , _ ,
. . , . _ , Manuel Belgrano.
versidad de Sala-
manca, graduándose de bachiller en 1789, y
cuatro años después, de abogado, en Vallado-
lid. En las diversas materias que tuvo que
cursar para conquistar el liltmo título, nin-
guna de ellas, según su propia confesión,
estimuló tanto su aplicación como los idio-
mas vivos, el Derecho público y la Econo-
mía política. Para esta última ciencia sobre
todo guardó una especial afición, que aumentó
después durante su residencia en Madrid, don-
de publicó un tratado de Economía política,
traducido del francés y precedido de una nota-
ble introducción escrita por él. Poco tiempo
después de su residencia en Madrid expidióse
la cédula en que se creaba el Consulado de
Buenos Aires, nombrando a Belgrano su secre-
tario, presentándole así la ocasión más pro-
picia para hacer prácticos sus conocimientos
económicos en beneficio de su patria, objeto
único de su aplicación al estudio y teatro que
debía ser de sus triunfos y decepciones. Para
ocupar .su puesto en el Consulado abandonó
a Madrid, a fines de 1794, lleno de halagüeñas
ilusiones al considerar que entre los deberes
de su cargo figuraba el de escribir una Memo-
ria anual sobre el estado de las provincias, en-
cargo que él creía, en sus juveniles esperanzas,
iba a ponerlo en situación de provocar la des-
aparición de los males que aquejaban a su país.
Pero no era la realidad de estas ilusiones lo
que esperaba a Belgrano en Buenos Aires. La
ignorancia empecinada y fatua estaba enseño-
reada en la institución fundada, entre otros
fines, para fomentar la agricultura y promover
la industria y el comercio; una lucha iba a em-
peñarse entre los miembros del Consulado,
cuya mayoría, compuesta de comerciantes es-
pañoles sin instrucción alguna, era partidaria
del monopolio. En esa lucha, en que Belgrano
entró con todo el ardor de su juventud, debía
él conquistar sus primeros laureles, mientras
los sucesos le preparaban el camino para cu-
brirse de gloria en otra lucha distinta, más gi-
gantesca y tremenda. Partidario del librecam-
bio, sostuvo sus ideas con brillo y tenacidad
en el seno de aquella Corporación, consiguien-
do, a despecho de sus colegas, inocularlas al
pueblo. Sus trabajos en este sentido han hecho
decir a su historiador que él y Moreno, secun-
dados por Vieytes y Castelli, fueron los pro-
motores de la revolución económica del comer-
cio libre, que había de preceder a la revolución
política estallada después. Belgrano, al com-
batir el monopolio y sostener los verdaderos
principios económicos, arrojó la primera semi-
lla de discordia en la pacífica población de Bue-
nos Aires. Desde entonces se definieron y se
caracterizaron los dos partidos cuyo antago-
nismo iba a ocasionar una lucha ardiente y te-
naz y cuyo primer ensayo hacían en la discu-
sión económica, sosteniendo los unos el mono-
polio, que les aprovechaba; resistiéndolo los
otros, en nombre de intereses generales. Pero
estas ideas no debían conseguir un triunfo
completo sino bajo un orden de cosas que ni el
mismo Belgrano presentía entonces. Entretan-
to, el infatigable secretario continuaba en su ta-
rea anual de publicar las Memorias de que es-
taba encargado, y sobre cuya eficacia había ci-
mentado tantas esperanzas. Estas Memorias
dejan traslucir el espíritu ilustrado y progre-
sista que dominaba a su autor. La primera
BEL
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BEL
lleva el siguiente título: «Medios generales de
fomentar la agricultura, animar la industria,
proteger el comercio en un país agricultor».
Fué leída en la sesión que celebró la Junta de
Gobierno el 15 de junio de 1796. La segunda se
titula: «Utilidades que resultarán a esta provin-
cia y a la Península del cultivo del lino y C!íña-
mo; modo de cosechar estos ramos», y por úl-
timo se proponen los medios de contraerse a
este ramo de la agricultura. La tercera Memo-
ria publicada lleva el siguiente título: «El ori-
gen de la felicidad de estas provincias es la
reunión de los comerciantes y de los hacenda-
dos, a la par del premio y de la ilustración ge-
neral». Sostiene en esta Memoria sus ideas so-
bre el librecambio, y se ocupa de los premios
como estímulos para la actividad humana y
desarrollo de la capacidad industrial de los ha-
bitantes de un país. Muy poco después la Corte
aceptó sus ideas. Más tarde consiguió del Con-
sulado la autorización para fundar una Escuela
de Geometría, Arquitectura, Perspectiva y toda
clase de dibujo, y más tarde obtuvo también el
establecimiento de la Escuela de Náutica, de
que había sido promotor, y cuyo Reglamento
redactó él mismo por encargo del Consulado.
Pero estos establecimientos estaban destinados
a durar poco, pues, conocedora la Corte de su
existencia, mandólos suprimir, censurando la
conducta del Consulado; acto de barbarie,
como dice Mitre, digno de un Gobierno tirá-
nico y enemigo de la ilustración. Belgrano
tomó parte en las invasiones inglesas. En la
revolución de mayo de 1810 formó parte de la
primerajunta,e inmediatamente ésta le mandó,
para que abriese una campaña sobre el Para-
guay; 200 hombres de la guarnición de Bue-
nos Aires con algunos del Paraná, a los que
se agregaron las Milicias de Corrientes y Mi-
siones, «eran todas las fuerzas que se pusie-
ron a disposición de Belgrano». «General ira-
provisado por la revolución y animado de su
noble espíritu», salió Belgrano a tomar el
mando que se le confiaba, en San Nicolás de
los Arroyos, donde se encontraba reunida par-
te de la fuerza expedicionaria, que consiguió
aumentar hasta más de 1.000 hombres, con
cuyo número invadió el Paraguay, teatro de
sus primeros ensayos militares. Fundó el pue-
blo de Curuíii-Cuatiá, y luego batióse en Cam-
pichuelo, Paraguari, Tacuari. Después de ba-
tirse heroicamente se retiró de aquel territorio
con los honores de la guerra. Fundó también,
en 1810, un periódico y la Escuela de Matemá-
ticas, y en 1812 creó la bandera argentina. Al
año siguiente es nombrado general del ejérci-
to del Norte en momentos angustiosos, orga-
nizando la retirada hasta Tucumán, donde dio
la batalla del 24 de septiembre, victoria que
el 20 de febrero de 1813 fué complementada
por el triunfo espléndido de Salta, en premio
de lo cual recibió un sable con guarniciones de
oro, con la siguiente inscripción: «La Asam-
blea Constituyente al benemérito general Bel-
grano», y además 40.000 pesos, que Belgrano,
generosamente, destinó para la dotación de
cuatro escuelas públicas de primeras letras,
cuyo Reglamento él mismo redactó, en las cua-
tro ciudades siguientes: Tarija, Jujuy, Tucu-
mán y Santiago del Estero. Poco después su-
frió su ejército los reveses de Viícapnjio y
Ayohuma Estos sucesos lo separaron del man-
do, substituyéndole el general San Martín,
que se hizo cargo del ejército. En diciembre
de 1814, en unión con Rivadavia, era nombra-
do comisionado en misión diplomática para Es-
paña, a fin de obtener, por medio de Inglate-
rra, el reconocimiento de la independencia, re-
gresando de Europa a fines de 1815. Vuelto a
ocupar el antiguo cargo del ejército del Norte,
se fortificó en Tucumán, a la espera de los
acontecimientos, donde permaneció hasta 1819.
Tras diversas vicisitudes regresó enfermo a
Buenos Aires, atacado por la dolencia que lo
llevó al sepulcro el día 20 de junio de 1820, a
las siete de la mañana. Pocos días antes de
morir dijo a los que lo rodeaban: «Pensaba en
la Eternidad adonde voy y en la tierra querida
que dejo. Yo espero que los buenos ciudada-
nos trabajarán por remediar sus desgracias».
Sus virtudes cívicas y su modestia son los ras-
gos principales de su carácter: fué el héroe o
el mártir de la revolución, según se lo ordena-
ba la ley inflexible del deber. Exento de ambi-
ciones, manso por naturaleza y modesto por
carácter, carecía de las cualidades férreas que
se requieren para dominar en los Consejos de
Gobierno o para imprimir en la política el sello
de sus ideas. Hombre de abnegación más bien
que hombre de Estado, tenía la fortaleza pa-
siva del sacrificio y del deber; aspiró sólo a
merecer la aprobación de su conciencia. El Go-
bierno dispuso, con fecha 7 de agosto de 1821,
que se diera su nombre a la calle en que esta-
ba situada la casa paterna donde nació y mu-
rió, y que el primer pueblo que se fundara lie-
BEL
- 79
BEN
vara también su nonibre. El 24 de septiembre
de 1873 el pueblo de Buenos Aires inauguró su
estatua en la plaza 25 de mayo, hoy plaza de
Mayo, y el 29 de junio de 1903, su mausoleo, en
el atrio de la iglesia de Santo Domingo, hoy
basílica del Rosario. Su biógrafo, el ilustre ge-
neral Mitre, al pronunciar, en 1873, el juicio de
la posteridad, en presencia del monumento,
dijo que «con legítimo orgullo y con humildad
republicana podía asegurarse que jamás una
gloria más pura ni más modesta se había mo-
delado en el bronce de la inmortalidad').
Beltrán (Fray Luis). De la Orden de San Fran-
cisco. Nació en Mendoza, en 17S5, y siendo muy
niflo pasó a Chile llevado por un sacerdote
franciscano que, prendado de su inteligencia,
tomó a su cuidado su educación en un conven-
to de la Orden, donde cursó sus estudios, tomó
hábito y profesó, demostrando mucha afición a
las Matemáticas, Fí.sica, Química y a la Mecá-
nica. Jefe de la Maestranza en el ejército de
los Andes, facilitó el paso de la artillería por
la cordillera en 1817. En la hoja de servicios,
que original se conserva en el Archivo del ejér-
cito, se lee lo siguiente: «1.° Como jefe de la
Maestranza y Parque preparó todo el arma-
mento, municiones y bagajes para la campaña
de Chacabuco, y condu)o siete cañones de a
cuatro y dos obuses de seis pulgadas, rodando
en zorras por la cordillera de los Andes hasta
la capital de Chile. 2.° Habiendo perdido el
ejército unido todo el Parque y la mayor parte
de la artillería en la desgraciada sorpresa de
Cancha-Rayada, pues solamente se salvaron
cinco piezas, que llegaron inutilizadas a la ca-
pital, montó 22 cañones de varios calibres, em-
pezando por fundir las balas y municiones, tan-
to de artillería como de infantería y caballería,
presentándolas listas para la batalla que a los
diez y siete días se dio en el llano de Maipú,
en que se salvó la libertad de la República de
Chile. 3.° El 20 de agosto de 1820 se embarcó
en el puerto de Valparaíso con la expedición
libertadora del Perú, bajo las órdenes del ge-
neral San Martín, después de haber construí-
do y embarcado todos los pertrechos que el
ejército llevaba para su campaña. 4.° En el
mes de marzo de 1822 fundió en Lima 24 pie-
zas de artillería de a cuatro, de montaña, de
que carecía el ejército para sus operaciones.
5.° Como director de Maestranza y Parque
aprestó en el ramo de municiones y pertrechos
de guerra cuatro expediciones, a saber: la pri-
mera, en 1821, que marchó sobre lea a las ór-
denes del señor brigadier D. Domingo Tristán;
la segunda, en 1822, que marchó a Puertos In-
termedios a las órdenes del mariscal de campo
D. Rudesindo Alvarado; la tercera, en 1823,
que marchó a los mismos Puertos Intermedios
a las órdenes del señor general de división don
Andrés Santa Cr»iz. 6.° y último. Por la suble-
vación de las tropas del Callao en febrero
de 1824, se retiró a Trujillocon la Maestranza
y compañía de obreros, y allí continuó srs tra-
bajos para pertrechar el ejército que bajo las ór-
denes de su excelencia el libertador de Colom-
bia alcanzó ios ir'mn'iosáe Junin y Ay acacho,
que afianzaron la libertad del Perú y termina-
ron la guerra de la independencia.» Por des-
inteligencia con Bolívar se dirigió a Buenos Ai-
res, donde desembarcó el 18 de Julio de 1825,
y vivió pobre y retirado hasta su fallecimiento,
ocurrido en 1827. Murió en el seno de la Igle-
sia, amortajado con el hábito de la Orden.
Mendoza va a consagrarle muy pronto un her-
moso monumento frente al sitio donde en 1817
se hallaba la Maestranza del ejército de los An-
des, en el paseo de la Alameda, que precisa-
mente trazó el general San Martín, adornán-
dole con álamos que ya no existen, y a cuya
sombra ambos patriotas departieron más de
una vez, comunicándose sus ensueños de li-
bertad.
Bellaco (combate en el arroyo) (11 de enero
de 1813). En el arroyo del Bellaco, cerca de
Gualeguaychú, una fuerza argentina al mando
de los capitanes José Santos Lima y Gregorio
Samaniego ataca a los españoles en aquel
punto con una flotilla, y les toman tres buques
corsarios, cinco cañones, una bandera y bastan-
tes prisioneros, ocasionándoles muchos muer-
tos y heridos.
Bella Vista (combate). En Corrientes, los revo-
lucionarios, que dominaban casi toda la provin-
cia, se pusieron a operar contra sus enemigos
de causa, y el jefe de reserva coronel Juan
Madariaga ataca y vence en un combate en
Bella Vista, el 29 de abril de 1843, a una fuerza
entrerriana y correntina mandada por Góngo-
ra, arrojando a los dispersos sobre la provincia
de Santa Fe.
Benavides (Nazario). El general Benavides
gobernó la provincia de San Juan durante diez
y ocho años; en todo ese tiempo el fusilamien-
to o el asesinato de un solo hombre no tuvo
lugar por causas políticas. Cuando el general
BEN - 80 -
Acha fué vencido y tomado por él en las to-
rres del mismo templo (catedral), Benavides
personalmente lo tomó del brazo y lo puso en
seguridad, habiendo sentido un profundo des-
agrado cuando supo su fusilamiento, y aun
quedó en desinteligencia con los que lo man-
daron ejecutar. En la administración de Rosas,
la provincia de San Juan fué siempre favora-
ble a los enemigos de aquél; todos allf vivie.
ren tranquilos y respetados, y los que se veían
perseguidos en otras provincias, en San Juan
hallaron protección generosa de Benavides.
Gobernó los diez y ocho años rodeado de los
federales y de los unitarios más notables; de
unos y otros compuso siempre la Legislatura, la
Administración y hasta sus Consejos de Gobier-
no, En su tiempo no se confiscó ni embargó en
la provincia la propiedad de nadie. En su go-
bierno dominó tres revoluciones hechas contra
su autoridad. Sarmiento, uno de los persegui-
dos por la dictadura de Rosas, en sus Recuer-
dos de prooincia, se expresa de Benavides de
este modo: «Benavides es un hombre frío; a
eso debe San Juan el haber sido menos ajado
que los otros pueblos; tiene un excelente cora-
zón, es tolerante, la envidia hace poca mella
en su espíritu, es paciente y tenaz.» El gene-
ral Benavides fué asesinado el día 23 de octu-
bre de 1358, a los cincuenta y tres años de
edad.
Benavldez (Antonio). Militar. Nació en la ciu-
dad de Córdoba, el 23 de junio de 1833. Sentó
plaza de soldado en el quinto batallón de
Guardias nacionales, como defensor de Bue,
nos Aires, durante el sitio puesto por el coro,
nel Lagos. Se halló en la batalla del Tala, en
el Azul, sosteniendo combates contra los in-
dios, a las órdenes de Conesa, en los parajes
denominados Tres Arroyos y Pescaco Casti-
gado, contra numerosa fuerza de indios, ob-
teniendo el grado de capitán en mayo de 1858.
Se halló en Cepeda, Paoón. En octubre
de 1863, sargento mayor efectivo. En la gue-
rra del Paraguay se encontró en Dos de Mayo,
Paso de la Patria, Tiiyuti, y el 4 de septiembre
en el gran reconocimieato practicado, en cuya
fecha derrotó con su escuadrón del regimien-
to 3 las fuerzas paraguayas que se le presen-
taron a su paso, tomó diez y siete prisioneros
y llegó hasta el mismo pie de la batería Linch,
mereciendo que el general en jefe, D. Barto-
lomé Mitre, le estrechara la mano con efusión al
frente de sus soldados, y le felicitara sobre el
BER
campo de batalla, ascendiéndole a teniente co-
ronel graduado, y de efectivo el 1 de octubre
de 1868. Tuvo que regresar del Paraguay para
sofocar la revolución estallada en las provin-
cias del Interior de nuestro país, y batiendo a
las fuerzas de Saa en Los Loros y en Portt-
euelos, en San Ignacio, a las órdenes de Arre-
dondo. Emprendió la campaña de San Luis y
Rioja contra el caudillo Várela. Con el grado
de coronel se retiró más tarde del servicio ac-
tivo al Rosario, consagrándose a las atencio-
nes de su familia. Era un militar pundonoroso,
sencillo y franco.
Benavides (Venancio). Militar. Nacido en el Es-
tado Oriental; expedicionó con el general Bel-
grano. Traicionó a su patria pasándose al ene-
migo. En las batallas de Tucumán y de Salta
se halló al lado de los realistas. Murió de un
balazo, que ie rompió el cráneo.
Beneflcencia (Sociedad de). El día 12 de abril
de 1323 se instala en la ciudad de Buenos Ai-
res, bajo los auspicios de las damas de Benefi-
cencia, esta institución, creada en la adminis-
tración del general Martin Rodríguez y sien-
do su ministro de Gobierno D. Bernardino Ri-
vadavia. Asistieron a esta solemne ceremonia
las siguientes socios: María de la Concepción
Cabrera, Bernardina Ramos Mejía, Isabel
Agüero y Ugalde, Justa Toquet de Sánchez,
María del Rosario de Azcuénaga, Cipriana
Viana de Boneo, María Sánchez de Mendevi-
lle, Isabel Casamayor de Luca, Joaquina Iz-
quierdo, Manuela Aguirre, y no concurrieron,
por hallarse indispuestas, Manuela Lasala de
Riglos y Estanislada Cossío de Gutiérrez. La
historia y servicios de la Sociedad de Benefi-
cencia pueden conocerse leyendo el libro que
hizo publicar la misma en 1905, titulado Ori-
gen y desenvolvimiento de la Sociedad de Be-
neficencia de la capital (1823-1904). En esta
misma obra se reproducen los retratos de to-
das las matronas que han ejercido el cargo de
presidenta.
Benltes (Mariano). Gobernador de Salta. Naci-
do en 1793. Se alistó en la compañía de «deci-
didos» organizada en Jujuy por el general Bel-
grano. Se halló en las Piedras, Tucumán y
Salta. En esta última batalla tuvo la gloria de
quitar al enemigo una de las tres banderas que
atestiguan el denuedo de las tropas argentinas
en aquella jornada. Durante la tiranía emigró
a Bolivia. Murió en Salta, en 1858.
Bereaford (Guillermo C). Jefe inglés. General
BER
81
BER
de la primera expedición inglesa al Río de la
Plata. Nació enlrlanda, el 2 de octubre de 1768.
En 1786 comenzó su carrera militar, sirviendo
en Nueva Escocia durante cuatro años conse-
cutivos. Se halló en Tolón, Córcega, las ¡n-
dlas y Egipto, obteniendo a su regreso a Ingla-
terra (1800) el grado de coronel. Tomó parte
en la conquista del cabo de Buena Esperanza,
asumiendo en seguida el mando de la expedi-
ción destacada al Río de la Plata. (Véase In-
oasiones Inglesas). Murió en Kent, el 8 de ene-
ro de 1854.
Berg (Carlos). Doctor. Eminente hombre de
ciencia. Nació en Tuckum(Curlandia, Rusia),
el 3 de abril de 1845. Después de doctorarse
se radicó en la República Argentina. Fué pro-
fesor de diversos Institutos docentes y el ver-
dadero fundador de la enseñanza de la Zoolo-
gía en la Universidad de Buenos Aires, que
profesó desde 1875 hasta su muerte, en 1902.
Berg sucedió a Burmeister (v.) en la dirección
del Museo Nacional, y se ocupó especialmente
del estudio de los insectos, peces y batracios,
como puede comprobarse por la lista bibliográ-
fica de sus trabajos. (An. Soc. Cient. Arg.,
t. Lili, págs. 115-125, y An. Mus. Nac, t. Vil,
págs. 23-40.)
Bermejo (río). Chaco. Fué primer explorador
de este afluente del Paraguay el padre fran-
ciscano Francisco Morillo, quien, en su celo de
cristianizar las tribus que poblaban la vasta
extensión que recorre el Bermejo, lo navegó a
fines de 1780 en una lancha hecha exprofeso,
partiendo de la humilde aldea de Oran, al Nor-
te de la provincia de Salta, donde estaba el
asiento de la misión. Dos meses y medio em-
pleó en la travesía hasta la ciudad de Corrien-
tes, y se constató que la navegación de este
río era practicable para embarcaciones de es-
caso calado. Más tarde se formó la Sociedad
Canalización del Bermejo. El Sr. Natalio
Roidán fué uno de sus exploradores, aunque
se malograron sus señalados esfuerzos, sacrifi-
cando su fortuna, pasando penurias increíbles,
bajo el sinnúmero de insectos y fieras, de un
sol abrasador y de indios salvajes dispuestos
a disputar el suelo que habitaban. Roidán, en
uno de los combates con los indios, fué herido
de gravedad en la mano izquierda. Hizo varias
expediciones.
Bermúdez (Justo Germán). Militar. Uruguayo.
Figuró como capitán de granaderos a caballo
en el combate de San Lorenzo. Herido San
0(0C10N\RI0 HlST. BlOOR,
Martín al principio del combate, tomó el man-
do su segundo, Bermúdez, que coronó la victo-
ria, siendo herido también por una metralla de
la escuadrilla, al llevar una segunda carga, fa-
lleciendo dos días más tarde por haberse
arrancado el torniquete después de serle am-
putada la pierna, no queriendo vivir a causa
de la desesperación que le causaba «el no ha-
ber podido evitar que algunos españoles se
salvaran embarcándose».
Bemal (Francisco). Uno de los 64 pobladores
de Buenos Aires el II de junio de 1580. Ber-
nal era natural del Paraguay e hijo de Juan
Bernal, que vino para América con la madre
de Diego de Sanabria el año 1547. En el re-
parto de solares que hizo el fundador, D. Juan
de Garay, el 17 de octubre de 1580 le adjudi-
có un cuarto de manzana en la traza de la ciu-
dad, situada en la actual esquina que mira al
Sudoeste de las calles 25 de Mayo y Tucumán,
y luego una «suerte» o «pedazo» de tierra en
la vera del Gran Paraná, de 350 varas de fren-
te por una legua de fondo; le hizo otra mer-
ced de tierra en el valle del río Santiago, hoy
las Conchas, de 3.000 varas de frente por le-
gua y media de fondo. En 1608 fué nombrado
por el Cabildo medidor y amojonador del ejido
de Buenos Aires.
Bernaldes Palledo (José). Militar. Nacido en
Buenos Aires. Inició su carrera con motivo de
la primera invasión inglesa a esta ciudad, en
1806, distinguiéndose particularmente a las ór-
denes del comandante Pueyrredón, en 1807,
como uno de los más entusiastas promotores de
la reconquista. Prodticida la revolución de ma-
yo, se adhirió con entusiasmo al movimiento,
mereciendo ser nombrado capitán con grado de
teniente coronel. Militó en los ejércitos que se
formaron para expedicionar al Alto Perú, bajo
las órdenes de Castelli, Pueyrredón y Bel-
grano. Se halló en la batalla de Suipacha, pri-
mer triunfo de las armas de la revolución.
Asistió a los contrastes que experimentaron en
el Desaguadero. Participó de la gloria de Tu-
cumán y Salta, batallas en las que Bernaldes,
al mando de la caballería patriota, tuvo una
comportación honrosa. Cayó prisionero de los
españoles en la desgraciada jornada de VUca-
pujio, y en esa condición permaneció algunos
años, pudiendo al fin evadirse y pasar a Chile
a incorporarse al ejército de los Andes. Pos-
trado por una enfermedad, murió en este país,
en 1821.
6
BER
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Berón de Astrada (Jenaro). Gobernador de
Corrientes. Sucedió a D. Juan Felipe Gramajo,
primero como gobernador provisorio y después
como propietario (1838). Enemigo de la tiranía,
celebró, al empezar el año 39, un tratado de
alianza con el general Rivera, entonces en
guerra con el dictador de Buenos Aires. En
cumplimiento de este tratado, organizó las
fuerzas de la provincia de su mando, dispo-
niéndose para operar contra el ejército del ge-
neral Echagüe, a la sazón gobernador de Entre
Ríos y aliado de Rosas. Sabedor este último
de la actitud belicosa de la provincia de Co-
rrientes, hizo poner a Echagüe en movimiento,
dando lugar así a que los dos ejércitos se en-
contraran en Pago Largo, teatro que debía ser
de una sangrienta batalla, en la que salió vic-
torioso el ejército de Rosas. Doscientos ochen-
ta muertos, de los que 200 pertenecían al ejér-
cito correntino, y 1 .000 prisioneros en poder de
Echagüe, tales fueron los resultados de tan
desgraciada acción. Estos últimos fueron bár-
baramente degollados, especializándose la
crueldad del vencedor en el cadáver de Berón
de Astrada, de cuya piel se sacó una lonja para
hacer una manea, que se remitió de regalo al
tirano. Todos estos hechos, de funesto recuer-
do, acaecían el 31 de marzo de 1839. El go-
bernador Rosas acordaba después medallas y
honores a los jefes y oficiales que concurrieron
al triunfo de Pago Largo, y la Legislatura de
Corrientes, bajo la presión de las fuerzas del
tirano, cometía la falta de declarar nulos los
actos de la administración de Astrada, llevan-
do su debilidad hasta declarar indigno de los
honores correspondientes a su cargo al que
fué un mártir de la libertad de su patria.
Bertrés (Felipe). Militar. Ingeniero. Natural de
Francia. En 1807
llegó a Buenos Ai-
res, tomando parte
en su defensa con-
tra los ingleses, y
en la de Montevi-
deo. Al primer gri-
to de libertad de
las provincias ar-
gentinas se incor-
poró a las filas del
ejército, figurando
ya, en 1814, en cla-
se de teniente. A -».
la terminación de Felipe Bcrtrés.
Antonio L Bcrufi.
- BER
lacampafla que finalizó en la acción de Sipc-
Sipe, fué promovido a capitaneen 1815, revis-
tando en la plana mayor del ejército que expe-
dicionó al Alto Perú, hasta que obtuvo, por as-
censos sucesivos, el grado de teniente coronel,
en 1821. Al ailo siguiente se trasladó a Buenos
Aires, donde trazó un plano topográfico de la
ciudad y presentó algunos proyectos sobre
rectificación y ensanche de algunas calles, que
merecieron la aprobación y elogio del ministro
Rivadavia. Bertrés fué, pues, el primero en
concebir el desarrollo enorme de esta ciudad,
cuando en 1823 presentó su proyecto de aper-
tura de avenidas y ampliación del ejido de la
ciudad, proyecto e ideas que se le atribuyeron
a Rivadavia. Queriendo prescindir de las lu-
chas civiles, pasó en 1833 a Bolivia, cuyo Go-
bierno, apreciando sus méritos, le confió comi-
siones de importancia, y en recompensa le ex-
tendió, en octubre de 1842, los despachos de
coronel graduado de ingenieros del ejército.
En 1844 regresó a Tucumán, donde hizo estu-
dios geográficos y astronómicos de importan-
cia, y después de 1852, fundó y dirigió la pri-
mera e.scuela pública sistema Lancaster. Hizo
y dirigió numerosas obras públicas de capital
importancia. Murió en la ciudad de Salta, el 12
de octubre de 1856. Su cadáver fué sepultado
al pie del altar mayor de la iglesia de la
Merced.
Berutl (Antonio Luis). Militar. Nació en Bue-
nos Aires, el 2 de septiembre de 1772. Recibió
aquí su educación,
completándola en
España, de donde
regresó en 1809,
trabajando como
uno de los parti-
darios más exalta-
dos de la emanci-
pación americana,
asistiendo como tal
a las reuniones del
Cabildo abierto de
1810, acaudillando
un núcleo numero-
so de pueblo, en
cuyos pechos figuraba la escarapela azul
y blanca, distribuida por él y French, En [el
mismo año, el 27 de junio, la Junta lo nombró
teniente coronel. En 1812 fué nombrado gober-
nador de la provincia de Santa Fe, y al aflo
siguiente es electo gobernador de Tucumán.
BER
— 83 -
BILL
Fué después ministro de la Guerra en dos
ocasiones; subinspector del ejército de los An-
des y segundo jefe del Estado Mayor, con
cuyo cargo asistió a las batallas de Chacabu-
coy Maipú. En 1818 regresó a Buenos Aires,
viviendo apartado por algún tiempo de los ne-
gocios públicos. Actuó durante las luchas civi-
les en las filas del partido unitario, desempe-
ñando varios cargos públicos, entreoíros el
de ministro en Mendoza durante la adminis-
tración del general Lamadrid, a cuyas órdenes
se batió en Rodeo del Medio el 24 de septiem-
bre de 1841, cayendo prisionero; poco después
recuperó su libertad. Falleció en Mendoza, en
octubre de 1S42.
Berzocana (Juan de). Fundó, junto con Diego
<\-- Heredia, el 15 de agosto de 1567, la ciudad
denominada Esteco, nombre de un pueblo de
tribus. Cuenta el historiador Quzmán que a
pesar de esto se los procesó y condenó a
muerte, a causa de sus excesos anteriores.
Besare* (Manuel). Militar. Comenzó su ca-
rrera en la independencia, en el regimiento se-
gundo de infantería de línea, en cuyo cuerpo
obtuvo su ascenso a subteniente. Más tarde,
acantonado en Tucumán, fué promovido a sar-
gento mayor, en junio de 1819, y le fué confia-
do el mando del batallón de Cívicos. En la gue-
rra del Brasil formó en el regimiento número I
de c ballería de línea, que organizó el coro-
nel Brandsen.Se halló en líusaingó, donde mu-
rió valientemente al frente del tercer escua-
drón, debido a un rebote de bala de metralla,
que le llevó la mitad de la cara y de la cabeza.
De su cadáver, por orden del general Paz, el
entonces teniente Wenceslao Paunero des-
prendió su reloj para entregarlo a la viuda.
Besares fué uno de los jefes más bizarros del
ejército. En Buenos Aires se inició pocos días
después una subscripción en favor de sus deu-
dos y se ofició un solemne funeral en el templo
de Santo Domingo.
Betschon (Antonio). Misionero del Paraguay,
del siglo sviii, de la Compañía de Jesús. Escri-
bió una descripción de su viaje desde el Río de
la Plata hasta el territorio de Misiones y un
elogio de algunos misioneros alemanes del Pa-
raguay (1719).
Biedma (Manuel). Cirujano militar. Prestó sus
servicios profesionales en la batalla de Cepe-
da. En febrero de 1852 fué encargado de la
sala de heridos en el Hospital general de Hom-
bres; en los cuerpos del ejército libertador;
Manuel Biedma.
en la revolución de septiembre; en Pavún
(1861). Fué ci-
rujano de los
hospitales mili-
tares estableci-
dos en San Ni-
colás de los
Arroyos; duran-
te toda la cam-
paña de la gue-
rra del Para-
guay, y en 1871,
durante la fie-
bre amarilla,
fué nombrado
por la Munici
palidad médico de la parroquia de la Piedad,
y más tarde, de todas las parroquias al Norte
de la calle de Rivadavia, servicio que des-
empeñó hasta el fin de la epidemia, y también
en la del cólera que siguió después, etc., etc.
En mayo de I8S1 fué nombrado médico de la
Prefectura Marítima, y con fecha de 17 de
abril de 18S6 lo fué de cirujano mayor de la
Armada.
Billingharst (Roberto). Natural de Inglaterra.
Nació el 3 de febrero de 1782. Vino joven al
Rio de la Plata.
Estando en Mal-
donado lo sor-
prendió la revo-
lución de mayo,
abrazándola cau-
sa patriota con
tal entusiasmo,
que abandonó sus
intereses mercan-
tiles para incor-
porarse a las
fuerzaslibertado-
ras, con las cua-
les asistió al ata-
que de Santa Te-
resa y a la batalla de Las Piedras y a otros
hechos de armas, en uno de los cuales fué he-
rido. Csmo ayudante mayor asistió al sitio de
Montevideo, donde prestó grandes servicios,
en premio de los cuales le fué acordada la
primera carta de ciuadadanía expedida en el
país, el 28 de noviembre de 1811. Retirado de
la carrera de las armas, se consagró nueva-
mente al comercio. Fué un decidido admirador
de Brown, llegando su entusiasmo hasta en-
Roberto Billing nrst.
B!0
- 84
trar en el río tirando un pequeño carruaje para
conducir en él al héroe, después de una de sus
famosas victorias. Falleció en esta ciudad, el 8
de septiembre de 1841.
Bío-Bio (combate). Una división argentina, al
mando del coronel de Granaderos a Caballo,
D. Manuel Escalada, que el general Balcarce
había mandado en persecución del jefe realis-
ta Sánchez, alcanza a la retaguardia de éste
en el Bio-Bío (Chile), el 19 de enero de 1819,
derrotándola completamente. El sargento ma-
yor Viel tuvo la iniciativa en este combate.
Blanco Encalada (Manuel). Nacido en Men-
doza, el 2 de abril de 1790. En el año 1801 fué
enviado a España, y en 1806 obtuvo los des-
pachos de guardia marina en la isla de León,
donde hizo estudios especiales de náutica.
Poco de -ipués fué ascendido a alférez de fra-
gata, en mérito a su comportamiento durante la
guerra de los franceses. Hallándose, por asun-
tos del servicio, en el Perú en 1810, fué envia-
do nuevamente a España, de donde regresó
en 1812, al mando de un buque de guerra, in-
corporándose a la causa de la revolución y
prestando sus servicios en el ejército como
jefe de artillería, batiéndose en Rancagua,
donde cayó prisionero y fué desterrado. Lo-
grando escapar de su prisión, formó la escua-
dra de Chile en 1813, con la cual se batió vic-
toriosamente en el puerto de Talcahuano; se
apoderó de varios buques y tomó prisioneros
a ochocientos hombres que los tripulaban,
acordándole el Gobierno el grado de contra-
almirante de la escuadra, y consiguiendo des-
pués nuevos triunfos. En 1325 hizo la expedi-
ción a Chiloc, tomándoles este archipiélago a los
realistas. Dn 1326, fué elegido presidente de
la República. En 1837, general en jefe del
ejército, durante la guerra con Bolivia. En 1847,
intendente de Valparaíso, y en 1852, ministro
plenipotenciario de Chile en Francia. Decla-
rada la guerra contra España, designósele jefe
de las escuadras aliadas de Chile y del Perú.
Falleció en Chile, el 5 de septiembre de 1876.
Este ilustre argentino fué uno de los primeros
marinos de la independencia americana, y no
obstante su nacionalidad prestó sus servicios
en Chile, donde gozó siempre del respeto y
aprecio de todos.
Blandengues. Cuerpo de caballería de vetera-
nos, que combatió durante las invasiones in-
glesas, a las órdenes de los tenientes corone-
les D. Esteban Hernández y D. Benito Chaiin,
Dr. Mariano Boedo.
BOU
compuesto de doscientas sesenta y ocho pla-
zas. Este cuerpo, en 1810, cambió su denomi-
nación de Blandengues de la Frontera por Re-
gimiento de Caballería de la Patria, y formó
parte de la expedición al Paraguay, a las ór-
denes de Belgrano. Su uniforme era todo azul,
con cabos blancos.
Boedo (Mariano). Nació en Salta, el 25 de julio
de 1782. Cursó Derecho, hasta obtener el tftulo
de doctor en leyes,
en Córdoba. En
1810 aceptócon de-
cisión y patriotis-
mo el movimiento
revolucionario. En
noviembre del mis-
mo año se le ve fi-
gurar como asesor
letrado de la In-
tendencia de Cór-
doba. Poco des-
puésabandonó este
puesto para inter-
venir al lado del
general Güemes en
la política de su
provincia, donde desempeñó algunas comisio-
nes. En 1816 fué electo diputado por Salta al
Congreso de Tucumán, y como tal, signatario
del acta de la independencia siendo vicepresi-
dente de esa Corporación. La traslación del
Congreso lo trajo a esta capital, donde termi-
nó sus días el 9 de abril de 1819.
Boedo (José Félix y Mariano). Hijos del ante-
rior, guerreros ambos de la independencia y
del Brasil. D. Félix nació en Salta, en diciem-
bre de 1809, y se halló en la sorpresa de Rio
Grande, Jiijuy, Itnzaingú, y falleció en Bue-
nos Aires, de la fiebre amarilla, en 1871, ydon
Mariano fué víctima de la tiranía de Rosas.
Bojeado (Félix J.). Guerrero de la independen-
cia. Nacido en Villa Rica (Paraguay), en 1777.
Era un lanchero paraguayo, que se alistó vo-
luntariamente en San Lorenzo en 1813. Reco-
rrió toda la América peleando por su libertad,
y en el año 1826 regresaba a Buenos Aires con
las presillas de teniente coronel y comandante
de aquellos mismos de sus compañeros que lo
habían visto figurando de humilde soldado.
Entre sus 120 compañeros, salidos al principio
del siglo de uno de los cuarteles del Retiro,
volvían sólo siete— é\ entre ellos -: los demás
habían quedado en el campo de batalla. El re-
BOH
- 85 -
BOM
gimiento se dirigió a depositar sus armas en el
mismo parque donde las tomaron. Esas armas
se depositaron en una caja, y sobre ella se co-
locó una plancha de bronce, en la que se gra-
bó la siguiente inscripción: «Armas de los li-
bertadores de Chile, Perú y Colombia». Nom-
brado comandante del regimiento 4." de ca-
ballería, peleó contra los indios del Sud, y de-
signado para ocupar la Comandancia militar del
pueblo de San Nicolás, falleció en dicho pun-
to, el 21 de noviembre de 1829.
Bohorqaes (Pedro). Siendo gobernador del
Tucumán D. Alonso Mercado y Villacorta
apareció en el valle de Calchaquí D. Pedro
Bohorques, español, fugado de las cárceles de
Chile, titulándose Gualpa-Inca, haciendo com-
prender a los indios que era un descendiente
de los antiguos emperadores del Perú. Los in-
dios lo reciben en triunfo y le juran obedien-
cia, habiendo entre éstos 117 caciques. Bohor-
ques tuvo la audacia de presentarse con gran
pompa y séquito al gobernador Mercado y Vi-
llacorta en la ciudad de Londres (Catamarca),
donde lo aguardaba, y a quien también engaña
haciéndole entender que su objetivo era servir
al rey y a la religión, valiéndose de esos me-
dios para que los indios no le ocultasen sus te-
soros. Interesándole el negocio, el gobernador
Mercado io protege, y el 12 de agosto firman
unos tratados, en que Bohorques reconoce el
poder real y el gobernador reconoce en éste
el título de Inca, regalándole vestidos y atri-
butos de dignidad. Desde este momento Bo-
horques empieza a rodearse de indios, ofrecién-
doles libertarlos del dominio español. El vi-
rrey del Perú desaprobó la conducta de Mer-
cado y le ordenó pusiera preso a Bohorques;
pero sabiéndolo éste, se preparó para la de-
fensa. Se siguió una guerra cruel entre indios
y conquistadores, hasta que Bohorques fué
vencido y ejecutado, como a las ocho de la no-
che del 3 de enero de 1667, a garrote, dentro
de su prisión, y su cadáver permaneció colga-
do en una horca veinticuatro horas.
Bolaños (José Bonifacio). Militar. Nacido en
San Juan, en 1741. Expedicionó en 1801 contra
los portugueses, y en 1S06 y 1S07 contra los in-
gleses. En la revolución se incorporó al ejérci-
to de Balcarce. Se halló en la batalla de Suipa-
cha, en Huaqui, en Las Piedras, en Tucu-
mán. Nombrado teniente gobernador de Men-
doza en 1812. En 1813 volvió al ejército del
general Belgrano, revistando en el grado de
coronel. Fué teniente gobernador de Jujuy
hasta la ocupación de esa plaza por las tropas
realistas, después de los desastres de Vilcapu-
jío y Ayohuma, en que se incorporó de nuevo
al ejército argentino. Dejó de existir en Bue-
nos Aires, el 24 de enero de 1824.
Bolivia. República de la América del Sud, lifní-
trofe por el Sud con la República Argentina.
Tiene una extensión de 70.468 kilómetros cua-
drados y una población alrededor de tres millo-
nes de habitantes. La República está dividida
en nueve departamentos. La capital es La Paz"
Bolivia o el Alto Perú formó parte del virrei-
nato de Lima hasta 1778, en que fué agregado
al de Buenos Aires. En ISOü los habitantes de
La Paz se sublevaron contra España, y des-
pués de una larga guerra obtuvieron su inde-
pendencia con la victoria de Ayacucho, el I de
diciembre de 1824.
Bollini (Francisco). Arquitecto. Nació en Italia,
el 1 de marzo de 1814. Ingresó en el ejército
francés, batiéndose en África, donde levantó
fortificaciones y murallas. Fué ascendido a ca-
pitán. En 1840 vino a Montevideo, en momentos
en que el general Paz organizaba la defensa de
esa plaza, y lo incorporó, con el grado de capi-
tán, a la legión italiana, que mandaba Garibal-
d¡, donde sirvió por espacio de cinco años, al
final de los cuales vino a Buenos Aires, dedi-
cándose a la construcción de edificios. Hizo en
esta ciudad los primeros trabajos de nivela-
ción y desagüe. Falleció en Buenos Aires, el 23
de abril de 1887.
Bompland (Amado). Naturalista. Nacido en La
Rochela (Francia), el 29 de agosto de 1773. Es-
tudió Medicina
en la Universidad
de París, donde
se graduó de mé-
dico, y pasó des"
pues a formar
parte de la mari-
na de guerra
francesa como
cirujano de la Ar-
mada. En 1796 co-
noció al gran na-
turalista Hum-
boldt, con quien
recorrió varios
países de Europa
y América. Vueltos a Europa, publicaron un li.
brocon investigaciones históricas, detalles es-
Amado Bompland.
BOQ - 86
tadijticos, observaciones etnológicas, y reunie-
ron colecciones abundantes de Geología, Zoo-
logía y Botánica. En 1817 llegó a Buenos Ai-
res, y fué nombrado catedrático de Aíedicina
y luego profesor de Historia Natural, y al año
siguiente abandonó esos puestos para dirigir-
se a las Misiones del Alto Perú (Bolivial; pero
tomado como espía por el dictador del Para"
guay, fué confinado durante diez años en el
pueblo de Santa María. En varios puntos fun-
dó establecimientos agrícolas, en uno de los
cuales logró reunir una colección de más de
3.000 plantas, que cultivaba y estudiaba con
grande esmero. Director del Museo de Histo-
ria Natural de Corrientes. Sus publicaciones
son numerosísimas. Bompland había consagra-
do una atención preferente al cultivo de la
hierba mate, reuniendo sus observaciones en
una Anemona que dirigió al gobernador Pu-
jol, y que tenía este título: «Nota sobre la
conveniencia de adoptar un sistema diametral-
mente opuesto al que se ha seguido hasta hoy
para cultivar y preparar la hierba mate, por
Amado Bompland.» Tenía ochenta años y era
nombrado director del Museo de Corrientes.
Dejó de existir en Santa Ana (Corríentes), el
11 de mayo de 1858.
Boquerón (combate) o del Sauce. Guerra del
Paraguay. El 16 de julio de 1866, siendo senti-
dos los paraguayos abriendo una trinchera
para flanquear a los aliados en el potrero del
Sauce, que más tarde dio en llamarse Boque-
rón, por la forma del terreno, son atacados
por los brasileños, que se apoderan de ese pun-
to. Para dar descanso a esos combatientes mar-
c!ia Is segunda división Buenos Aires, al man-
do del coronel Conesa, y toma posesión del
campo, siguiendo el combate ya iniciado. El 17
se siguió combatiendo, con más o menos éxito,
hasta que entró la noche. El 18, los paragup.
yos tratan de reconquistar la trinchera y se
empeña un combate general y sangriento, en
que- toman parte fuerzas de todos los aliados.
A I as órdenes del general Emilio Mitre pelea-
ban las fuerzas argentinas; las brasileñas, a
las del mariscal de campo Polidoro, y las uru-
guayas, a las del general Flores, que mandaba
en jefe este combate. Se avanza y se pierde
terreno a cada momento, porque si el ataque es
decidido, la defensa es vigorosa. El coronel
Cesáreo Domínguez, jefe de la tercera divi-
sión argentina, ataca la segunda trinchera y se
apodera de ella a punta de bayoneta, cabién-
BOR
dolé el honor al regimiento de Córdoba y ba-
tallón de San Juan de enarbolar sus banderas
en las trincheras enemigas. Fuerzas muy supe-
riores vienen a reconquistaría, viéndose obli-
gado el coronel Domínguez a abandonarla,
pero no sin antes tumbar algunos cañones e
inutilizar un depósito de pólvora del enemigo.
En tanto estos sucesos tienen lugar en la iz-
quierda de la línea, en la derecha se batía
con una guerrilla el comandante Ayala, y en
su apoyo el mayor Mansilla, al mando del 12 de
línea, consiguiendo despejar de enemigos aque-
lla parte. El fuego cesa después de muchas ho-
ras de combate, quedando los aliados dueños
de la primera trinchera avanzada de los para-
guayos. Las pérdidas fueron grandes, pues no
bajaron de seis mil entre ambas fuerzas. Los
coroneles Argüero y Palleja murieron en este
combate.
Bors^es (Francisco). Coronel. Nació en Monte-
video, en abril de 1833. Se halló en el sitio de
esta plaza por Oribe, como cadete de un cuer-
po de artillería; tenía diez y siete años. Se
halló en Caseros, en Cepeda (octubre 1859),
y en Pauón (1861). Hizo la campaña del Para-
guay, siendo herido en Tuyuti el 24 de mayo
de 1866. No restablecido aún de la herida,
volvió al ejército, y nuevamente fué herido, en
los ataques a las trincheras enemigas. Esta he-
rida le postró por largo tiempo y puso en pe-
ligro su vida. Su honrosa comportación en la
acción del 24 de mayo le valió las charreteras
de teniente coronel. Tomó parte en las luchas
civiles, y combatió contra los indios. El coro-
nel Borges, aunque militar simplemente, sim-
palizó con el movimiento político del partido
que se alzara en armas el 24 de septiembre
de 1874. Herido de bala en el ataque de la Ver-
de, donde habían tomado posiciones las fuer-
zas del Gobierno, murió momentos después,
declarando que creía haber cumplido con su
deber.
Borgres (Juan Francisco). Teniente coronel.
jefe de la rebelión de diciembre de 1816 en
Santiago del Estero. Nacido en esta pro-
vincia. A su actividad y prestigio debióse la
pronta cooperación de Santiago del Estero
en favor de la revolución; ayudado de uno de
sus amigos (el padre del coronel Lugones),
principió a reclutar gente que vestía y equipa-
ba a su costa, apenas supo el objeto de la ex-
pedición libertadora que comandaba el coro-
nel Ocampo. Fué así como a la llegada de
BOR
- 87 -
BRA
éste a la ciudad de Santiago del Estero esta
provincia pudo presentarle un cuerpo de tres-
cientos setenta y cinco hombres perfectamen-
te organizados, que se incorporaron al ejérci-
to bajo el nombre de Patricios de Santiago del
Estero. Envuelto en la guerra civil, fué fusila-
do el 19 de enero de 1S17.
Boija (Francisco de). Obispo de Tucumán. Na-
tural de Bogotá. Fué promovido al obispado de
esta diócesis en 1665; pero no pudo consagrar-
se hasta seis años después. Hizo un gobierno
muy pacífico, y se granjeó la opinión de todos
sus subditos, eclesiásticos y seculares, por su
genio modesto, circunspecto, afable y liberal;
prosiguió con grande empeño la construcción
de la catedral, para lo que destinó una parte
de sus bienes. Pasó después (1679) a Trujillo,
de obispo. Falleció en esta ciudad, el 13 de
abril de 1689.
Boroa (Diego de). Misionero jesuíta; equivoca-
d amenté llamado Beroa. Nació en Trujillo,
en 1535. Ingresó desde muy joven en la Com-
pañía de Jesús (1605). Enviado al Paraguay
con otros misioneros, fué un celoso propagan-
dista de la fe católica, contribuyendo a la
prosperidad de las reducciones de San Ignacio
e [tapuá. Fué profesor del Colegio de la
.asunción, y posteriormente rector (1628). El
P. Boroa ha dejado varios escritos; falleció
en el Río de la Plata, en abril de 165S.
Bosch (Ventura). Médico. Nacido en Buenos
Aires, en julio de 1814. Se educó en esta capi-
tal y obtuvo a los veintiún años el diploma de
doctor en Medicina, otorgado gratuitamente
por sus altas clasificaciones en los exámenes;
poco después partió para Europa en viaje de
estudio, y a su regreso fundó dos hospicios
de alienados: El de San Buenaventura y el
Hospicio de Mujeres Dementes, en esta ca-
pital. Al mismo tiempo ejercía su profesión,
siendo reputado como médico distinguido e
ilustrado. Actuó en política con lucimiento,
como aiputado, en la Cámara de 1852; como
senador, dos años después, y en varios perío-
dos sucesivos; algún tiempo más tarde fué
electo municipal, y entró a desempeñar la pre-
sidenciade esa Corporación. Durante la guerra
del Paraguay pasó a Corrientes, donde formó
hospitales de sangre, prestando grandes servi-
cios, sin remuneración alguna. Formó parte
de diversas Comisiones públicas, falleciendo en
San Isidro, el 7 de febrero de 1871.
Brandien (Carlos Federico). Militar. Nació en
París, en 1785. Sirvió bajo las órdenes de Na-
poleón, asistiendo a las campañas de Italia y
de Alemania. A la caída del emperador se di-
rigió a América; era capitán de caballería y
estaba condecorado con la Legión de Honor y
la Corona de Hierro. Incorporado al ejército
argentino, en Granaderos a Caballo, concurrió
a Cancha Rayada y a la victoria de Malpú,
campaña del Sud de Chile, expedición al Perú,
a las acciones de Nazca, toma áuLima, Tora-
ta, Moquegua y Zepita. Fué benemérito de la
Orden del Sol y general de brigada del Perú.
Terminadas las campañas de la independencia
americana, regresó a Buenos Aires, y fué rein-
corporado como coronel de caballería. En tal
carácter, y al mando del regimiento número 1
decaballería de línea, murió heroicamente en la
batalla de Ituzaingó, cargando a sable los cua-
dros de la infantería enemiga. Casó en el
Perú con D.^ Rosa Jaúregui, de cuyo enlace
tuvo tres hijos: José Luis Benjamín Gerardo,
nacido en Lima, en 22 de mayo de 1822, y que
al fallecimiento del progenitor tomó, por soli-
citud de su señora madre, el nombre de Fede-
rico; Luisa y Trinidad, nacidas en Santiago de
Chile y fallecidas en Buenos Aires, respecti-
vamente, en 1829 y 1871. D. Federico de
Brandsen murió en Buenos Aires, el 17 de
octubre de 1871, desempeñando el cargo de te-
sorero de Aduana, y de él descendía la virtuo-
sa dama porteña Rosa de Brandsen, tan ama-
da en nuestra sociedad, esposa que fué del dis-
tinguido ciudadano D. Tomás Santa Coloma.
Brasil (guerra del). Texto de la declaración de
guerra del imperio del Brasil a la Repúbli-
ca Argentina: «Habiendo el Gobierno de las
Provincias Unidas del Río de la Plata prac-
ticado actos de hostilidad contra este impe-
rio, sin provocación y sin preceder declara-
ción expresa de guerra, prescindiendo de las
formas recibidas entre las naciones civilizadas,
conviene a la dignidad de la nación brasileña y
al orden que debe ocupar entre las potencias
que Yo, habiendo oído todo mi Consejo de Es-
tado, declare, como declaro, la guerra a las
provincias y su Gobierno: Por tanto, ordeno
que por mar y tierra se les hagan todas las
hostilidades posibles, autorizando el corso y
el armamento que quieran emprender mis sub-
ditos contra aquella nación; declarando que
todas las tomas y presas, cualquiera que sea su
calidad, pertenecerán completamente a los
aprehensores, sin deducción alguna en benefi-
BRA
BRO
cío del Erario público. Así lo tenga entendido
el Supremo Consejo Militar y lo haga publicar,
remitiendo éste por copia a las estaciones com-
petentes y fijándolo por edictos. Palacio de
Río de Janeiro, 10 de diciembre de 1825, 4.° de
la independencia y del imperio. (Con la firma de
S. M. I.) Vizconde de Santo Amaro». El 1 de
enero de 1826, el general LasHeras, gobernador
de Buenos Aires, encargado del Poder ejecuti-
vo nacional, la comunicaba al pueblo en los si-
guientes términos: »E1 Gobierno delaRepública
de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Ciudadanos: El emperador del Brasil ha dado
al mundo la última prueba de su injusticia y de
su política inmoral e inconsistente con la paz y
con la seguridad de sus vecinos. Después de
haber usurpado, de una manera la más vil e in-
fame que la Historia conoce, una parte princi-
pal de nuestro territorio; después de haber
cargado sobre nuestros inocentes compatriotas
el peso de una tiranía tanto más cruel cuanto
eran indignos y despreciables los instrumentos
de ella; después que los bravos orientales han
desmentido las imposturas en que pretendió
fundar su usurpación, no sólo resiste a todos
los medios de la razón, sino que a la modera-
ción de las reclamaciones contesta con el grito
de guerra, insulta e invade nuevamente, y, con
la furia de un tirano sin ley y sin medida, re-
une cuantos elementos puede arrancar de sus
infelices vasallos para traer la venganza, la
desolación y la muerte sobre nuestro territorio.
¡Ciudadanos!: Respondamos todos al grito de
guerra y de venganza. Sonó la hora. Desde
hoy no tendremos que responder al mundo de
los desastres de este medio funesto: caerán
todos sobre la cabeza de quien lo provoca.
¡Ciudadanos!: Desde hoy, todos sin excepción
somos soldados. Que los tiranos conozcan otra
vez cuál es la fuerza tremenda de un pueblo
libre cuando defiende su honor y sus derechos.
Si el emperador, en la embriaguez de su orgu-
llo, ha equivocado la moderación con la pusila-
nimidad, que se desengañe. Que los puebins
brasileros tengan en nosotros un ejemplo que
reanime su coraje para arrojar al monstruo que
los degrada y los consume, y que las repúblicas
aliadas vean siempre las banderas de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata flamear a la
vanguardia en la guerra de la libertad. Si al-
guno hay entre nosotros que no se conmueva
a este noble sentimiento, la execración caiga
sobre él y lo confunda. ¡Bravos que habéis dado
la independencia a nuestra patria, descolgad
vuestras espadas! Un rey nacido del otro lado
de los mares insulta nuestro reposo y amenaza
la gloria y el honor de nuestros hijos. ¡A las
armas, compatriotas, a las armasi.— Juan Gre-
gorio de las fieras.^
Bravard (Augusto). Paleontólogo. Nació en
Auvergne (Francia). Estudió para ingeniero
de Minas en la Escuela especial del ramo de
su departamento natal, y salió de e¡la para di-
rigir la explotación de unas minas de plomo,
recibiendo poco después el nombramiento de
ingeniero municipal de Clermond-Ferrand, ca-
beza del departamento de Puy-de-D6me. En
estos trabajos halló algunos fósiles, con los que
llegó a formar una importante colección geoló-
gica, especializándose en el estudio de la ar-
queología histórica, realizando después algu-
nos trabajos que publicó en la República Ar-
gentina, adonde se trasladó en 1853, anheloso
de encontrar ancho campo a sus investigacio-
nes. Hizo estudios arqueológicos en los alre-
dedores de Buenos Aires, Entre Ríos y Men-
doza, donde pensaba instalarse cuando fué co-
misionado para el estudio de unos terrenos
auríferos de la provincia de Córdoba. Se ha-
llaba en Mendoza, pronto a emprender viaje,
cuando tembló el pueblo, pereciendo en el es-
pantoso terremoto, el 20 de marzo de 1861.
Dejó varios trabajos científicos sobre forma-
ción geológica de los terrenos de varias pro-
vincias argentinas y un plano de un templo bi-
zantino proyectado para la ciudad de Paraná.
Bravard era un hombre inteligente y activo y
sumamente estudioso; prestó grandes servicios
científicos en esta república.
Briseño (Dionisio de Torres). Fundador del con-
vento de monjas Catalinas de Buenos Aires.
Nació en esta ciudad. Hizo sus estudios en la
Universidad de Charcas, donde se graduó de
doctor en Teología y recibió las sagradas ór-
denes. El Dr. Briseño era un sacerdote vir-
tuoso, muy estimado y querido en todas la.'?
clases sociales.
Brown (Guillermo). Marino. Natural de Irlanda.
Nació el 22 de junio de 1777, en Oxford. Sien-
do niño aún pasó a los Estados Unidos, donde,
habiendo quedado huérfano, abrazó la carrera
de la Marina, ingresando como grumete en un
buque de querrá de la escuadra de aquel país.
Pasó después de algún tiempo a comandar un
buque mercante con bandera inglesa, que fué
apresado por los franceses, en guerra con In-
BRO
89
BRU
glaterra; k>£;ró evadirse y volvió a comandar
un buque mercante, donde vino a Buenos Aires,
en 1809. Producida la revolución del año 10,
Brown se declaró partidario entusiasta, acep-
tando el comando de una escuadrilla patriota
con el grado de teniente coronel. Obtuvo en-
tonces, con pequeños barcos, un sinnúmero de
triunfos, alcnnzando después de un contras-
te una espléndida victoria en Martin Gar-
cía (1814); en el mismo año renovó sus proezas
frente a Montevideo, donde fué herido, y des-
truyendo los restos de la escuadra española
puso en derrota al enemigo, apresándole sus
buques y armamentos. Brown fué elevado a la
categoría de coronel. En 1815, después de ha-
ber destruido el poder marítimo español en el
Río de la Plata, el Gobierno dispuso mandarlo
al Peni, en cuyas costas se batió. Siguiendo su
crucero por las aguas del Pacífico, sufrió im-
ponderables percances, que lo obligaron a re-
gresar a Buenos Aires en 1817, donde vivió
retirado, hasta que en el año 1825, al declarar-
se la guerra del Brasil, el Gobierno le confió
el mando de la escuadra que condujo a la vic-
toria en los combates frente a Montevideo, en
Los Pasos, en Juncal, Quilmes y Martin Gar-
cía, siendo ascendido a almirante en recom-
pensa de estos triunfos. En 1828 desempeñó la
gobernación de la provincia, en carácter de de-
legado, y en 1841 vuelve a confiársele el mando
de una flotilla, con la cual derrotó a Coe y a
Garibaldi. Derrocado el tirano, prestó nuevos
servicios a su patria adoptiva, hasta el 3 de
marzo de 1857, en que ocurrió su fallecimiento.
Dice el Dr. Vicente López: «Don Guillermo
Brown tenía una figura de un conjunto varonil,
con detalles bien proporcionados. El pecho era
ancho y la musculatura consistente. La cabeza
y el rostro formaban un óvalo perfecto, con las
mejillas un poco pendientes y sueltas a los la-
dos de la boca. Su fisonomía tenía un aire in-
genuo y tranquilo; denotaba un carácter firme,
pero sin nada de estudiado que revelase en él
la conciencia o el recuerdo de las hazañas que
era capaz de realizar en cualquier momento.
Los que le habían visto en los combates, refe-
rían que asimismo templado y risueño se con-
servaba en lo más crudo del conflicto, y que su
emoción sólo se traslucía por un relámpago
fosfórico y vigilante de las miradas. Sus ojos
llamaban, en efecto, la atención: eran bastante
chicos, englobados en los tejidos blandos de
las cejas, y húmedos, como si nadaran en un lí-
quido cristalino, con reflejos de sangre pare-
cidos a los del tigre. Era, sin embargo, muy
humano con los vencidos y sencillo con sus
muchachos, como él llamaba a sus soldados.
Brown era tan bueno que recibía como premio
de sus hazañas aquello que el Gobierno podía
darle, sin mercantilizar ni medir la paga por la
dificultad o por el esfuerzo de sus servicios.
Prefería, en verdad, que ese premio fuese en
dinero si se podía; pero nunca fué exigente, y
mucho menos insaciable o torpe, como Co-
chrane. Con tal de que el Gobierno tuviese cui-
dado de suministrar víveres y vinos a su fami-
lia, y que le diera a buena cuenta alguno de los
buques que se tomara al enemigo, poco le im-
portaba de que sus sueldos anduviesen atrasa-
dos. Sus buenos amigos los porteños le ha-
bían de pagar toda la deuda uno u otro día, bas-
tándole al presente que lo venerasen. Con esto
él también los servía a cuenta y al fiado con el
más fiel cariño y con una bravura persistente.
Los compadritos eran sus hijos; tenía un placer
de artista en echarlos al abordaje de las naves
enemigas con cuchillo en mano, y decía que
nada igualaba el arrojo con que ellos se lanza-
ban ni la presteza de sus movimientos o la vi-
vacidad de la vista con que se defendían y ata-
caban al adversario.»
Bruix (Eustaquio) Militar. Hijo del célebre 'al-
mirante francés nacido en Francia a fines del
siglo xviii. Sirvió
en su patria en los
ejércitos de Napo-
león I, distinguién-
dose principalmen-
te en la campaña
de Rusia y en los
combates contra
los aliadlos. Di-
suelto el ejército
de Napoleón a con-
secuencia de Wa-
terloo, emigró poco
después a Améri-
ca, donde también
ilustró su nombre
tomando parte en
las campañas de la independencia sudameri-
cana. Se distinguió mucho en la batalla de Ju-
nin, siendo su división de granaderos de Bue-
nos Aires y un escuadrón de colombianos los
únicos que quedaron en formación después de
la carga formidable de caballería que trajeron
Eustaquio Bruix.
BUC
- 90
BUC
lo» realistas al ejército independiente, sirvien-
do así de apoyo a los dispersos para volver a
la pelea. En el mismo arlo (1S24) se halló en la
batalla de Ayacucho, donde se cubrió de glo-
ria, y en la rendición del Callao, el 23 de ene-
ro de 1S26.
BacarelU y Ursúa (Francisco de Paula). Po-
lítico. Dedicado a la carrera militar, ascendió
a brigadier general de los ejércitos realistas.
El 15 de agosto de 1766 fué nombrado gober-
nador del Río de la Plata en virtud de ser ene-
migo declarado de los jesuítas, pues el Gabi-
nete español había resuelto expulsarlos y vio
en él a la persona más apta para llevar a cabo
ese acto. Expulsados los jesuítas, que medio
siglo antes habían sido enviados a civilizar el
Nuevo Mundo, entre los cuales se hallaban el
célebre historiador P. Guevara, el médico doc-
tor Falkner y los célebres PP. Ennis, Caediell
y otros, sus bienes fueron confiscados. Cum-
plida esta comisión se retiró a España en 1770.
Buceo (combate naval). Guerra de la indepen-
dencia. Ganado por el almirants Brown a la
escuadra española frente a Montevideo, el 14
de mayo de 1814. Brown, al mando de siete
buques, sitiando a Montevideo, que estaba ocu-
pado por los españoles, teniendo éstos su es-
cuadra en el puerto, compuesta de 13 buques y
protegida por las baterías de tierra, consiguió
el almirante argentino, por medio de una hábil
estratagema, alejarla del puerto e iniciar el
ataque; pero como amainara el viento, ambas
escuadras cesaron el combate. Al día siguiente
se renovó el fuego y consiguió Brown derro-
tar a los realistas, tomándoles dos buques, mu-
chos prisioneros y armamentos. Brown fué he-
rido en una pierna durante lo más recio del
combate, y aunque abrumado por el dolor con-
tinuó al mando de su escuadrilla. En 1752 se
le llamó a este paraje Buceo, sitio en que se
libró el combate en 1814, porque en ese año
«bucearon' en aquellas costas buscando ex-
traer los caudales de un navio ido a pique, y
que los buzos lograron recuperar en parte.
Buchard o Bouchaed (Hipólito). Marino fran-
cés. Nacido por los años 1782 a 85, y ;ra su ca-
lidad social «distinguida', ateniéndose a la
afirmación de su hoja de servicios. En su ju-
ventud formó parte de la marina mercante y de
buques corsarios de su país. En 1809 llegó a
Buenos Aires, y en 1811 formó parte de la pri-
mera escuadra revolucionaria que comandó
Azopardo. Dos aflos después se alistó en Gra-
naderos a Caballo, precursor del regimiento
que organizó San Martín, como alférez, en 1812,
ascendiendo a te-
niente el 4 de julio
de ese año. El 22
del mismo su jefe
escribía de su puño
y letra en su hoja
de servicios, en el
sitio reservado a
«notas del coman-
dante», las siguien-
tes: Valor, no me
consta; aplicación,
mucha; conducta,
buena; capacidad,
regular; estado,so\- ^- "'P<^'"° ^''^^"'^■
tero il); pero poco más tarde, el 27 de febrero
de 1313, tenía que agregar redactando el parte
de su primera victoria en tierra americana:
«Una bandera que pongo en mano de V. E. y
la arrancó con la vida al abanderado el valien-
te oficial D. Hipólito Bouchard'>, lo que le va-
lió, como el más preciado premio, que la Asam-
blea nacional le expidiese el título de ciudada-
no argentino veinte días después de la hazaña.
En 1815 fué designado para mandar un buque
de guerra en la expedición en los mares del
Pacífico, batiéndose denodadamente en el Ca-
llao. Al año siguiente el Gobierno le extendió
los despachos de sargento mayor de Marina.
Declarado el corso oficial, se le confió el man-
do de La Argentina, la primera embarcación
que dio la vuelta al mundo (1817-1819) enarbo-
lando la bandera de mayo. Durante su crucero,
que duró dos años, libró un centenar de com-
bates, ejecutando con sus buques actos roman-
cescos. En 1S19 regresó a Chile y acompañó al
general San Martín en su expedición al Perú.
Más tarde formó parte de la marina de esta Re-
publica, la que, agradecida a sus eminentes ser-
vicios, le recompensó con una propiedad, bau-
tizando después con su nombre a una de sus na-
ves, en el año 1843.
(\) Casó en 1812, siendo capitán, con D.» Norberta Mer-
lo, autorizando el matrimonio el capellán del regimiento,
D. José Gabriel Pena, y apadrinándolo el segundo jefe don
Carlos de Alvear y su esposa, D.* María del Carmen Quin-
tanilla. En 1813 (16 de octubre) nació su hija Carmen, apa-
drinada por Alvear y su esposa, y el 17 de julio de I8I7,
días despulís de su partida al crucero alrededor del mun-
do, su hija Fermina, que llevó a la pila el Dr. Bchevarria.
El 15 de marzo de 1869 falleció en Montevideo la señora
de Merlo, viuda de Bouchard.
BUE - '■
Baeao« Aire*. Goleta annada en corso. Le
fué acordada patente, bajo el número 123, el '2Ü
de febrero de 1818. La solicitó D. Guillermo
Patricio Ford, norteamericano, ciudadano na-
turalizado, el 20 de enero de 1817. Esta goleta
era de 243 toneladas, diez cañones de a 18 y
cien hombres de tripulación. Comandante. Juan
Dieter; afianzó D. Juan Higinboham los 10.000
pesos de la ley, tenientes, Santiago Barter,
Eduardo Den, Juan N. Jones, Benone Johson
y Roberto Moodie.
Baenos Aires. Primera fundación. D. Pedro de
.Mendoza, primer adelantado del Río de la
Plata, fundó a Buenos Aires, el 2 de febrero
de 1536. El nombre de la ciudad de Buenos
Aires se atribuye, según algunas autoridades,
al capitán Sancho García, cuñado de Mendo-
za, que al pisar tierra exclamó: <;Qué buenos
aires son los de este suelo». Otros dicen que
fué Sancho del Campo El historiador doctor
D. Vicente F. López le da origen puramente
devoto; atribuye el nombre de la ciudad a un
sentimiento religioso de los marineros, por
pertenecer la mayor parte de ellos a una Co-
fradía de Hermandad establecida en Cádiz
bajo la advocación de Nuestra Señora la Vir-
gen María de los Buenos Aires, es decir, de los
buenos vientos La ciudad fué destruida por
los indios al poco tiempo, abandonándola los
españoles.
Segunda fundación. El capitán D. Juan de
Garay, al frente de algunos oficiales y sesenta
voluntarios, colocan, el 11 de junio de 1^0, la
piedra fundamental en la intersección de las
calles San Martin y Rivadavia, en la plaza de
Mayo.
Buenos Aires (puerto). Su historia está llena
de incidencias. Desde el primer día de su fun-
dación, Buenos Aires contó con un puerto. El
primitivo, a cuyo abrigo se puso la armada del
adelantado Mendoza, era un puerto natural, y
los expedicionarios lo bautizaron con el nom-
bre de «Riachuelo de los navios». Se hallaba
al pie de los primeros terrenos altos de la ban-
da occidental del Plata, que estaba próxima-
mente a inmediaciones del actual parque Leza-
ma. A este puerto de los navios afluían la
mayor parte de las embarcaciones que hacían
el come! cío de Buenos Aires, y muy pronto su
capacidad fué insuficiente. Cuando tal cosa se
comprobó, pensóse en construir un nuevo puer-
to; pero todo quedó en proyecto, hasta que en
1770 se pensó seriamente en formar 60 mue-
BUF.
lies y malecones para el abrigo de las embar-
caciones pequeñas que conducían provisiones
a la ciudad. Estos malecones se proyectó cons-
truirlos sobre la costa del río, en un lugar que
hoy estaría comprendido entre las calles
Cangallo y Córdoba. Pero este proyecto fué
suplantado un año más tarde por otro de! in-
geniero Rodríguez Cardoso, quien trazó los
planos para la construcción de un dique en lo
que es el bajo de la calle Corrientes. Este di-
que, según el autor del proyecto, tendría una
defensa armada con cañones de suficiente al-
cance para guardar las entradas del riachuelo
y de las balizas interiores. Como el anterior,
este proyecto no pasó de tal. En 1796 el Go-
bierno colonial se resolvió definitivamente a
hacer algo de lo que el puerto reclamaba y
construyó su primer muelle. Fué él de mam-
postería de ladrillo y de una extensión de 35
metros, pero sólo sirvió para el uso del arsenal
que se hallaba en Barracas. El comercio, como
es natural, siguió reclamando la obra, y el real
Consulado ordenó entonces la construcción de
uno de piedra, en una extensión de 720 metros,
en un lugar casi el mismo en que se proyectó
construir en 1770 los 60 muelles de que ya he-
mos hablado. La obra ordenada por el Consu-
lado comenzó en 1S02, y no se hallaba aún ter-
minada cuando el 5 de junio de 1805 fué total-
mente destruida por un fortisimo temporal. El
director de esta fracasada construcción, cuyo
costo estaba calculado en 2.462.014 pesos fuer-
tes, fué el célebre D. Pedro Cervino. En el
mismo año, 1805, se presentaron nuevos pro-
yectos, y entre ellos el del ingeniero Eusta-
quio Qiannini, que proyectó la apertura de un
canal desde el Riachuelo hasta las proximida-
des de la fortaleza, que, como se sabe, se ha-
llaba ubicada en lo que es hoy la Casa de Go-
bierno. Pero este proyecto, como todos los de-
más presentados, quedaron encarpetados. Du-
rante el inolvidable Ministerio de Rivadavia, el
Gobierno se resolvió ocuparse del asunto y
cont ató al efecto al ingeniero inglés míster
Bevans. Este señor llegó a Buenos Aires en
1823, y a los pocos meses de hallarse entre
nosotros formuló cuatro proyectos de puerto,
tres de ellos en lo que es hoy el dique núme-
ro 4 y iino de los bañados del riachuelo. De
los proyectos de Bevans, el Gobierno, por de-
creto de 13 de mayo de 18'23, aprobó el último
de los mencionados, es decir, el que debía
construirse en los bañados del riachuelo, en
BUE
un lugar que correspondía más o menos a lo
que es hoy la dársena Sud; pero este proyecto
nunca se llevó a la práctica. A partir de 1823,
y hasta 1842, nadie volvió a ocuparse de la
obra del puerto. Ese ailo (1842), por ley de 3
de agosto, se concedió privilegio a D. Manuel
García, por el término de quince años, para
la construcción de un malecón que debería
extenderse desde el riachuelo hasta el bajo de
las Catalinas; nada se hizo. En junio de 1852,
el Gobierno llamó a licitación para que se pre-
sentaran propuestas y proyectos, y a ese lla-
mamiento respondieron doce contratistas, que,
con excepción de los Sres. Wicker y Jonew,
querían construir un dique en balizas interio-
res. Todos proyectaban la construcción de
muelles salientes de la costa, algunos de los
cuales serían protegidos por rompeolas sóli-
dos, abiertos o flotantes. Todos estos proyec-
tos fueron rechazados. Un año después, el in-
geniero D. Carlos Pellegrini presentó un pro-
yecto propio que consistía en la construcción
de un muelle de madera en el bajo de las Cata-
linas (paseo de Julio y Viamonte), para servir
a la carga y descarga de lanchas, y cuatro
dársenas pequeñas a continuación, hacia el
Sud. Este proyecto, como los anteriores, fué
encarpetado. Según referencias del ingeniero
Huergo, de los numerosos proyectos presenta-
dos en los cinco años siguientes a 1855, sólo
fueron ejecutados el de la Aduana, próxima al
fuerte, y el muelle de pasajeros, que fué cons-
truido en el mismo sitio que ocupó el fracasa-
do de Cervino. Todas estas obras fueron diri-
gidas por el ingeniero D. Eduardo Taylor. El
Gobierno, por ley de 24 de agosto de 1853,
contrató en Inglaterra al ingeniero D. Juan
Coghlan a íin de que formulase proyectos para
la realización de varias obras públicas. Entre
estos figuraba el puerto, y el ingeniero Cogh-
lan lo proyectó mejorando el riachuelo, constru-
yendo tret diques en la playa de la ciudad y
formando una isla en el estuario del río, con
el fin de concentrar la masa de agua y con su
corriente arrastrar el fondo y obtener un canal
de acceso a los diques. El Sr. Coghlan, sin
embargo, se dio pronto cuenta de que su pro-
yecto de canal adolecía de defectos, y antes
de que se tratara, lo retiró. Y todo quedó en
la nada. Para suplir la falta de un puerto, el
Gobierno construyó un muelle de madera dura,
de unos doscientos cincuenta metros de longi-
tud. Esto fué en 1865. El Congreso entonces
- 92 - BUL
no se dio por satisfecho con esto e Incluyó en
la ley del 14 de octubre de 1868, por la que st
decretaron varias obras públicas, la definitiva
construcción del puerto de Buenos Aires. No
bien se sancionó esta ley, los Sres. .Madero,
Proudfoot y Compañía presentaron un proyec-
to de puerto que habían hecho preparar por
los ingenieros Bell y Miller, de Glasgow. El
proyecto fué aprobado y se iba a comenzar su
realización, cuando por un asunto de carácter
constitucional, los contratistas se vieron obli-
gados a retirar sus propuestas. Al proyecto de
Madero, etc., siguieron los de Bateman, Lind-
mark, Revy, Moore y Farham, que proyect*
la construcción de islas artificiales; Bolland y
Whittie, Huergo, que fué aceptado, hasta que
el 20 de julio de 1882 se presentó al Congres»
Nacional el comerciante D. Eduardo Madero
y propuso la anhelada construcción del puerto,
más o menos como se halla actualmente. Por
ley del 27 de octubre de 1882, el proyecto fué
aprobado y se ordenó su ejecución, en la que
podían invertirse hasta 20 millones de pesos
oro. Las obras del gran puerto actual, que fue-
ron empezadas el 1 de julio de 1887, han cos-
tado, no obstante su primitivo presupuesto, 50
millones de pesos oro. Actualmente este puer-
to se está ampliando con obras de ensanche, y
que lo colocarán entre los más importante»
del mundo.
Bueras (Santiago). Militar. Nacido en Chile, y
como guerrillero se batió con brillo en Cucha-
Cucha, el 21 de febrero de 1814. Fué un activo
propagandista de la revolución de su pafs, y on
1818 fué nombrado agente secreto del gener
San Martín en Chile, comisión en que pre.^t
meritorios servicios. Se halló en la batalla de
Maipú como comandante del escuadrón del re-
gimiento de la escolta directorial, confiándo-
sele el mando de toda la caballería del ala iz-
quierda, muriendo de un balazo al llevar una
carga a fondo los lanceros del Rey (5 de abril
de 1818).
Bulnes (Eduardo Pérez). Signatario del acta á
la independencia Diputado por. Córdoba
Congreso de Tucumán (1816). En el Congrc-
Constituyente de 1826 volvió a representar a
provincia, y en tal carácter firmó el Manifies:
que dirigiera esa Asamblea a los pueblos de
república el 24 de diciembre de 1828. Fallec
en Córdoba, ciudad de su nacimiento.
Bulnes (Juan Pablo). Natural de Córdoba. Her
mano del anterior. Se rebeló contra las auto-
BUQ
ridades de la nación; pero derrotado por Fran-
cisco Say6s en los Bajos de Santa Ana, y to
niado prisionero, fué remitido a Buenos Aires,
en donde fué juzgado, condenado y ejecutado.
Buques de registro. Se les llamaba a aque-
llas embarcaciones que. con autorización real,
saltan de Espafla y de América conduciendo
mercaderías para negociarlas en América, y
frutos de América a España. Se les llamaba de
registro por el asiento de esa licencia y de sus
condiciones, que quedaba registrado en los li-
bros de la Casa de Contratación.
Burela (Luis). Militar. Natural de la provincia
de Salta. Era propietario de una vasta exten-
sión de tierras en el departamento de Chicoa-
na, en la época de la guerra de la independen-
cia. Un domingo, a la salida de misa, proclamó
a sus paisanos, que, exasperados, lo siguieron,
pues eran víctimas de las tropelías de los rea-
listas. Desde entonces se puso a las órdenes
de Quemes y abrazó la carrera de las armas,
en la que prestó grandes servicios a la causa
patriótica, militando en las guerrillas del gran
caudillo salteflo. Siendo teniente atacó y de-
rrotó a los españoles en Garona, el 12 de ju-
nio de 1814, y posteriormente ascendió hasta
teniente coronel. En abril de 1817, cuando la
invasión del general La Serna a Salta, coman-
dó una división del ejército patriota, hostigan-
do a los españoles durante dos días sin cesar;
llevóles una carga en el punto llamado Casa de
Gauna, que produjo gran confusión en las filas
enemigas, ataque que repitieron los guerrille-
ros un sinnúmero de veces, hasta la evacuación
del ejército de las provincias de Salta y de Ju-
juy. El general Belgrano propuso al Gobierno
premiar al comandante Burela por sus eminen-
tes servicios, y éste le acordó una medalla de
plata con brazos
de oro.
Bunaeister (Ger-
mán). Doctor.
Eminente sabio,
nacido en 1307,
que llegó a la Re-
pública Argenti-
na en 1858. Había
ya publicado tra-
bajos importan-
tes, como el Ma-
nual de Entomo-
logía y la fflsto-
ria de ía Crea- D. Germán Burmeister.
93 - BUS
don, y era profesor de Zoología en la Uni-
versidad de Halle. Recorre el país durante
cuatro años y publica los resultados de su
viaje bHJo el titulo Reise durch dle La Plata-
Staaten (1861). El Dr. Burmeistei es nom-
brado director del Museo de Buenos Aires
en 1862 y despliega en ese puesto las más
grandes actividades científicas durante treinta
años, hasta su fallecimiento, en 1892. Se con-
sagra especialmente a la Paleontología y a la
Entomología, dejando cuatro volúmenes y un
atlas de la Description phijsique de la Républi-
ijuc. Argentine y más de doscientos trabajos,
cuya indicación puede leerse en el tomo IV
(págs. 325-357) de los Anales del Museo Nacio-
nal, fundados por él y cuyos tres primeros to-
mos están casi exclusivamente ocupados por
sus estudios. Poco tiempo después de la llega-
da de Burmeister, la Universidad de Buenos
Aires hace venir como profesor de Historia
Natural (1865) al Dr. Pellegrino Strobel, que
ocupaba una cátedra en la Universidad de
Parma. Stróbel permaneció en el país hasta
1867, haciendo algunos estudios zoológicos,
cuya lista puede verse en la Revista déla Uni-
versidad de Buenos Aires, t, VII, págs. 32-33.
Buschiazzo ijuan A.). Ingeniero italiano. Na-
cido en 1846. Muy niño llegó a nuestro país,
donde cursó sus
estudios, des-
arrolló sus acti-
vidades y formó
un hogar lleno de
prestigios. Fué el
fundador de la
Sociedad de Ar-
quitectos; miem-
bro de la Socie-
dad Científica; de
Ingenieros; de la
Sociedad Artísti-
coarqueológica
de Barcelona; de
Arquitectos Inge-
nieros de Roma, etc. Su nombre está vinculado
definitivamente al progreso de la capital. Son
obras suyas: el templo de la Piedad y el de Bel-
grano, que erigió con los Sres. Canale; tam-
bién fueron por él proyectadas el parque de
Saavedra, la Municipalidad de Belgrano, la
avenida Norte a Sud, nunca construida, por
causas diversas, y más tarde, los palacios de
Alvear, Unzué, Ocampo, Legarreta; la iglesia
D. Juan A. Buschiazzo.
BUS
- &4 -
BUS
del Carmen, el Hospital italiano, el del Mar del
Plata, el de San Martín, en Paraná, y el de
Centenario, en Gualeguaychü. En la Munici-
palidad, donde acompañó a D. Torcuato Al-
vear como director de Obras públicas, dirigió
numerosas obras, y fué en esa administración
que se echaron los cimientos de hospitales,
parques, asilos, etc., y finalmente fué tam-
bién entonces que se impuso el proyecto de
apertura de la Avenida de Mayo. Fué un hom-
bre muy caritativo. Falleció en Buenos Aires
el 13 de mayo de 1917.
Bastamante ijosé Luis). Periodista. Natural
de Buenos Aires. Fué diputado al Congreso
del aflo25. Redactó a fines de 1831, en unión
con D José Barros Pazos y D. Francisco
C. Belánstegui, el periódico Cometa Argenti-
no, que sólo apareció breve tiempo, porque
Rosas mandó cesar su publicación. En 1S33,
fundó otro periódico, El Defensor de los Dere-
chos del Pueblo, el que después de salir algu-
nos números fué reemplazado por el Iris, que
se publicó desde mayo a agosto del mismo año.
Emigró del país por causa de la tiranía de Ro-
sas Afiliado al partido unitario, permaneció
en Montevideo durante el largo asedio de la
plaza. Sirvió de secretario al general Rivera-
y fué también miembro de una Junta de nota-
bles de que se aconsejaba el Gobierno. La
victoria de Caseros le permitió a Bustamante
volver a Buenos Aires. Por ese tiempo il852)
se fundó El Progreso, diario cuya redacción
estaba a car 50 de los Sres Bustamante, Al-
vear y Huergo, respondiendo a las ideas políti-
cas del Gobierno y déla nueva situación. Bus-
tamante es merecedor del recuerdo histórico
no solamente por sus escritos en la Prensa,
sino porque ha dejado otros de distinto géne-
ro y de una utilidad reconocida. Hallándose en
Montevideo, en 1840, publicó un folleto titula-
do El bloqueo francés en los puertos de la Re-
pública Oriental donde domina el general
Oribe; y algunos años después, en 1849, otro
que lleva por título: Los errores de la ínter'
vención anglofranccsa en el Río de la Plata.
Otros trabajos: una biografía del general don
Manuel G. Pinto; Memorias sobre la revolu-
ción del 11 de septiembre de 1852; Bosquejo de
la historia civil y política de Buenos Aires,
un volumen, y Ensayo histórico de la defensa
de Buenos Aires contra la rebelión del coro-
nel D. Hilario Lagos, apoyado y sostenido
por el general D. Justo José de Urquiza. Fa-
D. Teodoro Sánchez
de Bustamante.
lleció repentinamente, en Montevideo, el 5 de
enero de 1857.
Bustamante (Teodoro Sánchez de). Signa-
tario del acta de la independencia. Nació en
Jujuy,el 10 de no-
viembre de 1778.
Estudió en el Co-
legio de San Car-
los y en la Uni-
versidad de Char-
cas, donde se
graduó de doctor
en 1798. Fiscal de
la Real Audien-
cia de Charcas,
asesor del Cabil-
do y justicia de
Jujuy. En 1810
fué fiscal de la
Audiencia de Buenos Aires, cargo que aban-
donó poco después. Auditor y secretario de
los generales Belgrano y Rondeau. Diputado
al Congreso de Tucumán en 1816, que declaró
la independencia, por su provine a natal. .Mi-
nistro de Gobierno de Salta durante la admi-
nistración de Arenales, de quien más tarde fué
su delegado en el Gobierno. Por breve tiempo
fué gobernador de Jujuy. Por las luchas civi-
les tuvo que emigrar a Bolivia. Era el doctor
Bustamante un sincero patriota. Falleció en
Santa Cruz de la Sierra, en 1851, a los ochen-
ta y tres años de edad.
Bastillo (José María). Nació en Buenos Aire*,
el 18 de octubre de 1816. e ingresó en el
ejército en 1840.
Emigró en este año
al Estado Oriental,
junto con el gene-
ral Paz y otros. Se
halló en la campa-
ña y batalla de
Caa-Guazú, el 28
de noviembre de
1841, con el grado
de ayudante ma-
yor, siendo herido.
Actuómás tarde en
la toma de la ciu-
dad del Paraná, in-
corporado a la
compañía de granaderos a las órdenes d: .
general Martínez; hizo las campañas de Ei
tre Ríos y Corrientes. El 3 de enero de 1844
D José M.* Bustlllo.
BUS
- 95 —
BUS
fué ascendido a mayor, y un aflo más tarde
se le confería el grado de teniente coronel.
Se halló en los combates del Buceo, las ba-
tallas del Cerro y paso del Pantanoso, etc.
En todos estos importantes hechos de armas
se distinguió por su arrojo. Producido el movi-
miento de 1846 en Corrientes, dejó el servicio
en Montevideo y se incorporó a la expedición
que marcharía de nuevo, a las órdenes del ge-
neral Paz, a formar parte del ejército liberta-
dor. Fracasadas las tentativas del general Paz,
el comandante Bustillo regresó a la capital
uruguaya. Cuando se produjo la sublevación
de 1852 en Buenos Aires regresó a esta capi-
tal, y tomó parte en ese movimiento y en el si-
tio del año siguiente, como simple soldado, re-
conociéndosele más tarde en su grado de te-
niente coronel de infantería y se le dio el
mando del 1° batallón de la Guardia Nacional.
En 24 de febrero de 1853 se le extendieron los
despachos de teniente coronel efectivo de in-
fantería de linea, y en marzo del mismo aflo el
grado de coronel. En este grado actuó en la
toma y defensa de la Quinta de Horne, con dos
ataques al puente de Barracas, bajo las órde-
nes del general Pacheco, y levantado el sitio
continuó al mando del 2.° de guardias nacio-
nales. Se halló en Cepeda, Pavón, etc. Duran-
te la guerra del Paraguay tomó parte en las
acciones del 2 de mayo, Paso déla Patria, Tu-
yuti, Curupayti, Estero, Bellaco y otros hechos
de armas, por los que recibió la medalla de
oro correspondiente a sus campañas, la del
Gobierno de Buenos Aires y la del Gobierno
del Brasil, cordones de Oro de Tuyutí y escudo
de Oro de Curupayti. De regreso del Paraguay
fué nombrado por el presidente Sarmiento ca-
pitán general de puertos, desempeñando ese
cargo y el de presidente de la Junta de Sani-
dad hasta el año 1874, que fué nombrado co-
mandante militar de la isla de Martín García.
Elevado a la jerarquía de general de brigada
en 1879, fué designado un año más tarde co-
misionado nacional en la campaña de Buenos
Aires, y posteriormente interventor nacional
en la provincia, cuyo gobierno asumió hasta
el 11 de octubre de 1880. Fué también dipu-
tado en Buenos Aires, presidente de importan-
tes Comisiones, jefe interino del Estado Mayor
del ejército, inspector de infantería, diputado
nacional por la capital de 1885 a 18S0, y, por
último, vocal de la Junta Superior de Guerra.
.Muríó en 1910.
Bustos (Juan Bautista). Militar. Nacido en Cór-
doba. Figuró como oficial, pero en primera lí-
nea entre los defensores de la ciudad, cuando
la segunda invasión inglesa. Había venido, en
clase de capitán de Milicias, en el contingente
con que la provincia de su nacimiento contri-
buyó a resistir y rechazar la invasión. Una
fuerte columna, al mando del coronel Elfo, ha-
bía abandonado el punto que defendía para sa-
lir en busca del enemigo ; pero rápidamente
atacada por la fuerza del teniente coronel
Burne, la obligó a retroceder, tomándole dos
cañones, y sus pérdidas hubieran sido mayores
a no ser el nutrido fuego de un piquete apos-
tado en una azotea inmediata, y dirigido por el
oficial Bustos. Pero le estaba aún reservado
un episodio más interesante. Acosados los in-
vasores por los fuegos de la fortaleza, empe-
zaban a desocupar las casas de la Alameda, en
una de las cuales estaban guarecidos más de
doscientos soldados ingleses del 88 de infante-
ría. Bustos, con su gente (18 hombres), los
hostilizaba con encarnizamiento, hasta el extre-
mo de obligarlos a dispersarse en la mayor con-
fusión. Ordena en esas circunstancias el de-
rrumbe de los techos y muros, operación que
sorprendió a los enemigos, poniéndolos en la
dura necesidad de rendirse; así lo hicie-
ron 200 soldados, 13 oficiales y su jefe. Esa
conducta bizarra y hábil le valió las simpatías
de sus superiores y la confirmación de su em-
pleo de capitán de línea. Desde entonces
Bustos permaneció en la ciudad de Buenos
Aires. Fué partidario de la revolución de mayo
y de los agitadores subalternos en los prime-
ros días. Animado de esos patrióticos senti-
mientos, ocupó un puesto de honor en los ejér-
citos que la junta formara para iniciar las ope-
raciones de guerra Militó principalmente en
los ejércitos destinados a expedicionar al Alto
Perú, participando de los triunfos alcanzados
por los ejércitos independientes del mando de
Belgrano, Rondeau, o de los contrastes que al-
gunas veces experimentaron sus armas. En no"
viembre del año 15 salió de Buenos Aires una
columna de más de mil hombres a incorporarse
al ejército de Rondeau, que corría riesgo de
ser atacado y derrotado por los realistas, como
desgraciadamente sucedió en Sipe-Sioe. Esa
columna, mandada por los coroneles French y
Bustos, llegó a Tucumán a marchas forzadas.
BUS
BUS
y en Humahuaca se reunió a los dispersos res-
tos del ejército. Reemplazado Rondeau por
Belgrano, empezó por la reorganización del
ejército; Bustos, en su rango de coronel, man-
daba el número 2 de infantería. Era uno de los
oficiales de crédito en el ejército, a quien se
honraba con el desempeño de comisiones de
importancia. Así, cuando estalló en Santiago
del Estero la sublevación, a cuyo frente se ha-
bía puesto D. Juan F. Borges, Bustos, por
orden del general Belgrano, se desprendió del
ejército con una pequeña fuerza de las tres
armas, y venció. Un año después marchó a ocu-
par militarmente la ciudad de Córdoba, lle-
vando consigo 300 hombres, a fin de estar en
observación de los sucesos del litoral, teatro
permanente de montoneros, que empezaba a
inquietar al Gobierno y a ocupar los ejércitos
destinados a cimentar la obra de la indepen-
dencia americana. Dice el general Mitre:
íiComo desde esta época empezó a figurar en
la escena en que debía hacerse tristemente cé-
lebre el coronel D. Juan B. Bustos, se hace
necesario detenernos a estudiar este tipo bas-
tardo, que a la cabeza de las tropas disciplina-
das de la República traicionó la causa del or-
den y pactó con la anarquía, bien que sin man-
comunarse del todo con ella y aceptando una
política singular, que inauguró una nueva es-
cuela de caudillaje y entregó las provincias del
interior a la arbitrariedad de mandones irres-
ponsables. Asi fué como fundó más tarde, en
complicidad con los hombres sin principios de
las ciudades cultas, otro tipo de gobierno per-
sonal, con cierta apariencia de legalidad, con el
provincialismo estrecho por bandera y el mi-
litarismo en sustitución de las campañas insu-
rreccionadas. Bustos era el hombre indicado
para acaudillar este movimiento bastardo.
Siendo una completa nulidad como militar, era
valiente y tenía autoridad moral en el ejército
de línea. Aunque de muy limitados alcances,
no carecía de astucia para gobernarse en los
negocios de la vida práctica, y tenía talento
para la intriga. Desprovisto de resorte y ele-
vación moral, su fuerza era la de la inercia y
su móvil un egoísmo frío y taimado, que le in-
fundía ambiciones estrechas, sin predileccio-
nes políticas y sin amor y sin odio por todo
aquello que no afectase sus apetitos inmedia-
tos. En su calidad de cordobés, era el hombre
de acción de los intransigentes de la docta ciu-
dad, que desde luego empezaron a halagar
sus malos instintos. La influencia de esta
atmósfera enervante debía ser funesta a su
pobre cabeza, en el estado de agitación y de
desmoralización en que se encontraba Cór-
doba.»
Complicándose cada día más la situación in-
terna del país por la guerra civil de las pro-
vincias del litoral contra la capital, el ejército
de Belgrano dejó a Tucumán para penetrar en
Córdoba y aproximarse a la frontera de Santa
Fe. Bustos, con una fuerza de trescientos
hombres, se puso en movimiento y llegó al
Fraile Muerto, donde le atacó López con sus
montoneros; aquél pudo reponerse de la sor-
presa de un ataque no esperado, y si no que-
dó derrotado el enemigo, consiguió al menos
arrebatarle sus caballadas y ganados. Refor-
zada la fuerza de Bustos con los escuadrones
de Paz y de Lamadrid, pudo rechazar con más
vigor en la Herradura el altanero empuje de
las fuerzas santafecinas. Por estos hechos de
armas, de escasa importancia material, pero de
trascendencia moral, por cuanto quedaba de-
mostrada la impotencia de los montoneros con-
tra el ejército de línea, el Gobierno ascendió
a Bustos a coronel mayor, y al volver al ejér-
cito entró a desempeñar las funciones de jefe
del Estado Mayor general; pero la ambición
de Bustos no estaba satisfecha; él se había
puesto de acuerdo, de tiempo atrás, con los
hombres políticos de Córdoba, y aspiraba a ha-
cerse el arbitro de los destinos de esta pro-
vincia, empresa para la cual le era necesario
el apoyo material del ejército, donde, como se
ha dicho antes, tenía influencia y ejercía auto-
ridad moral. Para llevar a cabo el plan suge-
rido por su ambición de mando político, de
acuerdo con el partido cordobés, ganó proséli-
tos en el ejército dispuestos a secundar sus
miras, con tanta mayor facilidad, cuant» que la
moral y disciplina de ese ejército estaba que-
brantada por los influjos dañinos de las luchas
civiles y por las intrigas de las pretensiones
personales. Contribuyó Bustos a la subleva-
ción de Arequito, hecho que fué de inmensa
trascendencia para los destinos de la Repúbli-
ca, precipitándola en la anarquía y afirmando
la causa de la barbarie. Fué nombrado gober-
nador de Córdoba. Sin embargo. Bustos con-
tinuó sirviendo los intereses nacionales, y en
su correspondencia con San Martín y GUemes
no dejaba de expresar el empeño con que mi-
raba la guerra por la independencia y sus pro-
ñus
97
BYN
pi>sito9 de contribuir a ella por ios medios de
que en su posición de gobernante podía dispo-
ner. Sin embargo, no cumplió del todo con sus
compromisos, pues conservó en Córdoba la
mayor parte del ejército, en sostén de su po-
der, asi como no se desprendió del poderoso
parque que guardaba. Libró combate con Ca-
rrera en el punto denominado Chajá, y fué de-
rrotado, y en las Junas sufrió casi una nueva
derrota. Bustos volvió a Córdoba, y termina-
do su período, fué de nuevo gobernador. A
partir de esta época, el gobierno de Bustos se
hizo cada día más personal y arbitrario, acu-
sándole, con sobrada razón, sus enemigos de
haber destruido todo sistema legal y apoyán-
dose exclusivamente en las bayonetas de sus
tropas. Después de la revolución del 1 de di-
ciembre lie 1828. el general Paz, con una fuer-
za de 1 .000 hombres, más o menos, derrotó a
Bustos frente al arroyo de San Roque, quien
huyó hasta la Rioja, donde buscó la protección
de Quiroga. Sirviendo a las órdenes de éste
asistió a la batalla de la Tablada. Se dirigió
después a Santa Fe, donde fué bien acogido y
considerado por el gobernador, D. Estanislao
López. Murió a principios de 1831.
Bustos (.Manuel Vicente). Elevado al gobierno
de La Rioja mediante una revolución. Fué la
única época (1855) ésta en que La Rioja reco-
brara su dignidad, imponiéndose Bustos a los
caudillos. Era descendiente del último delega-
do de la Real Hacienda de la época colonial, y
uno de los trece gobernadores que firmaron el
pacto de San Nicolás de los Arroyos. Bustos
sufrió muchas de aquellas invasiones acostum-
bradas por los comandantes de campaña para
cambiar gobernadores. En una de esas ocasio-
nes. Bustos fué sorprendido por el ex gober-
nador Mota, quien no le dio tiempo más que
para vestirse en medio de la noche, em-
puñar su espada y salir a la calle con su
asistente, y un tambor que tocaba genera-
la. Cuatro horas más tarde, los invasores
eran fusilados uno a uno, inclusive Mota
y todos los oficiales que le acompañaban.
En una ocasión, el comandante de Chileci-
to se subleva, y se pone en marcha para la
ciudad. Bustos reúne su escolta, y ganando
horas da sobre la fuerza sublevaba, la disper-
sa, toma al cabecilla, lo fusila y vuelve a La
Rioja, habiendo empleado en toda esta opera-
ción cuatro o seis días, en una distancia de
más de cuarenta leguas. Desde entonces La
Rioja no fué ya la provincia de los caudillos,
hasta la época de las nu£vas montoneras de
Várela y secuaces, cuyo reinado empezó má.«;
tarde. Bustos hizo respetar la provincia de su
nacimiento y el principio de autoridad, y go-
bernó seis años hasta después de la caída de
Rosas, sin que tuviera que sentir la más pe-
queña revuelta. Fué también el primer gober-
nador que entregara el mando a la Legislatura
provincial después de haberse jurado la Cons-
titución nacional. Nuevamente gobernador el
17 de abril de 1857, siendo su ministro general
D. Ramón Gil Navarro. Dio un impulso grande
al progreso y bienestar general. Estableció
varios reglamentos de ju.sticia y policía; regu-
larizó el cobro de las rentas; estableció escue-
las etc., etc.: en una palabra, Bustos fué un
buen gobernante.
Bynón (Santiago Jorge) Marino. Nació en la
ciudad de Swansea (Inglaterra), en noviembre
de 1798. Desde los diez y siete años recorrió
los mares de China, Indostán y Japón, hasta
1815, año en que, relacionado con lord Cochra-
ne, se decidió a emigrar a Sud-América para
luchar por su independencia, dirigiéndose a
Chile, en cuya escuadra tomó servicio en 1818,
en clase de guardia marina. En 1819 hizo la fa-
mosa campaña del Pacifico, combatiendo con-
tra la fortaleza del Callao en dos ocasiones.
Poco después pasó a Guayaquil, donde apresó
una fragata española. Terminada esta campa-
ña, regresó, volviendo a emprender la del Sur
de Chile, batiéndose heroicamente en el ataque
de la fortaleza de Valdivia. Luego hizo la cam-
paña de Arauco, siendo ascendido a teniente
en 1821, y realizó más tarde un penoso cruce-
ro, al fin del cual obtuvo un ascenso. En 1826,
al mando de la corbeta Cltacabuco, tomó par-
te en las campañas navales entre la Argén
tina y el Brasil, llegando a ser el segundo jefe
de la primera, inmortalizándose en el combate
de Patagones, el 7 de marzo de 1827, y en otros
encuentros. Terminada la guerra, Bynón per-
maneció en Buenos Aires hasta 1835, dirigién-
dose posteriormente a Chile, donde desempe-
ñó elevados cargos, entre ellos el de viceal-
mirante. Falleció en SantiagodeChile,en 1833.
Dic HisT. BioQR.
c
Caajraazú (batalla). Ganada por el general don
José María Paz al de igual grado D Pascual
Echagfle, que había invadido la provincia de
Corrientes, donde Paz tenía un ejército de co-
rrentinos, el 29 de noviembre de 1S41. Se en-
contraron los ejércitos en Caaguasú, dispu-
tándose la victoria en una sangrienta batalla,
obteniendo un espléndido triunfo Paz. El ene-
migo dejó en el campo de batalla 900 muertos,
1 .000 prisioneros, toda la artillería, armamen-
tos y municiones. Esta batalla, de las más en-
carnizadas que se han librado, se cita siempre
como modelo de táctica por la habilidad que
demostró el general Paz. Caaguasú significa
<hierba grande».
Caballero (Pedro Juan). Miembro de la Junta
gubernativa del Paraguay (año 11). Después
de la retirada del general Belgrano de esta
provincia, mediante los arreglos de paz cele,
brados con el jefe de las fuerzas enemigas, don
Manuel A. Cabanas, las ideas que se propaga,
ron sobre las miras y tendencias de la revolu-
ción de mayo sacaron a los paraguayos de su
inercia, produciendo éstos el movimiento polí-
tico que derribó al gobernador español Velas-
co (14 mayo de 1811). El capitán Caballero
uno de los oficiales que habían entrado en las
ideas de Belgrano, púsose de acuerdo con el
Dr. D. Pedro Somellera, y, obrando bajo su
inspiración y consejo, fué el brazo de la insu-
rrección, siendo nombrado en seguida, por la
Asamblea que se convocó, miembro de la Junta
de Gobierno. Viene al Poder el Dr. Francia, y
para evitar su sombría tiranía hubo de estallar
una revolución; pero descubierta, sus autores
y cómplices fueron presos. Caballero, para li-
brarse de la infamante pena de azotes, que, a
fin de arrancar confesiones, precedía al cadal-
so, puso término a su vida en la prisión misma,
no sin escribir antes en las paredes estas pala-
bras, dignas de un espíritu fuerte y elevado:
«Yo sé que ofendo a Dios y a los hombres;
pero mi sangre no ha de servir de pasto al tira-
no de mi patria.»
Cabello y Mesa (Francisco Antonio). Español.
Militar y publicista. Fundador y redactor del
primer periódico publicado en Buenos Aires,
en 1801 . Antes c^e publicar en esta ciudad el
Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económi-
co e Historiógrafo del Rio de la Plata, había
dado a luz en Lima la primera publicación pe-
riódica de Sud-América, con el título de Diario
Curioso, Erudito, Económico y Comercial, que
empezó el 1 de octubre de 1790 y terminó dos
años después. Contribuyó, según parece, a la
fundación del Mercurio Peruano, redactado por
escritores distinguidos. Respecto a la índole,
importancia y mérito del Telégrafo Mercantil,
que apareció el 1 de abril de 1801 y cesó, por
resolución gubernativa, el 15 de octubre de
1802, y cuya colección forma cuatro tomos en
cuarto, dice el Dr. Gutiérrez: «Esta publica-
ción periódica tenía por objeto, según la decla-
ración de su editor, adelantar las ciencias y las
artes, fundar una escuela filosófica que deste-
rrase las formas bárbaras del escolasticismo,
extender los conocimientos de los agricultores
e informar a los lectores de todos los progre-
sos y descubrimientos nuevos en la Historia,
las antigüedades, la literatura y los demás co-
nocimientos humanos. El editor de este perió-
dico contrajo, sin embargo, un compromiso su-
perior a sus fuerzas. Propúsose realizar en
Buenos Aires el pensamiento concebido por los
redactores del Mercurio Peruano sin poseer
las luces, la seriedad de carácter y l:js calida-
CAB
- 99 -
CAB
des literaria* que Jistinguicron a Unanue, a Ba-
quijano y a otros sabios de aquella parte de
América, fundadores y sostenedores, de tan
afamada publicación periódica. Don Francisco
A. Cabello, natural de España, filósofo indife-
rente, primer escritor periódico de Buenos
Aires y de Lima y abogado de ios Reales Con-
sejos, como él mismo se titulaba, fácil en pro-
meter y diestro en sacar partido personal del
trabajo y patriotismo ajenos. En su periódico
se nota una completa falta de método. Las ma-
terias, hacinadas unas sobre otras, reducen al
Telégrafo a un verdadero cajón de sastre, en
quü se encuentran con dificultad los retazos de
buena tela, que, por otra parte, abundan en
sus páginas dislocadas. Los peores artículos
del Telégrafo son aquellos que pertenecen al
caletre de Narciso Fellocio Cantón, anagrama
perfecto del nombre y apellido del primer es-
critor periódico. Su cuerda favorita era la le-
trilla festiva, de la cual se valía para censurar,
con escasa delicadeza y más escasa sal ática,
las costumbres de los habitantes de Buenos
Aires. A pesar de la incompetencia del editor
y de los grandes defectos da que se resiente el
Telégrafo, es preciso confesar que su apari-
ción señala una época de progreso y que, des-
pertando la curiosidad por la lectura y la am-
bición natural de producir para la Prensa, dio
un impulso visible a los espíritus y a las ideas.
En sus páginas aparecieron por primera vez la
oda de Labarden al río Paraná, fábulas de Az-
cuénaga v composiciones de Prego, de Oliver
y de Medr^o, que no son despreciables y hon-
ran, por ei^ontrario, los primeros ensayos de
la musa patria. Allí se encuentran también la
descripción (Je algunas ciudades argentinas y
de varias provincias de su territorio; diversos
trabajos deJ naturalista Haenke; las primeras
observaciones meteorológicas que se hayan
dado a lur en Buenos Aires, e importantes y
curiosos datos aislados acerca de las prácticas
comerciales y del precio de los objetos de pro-
ducción y de consumo de toda la extensión de
virreinato. Esta masa de materias, aunque re-
unidas sin discernimiento, hace que la colección
de páginas impresas en que se encuentran se
considere como una preciosidad digna de bus-
carse y de conservarse por los aficionados a
estudios nacionales retrospectivos.» El Telé-
grafo cesó de publicarse por resolución guber-
nativa, el 15 de octubre de 1802. Durante la
primera invasión inglesa de 1806 fué procesa-
do por las autoridades españolas del virreinato
por haber aceptado un empleo civil durante la
dominación inglesa en Buenos Aires. Fué con-
ducido preso a España, pero pronto recobró su
libertad. Actuando activamente en política, fué
fusilado en Sevilla.
Cabezón (José León). Educacionista. Nacido en
Logroño (España) y llegado al país, se estable-
ció en la provincia de Salta, donde fundó va-
rios colegios. Cabezón ha sido un educacio-
nista digno de recuerdo por su contracción y
amor a la enseñanza, como también por sus
virtudes. Decidióse desde un principio por la
causa de la independencia americana, lo que
le valió ser perseguido por las autoridades es-
pañolas, tomando más tarde carta de ciudada-
nía argentina. Durante treinta años desempe-
ñó el magisterio en Salta, y en junio de 1817
fué llamado a Buenos Aires para dictar la cá-
tedra de latín en el Colegio del Estado, a cuyo
frente permaneció dos años; volvió a Salta,
cansado del carácter inquieto de la juven-
tud porteña. Continuó en Salta su misión has-
ta 1828, en que pasó a Santiago de Chile, donde
fundó un colegio. Murió a los ochenta y cuatro
años, dejando una larga descendencia, también
notable por su consagración al magisterio y
por su filantropía.
Cabezón (Dámasa, Manuela y María Josefa).
Hijas del anterior. Educacionistas. Nacidas en
1792, 1805 y 1807, respectivamente. Todas tres
heredaron las virtudes de su noble padre. Que-
ridas lo fueron de sus alumnas y apreciadas de
las madres de familia por el carácter afable y
bondadoso que las ornaba.
Cabildo. Institución colonial, actualmente Mu-
nicipalidad. Era una autoridad comunal que
tuvo gran influencia en el pueblo de Buenos
k\re.s desde el año 1580, en que empezó a fun-
cionar. Entre las atribuciones del Cabildo en-
traba la de convocar al pueblo a son de cam-
pana; reunirlo en Congreso para deliberar; le-
vantar tropas; crear contribuciones; poner en
posesión a los gobernadores, etc., etc. Los
Cabildos fueron suprimidos durante el gobierno
del general Rodríguez, por ley de 24 de di-
ciembre de 1821, estableciéndose en su reem-
plazo los jueces de primera instancia, letrados
de paz y una oficina de Policía.
Cable submarino. Bajo la dirección del inge-
niero capitán Hunter Davidson, se había co-
locado un cable submarino entre la isla de
Martín García y la ciudad de Buenos Aires.
CAB
100
CAB
El 22 de septiembre de 1875 se inauguró la co-
municación telegráfica que en breve debfa po-
ner a esta parte del continente en comunica-
ción con el Viejo Mundo.
Cabot (Juan Manuel). Militar. Nacido en la ciu-
dad de Tucumán, en 1784. Ingresó en el ejér-
cito en octubre de 1806, en el batallón de Vo.
luntarios Urbanos, que se formó con motivo de
la segunda invasión. Comandante de compañía
en las campañas del Alto Perú. En 1815 mar-
chó a incorporarse al ejército de los Andes en
Mendoza. Traspuso la cordillera por el paso
de Olivares, recorrió una extensión aproxima-
da de cien leguas en catorce días, batió al ene-
migo en los llanos de Barraza y Sálala, sa-
liendo triunfante, quedando asf reconquistado
todo el Norte de Chile y entrando vencedo
ras en la Serena las tropas de Cabot. Murió
en 1837.
Cabral (Juan Bautista). Soldado del regimiento
de Granaderos a Caballo. Natural de Corrien-
tes. Encontróse en el combate de San Lorenzo.
Apretado San Martín por su caballo, derribado
por la metralla enemiga, un soldado realista
avanza resueltamente sobre él, bayoneta en
mano; pero atropellado a tiempo por el grana-
dero Juan Bautista Baigorría, lo levanta con
su lanza. Cabral fué uno de los pocos que en-
treverándose con el enemigo corrió a salvar
la vida de su jefe, tocándole esta gloria a Bai-
gorría. Herido mortalmente después, decía a
sus camaradas mientras lo retiraban de lo más
recio de la pelea; ¡Déjenme, compañeros!
¿Qné importa la oída de Cabral, si hemos
triunfado de los maturrangos! ¡Somos pocos,
vayan a su puesto, que yo muero contento por
haber batido al enemigo!
Cabrer (José .María). Coronel de ingenieros. Na-
cido en Barcelona. Recibió orden de pasar al
Río de la Plata y agregarse a la comisión en-
cargada de la demarcación de límites con el
Portugal en sus dominios de América. El 1 de
enero de 1781 desembarca en Buenos Aires.
Fué enviado a la Banda Oriental a levantar el
plano de la laguna Merín, primer punto de
arranque de la demarcación. Pasó luego a la
«división de D. Diego de Alvear, que debía re-
montar los rios Paraná y Uruguay y determi-
nar la línea divisoria del territorio de Misio-
nes, como así lo realizó». Fueron eficaces sus
servicios durante las invasiones inglesas. Re-
vistando como coronel de ingenieros, ocupó
un puesto en el Departamento Topográfico
hasta el día de su fallecimiento, el 10 de no-
viembre de 1836.
Cabrera (Alonso de). Natural de Granada (Es-
paña). Llegó al Río de la Plata enviado por el
emperador Carlos V, con el título de veedor,
en auxilio de la expedición de D. Pedro d-
Mendoza, de cuya muerte se tenía ya notici-
en la corte, y traía consigo las instrucciones
del soberano para el gobierno de estos países,
datadas en Valladolid a 12 de septiembre
de 1537. Antes de entrar al rio, una borrasca
de mar estrelló uno de los buques, partiéndolo,
naufragio que costó la vida de más de quin> ._
personas.
Cabrera (Jerónimo Luis de). Gobernador del
Tucumán. Fundador de la ciudad de Córdoba.
Natural de Sevilla, de ilustre familia. Llegó al
Perú en 1538, acompañado del comendador
D. Pedro Luis Cabrera, su hermano, que ad-
quirió notoriedad por su valor y fidelidad en la
conquista de aquel reino. Fundó D. Jerónimo,
a su costa, la ciudad de Córdoba, el 6 de julio
de 1573. Quiso darle una vasta jurisdicción te-
rritorial y dotarla de un puerto, a cuyo objeto
atravesó la Pampa hasta llegara las márgenes
del Paraná. Encontrándose con Garay, funda-
dor de Santa Fe, le intimó no avanzara en sus
conquistas, y entre ambos capitanes surgió un
pleito sobre si esta población y su distrito ha-
bía de pertenecer a la jurisdicción del Gobier-
no del Río de la Plata o a la del de Tucumán. El
pleito se siguió ante la real Audiencia de Chu-
quisaca. Su sucesor Gonzalo de Abréu, pre-
dispuesto contra Cabrera por sugestiones odio-
sas de dos oidores de Charcas, que no habían
podido atraerle a sus particulares intereses,
apoderóse de Cabrera, le confiscó sus bienes
y le hizo condenar a muerte, acusándole de
sublevación y traición.
Cabrera (Pedro Luis). Hijo del anterior. Gene-
ral y hombre distinguido, que ocupó puestos
de importancia en las provincias del Río de la
Plata y Tucumán, y padre del que sigue.
Cabrera (Jerónimo Luis de). Gobernador de
Buenos Aires y de Tucumán. Era natural de
Córdoba, nieto del fundador de esta ciudad y
sobrino de Hernando Arias de Saavedra. Hizo
la guerra a los calchaquies, a los que derrotó
varias veces y redujo a la paz, y se les impuso
no sólo por su osadía y pericia militar, sino
también por sus crueldades; fué el terror de
las tribus que habitaban hacia los Andes. Se
le dio el gobierno de Chucuito .Perií) y más
CAB
- 101 -
CAL
tarde el de Buenos Aires, de cuyo puesto se
recibió en octubre de 1641, prolongándose su
período hasta 1(34(3. En 1659 fué nombrado
gobernador del Tucumán, y en el ejercicio de
sus funciones (16(33) ocurrió su fallecimiento.
Cabrera y Cabrera (José Antonio). De Cór-
doba, signatario del acta Je la independencia
representando en el Congreso de Tucumán la
provincia de su nacimiento. A la par deBulnes
y Salguero, fué de los que resistieron con
energía la traslación del Congreso a Buenos
Aires, siendo su actitud con tal motivo tan
agresiva— dice Mitre— , que se trató seriamen-
te de excluirlos de las sesiones, «negándoles
por varias veces el derecho de protestar con-
tra las deliberaciones de la mayoría, como
pretendían hacerlo». Resuelta la cuestión con-
tra sus opiniones, Cabrera y Bulnes se nega-
ron a seguir a sus colegas a la capital. Reti-
rado a la vida privada desde entonces; falleció
a los sesenta aflos de edad.
Cáceres (Casto). Militar. Nacido en Buenos
Aires. Sirvió durante las invasiones inglesas
como oficial de un escuadrón de Húsares. Es-
tuvo en el sitio de Montevideo, con el grado de
capitán. Se halló en la guerra del Brasil, y
durante la dictadura desempeñó las funciones
de inspector general, bajo el título de oficial
mayor interino. Fué un hombre austero en el
cumplimiento de sus deberes, y aunque em-
pleado y servidor de Rosas, no mendigó nunca
sus larguezas ni sus sonrisas ni enlodó su
reputación con actos serviles o desdorosos.
Así fué que, al iniciarse una época y un go-
bierno nuevo (1852), se le mantuvo en su pues-
to, y D. Vicente López le llamó a compartir
las tareas de la administración, dándole la
cartera de Guerra y Marina.
Cáceres (Nicanor). Militar, caudillo correntino.
Nacido en Curuzu-Cuatiá, el 11 de enero de
1S09. Se hallo en la fatal jornada de Pago Lar-
go. Militó a las órdenes de losgenerales Lava-
lle y Paz. Se encontró en Caaguazú y en Arro-
yo Grande, donde fueron destrozadas las fuer-
zas de Rivera. Como jefe de una división co-
rrentina, se halló del lado del ejército liberta-
dor en los campos de Caseros y en la guerra
del Paraguay. Cáceres era un militar valiente,
pero de cortos alcances intelectuales. Murió,
en su establecimiento de campo, pocos años
después.
Cachlmaya. Sorpresa de una fuerza españo-
la que operaba en el Alto Perú (Bolivia), y que
el sargento mayor Gregorio Aráoz de Lama-
drid logró tomar prisionera sin disparar un
tiro ni desenvaii'ar un sable, valiéndose de la
estratagema de presentársele como parcial.
Este hecho tuvo lugar en Cachiinaya, cerca de
Chuquisaca (Bolivia), el 20 de marzo de 1817.
En poder del jefe patriota quedaron prisione-
ros el comandante realista Eugenio López y
cincuenta individuos de tropa, y en la misma
noche Lamadrid marchó a Chuquisaca y ocu-
pó importantes posiciones que dominaban la
ciudad, iniciando un fuerte cañoneo sobre la
misma al rayar el alba, en medio de vivas a los
patriotas.
Cagancha (batalla). El gobernador de Entre
Rios D. Pascual Echagüe había invadido el
Estado Oriental, en la creencia de que la pro-
vincia de su mando estaba segura. Pero invadi-
da a su vez por el general Lavalle, derrotado
el delegado Zapata, sublevado de nuevo Co-
rrientes y rechazado victoriosamente Juan Pa-
blo López, se estaba organizando en Corrien-
tes, con jefes de nota, un ejército de 5. OCX)
hombres, que no podría tardar en operar sobre
Entre Ríos y Santa Fe, sin que hubiese fuerza
bastante a contenerlo. Bajo esta amenaza,
Echagüe se encontraba mal al verse internado
en la Banda Oriental, y Rosas deseaba tam-
bién que regresara a contener a Lavalle, pues
veía que por el momento no tenía como llevar
adelante sus pretensiones sin grave riesgo;
mucho más estando Montevideo y la costa del
Uruguay bajo la protección de la escuadra
francesa. En ese intermedio tuvo lugar el en-
cuentro del 29 de diciembre de 1839, en el cam-
po de Cagancha, cerca de Santa Lucía. Actua-
ba en el ejército de Rivera un excelente mate-
rial de artillería, bien servido por jefes y ofi-
ciales de mérito, en su mayor parte emigrados
argentinos. Las caballerías de ambos lados
chocaron y se dispersaron. Bien cañoneada a
buen tiempo la línea de avance que formó
Echagüe, todo se lo desorganizó, y los grupos
de su ejército tomaron de su cuenta la vuelta
a Entre Ríos. Repasaron el Uruguay sin que
nadie los persiguiese, y en muy pocos meses
volvió Echagüe a reunirlos para esperar al ge-
neral Lavalle, cuya invasión parecía inmi-
nente.
Cálcena y Echevarría (José Alberto). Co-
merciante. Hijo de D. Juan José, español, y de
D.* Clara .\guiar, santafecina. Nació en la ciu-
dad de Santa Fo, en 1751. Se educó y pasó su
CAL
102
CALL
juventud en la Asunción. En 1802 casóse en la
capital del Paraguay con D." Águeda Recalde
y partió a Europa hasta 1S04, en que regresó
a Buenos Aires, donde desempeñó los cargos
de agente mayor de negocios de la Hermandad
de Caridad y el de contador. En 1810 puso a
prueba su patriotismo dando cuanto tenia
para la causa de la revolución. Durante la cam-
pafla del Paraguay donó ganado vacuno con
destino al ejército y se alistó en sus filas como
comisario de guerra, combatiendo como oficial.
Se distinguió especialmente en el combate de
Tacuari, ajustando la capitulación. En ISll
marchó a la campaña de la Banda Oriental,
como intendente general del ejército, y entró
en la plaza en agosto de 1811, como parla-
mentario; y en el segundo sitio de 1814 tam-
bién desempeñó el mismo cargo, para el que
era a propósito por su carácter blando, pala-
bra suave, persuasiva y firme. Este servidor
dejó de existir en Buenos Aires, el 28 de abril
de 1821.
Calchaqnf (Juan). Cacique célebre. Jefe de las
numerosas tribus que ocupaban el valle de
Calchaquí, dilatada región de la parte occiden-
tal de Salta, coronada de altas y ásperas cor-
dilleras. Había pactado la paz con los con-
quistadores, y en prueba de su buena fe abra-
zó la religión católica; pero relevado del man-
do el gobernador Juan Pérez de Zurita, con
quien marchaba en buena armonía, la conducta
inhábil y hostil de su sucesor, Gregorio de
Castañeda, lo sublevó, y en poco tiempo los
españoles tuvieron que abandonar las nuevas
fundaciones de Londres, Cañete y Nieva, es-
tablecidas en el valle. El cacique D. Juan, buen
guerrero y gobernante popular y querido de
sus subditos, murió por el año 1612
Calchfn (combate). Tuvo lugar el 3 de marzo
de 1831, entre las fuerzas federales, al mando
del coronel D. José Nazario Sosa, y una divi-
sión de las tropas del general Paz, en Cal-
chin, provincia de Mendoza. El triunfo fué de
las armas federales.
Calderón de la Barca (Pedro). Militar. Na-
cido en Buenos Aires. Guerrero de la indepen-
dencia. Hizo la campaña del Alto Perú a las
órdenes de Rondeau, y en el 19 militó bajo la
dirección de Belgrano. Consolidada la tiranía.
Calderón se retiró a la vida privada, dedicán-
dose exclusivamente a negocios particulares.
Perseguido por Rosas, después de escapar
providencialmente una noche al puñal de La
Mazorca, fugó, disfrazado, el año 42 de Bue-
nos Aires a Montevideo, en cuya plaza sirvid
en el ejército del general Paz. Producida la
batalla de Caseros, regresó a Buenos Aires;
en 1852 fué nombrado tesorero del Crédito pú-
blico, y en 18(55 fué elegido diputado a la Le-
gislatura y reelecto nuevamente, muriendo en
mayo de 1868.
Calvo (Carlos). Diplomático. Nació en Bueno»
Aires, en 1824, y en la misma ciudad se educó
y cursó Derecho; pero gravemente enfermo en
1844, se ausentó a Europa a restablecerse. A
su regreso desempeñó en Montevideo, des-
de 1853 al 58, los cargos de vicecónsul, cónsul
y cónsul general y encargado de Negocios del
Estado de Buenos Aires. En 1859 ocupó una
banca en la Legislatura de Buenos Aires, en
cuyo año intervino eficazmente en el pacto de
conciliación. Vinculado al dictador del Para-
guay, López, éste le ofreció la representación
de su Gobierno ante la Corte de Inglaterra
para tratar y resolver la célebre cuestión Caus-
tall, cargo que aceptó con miras altamente pa-
trióticas, en cuyo desempeño obtuvo y alcanzó
un extraordinario triunfo diplomático. Conti-
nuaba asumiendo la representación paraguaya
en Londres, hasta que en 1863, por un acto de
delicadeza, presentó a López su renuncia irre-
vocable. Desde entonces se dedicó exclusiva-
mente al estudio, publicando en 1868 su nota-
ble obra sobre derecho internacional, que al-
canzó gran éxito y mereció ser traducida a va-
rios idiomas, y las manifestaciones de los gran-
des internacionalistas de Europa. A más de
esta obra monumental ha dado a luz otras so-
bre Derecho e Historia americana, que le han
merecido ser nombrado miembro del Instituto
de Francia, de la Academia de la Historia de
Madrid, oficial de la Orden de la Legión de
Honor y de otras muchas Asociaciones. Duran-
te largos años ha sido comisario de emigración
en París y ministro plenipotenciario de su país
en Berlín, Viena, San Petersburgo y la Santa
Sede. Murió en París, el 2 de mayo de 1906, y
en Diciembre del mismo año fueron repatria-
dos sus restos. Sobre su tumba hizo uso de la
palabra en nombre del Gobierno el Dr. Ma-
nuel A. Montes de Oca. Sus obras: Tratado so-
bre derecho de gentes, Colección de tratados
de la América latina y Anales históricos de la
reuolución en la América latina.
Callao. Ciudad y puerto militar del Perú. Sus
fortalezas fueron disputadas durante la guerra
CALL
- 103 -
CALL
de la independencia. Tomadas en 1828, desapa-
reció el último baluarte del dominio colonial en
América. Está situado sobre el Océano Paci-
fico.
Callao (rendición). La Guia de Chile de 1<S47
dice: «Fírmanse en este día (23 de enero
de 182tí) las capitulaciones de la rendición del
Callao, y el ensangrentado estandarte que
Pizarro había plantado trescientos años antes
cae en el polvo, y se destroza del todo para
siempre la cadena que sujetaba 17.000.000 de
americanos a la Monarquía española. Pero
no sucedió esto sino dando el carácter español
la última y má« enérgica prueba de su valor y
constancia. El general Rodil ív.) quiso ser el
último representante de España en Sud-Améri-
ca; desdeñó las capitulaciones de Ayacucho.
que también le comprendían; vio desaparecer
el ejército del virrey; vio fugar la escuadra es-
pañola al mando del capitán Guizeta y vio su-
cumbir los últimos restos de la fuerza de tie-
rra que sostenía en Bolivia el general Olañeta,
y sin embargo este oficial no desesperó. Solo
en la plaza del Callao, y a la cabeza de mil y
tantos hombres, resistió tres meses a las fuer-
zas de los republicanos; que lo rodeaban por
mar y por tierra; luchó con el escorbuto, el
hambre y las sublevaciones, y se mantuvo firme
e impasible en medio de un vasto cementerio.
Desde el mes de mayo ya no se daba ración en
la plaza sino a los empleados en servicio, y ella
consistía en carne de caballo, muías, perros,
gatos y hasta ratones; y cuando estos despre-
ciables víveres llegaron también a escasear,
sucumbieron al rigor del hambre y del escor-
buto más de 400 personas, desapareciendo en-
tre ellas familias enteras de las más distingui-
das, como las de Bedoya y Torre-Tagle. Pero
a pesar de los horrores que le rodeaban, el ge-
neral Rodil continuó defendiéndose de los asal-
tos de las tropas de tierra, al mando del gene-
ral Salóm (v.), y del cañón de la escuadra ame-
ricana, hasta que, reducido al último extremo
por el hambre, resolvió aceptar la honrosa ca-
pitulación que se le ofreció, y que merecía sin
duda por su heroica constancia. Cuando se rin-
dió el Callao sólo contaba esta plaza 400 de-
fensores, y aun éstos en tan lastimoso estado
que apenas podían tenerse en pie; sus víveres
alcanzaban escasamente para cuatro días. La
población se componía de unos cuantos espec-
tros, restos horribles del hambre y de la epi-
demia.» Así se despidió España de la América
del Sud.
Callao (sublevación). En la noche del 4 de fe-
brero de 1824 tiene lugar una sublevación en
los castillos del Callao de las tropas republi-
canas argentinas y chilenas, ennúmerode 1 .500
soldados, siendo encabezados por los sargentos
Moyano y Oliva. Esta sublevación no fué hecha
contra la bandera de la patria; pero aterrados
de la responsabilidad que habían asumido y
mal aconsejados, encerraron en los calabozo.^
de Casas Matas a sus jefes y oficiales, que sólo
los habían tenido arrestados al principio, y
abren las prisiones a los prisioneros españoles.
CALLES de la ciudad de Buenos Aires.— Calles que corren de norte a sud.
.\i De Rivadavia al snd.
En 1769
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1 En 1S22.
En 1836.
En 1849.
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Defensa.
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San José.
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. . Chacabuco —
. . Piedras
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En 1836.
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NOMBRES
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San Cristo
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Santísima Tri-
nidad
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Monserrat
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Perú
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Reconquista...
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Florida.
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Victoria
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Esmeralda —
Snipacha
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Velarde
Irigoyen
Cerrito
Libertad
Talcahuano. ..
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Garantías
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Cerrito
Libertad
Talcahuano...
Uruguay
Paraná
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Rodríguez
Peña
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A) De Rivadavia al sud.
NOMBRES
En 1769.
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En 1836.
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Tucumán
Tucumán.
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Viamonte
Viamonte,
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Córdoba.
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^"t A IPIxAT-^-
CAM - 105
^amacná (batalla). Guerra del Brasil. Batalla
ganada por el general argentino Alvear con-
tra las tropas brasileñas al mando del general
Barrete, el 5 de abril de 1827. Después de las
victorias de Ituzaingó y Bacacay, el ejército
brasileño era perseguido por el argentino,
quien le obligó a dar una nueva batalla en las
sierras de Camacud. Los brasileños, derrota-
dos, dejaron en el campo de batalla cincuenta y
tantos muertos; las bajas argentinas fueron po-
cas. Este hecho de armas fué preparado con
hábil estrategia, después de una larga marcha
entre una quebrada estrecha y difíciles y por
entre puestos avanzados del enemigo. Esta
fué la última acción de guerra del ejército ar-
gentino durante la campaña del Brasil.
Camaño (Joaquín). Jesuíta. Misionero del Pa-
raguay. A los veinte años ingresó en la Com-
p '.nía, consagrándose con entusiasmo a la con-
versión de los indios. Realizó travesías peli-
grosas y levantó varias cartas geográficas del
Gran Chaco y de Buenos Aires, que debieron
ser muy apreciadas en su época, pues algunos
historiadores las agregan a sus obras. Después
de la expulsión de la Compañía se retiró a
Faenza (Italia), falleciendo allí.
Camargo (Vicente). Caudillo. Natural de Boli-
via. Su teatro principal fué la republiqueta de
Cinti, que prestó grandes servicios al ejército
del general Belgrano, en 1812 quien lo invistió
con el grado de coronel. Camargo obstaculizó
por medio de guerrillas sabiamente dirigidas
al ejército realista, contribuyendo en varias
ocasiones al triunfo de las armas patriotas,
como sucedió el 2 de Febrero de 1816, en la
quebrada de Utarango, donde él y el mayor La-
madrid pusieron en precipitada fuga al ejérci-
to realista. Los indios de Camargo sólo esta-
ban armados con hondas. Derrotado el 28 de
marzo del mismo año en Ancapuñina, fué to-
mado prisionero el 2 de abril de 1816, y deca-
pitado en la misma fecha después de ser herido
de un balazo. El pueblo de Cinti lleva hoy el
nombre de este patriota y mártir, que dedicó a
la obra de la emancipación su genio audaz y su
fortuna considerable.
Camelino (Juan). Militar. Nacido en Buenos
Aires. Con el grado de comandante se halló en
las jornadas de Don Cristóbaly Sauce Grande.
Hallóse en el desembarco de San Pedro y en
algunos encuentros con las fuerzas enemigas.
Asistió a la sangrienta batalla del Quebracho
Herrado, como también en Famaillá, Caagua-
- CA.M
zú, Vences, etc., etc. Después de esta ultimaba-
talla, en que salvó apenas, emigró al Brasil.
Volvió a Corrientes sin ser molestado ni per-
seguido, pudiéndose dedicar entonces al tra-
bajo. No pudo formar en las filas del ejército
grande que derrocó la tiranía, por sus enferme-
dades, adquiridas en las campañas militares.
Este digno defensor de la buena causa falleció
en esta ciudad, el 21 de junio de 1859, a los
sesenta años de edad, estrechado por la po-
breza y olvidado de todos.
Caiapana (Joaquín). Jurisconsulto. Nacido en
Montevideo, en 1783. Miembro de la Real
Audiencia de Buenos Aires. Votó en las sesio-
nes del Cabildo en los días de mayo por la ce-
.^ación de la autoridad del virrey y la creación
de una Junta de Gobierno, sigin'endo el dicta-
men de Saavedra. Al año siguiente fué uno de
los promotores del movimiento de 5 y 6 de
abril, del que resultó la expulsión de varios di-
putados, entrando a servir en la Junta como
secretario de Gobierno y de Guerra, puesto
que desempeñó hasta ser deportado en sep-
tiembre del mismo año. Como no fué compren-
dido entre los amnistiados políticos el ano 1814,
se estableció en el Estado Oriental, en cuyo
país ocupó vario=. puestos de importancia y res-
ponsabilidad. Como legislador, magistrado, ju-
risconsulto y educacionista, reveló Campana
preparación para esos cargos. Murió en Mon-
tevideo, el 12 de septiempre de 1847.
Campbell (Hugo). Escocés. Teniente del ejér-
cito al servicio de la marina. Embarcado suce-
sivamente en la corbeta Belfast y en la polaca
San Antonio, había asistido al asalto y comba-
te de Martín Carda, y en seguida a la toma de
la escuadra española en las aguas del fiwceo
de la Luz, operación que cerró gloriosamente
la campaña naval de 1814, mereciendo, como
sus demás compañeros de peligros, el dictado
de benemérito en grado heroico. Peleó en los
Pozos, 30 de julio y en Juncal. Este valiente
falleció en Buenos Aires., el 27 de diciembre
de 1850, a la edad de sesenta años.
Campbell (Pedro). Aventurero irlandés. Llegó
al Río de la Plata en la expedición de Beres-
ford, de cuyas filas desertó para pasar a Co"
rrientes. Se afilió a Artigas, llegando a tener
gran ascendiente entre los gauchos, cuyo traje
y costumbres adoptó. Activo y emprendedor,
tan hábil y arrojado se mostraba al frente de
un cuerpo de caballería como aprestando y di-
rigiendo una escuadrilla sobre las aguas del
caudaloso Paraná, cumpliendo órdenes de Ar-
tigas. Fué el segundo de Andresito, capitanejo
principal de Artigas, y su influencia rayaba tan
alto en 1819, que fué el gobierno o arbitro de
la provincia de Corrientes. Al mismo tiempo
que organizaba la escuadrilla de lanchas y
canoas formó— dice Mitre — un regimiento de
indios tapes armados con sable, fusil y puñal,
especie de centauros que combatían a pie y a
caballo, y cuya táctica llegó a considerarse in-
contrastable. Formó en las filas de Estanislao
López, y con las cargas de caballería que dio
en la batalla de Cepeda, sable en mano y a ca-
rrera tendida, contra las fuerzas de Ron-
deau (1819), contribuyó al triunfo obtenido por
López. Internado en el Paraguay, el dictadnr
Francia lo dejó tranquilo, y años después mu-
rió, en ese país.
Campero (Juan Manuel). Español. Gobernador
del Tucumán de 1764 a 1770, en que le sucedió
D. Jerónimo Matorras. Una de sus primeras
medidas fué la de destacar una expedición al
Chaco, a las órdenes del maestre de campo don
Miguel Arrascaeta, con el objeto de explorar
aquella región y abrir una vía de comunicación
con Corrientes. La expedición vióse obligada
a retroceder, después de algunas leguas de
marcha, por la actitud hostil de los indígenas,
que se disponían a atacarla. Un resultado se-
mejante tuvo otra expedición.
Campichuelo. (Combate durante la expedición
del general Belgrano al Paraguay, el 19 de di-
ciembre de 1810.) Roto el armisticio celebrado
entre el ejército argentino y el paraguayo, el
primero vadeó el río Paraná, desprendiendo
inmediatamente una fuerza, conducida por el
ayudante D. Manuel Artigas, que atacó a la
vanguardia enemiga, atrincherada en el paso
de Campichuelo, tomándole una bandera y al-
gunos cañones. El general Thompson, que man-
daba una división, se retiró sin pelear, viva-
mente hostilizado por los argentinos, hasta el
pueblo de Itapua, distante cuatro leguas, el
que evacuó en el acto. El mayor general Ma-
chain se posesionó del pueblo en el mismo día,
y atravesando los pantanos que lo defendían
apoderóse de 60 canoas, un pequeño cañón y
algunas armas y municiones. Esta acción fué
el primer ensayo militar de Belgrano.
Campillo (Juan del). Hombre público. Nacido
en Córdoba, el 27 de enero de 1812. Hizo sus
estudios en su ciudad natal, recibiendo su tí-
tulo de abogado en Buenos Aires. En 1853,
- 106 - CAM
fué miembro del Congreso general Constitu-
yente de Santa Fe, que dictó la Constitución
nacional, revelando en esa Asamblea sus cua-
lidades de estadista. En el mismo año, el ge-
neral Urquiza le nombró su ministro de Hacien-
da y luego de Justicia, Culto e Instrucción pú-
blica. En 1855 fué negociador de tratados con
los enviados del Gobierno de Buenos Aire
y poco después, en carácter de ministro pk:.
potenciarlo, fue enviado ante la Corte pontifi-
cia. Fué también periodista, y ocupó, entre
otros puestos públicos, la presidencia de la
Cámara de Justicia, la gobernación de Córdo-
ba, como delegado, y el de catedrático en la
Universidad. En la provincia de Santa Fe ejer-
ció la presidencia de la Cámara de Justicia, y
un ministerio en la administración del Sr. Oro-
ño, cargo en que le sorprendió la muerte, el
10 de mayo de 1866.
Campo (Nicolás Francisco Cristóbal del), mar-
qués de Loreto, tercer virrey del Río de la
Plata. Nacido en Sevilla. Fué nombrado a fines
de 17S3, tomando posesión el 7 de marzo del
año siguiente. Según D. Juan María Gutié-
rrez, «como jefe de Milicias se granjeó en ^u
país el aprecio general de sus subordinados,
especialmente por su generosidad en repartir
premios y gratificaciones de su propio peculii);
escribió algunos tratados sobre disciplina mili-
tar que nunca vieron la luz pública, y era tatn-
bién aficionado a las musas, y escribió poesiíis
castellanas que probablemente siguieron el
mismo destino que los tratados sobre Milicias».
Su administración no fué larga ni fecunda; ^ -
continuó, sin embargo, en su época la demar^
ción de límites con el Portugal; se restablti
la Real Audiencia Pretorial, anteriormente
primida; se incorporó al gobierno virreinal
Superintendencia de Hacienda, y se hiciera
arreglos de paz con los indios. Terminó su ;
bierno el 4 de diciembre de 1789, sucediénci'
Arredondo.
Campo (Estanislao del). Poeta. Nació en f'
nos Aires, el "^ de febrero de 1834, y se edi:
en la misma ciudad, en la Academia Portei.
Egresado del colegio, se empleó en el con;i
cío; pero en 1S52, cuando el general Lau
puso sitio a la ciudad, se incorporó al cantón
«Patria o Muerte», en la esquina de Junc^il y
Esmeralda. Terminado el sitio, se empleó
la Aduana; luego fué secretario de la Can..
de Diputados. Hizo las campañas de Cep.
en 1859 y de Pavón en 1861, en clase de ca;
.i
CAM
107
CMA
tan del primer bntallón del 4." regimiento, que
comandaba D. Adulfo Alsina En 1874 marchó
a campaña con el grado de teniente coronel,
como jefe del mismo batallón , y poco después
fué electo diputado nacional; oficial mayor del
ministerio de Gobierno. Del Campo descolló
como poeta, especialmente en el genero festi-
vo, siempre original y ocurrente. Ensayó con
gran éxito la forma gaucha. Fausto, su princi-
pal obra, ha sido reeditada innumerables ve-
ces. Dejó de ex'stir en esta ciudad, el 6 de no-
viembre de ISsO. El inolvidable Dr. Aristóbu-
lo del Valle dice: «Como poeta, Del Campo
vale mucho; pero si a su nombre se agrega el
de «Anastasio el Pollo», su valor se centuplica.
Sus poesías en estilo gaucho son las que le ca-
racterizarán siempre...»
Fausto
La pobre dentro a quejarse
tan amargamente allf,
que yo a mis ojos sentí
dos lágrimas asomarse.
— iQué vergüenza!
— Puede ser;
pero, amigaso, confiese
que a usté también lo enternece
el llanto de una mujer.
Nace una flor en el suelo,
una delicia es cada hoja,
y hasta el rocío la moja,
como un bautismo del cielo.
Allí está ufana la flor,
linda, fresca y olorosa;
a ella va la mariposa
a ella vuela el picaflor.
Campos (Luis María). Militar. Nació en 1842.
Ingresó, en clase de soldado, en 1859 en el ba-
tallón de guardias nacionales, que comandaba
D. Emilio Castro, marchando a Martín García,
donde permaneció algún tiempo, dándose a co-
nocer desde luego por sus aptitudes poco co-
munes, que le valieron para ascender en poco
tiempo a subteniente. Entre Buenos Aires y la
Confederación se rompen las hostilidades, y
Campos se embarca en el vapor de guerra
D. Luis María Campos.
Caafíuazú. Se halló en Pavón y Cañada de
C/tí/n<?£; combatió contra Peñalosa. Después de
haber cumplido
una comisión bien
difícil en Tucu-
mán, el general
Paunero lo as-
ciende a capitán
por su valerosi.
comportamicntü.
Cuando la suble-
vación de Pefia-
losa fué secreta-
rio y jefe del Es-
tad o Mayor del
entonces coronel
Arredondo. Du-
rante la presiden-
cia de Mitre ascendió a sargento mayor. AI
Sud de Mendoza combatió contra los indios;
fundó el fuerte Diamante, a 20 leguas del fuer-
fe San Rafael. En la guerra del Paraguay se
halló en Yatoy, Uruguayana, Lomas Valenti-
nas, Estero Bellaco, Tuyiiti, Curupayti, Hu-
niaitá, etc. Combatió contra López Jordán en
Santa Rosa y Yuqueri. Se halló en la revolu-
ción del 74, y en la presidencia de Avellaneda
fué ascendido a general de brigada. En 1880 se
halló en los combates de los Corrales. En 1882,
general de división. En la revolución de julio
de 1890 fué comisionado para organizar las Mi-
licias de la provincia de Entre Ríos. Ministro
de Guerra y Marina; jefe de Estado Mayor del
ejército, etc. Murió el 15 de octubre de 1907.
Campos (Manuel J.). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 22 de
abril de 1848. Hi-
zo la campaña del
Paraguay en el
batallón 6.° de in-
fantería de línea,
asistiendo a las
acciones de Ya-
tay, Uruguayana,
Estero Bellaco,
Tuyutí, Yataiti-
Corá, Boquerón,
Curupayti, etc.
En laguerracivil,
en San Ignacio,
en que fué herido
en la cabeza. Vuelto al Paraguay, tomó parte
en diversos combates: Peribebuy, lía-lboté. En
D. Manuel J. Campos, general
de Brigada. :
CAM
- 108
CAM
1S(Í9, Caragttatay, y Barreiro Grande. Com-
batió contra López Jordán en la campaña de
Entre Ríos: Punta del Monte. En Santa Rosa,
a las órdenes del entonces coronel D. Julio A.
Roca. Jefe de Policía de la capital. Dipu-
tado nacional. Murió el 15 de diciembie
de 1908.
Cancha Rayada. El nombre Cancha Rayada
recuerda uno de los desastres más severos su-
fridos por los patriotas en la guerra de la re-
volución americana. El general realista 0.sü-
rio, seguido de cerca por San Martín en terri-
torio chileno, tomó posiciones en el paraje in-
dicado, en la mañana del 19 de marzo de 1819.
Su situación era en extremo difícil, pues sub-
levado ya el país, se encontraba, a más, ro-
deado por fuerzas triunfantes y perfectamente
guardadas, que sólo esperaban el momento
oportuno del ataque. En estas circunstancias
llamó Osorio a sus jefes a una junta de guerra,
y convinieron todos en que el conflicto era in-
minente. (Si asoma el día, las armas del rey es-
tán expuestas a un revés casi inevitable.» Era
llegado, pues, el caso de las resoluciones ex-
tremas. En este punto, el coronel Ordóñez,
apoyado por el coronel Bera, ambos militares
de alto concepto, proponen llevar el ataque a
los republicanos a favor de las tinieblas. Acep-
tado el plan y ejecutado con singular arrojo,
los patriotas fueron sorprendidos, entre las
ocho y las nueve de aquella noche fatal. Agre-
didos en sus posiciones, de que se creían segu-
ros, vino luego el tumulto que se formó en las
sombras, la disparada de los caballos, el es-
truendo de las armas, el pavor de la muerte
obscura y sin combate y la terrible confusión
de un campamento donde el pánico se apodera
de súbito hasta de los soldados mas valerosos,
que en medio de tan tremenda embestida se
hacen sordos a la voz de los jefes, sin atender
a nada más que a la salvación y a la fuga. A la
noticia del desastre, del que O'Higgins salió
herido y en que se creyó muerto a San Mar-
tín, todo al principio se creyó perdido, y hubie-
ra así pasado sin la varonil entereza del coro-
nel Las Heras, que consiguió salvar casi in-
tacta su división, sacándola del campo donde
acababa de dispersarse derrotado el ejército.
Concíbese la alarma y desesperación en la ca-
pital, Santiago, ante este deplorable suceso.
Pero allí estaba también el espíritu argentino,
representado por nuestro agente público en
Chile, D. Tomás Guido. Fué de nuestra Lega-
ción de donde se alzaron las primeras voces
de aliento para resistir a todo trance a los in-
vasores; fué allí donde acudieron los jefes dis-
persos, volviendo a formar potente núcleo en
derredor de la bandera de mayo... Quince
días después d 1 gran desastre tuvo lugar la
revancha en Maipú (v.). El ejército que se ha-
lló en Cancha Rayada se componía de la si-
guiente froma:
Argentinos.
Batallón núm. 7 Teniente coronel Conde 742 hombres.
— — 8 — — Martínez 799 —
— — 11 Coronel Las Heras 735 —
— cazadores Teniente coronel Alvarado 839
Regimiento granaderos a caballo Coronel Zapiola 8S8 —
Cazadores a caballo — Freiré 332 —
Artillería Teniente coronel Plaza 11 piezas.
Chilenos.
Batallón núm. 1 Comandante Rivera 591 hombres.
— — 2 — Cáceres 736 —
— — 3 — López <)03 —
Cazadores de Coquimbo — Thompson 535 —
Escolta .. 119 -
Artillería Coronel Blanco 22 piezas.
CAN
- 109 -
CAN
C«ndioti (Francisco Antonio). Uobernador de
Santa Fe. Era un rico hacendado y vecino in-
fluyente, que se decidió de los primeros por la
causa de la revolución de mayo. Cuando la ex-
pedición del general Belgrano al Paraguay, a
su llegada a Santa Fe tuvo en Candioti un de-
cidido cooperador para el mejor éxito de aqué-
lla, acompañándole en los preparativos que
haoia en la provincia y suministrándole de sus
estancias un número considerable de caballos,
cantidad de ganados, carretas, etc., etc. Sus
patrióticos servicios en ese tiempo fueron muy
importantes. En 1815, depuesto el gobernador
intendente, general Díaz Vélez, por un movi-
miento local apoyado por Artigas, en que Can-
dioti parece haber sido el principal actor, el
Cabildo de Santa Fe le nombró gobernador in-
terino, siéndolo en propiedad por el resultado
de la elección popular del 25 de abril del mis-
mo año. Enviado por el director, Alvarez Thó-
mas, el general Viamonte al mando de una di-
visión de mil quinientos hombres, para librarla
del contagio anarquista de Artigas, Viamonte
comunicó a Candioti la entrada de sus tropas,
oponiéndose éste a ello por razones de circuns-
tancias, y concluía su nota en estos términos:
«pero si a pesar de esto V. E. nos quiere dar
trabajos practicando su suprema determina-
ción, yo, con la mayor entereza y religiosidad
correspondiente, no respondo de sus funestos
resultados ni aseguro de alimentos para las
tropas ni la de la conducta que puedan tener
estos moradores». Murió el 27 de agosto
de 1815.
Cañé (Miguel). Literato y publicista. Nacido en
Buenos Aires, el 26 de abril de 1812. Decidido
a seguir la carrera de las letras, ingresó a la
Facultad de Jurisprudencia en la Universidad
de esta capital, después de haber cursado ven-
tajosamente las aulas preparatorias y distin-
guídose especialmente en el estudio del grie-
go, bajo la dirección del profesor D. Mariano
Guerro, uno de los más notables de su época.
A la edad de veintitrés años obtuvo su grado
de doctor; pero pocas horas después de aquel
acto solemne de su vida emigraba di\ país,
huyendo de las persecuciones de la dictadura.
A Montevideo se dirigió Cañé para reunirse
con sus amigos y colaborar con ellos en la obra
común contra el tirano; pero Oribe, siguiendo
las indicaciones de Rosas, lo encarcelaba y
después lo expulsaba del territorio oriental.
Regresó luego, y desde entonces comienza su
carrera literaria y política. En abril de Ib3«
asociado a otros escritores, fundó /T/ Iniciador,
en el que colaboraron las primeras ilu.stracio-
nes del Río de la Plata. Más tarde entró en la
Redacción de El Nacional, diario de propagan-
da; unos años después, en unión de D. Juan
Bautista Alberdi, La Revista del Plata. No
descuidaba Cañé sus estudios profesionales,
pues a su regreso a Montevideo se incorporó
a la Academia de Jurisprudencia, en cuya ins-
titución ejerció encargo de censor y recibió su
título de abogado, en abril de 1839. Fué tam-
bién examinador de Filosofía y miembro de la
comisión de censura teatral. Cuando Oribe
puso sitio a Montevideo, el Dr. Cañé fué
uno de los primeros emigrados que ofreció
su brazo en defensa de la plaza, siendo capi-
tán de compañía de la Legión argentina. Pu-
blicó algunos folletos de actualidad política,
entre ellos. Consideraciones sobre la situación
actual de los negocios del Plata, que le valió
los más acerbos ataques por parte de la Gace-
ta Mercantil, órgano oficial de Rosas. Visitó
la Francia, parte de Suiza, Bélgica e Italia.
Caído Rosas, volvió a su país después de diez
y seis años. En 1857 abrió su estudio de abo-
gado, dedicando las breves horas de descanso
a sus trabajos literarios. Sus obras principales
son las siguientes: Cora, La noche de bodas,
Laura, El corsario, El traoiato. La familia
Sconner, La semanera, Estlier (su obra maes-
tra). A su muerte dejó igualmente varios tra-
bajos inéditos, algunos de los cuales se pubii-
caron en El Correo del Domingo, periódico
ilustrado, redactado por el Dr. José Mana
Cantilo. El Dr. Cañé «era uno de esos talen-
tos fecundos y brillantes, que en épocas tran-
quilas habría honrado nuestra literatura con
importantes producciones de su inteligencia.
Las obras suyas conocidas prueban que tenía
notables cualidades como escritor, y los frag-
mentos inéditos que ha dejado prueban igual-
mente la actividad creadora de su espíritu. El
no pudo, sin embargo, dar cima a esos traba-
jos, en que tanto se complacía, a causa tal vez
de la enfermedad moral que le aquejaba, y que,
cobrando cuerpo últimamente, aceleró el tér-
mino de su vida.\ Falleció en Buenos Aires, el
5 de julio de 1863.
Cañé (Miguel). Hijo del anterior. Nació en Mon-
tevideo, el 29 de enero de 1851, durante la
emigración provocada por la tiranía de Rosas,
siendo, por cons'guiente, ciudadano argentino
CAN
110 -
CAN
Dr. D. Miguel Cañé.
por ley del Congreso. Heredó de su padre el
talento y el amor a las letras. Concluidos sus
estudios en el
Colegio Nacio-
nal, comenzó la
carrera de Dere-
cho, que fué inte-
rrumpida por su
primer viaje a
Europa, en 1872.
Fué redactor de
La Tribuna y El
Nacional. En
1875 diputado al
Congreso, y di-
rector general de
Correos en 1880.
Como diplomáti-
co ha ocupado
los puestos de ministro plenipotenciario en
Colombia, en 18S1; en Austria, en 1SS3; en Ale-
mania, en 1884, y en España, en 188G. Volvió a
su pais en 1892. Fué intendente municipal de
la capital, y durante la presidencia del doctor
D. Luis Sáenz Peña fué ministro de Relaciones
exteriores y también del Interior. Ministro ple-
nipotenciario en París; senador nacional por la
capital. Como literato, son sus principales
obras: Ensayos, Juvenilla, Charlas literarias,
Notas e impresiones, En viaje, A la distancia,
Prosa ligera, etc. Decano de la Facultad de Fi-
losofía y Letras de la capital, a cuya creación
había en gran parte contribuido. Este eminen-
te literato falleció, repentinamente, el 5 de
septiembre de 1905.
Cangallo. Es una ciudad del Perú, cerca del de-
partamento de Ayacucho, donde se libró la
batalla del 9 de diciembre de 1824, contra las
últimas tropas de la dominación española.
Los habitantes de Cangallo, organizados en
pequeñas partidas armadas y bien montadas,
hacían frecuentes correrías, que inquietaban
seriamente al ejército español. Continuamente
interrumpían la comunicación entre el valle de
Jauja, en donde acampaba el ejército de Can-
terac, y el Cuzco, residencia del virrey de
Lima, interrupciones que necesariamente agra-
vaban la situación del ejército español. Can-
gallo, sin tener una población numerosa, sin
más armas que las piedras y las hondas, con
limitados recursos, con un ejército enemigo a
sus inmediaciones, sostenía con brío y entére-
la la causa de la revolución. Canterac creyó
que extinguiendo ese foco de patriotismo,
usando para ello de la más refinada crueldad,
llegaría a intimidar a las demás ciudades don
de fermentaba el espíritu de independencia-
y ordenó al coronel Carratalá, persona de
crueles instintos, para que castigara a los ha-
bitantes de Cangallo con implacable dureza, y
así se hizo. Después de someter a la dura
prueba del martirio y de la muerte a muchos
de sus habitantes, se entregó el pueblo a lí,s
llamas de un incendio voraz y destructor,
como tienen que ser todos los que se preparan
y se consuman a sangre fría. El virrey espa-
ñol Laserna no se contentó con aprobar esos
atentados de lesa humanidad; hizo más: expi-
dió un decreto en 11 de enero de 1822, en el
que, después de llamar criminalísimo e infame
al pueblo de Cangallo, mandó que nunca se
reedificara, para que odesapareciese de la me-
moria de los hombres». El QobiRrno de la Re-
pública mandó levantar de nujvo ese pueblo,
con el título de «Heroica Villa de Cangallo/),
y decretó en su favor otros honores y privile-
gios. El Gobierno de Buenos Aires, haciéndo-
se eco de la indignación de los espíritus sanos,
expidió un decreto en 28 de marzo de 1822,
cuya parte principal dice así: «El virrey opre-
sor del Perú, D. José Laserna, en 11 de mar-
zo último ha expedido un decreto en el Cuz-
co aprobando el bárbaro incendio efectuado
por orden de Carratalá en el benemérito pue-
blo de Cangallo, y ordenando igualmente que,
para borrar hasta de la memoria de los hom-
bres la de aquel pueblo infeliz, nadie pueda
reedificar en el lugar en que existió y se
mude el nombre de todo el partido a que per-
tenecía; el Gobierno de Buenos Aires, en opo-
sición a estas bárbaras ideas, y deseando eter-
nizar la memoria de todo un pueblo victima
ilustre de la libertad y sacrificado a las llamas
que incendió el furor del despotismo agonizan-
te, ha acordado y decreta los artículos si-
guientes:
1 .° Una de las calles de esta capital se de-
nominará calle de Cangallo.
2.° La calle que lleva este nombre será una
de las asignadas para llevar los nombres que
inmortalizan las victorias del país.
Cangapol (cacique célebre). De arrogante y
bien delineada figura; su talla era de siete pies.
Por antonomasia le llamaban el brauo, y según
la expresión del deán Funes, la elevación de
su alma correspondía a la de su gigantesca ta-
CAN
- 111
CAN
lia. Este famoso guerrero indígena había pac -
tado la pazcón las autoridades coloniales me-
diiinte la concesión que le fué hecha de poder
ejtTcer la caza dentro de la línea de fronteras
de Matanzas, Conchas y la Magdalena, no de-
biendo permitir por su parte que las otras tri-
bus pasaran de Lujan. La injusticia con que los
conquistadores expulsaron en 1738 a los caci-
ques Mayulpilque y a Tahulet y las matanzas
ejecutadas por el maestre de campo D. Juan de
San Martín, en las tribus amigas de los Guilli-
clies, le impulsaron a levantarse en armas con-
tra los españoles, combatiéndoles con dureza
y energía, y en una ocasión en que sucumbió
un nieto suyo y 50 de sus subditos, estalló en
indignación, resolviendo tomar ejemplar ven-
ganza. Precipitóse con un cuerpo de 1 .000 hom-
bres sobre el pueblo de la Magdalena, «donde
sacrificó a su cólera 200 vidas, hizo muchos pri-
sioneros y se apoderó de una gran presa». La
noticia de este desastre llenó de espanto a los
habitantes de la ciudad de Buenos Aires, mu-
chos de los cuales corrían por las calles a re-
fugiarse en los templos, temiendo la aproxima-
ción del enemigo. No satisfecho aun, Canga-
pol iba a caer con igual ímpetu sobre una re-
ciente población; pero socorrida a tiempo por
el gobernador, contúvose el empuje del famo-
so hijo de la pampa. En grande apuro y cuida-
do debía hallarse el señor gobernador Salcedo
por la actitud belicosa de Cangapol, cuando se
apresuraba a enviar al frente de 400 soldados
al teniente de maestre de campo D. Cristóbal
Cabral, a negociar la paz o batirle, al mismo
tiempo que escribía al P. Quirini hiciera inter-
venir a la hermana del cacique, una de sus pro-
sélitas, para inclinarlo a la paz. Oídas las pro-
posiciones, habló Cangapol con la entereza de
su altivez y de su raza, decidiéndose sólo a la
concordia des-
pués de oír el
razonamiento y
consejo del padre
jesuíta Strobell,
acompañante de
Cabral 0741).
Cannlns (Jorge).
Estadista. Nació
en Londres, el 1 1
de abril de 1770.
Cursó sus estu-
dios en Eton, y
terminó su carre- d. Jorge Canning.
ra de Leyes en Oxford. Desde joven actuó eH
política, descollando en el Parlamento por su
elocuencia. Subsecretario de Estado y teso-
rero de Marina (1804). En 1815 y 1816, embaja-
dor en Portugal. Ministro de Negocios ex-
tranjeros. Su administración se distinguió por
la política liberal, que puso en práctica re-
conociendo la independencia de esta Repú-
blica el año 1825 y las demás de Sud-Amé-
rica, que se independizaban de España. Pro-
clamó también el principio de la no inter-
vención. Cuando en 1824 partió Rivadavia
en misión diplomática a Europa, cerca de
la Corte de Londres, el ministro Canning
atendióle debidamente, haciendo alta y mere-
cida justicia a los talentos y a las eminentes
cualidades personales del comisionado argen-
tino, celebrando un tratado de amistad, comer-
cio y navegación con esta República, que fué
firmado en Buenos Aires el 2 de febrero
de 1825. En 1827 este insigne estadista llegó
a ser primer lord tesorero; pero quebrantada
su salud por las luchas políticas que tuvo que
sostener, bajó al sepulcro el 8 de agosto
de 1827.
Cantilo (José María). Publicista y hombre polí-
tico. Nacido en Buenos Aires, el 14 de diciem-
bre de 1816. En los primeros años de su juven-
tud se consagró preferentemente al estudio de
la Química, ciencia qne debió merecerle una
grata predilección, pues llegó a familiarizarse
con ella sin recurrir a ningún maestro ni a nin-
guna cátedra. Para subvenir a sus necesidades
tomó entonces a su cargo una farmacia, que re-
gentó hasta 1840, año de sombrías perspecti-
vas para ¡os adversarios de la tiranía, y en el
que el joven Cantilo, unido al general Paz y a
otros hombres ilustres, huyó de su país, bus-
cando asilo en tierra extranjera. Llegado a
Montevideo y encontrándose sin recursos y sin
amigos, volvió a sus modestas funciones de far-
macéutico; pero algunos meses más tarde clau-
suraba su establecimiento para incorporarse
espontáneamente a la legión argentina organi-
zada en defensa de la ciudad. Fué en aquella
época de sacrificios que Cantilo se hizo cono-
cer: primero, como combatiente; luego, como
poeta, y más tarde, como periodista. Desempe-
ñó también el puesto de oficial primero del mi-
nisterio de la Guerra hasta 1S45, y fué secre-
tario de la Sociedad de Caridad Pública, crea-
da dentro de los muros de Montevideo. Dirigió
luego el diario que fundara D. Florencio Va-
CAN
- ll'J
CAÍ
reía, Comercio del Plata, hasta después de la
caida de Rosas. En Buenos Aires desempeñó
el cargo de secretario general de Consajo
Consultivo de Estado, ejerciendo también las
mismas funciones en la Municipalidad de la ciu-
dad. De 1859 al flO fué secretario del Dr. Vé-
lez Sarsfield durante la negociación del pacto
del 11 de noviembre; en 1860 fué electo diputa-
do a la Legislatura provincial, diputado nacio-
nal y subsecretario del mini-terio del Interior.
En 1865-1868, miembro de la Comisión sanitaria
durante la guerra del Paraguay, y uno de los
organizadores de la Comisión popular cuando
la epidemia de la fiebre amarilla en Buenos Al-
res, en 1871. Este hombre inteligente, respeta-
do y querido por la bondad de su carácter y la
rectitud de sus procederes, falleció el 18 de
agosto de 1872, siendo diputado nacional, en
Buenos Aires.
Cañada de la Cruz (combate). Soler, gober-
nador de Buenos Aires, hallándose en campaña
con un ejército de 2.000 hombres operando
contra el caudillaje del litoral, marcha hasta la
Cañada de la Cruz, en el partido del Pilar,
donde es completamente derrotado, después
de un combate que le da el general Estanislao
López, que mandaba el ejército federal, de
1 .300 plazas, indios del Chaco, una fuerza de
porteños emigrados, mandada por Alvear, y
una división llamada de los chilenos, a las ór-
denes de Carrera i2S de junio de 1820).
Cañada de Gómez (combate). Después de la
derrota del ejército de la Confederación en la
batalla de Pavón, los emigrados porteños, al
mando de Laprida, se internaron en la provin-
cia de Santa Fe con los últimos restos de las
tropas que no se habían desbandado. Una divi-
sión de las fuerzas de Buenos Aires los alcan-
za, sorprendiéndolos en la Cañada de Gómez,
a pocas leguas del Rosario. Se empeña un
combate, quedando el triunfo por la de Buenos
Aires, que acuchilla a sus enemigos derrota-
dos (22 de noviembre de 1861).
Caparros (José). Español. Guerrero de la inde-
P'indencia. Estallada la revolución de mayo, se
alistó en los ejércitos de los republicanos, pres-
tando en ellos servicios distinguidos. Tomó
parte en el sitio de Montevideo. En 1820 se
trasladó a Chile para incorporarse al ejército
de los Andes. Nombrado por el general San
Martín su ayudante de campo, lo acompañó en
la eipedición libertadora del Perú, llegando a
teniente coronel; pero en 1824 defeccionó la
causa de los patriotas, y eu Ayacucho, estan-
do en filas de los vencidos, entregó su espada
a sus antiguos compañeros de combate y de
gloria. Murió en Méjico.
Capdevila (José Antonio). Comerciante. Natu-
ral de Cataluña. Vino a Buenos Aires en 1794
donde se dedicó al comercio. Prestó importan-
tes servicios personales y pecuniarios durant.'
las invasiones inglesas a esta ciudad. En 18*''
fué cabildante y alférez real. En 1810, la Juni;i
deseando hacer un acto de justicia por sus va-
liosos servicios prestados durante la recon-
quista y la defensa de esta ciudad, resolvió dar
su nombre a una calle de la capital, la misma
que hoy lleva el de Chile; se llamaba antes San
.■\ndres, que era en la que vivía, y que conser-
vó hasta el año 1828. En 1810 fué uno de los
400 vecinos invitados por esquela al cabildo
abierto, en cuyo acto emitió su voto por la
causa de la patria, haciendo suyo el del pres-
bítero Choarroarín. Sobre su participación en
la reconquista dice una de las actas capitula-
res: «Poco después del avemaria da cuenta
el regidor D. José Antonio de Capdevila de
estar ya formadas las trincheras para que fué
comisionado, con sacos de hierba y lana, ha-
biendo él mismo franqueado para ellas las que
tenía en su casa y solicitado otras del vecinda-
rio, para cubrir todos los puntos. Y los señores
capitulares le dieron las gracias por su activi-
dad.» Posteriormente desempeñó algunos car-
gos honoríficos, muriendo en esta ciudad,
en 1842.
Caprjle (Jacinto). Fué uno de los pioneers de la
navegación italoargentina. Nacido en Genova
en 1796, llegó al
país en 1828. Em-
prendió al princi-
pio la importa-
ción de mercade-
rías italianas
poco conocidas
aquí, y merece
recordarse que
fué el primero eu
introducir la esen-
cia de rosas y un
importante carga-
mento de tercio-
pelo de Genova,
noble producto industrial que se fabricaba en
Zoragli , pequeña población a corta distan-
cia de Genova. Exportaba sebo, cueros, a»-
D Jacinto Caprile.
CAR
113 -
CAR
tas, residuos de saladero y algunas parti-
das de lanas. Los tres primeros buques de
vela tenían un tonelaje de 2S0 a 300 toneladas
cada uno, y llevaban los nombres italianos /í/ro.
Apollo y Adelaide. Estos fueron los anteceden-
tes de la hermosa flota que las grandes Com-
pañías italianas dedicaron mucho después. Fué
Caprije el que, admirado de la asombrosa fer-
tilidad de nuestras tierras, quiso ensayar y
propagar la agricultura, casi desconocida aquí,
y que nos hacia tributarios de Chile para con-
seguir a alto precio unos pocos cereales y le-
gumbres. Mandó traer una respetable cantidad
de bolsas de trigo Barletta, encargando al mis.
mo tiempo la inmigración de agricultores de
Liguria, quienes a su llegada ensayaron esa
semilla en tierras que les proporcionó el mismo
Sr. Caprile. Esa semilla, aclimatándose, dio
esos resultados que sabemos, y que permiten a
la Argentina llamarse el granero de Europa.
A él se le debe la entrada a nuestro país de
centenares de miles de esa inmigración italiana,
que debía dar a la República la parte más nu-
merosa de su población y contribuir tan efi-
cazmente a la grandeza de nuestra patria. Los
tres buques mencionados antes desempeñaban
al finalizar sus travesías dos curiosos papeles.
A Buenos Aires traían el refrigerio del hielo y
nieve, obsequio que la Italia alpina hacía a la
meridional Buenos Aires. Ese hielo, que los
gourmets porteños aguardaban como los judíos
el maná, especialmente en los largos veranos,
estaba guardado en los sótanos del restaurante
Colón, en la plaza de Mayo, donde se despa-
chaba al público, preferentemente a los parro-
quianos de dicho restaurante y a sus familias. Al
regresar a Genova, ciudad que en aquel enton-
ces escaseabade agua, los tres buques llevaban
su estiba volante repleta de agua del Río de la
Plata esperada ansiosamente por la gente del
puerto. Don Jacinto Caprile falleció en 1858.
araguatay (combate). Guerra del Paraguay.
El general D. Emilio Mitre había nombrado
jefe de vanguardia en la persecución que se
hacía a López al coronel brasileño D. Garios
B. de Olivera Nery, quien con fuerzas imperia-
les y argentinas se puso en marcha hasta en-
contrar al enemigo a la orilla de los montes de
Caraguatá!/, donde lo ataca y lo pone en fuga,
haciéndole mucha mortandad, quitándole la
artillería y tomándole bastantes prisioneros,
quedando muerto en la pelea el jefe superior,
mayor Solís. Al recorrerse el campo inmedia-
DlC. HtST. BlOQR.
to se salva a gran número de ancianos, muje-
res y niños que habían quedado rezagados en
la marcha de López, unos heridos y otros mu-
riéndose de hambre (21 de agosto de 1869).
Carbajal (Baltasar). Uno de los 63 acompañan-
tes de D. Juan de Garay al fundar la ciudad
de Buenos Aires, en 1580. De Carbajal, como
de otros de los compañeros de Garay, no se
tiene ningún dato personal; sólo se sabe que
era de los conquistadores antiguos, ignorán-
dose con quién vino a América. En los años
1578, 82 y 88 figura como vecino de la Asun-
ción del Paraguay. En el plano de la ciudad
de Buenos Aires que indica el repartimiento
de solares resulta agraciado con una manza-
na de terreno en el barrio Sud y un cuarto de
manzana a media cuadra de la plaza Mayor, y
una suerte de tierra, de una legua de fondo,
pe r 850 metros de ancho, en la ribera del Pa-
raná.
Carbonell (Francisco). Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, el 3 de diciembre de 1786. Se alistó
en clase de soldado en 1802 y asistió a la re-
conquista y defensa de Buenos Aires. Hizo la
campaña del Alto Perú, en la que conquistó
sus ascensos, grado por grado, hasta capitán.
Tomó parte en la guerra del Brasil, después
de la cual se le dio el título de sargento ma-
yor. Durante la tiranía de Rosas se refugió
en Montevideo, hasta poco después de Case-
ros. A su regreso a Buenos Aires se le confi-
rió el grado de teniente coronel, prestando
buenos servicios durante los sucesos del 52,
como empleado caracterizado en el Parque de
Artillería. Falleció en noviembre de 1857, con
el grado de coronel.
Cárcoba (Tiburcio de la). Jurisconsulto. Naci-
do en Buenos Aires, el 11 de agosto de 1809.
Siendo niño fué enviado a Madrid, y allí empe-
zó sus estudios en el Colegio Imperial de la
Compañía de Jesús, siguiendo luego la carre-
ra de Jurisprudencia en la Academia de Fer-
nando Vil, de la misma ciudad, y en la Universi-
dad de Toledo. En 1828 obtuvo una plaza de
académico en dicha Universidad, y en 1835 se
recibió de abogado, saliendo para Buenos
Aires en 1835, inscribiéndose en el foro de
esta capital. Nombrado censor de la Acade-
mia de Jurisprudencia el 2 de marzo de 1838,
pasó a ccupar el cargo de fiscal de la misma
en febrero de 1839 y de vicepresidente en
1840. En el mismo año fué llamado a desempe-
ñar el cargo de suplente del Tribunal de Re*
CAR - 114 -
cursos Extraordinaríos, y al siguiente el de
agente fiscal, siendo nombrado juez de prime-
ra instancia en lo criminal en 1844, cargo que
desempeñó por segunda vez en 1857, año en
que fué también fiscal de gobierno. Diputado
a la Legislatura de 1844 al 51. Murió en esta
ciudad, el 8 de enero de 1868, siendo miembro
del Superior Tribunal de Justicia.
ardassy (Jorge). Marino. Natural de Grecia.
Vino muy joven al Río de la Plata, establecién-
dose como comerciante en Gualeguay, en
1830, hasta que nueve años después abando-
naba esa profesión para incorporarse al ejér-
cito libertador del general Lavalle, sirviendo
en las campañas de Entre Ríos y Corrientes,
habiéndose distinguido por su arrojo en el sitio
del Reducto, siendo ascendido a sargento ma-
yor, grado con que se incorporó al ejército del
general Paz, donde realizó su incorporación
con una hazaña: batiendo al enemigo y ponien-
do en confusión a todo el ejército. En seguida
se le confió el mando de dos lanchas cañone-
ras, hostilizando hábilmente a las partidas fe-
derales. Emigrado a Montevideo, se le confió
como segundo jefe el mando de una escuadri-
lla, siendo su superior el coronel Garibaldi,
batiéndose en escaramuzas con la escuadra de
Rosas. Regresó a Corrientes a incorporarse al
general Paz y tomar el mando de una escua-
drilla. Después de sostener varios combates y
de varias aventuras, fué tomado prisionero y
remitido preso a Buenos Aires, donde murió
en la cárcel, en marzo de 1849, en brazos del
canónigo Dr. Vázquez Sevilla, después de tres
años de crueles sufrimientos. De este patriota,
conocido generalmente por El griego, habla
con elogio el general Paz en sus Memorias.
Cárdenas (Baltasar). Coronel de la indepen-
dencia. Guerrillero de Cochabamba y Chayan-
ta; fué derrotado en el valle de Ancacato por
un escuadrón realista al mando del comandan-
te Castro, y después de una espantosa carni-
cería fué muerto el 27 de septiembre de 1813.
Cardones (combate). El coronel D. Juan Cri-
sóstomo Alvarez, que de acuerdo con Urquiza
se había internado en la provincia de Tucumán
con algunas fuerzas para derrocar del Gobier-
no al general Gutiérrez, derrotó en el sitio lla-
mado de los Cardones a la división del coman-
dante Albornoz, tomándolo prisionero, como
también a la mayor parte de su gente (4 de fe-
brero de 1852).
Cardoso (Valentín). Nacido en Córdoba, el
CAR
15 de diciembre de 1792. Se halló en las in'
vasiones inglesas cuando tenía sólo catorce
años; ayudante del general Ortiz de Ocampo
en la expedición al interior. Incorporado al
ejército de Belgrano después del desastre de
Vilcapujio, se encontró en Ayohuma; pasó en '
seguida a Córdoba, acompañando siempre a
Ortiz de Ocampo, nombrado gobernador in-
tendente de aquella provincia. Llegado a Bue-
nos Aires, en 1815, se retiró a la vida privada; i
pero bajo la administración Rodríguez fué i
llamado a ocupar un empleo en la Aduana, i
Después del fusilamiento de Dorrego, regresó }
a Buenos Aires; pero, perseguido por Rosas,
emigró a Montevideo, y luego se incorporó a|
ejército de Lavalle, en el que sirvió como jefe
de artilleria, hallándose en los desastres y fun-
ciones de guerra de esta cruzada Fué minis-
tro del Gobierno de Catamarca. Después de
Famaillá se refugió en Boüvia. En 1841, i
hombre decidido, apenas tuvo noticias de la_
actitud y de los triunfos del general Paz sej
trasladó desde Bolivia a Montevideo, embar-^
candóse, por falta de recursos, en un buque car;
gado de guano, que en viaje para la Gran Bre-
taña debía hacer escala en el Río de la Plata.
Pero no pudo incorporarse a Paz, y quedó en
Montevideo. En 1846 dirigió una batería en el
sitio de Montevideo. En 1852, ya en Buenos
Aires, fué diputado, senador, miembro de la;
Asamblea Constituyente que decretó la Cons-
titución del Estado de Buenos Aires, en 1854
etcétera, etc. Falleció en Buenos Aires, e:
3 de julio de 1865.
Carhué. Paraje y después pueblo de la fronterí
Sud de Buenos Aires, ocupado y fundado e
24 de abril de 1876 por el coronel D. Nicolás
Levalle, quien, después de dos sangriento;
combates y casi perecer de hambre y frío, ocu
pa a Carhué, punto estratégico de la frontera
Este sitio, que costó tantos sacrificios, vino i
asegurar la frontera en una inmensa zona. Si
ocupación formaba en el plan de campaña de
entonces ministro de la Guerra, Dr. D. Adolfi
Alsina.
Carmen de Patagones (defensa). Una divi
sión compuesta de las corbetas brasileña
Duquesa de Goyaz e Itaparicá, el bergantí
goleta Escudero y la goleta Constancia, con
confiada ésta al capitán de fragata Jame
Shepherd, compuesta de 400 hombres de líne
escogidos y dos oficiales de mar reputado
por su pericia en las costas del Sud, amanee
CAR
115
CAR
el 7 de marzo de 1827 frente ai pueblo del
Carmen de Patagones, situado sobre la margen
izquierda del río Negro. Era comandante mi-
litar y político de Patagones, entonces, D. Mar-
tín Paulino Lacarra y Toledo, (v.), meritorio
veterano del ejército nacional. A la vista el
enemigo, se ordenó se hiciera la señal de alar-
ma, disponiéndose que el coronel D. Felipe
Pereyra (v.), con una pequeña fuerza, a la que
se incorporó el baqueano capitán José Luis
Molina, con 23 voluntarios (tragas), gauchos,
mal armados, pero entusiastas, se prepararon
para la defensa: «El 28 a mediodía, la Itapa-
ricá y el Escudero (éste con bandera argenti-
na), reforzados por los demás buques, fran-
queaban la entrada del río bajo los fuegos de
la batería, que contestaron con vigor, consi-
guiendo apagarlos así que tomaron posición
como era de presumir, atenta la superioridad
de sus cañones. Pereyra se replegó hacia el
pueblo, que se aprontaba a una resistencia
desesperada, reforzando los baluartes de su
fortaleza con las dotaciones de los corsarios
Hijo de Mayo, Hijo de Julio y Oriental Argen-
tino, cuyos comandantes se hicieron cargo de
la artillería, mientras que el de la Cfiacabuco,
a despecho de una lluvia copiosa, desembarca-
ba cañones y pertrechos. Los invasores ha-
bían perdido en el ínterin el mejor barco de
su división, la Duquesa de Goyaz. que al fran-
quear la barra, que en pleamar sólo tiene de
12 a 15 pies de agua, tocó en un arrecife y se
fué a pique, pereciendo 38 hombres de su tri-
pulación antes que pudieran ser transbordados
a la Constancia. Desembarcando el enemigo,
en los días subsiguientes quemó algunas ca-
rretas y la batería, clavando antes sus caño-
nes, en medio de las hostilidades de que era
objeto en todas direcciones. Finalmente, el
6 de marzo, después de haber perdido siete
días, demora que resultó funesta a sus pla-
nes, se organizó en número de 600 hombres
para emprender marcha sobre el pueblo, y ex-
traviando caminos toda esa noche, a las seis
de la mañana del siguiente día coronaba el ce-
rro de la Caballada, a tiro de cañón de la for-
taleza. Parece que Shepherd trató de ocupar
ese punto, que consideraba estratégico, en la
persuasión de que encontraría en el dos cí,ño-
nes de a 38 para batir aquélla con ventaja, se-
gún aserto de un práctico de Montevideo que
abandonó el país dos años antes. Allí se trabó
un vivísimo tiroteo con las guerrillas de a ca-
ballo, encabezadas por el ayudante subteniente
Sebastián Olivera (v.) y sus oficiales Antonio
Cabrera y Benito Vázquez, y sostenidas por
la artillería de los buques. Una de las primeras
balas de esa refriega parcial, atravesándole la
garganta, postró sin vida al brioso Shepherd...
«La pérdida inesperada de su caudillo descon-
certó profundamente a los invasores, qnienes
desde aquel momento, a despecho de los es-
fuerzos y del ejemplo de su segundo, el capi-
tán de la Itaparicá, Guillermo Eyre, empeza-
ron a retroceder, corriéndose por el camino de
la costa, en demanda del amparo de sus naves.
Por otra parte, la tropa se hallaba horrible-
mente fat'gada. Había marchado más de cua-
tro leguas en toda la noche precedente, que
fué clara y serena, con un calor sofocante, por
terrenos arenosos cubiertos de espesos mato-
rrales. Alejada de la orilla del río, en la idea
de tropezar con menos obstáculos en el trán-
sito, o torpemente extraviada por el baqueano,
empleó no menos de seis horas entre montes
enmarañados y médanos áridos, obligada a
salvar éstos con sus oficiales al hombro, des-
provista completamente de agua, y sin otro
alimento que carne salada, que avivaba la sed,
postrándola del todo. En tal situación, hostili-
zada sin tregua por sus flancos, ahogada por
el polvo y el humo, que para aumentar el ca-
lor de la atmósfera y las molestias consiguien.
tes se había puesto al campo por barlovento,
se hizo inútil toda resistencia, rindiéndose a
discreción 312 soldados y marineros, más
once oficiales, siendo de este número el te-
niente segundo Joaquín Marques Lisboa, fu-
turo vizconde de Tamandaré...» «Aniquilada
así la fuerza de desembarco, veamos ahora lo
que sucedía a bordo de los beligerantes. El
intrépido comandante de la Chacabuco, San-
tiago Jorge Bynón, dotado con el don inapre-
ciable del mando, no repara en lo exiguo de
sus elementos, y organiza el ataque que debe
completar la jornada gloriosamente iniciada en
tierra. Proclama a sus marineros, recordándo-
les sus antecedentes y sacrificios. Están con
él dos esforzados bretones, Francisco Four-
mantin (v.), hijo de Calais, y Pedro Dautant,
de Saint-Maló, que secundaron sus órdenes y
desean participar sus peligros, como el mar-
sellés Eduardo Fuzier, su secretario después.
Guillermo Page, Santiago Riele, Juan Bautis-
ta Thorne, Juan Thompson, Pedro Bravo, Pe-
dro Martínez, y cien otros valientes, piden a
CAR
- 116
CAR
gritos el abordaje, el triunfo o la muerte. Mon-
ta B>'non la sumaca Bella Flor; Dautant, el
bergantín Oriental Argentino; Harris, la gole-
ta Emperatriz; Saulín, la de igual clase Chi-
quilla, y unidos todos en una sola aspiración,
parten a colocarse bajo las alas de la gloria.
La sombra los protege, el viento es favorable,
la suerte los guía y el problema va a resolver-
se en seguida... Bynón cubre la vanguardia, y
puesto a tiro de pistola, rompe sus fuegos so-
bre el Escudero, que, regido por el bizarro
oficial francés Clemente Pautier, opone tenaz
resistencia. Desmontada su pieza giratoria, y
ya impotente para seguir en la defensa, atra-
viesa con su espada al desgraciado que preten-
de arriar la bandera confiada a su honor, has-
ta que cae herido y tiene que someterse al ri-
gor de su destino...» (Campañas Navales, Ca-
rranza.) Tal fué el memorable hecho de armas
de Patagones.
Cartagena (Juan). Obispo de Tucumán. Natu-
ral de América. Desempefiaba el arcedianato
de la ciudad del Cuzco cuando fué provisto
para el gobierno de aquella diócesis. Habíase
distinguido por su oratoria y en el ejercicio de
su ministerio por la bondad de su carácter.
Nombrado por el Papa Inocencio XI en 24 de
noviembre de 1687, no se recibió de su cargo
hasta principios de 1689, después de consagra-
do en Chuquisaca, y lo ejerció satisfactoria-
mente hasta su fallecimiento, acaecido en 4 de
diciembre de 1791.
Carta Molino (Pedro). Uno de los fundadores
del .\\useo público de Buenos Aires. Este cien-
tífico italiano vino a nuestras playas, por con-
venio que ajustó con Rivadavia cuando éste se
hallaba en Londres de ministro plenipotencia-
rio, con el fin de plantear aquí el estudio de
las Ciencias Naturales. El Dr. Carta Molina
había recibido sus grados académicos en la
Universidad de Turin, desempeñando después
las funciones de repetidor de Medicina en el
Colegio de la misma capital, que debía de he-
cho conducirlo a catedrático de la Universidad.
Comprometido en los sucesos políticos delta-
lia en 1821, vióse obligado a salir expatriado,
y aprovechó esta circunstancia para viajar por
España, Francia, Suiza, Alemania e Inglaterra,
ysu afición al estudio le hizo visitar los estable-
cimientos científicos de las ciudades que reco-
rría y contrajo relaciones con los sabios más
ilustres. En Londres conoció a Rivadavia, que
le habló de venir a Buenos Aires, y aceptada
la proposición, emprendió el viaje. Nombrado
profesor de Física experimental por decreto
de abril 10 de 18'26, la apertura de este curso
tuvo lugar el 17 de junio de 1827, en cuya oca-
sión pronunció un notable discurso, que regis-
tró en sus columnas el periódico La Crónica.
con la idea de instruir al público de la manera
como concebía la importancia y enseñanza de
la ciencia; publicó las Dos lecciones de intro-
ducción al curso de Física experimental que
se proponía dictar en la Universidad; pero
dejó la cátedra al descenso de Rivadavia, su
amigo y benefactor, siendo reemplazado por
D. O. J. Mossotti. Había arreglado el gabi-
nete de Física y completado con algunos apa-
ratos que trajo consigo de Europa por encar-
go del Gobierno, y según el Dr. Gutiérrez,
Carta Molina y D. Carlos Ferrari son los fun-
dadores del Museo público de Buenos Aires.
Conservaba aún la cátedra de Medicina y far-
macia y el puesto de facultativo del Hospital
de Hombres, cuando la política de Rosas le
puso en la alternativa de aceptar la decora-
ción federal (de Rosas) o renunciar los pues-
tos oficiales que servía; resolvióse por lo úl-
timo, y sonó la hora de su desdicha: la Policía
recibió la orden de vigilar al «salvaje uni-
tario». Desde entonces se le molestó, se le
amenazó, y acabó por ser enviado a discurrir
con los alienados de un hospital, donde fa-
lleció.
Carranza (Adolfo Esteban). Hijo de D. Ángel
Fernando Carranza. Nació en Buenos Aires,
en 1824. Durante más de cuarenta años traba-
jó en la exploración de las minas de la provin-
cia de Catamarca. Proyectó varias líneas de
ferrocarril. Fué primer administrador de la
Oficina de Impuestos internos. Representante
del Gobierno argentino en el Congreso de mi-
nas de Chile y uno de los fundadores del Ban-
co Nacional. En la Exposición de París y en la
Argentina de 1882 presentó algunos productos
de la industria, obteniendo varias medallas de
oro y diplomas. Cónsul general en Bolivia. De-
fensor de menores, etc. Fué su esposa la no-
ble señora María Eugenia del Mármol, nieta
de la patricia D.' María Eugenia Escalada de
Demaría. A su muerte, acaecida en Buenos
Aires en 1896, el Dr. Bernardo de Irigoyen
hizo su elogio. Fué Carranza uno de los pio-
ners infatigables, constantes para hacer co-
nocer las riquezas incalculables de las provin-
cias del Norte, principalmente en sus minera-
CAR
117
CAR
les. Poco o nada se ha hecho en ese sentido;
pero el tiempo y las futuras generaciones sa-
brán hacer justicia a la memoria de este hom-
bre tan activo e incansable.
Carranza (Ángel Fernando . Natural de la pro-
vincia de Santiago del Estero. Hermano de
D. Mauro (v.), que fué gobernador de dicha
provincia en 1851. Comerciante, fué socio del
coronel D. Manuel Dorrego. Diputado al Con-
greso en 1826, y más tarde capitán del ejército.
Casado en primeras nupcias con D.* Petrona
Barrionuevo, y en segundas con D." Carlota
de Achaval.
Carranza (Ángel Martín). Español. Llegó a
América en la expedición del virrey Ceballos.
Se halló en las campañas de Santa Catalina y
de la Colonia. Fué al Peni como director de
las fuerzas enviadas a sofocar la sublevación
de Tupac-Amarú (y.). Se radicó después en San-
tiago del Estero, contrayendo enlace con doña
Cristina de Santa Ana Paz y Figueroa. En el
año de 1804 era alférez real.
Carranza (Ángel Justiniano). Historiador ar-
gentino. Nacido en Buenos Aires, el 5 de sep-
tiembre de 1834. Se recibió de abogado a los
veintinueve años de edad; fué nombrado re-
lator del Superior Tribunal de Justicia en su
Sala civil, y más tarde juez de primera instan-
cia de la capital, desempeñando en sus últimos
años el importante cargo de auditor de ma-
rina, no sin haber pasado antes por el profe-
sorado, para dictar, con especial competencia,
la asignatura de Historia Naval en la Escuela
de Cadetes de la Armada. Distinguióse donde-
quiera por su ilustración, y en la madre patria,
el año 92, delegado por el Gobierno argentino
al IX Congreso de Americanistas, reunido en
el convento de Santa María de la Rábida, en
Huelva, en celebración del IV centenario del
descubrimiento de América, dejó oír su voz en
la alta tribuna de aquel cenáculo de hombres
ilustres y de sabios, para fijar la verdadera
fecha en que tuvo lugar el descubrimiento del
Río de la Plata. Muchas son sus obras; infi-
nitas sus biografías históricas, siendo su obra
maestra Campañas navales de la República
Argentina. Falleció en Rosario de Santa Fe,
el 11 de mayo de 1899.
Carranza (José Ambrosio). Militar. Natural de
Córdoba. Entró al servicio militar en 1795,
como alférez, y marchó en la expedición que,
a las órdenes del virrey Sobremonte, llegó a
las costas del Yaguarón, hostilizando a los por-
tugueses. Las invasiones inglesas le contaron
entre los combatientes, pues, incorporado es-
pontáneamente al ejército de Elío, que ope-
raba en el territorio uruguayo, fué destinado
a las partidas de guerrillas del teniente coro-
nel D. Pedro García. Antes de la toma de
Montevideo por las tropas británicas, y en la
campaña aquella, hallóse en distintos com-
bates y acciones de guerra, acreditándose por
su valor militar y actividad. Restablecida la
paz mereció los despachos de capitán, en mayo
de 1808. Producida la revolución del año 10,
Carranza simpatizó con ella, y en abril del
año siguiente salió sigilosamente de Monte-
video para presentarse al general Belgrano
en la campaña oriental, expresándole sus de-
seos de servir bajo las banderas de la patria,
aunque fuera en clase de soldado. El general
le dio el puesto de sargento mayor de plaza,
y en octubre del mismo año Carranza ocupaba
con las fuerzas de su mando el pueblo de Pay-
sandú, que había estado guarnecido por tropas
portuguesas; continuó su marcha hacia el río
Negro, y batió al enemigo en el paso de Ita-
peyú y en el Arroyo de la Leche, tomándole
no menos de 250 prisioneros y pérdida de 120
en el combate. Comunicó estos triunfos a la
Junta, que le felicitó por su conducta y patrio-
tismo. En 1812 fué autorizado para proveer de
caballos al ejército de Rondeau, comisión que
desempeñó con actividad y honradez, y poste-
riormente, al frente de una partida de 50 sol-
dados, purgó la campana de las gavillas de
bandoleros que la infestaban; vigiló las costas
e impidió los frecuentes desembarcos de los
realistas en busca de provisión de ganado,
para lo que le fué menester sostener reñidos
combates, siendo alguna vez las pérdidas del
enemigo importantes. Asistió a las batallas del
Cerrito, a la toma de Montevideo, etc. Se pre-
paraba a tomar parte en la guerra contra el
Brasil cuando falleció, repentinamente, en abril
de 1826, a la edad de cerca de cuarenta y cinco
años. Fué un hombre de convicciones honradas
y de un carácter enérgico.
Carranza (Pedro). Sacerdote. Nació en Sevilla,
en 1577, y a los quince años ingresó en la Orden
de Carmelitas, continuando sus estudios hasta
graduarse de doctor en Teología en la Univer-
sidad de Osuna. Dedicado a su ministerio, ad-
quirió fama de probidad y de orador sagrado.
En 1618 obtuvo el obispado de Buenos Aires,
tomando posesión de él en enero de 1621. Se
CAR - 118
consagró en Santiago del Estero. En 1629
asistió ai Concilio celebrado en Chuquisaca,
tocándole predicar el sermón de apertura. En
esta ciudad, sede de su obispado, se preocupó
de la enseñanza, dotando de su peculio una cá-
tedra de Gramática en el colegio de los je-
suítas, para el adelanto de la juventud «en vir-
tud y buena crianza». Pero el suceso más no-
table con que le recuerda la Historia es la cé-
lebre contienda que sostuvo con el gobernador
Céspedes (v.), a quién excomulgó. Céspedes
puso en prisión, no se dice por qué, a un don
Juan Vergara, notario del Santo Oficio, teso-
rero de Cruzada, hombre rico, relacionado e
intrigante. Los allegados del obispo y parcia-
les de Vergara le insinuaron que la prisión de
éste era un atentado a sus fueros y humillante
a su dignidad de prelado. El obispo, entonces
reclamó; mas fué rechazada su inusitada pre-
tensión. De aquí nació el conflicto. Céspedes,
en vista de la alarma, aseguró la persona del
preso, mientras el prelado, irritado, «puso la
ciudad en entredicho», según el deán Funes,
y «tocóse a rebato, pero sin fruto». Armado
el clero, con el obispo a la cabeza, sacó de la
cárcel a Vergara, en cuyas circunstancias el
gobernador asestaba dos piezas de artillería
al palacio obispal. El pueblo, espantado de
una escena tan trágica, no se decidía por nin-
gún partido. Apaciguados los ánimos, se dejó
libre a Vergara, sometiendo a la Corte la deci-
sión de la contienda. El Consejo de Indias re-
probó el proceder del obispo Carranza, recon-
ciliado al fin con el gobernador. Ocurrió su
fallecimiento por el mes de agosto de 1662.
Carranxa (Mauro). Gobernador de Santiago
del Estero. Nacido en esta provincia, en enero
de 1807. Había desempeñado empleos adminis-
trativos, mereciendo, por su honradez y dotes
de carácter, la general estimación de sus con-
ciudadanos. Con estos antecedentes fué nom-
brado por la Legislatura, a la muerte del gene-
ral Ibarra, ocurrida el 15 de julio de 1851, go-
bernador provisorio de la provincia, cuyo
puesto se decidió a aceptar cediendo a exigen-
cias amistosas. En octubre del mismo año un
movimiento subversivo, dirigido por los Ta-
boada (v.), le obligó a dejar el mando, y desde
entonces se alejó de Santiago. En el año 1869
presentó un memorial al Gobierno nacional,
estimulado a ello por el presidente mismo, so-
licitando la cooperación oficial para buscar en
la región del Chaco, hacia el Este de Santiago,
CAR
el meteorito o fierro nativo, empresa para la
cual contaba con los mejores conocimientos.
Ocupado en preparla con todo entusiasmo, fa-
lleció repentinamente, en la calle, el 6 de no-
viembre de 1869. La Prensa de Buenos Airea
anunció su fallecimiento en términos muy hon-
rosos.
Carrasco (Benito). Magistrado. Natural de
Buenos Aires. La tiranía de Rosas le abrió las
puertas de la cárcel en 1839, cuando no era
sino un joven estudiante de Jurisprudencia.
Preso y engrillado, permaneció cerca de un
año en la cárcel. Recobró su libertad y emigró
del país, estableciéndose en Montevideo, donde
terminó su carrera y abrió estudio. Posterior-
mente pasó al Brasil, donde fijó su residencia.
Después de Caseros regresó a Buenos Aires.
F;-.é secretario del gobernador López; asesor
del Tribunal del Comercio; juez de primera ins-
tancia en lo civil; miembro del Tribunal Supe-
rior de Justicia; diputado; vicepresidente de
la Convención encargada de examinar la Cons-
titución nacional, de acuerdo con el tratado
de 11 de noviembre de 1859; presidente del Tri-
bunal por varios años, y, por último, vocal de
la Corte Suprema de Justicia nacional. Desem-
peñando estas funciones, falleció en esta ciu-
dad, de fiebre amarilla, el 4 de abril de 1871, a
los cincuenta y seis años de edad. Fué el doc-
tor Carrasco un hombre de luces, recto y ho-
norable.
Carrasco (Pedro). Médico. Padre del anterior.
Nacido en Cochabamba (Bolivia). Cursó sus
estudios de Medicina, hasta graduarse de doc-
tor, en la Universidad de Lima. Durante las
invasiones inglesas fué cirujano del regimiento
de Patricios. Producido el movimiento emanci-
pador, fué uno de sus más ardientes partida-
rios, actuando en su patria y en esta repú-
blica, en la que fué electo diputado al Congre-
so nacional que sesionaba en Buenos Aires el
año 1817. Desempeñó también otros cargos
públicos, y el mismo año, antes de la traslación
del Congreso de Tucumán a la capital, fué
nombrado en comisión, con los diputados Castro
Barros y Darragueyra, para dirigir conjunta-
mente con el director Pueyrredón las relacio-
nes con el Brasil. Fué jefe de división en el
ejército auxiliar del Perú. Falleció en Buenos
Aires, después de Caseros.
Carrera (José Miguel). Guerrero de la inde-
pendencia. Caudillo en la República Argenti-
na. Nació en Santiago de Chile, el 15 deoctu-
CAR
bre de 1786. Descendía de una de las familias
más ricas y respetables de aquella ciudad. El
niflo presagió admirablemente al hombre. «Ha-
bla sido en sus primeros años un verdadero ca-
lavera—dice un escritor argentino -y autor de
mil travesuras, que dieron grandes trabajos y
angustias a su anciano padre. Podría citar al-
gunas de malísimo carácter: pero las maldades
vulgares de los niños no pertenecen a la Histo-
ria. Naturalmente pendenciero, andaba siem-
pre provisto con armas de filo, que alguna vez
usó también contra sus mismos maestros, quie-
nes, considerándolo como indómito, tuvieron
que condenarlo en el Colegio de San Carlos,
de Chile, a un castigo severo, después del
cual debía ser arrojado de la casa. Pero él,
fugándose por los tejados, evadió lo uno y lo
otro y vagó fugitivo por las calles de Santia-
go, encabezando alborotos nocturnos y riñas a
pedradas, que le hicieron tan notable como te-
mido por todo el vecindario. Además de ser
osado y sagacísimo, tenía ideas eminentes de
su nobleza, con una grande confianza en la
ventajosa posición de su familia; así es que
abusaba de su soberbia y de su valor personal
para oprimir y vejar a los demás con ultrajan-
te impunidad. Hacía gala de ser agresivo, des-
creído; pisoteaba las preocupaciones más arrai-
gadas de la colonia y se burlaba desde joven
de los hombres más encumbrados, así como
más tarde los debía humillar en su carrera
política. A los veinte años se había dado a la
vida libre; su existencia era una perpetua tem-
pestad, y un lance desgraciado en que hubo de
mezclarse la justicia hizo que su padre tuviese
que ocultarlo en la hacienda de San Miguel.
De lo que menos se ocupó allí fué de iniciarse
en los trabajos útiles de la labranza o en otra
cosa alguna que pudiera proporcionarle prove-
chos o enmiendas. Por el contrario, entregán-
dose con furor al juego de los naipes y de las
carreras de caballos, se hizo famoso por sus
fechorías y por sus extremos en estos declives,
tan amargos como desdorosos, de la mala vida
de un joven corrompido. Una vez tuvo un
choque con un huaso soberbio que se negaba
a complacerlo. Se provocaron, sacaron puñal
y se empeñó uno de esos duelos a muerte que
tienen aplaudidores por padrinos. D. José Mi-
guel tuvo la dicha de salvar su vida y la des-
gracia de dejar en el sitio a su contendor.»
Fué mandado a España; allí se hizo soldado
y ascendió con prontitud, merced a su arrojo
- 119 - CAR
y a su carácter abierto y decidido. Se halló en
diversos combates, hasta llegar al grado de
sargento mayor del batallón de Húsares de
Galicia. Cuando llegó a su noticia el levanta-
miento de las colonias, se puso en viaje para
las costas chilenas. Venció a fuerzas españo-
las mandadas por el brigadier D. Antonio Pa-
rejas, en Yerbas Buenas y San Carlos. Se en-
contró en Cepeda (1820); en Cañada de la
Cruz. Fué vencido en San Nicolás. Cometió
atrocidades, en diciembre de 1820, en el pue-
blo del Salto (provincia de Buenos Aires). Ven-
cedor en el Chajá (1821); en las Pulgas (1821).
Dictador de la provincia de San Luis en el mis-
mo año. Fué rechazado en la Cruz Alta (1821)
y vencido en la Punta del Médano (1821). Des-
pués de esta acción. Carrera busca su salva-
ción en la fuga; pero sus propios soldados, sus
chilenos, como él los llamaba, lo aprehendie-
ron y lo entregaron maniatado a las autorida-
des mendocinas. Condecido a los calabozos de
la ciudad, se le instruyó un sumario, siendo
sentenciado a muerte el 3 de diciembre de
1821 y ejecutado al siguiente día. En su trayec-
to de la cárcel al patíbulo prorrumpió en de-
nuestos e insultos contra el Gobierno y el pue-
blo mendocino; no consintió que le ataran los
brazos ni le vendaran los ojos, muriendo como
mueren los valientes. Destinado D. José Mi-
guel Carrera, por su genio, sus dotes y su épo-
ca, a escalar las alturas, su ambición, sombría
y tenaz como era, lo ató fatalmente al abismo.
Debió ser un héroe y fué apenas un caudillo
afortunado.
Carrera (Santiago de la). Militar. Nacido en
Córdoba, el 23 de febrero de 1788. Guerrero
de la independencia. Gobernador político y mi-
litar de Córdoba de 1811 a 1813. Se halló en
Cotagaita y Suipacha. Pertenece al teniente
coronel Carrera el mérito, indisputable y muy
distinguido, de haber conducido los Auxiliares
argentinos atravesando la cordillera de los An-
des. Como es sabido, la división de los auxilia-
res se distinguió y adquirió gloria en los comba-
tes de Cucha-Cucha, Membrillar, Tres Montes,
etcétera, en cuya campaña y hechos de armas
se encontró Carrera bajo las órdenes de Mar-
cos Balcarce. Sirvió con Rondeau en el Alto
Perú. Siendo gobernador de Santa Cruz de la
Sierra, y sofocando una revolución, murió trá-
gicamente, en 1815.
Carreras (Francisco de las). Jurisconsulto. Pri
mer presidente de la Corte Suprema nacional"
CAR
120 —
CAR
D. Francisco de las Carreras.
Nació en Buenos Aires, en 1809. Por voluntad
de su padre se trasladó a Córdoba para conti-
nuar sus estudios,
comenzados en
Buenos Aires. Fué
allí discípulo de Fi-
losofía de D. Luis
J. de la Peña; pero
poco después de
haber ingresado en
la Facultad de De-
recho abandonó la
Universidad cordo-
besa, terminando
sus estudios en su
ciudad natal. Se-
cretario de la Aca-
demia teóricoprác-
tica de Jurispru-
dencia, consagróse exclusivamente a las tareas
del foro, recibiendo su título de abogado, des-
pués de hacersu aprendizaje profesional al lado
del Dr. D. Dalmacio Vélez Sarsfield. La vida
pública de Carreras comienza después de la
caída de Rosas. Durante la tiranía no se mez-
clóen lo más mínimo en los asuntos políticos, ni
para combatir ni para servir al dictador, pa-
sando una gran parte de aquella época luctuo-
sa en un establecimiento de campo, y el resto
dedicado a las labores tranquilas de su minis-
terio. Después de Caseros, Urquiza le nombró
fiscal de Estado, en cuyas funciones reveló un
austero patriotismo y una independencia de es-
píritu que no se acomodaban a las exigencias y
a la política del vencedor de Rosas, por lo que
fué destituido en fecha de 3 de agosto de 1852,
fundándose su destitución en que «los principios
sostenidos en su carácter de fiscal contraria-
ban abiertamente los que habían sido procla-
mados como base de la organización nacional,
y tendían a excitar de nuevo la división entre
las provincias confederadas». El decreto lo
suscribía el Dr. D. Luis J. de la Peña, su anti-
guo profesor de Filosofía. La revolución de
septiembre, en la que tomó participación, lo
llevó al ministerio de Hacienda, desempeñán-
dolo todo el tiempo que duró el sitio de esa
ciudad, y para el que fué reelecto por el Go-
bierno del Dr. Pastor Obligado. En octubre
del 58 pasó a ocupar la presidencia de la Cá-
mara de Justicia, cargo que desempeñó hasta
fines del año siguiente. Fué igualmente dipu-
tado y senador de la Legislatura de la provin-
cia y miembro del Consejo consultivo de Go-
bierno, creado el 28 de julio de 1855. Su firma
se halla al pie de la Constitución del Estado
promulgada el año 1854. El Dr. Obligado busc6
de nuevo el contingente de sus luces, ofrecién-
dole la cartera de Gobierno y Relaciones ex-
teriores; pero el Dr. Carreras rehusó aceptar
ese puesto, volviendo a la magistratura, como
miembro del Superior Tribunal de Justicia,
cargo que ejerció durante largos años. En el
alto puesto de presidente de la primera Corte
Suprema de Justicia contribuyó a organizar y
consolidar la justicia nacional, que se implanta-
ba en momentos todavía difíciles y cuando los
principios inmutables de la libertad civil no se
habían aún abierto camino en el país. El doc-
tor Carreras falleció, desempeñando estas fun-
ciones, el 28 de abril de 1870. El Gobierno le
decretó honores fúnebres, hablando sobre su
tumba D. Domingo F. Sarmiento, entonces
presidente de la República, y el general don
Bartolomé Mitre. D. Francisco de las Carre-
ras fué sobrio y circunspecto como político, in-
tachable como magistrado y de hábitos senci-
llos como hombre privado. No brilló por gran-
des dotes de talento ni en la tribuna parlamen-
taria ni en las luchas de la vida pública; pero
su espíritu, profundamente nutrido en la cien-
cia del Derecho, y la bondad y firmeza de su
carácter hicieron de él un modelo como juez y
como ciudadano.
Carril (José María). Hombre político. Nacido
en Mercedes (Estado Oriental), el 5 de diciem-
bre de 1836, en cuyo territorio se habían refu-
giado sus padres para escapar a las persecu-
ciones sangrientas de la dictadura de Rosas. A
la edad de diez y siete años Carril fué enviado
a Europa, siguiendo cursos comerciales en
Barcelona, y recorrió las principales naciones
de aquel continente hasta 1856, en que regre-
só a la república, estableciéndose en San
Juan, lugar del nacimiento de su padre, hom-
bre distinguido y descendiente de una de las
familias más antiguas de aquella provincia. Fué
juez del crimen, diputado a la Legislatura,
ministro y después elegido gobernador. Su ad-
ministración fué excelente, realizando refor-
mas y haciendo construir, entre otros estable-
cimientos públicos, la casa actual de Gobierno.
Carril era hombre de pluma a la vez que polí-
tico, y así, el año 68 fundaba en San Juan La
Voz de Muyo, diario de combate que llegó a
convertirse en órgano autorizado del partido a
CAR
- 121
CAS
D. Salvador M.' del Carril.
que pertenecía su redactor. Electo senador al
Congreso de la Nación (1871), fué sobrio, pero
laborioso, debiéndose a su iniciativa los pro-
yectos sobre ferrocarriles del interior. Era
hombre de talento, de una imaginación activí-
sima, buen estadista y con aspiraciones acen-
tuadas a la vida pública. Falleció, en ejercicio
de su cargo de senador, el 18 de diciembre
de 1874.
Carril (Salvador María del). Estadista. Nació
en San Juan, el 5 de agosto de 1798. Se docto-
ró en Córdoba,
y desde muy jo-
ven actuó en po-
lítica, siendo elec-
to gobernador de
su provincia na-
tal el 10 de enero
de 1823, cargo
que ejerció, aun-
que con breve in-
terrupción, hasta
el 12 de septiem-
bre de 1825. Mi-
nistro de Estado
durante la admi-
nistración del pre-
sidente Rivadavia. Fué después uno de los más
exaltados adversarios del Gobierno Dorrego,
como también del de Rosas, por lo que tuvo que
emigrar al Paraguay, desde donde lo combatió.
En 1852 regresó a su patria, figurando en el
Gobierno de la Confederación, en 1853, como
constituyente. En el mismo aflo fué electo vi-
cepresid-inte, durante la administración del ge-
neral Urquiza, quedando su nombre asociado a
los actos más importantes de la política y ad-
ministración de la Confederación. Fué también
vicepresidente de la primera Suprema Corte de
Justicia nacional. Falleció en Buenos Aires, el
19 de enero de 1883.
Carrizo (Nicolás). Gobernador de Tucumán.
Natural de las Provincias Vascongadas. Des-
cendiente de los primitivos conquistadores y
pobladores de la provincia llamada de Tucu-
mán. Sema de capitán en el ejército del go-
bernador D. Francisco de Aguirre y era un su-
jeto bien considerado y respetado. Depuesto
Aguirre y conducido a Lima, D. Diego Arana,
que había sido nombrado para sucederle, no
aceptó el puesto y lo confió a la prudencia de
Carrizo, ocupándolo éste, en calidad de interi-
no, de 1570 a 1572, en que entró a desempeñar-
lo G. L. Cabrera. Carrizo figuró en la guerra
contra los calcltaquíes y en la que ocasionó el
levantamiento de Pedro Bohórquez. Ocupó
también el empleo de justicia mayor.
Casacuberta (Juan A.). Actor dramático. Na-
ció en Buenos Aires, en 1799. A los ocho años
de edad perdió a su padre, muerto por los in-
gleses en Montevideo en 1807. Casada la ma-
dre en segundas nupcias con un bordador en
oro, le hizo obrero al niño en su taller, y en
sus ocios estudiaba escritura y aritmética bajo
la dirección de su padrastro. En aquel modesto
taller debía decidirse entretanto su destino;
era el taller de una afamada compañía dramá-
tica que trabajaba en Montevideo, siendo él
quien llevaba a los artistas sus adornos y sus
trajes. De esa comunicación diaria con los ar-
tistas nació su amor al arte. Asistía puntual-
mente a los ensayos, formando así, en aquella
escuela práctica, su gusto y su sistema, y su-
pliendo su propia ignorancia con las dotes re-
levantes de su espíritu. Aquel aprendizaje
duró varios años; pero fué la primera y única
escuela de artista que tuvo el joven Casacu-
berta, de la que, para honor suyo, salió en
aptitud de personificar los más grandes carac-
teres de la vida escénica. La famosa bailarina
la Paca, ese imperecedero recuerdo en el Río
de la Plata, le adiestró en su arte, y a poco
apareció Casacuberta convertido también en
maestro de baile. Sin embargo, continuó tra-
bajando en su antiguo oficio hasta el año 1829,
en que hizo su aparición, con éxito, en un teatro
de Montevideo. De allí pasó a esta ciudad y a
la de Córdoba, en la que fundó el primer tea-
tro; pero adversario de la tiranía y patriota
entusiasta, se enroló en el ejército del general
Lamadrid, hasta que derrotado éste en Men-
doza, en la batalla del Rodeo del Medio, el 24
de septiembre de 1841, trató de refugiarse en
Chile con el resto de sus tropas, y Casacu-
berta, como otros de sus compañeros, cruzó a
pie y descalzo la cordillera, y allí en Chile
cosechó grandes aplausos, sobre todo como
actor trágico. Pasó después a Lima, donde
obtuvo un éxito asombroso. Retirado del tea-
tro, en un viaje que hizo a Chile en 1849 sus
admiradores le obligaron a dar una represen-
tación, y dando el drama Los seis grados del
crimen, al ser conducido al cadalso, fué tal la
emoción que sufrió, que cayo muerto en el es-
cenario. Este eminente actor dramático y dis-
tinguido patriota falleció en Santiago de Chi-
CAS - 122
le, el 23 de septiembre de 1849. La sociedad
de esa ciudad le tributó grandes demostracio-
nes en sus exequias.
Caaacuberta (Juan). Militar. Primo hermano
del anterior. Nacido en Buenos Aires, en 1796.
