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Full text of "Diccionario histórico y biográfico de la Republica Argentina"

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DICCIONARIO  HISTÓRICO  Y  BIOGRÁFICO 


DICCIONARIO 


HISTÓRICO  Y  BIOGRÁFICO 


DE  LA 


REPÚBLICA  ARGENTINA 


POR 


JULIO  A.   MUZZIO 


TOMO  PRIMERO 


BUENOS  AIRES 

LIBRERÍA  «LA  FACULTAD.  DE  JUAN  ROLDAN 

436,  FLORIDA,  436 

1920 


Imp.  de  A.  Marzo.— San  Hermenegildo,  32  dupd.*— Madrid. 


'Dedico  este  trábalo,  con  toda  deferencia, 
al  fundador  de  ia  Uniuersidad  Pofiutar  de 
ía  Boca,  ministro  {iíenij20tenciario  argentino 
en  los  Estados  Unidos  de  Tiorte  Umérica, 
doctor  lomas  U.  te  Bretón. 

J.  U.  Muzzio. 


«Nosotros  debemos  aspirar  a  la  gloria 
de  constituir  una  Nación,  que  sea  la  patria 
de  los  hombres  libres;  el  centro  de  las  vir- 
tudes sociales  y  de  los  inocentes  goces, 
que  saben  proporcionar  la  industria  y  el 
talento.» 

Dr.  Juan  Ignacio  Gorrltl. 

Sesión  del  Congreso,  del  2  de  marzo  de  1826. 


A 


Abaren  (Baltasar  de).  Catalán,  gobernador  de 
la  antigua  provincia  del  Tucumán  en  1727,  nom- 
brado por  el  virrey  D.  José  Ormendaria  en  la 
creencia  de  que  prestaría  servicios  a  la  gober- 
nación, cosa  que  no  sucedió,  pues,  imposibilita- 
do de  atender  a  los  negocios  de  la  guerra,  de 
cuidar  de  la  defensa,  que  dio  motivo  al  aban- 
dono de  la  nueva  reducción  de  San  Esteban  de 
Miraflores,  por  falta  de  protección,  presentó 
la  dimisión  del  gobierno,  que  había  ejercido  des- 
de mediados  de  1727  hasta  1730,  que  se  retiró 
a  Lima,  donde  el  virrey  le  confirió  el  empleo  de 
general  del  Callao. 

Abascal  (José  Fernando  de).  Virrey  del  Perú, 
que  pretendió  contener  los  progresos  de  la 
Revo!  .;ión  de  mayo  en  el  Río  de  la  Plata 
declarando  incorporadas  a  Lima  las  provin- 
cias de  Charcas,  La  Paz,  Potosí  y  Córdoba, 
que  formaban  parte  del  virreinato  del  Río  de 
la  Plata.  Dictó  medidas  para  levantar  ejércitos 
con  el  objeto  de  sofocar  en  su  germen  la  revo- 
lución y  castigar  a  los  patriotas;  porque,  se- 
gún una  célebre  proclama  que  había  dado  en 
el  mes  de  julio,  c<los  americanos  habían  nacido 
para  ser  esclavos  y  vegetar  en  la  obscuridad  y 
abatimiento». 

Aberastain(Dr.  Antonio. )Natural  de  San  Juan; 
descendía  de  una  antigua  y  distinguida  familia 
de  la  provincia.  Cursó  sus  estudios  en  el  Co- 
legio de  Ciencias  Morales,  de  esta  capital, 
descollando  en  el  estudio  de  idiomas,  logrando 
poseer  siete,  y  luego  se  graduó  en  Derecho. 

Oc   HlST.   BlOQR. 


Fué  juez  de  alzadas  en  1835;  ministro  en  la 
administración  del  general  Puch;  en  1840,  se- 
cretario de  la  Intendencia  de  Copiapó,  en  Chi- 
le, donde  explotó  minas  durante  catorce  años. 
Derrocada  la  tiranía,  renunció  una  diputación 
ante  el  Congreso  de  la  Confederación,  y  más 
tarde,  el  cargo  de  ministro  en  la  Corte  Supre- 
ma de  Justicia  de  la  nación.  Intervino  activa- 
mente en  la  política  de  su  provincia  natal,  y 
en  1860,  con  motivo  de  la  revolución  del  16  de 
noviembre,  fué  depuesto  y  muerto  el  coronel 
D.  José  Antonio  Virasoro,  correntino,  asu- 
miendo Aberastain  el  mando  el  día  29.  El  Go- 
bierno nacional  intervino  en  la  provincia,  y 
como  ésta  se  resistiera,  se  libró  la  batalla  del 
Pocito,  donde  fué  tomado  prisionero,  y  des- 
pués de  mil  penurias  fué  fusilado  el  12  de  ene- 
ro de  1861.  «El  Dr.  Aberastain,  después  de 
prisionero,  se  le  desnuda  completamente,  se 
le  quitan  los  zapatos  y  las  medias,  y  a  pesar  de 
su  avanzada  edad  y  del  respeto  que  debía  in- 
fundir su  noble  cabeza  cubierta  de  canas,  se  le 
hace  caminar  cinco  leguas  a  pie,  al  calor  de  los 
rayos  de  un  sol  ardiente  y  abrasador.  Extenua- 
do de  cansancio  y  fatiga,  pide  al  fin,  como  una 
misericordia,  que  se  le  permita  subir  a  caballo, 
pues  el  estado  de  sus  pies,  hechos  pedazos,  no 
le  permite  dar  un  paso  más.  Entonces  lo  to- 
man y  lo  sientan  sn  un  montón  de  piedras 
que  encuentran  en  el  camino,  y  así  dispuesto, 
sus  bárbaros  verdugos  le  fusilan  por  la  es- 
palda." 


ABO 


2  — 


ABR 


Aborígenes.— Cuadro  sinóptico  de  las  razas  aborígenes  que  poblaron  el  territorio  argentino: 


Distribución  geográfi- 
ca de  los  pueblos 
aborígenes. 


1 .°    Los  pueblos  históricos  de  las  mon- 
tañas del  Noroeste 


Diaguitasy  Calchaquíes,  que  eran 
las  razas  aborígenes  más  ci- 
vilizadas del  territorio  argen- 
tino. 


,  Matacos.— Mataguayos. 

2.°    Los  pueblos  históricos  de  las  sel-  Chorotes. 

vaschaqueñas j  Guaycurúes. 

'  Chiriguanos. 

(Fimbúes. 
Cainguas. 

ae  IOS  granaes  nos -i    Mocoretas. 

Charrúas. 


4.°    Los  pueblos  históricos  de  las  Ha- 1 
nuras í 


Agaces. 

Querandíes. 

Puelches. 

Araucanos. 


5.°    Los  pueblos  históricos  de   Pata-  (    E""^"  *'''^"S  nómadas  que  vivían 

-.       de  la  caza,  particularmente  del 


goma. 


guanaco  y  del  avestruz. 


chipiélagos  magallánicos V   Yamanas 


(Leoene). 


Abréa  (Agustín  de).  Teniente  de  fragata.  Du- 
rante las  invasiones  inglesas,  Abreu,  al  frente 
de  una  división  de  Milicias,  ataca  a  una  colum- 
na inglesa  (7  de  diciembre  de  1806)  que  en  bus- 
ca de  víveres  salió  de  Maldonado,  donde  las 
fuerzas  británicas  habían  desembarcado  el 
30  de  octubre.  En  el  ataque,  Abréu  y  su  segun- 
do fueron  muertos. 

Abréu  o  Ábrego  y  Figueroa  (Gonzalo  de). 
Gobernador  de  Tucumán  en  1574.  Era  natural 
de  Sevilla,  y  descendía  de  una  familia  ilustre. 
Fué  nombrado  por  Felipe  II,  en  1570,  para  su- 
ceder a  D.  Francisco  de  Aguirre.  Se  presentó 
cuatro  años  más  tarde  recién  a  tomar  posesión 
de  su  cargo,  al  frente  de  un  numeroso  cortejo. 
Su  gobierno  se  inició  por  una  serie  de  atrope- 
llos y  crímenes.  Diómuerte  a  su  antecesor.  Ca- 
brera, despojó  de  sus  bienes  y  honores  a  los 
miembros  del  Ayuntamiento;  satisfizo  sus  deu- 
das con  los  dineros  públicos,  y  proyectó  la  re- 
conquista del  valle  de  Calchaquí,  pero  sin  re- 


sultados. Bajo  su  gobierno  se  fundó  la  villa  de 
San  Bernardo,  en  el  valle  de  Tarija.  Los  crí- 
menes de  Abréu,  su  codicia,  su  conducta  desen- 
frenada y  su  despótica  altivez,  lo  hicieron 
odioso  en  la  provincia,  que  gobernó  hasta  1580| 
en  cuyo  año,  su  sucesor,  D.  Fernando  de  Ler- 
ma,  le  redujo  a  prisión,  haciéndole  aplicar  los 
más  atroces  tormentos,  de  cuyas  resultas  mu- 
rió en  febrero  de  1581.  Dice  el  Dr.  López:  «Le 
mandó  dar  tormento,  pero  con  deleitosa  lenti- 
titud  y  buen  método:  que  no  en  balde  ha  pasa- 
do la  vida  leyendo  con  encanto  el  Tratado 
de  los  procedimientos  Jurídicos,  de  Juan  de 
Torquemada.  Comenzó  por  hacerle  destrozar 
en  lo  vivo  las  unas  de  los  pies  y  de  las  manos; 
los  bichos  «piques»  y  <niguaso  se  le  aposen- 
tan en  las  llagas;  los  alaridos  y  las  plegarias 
son  espantosas;  pero  no  encuentra  oídos  de 
piedad  hasta  que,  viéndolo  agotado  y  moribun- 
do, manda  que  le  alivien  el  cepo  y  que  lo  de- 
jen morir.» 


ACÁ 


—  3 


ACÓ 


Acasnso  (Domingo  de).  Fundador  del  pueblo  e 
iglesia  de  San  Isidro,  en  ITÍXi;  era  natural  de 
Madrid.  Llegó  al  Río  de  la  Plata  con  el  grado 
de  capitán,  que  había  adquirido  en  España.  Al 
poco  tiempo  de  su  llegada  el  gobernador  He- 
rrera le  comisionó  para  llevar  instrucciones  al 
alcalde  del  partido  de  Las  Conchas,  a  fin  de 
evitar  el  contrabando  que  se  temía  efectuasen 
los  portugueses  por  aquella  costa.  En  cumpli- 
miento de  su  cometido,  Acasuso  salió  de  la  ca- 
pital, acompañado  de  un  asistentedesu  confian- 
za, deteniéndose  a  descansar  en  el  hoy  pueblo 
de  San  Isidro.  Era  este  paraje  por  aquel  tiem- 
po una  pequeña  aldea  de  agricultores,  de  cuya 
triste  situación  se  lamentó  Acasuso,  prometién- 
dose desde  entonces  mejorarla  así  que  su  for- 
tuna se  lo  permitiera.  Hombre  creyente,  el  ca- 
pitán Acasuso  no  podía  comprender  que  pudie- 
ra existir  un  grupo  de  hombres  cristianos  sin 
una  capilla  donde  adorar  a  Dios.  Sin  perder, 
pues,  de  vista  aquella  población  ni  desistir  de 
su  propósito,  el  capitán  llenó  satisfactoriamen. 
te  su  comisión,  siendo  esto  el  principio  de  su 
fortuna,  que  llegó  a  ser  considerable  algún 
tiempo  después.  Creyó  entonces  llegada  la 
ocasión  de  satisfacer  su  antiguo  intento,  y  vol- 
viendo sus  ojos  sobre  los  habitantes  de  la  pe- 
queña aldea  de  agricultores,  propuso  levantar 
en  ese  punto  un  templo  a  San  Isidro,  Patrono 
de  los  agricultores.  Solicitó  el  permiso  de  la 
autoridad  eclesiástica  y  empezó  a  edificar  una 
capilla  que  albergara  provisionalmente  la  ima_ 
gen  de  San  Isidro  mientras  se  construía  el  tem. 
pío  que  hoy  existe.  Ahí  se  conservan  todavía 
como  antigüedades  históricas  dos  pilas:  una 
con  la  fecha  de  1717  y  otra  de  1731,  y  una 
campana  con  la  siguiente  inscripción:  «Mandó- 
me hacer  Domingo  de  Acasuso.  Año  MDCCXII, 
siendo  capellán  D.  Leonardo  Ruiz  Corredor.» 
Acasuso  consumió  el  resto  de  su  vida  en  obras 
piadosas,  haciendo  grandes  bienes  al  culto  di- 
vino, contándose  entre  éstos  la  terminación  de 
la  iglesia  de  San  Nicolás  de  Bari.  En  un  retra- 
to que  se  conserva  en  esta  iglesia  está  el  capi- 
tán de  rodillas,  teniendo  en  sus  manos  el  tem- 
plo, que  ofrece  humildemente  al  santo.  Falleció 
repentinamente  en  Buenos  Aires,  el  8  de  febre- 
ro de  1727. 