En calidad de simple soldado, y siendo todavia
un niño, se halló en las invasiones inglesas, y
en 1810 se enroló en el segundo tercio de cí-
vicos, pasando en 1815, con el grado de sub-
teniente, al 8." regimiento de línea. A las ór-
denes de Viamonte marchó a Santa Fe, donde,
después de desempeñar varias comisiones, fué
ascendido a teniente. En 1816, estando guar-
neciendo el paso de Santo Tomé, fué atacado
por fuerzas de Artigas, sosteniendo un com-
bate. Hecho prisionero, fué confinado al Brasil,
de donde fugó, siendo poco después tomado
prisionero nuevamente. Al año regresó a su
ciudad natal, siendo reincorporado al ejército
en el regimiento número 1.° de Granaderos de
infantería, con el grado de capitán, sirviendo
a las órdenes de los Balcarce, Rodríguez M. y
Montes de Oca en las campañas contra los
montoneros y los salvajes. Marchó después
a la campaña del Brasil, obteniendo en Itu-
eaingó las presillas de sargento mayor. Desde
1828 hasta 1841 actuó en la guerra civil como
miembro del partido unitario. Después de Fa-
maílla emigró a Bolivia, y vuelto del destierro
en 1852, ocupó diversos puestos militares, y
en 1868 obtuvo el grado de coronel. Murió en
Buenos Aires, el 27 de marzo de 1871, desem-
peñando el puesto de jefe del Cuerpo de Invá-
lidos.
Casa de Comedias. Durante el gobierno del
progresista virrey Vértiz, se levantó en una
casa espaciosa, pero modesta, la Casade Come-
dias, en el sitio que hoy ocupa el mercado del
centro, e hizo escribir sobre el palco escénico
el lema de Rídendo corriga mores (riendo co-
rrijo las costumbre). El obispo trató de opo-
nerse a este establecimiento, tachándolo de in-
moral y contrario al retiro religioso en que las
familias y los jóvenes debían mantenerse por la
noche. El virrey, que era un regalista de la es-
cuela de Floridablanca y Campomanes, lo puso
a raya y no le hizo el menor caso. Pero pen-
diente la controversia, cayó un rayo en el de-
pósito de la pólvora, situado en las inmediacio-
nes de la ciudad. La conmoción causó un terri-
ble espanto en el vecindario, matando 22 per-
sonas de la guardia y dos o tres empleados.
Se aprovecharon de esto los fanáticos refrac-
CAS
tarios, que miraban con odio las'reformas y las
mejoras del virrey, para propalar desde el pul-
pito que la catástrofe era un castigo del Cielo
por haber establecido la Casa de Comedias.
El virrey, que no era hombre de permitirseme-
jantes insolencias y mentiras, hizo prender a
los predicadores, los expulsó de Buenos Aires,
mandó que se los tuviera reclusos en La Rioja
y ordenó a los provinciales que en el mismo
pulpito hicieran desdecir y condenar esas opi-
niones. Pero desde entonces no hubo género
de desaires y groserías que el obispo no quisie-
se hacerle en su iglesia, obligándole a usar de
su autoridad, «porque (dice él mismo) no debía
permitir que la Real Jurisdicción, Real Patro-
nato y el decoro de mi empleo se menoscaba-
sen de este modo y con tanta irreflexión». (Ló-
pez).
Casa de Contratación. Era un Tribunal que
funcionaba en España para intervenir en todos
los negocios de carácter mercantil, monopoli-
zando el comercio, estableciéndose en Sevilla,
y más tarde se trasladó a Cádiz; no obstante,
en 1522 se fundo otra en La Coruña para el co-
mercio de las especies. La ordenanza creando
este tribunal, se dictó el 20 de enero de 1803.
Casaffoustli (Carios A). Ingeniero. Nacido
en Buenos Aires, en abril de 1855. Cursó sus
estudios preparatorios en el Colegio Nacional,
donde empezó a revelar talento, carácter y su
marcada predilección por las ciencias exactas,
y terminados éstos, pasó a Francia, a la famo-
sa Escuela de Artes y Manufacturas de París,
donde continuó sus estudios hasta graduarse
de ingeniero civil. De regreso a la patria, re-
validó su diploma, rindiendo un brillante exa-
men. Inmediatamente fué nombrado ingeniero
de primera clase en el departamento civil de
ingenieros, y sucesivamente ingeniero-jefe de
la sección de Cuyo, director de oficina. En este
puesto emprendió el trazado y construcción del
camino a Chile, que atraviesa la cordillera.
Fué diputado en Córdoba y renunció al ser
nombrado director de las obras en construcción
del dique de San Roque. Académico de la Uni-
versidad de Córdoba. En Entre Ríos ejecutó el
puente sobre el río Gualeguay y en Santiago
del Estero proyectó y ejecutó la obra de arte
del canal de la Cuarteada, obra admirable que
provee de agua a la ciudad e impide las inun-
daciones. Era un profesional en hidráulica. Mu-
rió en Gualeguay, el 24 de agosto de 1900.
Casalao (combate). El 15 de junio de 1659. El
CAS - 123 -
gobernador del Tucumán, D. Alonso Mercado
y Villacorta, tiene noticia de una gran conju-
ración de los indios calchaquies, encabezada
por el mestizo Luis Enriquez, a quien dirigía
secretamente D. Pedro Bohórquez, que se ha-
bía hecho reconocer y obedecer por los indios
como descendiente de los Incas. Con tal moti-
vo sale a campaña, pero los indígenas se mués"
tran sumisos. Mas al hacer una travesía para
reunirse con un tercio que había salido de Lon"
dres, provincia de Catamarca, es atacado vio-
lentamente por los calchaquies al llegar al puii
blo de Casalao, teniendo por resultado este
combate la completa derrota de los indios, a
la que se siguió una gran mortandad.
Casares (Carlos). Hacendado. Nació en Buenos
Aires, en el año 1835. Desde joven se dedicó a
las tareas del campo y a las transacciones co-
merciales, tomando también no escasa partici-
pación en la política desde la caída de Rosas.
Afiliado al partido que acaudilló D. Adolfo
Alsina, desempeñó algunos puestos públicos:
administrador general del ferrocarril del Oes-
te y presidente del Banco de la Provincia. Ha-
biendo renunciado el mando de la provincia
de Buenos Aires el gobernador Acosta en el
año 1874, al siguiente surgió electo Casares
para el período de 1875 a 1878, durante el cual
realizó muchas obras progresistas y la con-
quista de la frontera, como también la de la
conciliación de los partidos nacionalista y au-
tonomista. Falleció, en su estancia en el parti-
do de la Magdalena (Buenos Aires), el 2 de
mayo de 1883, y su entierro dio lugar a una
imponente demostración de duelo.
Casco de Mendoza (Víctor). Uno de los 63
compañeros de D. Juan de Garay el día de
la fundación de Buenos Aires, el 11 de junio
de 1580. Casco era natural de la Asunción del
Paraguay y descendía de los primeros conquis-
tadores y pobladores de estas provincias. Era
casado con D." Mayor López. Como era de los
fundadores de Buenos Aires, fué agraciado
con varias suertes de tierra, según consta en
el acta del repartimiento. En 1600 figuró como
capitán y vecino de Buenos Aires; ocho años
después fué regidor y alférez real de la misma.
Caseros (batalla). En que fué derrotado el dic-
tador Rosas, el 3 de febrero de 1852, en Monte
Caseros, a tres leguas de Buenos Aires. El
general Urquiza, al frente de un numeroso
ejército, compuesto de argentinos, una división
de uruguayos y otra de brasileños, venció al
CAS
ejército de Rosas, que en número de más de
30.000 hombres se desbandó al poco rato de
iniciarse la batalla. Esta acción, en que toma-
ron parte más de 60.000 combatientes, no tuvo
en sí importancia como acción de guerra; pero
sí la tuvo como resultado político, pues dio en
tierra con la tiranía que durante veintitrés
años ensangrentó al país. Rosas fué uno de los
primeros en abandonar el campo de batalla,
fugándose a caballo hasta Buenos Aires, don-
de se refugió en el Consulado de Inglaterra,
de donde salió, para emigrar a Europa, en la no-
che del mismo día. Caseros está situado en el
partido de San Martín, provincia de Buenos
Aires. Un monte y un caserío de la época co-
lonial le dio el nombre al paraje.
Castañeda (Fray Francisco de Paula). Sacer-
dote. Nacido en Buenos Aires, en el año
de 1776. Se educó
en el convento
franciscano de
esta ciudad y pa-
só a ordenarse en
Córdoba el año
1800, donde obtu-
vo, por oposición,
en la Universidad
una cátedra de
Filosofía. Redac-
tó varios periódi-
cos en Buenos Ai-
res, Santa Fe y
Córdoba. Fundó
Escuelas de Ar-
tes y Oficios y una Escuela de Dibujo. Se de-
dicó a la conversión de los indios y también
fundó el pueblo de San José de la Esquina. Fa-
lleció en el Paraná, el 12 de mayo de 1832. El
P. Castañeda fué un luchador de vuelos extra-
ordinarios, sacerdote modelo, un patriota y
educacionista distinguido, siendo su figura en
extremo interesante, especialmente por las
originalidades de su estilo, «que forma por sí
solo una época en la literatura del Río de la
Plata».
Castañeda (Gregorio de). Gobernador de la
antigua provincia de Tucumán, nombrado por
Francisco de Villagrán. Tomó posesión del
mando a principios de 1561. Por su despotismo
fué muy aborrecido. Murió ahogado en el Bio-
Bío, en Chile.
Castañeda (Pedro). Gobernador de Jujuy
en 1849. Natural de Buenos Aires. Era del
Fray Francisco Castañeda.
CAS - 124
partido federal y subió al Poder llevado por
sus correligionarios, principalmente por la in-
fluencia del gobernante Iturbe, con quien esta-
ba asociado en especulaciones mercantiles.
«Castañeda fué pacífico, tolerante y respetó el
derecho de todos. La sociedad se repuso un
tanto y comenzó a reinar tal cual actividad en
los ramos constitutivos de la vida general. Al
terminar sn período de dos años convocó al
pueblo para verificar la elección de su reem-
plazante, sin ejercer de modo alguno presión
ni imponerse de ninguna manera en el ánimo
de sus gobernados.»
Castañón (Bernardo). Militar. Nació en Bue-
nos Aires, el 20 de agosto de 1787. Como cade-
te del Arma de Caballería empezó su carrera
con motivo de las invasiones inglesas. En 1810
era capitán y obtuvo licencia para reclutar
gente p^ra remontar el regimiento número 3.°,
a que pertenecía. En 10 de agosto de 1814 fué
nombrado jefe de la escolta del director supre-
mo, D. Gervasio Antonio de Posadas, y en 1819
ascendía a sargento mayor graduado . Siendo
teniente coronel fué nombrado edecán del pre-
sidente Rivadavia y confirmado en el Gobierno
de Dorrego. Ayudante de la Inspección gene-
ral de Armas, y en 1832 elevado a coronal. Du-
rante la tiranía se le borró de la lista militar,
y años después se le condenó al ser\'icio de las
armas por «salvaje unitario) y obligándole a
poner dos prisioneros en su reemplazo, man-
dando fusilar a su hijo Domingo, en el cuartel
del Retiro, el 14 de abril de 1842. Emigró a
Montevideo, en cuya plaza sirvió entre los de-
fensores. Después de Caseros revistó en la
plana mayor activa como coronel de caballe-
ría de línea. Muríó en Buenos Aires, el 10 de
diciembre de 1859. El coronel Castañón fué un
patriota y caba-
llero sin tacha,
muy bien concep-
tuado por sus re-
levantes prendas
de carácter.
Castellanos
(Aarón). Natural
de Salta. Militó
honrosamente en
la guerra de la
independencia.
Se avecindó des-
pués en la ciudad
de Santa Fe, en D. Aarón Castellanos
CAS
cuyo vecindario llegó a ser el verdadero motor
de su progreso. Fundador en 1854, de la colo-
nia agrícola «La Esperanza»; dio la iniciativa
para nuevas empresas de este género, que vi-
nieron a dar importancia a sus campos incultos
y sin valor entonces. Castellanos fué un hom-
bre de inquebrantable voluntad en el trabajo;
fué un entusiasta colonizador y explorador de
los desiertos argentinos. A la edad de 80 años
dejó de existir, en la ciudad del Rosario de
Santa Fe, el 1 de abríl de 1880.
Castellanos (Francisco Remigio). Magistra-
do y hombre público. Natural de Salta. Na-
cido el 1 de octubre de 1779. Se recibió de
abogado en la Universidad de Charcas. Ase-
sor general de esa ciudad y más tarde en Mon-
tevideo. Asesor del Cabildo de Buenos Aires en
los años de 1817 y 1818. Trasladado a Mendo-
za, fué investido del cargo de juez de alzada.
La provincia de Salta dio sus votos para dipu-
tado al Congreso Constituyente (1824) que se
reunió en Buenos Aires, y sancionada la
constitución con que este Cuerpo organizaba
la República, a Castellanos se le designó para
presentarla a la provincia de La Rioja. Disuelto
el Congreso por la guerra civil, entra, en clase
de vocal, a ser miembro de la Cámara de apela-
ciones. Mal mirado por Rosas, por sus afinida-
des con el partido unitario, le destituyó, vién-
dose luego obligado a emigrar a Montevideo.
Conocido y apreciado allí por sus anteceden-
tes de jurista, es nombrado miembro del Supe-
rior Tribunal de Apelaciones, a cuyo puesto
prestó por más de ocho años sus luces y pro-
fundos conocimientos. Falleció el 14 de abril
de 1839.
Castellanos (Uladislao). Doctor, tercer arzo-
bispo de la República Argentina. Nacido en
San Javier, provincia de Córdoba, el 23 de no-
viembre de 1834. Promovido al obispado titu-
lar de Ankialo y auxiliar de Córdoba el 24 de
septiembre de 1892. Nombrado arzobispo el 12
septiembre de 1895.
Gastelli í'Angel). Natural de Venecia (Italia).
Hijo legítimo de D. Antonio Castelli y de doña
Francisca Salomón, ambos naturales y vecinos
de la referida ciudad. Vino a Buenos Aires,
llegando a reunir una respetable fortuna, ad-
quirida en el comercio, que fué su preferente
ocupación. Contrajo matrimonio en I7ü2 con
María Josefa Villarino y González de Islas.
Falleció en 17 de septiembre de 1781 , y fué en-
terrado en la iglesia de San Francisco, hoy
CAS
125
CAS
D. Juan José Qastelli
basílica menor. El D. Juan José Castellí, hom-
bre político de la revolución de mayo, era hijo
de D. Ángel Castellí.
Castelli (Juan José). Político. Nació en Buenos
Aires, el 19 de julio de 1764, e hizo en esta ciu-
dad sus estudios has-
ta el curso de Filo-
sofía, siendo discípu-
lo en este ramo del
Dr. Pantaleón Riva-
rola.Se trasladó lue-
go a Córdoba, y de
allí pasó a la Uni-
versidad de La Plata
(Charcas I, donde ter-
minó sus estudios,
doctorándose en Ju-
risprudencia. El 6 de
mayo de 1796, a pro-
puesta directa de
Belgrano, fué nombrado secretario sustituto
del Real consulado. Durante largos años Cas-
tellí estuvo exclusivamente dedicado a su pro-
fesión de abogado, distinguiéndose en el ejerci-
cio de ella por la habilidad de sus defensas y la
vehemencia y energía de sus exposiciones; ejer-
ció igualmente el cargo de relator de la Real
Audiencia. «Castellí fué uno de los miembros
más activos y entusiastas de la asociación se-
creta, que la componía un número limitado de
personas, y que se reunían indistintamente en
casa de D. Hipólito Vieytes, calle Venezuela, o
en casa de D. Nicolás Rodríguez Peña, calle
Piedad.» (B. Mitre. )Allí se discutía y se delibe-
raba al calor de propósitos comunes, y sus reso-
luciones se reflejaban misteriosamente en el
ejército y en el pueblo. «Guiados — dice el ge-
neral Mitre -por una de esas inspiraciones sal-
vadoras que brillan en los momentos supremos,
se pusieron inmediatamente en movimiento,
eligiendo por campo de sus maniobras el Ayun-
tamiento de la ciudad, única autoridad que no
caducaba y que debía sobrevivir a la ruina de
todas las instituciones coloniales. En conse-
cuencia, en el mismo día 18, D. Manuel Bel-
grano y D. Cornelio Saavedra se presentaron
al alcalde de primer voto, que lo era D. Juan
José Lezica, incitándole, a nombre de los pa-
triotas, para «que sin demora alguna se cele-
brase un cabildo abierto, a fin de que, reunido
el pueblo en asamblea general, acordase si de-
bía cesar el virrey en el mando y se erigiese
una Junta Superior de Gobierno que mejorase
la suerte de la Patria.» Al mismo tiempo que
esto sucedía, el Dr. Castellí conquistaba el
voto del Dr. D. Julián Leyva, hombre profun-
do, que era al mismo tiempo el síndico procu-
rador y el oráculo del Cabildo. «Más tarde era
comisionado, en unión del comandante Martín
Rodríguez, por la misma Junta patriota, para
que se apersonase al virrey Cisneros a reque-
rirle, en nombre del pueblo y de las tropas, la
convocatoria inmediata del cabildo abierto.»
Llegado a presencia del virrey, Castellí le ex-
presó, en términos francos y decisivos, el ob-
jeto de su misión, produciendo sus palabras
una sorpresa profunda en el ánimo del atribu-
lado mandatario, que accedió después de algu-
nas vacilaciones, dando esta rendida contesta-
ción: Puesto que el pueblo no me quiere y el
ejército me abandona, hagan ustedes lo que
quieran. Reunida, en consecuencia, la asamblea
popular el día 22, Castellí, que estaba decidi-
damente por la constitución de un nuevo Go-
bierno elegido directamente por el pueblo, fué
uno de los primeros patriotas que se levanta-
ron de su asiento, condensando su pensamien-
to, después de una peroración expresiva y elo-
cuente, en estas notabilísimas palabras: «La
España ha caducado, y con ello las autorida-
des que son su encarnación. El pueblo ha re-
asumido la soberanía del monarca, y a él le
toca instituir el nuevo Gobierno en representa-
ción suya.» Estas palabras eran una profecía y
un programa. Establecida la primera Junta re-
volucionaria, Castelli se incorporó a ella en
calidad de vocal. Castelli, lo mismo que More-
no, fué de los pocoshombresque tuvieron rum-
bosfijosen aquellashorasdeconflicto;así nadie
los aventajó en la decisión de su patriotismo y
en la firmeza de sus convicciones. Moreno y
Castelli fueron los tipos clásicos de la revolu-
ción; el uno tenía la fuerza del genio que do-
mina y avasalla, el otro tenía la fuerza de Ib
voluntad, que lleva al hombre hasta el sacrifi-
cio de sí mismo. Eran dos almas movidas por
los mismos resortes, calentadas por el mismo
fuego sagrado; pero aunque inferior en las do-
tes de la inteligencia y del carácter, Castelli
tenia, no obstante, este alto mérito: era un
hombre de gobierno y de acción, un alma y un
brazo a la vez. Castelli fué el encargado de
redactar la circular— que debía, por desgracia,
producir conflictos— dirigida a todas las pro-
vincias que componían el virreinato informán-
dolas de los sucesos acaecidos en la capital y
CAS - 126 -
exhortándolas al mismo tiempo a la elección
de diputados para la pronta instalación de un
Congreso general. Resuelta por la misma Jun-
ta la muerte de Liniérs y demás jefes que en-
cabezaban la resistencia armada del interior,
el vocal Castelli, por consecuencia de las vici-
laciones del coronel Ortiz de Ocampo, fué co-
misionado, a indicación de Moreno, de cumplir
esa resolución, lo que así hizo. Decretada la
organización de un pequeño ejército, al mando
d; D. Antonio González Balcarce, Castelli fué
investido del cargo de representante de la Jun-
ta, no limitándose a simple representante del
Gobierno, sino que fué director casi exclusivo
de los negocios de la paz y de la guerra, como
se verá más adelante. A fines de octubre, las
fuerzas republicanas llegaron a Cotagaita,
donde fueron rechazadas, hallándose de nuevo
las fuerzas beligerantes en los campos de Sui-
pacha, 7 de noviembre de 1810, saliendo victo-
riosos los republicanos. Castelli ocupó a Potosí
y decretó inmediatamente el arresto de su go-
bernador intendente, D. Francisco de Paula
Sanz, el mariscal Nieto y el coronel Córdoba,
y como no quisieran jurar respeto y obedien-
cia a la Junta, fueron fusilados. De Potosí pasó
Castelli a Chuquisaca, a La Paz y a Oruro,
siendo objeto en todas estas ciudades de gran-
des demostraciones de agradecimiento. En
Huaqui, jornada desastrosa para la revolución,
pues con ella se perdió todo el Alto Perú, fué
destruido Balcarce y Castelli por la felonía de
sus adversarios, que no cumplieron un armisti-
cio celebrado en Laja. El ejército se retiró a
Salta en medio de las más grandes dificultades
y privaciones. Castelli, llamado a la capital
para que respondiese de su conducta, lo hizo
en los primeros días del mes de diciembre, y
resuelto como estaba a afrontar valientemente
la nueva situación que se le había creado, se
presentó inmediatamente en el cuartel del re-
gimiento número 1 de Patricios, de que era jefe
inmediato el general Belgrano. Su causa duró
largo tiempo, y fué suspendida porque en vez
de a un delincuente se juzgaba a un moribun-
do. Castelli había contraído una penosa y mor-
tal enfermedad: habíase quemado la extremi-
dad de la lengua con el fuego de un cigarro, y
se le formó una llaga cancerosa, que le produ-
jo la muerte, el 12 de octubre de 1812. En la
plaza de la Constitución, frente a la estación
del ferrocarril del Sud, se le levantó una esta-
tua en 1910.
CAS
Castelli (Pedro). Militar. Hijo del anterior. Na-
cido en Buenos Aires, en 1801. Enrolado desde
muy joven en el regimiento de Granaderos a
Caballo, se halló en la jornada de San Loren-
zo; posteriormente pasó a un regimiento de
Húsares del ejército que, bajo las órdenes de
Rondeau, sitiaba la plaza de Montevideo, y
después de la rendición de las tropas españo-
las que la defendían actuó más tarde en la
guerra civil y con los indios, hasta que en 1823,
con el grado de sargento mayor de caballeria,
solicitó su baja para dedicarse a las faenas del
campo, en las que consiguió gran fortuna y
mucho prestigio entre los hombres del Sud.
En 1839 encabezó en esa zona de la provincia
la revolución del mismo año. Los revoluciona-
rios arriesgaron un combate en Chascomús
contra las fuerzas mandadas por los coroneles
Prudencio Rozas y Granada. Castelli, jefe de
la revolución, valiente como era y bien monta-
do, escapó de entre las lanzas enemigas; pero
tomado prisionero a los pocos días, los perse-
guidores le dieron muerte, y su cabeza, que la
cortó un sargento llamado Juan Duran, fué
elevada en una pica en la plaza del pueblo de
Dolores, permaneciendo así a la expectación
pública por algún tiempo. Otro hijo del patrio-
ta de mayo, Luciano Castelli, sirvió a las
órdenes del almirante Brown en la guerra con-
tra el Brasil.
Castex (Alejo). Magistrado. Nació en Buenos
Aires, en 1764. Recibió su título de abogado
en 1790. En las invasiones inglesas estaba al
mando de un cuerpo de caballería denominado
Migueletes. Partidario de la revolución; juez
de alzada del Consulado. Durante la adminis-
tración del director Pueyrredón formó parte
de la Cámara de Apelaciones, y fué comisio-
nado por aquél en 1816 a Santa Fe para hacer
retirar al ejército invasor de Díaz Vélez de la
provincia y desautorizar ante el Gobierno y el
pueblo el avance del ejército porteño. En 1821
fué auditor de Guerra y Marina, miembro del
Tribunal de Justicia, obteniendo en 1827 su ju-
bilación de camarista. Dos años antes ocupó
una banca de diputado en el Congreso general
Constituyente, en representación de su provin-
cia. Durante la tiranía se le suprimió la jubila-
ción «por no ser acreedor a la consideración
del Gobierno». Murió en esta ciudad, el 17 de
septiembre de 1841.
Castillo (Pedro del). Fundador de la ciudad de
Mendoza. Había militado en la guerra de la
CAS
127 -
CAS
conquista de Chile, en el ejército que al mando
del célebre García Hurtado de Mendoza batió
con éxito favorable a los belicosos araucanos
hasta asegurar la posesión tranquila de los po-
bladores españoles. Para recompensar los im-
portantes servicios de sus oficiales principales,
Hurtado de Mendoza dispuso extender el do-
minio de la conquista a los territorios trasandi-
nos habitados por las tribus de los guarpes,
adjudicándoles a sus tenientes la posesión a
perpetuidad de estas tierras. Castillo, uno de
ellos, atravesó la cordillera con una comitiva
de 100 hombres, y entró en tratos y negocia-
ciones de paz con los guarpes, tribus pací-
ficas, que vivían de la agricultura y de la
pesca, y cuyo jefe era el cacique Guaimallén.
Castillo emprendió entonces la fundación de
Mendoza, en 1561, dándole este nombre en ho-
nor del capitán español su jefe
Castro (Emilio). Hombre público. Nació en Bue-
nos Aires, el 21 de diciembre de 1821, donde
también cursó sus estudios. Desde joven actuó
en política, tomando participación directa en
los acontecimientos de su época y en el partido
unitario, en cuyas filas militó a las órdenes
del general Lavalle en las campañas contra la
dictadura, y luego en la emigración. Derroca-
da la tiranía, fué electo diputado a la Legisla-
tura de la provincia, figurando entre los de-
fensores de la ciudad durante el sitio del
aflo 53. En 1855 fué electo municipal, y el 7 de
mayo de 1857 fué nombrado jefe de Policía de
la capital, cargo que ejerció con competencia.
En 1859 concurrió como jefe del 2." bata-
llón de Guardias Nacionales a las campañas de
Cepeda y Pavón. Posteriormente fué diputado,
y luego senador en varios períodos, y el 10 de
octubre de 1868, gobernador de su provincia
natal, cargo que desempeñó con acierto hasta
la terminación de su período, el 3 de mayo
de 1872. Su administración descolló por varias
iniciativas útiles, como el establecimiento de
las aguas corrientes, tranvías e infinidad de
mejoras. Su gobierno fué de orden y de admi-
nistración. Desde entonces, aunque formó
parte de diversas Comisiones públicas, se re-
tiró de la vida política. Falleció en esta ciudad,
el 22 de abril de 1899. Al sepultarse sus res-
tos, habló en nombre del Poder ejecutivo el
general D. Luis María Campos.
Castro (Manuel Antonio). Estadista. Nació en
la ciudad de Salta, el 9 de junio de 1776, y cur-
só sus estudios de Derecho en las Universida-
des de Córdoba y Chuquisaca. En esta última
ciudad fué secretario de la Audiencia, y en la
de Yungas fué juez subdelegado, recibiéndose
de abogado en la Universidad de Chuquisaca.
En 1809, vino a Buenos Aires, donde tomó
participación en los preparativos del movimien-
to de mayo del año siguiente. En 1813 ingre-
só en la Cámara de Justicia, y fundó la Aca-
demia de Jurisprudencia, de la que fué di-
rector perpetuo y autor de su reglamento.
En 1817 fué nombrado gobernador intendente
de Córdoba, cargo que ejerció hasta 1820, con
sabiduría y prudencia. Cinco anos más tarde
fué electo diputado, y nombrado presidente de
la Cámara; tomó una parte principal en el pro-
yecto de Constitución.Publicó varias obras so-
bre educación y temas patrióticos; también fué
redactor durante un aflo de la Gaceta de Bue-
nos Aires, y cuando presentó la renuncia de
este cargo oficial, el Gobierno la aceptó en
términos honrosos. Hablando del Dr. Castro,
el Dr. López dice, «que era uno de los hom-
bres más doctos, más moderados y más virtuo-
sos que contaba la República Argentina». Mu-
rió en Buenos Aires, el 20 de agosto de 1832.
Castro (Saturnino). Coronel, realista, hermano
del anterior. Nacido en Salta. Cuando se ini-
ció la lucha de la independencia se puso al
servicio de las armas realistas, descollando
por su valor, habilidad y pericia. Hallóse en
las batallas de Tucumán y Salta, y caído pri-
sionero en esta última, fué uno de los que re-
cuperaron su libertad bajo el solemne juramen-
to de no tomar las armas contra los ejércitos
republicanos. Castro fué perjuro, y volvió a
combatir contra sus hermanos. Mas tarde, se
propuso abandonar la causa de los realistas
pero sabiéndolo el general español Pezuela,
lo tomó prisione-
ro y lo hizo eje-
cutar, en sep-
tiembre de 1819.
Castro Barros
(Pedro Ignacio).
Nació en LaRio-
ja, el 31 de julio
de 1777, y era
hijo de D. Pedro
Nolasco Castro
y de D.^ Francis-
ca Barros. En
1790comenzósus
estudios de Filo- D. Pedro Ignacio Castro Barros.
CAS
- 128
CAT
Sofía en Córdoba, donde fué ordenado el aflo
1800 por el obispo Moscoso, En 1S04 volvió a
su provincia, al ser nombrado cura de la ciudad
capital, donde fundó un colegio y dictó cate,
dras de latinidad y Filosofía. Partidario de la
emancipación política de su patria, formó par-
te en 1813 del Congreso, como representante
de su provincia, y en 1816 volvió a ser electo
diputado en el Congreso que declaró la inde-
pendencia en Tucumán, en cuya Asamblea pro-
nunció notables discursos, figurando entre los
miembros más distinguidos. En 1823 fué nom-
brado rector y profesor de la Universidad de
Córdoba, y el Cabildo eclesiástico de esta
ciudad le nombró provisor y vicario general.
En la de Salta, fué canónigo magistral, y
en 1826 declinó el honor de ser elegido diputa-
do. En 1832 fué tachado de salvaje unitario,
y enviado preso a un pontón, Cacique, du-
rante tres meses, y desterrado a Montevideo,
donde permaneció hasta 1839, en que fué a
Chile, estableciéndose en Santiago: donde fa-
lleció el 17 de abril de 1849. El Gobierno le
decretó honrosas exequias fúnebres. Castro
Barros no sólo fué orador distinguido, fué
también un notable canonista y un propagan-
dista ardiente e incansable de las doctrinas de
la Iglesia; pero, desgraciadamente, su espíritu
estaba vaciado en un fanatismo intemperante y
obcecado. Editó una serie de escritos religio-
sos, publicando él mismo algunos, entre los
que debemos mencionar, por ser los más sa-
lientes en mérito, una Impugnación contra la
tolerancia y una Disertación sobre la indepen-
dencia espiritual de la Iglesia.
Catalán (Amaro). Militar. Nacido en Mendoza.
Entró al servicio militar, como soldado del es-
cuadrón Dragones de San Nicolás, en octubre
de 1853, y por grados sucesivos ascendió a
capitán en diciembre de 1858, habiendo presta-
do servicios en la frontera en el regimiento
que mandaba el coronel Frías. Hallóse en va-
rios combates con los indios, y en las filas del
ejército de Buenos Aires en las batallas de Ce-
peda y Paoón (1859-1861). Marchó a la guerra
del Paraguay de sargento mayor del regimien-
to primero de caballería de línea, y en esa lar-
ga campaña llegó a teniente coronel. Des-
pués de la guerra, pasó con el regimiento a
las fronteras del Norte. En el 74 dio la prime-
ra batalla de Santa Rosa, muriendo en la
campaña.
Catamarca 'fundación). El general Juan Pérez
de Zurita, gobernador del Tucumán, fundó en
1558, en el valle de Quimmivil, la ciudad de
Catamarca, llamándola San Juan de la Rivera
de Londres. Los calchaquíes la destruyeron
más tarde, y en 1607 la reedifica el goberna-
dor Alonso de Rivera; pero en el alzamiento
de los indios, en 1627, es nuevamente destrui-
da y sus habitantes anduvieron largo tiempo
vagando, hasta que el gobernador D. Fernan-
do de Mendoza Mate de Luna le da asiento
definitivo, el 5 de julio de 1683, con el nombre
de San Fernando de Catamarca, dando así
cumplimiento a una cédula de 16 de agosto de
1679, y teniendo por pobladores a los habitan-
tes de Londres. Catamarca viene del vocablo
quichua kata, ladero o falda, y marca, pueblo,
o sea «pueblo de la falda». Su primer goberna-
dor constitucional fué D. Octaviano Navarro,
en 25 de mayo de 1856.
Catorce Jagüeles (combate). Una pequeña
invasión de indios, penetrando en el partido
de Tapalqué, provincia de Buenos Aires, con-
sigue arrebatar alguna caballada; pero es re-
chazada casi por completo por el capitán de
guardias nacionales D. Reginaldo Pereyra.
Se rescata todo lo robado (21 de enero
de 1874).
Catriel (sublevación). El 1 de enero de 1876,
la tribu del cacique Catriel, con las de Namun-
curá, Baigorrita, Pincén y Chilenos, se suble-
van contra la autoridad, formando un total de
cuatro a cinco mil indios sobre la frontera
Sud. Las fuerzas nacionales, poco numerosas,
al mando del comandante Winter, consiguen
derrotar a los indios, arrebatándoles 170.000
anímales vacunos, 30.000 yeguarizos y 40.000
lanares.
Cattáneo (Cayetano). De la Compañía de Je-
sús. Nacido en Italia, en 1695. Autor de unas
interesantes cartas que describen las colonias
y regiones del Río de la Plata. Dos de estas
cartas han sido publicadas en la Revista de
Buenos Aires, del Dr. Quesada, traducidas del
italiano por el Sr. Estrada, que emite este jui-
cio: «Todas ellas se refieren al estado de la
sociedad colonial en el primer cuarto del siglo
pasado; así las que estudian directamente el
aspecto de Buenos Aires y Córdoba, como las
que consignan observaciones de viajes y noti-
cias relativas a los medios de comunicación
con Europa y a la vialidad fluvial y terrestre
del país. Son el retrato tomado al natural de
la fisonomía física de la Colonia. Al estudiar
CAU
- 129 -
CAX
además la situación de nuestras poblaciones
en punto a embellecimientos artísticos, fuer-
zan a entrar al lector en las condiciones con-
temporáneas del trabajo y de la industria, tó-
pico de observaciones económicas que afectan
lo más vivo de la sociedad. Revelan a la par
curiosos detalles de las costumbres, que concu-
rren a habilitar juicio para internarnos con
nueva luz en los problemas históricos de aquel
período, en el cual es preciso descubrir los
síntomas de vitalidad de la remota comunica-
ción de nuestros abuelos.» Este ilustrado sa-
cerdote falleció, el 28 de agosto de 1733, en la
Reducción de Santa Rosa (Misiones).
Caucete (combate). Guerra civil. El 30 de octu-
bre de 18G3, contra las montoneras de Peflalo-
za. El sargento mayor D. Pablo Irrazábal, al
frente de una fuerza del 1.° de caballería de
línea y de guardias nacionales de Mendoza,
ataca y derrota en Caucete (San Juan) a una
fuerza de la montonera del general Peñaloza,
mandada por el caudillo Puebla. El general
Arredondo, que se aproximaba en socorro de
San Juan, al tener aviso de haber invadido las
montoneras aquella provincia, alcanza a des-
truir a algunos grupos de dispersos que en-
cuentra a su paso, persiguiéndolos tenaz-
mente.
Cavendish (lord Thomas). Fué uno de los tan-
tos marinos ingleses que intentaron atacar a
Buenos Aires en 1594. Su empresa fué des-
graciada por temporales o por imprudencia: su
escuadrilla, que se componía de cinco naves, se
arrimó a ia barra de Rio Grande y fué destro-
zada contra los bancos de la costa.
Cavia (Pedro Feliciano Sáenz de). Periodista y
hombre público. Nació en Buenos Aires,- en
1777, y cursó sus estudios de Derecho en la
Universidad de Córdoba. En 1811 formó parte
de la Comisión argentina que firmó el tratado
con el Paraguay. En esa época fué secretario
del general Soler, en la Banda Oriental. En
1815 fué diputado de la Convención electoral
que nombró gobernador al general Alvear, y
en 1824 y 25 representante legislativo; diputa-
do al Congreso por la provincia de Corrientes
al año siguiente, donde combatió al sistema
unitario. En 1828 fué nombrado secretario de
la Comisión argentina encargada de celebrar
la paz con el Brasil. Posteriormente desempe-
ñó varias comisiones políticas. Durante la ti-
ranía, su actuación política, como anteriormen-
te, fué muy veleidosa. Escribió sucesivamente
Diccionario Hist. Biogr.
los periódicos siguientes: en 1817, el Avisador
Patriota; en 181'.), el Americano; en 1820, El
ímparcial; en 1821, El Patriota, y Las Cuatro
Cosas; en 1824, en unión de Dorrego y Ugar-
teche, El Argentino; en 1825, juntamente con
D. Valentín Aisina, El Nacional; en 1826, El
Ciudadano; en 1827, El Tribuno; en 18.30, El
Clasificador o Nueoo Tribuno, y en 1 834, el
Censor Americano. Falleció en esta ciudad, el
23 de julio de 1849.
Caxaraville (Miguel). Guerrero de la indepen-
dencia. Nucido en Buenos Aires, el 5 de julio
de 1794. Era hijo
de D. Andrés Ca-
xaraville, espa-
ñol de origen, y
de D." María Mi-
gue ns, .sal teña.
Empezó su carre-
ra, con el grado
de cadete, en el
regimiento de
Granaderos a Ca-
ballo, en 1813.
Sirvió en las di-
versas campañas d. Miguel gaxaraville.
que hizo este fa-
moso regimiento, batiéndose también en el
Alto Perú, donde fué herido de bala en la
batalla de Sipe-Sipe, y cuando San Martín
atravesó los Andes tenía el grado de capi-
tán. El 30 de marzo — poco después de la
sorpresa de Cancha Rayada—, hallándose de
avanzada con sesenta granaderos, distinguió
una partida realista, que al descubrir a los ar-
gentinos se puso en precipitada fuga. Caxara-
ville, a pesar de ser inferior su fuerza, em-
prendió resueltamente la persecución de la
pequeña columna enemiga. «Al poco andar,
éstos se habían reunido con otros grupos, y
resultó que Caxaraville, con sesenta granade-
ros, tenía por delante el afamado escuadrón
del coronel Pa'ma. Así, pues, apenas se apro-
ximaron los realistas para cargar a los grana-
deros, éstos soltaron todo el empuje de los ca-
ballos, manteniendo su línea como una tabla.
El enemigo perdió su aplomo, se dejó arrollar
sable en mano, y pocos momentos después
huían pavorosamente por todo aquel campo,
dejando 22 cadáveres, y entre ellos dos oficia-
les y el sargento mayor del cuerpo...» En la
batalla de Maipú se portó bizarramente; lo
mismo en la sorpresa del Parral. Esta sorpre-
CAY
- 130 -
CEN
sa es digna de ser narrada con alguna deten-
ción. «'Hallándose Caxaraville con un escua-
drón de sus granaderos en observación del
enemigo, tuvo noticias de que una fuerza res-
petable guarnecía la plaza, y concibió enton-
ces el atrevido proyecto de sorprenderla. Pre-
sentóse Inmediatamente al coronel Zapiola a
darle cuenta del hecho y le ruega no depare a
otro la gloria de la jornada. Satisfecha su de-
manda, pónese en marcha inmediatamente con
su pequeña columna, que engrosa en su tra-
yecto con campesinos y milicianos. Caminando
de noche y ocultándose de día, llega a las in-
mediaciones de la plaza. Ordena a su segundo
se apodere de la comandancia, mientras él per-
sonalmente se dirige al cuartel, toma de impro-
viso al centinela, y penetrando al interior con
los que le siguen, sorprende a los realistas,
que se entregan indefensos y a discreción,
quedando momentos después dueño absoluto
de la plaza...» Caxaraville fué siempre un ofi-
cial ejemplar por su disciplina, su valor y
su previsión. Combatió contra los araucanos,
siendo herido. Por estas circunstancias pasó
enfermo a Mendoza en 1820, y siendo teniente
coronel combatió contra los montoneros. Vuel-
to a Buenos Aires, prestó servicio en la fron-
tera de Chascomús, en 1823, y al mismo tiem-
po administraba un establecimiento rural, he-
rencia de sus padres. Durante la tiranía emi-
gró a Montevideo, donde desempeñó un pues-
to administrativo. Falleció en Buenos Aires,
el 12 de diciembre de 1852.
Cayastá (combate). Una división al mando del
coronel D. Mariano Vera, desprendida del
ejército del general Lavalle, se había inter-
nado en la provincia de Santa Fe; pero parte
de esta fuerza se sublevó al divisar las tropas
del general D. Juan Pablo López, quien sin
gran esfuerzo vence al resto en un combate
que dan cerca del arroyo Cayastá, muriendo
el coronel Vera en la pelea, el 26 de marzo
de 1840.
Cazadores correntinos. Nombre de una com-
pañía de infantería de 85 hombres, compuesta
por hijos de esta provincia, formada en 1806 y
1807, para rechazar las invasiones inglesas, al
mando de D. N. Murgiondo, natural de Vizca-
ya, y de un regimiento de caballería, también
comp'iesto de 219 hombres, que combatió en
los mismos años a las órdenes del comandante
D. Luis Fernández. Los cazadores llevaban
uniforme con chaquetilla verde, vueltas ama-
rillas, alamares y penacho de los mismos colo-
res (de papagayo) en el sombrero.
Cazón (Cayetano). Filántropo. Nacido en Bue-
nos Aires, el 8 de agosto de 1803. Descendía
de una familia patricia y comenzó a figurar,
como subteniente del regimiento de Patricios,
el 6 de Abril de 1829, y luego en diversas co-
misiones. Derrocada la tiranía, fué nombrado
jefe de Policía de la capital en 1852, y luego
miembro de la Comisión inspectora de las Co-
misiones pagadoras del ejército. En 1855 fué
nuevamente nombrado jefe de Policía de la
capital, por decreto de 3 de mayo de 1861, del
gobernador Mitre, durante cuyo período no
percibió sueldo, por haber hecho donación al
Gobierno, para invertirlo en obras públicas.
Dos años después ocupó una banca en la Le-
gislatura de la provincia. Con dinero de su pe-
culio fundó el Asilo de Huérfanos y cooperó
eficazmente al establecimiento y sostenimiento
de numerosas Asociaciones de caridad. Desem-
peñó la vicepresidencia del Consejo Municipal
de la capital en dos periodos. Este virtuoso
ciudadano, que invirtió gran parte de su for-
tuna en obras de beneficencia, murió en Bue-
nos Aires, el 23 de agosto de 1894. A su muer-
te se le tributaron honores militares, y la Mu-
nicipalidad puso su nombre a una sala del Asi-
lo de Mendigos.
Ceballos (combate). En el arroyo de este nom-
bre tuvo lugar un combate el 25 de diciembre
de 1817. Una columna de fuerzas nacionales, al
mando del coronel D. Luciano Montes de Oca,
que el Gobierno había mandado a Entre Ríos en
protección de los pueblos hostilizados por los
caudillos Ramírez y Artigas, es completamente
derrotada por Ramírez, perdiendo en la retira,
da su artillería.
Céfiro (corbeta en corso, conocida también por
la denominación inglesa de Zephyr). Coman-
dante D. Tomás Taylor, natural de Estados
Unidos de América. Se le acordó patente de
corso el 17 de julio de 1815. La corbeta era de
163 toneladas, tenía 15 piezas de artillería de
a 10 y 18, con 75 hombres de tripulación. Salió
a corso del puerto de Buenos Aires el 1 de
agosto de 1815, y a pocos días apresó a la cor-
beta española Monserrat, capitán Pablo Espríú,
a la altura del Cabo Frío.
Centenera (Martín del Barco). Sacerdote. Na-
ció en la ciudad de Trujillo, provincia de Cá-
ceres (España), el año 1544, y a los veintiocho
aflos abrazó el estado eclesiástico y vino al Río
CEN
- 131 -
CER
de la Plata, en ciase de capellán, de la expedi-
ción del adelantado D. Juan Ortiz de Zarate,
a principios del año 1573, en compañía de otros
sacerdotes. Centenera fué el cronista del ade-
lantado Ortiz de Zarate y el biógrafo de don
Juan de Garay, a quien acompañó en varias
expediciones, convirtiendo a los indígenas al
catolicismo. En I5S0 fué nombrado arcediano
de la iglesia del Paraguay, de donde pasó al
Perú para asistir a un Concilio, en el que actuó
de secretario. Después recorrió medio conti-
nente sudamericano; remontó los ríos Paraná y
Paraguay, sin poder hallar sus fuentes a pesar
de su anhelo; visitó el litoral brasileño e hizo
el viaje a Lima, salvando en todas estas corre-
rías de mil peligros. Su verdadero título ante
la posteridad consiste en su obra en verso La
Argentina, donde reseña los principales acon-
tecimientos de estos países, la expedición de
que formó parte, la fundación de Buenos Ai-
res, sus exploraciones, etc., etc.; fué publica-
da en Lisboa en 1602. Centenera fué el primero
que dio el nombre de Argentina a este país.
Terminó sus días en España.
Centeno (Pedro). Sacerdote. Nació en Piedra
Blanca, provincia de Catamarca, el 20 de ene-
ro de 17&4. Siguió la carrera eclesiástica y se
ordenó de presbítero en Córdoba. En el ejer-
cicio de su ministerio, estuvo al frente de varios
curatos; diputado a la Legislatura en varios pe-
ríodos, descollandocomo orador. Constituyente
en 1853. Este inteligente sacerdote falleció en
Catamarca, el 9 de octubre de 1853.
Cepeda (batalla; 1820). Reunido el ejército fede-
ral, compuesto de 1.500 hombres, entre corren-
tinos, santafecinos y aventureros de todas las
proviiicias,que acaudillaban el general entrerria-
no Ramírez y el chileno D. José Miguel Carre-
ra, se encuentra con el ejército de Buenos Ai-
res en la cañada de Cepeda, provincia de San-
ta Fe, el 1 de febrero, y en una batalla que
sostuvieron con esas fuerzas, los federales dis-
persan a las Milicias porteñas. El ejército de
Buenos Aires era mandado por D. Juan Ra-
món Balcarce.
Cepeda (batalla; 1859, 23 de octubre). Los ejér-
citos de Buenos Aires y los de la Confedera-
ción entraban por segunda vez a dirimir por
las armas sus cuestiones civiles. El general
D. Bartolomé Mitre se hallaba acampado con
su ejército en la cañada de Cepeda, cerca del
Arroyo del Medio. Allí va a buscarlo el gene-
ral Urquiza, al frente del ejercitó de la Confe-
deración, consiguiendo sorprenderlo Iniciada
la batalla, las caballerías porteñas abandonan
el campo, pero la infantería y la artillería sos
tienen el ataque hasta entrada la noche, en
que se retiran en formación hasta San Nicolás,
donde llegen al día siguiente por la mañana,
haciendo su marcha por entre el ejército de
Urquiza, superior en número. En poder de
los confederados quedó la artillería y bagajes,
que fueron abandonados para emprender la
retirada, cuya operación henró a la infantería
porteña, que se impuso a sus contrarios, no
teniendo suficiente munición para resistir un
nuevo ataque.
Ceretti (Bartolomé). Marino. Nació en Italia, y
llegó a Buenos Aires en los primeros años
de la independencia. Al formar el almirante
Brown la segunda escuadrilla argentina, en
marzo de 1814, salió con ella en busca de la
española, que se hallaba en Martín García,
isla que estaba fortificada, guardando la en-
trada de los ríos Paraná y Uruguay. En esta
campaña se halló en el sangriento combate
del Arroyo de la China, librada en las aguas
del Uruguay el 21 de marzo de 1814, donde
fué herido Ceretti, quedando fuera de com-
bate. Más tarde se encontró en otras acciones
de guerra, mereciendo ascensos sucesivos,
hasta sargento mayor el 13 de enero de 1820.
Seis años después, al declaran^ie la guerra del
Brasil, se le confió el mando del bergantín
General Balcarce, tripulado por 80 hombres y
armado con 14 cañones. Asistió a la batalla de
los Pozos, el 8 de febrero de 1826; en el pri-
mero y segundo ataque a la Colonia, en cuyo
ataque embicó un buque de la escuadra, y el
mayor Ceretti recibió orden de ayudarlo a
zafar. Se hallaba haciendo arrojar los cañones
al agua, con objeto de alijarle, cuando fué
muerto por una bala disparada del fuerte de
Santa Rita. Así, rindió gloriosamente su vida
en el puesto de honor de los comandantes ma-
rinos, que es la toldilla de mando de sus bu-
ques (26 de marzo de 1826.)
Cervino i Pedro Antonio). Ingeniero militar,
geógrafo. Nacido en España; vino al Río de la
Plata en la Comisión demarcadora de límites,
en 1782. En 1783 hizo una expedición al Chaco,
de carácter científico, y a su regreso se esta-
bleció en Buenos Aires. Durante las invasio-
nes inglesas comandó el regimiento de Galle-
gos. Tomó participación en los acontecimien-
tos de mayo, asistiendo al cabildo abierto
CER - 132 -
Fué director de la Escuela Náutica y de la
Academia de Matemáticas en 1812. En 1814
levantó un plano topográfico de esta ciudad,
muy curioso, que se conserva en el Museo de
San Fernando, provincia de Buenos Aires.
Como periodista colaboró en el primer perió-
dico publicado en Buenos Aires, dirigido por
D. Hipólito Vieytes, distinguiéndose por la
erudición de sus escritos. Este ilustrado es-
pañol, que tantos servicios prestó a nuestro
país, con desinterés y patriotismo ejemplar,
terminó sus días en esta capital, el 16 de mayo
de 1816, y su cadáver fué sepultado en el con-
vento de San Francisco.
Gerri (Daniel). Militar. Nacido en Italia. Amó
a la República Argentina, la patria de sus hi-
jos, como a su
propia patria, y
derramando por
ella su sangre en
loscamposde ba-
talla y ofrecien-
do su pecho al
plomo enemigo
ha conquistado
legítimamente el
título de augusto
ciudadano argen-
tino. Treinta y
cinco años de
servicio activo
no interrumpido,
comisiones delicadas y peligrosas, han seña-
lado uno a uno los diversosgalones que marcan
su jerarquía Valiente y sereno en el peligro,
soldado de gran temple, profesó el culto de sub-
ordinación y disciplina. Los jefes que lo man-
daron encomiaron sus buenas cualidades de
soldado modelo, y los subalternos que sirvie-
ron a sus órdenes encontraron siempre en
Cerri armonizada la seriedad de la disciplina
con la cortesía de un buen militar... «Empezó
su carrera de soldado voluntario, en 1358, en
el batallón Legión Voluntarios. Se halló en la
campaña de Pigué, expedición a los indios de
Calfucurá (1859), Pavón, Cañada de Gómez.
En la campaña del Paraguay se halló en Co-
rrientes. Yalay, Paso del río Uruguay y toma
de Uruguayana, paso de la Patria, Estero
Bellaco, Tuyuti, Yataili-Corá, asalto de Cu-
rupaili, Humaitá, aquí fué herido gravemente
de un balazo en la cara, quedándole la bala
incrustada en el tronco de la lengua; en las
D. Daniel Cerri.
CES
campañas contra López Jordán y en todas las
acciones de la guerra civil y contra los indios;
en rio Negro, a las tolderías de Cañumil, Na~
muncurá, etc., etc. Murió en 1914.
Cerrito (batalla). Librada en la República
Oriental del Uruguay, en el paraje de este
nombre, y ganada por el coronel D. José Ron-
deau al ejército español, comandado por el
mariscal de campo D. Gaspar de Vigodet. El
31 de diciembre de 1813 salieron de la plaza
de Montevideo tres fuertes columnas al man-
do de Vigodet, con sus jefes de división La-
cuesta, Loaces y Qaleano, logrando llegar sin
mayor obstáculo hasta el cuartel general del
ejercito patriota, mandado por Rondeau, que
estaba acampado a una legua de la plaza si-
tiada, en el lugar precitado. Allí efectuóse un
encarnizado combate entre ambos ejércitos, y
aunque en el prime»" momento obtuvieron los
realistas algunas ventajas sobre los patriotas,
fueron derrotados y sableados por los Dra-
gones de la Patria, dejando un centenar de
muertos, entre ellos el brigadier español don
Vicente Muesas. El ejército republicano se
componía así:
Vencedores en el "Cerrito"
Batallón núm. 6 de Buenos Aires, Teniente co-
ronel Soler; Batallón núm. 4, antiguos blan-
dengues orientales, teniente coronel Ventura
Vázquez; Dragones de la patria, coronel Ron-
deau; segundo, Vedia; comandante Hortigue-
ra; B. Pico: Caballería oriental, comandante
Vargas.
Céspedes (Francisco de). Gobernador de Bue-
nos Aires en 1624. Natural de Sevilla. Apenas
llegó, adoptó algunas medidas para defender
la ciudad de una invasión que se temía de los
holandeses, ordenando la concentración de
fuerzas del Paraguay, Corrientes, Santa Fe y
Córdoba. Los enemigos hicieron su aparición
en el puerto, sin tentar hostilidad alguna, con-
tentándose con arrojar proclamas en las cos-
tas para provocar el levantamiento de los na-
tivos, en nombre de su libertad. Desaparecido
el peligro, el gobernador Céspedes se contra-
jo especialmente a la conversión de los natu-
rales, con los que empleó medios de persuasión
y tolerancia, venciendo así las resistencias de
los dianas, charrúas y de otras tribus. Encargó
de su conquista espiritual a padres francisca-
nos que llenaban cumplidamente los propósitos
del magistrado. Por su disposición y bajo la di-
CES
- 133
CIS
rección de esos sacerdotes se fundó la reduc-
ción de Santo Domingo de Soriano, en la em-
bocadura del río Negro. Fué Céspedes un buen
gobernante para su época, pues aparte de su
humanidad para con Ioj naturales, parece ha-
berse ocupado de la suerte de los pueblos cu-
yos destinos le estaban confiados, según puede
juzgarse por la comunicación que dirigió al
rey proponiéndole medios conducentes a me"
jorar la triste condición en que aquéllos vege-
taban. En su gobierno, que duró más de siete
años, tuvo una ruidosísima contienda con el
obispo Carranza (v.), la cual dio margen a la
suspensión de Céspedes (1628), siendo repues-
to a la conclusión de la causa, seguida ante el
Supremo Consejo de Indias.
Céspedes ( Manuel Germán ) . Militar. Nació
en Buenos Aires, en 1794. Comenzó su carre-
ra militar el año 1828, en las filas de un regi-
miento de caballería, prestando sus servicios
en los fortines de la provincia de Buenos
Aires, en el que alcanzó la graduación de sar-
gento mayor. Se mantuvo fiel a Dorrego y
luego a Rosas. En el combate de Las Pal-
mitas, el 8 de febrero de 182í, estando Céspe-
des a las órdenes del caudillo Mesa, éste fué
derrotado por el coronel Súarez, y Céspedes
cayó prisionero. Puesto en libertad, se incor-
poró al 5." de caballería, de que era jefe el
coronel Zalarrayán, y cuando éste conspiró
contra el tirano, el año 1838, Céspedes lo se-
cundó, y tomado prisionero fué condenado a
muerte; pero la intervención del ministro inglés
Mandeville, lo salvó. Rosas lo condenó enton-
ces a un suplicio atroz, que consistía en mirar
fijamente por espacio de dos horas durante
varios días la cabeza putrefacta de su jefe
Zelarrayán, con la orden de matarlo en caso
de desviarla. Céspedes fingió perder el juicio,
y trasladado a la sala de dementes, soportó el
tratamiento de alienado. Merced a esta estra-
tagema pudo fugarse, ocultándose en los pajo-
nales de la Boca. Auxiliado por un amigo, pasó
a incorporarse al ejército de Lavalle, a cuyas
órdenes se batió en los siguientes hechos de
armas: reducto del Sauce, Sauce Grande, toma
de Santa Fe, Quebracho Herrado, San Cala,
Famaillá, campaña en que ascendió a coronel
y que terminó con la muerte de Lavalle, el año
1841. Emigrado en Chile, permaneció en ese
país hasta 1854, en que volvió a Buenos Aires,
falleciendo el 14 de mayo de 1877. '
Cevallos (Pedro de). Militar. Nació en España,
en 1716, y empezó a servir en 1739, como capi-
tán de caballería. Conquistó sus grados milita-
res hasta general, distinguiéndose por su talen-
to y pericia, por cuyas cualidades fué nombra-
do primer gobernador de Buenos Aires en 1756,
cargo que desempeñó hasta 1766, y después
primer virrey y capitán general de Buenos Ai-
res, por real cédula de 8 de agosto de 1776,
para repeler las repetidas agresiones que co-
metían los portugueses en el Río de la Plata.
Aprestó una escuadra en Cádiz con este obje-
to, el 12 de octubre de dicho año, arribando a
Santa Catalina el 20 de febrero de 1777, bas-
tando la presencia de tan formidable expedi-
ción para intimidar al enemigo, quien entregó,
bajo capitulación, todas sus fortalezas, entran-
do en Buenos Aires el 15 de octubre de 1777.
Durante su gobierno declaró la libertad de co-
mercio en el Río de la Plata, cesando en el
mando el 28 de junio del año siguiente. Regre-
só a España, donde murió a los sesenta y tres
años de edad, el 26 de diciembre de 1778, en el
convento de los padres capuchinos de Córdo-
ba la Llana. La muerte de este noble español
fué muy sentida en este virreinato. Cevallos
fué un jefe lleno de .valor y pericia militar y
un administrador inteligente y honorable. Con
la libertad de comercio, su acto más grande de
gobierno, empezó el apogeo comercial del Río
de la Plata.
Cisneros y Latorre (Baltasar Hidalgo de).
Ultimo virrey del Río de la Plata. Nacido en la
ciudad de Carta-
gena (España).
Como marino su
acción fué bri-
llante; después
de Trafalgar, en
que mandaba una
división de la es-
cuadra y en don
de se comportó
bizarramente,
Cisnerosdejó las
armas, retirán-
dose a la ciudad
de su nacimiento,
donde ocupó al-
tos puestos.
Nombrado virrey del Río de la Plata el 11 de
febrero de 1809. Venía a sustituir a Liniérs,
cuya fidelidad sospechaba la Junta central. Lle-
gó Cisneros a Montevideo, y no atreviéndose a
D. Baltasar Hidaleo de Cisne-
ros y Latorre.
CIS
- 134 -
CIU
presentarse de improviso en Buenos Aires, por
temor al prestigio de Liniérs, pasó a la Colo-
nia, donde se trasladaron en corporación la
Real Audiencia y el Cabildo a rendirle pleito
homenaje e imponerle del estado de los áni-
mos en la capital. Algunos días después el vi-
rrey recibía la visita del mismo Liniérs que, no-
ticioso de los temores de su sucesor, se trasla-
dó a la vecina orilla a deponer en sus piopias
manos el mando supremo. A pesar del acata-
miento de las primeras autoridades y de las se-
guridades de adhesión y obediencia que se le
daban, Cisneros vacilaba todavía en presen-
tarse en la capital; temía disturbios y conspi-
raciones y hasta llegó a creer que su persona
corría graves peligros. Después de Liniérs hizo
venir a presencia suya a los jefes patricios,
quienes le manifestaron sus buenas disposicio-
nes en favor de la tranquilidad del país, resol-
viéndose recién trasladarse a la capital, donde
hizo su entrada el 29 de julio. Más que a man-
dar Cisneros venía a contener un pueblo con-
vulsionado. En 1809 abre el puerto de Buenos
Aires al comercio libre con las demás nacio-
nes, haciendo cesar el monopolio que, con per-
juicio del país, estaban haciendo unos cuantos
comerciantes acaudalados. Las ventajas se hi-
cieron sentir inmediatamente. En esta medida
de progreso tuvo la parte principal el doctor
D. Mariano Moreno. Cisneros fué depuesto el
22 de mayo de 1810 El 22 de junio del mismo
año la Junta de Gobierno de Buenos Aires, te-
niendo conocimiento de que el ex virrey y los
oidores de la Real Audiencia, después de ha-
ber prestado juramento de fidelidad al nuevo
Gobierno patrio, trataban de fugarse a Monte-
video, cuya plaza aun estaba ocupada por las
armas españolas, los hace embarcar en esta
misma noche en un buque inglés, que zarpa lle-
vándolos desterrados a las islas Canarias. Cis-
neros fué el último representante del Poder
español en el Río de la Plata, cuya autoridad
caducó el 23 de mayo de 1810. Murió en la ciu-
dad natal, el 9 de junio de 1829. «Cisneros era
disimula o, falso, terco, exuberante de pre-
tensiones; pero privado de elevación moral, ac-
cesible a influencias extrañas y falto de rumbo
en sus ideas y en sus actos. Así, mientras pre-
dicaba la concordia y hacía pomposos ofreci-
mientos al pueblo, aplaudía las crueldades del
famoso Goyeneche y le recomendaba proce-
diese contra los revolucionarios de La Paz
pronta y militarmente, aplicándoles todo el ri-
gor de la ley. ..•>•> «Cisneros, recibido por los es-
pañoles con arrebatos de entusiasmo, no tar-
dó en caer en desgracia por la forzosa lenidad
con que trataba a los criollos, y porque abrien-
do el puerto de Buenos Aires al comercio ex-
tranjero para proporcionarse recursos, les
arrebató su inveterado y lucrativo monopolio.
Los españoles le acusaban de ingrato y habla-
' ban públicamente de él desfavorablemente. En-
cargado por la Central de reprimir la marcha
preponderante de los criollos, desconfiando de
su lealtad y devoción a la España, se vio for-
zado a respetar su poder. Esta concesión del
miedo, lejos de atraerle prosélitos, le enajenó
todas las voluntades. Si más avisado político
fuese, hubiese buscado apoyo en los criollos,
donde estaba la fuerza y todavía entera la leal-
tad a su soberano; tal vez consolida su auto-
nomía y paraliza el movimiento revoluciona-
rio. Así, Cisneros, aislado, sin apoyo alguno
en el país, ni criollos ni españoles, era en el
Poder una verdadera sombra de la caduca au-
toridad que le había dado la investidura de vi-
rrey...» (Lamas.)
Cludadela (combate) (4 de noviembre de
1831.) Entre las tropas de Quiroga y las man-
dadas por los generales Lamadrid y Javier
López. Después de dos horas y media de com-
bate, sostenido con terquedad por ambas par-
tes, en el campo de la Cludadela, sale vence-
dor Quiroga, dejando los vencidos en su poder
diez piezas de artillería, toda su infantería, la
que no muerta prisionera, y su caballería acu-
chillada del modo más completo. Este triunfo
costó a Quiroga la pérdida de uno de sus me-
jores jefes, el coronel Juan de Dios Vargas,
que pereció a dos varas de la boca de un ca-
ñón, y el teniente coronel Joaquín Reyes Fron-
tanel, como también el teniente Rafael Eche-
garay y el subteniente Isidoro Bazán. Del ejér-
cito contrario murieron los coroneles Juan
Arengrein y José María Aparicio, el teniente
coronel José María Villanueva, el mayor don
Ravelo, 20 oficiales de capitán abajo, fuera de
jefes y oficiales de caballería que murieron a
la distancia en la persecución. Al lado de Qui-
roga se hallaron los gobernadores de Santia-
go y de Córdoba, Ibarra y Reinafé, respecti-
vamente El general Quiroga, en el parte de-
tallado que sobre la acción de la Cludadela
pasó (6 de noviembre de 1831) sólo hacía men-
ción de los generales Javier López y Lama-
drid, y nada decía de los de igual clase don
COB
José Videla Castillo y D. Juan Esteban Peder-
nera, ni de muchos otros sucesos que, según
un jefe del ejercito atisílíar de los Andes, le
habrían hecho honor a Quiroga, y creyendo
dicho jefe fuese un olvido hacer mención úni-
camente de dos generales, se lo indicó, y obtu-
vo de Quiroga esta respuesta: Vo lo que me-
nos pienso es dar importancia a mis servicios.
El general Lamadrid, después de su derrota
en la Ciudadela, fué a parar a Tupiza (Boli-
viai, desde donde dirigió una carta a Quiroga
recomendándole su familia. Este franqueó in-
mediatamente a la esposa de Lamadrid todos
los auxilios necesarios, tanto pecuniarios como
en caballadas, para trasladarse al territorio
boliviano.
Cobo (Juan Francisco). Benefactor. Natural de
España. Avecindado en Alendoza, recibió por
el año 1S09, remitidas desde Cádiz, unas pocas
estacas del álamo llamado de Italia (populas
fustigiata) y del de la misma familia negro
(populas nigra) y algunas semillas de otros
árboles exóticos, que plantó en su quinta del
tMonte de Cobo>, en Chanarcillo, para culti-
varlos, aficionado como era a esta especiali-
dad de la horticultura. La prodigiosa multipli-
cación del primero, que ha sido un ramo de ri-
queza para Mendoza y San Juan, donde no se
tenía maderas de construcción, recibiéndolas a
muy alto precio de Chile, Paraguay y Tucu-
mán, fué un inmenso beneficio público debido
a Cobo. El Cabildo de Mendoza premió al se-
ñor Cobo, en 1814, por tan importante servi-
cio, con la carta de ciudadanía, de muy difícil
obtención entonces para los españoles, y lo
exceptuó de abonar contribuciones e impues-
tos, cuya concesión fué confirmada por el en-
tonces gobernador de Cuyo, general San Mar-
tin, a quien prestó importante y desinteresada
ayuda pecuniaria para la formación del ejército
de los Andes, en los años 1815 a 1SI7 Por el
año 1835 falleció el Sr. Cobo, en Mendoza.
Cobos (combate). En la retiraba de Belgrano
hacia Tucumán es atacada su retaguardia por
tropas del ejército español al mando de Tris-
tán, y consigue desorganizarla. El coronel Díaz
Vélez mandaba a los patriotas. Cobos está si-
tuado a veinte leguas de Jujuy. Tuvo lugar
este combate el 26 de agosto de 1812.
Cochabamba (Intendencia de). La ciudad de
Oropesa, en el valle de Cochabamba, fué fun-
dada por D. Francisco de Toledo, virrey que
fué del Peni en el año de 1572, con el título de
- 135 - COCH
la villa de Oropesa, comisionando al efecto a
capitán Jerónimo de Osorio y nombrándole
corregidor. En 28 de diciembre de 1573 se
hizo la población, en virtud de poder y facul-
tad que dio el mismo Toledo, en 7 del referido
mes, a Sebastián Barba de Padilla, en el sitio
de Canata, por su buen temperamento, apaci-
ble clima y lugar abastecido de todo lo nece-
sario a la subsistencia del hombre. Usa por
armas un escudo de campo azul; en el medio,
un león, y a su círculo, diezcabezas degolladas,
y son las miomas de los condes de Oropesa,
de cuya casa fué dicho Toledo, quien lo con-
cedió. Usa también de los títulos de Leal y Va-
lerosa ciudad, por los distinguidos servicios
que hicieron sus vecinos en la rebelión de in-
dios del reino, los que le concedió Carlos lU,
en real cédula de 26 de mayo de 1786.
Cochabamba. Departamento y ciudad de Bo-
livia, situada en el valle de este nombre, fa-
mosa por su adhesión y patriotismo en la gue-
rra de la independencia sudamericana. Fué la
primera que por sí sola se levantó en armas a
favor de la Junta de Buenos .Aires antes de la
batalla de Suipacha, obteniendo un triunfo en
Aruhuma, en que derrotaron los naturales a
más de 500 hombres de línea bien armados, de-
fendiéndose ellos con palos y macanas, de lo
que dio origen a la famosa proclama de: c<iVa-
lerosos cochabambinos: ante vuestras macanas
el enemigo tiembla!» La heroicidad de sus mu-
jeres también es célebre: preferían morir antes
que rendirse, y por eso, a la hora de revista en
los ejércitos patriotas se preguntaba en cada
regimiento por las mujeres de Cochabamba, y
la tropa, rindiendo tributo a su heroísmo, res-
pondía: «¡Murieron por la patria!» Esta ciudad
fué fundada el 28 de diciembre de 1573, por
D. Sebastián Barba de Padilla.
Cochranne (Alejandro Tomás). Marino. Nacido
en Escocia, el 27 de diciembre de 1775. Comba-
tió contra los españoles y franceses, cayendo
prisionero de estos últimos en 1802. Durante la
guerra entre España y Francia estuvo al servi-
cio del primero de estos países, obteniendo al-
gunos triunfos navales. Llegó en su país a for-
mar parte de la Cámara de los Comunes; pero
decayendo su influencia, abandonó su patria
en 1818. k instancias de San Martín, que le
confió el mando de la escuadrilla chilena, de la
cual se hizo cargo con el grado de almirante,
expedicionó al Perú, atacando a la escuadra
realista y al fuerte del Callao, y bloqueando
COL
— 136 —
COL
los puertos del Perú llegó a dominar las aguas
del Pacífico, hasta que en 1823 se retiró al
Brasil, donde combatió al frente de una escua-
dra contra los portugueses, prestando grandes
servicios a la causa de la libertad. Murió en
Londres, el 31 de octubre de 1864.
Colastiné (combate , 1842). La vanguardia del
ejército del general Oribe, que regresaba triun-
fante del exterior de la república, derrota a
las fuerzas santafecinas, mandadas por el gene-
ral D. Juan Pablo López, en Colastiné, provin-
cia de Santa Fe, el 19 de abril de 1842. La van"
guardia de Oribe la mandaban los coroneles
Andrade y Flores.
Colastiné (combate). La escuadrilla de Buenos
Aires, al mando de Zapiola, había llegado a la
boca inferior del Colastiné, después de forzar
las baterías de Punta Gorda (Diamante), y dis-
pone que el teniente Leonardo Rosales, con
una división de cuatro lanchones, se colocase
en la boca superior de este río. La escuadrilla
entrerriana, compuesta de un bergantín, dos
goletas y lanchones artillados, llega a este
punto y se traba el combate, quedando Rosa-
les vencedor, matando él mismo a Montever-
de, apresando una goleta y dos lanchones, el
27 de mayo de 1821.
Golodrero (Pedro Díaz). Natural de Corrien-
tes. En 1837, ministro del gobernador coronel
Berón de Astrada, alma del pronunciamiento
de la provincia contra Rosas. Asistió a la bata-
lla de Pago Largo, en 1839. Fué amigo y sos-
tenedor del general Paz, cooperando eficaz-
mente al triunfo de dicho general en la batalla
de Caa-Guazú, en 1841. Caída la tiranía, fué
electo constituyente ante el Congreso de San-
ta Fe (1853). Legislador en el Congreso de la
Confederación, y en 1855 desempeñó la go-
bernación de Co-
rrientes, en ca-
rácter de delega-
do, por ausencia
d-l Dr. D. Juan
Pujol (v.). Murió
en Corrientes, en
ISfi").
Colombres Gosé
Eusebio). Sacer-
dote. Nacido en
Tucumán , e n
1778. Obispo elec-
to de Salta. Par-
tidario del moví- D. José Eusebio Colombrea
miento emancipador de mayo de 1810. Seis
años después fué diputado por Catamarca al
Congreso que declaró en Tucumán la inde-
pendencia nacional, el 9 de julio de 1816. Fué
el introductor, sembrador y cultivador en su
provincia natal de la caña de azúcar, que im-
portara de la Habana y del Brasil, en 1821. Du-
rante la dictadura sufrió varios vejámenes y
vio destruir sus cañaverales, sufriendo estos
atropellos con mansedumbre evangélica. Fué
vicario capitular de Salta y gobernador de
la misma diócesis. Murió, a los ochenta y un
años, en Tucumán, el 11 de febrero de 1859.
Fué un sacerdote patriota, modesto y de aus-
teridad ejemplar.
Colón (Cristóbal). Navegante. Nació en Geno-
va, en 1446 o 1442. Su padre era un cardador
de lana; lo dedicó
desde muy niño
al estudio de la
latinidad, de las
matemáticas, de
la geografía y as-
tronomía, en la
Universidad de
Pavía. Se dedicó
desde sus más
tiernos años a la
navegación e hizo
su aprendizaje
bajo la dirección
de un pariente
suyo, que según
parece se ocupaba de hacer el corso. Hacia el
año 1470 se estableció en Portugal. Casó en
Lisboa con la hija de Bartolomé Parestrello,
marino que había estado al servicio .del infante
D. Juan y había sido gobernador de la isla, re-
cientemente descubierta, de Puerto Santo, y
este matrimonio le puso en posesión de los ins-
trumentos, cartas náuticas y diarios de viaje de
aquel navegante experimentado. Sus estudios,
la lectura de los escritores antiguos, el testimo-
nio de otros pilotos y su propia experiencia, le
dieron margen a conjeturar y discurrir sobre
la navegación por Occidente para dirigirse a la
India, opues que del mismo modo— dice su hijo
D. Fernando— que los portugueses navegaron
tan lejos al Mediodía, podría navegarse la
vuelta de Occidente y hallar tierra en aquel
viaje». Imbuido en esta grande idea, demasia-
da para su época, hizo Colón su primera ten-
tativa para llevarla a cabo, proponiéndola al
D. Cristóbal Colón.
COL
137 -
COL
rey de Portugal. Algunos han referido que pri-
meramente había propuesto su proyecto a la
seflon'a de Genova, lo que se despreció como
un sueño o una fábula. Los cosmógrafos por-
tugueses declararon poco más o menos lo mis-
mo, y Colón se puso en viaje para España en
1484, con la esperanza de alcanzar la protec-
ción de los Reyes Católicos. Poco propicias
eran las circunstancias de aquel reino, para
encontrar allí acogida más favorable. La nación
española hacía el último esfuerzo para expul-
sar a los moros, que después de una ocupación
de siete siglos conservaban en su poder el
rico reino de Granada, y Fernando e Isabel
estaban haciendo personalmente los preparati-
vos para abrir la campaña contra Boabdil y el
Zagal. En tales circunstancias llegó Colón a
España, destituido completamente de recur-
sos, fugitivo y viajando a pie. Así se presentó
un día a las puertas del convento de La Rábi-
da, a pedir un poco de agua y de pan para su
hijo pequeño Diego, que llevaba consigo. Acer
tó a pasar por su lado el prior, fray Juan Pé-
rez de Marchena, e interesándose en la suerte
de los viajeros, supo quién era Colón y el pro-
yecto con que iba a España. Fray Juan Pérez,
apercibido de su importancia, le recomendó a
fray Fernando Fonseca, confesor de la reina,
y Colón partió en busca de los reyes que a la
sazón estaban en Córdoba, próximos a abrir
la campaña contra los moros. Engolfados en
los asuntos de la guerra, los reyes prestaron
poca atención al reciénvenido, y al cabo de
un año resolvieron que el proyecto fuera exa-
minado en Salamanca por una Junta de maes-
tros en astrología y cosmografía que leían es-
tas facultades en la Universidad. Las confe-
rencias tenían lugar en el convento dominico de
San Esteban, cuyos frailes eran los únicos que
apoyaban a Colón, y con su auxilio redujo a
su opinión a algunos de los sabios de la Junta,
particularmente al dominico Diego de Deza,
que después ascendió al arzobispado de Sevi-
lla y fué siempre el más decidido protector del
almirante. Sin embargo, como los demás cos-
mógrafos no pudieron comprender las razones
en que fundaba éste sus cálculos, nada se de-
cidió por entonces, y Colón tuvo que resignar-
se a andar siguiendo a la Corte, que se trasla-
daba de un punto o otro, según las necesida-
des de la política o de la guerra, con la espe-
ranza de conseguir algún día una resolución
favorable a sus intentos.
Al fin, urgida por las circunstancias de Colón,
la Junta de sabios se pronunció, declarando que
su proyecto «era vano, impracticable y fun-
dado en bases demasiado frágiles para mere-
cer el apoyo del Gobierno >; pero esta des-
alentadora sentencia fué acompañada de la
promesa de tomarlo en consideración cuando
acabase la guerra. Colón entonces se dirigió
a los poderosos duques de Medina Sidonia y
de Medinaceli, y aunque de ambos obtuvo la
más cortés acogida, habiendo vivido años a
expensas del segundo, nada pudo concertar
con ellos respecto a la grande empresa que
meditaba. Perdida ya su esperanza en España,
se resolvió pasar a Francia, a consecuencia
de cartas que había recibido de aquella corte,
y con ese objeto se encaminó al convento de
La Rábida, a recoger a su hijo Diego, que allí
continuaba educándose. El digno prior fray
Juan Pérez, desagradablemente impresionado
con la resolución de Colón, le suplicó que se
detuviera hasta saber el resultado de una nue-
va tentativa que iba a hacer cerca de la Reina
Isabel, de quien en otro tiempo había sido con-
fesor. El buen fraile montó una noche en su
muía, y atravesando las comarcas reciente-
mente ganadas a los moros se presentó en la
nueva ciudad de Santafé, que los Reyes aca-
baban de fundar en la Vega de Granada. La
Reina recibió favorablemente al prior, y apo-
yada su instancia por los dos contadores ma-
yores o ministros de Hacienda de Aragón y de
Castilla, consintió en reanudar las negocia-
ciones con Colón, a quien le invitó a tras-
ladarse a Santafé, dándole del Real tesoro
cuanto necesitaba para el viaje y para presen-
tarse dignamente en la brillante Corte de los
Reyes Católicos. Colón acudió a la cita en
vísperas de rendirse Granada, cuyo aconte-
cimiento presenció. Admitido a presencia de
los reyes, expuso nuevamente, y con gran
calor, los fundamentos de su hipótesis, procu-
rando despertar la conocida avidez del rey
Fernando repitiendo las espléndidas descrip-
ciones hechas por Marco Polo de los reinos
de Mangi y de Cathay, y la inagotable piedad
de la reina Isabel con la perspectiva de ex-
tensos países abiertos a las conquistas de la
Cruz. El inspirado marino terminó protestando
que toda la ganancia de su empresa quería
que se emplease en la conquista del Santo Se-
pulcro, oyendo lo cuál (como lo recuerda el
mismo Colón en su diario de viaje) Vuestras
COL
- 138
COL
Altéeos se rieron y dijeron que les placía, y
que sin esto tenían aquella gana). La nego-
ciación se había entab'ado bajo ios mejores
auspicios, y prometía cumplido éxito, cuando
te presentó un obstáculo que hubo de malo-
grarla. Colón exigía como recompensa de sus
servicios, para sí y sus herederos, el título y
la autoridad de almirante y virrey de todas las
tierras que descubriese, y la décima parte de
los productos que en ellas se obtuvieran, y
como estas exigencias fuesen declaradas in-
admisibles, no queriendo modificarlas Colón, la
negociación fué rota, y él se puso en camino,
desesperado y abatido. Pero sus amigos hi-
cieron valer razones tan poderosas en el ánimo
de la reina, que al fin, cediendo a los impulsos
de su corazón generoso, declaró que ella asu-
mía la responsabilidad de la empresa para su
corona de Castilla, y que si los fondos del Te-
soro no alcanzaban, empeñaría sus propias jo-
yas para llevarla a cabo. Un mensajero alcan-
zó al desconsolado Colón a dos leguas de
Granada, con la agradable noticia, y el 17 de
abril de 1492 quedaron ajustadas las capitu-
laciones, por las cuales los Reyes Católicos,
como señores del Mar Océano, acordaron a
Cristóbal Colón lo siguiente: 1 .° El nombra-
miento de almirante, en todas las islas y tie-
rras firmes que descubriese, para sí y sus su-
cesores, perpetuamente. 2.° El nombramiento
de virrey y gobernador general en los mismos
territorios, con derecho a elegir y presentar
tres personas para cada empleo de los nece-
sarios para el gobierno de los países descu-
biertos por él. 3.° La décima parte de todo
cuanto se adquiriese dentro de los mismos.
4.° La jurisdicción civil y criminal privativa en
él o en sus delegados. 5.° El derecho de tener
un octavo en toda expedición a los mismos
países en que él quisiera poner otro tanto de
capital. Así terminó esta larga y memorable
negociación, en la cual, según la expresión de
un poeta italiano «el indigente marino que an-
daba prometiendo imperios encontró al fin,
en una mujer de noble corazón y en dos frai-
les de alta inteligencia el apoyo y protección
que necesitaba para demostrar con evidencia
la verdad de su teoría, que los sabios de aquel
tiempo clasificaban de demencia». La reina
expidió órdenes urgentes para que se apron-
taran las naves y se buscasen los hombres
a propósito para aquella arriesgada aventura.
La villa de Palos fué obligada a poner a sus
órdenes, prontas para navegar, dos carabelas,
y otra fué armada por Martín Alonso Pinzón,
vecino de aquel lugar, que tomó parte muy
principal en la expedición, con dos hermanos
y otros parientes y amigos suyos. Después de
vencer las muchas contrariedades que ofrecía
el armamento de la expedición, por la natu-
raleza misma de una empresa tan nueva, hecha
en parte con hombres forzados, todo estuvo
pronto en los primeros días de agosto, y esta
famosa armada, destinada a descubrir un mun-
do fabuloso en mares desconocidos, se com-
ponía de tres pequeños buques, uno con cu-
bierta, llamado Sania María, en que iba el al-
mirante, y dos pequeñas carabelas. La Pinta,
mandada por Pinzón, y la Niña, por su her-
mano Vicente.
Tripulábanla 90 marineros, y el número total
de personas embarcadas, incluso el almirante
y oficiales, era de 120 hombres. Colón, seguido
de sus compañeros de fortuna, se preparó a
tan grande aventura asistiendo el día 2 de
agosto a la gran fiesta de la Virgen María en
el convento de La Rábida, en donde recibieron
todos el Sacramento de la Eucaristía, de ma-
nos de fray Juan Pérez, que veía al fin pronto
a realizarse un hecho que con tanto ardor ha-
bía promovido, y el día viernes 3 de agosto de
1492, a las ocho de la mañana, dio la vela de la
barra de Saltes, en el puerto de Palos, con di-
rección a las islas Canarias. Llegó a la Gome-
ra el día 12, y allí se detuvo, haciendo repara-
ciones en la Pinta, hasta el 6 de septiembre, en
que dio principio a su inmortal viaje de descu.
brimiento, internándose en las desconocidas so-
ledades del Océano. Contando desde ese día
hasta que tocó en la primera tierra americana,
duró el viaje treinta y ocho días. En ellos pasó
el almirante supremas angustias, porque pocos
estaban animados de su fe en el resultado y
ninguno estaba dotado de carácter tan perse-
verante como el suyo. Todo el viaje fué favo-
recido por tiempos bonancibles, como que se ha-
cía en los primeros días del otoño. Sin embar-
go, un hecho, alarmante por su novedad, ocu-
rrió en aquella navegación, capaz de conmover
un alma menos serena que la del almirante. El
13 de septiembre se notó, por la primera vez
en la historia de la navegación, la variación
magnética de las agujas, suceso que puso en
gran cuidado a los pilotos, pero que Colón ex-
plicó especiosamente diciendo que el movi-
miento notado estaba en la estrella polar y no
COL
139 -
COL
en el imán, cnn lo que tuvo la fortuna de aquie-
tar a la gente, para quienes la mansedumbre
del mar y la tranquilidad misma de los vientos
era motivo de nuevas alarmas, porque decían
que no los tendrían para volverse a España.
Por dos veces creyeron ver tierra a lo lejos, y
en una llegó Colón, en su piadoso entusiasmo,
a arrodillarse y entonar el Gloria; mas no tar-
daron en desvanecerse sus ilusiones, y esto
redoblaba el desaliento de los navegantes, que
creían dirigirse seguramente a su pérdida. Mo-
mento hubo en que todo pudo malograrse por
estos temores. Al cabo de tantas zozobras, el
día 1 1 de octubre los signos que indican al ma-
rino la proximidad de la tierra fueron tan visi-
bles, que el almirante ordenó la mayor vigilan-
cia y las precauciones oportunas para no dar
en la costa de improviso. A las diez de la no-
che creyó Colón ver una luz que se movía, y
por fin, a las dos de la madrugada, un marine-
ro de la Pinta, que llevaba la delantera, des-
cubrió a la luz de la luna una punta de tierra,
y lanzándose sobre una lombarda dio fuego a
la mecha, gritando alborozado: «¡Tierra!, ¡tie-
rra!» Cuando aclaró el día, apareció a la vista
de los felices navegantes una isla cubierta de
lujosa vegetación y poblada de gente vigoro-
sa, desnuda, los cuales daban a la isla el nom-
bre de Guanahamí. El almirante tomó posesión
de slla en nombre de los reyes de España, y la
llamó San Salvador. Colón visitó en seguida
las pequeñas islas inmediatas, recorrió una par-
te de la de Cuba, y fundó una fortaleza en la
de Haití, que él denominó la Hispaniola, y en
el mes de enero emprendió su viaje de regreso.
La navegación fué tempestuosa, y el gran se-
creto de la existencia que acababa de arrancar
al Océano hubo de quedar sepultado en sus
profundos senos. Pudo al fin entrar de arriba-
da al río Tajo, donde fué bien acogido por el
rey de Portugal, Juan II, no obstante las pérfi-
das intenciones de los que le aconsejaron que
lo hiciera matar para privar a Castilla del fru-
to de su descubrimiento. De allí pasó al puerto
de Palos, donde llegó a los siete meses y once
días de su salida. Inútil seria encarecer el albo-
rozo de los habitantes de aquella pequeña po-
blación marítima al ver de regreso a los que
quizá creían perdidos en las soledades del mar.
Colón se encaminó sin tardanza a la Corte, que
se hallaba en Barcelona, siendo su tránsito
por toda la España un continuado triunfo, por-
que de todas partes salían a saludar y conocer
al descubridor del Nuevo Mundo. A mediados
de abril llegó a Barcelona, y allí fué recibido
por los reyes con las más señaladas muestras
de aprecio. Los empleados y la nobleza salie-
ron a recibirle a las puertas de la ciudad, y al
presentarse en la sala del trono, los monarcas
españoles le salieron al encuentro, tendiéndole
la mano, rasgo de condescendencia sin ejemplo
en aquella Corte ceremoniosa. «Estas demos-
traciones—observa el historiador moderno de
la grande'reina Isabel—, reservadas siempre ai
rango o a la fortuna, o a las empresas milita,
res que cuestan lágrimas y sangre, eran en
esta ocasión el homenaje tributado a la capa-
cidad intelectual empleada en beneficio de los
más nobles intereses de la Humanidad». Colón
hizo a los reyes la relación de sus descubri-
mientos y de la riqueza que prometían en toda
clase de producciones naturales, y terminó en-
careciendo el vasto campo que se abría a la
difusión de las luces del cristianismo en los
habitantes de las nuevas tierras descubiertas.
Cuando terminó su elocuente descripción, el
rey, la reina y todos los presentes cayeron de
rodillas, mientras el coro de la Capilla Real
entonaba el Te Deum, en acción de gracias al
Todopoderoso por un suceso tan extraordina-
rio y cuya trascendencia en lo futuro apenas
podían vagamente presentir los contemporá-
neos. En un segundo viaje, recorrió las islas
Dominica, Guadalupe, Jamaica, Antigua y San
Cristóbal. En un tercer vieje que efectuó Co-
lón, descubrió las islas Trinidad, Margarita y
la boca del río Orinoco. Durante el año 1502
hizo el almirante un cuarto viaje, en el que no
pudo adelantar sus descubrimientos anteriores.
Por fin, consumido por el pesar y lleno de mi.
serias, murió en Valladolid el inmortal descu-
bridor del Nuevo Mundo, el 20 de mayo de 1506-
Sus restos fueron trasladados a la isla de San-
to Domingo, y cuando ésta pasó a poder de los
franceses se llevaron a la Habana.
Colonia del Sacramento. El gobernador de
Buenos Aires D. Pedro de Cevallos, atacó la
Colonia del Sacramento con fuerzas de Buenos
Aires y la rindió en veinticinco días de sitio, to-
mando en el puerto 26 buques ingleses rica-
mente y bien cargados, y en la plaza, armas y
mercancías por mucho más de veinte millones
de duros. Atacado por una escuadra anglo-
lusitana (1763), se incendia el navio Lord
Clioe, de 54 cañones, por lo que los enemigos
desisten de su empeño y abandonan el puerto.
COL
- 140 -
CON
Libre Cevallos de esta atención, se dirige ai
fuerte de Santa Teresa, defendido por 600
hombres, y lo toma; rinde de inmediato al de
San Miguel y luego se apodera de San Pe-
dro de Río Grande, con un respetable botín
de guerra. El ejército de Buenos Aires empleó
en estas operaciones de guerra una semana.
Colonia. Ciudad y puerto de la República
Oriental del Uruguay, célebre por su fortale-
za, situada en la margen izquierda del Río de
la Plata, frente a la ciudad de Buenos Aires.
La Colonia del Sacramento fué fundada el 1 de
enero de 1680, por el maestre de campo don
Manuel Antonio de Lobo, en el mismo sitio en
que pereció Solís. Esta plaza militar fué toma-
da por los españoles en 1680 y 1777; por los
ingleses, en 1807; por la escuadra anglofrance-
sa, en 1845, y por las tropas rojistas, en 1848.
Coloniaje. Es el tiempo transcurrido desde la
abolición del adelantazgo hasta la creación
del oirreinato del Río de la Plata (años de
1591 a 1776). Gobierno colonial se llamaba el
conjunto de autoridades que entendieron en la
administración de las colonias españolas en el
Nuevo Mundo. Formaban estas autoridades: el
rey, los virreyes, capitanes generales, gober-
nadores políticos y militares, Consejo deludías,
Casa de Contratación, Consulados, etc., etc.
Colpayo (combate). Librado en Bolivia entre
los americanos y los realistas, al ser sorpren-
didos éstos en el paraje de este nombre, el 15
de septiembre de 1816. Los capitanes patriotas
Rivera y Cala derrotaron a la vanguardia rea-
lista de la división del general Olañeta, que
operaba en el Alto Perú. Esta fuerza estaba a
las órdenes del comandante D. Pedro Zabala,
quien sucumbió en la refriega, lo mismo que
varios oficiales y más de quince soldados, sal-
vando el resto de las tropas en la obscuridad
de la noche.
Comercio de Lima (fragata). Capitán, Juan
Bautista Rlal. Fué adquirida en 25.000 pe-
sos, pagaderos a cuatro días de la fecha. Como
se asegurase que era un barco viejo, fué exa-
minado por el mismo almirante D. Guillermo
Brown, quien aconsejó su adquisición «por ser
la mejor embarcación que se presenta para la
actual guerra». Podía soportar una batería de
22 piezas sobre y en el entrepuente, pudiéndo-
se colocar en éste, que era muy alto, diez ca-
flones de grueso calibre. El Gobierno la bau-
tizó en el mismo día de la compra con la fecha
gloriosa de 25 de mayo.
Concha (Juan Gutiérrez de la). Gobernador in-
tendente de Córdoba. Nacido en Santander.
Sentó plaza de guardia marina en 1773. Du-
rante las invasiones inglesas tuvo el mando de
las fuerzas que defendían la plaza del Retiro y
fué tomado prisionero. Concha había estrecha-
do vínculos de amistad con Liniérs durante las
invasiones, y así, cuando este obtuvo el per-
miso para retirarse a Córdoba, se alojó en la
casa habitación del gobernador, y más tarde,
estimulados por un propósito común, formaron
alianza para resistir la primera autoridad pa-
triota. Liniérs y Concha se propusieron, en
efecto, ahogar la revolución en la hora prime-
ra que se iniciaba, poniendo en juego sus ele-
mentos y prestigios; pero el patriotismo de los
cordobeses desbarató sus planes. Reunieron
algunas fuerzas para marchar sobre la capital,
pero habiéndose desbandado casi en su tota-
lidad, se dirigieron al Alto Perú. Un destaca-
mento patriota, al mando del entonces coronel
A. Balcarce, salió en persecución de los fugi-
tivos, capturándolos, después de una marcha
penosa, en las Píedritas (Santiago del Estero).
Llevados Concha y sus compañeros a la capi-
tal de Córdoba, las autoridades locales comu-
nicaron a la Junta de Buenos Aires su prisión,
y ésta resolvió que en el acto fuesen fusilados
militarmente. Ortiz de Ocampo se mostró irre-
soluto y mandó los presos a la capital; vino en-
tonces el vocal Castelll y ejecutó a los reos, el
26 de agosto de 1810, en Córdoba.
Conde (Pedro). Militar. Nació en Buenos Aires,
el 26 de marzo de 1785. Desde joven se dedicó
a la carrera de las armas, y en 1811 era ya
capitán, cuando Rondeau sitiaba a la ciudad de
Montevideo, encontrándose en los combates
que se libraron contra el caudillo Artigas. En
1814 ascendió a sargento mayor, y tres años
después a teniente coronel, confiándosele el
mando del regimiento número 7 de infantería
de línea, con cuyo cuerpo se incorporó al ejér-
cito de los Andes, tomando parte en las bata-
llas de Chacabuco, Maipú y Cancha Raya-
da. En 1817 combatió a las órdenes del gene-
ral O'HIggins, en el sitio de lalcahuano, don-
de fué herido gravemente, de cuyas resultas
falleció cuatro años después, al incorporarse a
la expedición de la Sierra, en el Perú, con el
número 7 de infantería, cuyo cuerpo comanda-
ba. Dejó de existir, el 26 de mayo de 1821, en
el pueblo de Sayán (Perú). Sólo contaba trein-
ta y seis años cuando se produjo su deceso,
CON
141
CON
que fué muy lamentado. El coronel Conde fué
un jefe de carácter, valeroso, modesto y unía
a sus afables maneras una educación bien cul-
tivada.
lonesa (Emilio). Militar. Nació en Buenos
Aires, en 1824. Inició su carreta como soldado
en el ejército libertador de Lavalle, el 5 de ju-
lio de 1840, tomando parte en todas las bata-
llas que dio este general, hasta la derrota de
Famaillá, en 1841, en que emigró a Chile; de
allí partió para Montevideo a tomar un puesta
de combate entre los defensores de la plaza;
formó en las filas del batallón 3.° de línea y en
esa prolongada lucha de día a día de las avan-
zadas de los sitiados con los sitiadores. Cone-
sa había conquistado sucesivamente grados mi-
litares hasta llegara sargento mayor, en 1846.
Empezaba por ese tiempo a llamar la atención
sobre sí por la distinción de su gallarda figura
militar, realzada por la reputación de valiente,
como igualmente por la moderación de su ca-
rácter y hábitos regulares. Se alistó luego en
el ejército de Paz, en Corrientes. Retirado del
servicio, volvió en 1851 a formar entre las tro-
pas de Urquiza, hallándose en Caseros, y
poco después, con el grado de teniente coro-
nel, tomó parte en el sitio de esta ciudad y en
diversos combates contra los indios. Se halló
en Cepeda. Fué también varias veces electo
diputado y senador nacional, En 1865 el coro-
nel Conesa fué de los primeros en marchar a[
Paraguay, comandando una brigada, siendo
gravemente herido en el Paso de la Patria.
Desempeñó muchos otros cargos militares,
hasta su fallecimiento, ocurrido en esta ciudad,
el 3 de septiembre de 1872. Este jefe se distin-
guió por su bravura, su nobleza de carácter y
su moralidad ejemplar.
Consejo de Indias. Era un Tribunal superior
compuesto de 21 miembros, que residía en Es-
paña para resolver en última instancia todo lo
que se relacionase con el gobierno de Améri-
ca, con su comercio y con su Administración
de justicia. Por intermedio de este Tribunal se
comunicaba con el soberano. Así es que si ha-
bía que dar leyes, decretos o resoluciones, el
Consejo de Indias las estudiaba, las redactaba
y se las proponía al rey para que las mandase
observar. Le correspondía a él también reunir-
las todas en un Código, como se ve en el que
tenemos con el nombre de Leyes de Indias.
Del mismo modo proponía todos los emplea-
dos, incluso los virreyes y los obispos, nom-
braba jueces veedores o de pesquisa, y visita-
dores para que recogiesen y le mandasen in-
formes sobre materias y asuntos especiales o
personales; él era también el que, con el nom-
bre de Cédulas Reales (que quiere decir carta
auténtica de lo que manda el rey), comunicaba
y hacía circular todas las resoluciones sobera-
nas, de cualquier carácter que ellas fueran, y
más tarde se conoció que un Consejo de Go-
bierno tan amplio como éste tenía necesidad
de una oficina adjunta de Contabilidad, de
Aduana y de Comercio, que fué lo que se llamó
la Casa de Contratación (v.).
Conspiración Alzaga. Los españoles, tenien-
do por jefe a D. Martín de Alzaga (v.), cons-
piraban con objeto de echar por tierra la nue-
va situación que habían creado los patriotas,
para que volviera a imperar la despótica ense-
ña de la conquista. La conjuración debió esta-
llar a fines de junio de 1812, pero por inconve-
nientes que sobrevinieron se había aplazado
para el 5 de julio. «El Dr. Agrelo, miembro de
una Comisión de Justicia que se había creado
para castigar los crímenes, fué encargado de
sumariar brevemente a los conjurados. La acu-
sación no podía ser más terrible: D. Martín de
Alzaga (el alcalde de la defensa contra la se-
gunda invasión inglesa) era denunciado como
jefe de la revolución. Los conjurados debían
reunirse una noche en la Convalecencia, don-
de se pondría el belermo fray José de las Ani-
mas a la cabeza de la caballería y D. J. Cen-
tenac de la infantería; aquélla atacaría al Par-
que y ésta los cuarteles, marchando en segui-
da a tomar la fortaleza. Al amanecer se pon-
drían en contacto con la escuadrilla bloquea-
dora, con cuyo auxilio acabarían por apoderar
se de las personas del Gobierno, de los je-
fes, etc. Se llegó a decir que el plan iba has-
ta degollar a todos los americanos. Entre las
pruebas aducidas, se averiguó que F. Valde-
pares, complicado en este asunto, tenía es-
condidos en la Convalecencia donde vivía, seis
fusiles, tres sables y alguna pólvora; en la
ciudad parece que había también distribuidas
algunas armas. El negro Ventura, esclavo de
D.° Valentina Feijó, comunicó que el capataz
de la quinta de Alzaga le había hablado para
entrar en una revolución. El alcalde dio parte
al cabildante Pereyra Lucena, y éste lo avisó
al Gobierno por escrito. Cuatro días hacía que
este pliego estaba sin abrirse en poder del
Gobierno, cuando el 2 de julio por la mañana
CON
- 142
CON
se presentó en el fuerte la mujer del guarda
Guerreros, cuyo yerno, D. Juan Recazéns, ha.
bía sido también invitado por el comerciante
D. Pedro de la Torre para el movimiento, a
denunciar el caso y pedir el perdón de su pa-
riente. Con estos datos y el rumor que desde
días antes anunciaba la revolución, el Gobier-
no instituyó cuatro comisionados sumariantes
para ayudar al fiscal en la averiguación de los
hechos, que fueron Chiclana, Monteagudo,
Vieytes e Irigoyen. Aquella misma noche fue-
ron condenados a muerte D. M. Cámara, yer-
no de Alzaga; su capataz, y Latorre, y ejecu-
tados el 3 a las once de la mañana. Alzaga,
que había sido ocultado por el cura de la Con-
cepción, fué descubierto el 4 a media noche, y
después de una declaración en que negó todo,
fué ejecutado el 5 a mediodía. Igual suerte co-
rrieron pocos días después el beiermo, el co-
merciante Tellechea (cuñado de Pueyrredón),
Valdepares, Diez, Centenac y otros más, hasta
el número de 38 personas. Veintidós días ha-
cía que se seguía el proceso, y se habían hecho
ya 25 ejecuciones, cuando el Gobierno dirigió
una proclama al pueblo declarando que era
necesario no derramar más sangre; pero tuvo
<jue retroceder ante las exigencias del partido
exaltado, y dar al día siguiente otra proclama
contraria a la primera. El general Beigrano,
al leerla a su ejército, reprobó esta transacción
con la excesiva violencia, y calificó con dure-
za a sus autores. Este tremendo golpe dado
al partido español lo dejó abatido por el te-
rror. Muchos buscaron su seguridad tomando
cartas de ciudadanos de las Provincias Unidas,
las cuales aun se expedían a nombre del rey
Fernando Vil; el que no se hacia patriota, pro-
curaba no incurrir en la tacha de sospechoso.
Constitución. La primera fué promulgada en
Buenos Aires, el 22 de abril de 1819. Respon-
día al sistema unitario. «Larga y difícil fué la
elaboración de esta obra, destinada a vivir un
solo día. El 1 1 de agosto de 1817 se nombró la
Comisión que debía prepararla; el 31 de julio
de 1818 empezó a discutirse en el Congreso, y
no llegó a su sanción hasta el 22 de abril de
1819. Esta Constitución, lejos de unir las pro-
vincias, fué el pretexto para separarlas y para
hundirlas en guerras civiles largas y desastro-
sas. De tanto mal, los promotores de la divi-
sión del país acusaron como autor al pueblo
de Buenos Aires, porque en su seno fué con-
feccionada la Constitución...» «El Congreso
del año 19 se componía de 25 diputados, de los
cuales ocho eran de las provincias del Alto
Perú (Bolivia) y 17 da las provincias argenti-
nas. Los peruanos eran: Serrano, Malavia,
Zudáñez, Carrasco, Rivera, Acevedo, Guzmán
y Pacheco de Meló. Los argentinos eran: El
deán Funes, Lascano y Villegas, cordobeses;
Gallo y Uriarte, santiagueflos; Godoy Cruz,
cuyano; Bustamante y Zavaleta, tucumanos;
Castro Barros, riojano; Sáenz, López, Azcué-
naga Paso, Patrón, Viamonte, Díaz Vélez y
Chorroarín, de Buenos Aires. Había, pues, en
el Congreso del año 19 una mayoría de 17 pro-
vincianos contra ocho porteños. Los primeros
eran todos oradores; entre los segundos ape-
nas había tres. De manera, que así como es
verdad que la influencia en el Congreso de
Tucumán (1816) estaba de parte de los diputa-
dos de Buenos Aires, verdad es también que
en el que dio la Constitución del año 19 la ba-
lanza caía con todo su peso del lado contrario.
De donde se deduce que es una injusticia atri-
buir a Buenos Aires lo que fué, o debió ser,
obra del convencimiento de los hombres de
más alto concepto en todas las provincias ar-
gentinas.» (Domínguez.) En diciembre 24 de
1826 fué sancionada la segunda, que respondía
al mismo sistema y que quedó al poco tiempo
sin efecto. El 1 de mayo de 1853, un Congreso
constituyente, reunido en Santa Fe, con la re-
presentación de 13 provincias, sancionó la
Constitución federal de la República. He aquí
los nombres de los que formaron parte de esta
Asamblea general Constituyente, y las provin-
cias que representaban: Dr. Facundo Zuviría,
a Salta; presbítero Pedro Centeno, a Cata-
marca; Dr. Santiago Derqui, a Cóidoba; doc-
tor Juan del Campillo, a Córdoba; general Pe-
dro Ferré, a Catamarca; D. Pedro Díaz Colo-
drero, a Corrientes; D. Agustín Delgado, a
Mendoza; Dr. Martín Zapata, a Mendoza; doc-
tor Juan María Gutiérrez, a Entre Ríos, doc-
tor Salustiano Zavalía, a Tucumán, Dr. Lucia-
no Torrent, a Corrientes; D. Manuel Padilla,
a Jujuy; Dr. Salvador M. del Carril, a San
Juan; D. Ruperto Godoy, a San Juan; doctor
Juan Llerena, a San Luis; D. Manuel Leiva, a
Santa Fe; Dr. Delfín B. Huergo, a San Luis;
Dr. Juan Francisco Seguí, a Santa Fe; fray
José Manuel Pérez, a Tucumán; presbítero
D. Benjamín J. Lavaisse, a Santiago del Este-
ro; Dr. José Benjamín Gorostiaga, a Santiago
del Estero; D. Ruperto Pérez, a Entre Ríos;
COR
- 143 -
COR
Dr. Regis Martínez, a La Rioja, y D. José de
la Quintana, a Jujuy. Esia Constitución fué re-
formada y proclamada en toda la nación el 21
de octubre de IStiO, y es la que hasta la fecha
rige los destinos del país. La última reforma,
que sólo comprendió los artículos referentes a
los ministerios nacionales, que se ampliaron a
ocho, y la elección de diputados nacionales,
que se fijó en uno por cada 33.000 habitantes o
fracción que no baje de 16.500, fué sancionada
el 15 de mayo de 1898.
Cordero (Mariano). Marino. Nacido en Buenos
Aires, el 1 de diciembre de 1820. Ingresó a los
quince años en la
armada encalidad
de aspirante. En
1836, guardia ma-
rina; en 1837,
subteniente; en
1839, teniente.
Asistió a la bata-
lla de Don Cris-
tóbal, en 1840; a
Iabatalladel5au-
ce Grande; com-
bate naval frente
a Monteoideo;
combate de Cos-
taBraoa{w)., contra Garibaldi, que es derrota-
do por mar y tierra. Fué jefe de la armada
nacional. Falleció en esta ciudad, el 24 de no-
viembre de 1899.
Córdoba (combate). El 8 de noviembre de 1816.
El sargento mayor D. Francisco Sayos, al
frente de un piquete de veteranos y Milicias
cordobesas, que marchaba en auxilio del go-
bernador de Córdoba, sostiene un combate en
los suburbios de la ciudad llamados Bajo de
Santa Ana y vence completamente a Bulnes,
que se había declarado contra la autoridad
legal.
Córdoba (fundación). La ciudad de Córdoba
fué fundada el 6 de julio de 1573, por Jerónimo
Luis de Cabrera, en el «asiento de indios»
que éstos en su idioma llamaban Quisquizaca-
te, cerca del río Zi-quín, que se nombró de San
Juan por haber llegado el 24 de junio el fun-
dador, dando a las tierras de su jurisdicción ei
nombre de Nueva Andalucía. La Intendencia
de Córdoba se componía de las subdelegacio-
nes siguientes: Mendoza, San Juan, San Luis
y Rioja.
Córdoba (Melitón). Militar. Gobernador de Ca-
D. Mariano Cordero.
tamarca en agosto de 1866. Nació en 1830.
Combatió contra Peñaioza desde 1862 y contra
todas las montoneras que infestaban el interior
del país, recibiendo en recompensa de sus ser-
vicios el grado de coronel de la nación. Persi-
guiendo al caudillo Várela, que había penetra-
do en su territorio, lo encontró de improviso
en las cercanías de Tinogasta, trabándose un
reñido combate, en el cual sucumbió, el 4 de
marzo de 1867.
Coronado (Martín). Poeta y autor dramático.
Nació en Buenos Aires, el 4 de julio de 1850-
Estudió en el C o.
legio Nacional del
Uruguay, y termi-
nados sus estu-
dios preparato-
rios, volvió a Bue-
nos Aires, e in-
gresó en la Uni-
versidad , donde
recibió su título
de abogado. No
ejerció su profe-
sión, dedicándose
a ser escribano.
Sus obras dramá-
ticas principales
fueron: La rosa blanca; Luz de luna y lúe
de incendio; Salvador; Cortar por lo más del-
gado; Un soñador; Justicia de antaño; La
piedra de escándalo; Cu'pas ajenas; La cha-
cra de don Lorenzo. Fué el precursor del tea-
tro genuinamente argentino; sus poemas 8on
dulces, suaves; su estilo, claro y limpio.
Siempreviva
Cuando partí, su corazón, ya mío,
lanzó su vida de mi planta en pos:
aquel nido de amor quedó sombrío
como tumba sin lágrimas..., vacío
como el alma sin Dios.
Es notable la famosa décima de La piedra d*
escándalo:
Sobre el alero escarchao
encontré esta madrugada
una palomita helada,
que el viento había extraviao.
Porque es tuya la he cuidao
con cariño y con desvelo,
y la cinta color cielo
D. .Martín Coronado.
COR
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COR
con que venia adornada
al cuello la tengo atada
porque es cinta de tu pelo.
Falleció en Caseros (Buenos Aires), el 20 de
febrero de 1919.
Coronda (batalla). Lamadrid, después de ser
derrotado por Carreras el 8 de mayo de 1821,
tomó refuerzos en el Carcarafla, reuniendo
unos mil quinientos hombres, y marchó contra
el general entrerriano Ramírez, creyendo sor-
prenderlo en su campo de Coronda (1), pero
éste le sale al encuentro y lo carga valiente-
mente, haciéndole pedazos en pocos momentos.
Todos sus armamentos y las caballadas son
tomadas, por Ramírez, y hasta treinta mil pesos
que llevaba para auxiliar al ejército de Santa
Fe. Esta batalla tuvo lugar el 24 de mayo
de 1821.
Corsarios. He aquí los nombres de la mayor
parte de los corsarios armados a consecuencia
del decreto para el corso de 13 de noviembre
de 1816, que hacían en el Atlántico, especial-
mente en la travesía de Cádiz a las Antillas:
Congreso, Independencia, Patriota, Cotagai-
ta, Tupac-Amarü, Invencible, Argentina, Gene-
ral San Martin, Rio de la Plata, Buenos Aires,
Unión, Pueyrredon, Vigilancia, etc., y los
buques del Estado Céfiro y Halcón. Los agen-
tes de presas en Buenos Aires eran: David de
Forest, Adam Guy, Juan Higgimbothom, etc.
Cortázar (Julián). Obispo de Tucumán. Nació
en Vizcaya. Nombrado el 21 de julio de 1617.
Contribuyó a la creación de la Universidad de
Córdoba, y fué uno de los más ardientes soste-
nedores de las misiones jesuíticas. En 1625
dejó la provincia, por haberlo promovido la
Corte al obispado de Nueva Granada, en ejer-
cicio de cuyo cargo falleció, el 25 de octubre
de 1630. Este prelado consagró a D. Pedro Ca-
rranza, primer obispo de Buenos Aires.
Corte (Bartolomé de la). Teniente gobernador
de Jujuy. Natural de esta provincia. Sirvió en
los escuadrones de Güemes, y llegó a ser en la
guerra popular contra los ejércitos realistas
uno de los buenos guerrilleros que al mando
de partidas volantes hostilizaban con vigor al
enemigo. Efectuada la invasión de 1816 del
ejército vencedor en Sipe-Sipe, tuvieron lugar
(I) Distrito y cabecera del departamento de San Jeró-
nimo, en la provincia de Santa Fe, situado a orillas del
brazo del río Paraná que lleva sn nombre, que lo toma de
una antigua tribu de indios que poblaban el paraje.
algunos combates en Jujuy, y en ellos batióse
el comandante Corte con los invasores en Ali-
sos, San Pedrito, Rio Grande y Viña, al frente
de las Milicias de esa provincia. Falleció en ju-
nio de 1824.
Cortea (Jerónimo). Abogado. Natural de Cór-
doba. Prestó constantes y relevantes servicios
al país desde el año 1855 hasta el día mismo de
su fallecimiento. Defensor general de pobres y
menores, juez, catedrático de Derecho en la
ciudad de Córdoba, consiliario de la misma, di-
putado a la Legislatura provincial, camarista,
miembro de la Convención Nacional Constitu-
yente reunida en Santa Fe en 1886, miembro
de la reunida en Córdoba en 1869, fiscal de
gobierno, de Estado, senador provincial, ase-
sor de la Municipalidad, senador nacional de
1875 a 1880, fiscal de la Cámara en la capital
federal, catedrático de Derecho civil en la Uni-
versidad de Buenos Aires, nuevamente sena-
dor nacional hasta el día de su fallecimiento,
en 1908.
Cortina (José María). Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, el 14 de agosto de 1749. Hizo sus es-
tudios en la Academia Militar e ingresó en 1810
como soldado en la Compañía Patriótica. Pasó
a la Banda Oriental. Se batió en q\ sitio de
Montevideo, y en 1813 expedicionó al Yagua;
ron y en el asalto y toma del fuerte Quiloubo-
en la toma y rendición de Montevideo en 1814.
Expedicionó a Santa Fe; combatió contra los
indios en la acción de Calchincs y otros pun-
tos de la frontera, actuando luego en la gue-
rra civil de 1820. Cinco años después pasó a la
línea militar del Uruguay, y de ahí enviado de
incógnito al Brasil. Asistió a las batallas de
Ombú, Ituzalngó, Filiberto y Camacuá. Como
coronel, el 21 de enero de 1831, comandó el re-
gimiento 5.° de caballería, prestando sus ser-
vicios en la frontera Oeste de Buenos Aires
hasta 1833, en que formó en la expedición al
río Colorado. En 1845 se batió contra los fran-
ceses e ingleses en Obligado, y dos años des-
pués fué nombrado jefe de la frontera Norte
de Buenos Aires, de guarnición en San Nico-
lás, en cuyo punto fué herido de lanza en la su-
blevación promovida por Urquiza. Fué el co-
ronel Cortina un jefe valeroso e ilustrado. A
su fallecimiento, en Buenos Aires, el 28 de ju-
lio de 1869, dejó escritas sus Memorias.
Corvalán (Eugenio). Militar. Nació en la ciu-
dad de Mendoza, en 1791 . Después de cursar
algunos estudios en la misma, comenzó a ser-
COR
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COR
vir en un Cuerpo de Cívicos, y el 17 de no-
viembre de 1816, con motivo de la formación
del ejército de los Andes, obtuvo el grado de
capitán de línea del regimiento 7.° de infante-
ría, en cuyo cuerpo pasó a los Andes y se
halló en el sitio de la plaza de Talcalmano,
Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, Tora-
ta y Moqaegua. Después de la campaña de
Puertos Intermedios perdió totalmente los oí-
dos, viéndose obligado a pedir su separación
del ejército «para pasar a los pueblos de las
Provincias Unidas del Río de la Plata a curar-
se y continuar allí sus servicios en caso de me-
joría», pedido que le fué despachado favora-
blemente por San Martín. Trasladado más tar-
de a su provincia, falleció el 6 de marzo
de 1858. Era hermano del general D. Manuel
Corvalán, del coronel Victorino y de los sar-
gentos mayores Gabriel y Francisco.
Corvalán (Qabino). Nacido en Mendoza y her-
mano del coronel Victoriano Corralón. Fué
militar y después sacerdote, llegando a gober-
nador del obispado de Cuyo.
Corvaláa (José). Militar. Nacido en Buenos
Aires, el 15 de septiembre de 1802. Incorpora-
do desde muy joven al servicio de las armas,
tomó parte en la expedición al Perú con San
Martín, y más tarde, a las órdenes de O'Hig-
gins. Se halló en Naaca, en Penco. Estuvo en
la güera del Brasil con el grado de capitán.
En 1831, comandante militar de San Pedro. En
el fuerte de la Federación peleó contra los in-
dios, y se distinguió en 1838 en el combate de
la laguna de Gómez y en Loreto, donde derro-
tó a una indiada de Baigorría. Fué ascendido
por este hecho a teniente coronel. Comprome-
tido en la revolución de 1839, fué preso y des-
terrado por espacio de año y medio, tiempo
en que pasó grandes sufrimientos y miserias.
Falleció en Buenos Aires, el 9 de febrero
de 1847.
Corvalán (Juan). Gobernador de Mendoza de
1826 a agosto de 1829. En 1827 celebró un tra-
tado de amistad con el Gobierno de San Luis,
comprometiéndose a conservar la paz entre
ambos pueblos y concurrir con todos los auxi-
lios posible a la guerra contra el Brasil. Murió
asesinado por el cacique Coleto, el 11 de junio
de 1830, conjuntamente con otras personas más,
Corvalán (Manuel). Militar. Nacido en Mendo-
za, el 28 de mayo de 1774. Estudió en San Car-
los y empezó su carrera militar en 1806. Sien-
do teniente del batallón de voluntarios de in-
Dio. HtST. BiooK.
D. Manuel Corvalán.
fanterfa de Buenos Aires núm. 8, se halló en
el ataque de los corrales de Misere'-e, el 2 de
julio de 1807, y
en los días suce-
sivos, hasta el 7
de agosto, ha-
biendo contribuí-
do con 50 pesos
fuertes de donati-
vo para las ur-
gencias de la gue-
rra. En 1810 tra-
bajó en su pro-
vincia para que
se pronunciase
por la revolución.
En noviembre de
1812, en -atención
a sus méritos y
servicios, siendo ya teniente coronel y coman-
dante general de la frontera de Mendoza, fué
nombrado por el Gobierno de las Provincias
Unidas comandante general de las fronteras de
Cuyo. En 6 de julio de 1814, nombrado tenien-
te gobernador por el director Posadas, de San
Juan, ejerciendo ese cargo hasta el 24 de mayo
de 1815. En este mismo año fué llamado con
urgencia por el general San Martín, por consi-
derar su persona muy necesaria para confiarle
comisiones de sumo interés nacional. Movido el
ejército sobre Chile, San Martín (15 de octu
bre de 1816) le confió los establecimientos de
armería, maestranza, parque y demás anexos
al de artillería, como único jefe capaz por su
inteligencia, probidad y actividad para tan im-
portante cargo. Fué fiscal adhoc en la causa
formada a los hermanos Carrera, y comisiona-
do para pactar con Quiroga. En 1825 fué elec-
to representante al Congreso. En 1827, nom-
brado edecán de Dorrego, como también de
Rosas, acompañando a éste en la expedición al
Colorado. Más tarde ascendió a general. Fa-
lleció el 9 de febrero de 1847.
Corvalán (Victoriano). Militar. Nacido en Men-
doza, en 1793. Era alférez cuando se incorpo-
ró al regimiento de Granaderos a Caballo,
en 1816. Al año siguiente pasó a Chile, hallán-
dose en Las Coimas, Chacabuco y Chillan,
siendo el primer argentino que llevó a Santia-
go la noticia de la victoria. Hizo la campaña
del Sud de Chile, tomando parte en las bata-
llas de Curapaíigüé, Concepción, Talcahuano,
Cancha Rayada y Maipú. Sirvió contra los
to
CORR
montoneros, hallándose en Punta del Méda-
no (1821). Combatió contra Quiroga y Aldao,
por lo que tuvo que emigrar nuevamente a
Chile. Inspector general de armas después de
Caseros. Murió en Mendoza, el 25 de mayo
de 1854, con el grado de coronel.
Corrales (combate de los). Guerra civil. Los
defensores de Buenos Aires, al saber el fraca-
co del coronel .\rias en Puente Alsina mandan
al coronel Hilario Lagos en su auxilio; pero en
los Corrales se encuentran con las fuerzas
sitiadoras, mandadas por el ministro de Guerra
Dr. Carlos Pellegrini, e inmediatamente se
traba un combate tan encarnizado como san-
griento. Lagos sostiene el punto con la bravu-
ra que le era peculiar. Más tarde, por la me-
diación del cuerpo diplomático extranjero, se
arriba a un armisticio entre las fuerzas nacio-
nales y las de Buenos Aires, que estaban en
lucha. Esta fué el principio de la apertura de
las negociaciones que concluyeron con la pa-
cificación de Buenos Aires.
Correa (Cirilo). Guerrero de la independencia.
Natural de Buenos Aires. Empezó su carrera
militar, en clase de cadete en el regimiento de
Patricios, en 1810, y en el mismo año marchó
con la expedición libertadora al Alto Perú,
tomando parte en los combates y batallas de
Cotagaita, Suipacha, Potosí, Desnguadero.
Militó después en el ejército de Belgrano y
asistió a las batallas de Tucumán y Salta en
1812 y 13, y a Vilcapujio y Ayohuma, Venta y
Media. A las órdenes de San Martín, se halló
en Chacabuco, Cerro del Gavilán, donde fué
gravemente herido . Estando convaleciente
tomo parte en la campaña del Sud de Chile y
en la expedición al Perú, donde desempeñó en
1822 el cargo de jefe de Estado Mayor del
ejército de Lima. Se halló en los combates de
Calaña, Torata, Moquegua, y en las batallas
dejunin y Ayacucho, en 1824. Este bizarro mi-
litar fué uno de los jefes más valientes del
glorioso ejército de los Andes. Sus ascensos
los obtuvo grado a grado, hasta llegar a gene-
ral en 1823; todos por acciones de guerra.
Dejó de existir en Lima, el año 1827.
Correa (Juan de Dios). Gobernador de Mendo-
za. Natural de esta provincia. Inició una admi-
nistración reformista, suprimió la institución
del Cabildo, organizó la Policía, la justicia ci-
vil, las oficinas de Aduana, la Milicia, la per-
cepción de impuestos y rentas públicas; aumen-
tó el número de escuelas de ambos sexos, y
146 — CORR
dio en todo sentido un vigoroso impulso de
progreso y de espíritu liberal a la marcha de
Mendoza. Termino su período en 1827.
Correa (Manuel). Militar. Nacido en Maldonado
(Estado Oriental). Entró de cadete e n los
cuerpos de blandengues, en enero de 1804. En
las invasiones inglesas, en el desembarco y
ataque de las tropas británicas en Maldonado
el 29 de octubre de 1806, fué herido de bayo-
neta. Se incorporó en la expedición de Belgra-
no al Paraguay; en el segundo sitio de Monte-
video, en la batalla del Cerrito y en la rendi-
ción de la plaza; en Cepeda (1820), Cañada de
la Cruz (1820;, en Paoón (1820). A las órdenes
del general Rodríguez combatió contra los in-
dios. En la guerra contra el imperio del Brasil,
asistió a esta campaña y a la batalla de ¡tu-
zaingó, a cuya victoria contribuyó con el 1." de
cazadores, batallón que se distinguía por la
organización y disciplina que había sabido dar-
le la pericia militar del coronel Correa, adqui-
riendo él mismo la fama de táctico. Concurrió
a la revolución contra el gobernador coronel
D. Manuel Dorrego, etc. Falleció este buen
servidor del país en la ciudad de Montevideo,
por el año 1850.
Correas (José). Militar. Nació en Mendoza.
Había iniciado su carrera militar en el regi-
miento de Granaderos a Caballo. En la acción
de Chunchanga (v.) demostró un valor bri-
llante.
Corrientes (ataque, 1811). Una división de cin-
co buques españoles, al mando del capitán don
Manuel de Clemente, que había salido de Mon-
tevideo y remontado el Paraná, se presenta en
el puerto de Corrientes en orden de combate e
intima condiciones de sometimiento y auxilios
de boca. El jefe de las Milicias de aquel punto,
D. Elias Galván, rechaza con energía las pro-
posiciones de los realistas, que desembarcan
fuerzas para atacar al pueblo; pero son recibí
dos con un mortífero fuego el 19 de julio, te-
niendo que reembarcarse inmediatamente. Cle-
mente se contentó con tirar algunas balas a la
ciudad indefensa, retirándose al fin, corrido
por la energía del jefe patriota y los bravos
correntines.
Corrientes (ataque, 1865). De sorpresa fué
ocupada la ciudad de Corrientes por las tropas
paraguayas, y desalojadas victoriosamente poi
las tropas argentinas el 25 de mayo de 1865, a
mando del general D. Wenceslao Paunero. E!
desembarco fué bajo un vivísimo fuego de fu-
CORR
- 147 -
eos
silería del enemigo. El combate entre ambas
fuerzas se hace general y sangriento en las ca-
lles; pero a pesar de la brava resistencia de
los invasores, las fuerzas argentinas se apode-
ran de la ciudad. Este fué el primer combate
entre las armas argentinas y paraguayas en la
guerra que sostuvieron por espacio de cinco
aflos. Los paraguayos, en su bautismo de san-
gre dieron prueba de ese valor indómito que
hasta el fin de la guerra supieron sostener con
ejemplar entereza.
Corrientes (fundación). Levantada la ciudad de
la Concepción el 15 de abril de 1585, en la cos-
ta del Bermejo, los conquistadores se propo-
nen fundar otra ciudad para que sirviera de
escala en el tránsito de aquélla a Buenos
Aires. Al efecto, Alonso de \'era y Aragón
funda en la margen derecha del Paraná la ciu-
dad de Corrientes, con el nombre San Juan de
Vera de las Siete Corrientes. Lleva el nombre
de Vera en homenaje a su fundador, y de las
Siete Corrientes, por las siete corrientes que
formaba el río Paraná frente a la ciudad. Por
decreto del 10 de septiembre de 1814, el direc-
tor de las provincias unidas de Río de la Plata
crea la provincia de Corrientes y se la da por
capital a la ciudad del mismo nombre, y se in-
cluye dentro del territorio del nuevo Estado al
de Misiones.
Corro (Miguel Calixto del). Sacerdote. Nació
en Córdoba, el 14 de octubre de 1775. Doctor
en Teología, recibido en 1798. En ISOO recibió
las sagradas órdenes, y luego obtuvo, por opo-
sición, la silla de magistrado de la catedral de
Córdoba. El 25 de mayo de 1811 pronunció el
primer sermón patriótico que resonó en la ca-
tedral de Córdoba. En 1816 fué electo repre-
sentante de su provincia ante el Congreso de
Tucumán, el cual lo envió como mediador al
litoral para evitar la guerra civil entre Buenos
Aires y Santa Fe, circunstancia por la cual no
pudo suscribir el acta del 9 de julio de 1816.
Como enemigo de la guerra civil, se retiró de
la política, consagrándose a sus estudios pre-
dilectos. Perdió en sus últimos años la vista, y
para no permanecer en inacción intelectual
revisó los manuscritos de sus sermones, valién
dose de la intervención de una persona de su
familia, que se los leía; sermones que fueron
impresos en Filadelfia en 1849. El Dr. Del Co-
rro murió en Córdoba, el 16 de septiembre
de 1851.
Cossío (Juan García de). Nació en Corrientes,
el 24 de junio de 1791. Era hijo del coronel
García de Cossío, español, y de D.' Estanislaa
Zúñiga, argentina. Enviado en su niñez a Chi-
le, hizo allí sus estudios superiores; pero re-
gresó a su país algún tiempo después de la re-
volución de mayo, estableciéndose en Buenos
Aires. Inscrito el año 13 en la matrícula de
abogados de este Tribunal, se dedicó por en-
tonces preferentemente al ejercicio de su pro-
fesión, y dos aflos más tarde, a la caída de Al-
vear, Cossío entró a formar parte de la Comi-
sión ad hoc creada para procesar a los parti-
darios del director; fué igualmente miembro de
la Junta de Observación y de la Comisión de
Vigilancia establecida popularmente en los úl-
timos tiempos del gobierno de Alvarez Tho-
mas, y cuya principal misión era fiscalizar la
marcha administrativa del Directorio. Todos
estos cargos tenían una verdadera importancia
de actualidad y eran en general confiados a
personas de mérito y de reputación. El año 20
aparece de nuevo el nombre del Dr. Cossío.
Después de algunas tentativas infructuosas
para llegar a un avenimiento pacífico con los
caudillos federales, el Gobierno de Buenos Ai-
res comisionaba a los Dres. Cossío y Cas-
tro (M. A.) cerca de Estanislao López para
reabrir negociaciones de paz; la misión dio re-
sultados benéficos, pues a poco aquel jefe
subscribía el tratado que ha pasado a la Histo-
ria con el nombre de ><<^onvención del Pilar».
Representó igualmente al Gobierno de la capi-
tal en las provincias de Santa Fe y Entre Ríos
para negociar algunas bases sobre organiza-
ción nacional y provocar la instalación de un
Congreso en Buenos Aires 11823), y al año si-
guiente fué nuevamente enviado en misión es-
pecial cerca del Gobierno del Paraguay. Ejer-
ció igualmente la magistratura, primero como
juez en lo civil (1821) y después como vocal de
la Cámara de Justicia (1828). Durante la tira-
nía vivió en el retiro del hogar, sin mezclarse
en las agitaciones locales, y a la terminación
de ésta estuvo afiliado a la causa de Buenos
Aires en sus disidencias con el general Urqui-
za, y entró de nuevo a formar parte del Tribu-
nal de Justicia, del que fué presidente, falle-
ciendo a poco, el 4 de noviembre de 1854.
Cossío (Simón García de). Hermano del ante-
rior. Jurisconsulto. Natural de Corrientes. Es-
tudió Leyes en la Universidad de Chile, siendo
el primer correntino que obtuvo su título.
En 1810 era miembro de la Real Audiencia de
eos
Buenos Aires, y en tal carácter concurrió al
cabildo abierto, y adhirióse al dictamen de los
comandantes Cornelio Saavedra y D. Martín
Rodríguez. Instalado el primer Gobierno pa-
trio, fué electo diputado por su provincia na-
tal, y como tal formó parte de la Junta hasta
septiembre de ISl 1, en cuyo año desempeñó el
empleo de fiscal civil y criminal, y en 181S el
de asesor general de Gobierno; entendiendo,
en cumplimiento de sus deberes, en el proceso
formado a los franceses Robert, Lagresse,
Dragumette, etc., acusados de conspiración
contra los Gobiernos de Buenos Aires y Chile.
Posteriormente, cuando el general Rondeau
tomó posesión del puesto de director del Esta-
do, el Dr. Cossío fué encargado del ministerio
de Hacienda, en cuyas funciones permdneció
algunos meses, hasta el 11 de febrero de 1820,
en cuyo año se retiró de la vida pública por la
anarquía reinante. El Dr. Cossío fué un patrio-
ta distinguido e inteligente.
Costa Brava (combate de). El comandante don
José Garibaldi, tan famoso después, al mando
de la escuadrilia de Montevideo, cuyo Gobier-
no se hallaba en guerra con el de la República
Argentina, había remontado el río Paraná.
Brown sale en su busca, conduciendo la escua-
drilla de Buenos Aires (seis buques). En Costa
Braoa alcanza a su enemigo, que no atrevién-
dose a presentar una acción naval, había aco-
derado sus buques, que eran cinco, con el pai-
lebote yoüe/i Esteban, de propiedad particular,
que días antes había tomado, armado y coloca-
do en estado de combate. En tierra guardaba
su flanco una gran trinchera de tercios de
hierba y petacones de tabaco apresados en
Corrientes, tras de cuya muralla había coloca-
do infantería. Brown, no pudiendo acercarse
por falta de viento, echa gente a tierra y se
acerca, bajo un horroroso fuego de cañón que
le hacían los buques y la fusilería de los que
estaban detrás de la trinchera, sin poderles
contestar porque la corriente le impedía dar el
costado de sus buques. Pero a Brown nada le
arredra, sin embargo de tener un gran número
de muertos y heridos; estaba acostumbrado a
vencer y tenía conciencia del triunfo. «Por
fin— dice Escardó— consiguió poner en línea
el bergantín Echagüe y las goletas Chacabu-
co, Argentina y la 9 de Julio, comenzando un
sostenido combate de artillería, que era con-
testado por los cuatro buques de Garibaldi:
Suárez, Muñoz, Vágquee y Pacheco y Obes,
148 — eos
o Libertad, y en que tomaban parte las infan-
terías de tierra. Una guerrilla al mando de un
guardia marina, Mariano Cordero, bajó de los
buques de Brown e hizo apagar \o& fuegos de
la infantería de Garibaldi. Vuelto el oficial a
bordo, el almirante Brown le regaló su espada
y lo felicitó. A la oración cesó el fuego. Como
a las doce de la noche, la escuadra Brown vi6
venir un brulote con fuego encendido, trayen-
do de dirección el centro de la Argentina y el
Vigilante y cuyo choque los haría volar. En-
tonces el almirante Brown dio orden a otro
guardia marina, Bartolomé Cordero, hermano
del primero que hemos citado, para que fuera
a desviar la dirección del brulote cortándole
la mecha. Con un bote y cuatro remeros, el
oficial fué a cumplir tan peligrosa comisión,
desviando el brulote y volviendo al rato con la
mecha, que si hubiera ardido cinco minutos
más, produce la explosión. Cuando regresó a
bordo el valiente oficial, Brown, abrazándole,
le dijo estas palabras: «Yo daré cuenta al Go-
bierno de su valiente comportación; usted será
con los años una de las glorias de la escuadra
argentina. Lo que usted ha hecho en cumpli-
miento de su deber es mucho para su edad.»
Inutilizado el brulote, Garibaldi ordenó al co-
mandante del bergantín que con 50 hombres de
tierra abordase al Echagüe, que estaba en la
costa, llegando la gente del comandante Arana
en silencio; pero descubiertos por el centinela,
que dio el ¿quién vive?, y no recibiendo con-
testación, hizo fuego, poniéndolos en fuga,
pues la bala del centinela había muerto al jefe
de la expedición Arana. Esto tuvo lugar el 15
de agosto de 1842. El día 16, al amanecer, em-
pieza el cañoneo y la fusilería de tierra, sus-
pendido el día anterior; pero poco a poco los
disparos de las fuerzas de Garibaldi empeza-
ron a ser más lentos, circunstancias que no po-
día aprovechar Brown por falta de viento. A
las tres refrescó, y entonces Brown dio la
orden de abordaje, dando el ejemplo con la
9 de julio. Entonces Garibaldi, sin poder resis-
tir por falta de municiones, prendió fuego a
sus buques, haciendo volar el bergantín y la
corbeta. Al ver esto Brown detuvo su marcha
a medio tiro de cañón, pues un momento más,
la 9 de Julio, con el almirante, habrían volado
también. Quedó humeando el pailebote JoDen
Esteban, y comprendiendo Brown que seeiiiría
igualmente poniendo en peligro la existencia
de sus buques, llamó al guardia marina Barto-
eos
149 -
eos
lomé Cordero, que el día antes había apagado
el brulote, y le dio orden de ir a bordo del bu-
que humeante y cortar la mecha. El oficial par-
tió con un bote a desempeñar la comisión, pero
se encontró con otro bote que iba a desempe-
ñarla también: era su hermano Mariano, el
joven oficial a quien, por su conducta al frente
de la guerrilla, Brown le regaló su espada el
día anterior. Entonces empezó una verdadera
regata, disputándose ambos hermanos el llegar
H bordo; pero como el bote del que apagó el
brulote era más liviano, llegó primero, saltan-
do a bordo del buque con la tripulación, los
baldes y las hachas. El fuego salía por el cas-
tillete de proa, la pólvora estaba en la bodega
y la mecha se extendía a lo largo: diez minu-
tos de demora, y volaban con el buque todos.
Garibaldi y sus tropas se salvaron huyendo
por tierra. El Gobierno de Montevideo perdió
totalmente su escuadrilla en este día memora-
ble para la marina argentina. En poder de
Brown y de sus marinos quedaron los buques
que no fueron incendiados, la artillería, etc.
Costa (Jerónimo). Militar. Nació en Buenos
Aires, en el año ISOS. Ingresó en clase de sub-
teniente en las filas del batallón de cazadores
que mandaba el coronel Olazábal, en ocasión
de la guerra del Brasil. En esta campaña el
oficial Costa, que durante ella había sido pro-
movido a teniente, se comportó con mereci-
miento, y tan distinguida fué su conducta en la
batalla de Ituzaingó, que se le ascendió a ca-
pitán en el mismo campo de batalla. Costa ha-
bía empezado por demostrar calidades de mili-
tar, valentía y mucho juicio en sus pocos aflosi
y con estos antecedentes obtuvo en breve tiem"
po las presillas de sargento mayor. Hallábase
en Buenos Aires cuando estalló el pronuncia"
miento del ejército, sublevado por sus jefes
contra el gobierno del coronel Dorrego. El
mayor Costa rechazó la invitación de sus com-
pafleros de armas de adherirse al movimiento
revolucionario, y en los momentos del conflic-
to trató de ponerse de parte de la autoridad
constituida, ocupando el «fuerte»— casa de go-
bierno— con el batallón, operación que impidió
la actitud del coronel Olazábal, jefe superior
del cuerpo, que en ese momento entraba en el
cuartel. Costa fué preso el mismo día del nw
vimiento. Definida así su posición política, se
puso del lado de D. Juan Manuel Rosas en la
guerra que sostuvo con el general Lavalle,
cuyo resultado fué el predominio de la influen-
cia política encarnada en aquel general de Mi-
licias. Desde entonces el coronel Costa deci-
didamente sirvió con su espada al dictador y
su sistema, hasta el día en que la victoria de
Caseros derribó ese orden de cosas, habiéndo-
se rehusado a prestar su cooperación a la cru-
zada libertadora que preparaba Lavalle con el
auxilio de la escuadra francesa, para cuya era-
presa había sido solicitado. Marchó con Rosas
a la expedición del año 33, emprendida contra
los indios, expedición que después de llegar
hasta el río Colorado e isla de Choele-Choel,
y obtenido algunas ventajas contra aquéllos,
tuvo que regresar. Por ese tiempo, Costa figu-
raba en ese ejército, en el rango de teniente
coronel, y era, según dice Rivera Indarte, uno
de los jefes que Rosas no miraba con entera
confianza. Mas si alguna duda abrigaba el es-
píritu suspicaz de aquel hombre, sugerida sin
duda por la misma honradez del sujeto que la
motivaba, ella debió desaparecer después de
haberla puesto a prueba encomendándole a
Costa la defensa de la isla de Martín García,
bloqueada por la escuadra francesa, en unión
con una flotilla del Estado Oriental. Efectiva-
mente: nombrado de tiempo atrás el coman-
dante Costa jefe militar de esa isla, con una
pequeña fuerza de guarnición que no alcanzaba
a 100 hombres, la conducta que desplegara en
estas circunstancias le haría conocer, sin me-
jorar ni empeorar la causa del tirano, cualquie"
ra que ella fuese; los escasos elementos que
le fueron confiados parece autorizar también
la opinión del escritor citado. Intímesele por e^
comandante de la escuadra, D. Hipólito Da-
guenet, la entrega de la isla antes de recurrir
a la decisión de las armas. Costa contestó
como cuadra a un jefe que conoce las leyes del
honor militar. Llevado el ataque sobre los di-
versos puntos sostenidos por los sitiados, un
fuego nutrido se mantuvo de una y otra parte,
y después de cerca de dos horas de sangrienta
lucha los valientes defensores de la isla ren-
dían las armas a sus vencedores y quedaban
prisioneros. El comandante Costa .^e acreditó
una vez más como un jefe intrépido y capaz,
y el comandante de la escuadra francesa, en
una comunicación dirigida al gobernador de la
provincia, que fué publicada en el número 4.597
de la Gaceta Mercantil, hace honor a la activi-
dad increíble y a los talentos militares del bra-
vo coronel Costa, según así se expresa la nota
con estas palabras: «Lleno de admiración por
eos
- 150
él, he creído que no podía darle una mejor
prueba de los sentimientos que me ha inspirado
que manifestando a V. E. su bella conducta
durante el ataque dirigido contra él el 11 de
este mes, por fuerzas bastante superiores a las
deque podía disponer». Pero si la conducta del
guerrero ha merecido elogio, no podemos re-
petir lo mismo de sus ideas y de la causa que
defendió; a juzgar por el texto del parte oficia'
que pasó, no respiró su pecho otro sentimiento
que el de su adhesión a Rosas. Véase cómo se
expresó: «En medio de un fuego vigoroso que
por todas partes nos abrasaba, nuestros 96 va.
lientes de que constaba la guarnición se infla-
maban de entusiasmo en vista del retrato de
nuestro ilustre Restaurador y del bravo gene-
ral Quiroga. que los había colocado en el asta
bandera, al descubierto de los fuegos.» (Ga-
ceta Mercantil, número 4.599). La guerra que
empezó el año 39 le contó entre los comba-
tientes; militaba en el ejército que Rosas puso
a las órdenes del general Oribe, y asistió a las
sangrientas jornadas del Quebracho Herrado
y del Rodeo del Medio.
En esta última tomó a la bayoneta con su ba-
tallón la artillería del centro, perdiendo la
mitad de la tropa, cuyo ataque ejecutó al man-
do inmediato de su hermano político, el coro-
nel D. Gregorio J. Quirno. Terminada la gue-
rra en las provincias argentinas, siguió en el
ejército en la campaña que emprendía en el
Estado Oriental; batióse en la batalla del
Arroyo Grande, desastrosa para las armas del
general Rivera, y desde cuyo campo Costa
escribía al gobernador vitalicio de Mendoza,
Aldas, congratulándole por la victoria y di-
ciéndole: «Hemos tomado más de 150 jefes y ofi-
ciales, que en el acto fueron ejecutados » (Bo-
letín de Mendoza, núm. 12). Es digno de no-
tarse, sin embargo, y debemos en honor de su
memoria no olvidarlo, que el coronel Costa
jamás manchó su nombre ni se le acusó nunca
de un hecho denigrante ni de crueldad; en
aquella época aciaga, lejos de eso, interpuso
su influencia algunas veces en favor de pri-
sioneros, y aun resistió ejecutar órdenes con-
trarias a los deberes de la guerra. Invadido el
Estado Oriental por el ejército del general
Urquiza, el de Oribe se disolvió con arreglo
al pacto del Pantanoso {odübre de 1851). Cos-
ta regresó a Buenos Aires y se puso al ser-
vicio de Rosas. Asistió a la batalla de Caseros
al mando del batallón Independencia, cuya
- eos
bandera, de seda punzó, llevaba en el centro
esta inscripción: «Ni pide ni da cuartel». Des-
pués de la derrota, la casualidad le llevó al
mismo buque inglés en que se había aislado
el tirano. A bordo tuvo una anécdota curiosa.
Conversaba Rosas con el capitán inglés du-
rante la comida, respecto a la organización
política de la República, expresándole que
aquí no había más sistema de gobierno eficaz
que el absoluto, y que convencido de esto ja-
más pensó llamar a los pueblos a que se die-
ran una Constitución. El coronel Costa inte-
rrumpió a Rosas diciéndole: «¿De modo, señor
general, que para eso nos ha hecho usted pe-
lear veinte años?"> «¿Y qué, recién lo conoce us-
ted?» Siguióse de aquí un fuerte altercado, que
dio por resultado que el coronel Costa aban-
donara el buque, pasando a otro que le con-
dujo a Inglaterra. Regresó a Buenos Aires
meses después, y por decreto de agosto de
1852 el general Urquiza le nombraba coronel
y comandante en jefe de la Guardia Nacional
de infantería. Simpatizó con la resistencia que
se hacía al general libertador, y hubo de en-
trar en el plan de la revolución de 11 de sep-
tiembre, pero desistió por un detalle personal:
pretendía, como comandante en jefe de la
Guardia Nacional, el mando de las tropas, lo
que no le fué concedido. Decidióse entonces
por los intereses políticos del general Urquiza,
y fué uno de los jefes que le acompañó cuan-
do resolvió regresar a Entre Ríos, dejando al
coronel Lagos al frente del ejército que sitia-
ba la ciudad y sostenía la guerra. Posterior-
mente, el presidente de la Confederación le
nombró general en jefe del ejército del Norte,
debiendo fijar su residencia en el Rosario para
hacer los preparativos necesarios a la forma-
ción de ese ejército. Desde este punto preparó
una invasión a la prc.vincia de Buenos Aires,
de acuerdo con los jefes de la Confederación,
Lagos, Laprida, Lámela y Olmos. Los inva-
.sores midieron sus armas en los campos del
Ya!a con las fuerzas del Gobierno, mandadas
por el general Hornos; el combate fué reñido,
pero al fin la derrota se pronunció para los
primeros (noviembre 8 de 1854). Después de
esta jornada pasó al Estado Oriental, desde
donde preparó una invasión, que realizó en
enero de 1856, desembarcando con un grupo
de partidarios de Zarate. El Gobierno de Bue-
nos Aires puso sus fuerzas en movimiento,
publicando al mismo tiempo un acuerdo que
COT
- 151
condenaba a la última pena a los jefes de la
revuelta. Días después, el coronel D. Esteban
García batía a los revolucionarios en los cam-
pos de Villa Mayor (Matanzas), y el general
Costa caía prisionero. Aquel jefe, humanitario
como era, y enemigo de la efusión de sangre,
interesóse en salvar la vida a Costa; pero ór-
denes reiteradas y apremiantes le impusieron
el penoso deber de fusilarle, el 2 de febrero
de lS5tí.
Cotagraita (combate) (27 de octubre de 1810).
A los cinco meses del pronunciamiento de
mayo de 1810, la división argentina que salió
de Buenos Aires en julio para llevar a las
provincias del No^te la enseña de la libertad
había avanzado hasta el Alto Perú, buscando
enemigos que combatir. El 27 de septiembre
se encuentran al fin con las tropas españolas,
al mando del general Córdoba, en número de
1.000 hombres, que estaban atrincherados y
protegidos por 10 piezas de artillería. El ge-
neral D. Antonio González Balcarce, jefe de
la división argentina, que sólo se componía de
300 hombres, no trepida en marchar al ataque
con sus nuevos soldados, que por primera vez
iban a oír silbar las balas de los realistas. El
ataque se efectúa con arrojo, pero la resis-
tencia fué tenaz, y agotadas las municiones,
los argentinos tuvieron que retirarse.
Craig (Tomás). iMarino, inglés de origen. In-
gresó en la marina de guerra de la República
durante la época de Rosas. El 3 de agosto
de 1841 fué ascendido a subteniente, y suce-
sivamente a teniente y a capitán. Confiósele
el mando del bergantín Republicano, que tan
brillante papel desempeñó en la batalla naval
de Obligado, en 1845, contra las escuadras de
Inglaterra y Francia coligadas. Una vez que
quemó el último cartucho, y a la respuesta de
que se habían terminado por completo las mu-
niciones, hizo volar su buque para que no ca-
yera en poder del enemigo, y fué con su tropa
a tomar el puesto de honor en las baterías de
la derecha de la barranca, que soportaba el
terrible estrago de un bombardeo de ocho ho-
ras de los buques de las escuadras aliadas.
Cramer (Ambrosio). Teniente coronel del ejér-
cito de los Andes. Nació en París, el 7 de fe-
brero de 17SÍ2. Hijo de Ambrosio Cramel, gine-
brino y gentilhombre del conde de Artois. In-
gresó en la Escuela Militar, donde permaneció
dos años, saliendo de ella para formar en las
filas del 5.° regimiento de infantería ligera del
D. Ambrosio Cramer.
- CRA
ejército" imperial (junio de 1808). Por ascenso
sucesivos, llegó a capitán de Voltijeros, en
julio de 1813; ha-
bía hecho la cam-
paña del ejército
que invadió la Es-
paña, encontrán-
dose en diversos
hechos de armas;
fué herido leve-
mente en uno de
ellos, y atravesa-
do de un balazo
en la retirada de
Pamplona. En
premio de su con-
ducta y servicios,
se le nombró ca-
ballero de la Le-
gión de Honor en enero de 1814. Después
de la derrota de Napoleón I, Cramer, como mu-
chos oficiales, se separó del ejército y em-
prendió viaje para Buenos Aires: la causa de
la emancipación americana le había merecido
sus simpatías, como que ella era eminentemen-
te liberal. Aceptado el ofrecimiento de sus ser-
vicios militares, incorporóse al ejército de los
Andes que empezaba a organizar en Mendoza
San Martín. En julio de 1816, el director Puey-
rredón le nombró sargento mayor del mismo,
y pasó en comisión a San Juan, a organizar el
número 1 de cazadores; más tarde, con el gra-
do de teniente coronel, se le encargaba de la
formación del número 8, al frente del cual mar-
chaba en el ejército que hizo la travesía de la
cordillera, asistiendo a Chacabuco . Edecán
del gobernador Rodríguez en 1821. Peleó con-
tra el caudillo Ramírez, y fué nombrado jefe de
la frontera del río Negro, y allí reconstruyó la
fortaleza e hizo muchos trabajos científicos y
topográficos, muy apreciables. En 1826 rindió
examen de de agrimensor y sirvió contra los
indios, a las órdenes del coronel Rauch (v.).
Retirado del ejército, pobló una estancia en
Chascamús, la que abandonó para tomar parte
en larevolucióndel Suden 1839, contra el tirano
J. Manuel Rosas, sucumbiendo en el combate
librado contra las fuerzas de D. Prudencio Ro-
sas. Así terminó la vida, en honor de una cau-
sa generosa, este fiel servidor de su patria
adoptiva. Fué uno de los mártires ilustres de
la tiranía,
Crawfurd (Roberto). Uno de los jefes princi-
CRE
— 152 —
CUB
pales de la invasión inglesa de 180S. En el ata-
que a la capital, Crawfurd tenía el mando del
cuerpo de ejército que invadió por el Sud;
ocupó sin dificultad la residencia y continuó
avanzando hacia el centro de la ciudad hasta
que llegó al convento de S^nto Domingo. Allí
supo de labios del coronel Pack la noticia de
su desastre, y se detuvo sin atreverse a dar un
paso adelante. Fortificado el templo, inició un
fuego terrible contra los montañeses que ocu-
paban las casas inmediatas, logrando desalo-
jarlas con grandes pérdidas para sus defen-
sores. Asestaron éstos un cañón a las torres
del templo, dirigiendo su fuego en combinación
con los disparos de la fortaleza, mientras los
miñones y patricios echaban abajo las puertas
del templo para pelear cuerpo a cuerpo con
los soldados que lo defendían. Viéndose perdi-
do Crawfurd, enarboló bandera de parlamento,
cesando el combate para rendirse a discreción
con hombres, armas y bagajes.
Crespo (Francisco). Nacido en Buenos Aires,
el 11 de abril de 1791. Empezó su carrera en
180S, y en 1810 formó en el primer ejército
patriota que marchó al interior, hallándose en
Suipacha, Huaqui, sitio de Montevideo, Cha-
cabuco, Talcahuano, Maipú, Calaña, Torata,
Moquegua. Cuando la sublevación del Callao,
fué tomado prisionero y herido, quedando pre-
so durante un año. En la batalla de Obligado,
habiendo sido herido el jefe Mansilla, tomó el
mando de las tropas Crespo. Fué un ardiente
partidario de Rosas. Falleció en el pueblo de
San Isidro (Buenos Aires), el 7 de septiembre
de 1849.
Criollo de Buenos Aires (corsario). Se le dio
patente numero 46, a solicitud de D. David C.
Deforest, con fecha 23 de octubre de 1815. El
27 de noviembre de 1818 entró al puerto de
Buenos Aires el quechemarín español Carmen,
apresado el 21 de agosto por el Criollo, a la
vista de Cádiz, con cargamento de sardinas.
Lo condujo el cabo de presa Timoteo Bernar-
do, a la consignación de D. Guillermo R. Ford.
Cristiano Muerto (combate). Las fuerzas de
Buenos Aires que expedicionaban en la Pam-
pa tienen un reñido combate con los indios del
bravo Cafulcurá en el Cristiano Muerto, con-
siguiéndose un triunfo sobre los indios.
Cruz Alta (combate). El coronel Bustos, que
se hallaba atrincherado en la Cruz Alta, pro-
vincia de Córdoba, es atacado por las fuerzas
'.áe Carrera y Ramírez, donde se defiende enér-
gicamente hasta obligarlos a retirarse, dejando
en el campo gran número de muertos (16 de
julio de 1821).
Cruz (Francisco Fernández de la). Militar. Na*
ció en Buenos Aires, el 1 de septiembre
de 1781, y desde joven se dedicó a la carrera
de las armas, en la que llegó hasta el grado de
brigadier. En las invasiones inglesas empezó
sus servicios, y en 1810 marchó en clase de
sargento mayor en la expedición que partió de
esta ciudad a las provincias del interior. Dos
años después se halló en el Cerrito, con el
grado inmediato superior. En el asedio de la
plaza de Montevideo, en el mismo año, se in-
corporó al ejército de Belgrano, y desempeñó
la gobernación militar de Tucumán el 20 de
octubre de 1812, en que ocupó la ciudad a con-
secuencia de la derrota de Tristán en Tucu-
mán. El año siguiente ejerció como delegado,
y después en propiedad, la gobernación de Sal- j
ta desde el 26 de octubre de 1813 hasta el
10 de marzo de 1814, en que fué elevado a co-
ronel, hallándose en el combate del Puesto
del Marqués y en Sipe-Sipe en 1815. Separado
del mando del ejército Belgrano en 1819, fué
nombrado Cruz para substituirlo como jefe del
ejército del Alto Perú, cargo que ejerció has-
ta 1820, en que se produjo la sublevación de
Arequito. Cruz se refugió en San Juan, donde
poco después, con fuerzas de esta provincia,
batió a los montoneros mendocinos. En 1825
fué electo diputado, y al año siguiente minis-
tro de Guerra de Rivadavia, como lo había
sido durante las administraciones de Rodrí-
guez y de Las Heras. Falleció este distinguido
militar en Buenos Aires, el 23 de abril de 1835
Cubas (José). Gobernador de Catamarca. Na-
cido en esa provincia, el 14 de mayo de 1802.
Su valor personal, su honorabilidad y caballe-
resca decisión por la causa liberal le conquis-
taron el aprecio de sus conciudadanos, que le
elevaron entre otros puestos al de gobernador
de su provincia, habiendo ejercido el mando
desde el 5 de noviembre de 1836 hasta el 29 de
abril de 1841. Su administración ha dejado re-
cuerdos imperecederos en aquel territorio, j
la memoria de su martirio será indeleble en el
tiempo y en la posteridad. Su gobierno tiene
hechos que le honran y enaltecen; no fué ni un
perseguidor vulgar ni un adversario implaca-
ble; fué, por el contrario, un magistrado lleno
de altura y mansedutnbre para con sus pro-
pios enemigos. Recordaremos un rasgo carac-
CUB
- 153
CUE
terizado de su administración. Reunida la frac-
ción liberal para arbitrar los medios de crear
fondos en vista del estado afligente del erario
público, se propuso imponer una módica con-
tribución a los amigos del tirano, que abier-
tamente conspiraban entonces contra las auto-
ridades constituidas. Cubas se opuso decidida-
mente a esta medida, declarando que era un
despojo que jamás permitiría y que deseaba
mantener tranquila su conciencia de hombre y
de magistrado. Cubas fué uno de los apósto-
les de la histórica Liga del Norte contra el go-
bierno de Rosas, para constituirse más tarde
en uno de sus primeros mártires. A mediados
del año 41, Manuel Oribe destacó contraía
provincia de Catamarca al famoso coronel don
Mariano Maza, poniendo bajo sus órdenes una
columna de mil hombres. El gobernador no te-
nía sino seiscientos cincuenta milicianos mal
armados; pero decidido a defender su territo-
rio, esperó resueltamente a los invasores, que
no tardaron en presentarse a su vista, y el
29 de octubre, en los alrededores mismos de la
ciudad se trababa un reñido combate, que se
tradujo fatalmente en una victoria completa
para las fuerzas federales. Cubas, vencido, se
refugió con algunos de los suyos en una serra-
nía inmediata, y Maza, vencedor, hizo pasar a
cuchillo quinientos setenta soldados caídos en
su poder. Perseguido Cubas tenazmente, fué
tomado en su misma cama, y dos días después
fué conducido y sentenciado a muerte sin for-
ma alguna de juicio. Estando en capilla, su
desolada esposa acompañada de siete hijos fué
a implorar la clemencia del verdugo, y aunque
no le ablandaron las lágrimas ni los ruegos,
prometió salvar la vida del reo en cambio de
una fuerte suma de dinero. Mendigando de
casa en casa, consiguió la esposa del desgracia-
do Cubas reunir cuatro mil pesos en plata, que
entregó a Maza, reclamando la libertad de su
esposo, cuya cabeza rodaba, no obstante, por
el suelo dos horas más tarde, y era clavada en
una pica en la plaza principal de la ciudad.
(4 de noviembre de 1741). Antes de morir, diri-
gía a su esposa una sentida carta, de la que
tomamos lo siguiente: <Por disposición de
Dios voy a morir dentro de una hora. Confór-
mate, pues mi conciencia nada me arguye, y
creo seré más feliz en la vida eterna. Aunque
nada tengo que prevenirte en orden a mis hi-
jos, mi voluntad es que si puedes los tengas en
el convento, donde podrán continuar sus estu-
dios y ser buenos religiosos o ciudadanos...
Que Dios te ayude y que lleves con resigna-
ción los trabajos de este mundo, hasta que nos
veamos en el cielo, d jnde te espera tu desgra-
ciado compañero».
Cucha-Cucha 'combate). Entre los argentinos
al mando de Las Heras y fuerzas realistas en
el paraje de este nombre. El triunfo fué de los
primeros (23 de febrero de 1814).
Cuenca (Claudio .Mamerto). Médico y poeta. Na-
ció en Buenos Aires, el 30 de octubre de 1812.
Hizo sus estudios en la Universidad de esta
ciudad, graduándose de doctor en Medicina
en 1838, el mismo día en que cumplía veinti-
séis años de edad. Su tesis fué un trabajo de
mérito; era un estudio filosófico de la natura-
leza humana: Simpatías. Poco después fué nom-
brado catedrático de Anatomía, y más tarde de
Fisiología y materia médica. Las tareas profe-
sionales y las atenciones de su cátedra no le
impidieron el cultivo de las bellas letras. En el
ejercicio de su profesión conquistó fama de há-
bil cirujano, distinguiéndose además por sus
nobles y humanitarios sentimientos. Como poe-
ta y dramaturgo se reveló en inspiradas com-
posiciones, muchas de las cuales permanecie-
ron ignoradas durante la vida del poeta, debi-
do quizá a su modestia exquisita, siendo la de
más largo aliento la que lleva por título «Deli-
rios del corazón), que consta de más de dos
mil versos y que basta por sí sola para lau-
rearle de poeta. Vienen después «Expiación re-
cíproca», la comedia Don Tadeo, y el drama
trágico Musa, que dejó casi al terminar. Vivió
en Buenos Aires durante la época de Rosas;
pero no son un misterio sus opiniones adversas
a la tiranía. Nombrado por aquél cirujano prin-
cipal del ejército que peleó en Caseros, aceptó
ese destino. «No era, pues, un soldado de Ro-
sas, sino un soldado de la Humanidad, que mu-
rió en su puesto llenando su santo ministe-
rio. Su alma noble y elevada no veía en los
partidarios de Rosas a los enemigos de la cau-
sa de sus afecciones. Veía en ellos hermanos
extraviados, argentinos en fin, a los que con
su ciencia podría salvar de la muerte. Y por
eso, en el hospital de sangre y cumpliendo con
su misión, cuando los demás médicos habían
buscado la salvación en la fuga, vino una bala
a cortar su existencia.» Como si hubiera teni-
do el presentimiento de su fin y la idea de sal-
var su nombre de la tacha de jenízaro del des-
potismo, escribió en el campamento aquellos
CUE
154
CULL
versos contra Rosas, de los cuales entresaca-
mos los siguientes:
cY esto es, ni más ni menos, lo que ahora
Te está, perverso Rosas, sucediendo:
Estás en tu expiación, y ya la hora
de purgar tu maldad está corriendo.-»
Fué padrino de tesis del Sr. Rawson cuan-
do en 1845 recibió éste el título de doctor en
Medicina.
Cueto (Jacinto). Guerrillero célebre. Natural
de Chuquisaca. Tomó un puesto de combate en
las filas de los ejércitos argentinos cuando és-
tos entraron en el Alto Perú. Sirvió a las ór-
denes del famoso coronel Padilla en la guerra
llamada de las Republiquetas, distinguiéndose
como uno de los mejores guerrilleros en esa
lucha tenaz y sangrienta de los pueblos levan-
tados contra la dominación española. A la
muerte de Padilla, tomó el mandó Cueto; pero
a consecuencia de desinteligencias sobrevi-
nientes, quedó rota la unidad de acción. Cueto
prestó servicios meritorios a la causa ameri-
cana.
Cuevas (combate de las). Guerra del Paraguay.
Combate naval que tuvo lugar el 12 de agosto
de 1SÓ5. Después de la victoria naval del Ria-
chuelo, obtenida por la escuadra brasileña, a]
mando del almirante Barroso, sobre la para-
guaya, al mando del capitán Meza, el almiran-
te Barroso consideró prudente situarse más
abajo de Corrientes, sobre el río Paraná, para
no quedar con sus comunicaciones amenazadas
hacia el Sur por el ejército paraguayo del ge-
neral Robles, que, dueño de la mayor parte de
la provincia invadida, había construido bate-
rías en Mercedes y Cuevas para hostilizar a
todos los buques de la escuadra aliada que cru-
zasen.
Los pasajes de ambos puntos debieron ha-
cerse combatiendo; pero sólo el segundo tiene
interés para nosotros por haber intervenido en
él un buque de nuestra escuadra, el vapor
Guardia Nacional, comandante Py, llevando
a su bordo al coronel José Murature como
jefe superior.
Las baterías paraguayas, emplazadas sobre
las alturas de Punta Cuevas, contaban con más
de 30 piezas de artillería de seis, nueve, 18
y 32, servidas por personal de un cuerpo de
8.000 hombres establecido allí.
La escuadra brasileña desfiló aguas abajo su-
friendo el fuego de las baterías, y en su centro
navegaba el vapor Guardia Nacional, el que
empeñándose en el combate, tuvo una actua-
ción sobresaliente, sufriendo serias averías j
teniendo varios muertos y heridos en su tripu-
lación, entre los primeros los guardias marinas
Enrique Py y José Ferré, y entre los segundos
el teniente Urtubey, después comodoro.
Cululú (combate). El 4 de marzo de 1718. Hacía
mucho tiempo que los indios mocovíes, aquilo-
tes y abipones asolaban continuamente los al-
rededores de Santa Fe, defendiendo la ciudad
los naturales, con sus aliados los indios cal"
chaquíes, hasta que un combate que sostuvie-
ron 50 santafecinos en Cululú contra 300 indios
enemigos, y del que sólo escaparon dos, dio
fin a los ataques y robos por entonces.
Culpina (combate de). Habido en BolÍYÍa el 31
de enero de 1816, por el sargento mayor Gre-
gorio Aráoz de Lamadrid, quiea, al frente de
130 hombres mal armados, atacó en el Alto
Perú, en los ingenios de Culpina, a una colum-
na realista, compuesta de 500 soldados, manda-
da por el brigadier Alvarez. La obscuridad de
la noche hizo cesar el sangriento combate. En
esta acción tuvo lugar un hecho romancesco^
digno del heroico jefe tucumano. Al frente de
su caballería avanzó sable en mano al toque
de «¡a degüello!»; pero todo su escuadrón vol-
vió caras, y sólo él y tres soldados (José San-
tos Frías, puntano; Gregorio Jaramillo, salte-
ño, y Juan Manzanares, paraguayo) permane-
cieron en sus puestos, y al atacar al enemigo
recibieron una descarga a quemarropa, que
mató al caballo de Lamadrid, el que, corriendo
a pie, debió su salvación al auxilio que le pres-
taron sus tres heroicos compañeros.
CuUen (Domingo). Político. Natural de Teneri-
fe (islas Canarias^. Vino a Montevideo y fué
nombrado contador de la Aduana. Pasó lue-
go a Buenos Aires, dedicándose al comercio.
En 1820 se radicó en Santa Fe, siendo conse-
jero del gobernador general López y su minis-
tro de Gobierno. Fundó diversos colegios, re-
gularizó la Hacienda pública, etc. etc. En 1838
vino a Buenos Aires, con el objeto de disuadir
a Rosas de la guerra con Francia, y habiendo
fallecido entonces el gobernador López, Cu-
Uen asumió el mando de la provincia, amena-
zando a Rosas de retirarle la representación
de su provincia si no desistía de su intento;
pero Rosas, que le temía, mandó invadir la pro-
vincia y lo persiguió, tomándolo prisionero en
Santiago del Estero, desde donde fué condu-
CULL
- 155 —
CUR
cido preso hasta Buenos Aires (Arroyo del Me-
dio), sitio en que fué ejecutado, el 22 de junio
de 1839.
Cullen (José María). Gobernador de Santa Fe.
Hijo del anterior. Nació en aquella provincia,
el 20 de marzo de 1825. Hizo un gobierno muy
bueno, realizando mejoras y adelantos de im-
portancia, preocupándose muy especialmente
de la colonización del territorio, propósito a
que consagró todo género de esfuerzos y hasta
bienes propios de fortuna. Estableció en Santa
Fe la primera colonia agrícola, que se llamó
«Esperanza», con familias venidas de Europa,
y que ha servido de base a las numerosas po-
blaciones europeas que labran hoy el suelo fér-
til de aquella provincia; pero las continuas re-
vueltas civiles le obligaron a poco a dejar el
gobierno. Cullen se trasló a Buenos Aires,
donde se dedicó a empresas útiles para el país:
estableció la primera Empresa de navegación
a vapor del rio Paraná, que debía dar impulsos
nuevos al comercio del litoral; inició la idea de
fundar un Banco de descuentos; estableció en
Santa Fe la colonia «Jesús María». Murió re-
pentinamente, en viaje de Buenos Aires al Ro-
sario, el 11 de octubre de 1876, a bordo del va-
por Primer Argentino.
Cullen (Patricio). Gobernador de Santa Fe.
Hermano del anterior. Nacido en la capital de
aquella provincia, el 20 de julio de 1826. Dedi-
cóse al comercio, y tomó parte en la cruzada
libertadora en calidad de ayudante de Urquiza;
pero después de Caseros se retiró a Santa Fe.
Después de /'aüó/2 (1861) fué electo goberna-
dor. Hizo un gobierno de reparación y de pro-
greso, regularizó las finanzas, fomentó la edu-
cación y coadyuvó al esfuerzo del Gobierno de
la nación para la seguridad de las fronteras.
Comprometido más tarde en un movimiento re-
volucionario que debía estallar en la capital
contra el Gobierno, y habiendo fracasado, se
retiraba a su colonia de San Javier, sin miras
hostiles ya, cuando fué alcanzado por grupos
del Gobierno y muerto bárbaramente, con va-
rios de los que le acompañaban, el 22 de marzo
de 1877.
Cumbay. Célebre cacique, que fué ardiente
partidario de la revolución contra la Metró-
poli. Era de la región del Chaco. Combatió por
la causa americana, al frente de sus guerreros,
en Santa Cruz de la Sierra, y en uno de los
combates fué herido de gravedad, de un ba-
lazo. Por más que hicieron los realistas para
traérselo a su lado, nada consiguieron. «A los
pocos días trataron los enemigos de seducir a
Cumbay: mandaron siete emisarios con una
porción de regalos, y su contestación fué que
él peleaba por la patria; y los mandó pasar por
las f lee has. «
Curapalisué (combate). Ganado en Chile por
el coronel D. Juan Gregorio de las Heras al
coronel español Ordóñez y a su segundo. Cam-
pillo. El coronel Ordóñez, con fuerzas muy su-
periores en número, atacó en Curapaligüé,
a cinco leguas de Concepción, el 4 de abril
de 1817, al coronel argentino Las Heras, sien-
de vencido por éste, el que se apoderó de dos
cañones, tomándole además algunos prisione-
ros, quedando en el campo de combate diez
muertos y un herido, que dejaron abandonados
los realistas al emprender la fuga.
Curupaytí (ataque). Diez y ocho mil hombres
del ejército aliado contra el Paraguay, a las
órdenes del general D. Bartolomé Mitre, lle-
van un formidable ataque a las baterías de Cu-
rupayti el 22 de septiembre de 1866. Los para-
guayos, a las órdenes del general Díaz, se
defienden heroicamente y rechazan a los asal-
tantes, ocasionándoles grandes y sensibles
pérdidas, pues quedaron fuera de combate
como de 3.000 a 4.000 hombres de las tropas
argentinas y de las brasileñas que mandaba el
barón de Porto Alegre, que fué a quienes les
tocó la triste gloria de esta jornada. Las fuer-
zas argentinas y brasileñas se retiraron en or-
den y con banderas desplegadas, sin que el
enemigo intentase salir de sus trincheras. El
coronel Rivas recibió dos heridas y fué procla-
mado general en el campo de batalla. En tanto
que los argentinos y la fuerza de Porto Alegre
se sacrificaban cumpliendo con su deber, el
general Flores operaba con sus columnas en
orden inverso al que le estaba señalado en el
plan de ataque y se aleja del lugar del comba-
te. El general Polidoro, con su cuerpo de
ejército brasileño, quedó quieto en su campo,
sin secundar a los asaltantes. La escuadra bra-
sileña, mandada por Tamandaré, no prestó un
auxilio eficaz, pues siempre ocupando pruden-
tes distancias para que sus buques no sufrie-
ran, arrojó sobre Curapayti 5.000 homhas, que
no ocasionaron ningún perjuicio a los para-
guayos.
Curuzú-Cuatiá (combate de). El 6 de agosto
de 1862. La revolución hecha por los liberales
en Corrientes el 11 de noviembre de 1861, sin
CUY
156 -
CUY
embargo de haber operado un cambio en las
autoridades de la provincia, no respondió a las
esperanzas que los había llevado a la lucha. El
general Cáceres, cuya preponderancia como
jefe militar trataban de destruir, había queda-
do ejerciendo su influencia y su poder absolu-
to, y pesando éste sobre el partido que los
acontecimientos de Pavón habían levantado,
trata nuevamente de destruirlo, y, al efecto,
los coroneles Acuña, Rojas y Romero se ar-
man y lo atacan en los suburbios del pueblo de
Ciirujiii-Cuatiá, donde después de un sangrien-
to combate queda al fin Cáceres vencedor,
muriendo en la pelea el coronel Acuña.
Cayo. Nombre con que se designaba en la épo-
ca de la emancipación a las provincias de San
Luis, Aiendoza y San Juan. Cu//o es una pala-
labra araucana que significa arenas, que abun-
dan en los territorios conocidos con ese nom-
bre, y cuyos habitantes tantas muestras de pa-
triotismo dieron en la formación del ejército
de los Andes principalmente. La anticua pro-
vincia indígena de Cui/o fué poblada en 1561
por los conquistadores de Chile y permaneció
hasta 1778 dependiente de este gobierno, año
en que fué agregada al virreinato del Río de la
Plata. Sobre la significación de la palabra
Cuyo se han expuesto muchos pareceres y
suscitado largas discusiones. Por decreto del
triunvirato, con fecha 29 de noviembre de 1813,
de las ciudades de Mendoza, San Juan y San
Luis se formó la «provincia de Cuyo», con un
gobernador intendente, con entera indepen-
dencia de Córdoba, teniendo por capital a
Mendoza. Su primer gobernador intendente lo
fué el coronel D. Juan Florencio Terrada.
CH
Chacabnco (batalla). Ganada en Chile por el
general D. José de San Martín al ejército es-
pañol, comandado por el brigadier D. Rafael
Maroto, el 12 de febrero de 1S17. El ejército
realista dominaba en todo el territorio de Chi-
le, y al trasponer los Andes el ejército liber-
tador, compuesto de argentinos y chilenos, le
presentó batalla en la cuesta de Chacabuco,
derrotándole completamente, a pesar de ser
superior en número, después de cuatro horas
de combate. Con este espléndido triunfo se
afianzó la libertad y la independencia de Chi-
le. El parte de esta gran victoria termina con
estas memorables palabras: «Al ejército de los
Andes queda para siempre la gloria de decir:
en veinticuatro días hemos hecho la campaña,
pasamos las cordilleras más altjs del globo,
concluimos con los tiranos y dimos la libertad
a Chile.» A las cuarenta y ocho horas de la bs.
talla, el general vencedor, seguido del ejército
de los Andes, entró, en la capital de Chile, des-
pués de haber realizado en pocos días la cam-
paña más gloriosa de la independencia ameri-
cana. Los trofeos de esta jornada fueron: 500
muertos y 600 prisioneros; la artillería, un es-
tandarte y dos banderas; el armamento y par-
que de los vencidos y la restauración chilena.
Esta batalla, preparada por hábiles combina-
ciones estratégicas, puede presentarse como
un modelo clásico de arte militar y como acon-
tecimiento político, y en relación con los desti-
nos americanos su importancia es mayor aún.
Fué la primera batalla americana con largas
proyecciones históricas. Chacabuco quiere de-
cir: cuesta colorada.
El ejército de Chacabuco se componía de los
siguientes cuerpos:
Primera división.
Mayor general: brigadier D. E. Soler; bata-
llón núm. 1 de Cazadores: comandante Rude-
sindo Alvarado; Cazadores y volteadores del
7 y 8: comandante Anacleto Martínez ; bata-
llón núm. 11: coronel J. Gregorio las Heras;
Escolta y cuarto escuadrón de Granaderos:
comandante Mariano Necochea; siete piezas:
comandante Pedro R. de la Plaza.
Segunda división.
General: D. Bernardo O'Higgins; batallón nu-
mero 7, libertos de Cuyo: comandante don
Ambrosio Cramer; batallón núm. 8, libertos de
Buenos Aires: comandante D. Pedro Conde;
dos piezas; tres escuadrones de Granaderos a
Caballo: coronel, Zapiola; comandantes: don
José Melián y D. Manuel Medina; Ingenieros:
mayor Arcos, capitán Beltrán.
Chaco (indios del). Los guaycurúes, que hacían
con bastante frecuencia invasiones en los esta-
blecimientos limítrofes, siempre acompañados
de sangre y luto. Acostumbran raerse los ca-
bellos, pelarse las cejas y los párpados, agu-
jerearse las orejas, las narices y los labios
para introducir en ellos cuerpos extraños; los
matacos viven en las comarcas que bañan el
Bermejo superior y medio; son de estatura
baja, retacones, de cara tártara, nariz chata,
ojos largos; taimados, cobardes, haraganes, de
entendimiento obtuso, ladrones por instinto y
vengativos. Todos los trabajos agobian a las
mujeres, que son verdaderas esclavas. Los len-
guas se cortan el pelo en la mitad de la frente
y a los lados, y en los agujeros que se hacen
en las orejas introducen piezas de madera de
CHA
— 158
HA
diámetro cada vez mayor, por lo que las orejas
se estiran más y más. Se hacen un tajo espe-
cial en el labio inferior e introducen un semi-
círculo de madera. A la muerte de un individuo
de la tribu todos cambian sus nombres, porque
dicen que la muerte, habiéndolos visitado, se
ha llevado la lista de los nombres de todos los
sobrevivientes para matarlos a su vuelta, y
con ese ardid la picara no sabrá ya más a qué
atenerse. Los tobas son muy nómadas, porque
tan pronto se hallan en el Alto Pilcomayo como
a las orillas del Paraná, frente a Corrientes.
Con los amigos parecen honestos, fieles y ge-
nerosos; pero con sus enemigos son sumamen-
te crueles.
Chaim (Benito). Uno de los jefes de la Recon-
quista. Nacido en Galicia (España). Hallábase
establecido en la
Colonia cuando se
posesionaron los
ingleses de Buenos
Aires. Organizada
la resistencia,
aquella plaza con-
tribuyó con un cuer-
po de voluntarios,
siendo nombrado
Chaim capitán de
una de sus compa-
ñías. La capital fué
reconquistada, dis-
tinguiéndose el vo-
luntario de la co-
lonia por la bizarría de su conducta. Al apro-
ximarse la segunda columna, de la que forma-
ba parte su cuerpo, a la plaza principal, que
era defendida vigorosamente por las fuerzas
británicas, Chaim, desprendiéndose de sus fi-
las, se aproximó a su jefe inmediato rogándole
le permitiese atacar el primero con su compa-
ñía, lo que llevó a cabo protegido por el bata-
llón de marina y en medio de un fuego mor-
tífero. Su espada fué rota por una bala; el
Cabildo le entregó después un sable guarneci-
do de oro. y el virrey, el empleo de teniente
coronel.
Chanaes (tribu de indios). Moraban primitiva-
mente en las islas del delta del Paraná,
de donde se trasladaron a las islas de la
boca del río Negro, llamado íium por los
indígenas. Apenas sumaban unas cien familias.
Era la tribu más pacífica, siendo la primera
que se sometió a los españoles. Con una re-
Benito J. Chain.
ducción de estos indios fundó el P. Ber-
nardino de Guzmán el pueblo de Santo Domin-
go de Soriano, el más antiguo de la República
Oriental del Uruguay en 1624. Chana signifi-
ca mi pariente; de che, pronombre de la prime-
ra persona, y aña, pariente.
Chancay (combate'. Habiendo quedado rezaga-
do en un reconocimiento de vanguardia del
ejército argentino que operaba en el Perú el
capitán D. Juan Pascual Pringles, al frente de
sólo 25 granaderos a caballo, es atacado por
tres escuadrones del ejército español. Prin-
gles se bate en retirada, tomando la costa del
mar, en la playa de Chancay (pescadores).
Viéndose con dos terceras partes de sus sol-
dados muertos y el resto con sus caballos can-
sados, antes que rendirse al enemigo se arrojó
al mar, resuelto a perecer; pero el jefe espa-
ñol, al presenciar tanto heroísmo, le ofrece con
toda nobleza una capitulación honrosa, que le
salvó, juntamente con los soldados que le que-
daban (25 de septiembre de 1820).
Chañar (combate del). El G de marzo de 1873.
El coronel D. José Olegario Gordillo se halla-
ba en La Rioja al frente de las fuerzas naciona-
les y de las A\il¡cias movilizadas, y desde un
principio se puso en pugna con el gobernador
de la provincia, D. Pedro Gordillo, siendo las
causas emanadas de cuestiones electorales y
de influencias políticas que se atravesaban en
la marcha de ambos. Llegó a ser entre éstos
tan tirante la situación que se había creado,
que el gobernador armó fuerzas y se fué a ata-
carlo en su campamento del Chañar, so pre-
texto de dar contra los montoneros que el jefe
nacional apadrinaba, según la versión oficial
del gobernador. En el ataque hubo muertos y -
heridos por ambas partes, sin qué este comba-
te nada resolviese. El Gobierno nacional, a fin
de hacer cesar estos escándalos, comisionó al
general Ivanowski para que marchara a La Rio-
ja, y sólo así se consiguió restablecer el orden,
haciendo que el coronel Gordillo le entregase
sus fuerzas y se desarmasen los ciudadanos
que habían tomado parte en estas cuestiones.
Chajá (Combate del). El general D. José Mi-
guel Carrera había acampado en el Chajá, 25
leguas al Sud de San Luis, en la República
Argentina, con el objeto de interrumpir la in-
corporación que a las fuerzas pantanas del
gobernador Ortiz trataba de hacer el general
Bustos con tropas cordobesas. Este jefe, igno-
rando la presencia de Carrera en el Chajá,
CHA
159 -
CHA
llepca allí, y en el acto es atacado y destruido
completamente. Este combate tuvo lugar el 9
de marzo de 1821.
Charcas. Célebre ciudad, capital del departa-
mento de su nombre en Bolivia, situada en la
margen izquierda del rio Cachimayo; debe su
fundación a D. Pedro Anzures, compañero de
Pizarro. Los bolivianos le dan oficialmente el
nombre de Sucre, en honor del general que
en 1824 afi anzó su independencia. Es de ad-
vertir que esta ciudad ha llevado sucesivamen-
te los nombres de Chuquisaca, Charcas, La
Plata y Sucre. Es célebre por su Universidad.
la más antigua de la .América; fué también
asiento de la Real Audiencia, durante el vi-
rreinato.
Charlevolx (Pedro Francisco). Misionero y es-
critor jesuita. Francés. Recorrió el Canadá, la
bahía de Puán, y remontó el San Juan, el Illi-
nois y el Mississipí hasta su embocadura. Ex-
cursionó en el Nuevo Mundo a fines de 1722,
después de una permanencia de cuatro meses
en Santo Domingo, entonces posesión españo-
la, cuya historia publicó a su regreso. Además
publicó Historia y descripción del Japón. Su
última obra fué la Historia del Paraguay,
obra que tiene sin duda un mérito indisputable
para las letras históricas del Rio de la Plata.
Falleció en 1761.
Charlone (Juan Bautista). Militar. Nacido en
Italia, en el pueblo de Asti (Piamonte), en 1826.
Dedicado al co-
mercio, vino con
ese fin a Monte-
video en 1840;
pero pronto aban-
donó esa profe-
sión para ingre-
saren 1845 en la
legión de Gari-
baldi, asistiendo
al asalto y toma
de la Colonia, a
la sorpresa de
Martin García,
de Guale guay-
chú, a las campañas del Salto, combate de
Hervidero, de San Antonio, en la sorpresa
de Itapeoi; en el combate de San Antonio
fué herido en la cabeza y ascendido a sar-
gento, cuando apenas contaba diez y nue-
ve años de edad. En 1849, a subteniente,
y en 1851, con el grado de capitán, formó
Coronel D. Juan Bautista
Charlone.
en la división del general Díaz, con la cua,
conc«rrió a Caseros, en 1852, y alistando,
se en el ejército argentino, sirvió en su gra-
do durante el sitio de 1853. En 1857 coman-
dó un buque de guerra, pero pidió su in-
corporación al ejército con el grado de sargen-
to mayor, y como segundo jefe de la legión mi-
litar asistió a las batallas de Cepeda y Pa-
vón, Cañada de Gómez. Fué ascendido y pasó
con su legión a la provincia de Santa Fe. De-
clarada la guerra del Paraguay, es muy raro
el combate librado entre las armas argentinas
y paraguayas, desde la toma de Corrientes
hasta el asalto de Curupayii, en que no figure
el nombre de Charlone. En la toma de Co-
rrientes recibió una herida de sable en la ca.
beza, inferida por un oficial paraguayo, que
fué muerto por el sargento Boisnard, y en el
sangriento asalto de Curupayti la legión mili-
tar fué diezmada y Charlone herido mortal-
mente por un golpe de metralla, que lo atrave-
só de un lado al otro del pecho, y hubiera
quedado allí a no ser la noble abnegación del
sargento Etchart, que lo tomó en brazos, lo
atravesó sobre el caballo y se alejó rápido,
sucumbiendo más tarde. El coronel Charlone
fué un oficial circunspecto, celoso en el cum-
plimiento de sus deberes, rígido en la discipli-
na y de una moralidad intachable.
Charrúeis (tribu de indios). Vivían en la margen
septentrional del Plata, desde la embocadura
del río San Salvador hasta el Atlántico, exten-
diéndose hasta unas 30 leguas hacia el inte-
rior. Eran los más bravos y guerreros, y des-
pués de exterminar varias tribus vecinas, si-
guieron resistiendo tenazmente a la conquista,
sin someterse jamás a los españoles. Eran de
estatura regular, tronco robusto, miembros for-
nidos y de color casi negro. Tenía.. la cabeza
grande, con pómulos salientes, nariz algo acha-
tada, boca grande y ojos pequeños, pero de
vista muy penetrante. Eran lampinos, con ca-
bello muy espeso, negro y lustroso. Los cha-
rrúas eran polígamos, aunque eran raros los
casos de monogamia. El hombre se dedicaba
tínicamente a la caza y a la guerra. La mujer
le acompañaba en .«us excursiones guerreras;
fabricaba casi todas sus armas y utensilios; ar-
maba y desarmaba el toldo o «rancho» portá-
til, viniendo a ser como una esclava. Creían
en un espíritu bueno, que denominaban Tupa, y
en un genio del mal, llamado Añang, a quien
atribuían todas sus enfermedades y desgra-
CHA
- 160
CHE
cias. Los machíes eran sus curanderos, a los
que consideraban como adivinos. Sus armas
eran mazas, rompecabezas y fleciías, con dar-
dos de pedernal o con puntas de madera tosta-
das al fuego. Usaban también los libes o bolea-
doras, que eran bolas de piedra sujetas a tiras
de cuero; las manejaban con suma destreza,
así en la guerra como en la caza, etc. El doc-
tor Vicente F. López asegura que la voz cha-
ruhas quiere decir litorales; el historiador La-
sota, que significa somos inquietos; de cha,
«nosotros», y arru, «inquietos»; según otros^
significa los enojadizos, los destructores. Los
últimos charrúas fueron exterminados en 1832.
Zapican, Abayuba y Cabarí fueron sus caci-
ques más famosos.
Chascomús (combate). La revolución del Sud
de la provincia de Buenos Aires, encabezada
por Castelli (29 de octubre de 1839), aun no se
había extendido ni acordado su plan, cuando
cayó, postrada por la actividad de las tropas
del Gobierno, al mando del coronel Granada,
que marcharon a sofocarla. En la laguna de
Chascomús se ven obligados los revoluciona-
rios a librar un combate con las fuerzas que
mandaba Prudencio Rozas, consiguiendo éste
una sangrienta victoria. El jefe Castelli es de-
gollado. Chascomús es un partido y pueblo del
Sud de la provincia de Buenos Aires, y en len-
gua pampa significa opais de las lagunas»,
y efectivamente, hay muchas. Su población
data del año 1777. El capitán Betlezé obtuvo
permiso para trasladarla del paraje denomina-
do El Zanjón, en la margen derecha del Sam-
boromtión, al lugar en que hoy se encuentra
situada. En 1801 fué declarado partido, y en
1825 fué erigido en parroquia; en 1865 llegó
por primera vez el ferrocarril.
Chaasainjí (Juan). Periodista y hombre políti-
co. Nacido en Buenos Aires, el año 1838. Se
recibió de abogado en septiembre de 1862.
Formó parte de la Redacción de El Nacional,
en 1863, y en el año siguiente fundó El Pueblo,
en 1864. Murió a los veintiséis años de edad, el
3 de noviembre de 1864.
Chaves (José Manuel). Guerrero de la indepen-
dencia. Nacido en Salta, en 1795. Entró como
soldado en el cuerpo de caballería «Decidi-
dos de la Patria», formado por Belgrano en su
expedición del año 12 al Norte. Se encontró
en Las Piedras, Tucumán y Salta. Poseía un
valor romancesco y una audacia incomparable.
Falleció en 1857.
Chaves (Nuf lo de). Conquistador y fundador de
la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, en 1560.
Natural de España. Vino a América en la ex-
pedición de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, ■
quien acompañó en su viaje por tierra desde
Santa Catalina hasta el Paraguay. Cuando fué
mandado al Perú por Irala p.sra pedir la con-
firmación de su nombramiento, aunque no con-
siguiera todo lo que deseaba, desempeñó, sin
embargo, cumplidamente su encargo, trayendo
a su regreso las primeras cabras y ovejas que
hubieron en el Paraguay. Fué muerto por lo»
indios en 1567.
Chayter (.Diego). Marino. Nacido en Baltimore,
por los años de 1767. Miembro de una familia
distinguida; dueño de una buena posición so-
cial y caudal considerable, entusiasmado por
la grandeza y justicia de la causa de la liber-
tad americana, y después de prestar sus servi-
cios a su patria en la guerra con Inglaterra,
ofreció su espada a la causa de la revolución
de Venezuela, a cuyo servicio permaneció. Se
dirigió luego al Río de la Plata con un buque
de su propiedad y un cargamento de armas y
municiones de guerra, poniéndolas al servicio
de la revolución argentina. El 7 de mayo de
1816 el Gobierno argentino le confirió el gra-
do de teniente coronel y el comando de la cor-
beta Independencia del Sud, armada con 14
cañones de a 18 y uno de a 24 y tripulada por
140 hombres, y el 13 del mismo mes se le expe-
día la orden para que saliera al crucero, con-
forme a las instrucciones verbales que se le
habían dado. Hizo un crucero notable, llegan-
do hasta las mismas costas de España, y hasta
tomando, el 22 de agosto, frente a Cádiz, un
hermoso bergantín, llamado San Buenaoentura,
y traído a Buenos Aires el 9 de noviembre de
1816. Después de infinitas hazañas navales y
de tener en continua zozobra al comercio es-
pañol, murió en la más triste miseria. Así se
pagaba al mejor y más leal amigo de los inte-
reses nacionales. Era hombre de carácter se-
vero y recto. Un hijo de este ínclito paladfa
de nuestras glorias, Daniel, rindió gloriosa-
mente su vida peleando por nuestra libertad.
Chenaat (Indalecio). Militar. Nació en Mendo-
za, el 21 de marzo de 1808. Ingresó en el ejér-
cito en 1819, como abanderado del primero de
caballería de línea, y en 1821 se batió en la
batalla de la Punta del Médano contra los Ca.
rreras; cuatro años después se encontró en el
combate de Las Leñas, ya como teniente, y en
CHI
161 -
CHI
varios encuentros contra los indios. En 1825
fué ascendido a capitán, marchando a la cam-
paña del Brasil on el refíiniiento U).° de c:ili;i-
llería, a las órdenes del coronel Olavarría, ba-
tiéndose en los combates del Ombii, Camaciici,
Yerbal, Potreros del Padre Filiberto, Las Ca-
ñas y en Iluzaingó, donde tanto se distinguió
ese cuerpo. En 1828, con el grado de sargento
mayor, acompañó al general Paz en su expedi-
ción al interior, hallándose en San Roque, La
Tablada y Oncatiuo, y más tarde, aunque con
otro jefe, fué derrotado en el Potrero de Cha-
cón, tomando entonces el camino del destie-
rro. Vuelto a Buenos Aires, emigró nueva-
mente a Montevideo, donde, reconocido en su
grado, se le confió el mando de una escuadri-
lla que fué a batir un cuerpo sublevado en Pay-
sandú; en 1839 se incorporó al ejército de La-
valle y luego al de Paz. Asistió a Caseros,
prestando valiosos servicios. Después de la
caída de Rosas se retiró a su ciudad natal,
siendo a poco electo diputado al Congreso de
la Confederación, cuyo cargo desempeñó has-
ta 1858, ocupando igualmente un puesto en la
Convención Nacional de Santa Fe convocada
para dictaminar sobre las reformas propuestas
por la de Buenos Aires a la Constitución del 53.
En la guerra del Paraguay, Chenaut, a pesar
de SKS sesenta años, fué uno de los primeros
jefes que se presentaron a compartir las fati-
gas del campamento, y se le incorporó como
jefe de Estado Mayor en el primer cuerpo de
operaciones, al mando del general Paunero.
Se halló en la toma de Corrientes y en todas
las acciones en que intervino la primera divi-
sión y en otras más. A fines de 1868 abandonó
los esteros del Paraguay, quebrantado por los
años y los azares de la guerra, fijando su resi-
dencia en Buenos Aires, donde falleció, el 30 de
noviembre de 1871, dos años después de haber
recibido sus despachos de coronel mayor.
Chidana (Feliciano Antonio). Nació en Buenos
Aires, el 9 de junio de 1761. Fueron sus padres
D. Diego Cliiclana, rico chacarero de Quilmes,
descendiente de un antiguo soldado que, des-
pués de combatir en Flandes y Holanda, vino
con su regimiento al Río de la Plata, y de
D.' Margarita Jiménez Paz, natural del país.
Hizo sus primeros estudios en Buenos Aires,
pasando luego a Chile, donde se graduó en Ju-
risprudencia y Cánones a principios de 1783.
Fué asesor general del alcalde de primer voto
D. Santiago Saavedra. En las invasiones in-
DlCC. HlST. Y BlOQ.
D. Feliciano Antonio Chidana.
glesas sirvió como capitán de patricios, y pro-
ducida la revolución de mayo descuella por su
exaltado patrio-
tismo, siendo
nombrado auditor
de guerra en el
ejército del Nor-
te, asimilado a
coronel. Marchó
a Jujuy, donde
gobernó por bre-
ves días; en Sal-
ta también fué go-
bernador inten-
dente; pero por
intrigas de parti-
dos se vio obliga-
do a regresar a
Buenos Aires. En 1811 fué electo miembro del
triunvirato, conjuntamenteconSarrateayPaso;
en 1812 renunció Chidana y marchó de nuevo
a Salta, donde prestó grandes servicios al
ejército del general Belgrano, desempeñando
más tarde diversas comisiones de confianza.
A principios del año 17 fué desterrado a Nor-
te-América, fijando su residencia en la ciudad
de Baltimore, permaneciendo allí hasta enero
de 1819, en que tomó pasaje a bardo del ber-
gantín Dooerón, con destino a .Montevideo, don-
de arribó el 14 de abril. El 21 de abril del año
siguiente fué restituido al goce de sus empleos,
y en septiembre del mismo, comisionado por el
Gobierno de Rondeau para que provocase una
reunión general de los caciques principales de
las tribus fronterizas de la provincia y nego-
ciase con ellas la extensión indefinida de la lí-
nea de fronteras. Esta misión al desierto fué
el último servicio público que prestó Chidana
al país, falleciendo en la ciudad de Buenos
Aires, el 17 de septiembre de 1826. En 18 de
enero de 1830 el Gobierno decretó la crea-
ción de un monumento para depositar sus res-
tos. D. heliciano Antonio Chidana ha sido uno
de los patriotas de mayo más injustamente ol-
vidados por las generaciones que le han suca
dido.
Cbicoana (combate) (9 de enero de 1827). Chi-
coana era un pequeño pueblo distante diez le-
guas de Salta. Las fuerzas, 214 hombres, que
sostenían al gobernador Arenales, que ocupa-
ron este pueblo, mandadas por el coronel Be-
doya, fueron sitiadas por los sublevados de
Gorriti y Puch, aumentados por doscientos bo-
íl
CHI
— 162 —
CHO
livianos mandados por el coronel Domingo Ló-
pez Matute (I). El ataque fué rudo, y a la re-
sistencia de Bedoya siguió una carga formida-
ble, que, a pesar de haberla resistido en cua-
dro con denuedo, fué completamente derrota-
do. De los heroicos defensores de Chicoana
quedaron unos pocos, pereciendo en la con-
tienda los dos jefes principales, Bedoya y
iMagán.
Chiflón (combate) (13 de septiembre de 1835).
El gobernador de Tucumán, D. Alejandro He-
redia, y su hermano el general D. Felipe, en-
traron en Catamarca con una fuerza de cua-
trocientos hombres de línea y cien auxiliares
santiagueños, que hicieron frente a un cuerpo
de ejército de mil quinientos hombres, inclu-
yendo infantería y caballería, al mando del ge-
neral D. Felipe Figueroa. Tuvo lugar en el
Chiflón, siendo derrotados los catamarqueños.
D. José Antonio Reinafé y el teniente coronel
Moyano, quienes después de su fuga de Cór-
doba se habían refugiado en Catamarca, fue-
ron tomados en momentos en que trataban de
huir a Bolivia y conducidos a Santiago del
Estero, y de allí trasladados a la frontera de
Córdoba, a cuyas autoridades quedaron entre-
gados.
Chilavert (Martiniano). Militar. Nacido en
Buenos Aires, en 1801. Cursó sus estudios en
España, y en 1812 regresó a su patria, donde
continuó estudiando ingeniería. En 1817 in-
gresó como cadete en un regimiento de artille-
ría; dos años después, con el grado de subte-
niente, rindió examen de Matemáticas, diplo-
mándose de ingeniero. Regentó después esa
cátedra en la Universidad. En 1825, siendo ca-
pitán, se incorporó a un regimiento de artille-
ría, y marchó a la guerra contra el Brasil,
n I Matute traicionú a Arenales; fué ejecutado el 17 de
septiembre de 1827. -Su ejecución debía verificarse en la
plaza; mas por consideración a su esposa, encinta, a
quien no se pudo sacar al campo, el Gobierno dispuso
fuese ejecutado en una chacrita inmediata, llevando de
auxiliar al guardián de San Francisco. Matute no quería
persuadirse de que iba a morir, y por consiguiente traba-
jaba cuanto podía por libertarse Cuando estaba el padre
guardián diciéndole la misa, al tomar el cáliz, se le avan-
zó el reo Matute, asiéndole fuertemente de él, con ame-
nazas de derramarlo si no le perdonaban. Asústase el
padre, suspende la misa, va la noticia al pueblo, que se
alborota temiendo lo soltasen, y al mismo tiempo asom-
brado del hecho: se consultó al clero, puesto que el Go-
bierno no quería indultarlo Viéndose el reo desengaña-
do, KoUó el cáliz y fué ejecutado, a las once y media de la
mañana...» (Zinny).
donde descolló por su pericia militar, valién-
dole ser ascendido a mayor sobre el campo de
batalla. Desde 1828 actuó y militó en el parti-
do unitario, a las órdenes de Lavalle, Rivera,
Paz y Obes, y en 1847 defeccionó, apoyando
la política de Rosas, quien le confió en la ba-
talla de Caseros el mando de la artillería,
que ocupaba la extrema izquierda; fué él quien
sostuvo la batalla, causando pérdidas conside-
rables en las filas del ejército libertador. Sus
cañones fueron los últimos que apagaron sus
fuegos y Chilavert el último combatiente que
rindió su espada al adversario. Hecho prisio-
nero por el coronel José Virasoro, fué trasla-
dado al día siguiente al campamento de San-
tos Lugares, y luego a Palermo, donde a la
sazón residía el general vencedor, que come-
tió el error de ordenar su fusilamiento, acu-
sándole de su anterior defección. Chilavert
«era un jefe de escuela y de orden; sereno en
el combate y superior por sus talentos y cono-
cimientos científicos; inquieto de carácter, de
genio sutil, y por desgracia demasiado accesi-
ble a la intriga política, cometió así en su vida
de soldado los más graves errores y los más
trascendentales desvarios, abultados fatalmen-
te por la pasión contemporánea, aguda e im-
placable siempre».
Chiqniraya (combate). Después de la victoria
de Suipacha los argentinos se apoderaron de
las plazas de Potosí, Cochabamba, Oruro y La
Paz en el Alto Perú (Bolivia), por lo que, alar-
mado el virrey de Lima, destaca fuerzas hasta
el Desaguadero, con objeto de contener los
progresos de la revolución. Corridos diaria-
mente los realistas en las escaramuzas que se
sucedían, tratan al fin de emprender algo for-
mal, y al efecto una división délas tres armas
pretende sorprender a los patriotas; pero sin-
tiéndola estos con oportunidad, una fuerza de
caballería al mando del comandante D. Este-
ban Hernández se lanza sobre el enemigo,
sorprendiéndolo a su vez y lo derrota comple-
tamente en C///(7u/roí/a, el 3 de mayo de 1811.
Chome (Ignacio). Misionero y escritor. Nacido
en Douai, ciudad de Francia, el 31 de julio de
1698. Ingresó en la Compañía de Jesús alosvein-
tiún años, dedicándose con preferencia al estu-
dio de las lenguas vivas. Se embarcó en 1727
don destino al Paraguay, emprendiendo desde
luego con celo incomparable la conversión de
los indios, penetrando en la profundidad de sus
bosques y en la soledad de sus desiertos. Visi-
CHO
- 163 -
CHU
tó las misiones guaraníes, y más tarde, con el
padre Lizardl, el territorio de las tribus chiri-
gnanas, establecidas en las regiones próximas
a los Andes. Ciiome, más tarde, quiso abrirse
un camino entre estas regiones y el río Para-
guay; pero los indios tobas no lo permitieron.
Todos los esfuerzos hechos por los valientes
misioneros en este sentido tuvieron que ser
abandonados. Chome se retiró al territorio de
los Chiquitos, falleciendo en septiembre de
1788. Su colección de manuscritos es numerosa,
figurando entre ellos un Diccionario de la len-
gua de los Chiquitos, algunos estudios etnográ-
ficos sobre la misma tribu, una Gramática del
idioma de los zamucos, y la vida de los misio-
neros más distinguidos de la época, obras que
hasta la fecha se conservan inéditas.
Chorroarfn (Luis José). Sacerdote y educacio-
nista. Nació en Buenos Aires, en 1757, donde
cursó sus primeros estudios; se graduó de doc-
tor en Filosofía, y se ordenó de sacerdote do-
minico. En 1783 fué nombrado catedrático de
Filosofía del Real Colegio de San Carlos, y tres
años después, rector del mismo establecimien-
to, cargo que desempeñó hasta 1810, año en
que actuó en el movimiento popular de los días
de mayo, en cuyas asambleas se pronunció por
la causa de la independencia. En 1812 fué
miembro de la Junta conservadora de la libertad
de imprenta. Fué miembro de la Asamblea, don-
de desempeñó diversas comisiones, como la de
formular el plan de estudios para la Facultad
de Medicina. En 1819 fué electo diputado al
Congreso, y fué su presidente; director de la
Biblioteca Pública, prestó en ese cargo servi-
cios distinguidos al país, habiendo enriquecido
el establecimiento con diversas colecciones de
libros, de que se desprendió desinteresadamen-
te, y adquirió otros del extranjero por suscrip-
ciones populares, que encabezaba siempre,
como el primer donante. Falleció en esta ciu-
dad; el 1 1 de julio de 1823. «No fué— dice, con
profunda verdad, el Dr. Juan María Gutiérrez,
en su libro sobre la enseñanza pública de Bue-
nos Aires -en el teatro de la política activa
en el que más se ilustró el Dr. Chorroarín. Su
nombre ha pasado a la posteridad entre los
amigos fieles de la juventud estudiosa, ya como
rector durante muchos años del Colegio de
San Carlos, en donde se formaron tantos ta-
lentos distinguidos, ya como director de la Bi-
blioteca Pública, fumlada por D. Mariano Mo-
reno, en los primeros días de la revolución.»
Chunchanga (combate de). En la campaña
del Perú. Parte del coronel Federico de Brand-
sen al general en jefe del ejército del Centro:
«Cañete, diciembre 30 de 1823: Honorable se-
ñor: La historia de la campaña del Perú, fe-
cunda en hazañas brillantes, podrá enriquecer-
se del hecho siguiente, debido al valor del
joven e intrépido capitán Correas. Situado
por orden mía con 50 húsares en el valle de
Chunchanga, posición extendida, accesible por
todas partes, mas importante a conservar para
el suceso de las operaciones ulteriores del
ejército, supo el 29, a las cinco y treinta de la
mañana, que el coronel enemigo Barandalla
con 200 hombres de caballería de los escuadro-
nes de San Carlos y de Lima, y dos compañías
de infantería, venía bajando de los cerros in-
mediatos por el camino de la quebrada de Hu
may, a sorprenderlo y batirlo. Apenas había
recibido este aviso, cuando sus centinelas
anunciaron que el enemigo dasfilaba ya por el
vado de Casa-Concha. Pero nuestros bravos
estaban prevenidos, y el enemigo los encontró
formados en batalla. Sin embargo, despre-
ciando tan poca gente, lleno de ese orgullo
brutal que el número sabe inspirar a los más
cobardes, el teniente de San Carlos se adelan-
tó como a distancia de media cuadra y se oye-
ron estas palabras: «Ríndete, Correas, que to-
marás partido. Soldados, echad pie a tierra:
seréis perdonados.» A lo que contestó el va-
liente joven: «Húsares: a vengar el ultraje que
nos hace el infame.» Contestar, cargar y rom-
per al enemigo fué uno; el teniente de San
Carlos debió a la ligereza de su caballo el
poderse salvar; puede asegurarse que está gra-
vemente herido de las lanzadas; los dem s hu-
yeron precipitadamente hacia el vado, a po-
nerse bajo la protección de los fuegos de su
infantería, dejando en el campo 20 muertos y
un prisionero. El numero de los heridos debe
ser triple, y entre ellos se encuentran dos ofi-
ciales. El capitán Correas los persiguió hasta
el paso del vado, paso montuoso y tan estre-
cho a su entrada, que no se puede desfilar sino
sobre dos o uno de frente; pero temiendo una
emboscada de la infantería, hizo alto, y a-
poco rato emprendió tranquilamente su retira-
da por la pampa de Chincha. El enemigo in-
tentó molestarlo con echar sobre su retaguar-
dia unos treinta tiradores, que el capitán Co-
rreas hizo cargar y dispersar por ocho húsares;
después de lo cual siguió descansadamente su
CHU
- 164
CHU
camino hasta reunirse en Chincha Alta con el
escuadrón del mando del señor comandante
Suárez, que, prevenido del ataque, venia a
sostener la retirada del capitán Correas. Te-
nemos por parte nuestra que deplorar la muer-
te del húsar Atanasio Acuña y otros cuatro
levemente heridos. El valor brillante del capi-
tán Correas recuerda los tiempos heroicos de
la antigua caballería. No temo pronosticar que
este joven oficial, desde hoy el orgullo de su
país, será con el tiempo uno de los más firmes
apoyos de la libertad americana. A su ejemplo
se han distinguido entre tantos bravos el te-
niente Bartolo Navarrete y sargento Frías, ei
cabo Calderón y los húsares Baras, Calderón
y Rodríguez. Lo que ensalza el mérito de esta
carga intrépida, y que no es menos mortifican-
te para el orgullo español, es que se dio en
los llanos inmensos de la pampa de Chincha,
nueva prueba de que el valor no es menos due-
ño del número que del terreno y de las locali-
dades. Ofrezco a V. S. H. los sentimientos de
alta consideración y respeto con que soy suyo
seguro servidor, q. s. m. b., F. de Brandsen. —
Honorable señor general en jefe del ejército
del Centro.»— (J. J. Biedma.)
Chuquisaca (ataque). El entonces mayor La-
madrid, al frente de una columna expediciona-
ria, ataca el 21 de mayo de 1817 el puebloatnn-
cherado de Chuquisaca, en el Alto Perú, y es
rechazado por la guarnición española y el ve-
cindario, que se defiende heroicamente. Chur
quisaca viene de Choke, una cosa apeñus-
cada, serranía tupida, y saca, estéril, pelada.
D
Danel (Aleiandro). Militar. Nació en Francia,
el 5 de septiembre de 1791. Fué oficial déla
República y del Imperio napoleónico, revistan-
do en la célebre Guardia Imperial. Caído Na-
poleón I, vino a América, donde se incorporó
como teniente primero al batallón de Cazado-
res de la Patria, sirviendo desde 1818 a 1825
en las luchas civiles contra los caudillos del li-
toral, a las órdenes de los generales Balcarce,
en 1818; Viamonte, en 1819; Rodríguez y Soler,
en 1820, y Lavalle, en 1825, en cuyo año fué
dado de alta en el regimiento de coraceros, en
clase de ayudante mayor, el 8 de febrero. Ca-
pitán el 4 de agosto, combatió contra los in-
dios. Asistió a toda la campaña contra el Bra-
sil, donde se apoderó de tres banderas de ba-
tallones enemigos. Regresó a Buenos Aires en
1828, y fué enviado en comisión a Patagonia.
En el viaje cayó prisionero de los brasileños y
fué conducido a Montevideo. Se halló en la
sublevación del 1 de diciembre. Acompañó a
Lavalle en todas sus campañas, hasta su falle-
cimiento, en Jujuy. Estuvo en el sitio de Monte-
video, Caseros y Cepeda. Murió en Buenos
Aires, el 22 de julio de 1865.
Daniels (Juan D.). Norteamericano. A su pedi-
do se le acordó carta de ciudadanía el 12 de
junio de 1818. Solicitó patente de corso para
un bergantín de su propiedad, llamado Vicu-
ña, y que dirigiría a los mares de la India
con el nombre de Maipii, dando la fianza el
respetable comerciante de la plaza, también
norteamericano, D. Guillermo Patricio Ford.
Cuando menos se esperaba devolvió todos los
documentos, con la excepción de los despa-
chos de cabos de presa que se le habían otor-
gado, y levando anclas, fugó del puerto, entre-
gándose al corso patentado por Artigas. El
Gobierno hizo publico el procedimiento de Da-
niels, ordenó la prisión del fiador y declaró
fuera de la ley al corsario, por resolución del
4 de julio de 1818.
Daract (Justo). Magistrado. Nació en San
Luis, en agosto de 1805. Representó a su pro-
vincia en el Senado nacional en 1862. Duran-
te su gobierno en San Luis, su acción política
y administrativa se hizo sentir en todas las es-
feras del Gobierno, haciendo sancionar leyes
de organización y procedimientos de los Tribu-
nales; inició la construcción de diques, creó
nuevas escuelas y un colegio de enseñanza se-
cundaria. Falleció este hombre progresista y
honrado, uno de los hijos predilectos de San
Luis, en septiembre de 1887.
Darrai^eira (José de). Político. Nació en Mo-
quegua (Perú), el año 1770, y se educó en Bue-
nos Aires, en San
Carlos, doctorán-
dose en Leyes.
Asistió al cabil-
do abierto del 22
de mayo, en cuyo
acto reprodujo
el voto del co-
mandante don
Martín Rodrí-
guez. En dicho
año era abogado
de la Real Au-
diencia. Vocal de
la Cámara de
Apelaciones. En
1816 fué electo representante de esta capital
al Congreso de Tucumán, figurando como tal
en el acta de aquella memorable Asamblea,
siendo comisionado por la misma para des-
D. José de Darragueira.
DAV
166 -
DEH
empeñar una comisión de importancia cerca de
Buenos Aires. Falleció el 2 de mayo de 1817,
siendo sepultado en la iglesia de San Francis-
co por disposición de su esposa, D.' María An-
tonia de Luca, hermana de D. Esteban de
Luca, militar y poeta (v.).
Dávila (Nicolás). Nació en La Rioja, el 6 de
enero de 1786. Ocupaba el modesto cargo de
comandante del departamento de Famatina, el
año 1816, cuando recibió orden del general
San Martín de incorporarse con algunas Mili-
cias a la columna expedicionaria del coman-
dante Zelada, con instrucciones de tomar la
ciudad chilena de La Serena, sublevar la pro-
vincia de Coquimbo y posesionarse de ella,
todo lo que cumplió satisfactoriamente. Más
tarde actuó en las luchas políticas de su pro-
vincia, y desempeñó el cargo de gobernador
desde septiembre de 1821 hasta el 9 de mar-
zo de 1823, en cuyo período dio muestras de
su inteligencia y honorabilidad. Siguió en la
política y guerra civil, llegando hasta el grado
de coronel. Derrocada la tiranía, fué ministro
de Gobierno en los años 1854 al 1857. Murió
este meritorio patriota el 20 de mayo de 187G,
en Nonogasta.
Dávila (Simeón). Nacido en La Rioja, el 18 de
febrero de 1814, cursando sus estudios en Sal-
ta. Desde muy joven combatió a la tiranía, sir-
viendo en clase de capitán y como jefe de un
batallón creado por él en las campañas que
hizo a las órdenes de Lamadrid, ascendiendo
hasta teniente coronel. Derrotado en el Rodeo
del Medio, emigró a Chile, y después a Boli-
via, donde sirvió a la causa de la libertad, sal-
vándose providencialmente de ser fusilado. En
1846 volvió a La Rioja, y tomó parte en un mo-
vimiento revolucionario contra el gobernador
Bustos. Poniéndose al frente de algunas fuer-
zas del Gobierno legal derrocado, invadió su
provincia; pero fracasado el movimiento por
falta de apoyo, tuvo que retirarse, con las ca-
balladas fatigadas por la jornada precipitada
que habían hecho, siendo alcanzados y fusila-
dos sus partidarios, uno por uno. El coronel
Dávila falleció en 1846. Era hombre inteligen-
te y de carácter enérgico y emprendedor.
Dávila (Tristán B.). Coronel. Descendiente de
una respetable familia de La Rioja, que desde
los primeros días de la revolución pusiera sin
restricciones su fortuna y nombre en beneficio
de su patria. Principió su carrera militar a los
diez y seis años, sentando plaza de soldado
raso en el regimiento de Lanceros del Orden,
que el general formó en la ciudad de Salta, en
1830. Hallóse en todas las campañas de los
ejércitos libertadores contra Rosas. En el cé-
lebre combate de Angaco (1840), uno de los he-
chos de armas notables en la guerra civil, que
sin exageración puede llamársele «el combate
de los leones'), Dávila y otro fueron los dos
únicos que, de los ocho ayudantes que tenía
Acha, salieron con vida. Fué gobernador de La
Rioja en 1865 y víctima de las montoneras.
Daza (José Silvano). Militar. Natural de Cata-
marca. Ingresó en el Colegio Militar de la na-
ción en 1870, año en que fué fundado este es-
tablecimiento. Salió en 1873 con el grado de
alférez de caballería, incorporándose el prime-
ro del arma. Sus grados los conquistó en el
campo de batalla. Se halló en las batallas de
Don Gómalo, Santa Rosa, combates de Sauce
Corto. Coso de los Indios, laguna del Para-
guil, Masalle, Tres Lagunas, Puan Cigüé, en
varias expediciones contra los indios de Ca-
triel, Numuncurá, Cañumil, en el combate de
los Corrales (1880), campaña al lago Nauel-
Huapi, combates en la plaza de la Libertad,
en Buenos Aires, en Io.t días de julio de 1890,
etcétera, etc. Fué gobernador de Catamarca
en 1885. Su gobierno fué más o menos el que
respondía a esa época, en que primaba la disci-
plina de los campamentos y la violencia de las
luchas electorales. Fué un militar enérgico,
activo y pundonoroso. Falleció en la ciudad de
Catamarca, a una edad avanzada, el 3 de abril
de 1885.