Acayuasá  (combate).  Guerra  del  Paraguay. 
Entre  una  columna  compuesta  de  argentinos  y 
brasileños,  al  mando  del  coronel  D.  Miguel 
Martínez  de  Hoz,  enviada  por  el  genera!  Ri- 
vas  a  hacer  un  reconocimiento  en  el  Chaco,  y 


una  fuerza  de  caballería  paraguaya  que  estaba 
desmontada  y  emboscada  en  el  lugar  denomi- 
nado Acayuasá  (18  de  julio  de  18(58).  Los  brasi- 
leños se  retiraron  sin  tomar  parte,  siendo  sa- 
crificados los  argentinos,  que  pelearon  con  de- 
nuedo. El  coronel  Martínez  de  Hoz  fué  muer- 
to y  el  teniente  coronel  Campos  tomado  pri- 
sionero, siendo  las  pérdidas  como  de  2oO  hom- 
bres. 
Acevedo  (Eduardo).  Jurisconsulto  y  corredac- 
tor del  Código  de  Comercio  argentino.  Nació 
en  el  Estado  Oriental;  ministro  durante  el  go- 
bierno del  Dr.  Bernardo  Berro;  vicepresiden- 
te de  la  República  y  candidato  a  la  presidencia 
de  la  misma.  Triunfantes  sus  adversarios  polí- 
ticos, abandonó  su  patria,  estableciéndose  en 
Buenos  Aires,  donde  ejerció  de  abogado.  En 
unión  con  el  Dr.  Vélez  Sarsfield,  redactó,  por 
encargo  del  Gobierno  argentino,  el  Código  de 
Comercio  (1860).  Murió  este  jurisconsulto,  de 
vasto  talento,  el  23  de  agosto  de  1862. 

Acevedo  (Manuel  Antonio).  Signatario  del  acta 
de  la  independencia.  Natural  de  Salta,  en  1770. 
Cursó  sus  estudios  en  la  Universidad  de  Cór- 
doba, e  inclinado  a  la  carrera  eclesiástica  en  su 
juventud,  cursó  los  estudios  necesarios  para 
ser  ordenado,  como  lo  fué  por  el  obispo  Mos- 
coso,  en  Córdoba.  Algún  tiempo  después  hízo- 
se  cargo  del  curato  de  Belén,  en  Catamarca. 
Alcanzó  la  dignidad  de  canónigo  en  Salta,  y 
fué  electo  diputado  por  la  provincia  de  Cata- 
marca  al  Congreso  de  Tucumán,  para  cuya  ins- 
talación pronunció  la  oración  inaugural  el  24 
de  junio  de  1816.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  9 
de  octubre  de  1825. 

AcoUaderas  (combate).  En  la  expedición  al  de- 
sierto ideada  por  Rosas  y  dirigida  por  Quiro- 
ga,  una  división  salida  de  San  Luis,  al  mando 
de  Huidobro,  llega  hasta  las  AcoUaderas,  don- 
de tiene  un  encuentro  sangriento  con  las  fuer- 
zas del  indómito  y  valiente  cacique  Yanquetruz, 
siendo  éste  derrotado,  teniendo  que  buscar  re- 
fugio en  los  montes.  Este  combate  tuvo  lugar  el 
16  de  marzo  de  1833. 

Aconcagua  (combate).  En  el  paso  de  los  An- 
des, el  general  Soler,  jefe  de  la  vanguardia, 
había  avanzado  rápidamente  sobre  Putaendo  y 
colocado  al  comandante  D.  Mariano  Necochea 
cerca  del  río  Aconcagua  (1)  con  1 10  hombres  de 
caballería.  «El  enemigo— dice  el  general  San 


(1)    Vigía  o  centinela  de  piedra;  palabra  compuesta  de 
Ackón  (de  piedra)  y  Kafruac  (el  que  mira). 


ACÓ  -  •= 

Martín  en  su  parte  del  22  al  director  supremo  de 
las  Provincias  Unidas— recibió  refuerzos  con- 
siderables el  8  de  febrero  por  la  tarde;  en  la 
misma  noche  pasó  el  río  Aconcagua,  y  al  rom- 
per el  alba  del  día  siguiente  se  presentó  al 
frente  del  comandante  Necochea  con  400  caba- 
llos, 300  infantes  y  dos  piezas  a  retaguardia. 
Este  valiente  oficial  no  vaciló  un  instante:  man- 
dó retirar  sus  avanzadas;  hasta  ver  al  enemigo 
a  media  cuadra  no  disparó  ni  un  solo  tiro;  en- 
cargó la  derecha  al  capitán  D.  Manuel  Soler 
y  la  izquierda  al  ayudante  D.  Ángel  Pacheco: 
mandó  poner  sable  en  mano  y  los  cargó  con  la 
mayor  bizarría:  los  bate  completamente;  dejan 
30  muertos  en  el  campo;  toman  cuatro  prisio- 
neros heridos  y  los  persiguen,  acuchillándolos 
hasta  el  Cerro  de  las  Coimas,  donde  los  prote- 
ge su  infantería.»  En  la  misma  mañana,  antes 
de  las  nueve,  abandonan  precipitadamente  su 
posición  de  San  Felipe  y  pasan  al  otro  lado  del 
río.  El  combate  tuvo  lugar  el  7  de  febrero 
de  1817. 
Acosta  (Agustín).  Militar.  Natural  de  Buenos 
Aires.  En  1827  era  teniente  1.°  en  el  regimien- 
to 5.°  de  caballería,  que  guarnecía  las  fronteras 
contra  los  indios,  donde  pasó  algún  tiempo;  fué 
más  tarde  capitán  del  Escuadrón  de  Mayo,  en 
el  ejército  libertador  que  a  las  órdenes  del  ge- 
neral D.  Juan  Lavalle  hizo  la  cruzada  contra 
Rosas  desde  Martín  García  a  Jujuy,  en  los 
años  de  1839  a  1841,  habiéndose  encontrado  en 
las  acciones  de  Yeruá,  Don  Cristóbal,  Santa 
Fe,  Sauce  Grande,  Quebracho,  Famaillá,  et- 
cétera. Con  el  grado  ya  de  coronel  desempe- 
ñó la  jefatura  de  la  comandancia  de  Vecinos, 
con  asiento  en  Marí-Huicul,  en  Buenos  Aires; 
se  halló  en  Caseros  (1852),  y  en  San  Gregorio, 
batalla  que  tuvo  lugar  el  22  de  enero  de  1853, 
entre  las  tropas  sitiadoras  de  Buenos  Aires  y 
las  que  concurrían  a  su  defensa,  perdiendo  en 
la  acción  la  vida  el  coronel  Acosta. 
Acosta  (Mariano).  Político.  Nació  en  Buenos  Ai- 
res el  8  de  noviembre  de  1825.  Desde  joven  per- 
teneció al  partido  unitario,  y  como  tal  emigró 
de  su  patria  durante  la  tiranía  de  Rosas.  De  re- 
greso en  1852  aparece  en  la  vida  pública  como 
representante  a  la  legislatura  de  la  provincia, 
y  al  año  siguiente  toma  las  armas  durante  el  si- 
tio de  Lagos,  en  el  cantón  Chabuco,  capital  fe- 
deral. Terminado  éste,  vuelve  a  ser  diputado, 
siéndole  confiado  luego  el  cargo  de  oficial  ma- 
yor del  ministerio  de  Gobierno  y  la  secretaría 
de  la  misión  Peña,  al  Paraná,  el  año  1855.  Cin- 


-  ACÓ 

co  años  después  formó  parte  de  la  Convención 
constituyente  de  la  provincia,  y  desde  1862  has- 
ta el  65  desempeñó  la  cartera  de  Gobierno  del 
gobernador  Saavedra;  en  1870  fué  vicepresi- 
dente de  la  Convención  provincial.  Posterior- 
mente ocupó  en  varios  períodos  la  presidencia 
del  Banco  de  la  provincia,  y  desde  1872  al  74 
desempeñó  la  gobernación  de  Buenos  Aires 
Electo  vicepresidente  de  la  República  en  1874, 
terminó  su  período  en  1830,  retirándose  a  la 
vida  privada.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  17  de 
septiembre  de  1893.  Sus  restos  descansan  en  la 
iglesia  ae  San  Francisco,  de  cuyo  convento  era 
síndico. 

Acosta  y  Padilla  (Gutierre  de).  Gobernador 
de  la  antigua  provincia  del  Tucumán.  Sucedió  i 
Pardo  Figueroa  en  1664.  En  su  gobierno,  y  p 
disposición  del  obispo  de  la  diócesis,  don  fr  i 
Melchor  Maldonado  de  Saavedra,  entraron  los 
misioneros  jesuíta?,  armados  de  sólo  la  cruz  de 
Cristo,  a  la  reducción  y  conversión  de  los  rebel- 
des pueblos  de  Sañogasta,  Malfin,  Fiambalá, 
Saugil  y  Abaugeán.  El  mismo  prelado,  precedi- 
do del  misionero  jesuíta  padre  Diego  Sotelo, 
del  maestre  de  campo  Juan  Gregorio  Bazán  y 
Pedraza  y  del  sargento  mayor  Isidro  de  Villa- 
fañe,  vecinos  de  La  Rioja,  encomenderos,  y  del 
capitán  Antonio  Calderón,  muy  perito  en  el 
idioma  kakana  o  calchaqui,  con  sus  hijos  y  cria- 
dos, marchó  hasta  el  fuerte  del  Pantano,  ha- 
biendo sido  todos  bien  recibidos  en  los  pueblos 
del  tránsito,  donde  había  iglesias  de  paja.  Muy 
en  peligro  estuvo  el  obispo  Maldonado,  de  que, 
con  su  sano  consejo,  le  salvó  el  cacique  de  En- 
camana  (Santa  María),  Francisco  Utimba.  Des- 
pués del  regreso  del  prelado  a  su  catedral,  el 
gobernador  Acosta  dio  orden  al  general  Pedro 
Nicolás  de  Brizuela,  comandante  de  la  fronte- 
ra, para  que,  con  su  fuerza,  marchase  contra 
los  indios,  habiendo  salido  bien  en  la  empresa 
y  trasladando  la  población  de  Malfin,  Abau- 
geán y  Saugil  al  pueblo  de  Pichana,  en  la  juris- 
dicción de  Córdoba.  Por  orden  del  rey,  el  go- 
bernador Acosta  redujo  los  pueblos  de  Santia-» 
go  a  menor  número,  incorporando  unos  pueblos 
en  otros  a  causa  de  la  gran  disminución  de  in- 
dios y  de  la  escasez  de  párrocos  para  doctri- 
narlos, llevando  la  empresa  a  cabo  con  la  ma- 
yor destreza,  no  sin  vencer  graves  dificultades. 
A  los  seis  años  terminó  su  gobierno,  permane- 
ciendo en  la  provincia,  donde  murió  pobre. 