Deheza (Román Antonio). Guerrero de la inde-
pendencia y del Brasil. Nació en Córdoba, el
29 de abril de
1791. Apenascon-
taba diez y nueve
años de edad
cuando el Cabil-
do de Córdoba le
confió la comi-
sión de conducir
pliegos al primer
ejército patriota
que marchaba al
interior, a las ór-
denes del general
BaIcarce.Enl813
era teniente de
Milicias, y un año
más tarde revistaba con el mismo grado en el
D. Román A. Deheza.
DEK
- 167 —
DEL
ejército de linea. Marchó a Ciiile con la divi-
sión auxiliar, distinguiéndose por su valor y en-
tusiasmo en las accionesde guerra que tuvieron
lugar en esa campaña: Curapaligüe , Cucha-
Cucha y Membrillar, en 1814. En 1817 tornó
nuevamente a Chile, y alistado al regimien-
to 11." de infantería de línea, perteneciente al
cuerpo que comandaba en jefe San Martín, se
halló en Chacabuco, Concepción, Gaoilún, Tal-
cahuano y Maipú. En 1820 formó en la expedi-
ción al Perú, como jefe del mismo batallón;
hizo la campaña de la Sierra, encontrándose
en Pasco, asalto del Callao, en 1821, batallas
de Torata y Moquegua, y en las de Junin y
Ayacucho, en 1823, con el grado de coronel.
En 1827 hizo la campaña del Brasil, hallándo-
se en Ituzaingó, etc., etc. Después actuó en
las luchas civiles, militando en el partido uni-
tario, desempeñando en 1830 la gobernación
de Santiago del Estero, y en 1846, el cargo de
jefe de Estado Mayor del ejército del general
Paz. Todos sus grados los obtuvo en los cam-
pos de batalla, y ha sido uno de los pocos que
les ha cabido el honor de hallarse en casi to-
das las acciones y batallas libradas desde el
año 1818 hasta el 28. Era general de tres re-
públicas. Falleció este valiente militar en Val-
paraíso, el 30 de agosto de 1872.
Dekay (Jorge C). Marino. Nacido en Nueva
York, el 5 de marzo de 1802. Durante la gue-
rra del Brasil comandó el buque corsario Gene-
ral Brandsen, armado de ocho cañones y tri-
pulado por 45 hombres, y es digna de mencio-
narse su actuación, pues obligó al enemigo a
emplear su fuerza continuamente, y aunque su
objeto no era combatir, llevó a cabo una ac-
ción heroica: la captura del bergantín de gue-
rra brasileño Cacique, de veinte cañones y
120 hombres, en junio de 1826. Dekay mantuvo
también un combate con dos goletas enemigas
cerca de Buenos Aires, urra de las cuales cap-
turó, y persiguió a la otra hasta Montevideo,
y el 17 de junio de 1827 sostuvo un combate
con el bergantín Nieger, que inutilizó el apa-
rejo del Brandsen, no quedándole más alterna-
tiva que ser apresado o encallarlo, como lo
hizo, cerca de la batería de Punta Lara, sos-
teniendo un fuego nutrido por ambas partes,
hasta que Dekay agotó sus tiros, y la tripula-
ción se refugió en tierra. Después comandó la
fragata 25 de mayo. .Murió, pobre y olvidado,
el 31 de enero de 1849, en Nueva York.
Delgado (Agustín). Nacido en la provincia de
Mendoza, en la que desde muy joven actuó en
política, figurando muy lucidamente como mi-
nistro del gobernador D. Juan de Dios Co-
rreas el año 1824, en cuyo cargo tuvo loables
iniciativas y realizó grandes reformas en la
administración; entre otras, la supresión de los
Cabildos, la organización del poder judicial y
demás ramos de la Justicia; creó el Departa-
mento de Policía, aumentó las escuelas de am-
bos sexos, reinstaló el Colegio Nacional de
Mendoza, en 1825, del cual fué catedrático.
Durante la tiranía se asiló en Montevideo, y
terminada ésta volvió a Buenos Aires, a cuya
Legislatura fué electo diputado el año 1852.
Formó parte de la Convención Constituyente
del 53 en la ciudad de Santa Fe, representan-
do a la provincia de su nacimiento, descollando
por su patriotismo y vasta instrucción, espe-
cialmente en estudios de Derecho público y
administrativo. En 1854, gobernador delegado
de Mendoza. Murió poco tiempo después.
Delgado (Ramón Tadeo). Militar. Nacido en
Buenos Aires, en 1758. A las órdenes del vi-
rrey Vertiz hizo la campana del Rio Grande de
San Pedro, en 1776; asistió a varias expedicio-
nes contra los indios y en contra de los portu-
gueses, a las órdenes de Sobremonte. Tomó
una parte muy activa durante las invasiones
inglesas. Se retiró del servicio militar e 1815,
con el grado de teniente coronel graduado.
Del Valle (Aristóbulo). Político. Nació en Bue-
nos Aires, en 1847, donde se graduó de aboga-
do. Desde muy jo-
ven descolló como
oradory periodista.
Interrumpió sus es-
tudios para tomar
parte en la guerra
del Paraguay. Elec-
to diputado en 1870.
En 1874 fué minis-
tro de Gobierno del
coronel Alvaro Ba-
rros; igual cargo
desempeñó en el
CTobierno del señor
Casares. En 1876
fué electo senador
nacional, y cuatro años más tarde ocupó la
presidencia de ese alto Cuerpo. En la época
del presidente Dr. Juárez Celman fué el doc-
tor Del Valle el más fuerte opositor a su
gobierno y uno de los directores del partido
D. Aristóbulo del Valle.
DEM
— 168
día
que hizo la revolución de 1890. Poco después
fué electo senador nacional, cargo que renun-
ció para desempeñar el ministerio de la Gue-
rra en la administración del Dr. D. Luis Sáenz
Peña. Ocupó en la Facultad de Derecho la cá-
tedra de Derecho constitucional, dictando un
curso brillante, y había comenzado a escribir
una obra de gran importancia sobre esa mate-
ria cuando le sorprendió la muerte, el 29 de
enero de 1896. Su fallecimiento fué un verdade-
ro duelo nacional.
Demetria (José). Comerciante. Siendo nacido en
Cádiz. Llegó muy joven a Buenos Aires. Con-
trajo matrimonio, el 7 de junio de 1797, con
María Eugenia Escalada, dama que se distin-
guía por su belleza y por su patriotismo, en el
período de la emancipación. Su esposo ejercía
el comercio en esta ciudad y en la Asunción
del Paraguay cuando se hicieron los primeros
trabajos por la independencia, a los que se ad-
hirió con entusiasmo, no obstante su calidad de
español, siendo uno de los precursores de la
revolución del Paraguay, donde gozaba de mu-
cho prestigio por sus vinculaciones comerciales
en todo el país. Producido el movimiento, el
despótico Francia lo encarceló injustamente,
junto con otros patriotas. Después de varios
años de prisión el dictador lo mandó llamar,
y pretextando una equivocación, lo puso en li-
bertad luego de cumplimentarlo, siendo a él al
único que Francia le permitió salir del país, en
buque con cargamento de madera, hierba y
otros productos. Murió poco después, en Bue-
nos Aires, en su casa de la calle Extensa,
frente a la iglesia de Santo Domingo.
Derqui (Santiago). Político. Nació en Córdoba,
y en la Universi-
dad de esta pro-
vincia estudió
Derecho y se
graduó. Unita-
rio, asistió a la
batalla de Caa-
guazú en 1842,
revistando en la
secretaría del
general Paz.
Asesor ilj Go-
bierno del doc-
tor Ferré. Se
halló en el sitio ^ Santiago Derqui.
de Monteoido y
en la revolución de abril de 1846. Derro-
cada la tiranía, fué representante y conven-
cional en Santa Fe en 1853; durante la pre-
sidencia de Urquiza, interventor en San Juan.
Ministro del Interior en 1857 al 59, que abando-
nó para ocupar la presidencia de la República
en 1860. Fué también gobernador de la provin-
cia, falleciendo en la ciudad de Corrientes, el
5 de septiembre de 1867. Sus restos se hallan
en el cementerio de La Cruz, en la provincia
de Corrientes, y actualmente el Centro corren-
tino «General San Martín», gestiona el trasla-
do de ellos al panteón de la Sociedad Benéfica
de esta capital, junto con otros de ex presiden-
tes argentinos.
Díaz (Alejandro). Militar. Nacido en el año
1835, en la Guardia de Lujan. A los doce años
de edad ingresa-
ba, en clase de
distinguido, en el
2. "de Cazadores,
que mandaba el
coronel Juan de
Lezica. Asistió a
la campaña del
Maldonado , e n
1848; Monte Ca-
seros , Potrero
Langdón, Tala.
Combatió contra
los indios; se ha-
lló en Cepeda. En la guerra del Paraguay,
desf ués de demostrar su valor en los diferen-
tes hechos de armas que hubo, murió, peleando
en el asalto de Curupayti, el 22 de septiembre
de 1866. Su cadáver fué salvado por los tenien-
tes Pitsón y Ayala, el abanderado Belisle y su
asistente Soria, todos heridos en ese día me-
morable.
Díaz (Juan G.). Militar. Nació en Santiago del
Estero, el 28 de noviembre de 1848. Ingresó al
servicio militar de las armas en clase de solda-
dado voluntario, en el batallón de Guardias
nacionales «General Paz». En la guerra del Pa-
raguay se halló en los siguientes hechos de
armas: Paso de la Patria, 2 de Mayo, Estero
Bellaco y Tmjuti, Yatayti Coró, Curupayti, et-
cétera. Combatió al caudillo López Jordán (v.),
tomando parte en casi todos los combates y
acciones de guerra de nuestras luchas inter-
nas. Murió en Buenos Aires, el 3 de septiem-
bre de 1895.
Díaz (Pedro José). Militar. Nació en Mendoza,
el 19 de marzo de 1801, y desde el colegio en
Teniente coronel D. Ale-
jandro Díaz.
día
- 169
DOB
que se educaba, en 1814, ingresó a los trece
aflos al regimiento 8 de línea. En él hizo sus
primeras armas contra los montoneros de San-
ta Fe, sirviendo en Chacabuco, Candía Raya-
da y Malpú. Tomó parte en la expedición al
Perú, con el grado de capitán, siendo el prime-
ro que, al frente de su compañía, entró en la
ciudad de Lima; se halló asimismo en el asal-
to del Callao, campaña de Puertos Interme-
dios y en los combates de Torata, Moquegua,
Pisco. En 1824 fué encerrado en las casamatas
del Callao, a consecuencia de la sublevación
de la guarnición, y poco después sorteado a la
última pena en Matucana. Padeció grandes an-
gustias y zozobras, hasta que con la victoria
de Ayacuclio recobró la libertad. En 1826 se
trasladó a Buenos Aires y formó parte en el
ejército contra el Brasil, comandando ei 2.° de
Cazadores, y a su regreso tomó una activa
participación en las campañas contra el tirano,
sirviendo a las órdenes del general Lavalle
hasta 1841, fecha en que fué tomado prisionero
y encarcelado durante ocho años. En 1852 se
encontró en Caseros y en la defensa de Bue-
nos Aires. Ministro de la Guerra. Falleció en
esta ciudad, el 12 de diciembre de 1857.
Díaz Vélez (Eustoquio). Nacido en Buenos
Aires, en 1790. En la revolución de mayo era
capitán, y tocóle
a él dar lectura
del bando en el
que se hacía sa-
ber al pueblo que
el virreinato ha-
bía caducado.
Como jefe de van-
guardia se halló
en Nazareno y
Cobos, Vilcapu-
jio, Ayohuma, y
en Salta, donde
fué herido; en
Tucumán, como
jefe de la caballe-
ría. Gobernador
de Salta, el 13 de marzo de 1S13; teniente
gobernador en 1S14 de Santa Fe, y en 1816
fué enviado al mando de una división al litoral
para proteger a Entre Ríos del caudillo Arti-
gas. En 1818, gobernador intendente de Bue-
nos Aires hasta 1820, interino. Durante la tira-
nía sufrió persecuciones. Falleció el 1 de abril
de 1856, en Buenos Aires.
General D. Eustoquio Díaz
Vélez.
Díaz Vélez (José Miguel). Doctor. Natural de
Tucumán. Comandante de las Milicias de En-
tre Ríos, por renuncia de Urquiza, en 1813.
.acompañó al general Alvear en la Legación de
Bolivia; contribuyó a la incorporación de Tari-
ja, en 1825; fué ministro del general Lavalle
después de derrocado Dorrego.
Dique núm. 1 (inauguración). Hubo dos inau-
guraciones: la que podemos llamar popu-
lar se llevó a cabo sin aparato, el 30 de enero,
y la oficial, fijada por decreto de Gobierno,
el 31. A las nueve y treinta del jueves 30 de
enero de 1890 presentóse ante el canal de
acceso al dique el crucero nacional Patagonia,
que lentamente pasó por él. Al asomar la proa
del Patagonia por el dique, oyéronse los acor-
des de la banda de música de a bordo, quedan-
así librado aquel servicio público. El concesio-
nario de las obras del puerto, D. Eduardo Ma-
dero, venía a bordo del Patagonia, y fué salu-
dado con un hurra por la concurrencia que
as'stió al acto. La inauguración oficial tuvo
efecto el día siguiente, entrando en el dique los
buques de guerra Argentina y Trajano, nacio-
nal el primero y brasileño el segundo. La co-
mitiva, encabezada por el vicepresidente doc-
tor D. Carlos Pellegrini y los Sres. Quintino
Bccayuba, que había llegado a nuestro país
días antes, y Eduardo Madero, se reunió en la
dársena Sud, y una vez allí, parte de ella tomó
un vaporcito, a cuyo bordo dieron un paseoí
después del cual la embarcación, precedida del
Alice, en el que iba el resto de la comitiva,
penetró en la esclusa, y poco después al di-
que, en medio de las aclamaciones de la concu-
rrencia.
Directorio. El triunvirato que formaba el Go-
bierno del Río de la Plata, como una medida
de conveniencia, hace presente a la Asamblea
la necesidad de concentrar el poder en una
sola mano, y aquélla resuelve que el Poder Eje-
cutivo lo representase una sola persona, re-
formando, en consecuencia, el Estatuto provi-
sional, y disponiendo además que se asociase
al Gobierno un Consejo de Estado compuesto
de nueve vocales. Para ejercer la primera ma-
gistratura del país es elegido por unanimidad
de votos el ciudadano D. Gervasio Antonio
Posadas, con el título de director supremo de
las provincias unidas.
Doblas (Gonzalo de). Militar. Natural de la
villa de Iznájar, en Andalucía. Nació en 1744.
En su juventud se dedicó al comercio; pero,
DOM
- 170 -
DOM
despertada en él la afición por los viajes, re-
solvió pasar a este continente a mediados
de 171Í7, dedicándose aquí al servicio público,
donde prestó importantes servicios. En 1781,
gobernador del departamento de Concepción,
en las Misiones, empleo que desempeñó con
gran celo e inteligencia, según se colige de
una Memoria histórica que publicó en 1785-
Autor de varios proyectos: seguridad de fron-
teras, empedrado de calles, construcción de un
muelle en Buenos Aires; desempefió además
comisiones técnicas: el reconocimiento de la
isla de Apipé y el trazado del pueblo de Quil-
mes. En 1S07 delineó un bien meditado plan
de defensa con fortificaciones de la ciudad de
Buenos Aires, y tomó parte muy activa en los
combates durante la invasión inglesa. También
le fué encomendado un estudio sobre la forti-
ficación de Montevideo, plan que fué muy
aplaudido por los hombres de ciencia. Falleció
a principios de 1809, revistando como teniente
coronel.
Domínsruez (Cesáreo). Militar. Natural de San
Juan. En 1839 se hallaba prestando servicios
en la frontera Oeste, cuando se produjo la re
volución del Sud, concurriendo con las fuerzas
del Gobierno a batir a los revolucionarios en
la batalla de Chascornús. Asistió después a to-
das las campañas del interior de la república
contra los generales Lavalle y Lamadrid, como
también a las de la República Oriental del
Uruguay contra el general Fructuoso Rivera,
encontrándose en el sitio de Montevideo has-
ta su terminación, en 1851; al año siguiente, en
la batalla de Caseros, donde fué derrocado el
tirano, y poco después, en el sitio de Buenos
Aires, figurando entre los sitiadores con el
grado de coronel. En el gobierno de la Con-
federación desempeñó varios cargos políticos
y militares, entre otros el de ministro de la
Guerra. En 1865 fué nombrado jefe de ¡a ter-
cera división del segundo cuerpo del ejército
que marchó al Paraguay, hallándose en todas
las batallas de esa campaña. Falleció en la
ciudad de Buenos Aires, el 9 de octubre
de 1871.
Doinín|ruez Oosé). Jurisconsulto. Nació en
Buenos Aires. En la época déla tiranía emi-
gró a Montevideo, donde fué uno de sus defen-
sores, como guardia nacional. Regresado al
país, ocupó importantes puestos públicos, con
toda competencia, laboriosidad y honradez. Ca-
marista en la Cámara de Apelaciones de la pro-
vincia de Buenos Aires; fué el primer juez fe-
deral de e^a provincia; diputado y convencio-
nal; ministro de la Suprema Corte en un pleito
sobre límites entre la provincia de Buenos Ai-
res y otras. Después de terminado el pleito y
fallado, la provincia votó la suma de 20 000
pesos nacionales para cada uno de los arbitros,
la cual ellos no quisieron aceptar, y entoncí
la provincia, en homenaje a tanto desinterés >
patriotismo, determinó que se colocaran sus
retratos en la sala de sesiones de la Legislatu-
ra. Es autor de un notable trabajo sobre la
institución del Jurado, encomendado por el Go-
bierno nacional, por el cual no cobró remune-
ración alguna. Este digno funcionario falleció
en Buenos Aires.
Domíngruez (Luis L.). Estadista. Nació en Bue-
nos Aires, el 15 de marzo de 1819. Cursó sus
estudios en esta
ciudad, y como " ~' ^
casi todos sus
contemporáneos,
emigró a Monte-
video durante la
tiranía. Allí pres-
tó servicios mili-
tares, en calidad
de teniente de la
legión argentina,
en los años 1841
y 1842; en el año
siguiente, como
oficial primero
del ministerio de Guerra; y en 1844, como
tesorero del ejército de la defensa. En ese
mismo año se reveló como poeta. En 1852
regresó al país con el ejército libertador,
sirviendo en diferentes empleos públicos en
la Administración nacional. En 1856 redac-
tó el diario El Orden, que gozó de merecido
prestigio entre las clases cultas de esta ciudad.
Posteriormente fué diputado; oficial mayor del
ministerio de Hacienda; comisionado especial
ante el Gobierno de la Confederación para f o-
licitar la derogación de los derechos diferen- 1
cíales; ministro de Hacienda y vocal del Con-
sejo de Instrucción pública. En 1866 fué nom-
brado contador general de la nación y co-
misionado financiero del Gobierno de Lon-
dres; en 1872 fué nombrado nn'nistro de Ha-
cienda en el Gabinete nacional, en la presi-
dencia de Sarmiento, y más tarde convencio-
nal. En la diplomacia tuvo una actuación ei-
D. Luis Domínguez.
DON
171
DORR
pectable: en 1874, enviado extraordinario y mi-
nistro plenipotenciario de la República en el
Perú; en 18^5 pasó en igual carácter al Brasil;
en 1822, a Ob ¿stados Unidos de América; en
1885, a España, y por último, a Inglaterra, en
1SS6, en cuyo país se hizo acreedor al respeto
y consideración de todos. Allí prestó grandes
ser\'ícios al país durante el litigio de límites
con Chile. Falleció en Londres, el 20 de julio
de 1898. Domínguez fué un ciudadano intacha"
ble y dignísimo. En su larga vida pública fué
militar, poeta, periodista, historiador, legisla-
dor, administrador y diplomático. Entre sus es-
critos merece especial mención su compendio
de Historia.
EL OMBÚ
Cada comarca en la tierra
tiene un rasgo prominente.
el Brasil, su sol ardiente;
minas de plata, el Perú.
Montevideo, su cerro;
Buenos Aires, patria hermosa,
tiene su pampa grandiosa:
la pampa tiene el ombu.
A su sombra melancólica,
en una noche serena,
amorosa cantilena
tal vez un gaucho cantó:
Y tan tierna su guitarra
acompañó sus congojas,
que el ombú, de entre sus hojas,
jtomó rocío y lloró!
Donado (José Agustín). Precursor de la inde-
pendencia. Nació en Buenos Aires, el 23 de
agosto de 1767. Fué uno de los patriotas que
más se distinguieron en los días de la revolu-
ción. En 1803 revistó como empleado en la ad-
ministración de los 30 pueblos guaraníes. En
ISIO formó parte de la Sociedad secreta creada
por los mismos patriotas. Era ésta la que tenía
en sus manos los hilos de la revolución, y fué
uno de los 400 invitados por el Cabildo para
decidir sobre la forma de gobierno por la que
deb a regirse el país, reproduciendo en esa
sesión el voto de D. Manuel Belgrano. En
1813 fué diputado a la Asamblea General Cons-
tituyente. En 1812 fué una de las víctimas de
la revolución del 5 y 6 de abril, en la que los
revolucionarios llevaron sus venganzas hasta
ensañarse en sus enemigos político-!, inocen-
tes, dignos de toda consideración, y en el pro-
ceso que se le formó a este noble patriota,
aunque no existía delito por el cual acusársele,
convicto, sin embargo, de pertenecer al parti-
do de Alvear, se le confinó a San Luis, impo-
niéndole una multa de dos mil pesos. En 1819
interpuso recurso de apelación ante el Con-
greso, siendo absuelto. El 19 de abril de 1820
fué nombrado comandante general de los res-
guardos de la provincia, cargo que desempeñó
durante largos años. En 1828 fué electo repre-
sentante en la Cámara de los Diputados de
Buenos Aires. Ocurrió su fallecimiento el 20
de diciembre de 1831, a los sesenta y cuatro
años de edad.
Donati (Leonardo). Marino italiano. Por sus in-
clinaciones a la náutica y sus simpatías por la
revolución, tomó parte en el sangriento com-
bate de la Colonia, el 26 de marzo de 1826, y
se distinguió como encargado de la lancha nú"
mero 8, haciéndola zafar de su varadura, mer-
ced a su pericia, en medio de un nutrido fuego.
Arrastrada por la corriente, fué a estrellarse
bajo las murallas, convergiendo sobre ésta y
otros lanchones todas las punterías, que abrían
claros enormes en la tripulación, haciendo es-
tragos en el casco y arboladuras de los bu-
ques, hasta que al fin, viendo que era inútil la
resistencia, se retiraron con honor, protegidos
por las sonibas de la noche. Posteriormente
tomó parte en otros encuentros navales du-
rante esta campaña. Murió con el grado de te-
niente coronel de marina.
Don Cristóbal (batalla). En la provincia de
Entre Ríos, entre los ejércitos unitario y fede-
ral, a orillas del arroyo de este nombre. El ge-
neral Lavalle, al frente de tres mil hombres,
presenta batalla al general Echagüe, que con
cinco mil soldados del ejército federal, y al
mando de los generales Lavalleja, Ramírez,
Garzón y Ser\-ando Gómez, sostienen un re-
ñido combate, saliendo vencedoras las fuerzas
de Lavalle. Quinientos muertos de ambas par-
tes quedan en el campo de batalla. El 10 de
abril de 1S49.
Don Gonzalo (batalla). Siendo ministro de la
Guerra de Sarmiento el coronel Martín Gain-
za, se pone al frente de un ejército, da batalla
y destruye completamente a López Jordán en
los campos de Don Gómalo, provincia de En-
tre Ríos, el 9 de diciembre de 1873.
Dorrego (Manuel). Militar. Nació en Buenos
D. Manuel Dorrego.
DORR — 172 —
Aires, el 11 de junio de 1787, y cursó sus estu-
dios en el Colegio de San Carlos, continuándo-
los en la Univer-
sidad de Chile, ^'-i^S^
donde tomó par-
ticipación en el
movimiento revo-
lucionario de
1810. En el mismo
año llegó a Bue-
nos Aires, y fué
destinado al ejér-
citodel Alto Peni,
hallándose en
Suípacha y Na-
zareno, en cuya
acción fué herido de gravedad; se halló en las
batallas de Tucumán y Sa/ta, donde demostró
sus talentos y pericia al mando de las fuerzas
de infantería. Poco después fué separado del
ejército; pero incorporado nuevamente, prestó
servicios grandes, de importancia, conteniendo
al enemigo en Salta. En el año 1814 pasó al
ejército que operaba en la Banda Oriental,
donde mandó en jefe, siendo batido en Salsi-
puedes y en la sangrienta batalla de Guaya-
6o5, en 1815. Vuelto a su ciudad natal, militó
en el periodismo de oposición al director Puey-
rredón, por lo que fué desterrado a las Anti-
llas, hasta que cuatro años después, en el año
1820, regresó al país, siendo nombrado co-
mandante general de armas, y después gober-
nador de la provincia; salió a campaña a batir
a los montoneros, restableciendo la paz. Reti-
rado a Bolivia, volvió tres años después y fué
nombrado miembro de la Legislatura en 1823
y del Congreso Nacional en 1S26, donde sos-
tuvo grandes debates defendiendo el credo fe-
deral en la Cámara y en el periodismo. El 3 de
agosto de 1827 fué electo otra vez gobernador
de la provincia de Buenos Aires, y encargado
del Poder Ejecutivo nacional, firmando la paz
con el Brasil, sobre la base de la independen-
cia de la República Oriental del Uruguay. Do-
rrego hizo llamar entonces al ejército argenti-
no en Montevideo, para que viniese a descan-
sar y a recibir los honores de la victoria; pero
el 1 de diciembre de 1828 el batallón de Lava-
lle llega y pone sitio a la fortaleza de Buenos
Aires, donde se hallaba Dorrego. Éste se eva-
de y se dirige a la campaña, se junta con Ro-
sas y reúne mil hombres mal armados. Lavalle,
nombrado gobernador por los unitarios, en la
DRU
capilla de San Roque (convento de San Fran-
cisco, calles Alsina y Defensa), se dirige con-
tra ellos y los derrota; otra vez escapa Dorre-
go; pero traicionado por sus mismos subalter-
nos, es fusilado en el pueblo de Navarro, el 3
de diciembre de 1828.
Dragones. Regimiento de caballería, formado
de veteranos, que combatió en 1806 y 1807
contra las tropas inglesas que invadieron a
esta ciudad. Fué comandado por el teniente
coronel D. Florencio Núñez. Durante la inde-
pendencia también hizo las campañas del in-
terior. En 1774 tenia Buenos Aires ocho com-
pañías de dragones, con 77 plazas cada una.
Drnmond (Francisco). Marino. Nació en la
real villa y puerto de Dundee, sobre el Tay,
en Escocia, el año 1803. Discípulo de lord
Cochrane; peleó a su lado por la emancipación
del Brasil, mereciendo acompañarlo a su vuel-
ta a Inglaterra en 1825, y había tomado ser-
vicio nuevamente en la escuadra imperial
cuando, declarada la guerra con la República
Argentina, pidió su baja absoluta, el 8 de fe-
brero de 1826, y una vez obtenida, se embarcó
el 4 de marzo inmediato para el Río de la Pla-
ta, en la goleta americana Hamlet, arribando
a Montevideo el 21 del mismo; pero en el acto
de desembarcar fué tomado preso, y sus pade-
cimientos se prolongaron nueve meses, hasta
que logró evadirse de su injusta prisión e in-
corporarse a la escuadrilla argentina del Uru-
guay. El 24 de enero de 1827 fué nombrado
capitán del bergantín Independencia. Se dis-
tinguió por su valor y pericia en el combate
del 27 de abril, en el encuentro del 25 de mayo
de 1827 y en el combate de los Pozos, y su
admirable conducta en la acción del Juncal (el
9 de febrero) le conquistó las simpatías del
almirante Brown y el ascenso a sargento ma-
yor, el 23 de marzo del mismo año. En el com-
bate de Monte Santiago, frente a la ensenada,
se batió contra un número muy superior de
buques. Agotadas las municiones del suyo, se
transbordó a la Sarandi; pero apenas pisó su
cubierta, cuando una bala de cañón le hiere
mortalmente en el lado derecho de la pelvis,
fracturándole el fémur. Conducido a la cámara,
sobrevienen las revulsiones y el hipo, heral-
dos siniestros que anuncian la extinción de la
vida... El intrépido Drumond conoce lo deses-
perado de su situación, y vuelto del primer sín-
cope, pide, sin alterarse, que el capitán Coe,
su amigo particular, bajara un instante para
DRU
- 173
hacerle ciertos encargos, demanda casi de ul-
tratumba, a que accedió aquél, a pesar de las
premiosas exigencias que lo retenían en su
puesto en circunstancias de tanto conflicto. Al
sentirlo, alargóle la mano, y reanimándose, le
dijo: Amado Juan, la vista se me anubla y no
aeré más las montañas de Escocia... Son atro-
ces los dolores que sufro, y la sed me devora.
Recíbete de mi reloj, para que lo envíes a mi
madre, y de este anillo, que lo entregarás a
Elisa Brown...\ y suspirando, agregó después
de una pausa: Decid al general que muero
contento porque creo haber cumplido mi de-
ber, que es como un hombre debe morir... y
acto continuo entró en delirio. La emoción de
Coe en presencia de aquel cuadro y de su
amigo bañado en sangre, era evidente. Algu-
nas lágrimas asomaban a su rostro tostado,
cuando el almirante, a favor de las sombras,
se trasladó a la Sarandi. Noticioso de la des-
gracia de Drumond, quiso despedirse en per-
sona del prometido de su primogénita, del jo-
ven bizarro que un día no lejano debió unir
.su corazón al de aquélla, y cuya carrera tron-
chaba la suerte cruel en la lozanía de la vida.
Cuando el general se presentó en su lecho de
agonía y le estrechaba la mano, Drumond era
ya presa de un frío letárgico... Pancho, ¿me
conoces?, exclamó aquél con dulzura. El mo-
ribundo, animando sus grandes ojos azules:
Almirante, repuso con voz apagada, muero
cumpliendo con mi deber... Si, mi querido hijo,
has hecho tu deber, replicó el interlocutor, be-
sando su frente, casi helada: y dándose vuelta,
profundamente conmovido, dijo al teniente
Johnston, segundo de la Sarandi, que lo acom
pañaba, y de cuyos labios, cuarenta y ocho
años más tarde, recogíamos estos pormenores:
♦Subamos, Innis, es otro valiente que per-
DUR
demos» (Campañas navales, Carranza.) Fa-
lleció el valiente oficial poco más tarde, a eso
de las diezmos/ /ner/'í//em del 8 de abril de 1827.
Sus restos fueron transportados a BuenosAires.
Dupúy (Vicente). Militar. Nació en Buenos Ai-
res, el 22 de enero de 1774. Comenzó su carre-
ra militar combatiendo contra los ingleses en
las dos invasiones; tomó participación en el
movimiento de mayo de 1810, como miembro de
la Asociación de los «chisperos», que dirigían
French y Berutti. Como oficial asistió al sitio y
toma de Montevideo en 1814, y en el mismo
año, siendo sargento mayor, fué nombrado te-
niente gobernador de San Luis, en cuyo cargo
prestó grandes servicios a San Martín en la
formación del ejército de los Andes. Por acuer-
do gubernativo del 14 de marzo de 1817 se re-
solvió que los prisioneros españoles tomados
en la batalla de Chacabuco pasaran a la cár-
cel de San Luis. Permanecían custodiados por
una pequeña guardia, cuando el 8 de febrero
de 1819 intentaron matar al coronel Dupúy,
que, debido a su entereza, pudo defenderse,
aunque fué herido, y restableció el orden. Por
su compartamiento mereció una medalla y el
nombramiento de oficial de la Legión de Méri-
to de Chile. En 1820 abdicó el mando y pasó a
incorporarse al ejército del Perú, donde hizo
la campaña a Puertos Intermedios y asistió al
sitio del Callao, de cuya ciudad fué gobernador
político y militar, como también de Lima. Ins-
pector general de armas. Murió el 18 de fe-
brero de 1843.
Durito (combate del). El 5 de junio de 1867 tuvo
lugar un combate parcial entre el comandante
D. Martiniano Charras y el caudillo D. Felipe
Várela, en el Durito, provincia de San Juan.
Fué derrotado completamente Várela, que
huyó con la poca gente que le quedó.
E
J©!.-
D. Pascual Echagüe.
Echagüe (Pascual). Militar. Gobernador de
Santa Fe en abril
de 1842. Dictador
militar en la pro-
vincia de Co-
rrientes en 1839.
Vencedor en Sau-
ce Grande y Mal
Abrigo, y en Caa-
guasú fué ven-
cido por el gene-
ral Paz el 29 de
noviembre de
1841 siendo igual-
mente vencido en
la batalla de Ca-
gancho, el 29
de diciembre de 1836, por el general Rivera.
Echauri(Juan Francisco M. de). Militar. Nació
en Salta, y empezó su carrera el año 1807,
con motivo de la segunda invasión inglesa.
Tres años después fué ascendido a subteniente
de Patricios, y en 1811, a capitán. En 1S12 fué
enviado en comisión a la capital uruguaya con-
duciendo pliegos sobre condiciones que debía
observar la plaza de Montevideo en caso de
que se uniera a Buenos Aires, cuyas bases re-
chazó el general Vigodet. Incorporado al bata-
llón 7." de infantería, el 9 de enero de 1813 se
halló en la batalla de Salta como jefe del ala
izquierda, siendo recomendada su conducta en
el parte de la acción; el 28 de agosto de 1816
fué promovido a sargento mayor, y mientras
revistaba en el ejército auxiliar del Perú as-
cendió a teniente coronel. Teniente goberna-
dor de Santiago del Estero en 1820; coronel
en mayo de 1832; dos años después el tirano
le dio de baja. Terminó sus días en Buenos
Aires, el año 1834.
Echeandfa (José María González de). Militar.
Nació en Montevideo; formó parte de la pri-
mera escuadra el año 1 1 , como segundo jefe de
la goleta Nuestra Señora del Carmen, y pasó
luego a militar en el ejército de tierra que si-
tiaba a su ciudad natal, y posteriormente se
alistó en el ejército de Belgrano, en clase de
alférez de ingenieros. Asistió a la batalla del
Cerrito, en la que fué herido de gravedad y
ascendido a teniente. En 1814 se encontró en
el segundo sitio y rendición de Montevideo, en
clase de ayudante mayor, en el regimiento dé-
cimo de infantería. Durante el gobierno del
general Soler (1820) desempeñó la Secretaría
militar djl mismo, y más tarde ascendió a co-
ronel. Vivía en Buenos Aires el año 1840, cuan-
do fué tildado de «salvaje unitario», y se vio
obligado a emigrar a Montevideo, en cuya ciu-
dad escribió sus Memorias. Murió el 6 de mar-
zo de 1860.
Echenajrucía (Mariano). Militar. Nació en
Buenos Aires, en 1807. Tomó parte en la gue-
rra contra el Brasil como subteniente en el pri-
mer regimiento de cazadores, asistiendo a los
diversos hechos de armas de esa campaña y a
la batalla de ¡tuzaingó. En 1835, siendo capi-
tán, fué borrado de la lista militar por no me-
recer la confianza de Rosas; fué preso en
Quilmes y remitido a Buenos Aires. Recobrada
la libertad, emigró a Montevideo en 1840. Allí
se alistó en la artillería, donde llegó hasta te-
niente coronel en 1844. Estuvo en Caseros
como coronel del regimiento del general San
Martín. Se alistó en las filas de la revolución
del 11 de septiembre, y entre los defensores,
en los sitios de 1852 y 53, distinguiéndose en
el combate del 13 de mayo. Se halló en Cepe-
da y Pauón. No asistió a la campaña del Para-
guay debido a sus achaques. Este jefe mu-
ECH
- 175 —
ELC
D. José Esteban Eclieverria.
rió en Buenos Aires, el 28 de mayo de 1869.
Echeverría (José Esteban). Poeta. Nacido en
Buenos Aires, el 2 de septiembre de 1805, e
hizo sus estudios
en la misma ciu-
dad, y poco des-
pués fué enviado
a Europa a fin de
ampliar y perfec-
cionar sus cono-
cimientos, y al
cabode un tiempo
regresó a su país;
pero hostilizado
por Rosas, emi-
gró a Montevi-
deo. Sus maes-
tros de latinidad
y de Filosofía
fueron los profesores D. Mariano Guerra y
D. Juan Manuel Fernández. En 1832 publicó
su primer ensayo, en que demostraba sus ten-
dencias melancólicas, y después algunas poe-
sías, que compiló en dos tomos, uno titulado
Consuelos, y otro. Rimas, que gozaron de
gran favor, y otros varios poemas, entre ellos
el en que describe La insurrección del Sud, de
1839, notable trabajo de carácter histórico;
Ángel Caido' Elvira, o la novia del Plata: La
guitarra: pero ninguno supera a La cautiva,
precioso poema, genuinamente americano. He
aquí su primera estrofa:
EL DESIERTO
Era la tarde y la hora
en que el sol la cresta dora
de los Andes. El desierto,
inconmensurable, abierto
y misterioso, a sus pies
se estiende; triste el semblante,
solitario y taciturno,
como el mar cuando un instante,
al crepúsculo nocturno,
pone rienda a su altivez.
A veces la tribu errante,
sobre el potro rozagante,
cuyas crines altaneras
flotan al viento ligeras,
lo cruza cual torbellino,
y pasa; o su toldería
sobre la grama frondosa
asienta; esperando el día
duerme, tranquila reposa,
sigue veloz su camino.
En 1837 publicó El dogma social, que es un va
líente anatema contra los tiranos. Dio a luz
muchas publicaciones de propaganda política.
Son notables sus cartas dirigidas en 1847 al
director del Archivo Americano, D. Pedro de
Angelis. Este poeta murió en Montevideo, el
20 de enero de 1851.
Eguisí (Carlos Enrique). Jurisconsulto. Nació
en Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1809, y
se educó en la misma, cursando los estudios
de Derecho, graduándose de doctor en Leyes.
Unitario, le fué necesario emigrar a Montevideo
durante Rosas. Ti-mó parte en la defensa de
la plaza en la Legión argentina, encontrán-
dose en varios combates, en uno de los cuales
fué herido. En 1857 regresó a Buenos Aires
para ejercer la magistratura en el Juzgado co-
rreccional, pasando en 1861 al Juzgado de pri-
mera instancia en lo civil, puesto que ocupó
hasta 1866. Juez federal en lo comercial y cri-
minal de la capital hasta 1868, en que fué de-
signado vocal del Supremo Tribunal de Justi-
cia. En 1875, presidente déla segunda Cámara
de Apelaciones, siendo jubilado el año IS80.
Falleció el 24 de agosto de 1891.
El Bellaco (combate). En el arroyo de El Be-
llaco, cerca de Gualeguaychií, una fuerza ar-
gentina, al mando de los capitanes José San-
tos Lima y Gregorio Samaniego. ataca a los
españoles que ocupaban aquel punto con una
flotilla, y les toman tres buques corsarios, cin-
co cañones y una bandera y bastantes prisio-
neros, ocasionándoles muchos muertos y heri-
dos, el 14 de enero de 1813.
Elcano (Juan Sebastián de). Navegante y des-
cubridor español. Nació en Guetaria (Guipiíz-
coa), en 1476 Marino desde sus primeros años,
se dedicó en sus principios a la pesquería.
Tomó parte en la expedición al África que or-
ganizó el Cardenal Cisneros, mandando una
nave de 200 toneladas, prestando señalados
servicios. Con el cargo de contramaestre en
la nao Concepción, partió, a las órdenes de Ma-
gallanes, en busca de un camino que permitiese
llegar a las Indias por Occidente. Cinco eran
los barcos que componían la escuadra, la que
el 27 de septiembre de 1519 zarpó del puerto
de Sanlúcar de Barrameda: La Trinidad, man-
dada por Magallanes; la Concepción, la San
Antonio, La Victoria, y la Santiago, mandadas ,
respectivamente, por Gaspar de Quesada, Juan
de Cartagena, Luis Mendoza y Juan Serrano;
siendo 237 hombres los individuos que compo-
ELC
— 176
ELI
nian la tripulación de toda la armada. Sin no-
vedad atravesaron el Atlántico y llegaron al
golfo de San Julián, en la costa de la Patago-
nia, el 31 de marzo de 1520. Allí invernaron,
después de grandes peripecias, en las que se
perdió la nao Santiago y desertó, sublevada, la
San Antonio. Pasó la escuadra el estrecho a
que Magallanes le debe su nombre, penetrando
en el Pacifico el 27 de noviembre de 1520. Si-
guiendo viaje, descubrieron las islas Marianas
y las Filipinas, en donde perdió la vida el in-
signe portugués, en un combate con los indios.
Muerto también Duarte de Mendoza, que ha-
bla sucedido en el mando a Magallanes, así
como el capitán de la Victoria, tomó Elcano el
mando de esta nao y de la escuadra, reducida
ya a sólo dos naves y 115 hombres, pues la
Concepción hubo de ser quemada por inútil.
Elcano dirigió el rumbo hacia las Molucas, pa-
sando por Joló, Siam y otros parajes hasta en-
tonces desconocidos. La Trinidad se hallaba
en tan mal estado que debió ser dejada en las
Molucas. Sólo ya con la Victoria y 50 hombres,
navegó cinco meses por los mares índicos, so-
portando temporales y esquivando los buques
portugueses, enemigos a la sazón; dobló el ca-
bo de Buena Esperanza el 19 de mayo de 1522,
y después de tres años de navegación, en los
que recorrió catorce mil leguas, divisó tierra
española el 4 de septiembre y el S de dicho mes
de 1522 entró en Sanlúcar de Barrameda, rin-
diendo viaje los primeros hombres que dieron
la vuelta al mundo. De los 237 que salieron,
volvían 18, flacos, extenuados, los cuales se
dirigieron en solemne procesión a las iglesias
de Nuestra Señora de la Victoria y de la Anti-
gua, cumpliendo el voto que hicieron en la tra-
vesía. El emperador Carlos V premió al intré,
pido navegante con varios privilegios y le con-
cedió el uso de un escudo de armas especial-
en el que figura un globo terráqueo con esta
inscripción: «Primus circundisti me». Fué co-
misionado por el emperador para arreglar con
los delegados del rey de Portugal diferencias
de límites en la línea demarcada por el Papa
Alejandro VI. Organizada una segunda expe-
dición a las Molucas, fué nombrado segundo
jefe de ella, y el 24 de julio de 1525 salieron de
la Coruña siete naves con 700 marineros, rum-
bo ai estrecho de Magallanes. El 29 de octubre
un temporal separó las naves; Loaisa, el jefe,
desapareció con la Santa María de la Victoria
y otras dos naos, quedando solo Elcano con
cuatro buques, tratando de pasar el estrecho
de Magallanes, sin conseguirlo a causa de las
tempestades; en ellas perdió \a Sancti Spiritus,
lo que le obligó a trasladarse a la Anunciada.
Otra tormenta empujó a la San Lesmes hasta
el acabamiento de la tierra. Habían descubier-
to el cabo de Hornos. El 24 de enero de 1526
se encontraron Loaisa y Elcano, y éste se trans-
bordó a la Santa Marta de la Victoria, y des-
pués de cincuenta y un días de grandes traba-
jos pudieron embocar el Pacifico, donde les
persiguieron las tempestades. Enfermó Elcano,
y temiendo el fin, hizo testamento ante Iñigo
Artes de Perea, y mientras esto ocurría, murió
Loaisa. Elcano se hizo cargo del mando, que no
ejerció más que cinco días, pues el 4 de agos-
to de 1526 falleció, y su cuerpo, tras breves
murmullos de rezos, fué arrojado al agua. Ta-
les fueron los funerales y entierro del primer
marino que dio la vuelta al mundo. En la villa
de Quetaria se le levantó una estatua en 28 de
mayo de 1861.
Elía (José Eugenio de). Abogado. Nació en Bue-
nos Aires. En 1810 fué asesor del Gobierno de
Montevideo, y se mostró partidario de la re-
volución de mayo. El 7 de junio de 1817 fué
nombrado secretario del Soberano Congreso
Nacional que declaró la independencia de las
Provincias Unidas del Río de la Plata. Asesor
auxiliar del auditor de Ejército y Marina, y
asesor de matrícula del Gobierno. En 1826 fué
electo constituyente al Congreso que san-
cionó la Constitución unitaria de 1826. Cua-
tro años después fué nombrado juez de prime-
ra instancia en lo civil, y posteriormente des-
empeñó la Fiscalía del Crimen. En octubre de
1825 le fué confiado el cargo de vicerrector de
la Universidad de Buenos Aires. Terminó sus
días en esta ciudad.
Elias (Ángel). Político argentino. Fué secreta-
rio del general Urquiza, organizador de la
Confederación argentina, y se halló en la bata-
lla de Caseros. Desempeñó los cargos de se-
nador y diputado en diversas ocasiones en
el Parlamento, como representante de Entre
Ríos.
Elias (Juan Estanislao). Militar. Nació en Boli-
via, el 7 de marzo de 1802, siendo sus padres
el Dr. D. José Eugenio de Elias, natural de
Buenos Aires, y D.' María Isabel Colón de
Larreategui, de Bolivia. Principió su carrera
militar, como cadete de Húsares de la Unión,
en 1817, cuerpo en que ascendió a portaestan-
ELI
177
ENT
darte en 1818. Como ayudante mayor comba-
tió contra los indios en el año de 1825. Fué
ayudante de campo del general en jefe del
ejército republicano en la batalla de Ituzaingó.
Edecán del general D. Juan Lavalle, concurrió
al combate de Navarro, y cuatro días después
al fusilamiento del coronel D. iManuel Dorre-
^0. Se halló en el Puente de Marqués. Más
tarde tuvo que emigrar a Montevideo. Se halló
en las acciones de San Cristóbal, Sauce
Grande, etc. Fué nombrado coronel efectivo
en el año 1860. Murió en la ciudad de Tucu-
mán, el 30 de marzo de 1870, después de cin-
cuenta y tres aflos de leales servicios a la Re-
pública.
Elixalde (Juan José). Nació en Buenos Aires,
el 2 de julio de 1784. Figura entre los defenso-
res de Buenos Aires durante las invasiones
inglesas. Desempeñó diversos cargos públicos.
El presidente Rivadavia lo nombró su edecán,
cargo que desempeiló hasta el 31 de octubre
de 1826.
Ellzalde (Rufino de) . Nació en Buenos Aires,
en 1822. Se educó en esta capital, cursando
los estudios de
Derecho, hasta
obtener su título
de doctor en 1846,
en cuyo año abrió
estudio, hasta
que, derrocado
Rosas, se consa-
gró a la política,
ocupando los car-
gos de asesor de
menores en 1852,
fiscal de Estado,
diputado, sena-
dor, convencio-
nal, ministro de
Estado y candidato a la presidencia de la Re-
pública. Fué también catedrático de la facul-
tad de Derecho durante largos aflos, presiden-
te de la Comisión del ferrocarril del Oeste en
1879, y además negociador diplomático en So-
livia y en la República del Uruguay. Falleció en
esta ciudad, el 13 de marzo de 1887.
El Mismo de Bnenos Aires (goleta armada
en corso). Se llamó anteriormente ím Pastora.
Su porte era de 120 toneladas, nueve cañones
de a 12, y ofrecía como fiador a D. Guillermo
Miller, norteamericano, propiedad de D. Gui-
llermo Shapley y de D. Tomás Taylor. La Pos-
DlC. Hl3T. BlOQR.
Dr. D. Rufino Elizalde
tora había sido capturada por Taylor y decla-
rada buena presa.
Empedrado. El de la ciudad de Buenos Aires
dio principio en el año de 1792, con 10.000 pe-
sos que ofreció el comercio de esta plaza para
fiestas reales, que el virrey Arredondo aplicó
a empedrados, empezando por la plaza Mayor
(hoy de Mayo).
Encamación de Tayatí. Nombre de una de
las reducciones de los jesuítas en la provincia
del Guayrá.
Encina (Carlos). Nació el 29 de julio de 1838.
Fueron sus padres el coronel D. Andrés Anas-
tasio Encina y
D . ' Micaela
Sáenz. Terminó
su enseñanza pri-
maria a los nueve
años, obteniendo
una medalla de
oro. En 1860 se
graduó de agri-
mensor. En 1868
fué diputado a la
Legislatura y en
1870 convencio-
nal, obteniendo
mayoría de votos
contra el doctor
Aristóbulo del
Valle, Guillermo Rawson y Dr. D. Pedro
Goyena. En 1860 se recibió de ingeniero civil.
En el mismo año, electo decano de la Facultad
de Matemáticas. Era también poeta, siendo
hermoso su Canto a Colón, escrito a los diez
y nueve años; Canto al arte, en 1857. Era un
poeta lírico muy hondo, y además un sabio ma-
temático. Falleció en Choele-Choel.
Ensenada. Puerto de La Plata, fundado en
1800 por el virrey Aviles, delineándolo en 1801
el ingeniero Cer\'iño sobre los terrenos del
sargento mayor Barragán, de cuyo apellido
proviene el nombre dado a esta ensenada.
En 1854 era partido, erigiéndose en parroquia,
bajo la advocación de la Merced, en 1S55. Fué
en este puerto donde desembarcó la segunda
invasión inglesa, a las órdenes de Whitelocke,
en 1807.
Entre Rios. Provincia argentina, situada en
el litoral. Su capital es la ciudad del Paraná,
fundada en 1780, antigua capital de la Confe-
deración desde 1S58 al 1861 . Por decreto de 10
de septiembre de 1814 fué creada esta provin-
la
D. Carlos Encina.
ERE
- 178 —
ESC
cia, que hasta entonces formaba parte de la de
Corrientes.
Erézcano (Francisco). Marino. Nacido en Bue-
nos Aires, en 179S. Empezó su carrera militar,
como soldado voluntario de patricios, en 1811;
subteniente abanderado en 1813; teniente se-
gundo del regimiento de artillería en 1816, en
cuyo año pasó a la Marina, alistándose en la
escuadrilla de Brown que surcó las aguas del
Pacífico. En 1819, capitán graduado, se le con-
fió el mando del bergantín Intrépido, donde
en el asalto de Valdivia consiguió enarbolar la
bandera argentina en el fuerte de San Carlos,
seguido de sus tropas de desembarco, y al día
siguiente, al penetrar en la bahía, varó su em-
barcación, yéndose a pique. En 1825, hallán-
dose en el Perú con otros argentinos, fué ex-
pulsado del país y se dirigió a Buenos Aires a
ofrecer su espada para la campaila contra el
imperio del Brasil, donde se destacó su figura
en el combate del 22 de febrero de 1827, ba-
tiéndose él y el capitán Jorge con una división
brasileña durante varias horas, hasta que reti-
rado el enemigo con el intento de reanudar el
ataque, los comandantes argentinos incendia-
ron sus naves y encallaron una cañonera para
salvar así el honor de la bandera, pues los
buques estaban inutilizados. En septiembre
■ de 1829 fué nombrado comandante y capitán
del puerto de Buenos Aires, cargo que desem-
peñó varios años y en cuyo puesto demostró
su competencia y laboriosidad. El 13 de di-
ciembre fué ascendido a coronel graduado y
en 1832 efectivo. Falleció en Buenos Aires, el
9 de septiembre de 1856.
Escalada (Antonio José de). Funcionario públi-
co. Nacido en Buenos Aires, en 1753. Con-
trajo matrimonio, el 14 de junio de 1788,
con la distinguida patricia D." Tomasa de la
Quintana, que tanto figuró en la época de la
independencia por su patriotismo, por su belle-
za y por su inteligencia. Fué Escalada regidor
del Cabildo, alcalde de primer voto, canciller
de la Real Audiencia y síndico procurador
en 1810. Fué uno de los invitados al cabildo
abierto del día 22, dando su voto por la causa
de la patria. En 19 de agosto del mismo año
fué arrestado en unión de D. Miguel Irigoyen,
y desterrado a una guardia de la frontera, por
sospechárseles conspiradores. Recaudador para
la suscripción de compra de fusiles, vocal de la
Junta de Observación, diputado. En su casa
se reunían los patriotas principales de la revo-
lución, y fué en ella donde el general San Mar-
tín conoció a una de sus hijas, Remedios, con
quien más tarde se desposó. Falleció el 16 de
noviembre de 1821.
Escalada (Francisco Antonio de). Nació en
Buenos Aires, en 1749. En 1795 fué consiliario
del Real Consulado de Comercio; en este car-
go se hizo notar por haberse opuesto al mono-
polio del comercio, fundando su voto en un
largo y bien meditado escrito, estableciendo
los fundamentos de la libertad de comercio.
Fué alcalde de primer voto; dio su voto por la
causa de los patriotas. Regidor del Cabildo,
miembro de la Junta de Representantes de la
provincia en 1820. Murió el 7 de diciembre
de 1835.
Escalada (José María de). Militar. Nació en
Buenos Aires, en 1783. Teniente de húsares
en 1810. En el regimiento de Dragones' mar-
chó a la campaña de la Banda Oriental, sien-
do ascendido a capitán en marzo de 1812. Asis-
tió a la batalla del Cerrito. Actuó en los suce-
sos del año 20, y como coronel de Milicias el
año 1828. Dejó de existir en Buenos Aires, el
12 de Diciembre de 1839.
Escalada (Manuel de). Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, el 17 de junio de 1795. A los diez
y seis años ingresó
en el regimiento
de Granaderos a
Caballo, siendo
poco después as-
cendido a alférez,
batiéndose en San
Lorenzo como te-
niente, y con el gra
do inmediato supe
rior tomó parte en
el sitio y rendición
de Montevideo en
1814; sirvió des-
pués en el ejército
del Alto Perú, ha-
llándose en las ac-
ciones del Tejar,
Puesto del Marqués y Sipe-Sipe. En 1816
pasó a incorporarse al ejército de los An-
des, batiéndose en Chacabuco, siendo el en-
cargado de transmitir a Buenos Aires el parte
de la victoria. De regreso a Chile hizo la cam-
paña del Sud, tomando parte en el sitio y asal-
to de Talca/mano y después en Cancha Raya-
da y Maipú, donde fué ascendido a coronel.
D. Manuel de Escalada.
ESC
179 -
ESC
nombrándosele jefe del regimiento de Grana-
deros, en cuyo cuerpo hizo la campaña de
Bio-Bio. En 1820 actuó en las luchas civiles, y
en 1827 concurrió a la guerra del Brasil. Du-
rante el gobierno de Vi.-imonte desempeñó el
ministerio de Guerra, como también en las ad-
ministraciones de López Obligado. Fué tam-
bién gobernador delegado del Estado de Bue-
nos Aires en 1855 y además senador y diputa-
do. El Senado Nacional le reconoció el grado
de general, que anteriormente le acordó el
mismo cuerpo de su provincia. Falleció en
Buenos Aires, el 13 de diciembre de 1871.
^■calada (Mariano de). Militar. Nació en Bue-
nos Aires, el 12 de
diciembre de 1796.
Cadetedel regimien-
to de Granaderos a
Caballo, se incorpo-
ró al ejército auxi-
liar del Perú, y más
tarde, a Mendoza, al
ejército de los An-
des, en clase de ca-
pitán y como ayudan-
te de San Martín,
batiéndose en Cha-
cahvco, ascendiendo
al grado superior en
1817. Se halló en
Maipú, retirándose
después del servicio. Falleció en Buenos Ai-
res, el 3 de junio de 1841.
scalada (Mariano José de). Sacerdote. Nació
en Buenos Aires,
el 26 de noviem-
bre de 1799. Pri-
mer artobispo de
la República Ar-
gentina,en Mar-
zo de 1865. En
1869 partió para
Roma, en cuya
ciudad falleció,
el 28 de julio de
1870. Sus restos
fueron repatria-
dos al año si-
guiente y sepul-
tados con toda solemnidad en la iglesia Regi-
na .Martirum, en esta ciudad.
scalada (María Eugenia). Nació en Buenos
Aires, el 8 de septiembre de 1781. Casó con
Mayor D. Mariano de
Escalada.
D. Mariano José de Escalada.
D. José Demaría, el 7 de junio de 1797. Figuró
durante la revolución por su patriotismo. El
nombre de esta matrona figura al pie de la
nota que elevó al Gobierno un grupo de patri-
cias, el 30 de mayo de 1812, haciendo entrega
de una suma de dinero y armas encargadas a
los Estados Unidos. Murió en esta ciudad, el
29 de octubre de 1822.
Escalada (Nieves de). Patricia argentina de la
revolución de 1810. Figura en el número de las
que erogaron para el pago de las armas con
que sostener la causa de la independencia. En
el mismo caso se encuentran Ramona Esquive
y Aldao, Magdalena Castro y Correa y muchas
más. Había nacido en Buenos Aires, el 5 de
marzo de 1799, y era hija menor de D. José
Escalada y de D.^ Tomasa de la Quintana.
Esta noble dama, falleció en Buenos Aires, el
13 de julio de 1867, dejando numerosa y digna
descendencia.
Escalada (Remedios de). Nació en Buenos
Aires, el 20 de noviembre de 1797. Hermana
de la anterior. A los catorce años de edad, el
12 de noviembre de 1812, contrajo matrimonio
con el entonces coronel D. José de San Mar-
tín, siendo padrinos de este acto el sargento
mayor D. Carlos de Alveary su esposa, doña
Carmen Quintanilla. En 1815, trasladado a
Mendoza San Martín, le siguió a esa ciudad su
esposa, donde se granjeó las simpatías de toda
la sociedad mendocina, permaneciendo allí has-
ta 1819, año en que regresó a Buenos Aires, al
lado de sus padres, acompañada de su tierna
hija. Gravemente enferma desde 1821, se retiró,
por prescripción medica, a la quinta de su fa-
milia en las inmediaciones de esta ciudad, don-
de murió el 3 de septiembre de 1823, lamentan-
do la ausencia de su ilustre esposo. A la entra-
da del cementerio del Norte (Recoletas existe
un pequeño monumento sepulcral de mármol,
que hizo erigir su esposo en 1824, en cuya lá-
pida se lee: «Aquí yace Remedios de Escalada,
esposa y amiga del general San Martín.» Este
epitafio, que encierra en su sencillez todo nu
poema y abarca en su frase toda una época, es
una síntesis de las expresiones sinceras de los
sentimientos verdaderos que germinaron en el
pecho de San Martín en la hora en que la im-
placable desgracia le arrebatara su compañera
y consejera.
Escobar (Alonso de). Uno de los sesenta y tres
compañeros de D. Juan de Garay al fundar
esta ciudad. Natural de España, vino a Améri-
ESC
- 180 —
ESC
ca en 1549, en la expedición de Sanabria. Es-
tuvo en el Brasil y luego en el Paraguay, de
donde vino con Caray en 1580, en cuyo año
desempeñó el cargo de regidor de Buenos
Aires, y, como fundador, fué agraciado con
una manzana de tierra en el ejido de la ciudad
y una suerte en el paraje del valle de Santiago
que hoy ocupa el pueblo que lleva su nom-
bre, en el partido del Pilar, fundado en el afío
de 1878.
Escribano (Bernardino). Militar. Comenzó su
carrera en 1810, en el regimiento de Húsares
de Pueyrredón. En junio 10 de 1812 fué ascen-
dido a alférez y en el mismo año pasó a for-
mar parte del regimiento de Granaderos a Ca-
ballo, creado por San Martín. Se halló en 5í271
Lorenzo. Pasó los Andes y tomó parte en Cha-
cabugo, Cancha Rayada, Maipti. Expedicionó
al Perú, en cuyo país fué promovido el 22 de
noviembre de 1820 a sargento mayor del regi-
miento de Húsares de la Muerte, y, sucesiva-
mente a teniente coronel de Dragones de la
Libertad el 17 de febrero de 1824 y a coronel
del regimiento 5.° de Caballería de línea, el
27 de junio de 1827, en cuyo cuerpo prestó ser-
vicios por largo tiempo en la frontera Norte
de Buenos Aires contra los indios. En 1828
servia en la frontera del Pergamino, y se dis-
ponía a emprender una campaña contra los in-
dios, hallándose en el Salto, cuando el gober-
nador Dorrego se dirigió a ese punto. Escriba-
no lo tomó prisionero y lo entregó. En 1829
combatió en el Arroyo del Medio con el coro-
nel Suárez contra algunas fuerzas santafeci-
nas que operaban de acuerdo con el coman-
dante Rosas-
Escribano público. Uno sólo había en Buenos
Aires el año 1706, que lo era D. Francisco de
Ángulo.
Escritores oñciales. Redactores de La Gace-
ta. Desde el 7 de junio hasta diciembre de 1810,
el secretario de la primera Junta, D. Mariano
Moreno. Desde diciembre de 1810 hasta mayo
de 1811, el vocal de la segunda Junta, D. Gre-
gorio Funes (juzgando por el estilo). Desde
el 18 de mayo hasta el 5 de octubre de 1811, el
Dr. D. Pedro José Agrelo. Desde el 5 de no-
viembre hasta el 25 de mayo de 1812, el doc-
tor D. Vicente Pazos Silva. Desde el 25 de
mayo de 1812 hasta el 8 de octubre de 1812, el
mismo Pazos, La Gaceta. Desde abril hasta
noviembre de 1815, Fr. Camilo Henríquez, emi-
grado chileno, con un sueldo de 1.000 pesos
fuertes anuales. Desde noviembre de 1815 has
ta la caída del Congreso, en 1820, el doctor
D. Julián Alvarez, oficial del ministerio de Go-
bierno, con una gratificación de 300 pesos
anuales. Desde el establecimiento del Gobier-
no federal hasta septiembre de 1820, el cama-
rista Dr. D. Manuel A. Castro (ese día quedó
suprimida la Gaceta de Buenos Aires).
Redactores de El Censor (periódico oficial
del Cabildo): Desde el 15 de agosto de 1815
hasta el 3 de enero de 1817, D. Antonio Vul-
dés, cubano. Desde el 20 de febrero de 1817
hasta el 30 de enero de 1819, Fr. Camilo Hen-
ríquez.
Escuadrilla argentina. Su creación. Desde
los primeros meses de su instalación la Junta
revolucionaria había encomendado a un anti-
guo corsario la formación de una flotilla, que
cada día era más indispensable para contra-
rrestar los ataques de las naves españolas, que
sin rival alguno en las aguas del Plata asola-
ban las costas y dificultaban las comunicaciones
con el ejército de operaciones en la Banda
Oriental; pero envuelta la Junta en delibera-
ciones múltiples y tropezando con la carencia
de elementos, transcurrieron los meses sin que
pudiera realizarse su idea. Así llegó el año 11,
y apremiada la Junta por la necesidad de acti-
var el armamento de la flotilla, resolvió comi-
sionar para ese servicio urgente al diputado
Gurruchaga, que acababa de incorporarse
(18 de diciembre de 1810). Se procedió a su
creación así:
Escuadrilla argentina (primera). Bergantín
23 de mayo: 18 cañones, 108 hombres; coman-
dante, Hipólito Bouchard; segundo comandan-
te, Manuel Suárez. Goleta invencible: 12 caño-
nes, 66 hombres; comandante, Azopardo, y su
segundo, José Díaz Edrosa. Balandra Améri-
ca: 3 cañones, 26 hombres; comandante, Ángel
Hubac, y su segundo, Juan Francisco Díaz.
Escuadrilla argentina (segunda). Bergantín
(queche) Hiena: 15 cañones; comandante, To-
más Taylor; segundo, Tomás Fermín Jones
Sumaca Santo Domingo: 12 cañones; coman-
dante, D. Hipólito Bouchard; segundo, Manuel
Suárez. Goleta Nuestra Señora del Carmen:
8 cañones; comandante, Ángel Hubac; segun-
do, José M González Echeandía. Un champan,
2 cañones: Augusto Taver. Cañonera, un ca-
ñón: Lorenzo José Morlote. Falúa, un cañón:
Antonio B. Orta. Un lanchón de auxilio, uno y
dos pedreros: Juan Francisco Díaz. Estas últl'
ESM
- 181
ESP
mas embarcaciones fueron armadas simple-
mente como auxiliares en aquellos apuros,
pues no eran a propósito para hostilizar for-
malmente al enemigo.
Esmeralda. Hermosa fragata española tomada
al abordaje por el almirante Cochrane, duran-
te la guerra de la independencia, en la rada
del Callao, en la noche del 5 de noviembre
de 1820. En esa noche el almirante, conducien-
do a sus marinos en catorce lanchas, abordó
a dicha fragata, armada con 44 cañones y con
320 hombres de tripulación y que se hallaba
también protegida por la fortaleza y rodeada
de numerosos buques de guerra de su bande-
ra. Después de un sangriento combate de más
de tres horas, Cochrane arrebató de su fon-
deadero a la fragata y a dos lanchas cañone-
ras, incorporándolas a su escuadra. A los ven-
cedores les costó 11 muertos y 30 heridos, en-
tre estos últimos Cochrane y Quise. Los rea-
listas tuvieron 160 hombres entre muertos y
ahogados, y 200 prisioneros. La Esmeralda se
llamó después Valdivia.
Esnaola (Juan Pedro). Músico. Nació en Bue-
nos Aires, el 17 de agosto de 1808. A la edad
de quince años fué enviado a Europa, en 1823,
a perfeccionar sus estudios musicales, cuyos
rudimentos le fueron dados por su tío el pres-
bítero Picazarri. A su regreso fué el primer
pianista y compositor argentino de esa época;
compuso numerosas piezas de baile, minués y
trozos musicales religiosos y profanos, muchos
de los cuales llevan letra de D. Esteban Eche-
verría. En 1859 publicó una introducción al
himno nacional, arreglándolo para las bandas
de música del ejército. Fué también el primer
director de un Conservatorio de Música que se
estableció en esta ciudad. Ejerció largos años
el comercio, y fué juez de paz, director del
Banco y Casa de Moneda, municipal, diputado
y senador. Falleció el 8 de julio de 1878.
Esparza (Juan Miguel). Comerciante; regidor
dei Cabildo en 1750; miembro de la Hermandad
de Caridad en 1758; tesorero de la Real Caja
hasta 1763; alcalde ordinario de primer voto
en 1764. FaMeció en Buenos Aires en 1767,
siendo muy lamentado su fallecimiento por su
patriotismo, inteligencia y honradez, de que dio
pruebas en los muchos cargos que desempeñó
en esta ciudad.
Espejo (Jerónimo). Militar. Nació en Mendoza,
el 30 de septiembre de 1801. Guerrero de la
independencia y del Brasil. Se halló en Chaca-
buco, Talca/iuano, Cancha Rayada, Maipú,
toma de la ciudad de la Serena, asalto del
Callao, Moquegua, Ituzaingó Puente del Mar-
qués, Laguna Brava, Rodeo del Chacón, etcé-
tera etc. Combatió contra los indios. Diputado
a la Legislatura de Mendoza, senador ante el
Congreso de la Confederación, tesorero del
Banco Nacional, director de estadística, archi-
vero, oficial del ministerio de la Guerra, ins-
pector general del ejército y jefe de la oficina
de pagos. Este benemérito soldado y distin-
guido escritor, autor de numerosas publicacio-
nes históricas, falleció en Buenos Aires, el 18
de febrero de 18S9.
Espinillo (combate). (30 de agosto de 1873). Una
división compuesta de las tres armas, al man-
do del coronel D. Juan Ayala, saliendo de la
ciudad del Paraná, lleva un serio ataque a las
fuerzas mandadas por el comandante Leiva,
jordanista, acampadas en el Espinillo. Estos,
siguiendo su sistema de no emprender batalla,
entran en combate por algunos momentos y
emprenden su retirada, dejando en poder de
las armas nacionales dos banderas, un cañón,
muchos prisioneros, entre los que figuran jefes
y oficiales, heridos, muertos, botiquines, ar-
mamentos y 1 .600 caballos.
Espinosa (.\ntonio de). Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, el 14 de marzo de 1801. Militó en
Granaderos a Caballo y a las órdenes de Soler
y de Necochea se encontró en Putaendo, Coi-
mas, Ac/iupallas, y a las órdenes de San Mar-
tín, en Chacabuco, Curapaligüé, Gavilán, Bio-
Bio, Talcahuano, Cancha Rayada, Maipú, Chi-
llan, Piquillín, etc., etc. En la guerra del Bra-
sil se halló en Bacacay, Ituzaingó y Yerbal.
Murió en 1859, en la ciudad de su nacimiento.
Espinosa (Gervasio). Hermano del anterior.
Militar. Nacido en Buenos Aires, el 19 de junio
de 1796. Ingresó como cadete en el regimiento
de Blandengues de la frontera, en la guardia
de Ranchos. Pasó luego al ejército que esta-
bleció el primer sitio de Montevideo, donde re-
cibió su bautismo de fuego y obtuvo su primer
ascenso. En 1814 abordó con 20 hombres un
buque de guerra español, cumpliendo heroica-
mente su misión. Se encontró en la toma de
Martin Garda, en la campaña contra Artigas,
en la que fué hecho prisionero y logró fugarse;
en el segundo sitio de Montevideo y en la se-
gunda campaña emprendida contra aquel cau-
dillo, a las órdenes del coronel Dorrego, en
1814 y 15. Se batió contra los indios hasta
ESP
1820, y tomó parte en la guerra civil. Emigró
a Montevideo. Murió el 16 de diciembre
de lSti(3.
Espinosa (Davales Joaquín). Coronel. Gober-
nador de la antigua provincia del Tucumán de
1757 a 1764. Estableció el orden interno de la
provincia y reprimió varias invasiones de los
indios. Persiguió tenazmente a los ladrones de
las reales rentas, sin atender a la categoría de
los delincuentes.
Espinosa de los Monteros (Juan Alonso).
Gobernador de la antigua provincia del Tucu-
mán de 1743 hasta 1749. Su gobierno fué una
lucha constante con los indios tobas, mata-
guayos, gallinazos, mocovies, abipones, et-
cétera.
Espora (Tomás). Marino. Nacido en Buenos
Aires, el 19 de septiembre de ISOO. Inició su
carrera embarcándose de aspirante en la fra-
gata Argentina, que, armada en corso, zarpó
de Buenos Aires el 7 de julio de 1817, con
destino al Océano Indico, campana que duró
más de dos años, teniendo que soportar a bor-
do motines, incendios, asaltos y encuentros
con los piratas. En 1820, como teniente prime-
ro, se incorporó a la fuerza naval de Cochra-
ne, que condujo al ejército de San Martin de
Chile al Perú, concurriendo a los dos bloqueos
del Callao y a la toma de Lima, en 1821. En la
campaña contra el Brasil asistió a 29 encuen-
tros navales, en todos los cuales se portó he-
roicamente, siendo herido de gravedad, el 30
de julio de 1826, en el combate de los Pozos.
Falleció en Buenos Aires, el 25 de julio de
1835.
Esquiú (Mamerto). Sacerdote. Nació en Pie-
dra Blanca, provincia de Catamarca, el 11 de
mayo de 1826, y
desde joven for-
mó parte del con-
vento franciscano
de su provincia na-
tal, descollando
por sus talentos y
virtudes como lec-
tor del mismo, en
cuyo cargo vivía
ignorado de todos,
hasta que en 1853
y 54 pronunció dos
sermones notables
con motivo de la
jura de la Consti- Fray Mamerto Esquiú.
182 -
ESQ
tución, el 9 de julio de 1853, y de la inau-
guración de las autoridades constitucionales,
el 28 de marzo de 1854; oraciones que le va-
^ - -y ^
Casa donde nació Monsefíor Esquiú en Piedra Blanca.
lieron del pueblo y del Gobierno argentino
una manifestación honorífica, mandando éste,
por medio de un decreto altamente elogioso,
imprimir en folleto los dos sermones mencio-
nados. Este humilde sacerdote rehusó el obis-
pado del Paraná y por dos veces el arzobispa-
Vista exterior de la Esculla Franciscana en la que Fray
Mamerto Esquiú aprendió sus primeras letras y las enseñó
más tarde a los niños.
do de Buenos Aires, y sólo aceptó el obispado
de Córdoba por obedecer al Papa, que se lo
pidió por carta autógrafa. En 1872 fué secreta-
rio del arzobispo de Bolivia y al mismo tiempo
publicaba un periódico de propaganda religio-
sa. Este hombre extraordinario por su talento,
virtudes, religiosidad y patriotismo, falleció en
el desierto, en misión apostólica, en Pozo Sun-
cho, provincia de Catamarca, el 10 de enero
de 1883. Su vida está llena de sacrificios y de
privaciones; su humildad y su fervor místico
fueron las prendas que más le enaltecieron; ■
EST - 183 -
era un alma llena de virtudes y de dignidades.
Un departamento de Catamarca lleva su nom-
bre, y en el sitio en que nació se ha levantado
una escuela.
Estatuto provisional. Disuelta la Junta con-
servadora, en 7 de noviembre de 1811, y recha-
zado el Reglamento de Atribuciones, el triun-
virato sancionó un «Estatuto provisional», que
servía de Constitución. Este Estatuto asenta-
ba el principio de la «amovilidad de las perso-
nas que componían el Poder Ejecutivo como la
más eficaz garantía contra las tentativas de los
Gobiernos arbitrarios», por el cual establecía
que cada seis meses debía cesar un vocal, co-
menzando por el menos antiguo, y turnando la
presidencia por el orden inverso, en el mismo
periodo. La elección del triunvirato reempla-
zante se debía hacer por un cuerpo electoral
de la capital. Lo demás de este Estatuto eran
declaraciones de principios generales, estable-
cimiento de garantías civiles, de libertad de
imprenta, /tabeas corpas, etc. La pieza es am-
pulosa y de solemne aparato en la forma; efí-
mera en la realidad, como tenía que serlo en
el estado embrionario y vacilante en que corría
la suerte del país. Este Estatuto fué aceptado
y jurado en todas las provincias» (López.)
Esteco o Asticu. Esta ciudad, hoy perdida y
legendaria, fué fundada en 1567, por Francisco
de Aguirre. Según lo que de ella cuentan
los cronistas, llegó en muy poco tiempo a un
maravilloso desarrollo, debido, dicen ellos, a
las condiciones excepcionales del suelo y a las
ventajas de su situación. A lo que podemos in-
ferir, se hallaba colocada en las junturas del
río Salado y del Teuco, en el lugar llamado el
Pasaje (Río del Juramento después) como a
los 27 grados. Su nombre indica (asticku) que
servía de pasaje o comunicación entre los ha-
bitantes de las regiones altas del Perú con las
poblaciones indígenas del Tucumán. Es pro-
bable, pues, que a esta circunstancia debiera
la rápida prosperidad que le dan los cronistas.
Es evidente que en esta situación debió ser
entonces lo que fué Salta cuando reemplazó a
Esteco. La palabra quichua asticku significa
comparacióu, pasaje de una costa a otra; y
el nombre debió ser quichua, pues dice el pa-
dre Lozano: «Denominación debida a un pue-
blo de indios del mismo nombre allí cercanos».
Eldistritodebió estar muy poblado; en él se em-
padronaron treinta mil indígenas, aunque otros
dicen que sólo fueron ocho mil, que se repar-
EST
tieron entre cuarenta encomenderos, que el
dicho padre nombra uno por uno. «El terreno
era tal que nada se encomendaba a la tierra
que no lo restituía con crecidas usuras, por la
vida que recibían de las aguas, que sangraban
del río, viñas, huertas, algodonales. Grandes
cantidades de lienzo, que se sacaban al Perú;
miel, cera, tinturas para teñir la lana, caza y
pesca muy a sabor de la codicia, suplían la fal-
ta de los minerales, teniéndolos vinculados en
sus granjerias (por la exportación)... Llegó a
ser la más opulenta de todo el gobierno de
Tucumán, con tal demasía, que aun los brutos
se calzaban con herraduras de plata... Pero
poco a poco desaparecieron, murieron o se fu-
garon los treinta mil indios esclavos sobre que
reposaba esta opulencia: tales fueron los rigo-
res, la crueldad, los castigos de los encomen-
deros. El juego, los vicios y la decadencia
de la ptoducción dieron principio a la crisis;
se siguió la despoblación y la miseria, y, por
último, el espantoso terremoto de 1692 de-
rrumbó los edificios, abrió la tierra, y la famo-
sa ciudad de Esteco (Asticku) desapareció...
(López.)
Estero Bellaco. Batalla librada durante la
guerra del Paraguay, el 2 de mayo de 1866.
Frente al estero de este nombre, las fuerzas
paraguayas, en número de 6.0(X) hombres de
las tres armas, atacaron por sorpresa a la van-
guardia del ejército aliado, mandado por el
general Flores. El ataque fué resistido en el
primer momento por la brigada uruguaya, y
apoyada poco después por fuerzas argentinas
y brasileñas, mandadas por el general en jefe,
D. Bartol«mé .Mitre, que se presentó perso-
nalmente en el campo de batalla. Aun cuando
al principio lograron alguna ventaja sobre los
primeros cuerpos avanzados, bien pronto acu-
dieron las reservas, cargándolos por el frente
y por los flancos, obligándolos a abandonar el
campo, y llevándolos más allá de su línea
avanzada de fortificaciones pasajeras, y a
abandonar los bosques en que se guarecían,
haciéndoles dejar en poder de los aliados más
de 1.2(X) muertos, tres piezas de artillería, dos
banderas, 800 fusiles y gran cantidad de pri-
sioneros. Las pérdidas de los aliados fueron de
cerca de (350 hombres, en su mayor parte he-
ridos.
Esteves Sej^uf (Miguel). Abogado. Nacido en
Buenos Aires, el 8 de mayo de 1814. Durante
la dictadura vivió retirado, entregado al es-
EST
— 184 -
EST
tudio y al ejercicio de su profesión. Escribió:
Tratado de procedimientos civiles en el foro
de Buenos Aires. Más tarde fué diputado y
senador, en 1852; jefe de Policía de Buenos
Aires en 1S53; juez del crimen y fiscal del Su-
perior Tribuna! de Justicia; constituyente en
1860; catedrático, presidente de la Municipa-
lidad, consejero de Instrucción pública. Sus
obras son varias; una traducción de la Eneida,
de Virgilio, en verso libre; una Memoria histó-
rica, una colección de fábulas forenses y va-
rias composiciones poéticas de diverso genero.
Murió en Buenos Aires, el 16 de junio de 1892.
Estlvao (Jacinto). Natural de Buenos Aires.
Sentó plaza como aspirante de marina en 1829,
en un buque de It escuadrilla nacional. Emigró
al Uruguay y estuvo a las órdenes de los ge-
nerales Flores, Rivera Pacheco y Obes. En
combinación con Flores derrotó a Urquiza, el
8 de septiembre de 1841. Pasó después a las
trincheras de la plaza sitiada, combatiendo con-
tra Oribe, siendo gravemente herido. Durante
la revolución que hicieron los partidarios del
general Rivera contra los argentinos el 1 de
abril de 1846, los insurrectos atacaron la ca-
pitanía del puerto en número de 800 hombres,
y el coronel Estivao se defendió bravamente
al frente de 50 hombres. Los almirantes jefes
de las flotas extranjeras intentaron asilarlo en
sus buques, lo que él rehusó, diciendo: «El ge-
neral me ha colocado en este puesto y aquí me
encontrará vivo o muerto». Muerto él y casi
todos sus subordinados, los vencedores arro-
jaron su cadáver por el balcón y luego lo arras-
traron por las calles.
Estomba (Juan Ramón). Militar uruguayo, na-
cido en 1792. Guerreó en el Alto Perú, y fué
gravemente herido en el desastre de Ayohuma
y tomado prisionero. Canjeado más tarde por
el general San Martín, quien lo condecoró con
la Orden del Sol, ascendiéndolo a teniente
coronel en 1822; nuevamente cayó prisionero
en 1824, y al conducirle a la isla de los prisio-
neros con un grupo de patriotas, logró fugar,
fuga que dio lugar al bárbaro sorteo de Matu-
cana (v.). Reincorporado al ejército y esta-
blecido en el Perú, fué desterrado en 1826 con
otros jefes, acusados de tramar una conspi-
ración. Llegado a Buenos Aires y nombrado
jefe del regimiento 7 de caballería, pasó a la
frontera Sur de Buenos Aires como coman-
dante general, donde fundó a Bahía Blanca;
el 11 de abril de 1828. El general Lavalle le
D. Ángel Estrada.
confió el mando de una división del ejército,
pero una vez en campaila perdió la razón, y
fué conducido al manicomio, donde murió dot
meses después, el 1 de junio de 1829.
Estrada (Ángel de). Nació en Buenos Aires,
en 1840. Fué presidente del Centro y del Club
Industrial Argenti-
no, de la Exposi-
ción Nacional de
1898; miembro fun-
dador de la Socie-
dad Rural Argenti-
na; fundador de la
primera Compañía
de navegación en-
tre Italia y la Ar-
gentina; fundador
de la Sociedad de
seguros La Previ-
sora; perteneció
por distintas veces
a las Comisiones valuadoras de la propiedad
raíz y tarifa de avalúos; fundador de la fábrica
La Argentina, para la elaboración de papel.
Perteneció al primer Directorio del Banco déla
Nación Argentina, y desempeñó ese cargo por
espacio de veinte años. Estrada, auque no era
lo que se ha dado en llamar un intelectual,
fué una de las cabezas más inteligentes de su
generación. Era su carácter de una absoluta
integridad. Falleció en Buenos Aires, el 27 de
juHo de 1918.
Estrada (José Manuel). Escritor, orador y ca-
tedrático. Nació en Buenos Aires, el 13 de ju-
lio de 1842. A los
diez y ocho años
obtuvo un premio
en el Liceo Lite-
rario por una
composición so-
bre el descubri-
miento de Améri-
ca. El 3 de mayo
de 1866 inauguró
en la Escuela que
hay de su nombre
un curso de His-
toria nacional,
dando a la vez
lecturas públicas
sobre la misma materia, las que eran escucha-
das por lo más selecto de la sociedad porteña.
Fué después catedrático de Historia e Instruc-
D. José Manuel Estrada.
'*<■'. «SM'"*
ESCUDO Y BANDERA
NACIONAL
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Z:i-F<^.-^r Máa.'.-.
EST
185 -
EZE
ción cívica en el Colegio Nacional Central, hoy
Buenos Aires, y de Derecho constitucional en
la Facultad de Derecho. Como periodista fundó
El Argentino, y poco después, la Revista Ar-
gentina, que siguió publicando hasta 1882, y
en La Unión, luchando por los principios del
catolicismo. En su vida pública fué jefe del
Departamento de escuelas; en la Convención
constituyente, de la provincia de Buenos Aires,
en 1871; miembro de la Cámara de diputados
de la nación en 1887, época en que se discutió
la ley sobre el matrimonio civil. Algunas de sus
obras: El catolicismo y la democracia; Ensayo
histórico sobre la revolución de los comuneros
del Paraguay, en el siglo X VIII; Los orígenes
de la raza; La decadencia del Paraguay y la
guerra de 1885; Política liberal bajo la tiranía
de Rosas; Lecciones sobre historia argentina;
Curso de Derecho constitucional, etc. Falleció
el 18 de septiembre de 1894, en la ciudad de
la Asunción (Paraguay), desempeñando el car-
go de ministro plenipotenciario argentino.
Estrada (Santiago). Nació en Buenos Aires.
Redactó en varios periódicos, y después de ha-
ber desempeñado importantes cargos, pasó a
España y escribió varios trabajos, entre ellos
Mefistófeles y la critica teatral; Rafael Calvo
y su repertorio, etc. Cuando se disponía a pu-
blicar ocho volúmenes de viajes murió en Ma-
drid, en 1891.
Ezelza (Juan Ramón). Hacendado. Nació en la
provincia de Entre Ríos, en 1797. Joven llegó
a Buenos Aires, dedicándose a la ganadería en
el Sur de esta provincia, en la región conocida
por Mar Chiquita, hoy partido del coronel Vi-
dal, cuyos campos los heredó de su padre, el
coronel de Milicias D. José de Ezeiza, quien
los recibió en premio de sus distinguidos servi-
cios prestados al Gobierno colonial. Don Juan
Ramón formó la estancia del «Durazno», y por
su carácter, su patriotismo y sus condiciones
de honorabilidad llegó a adquirir inmenso pres-
tigio en la época de la conspiración unitaria
del año 1839, siendo uno de los patriotas más
influyentes. En su campo tuvieron lugar las
conferencias de los coroneles Rico, Cramer y
Castelli sobre Arroyo Grande. Su vida ofrece
un bello ejemplo del más acendrado patriotis-
mo: puso al servicio de la causa de la libertad
su persona, su familia y sus valiosos intereses»
que le fueron embargados por el tirano. Esta-
llado el movimiento, se alistó en clase de capi-
tán del batallón Ajó, que comandaba el tenien-
te coronel D. Martín Campos, y se halló en la
batalla de Chascomús. Derrocada la tiranía,
fué nombrado juez de paz del partido de Mar
Chiquita, durante el gobierno del Dr. Obliga-
do; posteriormente desempeñó el mismo cargo.
Este austero ciudadano, cuyos rasgos domi-
nantes fueron el patriotismo, la rectitud y la
laboriosidad, falleció en Buenos Aires, el 5 d«
enero de 1864.
F
Fajardo (Dr. Fray Pedro). Obispo del Río de la
Plata. Aprueba en 1727 el establecimiento de
la Hermandad de Caridad de Buenos Aires.
Falcón (Ramón Lorenzo). Militar. Nacido en
Buenos Aires, el 30 de agosto de 1855. Ingresó
en el Colegio Mi-
litar el 19 de Ju-
lio de 1870, y en
mayo de 1873 so-
licitó se le permi-
tiera marchar a
Entre Ríos a
combatir la revo-
lución de López
Jordán. Más tar-
de tomó parte en
la defensa y ren-
difiión de Córdo-
ba, y luego en la
batalla de Santa
Rosa, como te-
niente ayudante del general Roca. En 1875, con
el grado decapitán, marchó a la frontera hasta
1877, y en julio de este último año pasó a revis-
tar a la Escuela Naval, realizando en éste y en
los sucesivos de 1878 y 79 viajes de instrucción
al Sur, a bordo de la cañonera Uruguay. Fué de
los expedicionarios al Río Negro. Ascendido a
mayor en 1883, obtuvo su reincorporación al
ejército; fué comandante del batallón guardia
de cárceles hasta 1887; senador a la Legisla-
tura de Buenos Aires, y en 1898, diputado na-
cional. Promovido a coronel en 1906. Dos
años después fué nombrado jefe de Policía de
la capital. Ejercía este cargo cuando fué ale-
vosamente asesinado, conjuntamente con su
secretario Lartigau.por un anarquista llamado
Simón Rodowiski, el 14 de noviembre de 1909.
Falucho. Este era su nombre de guerra. Llamá-
D. Ramón Lorenzo Falcón.
base Antonio Ruiz; había sido liberto del ve-
cino de esta ciudad, de quien tomó el nombre
y apellido. El apodo le fué dado por sus cama-
radas a causa del especial cuidado (así se dice)
que le consagraba a su gorro de cuartel, deno-
minado «falucho». Era hombre de color. Ingre-
só al ejército el año 1813, como soldado del
batallón Fijo de la Libertad, hallándose en
Vilcapujio, Ayohurna, C/iacabuco, Maipú y
campañas del Perú. «El ejército de los Andes
hacía ocho años que había partido de la repú-
blica, y hacia meses que no estaba pago»; «un
jefe español insinuó artificiosamente a la tro-
pa y prisioneros del Callao que la sublevación
era el único medio de regresar a Buenos Aires
o a Chile. Llegado el día del motín, que lo fué
el 5 de febrero de 1824, la bandera española
fué enarbolada en el torreón Jndeoendencia%
con una salva general de los castillos. El ne-
gro Falucho, soldado del regimiento Río de la
Plata, se resistió a tributarle honores, y al in-
timársele que lo hiciera, rompió su fusil con-
tra el asta de la bandera española, a cuyo pie
fué fusilado, gritando: «¡Viva Buenos Aires!»
Así murió este humilde, pero heroico soldado,
y debe ser recordado en nuestra historia como
uno de tantos hechos, de su valiente raza,
que fué grande en la guerra de la independen-
cia y en todas las luchas por la libertad y el
honor nacional.
Famaillá (combate). El general D. Francisco
J. López, al frente de una fuerza de sáltenos,
penetra en la provincia de Tucumán; pero el
gobernador de ésta, Heredia, lo ataca y lo de-
rrota completamente en las márgenes del río
Famaillá, tomándole prisioneros, como asi-
mismo a muchos jefes que lo acompañaban. El
día 25, el general López y su secretario, el
Dr. D. Ángel López, fueron fusilados en el
FAM
- 187 -
FER
mismo campo de la acción. Este combate tuvo
lugar el 23 de enero de 1836.
Famaillá (batalla). El general D. Manuel Ori-
be presenta batalla en los campos de f-amuillá,
en la provincia de Tucumün, el 19 de septiem-
bre de 1841, al general Lavalle, siendo éste
completamente derrotado, teniendo ochocien-
tos muertos y cuatrocieníos ochenta prisio-
neros.
Famatina. Antiguo pueblo de indios que exis-
tía en la jurisdicción de la ciudad La Nueva
Rioja, de la gobernación del Tucumán. Fama-
tina (Phatma-Tina): phatma, que quiere decir
mitad, y tina unión.
Feliciana (Manuela). Llamábase así la primera
niña que entró a la Casa de Expósitos, fundada
por el virrey Vértiz.
Fernández (Esteban). Militar. Natural de Chu-
quisaca. Acompañó en sus campañas al co-
mandante Manuel Padilla, y a la muerte de
éste, fué nombrado segundo jefe de los gue-
rrilleros. Promovió las insurrecciones de Cinti
y Santa Elena. A fines de 1816 Belgrano lo
nombró jefe superior de la insurrección en las
fronteras del Oeste. En 1817 derrotó en la
Laguna al coronel realista Maruri y tomó el
pueblo del mismo nombre. Fué derrotado en
Las Garzas. Se incorporó luego a Lamadrid,
hallándose en Soupachuy . Ya coronel, contra-
jo gran amistad con Dorrego, a quien acompa-
ñó en todas las vicisitudes de su vida, hasta
su trágico fin en Navarro. Regresó a Bolivia
en 1834, muriendo en la ciudad de la Paz, en
noviembre de 1845.
Fernández Blanco (Juan Ángel). Comerciante.
Nació en Buenos Aires, el 2 de agosto de 1769.
Se eJucó en esta ciudad, y pasó, por asuntos
mercantiles, a la provincia de Corrientes y a
Misiones. Allí contrajo matrimonio con la dis-
tinguida patricia D." .María Tiburcia Rodrigo,
que donó sus alhajas y recursos en favor del
ejército patriota, cooperando también en otros
trabajos por la emancipación. Su esposo pres-
tó grandes servicios al ejército del general
Manuel Belgrano en su expedición al Para-
guay, en 1810, a su paso por Corrientes, reclu-
tando gente hasta formar una compañía de Mi-
licias, que engrosó las filas del ejército liber-
tador. Teniente gobernador de Corrientes el
17 de abril de 1811; nombrado por segunda vez
en 1814. Retirado de la vida pública estaba en
su establecimiento de campo en el Salto cuan-
do fué tildado de c<lomo negro» por el tirano,
y como tal, fué perseguido y sus bienes confis-
cados. Murió en Buenos Aires, el 27 de marzo
de l.'<51.
Fernández de Biedma y Narváez (Francis-
co). Fundador de Patagones. Nació en Jaén
(España), el 11 de enero de 1737. «Era uno de
los más notables agricultores de Andalucía—
dice el distinguido historiadorjoséj. Biedma—
cuando fueron requeridos sus servicios por el
ministro español para colonizar la Patagonia.
Trasladado a San José, donde se incorporó
con el título de comisario superintendente a la
expedición dirigida por D. Juan de la Piedra
(enero de 1779), quedó en reemplazo de éste a
su regreso a Buenos Aires, y como recibiera
del piloto Villarino noticias muy halagadoras
de las condiciones del río Negro, decidió tras-
ladarse a él, dejando parte de su gente en San
José, al cargo de su hermano D. Antonio, y
allí fundó el pueblo Carmen de Patagones,
que hoy pertenece a la jurisdicción de la pro-
vincia de Buenos Aires. Hizo explorar ese río,
parte del Neuquen y el Limay en casi todo su
curso por el insigne piloto Basilio Villarino, y
dirigió en 1784 al virrey Loreto una notable
Memoria en que se señala por primera vez
la importancia estratégica de aquellos ríos, in-
dicándolos para servir de línea militar de de-
fensa contra las incursiones de los indios, pen-
samiento que ejecutó el general D. Julio A.
Roca en 1879. Trasladado al gobierno de San-
ta Cruz de la Sierra (Alto Perú) en 1785, pres-
tó a aquellos pueblos tan nobles servicios has-
ta su muerte, que perdura aún hgy su recuer-
do, particularmente en Cochabamba, donde fa"
lleció, el 28 de junio de 1809, como uno de los
más generosos e inteligentes bienhechores del
país.» En 1706 propuso un plan de gobierno
para las misiones de indios chiriguanos y cha-
neses de la cordillera de los Sauces, que fué
aprobado por el rey y mandado practicar. En-
tre otras obras importantes ha dejado una
Descripción geográfica y estadística de la
provincia de Santa Cruz, escrita en Cocha-
bamba en 1793, y otra Descripción y estado
de las reducciones de indios chiriguanos, que
sirvió de base al referido plan.
Fernández de Enciso (Juan). Español, según
unos, y natural del Paraguay, según otros. Fué
uno de los 63 repobladores de Buenos Aires
que acompañaron a D. Juan de Garay al fun-
dar esta ciudad, el 11 de junio de 1580, siendo
agraciado como tal en el repartimiento de tie-
FER
183
FERR
iras con una suerte de 400 varas de frente
por una legua de fondo fuera del ejido de la
ciudad, y con una manzana y un cuarto de tie-
rra en la ciudad. Fernández Enciso fué nom-
brado procurador de ésta el 14 de junio de
1580, y acompañó como capitán al teniente
gobernador de la Asunción D. Hernando Arias
de Saavedra en su expedición contra los in-
dios giiai/curües, que la hostilizaban el año
1593. Vino al Río de la Plata en 1535, como uno
de los escribanos de D. Pedro de Mendoza, y
en 1580 fué nombrado escribano público y del
Cabildo.
Fernández de Córdoba (Dr. Juan). Cura
rector de la parroquia de la Catedral de Bue-
nos Aires en 1760.
Fernández Guillen (Francisco). Regidor, al-
calde ordinario de segundo voto y juez de me-
nores de la ciudad de Buenos Aires en 1718.
Fernández (Pedro). Presbítero. Notable profe-
sor de latín del Colegio de San Carlos. Naci-
do en 1760. Vivía en la calle de Venezuela, nú-
mero 85. El Diario de la Tarde, órgano de la
Prensa bonaerense de entonces, decía: «Pedro
Fernández era un hombre de mediana estatu-
ra, cabeza espaciosa, fisonomía llena de regu-
laridad e inteligencia; parecía taciturno y lle-
vaba siempre en su rostro cierto ceño severo.»
«Parece— dice el Dr. Gutiérrez— que sus opi-
niones religiosas, aunque sacerdote, eran tan
adelantadas como sus opiniones literarias.»
Han escuchado las sabias lecciones de Fernán-
dez: BernardinoRivadavia, el ministro de éste
Juan Segundo de Agüero, Vicente López y
Planes, Esteban de Luca, Manuel José García,
etcétera, etc. En los últimos años de su exis-
tencia tuvo a su cargo la administración del
establecimiento rural comúnmente denominado
Chacarita de Colegiales. Sus funerales se ce-
lebraron en la iglesia de San Ignacio, en Bue-
nos Aires, el día 9 de abril de 1834, habiendo
sido sepultado el 6 a las seis y treinta past me-
ridiem. El Gobierno le designó una sepultura
en el cementerio de la Recoleta, en demos-
tración de gratitud y de respeto.
Fernández Oro (Manuel). Militar. Nació en la
provincia de San Juan, en 1848, perteneciendo
a una distinguida familia de aquella sociedad.
Ingresó en las filas del ejército muy joven, y
fué dado de alta en el batallón 6." de infante-
ría de línea, con el grado de subteniente, el
1 de febrero de 1867; al año siguiente fué as-
cendido a teniente segundo; el 4 de agosto
D. Manuel Fernández Oro.
de 1869 ascendió a ayudante mayor segundo; a
capitán, el 29 de mayo del 71; a sargento ma-
yor, el 30 de julio
de 1873; a teniente
coronel graduado,
el 15 de mayo de
1878. Durante ca-
torce años prestó
sus servicios en el
batallón 6.° de in-
fanteria. En 1886
fué ascendido a co-
ronel. Fué vocal de
la Intendencia de
Guerra, y en 1907
intendente de Gue-
rra con carácter in-
terino. El 20 de
marzo de 1905 pasó
a revistar la situa-
ción de retiro, habiéndosele computado hasta
aquella fecha en su hoja cuarenta y seis años
y medio de servicios. Ocupó el general Fer-
nández Oro otros numerosos cargos civiles
y militares. En el territorio de Río Negro
era uno de los pioneers de sus progresos ru-
rales. Falleció en Buenos Aires, el miérco-
les 10 de septiembre de 1919.
Ferrari (José). Hacendado. Natural de Buenos
Aires. Se dedicó a las tareas rurales, alcan-
zando en pocos años de labor una posición pe-
cuniaria desahogada, que le permitió adquirir
tres leguas de campo en el Sud de Buenos Ai-
res, sobre las costas del rio Samborombón, en
el actual partido de Brandsen, lindero con los
campos de Gándara. Allí fundó un importante
establecimiento ganadero, y vinculado con sus
vecinos Gándara y Castelli, tomó junto con
ellos participación en el pronunciamiento
de 1839 contra Rosas. Sofocada la revolución,
Ferrari, que fué herido en el primer encuentro,
huyó a Montevideo, donde permaneció has-
ta 1841, y por medio de influencias de perso-
nas allegadas a Rosas se le permitió regresar
a Buenos Aires, bajo severa vigilancia y al
solo objeto de visitar a su familia. Apenas en
su hogar, cayó gravemente enfermo, fallecien-
do poco después.
Ferré (Pedro). Militar. Nació en 1780, en Co-
rrientes. Gobernador en 1824, en cuyo período
se estableció por primera vez el papel moneda,
por ley provincial dictada en 1826. Diputado;
nuevamente gobernador en 1830, que ejerció
FERR
FIG
D. Pedro Ferré.
con acierto durante tres aflos. Por tercera vez
ocupó el mando
en 1839, proviso-
rio, y en 1842 en
propiedad. Orga-
nizó la resisten-
cia contra Rosas,
levantando ejér-
citos que puso a
las órdenes de
Lavalle y de Paz;
emigró al Brasil,
regresando con
el ejército liber-
tador en 1851.
Constituyente por Catamarca en el Congreso
del 53. En 1855 se le reconoció en su grado de
general. En 1862 fué elegido senador nacional.
Desempeñaba ese cargo cuando falleció, el
24 de enero de 1862.
Ferrelra (RamónV Abogado y escritor argenti-
no. Natural de Córdoba. Por encargo del Go-
bierno nacional compiló y dio a la imprenta en
tres gruesos volúmenes el Registro oficial co-
rrespondiente a los años 1851 a 1861. Publicó
además un opúsculo titulado: Mujeres célebres
americanas, un tratado de Derecho natural,
otro de Derecho administratioo, una colección
de Vistas fiscales en autos de alta importan-
cia y otros trabajos.
Ferreira (Calixto). Fué el primer tipógrafo de
Catamarca. El primer periódico apareció en
julio de 1856, con el título de El Ambato, se-
manal primero y bisemanal después, redactado
por D. Bemardino Ruzo. Al principio la im-
prenta llenaba satisfactorit mente las loables
aspiraciones de sus introductores; mas después
los Gobiernos de la provincia, como sucedía en
casi todas, la hicieron servir al sostén de su
política, buena o mala, sin respetar siquiera la
propiedad de su primitivo dueño— el pueblo — ,
quien no consta haya hecho donación de ella
al Estado (Zinniy). El Sr. Samuel Molina fué
uno de los iniciadores de la idea de introducir
una imprenta por medio de una suscripción po-
pular, lo que se hizo, y el librero M. Lucien,
que a la sazón se hallaba en Catamarca, se en-
cargó de traer una imprenta de París sin co-
brar comisión, la cual puesta allí sólo costó
140 onzas de oro.
Fiebre amarilla (1871). En Buenos Aires tuvo
lugar el primer caso el 27 de enero de 1871 y
el último el 21 de junio del mismo año. En el
mes de enero fallecieron 6; en febrero, 298;
en marzo, 4.895; en abril, 7.535; en mayo, 842,
y en Junio, 38, arrojando un total de 13.614
víctimas durante los ciento cuarenta y cinco
días que reinó la epidemia. Debe tenerse en
cuenta que la población de Buenos Aires en
esta época era reducida. En el período álgido
de la epidemia era lúgubre y aterrante el as-
pecto de la ciudad, y en los barrios donde se
hacía sentir caían familias enteras al soplo de
aquel veneno exterminador. Los ataúdes se sa-
caban a las puertas de las calles y se apilaban
de tres en tres para esperar los carros conduc.
tores a los cementerios. Desde las cuatro de
la tarde las casas de familia y los negocios
empezaban a cerrarse, y los vecinos ya no
transitaban por las calles, dándole así a la po-
blación el aspecto verdadero de una ciudad in-
fectada; sentíase sólo el rodar de los carros
fúnebres y el grito desapacible y tétrico de los
conductores.
Fi^ueredo (Santiago). Sacerdote. Natural de
la Banda Oriental del Uruguay. Estudió en el
Real Colegio de San Carlos y cursó Derecho
en la Universidad de Córdoba, graduándose de
doctor en Leyes en 1815. Capellán castrense
del regimiento de Blandengues en el ejército
oriental, en cuyo año cedió íntegramente los
sueldos de tal cargo «para las urgencias de la
patria>. Asistió al primer sitio de Montevideo
y a la batalla del Cerrito. Fué uno de los pre-
cursores de la independencia del Uruguay. Era
un notable orador. Pronunció la oración fúne-
bre en honor del gobernador Dorrego. En 1830,
rector de la Universidad de Buenos Aires y ad-
ministrador de la imprenta del Estado. Falle-
ció en esta ciudad, el 22 de febrero de 1832. Su
cadáver fué sepultado en el panteón de la ca-
tedral de Buenos Aires.
Fisfueroa (Apolinario). Militar. Nacido en Sal-
ta. En 1811 el general Belgrano le nombró go-
bernador de la provincia de Potosí, puesto que
desempeñó hasta después de la derrota de
Ayohuma. Se halló en la batalla de Salta, re-
vistando de coronel . Su ardor en la lucha lo
condujo a las filas enemigas, y siendo envuelto
por las tropas, recibió un sablazo del mismo
jefe enemigo, general Tristán, el que sólo le
rompió la casaca, logrando escaparse merced
al buen caballo que montaba. Prestó importan-
tes servicios después a las órdenes de Güemes,
que le confió comisiones delicadas, como la de
la pacificación de la provincia con la de Tucu-
FIQ
man, a cuya Legislatura fué electo diputado.
Retirado de la milicia al terminarla guerra de
la independencia, introdujo del Perú la caña de
azúcar llamada de la India, para los ingenios
azucareros de Campo Santo.
Figueroa y Mendoza (Lucas de). Vecino de
Santiago del Estero; fué gobernador de la an-
ticua provincia del Tucumán desde 15G2 hasta
H5(i3. En su gobierno tuvo lugar la primera in-
vasión de los indios mocovies del Chaco, en la
ciudad de Talavera, y una gran inundación del
río Dulce, que causó grandes estragos.
Filiberto (potreros del padre). Combate librado
durante la guerra contra el imperio del Brasil,
en 24 de enero de 1828. Tomó el nombre del
campo que ocupaba la división enemiga. Una
divisióndel ejército argentino, a las órdenes del
coronel Pacheco, derrotó a una fuerza brasile-
ña en los protreros del Padre Filiberto en la ma-
drugada de ese día.
Fitz Roy (Roberto). Marino y astrónomo. Nació
en Inglaterra, en junio de 1805. En 1819 ingresó
en la marina. En 1828 realizó con el capitán
King la exploración hidrográfica de la parte
austral de América; recorrió en los años 1831
a 1836 las costas patagónicas en la fragata
Beagle. Falleció en 1865.
Florida (combate). El coronel D. Juan Antonio
Alvarez de Arenales, al frente de una división
argentina, el 25 de mayo de 1814, derrota a
una fuerza española tres veces mayor, en la
Florida, territorio del Alto Perú, quedando
muerto en el campo el jefe realista y salván-
dose tres oficiales y nueve soldados. El coro-
nel vencedor recibe 14 heridas, peleando solo
con 11 soldados enemigos que lo rodean, de los
cuales mata tres, hiriendo a los demás. Esta
hazaña le vale más tarde el grado de general.
Fonrouge (Julio). Marino. Nacido en Francia,
en 1804. Muy joven aún, tomó servicio en la
escuadra nacional que a las órdenes de Brown
iba a cubrir la campaña contra el imperio del
Brasil. Asistió a los principales hechos de ar-
mas de esa guerra, entre otros al del Juncal y
al de la Colonia, como comandante de la caño-
nera número 1. Durante la tiranía sirvió a las
órdenes de Garibaldi, comandando un buque de
su escuadrilla. En la batalla de Caseros sirvió
como segundo jefe del entonces coronel don
Bartolomé Mitre. Dejó de existir en Buenos
Aires, el 16 de Julio de 1876.
Fonaeca (José María). Médico. Nacido en la
República Oriental del Uruguay el 17 de abril
— 190 — FOR
de 1799. Lo educó en Buenos Aires su tfo el
sacerdote Dr. Juan Dámaso Fonseca, dedicán-
dose luego al estudio de la Medicina. Se reci-
bió de doctor en 1825, siendo ya director de la
cátedra de Anatomía. En el mismo año fué en-
viado a Europa por el Gobierno de Buenos Ai-
res a perfeccionar sus estudios; allí permane-
ció hasta 1830. A su regreso fué nombrado
médico de la sección Sud de la ciudad, y en
1834 miembro del Tribunal de Medicina, y por
decreto de Rosas, de 20 de abril del año si-
guiente, fué separado de ese cuerpo '/por no
merecer la confianza del Gobierno», por creér-
sele enemigo político; pero, no obstante esto,
en atención a sus talentos, en 1836 se le confió
la cátedra de Nosografía y clínica quirúrgica
en la Facultad. Estaba en la mitad de su carre-
ra cuando fué dominado por una fuerte neuras-
tenia, enfermedad que lo llevó al sepulcro en
esta ciudad, el 21 de noviembre de 1843. Este
médico famoso, catedrático docto, filósofo y ar-
tista, fué un ciudadano que honró a la nación.
Forest (Carlos). Militar. Nació en Francia, el
año 1787, en cuyo país comenzó la carrera de
las armas. Llegó
a Buenos Aires
en la época de la
independencia;
contrajo enlace
con D." Carlota
Joaquina Vieytes,
y tomó servicio
con su grado de
capitán en nues-
tros ejércitos En
1812 se batió en
Las Piedras, como
capitán al frente
de una compañía
de cazadores con dos piezas de artillería, sien-
do uno de los héroes de la ¡ornada; y en el mis-
mo año, en la batalla de Tucumán, teniendo a
su mando una columna de infantería, merecien-
do ser recomendado en el parte de la batalla por
su conducta heroica al tomar tres piezas de ar-
tillería al enemigo, y al empleo de sargento ma-
yor. Al año siguiente se batió en la de Salta,
donde fué herido y nuevamente recomendado en
el parte de la acción; se batió después en Vilca,
pujio, Ayohuma y Sipe-Sipe. En 1815, nombra-
do general del ejército del Norte el general
Alvear, lo propuso a Forest para tercer jefe
del mismo. Desempeñó luego diversos cargos
D. Carlos Forest.
FOR
191
FRA
militares, hasta el 15 de noviembre de 1817, en
que obtuvo su cédula de retiro. En los sucesos
de 1820 apareció mezclado en la fracción que
acaudillaba el general Alvear. Falleció en Bue-
nos Aires, el 16 de julio de 1823, revistando en
la jerarquía de coronel. Sus restos reposan en
el cementerio de la Recoleta.
Fortaleza de Buenos Aires. En 1641, al
principiar el gobierno de D. Andrés de Sando-
val, expresó éste lo siguiente en documento
público, respecto del puerto y armamento para
la defensa de la ciudad: «Ser poca la gente;
menos las armas de fuego; pólvora y municio-
nes, escasas; la artillería, mal encabalgada al-
guna y la demás en el suelo; lo que le llaman
fuerte, no tener más que el nombre, de tierra
muerta, sin reconocer artillería que, conforme
al arte y orden militar, puedan en la ocasión
que se ofreciera acudir.» El lugar destinado
para fortaleza por el fundador de esta ciudad
fué cercado de tapias por disposición del go-
bernador D. Fernando de Zarate; dentro de
esas tapias se fueron construyendo, por dispo-
sición de Hernando .\rias de Saavedra en 1663,
las Cajas Reales, Contaduría y Aduanas. Entre
los documentos inéditos del Sr. Angelis figura
un dictamen del ingeniero Petrarca sobre re-
paración del fuerte en 1720.
Fourmantfii (Francisco). Nació en Burdeos.
Tenia por apodo de guerra el sobrenombre de
Bibois. Se ilustró en la guerra del Brasil,
mandando el Lavalleja, y condujo durante ella
más de cuarenta presas al puerto de Patago-
nes. Perseguido por Rosas, emigró a la Banda
Oriental y se puso al servicio de Rivera, re-
gresando al país después de Caseros, y fué
nombrado comandante militar del Río Negro
en 1852. En 1860 fué incorporado a la escuadra
de Buenos Aires como coronel de marina, y fa-
lleció en 1861 , en el puerto del Rosario de Santa
Fe, estando al mando de dicha escuadra en
operaciones contra la Confederación y en mo-
mentos en que la Prensa le dirigía severos
cargos por su falta de decisión y energía en la
campaña que se le había confiado.
Foumier (César). Marino. Nació en Francia.
En la guerra del Brasil el capitán Fournier,
con tres botes y 27 hombres, atacó al puerto
de Maldonado, apresando una hermosa cor-
beta tripulada por 76 hombres, y el 15 de di-
ciembre de 1826 llevó a cabo otra hazaña se-
mejante, abordando un bergantín enemigo.
En 1828 fué comisionado a Norte -América,
para la compra de armas. Acusado de haber
apresado un buque inglés, fué sumariado, que-
dando absuelto de todo cargo; su defensor fué
el general Guido. Este intrépido y valeroso
marino murió devorado por los tiburones en
las costas de las Guayanas.
Fraga (Manuel). Militar. Nació en Gualeguay
(Entre Ríos). Empezó a servir contra la tira-
nía. Después de Caseros combatió contra los
indios del Sud. En 1859, siendo coronel, com-
batió con las fuerzas de Buenos Aires en Cepe-
da, y en 1861 en Pavón. En la guerra del Pa-
raguay se batió en Paso de la Patria, Es-
tero Bellaco, Yataití-Corá y en Tiiyuti, como
jefe del 4.° de infantería de línea; rindió glo-
riosamente su vida al cargar al frente de su
cuerpo el 24 de mayo de 1866, a consecuencia
de varios balazos, que le produjeron una muer-
te instantánea.
Fragrua (combate). El comandante Puch, des-
prendido del ejército de Lamadrid con alguna
gente, derrota en un combate las fuerzas san-
tiagueñas mandadas por el jefe Lugones, en el
paraje denominado Fragua, frontera de Tu-
cumán.
Fras^ueiro (Mariano). Hombre publico. Nació
en Córdoba. En 1825 auspició una expedición
de reconocimiento del río Carcarafiá, proban-
do que era navegable desde Córdoba hasta el
Paraná por embarcaciones de poco calado.
En 1830 fué ministro de Gobierno en Córdoba;
en 1831, gobernador interino, y en propiedad
el 27 de junio de 1858, cargo que desempeñó
hasta marzo de 18(30. Ministro de Hacienda de
la Confederación; director del Banco y Casa
de la Moneda de Buenos Aires en 1860; sena-
dor nacional en 1862. Como hombre de letras,
publicó varios estudios económicos de impor-
tancia. Era un patriota abnegado y de una
honradez ejemplar. Falleció el 13 de julio
de 1872.
Fraile Muerto (combate). Febrero 5 de 1819.
Un ejército confederado, a las órdenes del ge-
neral D. Estanislao López, se había reunido en
Santa Fe, compuesto de fuerzas de esta pro-
vincia y de la de Buenos Aires, y de una divi-
sión de emigrados de Santiago, Cuyo y La Rio-
ja, que mandaba el general Quiroga, y marchaba
contra el general Paz, quien a la vez, como
supremo director de nueve provincias, y con
un fuerte ejército, compuesto de contingentes
de los pueblos aliados que seguían su bandera
centralizadora, se había puesto en marcha con-
FSA
192
FRI
tra López. En el fraile Muerto, provincia de
Córdoba, se encuentran las divisiones del gene-
ral Pacheco, jefe de las fuerzas porteflas, y la
del general Pedernera, que marchaba a van-
guardia del ejército de Paz. El choque no se
hace esperar, dando por resultado la completa
derrota de las fuerzas de este último Este
descalabro ocasionó grandes pérdidas y con-
tratiempos al general Paz, pues dio lugar a
que la división del general Quiroga pudiera
marchar sin inconveniente hasta Río Cuarto,
de cuya ciudad se apoderó después de una
breve resistencia del coronel Echeverría.
Franco (Pedro). Fué uno de los sesenta y tres
compañeros del fundador de Buenos Aires,
D. Juan de Garay. Resultó agraciado con una
manzana de terreno en la ciudad y una suerte
de 400 metros de frente por una legua de fon-
do en los alrededores de la misma.
Freiré (Ramón). Militar. Nació en Santiago de
Chile, en noviembre de 1788. Se encontró en
los combates de Huilquilemi, Talcahuano, Qui-
to, Robles y otros; como capitán se halló en el
sitio de Rancagua. En 1814 emigró a Buenos
Aires, enrolándose en la escuadra que a las
órdenes de Brown partió para el Pacífico.
Vuelto más tarde a su patria, se halló en las
acciones de Curápaligue, Concepción y Gavi-
lán, y en 1817 formó en Mendoza, en el ejérci-
to de los Andes, asistiendo a Chacabuco y
Malpú. Intendente de la Concepción en 1819,
combatió contra Bermúdez, derrotándolo com-
pletamente. Electo director supremo de Chile,
en 1823 expedicionó a Chiloé, expulsando a
los realistas del archipiélago. De regreso de
su expedición dimitió el mando; más tarde, em-
pero, fué designado para ocupar el mismo car-
go. Poco después se mezcló en la guerra civil
y emigró. En 1S42 volvió al país, viviendo
retirado hasta el 9 de diciembre de 1851, fecha
en que ocurrió su fallecimiento.
French (Domingo). Militar. Pacido en Buenos
Aires, en 1783. Empezó a figurar en los días
de mayo de 1810, como uno de los caudillos
populares más entusiastas. Formaba parte de
la Asociación organizada bajo el nombre de los
«Chisperos», encargada de producir el incen-
dio revolucionario , distinguiéndose French,
por su carácter impetuoso y expansivo; era el
agente popular de Belgrano. El 25 de mayo de
1810 asistió al Cabildo abierto, acaudillando
un numeroso grupo de gente, la que ostentaba
como distintivos, cintas blancas y celestes, sien-
do éste el origen de nuestra bandera. French
y Berutti, los dos tribunos populares, presi-
diendo una diputación, se apersonaron el mis-
mo día a la sala de sesiones, exigiendo que se
consagrara la voluntad del pueblo. En 1814, re-
vistando como coronel, se halló en el sitio de
Montevideo, como jefe del 3." de infantería, y
en 1815 marchó al frente de una división como
de 1.200 hombres a reforzar el ejército del
Perú. En 1817 fué desterrado a Norte-Améri-
ca, y vuelto al país en 1819, tomó participación
en la guerra civil contra los montoneros en
1820. Fué ministro de la Guerra. Falleció en
Buenos Aires, el 4 de julio de 1825.
Freyre (Marcelino E.). Militar. Nació en el Ro-
sario, el 13 de noviembre de 1846. Inició su ca-
rrera militar como
voluntario del ba-
tallón santafecino
que mandaba el co-
ronel Avales, y que
tuvo lucida actua-
ción en la guerra
del Paraguay.
Asistió, entre otros
a los combates de
Uruguayana. Bajo
las órdenes del ge-
neral Paunero hizo
la campaña contra
las montoneras del
Chacho, Saa y de Várela, en las provincias
de Cuyo, y al frente del 7° batallón de in-
fantería de línea. Se encontró en la batalla
de Naembe, dada por el gobernador Baibiene
contra el caudillo López Jordán (v.). Allí con-
tribuyó en primera línea a la victoria, con una
brillante carga a la bayoneta que ordenó a su
regimiento. Siempre como jefe del 7° de infan-
tería de línea, actuó en la revolución de 1874,
a las órdenes del entonces coronel Luis María
Campos y José J. Arias, encontrándose en la
batalla de la Verde. De allí se trasladó a Gua-
miní, entonces campos completamente desier-
tos y en poder de los indios. Ocupó con su di-
visión la laguna de ese nombre y fundó el pue-
blo progresista que por decreto de agosto
de 1919 llevará desde ese día su prestigioso
nombre. El coronel Freyre murió en el Rosa-
rio, el 26 de junio de 1879. Fué un militar ge-
neroso y valiente, digno y honesto.
Fría» (Eustaquio). Militar. Nació el 20 de sep-
tiembre de 1801. Empezó la carrera de las ar-
D. Marcelino E . Freyre.
FRI
- 193 -
FUL
mas como soldado el 11 de marzo de 1316. Se
halló en la campaña del Perú el año 1320; en
la primera y segunda campaña de la Sierra,
Nazca, Pa'^co, Ca lao, Quito, Rio Bamba, don-
de fué herido; Pichtnclia, Junln, Ayaciicho,
Ombá, Itusaingó. A las órdenes de Lavalie, se
halló en Naoarro, Zapallar, Arro'io de Matan-
tas, Puente de Márquez, Sauce Grande, etc.
Combatió también contra los indios. Falleció
en Buenos Aires, el 16 de marzo de 1891, a la
avanzada edad de noventa años, revistando en
la jerarquía de teniente general.
^rías (Ignacio). Jesuíta. Rector del Colegio de la
Compañía de Jesús en Buenos Aires (1691-92).
Se embarcó para Europa por el año 1697, con
encargo de procurar la división de los conven-
tos de predicadores de Buenos Aires, Tucu-
mán y Paraguay de los de Chile, lo que no
consiguió.
'rfaa (Félix). Publicista y diplomático argentino.
Nació el 12 de Marzo de 1816, en Santiago del
Estero. Hizo sus estudios en el Ateneo, dirigi-
do por el padre Angelis, y luego inició en la
Universidad los cursos de Derecho. La cruza-
da libertadora de Lavalie, en 1S40, hizole in-
terrumpir sus estudios para formar en las filas
de la misma. Frías era secretario de Lavalie.
Las victorias del Yeruá, Don Cristóbal y El
Talar, la toma de Santa Fe y las derrotas de
Sauce Grande, Quebracho /-ferrado y Famai-
Uá le contaron entre los luchadores de primera
fila. Suya es la proclama que el general firmó
el 2 de septiembre al trasladarse a Entre Ríos;
y cuando el romancesco general cayó derriba-
do por el plomo fatal, el ilustre secretario
llegó hasta Bolivia, en aquel inolvidable séqui-
to de 1841, que iba a dar honrosa sepultura a
los queridos despojos de su jefe, en tierra ex-
traña. De esta primera etapa de su vida Frías
conservó siempre los más caros recuerdos, y
el legado de Lavalie, consistente en su propia
espada, estimábalo como la más preciada reli-
quia. De Bolivia pasó a Chile. En 1848 em-
prendió su primer viaje a Europa, y en 1869 se
encaminó por segunda vez a Chile, como mi-
nistro plenipotenciario de su patria, en cuyo
carácter fué el primero que afrontó la cuestión
de límites, tratándola con amplitud y ciencia.
En 1874, apenas nombrado por el presidente
Avellaneda, renunciaba a su cargo de ministro
de Relaciones exteriores, y cuatro más tarde,
elegido vicegobernador de la provincia d í Bue-
nos Aires, dimitía taubién, porque a su juicio
Diccionario Hist. Bioor.
podría servir más utilmente los intereses de Ifc
patria en una banca del Congreso. Fué tam-
bién orador. Dice el Dr. Goyena: «Era un no-
table orador. Su elocuencia solía inflamarse y
vibrar como un apostrofe incendiario. En otras
ocasiones arrullaba al auditorio con los suaves
acen"os d-; la unción y de la ternura. Jamás ha-
bló sin causar profunda sensación. Su discurso
era un acto: el cumplimiento del deber.» Fué
notable publicista: El cristianismo católico; La
República Argentina (1847); La gloria ael tira-
no Rosas (1847); La santificación del domingo
(1850); El Juicio de Rosas (1857); Ley de tierras
(1858); El derecho de oatronato (1861); La se-
pultura eclesiástica; El liberalismo reoolucio-
nario y el matrimonio ciuil (1867), etc. «Leyen-
do sus escritos— ha dicho uno de sus biógra-
fos—, queda la impresión de que fué Frías uno
de los pensadores de aquella pléyade que tra-
jo del extranjero, apenas caído el poder de la
tiranía, todo un cuerpo de doctrinas políticas,
del cual salió en definitiva la Carta Magna que
rige los destinos de la nación » Falleció en
París, el 9 de noviembre de 1881
Frías (Uladislao). Abogado. Nació en Tucumán,
el 13 de agosto de 1821. En 1853 era ministro
de Gobierno en su provincia natal, siendo des-
pués elegido gobernador Formó parte del
Congreso del Paraná, donde desempeñó un
papel importante. Miembro del Congreso Na-
cional por dos veces, y a él se le debe la orga-
nización de la Aduana del Rosario. Senador
nacional. Ministro del Interior e interino de
Guerra durante la administración de Sarmien-
to. Ministro de la Suprema Corte de justicia
nacional. Falleció el 24 de julio de 1899.
Fulminante (incendio). En 4 de octubre de 1877,
uno de los buques de la escuadra argentina, el
vapor Fulminante, donde se hallaba el labo-
ratorio de los torpedos y otros explosivos, se
incendia a causa de haber reventado un tor-
pedo que se estaba preparando. Los muertos
y heridos que ocasionó esta catástrofe fueron
muchos, y muchos también los perjuicios. Se
hallaba el buque cerca del puerto del Tigre,
en Buenos Aires. El Fulminante estaba a car-
go de individuos contratados para la elabora-
ción de los mixtos, a cuyo miedo o negligencia
se debió el no haberlo salvado antes que el
fuego llegara al depósito de la pólvora. Los
jefes y la tripulación argentina de algunos bu-
ques de guerra que estaban inmediatos hicie-
ron cuanto humanamente era posible para sal-
13
FUN - 194 -
var sus buques y muchos artículos de la nave
Incendiada. Los tripulantes del Fulminante
fueron presos inmediatamente. El pueblo de
Buenos Aires se conmovió al saber este su-
ceso, y en el mismo dia levanta suscripciones
para regalar al Gobierno otro buque igual. Por
su conducta abnegada en el salvamento del
Fulminante, la Cámara de Diputados de la pro-
vincia decreta una medalla de oro para los je-
fes Ramírez y Cabassa, capitán Iturreto y
guardias marinas Gamba y Borzone.
Fnnes (Gregorio). Sacerdote. Nació en Cór-
doba, el 25 de ma-
yo de 1749. Recibió
en 1773 las sagra-
das órdenes y el
grado de doctor en
Teología en el año
siguiente. Poco
después pasó a Es-
paña, donde pro-
fundizó el latín, la
teología y las le-
yes, etc., licen-
ciándose en Dere-
cho en la Univer- D Gregorio Funes.
FUN
sidad de Alcalá de Henares en 1778. Regre
sado a su ciudad natal, fué nom brado rectoi
de la Universidad, provisor y deán, y lúe
go gobernador del obispado en 1794. El mo
vimiento de mayo le contó entre sus parti
darlos. En agosto de 1810 fué electo dipu
tado por Córdoba, y entró a formar parte
de la Junta gubernativa al año siguiente
Desempeñó múltiples comisiones, algunas <Xt
peligro, y descolló como orador y escritor
En 1811 sufrió una prisión indebida por espa )
ció de varios meses, junto con otros patriotas
de la que salió inocente. Casi en la indigencia
retirado en Córdoba, comenzó su gran^bra
Tratado completo de la historia de estas pro
vincias, publicación que consta de cinco tomos
y que terminó en 1818. Al año siguiente fm ■
elegido diputado al Congreso general, síendi ;
él quien redactó el manifiesto que esa Asam
blea dirigió a los pueblos de la República a
sancionar la Constitución. En 1823 fué noni
brado agente de negocios de la República d
Colombia cerca del Gobierno de Buenos Ai
"res. Muiió en Buenos Aires, el 10 de ener
de 1829.
G
D. Sebastián Gaboto.
«boto (Sebastián). Navegante. Nació en 1477
y se educó en Inglaterra. Desde joven se de-
dicó a la navega-
ción, acompañando
a su padre en el
viaje que hizo a la
isla de Terranova,
costas del Labra-
dor y de la Flori-
da, en 14i:>7. Des-
pués, en 1517, hizo
un viaje de explo-
ración al Brasil ya
las Antillas. Al ser-
vicio de España,
en 1526 navegó el
Río de la Plata, remontó el Paraná, Alto Pa-
raná y parte del Paraguay. Ya dentro del Pa-
raná encontró las bocas de un río secundario,
aero de bastante volumen (el Tercero, de Cór-
loba), que los naturales llamaban Carcarañá, y
,a por |j distancia proporcional a que queda-
ba del estuario, o ya por ofrecerle buen abrigo
;ntre los dos promontorios que formaban las
los barrancas avanzadas al Paraná, resolvió
icuparlo y levantar un buen fortín, con el nom-
re de Sancti-Spiritus, que sirviese de parade-
o éntrelas entradas al interior y las salidas al
nar. Viéndose abandonado del Gobierno, re-
resó a E iropa en 1531. En Inglaterra, en 1546,
lé encargado de escoger el personal para una
xpedición destinada a descubrir el paso del
loroeste de la China. Dejó un mapa geográ-
ico y una relación de viajes, impreso en su
iiidud natal. Falleció en Londres, en 1557. Sus
lapas y cartas marinas, con excepc'ón de una
ue existe en Francia, se han extraviado.
Empezó su carrera como soldado voluntario en
los ejércitos libertadores, con el general Paz,
que lo consideraba como uno de sus más sim-
páticos discípulos, y bajo las órdenes de este
general hizo la campaña de Corrientes, asis-
tiendo al sitio grande de Montevideo como sar-
gento mayor de la Legión argentina. Estuvo en
[ la batalla de Pavón, donde se distinguió al
frente de los batallones de guardias nacio-
nales, que él mismo formó y disciplinó. El ge-
neral Gainza fué ministro de Guerra en la ad-
ministración de Sarmiento, y dirigió personal-
mente en Entre Ríos la célebre campaña con-
tra la rebelión de López Jordán. Murió en
Buenos Aires, el 31 de diciembre de 1888, a la
edad de setenta y cuatro años.
Galán (José Miguel). General y gobernador
provisorio de Buenos Aires el 4 de septiem-
bre de 1852. Depuesto por la revolución del 11
de septiembre de 1852, encabezada por los ge-
nerales Piran y Madariaga. Vencido en Rio
Corrientes (1843). Interventor en San Juan
en noviembre de 1858.
Galván (Elias). Militar. Nacido en Corrientes,
en 1774. Recibió instrucción elemental en la
escuela de su padre, que era maestro, y tras-
ladado a Buenos Aires, fué catedrático de Gra-
mática en el Colegio de San Carlos. En 1806
combatió contra los ingleses, y al año siguien-
te, en clase de teniente de los cazadores co-
rrentinos, asistió a la segunda invasión. Actuó
en 1810 a las órdenes de French y Berutti. Capi-
tán en ISlOy electo teniente gobernador de Co-
rrientes, prestó grandes servicios a la revolu-
ción, auxiliando con tropas a Belgrano y recha-
zando una escuadrilla enemiga que bombardeó
la ciudad de Corrientes, intentando tomarla con
fuerzas de desembarco, la que fué rechazada.
GAL
Concurrió en 1814 al sitio de Montevideo y a
la campafla del Uruguay contra los portugue-
ses, llegando a coronel. En 1815, jefe de la
Tesorería militar. En la época de Rosas fué
perseguido por La Mazorca, que asaltó su
casa, y entonces emigró, incorporándose a La-
valle, siendo su jefe de Estado Mayor en Arro-
yo Grande. Murió en Montevideo, el 4 de ene-
ro de 1844.
Galván (Silvestrel. Gobernador de La Rioja
en 1825 a 1827. Hizo un buen gobierno. Una de
las importantes mejoras introducidas por el
gobernador Galván fué la de un camino carril
a La Rioja, para el transporte de máquinas, ví-
veres y efectos; acordando con la Sociedad
del Banco de Rescates y Casa de Moneda, de
que era presidente D. Braulio Costa, el abrirlo
a medias en lo concerniente a la jurisdicción
de la provincia e invitando al gobierno de Cór-
doba a que hiciese otro tanto en la pertene-
neciente a la de su mando. La obra quedó
concluida por parte de La Rioja; pero el de
Córdoba no hizo nada. Sin embargo, un intré-
pido emprendedor, D. Antonio Susso, reportó
el honor de haber abierto las primeras huellas
del carril, dejándolo casi expedito a sus expen.
sas. El derrotero, partiendo desde Córdoba
hasta La Rioja, es el siguiente: del Ojo del
Agua a los Algarrobos, once leguas; de aquí a
las Barrancas, cuatro; a ucucha, puerta de la
travesía, ocho; al Cajón Salitral, seis; a San
Francisco, tres; al Paso de los Barriles, siete;
al Jagüel, treinta y uno, y a La Rioja, seis.
Gallardo (Manuel Bonifacio). Abogado. Nació
en Buenos Aires, el 5 de junio de 1793. Cursó
sus estudios en Córdoba, en cuya Universidad
se graduó de bachiller, y en Buenos Aires de
abogado, en 1817. Electo diputado en 1821,
miembro del Congreso General Constituyente
que sancionó la Constitución unitaria de 1826,
desempeñando durante la presidencia de Ri-
vadavia algunos puestos de importancia,
como el de miembro de la Junta del Crédito
Público. Tomó participación en la revolución
del 1 de diciembre de 1828, y formó parte de]
Consejo de Gobierno; pero, perseguido, emigró
en enero del año siguiente a la República Orien-
tal, de donde fué desterrado por Oribe a San-
ta Catalina, con Rivadavia, Del Carril y otros.
De allí pasó a Chile, donde permaneció largos
aflosy tuvo ocasión de prestar señalados ser-
vicios a toda la juventud que prefirió las amar-
guras de la expatriación antes que los halagos
196 - GAM
del tirano. En 1856 regresó a esta capital y fué
llamado a desempeñar los siguientes cargos y
comisiones: senador en 1857; juez de la Corte
Suprema de Justicia de la Confederación; ase-
sor de la Munic'pílidad de Buenos Aires;
miembro de la Comisión encargada de redac-
tar el Código militar, y auditor de Guerra y
Marina, cargo que desempeñaba cuando le sor-
prendió la muerte, el 2 de agosto de 1862.
Gallegos. Regimiento de infantería creado du-
rante las invasiones inglesas, compuesto en su
mayor parte por hijos de Galicia. Constaba de
nueve compañías de sesenta hombres cada
una. Fué comandado por el teniente coronel
D. Pedro Antonio Cervino. Este cuerpo lleva-
ba uniforme azul y blanco, collarín y faja roja,
sombrero alto con plumas negras y rojas y me-
dia bota.
Gallo (Pedro León). Signatario del acta de la
independencia. Sacerdote. Nació en Santiago
del Estero, en el
año 1779, y dados
su prestigio e ilus-
tración fué electo
diputado por su
provincia natal al
memorable Con-
greso que proclamó
la independencia
en 1816. En 1819,
diputado a la Con-
vención que san-
cionó la Constitu-
ción unitaria, pro-
nunciando con tal
motivo varios discursos y llegando a presidir
en turno a ese Cuerpo. En 1821, en la guerra
civil entre Salta, Santiago del E.-tero y Tucu-
mán, el Dr. Gallo fué nombrado mediador, ob-
teniendo buen resultado por el tratado de
Vinará. Murió el 16 de febrero de 1852
Gamboa (Marcelo). Jurisconsulto. Nació en
Buenos .\ireF, el 16 de enero de 1793, y estudió
Derecho en la Universidad de esta ciudad, ob-
teniendo su título de doctor en Leyes el
año 1828. En el mismo año ocupó una banca
en la Legislatura y fué nombrado juez de pri-
mera instancia en lo civil, cargo que renunció
en 1830 para desempeñar la fiscalía de igual
fuero. Como abogado tuvo a su cargo la ruido-
sa defensa de uno de los hermanos Rcinafé, sa
puesto cómplice de la muerte del general don
Facundo Quiroga, cuya causa le costó persB'
D. Pedro León Gallo.
GAM
cuciones y continuas amenazas del tirano Ro-
sas, y con motivo de haber solicitado permiso
para la publicación de diclia defensa, el mismo
Rosas, de su puño y letra, redactó un extenso
decreto en el que consignaba, entre otras con-
sideraciones muy dignas de él, lo siguiente:
«Que sólo un unitario tan desgraciado como
bribón ha podido concebir la idea de la publi-
cación aislada de la defensa de los feroces eje-
cutores de una mortandad sin ejemplo; sólo un
hombre que no alimenta sentimientos de res-
peto al honor nacional ha podido dirigirse al
Gobierno pidiendo para publicar una defensa
semejante, con la idea de preparar sentimien-
tos que sólo pueden abrigar los corazones co-
rrompidos de los unitariiis...» Porestasy otras
razones por el estilo, resolvió: «Que no podía
alejarse a 20 cuadras de distancia de la pla-
za de la Victoria; que no debía ejercer su pro
fesión; que no debía cargar divisa, y que «por
infracción a estos artículos será paseado en
un burro celeste por las calles y castigado, y
si tratara de fugarse del país será inmediata-
mente fusilado», etc. En 1S52 y 1853 fué repre-
sentante en la Legislatura de Buenos Aires,
siendo nombrado miembro de la Comisión re-
dactora de Códigos. Miembro del Senado
en líi54, 1853 y 1859, de empeñó la presiden-
cia de ese alto Cuerpo durante varios años.
En 1857 se le encomendó la redacción del Có-
digo civil, en unión del Dr. Ugarte, trabajo que
no terminó a causa de su fallecimiento, ocurri-
do en Buenos Aires, el 27 de agosto de 1861.
Gamonal (combate). El 2 de septiembre de 1820.
El coronel Dorrego, con una columna ligera de
caballería como de 600 hombres, compuesta de
los Dragones, los Colorados de las Conchas y
los Quinteros, llevando por divisa de combate
una banda blanca cruzada por t-ncima del hom-
bro, y por toda artillería un cañón volante. He
va un ataque al genera! López, que lo aguarda
a pie firme con una fuerza santafecina de 1.000
soldados en el Gamonal, naciente del rio Pa-
vón, en la provincia de Santa Fe. Los santafe-
cinos estaban formados en línea, con el caba-
llo ensillado y pie a tierra. Inmediatamente se
desplegaron guerrillas por una y otra parte, a
que se siguió el avance paralelo de una línea
sobre otra en aire de carga. Desde el primer
momento el ejército de Dorrego se vio desbor.
dado por ambos costados, y flanqueado simul-
táneamente por derecha e izquierda, fué com-
pletamente derrotado, dejando en poder del
- 197 - GAN
enemigo más de cien (100) prisioneros, y en el
campo de batalla y de la persecución como 320
cadáveres, salvándose apenas 200 hombres.
Dice López que él mismo, por no presenciar
una matanza que no podía evitar, detuvo su ca-
ballo. En seguida puso en libertad a todos los
milicianos prisioneros y mandó fusilar al co-
mandante santafecino D. Tomás Bernal, por
haber dado suelta a los oficiales porteños que
se encontraban en el mismo caso. Dorrego,
acompañado de algunos oficiales bien monta-
dos, repasó el mismo día el Arroyo del Medio
en mangas de camisa, animoso y de buen hu-
mor, como de costumbre. A todos los dispersos
que encontraba en su" tránsito los licenciaba,
a fin de ocultar su total derrota. Al día si-
guiente ofició al Cabildo participando su de-
rrota.
Gana (Juan Pío). Comerciante. Oriundo de Viz-
caya. En su patria hizo la campaña del Rose-
llón. Establecido en el Perú, se dedicó al co-
mercio. En 1806 se trasladó a esta capital, con
el objeto de embarcarse para España, en mo-
mento en que se realizaba la primera invasión
inglesa, y ofreció entonces sus servicios, obte-
niendo que se le confiara el mando del regi-
miento de arribeños. Fué uno de los jefes de
cuerpo que más se distinguieron. .Murió heroi-
camente en uno de los combates de la segunda
invasión, en 1807. Liniérs, en un parte de la
jornada, dice: «Su actividad, valor y patriotis-
mo le habían hecho distinguir entre los demás
de su clase».
Gándara (Leonardo Domingo de la). Hacenda-
do. Nació en Buenos Aires, el 7 de noviembre
de 1785. Abrazó con entusiasmo el pronuncia-
miento de mayo de 1810, y se alistó, como te-
niente de Milicias que era, para ir a la campa-
ña del pueblo de Morón, alistar gente, prender
desertores y vagos en la villa de Lujan y otros
puntos. En 1822 fué nombrado primer juez de
paz de Morón; en el mismo año, diputado a la
Legislatura; vicepresidente de la Administra-
ción del Crédito público; juez de paz de Chas-
comús y presidente de la Comisión de suscrip-
ciones que se levantaron allí para auxiliara los
heridos de la guerra del Paraguay. En 1829, de
la Comisión de Abastos y provisiones; en 1831,
capitán de .Milicias; inspector del puerto, y for-
mó parte de la Comisión de hacendados. Fué
uno de los más entusiastas de la revolución de
1839, asistiendo a la campaña de Cahscomús,
y hubo de ser tomado prisionero y fusilado;
GAO
pero salvó providencialmente. En 1840 Rosas
le embargó su estancia «Vitol», y emigró en-
tonces a Río Janeiro, donde permaneció liasta
1843 Después de Caseros, nuevamente juez de
paz de Chascomús. Murió en Buenos Aires, el
6 de junio de 1856.
Gaona (Eduardo). Salteño. Nacido a fines del
siglo iviii. En 1810 figuraba como alférez en un
cuerpo de cívicos saiteños, cuando recibió or-
den de reunirse a los baqueanos más expertos
de la provincia y conducirlos al ejército expe-
dicionario que debía internarse en el Alto
Perú. Cumplida la orden, partió con 39 baquea-
nos a incorporarse al ejército, y asistió a la
batalla de Suipachá. Fué gravemente herido y
falleció pocas horas después.
Caray (Juan de). Fundador de Buenos Aires.
Este esforzado vizcaíno nació el año 1528, en
Villalba de Losa, pueblo de las Provincias Vas-
congadas, y a los catorce años de edad vino a
América, residiendo en el Perú hasta el año
1548, y en las provincias de Tucumán, Char-
cas, Chile, Santa Cruz de la Sierra y Asun-
ción en 1568, pasando luego a ésta, donde de-
bía adquirir celebridad en el gobierno del Río
déla Plata y como fundador de esta ciudad,
que, según sus inspiraciones, sería «'la puerta
de la tierra», cuya piedra fundamental colocó
en un extremo de la actual plaza de Mayo, con
las formalidades de estilo, el 11 de junio de
1580. Con esta población probó que tuvo la vi-
sión del porvenir de esta grandiosa capital.
También fundó la ciudad de Santa Fe de la Ve.
ra Cruz, el 15 de noviembre de 1573. En 1578
expedicionó al Chaco contra los indios ^-uoí/cu-
rúes y otras tribus. En viaje de Buenos Aires a
Santa Fe, murió asesinado por los indios, a
mediados del año 15S3, en la laguna de San
Pedro, a cuarenta leguas de Buenos Aires. El
general Garay fué hombre leal, honrado, enér-
gico y de espíritu ac-
tivo y organizador; a
sus méritos indiscu-
tibles de conquista-
dor se debe el de la
base de la riqueza
pastoril al introducir
el primer ganado bo-
vino y ovejuno.
García (Baldomero).
Jurisconsulto. Nació
en Buenos Aires, el
27 de febrero de D. Baldomcro Garda.
198 - GAR
1799. Fué uno de los hombres más prominen-
tes del país por sus vastos conocimientos como
literato, jurisconsulto y teólogo. Murió en Bue-
nos Aires, el mismo día en que cumplía se-
tenta y un años, el 27 de febrero de 1870.
García del Río (Juan). Diplomático. Nacido en
Cartagena (Colombia), en 1794. Inició amistad
con D. José de San Martín, entonces al servi-
cio de España, siendo después su amigo inse-
parable y una de sus columnas más firmes como
escritor, cuanto por la firmeza de su carácter
y su infatigable laboriosidad. García del Río
fué secretario de Estado de San Martín en
1821, en el Perú; del libertador Bolívar, del
general Santa Cruz y del general Flores. Filó-
sofo distinguido y orador notable, fué empero
poco afortunado como político. Falleció en Mé-
jico, en 1856.
García de García (Fortunata). Nació en Tu-
cumán, el año 1802. Era esposa del Dr. Domin-
go José García, secretario del general Belgra-
no. Cuando en 1841 Oribe hizo ejecutar a
Marco A. Avellaneda, en Tucumán, mandó cor-
tarle la cabeza y que fuera colocada en la pla-
za a la expectación pública. Así se hizo; la ca-
beza de Avellaneda fué clavada en una lanza.
«Una mujer de alma grande se propuso aho-
rrar a sus compatriotas ese espectáculo, carac-
terístico de la época.» Esta fué D.* Fortunata
García, de familia patricia tucumana, y ya no-
table por el raro coraje con que arrostraba sus
opiniones políticas a la faz de sus enemigos.
Acampada la columna de Garzón en las inme-
diaciones de Tucumán, los jefes y oficiales fue-
ron alojados en las casas principales. Doña
Fortunata García había alojado al coronel Juan
Carballo, a quien el general Garzón acababa
de nombrar jefe de la plaza. Carvallo era un
hombre culto y moderado, que correspondió
con verdadera afección a las atenciones de la
viuda de García, quien bajo la egida de su ca-
ballerosidad había puesto el hogar de sus tier-
nos hiios. Quince días hacía que la cabeza de
Avellaneda se mantenía clavada en una pica en
la plaza, y otros tantos que D ° Fortunata Gar-
cía renovaba sus súplicas a Carballo de que le
entregase esa cabeza para darle sepultura. Esa
especie de clarividencia de la mujer de la inti-
midad del corazón del hombre que no es insen"
sible a sus seducciones le mostró completa-
mente vencido a Carballo cuando éste le hubo
respondido, con cierta melancolía: «Me fusila'
rán, señora, porque faltaré a órdenes terminan-
GAR
199
GAR
tes...» Carballo, más tarde, le remitió la cabeza
de Avellaneda envuelta en una manta. La no-
ble dama tuciimana lavó y perfumó psa cabeza
la depositó en un cofre y en la noche siguiente
le dio sepultura. (Saidías.)
García (Esteban). Coronel. Nació en Buenos
Aires, en 1804. Siguió a Lavalle en sus triunfos
y derrotas. Fué uno de los que condujeron ioS
restos de este general hasta darles sepultura
en Bolivia. Ayudante del ministro de la Gue-
rra, general Pacheco y Obes, en 1843. Asistió
al sitio de Montevideo: se halló en las batallas
de Papón y Cepeda. En la guerra contra el Pa-
raguay, en las batallas de Yatay. Uruguayana
y Tuyutí. Herido en el combate del Boquerón,
falleció más tarde, a consecuencia de las heri-
das, en Corrientes, el 12 de agosto de 1866.
García (Manuel). Estadista. Nacido en Buenos
Aires, el 11 de octubre de 1784. Hizo sus estu-
dios preparatorios
en el Colegio de
San Carlos, ingre-
sando luego en la
Universidad de
Charcas (en 1804),
donde se recibió de
doctor en Jurispru-
dencia. Vuelto a
su patria, practicó
en el estudio de un
abogado, dejando
la pluma en 1807
para empuñar la
espada contra los
ingleses, recibiendo en recompensa de sus
servicios una serie de cargos honoríficos. En
1810 tomó una activa participación en el movi-
miento emancipador, entrando de lleno en la
política. En el año 1812 se le designó conseje-
ro de Estado, cargo que desempeñó hasta 1814,
en cuyo año fué nombrado enviado plenipoten-
ciario en el Brasil, con instrucciones de evitar
la realización de una alianza entre los reyes
de España y de Portugal. Regresó en 1821 del
Brasil, satisfecho de haber cumplido dignamen-
te la delicada misión que se le encomendó, y
al año después fué nombrado ministro de Ha-
cienda en la administración del general Rodrí-
guez, revelándose un buen financista, introdu-
ciendo reformas fundamentales en la adminis-
tración del crédito. En 1827 fué nuevamente
enviado en misión diplomática al Brasil; en 1833
desempeñó por segunda vez la cartera de Ha-
D. Manuel J. García.
cienda en la administración del general Via-
monte, y renunciado éste, se retiró de la vida
pública. Este ciudadano dignísimo, magistrado,
diplomático, administrador y escritor, falleció
en Buenos Aires, el 22 de octubre de 1848.
García (Próspero). Abogado. Fué ministro de
Gobierno de D. Marcos Paz (v.), gobernador
de Tucumán en 1858. En 1 de septiembre de
dicho año quedó como gobernador delegado
por ausencia del titular, siéndolo por varias
veces hasta el 5 de marzo de 1859. El doctor
García fué uno de los ciudadanos más espec-
tables de las provincias del Norte de la Repú-
blica, tanto por su reconocido talento y prácti-
ca en los negocios públicos, como por las vir-
tudes cívicas que constituyen el fondo de su
carácter, revelados en los numerosos y emi-
nentes servicios prestados a la nación, y espe-
cialmente a Tucumán, durante su larga vida pú-
blica. Fué diputado en el Congreso de la Fe-
deración del 60, formando parte de! grupo li-
beral. Juez federal en el año 70 de Santiago
del Estero. En ISSO, diputado al Congreso
Nacional.
García Merou (Martín). Nació en Buenos Ai-
res, el 14 de octubre de 1862. Estudió en el
Colegio Nacional y se graduó en Derecho en
la Universidad de Buenos Aires. Desde la ado-
lescencia mostró inclinación por las letras, pu-
blicando sus Poesías (\S80); nueuas poesías
(1SS2), reunidas más tarde en un solo volumen.
Su reputación fué rápida en todo el continente
como poeta y prosista; más tarde cultivó con
igual éxito la crónica literaria, la crítica y los
estudios políticos y sociales. Entró muy joven
en la carrera diplomática, y fué ministro pleni-
potenciario ante varios Gobiernos americanos.
De sus viajes, ha escrito impresiones intere-
santísimas . Siendo ministro en los Estados
Unidos, dejó el cargo para ocupar el ministe-
rio de Agricultura durante la segunda presi-
dencia del general Roca, pasando más tarde a
ocupar la Legación argentina en Berlín, donde
falleció, el 18 de mayo de 1905. Sus obras: Poe-
sias, Impresiones; Estudios literarios; Libros
y autores; Perfiles y miniaturas; Juan Bautista
Alberdi; Recuerdos literarios; Estudios ameri-
canos; El Brasil intelectual, etc.
García (Teodoro). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 4 de diciembre de 1840. Ingresó al
ejército como aspirante en la Guardia Nacio-
nal, el 30 de enero de 1859. Se encontró en
Cepeda (1859); Paoón (1861). Hizo la campaña
GAR
— 200
GAU
Qeneral de división D. Teo-
doro García.
del Paraguay, hallándose en Corrientes, Ya-
tay, Uruguayana, batalla del 24 de mayo de
1866, Boquerón,
Curupayti, Lomas
Valentinas, etc En
las guerras civiles
tomó parte contra
López Jordán; ba-
talla del Sauce, el
20demayode 1870;
Cuchillas de Díaz,
contra López Jor-
dán; desempeñó
otros muchos y de-
licados puestos mi-
litares. Contra los
indios en Las La-
gunas, Las Toscas
y Cuentriel, el 12 de agosto de 1876, quitándo-
le un numeroso arreo de hacienda vacuna y
caballar, y otros muchos combates más. Esta-
llada la revolución de 1880, fué nombrado jefe
del Estado Mayor.
García Warnes (Carlos). Militar. Ayudante de
campo del general D. Wenceslao Paunero en
la guerra del Paraguay, hallándose en la toma
de Corrientes , Yatay , Uruguayana , 24 de
Mayo, Tuyutí, Curupayti, etc. Murió en 1874-
García de Zúñiga (José). Sacerdote y bene-
factor. Hombre de fe y de acción, el canónigo
Zúñiga tenia entre otros méritos el de haber
levantado, a costa de considerables sacrificios,
dos de nuestros más hermosos templos: el de
la ciudad de San Nicolás de los Arroyos y el de
la parroquia de la Concepción, de Buenos Ai-
res. Pertenecía a una familia distinguida y con-
sular, con ramificaciones en ambas orillas del
Plata, Murió en Buenos Aires, el 22 de enero
de 1884.
Garmendia y Alurralde (José Ignacio). Co-
merciante. Nació en Tucumán, el 1 de julio de
1790. En la ciudad de su nacimiento fué alférez
real y regidor en 1810; alcalde ordinario de se-
gundo voto en Buenos Aires en 1813; regidor
y defensor de menores en 1S17; regidor deca-
no y fiel ejecutor en 1819; diputado por Buer
nos Aires en 1820, y dos aflos después, encar-
gado por Rivadavia, de quien era confidente y
amigo, de ir en misión a Francia, de cuyo país
fué desterrado por sus opiniones políticas, y a
su regreso rehusó aceptar una indemnización
de 25.000 patacones, por perjuicios comercia-
les recibidos. En 1826, diputado al Congreso
Constituyente. Presidente de la Junta de Ad-
ministración y Crédito público; de la Comisión
de Inmigración y otras comisiones honoríficas;
de 1831 al 36, presidente del Banco de la pro-
vincia. Durante la tiranía emigró al Brasil y a
Chile. Fue el progenitor del distinguido militar
y literato general argentino D. José Ignacio
Garmendia. Murió el 18 de mayo de 1864.
Garrigós (Octavio). Abogado argentino. Nació
en Buenos Aires, en 1834. Ejerció varios pues-
tos públicos importantes, como vicepresidente
de la Municipalidad, diputado al Congreso,
presidente de una de sus Cámaras, miembro
del Directorio del Banco, y fué autor de una
Memoria sobre la creación y lej'es de este es-
tablecimiento. Ha dejado inéditos algunos tra-
bajos literarios. Murió en 1874.
Garro (José de). Maestre de campo desde 1674
hasta junio de 1678, que pasó al gobierno del
Rio de la Plata. Hizo tres expediciones al inte-
rior del Chaco, y en premio de sus servicios en
Buenos Aires obtuvo del rey la presidencia de
Chile, a la que pasó en 1682, en cuyo gobierno
permaneció diez aflos. De regreso a España
en 1693, fué provisto (1702) capitán general de
Guipúzcoa, su patria, en donde murió, a los
cuarenta años de servicios.
Garzón (Eugenio). Militar uruguayo. Tomado
prisionero por el general Iriarte en Santa Fe,
en 1840. Gobernador militar de la provincia de
Tucumán desde el 14 de septiembre de 1841,
que ocupó la provincia, permaneciendo de
guarniciónenlas inmediaciones de la ciudad,
a la cabeza de una división de 1.300 hombres
del ejército de Oribe, por la acefalia en que
había quedado con la fuga del gobernador, de-
legado de Avellaneda, José Martín Ferreira
hasta el 4 de octubre, que el propietario, Gu-
tiérrez, reasumió el mando gubernativo. Se ha-
lló entre los vencedores de Famaillá, en 1841;
Puntas de Palmar, en 1844; vencedor en la
batalla de Vences, en el año 1847. Murió en la
ciudad de Montevideo, el 1 de diciembre
de 1851.
Gaucho. El gaucho, el tipo orginal, caracterís-
tico de nuestra sociedad, va desapareciendo,
y ya se encuentran pocos ejemplares de ese
tipo primitivo, que tenía por vasto escenario las
dilatadas zonas de la pampa. «Vivía absoluto e
independiente, con un individualismo propio y
libre. Se emancipaba de sus padres apena»
empezaba a sentir las primeras fuerzas de la
juventud, y vivía abundantemente de las vol-
CiAU
201 -
GAS
teadas de los animales que Dios creó en el de-
sierto. Armado del lazo, podía echar mano del
primer potro que le ofrecía mejores condicio-
nes para su servicio; escogía por su propio de-
recho la vaca más gorda para mantenerse; si
necesitaba algún dinero, derribaba tantos to-
ros cuantos quería, les sacaba los cueros y los
vendía en las aldeas.» (López.) Numerosos e
interesantes eran los tipos gauchos. El ras-
treador, el más extraordinario de todos, siem-
pre grave, circunspecto, y cuyas aseveracio-
nes han hecho fe durante mucho tiempo en los
Tribunales inferiores. Cuéntanse de él cosas
maravillosas: si un robo se ha ejecutado duran-
te la noche, él encuentra la pisada del ladrón,
la sigue, atraviesa huertas, calles, campos,
hasta que, encontrando al culpable, dice fría-
mente: "Este es^>, y para el pueblo, que loco-
noce, su deposición es la evidencia misma; ne-
garla sería ridículo. El famoso Galibar, el San-
juanino y Díaz el riojano, se han salvado del
olvido por su genio extraordinario de rastrea-
dor. El baqueano conoce a palmo 20.000 le-
guas de llanuras, con sus aguadas, sussenditas
y sus vados ocultos; es el mejor mapa que
puede llevar un general para dirigir los movi-
mientos de su campaña; si la obscuridad es im-
penetrable, arranca pastos, huele la raíz, los
masca, y se orienta fácilmente. Rosas conocía
por el gusto el pasto de cada estancia del Sud
de Buenos Aires, y se sabe que el famoso ge-
neral uruguayo Rivera no era sino un simple
baqueano. El gaucho malo tiene por albergue
los cardales, y vive de perdices y mulitas; per-
seguido por la justicia desde hace muchos
años, su nombre, sin embargo, es pronunciado
sin odio y casi con respeto; si el acaso le echa
entre las garras de la justicia, acomete a los
soldados, y con su daga se hace paso, y ten-
diéndose sobre el lomo de su caballo, desapa-
rece como un ser misterioso. El cantor anda de
pago en pago, de tapera en tapera, cantando
sus héroes de la pampa perseguidos por la jus-
ticia: la catástrofe de Facundo Quiroga, la
muerte del valiente Rauch, las hazañas de
Juan Moreira, o los combates de Gíiemes el
salteño, agregando con frecuencia la relación
de sus propia> fechorías. Es inseparable de su
guitarra, y va siempre murmurando un cielito
o algún triste plañidero y frígido. El domador
es la encarnación del hombre del campo, que
en titánica lucha con el potro salvaje le vence
y quiebra sus bríos, reduciéndolo, como escla-
vo sumiso, al menor de sus caprichos. Sin más
recurso que el lazo, un par de riendas, su po-
bre apero, su arreador y sus espuelas //oro/jas,
este hombre ha vencido a la fiera.
Gauchos. Los europeos han sabido clasificar
de gauchos a los americanos del Sud, y con
más generalidad a los argentinos, particulari-
zándose con la gente de la campaña. Los es-
pañoles, en un sentido despreciativo, asi llama-
ban a nuestros valientes soldados de la guerra
de la independencia. El general español La
Serna, en una nota dirigida al jefe patriota
Uriondo, fechada en Tarija el 14 de diciembre
de 1816, con objeto de seducirlo le decía:
«¿Cree usted, por ventura, que un puñado de
hombres desnaturalizados y mantenidos con el
robo, sin más orden, disciplina ni instrucción
que la de unos bandidos, puede oponerse a
unas tropas aguerridas y acostumbradas a
vencer las primeras de Europa, y a las que se
haría un agravio comparándolas a esos que se
llaman gauchos, incapaces de batirse con tri-
plicada fuerza, como es la de su enemigo?»
Esos gauchos de esforzado aliento, que empe-
zaron por guerrilleros para concluir por famo-
sos veteranos, fueron y son el núcleo de los
ejércitos de la patria, que sostuvieron con su
valor la gloriosa revolución de mayo, consoli-
daron nuestra independencia y hasta ahora
han levantado bien alto el honor nacional. In-
justo anduvo el general español con ellos, bien
que hasta entonces no conocía ni su temple, ni
su patriotismo, ni su noble abnegación. Más
tarde, empezando a conocer a los gauchos, a
estos centauros de las pampas argentinas, el
general español Valdés exclamaba: A este
pueblo no lo conquistaremos jamás, y así fué.
Pero lo que hay que decir respecto a los
gauchos de toda la república en aquel enton-
ces es que, a causa de la escasez de armamen-
to en los ejércitos de la Patria, no todos esta-
ban provistos de sable y carabina, no; muchos
se presentaban a la pelea armados solamente
de garrotes, lazos y bolas, y estos gauchos,
acercándose con suma sangre fría a las tropas
enemigas, a lazo se sacaban a los infantes rea-
listas y del mismo modo arrebataban a los cen-
tinelas de los puestos avanzados. Tal es el re-
trato, en su mínima expresión, de los gauchos
argentinos.
Gascón (Esteban Agustín). Jurisconsulto. Nació
en Buenos Aires, en 1764. En la Universidad
de Charcas se graduó de doctor en Leyes. Con-
D. Esteban Gazcón
GAV - 202
Juez de la Real Audiencia en 1810. Goberna-
dor de Salta en
1813. Signatario
del acta de la in-
dependencia co-
mo representante
de Buenos Aires.
Secretario de Ha-
cienda del Direc-
torio hasta 1819.
En septiembre de
1820 fué nombra-
do diputado se-
cretario de la
Junta de Repre-
sen ta nt es , y
miembrode la Cá-
mara de Justicia dos años después. Murió en
Buenos Aires, el 24 de junio de 1824.
Gavilán (batalla del cerro de). El ejército ven-
cedor en Chacabaco no reposó un instante
después de la victoria, y marcharon sus divi-
siones a distintos puntos, donde el enemigo aun
se sostenía en territorio chileno. La división
del coronel Las Heras había marchado hasta
las inmediaciones de la ciudad de Concepción,
pero no teniendo fuerzas suficientes para ata-
carla, se situó en el cerro de Gauildn, de
donde operaba, en tanto se le incorporaba una
columna que conduela el mismo presidente de
Chile, general O'Higgins. El general español
Ordóñez, que contaba con doble o triple núme-
ro de fuerzas, deja a Concepción y avanza
contra los patriotas, que lo reciben con de-
nuedo. El combate se hace sangriento y reñi-
do, hasta que los españoles se pronuncian en
derrota, dejando sobre el campo de batalla la
mayor parte de su artillería y gran número de
muertos y prisioneros. Una hora después llega
O'Higgins, y encuentra a la división de Las
Heras festejando el triunfo. La toma de Con-
cepción se siguió a esta victoria, el 5 de mayo
de 1817.
Gelly (Juan Andrés). Natural del Paraguay.
Abobado. Su nombre figura entre los que sus-
cribieron el acta del 25 de mayo. Como secre-
tario del ejército republicano concurrió a la
guerra contra el Brasil. Fué secretario del ge-
neral Paz. Jefe de Policía de la capital. Emi-
gró a Montevideo, tomando parte activa en la
politxa, siendo nombrado enviado extraordi-
nario y ministro plenipotenciario del Paraguay
cerca del Brasil. Y de regresos su patria falle-
D. Juan Andrés Geliy
y Obes.
GIB
ció en la Asunción, el 24 de agosto de 1859. Era
padre del general del mismo nombre y apellido.
Gelly y Obes (Juan Andrés). Nació en 20 de
mayo de 1815 Hijo del anterior. Se enroló
como soldado en la
legión auxiliar de
Montevideo, al
mando del coronel
José M. Albarifto,
en 1839. Alférez en
1841, llegando a ca-
pitán a fines de
1842, en cuyo gra-
do marchó a la lí-
nea de fortificacio-
nes a principios del
43, haciendo toda
la campaña y de-
fensa de Monte-
video. Se incorporó más tarde al general
Paz, que se hallaba en Corrientes. En 1846,
coronel. Emigró al Brasil, y vuelto a su pais
en 1854, y establecido en él definitivamente,
fué reconocido en su clase de coronel e incor-
porado al ejército de Buenos Aires por el Go-
bierno del Dr. Pastor Obligado. Comandante
general de marina. En el sitio de Buenos Aires
tenia el comando de toda la derecha de la lí-
nea (de calle Cangallo hasta la Ribera); minis-
tro de la Guerra de D. Felipe Llavallol; presi-
dente del Senado por renuncia del titular, doc-
tor D. Valentín Alsina; diputado; nuevamente
ministro de la Guerra del general Mitre (1862)5
jefe del Estado Mayor general del ejército de
la República en campaña, en guerra contra el
Gobierno del Paraguay, cargo que desempeñó
hasta fines de 1368, concurriendo a la batalla
de Lomas Valentinas, etc., etc. Fué un militar
infatigable. Hizo también la campaña contra
López Jordán. Murió el 19 de septiembre de
1904, a los ochenta y nueve años, desempe-
ñando la presidencia del Consejo Supremo de
Guerra y Marina, de cuya institución fué pri-
mer presidente.
Gibson (Roberto). Marino. Inglés. Tomó parte
en la lucha de la independencia en la escuadra
comandada por Brown. Se halló en el bloqueo
y en los combates que tuvieron lugar en las
aguas de Martín García y en Montevideoí
en 1814, como segundo comandante de la fra-
gata Hércules, donde hizo un papel brillante,
capturando una parte de las naves, resultando
la rendición de la plaza.
GIL
- 203 -
GOD
Gil de Nesrrete (Francisco). Maestre de cam-
po, ex KDbernador de Valdivia, de donde pasó
a la gobernación de Tucumán por el mes de ju"
nio de 1(350 hasta 1651. Fué muy político. Em.
pezó por atraerse c^n dulzura a los indios. Sus
proyectos, que eran el de hacer la conquista de
\os mocalingastas del descubrimiento de varios
minerales que ocultaba en sus entrañas el valle
de Calchaquí, etc., quedaron desvanecidos con
su fallecimiento, acaecido el 13 de junio de 1651,
con universal sentimiento de toda la provincia^
Giribone (José). Militar. Nacido en Genova
en I8'23. Muy joven tomó participación en la
política de su país, y, perseguido, emigró a
Montevideo, alistándose allí en la Legión ita-
liana. Concurrió a Casemos con el ejército li-
bertador. Peleó contra los indios e hizo las
campañas de Cepeda y Pavón, conquistando
Sus grados uno por uno, hasta teniente coro-
nel. En la guerra del Paraguay se halló en Co-
rrientes, Yatay y Curupayti, donde fué herido,
como también lo fué por segunda vez en 1866,
al practicar un reconocimiento. En 1868 salió
con su batallón a practicar una descubierta,
cuando de pronto fué atacado por fuerzas de
caballería, y cayó acribillado por 18 heridas, el
18 de febrero. En el ejército fué muy popular:
se le conocía generalmente por «D. Pipo». Era
hombre ¡lustrado y culto, siendo músico de no
escaso mérito. Fué autor de la famosa marcha
del Tala.
Gobernadores (Río de la Plata): Juan Torres
de Vera y Aragón, gobernó hasta 1591; Juan
de Garay fué su teniente; Alonso de Vera go-
bernó en 1591; Hernando Arias de Saavedra
gobernó hasta 1594; Juan Ramírez de Velascot
desde 1595 a 1597; Fernando de Zarate, des-
de 15S7 a 1598; Diego Valdés de la Banda, des-
de 1598 a 1601; Hernando Arias de Saavedra,
desde 1602 a 1609; Diego Martín Negrón, des-
de 1610 a 1615; Hernando Arias de Saavedra,
desde 1615 a 1620.
En esta época el gobierno se dividió en dos,
que lo fueron: Gobierno del Paraguay y de
Buenos Aires.
Gobernadores (Buenos Aires): Diego de Gón-
gora, desde 1620 a 1623; Alonso Pérez de Sa-
lazar, desde 1623 a 1624, Francisco de Céspe-
des, desde 1624 a 1632; Pedro Esteban de Avi-
la, desde 1632 a 1638; Cueva Benavides, des-
de 1638 a 1&40; Ventura Mujica, en 1640; Pedro
de Rosas, en 1641; .A.ndrés de Sandoval, en el
aflo 1641; Jerónimo Luis de Cabrera, des-
de 1641 a 1646; Jacinto de Láriz, desde 164^
a 1653; Pedro Ruiz Baigorría, desde 1653
a 1600; Mercado y Villacorta, desde 1660
a 1661; José Martínez de Salazar, desde 1662
a 1674; Andrés de Robles, desde 1674 a 1678
José de Garro, desde 1678 a 1682; José de H
Herrera, desde 1682 a 1691; Agustín de Robles
desde 1691 a 1700; Manuel del P. Maldonado
desde 1700 a 1703; Valdés Inclán, desde 1703
a 1703; Manuel de Velasco, desde 1703 a 1712
Alonso Arce y Soria, en 1712; García Ros, des
de 1712 a 1714; e! marqués de Salinas, des
de 1714 a 1717; Bruno Mauricio de Zavala
desde 1717 a 1734; Mig'iel Salcedo, desde 1734
a 1742; Ortiz de Rozas, desde 1742 a 174c
José de Andonaegui, desde 1745 a 1756; Pedro
de Cevallos, desde 1756 a 1766; Paulo Buca
relli, desde 1766 a 1770; Juan J. Vértiz, des-
de 1770 a 1777.
Desde este aflo se erigió a Buenos Aires en
capital del virreinato.
Godoy Cruz (Tomás de). Político. Nació en
Mendoza, el 6 de marzo de 1791. Se educó en
Chile, graduán-
dose de bachiller
en Filosofía el 28
de abril de 1810,
y en Sagrados
Cánones y Leyes
el 4 de febrero de
1813, año en que
el Cabildo de San-
tiago lo eligió sin-
dico procurador.
En 1814 pasó a
Mendoza, donde
San Martín orga-
nizaba su ejérci-
to, quien encon-
tró en Godoy
Cruz un notable colaborador y ferviente pa-
triota. Entre otros actos de desprendimien-
to, donó una casa para establecer la fábri-
ca de pólvora. En 1816 fué electo represen-
tante ante el Congreso de Tucumán que de-
claró la independencia. En dicho Congreso fué
vicepresidente y presidente, sucesivamente,
en 1816 y de 1817 al 1819. Gobernador de
Mendoza en 1820. En 1822 fué electo repre-
sentante de Mendoza, ante el Gobierno de
Buenos Aires, para tratar de la unión nacio-
nal. De 1825 a 1827 fué presidente de la Le-
gislatura mendocina, y en 1829 y 30 fué gober-
D. Tomás de Godoy Cruz.
GOD
- 204 —
GON
nador provisorio. Emigró a Chile en 1831.
Vuelto a Mendoza, falleció el 15 de mayo
de 1852.
Godoy (Juan Gualberto). Poeta popular argen-
tino. Nacido en Mendoza, el 12 de julio de
1795. En 1817 hizo un viaje a Buenos Aires y
se relacionó con el Dr. Lafinur (v.). Publicó
entonces en El Verdadero Amigo del Pueblo
sus primeras composiciones, las que le dieron
mucha celebridad. En 1824 fundó en Mendoza
el Eco de los Andes; dos años después, el Iris
Argentino y el Huracán, periódico satírico de
circunstancias, escrito en verso. Redactó El
Coracero, que le valió su destierro a Chile.
Durante su residencia en Santiago fué maes-
tro de escuela, maestro de caligrafía, oficial
de la Intendencia, y después oficial de la Le-
gación de Chile en el Perú. En 1853 fué nom-
brado diputado al Congreso de su patria, ho-
nor que renunció. Murió en Mendoza, el 16 de
mayo de 1864.
Gómez (Crisanto). Gobernador de Catamarca
desde 1868 al 25 de mayo de 1871. Hizo un
buen gobierno. Casi todos los departamentos
carecían de escuelas; en su gobierno se crea-
ron como 20, sin contar las costeadas por los
particulares, concurriendo de 2.000 a 2.500
alumnos. La confianza pública se restableció a
la par que el crédito del Gobierno; los sueldos
de los empleados se pagaban con toda regula-
ridad; se hicieron reformas en el edificio de la
Casa de Gobierno, de ornato en la capital y en
algunos departamentos do campaña; se levan-
tó el plano e hízose la delineación de Aldalga-
lá; una escuela en Saujil; se arreglaron los ca-
minos vecinales, particularmente las cuestas
de las sierras de Aneaste y Alto; se desarrolló
la industria, etc., etc. Durante el corto inte-
rinato de D. Alanuel J. Navarro, por licencia
de Gómez, se crearon nuevas escuelas en el
distrito de Amadores, Pachí y Valle Viejo.
Gómez (José Mariano). Tucumano. Uno de los
héroes de Tambo Nuevo Tomado prisionero
meses después en Humahuaca, por los españo-
les, fué fusilado.
Gómez (José Valentín). Nació en Buenos Aires,
el 8 de noviembre de 1774. Estudió en el Cole-
gio de San Carlos, y se recibió de doctor en
Teología en la Universidad de Córdoba. Des-
empeñó durante el período colonial diversos y
muy interesantes cargos, hasta que obtuvo, en
concurso, el curato de Nuestra Señora de Gua-
dalupe» , en los Canelones (Banda Oriental),
donde inició su gloriosa carrera de revolucio-
nario. En la batalla de las Piedras se distin-
guió como capellán militar por su denuedo y
abnegación, a la par del insigne patriota pres-
bítero Figueredo, de la Florida, siendo ambos
recordados con insigne honor en el parte de la
acción. Trasladado a Buenos Aires poco des-
pués de estos sucesos, tuvo figuración honro-
sa en la vida pública, tanto en lo político como
en lo eclesiástico. Canónigo de merced de la
catedral, ascendió gradualmente hasta la se-
gunda dignidad del Senado eclesiástico, que
desempeñaba a su muerte, y fué dos veces, en
1813 y 21, provisor y gobernador del obispa-
do. Como educacionista fué catedrático en di-
versos períodos en nuestros más notables Ins-
titutos y rector de nuestra Universidad desde
1826 a 1830. En el orden político, sus servicios
fueron eminentes: miembro de la famosa Asam-
blea Nacional de 1813; consejero de Estado en
el Directorio supremo; representante del Go-
bierno argentino en las oberturas de paz con
Montevideo, en 1814; enviado extraordinario
ante las Cortes de la Gran Bretaña y Francia
desde 1818 a 1821; diputado ante la del Brasil
para reclamar la provincia oriental, detentada
por el Imperio; diputado en 1823; representan-
te en la Legislatura de Buenos Aires y en el
Congreso Nacional Constituyente de 1825-27.
Terminó su vida el 20 de septiembre de 1833,
rodeado por los altos y luminosos prestigios
que le granjearon sus relevantes virtudes reli-
giosas, morales y políticas, y por los servicios
notables que prestó a su país, del que puede
contarse uno de sus más ilustres ciudadanos.
Gónsfora (Diego de). Habiéndose dividido la
provincia del Paraguay de la de Buenos Aires,
el 17 de noviembre de 1617, se nombra primer
gobernador de Buenos Aires a Diego de Gón-
gora. Su mala comportación le acarreó disgus-
tos, que le produjeron la muerte tres afios des-
pués. Su delito principal habia sido permitir y
hasta usufructuar del contrabando. Por su ca-
rácter amable y comunicativo se captó las sim-
patins de la población.
González y Lavalle (María Mercedes). Pa-
tricia argentina. Natural del Pergamino, pro-
vincia de Buenos Aires, en cuya guardia nació,
estando su padre en servicio de esa frontera,
por el año de 1776. Madre del bravo general
argentino D. Juan Lavalle. Cuando tuvo lugar
la sorpresa de Buenos Aires por los ingleses,
en 1800, seenco.itraba esta dama en la capital
GOR
- 205 -
GORR
de Chile con su familia. Apenas se supo allí la
noticia de la conquista y la defensa, enajenó
sus alhajas para su donativo con destino a los
huérfanos y viudas, el que entregó a la presi-
denta María Luisa Esterripa de Muñoz, man-
dando acuñar por el artista Arrabal una canti-
dad de preciosas medallas conmemorativas, de
plata, con figuras alegóricas y esta leyenda:
Anverso: D.° Mercedes González y Lavalle, a
los ilustres defensores. Reverso: De su rey y
de su patria— Liniérs, Concha y Lasala. Exer-
go: Pudiste sorprenderme— pero no vencer-
me—Buenos Aires sorprendida— junio 27 de
1806— Buenos Aires defendida— Día 5 de julio
de 1807. Falleció eu Buenos Aires, el 10 de
mayo de 18-20.
Gorostiasra (José Benjamín). Abogado. De la
ciudad de Santiago del Estero. Nacido el 31 de
marzo de 1822.
Ministro de Ha-
cienda del gober-
nador López en
25 de junio de
1852. Asesor de
gobierno y audi-
tor de Guerra y
Marina de Urqui-
za. Miembro de
la Convención
Constituyente de
1853. En esa
Asamblea se dis-
tinguió por su
ilustración y co-
mo orador de clarísimo ingenio, de palabra
concisa y lógica contundente ¿Ministro pleni-
potenciario; ministro del Interior; miembro de
la Suprema Corte Nacional; ministro de Ha-
cienda durante la administración de Sarmiento.
En 1877, presidente de la Corte Suprema de
Justicia, puesto que desempeñó durante diez
años. Candidato a la presidencia de la Repú-
blica en 1SS5, se eliminó noblemente. Retirado
a la vida del hogar, alejado por completo de
la política, falleció en Buenos Aires, el 3 de
octubre de 1891.
Gorrlti(José Ignacio). Militar y abogado. Na-
ció en Jujuy, en 1770. Hizo sus estudios en la
Universidad de Córdoba y en Chuquisaca ob-
tuvo el titulo de abogado. Se halló en Tucumán
y en Salta, y más tarde se incorporó a las fuer-
zas de Quemes. Electo diputado por su provin-
cia ante el Congreso de Tucumán, en 1816, dio
D. José Benjamín Gorostiaga.
D José Ignacio Gorritl.
pruebas de su carácter y alto buen sentido. En-
1828 fué electo gobernador de Salta, en cali-
dad de delegado;
pero a la noticia
de una nueva in-
vasión realista,
salió a campaña
al frente de («O
hombres, mar-
chando hacia Ju-
juy, sorprendien-
do a la vanguar-
dia de Olañeta,
sitiándola en la
boca de una que-
brada y rindién-
dola a discreción
con armas y ba-
gajes. Esta jornada es la conocida con la de-
nominación de «Día grande de Jujuy- . Desde
1827 desempeñó por segunda vez el gobierno
de esta provincia. Durante la tiranía tuvo que
emigrar a Bolivia, donde murió, el 25 de mayo
de 1»42.
Gorritl Juana Manuela) Hija del anterior. In-
signe escritora. Nacida en la provincia de Sal-
ta, el 15 de junio de 1818. Fueron sus padres
el ya indicado y D.° Feliciana Truviría, ambos
de la aristocracia salteña. Educóse en un cole-
gio de monjas Salesas, y desde temprana edad
puso en evidencia sus brillantes dotes intelec-
tuales. En Bolivia
contrajo matri-
monio con el ca-
pitán Manuel J.
Belzú , guerrero
y revolucionario
de gran actuación
en su país, quien
más tarde ascen-
dió a general y
fué presidente de
1848 a 1855. Este
hombre, verdade-
ro ídolo de las
multitudes de su
patria, no tuvo felicidad duradera en su ma-
trimonio, y desde que asumió la presidencia
hasta el fin de sus días vivió separado de su
mujer, sin intentar una reconciliación. El ge-
neral Belzú murió asesinado por su pariente
José Sánchez, en 1881, y la señora de Gorritl,
que se hallaba en la ciudad de La Paz, acudió
D.' Juana Manuela Gorritl.
GOY
en esa triste hora a cumplir piadosamente con
sus deberes de esposa. Los rigores de la po-
breza nunca abatieron las energías de su espí-
ritu, y en horas difíciles ejerció de institutriz y
de maestra de escuela en el Perú y en Bolivia.
Sus famosas veladas en su casa de Lima eran
el punto de reunión de lo más granado de la
sociedad limeña. Políticos, escritores, músicos,
rodeaban a esta mujer, dotada de raro talento,
disfrutando de su originalísima conversación,
siempre engalanada con nuevos y brillantes gi-
ros en cada una de las narraciones de su inago-
table repertorio. Vida intensa fué la suya, pues
Juana Manuela Gorriti dejó huellas de sus pa-
sos en las letras, en la educación y en la socia-
bilidad de su época. Murió el 6 de noviembrede
]S-y2, en Buenos Aires, en la casa calle Santa
Fe, 1.007, y la noticia de su muerte causó hon-
da impresión y pena en el país y repercutió
en Bolivia y en el Perú. Las obras que dejó
escritas, para honra de las letras americanas,
fueron estas: Panoramas de la vida. Sueños y
realidades, El mundo de los recuerdos. Oasis
en la vida, A orillas del Paraná, Tierra natal.
Aura a Rosa. La quena. Vida del general
Gúemes, Coincidencias, Perfiles contemporá-
neos. Veladas literarios, cuatro tomos, y Mis-
celáneas, etc.
Goya (combate). Los jefes correntinos D. José
Luis y D. Domingo Escobar, que defendían la
causa de Buenos Aires contra el caudillaje,
son sorprendidos y derrotados en un combate
que libran cerca de Goya con el jefe inglés
D. Juan Tomás Asdet, al servicio de Artigas
(el 5 de mayo de 1S19). Los dos hermanos son
muertos sin querer rendirse, y sus cabezas
puestas en exhibición en la plaza de Co-
rrientes.
Goyena (Benito José del. Natural de Buenos
Aires. Comenzó sus servicios en 1810, en el
cuerpo de Dragones. Comisario de marina en
18'27, y el 12 de abril del mismo año, comisario
general de marina, cesando en sus funciones
el 4 de diciembre de 1829. Falleció de la fiebre
amarilla, el 19 de marzo de 1871.
Goyena (Pedro). Literato y jurisconsulto. Emi-
nente orador. Nació en Buenos Aires, el 24 de
julio de 1843. Nombrado profesor de Filosofía
en el Colegio Nacional a los veintiún años
de edad. Diputado a la Legislatura de la pro-
vincia de Buenos Aires, en 1870. Miembro de
la Convención Constituyente. Catedrático de
Derecho romano en la Facultad de Derecho y
206 - GRA
Ciencias sociales de Buenos Aires. Diputado
nacional de 1880 al 1884. Murió en Buenos
Aires, el 17 de mayo de 1892.
Granaderos. Regimientos formadosdurante las
invasiones inglesas y la guerra de la indepen-
dencia. Del primero, alistado en 1806 y 1807,
designado Granaderos provinciales, fué co-
mandante D. Juan Florencio Terrada, y en la
guerra de la independencia fué fundador y jefe
del regimiento de Granaderos a Caballo el
general D. José de San Martín. De este cuer-
po egresaron más de cuarenta generales: «fué
el núcleo de los ejércitos que estaban destina-
dos a dar la libertad a la mitad de la América
del Sud». El cuerpo de Granaderos que com-
batió durante las invasiones inglesas llevaba
uniforme de casaca larga, con solapas y vuel-
tas rojas, y chacó de penacho del mismo color,
y gueltras. El regimiento creado por San Mar-
tín, en 1812, usaba uniforme azul con vivos ro-
jos, casaca larga, morrión con un plumacho
rojo y botas granaderas, que es exactamente
igual al del cuerpo organizado en 1903 por el
ex ministro de la Guerra general Richieri.
Grande (fray Juan). Español. Nacido en la pro-
vincia de Lugo, el 29 de marzo de 1778 Se de-
dicó a la marina,
y durante un via-
je al Río de la
Plata, el barco en
que venía naufra-
gó. Grande, en
peligro inminente
de muerte, hizo
entonces la pro-
mesa de que si se
salvaba ingresa-
ría en una Orden
religiosa, y ;i^í
sucedió. El *_'• i!
febrero de Kiuó
tomó el hábito en
el convento de
Santo Domingo, en Buenos Aires. Pasó a
Santiago del Estero, donde fué el apóstol
de la enseñanza primaria. En 1909 se colo-
có la primera piedra de un templo dedicado
a la memoria del gran educador: «Grande,
con sus virtudes y su esfuerzo, salvó la civili-
zación de esta provincia». Y en verdad, su
figura resume toda la historia educacional de
la provincia, desde la revolución hasta cinco
años después de la batalla de Caseros. Du-
Fray Juan Grande.
QRI
rante ese medio siglo su escuela fué la única
en que la juventud santiaguefla pudo iniciarse
en la vida del espíritu. Gracias a él se halló,
pues, preparada al salir de la tiranía de Iba-
rra para seguir el movimiento de progreso de
la República y pudo contribuir al engrandeci-
miento nacional. Este noble dominico falleció
el 17 de abril de 1882.
Grlgera (Tomás). Alcalde de barrio y quintas.
Nació a mediados del siglo xviii, dedicándose
desde muy joven a la agricultura, habiendo lle-
gado a ser un verdadero profesional. Era con-
sultado para toda dificultad con respecto a
calidad o especies de semillas frutales. Publi-
có un libro, el primero, de su índole, titulado
Manual de Agricultura, que fué impreso en la
Imprentado Niños Expósitos. Se halló en las
invasiones inglesas. Fué eficaz su acción en la
revuelta del año 11. Fué, en unión de Adrogué
y Pórtela (v.), fundador del pueblo de Lomas
de Zamora. Dice el Dr. López hablando de
Grigera: «Era éste un buen paisano de los su-
burbios del Oeste, que desde las jornadas de
los años 6 y 7 se había captado el cariño de
las clases plebeyas que residían en esos luga-
res, de quintas y eriales, que circuían enton-
ces la parte edificada de la capital, desde la
Recoleta a San José de Flores, y desde ahí a
los distritos del rio de Barracas. Había ejerci-
do siempre el cargo de alcalde con un celo
ejemplar, y con tal tino, que era querido, res-
petado, obedecido; y que, ya como juez, ya
como arbitro, se entendía admirablemente con
esos vecindarios de gentes pobres, adueñadas
de su terruño y de sus ranchos, en donde ha-
bía de todo, vagos, quinteros, leñadores, ca-
rretilleros, criadores de aves, y todo eso así
revuelto y en relaciones más o menos even-
tuales con la justicia y con la administración
de la ciudad. Allí era donde estaba el almaci-
go de los Cívicos o Patricios del segundo y
del tercer Tercio, y donde el coronel Saave-
dra era una reputación virreinal del día. Con-
tra ese elemento era también en el centro don-
de se iba organizando poco a poco la fuerza
militar reglada y de cuartel, sin miras positivas
por el momento, pero destinada por su propia
índole a distanciarse de la entidad «Orillera».
Inútil es decir que el alcalde Grigera era un
fervoroso admirador y sectario ciego de las
órdenes del presidente Saavedra. Este exce-
lente paisano era generalmente conocido con
el titulo de «El Alcalde de las Quintas».
207 - GUA
Grfveo (Lázaro). Uno de los 63 compafleros de
D. Juan de Garay en la fundación de Buenos
Aires, el 1 1 de junio de 15S0. Nacido en Améri-
ca e hijo de Leonardo Gríveo, que vino con don
Pedro de Mendoza en 1535. En el plano de
repartimiento fué agraciado con un cuarto de
manzana en la ciudad, en una de las esquinas
actuales de San Martin y Bartolomé Mitre, y
dos suertes de tierra en los alrededores, de
400 varas de frente por una legua de fondo, y
otra de 3.000 varas de frente, con fondo «hasta
la frontera de las casas de losguaraníi s».
Guachas (combate) (13 de junio de 1820). Los
caudillos Ramírez y Artigas, que se disputaban
la preponderancia del litoral, se declaran en
abierta hostilidad. Artigas, después de haber
sido derrotado por los portugueses en la Ban-
da Oriental, se había refugiado en la provincia
argentina de Corrientes y formado un nuevo
ejército de 2.000 a 2.500 hombres, con el que in-
vade a Entre Ríos en busca de Ramírez, quien
le sale al encuentro con 500 a 600 hombres de
caballería, y le presenta combate en las Gua-
chas, costa de Gualeguay. Ramírez es des-
hecho, dejando a Artigas no muy bien parado.
Gualeguaychú ^combate). El coronel D. Lu-
ciano González, al frente del regimiento Nogo-
yá, había salido del Uruguay y emprendido una
marcha rápida y sigilosa, hasta presentarse en
los suburbios de Gualeguaydm, centro de los
recursos con que contaba la rebelión de López
Jordán. Un momento después toma el pueblo
sosteniendo un combate con algunas partidas
enemigas dentro de la misma pcblación y con
las fuerzas del rebelde Mérmelo, que fué en su
auxilio. Al día siguiente, 18 de octubre de 1873,
se reúne con el batallón 15 de abril, que llegó
embarcado, y hace una batida al enemigo en la
extensión de algunas leguas, con?iguiendo apo-
derarse de buenas caballadas y recibiendo al-
gunos presentados.
Gualegnaychú (fundación). Don Tomás de
Rocamora, comisionado por el virrey de Bue-
nos Aires D. Juan José de Vértiz, funda la
ciudad de Gualeguaychú en el territorio de
Entre Ríos, el 20 de octubre de 1783.
Guaraní (raza de indios). Esta raza comprendía
muchas tribus, algunas de éstas compuestas
apenas de 40 o 50 individuos, y se diferenciaban
algo en su lengua, así como en algunas de sus
costumbres. Estas tribus ocupaban una parte
considerable de la América del Sud. En el te-
rritorio que hoy forma la República Argentina,
GUA
- 208 -
GUE
ocnpaban las actuales provincias de Santa Fe,
Entre Ríos, Corrientes, parte de las de Cór-
doba, Santiago del Estero, Buenos Aires y el
Chaco. Las tribus principales eran: los chanaes,
en las islas del delta del Paraná y a la altura
del Baradero, en la provincia de Buenos Aires;
los mintianes, en Entre Ríos; los caracaes, en
Corrientes; los abipones y timbúes, en Santa
Fe; los tobas, agaces, guaycurúes y muchos
otros, en el Chaco. Celebrábanse fiestas, que
consistían en bailes y que terminaban en borra-
cheras, y a veces en riñas. Creían en un ser
supremo y en espíritus maléficos. Vivían desnu-
dos completamente algunos, y otros se cubrían
con una especie de delantal muy pequeño. Usa-
ban adornos de oro, plata y plumas de varia-
dos colores. Las armas que usaban eran el ar-
co, la flecha, la lanza y la macana (maza de
madera dura). Los medios que se valían para
atravesar y recorrer los ríos eran rústicas ca-
noas y piraguas, formadas con troncos de ár-
boles aplanados y ahuecados, y las balsas, que
consistían en un conjunto de troncos unidos y
colocados al lado uno del otro. Cada tribu obe-
decía a un jefe, cacique; pero la autoridad de
éste era muy limitada. Cuando era probable
una guerra se reunían para elegir un jefe, de-
signando siempre al más valiente. Los guara-
níes eran holgazanes. Su ocupación se reducía
a la confección de las armas y a la pesca y cazai
con el fin de procurarse víveres. Las tribus
agricultoras cosechaban maíz, mandioca, bata-
tas, zapallos, etc., etc.
Guardia Vieja (combate). La vanguardia de la
divi'íión Las Heras, al mando del sargento ma-
yor D. Enrique Martínez, tiene un reñido com-
bate en la Guardia Vieja (cordillera de los
Andes) con fuerzas españolas que guarnecían
los Andes por el camino de Uspallata. El re-
sultado del ataque fué la toma de la posición
ocupada por los realistas, haciéndoles 43 pri-
sioneros, dos subtenientes y, a más 25 bajas,
ocupando después los vencedores la población
de Santa Rosa de los Andes, el día prefijado
por San Martín para unirse con el grueso del
ejército y proseguir las hábiles combinaciones
estratégicas del plan de su campaña liberta-
dora.
GnaBco (combate). Acción de guerra en el paso
de los Andes (5 de febrero de 1817). Entre el
comandante D. Francisco Zalada, del ejército
republicano, y un cuerpo del ejército español,
siendo vencedores los primeros.
Guayabos (combate). Una división artiguista al
mando del comandante D. Fructuoso Rivera,
libra un encarnizado combate el 10 de enero
de 1815, contra las tropas argentinas al mando
del coronel D. Manuel Dorrego, en las cerca-
nías de Guayabos, departamento del Salto, en
la República Oriental del Uruguay. El triunfo
fué de Rivera, teniendo Dorrego que reti-
rarse.
Guayaquil. Provincia y ciudad de la Repú-
blica del Ecuador. Es la ciudad más impor-
tante del país y centro principal del comercio
exterior. En ella tuvo lugar la célebre entre-
vista entre los generales San Martín y Bo-
lívar, quienes después de largos años de
combatir en ambos extremos de la América,
se encontraron allí, al frente de sus legiones
victoriosas. En esta entrevista se trató de la
continuación de la guerra de la independencia,
y el general San Martín, con su habitual mo-
destia y desinterés, cedió el campo de la gloria
a su rival, retirándose desde entonces y para
siempre del Perú,
Güemes (Juan Martín). Guerrero de la inde-
pendencia. Nació en la ciudad de Salta, el 9 de
febrero de 1785.
Se encontraba en
Buenos Aires cuan-
do la invasión in-
glesa, tomando
parteen la recon-
quista y defensa
en el batallón Fijo,
batiéndose con de-
nuedo. Se halló en
Suipacha con el
grado de capitán.
San Martín le en-
comendó a Güe-
mes la defensa de
las fronteras de Salta, a cuyo efecto convirtió
a loshabitantesde Jujuy y Saltaen soldados, y
por medio de sus partidas de gauchos, obtuvo
numerosos e importantes triunfos. Durante
cuatro años veló incesantemente sobre su ca-
ballo de pelea, espiando los desfiladeros, el
valle y la montaña. Sus soldados lo idolatra-
ban y llegaron a creer ser invencibles bajo las
órdenes del tal jefe. Güemes rechiizó nueve
invasiones del ejército español a Salta, pere-
ciendo en la última a consecuencia de haber
sido herido por una partida de soldados espa-
ñoles, que habían penetrado en la ciudad du-
General D. Martin Quemes.
GUE
- 209 —
GUI
rante la noche. Murió a los treinta y seis años
de edad, el 17 de junio de 1821, en el bosque
de la Cruz, en el punto denominado «La Higue-
ra", a la sombra de un cebil colorado, y al día
siguiente fué sepultado en la capilla de Clia-
mical, hoy San Francisco. Al año siguiente
fueron trasladados sus restos a Salta y sepul-
tados con gran pompa en la catedral. El 14 de
abril de 1877 fueron nuevamente trasladados,
de la catedral al cementarlo donde al presen-
te existen. Dice el Dr. López: «Güemes era de
talla alta y delgada, que se encorvaba algo ha-
cia adelante, con ese movimiento agraciado y
ondulante del mimbre, que el hábito del caba-
llo da a la peculiar manera con que nuestros
gauchos lo montan y lo manejan. Tenía la fiso-
nomía vivaz, la nariz aguileña, poca barba,
como los hombres de temperamento bilioso; el
ojo centelleante y maneras adaptadas, ya fuese
que tratase con gentes cultas, con damas sobre
todo, con las que era asaz cumplido, ya que se
abandonase a la familiar originalidad con que
sabía encantar y entusiasmar a los gauchos de
Salta. ..:>
Guevara (José). Sacerdote. Español. Nacido
en 1719. Ingresó a la Compañía de Jesús
en 1752. Enviado al Río de la Plata, se distin-
guió por su talento y por su instrucción; dictó
la cátedra de Filosofía en el Cjlegio Máximo
de Córdoba, y sustituyó al famoso P. Lo-
zano en el cargo de cronista de la Orden en
la provincia del Paraguay. Hizo varios viajes;
estuvo en la Asunción, Corrientes, Santa Fe,
Buenos Aires, Mendoza, Tucumán y Salta;
viajes que posiblemente se relacionarían con
su misión histórica. En 1766 escribió su obra
monumental, que es la historia de la conquista
del Paraguay, Río de la Plata y Tucumán,
cuando se verificó el extrañamiento de su Or-
den, siendo secuestrado en Santa Catalina,
jurisdicción de Córdoba, punto donde residía.
Todos sus documentos también le fueron se-
cuestrados. El P. Guevara fué trasladado
a Buenos Aires, desde donde se le embarcó
en 1767. Llegado a puerto español, pasó a Ita-
lia; alli se le acogió con distinción. Escribió
diferentes obras sobre historia y religión, y
falleció, siendo canónigo de Spelloel, el 25 de
febrero de 1806. Guevara, hombre de talento,
de excelente corazón, misionero celoso y ab-
negado, ha dejado como historiador su famosa
obra antes citada, que es un monumento de su
¿poca.
Dice. HisT. Y BioG.
D. Carlos Guido y Spano.
Guido (Rufino). Coronel argentino. Guerrero
de la independencia americana. Nació en la
ciudad de Buenos Aires, en el año 1797. Con-
currió a las campañas del Alto Perú, restau-
ración de Chile y expedición libertadora del
Perú. En la entrevista que tuvo el general
San Martín con el general Bolívar en Gua-
yaquil acompañó al primero en calidad de
edecán.
Guido y Spano (Carlos). Poeta y literato ar-
gentino. Nació en Buenos Aires, el 19 de enero
de 1827. Pasó
parte de su juven-
tud en el Brasil,
donde residía su
padre, acreditado
como embajador,
y el resto de ella
en viajes por Eu-
ropa. De regreso
a su país se en-
tregó absoluta-
mente, y con gran
éxito, a sus ta-
reas literarias,
hasta que las cir-
cunstancias polí-
ticas le obligaron a embarcarse para Europa. Re-
sidió en Lisboa; más tarde, en Londres, ciudad
que evocó en páginas de literatura admirable,
y finalmente, en Francia, por cuya política sen-
tía vivísimo interés De regreso a su patria
recomenzó sus trabajos de escritor. Además
de su copiosa y exquisita labor literaria sirvió
a su país desde varios cargos administrativos.
Ha sido secretario de Agricultura, vocal del
Consejo Nacional de Educación, subsecretario
de Estado en el ramo de Negocios Extran-
jeros, y archivero general de la nación. No se
significó menos como filántropo cuando la te-
rrible fiebre amarilla (v.) invadió a Buenos Ai-
res. El pueblo premió con una Cruz de Hierro
sus heroicos actos de altruismo como presi-
dente de la Comisión popular, la cual asumió
en aquellos luctuosos días el gobierno de la
sociedad desquiciada, alcanzando además por
aquellos servicios nobles el título de socio de
mérito de la Cruz Roja. Su prestigio literario
ha pasado las fronteras, siendo miembro de
gran número de Sociedades literarias y corres-
pondiente de la Real Academia Española. So-
bresalen entre sus obras: Hojas al ciento; Rá-
fagas; Ecos lejanos; Misceláneas; At home
14
GUI
210 -
GUI
Nemia; Canto de amor; Los guindos; Al pasar;
etcétera, etc. Falleció en Buenos Aires, en ju-
lio de 1918.
AT HOME
Bella es la vida que a la sombra pasa
Del heredado hogar; el hombre fuerte
Contra el áspero embate de la suerte
Puíde alli abroquelarse en su virtud.
Si es duro el tiempo y la fortuna escasa,
Si el aéreo castillo viene abajo,
Queda la noble lucha del trabajo,
La esperanza, el amor, la juventud.
Guido (Tomás). Nació en Buenos Aires, el 1
de septiembre de 1788. Hizo sus estudios en el
Colegio de San
Carlos, y sus pri-
meras armas con-
tra las invasiones
inglesas. Iniciado
en los trabajos
revolucionarios,
actuó en los suce-
sos de mayo de
1810 y mereció
ser elegido por
el Dr. Mariano
Moreno para des-
empeñar el cargo
de secretario en
su misión diplo-
mática a Inglate-
rra en 1811. De
regreso al país, después de la muerte del ilus-
tre patricio, cuvos últimos pensamientos re-
cibió, drsempeñó varios empleos hasta llegar
a la secretaría de Guerra, en cu^o ejercicio
en 1816 redactó la Memoria demostrando la
posibilidad y medios de llevar la expedición
militar que restauraría la perdida libertad
de Chile, documento inicial, fundamental de
su fama, que después acrecentaría y conso-
lidaría en trabajos de distinta índole, todos
políticos, que revelan las nobles dotes in-
telectuales y morales que le adornaron. En el
año 1817 pasó a Chile como representante de
nuestro país y nombrado primer ayudante de
campo del general San Martín. Allí preparó la
expedición al Perú, confiándole San Martín di-
versas comisiones de la mayor importancia,
que cumplimentó con éxito en Miraflores, Gua-
yaquil, Torreblanca y Punchauca. Asistió al
D. Tomás Guido.
primero y segundo sitio del Callao, y en sep-
tiembre de 1821 estipuló la capitulación de esa
fortaleza, que gobernó luego. Ascendido a co-
ronel mayor, fué nombrado consejero de Esta-
do, ministro de los departamentos de Guerra y
Marina, y, sucesivamente, general de brigada,
benemérito de la Orden del Sol y jefe militar y
político de Lima. Colaboró con los generales
Bolívar, Sucre y La Mar en la obra de la eman-
cipación sudamericana. En 1826 regresó a Bue-
nos Aires, firmando dos años después la paz
con el Brasil, y en ese país permaneció cono
ministro argentino desde 1840 a 1851. El gene-
ral Urquiza lo nombró pljnipotenciario en ci
Paraguay, y figuró en el Senado de la Confe-
deración como vicepresidente de ese alto Cuer-
po, distinguiéndose como orador. El general
Guido es una de las figuras que más descue-
llan entre las celebridades argentinas. Como
orador dejó sentada su fama en el discurso que
pronunció en Montevideo cuando pasaron por
allí los restos del general Alvear. Terminó su
vida en Buenos Aires, el 14 de septiembre i
de 1866. Hijos suyos son Carlos y Eduardo
Guido Spano.
Guilles (Juan). Doctor en Medicina. Natural de
Edimburgo. Vino a Mendoza por el año 1820.
Hizo muchos viajes de exploración al interior
de la provincia. Visitó la cordillera de los An-
des y midió sus principales alturas en esta la-
titud, como el Tupungato, la Cordillera de
Portillo, etc. Se dedicó particularmente al
examen botánico de las producciones herbá-
ceas de nuestra tierra, y entonces descubrió
la Guillessia, vulgo la mima, que con tanta jus-
ticia llevó su nombre desde que la presentó a
su regreso a Inglaterra a la Real Academia de
Londres. Había reconocido sus saludables efec-
tos viéndola aplicar como remedio por los me-
jores curanderos del campo. A él le debemos
los primeros gusanos de seda.
Guifiazú (Francisco de Borja). Natural de la
provincia de Mendoza Fué un auxiliar podero-
so del general San Martín. Era un fuerte ha-
cendado de la provincia de San Luis; regaló
caballadas para el ejército de los Andes y re-
mitió a San Martín, por intermedio de Pringles,
varios libertos de su pertenencia para el mismo
ejército.
Gulñazú Nicolás). De la provincia de Mendoza.
Fué un decidido partidario de la revolución de
mayo. Fué regidor de menores de San Luis en
1810, y obtuvo crecido número de sufragio»
GUI
— 211 -
GUT
para diputado a la Junta de Buenos Aires. En
1815 fué jefe de Policía de la ciudad de Men-
doza.
Quise (Martín Gregorio). Marino. Natural de
Inglaterra. En 1818, llegó a Buenos Aires, pro-
cedente de su país, en el bergantín Hécate y lo
vendió al Gobierno de Chile, bajo la expresa
condición de conducirlo a las aguas del Pacífi-
co, y una vez arribado a ese país ofreció sus
servicios y se le confió el mando del buque, que
fué armado en guerra con 18 cañones y bauti-
zado con el nombre de Gaíoarino poniéndo-
se a las órdenes del almirante Cochrane, con
quien hizo una expedición al Perú. El 6 de no-
viembre de 1819 se distinguió en la rendición
del fuerie de Pisco y de la población, que fué
tomada a la bayoneta con tropas de desembar-
co, y al año siguiente tomó al abordaje por el
lado de babor, y Cochrane por el estribor, a la
fragata española Esmeralda, fondeada frente
al Callao. Después de esta hazaña, en que fué
herido, dejó de servir a las órdenes de dicho
almirante, por disensiones surgidas entre am-
bos. Creada la marina del Perú, promoviósele
a comandante. Realizó la toma de Arica, el 17
de agosto de 1823, siendo ascendido a almiran-
te. Se halló en el combate del Callao, el 17 de
febrero de 1824 Falleció en Guayaquil, el 24
de no siembre de 1829.
Gnrruchaga (Francisco). Comerciante. Nació
en Salta, el 7 de diciembre de 1776, y desean-
do su padre darle una esmerada educación,
pues era el primer comerciante del Alto Perú
y poseía una cuantiosa fortuna, lo envió a Es-
paña a la edad de ocho años, ingresando al
Colegio de Nobles, de Madrid, recibiéndose
más tarde de bachiller en la Universidad de
Granada. Su carácter ardiente e inquieto lo
impu só a enrolarse como oficial en la marina
española cuando estalló la guerra contra In-
glaterra, participando de los riesgos y las glo-
rias del combate de Trafalgar; pero deshecha
la escuadra, obtuvo del rey el título honorífico
e importantísimo de correo de gabinete, el
cual le daba franca entrada en la Corte. Du-
rante la invasión francesa a España fué redu-
cido a prisión, como sospechoso de maquinacio-
nes subversivas, y en 1808 regresó a su patria.
Gurruchaga y Moldes fueron los que prepara-
ron el pronunciamiento patriota en Salta, el 27
de agosto de 1810. En el mismo año fué electo
diputado ante la Junta de la capital, a cuyo car-
go se contrajo con ardiente celo, notoria inteli-
gencia y actividad, y siendo designado vocal de
marina adquirió algunas embarcaciones en 1811,
y formó la primera escuadrilla de la revolución,
en 1813 fué electo miembro de la Asamblea;
en 1818 desempeñó una misión diplomática en
Chile; en 1831 fué gobernador de Salta y en
1832 comisionósele para pactar la paz con
Quiroga. Falltíció en Salta, en la mayor pobre-
za, después de haber invertido toda su fortuna
en beneficio de su patria en 1847, a los ochenta
y uno años de edad.
Gutiérrez de la Concha (Juan). Ultimo go-
bernador intendente de la época colonial, des-
de 1807, en Córdoba. Gobernó hasta 1810, y
queriendo oponerse al avance do la revolución
de mayo, junto con Liniérs y otros, fué tomado
prisionero y fusilado.
Gutiérrez (Felipe). Gobernador de la antigua
provincia del Tucumán en 1543, sucesor de Ro-
jas. Más tarde (1544) fué enviado preso al
Perú, donde Gonzalo Pizarro le hizo dar muer-
te a garrote, en Guamanga, víctima de su
lealtad al rey.
Gutiérrez (José Alvino). Militar. Gobernador
de Mendoza desde el 7 de mayo hasta el 28 de
junio de 1824, contra el deseo del pueblo. Una
conjuración se tramó contra él y fué descu-
bierta, y más tarde un movimiento revolucio-
nario, en el que fué herido de bala en un bra-
zo, lo depuso del poder. Fué vencedor del ge-
neral chileno D. José Miguel Carrera en la
Punta del Médano, el 31 de agosto de 1821,
mereciendo por este hecho los despachos de
general de brigada, que le fueron enviados por
el Gobierno de Chile. Murió en noviembre de
1831, en un encuentro con los indios y siendo
comandante general de armas.
Gutiérrez (José María). Nació en 1831 . Dis-
tinguido literato
y periodista ar-
gentino. Asistió a
la batalla de Ce
peda como secre-
tario del general
D. Bartolomé Mi-
tre. Fué diputado
nacional. Funda
dor de la Nación
Argentina, que
duró seis años.
Ministro de Ins-
trucción pública
durante la presi- D José María Gutiérrez.
GUT
212
GUZ
D. Juan María Gutiérrez.
dencia del Dr. Nicolás Avellaneda. En 1S78
fundó la Patria Argentina, que tuvo inmensa
popularidad hasta el año 1880. También fué
ministro de Estado durante la presidencia del
Dr. D. Carlos Peilegrini, y en 1896 fué presi-
dente del Consejo Nacional de Educación.
Gutiérrez (Juan María) Nació en Buenos Ai-
res, el 6 de mayo de 1809. Estudió Matemáticas
y se recibió de
agrimensor. For-
mó parte de la
Asociación de
Mayo, institución
que fué persegui-
da por el dictador
Rosas. Muchos
de sus miembros
fueron reducidos
a prisión, entre
ellos Gutiérrez,
que después de
soportar tres me-
ses de cá rcelué
obligado a emigrar a Montevideo, en el año
1839. Allí colaboró en El Iniciador y en el
periódico ¡Muera Rosas!, y fundó con Rive-
ra Indarte El Talismán. Fué laureado en 1841,
en el primer certamen poético americano que
se celebró en aquella ciudad para solemni-
zar las fiestas mayas. Partió más tarde a
Europa, de donde volvió para establecerse
en Valparaíso, donde ejerció la profesión de
agrimensor. En 1846 publicó La América poé-
tica; El lector americano, y su obra monu-
mental, ¿a enseñanza superior en Buenos Ai-
res, que abarca el período de 1767 a 1829, tra-
bajo de gran aliento. En 1852 regresó a Bue-
nos Aires, declarándose adicto al general Ur-
quiza. Electo constituyente en 1853. Actuó
como ministro de Relaciones Exteriores en el
primer Gobierno federal en el Paraná. Falle-
ció en Buenos Aires, el 26 de febrero de 1878.
Gutiérrez (Ricardo). Ilustre médico y poeta ar-
gentino. Hijo de D. Juan Gutiérrez y de doña
María Sáenz. Nació en Arrecifes, provincia de
Buenos Aires, el 10 de noviembre de 1836
Muy joven aún, sus padres lo enviaron a la ca'
pital, en cuya Universidad se doctoró en Medi.
ciña y Cirugía, logrando al poco tiempo, por
sus bondades exquisitas y por su preparación
vasta y sólida, destacarse entre los médicos
más sobresalientes de su época. En 1860 apa.
recieron sus primeras producciones en verso.
D. Ricardo Gutiérrez.
en El Correo del Domingo, y se editó a la ve»
sus poemas descriptivos que llevan por título
La fibra salvaje;
Lázaro es otro de
los magistrales
poemas del doc-
tor Gutiérrez. Es-
tablecido en Bue-
nos Aires, se de-
dicó con ahinco
a su humanitaria
profesión, pero
sin abandonar sus
aficiones litera
rias, como lo
prueban las co-
lumnas de la Re-
Dista de Buenos
Aires; la Revista Argentina; la del Club Uni
oersitario, de Montevideo; La Ondina del Plct-
ta, y otras revistas de literatura, etc. En 1878
se publicó un tomo bajo el rubro Poesías de Ri-
cardo Gutiérrez, que contiene los poemas arri'
ba citados y numerosos cantos, que forman: El
libro de las lágrimas y El libro de los cantos;
El Mercurio; Oración; El huérfano; La Herma-
na de la Caridad, etc. En 1879 fundó con sus
hermanos Juan y Alberto La Patria Argentina.
En 1891 anunciaba la aparición de otro libro, ti
tulado y«íc/os. Hizo también las campañas de
Pepeda, Pavón y la del Paraguay. En 1870 el
Gobierno lo envió a Europa en jira de estudio.
A su vuelta, fundó el hospital de niños de esta
capital, del quefuésu primer director; cargoque
desempeñó gratuitamente durante veinticinco
años. Desde entonces dejó de cultivar la poe
sía; «Cambió— según sus propias palabras— las
bellas mentiras del ideal por las tremendas
verdades de la ciencia». A la entrada del hos-
pital de niños, los médicos de Buenos Aires
erigiéronle una estatua, y en el cementerio del
Norte, un monumento, en justiciero homenaje
al maestro y fundador. Murió en Buenos Aires,
el 23 de septiembre de 1896.
«Soldado, trovador, luz de la ciencia,
le lloran la poesía y la inocencia.
Carlos Guido y Spano»
Guzmán (Gonzalo Martel de). Uno de los 63
pobladores de Buenos Aires y compañeros de
D. Juan de Garay el año 1580. Natural de Sfr
villa. Vino al Río de la Plata con Juan Ortli
GUZ - 213 - GUZ
de Zarate, tercer adelantado, el año 1573. En zana en el ejido de la ciudad-que es laque
la época de la fundación fué nombrado alcalde ocupa actualmente el mercado del Centro— y
ordinario, y figura en la lista de agraciados dos suertes en el Riachuelo de la Trinidad,
con tierras, en el repartimiento, con una man- hoy partido de las Conchas.
H
Haedo de Paz (Tiburcia). Patriota argentina.
Presentó a sus dos hijos, José María y Julián,
al servicio de la patria, cortando así sus estu-
dios; pero quedó a la República Argentina la
gloria de que uno de los hijos de esta matrona,
el ilustre general Paz, (D. José María), fuese
considerado como uno de los primeros genera-
les de Sud-América.
Halay. Pueblo de indios encomenderos de la
gobernación del Tucumán, situado hacia el río
de León, de corto número de indiviluos.
Halcón (corbeta). Comandante, Hipólito Bou-
chard Se le dio patente de corso el 12 de sep-
tiembre de 1815. Era una corbeta mercante,
adquirida por el Gobierno en las postrimerías
del bloqueo de Montevideo para incorporarla
a su escuadra. Fué adquirida y armada por el
conocido hombre público Dr. Anastasio de
Echeverría. Tenía la corbeta 18 cañones y una
tripulación de 102 hombres.
Helj^nera (Jerónimo). Militar. Nació en Buenos
Aires, en el año 1793. Se incorporó como sub-
teniente de Patricios, y cuando apenas tenía
diez y siete años pasó al cuerpo de ejército
que marchó a! Paraguay a las órdenes de
Belgrano. Se halló en Campichuelo y en todas
las demás acciones de esta campaña, cayendo
prisionero en la de Paraguari. A las ó.'denes
también de Belgrano, como ayudante, se halló
en Tucumán, Salta, Vllcapujio y Ayo/iuma, y
a Ifls órdenes de Rondeau, y como sarf^ento
mayor, en Sipe-Sipe y Venta y Media. Fué en
1826 diputado por Tucumán al Congreso Cons-
tituyente, que sancionó la Constitución unita-
ria. Condenado a muerte en 1836, por conspi-
rador contra el gobernador Heredia; mas sien-
do indultado, se expatrió a Chile, muriendo en
Copiapó, en diciembre de 183S.
Heredia (Alejandro). Nació en la ciudad de
San Miguel de Tucumán, en 1790, y cursó sus
estudios en Córdoba. Como ayudante del ge-
neral Díaz Vélez, asistió a Tucumán y a la ba-
talla de Salta. Se encontró luego en las derro-
tas de Vllcapujio, Ayohuma, Sipe-Sipe, en la
que fué herido. Fué comisionado por el Con-
greso de Tucumán para que, al frente de una
expedición militar, acudiese a la Rioja a resta-
blecer el orden, reponer el Cabildo y prender
a los revolucionarios, lo que verificó. Consti-
tuyente en 1826. Gobernador de Salta y de
Tucumán. Mandó en jefe y venció en el Chi-
flón, en 1835, a los catamarqueños, y en 1836,
a los sáltenos en Famalllá. Fué asesinado en
los Lules, como a tres leguas de la capital de
Tucumán, yendo en carruaje, acompañado de
su hijo, con dirección a su casa de campo, el
12 de noviembre de 1838, por una partida ar-
mada y encabezada por el comandante (coro-
nel veinte años después) Gabino Robles, co-
mandante Juan de Dios Paliza, Vicente Neirot,
José Casas y Gregorio Uriarte. El general
Gregorio Paz, que tuvo la suerte de escapar
de la sangrienta escena que se le preparaba
en Tucumán por sus mismos compatriotas, dio
sobre ese hecho la relación siguiente: «El co-
mandante Robles, jefe de los asesinos, que ha-
bía sido insultado por Heredia, juró vengarse
en la primera oportunidad quitándole la vida
por sus propias manos. Robles se aproximó a
la galera en que iba Heredia, con un ademán
de placer y de feroz satisfacción. «Párese esa
galera»— gritó el que buscaba venganza—. En-
tonces Heredia, que medio había podido incor-
porarse, asomándose por uno de los postigos,
le dijo con la más clamorosa y conmovida voz:
«¿Qué quiere usted, Robles? ¿Quiere usted el
gobierno? Allí lo tiene usted. ¿Quiere usted di-
nero? Le daré cuanto usted necesite.» Iba a
HER
215 -
HER
continuar el desmayado general, cuando el
agresor, con la mayor serenidad, le contestó:
«No, cobarde, perverso; no quiero dinero ni
el gobierno: tu vida es la que quiero, monstruo,
degradado, y nada más que tu vida.* Y en se-
guida exclamó: «Ya me vengué ■>, soltando al
mismo tiempo un pistoletazo en la cabeza de
Heredia, que cayó herido en el fondo de la ga-
lera, gritando: «No me maten, misericordia,
socórranme, por Dios», y otras cosas seme-
jantes. Heredia aun respiraba cuando le aban-
donaron los asesinos, dejándole con su hijo en
el paraje del crimen y llevándose la galera. El
cuerpo quedó abandonado dos días en un pa-
raje desierto, donde lo mutilaron horriblemen-
te las aves de rapiña.» (Historia délos gober-
nadores, Zinny.)
Heredia (Felipe). Militar. Natural de Tucu-
mán. A las órdenes de Belgrano asistió a lasba-
tallas de Tucumán, Salta, Vilcapujio, Ayohu-
ma, Puesto del Marqués, Sipe-Sipe y Venta y
Media. Siendo sargento mayor, tomó parte en
la revolución de Tucumán, que llevó al poder
al coronel Araoz, de donde fué despachado a
Córdoba con fuerzas da caballería para apo-
yar un movimiento análogo. En 1820 también
intervino en la de Santiago del Estero. Siendo
ya general, fué gobernador de Salta en 1836.
En 1837, nombrado jefe de Estado Mayor del
ejército de operaciones contra Bolivia, mar-
chó a disputar el terreno invadido al general
Santa Cruz, quien, con fuerzas superiores y
en una posición ventajosa, lo rechazó en el
combate de Santa Bárbara, librado el 19 de
septiembre de 1837. Poco después falleció, en
Tucumán.
Hermandad de Caridad. Institución promo-
vida en Buenos Aires por D. Juan Alonso
González. El origen de esta institución tuvo
lugar en 1727, en circunstancias en que una te-
rrible epidemia desolaba a esta ciudad, siendo
los cadáveres de los pobres que morían en las
calles y en las plazas conducidos hasta los en-
terratorios atados a las colas de los caballos.
Estas horribles escenas inspiraron a González
la idea de fundar esta institución, y asociándo-
se a otros vecinos piadosos, y sin reparar en
gastos ni en sacrificios personales, ya viajan-
do, ya pidiendo limosnas por las calles, reali-
za tan humanitario pensamiento, y para que no
faltase nada a su sublime abnegación, no te-
niendo la Hermandad cómo costear un cape-
llán, y siendo él viudo, resuelve tomar el esta-
do de sacerdote, para atender también bajo
este nuevo carácter a los desgraciados que
había tomado bajo su amparo. Falleció este
buen hombre en 1763. La Hermandad s& su-
primió en H22.
Hernando Arias de Saavedra (más conoci-
do con el nombre de Hernandarias). Había na-
cido en la Asunción, el 10 de septiembre
de 1561. Sus padres fueron D. Martín Juárez
de Toledo, ex-gobernador de la Asunción, y
Ó." Juan;, de Sanabria, siendo notable que no
llevase el apellido de los dos. Era estimado de
todos por sus virtudes y riquezas. E'evado al
gobi2mo por el voto unánime de sus conciuda-
danos, mostróse desde el principio goberna-
dor justo y conquistador hábil y valeroso. «Sus
miras— dice Arreguini — fueron vastas y pu-
ras; sus intenciones, siempre honestas; su paso
por el poder, que a tantos corrompe o marea
y que de tantos caracteres que parecen tem-
plados hace sibaritas o mandones, sólo dio
energía a su natural austero. Baste decir que,
de poderoso que subió en dinero y haciendas,
bajó pobre, y que de combatido que fuera de
sus competidores y los descontentos, que siem-
pre existen en todo tiempo ylugar, vino a ser el
ídolo del pueblo y el ejemplo de sus enemigos
de antes.» Fué gobernador del Río de la Plata
por tres veces. La primera, de 1591 a 1594; la
segunda, de 1600 a 1609; y la tercera, de 1615
a 1618. Según el Dr. López, «debe ser consa-
grado en nuestra historia como el primer pa-
triota que brilla en ella». Para concluir con las
barbaridades que se cometían con los pobres in-
dios en las encomiendas, por instigación de este
honrado magistrado se crearon las Misiones
Jesuíticas (v.) Durant. su tercer gobierno, el
rey Felipe III expidió la real cédula del
año 1617, erigiendo la gobernación del Río de
la Plata y separándola de la dil Paraguay,
con el nombre de provincia del Ouat/rá(\),
que ha quedado en olvido. «Hernandarias fué
uno de los hombres más ilustrados que produ-
jera la América, y por lo esclarecido que era,
así en la paz como en la guerra, los ministros
de la Casa de Contratación, de Sevilla, man-
daron colocar su retrato en lugar distinguido,
entre otros varones notables del Nuevo .Mun-
do que adornaban una de las salas de dicha
(1) Gaayrá, según D- Pedro de Angelis; equivale a
«país populoso» o «abundante en gentes>: de Guay, mo-
tos o gentes, y rá, lugar donde abundan.
HER
216 -
HIM
casa > (Ziiiny: Historia de los gobernadores
del Paraguay.) Murió en Santa Fe, en 1634.
Hernández (José). Poeta y periodista argenti-
no. Nació en Buenos Aires, el 10 de noviem-
bre de 1834. Obli-
gado por una en-
fermedad, dejó
sus estudios, y fué
a vivir en un es-
tablecimiento de
campo al Sud de
la provincia de
Buenos Aires.
Allí tuvo la opor-
tunidad de cono-
cer la vida cam-
pesina, que con
tan admirable co-
lorido y verdad
pintó después.
Actuó en casi todas las guerras civiles de su
país. Ocupó diversos puestos públicos de im-
portancia. Sus obras más conocidas son: Mar-
tín Fierro; El viejo y la niña; Los dos besos.
El carpintero; Vida del Chacho.
De «Martín Fierro».
Viene el hombre ciego al mundo,
cuartiándolo la esperanza,
y a poco andar ya lo alcanzan
las desgracias a empujones;
iJué pucha, que trae liciones
el tiempo con sus mudanzas!
D.José Hernández.
año se ausentó para Espafía. Escribió los co-
mentarios del adelantado Cabeza de Vaca.
Heroína (fragata en corso). Armador D. Patri-
cio Lynch. Capitán, David Jewett. Salió como
buque de guerra del Estado por orden de 15 de
enero de 1820. De 475 toneladas y de 30 a 34
cañones.
Herrera y Sotomayor (José). Maestre de
campo, gobernador y capitán general de las
provincias del Río de la Plata en 1688.
Himno nacional. El Dr. D. Vicente López,
miembro de la Asamble i general Constituyen-
te, recibió el encargo de formular un proyecto
de himno nacional, el cual, presentado a esa
Corporación para su aprobación, fué sanciona-
do en la sesión del 11 de marzo de 1813 y de-
clarado como himno nacional en la República'
He aquí sus bellas estrofas:
Coro.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir;
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Oíd, mortales, el grito sagrado:
¡Libertad, libertad, libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas,
Ved en el trono a la noble igualdad;
Se levanta a la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa nación,
Coronada su sien de laureles
V a sus plantas rendido un león.
Yo he conocido esta tierra,
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía,
y sus hijos j mujer...
Era una delicia el ver
cómo pasaba sus días.
Entonces..., cuando el lucero
brillaba en el cielo santo,
y los gallos con su canto
la madrugada anunciaba
a la cocina rumbiaba,
el gaucho que era un encanto.
Murió en Buenos Aires, el 21 de octubre
de 1886.
Hernández (Pedro). Escribano de las Provin-
cias Unidas del Río de la Plata en 1545, en cuyo
De los nuevos campeones los rostro»
Marte mismo parece animar;
La grandeza se anida en sus pechos;
A su marcha todo hace temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
V en sus huesos revive el ardor,-
Porque ve renovando a sus hijos
De la patria el antiguo esplendor.
Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor;
Todo el país se conturba por gritos
De venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiél;
Su estandarte sangriento levantan,
provocando a la lid más cruel.
HIM
¿No los veis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz?
¿Y ciiál lloran, bañados en sangre,
Potosí, Cociiabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
Luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
Todo pueblo que logran rendir?
A vosotros se atreve, argentinos.
El orgullo del vil invasor;
Vuestros campos ya pisa, contando
Tantas glorias hollar, vencedor;
Mas los bravos que unidos juraron
Su feliz libertad sostener,
A esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer.
El valiente argentino a las armas
Corre ardiente con brío y valor.
El clarín de la guerra, cual trueno
En los campos del Sud resonó;
Buenos Aires se pone a la frente
De los pueblos de la ínclita unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al ibérico altivo león.
San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia y las mismas murallas
Del tirano en la Banda Oriental,
Son letreros eternos que dicen:
Aquí el brazo argentino triunfó;
Aquí el fiero opresor de la patria
Su cerviz orgullosa dobló.
La Victoria al guerrero argentino
Con sus alas brillantes cubrió,
Y azorado a su vista el tirano.
Con infamia a la fuga se dio.
Sus banderas, sus armas, se rinden
Por trofeos a la libertad
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno a su gran majestad.
Desde un polo hasta el otro resuena
De la Fama el sonoro clarín,
Y de América el nombre enseñando.
Les repite... «¡Mortales, oíd!...
- 217 -
HOM
Ya sobre trono dignísimo abrieron
Las provincias unidas del Sud.»
Y «los libres del mundo responden:
¡Al gran pueblo argentino, salud!»
Holmberg (Eduardo Kaillitz, barón de). Mili-
tar. Nacido en Austria, en 1778. Llegó en su
país al grado de teniente de guardias valonas
en 1811. Simpatizando con la causa de la inde-
pendencia de esta República, se embarcó en
Inglaterra en compañía de San Martin, Alvear
y otros argentinos. Dado de alta en el ejército
de Belgrano que se hallaba en Jujuy en 1812,
en clase de jefe de Estado Mayor en los ramos
Artillería, de Ingenieros, donde prestó por sus
conocimientos especiales y su aptitud muy bue-
nos servicios, dando nueva vida al Parque y a
la Maestranza, llegando a fundir cañones, obu-
ses y morteros, que estrenó bien pronto en el
combate de Las Piedras, el 3 de septiembre de
1812, siendo uno de los héroes de la jornada.
En la batalla de Tucumán mandó en jefe la
artillería y fué consejero de Belgrano , de
quien gozaba gran confianza; el que, sin em-
bargo, al año siguiente vióse en la necesidad
de sacrificado por un acto irrespetuoso que
cometió, imponiéndole como castigo la separa-
ción del ejército. Fué enviado a la Banda
Oriental, confiándole al regreso la reorgani-
zación y mando de un regimiento de infantería
en 1814. En ese año se le encargó la construc-
ción de una batería en Punta Gorda. En 1820
se mezcló en las disensiones políticas, siendo
desterrado más tarde a Martín García. En
1821 se le comisionó para examinar y cons-
truir fortines en las fronteras del Salto, Rojas
y Pergamino. Durante la guerra del Brasil le-
vantó una batería en Punta Lara, y fué direc-
tor del Parque de Artillería. En 1834 fué dado
de baja por cuestiones políticas. Falleció en
Buenos Aires, el 24 de octubre de 1853, a los
setenta y cinco años de edad.
Hometes. Indios del valle. Calchagui de\ Cha-
co , que unidos a los daglasates intentaron
asaltar la jurísdicción de Corrientes, siendo
teniente de gobernador el maestre de campo
Juan Arias de Saavedra. Anduvieron espiando
la ciudad y estancias en sus embarcaciones,
pero tuvieron que retirarse sin conseguir su
objeto, apercibidos de que se los observaba
por el capitán Lázaro de Almirón, despachado
al efecto, y el de hostilizarlos si intentaban pi-
sar tierra.
HOR
Hornos (Manuel). Militar. Nació en Entre Ríos,
el IS de julio de 1807, y desde muy joven, ya
como ciudadano, ya como militar, defendió la
causa de los principios liberales, combatiendo
al caudillaje y a la tiranía. En 1831 escapó de ser
fusilado arrojándose al río Uruguay, y desde
entonces consagró su vida a la causa de la li-
bertad. Emigrado en la Banda Oriental, al vol-
verala patria, comooficialy jefe, sucesivamen-
te del ejército de Lavalle, en 1839, se batió en
el Yeruá, Don Cristóbal, el Sauce y el Tala,
en el mismo año; en Santa Fe, al siguiente, y
en las siguientes sangrientas batallas del Que-
bracho y Famaillá, en 1841, en que contribuyó
a salvar los restos del ejército, hecho pedazos,
con sus tropas de caballería. El entonces coro-
nel Hornos buscó nuevo campo en que comba-
tir, atravesó el Chaco por entre las tribus sal-
vajes y llegó a Corrientes en vísperas de la
batalla de Caaguaiú, tomando participación
en la victoria. Pasó al Uruguay y combatió
nuevamente contra la tiranía, hallándose en
Caseros, en cuya acción se destacó su figura
en primera línea; tomó participación en la re-
volución de septiembre y en el sitio de Buenos
Aires; venció en el Tala; expedicionó a Entre
Ríos, peleó en la guerra de la frontera y en
Cepeda y Paoón. Durante la guerra del Para-
guay fué ascendido a bngadier general sobre
el campo de batalla, ejecutando actos heroi-
cos. Su ult ma campaña fué la de Entre Ríos,
en 1370, contra los montoneros. Falleció el 15
de julio de 1871.
Hortl^aera (Rafael). Militar. Nació en Buenos
Aires, en 1782, y se educó en la misma. Com-
batió contra los ingleses; se adhirió al movi-
miento de mayo. En 1811, en clase de tenien-
te, vino con Artigas de la Banda Oriental y se
presentó en Buenos Aires a ofrecer sus servi-
cios. Se halló en el Cerrito; fué jefe militar de
San Nicolás de los Arroyos; comandando un
regimiento de caballería de Dragones derrotó
a los santafecinos en el Paso de Agulrre. Fué
derrotado por López el 10 de marzo de 1819,
en el combate de Las Barrancas. En la guerra
del Brasil, ayudante de campo del general Al-
vear Rosas le dio de baja en 1831, siendo co-
ronel. Murió en Buenos Aires, el 21 de sep-
tiembre de 1838.
Howard (Enrique Q.). Marino argentino. Na-
ció el 22 de febrero de 1852, ingresando en la
armada como guardia marina en julio de 1866,
y fué ascendiendo hasta llegar al grado de vi-
D. Enrique Q Howard.
- 218 - HUA
cealmirante en 14 de junio de 1910. Campaña»
de guerras nacionales realizadas: Paraguay,
años 1867, junio 1,
a 1670, en el va-
por Gualeguay;
primera de Entre
Ríos, año 1870,
11 de abril al 28
de febrero de
1871, en el vapor
Gualeguay, como
segundo coman-
dante; fué secre-
tario del jefe de
la escuadra se-
gunda de Entre
Ríos, año 1873,
mayo 1 al 15 de
enero de 1874, en el vapor Espora, como co-
mandante; Río Negro, año 1878, noviembre 8,
al 9 de julio de 1879. Secretario del jefe de la
división naval, regresando a Buenos Aires en
esta últma fecha; volvió el 10 de septiembre de
1879 a febrero de 1881 como segundo ¡efe de la
escuadrilla, comandante del vapor Triunfo. Se
halló en los combates de la plaza Libertad
(Buenos Aires), en 1890. Sus campañas mariti-
mas a Santa Cruz y Río Negro; al Bermejo,
siendo teniente de navio, 1881; a Cabo de Hor-
nos, para estudios hidrográficos y colocar un
faro; en Bahía Blanca; a Inglaterra, coman-
dando La Argentina. Director de la escuela de
marineros que funcionaba en la corbeta Cabo
de Hornos, 1833 En 1891 ejerció la vigilancia
e inspección de las construcciones que se efec-
tuaban en Europa, como presidente de la Co-
misión que funcionó en Inglaterra con ese ob-
jeto. En 1910 fué jefe de la escuadra argentina
y jefe superior de las extranjeras que fumaron
parte en la revista naval del centenario, etcé-
tera etc. Falleció el 6 de diciembre de 1913.
El almirante Howard no deja sino recuerdos
de admiración y de cariño. Era un ejemplo, un
modelo de virtudes privadas y publicas.
Huaquf (desastre). Huaqui es un lugarcillo in-
mediato al río Desaguadero y a la laguna de
Titicaca. El general español Goyeneche tenía
su ejército al otro lado del Desaguadero, y tan
cerca del ejército de los argentinos, que las
tropas de uno y otro podían verse. Temiendo
Goyeneche que lo llevase por delante una
fuerza tan grande como la que se veía en el
campo de los patriotas, propuso un armisticio
HUB
— 219 —
HUM
para tratar sobre la manera de reconocer al
Gobierno argentino. Castelli creyó que esto le
convenia para enviar emisarios a los pueblos
del Perú y promover revoluciones contra Es-
paña. Goyeneclie lo supo, y cuando Castelli
estaba m¡is confiado en la tregua, preparó
todo el ejército español, lo puso en marcha en
la madrugada del dia 20 de junio de 181 1 y sor-
prendió de tal modo a los patriotas, que sólo se
salvaron y pudieron retirarse formados tres
batallones argentinos, que componían la divi-
sión de los coroneles Vi amonte y Díaz Vélez.
Todo el Alto Perú (Bolivia) quedó de nuevo
perdido, desde La Paz hasta Jujuy. Las fuer-
zas argentinas las mandaba Balcarce.
Habac (Ángel). Marino. Natural de Francia.
Vino al Río de la Piafa y se le confió el mando
de la balandra Americana, de cuatro cañones
y 40 hombres, comisionándole para levantar
frente a San Nicolás de los Arroyos una bate-
ría en tierra el 1 de marzo de 1811; asistiendo
al combate del 2 de marzo de aquel año. Se le
confió más tarde el mando de la goleta Nues-
tra Señora del Carmen, armada con ocho ca-
llones y 65 tripulantes. Hubac asistió al san-
griento combate del Arroyo de la China, libra-
do en el Uruguay el 24 de marzo de 1814. En
septiembre de 1818, el sargento mayor Hubac
fué nombrado jefe de la escuadrilla portefla
que combatió y bloqueó a Santa Fe en ese año;
en 1819 ascendió a coronel. Combatió en el li-
toral y en Punta Gorda, muriendo al frente de
su batería del Arzazú, en el Paraná, el 27 de
mayo de 1821.
Hadson (Damián). Publicista. Nació en la pro-
vincia de San Juan, el 12 de febrero de 1811.
Se educó en Mendoza, en donde, desde muy
joven, formó parte de la administración de la
provincia. Ministro del gobernador Burgos,
fué tomado prisionero por las tropas de Oyue-
la. Durante la tiranía vivió en Chile. En Bue-
nos Aires dirigió El Nacional, y fué electo se-
nador por la provincia el 13 de agosto de 1866_
En los últimos años de su vida escribió los Re-
cuerdos históricos de la provincia de Cuyo,
obra importantísima, que ocupa uno de los pri-
meros puestos en la bibliografía nacional, pu-
blicada por sus deudos el año 1898. Dejó de
existir el 14 de abril de 1879.
Huérfanos (Colegio de). Fundado en Buenos
Aires el año de 1755, por iniciativa de don
Francisco Alvarez Campana y el Dr. D. José
González, hermano el primero y capellán
el segundo de la Hermandad de la Caridad.
Huergo (Delfín B.) Abogado. Nació en Salta,
el 14 de diciembre de 1S24. Durante la dicta-
dura huyó de Buenos Aires y se prescito a
Urquiza, a cuyo lado asistió a la batalla de Ca-
seros, en clase de ayudante. Constituyente
por San Luis, ante el Congreso reunido en
Santa Fe en 1853. Formó parte del Gobierno
del Paraná. En 1859 fué nombrado ministro
argentino en Alemania, y cuatro años después
subsecretario del ministerio de Relaciones Ex-
teriores, donde prestó servicios de importan-
cia. Ministro en Bélgica y diputado en varios
períodos. En 1883, nuevamente nombrado re-
presentante argentino en Bélgica, señalándose
por su contracción y pruebas de recomendable
competencia diplomática. Falleció en Buenos
Aires, el 17 de diciembre de 1886. Fué notable
jurisconsulto, político, diplomático, orador. Era
un ciudadano honorable e inteligente.
Hamahuaca. Pueblo de indios encomenderos
de la gobernación de Tucumán, situado sobre
el río del mismo nombre, numerosísimo en los
primeros tiempos y reducido a unos pocos a
mediados del siglo pasado. La quebrada de
Humahuaca es hoy un valle angosto, poblado
y bien cultivado de alfalfa. Forman esta que-
brada dos sistemas de serranías, cuya altura
en las cumbres es de 3.500 a 4.000 metros so-
bre el nivel del mar. Este valle fué el único
camino militar por donde invadieron el territo-
rio argentino los ejércitos realistas.
Humahuaca (asalto). Pueblo fortificado en Ju-
juy. Tomado por asalto el 1 de marzo Je 1817,
por el valiente comandante D. Manuel Eduar-
do Arias, al frente de 150 gauchos sáltenos,
consiguiendo por trofeos 86 prisioneros, incluso
seis oficiales, siete piezas de artillería, 100 fu-
siles, muchas provisiones, ganados y cabalga-
duras, y además dos banderas, una de ellas
del afamado regimiento de Picoaga, que, en
memoria de haber hecho la campaña del Cuz-
co, llevbba en uno de sus ángulos, la efigie del
desgraciado patriota Pumakagua, degollado
por el crimen de haberse pronunciado por la
independencia de su país. Decía Arias en su
parte: «Se jactan los enemigos de que dicho re-
gimiento era invencible; pero seria porque es-
taba reservado a los gauchos, humillar su or-
gullo». En justo premio de esta memorable ha-
zaña, el Gobierno entonces, director Puey-
rredón, decretó cinco medallas de oro, para
Arias, capitán Hilario Rodríguez, teniente»
HUM
— 220
HUS
Manuel Postal y Pablo Mariscal y alférez On-
tiveros, que más se distinguieron en el asilto-
Para los demás oficiales, medalla de plata; y
para la tropa, una cinta celeste y blanca con
la inscripción: Huma/maca.
Hnmaitá (paso de). Fortaleza paraguaya que
defendía el paso de este nombre, sobre el río
Paraguay, forzado por la escuadra brasileña
el 18 de febrero de 1868. Durante la campaña
del Paraguay, el general en jefe del ejército
aliado, D. Bartolomé Mitre, ordenó al almiran-
te de la escuadra brasileña forzar este paso,
defendido por más de 3.000 hombres, numero-
sas baterías y una gruesa cadena, que atravesa-
ba el río y que fué cortada por la escuadra.
Tres poderosos acorazados, llevando cada uno
un monitor amarrado a babor, cruzaron a todo
vapor por frente a las baterías, contestando al
fuego del enemigo. El 15 de julio de este mis-
mo año fué atacada la fortaleza por fuerzas
brasileñas a las órdenes del general Oso-
rio, pero fueron rechazadas con más de 1 .500
bajas.
Hfinicken (Emilio). Alemán. Nacido en Oker,
en 1827. A los veinticinco años, habiendo ter-
minado en su patria los estudios de ingeniero
de Minas, y después de una intensa práctica en
algunos establecimientos industriales alema,
nes, se embarcó para Chile, donde dirigió du-
rante dos años una fundición de cobre. En 1854
pasó a Bolivia, y dos años después volvió a
Chile para fundar en Juntas (valie de Copiapó)
una importante empresa metalúrgica. En 1865
vino a nuestro país, y se estableció en una cha-
cra en San José, cerca de Tinogasta. En 1869
abandonó los trabajos agrícolas para volver a
los de su especÍHlidad. Fué en ese año que fun-
dó el ingenio metalúrgico «Escaleras», en el
cual fundió minerales de lamina «Mejicana».
«Fué ésta— dice Latzina— la primera vez que
en el país se beneficiaron minerales con arre-
glo a los principios técnicos que rigen la mate-
ria.» A Hünicken debe considerársele como el
fundador de los ingenios metalúrgicos que fun-
cionan hoy al pié del Famatina. En 1875 orga-
nizó la fundición de Filimuqui, y se fué después
al río Blanco para lavar oro y estudiar las mi-
nas de la comarca. En 1883 proyectó, por en-
cargo del Gobierno nacional, un ferrocarril mi-
nero a la «Mejicana», que no llegó a realizarse.
Después asumió la dirección técnica del inge-
nio de Filimuqui. En 1894 hizo, por encargo
del Gobierno nacional, un viaje por las provin-
cias del Norte para estudiar su minería. El fru-
to de esta excursión fué un informe titulado:
«Minería y metalurgia de las provincias de La
Rioja, Catamarca, Jujuy y Salta, de la Repú-
blica Argentina», informe que figuró luego en
1895 en la Exposición de Santiago de Chile.
Hünicken murió el 24 de junio de 1896, en Chi-
lecito.
Húsares llamados de Pueyrredón (origen de
la caballería argentina). Se componíande cuatro
compañías de 51 hombres cada una, en la épo-
ca de la defensa de Buenos Aires contra la
invasión inglesa.
I
Iba. Río de Misiones, en cuyas orillas fué ase-
sinado por los indios el ilustre fray P. Cristo
bal de Mendoza, de la Compañía de Jesús, en
1635.
Ibáñez (Antonio). Rector del ColeRio de la
Compañía de Jesús en la ciudad de Tucumán ,
en el año de 1677.
Ibáñez (Pedro). Militar. Natural de Buenos
Aires. Figuró como capitán en la expedición
al Paraguay, mandado por Belgrano. Se dis-
tinguió en el combate de Tacuarí, en donde su
comportamiento fué notable. En 1812, sargento
mayor, y teniente coronel en 1815. Siendo co-
ronel fué nombrado gobernador de Buenos
Aires, puesto que renunció en breve, por estar
atacado de una grave dolencia, que lo llevó al
sepulcro.
Ibarra (Absaión). Gobernador de Santiago del
Estero en 1863. Delegado de Taboada, suce-
diéndole en 1867. En su gobierno tuvo el dolo-
roso, aunque justo, deber de mandar ejecutar
la sentencia de muerte a los principales cabe-
cillas del motín de la «Viuda», que en la ma-
drugada del 9 de septiembre de 1865 se habían
sublevado contra sus jefes: «Un solo hombre
consiguió sofocar ^1 motín, D. Manuel Taboa-
da, cuya presencia bastó para que los suble-
vados, con excepción de 80 individuos, se so-
metieran avergonzados. El plan que este mo-
tín abarcaba era vasto: no sólo iba a sembrar
la muerte y el exterminio en todo Santiago,
sino también a levantar en alto el pendón de
la reacción. Los sentenciados, desgraciada-
mente, no eran los verdaderos autores, sino
las piezas de una máquina cuya cabeza, cuyo
resorte se hallaba con un pie en Santiago y
con el otro en Córdoba.» (Zinny.)
Ibarra (Juan Felipe). Fué nombrado teniente
gobernador de Santiago del Estero en marzo
de 1820. Triunfó en Po/mar (1821); tuvo que
abandonar la ciudad de Santiago en 1827, por
la entrada del general Gutierre/:; vencedor en
Palma Redonda en 1827. Murió en Santiago
del Estero, el 15 de julio de 1851.
Ibarrola (Mariano). Militar. Natural de Buenos
Aires. Como cadete se halló en las invasiones
inglesas; siendo capitán de arribeños, se pro-
nunció por el movimiento emancipador; marchó
a la Banda Oriental y concurrió al primer si-
tio de Montevideo, en 1811. Con Belgrano hizo
la campaña del Alto Perú. Terminada la gue-
rra de la independencia, expedicionó como te-
niente coronel al desierto, a las órdenes del
general Rodríguez, y en las fronteras de Nava-
rro y Lobos. No tomó parte en las luchas civi-
les, y durante la tiranía se retiró a su hogar
hasta el día de su fallecimiento, ocurrido el 10
de julio de 1858, revistando con el grado de
coronel.
Ifrán (batalla). Dada por los revolucionarios
correntines el 18 de febrero de 1878, contra
las fuerzas del gobernador Dr. Derqui. Los
revolucionarios estaban al mando del coronel
Azcona. Murieron en la batalla los coroneles
Cáceres y Aguirre.
Imprenta (en Buenos Aires). La imprenta fué
introducida en el Río de la Plata por los jesuí-
tas, a fines del siglo xvii, o a principios del xvni
de estar a lo afirmado por otros historiadores.
El 6 de octubre de 1780, según el general Mi-
tre, se hizo la primera impresión. Esta impren-
ta, después de la expulsión de los jesuítas, fué
comprada en Córdoba, donde se conoció el
arte de Gutenberg antes que en Buenos Aires,
por orden del progresista virrey D. Juan José
de Vértiz, por cuenta del erario público y para
aplicar sus productos al sostén de la Casa de
Expósitos. «El arte de imprimir— dice Mitre—
INC
222 -
INV
sf practicaba en el Río de la Plata desde fines
del siglo XVII, a lo que parece, y seguramente
en los primeros artos del siglo xviii; por mane-
ra que fué esta región de la América espartóla
la primera que después de Méjico y del Perú
gozó de sus beneficios. En las misiones jesuíti-
cas del Uruguay y Alto Paraná se imprimía en
1703 en una prensa de madera de los vecinos
bosques, con caracteres de estaño fundido en
ollas, y en planchas de cobre grabadas por los
indios neófitos. Así lo atestiguan varios libros
impresos allí, que han permanecido por largos
artos desconocidos para los bibliógrafos, y lo
comprueban documentos originales que existen
en nuestro archivo particular.»
Incas. Nombre de la dinastía indígena que go-
bernó al Perú desde antes de la conquista, y
cuyo significado es el de monarca o príncipe.
Entre las naciones que poblaban el continente
americano antes del descubrimiento había al-
gunas salvajes y otras civilizadas, que sorpren-
dieron a los descubridores y conquistadores
con sus artes y leyes, como las del poderoso
imperio de los Incas. El fundador de esta di-
nastía fué Manco Capac, fundador también de
la ciudad del Cuzco, capital del gran imperio y
que se titulaba «hijo del Sol». Gobernó al país
con poder absoluto hasta su fallecimiento, en
que el gobierno se sucedió hereditariamente
entre sus descendientes, el último de los cua-
les fué Atahualpa, que pereció a manos de los
conquistadores españoles. El último príncipe
fué Tupac-Amarú (v.), bárbaramente condena-
do a muerte el año 1781. En el Congreso de
Tucumán del arto 16 algunos diputados sostu-
vieron la idea de que se adoptara como forma
de gobierno la monarquía indígena, con un
principe Inca por rey y dándole por residencia
la antigua capital, proyecto a que se opusieron
terminantemente el diputado fray Justo de
Santa María de Oro y otros colegas.
Inclán Valdé» (Juan Alonso de). Militar.
Natural de Esparta. Gobernador de Buenos
Aires de 1703 a 1703. Dedicó todo su período
a organizar la defensa y seguridad de las for-
tificaciones y plazas a que aspiraba la codicia
de los portugueses, tomándoles por asalto más
tarde la colonia del Sacramento y obligándolos
a retirarse al Brasil. Después de esie hecho se
vio precisado a pasar a la provincia de Char-
cas, llamado por la Real Audiencia. Falleció
en esa ciudad, en 1708.
India Huerta (batalla). El general Urquiza
había atravesado el río Uruguay y penetrado
en la Banda Oriental, donde el general Rivera
hacía sus correrías. El ejército entrerriano ya
había vencido a este jefe en Malbajar y Are-
quito, hasta que en India Muerta, cerca de la
frontera brasileña, libraron una batalla deci-
siva el 27 de marzo de 1845. Cuatro mil hom-
bres de cada parte entraron en la pelea, sien-
do al fin completamente destruido el ejército
uruguayo, teniendo Rivera que buscar su sal-
vación en territorio brasilerto.
Inquiliguala. Pueblos de indios encomendados
de la gobernación del Tucumán, sobre el Sa-
lado, numerosos en los primeros tiempos de la
conquista.
Insaurralde (José de). Padre superior de las
Misiones del Paraná y Uruguay en 1726. El
paire Insaurralde dejó escrita una obra en
guaraní, titulada: Ara porú aguíyey haba, o
sea El buen empleo del tiempo.
Intendentes (ordenanzas de). Con mejor in-
tención que acierto, dio el rey CaHos III una
ordenanza estableciendo en el virreinato ocho
distritos provinciales. Cada uno debía tener un
gobernador intendente, como jefe y perceptor
de las rentas. Estas rentas debían aglome-
rarse en la Intendencia de la capital, donde
había de residir el superintendente con \a Jun-
ta de Hacienda de todo el virreinato. Por esta
ordenanza el virreinato fué dividido en ocho
Intendencias: la del Paraguay, cuatro altipe-
ruanas y tres argentinas, a saber: La Asun-
ción, La Paz, Cochabamba, Potosí y Chuqui-
saca; y Córdoba, Salta y Buenos Aires como
capital y asiento del superintendente general.
Con el establecimi nto de este orden de cosas
se le retiró al virrey la facultad de entender
en los ramos de Hacienda y rentas; pero vino
a crear una lucha tan escandalosa entre vi-
rreyes y superintendentes, por robos y des-
falcos vergonzosos, que al fin fué necesario
suprimir la superintendencia de la capital y
d.volver sus atribuciones al virrey.
Intrépido (bergantín de guerra en corso). Del
Estado. Comandante, Tomás W Cárter; des-
pachado con destino al mar Pacífico el 15 de
septiembre de 1818. Se incorpoióa la escua-
dra de Chile, ai mando de Blanco Encalada.
Intiguaci. Antiguo pueblo extinguido de indios
de la jurisdicción de Córdoba del Tucumán,
situado al Norte de la ciudad.
Invasiones inglesas (primara). Fueron dos:
una en 1803, la otra en 1807. He aquí el mo-
INV
- 223
INV
tivo de esta invasión. Resentida Inglaterra de
la conducta del rey de España, favorable al
emperador Napoleón Bonaparte, se apoderó
a viva fuerza de cuatro fragatas españolas
que conducían caudales cuantiosos de América
para los puertos de la Península. Una de las
fragatas voló con toda su tripulación durante
el combate, obligando con esto al rey de Es-
paña, Carlos IV, a aliarse con Napoleón y a
declarar la guerra a los ingleses. Fué en e^^ta
guerra que sucumbió para siempre el poder
marítimo de España, en la famosa batalla de
Trafalgar, el día 19 de octubre de 1S05; y con
pretexto de esa misma guerra trataron los in-
gleses de realizar el plan antiguo de apode-
rarse de las posesiones españolasen América.
El 6 de junio de 1S06 entró al Río de la Plata
una escuadra mandada por Pophan, y en la
tarde del 25 desembarcaron en la playa de
Quilmes 1.600 hombres, al mando del general
Beresford. Saliéronle al encuentro 700 hom-
bres milicianos, mandados por un anciano, los
cuales se dispersaron, apoderándose los in-
gleses de la fortaleza el 27 dnl mismo mes.
Entretanto, el inepto virrey Sobremonte aban-
dona Buenos Aires, retirándose con los cau-
dales y su fanilia a Lujan. El Cabildo, mien-
tras huía el virrey, representaba sólo la auto-
ridad del país, y con él se entendieron los in-
gleses durante la ausencia de Sobremonte.
Temeroso el Cabildo de algún mal para el pue-
blo, obligó al virrey a entregar a los ingleses
los caudales, logrando los invasores embarcar
como millón y medio de pesos fuertes, que
nunca fueron devueltos. Los ingleses guar-
daron una conducta ejemplar mientras ocu-
paron la ciudad: respetaron las propiedades,
personas y costumbres del país; no cometieron
ninguna violencia, aunque conocían que la
masa de la población no simpatizaba con ellos,
como lo palparon poco después. Viene ahora
la reconquista. Todos los vecinos ricos e in-
fluyentes de Buenos Aires, tanto españoles
como hijos del país, reunieron armas y dinero
y difundieron por todas partes la idea de liber-
tarse por la fuerza de los invasores. Sus jefes
fueron: D. Santiago Liniérs, D. Juan Martín
de Pueyrredón y D. Martín de Alzaga. Se
reunió una fuerza de más de 1.000 hombres,
reclutados en Lujan, Las Conchas y en la ca-
pital. Desde los corrales de Mi-erere (el 11
de septiembre), Liniérs intimó rendición al
jefe inglés. Este se mantuvo con honra en su
puesto y esperó el ataque. El pueblo tomó en
brazos los cañones, porque los arrabales y las
CHlles estaban intransitables por rec'entes llu-
vias, mientras que grupos de vecinos orga-
nizados y armados se encargaban de sitiar a
los ingleses y cortarles todos los recursos. Los
ingleses acampan en la plaza principal (hoy de
M>iyo), y allí fueron atacados, por las calles
que pasan por la iglesia de la Merced y por la
catedral. El general Beresford tuvo que re-
fugiarse en la fortaleza y enarbolar la bandera
de parlamento, entregándose prisionero con
sus soldados. Esta acción costó como SCO víc-
timas por ambas partes. Los ingleses tuvieron
250 hombres fuera de combate y 2(X3 los nues-
tros. Este hecho mostró al pueblo de Buenos
Aires que no tenía que contar, ni con el Go-
bierno español, ni con sus generales, ni con el
virrey. Depuso a Sobremonte y nombró en su
reemplazo a Liniérs. La destitución de Sobre-
monte fué el 14 de agosto, día que debe ser
memorable, como precursor del 25 de mayo
de 1810, en que desaparecieron para siempre
los mandones de España en el Río de la Plata.
Invasiones ingrlesas (segunda). Cuando en
Inglaterra se supo la toma de Buenos Aires y
más tarde se conoció el mal resultado de las
armas de Beresford, el Gobierno inglés equi-
pó y mandó tres expediciones al Río de la Pla-
ta. La primera, de 4.350 hombres, al mando de
Auchmuty; la segunda de 1.630, al mando de
Craufurd, y la tercera, de 1.630, al mando de
Whitelocke, siendo éste el jefe principal de to-
das las fuerzas. Formaban un total de 13.(XX)
hombres, bien armados, con buena artillería y
apoyados con una escuadra de 20 buques de
guerra. Se apoderaron primeramente de Mon-
tevideo, el 3 de febrero de 1807, después de un
asalto muy reñido. La rendición de Montevi-
deo causó profunda impresión en Buenos Ai-
res. Los ingleses resolvieron atacar, y, al efec-
to, el 1 de julio de 1807 desembarcaron en la
ensenada de Barragán con un ejército numero-
so y aguerrido. Las fuerzas de la defensa se
componían de 7.000 hombres escasos y de cin-
cuenta y tantos cañones, divididos en tres
cuerpos. Por un error militar de Liriérs se
comprometió la defensa dejando la entrada
del ejército inglés expedita a la ciudad El ge-
neral Liniérs, después de un corto tiroteo, ha-
bía huido hacia el campo. La ciudad se hallaba
consternada viendo llegar dispersos y desalen-
tados a los soldados que habían salido de ella,
INV - 224 -
poco antes llenos de entusiasmo. El Cabildo
y los patriotas fueron los que salvaron a Bue-
nos Aires, y también la demora de los ingleses
en ocuparla, como pudieron hacerlo esa misma
noclie. Durante ella los dispersos se reunie-
ron, descansaron y se dispusieron a defender-
se, de modo que cuando amaneció el dia 3,
pudo contestarse a la intimación de Whiteloc-
ke que la ciudad no se rendía. Las fuerzas de-
fensoras se distribuyeron en las azoteas de la
plaza principal, porque la ciudad entonces era
muy poco extensa. En la Merced se colocaron
los cuerpos de Arribeños, Correntinos y parte
de los Patricios. En el colegio, cuatro compa.
flias de Patricios, a las órdenes de Saavedra.
El ataque se efectuó del modo siguiente: los
ingleses, el arma al brazo y paso redoblado,
se dirigen directamente a la plaza principal
(Mayo) para apoderarse de la fortaleza Para
esto se fraccionaron en dos divisiones: una para
entrar por el Norte y otra por el Sud, a las al_
turas de las iglesias del colegio (San Ignacio)
de la Merced y Residencia. Así lo efectuaron'
en número de más de 6.000 hombres, formando
14 columnas, partiendo de los corrales de Mi.
serere el día 5 a las primeras horas de la ma.
flana. Se apoderaron del Retiro, después de
un reñido combate; pero apesar de este triun-
fo, comenzaron a desmayar los soididos ingle-
ses delante de la lluvia de piedras, agua hir-
viendo y balas que desde las azoteas y venta-
nas disparaban los defensores. Al terminar
esta acción el enemigo había perdido en toda
la línea nueve jefes, 65 oficiales y 1.084 hom-
bres, entre muertos y heridos; nueve jefes, 97
oficiales y 1813 soldados prisioneros. Es decir,
más de la mitad de sus jefes, la mitad de sus
oficiales y la tercera parte de su tropa. Los
ingleses se retiraron del Río de la Plata admi-
rando el valor y el carácter generoso de sus
defensores y haciendo votos por su emancipa-
ción.
Ejército inglés que atacó por segunda
vez a Buenos Aires.
General en jefe: J. Whiteloche.— Teniente ge-
geral. Mayor general: J. Cewisou Gower. —
Brigadieres generales: S. Achmuty, W Cun-
iey y Craufurd.— Coronel: J. Mahon.— Te-
niente coronel: Lloy.— Capitán: Fraser.
Columna compuesta de los regimientos de
infantería 5, 38, 87, 2.550.
IRA
Columna de los regimientos de infantería y
dragones ligeros, 17, 38, 88, 2.000.
Columna de ocho compañías del regimiento
95 y 9 de infantería ligera, 1.700.
Columna de cuatro escuadrones del 6, dra-
gones del 9, dragones ligeros y los regimien-
tos de infantería 40 y 45, 1.650.
Columna de dragones desmontados, 1.150.
Brigada de artilleria, 3, 750.
Total, 9.800
Invencible (bergantín). Propiedad del coman-
dante de la marina de los Estados Unidos don
David Juvet, que lo armó y abasteció por su
cuenta. Tenía 4S0 toneladas, montaba 20 caño-
nes, 14 carroñadas de a 24 y seis cañones de
a 12; la tripulación 180 hombres. Se le exten-
dió patente de corso el 23 de junio de 1815, que
devolvió, terminada su campaña, el 26 de sep-
tiembre de 1817. Este corsario apresó, entre
otras, la fragata Santander (a) Los Santos
Mártires, la polacra Tita; bergantines Júpiter
y San Antonio, todos declarados buenas pre-
sas. Era su apoderado en Buenos Aires el co-
nocido comerciante y ardoroso defensor de
nuestros intereses D. C. Deforest.
Irala (Domingo Martínez de). Militar español-
Nacido en Vergara (Guipúzcoa). Electo ade-
lantado del Paraguay en agosto del año 1538,
para el período de 1538 al 1542, declaró asien-
to del gobierno lo que entonces era ciudad de
la Asunción. Nombró los funcionarios públi-
cos; mandó practicar las elecciones de alcaldes
ordinarios, regidores y demás ministros infe-
riores, y resolvió, en 1540, mandar sacar de
Buenos Aires a los pobladores, a fin de que se
incorporasen a los de la Asunción, con el obje-
to de salvarlos del furor de los querandies.
En 1541 sofocó enérgicamente una sublevación
de los indios, condenando a muerte a los prin-
cipales cabecillas. El 11 de marzo de 1542 en-
tró en la ciudad de la Asunción el adelantado
Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en cuya fecha le
entregó el mando Irala, quedando él reconoci-
do como seííundo adelantado, siendo comisio-
nado para buscar un camino al Perú, llegando
hasta la laguna de Paiba. Regresó a la Asun-
ción el 4 de febrero de 1543, siendo nombrado
general en jefe del ejército para expedicionar
contra los indígenas, y obtuvo una gran victo-
ria el 1 de marzo de 1543. Al año siguiente,
después de haber intentado nuevamente llegar
al Perú, fué preso Alvar Núñez, quedando Ira-
la de adelantado. Salió a campaña a batirá los
lUI
- 225 -
IRI
gualcurúes, y luego, en 1547, emprendió una
tercera campnña, con el objeto de abrir una co-
nuinicación con aquel país, regresando al pun-
to de partida en marzo de 1549, expedicionan-
do nuevamente contra los indios en 1552 y 53.
Irala fué el que estableció las célebres enco-
miendas. Murió en el Paraguay, en abril del
año 1557, a la edad de sesenta y dos artos.
Iriarte (Tomás de). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 7 de marzo de 1794, y a los diez años
do edad fué enviado al Colegio Real de Sego-
via, en Esparta, en compartía del después gene-
ral Alvear, en cuyo viaje les tocó presenciar
un combate naval, siendo capturado el buque
en que iban y conducidos prisioneros a Inglate-
rra. En 1808 se halló en el sitio y rendición de
Segovia, cayendo entre los prisioneros de las
tropas de Napoleón; dos años después, en cla-
se de subteniente, se encontró en el sitio y
rendición de Sevilla, y desde 1810 a 1812 asis-
tió a la defensa de la isla de León, mandando
las baterías de la línea. Tomó parte en la ba-
talla de Chiclana contra los franceses, y conti-
nuó sus servicios en los ejércitos reales has-
ta 1810, arto en que, con la graduación de te-
niente coronel, vino al Alto Perú, aprovechan-
do allí una aproximación del ejército indepen-
diente para adherirse a los patriotas. Incorpo-
róse al general Belgrano, con quien mantuvo
estrecha amistad. En 1820 acompartó en sus
campañas al general Alvear, y emigrado a
Montevideo fundó una Sociedad patriótica con
fines de emancipar al país. Al año siguiente
fué enviado a Buenos Aires por el Cabildo de
esa ciudad, en misión reservada, y tres artos
deípués a los Estados Unidos como secretario
de una embajada presidida por aquel general-
A su regresó al país se le confió el mando y or-
ganización de un regimiento de artillería, a
cuyo frente hizo toda la campaña contra el
Brasil, actuando con brillo en la memorable
batalla de Ituzaingó. Vuelto al país en 1831,
ascendió a general, y poco después electo di-
putado. Fué desterrado por Rosas. Se alistó
en el ejército de Lavalle, sirviendo en las cam-
pañas del 40 y 41. Emigró a Chile y luego a
Montevideo, donde ocupó altos cargos milita-
res. De regreso a su ciudad natal, actuó nue-
vamente en política. Falleció en esta ciudad, el
28 de mayo de 1876.
Irigoyen (Bernardo de). Estadista. Nació en
Buenos Aires, el 18 de diciembre de 1822. Cur-
só sus estudios en la Universidad de esta ciu-
DlC. Hl8T. BlOGR.
Dr. D Bernardo Irigoyen
dad, recibiéndose de doctor en Leyes en 1843.
En dicho año fué nombrado oficial de la Lega-
ción argentina
cerca del Gobier-
no de Chile, sien-
do encargado de
promover la cues-
tión del estrecho
de Magallanes.
En 1851 fué comi-
sionado para reu-
nir los documen-
tos justificativos
de esa reclama-
ción y también
para trasladarse
a Roma y arre-
glar las relacio-
nes de la Santa Sede con los Gobiernos ameri-
canos. En 1852 el Gobierno de Urquiza lo comi-
sionó para concertar con los Gobiernos del in-
terior algunas medidas previas a la convocato-
ria del Congreso Constituyente. Desde 1857 se
dedicó al periodismo y al ejercicio de su profe-
sión, con notable éx'to. En 1860 fué elegido
convencional y rehusó varios cargos importan-
tes, y diez años después fué nombrado procura-
dor general del Tesoro. En 1873 fué electo di
putado. Durante la administración del doctor
D. Nicolás Avellaneda desempeñó dos minis-
terios sucesivamente, estando también encar-
gado de la cuestión de límites con Chile. Poco
después acompartó en el ministerio del Interior
al general Roca durante cinco años. Fué can-
didato a la presidencia de la República. Estu-
vo retirado de la vida pública hasta 1898, en
que fué electo gobernador de la provincia de
Buenos Aires y senador nacional al terminar
su período. Murió en Buenos Aires, el 27 de
diciembre de 1906. El Dr. Irigoyen descolló
como oradoren Asambleas memorables, y como
escritor elegante y profundo en diversos tra-
bajos.
Irigoyen (Matías). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 25 de febrero de 1781. Siendo niño
emprendió viaje a Europa con el objeto de
seguir la carrera militar, ingresando como ca-
dete en la armada española, hallándose en el
combate naval de Trafalgar, donde fué herido.
En 1809 regresó de España con el grado de al-
férez de navio, siendo poco después uno de los
precursores de la independencia y de los más
entusiastas partidarios del movimiento de mayo
19
IRI
-226
D. Matías Irigoyen.
de 1810, asistiendo al memorable cabildo abier-
to del 22, en cuya Asamblea votó por la depo-
sición del virrey.
Poco tiempo más
tarde fué comisio-
nado por la Junta
para comunicar al
Gobierno de Es-
paña la instala-
ción del Gobierno
patrio; al año si-
guiente regresó.
En 1812 fué nom-
brado jefe del re-
gimiento de arti-
llería, durante el
sitio de Montevi-
deo, y en 1815 co-
mandante gene-
ral de marina; al año siguiente comandó la
escuadrilla destinada a combatir las montone-
ras de Santa Fe, donde fué hecho prisionero;
en el mismo año fué enviado como negociador
diplomático al Brasil. Desde 1817 a 1820 des-
empeñó el ministerio de la Guerra, siendo
éste el último cargo que ejerció, pues se alejó
de la vida pública. Falleció el 20 de septiem-
bre de 1839.
Irigoyen (Miguel). Militar. Nació en Buenos Ai-
res y era hermano del anterior. En ISIOfué uno
delos400vec¡nosinvitadosal cabiidoabierto del
22 de mayo, en cuyo acto hizo suyo el voto de
D. Cornelio Saavedra. Fué nombrado alféiez
del regimiento de Húsares del Rey el 12 de oc-
tubre de 1810, y teniente primero de la guar-
dia de caballería del supremo director en mar-
zo 16 de 1815. En su carrera política desem-
peñó entre otros cargos, el gobierno de Bue-
nos Aires; el 16 de abril de lbl6 revistó como
miembro de una Comisión gubernativa en
unión de D. Francisco Antonio de Escalada, y
el 1 de febrero de 1820 se le confió la Inten-
dencia de Policía de la misma ciudad. Doce
días después ei Cabildo lo nombró goberna-
dor político de la provincia, siendo teniente
coronel, en unión del general Soler y de don
Pedro Aguirre, cargo que ejercieron sólo has-
ta el 18 del mismo mes y año.
Irigoyen flgnacio D.). Holítico. Nacido en Bue-
nos Aires. Era estudiante de Derecho cuando
los hechos revolucionarios de 1874 lo arranca-
ron de las aulas para llevarle a servir en las
Milicias del Gobierno, como oficial de guar-
ingoyen.
IRI
dias nacionales. Tuvo en estos sucesos una
actuación destacada, así como en los de 1880,
y secundó eficaz- ■>'
mente la política
de D. Adolfo Al-
sina. Las condi-
ciones de su inte-
ligencia y su inte-
rés por la cosa
pública concu-
rrieron para que
se le llamara des-
de joven a los
cargos públicos.
Fué, sucesiva-
mente, jefe de la
oficina de paten-
tes y marcas, sub-
director de rentas, oficial mayor del ministerio
de Hacienda y tesorero general de la nación.
En 1892 se hizo cargo del ministerio de Hacien-
da en la provincia de Buenos Aires, gobernando
D. Julio A Costa. En estas funciones le tocó
afrontar dificultades de todo género y confir-
mó su espíritu de carrección administrativa y
su conocimiento de las finanzas. En 1904 fué
elegido diputado nacional por la provincia de
Buenos Aires. Su actuación parlamentaria se
caracterizó por la laboriosidad y el interés que
ponía en la discusión de los asuntos públicos.
Poco después surgió su candidatura para la
gobernación de la provincia de Buenos Aires,
y sucedió en tan alta magistratura a D. Mar-
celino Ugarte. Fué la suya una administración
pacífica y conducente a realizar obras de pro-
greso y beneficio para dicha provincia. Tuvo
iniciativas útiles y conquistó las simpatías per-
sonales de sus mismos adversarios políticos.
La experiencia recogida durante treinta años
en las reparticiones públicas, en la observación
y en el estudio de los asuntos relacionados
con el progreso del país, contribuyó sin duda
a facilitarle la compleja tarea administrativa
de su gobierno. Más tarde fué elegido sena-
dor nacional por la misma provincia. En la Alta
Cámara su labor se orientó en un sentido acor-
de con las ideas y las preocupaciones que le
caracterizaron en el ejercicio de los cargos an-
teriores. Vicepresidente segundo del Senado;
de la nación, de 1918-1919. Militó el Sr. Irigoyen
en el partido autonomista y en las filas conser-
vadoras. Falleció el lunes 3 de noviembre de
1919, en Buenos Aires.
IRI
227
ISA
Irigoyen (Ignacio de). Natural de Navarra (Es-
paña). Fueron sus padres D. Juan Martín de Iri-
goyenyD." Josefa de Echenique. Vino a Buenos
Aires, en 1757. A los dos años de su llegada
constituyó su hogar contrayendo matrimonio
con D.* Francisca déla Quintana y Kiglos.
Fué alcalde regidor en 1862; alcalde de pri-
mer voto en 1776, capitán de Milicias de ca-
ballería desde 17(S2 a 1780, año en que fué re-
tirado por el virrey Vértiz. Murió el 17 de fe-
brero de 1787. Es el fundador de la familia ar-
gentina de este nombre.
[riondo (Simón de). Abogado. Gobernador por
dos veces de la provincia de Santa Fe, en 1871
y 1878. Ministro de Estado del presidente doc-
tor D. Nicolás Avellaneda Fué también sena-
dor nacional. Falleció en Buenos Aires, el 30
de noviembre de 1888.
«abel la Católica. Reina de España y entu-
siasta protectora de Cristóbal Colón. Nació en
Madrid, el 22 de abril de 1451. Atendiendo al
porvenir de Castilla, resolvió unirse con don
Femando de Aragón, desposándose con él en
Valladolid, a cuya ciudad había llegado secre-
tamente el infante D. Fernando el 18 de octu-
bre de 1469, casándose al siguiente día en el
palacio de D. Juan de Vivero. Emprendida la
guerra contra los moros (1481), que duró diez
años, fueron vencidos éstos y tomada la ciudad
de Granada. Cuando acudió Colón al campa-
mento de Santafé, delante de Granada, habló
con el rey Fernando, que lo despidió con
acritud. Doña Isabel, que era un talento pro-
fundo y una inteligencia superior, en vista de
la negativa de su esposo de tomar la más mí-
nima parte en la empresa por cuenta de su co
roña de Aragón, empeñó sus alhajas para los
gastos de la expedición. Dulce y generosa,
templó con su clemencia el riguroso carác-
ter de D. Fernando. Murió en Madrid, el
año 1504.
sábela (fundación de). Colón, que había arri-
bado a la isla de Haití o la Española (12 de
noviembre de 1493), se encuentra con las rui-
nas del fuerte que había dejado en su primer
viaje, y teniendo necesidad de desembarcar su
gente, tras de los viajes que acababa de hacer,
recorre varias islas, y no encontrando ninguna
a propósito para una larga permanencia, se
decide a tomar puerto en la costa Norte de
Haití, a diez leguas al Oriente de Monte
Christi, y bajó todo el equipaje de sus buques.
Inmediatamente se construye una ciudad. En
este segundo viaje había Colón embarcado en
Gomera varios animales, con miras de que se
propagasen en el Nuevo Mundo, y los hace
bajar en este punto. Por vez primera, pues,
entran a poblar el suelo americano algunas
terneras, cabras, ovejas, cerdos, gallinas y
otras aves; asimismo se introducen las prime-
ras semillas de naranjo, bergamota, limón, me-
lones y otros frutos. De tal modo y con tales
elementos se funda la primera ciudad cristiana
en el Nuevo Mundo, a la que Colón dio el
nombre de ¡sábela, en honor de su protecto-
ra, la reina de España. A esta ciudad, después
se le llamó Santo Domingo.
Isasmendi (Domingo de). Teniente de gober-
nador, justicia mayor y capitán a guerra por
nombramiento de seis gobernadores, que con-
secutivamente mandaron la provincia de Tucu-
mán desde el 7 de julio de 1729 hasta 1759, me-
reciéndolo por su prudencia, pericia y genero-
sos desembolsos con que mantenía las tropas,
de suerte que, con sólo saberse salía D. Do-
mingo a las campañas, no había hombre que no
lo siguiese ni mujer que no se contara segura
viendo a su cargo la defensa contra los bár-
baros que amenazaban con total ruina las ciu-
dades de Jujuy, Salta y Tucumán. El goberna-
dor D. Juan de Santi^^o y Moscoso le obligó
a aceptar aquellos empleos bajo la multa de
2.000 pesos fuertes, sin admitirle súplica ni ex-
cusatión.
Isasmendi (Nicolás Severo de). Hijo del ante-
rior. Nacido en la ciudad de Salta. En 1775 fué
comisionado por el gobernador D. Jerónimo
Matorras para someter a los indios de la pro-
vincia de Atacama, que, rebelados contra su
corregidor, le obligaron a salir fugitivo del
pueblo de Ingaguasi con su teniente, mortal-
mente herido, y otros españoles, logrando a
su costa reducir a los rebeldes a la debida obe-
diencia. Tomó una participación muy activa en
la sofocación de la sublevación de Tupac-
Amarú; prestó otros servicios no menos impor-
tantes en la ciudad de su nacimiento, hasta
que, conducido a España en la fragata Fama,
una de las cuatro que componían la división
que atacaron los ingleses en octubre de 1804,
volando la Merced, fué apresado por el ene-
migo. A mediados de 1807 volvió a Salta, sien-
do intendente gobernador y capitán general
interino de Salta desde 1809 hasta el 19 de
mayo de 1810. Como Isasmendi tratara de so-
focar los síntomas revolucionarios que mani-
ITA
- 228
ITU
festaban los miembros del Cabildo, Chiclana,
nombrado gobernador, lo hizo prender y en-
grillar y lo envió a la capital.
Itaiza. Arma de los indios guaraníes del Uru-
guay, construida de un palo o vara fuerte,
como de dos tercios de largo, con una piedra
adherida a uno de los extremos.
Itnrri (Francisco Javier de). Sacerdote. Nacido
en Santa Fe, en 1738. De la Compañía de Je-
sús; ingresó en 1753. Después de la expulsión
de la Orden se radicó en Roma y escribió allí
una notable crítica sobre la Historia de Améri-
ca, de D. Juan Bautista Muñoz, y una Histo-
ria eclesiástica y cioil del virreinato de Buenos
Aires. Uno de sus libros fué reimpreso en
esta capital el año 1818, a costa del Dr. Zu-
loaga. Este sabio jesuíta falleció en la ciudad
de Barcelona, el año 1821.
Ituzaingó (batalla). Librada en el Brasil, el 20
de febrero de 1827, durante la guerra entre ese
imperio y la República Argentina. La guerra
con el Brasil sobrevino en 1826, porque el Go-
bierno argentino declaró que incorporaba a su
territorio la Banda Oriental del Uruguay, por
ser ésta la voluntad unánime de los urugu
yos. El Imperio contestó con un declaración u
guerra. Después de muchos combates y de 1,.
biles marchas estratégicas, el ejército argeiiu-
no, comandado por Alvear, el 20 de febrero do
1827 presentó batalla al ejército imperial, com-
puesto de 11.000 soldados brasileños, portu-
gueses y germanos, al mando del marqués de
Barbacena. Después de una sangrienta lucli;i
fué una espléndida victoria para las armas ar
gentinas; el enemigo perdió todo su bagaje y
parque, y parte de la artillería y banderas. Los
republicanos tuvieron que lamentar la pérdi^l
de dos distinguidos jefes; Brandsen y Be-
res (v.), que sucumbieron heroicamente al Ik
var una carga a fondo a los cuadros de la in-
fantería enemiga. Con este triunfo y los de
Camacuá, Onibú, Bacacay y otros contestó
nuestra patria a la declaración de guerra del
Brasil. La popular «Marcha de Ituzaingó», que
ejecuta nuestro ejército e n las grandes so-
lemnidades, se dice que se encontró en la car-
tuchera de un soldado enemigo muerto en el
campo de batalla.
J
D. Amadeo Jacques.
[acqnes (Amadeo). Educacionista. Nació en
París, el 4 de julio de 1813; cursó sus estudios
en su ciudad na
tal y ejerció el
profesorado en
Douai, Amiéns y
N'ersalles, docto-
rándose en Le-
/tras en 1837. Diez
años después,
siendo profesor
en la Escuela Nor-
mal, publicó un
manual de Filoso-
fía, y al mismo
tiempo fundaba,
en compañía de
Julio Simón una
revista político religiosa, cuyas ideas les cos-
taron sus puestos, viéndose obligados a emi-
grar. Desembarcó en Montevideo en abril de
1852, donde buscó ocupación adecuada a su
posición social e intelectual, sin hallarla; reco-
rrió después las provincias de Entre Ríos, San-
tiago y Tucumán, donde se hizo fotógrafo,
agrimensor y hasta panadero. En 1865 fué nom-
brado rector del Colegio Nacional de la capital
(central), puesto en que le sorprendió la muer-
te, el 13 de octubre de 1865. Sus discípulos y
amigos han honrado su memoria erigiéndole
en la Recoleta un sencillo monumento.
Jac-yrá. Nombre de un cacique principal de los
wd'ms payaguas en 1658.
Jasrfieles (combate 23 de noviembre de 1866).
Ochocientos indios invaden la jurisdicción de
rio Cuarto; pero el capitán Egidio Sosa, salién-
doles al encuentro con 160 hombres, los pone
en fuga, después de sostener con ellos dos
combates en los Jagüeles, quitándoles el arreo
que llevaban y mucho armamento. Más de 50
indios quedaron muertos e n los combates;
se les hace prisioneros y se rescatan muchas
personas que habían tomado cautivas. Esta
acción vale a Sosa el grado de sargento ma-
yor.
Jaramillo (Gregorio). Natural de Salta. Este
sencillo soldado formaba parte de la expedi-
ción enviada por el general Belgrano, a las ór-
denes de Lamadrid; para hostilizar a los espa-
ñoles que se habían internado en el Alto Perú.
Lamadrid esperó al enemigo en los ingenios de
Culpina el 31 de enero de 1816, y a su vista
mandó tocar a degüello, cargando al grito de:
¡Viva la Patria!; pero todo su escuadrón vol-
vió cara; sólo tres soldados, Gregorio Jarami-
llo, Juan Manzanares y José Santos Frías, si-
guieron acompañando en la carga al heroico
jefe, que, en su entusiasmo bélico, atravesó el
campo enemigo quedando a su retaguardia, a
pie, por haber perdido su caballo en la refrié"
ga, siendo salvado por Jaramillo y sus dos
compañeros. Fué ascendido a sargento.
Jauja (combate). El 8 de noviembre de 1820 E
sargento mayor Juan Lavalle, al frente de los
Granaderos a Caballo, obtiene un brillante
triunfo en un combate que sostiene con doble
número de fuerzas españolas en las inmedia-
ciones áe Jauja (Perú), donde entra triunfante
con la artillería; fusiles, pertrechos de guerra
del enemigo y gran número de prisioneros,
como trofeos de la victoria.
Jáuregoi (Martín de). Vizcaíno. Gobernador de
la provincia del Tucumán desde 1691 has-
ta 1696. En la época de su gobierno acaeció,
el 13 de septiembre de 1692, el terrible tem-
blor que puso en pánico a toda la provincia,
asolando y hundiendo a la ciudad de Talavera
de Madrid, o Esteco; pero, felizmente, sin que
JES
— 230 -
JUF
pereciese persona alguna. Los vecinos emigra-
ron a las jurisdicciones de las ciudades de San
Miguel del Tucumán y Salta. Terminado su
gobierno, continuó viviendo pobremente en
Salta, cuyo gobernador, D. Esteban de Urízar
y Arespacochega, le daba un asiento a su
mesa. Murió allí, dejando a sus hijos en la mis-
ma necesidad.
Jesuítas (expulsión de los). Don José Tomás
Guido, en sus Reflexiones sobre los destinos del
Paraguay, dice: cComo el influjo de la Com-
pañía (jesuítas) crecía en las Misiones para-
guayas, y como de hecho ella se había torna-
do hasta cierto punto independiente de la ac-
ción del Gobierno Supremo, la Corte de Espa-
ña concibió sospechas contra esa potestad, sin
contrapeso y sin conexiones con el soberano
natural. El descontento fué más vehemente al
observar que la mayor parte de los jesuítas
que regían esas comunidades no eran españo-
les. Empezó la metrópoli negociaciones que
indicaban su vacilación ante una resolución ex-
trema; las hostilidades de los magistrados es-
pañoles que estaban en con tacto con los directo-
res de este régimen patriarcal fueron más de-
cididas, hasta que por Real cédula de 27 de
febrero de 1767 Carlos III decretó su expul-
sión de todos los dominios de la Monarquía.
Los 30 pueblos de las Misiones contaban en
esa época 144 037 habitantes. Mucha parte de
ellos se dispersó; otra se refugió en los mon-
tes. La debilidad, alternada con la violencia,
de la administración española aceleró la de-
cadencia de las Misiones».
Jesús María. Reducción que establecieron los
jesuítas en la provincia del Guayrá, al cuida-
do del P. Simón Mazeta, asaltada por los ma-
melucos de San Pablo, en número de ocho-
cientos, y tres mil indios tupis, que cometieron
un sinnúmero de atentados en la indefensa po-
blación, saqueándola y llevándose cautivos a
cuantos indios quisieron.
Johnston (Inis). Nativo de las islas de Shetland
en Escocia. Hizo una bella figura como co-
mandante accidental de la Sarandi en el com-
bate trabado con los brasileños en la rada ex-
terior, el 25 de mayo de 1826. Vencedor en el
Juncal, asistió al fatal encuentro de Monte
Santiago, como segundo de Coe.
Jorge (Nicolás). Marino. Natural de Grecia.
Nacido el 6 de diciembre de 1786. Llegó a este
país en 1811, y simpatizando con la revolución,
se alistó como contramaestre en un buque de
la armada, y como alférez de fragata concu-
rrió a la ocupación de la isla de Martín Gar-
cía. Se batió en el combate del Arroyo de la
China, el 24 de marzo de 1814, en el Uruguay,
quedando destrozada la sumaca Trinidad, que
comandaba. Se halló en el Buceo. En 1821
combatió contra los montoneros de Ramírez,
mandando el bergantín Chacabuco. En 1826
revistó como capitán en la escuadra que gue-
rreó contra el Brasil, asistiendo a ocho en-
cuentros en 182G. a diez en 1827 y a tres
en 1828. Se señaló por su intrepidez en la Co-
lonia; en el nocturno de la fragata Emperatrla
y en el áe\ Juncal, por el que fué ascendido a
mayor. Se halló en San Nicolás. El dictador
Rosas lo borró de la lista militar. Retirado con
el grado de coronel, murió, en su modesto re-
tiro de Morón, el 24 de agosto de 1866, a la
una y media de la mañana.
Juárez Calman (Miguel). Abogado. Nacido en
Córdoba. Fué gober-
nador de esa provin-
cia en 17 de mayo
de 1880. Senador al
Congreso de la na-
ción, por la misma
provincia Presiden-
te de la República,
electo el 12 de oc-
tubre de 1886. Re-
nunció el 6 de agos-
to de 1890, a causa
de una revolución,
sucediéndole el vi-
cepresidente, doctor
D. Carlos Pellegrini.
Juicio de residencia. Era una investigación
jurídica a que quedaba sujeto todo empleado
público, por el término de seis meses, después
de dejar el puesto, en cuyo tiempo podía ser
acusado por cualquiera que tuviere algún car-
go que hacerle, y condenado o absuelto, se-
gún las pruebas que se hiciesen valer.
Jufré Juan. Español. Militar. Vino al Perú a
las órdenes del conquistador D. Pedro de Val-
divia, que le encargó del reclutamiento de sol-
dados en la provincia de Charcas con destino
a Chile, adonde se dirigió el año 1548, distin-
guiéndose en las guerras contra los bravos
araucanos. En 1562 fué comisionado para pa-
sar los Andes, y con autorización de Villagrán,
gobernador y capitán general de Chile, fundó
nuevamente la ciudad de Mendoza, con el nom-
D. Miguel Juárez Celman.
JUF
- 231 -
JUN
bre de Resurrección, trasladándola del pa-
raje donde un año antes había delineado y re-
partido sus solares el capitán D. Pedro del
Castillo, por no creer conveniente el sitio don-
de estaba situada. Esta segunda fundación
tuvo lugar el día 28 de marzo de 15G2, y en el
mismo año fundó la ciudad de San Juan de la
Frontera. Jufré fué nombrado teniente gober-
nador y capitán general de la provincia de
Cuyo, y en 1565, gobernador y alcalde de San-
tiago de Cliile. Desempeñó posteriormente al-
gunas comisiones honoríiicas En 1571 se tras-
ladó al Perú.
Jufré (José Javier). Descendiente del fundador
de San Juan. Fué comandante de armas y últi-
mo subdelegado del Gobierno colonial en San
Juan, hasta el 27 de septiembre de 1810. Ma-
nifestó su adhesión a la Junta de Buenos Ai-
res, desatendiendo las incitaciones del gober-
nador de Córdoba, Gutiérrez de la Concha, en
contrario. No obstante los buenos servicios de
Jufré y las simpatías del pueblo y Cabildo
para con su persona, fué separado del gobier-
no y nombrado en su lugar D. Pedro Nolas-
co Grimau.
Jnjny (combate). Abril de 1821. El general 01a-
ñeta manda a su cuñado, el salteño D.Guiller-
mo Marquiegui, con su vanguardia de 300 hom-
bres, para tomar a Jujuy, creyendo que con
esta sola fuerza podía apoderarse de toda la
provincia. A la noticia de esta nueva invasión,
salió de Salta el gobernador sustituto, D. Igna-
cio Qorriti, delegando el mando en el Cabildo.
Como no era hombre de guerra, todos creye-
ron no tardaría en regresar derrotado, y sus
enemigos se burlaron públicamente de él.
Mientras tanto, Gorriti, 'reuniendo una división
como de 600 jinetes, se dirigió rápidamente so-
bre Jujuy, y en la boca de la quebrada sor-
prendió a la vanguardia de Olañeta, rodeán-
dola completamente. Al cabo de dos días de
asedio y de repetidos ci mbates parciales, en
que la ventaja quedó casi siempre por los gau-
chos, la columna enemiga se vio obligada a
rendirse a discreción, con armas y bagajes,
quedando en poder del vencedor cuatro jefes,
12 oficiales y como 200 prisioneros, y entre
ellos el mismo Marquiegui. Esta es la jornada
que ha pasado a la Historia con la denomina-
ción de El dia grande de Jujuy. Este contraste
obligó a Olañeta a replegarse nuevamente a
sus posiciones.
Jujuy (fundación). La primera fundación de Ju-
juy tuvo lugar en el año de 1561, con el nom-
bre de ciudad de Nieva, que en homenaje al
conde de Nieva, virrey en ese año, le dio su
ilustre fundador, el general D. Juan Pérez de
Zurita, uno de los hombres más distinguidos
de la época colonial, que le estaba grato al vi
rrey por haberle dado la razón contra la usur-
pación del Gobierno de Chile y por haberlo
empleado en llevar a cabo la conquista de
Santa Cruz de la Sierra y de Chik-huitos. Pero
habiendo sido arruinada también en la gran in-
surrección de los Valles, al repoblarla en 1593,
se le dio el nuevo nombre de San Salvador de
Jujuy. Su verdadera ortografía es Huk Huy-,
que en quichua quiere decir la Bajada o la
Hondonada, porque, en efecto, es una región
de ríos y de valles que se encuentra al bajar
de las asperezas y pedernales de Humalmacac
(la quebrada), y que une la altiplanicie boli-
viana con las provincias argentinas.
Jujuy (provincia). El territorio de Jujuy, que
hasta la fecha había sido parte integrante de
la provincia de Salta, se separa de su jurisdic-
ción y levanta un acta, constituyéndose en
provincia argentina, libre e independiente, con
la firme voluntad de decidir por sí sola de su
suerte y regir sus destinos (18 de noviembre
de 1834). El mismo día, por el voto unánime
del pueblo, es nombrado gobernador y capitán
general de la nueva provincia, en calidad de
interino, el teniente coronel D. José Mana
Fascio, que hasta entonces había desempeña-
ao la presidencia de la Municipalidad.
Juncal (combate naval). Guerra del Brasil. Una
división entera de la escuadra brasileña, que
había remontado las aguas del rio Uruguay, es
atacada en el Juncal el día 8 de febrero de
1827 por el almirante Brown, al mando de la
escuadrilla argentina, que se componía de cinco
goletas y ocho lanchas armadas, siendo la di-
visión imperial de 19 buques de guerra. Una
borrasca inesperada que se sintió al caer la
tarde hizo suspender el combate; pero en la
mañana del otro día volvió a emprenderse nue-
vamente, dando por resultado que las naves
argentinas echan a pique cinco buques imperia-
listas, toman al abordaje la mayor parte de los
navios enemigos y obligan a rendirse al jefe,
Jacinto Roque de Sena Pereyra, que es lleva-
do preso, con toda la escuadra brasileña, a Bue-
nos Aires. Esta hazaña les vale a los valerosos
marinos un escudo de honor votado por el
Congreso, con esta inscripción: «Gloria y gra-
JUN
- 232 -
JUR
titiid a los vencedores en las aguas del Uru-
guay el 9 de febrero de 1827.»
Juncalillo (sorpresa). El teniente de Granade-
ros a Caballo D. José F. Aldao, estando de
servicio en el camino de Uspallata, a fin de
asegurar su puesto, emprende un reconoci-
miento sobre la cumbre de la cordillera, y des-
cendiendo la falda opuesta descubre una guar-
nición avanzada de los españoles, que se ha-
llaban en la casucha de Juncalillo, a la que
sorprende y toma prisionera sin disparar un tiro.
Jnnín (batalla). Guerra de la independencia.
Dada el 6 de agosto de 1824, en territorio del
Peni, ganada por Bolívar a Canterac. Neco-
chea mandó en jefe la caballería, siendo uno
de los primeros en caer, cubierto de heridas.
El Sr. Larrazábal, en su Vida de Bolívar, dice
que las heridas fueron siete; el Sr. Carranza,
en su Biografía de Brandsen, que fueron once,
y en un bosquejo de la Vida de Necochea, pu-
blicado en Chile y atribuido al escritor chileno
Sr. Espejo, las hace subir a catorce: cuatro
sablazos en la cabeza, dos que inutilizan el
brazo izquierdo; uno en la mano derecha que
le hace perder tres dedos, dos lanzazos en el
costado izquierdo, una estocada en el vien-
tre y cuatro peqreflas en los brazos: total
14 heridas de sable y lanza. Los españoles
llevaron una brillante carga por medio de
una hábil evolución ejecutada al galope, que
obligó a retroceder a los patriotas, pero es-
tos se reponen, dando a su vez una tremen-
da carga, que puso en completa derrota a
los realistas. Los húsares mandados por el
coronel Suárez, y dos cuerpos más, fueron
los únicos que quedaron en formación después
de la carga de los realistas. En lo más recio
de la persecución fueron rescatados de las fi-
las enemigas los jefes argentinos Necochea y
Olavarría. Una hora duró esta batalla, en la
que sólo se peleó al arma blanca y cuerpo a
cuerpo, quedando el campo sembrado de cadá-
veres. El honor de la victoria le fué discerni-
do por el libertador Simón Bolívar al coronel
Suárez, pues él, con su regimiento, fué quien
cambió la faz del combate, por cuyo motivo el
cuerpo de su mando fué honrado con el glorio-
so título de Húsares de Junín.
Junta (primera). Desde el 25 de mayo de 1810 al
18 de diciembre del mismo año: Cornelio Saa-
vedra, Juan José Castelli, Manuel Belgrano,
Miguel Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo
Matheu y Juan Larrea. Secretarios: Juan José
Paso y Mariano Moreno.
Junta (segunda). Desde el 18 de diciembre de
1810 al 23 de septiembre de 1811: Saavedra,
Azcuénaga, Matheu, Larrea, Alberti, Grego-
rio Funes, Felipe Molina, José María Cossío,
Manuel Ignacio Molina, José Antonio Olmos,
Juan Ignacio Gorritti, Francisco Gurruchaga,
Juan Francisco Tarragona y José Julián Pé-
rez. Secretarios: Paso, Vieytes.
Juramento. Río de la provincia de Salta, a
cuya margen tuvo lugar el acto solemne de la
jura de la bandera. He aquí cómo lo describe
el coronel Lugones en sus Memorias: «Habien-
do el ejército formado de parada, conforme a
la orden general, se presentó en el cuadro el
general Belgrano con una bandera blanca y
celeste, que colocó con mucha circunspección y
reverencia en un altar situado en medio del
cuadro; proclamó enérgica y alusivamente, y
concluyó diciendo: «Este será el color de la
nueva divisa con que marcharán a la lid los
nuevos campeones de la patria.» Fué el 13 de
febrero de 1813 el día memorable en que el
ejército ratificó su juramento besando la cruz
que formaban la espada de Belgrano y el asta
de la bandera.»
Jurfes. Nombre de una tribu de indios de raza
quichua que, junto con los diaguitas, ocupaban
en el tiempo de la conquista gran parte de las
actuales provincias de La Rioja, Catamarca,
Córdoba y Santiago del Estero.
K
Kabiyú. Indio guaraní. Pintor. De la reducción
de Itapuá en 1618.
Iting (Juan). Marino. Era natural de Newport
(Irlanda). Nacido el 26 de octubre de liiOO.
Llegó a Buenos Aires en 1S25, en momentos
en que el emperador del Brasil declaraba la
guerra a la'Repúhlica. Ofreció sus servicios, y
fué dado de alta como subteniente de marina,
el 16 de enero de 1826, ascendiendo a tenien-
te el 12 de mayo del mismo año, y al grado de
capitán en 22 de abril de 1828, antes de la ter-
minación de la campaña en que consagró su
nombre a la gratitud de los argentinos. Pres-
tó sus servicios en la barca Congreso, de la
que llegó a ser comandante accidental, en
1S26, y segundo comandante del bergantín Re-
pública, hallándose en toda aquella gloriosa
campaña naval contra la poderosa flota brasi-
leña, y murió en la miseria, después de veinte
años de abnegada dedicación al servicio del
país, el 22 de agosto de 1857. En la acción de
Monte Santiago, sostenida en los días 7 y 8 de
abril de 1827, por tres buques argentinos con-
tra Deinte brasileños, en esta ocasión King
era segundo jefe del bergantín República. He-
rido su jefe, Greeville, sostuvo el combate has-
ta que, aniquiladas sus tripulaciones por la me-
tralla, abandonó su cubierta por orden del al-
mirante Brown, engalanando antes con todo
su empavesado la destrozada nave, para en-
tregarla a las llamas y hacerla volar sin ren-
dirla al enemigo.
King (Santiago). Fué uno de los diez y nueve
servidores que con el almirante Brown forma-
ron el cuadro de jefes y oficiales fundadores
de nuestra escuadra en los días memorables
de 1814, siendo dado de alta como sargento
mayor de ella con fecha 1 de marzo de ese
año. Se le encomendó el mando de la corbeta
Céfiro, ÚQ 18 cañones, y a su bordo ciñó las pal-
mas de los libertadores de la República, con-
tribuyendo a destruir la escuadra realista en
las aguas de Montevideo en el famoso combate
del 17 de mayo de 1814, que preparó la rendi-
ción de esa ciudad a nuestras armas el 23 de
junio. Compartieron con King la gloria de
aquella jornada Baxier, Russell, Lech y Man
Dougall.
Kleffer (Nicolás). Jesuíta. Entró en misión a
los \ná\os pehuenches a fines del siglo ivii.
L
Labardén (Manuel José de). Padre del poeta.
Fué en Buenos Aires uno de los hombres más
apreciados de su tiempo. Ocupó en distintas
épocas y aun simultáneamente los altos pues-
tos de regidor, procurador y auditor de Gue-
rra. Nunca contó, en ningún momento, con for-
tuna; pero en su vida ejemplar supo ahorrar los
dineros necesarios para educar dignamente a
sus hijos.
Labardén (Manuel José de). Poeta y abogado.
Nació en Buenos Aires, en 1725, de distinguida
familia española, y cursó sus estudios en esta
ciudad, pasando a estudiar Derecho en la Uni-
versidad de Charcas, donde se graduó de doc-
tor en Leyes. Se trasladó luego a su ciudad na-
tal, donde contrajo matrimonio. Ejerció de abo-
gado y obtuvo entre otros cargos públicos los
de licenciado de! Consejo de Su Majestad, oi-
dor honorario de la Real Audiencia de La Pla-
ta, etc. Labardén es considerado como el pri-
mer cantor nacional. Sus obras principales son
Oda al Paraná y la tragedia en cuatro actos
Siripo, basada en el argumento de Lucía Mi-
randa. Fué también uno de los fundadores de
la Casa de Comedias. Convertidamás tarde en
estanciero, en 1794 hizo traer los primeros me-
rinos introducidos en el país. Falleció en Colo-
nia del Sacramento, el 31 de octubre de 1808, a
los ochenta y tres años de edad.
Labongle (Juan Eugenio). Educacionista y es-
critor francés. Nació en Nay (Bearn), el 10 de
noviembre de 1829. Fueron sus padres D. Juan
de Labougle de Montirón y D.' Eugenia Boré
de Anjais, ambos descendientes de nobles y an-
Itiguas familias de Gascuña. Cursó sus estudios
en la Universidad de Burdeos, y en 1850, go-
bernando Rosas, llegó al Río de la Plata, radi-
cándose algún tiempo en la ciudad de Corrien-
tes, en casa de su tío D. Pedro de Labougle,
que fué el progenitor y tronco principal de la
familia de este nombre. Después pasó a Tucu-
mán, donde fundó un establecimiento de educa-
ción en unión del Sr. Pellisot, y por último fijó
su residencia en Buenos Aires, siendo nombra-
do catedrático de griego de la Universidad
en 1853, de francés en 1856 y de Filosofía
en 1858. Fué además profesor de latín. Filoso-
fía y francés en el Colegio de San Martín, que
fundó y dirigió D. Roberto Hempel, y director
de la Escuela Normal Nacional. Era escritor
ameno, de estilo sencillo, pero elegante. Dio a
la publicidad varias obras, entre las cuales
mencionaremos las siguientes: Flor de la His-
ioria; Ensayo sobre la literatura de los princi-
pales pueblos, y en especial del Rio de la Plata,
y Curso de castellano-francés, que estuvo en
uso durante varios años en nuestros Institutos
docentes. En 1865 regresó a Europa definitiva-
mente y contrajo matrimonio con D.* María de
Cazaubón, teniendo un hijo, D. Francisco Eu-
genio de Labougle, que fué militar, como coro-
nel de Sanidad en el ejército francés.
Lacarra y Toledo (Martín Paulino). Coronel.
Nacido en Buenos Aires, el 22 de junio de 1777,
ingresando al servicio militar en temprana
edad en las Milicias provinciales, en 1794.
Asistió a la débil resistencia ofrecida el 27 de
junio de 1806 en el puente de Gálvez a los bra-
vos soldados de Beresford, y posteriormente a
la heroica defensa contra Whitelocke en julio
de 1807. Incorporado después de la revolución
a los granaderos de infantería, marchó en 1811
con Terrada a Santa Fe, y al siguiente año al
asedio de Montevideo, de que le cupo en suer-
te ser de los libertadores, conquistando con la
Medalla de Honorei título de «benemérito de la
patria en grado heroico ». Combatió contra Ar-
tigas y tomó parte en la revolución que depuso
LAC
- 235
LAD
al director Alvear, y asistió también a la cam-
paña contra ios montoneros de Entre Ríos
en 1818. Por los sucesos de 1820 se retiró del
servicio activo hasta el año 23, en que fué
nombrado comandante de Patagones, cumplien-
do su período en la defensa contra la invasión
brasileña durante el aflo 1827, rindiendo sus
tropas y sus buques. Sufrió prisión en la época
de Rosas, y condenado al servicio de las armas
como soldado raso, del que fué librado previo
pago de tres personeros; y asi corrió el resto
de su vida, amargada por estas inmerecidas
humillaciones y dolorosas desgracias de fami-
lia, hasta el 9 de julio de 1858, en que caía al
sepulcro en momentos que sus compatriotas ce-
lebraban el fau=to aniversario de la gloriosa
independencia nacional, de que fué un soldado
esforzado y un servidor abnegado.
Lacasa (Pedro). Inteligente escritor y poeta ar-
gentino. Nació en Buenos Aires, en octubre
de 1810. Dejó sus estudios muy pronto para
dedicarse a los trabajos de agricultura, en
donde veía mejores y más claros horizontes.
Cuando estalló ^a revolución del aflo 1839,
Lacasa tomó parte en ella y en varias otras;
hizo más tarde la campaña del Paraguay, ha-
biendo llegado por su intrepidez y disciplina
hasta el grado de coronel. Sus obras son: Poe-
sías; Biografía del general D. Juan Lavalle;
Biografía del brigadier general D. Miguel
Estanislao Soler, etc. Falleció en la provincia
de Jujuy en 1869.
Lacay. Provincia de indios del Paraguay, se-
gún aparece escrito su nombre en documen-
tos de 1570.
Lacmea. Indios de la jurisdicción de San Mi-
guel de Tucumán, encomendados al sargento
mayor D. Francisco de Urquiola. Tenían sus
tierras sobre el rio Marapa, lindando con las
del capitán Lorenzo de Luduefla.
Lacroze (Federico). Comerciante. Nacido en
Buenos Aires, el 4 de noviembre de 1838, y se
educó en la misma ciudad. Hasta los veinte
años fué empleado de la casa Malman; se tras-
ladó a Chivilcoy, dedicándose a la agricultura
y al comercio, y más tarde, cuando tenía ya
conquistada una posición independiente, se
inició como hombre de negocios en esta ciu-
dad. Era un hombre de grandes iniciativas, y
entre ellas tuvo la de crear la primera Empre-
sa de tranvías de la capital. Venciendo múlti-
ples dificultades, y después de una constancia
sublime, llegó a obtener en 1868, bajo el go-
bierno de D. Emilio Castro, la sanción de la
primera ley de Tranvías, inaugurando en 1870'
la línea de la calle Cangallo. Dado este pri-
mer pa'^o, amplió considerablemente su esfera
de acción, creando los tranvías a vapor. La
Empresa actual es una de las más poderosas
de la capital. Lacroze falleció en Belgrano, el
16 de febrero de 1889. Ha sido este argentino,
ilustrado y activo, uno de los pocos hijos del
país que han llevado a cabo iniciativas tan
atrevidas y progresistas sin apoyo y casi sin
recursos. Su vida fué un alto ejemplo de labo-
riosidad, digno por todos conceptos de re-
cuerdo.
Lacneva y Benavides (Mendo). Gobernador
y capitán general del Río de la Plata, tomando
posesión del mando el 19 de noviembre de 1637.
En 1640 expedicionó con buen éxito al valle
de Calchaquí (Chaco), formando parte de su
ejército más de seiscientos indios de las misio-
nes guaraníes, con tres capellanes jesuítas que
los acompañaban. La ciudad de Santa Fe de la
Vera Cruz quedó entonces libre del peligro
que la amenazaba de parte de los indios del
Chaco.
Ladines (José María). Comerciante. Nació en
la República Oriental del Uruguay, el año 1786.
Se hallaba en Buenos Aires, dedicado al co-
mercio, cuando al advenimiento de la época
del terror fué visto por los principales complo-
tados para derribar al tirano, idea que aceptó
con entusiasmo, llegando hasta ceder su casa
de la calle Cuyo (hoy Sarmiento, 115) para
reuniones secretas, sin preocuparse del enor-
me riesgo que corría su vida y la de su familia
en caso de ser descubierto. Se hallaban en es-
tos preparativos cuando fueron delatados, y
Ladines y su esposa, D.' Mercedes Rodríguez
—prima hermana del gobernador de Córdoba,
D. Pedro Nolasco Rodriguez, fusilado por el
tirano— fueron aprehendidos, «por cómplices
en el horrendo crimen intentado por los trai-
dores Maza>. En las célebres clasificaciones
del dictador figura así: «Es y ha sido siempre
salvaje unitario». Enfermo en la cárcel, se dis-
puso se le quitaran las dos barras de grillos
que tenía, y, como «reo de lesa América», fue-
ron obligados él y su esposa a alimentarse con
la comida de la cárcel y a poner quince perso-
neros en su reemplazo. Llamado a declarar, de-
mostró gran entereza, por lo que salvó de ser
condenado a muerte y obtuvo su libertad, pues
no se le pudo probar nada. Inmediatamente
LAF
- 236 -
LAG
emigrraron a Montevideo, donde falleció Ladi-
nas, el 5 de agosto de 1847.
Lafinur (Juan Crisóstomo). Poeta. Nacido en
San Luis, el 27 de enero de 1797. Fué educado
en las escuelas elementales de Córdoba y en
el Colegio de Montserrat. Interrumpió sus es-
tudios en 1812, incorporándose al ejército de
Belgrano, en el que ascendió hasta el grado
de teniente, con el cual obtuvo su baja el 4 de
septiembre de 1817. En 1819 fué nombrado
catedrático en el Colegio de San Carlos; pero
poco después renunció a su cátedra y se tras-
ladó a Mendoza, donde fundó un colegio
en 1822. Fué desterrado a San Juan; pero é!
se trasladó a Chile, donde se recibió de abo-
gado y contrajo enlace. Como poeta, descolló
en sus composiciones patrióticas y románticas.
Algunas de ellas: Canto elegiaco al general
Belgrano; El canto fúnebre; La oda a la ora-
ción, que fué pronunciada por el Dr. D. Va-
lentín Gómez, en sus exequias, al que profesó
siempre gran cariño y veneración. Su obra
sobre la protestación de su religiosidad es
una joya literaria. Murió en Santiago de Chi-
le, el 15 de agosto de 1824. De su canto a
Belgrano van aquí los siguientes versos:
¿Por qué tiembla el sepulcro y, desquiciadas
sus sempiternas losas, de repente,
al pálido brillar de las antorchas,
los justos y la tierra se conmueven?
El luto se derrama por el suelo,
al ángel entregado de la muerte,
que a la virtud persigue; ella, medrosa,
al túmulo volóse para siempre:
que el campeón ya no muestra el rostro altivoi
fatal a los tiranos, ni la muerte
repite de la patria el sacro nombre,
decreto de victoria tantas veces.
Hoy, enlutando su pendón, y el eco
del clarín angustiado, el paso tiende,
y lo embarga el dolor: ¡dolor terrible,
que el llanto asoma só la faz del héroe!...
Y el lamento responde pavoroso:
«Murió Belgrano'í lOh Dios! Así sucede
la tumba al carro, el ay doliente al viva,
la pálida azucena a los laureles.
Lafnente (Enrique). Comerciante. Cuando jo-
ven se empleó en la secretaría de Rosas, de
quien gozó gran confianza. El complot de 1839
tuvo su origen en una tertulia que dio la fami-
lia del dictador. Allí se entendieron el joven
Lafuente y sus amigos Tejedor, Peña, Corva-
lán y Albarracín para formar un club, que de-
nominaron i<de los cinco», club pohtico que or-
ganizaba reuniones secretas en diferentes ca-
sas, y que bien pronto llegó a contar con mi-
litares y civiles influyentes. Lafuente, dotado
de talento y de energía probada, fué uno de
los colaboradores más activos de la conspira-
ción, y no obstante seguía concurriendo a la
oficina, hasta que corriendo peligro si perma-
necía en la secretaría, huyó de ella en la
mañana del 24 de junio de 1839, se ocultó en
casa de un pariente, y se reunió ai ejército del
general Lavalle, a cuyas órdenes se batió en
la batalla de Don Cristóbal, en 1840. Pasó a
Montevideo y concertó con D. Carlos Tejedor
dirigirse a la provincia del Río Grande del
Sud, para probar fortuna, y de allí al pueblo
de San Francisco de Paula, donde establecie-
ron una venta de tabacos, café y «cachaca»,
en una plazuela; pero sin resultado. De allí
pasaron a Bahía, con el mismo resultado ne-
gativo. En 1845 se trasladaron a Chile a ob-
jeto de abrir un liceo, y crearse por ese me-
dio una posición tolerable, proyecto que no
llevaron a cabo por falta de recursos. En 1849
Lafuente se dirigió a San Francisco de Cali-
fornia, donde le llevó su afán de una explota-
ción lucrativa; pero allí perdió el juicio y fué
traído a Copiapó (Chile), donde vivió algún
tiempo atacado de melancolía, hasta que una
noche, a mediados de 1850, fué encontrado
muerto en el mismo cementerio de esa locali-
dad. Fué recogido por su pariente Tejedor y
varios argentinos.
Lagos (Hilario). Militar. Nació en Buenos Aires,
el 8 de abril de 1806, y se educó en la misma.
Al declararse la guerra contra el imperio del
Brasil, en el año 1826, marchó a campaña, ha-
llándose en la acción de Camacuá. A la termi-
nación de esta contienda expedicionó al desier-
to en el año 1830 y formó en el ejército que
ocupó la isla de Choele-Choel, el 3 de julio
de 1833. Combatiendo a las órdenes del dicta-
dor Rosas, se halló en las acciones de Loreto,
en 1838; Quebracho Herrado, Don Cristóbal y
Sauce Grande, en el año 1840, y al siguiente
en la de Famaillú. Posteriormente, con el gra-
do de coronel, asistió a la batalla de Caseros-
siembre, a las órdenes de Rosas, y a fines
de 1852 fué general del ejército que sitió a
Buenos Aires, hasta mediados de 1853. Siete
años después sirvió en Cepeda, a las órdenes
LAÜ - 23 7
del Gobierno de la Confederación. Falleció en
esta ciudad, el 5 de julio de ISGO.
Lasrraña (Manuel Ignacio). Gobernador de la
provincia de Corrientes en diciembre de 1862.
En ISti"! tuvo que abandonar el puesto por ha-
berlo ocupado el general Wenceslao Robles,
¡efe de las fuerzas paraguayas que invadieron
a Corrientes. En octubre de ese mismo año en-
tró de nuevo en la capital, desalojada por los
paraguayos.
Laguna Brava (batalla». Dada el 6 de mayo
de 1S43 enti e fuerzas correntinas al mando del
coronel D. Joaquín Madariaga y tropas entre-
rrianas, que habían invadido la provincia, triun-
fando las primeras.
Laguna Limpia (combate). El 4 de febrero
de 1*46. Había sido nombrado Paz general en
jefe del ejército que se formaba en Corrientes
para combatir a Rosas en su cuartel general,
en Villa Nueva, a cuyo punto había llegado
una división paraguaya en calidad de aliada, al
mando del general D. Francisco Solano Ló-
pez. El general Madariaga, jefe de vanguar-
dia, se hallaba en Laguna Limpia. Allí es ata-
cado por Urquiza y es completamente destruí-
do. Por esto Paz abandona su campamento y
se retira a la ciudad de Corrientes, y en abril
pasó a asilarse en la Asunción.
Lagaña del Cardón (combate de la). Una in-
vasión de 1 ..500 indios, al mando del cacique Al-
varito Rumay, lleva la consternación a las po-
blaciones inmediatas a los fuertes de 9 de Ju.
lio y General Paz; pero desde el día anterior
el coronel D. José Ignacio Garmendia, con al-
gunos soldados del batallón provincial y guar-
dias nacionales de campaña, siendo el todo
unos treinta hombres, empezó a tirotear a los
primeros grupos que se presentaron, ocasio-
nándoles muchísimas pérdidas. En la fecha se
le reúne el coronel Máximo Matozo con algu-
na fuerza, y siguen la persecución hasta la al-
tura de la Laguna del Cardón, donde se en-
cuentran con el grueso de la indiada, que los es-
pera fo-mando línea de combate. A las prime-
ras cargas retroceden los salvajes, quemando
el campo; pero los jefes, con sus milicianos,
salvan este inconveniente atacando a todo es-
cape y cayen lo como un torbellino sable en
mano sobre los invasores, llevándolos así has-
ta Quemú-Quemú, donde cesa la persecución
por entrar la noche. Se les arrebató toda la
hacienda que llevaban, siendo el número de
ésta de 16.000 cabezas de ganado vacuno y
LAM
2.000 yeguarizos. La persecución y combates
parciales siguieron hasta el 13 de octubre del ■
uño I87t), día ^n que regresaron las tuerzas.
Laguna (Fray Diego). Uno de los primeros fran-
ciscanos que entraron con los conquistadores
a la antigua provincia del Tucumán, por el aflo
de 1569. Se halló en la fundación de Córdoba
y allí terminó sus días, en el fuerte primitivo
que defendía la naciente ciudad.
Laguna (Nicolás). Abogado. Nació en Tucu-
mán, en 1772. En 1810 fué asesor del Gobierno
de Salta. Diputado por su provincia a la
Asamblea de 1813, en donde dio pruebas de
sus talentos e integridad. En 1824 fué nombra-
do gobernador delegado de Tucumán; en 1S26,
elegido popularmente. Hizo un buen gobierno,
demostrando honradez, integridad y grandes
cualidades cívicas, consolidando el orden, el
crédito y conservando la mejor armonía con
los Gobiernos vecinos. Falleció en Tucumán,
el 12 de junio de 1838. Fué un patriota virtuo-
so e inteligente.
Lafnez (Manuel). Comerciante. Natural de Cá-
diz (España). Vino a Buenos Aires a la edad de
veinticinco años, en 1803. Asistió y tomó parte
activa en la reconquista de esta ciudad duran-
te las invasiones inglesas. Es el fundador de la
familia de su apellido en la República, siendo
su hijo D. Manuel, médico, que murió en la ba-
talla de Cepeda, y son sus nietos: D. Manuel
Laínez, periodista, político, ex senador nacio-
nal por la provincia de Buenos Aires, y don
Bernabé, ex diputado nacional, etc.
Lamadrid (Gregorio Araoz de). General de la
independencia. Nació el 28 de noviembre de
1795, en Tucumán. A los diez y seis años co-
menzó su carrera militar en los ejércitos liber-
tadores. Se halló en el combate de Nazareno,
en Las Piedras, Tucumán, Salta, donde se re-
veló ya como una de las primeras espadas de
la caballería argentina. En Salta fué herido.
Sirvió luego como ayudante de Belgrano y as-
cendió a teniente primero; se halló en Vilca-
pujio. Desprendido del ejército con algunas
tropas, con el objeto de hostilizar al enemigo
en el Alto Perú, llevó a cabo un sinnúmero de
heroicidades en las acciones de Colpayo,
Tambo Nuevo, Ayo/turna, Quirbe, etc. Reorga-
nizado el ejército a las órdenes de San Martín,
nombró éste edecán a Lamadrid, regalándole
su espada. Pasó a servir después como capitán
en la vanguardia de GUemes, batiéndose en la
Quiaca, Cangrejos y Rinconada, siendo por
LAM
238 -
LAP
esta última acción ascendido a sargento ma-
yor; en el Puesto del Marqués, Venta y Media,
Sipe-Sipe, Culpina, Uturanga y en otros en-
cuentros. Vuelto a Tucumán, fué ascendido a
teniente coronel. En 1S16 batió en Pitambalá
al coronel Borges, sometiéndole. De regreso
de esta expedición partió nuevamente a Tarija,
rindiendo a' enemigo en Cangrejillos y en La
Tablada, por cuyo triunfo obtuvo el grado de
coronel; batiólo nuevamente en Cachimayo, y
siendo derrotado en Yampaniz y Sopachuy,
dio por terminada su arriesgada campaña en
diciembre de 1817. Mezclado en la guerra ci-
vil, no hubo casi encuentro en que no se halla-
ra; ocupó también la primera magistratura de
su provincia natal en 1825 y 1843, y en las de
San Juan, La Rioja y Mendoza en 183(3 y 1^1 ,
respectivamente, a las órdenes de Paz y Lava-
Ue; derrotado en el Rodeo del Medio, en 1841,
emigró a Chile; en 1845 pasó a Montevideo,
donde sufrió muchas penalidades; en 1852 se
le confió el mando de una división de caballe-
ría en Caseros, y a pesar de su edad, su acti-
tud era tan fogosa, que en todas ocasiones so-
licitaba el puesto más avanzado para su divi-
sión. Murió este héroe en esta ciudad, el 5 de
enero de 1857.
Lamas (Andrés). Nació en Montevideo, el 30
de noviembre de 1817. Pasó li mfivor parte de
su vida fuera del
Uruguay, vivien-
do alternativa-
mente en el Bra-
sil y la Argentina,
hasta fijar su re-
sidencia definiti-
va en este último
país. Descolló
como hombre de
pensamiento: fué
historiador, pole-
mista, literato. La
colección de sus
escritos seria de
voluminosos vo-
lúmenes. En 1849 dio a luz sus Apuntes histó-
ricos sobre las agresiones de Rosas. Fué el
fundador del Instituto Histórico de Montevi-
deo. En Río Janeiro publicó un famoso escrito:
Andrés Lamas a sus compatriotas (1855), que
tuvo grandes consecuencias polí'icas, y un
tomo sobre Negociaciones diplomáticasUSSb).
Notable es su obra sobre Rivadaoia; El géne-
sis de la reootución; Estudio histórico y cientí-
fico del Banco de la provincia de Buenos Ai-
res. Falleció este notable escritor en Buenos
A'Ves, el 23 de septiembre de 1891.
Lambaré. Nombre que tenía la capital del Pa-
raguay en la época de la conquista. El día 15
de agosto de 1536, Juan de Ayolas, teniente
de Mendoza, al frente de 400 hombres, remon-
tando el Paraná, descubrió el río Paraguay, y
al llegar a Lambaré, nombre del cacique de
una tribu indígena, que batió felizmente, le-
vantó un fuerte en las inmediaciones del sitio
del combate, origen de la ciudad de la Asun-
ción, bautizada con este nombre por ser el día
en que la Iglesia conmemora la Asunción de la
Viríen.
La Plata. Capital de la provincia de Buenos
Aires, fundada el It) de noviembre de 1882 por
el entonces gobernador, Dr. D. Dardo Rocha.
Declarada la ciudad de Buenos Aires por ley
de septiembre de 1880, promulgada el 6 de di-
ciembre, capital de la República, el Gobierno
de la provincia, que tiene que desalojar esa
ciudad con los Poderes públicos, coloca en
este día la piedra fundamental de la ciudad de
La Plata, declarada por ley capital de la pro-
vincia de Buenos Aires. El presidente de la
República, general Roca, fué elegido para pa-
drino de la ceremonia. El 15 de abril de 1884
se instalaban allí las autoridades de la provin-
cia, festejándose el acto y declarándose festi-
vo el día. Esta ciudad es la mejor trazada de
la América del Sud; está cruzada por grandes
avenidas diagonales, en cuyo punto de unión
se han trazado espaciosas plazas; sus edificios
públicos son notables; posee un Observatorio
Astronómico, un Museo de Historia Natural,
que es honra de la República, en medio de un
gran paseo; Uni-
versidad, biblio-
tecas, hospitales,
asilos, etc.
Laprida (Francis-
co Narciso de).
Nació en San
Juan, el 28 de oc-
tubre de 1786.
Hizo sus prime-
ros estudios en
una escuela de la
^%
provincia, pasan- ^^^— „•
do a la Universi- ^
dad de San Feli- D. Francisco N. de Laprida.
LAR
- 239
LARR
pe, en Santiago de Chile, graduándose de ba-
chiller en Cánones y Leyes en 1807. Abrazó
con entusiasmo In causa de la revolución;
estaba en Chile, de donde pasó a San Juan
Laprida era un hombre inteligente, de hermoso
carácter, y esto, reunido a sus virtudes cívicas
y privadas, le dieron un lugar prominente entre
sus comprovincianos, mereciendo la estimación
y confianza del general San Martín. Contribu-
yó mucho a la organización y sostén del ejército
de los Andes. Electo representante por San
Juan al Congreso general Constituyente de
1811; fué también presidente de esa Asamblea,
que declaró la independencia nacional en 1816.
En 1820 fué desterrado a San Juan. Represen-
tante y presidente del Congreso Constituyente
de 1824. Perseguido más tarde por unitario,
en 1829 emigró a Mendoza, donde alistóse
como cabo en un regimiento, para rechazar a
Quiroga y los Aldao. Descansando bajo la pa-
labra de un armisticio, Aldao consumó en el
Pilar una matanza de opositores, siendo La-
prida una de sus víctimas.
Larlz (Jacinto de). Maestre de campo. Goberna-
dor de Buenos Aires de 1646 a 1653. «Era a la
vez que un hombre de guerra un realista acé-
rrimo, que al momento la emprendió contra los
abusos de los prelados y de los eclesiásticos.
Puso en estricta vigencia las leyes que prohi-
bían hacer dádivas a las iglesias, hacer testa-
mentos y contratos de mano muerta a favor de
los conventos, iglesias o cofradías y fundar ad-
judicaciones perpetuas para e\ bien del alma.
Fué, naturalmente, excomulgado por el prela-
do, sin que su energía se doblase. Sus enemi-
gos lo han acusado de prevaricatos y fraudes
fiscales.» (López.)
Larsen (Juan Mariano). Educacionista. Nació
en Francia, en 1821 Llegó a Río Janeiro en
1831, y en el mismo año pasó a Buenos Aires,
donde estudió Derecho hasta graduarse de doc-
tor en Leyes. En 1845 solicitó y obtuvo del Go-
bierno de Rosas carta de ciudadanía y el per-
miso para abrir una escuela de primeras letras.
Diez años después fué director del Liceo del
Plata, y por espacio de treinta y cuatro años
dictó las cátedras de latín, de griego y de His-
toria en la Universidad, en cuyos Claustros
gozaba de inmenso prestigio por su carácter
ingenuo y abierto. En su larga carrera de cate-
drático, educó tres generaciones de argenti-
nos. Fué el Dr. Larsen un educacionista y
verdadero apóstol de la instrucción secunda-
ria, escritor y filántropo; figura como el pri-
mer filólogo y políglota del continente, y par-
ticularmente de la República. Murió en Bue-
nos Aires, el 4 de noviembre de 1894.
Larraya (Isidoro). Militar uruguayo. Comenzó
sus servicios como subteniente del regimiento
de Granaderos de Infantería de Buenos Aires,
en 1812, y más tarde, como capitán en el ejér-
cito de los Andes, acantonado en Mendoza.
Hizo la campaña del Brasil; como teniente co-
ronel asistió a las luchas civiles, a las órdenes
de Paz y de Lamadrid, y tomado prisionero en
la batalla de la cindadela de Tucumán, fué fusi-
lado, el 4 de noviembre de 1831 por orden de
Quiroga, junto con treinta y tres jefes u ofi-
ciales.
Larrazábal (Mariano). Nació en Buenos Aires.
Desde su juventud abrazó la carrera de las ar-
mas, y la revolución de mayo, en la cual tomó
parte, le encontró en clase de capitán del regi-
miento de Dragones, y no obstante su gradua-
ción subalterna, mereció por sus prestigios y
origen distinguido ser uno de los invitados por
esquela , para asistir al memorable Cabildo
abierto del 22 de mayo, en cuyo acto reprodu-
jo el voto del coronel Saavedra. En noviembre
15 del año 10, marchó a campaña con el regi-
miento 4.° de infantería, y dos años después
se incorporó al ejército auxiliar del Perú, en
cuyo ejército se batió en la batalla de Salta y
en otros hechos de armas. En abril 25 del año
siguiente fué promovido a sargento mayor
del regimiento de Cazadores, sirviendo a las
órdenes del general Rondeau; asistió a varios
combates, pasando en 1816 a incorporarse en
Mendoza al ejército de los Andes, cuyas cam-
pañas hizo, hallándose en Chacabuco, Talca-
huano; fué ascendido a teniente coronel el 27
de marzo del mismo año, y al siguiente se en-
contró en el desastre de Cancha-Rayada y en
Maipú, por cuya acción fué promovido a coro-
nel graduado de infantería de línea el 15 de
abril de 1818. Estando sin destino fué nombra-
do jefe del regimiento 5." de infantería de Chi-
le, a cuyo frente marchó a la expedición al
Perú, en 1820, tomando parte en las operacio-
nes de esa gloriosa campaña. Murió en el Perú,
en marzo de 1822.
Larrea (Juan). Comerciante. Nació en la ciudad de
Mataró, (Cataluña), el 24 de julio de 1782. Vino
a Buenos Aires a principios del siglo, donde se
estableció como comerciante. Por sus simpatías
con la causa de la libertad y su cooperación
LARK
- 2-40
LAS
D. Juan Larrea.
pecuniaria en el movimiento emancipador me-
reció ser nombrado vocal de la Junta guberna-
tiva del 25 de mayo
de 1810, siendo uno
de lo3 miembros
más decididos y
enérgicos de ese
Gobierno y una de
lasvíctimasdel mo-
tín del 6 de abril de
1311, por cuya re-
solución fué de-
puesto arbitraria-
mente y desterrado
a la provincia de
San Juan, de don-
de regresó al año
siguiente. En 1813
fué electo miembro de la Asamblea general
Constituyente, siendo en noviembre del mis-
mismo año, nombrado para desempeñar un mi»
nisterio en el Gobierno de Posadas, en cuyo pe-
ríodo gubernativo creó una escuadrilla para la
defensa del Río de la Plata y contrarrestar el
poder maritimo español, que fué confiado al
almirante Brown. La caída del Directorio y de
la Asamblea en 1815, le hizo objeto de un nue-
vo proceso adverso, saliendo expatriado y con-
fiscándosele sus bienes. Vuelto al poco tiempo
al país, formó parte nuevamente del comercio,
y más tarde, desempeñó el cargo de cónsul ge-
neral argentino en Francia, donde residió va-
rios años. Su fallecimiento ocurrió en Buenos
Aires, el 29 de junio de 1847. Recientemente se
ha inaugurado su monumento.
Larrea (Faustino). Tesorero de la Real Caja de
Buenos Aires desde el 26 de marzo de 1716,
por nombramiento del Gobierno superior, has-
ta el 26 de enero óp 1717, y desde el 24 de abril
hasta el 14 de agosto del mismo año 17.
Larroqae (Alberto). Educacionista. Nació en
Bayona, en 1819. Vino al Río de la Plata en
1841. Pocas figuras hay que igualen en noble-
za y serenidad a la del Dr. Larroque, funda-
dor y director del Colegio del Plata, en los úl-
timos años de la tiranta; organizador y rector
del Colego Nacional del Uruguay de 1854 a
1864, y miembro del Consejo nacional de Edu-
cación pocos meses antes de su fallecimiento.
Dedicó sus mejores años de la vida a la ense-
ñanza de las brillantes generaciones argentinas
que actuaron durante el período de la organi-
zación nacional, y algunos de ellos fueron el
Dr. Victorino de la Plaza, recientemente falle-
cido; el general Roca, el Dr. D. Eduardo Wil-
dey muchos más. En 1864 abandonó la direc-
ción del Colegio Nacional del Uruguay, y no
volvió más a dedicarse a las tareas educacio-
nales. El ilustre educacionista argentino doc-
tor José B. Zubiaur, digno continuador suyo
en el Colegio Nacional del Uruguay, dice del
Dr. Larroque: «Vivió honrado y murió bende-
cido»... Falleció en 1881.
La Rosa (José Ignacio de). Hombre publico.
Nació en la ciudad de San Juan. Se graduó de
abogado en Chile, dirigiéndose a Buenos Ai-
res, donde permaneció ocho años. En 1812, re-
gidor del Cabildo y amigo de San Martín; se
trasladó a San Juan, donde fué miembro del
Ayuntamiento en 1814, alcalde de primer voto
y teniente gobernador el I de enero de 1815,
como interino, y en propiedad desde el 24 de
mayo de 1818 hasta el 9 de enero de 1820.
Desde ese cargo ayudó eficazmente a San
Martín en la organización del ejército de los
Andes, con mucho entusiasmo y celo. Como
gobernador, fué progresista: fundó escuelas,
un hospital, explotación de canteras, y fomen-
to y ensanche de las industrifcs agrícolas y ga-
naderas. En 1820 fué desterrado de San Juan;
pasó con San Martin, de quien era muy amigo,
donde fué nombrado auditorde Guerra del ejér-
cito del Perú y comisionado diplomático. Mu-
rió en 1834, en el Perú.
Lasala (Cándido). Teniente de navio. Después
de distinguirse el 12 de agosto de 1806, du-
rante las invasiones inglesas fué herido de
muerte por los invasores en el ataque llevado
por éstos sobre la Plaza de Toros (hoy San
Martín) el 5 de julio de 1807. Su heroica con-
ducta hizo que el Cabildo diera su nombre a
la actual calle Chacabuco, que entonces se
llamaba San Pedro.
Lascano (José Benito). Sacerdote. De la pro-
vincia de Santiago del Estero, en 1778. Por
sus esclarecidos falentos y vasta instrucción,
fué dos veces electo rector de la Universidad
de Córdoba, después de reorganizada ésta en
1808 por el deán Gregorio Funes, con quien
cultivó una estrecha amistad. Siendo deán de
Córdoba fundó las misiones de río Cuarto,
río Segundo y Tercero. En 1816, electo dipu-
tado al Congreso Nacional, después de tras-
ladado éste de Tucumán a Buenos Aires, car-
go que desempeñó hasta 1819. También legis-
lador provincial y presidente de la Legislatura.
LAS
- 241
LAS
Más tarde, obispo diocesano y vicario apostó-
lico de Córdoba. Murió en 1836.
Laa Casas (Bartolomé de). Sacerdote. Nació
en Sevilla, en 1474. Acompañó a su padre en
el primer viaje que hizo Colón al Nuevo Mun-
do, siendo aún muy joven. A su regreso entró
a la Orden Dominicana, y se ordenó de sacer-
dote en 1510. Volvió a América como misio-
nero, en cuyo cargo gozó de gran prestigio
entre los indígenas, llegando a ser gobernador
de la colonia Cumaná y obispo de Cliiapa. De-
dicó toda su vida a la defensa de los indios,
en cuya protección atrajo sobre sí tales odios,
que le originaron persecuciones que pusieron
en peligro su vida. Hizo muchos viajes a Eu-
ropa para abogar por ellos ante el rey de Es-
paña, y a sus instancias expidió éste, el 12 de
julio de 1520, la Real cédula declarando libres
a los indios. Se le ha imputado el haber esta-
blecido el comercio de esclavos, cosa que se
hacía antes de que él existiera. Volvió a su
patria en 1551, y escribió varias obras sobre
América, las cuales son una fuente fecunda de
información, de donde han extractado muchos
cronistas los principales hechos, y han sido
reimpresas muchas veces. Murió en Madrid,
en julio de 1569.
Las Heras (Juan Gregorio de). Nació en Bue-
nos Aires, el 11 de julio de 1780. Durante sus
primeros años se
dedicó al comer-
cio, y en 1807 hizo
sus primeras ar
mas contra las
fuerzas inglesas
que invadieron a
Buenos Aires. En
1813 pasó aChile,
como segundo
jefe del batallón
de Auxiliares,
donde se encon-
tró en las accio-
nes de Cucha-
Cucha, Membrillar, Maule, Tres Montes, Río
Claro, Quecheregua, Runcagua, etc. En oc-
tubre de 1814, no queriendo mezclarse en
la guerra civil, repasó los Andes con su bata-
llón de cordobeses, cubriendo la retirada de
las tropas chilenas, con cuyo cuerpí, bajo la
denominación de 11 de infantería de línea,
formó en el ejército de los Andes, siendo el
brazo derecho del general en jefe. En fe-
DlC. HlST. BlOQR.
Brisadier general
D. Juan Gregorio de las Heras.
brero de 1817, al frente de una división,
pasó por segunda vez los Andes, por el paso
de Uspalhttíi, batiendo su vanguardia una fuer-
za realista el 4 de febrero. Asistió a la batalla
de Chacabuco, y el 4 de abril del mismo año
derrotó en un combate campal, en Curapali-
güó, al coronel Ordóñez, que tenía una fuerza
superior en número, obteniendo otro esplén-
dido triunfo, un mes después, en el cerro del
Gavilán. En diciembre atacó la plaza forti-
ficada de Talcahuano, siendo el héroe de la
jornada. En la sorpresa de Cancha Rayada
salvó del desastre una división de 3.000 hom-
bres y 12 piezas de artillería, con las cuales
hizo una retirada famosa. Formó parte de la
expedición al Perú, en 1820, como mayor ge-
neral; el 11 de julio de 1821 puso sitio a las
fortalezas del Callao, llevándoles al mes si-
guiente un formidable ataque, aunque sin éxito.
Fué consejero de Estado y gran mariscal del
Perú, y en su patria, gobernador de Buenos
Aires desde 1824 al 26, en cuyo período le
tocó organizar las tropas que debían combatir
contra el Brasil. Cuando dimitió ese cargo se
radicó en Chile, donde falleció, rodeado de
gran veneración, el 6 de febrero de 1866. Sus
cenizas, reimpatriadas en octubre de 1906, se
hallan en la capilla donde se levanta el mau-
soleo del general San Martin (catedral).
Las Pulgas (combate). El general D. José Mi-
guel Carrera, después de su triunfo sobre
Bustos, el día 8 de marzo de 1821, había mar-
chado sobre el gobernador de San Luis, don
José Santos Ortiz. Ese triunfo de Carrera
sobre Bustos puso en riesgo no sólo a San
Luis, sino a todo Cuyo, de lo que, apercibido
Ortiz, acampó con su división en las inmedia-
ciones del rio Quinto (10 de marzo), de donde,
después de una pequeña escaramuza, se movió
hacia el punto denominado Ensenada de las
Pulgas, testigo de una horrible derrota de los
púntanos, dejando en el campo de batalla 180
muertos, y perdiendo 70 hombres entre sol-
dados y oficiales que fueron hechos prisio-
neros. Inmediatamente después de esta jor-
nada se dirigió a San Luis, cuya ciudad ocupó
el 13 de marzo.
Lastra (Bonifacio), Doctor en Leyes. Nacido
en 1845. Ayudante del general Domínguez du-
rante la guerra del Paraguay. Por su conducta
valerosa llegó al grado de capitán. Diputado
a la Legislatura de la provincia de Buenos Ai-
res, en 1872 y 73. Diputado nacional en 1874.
LAS
- 242
LAV
Ministro de Hacienda en la provincia; ministro
de Justicia, Culto e Instrucción pública de la
nación durante el gobierno del Dr. D. Nicolás
Avellaneda. En 1880, senador a la Legislatura
de Buenos Aires y senador racional por la
misma en 1892. Murió el 26 de julio de 1896.
Lastra (Domingo). Hacendado. Nacido en Bue-
nos Aires. Desde su juventud se consagró a
los trabajos rurales en el Sud de la provincia.
Disconforme con la política de Rosas desde
los primeros aflos de su administración, en 1830,
fué uno de los caudillos del movimiento insu-
rreccional que encabezó el patriota Castelli, y
un grupo numeroso de estancieros, con el ob-
jeto de derrocar al tirano. Lastra concurrió a
la batalla de Chascomús en clase de sargento
mayor del batallón Ajó, junto con su hijo del
mismo nombre, que era abanderado de todas
las fuerzas de la revolución, y después de lu-
char desesperadamente se retiraron a Chas-
comús, siendo alcanzado y ultimado el mayor
Lastra en la quinta de Arambery, y corto tre-
cho después, hacia El Recreo, el abanderado
su hijo, el mismo dia de la batalla, 7 de no-
viembre de 1839.
Latorre (Pablo de la). Coronel. Jefe militar de
la provincia de Salta después de la asonada
de 1821. Gobernador propietario de la misma
provincia el 2 de diciembre de 1831. Depuesto
por la revolución de 1832. Vencedor de los re-
volucionarios en el campo de Fulares, a diez
leguas de la ciudad de Salta. Después de esta
acción Latorre reasumió el mando hasta prin-
cipios de 1833, que se ausentara de la capital
con objeto de reconocer la campaña y dejar
afianzada la tranquilidad pú lica. Durante este
gobierno prohibió expresamente la inhumación
de cadáveres en los templos y en el cemente-
rio de la Miseiicordia bajo penas severas, y
mientras se trabajaba un panteón se ordenó
se sepultase en los cementerios de San Fran-
cisco y de la iglesia de la Merced. Mandó re-
faccionar las veredas, cercar los terrenos bal-
díos que servían de depósitos de basura, mer-
cados, abrir calles, escuelas de primeras le-
tras; mejoró la Hacienda, en completa banca-
rrota. Vencido y herido en el combate de Cas-
tañares. Junto con el coronel D. José María
Aguilar, Latorre fué lanceado en su mismo le-
cho, en la noche del 16 de diciembre de 1834.
Lautaro. Nombre de la Logia política estable-
cida por San Martín en Buenos Aires en 1812,
con el objeto de trabajar con todo tesón por la
emancipación del Nuevo Mundo. Esta Asocia
ción estuvo muy lejos de ser una Logia masó-
nica, como muchos lo han supuesto; sólo fué
una Sociedad patriótica, como lo prueba el he-
cho de haber pertenecido a ella respetables
miembros del clero. En Londres estaba esta-
blecida la casa central, de donde partían to-
das las comunicaciones para América, miem-
tras en Cádiz estaba el centro director de los
trabajos de la península, donde se afiliaban to-
dos los americanos transeúntes por aquel puer-
to. El primer grado de iniciación de los neófi-
tos era el juramento de trabajar por la inde-
pendencia americana; el segundo, la profesión
de fe del dogma republicano. Organizada la
Logia aquí, fué su primer presidente el gene-
ral Alvear; confiósele la vicepresidencia al ge-
neral San Martín y la secretaría al coronel
Zapiola. Esta máquina de zapa política se hizo
sentir bien pronto en las esferas oficiales, y
en 1815 instaló una sucursal en Mendoza, al
mismo tiempo que se disolvía la de Buenos
Aires. El nombre de Lautaro le fué dado en
homenaje al jefe araucano muerto en 1557; el
antiguo paje del adelantado Valdivia, que pe-
reció en un combate atravesado por un flecha-
zo, y los indios, que lo adoraban, se hicieron
matar todos junto al cuerpo de su jefe.
Lavalle (Juan). Guerrero argentino. Nació en
Buenos Aires, el 17 de octubre de 1797. Inició
sucarreramiiitar,
como cadete del
regimiento de
G ranaderos a
Caballo, en 1813.
Al año siguiente
se batió, como
alférez, en el si-
tio de Montevi-
deo. Se trasladó
a Mendoza, pasó
los Andes, ba-
tiéndose enAchu-
pallas, Putaendo
y Chacabuco,
como teniente;
en el asalto de Talcahuano y Maipú, en clase
de capitán; ascendiendo al grado inmediato su-
perior, tomó parte en la expedición al Perú,
combatiendo en Cangallo y Jauja en 1820, y con
el grado de teniente coronel asistió a las bata-
llas de Rio Bamba, donde tanto se distinguió, y
a la de Pichincha, en el Ecuador. Terminada la
D. Juan Lavalle.
LAV
- 243
LAV
campafla de Quito, asistió a la de los Puertos
Intermedios y a las derrotas de Torata y Mo-
quegua, en cuyas acciones cubrió la retirada
del ejército, llegando a dar hasta veinte car-
gas en cuatro horas Durante esta campaña su-
frió grandes padecimientos. En 1824 regresó
a Buenos Aires, y en iunio fué nombrado go-
bernador de Mendoza. Vuelto a esta ciudad,
se le nombró jefe del regimiento cuarto de Co-
raceros, a cuyo frente hizo toda la campaña
contra el Brasil, batiendo al enemigo en Baca-
cay y cubriéndose de gloria en la batalla de
Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827, como jefe
de la izquierda de la línea, en cuyo puesto, y
por su digna comportación, fué aclamado gene-
ral en el campo de batalla Poco después de-
rrota a los brasileños en el Yerbal, donde fué
herido. De vuelta a Buenos Aires, tomó parte
activa en la guerra civil; se sublevó a la cabe-
za de sus tropas, sublevación que tuvo por
consecuencia el fusilamiento del coronel don
Manuel Dorrego Jefe del partido unitario,
estuvo siempre en oposición a la dictadura de
Rosas, siendo vencedor o vencido en las ac-
ciones de Navarro, Puente de Márquez, Pal-
mar, Carpintería, Yerud, Don Cristóbal, Sau-
ce Grande, Tala. Quebracho y Famaiilá. Fué
muerto en Jujuy, el 9 de octubre de 1841. Su
cadáver fué conducido a Bolivia. Por decreto
de 30 de septiembre de 1858, el Gobierno de
Buenos Aires nombra en comisión al general
D. Juan Gregorio de Las Heras, Dr. Gabriel
Ocampo y D. Mariano Sarratea para que pro-
cedan a la exhumación de los restos de este
bravo militar, que se hallaban en la catedral
de Potosí, y fueran conducidos a su patria.
En 1887 fué inaugurada su estatua en la plaza
del mismo nombre, leyéndose en su pedestal
la siguiente infcripción:
El pueblo a L.walle
libertador v .mártir
muerto por la llbertad
renacido a la in.mortalidad
Fué Lavalle el prototipo del soldado sud ame-
ricano: valiente hasta la temeridad, enérgico
en las grandes ocasiones, suave y tranquilo en
la vida ordinaria.
Lavalleja (Juan Antonio). Militar uruguayo.
Nació en Minas, en 1786. Sus primeros años los
pasó con su padre en los trabajos de campo,
los que abandonó en 181 1 para iniciarse en la
carrera de las armas combatiendo en Las Pie-
D. J. Antonio Lavalleja.
dras; poco después, hostilizando al enemigo,
fué tomado prisionero y conducido a Río de Ja-
neiro. Recobrada
su libertad, se
alistó con Artigas
para combatir a
los argentinos,
que derrotó en
Guayabos el 10
de enero de 1818.
En febrero del
mismo año fué to-
mado prisionero
por los portugue-
ses y enviado a
Rio de Janeiro;-
sufrió allí tres años de cautiverio. En 1825
se hallaba emigrado en Buenos Aires, al frente
de un saladero en Barracas, cuando el 19 de
abril de 1825 se embarcó en San Isidro, al man-
do de 33 patriotas, para conquistar su país de'
poder de los brasileños. En mayo del mismo
año estableció el sitió de la plaza de Monte-
video, defendida por 5.000 brasileños, y el 2
de octubre obtuvo el triunfo de Sarandi, don"
de derrotó a más de dos mil de aquéllos. En e|
año 1S26 revistaba como general, siendo nom-
brado jefe de vanguardia del ejército de Al-
vear. El 23 de enero de 1827 se apoderó de
Bagé, saqueó los depósitos del enemigo y poco
después fué de los vencedores en Camacuá.
El 4 de octubre de 1827 se declaró dictador mi-
litar, estableciendo en el Durazno la capital, y
el 10 de enero de 1828 sucedió al general Al-
vear en el mando del ejército republicano y
emprendió la tercera campaña contra el Brasil.
A su terminación, en 1829, fué electo gober-
nador del Estado Oriental, y posteriormente,
como jefe de partido, actuó en la guerra civil.
En 1853 formó parte de un triunvirato impuesto
por un movimiento revolucionario El brigadier
general Lavalleja falleció en Montevideo, el
22 de octubre de 1853.
Lavarello (Juan Bautista). Capitán marítimo.
Natural de Genova. Fué el que se preocupó de
acortar la excesiva duración de la travesía del
Atlántico, dotando a sus buques de un propul-
sor mecánico, es decir, atravesar a vapor la
zona de las calmas ecuatoriales para alcanzar
las brisas del hemisferio opuesto y continusr U
navegación a vela, considerada en aquellos
tiempos, con sobrada razón, mucho más prácti-
ca y económica. Esto fué considerado como
LAV
244 -
leí
ana locura; pero a fuerza de grandes trabajos
consiguió hacer
construir el pri-
mer «mixto-», de-
bido a su caracte-
rística de nave-
gar a vela y a va-
por. Este buque
se llamó Buenos
Aires. En vista
del buen resulta-
do obtenido, sur-
gieron los imita-
dores, y así se
formó la primera
navegación a va-
por italiana des- D. Juan Bautista Lavarello.
tinada al comercio con los países sud-ameri-
canos. Falleció en el arlo 1881.
Lavaysse (Juan José Dauxón). General fran-
cés. Después de la muerte de Napoleón 1 pasó
a tomar parte en la guerra de la independencia
sud-americana. Este general fué dado de alta
en su mismo grado en el ejército argentino, el
8 de marzo de 1S17. El general Belgrano, apro-
vechando sus grandes conocimientos militares,
le nombró director de la Academia Militar, en
cuyo puesto prestó importantes servicios al
país. Murió el 8 de julio de 1829.
Légout (Raoul). Francés. Nacido en 1818. En el
año 1846 fué designado oficial de la Academia
de Caen y luego inspector de los departamen-
tos del Orne y del Oise. Obligado a desterrar-
se, se dirigió al Río de la Plata. Aquí, después
de ejercer diversas profesiones, se consagró al
periodismo, y luego a la ensefianza, que com-
partió hasta que la vejez le obligó a aceptar un
merecido descanso. Sarmiento lo nombró di-
rector de la Escuela Superior de Catedral al
Sud, vicerrector del Colegio Nacional de Bue-
nos Aires, subinspector de escuelas de la pro-
vincia, profesor y luego rector del Colegio Na-
cional de Jujuy, inspector nacional de escuelas,
rector del Colegio Nacional de Mendoza, et-
cétera, etc. Se jubiló en 1888, a los setenta
años de edad, de los cuales cincuenta emplea-
dos en beneficio de la enseñanza.
Le^uizamón (Delfín). Coronel. Nació en la
ciudad de Salta, en diciembre de 1843. En 1864,
siendo diputado provincial, se alistó como vo-
luntario y marchó con el contingente salteflo a
la guerra del Paraguay. En 18(37 comandó un
batallón de salteñosy vallistas, contra el mon-
D. Delfín Leguizamón.
tonero Felipe Várela, y en 1868 dirigió contra
el mismo caudillo
otra campaña,
que terminó con
la derrota de Vá-
rela en Pastos
Graneles. Presi-
dente de la Legis-
latura, reemplazó
al gobernador
D.Sixto Ovejero,
que había renun-
ciado en 1869. En
1870 fué diputado
al Congreso y ob-
tuvo la prolonga-
ción del ferroca-
rril de Córdoba a Tucumán, hasta Salta y Ju-
juy Lanzó la idea de la navegación del río Ber-
mejo, que realizó después, como gobernador,
con el vaporcito de su nombre. En 1871 es ele-
gido gobernador, sin tener todavía los treinta
años exigidos por la Constitución. Abre la pla-
za y la avenida Belgrano; erige la Pi^nitencia-
ría, el Asilo de Mendigos, la Casa Correccio-
nal de Mujeres, funda la Quinta Agriinómicay
bibliotecas populares, y fomenta la vialidad.
En 1890, ministro de gobierno; en 1893 vuelve
a ser gobernador de la provincia. Senador
nacional en 1897. Falleció en Salta, el 20 de
• abril de 1917, a las cuatro de la tarde, rodeado
del afecto de todos, y su recuerdo ha de ha-
llarse vinculado siempre al progreso de la pro-
vincia de Salta.
Leiva (Manufl). Nació en Santa Fe en 1794.
Secretario de la
Cámara de Re-
presentantes de
Entre Ríos y pre-
sidente de ese
Cuerpo durante
el gobierno de
Urquiza, Como
representante de
Santa Fe en 1829,
firmó el tratado
de Paz entre esas
provincias y la de
Córdoba. Duran-
el gobierno de Fe-
rré fué su minis-
tro de Hacienda y relaciones Exteriores, desde
cuyo puesto combatió a Rosas, como también
D. Manuel Leiva.
LEO
- 245
LEZ
por la Prensa, en los periódicos La Reoolución,
La Pacificación, La Nueva Época. Se incorpo-
ró al ejército de Urquiza. concurriendo a Ca-
seros. Ministro nuevamente en varios períodos.
En 1853, electo constituyente por su provin-
cia natal. Senador en el Paraná. Murió en
esta ciudad, en agosto de 1879.
Leones (combate). En la caflada de este nom-
bre, contra los indios, a fines de octubre de
1857, en las inmediaciones de Melincué. El co-
ronel Emilio Mitre, al frente de su división de'
Norte, compuesta del 2.° de infantería de línea
y Milicias de Rojas, batió al cacique Coiiqueo,
en el paraje mencionado, ensayando una nueva
táctica, queconsistia en formar cuadros escalo-
nados ofensivos de infantería, y provocando la
acción, se retiraron al ser atacados. Los indios
cargaron a fondo a los milicianos, que, simu-
lando ceder a su empuje, los llevaron a estre-
llarse contra los cuadros de la infantería, que
rompieron un nutrido y mortífero fuego, que los
puso en derrota, marchando sobre el grueso
del arreo de los salvajes, consiguiendo cortar-
lo, y montando en seguida a caballo, los car-
garon impetuosamente, sableándolos sin cesar
durante algún tiempo. Esta victoria rescató a
numerosos cautivos y un arreo enorme de ha-
cienda. Fueron los héroes de esta jornada,
además del coronel Mitre, que mandó en jefe,
los coroneles Cruz Gorordo, Eustaquio Frías
y Manuel Sanabria.
Lerma (Hernando de). Natural de Sevilla. Nom-
brado gobernador de la provincia de Tucumán;
pero no llegó a Santiago— entonces su capital
—hasta el 16 de junio de 1580. Fué bastante
cruel y arbitrario. Emprendió la fundación de
la ciudad de Salta, con el nombre de ciudad de
San Felipe de Lerma. en el valle de Salta, el
17 de abril de 1582. En marzo de 1584, se halla-
ba el licenciado Lerma en Santiago del Este-
ro, cuando fué preso por el capitán Arévalo
Briceño, para averiguar los excesos e impo-
nerle el condigno castigo. Hechas las diligen-
cias de la causa, se marchó en mayo del mismo
año a Chuquisaca, donde se prosiguió el juicio;
pero, llegado a España el gobernador Ramírez
de Velasco, nombrado juez, reclamó a Lerma,
con quien partió para Tucumán, donde llegó en
julio de 1568 y juzgó y condenó al licenciado.
Este apeló de su sentencia ante el Consejo de
Indias, y fué trasladado a la RealCárcel de Ma-
drid, en donde murió antes de que se dictara
sentencia definitiva de su causa, el aflo 1598.
Levalle (expedición). El 10 de enero de 1877, el
coronel D. Nicolás Levalle ataca al bravo
cacique Namumcurá, en sus propias tolderías
de ChUoé. En el combate, los indios tuvieron
infinidad de muertos y heridos. El engreído ca-
cique tuvo que abandonar los campos donde
había sentado sus tolderías, y al ser derrotado
perdió su prestigio de fuerte que tenía entre
las demás tribus.
Levalle(Nicolás).Militar.Naci6en Buenos Aires,
el 6 de diciembre de 1840. Hizo las campaflasde
Cepeda (1859) yXaá&Paoón (1861). También
la campaña del Paraguay, hallándose en Ya-
tay, Uruguayana, Paso de la Patria, Estero
Bellaco, Tuyiiti, Boquerón, donde fué herido;
Curupayti; combate naval de Canoas, en el
que tomó a los paraguayos 16 de éstas, de 18
que se componía la flotilla de aquéllos, hecho
de armas que influyó para el resultado de la
guarnición paraguaya de Humaitá; tomó parte
en todos los combates parciales que libró en el
Chaco la división al mando del general Rivas:
Lomas Valentinas, asalto de Peribebuy. En la
guerra civil, contra López Jordán: Sauce, Dia-
mante (Entre Ríos). Contra los indios, San
Carlos, Talita (1873), Don Gómalo, en la que
salió herido. El 20 y 21 de junio, en Barracas;
en 1890, durante la revolución, en la ciudad de
Buenos Aires. Grado a grado consiguió sus
ascensos hasta teniente general. Fué ministro
de la Guerra. Murió en Buenos Aires.
Leyría (Froilán). Militar. Guerrero del Para-
guay. Concurrió a las siguientes campañas y
acciones de guerra: batalla de las Playas; fron-
tera de Mendoza, encuentro con los indios.
En la campaña del Paraguay: 2 de mayo, Tu-
yuti, Curupayti. Hizo la campaña al interior y
contra los indios: batalla de Santa Rosa, ex-
pedición al río Negro, revolución de 1880. Mu-
rió en Buenos Aires, el 5 de enero de 1898.
Léxica (Juan Antonio). Nació en Buenos Aires,
en 1813. Descendía de una antigua y distingui-
da familia. Se incorporó al ejército de Lavalle
en 1839. Concurrió al sitio grande de Montevi-
deo; también a la batalla de Caseros, como
jefe del batallón Resistencia, compuesto de
400 hombres de tropa. Formó parte en el mis-
mo aflo de la primera Asamblea legislativa,
compuesta por los ciudadanos más espectables
de Buenos Aires, y producido el sitio del 53,
formó entre sus defensores como jefe del regi-
miento número 2 de infantería de línea. Otra
vez legislador en Buenos Aires, en 1858. Mu-
LIL
— 246
LOM
rió en esta ciudad, el 25 de junio "de 1874.
Llltu, nombre indígena de unas rbíces que ios
indios puelches usan para comida, y de las
que harén un brebaje que muchos apetecen.
Llmay. Rio en la gobernación del Neuquén, y
pequeña población en el antiguo fortín del mis-
mo nombre. Limay, en araucano, quiere decir
«sanguijuela», y los indios le han llamado así
al río por la gran abundancia que de ellas hay
en los valles y pantanos por donde cruza. Des-
de 1690 hasta 1707, los padres jesuítas Moscar-
dí y Eiguea tuvieron en las márgenes de este
río y del lago Nahuel-Huapí una misión.
Liniérs y Bremond (Santiago). Francés. Na-
cido en Niort, el 25 de julio de 1753. Combatió
como voluntario
en Argel; al año
siguiente ingresó
en el Colegio de
Guardias Mari-
nas de Cádiz,
consiguiendo des-
pués de un exa-
men el grado de
abanderado, par-
tiendo luego a las
costas del Brasil,
a las órdenes del
general Cevallos.
Poco más tarde
regresó a Espa-
ña, aliada enton-
ces con la Francia contra Inglaterra, toman-
do parte en la lucha, donde descolló por
su valor y pericia, obteniendo en brevísimo
tiempo las presillas de capitán de fragata.
En 1778 el Gobierno lo destinó al Río déla
Plata, donde ocupó diversos empleos militares,
y desde 1792 a 1802 estudió y reforzó las for-
tificaciones de Montevideo. En este año se le
confió la gobernación interina del territorio de
Misiones, hasta que, substituido en el año de
1805, tomó el mando de una división naval y la
defensa de la ensenada de Barragán, donde lo
sorprendió la primera invasión inglesa, en julio
de 1800. Liniérs fué el héroe de la jornada; en
esas circunstancias se trasladó a Montevideo,
formó un ejército, armó al pueblo, y un mes
más tarde reconquistó la ciudad, el 12 de
agosto de 180fi. Después de este acontecimien-
to siguió preparando al pueblo y al ejército
para la defensa, y luego obtuvo, de sangrientos
combates contra las tropas británicas, una es-
D. Santiago Linlers y Bremond.
pléndida victoria el 5 de julio de 1807 contra
el ejército inglés, vencedor en cien combates,
rendido bajo capitulación, el que tuvo que
abandonar a Buenos Aires y Montevideo. Li-
niérs, en premio de este triunfo, fué agraciado
con el grado de brigadier y de virrey de estas
provincias; pero en 1809 intrigas políticas
provocaron su destitución, y retiróse a Cór-
doba, donde en 1810, al estallar la revolu-
ción, fué fusilado, el 26 de agosto del mismo
año.
Lisboa (Manuel Joaquín). Cabo primero del re-
gimiento número 4 de Patricios. En 12 de octu-
bre de 1811 fué ascendido, «en consideración
a los buenos servicios, valor y estimación con
que se desempeñó en el abordaje de la fragata
Consolación, a sargento segundo de su mismo
regimiento.
Lista (Ramón). Militar. Nació en Buenos Aires,
el 29 de mayo de 1799. Cruzó en 1817 los
Andes, y se halló en Cliacabuco. En la expe-
dición del Perú cayó prisionero, y encarcelado
en las casamatas del Callao y luego sorteado
en 1824 en el bárbaro sorteo de Malucona (v.).
Recobrada su libertad, regresó a Buenos Aires
en 1826 para tomar parte en la guerra del Bra-
sil, en el regimiento número 2 de Cazadores, en
cuya campaña asistió a la batalla de Itueaingó.
Durante el gobierno del dictador Juan Ma-
nuel de Rosas, emigró a Montevideo. En la
campaña libertadora, ya con el grado de coro-
nel, asistió a la batalla de Caseros (1852), y el
mismo día de la victoria fué desprendido del
ejército para castigar a los que saqueaban la
ciudad. Falleció en Buenos Aires, el 13 de ene-
ro de 1854. Escribió un diario histórico sobre
el sitio de Montevideo, que se conserva inédito
en el Archivo General de la nación.
Litoral (pacto del). Los gobernadores de las
provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y
Santa Fe firman un convenio con el ánimo de
hacer un ensayo de organización, el cual fué
conocido con el nombre de Pacto del litoral,
el 4 de enero de 1831. Corrientes entró más
tarde a formar parte de este convenio.
Lomas Blancas (combate). El 20 de mayo
de 18(53. En los llanos de La Rioja, entre el ge-
neral Peñalosa (Chacho), levantado en armas
contra la autoridad nacional, y el coronel San-
des. El combate fué reñido, pero al fin se pro-
nunciaron en derrota las fuerzas de Peñalosa.
Mucha fué la mortandad, no sólo por resulta-
dos del encarnizado combate, sino en la perse-
LOP
- 247 -
LOP
cución, en la que no se dio cuartel, siendo he-
rido el coronel Sandes.
Lópex (Bernabé». Abogado. Nació en Salta,
en 1¡508. Fué uno de los hombres más ilustra-
dos de la provincia, y desempeñó cargos pú-
blicos de importancia. Joven aún, fué secreta-
rio de U Sala de Representantes, y dos años
después oficial mayor y ministro de Gobierno
durante la administración del general Alvara-
do, hasta que, con el triunfo de Quiroga en la
dúdamela de Tucumán (4 de noviembre de
1831), tuvo que emigrar a Bolivia. Regresó
en 1835, consagrando sus esfuerzos al afianza-
miento de las instituciones de la provincia y a
la defensa de su autonomía contra las preten-
siones dictatoriales de los Heredias. Su patrió-
tica conducta le valió ser llevado a Tucumán
con una barra de grillos y puesto en la cárcel, de
dondesaliódespuésdelamuertedel general Ale"
jandro Heredia. Restituido a Salta, desempeñó
las funciones de ministro de la administración
Sola, y en el pronunciamiento que tuvo lugar
en 1840, en contra de la dictadura de Rosas,
fué uno de los más ardientes y entusiastas
partidarios. Emigró nuevamente a Bolivia,
donde permaneció hasta la caída de la tiranía.
Vuelto a su país, fué muy luego llamado por el
Gobierno nacional del Paraná para formar la
Corte de Justicia federal, de donde pasó a des-
empeñar el ministerio de Relaciones Exterio-
res, hasta que, habiendo estallado la guerra
civil, regresó a su provincia, retirándose a la
vida privada. Sin embargo, sir\ió muchos años
como vocal de la Suprema Corte de Justicia,
hasta pocos meses antes de su muerte. Falle-
ció en la ciudad de Salta, en enero de 1880.
López (Estanis-
lao). Militar. Na-
ció en la ciudad
de Santa Fe, el
22 de noviembre
de 1788. Fué un
caudillo presti-
gioso y notable
personaje de la
federación. Go-
bernador vitalicio
de Santa Fe. Fué
vencedor en Ba-
rrancas, Cañada
de la Cruü, Ga-
monal, y vencido
en Paso de Aguirre, Herradura, Pacón, etc.
D. Estanislao López.
Murió en la ciudad de Santa Fe, el 15 de junio
de 1838.
López (Javier). Militar, gobernador de Tucumán
desde el 1 1 de mayo de 1821 , día aciago y tris-
te para Tucumán, día en que por sostenerse en
el gobierno dio a sus tropas el saqueo de su
propio pueblo, y día en que muchas familias
pasaron en un solo momento desde el estado
de abundancia hasta el de la miseria y desnu-
dez. Ejerció el poder hasta principio de junio,
que fué derrotado por Bernabé Araoz. Asistió
con el general Paz a la batalla de La Tabla-
da (1S29). Dictador en Santiago del Estero
en 1831. Tomado prisionero en el combate de
Famaillá (1836), fué fusilado, el 25 de enero
de 1836.
López Jordán (Ricardo). Caudillo y general de
la provincia de En-
tre Ríos, donde na-
ció, en 1820. Se
conquistó una triste
celebridad por su
participación en el
asesinato del gene-
ral Urquiza, vence-
dor de Rosas,
acaecido el 11 de
abril de 1870. Mu-
rió asesinado en
una de las princi-
pales calles (Es-
meralda) de Buenos Aires, en pleno día, el 22
de julio de 1889.
López (Juan Pablo). Militar. Vencedor en el
Tala, Loreto, Bacacuá, Cayastá y Campos de
Aloarez. Fué vencido en Colastíné, Mal Abri-
go. Gobernador de Santa Fe por medio de
una revolución.
López (Lorenzo). Alcalde del Pilar. Fué quien
en la acción de Perdriel (invasiones inglesas)
salvó a Pueyrredón, sacándolo a la grupa de
su caballo, pues este jefe perdió el suyo en el
combate. El Cabildo condecoró a López con un
escudo de oro por este hecho.
López (Manuel). Militar, gobernador de Cór-
doba, con toda la suma del poder público, des-
de el 17 de noviembre de 1835 hasta el 20 de
abril de 1852. Inició su gobierno remitiendo al
capitán Santos Pérez y otros cinco de los in-
dicados como ejecutores del asesinato de Qui-
roga a Buenos Aires, en cuya cárcel fueron
alojados y de donde salieron, dos años des-
pués, para \r al patíbulo. López fué derroca-
D. Ricardo López Jordán
D. Vicente López y Planes.
LOP - 248 —
do del gobierno, por una revolucitin, en abril
de 1852.
López y Planes (Vicente.) Poeta. Nació en
Buenos ".Xires, el 3 de mayo de 1734, y se edu-
có en los Cole-
gios de San Fran-
cisco y de San
Carlos. En el año
de 1S04 estableció
una tienda de gé-
neros y artículos
de uso común.
Sirvió de volun-
tario cuando la
invasión de los in-
gleses, y escribió
en versos el triun-
fo de estas jorna-
das: Eí triunfo ar-
gentino. A fines
de 1S06 abando-
nó el comercio y se trasladó a Chuquisaca,
graduándose al» en Derecho. En 1809, com-
plicado en la insurrección, fué enviado a
Buenos Aires, donde fué absuelto. En 1810
fué secretario del coronel Ortiz de Campo, y
llegó hasta Chuquisaca. En el mismo año fué
también secretario del primer triunvirato, que
lo componían los Sres. Chiclana, Sarratea y
Paso. Fué después, sucesivamente, diputado a
la Asamblea general Constituyente; ministro
secretario del director Pueyrredón; prefecto y
fundador de los estudios clásicos, cuando se
instaló la Universidad; fundó el Departamento
Topográfícoyel Registro Estadístico; miembro
de los Congresos en 1819 y 1825; presidente
de la República en 1827; ministro de Hacien-
da en 1828, y presidente del Superior Tribu-
nal de Justicia hasta la caída de Rosas. El ge-
neral Urquiza le encargó del gobierno provi-
sorio, y después fué electo gobernador de la
provincia de Buenos Aires. De su pluma salió
la canción guerrera que, adoptada como Him-
no Nacional, lo ha inmortalizado. Falleció en
la capital, el 10 de octubre de 1856, a los seten-
ta y dos anos de edad.
Lopes (Vicente Fidel). Nació en Buenos Aires,
el 23 de abril de 1815. Era hijo único de don
Vicente López y Planes, autor del Himno Na-
cional. Estudió en el Colegio de Ciencias Mo-
rales y en la Universidad de Buenos Aires,
doctorándose en Derecho (1837). Acompañó a
Alberdi y Echevarría (1837) para fundar la Aso-
D. Vicente Fidel López.
LOP
ciación de Mayo, en el mismo aflo que Diego
Alcorta le entregaba su clase de Filosofía y
Retórica. Vióse obligado a emigrar en 1840, y
en Cliile fundó, con Sarmiento, un estableci-
miento de ense-
ñanza (1843), en
el que tuvo el ho-
nor de ganarse el
sustento como
maestro de escue-
la; por la misma
época se inició en
el periodismo,
bregando por la
difusión del espí-
ritu científico y li-
beral. Regresó al
país al preparar-
se la campaña de-
finitiva contra Rosas; sir\'ió eficazmente la
causa nacional, representada por Urquiza.
Ministro de su propio padre, puso las bases
de la enseñanza primaria y secundaria, e
hizo en la Sa'a de Representantes de Buenos
Aires una defensa memorable del acuerdo
de San Nicolás ( 1852), inolvidable en los ana-
les parlamentarios argentinos Vencido su par-
tido, tomó el camino de la expatriación y fué
a enseñar Economía política en la Universi-
dad de Montevideo. Años más tarde regresó
a Buenos Aires, dedicándose a sus tareas de
abogado y de escritor, siendo catedrático y
rector de la Universidad (1873-1876), sin dejar
nunca de ejercer una gran influencia en la vida
política, gracias a su inflexible liberalismo y a
sus ejemplares virtudes morales. Sus correli-
gionarios le señalaron como candidato a la pre"
sidencia de la República, honor que no aceptó.
Incorporado a los Cuerpos parlamentarios,
abordó altos problemas, interviniendo en de-
bates que consagraron su fama de hombre sa-
bio e integérrimo. En las horas solemnes para
los destinos nacionale«! (1890), se encargó de
las finanzas del país, sacrificándose empeño-
samente en reconstituirlas, en medio del páni-
co generado por la crisis. En el destierro pu-
blicó: Manual de historia de Chile (Valparaí-
so, 1845); Memoria sóbrelos resultados gene-
rales con que los pueblos antiguos han contri-
buido a la cioilieación de ¡a Humanidad (San-
tiago, 1845); Curso de bellas letras, Santiago,
1845. A su regreso publicó en Buenos Aires
dos novelas: La novia del hereje y La loca de
LOP
249 —
LUC
la guardia. En 1868 editó su trabajo sobre Las
rasas arianas del Perú. Desde esa época dio
a luz numerosos estudios sobre los orígenes
de la revolución argentina, en libros y revistas,
que refundió en la Revolución argentina (cua-
tro volúmenes, 1881). Con Andrés Lamas y Juan
María Gutiérrez, publicó y dirigió la Revista
del Rio de lo Plata, de la que aparecieron 13
volúmenes (1871-1877). En 1882 publicó su De-
bate histórico en controversia con las Com-
probaciones históricas sobre Belgrano, por el
general Mitre. Como síntesis de su vasta labor
histórica dio a luz su admirable Historia de la
República Argentina, su origen, su revolución
y su desarrollo político hasta 1852, publicada
en diez volúmenes (1883-1S93). Esta obra, re-
bosante de pasión y de talento, tiene el carác-
ter de Memorias, interesantísimas por su viva-
cidad y colorido. El Manual de la historia ar-
gentina es una sinopsis metódica de la obra
anterior, destinada a la enseñanza. Después de
su última consagración al servicio público, una
desgracia íntima le recluyó en su hogar, donde
pocos elegidos tuvieron la fortuna de seguir
escuchando su palabra y sus consejos. Falleció
en Buenos Aires, el 30 de agosto de 1903.
López de Osomlo (Clemente). Fué el inicia-
dor de la ganadería, en el orden de especu-
laciones industriales. Ya a mediados del si-
gloivmera fuerte hacendado en los campos pró-
ximos al Salado, provincia de Buenos Aires, y
conocidos con el nombre de Rincón de López.
En 1765 fué nombrado por el rey comandante
general de campaña, y poco después jefe de la
expedición a las Misiones guaraníes, bajo el
gobierno de Bucarelli. Víctima de la confianza
y de su arrojo, fué sorprendido y sacrificado
por los indios en el año de 1783, en el mismo
campo del Rincón. Su hija, D." Agustina, ca-
sóse en 1790 con D. León Ortiz de Rosas, y
fueron los padres del dictador D. Juan Manuel
de Rosas.
Loreto (combate) (22 de diciembre de 1838). Los
indios habían obtenido un triunfo días antes en
el Hinojal, sorprendiendo a las fuerzas santa-
fecinas, llevándose cautivos y un gran numero
de haciendas; pero el 22 de diciembre son ata-
cados y destruidos en Loreto, al Sud de la pro-
vincia de Santa Fe, por una columna de fuer-
zas de Buenos Aires a las órdenes del coronel
Lagos y una división santafecina, mandando
en jefe el general D. Juan Pablo López. Los
indios dejan en el campo de combate más de
cien muertos, se les toman muchos prisioneros
y se les quita toda la hacienda que hablan arre-
batado en los días anteriores.
Loria (Mariano Sánchez de). Abogado. Signa-
tario del acta de la independencia. Nació en
Bolivia y estudió Derecho en la Universidad de
Charcas, donde se graduó de doctor en Juris-
prudencia. En 1816 fué electo diputado al Con-
greso general Constituyente que declaró la in"
dependencia argentina. Como representante de
Charcas, el 9 de julio de 1816. Murió a una
edad avanzada.
Los Patos. Paso en la cordillera de los Andes,
provincia de San Juan, situado en la meseta
del mismo nombre, en la cumbre de la cordille-
ra y a unos 4.000 metros de altura sobre el ni-
vel del mar. Este nombre rememora el sitio por
donde pasó la segunda división del ejército li-
bertador del general San Martín, conducida
por el general Soler, el 17 de enero de 1817,
para invadir a Chile. El camino de Los Patos es
muy fragoso en partes; se extiende a través de
gandes alturas y dentro de un macizo cortado
a pico en sus contomos, sin más horizonte que
las montañas nevadas que lo dominan, eleván-
dose sobre ellas el gigantesco pico volcánico
del Aconcagua.
Loyola (Martín García Oñez de). Nació en Gui-
púzcoa (España), en el afio 154S. Descendía del
famoso San Ignacio de Loyola, el fundador de
la Compañía de Jesús. Vino muy joven al Perú,
al lado del virrey D. Francisco de Toledo, como
capitán de su guardia. Allí se distinguió por una
afortunada empresa militar. En 1592 combatió
contra Tupac-Amarú, y como simple capitán a la
cabeza de una columna de vanguardia derrotó
a los indígenas, probando gran valor y una
fuerza muscular extraordinaria. Emprendió lue-
go penosísimas campañas. Desempeñó el cargo
de corregidor en varios pueblos del Perú, y
nombrado gobernador del Paraguay en 1592, no
llegó a gobernar esa provincia por habérsele
confiado la de Chile, donde se contrajo a la pa-
cificación del país. Fundó la ciudad de San
Luis, en el año 1597, a ochenta leguas de Men-
doza, y a su regreso pereció en la batalla de
Curalava, el 23 de diciembre de 1598. Fué un
mi'itar de un valor nada común y excelente y
virtuoso funcionario.
Lozano (Pedro). Jesuíta español. Historiador
distinguido de las provincias del Rio de la
Plata.
Laca y Patrón (Esteban). Poeta. Nació en
LUC
— 250 -
LUJ
Buenos Aires, el 2 de agosto de 1786. Fué
alumno distinguido del Colegio de San Carlos,
graduándose a los veintiún años. Combatió en
el regimiento de Patricios durante las invasio-
nes inglesas. Se dedicó al estudio de las mate-
máticas, admitiendo en consecuencia el grado
y empleo de capitán de artillería. En la revo-
lución de mayo se alistó en las filas de los pa-
triotas. Este acontecimiento exaltó su numen
poético y publicó sus primeros cantos patrióti-
cos. Fué después director de la primera fábrica
nacional de armas; fundió en ella cañones y
morteros, fabricó fusiles, sables, pistolas y he-
rraduras, casi sin elementos, con hierro de
campanas, rejas de ventanas y maderas del
país. En 1818 escribió un poema dedicado a su
héroe favorito— el general San Martín—, des-
arrollando los sucesos de la campana de los
ejércitos de los Andes, en 1821; cantó la liber-
tad de Lima, por encargo especial del Gobier-
no. Colaboró en El Argos y La Abeja Argen-
tina, y fué fundador de la Sociedad Literaria.
En 1824 fué enviado al Brasil en misión diplo-
mática, como secretario del doctor canónigo
D. Valentín Gómez, naufragando a su regreso,
el 10 de marzo del mismo año, en el bergantín
inglés Agenoria.
Lucero (José Cecilio). Militar. Nacido en San
Luis, en 1791. Comenzó su carrera militar en
la época de la independencia, enrolado en las
Milicias. En 1816 se incorporó al ejército de
los Andes, asistiendo a las batallas de Chaca-
buco, Talcahuano, Concepción, Cancha Raya-
da y Maipú. En 1820 formó en la expedición al
Perú; entró a Lima al año siguiente y tomó
parte en el sitio y asalto del Callao, en Puer-
tos Intermedios, Torata, Moquegua, en las bata-
llas de Junin, Matará y Ay acucio. De vuelta a
su patria se alictó en el ejército que combatió
contra el Brasil, hasta la terminación de esa
campaña, y a su regreso actuó en la guerra ci-
vil contra la tiranía. Murió a los cien años, el
16 de marzo de 1891, en Buenos Aires.
Lnengfo (Simón) Encabezó la revolución de
Córdoba, en 1863. Fué derrotado en la batalla
de Las Playas (1863). Dictador militar de esa
provincia durante trece días. Murió en Co-
rrientes, el 26 de enero de 1871 .
Lacones (Lorenzo). Coronel de la indepen-
dencia. Nacido en la provincia de Santiago del
Estero, en 10 de agosto de 1796, en la villa de
Pampallagta. A los catorce años sentó plaza
de cadete. Portaestandarte en 1811. Se halló
D. Lorenzo Lugones.
en las batallas de Yaraicoragua y Las Piedrc.
donde obtuvo su primer ascenso. Gomo alfér^
concurrió a las ba-
tallas de Tucumún
y de Salta, y con el
grado de teniente,
en Vilcapujio, Ayo-
huma, Puesto del
Marqués, Venta y
Media y Sipe-Sipe.
En 1816 fué dado
de baja del ejército,
después de ser de-
rrotado en Pitam-
balá; pero más tar-
de se reincorporó,
marchando al Alto Perú en el año de 181
Retirado años después, en 1826, a Tucum;;,
volvió a figurar, como jefe del ala derecha, i
la batalla del Tala, librada contra las fuer?
del célebre D. Juan Facundo Quiroga, y ni
tarde en varias campañas contra la tiran
Murió en Tucumán, el 21 de enero de 1869.
Li^án. Partido y ciudad de la provincia de h\\>
nos .^ires, situado al Oeste de la capital !
deral. El nombre que lleva perpetúa la meni
ria del capitán Diego de Lujan, muerto en 153
en la orilla de ese río, por los indios queri
dies. Lujan es el único pueblo que ha tenii
Cabildo, en el que se alojaron algunos per.-
najes ilustres, como los generales Beresford,
Paz, Mitre y otros. Los tres nombrados, en ca-
lidad de prisioneros de guerra; patria es tam-
bién del sabio Ameghino. La capilla levantada
en honor de Nuestra Señora de Lujan, en 161> '
dio origen a una agrupación de vecinos, y P'
ende a la formación de un pueblo. En 1745 >
creó allí una parroquia, y en el mismo año, il
gobernador D. José de Ondonaegui elevó i I
pueblo a la categoría de villa. En 1893 el Go-
bierno de la provincia de Buenos Aires le d, -
cretó el título de ciudad. Tanto como puebla
villa y ciudad. Lujan se hizo sobre todo c
lebre por su santuario y por el culto que, va
por tres siglos, se profesa a la Virgen d>
mismo nombre. He aquí cómo D. J. M. Gutii
rrez da a conocer el origen de la capilla: «A I
orilla del río Lujan, un portugués, vecino de ^
campaña de Córdoba, quiso construir un ora
torio en su morada de campo, e hizo traer c^
este objeto, del Brasil, una imagen de la Pui
sima Concepción. La imagen llegó al pueri
de Buenos Aires, y fué colocado el cajón qn-
LUL
- 251 -
LUN
la contenía en un carro que hacía viaje para el
interior. Uno de los puntos en que se detuvo
el carro en tránsito fué la estancia de Rosende
de Gramas, en el partido de Lujan. Pasada allí
una noche de descanso, al uncir los bueyes en
la mañana siguiente, advirtieron los conduc-
tores que el peso de la carga había crecido
tanto que era en vano alentar el vigor de los
animales para que arrastrasen el carro, que
permanecía como clavado en el suelo por fuer-
za prodigiosa. El milagro era patente. La di-
vina imagen pedía en aquel sitio culto y ado-
ración. La fama del santuario de Lujan se ex-
tendía a muchos pueblos americanos, como
puede colegirse de la siguiente estrofa de sus
antiguos goces:
Con el Perú y Tucumán,
El Paraguay os adora;
Amparadnos, gran Señora,
Virgen pura de Lujan.
El P. Jorge ^\. Salvaire fué el iniciador de la
basílica y autor de los primitivos planos.
Lnles. Era una reducción de indios del Chaco,
de la parcialidad del mismo nombre, a cargo
del padre jesuíta Pedro Juan Andréu, en 1744.
Luna (Fernando de Mendoza de Mate de). Na-
tural de Cádiz. Destinado al gobierno de la
antigua provincia de Tucumán; fundó, des-
pués de ser destruida dos veces, la ciudad de
Catamarca, dándole asiento definitivamente
el 5 de julio de 1683, con el nombre de San
Fernando de Catamarca. En marzo de 1681
fué nombrado gobernador del Tucumán hasta
el año 1686. Durante su período gubernativo
tuvo lugar en 16S5 la traslación de la capital
de la gobernación al punto que actualmente
ocupa. Todo lo practicado por Mate de Luna
mereció la aprobación del rey en cédula del
6 de abril de 1687.
Luna (Francisco Pantaleón de). Primer teniente
gobernador de La Rioja, nombrado el 29 de
enero de 1812 hasta el 10 de abril de 1814, que
fué promovido a igual puesto en Catamarca
por disposición del director Gervasio Posadas.
Sin embargo, no habiendo llegado a tener efec-
to este nombramiento, continuó en el de La
Rioja hasta el 13 de junio.
Luna (Natal). Jefe político de la capital de La
Rioja en 1863 y el primero que a la cabeza de
una fuerza de infantería santiaguefla entrara el
3 de mayo, a las once de la mañana, en la pla-
za, dando el primer grito de libertad contra los
que aun hacían resonar el de ¡mueran los sal-
vajes unitarios!, que era tan bárbaro como es-
túpido anacronismo Fué delegado de Bustos
durante su ausencia a la campaña contra Pefla-
lüza y la montanera.
Luna (Juan Pedro). Natural de Buenos Aires.
Guerrero de la independencia. Se halló en las
acciones de Xazareno y en las de Las Piedras,
en 1812; en Tucumán y en Salla mandó la arti-
llería con mucho acierto. Tomó parte en Sipe-
Sipe, Pasco y en las campañas del Perú, a las
órdenes del general Arenales. Al hacer la cam-
paña de la Sierra fué tomado prisionero. El
coronel Luna falleció en Buenos Aires, en abril
de 1859.
Lana (Pelagio B.). Vicepresidente de la Repú-
blica Argentina. Abogado. Nació en la ciudad
de La Rioja, el 6 de enero de 1867. Después
de terminar el bachillerato en el Colegio Na-
cional de esa ciudad, cursó Derecho en la Uni-
versidad Nacional de Buenos Airescon éxito bri-
llante. Recibido de abogado, y después de par-
ticiparen la revolución del año 1S90, ejerció su
profesión en La Rioja. Ingresó en la magistratu-
ray desempeñó ensu provincia, secesivamente,
los cargos de juez en lo civil comercial y cri-
minal; fiscal del Superior Tribunal, y por últi-
mo, miembro de este último. Al mismo tiempo
se dedicaba al profesorado de segunda ense-
ñanza, dictando una clase de Literatura Fué
elegido dos veces diputado provincial, aunque
no ejerció su mandato. En 1913 fué candidato
a la gobernación de la provincia, y dirigió con
energía la oposición contra el partido gober-
nante por aquel entonces. En vísperas de asu-
mir el mando el Dr. Vera Barros, fué reducido
a prisión por suponerse que preparaba un mo-
vimiento revolucionario. Esta era su actuación
política cuando fué elegido candidato para vi-
cepresidente de la República, obteniendo el
triunfo en 1916. Falleció en Buenos Aires, el
25 de junio de 1919. El Dr. Luna fué un ejem-
plo de virtudes cívicas; era un hombre modes-
to, de espíritu levantado y ecuánime, digno
continuador de las austeras virtudes de sus
mayores, que aun se conservan en las viejas
familias trudicionales de provincia. Sus restos
fueron embarcados para La Rioja, su provin-
cia natal, después de ser velados en la Casa
de Gobierno. Habló en nombre del P. E. el
ministro de R. E., Dr. Pueyrredon; el Nuncio
apostólico; en nombre del Cuerpo diplomático;
el Dr. Benito Villanueva, presidente proviso-
LUZ
- 252 -
LYN
rio del Senado Nacional, quien pronunció un
bellísimo discurso; el Dr. Carlos F. Meló, en
representación de la C. C. de la nación; el
Dr. Puig Lomez, en nombre del Gobierno de la
provincia de Buenos Aires, y otros más.
Lozarlaga (Toribio de). Nació en Huarás
(Peni), el 16 de abril de 17S2. A los quince
años acompafló como paje al marqués de Avi-
les, virrey de Buenos Aires en 1799, con quien
vino a esta ciudad. Combatió contra los ingle-
ses durante las invasiones de éstos a Buenos
Aires; hizo la campaña del Alto Perú (Bolivia)
a las órdenes de Balcarce, hallándose en la re-
tirada del ejército a las órdenes de Castelli
Fué teniente gobernador de Corrientes en el
año 1812. En 1816, también gobernador inten-
dente de Mendoza, donde cooperó en gran
manera a la formación del ejército de los An-
des, que fué a libertar a Chile. Se incorporó
al ejército argentino en ese país, pasando lue-
go al Perú con la graduación de general, sir-
viendo en el Estado Mayor. Después de ocn-
par otros importantes puestos, se retiró a la
vida privada, muriendo en el Pergamino, el 1
de mayo de 1842.
Lynch (Francisco . Nació en Buenos Aires, el 3
de mayo de 1795, y contrajo matrimonio en la
misma ciudad con D.' Rita Pueyrredón. Empe-
zó sus servicios en el regimiento número 2 de
Granaderos de infantería, en 1813, y como ofi-
cial en el combate naval de Ma'-tin Garda, con
tropas de desembarco. En 1814 partió con el
ejército del Alto Perú; pero, enfermo de gra-
vedad, regresó el aflo siguiente. Se halló en
las campañas de Santa Fe y de Entre Ríos.
Tomó parte en Cañada de la Cruz y en San
Nicolás de los Arroyos. En 1824, segundo ca-
pitán del puerto de Buenos Aires, y luego ;
gobernador de la fortaleza. Prestó otro» i
muy buenos servicios. Murió el 3 de marzo ■
de 1840, traidoramente asesinado por la Ma-
zorca.
LL
Uavallol (Felipe). Comerciante. Nacido en
Buenos Aires, el 26 de diciembre de 1802. For-
mó parte de la casa mayorista de su padre, una
de las más antiguas y acreditadas de Buenos
Aires. Fué miembro del Tribunal de Comercio
en IS47; diputado a la Legislatura y presidente
de la misma en 1852; miembro del Consejo de
Hacienda en eímismoañoy del Tribunal de Co.
mercio. Ministro de Hacienda del general Pin.
to; diputado en 1853; senador y presidente de
la Bolsa de Comercio, del Hospital de Hombres,
del ferrocarril del Oeste. En 1857 fué electo
vicegobernador de Buenos Aires, y a conse.
cuencia de la derrota de Cepeda, gobernador
delegado, por renuncia del titular D. Valentín
Alsina, cargo que ejerció hasta el 3 de mayo
de 1860. Muchos otros cargos y comisiones de
importancia desempeñó. Falleció el 4 de abri
de 1874.
Llerena (Juan). Abogado. Nacido en San Luis,
el 24 de junio de 1823, y se educó en Córdoba.
Convencional por la provincia de su nacimien-
to en el Congreso Constituyente de 1S53. Pe-
riodista y publicista. Dio a luz una notable obra
«obre economía política, otras de política y
administración, una de estadística de las pro-
vincias de Cuyo (muy elogiada), y una descrip-
ción sobre los mares, que fué premiada en el
Congreso de Filadelfia. En 1878, siendo sena-
dor nacional por San Luis, presentó el proyec-
to, que se convirtió en ley, mandando llevarla
frontera al río Negro. Falleció en Buenos Ai-
res, el 14 de marzo de 1900.
Llórente (Benjamín). Nacido en Buenos Aires,
en el año 1833. Demostró desde muy joven
gran afición a las bellas letras y colaboró en
algunos periódicos, donde aparecieron algunas
de sus composiciones poéticas. En la Munici-
palidad de la capital actuó de secretario du-
rante largos años, en cuyo puesto le encontra-
ron las epidemias del cólera y de la fiebre ama-
rilla, donde demostró mucha actividad en los
momentos de mayor peligro. Formó parte
de la Legislatura provincial, participando de
trabajos orgánicos de gran trascendencia.
Este hombre, sumamente laborioso y afable,
falleció en esta ciudad, el 6 de noviembre
de 1^6.
M
Maclel (Juan Baltasar). Sacerdote. Nació en
Santa Fe, el 8 de septiembre de 1721, e hizo
sus estudios en el Colegio de Monserrat, en
Córdoba. Partió luego a Chile, donde se doc-
toró en Teología y Derecho civil y eclesiásti-
co en 1754. Cuando contaba veintiséis años
de edad llegó a Buenos Aires, donde des-
empeñó sucesivamente los cargos de goberna-
dor del obispado; canónigo cancelario de San
Carlos en 1767; maestro de escuela en 1770,
y al mismo tiempo fué abogado, orador sagra-
do, poeta y escritor. Sobre el Dr. Maciel dice
el Dr. Funes que «fué formado para el culti-
vo de las letras, y estaba dotado de un enten-
dimiento profundo, de un genio vasto, de un
gusto exquisito, de una memoria feliz y de una
elocuencia irresistible en el foro y en el pulpi-
to; sus talentos, sus virtudes y sus letras po-
drán tener émulos, mas no tendrán sucesores
en este virreinato...» Poseyó la mejor bibliote-
ca que hasta entonces existía en el Río de la
Plata. Por una arbitrariedad del marqués de
Loreto (virrey), fué desterado a Montevideo
en 1787, donde falleció en un calabozo, el 2 de
enero de 1783. Pocos dias después de su de-
función vino la orden de España para que
fuera absuelto y repuesto en su cargo. Su ca-
dáver fué reimpatriado y sepultado en el pan-
teón de la catedral con grandes honores.
Macó (combate). Tuvo lugar el 24 de septiem-
bre de 1860. El gobernador de la provincia de
Santiago del Estero, D. Pedro Regalado Al-
corta, con motivo de una revolución estallada
a raíz de unas elecciones, fué destituido por la
Legislatura el día 23. Tomó el mando de la
provincia, en consecuencia, el presidente de la
Legislatura, D. Pedro Gallo. El ex goberna-
dor sale de la ciudad con algunas fuerzas, y
siendo alcanzado en Macó, es derrotado en el
combate, dejando muchos muertos y heridos.
El gobernador fué repuesto más tarde, aunque
no se presentó a asumir el cargo, fijando su
residencia en el Rosario de Santa Fe, donde
permaneció muchos años y donde dejó de exis-
tir, en marzo de 1880.
Machado (Antonio). Introductor de la vacuna.
Natural de Portugal. Procedente de Río Ja-
neiro, introdujo en Buenos Aires el virus de la
vacuna en noviembre de 1805, durante el go-
bierno de Sobremonte. El 18 de ese mes el
Cabildo de Buenos Aires le decretó en premin
una medalla de oro con el correspondiente
lema: (-Como demostración por el estimable
beneficio que ha hecho a estas provincias con
la introducción de la verdadera vacuna». Ma-
chado, Carvallo y el canónigo Seguróla fue-
ron los más entusiastas propagandistas del
gran preservativo de la viruela, y este misino
sacerdote la introdujo a Chile en aquel año, y
Machado en Montevideo en septiembre del
año siguiente, trayendo el virus en una escla-
va, desde Rio Janeiro.
Machain (José Ildefonso). Militar. Natural del
Paraguay. Nacido en el año 1779. Se educó en
Buenos Aires, donde también empezó la ca-
rrera militar. En septiembre de 1810 formó
parte de la expedición al Paraguay a las órde-
nes del general Belgrano, quien lo hizo reco-
nocer en el ejército como mayor general, en
cuyo grado asistió a la acción de Campichuelo.
Siguió desempeñando ese cargo con toda com-
petencia y actividad hasta que cayó prisionero
en el combate dejaciiari, el 9 de marzo de 181 1 ,
al practicar un reconocimiento al frente de sus
tropas, capitulando después de oponer una re-
sistencia obstinada, siendo tomado entre dos
fuegos. Vuelto a Buenos Aires, fué sumariado
para investigar la causa de la pérdida de su
MACH
- 255
MAG
división; pero una vez hallada ésta, fué de-
clarado benemérito de la patria, por su digna
conducta; «desempefló valor, patriotismo y pe-
ricia militar en las acciones de guerra del
ejército del Norte». El 9 de enero de 1812 se
le acordó la licencia absoluta. Ocupó después
otros cargos en los ejércitos de la independen-
cia, alcanzando la graduación de general. Mu-
rió en su país natal, el año de 1849.
fachigasta (combate). Tuvo lugar el 29 de
marzo de 1841, entre una columna del ejército
que comandaba el general D. Mariano Acha, y
que marchaba desde Tucumán buscando la in-
corporación del general Lavalle, y las fuerzas
del general Aldao, en Mac/iigasta, saliendo vic-
torioso este último.
lachoni (Antonio). Nació en Cerdeña, el 10 de
octubre de 1671 . Rector del Colegio de la Com-
pañía de Jesús, de Salta, en 1727. Rector del
Coltgio Máximo de Córdoba, de Tucumán, y
procurador general en Roma por su provincia
de Tucumán, en 1732-33.
Madariaga (Juan) Nació en Corrientes, en el
año 1809, y se educó en la misma. Actuó desde
temprano en las luchas políticas de su época,
combatien lo contra el tirano, a las órdenes del
general Lavalle, a quien se incorporó en 1839.
Muerto éste volvió a su provincia, donde em-
pezó a tener gran prestigio. El 6 de mayo
de 1843 encabezó una revolución para derro-
car al gobernador Cabral, movimiento que
triunfó y llevó al gobierno a su hermano Joa-
quín. El 29 de abril de 1843, el coronel Mada-
riaga derrotó en los campos de Bella Vista a
las fuerzas federales de Góngora, lanzando a
los dispersos a la provincia de Entre Ríos, y el
11 de mayo del mismo año derrotó sobre el río
Corrientes al coronel Galán, tomándole mu-
chos prisioneros y armamento. Libre de adver-
sarios la provincia expedicionó a Entre Ríos,
presentando batalla al ejército enemigo, el 17
de enero de 1844, en las Puntas del Palmar, en
cuyo sitio libró un sangriento combate, que-
dando if-deciso el triunfo entre ambos ejérci-
tos. En 1846, como comandante de vanguardia
del ejército correntino, fué batido por el gene-
ral Urquiza en la Laguna Limpia, donde fué to-
mado prisionero. En 1851 hizo la campaña del
ejército grande, y se halló en la batalla de Ca-
seros al año siguiente. En el mismo año de 1852
fué uno de los cabecillas de la revolución del
// de septiembre. En la campaña al interior fué
batido por Urquiza el 22 de noviembre. El
año 1852 ocupó una banca en la Legislatura de
Buenos Aires, y posteriormente desempeñó
otros cargos honoríficos y el de inspector ge-
neral de armas en 1861 . Radicado luego en Bue-
nos Aires, se hallaba accidentalmente en el
pueblo de San Justo cuando falleció repentina-
mente, el 20 de junio de 1879.
Madero (Francisco Bernabé). Hacendado. Na-
ció en Buenos Aires, en 1816. Perteneció al par-
tido unitario, siendo uno de los directores del
movimiento conocido por «insurrección del
Sud», cuando aun no contaba más que veinti-
trés años. Tomó parte en la campaña liberta-
dora de Lavalle, encontrándose en todas las
acciones como jefe del Escuadrón de Mayo,
formado por lo más selecto de la juventud por-
teña. Se halló en las batallas de Don Cristó-
bal, Sauce Grande, El Tala, Quebracho He-
rrado y en los demás combates de esta campa-
ña, hasta la muerte de Lavalle, en Jujuy. Emi-
grado a Bolivia y luego a Montevideo, donde
sirvió a las órdenes del general Paz, quien le
confió varias y delicadas comisiones durante el
sitio de aquella plaza. Después se retiró a
atender sus asuntos particulares, dedicándose
con ahinco a la mejora de la raza caballar en
su estancia del «Vecino», en cuyo partido des-
empeñó el cargo de juez de paz durante varios
anos; electo diputado en 1862 y 1866; senador
en 1872; luego ministro de Hacienda, que re-
nunció. En 1880 fué electo vicepresidente de la
República, y a la terminación del periodo, pre-
sidente del Banco Hipotecario y sucesivamen-
te del ferrocarril del Oeste, de las obras de
salubridad, del Banco Nacional, de la Lotería
de Beneficencia, y por último director del Ban-
co Nacional en liquidación, puesto que desem-
peñaba cuando falleció, el 3 de septiembre
de 1897. El Gobierno le tributó grandes hono-
res fúnebres, y al sepultarse sus restos hicie-
ron uso de la pala-
bra los Dres. Quir-
no Costa y Pelle-
grini.
Magallanes ( Fer-
nando de). Célebre
navegante portu-
gués al servicio de
España, que nació
en Villa de Sabro-
sa, el año 1470. A
los veinte años se
dedicó a la milicia; D. Fernando de Magallane».
MAQ
- 256
MAI
pero disgustado con el monarca, obtuvo su baja
y pasó a España a ofrecer sus servicios al rey
Carlos. «Informado, a lo que parece, por su
grande experiencia en las navegaciones y co-
marcas de la India, aseguraba que el canal in-
teroceánico que sebuscabase hallaba al Surdel
nuevo continente y ofrecía encontrarlo y pasar
por él hasta las famosas islas de la Especería
(Molucas), que ocuparía a nombre de España
porque quedaban al Occidente de la demarca-
ción de Tordesillas. El cardenal Jiménez de
Cisneros, hombre de genio y de Estado, com-
prendió al momento la importancia de la empre-
sa, la valia del hombre, y mandó que se llevase
a cabo. La expediciónsalió de Sanlúcarel 20 de
septiembre de 1519. Recaló en el cabo de Santa
María el 11 de enero de 1520; dio la vuelta al
estuario del Grande Río o Mar Dulce, descu-
bierto por Solís. Después de recorrer la ribera
occidental, donde después había de levantarse
Buenos Aires, salió con rumbo al mar del Sur
por el caoo de San Antonio. El 21 de octubre
divisó un promontorio al que dio el nombre de
cabo de las Vírgenes, por ser ese día en que la
Iglesia conmemora el martirio de las Once mil
vírgenes. Habiendo visto al Occidente una
abertura o abra que le pareció un canal, entró
por allí contra el parecer de sus subalternos,
uno de los cuales desertó y se volvió a España
con su nave. El 27 de noviembre de 1520 Ma-
gallanes salió por el Estrecho al mar occiden-
tal y siguió su rumbo hacia las islas de la Es-
pecería o Molucas. Descubrió en ese camino
las islas Marianas y las Filipinas, en una de las
cuales, llamada desde entonces de los Ladro-
nes, fué muerto por los salvajes que la habita-
ban. Los que sobrevivieron ocuparon las Mo-
lucas en noviembre del año 1521» (1). Tomó el
mando el piloto El Cano (v.).
(1) Magallanes habla pasado por grandes dificultades
en las costas patagónicas. Sin contar la peligrosa lucha
con aquellos mares solitarios y procelosos, que le forza-
ron a largas inierrupciones y estadías de reparación en
las costas, tuvo que someter serias tentativas de rebelión,
en que murieron muchos tripulantes y promotores de los
desórdenes, adhiriéndose los unos a la obediencia de su
)efe y tentando los otros deponerlo y asesinarlo. Llegó el
caso hasta el extremo de tener que mandar apuñalar a
Luis de Mendoza y descuartizar a Fernando Quesada. En
la bahía de San Julián dejó abandonados al capellán de la
Trinidad y a un tal Cartagena. De sus más fieles partid.i-
rios fué Rodrigo Serrano, el explorador del río Uruguay,
que fué también el descubridor del rio Santa Criu, en cu-
Magán (Escolástico). De Buenos Aires. Inici6
su carrera militar en el batallón 8 de infante-
ría de línea, en junio de 1815, con el grado de
subteniente, en el campamento del Piurnerlllo
(Mendoza). Pasó la cordillera de los Andes, se
batió en Cltacabuco y Maipú, pasó al Perú
como segundo jefe del regimiento del Río de la
Plata. En el sitio d^l Cal/ao fué tomado prisio-
nero y fué de los sorteados en Matticana (v. '
En Cliicoana fué muerto, el 7 de febreic
de 1827.
Mahomas. Indios mencionados en un documen-
to datado en la Asunción del Paraguay el''
de diciembre de 1595, que no indica la locali
dad q'ie dichos indios ocupaban a la sazón. El
gobernador D. Diego de Góngora los encontró
en el Chaco por los años de 1621 a 22, de vuel-
ta de la ciudad de la Concepción del Bermejo
en camino por la de Corrientes, a veinte legua-
distante de aquélla, señalándoles tierras para
su asiento a orilla del río Orna, juntamente
con los indios de nación Juij/iti/.
Maipú (batalla). Tuvo lugar el 5 de abril de
1818. Después del desastre de Cancha Raya-
da (19 de marzo), el general San Martín reor-
ganiza su ejército y acampa en los llanos de
Maipú, adonde las fuerzas españolas mandadas
por el general Osorio van a buscarlo. El 5 de
abril, a los diez y siete días de aquella noche
aciaga, los dos ejércitos se hallan frente a
frente y se da una de las más reñidas e impor-
tantes batallas que tuvieron lugar en la eman-
cipación de la América del Sud. Cerca de seis
horas de combate, bravamente sostenido por
ambas fuerzas, dio por resultado final que
quedaran en el campo de batalla dos mil cadá-
veres del enemigo y todos los generales rea-
listas, con excepción del general Osorio, que
huyó del campo. Gran niimero de oficiales y
tres mil hombres de tropa cayeron prisioneros
de los independientes, como asimismo toda su
artillería, fusiles, parque, caja militar y demás
pertrechos de guerra. Los patriotas, entre
muertos y heridos tuvieron cerca de mil hom-
bres. El general vencedor dio parte de este
triunfo al director de Chile con estas lacóni-
cas palabras: «Acabamos de ganar completa-
mente la acción. Un pequeño resto huye; nues-
yas Inmediaciones un temporal arrojó su nave, Santiago,
contra las rompientes de Monte-León; pero Serrano tuvo
la fortuna de salvarse y regresó por tierra a San Julián,
dande se reunió con Magallanes.— (López.)
MAL
- 257
MAL
tra caballería los persigue hasta concluirlos,
¡la patria es libre!» Las fuerzas españolas se
componían de 5.300 so'dados y las de los ame-
ricanos de 4.900. Maipii fué la batalla sud-ame-
rícana más importante, histórica y científica-
mente considerada. Por las correctas marchas
estratégicas que la precedieron, y por sus há-
biles maniobras tácticas sobre el campo de la
acción, y por otras circunstancias, es militar-
mente un modelo notable. Su importancia fué
trascendental; sólo pueden equipararse por sus
consecuencia las batallas de Boyacá y Ayacu-
cho. «A los vencedores de Maipú debió Chile
su emancipación, el Perú su pronta indepen-
dencia y la República Argentina su más bello
trofeo militar.» Maipú es el nombre de un vol-
cán de la cordillera de los Andes. Esta pala-
bra se traduce del araucano por «allanar la tie-
rra». El ejército que triunfó se componía de los
siguientes cuerpos:
ARGENTINOS
Número 11, coronel Las Heras; 7, coronel
Conde; 8, comandante Martínez; Cazadores,
coronel Alvarado; Granaderos a Caballo, Za-
piola, Escalada, Mellan, Medina y Necochea;
Artillería, coronel Plaza.
Número 1, comandante Rivero; 2, comandan-
te Cáceres; 3, comandaí te López; Cazadoresi
comandante Thomson; Infantes de la Patria,
comandante Bustamante; Caballería, corone-
les Freiré y Bueras; Artillería, coroneles Blan-
co y Borgoños.
Mal Abrigo (batalla). El general Paz había sido
nombrado en Corrientes, el 17 de enero, direc-
tor de la guerra contra Rosas, y confió al ge-
neral D. Juan Pablo López una expedición a
Santa Fe, consiguiendo ésta llegar a las puer-
tas de la capital el 6 de julio y entrar a la ciu-
dad a sangre y fuego, haciendo una carnicería
espantosa. Allí se demora en festejos, en tan-
to que el general Echagüe reúne un ejército y
se viene contra él; pero dejando la capital se
dirige al Chaco, y el 12 de agosto de 1845 es
alcanzado en el arroyo de Mal Abrigo, campos
de San Jerónimo, y derrotado completamente,
quedando en poder del general Echagüe tres
piezas de artillería, todo e! armamento, muni-
ciones, bagajes y carretas cargadas con efec-
tos que había sacado de Santa Fe, y trescientos
prisioneros. La mortandad fué grande. Al ge-
Dicc. HiiT. Y Bioa.
neral López, acusado de expoliaciones y co-
bardía, se le formó un consejo de guerra en
Corrientes y fué separado ignominiosamente
del ejército por el general Paz.
Halavia (José Severo Feliciano). Abogado. Na-
ció en Bolivia, el 15 de mayo de 1787. Se doc-
toró en Jurisprudencia en la Universidad de
Chuquisaca. En 1815 era teniente y asesor de
Gobierno en la ciudad de La Plata (Bolivia); al
aflo siguiente fué electo diputado por la pro-
vincia de Chichas, ante el Congreso que decla-
ró la independencia nacional, en cuyo carácter
fué uno de los signatarios de acta. Fué de los
congresales monarquistas que votaron por la
coronación del duque de Luca para regir este,
país. Años después fué diputaoo y secretario
de la Legislatura de Buenos Aires en 1821, y
figuraba como secretario del general Las He-
ras cuando en 1823 fué comisionado para con-
ducir al virrey del Perú unos pliegos sobre una
comunicación de paz. Fué también secretario
de la Junta de Representantes en 1823 y 1825-
Murió en Bolivia, el aflo 1849.
Mal Paso (combate). Tuvo lugar el 3 de mayo
de 1863. Fuerzas al mando de Peñaloza se ha-
bían apoderado de La Rioja y nombrado go-
bernador a D. Juan Bernardo Carrizo, más co-
nocido por Berna Carrizo, quien a poca distan-
cia de la ciudad, en el arroyo del Mal Paso,
presenta combate al gobernador de Santiago
del Estero, D. Manuel Taboada, donde, des-
pués de un vivísimo fuego, sostenido con encar-
nizamiento por espacio de tres cuartos hora, y
cuando ya había flanqueado por la derecha al
ejército de Taboada, se puso éste a la cabeza
de la infantería y forzó el paso a la baj'oneta,
pronunciándose luego la derrota de un modo
completo. Carrizo perdió 120 hombres muertos,
entre ellos el comandante Suero, y todos los
oficiales de infantería, seis heridos y 30 pri-
sioneros, 80 fusiles, etc.
Malvinas (islas). Es un archipiélago formado
por dos islas grandes y 198 pequeñas, situadas
al Este del Estrecho de Magallanes, en el
Océano Atlántico. Están rodeadas de una mar
siempre furiosa y de altas rocas, presentando
en su interior llanuras bajas y malsanas. Su
extensión es de 12.533 kilómetros cuadrados.
El descubrimiento de estas islas se atribuye a
Américo Vespuccio, que en 1502 recorrió su
parte septentrional, tomándola no por una isla,
sino por un largo promontorio del continente
americano; también se dice que fueron descu-
MAL
- 258 -
MAM
biertas en 1592, por el navegante inglés John
Davis. En 1594 fueron visitadas por Hawkins,
quien les dio el nombre de Maidenland (tierra
de la Virgen). En 1600 las reconoció el holan-
dés Sebald de Weert. En 1690 Strong penetró
en el canal y dio al archipiélago el nombre de
islas Falkland. Beauchéne, de Saint-Malo (fran-
cés), fué uno de los primeros que fondearon en
esos parajes; descubrió la pequeña isla que to-
davía conserva su nombre. En 1703 unos mal-
uinos (oriundos de Saint-Malo) se establecie-
ron en el archipiélago. Más tarde, en 1762,
Bougainville fundó allí una colonia con habi-
tantes venidos de Saint-Malo. Esta colonia fué
desalojada por los españoles , que hicieron
«Malvinas» de «Maluinas». El 8 de enero de
1765 el almirante Byron las ocupó y fundó
Puerto Egmont, y el 10 de junio de 1770 fue-
ron arrojados de allí los ingleses por una es-
pedición enviada por Bucarelli, gobernador de
Buenos Aires, al mando del capitán de navio
D. Juan Ignacio Madariaga, y un año después
restituidos a la isla por convenio de 22 de
enero de 1771 entre España e Inglaterra, aban-
donando definitivamente a Puerto Egmont, el
22 de mayo de 1774, llenando así una prescrip-
ción secreta del convenio, que obligaba a Ingla-
terra a desalojar la isla al poco tiempo después
de haberla vuelto a ocupar, cuyo acto se hacía
en reparación del ataque imprevisto de Buca-
relli. «Desde entonces la autoridad del Río de
la Plata volvió a tener jurisdicción en las islas.
Declaradas independientes las Provincias Uni.
das de la España, quedaron, como era natural,
en posesión de las islas, y fueron ocupadas
bajo el pabellón argentino en 1820; y en 10 de
junio de 1829 el Gobierno de Buenos Aires dio
un decreto, en uno de cuyos artículos se esta-
blecía, que: «Las islas Malvinas y sus adyacen-
tes, al cabo de Hornos, en el mar Atlántico se-
rían regidas por un comandante político y mili-
tar, nombrado inmediatamente por el Gobierno
de la República.» La residencia del mencionado
funcionario se fija en la isla de Soledad, donde
se estableció una batería bajo el pabellón ar-
gentino. En consecuencia, el 10 de octubre de
1832, D. José María Pinedo, comandante de la
goleta de guerra Sarandi las ocupó oficial,
mente en nombre de la República Argentina-
levantando la correspondiente acta. Hacía cin-
cuenta y nueve años que los ingleses no habían
vuelto a ocuparse de las Maluinas, hasta que
el 2 de enero de 1833 se presentó allí la cor-
beta de guerra inglesa Clio, y su jefe, Orislowi
notificó al comandante D. José María Pinedo,
que mandaba la goleta de guerra Sarandi an-
clada en aquel puerto, que al día siguiente
arriase el pabellón argentino para izar el de la
Gran Bretaña, pretextando un derecho de so-
beranía que sólo tenía por razón sus podero-
sos cañones asestados contra una débil pobla-
ción El día 3 se consumó este escandaloso
atentado de usurpación, cometido por una de
las naciones más poderosas del mundo, sobre
un pueblo que se hallaba en la infancia de su
existencia política. Pero cuando la ley de las
evoluciones de los pueblos, a la que ninguno
puede substraerse, marque en los años futuros
la decadencia de Inglaterra y el gran poderío
de la República Argentina, recuperaremos en-
tonces, por la fuerza del derecho, las islas Mal'
vinas, de que tan injusta y premeditadamente
nos ha despojado la injusta nación inglesa, sin
más derecho que el de la fuerza y sin más ley
que la avaricia. Mientras tanto, enseñemos a la
juventud que se levanta, a mantenerse en per-
petua protesta contra esta escandalosa usur-
pación; a que C' nozca sus derechos, y ella, a
su turno, predique y enseñe a las generaciones
del porvenir que la República Argentina, ja-
más por siempre, no ha desistido, desiste, ni
desistirá de sus legítimos derechos de posesión
de las islas Malvinas, que algún día volverán a
ver flamear nuestra bandera. (Espora).
Mamelucos o paulistas, sobrenombre dado a
los vecinos y moradores de la villa de San Pa-
blo del Brasil, y se les llamaba así a causa de
las anchísimas bombachas de zaraza y anga-
ripola, que usaban en lugar de calzones, y que
les daba las apariencias de turcos o mamelu-
cos africanos. Fueron independientes en los
primeros tiempos de su población: «Necesita-
dos de esclavos para las faenas y sementeras
de sus campos, los paulistas tenían por cos-
tumbre entrar a saco por las aldeas de los \&-
bonasos guaraníes, robándoles familias y jó-
venes, para explotarlos como trabajadores es-
clavos y suplemento de sus vicios. Los jesuítas
habían adiestrado a los indios a resistir con
las armas estos atentados; y como el odio en-
tre rayanos (fronterizos) es el más tenaz y
violento de los odios políticos, aquella fronte-
ra ofrecía una escena perpetua de hostilidades
bárbaras e incesantes, cuya crudeza se aumen-
tó con la mayor proximidad en que se pusieron
gradualmente los hacendados y gauchos por-
MAN
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MAN
tugueses que, subiendo el río Yaciiy, habían
venido a ponerse en contacto con los Misiones
jesuíticas del Uruguay. Los jesuítas, que sabían
bien a qué atenerse en cuanto a la protección
inmediata que España podía darles en regio-
nes tan remotas como aquéllas, habían puesto
toda su confianza en el odio mortal con que
los guaraníes miraban a los paulistas o mame-
lucos brasileños».
Manantial (combate) 1852. En la cruzada liber-
tadora contra Rosas, el coronel D. Juan E. Al-
varez, en combinación con luí i, después
de haber ganado algunos combates en los Car-
dones y en Tapia, es derrotado y hecho pri-
sionero en los campos del Manantial, el 15 de
febrero, por el gobernador de Tucumán, gene-
ral Gutiérrez. Alvarez y otras personas fue-
ron fusiladas.
Manantial (combate) 1861. El general Octavio
Navarro, invocando órdenes del Gobierno na-
cional, al frente de un ejército de 4.000 hom-
bres, compuesto de catamarqueños, sáltenos,
santiagueftos y tucumanes, entra en territorio
de Tucumán, so pretexto de pasar a Santiago
a reponer al gobernador Alcorta, que una re-
volución había despojado del mando; pero don
Benjamín Villafañe, gobernador de Tucumán,
persuadido de que el objeto de Navarro era
apoderarse de aquella provincia, arma apresu-
radamente una fuerza como de 2.000 hombres
y poniéndolos a las órdenes de su ministro
D. José María del Campo, trata de defender
dignamente sus derechos, aunque en condicio-
nes desventajosas. Al efecto, se opone a la mar-
cha del invasor, y el en arroyo del Manantial
libra una batalla en que la fortuna le es adver-
sa. Al día siguiente entra Navarro en la ciu-
dad y se preocupa de crear nuevas autorida-
des (4 de octubre de 1861).
Handevil (María Sánchez de). Matrona de
Buenos Aires. Notable por sus talentos e ins-
trucción. Fué de las fundadoras de la sociedad
de "beneficencia (v.), encargada de la educa-
ción y progreso moral de la mujer. Notable
por sus gracias y gran fortuna, por su caridad
y exquisito trato social, hizo de su casa el
centro de una sociedad escogida, frecuentada
por todos los extranjeros distinguidos que pa-
saban por Buenos Aires Murió en 1870.
Manicomio. Se fundó en Buenos Aires, el 11 de
octubre de 1863, con el nombre de Asilo de
San Buenaventura, el actual Hospicio de las
Mercedes, del que fué primer director el doc-
tor Uriarte.
Manrique (Julián). Cordobés. A los quince
años se alistó en La Argentina, que comanda-
ba Bouchard, en 1817, como grumete. Era
aprendiz de sastre y vivía en la calle de la De-
fensa, frente a la capilla de San Roque. Sirvió
después en la guerra contra el Brasil, y en el
sitio de Montevideo, desde 1842 a 1846. En el
sitio de Buenos Aires, en 1852 y 53, sirvió
como ayudante en el primer batallón de Guar-
dias nacionales. Fué dado de alta en la lista
especial de guerreros de la independencia, en
febrero de 1869.
MansUla de García (Eduarda). Insigne escri-
tora. Entre sus obras se cuentan El Médico
de San Luis, escrita cuando recién tenía diez
y siete años de edad; Lucia Miranda, y otras
más. Murió en Buenos Aires, el 20 de diciem-
bre de 1S92.
Mansilla (Andrés). Se distinguió como uno de
los defensores más entusiastas, durante las in-
vasiones inglesas, en 1806; fué tomado prisio-
nero, con otros, y llevado a Londres, de donde
regresó, y nuevamente tomó las armas en la
segunda invasión, teniendo la desgracia de
caer de una azotea, y de ese golpe falleció,
poco tiempo después. El Cabildo de Buenos
Aires acordó una pensión a sus hijos
Mansilla (Lucio). Guerrero de la independen-
cia. Hijo del anterior. Nació en Buenos Aires,
el 2 de marzo de 1790. Se halló en las invasio-
nes inglesas; en el primer y segundo sitio de
Montevideo, bajo las órdenes de los generales
Rondeau y Alvarez, y se halló en Chacabuco.
Hizo la campaña contra el Imperio del Brasil,
hallándose en Ituzaingó, Camacuá y Ombú.
En la época de la tiranía se batió bravamente
en los combates de Obligado y el Quebracho.
Combatió siempre al lado de los partidarios de
Rozas. En el orden civil fué gobernador de
Entre Ríos, en 16 de diciembre de 1821, siendo
en su época que esa provincia se dio la pri-
primera Constitución; miembro del Congreso
(1826) y jefe de policía de Buenos Aires, nom-
brado en reemplazo del general Félix de Ola-
zabal, en 1834. En el breve tiempo que ejerció
este cargo, fundó el Cuerpo de serenos y re-
dactó un reglamento que sirvió de modelo al
Brasil y al Uruguay, por petición de aquellos
Gobiernos. Murió durante la fiebre amarilla,
el 11 de abnd de 1871.
Mansilla ¡Lucio V). Militar. Prestó buenos ser-
MAN
260
MAR
vicios por más de cuarenta años en el Ejérci-
to, al que ingresó en clase de sargento distin-
guido. Fué diputado nacional. Hombre de le-
tras y de espada; se hizo conocer dentro y fue-
ra del pais por sus numerosas publicaciones y
escritos, y muy especialmente por su célebre
obra Una excursión a los indios ranqueles,
premiada en el Congreso internacional geo-
gráfico de París, y traducida al francés y al
alemán. Hombre de mundo y de salón, fué
quizá el primer caiiseur del pais, y puede de-
cirse de él que fué el argentino más conocido
de propios y extraños.
Manso de Noronhal (Juana). Distinguida edu-
cacionista argentina. En 1868 fué nombrada
por el Gobierno para redactar Los anales de
la educación común. Escribió varias poesías,
entre ellas A Italia; el drama histórico La re-
colación de mayo, y una historia elemental
del descubrimiento y de la conquista del Río
de la Plata.
Manzanares (Juan). Militar. Era natural del
Paraguay. Humilde soldado, se batió heroica-
mente en Ciílpina, el 16 de enero de 1816, a
las órdenes del entonces sargento mayor don
Gregorio Aráoz de Lamadrid. Fué uno de los
héroes que acompañaron en sus cargas teme-
rarias a su valeroso jefe, y también uno de
sus salvadores, al quedar éste a pie sobre el
campo de batalla, por la muerte de su caballo;
debió su salvación al oportuno auxilio de Man-
zanares y sus compañeros Jaramillo y Frías,
quienes lo alzaron en ancas, asiéndole uno por
el corbatín y otro por el faldón de la casaca,
volviendo de nuevo al campo de batalla, sin
intimidarse por este fracaso. Reemplazado del
mando del Ejército el general Rondeau por
Belgrano, éste le adjudicó un premio, consis-
tente en una cinta con los colores patrios, y
una inscripción alusiva del campo de batalla,
ascendiéndolo a sargento, conjuntamente con
sus dos bizarros compañeros.
Maraco (combate). 25 de enero de 1879. En la
batida del coronel D. Nicolás Lavalle contra
el cacique Numuncurá, el teniente coronel don
Benito Herrero ataca una toldería en Maraco
y sostiene un reñido combate y los derrota, to-
mándoles muchos prisioneros.
Marmarajá (combate). El coronel Dorrego de-
rrota al caudillo uruguayo Fernando Otorguez
en un reñido combate en Mnrmarajá, Uruguay,
el 6 de octubre de 1814. Toda la artillería,
muchas armas, y aun la familia del caudillo,
quedan en poder del caudillo.
Mármol (José). Escritor y poeta; hijo de don
Juan Mármol y de D." Josefa Zubaleta. Nació
en Buenos Aires,
el 2 de diciembre
de 1818, y educán-
dose en los centros
más cultos adquirió
fácilmente aque'
exquisito y ameno
trato que tanto lo
distinguía. Contaba
veinte años y era
estudiante de De-
recho en la Univer-
sidad de esta capi-
tal, cuando un día, r^ , ^ .,
D.José Marinol.
al retirarse del
aula, fué asaltado por agentes del dictador en
las oficinas del correo y conducido preso.
Nada se le dijo respecto a la causa de su
arresto, y sin procedimiento alguno judicial lo
dejaron libre algún tiempo después. Durante
su prisión escribió con carbón en las paredes
del calabozo varias estrofas, de que se ha con-
servado la siguiente:
Muestra a mis ojos espantosa muerte,
Mis miembros todos en cadena pon;
¡Bárbaro! ¡nunca matarás el alma
ni pondrás grillos a mi mente, no!
Apenas se vio lib^e emigró al Brasil, desde
donde combatió enérgicamente contra la tira-
nía en periódicos, folletos y composiciones
sueltas. Radicado en Montevideo en 1840, se
presentó en público como poeta en un cer-
tamen literario, el 25 de mayo de 1841. en el
que obtuvo un premio. Autor de la célebre no-
vela Amalia, que es un romance muy hermoso
y que ha sido traducido al francés y al alemán,
reeditándose innumerables veces. Escribió dos
dramas. El Poeta y El Cruzado. De bastante
mérito el primero, se representó varias veces;
el segundo, excelente por la belleza literaria,
carece de interés por lo exótico del asunto.
Publicó en 1843 el Canto a Rozas, que se es-
tima como la mejor de sus poesías líricas; El
peregrino, poema descriptivo y drama. En el
destierro contrajo matrimonio con la señorita
de Vidal, y ésta, que falleció a poco de su ve-
nida, le acompañaba al regreso. Llegado a
Buenos Aires, poco después era electo miera*
MAR - 261 -
bro del Senado de la provincia; miembro de la
convención eformadora de la Constitución
que se reunió en Santa Fe, en 1860, y el de
enviado en misión diplomática ai Brasil, 16 de
julio de 18B1, cargos todos en los que re-
veló competencia. Mármol se casó en esta
ciudad, en segundas nupcias, con la señorita
Amalia Rubio, a quien perdió de fiebre ama-
rilla, y a la que se supone consagrada la no-
vela de ese nombre. Falto de vista en los úl-
timos años de su vida, ciego como Milton y
Homero, agobiado por una melancolía inve-
terada, se reconcentra el poeta en la región
ideal de los recuerdos, falleciendo en la ma-
ñana del 9 de agosto de 1871 .
MAR
iYO TE PERDONOI
Del peregrino la voluble estrella
Vertió en su ocaso repentina luz,
Y más hermosa que la hermosa aurora
Al peregrino te mostraste tú.
En los detirios de su ardiente pecho
Lleno de fe, te consagró su amor,
Y de una vida para amar formada
Tiró a tus plantas la temprana flor.
Mas tú, la ingrata como el bronce fría,
Ni amor sentiste, ni piedad en ti,
Cuando a las piedras conmover pudiera
El tierno amor que lo alentaba allí.
Hermosa estatua del jardín humano;
Obra perfecta del mejor cincel.
Si un alma hubiese en tu cuerpo frío
Fueras un ángel del soñado Edén.
De tus desdenes el rigor olvido.
Que amar no puede el que le falta amor;
Y, pues no quieres lo que no comprendes;
Cuál te perdono, te perdone Dios.
José M.í^rmol
Márquez (Zacarías). Hacendado. Natural de
Buenos Aires. Desempeñaba las funciones de
comandante de Milicias del partido de Dolo-
res (provincia de Buenos Aires) en la época
en que se preparaba la insurrección del Sud
contra el tirano Rosas y, decidido a tomar par-
te en ella, fué uno de los cabecillas de más
prestigio. En octubre asistió al frente de 400
hombres al pronunciamiento de Dolores, y si-
guiendo al coronel Rico, marchó sobre Chas-
comús a apoyar el movimiento en ese pueblo y
su campaña, en medio de un entusiasmo indes-
criptible. Recibió en su camino la incorpora-
ción del comandante Olmos. El jefe del movi-
miento, D. Pedro Castelli, confió a Márquez
el ala izquierda de la línea en la batalla de
Chascomús, en la cual sucumbió heroicamente
al frente de sus tropas, al dar una carga de
caballería, originando este hecho la dispersión
de aquéllos. Así murió este patriota valiente y
generoso, el día 7 de noviembre de 1839.
Martin García (toma de). 17 de marzo de 1814.
Brown, después de reparar los desastres su-
fridos por la escuadrilla argentina el día 11, en
el ataque a la isla de Martin Garda y a la es-
cuadra española mandada por el capitán de
navio D. Jacinto Romarate, vuelve al combate
contra los buques realistas, y desembarcando
en la isla, con parte de su gente, se apodera
de ella a sangre y fuego. Los buques españo-
les que no caen prisioneros remontan el Uru-
guay, huyendo del teatro donde se acababan
de cubrir de gloria los nuevos marinos de las
provincias unidas del Río de la Plata. Martín
García es una isla argentina en la confluencia
de los ríos Paraná y Uruguay.
Martínez (.Benito). Natural de Buenos Aires.
En 1810 fué partidario de la revolución; mar-
chando en 1811 a la Banda Oriental. Se batió
en Las Piedras; pasó después al ejército del
Norte, y en 1813, con el grado de capitán de
artillería, mandó la reserva de esta arma en la
batalla de Salta; se halló en Vilcapujio y Ayo-
huma. Teniente gobernador de La Rioja, en
1816. El general San Martín, por cuya influen-
cia fué electo Martínez, se entendió con éste
sigilosamente, a fin de preparar la expedición
a Chile. Para el efecto, el gobernador Martí-
nez ordenó al comandante de Famatina, D. Ni-
colás Dávila, tuviese preparado dos escuadro-
nes de Milicias para el 15 de enero de 1817.
En dichos escuadrones, que formaban un total
de 120 hombres, lo más selecto y escogido
de la juventud riojana se encontraba el capi-
tán D. Miguel Dávila, hermano del comandan-
te; el capitán (después general) D. José Beni-
to Villafañe; el capitán Manuel Gordillo; los
oficiales Mateo Larrahopa, Noroña y muchos
otros. Con esta fuerza, 200 hombres de los
MAR
- 262 —
MAR
llanos y 12 soldados de línea, que a las órde-
nes del comandante D. Francisco Zelada ha-
bla mandado San Martín para encabezar la es-
pedición, y hecho reconocer por el gobernador
Martínez el comandante Dávila como segundo
jefe, marchó desde Guandacol (22 de enero de
1817), e inició el primer triunfo de las armas
de la patria il2 de febrero) en Copiapó. Este
hecho coincidió con el memorable de Chacabu-
co, todo hábilmente preparado por San Mar-
tín. La Rioja, pues, tuvo su parte gloriosa en
la restauración del Estado de Chile, merced a
su comandante Dávila, que obtuvo la medalla
de plata por sus servicios a la nación argenti-
na, y a su gobernador Martínez, que secunda-
ron los deseos del general San Martín. El go-
bernador Martínez fué electo representante a
la legislatura de Buenos Aires en el año de
1821, y el II de marzo de 1826 fué promovido
al rango de coronel mayor y nombrado jefe de
Estado Mayor durante la guerra contra el Im-
perio del Bra'il; cuatro años después fué as-
cendido a general, confiriéndosele el cargo de
jefe de Estado Mayor del ejército de la capi-
tal, el 7 de junio de 1829.