Acoyte  (combate).  Habiéndose  apoderado  de  la 
ciudad  de  Jujuy  el  general  Olañeta,  desprendió 


ACT  -  5 

de  su  ejército  una  columna  de  200  hombres  del 
regimiento  Extremadura,  con  el  propósito  de 
hostilizar  a  las  diezmadas  fuerzas  argentinas 
De  esa  columna  se  destacaron  40  hombres,  que 
fueron  derrotados  completamente  en  Acoyte 
(11  de  febrero  de  1818)  por  20  gauchos  manda- 
dos por  José  Antonio  Ruiz.  Los  españoles  de- 
jaron seis  muertos  y  18  prisioneros,  entre  ellos 
un  oficial,  y  a  más,  40  fusiles. 
Acta  de  la  independencia  argentina. 
«Nos,  los  representantes  de  las  Provincias  Uni- 
das de  Sud-América,  reunidos  en  Congreso  ge- 
neral, invocando  al  Eterno,  que  preside  el  Uni- 
verso, en  el  nombre  y  por  la  autoridad  de  los 
pueblos  que  representamos,  protestando  al  Cie- 
lo, a  las  naciones  y  hombres  todos  del  globo  la 
justicia  que  regla  nuestros  votos,  declaramos 
solemnemente  a  la  faz  de  la  tierra  que  es  vo- 
luntad unánime  e  indubitable  de  estas  provin- 
cias romper  los  violentos  vínculos  que  las  liga- 
ban a  los  reyes  de  España,  recuperar  los  dere- 
chos de  que  fueron  despojadas  e  investirse  del 
alto  carácter  de  nación  libre  e  independiente 
del  rey  Fernando  VII,  sus  sucesores  y  metrópo- 
li y  de  toda  dominación  extranjera.  Quedan 
en  consecuencia,  de  hecho  y  de  derecho  con 
amplio  y  pleno  poder  para  darse  las  formas 
que  exija  la  justicia  e  impere  el  cúmulo  de  sus 
actuales  circunstancias.  Todas  y  cada  una  de 
ellas  así  lo  publican,  declaran  y  ratifican,  com- 
prometiéndose por  nuestro  medio  al  cumpli- 
miento y  sostén  de  esta  su  voluntad,  bajo  del 
seguro  y  garantía  de  sus  vidas,  haberes  y  fama. 
Comunique  a  quien  corresponda  para  su  publi- 
cación, y,  en  obsequio  del  respeto  que  se  debe  a 
las  naciones,  detállense  en  un  manifiesto  los 
gravísimos  fundamentos  impulsivos  de  esta  so- 
lemne declaración.  Dada  en  la  Sala  de  Sesio- 
nes, firmada  de  nuestra  mano,  sellada  con  el 
sello  del  Congreso  y  refrendada  por  nuestros 
diputados-secretarios.— Francisco  Narciso  de 
Laprida,  diputado  por  San  Juan,  presidente; 
Mariano  Boedo,  vicepresidente,  diputado  por 
Salía;  Dr.  Antonio  Sáenz,  diputado  por  Bue- 
nos Aires;  Dr.  José  Darragueyra,  diputado  por 
Buenos  Aires;  fray  Cayetano  José  Rodríguez, 
diputado  por  Buenos  Aires;  Dr.  Pedro  Medra- 
no,  diputado  por  Buenos  j\ires;  Manuel  Anto- 
nio Acevedo,  diputado  por  Catamarca;  Dr.  José 
Ignacio  de  Gorriti,  diputado  por  Salta;  Dr.  An- 
drés José  Pacheco  de  Meló,  diputado  por  Chu- 
cas; Dr.  Teodoro  Sánchez  de  Bustamante,  di- 
putado por  la  ciudad  de  Jujuy  y  su  territorio; 


-  ACU 

Eduardo  Pérez  Bulnes,  diputado  por  Córdoba; 
Tomás  Qodoy  Cruz,  diputado  por  Mendoza; 
Dr.  Pedro  Miguel  Araoz,  diputado  por  la  capi- 
tal de  Tucumán;  Dr.  Esteban  Agustín  Gascón, 
diputado  por  la  provincia  de  Buenos  Aires;  Pe- 
dro Francisco  de  Uriarte,  diputado  por  Santia- 
go del  Estero;  Pedro  Ignacio  Rivero,  diputado 
por  Mizque;  Dr.  Mariano  Sánchez  de  Loria, 
diputado  por  La  Rioja;  licenciado  Jerónimo 
Salguero  de  Cabrera  y  Cabrera,  diputado  por 
Córdoba;  Dr.  José  Colombres,  diputado  por 
Catamarca;  Dr.  José  Ignacio  Thames,  diputado 
por  Tucumán;  fray  Justo  Santa  María  de  Oro, 
diputado  por  San  Juan;  José  Antonio  Cabrera, 
diputado  por  Córdoba;  Dr.  Juan  Agustín  Maza, 
diputado  por  Mendoza;  Tomás  Manuel  de  An- 
chorena,  diputado  por  Buenos  Aires;  José  Ma- 
riano Serrano,  diputado  por  Charcas;  secreta- 
rio, Juan  José  Paso,  diputado  por  Buenos 
Aires. ;> 
Acuña  (Francisco  de).  Comandante  de  armas 
de  Catamarca  desde  el  año  1770  hasta  abril 
de  1807.  Con  motivo  de  la  segunda  invasión 
inglesa  marchó  a  la  defensa  de  Buenos  Aires, 
a  la  cabeza  de  cinco  compañías  de  más  de 
500  hombres,  que  con  tal  destino  había  forma- 
do. Las  demás  ciudades  de  la  provincia  demos- 
traron en  aquellas  circunstancias  sus  íntimos 
sentimientos  con  algunas  sumas  de  dinero  co- 
rrespondientes a  sus  facultades,  y  siendo  Ca- 
tamarca la  más  escasa  de  todas  y  con  menos 
entradas,  fué  la  que  concurriera  con  mayor 
fuerza  de  gente  que  todas  ellas  y  con  más  di- 
nero del  que  permitía  la  localidad.  Durante  su 
ausencia  lo  reemplazó  D.  Nicolás  de  Sosa  y 
Soria,  teniente  de  Milicias  y  alcalde  de  primer 
voto.  Con  motivo  de  los  nuevos  refuerzos  in- 
gleses que  se  esperaban  del  cabo  de  Buena 
Esperanza,  la  prudencia  dictó  alejar  de  la  ca- 
pital a  los  prisioneros  de  la  reconquista  de 
Buenos  Aires,  repartiéndolos  por  la  campaña. 
El  general  Beresford  fué  destinado  a  la  villa 
de  Lujan  con  siete  oficiales,  que  él  mismo  eli- 
gió para  que  le  acompañasen,  entre  los  cuales 
se  contaba  el  coronel  Dionisio  Pack.  Este  y  el 
general  se  dedicaron  a  trabajar  juntos  en  el 
sentido  de  formar  un  partido  de  independencia, 
que  lo  llegaron  a  conseguir.  Adoptóse  enton- 
ces el  temperamento  de  internar  al  general 
Beresford,  con  los  demás  oficiales,  a  otras 
ciudades,  y  se  eligió  para  esto  la  de  Catamar- 
ca, a  la  que  no  llegaron  Beresford  y  Pack  por 
haber  logrado  fugar  a  Montevideo  antes  de 


ACU 


—  6 


ACH 


salir  de  Lujan.  Los  otros  seis  llegaron  a  su 
destino,  recelosos,  no  sin  razón,  de  padecer  ve- 
jaciones y  malos  tratamientos  en  el  interior. 
Mas  no  sucedió  así:  fueron  recibidos  con  todo 
agasajo  y  atenciones,  habiendo  sido  alojados 
por  algún  tiempo  en  las  casas  de  los  principa- 
les vecinos,  y  antes  de  salir  dirigieron  la  carta 
de  despedida  que  sigue:   oCatamarca,    1    de 
agosto  de  1S07.  Muy  señor  nuestro:  Estando 
en  vísperas  de  despedirnos  de  la  valiza  (1),  los 
oficiales  británicos  no  podemos  pensar  en  sa- 
lir de  Catamarca  sin  manifestar  publicamente 
nuestros  agradecimientos  vivos  para  con  us- 
ted, señor,  cabeza  y  gobernador  de  este  pue- 
blo, por  su  mucha  política  y  consideración  per- 
sonal respecto  a  nosotros  en  cuanto  ha  podido, 
como  igualmente  para  con  los  vecinos  en  ge- 
neral, de  cualquier  clase,  con  quienes  hemos  te- 
nido el  gusto  de  tratar.  De  todo  individuo  he- 
mos experimentado  el  sumo  cariño;  todos  han 
seguido  como  a  porfía  el  ejemplar  honrado  de 
usted  y  de  aquel  excelente  caballero  D.  Feli- 
ciano de  la  Mota,  y  los  demás  moradores  de 
esta  ciudad.  Por  tanto,  no  hay  subdito  británi- 
co, desde  el  primero  hasta  el  último  de  nos- 
otros, que  no  quedará  para  siempre  agradeci- 
do, y  todos  somos  igualmente  deseosos  qn2 
usted  tuviere  la  bondad  de  participar  del  modo 
más  conveniente  estos  nuestros  sentimientos 
al  público.  Que  Dios  guarde  a  usted  muchos 
años,  y  felices,  y  que  el  mismo  Dios  haga  flo- 
recer a  esta  ciudad  de  Catamarca  en  sus  giros 
y  comercio,  y  que  últimamente  llegue  a  levan- 
tar cabeza  entre  las  ciudades  más  principales 
de  la  América;  éste  es  el  ruego  de  los  muy 
agradecidos  y  muy  humildes  servidores  de  us- 
ted y  de  los  vallistas.— Roberto  Guillermo  Pa- 
trick,  capitán  de  infantería;  AlexanderForbes, 
mayor  de  brigada;  Roberto  Arbuthnot,  capitán 
del  20  de  dragones;  Alexander  Macdonald,  te- 
niente de  artillería;  Edmundo  L'Estrage,   te- 
niente del  71;  James  Evans,  cirujano.— Posda- 
ta: Usted  dispensará  los  muchos  errores  de  dic- 
ción que  se  encontrarán  en  esta  carta,  pues  no 
somos  nmy  ladinos  (2);   pero  esperamos  que 
bastante  quedará  inteligible  para  echar  a  ver 


(1)  Despedirse  de  la  valira  es  lo  mismo  que  decir  que 
estaban  en  vísperas  de  despedirse  del  Rio  de  la  Plata. 