Martínez (Carlos). Natural de Buenos Aires.
Soldado que, en el asalto llevado por el almi-
rante D. Guillermo Brown al fuerte de Punta
de Piedras, a cinco leguas de Guayaquil, en
febrero 8 de 1816, se apoderó en medio del
fuego de la bandera que flameaba en sus ba-
luartes, aclamado por sus compañeros, que lo
saludaron con potentes vivas a la patria. Per-
tenecía este valiente soldado al batallón pri-
mer tercio de cívicos de Buenos Aires. Esta
bandera puede verse en el Museo Histórico
Nacional.
Martínez (Enrique). Nació en Montevideo, el
15 de julio de PSS, empezando su carrera en
1801, combatiendo contra los ingleses. Fué de
los conjurados que asistieron a la casa de Ro-
dríguez Peña; dos años después formó en la
expedición a la Banda Oriental, asistiendo al
sitio y readición de Montevideo en 1814; al año
siguiente se alistó con el grado de teniente co-
ronel en el ejército de los Andes, comandando
el regimiento 8 de infantería de línea, ha-
ciendo la campaña de Chile y asistiendo a los
siguientes hechos de armas: Potrerilíos, Guar-
dia Vieja, Chacabuco, Curapallgüé, Gaoitán,
sitio y asalto de Talcahuano, Cancha Rayada^
Maipú. Al frente del mismo cuerpo marchó al
Perú, en cuya expedición se halló en el asalto
D. Miguel Mrtinez de Hoz.
del Callao, defensa de Lima y acciones de 7"o-
rata y Moquegua. En 1821, nombrado general
de brigada, desempeñó el cargo de jefe de Es-
tado Mayor. Actuó en el partido unitario du-
rante la tiranía. Falleció en Buenos Aires, el
30 de noviembre de 1870.
Martínez de Hoz (Miguel). Nació en Buem-^
Aires, el 14 de marzo de 1832. Hizo sus prime-
ras armas en la
batalla de San
Gregorio, en
1852, y luego en
el sitio de esta
ciudad, en el mis-
mo año, sirviendo
en un escuadrón
de caballería de
guardias naciona-
les, y poco des-
pués pasó al 1."
de infantería de
línea, en clase
de subteniente, distinguiéndose durante ese
sitio en varias salidas, en una de las cuales fué
herido, mereciendo bien pronto ser ascendido
a capitán. En 1859 era comandante militar de
Lobería, y la fuerza de ese partido se sublevó
al tener conocimiento de la derrota de Cepe-
da. Un gaucho intentó asesinarlo, hiriéndolo;
pero él, con gran coraje, a pesar de su herida,
reunió algunos milicianos y persiguió a los su-
blevados, castigándolos. Más tarde, como jefe
de fronteras, sostuvo varios combates con 1.
indios. En 1865 ascendió a coronel de Milici
al iniciarse la guerra del Paraguay, asistiem
a casi todas las acciones de guerra de e-
campaña como jefe de cuerpo de brigada y ú
Estado Mayor. Hizo también la campaña de
Mendoza contra los Montoneros, y vuelto al
Paraguay, en 1868, sucumbió en el combate de
Acaguazú, el 18 de lulio de 1868.
Martínez (Juan Apóstol). Hermano de D. P.e-
nito Martínez. Militar. Natural de Santa F.'.
Tomó parte en la primera invasión inglesa. 1
1816, con el grado de capitán de artillería,
alistó en el ejército de los Andes y peleó en
Chacabuco, Gavilán, Maipú y en la expedición
libertadora del Perú. En la guerra del Brasil,
en Itudaingó, etc. Tomó parte en la guerra ci-
vil actuando en el partido unitario. Emigrado
en Montevideo, se incorporó a Lavalle y des-
pués al ejército del general Paz, y tomado pri-
sionero por fuerzas de Oribe, fué degollado
MAR
263 -
MAT
en Colastiné, el 17 de abril de 1842, y su cabe-
za estuvo clavada en una pica por muchos
días. El general Martínez fué un militar va-
liente y de un carácter originalísimo.
Martínez (Regisl. Nació en Córdoba, el 16 de
junio de 1S09. Durante la tiranía fué persegui-
do y emigró al Brasil, donde permaneció hasta
1852. A su regreso fué electo represent-inte
por La Rioja al Congreso general constitu-
yente que, reunido en Santa Fe el 1 de mayo
de 1853, sancionó la Constitución nacional. En
los debates de esa memorable asamblea tuvo
una actuación muy importante. Al aflo siguien-
te fué electo senador, y dos aflos después
nombrado administrador e inspector generaj
de Correos, hasta 1861, en que se retiró de la
vida pública, estableciéndose en Entre Ríos,
donde falleció en Gualeguaychii, el 22 de agos-
to de 1862.
Martínez de Rosas (Juan). Natural de Men-
doza. Estudió en Córdoba y se recibió en
Chile. Asesor del intendente de Concepción;
en 1796, asesor del virrey Aviles, y en 1808,
secretario del virrey Carrasco. Desde 1310
trabajó en Chile por la causa de la emancipa-
ción, sosteniendo activa correspondencia con
Belgrano y otros patriotas de Buenos Aires.
Fué desterrado a Mendoza en 1812, donde se
le nombró presidente de la Sociedad patriótica
y literaria. Murió, el 3 de marzo de 1873.
Martínez (Rufino). Hermano de Juan Apóstol y
Benito Martínez. Nació en Buenos Aires, el 9
de julio de 1788. Comenzó su carrera militar
como alférez en el regimiento de Granaderos
a caballo. Se batió en Chacabuco, Cancha
Rayada y Maipú. En el ejército libertador del
Perú, en el asalto del Callao, entrada a Lima,
Torata y Moquegua, Junin y Ayacucho. Coro-
nel de caballería, falleció en Guayaquil, el
año 1839.
Martínez (Víctor). Magistrado. Nacido eu Bue-
nos Aires, el 29 de diciembre de 1833. Se gra-
duó de doctor en Leyes en 1844. Fué asesor
del Tribunal de Comercio, en 1852; diputado á
la legislatura de Buenos Aires, en 1852, 1855
y 1863. En 1868, senador, y ocupó la presiden-
cia de la Cámara en los aflos 1871 y 72. Al año
siguiente fué convencional y ocupó la vice-
presidencia primera de la Asamblea de la Co-
misión Reformadora de laConstitución de Bue-
nos Aires. Presidente de la Caja de Conver-
sión; miembro de la Comisión de Obras de sa-
lubridad; ministro de la Suprema corte de jus-
ticia de la provincia y director del Banco de la
provincia. Murió el 16 de noviembre de 1901.
Martinto (Domingo D.). Poeta y periodista ar-
gentino. Nació en Buenos Aires, en 1860. Se
educó en el colegio «Helper» y completó sus
estudios en el Instituto "Mercier), en Francia.
Fué uno de los fundadores del Ateneo de Bue-
nos Aires. Secretario de la Convención Nacio-
nal. Sus obras: Poesías líricas, A»es de paso,
Páginas sueltas y gran número de artículos en
diarios y revistas. Falleció en Suiza, en 1899.
Masón (Guillemo Roberto). Marino. Natural de
Inglaterra. Ofreció sus servicios a la causa de
la independencia, y en julio de 1821, al mando
de la fragata Heroína, apresó en las aguas
del Pacífico al bergantín de guerra español
Maipú, de 18 cañones y tripulado por 103 hom-
bres, que iba en viaje del Callao a Cádiz. To-
mado más tarde prisionero, fué conducido a
las casasmatas del Callao, donde padeció
grandes penurias. Recobrada su libertad en
1825, regresó a Buenos Aires, y a las órdenes
de Brown se halló en la acción naval de Los
Pozos, y en los combates del 7 y 8 de abril de
1827, frente a la Ensenada. Se batió en Monte
Santiago, Quilmas, Patagones, etc. Murió en
Buenos Aires durante la tiranía.
Mathea (Domingo). Comerciante. Nació el 4 de
agosto de 1766, en
España. Cursó Ma-
temáticas, hasta
obtener el título
de piloto; pero des-
pués se dedicó al
comercio. En 1793
se trasladó a Bue-
nos Aires, estable-
ciéndose como co-
merciante, logran-
do formar una re-
gular fortuna. Co-
mo oficial de la
Compañía de 'mi-
ñones» se halló en
los combates de las invasiones inglesas. Asis-
tió al Cabildo abierto del 22 de mayo, y con-
tribuyendo pecuniariamente al éxito del movi-
miento, mereció ser nombrado miembro de la
primera Junta gubernativa, y presidente de la
misma al aflo siguiente. Donó también ingentes
sumas para la formación y sostenimiento de los
primeros ejércitos de mar y tierra. En septiem-
bre de 181 1 fué nombrado director de la fábri-
D. Domingo Matheu.
MAT
264
MAT
ca de fusiles y vestuarios, y prestó grandes
servicios hasta 1817. Año en que se retiró a la
vida privada por razones de salud, poniendo
siempre su fortuna a disp isición de la gran
causa. Falleció el 28 de marzo de 1831.
Matorraa (Jerónimo) Funcionwrio público.
Conquistador del Chaco. Nació en 1720, en
Santander, en el seno de una familia rica de
aquella ciudad. A los treinta años de edad
vino a Buenos Aires, comprometido en empre-
sas comerciales de mucho valor. Se radicó en
el país, al que prestó servicios importantes,
porque era una persona di.'-tinguida, de senti-
mientos generosos y patrióticos, que patentizó
en numerosos actos. Ejenió en esta ciudad los
cargos de regidor, alférez real y defensor de
menores. El segundo lo adquirió en remate en
1766, y renunció su propiedad a favor del Rey.
Obtuvo el gobierno del Tucumán y se engolfó
en la dificilísima empresa de conquistar y paci-
ficar el Chaco, que acometió en 1774 con la
actividad y valentía que le eran característi-
cas, y que coronó con la paz celebrada con el
famoso cacique Paykín y otros señores de
aquellas regiones, cuyo dominio completo es-
capa aún a la civilización. Conmemorativo de
este episodio se conserva en nuestro «Museo
histórico nacional» un cuadro al óleo que per-
teneció a D. Pedro de Angelis, y pasó después
a la colección del distinguido historiógrafo don
Manuel Ricardo Trelles, en cuya tela se repro-
duce el campamento de la expedición, en mo-
mentos de celebrarse la entrevista entre Mato-
rras y el cacique Paykín, obra que Angelis
atribuye a Tomás Cabrera; pero en que tuvo
parte principal el capitán Jerónimo Matorras,
sobrino del gobernador que le acompañó en
aquella campaña. De este cuadro— lo haremos
constar de paso— ha sido tomada la imagen
del gobernador iMatorras para popularizarla
en libros corrientes en nuestros mercados lite-
rarios, y muy especialmente en textos destina-
dos a los colegios, pero bautizándola con el
nombre del glorioso fundador de Buenos Ai-
res, D. Juan de Garay, de quien desgraciada-
mente no existe retrato. El benemérito Mato-
rras falleció en 1775, a inmediaciones de la re-
ducción de San Joaquín de Ortega, donde se
ocupaba de activar los preparativos para una
nueva expedición a aquella interesante región
que tan desvelado lo trajo en la vida; «locuras,
— dice López — en que malgastó la fortuna que
tenía, quedando solamente algunos eriales en
las orillas de la capital, conocidos hasta hace
poco tiempo, con el nombre de Zanjas de Ma-
torros, que se corrían desde el rio por la callt
de Córdoba y Paraguay, hasta los extremo-
del Oeste; de ning in valor entonces y con un
valor de millones al presente.
Hatucana (sorteo de). Canterac, general espa-
ñol, inmediatamente de recibir la noticia de la
sublevación del Callao (v.), desprendió de la
sierra una fuerte división de las tres armas, al
mando de Monet, la que, unida a la división d'
Rodil, que ocupaba el valle de lea sobre 1
costa, debía apoyarla y ocupar a Lima. La ca-
pital fwé evacuada por los independiente! . El
presidente del Perú, Torre-Tagle, que con plo-
taba con su ministro de Guerra, habia entabla-
do correspondencia secreta con los españoles
para reaccionar contra la intervención colom-
biana, sirviéndole de pretexto la negociación
del armisticio proyectado en Buenos Aires, se
pasó a los realistas con algunas fuerzas perua-
nas que le obedecían, y dio un manifiesto con-
tra Bolívar. Los españoles eran dueños de to-
da la sierra y de todo el centro y sur del Pe-
rú, e iban a tener el dominio del mar. Una
parte de la escuadra independiente se ha-
llaba surta en el Callao. Guisse recibió orden
de recuperarla a todo trance. El almirante pe-
ruano, con la fragata Protector y cuatro botes
armados en guerra, penetró al puerto b; ¡o los
fuegos de los castillos y fuerzas ostile: de la
bahía. Abordó la fragata Guayas (antes Ven-
gama), y no pudiendo sacarla, la incendió. Lo
mismo hizo con la Santa Rosa y con los demás
buques mercantes. Salvóse tan sólo el bergan-
tín de guerra Balcarce. Lt-S españoles espera-
ban dos fragatas de guerra, que encontrarían
un puerto de refugio bajo el amparo de fortifi-
caciones inexpugnables para los independientes.
Bolívar ordenó la evacuación de Lima, dictan-
do órdenes terribles, que encontraron resisten-
cias pasivas en los peruanos... «Abandonada
la capital, Monet la ocupó sin resistencia, y se
hizo cargo de los prisioneros del Callao. No
entraba en el plan de los españoles ocupar
permanentemente la ciudad. Rodil tomó el
mando del Callao, y Monet se replegó a la
sierra. Los oficiales patriotas prisioneros, en
número de 160, fueron dirigidos a pie al valle
de Jauja, custodiados en dos partidas por la
división de Monet, de regreso a Jauja, por el
camino de San Mateo (8 de marzo de 1824).
En la primera jornada pernoctaron a 36 kilo-
MAT
285 -
MAT
metros de Lima. Dos de ellos, el mayor Juan
Ramón Estomba y el capitán Pedro José Luna,
se tendieron fatigados en el suelo, uno al
lado del otro, y antes de entregarse al sueño
se concertaron para fugar en la primera oca-
sión propicia, y comunicaron su proyecto al
mayor Pedro José Díaz, y a los oficiales Juan
Antonio Prudán y Domingo Millán. Al tercer
día, de noche (11 de marzo), llegaron auna
estrecha ladera. Marchaban lo presos en des-
filada. Estomba y Luna iban entre Millán y
Prudán. Al descender al fondo de la quebrada
y pasar uno de sus puentecillos, Estomba y
Luna se deslizaron a lo largo de una acequia,
como por un camino cubierto. Millán y Prudán
cerraron el claro, renunciando a la salvación
para burlar la vigilancia de la custodia. Esta
abnegación debia costarles la vida. Informado
Monet de la evasión, así que llegó al pueblo
de San Juan de Matucana (19 de marzo), a
47 kilómetros de Lima, ordenó que dos de los
prisioneros fuesen ejecutados a la suerte, en
reemplazo de los dos fugados. Presentóse al
grupo el general García Camba, jefe de Esta-
do Mayor de la división, y haciéndolos formar
en ali, les intimó la sentencia. El Dr. José Ló-
pez Aldama, auditor del ejército independien-
te, protestó contra la bárbara ley, violatoria
del derecho de gentes, que constituía a la víc-
tima en guardián de la víctima, bajo pena de la
vida. «Bastante se ha observado el derecho de
gentes con ustedes, pues tienen aún la cabeza
sobre los hombros», fué la contestación del
jefe español. El coronel José Videla Castillo
(argentino), que por su elevada graduación
formaba a la cabeza, dijo con tranquila ente-
reza: «Es inútil la suerte. Aquí estamos dos co-
roneles: elíjase cuál de los dos ha de ser fusi-
lado, o los dos juntos, si se quiere, y hemos
concluido». «¡No, ¡no, la suerte!», gritaron los
prisioneros a una voz. El general Pascual Vi-
vero, anciano de setenta años, el mismo que
había perdido la plaza de Guayaquil, y simpa-
tizado después con la causa sudamericana, por
tener dos hijos sirviendo en las filas de los in-
dependientes, estaba esceptuado del sorteo.
Espontáneamente se puso a la cabeza de la
fila. «Señor D. Pascual, con usted no reza la
orden», le dijo García Camba. «¡Sí reza!», le
replicó el anciano, con noble laconismo. En se-
guida, se procedió al sorteo a muerte. Las cé-
dulas escritas por García Camba, sobre una
caja de guerra que le tenía un tambor de órde-
nes, fueron dobladas por su mano y arrojadas
en el morrión cónico de un soldado del regí,
miento de Cantabria, que daba la escolta del
•uplicio, y acto cont'nuo se pasó nominalmen-
te la lista fúnebre. La primera cédula que
tomó Videla Castillo, era blanca. Las cuatro
que siguieron, fueron blancas también. Al lle-
gar su turno al sexto, en el orden de la fila,
que lo era un mayor Tenorio, exclamó: «Yo no
tomo cédula. El señor (agregó señalando al
capitán Ramón Lista), sabe quiénes protegie-
ron la fuga». oVo no sé nada, interrumpió Lis-
ta. ¡Venga la suerte!» «¡Usted me lo ha dicho!*
«¡Es usted un infame!» En aquel momento sa-
lió un joven de entre las filas, y adelantándo-
se cuatro pasos, prorrumpió con voz vibrante:
«¡Yo soy uno!» «¡Yo soy el otro!», exclamó in-
mediatamente un oficial, que imitó la acción
de su compañero. «¡Venga la suerte!», grita-
ron todos, con excepción de Tenorio. «¡Es
inútil!», contestaron los dos oficiales que se
ofrecían como víctimas propiciatorias de sus
compañeros de armas. Uno de ellos llamába-
se Manuel Prudán (v.); el otro, Domingo Mi-
llán. Los prisioneros pidieron que continuase
el sorteo. «¡Es inútil!— interrumpió Millán—;
en prueba de que soy yo quien debe morir,
aquí está una carta de Estomba. En mi maleta
86 encontrará la casaca de Luna, agregó Pru-
dán». «No hay que afligirse, dijeron a sus com-
pañeros; verán morir a desvalientes». «No hay
para qué seguir la suerte, dijo entonces con
frialdad García Camba; habiéndose presenta-
do los dos culpables, serán fusilados». «Pre-
fiero la muerte, prorrumpió Millán, a ser pre-
sidiario de los españoles». Puestos en capilla
las dos víctimas inmolatorias, los confesó el
cura de Matucana. Millán pidió como una últi-
ma gracia que le dejaran vestir su uniforme.
Se lo puso, sacó del forro de la casaca las
medallas de Tucumán y de Salía, que colgó
del pecho, y dijo: «He combatido por la inde-
pendencia desde joven; me he hallado en ocho
batallas, he estado prisionero siete años, y
hubiera estado setenta, antes que transigir con
la tiranía española. Mis compañeros de armas
vengarán este asesinato» Los ejecutores qui-
sieron vendarles los ojos, pero ambos se re-
sistieron. Millán, que era calvo, con una orla
de cabellos negros que le circundaba el cráneo,
lo que le daba un aspecto imponente, al tiem-
po de apuntarle, dijo: «¡Compañeros, la ven-
ganza les encargo!» Y desabrochándose la
MAU
— 266 -
MAZ
casaca, gritó con voz firme. «¡Al pecho, al
pecho! ¡Viva la patria!^> Pruddn murió con la
resignación de un nuírtir, gritando también:
«¡Viva Buenos Aires!» Los verdugos hicieron
en seguida desfilar a los prisioneros por de-
lante de los dos cadáveres». (Bartolomé
Mitre.)
Maure (José Antonio). Militar. Nació en Men-
doza, en 1796. Empezó su carrera como solda-
do en el regimiento de «Auxiliares argentinos»,
que al mando del coronel de La Carrera pasa-
ron a Chile en 1811, y se batieron en Cucha-
Cucha y Membrillar, Tres Montes, Rio Cla-
ros, Quechereguas y derrota de Rancagna.
En octubre, 2 del mismo año, pasó los Andes,
y al año siguiente formó en el ejército que
organizaba San Martín, hallándose en Chaca-
buco. Cancha Rayada, Maipá y Bio-Bio. Asis-
tió también con su regimiento a la expedición
al Perú, peleando en Zepita, Legua, Mirabe y
en el sitio y rendición del Callao, en 1825-
Vuelto a Chile, desempeñó diversos cargos
civiles y militares. Con la graduación de coro-
nel falleció en Santa Rosa de los Andes, el 9
de febrero de 1872.
Haza (Juan Agustín de la). Político. Nació en
Mendoza, el 4 de mayo de 1784. Estudió Dere-
cho y graduóse de bachiller en Chile, en 1807,
llegando a ser un jurisconsulto y orador distin-
guido. En 1815 fué electo miembro del Con-
greso que proclamó la independencia nacional,
representando a su provincia, y como tal signa-
tario del acta. En 1820 fué director del Cole-
gio nacional de Mendoza. En 1824 fué elegido
gobernador de la provincia por un Cabildo
abierto. El Dr. Maza, al agradecer al pueblo
su designación desde los balcones del Cabildo,
pronunció una brillante proclama que conmo-
vió a todos los ciudadanos, los que, arrebata-
dos de entusiasmo, bajáronlo en hombros, y
así lo condujeron hasta su casa. Murió en
Chancay, el 18 de julio de 1830, asesinado por
unos indios.
Mazorca. En Buenos Aires. Desde los prime-
ros días del Gobierno patrio empezaron a di-
señarse dos partidos políticos: el unitario y el
federal. Por muchos años dominó el primero
contra la voluntad nacional. Los unitarios ha-
bían implantado el terror, habían derramado la
sangre a torrentes, habían intentado en tres
ocasiones entregar la nación a príncipes ex-
tranjeros antes que ceder al espíritu del pue-
blo. Llegaron más tarde hasta el extremo de
aliarse a naciones extranjeras en guerra con
la República y armar legiones de advenedizos
para aumentar sus filas. Pero fueron impoten-
tes en la lucha con el Destino; derrotados en
los campos de batalla, tuvieron que ceder la
preponderancia al federalismo, que a su vez se
alzó sañudo y sangriento desde que el general
Rosas, elevado al Poder, concentró en sí el
absolutismo de las facultades extraordinarias
y la dirección de los negocios de paz y guerra»
con la representación exterior de las 14 pro-
vincias confederadas. Llegó un momento en
que bíindas de facinerosos recorrían las calles
de Buenos Aires; el robo y el asesinato tenían
carta blanca para abrirse paso hasta los hoga-
res que eran clasificados de salvajes unitarios,
y entre algunos crímenes autorizados contra
los enemigos políticos, se cometían también
muchísimas venganzas personales o para llevar
a cabo robos de consideración. El pánico había
invadido todas las clases de la sociedad, no en-
contrándose seguros ni los mismos afectos a la
causa del Gobierno, que temblaban ante la So-
ciedad popular, o sea La Mazorca, como la ti-
tulaban sus miembros. La voluntad del gober-
nador Rosas era el motor de estas máquinas,
destinadas a afianzar su poder por medio del
terror en una época especial en que todo se
había subvertido y sólo se veía descollar so-
bre las cabezas la bandera a muerte que habían
enarbolado los partidos irreconciliables. Rosas
consiguió su obieto, dominando en absoluto la
situación del país. Se acababa de salvar de los
sacudimientos revolucionarios que habían con-
movido a toda la República. La guerra con
Francia, con el Estado Oriental, con las pro-
vincias de Corrientes, Tucumán, Salta, Jujuy,
Catamarca y la Rioja, que habían formado
ejércitos mandados por Paz, por Lavalle, por
Lamadrid, por Alvarado y por Acha, no alcan-
zó a abatir su ánimo, a pesar de que en la mis-
ma provincia de Buenos Aires hubo momentos
de peligro para él. Habiendo concluido por
postrar a sus enemigos, dejándolos imposibili-
tados para hacer frente a sus ejércitos, creyó
llegado el momento de hacer cesar la momen-
tánea postración del pueblo; y tal era la fuer-
za de su poder omnímodo, que le bastó una
sola palabra para hacer que todo volviera a su
quicio. El 31 de octubre de 1840, desde el par-
tido de Morón, dicta un decreto firmado por
él únicamente, haciendo cesar, según sus pala*
bras textuales, «la exaltación del sentimiento
MBO
- 267 -
MED
popular que no podía dejar de sentirse bajo los
terribles aspectos de una venganza natural», y
para que concluyese «el ardor santo con que
los federales se habían lanzado contra sus
enemigos, los salvajes unitarios», ordenaba
«que ni individuos ni propiedades fueran ataca-
das en adelante sin expresa orden de autori-
dad competente, y que el robo y las heridas,
aunque fueran leves, serían castigadas con la
pena de muerte». Desde ese momento, por en-
tonces al menos. La Mazorca deja de aparecer
por las calles, cesando todos los tumultos, ro-
bos y asesinatos. A estos negros acontecimien-
tos, a la obra de sangre de los dos partidos, si
se les quiere examinar con imparcialidad, pue-
de servirle de corolario xm-i definición del doc-
tor Bilbao: «Las épocas deben considerarse
como fueron, no como son o debieron ser. Hay
que juzgar a los hombres con arreglo a los
tiempos en que vivieron. Lo mismo las causas
que se ventilaron.» La Mazorca no desapare-
ció para siempre el año 1840; volvió a reapa-
recer en 1842, aunque cometiendo menos es-
cándalos. Después de Rosas desapareció com-
pletamente la Mazorca colorada, y apareció
la Mazorca celeste, con sus embargos y per-
secuciones, y se paseó hasta por los pueblos
del interior, tratando de anonadar a su vez a
los federales.
Mboré (batalla). En 1641 tuvieron noticias los
padres jesuítas, que de la provincia brasileña
de San Pablo venía sobre las Misiones una
formidable expedición, compuesta de más de
quinientos mamelucos (v), gauchos de estirpe
europea y bien armados, y de tres a cuatro
mil indios tupies de raza caríbica como los
cherráas. Los padres pusieron en campaña sus
milicianos guaraníes, y salieron al encuentro
de los enemigos, haciendo aparentemente el
papel de capellanes, pero desempeñando en
realidad el de generales y divisionarios. Los
enemigos bajaban por el Uruguay en trescien-
tas canoas grandes, y los misioneros toma-
ron buenas posiciones en las juntas de este
rio con el Mboré, regularmente armados con
fusiles y con sus famosos pedreros de cañas
tacuaras. El asalto y la defensa duró dos días,
y la victoria de los guaraníes fué espléndida;
murieron 180 mamelucos, 1 .200 tupies; el bo-
tín de armas y despojos fué muy grande; las
300 canoas quedaron en poder de los vence-
dores, de modo que el escarmiento fué terri-
ble. (López.)
Hedeyroa (Juan). Militar. Nació en Buenos
Aires, en 1794; se educó en esta ciudad, y en
1810 comenzó su carrera, alistándose como
soldado, bajo las banderas de la revolución, el
9 de julio, partiendo poco después con el ejér-
cito expedicionario a la Banda Oriental, asis-
tiendo al primer sitio de Montevideo y a la
toma de esa plaza en calidad de sargento pri-
mero, distinguiéndose en una avanzada por
un acto de heroísmo, que le valió las felicita-
cionfs del general en jefe, y en el mismo año
marchó al ejército auxiliar del Alto Perú, don-
de desempeñó importantes comisiones en fun-
ciones de guerra. En 1826 tomó parte en clase
de oficial del batallón tercero de Cazadores,
en la compañía de Carabineros, en la guerra
contra el Brasil, batiéndose valientemente en
Ituzaingó. Actuó después en las guerras civi-
les, alcanzando el grado de coronel. Murió
en esta ciudad, el 24 de julio de 1886.
Medina (Eustaquio). Natural de Jujuy. Militar.
Durante la guerra de la Independencia sirvió
como guerrillero a las órdenes del general
Güemes, en cuyas campañas llegó a adquirir
celebridad por su bizarría y entusiasmo por la
causa que defendía, en los innumerables com-
bates que libró con el ejército realista. Pasa-
do el periodo de la independencia, tuvo una
activa participación en las luchas políticas de
su provincia. Gobernador de Jujuy, de 1835
a 1838. Depuesto por una insurrección militar,
fué restablecido por el general Alejandro He-
redia. A los pocos días de abandonar el go-
bierno, falleció repentinamente en la provincia
de su nacimiento, en marzo de 1836.
Medina (Juan Antonio). Sacerdote. Nació en
la ciudad de San Miguel de Tucumán, en 1770.
Estudió en la Universidad de Charcas, en la
que fué profesor de Monteagudo, Moreno y
otros patriotas. En 1809 era cura del pueblo
de La Paz, cuando estalló la revolución que
inició la independencia de América, de la cual
fué uno de los más activos propagandistas.
Por su prestigio e inteligencia mereció ser
nombrado miembro de la «Junta tuitiva». To-
mado prisionero por Goyeneche, fué condena-
do a muerte en 1810, juntamente con iV\urillo y
otros patriotas; mas, su carácter sacerdotal
impidió su ejecución hasta tanto no se hiciese
la degradación canónica, y como ésta demora-
se, fué enviado engrillado a Trujillo para ser
remitido a España; pero, aprovechando una
oportunidad, fugóse a Chile, donde siguió tra-
MED
- 268
MEL
bajando por la independencia. Radicado en
Tucumán, fué electo constituyente en 1826, fa-
lleciendo en la misma ciudad, cuatro años des-
pués.
Medina (Manuel). Militar. Nacido en Buenos
Aires, el 6 de enero de 1789 Principió su ca-
rrera, durante el coloniaje, en un regimiento
de infantería, y en 1810 asistió al Cabildo
abierto del 22 de mayo. Revistaba en ese año
como teniente del regimiento granaderos de
Fernando Vil. Sirvió después en el ejército
que expedicionó a la Banda Oriental, obte-
niendo el grado de sargento mayor en 1814,
con motivo de la toma de la plaza de Montevi-
deo; al año siguiente pidió pase al regimiento
de granaderos a caballo, asistiendo a la bata-
lla de Chacabuco, donde se distinguió mucho.
Hizo la campaña del sud de Chile, revistando
de teniente coronel, hallándose en diversos
hechos de armas y en la batalla de Maipú.
Cuando se disponía a tomar parte en la expe-
dición al Perú, falleció en Santiago de Chile,
el 27 de enero de 1820.
Medina (Nicolás). Militar. Como ayudante ma-
yor se alistó en el ejército de los Andes, en el
regimiento 11 de infantería de línea, verifican-
do el año siguiente el histórico pasaje y asis-
tiendo a la batalla de Chacabuco; hizo des-
pués la campaña del Sud de Chile, sitio de
Talcahuano, Cancha Rayada, Maipú, en cuya
acción fué ascendido a capitán. Se halló en la
expedición libertadora del Perú, en sus accio-
nes de guerra y en la de Puertos Interme-
dios. Tomado prisionero, fué uno de los sor-
teados en Matucana. Con el grado de teniente
coronel se alistó en el ejército republicano
contra el Brasil, hallándose en Bacacay, Itu-
eaingó. Padre Filiberto y Camacuá, fallecien-
do en su ciudad
natal, en 1829.
Medrano (Pedro).
Nacido en Buenos
Aires, el 26 de fe-
brero de 1769. Se
graduó de doctor
en Leyes en Chu-
quisaca. De re-
greso a Buenos
Aires ejerció su
profesión. Actuó
en los sucesos de
mayo y el 10 de
junio del mismo D. PeUro Medrano.
año, fué nombrado conjuez de la Audiencia de
esta ciudad, en consorcio del regente Muñoz y
Cubero, y fiscal de la de Charcas. Dos años
después se le confió la auditoría del Consejo de
guerra, en la causa formada a los reos Sente-
nach, Esquiaga, Alzaga y demás cómplices. En
1815 fué uno de los redactores del Estatuto o
constitución de las prouincias unidas del Rio d»
la Plata; signatario del acta de la independen-
cia en el Congreso de Tucumán, como repre-
sentante de Buenos Aires. Descolló en esta
Asamblea como orador. Como literato ha es-
crito algunas poesías, y se atribuye un largo
romance titulado Carta de Celio a Arnesto,
contra los unitarios y los hombres de la Revo-
lución del 1 de diciembre de 1828. Murió en
Buenos Aires, el 3 de noviembre de 1840.
Meliá (José). Militar. Guerrero de la indepen-
dencia. Nacido en Buenos Aires, el 19 de mar-
zo de 1784. Empezó su carrera desde las inva-
siones ingleses. Marchó a la campaña de la
Banda Oriental, a las órdenes del general Ron-
deau, y estuvo en el primer sitio de Montevi-
deo, batiéndose en el Cerrito y en la toma y
rendición de la plaza. Como sergento mayor
se incorporó al ejército de los Andes, hallán-
dose en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú,
siendo después de esta batalla ascendido a co-
ronel, grado en que obtuvo su retiro del ejér"
cito. Desempeñó en su provincia natal algunos
cargos políticos y militares, y falleció en esta
ciudad, el 10 de diciembre de 1857.
Meló (José Andrés Pacheco de). Signatario del
acta de la independencia. Sacerdote. Nacido
en Tapiza, Chichas, Bolivia, el 27 de julio de
1760. Guiado por su vocación ingresó al Semi-
nario Conciliar de Nuestra Señora de Loreto,
en Córdoba, para seguir la carrera de la Igle-
sia, y luego pasó a la de Charcas, en cuya Uni-
versidad se graduó de doctor en Cánones. Pasó
a Bolivia, y en 1816 fué electo representante
por la provincia de Chichas, ante el Congreso
que declaró la independencia argentina. Tras-
ladado el Congreso a Buenos Aires, permane-
ció en esta ciudad hasta 1820, en cuyo año
pasó a Córdoba. En 1822 ministro de gobierno
del coronel Molina, gobernador de Córdoba, y
desempeñó la misma cartera durante el Gobier-
no del general Gutiérrez.
Meto (Pedro de>. Quinto virrey, 17 de marzo
de 1795. «Hombre era éste gastado por los vi-
cios y por los años; gran devoto, pero sin un-
ción ni sentimiento religioso; tan negligente
MEM
- 269
MEN
como inepto. Había sido intendente del Para,
guay y sacado de alli por su relajación; era ca-
ballerizo de la reina de Madrid; pero favorecido
por la pudiente familia de los Villena, había
sido agraciado con el virreinato de Buenos Ai-
res en 1795; que así conspiraba ya la España
contra sus propios intereses, dándonos gober-
nantes que desacreditaban el régimen colonial
en un tiempo de graves peligros para los tro-
nos antiguos.» Falleció en Pando, Estado
Oriental, el 15 de abril de 1807.
Membrillar (batalla). Dada en Chile contra las
tropas españolas. El ejército chileno iba a las
órdenes del general O'Higgins; las fuerzas es-
pañolas, al mando del general Gainza, el 20 de
marzo de 1SI4. La división chilena, atrinchera-
da, compuesta de tropas de esta nacionalidad,
y el regimiento de Auxiliares argentinos, al
mando del coronel Las Heras, consiguió un es-
pléndido triunfo, después de sostener un fuego
que duró desde las cuatro de la tarde hasta las
ocho de la noche. El jefe de Estado Mayor, co-
ronel Balcarce, al frente de 70 auxiliares ar-
gentinos y tres piquetes chilenos, hizo una vi-
gorosa salida de su posición, cargando a la ba-
yoneta al enemigo, haciéndole varios muertos
y tomándoles algunos prisioneros; los persiguió
por algún trecho y regresó a la línea con algu-
nos trofeos de victoria. El enemigo volvió a
traer cinco ataques al reducto, que fueros re-
chazados por el coronel Las Heras. Los realis-
tas dejaron SO muertos en el campo.
Méndez (Ensebio). Militar. Nacido en Mendoza,
el 15 de diciembre de 1S47. Ingresó al ejército
de linea en abril del 54, en Rifleros de San
Juan. En el mismo año fué incorparado al bata.
Ilón 6." de la línea establecida en la ciudad de
San Luis, yendo Méndez de cabo primero dis-
tinguido. Seis meses después, tres compañías
del citado batallón fueron trasladadas al fuerte
Diamante al sud de Mendoza, siendo Méndez
sargento primero distinguido de la compañía
del entonces capitán Julio A. Roca El batallón
lo comandaban el general José Miguel Arre-
dondo, y como segundo, D. Luis María Campos.
Méndez hizo la campaña del Paraguay, hallán-
dose en Yatay, Uruguayana, Paso de la patria,
combates del 2 de Mayo, 20, 22 y 24 del mismo
mes, siendo herido de un balazo en la pierna. En
Curupayti, etc. Regresó a las provincias de
Cuyo, hallándose en la batalla de San Ignacio.
Estando en San Juan fué destacado Méndez
con un piquete de soldados, teniendo un com-
bate con 200 montoneros en la quebrada de
Guaco, y otro en la Punta del Agua. Vuelto al
Paraguay como teniente primero, tomó parte
en la toma de Humaitá. Ya de capitán se halló
en Piquiriri, Peribebuy, donde tomó el mando
del batallón, porque al llegar a la trinchera
cayó herido el jefe en comisión, mayor José
Inocencio Arias, siendo el general Luis María
Campos quien comandaba la división de cuatro
batallones. A fines de junio del 69 recibió los
despachos de mayor. En las fronteras estuvo
al mando accidental del regimiento Lavalle,
después del 1 1 de caballería, donde combatió
constantemente contra los indios. Ascendió a
coronel en 1886.Expedicionó al Chaco Austral»
campaña muy penosa; jefe del Hospital Militar
hasta su retiro. Fueron sus servicios cuarenta
y cinco años en el ejército, y son ocho sus con-
decoraciones. Revistaba en la lista de guerre-
ros del Paraguay, cuando falleció en 1916.
Méndez (Gervasio). Poeta. Nacido en Guale-
guaj'chú, el 2 de diciembre de 1848. Desde sus
primeros años emprendió una lucha' tenaz por
la existencia; no frecuentó Universidades ni
liceos, y fué maestro y discípulo de sí mismo.
Muy joven marchó de soldado a la campaña
de 1870 contra López Jordán, hasta su termi-
nación en 1873. Cuando regresó se le declaró
la terrible parálisis que lo tuvo postrado vein-
titrés años. En 1876 dio a luz la primera edi-
ción de sus poesías; más tarde fundó el Álbum
del hogar, y tuvo que dedicarse a las más pro-
saicas ocupaciones para sustentarse él y su
hermana. Méndez fué el poeta del do'or, cuya
lira necesitó del sufrimiento para producir
notas tan tiernas y sentimentales. Falleció en
Buenos Aires, el 15 de abril de 1917.
Méndez (de Andas Manuel). Industrial. Natural
de Oviedo, España, en 1846. A los doce años
df edad llegó a Buenos .A.ires, donde después
de ruda labor logró fundar en 1874 una fábrica
de elaboración de tabacos, que hizo honor a la
industria nacional, gozando de gran prestigio
como comerciante probo y como industrial pro-
gresista. Destacóse de modo principal como
patriota, como protector decidido de las ar-
tes, particularmente, y como filántropo. Di-
fícilmente se registró una desgracia nacional
ante la que .Méndez de Andes no acudiera a
depositar su ofrenda de consuelo, contribu-
yendo con valiosos donativos a mitigar el do-
lor; entre otros casos, cuando se produjo el
naufragio de lacazatorpedera/?osa/e5,en 1892;
MEN
— 270
MER
los terremotos de San Juan y la Rioja, dos
años después; las inundaciones y otras cala-
midades Miembro municipal; presidente de la
Asociación Patriótica Espartóla; Círculo de la
Prensa, y protector de escritores, escultores,
músicos, actores, periodistas, etc. Falleció en
Buenos Aires, el 17 de julio de 1897.
Mendoza (fundación primera). Por autorización
de D. García Hurtado de Mendoza, gober-
nador y capitán general de las provincias de
Chile y sus comarcas, el capitán Pedro del
Castillo fundó la ciudad de Mendoza en la
provincia de Cuyo, el 2 de marzo de 1560.
(Fundación segunda). Por autorización del ma-
riscal Francisco de Villagrán, gobernador y
capitán general de las provincias de Chile,
el teniente general Juan Jufré funda nueva-
mente la ciudad de Mendoza, con el nomDre de
Resurrección. Esta ciudad fué destruida por
un terremoto en 1861, y la actual ciudad que
lleva este nombre es completamente nueva.
Mendoza era una de las ciudades de la antigua
provin:ia de Cuyo, dependiente de Chile has-
ta 1776. La Junta de poblaciones de aquel rei-
no, por acto de 20 septiembre de 1752, le se-
ñala por límites: la cordillera que la divide de
Chile; al Sur, las tierras magallánicas; al Ñor-
te, el Tucumán, y al Este, Buenos Aires. Los
indígenas de Cuyo, que no quedan ya, se lla-
maban los Huarpes, que fueron sometidos
en 1650 por Pedro del Castillo, mandado por
D. García Hurtado de Mendoza, marqués de
Cañete, habiéndose fundado entonces las ciu-
dades de San Juan y Mendoza, a la distancia
de 45 leguas una de otra. Esta ciudad era go-
bernada por un Cabildo y corregidor. Su pri-
mer gobernador constitucional fué D. Juan
Cornelio Moyano, en 20 de abril de 1856.
Mendoza (terremoto). «A las siete y media de
una hermosa noche de verano, 20 de marzo
de 18<il, cuando los habitantes de la ciudad de
Mendoza descansaban de las tareas del día,
unos; conversando de los sucesos políticos de
la época, los otros; las señoras visitaban tran-
quilamente las tiendas, después de habsr oído
la palabra del predicador, presentóse de im-
proviso la confusión, el espanto, el horror, la
muerte, y desapareció la que fué ciudad. A esa
fatal desgracia sucedióse otra no menos des-
garradora. Cuando los padres buscaban a sus
hijos, las mujeres a sus esposos; cuando todo
era llanto presentóse una escena de otro gene,
ro, pero de lúgubre aspecto. Era el saqueo-
llevado a cabo, durante cuatro días, por nacio-
nales y extranjeros, cayendo cual furiosas aves
de rapiña sobre los escombros, para robar a
los agonizantes, dejándoles perecer sin piedad.
La mayor parte de los templos construidos en
la época de la colonia, La Matriz, San Agus-
tín, San Francisco, Santo Domingo y La Mer-
ced, eran ruina, no quedando en ellos masque
las torres, el frente y grandes trozos de sus
costados, etc.» (Félix Frías.) Destruida com-
pletamente la ciudad, eligióse el punto de San
Nicolás como el más adecuado para el asiento
del Gobierno, hasta el 21 de julio de 1862, que
la legislatura sancionó una ley declarando ca-
pital de la provincia el lugar denominado Las
Tortugas. Este horrible suceso tuvo lugar du-
rante el gobierno del coronel Laureano Nazar.
Durante el gobierno delegado de Frankiín Vi-
llanueva, por ausencia de D. Luis Molina, se
promulgó el 26 de julio de 1862 la ley de reedi-
ficación de la ciudad de Mendoza en la parte
más central del terreno comprendido entre la
hijuela de San Francisco del Monte, por el
Norte; por el Sud, la de Pereira; por el Este,
el Zanjón, y por el Oeste, la calle de Malleay
Barrio Nuevo, tirando una línea Sud-Norte
hasta tocar con la calle de San Francisco del
Monte, declarándose de utilidad pública el te-
rreno de 121 manzanas de a 125 metros por
costado de cada una, incluyendo cinco plazas.
Mercado de Peñaloza (Pedro). Gobernador
de la antigua provincia del Tucumán, des-
de 1595 hasta 1600. En su gobierno se rebela-
ron de nuevo los calchaquies, dando principio
con la muerte de un religioso franciscano, de
cuatro españoles y de otros, amenazando arrui-
nar las dos ciudades de Salta y de San Miguel
del Tucumán. Sin embargo, los rebeldes fue-
ron al fin escarmentados después de varios
combates en que siempre quedó victorioso el
ejército. Por intermedio del padre jesuíta Gas-
par de Monroy, el gobernador Mercado consi-
guió la amistad del cacique Piltípico, con quien
celebró un tratado de paz en el mismo año
de 1595. Los diaguitas de la jurisdicción de La
Rioja se rebelaron también, dando muerte a sus
encomenderos y a otros españoles; pero fue-
ron sometidos por Tristán de Tejeda.
Mercado y Ullacorta (Alonso de). Distingui-
do literato e Insigne militar, gobernador de
Santiago del Estero, en 1665. Hizo un buen
gobierno, poniendo toda su preocupación en
descubrir algunos minerales y consiguiendo la-
MIG
- 271
MIR
brar y explotar el de Alcay con grandes dificul-
tades que le oponían los vecinos calchaquies-
Durante su gobierno tuvo lugar el alzamiento
del célebre Pedro Bohórquez (v.) con el agre-
gado de Girón, quien tuvo la pretensión de de-
clararse rey de toda la provincia del Tucumán
y aun del Perú, como legítimo descendiente de
los incas. A Bohórquez se le dio muerte dentro
de la prisión, en la noche del 3 de enero del
año 1667. Habiéndosele conferido el gobierno
de Buenos Aires, Mercado salió de la provin-
cia del Tucumán, en 1660. Por segunda vez fué
gobernador de esta provincia, en 1664, desem-
peñando su cargo satisfactoriamente hasta el 5
de julio de 1670. Fué presidente de la Real Au-
diencia de Panamá, en donde fal eció en 1681.
Migueletes. Escuadrón de caballería que actuó
durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807,
comandado por el Dr. Alejo Castas. Su uni-
forme era chaqueta roja, pantalón azul, son>
brero alto con pluma roja y bita granadera.
Hlllán (Domingo). Patriota argentino que figu-
ró heroicamente durante la guerra de la inde-
pendencia. Natural de Tucumán. Se halló en
las Piedras, en 1812; Tucumán, Salta y Ayo-
huma, siendo tomado prisionero por los realis-
tas en esta última, el 14 de noviembre, y con-
ducido a las casamatas del Callao, hasta mar-
zo de 1824, en que fué fusilado en el sorteo de
Matucana.
Hiller (Guillermo). Militar. Nació en Wingham
(Inglaterra), el 2 de diciembre de 1795. Muy
joven se trasladó a España, donde combatió
contra los franceses. Vino a Buenos Aires y
ofreció sus servicios a la causa de la indepen-
cia. Pueyrredón le dio de alta en el ejército de
los Andes, con el grado de capitán. En Chile
se halló en la sorpresa de Cancha Rayada, en
1818, y luego en varios combates navales, sir-
viendo en la escuadra a las órdenes de Blan-
co Encalada y Cochrane y en los ataques a
Pisco, el Callao y a Valdiuia. En 1820 marchó
en la expedición al Perú, prestando grandes
servicios en el ejército, a las órdenes de San
Martin y Bolívar, entrando triunfante en Lima,
en 1S21. Asistió a la batalla de Miraue, en
\S20;Jiinin y Ayacucho, en 1824, en cuya últi-
ma acción fué ascendido a gran mariscal del
Perú, por su digna conducta como jefe de la
caballería independiente. En 1825 pasó a Euro-
pa, y a su regreso al Perú se mezcló en la
guerra civil. En 1861 gestionaba su reincorpo-
ración y alta en el ejército de este país, cuan-
do lo sorprendió la muerte en la bahía del Ca-
llao, el 31 de octubre de 1861.
Hinuanes. Indios que en el tiempo de la con-
quista vivían en Entre Ríos y parte de la pro-
vincia de Santa Fe. Asesinaron a Garay y a
los que le acompañaban. En 1728 fueron com-
pletamente exterminados cerca de Victoria
(Entre Ríos).
Miñones. Regimiento de infantería formado
durante las invasiones inglesas de 1&06 y 1807
y compuesto de ocho compañías de 65 hombres
cada una, estando formadas, dos de éstas, por
naturales de Cataluña. Combatió en el Retiro
y la plaza Mayor, en 1806, mandado por el ca-
pitán Hipólito Mordell. Este cuerpo llevaba
uniforme azul con collarín rojo, faja del mismo
color y alamares blancos, chakó con cinta ne-
gra y una escarapela roja.
Miranda («ombate). Entre unitarios y federalej,
el 17 de febrero de 1831. El jefe unitario don
Tomás Castillo fué sableado sin que escapase
ni un solo hombre. Las fuerzas federales iban
al mando del comandante D. José Díaz. Este
combate tuvo lugar cerca de la posta de Mi-
randa, en Santiago.
Miranda (Francisco). General. Nacido en Cara-
cas (Venezuela), el 9 de junio de 1756. Inicia-
dor de la emancipación americana. Hizo la
campaña de la independencia de los Estados
Unidos (1779-1781) y concibió entonces el pro-
yecto de sublevar las colonias españolas con-
tra la Metrópoli; pero sus trabajos fueron des-
cubiertos y vióse obligado a huir a Europa.
Sieiido bien acogido en Francia, fué nombrado
general de división y tomó una parte activa en
la revolución francesa de 1793; dos veces fué
condenado a la deportación bajo el Directorio
por causas políticas, lo que eludió trasladán-
dose a Inglaterra, en 1787. Volvió entonces a
sus antiguos proyectos; fué a los Estados Uni-
dos, en 1806, reunió algunas tropas y se diri-
gió a la costa de Caracas. Venció primero a
los españoles, pero fué obligado a embarcarse
para Trinidad. En 1811 reapareció en Vene.
zuela e hizo triunfar la revolución en Nueva
Granada; fué aprisionado, sin embargo, y con-
ducido a Cádiz, muriendo cargado de cadenas
en las mazmorras de las Cuatro Torres, sien-
do enterrado en uno de los islotes de la Carra-
ca, el 14 de julio de 1816. < He oído referir—
dice Larrazábal— al oficial O'Dempoy, de la
Marina Real inglesa, sujeto muy respetable,
que había visto varias veces al noble viejo,
MIR
- 272 -
MIS
como él le llamaba (the good cid man, the ve-
nerable and distlnguished prisoner), con una
cadena al cuello, atado a la pared, ni más ni
menos que como un perro. ¡Parece increíble
tan bárbara crueldad! El huésped de Catali-
na II, el amigo del Emperador de Austria, una
de las figuras más prominentes de la Europa, a
fines del siglo xviu, época en la que tantos
grandes hombres se elevaron, atado como un
perro, con una cadena al cuello, en lo postrero
de su edad.»
Mlrave (combate). Pueblo del Perú a cuyas
orillas tuvo lugar el combate del mismo nom-
bre, el 21 de mayo de 1821, en el que fueron
vencedores los republicanos, al mando del ge-
neral Miller. Durante la campaña de los Puer-
tos Intermedios, este general se propuso insu-
rreccionar el interior del Perú con 350 infan-
tes, un piquete de marineros, dos coheteros,
70 Granaderos a caballo y 60 paisanos volun-
tarios, bien montados. Se puso en marcha des-
de Pisco hacia el pueblecito de Mirave, distan-
te de ese punto unos 78 kilómetros. Allí lo es-
peraba el jefe español, coronel D. José Santos
La Hera, al frente de 800 hombres. Llevado
el ataque con impetuosidad por los indepen-
dientes, frustraron los esfuerzos del enemigo,
que pretendió apoderarse de una loma domi-
nante; cortóle la retirada, y desalojado de su
posición y estrechado en la extremidad de un
monte cortado a pique a su espalda, combatió
desesperadamente; pero al fin fué vencido, de-
jando 44 muertos, 59 heridos, prisioneros la
mayor parte y 400 muías, como trofeos de esta
victoria. Los patriotas tuvieron sólo 25 bajas
entre muertos y heridos. El general vencedor
continuó la persecución y batió al enemigo
nuevamente, el día 24, en Moquegua.
Hlró (Cipriano). Guerrero de la independencia.
Nació en Buenos Aires, el 19 de noviembre de
1797, y a los veintiún años formó parte de la
tripulación de un buque corsario argentino que
salió de Buenos Aires para las costas de Chi-
le y Perú. En 1819 se embarcó en Valparaíso
y se alistó en el regimiento 11 de infantería de
linea, en cuyo cuerpo hizo la expedición al
Perú al año siguiente y la campaña de la Sie-
rra, encontrándose en la toma de la ciudad de
Lima, sitio del Callao, y en el asalto de la
misma forraleza, y marchó luego a la expedi-
ción de los Puertos Intermedios, asistiendo a
los combates de Calama, Torata y Moquegua.
De regreso al Callao, en 1824, fué tomado pri-
sionero el 5 de febrero, y en marzo del mismo
año se halló en el sorteo de Matucana, siendo
conducido a la isla de Chucuito. Recobró su
libertad con motivo de la victoria de Ayacu-
cho, volviendo a su ciudad natal a principios
de 1825, y al año siguiente en clase de ayudan-
te mayor de la 5." Compañía del l.°de Caza-
dores; hizo luego la campaña contra el Imperio
del Brasil, asistiendo a las batallas del Ombú,
Verbal e ¡tuzaingó. Radicado en la Banda
Oriental, alcanzó la alta jerarquía de teniente
general, sirviendo en sus ejércitos. Dejó de
existir en Montevideo, el 17 de febrero de
1890.
Misiones jesaíticas. Fueron comunidades de
religiosos de la Orden de Jesús, que por me-
dios pacíficos, exhortaciones y actos de cari-
dad sometían e instruían las tribus. «Dotados
de un arte especial para domesticar a los sal-
vajes y atraerlos a la ley del Evangelio, y sin
más armas que su palabra, se internaron en los
desiertos, se apoderaron de los pueblos ya re-
ducidos por la espada, y cubrieron de pobla-
ciones los bosques solitarios que coronan las
márgenes risueñas del Paraná y el Uruguay.
Y mientras a costa de sus propias vidas traían
a una vida regular a los salvajes, fundaban en
las ciudades colegios donde enseñaban a los
hijos de los españoles humanidades y algo de
filosofía». Las Misiones fueron enviadas a
América por orden de Felipe II, estableciéndo-
se en el río Paraná. En 1610 se establecieron
en la provincia del Guayrú, fundando la pri-
mera Misión con el nombre de Loreto; pero
como los habitantasde San Pablo, Brasil, los
molestaban, descendieron algo más al Sud,
donde se establecieron definitivamente. La
instrucción que recibían los indios era cristia-
na, algo escasa y en idioma guaraní; no obs-
tante, los indios vivían felices, a pesar de su
poca libertad. Estaban regidas las Misiones
por un gobernador jesuíta, con la facultad para
nombrar sus ayudantes y delegaciones en .'us
dominios; administraba todos los asuntos civi-
les y criminales, sin tener apelación, y residía
en el pueblo de la Candelaria, hoy Posadas.
Las producciones y riquezas de las Misiones
eran notables, sacando los jesuítas excelentes
partidos de los productos del Paraguay, con-
sistente en yerba mate, tabaco, madera, cue-
ros, ganados, agricultura y fruta de varias cla-
ses. «El sistema que ellos seguían para la re-
ducción de los indios era sumamente vicioso
MIT
273
MIT
si se juzga del punto de vista de la dignidad
humana. Kilos realizaron, sin embargo, las
utopías de los comunistas modernos, estable-
ciendo la vida y el trabajo en común; por me-
dio de la regla sofocaron la espontaneidad in-
dividual; el trabajo no tenía el aliciente de la
remuneración que promete la propiedad, y por
eso aquellos pueblos, sin más ley que la metó-
dica prescripción del párroco, cayeron en com-
pleta disolución el día que faltaron las cabezas
que todo lo gobernaban». iDomínguez.)
Mitre (Ambrosio). Nació en Santa Lucía (Uru-
guay), en 1774. En 1805 comandante de las
fronteras de Mendoza, fundando allí el primi-
tivo fuerte de San Rafael. Estallada la revo-
lución de mayo, sirvió con patriotismo y des-
interés en la Sociedad patriótica, en la logia
Lautaro, en la fábrica de armas, en el ministe-
rio de Gobierno, en la Comisaría general de
Guerra, tanto en el Perú y Buenos Aires, y en
el Parque de Artillería, en que ejerció sus ac-
tividades hasta 1821. Pasó a Patagones como
ministro tesorero del establecimiento, en 1822,
acompañado de su esposa D." Josefa Martínez
y su hijo Bartolomé. Allí nacieron Emilio y
Federico, notables militares. Concurrió ala
heroica defensa de Patagones, de la que fué
narrador, y retirado de aquel punto se trasla-
dó al Estado Oriental, donde fué nomdrado
tesorero general de la nueva nación, de que
fué despojado en 1836 por disposición de Ori-
be, y en que fué reintegrado por el presidente
Rivera, como acto de merecida justicia, en
1838. Asistió al sitio de Montevideo, a cuya
defensa consagró a todos sus hijos puestos al
servicio de la libertad, y murió el 4 de octubre
de 1845, dejando un ejemplo de patriotismo y
de hombría de
bien, que sus hijos
imitaron glorio-
samente.»
Mitro (Bartolomé).
Hijo del anterior.
Militar, político,
historiador y hom-
bre de letras. Na-
ció en Buenos Ai-
res, el 26 de junio
de 1821. Su larga
y activa vida fué
consagrada al
bien de su patria.
Luchó contra la tiranía de Rosas. Después
Dice. HlST. BlOQR.
D. Bartolomé Mitre-
de la derrota en el Arroyo Grande tuvo que
regresar a la Banda Oriental. Durante el
sitio. Mitre repartió su tiempo entre la es-
pada y la pluma. Fué colaborador del Na-
cional, Iniciador y del Corsario, periódicos
que atacaban el despotismo de Rosas. Fué re-
dactor de la Nueva Era. Emigrado a Bolivia,
tomó la dirección del Colegio Militar, redac-
tando a la vez La Época. En ese país hallóse
en los combates de Olava y Viticlie, donde de-
cidió la batalla con los fuegos de su artillería.
Emigrado a Chile, redactó El Comercio de
Valparaíso y El Progreso, de Santiago. Des-
terrado de Chile, volvió a Montevideo. En
mayo de 1851 se adhirió al pronunciamiento de
Urquiza, y como jefe de la artillería argentina
asistió a la batalla de Caseros, después de la
cual recibió el grado de coronel en el campo
de batalla. En el Parlamento combatió enérgi-
camente el «acuerdo de San Nicolás». Minis.
tro de Gobierno y de relaciones exteriores del
gobernador D. Valentín Alsina. El 2 de junio
de 1853, en una salida que hizo al mando de
tropas, recibió un balazo en la frente. Redactó
El Nacional, y fué colaborador de la Ilustra-
ción Argentina. En 1855 fué ministro de Gue-
rra y Marina del gobernador Obligado. Dio la
batalla de Cepeda, en 1859. Gobernador de
Buenos Aires en mayo de 1860. General en
jefe del ejército aliado, en la guerra del Para-
guay. Presidente de la República en 1862,
Fundó La Nación; senador nacional; arbitro
entre el Brasil y el Paraguay. En 1891 renun-
ció su candidatura a la Presidencia de laRepú-
blica. Como escritor son sus principales obras:
Biografías de Rivera Indarte y de Lavalle,
Episodios de la independencia argentina. Es-
tudio sobre la República argentina, Arengas,
Las cuentas del gran capitán. La emigración.
La cuestión de San Juan, El chucero La Ar-
gentina, El mijo y el zoque. El araucano y el
allentiak (estudios lingüísticos); traducciones
de Ruy Blas; de la Divina Comedía, etc. Como
poeta. Mitre ha dado a la prensa sus magnífi-
cas composiciones tituladas Las rimas, y como
historiador, forman su pedestal las monumen-
tales historias de San Martín y Belgrano, que
abarcan todo el período colonial hasta la inde-
pendencia. Su fallecimiento ocurrió en Buenos
Aires, el 19 de enero de 1906.
Mitre (Emilio). Militar. Nacido el 6 de enero de
1S25, en Patagones. A los catorce aflos empe-
zó su carrera militar en la legión argentina.
MIT
274
MOL
Teniente general D. Emilio
Mitre.
AI aflo entrante se alistó como soldado de lí-
nea en el cuerpo de Artillería de la plaza de
Montevideo. Se en-
contró en la derro"
ta de Arroyo Gran-
de; en todos los
combates que tu-
vieron lugar duran-
te el sitio de Mon-
tevideo, que duró
ocho años; en el
Hueco de los Sau-
ces, Tala. Comba
tió contra los in-
dios. Se halló en
Cepeda, Pavón;
hizo la campaña del Paraguay. Fué dos veces
diputado en la legislatura del Estado de Bue-
nos Aires, y dos veces elegido diputado al
Congreso Nacional. Como diputado informó,
como miembro de la Comisión militar, en la
pensión que se le concedió a la viuda del ge-
neral D. Juan Lavalle. Fué luego jefe del Es-
tado Mayor, y desempeñando ese puesto fa-
lleció con el erado de teniente general.
Mitre (Emilio). Periodista. Nació en Buenos
Aires, el S de diciembre de 1854. Terminados
sus estudios pre-
paratorios ingre-
só a la Facultad
de Ingeniería,
cursando con
contracción y bri-
llo la carrera de
ingeniero civil.
Inspector de Te-
légrafosde la pro-
vincia; dirigió la
construcción de
algunas líneas.
Poco después pa-
só a Europa en
viaje de estudio
y también con el
objeto de organizar los servicios telegráficos
y epistolares del diano que dirigía su padre
obteniendo la distinción de que se le nombrara
miembro correspondiente del Instituto de in-
genieros civiles de Inglaterra. De regreso a
esta ciudad se dedicó al ejercicio de su pro-
fesión y a las tareas periodísticas. Fué direc-
tor del ferrocarril del Oeste (1888). Senador
provincial en dos períodos; ocupó por dos ve-
D. Emilio Mitre.
ees una banca en la Cámara Nacional, donde
demostró sus dotes de hombre público. Falle-
ció en Buenos Aires siendo diputado nacional,
el 26 de mayo de 1909.
Moldes (José de). Coronel. Nacido en Salta, el
1 de enero de 1785, pasando más tarde a Es-
paña, donde residió por algún tiempo. El 14 de
de agosto de 1810 fué nombrado gobernador
de Mendoza, y en 1811 desempeñó diversos
cargos militares. En el año 1812 volvió al ejér-
cito a prestar sus servicios, asistiendo a las
batallas de Las Piedras ya la de Tucumán,
en cuyo año fué nombrado mayor general del
ejército e inspector de armas e intendente de
policía de Buenos Aires, y al siguiente, miem-
bro de la Asamblea, como diputado por Salta.
El 23 de noviembre de 1813, como jefe del re-
gimiento, pasó a la Colonia, y luego al sitio
de Montevideo, en 1814. Murió en 1824.
Molina (José Agustín). Sacerdote. Nacido en
Tucumán, el 20 de agosto de 1772, y se educó
en Córdoba, en cuya Universidad se graduó
de doctor en Teología recibiendo las órdenes,
sagradas en 1796. Inseparable amigo de fray
Cayetano José Rodríguez; desempeñó a su
lado el cargo de prosecretario del Congreso
de Tucumán. Vicario apostólico de Salta en
1826 y obispo de Camaco en 1837. Fué uno
de los sacerdotes más ilustrados, distinguién-
dose como escritor, poeta y orador sagrado.
Dejó escritas varias poesías piadosas y pa-
trióticas de mérito. Falleció en su ciudad natal,
el 1 de octubre de 1833.
Molina (Luis I. Nombrado gobernador interino
por el pueblo de Mendoza, el 2 de enero
de 1862. Organizó su ministerio con los ciu-
dadanos Frankiín Villanueva y D. Eusebio
Blanco, y poco después formó parte del Go-
bierno como ministro el Dr. Pablo Villanueva.
Nombró comisionados para indagar y tomar
razón de los fondos, existencias y útiles per-
tenecientes al colegio. Hospital de San Anto-
nio, temporalidades de San Agustín, casa de
ejercicios, biblioteca pública, los libros del de-
partamento de policía, receptoría de rentas
provinciales; restableció la Cámara de justicia
y juzgados de primera instancia, nombrando
interinamente ciudadanos de respeto y de in-
teligencia probada. A la Sociedad de Benefi-
cencia, fundada durante el gobierno de Mo-
yano, le prestó su más decidido apoyo, en cuya
virtud las fundadoras celebraron su primera
reunión el 29 de septiembre de 1869, eligiendo
MOL
- 275 -
MON
presidenta de la Sociedad a D.' Leocadia
Bom'iat de García; secretaria, a D.' Genoveva
Vilianueva; tesorera, D." Carmen Zapata de
Corvalán, y vocales: Manuela C. de Videla,
Teresa V. de González, Ciementina C. de Ci-
vit, Paulina Serpa, Delfina V. de González
Marcó. Un mes después se eligieron nuevas
socias a Carmen C. de Ruiz, Modesta V. de
Segura, Escolástica J. de Pescara, Josefa
C. de Mayorga, Mercedes R. de Kegueira,
Anselma M. de Gutiérrez, Ro*a R. de Estre-
lla, Agustina L. de Recuero, Carmen Jordán,
Adela C. de Blanco y Josefa C. de Sosa.
Molina (Miguel E.). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 11 de septiembre de 1S39. Se pre-
sentó como soldado
voluntario el 24 de
julio de 1859; se ha-
lló en la batalla de
Cepeda, el 23 de
octubre de 1859, a
las órdenes del ge-
neral B. Mitre; hizo
la honrosa retirada
hasta San Nicolás,
y se encontró en el
combate naval en
el vapor 23 de Ma-
yo, y de allí se re-
tiraron embarcados en la escuadra del Estado
de Buenos Aires, y desembarcados en esa ciu-
dad, donde continuó sus servicios en el asedio
de la capital, en el cantón Belgrano; teniente
segundo después de Pavón, en noviembre
de 1862; en la toma de Corrientes, ocupada
por los paraguayos; en el batallón 2.° de línea,
que fué la primera fuerza que tuvo la gloria
de iniciar esa campaña (Paraguay), actuó Mo-
lina como capitán, el 25 de mayo de 1865; se
halló después en las batallas del Arroyo del
Yatay, en Uruguayana, Estero Bellaco, Tu-
yuti, Boquerón, Curupayti. En las guerras ci-
viles se halló en los combates de Santa Rosa
y Quebrachito. Ya como jefe fué nombrado
jefe de las fronteras Sur y Sud-Este de Cór-
doba. Fué encargado, en 1880, de movilizar
tropas de las fronteras de Córdoba y San Luis.
En la revolución de 1890, tomó el mando de
las fuerzas de la Casa de Gobierno, pasando
luego a la Plaza del Retiro, luego a la de la
Libertad. Inspector general de Milicias de la
capital federal y territorios nacionales en 1892,
y en agosto de 1893, nombrado comandante en
D. Miguel E. Molina.
jefe de las fuerzas de la intervención a Co-
rrienles.
Molina Ochoa (Benito). Militar. Nació en 1808.
Delegado del gobernador coronel Alejo Mé-
lica, en Mendoza, desde el 11 de diciembre
de 1847 hasta marzo de 1848. El coronel
Molina Ochoa se distinguió por su inteligente
contracción y rectitud en los puestos que des-
empeñara, tales como comandante general de
Armas, jefe de Policía, miembro de la Legisla-
tura y gobernador. Después de prolongados
servicios a la patria, rodeado de la distinción
de sus conciudadanos, pero olvidado por los
gobiernos que le sucedieron, el coronel Molina
Ochoa bajó a la tumba, en febrero de 1881.
Molino de López (combate). Dado entre el co-
ronel D. Francisco Clavero y Manuel José
Olascoaga, el 20 de noviembre de 1861 . Estaba
sitiado este último, cuando le llegaron refuer-
zos al man Jo del coronel Luis Alvarez, siendo
Clavero derrotado.
Mollinedo ^Eusebio Martínez). Militar. Nacido
en Salta, en 1794. Asistió a Vilcapujio y -4^0-
huma: sirvió a las órdenes de Güemes como
jefe de escuadrón, en calidad de ayudante ma-
yor de la plaza de Salta, asistiendo a infinidad
de combates hasta 1821, en cuyo año, con el
grado de coronel, fué uno de los que rodearon
al famoso caudillo durante sus últimos momen-
tos, en el paraje de la Higuera. A las órdenes
de Arenales combatió contra Olañeta, y luego
en la política de su provincia, por la cual se
vio obligado a emigrar a Bolivia, donde tomó
servicio al lado del general Santa Cruz, a
quien acompañó en sus campañas en la guerra
contra el Perú y Chile, hasta la derrota com-
pleta de éste en la sangrienta batalla de Yun-
gay, en 1839. Dejó de existir en la ciudad de
La Paz, el 8 de diciembre de 1841.
Mom (Pedro). Marino. Nacido en Bruselas, el 3
de abril de 1785. Vino a este país e ingresó en
la Marina de guerra, hallándose en el primer
combate naval, como oficial de mar, frente a
San Nicolás de los Arroyos; el 2 de mayo
de 1811, en la goleta de guerra ¡nuencible,
bajo el mando del comandante Azopardo. jefe
de la escuadra, combatió contra cinco buques
de guerra españoles; fué herido y conducido
prisionero. Promovido a teniente, se encontró
en la rendición de Montevideo, en 1814, a las
órdenes de Brown. Murió en Buenos Aires, el
30 de marzo de 1869.
Monasterio (Ángel). Militar. Natural de Espa-
MON
- 276 -
MON
ña, donde estudió ingeniería. Llegado a este
país, se decidió por la causa americana. oFué
el Arquimedes de la revolución de mayo, que,
aunque nacido en España, se decidió con ardor
por la causa americana, y fundió los cañones,
las bains, las bombas y los morteros que sir-
vieron para poner sitio a Montevideo.» (Mi-
tre.) Se le confió la fortificación de las ba-
rrancas del Rosario e islas adyacentes, a fin
de asegarar el dominio del rio Paraná, amena-
zado por la Marina española, en cuyo cargo
demostró su actividad y celo en favor del ser-
vicio publico, quedando listas aquéllas en me-
nos de quince días. En una de sus baterías
enarboló por primera vez el general Belgrano
la bandera argentina. Pereció en viaje a Lon-
dres, en el naufragio del buque que lo condu-
cía, en 1819.
Montañeses. Regimiento formado durante las
invasiones inglesas, por españoles de las pro-
vi nc i as montañosas, compuesto por cuatro
compañías de cincuenta hombres cada una,
que combatió a las órdenes del teniente coro-
nel D. José de la Oyueta. Este Cuerpo estaba
uniformado de chaqueta larga azul con peto,
collarín y vueltas rojas, sombrero alto con
pluma del mismo color, pantalón blanco y me-
dia bota.
Monteag^do (Bernardo de). Nació en Tucu-
mán, en 1736. Se graduó en Jurisprudencia en
la Universidad de
Charcas y comenzó
a señalarse por la
fogosidad de su ca-
rácter y por su ta-
lento, desde 1809,
en los movimientoi
revolucionarios de
La Paz. Estableci-
do en Buenos Aire»
colaboró en la re-
dacción de la Gace-
ta: fundó un perió-
dico, promovió una
asociación literaria
con miras de refor-
ma social, y con el
mismo fin dio a luz algunos artículos ori Kinales
o traducidos. En 1812 fué el alma del movi-
miento del 8 de octubre, y al año siguiente
formó parte de la Asamblea Constituyente;
poco después fué desterrado y partió a Euro-
pa, donde permaneció por espacio de dos aflos.
D. Bernardo de Monteagudo.
Vuelto al país en 1818, pasó a Chile, de cuyo
ejército le nombró auditor de guerra el gene-
ral San Martin, hallándose en el desastre de
Cancha Rayada, trasladándose en misión po-
lítica a Mendoza; interviene en el proceso de
los conjurados de San Luis, pasando de nuevo
a incorporarse al ejército de Chile, en cuyas
filas hizo la expedición al Perú, en 1820. Al
año siguiente el protector del Perú lo nombró
ministro de Guerra y Marina, y seis meses más
tarde le confió la cartera de Relaciones exte-
riores. Poco después fué desterrado de Lima,
emigrando al Ecuador, donde se unió con el
general Bo'ívar, con quien regresó de aquella
ciudad, tiendo asesinado en las calles de Lima,
en la noche del 23 de enero de 1825, en víspe-
ras de ser nombrado representante del Peni al
Congreso de Panamá. El Dr. Monteagudo po-
seía raras dotes de orador y publicista; en sus
escritos resplandece el fuego de la inspiración
y la irresistible lógica del talento. En 1917, en
la fragata-escuela Sarmiento (argentina) fue-
ron trasladados sus restos a Buenos Aires
desde el Callao. En esta ciudad rindióle ho-
nores la Escuela Naval, asistiendo además los
alumnos de las escuelas publicas y particula-
res. Al ser entregados los restos en el muelle
pronunció un conceptuoso discurso el ministro
de Relaciones Exteriores del Perú, Dr. de la
Riva Agüero.
Montes de Oca (Juan José). Notable médico.
Nacido en Buenos .\ires, en 1806. Fué un gran
cirujano, un profesor modelo. La enseñanza
era para él un culto. Destituido y perseguido
por Rosas, ejerció con éxito su profesión en el
Uruguay y en el Brasil. Regresado a la patria,
reorganizó los estudios médicos en Buenos
Aires, siendo el primer profesor de clínica qui-
rúrgico de la Facultad de Medicina, siendo
también su presidente y decano honorario. Fa-
lleció en 1906.
Montes de Oca (Manuel Augusto). Hijo del
anterior. Hombre de ciencia y político. Nacido
en la ciudad de Buenos Aires, el 15 de diciem-
bre de 1831. Emigrados sus padres, se educó
en Montevideo y en el Brasil, regresando a la
patria en 1350, donde continuó sus estudios de
medicina con un éxito brillante, mereciendo
ser nombrado director del aula de anatomía en
1852; practicante mayor, interno del hospital
de hombres y secretario del Consejo de Higie-
ne pública en 1854, recibiendo el título de doc-
tor en Medicina el 15 de diciembre de 1854.
MON
277
MON
Su tesis fué un trabajo original y de mérito, y
en el ejercicio de su profesión adquirió bien
pronto una reputación que alcanzó a la cele-
bridad, siendo un verdadero apóstol de la cien-
cia. En 1860 fué nombrado catedrático de Ana-
tomía y Fisiología, y de clínica quirúrgica y
operaciones, en 1873. Como médico y como
patriota prestó servicios en las trincheras de
esta ciudad, durante el sitio de 1S53. En 1859
fué electo diputado, revelando grandes dotes
oratorias. Desde entonces formó parte del
Parlamento durante varios períodos. En 1865
asistió a los heridos de la guerra del Paraguay
y cuatro aflos después, a los coléricos. En 1872
fué llamado a formar parte déla Convención
reformadora de la Constitución de la provincia
y tres años más tarde, promovió la reconcilia-
ción de los partidos divididos. En 1878 ocupó
el Ministerio de Relaciones Exteriores en una
situación difícil, tanto interna como externa,
revelándose hombre de Estado y un hábil di-
plomático. Abandonó ese cargo por razones
políticas al poco tiempo. Durante los sangrien-
tos sucesos de la revolución de 1880, organizó
varios hospitales de sangre. Partió luego a
Europa en busca de salud, regresando en 1882,
para terminar sus días en su ciudad natal, el 2
de diciembre de 1882. Este médico eminente,
esclarecido patriota y hábil político, fué una
personalidad nacional.
Montes de Oca (José). Militar. Empezando la
carrera a los diez y seis años de edad en 1859.
Abanderado en la batalla de Pavón; hizo la
campaña de Santa Fe, ascendiendo a teniente
segundo y ayudante mayor, en mayo de 1865.
Cuando la guerra del Paraguay no pudo ser de
los primeros en salir a campaña por encontrar-
se herido de un balazo en un hombro, con mo-
tivo de la sublevación del Tucumán, en el cuar-
tel del Retiro, a fines de 1865, el que procuró
sofocar como comandante de cuartel que era
Restablecido de su herida, se incorporó a su
cuerpo en campaña a tiempo de tomar parte
en Paso de la Patria, Estero Bellaco, batalla
de Tuyuti. Herido de bala en el pecho en esta
última batalla, fué remitido al hospital de Co-
rrientes, donde falleció el 6 de junio de 1866.
Monte Santiago (combate naval). Guerra del
Brasil. Tres buques de guerra argentinos: Re-
pública, Independencia y Sarandi, fueron ata-
cados en Monte Santiago, a la altura de la En-
senada, por una escuadra brasileña de 20 bu-
ques. Dos días duró el combate (7 y 8 de abril
de 1827), siendo hechos pedazos los buques ar-
gentinos, no sin infligir serias averías a los
buques enemigos. El República iba al mando
del capitán D. Guillermo Granville, quien fué
gravemente herido, perdiendo un brazo. El al-
mirante Brown, jefe de la escuadrilla, ordenó
al bravo teniente D. Juan King (v.) que hiciera
volar al República antes de rendirse, lo que se
efectuó. El Independencia iba al mando del
mayor D. Francisco Drummond (v.) que murió
en el combate, siendo sus últimas palabras:
«Decid al general que muero contento porque
creo haber cumplido con mi deber, que es
como un hombre debe morir...» El Sarandi, a
las órdenes del capitán D. Juan Coe, sobre
quien recayó el deber de elevar el parte oficial
de ese combate sublime y aterrador, "que ini-
ciado con la primera luz del día 7 de abril,
finalizaba al caer la noche del 8'), acción jamás
conocida ni parecida en los fastos de nuestra
historia naval, en coraje, abnegación y desas-
tre. Fué una verdadera hazaña resistir cuaren-
ta y ocho horas consecutivas a veinte buques
de porte, aptos en su mayor'a para la navega-
ción del Plata, con sólo tres leños endebles y
encallados. Los enemigos tuvieron nueoe bar-
cos maltratados y dos de ellos fuera de com-
bate.
Montoneros* Los nombres de los montoneros
que desde 1863 mantuvieron en alarma las po-
blaciones del interior, son: los titulados jefes,
Sebastián Elizondo, Santos Fernández, Aure-
lio Salazar (fusilado en la ciudad de la Rioja,
el 4 de septiembre de 1869); Santos Guayama
(muerto violentamente en la cárcel de San
Juan); Olegario Vidal, Belisario Quiroga, In-
dalecio Victo, Felipe Heredia, Fructuoso On-
tiveros (muerto en el río Seco el año 1863);
Gabriel Ontiveros, Jerónimo Agüero (muerto
en el valle Fértil, San Juan) ; Felipe Tello,
Bernardo Barboso (presos en la cárcel de San
Luis); Pedro Oyarzábal y Miguel Maldonado
(presos en la cárcel de Córdoba); Lucas Lla-
nos y Carlos Ángel (presos en la Rioja); el
ex gobernador Pío Achaval (en la cárcel de
Catamarca); Juan C. Puebla, José Carmo-
na (a) Potrillo; Cumbita, Casiano Ontiveros,
Sebastián Miranda (muertos estos tres en Las
Peñas, el 1 de noviembre de 1863); Agenor
Pacheco, G. Guemes, Simón Luengo, etc., etc.
Montoya (Pedro de). Caballero de la Orden de
Santiago. El rey en premio de sus servicios le
confirió el empleo de gobernador del Tucu-
MOQ
— 278 -
MOR
man, en mayo de 1660. Por algunos contra-
tíempos no tomó el mando basta octubre o no-
viembre de 1663. En 1670 prestó importantes
servicios en el gobierno de Valdivia, en el rei-
no de Chile, donde rechazó una invasión de
doce navios franceses que atacaron aquel puer-
to, como también el de haber prendido un es-
pía de los ingleses, Carlos Enrique Clerk, re-
mitiéndolo preso a Lima, donde diez años des-
pués, 16S0, fué ajusticiado.
Moquesrua (batalla). Los restos del ejército re-
publicano derrotado por las fuerzas españolas
en Torata, tienen forzosamente que aceptar
batalla en Moquegua, a pocas leguas de aquel
campo, el 21 de enero de 1823, y son nueva-
mente derrotados por el general Valdez, te-
niéndose que retirar con muy poca gente y en
dispersión el general Alvarado. En esta ac-
ción tomó una parte muy lucida, Pringles.
Moran (Pedro). Uno de los sesenta y tres repo-
bladores de Buenos Aires, el aflo 1580. Moran
era criollo; su padre, Gonzalo Pérez Moran,
acompañó a D. Pedro Mendoza en la primera
fundación de Buenos Aires, en febrero de 1835.
El hijo fué agraciado con dos cuartos de man-
zana en el égido de la ciudad, y una suerte de
tierra de cuatrocientas varas de frente por una
legua de fondo. El 2 de noviembre de 1584*
Moran compró a Agustín de Salazar una suer-
te de tierra en las Conchas, de 500 varas de
frente por una legua de fondo, y además, un
solar, una cuadra, una chacra, una estancia y
un huerto, que lo adquirió «por una capa de
raya medio raída, unos calzones de lienzo
nuevos, un jubón de lienzo y un coleto acu-
chillado».
Horeaa. Célebre pirata francés. Este pirata,
como otros ingleses y daneses, atraídos por
la fama de riqueza de los pueblos situados en
las márgenes del Río de la Plata, y aprove-
chándose de la falta de vigilancia de las auto-
ridades, atracaban sus buques a las costas de
los pueblos, hacían grandes carneadas, y jun-
taban grandes cantidades de cueros que iban
a vender en los mercados europeos. En Mal-
donado (Estado Oriental) desembarcó en 1720
este pirata, con un grupo de gente y cuatro
cañones. El gobernador Zabala mandó con-
tra él al capitán Echaurri, quien sorprendién-
dole le obligó a reembarcarse con pérdida de
su artillería y de todo su contrabando. Volvió
otra vez el audaz pirata, a los pocos meses,
pero es de nuevo batido por el capitán Pando
y Patino, siendo completamente destruido; se
le tomaron muchos prisioneros, y el mismo Mo-
reau fué muerto.
Moreno (Dr. José María). Nació en Buenos
Aires, el 17 de septiembre A¿ 1825. Hijo de don
José Moreno y hermano menor de los docto-
res Mariano y Manuel Moreno. Fué educado
por el jesuíta Dr. Nageste, en el Colegio re-
publicano. Ingresó en la Universidad en mayo
di 1851. Catedrático de Derecho civil. Fiscal
general del gobierno de Buenos Aires, sub
secretario del departamento de Q- ^rra y Mari-
na. Se halló en cuatro campañas de guerra, y
en las batallas de Pauón y de Cepeda. Llegó
hasta el grado de sargento mayor, pertene-
ciente a la artillería. Diputado al Congreso
Nacional en 1876. Vicegobernador de la pro-
vincia de Buenos Aires en el aflo 1S78, y go-
bernador de la misma, por renuncia del doctor
D. Carlos Tejedor, a raíz de la revolución
del año 1880. Son muy notables sus obras ju-
rídicas. Murió el 22 de marzo de 1882.
Moreno (Francisco P.). Explorador. Nació en
Buenos Aires, el 31 de mayo de 1852. En el
año 1875, a la edad
de veintitrés años,
llevó a efecto su
primera explora-
ción al río Negro,
completamente in-
vadido por los in-
dios. Poco después
recorrió las regio-
nes montañosas de
Catamarca y los
rios de Santa Cruz,
Negro y Limay,
hasta el lago de
Nahuel-Huapí, y en
1876 volvió a explorar el primero de los ríos
mencionados, subiendo hacia sus fuentes. Des-
cubrió el lago Gutiérrez, y el 22 de enero de
1880 fué hecho prisionero por las indiadas del
cacique Shaihueque; pero pudo fugarse de las
tolderías el 11 de febrero, alcanzando el día 19
del mismo la confluencia de los rios Limay y
Neuquéu. En otras exploraciones posteriores
adquirió un perfecto conocimiento de las regio-
nes de los Andes, lo que le valió el ser nom-
brado perito argentino en la cuestión de lími-
tes con Chile, y al ser designada la reina de
Inglaterra como arbitro en dicha cuestión, pasó
el Dr. Moreno a Londres para facilitar, con
D. Francisco P. Moreno-
MOR
- 279
MOR
sus conocimientos, la resolución arbitral. En
las exploraciones que realizó, recogió numero-
sas colecciones de gran valor antropológico y
arqueológico, y que fueron el origen del Mu.
seo de La Plata, que él fundó en 1877. De sus
viajes y estudios ha dado cuenta en varias pro.
ducciones suyas, entre las que figuran su libro
La Patagonia del Sur (1S79) y Viaje a ¡a re,
gión Andina de Patagonia {\896). Fundó tam-
bién el Dr. Moreno la Asociación de boy scouts
y fué vicepresidente del Consejo Nacional de
Educación. Fué miembro de las siguientes So-
ciedades : Geográfica británica , Geográfica
americana, Geográfica alemana. Antropológica
de Florencia y Alemania, y obtuvo las siguien-
tes condecoraciones: medalla de oro de la So-
ciedad Geográfica de París; ídem de la Real
Geográfica Británica; ídem de la Geográfica
Americana. Falleció en Buenos Aires, el sába-
do 22 de noviembre de 1819, a las cinco y cua-
renta de la mañana, y al día siguiente fueron
inhumados sus restos en el Cementerio del
Norte.
Moreno (Manuel). Diplomático. Nacido en la
ciudad de Buenos Aires en 1781 . En 1811 salió
de Buenos Aires
para Inglaterra
con el empleo de
primer secretario
del representante
de la primera Jun-
ta de Buenos Ai-
res, cerca del Go-
bierno británico.
Diputado a la Jun-
ta de Represen-
tantes con re-
elección sucesiva
hasta el afio 1826.
En este año des-
empeñóla cartera
de Relaciones Exteriores de la provincia de
Buenos Aires. En el año 1828 fué nombrado
enviado extraordinario y ministro plenipoten-
ciario cerca del Gobierno inglés. Por muchos
años fué director de la Biblioteca de Buenos
Aires. Falleció en el año de 1857.
Moreno (Mariano). Hermano del anterior. Esta-
dista. Abogado y escritor. Nacido en Buenos
Aires, en la calle que perpetúa su nombre, el
28 de septiembre de 1778. Cursó sus estudios
en esta ciudad, siendo su maestro el célebre
franciscano fray Cayetano José Rodríguez;
D. Manuel Moreno.
D. Mariano Moreno.
pasó por el año de 1800 a la ciudad de Charcas,
en el Alto Perú, y habiendo obtenido en aque-
lla Universidad el
grado de doctor
en Leyes, practi-
- có el Derecho y
fué recibido en la
profesión de abo-
gado por la Au-
diencia de aquel
distrito. Volvió a
su patria a fines
de 1804, y ejerció
con brillo su pro-
fesión, desempe-
ñando el cargo de
relator de la «Real
Audiencia de
Buenos Aires», conquistando bien pronto gran
reputación por sus talentos e integridad, afian-
zándolos con motivo del famoso memorial o
«representación de los hacendados», presenta-
do al virrey en 1809. Pero donde puso a prue-
ba sus talentos extraordinarios, fué como se-
cretario de la primera Junta revolucionaria de
1810, demostrando su vasta preparación y ra-
pidez para expedirse, tanto en las carteras de
Gobierno y de Guerra que tuvo a su cargo,
como en otras múltiples atenciones. Sus inicia-
tivas en las tareas del gobierno son innumera-
bles; creó la Biblioteca, batallones de Milicias,
la Policía Municipal, el primer periódico oficial,
reorganizó el Tribunal de Justicia, en fin, abar-
có todos los resortes de la administración. Este
eminente patricio contaba a la sazón sólo trein.
ta años de edad, y tenía tanto prestigio, que
inspiró recelos dentro y fuera de la Junta, y
con motivo de la desacertada disposición de la
incorporación de nueve diputados de las pro-
vincias a la Junta provisional, cuyas funciones
eran puramente ejecutivas, deseando evitar ta-
les desconfianzas presentó su dimisión, «con-
vencido de haber cumplido su deber». En 1811
fué nombrado ministro plenipotenciario ante
las Cortes del Brasil y Gran Bretaña, con la
misión de fomentar la amistad con ambos paí-
ses, embarcándose el 24 de enero de tal año,
muriendo en el viaje el 4 de marzo, a la madru-
gada, siendo su cadáver arrojado al mar
Morillo (Pablo). Español. Debió ser quien, con
una poderosísima expedición reconquistadora,
llegara al Río de la Plata. Según La Gaceta de
Buenos Aires (3 de junio de 1815), esta expe-
MOR
280 —
MOS
dición se componía de 9.694 soldados, con 438
oficiales, en 45 trasportes, escoltados por e'
San Pedro, navio de línea de 74 cañones; las
fragatas Efigenia y Diana, dos corbetas, dos
galeras, y además, doce grandes lanchones.
Formaban el cuerpo expedicionario los siguien-
tes regimientos y batallones: Dragones de la
Patria, Dragones de Fernando VII, Artillería
Real, Primero de León, Unión, Barbastro, Vic"
toria, Legión Castilla, Ingenieros y Zapado-
res, columna de Cazadores, componiendo su
Comandancia y Plana Mayor el general don
Pablo Morillo, mayor Francisco Winleser.
Ayudantes: León Artigas y Francisco Aguada,
etcétera. Esta expedición debía hacerse a la
vela en Cádiz, el 1 de diciembre de 1814; mas
no lo pudo verificar hasta el 24 de enero si-
guiente. Según el historiador colombiano Res-
trepo, el total de los hombres de la expedición
era de 10.642. Era Morillo un militar ignoran-
te y sin educación, duro por carácter y que se
dejaba arrastrar por movimientos repentinos
de cólera, desconfiado en extremo, aunque no
desprovisto de sentimientos generosos, de
franqueza y lealtad. Como general, carecía de
la ciencia necesaria y de esas combinaciones
rápidas para trazar una campafla o dirigir los
movimientos imprevistos en el campo de bata-
lla; pero tenía un valor a toda prueba, energía
y serenidad; severo sostenedor de la disciplina
y del orden en todos los ramos; se hacía que-
rer del soldado, y tales dotes constituían de
Morillo un jefe, acaso el más a propósito para
hacer la guerra en la América española, donde
sólo combatían pequeñas fuerzas.
Morón (Bruno). Nacido en Mendoza, el 6 de oc-
tubre de 1781, educándose en la misma ciudad.
Tomó parte en los sucesos de 1810. Se halló
en el segundo sitio de Montevideo, marchando
al Alto Perú, en 1815, a las órdenes de Bel-
grano, en el acantonamiento de Tucumán, en
cuya guarnición fué promovido a coronel gra-
duado, en 22 de mayo de 1819. En 1820 se le
confió en su provincia natal el mando de las
armas para oponerse al desorden y al caudi-
llaje. En agosto de 1821, el caudillo chileno
José Miguel Carrera, al frente de una monto-
nera invadió la provincia con el objeto de pe-
netrar en Chile, y el entonces general Morón
salió en su persecución, y alcanzándole cerca
de Río Cuarto, le presentó batalla; al ir a car-
gar al enemigo, costaló su caballo, lanzándolo
a tierra, y fué entonces sableado y muerto por
un montonero, desbandándose su ejército. Asf
murió este ilustre jefe, víctima de la anarquía,
el 23 de junio de 1821.
llorón (Juan Bautista). Militar. Nació en Men-
doza, el año de 1769. Revistaba en clase de
capitán, en 1810, cuando le sorprendió la re-
volución, a la que se adhirió con entusiasmo.
^ En junio del mismo año, la Junta de Buenos
Aires le confió la comisión de marchar a las
provincias de San Juan, Mendoza y San Luis,
para reunir armas y evitar su distribución en-
tre los realistas, y al mismo tiempo, con el ob-
jeto de reclutar tropa destinada a la expedición
al Perú. De vuelta de su comisión, condujo
doscientos hombres con ese destino, y al llegar
a Mendoza prendió al ministro de Real Ha-
cienda, D. Francisco Ansay, y demás cómpli-
ces que conspiraban contra el nuevo Gobierno
patrio. En 1815 pasó a prestar sus servicios al
ejército de los Andes, cuyas campañas hizo a
las órdenes del general San Martín. Por de-
creto de 8 de febrero de 1822, fué comprendi-
do en la ley de reforma militar, revistando en
la graduación de teniente coronel. Falleció en
Buenos Aires, el 14 de diciembre de 1847.
Moscoao (Ángel Mariano). Obispo. Nacido en
el año 1712. Fué el fundador del hospital
de San Andrés, en la provincia de Salta, hos-
pital que fué de gran utilidad para los enfer-
mos del ejército que en él eran atendidos, en
1812, por el padre belermita fray Mariano de
Jesús. El vecindario proporcionó entonces
250 camas. Por fallecimiento de este benemé-
rito fraile, el hospital quedó, en enero de 1819,
por orden del Cabildo, a cargo del padre fray
José Antonio de la Asunción, así como la far-
macia, la librería y todos los demás enseres.
Era el ilustrísimo obispo D. Ángel Moscoso
pastor digno por sus virtudes de los tiempos
apostólicos; visitaba personalmente, a pesar
de su débil complexión, hasta los más humildes
hogares, habiendo merecido que el Supremo
Consejo de Indias le propusiese como ejemplo
a los demás prelados de América. Falleció en
Córdoba, el 3 de octubre de 1804.
Mosaottl (Octavio F.). Hombre de ciencia. Fué
la personalidad científica italiana más desco-
llante que haya figurado en la historia de nues-
tra educación superior. Nacido en noviembre
de 1791. Se doctoró en la Universidad de Pa-
vía en Física y Matemáticas, cuando apenas
llegaba a los veinte años. Por causas políticas
emigró de su país, viniendo a Buenos Aires,
MOY
- 281 -
MUN
D. Octavio F. Mossotti.
donde reemplazó en la cátedra de Física ex-
perimental al Dr. D. Pedro Carta Aíolina (v.),
que había renuncia-
do. Mossotti hizo
las primeras obser-
vaciones meteoro-
lógicas serias rea-
lizadas en Buenos
Aires, estableció la
latitud de la ciudad
con relación a la
pirámide de Mayo;
fundó en una de las
celdas altas del
conventode Santo
Domingo (hoy ba-
sílica del Rosario) el primer Observatorio As-
tronómico que se tuvo en la República después
del rudimentario del P. Buenaventura Suárez;
escribió una Memorií sobre el clima argenti-
no; fué nombrado ingeniero del departamento
topográfico creado por Rivadavia. De vuelta
a su patria, en 1834, dejó aquí un plantel de
discípulos agradecidos que le recordaron siem-
pre con cariño y supieron aprovechar, no sólo
los conocimientos que de él recibieron, sino
también el ejemplo de su vida noble, austera y
laboriosa.
Hoyano (Juan Comelio). Primer gobernador
constitucional de Mendoza, en 20 de abril de
1856. Su gobierno fué una serie de contratiem-
pos y de golpes de Estado, y no obstante, ja-
más se había visto a Mendoza en un estado de
movimiento intelectual y de labor. Se preocu-
póde reglamentar la Justicia, Hacienda, .Minas,
ramo de aguas. Agricultura, cárcel penitencia-
ria, etc., etc. Durante su gobierno se descu-
brió—marzo de 1S56 — el mineral de Payen. «El
día 5 de diciembre de 1S55, 10 ciudadanos
mendocinos, a saber: D. Juan Troncoso, don
Santiago Ormazabal, alférez; D. Juan Seguel,
D. Ramón Ponce, D. Ignacio Troncoso; don
Damián Bustos, D. Andrés Funes, D. .Manuel
A. Abacá; peones: Juan José Abacá y Teodo-
ro Rojas, y administrador de víveres y socio
D. Lino Guiflazü, se lanzaron en secreto, sin
tener en vista el gran peligro que les amena-
zaba, tanto por los naturales salvajes como
• por la escasez de %nveres que sus limitadas fa-
cultades no les permitía hacerlo, y admitiendo
las instrucciones del coronel D. Juan de Dios
Videla, un oficial del cuerpo de éste (Seguel),
baqueano, armas, municiones, se marcharon
del fuerte de San Rafael, a guisí de descubri-
dores del Nuevo Mundo, despidiéndose de to-
dos sus amigos y de lo más caro que el hombre
puede tener, cual era sus familias. Cuando ha-
bían cumplido tres meses y cinco días, y cuan-
do todos creían que aquellos beneméritos ciu-
dadanos hubieran ya perecido todos al furor
de los salvajes de aquellas apartadas regiones,
o de los elementos, se les ve de vuelta, llenos
de alegría, felicitándose de haber podido ven-
cer con su constancia los inconvenientes que
la Naturaleza les oponía, y trayendo las mues-
tras de los metales descubiertos en el mencio-
nado Payen, como de las vetas de que se con-
tiene, que no constaban ni de la octava parte
de los que aun faltaba por descubrir. El mine-
ral está situado en los cerros que se extienden
a la falda oriental del Payen, frente a las con-
fluencias de los nos Grande y Barrancas. La
naturaleza de que está formada la localidad va
indicada en el mismo nombre del Payenmahui-
da: mahuida, cerro, -^ Payen, cobre.» El go-
bernador, general .Moyano, falleció en la no-
che del 24 al 25 de marzo de 1859, repentina-
mente.
Mnfiecas Ildefonso Escolástico). Sacerdote.
Nacido en Tucumán, en 1776, pasando a Cór-
doba a estudiar Teología y Derecho canónico.
Se doctoró en la Universidad de esa provincia
en el aflo 1789, y al regresar de ese estableci-
miento recorrió el Alto Perú, partiendo des-
pués a Europa, donde completó su vastísima
educación, k su regreso, como capellán, se
puso a las órdenes de un alto personaje que
debía pasar al virreinato del Perú. Con este
motivo atravesó nuevamente las provincias de
aquel país, visitó el Cuzco y llegó a su capital,
en la que le fué conferido el curato de la Ca-
tedral. Ejercía ese cargo cuando tuvo lugar la
gran insurrección, y combinó entonces el plan
general de levantamieqto, hasta que en 1814
fué denunciado y procesado como revoluciona-
rio; pero en el mismo año, el 20 de agosto,
ocupó a Puno la columna del coronel Pinedo,
cuyo secretario y capellán fué .Muñecas, rin-
diendo su guarnición. Hombre de inteligencia
y acción, se hizo notar, desde luego, como uno
de los más ardentes tribunos de la revolución.
Retirado de La Paz a los bosques de Larecaja,
logró sublevar en masa a todos los habitantes
de la comarca, a los que gobernaba bajo su
doble autoridad de sacerdote y caudillo. Sos-
tuvo a su republiqueta hasta 18l5, hostilizando
MUÑ
a los realistas y sublevando a otras provincias;
hallándose en Titicaca estrechado por fuerzas
realistas, fué derrotado en Colólo el 27 de fe-
brero de 1S16, y poco después, tomado prisio-
nero y enviado al Cuzco, para ser ahorcado
allí; pero fué muerto en el camino, al llegar al
Desaguadero, el 7 de julio de 1816.
Muñecas (Juan Manuel). Patriota argentino.
Hermano del anterior. Era, lo mismo que su
ilustre hermano, natural de Tucum.ln, y estaba
avecindado hacía largo tiempo en el departa-
mento de La Paz. Desempeñaba desde el año
de 1810 el empleo de subdelegado de Larecaja,
y desplegó desde entonces un celo patriótico
y un ardor militar digno de la causa que de-
fendía. En vísperas de Hiiaqui, dirigió a los in-
dios de su partido una proclama que revela el
entusiasmo y decisión de su carácter animoso,
con el que fué consecuente hasta el fin de sus
días.
Huñiz (Francisco Javier). Hombre de ciencia.
Nació el 21 de diciembre de 1795, en el partido
de San Isidro, provincia de Buenos Aires. Cur-
só sus primeros estudios en esta capital, ingre-
sando, en 1807, en el regimiento de «andaluces»
en clase de cadete, y a pesar de su corta edad,
se batió dicho año contra las tropas inglesas
en los corrales de Miserere, en las guerrillas
de la plaza Victoria y en algunas calles de la
ciudad, siendo herido en una de ellas. Pasados
estos acontecimientos, dejó la carrera de las
Armas, ingresando al colegio de San Carlos.
Estudió luego Medicina, apareciendo como mé'
dico, en 1821, en la guarnición de Patagones;
cuatro años después marchó como cirujano al
cantón de Chascomús. En 1826, el presidente
Rivadavia le expidió el despacho de médico y
cirujano principal, figurando luego a la cabeza
del Cuerpo médico durante la guerra contra el
Brasil y en la batalla de Ituzaingú. Cúpole al
doctor Muñiz el honor de presidir la apertura
de la cátedra de Obstetricia, que dictó hasta
1850. En Lujan se dedicó algún tiempo a estu-
dios de Geología y Paleontología. Asistió tam-
bién en esa villa al general Paz, prisionero a
la sazón. Derrocado el tirano, presidió la Fa-
cultad de Medicina; en 1850 marchó a la cam-
paña de Cepeda como cirujano mayor del ejér-
cito porteño, en cuya batalla fué gravemente
herido y apresado; mereció .ser recomendado
en el parte por el general Mitre. En la guerra
de! Paraguay, asistió a las batallas de Yatay
y Uruguayana, como cirujano, disponiendo el
282 - MUR
general Mitre su permanencia en Corrientes
al frente de los hospitales, puesto que desem-
peñó hasta 1863. Sus obras médicas, literarias
y geológicas son innumerables, como también
sus nombramientos, despachos, títulos, diplo-
mas y con Jecoraciones de las principales Socie-
dades científicas americanas y europeas. Falle-
ció en Buenos Aires, el 17 de abril de 1871.
Murature (José). Marino. Nació en Genova, en
1801, y llegó a Buenos Aires en 1828, alistán-
dose en la escuadra de Brown, durante la gue-
rra del Brasil. Después se dedicó a la marina
mercante, prestando grandes servicios a los
emigrados durante la tiranía, conduciéndolos
en su goleta Eletta a la costa oriental. Entre
otros patriotas notables transportó a la vecina
orilla al Dr. D. Valentín Alsina. Derrocada la
tiranía, sirvió como militar en la escuadra, con-
firiéndosele el grado de sargento mayor y el
comando de su buque Eletta, comprado por el
Gobierno y armado en guerra, con el que tomó
parte en las contiendas navales de la organiza-
ción de la República. En 1859, como jefe de la
escuadra de la Confederación, forzó el paso de
las baterías del Rosario, y estando en obser-
vación frente al Paraná, se sublevó la marine-
ría y fué tomado prisionero por el general Ur-
quiza. El 2 de enero de 1865 concurrió al sitio
de Paysandii con la escuadra a su mando para
proteger los intereses argentinos, consiguiendo
salvar de la muerte a un crecido número de
prisioneros, y el 20 de mayo del mismo año,
partió con el Guardia Nacional, nave capitana,
a reunirse a la escuadra brasileña y tomar par-
te en la guerra del Paraguay, cubriéndose de
gloria en el paso de las Cuevas, en el de la
Patria, Cerrito, Curuiú y demás acciones na-
vales libradas hasta 1870, año en que concurrió
con la escuadra a sofocar la rebelión de López
Jordán. En lís74 fué dado de baja por la revo-
lución de ese año, debido a su estrecha amistad
con el general Mitre; cuatro años después, con
motivo de la tirantez de las relaciones con
Chile, se le confió el mando de la división naval
del Sud, para hacer respetar los derechos ar-
gentinos, cumpliéndola con todo éxito. Murió
con el grado de coronel.
Murgiondo (Prudencio). De Vizcaya. Se halla-
ba en Buenos Aires en 1806, cuando fué elegi.
do para mandar el regimiento de infantería de
Milicias de «asturianos y vizcaínos'), de 446
plazas, para rechazar la primera invasión in-
glesa. En 1807 también comandó el expresado
MUS
- 283 —
MUS
Cuerpo, abandonando el cargo de piloto de
altura del Río de la Plata. Posteriormente es-
tuvo al frente del regimiento de «voluntarios
del Río de la Plata», Cuerpo que prestaba ser.
vicios de guarnición en la ciudad de Montevi-
deo cuando se produjo el estallido popular
del 25 de mayo de 1810, a cuyo movimiento se
adhirió, combatiendo por sus principios en los
campos de batalla. El 6 de octubre de 1813 fué
promovido a teniente coronel graduado y a co-
ronel de igual clase el 3 de enero de 181-4.
Nombrado jefe del regimiento de Granaderos,
se halló en el sitio y rendición de Montevideo,
entrando al frente de su regimiento en la ciu-
dad sitiada el 23 de junio de 1814. Con fecha 2
de agosto del año siguiente se le acordó la
efectividad del grado de coronel e hizo la cam-
paña contra el caudillo Artigas, que se había
declarado en completa rebelión contra las au-
toridades argentinas, sembrando la anarquía y
el desorden. Posteriormente hizo las campañas
navales durante la guerra contra el Imperio del
Brasil, a las órdenes de Brown, hallándose en
la defensa de Patagones, combate de Monte
Santiago, siendo hecho prisionero y conducido
a Montevideo. Permaneció preso quince me-
ses, y más tarde fué asesinado.
Hnsters (F.). Inglés. Audaz explorador que por
primera vez cruzó la Patagonia de Sud a Nor-
te, desde Punta Arenas hasta el río Negro.
Con el objeto de llevar a buen término ese via-
je extraordinario, se entregó por completo du-
rante un año a la merced de una tribu de indios
tehuelches, sin esperanza de poder más tarde
librarse de ellos y comunicar con otras perso-
nas. Los indios lo trataron espléndidamente,
pero a su modo: le dieron un gran quillango
de guanaco y botas de potro para cubrir su
cuerpo y sus pies cuando se acabaron sus ro-
pas y su calzado; carne y agua todos los días;
buen fuego y muchos perros a su alrededor en
las noches crudísimas de invierno para que no
muriese de frío. Dada la índole especialí-ima
de la caravana a que iba agregado y que im-
primía curso opuesto a los deseos del valeroso
explorador, éste comprendió bien pronto que
era imposible realizar su proyecto de hacer re-
velamientos topográficos. Además, sus instru-
mentos estaban rotos y descompuestos y no te-
nía papel en que escribir. No obstante, Mus-
ters, a quien la Naturaleza había dotado de un
ánimo siempre fuerte y de excelente memoria,
se dedicó a observar las costumbres de sus
compañeros. Así fué, que al regreso de este
viaje increíble escribió un libro de mucho valor
literario e interesantísimo como trabajo des-
criptivo, aunque con algunos errores. Después
de catorce meses Musters llegó a Carmen de
Patagones; pero en un estado sumamente dé-
bil y envuelto en pieles como un salvaje. Don
Francisco Moreno, en su mapa de la Patago-
nia, ha dado el nombre de Musters a un lago o
laguna del Chubut, gemela de la laguna Col-
hué. Falleció este intrépido explorador en 1827,
tres años después, a causa de las enfermeda-
des contraídas en su exploración.
DICCIONARIO HISTÓRICO Y BIOGRÁFICO
DICCIONARIO
HISTÓRICO Y BIOGRÁFICO
DE LA
REPÚBLICA ARGENTINA
POR
JULIO A. MUZZIO
TOMO SEGUNDO
BUENOS AIRES
LIBRERÍA «LA FACULTAD. DE JUAN ROLDAN
436, FLORIDA, 436
1920
Imp. de A. Marro.— San Hermenegildo, 32 dupd."— Madrid.
N
Navarro (combate). Guerra civil. El 9 de di-
ciembre de 1828 tuvo lugar este combate. La
revolución del 1 de diciembre de 1828 obligó al
gobernador de Buenos Aires, coronel D. Ma-
nuel Dorrego, a huir Je la ciudad con dirección
al Sud de la provincia de Buenos Aires. Allí
se junta con el comandante general de Milicias
D. Juan Manuel Rosas, reúnen inmediatamen-
te como 2.000 y marchan hacia el Norte bus-
cando la incorporación de Pacheco, que tenía
algunas fuerzas; pero antes que esto sucedie-
ra, Lavalle, que había corrido en su busca y
alcanzado en Navarro, lo ataca y lo derrota
completamente, pues los milicianos, sin organi-
zación alguna, no pueden resistir a las fuerzas
veteranas de Lavalle; Dorrego y Rozas, acom-
pañados de algunos otros parciales, siguen en
su fuga con dirección al Salto, buscando siem-
pre la incorporación del coronel D. Ángel Pa-
checo (v.).
Navarro (José). Electo gobernador de San Juan
por la Legislatura, el 12 de septiembre de 1825,
a consecuencia de la renuncia del Dr. D. Sal-
vador María del Carril. En octubre se declaró
dictador, con facultades extraordinarias, cu-
yas funciones ejerció por seis meses hasta el 6
de marzo siguience, habiendo cesado en el go"
bierno el 12 de dicho mes. El gobernador Na-
varro introdujo en la provincia muchas mejo-
ras, gobernando con tinoy regularidad en cuan-
to lo permitían la época y las circunstancias, y
como la provincia quedara en una triste situa-
ción por la superstición y el fanatismo religio-
so, llegando hasta la estupidez el Gobierno de
Navarro de expedir un decreto prohibiendo el
ingreso de ningún eclesiástico secular o regu-
lar sin previa licencia del Gobierno.
Navarro (Julián). Sacerdote. Natural de Buenos
Aires, en 16 de febrero de 1777. Cursó sus es-
Dicc. HiST. BioQR.
tudios en el Colegio de San Carlos y se gra-
duó de doctoren Teología, en 1801, en Córdo-
ba. Siendo sacerdote se le confió el curato de
la villa del Rosario de Santa Fe, cargo que des-
empeñó desde el año 1809 hasta el 1814. Su pa-
triotismo era tal, que en vísperas del combate
de San Lorenzo, se presentó como voluntario
al coronel San Martín, sin desampararlo du-
rante el combate, por lo cual fué recomendado
en el parte de la acción... «el esforzado y be-
nemérito párroco Dr. t^avarro se presentó
con valor, animando con su voz y suministrando
los auxilios espirituales en el campo de bata-
llan En 1814 fué nombrado cura excusador de
la parroquia de San Isidro, provincia de Bue-
nos Aires; cargo que desempeñó por breve
tiempo, siendo nombrado en 1816 capellán del
regimiento de Artillería. En 1817 formó en el
ejército de los Andes y pasó a Chile, donde le
fué confiado, en 1819, el cargo de rector del
Seminario de Santiago. Llegó a la categoría de
canónigo de la Catedral. Este orador notable
terminó sus días en Chile, el año de 1854. En la
galería de retratos del Museo Histórico Nacio-
nal, de esta capital, se exhibe el suyo.
Navarro (Manuel J.). Gobernador de Catamar-
ca, de 1S46 a 1852. Tuvo por ministros sucesi-
vamente a D. Pedro José Segura y a D. Pedro
Centeno. Inició su administración establecien-
do las autoridades civiles y militares de la pro-
vincia, y regularizando el sistema de gobierno
del mejor modo posible en aquellas azarosas
circunstancias, en que dominaba una sola vo-
luntad: la de Rosas. Luego que hizo circular
su nombramiento ofreciendo garantías perso-
nales y seguridad a los bienes e intereses de
los denominados unitarios, hasta entonces se-
cuestrados y confiscados de todas partes, co-
menzaron a afluir los proscriptos, regresando
19
NAV
a sus hogares confiando en el gobierno de Na-
varro, quien realizó lo que había prometido.
La industria, muerta casi, principió a desarro-
llarse; el comercio, a progresar, y tanto los
denominados unitarios como los pseudosfede-
rales, se entregaron al trabajo con libertad y
confianza. Púsose la primera piedra fundamen-
tal de la educación de la juventud, fundándose
el Colegio de estudios superiores de La Mer-
ced, el mismo que hoy existe como Colegio na-
cional. Nuevamente gobernador interino, desde
el 10 de noviembre hasta el 10 de diciembre
de 1869, preocupándose de la creación de es-
cuelas en los diversos puntos donde no las
había.
Navarro (Octaviano). Militar. Primer goberna-
dor constitucional de Catamarca, desde 1856
a 1859. Concluyó con todas las divisiones de
los partidos políticos. Realizó varias obras de
publica utilidad; una de ellas fué la fundación
de la Sociedad de Beneficencia (1857). Apareció
durante su gobierno el primer periódico El
Ambato, y a D. Calixto Ferreira le cabe la
gloria de ser el primer tipógrafo de Catamar-
ca. Después de haber hecho en la provincia
mucho bien en el sentido del progreso moral y
material, Navarro entregó el mando a su suce-
sor, D. Samuel Molina. Murió en la ciudad de
Catamarca el 19 de enero de 1S84, cuando aca-
baba de ser elegido senador al Congreso Na-
cional.
Navarro de Velasco (María Fernanda). Pa-
tricia argentina de la independencia. En 1807
ofreció dos de sus hijos y tres esclavos, para
que fuesen enrolados en el ejército, y los vis-
tió y mantuvo durante todo el tiempo de la in-
vasión inglesa. Ofreció además, con una abne-
gación y desprendimiento dignos del mayor
elogio, sus joyas nupciales para ayudar a los
gastos de la guerra.
Navarro Viola (Miguel). Notable jurisconsulto
y publicista. Nació en Buenos Aires, el 29 de
septiembre de 1830. Publicó £"/ P/a/a cienlifico
y literario, periódico de alta importancia para
las letras americanas. Ha sido también direc-
tor de la famosa Revista de Buenos Aires. Pu-
blicó más de sesenta obras, entre originales y
traducciones. Era un escritor muy fecundo,
crítico distinguido y altamente estimado como
jurisconsulto. Falleció en 1890.
Nazar (Benito). Militar. Nacido en Buenos Aires,
el 12 de mayo de 1801, y muy joven empezó su
carrera. Estudió en la Academia de Matemá-
286 - NAZ
ticas. En la guerra del Brasil asistió a la bata-
lla de Ituzaingó y a las demás acciones de gue-
rra de esa campaña. Teniente coronel en 1835,
fué dado de baje por Rosas, «por no merecer
la confianza del Gobierno», dándosele su casa
por cárcel, sin más motivo que e! de estar sin-
dicado de ser enemigo del Gobierno. Derroca-
da la dictadura, fué electo diputado a la Legis-
latura de Buenos .Mres en 1858, y nombrado
ministro de Guerra y Marina por decreto de 27
de noviembre de 1859 del gobernador Llava-
llol. En el mismo año tomó parte en la campa-
ña de Cepeda, como jefe de Artillería, y dos
años después en la de Pavón. Revistaba con la
graduación de general de división cuando le
fué concedido el retiro. En 1865 ofreció sus
servicios para marchar a la campaña del Para-
guay, que le fué denegado en atención a su
edad. Falleció en Buenos Aires, el 16 de sep-
tiembre de 1886.
Nazareno (combate del). El coronel D. Eusta-
quio Díaz Vélez, al frente de la vanguardia
del pequeño ejército patriota que operaba en
el Alto Perú, presenta combate al jefe realista
coronel Picoaga en la quebrada del Nazareno,
a la margen derecha del río Suipacha, el 12 de
de enero de 1812, siendo derrotadas las fuer-
zas republicanas.
Nazarre (Alejo). Nació en Buenos Aires. Sirvió
con un empleo elevado en las Reales Cajas de
Mendoza, desde la época de coloniaje hasta
desempeñar el cargo de ministro de Real Ha-
cienda. El año diez se pronunció abiertamente
por la causa de Buenos Aires. El 16 de abril
de 1812, siendo ministro del Gobierno de Men-
doza, celebró un parlamento con los indios en
la frontera Sud en el fuerte de San Carlos, a
fin de que reconocieran al Gobierno patriota,
haciéndoles algunos donativos en nombre de
éste. En reemplazo del teniente coronel Bola-
ños, fué nombrado teniente gobernador de
Mendoza, cargo que desempeñó hasta noviem-
bre de 1813. Asistió el 21 de abril de 1815 al
Cabildo abierto que eligió gobernador de Men-
doza a San Martín.
Nazca (combate). 15 de octubre de 1820, en el
Perú. En los alrededores del pueblo de este
nombre, durante la primera expedición del
ejército libertador a La Sierra, el teniente co-
ronel argentino Manuel Rojas venció a una
columna realista, mandada por el marqués de
Quimper. La caballería argentina, dirigida por
Lavalle, y sostenida a la distancia por su in-
NEC
- 287 -
NUÑ
D. Mariano Necochca.
fanteria, atacó a gran galope el campo realista,
Borprentliéndolo y haciéndole 41 muertos,
88 prisioneros, entre ellos ocho oficiales, et-
cétera.
Necochea (Mariano). Nació en Buenos Aires,
el 7 de septiembre de 1792. Hizo sus estudios
en España. Entró
como alférez en
Qranaderosa caba-
llo, hallándose en
San Loreneo. En
1814, en Venta y
Media, dio pruebas
de un valor legen-
dario, escapándose
de una partida de
españoles que lo
habían cercado
mientras se hallaba
acampado con una
pequeña fuerza de
50 hombres. Se halló también en las batallas de
Chacabuco. En Cancha Rayada fué uno de los
pocos jefes que lograron salvar del general
desorden el Cuerpo de su mando, y el 5 de
abril de 1818 contribuyó a la gloriosa victoria
de Malpú. Coronel en 1822, y en el mismo año
marchó al Perú. Por su comportamiento en el
sitio del Callao obtuvo el grado de general de
brigada. Se)\a\\6 e.v\ Junin, donde fué herido
y aclamado general de división en el campo de
batalla. Fué director de la Casa de Moneda en
Lima. Desterrado por Bolívar, regresó a su
patria, en 7 de enero de 1827. oEste valiente
jefe, dice Domínguez, sintiendo aquel golpe
en el fondo de su alma generosa, devolvió al
Gobierno peruano sus despachos y los docu-
mentos de crédito que había recibido en re-
compensa de sus servicios, diciendo que del
Perú no quería llevar más que sus heridas.»
Murió en Miraflores, pueblo cerca de Lima, el
2 de mayo de 1849.
Nes^ón (Diego Marín de). Gobernador del Río
de la Plata, de 1609 a 1615. «Una de las pre-
ocupaciones que más atormentaban al Consejo
de Indias y a la Casa de contratación de Se-
villa, era el temor de que se introdujesen ex-
tranjeros en el Río de la Plata, y que, insti-
gados los vecinos por el contrabando que ya
comenzaba a hacerse, les diesen asilo, los
ocultasen o negociasen con ellos. Llegó a tan
bárbaro extremo este celo, que el gobernador
Negrón, mandado de España durante la visita
de Alfaro, promulgó en 1610 (25 de marzo),
por medio de un bando, a voz de pregonero,
en todas las esquinas de la ciudad, las órdenes
por las cuales mandaba el rey que se castigase
con pena de muerte a todo extranjero que fur-
tivamente se introdujese en la provincia, y
también la misma pena al vecino o persona
que le diese asilo o lo ocultase. Este es otro
síntoma digno de señalarse entre los gérmenes
de las evoluciones económicas del porvenir.»
Murió en 1615.
Ne^otto (Salvador). Educacionista. Dedicó
casi medio siglo de su existencia a la educación
en las Repúblicas Argentinas y del Uruguay,
en una serie interminable de colegios que si-
guieron la estela de su vida, siempre poco có-
moda. Cuando el general Garibaldi emigró a
Montevideo, halló allí a Negrotto en una pobre
casa, dedicado a educar unos cuantos niños; y
las mutuas penalidades que pasaron cuando el
sitio y la confraternidad de las armas, los hi-
cieron grandes y sinceros amigos. Esta re-
lación duró hasta la muerte misma del ilustre
patriota italiano. Sarmiento y muchos hombres
distinguidos ayudaron siempre a Negrotto y a
su hermano político D. Guillermo Parody (v.),
en sus proyectos, considerando que eran ex-
tranjeros que mucho bien hacían al país. Fa-
lleció en Buenos Aires.
Nicolorlch (Pedro). Capitán de Granaderos del
batallón santafecino. Ilustrado periodista, ciu-
dadano austero y valiente militar, muerto en
la ciudad de Corrientes, después del desgra-
ciado asalto de Curupayti (guerra del Para-
guay), a consecuencia de una herida de bala.
Nono. Pueblo de indios de las encomiendas del
Tucumán, situado en el valle del mismo nom-
bre, en la jurisdicción de Córdoba; numeroso
en su tiempo.
Núñez (Ignacio). Escritor y periodista. Nació
en Buenos Aires, el 30 de julio de 1792. En
1806 empezó a servir en calidad de cadete, lle-
gando hasta capitán. En 1813 fué nombrado
oficial primero de la secretaría del Congreso
Constituyente. En 1814 fué interinamente mi-
nistro de Guerra y Marina, en Montevideo.
Fundador y miembro de la Sociedad literaria
de Buenos Aires, en 1822, y en 1825 secretario
de la Legación argentina. En 1829 diputado a
la Legislatura de Buenos Aires. Redactó el
Argos, en varias épocas; El Nacional, El Cen-
tinela, etc. Publicó algunos trabajos litera-
rios.Durante la tiranía fué preso, 1837. Mu-
NUN
288 -
NAE
rió en Buenos Aires, el 22 de enero de 1846.
Núñez del Prado (Juan). Gobernador de la
antigua provincia del Tucumán, desde 1547
hasta 1553. De orden del licenciedo Sebastián
Vaca de Castro, gobernador del Perú, el ge-
neral Núflez del Prado fundó cerca de la Sie-
rra, en 1549, una ciudad que llamó del Barco,
en obsequio de Pedro de la Gasea, que era del
pueblo de este nombre, cerca de Avila, y des-
pués de haber sometido a los belicosos lules, a
los juries del Río Salado (Santiago), a los dia-
guitas del valle de Catamarca (Londres y San
Juan de la Ribera) y los pueblos de la Sierra,
fué depuesto en la ciudad fundada por él, por
el capitán Francisco Aguirre, teniente de Pe-
dro de Valdivia, y remitido preso, bien custo-
diado, con una escolta de cincuenta soldados
al reino de Chile.
Naembé (batalla). El 26 de enero de 1871. Ló-
pez Jordán había entrado en Corrientes al
frente del ejército con que resistía la interven-
ción nacional en Entre Ríos, a consecuencia de
los sucesos sangrientos del 11 de abril de 1870.
El gobernador de aquella provincia, coronel
D. Santiago Baibiene, comandante de las fuer-
zas nacionales y provinciales, consigue ven-
cerlo y ponerlo en completa derrota, en Naem-
bé, contando apenas una mitad del número de
las fuerzas del caudillo entreriano. López Jor-
dán dejó en el campo muchos muertos y prisio-
neros, todo su parque y artillería, etc. Con
esta derrota concluye la primera rebelión de
este jefe de Entre Ríos. Tomó una parte muy
activa, eficaz y digna de mención en esta ba-
talla, elcomandante entonces, D. Julio A. Roca.
Naembé Viene. áeañá{e\ diablo), rembé {\sb\o),
labio del diablo. Llámase así a una planta espi-
nosa parecida a la zarza.
o
Dr. D. Manuel Obarrio
Obanio (Manuel). Abogado. Nació en 1836,
cursando sus primeros estudios en e! colegio
americano, para
estudiar y gra-
duarse luego de
abogado en la
Universidad, don-
de obtuvo el títu-
lo a la edad de
veinte años, mere-
ciendo las felici-
taciones del Tri-
bunal. En 1860 fué
designado secre-
tario general de
la Convención del
Estado de Bue-
nos Aires que debía revisar la Constitución
de 1853, en virtud del pacto del 11 de sep-
tiembre. Siete años más tarde fué electo di-
putado a la Legislatura de la provincia, ocu-
pando la banca durante tres períodos, para
luego pasar a otra del Senado, que ocupó du-
rante dos períodos. Formó parte de la Con-
vención Constituyente de 1873; en 1872, pro-
fesor de Derecho comercial y penal de la Uni-
versidad de Buenos Aires, habiendo sido nom-
brado académico de la Facultad de Derecho y
Ciencias Sociales cuando ésta se fundó. Fué
varias veces decano; presidente de la Acade-
mia de Derecho, reelegido durante dos perío-
dos. En 1911 fué electo presidente de la Co-
misión municipal de la capital, ocupando varias
veces la Intendencia municipal. A su falleci-
miento ocupaba el cargo de director del Banco
Hipotecario Nacional, para el cual fué electo
en 1908 y reelegido en varias ocasiones. Entre
las numerosas obras de que es autor el doctor
Obarrio figuran las siguientes, de las cuales
algunas en colaboración: Código de comercio
argentino concordado y comentado. Curso de
derecho comercial, Breves explicaciones sobre
quiebras, Lecciones de derecho penal, Estudio
sobre las quiebras, Proyecto de código de pro-
cedimientos en materia penal para los tribuna-
les nacionales de la república (este proyecto
fué sancionado por la ley de 17 de octubre de
1888 con pequeñas modificaciones). Códigos
militares, comprendiendo la ley de organiza-
ción y competencia de los tribunales respecti-
vos, en vigor; Reformas al proyecto de código
de procedimientos en materia civil y comer-
cial, redactado por los Dres. A. Alcorta y
E. 8. Zeballos; Proyecto de código de proce-
dimientos en materia penal para la provincia
de Buenos Aires, Proyectos de ley sobre la or-
ganización de la justicia federal, de la justicia
ordinaria de la capital y de los territorios na-
cionales, Sobre enjuiciamiento de magistra-
dos, etc., etc. Falleció en San Isidro, provin-
cia de Buenos Aires, el viernes 27 de diciem-
bre de 1918.
Oberáa (el profeta). «Un indio guaraní, bastan-
te ladino y charlatán, había recibido algunas
ideas teológicas en la sacristía de un curato; de
pronto comenzó a tener revelaciones de tal
género, que engañaron y fanatizaren al mismo
cura que lo había educado. Se dio el nombre
de Oberáa, que en su lengua es «resplandor
del sol», y alborotó los campos predicando la
guerra santa contra los españoles (que bien
pudo llamarse la guerra justa), presentándose
como el profeta Mesías de la raza. Garay sa-
lió contra ellos, y al fin los exterminó. > Sigue
el Dr. López: «Este Oberáa era un cacique
convertido al cristianismo desde niño, dotado
de un talento extraordinario y de un genio lle-
no de inspiración y poesía. Al profundo cono-
OBE
- 290 -
OBL
cimiento que tenía de las antiguas creencias y
tradiciones de su raza, había unido y combina-
do a su modo un artificioso sistema de los mis-
terios y de la teología cristiana que había oído
a los curas doctrineros, y sobre todo a uno de
ellos, llamado fray Martín González, que creía
en los milagros, en la transmigración de las al-
mas y en la encarnación del espíritu santo en
el alma de los niños destinados a ser profetas,
sin que en ellos tuvieran parte los padres. El
discípulo guaraní del cura hacía tales prodigios
en su adelanto, y mostraba tan admirable ta-
lento para discurrir con un lenguaje lleno de
luz y de poesía materias como éstas, que poco
a poco enloquecen a los que las elaboran y
abruman al que les da entrada en su razón,
que el cura mismo se dejó dominar por la fan-
tástica locuacidad del indio. Comenzaron los
sueños y las revelaciones de Dios, y alrededor
del profeta vinieron los creyentes de su raza
con ese remolino vertiginoso de las ideas y de
las adhesiones que producen al fin un movi-
miento social de insurrección cuando las tribus
o pueblos que entran en él están oprimidos
por otra raza extraña. El efecto luminoso del
talento y de la locuacidad del profeta le mere-
cieron el nombre de «resplandor del sol», y
como las divagaciones del espíritu no tienen
fin una vez que toman por tema lo infinito, y
forjó la teoría de que Jesús había dicho que
era hijo de Dios para redimir a los oprimidos
de su raza, pero que cada pueblo oprimido re-
cibiría también un hi/o de Dios, hermano me-
nor de Jesús, producido por la luz divina, y
que él era ese Oberáa de la raza guaraní. Lo
singular es que el cura fray Martín no sólo
creyó, sino que se hizo satélite del milagroso
profeta. Alrededor de él vinieron brujas y bru-
jos de las viejas creencias guaraníticas y del
culto de la «serpiente», que adoraron al nuevo
profeta. No tardó en producirse el alzamiento
general de toda la provincia del Guayrá. Los
insurrectos levantaron reductos y fortificacio-
nes donde se atrincheraron y centralizaron el
gobierno de su profeta. Pero vino D. Juan de
Garay con su caballería y sus arcabuceros, y
todo aquello acabó por una espantosa catás-
trofe, tanto más reñida cuanto que no sólo se
trataba de castigar la insurrección, sino el sa-
crilegio y la herejía, «abominación de abomi-
naciones». Oberáa y el cura fray Martín se
metieron en el interior del Chaco y no se vol-
vió a saber de ellos.
Obispado de Buenos Aires. El 12 de mayo
de 1622, en virtud de una bula expedida por el
papa Paulo V en 1620, a petición del rey Feli-
pe III, se erige en catedral la iglesia mayor de
Buenos Aires, siendo su primer obispo fray
Pedro de Carranza (v.), de la Orden del Car-
men Calzado, y natural de Sevilla.
Obligado (combate). Bloqueados los puertos
de Buenos Aires por la escuadra anglofrance-
sa, teniendo en su poder la isla de Martín Gar-
cía, y libre la navegación del Uruguay, trata
también de dominar el río Paraná para poner-
se en contacto y llevar auxilios a la ciudad de
Corrientes, que estaba en guerra con el go-
bernador Rosas, y franquear a la plaza sitiada
de Montevideo, su aliada, el comercio del Pa-
raguay y del litoral argentino. Una gran expe-
dición de buques mercantes se apronta; pero
el paso del rio está cortado en la Vuelta de
Obligado por barcos acoderados de costa a
costa y sujetos por tres cadenas, y cuatro ba-
terías y un bergantín dispuestos para la defen-
sa. El 20 de noviembre de 1845, once buques
ingleses y franceses, con 113 cañones de nue-
vo sistema, de los calibres de 24 a 80, atacan
las baterías. Los defensores sólo tienen 35 ca-
flones de antigua construcción entre los de
batería y tren volante de los calibres 4 y 24.
El capitán de navio Tréhouart mandaba en jefe
las fuerzas francesas del ataque, y el capitán
Hotham, las inglesas. El general Lucio Mansi-
lia dirigía la defensa. El combate dura nueve
horas, con un fuego incesante, en que se lan-
zaron muchos miles de balas. El arrojo del ca-
pitán inglés Hope, que monta en un bote y
corta las cadenas de los buques acoderados,
dando lugar a los vapores a que flanquearan
las baterías, decidió el combate. Algunos bu-
ques fueron totalmente acribillados de balas y
puestos fuera de combate, y las baterías arra-
sadas y tomadas en medio de una horrorosa
mortandad de argentinos, ingleses y franceses.
El general Mansilla— dice el Sr. Diaz en su
historia— cayó herido en los momentos en que
se ponía a la cabeza de sus soldados para ata-
car a la bayoneta a las tropas aliadas que des-
embarcaban. Las fuerzas argentinas se retira-
ron llevando su bandera y todo el tren volan-
te. Los aliados quedaron vencedores. El com-
bate de Obligado es uno de los hechos de
armas que hacen honor a la República Argen-
tina. Por más adversa que fuera para las ar-
mas de Buenos Aires la suerte de aquel día,
OBL
291 -
OBL
General de brigada D. Manuel
Obligado
fué un verdadero triunfo para la decisión y el
valor de un pueblo, que creía firmemente lu-
char por su independencia amenazada, haber
resistido hasta la extremidad a fuerzas tan
considerablemente superiores. Ese hecho, de-
bemos repetirlo, como combate nava! es el más
grande y glorioso que se registra en los fastos
de la América durante la revolución.
Obligado (.Manuel). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 28 de noviembre de 183-8. Fué educa-
do en el colegio del
Seminario bajo la
sabia dirección del
eminente Dr. Euse-
bio Agüero. Muy
niño aún , ingresó
al ejército para to-
mar una parte muy
activa en todos los
acontecimientos
desde 1852 hasta su
muerte. Recibió su
bautismo de fuego
en la revolución
del 11 de septiem-
bre de 1852 contra Urquiza, asistiendo lue-
go a las batallas de Cepeda, Pavón; en esta
acción, una bala de cañón le mató el caballo
que montaba y recibió algunas heridasen Caña-
da de Gómez, llegando por su arrojo al grado
de capitán de caballería. Hizo toda la campaña
del Paraguay, hallándose en Poso de ¡a Patria,
Boquerón, Yatayti-Corá, Humaitá, Azcurra,
etcétera. Hizo también la campaña del interior
de la República, la expedición del Rio Negro,
campaña del Chaco. Fundó muchos pueblos:
Reconquista, Las Garzas, Las Toscas, Resis-
tencia, hoy capital del Chaco. Falleció en San-
ta Fe, el 2S de mayo de 1896.
Obligado (.Wanuel Alejandro). Abogado. Nació
en Buenos Aires, el 26 de febrero de 1767. Se
graduó en la Universidad de Charcas. En 1809
fué regidor del Cabildo y al año siguiente con-
currió al Cabildo abierto, donde dio su voto
por la causa patriota. Desde 1815 hasta el año
1819desemDeñó la cartera de Hacienda duran-
te las administraciones de los generales Alva-
rez Tilomas, Antonio González Balcarce y
Pueyrredón; legislador, etc. Falleció en esta
ciudad, el 26 de agosto de 1843.
Obligado (Pastor Justo). Jurisconsulto. Hijo
del anterior. Nació en Buenos Aires, el 9 de
agosto de 1818. Estudió Derecho en la Univer-
sidad de esta capital, donde obtuvo el título de
doctor en Leyes. Derrocado Rosas, fué el primei
gobernador consti-
tucional del Estado
de Buenos Aires,
siendo nombrado en
carácter proviso-
rio, el 24 de julio
de 1853, y en pro-
piedad, desde el 4
de octubre del mis-
mo año. Durante su
administración se
afianzó el orden pú-
blico y se llevaron
a cabo grandes re-
formas materiales
y administrativas, D. Justo Pastor Obligado.
teniendo por colaboradores al Dr. Ireneo Pór-
tela, en la cartera de Gobierno; a D. Juan
Bautista Peña en la de Hacienda, y al general
D. Manuel Escalada, en la de Guerra. Durante
su gobierno se promulgó la Constitución que
subsistió hasta 1873. En 1859 y 61, con motivo
de las campañas Cepeda y Pavón, mandó el re-
gimiento 1." de infantería de Guardias Nacio-
nales. Como legislador representó a su provin-
cia en las dos Cámaras. Falleció en la ciudad
de Córdoba, el 15 de marzo de 1870. Con mo-
tivo del centenario de su natalicio, el 9 de
agosto del918 se colocó una placa de bronce en
la bóveda que contiene sus restos en la Reco-
leta.
Obligado (Rafael). Poeta. Nació en Buenos Ai*
res, el 27 de enero de 1851. Describió de un
modo notable y con precisión y sobriedad clá-
sica, el ambiente, la tradición y las costumbres
argentinas, arraigando su obra poética en la
entraña viva y fecunda de la imaginación po.
pular y enriqueciendo la emoción primitiva con
la abundancia y efecto de una técnica culta.
Por ello es considerado como el poeta nacio-
nal por excelencia. Sus obras alcanzaron reso"
nancia mundial.
EL ALMA DEL PAYADOR
Cuando la tarde se inclina
Sollozando al Occidente,
Corre una bombra doliente
Sobre la pampa argentina.
Y cuando el sol ilumina
Con luz brillante y serena
O'BR
- 292
O'Hl
Del ancho campo la escena,
La melancólica sombra
Huye besando su alfombra
Con el afán de la pena...
O'Brien (Juan). Natural de Irlanda. Vino a
Buenos Aires en la época de la independencia,
tomando servicio como voluntario en los ejér-
citos de la República. Marchó a Mendoza
en 1816, a incorporarse al ejército de los An-
des con el grado de teniente, siendo nombra-
do ayudante del general San Martín. Con ese
grado asistió a Chacnbuco. Se halló en Can-
cha Rayada y en Maipú. En 1S20, en clase de
sargento mayor de Granaderos a caballo,
tomó parte en la expedición al Perú, entrando
vencedor en Lima el 9 de julio de 1821, siendo
comisionado para conducir a Buenos Aires el
parte de tan grata noticia y las banderas to-
madas al enemigo. Vuelto al Perú, en 1822,
actuó en las campañas subsiguientes, alcanzan-
do la alta jerarquía de general. De regreso a
Chile, vivió retirado de la política en su resi-
dencia de campo del Salto. Murió en Lisboa
el 1 de junio de 1861.
Ocampo (Francisco A. Ortiz de). Nació en la
Rioja, el 4 de mayo de 1771 . Empezó su carrera
militar en el Cuerpo de arribeños, en que as-
cendió hasta el grado de teniente coronel, ba-
tiéndose contra los ingleses. En 1810 tuvo una
actuación importante en el movimiento de mayo,
apoyándolo con su regimiento, su persona y su
fortuna. Fué de los que votaron por la depo-
sición del virrey Cisneros. Fué nombrado por
la Junta revolucionaria gobernador de Córdo-
ba, y designado para mandar la expedición mi-
litar al interior de la República; más tarde fué
electo representante de su provincia. En 1812
se halló comprometido en el movimiento del
8 de octubre, que dio en tierra con el gobierno
de la Asamblea. En 1814 fué nombrado por se-
gunda vez gobernador de Córdoba, y en 1816
y 1820, capitán general de la provincia de la
Rioja. Falleció en la Rioja en septiembre
de 1840, donde fué sepultado.
Ocampo (Gabriel). Jurisconsulto distinguido.
Nacido en la Rioja en 1798. Tuvo que emigrar
de su pais, en 16H0, durante la dictadura de
D. Juan Manuel Rosas, radicándose en Chile,
donde ejerció su profesión de abogado. Redac-
tó el Código de Comercio y publicó otras
obras más de mucha importancia.
O'Gonnan (Miguel). Médico. Oriundo de Ir-
landa, estudió Medicina en Francia, en las Uni-
versidades de Reims y de París. A fines
de 1777, llegó a Buenos .\ires formando parte
como médico, en la expedición de D. Pedro de
Ceballos como protomédico del ejército, con la
asimilación del tal, siendo retenido en la ciu-
dad de Buenos Aires, por una Real orden,
para reorganizar el Hospital. En 1779 fué de-
signado para diciar una Cátedra en la Facul-
tad de Medicina. En 1805, el Dr. O'Gorman
prestó un gran servicio al país, redactando las
instrucciones para inocular la vacuna introdu-
cida en la República en dicho año. En ISIO
hizo una cuantiosa donación de obras y dinero
para la Biblioteca pública, en términos que lo
honran como hombre generoso y amigo de la
instrucción. Seis años después fué jubilado con
goce de sueldo, en consideración a sus distin-
guidos servicios al país. Su fallecimiento ocu-
rrió el 19 de enero de 1820, en esta capital.
O'Graham (María). Educacionista norteameri-
cana. Fué una de las profesoras que vinieron
al país en 1879, a iniciativa de Sarmiento,
para dar impulso a la enseñanza mixta, que
acababa de implantarse en las escuelas norma-
les y en las graduadas anexas. Dirigía con sin-
gular competencia y contracción la escuela
normal de maestras de La Plata (Buenos Aires),
cuando falleció repentinamente en dicha ciu-
dad, el 13 de marzo de 1903.
O'Higgics (Bernardo). Militar. Nacido en Chi-
llan ^República de Chile), el 20 de agosto
de 1778. Fué uno
de los guerreros
más prominentes
en la de la inde-
pendencia de su
patria, y uno de
los magistrados
de más probado
civismo. Cursó
sus primeros es-
tudios en su ciu-
dad natal, pasan-
do luego a Lima
y luego a Inglate-
rra a completar
su educación,
donde pasó nueve
ailos, al cabo de los cuales se dirigió a Es-
parta. Regresó a la patria en 1811, y tuvo
una parte activa en la guerra de la indepen-
dencia como diputado y vocal de la Junta pa-
D Bernardo O'Higglns.
OLA -
triota, y dos años después en la Milicia, con
el grado de coronel, distinguiéndose en el Ro-
ble en 1813, donde fué herido, y en Rancagua,
después de cuya acción emigró a Mendoza,
cooperando activamente a la formación del
ejército de los Andes, luciendo en 1S17 los en-
torchados de general de división. Se halló en
la batalla de Chacabuco, siendo entonces ele-
gido director supremo de Chile, desde el 16 de
febrero de 1817 hasta el 28 de enero de 1823.
Durante su periodo tuvieron lugar varios he-
chos gloriosos, como la batalla de Maipá, la
creación de la escuadra de Chile, el levanta-
miento del sitio de Talca/mano y la organiza-
ción de la expedición libertadora al Perü. Fa-
lleció este ilustre patriota chileno en la ciu-
ad de Lima el 24 de octubre de 1842. Sus ceni-
zas fueron reimpatriadas a Chile en 1869. El
18 de septiembre de 1918, aniversario de la in-
dependencia de Chile, se inauguro su monumen-
to en Buenos Aires, en la plaza Rodríguez
Peña, habiendo sido invitado el Gobierno de
Chile para la ceremonia inaugural, siendo re-
presentado éste por una magnifica Embajada.
Las fiestas fueron suntuosas, y dentro de la
más hermosa confraternidad.
Olaguer (Feliu Antonio). Sexto virrey del Río
de la Plata. Nació en España en 1740. Empezó
su carrera militar en 1755 y ascendió gradual-
mente hasta brigadier, en 1733. Durante ese
tiempo tomó parte en varias expediciones: en
las Antillas, desde 1763 hasta 1768; en el des-
embarco y acción de la playa de Argel, en 1775;
en la toma de la isla de Santa Catalina y sitio
de la colonia del Sacramento, en 1777. En 8 de
noviembre de 1783 fué nombrado inspector de
las tropas del virreinato de Buenos Aires, como
subalterno del virrey; gobernador de Montevi-
deo en 1789 y mariscal de campo hasta 1792;
subinspector general de tropas del virreinato
de Buenos Aires, por Real orden en 1796: vi-
rrey gobernador y capitán general del mismo
virreinato y presidente de la Real Audiencia
pretorial por real título, para el caso de falle-
cimiento del virrey Meló; verificado lo cual,
ocupó el puesto el 2 de mayo de 1797 hasta el
14 de marzo de 1799, en que lo reemplazó el
virrey Aviles. Regresó a España y allí des-
empeñó diversos cargos de importancia. Falle-
ció en su país natal. A este virrey se le dio el
apodo de el Ceremonioso por su notable afán
de gastar cumplidos.
Olañeta (Pedro Antonio de). Valiente coronel
293 - OLA
jujeflo, pero al servicio de España. Vencedor
en Venta y Media y en Vaui. Fué gobernador
de Jiijuy, en 1817, y gobernador de Salta, en
1821. Murió en elcombatede 7u/ní/s/a(Bolivia),
el 1 de abril de 1825.
Olavarrfa (combate (1 de agosto de 1876). Una
fuerte columna de 1.600 indios lleva una inva-
sión al pueblo de Olauarría, provincia de Bue-
nos .■Mres. Esta invasión iba al mando de los
célebres caciques Namuncurá y Catriel. El co-
mandante del batallón número 8 de línea, don
Antonio Dónovan, con un número «-educidísimo
de fuerzas, le lleva el ataque y consigue dis-
persarlos en varios grupos, y hacerles aban-
donar el ganado que se llevaban en número de
50.000 vacas. Los indios tuvieron muchos
muertos y heridos.
Olavarrfa (José de). Militar. Nacido en el pue-
blo del Salto, el 13 de febrero de 1801. Joven
entró en un cuer-
po de caballería
que mandaba su
padre, el coronel
D. Antonio Ola-
varría, pasando
más tarde a ser-
vir a un cuerpo
de artillería.
Siendo alférez
pasó al ejército
de los Andes. Se
batió en Chaca-
buco, obteniendo
un ascenso por su brillante actuación. En Can-
cha Rayada demostró gran serenidad, salvando
una batería, y en Maipá fué ascendido a capi-
tán en el campo de batalla. Batióse después
en Chillan, Bio-Bio y otros combates. Reorga-
nizado el ejército, marchó al Perú, y a su arri-
bo en Pisco se le confió el mando de la arti-
llería, hallándose también en un combate na-
val, donde se condujo con gran bizarría. Des-
de entonces dejó el Arma de Artillería, pasando
de nuevo a la de Caballería en el regimiento de
Granaderos, en cuyo Cuerpo hizo toda la cam-
paña de la Sierra, a las órdenes del general
Arenales. A su regreso en clase de ayudante
mayor, en 1822, hizo la campaña de la Costa, y
luego la de Puertos Intermedios, siendo desti-
nado más tarde a Cochabamba. En 1824 fué
herido, hecho prisionero y rescatado en la me-
morable batalla dejunín. En Ayacucho hizo
prodigios de valor. Militaba a las órdenes de
D. José Olavarría.
OLA
— 294 —
OLA
Bolívar como coronel, cuando solicitó su baja
en 1826 para tomar parte en la guerra contra
el Brasil, al frente del 16 de Lanceros, siendo
nno de los jefes que más se distinguieron en la
batalla de ¡tusaingó. De vuelta, figuró en las
filas del partido unitario, en varias campañas
militares con Rivera, en la lucha que sostuvo
contra Rosas. Falleció en Montevideo, el 23
de octubre de 1846. El coronel Olavarría es
una de las figuras más simpáticas y gloriosas
de nuestra independencia. Sus cenizas fueron
reimpatriadas en 1879.
Olavarría (Nicolás). Hermano del anterior. Na-
cido en Buenos Aires. Empezó su carrera en
el regimiento de caballería de blandengues, de
que era jefe su padre. Se batió en Salta; mar-
chó en el ejército auxiliar del Perú, donde fué
ascendido a teniente graduado, obteniendo la
efectividad del grado en el regimiento de Dra-
gones del Perú, el 26 de junio de 1S14. Toma-
do prisionero en 1815, fué conducido a las ca-
sasmatas del Callao, donde padeció largos
aflosde cautiverio.
Olavarría (Rafael). Hermano de los anteriores.
Nacido en Chascomús (Buenos Aires), el año
1797. Comenzó sus servicios militares en el
mismo regimiento que sus hermanos. Después
de regresar de la Academia de Matemáticas
fué ascendido a alférez, y luego a teniente,
pasando en 1813 a incorporarse al ejército au-
xiliar del Perú, en cuyas filas hizo la campaña.
Asistió a Salta, donde ascendió a capitán; en
Slpe-Sipe, en 1815. Siguió prestando en ese
mismo ejército sus servicios, hasta el 21 de
enero de 1818, en que solicitó y obtuvo sus
bajas. De nuevo tomó servicio militar cuando
la guerra contra el Imperio del Brasil, siendo
dado de alta en sm graduación de capitán en el
regimiento 4 de Caballería, en mayo de dicho
año, y murió en el mismo año, hallándose en
territorio uruguayo.
Olazábal (Benito de). Militar. Nacido en 1805,
en esta ciudad. En agosto de 1826, ya lo vemos
figurar en los cuadros de la oficialidad del re-
gimiento 16 de Lanceros, y en el mismo año
marchó en el ejército republicano que hizo la
campaña del Brasil, asistiendo a las batallas
del Ombú e Itueaingó y a los combates de los
Potreros del Padre Filiberto y Catnacuá, sien-
do ascendido, el 10 de abril de 1828, a teniente.
En mayo 14 del mismo año pasó al regimiento
1 de Caballería, a desempeñar las funciones
de ayudante mayor. A su regreso de esta me-
morable canipnña, sirvió a las órdenes del ge-
neral Paz en la expedición al interior del país,
y revistando, en 1835, en la jerarquía de te-
niente coronel, fué borrado de la lista militar
en atención a su filiación polilica. Falleció en
Buenos Aires, el 8 de diciembre de 1853.
Olazábal (Félix). Generíii. Guerrero de la in-
dependencia y del Brasil. Nació en Buenos
Aires, el 20 de noviembre de 1797, y estudió en
la nii.sma ciudad. F.n 1813 senló plaza en un
regimiento de Artillería, solicitando pase poco
después al regimiento 7de Infantería que debía
marchar al Alto Perú e ingresandoeneseCuer-
po como subteniente de bandera. En 1816 pasó
a Mendoza, y atravesando la cordillera asistió
a la batalla de Chacabuco, en la que fué heri-
do, en Cancha Rayada y en Maipú. En 1820
ascendió a sargento mayor. Partió al Perú, en
donde fué nombrado comandante de Piura,
Trujillo e ka, y gobernador intendente de esta
última, en 1823. Hizo la campaña de Quito y
se halló en Pichincha, teniendo una participa-
ción principal en la victoria y mereciendo ser
recomendado especialmente en el parte de la
acción, ascendiendo a coronel. En 1824, envia-
do al Callao como parlamentario, fué arbitra-
riamente aprisionado, recobrando su libertad
poco después. Tomó parte también en la guerra
contra el Imperio del Brasil comandando el 5
de linea, comportándose admirablemente en
ítuzaingó, etc., etc. En 1828 actuó en los su-
cesos de ese año y campañas subsiguientes, y
a su regreso fué elevado al rango de general.
En 1833, electo diputado, fué obligado a emi-
grar, retirándose a Montevideo, hasta su muer-
te, que acaeció el 18 de octubre de 1841.
Olazábal (Jerónimo de). Militar. Natural de
Buenos Aires, nacido en 1801. En 1816 ingre-
só al ejército, y desde esa época hasta 1820
se halló en varias acciones de guerra, siendo
gravemente herido en la batalla de Cepeda.
En 1828 formó en el regimiento 16 de Lance-
ros, que hizo la campaña contra el Brasil, sir-
viendo en clase de capitán del segundo escua-
drón. Asistió a las batallas del Ombú e Itueain-
gó y a los combates de los Potreros del Padrt
Filiberto y Camacuá. Con fecha 4 de agosto
■ de 1827 fué elevado a la jerarquía de sargento
mayor, y a su regreso de esta campaña fué
destinado como adjunto del general Soler a la
Legación Argentina de Bolivia, pero no llegó
a ocupar ese destino. Fué comandante militar
de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos.
GLA
- 295 -
olí
Volvió a ser nombrado adjunto de la Legación
Argentina en Solivia, cargo que después aban-
donó para volver a ocuparlo, desde 1842 hasta
1852. Se reincorporó como coronel de Caballe-
ría de línea en 1863. Murió en esta ciudad, el
20 de septiembre de 1864.
>lazábal (iManuel de). Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, el 30 de diciembre de 1800. Se halló
en el sitio de MonteviJco a las órdenes de
Alvea, combatió contra los montoneros, y ya
teniente segundo se incorporó al ejército de
los Andes, en el regimiento de Granaderos a
caballo, hallándose en C/tacabuco, Putaendo,
Gaoilún, Tolcahuano, Cancha Rayada y Maipú.
Vuelto a su país, venció a Carrera en la bata-
lla de la Punta del Médano. Se halló luego en
Filiberto y Las Cañas. Tomó parte en la guerra
civil en las filas de los unitarios, hasta la caída
de Rosas. Falleció en Buenos Aires, el 19 de
julio de 1872.
eliden (Manuel Luis de). Nació en Buenos
Aires, en 1783, y se educó en la misma ciudad,
pasando luego a completar sus estudios en
Chuquisaca; graduóse de doctor en Leyes en
la Universidad de Charcas, en cuya ciudad
residió largos años. Nombrado jefe de Milicias
de Chuquisaca, fué uno de los promotores del
movimiento insurreccional de 1809, y como tal
fué perseguido por las autoridades españolas,
y regresó a su ciudad natal, donde se hallaba
cuando se produjo el movimiento de mayo del
aflo diez, al que prestó su apoyo. En 1812
formó el Cuerpo de «decididos voluntarios»,
que equipó de su peculio, y con él se incorporó
al ejército del general Belgrano, en Salta, si-
guiendo la campaña hasta su entrada en Poto-
sí. Estos servicios y otros posteriores le valie-
ron el título de coronel honorario. El 19 de
mayo de 1815 fué nombrado gobernador inten-
dente de Buenos Aires, cargo que desempeñó
hasta el 2 de julio de 1818; al terminar su pe-
ríodo, el Directorio expidió un decreto decla-
rando haber sido buenos sus servicios y no ha-
ber lugar al juicio de residencia. Durante su
administración fué nombrado convencional al
Congreso de Tucumán, en 1S16, honor que de-
clinó, tomando a su cargo varias circunscrip-
ciones para la remonta del ejército en los cuar-
teles que componían la ciudad y sus arrabales;
tocóle también presidir varias asambleas popu-
lares tumultuosas, teniendo a su dirección la
administración de la Lotería, la Policía, el
alumbrado, etc., en medio de una gran esca-
sez de recursos. En 1820 fué electo represen-
tante, ministro de Hacienda y auditor de Gue-
rra, siendo comisionado cerca de los goberna-
dores López y Ramírez para poner término a
la guerra entre esas provincias y la de Buenos
Aires, cuya convención de paz firmó, el 24 de
junio de 1820; en el mismo año el Cabildo de
Lujan le comisionó para que lo representara
en sus gestiones ante la Legislatura de la pro-
vincia. Retirado de la vida pública, murió en
esta ciudad el 15 de febrero de 1869. Tal fué la
actuación de este abnegado ciudadano, que
consagró su vida y su opulenta fortuna a los
intereses de la patria.
Olivera (batalla). El 17 de junio de ISSO (gue-
rra civil). El coronel Arias, jefe al servicio del
Gobierno de Buenos Aires, había reunido fuer-
zas en Mercedes, y al conducirlas a la ciudad
es atacado en Olivera por una columna de tro-
pas nacionales al mando del coronel D. Eduar-
do Racedo (hoy teniente general), que le sale
al encuentro. La batalla se inicia con igual ar-
dor por ambas partes; pero al fin Arias tiene
que abandonar el campo, retirándose después
de haber sufrido considerables pérdidas.
Olivera (Domingo,. Nació en Ambato (Tungu-
rahua), Ecuador, el 10 de octubre de 1798. Vino
a Buenos Aires en 1813, donde ingresó como
empleado en la intendencia general de Policía,
hasta 1822, en que fué nombrado secretario de
agente de negocios cerca de los Gobiernos de
Chile y del Perú. Desempeñó también varios
cargos en los ministerios de Hacienda y de Go-
bierno, siendo autor de varios proyectos de
ley y reglamentos de colegios e instituciones
públicas fundadas por el ministro Rivadavia,
quien lo nombró en 1827 director y administra-
dor de la Caja de Ahorros; al mismo tiempo
colaboraba en varios periódicos. Durante Ro-
sas se retiró al campo, estableciendo una de
las primeras cabanas de animales de raza; fué
el que introdujo los alambrados. Caído el dic-
tador, fué nombrado juez de paz de San José
de Flores y electo representante en las Cáma-
ras, siendo también su presidente, ministro de
Gobierno y Relaciones exteriores, senador en
dos períodos, miembro del Consejo consultivo
de Gobierno y desempeñó además otros diver-
sos cargos de importancia. Falleció en Buenos
Aires, el 3 de mayo de 1866.
Olivera (Sebastián). Nació en Mendoza en 1796,
y pasó a Buenos Aires por los años de 1S07
u 8 a estudiar bajo la tutela de D. Isidoro
olí - 296 -
Peralta. En 1810 sentó plaza en el regimien-
to 3.° de infantería, hizo la primera campaña
al interior con el ejército auxiliar y se halló en
las acciones de guerra en ellas libradas. As-
cendió muy lentamente: a cabo, en 1810; a sar-
gento segundo, en 1814; a primero, en 1818; a
subteniente, en 1823. En este año fué destinado
a Pataa;ones, como ayudante de la Comandan-
cia militar del punto. Allí le encontró la inva-
sión extranjera. oToda nuestra infantería— dice
D. Ambrosio Mitre (v.) en su descripción de los
sucesos — estaba replegada en la fortaleza,
desde el 6 por la noche, y la caballería del ve-
cindario, hasta el numero de 114 hombres, in-
cluso los tragas (gauchos), se pusieron a las
órdenes y dirección del ayudante subteniente
D. Sebastián Olivera. Este digno oficial puso
este pequeño cuerpo en el mejor orden posi-
ble, y a su actividad y celo se debe tal vez, y
sin tal vez, la rendición de la fuerza terrestre.»
Con fecha 11 de abril de 1827 fué ascendido
a ayudante mayor, y a capitán en 1828, desem-
peñando desde entonces la Comandancia de Pa-
tagones, hasta el ano de 1834, que se retiró a
Buenos Aires. Ascendió a sargento mayor
en 1830, y dos años después a teniente coro-
nel. Fué reemplazado en aquel destino por el
coronel D. Juan José Hernández, y falleció en
esa ciudad, el 31 de mayo de 1845.
Olivieri (Silvino). Militar. Nació en Palermo
(Sicilia) y descendía de una familia nobiliaria
de aquel país. Desde joven actuó en los suce-
sos políticos italianos, llegando a comandar un
Cuerpo de voluntarios en la revolución de 1848.
Perseguido, emigró a Montevideo, pasando
después de Caseros a Buenos Aires. Durante
el sitio de esta ciudad en 1852, el Gobierno
autorizó por un decreto de diciembre 9 para
que pudieran armarse los extranjeros, a fin de
ayudar a mantener el orden público, y Olivieri
se puso a la cabeza de un batallón formado
por 300 compatriotas suyos, que denominó «le-
gión italiana», cuerpo que se batió con heroís-
mo en los combates del 9 de enero, 2 de febre-
ro, 21 de abril, 13 y 30 de mayo de 1853 y en
numerosos encuentros, mereciendo por su bri-
llante comportación en el último el título de
«legión valiente> y ser condecorado con un
cordón de honor; y las damas le obsequiaron
con una bandera para el Cuerpo que comanda-
ba. El 11 de julio del mismo año fué herido en
un combate, y el 14 de agosto, licenciado este
brillante batallón, su jefe regresó a Italia para
OL.M
tomar parte en una nueva revolución; pero,
descubierta, fué encarcelado y condenado a
muerte. Habiendo sabido esto el Gobierno de
Buenos Aires, intercedió por su vida y fué des-
terrado nuevamente en octubre de 1855, época
en que llegó a Buenos Aires, confiándole el
Gobierno el mando de una colonia agrícola mi-
litar en Bahía Blanca, que estableció el 5 de fe-
brero de 1856, dando principio el 1 de julio a
los cimientos de la «Nueva Roma» sobre el río
Sauce Chico. El 28 de septiembre de 1857 fué
traidoramente asesinado por sus soldados su-
blevados, en su propio alojamiento, junto con
el cura de Bahía Blanca, P. Casanova. Sus
restos fueron traídos a Buenos Aires, y al ser
sepultados pronunció una oración fúnebre el
general D. Bartolomé Mitre.
Olmos (Juan Francisco). De la provincia de
Buenos Aires. Hijo de padres humildes, se for-
mó, sin recibir instrucción, en los trabajos del
campo, y luego en el ejército; pero dotado de
inteligencia adquirió prestigios entre sus pai-
sanos y desempeñaba el comando de una fuer-
za acantonada en la boca del Salado, en 1839,
cuando se incorporó con 350 hombres al movi-
miento más popular que haya habido en la pro-
vincia para derribar a Rosas. Concurrió des-
pués a la batalla de Chascomús, el 7 de no-
viembre de 1839, como jefe del ala derecha del
ejército revolucionario, y derrotadas las fuer-
zas populares se embarcó con un grupo arma-
do por el puerto del Tuyú para incorporarse al
ejército del general Lavalle, en la provincia de
Corrientes, el 12 de enero de 1840, en el cam-
pamento del Ombú . Siguiendo esa campaña se
halló en los combates y batallas del Sauce
Grande, Santa Fe, Quebradito y Famaillá, has-
ta cruzar las provincias de Salta y Jujuy, don-
de sucumbió el general Lavalle, acompañando
sus restos hasta Bolivia, en cuyo país erró a]
azar como otros tantos patriotas, que después
de abandonar todo por la patria y recorrer toda
la República en medio de mil penurias, conti-
nuaron efl el extranjero trabajando por el de-
rrocamiento de la tiranía. Vuelto al país, en el
año 1849, se incorporó al ejército del general
A\adariaga y cayó prisionero en la batalla de
Vences, peleando siempre por la misma bande-
ra. En 1856 fué de los cabecillas de las fuerzas
derrotadas en Villamai/or y tomado prisionero
fué condenado a muerte, salvándose debido a
la intervención de la viuda del general Lavalle,
de quien fué compañero.
OLL
297
ONC
•lleroa (Juan José). De Buenos Aires. Nacido
en el partido de San Nicolás de los Arroyos, el
19 de octubre de 1794, donde también se edu-
có. Asistió al sitio de Montevideo y a su ren-
dición en 1814. Se incorporó al ejército de los
Andes, asistiendo a la"! batallas de Cfiacabuco,
Talcahuano, Cancha Rayada y Maipú. Se reti-
ró en 1822 con el grado de capitán. Participó
en las luchas civiles hasta 1834, en que se se-
paró del servicio por su filiación unitaria, to-
mando desde entonces parte activa en los ejér-
citos contra Rosas con el grado de coronel,
sirviendo a las órdenes de los generales Lava-
lie, Paz y Urquiza, habiendo asistido a las bata-
llas de Sauce Grande, campaña de Corrientes,
sitio de Montevideo y batalla de Caseros, en
el año 1852. Murió en su pueblo natal, el 17 de
agosto de 1857.
Imbú ¡combate). Librado durante la campaña
contra el Imperio del Brasil, el 16 de febrero
de 1827. El general Alvear, tratando de distraer
al marqués de Barbacena, inició una precipita-
da retirada con el objeto de sacar al ejército
brasileño de las sierras de Camacuá, cuyo te-
rreno no se prestaba para las maniobras de la
caballeria, y que el enemigo atrincheró con el
objeto de presentar combate a los argentinos
una vez que fueron atacados. Durante esta
marcha tuvieron lugar los combates de Baca-
cay y arroyo del Ombú. en cuyo punto fué com-
pletamente derrotada una división del coronel
Bento Manuel, por el coronel D. Lucio Mansi-
lla, dejando en el campo numerosos muertos,
heridos y prisioneros, siendo tenazmente per-
seguido hasta el Ibicuy.
>nas (tribus de indios). Son una rama de los te-
huelches de la Patagonia, a quienes se pare-
cen en el dialecto de la Tierra del Fuego. «Los
onas— dice el P. Seauvoir— se mantienen con
lo que cazan y pescan. Además, recogen en
otoño unas semillas que se llaman may, que
tuestan sobre brasas y muelen con piedras cha-
tas, agregando después a la harina obtenida
grasa de lobo marino, con la cual forman una
mezcolanza muy parecida a una torta. Tam-
bién comen unas raíces muy comunes en aque-
llas regiones y que tienen el sabor de la zana-
horia. Visten, o mejor dicho se tapan, con pie-
les, de guanaco o de zorro. Sus mujeres son
sus esclavas y tienen que desempeñar los tra-
bajos más penosos. El cabello lo llevan largo,
excepto la corona, donde lo cortan a modo de
los dominicos.» «Viven en hoyos circulares de
dos metros de diámetro y 40 centímetros de pro-
fundidad; en su círculo plantan postes vertica-
les sobre los cuales colocan pieles de animales
y en el fondo del agujero extienden pasto seco.
Cada una de estas excavaciones abriga una fa-
milia, cuyos miembros duermen allí apretados,
mezclados con numerosos perros (en la Tierra
del Fuego y la Patagonia el perro desempeña
el papel de calorífero).» (J. Popper.) «Para ca-
zar las focas o lobos marinos usan de una cu-
riosa estratagema, que consiste en llenar de
paja el cuero de una foca pequeña, el que ata-
do por una correa mueven continuamente a la
orilla del mar, imitando con una perfección
asombrosa el aullido de estos animales, atra-
yendo así a las que nadan lejos de la costa;
una vez que éstas se acercan a la foca-anzue-
lo, larga el indio un tronco de madera desde
arriba de la barranca en que se oculta y queda
aplastada su anhelada presa. Los pájaros los
toman generalmente de noche y en el nido, de-
jándose bajar a las peñas mediante un fuerte
lazo de cuero de foca que sostienen los compa-
ñeros; llevan una especie de antorcha formada
de pedazos secos de corteza, y asi sorprenden
a los pájaros marinos, les tuercen el pescuezo
con los dientes y los guardan en una bolsa de
cuero de guanaco. También cazan los pájaros
con una destreza sin igual mediante sus arcos
y flechas, cuyas puntas están hechas con peda-
zos de vidrios que recogen de botellas vacías
arrojadas en la playa por los mares: son ver-
daderas obras de arte, delicadas y muy cortan-
tes sobre sus bordes, que concluyen con una
punta afiladísima. Hay indios verdaderos artis-
tas que se ocupan exclusivamente en la confec-
ción de estas puntas.» (P. A. Seggers, 1801.)
Boletín del Instituto Geográfico Argentino.
Oncatívo (batalla). Las montoneras continua-
ban dominando una parte del territorio argen-
tino, y acababa de sublevarse la división del
coronel Pedemera. El general Paz, en una
campaña rápida, había limpiado la provincia de
Córdoba de las partidas volantes que la reco-
rrían, y la provincia parecía pacificada, cuando
Quiroga, en unión de los hermanos Aldao, que
dominaban en Mendoza, invadió nuevamente a
Córdoba, al frente de cuatro mil hombres. Una
nueva comisión mediadora enviada por el Go-
bierno de Buenos Aires trato de hacer llegar
a una transacción a los beligerantes. Tampoco
esta vez se logró este objeto, pues Paz no
aceptaba ningún arreglo que no fuera sobre la
ORD - 298 -
base de que Quiroga abandonara la provincia
de Córdoba con su ejército. Paz se dirigió en
busca de Quiroga, y el 25 de febrero de 1830,
a las diez de la mañana, se avistó con el ene-
migo, atareado en tomar su orden de batalla.
Iba a servir de teatro a la acción una hermosa
planicie que se prolongaba por muchas leguas
en la dirección del sud y este, con bosques de
poca extensión en el centro. En uno de esos
bosquecillos se había situado Quiroga. El ejér-
cito de Paz estaba formado en tres columnas
paralelas y una de reserva, además de una pe-
queña vanguardia. La columna de la derecha
era dirigida por el coronel Lamadrid (caballe-
ría solamente); en la del centro estaban dos
batallones y seis piezas de artillería; la de la
Izquierda tenía un batallón y varios escuadro-
nes de caballería salteña, a las órdenes del co-
ronel Manuel Puch, y la reserva a las órdenes
del coronel Pedernera. «Desde que percibí la
disposición del ejército enemigo, dice Paz, mi
plan fué atacar su izquierda aproximando mi
derecha, y rehusar de consiguiente mi izquier-
da»; más adelante agrega: «Desplegados nues-
tros escuadrones, principió nuestro movimiento
ofensivo, que fué poco resistido por el enemi-
go, el cual se puso en precipitada retirada.
Entonces dio principio la más terrible perse-
cución de que hubiera ejemplo hasta entonces,
y que duró más de seis leguas. Durante esta
distancia, aunque no había senda ni camino,
podía irse sin peligro de extraviarse, porque
servían de una serie no interrumpida de seña-
les los cadáveres, los caballos cansados, las
lanzas clavadas en el suelo y las tercerolas y
sables puestos igualmente de punta (para que
pudiesen recogerse después y no se perdiesen
en el pasto, había mandado que las armas que
se tomaran se dejaran en esa forma). En la
persecución cayó prisionero el segundo gene-
ral del ejército enemigo, el sanguinario Aldao.
Al ponerse el sol, hombres y caballadas, ven-
cedores y vencidos estaban exhaustos de fati-
ga» (Memorias de Paz.) Tal fué el choque de
Oncativo (1), donde la táctica y el genio mili-
tar de Paz se sobrepusieron a la fiereza de su
adversario que, completamente derrotado, diri-
gióse a Buenos Aires, seguido de un corto nú-
mero de parciales.
Orden del Sol. Por medio de un decreto expe-
ORM
D. Manuel Orive.
(1) Oncativo significa arenales enfermizos.
dido en Lima, el 12 de enero de 1822, el gene-
ral San Martín, protector del Perú, creó la cé-
lebre «Orden del Sol'>, condecoración gloriosa,
para premiar a los héroes y a los grandes ser-
vicios prestados a la patria.
Oribe (Manuel). Militar uruguayo. Nacido ea
Montevideo. Electo segundo presidente cons-
titucional de la Re-
pública Oriental
del Uruguay el 1 de
marzo de 1835. Per-
tenecía a una res-
petable y distingui-
da familia que ocu-
paba una elevada
posición desde la
época de la domi-
nación española.
Antes de la batalla
del Cerrito sentó
plaza de voluntario
en el ejército que a las órdenes de Rondeau
sitiaba a Montevideo, y tomó parte en esa ba-
talla, ascendiendo a alférez segundo del regi-
miento de Artillería. Tres años después era ca-
pitán. Cuando Artigas se retiró del sitio de
Montevideo, Oribe se mantuvo al lado de Ron-
deau y Alvear. Durante la invasión portuguesa
acompañó a Artigas, tomando parte en la bata-
lla del Catalán. Permaneció en Buenos Aires,
con el grado de capitán de Artillería, hasta
1821, año en que volvió a su patria. Vencedor
en el Yi, Quebracho Herrado. Famaillá, Arro-
yo Grande, etc. Fué uno de los «treinta y tres»
que emprendieron la cruzada libertadora de la
Banda Oriental. Peleó con bravura en Itusain-
gó, también tomó parte en el combate de Ca-
macuá. El 18 de septiembre del mismo año fué
nombrado jefe del Estado Mayor general y co-
mandante general de Armas del departamento
de Montevideo. El 9 de octubre de 1833 era
elegido ministro de Estado en el departamento
de Guerra y Marina, y el 26 de febrero de 1835
fué ascendido al grado de brigadier general.
Murió en la ciudad de Montevideo el 12 de no-
viembre de 1857.
Onna (Francisco Mariano). Comerciante espa-
ñol. Nacido en 1777. Llegó a Buenos Aires en
la época del coloniaje. Durante las invasiones
inglesas acompañó a Pueyrredón a redutar
gente para la reconquista, hallándose en la ac-
ción de Perdiel. No obstante su nacionalidad,
fué uno de los iniciados en el movimiento
ORO
299 -
ORT
emancipador, entrando en él con mucha deci-
sión. En su quintase reunieron los conspirado-
res más de una vez. En 1810 fué de los invita-
dos por esquela al Cabildo abierto del 22 de
mayo, votando por la causa patriota, y repro-
dujo en ese acto el voto de D. Domingo French.
Desempeñó después comisiones arriesga-
das y puestos importantes, mereciendo ser
uno de los primeros extranjeros que obtuvo
carta de ciudadanía, el 24 de julio de 1812. En
febrero de 1816 presentó al Gobierno un plan
de defensa de esta capital, acompañándolo con
láminas, dos estados y una Memoria, como para
contrarrestar y destruir cualquier ejército ene-
migo de 25.000 a 30.000 hombres. Durante Ro-
sas le fueron confiscados sus bienes y fué cla-
sificado de «lomo negro», viéndose obligado a
emigrar a Montevideo, donde falleció el 1 de
octubre de 1841 .
Oro (Justo de Santa María de). Sacerdote. Na-
ció en la ciudad de San Juan, en el año de 1771 .
Cursó sus primeros
estudios en su ciudad
natal y luego pasó a
Chile, donde se gra-
duóde doctorenTeo-
logía en la Universi-
dad de San Felipe,
en cuyos claustros
acreditó su extenso
saber, siendo ya sa-
cerdote dominico,
como teólogo, cano-
nista y jurisconsulto.
En 1804 fué electo j„3todgS3„t3„^rta de Oro.
prior del convento de
dominicos de Santiago de Chile, al qne di6 gran
impulso realizando mejoras importantes. Parti-
dario decidido del movimiento de mayo, el pue-
blo de San Juan se fijó en él para que lo repre-
sentara en el «Congreso de Tucumán» en 1816.
Fué en ese Congreso una figura descollante y
simpática. «Con la mansedumbre que le era
habitual, pero con firmeza», se pronunció con-
tra la forma monárquica, discutiéndose obsti-
nadamente en contra y amenazando con reti-
rarse del Congreso; siendo ésta la única pro-
testa que se dejó oir en ese Cuerpo contra la
adopción inmediata de la forma monárquica.
En 1819 fué nombrado provincial de los con-
ventos de su Orden, en Chile; y en febrero de
1830 fué electo obispo diocesano de San Juan,
en cuyo cargo rigió su iglesia con acierto y no-
table consagración. Murió a los sesenta años
de edad, el 19 de octubre de 1836. El 9 de
julio de 1897, el Gobierno y el pueblo de San
Juan inauguraron su monumento.
Oroná (Pedro). Inició sus servicios en el Estado
Oriental en clase de sargento segundo, en el
cuerpo de Patricios; tomó parte en la batalla
de Las Piedras y fué ascendido a alférez e in-
corporado a los Dragones de la Patria, en ju-
nio de 1811. Concurrió al sitio de Montevideo
combatiendo en el Cerrito y Martin García,
ascendiendo a capitán. Murió en Buenos Aires,
en el grado de coronel graduado, y fué uno de
los militares de la independencia que mere-
ció las persecuciones de Rosas que lo tuvo pre-
so en 1840.
Ortega (Rufino). Nació en Buenos Aires en
1816. Afiliado al partido unitario, se produjo
el movimiento insurreccional de 1839, en el
Sud de Buenos Aires, y en seguida se alistó.
Con Lavalle se batió en el Tala, Arroyo Gran-
de, Don Cristóbal, Quebracho, Famaillá y San
Calé en esta acción fué tomado prisionero. En
libertad, pasó a Mendoza de donde emigró a
Chile. Cuando terminó la dictadura se trasla-
dó a Buenos Aires, prestando importantes ser-
vicios en la organización de tropas de línea y
milicias. En Cepeda y en Pavón estaba a las
órdenes del general Mitre, como jefe de la es-
colta. Fué muerto en la dispersión de la caba.
Hería porteña, Pavón, el 17 de septiembre de
1861.
Ortega (Rufino). Hijo del anterior. Nació en
Mendoza, el 22 de agosto de 1847, y a los quince
años entraba co-
mo voluntario en
el regim i e nto
«Guías», que co-
mandaba el te-
niente coronel Ru-
fino Gómez, de
guarnición en el
fuerte coronel
«Estomba». El al-
mirante Mariano
Cordero, su tío,
le hizo ingresar
en la Armada,
dándole de alta
con el grado de guardia marina en el vapor
Guardia Nacional, pasando después al vapor-
Pampero que actuó en la toma de Corrientes, el
25 de mayo de 1865. A raiz de este hecho de ar-
D. Rufino Ortega.
ORT
mas pasó al ejército de tierra , ingresando
como subteniente en el 5." de infantería de la
segunda división de Buenos Aires, y en tal ca-
rácter luchó el 31 de enero de 1866 en Paso
de la Patria, hallándose también en Itapirú-
Estero Bellaco, Vuyuti, Boquerón, etc. De té-
meme primero marchó en el 7." de infantería a
San Juan para sofocar la revuelta iniciada en
San Luis por el caudillo Sáa. Vencida esta re-
belión después de los combates del Paso de los
Loros y Río IV, pasó después a la Rioja, don-
de se había extendido la revuelta. En 1869 pi-
dió su baja, que le fué concedida, manteniéndo-
se alejado de la actividad hasta mayo del 71, en
que volvió al 7° de infantería con el grado de
capitán. El 13 de diciembre de 1873 ascendió a
mayor, y más tarde obtuvo licencia para pasar
a Mendoza, en cuyas luchas civiles tomó parte,
siendo gravemente herido en la batalla de San-
ta Rosa, el 29 de octubre de 1874. En 1876, te-
niente coronel graduado. Luchó contra los in-
dios en las fronteras del Neuquén y Río Ne-
gro, ascendiendo a teniente coronel efectivo,
el 8 de agosto de 1879. La jornada de 1880 lo
llevó a Mendoza, donde organizó dos batallo-
nes de infantería y una batería de montaña,
con los cuales bajó al Rosario y de allí a Co-
rrientes, donde permaneció como delegado na-
cional hasta la llegada del interventor. Hizo la
campaña de Nahuel Huapí (1881) a las órdenes
del general Villegas. El 30 de septiembre de
1882 nombrado coronel; y el 15 de febrero del
84 fué electo gobernador de Mendoza, termi-
nando su mandato en 1887. En octubre de 1890
ocupó una banca en la Cámara de senadores
de la nación, pasando a figurar en la lista de
oficiales generales el 1 de enero de 1903. En
diciembre de 1905 fué nombrado comandante
de la quinta región militar, siendo ascendido a
general de división el 16 de junio de 1906. Po-
cos meses aespués, en noviembre de 1906, fué
designado comandante de la tercera región mi-
litar, pasando a ocupar la comandancia de la
primera región, el 12 de octubre de 1907. En
esa fecha se hizo cargo del plan de ocupación
militar del Chaco, encomendándosele por aquel
entonces otras tareas de carácter político. Por
último, el 14 de junio de 1910 le fué conferida
la alta dignidad de teniente general, pasando
al retiro el 23 de agosto de 1912. Falleció en
Mendoza, el 20 de noviembre de 1917.
Ortiz de Rosas (Domingo). Español. En 1742
fué nombrado gobernador y capitán general de
— 300 — OSO
Buenos Aires. Su gobierno, que duró hasta
1745, combatió con mucha eficacia el contra-
bando. En 25 de marzo de 1746 ejerció la pre-
sidencia de Chile, y allí fundó la Universidad
de San Felipe Real, y le dio el primer rector
en la persona del Dr. D. Tomás Azüa. Dos
años después estableció la Casa de Moneda,
etcétera. En consideración a los distinguidos
servicios del Sr. D. Domingo Ortiz de Rosas,
el rey de España le hizo merced del título de
Castilla con la denominación de «conde de Po-
blaciones», y a sus reiteradas instancias, por
tener su salud quebrantada, se le acordó el re-
levo de su alto cargo. El dictador Rosas era
bisnieto de este personaje, que murió a bordo
de El León, en viaje para España, en mayo
de 1756.
Osmat (Timoleón). Era un corsario francés
que se titulaba «Caballero de la Fortuna», que
entró por el Rio de ¡a Plata, y durante ocho
meses anduvo yendo y viniendo con tres naves
muy armadas, como bi buscara ocasión de des-
embarcar y saquear la ciudad (López).
Oruro, ciudad de Bolivia. Se llamó antes San
Felipe de Austria. Oruro es célebre en los
anales de nuestra historia por haber donado a
la ciudad de Buenos Aires una espléndida lá-
mina o trofeo en nombre de su Ayuntamiento,
fabricada con oro y plata, que envió como ho-
menaje al Cabildo de Buenos Aires el año 1807
con motivo de la defensa heroica de esta ciu-
dad contra los ingleses. Esta pieza se conser-
va en el Museo Histórico Nacional.
Orzábal (Mariano). Militar. Ingresó en el ejér-
cito en 1827, sienilo ascendido a subteniente en
1828, y a teniente prímero en 1829. Fué ayu-
dante del general D. Ángel Núñez en la Repú-
blica Oriental del Uruguay, y en 1843 se in-
corporó al ejército del general D. Manuel Ori-
be, tomando parte en los combates del 18 y 19
de junio contra las fuerzas del coronel Flores
y del general Medina, y en todos los que se
sucedieron durante el sitio de Montevideo,
que duró nueve años. Como teniente coronel y
jefe del regimiento de la Confederación, se ha-
lló en Tala, Cepeda, Pauón. En la guerra del
Paraguay batióse en liiyuti, YataytiCorá, et-
cétera. En Tuytití, su acción al frente del re-
gimiento General Lavalle fué gloriosa. Era
padre del Dr. D. Mariano Orzábal, abogado,
legislador y político, y del general D. Arturo
Orzábal.
Osorio (Manuel Luis). Militar. Nacido en Río
OTA
- 301
OYU
Grande (Brasil), el año 1808, y empezó su ca-
rrera en 1823. Desde joven descolló por su bri-
llante inteligencia y sus aptitudes sobresalien-
tes para la Milicia, en cuya carrera adquirió
bien pronto los más altos grados. En 1826 hizo
la campaña que terminó con la batalla de Itu-
íaingó, y en 1852 concurrió a la campaña de
Caseros, en cuya batalla se halló el 3 de fe-
brero del mismo año. En 1865 fué general en
jefe del ejército brasileño durante la guerra
del Paraguay, invadiendo en abril de 1866 el
territorio enemigo al frente de 5.000 hombres,
repeliendo a los paraguayos, valiéndole este
hecho el ser condecorado por el emperador
con el título de barón de Herval. En 1868 man-
dó en jefe el ataque al Espinilla, cuyo resulta-
do fué el de abandonar el enemigo el gran cua-
drilátero, reconcentrándose en //u/na/tó, yata-
có después a esta forlaleza, teniendo grandes
pérdidas.Tomó parte en otros hechos de armas
durante esta campaña, haciéndose notarpor su
valor y sus recomendables cualidades. Falleció
en Río de Janeiro, el 9 de octubre de 1879.
Otamendi (Fernando). Hacendado. Nació en
Buenos Aires, el 30 de mayo de 1800. Se con-
sagró a las tareas rurales en el Sud de la pro-
vincia de Buenos Aires, en cuya zona adquirió
gran renombre, y como patriota inteligente y
prestigioso fué uno de los dirigentes de la re-
volución del Sud el año 1839. En ese hecho
formó como capitán de la tercera compañía del
batallón Tut/ú, que mandaba Jacinto Machado.
Concurrió a la batalla de Chascomiis, y muer-
tos el coronel Gramer (v.) y el capitán López
Calventi (v.), tomó el mando de las fuerzas el
capitán Otamendi, sosteniendo la batalla hasta
el último momento, en que fué tomado prisio-
nero junto con su jefe el comandante Macha-
do. Después de padecer grandes penurias, re
cobró su libertad; pero perseguido tenazmente
por La Mazorca, fué herido de tal gravedad
que estuvo en peligro su vida. En las célebres
clasificaciones del tirano Rosas figura como
saloaje unitario acérrimo. Emigrado al Estado
Oriental, residió allí hasta el derrocamiento
de Rosas. En 1860 fué electo diputado a la Le-
gislatura de Buenos Aires, y al año siguiente
ocupó una banca en el Senado de la provincia,
cargo para el que fué reelegido en 1866, año
en que se produjo su deceso en su ciudad natal,
el día 15 de diciembre.
Otero (Francisco de Paula). Militar. Natural de
Salta. Después de recibir una esmerada edu-
cación en su provincia, pasó al Perú, donde se
puso en comunicación con el general San Mar-
tín cuando llegó con el ejército libertador ar-
gentino-chileno, deseando prestar sus servicios
a la causa de la emancipación. En el pueblo
de Cajamarca, Jauja, hizo que se pronunciara
por la revolución una división realista. Arena-
les ascendió a Otero a coronel, ascenso que
confirmó el general San Martín. Fué goberna-
dor de la provincia de Tarma, nombrado por
Arenales. A las órdenes del libertador Bolívar
prestó importantes servicios por su genial acti-
vidad en comisiones importantes, surtimiento
y provisión de víveres, etc. Asistió a Junin y a
Ayacucho, donde Bolívar lo ascendió a gene-
ral. Se retiró luego del servicio para preocu-
parse de los intereses particulares y de su fa-
milia.
Oyuela (José Gabriel de la). Militar. Nació en
Buenos Aires, el 18 de marzo de 1788. Tomó
parte en las invasiones inglesas, y por diver-
sos acontecimientos y comisiones llegó hasta
el grado de sargento mayor. Adicto al genera)
Alvear, lo acompañó en sus campañas, hasta
caer prisionero en San Nicolás, donde fué so-
metido a juicio y borrado de la lista militar.
Más tarde fué comandante militar y político
de Patagones, en 1827; gobierno que ejerció
con competencia y honorabilidad. Declarada
la guerra contra el Imperio del Brasil, hizo
toda su campaña, hallándose en ¡tuzaingó y en
otros diversos hechos de armas. A su regreso,
fué ascendido a coronel. Murió en Buenos
Aires, el 30 de agosto de 1833.
Oyuela (José María de la). Militar. Natural
de Buenos Aires. Sus servicios datan desde
la primera invasión inglesa (1806). Se halló en
la acción de Perdriel. y pasó a Montevideo, a
las órdenes de D. Manuel de Arroyo y Pinedo.
En los acontecimientos de mayo tuvo mucha
participación, llegando años después a briga-
dier. Durante el gobierno de Rosas se avecin-
dó en San Juan, donde actuó en las filas unita-
rias y como jefe de un regimiento de Milicias,
a las órdenes del general Acha. Fué encarce-
lado y borrado de la lista militar en 1847, y
desterrado a la Guardia de Lobos, donde falle-
ció, el 9 de abril de 1849.
DlC. HlST. BlOQR.
p
Ángel Pacheco.
Pacheco (An?e1). Militar. Nació en Buenos Ai-
res, el 14 junio 1793. Ingresó en el regimiento
de Granaderos a
caballo, hallándo-
se en San Loren-
zo. Partió des-
pués al Alto Perú,
donde se halló
como oficial en
varias acciones
de guerra. En
1816 se reunió en
Mendoza al ejér-
cito de los Andes,
en clase de ayu-
dante mayor del
escuadrón de Cazadores de la Escolta, pasan-
do al año siguiente los Andes y batiéndose en
Putaendo, Chacabuco, Curapaligüe, Cancha
Rayada, Maipú y Bio-Bio, en 1818, en cuyo
año fué promovido a sargento mayor gradua-
do. En 1825 fué creado el regimiento 3.° de
Caballería, confiéndosele el mando al enton-
ces teniente coronel Pacheco. Asistió a la
campaña del Brasil, tomando parte en las ba-
tallas del Ombú, Ituzaingó, Camacuá y com-
bates de los Potreros del padre Filiberto, Yer-
bal y Las Cañas. De regreso a Buenos Aires
sirvió en la frontera Oeste y en la campaña al
interior contra el general Paz. En 1833 fué
nombradlo mayor general en la campaña al de-
sierto que comandó D. Juan Manuel de Rosas,
y a su regreso, electo gobernador de la pro-
vincia, rehusó el alto cargo. Más tarde fué mi.
nistro de la Guerra, diputado, general en jefe,
inspector de Armas. Derrotó a los unitarios en
los combates de Fraile Muerto, en 1831, y en
San Cala y Rodeo del Medio, en 1841 . En 1852,
disgustado con Rosas, no concurrió a la bata-
lla de Caseros, retirándose a su estancia del
Talar Murió en Buenos Aires, el 28 de «ep-
tiembre de 1869.
Pacheco (Diego). General español. Natural de
Talavera de la Reina. Gobernador interino du-
rante la ausencia del teniente general Gaspar
de Medina, en 1567 y 1568, de la antigua pro-
vincia del Tucumán. Como rico que era Pache-
co, procedió con limpieza de manos y con des-
interés, lo que le granjeó el afecto común. Al
llegar a la provincia, entró en Esteco, fundada
poco antes y poblada por Andrés López, de-
clarando nula la facultad de aquella población;
pero reconocida la importancia de aquella ciu-
dad para la seguridad de la provincia por la
parte del Chaco, dispuso que el 15 de agosto
del mismo año (1567) se celebrase su fundación
en nombre del rey. y por borrar la memoria de
Diego de Heredia y de Juan de Berzocana,
mudó el nombre de Esteco puesto por éstos,
dándole el de Nuestra Señora de Talavera, por
devoción del santo del día y en memoria de su
patria. Dispuso igualmente se dedicase la igle-
sia a la Asunción triunfante de María Santísi-
ma, como lo estaba la ciudad, eligiéndose al-
caldes en el nuevo Ayuntamiento, que lo fue-
ron Román de Chaves y Tomás González. Fué
un gobernador tan prudente como moderado.
Pacheco (Jorge). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 28 de abril de 1781. Concurrió a la
reconquista de Buenos Aires (12 de agosto de
1806), y en 1807 en los combates de los días 5
y 6 de julio. Era capitán del Cuerpo de blan-
dengues, de Montevideo.
PadiUa (.Manuel Asencio). Caudillo. Natural de
Bolivia. Nació en Chayanta, el 29 de septiem-
bre de 1773, ven ISOScontrajo enlace con la cé-
lebre heroína D.^ Juana Azurduy (v.). Se halló
en las batallas de Tucumán, siendo herido en
PAG
303 -
PAL
Salta; combatió en Ayohuma. Después de este
desastre se mantuvo en el Alto Perú al frente
de algunas bandas de partidarios. Habiendo
sido preso en una ocasión por los españoles,
mató de una puñalada al hombre que le ponía
los grillos, y en un descuido se fugó y conti-
nuó su vida de aventuras, sublevando el distri-
to de la Laguna, donde estableció el cuartel
general de la republiqueta; lo acompañaba en
sus correrías su esposa. Su ascendiente sobre
los naturales era tal, que llegó a reunir hasta
cuatro mil hombres bajo su bandera. Fué el
más popular de los caudillos del Alto Perú: era
valiente, activo y ejercía dominio sobre las
multitudes y sus jefes, pero carecía de talentos
militares. Se batió con los españoles en un
sinnúmero de encuentros a las órdenes de
Arenales y Rondeau o mandando en jefe. Des-
pués de la jornada de la Laguna fué tomado
prisionero en el paraje denominado del Villar,
el 14 de septiembre de 1S16, y sobre la mar-
cha el jefe enemigo le dio un pistoletazo, or-
denando a fray Suárez Polanco, que era se-
cretario y capellán de Padilla, que lo absol-
viera, loque ejecutó , y Aguilera cortó con su
propia mano la cabeza de Padilla, la que fué
expuesta en la plaza de la Laguna en una
pica. El pueblo de la Laguna lleva hoy su nom-
bre, ilustre por sus hazañas y su martirio.
Pago Largo (batalla). En 31 de marzo de 1839.
El ejército correntino, mandado por el gober-
nador D. Jenaro Berón de Astrada, es sor-
prendido y derrotado en una batalla que libra
en Pago Largo por el ejército entrerriano, al
mando del general Urquiza. El mismo Astrada,
con más de 1 .300 conentinos, quedan en el
campo de batalla.
Palacios (Pedro B.).(Almafuerte.) Nació en San
Justo, provincia de Buenos Aires, el 13 de
mayo de 1854. Des-
de los diez y nue-
ve años hasta los
cuarenta y dos, con
breves intervalos,
ganó su pan instru-
yendo a los niños,
y así, fué maestro
en la capilal fede-
ral hasta ISTsJ y en
la provincia de su
nacimiento; en di-
versos pueblos, D.Pedro Palacios B.
hasta 1896, en la (Alma fuerte).
escuela número 3 de Trenque-Lauquen. En
1893, época en que se encontraba en el pue-
blo del Salto, su producción literaria, conoci-
da, se redujo a artículos de diarios. Fué en
este año en el que publicó, usando por pri-
mera vez el seudóniíiio que le sintetiza, una
poesía en La Nación. Tenía por título un in-
terrogante, y ese interrogativo dio que ha-
blar, preguntándose quién era su autor. En
ese mismo pueblo escribió: Olímpicas y Cris-
tianas, y retocó ¿«2 sombra de la patria. En
1896 fué nombrado prosecretario de la Cámara
de Diputados de la provincia de Buenos Aires,
y en esa época escribió: La canción del hom-
bre, el prólogo de Apostrofes, Milongas clási-
cas y El cantar de los cantares. En la ciudad
de La Plata, de su predilección, colaboró en el
Buenos Aires y redactó, él sólo, El Pueblo,
que fundara D.Roque Carvajal. Fué un hombre
siempre franco y sincero, una especie de após-
tol de .los miserables, a veces áspero y agrio,
como la verdad misma, y, sin embargo, oculta-
ba bajo la tosquedad de su palabra y de su pe-
cho un corazón blando y cariñoso. Falleció en
La Plata, el 28 de febrero de 1917.
Yo tuve mi covacha siempre abierta
para cualquier afán, falaz o cierto,
y tan franco, tan libre, tan abierto
mi hermoso corazón como una puerta.
Yo deliré de hambre sendos días,
y no dormí de frío sendas noches,
para salvar a Dios de los reproches
de su hambre humana y de sus noches frías...
¡Yo recibí el sarcasmo pestilente
que de los senos de la chusma corre,
como el santo de piedra de una torre
las caricias del sol sobre su frente!
Y a pesar de ser bálsamo y ser puerto,
de ser lumbre y ser manta y ser comida,
a mí nadie me amó sobre la vida,
¡ni nadie me honrará después de muerto!
Palanco (combate). El 27 de mayo de 1867. El
montonero Pedro Pérez infestaba con sus co-
rrerías la provincia de Mendoza con muchos
forajidos e indios. El jefe del regimiento pri-
mero de Caballería, D. Ignacio M. Segovia, lo
sorprende en Paloneo. Se traba un combate
que da por resultado la destrucción de los
montoneros, teniendo que huir Pérez con un
pequeño grupo. Entre lo que se quita al ene-
migo, se encuentran setenta y siete muJeres y
PALL
— 304
PAR
gran cantidad de chicos que habían sido arre-
batados de sus hogares.
Palleja (León). MiHtar. Era español de naci-
miento, pero oriental de corazón. Se halló en
la batalla de Caseros, en Vatay y otras accio-
nes de guerra, donde se comportó bizarra-
mente. En la batalla del Boquerón, durante la
guerra del Paraguay, fué muerto el 18 de ju-
lio de 1866.
Palmar. Son dos hechos de armas conocidos
con este nombre. El 17 de enero de 1844 tuvo
lugar sobre el arroyo de las Puntas del Pal-
mar, en la provincia de Entre Ríos, un combate
sangriento entre el ejército correntlno unita-
rio, a las órdenes del general Madariaga, y las
fuerzas federales, mandadas por el general
Garzón, fueron vencedoras las primeras. El
21 de julio de 1866. Durante la guerra contra
el Gobierno del Paraguay, el teniente coronel
Ayala, defendía con una guerrilla los pasos
del estero del Palmar por la derecha de la
línea de los aliados, y al ser atacada por fuer-
za paraguayas muy superiores en número,
llegó en su auxilio el mayor Mansilla con un
batallón, sosteniendo un combate que dio por
resultado quedar vencedoras las fuerzas ar-
gentinas.
Palma Redonda (combate). El 29 de julio
de 1827. Los generales Quiroga e Ibarra, al
frente de sus fuerzas atacan en el punto llama-
do Palma Redonda, en Santiago del Estero, al
ejército tucumano al mando de D. José Igna-
cio Helguera; declarándose la victoria a favor
de los primeros.
Palmitas (combate). El 7 de febrero de 1829.
Organizado el Gobierno revolucionario de don
Juan Lavalle en el Sud de Buenos Aires, se
desconoció su autoridad. Se movilizaron algu-
nas fuerzas bajo el mando del comandante de
campaña D, Juan Manuel Rosas. Parte de es-
tas fuerzas, al mando de Luis Molina y de Ma-
nuel Mesa, es atacada en las Palmitos por el
coronel Suárez y derrotada completamente.
Mesa, que fué tomado prisionero, después de
ser juzgado como malhechor, fué fusilado el 11
del mismo mes en la plaza del Retiro.
Palometas. Las flechas que usaban los indios
guaycurúes, al tiempo de la conquista de estas
regiones, armadas con puntas de huesos de
pescado, eran llamadas palometas.
Palpa (combatej. El general Arenales se apode-
ró de lea el 6 de octubre de 1820. Mandó en
seguida al teniente coronel Rufino Guido, con
un escuadrón de Cazadores a caballo, en per-
secución de las fuerzas realistas del marqués
de Quimper, que había emprendido la retirada
conduciendo un convoy de familias y elemen-
tos de guerra. El coronel Guido, después de
una primera correría infructuosa, emprende
una segunda marcha por distinto camino, y
consigue alcanzar una de las columnas de los
fugitivos. Inmediatamente la ataca y consigue
ponerla en fuga, después de haber recibido
dos compañías que se pasaron a su bandera.
Fué éste el primer combate el Perú, 7 de oc-
tubre de 1820, siendo muchos los trofeos toma-
dos al enemigo.
Paracas. Puerto en la bahía de este nombre,
en el Perú, donde desembarcó la expedición
libertadora que a las órdenes de San Martín in-
vadió a ese país el 8 de septiembre de 1820.
La bahía de Paracas, distante tres leguas al
Sud de Pisco, fué el paraje elegido por el ge-
neral San Martín para el desembarco de la
expedición; punto que para todos los expedi-
cionarios había sido un secreto, como lo eran
todas sus disposiciones de importancia. A las
seis de la tarde fondeó el convoy en la ense-
nada, y al día siguiente, a las cuatro de la
mañana, empezó el desembarco. La división
que empezó primero fué la de los batallones
argentinos números 7, 11 y el 2 de Chile; dos
piezas de artillería y 50 Granaderos a caba-
llo, todos uniformados de parada y a las órde-
nes del general Las Heras, jefe de Estado
Mayor, que marchó a tomar posesión de la
villa de Pisco, donde estableció su cuartel ge-
neral.
Paraná (capital de la provincia de Entre Ríos
y rio de la República). La ciudad del Paraná,
situada sobre la margen izquierda del río y en
el departamento del mismo nombre, fué fun-
dada en 1730 como colonia de Santa Fe. Fué
capital provincial desde 1819 hasta 1853, año
en que llegó a serlo de la Confederación ar-
gentina. Es muy pintoresca y comercial; su
puerto sobre la Bajada Grande tiene capaci-
dad para buques de bastante calado. Tiene
buenos edificios: como la Catedral, Casa de
Gobierno, Municipalidad, Observatorio Astro-
nómico, etc., etc.; y además tiene tranvías,
aguas corrientes, teléfonos, luz eléctrica, her-
mosas plazas. En 1842 fué sitiada y tomada ,►
esta ciudad por el general Paz; y en 1873 su-
frió un segundo sitio, durante la rebelión de
López Jordán. El río Paraná nace en las sie-
PAR
-305 —
PAR
ras del Espinazo (Brasil); y en su curso forma
la hermosa catarata de la Guayra o Apipé, des-
emboca en el Río de la Plata por varios bra-
zos llamados Miní, Quazii y de las Palmas.
Frente al Diamante ofrece su mayor anchura,
que alcanza a 7.000 metros; sus tributarios son
numerosos. Es navegable hasta el salto de Api-
pé, recorriendo desde su nacimiento hasta su
desembocadura 4.200 kilómetros. Paraná es
voz guaraní, que significa «río grande como la
mar». El 17 de abril de 1S53 tuvo lugar un
combate naval entre la escuadra de la Confe-
deración y la de Buenos Aires, frente a la
boca de este río. Fué éste descubierto en 1527,
por Sebastian Gaboto.
Pardo de Figueroa (Baltasar). Natural de
Galicia, nombrado gobernador del Tucumán
en 1642, por el virrev del Perú D. Pedro de
Toledo y Leiva, marqués de Mancera. Al prin-
cipio de su gobierno tuvo que marchar, por or-
den del virrey, a la cabeza de un brillante ejér-
cito, compuesto de la principal nobleza de la
provincia, a la defensa del puerto de Buenos
Aires, amenazado entonces de una invasión
portuguesa, conduciendo al mismo tiempo el
contingente que desde el Perú despachaba el
presidente de la Real Audiencia de La Plata.
Desvanecido el peligro en vista de la oportuna
prevención, regresó el gobernador Figueroa
a los tres meses a su gobierno del Tucumán,
en que se conservó hasta 1644, que pasó de co-
regidor y justicia mayor de Canta, habiendo
obtenido después otros puestos, hasta el de
general del Mar del Sur, donde murió después
del aflo de 1652, dejando noble sucesión de su
esposa D.° Juana de Sotomayor Manrique de
Lara.
Paraguay (batalla). 19 de enero de 1811. Al
expedicionar el general Belgrano al Paraguay,
consiguió en un principio algunos triunfos.
Con 460 soldados y seis pequeñas piezas de
artillería, tiene el general argentino, en esta
fecha, un encuentro cerca del arroyo Para-
guay, con el intendente general del Paraguay,
D. Bernardo Velasco, al frente de 7.000 hom-
bres y fortificados en una capilla, con 17 pie-
zas de artillería. Se da el ataque, y Belgrano,
a pesar de la superioridad del enemigo y de su
fuerte posición, consigue tomarle las baterías
y poner en fuga a la mayor parte de las fuer-
zas realistas y al mismo Velasco; pero distraí-
da su gente en el saqueo, particularmente la
caballería, cae en poder de los españoles que
aún se habían sostenido, recuperando a su vez
el terreno y artillería perdida. Este contraste
obligó a Belgrano a retirarse a sus antiguas
posiciones, que también abandona en la tarde
de este mismo día, sin que el enemigo tratara
de hostilizarle.
Paraguay (Intendencia del). Dependía del vi-
rreinato del Río de la Plata La ciudad de la
Asunción, capital de la entonces provincia del
Paraguay, fué fundada en 1536 por Juan de
Salazar y Espinosa, y usa del título de ilustre
desde su fundación por los importantes servi-
cios que hizo en muchas poblaciones que fun-
dara, y por haber sido capital de ocho ciuda-
des, como se refiere en Real cédula de 7 de ju-
nio de 1618. Tiene por armas un escudo sobre
campo azul; en el primer cuartel está colocada
Nuestra Señora de la Asunción; en el segundo,
el Patrón San Blas; en el tercero, un castillo,
y en el cuarto, una palma, un árbol frondoso y
un león, que le concedió el emperador Car-
los V. En 1543 la ciudad de la Asunción expe-
rimentó un horrible incendio, en que se perdió
la mayor parte de los papeles más antiguos.
El Paraguay fué descubierto por D. Sebastián
Gaboto, y conquistado en 1536. Este país llegó
a ser una verdadera república teocrática, des-
de 1610 hasta 1767, bajo el imperio jesuítico y
la soberanía de España. En 1810 el general
Belgrano llevó al Paraguay la bandera de la
libertad; pero recién al año siguiente se decla-
ró independiente, sufriendo desde entonces
hasta 1870 el más cruel despotismo, bajo la dic-
tadura de Francia y de Solano López. En aque-
lla fecha, después de una ¡ lucha de cinco
años contra los ejércitos aliados, sucumbió el
tirano, dejando al país arruinado y casi sin
hombres; pues en esa cruenta lucha sucumbie-
ron más de cien mil, y un número aproximado
de mujeres y niños perecieron asimismo en los
montes, a consecuencia del hambre.
Pareja. Fué uno de los 63 pobladores de Bue-
nos Aires, el 1 1 de junio de 15S0. Se cree que
fué santafecino, del tiempo de Gaboto o Men-
doza, paraguayo o de Charcas. Fué -de los
agraciados con una suerte de tierra de 400 va-
ras de frente por una legua de fondo, y otra
de 3.(X)0 varas de frente por una legua de fon-
do en la banda opuesta del riachuelo, en el
repartimiento que hizo Garay en 1583.
Parí (batalla). El coronel D. Javier Aguilera,
jefe de las fuerzas españolas que operaban en
el Alto Perú, habiendo derrotado y muerto al
PAR
— 306
PAR
caudillo Padilla, el 14 de septiembre de 1816
continuó su marcha con 1.200 hombres hacia la
ciudad de Santa Cruz de la Sierra, y a las once
de la mañana del 21 de noviembre de 1816, de-
rrota en la costa del arroyo Parí al coronel
D. Ignacio Warnes, que con 1.000 hombres mal
armados da repetidas cargas a la bayoneta,
hasta que cae herido del caballo. Aguilera, si-
guiendo su costumbre, le hace cortar la cabeza
y colocarla en una pica. A esta batalla se si-
guió el fusilamiento de 914 personas, de toda
edad y sexo, con que el feroz realista la
festejó.
Parera (Blas). Músico. Natural de Cataluña,
España. Residía en Buenos Aires en 1813,
cuando le fué en-
cargada la tarea de
poner en música la
letra de nuestro
himno, cuyo primer
ensayo tuvo lugar
en la casa de la fa-
milia de Luca, en
medio de una nume-
rosa y selecta con-
currencia; ensayo
que fué todo un
éxito, pues el com-
positor consiguió
darle toda la sono-
ridad y armonía convenientes para impresionar
al espíritu y conmoverlo, con la particularidad
de que la letra está unida a la música, hasta el
punto de que cada palabra del himno recuerda
una frase musical, y cada nota de éste trae a
la mente la palabra que le corresponde. Esta
producción lo ha inmortalizado. Durante su
residencia en ésta se ocupaba de dar lecciones
de piano y como organista de coro en las
iglesias.
Parker (Enrique Guillermo). Marino. Natural
de Inglaterra. Como otros tantos de sus com-
patriotas tomó servicio en la escuadra nacio-
nal al abrirse la campaña contra el Brasil,
en 1826, en obsequio a la amistad que lo ligaba
a Brown, de quien era compatriota. En un prin-
cipio le fué confiado como segundo jefe el bu-
que insignia 25 de Mayo, siendo promovido a
capitán de Marina en enero de 1826. Poste-
rionnente, por razones de servicio se le dio el
mando del bergantín ( ongreso, buque de 16
cañones, en cuyo puesto fué gravemente he-
rido durante el sangriento ataque a la colonia,
D. Blas Parera.
D. Guillermo Parody.
el 27 de marzo de 1827, día en que expiró en
un hospital. Sus restos fueron trasladados a
Buenos Aires dos días después, celebrándose
el día 31 solemnes exequias en el templo de
San Francisco.
Parody (Guillermo). Educacionista. Nacido en
Gibraltar, el 1 de octubre de 1827. Muy joven
vino a las playas ar-
gentinas, dedicándo-
se a la enseñanza de
la juventud, abrien-
do un vasto estable-
cimiento de educa-
ción en la capital fe-
deral. La organiza-
ción política del país
era por entonces la
preocupación de
hombres y Gobierno;
antes que instruir y
educar al niño era
forzoso quebrantar
el caudilh je que traía aniquilada la tierra ar-
gentina. El éxito del estnblec¡miento del se-
ñor Parody no se hizo esperar; a él concu-
rrieron los hijos de la capital y de las pro-
vincias, y en él continuaron disputándose un
lugar generaciones de niños durante un pe-
ríodo de más de cuarenta años, en el que
el sabio maestro pennaneció al frente de la
educación. En la política, en el foro, en las
diversas profesiones liberales, en el comer-
cio, en la industria, en toda-; pai tes, se ha-
llan hoy esparc'das las generaciones que
educó. La presencia del noble anciano, todo
altruismo, era imponente; vastísima su ilus-
tración, y sil corazón un tesoro de bondad in-
agotable. ¿Quién no hallaba en él un pensa-
miento sano y generoso, y el consejo paternal
que alienta y edifica? «Ha^ta la hora de su
muerte conservó rara energía para dar siem-
pre el pjeMiplo del bien. Algunos habrán po-
dido hacer lo que él; ninguno ha podido su-
perarlo en \i-\ obra de progreso que inició, man-
tuvo y llevó a límites extraordinarios, con
éxitos brillantes en este país que fué también
su patria, por la afección y el cariño; patria
que él conquistó derramando la luz en las in-
teligencias y la semilla del bien en los cora-
zones.» Durante el gobierno de Sarmiento se
le encargó la formación de un cuerpo de taquí-
grafos para el servicio del Parlamento, y se le
dio la cátedra de Taquigrafía en el Colegio
PAR
307 -
PARR
Nacional, de donde salieron ios estenógrafos
que fueron ia base del actual Cuerpo de Ta-
quígrafos del Congreso de la nación, oficina
técnica que hoy está a la altura de las mejores
del mundo. Parody, después de muciios años
de labor incesante y tenaz, iiabía arreglado al
castellano la taquigrafía inglesa de Pitman,
trabajo admirable y que le honra altamente, y
ese sistema estenográfico se ha difundido por
toda la América de habla española. Falleció
en Buenos Aires, el 4 de diciembre de 1897.
En la inhumación de sus restos terminó así su
discurso el Dr. D. Mariano Várela: «La Re-
pública Argentina debe un homenaje a este
muerto. Lo reclama como uno de sus ciuda-
danos. D. Guillermo Parody fué uno de los
primeros maestros que, a la caída del tirano
bárbaro, abrió la escuela donde se enseña a
honrar la patria, la sociedad y la familia, a
formar la inteligencia y robustecer el racio-
cinio con el ejemplo y las grandes lecciones.
Señores: pido desde esta tumba que se per-
petúe la memoria del viejo maestro de varias
generaciones argentinas, dando su nombre a
alguno de nuestros principales establecimien-
tos de educación».
Paroissien (Diego). Médico. Nacido en Ingla-
terra en 1783, donde se educó y doctoró en
Medicina. Hizo relación con el célebre ameri-
cano Miranda y otros patriotas que trabajaban
en Eurcpa por la emancipación sudamericana.
Entró a formar parte de la Logia Lautaro, y
se vino a Buenos Aires en 1811 a ofrecer sus
servicios a la causa de la libertad, tomando
carta de ciudadanía argentina en diciembre de
1811. Sirvió como médico en el ejército del
Alto Perú, y de regreso a Buenos Aires se le
confió la dirección de armas y pólvora de Cór-
doba. En 1816 se incorporó al ejército de los
Andes como teniente coronel asimilado y ciru-
jano mayor. Asistió a las batallas de Chacabu-
co, Cancha Rayada y Maipii. Como coronel,
formó en la expedición al Perú. Fué ministro
plenipotenciario ante las Cortes europeas. Su-
cumbió en un viaje de Arica a Valparaíso
en 1827.
Parral (combate). Librado en Chile por el capi-
tán argentino Caxaraville y el comandante
Bulnes, el 27 de marzo de 1818. En la villa del
Parral, un destacamento realista compuesto
de 300 hombres, al mando del comandante Bul-
nes, se posesionó de este punto, entregando al
saqueo su población y pasando a cuchillo a va-
rios de sus vecinos. El capitán Caxaraville,
con un escuadrón de su regimiento y algunas
milicias atacó por sorpresa el mismo punto,
después de una marcha de cinco días, logran-
do dar muerte a Bulnes, a varios de sus oficia-
les y a 200 hombres de los que componían sus
fuerzas, tomando 70, entre oficiales y soldados
prisioneros, después de un vigoroso ataque.
Parroquias. Las primeras disposiciones sobre
parroquias en la ciudad de Buenos Aires se
dictaron en 1730. Las siguientes, en 1769, por
las que se erigieron cinco en la ciudad. La Ca-
tedral o Iglesia mayor fué una de las primeras
que se levantó en esta ciudad. Según algunos
historiadores, sus paredes eran de barro y su
techo de paja. El obispo Carranza le puso te-
jas y le hizo construir un coro y sacristía, obra
que contrató con el carpintero Pascual Ramí-
rez m.ediante la suma de 1.100 pesos, según
consta en el acta del Cabildo de 15 de febrero
de 1618. Al hacerse cargo del obispado el se-
ñor Azcona Imberto, en 1677, encontró el edifi-
cio de la Catedral en un estado ruinoso, y aco-
metió con satisfactorio resultado la empresa
de reconstruirlo, poniéndole techos de cedro
del Paraguay. En esta obra, que costó 80 000
pesos oro, se quemaron los primeros ladrillos
en la ciudad. La Catedral entonces tenía dos
torres, que se adelantaban a la actual plaza de
Mayo, y las cuales se echaron abajo en 1822.
La obra del obispo Azcona no tuvo mucha du-
ración, porque el 24 de mayo de 1753, como a
las siete de la mañana, se derruiubó, sin cau-
sar, felizmente, ninguna desgracia personal.
El gobernador Anionaegui dio cuenta al rey
de este hecho, manifestándole «que la justa in-
dignación de la MajestadDivina también se ha
demostrado en esta ciudad con benignidad,
pues habiéndose caído la Catedral, fué como
suma felicidad que no tomó debajo a ninguna
persona». Al reconstruirse bajo la dirección
del arquitecto Rocha, se suprimieron las torres
porque estorbaban la puntería en aquella di-
rección de los cañones de la fortaleza. El ac-
tual frontis de la Catedral fué hecho en una
época más moderna por el arqu'tecto Catelín.
Las doce columnas representan los apóstoles,
y el gran retablo bíblico en alto relieve que
éstas soportan, obra colosal, se terminó des-
pués de la caída de Rosas. Iglesia de San
Francisco: el plano de esta iglesia fué hecho
por el padre jesuíta .\ndrés Bianqui, y la cons-
trucción de la misma, así como del convento,
PARR
308 —
PARR
empezó en 1731. En 1770 y en 1807 fué clausu-
rado respectivamente por Vértiz y Liniers,
porque se temía que la gran bóveda se des-
plomase. En ISOS Liniers aprobó el piano del
pórtico y torres de la Iglesia, que es el mismo
que hoy tiene, salvo las modificaciones que se
han hecho actualmente en el adorno de su fren-
te y en la torre del centro. En la sacristía tie-
ne dos grandes y hermosos cuadros pintados
por Miguel Ángel, iglesia de Santo Domingo:
data su edificio del 29 de junio de 1751, en
cuyo día se puso la piedra fundamental y se
comenzó la construcción, que terminó en 1779.
Bendijo la ceremonia de la colocación de la
piedra el obispo José Antonio de Basurca, y
fué Patrón de la fábrica, y su principal coope-
rador, el Sr. D. Juan de Lezica y Torresury.
En 1806 y 1807, durante las invasiones ingle-
sas, el edificio sufrió mucho. Ostenta en una
de sus torres incrustadas muchas balas arro-
jadas por los patricios contra los ingleses, que
se habían apoderado de él. En ese tiempo sólo
tenía esa torre. Hoy ha sido modificado su
frontis, y en su atrio está un monumento al
general Belgrano, y donde reposan sus res-
tos. Llámase hoy este templo Basílica del Ro-
sario (Defensa y Belgrano). Las Catalinas
(Víamonte y Reconquista). Fué fundado por el
Dr. Dionisio de Torres Briceño, según cédula
de 27 de octubre de 1717. El primitivo edificio
fué comenzado por este señor en 1724, en fren-
te del Hospital del Rey, hoy Casa de Moneda.
Habiendo fallecido Briceño cuando recién se
había levantado los cimientos, los sucesores de
él encontraron más conveniente trasladar el
convento en el sitio que actualmente se en-
cuentra. Esto aconteció en 1737. El 25 de di-
ciembre de 1745 tuvo lugar la instalación del
convento con una solemne ceremonia. Se ins-
taló con cuatro monjas, traídas de Córdoba
por el provisor Juan Antonio de Espinosa y el
presbítero Juan Antonio González, con una
escolta de 25 hombres de tropa. Templo y con-
vento de Capuchinas (Alsina y Piedras). He-
cho construir por el maestre de campo don
Juan de San Martín. Sirvió de ayuda a la Ca-
tedral con el nombre de curato de indios. La
Congregación de monjas capuchinas se instaló
primitivamente en 1753, en una parte del edi-
ficio de San Nicolás, construido a costa de don
Francisco Araújo; pero encontrándose San Ni-
colás en los arrabales de la ciudad, bien pron-
to se apercibieron las monjas de que los pan-
tanos que dificultaban enormemente el tránsi-
to, las expondría a permanecer sin recursos ni
alimentos, porque los limosneros no podrían
proporcionárselos. Por estas razones, la Con-
gregación se trasladó a la iglesia de San Juan
en 1754, mediante el permiso otorgado por
una cédula real. En 1757 tenía este convento
33 religiosas; en 1778, según el censo de ese
año, 27. La Merced (CangaWo y Reconquista).
En 1580, Garay estableció en la manzana for-
mada por las calles Sarmiento, Corrientes, Re-
conquista y 25 de Mayo, un hospital, que de-
nominó San Martin, para que estuviese cerca
de este templo, lo que prueba que ya entonces
existia o iba a establecerse el templo de la
Merced. Hasta 1821 existía en este templo la
orden de los mercedarios; pero en virtud de la
reforma iniciada por el gobernador Rodríguez
y su ministro Rivadavia, desapareció entre las
Asociaciones religiosas del país. En 1829 fué
declarada parroquia de la Catedral al Norte.
Concepción (Tacuarí e Independencia). Donde
hoy existe este templo había una capilla en
1730, edificada por Matías Flores. La actual
construcción es de una época moderna y fué
levantada mediante los esfuerzos del cura José
C. García de Zúñiga, muy estimado por sus
virtudes. Este templo fué erigido en parroquia
en 1769. Aeí/arf (Bartolomé Mitre y Paraná).
Su origen fué una capilla edificada con recur-
sos de D. Manuel Gómez. Se erigió en pa-
rroquia en 1796. Este templo, junto con el de
San Telmo, son los únicos que en la capital go-
zan de derecho de asilo, por bula del papa.
San Nicolás (Artes y Corrientes). Fué en su
origen capilla, edificada a costa del acauda-
lado vecino Domingo de Acasuso (v.). La igle-
sia, con pocas variantes, fué hecha construir
por D. Francisco Araújo. En 1769 fué declara-
da parroquia. Últimamente ha sido su frontis
completamente modificado. San Ignacio, Ca-
tedral al Sud (Alsina y Bolívar . Se empezó
en 1722 por los jesuítas arquitectos Flanqui y
Primoli, que habían venido de Europa con este
fin. Fué durante muchos años residencia de los
jesuítas, hasta que fueron expulsados. So-
corro (Suipacha y Juncal). Fué construido a
expensas de D. Alejandro del Valle. En 1781
fué concluido y erigido en parroquia por el
obispo Sebastián Malvar. Su primer cura fué
D. Félix Zuluaga. San Telmo (Humberto í y
Defensa) en la antigua Residencia. El curato
formó parte de la Concepción hasta 1813, en
PAS
- 309
PAS
cuyo ailo se erigió en parroquia. Monserrat
(Belgrano, entre Lima y Salta). Fué primitiva-
mente capilla, pero en 1769 se convirtió en
parroquia por disposición del rey. El vecino
Pedro Sierra, natural de Barcelona, hizo cons-
truir a sus expensas la capilla. Baíoanera
(Bartolomé Mitre y Azcuénaga) Fué edifica-
do con limosnas por el padre fray Juan Ro-
dríguez, procurador de las Misiones de religio-
sos franciscanos que venían de España para
los colegios de propaganda del Perú y Chi-
le. Fué erigida en parroquia en 1833. Pilar
(Recoleta). Antigua residencia d? los padres
recoletos. Fué fundada por el padre Diego
Zeballos, en virtud de una cédula de Feli-
pe V, de 1715. El vecino Juan Narbona se hizo
cargo de la fábrica, y contribuyó con dos mil
pesos fuertes En 1739 quedó concluido el
templo. San Miguel (Bartolomé Mitre y Sui-
pacha). Fué adquirido su terreno en 1738 por
la Hermandad de Caridad, de la que erael alma
el filántropo presbítero Juan Guillermo Gon-
zález; Asociación que se había fundado en 1727
con el santo fin de enterrar los muertos. San
Juan Evangelista (Boca). Erigida en parroquia
en el año 1872. Salvador (Callao y Viamon-
te). Construido enl872 por la Compañía de
Jesús, la cual tiene establecido un colegio en
el mismo sitio. Fué incendiado el 28 de febre-
ro de la75 por un grupo de liberales. Reedi-
ficado después con el óbolo de algunos fieles,
se ha levantado en su lugar, en 1884, un tem-
plo de construcción severa y elegante. (Véase
Salvador, incendio).
Pasco (batalla). Dada en las inmediaciones de
la ciudad de Pasco, Perú, el 6 de diciembre de
1820. Durante la expedición del Perú, en la
pimera campaña de la Sierra, a las órdenes del
general Arenales, acampó éste a inmediacio-
nes de la posición enemiga, reconoció el terre-
no inmediato y decidió atacar dicha posición,
iniciando el fuego con la artillería para obli-
gar al enemigo a descubrir su fuerza y su plan.
El general O'Reilly, al ver coronar las alturas
se preparó para el combate. Después de un
corto, pero rudo, batallar, los realistas fueron
derrotados. Se tomaron: 343 prisioneros, te-
niendo 58 muertos y 15 heridos: una bandera y
varios estandartes, dos piezas de artillería con
sus pertrechos de guerra, 360 fusiles, el parque
y la caja militar. Los vencederes del Pasco
fueron condecorados con una medalla. Esta
acción salvó el éxito de la expedición liber-
tadora en su primer movimiento estratégico.
Paso de Aguirre (combate). Guerra civil. El
27 de noviembre de 1818. El general D. Juan
Ramón Balcarce, con fuerzas de Buenos Aires,
derrota al general López, gobernador de la
provincia de Santa Fe, que con seiscientos
hombres se había atrincherado en el Paso de
Aguirre, sobre el río Salado .
Paso de la Patria (combate). Guerra del Pa-
raguay. El 31 de enero de 1866. Los paragua-
yos, con la audacia que les era peculiar, atra-
viesan el río Paraná, por el Paso déla Patria,
en canoas y en número de cuatrocientos, a!
mando del mayor Viveros, recibiendo más tar-
de gran número de refuerzos, y desembarcan
en territorio argentino. La segunda división de
Buenos Aires, al mando del coronel D. Emilio
Conesa, va en auxilio del general Hornos, que
se hallaba allí con la vanguardia, e inmediata-
mente tiene lugar un combate sangriento a
arma blanca; pues habiéndose posesionado los
paraguayos de un monte, fué preciso hacerlos
deslojar el terreno, obligándolos a reembarcar-
se en dispersión. Las pérdidas por ambas par-
tes fueron muchas.
Paso (Juan José). Político argentino. Nacido en
Buenos Aires, el 6 de octubre de 1757. Hizo
sus estudios en
la Universidad de
Córdoba, gra-
duándose de doc-
tor en Leyes en
1779. A su regre-
so a esta ciudad
dictó la cátedra
de Filosofía en el
colegio de San
Carlos, y en 1783
pasó al Perú, en
cuyo país perma-
neció por espacio
de veinte años.
Vuelto a su patria, desempeñó el cargo de
agente fiscal de Hacienda antes de la revolu-
ción de mayo, y auxiliar fiscal del rey durante
los sucesos de 1810, en cuya época pronunció
un famoso discurso, mereciendo ser nombrado
secretario de la primera Junta. En 1812 fué
nombrado miembro del Triunvirato, y al año
siguiente de la Asamblea. En 1816 fué electo
diputado por la capital al Congreso de Tucu-
mán, suscribiendo el acta de la Independencia,
siendo el encargado de redactar el manifiesto
D. Juan José Paso.
PAT
310 -
PAU
a los pueblos. En 1817 fué electo diputado ante
el Congreso de Chile, y en 1S26, miembro del
Congreso Constituyente. Falleció en Buenos
Aires, el 9 de septiembre de 1833. Reciente-
mente se ha inaugurado su estatua en la plaza
de la Independencia de estaciudad.
Patricias ar^^entinas. Las mujeres argenti-
nas que habían mostrado su valor y patriotis-
mo en las invasiones inglesas, tomando parte
activa en la defensa, y que como la señora de
Paz tenía la abnegación de entregar sus hijos,
niños aún, a la patria, no permanecieron indi-
ferentes ante la difícil situación porque pasaba
el país. En mayo de 1812 formaron una asocia-
ción patriótica con el objeto de reunir fondos
para que se compraran fusiles a los soldados
de la patria; así tendrían la satisfacción de de-
cir: uYo armé el brazo de ese valiente, que
aseguró su gloria y nuestra libertad».
Patricios. Regimiento de infantería compuesto
por criollos, que tuvo una actuación distingui-
da durante las invasiones inglesas, en la revo-
lución de mayo y en los primeros años de la
guerra de la independencia. Estaba formado en
un principio por 23 compañías, constando cada
una de 50 hombres y todo el regimiento de tres
batallones. El primero, al mando del coronel
D. Cornelio Saavedra; el segundo, a las órde-
nes del teniente coronel D. Esteban Romero,
y el tercero, a las del igual grado D. José
Domingo Urien. Este Cuerpo formó parte como
voluntario, en las primeras campañas de la re-
volución, asistiendo asimismo a las acciones de
guerra que tuvieron lugar en el Paraguay,
Banda Oriental, provincias interiores y el Alto
Perú, hechos dignos de ser recordados por la
posteridad. Los patricios estaban uniformados
de chaquetilla azul con vivo blanco y collarín
encarnado, un penacho blanco y celeste con
presilla del mismo color en el sombrero alto
de paisano y un escudo de paño grana al bra-
zo, en cuyo centro se leía el nombre simbólico
de Buenos Aires, orlado de palma y laurel.
Patriota. Bergantín en corso. Tenía 12 cañones
de a 18, uno de 32 y 140 tripulantes. Coman-
dante, Tomás Taylor. Se le otorgó patente nu-
mero 54, el 6 de noviembre de 1815, año en
que inició el comandante Taylor su segundo
memorable crucero. Navegó el mar de las An-
tillas, combatiendo el comercio español, espe-
cialmente sobre las costas de Cuba.
Patrón (Matías). Político. Natural de Salta.
Tuvo por maestro en el Colegio de San Carlos
al canónigo doctor D. Valentín Gómez y al
presbítero Fernández. Se distinguió como abo-
gado y como patriota. Fiscal de Gobierno de
la ciudad de Buenos Aires. En julio de 1821
partió a Córdoba para formar parte del Con-
greso general Constituyente, y se hallaba en
esa ciudad como representante de Buenos
Aires, cuando ocurrió su fallecimiento, el 6 de
enero de 1322. Dos años después fueron traí-
dos sus restos a Buenos Aires, donde se le eri-
gió un monumento sepulcral en la Recoleta.
Fué un hombre ejemplar, se distinguió cons-
tantemente por su moral; su vida pública en
la Magistratura fué un modelo de integridad,
de pureza y de buen juicio.
Paunero (Wenceslao). Militar. Nació en la Co-
lonia, el 28 de septiembre de 1805; pasó los
primeros años de
su vida en Buenos
Aires, y en 1825 dio
comienzo a su ca-
rrera militar en el
regimiento 2.° de
Caballería de lí-
nea, en el cual hizo
toda la campaña
contra el Brasil, ba-
tiéndose al lado del
coronel Paz. Des-
tacadoen comisión,
fué tomado prisio-
nero por los brasileños y enviado a río Janeiro.
El 13 de enero de 1829, el teniente Paunero
ascendió a capitán, acompañando al general
Paz en su campaña a las provincias del inte-
rior, asistiendo a las batallas de San Roque, La
Tablada y Oncatioo, donde fué ascendido a
sargento mayor y se le confiaron dos comisio-
nes de importancia. Prisionero el general Paz,
Paunero se retiró a Bolivia, donde sirvió a
Ballivián, siendo nombrado encargado de Ne-
gocios de su patria en esa República. En 1851
fué de los primeros en alistarse en el ejército
del general Urquiza, concurriendo a la batalla
de Caseros al mando de una división de Caba-
llería; después sirvió coníra los indios hasta
1859 en que fué elegido jefe de Estado Mayor
en Cepeda, y con igual cargo y con el grado
de general asistió a la batalla de Pavón. En
1869 batió a los montoneros uel interior en Las
Playas. Declarada la gusrra del Paraguay,
Paunero fué elegido para repeler la invasión
en Corrientes; se halló en otras batallas hasta
General Paunero.
1. Carmen Quintanilla de Alvear— 2. Magdalena Guernes de Tejada —3. Tomasa de la Quintana de Esca-
lada.-4. Casilda Igarzabal de Rodríguez Peña.— 5. Nieves Escalada de Oroml.— 6. Dolores Castelli de
Igareabal.— 7. María Eugenia Escalada de Maria.— 8. Francisca Silveyra de IbarroIa.~9. Remedios Esca-
lada de San Martín.— 10. María de la Encarnación Andonaegui.—U. Rufina Orma de Rebollo. — 12 Isabel
Calvlmoiites de Agrelo.— 13. Tiburcia Aedo de Paz.— U Maria Sánchez de Thompson.
PAV
- 312 -
PAZ
qne, producido el asalto de Curupayti, regre-
só en 18G6 a hacerse cargo del ejército que
marchó nuevamente contra los montoneros del
interior. Fué más tarde ministro de la Guerra;
representante argentino ante el Brasil, sor-
prendiéndole la muerte, el 7 de junio de 1871.
El general Paunero fué militar de escuela, ca-
ballero intachable, inteligente y sagaz.
Pavón (batalla) 1820. La guerra entre Buenos
Aires y los caudillos del litoral marchaba ade-
lante, aunque con algunas intermitencias por
efecto del tratado del Pilar (v.), que si bien
contuvo por el momento los estragos de la lu-
cha armada, no dio la paz esperada, pues los
beligerantes no respondieron a los compromi-
sos de la fe pública, empeñada en un documen-
to solemne. La aparición de Dorrego en el Go.
bierno, la retirada de López de los puertos de
Buenos Aires y la derrota de Alvear y Carrera
en San Juan, había irritado a los porteños, y
sus tropas, con el coronel Dorrego a la cabeza,
después de haber tenido éste con el general
López una entrevista infructuosa, el día 6 de
agosto, marchan hasta el campamento santa-
fecino, en el arroyo Pavón, y presentándole
batalla consigue un completo triunfo, persi-
guiéndole en su derrota hasta el río Carcara-
ñá, el 12 de agosto.
Pavón (batalla) 1861. El 17 de septiembre. El
general D. Bartolomé Mitre, al frente del ejér-
cito de Buenos Aires, atraviesa el arroyo del
Medio y marcha contra Urquiza, que estaba al
frente del ejército de la Confederación, y en
esta fecha libran una batalla en los campos de
Pacón, provincia de Santa Fe. Esta batalla fué
célebre por las peripecias del combate y sus
resultados, pues, en conclusión, ambas fuerzas
abandonaron el campo: los porteños con sus
caballerías dispersas, y los confederados con
su infantería y artillería deshecha; pero poste-
riormente, volviendo a avanzar el ejército de
Buenos Aires, llevó su bandera triunfante has-
ta el Rosario, que habían ocupado las fuerzas
de Urquiza. La consecuencia política de esta
batalla, fué dar en tierra con la confederación
que habían formado las trece provincias argen-
tinas que, segregando a Buenos Aires de la
comunidad nacional, habían formado su Gobier-
no en la ciudad del Paraná. En Pavón, pues,
se complementó el programa de la revolución
del 11 de septiembre de 1852.
Payaguás. Indios del Paraguay, no tan nume-
rosos como los guaycurúes, con quienes tenían
D. José María Paz
buena relación en tiempo de la conquista. Su
principal asiento era entonces como a treinta
leguas del río Paraguay, arriba de la Asunción
Vivían en toldos de juncia, esteras y cueros,
sin población fija o formal, y eran enemigos
del trabajo.
Paz (José María). Militar. Hijo de D . José de
Paz y de D.* Tiburcia Haedo. Nació en la ciu-
dad de Córdoba,
el 9 de septiem-
bre de 1791. Cur-
saba el tercer año
de Jurisprudencia
cuando estalló la
revolución de Ma-
yo, y tan luego
como la juventud
cordobesa fué lla-
mada al servicio
de las armas, el
joven Paz aban-
donó sus estu-
dios, alistándose
en las Milicias provinciales organizadas por
el coronel D. Juan Martín de Pueyrredón.
Combatió en las batallas de Tucumán, Salta,
Vilcapujio y Ayohuma, y sirvió a las órdenes
del entonces presidente de Charcas, general
D. Martín Rodríguez; recibió en Venta y Me'
dia una herida, de resulta de la cual quedó
manco. Continuó en el ejército del Norte al
mando del general D. José Rondeau hasta
su disolución, atribuyéndosele una parte muy
principal en tan lamentables sucesos. Or-
ganizado el ejército nacional, en 1826, pasó
en la categoría de coronel, con que la patria
premiaba sus importantes servicios, a la Ban-
da Oriental del Uruguay, bajo las órdenes
del general Alvear, haciendo la campaña con-
tra el Imperio del Brasil. En la acción de Itu-
zaingó fué ascendido a general sobre el campo
de batalla por su heroico comportamiento. «E'
coronel Paz -dice el general Alvear en el par-
te de la victoria—, a la cabeza de su división,
después de haber prestado servicios distingui-
dos desde el principio de la batalla, dio la úl-
tima carga a la caballería del enemigo que se
presentaba en el campo, obligando al ejército
imperial a precipitar su retirada. o Y el general
D. Félix Olazábal, compañero de Paz y actor
principal en dicha acción, decía, recordando
la gloriosa actuación de su amigo y camarada:
«La última carga del general Paz vino a coro-
PAZ
313 -
PAZ
nar la victoria de Itueaingó^. Los talentos mi-
litares de Paz descollaron después en la lucha
que emprendió contra los más poderosos cau-
dillos federales del interior del país. Derrotó
a Bustos, gobernador de Córdoba, en el com-
bate de San /Poí^ue, y a Facundo Quiroga en
las memorables batallas de La Tablada y On-
caí/oo. Hecho prisionero en 1831, en circuns-
tancias que, llevado de su arrojo, había salido
personalmente a hacer un reconocimiento, fué
trasladado a la cárcel de Lujan, donde perma-
neció ocho años. Cuando recobró su libertad
se ausentó clandestinamente del país, en 1839,
siendo uno de los más constantes y enérgicos
adversarios de la dictadura. En 1840 prestó el
contingente de sus luces al ejército de Co-
rrientes, alzado contra Rosas. En 1843 presi-
dió en Montevideo la defensa de la plaza sitia-
da por Oribe. En 1S46 dejó el sitio para hacer
una nueva cruzada contra Rosas. Fracasada la
empresa se dirigió al Brasil, donde permane-
ció hasta que, derrocado el dictador regresó a
su país. En la administración de D. Pastor Obli-
gado fué nombrado ministro de Guerra, y en
este cargo organizó la defensa de la capital
contra las fuerzas de la Confederación. Al
poco tiempo renunció, retirándose a la vida
privada. Escritor claro y penetrante, su pluma
severa ha suscitado rectificaciones vehementes
al trazar sus Memorias, donde se encuentran,
en admirables páginas, la historia de los acon-
tecimientos políticos de su época. Falleció en
Buenos Aires a las cuatro menos cuarto de la
mañana del 23 de octubre de 1854, a los sesen-
ta y cuatro años de edad. Por orden del Go-
bierno de esta provincia su cadáver fué em-
balsamado, disponiendo se le rindiesen los ho-
nores debidos a su alto rango. Vistiósele con
la casaca que usara durante la heroica defen-
sa de Montevideo, colocándose sobre el ataúd,
enire guirnaldas de flores y coronas, la casaca
de brigadier general y el sombrero apuntado,
adornado de plumas blancas, y la rica espada
de oro con que el pueblo de Corrientes le ob-
sequiara, conteniendo la inscripción siguiente:
«El Congreso de Corrientes al vencedor de
Caaguazú-'K En la Recoleta hablaron Mitre,
Valentín Alsina, Vélez Sarsfield, Pacheco,
Obes y otros.
Paz üosé C). Periodista y político. Nació en
Buenos Aires el 2 de octubre de 1842. Ocupó
importantes cargos públicos, entre otros los de
diputado al Congreso Nacional y enviado ex-
Jose C Paz.
traordinario y ministro plenipotenciario ante
los Gobiernos de España y Francia, dejando
en todos ellos la
huella de una la-
bor inteligente y
eficaz. Fué ayu-
dante del general
D. Bartolomé Mi-
tre en la batalla
de Pavón. Es el
fundador de La
Prensa, el gran
diario argentino,
cu)'o primer nú-
mero apareció el
lunes 18 de octu-
bre de 1869, y en su principio fué diario de la
tarde, y desde el 6 de julio de 1871 empezó a
salir por la mañana. Falleció en Europa, el 11
de marzo de 1912.
Paz (Marcos), .\bogado, Nació en la ciudad de
Tucumán en 1813 y se educó en Buenos Aires,
graduándose de doctor en Leyes, en 1839, en
la Universidad de esta capital. Durante el si-
tio de Buenos Aires, en 1852 y 53, el general
Hilario Lagos lo nombró su secretario. Más
tarde fué electo senador por su provincia al
Congreso de la Confederación, cargo que re-
nunció en el año de 1858 por haber sido electo
gobernador el 16 de mayo del mismo año de la
provincia de Tucumán, habiendo sido su go-
bierno uno de los más progresistas y honrados
de esa provincia; levantó el crédito de la pro-
vincia e hizo al mismo tiempo un empréstito vo-
luntario, popular, para pagar deudas; muchas
obras de importancia fueron prontamente ter-
minadas; fundó la Sociedad de Beneficencia,
que se instaló el 23 de junio de 1858, etc., et-
cétera. En el año 1860 fué electo convencional
para la reforma de la Constitución Nacional, y
el 16 de diciembre de 1861 fué elegido gober-
nador provisorio de la provincia de Córdoba,
con el objeto de cumplir una misión delicada
que desempeñó en una forma completamente
satisfactoria. En 1862 elegido senador al Con.
greso Nacional, y en el mismo año vicepresi-
dente de la República en la fórmula que presi-
día el general Bartolomé .Mitre. Con motivo
de la guerra contra el Gobierno del Paraguay
y la salida del presidente Mitre como general
en jefe de los ejércitos aliados a campaña, ej
Dr. Paz asumió el mando supremo el 17 de ju-
nio de 1865. Durante este interinato puso a
PED
314
PELL
prueba su inteligencia y sus energías. Retirado
más tarde al pueblo de San José de Flores a
consecuencia de la epidemia del cólera reinan-
te en Buenos Aires, falleció víctima del flagelo
el 2 de enero de .868.
Pedernera (Juan Esteban). Nació en la ciudad
de San Luis, el 27 de diciembre de 1800. Sus
primeros años los
pasó en la peque-
ña hacienda en
que trabajaba su
padre. Se alistó
como soldado en
el regimiento de
Granaderos a ca-
ballo, el 1 de sep-
tiembre de 1SI5.
Dos años después
el ejército de los
Andes emprendió
su marcha a Chi-
le. Se halló en
Chacabuco, donde ascendió a teniente, en
Cancha Rayada y en Maipii. Hizo la según
da campaña del Sud de Chile, a las órde-
nes del general Antonio González Balcarce,
desde mayo de 1818 hasta mayo de 1819, y
se halló en la batalla de BioBio, en la cua]
fueron completamente deshechas las fuerzas
españolas con que el general D. Francisco-
Sánchez sostenía la causa del rey en esas
provincias. En 1820 marchó en la expedi-
ción al Perú, concurriendo a la toma de la
ciudad de Lima y asalto del Callao; hizo la
expedición de Puertos Intermedios, en 1823,
en cuya desastrosa retirada fué tomado pri-
sionero y conducido a la isla de Chiloe, y some-
tido en ese desamparo a las privaciones más
duras. Pudo evadirse, volviendo a tomar parte
en otras operaciones de guerra. Con el grado
de sargento mayor del ejército del Perú, Pe-
dernera asistió al cómbale de la Legua, a las
órdenes del coronel Urdaneta, y en el de Mira-
ñaue, lo que permitió estrechar más el segundo
sitio del Callao, hasta ei 20 de enero de 1828,
en que el general D. José Ramón Rodil (v.),
que lo defendía, se rindió. En 1826, el coronel
Pedernera fué puesto preso por orden de Bo-
lívar, y violentamente deportado, en unión de
Necochea, Suárez y demás jefes argentinos.
Vuelto a bu paliia hizo la campaña contra el
Imperio del Brasil, al mando del regimiento
número 8 de Caballería, en octubre de 1827.
Acompañó al general Paz y luego al general
Lavalle en todas sus campañas: Tablada, On-
cativo, Rio Hondo, Ciudadela, siendo uno de
los que trasportaron los restos del general
Lavalle desde Jujuy hasta Bolivia. De este
país pasó al Perú, donde intervino en las lu-
chas civiles. Caído el dictador Rosas, regresó
a su país, donde llegó a ocupar la gobernación
de San Luis, en 1859, y la vicepresidencia de
la República en el gobierno del doctor Derqui,
en 1860, correspondiéndole a él firmar la ce-
sación del Gobierno del Paraná, en 1861. Fa-
lleció en Buenos Aires, a los noventa años, el
1 de febrero de 1886.
Pedraza (Manuela). Patriota tucumana. Cuan-
do las invasiones inglesas fué tanto el entu-
siasmo y encarnizamiento con que lucharon los
vecinos, que hasta las mujeres pelearon contra
los invasores. Entre éstas se distinguió doña
Manuela Pedraza, que mereció ser citada en
el parte de la acción por el general Liniers,
con estas palabras: «No debe omitirse el nom-
bre de la mujer de un cabo de asamblea, lla-
mada Manuela la Tucumana (por la tierra de
su nacimiento), que combatiendo al lado de su
marido, con sublime entereza, mató a un sol-
dado inglés, del que me presentó su fusil...»
Por esta hazaña, esta heroica mujer ha mere-
cido pasar a la posteridad. Se le dio el grado
de alférez. Falleció en Buenos Aires.
Pellejpríiii (Carlos Enrique). Ingeniero. Nació
el 28 de julio de 1800, en Chambery, capital
del Ducado de
Saboya. Comenzó
sus estudios su-
periores en la
Universidad de
Turín, los que
abandonó algún
tiempo después
para tomar las
armas en un mo-
vimiento de rebe-
lión, emigrando,
una vez sofocado
éste, a París, don-
de ingresó en la
Escuela Central,
diplomándose de ingeniero en 1825, y practi-
cando su profesión permaneció allí hasta fines
de 1S27, en que el Gobierno argentino, por
intermedio del Dr. Sarratea, lo contrató como
ingeniero del Gobierno, especialmente para
D. Carlos Enrique Pellegrini.
PELL
- 315 -
PEN
proyectar y dirigirla construcción do un servi-
cio de aguas corrientes, llegando a Buenos Ai-
res a principios de 1828. La situación política
y económica en que halló a este país no era
favorable para la realización de las obras pú-
blicas, y meditaba después de larga espera su
regreso, cuando un incidente social le obligó
a abrir un taller de pintura, dedicándose en-
tonces a pintar retratos, que dado su talento
natural, extraordinario, de fisonomista, se ha
dicho que fué él quien anticipó la fotografía,
tanto, que desde 1830 al 35, hizo más de 800.
Por motivos de salud abandonó el arte y po-
bló una estancia, hasta que en 1852 volvió a la
ciudad, fundando una revista, y se dedicó al
ejercicio de su profesión, emprendiendo varias
obras de importancia. Su muerte acaeció el 12
de octubre de 1875.
Pelligrini (Carlos). Estadista. Hijo del ante-
rior. Nació en Buenos Aires, elll de octubre
de 1846. Apenas re-
cibido de doctor en
Jurisprudencia,
marchó como alfé-
rez de Artillería a
la campaña del Pa-
raguay, sirviendo
después como te-
niente segundo en
el Cuerpo de Zapa-
dores. Iniciado a su
regreso en la vida
política, contaba
apenas veintisiete
años, cuando en
1873 fué elegido diputado, llamando la aten-
ción en el Parlamento por su inteligencia e
ilustración. Enviado a Europa, donde des-
empeñaba una misión financiera, fué llamado
para confiársele el minislerio de Guerra y iMa-
rina en 1879, en circunstancias políticas suma"
mente difíciles. En los sucesos de 1880 su ac-
tuación descollante hizo acentuar su persona-
lidad naciente. Seis años después fué electo
vicepresidente de la República, hasta agos-
to de 1890, en que asumió el mando supremo
por la renuncia impuesta por el pueblo al doc-
tor D. Miguel Juárez Celman, desempeñándo-
la hi^sta la terminación del período. Fué en
esas circunstancias cuando fué exaltado al Po.
der, que pronunció aquellas célebres palabras
al agradecer un saludo de una manifestación
popular: «Son mis anhelos el descender en bra-
D. Carlos Pellegrini
zos del pueblo», siendo estas palabras en esos
momentos todo un programa de gobierno.
En 1896 ocupó una banca en el Senado de la
nación hasta 1904, y el 11 de marzo de 1906
fué electo diputado nacional por una coalición
popular. En su cargo le sorprendió la muerte,
el 17 de julio de ese año, en momentos en que
su figura tenía el sello de una personalidad
nacional y en que se cifraban grandes esperan-
zas sobre su actuación pública. Su fallecimien-
to fué un duelo nacional. El Dr. Pellegrini, es-
tadista, orador, magistrado, jurisconsulto, li-
terato, era hombre de grandes talentos y ener-
gías; en todas sus manifestaciones reveló su
multiplicidad de aptitudes.
Pelliza (José María). Coronel graduado. Pre.s-
tó importantes servicios a la causa de la liber-
tad en el ejército del general Lavalle, en 1840.
Se halló en el sitio de Montevideo de 1843
a 1846, y en la batalla de Caseros. Era natu-
ral de Buenos Aires, donde falleció en abril
de 1871.
Pena (Juan). Militar. Nació en Milán, Italia,
el 11 de abril de 1831, pero radicado desde su
juventud en nuestro país, tomó la carrera de
las armas, donde prestó importantes servicios
Incorporado como sargento primero al bata-
llón Legión valiente, en 1853, concurrió a las
acciones de guerra ocurridas en ese año. Fué
uno de los fundadores (véase Olivierri) del
fuerte Nueva Roma en Bahía Blanca. Asistió
al sangriento combate con los indios en Pigüé.
En octubre volvió a batirse en San Nicolás de
los Arroyos, a bordo del Guardia Nacional.
Hizo toda la campaña del Paraguay y la cam-
paña contra López Jordán. Fué instructor de
Artillería en el Colegio Militar; inspector de
los talleres del Parque de Artillería y director
del Arsenal de Guerra. Murió en Buenos
Aires, el 12 de oc-
tubre de 1914.
Penna (José). Médi-
co. Nació en Bue-
nos Aires, el 5
de abril de 1855.
Graduado en Me-
dicina en 1879, su
vida fué de acción
constante, de estu-
dio y de lucha en
las enfermedades
infectocontagicsas,
y en las epidemias D.José Penna.
PEN
— 316 -
REN
que azotaron al país desde aquella época, y
cuando el concepto del contagio, de la infec-
ción, era vago y desorientado, como que tam-
bién la antisepsia y la bacteriología eran obscu-
ras. La casa de Aislamiento, fundada en 1SS2
(hoy Hospital Muñiz), lo tuvo primeramente
como subdirector, y después como director has-
ta 1906, y fué su campo de acción diaria como
clínico y profesor de epidemiología. Y desde
allí intervino en primera línea, y personalmente
c )mo facultativo estudioso y temerario, en las
epidemias de cólera de 1S86, 87; en 1894-95,
fiebre amarilla, peste bubónica, etc., tomando
on aquéllas medidas arduas para combatir el
flagelo por medio de campamentos de aisla-
miento, y la cremación sistemática de los ca-
dáveres. Fué director de la Asistencia Pública,
diputado nacional, presidente del Departa-
mento Nacional de Higiene (1910-16); en todos
estos cargos dejó honda huella de su paso
como administrador y hombre de ciencia. Am-
plió los servicios de sanidad marítima; terminó
e instaló el Instituto Bacteriológico y el de
Química; difundió los servicios de vacunación
antivariólica en las provincias; la profilaxis
antipalúdica, etc. etc. Sus trabajos bibliográ-
ficos son muchos e importantísimos, que cons-
tituyen por sí la historia documentada de la
higiene pública nacional. Entre sus obras y
publicaciones, que son muchas, mencionare-
mos: La uremia, tesis inaugural; La viruela en
la América del Sud y particularmente en la
Argentina, El cólera y su tratamiento. Leccio-
nes de clínica sobre peste bubónica. La fiebre ti-
foidea en Buenos Aires. El microbio y el mos-
quito en la patogenia de la fiebre amarilla, et-
cétera, etc., y muchas otras obras y publica-
ciones en colaboración con hombres de cien-
cia de valía, como los doctores Horacio Ma-
dero, Pérez Avendaño, J. A. Farini, Antonio
Barbieri, Coni, Pinero, etc.; ingeniero Res-
tagno, Dr. Kraus. Fué Penna un cerebro ro-
busto, un gran corazón puesto al servicio de
la ciencia y del bienestar de los habitantes de
su patda. Falleció el 19 de marzo de 1919.
Peña (Juan Andrés de la). Educacionista. Nació
en Buenos Aires en 1796, cursando sus estu-
dios en la misma. Desde su juventud se dedicó
con ahinco a las tareas de la enseñanza, lle-
gando a ser un notable educacionista, modelo
de maestros por sus virtudes y su saber. A sus
clases asistieron varias generaciones. Su cari-
dad no reconocía límites, al punto de que vivía
en suma estrechez; en su casa sólo poseía los
muebles indispensables para su uso; todos sus
bienes de fortuna los distribuyó entre los me-
nesterosos. Aun cuando los primeros hombres
del país le brindaron puestos espectables,
siempre los rehusó; apenas si formó parte en
varias ocasiones del Consejo de Instrucción
pública, cargo que ocupaba cuando falleció en
esta ciudad, el 14 de noviembre de 1864.
Peña (Luis José de la). Educacionista. Herma-
no del anterior. Hizo sus estudios en el Real
Colegio de San Carlos, cursando Filosofía y
Teología, completándolos en Córdoba, en cuya
Universidad obtuvo el título de Doctor en 1818.
Reorganizado en 1823 por el ministro Rivada-
via el Colegio de Ciencias Morales, fué nom-
biado prefecto de estudios, y tres aflos des-
pués vicerrector. Al advenimiento de la tiranía
fué perseguido por sus ideas políticas, y emi-
gró al Estado Oriental, consagrándose a la
enseñanza en dondequiera que llegaba, ya fue-
se en las islas del Sud del Brasil, en Santa
Catalina, en la colonia del Sacramento, en
Mercedes o en Montevideo; ya como simple
maestro de primeras letras o como profesor
de Humanidades, Matemáticas, etc. En Monte-
video regularizó la enseñanza universitaria
superior. Vuelto a su país, fué ministro de Re-
laciones Exteriores oel Dr. López y del gene-
ral Urquiza, y también ministro en el Gobierno
de la Confederación. En 1865 fué miembro del
Consejo de Instrucción pública, director gene-
ral de Escuelas, catedrático, ere, etc. Falleció
en Buenos Aires, el 3 de febrero de 1871.
Peñalosa (Ángel Vicente). Caudillo. Natural
de la Rioja. Tomó parte activa contra la tira-
nía de Rosas has-
ta la caída de éste,
en que se puso al
servicio de la
Constitución pro-
mulgada por Ur-
quiza. Los suce-
sos de Paoón le
crearon una si-
tuación difícil, y
en vez de tratar
de atraérselo el
Gobierno, come-
tió la falta de en
viar un ejército regular para que lo persiguie-
ra sin cuartel. Peñalosa, más conocido con el
apodo del Chacho, sin elementos para hacerie
D Ángel Vicente Peñalosa.
PEN
- 317
PER
frente, inició la guerra de recursos, que fué
larga y sangrienta por las crueldades de San-
dés, quien entregó al fuego poblaciones ente-
ras. El Chacho, perseguido en sus últimas gua-
ridas, fué lanceado por la mano misma de un
traidor, a quien acababa de salvar la vida en
el pueblecito de Olto (Rioja), el 12 de noviem-
bre de 1863. Era un caudillo humano, si bien
un poco turbulento.
Peñalosa (Pedro de Mercado de). Gobernador
del Tucumán, desde 1595 hasta 1600. En su
gobierno se rebelaron de nuevo los calcha-
guies, dando principio con la muerte de un re-
ligioso franciscano, de cuatro españoles y de
otros, amenazando arruinar las ciudades de
Salta y de San Miguel del Tucumán. Los re-
beldes fueron escarmentados después de va-
rios combates. Por intermedio del padre jesuíta
Gaspar de Monroy, el gobernador Peñalosa
consiguió la amistad del cacique Piltipico, con
quien celebró un tratado de paz en el mismo
año de 1595. Los diaguitas de la jurisdicción
de la Rioja se rebelaron también, dando muer-
te a sus encomenderos y a otros españoles;
pero el gobernador los sometió, mandando a
Tejeda. Su administración duró poco más de
cinco años.
Perdriel (combate). Dado en la chacra de
este nombre el 1 de agosto de 1806, entre las
tropas de Buenos Aires y las invasoras del
ejército inglés, en el partido actual de San
Martin. Con el objeto de reconquistar a Bue-
nos Aires del poder de los ingleses, el coman-
dante Juan Martín de Pueyrredón, con algunos
vecinos de los alrededores de Buenos Aires,
trató de organizar la resistencia para esperar
la reincorporación de Liniers, que venia con
tropas desde la Banda Oriental; pero una co-
lumna de tropas inglesas, a las órdenes de Be-
resford, lo atacó y dispersó después de una
heroica resistencia. El coronel D. Antonio 01a-
varría, con el regimiento de Blandengues, al
ver pronunciarse la derrota, púsose en retira-
da, con su tropa formada en perfecto orden.
Quedaron únicamente 109 hombres sostenien-
do la linea contra 500 ingleses del renombrado
regimiento número 71, al mando del teniente
coronel Pack, y algunas piezas de campaña.
Pueyrredón, seguido de doce jóvenes audaces,
cargaron sobre los cañones que habían queda-
do a retaguardia y consiguieron tomar un ca-
rro de municiones, que se llevaron. Al retirar-
se perdió Pueyrredón su caballo, y habría que-
Dicc. HisT. Y Bioo.
dado prisionero si no hubiera sido el arrojo
con que uno de sus compañeros voló en su
auxilio, sacándolo a la grupa del suyo. (Don
Lorenzo López, alcalde del Pilar, condecorado
por el Cabildo cun un escudo de oro por este
hecho.) Este ensayo poco feliz sirvió, por lo
menos, para dar la medida del arrojo de nues-
tra Caballería.
Perdrieo (Gregorio Ignacio). Militar. Nació en
Córdoba, en 1785. Combatió contra los ingle-
ses como oficial del regimiento de Patricios;
marchó después a la campaña del Paraguay»
dirigida por el general Belgrano, en cuyas
acciones se portó con valor. De regreso se in"
corporó al ejército auxiliar del Alto Perú, asis-
tiendo a las batallas de las Piedras, Tucumán,
y Salta. En esta última batalla, como teniente
coronel, mandaba la infantería de reserva. Se
halló en el desastre de Ayohuma, y en 9 de
enero de 1815 fué nombrado gobernador inten-
dente de la provincia de Cuyo, cargo que des-
empeñó hasta julio del año siguiente. Comba-
tió después contra los caudillos. Fué jefe de
Policía durante el gobierno de Viamonte, y
nuevamente en el gobierno del general don
Juan Ramón Balcarce. Falleció en Buenos
Aires, el 2 de marzo de 1832.
Peredo (Angelo de). Natural de Quevedo. Ju-
risdicción de Santillana. Ex presidente de la
Real .Audiencia de Chile, desde junio de 1670,
que se recibió del mando de la provincia del
Tucumán, hasta 1674, que terminó su gobierno.
Emprendió la conquista del Chaco, procedien-
do en todo con estricta justicia. Fué un deci-
dido protector de los indios; en su gobierno se
repitió la ruinosa inundación de la ciudad de
Córdoba, el 31 de enero de 1671. Terminado
su período de gobierno se retiró a la ciudad
de Córdoba, donde fijó su residencia hasta el
fin de sus días. Murió el 21 de marzo de 1677;
á los cincuenta y cuatro años de edad, y fué
sepultado en la misma bóveda donde se en-
terraban los individuos de la Compañía de Je-
sús en Córdoba.
Pereyra (Felipe). Coronel délos ejércitos de
la República. Nació en Buenos Aires por los
años de 1776. A los treinta años de edad, las
invasiones inglesas lo iniciaron en la carrera
de las Armas. Sentó plaza de soldado en el 3
batallón de Patricios, en octubre de 1806, y
como tal peleó en la defensa del 5 de julio de
1807, distinguiéndose, como está documentado
por sus jefes, en la rendición de las tropas
ai
PER
- 318 -
PER
que ocupaban la cuadra de la actual calle del
Perú, entre Belgrano y Moreno Sirvió en ese
cuerpo hasta 1812, que pasó en clase de tenien-
te al oprimer tercio cívico», hasta 1816 que fué
incorporado al batallón número 8 de los An-
des. Hizo lac ampafla libertadora de Chile, pe-
leando en Chacabuco, Mancha Ranada y Mci-
pii, obteniendo por esos servicios dos meda-
llas, un cordón de honor, la declaración de
«heroico defensor de la nación», la distinción
de ser eleg do miembro de la legión de mérito
de Chile y ser ascendido a sargento mayor.
Siguió la campaña libertadora del Perú, asis-
tiendo al sitio y asalto del Callao y defensa de
la ciudad de Lima, siendo condecorado con una
medalla de oro y el título de benemérito de la
Orden del Sol. Asistió a la campaña de Puertos
Intermedios, ya graduado de coronel y como
jefe del regimiento «Río de la Plata», comba-
tiendo en Calaña y batallas de Torata y!Co-
quegua. A su regreso a Lima tomó parte en
la segunda defensa de esa ciudad y en la per-
secución a las tropas enemigas cuando se reti-
raron del sitio, en julio de 1823. La funesta
sublevación del Callao le obligó a dirigirse
a Trujillo, en 1824, y no obteniendo de Bolívar
una acogida digna de sus méritos y jerarquía
militar, resolvió abandonar el Perú y regresar
a su patria, presentándose a su Gcbierno en
marzo de 1825. Poco después fué destinado al
Río Negro, donde se batió contra los brasile-
flos en defensa de aquel territorio. En 1830
ascendió a coronel, y falleció inesperadamente
en el Tandil, donde prestaba servicios milita-
res, el 1 de abril de 1833. (J. J. Biedma. Cró-
nica histórica del rio Negro de Patagones )
Pereyra (Luis José). Era natural de Buenos
Aires, de 1792. Cuando las invasiones inglesas
se halló entre los defensores de la ciudad. En
1812 ingresó al regimiento de Granaderos a
caballo y asistió al combate de San Lorenzo,
en 1813. Siguió después en el ejército auxiliar
del Perú, a las órdenes del general Rondeau,
a cuyo lado se encontró en la derrota de Sipe-
Sipe. Se encontró en Chacabuco y Mclpú. In-
corporado más tarde al ejército de Chile, pres-
tó importantes servicios hasta llegar al grado
de coronel, y le fué confiada la dirección de la
Academia militar de Santiago, que colocó en
el mejor pie, en jl año 1830. Fué también mi-
nistro de la Corte marcial y legislador. Murió
en Santiago de Chile, el 30 de abril de 1842.
Pereyra Lucena Qosé). Nació en Buenos Ai-
res, el 27 de mayo de 1739, y se educó en ei
Colegio de San Carlos. Hizo sus primeras ar-
mas contra los ingleses en la defensa de 1807;
en seguida sentó plaza de cadete en un cuerpo
de Artillería, y cuando estalló la revolución de
mayo, era ya teniente de la 7.^ compañía del
Real Batallón de Artilleria volante, cuya com-
pañía marchó en el ejército que expedicionó al
Perú en 1810. En ese año, el 3 de agosto, fué
ascendido a capitán, por su pericia y valor, y
en junio del siguiente, al reorganizarse su
Cuerpo, formó la compañía de Artillería de
Cochabamba, teniendo a sus órdenes más de
200 plazas y 18 piezas de artillería. El 18 de
junio de 1811 se encontró como comandante de
Artillería en la acción de Juraicoragua, ba-
tiéndose denodadamente y siendo mortalmente
herido. Un am-go de Lucena, sabedor de su
herida, lo sacó en brazos del campo de batalla
y alzólo en una muía, y una vez hecha la pri-
mera cura se proponía alejarlo del enemigo;
pero expiró en el viaje, el 20 de junio de 1811,
a los veintidós años. La Junta gubernativa de-
cretó, el 31 de julio de 181 1 , que su nombre fue-
se inscripto en la «pirám'de de mayo», resolu-
ción que recién se cumplió en 1891. Fueron él
y Manuel Artigas los primeros jefes de jerar-
quía superior que rindieron su vida por la pa-
tria.
Pérez de Denis (Qregoria). Patricia. Natural
de la ciudad de Paraná, provincia de Entre
Ríos. Cuando se produjo el movimiento de
Mayo, D." Gregoria Pérez, viuda de D. Juan
Ventura Denis, sintió inflamado su pecho por
el fuego sagrado del patriotismo, y al pasar el
ejército del general Belgrano por la Bajada
del Paraná, ofreció a la patria todo lo que po-
día darle, haciéndolo por medio de una carta
fechada en Santa Fe, el 10 de octubre de 1810.
De esta carta fué portador el mayor de sus
cuatro hijos, Valentín Denis, y la entregó per-
sonalmente a Belgrano, que se alojaba en el
convento de Santo Domingo. Entre otros de
los párrafos de la citada misiva decía: «Pongo
a la orden y disposición de V. E. mis haciendas,
casas y criados, desde el rio Feliciano hasta el
puesto de las Estacas, en cuyo trecho es V. E.
dueño de mis cortos bienes, para que ellos
puedan auxiliar al ejército de su mando, sin
interés». El general Belgrano le contestó de
su puño y letra: «Usted ha conmovido todos
los sentimientos de ternura de mi corazón al
manifestarme los suyos, tan llenos del más ge-
PER
- 319
PER
neroso patriotismo. La Junta colocará a usted
en el catálogo de los bienliechores de la pa-
tria, para ejemplo de los poderosos que la mi-
ran con frialJadi>. La Junta contestó agrade-
ciendo «lo plausible que había sido a ella la
generosa of rta...»
Pérez (José Julián). Abogado. Nacido en Tarija
(Bolivia). Formando parte la provincia de Ta-
rija del virreinato de Buenos Aires, cuando la
Junta de esta ciudad resolvió que los pueblos
del interior enviaran sus representantes a su
seno, el Cabildo de su provincja eligióle dipu-
tado ante la misma, el 25 de junio de 1810. Ra-
dicado en esta ciudad, fué electo primer vocal
del Supremo Poder Ejecutivo el afio 1813 y
secretario de Gobierno, en unión de Rivadavia
y López, el 23 de septiembre del mismo año,
cargo que sólo desempeñó hasta el 29 de no-
viembre del año citado. En 1814 fué comisiona-
doaMontevideoparacelebrarun armisticio con
el virrey Elío, quien le recibió deferentemen-
te, y logró hacer levantar el asedio de la plaza.
Vuelto a esta ciudad, se dedicó al ejercicio de
su profesión hasta junio de 1834, en que fué
asilado en el hospital general de hombres, por
haber perdido las facultades mentales.
Pérez (José Manuel). Sacerdote. Nació en la
ciudad de Tucumán, el 24 de junio de 1787, y
estudió en la misma hasta el año 1805, en que
pasó a Buenos Aires en compañía de su maes-
tro, el presbítero Dr. Chorroarín, y recibió las
órdenes sagradas en 1811 de manos del obispo
Lué y Riega. Se dedicó aquí a la enseñanza,
dictando la cátedra de Filosofía, y se distin
guió como orador sagrado. Fué diputado en su
provincia y representante de ella en el Con-
greso general Constituyente que sancionó la
Constitución Federal. Rehusó, como Fr. Ma-
merto Esquiú, la mitra, que se le ofreció varias
veces. Era provincial de la Orden de Predica-
dores cuando ocurrió su fallecimiento en Tu-
cumán, rodeado del cariño y bendiciones de
todo el pueblo, el 29 de septiembre de 1859.
'érez (Fr. Manuel). De la Orden de Predicado,
res. Nació en Tucumán, el 24 de junio de 1787.
Pasó a Buenos Aires en 1805, en compañía de
su maestro el P. Chorroarín (v.). Recibió las
órdenes sagradas de manos del obispo Lué y
Riega, en 1811. Se ocupó de la enseñanza y
dictó Filosofía a varios jóvenes, que más tarde
fueron las primeras notabilidades de Buenos
Aires, Este sacerdote, muy estimado en esta
ciudad, como en la de su nacimiento, orador
sagrado, falleció repentinamente el 29 de sep-
tiembre de 1859, en el patio de su celda.
Pérez (José Roque). Abogado. Era un notable
jurisconsulto y de muy nobles sentimientos
Nació en Córdoba, el 15 de agosto de 1815
Cursó sus estudios de Derecho en la Univer-
sidad de Buenos Aires y obtuvo su título de
Doctor, el 1 de julio de 1839. Fué defensor de
pobres en lo civil y desempeñaba el de censor
de la Academia de Jurisprudencia cuando fué
destituido por Rosas. Fué comisionado para
redactar el Código de Procedimientos en lo ci-
vil, criminal y de comercio; renunció el cargo,
y al año siguiente fué designado catedrático
de la Facultad, dictando la cátedra de Derecho
natural y de gentes hasta 1860, año en que re-
nunció. Seis años después formó parte del
Consejo de Instrucción pública en varios pe-
ríodos. En 1869 fué director del Banco y Casa
de Moneda, en cuyo puesto fué reelecto en los
períodos sucesivos, hasta 1871 El 22 de julio
de 1869 fué nombrado enviado extraordinario
para representar al Gobierno argentino en la
formación del Gobierno del Paraguay, a raíz
de la guerra, y en el mismo año desempeñó la
presidencia de la municipalidad de la capital,
y al siguiente, la de la Academia de Jurispru-
dencia. Cuando la terrible epidemia de la fie-
bre amarilla (v.) asoló a Buenos Aires, en
1871, fué electo presidente de la Comisión po-
pular que se había formado para atender a los
atacados de tan terrible enfermedad. Víctima
de la epidemia, sucumbió el 26 de marzo
de 1871.
Peribebuy. Pueblo fortificado, tomado por los
aliados durante la guerra del Paraguay, el 12
de agosto de 1869. El conde D'Eu, general en
jefe del ejército brasileño, intimó rendición al
general enemigo Caballero, lo que denególe
ésta. En consecuencia, se ordenó el ataque a
las fuerzas brasileñas y a la segunda división
del ejército argentino, al mando del entonces
coronel D. Luis María Campos (v.). La plaz?
fué tomada a la bayoneta, siendo los soldados
argentinos los primeros en el asalto, discer-
niendo el conde D'Eu la condecoración del
Imperio a la bravura militar, a que se hicieron
acreedores varios jefes argentinos por su he-
roico comportamiento. La división argentina
tomó al enemigo cinco banderas, algunos ca-
ñones y prisioneros; el general brasileño sólo
aceptó los cañones para distribuir entre los
aliados; respecto a las banderas, qui.'.o, como
PER
320
PICH
un acto de justicia, que quedaran en poder de
los argentinos que tan bizarramente las habían
tomado. Pueden verse estas banderas en el
Muso Histórico Nacional.
Perú. República de la América del Sud. El te-
rritoiio, antes de su conquista porPizarro, es-
taba ocupado por los incas. La ciudad de Lima
fué fundada por este conquistador el año 1535,
y llegó a ser la capital del virreinato, creado
el aflo 1544. La independencia del Perú fué
declarada el año 1821 por el general San
Martín.
Pescadores o Chancay. Combate librado en
el Perú, el 25 de noviembre de 1820, donde
Pringles (v.) inmortalizó su nombre. Poco des-
pués de invadido el Perú por el ejército de San
Martín, el coronel Alvarado, jefe del regimien-
to de Granaderos a caballo, fué destacado al
Norte de Lima con el cuerpo de su mando, a
objeto de contener algunas tropas españolas
que se hallaban entre los puertos de Ancón y
Chancay. El jefe del regimiento hizo destacar
al teniente Juan Pascual Pringles, con 20 gra-
naderos, quien de pronto fué sorprendido y
atacado por los enemigos, en número deSO hom-
bres de caballeria.a las órdenes del general
D. Gregorio Valdés. Pringles, sin atemorizar-
se ante el número, cuatro veces mayor, de la
fuerza enemiga, se aprestó al combate, que se
llevó a cabo con empuje irresistible, con gran
encarnizamiento, hasta que muertos o heridos
todos los soldados argentinos, Pringles se
arrojó con su caballo al mar para no rendirse.
El general enemigo, al ver tal arrojo, le pro-
mete salvarie la vida y lo conduce prisionero,
poniéndole poco después en libertad. El gene-
ral San Martín premió a Pringles y a su tropa
con un escudo con la siguiente inscripción:
«Gloria a los vencidos en Chancay».
Pestaña Chumacero (Juan Francisco). Mili-
tar. Gobernador de la antigua provincia del
Tucumán, nombrado por el virrey del Perú
D. José Manso. Tomó posesión del cargo en
la ciudad de Jujuy, el 16 de noviembre de 1752,
desempeñándolo hasta el aflo de 1755, en que
fué promovido a la presidencia d.: Charcas. El
gobernador Pestaña, con su prudencia y sa-
bias medidas, se granjeó las simpatías de todos
los habitantes de la provincia.
Peyret (Alejo). Educador y propagandista de
ideas liberales y prácticas. Nacido en 1826 en
el Bearne, y estudió en el Instituto de la ciu-
dad de Pau, hasta que se trasladó a París para
D. Aieju i^eyret.
alcanzar el diploma de bachiller en letras.
Emigró, junto con Jacques, a Montevideo; lue-
go fué profesor en
el histórico Colegio
del Uruguay; fué
colonizador, explo-
rador, periodista,
escritor. De 1881 a
1894, Peyret publi-
có, entre otras co-
sas: Los orígenes
del cristianismo,
Philosophie de la
revolution (1886),
El pensador ameri-
cano, Historia de
las religiones, Las
máquinas agrícolas y los dos volúmenes de
Una visi'a a las colonias de la República, la
máscompleta historia de la colonización en
el país.
Pico (José Blas). Militar. Nacido en Buenos Ai-
res, en 1782. En las invasiones inelesas empe-
zó su carrera militar. En 1810, siendo capitán,
fué nombrado comandante militar de Lujan. Se
batió entre los sitiadores de Montevideo en el
Cerrito, a fines de 1812. Fué primer goberna-
dor intendente de Entre Ríos en 1814. Tomó
parte en el ejército auxiliar del Perú. Fué le-
gislador, y al advenimi nto de la dictadura se
retiró de la vida pública, sufriendo algunas
persecuciones por parte de Rosas en el aflo 40.
Derrocado éste, fué nombrado jefe de Policía
de la capital en febrero de 1852, y poco des-
pués inspector del cuerpo de Resguardos. En
1859 fué electo diputado, y senador en 1868.
El general Pico falleció en Buenos Aires, el 8
de septiembre de 1868.
Picheuta (paso de la cordillera de los Andes),
en el camino de Uspallata, donde tuvo lugar
un combate entre las tropas argentinas y rea-
listas el 24 de enero de 1817. El cuerpo de
ejército que mandaba el general Las Heras,
que iba por el camino de Uspallata para inva-
dir a Chile, desprendió unapequeña avanzada,
que fué sorprendida en Picheuta por una par-
tida enemiga, compuesta de 250 hombres, que
obteniendo siete prisioneros, emprendió reti-
rada. Las Heras envió en persecución de di-
chas fuerzas al sargento mayor Martínez y una
sección de granaderos a caballo, al mando del
teniente Aldao, que les dio alcance, sostenien-
do un sangriento combate.
PICH
- 321
PIE
Pichi-Carhaé (combate». El 5 de marzo de
1S72. Una arran invasión de indios, que no ba-
jaba de 3.CJ0, compuesta de varias tribus co-
ligadas y caoitaneadas por el cacique principal
de las Pampas, Juan Calfucurá, entra por me-
dio de los fortines San Carlos y Kenchuz, en
dirección a la Verde. En los dídS 6 y 7, habién-
doseles unido algunas de las tribus que esta-
ban sometidas, arrasaron los partidos de AI-
vear, 25 de mayo y 9 de julio. El general R¡-
vas, que se había colocado en Pichi-Carhué
para cortarles la retirada, contando con 500
soldados y vecinos y con 1.000 indios amigos,
mandados en jefe por el cacique Cipriano Ca-
triel, los a'aca el día 8, echando pie a tierra
unos y otros combatientes. La lucha que se si-
gue es feroz, casi sin ejemplo en estas guerras,
entreverándose y peleando a sable, lanza, cu-
chillo y bola. Los indios son derrotados, de-
jando 200 muertos y algunos prisioneros, qui-
tándoles todo el arreo, que consistía en cerca
de 80.000 vacunos, 16.000 yeguarizos, etcétera.
También fueron salvadas 30 personas que lle-
vaban cautivas.
Pichincha (batalla). Librada en la República
del Ecuador el 24 de mayo de 1822, ganada
por los ejércitos aliados de la parte Norte y
Sud de la .América del Sud. El general D. An-
tonio José Sucre presentó batalla en la falda
del cerro de Pichincha al ejército español, al
mando del general D. Melchor de Aymerich.
El combate se inicia con ardor por ambas par-
tes. El regimiento número 2 del Perú, a las ór-
denes del coronel argentino D. FéHx de Ola-
zábal, que marchaba a la vanguardia, fué ata-
cado, conteniendo el ímpetu del ataque por es-
pacio de algún tiempo, hasta que fueron en-
trando al fuego los demás cuerpos. Después
de rudo combate, los realistas fueron flanquea-
dos y obligados a refugiarse en la ciudad de
Quito, al abrigo de sus fuertes, a las doce del
día. La caballería independiente que no tomó
parte en la batalla, fué lanzada en su persecu-
dón. El general Sucre intimó rendición a la
ciudad, y el general Aymerich capituló, entre-
gando las fortalezas, las tropas y el armamen-
to. La pérdida de los realistas fué de 1.200 pri-
sioneros, 400 muertos, 190 heridos, 14 piezas
de artillería, 1.700 fusiles y sus banderas. La
consecuencia de esta victoria fué la libertad
del Ecuador.
Piedrabnena (Luis). Nació en el pueblo del
Carmen de Patagones, el año 1832, donde re-
cibió los rudimentos del saber. Desde joven,
guiado por la afición a la náutica, se embarcó
en los buques mercantes del río Negro, en cuya
navegación adquirió un conocimiento completo
de las costas australes, explorando después
todas sus costas, ríos, is'as y el Estrecho de
Magallanes, e informando al Gobierno de estas
exploraciones y comisiones que desempeñó con
gran éxito. \ él se le debe, en gran parte, la
reivindicación de las tierris australes de la
República, sobre las cuales llamó siempre la
atención del Gobierno en vista de su importan-
cia y del abandono en que se hallaban. Con un
buque de su propiedad navegaba en sus últi-
mos años por toda esa inmensa región, y en
sus excursiones tuvo ocasión de salvar a mu-
chos náufragos, mereciendo por esas acciones
humanitarias ser condecorado por varios Go-
biernos europeos. Como experto conocedor de
los mares del Sud, acompañó en su explora-
ción científica al teniente Bove. El Gobierno
nacional le otorgó los despachos de comandan-
te de nuestra Armada, dándole el mando de un
buque de guerra. Piedrabuena murió en Bue-
nos Aires, el 11 de agosto de 1SS3.
Piedras (combate). 18 de mayo de 1811, en el
paraje de este nombre. El general Rondeau
formó una fuerte vanguardia, y la puso al man-
do de Art gas. con orden de precederlo en la
marcha sobre .Montevidio. La fuerza se com-
ponía de dos buenos ba aliones: uno de patri-
cios, al mando del comandante D. Miguel E.
Soler, un escuadrón veterano de «Dragones de
la Patrias cuatro piezas y ochocientos y tan-
tos gauchos bravos, jinetes consumados, que
componía la división local, al mando inmediato
de .artigas. Los españoles sacaron de la plaza
una división de infantería y avanzaron al en-
cuentro de los argentinos. Artigas ocultó la
infantería en lo bajo de una alta colina, las
piezas y los dragones, y adelantó sus gauchos
a fondo, con orden de abrirse y de hacerse
perseguir. Los realistas cayeron en la celada,
y fueron completamente deshechos: murieron
muchos oficiales, entre ellos el coronel español
D. José Posadas, jefe de la división.
Piedras (combate). El 3 de septiembre de 1812,
en Salta. Durante la retirada del general Bel-
grano con el ejército auxiliar del Perú, en ese
año, hostilizado de cerca por la vanguardia
realista, ésta llevó un ataque vigoroso a su re-
taguardia el día 3 de septiembre, sobre el río
de las Piedras. El mayor general Díaz Vélez,
PIE
— 322 —
PIN
protegido por los accidentes del terreno, lo-
gró rechazar a las avanzadas del enemigo, el
que se puso en fuga al ser cargado por varios
regimientos patriotas dejando sobre el campo
de batalla numerosos muertos y heridos, 150
fusiles y rescatando además varios prisio-
neros.
Pieres (José María). Militar. Nació en Buenos
Aires, el año 1796. En 1810 fué nombrado sub-
teniente del regimiento América, y asistió, en-
tre otras acciones de guerra, al sitio y rendi-
ción de la plaza de Montevideo, en 1814; tomó
también parte en las campañas de Chile y Perú
a las órdenes del general San Martín, alcan-
zando al grado de sargento mayor graduado
en 1824. Durante la época de Rosas se retiró
del ejército. Varios hermanos fueron también
militares y asistieron a diversas acciones de
guerra. Falleció el 20 de febrero de 1846, en
Buenos Aires.
Pigüé (batalla). Entre las fuerzas de Buenos
Aires, mandadas por los coroneles D. Nicolás
Granada, D. Emilio Conesa y D. Wenceslao
Paunero, y las indiadas de la Pampa, al mando
de Cdfulcurá, en Pigüé. El combate cesó con
la entrada del sol, quedando ambas fuerzas
combatientes sobre el mismo campo. Al día si-
guiente la batalla se decide en favor de los
cristianos, quedando muertos gran número de
indios, pues se habían batido al arma blanca
contra la infantería y la artillería. 15 de fe-
brero de 1858.
Pilar (combate). El 28 de septiembre de 1829.
El gobernador de Mendoza, general Rude-
cindo Alvarado, es derrotado en un combate
que se libra en el Pitar contra el coronel Félix
AlJao, que en combinación con Quiroga y Vi-
llafañe le hacían la guerra. Al día siguiente
el ejército vencedor entra en Mendoza. Alva-
rado fué preso días después, 12 de octubre, y
con varias otras personas trasladado al cam-
pamento del Retano. Fué respetado por Aldao,
quien le dio pasaporte para seguir a su pro-
vincia, que era la de Salta.
Pilar (tratado del). Pilar es un partido y pueblo
del norte de la provincia de Buenos Aires.
Fué fundado en 1772; era una avanzada contra
los indios desde 1744. La montonera se había
entronizado en la República Argentina, y el
caudillaje iba triunfante. Los generales López
y Ramírez golpeaban con sus lanzas las puer-
tas de Buenos Aires, gracias a los disturbios
políticos. En tal situación, el gobernador de
esta provincia, Sr. Sarratea, marcha hasta la
villa del Pilar, y allí, con el objeto de poner
término a la guerra civil, firma una conven-
ción, que se llamó del Litoral, con aquellos je-
fes, gobernadores de Santa Fe y Entre Ríos,
reconociéndose el Gobierno federal como prin-
cipio político. En virtud de esta paz, y en me-
dio de festejos, el 26 entró el ejército federal
a la ciudad, recibiéndolo y proclamándolo el
gobernador en la plaza de la Victoria (Mayo),
el 23 de febrero de 1820.
Pillado (Antonio). Comerciante. Nació en Bue-
nos Aires, en septiembre de 1809. Mucha parte
de su vida la pasó en combatir a Rosas. Dedi-
cado a los trabajos de campo en el sur de la
provincia de Buenos Aires, le sorprendió el
movimiento de 1839, y fué secretario y amigo
de Castelli. Asistió a la batalla de Chascomús,
y después de arrostrar graves peligros fué
tomado prisionero y remitido a Buenos Aires,
donde permaneció encarcelado por algún tiem-
po. Emigró en 1840 para Montevideo, por el
bajo de San Fernando, después de ser perse-
guido por una partida rosista, que dio muerte
a dos de sus compañeros. Fué comisario de
órdenes, oficial primero y jefe interino de la
Policía. Contribuyó a la caída de Rosas, como
sobrecargo de un buque mercante, transpor-
tando armas y municiones para la campaña que
terminó en Caseros. En 1853 jefe interino de
la Policía, secretario tesorero de la Munici-
palidad, etc., etc. Murió el 4 de agosto de 1879.
Pinedo (Agustín de). Nació en Buenos Aires,
en 1786. Era nieto del general del mismo nom-
bre y apellido, que fué presidente de la Real
Audiencia de Charcas y gobernador de la pro-
vincia del Paraguay. Tomó parte como cadete
en la invasión inglesa; asistió a! Cabildo abier-
to del 22 de mayo de 1810, y al segundo sitio
y rendición de Montevideo, en 1814. Adhirióse
a la política del director, general Alvear, y
en 1819 ascendido a coronel graduado; fué
nombrado segundo jefe de los escuadrones de
la escolta directorial, cuyo jefe fué el briga-
dier Pueyrredón. Tomó participación en las
luchas civiles de parte de los federales. Siendo
ya general encabezó la revolución contra el
gobierno del general D. Juan Ramón Balcarce,
conocida con el nombre de revolución de los
restauradores, cuyo jefe fué Rosas; hecho que
ocasionó la deposición de Balcarce y el nom-
bramiento del general Viamonte. Durante la
tiranía ejerció por largo tiempo el cargo de
PIN
- 323
PIN
inspector de Infantería del ejército. Concurrió
a la batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852,
muriendo en el desbande del ejército.
Pinedo (José María de). Marino. Nació en Cór-
doba, en 1787. Hermano del anterior. Comenzó
sus servicios en la marina de guerra nacional
a las órdenes de Brown el año 1816, en clase
de oficial, en las acciones de la independencia.
Durante la guerra contra el Imperio del Brasil
comandó la goleta Sarandi, batiéndose con he-
roísmo en el sangriento combate de la Coló-
nia, el 26 de marzo de 1826, y en otros hechos
de armas de esa guerra. Enviado con el mismo
buque en 1832 a tomar posesión de las islas
Malüinas, las ocupó el 10 de octubre, levantan-
do un acta con motivo de un atentado cometido
el aflo anterior por un buque de guerra norte-
americano . El entonces comandante Pinedo
permanecía de estación en esta isla, cuando el
3 de enero de 1833 se presentó un buque de
guerra ingles, obligándole a izar el pabellón
briiánico, pretextando derechos de soberanía,
cuya razón cimentaba con sus poderosos caño-
nes. Este hecho lo perjudicó mucho en su ca-
rrera y ha sido muy reprobado, sobre todo
teniendo en cuenta sus antecedentes militares.
En la época de Rosas volvió a servir a las ór-
denes de Brown, con motivo del bloqueo anglo-
francés. El coronel Pinedo falleció en Buenos
Aires, a los noventa y ocho años de edad, el 19
de febrero de 1885.
Pino y Rozas (Joaquín del). Octavo virrey. Na-
tural de España. Estudió ingeniería. Vino al
Río de la Plata,
siendo ya mariscal
de campo de los
reales ejércitos,
para tomar pose-
sión de la goberna-
ción de la plaza de
Montevideo. Des-
pués de algún tiem-
po pasó a Chile,
donde desempañó
la presidencia de la
Real Audiencia de
ese país, como también la de Charcas. El
virrey Del Pino se desposó en Buenos Aires
con D." Rafaela de Vera y Pmtado, oriunda
de Santa Fe y conocida después por la «virrei-
na vieja». El 20 de mayo de 1801 tomó pose-
sión del virreinato de Buenos Aires. Durante
su gobierno tuvo lugar la aparición del primer
D. oaquin del Pino y Rozas.
periódico que se publicó en Buenos Aires, en
1801, redactado por Cabello; en 1802, el segun-
do dirigido por Vieytes. La educación de la ju-
ventud empezó a abrazar un campo más vasto;
en 1801 se abrió una cátedra de Anatomía, bajo
la dirección del Dr. Fabre, y en 1802 las de
Medicina y Química dirigidas ambas por el doc-
tor Argerich. Se estableció también una escue-
la particular de Pintura y otra de Francés, am-
bas con permiso del virrey. De modo que tanto
joven que sólo conocía dos carreras y la hol-
ganza, como decía Belgrano, empezaba ya a
tener mejores medios para hacerse útiles al
país y a sí mismos. Estaba Del Pino para ser
promovido al virreinato del Perú, cuando falle-
ció en Buenos Aires, el 11 de abril de 1804.
Pinto (Manuel Guillermo). Nació en Buenos Ai-
res en 1783; cursó sus estudios en su ciudad
natal y los completó en España. En 1807 entró
a servir en el cuerpo de Artillería Patriotas de
la Unión, en cuya fila combatió contra los in-
gleses. Cuando se produjo el movimiento de
Mayo, partió en el ejército del Alto Perú. De
regreso en 1812 fué ascendido a sargento ma-
yor. En 1815 fué promovido a coronel, y en
1819, el director Pueyrredón le confió el grado
de coronel mayor. Durante la anarquía del año
20, siempre estuvo del lado de la autoridad. En
1830 fué miembro de la Junta de billetes de ban-
co y electo diputado, siendo reelegido varias
veces. En 1834 presidió la Junta de crédito pú-
blico y la Cámara de Representantes. En 1852,
nuevamente diputado, y luego, gobernador de
la provincia en el mismo año, cargo que des-
empeñó también en 1853, confiriéndosele el
grado de brigadier general. Falleció en el ejer-
cicio del mando, el 28 de junio de 1853.
Pinzón (Martín Yáñez). Navegante. Natural de
España, del puerto de Palos de Moguer, donde
vivía empleado en la construcción de buques y
en la navegación, cuando en uno de sus viajes
logró obtener un manuscrito en el cual se afir-
maba que, navegando en el Océano Atlántico,
en dirección occidental, podía llegarse a pisar
tierra firme en las costas orientales del conti-
nente asiático. Este manuscrito le fué mostra-
do a Colón, con quien formó una empresa Pin-
zón en el viaje del descubrimiento de América,
mandó la carabela Pinta, y a bordo de esa nave
fué el primero que divisó tierra, en la noche
del 12 al 13 de octubre de 1492. A su regreso
a España dirigió a los reyes un memorial des-
de el puerto de Bayona, en Galicia, en el que
PIN
les relataba el descubrimiento del Nuevo Mun-
do y les pedía una audiencia pública, que le
fué negada. Poco tiempo después de llegara
su hogar, murió en el puerto de Palos este no-
table navegante, el 11 de julio de 1493. El rey
D. Carlos de España concedió, años después,
un escudo de armas a sus descendientes.
Pinzón (Vicente Yáflez). Hermano del anterior.
Navegante. Natural de España. Ayudó pecu-
niariamente a Colón en su expedición, y en su
primer viaje mandó la Niña. De 1499 a 1501, a
la cabeza de cuatro carabelas, hizo un viaje
célebre a lo largo de las costas de la América
meridional: descubrió el río Quayana, que lleva
su nombre, y fué nombrado gobernador de
aquella parte de la tierra firme, sin haber re-
clamado jamás ningún derecho. En 1508 se ade-
lantó más al Sud, con Solís, tomando parte en
nuevos descubrimientos. Nada se sabe de este
navegante después del año 1523.
Pirámide de Mayo. El día 6 de abril de 1811
se abrieron los cimientos para levantar el mo-
numento que conocido con el nombre de pirá-
mide se ostenta en la plaza de Mayo en la ciu-
dad de Buenos Aires. Esta pirámide se encuen-
tra a los 34° 36' 24" latitud Sud, posición que
tomó el Sr. Mossoti desde el Observatorio As-
tronómico que tenía en el convento de Santo
Domingo.
Piran (José María). Nació en Buenos Aires, el
12 de agosto de 1804. Ingresó en el Instituto de
Ciencias Exactas, en 1821, donde rindió exa-
men de Matemáticas. Grado a grado llegó has-
ta capitán, en cuya graduación revistó en el re-
gimiento de Artillería durante la guerra del
Brasil, distinguiéndose como jefe de batería en
la batalla de Ituzaingó por la serenidad y el
acierto de sus punterías. Actuó en las luchas
civiles, siendo ascendido a sargento mayor el
13 de agosto de 1829. En 1831 emigró a la Ban-
da Oriental, donde permaneció hasta 1852 com-
batiendo siempre contra Rosas. Se halló en
Caseros, en cuya batalla fué ascendido a ge-
neral. El 11 de septiembre de 1852 fué el jefe
militar de ese movimiento, desempsñando el
ministerio de la Guerra en el mismo año; poco
después figuró en el Parlamento como senador,
diputado y convencional. Murió en Buenos Ai-
res, el 25 de agosto de 1871.
Piris (José María). Militar. Natural de Montevi-
deo. En 1817 era teniente primero del regi-
miento de Granaderos, vulgarmente conocido
por el de Terrada, siendo ascendido a capitán
324 — PIT
segundo de la brigada de Marina, que debía
marchar en la Argentina. Había combatido en
Montevideo y Buenos Aires contra los ingle-
ses, y asistido a la campaña libertadora de la
Banda Oriental, después de la revolución de
Mayo, y allí fué aprisionado por Artigas, que
le mortificó duramente por espacio de cinco
meses, hasta que consiguió fugarse y refugiar-
se en el Brasil; pero sospechoso de ser espía
de aquel caudillo, padeció amargamente por
otros siete meses que le mantuvieron preso los
portugueses Anduvo peregrinando largo tiem-
po, hasta que consiguió regresar a Buenos Ai-
res, después de dos años de penosas andanzas.
Incorporado al personal de la Argentina hizo
toda la campaña a su bordo, y a su terminación
elevó al Gobierno una Memoria.
Pirovano (Ignacio). Médico. Nacido en Buenos
Aires, el año 1842. Se consagró al estudio de la
Medicina, ingresando en la Facultad de esta
ciudad el año 1866, cursando en ella conjunta-
mente Medicina y Farmacia. Se graduó de doc-
tor en Medicina en el año 1872, habiendo des-
empeñado antes el cargo de director de Ana-
tomía. Cuatro después fué nombrado profesor
de Histología, al regresar de Europa, donde
había ido a perfeccionar los conocimientos re-
lativos a su profesión. Dictó aquella cátedra
hasta 1832, en que pasó a la de Medicina ope-
ratoria. En ambas aulas fué una revelación
para sus alumnos por sus vastísimos conoci-
mientos. Desde 1883 al 1895, como profesor de
Clínica quirúrgica, cimentó su fama, siendo tam-
bién académico titular y miembro honorario del
Consejo Nacional de Higiene. Consarróse asi-
duamente a la práctica de la Cirugía, en cuyo
ejercicio llegó a adquirir gran notabilidad. Ilus-
tró su profesión por su probidad de carácter y
su profundo sentido clmico. Este notahle»ciru-
jano, considerado el primero de Sudamérica,
falleció en Buenos Aires ti 2 de julio de 1895.
El sentimiento causado por la muerte de este
sabio argentino se reveló en la ceremonia de
su entierro, que fué una verdadera apoteosis.
Un hospital de esta ciudad lleva su nombre, y
en él se erigió una estatua, inaugurada el 6 de
agosto de 1900.
Pitambalá (combate). 27 de diciembre de 1816.
Siendo teniente de gobernador de Santiago del
Estero el mayor D. Gabino Ibáñez, es derroca-
do por el coronel D. Juan Francisco Borges,
que no queriendo obedecer al Gobierno de Tu-
cumán, de quien dependía aquel territorio, ni al
PIZ
325
general Belgrano como capitán general, había
sublevado las Milicias y pitéstose en rebelión.
Belgrano manda al coronel Lamadrid a batirlo,
quien lo sorprende en Pifarnbalá y lo destruye
completamente. Al tercer día de la derrota es
tomado Borges, y por orden del general es fu-
silado en el mismo campo.
Pizarro (Bartolomé). Militar, nacido en Buenos
Aires, hijo del general D. Sebastián Pizarro,
jefe del Real Parque de Artillería del virrei-
nato de Buenos Aires. Nació el 15 de marzo
de 1773, y niño aun fué enviado a España,
donde recibió una esmerada educación A su
regreso, en clase de teniente del regimiento de
Granaderos de infantería, fué destinado por la
Junta para marchar a Bolivia, en el año 1810.
Al año siguiente fué promovido a capitán, y en
1812, después de haberse batido en varias ac-
ciones de guerra, fué elevado al grado de co-
ronel. Luchó como segundo de las milicias de
Cochabamba; pero más tarde fué tomado pri-
sionero por fuerzas del general español Goye-
neche, quien le propuso perdonarle la vida si
juraba obediencfa al rey, y a la rotunda nega-
tiva de Pizarro, fué inmediatamente fusilado,
el 4 de junio de 1812.
Pizarro (Manuel Didimo). Abogado, político y
periodista. Nació en Córdoba, el 10 de abril de
1841. Desde muy joven se mezcló en las con-
tiendas políticas; fundó y dirigió varios perió-
dicos de oposición. En 1861, el Gobierno lineal
de Córdoba lo desterró. En Santa Fe fué mi-
nistro, magistrado, convencional y legislador.
Ministro de Estado en ISSO, durante la prime-
ra presidencia del general D. Julio A. Roca.
Fué elegido más tarde senador nacional, ha-
ciéndose notar en los debates por su oratoria
agresiva y original.
Plaaes (Miguel). Nació a fines del siglo xvni. Se
alistó en las filcsde la revolución del año diez,
y luego en las del ejército que debía hacer
prácticos los principios del pronunciamiento de
Mayo. Marchó a la campaña de la Banda Orien-
tal, y el 1 de junio de ISl 1 fué ascendido a ayu-
dante mayor de Dragones; concurrió al primer
sitio de Montevideo, y a su rendición en 181 1 ,
y a la batalla del Cerríto. Combatió en el ejér-
cito auxiliar del Perú, a las órdenes del gene-
ral Rondeau. Como coronel y jefe de regi-
miento h\/o la campaña contra el Imperio del
Brasil, el año 1827, asistiendo a la batalla de
¡lusaiffó. Se ignora la fecha de su fallecimien-
PLA
to. Era hijo del doctor del mismo nombre y
apellido, que falleció en 1823.
Playas (batalla de las). El 10 de junio de 1863
había tenido lugar una revolución en la ciudad
de Córdoba, de donde era gobernador el doc-
tor Posse. Esta revolución fué encabezada por
D. Simón Luengo, individuo obscuro, que con-
siguió seducir la guardia de la cárcel y armar
a los presos. Derrocadas las autoridades,
Luengo se apoderó de la situación de la pro-
vincia, ayudado por Peñaloza, que se había le-
vantado en armas contra el Gobierno de la na-
ción. El general Paunero (v.), con un ejército
nacional, marcha contra los revolucionarios de
Córdoba, y el día 28 éstos, al mando de Peña-
loza y Luengo, le presentan batalla en Las
Playas, en las puertas de la ciudad. La lucha
fué reñida y sangrientra, teniendo al fin que
ceder los revolu ionarios, dejando el campo
cubierto de cadáveres.
Plaza (Hilarión). Militar, nació en Mendoza el
21 de octubre de 1800, y a los quince años sen-
tó plaza de cadete en el regimiento 7." de in-
fantería, que comandaba el coronel Conde;
pasó los Andes en 1817, en cuyo año fué as-
cendido a sargento. Se halló en Chacabuco
como abanderado he hizo la campaña del Sud
de Chile, asistiendo al sitio y asalto de Tal-
calmano, Cancha Rayada y Maipü. En 1820
marchó en la expedición libertadora del Perú;
asistió a la toma de Lima, al sitio del Callao,
siendo sargento mayor graduado, y concurrió
a la campaña de Puertos Intermedios, comba-
tiendo en Pasco, Calaña y Zepito, en cuya ac-
ción fué tomado prisionero por los realistas,
permaneciendo cautivo hasta el año 1824, año
que recobró su libertad por la victoria de Aya-
cucho, y de regreso a su patria se incorporó al
ejército republicano que hizo la campaña con-
tra el Brasil, asistiendo a la batalla de Ituzain-
gó, el 20 de febrero de 1827. Al año siguiente
tomó parte en la guerra civil, a las órdenes del
general Paz, y tomado prisionero éste, emigró
a Bolivia en 1831. Derrotado Rosas, desempe-
ñó algunos cargos civiles. El coronel Plaza
murió en Buenos Aires el 15 de junio de 1871.
Plaza (José María). .Militar, nacido en Mendoza
en 1795. Principió su carrera en 1815, como
cadete del regimiento 8.° de infantería de lí-
nea, en cuya unidad pasó los Andes, asistió a
Chacabuco, Sud de Chile, sitio y asalto de Taí-
cahuano. Cancha Rayada, Aíaipú. En 1820, en
la expedición al Perú, se halló en Pasco como
PLA
- 326 -
POC
sargento mayor graduado, toma de Lima, sitio
y asalto del Callau y en Ayacuclio, en 1824.
Murió en las luclias civiles de Peni, con el gra-
do de general, el 22 de abril de 1857.
Plaza (Pedro Regalado). Militar, natural de
Mendoza, en 1776. A los doce años emoezó su
carrera, asistiendo a las batallas de Tucumán y
Salta; combatió contra Artigas en la Banda
Oriental. En 1816 formó en el ejército de los
Andes, hallándose en Chacabuco con el grado
de teniente coronel graduado y comandante
general del arma de Artillería. Con la misma
graduación asistió a Cancha Rayada y a Mai-
pít, cuya acción decidió con los fuegos de su
artilleria. Murió en Chile, en 1858.
Plaza (Victorino de la). Abogado y publicista.
Nació en la ciudad de Salta, el 2 de noviembre
de 1841. Cursó
los primeros es-
tudios en su pro-
vincia natal, con-
tinuándolos en el
colegio de Con-
cepción del Uru-
guay, que fundó
Urquiza. En 1862
pasó a la Univer-
sidad de Buenos
Aires, donde se
inició en los estu-
dios de abogado;
estudiosquedebió
interrumpir para
alistarse como oficial en la guerra del Para-
guay, retirándose de ella con el grado de capi-
tán. En 1868, poco antes de doctorarse, fué se-
cretario del Dr. Vélez Sarsfield, a quien se-
cundó en la preparación del Código civil. En
1871 se le encomendó la revisión de la impre-
sión del Código civil, hecha en Norteamérica.
En unión del Dr. Florentino González pro-
yectó la ley del Jurado y de Procedimientos, y
con el Dr. José María Rosa, la de organización
de Tribunales y de los Procedimientos civiles.
Procurador del Tesoro, en 1875. Ministro de
Hacienda e interino de Justicia, Culto e Ins-
trucción pública, de Guerra y Marina, durante
el Gobierno del Dr. Avellaneda; interventor
en 1878, en Corrientes, a fin de sofocar un
movimiento revolucionario que había depuesto
al gobernador Derqui. En 1880, diputado na-
cional por la provincia de Salta; en ese mismo
carácter, y como presidente de la Comisión de
ü. Victorino de la Plaza.
Hacienda, proyectó lo que es hoy ley de Mo-
neda. Ministro de Relaciones Exteriores, 1882,
del Gobierno del general Roca en 1883, deja
esta cartera por la de Hacienda hasta marzo
de 1885, en que renunció. Durante el Gobierno
del Dr. Juárez Celman, le fué ofrecida la In-
tendencia municipal de la capital y también un
ministerio; pero no aceptó, por razones polí-
ticas. Radicado en Londres, cuando el doctor
Pellegrini asumió la Presidencia, fué solicitado
para el arreglo de la Deuda externa, prestan-
do con tal motivo servicios de verdadera im-
portancia, pues consiguió, con su solución,
afianzar el crédito del país. No aceptó tampoco
el ministerio de Hacienda que le ofreciera el
presidente Dr. D. Luis Sáenz Peña. Permane-
ció en Londres por muchos años. En 1908, mi-
nistro de Relaciones Exteriores en el Gobierno
del Dr. Figueroa Alcorta. En 12 de octubre de
IQlOfué electo vicepresidente de la República.
Presidió el Senado hasta que la enfermedad
del presidente, Dr. Roque Sáenz Peña, en oc-
tubre de 1913, le obligó a ejercer interinamente
el Gobierno supremo del país. Desaparecido
el presidente Sáenz Peña, en agosto de 1914,
pasó a ejercer la Presidencia efectiva de la
nación hasta su término, en 12 de octubre de
1916. Falleció en la madrugada del 2 de no-
viembre de 1919, en Buenos Aires. Era el doc-
tor Plaza una inteligencia vigorosa, un hombre
tranquilo, lleno de patriotismo, en una pa-
labra: en su larga actuación ha merecido la
gratitud del país.
Plazas. La plaza de Mayo se llamaba cuando
la trazó Garay, en 1580, plaza Mayor; en 1807
se llamó de la Victoria, en conmemoración de
la obtenida sobre los ingleses. La plaza Ge-
neral Belgrano (Monserrat) se llamó plaza de
la Fidelidad, porque en ella la juraron, en
1806, un cuerpo de negros, pardos e indios de
la guarnición. La plaza Nueva, donde está hoy
el mercado del Plata, se llamó la plaza de la
Unión, porque en ella se hizo la primera re-
unión de gente para la reconquista. La plaza
San Martín (Retiro), llamada también Campo
de Marte, se llamó Campo de la Gloria, por-
que en este paraje empezó la reconquista, en
el año 1806.
Pocito (combate). Asesinado el gobernador de
San Juan, coronel Virasoro, el Gobierno na-
cional mandó a esa provincia una intervención
armada, a las órdenes del coronel D. Juan
Sáa, gobernador de San Luis, quien tuvo que
POR
- 327
POR
dar una batalla contra las fuerzas del nuevo
Gobierno que se había creado, presidido por
el Dr. Antonino Aberastain. A las once de la
tnaflana del 11 de enero de 1861 se inició el
combate, que fué encarnizado y duró tres ho-
ras, habiendo terminado con la derrota del
ejército de Aberastain, y quedando en el cam-
po de batalla 400 muertos de ambas partes,
3J0 prisioneros y más de 100 heridos. Este
número de heridos (según el parte oficial pa-
sado por el jefe de Estado Mayor, coronel
Carmen José Domínguez), comparado con el de
los muertos, indica de la manera más evidente
que éstos lo fueron a lanza seca, es decir,
después de rendidos y a sangre fría, y no en
el calor de la lucha. Aberastain fué fusilado.
Portezuelo (combate). Habido en la pampa del
Portezuelo, el 31 de enero de 1867. Una co-
lumna como de 1 .000 hombres, al mando del
revolucionario D. Felipe Sáa, ataca a la reta-
guardia del ejército de operaciones del gene-
ral Paunero, que se retiraba de la costa del
Desaguadero, en marcha para Río Cuarto. La
victoria fué completa para las armas legales,
al mando de los coroneles José Iseas y Plácido
López, y dio lugar a incorporar, en Río Cuar-
to, algunas de las fuerzas del ejército de ope-
raciones sobre el Paraguay.
Portal (Pedro José). Gobernador constitucional
de la provincia de Jujuy en tres ocasiones: la
primera, desde el 3 de febrero de 1861 hasta
1863; la segunda, desde el 3 de febrero de 1865
hasta igual fecha de 1867, y la tercera, desde
el 3 de febrero de 1871 hasta el 3 de febrero
de 1873. En su primera administración conce-
dió (9 de febrero), por autorización de la Le-
gislatura, al cura y vicario D. Escolástico Ze-
gada, la fundación de un hospital de misione-
ros apostólicos en la capital, mandando se les
entregase el templo de San Francisco; promul-
gó la ley creando una Comisión del Registro
Oficial para la reunión por su orden cronoló-
gico de todas las leyes, decretos y disposicio-
nes vigentes de la provincia; se dio cima al
trabajo del templo del Río Blanco, la obra del
mercado y la del panteón. A él se debe, en la
capital de Jujuy, el reloj público que ostenta la
torre del templo de San Francisco, pedido por
él a Londres directamente, destinando para su
compra los sueldos que ganara como goberna-
dor de la provincia. En su segunda administra-
ción, siendo su ministro general D. Ignacio N.
Carrillo, en cumplimiento de los decretos del
Gobierno Nacional de abril y junio de 1865,
creó una fuerza de 200 plazas de tropa con
destino a la remonta del (ejército de línea, con
el fin de aprestar y remitir aquel contingente
al teatro de la guerra contra el Paraguay, etc.,
y en su tercer gobierno, con su nombramiento
e instalación, quedó terminada la intervención
nacional, que había sido encomendada al doc-
tor Uladislao Frías, gobernador de Tucumán.
Fué su ministro general D. Pablo Carrillo.
Pórtela (Ireneo). Médico. Nacido en Buenos
Aires, en 1802. Cursó Medicina en esta ciudad
y obtuvo su título el 10 de mayo de 1824, y al
ano siguiente fué nombrado cirujano de las tro-
pas acantonadas en el Salto, y en el mismo año
fué enviado a París para perfeccionar sus es-
tudios, permaneciendo allí hasta 1830. De re-
greso al país fué elegido diputado en 1834 y
reelecto en 1836. Se distinguió durante la epi-
demia que asoló a Buenos .Aires en aquel año,
y al siguiente dio a luz un trabajo sobre la
peste y fué nombrado méd'co del hospital ge-
neral de mujeres y catedrático de Anatomía y
Fisiología de la Escuela de Medicina, hasta
que, en 1838, cesó en sus funciones porque el
dictador, pretextando falta de recursos, orde"
nó la clausura de esos establecimientos. No
obstante esto, el Dr. Pórtela continuó desem-
peñando ese cargo gratuitamente; pero, perse-
guido por Rosas, en 1839 emigró a Montevi-
deo. Ejerció allí su profesión varios anos, emi-
grando al Brasil, en 1843, donde permaneció
hasta la caída del dictador, en 1852 A su re-
greso al país fué presidente del Consejo de
Higiene pública y electo diputado. Ministro de
Gobierno en la administración del Dr. Obliga-
do. En 1853, durante el sitio, prestó sus servi-
cios médicos entre sus defensores. Formó parte
de varias asociaciones científicas y fué honra-
do con di versas
comisiones hono-
ríficas. En 1860
fué electo con-
vencional, y sena-
dor al año siguien-
te. Falleció el 24
de agosto de
1861.
Pórtela ( Francis-
co). Nació el 23 de
julio de 1814 Fué
uno de los funda-
dores de la ciudad D. t-ranciscc Pórtela.
POS
— 328 -
POS
de Lomas de Zamora (Buenos Aires). Fueron
sus padres D. Rafael Pórtela y D." Cipriana
Grigera. Fué un hombre emprendedor, de un
carácter franco y leal. Desempeñó diversos
puestos públicos desde 1S52. Fué el primer juez
de paz de Lomas, por decreto de 28 de diciem-
bre de 1861, para llenar sus funciones en 1 de
enero de 1862, ordenándosele que «procederá
a disponer se verifique en el nuevo partido la
elección de municipales y suplentes con arre-
glo a la ley, señalan Jo al efecto el domingo
26 del próximo enero y dando cuenta del re-
sultado». La ciudad de Lomas de Zamora te-
nía, por el último censo, 59.874 habitantes.
Posadas (Gervasio Antonio de). Hombre pú-
blico. Nacido en Buenos Aires, el 19 de junio
de 1759, cursando
sus estudios en la
misma ciudad. Du-
rante la época del
coloniaje ocupó
diversos cargos
públicos, entre
otros la notaría
del obispado des-
de 1789; en la épo-
ca déla emanci-
pación fué miem-
bro del Gobierno
en 1813, llegando
a desempeñar el
mando con el tí-
tulo de director supremo de las Provincias
Unidas, desde el 31 de enero de 1814 bas-
te el 31 del mismo mes del ano siguiente. En
agosto de 1815 fué perseguido y expatriado,
aun cuando era inocente, dándosele destierro
indeterminado por hallarse comprendido en la
facción de Alvear; deportación que cumplió en
diversos puntos de la provincia Retirado de
la vida pública, empezó a escribir sus Memo-
rias el ano 1829, y una noticia biográfica so-
bre el obispo Azamor Falleció en Buenos
Aires, el 2 de julio de 1833. Por decreto del
gobernador Balcarce, de 5 de julio de 1833, el
Gobierno dispuso la erección de un monumento
sepulcral a su memoria, en el cementerio de la
Recoleta. Posadas fué un gobernante honesto
y patriota; durante su oeríodo gubernativo se
llevaron a cabo grandes reformas e iniciativas
benéficas para el país. Dice el Dr. López: «Po-
sadas era un hombre afincado, bastante astu-
to, entendido en la jurisprudencia del país y
D. Gervasio A. Posada
honorable, aunque de un carácter dócil, como
se necesitaba que fo fuese en aquellas circuns-
tancias, pero patriota decidido desde el pri-
mer día».
Posse (Filemón). Jurisconsulto, magistrado y
hombre público. Nació en Tucumán el 28 de
enero de 1S31. Estudió y se doctoró en la ciu-
dad de Córdoba y ocupó los siguientes pues-
tos: asesor fiscal de la provincia de Córdoba
(1855), miembro de la Convención Constituyen-
te, juez de Santa Fe, diputado por Tucumán
ante el Congreso del Paraná (1856), censor de
la Academia de práctica forense en Córdoba
(1860), comisionado de los Gobiernos de Tu-
cumán y Córdoba ante el Gobierno nacional,
ministro general de Gobierno de Córdoba, di-
putado suplente de Tucumán en el Paraná
(1861), diputado a la Legislatura cordobesa en
varias ocasiones, catedrático de Matemáticas
y Física en Córdoba, ministro de Hacienda,
Culto e Instrucción pública en la misma provin-
cia, fiscal general, juez federal en Catamarca
(1864), diputado por Tucumán a la Convención
Nacional de Santa Fe (1866), rector del Cole-
gio nacional de Córdoba desde 1876 a 1880.
En 18S2 se trasladó a Buenos Aires y fué nom-
brado vocal de la Cámara de apelaciones en
lo civil, cargo que ocupó hasta 1884, año en el
cual fué electo diputado nacional por la pro-
vincia de Córdoba. Dos años más tarde fué
nombrado ministro de Justicia, Culto e Instruc-
ción pública de la nación, cartera que tuvo a
su cargo hasta el año 1890. Después de esa fe-
cha fué nombrado presidente de la Cámara de
apelaciones en lo comercial, criminal y correc-
cional, cargo que desempeñó hasta su muerte,
ocurrida el 16 de febrero de 1893. Escribió mu-
chos trabajos jurídicos, siendo obra suya el
proyecto de reformas a la Constitución de Cór-
doba. Dejó inédito un estudio crítico del Códi-
go civil.
Posse (Justiniano). Abogado. Fué nombrado
gobernador de Córdoba, el 17 de marzo de
1862. Su administración fué laboriosa en el
sentido de las reformas introducidas en ella,
tales como el establecimiento de correos se-
manales entre la ciudad y varios departamen-
tos por donde no transitaban diligencias, co-
rreos nacionales; creó un departamento topo-
gráfico, etc. Fué depuesto del Gobierno, el 10
de junio del mismo año, por una revolución,
siendo nomorado D. José Pío Achaval. El 28
del mismo mes reasumió el mando el Dr. Posse,
POT
329
PRI
pero no pudiendo sostenerse en el Gobierno,
renunció el 17 de julio. Una revolución que
tuvo lugar el 2 de marzo de 1864, encabezada
por el batallón de gendarmes de Policía, des-
pués de cometer crímenes y grandes escánda-
los, asesina al ex gobernador Posse al ser con-
ducido preso, al doblar una esquina.
Potosí. Ciudad y provincia de Bolivia, situada
en un valle a un costado del cerro del mismo
nombre. Las minas de plata de Potosí son de
fama universal; han sido en otro tiempo las
más productivas del mundo. La ciudad fué fun-
dada el 7 de septiembre de 1544 por el capitán
Diego de Villarroel, quien con los hermanos
Centeno y Santardía abrió los cimientos de la
ciudad, siendo sns primeros pobladores 170 es-
pafloles y 3.000 indígena*, que trabajaron las
famosas minas del cerro. Seis aflos antes había
sido descubierta la mina de plata que tanta
fama le dio; su desc;)bridor fué un indio llama-
do Huaica y la explotó Juan de Villarroel. En
la ciudad de Potosí entró victorioso el ejército
patriota que mandaba Belgrano, en 1813, épo-
ca en que aún conservaba la ciudad el vestigio
de su antiguo esplendor con sus templos, puen-
tes, caminos, lagos artificiales y obras que re-
cordaban los monumentos y la grandeza roma-
na. Las damas patriotas obsequiaron al gene-
ral argentino con una magnífica lámina de pla-
ta cincelada, que actualmente se conserva en
nuestro Museo Histórico.
Potrerillos (combate). Cuando el general San
Martín cruzaba la cordillera para atacar a los
realistas en Chile, una fuerza española sor-
prende a una guardia republicana en Picheuta,
llevándose varios prisioneros. Perseguí los los
realistas por el teniente José Aldao (v ), y al-
canzados en Potrerillos, 24 de enero de 1827,
sostiene un reñido combate y consigue recha-
zar a sus perseguidores.
Pozos (combate naval). Librado el 30 de julio de
1826, entre la escuadrilla argentina mandada
por Guillermo Brown y la escuadra brasileña
al mando de D. Juan Pascual Qrenfell. Esta
acción tuvo lugar frente a la ciudad de Buenos
Aires. La escuadra enemiga, muy superior en
número a la argentina, compuesta de 20 bu-
ques, entre los que figuraban algunos de 60
cañones, fué abordada a las nueve de la no-
che, hasta que heridos Brown y Espora y los
buques acribillados de balazos, se retiraron a
su fondeadero en los Pozos. Los buques de
ambas escuadras resultaron con varias averías,
y principalmente la nave capitana argentina
25 de mayo, con su capitán Espora gravemen-
te herido, que fué desembarcado por un grupo
de ciudadanos distinguidos. En este mismo si-
tio se libraron varios otros combates navales
durante la guerra contra el Brasil. Esta bata-
lla fué presenciada por una muchedumbre in-
mensa del pueblo de Buenos Aires, agolpada
en la plaza y en las azoteas de las casas situa-
das sobre la barranca.
Pozo de Vargas (combate). El 10 de abril de
1867. En el punto denominado Pozo de Var-
gas, a tres leguas de La Rioja, el coronel don
Pablo Irrazabal, jefe del ejército que mandaba
el general D. Antonio Taboada, obtuvo una
brillante victoria sobre la montonera acaudilla-
da por el coronel, titulado general, D. Felipe
Várela, Carlos Ángel, Severo y Ambrosio
Chumbita, Sebastián Elizondo, etc.; habiendo
muerto en el combate el coronel Lorenzo Soto,
los comandantes Carlos María Alvarez y Pe-
dro Nolasco Herrera, riojanos; el mayor Ma-
nuel Ortega, chileno; los capitanes Justo Pa-
lavecino y Francisco Carrizo, riojanos, etc. Ei
ejército de Várela se componía de más de cua-
tro mil hombres de las tres armas, mil y tantos
de infantería, dos piezas de artillería y el resto
de caballería, habiendo entre esta tropa mu-
chos chilenos.
Pringles (Juan Pascual). Militar. Nació ei 13 de
mayo de 1795, en la ciudad de San Luis. Em-
pezó su carrera en 1813 en un cuerpo de Mili-
cias de su provincia natal, en cuyas filas, y
como oficial, le sorprendió la sublevación de
lo<5 prisioneros españoles, el 8 de febrero de
1819; acontecimiento en que tuvo una actuación
de primera línea, combatiendo en favor de las
autoridades, y sofocando el motín. En el mis-
mo año se incorporó al regimiento de Grana-
deros a caballo, que se hallaba en Chile. Sien-
do teniente, formó en la expedición libertado-
ra del Perú, en 1820, y en este mismo año
tuvo lugar el combate de Pescadores o Chan-
cay (v.). Hizo las campañas de la Sierra y de
Puertos Intermedios, y terminadas éstas con-
currió a las batal as de Junin y Ayacucho, en
1824. Continuó por algún tiempo prestando sus
servicios en el ejército peruano, con el grado
de sargento mayor. Con motivo de la guerra
contra el Imperio del Brasil, regresó a su país
para tomar parte en esa campaña. Con el gra-
do de teniente coronel, y como segundo jefe
del regimiento 17 de Caballería que comanda-
PRO
— 330
PRU
ba el coronel Suárez, asistió a la batalla de
Itusaingó y al combate de Las Cañas. En 1828
regresó a Buenos Aires y actuó en la guerra
civil a las órdenes de los generales Lavalle,
Paz y Videla Castillo, en las provincias del in-
terior. Murió en Río Cuarto, combatiendo con-
tra las fuerzas de Quiroga, el 19 de marzo de
1831.
PROVINCIAS ARQENTINAS.-ORIGEN Y FORMACIÓN DE LAS PROVINCIAS
1813-1820
1782-1803-1810
FORMACIÓN DE LAS PROVINCIAS
INTENDENCIAS
Resolución
de la Asamblea.
29 de noviembre de 1813.
Decretos
del Director Supremo.
1814
Crea las provincias de
Resoluciones
de los Cabildos de cada
ciudad, erigiéndose
en provincias separada»,
'
1817-1820
1834
/ Buenos Aires.
! Santa Fe.
\ Entre Ríos.
Santa Fe.
Entre Ríos.
_ , Corrientes.
Buenos Aires.., Banda Orien-
Corrientes.
Provincia Oriental del
i tal y pueblos
Rio de la Plata.
1 de las Mi-
Misiones.
\ siones.
/ Córdoba.
^ , , , \ Mendoza.
Córdoba del s^„j^^^
Tucumán... San Luis.
Intendencia de Cuyo
Mendoza, capital.
San Juan.
San Luis.
\ La Rioja.
Rioja.
/ Tucumán.
1 Santiago del
Salta ) Estero.
1 Catamarca.
f Tucumán.
T^"^"-S. del Estero.
'"^"- 1 Catamarca.
Santiago.
Catamarca.
[Salta.
í Salta.
\ Jujuy.
Salta.
Jujuy.
Oran.
Tarija.
Santa María.
Jnjuy.
Provincias Unidas del Río de la Plata.
Nombre que tenían las provincias argentinas
y las que formaban parte de ellas, durante la
época de la independencia, comprendidas den-
tro de las fronteras del antiguo virreinato del
Río de la Plata, que se extendía por el Norte
desde el río Desaguadero y la ribera Sud del
lago Titicaca, hasta el Cabo de Hornos. Com-
prendía las provincias del Norte o Alto Perú,
y los territorios que forman hoy las Repúbli-
cas Argentina, del Paraguay y Uruguay, y
que dejaron de formar parte de él a medida
que se fueron independizando del poder espa-
ñol. Posteriormente, y durante el gobierno de
Rosas, se le denominó al país con el nombre de
«Confederación Argentinas, y al verificarse la
unión nacional, se le designó con el nombre de
República Argentina.
Pmdan (Manuel) . Nació en Buenos Aires, en
1800, y siendo aún muy joven hizo la campafla
PUE
331
PUE
del Alto Perú en el ejército argentino como
cadete; fué tomado prisionero en Vilcapugio,
y conducido a las casasmatas de la fortaleza
del Callao, donde padeció grandes penurias en
los siete aflos que permaneció preso, hasta
1820, en que fué canjeado por orden de San
Martín, y prisionero nuevamente poco después,
el 8 de marzo de 1824, fué trasladado de esas
prisiones a la isla de los Prisioneros, en cuyo
trayecto lograron fugar dos de sus 180 com-
pañeros de infortunio. (V. Matucana, sor-
teo de.)
Puelches. Indios que vivían al norte del Río
Negro, en la frontera de la provincia de Bue-
nos Aires, en los alrededores de Bahía Blanca,
Tandil, etc.
Puente Alsina (combate). Guerra civil. El 21
de junio de 1S80. El coronel D. José Inocencio
Arias había sido vencido por las fuerzas na-
cionales al mando del coronel Racedo, en Oli-
vera, en las cercanías de la ciudad de Merce-
des (provincia de Buenos Aires). Arias se re-
concentra con sus Milicias sobre la ciudad de
Buenos Aires, y el día 21 , protegido por los ba-
tallones de Policía y otros de la capital, libra
un segundo combate, con suerte igualmente
adversa, en los alrededores de Puente Alsina,
posesionándose los sitiadores de aquel punto
estratégico de la defensa.
Puente de Márquez (batalla). 26 de abril de
1829. Después del pronunciamiento del gene-
ral Lavalle, el 1 de diciembre de 1828, este ge-
neral, al frente de fuerzas veteranas que ha-
bían hecho la campaña del Brasil, invade a
Santa Fe, provocando al general Estanislao
López a librar en una batalla campal la suerte
de los partidos en lucha; pero López responde
haciéndole una guerra tenaz de montonera. El
jefe unitario, no pudiendo resistir este género
de hostilidades, y teniendo noticias del aniqui-
lamiento de la división que mandaban los coro-
neles Rauch y Estomba, reconcentra sus fuer-
zas en la provincia de Buenos Aires. Allí lo va
a buscar López con sus santafecinos y el co-
mandante Rosas con las milicias porteñas, y en
el Puente de Marques libran una reñida y san
grienta batalla, dando por resultado definitivo
que ambas fuerzas proclaman la victoria, pero
las consecuencias fueron favorable al ejército
federal.
Pueyrredón (Manuel Alejandro). Guerrero de
la independencia. Nacido en la provincia de
Buenos Aires, el 3 de mayo de 1802. Dejó va-
D. Juan Martin de Pueyrredón.
rius obras históricas sobre las campañas liber-
tadoras de los ejércitos argentinos, en las que
había tomado parte. Falleció en el Rosario de
Santa Fe, el 10 de noviembre de 1865.
Pueyrredón (Juan Martín de). Hijo de D. Juan
Martín Pueyrredón, francés, y de D.^ Rita Do-
gan, natural de
Buenos .Mres.
Nació en esta ciu-
dad, el 18 de di-
ciembre de 1776.
Independiente por
su fortuna, ilus-
trado por su edu-
cación en Europa,
donde pasó la pri-
mera juventud, la
conquista de Bue-
nos Aires por tro-
pas inglesas, lo
convierte en re-
volucionario y
soldado. En el combate de Perdriel cosecha
sus primeros laureles, llevando una carga te-
meraria al centro mismo de las filas inglesas.
Tendido su caballo por una bala de cañón, es-
taba a punto de perecer, cuando uno de sus ji-
netes, acercando el anca del suyo, recibe al in,
trépido joven, que de un salto toma la grupa-
y desaparecen impávidos. Así se presentaba en
su cuna, brava y gentil, bautizada por el fue-
go, la después famosa caballería gaucha del
Río de la Plata. El 12 de agosto, día de la re-
conquista, Pueyrredón se bate en las calles de
Buenos Aires y desemboca el primero en la
plaza de la Victoria, seguido de sus valientes
Húsares, alcanzando a quitar una banderola
enemiga en momento de correr al fuerte Be-
resford y los suyos. El Cabildo premió su con-
ducta con un escudo de honor, enviándolo en
seguida como su diputado a la Corte de Ma-
drid. En tal carácter hizo inútiles reclamacio-
nes para mejorar la condición de sus paisanos
de América, sin obtener otra cosa que la con-
firmación de Liniers en el mando y la célebre
respuesta del vmrúísiroCabaWQro, de que Buenos
Aires tenia bastante con la minería, la pastoría
y la teología. Invadida España (1S08) por el
ejército de Bonaparte, el enviado porteño vue-
la, con peligro de su existencia hacia su patria;
mas, antes de conseguirlo, es capturado en
Montevideo, y remitido a Madrid por el gober-
nador Elío. Se escapa en el Brasil y parte di-
PUE
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PUJ
rectamente a Buenos Aires, donde llega a prin-
cipios del año nueve. Afiliado con los patriotas
que trabajaban en favor de la independencia,
se hace sospechoso, y un emisario del virrey
Cisneros lo prende y encierra en el cuartel de
Patricios. Su remisión a España estaba resuel-
ta por aquel funcionario, cuando debió su in-
esperada fuga a los auxilios de Orma, Belgra-
no y Rodríguez Peña. Uu buque preparado
para estos últimos lo condujo a Río Janeiro,
llevando cartas e instrucciones para tratar de
la emancipación con la princesa Carlota, espe-
sa de D. Juan VI. Reclamada su persona en
esa Corte por el representante español, en-
cuentra resistencia en el monarca, a condición
de que el joven patricio, poniéndose a la cabe-
za de 12.000 portugueses, se presente a las
puertas de su patria. Una negativa categórica
defrauda las intenciones del rey, y se convierte
en desconfianza la benevolencia que le dispen-
saba. Este cambio le hace dudar de su seguri-
dad, y resuelve alejarse prontamente. Las car-
tas de Buenos Aires le daban cuenta al mismo
tiempo de los preparativos contra Cisneros.
Juzgando maduro el proyecto, se embarca se-
cretamente a fines de mayo de 1810, y toma
tierra el 9 de junio siguiente, en la costa sur
de la provincia. Allí fué sorprendido— dice él
mismo— con la nueva de la instalación del pri-
mer Gobierno patrio. A los pocos días de su
arribo, Pueyrredón pasa a encargarse del go-
bierno de Córdoba; pero no bien se ha instala-
do, la Junta lo destina a la presidencia de
Charcas. El desastre en Huaqui, el 20 de junio
de 1811, entrega la hermosa región del Alto
Perú a la saña dsl vencedor. Los caudales de-
positados en la Casa de Moneda de Potosí ha-
brían sido el mejor trofeo de Goyeneche, si el
intrépido presidente de Charcas no se apodera
de aquellos valores y los salva conduciéndolos
a Tucumán, después de sostener con la escasa
tropa que le acompañaba reñidos combates en
los desfiladeros del tránsito, ocupados por el
enemigo. Este suceso le mereció el nombra-
miento de general en jefe del ejército del Perú.
El 27 de marzo, Belgrano, nombrado para re-
emplazarlo, se recibe del ejército en la provin-
cia de Salta, y Pueyrredón emprende viaje a la
capital, donde le espera un asiento en Triunvi-
rato, para el que fué unánimemente nombrado
por la Asamblea reunida en Buenos Aires, el 4
de abril. Durante su presencia en el Gobierno
tiene lugar la conjuración de Alzaga, en que
se mostró débil mientras Rivadavia hacía estre-
mecer el país con sus ejecuciones. Esta floje-
dad de Pueyrredón le enajenó las simpatías del
partido exaltado, y la revolución de octubre si-
guiente le alejó de los negocios públicos hasta
1816. Nombrado director supremo de las Pro-
vincias Unidas, por el Congreso de Tucumán.
Durante su fecundo gobierno se ocupó de la
formación y el sostenimiento del ejército de los
Andes y de la creación de establecimientos
científicos. En 1820 emigró del país, reapare-
ciendo en el Gobierno en 1829. Algún tiempo
después se dirige a Europa con el objeto de
educar a su hijo. Regresó en 1850, y su muerte
tuvo lugar el 13 de marzo del mismo año, en
su chacra de San Isidro. Rosas era su enemigo,
y no consintió se le hicieran las exequias debi-
das a su rango.
Pujol (Juan Gregorio). Político. Nacido en Sa-
ladas, Corrientes, el 27 de noviembre de 1817.
Estudió en la Uni-
versidad de Córdo-
ba, donde se gra-
duó en 1S3S. Al
ano siguiente dictó
las cátedras de La-
tinidad y Filosofía
en el mismo esta-
blecimiento. Opo-
sitor decidido a la
política de Rosas,
pasó en 1843 a su
provincia, donde
fué electo represen-
tante a la Legisla-
tura, y ésta a su
vez lo eligió secretario. En el mismo año el
gobernador Madariaga le confió las carte-
ras de Guerra y Relaciones Exteriores, y
en la campaña libertadora de Entre Ríos des-
empeñó el cargo de auditor de guerra. En to-
dos estos puestos dio prueba de labor. Ce ^^q
amigo y confidente del general Paz lo ,-
paño en su política, y luego en Su 5t'- ,;>..smo
en el Brasil. La reputación de su • ,iigencia
y de sus energías cívicas decidí i' al general
Urquiza a pedirle su concurso, que fué valio-
sísimo por la adhesión del gobernador Viraso-
ro y toda la provincia de Corrientes. En 1851
fué electo diputado provincial y ministro ge-
neral de Virasoro, en cuyo carácter hizo la
campaña de 1852, asistiendo a la batalla de
Caseros. Fué el iniciador de la reunión de los
D. Juan Gregorio Pujol.
PUL
333 -
PUT
gobernadores y autor del proyecto del trata-
do de San Xicolás de los Arroyos, con el ob-
jeto de obtener la unión nacional con la capi-
talización de Buenos Aires. Fué gobernador
y capitán general de su provincia. En su pe-
ríodo de 1852 hasta 1859, sancionó la Constitu-
ción, fundó escuelas normales, colonias, mu-
seos, misiones, construyó puentes, parques y
caminos; adoptó el uso de la estampilla pos-
tal, levantó el primer censo, creó la Sociedad
de Beneficencia, reedificó templos, teatros;
fundó pueblos, estableció oficinas meteoroló-
gicas, levantó la carta gráfica de la provincia
y colonización, > muellísimas otras más, que de-
mostraron ser el Dr. Pujo un c udadano aman-
tísimo de su patria, hombre de vasta ilustra-
ción, clara inteligencia y honrabilidad. Falle-
ció en Buenos Aires, el 16 de agosto de 1861.
Fulares (combate). 7 de noviembre de 1832.
Los coroneles Latorre y Alemán, después de
la revolución de Salta, el 25 de octubre, y lo-
grando reunir fuerzas que pasaban de mil hom-
bres, marcharon sobre los revolucionarios, que
contaban con seiscientos hombres, que fueron
soi prendidos alas cinco déla mañana en el
campo de Fulares (a 10 leguas de la ciudad de
Salta), rotos y hechos pedazos en la carga que
los puso en precipitada fuga, dejando en el
campo de batalla como cien muertos, muchos
heridos y doscientos prisioneros, de los que
fueron fusilados los principales. Los jefes
revolucionarios coronel C. Puch y Napoleón
Quemes, se fugaron muy al principio, y el co-
ronel Juan Mariano Nadal y su ayudante don
Felipe Niño, quedaron muertos en el campo.
Punta del Ag^a (combate). Los coroneles don
Ambrosio Sandés y D. José Iseas, derrotan
al coronel Fructuoso Ontiveros, jefe de las
montoneras del general Peñaloza (Chacho), en
el Alto de la Angostura o Punta del Agua,
provincia de la Rioja. La mortandad hecha en
los montoneros fué atroz.
Punta de Médano (batalla). El general chile-
no José Miguel Carrera, famoso jefe de mon-
tonera en la República Argentina, dejando sus
excursiones en las provincias del litoral, se in-
ternó al Sud, al frente de sus fuerzas con ob-
jeto de invadir a Chile. En las provincias de
Cuyo es rechazado y perseguido; pero, a in-
mediacios de Río Cuarto hace frente a los cu-
yanos, quienes, sin embargo de obtener las
primeras ventajas, se dispersan al saber la
muerte de su jefe el general D. Bruno Morón,
Dice. HisT. BioGR.
que cae al iniciarse la batalla. Tras de este
triunfo, Carrera se hace de recursos en San
Luis y sigue su marcha; pero nuevas fuerzas
salen a batirlo, y la división mendocina al
mando del comandante de Milicias D. José Al-
vino Gutiérrez, logró alcanzarlo en la Punta
del Médano, provincia de San Juan, y lo de-
rrota completamente el 31 de agosto de 1821.
Punta del Monte (combate). Después de la
batalla de Ñaembé, el 26 de enero de 1871, los
rebeldes entrerrianos no se rehicieron, sin em-
bargo de quedar algunas fuerzas en pie en al-
gunos puntos. El cabecilla Leiva, que manda-
ba una expedición, se encontraba en el depar-
tamento de Qualeguay (Entre Ríos), en el lu-
gar conocido por Punta del Monte, y allí es
atacado y derrotado por el coronel D. Donato
Alvarez, haciéndoles muchos muertos y prisio-
neros. Este fué el tiltimo combate serio que se
dio a los rebeldes. (6 de marzo de 1871.)
Putaendo o Las Coimas (combate de[). El
ejército argentino, a las órdenes de San Mar-
tín, acababa de trasponer los Andes, después
de inmensas fatigas, dando así cima a la em-
prese militar más atrevida que hubiera tenido
lugar en América. El general Soler, jefe de la
vanguardia, había avanzado rápidamente sobre
Putaendo y colocado al comandante D. Maria-
no Necochea cerca del río Aconcagua, con
ciento diez hombres de caballería: «El enemi-
go—dice el general San Martín en su parte
del 22 al director supremo de las provincias
unidas del Rio de la Plata— recibió refuerzos
considerables el 6 por la tarde; en la misma
noche pasó el río de Aconcagua, y al romper
el alba del dia 7 se presentó al frente del co-
mandante Necochea, con cuatrocientos caba-
llos, sobre trescientos infantes y dos piezas a
su retaguardia. Este valiente oficial no vaciló
un instante, mandó retirar sus avanzadas, y
hasta ver al enemigo a media cuadra no dispa-
ró un solo tiro; encargó la derecha al capitán
D. Manuel Soler, y la izquierda al ayudante
D. Ángel Pacheco; mandó poner sable en
mano, y los carga con la mayor bizarría; los
baten completamente, dejan sobre treinta
muertos en el campo, toman cuatro prisione-
ros heridos y los persiguen, acuchillándolos
hasta el cerro de las Coimas, donde los pro-
teje su infantería. En la misma ma'.ana, antes
de la nueve, abandonan precipitadamente su
posición de San Felipe y repasan al otro lado
del rio».
PY - 334 - PY
Py (Luis). Marino argentino. En la guerra de la reconociendo sus servicios, lo elevó a la jerar-
Confederación tomó una parte muy activa al quía de comodoro de la Armada nacional,
lado de la causa sostenida por Buenos Aires, Desempeñaba este jefe la dirección general
y en la guerra del Paraguay fué uno de los de los depósitos y talleres de la Armada cuan-
marinos que mayor gloria alcanzaron por su do acaeció su fallecimiento, el 22 de febrero
indiscutible valor. El Congreso de la nación, de 1884.
k
Q
Inebracho (combate). El 16 de septiembre de
1870. La segunda división del ejército del Pa-
raná, a las órdenes del teniente coronel don
Plácido Laconcha, lleva un reconocimiento
hasta el mismo campamento, sobre el arroyo
del Quebracho, de las fuerzas rebeldes de En-
tre Ríos. Allí es vigorosamente atacado por
cerca de 2.500 hombres, no contando para re-
sistirles sino con 700 soldados; pero asimismo
los hace retroceder, consiguiendo regresar en
orden hasta su campamento.
Quebracho Herrado (batalla del). El general
Lavalle, retirándose al interior de las provin-
cias con el ejército con que había llegado has-
ta las inmediaciones de la ciudad de Buenos
Aires, y retrocedido violentamente, es alcan-
zado en el Quebracho Herrado, departamento
de San Justo, en la provincia de Córdoba, y
derrotado completamente por el general don
Manuel Oribe, que mandaba en jefe un ejérci-
to de Rosas, gobernador de Buenos Aires. La-
valle consigue escapar con pequeños cuerpos
de ejéicito. Quedaron en el campo 1.500 muer-
tos de su ejército, toda la artillería, parque y
bagajes, y prisionera de guerra toda su infan-
tería, que mandaba el coronel D. Pedro José
Díaz, y que a la invitación de retirarse hecha
por Lavalle, cuando todo estaba perdido, con-
testó, formando cuadro: El coronel Díaz muere
donde mueren sus soldados, y sólo se rindió
recibiendo garantías para su gente. (24 de no-
viembre de 1840.)
íaera (combate de). El 4 de enero de 1875. La
revolución del 24 de septiembre de 1874 había
alcanzado hasta Jujuy, donde el jefe D. Lau-
reano Saravia, en la Puna, se había pronuncia-
do en armas contra el Gobierno, poniéndose a
la cabeza de una fuerte división. Allí le lleva
el ataque el mismo gobernador de la provincia,
coronel D. José María Alvarez Prado, y en
Quera lo destruye completamente, haciéndole
una gran mortandad y tomándole prisionera la
mayor parte de su gente. Con esta victoria
queda asegurada la tranquilidad de Jujuy, al-
terada por aquella revolución.
Querandíes. La comarca en que se abrieron
los cimientos de la ciudad de Buenos Aires, en
1535, no era desierta; habitábala una tribu gue-
rrera, no tan numerosa como fuerte, que es cé-
lebre por su indomable bravura y por las pe-
nurias que hizo soportar a los primeros pobla-
dores. Llamáronla los españoles Querandi, y
algunos historiadores afirman que sus descen-
dientes se han conservado con el nombre de
pampas. Sea de esto lo que fuere, es induda-
ble que era una tribu errante, que vivía de la
caza y de la pesca, y usaba por armas las fie
chas y las bolas arrojadizas. Los españoles
fueron recibidos de paz por estos indios, y les
proporcionaron todo género de víveres fres-
cos en abundancia. Mas la dureza y crueldad
con que les trataron irritó su salvaje orgullo,
y después de maltratar algunos españoles se
retiraron al pago de la Matanza, en las na-
cientes del Riachuelo. En este paraje tuvo lu-
gar un combate, del cual toma su nombre, en
el que perecieron muchos españoles, entre
ellos un hermano de Mendoza, quedando los
indios victoriosos. A fines del mes de diciem-
bre del año de la fundación de Buenos Aires,
los querandíes atacaron vigorosamente la ciu-
dad, qu€;mando las chozas que la formaban y
algunas de las naves que se hallaban en el
puerto, valiéndose para ello de flechas con
manojos de paja encendida, que arrojaron so-
bre aquéllas. Los querandíes extendían su do-
minación hasta las inmediaciones del sitio en
que Gaboto fundó el fuerte del Espíritu Santo.
QUE
— 336 —
QUE
Eran tenidos por grandes corredores y, suma-
mente diestros para tomar, con las boleadoras,
animales silvestres, como son: gamas, venados,
avestruces, etc.
Quesada (Dionisio). Militar. Xacido en Buenos
Aires, el 9 de octubre de 1793. Comenzó su ca-
rrera como subteniente de Granaderos de Li-
niers el 30 de mayo de 1803; dos años después
asistió al primer sitio de Montevideo, en 1811,
y a su regreso a Buenos Aires contribuyó a
sofocar el motín del Cuartel de Patricios. En
1812 pasó de nuevo a la Banda Oriental como
teniente segundo, a guerrear contra los portu-
gueses, y fué de los vencedores en Montevi-
deo, el 20 de junio de 1814. .\scendido a capi-
tán en 1815, se halló en la sublevación de Fon-
teeuelas (v.), y al año siguiente marchó a San-
ta Fe, asistiendo a varias acciones de guerra
de esa campaña y a la toma de esa ciudad. En
1818, en cla^e de sargento mayor, bajó a Bue-
nos Aires para desempeñar el cargo de edecán
del director general Pueyrredón, y dos años
después concurrió a las batallas de Cepeda y
Cañada de la Cruz, como edecán de los gene-
rales Rondeau y Soler, respectivamente; des-
empeñó igual cargo en las acciones de Pauón
y Gamonal, a las órdenes del gobernador Do-
rrego. Durante la guerra del Brasil fué comi-
sario general de guerra del ejército nacional.
Perseguido durante la tiranía, se alistó entre
los defensores de Montevideo, mandando una
batería. En 1852 se halló en el sitio de Buenos
Aires, donde falleció el 9 de enero de 1879.
Quesada (Juan Isidro). Militar. Nacido en Bue-
nos Aires, el 26 de junio de 1802. Se encontró
en la rendición de Montevideo, en la campaña
del Alto Perú; y en SipeSipe, como teniente
segundo, fué herido y tomado prisionero y en-
cerrado en las prisiones del Callao, donde
permaneció cinco años de sufrimientos y vejá-
menes. Fué canjeado en mayo de 1821, e incor-
porado de nuevo al ejército, concurrió a la to-
ma de Lima, sitio y asalto del Callao, Puertos
Intermedios, Calaña, Locumba, Torata, Mo-
quegua, ka. Pisco, Junin, Matará, Huanta,
Ayacac/io.etc. En la guerra del Brasil asistió
a Ombii, ¡tusaingó y Camacuá. Desde 1828 al
33 permaneció alejado del servicio por no
mezclarse en la guerra civil. Promovido a te-
niente coronel, prestó servicios en la frontera
Oeste hasta 1843, en que marchó a la Banda
Oriental, sirviendo al Gobierno de Rosas. En
1852 asistió a la batalla de Caseros y sitio de
Buenos Aires, con el grado de coronel, y lue-
go a la jornada de Cepeda, en 1S5H. Falleció
en B'ienos \ires, el 14 de julio de 1890. «El
coronel Quesada dice el general Mitre— es
el prototipo del militar sudamericano.»
Quesada (Juan José de). De la provincia de
Corrientes. Se alistó en un buque armado en
corso, y en un combate frente al Cabo de Bue-
na Esperanza cayó prisionero, permanecien-
do cautivo durante tres años. El 15 de ju'io de
1811, durante el primer sitio de Montevideo,
Quesada, ni frente de unos pocos soldados,
tomó por asalto la isla fortificada de las Ra-
tas (v.), sorprendiendo a su guarnición, clavan-
do la artillería y tomando muchos prisioneros.
As'stió a la batalla del Cerrito y a l:i toma y
rendición de ¡Montevideo. Marchó a! Alto Perú,
sirviendo a las órdenes de Rondeau y Quemes
hasta 1S16. en que cayó prisión ro en Yaoí, y
fué canjeado en 181S por el general San Mar-
tín, a cuyas órdenes sirvió con el grado de
teniente coronel cu las campañas de Chile y
Perú. En la campaña contra el Brasil asistió
a la batalla de itusaingú, por cuya acción fué
ascendido a coronel. Murió en .Montevideo,
en el año 1832.
Quesada (Sixto). .Militar. De Buenos Aires.
Kacido en 1800 Como oficial del 9 de infante-
ría hizo las campañas del Alto Perú, hallán-
dose en varias acciones de guerra y en el de-
sastre de Sipe-Sipe {\9i\5), donde fué grave-
mente herido. Tomó parte en la guerra contra
el Brasil, asistiendo ti las batallas de Ombú,
liuzaingó. Potreros del Padre Filiberto y Ca-
macuá. Se halló en el pronunciamiento del 1
de diciembre de 1828, contra Dorrego, encon-
trándose en el combate de .Xavarro. Envuelto
en las cuestiones políticas, fué separado del
escalafón, mereciendo más tarde ser honrado
con una coinisión delicada por el general La-
valle. Falleció en Buenos Aires, el 3 de octu-
bre de 1840,
Quesada (Vicente G.). Nació en Buenos Aires,
el 5 de abril de 1830. Después de cursar estu-
dies preparatorios en el Colegio de D. Alberto
Larroque, entró en la Universidad, donde si-
guió estudios hasta 1849; en 1855 los completó,
doctorándose en Derecho. Desde 1852 intervi-
no en política y actuó en el periodismo, defen-
diendo la causa de la Confederación. En 1856
fué electo diputado al Congreso Nacional,
apartándose más tarde de la política. En 1871
fué nombrado director de la Biblioteca Pública
or
- 337 -
QUI
de Bi'. uoDieiMo le co-
mis I) [uirir en Espa-
ií;t coiiia- u • 111.1. :ii-i . - ivi jvüá a la histo-
ria coloniRl. ¿n 1877 fuá nombrado ministro
de Gobierno de in provincia de Buenos Aires,
y en 1878 fué electo diputado al Congreso Xa-
cioiíal. Eli 1SS3 fué nombrado ministro Diplo-
míiico, cargo que desempeñó ante varios go-
biernos hasta 1904. Fué presidente de la Aca-
demia de la Facu tad de Filosofía y Letras.
Ocupan un rango d -iCüllante en su obra de
escritor, tres revistas justamente estimadas:
La Ri'oisto de Paraná, La Revista de Buenos
Aires y La Miieoa Revista de Buenos Aires.
Entre sus obras se destacan Recuerdos de Es-
paña, Crónicas Potosinas, Los indios en las
provincias del Rio de la Plata, Memorias de
un viejo 1 V'ctor Gálvez), La Sociedad hispa-
noamericana bajo la dominación española,
etcétera, etc. Dejó numerosos libros inéditos,
por él mismo reunidos en tres series: Mis me-
morias diplomáticas, Mis memorias ooliticas,
Mis obras de historia colonial. Falleció en
Buenos Aires, el 19 de septiembre de 1913.
tuichúa (raza). Esta raza era la más civilizada
de las que habitaban en la América del Sud.
Formaban el p ideroso imperio de los incas,
cuya capita! era la ciudad de Cuzco, en el
Perú. Los incas hnbían extendido sus conquis-
tas en el actual territorio argentino hasta la
provincia de Córdoba, y a medida que avan-
zaban iban sometiendo las tribus que encon-
traban al paso. AUunos nombres geográficos,
como Tucumán, Jujuy, Pocho, Tinogasta, Cos-
quiíi, etc.. son de origen quichua. Las princi-
pales tribus eran: calingastas, huarpes, cal-
chaquics, quilmes, lules, humahuacas, etc. En
el Peni han quedado ruinas de construcciones,
quf demuestran el grado notable de su civi-
lización. En los valles calchaquíes han quedado
restos de con^triicciones y objetos de barro,
como vasija=. irMias, etc. La escritura consistía
en unos cardones de lana retorcida que se
unían a otro m 'iS grueso, formando una especie
de fleco. Se llamaban quipus. Confeccionaban
tejidos y sabían trabajar algunos metales y
labrar la tierra. Creían que después de muer-
tos resucitarían, y por esto acostumbraban
pon?r al lado del cadáver (momia) algunas
vasijas con agua ■ . Iimentos. El servicio de
correos para la transmisión Ue órdenes estaba
bien organizado. Los nombres que efectuaban
el servicio de correos se llamaban chasqui, y
corriendo siempre, se pasaban del uno al otro
las comunicaciones, y en pocos días las noti-
cias llegaban a centenares de leguas de dis-
tancia. A veces, cuando llevaban la misma di-
rección de un río, se dejaban llevnr por la co-
rriente, prendidos de un trozo de madera para
quedar a flote.
Quijadas (combate). El 2 de enero de 1841.
Tuvo lugar en el camino de San Juan y de la
Rioja, en la que triunfó la división que iba al
mando de Félix Aldao, contra las fuerzas de
la provincia de San Juan, a cuyo frente iba el
comandante D. .Xicolás Vega.
Quilmes. Partido y pueblo de la provincia de
Buenos .\ires. Está situado sobre la línea del
ferrocarril a Li Plata, y data del ano 1670,
habiendo sido formado por una tribu de indios
quilmes, de raza catchaqui. En 1 779 fué creado
el partido; en 1730 se edificó una capilla, y
en 1769 se creó la parroquia. En este partido,
en el paraje conocido por Higueritas, esta-
bleció, en el año de 1S15, D. Juan .Manuel de
Rosas, el primer saladero que hubo en la dicha
provincia. Frente a este pueblo desembarcó,
el 25 de junio de 1805, el ejército británico
para efectuar la conquista de Buenos Aires; y
el 27 de febrero de 1827, Brown, al frente de
la escuadrilla de la República Argentina, que
se hallaba en guerra con el Imperio del Brasil,
ataca a la escuadra brasileña y los derrota,
después de hacerles volar una goleta tripulada
por 120 hombres, de los que sólo tres se sal-
varon.
Quilmes. Pueblo de indios de la jurisdicción
de Salta en el valle de Calchaquí, los últimos
que, con los calíanos del mismo valle, se so-
metieron al gobernador del Tucumán; D. Alon-
so .Mercado y Villacorta, que les admitió e)
sometimiento, a condición de .ser divididos y
expatriados a diferentes jurisdicciones. Tocóle
una parte a la de Buenos .^ires, formando con
ellos la reducción de Santa Cruz de los Quil-
mes, Cinco leguas al Sud de la ciudad, de que
só o ha quedado el nombre de Quilmes al pue-
blo allí existente.
Quintana (Hilarión de la). .Militar. Nacido en
San t-ernando de .Maldonado (Banda Oriental),
el 21 de octubre de 1774. Empezó la carrera de
las .\rmas durante el coloniaje, figurando como
ayudante da campo del general Limers en la
primera invasión inglesa, y como tal fué en-
viado de parlameníario al general B^ resford
para intimarle rendición, quien le entregó su
QUI
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QUI
espada, rehusándola éste. En 1807 actuó tam-
bién en los hechos de armas librados contra las
invasiones, y en 1810 fué uno de los más ar-
dientes revolucionarios. Formó en el ejército
que puso sitio a Montevideo e hizo la campaña
de la Banda Oriental en 1811 y 12 en clase de
sargento mayor; asistió a la batalla del Cerri-
to; en 1814 fué nombrado comandante de los
partidos de Entre Ríos, y promovido a coronel
fué electo teniente gobernador provisorio de
Tucumán, nueva provincia creada por decreto
de 8 de octubre, formándose una, independien-
te de la de Córdoba, compuesta de los pueblos
de San Miguel de Tucumán, Santiago del Es-
tero y Valle de Catamarca, con la denomina-
ción de provincia de Tucumán, teniendo por
capital la ciudad de este ultimo nombre. Crea-
da así esta provincia, el gobernador Quintana
mandó publicar el decreto del director Posadas
con repique general e iluminación por seis días
consecutivos y con una salva de 21 cañonazos.
Pasó luego Quintana a gobernador de Salta,
en 14 de noviembre de 1814, y en marzo de 1815
renunció al gobierno porque no contaba con
las simpatías de todo el pueblo, a causa de no
ser natural de Salta. Durante su corto período
auxilió al ejército con dinero, caballos, muías,
etcétera. Hizo la campaña del Alto Perú; lue-
go se trasladó a Mendoza, incorporándose al
ejército de los Andes. Como coronel de Esta-
do Mayor, pasó la cordillera, se halló en Cha-
cabuco y fué nombrado director delegado de
Chile en 1817; asistió al desastre de Ca/ic/za
Rayada y batalla de Maipú, en cuya acción fué
recomendado por su denuedo y bizarría como
jefe de la reserva. En 21 de enero de 1819 pi-
dió su separación del ejército argentino en Chi-
le por motivos de salud, siéndole denegada en
virtud de las circunstancias. Solicitada de nue-
vo, regresó a Buenos Aires en 1820, actuando
en los sucesos políticos, siendo nombrado go-
bernador delegado el 1 de octubre por medio
del movimiento revolucionario. Este digno
militar falleció en la Banda Oriental en el
año 1843.
Quintana (Manuel). Notable jurisconsulto y
hombre de Estado. Nació el 19 de octubre
de 1835. Después de graduarse de doctor en
Leyes, fué elegido diputado a la Legislatura de
la provincia de Buenos Aires en 1860. Actuó
como secretario de la Diputacióu de Buenos
Aires en el Congreso del Paraná celebrado en
1861, y a su regreso redactó el manifiesto diri-
dimel Quintana-
gido a los electores dando cuenta de la negati-
va del Congreso
a admitir en su
seno a la Dipu-
tación de Buenos
Aires. Fué dipu-
tado y senador
nacional. Minis-
tro de Estado .
Representó a la
Argentina e n la
Conferencia In-
ternacional Ame-
ricana, en Was-
hington. Siendo
presidente de la
República falleció en Belgrano (Buenos Ai-
res), el 12 de marzo de 1906.
Quiñones (Osorio Luis de). Gobernador de la
antigua provincia del Tucumán desde 1612
a 1619. Su gobierno fué muy pacífico; su amor
a ios indios grande, fomentando la conversión
de éstos y la enseñanza de la religión. Favo-
reció mucho a la Compañía de Jesús, persegui-
da a la sazón en toda la gobernación del Tu-
cumán, porque condenaba el servicio personal
de los indios. Las aulas de la Universidad de
Córdoba, cuya erección es debida al celo del
obispo fray Hernando de Trejo y Sanabria, se
abrieron en 1613. Fundó el Colegio de la Nue-
va Rioja, habiendo otorgado la escritura en el
año 1622, en cuyo ano dejó de existir en la ciu-
dad de Santiago, y fué enterrado en el mismo
Colegio.
Quiroga (Juan Francisco). Caudillo riojano.
Nació en 1790. Era hijn do un ^i-iinanino de
humilde condi-
ción, pero avecin-
dado en los llanos
de la Rioja, el
cual había adqui-
rido en sus faenas
de campo una re-
gular fortuna. En
la escuela fué al-
tivo, huraño y so-
litario; no se mez-
claba con sus com-
pañeros, sino pa-
ra acaudillarlos
en actos de rebe-
liones o para darles de golpes. Desde que
llega a la edad adulta, el hilo de su vida
D. Juan Francisco Quiroga.
QUI
- 339
QUI
se pierde en un intrincado laberinto de vuel-
tas y revueltas por los pueblos vecinos; ocul-
to unas veces , perseguido siempre, jugan-
do, trabajando en clase de peón, dominando
todo lo que se acerca y distribuyendo pu-
ñaladas. En 1806 fué a Chile con un carga-
mento de granos, por cuenta de sus padres;
lo jugó con los troperos, que eran criados
de su casa, y los perdió; solía llevar a San
Juan y a Mendoza arrias de ganados de la es-
tancia paterna, que corrían siempre la misma
suerte. En 1810 se alistó en el regimiento de
arribeños que mandaba el general Ocampo.
Más tarde pasó al ejército de los Andes y se
contó entre los granaderos a caballo, si bien
desertó muy pronto después. Preso en 1818
por orden del gobernador Dupuis de San Luis,
por algún tiempo permaneció en la cárcel con-
fundido entre los criminales. La cárcel de San
Luis debía ser empero el primer escalón de su
fama. El general San Martin había hecho con-
ducir a esa cárcel un gran número de oficiales
españoles de todas graduaciones, de los que
habían sido tomados prisioneros en Chile. Los
prisioneros se sublevaron y abrieron las puer-
tas de los calabozos de los criminales ordina-
narios, a fin de que les prestasen su ayuda
para la común evasión. Quiroga era uno de
estos últimos, y no bien se vio libre, enarbo-
lando el macho de los grillos, abrió el cráneo
al español mismo que se los había quitado, y
yendo por entre el grupo de los amotinados
dejó una ancha calle sembrada de cadáveres.
Dícese que el arma de que hizo uso fué una
bayoneta, y que los muertos no pasaron de
tres. Quiroga hablaba siempre del macho de
los grillos y de catorce muertos. Unido a otros
soldados y presos, a quienes su ejemplo alen-
tó, se logró sofocar el alzamiento, y Quiroga
por este acto de valor quedó reconciliado con
la sociedad. Llenó por completo el escenario
de las provincias del norte durante la intermi-
nable lucha civil; fué vencedor en el Tala, Pal-
ma Redonda, Rincón, Rodeo del Chacón y en
la Ciudadela; vencido en La Tablada y Onca-
tivo. Fué asesinado en Barranca- Yaco, sobre
el camino de Tucumán.
Qvüroga. Sarmiento (José Manuel de). Obis-
po de Cuyo. Fué también gobernador inten-
dente de San Juan (interino) el 11 de septiem-
bre de 1841 hasta el 8 de octubre, en que rea-
sumió el mando el gobernador propietario legal
D. Nazario Benavides.
Quirós (Pedro de). Uno de los sesenta y tres
acompañantes del fundador de Buenos Aires,
Garay, en 1580. Agraciado con una manza-
na de terreno en esta ciudad, la actualmente
comprendida por las calles de Piedras, Ta-
cuarí, Victoria y Rivadavia — que divide la
Avenida de Mayo — y dos suertes de tierra,
una en la orilla del río Paraná, de cuatro-
cientas varas de frente, por una legua de
fondo, y otra de tres mil varas de frente,
por legua y media de fondo, en el actual par-
tido de Las Conchas, provincia de Buenos
Aires.
R
General .D. Eduardo Racedo.
Racedo ^ Eduardo). Militar. Nació el general
RaceJo el 14 de octubre de 1843 e ingresó en
el ejército, en
calidad de aspi-
rante, el 2 de
marzo de 1860.
Estuvo en la ba-
talla de /"ayón, li-
brada el 17 de
septiembre de
1861, en las filas
del batallón 2.°
de línea, forman-
do parte más tar-
de de las fuerzas
que marcharon a
Corrientes para
proteger el movimiento iniciado a favor del
Gobierno de Buenos Aires por el general Ni-
canor Cáceres. Su actuación en la campa-
ña contra el tirano del Paraguay fué desco-
llante, y puede decirse que estuvo presente en
todos los grandes hechos de armas. Asistió al
ataque y toma de Comentes, en 25 de mayo
de 1865; batalla de Yatay, el 17 de agosto del
mismo año; rendición de Urugiiayana, el 18 de
septiembre de 1865; batalla de Estero Bellaco,
el 2 de mayo de 1866; batalla de Tuyiiti, el 24
del mismo mes y año; ataque del Boquerón, el
18 de julio, y en el asalto de Curopayti, el 22
de septiembre del mismo año. Toda la campaña
la hizo en el batallón 2.° de Infantería de línea,
del cual pasó ai 12." el 2S de febrero de 1868.
Cuando era sargento mayor y jefe interino de
ese Cuerpo, tuvo ocasión de participar en la
toma de Humaitá, ei 25 de julio de 1868.
Más tnrde, con motivo de una revolución que
estallara en Corrientes, el general RaceJo
concurrió con el 12.° de línea para prestar al
delegado federal el apoyo de las fuerzas na-
cionales. Luego, y con objeto de evitar las de-
predaciones de los indios, pasó a hs fronteras
sur y sudeste de Córdoba, en donde se encon-
traba cuando ocurrió el asesinato del general
Urquizay la conmoción armada en la provincia
de Entre Ríos. El entonces comandante Race-
do se batió bravamente en esa campaña, ha-
llándose en la batalla del Sauce, el 20 de mayo
de 1870; sorpresa de Villa Urquisa y batalla
de Santa Rosa, librada el 12 de octubre del
mismo año; regresando en seguida con su
Cuerpo a la frontera, la que abandonó poco
después para participar de la expedición orga-
nizada por el Gobierno Nacional contra los in-
dios ranqueles, y cuyo mando se confió al ge-
neral Arredondo. En mayo de 1873, a causa de
haber estallado otra revolución en Entre Ríos-
Racedo se incorporó al ejército que estaba or,
ganizando en Paraná el coronel Juan Ayala-
En esta campaña se encontró en varios comba.
tes de guerrillas y en la batalla de Don Gon-
zalo, con la cual teriiiino la revolución. En los
sucesos de 1874 actuó con las tropas bajo el
mando del entonces coronel Roca, conquistan-
do su grado de coronel y regresando en segui-
da al acantonamiento de las fronteras de Cór-
doba, cuyo mando en jefe le confió el Gobier-
no. Allí realizó varias expediciones contra los
indios, durante las cuales sometió al cacique
Ramón Cabral y aprehendió al cacique Epu-
mer. Hizo también la campaña contra los indios
del Sur en abril de 1879, en calidad de jefe de
la tercera división del ejército. Estallada la re-
volución de 1880, marchó al campamento de la
Chacarita, pasando en seguida al Rosario con
la misión de organizar el ejército que el 17 de
junio libraba el combate de Olivera. Cuatro
días más tarde se encontró en e\ puente Alsina,
RAM
- 341 -
RAM
de cuyas trincheras se apoderó después de re-
ñido combate. Teriiiinada la revolución volvió
a la frontera, donde fundó el pueblo de Victo-
rica, y permaneció hasta el 1 de mayo de 1883,
fecha en que sus coprovincianos de Entre Ríos
lo eligieron gobernador. Terminado su período
fué nombrado ministro de Guerra y Marina por
decreto de 12 de octubre de 1883, fechi en que
asumió el mando pf-esidencial el Dr. Juárez
Celman. El 10 de abril del año siguiente el ge-
neral Racedo renunció al ministerio, al que de-
bía volver más tarde, el 3 de marzo de 1910,
bajo la presidencia del Dr. Figueroa Alcorta.
Falleció en Buenos Aires, a las siete y media
de la tarde del 30 de diciembre de 1918.
Ramallo (Nicasio). Militar. Natural de Buenos
Aires. Nació a fines del siglo xviii. Comenzó
su carrera en el regimiento de Montañeses,
en 1810. Era sargento con grado de alférez y
conquistó sus ascensos sucesivos en los cam-
pos de batalla, hasta llegar al grado de capi-
tán del regimiento de Granaderos a caballo,
en 1817, en que asistió a la batalla de Chaca-
buco, y por su conducta heroica fué uno de los
pocos que merecieron ser condecorad' is con el
titulo y medalla de oficial de la Legión de Mé-
rito de Chile, por el director O'Higgins. Pro-
movido a sargento mayor, asistió al desastre
de Cancha Rayada y a la batalla de Maipú,
en 1818. En 1820 marchó a la expedición al
Perú como segundo jefe del regimiento de Hú-
sares, y en el mismo año fué promovido a te-
niente coronel graduado.
Ramírez (Francisco). Caudillo de Entre Ríos.
Derrotó en el arroyo Ceballos a Montes de
Oca, y a .Marcos Balcarce en el Saucesito.
Tomó el título de «Supremo Entrerriano) Sa-
queó a Corrientes. Hizo fusilar a Correa en
Goya. Derrotó al general Lamadrid dos veces.
Vencedor en Cepeda y Bajada. Vencido por
Bustos y López de Santa Fe en Cruz Alta.
Derrotó por completo a .-Xrtigas. Derrotado en
San Francisco por Bedoya. El 10 ái julio de
1828 fué muerto por una partida -antaftcina.
Dice el general Mitre: «El 10 de julio, a las
siete de la mañana, fué alcanzado Ramírez en
San Francisco e inmediaciones del Río Seco,
y completamente destrozado se puso en preci-
pitada fuga, acompañado de su querida dona
Delfina y cinco o seis soldados que no lo
abandonaron en aquel trance. Una partida
santafecina lo seguía de cerca y consiguió
apoderarse de D.^ Delfina, de su casaquilla y
de su sombrero. A los gritos que daba su que-
ri1a volvió cara el caudillo, al frente de dos de
sus soldados, y consiguió rescatarla; pero al
mismo tiempo que ella se ponia a salvo, un
pistoletazo le atravesó el corazón. Se abrazó
al pes-.uezo del caballo, que, asustado, tomó el
galope, y a poca distancia cayó muerto, con la
cabeza envuelta en su poncho colorado-'. La
cabeza de Ramírez fué remitida a López de
Santa Fe, como un trofeo y un presente. Este,
al recibirla, escribió al gobernador Rodríguez:
«La heroica Santa Fe, ayudada por el .\lto y
aliadas provincias, ha cortado en guerra franca
la cabeza del Holofernes amencano>\ En se-
guida, haciéndola envolver en un cuero de
carnero, la despachó a Santa Fe, con orden de
que se colocara en la iglesia matriz, encerrada
en una jaula de hierro.
Ramírez : Orozco, Juan). General español. Jefe
de la vanguardia del ejército realista al mando
de Pezuela, en posesión de Salta y Jujuy, es-
tablecido en esta última ciudad desde el 16 de
enero hasta fines de agosto. A los pocos me-
ses de la ocupación entró el general Pezuela
en Jujuy, donde permaneció hasta emprender
su marcha a Suipacha. En el mismo día de su
llegada a este último punto (3 de agosto), es"
talló en el Cuzco una sublevación promovida
por los oficiales capitulados y juramentados
en Salta. Apoderáronse éstos del cuartel y de
las armas de la guarnición, y poco después se
agregó a los revolucionarios el valiente coro-
nel salteflo D. Saturnino Castro, uno de los
que más se distinguieron en la acción de Vil-
capujio, contribuyendo activamente a la de-
rrota de los patriotas y triunfo de los realistas.
El plan de éste era ponerse, comu en efecto
se puso, de acuerdo con el general Belgrano,
para aproximarse con sus fuerzas a las posi-
ciones del ejército realista, en el concepto de
que la rebelión estallaría en la noche del 1 de
noviembre. El plan fué descubierto y su autor,
el coronel Castro, preso, juzgado y sentencia-
do a ser pasado por las armas, siendo ejecu-
tado en el Cantón de .Horaya. A este desgra-
ciado salteño le cupo la triste glo'ia de ser el
primero que con su vanguardia del ejercito,
realista ocupara las ciudades de Salta y de
Jujuy, y de ver emigrar a Tucunián las prin-
cipales familias patriotas.
Ramírez de Velasco íjuan). Natural de Cas-
tilla, en la provincia de la Rioja, descendiente
de los reyes de Navarra, sobrino de D. Luis
RAM
de Velasco, ex virrey de Méjico y primo del
hijo de éste D. Luis de Velasco, ex virrey del
Perú, etc., etc. Gobernador de la antigua pro-
vincia del Tucumán, en junio de 1586; gobernó
con rectitud, honró a los conquistadores, re-
munerando sus grandes servicios en cuanto de
él dependía; respetó el estado eclesiástico que
estaba abatido, disponiendo el regreso de los
sacerdotes que antes se habían ausentado. So-
metió a los indómitos calchaquies, indios los
más poderosos entre todos los circunvecinos,
acaudillados por el cacique Selpitocle, el más
famoso entonces de todo el valle, obligándoles
a fijar su residencia, como lo hicieron, en la
ciudad de Santiago del Estero. Fundó en 20
de mayo de 1591 la ciudad de «Todos Santos
de la Nueva Rioja»; en el año 1593 fundó
otras dos poblaciones, la de «San Salvador de
Jujuy» y la de la «Villa de Madrid de las Jun-
tas), encomendando la primera a D. Francisco
de Argañarás y Murguía. El plano de la ciudad
de Jujuy fué firmado por el gobernador Ve-
lasco y refrendado por su secretario D. Luis
de Hoyos. En el gobierno de Ramírez de Ve-
lasco, y a solicitud del obispo fray Francisco
Victoria, durante la estada de éste en Lima,
- con el objeto de asistir al Concilio III límense,
que se abrió el 15 de agosto de 1582, llegaron
a Salta, en 15S6, los primeros misioneros je-
suítas Francisco de Ángulo, superior de la
Misión; el venerable Alonso de Barzana, Juan
Gutiérrez, y el hermano Juan de Villegas. Só-
lo permanecieron ocho días en Salta, pasando
luego a Esteco, en donde fundaron una escue-
la, partiendo en seguida a Santiago del Este-
ro, llegando allí en noviembre del mismo año
de 1586. Ramírez gobernó la provincia del
Tucumán hasta mediados de 1593, y termina
do su gobierno, pasó a la provincia del Río
de la Plata, cuyo gobierno ejerció hasta
1597, que se retiró al Tucumán, donde murió
en 1606.
Ramírez (Manuel). Militar, teniente coronel.
Teniente gobernador de Jujuy en 1814, por
estar ya libre la ciudad del poder de los rea-
listas, que la ocupaban hasta el 14 de noviem-
bre, que por orden del director Posadas pasó
a servir el mismo empleo en Santiago del Es-
tero. Por decreto del referido director, de
fecha 8 de octubre de 1814, de las ciudades de
Salta, Jujuy, Oran, Tarija y Santa María se
formó una provincia, conservando la denomi-
nación de «provincia de Salta», teniendo por
- 342 — RAM
capital la primera de dichas ciudades, con un
gobernador intendente.
Ramos (Manuel). Coronel. Gobernador electo
de la provincia de Salta en 1812, y por su fa-
llecimiento, ocurrido en la ciudad de La Paz,
el 22 de agosto, el general en jefe del ejército
realista del Perú, D. José Manuel de Qoyene-
che y Barreda, mariscal de campo de los reales
ejércitos, caballero de la Orden de Santiago,
presidente de la Real Audiencia del Cuzco,
gobernador intendente de su provincia, etcé-
tera, nombró gobernador intendente interino
de la provincia al coronel José Márquez del
Plata. Evacuadas las ciudades de Salta y Ju-
juy por los patriotas, en agosto, fueron ocu-
padas por las tropas realistas al mando del
general Pío Tristán.
Ramos (Pedro). Guerrero de la independencia.
Nacido en Buenos Aires, el 28 de junio de
1795. Sentó plaza de cadete en el regimiento
de Granaderos a caballo, en diciembre de 1813.
Estuvo en el segundo sitio y capitulación de
Monteoideo, en 1814; en la campaña contra Ar-
tigas, en la campaña de los Andes, en Chaca-
buco, Sudde Chile, Carapaligüé, Concepción
de Penco, Gavilán, etc. En Carampagüé fué
herido. Se batió bizarramente en Maipii.
Ramos Mejía (Gregorio). Regidor del Cabildo
de Buenos Aires, en 1766, por haber renuncia-
do en su persona el propietario. El rey confir-
mó el nombramiento en 1772. Era regidor de-
cano en 1779, y por comisión del Cabildo for-
mó el estado general de los habitantes de esta
ciudad. Escribió dos Memorias sobre organiza-
ción del Cabildo de Buenos Aires; la una en
1782 y la otra en 1790; ambas se conservan
inéditas en la Biblioteca Nacional de esta
ciudad.
Ramos Mejfa (Ildefonso). Comerciante. Nació
en Buenos Aires y se educó en el colegio de
San Carlos. Fué representante a la Legislatu-
ra de Buenos Aires, puesto que ocupaba cuan-
do por renuncia del gobernador Sarrate se le
confirió el mando de la provincia, el 2 de
mayo de 1820, en carácter de provisorio, y el
7 de junio del mismo año asumió el poder en
propiedad con todas las facultades en lo polí-
tico, económico y militar, por el espacio de
ocho meses, con un consejo de voto consulti-
vo; cargo que se vio precisado a dimitir, el 20
de junio de 1820, por la anarquía reinante.
Siendo gobernador auxilió al general D. Ma-
nuel Belgrano en víspera de su muerte, por
RAM
343
RAN
cuenta del Tesoro, con la suma de trescientos
pesos moneda corriente, única cantidad dispo-
nible y a cuenta de sus haberes atrasados. El
15 de noviembre del mismo año fué nombrado
presidente de la Junta de representantes, y el
11 de julio del siguiente desempeñó nuevamen-
te ese cargo. Cinco años después fué electo
constituyente por la capital al Congreso gene-
ral constituyente que sancionó la Constitución
unitaria de 1826. Desempeñó después algunos
cargos honoríficos, entre otros, el de comisio-
nado para formar en esta ciudad un cuerpo de
serenos, en 1833. Al advenimiento de la dicta-
dura se retiró de la vida pública. Dejó de exis-
tir en Buenos Aires, el 24 de junio de 1854.
Ramos Mejía (José María). Médico. Nacido
en Buenos Aires, el 24 de diciembre de 1852.
Estudió medicina
en esta ciudad y se
recibió de doctor
en 1879. Fué médi-
co de los Tribuna-
les, vicepresidente
déla Municipalidad
de la capital, direc-
tor de Asistencia
pública, presidente
del Círculo médico
argentino, dipu-
tado nacional, pre-
sidente del Depar-
tamento nacional
de higiene, presi-
dente del Consejo Nacional de Educación. Ha
publicado varias obras, entre ellas. Las neuro-
sis de los hombres célebres en la historia ar-
gentina, La locura en la historia, Alultitudes
argentinas, Simuladores del talento, Rosas
y su tiempo, etc. Falleció en 1914.
Ramsay (Roberto). Marino. Natural de Inglate-
rra. Vino a la rada de Buenos Aires en clase
de teniente de navio, al mando del bergantín
de guerra Mistletoe, armado de diez cañones,
en los momentos en que se luchaba por la
emancipación, y como comandante accidental
de las fuerzas navales ingle^^as en el Río de
la Plata, prestó grandes servicios al movimien-
to revolucionario, aun cuando guardó la más
estricta neutralidad, pero haciendo levantar el
bloqueo del río, lo que obtuvo, a pesar de la
decidida oposición de D. Primo de Rivera, co-
mandante del buque de guerra español Mercu-
rio; pues advirtióle a éste que ante cualquier
Dr. D. José María Ramos
Mejía.
tentativa por parte de los buques de guerra es-
pañoles de perturbar la libre navegación, se
vería obligado a recurrir a la fuerza, de acuer
do con las instrucciones de su comandante en
jefe. Este hecho y otros posteriores le valie-
ron una nota de reconocimiento de la Junta de
Buenos Aires. Ramsay fué quien condujo en
1810 en su buque al enviado de la Junta, coro-
nel Terrada, ante el contraalmirante inglés
Mr. De Courcy, comandante en jefe de la esta-
ción naval inglesa en estos mares; jefe que
también como Ramsay dejó entrever sus sim-
patías por los principios proclamados en mayo,
lo que significó a Terrada cuando éste lo vi-
sitara como comisionado de la Junta. En 1811
evitó el bombardeo de Buenos Aires, que la
escuadra española iba a llevar a cabo. «El te-
niente Ramsay era un joven simpática y proce-
día de una familia distinguida de Escocia. No
sólo frecuentaba el trato de sus compatriotas,
sino también el de varios proceres de la revo-
lución, como Larrea, Moreno, Vieytes, Paso,
Castelli y otros, que eran sus amigos persona-
les, mereciendo franca acogida entre la prime-
ra sociedad bonaerense.» Ramsay estuvo en
esta ciudad, hasta 1825. Falleció en su país, el
14 de septiembre de 1854, después de cincuenta
y cinco años de servicios y siendo contraalmi-
rante desde el 6 de noviembre de 1850.
Rancagua;(ataque de). La guerra de la inde-
pendencia'se había extendido por casi todo el
continente; el territorio chileno también era
teatro de la contienda patriótica de los ameri-
canos. Los jefes chilenos O'Higgins y Carrera
habían estado divididos por cuestiones polí-
ticas; pero ante el peligro común, habiendo el
general español Osorio abierto campaña con-
tra Chile, O'Higgins, sacrificando magnánima-
mente su resentimiento, se prestó a auxiliar a
su rival, que desempeñaba el Gobierno; dan
ambos jefes un manifiesto el 4 de septiembre
de 1814 y marchan a campaña. En la orilla del
río Cachapoal sor. batidos por los realistas,
teniendo que retirarse a Rancagua. Esta ciu-
dad se hallaba el 1 de octubre ocupada por un
puñado de parriotas, teniendo por jefe a
O'Higgins. Osorio, al frente de numerosas
fuerzas españolas, le ataca con denuedo: la
resistencia fué tenaz, la lucha sangrienta y lu-
charon hasta que vino la noche a darles una
tregua forzada. El combate se renovó el día 2
con mayor encarnizamiento, y si la defensa fué
heroica, el ataque fué titánico; pues los espa-
RAT
ñoles, por medio di^I hacha y de las llamas, se
abrían camino derribándolo todo, y palmo a
palmo penetraro.i en la plaza hasta el centro
de la ciudad. Alli hizo O'Higgins su ultima de-
fensa cun 200 hombres, única fuerza que le
restaba. Rendido de cansancio, atormentado
por una sed rabiosa y rodeado de cadáveres,
permaneció lidiando, hasta que, viéndolo todo
perdido y a pesar de estar herido, se puso a la
cabeza de la poca gente que le quedaba, y sa-
ble en mano se abrió paso por medio de los
realistas. En tanto la división de Carrera,
compuesta de casi una mitad de los indepen-
dientes que formaban las fuerzas atacadas, ha-
bía permanecido inmóvil expectadora de este
cuadro de desolación, retirándose al fin sin
descargar sus armas.
Ratas toma de). Isla en el mismo puerto de
Montevideo, llamada hoyuela Libertad. Queda
esta isla defendida por la ciudad y por el fuer-
te del Cerro que domina todo el fondeadero.
La ciudad y el fuerte la ocupaban en 1811 las
fuerzas españolas al mando del general Elío,
y la isla se hallaba bien fortificada y con una
guarnición respetable. Un ejército patriota,
compuesto de argentinos y uruguayos a las
órdenes de Rondeau, sitiaba la plaza. A media
noche del 15 de julio de 1811, 75 hombres, al
mando del capitán de Dragones D. Juan José
Quesada y del piloto D. Pablo Zufriategui (v.),
asaltan la isla, rindiendo a su guarnición y to-
mando muchos prisioneros, pólvora, pertrechos
de artillería y el armamento de la guarnición.
Este golpe de mano, llevado a cabo bajo los
fuegos de la plaza y del cerro, causó suma im-
presión a las fuerzas españolas.
Kanch .Federico^ Militar. Natural de Alema-
nia; fué oficial en los ejércitos de Napoleón I,
y vino, como otros tantos, a ofrecer su espada
a este país. Entró como teniente segundo del
batallón de Cazadores el 23 de marzo de 1819,
y así llegó hasta la graduación de coronel.
Combatió contra los indios en la frontera Sud
de la provincia, y sobre los que obtuvo dos
grandes victorias, en 1S23, sobre los arroyos
del Pelado y Dulce. Actuó en primera línea en
el movimiento del 1 de diciembre de 1828, que
encabezó el general Lavalle, de quien fué en-
tusiasta partidario, y al frente de su regimien-
to de Húsares, fuerte de 40(J plazas, combatió
en la batalla de Navarro. Servía a la causa de
su partido, cuando el 2á de marzo de ls29 fué
muerto en el combate de las Vizcacheras, por
- 344 - RAW
una indiada que respondía al comandante ge-
neral de la campaña, D Juan .Manuel de
Rosas.
Raulet (Pedro). Francés. Pertenecía a la mili-
cia en el Arma de Caballería. Hizo las campa-
ñas de Alemania y España a las órdenes de
Napoleón I, en cuyo ejército ascendió hasta
sargen o mayor. Después de la derrota de
Waterloo se s-^paró del ejército en unión con
otros compatriotas, ysimpatizando con la causa
de la independencia sudamericana, se incorpo-
ró al ejército de los Andes durante la campaña
de Chile; pasó luego al Perú, en donde conti-
nuó sus servicios en el ejército libertador, y
p.ir su brillante actuación fué comprendido
entre los 26 fundadores de la Orden del Sol,
con el grado de benemérito pensionado. Per-
maneció en esa República hasta que acusado
de fraguar una conspiración contra Bolívar, en
unión de otros jefes argentinos, cosa que no
pudo probársele, se ordenó su destierro.
Rawson (Guillermo). Aiédico. Nacido en San
Juan, el 23 de junio de 1821. Su padre, el doc-
tor norteamericano Omán Rawson, le instru-
yó en los primeros rudimentos del saber, los
cuales amplió luego en el Colegio de Padres
Jesuítas, y luego en la Universidad de Medici-
na, graduándose de Doctor. Diputado en la Le"
gislatura de San Juan, no cesó de conspirar
contra el dictador, siendo él uno de los jefes
del movimiento contra el caudillo Benavides,
gobernador de la provincia en 1852, después
del cual fué perseguido, desmostrando enton-
ces gran energía de carácter. Formó parte del
Congreso de la Federación en las filas de los
opositores a la política de Urquiza, y más tar-
de en el Senado de Buenos Aires, donde pro"
nuncio discursos notables sobre la capitaliza-
ción de dicha ciudad. En 1862, su provincia lo
eligió senador nacional; pero apenas tomó po-
sesión del cargo, el general Mitre lo llamo a
desempeñar con fecha 13 de octubre, el minis-
terio del Interior en el Gabinete nacional. Su
labor en ese alto carüo fué tan variada como
fecunda, y constituyó el período más activo de
su vida pública. En 1870 fué miembro de la
Convención Constituyente que refirmó la
Constitución de Buenos Aires, en cuyos deba-
tes desplegó su persuasiva elocuencia Poco
tiempo después fué de nuevo electo senador
nacional. ,\sistió al Congreso Médico de Fila-
delfia, al que presentó su trabajo sobre Esta-
dística vital sobre la ciudad de Buenos Aires.
REA
345 —
REA
Figuró también en el Congreso de estadística
reunido en París, y M. Bertillon, que presidía,
le colocó a su lado en la presidencia. En 1888
volvió a ausentarse, fijando su residencia en
París, donde vivió entregado al estudio. Falle-
ció en esta ciudad el 2 de febrero de 1890, y
sus restos fueron reimpatriados con los hono-
res debidos a tan preclaro patricio, y el 29 de
septiembre de 1892 se inauguró su monumen-
to en la Recoleta. Es una de las figuras más
austeras y brillantes entre los estadistas ar-
gentinos, por sus talentos y virtudes, desco-
llando en primera línea entre los oradores par-
lamentarios contemporáneos.
Real Audiencia Pretorial. W virrey maris-
cal D. Xicolás del Camp'>, marqués de Lore-
to, que se recibió del mando el 7 de marzo
de 1784, se le ordenó instalar la Real .\udien-
cia Pretorial de Buen- is Aires, haciéndolo así
el S de agosto de 1785. La jurisdicción de esta
Audiencia como tribunal abrazaba todos los
territorios provinciales hasta Salta; de Salta
para adelante hasta el Desaguadero, la ejer-
cía la .\udiencia de Charca^, pero como tribu-
nal contencioso en lo administrativo o corte,
la Audiencia de Buenos Aires, cuyo presiden-
te nato era el virrey, ejercía jurisdicción polí-
tica sobre todo el virreinato.
Real Colegio de San Carlos (hoy Colegio
Nacional Buenos .\ires). Fundado por el pro-
gresista virrey D Juan José de Vértiz y Sal-
cedo en 1783. La juventud de Buenos Aires se
veía obligada para obtener un título universi-
tario a pasar a Córdoba, a Chile o a Chuqui-
saca. Vértiz se propuso crear una Universidad,
y mientras tanto estableció un colegio de hu-
manidades. El real convictorio o Colegio de
San Carlos fué creado, instalándose en el edi-
ficio que hasta hace poco ocupaba el Colegio
Nacional. Fué su primer rector el Dr Juan
Baltasar .Maciel, sacerdote ilustrado. Treinta
y cinco años duró esta institución de Vértiz.
El Dr. D Juan María Gutiérrez, en sus Noti-
cias históricas sohre el origen y desarrollo de
la enseñanza superior en Buenos Aires, dice:
«Dicha institución recibió la denominación de
San Carlos, en tributo de admiración y grati-
tud a D. Carlos III, bajo cuyo reinado se llevó
a cabo su instalación (3 de noviembre de 1783).
El local era propiedad de la Compañía de Je-
sús, habiendo pasado al poder del fisco des-
pués de la expulsión de los religiosos en 1767,
quienes llamaban a la casa de su Orden <xole"
gio», para distinguirse de otras comunidades
que denominaban a las suyas «conventos».
Con anterioridai a la apertura del real convic-
torio de San Carios, esto es, en 1773- dice el
Dr. Gutiérrez— allí se sostuvieron estudios pú-
blicos con fondos de los jesuítas expulsados,
que no daban resultados satisfactorios por su
deficiencia. En la institución fundada por Vér-
tiz se educaron casi todos los hombres que di-
recta o indirectamente actuaran en el gran
movimiento revolucionario de nuestra emanci-
pación». «Xo ha tenido nuestropaís-diceelhis-
toriador López— una generación más compac-
ta, ni más adelantada, ni más fuerte que la
primera que se formó en esa ilustre casa. Dis-
tinguiéronse todos ellos por el rasgo caracterís-
tico de la ^honradez personal», que es, diremos
así, el que les dio a todos ellos la fisono-
mía de una grande y noble familia de patrio-
tas.» En 1810 la casa del Colegio de San Car-
los fué convertida en cuartel provisional de
soldados, y en él estalló el 7 de diciembre de
1811 la famosa sublevación del regimiento de
Patricios contra su jefe, el general Belgrano.
En 1813, la Asamblea general constituyente,
en sesión del 30 de julio, resolvió refundir los
estudios del Colegio de San Carlos con los
del seminario c^.nciliar. El lo de julio de 1818,
por disposición del director supremo D. Juan
Martín de Pueyrredón, se abría el Colegio de
la Unión del Sur, que no fué sino la continua-
ción del Colegio de San Carlos. Pusiéronse a
su frente ilustrados sacerdotes: Domingo Vic-
torio Achega, recior; José Terrero, vicerrector.
Años mis tarde, Rivadavia lo transformó en
colegio de ciencia,- morales, con variado pro-
grama de estud'o y fines sociales en la educa-
ción de los jóvenes. «Destruir e.n su raiz el
egoísmo qü?, oo\- lo regular, infunde una edu-
cac'ón aislada, que el trato de las gentes, más
poderoso que las palabras, los persuada de la
imperiosa necesidad de practicar constante-
mente todo lo que se les enseña en general.»
(Dr. J. AL Gutiérrez). Los acontecimientos
políticos posteriores obligaron la suspensión
de las clases, hasta que en 1836 Rosas resta-
bleció en el Colegio la dirección de los jesuí-
tas, y así siguió hasta su transformación en
Colegio Nacional. En 1863 se creó e! Colegio
Nacional, siendo su primer rector el Sr. Agüe-
ro. Ocupó esa casa el Colegio hasta 1905, año
en que comenzara su demolición, trasladándo-
se provisoriamente a la parte contigua a la
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346
RED
misma que en otro tiempo sirvió de internado.
En 1864 falleció Agüero, y desde entonces el
Colegio Nacional tuvo estos rectores: Amadeo
Jacques, Alfredo Cossón, Dr. José Manuel
Estrada, Dr. Amancio Alcorta, Dr. Adolfo F.
Orma, Dr. Valentín Balbín, Dr. Juan P. Agui-
rre, ingeniero Manuel B. Bahía, Enrique de
Vedia, ingeniero Eduardo Otamendi y Dr. José
Popolizio (actual). Fué anexado este Colegio
a la Universidad en 1911. El nuevo y monu-
mental edificio construido en el ángulo de Bo-
lívar y Moreno será inaugurado próximamente.
Reaño (Domingo). Natural de San Juan, en 1793.
Ingresó en el ejército de los Andes, en 1816,
en el regimiento 11 de Infantería, y con el gra-
do de subteniente, encontrándose en las accio-
y r\es de gnerra Chacabuco, Talcahuano, Gaoi-
lán. Cancha Rayada, Maipú, Pasco, toma de
Lima, Puertos Intermedios, etc. Estuvo prisio-
nero en Casasmatas del Callao y en la isla de
Chichas, y se encontró en el sorteo de Matu-
cana. Recobró su libertad después de Ayacu-
cho, y más tarde se le ascendió a coronel. Mu-
rió en 1839.
Recova Vieja. Era una serie de cuartos do-
bles, con corredores a amplios frentes, que di-
vidía la plaza principal en plaza Victoria y pla-
za 25 de Mayo. Corría esta recova de Norte a
Sud en la línea de las calles Defensa, Recon-
quista. En septiembre de 1802 fué aprobada su
construcción por el virrey Del Pino, según el
plano trazado por D. Agustín Conde, y de la
que se encargó el maestro mayor D. Juan Bau-
tista Segismundo. Estos edificios fueron ter-
minados en agosto de 1803, dejando un pasaje
que los maestros Segismundo y Zelaya unie-
ron en 1804, formando la construcción que se
llamó «arco grande», y que una tradición sin
fundamento atribuía levantada en honor del
triunfo sobre los invasores ingleses. Esta re-
cova fué demolida por disposición del inten-
dente Alvear en 1884.
Recuero (Casimiro). Nació este militar en Men-
doza, en 1800, donde se educó y principió su
carrera como soldado distinguido del escua-
drón de Cazadores a caballo que servía de es-
colta al general San Martín, y que comandaba
el sargento mayor Ramírez de Arellano; en el
mismo afio pasó a Chile, e incorporado al ejér-
cito de los Andes obtuvo pase para el regi-
miento de Granaderos, en cuyo cuerpo hizo la
campaña libertadora al Perú en 1820 y al
Ecuador en 1823, asistiendo a la toma de Lima
y a las acciones de Mirabe, fea, Pichincha, Tá-
rala y Moquegua. De vuelta a Mendoza, en
1823, actuó en la política, tomando parte en
varias campañas de la guerra civil, entre otras;
en 1824, con el grado de sargento mayor, man-
dó la vanguardia del ejército que iba a reponer
en el mando al gobernador de San Juan, doc-
tor Del Carril. En noviembre de 1840 enca-
bezó un movimiento subversivo contra el cau-
dillo Aldao, viéndose obligado a emigrar a
Chile, y vuelto al país dejó de existir en Men-
doza, el 26 de abril de 1850, revistando con el
grado de teniente coronel de Caballería de
línea.
Redhead (Joseph). Médico. Natural de Escocia.
Estudió las ciencias físicas en Edimburgo,
donde se recibió de médico en 1789. En 1805
fué autorizado para ejercer su profesión en
todo el virreinato del Río de la Plata. En se-
guida pasó al Alto Perú en compañía del doc-
tor Moro, presidente de Charcas, donde per-
maneció algunos años. En 1809 fijó su residen-
cia en Salta, atraído por su clima benigno y el
carácter de sus habitantes, prestando desinte-
resadamente sus servicios profesionales a sus
amigos, y cultivando las ciencias. Al estallar
la revolución no quiso tomar partido por su
calidad de extranjero, aunque simpatizaba con
la causa de los americanos. En 1812 fué per-
seguido por Tristán, después de la batalla de
Tucumán, y tuvo que emigrar, refugiándose
en el ejército patriota mandado por Belgrano,
quien desde entonces le dispensó su amistad,
retribuyéndola Redhead con entusiasmo. Co-
laboró a la traducción que el general hizo en
aquella época de la Despedida de Washington.
Acompañó al ejército en su campaña sobre
Salta en calidad de cirujano, y en el campo de
batalla de Castañares asistió a los heridos de
una y otra parte. Desde entonces acompañó a
Belgrano como médico y amigo, sin recibir
ninguna retribución, y le fué muy útil desde
1816 a 1819, por la influencia que tenía sobre
Quemes, de quien también era médico y ami-
go. Asistió al general Belgrano hasta la hora
de su muerte, y él fué quien hizo la autopsia
del cadáver. En 1819 publicó en Buenos Aires
una notable «Memoria sobre la dilatación pro-
gresiva del aire atmosférico», que dedicó a su
ilustre amigo antes de morir éste. Restituido
a Salta, donde había concentrado sus afec-
ciones, sufrió nuevas persecuciones y destie-
rros durante la guerra civil, y murió pobre, el
REQ
347
REP
3 de junio de 1844. Su memoria es, hasta hoy
mismo, querida y respetada en Salta.
Regadores. Así se llamaban a los miembros del
Cabildo. Los de Buenos Aires eran nueve (in-
clusos los dos alcaldes), lo mismo que los de
Tucumán, cuya capital era Santiago del Es-
tero; y de los del Paraguay cada regidor des-
empeñaba un oficio o función especial: el uno
era juez visitador o inspector de mercados y
casas de venta por menor; el otro, alguacil
mayor o de vara, encargado de ejecutar a los
deudores morosos del fisco, y a los que eran
condenados por los tribunales a pagar algo
ejecutivamente. Se llamaba de vara porque
era un cargo que se vendía a perpetuidad, y
que tenía honorario pagado por los litigantes.
El depositario general era otro regidor, tam-
bién de vara, que se compraba, y que recibía
todos los depósitos y oblaciones judiciales. E!
regidor juez de Policía vigilaba todo lo rela-
tivo al orden, higiene y comodidad de la ciu-
dad, y era el edil por excelencia; era también
jefe de los alcaldes de hermandad, que así se
llamaban a los que ahora decimos comisarios
de barrio y de distrito rural, y ninguna prisión
podía hacerse directamente por la fuerza ar-
mada del gobernador, sino por medio «de la
vara del alguacil, es decir, de sus alcaldes y
de su escuadrilla de hermandad. Pero en los
despoblados y campos abiertos gobernaba,
juzgaba y ejecutaba sumariamente el preboste
de la provincia. Este era el orden substancial
en que se hallaban las provincias de Buenos
Aires y la del Tucumán, al iniciarse la reforma
que puso gobernadores oficiales y amovibles,
en reemplazo de los adelantados propietarios
e inamooibles.
Reinafé (Guillermo). Hermano del gobernador
de Córdoba D. José Vicente Reinafé, fusilado
en la plaza de la Victoria (Mayo), el 25 de oc-
tubre 1837.
Reinafé (José Vicente). Militar. Hermano del
anterior. Gobernador de Córdoba, en agosto
de 1831. Se le imputa el haber hecho asesinar
a D. Juan Facundo Quiroga, el 13 de febrero
de 1835. Reinafé fué fusilado el 25 de octubre
de 1837. Hablando del asesinato de Quiroga,
dice D. Antonio Zinny: «He aquí, el modo más
probable como se ejecutó el trágico suceso.»
Preséntase la partida agresora, no con la apa-
riencia de salteadores, sino de una partida mi-
litar de la provincia; intimó alto a la galera, y
toda la gente, respetando la intimación, por-
que la creyó de un jefe militar (el capitán José
Santos Pérez), autorizado para hacerlo, obe-
deció; acto continuo rodearon a todos, les in-
timaron que se apeasen, que depusiesen las
armas, que diesen tartos pasos al frente, y a
todo obedecieron los intimados por la creencia
en que estaban. Luego que los tuvieron sega-
ros y desarmados, los hicieron alejar juntos, a
distancia del coche en que iba Quiroga, lle-
vando con ellos al Dr. Ortiz y dejándole solo
a aquél. Allí amarraron a todos los peones,
postillones y sirvientes para degollarlos, y
efectivamente los degollaron amarrados, ase-
sinando a bala al Dr. Ortiz y a Quiroga, quien,
por un esfuerzo de valor en su defensa, dispa-
ró un tiro de pistola de bolsillo». A las ocho
de la noche del 1 de noviembre de 1835 tenían
entrada en la cárcel pública de Buenos Aires,
con una barra de grillos cada uno, los desgra-
ciados D. José Vicente, D. Guillermo y don
José Antonio Reinafé, juntamente con el doc-
tor D. Domingo Aguirre, en clase de reos de
lesa patria, por aquel asesinato. La causa du-
ró cerca de dos años, hasta que al fin, con ex-
cepción del último, fueron sentenciados a
muerte y ejecutados en la plaza de la Victoria,
a las once de la mañana del 25 de octubre de
1837, el ex gobernador José Vicente, su her-
mano Guillermo; José Antonio Reinafé y Feli-
ciano Figueroa murieron en la cárcel; Francis-
co Reinafé logró fugar, pero murió después de
la acción de Cayasíá, que tuvo lugar el 26 de
marzo de 1840, y el capitán Santos Pérez y
demás cómplices, en la del Retiro, a las ocho
de la misma mañana (1837)... (Véase Zinny, to-
mo 2, página 297, Historia de los goberna-
dores)
Representación de los hacendados. Dice
el general Mitre: oZ,a representación délos ha-
cendados constituyó un monumento imperece-
dero del genio de su autor, en que la valentía
del lenguaje campea, a la par de las más sanas
ideas económicas. Moreno, en representación
de sus comitentes, no se limitó a pedir una gra-
cia, sino que combatiendo de frente el sistema
restrictivo de sus colonias, reclamó con ente-
reza un derecho natural que sin injusticia no
podía negárseles, apoyándose para ello en los
intereses de la generalidad. cLa justicia, de-
cía, pide en el día que gocemos un comercio
igual al de los demás pueblos que forman la
monarquía española...» Contestando al apode-
rado de los comerciantes de la Península, apos-
REP
34S -
REV
trofa al virrey, y ie recuerda sus deberes para
con el pueblo que gobierna. «No confirió el so-
berano a V. E. le dice -la alta dignidad de
virrey de estas provincias para velar sobre la
suerte de los comerciantes de Cádiz, sino so-
bre la nuestra... Manda V. E. un gran pueblo:
obre, pues, la justicia en todo su vigor, para
que empiecen a brillar los bienes que la Natu-
raleza misma nos franquea pródigamente...»
La influencia de este notable escrito fué deci-
siva, y sus doctrinas no tardaron en convertir-
se en hechos, declarándose por el virrey el co-
mercio franco con los ingleses, en contraven-
ción de las instrucciones que tenía... Esta re-
volución económica, en que la colonia se eman-
cipó comercialmente de la madre España, fué
el primer paso atrevido dado en el sentido de
la independencia »
Republiquetas. Denominación dada a las par-
tidas populares de la revolución del Alto Perú
en la época de la ind?pendencia, que ha pasa-
do a la Historia con la designación de guerra
de republiquetas, que le dieron los contempo-
ráneos para di-tinguirlas de jas montoneras.
Fué una ds ¡as guerras más extraordinarias
por la táctica desplegada; la más trágica por
las sangrientas represalias producidas, y la
más heroica por los sacrificios que se llevaron
a cabo, sin ostentación ni vanagloria; de ahí
ei desconocimiento de su influencia militar y
de su alcance político. Como guerra popular,
la de las republiquetas precedió a la de Salat
y sirvióle de ejemplo en quince años de lucha
incesante. Entre las muchas republiquetas que
más descollaron durante la guerra de la inde-
pendencia, deben citarse a las de Sanfa Cruz
de la Sierra, Cinti, Chayanta, Mizque, La La-
guna y Pomabamba.
Restauradores (revolución). Siendo goberna-
dor de Buenos Aires D. Juan Ramón Balcarce,
y con motivo de la suspensión de algunos pe-
riódicos, estalla una revolución de los restau-
radores el 1 1 de octubre de 1833, con elemen-
tosde la campaña, bajólas órdenes de D. Agus-
tín Pinedo. El resultado de este movimiento
fué la deposición de Balcarce, el 3 de noviem-
bre, y el nombramiento en su lugar del gene-
ral D. Juan J. Viamonte.
Revolución de Mayo (1810). La colonización
española había formado una nueva generación,
hija de la tierra, con sus pasiones, usos y cos-
tumbres propias, que no conocían a la madre
patria sino por los malos funcionarios públi-
cos que ella enviaba a gobernarla, hombres
casi siempre llenos de la pasión del despotis-
mo y del vicio de la codicia. Las leyes de In-
dias, que estos mandatarios estaban encarga-
dos de ejecutar, eran generalmente justas pero
no se cumplían, porque todo estaba sujeto al
poderiso arbitrio del mandón, ya fuese virrey,
oidor o intendente, sin más recurso para el
subdito que la apelación a un Consejo situado
tres mil leguas de distancia, interesado en sos-
tener las decisiones de sus delegados en Amé-
rica. No había, pues, justicia para los america-
nos. Los más altos puestos de la Administra-
ción, de la Milicia y de la Iglesia les estaban
vedados, con rarísimas excepciones. Sujeto el
comercio a un sistema de monopolio que lenta-
mente se iba modificando, el hijo del país se
veía reducido a ■ iia vid;H de privaciones cuan-
do la Naturaleza le brindaba con la riqueza.
Sin justicia, sin igualdad, sin libertad, sin ri-
queza, el pueblo americano no podía estar con-
tento con su suerte. A estas causas, que justi-
ficaban la necesidad de un cambio, se unían
los ejemplos de la emancipación de la América
del Norte, y las seductoras perspectivas abier-
tas a la ambición y a la dignidad del hombre,
por las ideas propagadas por la Revolución
francesa. La libertad es una maga seductora,
cuyo sólo nombre basta para que los hombres
lo abandonen todo por seguirla. La decaden-
cia de España— cautivos sus reyes, invadido
su territorio, errantes sus autoridades, a quie-
nes ya no quedaban más que un rincón en que
refugiarse — vino a completar este cúmulo de
circunstancias, que hicieron necesaria, inevita-
ble, la emancipación de la América española,
la cual en Buenos Aires empezó por los suce-
sos que tuvieron lugar en la célebre semana de
Mayo, cuyas efemérides vamos a consignar
aquí, con todos los pormenores que tienen un
verdadero sello de autenticidad. — 18 de mayo:
El virrey Cisneros había recibido en los días
anteriores las tristes noticias de la Península.
Cuatro cuerpos de ejército, a cuyo frente esta-
ba el mismo José Bonaparte, rey de España
por la voluntad de su hermano, habían pasado
los montes Marianos y penetrado en Andalu-
cía. La Junta central, huyendo, se había disuel-
to, dejando instituido un Consejo de regencia,
que se había encerrado en Cádiz. Todo anun-
ciaba la próxima caída de la España en poder
del extranjero. El virrey, que conocía el estado
de los espíritus creyó que en aquella coyuntu-
REV
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REV
ra la mejor política era la franqueza, e hizo
publicar en hojas sueltas, todas las noticias re-
cibidas por una fragata inglesa que había lle-
gada a Montevideo el 13 de mayo. Al mismo
tiempo lanzó una proclama a los leales y gene-
rosos pueblos del uirreinato en la que, mani-
festando la gravedad de la situación de la Me-
trópoli, trataba de prevenir el ánimo público
para el caso en que fuera completamente so
juzgada, haciendo sentir que no por eso se
romperían los vínculos que ligaban las colonias
al monarca; y previniendo que, si eso sucedía,
se pondría de acuerdo con todos los represen-
tantes de esta capital y de las provincias para
establecer una representación de la soberanía
de Fernando VII.— 19 de mayo: Los patriotas se
conmovieron con este anuncio, y convinieron
en que había llegado el momento de la revolu-
ción. Dos puntos de reunión tenían éstos: la
casa de Peña, donde concurrían los directores
de la revolución — Belgrano, Casteili, Chicla-
na, Vieytes, Paso, Darragueira, Thompson,
Irigoyen— , y la quinta de Orma, donde concu-
rrían los directores de los manólos— French,
F. Cruz, C. Vidal, H. Martínez, y cuyo orador
era el fogoso provincial de los dominicos fray
Ignacio Grela — . Aquella reunión era la cabeza
y ésta el brazo de la revolución. El caudillo de
los patricios, D. Comelío Saavedra, hombre
de carácter concentrado y no muy bien aveni
do con los directores del movimiento, se halla
ba en aquellos momentos en San Isidro. Llama
do con urgencia, concurrió en el acto, yconvi
niendo en la oportunidad de las circuntancias
quedó acordado que él Belgrano y Casteili
irían a exponer al alcalde de primer voto y al
síndico de Cabildo que era necesario tomar
una resolución para definir el estado de los
negocios. — 20 de mayo: La comisión de los pa-
tricios cumplieron sucometido en la mañana del
20, viendo Saavedra y Belgrano al alcalde
Lezica, y el Dr. Casteili al síndico Dr. Leiva.
En consecuencia de estas conferencias pasó
Lezica a medio día a imponer al virrey de las
exigencias de la opinión pública. Este, antes
de decidirse, quiso tener una conferencia con
el síndico. Inmediatamente pasó a la fortale-
za el Dr. Leiva, hombre de saber y de consejo;
encontró al virrey acompañado del fiscal Villo-
ta y del capitán de la marina Bargas, y le con-
venció de la necesidad en que estaba de pres-
tarse al deseo general, cubrienao las aparien-
cias con una nota en que el Cabildo le pediría
DlC. HlST. BlOGR.
permiso para celebrar un Congreso general.
El virrey, en presencia de las personas nom-
bradas, aceptó la idea del Dr. Leiva, que era
precisamente lo que exigían los patriotas. Esa
noche llamó el virrey a los comandantes de los
Cuerpos para saber sí podía contar con ellos,
como Liniers en el año 1809, contra la proposi.
ción del Cabildo a que había accedido por la
mañana; los jefes le declararon con enérgica
franqueza que no, que disuelta la Junta central
sus poderes habían caducado, y que estando
reducida la Corporación o autoridad que pre-
tendía representar al rey al solo recinto de Cá-
diz, era tiempo de que la América pensara en
cuidar de su propia suerte. Con este desenga-
ño el virrey tuvo que resignarse a que se reali.
zara el Congreso popular.— 21 de mayo: El 21
se reunió el Cabildo muy temprano; el alcalde
de primer voto y el síndico estaban informan-
do de lo que les había pasado con el virrey el
día anterior, cuando sintieron que acudía a la
plaza un número considerable de gentes, que
pedía a grandes voces la convocación de un
Cabildo abierto. A las nueve de la mañana des-
pachó el Cabildo a dos de sus miembros con
la súplica acordada, expresando que la reunión
era necesaria para evitar los desastres de una
convulsión popular. Una hora después regre-
saron éstos con la contestación en que el vi-
rrey consentía, recomendando que en todo
caso se tuviese presente que la monarquía
era una e indivisible, y que aun en el caso de
perderse la Espafld era necesario reconocerla
autoridad que representase al rey. En seguida
el Cabildo encargó al comandante de la Le-
gión patricia la conservación del orden públi-
co. Numerosos grupos del pueblo se conser-
vaban reunidos en la plaza, bajo los balcones
del Ayuntamiento, y notando que la contesta
ción del virrey había venido, empezaron a dar
voces diciendo que querían imponerse de ella.
El síndico Leiva salió al balcón a satisfacer la
exigencia del pueblo. Pero ellos continuaron
gritando que lo que querían era la deposición
del virrey. Quién sabe qué proporciones ha-
bría tomado el tumulto si no hubiera llegado en
esos momentos el comandante Saavedra, el
cual consiguió calmar la agitación y persuadir
al pueblo a que se retirase. Tranquilizado el
Cabildo, expidió la convocatoria para el Con-
greso popular que debía celebrarse al día si-
guiente.—22 DE mayo: Los días 20 y 21 habían
sido de grande agitación, sobre todo la noche
23
REV
de este último en que, con grande ansiedad, se
preparaban todos para la Asamblea a que ha-
bía sido convocada la más principal y más
sana parte del vecindario para expresar la vo-
luntad del pueblo y acordar las medidas más
oportunas para asegurar la suerte del país.
A las nueve de la mañana del dia 22, empezaron
a llegar las personas invitadas. «El lugar de
esta memorable Asamblea— dice un contempo-
ráneo—era la galería superior de las Casas
Consistoriales, que hoy ocupan los Tribunales
de justicia. El espacio a lo largo de ella estaba
dispuesto en hileras de bancos con respaldo,
que se habían tomado de las iglesias y se es-
tendían desde uno al otro extremo en varias
filas, donde se acomodaba el público. Una gran
mesa, tapizada con terciopelo carmesí, for-
maba cabecera, y en su contorno, en sillas de
brazos y elevadas, se colocaron el obispo, los
oidores, los funcionarios y los miembros del
Ayuntamiento, presidiendo la reunión. No se
permitían espectadores que no fueran de las
personas invitadas, ni congregarse gente al ex-
terior y cercanías de la plaza. El Cabildo abrió
la sesión por una arenga en que, después de
exponer el objeto de la reunión, decía: «Hablad
con toda libertad, pero con la dignidad que es
propia. Evitad toda innovación o mudanza. No
olvidéis que tenéis casi a la vista un vecino
que acecha vuestra libertad (1 ). Tened por cier-
to que no podréis por ahora subsistir sin la
unión con las provincias interiores del reino, y
que vuestras deliberaciones serán frustradas
si no nacen de la ley o del consentimiento ge-
neral de todos aquellos pueblos.» Después de
esta prudente exhortación que terminaba por
recomendar la moderación y la templanza, em-
pezó la deliberación; pero no siendo fácil po-
ner de acuerdo opiniones tan contrarias, se re-
solvió después de largas discusiones fijar una
proposición y votaria. La primera contenia la
fórmula verdadera de la revolución de mayo;
era ésta: «Si se ha de subrogar otra autjridad
a la superior que obtiene el excelentísimo se-
ñor virrey, dependiente de la Metrópoli, sal-
vando ésta, e independiente siendo del todo
subyugada.') Esta proposición fué rechazada
por todos: por los patriotas, porque aún no ha-
bía llegado el momento de revelar sus aspira-
ciones; por los españoles, por el mero hecho
de contener la idea de la independencia. La se-
(I) Aludiendo al Brasil.
- 350 - REV
gunda proposición, que nada decidía, fué des-
echada, y al fin se fijó ésta: «Si se ha de sub-
rogar otra autoridad a la superior que obtie-
ne el excelentísimo señor virrey, dependiente
de la soberana, que se ejerza legítimamente a
nombre del S. D. Fernando VII, y en quién.»
Esta proposición fué aprobada, y para recoger
los votos se acordó que los concurrentes irían
entrando a la sala capitular y allí escribiría
su parecer cada uno de por sí. El primer vo-
tante fué el obispo Lué, que dijo: «Que mien-
tras no se reciban nuevas noticias continuase
el virrey en el ejercicio de sus funciones, aso-
ciado a dos de los oidores.» Este voto fué mo-
dificado por el oidor Reyes, proponiendo que
los acompañados del virrey fuesen el alcalde
de primer voto y el síndico, ambos americanos;
y en estos términos fué secundado por los prin-
cipales funcionarios, empleados y comercian-
tes españoles y por todos los que tenían moti-
vos de estar bien avenidos con el régimen exis-
tente. El segundo votante fué el general Ruiz
Huidobro, aquel que siendo gobernador de
Montevideo preparó la expedición de la recon-
quista y tuvo después la desgracia de perder
aquella plaza, por cuya circunstancia quedó
sin efecto el nombramiento de virrey que hacía
la Corte en su persona, y que llegaba en los
momentos en que él acababa de salir prisione-
ro para Inglaterra. Sea que esto le tuviera dis-
gustado con Cisneros, sea que obrase de bue-
na fe, ello es que su voto fué: que debía cesar el
virrey y reasumir la autoridad el Cabildo como
representante del pueblo, ínterin formaba un
Gobierno provisorio dependiente del que re-
presentase al soberano. Este voto fué repro-
ducido por Chiclana, Vieytes, Peña, D. Pedro
A. García, el P. Grela, el rector Chorroarín y
muchos otros patriotas; agregando el doctor
Planes: que se residenciara a Cisneros por los
sucesos de La Pas, cláusula que sólo fué se
cundada por otro de los vecinos. Vino después
el voto de Saavedra, que no hacía más que am'
pliar el anterior, expresando que entrase el
Cabildo a gobernar mientras nombraba una
Junta, sin que quedase duda de que el nombra-
miento fuera del pueblo.
Este voto fué secundado por el venerable doc-
tor Sola, Belgrano, Castelli, Alberti, Rodrí-
guez, Rivadavia, Moreno, V. López, French,
Orma, Thompson, Irigoyen, Urien y ofros mu-
chos. Fué singular el voto de D. Hermenegil
do Aguirre, el cual dijo que cesara el virrey y
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gobernase el Cabildo, aconsejado por Caste-
Ili, Leiva, Paso, Moreno y Saavedra. Esta es
la primera indicación y la única en aquella
Asamblea del personal del primer Gobierno
patrio, que se compuso después de cuatro de
estos ciudadanos, cambiándose a Leiva por
Belgrano y agregando otros nombres de me-
nos significación. La votación, en la forma que
se hacía, no podía menos de ser lenta; así es
que faltando todavía veinte individuos por vo-
tar, entre ellos el Dr. Julián S. Agüero, tuvo
que suspenderse la Asamblea al dar la campa-
na del Cabildo las doce de la noche. De 450
invitados, sólo 224 habían e.Kpresado sus opi-
niones.—23 DE mayo: El resultado de la Asam-
blea había dejado sorprendido al partido espa-
ñol. Al cerrarse la votación en la noche del 22,
nadie podía dudar, por las manifestaciones del
pueblo y por los términos en que los hijos de
la tierra habían formulado sus opiniones, que
una revolución radical estaba a punto de esta-
llar. El Cabildo conoció, aunque tarde, que era
necesario poner un dique al torrente, porque se
iba más lejos de lo que pensaban. Se reunió el
23 muy temprano y resolvió, en vista de las cir-
cunstancias que habían sobrevenido, que no
continuase la Asamblea popular. En seguida
acordó ejercer las facultades que la Asamblea
le había conferido, encargando al virrey del
mando, que debía desempeñar con acompaña-
dos hasta la reunión de los diputados del vi-
rreinato, y le pasó un oficio en ese sentido. El
virrey aceptó, pero quiso que antes consultase
el Cabildo a los comandantes de las tropas y
Milicias, lo cual se ejecutó en el acto. Los co-
mandantes se presentaron en la sala capitular,
y consultados sobre la resolución acordada,
declararon que lo que el pueblo exigía era que
se hiciese pública la cesación del virrey en el
mando; que mientras no se verificase eso, de
ningún modo se aquietaría. En seguida se re-
tiraron, y al caer la tarde mandó el Cabildo
publicar por bando la resolución de la Asam-
blea popular del 22, por lo cual había cesado
el virrey y el mando habia recaído en el Ca-
bildo.—24 DE mayo: El Cabildo gobernador
quedo instalado desde la publicación del ban-
do. Su primera medida fué ordenar al correo
que no circulase correspondencia para ningún
destino, para evitar que la alarma cundiese en
las provincias altas, tan conmovidas desde el
ño anterior. El día 24 reunió en acuerdo, y en
so de sus facultades, procedió a nombrar la
Junta de gobierno. Pero falseando completa-
mente su mandato, y fundándose en que la se-
paración del virrey podía ser resistida por las
provincias, organizó una Junta de cinco miem-
bros, compuesta del virrey como presidente, el
presbítero Dr. Sola, el abogado Castelli, el
comandante Saavedra y el comerciante Icháu-
rregui. Esta Junta debía ejercer el poder eje-
cutivo hasta la congregación de la junta gene-
ral del virreinato. El poder judicial debía que-
dar en manos de la Audiencia, y el Cabildo se
reservaba la facultad legislativa en materia de
contribuciones. Antes de publicar esta resolu-
ción, entró en dudas el Cabildo sobre la acep-
tación que merecería en el pueblo la especie
de fraude con que se volvía a reponer al vi-
rrey en el mando, y para salir de ellas citó a
los comandantes de los Cuerpos para saber si
se hallaban en ánimo y posibilidad de sostener
la Junta nombrada. Asistieron a la citación
Saavedra, García, Terrada, Ocampo, Rodrí-
guez y los demás jefes de ios Cuerpos, y todos
se conformaron con el nombramiento, pidien-
do los dos primeros que se agregase a los nom-
brados el Dr. Leiva, lo cual no fué aceptado
por el Cabildo. Obtenido el asentimiento de
los jefes, los miembros de la Junta nombrada
prestaron juramento en manos del Ayuntamien-
to y se recibieron del mando. Apenas las cere-
monias habían terminado, estalló en la ciudad
el enojo de los patriotas por el engaño de que
eran víctimas, y la agitación llegó a tales tér-
minos, que a las nueve y media de la noche la
Junta renunció en masa el cargo, de que nomi-
nalmente había estado investida algunas horas.
25 DE mayo: La noche había pasado en grande
agitación. Los Cuerpos cívicos, reunidos en sus
cuarteles, habían querido muchas veces salir a
pedir con las armas la deposición de Cisneros
y la formación de una Junta de su entera con-
fianza, logrando sus jefes contenerlos con di-
ficultad. En vista de esta agitación, Castelli y
Saavedra habían ido a imponer a sus colegas
de la Junta de lo que pasaba, y proponer la
renuncia colectiva que acabamos de mencionar.
El 25, muy temprano, se reunió el Cabildo
para tomar en consideración esta renuncia, y
contestó en el acto que no la aceptaba y que la
Junta hiciera uso de la fuerza para hacerse res-
petar. Este fué el momento de la revolución.
«En estas circunstancias, dice el acta de aquel
día, concurrió multitud de gente a los corredo-
res de las casas capitulares, y algunos indivi-
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REV
dúos en clase de diputados se personaron en
la sala, exponiendo que el pueblo se hallaba en
conmoción, y que de ninguna manera se con-
formaba con la elección de Cisneros; que el
cabildo se había excedido en sus facultades, y
que para evitar desastres que ya se prepara-
ban, era necesario variar la resolución comu-
nicada al pueblo.» El Cabildo, alarmado ya con
el peligro imprudentemente provocado, citó
nuevamente a los comandantes de los Cuerpos
para averiguar si estaban prontos a apoyar
sus resoluciones. Eran las nueve y media de la
mañana cuando aquéllos se presentaron en la
sala capitular. Interrogados por el sindico Lei-
va «si se podía contar con las Armas de su
cargo para sostener el Gobierno establecido»,
contestaron «que el disgusto era general en el
pueblo y en las tropas, y que no sólo no podían
sostener al Gobierno establecido, sino que ni
aun de sí mismos estaban seguros, porque los
tenían por sospechosos; que la fermentación
era terrible, y era necesario atajar el mal con
tiempo.). En este estado de la conferencia, el
pueblo invade las galerías y golpea las puer-
tas de la sala capitular, gritando que quiere
saber de lo que se trata. El Cabildo, amedren-
tado, manda al comandante de Húsares don
Martín Rodríguez para aquietarlo, y comisio-
na a los cabildantes Mansilla y Anchorena para
que vayan a comunicar al virrey que quedaba
desde entonces separado de toda autoridad.
El virrey, que sentía rugir el volcán bajo sus
pies, oyó con resignación aquella orden, que-
dando de hecho terminada la soberanía de los
reyes de Espafia en Buenos Aires, a las doce
de la mañana del 25 de mayo de 1810. El pue-
blo no se contenta con esta primera victoria.
Invade segunda vez la sala capitular, y por
medio de sus diputados declara que ha reasu-
mido la autoridad que había depositado en el
Cabildo; que no quería (1 ) que existiese la Junta
nombrada, sino que se procediese a constituir
otra, que debía componerse asi: presidente,
vocal y comandante general de Armas, el se-
ñor D. Cornelio Saavedra; vocales, los seño-
res Dr. Juan J. Castelli, licenciado; D. Ma-
nuel Belgrano, D. Miguel Azcuénaga, doctor
D. Manuel Alberti, D. Domingo Matheu y don
Juan Larrea, y para secretarios, a los señores
D. Juan J. Paso y D. Mariano Moreno, con la
(1) Esta palabra, como todos los pormenores que refe-
rimos, constan del acta del 23.
condición de que en el término de quince días
prepararían una expedición de 500 hombres
para las provincias del interior, costeada con
los sueldos del virrey, oidores y otros funcio-
narios públicos. El Cabildo, no pudiendo ya re-
sistir, pidió que esta petición se hiciera por es- \
crito, y comunicó al mismo tiempo a la Junta
del día anterior que no había más autoridad
que la que estaba deliberando en la plaza pú-
blica. La petición escrita, que desde la noche
anterior circulaba ya por todas partes reco-
giendo firmas, se presentó entonces al Cabildo,
y sin perder momento se procedió en la tarde
misma a tomar juramento al nuevo Gobierno;
el presidente exhortó al pueblo desde el bal-
cón a mantener el orden, la unión y la frater-
nidad, yen seguida pasó a la fortaleza, insta-
lándose así el primer Gobierno nacional y la
inauguración de la era republicana.»
Revolución (IS12). S de octubre. El pueblo de
Buenos Aires, apoyado por la fuerza de línea
y contando con la simpatía del Cabildo, pide a
éste el inmediato cese del Gobierno en sus fun-
ciones, acusándole de proceder arbitrariamen-
te en la reunión del Congreso, y que reasu-
miendo el Poder nombrase un nuevo Gobier-
no en personas dignas df 1 sufragio público. La
revolución quedó triunfante, nombrándose otro
triunvirato que respondía al partido liberal.
De este movimiento fué el alma Monteagudo,
Alvear, San Martín, Pinto, Ortiz de Ocampo y
otros oficiales del ejército.
Revolución (1852). 11 de septiembre. El 3 de
febrero de 1852, en los campos de Monte Ca-
seros había sido derrotado el ejército de Ro-
sas, cuyo resultado fué la caída de éste. El 4
del mismo mes es nombrado gobernador provi-
sorio de la provincia de Buenos Aires el doc-
tor D. Vicente López, hasta que instalada la
honorable Junta de representantes, el 13 de
mayo de ese mismo año, lo eligió en propiedad
gobernador y capitán de la provincia. El 20
del mismo mes el gobernador propietario mar-
chó a San Nicolás de los Arroyos a formar un
acuerdo con los gobernadores de las demás
provincias argentinas, siendo nombrado duran-
te su ausencia gobernadorprovisorio el general
D. Manuel Guillermo Pinto, presidente de la
honorable Sala de representantes. El acuerdo
se firmo el 31, y entre otras cosas de que s*
trató, se hizo el nombramiento de director pro
visorio de la Repúblida, con facultades ili-
mitadas, en la persona del general Urquiz
la
í
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REV
El Dr. López reasumió el mando el 14 de junio,
y el 23 del mismo lo dimitió ante la Junta de
representantes, asumiéndolo nuevamente el
presidente de ella. En ese mismo día el gene-
ral Urqui/a, abusando de la fuerza, derroca al
general Pinto, disuelve la Cámara de represen-
tantes que había desconocido el «acuerdo de
San Nicolás», desterrando a algunos diputa-
dos, y asume el mando; pero el 25 nombra go-
bernanor provisorio al Dr. D. Vicente López
y ordena la elección de una nueva legislatura.
El Dr. López acepta este nuevo cargo, pero
renuncia el 23 de julio, y el general Urquiza
vuelve a asumir el mando de la provincia el
día 26. Debiendo pasar dicho general a la ciu-
dad de Sania Fe para la instalación del «Con-
greso Constituyente», nombró el 3 de septiem-
bre gobernador provisorio al general D. José
Miguel Galán, quien tomó posesión del mando
al día siguiente. Tal era la situación de Bue-
nos Aires cuando el 11 de septiembre de 1852,
por un pronunciamiento encabezado por los
generales Piran y Madariaga, fué depuesto el
general Galán, dando en tierra con la autori-
dad de Urquiza en Buenos Aires. El mismo día
es nombrado gobernador interino el general
D. Manuel Guillermo Pinto. Esta revolución
no costó una sola gota de sangre ni sacrificios
al Estado; sólo, sí, trajo su separación momen-
tánea del resto de las provincias confedera-
das; pero fué también el primer eslabón de la
cadena de acontecimientos que más tarde vino
a asegurar la organización de la República
Argentina.