(2)  El  autor  de  esta  carta  no  puede  ser  otro  que  el  ca- 
pitán Patrick,  el  primero  que  la  subscribe,  quien  cuando 
fue  hecho  prisionero  no  tenía  ni  una  liíjera  tintura  dei 
idioma  castellano  y  en  menos  de  un  aflo  se  hizo  capaz  de 
escribir  en  esos  términos. 


a  nuestro  afecto.— Al  señor  alcalde  de  primer 
voto  D.  Nicolás  de  Sosa  y  Soria,  teniente  de 
Milicias,  etc.,  etc.»  Este  documento  hace  alto 
honor  a  Catamarca. 
Acha   (Mariano).    Militar.    Nació   en   Buenos 
Aires,  en  ISOl.  Comenzó  su  carrera  militar  en 
las  fronteras   del  Sud   de   la  misma  ciudad. 
En  1818  fué  alférez  de  Dragones;  más  tarde  se 
mezcló  en  las   luchas   civiles,  acompañando 
en  1828  al    coronel  Lavalle  en  su  campaña 
contra  Dorrego.  En  la  lucha  contra  la  tiranía 
fué  jefe  de  vanguardia  del  general  Lamadrid, 
que  operaba  en  las  provincias  de  Cuyo.  Venci- 
do en  Machigasta,  pasó  a  Tucumán,  y  de  esta 
ciudad  a  Catamarca;  de  allí  a  La  Rioja,  al  fren- 
te de  su  vanguardia,  habiéndosele  encomenda- 
do la  ocupación  de  San  Juan,  lo  queverificó,  al 
frente  de  400  infantes,  el  13  de  agosto  de  1841. 
Perseguido  de  cerca  por  un  ejército  combinado 
de    Benavidez,   Aldao  y    Lucero,    fuerte    de 
2.500  hombres,  le  presenta  batalla  en  Angaco. 
La  acción  duró  cinco  horas,  y  fué  muy  san- 
grienta, quedando  el  enemigo  deshecho;  pero 
habiéndole  llegado  nuevos  refuerzos  y  agota- 
das sus  municiones,  Acha  tuvo  que  capitular, 
siendo  decapitado  el  21  de  septiembre  de  1841  • 
Achaval  (Joaquín  de).  Natural  de  Bolivia.  Des- 
cendía  de    una    ilustre    familia   vascongada. 
Miembro  del  Cabildo  de  Buenos  Aires,  en  cuyo 
puesto  prestó  servicios  a  la  causa  de  la  inde- 
pendencia. En  1820  fué  el  fundador  del  cuerpo 
de  policía  titulado  del  Orden,  cuyo  cuartel  esta- 
ba situado  en  las  inmediaciones  de  la  plaza  de 
la    Fidelidad— hoy  general   Belgrano    (Mont- 
serrat)—,  creado  con  el  objeto  del  mantenimien- 
to del  orden  público,  persecución  de  malhecho- 
res, etc.  Con  fecha  15  de  mayo  de  1821  fué 
nombrado  capitán  de  dicho  cuerpo,  en  el  que 
tuvo  eficaces  colaboradores  como  el  famoso 
Alcaraz  (v.)  Durante  el  gobierno  del  general 
Rodríguez   fué    nombrado  jefe  de  Policía  de 
Buenos  Aires,  siendo  el  primero  que  ejerció 
ese  cargo,  que  desempeñó  hasta  1824.  Falleció 
en  octubre  de  1841. 
Acheta  (Domingo  Victorio).  Sacerdote  y  edu- 
cacionista. Nació  a  fines  del  siglo  xvii:;  fué  uno 
de  los  alumnos  más  aprovechados  del  Colegio 
de  San  Carlos,  en  cuyo  establecimiento  co- 
menzó sus  estudios,  cursando  Filosofía  bajo  la 
dirección  del  Dr.  Diego  Estanislao  Zavaleta. 
y    posteriormente    Teología.   En    septiembre 
de  1801  rindió  su  examen  general,  saliendo  en 
seguida  de  aquel  establecimiento  para  llenar  las 


ACH 


-  7  - 


ADR 


funciones  del  ministerio  sacerdotal,  a  que  se  ha- 
bía dedicado.  En  1814  fué  llamado  para  desem- 
peñar la  cátedra  de  Filosofía  en  el  mismo  colé- 
gio,  donde  tan  gratos  recuerdos  había  dejado 
como  alumno.  Antes  de  esta  época,  Achega, 
que  había  abrazado  con  entusiasmo  la  causa 
de  los  patriotas,  había  sido  nombrado  miembro 
de  la  célebre  Asamblea  que  presidió  Alvear, 
En  ese  mismo  año,  1813,  cúpole  el  honor  de  ser 
elegido  para  pronunciar  en  la  catedral  de  Bue- 
nos Aires  la  oración  panegírica  en  conmemo- 
ración del  25  de  mayo  de  1810.  Disuelta  la 
Asamblea  y  caído  Alvear,  fué  nombrado  cabil- 
dante en  1816,  y  en  la  reunión  popular  que 
tuvo  lugar  el  13  de  febrero  de  aquel  año,  miem* 
brode  la  Comisión  reformadora  del  «Estatuto 
provisorio»,  en  unión  de  Funes,  Chorroarin  y 
otros.  «El  Dr.  Achega— dice  el  Dr.  Gutiérrez- 
era  inuy  decidido  por  la  educación  de  la  juven- 
tud,  y  así  fué  que  cedió  las  dos  terceras  par* 
tes  de  su  sueldo  de  diputado  al  Congreso 
en  1817  para  refaccionar  el  extinguido  Colegio 
de  San  Carlos,  cuya  restauración  deseaba 
ansiosamente.»  Bajo  el  directorio  de  Pueyrre- 
dón,  estos  generosos  deseos  del  virtuoso  sacer- 
dote fueron  satisfe-vhos:  el  antiguo  Colegio  de 
San  Carlos  se  trasformó  en  el  de  la  Unión 
del  Sud,  y  el  Dr.  Achega  fué  nombrado  su 
primer  rector.  A  su  apertura,  el  16  de  julio 
de  1818,  pronunció  un  largo  y  notable  discurso. 
Sostuvo  a  sus  expensas  la  escuela  de  dibujo, 
que  se  estableció  en  mayo  de  1823.  Fué  autor 
de  diversas  publicaciones  en  defensa  de  su  re- 
ligión. Sufrió  varios  destierros  por  causas  po- 
líticas; en  1827  fué  electo  diputado  a  la  Con. 
vención  nacional  de  Santa  Fe,  alejándose  más 
tarde  de  la  vida  pública.  Murió  en  Buenos  Ai- 
res, el  1  de  agosto  de  1859,  y  su  cadáver  fué  se- 
pultado en  la  catedral. 
Achmuty  (Sir  Samuel).  General  del  ejército  in- 
glés en  la  segunda  invasión  al  Río  de  la  Plata- 
Nació  en  Nueva  York,  de  padres  irlandeses- 
Después  de  haber  servido  en  el  ejército  inglés 
que  expedicionaba  en  la  India  fué  destacado 
para  tomar  parte  en  la  segunda  expedición 
mandada  al  Río  de  la  Plata,  en  1807.  Tomó 
por  asalto  a  Montevideo  el  3  de  octubre  de 
aquel  año,  en  cuya  acción  se  distinguió  como 
militar  experimentado,  dando  durante  su  corta 
residencia  en  aquella  ciudad  relevantes  prue- 
bas de  su  competencia  administrativa.  En  el 
asalto  a  Buenos  Aires,  sucedido  poco  después, 
te  halló  al  frente  del  ala  izquierda  del  ejército, 


ocupando  la  plaza  de  toros  del  Retiro,  donde 
se  le  opuso  por  los  patriotas  una  desespera- 
da ^resistencia.  El  general  Achmuty  fué  uno 
de  los  jefes  ingleses  que  se  captó  mayores 
simpatías  en  el  vecindario  de  Montevideo,  por 
su  carácter  franco,  liberal  y  caballeresco. 
Vuelto  a  Inglaterra,  se  le  confirió  un  puesto 
de  alta  importancia  en  las  colonias  de  la  India. 
Murió  en  Irlanda,  en  1822. 

Achupallas  (combate).  En  el  desfiladero  de  la 
cordillera  de  los  Andes,  el  4  de  febrero  de  1817, 
entre  las  tropas  del  ejército  del  general  San 
Martín  y  las  del  ejército  español.  El  mayor  de 
Ingenieros  D.  Antonio  Arcos  recibió  orden 
de  pasar  la  cordillera  por  el  desfiladero  de 
este  nombre,  y  en  la  tarde  de  ese  día,  el  co- 
mandante militar  de  San  Felipe,  con  cien  hom- 
bres de  tropa,  ataca  a  los  argentinos,  quienes 
con  sólo  25  granaderos  a  caballo,  al  mando  del 
teniente  D.  Juan  Lavalle,  los  rechaza  y  los 
persigue,  tomándoles  las  caballadas  y  equipa- 
jes. Este  fué  el  primer  triunfo  del  ejército  de 
los  Andes. 

Adelantados  (del  Río  de  la  Plata).  Pedro  de 
Mendoza,  primer  adelantado,  nombrado  el 
21  de  mayo  de  1535;  Alvar  Núñez  Cabeza  de 
Vaca,  nombrado  el  18  de  marzo  de  1540;  Jaime 
Resquín  fué  nombrado  para  suceder  al  ante- 
rior, pero  no  se  recibió  del  mando;  Juan  de  Sa- 
nabria,  nombrado  el  22  de  junio  de  1547,  murió 
antes  de  recibirse  del  mando;  Juan  Salazar  de 
Espinosa,  nombrado  en  1552;  pero  fué  depues- 
to en  su  viaje  al  Río  de  la  Plata  por  la  gente 
que  formaba  la  expedición  que  traía,  y  nombra- 
do ffernando  de  Trajo,  cuya  autoridad  no  se 
reconoció;  Juan  Ortiz  de  Zarate,  nombrado  el 
12  de  julio  de  1559;  Juan  de  Garay,  adelan- 
tado, por  poder  de  Zarate,  a  la  muerte  de  éste, 
en  1575. 

Adelantazgo.  Los  adelantazgos  eran  títulos 
adquiridos  por  los  poderosos  señores  que  du- 
rante la  guerra  con  los  moros  reconquistaban 
por  su  propia  cuenta  ciudades  enemigas.  Te- 
nían entre  otros  derechos  el  de  nombrar  en- 
vida un  sucesor,  y  debían  poblar. 

Adrogué  (Esteban).  Benefactor  y  hombre  pro- 
gresista. Nació  en  Buenos  Aires,  el  2  de  sep- 
tiembre de  1S15;  bautizado  en  la  iglesia  de  San 
Nicolás  de  Barí.  Fueron  sus  padres  José  Ra- 
món Adrogué  y  D.°  Petrona  Pórtela.  El  padre 
de  D.  Esteban  era  natural  de  España,  nacido, 
en  Muchamiel,  villa  realenga,  en  Valencia. 
Llegó  a  estas  playas  el  año  6  del  siglo  XIX 


AGA 


_  8  - 


AGU 


dedicándose  al  comercio.  Murió  muy  joven,  y 
dicen  que  de  resultas  de  una  herida  recibida 
en  los  combates  que  tuvieron  lugar  durante  las 
invasiones  inglesas,  dejando  huérfano  de  cua- 
tro años  a  D.  Esteban.  Su  señora  madre,  dofla 
Petrona,  natural  de  Buenos  Aires,  se  consagró 
por  completo  a  su  educación,  hasta  que  ingresó 
en  la  Universidad,  bajo  el  rectorado  del  doctor 
D.  Antonio  Suárez.  Adquirió  conocimientos 
generales  y  estudió  algunos  clásicos  latinos. 
El  comercio  atrajo  a  Adrogué,  hasta  establecer 
un  establecimiento  de  suelas,  donde  progresó 
gracias  a  su  celo  y  laboriosidad.  Fué  uno  de 
los  fundadores  del  «Mercado  del  Plata»,  en 
1856;  del  «Hotel  Provence,  en  1854,  el  pri- 
mero en  su  época.  Se  preocupó  de  los  caminos 
públicos;  fundó  el  hermoso  pueblo  de  Almi- 
rante Brown  (Adrogué),  F.  C.  S.;  alli  donó 
tierras  para  oficinas,  plaza,  municipalidad,  et- 
cétera. Inició  la  erección  en  la  plaza  principal 
de  la  estatua  del  almirante  Brown.  Fué  tam- 
bién de  los  fundadores  del  pueblo  de  Lomas  de 
Zamora,  que  le  llamó  La  Paz.  Mucho  bien 
hizo  Adrogué-  Murió  el  25  de  Marzo  de  1903. 
Seis  unos  más  tarde  se  levantó  una  hermosa 
estatua  en  la  plaza  Espora,  del  pueblo  de  Adro- 
gué, estatua  de  bronce  y  el  pedestal  de  már- 
mol, obra  del  vecino  de  la  localidad  el  doctor 
F.  Pardo  de  Talavera  (desinteresadamente). 

Agaces.  Indios  de  raza  guaraní,  que  en  los 
tiempos  de  la  conquista  ocupaban  las  márgenes 
del  rio  Paraguay.  Vivían  de  la  pesca  y  eran 
muy  diestros  en  el  manejo  de  las  canoas.  Era 
una  tribu  sumamente  guerrera,  belicosa,  y  sos- 
tuvo luchas  continuas  y  sangrientas  con  los 
conquistadores. 

Agramont  (Cayetano  Marcellano).  Obispo  de 
Buenos  Aires.  Natural  de  La  Paz.  Gobernó  esta 
iglesia  desde  1748  a  1759,  en  que  se  trasladó  a 
Charcas,  nombrado  arzobispo  de  aquella  dió- 
cesis. 