Revolución (1880). El espíritu porteño no que-
ría o no podía admitir que en la ciudad de los
virreyes hubiera otra autoridad más grande o
más prestigiosa que la del propio Gobierno lo-
cal o provincial. Justificado o no por la Histo-
ria el sangriento esfuerzo con que los hijos de
esta ciudad sostenían su autonomía o su impe-
rio, el hecho es que en las acciones de guerra
(Barracas, Olivera, Corrales y Puente Alsina)
rindieron un copioso tributo de vidas y entu-
siasmos para defender a Buenos Aires del < do-
minio provinciano» y evitar su separación de la
provincia, para convertirla en capital de la na-
ción. El noble y brillante heroísmo con que
aquella generación de porteños defendió sus
ideales y convencimientos, fué esmaltado con
la sangre que se derramó en Corrales y Puen-
te Alsina (v.), donde tantos jóvenes y viejos
pagaron el tributo debido a los ardientes an-
helos que suscitaban los prestigios y la histo-
ria de la ciudad natal. Hoy están, felizmente,
olvidadas las antagonías o rivalidades que en-
tonces estallaban vigorosas entre «provincia-
nos» y «porteños». La provincia perdió su his-
tórica y gallarda capital, orgullo de sus hijos y
honor de América, pero la Nación tuvo la
suya. Para conseguirla costó muchos sacrifi-
cios; inclinémonos ante el recuerdo de los caí-
dos bajo la seducción de sus generosos idea-
les de autonomía y grandeza para la capital
de la provincia y cuna de la independencia
americana. Aquellos sentimientos y aspiracio-
nes contradictorias y latentes en todo el país,
tuvieron su estallido en las postrimerías del
gobierno del Dr. Avellaneda. Los «porteños»,
apoyados por la situación de Corrientes, le-
vantaron la condidatura del Dr. Tejedor (v.),
gobernador de Buenos Aires, para sucederle
en la presidencia de la República. Los «pro-
vincianos» tuvieron su exponente en el gene-
ral Roca (v.), guerrero del desierto y vencedor
de Arredondo en Santa Rosa (v.). Los ánimos
se enconaron y el choque se produjo. El deta-
lle determinante de la lucha lo dio un buque
con armas para el Gobierno provincial, del que
el de la Nación quiso incautarse en el Riachue-
lo. Avellaneda dio orden de apresarlo a uno
de sus batallones, y Tejedor duplicó las fuer-
zas provinciales encargadas de proteger el
desembarco de esos pertrechos. El Gobierno
nacional, menos fuerte que el de la provincia,
se retiró de la ciudad, estableciéndose en Bel-
grano y declarando en rebeldía contra las au-
toridades de la nación al Gobierno provincial.
Tejedor pudo dominar la situación aprehen-
diendo a! presidente y sus ministros; pero tuvo
temor a la responsabilidad histórica, más que
a la derrota, y les dejó ir al linde de la ciudad,
desde cuya sede comenzaron los aprestos para
vencer a Buenos Aires, y esta capital se
aprontó para la defensa. El primer choque
grave ocurre en las cercanías de la ciudad de
Mercedes, en Olivera, donde el coronel Arias
es vencido por las fuerzas nacionales al mando
del coronel Racedo. Arias se reconcentra con
sus milicias sobre la ciudad, y el 21 de junio,
protegidos por los batallones de Policía y otros
Cuerpos de voluntarios de la capital, libra un
segundo combate, con suerte igualmente ad-
versa, en los alrededores de Puente Alsina. El
día anterior, las divisiones de línea al mando
de Levalle y Campos estrechan el sitio de la
REY
_ 354 —
Ríe
ciudad por el lado de Barracas; el 21 y 22,
bajo la dirección del Dr. Pellegrini, ministro
de la Guerra, se producen nuevas acciones, en
las que la división provincial del coronel Lagos
es vencida también en los Corrales. El 23 se
acuerda un armisticio, que tiene por desenlace
la paz entre Buenos Aires y las provincias,
con toda su fecunda trascendencia para el or-
den político y económico del país. Tejedor re-
nuncia, y el vicegobernador Moreno asume el
mando. Se resuelve la federación de la capital
hasta los límites del Riachuelo, por el Sur;
calles Castro Barros y Medrano, por el Oeste,
y Palermo, por el Noroeste. Más tarde la fede-
ralización se amplía hasta incluir los munici-
pios de Flores y Belgrano, destinando la juris-
dicción provincial por el bulevar de Circunva-
lación. El Gobierno de la provincia crearía su
capital en los alrededores de Río Santiago,
donde poco tiempo después se alzaba la her-
mosa y nueva ciudad de La Plata, asiento de
las autoridades autónomas de la primera y glo-
riosa provincia argentina, que a pesar de su
decapitación transitoria e inevitable, siguió
siendo la primera y la' más grande entre sus
hermanas. Bueno es recordar que, sin desco-
nocer el talento y el tino con que en ese mo-
mento trascendental y difícil de nuestra histo-
ria procedieron los «provincianos» como Ave-
llaneda, el presidente saliente, y Roca, el en-
trante, ese acto de gran política nacional sólo
podía consolidarse con el apoyo decidido que
prestaron a la causa de la unidad nacional y al
prestigio de los poderes federales «porteños»
como Mitre, Pellegrini y Sáenz Peña, sin cuyo
concurso tal vez la solución tranquila no se
habría alcanzado jamás, en el sentido de impo-
ner a la provincia la pérdida de su capital para
dejarla en los altares de la Nición; tan agudo
y tan legítimo era el sentimiento local que agi-
taba a las multitudes y a la juventud en la he-
roica ciudad de Mayo. Hoy, el sentimiento de
unión y de solidaridad argentina se ha consoli-
dado, y treinta y siete años después, el recuer-
uo de las trágicas escenas sirve para acen-
tuarlo bajo el estímulo de la sangre generosa-
mente derramada en aras de ideales encontra-
dos, pero igualmente grandes en la intimidad
de su patriótico análisis.
Reyna (Melchor). Ayudante mayor del regi-
miento de infantería de Buenos Aires; coman-
dante del fuerte del Carmen de Patagones, en
lósanos 1803 y 1804.
D. Norberto de la iestra.
Riestra (Norberto de la). Economista. Nació
en Buenos Aires, el 6 de junio de 1820. Efectuó
sus primeros estu-
dios en esta ciudad
y pasó a perfec-
cionarlos a Inglate-
rra, donde perma-
neció varios años.
De regreso al país,
después de la caída
de Rosas, le fué
confiado el arre-
glo del servicio del
empréstito contraí-
do en Londres, du-
rante la presiden-
cia de Rivadavia.
En 1852 fué electo diputado a la Legislatura y
reelecto en 1854; en el mismo año fué nom-
brado director del Banco y Casa de Moneda
de la provincia, y en febrero, 8 de 1855, pasó
a ocupar el ministerio de Hacienda. Cinco años
después fué electo diputado; cargo que renun-
ció para desempeñar nuevamente aquel minis-
terio, en marzo de 1860. Rehusó en el mismo
mes y año la presidencia del Crédito Público.
En 1863 fué electo senador nacional y descolló
como uno de los miembros más conspicuos de
la Cámara. En 1865 fué llamado a ocupar por
tercera vez el ministerio de Hacienda, cargo
en el que desarrolló grandes y felices inicia-
tivas, en una época difícil para el Tesoro, por
estar empeñada la República en una guerra
nacional. En 1872 fué nombrado director del
Banco Hipotecario. Murió en esta ciudad, el
3 de julio de 1879, respetado y querido de to-
dos. De la Riestra gozó de elevada reputación
en el ramo de las finanzas, destacándose ade-
más por su patriotismo y honradez, y por los
muchos servicios que prestó al país. El 28 de
diciembre de 1918 fueron trasladados sus res-
tos al mausoleo consrruído por ley nacional.
Rico Ramón). Nacido en Buenos Aires, el 12 de
septiembre de 1798. Radicado en el partido de
la Magdalena, provincia de Buenos Aires,
donde vivía dedicado a los trabajos del campo;
era juez de paz de Dolores, en cuyo puesto
gozaba del favor de Rosas. En 1833 hizo la
expedición al desierto como segundo jefe del
regimiento 5 de caballería de milicias. Disgus-
tado con Rosas más tarde, fué el alma de la
revolución del Sud, conjuntamente con Caste-
lli y Cramer, asistiendo a la batalla de Chas-
RIG
355 -
RIN
comús. Derrotado, emigró a Corrientes y pasó
a Martín García, donde se incorporó a Lava-
lie, revistando en su clase de teniente coronel,
y al año siguiente desembarcó en San Pedro,
con los coroneles Vélez y Avalos, al mando
de una fuerza. Desalojadas las guardias que
allí había, se internaron en la provincia con el
objeto de reunir caballada, quedando con este
hecho realizada la invasión del general Lava-
lle a la provincia. Hizo luego la campaña con
el ejército libertador, y tomado prisionero en
la .«iorpresa de San Cala, fué fusilado, con
otros compatriotas, en la plaza de Catamarca,
el 4 de noviembre de 1841.
Riglos y Lasala (José de). Comerciante, na-
cido en Buenos Aires, se educó en el Colegio
de San Carlos. En 1810 se alistó en el ejército
que pasó a la Banda Oriental del Uruguay y
a las órdenes del general Rondeau a sitiar a
Montevideo, y fué el encargado de conducir,
en 1814, las banderas tomadas al enemigo.
Abandonó muy luego la carrera de las Armas,
y se dedicó al comercio en esta capital y en
Chile. Cooperó con fuertes sumas al sostén
del ejército de los Andes y a la libertad del
Perú, a cuya capital se trasladó, una vez ocu-
pada por los patriotas en 1821. Perdió gran
parte de su fortuna durante las campañas del
ejército en ese país. Fué cónsul argentino en
Lima, hasta 1839, en cuyo año falleció en
" aquella capital.
Rincón (batalla). Dada en la Banda Oriental
del Uruguay el 24 de septiembre de 1825. El
comandante uruguayo Rivera entraba en el
Rincón de las Gallinas o de Haedo, y después
de un ligero combate se apoderaba de las ca-
balladas, tomando algunos soldados prisione-
ros. Ufano se retiraba el jefe oriental con el
resultado feliz de su expedición, conseguido
con tanta facilidad, cuando se le avisó por sus
avanzadas que una considerable fuerza ene-
miga se presentaba a la vista. Era la división
del coronel brasileño Jardim, compuesta de
unos 800 hombres, que venía buscando la in-
corporación de Abreu, y que ignoraba la per-
manencia de Rivera por aquellas inmediacio-
nes. Difícil era la situación del jefe oriental,
encerrado en el Rincón con sólo 250 hombres,
teniendo a su frente una columna de 800, y en
las cercanías el poderoso ejército de Abreu;
pero el valor de los patriotas sabía salvar aun
las situaciones más comprometidas. Con esa
percepción rápida, peculiar de Rivera, este
resolvió llevar un ataque decisivo a los brasi-
leños, antes de que éstos se dieran cuenta de
la pequeña fuerza que tenían a su frente.
Tranquilo, y dividida sus tropas en dos co-
lumnas, entraba Jardim en el Rincón, cuando
fué sorprendido por una rápida carga que sa-
ble en mano le llevaban los uruguayos: la pri-
mera columna, al mando de Mena Barreto,
fué deshecha completamente, quedando muer-
to este jefe, y la segunda división formó cua-
dro, preparando sus tercerolas. Rivera avanzó
resueltamente y los sables de sus soldados
destrozaron al enemigo. Jardim, con sólo unos
cuantos hombres, logró escapar; pues el resto
fué muerto o era prisionero de los orientales.
El origen del nombre Rincón de las Gallinas
no se sabe con seguridad, pero, según referen-
cias antiguas, había multitud de las llamadas
pavas de monte en los bosques de este lugar,
y se presume que por corrupción le llamaron
de las gallinas. Según otros, atribuían tal de-
nominación a las circunstancias de ser, por lo
seguro, el escondite de los changadores del
norte del río Negro, que en él se refugiaban
por temor a los indios, ya que era, y continúa
siéndolo, sumamente fácil, para ponerse en
salvo, pasar de las islas del Yaguarí (las de la
boca del río Negro) al rincón, o viceversa; las
gentes que así procedían merecían de parte
de los más valientes y decididos el epíteto de
gallinas. Llamóse también de Haedo, nombre
de un rico estanciero de aquel paraje.
Rincón (batalla del). Guerra civil. Dos partidos
se habían puesto en armas en la República: el
unitario, que quería la centralización del poder,
y cuyo jefe era Rivadavia, y el federal, que
pretendía la división de poderes, esto es, la
autonomía provincial , y cuyo representante
más conspicuo era el coronel D. Manuel Do-
rrego. Lanzados a la lucha armada, se encon-
traron en Tucumán los dos ejércitos, mandado
el federal por Facundo Quiroga e Ibarra, y el
unitario al mando de Lamadrid y de Domingo
López Matute, el 6 de julio de 1827, librando
una batalla en el Rincón, a dos leguas de Tu-
cumán. Quiroga, al frente de los riojanos, cae
sobre el ejército de Lamadrid y de Matute,
siendo éstos derrotados y teniendo que huir
Lamadrid. Las pérdidas entre ambos bandos
fueron numerosas.
Rinconada del Pocito (batalla de). Tuvo
lugar el 5 de enero de 1867. En la provincia de
Mendoza había estallado un movimiento revo-
RIO
— 356 -
RIS
lucionario, deponiendo al gobernador D. Meli-
tón Arroyo, quien tuvo que huir en dirección
del fuerte de San Rafael, en donde se hallaba
el comandante Irrazabal, en quien delegó el
mando, autorizándole al mismo tiempo a adop-
tar las medidas del caso para su reposición.
Solicitada la intervención, el Gobierno nacio-
nal había tomado medidas para sofocarlo, y en
tal virtud, el teniente coronel D. Julio Campos
marcha con una división al encuentro de los
revolucionarios, mandados por el coronel don
Juan de Dios Videla, y en la Rinconada del
Pocito libran una batalla, siendo desgraciada
para las fuerzas nacionales. Campos se retira
a la provincia de San Luis, con algunas fuer-
zas que salva, y el mismo día entra Videla con
su gente en la ciudad de San Juan.
Río Bamba (combate de). Entre las tropas rea-
listas y los independientes, el 21 de abril
de 1822, en las inmediaciones de la ciudad de
este nombre en la República del Ecuador. Du-
rante esta campana, a poca distancia del pue-
blo que dio nombre al combate, un escuadrón
de Granaderos a caballo, mandado por el co-
mandante D. Juan Lavalle, se halló de pronto
al frente de una división de caballería realista,
y tuvo la audacia de cargarla dos veces y dis-
persarla, con una bizarría de la que habrá ra-
ros ejemplos. Antes que los vencidos pudieran
reaccionar, emprendió su marcha al trote, para
recibir la carga que le amenazaba lo más dis-
tante de la infantería, apoyada por 30 Drago-
nes colombianos. La caballería enemiga fué
deshecha y acuchillada por la espalda. Los
despojos de esta jornada fueron 52 muertos y
40 heridos del enemigo. El combate de Rio
Bamba fué uno de los más brillantes triunfos
de la caballería independiente en la guerra de
la emancipación sudamericana. Bolívar honró
esta proeza dando al escuadrón argentino el
título de Granaderos de Rio Bamba.
Río Colorado (combata de). El general Peña-
losa (v.), al frente de fuerzas riojanas y salte-
ñas, da combate en Rio Colorado, el 10 de fe-
brero de 1862, al gobernador de Tucumán,
presbítero D. José María del Campo, a quien
derrota, dejando éste en el campo de batalla
muchos muertos y heridos, y retirándose en la
noche del 11 hasta el pueblo con unos 200 in-
fantes, una pieza de artillería y alguna caba-
llería. Peñalosa obedecía a órdenes del gene-
ral Aniceto Latorre, jefe del 5." cuerpo de
ejército del Centro, a quien aquél pasó el parte
sobre ese hecho de armas como un triunfo de
las de la caduca Confederación bajo la presi-
dencia del Dr. Derqui.
Río Corrientes (combate de). 11 de mayo
de 1842, entre las tropas correntinas, al mando
del general D. Juan Madariaga, y tropas entre-
rrianas, a cuyo frente se hallaba e Icoronel don
Miguel Galán. El encuentro tuvo lugar en Rio
Corrientes, y son derrotados los entrerrianos,
teniendo que dejar en el campo el armamento,
las caballadas y algunos prisioneros.
Rioja. Provincia y ciudad andina de la Repú-
blica Argentina, limítrofe con Chile. Su super-
ficie es de 93.030 kilómetros cuadrados. La ca-
pital de la provincia es la ciudad de la Rioia>
que fué fundada el 20 de mayo de 1591 por don
Juan Ramírez de Velasco. Está situada en un
hermoso valle; su aspecto es triste; su edifica-
ción es colonial en su mayor parte, y tiene
unos 9.000 habitantes. Le fué dado el nombre
a la provincia en recuerdo de la antigua co-
marca española homónima, situada entre Álava
y Navarra, célebre por la pureza de sus vinos.
Su primer gobernador constitucional fué don
Francisco Solano Gómez, en 12 de marzo
de 1856.
Río Salado (combate del). 5 de noviembre
de 1840. El gobernador de Salta, que era don
Manuel Sola, invade la provincia de Santiago
del Estero, dividiendo su fuerza en tres colum-
nas, siendo una de éstas compuesta de cata"
marqueños. En las márgenes del Rio Salado,
el jefe santiagueño D. .Manuel Ibarra bate a
una columna saltena al mando de Pereda, per-
siguiéndole tenazmente hasta los límites de su
provincia, siendo a la vez hostilizado el resto
de las fuerzas invasores hasta abandonar a
Santiago. Igual suerte le cupo al general La-
madrid, que por otro punto había invadido esta
provincia con una columna de tucumanos.
Risso Patrón (Buenaventura). Sacerdote. Na-
ció en Piedra Blanca (Catamarca), el 15 de oc-
tubre de 1811. Hizo sus estudios en el conven-
to franciscano de Catamarca, a cuya Orden in-
gresó el año 1829; recibió las sagradas órde-
nes en 1833, y en los años subsiguientes dictó
las cátedras de Gramática, Latín, Filosofía y
Teología. Por su inteligencia y sus virtudes
desempeñó en su Orden los cargos más eleva-
dos: rector, guardián, provincial, visitador ge-
neral, regente de estudios, y por último mere-
ció ser elevado a la dignidad de obispo dioce-
sano de Salta, el 13 de julio de 1860, por
RIV
- 357 -
RIV
S. S. el Papa Pío IX; fué consagrado por el
obispo Orellano, el 7 de abril de 18(31, y tomó
posesión del obispado el 7 de julio del mismo
año. Dos años después, a costa de grandes sa-
crificios personales, fundó el Seminario dioce-
sano de Salta, y en 1869 asistió al Concilio
ecuménico del Vaticano. Expidió en el desem-
peño de su misión numerosas cartas pastora-
les, en las cuales encaró enérgicamente y con
espíritu lozano y entereza los conflictos ocu-
rridos durante la primera presidencia del ge-
neral D. Julio A. [-íoca. Murió este digno pre-
lado el 13 de noviembre de 1884.
Rivadavia (Bernardino). Estadista. Nació en
Buenos Aires, el 29 de mayo de 17S0. Educóse
en el Real Cole-
gio de San Car-
los. Estudió Le-
yes, pero no se
recibió de aboga-
do. Comenzó su
carrera pública
como capitán del
Cuerpo de «ga-
llegos», batién-
dose denodada-
mente contra las
tropas inglesas,
que invadieron a
esta capital en
los años 1806 o
1807; pasados estos acontecimientos, actuó en
el movimiento del 1 de enero de 1809 para sos-
tener a Liniers, y luego, en el año 1810, figuró
en los que prepararon el movimiento emancipa-
dor, votando en el Cabildo abierto en pro de la
causa americana; al año siguiente fué nombra-
do ministro secretario de Guerra, desempeñan-
do conjuntamente las carterasde Gobierno y de
Hacienda; en su período ministerial se llevaron
a cabo notables mejoras administrativas. Cayó
del poder el 8 de octubre 1812. Dos años pasó
alejado de los negocios públicos, al final de los
cuales fué nombrado encargado de Negocios
cerca de algunas cortes europeas, acreditando
en este cargo su laboriosidad y competencia.
Concluida su misión en 1820, volvió a su país,
donde se le confió el ministerio de Gobierno
en la administración de Rodríguez, debiéndose
a su iniciativa el establecimiento del sistema
representativo, la creación del Registro ofi-
cial, archivo, cementerio, mercados, registro
estadístico, policía, etc. En la educación públi-
D. Bernardino Rivadavia.
ca creó numerosas bibliotecas, el departamen-
to de Ingenieros, la Sociedad de Beneficencia,
erigió la Universidad y muchas otras mejoras.
Nombrado nuevamente ministro en el gobier-
no de Las Heras, rehusó el cargo para trasla-
darse a Europa como enviado extraordinario
cerca de S. M. Británica, regresando al año,
el 8 de febrero de 182(3, en que fué electo pre-
sidente de la República, siendo su período uno
de los más notables de la historia del país. La
educación y la instrucción progresaron nota-
blemente por la decidida protección que les
prestara; organizó las finanzas y fomentó las
artes, y por último, inició la independencia del
Uruguay con los triunfos del ejército y la es-
cuadra, ocurridos durante el período. Obsta-
culizado por e! partido federal e insurrecciona-
das algunas provincias contra su poder, renun-
ció el 27 de junio de 1827. Desde entonces se
retiró de la política, volviendo a Europa dos
años después; regresó af país en 1834, radi-
cándose luego en el Uruguay, y más tarde en
el Brasil, hasta el año 1841 , en que se embarcó
para Cádiz, en cuya ciudad murió, el 22 de
septiembre de 1845.
Rivarola (Pantaleón). Escritor argentino. Na-
ció en Buenos Aires, el 27 de julio de 1754.
Sacerdote. Capellán del regimiento del «Fijo»;
era muy dado al cumplimiento de sus deberes,
versado en la literatura antigua y en la histo-
ria de su patria. Es autor de dos romances
históricos extensos: el uno en que se hace re-
lación circunstanciada de la gloriosa reconquis-
ta de Buenos Aires, en agosto de 1806, y el
otro que delínea brevemente la defensa de la
misma ciudad, verificada entre el 2 y 5 de ju-
lio de 1807. Falleció el 24 de septiembre de
1821. Sus restos se hallan depo.sitados en la
iglesia de San Ig-
nacio (Buenos Ai-
res.)
Rivas (Ignacio). Mi-
litar. Nacido en la
ciudad de Paysan-
dú (Estado Orien-
tal), en 1827. Des-
pués de recibir su
instrucción prima-
ria se alistó, en
1844, en el ejército
de la defensa de
Montevideo, don-
de ascendió a subteniente, el 20 de mayo
D. Ignacio Rivas.
RIY
— 358
RIV
del mismo año, en mérito a sus disposicio-
nes y valor, obteniendo los galones de te-
niente poco después. Permaneció en esa plaza
hasta después del asedio. Concurrió a Case-
ros, sirviendo en calidad de jefe en el sitio de
Buenos Aires, batallas de Cepeda y Pavón,
Cañada de Gómez, y en las expediciones con-
tra los indios. Como coronel concurrió a la
campana del Paraguay. En esa guerra su ac-
tuación fué brillantísima: se halló en la toma
de Corrientes, Yataij y toma de Uruguayanai
mandó en jefe en Yatayti-Corú; en Curupaiti
fué herido y se le aclamó general sobre el
campo de batalla; venció en los combates de
Amambay y Laguna Ibera; asistió a la toma
de Itá-Ibaté, y a las batallas del 2 y 24 de Mayo.
Estero Bellaco, toma de Caruzíi y Humaitá, y
a otros hechos de armas, hasta la terminación
de esa campaña. En 1870 concurrió a la cam-
paña de Entre Ríos; derrotó en la batalla de
Santa Rosa a López Jordán, y en 1857 venció
a los indios en Pcifii Carhiié. En 1874, durante
la revolución nacionalista encabezada por el
general Mitre, de quien era ardiente partida-
rio, se plegó a ella con numerosa tropa e in-
dios amigos. Este valiente militar falleció en
Buenos Aires, el 1 de abril pa [880.
Rivera (Alonso de la). Capitán. Gobernador de
la antigua provincia del Tucumán, desde fines
de 1605 hasta 1612. En vista de las continuas
sublevaciones de los calchaquies, el goberna-
dor Rivera resolvió desde el principio de su
administración fundar una ciudad dentro de su
valle, y no pudiéndolo conseguir fundó la de
San Juan de la Rivera en el valle de Londres
en 1607, nombrando por primer teniente de
gobierno al capitán Gaspar Doncel. Deshizo
la villa de Madrid de las Juntas, incorporándo-
la en 1609 a la ciudad de Esteco, y trasladán-
dola a otro sitio. Fué su teniente el licencia-
do Luis del Peso, a quien, a pesar de no ser
militar como su padre el capitán D. Jerónimo,
encargó la empresa de ponerse a la cabeza de
una fuerza de sesenta hombres, contra los in-
dios pa^y^as de su jurisdicción, que infestaban
los caminos de Buenos Aires, asesinando y ro-
bando, con amago de asaltar la ciudad de Cór-
doba. El licenciado Peso se portó como si toda
su vida hubiese sido soldado; penetró en 1609
en las tierras del enemigo, castigando a unos
y obligando a los demás a rendirse. Durante
su gobierno se establecieron en su provincia
la Compañía de Jesús del Paraguay, a quien
Rivera siempre favoreció, y llegó en ese tiem-
po el Dr. Francisco de Alfaro, oidor de la
Real Audiencia de Charcas, como visitador
general, para desagravio de los miserables in-
dios, que gemían, y aun perecían, bajo el yugo
del servicio personal. Apenas Alfaro llegó
convocó una Junta provincial que se reunió en
la ciudad de Santiago del Estero, capital de
la gobernación del Tucumán, el 12 de diciem-
bre de 161 1, para resolver «si era o no lícito el
serv/cio personal de los naturales de la pro-
vincia», y se resolvió negativamente en la for-
ma como a la sazóu se practicaba. Fué gober-
nador de Chile y presidente de su Real Au-
diencia. Murió en 1619.
Rivera (Fructuoso). Militar uruguayo. Nacido
en el Peñarol por el año 1788. Se halló en Las
Piedras, iunto con
su hermano don
Félix, donde fué
ascendido a capi-
tán. Batió a Do-
rrego en Guaya-
bos; derrotado en
India Muerta;
vencedor en el
Rincón de las Ga-
llinas. El 24 de
octubre de 1830,
Rivera es elegido
primer presidente
constitucional de la República Oriental del
Uruguay, quien por enconntrarse en campa-
ña no tomó posesión del mando hasta su re-
greso a la capital, el 6 noviembre de 1830.
Derrotado en Carpintería el 19 de septiembre
de 1836, y en el Yi; vencedor en Yucutájá,
22 de octubre de 1837, y en el Palmar, el 15 de
junio de 1838. Presidente por segunda vez en
1 de marzo de 1839. En 10 de marzo declaró
guerra a Rosas, instado por sus aliados los
franceses y por los emigrados argentinos. En
su manifiesto declaraba que esa guerra no se
dirigía al benemérito pueblo argentino, nues-
tro aliado en las últimas gueJras de la inde-
pendencia, sino al tirano del pueblo inmortal
de Sudamérica. Derrotó a las fuerzas rosistas
de Echagüe, gobernador de Entre Ríos, en la
batalla de Cagancha, el 29 de diciembre
de 1839; fué derrotado en la batalla de Arro-
yo Grande, el 6 de diciembre de 1842, por Ori-
be; derrotado en India Muerta, en 27 de marzo
de 1S45, por Urquiza; vencedor en Paysandú;
D. Fructuoso Rivera.
RIV
359
D. José Rivera Indarte.
derrotado en Animas (Tacuarembó), enero
de 1847. Después de un destierro de cinco
años pudo Rivera volver a la patria; pero mu-
rió a orillas del arroyo Conventos, cerca de
Meló, el 13 de enero de 1854, después de ha-
ber batallado por cerca de cuarenta y tres
años.
Rivera Indarte (José). Nació el 18 de agosto
de 1814, en la ciudad de Córdoba; estudió en
Buenos Aires y pu-
blicó sus primeros
escritos en la Ga-
ceta Mercantil en
1832. Defendía en
ellos al Gobierno
Oriental, lo que le
valió la privanza
del ministro Váz-
quez, quien le lla-
mó a Montevideo.
Durante su perma-
nencia en la ciudad
uruguaya fundó el
Investigador, y es-
cribió, entre otras cosas sus apuntes sobre el
asesinato de Quiroga y la refutación a Alber-
di, titulada La defensa del voto en América.
Al regresar a Buenos Aires, Rosas ordenó su
prisión en un pontón. Allí empezó a ser hom-
bre de combate, y desde aquel día, dice Mi-
tre, se operó en Rivera Indarte una transfigu-
ración total, bautizada con lágrimas de dolor
y templada por los golpes acerbos del infortu.
nio. Después de vivir algún tiempo en Europa
y Estados Unidos, volvió a Montevideo, don-
de asumió la dirección de El Nacional, diario
en que dejó la más intensa huella de su tempe-
ramento combativo. Sus célebres Tablas de
sangre aparecieron en los folletines de este
diario, junto con Rosas y su tiempo, y la famo-
sa carta al emperador del Brasil. Son sus de-
más obras el poema Caaguazú, La interven-
ción en el Rio de la Plata, el famoso panfleto
titulado Es acción santa matar a Rosas, y di-
versas colecciones de artículos políticos y lite-
rarios, y poesías sueltas. Rivera Indarte — dice
uno de sus biógrafos —era un hombre de me-
diana estatura, más bien grueso, y de aspecto
vigoroso. Tenía la frente ancha y abultada,
los ojos pequeños y claros, el cabello rubio y
espeso, el semblante siempre muy pálido, y su
vestir era desaliñado. Casi todas las obras de
Rivera Indarte, se han hundido en el olvido, a
- ROC
pesar de la celebridad y la resonancia que al-
canzaron en los días trágicos de la tiranía.
Apasionado, vibrante, el estilo combativo de
Rivera era de una violencia extraordinaria. El
odio a Rosas le inspiraba páginas y versos que
no tienen precedentes en las letras argentinas.
El 19 de agosto de 1844, la muerte sorprendió
al poeta y periodista en Santa Catalina, Bra-
sil. Lo atendió en sus últimos momentos el
médico argentino Dr. Montes de Oca.
Rivera (Pedro Ignacio de). Jurisconsulto. Sig-
natario del acta de la independencia. Natural
de Bolivia; cursó los estudios de Derecho y se
graduó de doctor en Leyes en la Universidad
de Charcas. En el año de 1S16 fué electo di-
putado por la provincia de Mizque, ante el
Congreso de Tucumán que declaró la indepen-
dencia argentina. El 11 de enero de 1817 se
radicó en esta capital, falleciendo en la misma
el 17 de febrero de 1853.
Robles (Agustín de). Mariscal. Gobernador de
Buenos Aires. Este hombre, que por sus ta-
lentos y sus servicios militares había alcan-
zado a los más altos puestos del reino, fué tan
desvergonzado ladrón y dilapidador de las ren-
tas y de los bienes públicos, que corroboró
mejor que ningún otro la idea ya pasada como
proverbio, de que la gobernación de Buenos
Aires era bolsa común de rateros. En su go-
bierno estuvo Buenos Aires amenazado de ser
atacado por una escuadra francesa de 24 na-
vios, que mandaba el almirante M. Pointis,
pero en el momento de hacerse a la vela se
ajustó la Paz de Reswick. Apenas pasado este
peligro se presentaron al frente de la ciudad
cuatro naves de piratas dinamarqueses; mas
como la encontraron guarnecida por las tropas
de guaraníes y criollos que habían acudido a
la amenaza francesa, se retiraron sin llevar
adelante la tentativa.
Robredo (Jorge). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 23 de abril de 1778. Se batió en las
siguientes acciones: reconquista de Buenos
Aires desde el ataque de Perdriel, agregado
al Cuerpo de Blandengues, a las órdenes del
teniente coronel Antonio Olavarría, el año
1806; en la defensa, en 1807, a las órdenes del
teniente coronel Pío Gana; en el Rosario y en
Punta Gorda, a las órdenes del teniente coro-
nel de su regimiento D. José León Domín-
guez. Falleció en esta ciudad, el 12 de no-
viembre de 1827.
Roca (José Segundo). Militar. Nació en la ciu-
ROC
360 -
ROC
dad de Tucumán, el 1 de junio de ISOO, y cuan-
do apenas contaba diez y seis años sentó pla-
za en el Cuerpo de Cívicos, y en 1820, como
subteniente de bandera del 11 de infantería de
línea, pasó a Chile, incorporándose al ejército
de los Andes, con el que fué al Perú e hizo la
campafia de ía Sierra a las órdenes del general
Arenales, hallándose en las acciones áejauju
y Pasco. En julio de 18 '1 entró en clase de
teniente a la capital del Perú, y al año siguien-
te formó parte de la expedición que marchó al
Ecuador, sirviendo a las ó'denes del general
Sucre; encontrándose en Zepita y en la jor-
nada ÁQjunin con el grado de capitán de Ca-
ballería, mereciendo en esta batalla ser ascen-
dido a sargento mayor en premio de su com-
portamiento. Desempeñando una comisión de
servicio cayó gravemente enfermo, lo que le
privó de asistir a la batalla de Ayacucho. En
1826 regresó a Buenos Aires, y fué nombrado
edecán del general Alvear en la campaña con-
tra el Brasil, hallándose en los principales
hechos de armas, revistando con el grado de
teniente coronel. Vuelto a la patria, acompañó
en la guerra civil al general Lavalle, siendo
ascendido a coronel en 1830, pero muerto su
jefe, emigró. Fué uno de los pocos guerreros
de la independencia que hizo la campaña del
Paraguay, muriendo el 8 de marzo de 1866, en
el campamento de las Ensenaditas, sobre el
Paso de la Patria, al iniciarse la guerra del
Paraguay.
Roca (Julio A.). Militar y hombre político, na-
cido en la ciudad de Tucumán, el 17 de julio
de 1843, siendo
sus padres el co.
ronel de la inde-
pendencia D. Jo-
sé Segundo Roca
(V.) y D ^ Agusti-
na Paz, descen-
diente de una fa-
milia patricia.
Hizo de niño sus
estudios en la es-
cuela primaria de
su pueblo natal,
y a los trece años
pasó al histórico
Colegio de la
Concepción del Uruguay, y empezó su carrera
militar en el ejército de la Confederación ar-
gentina con el grado de subteniente de Artille-
General D. Julio .-X. Roca.
ría, el 1 de marzo de 1858, habiendo sido pro-
movido al empleo de teniente segundo el 30 de
septiembre del mismo año. Se halló en la bata-
lla de Cepeda (1859) y en Pavón. Hizo la cam-
paña del Paraguay, llegando hasta el grado de
sargento mayor. Durante la presidencia de
Sarmiento fué nombrado teniente coronel, y la
frente del 7 de línea fué mandado al Norte de
la República en previsión de si'cesos que se
temían, y con las órdenes de sostener a las
autoridades de Salta. Ascendió a coronel a
mérito de acción distinguida en la batalla de
Ñaembé, contra el ejército rebelde del caudillo
López Jordán, el 3 de febrero de IS71. Ascen-
dido a general después de la batalla de Santa
Rosa. Fué dos veces presidente de la Repú-
blica, preocupándose mucho tanto de la paz
exterior como de la interior, de la educación
pública, de la extensión de las líneas férreas,
etcétera. Fué miembro del Senado de la nación
y presidente del mismo; embajador en el Brasil.
Murió este ilustre argentino en Buenos Ai-
res, el 19 de octubre de 1914, a las diez de la
mañana.
Roca (Rudecindo). Militar. Nació en Tucumán,
el 22 de agosto de 1850. Ingresó en el ejército
en clase de aspi-
rante del primer
regimiento de Ar-
tillería ligera el
24 de diciembre
de 1864. En el
mencionado
Cuerpo marchó a
la guerra del Pa-
raguay, encon-
trándose en las
siguientes accio-
nes de guerra:-
Estero Bellaco,
Tuyuti, Curupay-
ti, Humaytá. En
julio del año 1868 marchó a Corrientes en el
ejército al mando del general D. Emilio Mi-
tre, contra la rebelión en cabezada por el ex
general Cáceres, en donde permaneció hasta
enero de 186Q, en cuya época marchó en una
expedición a Córdobr, a las órdenes del coro-
nel Borges. jefe del batallón 2.° de línea, al
cual pertenecía.[Desde')unio de 1869 hasta sep-
tiembre de 1870 estuvo enservicio en las fron-
teras sud de Buenos Aires. Hizo la campaña
de Entre Ríos. En la frontera oeste de Buenos
Generai uc rigajii D. Ru-
decindo Roca.
ROC
361
ROD
Aires tomó parte en varios combates contra
los indios. En la segunda campaña de Entre
Ríos se halló en la batalla de Don Gómalo.
Combatió a ios indios de las tolderías de Na-
mucurá, Baigorrita y Espumer Rosa. Tomó
parte en la expedición al R o Negro. En 1880
asistió al asedio de Buenos Aires. Fué gober-
nador de Misiones por tres veces.
Rocamora (Tomás de). Militar. Nació en Gua-
temala y vino a Buenos Aires en la época del
coloniaje. Desempeñó la gobernación del Pa-
raguay y fundó los pueblos de Qualeguay,
Concepción del Uruguay y Gualeguaychú.
Combatió en favor de la revolución y murió en
Buenos Aires, el 17 de marzo de 1819.
Rodeo del Chacón (combate del). 28 de mar-
zo de 1831. El general D. Juan Facundo Qui-
roga había derrotado al coronel Pringles en el
Morro, el día 18 del corriente, y seguido su
marcha con dirección a Mendoza. Al pisar este
territorio se encuentra con una fuerza de más
de 2.(XX) hombres de las tres armas, al mando
del coronel D. José Videla del Castillo, que
se hallaba en el Rodeo del Chacón o el Potre-
ro, cerca de las Catitas. Inmediatamente le
presenta el combate y consigue una espléndi-
da victoria, teniendo muy pocas pérdidas y
causando al enemigo muchísimas, y tomándole
gran número de prisioneros. La infantería de
Videla, mandada por el coronel Barcala (v.),
se sostuvo hasta cuando ya no tuvo un cartu-
cho, teniendo que rendirse este bravo jefe.
Rodeo del Medio (batalla). 24 de septiembre
de 1841. Los fuerzas del general D. Ángel Pa-
checo alcanzan en el Rodeo del Medio, a poca
distancia de la ciudad de Mendoza, al ejército
del general Lamadrid, y tiene lugar una san-
grienta y reñida batalla que dura más de cua-
tro horas, hasta que al fin la victoria queda a
favor de Pacheco. En poder de éste queda
toda la artillería del enemigo, su parque y todo
el material de guerra y gran número de prisio.
ñeros. El general Lamadrid, con un puñado de
hombres decididos, tomó el camino de la cor-
dillera, con el objeto de atravesarla por el paso
de Lspallata y refugiarse en Chile.
Rodil Calloso (José Ramón). Militar español.
Nacido en Lugo, en 1789. Siendo alumno uni-
versitario concurrió a la guerra de la indepen-
dencia española, alistándose como voluntario
en el Cuerpo de Cadetes literarios, que hizo la
campaña contra los franceses; al fin de la gue-
rra era capitán. Con este grado vino a Améri-
ca en el batallón del «Infante», y después or-
ganizó otro Cuerpo en Arica: «Arequipa». Hizo
a su frente la campaña de Chile, y se halló en
las acciones de Cancha Rayada y Maipú. Era
un soldado de hierro e inflexible; no descolla-
ba por la inteligencia, pero sí por su carácter.
Se refiere que al saber la capitulación, des-
pués de la batalla de Ayacucho, y que el Ca-
llao (v.) estaba comprendido en ella, exclamó
por toda contestación: «Abogaderas conmigo.
¡Que capitulen ellos que se dejaron derrotar!»
Y se preparó fríamente para resistir al memo-
rable sitio que lé pusieron los vencedores, y
en donde se inmortalizó.
Rodney (César Augusto). Diplomático oriundo
de los Estados Unidos (Norteamérica), donde
se educó. Prestó largos y meritorios servicios
en los ejércitos de la independencia de su pa-
tria, figurando entre los más valientes jefes.
Declarada la emancipación en 1776, ocupó una
banca en el Parlamento Nacional como repre-
sentante de su Estado, siendo su actuación tan
lucida que al terminar su período fué llamado
a ocupar la fiscalía del Estado, en cuyo cargo
manifestó sus profundos conocimientos en la
ciencia del Derecho en los cuatro años que la
desempeñó, volviendo luego a ser electo dipu-
tado al Congreso. En noviembre de 1817 fué
comisionado para trasladarse a Buenos Aires,
y estudiar si convenía reconocer la indepen-
dencia de las provincias unidas del Río de la
Plata, llegando a esta ciudad en febrero de
1818. Cumplió dicha misión satisfactoriamente,
elevando a su regreso un informe a su Gobier-
no, en el que abogaba por el reconocimiento
tan deseado. Nombrado después ministro ple-
nipotenciario de su país, en Buenos Aires, dejó
de existir en esta ciudad el 10 de junio de 1824.
El Gobierno le decretó grandes honores, yRi-
vadavia pronunció sobre su tumba una sentida
oración fúnebre. A este ilustre hombre se le
debe, en gran parte, el reconocimiento de la
independencia argentina por el Gobierno de la
Unión.
Rodríguez (fray Cayetano). Sacerdote distin-
guido por sus virtudes y patriotismo. Nació en
el pueblo de San Pedro, provincia de Buenos
Aires en 1761 . Tomó el hábito de San Francisco
en 1777, ordenándose de sacerdote a los vein-
tidós años. Fué diputado al Congreso de Tu-
cumán y profesor de Teología y Filosofía en
la Universidad de Córdoba y en Buenos Aires,
donde fué maestro del Dr. Mariano Moreno-
ROD
362
ROD
Fray Cayetano Rodríguez.
A raíz de la revolución de mayo fué designa-
do, junto con D. Saturnino Seguróla, director
de la Biblioteca
pública. En 1812
formó parte de la
Asamblea electo-
ral, y ordenó un
proyecto de him-
no nacional; como
diputado consti-
tuyente, redactó
el Diario de se-
siones. En 1816,
electo diputado al
Congreso de Tu-
cumán, cúpole la
honra de ser comisionado para formular el
acta de la memorable Asamblea del 9 de julio.
En 1822 impugnó la reforma religiosa en el pu-
lpito y en el periodismo. Al año siguiente mu-
rió en Buenos Aires, el 22 de enero. Algu-
nas obras suyas son: Odas al 25 de Mayo, A la
heroica oictoria de Chacabuco, etc.
AL LIBERTADOR
Obra fué tuya, héroe sin segundo,
Y de tus bravas, bélicas regiones:
Todo este mundo nuevo
Aclama tu valor. Tú das lecciones
Al mundo antiguo, que, aunque siempre vano.
Ya te apellida «Marte Americano».
¡Oh Providencia del Sud! ¡Pueblos constantes
Del mérito y valor admiradores!
¡Oh de la patria amantes!
Quemad inciensos, tributad honores
Al héroe vencedor, un templo augusto
Y por diestro cincel su noble busto.
Fray C. Rodríguez.
Rodríguez (Juan E.). Guerrero de la inde-
dencia. Como soldado voluntario ingresó al
ejército en 1812, graduándose paulatinamente
en este orden: cabo, en enero de 1813; sargen-
to, en julio del mismo año; alférez, en diciem-
bre de 1816; teniente, en marzo de 1817; ayu-
dante mayor, en abril de 1819; capitán, julio de
1821; sargento mayor, en 1829, y así sucesiva-
mente, hasta llegar al grado de coronel efecti-
vo en agosto de 1852. Se halló en San Loren-
zo, Chacabuco, Cancha Rayada, Maipú, Sipe-
D. Martin Rodríguez.
Sipe, Bio-Bio, Ituzaingó, etc. Falleció en octu
bre de 1855,
Rodríguez (Martín). Guerrero de la indepen-
dencia. Nació en Buenos Aires, el 11 de no-
viembre de 1771.
Comenzó la carre-
ra militar con moti-
vo de la primera
invasión inglesa, en
1806, en clase de
capitán de Milicias
de caballería, y
como tal asistió al
combate de Per-
driel y al ataque
del 12 de agosto.
Después de estos
acontecimientos, el
escuadrón de su
mando fué creado
regimiento con el nombre de Patricios, y dis-
ciplinado y preparado militarmente para re-
chazar la segunda invasión, en uno de cuyos
combates fué herido; y aun así asistió, el 5 de
julio de 1807, al ataque y toma del convento
de Santo Domingo, pasando después a Mon-
tevideo. Fué ascendido a teniente coronel en
1808. En el motín de 1809, formó en el partido
del orden, y en 1810 fué uno de los cabecillas
de la revolución de mayo, actuando en primera
línea con Castelli, Moreno, Belgrano y demás
patricios. Instalada la Junta, fué nombrado co-
ronel del ejército con fecha 9 de junio, perma-
neciendo en esta ciudad hasta 1811, en que fué
enviado a Entre Ríos para operar en combina-
ción con el general Belgrano, que espediciona-
ba en el Paraguay. Vuelto a Buenos Aires,
encabezó el movimiento del 5 de abril de 1811,
siendo confinado a San Juan. Al hacerse cargo
del ejército el general Belgrano en 1812, se le
permitió formar en él y mandó el ala izquierda
en la batalla de Salta, desempeñando sus de-
beres con toda bizarría; permaneció en el ejér-
cito hasta que fué nombrado jefe de Estado
Mayor del de la capital; pero un cambio políti-
co le obligó a dejar el puesto que con tanta
competencia desempeñaba, volviendo al ejér-
cito del Norte en 1815, donde fué nombrado
jefe de vanguardia, siendo tomado prisionero
en el Tejar. Puesto más tarde en libertad, ba-
tió a los realistas en el Puesto del Marqués.
El 15 de marzo de 1815 fué nombrado briga-
dier, y poco después presidente de Charcas.
ROD
Vuelto al ejército, fué batido en Venta y Me-
dia y en Sipe-Sipe. En e! mismo año regresó a
la capital, donde desempeñó varias comisiones
hasta 1819, en que fué nombrado jefe de las
fuerzas de observación sobre Santa Fe. En el
tristemente célebre año 20, apoyó a la autori-
dad legal. La Junta de representantes le nom-
bró gobernador de la provincia. Su período
administrativo fué sumamente progresista, or-
ganizando todas las ramas del Poder público y
asegurando las fronteras. Su administración
ha pasado a la historia como un ejemplo. En
1825 fué nombrado general del ejército de ob-
servación contra el Imperio del Brasil, hasta
1827. Se retiró por algún tiempo del servicio
activo hasta 1828, que tomó parte en el com-
bate de Navarro. En 1830 emigró a Montevi-
deo y dio su cuantiosa fortuna al partido uni-
tario, muriendo el 5 de marzo de 1844. Sus
restos fueron reimpatriados en 1891.
Rodríguez Peña (Nicolás). Político. Nació en
Buenos Aires, el 30 de abril de 1776, y se edu-
có en la misma
ciudad en el real
Colegio de San
Carlos. Egresado
del Colegio, in-
gresó en el regi-
miento Fijo; pero
no teniendo vo-
cación para la ca-
rrera militar, la
abandonó, dedi-
cándose al comer-
cio. Desde las in-
vasiones inglesas
se dedicó a tra-
bajar por la emancipación de su patria del po-
der español, consagrando su inteligencia y su
fortuna a la realización de este propósito,
siendo uno de los patriotas más activos y pro-
pagandistas entusiastas de la revolución del
año diez. En su quinta, sobre la plaza que lleva
su nombre y en la casa de Vieytes (v.), tenían
lugar las reuniones. En 1810 acompañó al in-
terior al primer ejército libertador, como se-
cretario de Castelli, y en elAIto Perú fué nom-
brado gobernador de La Paz. Vuelto a Buenos
Aires fué electo miembro de la Junta, hasta
abril de 1811. En 1812 fué elegido presidente
del Consejo de Estado, y en 1814 primer go-
bernador delegado de la provincia Oriental.
Desterrado con motivo de la caída de Alvear,
D. Nicolás Rodríguez Peña.
D. Ramón Rodríguez
- 363 - ROJ
se trasladó a Chile, en donde vivió treinta y
cinco años, hasta el 3 de diciembre de 1853, en
que murió en Santiago de Chile. Sus restos
descansan en el cementerio de la Recoleta.
Rodríguez Peña fué el precursor y el alma de
la revolución de Mayo. En la plaza que lleva
su nombre se le erigió una estatua, en el
año 1910.
Rodrí^ruez (Ramón). Guerrero de la Indepen-
dencia y del Brasil. Nació en Buenos Aires,
en 1793 En 1812
marchó a Entre
Ríos y fué nom-
brado ayudante
del escuadrón de
.Milicias del Gua-
leguay. En junio
de 1813 nombra-
do teniente del
batallón núm. 7.
Hizo la campaña
del Perú. Se halló
en Sipe-Sipe, Pa-
so deAguirre, Itu-
zaingó, Bacacay, etc. Comisionado de Alvear
en Montevideo, en 1827. Jefe del batallón De-
fensores de Buenos Aires. En el combate de
la Vuelta de Obligado tomó una parte muy
gloriosa. Rodríguez fué un militar pundonoro-
so y sumamente modesto.
Rodríguez (Victorino). Abogado. Fué rector
de la Universidad Mayor en Córdoba y funda-
dor de la cátedra de Derecho civil. Autor del
primer Código de minas, gobernador de la In-
tendencia real de Cuyo. Fué fusilado en Cabe-
za del Tigre, el 26 de agosto de 1810, junto
con Lifiiers y otros.
Rojas (Diego de). Gobernador intendente de
Buenos Aires y gobernador de la antigua pro-
vincia del Tucumán, desde fines del año 1542
hasta su muerte, acaecida en 1543. Descubrió
el territorio de Esteco, en donde más tarde
(1567) se fundó la ciudad situada sobre el
río Pasaje o Salado, a que después se dio el
nombre de Nuestra Señora de Talavera, por
algunos, y de las Juntas, por otros, a causa de
su posición en las juntas del río de las Piedras
con el de Pasaje (Juramento), ocupando un
punto central entre las ciudades de Salta, San
Miguel del Tucumán y Santiago del Estero.
Aquella ciudad, que llegó a ser muy opulenta,
decayó en 1632, a consecuencia de un terremo-
to, y quedó completamente destruida por otro
ROJ - 364
maj'or acaecido el 13 de septiembre de 1692.
Después de haber recorrido el territorio hasta
las riberas del Paraná y regresado hasta lo
que hoy se conoce por de jurisdicción de Cór-
doba, Rojas tuvo un encuentro con los indios
de los valles de Salta y Calchaquí, y después
de varios reñidos combates fué muerto de un
flechazo envenenado.
Rojas (José María). Militar. Nació el 19 de mar-
zo de 1791, en Buenos Aires. En la segunda
invasión inglesa empezó su carrera en el regi-
miento de Patricios. En 1812 fué nombrado se-
gundo jefe del Parque de Artillería, siendo di-
rectores el coronel Monasterio y el capitán De
Luca. En 1815, cuando se fundieron los tres
grandes cañones de campaña, mereció ser pre-
miado por este hecho con ei grado de capitán.
Más tarde fué director, desde 1815 al 1822. Fa-
lleció en la ciudad de Paraná, el 17 de junio
de 1852.
Rojas (Juan Antonio). Militar salteño. Fué uno
de los mejores oficiales de los guerrilleros de
Salta. Triunfó en Mojo sobre una fuerza muy
superior; fué jefe de división en las defensas
de Jujuy y Salta. El 6 de enero de 1S17, siendo
comandante, obtuvo un triunfo en San Pedrito,
en los alrededores de Jujuy, al frente de dos es-
cuadrones de gauchos, contra una compañía
de infantería y un escuadrón de caballería rea-
listas. Después de una lucha tenaz quedaron
cien muertos, y recibiendo el enemigo refuer-
zos, y después de dos horas de lucha, Rojas
emprendió la retirada. Estuvo en el combate
del Bañado; en Humahuaca, sosteniendo com-
bates casi todos los días. Cuando fué invadida
por séptima vez la provincia de Salta por un
numoroso ejército realista. Rojas atacó con
audacia a la columna enemiga. En esta campa-
ña murió el famoso guerrillero, combatiendo
al frente de sus gauchos «Infernales», llama-
dos así en contraposición al regimiento de «An-
gélicos» de los realistas.
Rojas (.Juan Ramón). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 3 de mayo de 178-1. Hizo sus primeros
estudios en el Colegio de San Carlos y cursó
Filosofía, desde 1799 hasta 1801, en la cátedra
del canónigo D. Valentín Gómez. Hizo sus pri-
meras armas en 1803 y 1807, como soldado y
como poeta, describiendo en verso la heroici-
dad del pueblo en la reconquista y en la defen-
sa contra los ingleses. Asistió como oficial ar-
tillero a la campana de Montevideo (1812-1814)
y perteneció al Estado Mayor del Ejército
ROJ
en 1818. En 1812 compuso una oda patriótica,
muy celebrada, con motivo de la apertura de la
Sociedad Patriótica, de que era miembro.
En 1813 ascendió a teniente coronel de Grana-
deros a caballo, y al año siguiente fundó una
Sociedad literaria y teatral. Este soldado va-
liente y pundonoroso, inspirado poeta y ciuda-
dano distinguido, falleció en el naufragio del
buque a vela que lo conducía de Montevideo a
esta ciudad, el 9 de septiembre de 1824.
Rojas (Manuel Patricio). Militar. Natural de
Buenos Aires, en 1792. Empezó como soldado
en el Cuerpo de Montañeses, pasando des-
pués al Cuerpo de Patricios, en el que se ba-
tió en 1807, durante la segunda invasión ingle-
sa. Se halló, en 27 de octubre de 1810, en Co-
tagüita, como ayudante del general Balcarce,
y en las batallas de Suipacha, Hiiaqui, Naza-
reno, Las Piedras, Tucumán, Salta, Vilcapu-
jio y Ayohuma. Como ayudante del jefe de
Estado Mayor hizo la tercera campana del
Alto Perú. Fué edecán del dictador D. Juan
Martín de Pueyrredón, en cuyo puesto desem*
peñó algunas comisiones políticas. En 1819 se
incorporó al ejército de los Andes; al siguiente,
con el grado de teniente coronel, fué nom-
brado ayudante del general San Martín, y al
desembarcar en Pisco, segundo jefe en la ex-
pedición sobre lea, batiéndose en Nazca. Mar-
chando después a la campaña de la Sierra, asis-
tió a la batalla de Pasco y fué designado go-
bernador del departamento del mismo nombre.
En 1821 fué comandante en jefe de las fuerzas
que sitiaban al Callao, obteniendo las presillas
de coronel, y diversos empleos civiles y milita-
res. Vuelto al país, actuó en las filas del par-
tido unitario, causa que le obligó a expatriar-
se. Regresó en 1843, y murió en esta capital,
el 28 de mayo de 1857.
Rojas (Paulino). Militar. Natural de Córdoba-
Nacido el 15 de agosto de 1796. En Granade-
ros a caballo se halló en Chacabuco, Curapa-
tigüé. Gavilán, Talcalmano, Cancha Rayada y
Maipú. En 1S20 formó en la expedición del
Perú, hallándose en el sitio del Callao, defen-
sa de Lima, Torata, Moquegua, Junin, Matará
y Ayacucho. En la campaña contra el Brasil
se encontró en Itnzaingó como jefe del regi-
miento 1.° de Caballería de línea. En marzo
de 1827 fué nombrado comandante militar y po-
lítico de Carmen de Patagones, y sucesiva-
mente de Martín García y Bahía Blanca. El
coronel Rojas fué fusilado, durante la tiranía,
ROM
365
ROS
en el cuartel del Retiro de Buenos Aires, el
29 de mayo de 1835.
Romero (Florencio). Militar. Natural de Bue-
nos Aires. Empezó sus servicios en el arma de
Caballería, combatiendo en la frontera contra
los indios. Se halló en Cepeda, y dos años
después en Pavón; en la guerra del Paraguay,
y como jefe del 4 regimiento de Infantería de
linea, fué de los primeros en marchar. Murió
el 24 de mayo de 1866, al frente de su batallón,
en la batalla de Tiiyuti. Fué un jefe valiente y
pundonoroso.
Rondeau (José). General argentino. Nació en
Buenos Aires, el 4 de marzo de 1773. En los
primeros años de
su edad fué lleva-
do a Montevideo,
y en 1793 sentó
plaza de cadete
en el ejército.
Combatió en la
Banda Orienital
contra indios y
portugueses en el
servicio de fron-
teras, y fué de
los bravos defen-
sores de Monte-
video contra los
ingleses, en 1807.
Prisionero en el
asalto de esta ciudad, el 3 de febrero, fué
enviado en esta condición a Inglaterra, de
donde pasó a España, sirviendo en un cuer-
po de Caballería hasta 1810, que regresó al
Río de la Plata; y habiéndose incorporado
a la revolución, le fué conferido el empleo
deteniente coronel, en marzo de 1811; el de
coronel, en 1812, y el de brigadier general,
en 1814. «En el curso de mi carrera — dice
en su autobiografía -he obtenido cinco des-
pachos de general de ejército de operacio-
nes en distintas provincias; tres de inspec-
tor y comandante general de Armas, en diver-
sos períodos, en la de Buenos Aires; del mismo
modo, dos de jefe de Estado Mayor general
con el mando también de armas; un titulo de
gobernador intendente y jefe político, más un
despacho de presidente de Charcas; tres nom-
bramientos de director supremo de las Pro-
vincias Unidas del Río de la Plata; uno de
ministro de Guerra y Marina; otro de presi-
dente del Consejo de oficiales generales, esta-
Dic. HisT. BiooR.
D. José Rondeau.
blecido en aquella capital, y, por último, un
diploma de agente de negocios cerca del Go-
bierno argentino por el Estado Oriental. Pasé
a ésta por segunda vez, a fines del año 29,
nombrado gobernador y capitán general pro-
visorio, terminada que fué la guerra con el
Brasil; después de haber cesado en este em-
pleo, fui electo jefe del Estado Mayor general
y desempeñé al mismo tiempo el cargo de pre-
sidente de la Junta de Higiene pública; última-
mente también he servido en esta República
el cargo de ministro de Guerra y Marina, del
que me separé, en febrero de 1840, por mi
quebrantada salud». Como general en jefe del
ejército sitiador venció en el Cerrito, y puesto
al frente de la tercera expedición al Alto Pero,
fué derrotado en Sipe-Sipe. Director supremo
de la nación, en 1815 y 1819, cayó del poder
entre el polvo de la derrota de Cepeda, que
le fué infligida por los anarquistas del litoral.
Murió en Montevideo, el 18 de noviembre del
año 1844.
Rosales (Leonardo). Marino. Nacido en Buenos
Aires, el 5 de noviembre de 1792; siendo sus
padres D. Manuel, natural de San Pedro de
Domayo, en Galicia, y D." María del Tránsito
Catalán, hija del país. Se enroló en la escua-
drilla del almirante Brown, y como artillero
de preferencia y haciendo las veces de mayor-
domo despensero, se embarcó en la sumaca
5. Trinidad, batiéndose en el terrible combate
del Arroyo de la China, el 24 de marzo de
1814. En 1818, 29 de agosto, se le confería el
grado de teniente, mandando el lanchón nú-
mero 7, incorporado a la expedición naval que
bajo la insignia del general Zapiola fué a
abrir operaciones contra el «supremo» Ramí-
rez, de la «República Federal» de Entre Ríos.
Conociéndose su arrojo en el Uruguay, du-
rante la campaña de la independencia no va-
cila en confiarle una división de lanchones,
con la que fué destacado hacia la boca del
Colastiné; riachuelo que luego de formar el
puerto de la ciudad de Santa Fe se derrama
en el Paraná, y en el que tuvo lugar la tarde
del día de Santa Ana (26 de julio) un choque
al arma blanca y bala fría, que no hay memo-
ria de otro semejante en aquellas aguas, que-
dando victorioso Rosales, con sólo 7 hombres
ilesos de los 25 de su dotación, después de
soportar el asalto simultáneo de tres lancho-
nes enemigos. Allí pereció el tránsfuga Ma-
nuel Monteverde, jefe caracterizado de los
24
ROS
- 366 -
ROS
montoneros fluviales, terminando poco después
la misión de la escuadra, que bajó a desarme.
Al comenzar la guerra del Brasil fué encar-
gado del convoy que condujo a la Banda Orien-
tal al regimiento 4 de Caballería y l.°de Caza-
dores, de 650 plazas; defendiéndolo, batióse
virilmente en los Pozos, el 1 1 de junio de 1826;
comandó en el ataque a la Colonia, en el mis-
mo ano, al bergantín Beígrano, de 14 cañones,
que embicó en la restinga de San Gabriel y
fué necesario evacuarlo después de perder
17 hombres entre muertos y heridos. En el
combate de junio de 1827, en la ensenada, el
mayor Rosales se distinguió al mando de la
goleta 8 de Febrero, donde peleó estrechado
entre dos goletas enemigas, defendiéndose
desesperadamente, por no haber podido virar
a tiempo; auxiliado, corrió en la persecución
del enemigo y a su regreso el almirante Brown
quiso demostrarle su aprobación a tan heroica
conducta, ordenando que la escuadra lo salu-
dase toda empavesada.
Se batió luego en el combate del 15 de enero
de 1828, sufriendo su buque grandes destrozos,
y el 22 de febrero del mismo año se batió du-
rante cuatro horas frente a Monte Santingo.
El almirante realzó su conducta en el parte de
la acción, y el Gobierno lo promovió a teniente
coronel graduado, el 7 de marzo de 1828. En el
mismo año (junio) fué despachado a Patagones,
para reclutar marinería para la escuadra, que
se había aumentado por la compra de varios
buques. Después de esta campaña fué ascendi-
do a coronel en 1829, y le confió el mando de
una escuadrilla que bloqueó a Santa Fe, y lue-
go de sostener un combate permaneció de es-
tación en San Nicolás en protección del co-
mercio. Por un decreto del gobernador Rosas,
de 30 de noviembre de 1830, fué borrado de la
lista militar, y emigrado en el Uruguay, murió
en el Carmelo, el 20 de mayo de 1836, víctima
de un cáncer laríngeo. «El marino preclaro, el
émulo de Espora, de Jorge y de Bathurst y el
que en las campañas de la independencia y del
Brasil, acreditando su título de benemérito en
grado heroico, abordó tndos los peligros, sa-
liendo de ellos con felicidad tan extraordinaria
que los idólatras antiguos le habrían creído ce-
ñido con el velo de Leucotea, vio pasar el lus-
tro postrero de su existencia, regenteando una
humilde pulpería y sin otro paliativo en la po-
breza y en la soledad del destierro que el re-
cuerdo de sus leales y desinteresados servicios
a la patria, endulzadosporsu carácter resignado
y festivo, las horas acerbas y siempre largas de
la injusticia. Agravada la dolencia que lo lleva-
ría al sepulcro fué rodeado su lecho de dolor
por el general Olazabal, los coroneles Luna y
Espinosa, el comandante César Díaz, José Ma-
ría Martínez, los hermanos Hilario y Ramón
Fernández, Diego Cocobí y otros compatriotas
y compañeros de armas y de causa, que sopor-
taban también las amarguras del ostracismo,
sin excluir a su fiel asistente Juan Arrascaeta.
Momentos antes de expirar, y cuando la asfixia
amagaba cortar aquella vida tan llena, dijo al
capitán Escola, su amigo de confianza, que lo
sostenía en sus brazos; ^Eduardo, no te aflijas
por mí, que después de un año de padecimien-
tos voy a dejar de sufrir, sintiendo haberme
desprendido por la necesidad hasta de mi espa-
da y de mi^ escudos de Montevideo y Juncal,
con los que hubiera deseado adornarme ahora
como lo hacía en los peligros... pero que se
cumpla mi triste destino... y reserva tus lágri-
mas para cuando muera la patria, porque su
humillación y barbarie es lo único que es per-
mitido llorar al soldado del orden, y llorar sin
fin... Sólo te pido hagas lo posible porque la
pobre Dolores sea amparada por el amigo que
tú sabes, al que escribirás sobre esto. Deseo
también que mis restos descansen algún día en
Buenos Aires... ¡ah, en Buenos Aires, que tan-
to quiero!..»; y lanzando un suspiro, anadió:
«Pero si Rosas se afianza en el poder; y por
cualquier motivo tienen ustedes que abandonar
este pueblo hospitalario, te ruego los lleves
contigo, y echándolos en una bolsa de marine-
ro, los hagas fondear con un lingote en el río
de La Plata, en el paraje donde se fué a pique
la 23 de Mayo, para que así frescos se confun-
dan con los suyos...»
Rosario ataque). A consecuencia de haber in-
vadido fuerzas de Buenos Aires el terreno san-
tafecino, repeliendo una excursión de emigra-
dos políticos, y de haber tenido lugar el asesi-
nato del general Benavides en San Juan, el 23
de octubre de 1858, en que se culpó al Gobier-
no de Buenos Aires de manejos hostiles en las
provincias, hizo cesar en un todo la buena ar-
monía conservada hasta entonces y de nuevo
empezó la lucha. Buenos Aires llevó un ejérci-
to a la frontera de Santa Fe, y la Confedera-
ción aglomeró fuerzas en esta provincia. En
Montevideo se armaba una escuadra para la
Confederación, y el Ro-ario se fortificó. La es-
ROS
- 367 -
ROS
cuadra de Buenos Aires remonta el Paraná y
ataca las baterías de esta ciudad, cuyos fuegos
fueron contestados, retirándose la escuadra.
Este ataque no tuvo ninguna importancia mili-
tar, pero sí la tuvo política, porque en este día
se dispararon los primeros cañonazos del se-
gundo período de la guerra civil, entre Buenos
Aires y la Confederación.
Rosario. Fundada en 1725 por Francisco Go-
doy, con su suegro Nicolás Martínez, acompa-
ñado de su familia y algunos indios calchaquies.
Era conocido entonces por pago de los «Arro-
yos», y hacia 1736 comienza a denominársele
«Capilla del Rosario de los Arroyos», hasta
1S27 que se le designa «Villa del Rosario». Fué
en aquel año su primera autoridad, «alcalde de
la Santa Hermandad», el capitán D. Francisco
de Frías. En la batería del Rosario, el 27 de fe-
brero de 1812, el general Belgrano enarboló
por primera vez la bandera celeste y blanca.
Roseti (Manuel). Militar. De una familia dis.
tinguida de Buenos Aires. Inició su carrera
militar durante el
sitio de esta ciu-
dad, en 1852, sir-
viendo en las fi-
las de la Guardia
nacional, y poco
después en el
ejército de línea
como subteniente
del 1.° de Infan-
tería. En 1854 as-
cendió a teniente
segundo; a pri-
mero en 1855, y a
ayudante mayor
en febrero de 1856. Se halló en las batallas
de Sol de Mayo y en Pigué. En 1859 asistió a
Cepeda, donde fué herido en un hombro. Sar-
gento mayor se halló en Pauón y campanas del
interior. En la guerra del Paraguay tomó parte
en Corrientes, Yatay, Yataiti, Cora, en donde
fué ascendido a coronel. En el sangriento
asalto de Curupayli sucumbió al frente de su
brigada.
Rosas (Juan Manuel de). Dictador. Hijo de don
León Ortíz de Rosas y de D.^ Agustina López.
Nació en Buenos Aires, en la calle Cuyo (Sar-
miento), en el número 94 (antiguo), el 30 de
marzo de 1793. Pasó sus primeros años en
fi enas de campo. Frecuentó la escuela de don
Francisco Xavier de Argerich, que era la me-
Coronel D. Manuel Roseti.
D. Juan Manuel Rosas.
jor que por entonces había en Buenos Aires.
Cuando las invasiones inglesas, Rosas, de tre-
ce años de edad,
se arrojó intrépi-
damente entre los
combatientes y
peleó al lado de
Liniers. Cuando
se pensó en orga-
nizar otros regi-
mientos para pre-
venirse contra la
segunda expedi-
ción, que vino a
las órdenes de
Whitelocke, se
enroló volunta-
riamente en el
Cuerpo de Mi-
gueletes de caballería. En vista de su apti-
tud para el manejo de cualquier clase de ne-
gocios, fué que su padre le confió la direc-
ción de su valioso patrimonio. El 24 de marzo
de 1813 se casó con la señora D." Encarnación
Ezcurra, quien le ayudó en la administración
de sus bienes hasta fines de 1815, en que Rosas
pidió el auxilio de su hermano D. Prudencio,
levantando otros establecimientos. Más tarde
Rosas rehusó un capital en dinero y en ganados
que su padre le ofreció como remuneración a
la fortuna devuelta por él, que era el doble de
la que se le había confiado, diciendo que no ne-
cesitaba máí caudal que el de sus brazos y sus
conocimientos. En junio de 1829 recibió los
despachos de capitán de Milicias de la cam-
paña de Buenos Aires, y en poco t'empo man-
dó, equipó y armó a sus expensas un numeroso
cuerpo de caballería, compuesto en gran parte
de sus propios peones, y a cuyo cabeza marchó
para reforzar al gobernador D. Martín Ro-
dríguez. El 5 de octubre del mismo año entró
Rosas a la ciudad al frente de un regimiento
de colorados, y bastó su presencia para res-
tablecer el orden, interrumpido por el movi-
miento tumultuario de aquel año. En recom-
pensa de sus servicios se le dio el despacho
de coronel de Caballería de línea, con el que
volvió a su establecimiento de campo. Fué
comisionado por Dorrego, en 16 de agosto
de 1827, para el establecimiento de una nueva
línea de fronteras. El 6 de diciembre de 1829
fué nombrado gobernador de Buenos Aires
con facultades extraordinarias. En julio de
ROS
368
RUI
1830, la honorable sala de representantes le
pidió cuenta del uso de esas facultades, y el
2 de agosto del mismo año fué nuevamente in-
vestido con ellas. El 25 de enero de 1830 fué
nombrado brigadier general; el 4 de marzo
de 1833 hizo la campaña del desierto, y en 7 de
marzo de 1835 fué otra vez nombrado gober-
nador con la suma del poder. Se mantuvo en
el gobierno hasta el 3 de febrero de 1852, en
que fué derrocado a consecuencia de la batalla
de Caseros, huyendo Rosas a Inglaterra, don-
de murió el 14 de marzo de 1877. <~Rosas apa-
rece en medio del desquicio social del año 1828,
y como una consecuencia inmediata del fusi-
lamiento de Dorrego. En torno de esa perso-
nalidad se agruparon los hombres que no po-
dían hacer causa común con el error político,
y esta adhesión fué el motivo de que má; ade-
lante permanecieran aparentemente ligadas a
la dictadura personas que ni por sus tradi-
ciones de partido, ni por sus propias ideas,
simpatizaban con el sistema de terror en que
basó su administración. La dictadura de Rosas,
llevada al grado de abuso y exageración en
que se ejerció, no podía concitarle más que
odios sistemáticos entre sus enemigos, y la
simple adhesión de la obediencia de parte de
los que se llamaban sus partidarios. Si estos
partidarios o amigos de su sistema pudieron
tener en los principios de aquel gobierno un
verdadero sentimiento de afección, cuando las
persecuciones se hicieron extensivas a todo lo
que era culto y decente, y se ordenó, bajo se-
veras penas, el uso de distintivos odiosos, como
el chaleco colorado y la cinta roja en la cha-
queta y el sombrero; el moño punzó en la
trenza a las señoras, y la testera colera del
mismo color en los caballos; cuando, sobre
todo esto, faltaron las garantías para los ciu-
dadanos, y el asesinato y los insultos dejaron
de ser una venganza contra hombres inde-
fensos, para ejercitarse sin distinción entre
amigos y enemigos, la sociedad tembló asom-
brada y todos los hombres que eran capaces
de pensar, vieron en el gobernador de Buenos
Aires, no al perseguidor de los cómplices en
el fusilamiento de Dorrego, sino al enemigo
de la civilización y del progreso. Todo se aba-
tió bajo su gobierno, porque no hizo más que
destruir, sin fundar nada en el orden moral de
las sociedades; y cuando en 1852 fué arrojado
del poder, este país se encontró más atrasado
que lo que estaba en la época de la revolución
de 1310. Así es que Rosas está juzgado por
amigos y enemigos, por unitarios y federales,
como un mandatario que, alentado por la irres-
ponsabilidad con que ejercía el poder, puso en
peligro la seguridad de todos, y hasta la de su
propia familia, y este veredicto unánime lo
condena en el juicio sereno de la posteridad.
Sin embargo, la justicia severa de la Historia
no debe olvidar que cuando se trató de de-
fender el honor de la bandera argentina contra
las agresiones de potencias de primer orden,
y se vio en peligro la independencia nacional,
su actitud fué decisiva y heroica, mereciendo
el aplauso de los hombres más distinguidos de
América».
Ruiz Huidobro (Pascual). Militar. Nació en
Galicia (España), a mediados del siglo xviu, y
empezó la carrera naval en 1769, en la Arma-
da española, en la que alcanzó la graduación
de teniente general en las campañas de Euro-
pa y de América. En 1777 vino al Río de la
Plata en la expedición de D. Pedro de Ceba-
llos. En 1803, revistando de brigadier, fué nom-
brado gobernador político y militar de Monte-
video, de cuyo cargo tomó posesión al año si-
guiente, y en cuyo puesto le sorprendió la in-
vasión inglesa de 1806, y luego de 1807. En
esos acontecimientos puso a prueba sus condi-
ciones militares, organizando la defensa y re-
chazo de los invasores. Tomado prisionero,
fué conducido a Inglaterra, donde permaneció
preso hasta 1808, año en que pasó a España.
En 1809 la Junta de Galicia le nombró diputa-
do, elevándole a teniente general y designán-
dole nuevamente gobernador de Montevideo;
pero en el mismo año se radicó en Buenos Ai-
res, desempeñando el cargo de inspector del
ejército del virreinato. En los días de mayo de
1810 asistió al Cabildo abierto, y fué uno de
los españoles que se pronunciaron desintere-
sadamente por la causa de los patriotas. Mu-
rió en Mendoza, de paso para Chile, en abril
de 1813, y el Triunvirato, en atención a sus ser-
vicios y a su adhesión a la causa de la emanci-
pación, votó una pensión a su viuda, D.' María
Josefa Morales de los Ríos.
Raiz de los Llanos (Bonifacio). Militar. Na-
ció en Salta, el 15 de junio de 1791. Comenzó
su carrera como soldado del regimiento de Pa-
tricios de Salta. A mediados de 1811 formó
parte del pequeño destacamento que a las ór-
denes del general Pueyrredón se abrió paso
por entre ¡as filas enemigas en su célebre re-
RUI
tirada de Potosí a Tucumán, en que salvó los
caudales y armamentos que allí existían. Sir-
vió a las órdenes de Díaz Vélez en el combate
de Nazareno, en 1812, y a las de Belgrano en
las batallas de Tucumán, Salta, Vilcapujio y
Ayouma. Desde 1815 militó a las órdenes de
Güemes como oficial y jefe en el regimiento de
Dragones Infernales, creado por Güemes, en
contraposición al de Angélicos del ejército rea-
lista, que tomó parte por espacio de largos
años en las operaciones de vanguardia, hasta
la terminación de la guerra de la independen-
cia. Al sobrevenir la época de la tiranía se re-
tiró del servicio, y en 1854 el Gobierno lo in-
corporó al Estado Mayor, hasta 1861, en que
pasó a revistar en su jerarquía de coronel a la
plana mayor pasiva. Murió en Payagasta, el
21 de septiembre de 1870.
Ruiz Díaz de Guzmán. Publicista. Se supone
naciera en el Paraguay o en el Alto Perú (Bo-
livia). Fué militar y autor de la Argentina, o
sea la historia del descubrimiento, conquista y
población del Río de la Plata, escrita en 1612;
obra compuesta, «tomando relación de algunos
antiguos canquistadores y personas de crédito
con otros sucesos de que yo fui testigo»; por
más que contiene muchos hechos inexactos, su
estilo revela que recibió una educación muy
regular para la época y el país donde vivió.
Fué el primer historiador de las provincias del
Río de la Plata.
Ruiz Moreno (Martín). Abogado. Nació en la
ciudad del Rosario de Santa Fe, el 10 de abril
de 1833; pero re-
sidió en la pro-
vincia de Entre
Ríos desde la
edad de un año.
Hizo sus estudios
en el Colegio del
Uruguay, funda-
do por Urquiza, y
del cual fuá pro-
fesor en varias
ocasiones. Se re-
cibió de abogado
en la Universidad
de Montevideo.
Fué miembro de
la Legislatura
entrerriana; formó parte además de la con-
vención reformadora de la Constitución de En-
tre Ríos, y más tarde, diputado al Congreso
D. Martin Ruiz Moreno.
369 - RUI
Nacional de 1874 a 1878. Fué diputado suplen-
te en el Congreso de la Federación en el año
1861 ; comisionado por el Gobierno de la misma
para tratar con el de Buenos Aires, después
de la batalla de Pavón. Más tarde fué jefe po-
lítico del Rosario, y en ese concepto envió
fuerzas a Córdoba para proteger al ministro
de Guerra, general Julián Martínez, que había
sido tomado prisionero por Simón Luengo (v.),
hasta que el Gobierno Nacional intervino. Ocu-
pó el cargo de intendente de la ciudad del Uru-
guay, y era, hasta su muerte, el último sobre-
viviente de la Junta convencional de 1866, re-
formadora de la Constitución nacional. Tam-
bién fué secretario del general Urquiza, vincu-
lándose a su familia por su matrimonio con una
de sus sobrinas. Escribió algunas obras de his-
toria sobre la organización nacional, sobre la
Presidencia de Derqui, sobre la personalidad
del general Urquiza, etc. Falleció en Buenos
Aires, el miércoles 10 de septiembre de 1919,
siendo sus restos trasladados a Entre Ríos.
Ruiz (Ramón). General. Nació en Buenos Aires,
en 1862, y después de estudiar en el Colegio
Nacional, ingresó
en el Militar, en
1878, de donde
salió comotenien-
te en 1883. En un
concurso de ofi-
ciales en 1888 fué
ascendido a capi-
tán. Tomó parte
con el Gobierno
en la revolución
de 1890, siendo
mayor, y fué as-
cendido a tenien-
te coronel en
1895. Coronel en
1903; general de
brigada en 1911, y el de división en 1917.
Desempeñó el comando de los regimientos
1, 2, 3 y 6 de Artillería; segundo jefe inte-
rino del Estado Mayor de la 6.° región; jefe de
brigada de Córdoba; encargado durante dos
años del mando del regimiento 6 de Artillería;
inspector de Artillería e Ingenieros; jefe del
Estado Mayor del ejército, que desempeñó
hasta el día de su muerte. Se le consideraba
como uno de los jefes militares más prepara-
dos de nuestro ejército; era inteligente e ilus-
trado. Falleció en Buenos Aires, en la noche
General D. Ramón Ruiz.
RUS
370
RUZ
del 22 de julio de 1919, en la calle Billinghurst
1963, donde había formado un hogar verdade-
ramente argentino, lleno de cariños de los su-
yos y de sus muchos amigos. El sepelio de sus
restos tuvo lugar el 24, en la Recoleta, lo que
dio lugar a una imponente manifestación de
duelo.
Russel (Oliverio). Marino. Nacido en Escocia.
Llegó a Buenos Aires en 1790, y se dedicó aquí
a la marina mercante, llegando a ser un exper-
to conocedor de nuestro estuario, desempe-
ñando las funciones de práctico mayor, en cuyo
cargo fué tomado prisionero por los ingleses
en 1806, al conducir en su buque, bajo bande-
ra portuguesa, a un alto personaje español,
que en misión reservada, iba del Río de la
Plata a Río Janeiro, siendo tomado Russel pri-
sionero cerca del cabo de Santa María por la
fragata inglesa Narcissus, que formaba parte
de la expedición del comodoro Popham, obli-
gándosele a guiar la escuadra como piloto y
a declarar sobre el estado de defensa de Bue-
nos Aires. Puesto en libertad y operada la re-
conquista del 12 de agosto de 1806, fué redu-
cido a prisión e internado, no recuperando su
libertad hasta dos años después. Russel tras-
ladóse a Inglaterra en 1811, demandando una
reparación que no consiguió. Entonces se
dirigió a Chile, y en 1813 radicóse en Valpa-
raíso. En el mismo año regresó a Buenos Ai-
es, naturalizándose, y por su decisión a la cau-
sa nacional y su fama de conocedor del Río de
la Plata se le confió en 1814 el mando de la
corbeta Belfast, de 22 cañones, tripulada por
273 hombres, para continuar la campaña naval
en las aguas de Montevideo, hallándose en
los combates del 1 de abril y 17 de mayo de
1814. En premio de sus servicios y por sus cua-
lidades fué enviado a Chile en 1815 al mando
de un buque de guerra argentino, para coope-
rar a la expedición terrestre que preparaba el
general San Martín en Mendoza; pero quiso la
fatalidad que el buque se perdiera en los ma-
res del sur, sin saberse nunca nada de él.
Razo (Ensebio Gregorio). Coronel. Goberna-
dor de la provincia de Catamarca, en 1822. En
la época de su administración se dio una Cons-
titución fundamental, modelada al reglamento
provisorio de 1817. Ejerció el mando de la pro-
vincia hasta el 12 de abril de 1824, que habien-
do presentado su renuncia sin aceptársela, la
Legislatura le concedió licencia temporal para
reparar su salud, que era el motivo ostensible
en que la fundaba. Expirado el plazo de la li-
cencia, reasumió el mando que continuó ejer-
ciendo, la primera vez, hasta el 16 de julio de
1825. En 1827 desde el 28 de octubre, por se-
gunda vez, fué nombrado gobernador, hasta
que a los seis días de haber tomado posesión
del mando, 3 de noviembre, presentara su re-
nuncia, fundándose en las aspiraciones que se
suscitaba para ocupar el puesto que él «de
ningún modo ambicionaba y mucho menos de
una provincia asolada por la guerra, envuelta
en partidos animosos, exhausta de fondos,
oprimida de una deuda que no podrá soportar
y amenazada de todos modos». El coronel Ru-
zo falleció en enero de 1828.
s
Saa (Felipe). Coronel. Nombrado gobernador
provisorio de la provincia de San Luis por el
pueblo reunido en Asamblea electoral, el 27 de
enero de 1867, a causa de hallarse la ciudad en
acefalia por la fuga del gobernador delegado
Barboza, habiendo tomado posesión del mando
el mismo día para delegarlo en su ministro Qui-
fiazú. Restablecido el orden en la República,
después de varios hechos de armas, el coronel
Felipe Saa regresó de su destierro, Chile (24
de abril de 1877), y no volvió a tomar partici-
pación alguna en la política, sino que perma-
neció prescindente hasta que le sorprendió la
muerte repentinamente en su provincia natal
(San Luis>, el 30 de enero de 1880. El coronel
Saa fué derrotado en Portezuelo, el 30 de ene-
ro de 1867, por los coroneles D. José Iseas y
D. Plácido López.
Saa (Juan). General. Gobernador de San Luis,
nombrado el 5 de marzo de 1860. Adquirió una
triste celebridad en la Rinconada del Pocito
por el fusilamiento del Dr. D. Antonino Abe-
rastain. Después de Pavón tuvo que huir a Chi-
le. Durante la
guerra del Para-
guay encendió la
guerra civil, com-
prometiendo de
esta manera el
honor nacional.
Saavedra (Corne-
lio). Nació el 20
de febrero de
1761, en la ciudad
de Potosí, y niño
aún llegó a Bue-
nos Aires, donde
completó sus es-
tudios en el Real D. Comelio Saavedra.
Colegio de San Carlos, dedicándose luego
al comercio. En 1799 fué electo regidor del
Cabildo, y en 1806 comandante del regimien-
to de Patricios, donde tuvo ocasión de des-
collar con motivo del rechazo de las inva-
siones inglesas, adquiriendo celebridad por sus
dotes y actuación al frente del Cuerpo de su
mando, y en la revolución del 1 de enero
de 1809, al servicio de la autoridad, y luego
en 1810, en que fué designado para presidir e'
primer Gobierdo patrio, el que ejerció hasta
abril de 1811, en cuyo puesto le sorprendió la
revolución de ese mes, alejándolo del Poder y
confinándole en San Juan, hasta que en 1818
fué nombrado jefe de Estado Mayor del ejér-
cito, cargo que desempeñó hasta 1820. Incluido
en la ley de reforma, se retiró al campo, dedi-
cándose a las tareas rurales. Falleció en Bue-
nos Aires, el 29 de marzo de 1829.
Saavedra (Mariano). Electo gobernador de la
provincia de Buenos Aires por el término que
le faltaba al general Mitre para entregar el pe-
ríodo constitucional, desde el 15 de octubre
de 1862 hasta el 2 de mayo de 1863, que fué
electo cuarto gobernador constitucional, ha-
biendo ejercido el cargo hasta el 3 de mayo
de 1866. Fueron sus ministros los señores don
Mariano Acosté y D. Luis Domínguez. Suce.
dióle el Dr. Alsina.
Sáenz (Antonio). Signatario del acta de la Inde-
pendencia. Sacerdote. Nació en Buenos Aires,
el 6 de junio de 1780 Inscribióse en la matrí-
cula de abogados de la Real Audiencia de
Charcas, en 1804. De regreso a Buenos Aires
fué nombrado catedrático de Teología, secre-
tario capitular y notario eclesiástico, etc. En
el año 1810 fué uno de los invitados al Cabildo
abierto del 22 de mayo; emitió su voto para
«que el pueblo reasuma su originaria autoridad
SAE
372 -
SAE
D. Amonio Sáenz.
y derechos». Desde entonces desempeñó car-
gos públicos de
importancia, co-
mo el de miembro
de la Junta de
Observación, en
1815, y redactor
del Estatuto; ne-
gociadordiplomá-
tico; miembro del
Congreso de Tu-
cumán que decla-
ró la independen-
cia, siendo el re-
dactor del mani-
fiesto que esa
Asamblea dirigió
a los pueblos. Fué Sáenz el iniciador de la
creación de la Universidad y su primer rector
y cancelario. Este ilustrado sacerdote falleció
en Buenos Aires, el 25 de julio de 1825.
Sáenz Peña (Luis). Magistrado. Nació en Bue-
nos Aires, el 2 de abril de 1826. Hizo sus estu-
dios en la Univer-
sidad de Buenos
Aires, y tuvo el
honor de recibir
gratissu grado de
doctor, que era
entonces el pre-
mio acordado al
alumno que obte-
nía la clasifica-
ción de sobresa-
liente en todos
sus exámenes, y
deseando exten-
der sus conoci-
mientos para el
ramo de Medici-
na legal, ingresó al curso de Medicina, rindien-
do las pruebas respectivas desde el aula de
Anatomía hasta el curso de Cirugía. Recibióse
de abogado en 1845. En 1860 formó parte de la
Convención Constituyente. En 1S70 senador a
la Legislatura de Buenos Aires; en 1873 diputa-
do al Congreso Nacional por Buenos Aires, y
en 1874 desempeñó la presidencia de la Cáma-
ra de Diputados de la nación. En 1875 fué ele-
gido vicegobernador de la provincia de Bue-
nos Aires, y concluido su período volvió al Se-
nado. Pasados los sucesos de ISSO volvió a ser
electo diputado al Congreso hasta 1882, en que
D Luis Sáenz Peña.
aceptó el cargo de vocal de la Suprema Cor-
te de Justicia de la provincia, ocupando des-
pués la presidencia de ese alto Tribunal. Fué
también presidente del Banco de la provincia
y de la Municipalidad, la dirección de la Aca-
demia de Jurisprudencia y el cargo de vocal
del Consejo Nacional de Educación, hasta que
fué electo popularmente presidente de la Re-
pública, el 12 de octubre de 1892, en cuyo pe-
ríodo dificilísimo dio muestras de su interés y
patriotismo, renunciando el mando supremo en
el año 1894, después de haber resuelto proble-
mas trascendentales que preocupaban a la opi-
nión pública. Este honorabilísimo ciudadano fa-
lleció el 4 de diciembre de 1907.
Sáenz Peña (Roque). Hijo del anterior. Naci-
do en Buenos Aires, el 19 de marzo de 1851.
Abogado. Dipu-
tado a la Legisla-
tura de la provin-
cia de Buenos Ai-
res en 1877; por
dos períodos fué
presidente. Tomó
parte en favor de
los peruanos en
la guerra con Chi-
le (guerra del Pa-
cífico), donde fué
herido. Periodis-
ta, diplomático,
ministro de Rela-
ciones Exteriores
en 1890. Diputa-
do y senador nacional; ministro plenipotencia-
rio en España, Italia y últimamente presiden-
te de la República. Los quebrantos de su sa-
lud le obligaron a abandonar momentáneamen-
te las tareas, en uso de la licencia que le
acordara el Congreso, Fué un gran patricio,
un demócrata amante de su pueblo y de sus
libertades. Siendo presidente de la Repúbli-
ca falleció en Buenos Aires, el 9 de agosto
de 1914.
Sáenz Peña (Roque). Abogado y hombre públi-
co. Nació en esta ciudad, el 17 de agosto
de 1792; fueron sus padres don Sáenz de la
Peña, español, y D." Felipa Fernández, natu-
ral del Rosario de Santa Fe. En 1 de febrero
de 1822 fué nombrado juez del crimen; des-
pués, juez de primera instancia en lo civil.
En 1834 fué electo representante déla hono-
rable Junta, siendo reelecto en varios perío-
D. Roque Sáenz Peña.
SAE
— 373 —
SAL
dos. Nombrado camarista supernumerario, el
14 de enero de 1839, reemplazando al doctor
D. Manuel Vicente Maza, que había sido ase-
sinado por la Sociedad popular restauradora.
En 1847, asesor y auditor general. Falleció
en 1860. Era padre del Dr. D. Luis Sáenz
Peña, qué fué presidente de la República, y
abuelo, por consiguiente, del Dr. D. Roque
Sáenz Peña, también presidente de la Repú-
blica.
Sáenz Valiente (Anselmo). Comerciante. Na-
cido en Castilla el 29 de noviembre de 1755.
Desde joven se dedicó al comercio, y en Bue-
nos Aires, en 1790, contrajo enlace con doña
Juana Pueyrredón, hermana del procer del
mismo apellido, una de las más celebradas mu-
jeres de su tiempo por su belleza, distinción y
abnegado patriotismo. En 1803 desempeñó
Sáenz Valiente el cargo de conciliario de ca-
minos y navegación de la Real Junta de Go-
bierno; en 1806 fué alcalde de segundo voto
y miembro del Cabildo de Buenos Aires. En
ese año, durante la primera invasión inglesa,
desplegó una actividad encomiable, promo-
viendo donativos y préstamos de dinero, pro-
veyendo y cuidando los hospitales, proporcio-
nando armamentos, municiones, uniformes, et-
cétera, etc., para los cuerpos que se formaban.
En las listas de suscripciones para el Cuerpo
de Voluntarios urbanos cántabros, fué uno de
los mayores contribuyentes. Su nombre figura
entre los que suscribieron la capitulación del
ejército inglés. Cuando la revolución de mayo
se mantuvo alejado de los sucesos, por su ca-
lidad de español y por su vinculación con
Pueyrredón. Falleció en San Isidro el 13 de
noviembre de 1815, y sus restos fueron trasla-
dados a esta ciudad y sepultados en el con-
vento de Santo Domingo, conjuntamente con
los de su esposa e hijos.
Sagastume (Fidel). Presidente déla Cámara
legislativa de Entre Ríos, en ejercicio del Po-
der ejecutivo por muerte violenta del general
Urquiza, y con arn glo al artículo 38 de la
Constitución, desde el 12 de abril de 1870, y
desde esta fecha delegado del gobernador
provisorio López Jordán, en ausencia de éste,
que marchó a campaña con el objeto de poner-
se a la cabeza de las fuerzas de la provincia
contra el comisionado nacional, que se hallaba
con tropas de desembarco en la embocadura
del río Gualeguaychu, por orden del presiden-
te de la República, que había declarado el 3 del
mismo mes la provincia en estado de sitio.
Sálala. Combate ganado en Chile por el tenien-
te coronel argentino D. Juan Manuel Cabot,
sobre las fuerzas realistas, el 12 de febrero
de 1817. La división argentina, al mando de
este jefe, partió para Chile desde la plaza de
San Juan, atravesando la cordillera por el pasa
de los Patos; después de catorce jornadas pe-
nosas, llenas de dificultades y riesgos, sostu-
vo un pequeño encuentro en que batió a los
realistas en los llanos de Sálala, obteniendo
un brillante triunfo. Tomó al enemigo 40 pri-
sioneros. 16 piezas de artillería volante, cua-
renta barriles de pólvora, equipo, fusiles y la
posesión de la plaza y fuerte de Coquimbo. Se
distinguieron en este hecho de armas los capi-
tanes Ceballos y Cano, y los ayudantes mayo-
res Navarro y Rivas, a quienes se les concedió
el grado inmediato superior.
Salas (Mariano). Militar. Nació en Tucumán,
en 1814. En la guerra del Brasil se halló en
Ornbú, Itusaingó, Catnacuá, Yerbal, Potreros
del Padre Filiberto y Las Cañas. A su regreso
se halló en la revolución del I de diciembre de
1828, y en los encuentros de Navarro, Zapallar
y Puesto del Marques. Ascendió a capitán en
marzo de 1829. Más tarde fué perseguido por
Rosas, sufriendo tres prisiones; pero logró
evadirse y se incorporó a las fuerzas de Lava-
lle, hallándose en Sauce Grande. Tala, Ombú,
Quebracho Herrado y San Cala, ascendiendo
en 1840 a teniente coronel. Emigró al Perú, en
cuyo ejército sirvió hasta 1857, en que regresó
a Buenos Aires. Combatió contra los indios en
la batalla de Pigüe, siendo ascendido coronel
graduado el 17 de junio de 1858. Hizo la cam-
paña de Cepeda y de Pavón. En 1865 marchó
al Paraguay, pero herido de gravedad, falleció
el 17 de septiembre de 1866.
Salazar (Alonso Pérez de). A la muerte de don
Diego de Góngora se hallaba en Buenos Aires,
el oidor Alonso Pérez de Solazar, ocupado de
establecer y arreglar las dos aduanas. Se le
encargó interinamente el gobierno de la pro-
vincia; pero fué promovido a la presidencia de
la Audiencia de Quito y vino de España a su-
cederle D. Francisco de Céspedes (1623
a 1624).
Salazar (José Martínez de). Gobernador de
Buenos Aires, desde el 28 de julio de 1663-
hasta 1674. En su Gobierno se estableció en
esta ciudad la primera real Audiencia, que duró
hasta el año de 1673, en que fué extinguida ea
SAL
— 374
SAL
virtud de real cédula expedida el afío ante-
rior. Se levantó igualmente el censo de la po-
blación, que rectifica los datos que da Ascéra-
te da Biscay. Según este señor, Buenos Aires
tenía en 1557 cuatrocientas casas de barro, de
techo de caña y paia; eran de un solo piso, muy
espaciosas, con huertas de naranjos, limones,
higueras y otros árboles frutales y excelentes
legumbres. Las casas de los habitantes acomo-
dados estaban adornadas con colgaduras y
cuadros; la vajilla era de plata y tenían muchos
sirvientes negros, mulatos, mestizos e indios,
todos esclavos. El numero de hombres de ar-
mas llevar era de quinientos, y el de los escla-
vos triple de este numero, pero que no se te-
nían en cuenta para la defensa, porque no se
les permitía cargar armas. La ciudad tenía por
defensa un pequeño fuerte de tierra sobre el
río, armado de diez cañones de hierro, situado
donde se halla actualmente la Casa Rosada
(Casa de Gobierno). Allí residía el gobernador
con una guarnición a sus órdenes compuesta
de 159 hombres y un pequeño cuerpo de mili-
cias de vecinos. (Véase Revista de Buenos
Aires, tomo XIII, pág. 3.)
Salazar (Juan Bautista). Uno de los héroes de
Tambo Nuevo (v.). Este valiente perdió el uso
de un brazo en un combate, el año 14, en las
inmediaciones de Jujuy. «El año 29— habla el
general Paz— lo encontré en el Río Segundo,
de Córdoba, viviendo pobremente, recordando
su conocimiento con el general Lamadrid; an-
duvo prestando servicios a sus órdenes, sin
que recuerde qué fué de él al fin.»
Salcedo (Miguel de). Militar español. Caballe-
ro de Santiago. En 1734 fi'é nombrado gober-
nador de la provincia del Río de la Plata, de
cuyo gobierno tomó posesión el 23 de marzo
de 1734, desempeñándolo con acierto por es-
pacio de diez años. Durante él fué comisiona-
do por la Corte de España para que reivindi-
case por las armas los derechos agredidos y
los territorios usurpados que ocupaban los por-
tugueses en la Banda Oriental, para lo cual
reunió un ejército de cerca de tres mil hom-
bres, se apoderó de la isla de San Gabriel y
puso sitio por tercera vez y durante un año a
la colonia del Sacramento, intentando tomarla
por asalto, pero sin resultado. El armisticio
celebrado en París, por España, en 1737, obli-
gó a Salcedo a desistir de sus propósitos. Ter-
minó su gobierno el 21 de junio de 1742.
Saldias (Adolfo). Político, literato y publicista
D. Adolfo Saldias.
argentino. Nació en Buenos Aires, en 1850. En
1874 se doctoró en Jurisprudencia en la Uni-
versidad de Buenos
Aires; fué diputado
a la Legislatura de
la provincia de
Buenos Aires; co-
laboró en la obra
de la educación na-
cional de Sarmien-
to en La Libertad;
fué ministro y go-
bernador de la pro-
vincia de Buenos
Aires; diputado na-
cional. Entre sus
obras están: Los
Minotauros, La
condition des etran-
gers residents, Historia de ¡a Confederación
Argentina (cinco tomos), La Eneida en la Re-
pública Argentina, Cervantes y el Quijote,
Evolución republicana durante la revolución
argentina. Estudio sobre Esteban Echeverría,
Papeles de Rosas y Vida y escritos del padre
Castañeda. Siendo ministro argentino en Bo-
livia falleció en 1914.
Saljruero y Cabrera (Luis Jerónimo). Nació
en la ciudad de Córdoba, el año 1780, y estu-
dió Derecho en
la Universidad
Mayor de San
Carlos, hasta
graduarse de li-
cenciado en esa
materia. Produ-
cido el movimien-
to emancipador,
se adhirió con en-
tusiasmo a él, y
por su prestigio
e inteligencia me-
reció ser electo
diputado por su
ciudad natal al
Congreso de Tu-
cumán, el 9 de julio de 1816. Tuvo que emigrar
más tarde a Bolivia, donde terminó sus días en
Chuquisaca, a la avanzada edad de ochenta y
tres años. Salguero fué un ciudadano ¡lustrado,
pertenecía a las primeras familias de Córdoba,
de cuyos fundadores descendía. Fué elúltimo
de los sobrevivientes del Congreso de Tucumán.
D. Luis Jerónimo Salguero
y Cabrera.
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375
SAL
Salinas y Cabrera (Diego de). Religioso ar-
gentino de la Orden agustina. Nació en San
Juan, en 1691; y en Santiago de Cliiie, donde
pasó la mayor parte de su vida, fué provincial
de su Orden y obtuvo el grado de doctor en la
Universidad de San Felipe. Asuntos relativos
a su Orden lo llevaron a Roma, donde sus mé-
ritos lo elevaron al alto rango de general de
los agustinos. En Europa quiso también con-
fiársele la mitra de Panamá, pero no la acep-
tó, y vuelto a Chile, murió en su convento de
Santiago, en 1764.
Salinas (combate). Mayo 18, 1818. Entre los
gauchos jujeños y sáltenos, al mando de los
comandantes Uriondo y D. Juan Antonio Ro-
jas y una fuerza realista mandada por el coro-
nel Vigil, en Salinas, fronteras de Jujuy y Alto
Perú. Fueron destruidos los realistas, dejando
un crecido número de muertos en el campo y
tomando muchos prisioneros y armamento.
Salinas (combate). Enero 14, 1869. El monto-
nero Felipe Várela había invadido la provincia
de Salta. El Gobierno nacional nombra al te-
niente coronel Julio A. Roca jefe de las fuer-
zas movilizadas de aquella provincia con ob-
jeto de aniquilar la montonera. Roca mandó al
coronel D. Pedro Corvalán a su encuentro,
quien lo bate en las Salinas de Pastos Gran-
des, tomándole la mayor parte de su gente pri-
sionera y persiguiéndole hasta hacerle entrar
a la cordillera, en dirección a Chile.
Salóm (Bartolomé). Natural de Puerto Cabello,
ciudad y puerto de Vuezuela. Era un oficia]
distinguidísimo por sus servicios. Se había ad-
herido a la independencia desde el día en que
se proclamó en Venezuela, y figuró a las órde-
nes del general republicano Toro y Miranda,
en las primeras campañas contra los españo-
les. Durante la reconquista de Monteverde fué
tomado preso, aherrojado por los seides de
aquél y desterrado a Cádiz; pero la embarca-
ción que lo conducía tocó en las costas de Mé-
jico, y como Salóm estuviese gravemente en-
fermo, fué dejado en el hospital de esa ciudad
con una barra de grillos. Sacado de allí por la
intervención de un español, se reunió con el
general D. Simón Bolívar. Era un militar muy
recto, y Bolívar le llamó «varón justo».
Salta. Fué fundada por el gobernador D. Gon-
zalo de Abreu y Figueroa, en el valle de Sian-
cas (hoy Cobos), y trasladada al lugar que ac-
tualmente ocupa en el valle de Lerma, en el
mismo año (1582), por el gobernador D. Her-
nando de Lerma. El llamarse Salta es por los
muchos tagaretes que tenía dicho sitio, por lo
que se gritaba a los que se sumergían en ellos:
«Salta, salta, para que no te ahogues». El fun-
darse la ciudad en dicho sitio fué por sus mu-
chos tagaretes (tagarotes) que servían de fo-
sos y contrafosos, por cuyo medio se mante-
nían los españoles seguros y libres del furor
de los naturales que los acometían.
Salta (intendencia de). Los partidos que forma-
ban esta intendencia eran las actuales provin-
cias de Tucumán, Santiago del Estero, Cata-
marca, Jujuy, Nueva Oran y Puna. Casi desde
el principio de la población de la ciudad de
Salta fué ésta la residencia de sus gobernado-
res, porque así lo exigían las circunstancias de
la frontera del Chaco, combinadas con las del
comercio.
Salta (provincia). El gobierno de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, D. Gervasio An-
tonio de Posadas, creyendo de conveniencia
pública y política para echar la base de la fu-
tura organización territorial, decretó la divi-
sión de la intendencia de Salta en dos nuevas
provincias, que se llamarían Salta y Tucumán-
Ese hecho de capital importancia propendía a
fomento y mejor cuidado de estas ricas y pro-
ductivas regiones, entonces entregadas al más
craso abandono. Ocurrió el 8 de octubre
de 1814.
Salta (batalla). 20 de febrero de 1813. Después
de la derrota de Tucumán, el general español
Tristán se había retirado y atrincherado en
Salta. Retemplado el espíi itu de los argentinos
con las ventajas obtenidas sobre los realistas
en Montecideo, y con la inauguración de la
Asamblea de los pueblos, de quien esperaban
la ley nacional, el general Belgrano creyó ne-
cesario aprovechar las disposiciones favorables
de su ejército, y atravesando el río Pasaje, en
donde estaba situado, en una marcha de seis
días estuvo sobre el enemigo, en 1"S mismos
arrabales de la ciudad de Salta. El ejército
realista había recibido algunos refuerzos de
Goyeneche, y constaba de cinco regimientos
de infantería, denominados: Real de Lima,Pau-
cartambo, Abancay, Paruro y Cotabamba, diez
piezas de artillería y 500 soldados de caballe-
ría. El argentino había sido reforzado después
del cambio de Gobierno del 8 de octubre con
el antiguo regimiento de Belgrano, número 1
de Patricios, y con otros cuerpos organizados
en Tucumán, entre los cuales figuraba un ba-
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376
SAL
tallón de Cazadores, de nueva creación al
mando de Dorrego. Presentó en batalla dos
regimientos y tres batallones; 12 piezas, cua-
tro escuadrones de Dragones y algunas com-
pañías de Milicias de Tucumán: en todo, 3.000
hombres. El general Belgrano se colocó al
norte de la ciudad con el objeto de cortar la
retirada a Tristán. Este tomó posiciones fuera
de la ciudad, y esperó el ataque de los patrio-
tas. Fué éste iniciado por los Cazadores deDo-
rrego, que cargando impetuosamente no para-
ron hasta entrarse en las calles de Salta, per-
siguiendo el ala izquierda del enemigo. Los
demás cuerpos hicieron todos su deber; Tris-
tán tuvo que refugiarse en la ciudad, y des-
pués de tres horas de combate levantó ban-
dera de parlamento. El general Belgrano,
cuya alma sensible estaba afectada a la vista
de mil hombres fuera de combate por una y
otra parte, acordó al ejército vencido una ca-
pitulación, por la cual se le concedió los ho-
nores de la guerra y la retirada al Perú, bajo
juramento de no tomar las armas contra las
provincias unidas dentro de los límites del an-
tiguo virreinato. Los trofeos de esta victoria
fueron, en el campo de batalla, cinco cañones,
500 fusiles y otras armas; 481 muertos, 17 ofi-
ciales y 300 soldados prisioneros, 114 de ellos
heridos, y rendidos por la capitulación, dos ge-
nerales, siete jefes, 117 oficiales y 2.023 de
tropa, con sus armas; tres banderas; cinco pie-
zas más de artillería, parque y bagajes. De
todo el ejército realista sólo se escaparon los
restos de su caballería. El ejército argentino
perdió: dos oficiales y 101 soldados muertos, y
14 oficiales y 419 soldados heridos. También
fueron heridos el mayor general Díaz Vélez
y el oficial Lamadrid, que adquirió tanto re-
nombre por su actividad y su audacia en la
guerra de avanzadas.
El Ejército que triunfó en Salta, se compo-
nía así:
Jefe de la derecha: Coronel Díaz Vélez; Jefe
de la izquierda: Coronel M. Rodríguez; Ba-
tallón Cazadores: Comandante Dorrego; Par-
dos y morenos libres: Comandante Superi; Re-
gimiento núm. 1: Comandante Perdriel, su se-
gundo, Tollo; Regimiento núm. 6: Comandante
Francisco Pico, su segundo, Forest: Batallón
número 2: Comandante B. Alvarez; Dragones:
Comandantes C. Zelaya, Balcarce, A. Rodrí-
guez, Arévalo; Artillería: Villanueva, Luna,
B. Martmez y Giles
Salta (defensa de). 1817. Este es uno de los
episodios más solemnes y heroicos de nuestra
guerra de la Independencia. El general espa-
ñol Laserna invade a Salta, para después ocu-
par Tucumán, correrse en seguida hasta Cór-
doba, desalojar a San Martín de Mendoza y
franquear el paso de la cordillera al ejército
vencedor de Chile, para incorporarle y marchar
sobre Buenos Aires. Dice el Dr. López; «El
plan de Quemes, sugerido por San Ma "tín, fué
abrir sus Milicias en la forma de un abanico,
a uno y otro lado de los bosques del camino
por donde tenía que penetrar el enemigo, de
modo que pudieran oprimir sus flancos y cru-
zarse a su retaguardia, hasta que aaareado
por partidas impalpables tuviese que ence-
rrarse en Salta, donde, privado de recursos, se
viese obligado a bu carloscon divisiones par-
ciales, que serían batidas en detalle. El resul-
tado fué matemático y parece que todo hubie-
ra sido previsto. Una provincia entera, embra-
vecida como una jauría de «bull dogs», se pren-
de a los flancos del león que ha osado atacar-
la; lo muerde, lo hiere, lo sacude, lo desgarra,
lo postra, hasta que lo pone en fuga, haciendo
jirones de las tropas y de las armas con que
había penetrado. Y no solamente es en comba-
tes parciales y guerrillas donde Salta muestra
su bravura y su patriotismo, sino en batallas
campales como la del Bañado y la de los Ce-
rrillos. Allí el enemigo se ve obligado a atrin-
cherarse en las viñas, y aprovecha de la noche
para refugiarse en la ciudad, al abrigo de la
artillería con que la había fortificado. La pér-
dida de gente que sufrieron los españoles fué
muy crecida. En ella contaron la muerte del
bravo y eminente coronel de los extremeños
D. N. Sardinas, que fué llorado por los suyos
como lo peor de la derrota.»
Salvador (incendio de la iglesia del). Este su-
ceso tuvo lugar el domingo 28 de febrero
de 1875. Comenzó por una conferencia liberal,
celebrada en el teatro Variedades (Esmeralda
y Corrientes), bajo los auspicios del Club uni-
versitario. Esta reunión se realizaba para pro-
testar contra una pastoral del arzobispo Anei-
ros. Realizado en todas sus partes el progra-
ma de la reunión, la enorme concurrencia que
llenaba el local del teatro prorrumpió en vivas
y mueras, y llevando a su frente estandartes y
banderas se dirigió hasta el palacio arzobis-
pal. El jefe de Policía se encontraba en su des-
pacho. Advertido de lo que ocurría, salió acom-
il
SAL
- 377 -
SAN
panado del piquete de guardia, tratando de
imponer su autoridad, lo que consiguió en
parte. El departamento de Policía quedaba
frente a la plaza de Mayo, calle Bolívar, entre
Rivadavia y la actual Avenida de Mayo, siendo
jefe D. Enrique B. Moreno. Entonces varios
grupos se desprendieron de los manifestantes;
unos fueron al templo de San Ignacio, y pene-
trando por la puerta del claustro, destruyeron
todo lo que encontraron a mano; otra columna,
bastante numerosa, se dirigió al templo de San
Francisco, cuyas puertas, así como la de los
dominicos, estaban cerradas, en vista de lo
cual se replegaron a la plaza de la Victoria
(Mayo), donde ya había llegado gran número
de curiosos. La Policía se declaró impotente
para dominar el tumulto, y el grueso de la mu-
chedumbre se puso en marcha en dirección a'
Colegio del Salvador, cuyas puertas violentó
causando todo género de perjuicios. Algunos
de los padres que se encontraban dentro fue-
ron apaleados y otros se escondieron, ponién-
dose a salvo de la turba enfurecida. Dio ésta
fuego al Colesrio, y cuando llegó la compañía
de la guardia de cárceles el edificio presenta-
ba un cuadro imponente; el incendio había to-
mado proporciones que hacían inútil todo es-
fuerzo. Las llamas se elevaban a una altura
considerable, y el resplandor rojizo de la ho-
guera se divisaba desde los suburbios de la
ciudad. La Policía realizó varias capturas para
determinar el grado de responsabilidad entre
los sindicados como conspiradores de esta pro-
testa contra el clericalismo. La Prensa atacó,
con motivo de este acontecimiento, duramente
al jefe de Policía, induciéndole a presentar su
renuncia.
Salvigriiy (Edmidio). Militar. Italiano. H^bía mi-
litado en los ejércitos de Napoleón I, en las
campañas que éste hizo desde 1805 hasta 1813,
en que vino al Río de la Plata y ofreció sus
servicios al Gobierno argentino. Fué destinado
al ejército auxiliar del Perú con el grado de
teniente coronel. Sirvió a las órdenes del gene-
ral Belgrano, de quien fué edecán, y de los
otros generales que se sucedieron en el mando,
distinguiéndose por sus conocimientos tácticos.
En 1820 acompañó a Buenos Aires al genertl
Belgrano, y con motivo del motín de Arequito
solicitó permiso para retirarse del ejército,
dando por terminada la carrera military fijando
su residencia en Tucumán, su patria adoptiva.
Derrocada la tiranía, ocupó diversos_cargos
Coronel D. Manuel Sanabria.
honoríficos y comisiones de importancia. Murió
en esa ciudad a una avanzada edad, el año
de 1860.
Sanabria (Manuel). Coronel. Nació en Buenos
Aires, el 12 septiembre 1818. En su juventud vió-
se perseguido por
el gobierno de Ro-
sas, que le confis-
có sus bienes.
Emigró a la Ban-
da Oriental del
• Uruguay, donde
continuó luchan-
do contra Oribe.
Ingresó como sol-
dado el 2 de julio
de 1839, forman-
do parte del ejér-
cito del general
Lavalle y otros
proceres argenti-
nos. Hizo la campana de Entre Ríos, para con-
tinuarla en las filas del general Rivera. Tomó
parte en las batallas del Veruá, Don Cristó-
bal, Solís, Afolles, sitio de Cerro Largo, India
Muerta, San Gregorio, etc., etc. En 1858 rea-
lizó la campaña del desierto a las órdenes de!
general Emilio Mitre y actuó en los combates
de Puente Alsina y los Corrales, mandando
una fuerza de 5.500 hombres. Era el coronel
Sanabria una figura militar de viejo cuño, de
aquellas cuya memoria tiene derecho a ocupar
un lugar preferente en la tradición histórica
de nuestro ejército; pues recto y probo, lleno
de sano patriotismo, puso todo el ardor de su
juventud y la experiencia de su madurez al
servicio de sus ideales nacionalistas. Falleció
el 11 de septiembre de 1918.
Sanabria (Diego de). Conquistador. Nació en
España. Era hijo de Juan de Sanabria y de
Mencía Calderón. El rey de España había ce-
lebrado con su padre, en 1547, una capitula-
ción para la conquista y población del Río de
la Plata, obligándose también a poblar el puer-
to de San Francisco. Dióle el título de adelan-
tado, pero estando próximo a partir falleció
en Sevilla. Su hijo Diego solicitó el adelantaz-
go, que Carlos V le concedió por capitulación
otorgada en Va'ladolid el 12 de marzo de 1549.
Partió Sanabria, y al embocar el Plata sufrió
un temporal, durante el cual naufragó una de
sus dos naves. Algunos de sus soldados, que
de la misma se salvaron en bateles, llegaron a
SAN
- 378
SAN
la costa del Brasil y cruzaron hasta el Para-
guay. La otra nave que tripulaba Sanabria co-
rrió a lo largo de la costa del Brasil, y fué a
dar a la isla de la Margarita, completamente
destrozada.
San Antonio (batalla). El 8 de febrero de 1846.
Los coroneles D. Bernardino Báez, al frente
de más de 100 hombres de caballería, y don
José Qaribaldi, con cuatro compañías de la le-
gión italiana, salen del Salto a posesionarse
de las alturas inmediatas de San Antonio, con
objeto de favorecer la incorporación del gene-
ral Medina, que se aproximaba con unapeqiie-
za fuerza. El general de las fuerzas de Oribe,
D. Servando Gómez, con doble número de
gente ataca esta fuerza. La caballería de Báez,
a pesar de dar brillantes cargas, es dispersa-
da, quedando una quinta parte muerta en el
campo, encerrándose el resto en el Salto. En
tanto los legionarios, con algunos pocos de
caballería, se habían atrincherado en una casa
y sostienen el ataque de un batallón de patri-
cios de Buenos Aires de 230 plazas, al mando
del comandante D. Cesáreo Domínguez, y de
un escuadrón desmontado, cuya fuerza pelea-
ba a pie firme y cuerpo descubierto; las caba-
llerías se hallaban más distantes, circunvalan-
do la casa y sin hacer fuego, sin otra orden
que permanecer en su puesto. Viendo el co-
mandante Domínguez que se diezmaban los
soldados y que el general no tomaba disposi-
ción alguna para posesionarse de aquel punto,
le pide permiso para llevar un ataque decisivo,
respondiéndole del éxito, a lo que el general
se niega con incomprensible tenacidad. Entra-
da la noche, Garibaldi consigue retirarse, to-
mando a toda prisa la «^rilla de un bosque, fa-
voreciéndole una gran zanja, y aun en la reti-
rada el general Gómez no trata de cortarlo.
Las pérdidas por ambas partes fueron crecidas,
y aun mayores las de los infantes de Domín-
guez, a quienes no defendió ningún parapeto.
El general Servando Gómez se declara vence-
dor en este combate.
San Bartolomé. Reducción de indios chanaes,
formada por el gobernador Hernando Arias de
Saavedra por el año de 1618, con indios de las
islas del Paraná, situándola a la margen de
este río, en la jurisdicción de Santa Fe, a ocho
leguas de la ciudad.
San Bernardo (combate). El 23 de septiembre
de 1653. Habido entre el gobernador del Tu-
cumán, D. Alonso Mercado y Villacorta, que
tenía muy poca gente, y la indiada calchaqm,
mandada por Pedro Bohórquez, en el fuerte de
San Bernardo, a pocas leguas de Salta. Des-
pués de combatir varias horas los indios fue-
ron derrotados y se retiraron con muchas pér-
didas.
San Cala (batalla). 1 de enero de 1841. Des-
pués de la batalla de Quebracho Herrado, el
general Lavalle, con los restos de su ejército,
había conseguido incorporarse al general La-
madrid, con quien determinó fraccionar sus
fuerzas en divisiones que operasen en distin-
tos puntos a la vez. El coronel D. José María
Vilela fué mandado a Catamarca, pero en su
marcha lo alcanza y sorprende el general Pa-
checo en San Cala, donde es destruida su di-
visión, después de una ligera batalla que sos-
tienen ambas fuerzas, dejando Vilela 400 muer-
tos y cerca de 1 .000 prisioneros. Casi todos
los jefes y oficiales tomados en esta ocasión
fueron fusilados más tarde en Córdoba.
Sancti Spiritus (fuerte). Fundado por Qaboto
en el Paraná, en la boca del río Carcarañá, el
27 de mayo de 1528. Allí construyó un fuerte
de maderos con su terraplén, dos torreones y
baluartes bien cubiertos, que llamó Sancti Spi-
ritus. Este fuerte fué destruido por los indios
timbúes en 1529. Según Ruiz Díaz de Guzmán,
la guarnición de Sancti Spiritus, compuesta de
170 hombres, estaba al mando de Ñuño de Lara.
Entre los soldados se hallaba un tal Hurtado,
cuya esposa, Lucía Miranda, fué la heroína de
la leyenda que con tanta galanura nos cuenta
aquel cronista, y después de él, el P. Lozano
y otros historiadores. He aquí cómo narra la
catástrofe el Sr. Eduardo Madero, fundado en
la documentación de la época, haciéndolo acon-
tecer en agosto de 1529 y no en fecha de 1532,
que dan casi todos los textos de historia na-
cional. «Antes de contar la verdad— descono-
cida hasta hoy— de la histórica tragedia, narra,
ré algunos antecedentes con ella relacionados:
Al ausentarse de Sancti Sipritus, Gaboto en-
cargaba mucho al capitán Caro, que mandase ha-
cer buena guardia... que no se fiase de los in-
dios; que estuviese la artillería pronta enceba-
da las lombardas... que anduviesen rondas
por el campo... pero fueron descuidadas estas
órdenes del prudente veneciano Andando as'
las cosas tuvieron lugar dos sucesos que, pro-
bablemente, excitaron el deseo de venganza
de los indios y ocasionaron la catástrofe. Es-
tando Gaboto todavía en Sancti Spiritus, supo
SAN
que los guaraníes habían muerto dos cristianos
de su armada y uno de la de García, que ve-
nían de las naos para la fortaleza. Entonces
mandó al capitán Caro para que, con gente de
ambas armadas, diese en tres casas de los gua-
raníes que estaban cerca y matase a sus habi-
tantes, «e se hizo». Como algunos indios se es-
caparon a una isla frente a la fortaleza, «fué
acordado que con cuatro bergantines y 80 hom-
bres de las dos armadas, se les fuese a buscar
«e los matasen si pudiesen». Habiendo pasado
Gaboto a San Salvador, descuidóse la guarni-
ción, dejando de hacer rondas fuera de la for-
taleza, y yéndose cada uno a pescar y a culti-
var sus sembrados. Una mañana, aprovechando
este descuido, los indios asaltaron el fuerte
con la algazara usual entre los salvajes, lle-
vando hachas de fuego encendidas. Los sor-
prendidos cristianos, sin hacer resistencia, hu-
yeron luego a los bergantines que estaban en
el río Carcarañá, entrando en uno de ellos y
en una barca que allí encontraron. Un tal Alon-
so Peraca proclamó a sus compañeros, y cinco
oséis volvieron a saltar tierra; pero arremeti-
dos de nuevo por los indios tuvieron que arro-
jarse al agua porque el capitán Caro y los que
quedaron en la barca zafaron hacia el medio
del río, y otros— incluso Peraca— se retiraron
a! bergantín, siendo los refugiados en éste 22
personas de la armada de Gaboto y algunos
de la de García, que allí quedaron por no ha-
ber podido poner a flote el bergantín, y porque
fué inútil el auxilio que reclamaron del capitán
Caro y los tripulantes de la barca, que huyó
aguas abajo, sin recoger a su alférez Rivas y
otros compañeros que, corriendo a lo largo de la
costa, pedíanles que se detuvieran. Pocos días
después llegó Caro a San Salvador, conducien-
do en su barca 50 hombres, incluso ocho o diez
indios de servicio. Como en Sancti Spiritus ha-
bían quedado unos 80 cristianos, perecerían,
pues, como la mitad de ellos en la histórica
catástrofe. En la asaltada fortaleza perdieron
los españoles todas las piezas de metal y «res-
cates», como se llamaban, que habían obteni-
do de los indios. Así que supo Gaboto lo suce-
dido, partió con Diego García para el Carca-
raña con cuatro bergantines, dos de cada una
de las armadas. En seis o siete días llegaron y
hallaron muertos a todos aquellos a quienes
iban a socorrer, «e la fortaleza robada e que-
mada». Viendo Gaboto que no tenía medios
para reconstruirla «e que los indios comarca-
- 379 — SAN
nos heran sus enemigos» , acordó regresar a San
Salvador. (Todo esto consta en las declara-
ciones de Gaboto en el sumario que se levan-
tó a su regreso a España.) Se ve, pues, cuan
novelesca e inexacta es la leyenda de Rui Díaz
de Guzmán. Ni hubo tal Ñuño de Lara, ni exis-
tió Lucía— la heroína de su novela, ni fué el
amor sino la venganza que armó el brazo de
los imaginados Mangoré y Siripo. Lucía Mi-
randa fué, pues, la primera novela escrita en
esta tierra de América; y si no tiene el mérito
de ser histórica, tiene a lo menos el de haber
inspirado el Siripo de Labarden y el Tabaré
de Zorrilla de San Martín.
Sánchez (Antonio Saturnino). Militar. Nació en
la ciudad de Montevideo el año 1795, y a los
diez y seis años ingresó como cadete en el re-
gimiento 3 de Dragones, alcanzando en diver-
sas campañas el grado de capitán. En 1819
pasó a continuar sus servicios en el regimien-
to 7 del ejército de los Andes, y se hallaba en
San Juan cuando tuvo lugar un movimiento
sedicioso, y el Cabildo le nombró comandante
de Armas de esa ciudad. Pasó luego a Chile, y
a principios de 1821 partió al Perú, y allí fué
nombrado teniente gobernador de la villa de
Supe. En 1822 fué uno de los pocos jefes del
ejército argentino que formó parte de la expe-
dición auxiliar al Ecuador, en cuya campaña
mandó dos escuadrones de Cazadores a caba-
llo en la batalla de Pichincha. De vuelta al
Perú se hallaba de guarnición en el Callao
cuando tuvo lugar la sublevación de su guar.
nición en febrero de 1824; fué aprisionado y
remitido a la isla de Chucuito, de donde logró
fugarse, dirigiéndose a Cochabamba, y perma-
neciendo retirado hasta el año siguiente, en
cuyo año fué ascendido a coronel y nombrado
gobernador de Chayanta, en Bolivía. Vuelto a
Lima en 1826, fué desterrado con varios jefes
argentinos, y se dirigió a Buenos Aires, donde
ofreció sus servicios para combatir contra el
Imperio del Brasil; lo que no pudo realizar a
causa de su fallecimiento, ocurrido en 16 de
mayo de 1827.
Sánchez (Gregorio). Militar. Nacido en Monte-
video el año 1797. Empezó sus servicios
en 1811, con motivo del pr mer sitio de Monte-
video, hallándose también en el segundo, que
terminó en 1814; en el mismo año se incorporó
al ejército del .\lto Perú que comandaba el ge-
neral Pueyrredón, encontrándose en la batalla
de Sipe-Sipe, el 21 de noviembre de 1815, to-
SAN
- 380
SAN
mando después participación activa en una
campaña contra los montoneros de la provin-
cia de Santiago del Estero; hizo luego la pe-
nosa campaña de Chuquisaca, a las órdenes del
sargento mayor Lamadrid. En 1819 pasó a
Chile, alistándose en la expedición al Perú,
encontrándose en las acciones de guerra de
esa campaña, en la toma de Lima, sitio de las
fortalezas del Callao; hizo después la campa,
ña sobre lea y Mainas, regresando a Buenos
Aires en 1824. Falleció en Montevideo el
año 1841.
Sánchez (Modesto). Militar. Nació en Buenos Ai-
res, el 15 junio 1791. Comenzó la carrera en el
primer regimiento de Infantería el año 1810, y
en 1811 marchó a las órdenes del general Ron-
deau a la campaña de la Banda Oriental, ha-
llándose en el primer sitio de Montevideo y en
la batalla del Cerrito; posteriormente se batió
en el segundo sitio y rendición de la plaza, el
año 1814, a las órdenes del general Alvear. A
su regreso a esta ciudad, pasó al Cuerpo de
Granaderos a caballo, en cuyas filas pasó los
Andes y se batió en la batalla de Maipú, en cla-
se de sargento mayor agregado al escuadrón
de Cazadores a caballo. A su regreso de Chi-
le actuó en la guerra civil contra los monto,
ñeros. Emigró durante la tiranía de Rosas, re-
gresando después de Caseros. El sargento
mayor Sánchez terminó sus días en Buenos
Aires el 8 de enero de 1857.
Sánchez de Velasco (.María). Patricia argen-
tina. Nació el 1 de noviembre de 1786. Casada
primero con el patriota de la revolución de
Mayo D. Martín Lorenzo Thompson, después
con el cónsul de Francia, Sr. Mendeville. Re-
dactó la oferta de fusiles hecha en 1812 por
las damas porte4as; en sus salones, el maes-
tro Parera estreno el Himno nacional, y allí se
reunían Alvear, San Martín, López y Planes,
Rivadavia y otros grandes patriotas. Falleció
esta noble dama el 27 de octubre de 1863, en
Buenos Aires.
San Francisco (combate). El 26 de agosto
de 1863. El general Peñaloza (a) El Chacho,
rebelado contra la autoridad nacional, es de-
rrotado en un combate dado en San Francisco
(provincia de San Luis), por la Guardia nacio-
nal de esa provincia, a las órdenes de los co-
mandantes José E. Bustamante y D. Cornelio
Loyola.
San Francisco (iglesia) . Se le erigió en basí-
lica menor , en 3 de octubre de 1919.
San Gregorio (batalla). El 22 de enero de 1853.
Estando sitiada Buenos Aires por el general
D. Hilario Lagos, en el pueblo de Chascomús
(Buenos Aires', y al mando del coronel D. Pe-
dro Rosas y Belgrano, se forma un ejército a
favor de la plaza sitiada. .Manda entonces La-
gos una fuerte división, a las órdenes del co-
ronel Costa, a batirlo; recibiéndose más tarde
del mando de esta fuerza el general Gregorio
Paz, quien en el paso de San Gregorio le da
batalla y lo derrota completamente. El coro-
nel Rosas es tomado prisionero, y su segundo
el coronelD. Faustino Velasco, es muerto en e]
campo de batalla. El coronel Costa, después
de tomar una parte activa en esta jomada, se
retiró del ejército.
San IgasLcio (batalla). El 1 de abril de 1867.
Los revolucionarios de Mendoza y otras pro-
vincias del Oeste estaban al mando de D. Juan
Saa. El Gobierno nacional había enviado al
general Paunero para sofocar la rebelión,
pero el jefe de la vanguardia, coronel Arre-
dondo, se adelanta y les da batalla en el paso
de San Ignacio, en el Río Quinto, y los derrota
por completo. Los jefes revolucionarios tuvie-
ron que huir a Chile. Arredondo fué ascendido
a general.
San José (combate). En el Estado Oriental, en
el distrito de este nombre, se dio este combate,
ganado por el comandante Manuel Artigas,
el 23 de abril de 1811. Después del triunfo de
Colla, los realistas se atrincheraron en el paso
del río San José, llamado del Rey, y en cua-
dro, con sus cañones al centro, pelearon a los
patriotas, que los cargaron denodadamente y
se apoderaron del pueblo o villa de San José.
El comandante Artigas lo sitió en la madru-
gada del 26 de abril. La pelea duró cuatro
horas, cayendo en lo más rudo de ella, herido
de metralla, Artigas. Los patriotas tomaron el
pueblo y se posesionaron de todos sus defen-
sores y de gran cantidad de armamentos, mu-
niciones y pertrechos de guerra.
San José de Flores (tratado). El 11 de no-
viembre de 1859. El general Urquiza marchó
contra la ciudad de Buenos Aires con objeto
de sitiarla, pero se consigue arribar a un arre-
glo amistoso, firmando un convenio de paz.
El Estado de Buenos Aires debía volver, como
provincia, a formar parte de la nación, y el
general Urquiza retirarse con su ejército. En-
tre las condiciones del Tratado correspondía a
Buenos Aires presentar algunas reformas a la
SAN
381
SAN
Constitución, y para ser examinadas y discu-
tidas se reúne una Convención en Santa Fe,
en que figuraba una diputación de Buenos
Aires. Al ponerse en discusión las reformas
que proponía esta provincia, el voto unánime
fué: «que entre hermanos no se discutían las
condiciones de la unión; se aceptaban». Así
terminó el segundo período de la guerra entre
Buenos Aires y la Confederación.
San Juan. Provincia y ciudad de la República
Argentina. Esta provincia pertenece al grupo
de las andinas y es la segunda de ellas por su
importancia económica, extensión y población,
y la primera del país por sus riquezas mine-
rales. Su extensión es de 97:505 kilómetros
cuadrados y su población es de 140.000 habi-
tantes. La mitad de su territorio es montañoso,
caracterizándose la otra mitad por sus trave-
sías, médanos, esteros y lagunas. Las indus-
trias principales de la provincia consisten en
la minera y viticultura, que está tomando gran
incremento. En sus grandes potreros alfalfa-
dos se inverna el ganado para exportar a
Chile.
San Jaan (combate). 12 de febrero de 1816. En
el Alto Perú (Bolivia), una pequeña fuerza del
ejército de Buenos Aires, al mando del mayor
Lamadrid, sostenía y procuraba apoyar la in-
surrección de los habitantes de esos pueblos.
Después de muchas peripecias tiene que sos-
tener un desigual combate con fuerzas espa-
ñolas muy superiores en número, a inmedia-
ciones del río San Juan. El combate fué san-
griento y los argentinos, vencidos, no encuen-
tran más medio de salvación que arrojarse al
río, teniendo que sostener un nuevo combate
con su rápida corriente, bajo el fuego que los
vencedores les hacen desde la orilla, y en cuya
travesía se ahogaron varios hombres. Lama-
drid, con los restos de su gente, consigue lle-
gar hasta Tarija.
San Juan (fundación). Fué fundada la ciudad de
San Juan el 13 de junio de 1562, por D. Juan
Jufré, teniente gobernador y capitán general
de la provincia de Cuyo. Es sede de la dió-
cesis de Cuyo. Su primer gobernador consti-
tucional fué D. Manuel José Gómez Rufino,
en 8 de septiembre de 1857.
San Juan (revolución). 1825. Había sido elegido
por segunda vez gobernador de la provincia de
San Juan el Dr. D. Salvador María del Ca-
rril. Su administración progresista y liberal, de
orden y de reformas de alta importancia para el
Dic. HisT. BiooR.
porvenir, le habían creado enemigos entre el
clero, que no le podía perdonar su tolerancia
religiosa en todos los actos de su gobierno.
Así es que en el confesonario y entre la gente
ignorante y fanática se trabajó sordamente para
derrocarlo, lo que consiguió por medio de un
motín de cuartel que estalló en la noche del 26
de julio de 1825, levantando un pendón negro
con una cruz roja, con el lema «Religión o
muerte». Los amotinados sacan al gobernador
de su casa y lo ponen preso; mas apercibién-
dose sus amigos de este atentado, se reúnen y
hostilizan el cuartel, pero sin resultado favo-
rable. El día 27 los revolucionarios nombran
gobernador de hecho a D. Plácido Fernández
Maradona, y ponen en libertad al Dr. Del Ca-
rril. Este se traslada a Mendoza, cuya provin-
cia manda a San Juan una intervención para
reponerlo, la que vence a los revolucionarios
en Las Leñas, volviendo a restablecerse el or-
den. Del Carril renuncia inmediatamente a ser
repuesto.
San Juan (revo'ución). 1884. El 7 de febre-
ro, a las nueve de la noche, estalló una revo-
lución en la ciudad de San Juan. Estando re-
unidos el gobernador Dr. D. Anacleto Gil, el
Dr. D. Carlos Doncel, electo gobernador en
sustitución del anterior; el vicegobernador elec-
to D. Vicente Mallea y el senador de la nación
D. Agustín Gómez, son atacados violentamen-
te a balazos por un grupo de revolucionarios
que asaltaron la casa, hiriendo gravemente al
gobernador y.matando al senador Gómez. El
Dr. Doncel quedó sin lesión alguna por haber
tenido bastante presencia de ánimo, habiendo
apagado la luz a los primeros tiros de los asal-
tantes. Al mismo tiempo que esta escena de ho-
rror se desarrollaba en casa del Dr. Mallea,
donde tuvo lugar el sangriento suceso, una ban-
da de 40 hombres atacaba el cuartel de la fuer-
za pública; pero es rechazada con una nutrida
descarga, obligándola a ponerse en fuga. La
tranquilidad se restableció en seguida. En la
persecución de estos criminales es muerto el
antiguo montonero Sebastián Elizondo, con
dos gauchos que le acompañaban. Como hubie-
ra huido el vicegobernador D. Juan Luis Sar-
miento con muchos de los complicados en esta
revolución, el presidente de la Legislatura, doc.
tor D. Vicente Q. Mallea, asumió el mando de
la provincia.
San Lorenzo (combate). Sobre el río Paraná,
en las inmediaciones del convento de San Car-
SAN
382 —
SAN
los, librado por el coronel San Martín y una
fuerza realista, el 3 de febrero de 1813. El Go-
bierno de Buenos Aires, noticioso de que una
fuerza naval realista intentaba desembarcar en
San Lorenzo, aldea situada cerca del Rosario,
sobre el río Paraná, ordenó que saliera de la
capital, a marchas forzadas, a San Martín, al
frente de su escuadrón de Granaderos a caba-
llo, a cuya fuerza se le reunieron algunas mili-
cias en el Rosario para batirla e impedir e]
desembarco. En la madrugada del 3 de febrero
desembarcaron los marinos españoles conduci-
dos por su jefe Zavala. Simultáneamente salie-
ron por la derecha e izquierda del monasterio
los Granaderos mandados por San Martin y
Bermúdez (v.), y cargaron al enemigo. Después
de un combate cuerpo a cuerpo se decidió la
victoria por los argentinos, que arrollaron a
los españoles, los que dejaron en el campo su
bandera, dos cañones, 50 fusiles, 40 muertos y
41 prisioneros. Los dos jefes, San Martín y
Zavala, fueron heridos. El coronel San Martín,
en este su primer combate americano, demos-
tró ya sus singulares conocimientos tácticos e
inteligencia militar. Herido al principio del
combate, tomó el mando su segundo, el capitán
D. Justo Bermúdez, siendo también herido y
falleciendo dos días después. Entre los episo-
dios de este combate figura Juan Bautista Bai-
gorría, que deja en tierra de una lanzada a un
soldado español que iba a clavar su bayoneta a
San Martín, que estaba en tierra apretado por
su caballo, y Juan Bautista Csbral, que muere
heroicamente contribuyendo a salvar a su jefe.
Al día siguiente el capitán español que había
sido vencido pide a sus enemigos auxilio de
víveres frescos para los heridos, manifestando
deseos de bajar a estrechar la mano de sus va-
lientes vencedores, concediéndosele una y otra
cosa.
San Luis. Provincia y ciudad de la República
Argentina. Se le llamó provincia de la Punta.
Su primer gobernador constitucional fué don
Justo Daract, en 9 de abril de 1856. El 2 de fe.
brero de 1856 se instaló la primera sala legis.
lativa constitucional. Esta provincia, la menos
importante de las centrales, tiene una superfi-
cie de 73.925 kilómetros cuadrados y una po-
blación de 96.000 habitantes. Su suelo presen-
ta dos regiones: la del Norte, generalmente
fértil, cubierta por un macizo de sierras y fe-
racísimos valles, y la del Sud, que contrasta
con la anterior, pues es sumamente llana y ári-
da, resintiéndose casi toda la provincia de fal-
ta de ríos que rieguen sus extensas llanuras.
La ganadería es la principal industria de la pro-
vincia; la agricultura y la minería carecen de
Importancia por la falta de medios de comunica-
ción. Una de sus industrias más importantes es
la del mármol, conocido por ónix de San Luis.
San Luis (fundación). San Luis de Loyola o ciu-
dad de la Punta, llamada así por la sierra que
se llama Punta de los Venados, de donde deri-
va a los habitantes de la provincia el nombre de
púntanos. Fué fundada en 1596, en la parte
oriental de Cuyo, y recibió ese nombre por el
de D. Martín García Oñez de Loyola, que era
a la sazón gobernador de Chile. Se hallaba a
62 leguas de Mendoza. El gobernador civil y
militar de esta ciudad y de su jurisdicción, que
era muy estensa y poblada, la administraba un
teniente del corregidor de Mendoza. Hasta 1810
era regida por un comandante de armas y sub-
delegado de real hacienda y dependiente, como
Mendoza y San Juan, de la intendencia de Cór-
doba. Continuó así hasta enero de 1812, que a
aquella categoría de funcionarios sucedió la de
teniente gobernador, y por decreto de la Jun-
ta gubernativa de las provincias del Río de la
Plata, de fecha 29 de noviembre de 1813, de los
pueblos de Mendoza, San Juan y San Luis se
formó la provincia de Cuyo, teniendo por capi-
tal la ciudad de Mendoza con un gobernador
intendente, y en cada una de las otras dos ciu-
dades un teniente gobernador. La independen-
cia de San Luis, como provincia soberana e in-
dependiente, data, de hecho, desde el 1 de mar-
zo de 1820.
San Martín (José Francisco de). Nació el 25 de
febrero de 1778, en
Yapeyú, uno de los
treinta pueblos de
las antiguas misio-
nes guaranítiras
sobre las márge-
nes del Alto Para-
ná, pertenecientes
a la sazón al Go-
bierno de Buenos
Aires, y en cuyo
departamento des-
empeñaba el cargo
de teniente gober-
nador, desde 1775,
su padre, el capi-
tán D. Juan de San D- José de San Martín.
SAN
Martín, casado con D.° Gregoria Matorras, so-
brina, y no hija, como se ha dicho, del renom-
brado conquistador del Chaco D. Jerónimo Ma-
torras (v.). A ios ocho años de edad le llevaron
sus padres a España, donde ingresó como alum-
no en el Seminario de Nobles de Madrid, insti-
tuto de privilegio, cuyo fin era educara los vas-
tagos de la aristocracia y en cuyas aulas, pue-
de decirse con toda verdad, muy poco aprendió
nuestro compatriota, fuera de algunos princi-
pios de matemáticas y dibujo. En 1789 ingresó
en el regimiento de infantería de Murcia, en
cuyas filas sirvió trece años y medio, hasta
1802, que fué incorporado al batallón de infan-
tería ligera Voluntarios de Campomayor, en
que actuó hasta agosto de 1809, que pasó en ca
lidad de capitán agregado al regimiento de ca-
ballería deBorbón. Fué su primera campaña en
África, en la plaza fuerte de Melilla, y poste-
riormente en Oran (1791), donde combatió sin
descanso durante treinta y tres días, al frente
de su compañía de Granaderos, En 1793 pasó al
ejército de Aragón, sirviendo en él ocho meses,
y en seguida al de Rosellón, bajo las órdenes
del general Ricardos, y concurrió a la toma de
Torre Batera, de Cruz de Hierro, ataque a las
alturas de Monvolo, San Marsal y baterías de
Villalonga, y acciones de la Ermita de San LIuc
y Banyuls del Mar, en 1793, como reza en su
hoja de servicios. Asistió al finalizar ese año a
las acciones de San Telmo, Pont Vendres y
CoUioure, y en el siguiente a las del 16 y 17 de
mayo en dichos puntos, hasta la rendición de
este último, el día 28. En la campaña de 1797,
embarcado su regimiento a bordo de la escua-
dra del Mediterráneo, asistió al combate naval
del Cabo de San Vicente, desastroso para las
armas españolas, y al que sostuvo el 15 de
agosto de 1798 la fragata Santa Dorotea con-
tra el navio inglés León, y en que se rindió
aquélla, después de salvar el honor de la ban-
dera, que, dicho sea en justicia, nunca dejó
mancillar la arrogancia de los marinos españo-
les. Asistió a la campaña de Portugal y a la
de la independencia española, combatiendo en
el ejército de Andalucía, en Arjonilia, donde
se distinguió singularmente, y en Bailen, mere-
ciendo por su comportamiento ser mencionado
en la orden del día, ascendido a teniente coro-
nel y condecorado con una medalla de honor.
Posteriormente concurrió a la batalla de Tu-
dela (1810) y a la sangrienta acción de Albue-
ra (1811), donde saldó su deuda con la madre
383 - SAN
patria, como lo dice el general Mitre: «Veinti-
dós años hacía que acompañaba a la madre pa-
tria en sus triunfos y reveses, sin desampararla
un solo día. En este lapso de tiempo había
combatido bajo sus banderas contra moros,
franceses, ingleses y portugueses, por mar y
por tierra, a pie y a caballo, en campo abierto
y dentro de murallas. Conocía prácticamente
la estrategia de los grandes generales, el
modo de combatir de todas las naciones de
Europa, la táctica de todas las armas, la fuer-
za irresistible de las guerras nacionales y los
elementos de que podía disponer España en
una insurrección de sus colonias: el discípulo
era un maestro en estado de dar lecciones. En-
tonces volvió los ojos hacia la América del
Sud, cuya independencia había presagiado y
cuya resolución seguía con interés, y compren-
diendo que aun tendría muchos esfuerzos que
hacer para triunfar definitivamente, se decidió
a regresar a la lejana patria, a la que siempre
amó como a la verdadera madre, para ofrecer-
le su espada y consagrarle su vida». San Mar.
tín fué acogido con la distinción que sus méri-
tos imponía, y a pocos días de su llegada fué
incorporado al ejército en su grado militar de
teniente coronel , ganado honrosamente en
veintidós años de servicios bajo la carpa del
soldado, y bautizando cada uno de sus galo-
nes con el fuego de las batallas, ese óleo de
los valientes que pone el sello de su consagra-
ción abnegada al bien y a la gloria de la pa-
tria. Se le comisionó para la organización de
un escuadrón de caballería de línea que deno-
minó Granaderos a caballo, cuyo plan presen-
tó el 17 y fué aprobado el 21 de marzo de 1812,
dándosele por sargento mayor (segundo jefe)
a su compañero de viaje D. Carlos de Alvear,
y que fué pie y origen del después famosísimo
regimiento, el cuerpo veterano más glorioso
que ha contemplado América. Desde San Lo-
renzo, que es su estreno en el escenario ame-
ricano, hasta Maipú, en donde termina con la
dominación española en Chile, la personalidad
austera de este guerrero se agiganta cada
día. La organización de un ejército en Cuyo y
su pasaje por los abruptos boquetes de la cor-
dillera de los Andes es otra gran empresa que
realiza, venciendo todas las dificultades, obte-
niendo un feliz éxito, pues ocupó triunfante a
Lima y proclamó allí la independencia del
Perú. La administración de San Martín fué
muy liberal como protector de aquel país-
SAN
- 384 -
SAN
Halló tiempo en el corto plazo de tres meses
para promulgar la más absoluta libertad de
imprenta, crear bibliotecas, fomentar la ins-
trucción, corregir el sistema penal, abolir los
ominosos tributos que pesaban sobre los in-
dios, etc., etc. Hasta en su abdicación fué
grande San Martín; su alejamiento después de
la Conferencia de Guayaquil para dejar a Bo-
lívar que consumase la obra encaminada de la
independencia del Perú, demuestra que aquel
hombre era un patriota sincero, preocupado
únicamente de servir a una causa noble, sin
propósitos egoístas, sin vanidades personales.
En adelante San Martín buscó la tranquilidad
de la vida privada, y dejó el suelo argentino
para ir a establecerse en Francia, donde mu-
rió en Boulogne-Sur-Mer, el' 17 de agosto
de 1850. Sus restos fueron trasladados a Bue-
nos Aires el 20 de mayo de 1880, en una nave
de la Armada argentina, el Villarino, siendo
depositados en la urna y monumento que se
eleva en la catedral de Buenos Aires. Sólo
hemos hablado de este gran hombre a grandes
rasgos; su biografía es la historia de la inde-
pendencia de tres naciones de América; cada
página de nuestra historia rememora su perso-
nalidad.
San Nicolás. Partido y ciudad de la provincia
de Buenos Aires, limítrofe con Santa Fe. La
cabeza del partido es la ciudad de San Nicolás
de los Arroyos, situada sobre el río Paraná.
Fué fundada en el año de 1749, por D. José
Rafael de Aguiar, y se erigió en parroquia en
el mismo año, con el nombre de San Nicolás
de Barí y de los Arroyos, santo de quien era
devoto el fundador; en 1778 se le declaró par-
tido, y en 1819 ciudad, «en mérito de sus ser-
vicios contra la anarquía». San Nicolás ha sido
teatro de muchos hechos históricos, y sus hijos
han prestado grandes servicios a la patria
en 1810. En 1811 contribuyó con un contin-
gente de soldados para remontar el ejército
del general Belgrano. En sus aguas tuvo lugar,
el 2 de marzo de 181 1 , el primer combate naval
entre argentinos y realistas. El 2 de agosto
de 1820 fué tomada la ciudad al asalto por el
coronel Dorrego, huyendo a Santa Fe las fuer-
zas que la ocupaban. El 31 de mayo de 1852
tuvo lugar el acuerdo celebrado por los go-
bernadores de las provincias, con el objeto de
organizar la nación. En 1865 contribuyó con
un batallón para la campaña del Paraguay,
cuya actuación fué distinguidísima.
San Nicolás (combate). Los marinos españolesi
cuyo centro de acción y de poder era la plaza
de Montevideo, dominaban el Plata y los ríos
interiores, haciendo impunemente sus corre-
rías por ellos. La Junta de Buenos Aires, con
objeto de poner a esto término, de garantir las
costas y asegurar la posesión de los ríos, como
de proteger los movimientos del ejército ex-
pedicionario en el Paraguay, arma, aunque
con grandes sacrificios, una escuadrilla, que
pone a las órdenes de D. Juan Bautista Azo-
pardo. Este remonta el río Paraná hasta San
Nicolás; a su vez los españoles, teniendo co-
nocimiento de esta operación, marchan a ata-
carlo con varios buques, capitaneados por el
comandante Romarate. Azopardo se prepara a
la defensa, levantando una batería en tierra;
pero, desgraciadamente, en el momento del
ataque fué abandonado a sus propios esfuer-
zos, tanto por ésta, por ser mal dirigida, como
por dos de sus tres buques, que fueron aban-
donados por la tripulación, que huyó a tierra,
siendo jefe de uno de éstos D. Hipólito Bou-
chardo, que más tarde tanto ilustró su nombre
al mando de La Argentina. Por consiguiente,
Azopardo, sólo con la goleta Invencible que
montaba, tuvo que combatir contra cuatro bu-
ques mayores, y sostuvo el abordaje con ad-
mirable valor y sangre fría, hasta que de los
50 hombres que tenía solo le quedaron ocho.
Entonces, viendo que estaba todo perdido,
trata de encender la santabárbara, pero no le
es posible, por más que descargó algunos tiros
en la puerta. «Azopardo, abrumado por el nú-
mero, pasada hora y media de abordaje al arma
blanca, con diversas alternativas, reorganiza
los suyos para arremeter de nuevo, pero sólo
halla a su lado ocho ilesos (1) de los 50 a quie-
nes transmitiera su temple de acero, y vio caer
uno tras otro. Comprende recién que la situa-
ción es insostenible, y, si movido por su afán
guerrero vislumbra el bochorno de la rendi-
ción, no desmaya, y antes prefiere sepultarse
(II Revistaron en ese grupo el baqueano Juan Bautista
Estigarribma, el contramaestre Juan Simonet, el despen-
sero Bartolomé Cerretti (el mismo que siendo coman-
dante del Balcarce murió en el ataque de la Colonia,
en 182S) y el condestable Pedro Mom, que nos lo ratificó
cincuenta años después, vale decir ya en el reposo pre-
cursor de la lenta extinción de la vida. Este amigo falle-
ció en Buenos Aires el 30 de marzo de 1869, con el grado
de capitán de Marina, que obtenía desde el 22 de septiem-
bre de 1819. Había nacido en Bruselas, el 3 de abril
de 1785.
SAN
- 385
SAN
con el leño que es teatro de sus hazañas. De
tal suerte acometida e impotente para devol-
ver iguales destrozos, la tripulación, verda-
dera alma de aquella nave, cuyo cuerpo glo-
rioso se estremecía al golpe de las balas, a ma-
nera de miembros que retuerce el dolor, ya
perdida la esperanza de un triunfo imposible,
agonizaba con despechado coraje, cuando Azo-
pardo, rápido como el pensamiento, arrojó
hacia proa varios cartuchos de pólvora suelta
con mechas preparadas, produciendo un in-
cendio parcial que es sofocado por los asal-
tantes... Mas no era éste el postrer lance. Apo-
dérase simultáneamente de un fusil y hace fue-
go a la santabárbara, aunque sin resultado,
operación que repite con un segundo disparo,
sin conseguirlo. Baja entonces con sus pistolas
amartilladas, y encontrando con llave ese pa-
ñol, las descerraja en balde contra su escotilla,
cerrada por desconocida mano... ¡Caprichos in-
comprensibles de la suerte! Ofuscado por ese
vértigo que brota entre el sabor de la pólvora
y la iracunda algarada del combate, persiste
el caudillo en su fatal idea. Se dirige a la des-
pensa, pues recuerda que en su pañol se ha-
bían depositado dos cajones con cartuchos de
fusil, y a pesar de la resistencia que le opone
su guarda Cerretti, principia a destaparlos,
sordo a los ruegos lastimeros de sus criados
heridos, para que no los sacrificase, a la vez
que otros de estos desgraciados, delirantes
con los dolores que sufren, repiten a voces:
¡fuego, mi comandante! Empero Azopardo, con
la cabeza descubierta, la mirada ardiente, el
rostro pálido y su acción enérgica, convertido
en arbitro de esa contienda entre el honor y
la muerte, era la autoridad que reglamentaba
el heroísmo...» (Campañas navales, Carranza.)
El enemigo le mandó como emisario uno de sus
prisioneros heridos, diciéndole que empeñaba
su palabra a nombre del rey, de librarle la vida
y también al resto de los suyos si se rendía.
Aceptó al fin Azopardo. Tales fueron los pos-
treros estallidos del trueno en las aguas de
San Nicolás. El primero y más terrible com-
bate naval de la revolución había llegado a
su fin.
San Pedrito (combate). Dado en Jujuy, el 6 de
enero de 1817, por el sargento mayor Juan An-
tonio Rojas, al frente de dos escuadrones de
gauchos o guerrilleros que sitiaban al general
español La Serna, que con su ejército estaba
encerrado en Jujuy. Los patriotas consiguen un
notable triunfo en un combate que sostienen a
bala, sable, bolas y cuchillo contra fuerzas su-
periores en número, en los potreros de San
Pedrito. Quedaron en el campo 100 cadáveres
de los españoles y se tomaron siete prisio-
neros,
San Roque (batalla). El 22 de abril de 1829.
Después de la sublevación de Arequito (v.), don
Juan Bautista Bustos se había apoderado del
gobierno de Córdoba, en donde permanecía
hasta que el general José María Paz, de acuer-
do con las miras reaccionarias que surgieron
de la revolución de Lavalle del 1 de diciembre,
invadió la provincia al frente de un ejército
unitario. A la aproximación de Paz, Bustos
abandona la ciudad y se sitúa con sus fuerzas
en la finca de San Roque, departamento de la
Punilla. Allí va a buscarlo su rival. Después de
varios arreglos a fin de evitar la guerra civil,
los que no tuvieron efecto porque la idea de
Bustos era ganar tiempo para recibir auxilios
que había pedido a los gobernadores federa,
les del interior, es atacado, y en una batalla
que libran los dos ejércitos, tiene que ceder el
campo en la más completa derrota y refugiarse
en la Rioja, al amparo de Quiroga. Con esta
victoria, que según el mismo general Paz le
fué muy fácil adquirirla, quedó éste dueño de
toda la provincia de Córdoba.
Santa Bárbara (combate). 13 de septiembre de
1837. El 17 de mayo de 1837, el dictador Rosas,
gobernador de Buenos Aires y encargado de
las relaciones exteriores de la Confederación
argentina, había declarado la guerra al maris-
cal Andrés Santa Cruz, presidente de Bolivia
y protector del Perú, quien con miras absor-
bentes del territorio argentino ; había hecho
avanzar algunas divisiones hasta Humahuaca.
apoderándose de esta población jujeña. Las
milicias de Jujuy se arman, y llevando al fren
te al general D. Felipe Heredia, jefe de Esta_
do Mayor de operaciones contra el invasor^
marcha a disputarle el territorio que acaba de
invadir. Las fuerzas de Santa Cruz, muy supe-
riores en número y disciplina, se parapetan en
las alturas de Santa Bárbara que dominan al
pueblo, y consiguen una fácil victoria en el
combate que se libra, a pesar del valor con que
pelean los jujeños.
Santa Bárbara (combate). Habiendo sido eva-
cuado el territorio del Alto Perú por las fuer-
zas argentinas después de los contrastes sufri-
dos en su última cempaña, el coronel Warnes,
SAN
— 386 -
SAR
natural de Buenos Aires, restableció su domi-
nio en la ciudad de Santa Cruz, de la que ha-
bía sido nombrado gobernador por el general
Belgrano, obligando en consecuencia al jefe
militar Altolaguirre, que le había ocupado en
nombre del rey, a replegarse con su guarni-
ción al territorio de Chiquitos; pero siendo
perseguido por Warnes, se vio obligado a acep"
tar un combate en Santa Bárbara, en el que fué
derrotado y muerto de una lanzada, el 27 de
noviembre de 1815.
Santa Fe. Provincia y ciudad de la República.
Esta provincia forma parte de las del litoral;
su aspecto es el de una gran pradera termina-
da por los montes del Norte. Tiene una pobla-
ción de 460.000 habitantes y una extensión de
131.582 kilómetros cuadrados. La ciudad de
Santa Fe fué fundada por D. Juan de Qarayí
el 15 de noviembre de 1503, con el nombre de
Santa Fe de la Vera Cruz.
Santa Rosa (batalla). Octubre 12, 1870, El ge-
neral Rivas da una batalla en el arroyo de San-
ta Rosa al ejército de López Jordán, compues-
to de 9.000 hombres. Las fuerzas del gene-
ral D. Ignacio Rivas (v.) eran inferiores en
número. Masas tremendas de caballería llevan
varios ataques a las fuerzas nacionales, sin
que la artillería ni la infantería pudieran con-
tenerlas, pero al fin son rechazadas, quedando
el campo sembrado de muertos y heridos de
ambas partes. Tres horas duró esta batalla,
retirándose López Jordán con el resto de sus
fuerzas, siendo perseguido.
Santa Rosa (batalla). 29 de octubre 1874. El
genera! revolucionario Arredondo, después de
ocupar la ciudad de Córdoba, donde en vez de
encontrar simpatías a s'i bandera revoluciona-
ria todo le era hostil, y teniendo a pocas le-
guas al coronel Julio A. Roca, que reunía apre-
suradamente fuerzas para marchar a batirlo,
después de proporcionarse algunos elementos
para su marcha se había dirigido a las provin-
cias de Cuyo, donde tenía algunos parciales
que respondían a su pensamiento, siendo re-
montado su ejército en San Luis. El Gobierno
de Mendoza había reunido tropas para resistir
a Arredondo, fuerzas que puso a las órdenes
del coronel D. Amaro Catalán. Librado el
combate en Santa Rosa, son derrotadas las
fuerzas mendocinas y nacionales, muriendo en
la acción el coronel Catalán.
Santiago del Estero. Provincia y ciudad de
la República Argentina. Esta provincia es la
segunda del grupo de las centrales por su ex-
tensión, que abarca 102.353 kilómetros cuadra-
dos, y por la importancia de la industria azu-
carera; su población es de 230.000 habitantes.
La capital de la provincia es la ciudad de San-
tiago, con 15.000 habitantes; es la más antigua
de la República, pues fué fundada por Francis-
co de Aguirre, el 17 de marzo de 1553.
Santo Tomé. Departamento y pueblo de la pro-
vincia de Corrientes. Situado a orillas del río
Uruguay y fronterizo con Misiones. El pueblo
de Santo Tomé, cabecero del departamento,
fué fundado en 1638 por los padres jesuítas;
era una de las misiones más antiguas e impor-
tantes, según se deduce por sus ruinas y por
los restos de escultura, que manifiestan un arte
bastante adelantado.
Sañogasta (combate). Las fuerzas unitarias
sufren una derrota, el 20 de junio de 1841, en
Sañogasta; los unitarios estaban al mando del
general Brizuela, que gobernaba la Rioja, y
las federales a las órdenes del general Aldao.
El jefe riojano, a quien las fuerzas empezaban
a abandonarlo desde antes de la acción, es he-
rido en el combate por sus propios soldados,
muriendo a los pocos días. Después del cora-
bate la Rioja quedó en poder de las tropas fe-
derales.
Sapla (sorpresa). Los indios tobas, desespera-
dos del humillante tratamiento que les daban
los conquistadores, y siguiendo el movimiento
reaccionario que en el Perú había operado Tu-
pac-Amarú, se sublevan contra los españoles,
aliándose a las demás tribus comarcanas y lle-
vando a sus filas a mucha gente de color del
país y algunos soldados. La rebelión puso en
serios conflictos a la ciudad de Jujuy; pero su
gobernador, D. Gregorio de Cegada, con rara
actividad, marcha a campaña y sorprende a
parte de los sublevados en Sapla, dispersán-
dolos y haciendo muchos prisioneros. Pocos
días después cae súbitamente sobre su campa-
mento y acaba de destruirlos, 31 de agosto de
1781. El 21 de abril del mismo año son ejecu-
tados los soldados que tomaron parte en la in-
surrección; los indios prisioneros ya habían
sido pasados por las armas.
Saráchaga (Juan Antonio). Abogado. Nacido
en Córdoba en 1781 . Se graduó de doctor en
Derecho el año 1804. Seis años después, al
caducar el Gobierno colonial, se declaró ar-
diente partidario de la revolución. Por su ilus-
tración y patriotismo mereció ser nombrado
SAR
- 387
secretario del gobernodor de Salta, el fogoso
patriota Chiclana, y en diciembre 17 de 1810
fué también secretario del presidente de Char-
cas. Fué nombrado durante dos periodos rec-
tor de la Universidad de Córdoba. Durante el
gobierno del general D. José María Paz des-
empeñó con acierto la Cartera de Guerra y la
de Relaciones Exteriores de la provincia de su
nacimiento, en el año 1829. Retirado más tarde
a Buenos Aires, fué encarcelado durante al-
gún tiempo y puesto en libertad más tarde. Vi-
vía completamente retirado en su hogar, cuan-
do fué de nuevo arrancado de su casa y con-
ducido al cuartel de serenos por Nicolás Mari-
ño y fusilado por orden del tirano Rosas, el 20
de septiembre de 1840.
Sarandí (batalla). Dada en el territorio déla
Banda Oriental, el 12 de octubre de 1825. Des-
pués de la batalla del Rincón dirigióse Rivera
hacia el Durazno, mientras el jefe oriental La-
valleja campaba cerca del arroyo de la Cruz
(Florida). Noticioso Lecor del desastre de sus
armas en el Rincón, despachó de Montevideo
a Bentos M. Riveiro, para que en unión con
Bentos González, el cual invadía por el Norte,
batiera a Lavalleja antes que se le uniese Ri-
vera. Al tener conocimiento del avance del
ejército brasileño, Lavalleja acudió a incorpo-
rarse con Rivera, lo que efectuó en las orillas
del arroyo Sarandí, a poca distancia del ene-
migo. El ejército oriental sumaba 2.400 hom-
bres, divididos en tres columnas, bajo el mando
de Rivera, Oribe y Zufriátegui; 2.500 eran los
brasileños. Los orientales cargaron con tal ím-
petu que los brasileños se vieron obligados a
retroceder, dejando en el campo más de 400
muertos y 500 prisioneros.
Saraza (Saturnino). Militar. Nació en Buenos
Aires, el 9 de agosto de 1760. Sirvió en clase
de teniente en el Cuerpo de Patricios, batiéndo-
se en la segunda invasión inglesa. Fué de los
invitados al Cabildo abierto del 22 de mayo y
allí hizo suyo el voto de D. Cornelio Saave-
dra. Fué en la expedición de Belgrano al Para-
guay, donde cayó prisionero. Siendo sargento
mayor fué nombrado teniente gobernador de
San Juan, el 29 de enero de 1812, cargo que
desempeñó hasta noviembre de 1814. Se retiró
con el grado de teniente coronel, falleciendo
en Buenos Aires, el 26 de septiembre de 1835.
Sarmiento (Domingo Faustino). Ilustre hombre
de Estado y escritor argentino. Nació en San
Juan, el 15 de febrero 1811, y se educó en la
D. Domingo Faustino
Sarmiento.
- SAR
misma ciudad. En 1827 empezó como teniente la
carrera militar y se halló en diversas acciones
deguerra hasta lle-
gar al grado de ma-
yor graduado. Ha-
biendo emigrado'a
Chile, a su vuelta,
en 1836, fundó en
San Juan un cole-
gio de 'niños y el
periódico El Zon-
da. En 1842, perse-
guido por el dicta-
dor, emigró a Chi-
le, donde se dedicó
al periodismo y a
la enseñanza; al
año siguiente pres-
tó grandes servi-
cios en la cordillera, salvando a más de 700 ar-
gentinos, después de la derrota del Rodeo del
Medio. En 1814 fundó en Santiago de Chile la
primera escuela normal y un diario; en 1845 es-
cribió el Facundo, su obra maestra, y que tuvo
un éxito asombroso. Hizo un viaje a Europa,
donde conoció a San Martín; cuatro años des-
pués regresó a América y publicó sus viajes; re-
dactó varios periódicos y formó en el ejército
libertador de Caseros como teniente coronel.
Asistió al combate naval del Tonelero; pidió su
baja en 1852 y regresó a Chile, donde dio a luz
varias obras literarias. En 1855 regresó a su
país y fué nombrado director general de Es-
cuelas, dando gran impulso a la enseñanza pú-
blica. Escribió Campana del ejército grande y
Comentarios de la Constitución. En 1858 fué
senador nacional; en 1860 ministro de gobierno
del general Mitre, y luego gobernador de San
Juan, en cuyo cargo y como jefe militar derro-
tó al Chacho (Peñaloza) en la acción del Poci-
to. Fundó el Museo de Historia Natural. En
1864 ministro plenipotenciario cerca de los go-
biernos de Chile, Perú y Estados Unidos de
Norteamérica. En este último país publicó la
Vida de Lincoln y Las escuelas de los Estados
Unidos. En 1868 fué electo presidente de la
República Argentina. Durante su administra-
ción se fundaron diez colegios nacionales, va-
rias bibliotecas, escuelas normales, la Acade-
mia de Ciencias de Córdoba, el Observatorio
Astronómico, las escuelas Naval y Militar, et-
cétera, etc. Senador en 1879, ministro del In-
terior, y en el mismo año director general de
SARR
388 —
SAU
Escuelas de la provincia de Buenos Aires. Este
ilustre patricio murió en la Asunción de Para-
guay, el 1 1 de septiembre de 1888; sus restos
fueron reimpatriados poco después.
Sarratea (Manuel de). Diplomático. Nacido en
Buenos Aires, el 13 de agosto de 1774, del ma-
trimonio del acau-
dalado comercian-
te D. Martín de
Sarratea, guipuz-
coano, y de doña
Tomasa de Altola-
guirre, de familia
distinguidísima en
la sociedad porte-
fla. Cursó sus estu-
diosconmuchopro-
vechoen el Colegio
de Vergara (Espa-
ña) y residió lar-
gos años en Ma-
drid. De regreso D.Manuel de Sarratea.
en la patria tomó participación activa y efi-
caz en el movimiento emancipador, prestan-
do a la libertad muy importantes servicios. AI
comienzo de la revolución desempeñó una mi-
sión delicadísima ante la Corte de Río de Ja-
neiro, cruzando con admirable habilidad los
trabajos de los adversarios de la revolución e
imponiéndose por sus talentos y don de gentes
a la simpatía y respeto de sus más encumbra-
dos personajes, sin excluir al mismo don
Juan VI. El ministro español Casa Irujo, lo
señaló al Gobierno de Montevideo como un
agente peligroso, cuya acción no había que des-
preciar sin exponerse a males irremediables.
En 1811 formó parte del Poder ejecutivo, del
que fué nombrado presidente, y pasó a mandar
el ejército argentino que operaba en la Banda
Oriental. Allí chocó inmediatamente con Ar-
tigas, como no podía ocurrir en otra forma,
dada la enorme disparidad de carácter, educa-
ción y tendencias de ambos personajes. En 1814
fué comisionado ante las Cortes europeas para
trabajar en interés de la independencia argen-
tina. En 1820 subió al gobierno de Buenos
Aires, y poco después firmó la paz del litoral
o del Pilar, en el pueblo de este nombre, con
el objeto de poner término a la guerra civil. A
consecuencia de esta convención se operó un
movimiento de resistencia y fué depuesto del
mando el 6 de marzo; el 12 del mismo mes y
año, al frente de algunas fuerzas, reasumió el
mando, pero por breve tiempo, pues fué nue-
vamente depuesto y se retiró a Entre Ríos.
Años más tarde fué nombrado ministro pleni-
potenciario en Inglaterra y después en Fran-
cia. Falleció en Limoges (Francia), el 21 de
septiembre de 1849, y sus restos fueron reim-
patriados el 20 de julio de 1850, siendo deposi-
tados en la bóveda de propiedad de su familia
en el cementerio de la Recoleta. En el Museo
Histórico se conserva su mascarilla en yeso,
sacada el día de su fallecimiento.
Sastre (Marcos). Educacionista. Nació en 1809,
en Montevideo. Recibió su educación en esta
ciudad y en la de Córdoba, en el Colegio de
Monserrat. En 1828 fundó en Córdoba su pri-
mer establecimiento de educación, y ordenó su
famosa Anagnosia, método para aprender a
leer. En 1830 tornó a Buenos Aires, ingresan-
do en la Universidad como estudiante de Juris-
prudencia; poco después pasó a Montevideo
en calidad de oficial mayor del Congreso; allí
editó su Epitome de Historia Sacra; en 1S32
resolvió establecerse en Buenos Aires, ejer-
ciendo el comercio en la librería «Argentina»,
e instaló el «salón literario» el año 1837, que
fué disuelto por el tirano. Retirado al campo,
fundó un colegio en San Fernando en 1842;
perseguido, se refugió en Santa Fe. En 1850
fué nombrado inspector general de Educación
de la provincia de Entre Ríos; en 1851, direc-
tor del periódico oficial del general Urquiza, y
al año siguiente, director de la Biblioteca pú-
blica de Buenos Aires. En 1855, inspector ge-
neral de Escuelas, y en 1864, jefe del departa-
mento de las mismas. Su mejor obra literaria
es el Tempe Argentino, verdadero poema en
prosa, en el que describe nuestras islas del
Delta. Este respetable educacionista murió en
Belgrano, el 15 de febrero de 1887.
Sauce (batalla). 1844. El ejército uruguayo al
mando del general D. Fructuoso Rivera es
completamente derrotado en la batalla del
Arroyo del Sauce, sobre el Yi, por una divi-
sión del ejército federal al mando del general
D. Justo José de Urquiza. Rivera tuvo 200
muertos, muchos heridos y prisioneros, vién-
dose obligado a retirarse hasta los Tres Ce-
rros, departamento de Tacuarembó. (24 de
enero.)
Sauce (batalla). 1870. Declarada en completa
rebelión la mayor parte de la provincia de En-
tre Ríos, su jefe, el general D. Ricardo López
Jordán, acepta en campo abierto la batalla que
SAU
389 -
SCHE
le presenta el general en jefe del ejército na-
cional sobre el Paraná, D. Emilio Conesa, la
que tiene lugar en las Puntas del Sauce (20 de
mayo). Los rebeldes, en número mayor, y con
caballerías superiores, llevan formidables ata-
ques a las fuerzas nacionales, pero son recha-
zados con brío, jugando un rol conspicuo la
pequeña artillería de que dispone, mandada
por el teniente coronel D. Joaquín Viejo bue,
no . López Jordán, en la imposibilidad de con.
seguir quebrantar la enérgica pujanza de las
armas de la nación, se ve forzado a emprender
la retirada, dejando el campo lleno de cadáve
res y de artículos de guerra.
Sauce Grande (batalla). 16 de julio de 1840. E
general D. Juan Lavalle es derrotado en una
batalla que libra en el Sauce Grande, provin-
cia de Entre Ríos, por el ejército del general
D. Pascual Echagüe.
Saucesito (batalla). 1818. El general D. Mar-
cos Balcarce, con las fuerzas que le había con-
fiado el director Pueyrredón para operar en
Entre Ríos contra los caudillos, es derrotado
en una batalla que da el ejército del general
entrerriano Ramírez, dejando en el campo la
artillería, gran número de muertos y muchos
prisioneros. (25 de marzo.)
Saucesito (batalla). 1819. Los caudillos Ramí-
rez y Artigas, que después de haber marchado
de acuerdo en la guerra que hacían a Buenos
Aires declaráronse mutuamente enemigos, se
encuentran con sus ejércitos en el Saucesito
provincia de Entre Ríos, de donde era gober-
nador el primero, y dan una batalla, siendo
completamente derrotado el caudillo urugua-
yo. Entre los prisioneros queda D. Juan Bau-
tista Méndez, gobernador de Corrientes, alia-
do de Artigas.
Sayajro (combate). Contra los indios, el 25 de
febrero de 1868. Una gran cantidad de indios
había invadido por la costa Sud hasta la la-
guna denominada Cuatro Reyes, y hecho un
gran arreo de las estancias inmediatas. Así
que lo supo el jefe de esa frontera, que lo era
el coronel D. Julio Campos, marcha en su per-
secución, alcanzándolos como a ocho leguas
al sud de la laguna Sayago, donde los pone en
fuga, después de un combate que da por resul-
tado ser muertos y prisioneros algunos indios
y el rescate del arreo, que se calculaba en
cinco o seis mil cabezas vacunas.
Sayos (Francisco). Militar. Nacido en Buenos
Aires, el 9 de octubre de 1785. Empezó su ca-
rrera el año diez, como ayudante mayor del
regimiento 4.° de Infantería; marchó a la cam-
paña del Perú y a la de la Banda Oriental.
Asistió al primer sitio de Montevideo y a la ba-
talla del Cerrito, a la toma y rendición de la
plaza de Montevideo. Como sargento mayor
marchó a incorporarse al ejército auxiliar del
Perú. Se hallaba en Santiago del Estero comi-
sionado para remontar su cuerpo de Grana-
deros cuando se produjeron serios disturbios
en Córdoba, y fué nombrado jefe superior de
las Milicias de esa provincia para sofocar su
insurrección, consiguiendo un completo triunfo
en los suburbios y prendiendo a los revoltosos
el 8 de diciembre de 1816, a pesar del número
y armamento, que era muy superior al suyo.
Poco después reprimió otro motín. El Gobier-
no nacional decretóle el 19 de diciembre de
1816 un premio por su bizarra conducta, con-
sistente en un escudo con la leyenda siguiente:
«Honor a los restauradores del orden», y pro-
moviéndole a teniente coronel. Hizo la expe-
dición al desierto a las órdenes del goberna-
dor de Buenos Aires D. Martín Rodríguez, de
quien fué edecán en 1822. Peleó contra los in-
dios en la costa del Salado y en el Paso de
Tomóte, exploró los campos que median entre
el Tandil y Bahia Blanca, cuyos fuertes esta,
bleció, y arrojó a los indios al otro lado del
Río Negro. Al advenimiento de Rosas fué preso
y desterrado; vuelto al país, desempeñó la jefa-
tura de Policía de la capital.
Scappatura (Luis). Italiano. Nacido en 1830.
Debido a causas políticas fué desterrado de su
país, dirigiéndose a Montevideo, donde se con-
sagró a la enseñanza. De esta ciudad pasó a
Buenos Aires, y aquí obtuvo un empleo de
maestro en la primera escuela creada por Sar-
miento, la escuela modelo de catedral al Sur,
que estaba bajo la dirección del educacionista
francés M. Raoul Legout (v.). En 1865 fué
trasladado al Colegio Nacional del Uruguay en
calidad de profesor de Historia y Geografía y
vicerrector del establecimiento al poco tiem-
po. En Gualeguaychú fundó y dirigió más tarde
un colegio de instrucción primaria, especial y
secundaria. Falleció el 2 de julio de 1886.
Schmidel (Ulderico). Historiador. Nació en
Straubing (Baviera), en 1500. Vino a América,
alistándose como soldado en una expedición
en 1534; asistió al año siguiente a la fundación
de Buenos Aires y luego a la de la Asunción.
Cansado de las penurias y trabajos que sopor-
SEC
— 390 -
SEG
taba después de veinte años de estadía en el
Río de la Plata, solicitó y obtuvo licencia para
volver a su patria, siendo encargado por el go-
bernador Martínez de Irala de poner en manos
del rey un parte detallado de los principales
acontecimientos de su administración. Pasó a
Sevilla, donde se hallaba a la sazón el empe-
rador Carlos V, y en la audiencia que le con-
cedió el soberano hizo entrega del documento
Se embarcó luego para Amberes. Escribió la
Crónica de la expedición de Mendoza, en la
que se limita a narrar los sucesos ocurridos
durante ella y durante su estadía en estos paí-
ses. Tiene el mérito de haberlas escrito siendo
testigo presencial de muchos de los aconteci-
mientos que refiere. Murió en 1581.
Seckamp (Guillermo). Químico alemán. Nació
en 1S33, en Lockstedt. Cumplidos sus estudios
secundarios, ingresó en la Universidad de Leip-
zig. Fué director científico por algunos años
de una fábrica de extracto de carne en Fray
Bentos (República Oriental del Uruguay). Ca-
tedrático de Química del Instituto fundado por
Urquiza; interinamente rector de este Colegio
en el año 1874. Fué uno de los que implantaron
en el estudio de las ciencias los métodos obje-
tivos y experimentales. A pesar de los pocos
recursos con que se contaba hasta 1890, el sa-
bio alemán estableció un gabinete de Química,
que en sus tiempos fué uno de los más comple-
tos de la República. Se retiró más tarde, y en
la histórica ciudad entrerriana fué intendente
de 1874 a 1878.
Seaver (Benjamín Franklin). Marino. Norte-
americano. Fué el segundo de Brown, batién-
dose denodadamente el 10 de mayo de 1814,
frente a la isla fortificada de Martín García,
tomando el mando de la goleta Julieta, de sie-
te cañones y tripulada por 60 hombres. Murió
gloriosamente al pie de su bateria en el com-
bate frente a Martin García, el 11 de marzo de
1814. A su fallecimiento lo reemplazó Russell
(v.) en su cargo de segundo jefe de la es-
cuadra.
Seguí y Bermúdez (Francisco). Marino. Na-
ció en Buenos Aires, el 12 de noviembre de
1794. Ingresó al servicio de la escuadra nacio-
nal en 1814. Hizo la campaña de Martin Gar-
da, peleó en el Arroyo de la China y asistió
a la rendición de Montevideo. Sirvió posterior-
mente en el Paraná contra los anarquistas,
siendo herido en una de esas campañas. Con
el general Zapiola hizo otras dos campañas,
como ayudante primeramente, y como segundo
comandante del bergantín 25 de Mayo. Des-
pués mandó el Belgrano, y desempeñó una in-
teresante misión en las costas del Sud, ejecu-
tando un largo crucero. Declarada la guerra
con el Brasil, fué ascendido a capitán, e hizo
lucida figura en la batalla del Juncal. Conti-
nuó con mando de buque hasta 1829 en que fué
desembarcado definitivamente, y desempeñó va
rias comisiones hasta 1S37, que se vio obligado
a emigrar por las persecuciones de la tiranía.
Fué de los defensores de Montevideo, sitiado
por Oribe. Volvió al país poco antes de la caí-
da de Rosas, llamado por Brown, y se le dio
el mando de la 25 de Mayo para ejercer la po-
licía del puerto. Prestó sus servicios a la de-
fensa de Buenos Aires, en el sitio de 1852-53.
Fué jefe de la isla de Martín García en 1853, y
capitán del puerto de Buenos Aires, desde
1855 hasta 1868. Falleció en Buenos Aires, el
19 de mayo de 1877.
Segura (Pedro Pascual). Cuatro veces goberna-
dor de la provincia de Mendoza, propietario en
1845 a 47; provisorio en 1852, propietario en
1853 a 57 y además interino en 1865. Coopera-
dor a la organización del primer Congreso
constituyente de confederación. Segura envió
a su seno a los diputados D. Martín Zapata
(yerno de Segura, y fué una de las víctimas
del terremoto de Mendoza) (v.) y a D. Agustín
Delgado, que mayor honor hicieron ala pro-
vincia. Fué fundador de la Constitución pro-
vincial, promotor o fundador de los colegios,
escuelas, quinta normal, municipalidades, pe-
nitenciaría, cementerio, vías públicas. Tribunal
de Comercio, establecimiento de la Administra-
ción de Justicia, y en general de cuantas útiles
instituciones reglamentarias y orgánicas posee
la provincia. La pureza administrativa, la inte-
gridad en el manejo de las rentas deben in-
mensamente a la época de su gobierno. Las
garantías individuales, el respeto a los dere-
chos de los ciudadanos, no levantan el brazo
justiciero para marcar sobre la tumba del ge-
neral Segura el negro tizne de una sola per-
secución, venganzas ni odiosidades personales.
Elevado a coronel mayor, el 2 de enero de
1856, aceptó el rango, pero renunció el suel-
do, donándolo a beneficio del equipo, remonta
y hospital del regimiento de Dragones de la
frontera de la provincia, que prestara después
un eficaz servicio en aquella parte de la Repú-
blica. Siendo comandante general de Armas de
SEG
391 -
SERR
las provincias de Mendoza y San Juan falle-
ció, en octubre de 1865, a la edad de sesenta y
tres años.
Sejrurola y Lezica (Saturnino). Sacerdote,
Nació en Buenos Aires, el 11 de febrero de
1776, y cursó sus eFtudios en el Real Colegio
de San Carlos hasta consagrarse de presbíte-
ro; pasó después a Chile a doctorarse en Teo-
logía. Desde joven demostró gran afición a ios
estudios históricos, coleccionando documentos
y obras muy valiosas. Llevado por sus senti-
mientos generosos, fué el primero que hizo in-
troducir la vacuna en Chile, el año 1805, y fué
en su patria el más entusiasta propagandista
de este famoso preservativo contra la viruela,
que tantos estragos hacía en el país. El 13 de
septiembre de 1810 fué nombrado primer biblio-
tecario de la Biblioteca pública, y el 7 de sep-
tiembre de 1821 director de la misma. A su car-
go y gratuitamente, por espacio de diez y seis
años estuvo en la conservación y administra-
ción de la vacuna, y al ser ésta establecida
por un decreto del 29 de octubre del mismo
año, fué nombrado miembro de la Junta, como
también de la Sociedad lancasteriana de Lon-
dres. En noviembre de 1820, Seguróla pertene-
ció al Cabildo, pues le confirió, como gran dis-
tinción por sus «servicios y virtudes», asiento
perpetuo, con voz y voto en sus deliberacio-
nes. En 1835, como tesoreio general de las
obras de la catedral, donó a beneficio de la
misma una casa de su propiedad. Desempeña-
ba la inspección general de Escuelas y la re-
gencia de la Casa de niños expósitos; pero
cuando el dictador dispuso su cierre, el deán
Seguróla tuvo a su cargo por algún tiempo a
más de 10.000 niños y el sostenimiento de la
Casa de expósitos. Las persecuciones de Ro-
sas amargaron los últimos años de su vida, y
el 24 de junio de 1854 falleció en esta ciudad.
Semanario de Agricultura y Comercio.
Periódico que apareció durante el gobierno de
\'értiz, muy superior al Telégrafo. Era redac-
tado por D. Hipólito Vieytes, con la colabora-
ción de D. Pedro Cervino y otras personas
entendidas. Fué este periódico un poderoso
agente de civilización en esa época. Sus artí-
culos sobre materias económicas y de aplica-
ción para el país estaban basados en los sanos
principios de la Ciencia. Sus esfuerzos se en-
caminaban al fomento de la agricultura y de
la arboricultura, cuyas ventajas demostraba,
aconsejando como el medio mejor para utilizar
D. Felipe Senillosa.
nuestras tierras incultas que se diesen en pe-
queñas porciones, pues el sistema de ventas a
los precios de entonces los dejaba acumulados
en pocas manos y despoblados por esa ra-
zón (1).
Senillosa (Felipe). Ingeniero. Nació en Barce-
lona, el 26';de mayo de 1783, y cursó sus estu-
dios de Matemáti-
cas en la Univeris-
dad de Alcalá de
Henares. En 1808,
cuando la invasión
napoleónicala la
Península, concu
rrió al sitio de Za
ragoza al frente de
una compañía,
practicando al mis-
mo tiempo sus ser-
vicios militares co-
mo oficial de Infan-
tería, mereciendo
ser ascendido a te-
niente por su valor y celo; se halló en el
segundo sitio de esa plaza, y en 1809 cayó
prisionero de los franceses. En 1813, por
cuestiones políticas, se decidió a prrstar sus
servicios en el ejército francés, en calidad de
ingeniero, en el cual hizo varias campañas, ha-
llándose en diversas batallas; al año siguiente
solicitó su baja. Emigrado en Londres en 1815t
conoció a Rivadavia y a Belgrano, quienes lo
indujeron a trasladarse a Buenos Aires; lo que
él efectuó en seguida, fundando a su llegada
un periódico, y poco después en prueba de sus
talentos se le confirió la dirección de la Aca-
demia de Matemáticas. En 1822 fué nombrado
catedrático de la Universidad, y en 1828 presi-
dente del departamento Topográfico de la pro-
vincia. Cuatro años después fué electo diputa-
do a la Legislatura de la provincia, siendo
reelegido al terminar su período; y en 1838
fué nuevamente nombrado presidente de aquel
departamento. Falleció en Buenos Aires, el
20 de abril de 1858.
Serrano (José Mariano). Signatario del acta de
la Independencia. Nació en Chuquisaca, el 8 de
septiembre de 1780, y se recibió de abogado en
la misma ciudad el 11 de marzo de 1811. Tomó
(1) Azara, en su diario de viaje a la frontera, dice que
los terrenos se vendían a 80 pesos las 30 o 40 leguas cua-
dradas (179fl), y Cervino, que a lo sumo lo que valia la le-
gua cuadrada era 20 pesos (1803).
SIE
— 392 —
SIM
las armas en defensa de la emancipación de su
patria, por la cual sufrió grandes penurias.
En 1816 fué electo
diputado ante el
Congreso deTucu-
mán que declaró la
independencia el 9
de julio, y figuró
como uno de los
miembros más no-
tables de esa Asam-
blea; a mediados
de octubre de 1S19
partió de Buenos
Aires para Tucu-
mán, en misión po-
lítica secreta; pero
una fuerza de mon- D. José Mariano Serrano,
toneros santafecinos lo aprisionó, conducién-
dolo a Santa Fe. Recobrada su libertao, fué
nombrado secretario del 'gobernador de Tu-
cumán general Araoz, desempeñando comi-
siones importantes en esa época; y en 1826
presidió la Asamblea que declaró la indepen-
dencia de Bolivia. Desde entonces su vida fué
consagrada al país; en los distintos cargos pú-
blicos que desempeñó como magistrado, legis-
lador y diplomático, dio en todos ellos pruebas
de talento y de patriotismo. Uno de los últi-
mos que ocupó fué la presidencia de la Supre-
ma Corte. Retirado de la vida pública, falleció
en Bolivia el ano 1851 .
Sierra Chica (combate). Entre las indiadas del
Sud en gran número y el coronel Mitre (B.), mi-
nistro de la Guerra. Las fuerzas nacionales,
después de una sangrienta batalla, tuvieron
que retirarse al Azul. Tuvo lugar el 31 de ju-
nio de 1855.
Si^no (Norberto del). Natural de Córdoba; es-
tudió Leyes y se graduó en la Universidad de
Charcas. Por decreto de 9 de agosto de 1810
el Gobierno de Salta lo nombró asesor interi-
no, y más tarde le fué confiada la Auditoría
de guerra del primer ejército de la revolución
que a las órdenes de Ocampo partió de Bue-
nos Aires con destino a las provincias del inte-
rior. Asistió al combate de Catagaita y a la
batalla de Suipacha, y cuando Castelli tomó el
mando del ejército le nombró su secretario.
Asistió también a las derrotas de Huaquiy
Sipe-Sipe. En 1812 fue asesor del gobierno de
Córdoba.
Silva de Gurmchasa (Martina). Patricia ar-
gentina. Nacida en Salta, el 3 de noviembre de
1790. Por su valor fué nombrada capitana ho-
noraria del ejército, por el general Belgrano.
Simbrón (Pablo). Uno de los 63 compañeros de
D. Juan de Garay, el 11 de junio de 1580, fecha
de la fundación de esta ciudad. De Simbrón no
se conoce la genealogía ni lugar de nacimien-
to; sólo se sabe que era sudamericano. Figura
entre los agraciados en el auto que dictó Garay
para el repartimiento a los pobladores de «si-
tios de casas», con la manzana comprendida
por las calles Cerrito, Libertad, Lavalle y Tu-
cumán, y un cuarto de manzana en la esquina
de las calles Corrientes y San Martín; y en el
repartimiento de los «pedazos de tierra^', que
hizo el mismo fundador, el 24 de octubre, fren-
te a la ribera del Paraná, tierra adentro, le
adjudicó 350 varas de frente por una legua de
fondo.
Simson (David). Ingeniero. Nacido en Escocia
(Roxburgh-shire) en 1862. Realizó susestudio.=
profesionales en
la Universidad de
Edimburgo, reci-
biéndose de inge-
niero civil muy
joven. Llegó a
nuestro país en
1887, para ocupar
el cargo de sub-
ingeniero resi-
dente del ferro-
carril Trasandi-
no. En noviembre
de 1891 se diri-
gió a Cuba, para
des em penar el °- ^^'"'"^ ^'"'^°" '
puesto de ingeniero jefe del ferrocarril del
Oeste de la Habana, hasta que en diciembre
de 1896 regresó a Buenos Aires, con el nom-
bramiento de ingeniero residente del ferro-
carril del Oeste. En este puesto llevó a
cabo al bajo nivel de la estación Once al
Caballito; el balastro de piedra entre el One?
y Morón, el ensanche del edificio de la Es-
tación Central; la doble vía de Lujan a Sui-
pacha, etc. En 1907 resolvió fijar su resi-
dencia en Londres, y como era natural formó
parte de los directorios del Sud y del Oeste;
presidía los de la Compañía del Dock Sud y del
ferrocarril del Brasil, Antofagasta. Al morir
formaba parte de los directorios del Banco de
Londres y Río de la Plata, ferrocarril Oeste,
SIN
393 -
SOB
Dock Siid, Brasil y además del Sud, en que
sucedió a Mr. Jason Righby. Propagandista
convencido y eficaz de nuestro país, por el que
siempre sintió cariño entrañable, colaboró en
la prosperidad y progreso de la Argentina y
unió su nombpe a una época inolvidable de
nuestro desenvolvimiente material. Falleció en
Londres, el 16 de diciembre de 1916.
Sinclair (Enrique). Marino. Nació en los Esta
dos Unidos de Norteamérica, en el año de 1805.
A los veinticinco años de edad vino al Río de
la Plata, e ingresó como piloto en la escuadri-
lla de Brown, en la que conquistó sus grados
a fuerza de valor. En la guerra del Brasil,
como guardia marina; y de alférez peleó en los
Pozos, el Juncal y otros encuentros de esa
campaña, en que tantos laureles conquistó la
escuadrilla de Brown, con un número inferior
de buques y tripulantes. Durante la tiranía sal-
vó a muchos emigrados de una muerte segura,
y en 1839, al pronunciarse el general Lavalle
contra el dictador Rosas, mandó en jefe la es-
cuadrilla libertadora que condujo al referido
general a las costas de la provincia de Buenos
Aires. Caído Rosas se incorporó a la Armada
nacional y permaneció en ella hasta obtener el
grado de capitán de navio el año 1892, en que
fué retirado del servicio. Murió en el pueblo de
San Isidro, provincia de Buenos Aires, el 17 de
septiembre de 1904.
Sipe-Sipe. Después de la victoria de Venta y
Media, habiendo recibido refuerzos de consi-
deración el general español Pezuela, éste tomó
la ofensiva. Rondeau tuvo que dirigirse a Co-
chabamba buscando una nueva base de opera-
ciones, y tratando de dar tiempo a que le lle-
garan los regimientos números 2 y 3, que
habían salido de Buenos Aires a principios de
agosto, a las órdenes del general French. Pero
Pezuela lo buscó con empeño, y el 28 de no-
viembre le cortó el paso en las alturas de
Sipe-Sipe. Rondeau se preparó a la batalla,
que ya era inevitable, y ésta tuvo lugar al día
siguiente. Una orden dada a mal tiempo, o
mal ejecutada, introdujo el desorden en el ala
derecha de los patriotas; y a pesar de la te-
nacidad con que lucharon los regimientos 7 y
9, y de la bizarría con que los Granaderos a
caballo cargaron varias veces sobre la infan-
tería enemiga, el ejército se puso en verdadera
derrota. El regimiento 7 quedó casi todo en el
campo de batalla, y los demás cuerpos fueron
deshechos. Rondeau se replegó a Chuquisaca,
con pocos dispersos, siguiendo su retirada has
ta Jujuy, en donde encontró las tropas de re-
fresco del general French, y allí se detuvo. El
ejército que se batió en Sipe-Sipe se compo-
nía así: Ala derecha: Mayor general E. de
la Cruz; número 1, coronel Forest; número 9,
coronel Pagóla; Granaderos a caballo, co-
mandante J. R. Rojas. Ala izquierda. Coro-
nel C. Celaya; número 7, comandante C. Vi-
dal; número 12, comandante La Riva; Drago-
nes, comandante D. Balcarce; reserva, coro-
nel H. Quintana; número 6, coronel Zelada.
Sobremonte (Rafael de). Noveno virrey, desde
1804 a 1806. Sobremonte empezó su carrera
como secretario del virrey Vértiz, y tuvo bas-
tante habilidad para ascender a gobernador
de Córdoba y de Montevideo, y a subinspector
del ejército con el grado de brigadier. Todo
lo debió al favor, que sabía conquistarse con
sus intrígas y la flexibilidad de su carácter. Era
activo y tenía cualidades propias para hacer
carrera y ganarse el cariño popular. En Cór-
doba se atribuyó el mérito de un acueducto,
que otro hizo a su costa. En Buenos Aires
fundó el pueblo de San Fernando y empezó la
obra del canal. En Montevideo, marchó a la
frontera en la guerra de 1801, y no hizo nada
útil ni llegó a tirar un tiro. Sus gestiones ante
el Brasil para que se devolviesen las Misiones,
o al menos se fijase la línea divisoria provi-
sionalmente en el Ibicuí, no produjeron resul-
tado efectivo. Cuando llegó la noticia de que la
escuadra en que venía la expedición inglesa
había tocado en el Brasil, el virrey Sobre-
monte, sospechando que pudiera dirigirse al
Río de la Plata, y creyendo que el único punto
vulnerable era Montevideo, pasó allí, trasla-
dando casi toda la fuerza que había disponible
y dejando desguarnecido a Buenos Aires. El
virrey regresó a esta ciudad luego que se supo
el verdadero destino de aquella escuadra, que
en efecto se apoderó del Cabo, el 18 de enero
de 1S06. Circulaba en Inglaterra hacía algún
tiempo la opinión, fomentada por el venezo-
lano general Miranda, de que las colonias es-
pañolas sacudirían el yugo de España si In-
glaterra acudiera con fuerzas en su auxilio; y,
en efecto, el Gobierno inglés se había ocupado
de este proyecto desde 1797, aunque sin resul-
tado. Fundado en estos antecedentes, sir Home
Popham, comodoro de la escuadra que tomó
el Cabo, y halagado con la esperanza de hacer
un rico botín en los establecimientos del Río
soc
- 394 -
SOL
de la Plata, concibió el proyecto de apode-
rarse de ello, para lo que juzgó que bastaba
una pequeña fuerza, según los informes que le
comunicó T. Wine, capitán de un buque norte-
americano que estaba en el Cabo... (Véase In-
vasiones inglesas.) Sabida es la conducta de
Sobremonte. Al día siguiente de la recon-
quista, el cabildo— única autoridad que había
quedado en pie -convocó una «Junta de no-
tables» para tratar del restablecimiento del
Gobierno; esta Junta se reunió el 14 de agos-
to, y estando en deliberación el pueblo inva-
dió el recinto de sus sesiones, y pidió a voces
que se diese el mando político y militar a don
Santiago Liniers. La Junta así lo resolvió, y
comisionó al fiscal del Consejo de Indias, Gor-
vea, que se hallaba de tránsito en la ciudad;
al regente de la Audiencia, Cubero, y al sín-
dico del Cabildo, para que saliesen al encuen-
tro de Sobremonte a notificarle esta resolu-
ción. Este acató y fué mandado preso a España.
El Gobierno español castigó a tan pundono-
roso y valiente funcionario haciéndole maris-
cal de campo y consejero de Indias.
Sociedad de los Siete. Para preparar la re-
volución se constituyó una Sociedad secreta
para fomentar las ideas de independencia. En
sus filas figuraban casi toda la juventud crio-
lla, mientras a su frente iban Belgrano, Paso
y otros esclarecidos patricios. Esta Sociedad
se apoyaba en los regimientos criollos, y tomó
el nombre de «Sociedad de los Siete» por ser
siete sus directores. Al ver que había llegado
el momento de la emancipación, dicha Socie-
dad promovió una reunión de jefes militares
para que determinaran la hora en que debía
estallar la revolución. Varios fueron los pare-
ceres, pero D. Cornelio Saavedra, en calidad
de jefe de los patricios, que gozaba de más
prestigio, propuso que se esperase hasta que
los franceses disolvieran la «Junta de Sevilla»;
parecer aceptado por todos los que se hallaban
presentes.
Soler (Miguel Estanislao). Militar. Nació en
Buenos Aires, el 7 de mayo de 1783; hizo sus
estudios en el Real Colegio de San Carlos, y a
los doce años entró a servir en clase de cadete
en el regimiento Fijo, en 1795; combatiendo
contra los ingleses en 1806 y 1807, siendo as-
cendido a subteniente. Durante los días de
mayo de 1810 se hizo notar por su patriotismo,
siendo ascendido a sargento mayor en julio de
1810, y en 1811 partió como tercer jefe del re-
D. Miguel Estanislao Soler.
gimiento de pardos y morenos a Entre Ríos y
a la Banda Oriental, donde derrotó a una fuer-
za realista de des-
embarco. A con-
secuencia de este
triunfo, el Go-
bierno le exten-
dió los despachos
de teniente coro-
nel, el 1 de ene-
ro de 1812, y en
marzo del mismo
año se halló en el
combate de 7a-
pabi. Poco des-
pués pasó a Mon-
tevideo a sitiar
esa plaza, man-
dando en jefe en la victoria del Cerríto, por
cuyo triunfo obtuvo el grado de coronel, el
12 de mayo de 1813; continuó allí revistan-
do hasta la rendición de la plaza, y el 25
de agosto de 1814, en premio de sus servi-
cios, fué nombrado gobernador de la provin-
cia Oriental; fué en 1815 ascendido a coro-
nel mayor, y en 5 de septiembre del año
siguiente nombrado brigadier y mayor gene-
ral del ejército de los Andes, pasando a Chile
en 1817. Al mando de la división de vanguar-
dia derrotó a los realistas en las Coimas, y se
halló en la batalla de Chacabuco y en la acción
de Putaendo. En 1818 fué llamado a Chile para
confiársele el mando del ejército de la capital,
y en 1820 fué elevado a la primera Magistra-
tura; tres años después fué enviado en misión
diplomática a Montevideo. Declarada la gue-
rra con el Brasil, en 1826, nómbresele mayor
general del ejército de operaciones, y su actua-
ción en dicho cargo fué muy lucida. Vuelto al
país, fué nombrado ministro plenipotenciario y
enviado extraordinario en Bolivia, misión que
se disponía a cumplir cuando sobrevino el cam-
bio de Gobierno de 1828. Durante la tiranía
emigró a Montevideo, y de retorno a esta ciu-
dad murió, el 23 de septiembre de 1849.
Solis (Juan Díaz de). Era natural de Lebrija, en
Andalucía, y parece que se hizo notable en el
arte de la navegación, estando al servicio de
Portugal, de cuyo rey se quejaba porque no le
pagaba 800 cruzados que le adeudaba. De
vuelta a España salió con Vicente Pinzón, en
1506, a proseguir los descubrimientos de Co-
lón en la costa firme, explorando parte de la
SOL
- 395 -
SOL
península de Yucatán. El 29 de junio de 1508
éstos mismos salieron con dos carabelas del
puerto de Sanlúcar, para adelantar los descu-
brimientos hacia el Sud. Los exploradores re-
corrieron toda la costa del Brasil, pasaron a
la altura del Río de la Plata, sin encontrarlo,
y llegaron hasta los 40 grados de latitud Sud,
tocando probablemente en Bahía Blanca y Río
Colorado, y tomando posesión por la Corona
de Castilla de las tierras que recorrían; «la
falta de buena armonía y los altercados que
hubo entre los principales caudillos de la ex-
pedición coartaron sus progresos; lo cierto es
que regresaron a fines de octubre de 1509>. De
aquí resultó un pleito entre ellos, a consecuen-
cia del cual Solís fué enviado preso a la cor-
te; pero poco después fué declarado libre de
toda culpa y elevado a mayores honores. A la
muerte de Vespucio se le nombró piloto mayor
en su reemplazo, el 28 de marzo de 1512, y el
24 de abril se le pagó del Real Tesoro una in-
demnización de 34.000 maravadís, fuera de su
sueldo, que era de 75.000, con deducción de
10.000 en favor de la viuda de su antecesor.
Solís fué comisionado poco después para man-
dar una expedición que debía ir a descubrir por
Malaca y las islas de la Especería, la cual que-
dó sin efecto; pero muy pronto se trató de dar
empleo a los talentos de este hábil marino, a
quien Herrera llama el más excelente hombre
de su tiempo en su arte. El 24 de noviembre de
1514 se firmó un contrato, por el cual el rey
le daba 4.000 ducados de oro, siendo de su
obligación preparar una carabela de sesenta
toneladas y dos de treinta, haciendo todos los
gastos de la expedición y debiendo dividirse
los provechos en tres partes, de las cuales
una sería para el rey, otra para Solís y la
tercera para las tripulaciones. El rey dio tam-
bién, con cargo de devolución, cuatro lombar-
das grandes y sesenta coseletes con sus arma-
duras de cabeza. Además les adelantó año y
medio de sus sueldos; un año a su cuñado
Francisco Torres, que le acompañaba como
segundo; todo esto sin perjuicio de otras re-
compensas que prometía hacerle, según fuese
la naturaleza de los servicios que hiciera a la
Corona en la expedición. Cerca de once meses
tardó ésta en aprontarse, y al fin, dejando
nombrado a un hermano suyo para que des-
empeñase su empleo en Sevilla, dio a la vela
del puerto de Lepe, el 8 de octubre de 1515-
La escuadrilla tocó en Tenerife, y pasó a la
costa del Brasil, que recorrió prolijamente,
marcando las latitudes de todos los puntos con
la exactitud que permitían los instrumentos de
aquel tiempo. Llegaron a las islas de Lobos,
siguieron la dirección de las costas, hasta que,
reconociendo la calidad del agua en que nave-
gaban, dio el nombre de Mar Dulce a lo que
es hoy el Río de la Plata. No tardó el experto
marino en reconocer que el gran estuario don-
de se encontraba no podía ser sino la emboca-
dura de un gran río, tanto por la poca hondura
como por la dulzura del agua, y dejando fon-
deadas dos de las carabelas al abrigo de la isla
de San Gabriel, entró él mismo en una latina,
con los oficiales reales que le acompañaban,
para reconocer de cerca la costa inmediata,
que era la del Norte. Así llegaron hasta la isla
de Martín García, y aproximándose a la playa,
notaron que había casas de indios, y que mu-
chos observaban la embarcación y las gentes
desconocidas que iban en ella. Solís quiso re-
conocer y tomar posesión de aquella tierra en
cumplimiento de sus instrucciones, cuyo artícu-
lo final transcribimos literalmente para que se
forme ¡dea el lector de los usos de aquella
época: «La manera que habéis de tener en el
tomar de la posesión de las tierras e partes
que descubriéredes ha de ser, que estando vos
en la tierra e parte que descubriéredes hagáis
ante escribano público y el más número de
testigos que pudiéredes, e los más conocidos
que hobiere, un acto de posesión en nuestro
nombre, cortando árboles e ramas, e cavando
o haciendo, si hobiera disposición, algún pe-
queño edificio, e que sea en parte donde algún
cerro señalado o árbol grande, e decir cuántas
leguas está de la mar, poco más o menos, e a
qué parte e qué señas tiene, e hacer allí una
horca, e que algunos pongan demanda ante
vos, e como nuestro capitán e juez, lo senten-
ciéis y determinéis de manera que en todo to-
méis la dicha posesión, la cual ha de ser por
aquella parte donde la tomáredes, e por todo
su partido e provincia o isla, e dello sacaréis
testimonio sinado del dicho escribano, en ma-
nera que faga fe. Fecho en Mancilla, a veinti-
cuatro días del mes de noviembre de 1514 años.
Yo el Rey, etc.» Solís desembarcó con los
dos oficiales reales que le acompañaban, y se-
guido de ellos y de siete hombres más, se in-
ternó algunos pasos para plantar la cruz y
hacer el acta de la toma de posesión a la vista
de los indígenas que lo observaban. Pero una
SUI
— 398 —
SUP
del 17 de Lanceros, pasando a sitiar la colonia
y a expedicionar a Río Grande. Terminada la
guerra del Brasil regresó a Buenos Aires. Ac-
tuando en el partido unitario derrotó a los fe-
derales en las Palmitas. En 1830 emigró a
Montevideo; desde entonces se estableció en
Mercedes, dedicado a su establecimiento de
campo. Retirado a Montevideo, murió el 13 de
febrero de 1846. Sus cenizas fueron reimpa-
triadas en 1879, juntas con la de su inseparable
amigo el coronel Olavarría.
Suipacha (batalla). Instalada la Junta guber-
nativa el 25 de mayo de 1810, dispuso que a
la mayor brevedad debía partir una expedición
de 500 hombres para auxiliar a las provincias
interiores. A los pocos días marchó de Buenos
Aires una expedición de 1.150 voluntarios, alas
órdenes del comandante Ortiz de Ocampo.
Cinco meses después el ejército expedicio-
nario, reforzado en su marcha, invadía el alto
Perú, y D. Antonio González Balcarce, nom-
brado general en reemplazo de Ocampo, al-
canzó la primera victoria en los campos de
Suipacha, y el Alto Perú se insurreccionaba en
masa. El ejército realista fué mandado por el
general Córdoba y Ríos. Los trofeos de esta
victoria fueron toda la artillería enemiga, gran
parte de los fusiles, municiones, muías, dinero,
etcétera, 180 prisioneros y dos banderas. Sui-
pacha es un pueblo de Bolivia, situado sobre
el río del mismo nombre afluente del Pilcomayo.
Superi (José). Militar. Nacido en Buenos Aires.
Era sargento mayor del batallón de Castas.
Hizo la campaña del ejército auxiliar del Perú.
Se halló en las batallas de las Piedras y en la
de Tucumán como jefe del expresado batallón,
compuesto por pardos y morenos. Se encontró
también en Salta, Vilcapujío y Ayohuma. En
esta última batalla, ya ascendido a coronel,
murió heroicamente al llevar al enemigo uaa
carga a la bayoneta al frente de su batallón.
Supiciche (Zacarías). Militar. Entró al servicio
como alférez a guerra en el escuadrón de Ar-
tillería que formó
el coronel don
Eduardo Escola,
el que fué refun-
dido en el regi-
miento I de Arti-
llería cuando re-
gresó de la cam-
paña de Paoón.
Se halló en la
guerra del Para-
guay en las ac-
ciones Paso de la
Patria, Itapirú,
Estero Bellaco,
Tuyuti, Yatayti,
Cora, etc. Cam-
pañas de Entre Ríos contra López Jordán; jefe
de frontera, se halló en la rebelión del 74; co-
misario de guerra del ejército; expedicionó al
Chaco en octubre de 1884. Ascendido a gene-
ral de brigada en agosto de 1886. En 1889 jefe
de las tropas que formaban la guarnición de la
capital de la República, y como tal se encon-
tró al frente de ellas en ia plaza de la Libertad
los días 26, 27 y 28 de julio de 1890, hasta la
terminación de la revolución. Fué interventor
en la provincia de Catamarca y jefe militar de
la misma el 86 o el 87.
General de división D. Za-
carías Supiciche.
T
Taber (Guillermo Samuel). Natural de los Es-
tados Unidos de Norteamérica. Pertenecía a
una familia distinguida y bien colocada en Nue-
va York. Prestó el contingente de su fortuna
e inteligencia a la causa de la revolución. En-
carcelado en Montevideo por los españoles, el
8 de marzo de 181 1, intentó escaparse engrilla-
do para Buenos Aires, permaneciendo incomu-
nicado en su calabozo hasta el 7 de julio, en
que al fin obtuvo su destierro mediante la mul-
ta de 2.000 pesos. El 7 de abril emprendía via-
je para Santiago de Chile. Lo llevaba ostensi-
blemente asuntos de comercio; pero es de su-
poner, por lo que revela su correspondencia,
que no era ajena la política. Regresó a Buenos
Aires en diciembre del mismo afio, dejando en
aquel país amigos numerosos, como los tenía
en ambas orillas del Plata. Debido a una en-
fermedad contraída en su húmedo calabozo fa-
llecía el martes 8 de noviembre de 1813, en la
estancia de Mr. Richard Hill, a diez leguas de
Buenos Aires, significando la víspera el deseo
de que sus restos reposasen en dicha capital.
Tablada (batalla de la). Juan Facundo Quiroga
ocupaba la ciudad de Córdoba; el general don
José María Paz con su ejército se aproxima
hasta una legua y acampa en La Tablada, que
es un llano que queda al Noroeste de Córdo-
ba, en la banda opuesta del río, a distancia de
una legua y que tendrá otro tanto de extensión
cuadrada. Quiroga sale a batirlo el día 22, y
al llegar la noche se retira, sin que el triunfo
se decidiese por ninguna de las dos partes;
pero al día siguiente, 23 de junio de 1829, re-
novada la batalla con encarnizamiento, la vic-
toria se declara por las armas de Paz, tenien-
do que huir Quiroga con un grupo de caballe-
ría con dirección a las provincias de Cuyo. La
artillería fué tomada, como también toda la In-
fantería que no murió con las armas en la
mano. En el campo quedaban más de mil cadá-
veres enemigos (incluso los de la tarde ante-
rior), que eran la cuarta parte de su fuerza.
Mortandad enorme en proporción al número de
los combatientes. Además se tomaron como
500 prisioneros, entre ellos varios jefes y ofi-
ciales y abiertas las puertas de la ciudad al
ejército vencedor, que el mismo día la ocupa.
Con este hecho de armas consigue el general
Paz someter a su causa a las provincias del
Norte, que le enviaron recursos. Tucumán ya
le había mandado una fuerza de 300 hombres,
que asistió a la batalla, con su gobernador, el
coronel D. Javier López, a la cabeza.
Taboada (Antonino). Militar. Nacido en Santia-
go del Estero, el 31 de agosto de 1815. Prestó
muchos servicios al país en las fronteras. Se
halló en el Arroyo del Rey, Laureles, Mal Paso,
etcétera. Su hoja de servicios es tan gloriosa
como pocas. Luchó en casi todos los terrenos
abogando por la libertad; se halló en el Que-
bracho Herrado; tomó una parte activa en el
sitio de Montevideo, y más tarde se colocó en
el Norte a lidiar brazo a brazo con el partido
rosista. En 1861 encabezó a los liberales de
Santiago, pronunciándose a la par de Buenos
Aires contra el gobierno del Dr. Derqui, conte-
niendo con su solo esfuerzo todo el Norte de
la República, lanzado en masa a sostener la
dictadura del Gobierno del Paraná. En esa épo-
ca sólo Santiago ahogó la anarquía en las pro-
vincias del Norte, viniendo más tarde a desba-
ratar el resto del caudillaje en la jornada del
Mal Paso. El general Taboada, encargado des-
pués del comando en jefe de las fuerzas del
Norte, prestó importantes servicios. Del triun-
fo del Pozo de Vargas surgió la libertad de la
República, hollada por la montonera. Murió en
TAB
400 -
TAG
la ciudad de Tucumán, el 4 de marzo de 1883.
Taboada (Manuel). Gobernador de Santiago
del Estero, interino, el 5 de octubre de 1851
hasta el 26 de noviembre del mismo año, que
fué electo en propiedad por la Legislatura por
el período de tres años, que terminó el 26 de
noviembre de 1854, con algunas interrupciones.
Concurrió al acuerdo de los gobernadores, en
la ciudad de San Nicolás de los Arroyos. De-
rrotó en las Tacanitas al general Celedonio
Gutiérrez. Fué nuevamente gobernador hasta
el 26 de noviembre de 1857; otra vez de 1862
a 1864. Su administración cooperó a la empre-
sa de navegación del Salado y en la realiza-
ción de la canalización del Río Dulce; prohibió
el enterramiento en los templos o cementerios
particulares adyacentes a éstos, disponiendo
que lo fuesen en el nuevo cementerio, cuya
obra llevó a cabo; terminación de los canales
de irrigación, que habilitaban para la agricul-
tura una porción considerable de terreno, que,
por su inmediación a la capital, aseguraban
grandes beneficios para ésta; hizo levantar el
catastro de la propiedad territorial, facilitando
así el cobro de los impuestos; los empleados
de la Administración fueron pagados con toda
regularidad, recibiendo algunos de ellos pe-
queñas cantidades a cuenta de sus créditos an-
teriores.
Tacanitas (combate). Dado el 21 de octubre
de 1853. El general Celedonio Gutiérrez, al
frente de un ejército, había invadido a Santia-
go del Estero, apoderándose de la ciudad y
enseñoreándose de la mayor parte de la pro-
vincia; pero los santiagueños, al mando de su
gobernador D. Manue! Taboada, sorprenden y
atacan su vanguardia, compuesta de 800 hom-
bres, mandada por el coronel Lobo, y la derro-
tan completamente en las Tacanitas. El resto
de las fuerzas invasoras se entregaron al pi-
llaje en la retirada que emprendió Gutiérrez
el día 22. La ciudad, desde el 16 de octubre
hasta el 6 de noviembre que la desocupó la
fuerza de Gutiérrez, fué teatro de innúmera,
bles abusos: se impuso y aun se obligó al pago
de contribuciones pecuniarias a las familias;
registróse atropelladamente las casas en soli-
citud de objetos de valor, arrebatando de al-
gunas lo que se quiso. En fin, el ejército de
Gutiérrez, en retirada a marchas forzadas,
después de recorrer cincuenta leguas en el in-
terior del territorio de Santiago, llevó consigo
un botín considerable, arrebatado en el saqueo
de la provincia. Sin embargo, el gobernador
Taboada salió en persecución de Gutiérrez,
consiguiendo derrotarlo el 25 de diciembre '
de 1853, a cinco leguas de la ciudad de Tucu- '
man, a esta parte del río Lule, dejando éste en
el campo 300 muertos, y en poder de Taboada
y de los coroneles Rojo y Neirot, 450 prisione-
ros, 5 piezas de artillería y más de 300 fusiles.
Tacuarí (Andrés o Andresito Artigas). Indio,
caudillo de Artigas. Fué gobernador violenta-
mente de Corrientes en 1818. Derrotado en
Aguapey por el brigadier Chagas, jefe de una
división portuguesa que había invadido las Mi-
siones orientales (19 de enero de 1817).
Tacuarí (combate). Librado el 9 de marzo
de 1811 por las tropas que al mando del gene-
ral Belgrano llevaron al Paraguay la bandera
de la emancipación. El general Belgrano, al
frente de 300 hombres, se batió con valor so-
bre las márgenes del arroyo Tacuarí, contra
el ejército paraguayo, compuesto de 2.500 hom-
bres mandados por el general Cabanas. Los
argentinos luchaban desesperadamente, a pe-
sar de ser atacados de pronto en tres puntos a
la vez por fuerzas terrestres y navales, y ase-
diados por los del frente y retaguardia, vié-
ronse obligados a reconcentrarse en unos islo-
tes que apoyaban sus flancos, donde después
de una nueva resistencia obstinada tuvieron
que ceder al número por un momento, para
volver a cargar al enemigo, emprendiendo la
retirada. Belgrano se replegó a un cerro des-
pués de siete horas de fuego, con la satisfac-
ción de haber salvado con su fortaleza de áni-
mo la gloria de las armas revolucionarias y
con ellas las últimas reliquias de su pequeño
ejército. Inmediatamente celebró una capitula-
ción honrosa con el jefe enemigo. Tacuarí qme.-
re decir río de bambú o tacuara, por las cañas
de esta clase que crecen en sus márgenes.
Tagle (Gregorio García de). Político. Nació en
Buenos Aires, el 28 de noviembre de 1772.
Cursó sus estudios en el Colegio de San Car-
los; sostuvo en público, en 1792, una tesis mo-
ral de Filosofía , y se graduó de abogado
en 1800. Formó parte de la Real Audiencia,
con fama de ser un abogado hábil. En 1810 fué
uno de los asistentes al Cabildo abierto del
22 de mayo, en cuya Asamblea reprodujo el
voto de Saavedra. Fué asesor de Gobierno;
auditor de guerra en 1814, y ministro de Rela-
ciones Exteriores en 1815 y 16, en los gobier-
nos de Alvarez Thomas y Balcarce. Desde
TAL
401 -
TAL
1817 hasta junio de 1819 desempeñó por terce-
ra vez, con acierto y actividad asombrosas, la
misma cartera durante la administración del
general Pueyrredón. Cuando el período de la
anarquía fué desterrado conjuntamente con
Pueyrredón. En 1823 encabezó una conspira-
ción político-religiosa, que fracasó. Fué legis-
lador y de nuevo ministro. Durante la tiranía
fué encarcelado y engrillado. Falleció en esta
ciudad, el 8 de abril de 1845.
'ala (combate). 27 de octubre 1826. El general
Lamadrid, gobernador de Tucumán, al frente
de fuerzas de esta provincia y de la de Cata-
marca, le lleva el combate al general Quiroga
en los campos de Tala, en la Rioja; y, conse-
guido ya el triunfo en la última carga que da a
una columna enemiga el mismo Lamadrid, es
arrojado del caballo gravemente herido. Su
tropa, creyéndolo muerto, se dispersa y la vic-
toria se torna en poder de ios riojanos. El ge-
neral Lamadrid esrecogido del campo con nueve
heridas de sable en la cabeza, casi todas mor-
tales, y a más, un balazo en el cuerpo que le
fué disparado a quemarropa, estando tendido
en el suelo.
Tala (combate). 2 de octubre 1838. El coronel
D. Juan Pablo López, con fuerzas de Buenos
Aires que le había dado Rosas, entra a la pro-
vincia de Santa Fe, y en el Tala libra un com-
bate con las tropas del Gobierno, al mando del
comandante D. Pedro Rodríguez del Fres-
no. López queda vencedor, y se apodera del
mando.
Tala (combate). 6 de marzo 1840. Invadida la
provincia de Buenos Aires por el general La-
valle, se aproxima el general Pacheco a sus
fuerzas y empeña un pequeño combate con el
objeto de hacer un reconocimiento. Consegui-
do esto se retira colocándose a retaguardia de
los expedicionarios siguiéndolos así en sus mar-
chas. Esta acción tuvo lugar en el Tala.
Tala (combate). 1854. Los emigrados porteños
que se hallaban en la provincia de Santa Fe
organizan una expedición, fomentada y auxilia-
da por el presidente Urquiza con dinero, con
armas y con soldados de línea e invaden a Bue-
nos Aires, atravesando el Arroyo del Medio,
entre San Nicolás y Pergamino, componiéndo-
se su fuerza de más de 1.300 hombres al mando
del general Costa. El general Lagos acompaña
a Costa únicamente como amigo particular, sin
tener mando alguno en esta expedición. El ge-
neral Hornos, jefe al servicio de Buenos Ai-
res, cae sobre ellos con fuerzas superiores en
número y disciplina, llevando algunos cañones
que decidieron la contienda en los campos de
Tala, derrotándoles después de un reñido y en
carnizado combate.
Tala (combate). 7 de septiembre 1870. La van-
guardia del ejército del Uruguay, mandada por
el coronel D. Wenceslao Taboada, sorprende
a una columna del ejército rebelde de López
Jordán, compuesta de 1 .500 hombres, que se ha-
llaban en la costa del Tala, acuchillándola has-
ta ponerla en derrota, con notable pérdida de
muertos, heridos y prisioneros, tomándose en-
entre estos al mismo jefe que la mandaba, el
coronel D. Juan Luis González.
Talcahuano (asalto). Ciudad fortificada en la
República de Chile, atacada por las fuerzas
argentinochilenas, el 7 de diciembre de 1817.
Esta plaza fortificada, guarnecida por 1.700
hombres, y artillada con 70 cañones de gran
calibre, era el único punto donde flameaba el
pabellón realista en el territorio de Chile. Las
fortificaciones, por su posición natural y sus de-
fensas, eran formidables. Completaban su de-
fensa dos castillos sobre la plaza, sostenidos
por una escuadra. Después de un largo sitio,
puesto por el general O'Higgins, los sitiadores
determinaron atacarla, y en las primeras horas
del día 7 de diciembre, emprendieron el asalto,
siguiendo el plan del ingeniero mayor D. José
Alberto D'Albe. El asalto se dio en la madru-
gada del 6 de diciembre conduciendo el ataque
de la derecha el coronel Las Heras y el de la
izquierda el comandante D. Pedro Conde. Las
Heras penetró dentro de las. obras avanzadas,
y tomó a la bayoneta dos baterías. Los solda-
dos argentinos dieron prueba aquel día de seré,
nidad e intrepidez; pero fueron vigorosamente
rechazados por los españoles, quedando al pie
de las trincheras, después de algunas horas de
de fuego, 326 cadáveres, la mayor parte de
ellos de la división de Las Heras. Allí murie.
ron el comandante Boedo y cuatro oficiales,
y fueron heridos los coroneles Correa y Beau-
chef, y 14 oficiales. Las fuerzas que tomaron
parte en el asalto de Talcahuano fueron: Ar-
gentinos número 1 1 , Las Heras; número 7, Con-
de dos escuadrones de Granaderos a caballo.
Escalada. Chilenos, numeró 1, Rivero; número
3, Boedo (argentinos); Cazadores a caballo,
Freiré.
Talita (combate). Tuvo lugar el 8 de diciembre
de 1873. El coronel D. Juan de Ayala, al fren-
TAM
- 402 -
TAM
te de su división, emprende una rápida mar-
cha con objeto de batir al general D. Carmelo
Campos que mandaba la vanguardia del ejér-
cito de D. Ricardo López Jordán, caudillo de
Entre Ríos, compuesta de más de dos mil hom-
bres, que tenía su campamento en el Talita
(SarandO; pero temiendo que, en vista de sus
fuerzas, rehuyera el combate, hace adelantar
al teniente coronel D. Plácido Laconcha con
unos ochocientos hombres de caballería, a fin
de que iniciara el combate para caer sobre el
enemigo oportunamente. Los rebeldes, al ver
tan poco número de fuerzas le llevan una im-
petuosa carga, la que esperaron a pie firme
hasta estar a pocos pasos, en que cargaron a
su vez, cuyo tremendo choque no pudieron re-
sistir, dando la espalda en la más espantosa
derrota. Cuando el coronel Ayala llegó al
campo de batalla con el resto de las fuerzas
todo estaba concluido, encontrándose con más
de doscientos muertos del enemigo, y ciento
sesenta prisioneros, el convoy y mucha ca-
ballada.
Tambo Nnevo (sargentos). El general D. Ma-
nuel Belgrano, después del desastre de Vilca-
pujío, se había situado en Macha, y en este
punto trabajaba incesantemente para formar
un nuevo ejército y tomar desquite del enemi-
go. Por su parte, el ejército realista, a pesar
de su reciente victoria, carecía de víveres y
de elementos de movilidad, y refugiado en las
alturas, rodeado de la hostilidad de los habi-
tantes, estaba anulado en su acción contra las
fuerzas patriotas. En esos días de angustias,
Belgrano no descansaba ni un instante. Desta-
có montoneras y partidas en todas direcciones,
a fin de estrechar en lo posible el círculo de
acción del vencedor. Entre los jefes de parti-
das llegó a hacerse célebre el teniente de Dra-
gones D. Gregorio Araoz de Lamadrid, va-
liente y audaz hasta la temeridad. No era de
capacidad para concebir un plan militar; pero
para ejecutar un golpe de mano, cualquiera
que él fuera, no existía en el ejército patriota
otro mejor. Un día le llamó el general y le
dijo: Escoja usted cuatro hombres de su escua.
drón, y marche a traerme noticias de la van-
guardia enemiga en Jocaila». Cuando Lamadrid
tuvo listos los cuatro voluntarios que habían
de acompañarle en la arriesgada empresa, se
presentó al general y le dijo: «Mi general, ya
estoy pronto, y sólo me falta que V. E. me dé
un pasaporte para que se me permita entrar
en el campamento enemigo y poderle traer asi
las noticias con la exactitud que desea». El ge-<
neral Belgrano le contestó sonriendo: «Usted'
sabrá proporcionarse el pasaporte». Lamadrid
se hizo guiar por un indio, que, gran conoce-
dor de aquellos parajes, lo llevó por senderos
excusados, trasnochó con una gran nevada, y
al amanecer del día siguiente se encontró so-
bre el campo de Jocaila, donde se hallaba el
general realista Castro acampado con su di-
visión. A cuatro cuadras de aquél hizo prisio-
nera a una partida de cinco hombres. Pero
Lamadrid, con doce soldados, tenía necesaria-
mente que hacer algo más. Concibió el atrevi-
do proyecto de acacar a una compañía de Ca-
zadores montados, que el jefe de la vanguar-
dia española había destacado sobre la quebra-
da Tinguipalla, en el Alto Perú, y que se ha-
llaba en la posta de Tambo Nuevo. Al efecto,
en las altas horas de la noche el teniente La-
madrid hace adelantar tres soldados como ba-
tidores, los que suben la cuesta silenciosa-
mente, llevando los caballos de la rienda; en la
cumbre ya, los tres batidores siguen avanzan-
do con cautela hasta llegar a un rancho, alum-
brado por un candil, donde había una guardia
de doce hombres que dormían tranquilamente,
incluso el centinela, que lo hacía recostado so-
bre el fusil. A poca distancia, a retaguardia,
descansaba el resto de la compañía, en número
de cuarenta hombres. Los batidores conciben
instantáneamente el temerario pensamiento de
apoderarse de la guardia; uno se lanza sobre
el centinela, que rinde y desarma, tapándole
la boca antes de que pudiese dar un grito;
otro se apodera de las armas, y el tercero,
colocándose en medio de los soldados con la
carabina amartillada, les intima rendición; uno
por uno son maniatados por los tres batido-
res, y echándolos delante bajan la cuesta, sal-
vándose sólo el sargento de la guardia, que se
arroja por un despeñadero y va a dar la alar-
ma a sus compañeros. En breve los batidores
le presentan a Lamadrid once prisioneros y
doce fusiles; y éste, sin trepidar, marcha al
instante con sus doce dragones en busca del
resto de los cazadores enemigos, los que, ya
prevenidos, empezaban a bajar la cuesta. Trá-
base un tiroteo en la obscuridad; los realistasi
que no sabían el número de los asaltantes, se
repliegan, fortificándose en el corral de pie-
dra, y gritan ¡Viva la patria! en señal de ren-
dición, cesando el fuego. Mas las primeras lu-
TAP
403 -
TEJ
es del nuevo día les hacen ver el corto núme-
o de sus enemigos, y vuelven a romper el
liego, pero sin abandonar los muros del co-
ral. Lamadrid emprendió entonces la retira-
la, y llegado que hubo al cuartel general, pre-
lentó al general Belgrano los tres batidores
:on los once prisioneros y los doce fusiles que
Sabían tomado. El general en jefe recompensó
a estos soldados con el glorioso título de «Sar-
gentos de Tambo Nuevo». Los nombres de es-
tos tres valientes son: José Mariano Gómez,
tucumano; Santiago Albarracín y Juan Bautista
Salazar, cordobeses.
i^iia (combate). El coronel Pérez, que se ha-
llaba al frente de fuerzas del Gobierno de Tu-
cumán, es batido en un combate en Tapia, el
10 de febrero de 1852 por el coronel J. Cri-
sóstomo Alvarez, que marchaba a apoderarse
de la ciudad.
'arabuco (combate). Tuvo lugar en el valle de
este nombre (Alto Perú) entre el patriota Zer-
na con indios y una columna de tropas españo-
las, al mando del comandante Herrera, el 12
de marzo de 1816. Los españoles fueron ven-
cidos a garrotazos (el garrote era el arma con
que peleaban los indios). El comandante He-
rrera y 13 españoles más, fueron pasados por
las armas. Los indios tomaron una bandera y
todo el armamento. La guerra implacable, a
muerte, la habían proclamado los españoles,
que degollaban sin contemplaciones a todos
los vencidos.
Tarija. Ciudad en la República de Solivia, lla-
mada San Bernardo de Tarija, situada en la
ensenada del río Bermejo. Fué fundada en
1591 por orden del virrey Toledo, y tomó el
nombre del español Francisco de Tarija, que
descubrió el valle en que se halla situada. Du-
rante la guerra de la independencia fué toma-
da la población— en diciembre de 1816— por
los realistas, y reconquistada por el coman-
dante Lamadrid el 15 de abril de 1817, después
de tomarles 350 prisioneros. En mayo de 1822
fué nuevamente tomada por sorpresa por el
coronel patriota D. Francisco Sánchez, quien
consiguió derrotar la guarnición que la defen-
día, y se vio precisado a abandonarla para evi-
tar un encuentro con la vanguardia enemiga
del general Olafleta, muy superior en número.
Tarija fué hasta 1825 provincia argentina.
Tarragona (Juan Francisco). Vocal de la se-
gunda Junta de Buenos Aires. Nació en Santa
Fe, el 24 de junio de 1769. Era alcalde de pri-
mer voto del Cabildo de Santa Fe cuando éste
reconoció la erección de la Junta, en 12 de ju-
nio de 1810. Electo diputado, cesó en su man-
dato el 19 de diciembre de 1811, siendo nom-
brado director de la fábrica de fusiles el 26 de
noviembre hasta el 5 de marzo de 1812, en que
regresó a su provincia, de la que fué goberna-
dor en 1815. Falleció en Montevideo, deste-
rrado y muy pobre, el 22 de abril de 1843.
Tatayiba (combate). Guerra del Paraguay. Los
brasileños del ejército aliado habían colocado
una emboscada de 5.000 hombres, y presentan
un regimiento a escaramucear al comandante
Bernardino Caballero, quien, como de costum-
bre, salía de las trincheras todos los días.
Este, al cargar a los brasileños en el punto
llamado Tatayiba, es rodeado por las fuerzas
emboscadas, y con gran valor, y a pesar de
las pérdidas sufridas, se abre paso hasta po-
nerse bajo los fuegos de las baterías de Hu-
maitá. El gobernador López, del Paraguay,
elevó al valiente comandante Caballero al ran-
go de coronel, y se decretó una medalla para
todos los soldados que combatieron en esta
acción. (21 de octubre de 1867.)
Taylor (Tomás). Inglés. Ex capitán de la goleta
mercante inglesa Sally, que logró repetidas
veces forzar el bloqueo de Buenos Aires (1812)
y proveer al ejército del Este con abundantes
pertrechos. Este benemérito inglés había sido
capitán de altura en la marina de comercio de
su patria. Dedicó la mayor parte de su vida al
servicio de nuestro país, y los prestó en grado
eminente. Alcanzó a la jerarquía de sargento
mayor de Marina, y falleció en Buenos Aires,
a principios de 1823. Su segundo, Tomás Fer-
mín Jones, comenzó a servir a principio de
1812 en la Marina, siendo subteniente de ejér-
cito. Como su jefe, alcanzó también la jerar-
quía de sargento mayor. Falleció en 1821.
Tedín (Toribio). Jefe y alma de la Secretaría
de Güemes. Dice el Dr. López: "La Historia
debe mencionar con honra el nombre de don
Toribio Tedín, modesto y habilísimo adminis-
trador, que era el jefe y el alma de la Secre-
taría de Güemes, y que fué también el honora-
ble consejero de la política conciliadora y jus-
ta con que este caudillo supo realzar el gran
mérito de sus servicios militares».
Tejar (sorpresa). En el Alto Perú (Bolivia). El
19 de febrero de 1815. El jefe de la vanguar-
dia del ejército argentino, coronel D. Martín
Rodríguez es atacado de sorpresa por una di-
TEJ
404 — TERR
visión del ejército español. Rodríguez y su
fuerza fué tomada prisionera en el Tejar.
Cuando tuvo lugar esta sorpresa, el teniente
D. Mariano Necochea se resistió con 25 gra-
naderos en un corral de piedra, pero viendo la
inutilidad de sus esfuerzos, montó en un caba-
llo en pelo, y atropellando a la caballería ene-
miga, dividió la cabeza de un sablazo a un sol-
dado que trataba de detenerlo, y abriéndose
paso consiguió escaparse, a pesar de estar ro-
deado de enemigos.
Tejeda (Luis de). Poeta cordobés. Nació en la
ciudad de Córdoba del Tucumán, el 25 de agos-
to de 1604. Sus padres fueron D. Juan de Te-
jeda Mirabal y D.* María de Guzmán de la
Vega, ambos cordobeses y descendientes de
los que entraron con Cabrera en la fundación
de dicha ciudad. Estudió latinidad, Filosofía y
varias ciencias preferidas en la época del re-
nacimiento español. De 1620 a 1624 su vida se
disipa en devaneos galantes, que le dieron más
tarde motivos para el relato de sus obras. En
1625 pasó a la defensa de Buenos Aires, ata-
cada por piratas holandeses. Volvió en 1627 a
Córdoba con el prestigio y ascensos de sus
campañas militares. Luchó también contra los
indios del Chaco y los de la frontera del Río
Cuarto, alcanzando fama por su valor y peri-
cia. Desempeñó también varios cargos conce-
jiles, administrando los intereses comunales
y también los cuantiosos bienes que había he-
redado de sus padres. Mas tarde profesó de
sacerdote en Santo Domingo de Córdoba. Es-
cribió en su retiro la mayor parte de las obras
que han llegado hasta nosotros. Entre ellas, El
peregrino en Babilonia; numerosas Poesías
místicas, otras Poesías menores y una Come-
dia Juvenil. Falleció en el convento de Santo
Domingo, en 1660.
Tejeda (Tristán de). Nacido en 1532. Valiente
capitán español, que fué uno de los conquista-
dores más activos. Hizo grandes beneficios,
dejando numerosas obras que atestiguan su
genio emprendedor y progresista. Habiéndose
sublevado los indios diaguitas de la jurisdic-
ción de la Rioja, dando muerte a sus encomen-
deros y a varios españoles, fué encargado por
el gobernador Mercado de Peñaloza para so-
meterlos, lo que efectuó. Murió en Córdoba,
el 10 de agosto de 1617, a los ochenta y cinco
años de edad.
Tejedor (Carlos). Jurisconsulto y hombre de
Estado. Nació en Buenos Aires, el 4 de no-
D. Carlos Tejedor.
viembre de 1817. Durante la tiranía emigró a
Copiapó (Chile), ejerciendo la abogacía y es-
cribiendo diarios
políticos. Regresó
a Buenos Aires
después de la bata-
lla de Caseros, y
empezó a actuar en
primera fila en la
política y en la ad-
ministración públi-
ca. Tuvo a su car-
go la redacción de
El Nacional, y elec-
to diputado demos-
tró sus grandes
cualidades orato-
rias y obtuvo honrosa reputación como aboga-
do. En 1879, ministro de Relaciones Exteriores
de Sarmiento y catedrático de la Universidad;
posteriormente director de la Biblioteca, la
Asesoría general de gobierno, y en 1875 la re-
presentación diplomática ante el Imperio del
Brasil. A su regreso redactó el Código penal.
En 1830, como gobernador de la provincia de
Buenos Aires, defendió enérgicamente la au-
tonomía de la provincia, renunciando noble-
mente SH candidatura a la presidencia de la Re-
pública. Diputado nacional; su fallecimiento
ocurrió en esta ciudad, el 31 de enero de 1903.
Terrada de Fretes (Juan Florencio). Militar.
Nació en Buenos Aires, el 7 de septiembre de
1782. Nombrado el 29 de noviembre de 1813
primer gobernador intendente de Mendoza.
Puesto en posesión de su cargo el 23 de di-
ciembre, que lo desempeñó hasta el 4 de agos-
to del año siguiente que se le nombró mayor de
la plaza de Buenos Aires, y poco después
(1817) ministro de Guerra y Marina. Murió el
3 de mayo de 1824, en Buenos Aires.
Terrero (José María). Sacerdote. Nació en Bue-
nos Aires, el 29 de mayo de 1789, y fueron sus
padres D. Joaquín Terrero y D.° María Josefa
González Villarino. En febrero de 1809, orde-
nado ya. fué nombrado por el obispo Lué cape-
llán de la Catedral. En 1818, el director Puey-
rredón le nombró vicerrector del Colegio de la
«Unión del Sud», puesto que desempeñó hasta
1829, en que renunció. Cura de la iglesia de.Ia
Concepción en 1829, provisor y gobernador
del arzobispado en 1830; diputado en la Legis-
latura de la provincia en 1832, 1833 y 1834. Di-
rector de la Biblioteca pública; fiscal eclesiás-
THA
- 405 —
THO
tico en 1835. El Dr. Terrero falleció en la ciu-
dad de Buenos Aires, el 9 de enero de 1837. y
su cuerpo fué inhumado en el panteón de la
Catedral.
Thames (José Ignacio de). Sacerdote. Signa-
tario del acta de la Independencia. Nació en
Tucumán. En Córdoba tomó el hábito sacerdo-
tal y se recibió de doctor en Teología y Dere-
cho canónico en la Universidad mayor de San
Carlos, el año 1784. Fué electo diputado por
la provincia de su nacimiento al Congreso ge-
neral constituyente que declaró la independen.
cia nacional. Apartado de la vida política y en
el ejercicio de su ministerio sacerdotal, falle-
, ció en Tucumán el año 1828, a una edad
avanzada.
Thompson (Diego). Inglés. Llegó a Buenos
Aires el 6 de octubre de 181S. Fué el que pro-
movió entre nosotros el lancasteriano, que ha
sido la única tentativa seria de educación po-
pular realizada en el país hasta 1852, época de
los primeros Gobiernos regulares. La escuela
Lancaster se difundió rápidamente por toda la
República, llegó hasta Santiago del Estero y
Jujuy, y fué ella la que permitió a la genera-
ción nacida bajo la tiranía adquirir los rudi-
mentos de las ciencias comunes junto con la
lectura y la escritura. El Cabildo de Buenos
Aires, en mayo de 1821, acordó dar a Thomp-
son el título de ciudadano honorario. Siguie-
ron a éste los maestros ingleses Ramsay,
Losch, Bradish y otros.
Thompson (Isaac). Militar. Natural de Inglate-
rra. Vino a Buenos Aires durante la época de
la emancipación, y fué uno de los principales
extranjeros que obtuvo carta de ciudadanía.
En 1817 pasó a Chile en clase de sargento ma-
yor, y como segundo jefe del regimiento nú-
mero 1 de Cazadores del ejército chileno asis-
tió a la batalla de Maipú. De regreso a Buenos
Aires, y con motivo de la guerra contra el
Brasil, fué nombrado jefe del regimiento nú-
mero 4 de Infantería de línea y formó en el
ejército republicano ( tercer cuerpo) que a las
órdenes del general Alvear hizo esa gloriosa
campaña que terminó con la batalla de Ituzain-
gó. Al llegar a esta ciudad actuó en las disen-
siones civiles del año 1828 y siguientes, mili-
tando en las filas del partido unitario. En dicho
- año, con fecha 22 de diciembre, fué nombrado
coronel graduado y jefe accidental del regi-
miento 4.° de Milicias; al año siguiente, con
fecha 20 de febrero, fué nombrado gobernador
de la fortaleza, y el 26 de marzo de 1829 le fué
confiado el mando de la expedición marítima
para combatir a los santafecinos, y a fines de
dicho año emigró al Uruguay con otros patrio-
tas. Algún tiempo después ocupó un puesto de
honor entre los defenseres de la plaza de Mon-
tevideo.
Thompson (Martín Jacobo ) . Militar. De
Buenos Aires. En 1806 asistió en clase de
cadete al combate de Trafalgar. Al producirse
el movimiento de 1810 se hallaba en esta ciu-
dad, figurando entre sus dirigentes más carac-
terizados. En dicho año, revistando de alférez
de Fragata, era jefe del Apostadero naval de
Montevideo; y creada la primera Junta, fué
nombrado capitán del puerto de Buenos Aires.
Debió ocupar una posición distinguida, cuando
no obstante su grado subalterno fué uno de
los 400 vecinos— de lo mejor de la ciudad— que
fueron invitados al Cabildo abierto el 22 de
mayo de 1810, en cuya Asamblea dio su voto
por la causa de la patria, haciendo suyo el del
jefe de Patricios, Saavedra. En 1817, siendo
coronel, fué enviado en misión diplomática
cerca del Gobierno de los Estados Unidos del
Norte, en representación de las Provincias Uni-
das del Río de la Plata, y en tal carácter sus-
cribió un documento con otros, representantes
sudamericanos, autorizando en nombre de sus
respectivos Gobiernos al general M'Gregor
para expedicionar y tomar posesión inmediata
de las islas Floridas ocupadas por los españo-
les. De regreso de su misión presentó una in-
teresante Memoria que se conserva en el Ar-
chivo del ministerio de la Guerra.
Thorne (Juan). Marino. Nació en Nueva York,
el 8 de marzo de 1807, de D.^ Margarita Bre-
ger y de D. Enrique Thorne, ingeniero naval
que había servido como capitán de fragata en
la guerra de la independencia de los Estados
Unidos. Su padre lo colocó en una escuela de
marinería, y por sus aptitudes lo tomó de ahí
el comodoro Chelter, trayéndole en viaje de
instrucción al Río de la Plata allá por el año
de 181S. Con este jefe regresó a los Estados
Unidos, pasó en seguida a Francia, siguió por
el Pacífico, bajó al Brasil, hasta que, declara-
da la guerra entre este Imperio y las Provin-
cias Unidas del Río de la Plata, Thorne entró
a servir a éstas como guardia marina o pilotín
en la barca Congreso, al mando del capitán
Harris. Sus conocimientos, su valor y sus con-
diciones singulares como hombrede guerra le
TIM
406
TOR
valieron pronto un ascenso, y a principios de
1826 entró en la Chacabuco en clase de te-
niente. En este barco concurrió (1827) a la
toma de la escuadrilla brasileña que se había
internado en el río Negro del Carmen de Pata"
gones. Thorne fué el primero que saltó a bordo
de la corbeta brasileña Itaparica, hizo arribar
la bandera imperial y enarbolar la argentina,
lo cual se verificó en los demás buques. En di-
ciembre del mismo año, y comandando el ber-
gantín goleta Patagones, que sólo montaba
dos cañones de a 12 y una colisa giratoria de
a 18, Thorne se lanzó temerario contra el ber-
gantín brasileño Pedro el Real, de 16 cañones.
En tan desigual combate Thorne recibió dos
heridas graves y fué conducido a los calabozos
de la fortaleza de Santa Cruz, de donde re-
gresó a Buenos Aires cuando se hizo la paz
con el Brasil. Capitán en 1830. Comandanti
del Balcarce y del Martín García, haciendo a
fines de 1832 la campaña del Uruguay a bordo
del bergantín Republicano. Siendo sargento
mayor hizo la campaña a los desiertos del Sud
a las órdenes de Rosas, y fué condecorado.
Del lado de la dictadura se distinguió notable-
mente en el combate de Obligado en 1845,
donde hizo prodigios de valor a pesar de ha-
llarse herido, lo mismo que en la toma de Mar-
tin García, Cagancha, Caa-Guazú, Aceoedo,
Tonelero, San Lorenzo, Quebracho, Costa
Brava, Don Cristóbal y Sauce Grande, como
jefe de Artillería; en esta última acción fué as-
cendido a coronel. En 1853 tomó participación
en el sitio de Lagos; pero terminado éste, se
retiró a la vida privada. Falleció en Buenos
Aires, el 1 de agosto de 1885.
Timbúes. Indios que con los mbeguas ocupaban
en los tiempos de la conquista la margen de-
recha del río Paraná, desde San Isidro al Nor-
te hasta el río Salado. Timbú significa en gua-
raní «nariz agujereada».
ToU y Bemadet (Juan Antonio). Marino. Na-
ció el 26 de febrero de 1790, en San Andrés de
Llavaneras, Cataluña. Sus servicios al país
datan desde 1811. En 10 de septiembre de 1814
salió a corso, mandando el bergantín nacional
Primero (a) Palomo (1814, Montevideo), de 14
cañones y 78 hombres, siendo el primero que
tremoló nuestra bandera en los mares del
Asia. En 1821 hizo la campaña del litoral con-
tra Ramírez, y a principios de 1825 expedicio-
nó a las costas de la Patagonia. Durante la
guerra del Brasil asistió como ayudante de ór-
denes, y secretario privado del almirante
Brown a más de 20 acciones navales, intervi-
niendo en numerosas operaciones importantes
de guerra y comisiones difíciles, de que fué en-
cargado por el Gobierno. Ascendido a coro-
nel el 4 de agosto de 1838. Falleció en Buenos
Aires, el 5 de julio de 1864, a las nueve de la
mañana.
Tonelero (combate). Librado durante la tira-
nía, el 17 de diciembre de 1851. El general Ur-
quiza organizaba en Entre Ríos el ejército
aliado, compuesto de argentinos, uruguayos y
brasileños, y una división de buques de esta
nacionalidad, conducida por el río Paraná por
el barón de Porto Alegre, iba a incorporársele,
y al cruzar por el paso del Tonelero, a la altu-
ra de San Pedro, el general Mansilla intentó
detenerla, haciéndole un terrible fuego desde
as trincheras de la costa, al que contestaron
los buques, forzando el paso después de su-
frir algunas pérdidas.
Torata (batalla). Fué una derrota sufrida, el 19
de enero de 1823, por las tropas patriotas que
operaban en el Perú al mando del general Al-
varado. El ejército español vencedor estaba al
mando del general Valdés.
Tornquist (Ernesto). Financista argentino. Na-
ció en Buenos Aires el 31 de diciembre de
1842, siendo sus pa-
dres D.Jorge Torn-
quist y D.^ Rosa
Camusso, de nacio-
nalidad norteame-
ricana y argentina,
respectivamente.
Cursó sus primeros
estudios en esta
ciudad, completán-
dolos luego en
Hamburgo y Care-
feld, para regresar
a su patria en 1858,
de donde al poco
tiempo ingresó en
la casa fundada por los señores Bunge, Bor-
nefeld y Compañía en 1830. Corría a la sazón
bajo el nombre de Altgelt, Ferber y Com-
pañía, desempeñando los cargos de vende-
dor y despachante de aduana, en los que
continuó hasta 1866, en cuya fecha, habien-
do cambiado la razón social por la de Fer-
ber, Hühn y Compañía, el Sr. Tornquist llegó
a ser apoderado antes de haber cumplido los
D. Ernesto Tornquist.
TOR
— 407 -
TRA
veinticuatro ailos de edad. En 1872 contrajo
matrimonio con la señorita Rosa Altgelt, for-
mando un hogar feliz. En 1874 la casa en que
iniciara sus primeros pasos comerciales toma
el nombre de Ernesto Tomquist y Compañía
para dedicarse a la importación de mercade-
rías generales, como también a la exportación
en grande escala de productos argentinos,
creando además una oficina técnica y de re-
presentaciones extranjeras. Día a día la casa
Tomquist, por la rectitud y seriedad en sus
operaciones, inicia y obtiene grandes negocia-
ciones en París o Londres, como en Amberes o
Berlín; hace conocer en apartadas regiones la
riqueza de nuestros territorios, las bondades
de nuestro clima, etc., atrayendo así ingentes
capitales y estrechando los vínculos de solida-
ridad comercial. En 1907 transforma la antigua
razón social por la de Sociedad Anónima Fi-
nanciera, Comercial e Industrial Ernesto Tom-
quist y Compañía, limitada, que fué la base y
sostén de otras tantas Sociedades. La industria
azucarera argentina; las Sociedades hipoteca-
rias particulares que contribuyen al desenvol-
vimiento de la verdadera riqueza del país; la
industria agrícola ganadera; las Sociedades
anónimas El Quebracho y Quebrachales Tinti-
na; las Compañías Crédito ferrocarrilero ar-
gentino y Belga argentina de ferrocarriles; la
Compañía argentina de pesca; la Compañía
de productos Kemmerich, con sus estancias,
saladeros, invernadas y frigoríficos; los fri-
goríficos La Negra, Cuatreros; el puerto de
Bahía Blanca; las estancias y colonias Tom-
quist, Currumalán; el hermoso pueblo de Sie-
rra de la Ventana; las Compañías y Sociedades
de Productos Conen; La Verde, Introductora
de Buenos Aires; Sindicato de Buena Espe-
ranza; Cervecería Palermo, etc., etc.; el bal-
neario Mar del Plata y mil más, todo esto fué
creación de D. Ernesto Tomquist, o contribu-
yó con su talento sin igual a su prosperidad y
marcha progresiva. Una de las páginas más
brillantes de su actuación como ciudadano ar-
gentino fué el papel que desempeñó en vísperas
del conflicto argentino chileno. Entre otros
cargos públicos que desempeñó están: miembro
de la Comisión para el establecimiento de la
Casa de Moneda, director del Banco Hipote-
cario de la provincia de Buenos Aires, direc-
tor y vicepresidente del Banco de la provincia
de Buenos Aires, diputado nacional por la ca-
pital. Desempeñando este cargo falleció, el 17
de junio de 1908. El Sr. Tomquist dio a su país
todo lo que un hombre de negocios puede dar,
y es innegable que tiene el derecho a ser con-
siderado como uno de los factores del resur-
gimiento económico y financiero, y si a todo
esto se agrega su alma altruista, su inagotable
bondad, sus muchas e importantes donaciones,
su tumba será siempre objeto de veneración,
porque fué bueno y fué útil. Su sepelio fué una
grandiosa manifestación de duelo.
Torrent (Luciano). Jurisconsulto y médico. Na-
ció en la ciudad de Goya, Corrientes. Hizo
sus estudios de Jurisprudencia primero y des-
pués de Medicina, hasta obtener en ambas ca-
rreras su diploma. En 1853 fué electo consti-
tuyente ante el Congreso general que san-
cionó la Constitución federal, el 1 de mayo de
1853, en la ciudad de Santa Fe, en cuya Asam-
blea, formada por los hombres de más valer
de cada provincia, reveló su competencia en
materias constitucionales y su austeridad de
principios. Desde 1859 al 61 formó parte como
ministro de la administración del gobernador
de Corrientes, canónigo Dr. José M. Roldan.
Diputado por Santa Fe al Congreso Nacional,
y terminado su periodo, desempeñó la gober-
nación de Corrientes. El Dr. Torrent fué un
espíritu cultísimo y un estudioso, como lo re-
velaba su doble carrera de abogado y médico,
su versación en las lenguas muertas y en dife-
rentes ciencias. Murió en la ciudad del Paraná,
el 28 de abril de 1894.
Torres (Luciano). Miembro de la Convención
Constituyente de 1853. Médico. Natural de
Corrientes. Prestó muchos y buenos servicios
a su provincia natal y a la de Entre Ríos, don-
de residió por muchos años. Falleció en el Pa-
raná, Entre Ríos, el 28 de abril de 1894.
Tranvías. En la capital federal fueron autori-
zados, por ley de 26 de octubre de 1868, y,
como toda institución nueva destinada a cam-
biar radicalmente los hábitos de una colecti-
vidad, no nacieron, por más benéficos que
fueran sus fines, sin uno viva oposición en
Buenos Aires, que subía desde las capas so-
ciales hasta las columnas de la Prensa, y que
llegaba hasta los Poderes públicos. Cuando
se trató de establecer una de las primeras
líneas de tranvías, se levantó una alarma en-
tre una gran parte de la población, por el pe-
ligro que corría de ser aplastada por los co-
ches, y hasta se elevó una protesta a la Muni-
cipalidad, suscrita por vecinos respetables.
TRA
— 408 —
TRE
quejándose de la depreciación que tal servi-
dumbre ocasionaría a sus propiedades. Fué
entonces, en ese momento crítico — dice una
publicación del año 1872— cuando uno de los
grandes obreros del progreso de Buenos Aires,
D. Jorge Drabble, salió a la Prensa a comba-
tir el mal, armado de un instrumento incontes-
table: «la estadística de tranvías de Londres y
de Nueva York», que él redactó y publicó en
folleto. Como a las palabras debía agregarse
el ejemplo, lo dieron, poniéndose el Sr. Drab-
ble y el Sr. Billinghurst al frente de dos líneas
de tranvías que fundaron, convenciendo la dia-
léctica de cifras tan persuasivas. Las primeras
líneas que se establecieron fueron ¡as del
ferrocarril del Sud, que recorría el espacio
comprendido entre la plaza de la Constitución
y la estación situada en la calle Lima y More-
no (edificio que ocupó por un buen tiempo des-
pués la Empresa Villalonga); la del ferrocarril
del Norte, que recorría el paseo de Julio,
uniendo la estación del Retiro con la plaza de
Mayo; la de los Sres. Lacroze hermanos (1),
cuya concesión les fué otorgada en 1868, la
cual recorría la calle Cangallo, desde la es-
quina Suipacha hasta Talcahuano, y desde
ésta y Piedad (hoy Bartolomé Mitre) hasta
la estación actual del 1 1 de septiembre. Más
tarde se amplió, en 1878, el servicio de esta
línea con las calles Victoria, Rivadavia y Bar-
tolomé Mitre, hasta la plaza de Mayo. La de
los Sres. .Méndez hermanos, llamada «tran-
vías de Méndez», que formaba un circuito por
las calle Belgrano, Cuyo (hoy Sarmiento),
Rioja y Caridad (hoy General Urquiza); línea
que en 1873 fué adquirida por la ^Sociedad
Anónima de los tran^ias ciudad de Bue-
nos Aires», que constituye la base de esta
Empresa; y la del Sr. Billinghurst, denominada
«Tranvía argentino», que ligaba la plaza de la
Recoleta con la de Constitución. El cambio de
tracción de sangre por la electricidad ha ex-
tendido notablemente las lineas de tranvías, la
comodidad y rapidez. El subterráneo metropo-
litano de la Compañía Angloargentina de esta
capital fué puesto al servicio público el 2 de
(1 1 SeBún los Sres. Lacroze, esta línea fué la primera
que se estableció en Buenos Aires. El primer coche
circuló en mayo de 1870. Esta afirmación se encuentra
corroborada por una carta del ex gobernador D. Emilio
Castro, en la que este señor agradece el envío de una
fotografía demostrativa — dice — del primer coche de tran-
vías que circuló en Buenos Aires.
diciembre de 1913, inaugurándose en dicha
fecha la primera sección. Su extensión actual-
mente (1918), es de 13 kilómetros 800 metros.
Treinta y Tres. Número de los patriotas que
bajo el mando de D. Juan Antonio Lavalleja
invadieron la República Oriental del Uruguay,
2l 19 de abril de 1825. Los Treinta y Tres
orientales salieron de San Isidro (provincia de
Buenos Aires), el 18 de abril de 1819, con el
objeto de sublevar el país y emanciparlo del
poder de los brasileños. Fueron apoyados en
su valiente empresa por el Gobierno argentino,
y arribaron a la Agraciada el 19 de abril de
1825. He aquí los nombres de estos valientes:
Juan Antonio Lavalleja, Manuel Oribe, Pablo
Zufriátegui, Simón del Pino, Manuel Lava-
lleja, Manuel Freiré, Francisco Trápani, Gre-
gorio Sanabria, Basilio Araüjo, Manuel Me-
léndez, Atanasio Sierra, Santiago Gadea,
Pantaleón Artigas, Andrés Spikerman, Juan
Spikerman, Celedonio Rosas, Juan Ortiz, Ra-
món Ortiz, Avelino Miranda, Carmelo Col-
man, Santiago Nievas, Miguel Martínez, Juan
Rosas, Tiburcio Gómez, Ignacio Muñoz, Juan
Acosta, José Leguizamón, Francisco Romero,
Norberto Ortiz, Luciano Romero, Juan Ar-
teaga, Dionisio Oribe, Joaquín Artigas, ba-
quiano Andrés Chevestre. Proporcionados los
primeros auxilios de caballos, los cruzados en-
grosaron su columna con algunos paisanos,
dirigiéndose a Mercedes. Pocos días después,
contaron entre sus filas a una columna nume-
rosa de patriotas y mucho armamento, enviado
por varios correligionarios de Buenos Aires,
y el apoyo del Gobierno de las Provincias Uni-
das del Río de la Plata, que llegó hasta decía*
rar la guerra al Brasil.
Trelles (Manuel Ricardo). Publicista. Nació en
Buenos Aires, el 7 de febrero de 1821, y se
educó en la misma 'ciudad. Derrocado Rosas
desempeñó diversos cargos públicos, entre
otros, el de senador por la provincia de su na-
cimiento, el año 1858; la dirección del depar-
tamento de Estadística de su provincia natal;
el de miembro de la Municipalidad; dirección
del Archivo general; cargo que ocupó desde
1858 con gran competencia y laboriosidad
ejemplar, hasta el año 1875; poco después fué
director de la Biblioteca pública, hasta el año
1884. Mientras ejercía estos cargos dio a la
publicidad diversas obras, de historia, arte,
arqueología, estadística y heráldica, así como
artículos sobre límites internacionales y de geo-
TRE - 409
grafía. Escribió también, a pedido del Gobier-
no, una Memoria histórica sobre la cuestión
de límites entre la República Argentina y el
Paraguay, y otras de la misma índole sobre
Chile y Bolivia. Fué miembro de la Real Aca-
demia de la Historia, de España; del Instituto
Geográfico de Berlín, de la Sociedad Herál-
dica italiana, de la Junta de Historia y Numis-
mática americana y de diversas corporaciones
científicas y literarias europeas y americanas.
Falleció en Buenos Aires, el 9 de abril de 1893.
Trejo y Sanabria (Fernando de). Sacerdote.
Era natural de la Asunción del Paraguay. En
1554 recibió las
sagradas órdenes
en el convento
franciscano de Li-
ma. En 1592 fué
electo obispo de
Tucumán, siendo
consagrado en
Quito en 1595, e
inmediatamente
pasó a tomar po-
sesión de la silla
episcopal. En sus
penosas visitas
pastorales, a lo-
mo de muía, des-
plegó una cari-
dad sin límites. El solo, diecinueve años que
estuvo al frente del Obispado, reunió tres
sínodos diocesanos, en los cuales reglamen-
tó los derechos civiles de los indios y es-
clavos, cruelmente tratados por los encomen-
deros, fundando también asociaciones piadosas
en favor de los mismos; recorrió varias veces
su diócesis, llegando hasta Buenos Aires;
fundó un colegio en Santiago del Estero; con-
virtió a la fe a numerosos indios calchaquíes;
estableció un monasterio en Córdoba, que aún
subsiste; predicó el Evangelio, con su palabra
y su ejemplo, en todos los pueblos que visitó,
y por fin, fundó la Universidad de San Carlos,
haciendo donación a su favor de los únicos
bienes que poseía. Viajaba de Córdoba a San-
tiago del Estero cuando aconteció su muerte,
el 24 de diciembre de 1614.
Tristán (Pío). General al servicio de los rea-
listas. Natural de Arequipa. Valiente y pre-
suntuoso, miró con harto desdén a los patrio-
tas. Derrotado en Tucumán y nuevamente en
Salta, tuvo que capitular.
Fray Fernando de Trejo y
Sanabria.
TUC
Trinidad (Bergantín). Comandante, D. Guiller
mo Brown; se le dio patente de corso el 1 de
septiembre de 1815. Tripulación 130 hombres
y 16 cañones. Comandante, Miguel Brown.
Triunvirato. En 1811 se creó el primer Triun-
virato, compuesto por los Dres. Feliciano
A. de Chiclana, Juan José Paso y D. Manuel
de Sarratea. Este Triunvirato se contrajo a or-
ganizar la administración, ensanchar los límites
de la democracia y vencer las resistencias que
se oponían a la marcha de la revolución, así
en el interior como en el exterior, y expidió,
el 22 de noviembre de 1911, un «Estatuto pro-
visional», que fué la primera carta constitu-
cional puesta en práctica, en que se delinearon
a grandes rasgos los principales fundamentos
del Gobierno representativo; a este estatuto
se sucedieron varios decretos sobre garantías
individuales y libertad de imprenta. Se disol-
vió a consecuencia del movimiento del 8 de
octubre de 1812; sus miembros fueron reem-
plazados por el Dr. D. Juan José Paso, D. Ni-
colás Rodríguez Peña y D. Ignacio Alvarez
Jonte.
Trole (Domingo Eduardo). Militar. Natural de
Francia, y en cuyos ejércitos se batió bajo las
órdenes de Napoleón. Vino al país en 1826 y
se naturalizó ciudadano, ingresando a nuestro
ejército con el grado de comandante de Inge-
nieros. Le fué confiada la dirección de la fá-
brica de balas, el año 1826, y el 12 de octubre
del mismo año, siendo teniente coronel, se le
dio el mando de la compañía de Ingenieros,
con cuya fuerza concurrió a la campaña contra
el Imperio del Brasil. Combatió en Ituzaingó,
Yerbal, Camacuá; en las luchas civiles estuvo
siempre al lado del general Lavalle, de quien
se mostró ardiente partidario.
Tucumán (antigua provincia del). El nombre
de Tucumán fué tomado del de un cacique muy
poderoso del valle de Calchaquí, llamado Tuc-
ma, en cuyo pueblo, que se decía Tucman-
ahaho (compuesto del nombre de dicho cacique
y de la palabra ahaho, que en lengua kukana,
propia de los calchaquíes, significa pueblo),
plantó su real el capitán Diego de Rojas, que
fué el primer descubridor de la provincia, por
la parte del Perú, el año 1543. El general Nú-
ñez del Prado entró a poblar, en 1549, e hizo
asiento en el mismo pueblo de Tucumanahaho,
de donde quedó el nombre de Tucumán a toda
la provincia. Era uso común de estas provin-
cias intitular los pueblos del nombre de los ca-
TUC
- 410 —
TUC
ciques, como se reconoce en la misma lengua
kakana en los pueblos de Colalahaho, Jaymar
Ilahaho; en la lengua tonocoté, donde gasta
significa pueblo, en los de Nonrogasta, Co-
changasta, Sañogasta, Chiquiligasta, etcéte-
ra, y en la Sanavirona, que se hablaba vulgar-
mente en la jurisdicción de Córdoba, en que
sacat significa también pueblo, y se hallan aun
Namacate, Anizacate, Chimacate, Costaza-
cate, que eran pueblos de esos caciques. La
antigua provincia del Tucumán confinaba por
el norte con las de Chichas y de Lipes, desde
el noroeste al oeste con la de Atacama, y por
el oeste y sudoeste con la de Cuyo; siguiendo
al sudeste confinaba con la jurisdicción de San-
ta Fe, y desde este rumbo hacia el norte, don-
de se encuentra la provincia de Chichas, con
las dilatadas regiones del Chaco Qualamba.
La de Santiago del Estero fué la capital del
Tucumán hasta mediados del siglo xvm, que
pasó a serlo la de Córdoba, y con la creación
del virreinato del Río de la Plata en 1776 y el
establecimiento de las intendencias en 1778.
La gobernación del Tucumán quedó dividida
en dos Gobiernos intendencias: el de Salta y
el de Córdoba. El primero comprendía la ciu-
dad de su nombre por capital, y la de Tucu-
mán, Santiago del Estero, Catamarca y Jujuy,
cuyo primer gobernador intendente fué el bri-
gadier D. Andrés Mestre, que lo había sido
antes; y el segundo, el de la ciudad de su nom-
bre por capital y las de la Rioja y Mendoza,
San Juan y San Luis, y tuvo por primer gober-
nador intendente al coronel Rafael Marqués de
Sobremonte.
Tucumán (combate de). El 3 de abril de 1821.
Iniciada la guerra civil entre las provincias ar-
gentinas del norte, una fuerza de tropas salte-
ñas, en combinación con las de Santiago del
Estero, invaden a Tucumán. Pero el ejército
de D. Abraham González y del famoso guerri-
llero jujeño D. Manuel Eduardo Arias, la de-
rrota completamente a inmediaciones de la ciu-
dad de Tucumán. Güemes, jefe de los sáltenos,
volviendo a invadir a Tucumán, sufre nuevas
derrotas en Acequiones y Trancas.
Tucumán (Constitución). Una convención cons-
tituyente sanciona la Constitución que se da a
la provincia, el 13 de marzo de 1856. Formaban
parte de esta Asamblea los siguientes señores:
Salustiano Zavalía, presidente; Juan María
Araoz, Julián Murga, Nicasio Larrizo, Justi-
niano Frías, W. Ponce, José Carlos López,
Segundo Roca, José Frías, Andrés Rentería,
Ángel José Padilla, Domingo Martínez Muñe-
cas, Cayetano Rodríguez, Pascual Place, se-
cretario.
Tucumán. Provincia y ciudad del interior de la
República. Esta provincia, designada con el
nombre de Jardín de la República por la in-
comparable hermosura que ostenta su natura-
leza, tiene una superficie de 24.199 kilóme-
tros cuadrados y una población de más de
300.000 habitantes. Su aspecto es hermosísimo;
más de la mitad de su territorio está ocupado
por la cadena del Aconquija, de la cual se des-
prenden numerosos cordones que circundan es-
pléndidos valles y hermosas selvas de vegeta-
ción subtropical, y sus llanuras están surcadas
por numerosos arroyos. Las principales pro-
ducciones de la provincia son: la caña de azú-
car, el algodón, tabaco y arroz, que se culti-
van en más de sesenta grandes ingenios. La
industria pecuaria es también floreciente; to-
dos sus productos se transportan por medio de
las cinco vías férreas de que está surcada.
Está dividida en once departamentos. La ciu-
dad de San Miguel de Tucumán es la capi-
tal, edificada sobre el río Salí; cuenta con
60.000 habitantes. Fué fundada el 29 de sep-
tiembre de 1565, por el capitán Diego de Vi-
llarroel. Esta ciudad es la quinta de la Repú-
blica por su importancia económica y el núme-
ro de habitantes; es muy pintoresca. Entre los
edificios públicos se conserva la casa del Con-
greso que proclamó la independencia argenti-
na, y la cindadela, que recuerda el triunfo del
general Belgrano.
Tucumán (batalla). El ejército argentino, des-
pués de la derrota de Huaqui, no había hecho
más que ir retrocediendo, hasta que el gene-
ral Belgrano se recibió oe él. Luego que éste
pudo darle alguna organización juzgó que era
necesario infundir valor a los suyos e imponer
respeto al enemigo, volviendo a ocupar el te-
rreno perdido, y marchó con mil infantes y
quinientos caballos a situarte en Jujuy, en
donde determinó completar su organización.
Allí se mantuvo, hasta que el general Goyene-
che, libre de los cuidados que le había dado el
levantamiento de los naturales, y especialmen-
te de la heroica Cochabamba, determinó al fin
marchar con 3.000 hombres sobre Belgrano,
plenamente confiado en apoderarse de todo el
país hasta Tucumán, por donde contaba poner-
se en relación con Montevideo para ahogar la
TUC
- 411 -
TUM
revolución concentrada en Buenos Aires. En
aquellos terribles momentos la suerte de la pa-
tria estaba en manos de Belgrano. Iniciada la
ofensiva por el general D. Pío Tristán (1), a
quien Goyeneche confió el mando del ejército,
el general argentino se puso en retirada, esca-
ramuzando con las avanzadas enemigas. El 2
de septiembre, 600 hombres de caballería car-
garon vigorosamente sobre su retaguardia en
el río de Las Piedras y la arrollaron hasta el
grueso del ejército; aquí fueron valientemente
recibidos Belgrano y rechazados con pérdida de
algunos muertos y prisioneros. La retirada
continuó con mejor espíritu después de esta
acción hasta la misma ciudad de Tucumán, y el
23 de septiembre el general Belgrano tomó
posición, esperando al enemigo por el camino
de Salta. Al amanecer el 24 supo que el gene-
ral Tristán había dado un rodeo y lo atacaba
por el Sud con objeto de cortarle la retirada.
Belgrano marchó rápidamente hacia allí, y
habiendo formado su línea de batalla, man-
dó atacar a la bayoneta mientras el ene-
migo formaba la suya. La batalla fué dispu-
tada, y en los primeros momentos |os dos
generales pudieron atribuirse la victoria.
Belgrano, con la caballería, se encontró a es-
paldas del enemigo; su infantería se atrincheró
en la ciudad de Tucumán, y Tristán con la suya
avanzó a intimarle rendición; pero conociendo
luego su derrota, se puso en retirada hacia el
norte. Entonces el ejército victorioso efectuó
su reunión el 25, y el general Belgrano despa-
chó a la capital un expreso con el primer parte
de la batalla, que es el siguiente: «La patria
puede gloriarse de la completa victoria que
han obtenido sus armas el 24 del corriente,
día de Nuestra Señora de las Mercedes, bajo
cuya protección nos pusimos 50 oficiales, 4 ca-
pellanes, 2 curas, 600 prisioneros, 400 muertos,
7 cafiones, 3 banderas, un estandarte, las mu-
niciones de cañón y de fusil; todos los bagajes
y aun la mayor parte de los equipajes son el re-
sultado de ella. Desde el último individuo del
ejército hasta el de mayor graduación se han
comportado con el mayor honor y valor. Al
enemigo lo he mandado perseguir, pues con
sus restos va en precipitada fuga; daré a V. E.
(1) Tristán era primo de Goyeneche y hermano de otro
Tristán que había estado por la causa de la revolución y
que apostató después del combate de Nuaoui-, lo mismo
que el brigadier Rivero
un parte pormenor luego que las circunstan-
cias me lo permitan. Dios guarde a V. E. mu-
chos años. Tucumán, septiembre 26 de 1812.
Excelentísimo señor. Manuel Belgrano. Exce-
lentísimo superior Gobierno de las Provincias
Unidas del Río de la Plata.» El ejército de la
patria constaba de 1.600 hombres de tropas re-
gulares, y su orden de batalla fué el siguiente:
en el centro, tres columnas de infantería, que
mandaban el capitán Forest y los comandantes
Warnes y Superi; dos de caballería en los
costados, mandados por los tenientes corone-
les D. J. R. Balcarce y Bernáldez; cuatro pie-
zas volantes, por el mayor Holemberg, y la re-
serva, por el coronel D. Manuel Dorrego. El
ejército realista se componía de 3.000 hombres
de las tres Armas, con 13 piezas de artillería.
Entre sus oficiales prisioneros, que en la per-
secución llegaron a 5S, se encontraron los co-
roneles de los regimientos Real de Lima y
Abancay. La victoria costó a los argentinos un
oficial y 64 hombres muertos, y 6 oficiales y
183 soldados heridos, fuera de una pequeña
pérdida en la caballería irregular, que contri-
buyó al triunfo.
Tucumán (cindadela de). Recibido el coronel
San Martín (29 de enero de 1814) en su campa-
mento en las Juntas, camino de Tucumán a Ju-
juy, dio cuenta al director Posadas el haber
dispuesto (13 de febrero) la construcción de un
campo atrincherado en las inmediaciones de la
ciudad. Esfe campo fué el después llamado
«Cindadela de Tucumán», célebre en los fastos
argentinos.
Tnmusla (combate). El 1 de abril de 1825. Ei
brigadier D. Pedro Antonio de Olañeta, hijo
de Jujüy, pero al servicio de España, que du-
rante más de quince años había hecho la gue-
rra a los independientes en el Alto Perú, des-
pués de la batalla de Ayacucho (9 de diciembre
de 1824) se prepara para resistir al ejército
triunfante que marchaba en su busca. Pero a la
vez el gobernador de Salta, general Arena-
les, se había puesto en campaña con objeto de
someter a este bravo jefe, que aún se obstina-
ba en resistir a la bandera triunfante en el con-
tinente sudamericano. En tal situación, el co-
ronel D. Carlos Medina-Celi, también ameri-
cano y que militaba con Olañeta, encontrando
ya inútil seguir defendiendo una causa perdi-
da, se pronuncia en Tumusla cerca de Potosí,
por las armas de los patriotas; pero Olañeta
marcha a atacarlo inmediatamente con objeto
TUC
- 410 —
TUC
ciques, como se reconoce en la misma lengua
kakana en los pueblos de Coíalahaho, Jayma'
Ilahaho; en la lengua tonocoté, donde gasta
significa pueblo, en los de Nonrogasta, Co-
changasta, Sañogasta, Chiquiligasta, etcéte-
ra, y en la Sanavirona, que se hablaba vulgar-
mente en la jurisdicción de Córdoba, en que
Bacat significa también pueblo, y se hallan aun
Nanzacate, Anizacate, Chinzacate, Costaza-
cate, que eran pueblos de esos caciques. La
antigua provincia del Tucumán confinaba por
el norte con las de Chichas y de Lipes, desde
el noroeste al oeste con la de Atacama, y por
el oeste y sudoeste con la de Cuyo; siguiendo
al sudeste confinaba con la jurisdicción de San-
ta Fe, y desde este rumbo hacia el norte, don-
de se encuentra la provincia de Chichas, con
las dilatadas regiones del Chaco Gualamba.
La de Santiago del Estero fué la capital del
Tucumán hasta mediados del siglo xvi!, que
pasó a serlo la de Córdoba, y con la creación
del virreinato del Río de la Plata en 1776 y el
establecimiento de las intendencias en 1778.
La gobernación del Tucumán quedó dividida
en dos Gobiernos intendencias: el de Salta y
el de Córdoba. El primero comprendía la ciu-
dad de su nombre por capital, y la de Tucu-
mán, Santiago del Estero, Catamarca y Jujuy,
cuyo primer gobernador intendente fué el bri-
gadier D. Andrés Mestre, que lo había sido
antes; y el segundo, el de la ciudad de su nom-
bre por capital y las de la Rioja y Mendoza,
San Juan y San Luis, y tuvo por primer gober-
nador intendente al coronel Rafael Marqués de
Sobremonte.
Tucumán (combate de). El 3 de abril de 1821.
Iniciada la guerra civil entre las provincias ar-
gentinas del norte, una fuerza de tropas salte-
ñas, en combinación con las de Santiago del
Estero, invaden a Tucumán. Pero el ejército
de D. Abraham González y del famoso guerri-
llero jujeño D. Manuel Eduardo Arias, la de-
rrota completamente a inmediaciones de la ciu-
dad de Tucumán. Güemes, jefe de los sáltenos,
volviendo a invadir a Tucumán, sufre nuevas
derrotas en Acequiones y Trancas.
Tucumán (Constitución). Una convención cons-
tituyente sanciona la Constitución que se da a
la provincia, el 13 de marzo de 1856. Formaban
parte de esta Asamblea los siguientes señores:
Salustiano Zavalía, presidente; Juan María
Araoz, Julián Murga, Nicasio Larrizo, Justi-
niano Frías, W. Ponce, José Carlos López,
Segundo Roca, José Frías, Andrés Rentería,
Ángel José Padilla, Domingo Martínez Muñe-
cas, Cayetano Rodríguez, Pascual Place, se-
cretario.
Tucumán. Provincia y ciudad del interior de la
República. Esta provincia, designada con el
nombre de Jardín de la República por la in-
comparable hermosura que ostenta su natura-
leza, tiene una superficie de 24.199 kilóme-
tros cuadrados y una población de más de
300.000 habitantes. Su aspecto es hermosísimo;
más de la mitad de su territorio está ocupado
por la cadena del Aconquija, de la cual se des-
prenden numerosos cordones que circundan es-
pléndidos valles y hermosas selvas de vegeta-
ción subtropical, y sus llanuras están surcadas
por numerosos arroyos. Las principales pro-
ducciones de la provincia son: la caña de azú-
car, el algodón, tabaco y arroz, que se culti-
van en más de sesenta grandes ingenios. La
industria pecuaria es también floreciente; to-
dos sus productos se transportan por medio de
las cinco vías férreas de que está surcada.
Está dividida en once departamentos. La ciu-
dad de San Miguel de Tucumán es la capi-
tal, edificada sobre el río Salí; cuenta con
60.000 habitantes. Fué fundada el 29 de sep-
tiembre de 1565, por el capitán Diego de Vi-
llarroel. Esta ciudad es la quinta de la Repú-
blica por su importancia económica y el núme-
ro de habitantes; es muy pintoresca. Entre los
edificios públicos se conserva la casa del Con-
greso que proclamó la independencia argenti-
na, y la ciudadela, que recuerda el triunfo del
general Belgrano.
Tucumán (batalla). El ejército argentino, des.
pues de la derrota de Huaqui, no había hecho
más que ir retrocediendo, hasta que el gene-
ral Belgrano se recibió oe él. Luego que éste
pudo darle alguna organización juzgó que era
necesario infundir valor a los suyos e imponer
respeto al enemigo, volviendo a ocupar el te-
rreno perdido, y marchó con mil infantes y
quinientos caballos a situarte en Jujuy, en
donde determinó completar su organización.
Allí se mantuvo, hasta que el general Goyene-
che, libre de los cuidados que le había dado el
levantamiento de los naturales, y especialmen-
te de la heroica Cochabamba, determinó al fin
marchar con 3.000 hombres sobre Belgrano,
plenamente confiado en apoderarse de todo el
país hasta Tucumán, por donde contaba poner-
se en relación con Montevideo para ahogar la
TUC
- 411 -
TUM
revolución concentrada en Buenos Aires. En
aquellos terribles momentos la suerte de la pa-
tria estaba en manos de Belgrano. Iniciada la
ofensiva por el general D. Pío Tristán (1), a
quien Goyeneche confió el mando del ejército,
el general argentino se puso en retirada, esca-
ramuzando con las avanzadas enemigas. El 2
de septiembre, 600 hombres de caballería car-
garon vigorosamente sobre su retaguardia en
el rio de Las Piedras y la arrollaron hasta el
grueso del ejército; aquí fueron valientemente
recibidos Belgrano y rechazados con pérdida de
algunos muertos y prisioneros. La retirada
continuó con mejor espíritu después de esta
acción hasta la misma ciudad de Tucumán, y el
23 de septiembre el general Belgrano tomó
posición, esperando al enemigo por el camino
de Salta. Al amanecer el 24 supo que el gene-
ral Tristán había dado un rodeo y lo atacaba
por el Sud con objeto de cortarle la retirada.
Belgrano marchó rápidamente hacia allí, y
habiendo formado su línea de batalla, man-
dó atacar a la bayoneta mientras el ene-
migo formaba la suya. La batalla fué dispu-
tada, y en los primeros momentos [os dos
generales pudieron atribuirse la victoria.
Belgrano, con la caballería, se encontró a es-
paldas del enemigo; su infantería se atrincheró
en la ciudad de Tucumán, y Tristán con la suya
avanzó a intimarle rendición; pero conociendo
luego su derrota, se puso en retirada hacia el
norte. Entonces el ejército victorioso efectuó
su reunión el 25, y el general Belgrano despa-
chó a la capital un expreso con el primer parte
de la batalla, que es el siguiente: «La patria
puede gloriarse de la completa victoria que
han obtenido sus armas el 24 del corriente,
día da Nuestra Señora de las Mercedes, bajo
cuya protección nos pusimos 50 oficiales, 4 ca-
pellanes, 2 curas, 600 prisioneros, 400 muertos,
7 cañones, 3 banderas, un estandarte, las mu-
niciones de cañón y de fusil; todos los bagajes
y aun la mayor parte de los equipajes son el re-
sultado de ella. Desde el último individuo del
ejército hasta el de mayor graduación se han
comportado con el mayor honor y valor. Al
enemigo lo he mandado perseguir, pues con
sus restos va en precipitada fuga; daré a V. E.
(1) Tristán era primo de Goyeneche y hermano de otro
Tristán que había estado por la causa de la revolución y
que apostató después del combate de Huaoui, lo mismo
que el brigadier Rivero
un parte pormenor luego que las circunstan-
cias me lo permitan. Dios guarde a V. E. mu-
chos años. Tucumán, septiembre 26 de 1812.
Excelentísimo señor. Manuel Belgrano. Exce-
lentísimo superior Gobierno de las Provincias
Unidas del Río de la Plata.» El ejército de la
patria constaba de 1 .600 hombres de tropas re-
gulares, y su orden de batalla fué el siguiente:
en el centro, tres columnas de infantería, que
mandaban el capitán Forest y los comandantes
Wames y Superi; dos de caballería en los
costados, mandados por los tenientes corone-
les D. J. R. Balcarce y Bernáldez; cuatro pie-
zas volantes, por el mayor Holemberg, y la re-
ser\'a, por el coronel D. Manuel Dorrego. El
eiército realista se componía de 3.000 hombres
de las tres Armas, con 13 piezas de artillería.
Entre sus oficiales prisioneros, que en la per-
secución llegaron a 58, se encontraron los co-
roneles de los regimientos Real de Lima y
Abancay. La victoria costó a los argentinos un
oficial y 64 hombres muertos, y 6 oficiales y
183 soldados heridos, fuera de una pequeña
pérdida en la caballería irregular, que contri-
buyó al triunfo .
Tncumán (ciudadela de). Recibido el coronel
San Martín (29 de enero de 1814) en su campa-
mento en las Juntas, camino de Tucumán a Ju-
juy, dio cuenta al director Posadas el haber
dispuesto (13 de febrero) la construcción de un
campo atrincherado en las inmediaciones de la
ciudad. Esfe campo fué el después llamado
«Ciudadela de Tucumán», célebre en los fastos
argentinos.
Tomusla (combate). El 1 de abril de 1825. Ei
brigadier D. Pedro Antonio de Olañeta, hijo
de Jujuy, pero al servicio de España, que du-
rante más de quince años había hecho la gue-
rra a los independientes en el Alto Perú, des-
pués de la batalla de Ayacucho (9 de diciembre
de 1824) se prepara para resistir al ejército
triunfante que marchaba en su busca. Pero a la
vez el gobernador de Salta, general Arena-
les, se había puesto en campaña con objeto de
someter a este bravo jefe, que aún se obstina-
ba en resistir a la bandera triunfante en el con-
tinente sudamericano. En tal situación, el co-
ronel D. Carlos Medina-Celi, también ameri-
cano y que militaba con Olañeta, encontrando
ya inútil seguir defendiendo una causa perdi-
da, se pronuncia en Tumusla cerca de Potosí,
por las armas de los patriotas; pero Olañeta
marcha a atacarlo inmediatamente con objeto
TUN
- 412 -
TUP
de reducirlo, y en el combate que libran es ven-
cido y muerto este jefe. Medina-Celi y la ma-
yor parte de las fuerzas de Olañeta se pusie-
ron a disposición de Arenales, concluyendo
así la guerra de la independencia en el Alto
Perú.
Tunas (combate). En la rebelión de López Jor-
dán el 1 de mayo de 1874, los rebeldes al man-
do de Leiva, que habían sido arrojados del
cerco que intentaron poner a la ciudad del Pa-
raná, con sus grandes masas de caballería li-
gera, seguían merodeando en las inmediacio-
nes de la población. El coronel Ayala, jefe de
la plaza, con el deseo de provocar una batalla
decisiva, sale con sus fuerzas, muy inferior en
número, y marcha hacia el campamento, cerca
del arroyo de las Tunas; pero el enemigo, des-
pués de un simulacro de combate formal, y de
haber hecho algunas cargas y recibir otras,
huye, abandonando el campo y sus heridos. Se
toman muchos prisioneros.
Tupac-Amarú (José Gabriel Condorcanqui)
Cacique de Tungasuca, en la provincia de Tin-
ta, nacido en 1743. Descendía de los Incas, y se
educó en el colegio de Cuzco y en la Universi-
dad de Lima. Profundamente conmovido por la
suerte de su raza, Tupac-Amarú preparó len
tamente una revolución vengadora, comprando
secretamente armas y buscando inteligencias
en las diferentes provincias a que le llevarasu
oficio de arriero. Proclamado por los indios
libertador del reino y padre común, se presen-
tó como el reparador de todos los agravios. La
revolución se propagó como la chispa eléctri-
ca, iniciada (4 de noviembre de 1780) con la
muerte del corregidor D. Antonio Arriaga,
hasta el Tucumán en la distancia de 300 le-
guas. Los voluntarios del Cuzco, que en nú-
mero de 600 acudieron apresuradamente a
sofocarla en su origen, perecieron entre las
llamas y a los golpes de los sublevados en la
iglesia de Sangarara. Las haciendas de ios es-
pañoles eran devastadas, los obrajes destruí-
dos y sus dueños perseguidos sin misericordia.
En las provincias de Charcas se cometieron
los más horribles atentados. Como mil perso-
nas fueron muertas en la iglesia del pueblo
de San Pedro de Buena Vista. En Topacarí, en
Oruro, en el pueblo de Caracaro, la sangre
corrió a raudales. Precedido de tan horribles
actos, marchó Tupac-Amarú hacia el Cuzco,
pensaba establecer su capital y donde se ha-
bían refugiado los fugitivos de las provincias.
Su hueste que pasaba de 60.000 hombres,
quedó reducida a 40.000 después de un ligero
choque, al que se siguió el desaliento de sus
secuaces y de él mismo, hasta que acosado por
todas partes por las numerosas fuerzas al man-
do del mariscal de campo D. José Antonio del
V^lle, trató de huir; pero fué tomado en Lan-
gui (6 de abril de 1781). Conducido al Cuzco,
juzgado y sentenciado por el visitador general
D. José Antonio de Areche, fué muerto de una
manera tan bárbara como horribles habían sido
los crímenes cometidos en la sedición. Tupac-
Amarú fué condenado a ser sacado a la plaza
principal de la ciudad del Cuzco, arrastrándole
un caballo hasta el lugar del suplicio, donde
presenció la ejecución de las sentencias que se
dieron a su mujer Micaela Bastidas, a sus dos
hijos Hipólito y Fernando Tupac-Amarú, a su
cuñado Antonio Bastidas, a su tío Francisco
Tupac-Amarú y a los demás principales de su
tropa. Terminada esta sangrienta operación,
uno de los verdugos le cortó la lengua a José
Gabriel Tupac-Amarú, y después le amarraron
por cada uno de los brazos y piernas con unas
cuerdas fuertes, de modo que éstas se ataron a
las cinchas de cuatro caballos que estaban con
su jinetes mirando las cuatro esquina de la pla-
zaMayor, y a unaseflal dada loscaballos tiraron
y dividieron en cuatro partes el cuerpo del des-
graciado inca, destinándose la cabeza al pue-
blo de Tinta, un brazo al de Tungasuca, otro a
la capital (Sandia) de la provincia de Caraba-
ya, una pierna al pueblo de Livitaca, en la de
Chumbivilcas, y otra al de Santa Rosa, en la
de Lampa; y el resto de su cuerpo al cerro de
Picchú, por donde quiso entrar a esta última
ciudad, y en donde estaba preparada una ho-
guera en la que lo echaron, juntamente con el
de su mujer, hasta que, convertidos en cenizas,
se esparcieron por el aire. La ejecución de esos
desgraciados tuvo lugar el viernes 18 de mayo
de 1781. Los sublevados, lejos de aterrarse con
tan horrible espectáculo, cual jamás se había
visto antes por esta parte del Nuevo Mundo,
pelearon desesperadamente por vengar a su
libertador. Sorata fué tomada a saco y san-
gre, haciendo más de diez mil víctimas. Puno
se salvó por la heroica resistencia de su
corregidor. Las tropas de Buenos Aires remi-
mitidas por el virrey Vértiz, y conducidas por
jefes esforzados como el comandante en jefe
D. José Reseguin, el teniente coronel D. Cris-
tóbal López y el capitán D. Sebastián Sánchez,
TUY
- 413
sometieron a los furiosos indios del Alto Perú
después de nuevos escarmientos.
Tuyntf (batalla). Ganada por el general Mitre,
jefe de los aliados en la guerra contra el Para-
guay, el 24 de mayo de 1866. En el campo atrin-
cherado de este nombre, que en idioma guaraní
quiere decir «barro blanco», 23.000 paraguayos
salieron de las trincheras atacando al ejército
aliado, que peleó bizarramente por espacio de
cuatro horas y media, hasta que derrotados
aquéllos abandonaron el campo, dejando más
TUY
de cuatro mil muertos y gran número de herí
dos y prisioneros. Los aliados perdieron más de
tres mil hombres. El 3 de noviembre de 1867, so-
bre este mismo campo, fueron de rrotadas por
segunda vez las fuerzas paraguayas en el ata-
que que llevaron a los argentinos y brasileños.
Los héroes de la jornada fueron los jefes ar-
gentinos Hornos y Báez y ei brasileño barcn
de Porto Alegre. El Congreso Nacional decre-
tó en 1872 un cordón de honor a los vencedores
de ese hecho de armas de 24 de mayo de 1866,
Bl«C. HlST. BlOQR.
u
Ugarteche y Figueroa (Francisco). Nombra
do gobernador de Tucumán, el 12 de marzo
de 1812 hasta junio del mismo año. Este patrio-
ta contribuyó muy poderosamente a la reunión
de las Milicias en sostén de la causa de la in-
dependencia y facilitó todas las maderas y paja
necesarias para techar los cuarteles mandados
construir dentro de la principiada ciudadela,
que está como a 10 cuadras al Sudoeste de la
ciudad de Tucumán.
Ugarteche (José Francisco). Abogado. Nacido
en el Paraguay en 1768. Vino a Buenos Aires
muy joven, donde cursó sus estudios en el Co-
legio de San Carlos. Se doctoró en la Univer-
sidad de Charcas. De regreso a Buenos Aires
contrajo matrimonio con D.° Juana Echenagu-
cía, ejerciendo su carrera y ocupando algunos
puestos públicos en la administración. Diputa-
do a la Asamblea de 1813, formó parte de la
Junta protectora de libertad de imprenta, en el
año 1821; en 1824, en unión del coronel Dorre-
go, dirigió el periódico El Argentino, que abo-
gaba por el federalismo; en 1826 diputado al
Congreso general constituyente por la pro-
vincia de Santiago del Estero, en cuya Asam-
blea demostró sus cualidades oratorias, abo-
gando siempre por el credo federal. En 1830
fué camarista en lo criminal y fiscal del crimen
al año siguiente. Interinamente ministro de Ha-
cienda. Falleció en esta ciudad, el 4 de julio
de 1834.
Unión del Sud (Colegio de la"). El 9 de julio
de 1818 fué celebrado en Buenos Aires con la
instalación del Colegio de la Unión del Sud,
fundado sobre la base del de San Carlos (v.).
Para el sostenimiento de las cátedras quedó,
por resolución del Congreso, especialmente
afectado el impuesto sobre herencias transver-
sales, creado por decreto de 30 de septiembre
de 1812, co n el objeto de impedir que los capi-
tales adquiridos por españoles salieran fuera
del país donde se habían creado. Antes de esta
reforma habían tenido lugar algunos progre-
sos que merecen particular recuerdo. El pri-
mer Triunvirato había iniciado la idea de fun-
dar un Instituto literario en que debía enseñar-
se con preferencia las ciencias naturales. Para
costearlo en aquella época de penuria mandó
abrir el Gobierno una suscripción nacional;
pero a pesar de que ésta fué encabezada por
tres extranjeros que ofrecieron contribuir con
7.000 pesos fuertes, el proyecto no fué llevado
a cabo por falta de maestros. Uno de los en-
cargos que Rivadavia llevó a su salida para
Europa en 1814, fué promover la venida de pro-
fesores, y en efecto, algunos vinieron. Duran-
te la corta administración de Alvear se instaló,
también por suscripción, la Academia de Juris-
prudencia, dirigida por el Dr. D. Manuel An-
tonio Castro. Poco después la Escuela de Di-
bujo, fundada por el padre franciscano Casta-
ñeda, bajo la protección del Consulado. En
marzo de 1816 se instaló la Academia de Mate-
máticas, dirigida por el español Senillosa y
destinada a formar oficiales ingenieros. La en-
señanza primaria gratuita continuaba propa-
gándose por el Cabildo en las escuelas que
sostenía en cada parroquia, y en cada uno de
los cinco conventos de regulares se enseñaba
también las primeras letras a algunos niños.
Por estos medios, por el creciente desarrollo
de la Prensa periódica, por la introducción de
libros franceses se aumentaban los medios de
instruirse y se desplegaba la emulación por el
saber.
Universidad. El 22 de marzo de 1778, por una
Real cédula, se dispuso fundar una Universi-
dad en Buenos Aires, lo que no se llevó a
URD
- 415 -
URI
cabo. Esta orden fué reiterada en 1798, pero
sin resultado, hasta que el 18 de mayo de 1819,
el director Pueyrredón promovió su creación
ante el Congreso. Este proyecto fué aprobado,
pero se retardó su ejecución a consecuencia
de la anarquía que envolvía al país. Recién
el 12 de agosto de 1821, fué solemnemente
inaugurada en el templo de San Ignacio, la
Universidad Mayor de Buenos Aires, cuyo
primer rector fué el sabio sacerdote doctor
D. Antonio Sáenz. La Universidad o Academia
de Medicina, como se le designaba, celebró su
instalación el 18 de abril de 1822. El licen-
ciado D. Justo García y Valdés fué nombrado
para presidirla.
Urdininea (José M. Pérez de). Militar. Nacido
en Bolivia, el 26 de noviembre de 1782. Co-
menzó la carrera militar en 1809, y en 1811 se
incorporó al ejército argentino, en cuyas filas
hizo las campañas del Alto Perú, llegando a
comandante de las avanzadas de las tropas de
Gfiemes. En 1819, San Martín lo comisionó
para levantar tropas en San Juan y engrosar
las filas de Güemes, en Salta, continuando allí
sus servicios hasta la muerte de este célebre
caudillo. Fué también gobernador de San Juan
en 1822, un año, volviendo nuevamente a po-
nerse al frente del ejército salteño para com-
batir los últimos restos del ejército español.
Terminada la guerra de la independencia vol-
vió a Bolivia, donde llegó a ocupar la primera
magistratura y otros puestos elevados de la
administración pública. Falleció en La Paz, el
14 de julio de 1865.
Uriarte ( Pedro Francisco de). Sacerdote. Na-
tural de Santiago
del Estero, en
1759. Se señaló
por su patriotis-
mo y por sus vir-
tudes. En 1810, al
proclamarse la
revolución, se ad-
hirió con entu-
siasmo, y por su
prestigio y talen-
to fué electo di-
putado por San-
tiago, al Congre-
so que, reunido °- ^*^'^''° francisco de Uriarte.
en Tucumán, declaró la independencia de la
República, en 1816. Más tarde fué párroco de
Loreto, falleciendo en dicha provincia en 1829.
D. José Evaristo Uriburu.
Uriburu Qosé Evaristo). Político y hombre de
Estado. Nació en la ciudad de Salta, el 19 de
noviembre de
1831. Cursó sus
estudios en la
Universidad de
Buenos Aires, y
siendo estudian-
te, en 1852, fué
nombrado por el
Gobierno de Bue^
nos Aires oficial
del ministerio de
Gobierno. En
1854 se doctoró
en Jurispruden-
cia, regresando a
su provincia na-
tal, donde des-
empeñó varios cargos públicos. Diplomático,
diputado y senador nacional. Vicepresidente
de la República; y asumió la presidencia de la
Nación al renunciar el Dr. D. Luis Sáenz
Peña. Su actuación en el Gobierno fué ejem-
plar. Fué ministro plenipotenciario y enviado
extraordinario en Bolivia, en el Perú y en
Chile, en 1883, en cuyo puesto se granjeó la
adhesión del país por su digna conducta en
momentos delicadísimos. En 1899 fué electo
senador nacional con el concurso de todos los
partidos, y en 1901, nombrado representante
argentino ante el arbitro, en la cuestión de
límites con Chile. Fué nuevamente senador
nacional y candidato a la presidencia de la
República. Murió en Buenos Aires, el domingo
25 de octubre de 1814.
Urien (Carlos). Nació en Buenos Aires, en 1816.
Tomó parte en la expedición al desierto en
1833, y en 1839, como opositor a la tiranía,
figuró entre los revolucionarios y fué condu-
cido preso a Santos Lugares. Recobró su li-
bertad y se trasladó a Montevideo, donde
sirvió en el batallón de «aguerridos», y des-
pués fué capitán ayudante de la «Legión ar-
gentina. Tomó parte en los combates del Ce-
rro, en 1843; en el ataque del Buceo, en 1844
y 1845; en la batalla del Pantanoso, a las ór-
denes del general Paz, en Corrientes. Vuelto
a Buenos Aires, después de la caída de Rosas,
se halló en la revolución del 11 de septiembre
del 1852, como jefe de batallón, hallándose en
los combates de los Potreros de Langdon, en
el ataque y defensa de la Casa de Hornos
URI
- 416 —
URQ
etcétera. En la campaña del Paraguay se ha-
lló en Paso de la Patria, Boquerón de Piris,
18 de Julio, Tuyutí, Curupayti y otros hechos
de armas de esa campaña. En la revolución de
1880 tuvo a su cargo un batallón entre los de-
fensores de Buenos Aires, siendo éste el últi-
mo servicio que prestó en su carácter militar.
Formó siempre en el partido unitario, y fué
gran admirador del general Mitre. El coronel
Urien falleció en Buenos Aires, el 7 de marzo
de 1893.
Urien (José Domingo de). Militar. Nació en
Buenos Aires, el 5 de julio de 1770. Fué conta-
dor del Real Consulado de Comeccio, y duran-
te las invasiones inglesas se batió como jefe
del tercer batallón de Patricios, en los años
de 1806 y 1807, en los combates de las inmedia-
ciones de la plaza Lorea (hoy es parte de la
plaza del Congreso) y en la toma y rendición
del convento de Santo Domingo, el 5 de Julio
de 1807. Tres años después, en los días de la
revolución de mayo, desempeñó igual cargo.
En abril de 1815 fué elevado a la jerarquía de
coronel . Murió repentinamente en esta ciudad,
el 23 de diciembre de 1817.
Urien (José! María de). Militar. Hijo del ante-
rior. Nacido en Buenos Aires, el 20 de enero
de 1791. Muy niño aún se"! batió como oficial
durante los años 1806 y 1807. Durante la re-
volución del año diez fué uno de los primeros
voluntarios a la expedición al interior, hallán-
dose en Suipacha y en otras acciones de gue-
rra en el ejército del Alto Perú, como oficial
de arribeños. Murió en Buenos Aires en 1824.
Urien (Juan Ramón de). Militar. Hermano de
D. José Domingo. Nació en esta ciudad. Se
halló en las invasiones inglesas y en el movi-
miento de mayo, reproduciendo en el Cabildo
abierto del 22 el voto de Saavedra. Se halló
en Suipacha como jefe de Artillería; desempe-
ñó algunas delicadas comisiones militares en-
comendadas por la Junta, tomando prisionero
al ex virrey Liniers, en Córdoba.
Urizar y Arespacóchega (Esteban de). Viz-
caíno. Gobernador de la provincia del Tucu-
mán desde el 12 de junio de 1707. La primera
disposición del nuevo gobernador fué confir-
mar, contra la práctica establecida hasta en-
tances, en sus oficios a los tenientes puestos
por su antecesor, mientras pudiera conocer
por experiencia quiénes eran en las ciudades
los sujetos más idóneos para confiarles estos
importantes empleos. Tan prudente arbitiio
mereció el aplauso de todos los Cabildos. Los
bárbaros del Chaco tenían infestados los ca-
minos, y principalmente las fronteras de Salta,
Tucumán y Jujuy. Urizar organizó una expedi-
ción general en combinación con las provincias
vecinas, logrando así la conversión de varias
tribus que se agregaron en una reducción, a la
cual, por el sitio donde se fundó, se le dio el
título de San Esteban de Miraflores. Su admi-
nistración produjo inmensos bienes a toda la
gobernación, manteniéndose en ella la paz que
él había cimentado con su celo; los bárbaros
se conservaron enfrenados y los subditos con-
seguían del gobernador cuanto era dable. Este
acordaba audiencias a todos y a todas horas;
era recto y enérgico en la administración de
justicia, muy recatado y circunspecto en su
proceder, apacible, afable y discreto en su
trato. Hizo a su costa los templos del convento
de la Merced de Jujuy y del colegio de la Com-
pañía de Jesús de Salta, donde murió el 4 de
mayo de 1724, con universal sentimiento de
toda la provincia. Por disposición suya fué
sepultado en la iglesia del referido colegio.
Urquiza (Justo José de). Nació en Entre Ríos;
el 18 de octubre de 1801, y se educó en esta
capital en el Colegio
de Ciencias Morales.
Vuelto a su provin-
cia, se dedicó al co-
mercio; mas nombra-
do alférez de Mili-
cias demostró su afi-
ción a la carrera mi-
litar, dedicándose a
ella, tomando parte
en las luchas civiles,
entre ellas en las ac-
ciones de Vences,
Pago Largo, Sau-
ce, India Muerta, etc. Fué también legisla-
dor y gobernador en 1841. Su gobierno fué
progresista. El 1 de mayo de 1851 se pro-
nunció contra Rosas y abrió su célebre cam-
paña con la cooperación del Brasil y el Uru-
guay, dando fin con la dictadura en la ba-
talla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
Fundó el famoso Colegio Nacional del Uruguay
y difundió la instrucción pública, estableciendo
muchas escuelas. En mayo de 1852 reunió a los
gobernadores en San Nicolás de los Arroyos;
pero Buenos Aires resistió su autoridad por me-
dio de la revolución de septiembre y estableció
D. Justo José de Urquiza.
USP
- 417
UZA
el sitio, y el 1 de mayo de 1853 convocó al Con-
greso general constituyente que dictó la
Constitución Nacional. Poco después este
Congreso lo eligió presidente de las trece pro-
vincias confederadas, el 20 de febrero de 1854,
cargo que ejerció hasta 1860. Producida la gue-
rra civil que terminó en Pavón, entre las pro-
vincias y Buenos Aires, el 12 de diciembre
de 1861 cesó el Gobierno Nacional. El general
Urquiza fué electo gobernador constitucional
de su provincia el 25 de abril de 1860, y en 1868
lo fué por segunda vez. Ejercía ese cargo
cuando fué asesinado en su residencia de San
José, el 11 de abril de 1870.
Uspallata. Paso de la cordillera de los Andes,
en Mendoza. Este boquete se halla casi a igual
distancia de los cerros de Aconcagua y Tupun-
gato. Uspallata, en lenguaje quichua, significa
garganta preferida. Por este paso abrió la
marcha la división de Las Heras, el 18 de ene-
ro de 1817, para sorprender la guardia enemi-
ga al occidente de a cordillera y reunirse en
seguida al resto del ejército en Chacabuco.
Uturanjro (combate). La columna del brigadier
Alvarez, que se había batido con Lamadrid en
enero de 1816 en Culpina, es destrozada por
este jefe y los indios mandados por Camargo,
uno de los caudillos más prestigiosos del Alto
Perú. Con esos indios que sólo estaban arma-
dos con hondas, pone en precipitada fuga al
ejército realista, en tanto que Lamadrid con su
caballería le picaba la retaguardia. Este com-
bate tuvo lugar en la quebrada de Uturango,
el 2 de febrero de 1816.
Uzal (Francisco). Coronel. Nacido en Buenos
Aires, el 10 de octubre de 1878. Tomó parte en
la defensa durante las invasiones inglesas
como alférez, siendo ascendido por su valor a
teniente. Sargento mayor en 1811 y teniente
coronel en 1813. El 26 de octubre de 1814 fué
nombrado comandante general de la frontera
de Buenos Aires. El 11 de junio de 1814 reci-
bió el grado de coronel de línea. Murió en e'
año 1820.
V
Vacuna. El 29 de octubre de 1821 se estableció
en la ciudad de Buenos Aires la administración
de vacuna. El virtuoso sacerdote Dr. D. Sa-
turnino Seguróla (v.), llevado de sus sentimien-
tos generosos la había hasta entonces suminis-
trado con admirable celo. Este mismo sacerdo-
te colocó en la Biblioteca pública de la que ha-
bía sido nombrado director el 7 del mes ante-
rior, el retrato del gran benefactor de la Hu-
manidad, Eduardo Jenner, médico inglés, a
quien le debe el mundo la inoculación de lava-
cuna.
Valdeneg^o y Leal (Eusebio). Uruguayo. En
clase de sargento de Blandengues se alistó
en 1811 en el ejército patriota a las órdenes
de Artigas; concurrió al primer sitio de Monte-
video a las órdenes de Rondeau, en cuya cam-
paña se distinguió sobremanera en el apresa-
miento de un buque de la escuadra enemiga
que conducía víveres a la plaza sitiada, hecho
que tuvo lugar el 28 de septiembre de 1811, el
que tomó por asalto con solo 30 hombres, apri-
sionando a todos sus tripulantes y embicando
el buque en la playa; se halló también en el
combate de ¿as Piedras, en 1811. Ascendido
a sargento mayor, fué nombrado teniente go-
bernador de Corrientes, en 1812; pero poco
después volvió al ejército sitiador de Montevi-
deo, y a su regreso fué nombrado secretario
de la Comisión militar encargada del proceso
del Desaguadero, el 22 de mayo de 1813. Pro-
movido a coronel en 1815, y sucesivamente a
general, derrotó al caudillo Artigas en el com-
bate de Pos-Pos, y terminada la campaña fué
enviado a Santa Fe para combatir a los mon-
toneros; pero en Fontezueías desconoció, en
unión de otros jefes, la autoridad del director
Alvear, y poco después fué desterrado al Río
Negro por sus opiniones políticas; por igual
motivo sufrió un segundo destierro, el 7 de fe
brero de 1817, siendo conducido a bordo del
bergantín Betlem, a Savanah (Estados Unidos
de Norteamérica), donde arribó el 7 de mayo
de 1817. Poco después, en el mismo año, fué
muerto en duelo en Baltimore. El general Val-
denegro fué un militar culto, ilustrado poeta y
orador de grandes esperanzas y llamado a bri-
llantes destinos por sus talentos.
Valle (Tomás Antonio). Nació en la ciudad de
San Juan, en 1765, y se recibió de licenciado.
En 1813 desempeñó la presidencia de la Asam-
blea general constituyente, siendo su secre-
tario el diputado Vieytes. En 1814 representó
a su ciudad natal ante la Asamblea general.
Fué asesor y auditor general del ejército, y
dimitió el 20 de octubre de 1815, no aceptán-
dosele la renuncia. En 1824 presidió el Tribunal
de alzada de comercio de esta capital; en 1827
fué nombrado juez de primera instancia en los
juicios de presas y auditor de Guerra y Marina.
Vallejos (Andrés). Uno de los 63 repobladores
de Buenos Aires; compañero de D. Juan de
Garay, el día de la fundación de esta ciudad,
1 1 de junio de 1580. Sólo se sabe que era crio-
llo; fué agraciado con dos lotes de terreno en
el ejido de esta ciudad, consistente uno en una
manzana, que es la actual circundada por las
calles de Bernardo de Irigoyen, Lima, Vene-
zuela y Méjico, y un tercio de manzana for-
mando esquina, en las actuales calles de San
Martín y Bartolomé Mitre. Además de esto,
una suerte de tierra de cuatrocientas varas
de frente por una legua de fondo, situada
en las inmediaciones de la ciudad.
Van Gelderen (Adolfo). Nacido en 1835. Edu-
cador. Llegó a América llamado por el Go-
bierno de Bolivia, para actuar de profesor en
la Universidad de Charcas, pero un incidente
VAR
- 419 -
VAR
con el general Melgarejo lo hizo venir a la
República Argentina. En Tucumán fundó el
primer colegio, teniendo por colaborador al
Dr. Rojas. En Córdoba contrajo enlace con la
seflora Celina Tejerina. En 1860 vino a Buenos
Aires para fundar la primera escuela central.
En 1862 fundó en Dolores la escuela superior
de aquella ciudad, donde desempeñó también
el cargo de defensor de pobres y ausentes.
En 1865 fundó el Colegio Nacional de Buenos
Aires; en 1870 fué nombrado rector del Cole-
gio Nacional del Paraná; en 1875 fundó la Es-
cuela Normal de profesores de la capital; en
1882 fué vicepresidente del Consejo Nacional
de Educación, del que era presidente el gran
Sarmiento, etc. Deja como obras sus textos de
idiomas, sus Lecciones de Pedagogía y su Car-
tilla normal. Educó cinco generaciones y murió
a los ochenta y tres años de edad en Córdoba,
el 3 de enero de 1918. Durante toda su vida
este profesor se entregó a las actividades do-
centes, demostrando el tesón y la acrisolada
limpieza de alma que sólo poseen las vocacio-
nes definitivas.
Várela (Florencio). Jurisconsulto y político ar-
gentino, hermano menor de D. Juan Cruz. Na-
ció en Buenos Aires, el 23 de febrero de 1807.
Su padre, D. Jacobo Adrián Várela, fué su
primer maestro; se graduó de doctor en 1827.
Fué empleado en el ministerio de Gobierno y
Relaciones Exteriores, y oficial mayor de este
último. Después de la revolución de 1828, en
la que tomó parte, vióse obligado a emigrar a
Montevideo. En 1841, por motivo de salud,
pasó a Río Janeiro, donde residió durante al-
gún tiempo. Várela, periodista de forma bri-
llante, reveló sus grandes talentos en la polé-
mica literaria y en las discusiones políticas,
colaborando en las columnas de El Centinela,
Eí Mensajero Argentino, El Granizo, Comer-
cio del Plata, etc., etc. Durante el destierro
formó parte de la Comisión argentina en el
bloqueo francés, firmando con el plenipoten-
ciario de ese país el protocolo del 22 de junio
de 1840 en que se declaraba que la hostilidad
de Francia no era al pueblo argentino, sino
únicamente al tirano Rosas. Desempeñó tam-
bién una misión en París relacionada con los
asuntos del Plata, mereciendo especial acogida
de Thiers, primer ministro de Francia, y años
después presidente de la República. Murió
asesinado por la espalda en la puerta de su
casa en la noche del 20 de marzo de 1848.
Várela (José Felipe). Montonero. Se titulaba
general jefe expedicionario, representante de
Sudamérica, etc. Cometió depredaciones sin
fin en Salta, Jujuy, etc., saqueando, asolando
la campaña, robando y arreando todos los ga-
nados, destruyendo la agricultura, degollando
las personas que encontraba en su tránsito,
llevando mujeres y familias. Con el fruto da
sus depredaciones Várela se internó en terri-
torio boliviano, donde fué recibido en calidad
de asilado. Várela era coronel de la nación
antes de sublevarse contra el Gobierno, hasta
la victoria de Azüó/? que, con militares de las
condiciones de él no tenían cabida en los ejér-
citos de la República. Sin embargo, presentán-
dose al general Paunero en Córdoba, ofreció
a éste sus servicios, que fueron aceptados, y
de alguna utilidad cerca del general Peñalosa,
quien se había declarado independiente en la
Rioja. Fué después edecán del general Urqui-
za, cuando reunía éste el cuerpo de ejército
para la campaña del Paraguay, que se desor-
ganizó. Terminada su heroica campaña de ese
modo tan glorioso, pasó a Buenos Aires a so-
licitar sus sueldos de coronel, que le fueron
pagados por el vicepresidente de la República,
a la sazón en ejercicio del Poder Ejecutivo,
doctor D. Marcos Paz. Después apareció en
las provincias como jefe de lo que él llamaba
cruzada libertadora, titulándose general. Este
célebre montonero falleció el 14 de junio de
1870, en Chile.
Várela (Juan Cruz). Periodista y poeta. Nació
en Buenos Aires, el 23 de noviembre de 1794.
Empezó sus estu-
dios universitarios,
en 1810, en Córdo-
ba, graduándose en
1816. Desempeñó
el cargo de secre-
tario del Congre-
so de 1826, hasta la
disolución de ese
cuerpo. Tomó par-
te activa en el mo-
vimiento político de
la época. En el pe-
riodo comprendido
entre los años 1816
y 1820, no sólo fué
empleado y funcionario público, sino tam-
bién fundador de varios periódicos políticos
y literarios: El Mensajero Ar^ai'im, Eí Tijn
D. Juan Cruz Várela.
VAR — 420 —
po, El Centinela, El Porteño, son otros tan-
tos diarios en los cuales mostró el liberalis-
mo de sus principios y su patriotismo. Mu-
chos disgustos, persecuciones y peligros tuvo
que arrostrar a consecuencia 'e sus opinio-
nes, especialmente cuando el partido a que
pertenecía fué vencido y el contrario subió al
Gobierno, después de la histórica presidencia
de Rivadavia. En 1828 emigró a Montevideo
por cuestiones políticas. Allí redactó varios
periódicos y se granjeó el cariño y el respeto
de la mejor sociedad de aquel país, sin que por
esto se escapara del destierro a que Oribe
condenó a todos los enemigos de Rosas. Pero
la celebridad de Várela está unida a los re-
cuerdos más caros de la gloria argentina. Can-
tó todas sus victorias, especialmente la de Itu-
zaingó, y fustigó la dictadura en versos inmor-
tales. Publicó dos tragedias, Dido y Argía;
tradujo muchas odas de Horacio, parte de la
Eneida y dejó una colección de poesías, muchas
de las cuales han visto la luz pública. Murió
en Montevideo, el 24 de enero de 1839.
A BUENOS AIRES
¡Buenos Aires! ¡Mi patria! En algún día
La maldición del cielo
Tu recinto inundó, y obscuro velo
Tus inmortales glorias encubría
En su carro de espanto
Rodando por tus calles la anarquía,
Tus calles anegaba en sangre y llanto,
Y tu fratricida mano se agitaba
De la discordia impía,
El tizón infernal. Entonces era
Cuando ni el hijo al padre respetaba.
Ni el hermano al hermano
Debida parte en su cariño diera
De las leyes al solio soberano
Subió el crimen triunfante.
Y el altar de la ley cayó al instante.
En trozos dividido.
Por entre el polvo en vilipendio hundido
Los dioses tutelares nos miraron
Con ojos sin piedad, y a su desgracia
La ciudad infelice abandonaron.
VAZ
D. Luis V. Várela.
Juan Cruz Várela.
Várela (Luis V.). Político, literato y jurista ar-
gentino. Nació en Montevideo, donde estaba
su familia emigrada, el 27 de mayo de 1845. Su
padre, D. Florencio Várela (v.), murió asesi-
nado y dejó en precaria situación a sus once
hijos, el menor de
los cuales era Luis.
Caído Rosas, re-
gresó a Buenos Ai-
res, cursando en
los colegios de Ne-
grotto y Parody
sus estudios, para
pasar más tarde a
la Universidad. A
los catorce años
servía como tele-
grafista en el ejér-
cito que defendía a
Buenos Aires si-
tiada. Tomó parte
en la campaña de Pavón, trasladándose lue-
go a Córdoba, donde se dedicó al periodis-
mo y a la enseñanza. Fué ministro de gobier-
no en Santiago del Estero, cargo que dejó
para ser secretario del presidente interino
D. Marcos Paz. Subsecretario del Ministe-
rio del Interior. Redactó La Tribuna. Fué
miembro de las Cámaras de apelaciones y de
la Suprema Corte de Justicia de la nación. Sus
principales obras jurídicas son: Estudios sobre
la Constitución de Buenos Aires (1868), Con-
cordancia y fundamento del Código civil ar-
gentino. Las provincias ante el derecho fede-
ral, La democracia práctica, prologada por
Castelar, Estudios sobre la Constitución na-
cional, etc., etc. Entre sus obras literarias son
las más notables: El doctor Wuntz, Lo impre-
visto, La huella del crimen, Clemencia, Entre
dos almas. El ciego (drama), Amor filial (dra-
ma en verso), El enemigo. El culpable, etcéte-
ra, etc.
Vázquez (Ventura). Nació en Montevideo, el
14 de junio de 1790. A los diez y seis años de
edad se inició en !a Milicia en clase de solda-
do, bajo las órdenes del después general don
Nicolás de Vedia. Capitán de Granaderos en
1809, y comprometido en 1810 en la intentona
de incorporar Montevideo a la causa de la re-
volución de mayo, fué preso, pero consiguió
fugarse y presentarse al Gobierno de Buenos
Aires. Hizo con Belgrano la campaña del Pa-
raguay y se halló en Tacuari. A las órdenes
de Artigas asistió a la toma de San José y ba-
talla de Las Piedras, donde ascendió a tenien-
te coronel. Estuvo en el sitio de Montevideo,
VED
421 -
VEL
bajo las órdenes de Rondeau. De nuevo a las
órdenes de Artigas, se halló en el segundo si-
tio de Montevideo, y batiéndose en el Cerrito
ascendió a coronel. Se vio envuelto en las lu-
chas civiles. Dedicado más tarde al comercio,
viajó por el interior de la República y estrechó
amistad con Juan Facundo Quiroga, con quien
fué uno de los fundadores de la Casa de Mo-
neda establecida en la Rioja y de la Sociedad
de Minas; circunstancias que, sin duda, propi-
ciaron su nombramiento para representar a
dicha provincia en el Congreso general cons-
tituyente. Declarada la guerra con el Brasil,
pereció en los mares del Sud en cumplimiento
de una misión.
Vedia (Julio de). Nacido en Buenos Aires,
en 1826. Era hijo de D. Nicolás de Vedia y cu-
ñado del general D. Bartolomé Mitre. Inició
su carrera militar en el sitio de Montevideo,
como portaestandarte de la compañía de Arti-
lleria, hasta el motín del 1 de abril de 1846,
en cuya sublevación fué herido y muerto su
hermano, el sargento mayor D. Enrique de Ve-
dia. Enviado de guarnición a la Colonia, hizo
en ella una heroica defensa. Tomó parte en la
cruzada contra Rosas, no hallándose en Case-
ros por razones de servicio. Fué destinado con
el grado de teniente coronel a la frontera del
Azul, donde combatió contra los indios, ascen-
diendo a coronel. Se halló en Cepeda y Pavón>
y siendo jefe de la frontera Oeste fundó el
pueblo de 9 de Julio. Rehusó en 1865 la carte-
ra de Guerra, y marchó a la campaña del Pa"
raguay como comandante en jefe de la arti
Hería, asistiendo a Uruguay ana, Paso del Para'
ná, 23 de Mayo, Estero Bellaco, Tuyutl, etc'
En 1870, ministro plenipotenciario en el Paral
guay, gobernador del Chaco y director del Co-
legio Militar. Murió en Buenos Aires, el 26 de
agosto de 1892.
Vedia (Nicolás de). Militar. Padre del anterior
y natural de Montevideo. Conocido por sus
principios republicanos, condiscípulo y antiguo
compañero de armas de Artigas, daba garan.
tías positivas a la Banda Oriental, a su caudi-
llo y a los patriotas que desconfiaban de la
política del Directorio. Amigo personal de
Pueyrredón, a cuya elevación había contribuí-
do cooperando como mayor general a vencer
las resistencias que en su contra se habían le-
vantado en Buenos Aires al tiempo de ser
nombrado aquél director supremo, daba igua-
les garantías al Gobierno. Antiguo oficial del
batallón Fijo, antes de la revolución, había fi-
gurado en las invasiones inglesas de 1806 y
1807, cayendo prisionero de guerra cuando la
plaza de Montevideo fué tomada por asalto por
sir Samuel Auchmuty. Trasladado como tal a
Inglaterra, y posteriormente a España, había
servido en la guerra de la Península contra
Napoleón, encontrándose en varias acciones
de la misma. Restituido a su patria fué uno de
loi precursores de la revolución, figurando
entre sus actores en mayo de 1810, de la cual
fué un defensor entusiasta. En 1811 fué mayor
general del ejército sitiador de Montevideo.
En 1820 fué partidario de Alvear. Murió en
Montevideo en 1854. Vedia era un hombre inte-
ligente y culto, de figura simpática y maneras
dignas, de vasta lectura, poseyendo varios
idiomas y conocedor de la Geografía y la His-
toria del mundo; era un verdadero diplo-
mático.
Vega (Ventura de la). Este literato argentino
nació en Buenos Aires, el 14 de julio de 1807.
Se educó y quedó establecido en la capital de
España, donde era reputado como uno de los
primeros literatos. Conocía el teatro como un
actor consumado, de lo que da brillante prueba
la comedia El hombre de mundo, que es una de
las mejores del teatro español, y la tragedia
La muerte de César. Sus obras dramáticas son:
Don Fernando el de Antequera, La critica del
sí de las niñas y una loa en honor de Calde-
rón de la Barca. Fuera de sus obras ya cita-
das, arregló del francés una multitud de dra-
mas, comedias y zarzuelas que le dieron gran
fama de traductor. Entre sus papeles se han
encontrado un acto de Cervantes y otro acto
y todo el plan de una comedia que había de ti-
tularse La mujer de mundo Sus poesías son:
El canto de la esposa, que es una imitación de
El cantar de los cantares; El nombre de Lau-
ra, Entre tierra y cielo, etc., etc. Murió en
Madrid, el 29 de noviembre de 1865.
Vélez (Bernardo Gutiérrez). Hombre político,
escritor militar y abogado. Nació en la pro-
vincia de Entre Ríos, a fines de 1783. Fué uno
de los patriotas de la independencia argentina.
Murió en Buenos Aires, el 5 de junio de 1862.
Vélez Sarsfíeld (Bernardo). Nació en Córdo-
ba. Se alistó en calidad de oficial en el primer
ejército de la revolución que partió al interior,
a las órdenes de Ocampo, y como tal asistió a
la batalla de Suipaclia (ISIO), al combate de
Juraicoragua, el 6 de junio del año siguiente!
VEL
422 —
VER
D. Dalmacio Véiez Sarsfield.
a la batalla de Huaqui, en cuya acción sucum-
bió valientemente, el 20 de julio de 1811, des-
pués de batirse por espacio de cinco horas.
Vélez Sarsfíeld (Dalmacio). Jurisconsulto, le-
gislador, economista y hombre de Estado. Na-
ció en la ciudad
de Córdoba, el 18
de febrero de
1801.Se educó en
la misma ciudad y
'■;■ se graduó de doc-
tor en Jurispru-
dencia en la Uni-
versidad. Duran-
te ladictadurafué
desterrado, asi-
lándose en Mon-
tevideo, en don-
de permaneció
hasta 1852, en que
__regresó al país fy
fué electo diputado a la Legislatura de Buenos
_Aires, contribuyendo en ella a levantar el espí"
^ritu público en las agitadas sesiones de 1852.
Hombre de instrucción vastísima, fué después
senador y convencional, reorganizador del
Banco de la provincia, asesor del Gobierno,
ministro de Relaciones Exteriores y negocia'
dor diplomático entre Buenos Aires y la Con"
federación; como tal firmó el pacto del 6 de
julio de 1860. Fué el putor de los Códigos de
Comercio y Civil, del tratado del Derecho pú-
blico eclesiástico y de muchas leyes de comer-
cio. Hombre de verdadero consejo, fué minis-
tro repetidas veces: en el gobierno de Sar-
miento ministro del Interior, ligando su nom-
bre a grandes mejoras y decretos. Como abo-
gado y jurisconsulto se le reputa como uno de
los primeros de América y de Europa, y como
tribuno descuella entre los primeros del país.
Murió en Buenos Aires, el 30 de marzo de 1875-
Vences (batalla). El 27 de noviembre de 1847.
El general Urquiza, con un ejército de Entre
Ríos, invade la provincia de Corrientes y liega
hasta a boca del potrero de Vences, donde
tenía un campo atrincherado el general don
Joaquín Madariaga, que mandaba en jefe el
ejército correntino. La batalla que se sigue es
reñida y sumamente sangrienta, quedando ven-
cedor el ejército de Urquiza, apoderándose de
más de tres mil trescientos prisioneros y de
todo el armamento y tren de guerra, pues el
enemigo nada pudo salvar en la derrota. Al
general D. Eugenio Garzón, segundo de Ur-
quiza, le cupo la gloria de este triunfo, se-
gún el mismo parte oficial. Esta batalla cambió
los destinos de Corrientes, dando en tierra
con el partido unitario, que la dominaba. El co-
ronel D. Benjamín Virasoro es nombrado go-
bernador, y con el cambio político de Corrien-
tes quedaron todos los pueblos confederados
bajo una sola bandera.
Venialbo (Lázaro de). Precursor de la inde-
pendencia. Nacido a mediados del siglo xviii, en
Santa Fe. Desde joven prestó servicios milita-
res contra los indios charrúas, adquiriendo
gran ascendiente entre sus compañeros por sus
hechos, siendo uno de los más célebres el de
haber dado muerte al temible cacique Zapicán.
Fué miembro del Cabildo, alcalde y regidor.
Acaudilló en 1750, en Santa Fe, la revolución
comunal, saliendo vencedores contra los espa-
ñoles; pero poco después, a consecuencia de
una contrarrevolución llevada a cabo por los
españoles, el maestre de campo Venialbo fué
traidoramante apuñalado en su propia casa
y despedazado su cadáver para escarmiento de
los rebeldes.
Vera y Aragón (Juan Alonso de). Cara de Pe-
rro (1). Gobernador de la antigua provincia
del Tucumán. Natural de Chuquisaca, sobrino
del adelantado Juan de Torres de Vera y Ara-
gón y de D.^ Juana Ortiz de Zarate. Viniendo
de España cayó prisionero de los holandeses
en la costa del Brasil. Llegó a Buenos Aires
en 1619. El 1 de mayo de 1623 la ciudad de
Córdoba experimentó una espantosa inunda-
ción, ocasionada por la copiosa lluvia, granizo
y piedra que en ese día cayera, con lamenta-
bles estragos de vida y haciendas. Esta fué la
primera inundación que sufriera la ciudad de
Córdoba, a los cincuenta años de su fundación.
El gobierno del adelantado Vera y Aragón
duró como ocho años, es decir, hasta junio de
1627, y dada la residencia se retiró a Chu-
quisaca, su patria, donde murió en 1637, a los
cincuenta y cinco años de edad.
Vera y Aragón (Juan Torres de). Adelantado
del Río de la Plata. Gobernó por medio de sus
tenientes hasta 1591. Por su orden se fundó
la ciudad de Concepción, que fué destruida
más tarde. En la costa oriental del río Paraná
(1) Llamado asi, no sólo por su mal gesto, sino porque
era un soldado grosero, aunque excelente capitán de
guerra.
it
d(
n
VER
- 423
VER
fundó la ciudad de Corrientes, con el nombre
de «San Juan de Vera de las Siete Co-
rrientes».
^era y Pintado (Bernardo de). Jurisconsulto.
Nacido el 6 de febrero de 1780, en Santa Fe.
En la Universidad de San Felipe, en Chile, se
graduó en teología, cánones y leyes, en 1804,
siendo algún tiempo después catedrático en
dicha Universidad. Fué uno de los precursores
de la revolución chilena (1810), siendo encar-
celado por habérsele sorprendido en la cons-
piración; todo el pueblo pidió su libertad. Fué
secretario del primer Congreso de aquel país.
Desempeñó la representación del Gobierno de
Buenos Aires cerca de Chile, en 1811. En 1814,
a consecuencia de la derrota de Rancagua,
emigró a Mendoza, donde se ligó al general
San Martín, a cuyas órdenes sirvió como audi-
tor de guerra. Fué autor del primer himno
nacional de Chile, el 27 de junio de 1827.
^era (Mariano). Coronel. En 1816, estando el
general Viamonte ocupando a Santa Fe, este
jefe subleva algunas tropas y sorprende en el
Rincón de San José una cañonera y un falu-
cho, y después de algunas otras ventajas, en
la madrugada del 31 de marzo se apodera de
la ciudad, obligando a Viamonte a capitular.
Fué muerto el coronel Vera en el combate de
Cay asta, el 26 de marzo del año 1840.
Verdasca (José María). Español. Nacido el 13
de junio de 1840, en Padrón, provincia de Co-
ruña, siendo sus
padres D. Manuel
Verduga y D." Ma-
ría Mene Antelo.
Vino muy joven al
país, con un tío,
hermano de la ma-
dre, quien viendo
su inclinación hacia
la carrera de las
Armas lo hizo in-
gresar como cade-
te en el Colegio Mi-
litar. Sus estudios
fueron provecho-
sos, y apenas tenía
veintitrés años cuando era capitán. En la
frontera Norte, en el pueblo de Junín, en
la Comandancia militar, dirigía la Academia
Militar. En 1865 solicitó su baja, y el enton-
ces jefe del Estado Mayor, general Paune-
ro, se la concedió con goce y uso de uni-
D. José María Verduga.
forme. Pero declarada la guerra del Para-
guay, retiró su pedido y marchó con el bata-
llón 4 de línea, del cual era comandante don
Manuel Fraga, al frente de su compañía, que
era la tercera. Se embarcó en San Nicolás de
los Arroyos, en mayo de 1865, hallándose en
la toma de Corrientes, Paso de la Patria, Ita-
pirú (1866), Estero Bellaco. En la sangrienta
batalla de Tuyuti, el 24 de mayo de 1866, fué
muerto el capitán Verduga al frente de su
compañía, después de haber combatido biza-
rramente, muriendo como mueren los valien-
tes, al frente de sus soldados. El sargento
mayor Verduga recibió su ascenso y los cor-
dones que el Congreso argentino, en octubre
de 1872, acordó a los vencedores de Tuyuti.
Vemet (Luis). Comerciante. Natural de Ham-
burgo. Estableció en Buenos Aires una casa de
comercio, y seis años después adquirió en so-
ciedad 30 leguas de tierra en las islas Malvi-
nas, obteniendo en 1824 el privilegio de matar
ganado en la Malvina oriental, en compensa-
ción de una deuda del Gobierno. Por decreto
del gobernador de Buenos Aires fué nombra-
do gobernador político y militar de las islas
Malvinas, el 10 de junio de 1S29; teniendo en
cuenta las cualidades morales que reunía, el
Gobierno de la provincia delegó en su persona
la autoridad y jurisdicción necesarias al efec-
to, estableciendo en dicho decreto que la resi-
dencia del gobernador seria la isla de la Sole-
dad, y que en ella se establecería una batería
bajo el pabellón de la República. En 1831 Ver-
net hizo apresar algunos buques norteamerica-
nos que se dedicaban a la pesca de lobos; poco
después el comandante de un buque de guerra
de la misma nacionalidad, desembarcando tro-
pas en la isla de la Soledad, inutilizó la artille-
ria y arrestó a varios ciudadanos, perpetrando
otros desmanes en represalia de la captura de
aquellos buques. Vemet había fundado una co-
lonia que contaba más de cien personas, cuya
, ocupación era la pesca de lobos y ballenas, la
fabricación de queso y manteca, y que con es-
tos sucesos emigraron. A Vemet se le debe la
invención del específico preservativo de los
cueros, que tan ingentes sumas ha economiza-
do al país. Murió en el pueblo de San Isidro»
el 17 de enero de 1871.
Vértiz y Salcedo (Juan José). Segundo virrey
del Río de la Plata. Natural de Méjico, en 1719.
Desde joven fué destinado a la carrera de las
Armas en España, concurriendo con su ejérci'
VES
424 —
VEY
to á una campaña militar en Italia, en 1734.
Poco después pasó a Rusia en viaje de estudio;
en 1769 vino al Río de la Plata con el cargo de
subinspector de tropas, recibiéndose de gober-
nador de Buenos Aires en 1770. Apenas asu-
mió el mando tuvo que aprestar el ejército para
contener a los portugueses. Se contrajo luego
a la administración civil, llevando a cabo in-
numerables gestiones para el arreglo de los
pueblos de las Misiones, la construcción de un
muelle frente a Buenos Aires, la defensa de
las poblaciones contra los indios, etc., etc. En
el año 1773 expedicionó contra los portugue-
ses, derrotándolos en un reconocimiento que
hizo personalmente, mereciendo ser ascendido
a mariscal de campo; creó un nuevo plan de es-
tudios y dictó diversas disposiciones políticas
y policiales; fundó el Colegio de San Carlos y la
Casa de niños expósitos; estableció el alum-
brado; se fundaron entonces Chascomüs, Mon-
te, Rojas, Ranchos (hoy Paz), Lobos, Navarro,
Areco, todos pueblos importantes de la provin-
cia de Buenos Aires. En 1777 cesó en la gober-
nación de Buenos Aires, y en 1778 fué nombra-
do virrey de la provincia del Río de la Plata;
en su período gubernativo hizo traer a Buenos
Aires la imprenta que tenían los jesuítas en
Córdoba; levantó el primer censo de la pobla-
ción; hizo trabajos de nivelación, empedrado,
veredas; construcción del teatro; sofocó el al-
zamiento de Tupac-Amarú; llevó a cabo el re-
cuento y población de la Patagonia. Desempe-
ñó este cargo hasta abril de 1784, en cuyo año
se restituyó a España, donde terminó sus días
en 1799. Vértiz fué un funcionario dignísimo y
progresista.
Vespncio (Américo). Navegante. Nacido en
Florencia (Italia), el 9 de marzo de 1451. Era
descendiente de una ilustre familia. Se educó
en su patria y en 1490 pasó a España a probar
fortuna, radicándose en Sevilla como comer-
ciant ;; algún tiempo después abandonó su casa
para emprender largos viajes de exploración,
Vespucio poseía extensos conocimientos de as-
tronomía, náutica y cartografía. En 1497 visi-
tó las costas de Honduras y de Yucatán, nave-
gó el Misisipí y reconoció la Punta de la Flori-
da, dirigiéndose luego al Golfo de San Loren-
zo. En 1499-1500 hizo un segundo viaje con
Diego de Lepe, y desde 1501 hasta 1504 hizo
otros viajes, dos de éstos al servicio de Espa-
ña y dos al de Portugal. En 1508 fué nombra-
do piloto mayor. Desempeñó también otros
D. Tomás de Veyga.
puestos públicos. Murió en Sevilla, el 12 de
febrero de 1512.
Veyga (Tomás de). Abogado. Fué el doctor
De Veyga un magistrado laborioso, un legisla-
dor de correcta
acción política y
un caballero de
hermosas pren-
das de carácter.
Egresado de la
Facultad de De-
recho, ingresó
como empleado
en Correos y Te-
légrafos de la na-
ción. Escribiente
en 1880, quince
años después era
subdirector de la
misma reparti-
ción. Allí fué un
funcionario inte-
ligente y contraí-
do al trabajo; pasó luego a la Subsecretaría del
ministerio del Interior. Fué después juez de pri-
mera instancia en locriminal,ymás tarde miem-
bro de la Cámara de Apelaciones en lo crimi-
nal y correccional. Magistrado inflexible, pa-
triota ilustrado, su acción marcó una etapa en
los Tribunales de la capital. Fué el primer juez
que produjo sentencias condenatorias a penas
corporales y a la vez privativas del oficio, con
tragcbernadoresde provincia, ministros, jueces
de las cortes de circuito y otros altos dignata-
rios de la nación, en el ejercicio actual, todos
ellos, de sus cargos respectivos. Imponía así
las sanciones de la ley respectiva con un crite-
rio, no sólo de jurista y de moral, sino también
de hombre político, de verdadero estadista, en
las circunstancias especialísimas en que se en-
contraba el país, anhelante de las enseñanzas
del carácter y de la probidad política, habien-
do sido necesario que el Parlamento concedie-
se una ley de amnistía a los funcionarios pú-
blicos que condenó este magistrado para que
todos escaparan al rigor de la ley. Al mismo
tiempo el Dr. De Veyga era profesor de pro-
cedimientos criminales en la Facultad de De-
recho, imprimiendo a la enseñanza un carácter
práctico hasta entonces desconocido. Sus jiras
con los alumnos de sexto año de Derecho por
los tribunales y cárceles, y la presencia de los
mismos en las audiencias que daba el su juez,
/
VIA
- 425 —
VIA
maestro, en su despacho, fueron siempre re-
putadas como la expresión de la mejor ense-
ñanza del Derecho procesal. En ocasión en
que el presidente de la República planteaba
ante el Congreso la necesidad de modificar
substancialmente las leyes orgánicas del po-
der judicial, el profesor De Veyga se incorpo-
ró al movimiento, inaugurando su curso de
Procedimientos con una notable y estensa con-
ferencia sobre la «Reforma de la justicia ar-
gentina», demostrando la conveniencia de fe-
deralizarla en todo el país para hacerla servir
con la mayor eficacia a sus fines. Estas ideas
tuvieron el más grande asentimiento por todos
los jueces nacionales y provinciales, y fueron
tenidas en cuenta por el Parlamento en varias
de sus partes en las leyes dictadas en el
aflo 1910 y en los posteriores. En la política
perteneció al partido radical, contando exten-
sas vinculaciones dentro de esta agrupación,
que lo eligió diputado al Congreso Nacional,
sirviendo en su banca la causa de sus simpa-
tías, y en importantes debates tomó partici-
pación. Desempeñó también el cargo de inter-
ventor federal en Mendoza. Entre sus traba-
jos más importantes de su vida pública, deben
citarse: Un proyecto de reformas al Código
Penal (1900), otro proyecto de reformas al Có-
digo de procedimientos en lo criminal (1901),
que redactó por encargo del ministerio de Jus-
ticia e Instrucción Pública, quien los remitió a
la Cámara de Diputados para que fueran teni-
dos en cuenta al hacerse la reforma de la Le-
gislación penal, de fondo y de forma, iniciada
por el Poder ejecutivo. Falleció en Buenos
Aires, en las primeras horas de la tarde, el
8 de noviembre de 1919, desempeñando el car-
go de presidente del Banco de la provincia de
Buenos Aires, sien-
do inhumados sus
restos en el cemen-
terio del Norte.
Viamonte (Juan
José). Militar. Na-
ció en Buenos Ai-
res, el 9 de febre-
ro de 1774. Ingresó
al servicio militar
en 1786, y asistió a
las invasiones in-
glesas como ayu-
dante de Liniers.
Se .decidió por la
frS^
General D. Juan J . Viamonte .
revolución de mayo, votando en el Cabildo
del 22 por la cesación del virrey. Incorpo-
rado al ejército auxiliar del Perú, asistió a
la funesta batalla de Huaqui, corriendo to-
das las vicisitudes de aquella campaña. En
1813 fué nombrado mayor general del ejér-
cito de Buenos Aires, y en 1814, gobernador
intendente de Entre Ríos. Después de la revo-
- lución contra Alvear, de la que participó, as-
cendió a coronel mayor. En 1815 fué destaca-
do sobre Santa Fe, donde restableció el orden,
pero un nuevo levantamiento inutilizó sus es-
fuerzos hasta obligarlo a rendirse. En 1818
fué diputado al Congreso Nacional, y en 1819,
general en jefe del ejército destinado a operar
sobre el litoral, en que fué reemplazado por
Belgrano. Desempeñó elevados cargos milita-
res y políticos, hasta que fué elegido goberna-
dor de Buenos Aires en 1829, por acuerdo en-
tre Rosas y Lavalle. En 1S33 fué nuevamente
elevado a ese cargo; pero imposibilitado de
gobernar por las insidias de los'partidarios del
dictador, renunció el puesto, y se expatrió a
Montevideo, donde murió en 1843.
Vías férreas. El primer ferrocarril de la Repú-
blica fué el del Oeste. Por ley del 12 de enero
de 1854 se creaba el primer ferrocarril argen-
tino con capitales nacionales, y la Sociedad
constituida para ello se denominó «Camino de
Hierro de Buenos Aires al Oeste». Mala for-
tuna tuvo en un principio, pues al vencerse el
plazo los suscriptores de las acciones no pu-
dieron cumplir sus compromisos, comprome-
tiéndose el Gobierno de la provincia a suscri-
birse con una determinada suma, cuando los
rieles del primer ferrocarril argentino llegasen
a Flores. Correspondió la iniciativa de esta
primera empresa ferroviaria nacional a los se
ñores Mariano Haedo, Manuel José Guerrico
Bernardo Larrudé, Norberto de la Riestra,
Jaime Llavallol, Daniel Gowland y Adolfo Van
Praet. Uno de los episodios más curiosos de
aquel ferrocarril fué que, debido a las protes-
tas de los vecinos que temían el derrumbamien-
to de los edificios al paso del tren, se hizo ne-
nesario introducir una cláusula en el contrato,
por la cual se reservaba el derecho de cambiar
la locomoción a vapor por la de sangre, cuan-
do se considerase conveniente. Construyéron-
se las obras del ferrocarril durante el gobierno
de D. Pastor Obligado, y se inauguró por don
Valentín Alsina, el 30 de agosto de 1857. Con-
. cluídas a principio de ese mes y año, en lugar
VIA
- 426 -
VIA
de la fecha fijada por el contrato, debido a!
mal tiempo, se encontró listo para ser inaugu-
rado poco después. La estación de partida es-
taba situada en donde hoy está el teatro Co-
lón, plaza del Parque, hoy plaza Lavalle; la
vía cruzaba esta plaza, seguía por la calle de
este nombre hasta Callao, doblaba la cortada
Rauch, continuaba por Corrientes, hasta hoy
Pueyrredón, y se dirigía luego hasta la esqui-
na de Bermejo y Bartolomé Mitre, donde se
hallaba la estación Once de Septiembre; del
antiguo Once, la línea seguía paralela a Bar-
tolomé Mitre hasta Medrano, donde estaba la
vieja estación Almagro, que ya no existe. El
despoblado continuaba hasta pasar el Caballi-
to, donde comenzaba a verse las quintas de
Flores. De Flores, la línea avanzaba hasta Flo-
resta, donde concluía, con un recorrido total
de diez kilómetros desde la estación de parti-
da. El primer viajero del ferrocarril argentino
fué el Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, quien
quiso probar las máquinas. Antes de la inau-
guración solemne se hizo un viaje de ensayo;
un lento viaje sin novedad hasta la Floresta.
Pero al regresar, los caballeros de la comisión
dispusieron que se hiciera más rápidamente, a
25 millas por hora. En mitad del trayecto, es-
tando el tren sobre un terraplén, la locomotora
se zafó de los rieles, corrió alguna distancia
sobre los durmientes, rompiendo unos setenta
metros y cayó en un zanjón. A causa del vio-
lento choque, los Sres. Gowland, Miró, Van
Praet y Llavallol recibieron algunas heridas
leves. El conductor ingeniero, D. Juan Alian
y el fogonero Corassi escaparon sin mayor
daño, y la comisión determinó que nada se su-
piera en el público, porque haría una pésima
impresión en el estado vidrioso de la opinión^
comprometiéndose a no comunicar lo sucedido
ni aun a sus mismas familias. Se exigió corre-
gir y asegurar las obras, y realizando esto, el
27 de agosto de 1857 se efectuó la inauguración
privada y el 30 la oficial. Las fiestas a que dio
motivo la inauguración oficial y popular del
primer ferrocarril fueron grandes. Costaba
diez pesos el pasaje de la plaza del Parque
hasta Flores. La primera locomotora fué la
histórica «Porteña», y los primeros pasajeros
oficiales las personalidades más ilustres de la
época, presididas por el general Mitre. Toda
la población de aquella época de Buenos Aires
concurrió en masa para contemplar el prodi-
gioso espectáculo de aquel convoy que se mo-
vía solo, atravesando las calles y los campos,! ^
vomitando nubes de humo como un monstru<
amenazante. Unas 30.000 personas acudieron
a estacionarse a lo largo de la vía hasta Flo-
res; hombres, mujeres, niños y ancianos se di-
rigían al Parque en procesión, a pie, a caballo,
en carruaje, en carreta, saludando con aclama-
ciones, pañuelos y sombreros a la primera lo-
comotora, adornada con flores y banderas. Las
obras habían costado siete millones de pesos,
de los cuales dos correspondían a la suscrip-
ción de particulares, un millón trescientos mil
a la del Gobierno, y el saldo pasaba como deu-
da personal de los miembros de las comisión
directiva; el Gobierno provincial resolvió sus-
cribir luego cuatro millones más para prolon-
gar la línea hasta Morón, renunciando a los
dividendos mientras los accionistas particula-
res no percibiesen el 9 por 100 de interés.
Tres años después, en 1860, el gobernador don
Bartolomé Mitre, y su ministro D. Domingo
F. Sarmiento, en un proyecto donde se definía
la política ferroviaria a seguir para el engran-
decimiento de la patria, rebustecían los recur
sos del ferrocarril recién nacido; en 1862 se
dictó la ley que autorizaba la compra de accio-
nes de particulares, quedando a cargo del Es-
tado la propiedad y el funcionamiento del fe
rrocarril del Oeste, administrado por una co-
misión de ciudadanos, que durante varios aflos
presidió D. Mariano J. Haedo.
La prolongación de la línea inicial se fué rea-
lizando poco a poco. En 1859 se inauguró la de
Morón; en 1860, la de Moreno; en 1864, la de
Lujan; en 1865, el año de la guerra del Para-
guay, la de Mercedes. Continuó el ferrocarril
prolongando su línea principal a Chivilcoy,
Bragado, 9 de Julio, Pehuajó, Trenque-Lau-
quen y Toay, construyendo los ramales de
Merlo al Saladillo, de Lujen a Junín y San
Nicolás. Resuelta la venta de los ferrocarriles
de la provincia, como también se llamaba al
ferrocarril del Oeste, la tasación que de ellos
se hizo fué de 44.289.347 pesos oro. Sacada a
licitación su venta, con una base de 34.000.000
de pesos oro, se presentaron dos propuestas
por un poco más de ese precio, y el Gobierno
no se atrevió a sacrificarlo. Pocos días des-
pués se hacía otra propuesta por 41 .000.000
de pesos oro, que fué aceptada por la Legis-
latura de Buenos Aires. Los compradores se
hicieron cargo de las deudas del ferrocarril,
percibiendo en efectivo el Gobierno de pro-
QUI
427
vincia 3.082.389 libras esterlinas. La Empresa
compradora tomó el nombre New Western
Railway of Buenos Aires. Hoy el capital de la
Empresa asciende a más de treinta millones de
libras esterlinas. Con respecto al ferrocarril
del Sud, a su historia, podemos decir que em-
pieza allá por el año 1864, época en que que-
daron terminadas todas las combinaciones pre-
liminares a la iniciación de las obras. El día 7
de marzo de 1864 se celebró el acto de la
inauguración de los trabajos, y la ceremonia
se realizó en el mismo sitio que hoy ocupa la
estación Constitución. El presidente de la Re-
pública, general Mitre, y primeros funciona-
rios del Estado concurrieron al acto, especial-
wente invitados. Después de un discurso alu-
sivo, pronunciado por el cónsul de Inglaterra,
Mr. Parish, el general Mitre sacó la primera
palada de tierra, que puso sobre una carretilla
que había sido preparada al efecto, por el go-
bernador de Buenos Aires, Sr. Saavedra, dán-
dose por inauguradas las obras. AI acto asis-
tieron, entre otros, el Dr. Rawson, ministro del
Interior; Dr. Costa, ministro de Justicia y
Culto; Dr. Elizalde, de Relaciones Exteriores;
Mr. Thuton, ministro de Inglaterra; Cuerpo
diplomático y numerosas personalidades. Ter-
minada esta ceremonia, en un quiosco, espe-
cialmente preparado al efecto, se sirvió un
banquete al que asistieron 450 personas, y en
el cual pronunciaron discursos el general Mi-
tre, el gobernador de Buenos Aires, ministro
del Interior; Dr. Rawson; ministro de Francia,
M. Lefevre de Becour; Dr. Vélez Sarsfield,
Eduardo Acosta, Héctor Várela; Mr. Thuton
y Dres. Elizalde y Santamaría. Las obras a
iniciarse eran las del primer trozo de línea
que debía unir esta capital con Chascomús que
tendría una extensión de 118 kilómetros y que
fué inaugurada el 14 de agosto de 1865. En
1871 se inauguró la línea Altamirano con Ge-
neral Belgrano (57 kilómetros); al año si-
guiente fué prolongada hasta Las Flores, es
decir, ampliada con otros 67 kilómetros: así
sucesivamente se continuaron las obras, cons-
truyéndose ramales entre Chascomús y Do-
lores, Las Flores a Azul, Dolores y Ayacucho,
Ayacucho a Tandil y Azul a La Madrid, ter-
minando este ciclo de grandes actividades con
la prolongación de ¡las líneas hasta Bahía
Blanca, con un total hasta el año de 1884, de
1 .060 kilómetros de recorrido en sus líneas.
Sucesivamente se construyeron otras series
QUI
de importantes líneas, que fueron hasta Mar
del Plata, Tres Arroyos, de la estación Cons-
titución al puerto, con el fin de facilitar las
operaciones de los buques de Ultramar. De
esta manera los progresos fueron aumentando
año a año, hasta llegar a ser lo que es en la
actualidad, con sus 6.000 kilómetros de vías.
La concesión del ferrocarril del Sud fué solici-
tada por el Sr. D. Eduardo Lumb, con fecha
noviembre 2 de 1860, por «haber recibido auto-
rización de Inglaterra para proponer la cons-
trucción de un ferrocarril para el Sud de la
provincia hasta el pueblo de Chascomús, o más
adelante, si se creyese conveniente». Los pro-
gresos que con el tiempo llegó a tener esta
Empresa no fueron jamás sospechados por sus
fundadores e iniciadores. Así vemos que en la
asamblea de accionistas celebrada en Londres
en 1866, es decir, un año después de la inaugu-
ración de la primera sección, el presidente del
Directorio decía: «... dedicaré todos mis cuida-
dos a evitar que el ferrocarril del Sud se em-
barque en la construcción de nuevos ramales y
extensiones»; y más tarde se oyó decir a otros
presidentes y en las mismas reuniones, al leer
las Memorias: «... al fin ha llegado el momen-
to de que la Compañía pueda descansar de
efectuar nuevas obras»; pero a pesar de todas
estas manifestaciones las obras no se parali-
zaron, y han continuado desarrollándose de
una manera enorme hasta 1914, época en que
se paralizó la construcción con motivo del con-
flicto europeo. El servicio de ferrocarriles y
su desarrollo es más o menos igual en todas
partes del mundo, no habiendo, en consecuen-
cia, hechos especiales que distingan al ferro-
carril del Sud de otras grandes empresas aná-
logas que se hallan establecidas en el país,
cuyos progresos se encuentran, podemos de-
cir, casi subordinados en absoluto a la agri-
cultura y a la ganadería, pues son estos facto-
res de la riqueza nacional los que contribuyen
en primer lugar a su engrandecimiento. En los
estados de cuentas anuales que se indican en
las Memorias, figuran encabezando las entra-
das las siguientes fuentes de ingresos: pasa-
jeros, cereales, lana, pasto, piedra, mercade-
rías generales y animales. Uno de los factores
que contribuye a facilitar la acción de este fe-
rrocarril es lo poco accidentado del terreno
que recorre, pudiéndose, en consecuencia, for-
mar largos trenes de carga, que por lo gene-
ral suelen llegar a tener más de 500 metros de
VIC
— 428
VID
extensión. El ferrocarril del Sud ha tenido
hasta ahora los siguientes gerentes: Edward
Bánfield, de 1865 a 1871, administrando 175 ki-
lómetros de vía férrea; George Cooper, de
1871 a 1885, con 1.148 kilómetros; Sam Abbott,
de 1886 a 1890, con 1.400 kilómetros; F. B. Ba-
rrow, de 1890 a 1897, con 2.447 kilómetros;
F. Henderson, de 1898 a 1906, con cerca de
4.000 kilómetros, y sucesivamente, J. Percy
Clarke, de 1907 a 1913; Raimundo de Cando-
Ile, de 1914 a 1917, y J. M. Saddy, interinamen-
te desde 1917 hasta 1919, año en que fué desig-
nado efectivo, y tocándole administrar una
extensión de más de 6.000 kilómetros. Las lo-
comotoras del ferrocarril tienen un consumo
anual de más de 120.000 toneladas de carbón,
combustible que es transportado desde In-
glaterra por una flotilla de vapores de pro-
piedad de la Empresa, que tiene un tonelaje
total de 34.000, y"que fué adquirida por la suma
de 1.350.000 pesos oro. Con el objeto de faci-
litar los viajes hacia el lago Nahuel Huapí, la
Compañía tiene un servicio permanente de va-
porcitos de poco calado para navegar por el
río Limay. La mayor parte de la línea ha sido
construida por rieles de 74 a 85 libras por me-
tro, asentados sobre durmientes de quebra-
cho, etc. Es digno de hacer notar que en la ac-
tualidad la gran mayoría de la línea está ba-
lastada y que posee en una gran extensión lí-
neas dobles, que contribuyen en gran parte a
facilitar los servicios de la misma. El número
de trenes que diariamente salen de Constitu-
ción es verdaderamente asombroso, pues la
entrada y salida de ellos se produce con pocos
minutos de diferencia. Es justo hacer notar que
esto se debe, en gran parte, al hecho de que
en los pueblos cercanos a la capital viven
gran cantidad de personas que vienen diaria-
mente a Buenos Aires para asistir a sus ocu-
paciones en las horas de oficinas, trasladándo-
se después, nuevamente, a los pueblos donde
viven. Es justo dejar constancia de los servi-
cios especiales que esta Compañía ha estable-
cido para Mar del Plata y Bahía Blanca, faci-
litando, con los trenes nocturnos y los expre-
sos diurnos, grandes comodidades a los pasa-
jeros que efectúan esos viajes, y especialmen-
te a los que los realizan en verano.
Victorica (Benjamín). Militar y abogado. Nació
en Buenos Aires, el 14 de septiembre de 1831.
Secretario del general Pacheco; subsecretario
del ministerio del Interior, en 1854; secretario
General D. Benjamín Victorica.))
privado del presidente Urquiza. Diputado na
cional de 1856 a 1860. Convencional. Asee.,
dido a coronel en
1860. Durante la
presidencia de
Derqui fué su mi-
inistro de Guerra
y Marina (1856).
Senador nacional
(1862-1870) y jefe
del Estado Ma-
yor del primer
Cuerpo de ejérci-
to entrerriano en
la guerra del Pa-
raguay (1865). Fe-
deralizada Bue-
nos Aires, des-
empeñó por segunda vez el ministerio de la i
Guerra durante la presidencia del general ii
Roca (1880-1886). En 1882 fué ascendido a ge-{
neral de brigada. Ministro plenipotenciario y li
enviado extraordinario en el Estado Oriental; Ji
presidente de la Suprema Corte de Justicia de i I
la nación. Por tercera vez ministro de la Gue-I¡
rra durante la presidencia del Dr. D. Luis>>
Sáenz Peña. Formó en 1894 parte de la Junta |l
de notables de Chile y de la Argentina. Dipu- í\
tado nacional y presidente de la Cámara (1902- 1(
1906). Además cooperó eficazmente a la ense- ir
flanza. Vicepresidente del Consejo nacional de it
Educación. Académico de la Facultad de Dere- •*
cho. Decano de la misma. Rector de laUniver- M
sidad de Buenos Aires. Falleció en esta ciudad. )i
Vidal (Celestino ). Militar. Nació en Buenos 5!
Aires, en 1780. En el regimiento de Granade- »i
ros de infantería, marchó en la expedición des- ii
tinada al Paraguay, al mando de Belgrano, ha- I i
liándose en las acciones del Paraguaríy Ta- CÍ
cuari, en cuya batalla el ya sargento mayor
Vidal se portó muy bien. Sirvió después en el
ejército auxiliar del Perú, en 1814, como jefe
del regimiento 7.° de Infantería, revistando de
teniente coronel. Jefe interino del ejército de
observación contra los montoneros de Santa
Fe (1819). Se halló en 1820 en Cepeda, y pasó h
después a guarnecer la ciudad de San Nicolás
como jefe del acantonamiento. Se encontró en
Cuñada de la Cruz, en donde se vio obligado
a capitular. Varias veces diputado en la Legis-
latura de Buenos Aires. Ascendido a general,
falleció en Buenos Aires, el 27 de septiembre
de 1845.
VID
/^Idela Castillo (José). Militar. Nació en Men-
doza y fué uno de los primeros de la heroica
provincia de Cuyo que se alistó en el ejército
de ios Andes, asistiendo a la batalla de Chaca-
buco; hizo además la campaña del Sud de
Chile; concurrió al sitio y asalto de Talcahua-
no y al desastre de Cancha Rayada al año si-
guiente, como también a la memorable batalla
de Maipú, mereciendo por su actuación ser
condecorado con el título de «legionario» y
ascendido a capitán. Hizo la campaña al Perú,
y en una de sus acciones de guerra cayó pri-
sionero y fué conducido a las Casasmatas del
Callao, en marzo de 1824, siendo sorteado en
Matucana. Recobrada su libertad en diciembre
de 1824, se mezcló en la política peruana. Dos
años después fué desterrado del Perú por Bo-
lívar, quien lo acusaba de conspirador. Llegó
a Buenos Aires en enero de 1827 e incorporóse
al ejército que hacía la campaña contra el Bra-
sil. A su regreso tomó parte en la campaña del
interior, a las órdenes del general Paz, dis-
tinguiéndose en La Tablada y Oncativo. Fué
gobernador interino de San Luis en 1829, y al
año siguiente de Mendoza, también en carác-
ter provisorio, hasta el 28 de marzo de 1831,
fecha en que fué batido al frente de un ejérci-
to de 2.500 hombres por tropas de Quiroga, en
el combate del Rodeo del Chacón. Asistió des-
pués a la batalla de la ciudadela, emigrando a
Solivia en diciembre de 1831, donde estableció
un ingenio de azúcar. Falleció en Mendoza.
idt (Jorge Enrique). Militar. Natural de Es-
trasburgo y antiguo oficial de Napoleón 1.
En 1815 emigró a
los Estados Unidos
de Norteamérica,
de donde se tras-
ladó a Buenos Ai-
res en 1817, para
ofrecer su espada
a la causa de la li-
bertad, siendo da-
do de alta en e
ejército con la gra-
duación de capitán
de Dragones, in-
corporándose al
ejército del Norte,
de cuyas filas pasó
a ponerse a las órdenes del general Que-
mes. Fué promovido a coronel del regimien-
to de Dragones de ia nación y a mayor ge-
DlC. HlST. BlOQR.
429
VIE
D.Jorge Enrique Vidt.
neral del ejército auxiliar del Perú en 1821.
Nombrósele más tarde jefe de Estado Mayor
del ejército de Quemes y comandante en jefe
del ejército a la muerte de éste, a quien juró
sobre su espada que se continuaría la cam-
paña hasta expulsar del territorio argentino a!
enemigo o perecer en la contienda; juramento
que supo mantener con decisión y entusiasmo,
granjeándose gran popularidad entre los gau-
chos, a pesar de ser extranjero; a él le cupo
la gloria de rechazar la novena y ultima inva-
sión realista a Salta, en 1821. Este valeroso
jefe se presume que se ausentara del país
en 1824, por cuanto deja de figurar en esa
época con la terminación de la guerra de la
independencia, ignorándose dónde pasó el res-
to de sus días.
Viejobueno (Domingo). Qeneral de brigada.
Ingresó en Artillería como aspirante el 16 de
julio de 1861. To-
mó participación
en la campaña del
Paraguay; en las
del interior; fron-
teras del oeste de
Buenos Aires,
como asimismo en
la del Sud; en Co-
rrientes y en En-
tre Ríos, asistien-
do a las siguien-
tes acciones de
guerra: 2, 20 y 24
de mayo de 1865,
y 10, 11 y 18 de D- Domingo Viejobueno.
junio de 1866 en la guerra del Paraguay. Com-
batió contra los indios en el Sud, en junio del
año 1868. Combates en la batería de la Paz,
provincia de Entre Ríos, en noviembre de 1871.
Batalla de Ñaembé y combate del arroyo de
Las Tunas, cerca del Paraná. Fué jefe del
Parque de Artillería en 1874; jefe de Policía
en junio de 1874; interventor nacional en la
Rioja en 1878; comisionado a Europa y Esta-
dos Unidos en 1879; director del Arsenal de
guerra en 1881; jefe de Policía de la capital en
13 de octubre de 1892, etc. Murió en Buenos
Aires.
Viejobueno (Joaquín). Militar. Qeneral de di-
visión y nacido en Buenos Aires, el 11 de junio
de 1833. Formó en el ejército de Buenos Aires
en Cepeda; y al mando de la primera batería
del primer escuadrón de Artillería en el com-
VIE
Gederal de división D. Joaquín
Viejobueno.
bate naval que se libró entre la escuadra de
Buenos Aires y la de la Confederación frente
a San Nicolás.
Hizo la campaña
del Paraguay, én-
eo ntránd ose en
las siguientes ac-
ciones de guerra:
toma de Corrien-
ces, Yatay, Uru-
guay ana, Paso
de la Patria, 2
de Mayo, Estero
Bellaco, Tuyutí,
Yataíti-Corá. En
las luchas civiles
se halló en los
Sauces, en don-
de fué ascendido
a coronel en el campo de batalla; Don Cris-
tóbal y en los combates de Jena y Potreros
de Vico. Hizo la segunda campaña de En-
tre Ríos, Talita y Don Gonzalo. En la revo-
lución del 74 tenía el mando de las fuerzas de
la guarnición. En junio de 1880 fué comandan-
te en jefe del ejército que se organizó en la
Chacarita, y en tal carácter mandó en jefe en
el combate de Puente Alsina y en la batalla de
los Corrales, el 21 de junio del mismo año.
Fué jefe de Estado Mayor, inspector y coman-
dante general de Armas de la nación y minis-
tro de Guerra y Marina, interino, por dos
veces.
Viel (Benjamín Juan María Nicolás). Militar.
Nació*en París (Francia), el 21 de enero de
1787; se educó en
esa ciudad y em-
pezó la carrera
militar a las ór-
denes del maris-
cal Ney, asistien-
do a innumera-
bles combates y
cubriéndose de
gloria hasta la
caída de Napo-
león I. Sehallóen
Austerlitz, Jena,
Eilau, Busaca,
Sala manca,
Champukert,
Montraywail y ^ Benjamín Juan M." Nicolás
Waterloo. En viei.
- 430 - VIE
1815 emigró a los Estados Unidos, y dos
años después se trasladó a Buenos Aires,
siendo dado de alta en el ejército argentino,
en su grado de sargento mayor de Caballería
de línea, pasando a prestar sus servicios a la
división de los Andes. Concurrió en 1818 a la
batalla de Maipú y a la campaña del Sud de
Chile, batiéndose contra los realistas y los in-
dios, mereciendo ser recomendado por su biza-
rría como mayor del regimiento de Granade-
ros a caballo en la acción de Bio-Bio, librada
el 18 de enero de 1819, iniciando el combate-
Promovido posteriormente a general, desem-
peñó en 1827 la jefatura del Estado Mayor del
ejército de Chile y de la división del Sud; dos
años después, la Comandancia general de
Armas de la capital y la Intendencia de la pro-
vincia de Concepción. El fallecimiento de este
digno y bizarro jefe tuvo lugar en Santiago de
Chile el 15 de agosto de 1868.
Vieyra (Pedro José). Brasileño. Nacido en Río
Grande. Se avecindó desde muy joven en la
Banda Oriental del Uruguay. En febrero dei
año 181 1 encabezó un grupo de cien patriotas
y pronuncióse por la libertad, tomando la villa
de Mercedes; primer movimiento llevado a
cabo contra los españoles que ocupaban el
Uruguay, que por entonces formaba parte del
Gobierno de las Provincias Unidas del Río de
la Plata. Este hecho se conoce en la historia
uruguaya con el nombre de grito de Ascencio,
porque tuvo lugar en el paso de Denis, sobre
el arroyo Ascencio, el 28 de febrero de 1811.
En el mismo día los patriotas encabezados por
Vieyra marcharon al pueblo de Soriano y to-
maron al Cabildo; poco después sus pobla-
ores batieron a los realistas, obligándoles a
reembarcarse. En premio de sus servicios le fué
conferido el grado de capitán de Milicias con
fecha 30 de julio de 1811, y el de capitán gra-
duado el 11 de agosto del mismo año. El 7 de
octubre de 1813 fué nombrado comandante mi-
litar de San Nicolás de los Arroyos, sitio muy
hostilizado por los marinos. El 31 de mar
de 1814 fué elevado a teniente coronel, y ma
chó al Uruguay a la campaña contra Artigas, n
las órdenes del coronel Dorrego, y en 20 de
marzo del año siguiente fué nombrado coronel
del ejército, obteniendo su cédula de retiro con
el grado de coronel graduado. En 1819 acom-
pañó al general Marcos Balcarce en la campa-
ña de Entre Ríos. Cuatro anos después reapa-
reció en Buenos Aires, actuando en la asonada
I
VIE
431
VIL
D. Hipólito Vieytes.
del Dr. Tagie, el año 1823, por cuyo motivo el
Gobierno ofreció un premio de doscientos pe-
sos al que lo aprisionase. Retirado de la esce-
na política, murió algunos años después en su
provincia natal.
Vieytes (Hipólito). Comerciante. Nacido en el
pueblo de San Antonio de Areco, provincia de
Buenos Aires, el
12 de agosto de
1762. Estudió Fi-
losofía y Juris-
prudencia en el
Real Colegio de
San Carlos, y
una vez regresa-
do de ese estable-
cimiento comple-
tó su instrucción
con la lectura in-
cesante de estu-
dios agronómicos
y políticos. El 1
de septiembre de
1802 fundó el Se-
manario de Agri-
cultura, Industria y Comercio publicación que
redactó por espacio de cinco años, y que sus-
pendió con motivo de la invasión inglesa
de 1806, en la que combatió como capitán
de Milicias. En el mismo año estableció una
jabonería en la calle de Venezuela, en so-
ciedad con Rodríguez Peña, en cuya casa
se reunían los precursores de la revolución, en
la que tuvo una parte muy principal. En 1810
la Junta le confió una misión importante en el
ejército que partió al interior del país; en el
mismo regresó a Buenos Aires y fué nombrado
secretario de Gobierno y Guerra en reemplazo
del Dr. Moreno, puesto en que le encontró el
motín de abril de 1811, siendo desterrado a Lu-
jan, pero al poco tiempo absuelto. En 1812 fué
fiscal en la causa de la conspiración de Alza-
ga (v.), miembro de la Cámara de Apelaciones,
intendente general de Policía y comisionado
por el Gobierno para estudiar las materias que
debían tratarse eii la Asamblea de 1813, con-
fiándosele el puesto de secretario. La revolu-
ción de 1815 le «envolvió en las persecuciones
que se hicieron, siendo condenado por equidad
a destierro indefinido». Poco después murió,
hallándose confinado en el pueblo de San Fer-
nando, el 5 de octubre de 1815.
Vilcalpujio (batalla). 1 de octubre de 1813. Los
triunfos de Tucuinait y de Salta habían abierto
las puertas al Alto Perú al ejército argentino;
pero allí la fortuna no le fué propicia, y en una
batalla que libra con el español, a las órdenes
del general Pezuela, en la pampa de Vilcapujio,
es vencido después de una lucha tenaz, en que
ambos ejércitos hicieron prodigios de valor. La
derecha y el centro de los patriotas, compues-
ta de los Cazadores, el núm. 6 y los «pardos
y morenos» de Superi, arrollaron y destruye-
ron la izquierda y centro enemigos; pero la iz-
quierda patriota fué rechazada por los batallo-
nes de Picoaga y Olañeta y por la caballería
de Balliván. El fuego había durado tres horas,
cuando el jefe que mandaba los Cazadores en
ausencia de Dorrego, mandó tocar reunión.
Los demás Cuerpos que perseguían al enemi-
go repiten la señal; el pánico se apodera de los
soldados y la derrota se pronuncia entre los
vencedores. Pezuela, que había salido huyen-
do del campo de batalla, reúne entonces sus
dispersos y los patriotas son perseguidos en
todas direcciones. Por cada parte hubo más de
400 muertos; los realistas perdieron dos jefes
y los independientes a Alvarez, comandante
del núm. 8, a su segundo Beldón y a dos ofi-
ciales más, que reemplazaron a éstos en el
mando. El comandante Forest quedó herido. El
ejército argentino en Vilcapujio se componía
así, siguiendo su orden de batalla por la de-
recha: Dragones, D. Balcarce; Cazadores,
R. Echavarría; núm. 6, Forest y Aráoz; Pardos
y Morenos, Superi; núm. 8 (antes 2), B. Alva-
rez y Beldón; Dragones, Arévalo; reservas nú-
mero 1, Perdriel; 14 cañones.
Vilela (José María). Nacido en Yapeyú. Era
comerciante en el pueblo de las Conchas
cuando las invasiones inglesas, en las que
tomó parte a las órdenes de Liniers. En 1810
era alférez, y en tal grado prestó servicios
importantes en la defensa contra los marinos
españoles, llegando a formar más tarde un
regimiento con el nombre de «Colorados de las
Conchas», del cual fué jefe, actuando con lu-
cimiento en las guerras del litoral; contra los
montoneros, en 1818 y 1819; en las campanas
de 1820; en la expedición al desierto, en 1822,
y en la guerra contra el Brasil, donde se cu-
brió de gloria en las acciones de Bacacay e
Ituzaingó, en 1827. Coronel en 1828. Se halló
en el combate de Naoarro; en las campañas
del interior a las órdenes de Paz, Lavaile y
Lamadrid, por cuya causa fué borrado de la
VILL
— 432 -
VILL
lista militar en 1835, por orden de Rosas. En
1841 fué nombrado jefe de la división despren-
dida hacia Catamarca, pero en su marcha fué
sorprendido en San Cala, el 8 de enero, y
completamente derrotado. Más tarde fué he-
cho prisionero en Salta y ejecutado en Tucu-
mán, el 3 de octubre de 1841, por orden del
general Oribe.
Villafafie (Benjamín). Nació en la provincia de
Tucumán, el 31 de marzo de 1814. Combatió
contra la dictadura de Rosas. En 1840 fué co-
misionado para combinar los movimientos de
Tucumán y Salta, corriendo la suerte adversa
de los generales Lavalle y Lamadrid. Emigró
a Chile, pasando luego a Bolivia, donde fué
profesor y periodista. A la caída de Rosas,
regresó a su patria. Fué ministro de Gobierno
en Salta; ministro y gobernador de Tucumán,
interino, en 1860. Con motivo de un movi-
miento que dio por resultado el descenso del
gobernador Zavalia, Villafañe, contra toda su
voluntad, desempeñó ese cargo hasta el 27 de
diciembre de 1861. Fué miembro fundador del
Instituto Histórico y Geográfico del Paraná;
fundador del Colegio Nacional de Tucumán;
senador al Congreso y rector del Colegio Na-
cional de Jujuy, hasta 1888.
Villanueva (José María). Natural de Mendoza,
en 1796. Se alistó en Granaderos a caballo,
haciendo la travesía de los Andes y batiéndose
en Chacabuco, en 1817, en cuya batalla fué he-
rido de gravedad, lo que le obligó a pasar a
Mendoza a restablecerse, y le privó de hacer
la expedición al Perú. Vivió alejado de las
luchas políticas hasta 1829, año en que se afi-
lió al partido unitario y tomó parte en el com-
bate del Pilar, como jef° de un regimiento de
caballería, de cuya derrota salvó escapándose
del campo de la matanza y ocultándose; pero
fué descubierto y sentenciado a ser degollado,
operación que practicaron los mazorqueros,
pero sin dividirle por entero el cuello. Vuelto
en sí, se arrastró hasta el convento de Santo
Domingo, donde un fraile. Nieto, lo ocultó,
salvándose del registro del convento, que hizo
un oficial acompañado por aquel religioso.
Vivió luego en un sótano por espacio de siete
meses, hasta abril de 1830, en que se incor-
poró, ya convaleciente, al ejército del general
Paz, en Córdoba, donde conquistó el grado de
teniente coronel, después de haberse batido
en varias acciones de guerra. Tomado prisio-
nero el general Paz, le sucedió en el mando el
general Lamadrid, bajo cuyas órdenes se ba-
tió en la batalla de la Ciudadela de Tucumán.
El 4 de noviembre de 1831 fué muerto a lan-
zazos por las tropas de Quiroga.
Villar (combate). El 3 de marzo de 1816. En
tanto el valiente caudillo Padilla (v.) marchaba
al encuentro de los españoles a combatir en
la Laguna, su esposa, D.* Juana Azurdiiy (v.),
había quedado con 30 fusileros y 200 indios de
pelea para guardar el pueblo del Villar. El co-
ronel realista La Hera, rechazado en la La-
guna, falto de víveres y municiones y rodeado
por Padilla, determinó abrirse paso esa noche
atacando al Villar para poder llegar a Chuqui-
saca, y pone en práctica su pensamiento; pero
allí estaba la esposa de Padilla, que los carga
denodadamente a la cabeza de su tropa. El
choque es formidable; cuando al ruido de la
fusilería volvió el caudillo en su auxilio, sólo
pudo ver a los realistas que huían a favor de
las tinieblas. La Padilla había quitado, ella
misma, la bandera enemiga al oficial que la
conducía. El director Pueyrredón recompensó
a esta patriota con el grado de teniente co-
ronel de los ejércitos de la patria.
Villar y Díaz (Isidoro). Guerrero de la inde-
pendencia. Prestó sus servicios en el ejército
auxiliar del Perú desde 1811, en clase de sar-
gento y luego como alférez. En la batalla de
Vilcapujio, siendo teniente, fué hecho prisio-
nero por los españoles y conducido a los cala-
bozos de Casasmatas (v.), donde permaneció
hasta 1820, en cuya fecha fué canjeado por el
general San Martín, quien lo ascendió inme-
diatamente al grado de capitán. Figura entre
los condecorados con la Orden del Sol. Fa-
lleció en 1830.
Villarino (Basilio). Marino. Nació en Coruña
(España), el 14 de junio de 1741. Inclinado a la
náutica ingresó a la Armada española, y como
ayudante de piloto de la fragata de guerra
Perpetua llegó a Montevideo el ano 1774, de
donde partió cuatro años después para poblar
y reconocer las costas y ríos de la Patagonia,
de cuya comisión dio cuenta al virrey en dia-
rios e informes. En 1780 exploró, por orden
del virrey de Buenos Aires, el rio Colorado y
sus costas, reconociendo también la Bahía de
Todos los Santos, Puerto Deseado, las islas
del Buen Suceso y las adyacentes, siendo ele-
vado, en mérito a estos servicios, a la cate-
goría de piloto de la Real Armada. En 1782
exploró el Río Negro, llegando hasta la con-
VILL
433
VIRR
fluencia del Limay y Neuquén; visitó también
la isla de Choel-Choel, donde se fortificó, des-
pués de emplear un año en esta penosísima
exploración. Dos años después acompañó al
superintendente general de ios establecimien-
tos de la costa patagónica, D. Juan de la Pie-
dra, en la expedición que llevó contra los in-
dios rebeldes. En ella recibió la muerte, en el
ataque llevado por la tribu del cacique Negro,
el 26 de enero de 1785.
Villarroel (Diego de). Militar. Natural de Es-
paña. Fundó en el Alto Perú la ciudad de Po-
tosí, el 7 de septiembre de 1554, con el objeto
de explotar las famosas minas del cerro. Pos-
teriormente fundó la ciudad de San Miguel de
Tucumán, el 9 de septiembre de 1565. Años
después, atribuyendo la enfermedad del coto,
que se desarrollaba entre sus vecinos, a la ca-
lidad de las aguas de que se servía la pobla-
ción, fué trasladada en 1565, por consejos mé-
dicos, y también para asegurarla contra las
crecientes de los ríos Salí y Monteros que
inundaban la ciudad.
Villegas (Conrado). Militar. Combatió cons-
tantemente contra los indios, y su campaña dio
por resultado la
destrucción com-
pleta de las tri-
bus de indios bra-
vos en todo el te-
rritorio del Sud.
Llegando a las
tolderías del ca-
cique Pincén, se
apoderó de él, so-
metiendo a otros
caciques más. En
9 de abril, las co-
lumnas destaca-
das por Villegas ^ „ . ,,.„
^ . " D Conrado Villegas,
se reunieron en
el lago Nahuel-Huapí, enarbolando la bandera
argentina en las alturas de los Andes, y el
mismo general Villegas, en 5 de mayo de 1883, .
llevó a término su nueva expedición en los ex-
tensos territorios comprendidos entre los ríos
Limay y Neuquén, la cordillera de los Andes y
la Patagonia Austral, recorrida en un trayec-
to de 125 leguas al sur del lago Nahuel-Huapí,
destruyendo la indiada que se había rehecho
después de la expedición del general Julio
A. Roca, en 1879.
Vinioza (Francisco). Según un manuscrito del
Dr. Seguróla, el 1 de agosto de 1605 el señor
Vinioza pidió se le admitiese como maestro de
escuela en Buenos Aires; ofrecía llevar por
enseñar a leer, un peso; por escribir y contar,
dos pesos. Fué admitido, y parece que éste
fué el primero que en esta ciudad se dedicó a
la enseñanza.
Vlrasoro (Benjamín). Nació en la ciudad de Co-
rrientes, el 1 de mayo de 1812. Se educó en
Buenos Aires, y en su provincia natal se de-
dicó a la ganadería. En 1839 sentó plaza de
soldado distinguido, asistiendo a la batalla de
Cagancha. Pasó luego al ejército de Lavalle,
y fué destinado a guardar la costa del Uru-
guay; se batió en el paso de la Estingada, sien-
do ascendido. A las órdenes de Paz se halló
en Caa-Guazii, y fué ascendido a teniente co-
ronel, y luego en Arroyo Grande, después de
la cual emigró al Paraguay y de allí al Brasil.
Vuelto a Corrientes, fué gobernador provi-
sorio después de la batalla de Vences, y como
coronel mayor fué jefe del Estado Mayor del
ejército aliado que emprendió la batalla que
terminó en Caseros. En 1852, Virasoro fué
depuesto del gobierno, y separado del ejército
se radicó en el Rosario, de donde fué llamado
porUrquiza para las campañas de Cepeday Pa-
vón, y en 1865 para la movilización de las tro-
pas correntinas yentrerrianas que debían mar-
char al Paraguay. Retirado a la vida privada
falleció en Buenos Aires, el 29 de abril de 1897.
Virrey. Era el representante del soberano y
presidía todos los ramos del Estado, reunien-
do el poder civil y militar, sin más contrapeso
que la remota dependencia del Consejo de In-
dias y la próxima, aunque indirecta, inspec-
ción de las Audiencias. Cuando terminaba su
misión, que generalmente no duraba más que
cinco años, a menos que no fuese prorrogada
estaba sujeto al juicio llamado de residencia,
es decir, a dar cuenta exacta y documentada
de su buena administración, y a presentarse,
por sí o por medio de apoderado sólidamente
afianzado, a responder a cuantos cargos le hi-
cieran las provincias, libres ya del influjo de
su autoridad. Desde el año 1777, se erigió a
Buenos Aires en capital del virreinato.
Virreyes. Pedro Cevallos, desde 1777 a 1778;
Juan J. de Vértiz y Salcedo, desde 1778 a
1784; Nicolás del Campo, desde 1784 a 1785;
Juan Vicente de Quemes, desde 1785 a 1789;
Nicolás de Arredondo, desde 1789 a 1795; Pe-
dro de Meló, desde 1795 a 1797. Interinamente
VIRR - 434
a Real Audiencia: Antonio Olaguer Feliú,
desde 1798 a 1799; Gabriel de Aviles y de Fie-
rro, desde 1799 a 1801; Joaquín del Pino, des-
de 1801 a 1804; Rafael de Sobremonte, desde
1804 a 1807; Pascual Ruiz Huidobro, en 1807;
Santiago Liniers, desde 1807 a 1809; Baltasar
Hidalgo de Cisneros y Latorre, desde 1809
a 1810.
Virpeinato del Río de la Plata. Era la
reunión de los gobiernos del Paraguay, Char-
cas, Tucumán, Cuyo y Río de la Plata, bajo el
mando de una sola persona residente en Bue-
nos Aires, con el título de virrey. Este virrei-
nato comprendía todo el territorio que es hoy
de la República Argentina, Alto Perú o Boli-
VIZ
via, Paraguay y Banda Oriental del Uruguay-
La cédula real de creación de este virreinato
está firmada el 8 de agosto de 1776, y expedi-
da a favor del teniente general D. Pedro de
Cevallos, que fué el primer virrey gobernador
y capitán general del Río de la Plata, con cua-
renta mil pesos de sueldo'
Vizcacheras (combate). Guerra civil. El 28 de
marzo de 1829. El coronel unitario D. Federi-
co Rauch, en un combate librado en las Visca-
cheras, al Sud de Buenos Aires, es vencido y
muerto por tropas compuestas en su mayor
parte de indios, que estaban al mando del co-
madante general de la campaña, D. Juan Ma-
nuel de Rosas.
w
Warnes (Ignífclo José). Nació en Buenos Aires,
en el año 1770, y empezó su carrera militar
como cadete en el regimiento de Blandengues
de Montevideo, siendo ascendido a subtenien-
te en 1795. Combatió durante las invasiones
inglesas. Con el general D. Manuel Belgrano,
y como su secretario, hizo la campaña del
Paraguay. En 1811 ascendió ateniente coro-
nel. Se halló en las batallas de Tucumán, Sal-
ta, Las Piedras, Vilcapujio, Ayohuma. Fué
después nombrado por Belgrano gobernador
intendente de Santa Cruz de la Sierra, puesto
en que se inmortalizó, sosteniendo la resisten-
cia de Santa Bárbara. Concurrió a la batalla
de la Florida y a la expedición a la provincia
de Chiquitos; asistió.'por último, ala batalla de
Parí, el 17 de noviembre de 1816, donde murió
heroicamente, siendo decapitado y su cabeza
colocado en una pica. Warnes era patriota de
ardiente fibra y decidido empeño.
Warnes (Martín José). Hermano del anterior.
Nació en Buenos Aires, el 8 de julio de 1766,
del matrimonio de D. Manuel Antonio con
D." Josefa García de Zúñiga. Cursó sus pri.
meros estudios en la Escuela de Argerich, y
en 1802 fué enviado a España a estudiar náuti^
ca, ingresando a la Real Armada poco después.
El laurel de Trafalgar orló su frente juvenil,
pues se batió como guardia marina en la Santí-
sima Trinidad, al lado del almirante Cisneros,
último virrey español en el Río de la Plata. Sir-
vió en aquella armada hasta el año diez y seis,
alcanzando a ser teniente de navio, abandonan-
do entonces el servicio para ponerse a favor
de la independencia americana. El 11 de enero
de 1817 púsose en viaje de Buenos Aires, con
rumbo a Mendoza; destinado al ejército de los
Andes, a cuya artillería se incorporó, batién-
dose con honor en las batallas libradas por la
liberación de Chile. Ya obstentando las charre-
teras de sargento mayor, ganadas en Maipú,
fué, con Blanco Encalada, de los fundadores de
la escuadra chilena. Asistió a la rendición de
la María Isabel y demás operaciones de la
marina en aquella campaña y la posterior del
Perú, regresando a Buenos Aires en el año
1825, en cuya marina fué incorporado, a pro-
puesta del jefe de ella, en clase de mayor de
órdenes y comandante de la goleta Sarandí.
Separado del servicio permaneció en Buenos
Aires hasta 1829, que se trasladó a Paysandú
(Estado Oriental), donde fundó un estableci-
miento de campo; pero poco después se dirigió
a Chile, a cuyo ejército se incorporó nueva-
mente. Murió allí en 1842.
Wheelwright (Guillermo). Norteamericano.
La América del Sud le debe muchos e impor-
tantes adelantos,
habiendo en Chi-
le sido el primero
en explorar las
minas de carbón
de piedra; el que
estableció la pri-
mera línea de pa-
quetes entre Val-
paraíso y Cobija;
el que realizó allí
la primera em-
presa de ferroca-
rril, y el construc-
tor también, del
gran ferrocarril
Central Argentino, del Rosario a Córdoba,
y de otras vías de importancia. Este hom-
bre emprendedor y activísimo falleció en
Inglaterra, el 26 de septiembre de 1873.
White (Guillermo Pío). Norte ericano. Nar ó
D. Guillermo. Wheehvright.
WHI
436
WIL
en Boston, el 11 de octubre de 1770. Llegó al
Río de la Plata 1803), como sobrecargo del na"
vio mercante Principe (a) Concepción, con pro-
cedencia de la Isla de Francia (Mauricio), en el
Océano Indico, y largas estadías en los puer-
tos de Guayalquil, Callao y Valparaíso. Inmis-
cuido en los sucesos de las invasiones inglesas,
cooperó en las tentativas que se hicieron para
independizar al país, bajo la protección de la
Gran Bretaña; púsose en comunicación con el
general Auchmuty, siendo procesado por los
españoles. Así es que apenas estallada la re-
volución de mayo, vinculado estrechamente
con sus iniciadores, prestó servicios de la ma-
mor importancia, proveyendo de armamentos
que hizo venir, y en seguida el apresto de la
primera escuadra de la patria que dio solución
al famoso sitio de Montevideo. Falleció el 3 de
enero de 1842.
Whitelocke (Juan). General inglés. Nació en
el Condado de Berk, por el año 1759. Uno de
los jefes del ejército inglés invasor, en 1806.
Por el heroísmo del pueblo de Buenos Aires
tuvo que capitular y rendirse. Whitelocke traía
a América, para el caso en que triunfase, el
nombramiento de gobernador general de la
América del Sud, con el sueldo de 12.000 li-
bras esterlinas al año, y con poderes muy ex-
tensos sobre las provincias conquistadas. Por
su derrota en Buenos Aires, el general White-
locke fué degradado. He aquí el fallo del Con-
sejo de guerra que lo juzgó: «que dicho tenien-
te general Whitelocke sea dado de baja y de-
clarado totalmen-
te inepto e indig-
no de servir a Su
Magestad en nin-
guna clase mili-
tar».
Wilde (Diego We
llesley). Natural
de Inglaterra. Se
naturalizó argen-
tino y empezó su
carrera militar
como teniente se-
gundo del regi-
miento segundo
de Caballería de
línea. Sirviódesde
1826 hasta el año 1858, asistiendo a todos los
hechos de armas de esa época hasta alcanzar
el grado de coronel. Era el coronel Wilde de
Coronel D. Diego Wilde.
noble familia inglesa , ahijado del duque de '
Wellington, casado con D.^ Visitación Gar-
cía, hermana de la ilustre señora D.^ Fortu-
nata García de García (v.), quien arriesgando
su vida, en una época de terror en la Argenti-
na, quitó de una pica, donde estaba expuesta
en la plaza de Tucumán, y se la llevó consigo a
su casa, la cabeza del gobernador Avellaneda.
El coronel Wilde fué de los emigrados a Boli-
via durante la tiranía.
Wilde (Eduardo). Médico y ministro plenipoten
ciario de la República Argentina. Hijo del an
terior. Nació el 15 de junio de 1844 en Tupizs
(Bolivia)(l). Ter-
minaba brillante-
mente sus estu-
dios de Medicina
cuando estallaba
la guerra del Pa-
raguay y fué nom-
brado, a pesar de
sus pocos años,
cirujano interno
del Hospital Mili-
tar; después, mé-
dico interno del
Hospital de Colé-
ricos. Su tesis¿al
canzó la medalla
de oro. Versaba
sobre c<EI hipo».
Su acción inteli
gente y noble fué eficaz durante la fiebre amari-
lla (v.) en Buenos Aires (1871). Académico de la
Facultad de Ciencias Físico-Naturales en 1874
y de la Facultad de Medicina en el mismo año.
Diputado a la Legislatura de la provincia;
ídem al Congreso Nacional por la provincia de
Buenos Aires, en 1876, siendo reelecto al año
siguiente por cuatro años. Presidente del De-
partamento Nacional de Higiene en 1880; ídem
de la Comisión de aguas corrientes; presiden
te de las Obras de salubridad en 1880; ministro
de Justicia, Culto e Instrucción pública de la
República desde el 1 1 de febrero de 1882 a 1885.
Una de las grandes conquistas del espíritu mo-
derno debe su aplicación en la República Ar-
gentina al Dr. D. Eduardo Wilde: la ley del
matrimonio civil, complemento natural del re-
gistro civil, y que dio al ministro de Justicia,
Dr. D.Eduardo Wilde.
(1) Por ser sus padres emigrados era de hecho argen-
tino, a pesar de haber nacido fuera del territorio.
WIL 437 -
CuUo e Instrucción pública oportunidad para
poner una vez más de relieve sus dotes de
orador ático y mordaz y sus excepcionales
condiciones de polemista parlamentario; como
ministro del Interior desde 1886 al 89, su obra
fué grande; enviado extraordinario y ministro
plenipotenciario en los Estados Unidos de Nor-
teamérica y Méjico, promovió la idea de cele-
brar un Congreso Sanitario Internacional, que
se celebró en la Habana (Cuba) en 1913, con
gran' éxito. Algunas de sus obras literarias y
científicas: Lecciones de Higiene pública, De
Medicina legal y Toxicologia, discursos sobre
Educación laica, Obras de salubridad. Tiempo
perdido (artículos literarios), Prometeo y Com-
pañía, Formares
y tierras, Vicjes
y obserpacior.es,
y gran número de
artículos, cartas
políticas, et:.
Siendo enviado
extraordinario y
ministro plenipo-
tenciario de la Re-
pública Argenti-
na en España, fa-
lleció en Bruselas
el 4 de septiembre
de 1913.
WUde (Santiago).
Inglés, padre del D. Santiago Wilde.
coronel D. Diego
W. Wilde y abuelo del Doctor D. Eduar-
do Wilde. Desde 1821 a 1S34 ué contador de
WRI
cálculo en Buenos Aires; tuvo inter\'enc¡ón en
la primera Caja de Ahorros, como contador,
según el decreto firmado por D. Bemardino
Rivadavia. Fundó un diario llamado El Argos
«cuando no había periódico ninguno en Bue-
nos Aires»; y también, según la historia de
Belgrano, por el general D. Bartolomé Mitre,
«se publicaba por la imprenta de los Expósi-
tos una Revista miscelánea destinada a la ilus-
tración popular, que redactaba con amenidad
D. Santiago Wilde, inglés aclimatado en el
país». Según el Dr. D. José Mana Gutiérrez,
Wilde «tradujo y arregló para el teatro algu-
nas comedias inglesas y emprendió muchos
otros trabajos civilizadores que no es del caso
mencionar>.
Wright (Francisco Agustín). Hombre público
argentino. Comenzó a aparecer en la vida pú-
blica bajo la bandera del partido federal. Re-
presentó varias veces al pueblo, fué jefe de un
batallón de cívicos y tomó una parte muy acti-
va en los sucesos que restablecieron en el man-
do a D. Juan Manuel de Rosas, después de la
administración de Balcarce, echado a tierra
por una revolución. Wright pertenecía a la
Cámara de Diputados, y como tal se negó a
dar su voto por las facultades extraordinarias,
perdiendo de ese modo la confianza de los res-
tauradores, de quienes tuvo que huir a Monte-
video en busca de seguridad personal. En aque-
lla ciudad, donde murió, escribió una extensa
obra que comprende la narración prolija de
los acontecimientos del asedio que sufrió aque-
lla plaza por D. Manuel Oribe. Escribió tam-
bién las biografías de Brandsen y de Espora.
Y
Yagones o Yana-Cones. Tribus de indios que
vivían en las costas del Sud y en las pequeñas
islas, hasta en la de Hornos Dice el misione-
ro anglicano T. Bridges, hablando de estos in-
dios: «Los yaganes son los indios marítimos
que viven exclusivamente en la costa e islas
vecinas. Sus canoas son perfectas en su géne-
ro, y otrotanto puede decirse de sus utensi-
lios; sus principalos diversiones son la lucha,
el juego a la pelota y el ejercicio con lanzas,
flechas, hondas y piedras. El capitán Fitz-Roy
observó que con frecuencia salían vencedores
en los juegos atléticos con los marinos ingle-
ses, y en consecuencia prohibió terminante-
mente a su gente esta clase de diversiones con
los indígenas. En el arte de curar usan en-
cantos, y pasan las manos por encima del en-
fermo, haciendo sonar los dedos, e induciendo
así en los enfermos cierto grado de hipnotis-
mo. Nunca piden algo a nadie; pero cuando le
hacen a uno una visita, es para que se les dé
algo; no dan las gracias, pero en cambio están
siempre listos para
retribuir los servi-
cios recibidos».
Yanzi (Ventura). Mi-
litar. Nació en 1849.
Inclinado a la carre-
ra militar, conquistó
su primer ascenso de
alférez en 1866; en 2
de noviembre de 1867
ascendió a segundo
teniente, y así suce-
sivamente hasta te-
niente coronel, en 9 '
de julio de 1886, en
que se retiró. Se ha-
lló en la guerra del
Teniente Coronel D. Ventura
Paraguay, en las acciones de Tuyiití, Humci-
tá, Lomas Valentinas, Peribebuy. Hizo la cam-
paña de Entre Ríos y luchó contra López Jor-
dán, a las órdenes del general Campos. F
Santa Rosa, a las órdenes del general Roci
como jefe de las fuerzas de Artillería. Persi-
guió a las montoneras en Santiago del Este-
ro, en 1875, como jefe del regimiento 5.°,
en la expedición al Río Negro. Actuó en la r
litica de Corrientes en el partido liberal. Fr
el fundador de Resistencia y el primer gobe:
nador del territorio del Chaco. Falleció e.i
Buenos Aires, el 12 de mayo de 1917.
Yapeyú. Uno de los treinta pueblos de las an-
tiguas Misiones guaraníticas, situado sobre las
márgenes del Alto Uruguay y Alto Paraná,
donde nació, el 25 de febrero de 1778, el gene-
ral D. José de San Martín. Yapeyú era la ca
pital del departamento que comprendía los
pueblos de la Cruz, Santo Tomé y San Borja.
El pueblo de Yapeyú fué incendiado y saquea-
do por los portugueses, en febrero de 1817.
«¡Rara coincidencia! La víspera de la batalla
de Chacabuco, que ganara San Martín y que
decidía de los destinos de un pueblo hermano,
esta aldea de Yapeyú, cuna del Gran Capitán,
era reducida a cenizas por una invasión escla-
vócrata.» Actualmente es una pequeña villa,
en cuya plaza, y frente a un templo de estilo
gótico, se levanta una columna que ostenta en
su cima el busto del esclarecido hijo de la pro-
vincia de Corrientes. El iniciador de la idea
del monumento conmemorativo y presidente
de la comisión encargada de erigirlo, fué el
ilustrado militar argentino D. Ernesto Rodrí-
guez.
Yarao (combate). Continuando los portugueses
en sus usurpaciones, intentaron dilatar sus
conquistas. Aliándose a los indígenas del Ñor-
YAT
te, avanzan en 1804 hasta el Yarao, afluente
del Cuareim, tomando posesión de aquellos
territorios. Pero allí se encuentran con el jo-
ven teniente José Rondeau, quien con un pe-
queño destacamento de Blandengues los bate
y desaloja, recuperando las tierras usurpadas.
Por este hecho de armas Rondeau es ascen-
dido a capitán.
atay (batalla). Librada por el ejército aliado
contra el tirano del Paraguay, sobre las már-
genes del arroyo del mismo nombre, en la pro-
vincia de Corrientes, el 17 de agosto de 1865.
El general uruguayo D. Venancio Flores ven-
ció e hizo prisioneras a las fuerzas paragua-
yas, mandadas por el sargento mayor Duarte,
después de un encarnizado y sangriento com-
bate, en que los últimos dejaron mas de mil
setecientos muertos sobre el campo. Vatat/ es
el nombre de las palmeras que cubren los bos-
ques de las provincias de Entre Ríos y Co-
rrientes.
Sfatayti-Corá (combate). Después de la batalla
de Tuyutí, los ejércitos beligerantes en el Pa-
raguay habían quedado casi imposibilitados,
por las muchas bajas que tuvieron, para seguir
sus operaciones, reduciendo éstas a un conti-
nuo cañoneo por ambas partes; pero, habiendo
recibido refuerzos los dos bandos, se apres-
tan de nuevo para la lucha. Los paraguayos,
más impacientes y que siempre querían llevar
la iniciativa del combate, atacan a los argen-
tinos en Yataytí-Corá, siendo rechazados;
pero en las primeras horas del día 11 de julio
de 1866 vuelven nuevamente los paraguayos,
en número de 3.000, a emprender un segundo
combate. Los mandaba el general Díaz. El
combate se hace terrible y dura hasta la no-
439 - YER
che, teniendo los paraguayos que abandonar
el campo. El coronel Rivas (v.), jefe de este
punto, había dirigido el combate desde el día
anterior. Yataytí-Corá, viene de yatay (pal-
mera), // (montón) y cora (corral, rodeo), es
decir: cerco de palmeras.
Yerbal (combate). Guerra del Brasil. Fué una
victoria obtenida por el general argentino don
Juan Lavalle sobre las tropas brasileñas, el
25 de mayo de 1827. Lavalle operaba con los
regimientos 4 y 6 de Caballería sobre el pue-
blo de Yerbal, que ocupó el 21 de mayo, aban-
donándolo luego en prosecución de sus ope-
raciones el 22; el teniente Allende, del número
4, batió una partida al mando de Yucas Teo-
doro, y el 25, bajando Lavalle con su división
la sierra del Yerbal, fué hostilizado por una
fuerza de cerca de 200 hombres, comandados
por Teodoro y Calderón. Lavalle, con su co-
nocido arrojo, se lanzó con 100 hombre sobre
éstos, que se parapetaron en un cerro, tras
de bloques de piedra, desde donde rompieron
un nutrido fuego sobre los argentinos, que
avanzaron sin miedo, acuchillándolos. Fueron
heridos en este ataque Lavalle y otros oficia-
les. El nombre de Yerbal proviene de un sem-
brado de arbustos de yerba mate que existía
en las inmediaciones.
Yeruá (combate). Guerra civil. Habido en la
provincia de Entre Ríos, el 22 de septiembre
de 1839, entre fuerzas del general D. Juan
Lavalle— en su campaña libertadora contra el
dictador D. Juan Manuel de Rosas— contra
fuerzas superiores federales, al mando del
teniente coronel D. Vicente Zapata. Después
de un ligero combate, este último fué derro-
tado.
z
Zaldarriaga (Jerónimo). Nació en 1841. Fué
uno de los primeros que se dedicaron a las la-
bores agrícolas y ganaderas en tiempos en que
todo faltaba y era necesario recurrir a los es-
fuerzos continuados para la realización de
todo propósito de perfeccionamiento. Consa-
grado a este trabajo actuó por espacio de
cuarenta años, durante los cuales destacó sus
nobles características de luchador infatigable.
Ocupó algunos puestos públicos. Falleció en
Buenos Aires, en noviembre de 1916.
Zado (Rufino). Militar. Nació en la provincia de
Salta en 1792. Ingresó en el regimiento de
Granaderos a caballo en 1813, hallándoso poco
tiempo después en el asedio de Montevideo.
De regreso a Buenos Aires marchó con su re-
gimiento a Mendoza, donde fué ascendido a
alférez, el 20 de noviembre de 1816; al año si-
guiente trasmontó los Andes, concurriendo a
las batallas de Chacabuco y Maipú. En 14 de
diciembre de 1818 solicitó y obtuvo su baja del
ejército argentino, pasando a continuar sus
servicios en el de Chile, llegando allí al grado
de coronel. Estuvo muchos años en el pueblo
de San Fernando de Chile; pasó luego a Bue-
nos Aires, donde falleció el 31 de enero de
1871.
Zamudio (Máximo). Militar. Nacido en Buenos
Aires, el 25 de septiembre de 1787, y como sol-
dado distinguido tomó parte en el rechazo de
las dos invasiones inglesas, y se adhirió con
mucho entusiasmo al pronunciamiento de mayo.
Se halló en la batalla de Suipacha y en el de-
sastre de Huaqui. Incorporado al ejército del
general Belgrano, fué tomado prisionero en
1812. Se halló después en las batallas de Tuca-
man. Salta, Vilcapujio, Ayohuna y Sipe-Sipe,
en 1815, con el grado de sargento mayor. En
1819 se incorporó en Chile al ejército liberta-
dor del Perú; tomó parte en sus campañas hasj. ,
ta la terminación de la guerra de la indepen-| t
dencia. Actuó en la guerra civil, y fué promo4 I
vido a general del ejército del Perú en 1839.!it
Falleció en la ciudad de la Paz, el 17 de di-! í
ciembre de 1847. |
Zamudio (Juan de). Gobernador de la provin- 1 (
cia del Tucumán desde 1696 hasta 1701. Caba-jili
llero de la Orden de Santiago, vizcaíno. En suk r
gobierno se trasladó (1700), la silla epistolar, 1 1
que estaba en Santiago del Estero, a la ciudad I b
de Córdoba, y cuando lo hubo terminado, fijó \ I
su residencia en Buenos Aires, donde sirvió en i >
el desalojo de la Colonia del Sacramento, de J
los portugueses, hasta que éstos abandonaron ;i '
la plaza. Murió en esta ciudad, Buenos Aires, M
dejando sucesión de su noble consorte D.' Inés ' r
de Salazar. El maestre de campo Francisco i »
Antonio Melgarejo fué su teniente gobernador, " !
justicia mayor y capitán de guerra en la ciudad i '■
de Salta.
Zapata (Martín). Abogado. Natural de Mendo- i
za. Se graduó de doctor en Leyes en Santiago
de Chile. Durante el gobierno de Rosas fué
perseguido por sus ideas políticas, y desempe-
ñó comisiones delicadas, como miembro del
partido unitario, durante la guerra en el inte-
rior del país hasta que, peligrando su existen-
cia, se vio obligado a emigrar a Montevideo,
donde también prestó servicios importantes en
la defensa y en diversas comisiones de guerra.
Caído Rosas volvió al país, mereciendo ser
electo constituyente en la Convención que san-
cionó la Constitución federal en la ciudad de
Santa Fe, el 1 de mayo de 1853. Se distinguió
en esa Asamblea como orador de palabra fe
cunda y amena; formó parte de la comisión de
Negocios constitucionales, y como miembro de
ella rebatió al presidente — en un elocuente
ZAP
- 441
D. José María Zapiola .
liscurso— la oportunidad de sancionar la Cons-
itución. Poco después representó a su provin-
cia en el Senado de la Confederación. Murió
trágicamente el 20 de marzo de 1861, sepulta-
do bajo las ruinas del terremoto que redujo a
escombros a su ciudad natal.
piola (José María). Nació en Buenos Aires,
el 26 de marzo de 1780, y comenzó sus servi-
cios en la marina de guerra, primeramente en
El Ferrol y en el mar de las Antillas después.
Pasado al aposta-
dero del Rio de la
Plata, fué preso en
Montevideo y en-
viado a España,
acusado de partici-
par de los trabajos
revolucionarios de
sus compatriotas.
En Europa se in-
corporó a la logia
revolucionaria, y en
1812seembarcócon
San Martín y Al-
vear con destino a
Buenos Aires, a
ofrecer su espada a
la causa de la patria. Cooperó en primera línea
a la creación del famoso regimiento de Grana-
deros a caballo; tomó parte en la campaña de la
I Banda Orienntal, asistiendo a la rendición de
Montevideo en 1814, y en la campaña liberta-
dora de Chile como jefe de ese brillante Cuer-
po. Fué uno de los héroes de Cliacabuco y
Maipú, ascendiendo a coronel mayor. Tomó
parte en las luchas civiles de 1820 y 21,
permaneciendo en el retiro de su hogar duran-
te el gobierno de Rosas, volviendo a la vida
pública despés de su caída. Falleció en Bue-
nos Aires, en el alto cergo de brigadier gene-
ral, en 27 de junio de 1874. «Su vida fué, según
el general Mitre, casi un siglo de abnegación,
de servicios, de virtud y de glorias, a cuya co-
rona cívica y militar ningún vano honor pue-
de agregar ni quitar una sola hoja.»
Zavala (Bruno Mauricio). Tomó posesión del
gobierno de Buenos Aires, el 11 de julio
de 1717. Era vizcaíno, como Garay y como
otros muchos gobernadores de esta provincia.
Se había distinguido en las campañas de Flan-
des, en el bombardeo de Namur, en el sitio de
Gibraltar y en el sitio de Lérida, donde perdió
un brazo. Fué hecho prisionero en la plaza de
ZAP
Zaragoza y en la plaza de Alcántara. En pre"
mió de sus brillantes servicios fué promovido
a mariscal da campo, y se le confió este go-
bierno. La provincia se hallaba destituida de
recursos, y aunque sus campos estaban llenos
de ganados, era suma la pobreza, en conse-
cuencia del sistema restrictivo y de monopolio
que pesaba sobre todas las colonias. Solamen-
te los puertos de Sevilla y Cádiz, estaban ha-
bilitados pasa el comercio, y los que gozaban
de este privilegio limitaban en lo posible el
tráfico, con el objeto de encarecer las mercan-
cías y realizar sus ganancias con poca fatiga
y pocos capitales. Este es siempre el efecto
necesario del monopolio; seca las fuentes de
la industria y obra en la economía pública
como el opio en la economía animal; adorme-
ce y mata al fin, a quien lo usa. A las muchas
causas que en el siglo xviii conspiraban a debi-
litar la Monarquía española, vino a agregarse
el sistema prohibitivo; bajo de él sucumbió su
industria fabril, y sus colonias arrastraban una
existencia inactiva y sin estímulos, que ener-
vaba el ánimo de los pueblos y los preparaba
para violentos sacudimientos, así que la pri-
mera ocasión favorable para un cambio llega-
ra a presentarse. El contrabando, ejercido por
barcos de todas las naciones— sobre todo de
las que habían adelantado tanto en la navega-
ción cuanto había decaído la de España — ■,
fué uno de los principales inconvenientes con
que tuvo que luchar el celo del gobernador
Zavala. Los portugueses, llevando adelante
su plan de usurpación, habían resuelto esta-
blecerse en Montevideo; pero apenas supo
Zavala que habían construido un reducto guar-
necido con doscientos hombres, marchó contra
ellos con fuerzas de mar y tierra, los hizo
desalojar en enero de 1724, y en seguida, le-
vantó allí una fortaleza, bajo cuya protección
se fundó, el año de 1726 la ciudad de San Feli-
pe y Santiago, con veinte familias que se tra-
jeron para esto de las islas Canarias, y con
los pobladores que el general Zavala pudo
atraerse en Buenos Aires, ofreciendo a cada
uno 200 vacas y 100 ovejas, un solar en la ciu-
dad, una suerte de campo, semillas, herramien-
tas, y excepción de pagar tributos por el tiem-
po que determinara el rey. Tal fué el origen de
la ciudad de Montevideo, destinada a ser con
el tiempo rival de Buenos Aires en importan-
cia comercial, y el objeto de la codicia de los
portugueses, cuyas posesiones desearon siem-
ZAV - 442 —
pre hacer llegar hasta las márgenes del Plata.
Zavala empleó su actividad contra los bárba-
ros, contra los desórdenes internos de Santa
Fe, Corrientes y el Paraguay, originados por
los comuneros. Gobernó hasta el año 1734, y
murió en Santa Fe poco después de su regreso
en 1736, y según Funes, en 1735.
Zavaleta (Diego Estanislao). Sacerdote. Nació
en Tucumán y se trasladó en su juventud a
Buenos Aires, donde comenzó sus estudios en
la escuela del convento de Santo Domingo,
continuándolos en el Colegio de San Carlos,
siendo diplomado con el título de Doctor en el
año 1795. En 1810 dictaba la cátedra de Filoso-
fía y Teología en el último de los estableci-
mientos nombrados, y en el mismo año pronun-
ció la oración religiosa inaugural de la revolu-
ción en su primer acto importante, el 30 de
mayo, por la solemne instalación de la Junta;
oración que se insertó en la Gaceta. En 1812
fué nombrado canónigo magistral, y en 1817
electo congresal, y como tal hizo renuncia de
su sueldo a favor del Tesoro público; fué deán,
provisor y gobernador en sede vacante del Ca-
bildo eclesiástico de Buenos Aires y miembro
del Congreso Nacional del año 1825, en repre-
sentación del cual recorrió las provincias del
interior en desempeño de una comisión impor-
tante, conjuntamente con el Dr. Vélez Sars-
field, a fin de propiciar la aceptación de la
Constitución sancionada en 1826. En mayo
de 1829 fué nombrado miembro del Consejo de
gobierno durante la administración del general
Lavalle. Al advenimiento de la tiranía emigró
a Montevideo. Falleció en Buenos Aires, el 24
de diciembre de 1843.
Zavalía (Salustiano). Jurisconsulto. Nació en
Tucumán, el 8 de junio de 1810. Se recibió de
doctor en Leyes en la Universidad de Córdo-
ba, el año 1829. De regreso a su provincia ac-
tuó en política en las filas del partido unitario,
por cuyas ideas lo desterró el gobernador He-
redia. En 1838 desempeñó un ministerio du-
rante la administración de Piedrabuena, y pos-
teriormente fué juez y diputado a la Legislatu-
ra. En 1841 influyó en el pronunciamiento de
su provincia contra el tirano Rosas, y tuvo que
emigrar, salvándose providencialmente de caer
prisionero con el infortunado Avellaneda. Du-
rante su destierro en Lima— donde permane-
ció por espacio de nueve años— se dedicó con
éxito al ejercicio de su profesión. Derrocado el
tirano, tuvo una parte muy principal en la or-
ZEL
ganización de su provincia, siendo el redactor
de su Constitución. En 1853 fué constituyente
por su provincia ante el Congreso de Santa Fe
que sancionó la Constitución federal, en cuya
Asamblea tuvo una actuación descollante. Al-
gún tiempo más tarde fué electo senador y gO'
bernador provisorio de Tucumán, el 11 de abri'
de 1856, y en propiedad el 16 de mayo de 1860,
Desempeñando el gobierno le tocó pronunciaH
en 1859, un notable discurso al sepultar los res"
tos del penúltimo congresal del año diey y seis:
el obispo Dr. Colombres. Falleció en Tucumán,
el 16 enero de 1873.
Zelada (Francisco). Militar. De Buenos Aires.
Durante el coloniaje inició la carrera de las Ar-
mas en un regimiento de guarnición en la ciu-
dad de Montevideo, en cuyo destino fué ascen-
dido a subteniente, el 16 de mayo de 1810. Asis-
tió al primer sitio de Montevideo y a la batalla
del Cerrito. Combatió a las órdenes de Ron-
deau en el ejército auxiliar del Perú, hasta el
año siguiente en que se incorporó al ejército
del general Belgrano, acantonado en Tucumán,
de donde pasó en 1816 a la Rioja al frente de
50 hombres, con el objeto de aumentar sus fuer-
zas e incorporarse al ejército del general San
Martín, quien le confió la delicada operación
militar de invadir el territorio chileno por la
Rioja y Vinchina, para ocupar Copiapó y Huas-
co; lo que llevó a cabo el 16 de febrero de 1817,
después de vencer, el 5 del mismo mes y año, a
la guarnición española. Zelada y su tropa me-
recieron el goce del premio señalado a los res-
tauradores de Chile. Se retiró del ejército en
el aiío 1817.
Zelarrayán (Juan). Militar. Formó en la expe-
dición al desierto que al mando de Rosas llegó
hasta la región patagónica el año 1833, y pos-
teriormente, siendo teniente coronel, fué des-
tacado sobre la costa del rio Colorado en de-
fensa de la frontera de Bahía Blanca; presta-
ba allí sus servicios cuando se lanzó ardiente-
mente a preparar el movimiento insurreccional
contra el tirano, en combinación con otros pa-
triotas del Sur de Buenos Aires. Fué delatado
y aprehendido el 13 de julio de 1838 por una
partida de fuerzas de Rosas, que lo sorprendió
de noche, después de una persecución en la que
fué boleado su caballo. Conducido a Bahía
Blanca, fué condenado a muerte y fusilado en
presencia de dos de sus compañeros, el mayor
Céspedes y el capitán Ríos. Murió como un
bravo, dando im muera al tirano. En seguida
ZEL
443 -
ZUF
Cornelio Zelaya.
lié decapitado, y su cabeza, retobada en un
cuero, fué conducida ai cuartel del Retiro, de
Buenos Aires, «para escarmiento de los salva-
jes unitarios.»
:elaya (Cornelio). Militar. Nació en Buenos Ai-
res, el aflo 1782. Comenzó sus servicios milita-
res durante la primer
invasión inglesa, ba-
tiéndose en la acción
de Perdí iel y año si-
guiente en el combate
del 5 de julio. En 1810
actuó en el movimiento
popular del 25demayo.
Asistió a las batallas
de Suipacha, Huaqui,
Salta, Tucumán, Ayo-
huma, Sipe-Sipe y otras
acciones de guerra. En
1816 fué nombrado jefe
del regimiento de Dra-
gones hasta 1820, en
que se retiró del ser-
vicio por la anarquía reinante, siendo ya coro-
nel. Seis años más tarde fué electo constitu-
yente a la Convención Nacional que sancionó
la Constitución unitaria del 1826. Murió en
Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1855.
Zequeira (Severo García Grande de). Militar.
Nació en Salta, en 1789. Se halló en las inva-
siones inglesas. En 1811 sentó plaza de solda-
do, marchando a la campaña Oriental; allí asis-
tió al primer sitio de Montevideo, y tres años
después a la toma y rendición de la misma pla-
za. En septiembre de 1816 formó como segun-
do jefe del batallón número 1 de Cazadores de
los Andes, acantonado en Mendoza; partió al
año siguiente a Chile, asistiendo a Cliacabuco,
Cancha Rayada, Maipú y Bio-Bio. En septiem-
bre de 1819 repasó la cordillera al frente del
batallón número 1, con el objeto de remontar
el Cuerpo y formar una división y regresar lue-
go a Chile y marchar al Perú. Estaba acanto-
nado en San Juan cuando, el 9 de enero de
1820, se produjo la sublevación del referido
regimiento, el que apresó a su digno jefe, que
se resistió con indomable valor al acto de la
prisión, en compañía de varios oficiales. Ze-
queira y otros oficiales fueron asesinados.
Zinny (Antonio Abraham). Publicista. Nació en
Gibraltar, el 9 de octubre de 1821. Llegó a
Buenos Aires en la época del gobierno de don
Juan Manuel Rosas y se dedicó a la educa-
ción, ocupando diversos cargos, entre otros,
el de profesor, director de colegio, catedráti-
co de la Universidad, hasta 1863, en que fué a
Corrientes para dirigir el colegio oficial, don-
de permaneció hasta 1865. En 1868 fué comi-
sario de Censo, inspector de Escuelas, etc. El
Sr. Zinny, como escritor, ha prestado mucha
contribución a las letras argentinas, principal-
mente en obras de historia nacional. Falleció
el 17 de septiembre de 1890.
Zorreguieta (Mariano). Publicista. Nació en la
ciudad de Salta, el 15 de agosto de 1830. Fué
discípulo del célebre maestro Cabezón (v.).
Después estudió Filosofía y Teología en el
convento de San Francisco, siendo dictadas
estas cátedras por los padres franciscanos.
Desempeñó en su provincia durante ocho años
las funciones de escribano de Gobierno. Fué
interventor de la Administración de Correos
por espacio de cinco años, y de diez y siete
años en el de la misma repartición provincial.
Fué concejal en varios períodos y presidente
de la Municipalidad; senador y vicepresidente
en el Senado de su provincia. Como publicista
dio a luz dos interesantes obras: Datos histó-
ricos de la provincia de Salta en la época del
coloniaje y Recuerdos de Salta en la época de
la Independencia. Otro folleto sobre la historia
de las imágenes del Señor y la Virgen de los
Milagros, que se veneran en Salta y otro sobre
cuestiones de límites de la República. Falleció
en su ciudad natal, el 22 de marzo de 1893.
Zorrilla (Benjamín). Abogado. Nació en Salta,
el 25 de marzo de 1838. Gobernador de Salta
desde 1869 a 1871. Su gobierno fué bueno, fo-
mentando principalmente la educación en los
diversos departamentos de la provincia; esta-
bleció líneas de Correos, colocó la piedra fun-
damental de la Escuela Normal, etc. Diputado
por la misma provincia al Congreso Nacional
de 1874 a 1876. Vicepresidente del primer Con-
greso Pedagógico internacional sudamericano.
Ministro de Estado en varias ocasiones. Pre-
sidente del Consejo nacional de Educación. A
los pocos días de su renuncia del ministerio
del Interior, y después de una larga y penosa
enfermedad, falleció en Buenos Aires, el 25 de
julio de 1896.
Zufriátejrui (Pablo). Uruguayo. Nacido en el
año 1780. Se dedicó a la navegación; tomó ser-
vicio en un buque español, donde a los veinte
años de edad conquistó renombre haciendo el
corso contra los ingleses. En 1810 fué partida-
ZUL
444 —
ZUV
rio de la revolución, y fué declarado benemé-
rito en grado heroico por su proeza llevada
a cabo en el asalto y toma de isla fortificada
de las Ratas, el 15 de julio del año citado,
ocupada por fuerzas realistas respetables; con-
siguió rendir la guarnición y tomar armas, mu-
niciones y numerosos prisioneros. En esta ha-
zaña Zufriátegui piloteó los botes y mandó
con el capitán Quesada a las fuerzas patriotas.
El mismo año llevó a cabo otro audaz acto, en
compañía del capitán Valdenegro, apresando
a un buque portugués frente al Buceo, toman-
do prisioneros a todos sus tripulantes. Sirvió
también a las órdenes de Brown, como coman-
dante de una goleta. En 1820 actuó en la gue-
rra civil en Buenos Aires, a las órdenes de Al-
vear. Más tarde figuró entre los 33 patriotas
orientales, que emprendieron la célebre cruza-
da, mandando el ala derecha del ejército en la
batalla de Sarandí. Concurrió a las batallas
de Ituzaingó y Camacuá. Falleció en Monte-
video en 1841.
Zuloaga (Manuel Antonio). Militar. Nacido en
Mendoza, el 13 de julio de 1798. Ingresó en el
ejército de los Andes en 1816 como subtenien-
te en el regimiento 1 1 de Infantería de línea,
en cuyo Cuerpo marchó a Chile. Asistió a
Chacabuco, Talcahuano, Cancha Rayada y
Maipú. Retiróse del servicio con el grado de
sargento mayor, en 1822. Falleció en Mendo-
za el 3 de septiembre de 1863.
Zurita (Juan Pérez de). Gobernador del Tucu-
mán en mayo de 1558. A la primera ciudad a
que dio principio su gobierno puso por nombre
Londres, que fué el mismo año de 1558, en el
valle de Quinmi. Fundó también la ciudad de
Cañete en el mismo sitio en que estuvo la ciu-
dad primitiva del Barco; otra de Córdoba, en
el valle de Calchaquí, a 40 leguas de distancia
de Londres, encomendada esta fundación al
capitán Julián Sedeño y aquélla a Juan Grego-
rio Bazán. Murió el general Zurita en Chile,
ocupando el empleo de maestre de campo ge-
neral de aquel real ejército. Estas últimas ciu-
dades, por orden del gobernador Castañeda,
fueron abandonadas más tarde.
Zuviría (Facundo de). Jurisconsulto. Nació en
la ciudad de Salta, el 26 de noviembre de 1794,
siendo sus padres el teniente coronel español
D. Agustín de Zuviría y D." Feliciana de Cas-
tellanos, salteña, de ilustre familia ambos.
Huérfano a los diez años, fué enviado a la
ciudad de Córdoba para educarse en el Cole-
D. Facundo Zuviría.
gio de Monserrat. Se doctoró enl813, a la edad
de diez y nueve años. Regresó a Salta, donde
ocupó diversos cargos públicos de importan-
cia. El 7 de julio
de 1821, cuando
las armas espa-
ñolas, al mando
del brigadier ge-
neral D. Pedro
Antonio de Ola-
ñeta (muerto más
tarde en el com-
bate de lumusía,
el 1 de abril de
1825), ocuparon
la ciudad, el Ca-
bildo quedó di-
suelto, fugándose
la mayor parte de
sus miembros, in-
cluso el gobernador Saravia, hasta el 15 de ju-
lio, que se retiraron en virtud de un armisticio
celebrado entre Olañeta, los jefes españoles y
el Dr. Zuviría, diputado por el gobernador y
Cabildo de Salta. En esta provincia fundó el
sistema representativo y fué el autor del Esta-
tuto Provincial que estuvo en vigencia hasta
la Constitución de 1853. A la edad de veinti-
séis años fué el primer presidente de la Junta
o Legislatura provincial de Salta. Elegido go-
bernador por la Asamblea Legislativa, declinó
ese honor desde su asiento de presidente en
esa misma Legislatura. Colaboró en la institu-
ción del sufragio universal, en el estableci-
miento del régimen municipal, en la ley de re-
clutamiento y organización de la Guardia Na-
cional, de la que fué su primer comandante.
Tuvo que emigrar a Bolivia, estando su vida
repetidas veces en peligro; dos veces saquea-
ron su propiedad. En Bolivia ejerció el cargo
de inspector general de la Universidad, y no
queriendo que se ¡e retribuyese su trabajo, de-
dicó su renta al sostén y vestuario de los jó-
venes pobres argentinos y bolivianos que se
educaban a la par de sus hijos. Vivía de su pro-
fesión de abogado y de su trabajo literario.
Fué presidente del Soberano Congreso Cons-
tituyente de 1853. Los conceptos del notabilí-
simo discurso que en esa ocasión pronunció, y
que contrariaban en parte las ideas de la épo-
ca, habían de ser ratificados y encontrados
exactos y verdaderos el año 1860, cuando se
proclamó la Constitución que había de regir
zuv
nuestros destinos. El Dr. Zuviría, que estaba
presente en esa sesión, pudo haber dicho para
glorificarse que lo que en ese momento se
sancionaba eran sus ideas de 1853, lo que él
había presentido tan luminosamente; pero era
tanta su modestia que nada dijo, y solamente
con un movimiento afirmativo de su venera-
ble cabeza, y poniéndose de pie, aprobó en
silencio y dio su voto para lo que, a pesar de
su elocuencia, no había conseguido hacer pre-
valecer años atrás. En 1857 fué simultánea-
mente elegido por las provincias de Salta, Ca-
tamarca y Corrientes para representarlas en
el Senado Nacional. Optó por Corrientes. Fué
el primer presidente de la Suprema Corte de
Justicia Nacional. Urquiza le nombró su minis-
tro de Relaciones Exteriores, y lo fué después
de Justicia, Culto e Instrucción pública. Como
orador fué sobresaliente y como literato ha
sido grande su labor. Sarmiento lo llamaba en
una de sus obras «abogado de talento y re-
nombrado por su elocuencia». Algunas de sus
obras: La Prensa periódica. El principio reli-
gioso. La educación pública. La calumnia. Las
hermanas de Caridad, Tiranía y demagogia,
etcétera. Murió en el Paraná, el 19 de agosto
de 1861 , dejando a su familia por única heren-
cia un nombre glorioso e intachable y el ejem-
plo de las virtudes públicas y privadas en su
más acrisolada
pureza. En estos
últimos años el
Gobierno Nacio-
nal ha honrado su
memoria erigien-
do su estatua en
mármol en el hall
p r i n ci p a 1 del
Congreso Nacio-
nal.
Zuviría (Fenelón
de). Juriscon-
sulto. Hijo del
anterior. Nació
en Salta, el 12
de agosto de 1827. Heredó de su padre el ta-
lento, honradez acrisolada y patriotismo que
le hicieron destacarse entre los hombres de su
generación. Como juez, fué un modelo de ca-
Fenelón de Zuviria-
— 445 — ZUV
pacidad y honestidad; fué diputado al Con-
greso Nacional; juez durante largo tiempo en
Córdoba y en el Rosario. Durante nueve años
dictó gratuitamente, sin aceptar sueldo algu-
no, seis materias de Derecho a la juventud
del Rosario de Santa Fe. Fué ministro de Go-
bierno, convencional, camarista, procurador,
fiscal nacional, etcétera. Desempeñó todos es-
tos puestos con rara habilidad, honradez y des-
interés personal, que eran el sello de su ca-
rácter. Murió en la ciudad de Buenos Aires,
el 30 de diciembre de 1884.
Zuviría (José María de). Hermano del anterior.
Habiendo sido su padre desterrado por la ti-
ranía, con otros
argentinos a So-
livia, y siendo alli
rector de la Uni-
versidad de la Paz
llevó a su lado a
sus hijos para
educarlos, adqui-
riendo allí D. Jo-
sé María la ilus-
tración y cultura
que correspondía
a su nacimiento.
Ocupó en ese país
muchos y diver-
sos puestos de im-
portancia, iniciándose en la vida pública des-
pués de Caseros. Fué secretario del Congreso
Constituyente de 1853, que presidía su señor
padre, y diputado por Salta en el mismo Con-
greso. Fué diputado por dos períodos en el
Congreso Nacional. Gobernador interino en
Santa Fe. Secretario del Paraná. Juez federal
en el Rosario de Santa Fe. Secretario de la Le-
gación argentina ante la Santa Sede, en Roma.
Director del Banco Nacional, en Buenos Ai-
res. Dejó, entre otras, las obras siguientes:
Religión de religiones, Los constituyentes
del 53, Estudios sobre la historia argentina,
Anales contemporáneos. Sarmiento y un tomo
de poesías. Falleció en Buenos Aires, el 9 de
noviembre de 1891 . Resúmense en el Dr. Zu-
viría los títulos de jurisconsulto, literato, poe-
ta, magistrado, historiador y constituciona-
lista.
D. José María de Zuviría
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