A^elo  (Martín  Avelino).  Militar.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  en  1828.  Principió  su  carrera  como 
soldado,  en  mayo  de  1842,  en  la  legión  argen- 
tina, figurando  entre  los  sitiados  en  el  asedio 
que  Oribe  puso  a  Montevideo.  Se  halló  en  los 
combates  del  26  de  febrero,  28  de  marzo  y 
24  de  abril  de  1844,  que  tuvieron  lugar  en  las 
faldas  del  Cerro.  Prisionero  de  Rosas,  lo  man- 
dó de  soldado  a  Santos  Lugares,  de  donde  pre- 
tendió fugar;  pero  fué  aprehendido  y  puesto 
en  la  cárcel  pública  con  una  barra  de  grillos. 
En  libertad  después  de  Caseros,  tomó  parte 


Pedro  José  Agrelo. 


en  la  revolución  de  septiembre.  Nombrado  mát 
tarde  fiscal  militar,  formó  causa  a  los  asesinos 
del  coronel  Aquino.  Concurrió  a  la  batalla  de 
Cepeda,  en  1859,  al  frente  del  cuarto  batalló'! 
de  línea,  que  él  mismo  había  organizado.  Ffi- 
lleció  el  5  de  julio  de  1867,  ocupando  el  puesti 
de  fiscal  militar. 

Asúrelo  (Pedro  José).  Jurisconsulto  y  hombre 
político.  Padre  del  anterior.  Nació  en  Bueno- 
Aires,  el  28  de  ju- 
nio de  1778,  y  cur- 
só estudios  en  el 
Colegio  de  San 
Carlos,  dirigido 
entonces  por  el 
Dr.  Chorroarín. 
Se  doctoró  en 
Chuquisaca.  En 
1804  contrajo  en 
lace  con  la  distin- 
guida  patricia 
D."  Isabel  Cavil- 
montes.  De  re- 
greso a  Buenos  Aires,  por  acuerdo  de  la  Junta 
de  Gobierno  se  hizo  cargo  de  la  redacción  de 
la  Gaceta  Oficial  en  marzo  de  1811,  hasta  oc- 
tubre, en  que  renunció.  En  la  famosa  conspi- 
ración de  Alzaga  (v.)  fué  su  juez  sumariante, 
y  por  su  energía  y  la  rapidez  con  que  procedió 
aseguró  la  tranquilidad  pública.  Miembro  de  la 
Asamblea  Constituyente  de  1813.  En  1818  re- 
dactó varios  periódicos  opositores  al  director 
Pueyrredón,  lo  que  le  valió  ser  deportado.  A 
su  regreso  desempeñó  la  cátedra  de  Economía 
política  en  la  Universidad  de  la  misma  ciudad. 
En  1822  tedactó  la  primera  Constitución  polí- 
tica de  Entre  Ríos;  en  el  mismo  año  fué  auditor 
de  Guerra  y  desempeñó  tres  ministerios.  Du- 
rante la  tiranía  fué  perseguido,  y  se  refugió  en 
Montevideo  en  1838,  y  allí  murió,  el  23  de  ju- 
lio de  1848. 

As^iBdo  (Roque  Néstares).  Gobernador  del  Tu- 
cumán.  Fué  nombrado  para  desempeñar  este 
puesto  en  diciembre  de  1652.  Su  gobierno  fué 
una  serie  de  latrocinios,  cohechos,  peculados 
y  concusiones,  y  se  puede  decir,  con  Lozano, 
«que  ha  sido  el  peor  de  los  gobernadores  de 
Tucumán».  Codicioso  hasta  lo  sumo,  ni  guardó 
justicia  en  la  colación  de  las  encomiendas,  que 
cedía  por  precio,  ni  proveyó  los  empleos  pú- 
blicos con  personas  idóneas,  por  obtener  de 
ellos  un  beneficio  ilegítimo;  ni  observó  las  ór- 
denes superiores,  que  dejaba  violar  por  grue- 


AQU 


AGÜ 


sas  cantidades.  No  contento  con  vender  los 
tenientazgos,  oficios  de  justicia  y  encomien- 
das, estancó  la  hierba  del  Paraguay,  para  ex- 
pender las  partidas  que  él  había  comprado  por 
mayor  y  a  bajo  precio.  Tan  injusto  con  sus 
compatriotas  como  cruel  con  los  indios,  hacía 
sufrir  a  éstos  toda  clase  de  vejaciones,  y  para 
no  dejar  una  violación  sin  cometer,  asaltó  las 
cajas  reales,  mandándolas  descerrajar  con  un 
herrero,  por  haberse  negado  a  hacerlo  los  en- 
cargados de  su  custodia.  Acusado  por  este  de- 
lito, tuvo  la  habilidad  de  conquistar  la  benevo- 
lencia del  juez  de  residencia  Mercado,  quien 
le  permitió  salir  de  ¡la  provincia  con  200.000 
pesos,  y  sin  querer  sentenciar  en  la  causa,  a 
pesar  de  las  quejas  de  los  agraviados.  Le  su- 
cedió en  el  gobierno  D.  Pedro  de  jMontoya. 
Agfiero  (José  Ensebio).  Sacerdote  y  hombre 
político.  De  Córdoba.  Dedicado  a  la  carrera 
eclesiástica,  se  ordenó  en  aquella  ciudad  en 
1814,  y  en  ese  mismo  año  vino  a  Buenos  Aires, 
donde  ocupój  el  vicerrectorado  en  el  Colegio. 
Seminario  que  existía  entonces.  Allí  reem- 
plazó al  Dr.  Acheaga  en  la  cátedra  de  Filo- 
sofía, que  dirigió  durante  dos  años,  y  en  1818 
fué  nombrado  prefecto  de  estudios  en  el  Cole- 
gio de  la  Unión  del  Sud,  en  cuyo  cargo  se  des- 
empeñó con  la  mayor  contracción  y  laboriosi- 
dad. En  1825  fué  elegido  diputado  por  la  pro- 
vincia de  Córdoba  al  Congreso  que  se  instaló 
el  mismo  año,  siendo  llamado  poco  después  por 
Rivadavia  a  desempeñar  la  cátedra  de  Dere- 
cho eclesiástico  en  la  Universidad  de  esta  ciu- 
dad, época  en  que  dio  a  luz  sus  Instituciones 
de  Derecho  público  eclesiástico.  Durante  la 
tiranía  se  vio  obligado  a  abandonar  Buenos 
Aires.  Sirvió  como  secretario  al  general  Paz  y 
de  comisionado  para  pacificar  la  provincia  de 
Santiago  del  Estero,  obteniendo  un  éxito  feliz. 
Durante  el  gobierno  del  Dr.  Obligado  fué  re- 
querido para  ocuparse  de  la  reparación  mate- 
rial del  colegio  y  de  la  creación  de  un  seminario 
que  diese  al  país  un  clero  piadoso  e  ilustrado. 
Concluido  el  edificio,  se  le  nombró  rector,  con- 
tra sus  deseos,  pues  por  su  edad  y  por  sus  do- 
lencias físicas  necesitaba  del  descanso;  no 
obstante  esto,  desempeñó  ese  puesto  durante 
diez  años,  desde  1855,  en  que  se  abrió  el  cole- 
gio, hasta  que  una  grave  enfermedad  le  obligó 
a  renunciar.  Por  el  año  53  fué  electo  senador 
a  la  primera  legislatura  constitucional  de  la 
provincia,  y  su  nombre  aparece  como  miembro 
de  algunas  Comisiones  creadas  a  objetos  prin- 


cipales en  el  período  del  gobernador  Obliga- 
do. Falleció  a  principios  del  año  1864. 

Agüero  (Dr.  Juan  Manuel  Fernández  de).  Sacer- 
dote y  filósofo.  Nació  en  Túy,  villa  de  Galicia,  y 
fué  educado  en  el  Colegio  de  San  Carlos,  de 
Buenos.\¡res.  Entregadoalestudiodela  Filoso- 
fía, fué  llamado  adietar  esta  cátedra  en  1805,  en 
el  mismo  colegio.  Más  tarde  el  Dr.  Agüero, 
renegando  de  sus  antiguas  opiniones  y  sin  que 
lo  detuviera  consideración  alguna,  se  separó 
públicamente  de  la  escuela  católica,  a  que  antes 
había  pertenecido,  para  hacerse  racionalista. 
La  caída  de  Rivadavia,  que  motivó  la  separa- 
ción de  tantos  profesores,  causó  también  la  del 
Dr.  .'agüero,  que  creyó  deber  renunciar  a  ese 
empleo  (1827).  El  Dr.  Agüero  poseía  el  don  de 
la  palabra,  y  fué  no  sólo  orador,  sino  también 
escritor  y  poeta. 

Agüero  (Julián  Segundo  de).  Presbítero  y  esta- 
dista. Nació  en  Córdoba,  descendiente  de  una 
familia  distinguida  de  esta  provincia  y  poseedo- 
ra de  grandes  bienes  de  fortuna.  Educado  en 
Buenos  Aires  en  el  Rt  I  Colegio  de  San  Carlos, 
donde  cursó  Teología,  incorporándose  en  1801 
a  la  Real  Audiencia  pretorial,  después  de  reci- 
bir el  título  de  abogado,  y  luego  se  consagró 
sacerdote.  Desempeñando  el  curato  de  la  cate- 
dral en  1810  le  halló  la  revolución,  .aunque  no 
tomó  participación  en  el  movimiento,  asistió  al 
cabildo  abierto,  sin  emitir  su  voto  antes  que  le 
llegase  el  turno.  Recién  en  1817,  hizo  manifes- 
taciones a  este  respecto,  en  que  subió  al  pulpito 
de  la  catedral  a  pronunciar  la  oración  patrióti- 
ca con  que  se  conmemoraba  anualmente  aquel 
gran  día.  Electo  diputado  a  la  legislatura  en 
1821,  ocupó  la  presidencia  de  ese  cuerpo  en 
aquel  año.  Representante  al  Congreso  general 
que  elevó  a  la  presidencia  de  la  República  a 
D.  Bernardino  Rivadavia,  quien  le  nombró  mi- 
nistro de  Gobierno  en  1826.  Ministro  de  Ha- 
cienda y  de  Gobierno  durante  la  administración 
del  Dr.  Vicente  F.  López.  En  1828  presidió  k 
Asamblea  de  San  Roque  (1  de  diciembre),  en 
que  fué  nombrado  Lavalle  gobernador.  En  la 
época  de  la  tiranía  se  refugió  en  Montevideo. 
Falleció  en  esta  ciudad,  el  20  de  julio  de  1851 . 

Agüero  (Pedro  José I.  Coronel.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  1  de  agosto  de  1808.  Sentó  plaza 
de  subteniente  en  el  batallón  Cazadores  del 
Río  de  Plata.  Hizo  la  campaña  en  el  Brasil, 
donde  ascendió  hasta  capitán,  y  tomó  participa- 
ción en  el  pronunciamiento  del  1  de  diciembre 
contra  Dorrego.  Se  encontró  en  las  acciones 


AGU 


10  - 


AGU 


de  Tucuya-ti,  Palmar  y  Cagancha,  recibiendo 
en  la  última,  a  la  par  de  una  herida,  el  grado  de 
coronel.  Estuvo  cuatro  aflos  dentro  de  ios  mu- 
ros de  Montevideo,  regresando  a  su  pais  a 
fines  de  IS51 .  Cuando  estalló  la  guerra  del  Pa- 
ragfuay  ofrecióse  al  Gobierno  de  la  nación,  y 
puesto  al  lado  de  D.  Emilio  Conesa,  como  se- 
gundo jefe  de  la  División  Buenos  Aires.  No 
hubo  un  solo  combate  en  que  no  brillara  su  es- 
pada, desde  el  Paso  de  la  Patria  hasta  Angos- 
tura: protegiendo  bizarramente  en  Curupayti 
la  retirada  de  los  batallones  argentinos  que  ini" 
ciaron  el  ataque.  Llegados  los  ejércitos  alia- 
dos a  la  Asunción,  el  coronel  .agüero  fué  nom- 
brado miembro  del  Tribunal  especial  creado 
para  entender  en  los  reclamos  que  se  hicieran 
por  los  depósitos  existentes  en  aquella  ciudad, 
desempeñando  muy  luego  el  cargo  de  comisa- 
rio de  Armas  y  encargado  de  la  Capitanía  de] 
Puerto  y  de  la  Policía.  En  1S70  marchó  a  En- 
tre Ríos,  en  calidad  de  jefe  de  las  fuerzas  del 
Paraná,  sosteniendo  el  asedio  que  pusiera  a 
esta  plaza  D.  Ricardo  López  Jordán,  y  durante 
los  sucesos  de  septiembre  de  1874  desempeñó 
el  empleo  de  jefe  del  Estado  Mayor  de  la  capi- 
tal. Agüero  «era  un  militar  muy  inteligente,  mo" 
desto,  resignado,  virtuoso  y  con  la  conciencia 
de  que  el  deber  es  una  religión  que  necesita  un 
culto  práctico,  como  todas  las  religiones».  Mu- 
rió en  Buenos  Aires,  el  7  de  agosto  de  1878. 

A^uilar  (Juan).  Gobernador  de  San  Juan. 
Electo  en  julio  de  1830.  Ratificó  en  18  de  sep- 
tiembre un  tratado  de  comercio  entre  esa  pro- 
vincia y  las  de  Córdoba,  Mendoza,  San  Juan, 
San  Luis,  Rioja  y  Catamarca,  y  puso  las  fuerzas 
que  tenía  disponibles  a  las  órdenes  del  general 
Paz.  Pocos  meses  después  de  su  nombramiento 
estalló  un  movimiento  revolucionario  en  la  ciu- 
dad, pero  fué  sofocado  por  las  autoridades.  Le 
sucedió  D.  Hipólito  Pastoriza. 

Aguilar  (Victoriano).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1790.  Empezó  sus  servicios  militares 
durante  las  invasiones  inglesas,  encontrándose 
en  los  combates  de  la  defensa  y  de  la  recon- 
quista, en  1806  y  1807.  Producida  la  revolución 
de  1810,  asistió,  al  mando  de  Rondeau,  a  la 
campaña  y  sitio  de  Monteoideo,  en  1811;  al  año 
siguiente  se  halló  en  el  segundo  sitio  de  esa 
plaza,  como  capitán.  En  1817,  en  clase  de  sar- 
gento mayor,  concurrió  a  la  campaña  de  Entre 
i-^cf ,  desempeñando  después  comisiones  mili- 
tares de  importancia  y  varios  cargos  militares. 
Durante  la  tiranía  permaneció  sirviendo  bajo 


las  órdenes  del  dictador;  derrocado  éste,  tomó 
parte  en  la  revolución  de  septiembre  de  1852 
y  luego  en  la  defensa  de  la  plaza  durante  el  si- 
tio de  1853,  mereciendo  ser  ascendido  a  tenien- 
te coronel,  y  en  el  mismo  año  se  le  retiró  del 
servicio,  por  sus  achaques,  sin  haberlo  él  soli- 
citado. Falleció  en  Buenos  Aires,  el  1 1  de  octu- 
bre de  1S55. 
Aguilera  (Javier).  Coronel.  Jefe  español.  De- 
rrotó a  Padilla  en  la  Laguna  y  el   Villar.  De- 
golló personalmente  a  este  valiente  jefe.  Ganó 
la  batalla  de  Pan  (1816).  Como  de  costumbre, 
después  de  esta  batalla  hizo  cortar  la  cabeza 
al  jefe  patriota  Wames  y  colocarla  en  una 
pica.  Cometió  muchísimas  crueldades  en  Santa 
Cruz  de  la  Sierra. 
Asruirre  (Combate  del  Paso  de).   El  general 
Balcarce,  con  fuerzas  de  Buenos  Aires,  derro- 
ta al  general  López,  gobernador  de  la  provin- 
cia de  Santa  Fe,  que  con  600  hombres  se  había 
atrincherado  en  el  Paso  de  Aguirre,  sobre  el 
río  Salado.  Este  combate  tuvo  lugar  el  27  de 
noviembre  de  1818. 
Agruirre  (Cleto).  Gobernador  de  Salta  en  1815. 
Su  gobierno  fué  muy  bueno  y  la  provincia  le 
debe  muchas  mejoras.  En  1865,  siendo  presi- 
dente de  la  Legislatura,  tomó  el  mando,  por  fa- 
llecimiento del  Dr.  Dávalos.  En  su  administra- 
ción las  dos  veces  le  acompañó  como  ministro 
el  Dr.  Francisco  J.  Ortiz.  El  Dr.  Aguirre  era 
un  notable  médico  oculista. 
Afrnirre  (Félix).   Gobernador  y  capitán  gene- 
ral de  la  provincia  de  Misiones.  Ejercía  este 
cargo  cuando  tuvo  lugar  (1827)  la  invasión  de 
Bentos  Manuel,  jefe  de  lis  tropas  portuguesas. 
Aguirre  reunió  algunas  fuerzas  y  se  preparó 
para  resistir  al  invasor;  pero,  faltas  de  discipli- 
na y  organización,  se  dispersaron  y  su  jefe 
huyó  solo,  dejando  abandonada  la  provincia  de 
su  mando,  .aguirre  rechazó  los  auxilios  que  le 
ofreciera  el  gobernador  de  Corrientes,  decla- 
rando «que  lo  hecho  estaba  hecho  y  que  su 
provincia  tenía  terrenos  para  indemnizar  los 
daños  causados  por  el  invasor»;  lo  que  no  im- 
pidió que  fuese  auxiliado  por  tropas  de  Co- 
rrientes, formando  parte  desde  entonces  el  te- 
rritorio de  Misiones  de  aquella  provincia. 
Aguirre  (Francisco  de).  Gobernador   del    Tu- 
cumán  y  fundador  de  la  ciudad  de  Santiago  del 
Estero.  Descendía  de  una  familia  noble  de  Ta- 
lavera,  ciudad  de  España.  Hallándose  en  Chile, 
recibió  en  1552  de  Pedro  de  Valdivia,   con- 
quistador de  aquel  país,  despachos  de  teniente 


AGU  -  11  - 

general  y  gobernador  de  Tucumán,  dependien- 
te entonces  de  Chile  y  denominada  entonces 
Nueoo  Maestrazgo  de  Santiago.  Aguirre  debía 
substituir  a  Niiñez  del  Prado,  que  había  caído 
en  desgracia  del  conquistador,  deponiéndole 
por  las  armas  en  caso  de  resistirse  a  resignar 
el  mando,  a  cuyo  efecto  penetró  por  sorpresa, 
al  frente  de  200  soldados,  en  el  territorio  de  la 
provincia,  haciéndose  reconocer  como  jefe  en 
la  ciudad  del  Barco,  asiento  de  las  autoridades 
locales,  y  saliendo  en  seguida  en  busca  de 
Prado,  que,  preocupado  con  sus  conquistas, 
ignoraba  la  llegada  y  los  designios  de  Aguirre. 
Desembarazado  de  su  antecesor,  dedicóse  a 
los  asuntos  de  su  gobierno,  empezando  por  re- 
partir 47.000  indios  jurís  y  toconotes  entre  53 
encomenderos,  medida  inhumana  y  vejatoria 
que  promovió  el  levantamiento  de  las  tribus 
que  poblaban  las  llanuras  vecinas  de  la  ciudad. 
Temeroso  de  sucumbir  a  sus  ataques,  hizo  tras- 
ladar Aguirre  la  población  del  Barco  al  valle 
de  Guiqui;  pero,  inquietado  nuevamente  por 
los  indígenas,  se  vio  obligado  a  levantar  su 
campamento,  dirigiéndose  hacia  el  río  Dulce, 
en  cuyas  márgenes  fundó  a  fines  de  1553  la 
ciudad  de  Santiago  del  Estero,  capital  hoy  de 
la  provincia  argent'na  que  lleva  su  nombre.  En 
el  siguiente  marchó  a  Chile,  a  contener  las  tri- 
bus sublevadas  de  los  araucanos,  contra  quie- 
nes sostuvo  una  larga  y  penosa  lucha,  mere- 
ciendo en  recompensa  de  su  esforzada  conduc- 
ta ser  reelecto  a  la  gobernación  de  Tucumán. 
Este  nombramiento  lo  recibía  Aguirre  diez  años 
después  de  su  entrada  a  Chile  y  en  circunstan- 
cias en  que  esta  provincia  se  incorporaba  al 
distrito  de  la  Plata  con  absoluta  independencia 
del  gobierno  de  aquel  país.  Aguirre  tomó  po- 
sesión de  su  cargo  en  momentos  de  verdadero 
peligro  para  la  provincia.  «Casi  toda  ella  so- 
metida al  poder  de  los  bárbaros,  no  se  veían 
por  todas  partes  sino  ruinas,  desolaciones,  es- 
tragos y  osadía  del  enemigo.  No  pudo  menos 
de  conocer  Aguirre  cuánto  importaba  dedicar 
sus  desvelos  a  las  cosas  de  la  guerra.  Valero- 
so, vigilante,  lleno  de  celo  y  volando  a  todas 
partes  donde  era  mayor  el  peligro,  logró  inspi- 
rar en  los  ánimos  un  entusiasmo  militar  que  dio 
respiración  a  la  provincia  e  iba  a  poner  en  cré- 
dito el  poder  español.  Aguirre  pisó  todo  el  te- 
rreno que  poseyeron  los  españoles;  buscó  a  los 
bárbaros  en  sus  mismos  alojamientos;  tuvo  con 
ellos  encuentros  muy  felices;  los  obligó  a  reti- 
rarse donde  los  ecos  de  su  valor  no  pudiesen 


AGU 

amedrentarlos,  y,  en  fin,  llenó  la  ciudad  de 
Santiago  de  prisioneros  y  despojos.»  Hubo,  no 
obstante,  de  perecer  en  dos  combates  sangrien- 
tos librados  con  las  tribus  valerosas  de  los  cal- 
cliaquies,  debiendo  ^u  salvación  a  la  intrepidez 
del  capitán  Gaspar  de  Medina.  Deseoso  de 
asegurar  el  dominio  de  sus  armas  en  todo  el 
territorio  de  la  provincia,  desprendía  por  un 
lado  a  uno  de  sus  mejores  capitanes  para  echar 
los  cimientos  de  una  nueva  ciudad  (San  Miguel 
de  Tucumán),  mientras  él  marchaba  hacia  Cór- 
doba a  someter  la  tribu  de  los  cornee/ligones, 
que  reconocieron  sin  violencia  la  autoridad  de 
su  Gobierno.  Esta  jornada  le  fué,  sin  embargo, 
fatal  a  Aguirre:  sus  soldados  conspiraron  con- 
tra su  persona,  le  prendieron  por  sorpresa  y  le 
remitieron  escoltado  a  la  Audiencia  de  Char- 
cas. Absuelto  por  este  Tribunal  y  restablecido 
en  su  cargo  y  honores,  volvió  a  tomar  el  man- 
do de  la  provincia;  pero  denunciado  al  Tribu- 
nal de  Lima,  por  las  tropelías  y  crímenes  que 
cometiera  entonces,  fué  destituido  y  llevado 
preso  a  aquella  Audiencia.  Don  Francisco  de 
Aguirre  fué,  como  se  ve,  fundador  de  dos  ciu- 
dades y  tres  veces  gobernador  de  Tucumán; 
hombre  de  guerra,  supo  vencer  y  avasallar  nu- 
merosas tribus;  pero  sucumbió  al  fin,  víctima 
de  los  odios  y  resistencias  que  engendraran 
entre  sus  soldados  y  el  pueblo  la  soberbia  de 
su  carácter  y  la  altivez  de  su  ginio. 
Aguirre  (José  María).  Militar.  Nació  en  Santa 
Pe,  el  20  de  febrero  de  1783.  En  1811  se  alistó 
como  soldado  en  el  ejército  del  general  Bel- 
grano,  al  iniciar  su  campaña  al  Paraguay.  Asis- 
tió al  sitio  de  Corrientes  y  fué  comandante  de 
la  escuadrilla  tomada  a  los  espartóles.  Actuó 
en  la  rendición  y  sitio  de  Montevideo,  a  las  ór- 
denes del  general  Alvear,  en  1814,  con  el  gra- 
do de  teniente.  Combatió  contra  Artigas  en 
Entre  Ríos,  y  más  tarde,  en  el  Alto  Perú.  En 
1816,  como  capitán,  se  incorporó  al  ejército  de 
San  Martín  en  Mendoza.  Cruzó  los  Andes, 
hallándose  en  Chacabuco,  Cancha  Rayada  j 
Niaipii  en  1S18,  con  el  grado  de  coronel,  y 
como  jefe  de  Estado  Mayor  en  1819;  al  año  si- 
guiente marchó  al  Perú,  sirviendo  con  el  gene- 
ral Arenales  en  la  campana  de  la  Sierra  y  con- 
curriendo al  sitio  del  Callao  y  toma  de  Lima. 
Regresó  a  Buenos  Aires  y  actuó  en  la  campa- 
ña contra  el  Brasil,  batiéndose  en  Itiizaingó, 
siendo  el  conductor  del  parte  y  de  los  trofeos 
de  la  batalla.  Este  valiente  militar  ha  dejado 
escrita  una  interesante  Memoria  militar  sobre 


AuC 


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AlZ 


las  campañas  del  ejército  de  los  Andes.  Falle- 
cii'i  en  Buenos  Aires,  el  15  de  abril  de  1847. 
A^ruirre  (Juan  Francisco).  Español.  Capitán  de 
fragata  y  jefe  de  la  cuarta  división  enviada 
por  España  para  la  demarcación  de  límites  con 
el  Portugal  en  América.  Es  uno  de  los  varios 
hombres  de  verdadero  mérito  que  vinieron  a 
estos  países  para  las  demarcaciones  de  limites; 
pertenecía  a  la  partida  de  D.  José  Várela  y 
Ulloa,  y  en  esa  comisión  construyó  Aguirre  los 
tres  grandes  mapas.  Escribió  un  diario  descrip- 
tivo de  su  viaje,  obra  de  grandes  dimensiones, 
dividida  en  tres  voluminosos  tomos.  El  libro 
del  capitán  Aguirre  es  una  descripción  cientí- 
fica de  su  viaje,  enriquecida  con  numerosas  e 
interesantísimas  observaciones  sobre  la  políti- 
ca, administración,  comercio,  geografía,  histo- 
ria e  hidrografía  del  virreinato  del  Río  de  la 
Plata. 

Aguirre  (Juan  Pedro).  Comerciante.  De  Bue- 
nos Aires;  nacido  el  19  de  octubre  de  1781. 
Fueron  sus  padres  D.  Cristóbal  de  Aguirre  y 
D.'  María  Josefa  López  de  Anaya.  Aparece 
recién  en  la  escena  pública  con  motivo  de  las 
invasiones  inglesas,  en  que  figuró  como  tenien- 
te de  patricios.  En  la  defensa  ctipole  la  glo- 
ria de  contribuir  eficazmente  a  la  rendición  del 
destacamento  de  los  ingleses  en  Santo  Domin- 
go. En  1810  fué  miembro  del  Ayuntamiento, 
abrazando  la  causa  de  la  revolución  con  entu- 
siasmo. Poseedor  de  una  fortuna  considerable, 
heredada  de  sus  padres,  se  dedicó  en  la  guerra 
de  la  independencia  a  armar  corsarios  a  su  cos- 
ta, lo  que  volvió  a  efectuar  posteriormente  en 
la  guerra  del  Brasil.  En  1S20  se  halló  mezcla- 
do en  los  sucesos  anárquicos  de  dicho  año, 
desempeñando  las  funciones  de  alcalde  ordina- 
rio de  primer  voto  cuando  fué  elegido  director 
substituto  en  reemplazo  del  general  Rondeau. 
Terminado  su  interinato,  fué  electo  represen- 
tante en  la  Legislatura  de  Buenos  Aires,  de  la 
que  tué  dos  veces  presidente.  Fué  después 
presidente  del  Banco  nacional,  siendo  su  primer 
presidente.  En  estas  tareas  y  otras  delicadas 
comisiones  que  se  le  encomendaron,  sirviendo 
ya  a  la  nación,  ya  a  la  provincia,  falleció  en 
Buenos  Ain.s,  el  17  de  julio  de  1837. 

Aguirre  (Manuel  .Hermenegildo).  Nacido  en 
Buenos  Aires,  en  17s5.  El  movimiento  de  mayo 
le  contó  en  el  número  de  sus  partidarios.  En 
1817,  el  Directorio,  a  indicación  de  San  Mar- 
tín, le  confió  la  delicada  misión  de  adquirir  en 
los  Estados  Unidos  varios  buques  de  guerra 


para  contrarrestar  el  poder  marítimo  de  los 
realistas  en  las  costas  del  Pacífico,  debiendo 
transportarlos  a  Chile  artillados  y  tripulados. 
Diputado  a  varias  legislaturas.  No  aceptó  el 
ministerio  de  Hacienda  que  le  ofreció  Dorrego. 
En  1827  fué  presidente  de  la  Cámara  de  Dipu- 
tados, y  muy  luego  del  Crédito  público  y  Caja 
de  Amortización  de  la  provincia.  Desterrado 
del  país  por  el  general  Lavalle,  regresó  bajo 
la  administración  de  D.  Juan  José  Viamonte, 
siendo  nombrado  miembro  del  Senado  consul- 
tivo de  Gobierno.  Se  opuso  y  combatió  tenaz- 
mente el  proyecto  invistiendo  de  facultades 
extraordinarias  a  Rosas.  Desempeñó  la  carte- 
ra de  Hacienda  en  la  administración  Balcarce 
hasta  octubre  del  año  34,  en  que  elevó  su  re- 
nuncia, alejándose  desde  entonces  de  la  vida 
pública.  Falleció  el  22  de  diciembre  de  1843. 

Ailón  (combate).  Contra  los  montoneros  de 
Cuyo  y  La  Rioja,  el  4  de  diciembre  de  1867,  en- 
tre el  comandante  Irrazábal  y  el  cabecilla  Pe- 
dro Pérez.  Tuvo  lugar  en  Ailón,  provincia  de 
Mendoza.  Después  de  una  defensa  desespera- 
da, los  montoneros  fueron  derrotados,  dejando 
muchos  muertos  y  heridos. 

Aizpurua  (Benito).  Piloto  de  altura  y  práctico 
mayor  del  Río  de  la  Plata.  Nació  en  San  Se- 
bastián, capital  de  Guipúzcoa,  el  año  1774,  y 
desde  muy  joven  se  estableció  en  Buenos  Aires, 
donde  prestó  servicios  incalculables  como  pi- 
loto. Desde  los  veintitrés  años,  como  primer  pi- 
loto del  bergantín  español  el  Tigre,  navegó 
el  Río  de  la  Plata  en  buques  mercantes,  entre 
Canarias  y  ambas  capitales  de  este  rio.  En 

1823  el  alm'irante  Brown  le  confió  el  cargo  de 
piloto  mayor  de  la  escuadra  nacional  durante 
la  guerra  del  Brasil,  en  cuyo  puesto  hizo  re- 
nuncia de  sus  sueldos  y  demostró  su  compe- 
tencia y  conocimiento  del  estuario,  y  a  solici- 
tud del  mismo  almirante  el  Gobierno  le  com- 
pró todas  las  cartas  y  planos  sobre  el  Río  de 
la  Plata  trazados  por  él,  con  la  anotación  de 
las  derrotas,  posición  y  extensión  de  los  ban- 
cos y  arrecifes,  puertos,  costas,  señales,  co- 
rrientes, canales.  La  obra  magna  de  este  ma- 
rino se  denomina:  Carta  esférica  del  Río  de 
la  Plata,  en  la  América  del  Sud,  por  D.  Andrés 
Oyarbide;  y  corregido  todo  el  interior  del  rio, 
desde  el  meridiano  de  Monteoideo,  en  los 
años  1823,  24  y  25,  por  D.  Benito  Aizpurua, 
piloto  de  altura  y  p'áctico  de  dicho  río.  En 

1824  publicó  un  folleto  sobre  el  derrotero  del 
Río  de  Plata,  en  idioma  inglés  y  castellano. 


Al.A 


-   13 


ALB 


Dice  el  general  Mitre:  «Los  navegantes  de' 
Rio  de  la  Plata,  debieran  levantar  una  estatua 
di  piloto  de  altura  D.  Benito  Aizpurua,  cuyos 
trabajos  hidrográficos,  en  que  se  comprenden 
las  derrotas,  la  anotación  de  la  sonda,  la  posi- 
ción y  extensión  de  los  bancos  y  arrecifes,  la 
forma  de  los  puertos  y  costas  y  las  señales 
aparentes  que  deben  ser /ir  de  guía,  lo  hacen 
digno  de  este  alto  honor,  y  así  como  los  norte- 
americanos colocan  la  estatua  de  Frankiin  en 
lo  alto  de  sus  edificios  con  el  pararrayo  salva- 
dor que  inventó,  en  una  mano,  la  estatua  de 
nuestro  piloto  debía  levantarse  sobre  las 
a^uas,  sirviendo  de  baliza  en  lo  alto  del  esco- 
llo más  peligroso  del  Río  de  la  Plata».  Murió 
en  Buenos  Aires,  el  11   de  diciembre  de  1833. 

Alagón  (Juan  de).  Natural  de  Buenos  Aires;  fué 
de  los  patricios  del  año  X,  perteneciendo  al 
partido  saavedrista;  formó  parte  da  la  Juntp 
después  déla  revolución  de  1811,  ejerciendo 
accidentalmente  la  secretaría  de  Gobierno  y 
Guerra.  Más  tarde  fué  miembro  del  Cabildo, 
llegando  a  ocupar  el  puesto  de  alcalde  de  pri- 
mer voto,  y  miembro  de  la  Junta  de  Observa- 
ción. En  1821  presidió  la  Junta  de  Representan, 
tes,  y  del  Crédito  en  1825,  y  era  vicepresidente 
de  la  Junta  de  Administración  de  la  Caja  de 
Amortización.  En  1826  fué  electo  constituyente 
a  la  Legislatura  de  la  provincia  de  Buenos  Ai- 
res. «A'agón— dice  un  publicista— no  era  hom- 
bre de  cualidades  brillantes;  pero  sí  un  gran 
patriota,  que  se  mantuvo  fiel  a  su  bandera  en 
los  supremos  momentos  de  la  revolución». 

Albariños  (Domingo)  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  en  1781.— Inició  su  carrera  en  1806 
durante  las  invasiones  inglesas.  En  1809  era 
teniente  de  la  segunda  compañía  de  Granade- 
ros, núm.  5.  Hizo  la  expedición  en  la  primera 
campaña  al  Alto  Perú,  a  las  órdenes  de  Ocam- 
po,  tocándole  tomar  presos  en  Córdoba  a  Con- 
cha, Rodríguez,  Allende  y  Moreno,  con  algu- 
nos oficiales,  los  cuales  fueron  ejecutados  con 
Liniérs  por  orden  de  la  Junta.  En  este  suceso 
su  conducta  fué  recomendada,  siendo  ascendi- 
do a  capitán.  En  esta  época  fué  enviado  como 
comisionado  a  Santiago  del  Estero  para  refor- 
zar las  tropas  que  debían  seguir  al  Norte,  sien- 
do su  resultado  inmejorable.  Se  halló  en  Cota- 
gaita  y  en  Suipacha.  En  el  paraje  denominado 
Jaracoragua  peleó  durante  cuatro  horas,  al 
frente  de  cuatro  compañías  de  su  regimiento  y 
bajo  el  mando  superior  de  Díaz  Vélez  y  de 
Viamonte,  consiguiendo  rechazar  valerosamen- 


te al  enemigo,  y  como  en  la  retirada  quedase 
abandonada  nuestra  artillería,  el  general  en 
jefe  le  confió  la  honrosa  misión  de  salvarla  al 
frente  de  una  tropa  de  dragones  ligeros,  lo  que 
ejecutó  bizarramente.  Hizo  la  tercera  campaña 
al  Alto  Perú,  a  las  órdenes  del  coronel  D.  Mar- 
tin Rodríguez;  fué  sorprendido  en  el  Tejar  por 
el  general  español  Olañeta,  y  tomado  prisione- 
ro con  toda  la  tropa,  después  de  un  raflido  com- 
bate, a  excepción  de  Necochea,  que  salvó  por 
un  rasgo  de  valor  singular.  Fué  enviado,  como 
era  de  costumbre,  a  las  prisiones  de  Casas 
Matas  del  Callao,  hasta  1821,  que  fué  liberta- 
tado  por  el  general  San  Martín.  Volvió  a  las 
filas  del  ejército,  y  el  general  libertador  le  des- 
tinó al  comando  de  un  departamento  de  la  pro- 
vincia de  Trujillo,  donde  rindió  la  vida,  ya  de 
teniente  coronel,  en  acción  de  guerra,  a  la 
causa  que  seguía  desde  su  pronunciamiento. 

Albariños  (José  María).  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  9  de  julio  de  1794.  Ingresó  al  ejército  en 
1807,  batiéndose  contra  los  ingleses  Actuó  en 
los  sucesos  de  mayo.  Formó  en  el  ejército  del 
Perú  y  asistió  como  capitán  en  Sipe-Sipe  y 
otros  encuentros.  En  1826 se  retiró  del  servicio, 
con  el  grado  inmediato  superior,  manteniéndo- 
se alejado  hasta  18'28,  en  que  tomó  participa- 
ción activa  en  la  política,  siendo  ascendido  a 
teniente  coronel.  Durante  la  tiranía  se  retiró 
a  la  vida  privada  y,  perseguido,  emigró  en  1840. 
Caída  ésta,  fué  jefe  de  Estado  Mayor  en  1852, 
durante  la  administración  del  Dr.  D.  Valentín 
Alsina.  Después  se  halló  en  Cepeda  y  en  Pa- 
Dón,  al  frente  de  un  regimiento  de  guardias 
nacionales,  con  el  grado  de  coronel  de  línea. 
En  1857  y  1860  fué  electo  senador  por  la  ciu- 
dad de  su  nacimiento,  y  posteriormente  desem- 
peñó otros  cargos  honoríficos.  Falleció  en  Bue- 
nos Aires,  a  los  noventa  y  un  años  de  edad,  el 
17  de  abril  de  1835. 

Albariños  (Saturnino).  Militar.  Desde  muy  niño 
ingresó  en  la  carrera  militar.  Subteniente  del 
batallón  4.^^  de  Cazadores,  en  el  de  Fusileros, 
en  el  8.°  de  caballería  como  sargento  mayor, 
en  el  10.°de  caballería,  «regimientogeneralSan 
Martín»;  prestó  buenos  servicios  en  el  fuerte 
del  Azul.  Se  halló  en  la  campaña  del  Paraguay 
en  las  acciones  Paso  de  los  Libres,  Urugua- 
ynna,  Itati,  Paso  de  la  Patria,  Tuyuti,  Yatati, 
Humaitá,  etc.  Falleció  en  1S71. 

Albarellos  (Nicanor).  Médico.  Nació  en  Bue. 
nos  Aires,  en  1810.  Cursó  sus  estudios  en  la 
Escuela  de  Medicina  de  París. En  1849  regre- 


ALB 


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ALH 


só  a  Buenos  Aires,  revalidando  el  título  aca- 
démico al  año  siguiente.  Adquirió  notoriedad 
desde  un  principio  por  la  brillante  tesis  que 
presentó.  En  1852  fué  nombrado  catedrático  de 
la  Facultad  de  esta  ciudad.  En  1857  y  1859  fué 
elegido  diputado  a  la  Legislatura  de  Buenos 
Aires,  donde  descolló  como  orador;  convencio- 
nal en  1860;  y  en  1862,  diputado  nacional.  En 
1S74,  académico  titular  de  la  Facultad  de  Cien- 
cias Médicas,  puesto  que  siguió  desempeñando 
aun  después  de  haberse  jubilado,  prestando 
así  eminentes  servicios  a  las  ciencias  y  a  la  ju- 
ventud estudiosa  hasta  el  aflo  18-*0,  en  que  se  le 
nombró  académico  honorario.  El  Dr.  Albarellos 
era  un  eximio  guitarrista.  Falleció  el  5  de  fe- 
brero de  1891. 

Albarracín  (Antonio  Cornelio).  Sacerdote  y  fi- 
lántropo. Nacido  en  la  provincia  de  Jujuy.  Vi- 
vió consagrando  al  bien  de  su  país  su  cuantio- 
sa fortuna.  Albarracín  fué  uno  de  los  que 
revelaron  a  las  autoridades  ios  planes  fragua- 
dos en  aquella  provincia  por  la  plebe  coligada 
con  los  indios  insurreccionados  por  la  rebelión 
de  Tupaz-Amarú.  Era  un  sacerdote  lleno  de 
méritos  y  virtudes;  fué  el  fundador  del  templo 
de  Santa  Bárbara  en  la  ciudad  de  Jujuy  y  pro- 
tector de  muchas  familias  indigentes  en  la  pro- 
vincia. 

Albarracín  (Santiago).  Coronel.  Nació  en  San 
Juan.  Empezó  su  carrera  en  1818,  como  solda- 
do distinguido  de  un  cuerpo  de  Milicias  de  su 
provincia  natal,  e  hizo  en  1820  la  campaña  con- 
tra los  Carreras,  que  fueron  batidos  por  el  co- 
ronel Urdininea  en  la  Punta  de  los  Médanos. 
En  1852  fué  ascendido  a  teniente  del  regimien- 
to de  Dragones  destinado  a  contener  en  las 
Quebradas  de  Humahuaca  las  incursiones  de 
los  realistas.  Militó  a  las  órdenes  de  Arenales 
en  el  Alto  Perú;  bajó  después  a  Buenos  Aires, 
incorporándose  al  ejército  que  hizo  la  campaña 
contra  el  Brasil,  hallándose  en  Onibü,  ¡luzain- 
gó  y  Camacuá.  Batió  al  frente  de  algunos  sol- 
dados al  guerrillero  Zuca  en  el  Arroyo  Gran- 
de. Se  mezcló  en  las  disensiones  civiles,  sir- 
viendo con  los  generales  Paz  y  Lavalle  en  las 
campañas  del  interior  de  la  República.  Pros- 
cripto por  Quiroga  después  de  la  batalla  de  la 
Ciudadela,  emigró  a  Solivia;  de  allí  regresó  a 
San  Juan  en  183(),  de  donde  tuvo  que  emigrar 
a  Chile,  pasando  más  tarde  a  Montevideo,  y 
de  este  punto  a  Corrientes,  a  incorporarse  al 
ejército  del  general  Paz.  En  1847  regresó  a 
San  Juan,   donde  actuó  nuevamente  en  los 


acontecimientos  políticos  de  1860  y  61.  Fué  un 
militar  leal  y  pundonoroso;  su  vida  nos  presen- 
ta una  serie  de  fatigas,  de  servicios  y  de  com- 
bates afortunados,  que  le  hacen  acreedor  a  la 
recordación  histórica.  Murió  en  San  Juan,  el 
16  de  mayo  de  1869. 

Albarracín  (Santiago).  Uno  de  los  héroes  de 
Tambo  Nuevo  (v.)  Casóse  después  en  la  Sierra 
de  Córdoba,  y  llegó  a  ser  mayor  y  comandante 
de  milicianos,  sirviendo  con  lealtad  a  la  causa 
de  la  libertad.  Murió  en  1840. 

Alberdi  (Juan  Bautista).  Notable  abogado  y  pu- 
blicista argentino.  Nació  enTucumán,  el  29  de 
agosto  de  1810, 
Hizo  sus  prime- 
ros estudios  en 
Buenos  Aires  y 
se  recibió  de  abo- 
gado en  Monte- 
video en  1840. 
Talento  de  pri- 
mera fila,  de  gran 
ilustración  e  in- 
fatigable trabaja- 
dor. Alberdi  gozó 
de  mucha  repu- 
tación en  toda  la 
América  latina. 

Después  de  un  corto  viaje  por  Europa  en  1843, 
regresó  a  América  y  se  estableció  en  Val- 
paraíso, donde  ejerció  con  gran  crédito,  du- 
rante muchos  años,  su  profesión  de  aboga- 
do. El  primer  trabajo  serio  de  Alberdi  lleva 
por  título:  Preliminar  al  estudio  del  Dere- 
cho. Dio  también  a  luz,  sucesivamente,  las 
siguientes  obras:  Ejecuciones  y  quiebras  en 
Chile;  La  magistratura  y  sus  atribuciones.  En 
1852  publicó  el  más  notable  de  sus  trabajos, 
que  lleva  el  título:  Bases  para  la  organización 
política  de  la  Confederación  argentina,  obra 
que  es  un  tratado  completo  de  Derecho  pú- 
blico americano  y  que  ha  sido  entusiastamente 
elogiada  por  los  más  distinguidos  publicistas 
de  ambos  mundos.  Otros  trabajos  dignos  de 
mención  son:  Elementos  de  Derecho  público 
prouinclal  para  la  República  Argentina;  Sis- 
tema económico  y  rentístico  de  la  Confedera- 
ción Argentina;  De  la  integridad  nacional  de 
la  República  Argentina  bajo  todos  sus  Gobier- 
nos. Además  de  estos  trabajos  tiene  multitud 
de  folletos  políticos  de  circunstancias,  entre 
ellos  uno  titulado:  De  la  anarquía  y  sus  dos 
causas  principales;  Del  Gobierno  y  sus  dos 


luán  Bautista  Alberdi. 


ALB 


15  — 


ALC 


elementos  necesarios  en  la  República  Argen- 
tina. En  1855  fué  nombrado  representante  cer- 
ca de  algunas  cortes  europeas.  Alberdi  lia  sido 
redactor  de  muchos  periódicos  políticos  y  lite- 
rarios, y  como  literato  tiene  una  colección  de 
artículos  de  costumbres,  bajo  el  seudónimo 
de  Figarillo,  y  una  interesante  crónica  dramá- 
tica de  la  revolución  de  mayo.  Sus  obras  com- 
pletas fueron  editadas  poco  después  de  su 
muerte.  Falleció  en  París,  el  18  de  junio  del 
año  1S84. 

Alberti  (Manuel  Maximino  de).  Sacerdote.  Na- 
cido en  Buenos  Aires,  el  28  de  mayo  de  17t33, 
donde  cursó  sus 
estudios  eclesiásti- 
cos y  se  ordenó  en 
1783.  En  17S5  se 
doctoró  en  Córdo- 
ba en  cánones. 
Desempeñó  el  cu- 
rato de  San  Fer- 
nando de  Maldona- 
do,  en  el  Uruguay, 
donde  le  sorpren- 
dió la  invasión  in- 
glesa ,  siendo  des-  Manuel  Maximino  de  Alberti. 
terrado  por  los  in- 
vasores, acusado  de  mantener  corresponden- 
cia con  los  jefes  españoles.  En  1810  era  cura 
de  la  parroquia  de  San  Nicolás  de  Barí,  de 
esta  ciudad,  cuando  ocurrió  la  revolución,  a 
cuya  preparación  coadyuvó  con  incansable  ac- 
tividad, con  Belgrano,  Paso,  Rodríguez  Peña 
y  demás  patriotas,  asistiendo  al  memorable 
cabildo  abierto  del  22  de  mayo,  votando  por  la 
cesación  del  virrey  en  el  mando.  Fué  uno  de 
los  elegidos  para  formar  la  primera  Junta  de 
Gobierno,  y  como  tal  suscribió  todas  las  me- 
didas importantes  que  ésta  tomó,  menos  la  de 
pasar  por  las  armas  a  Liniérs  y  demás  com- 
pañeros, alegando  su  carácter  sacerdotal.  Fué 
uno  de  los  redactores  de  la  Gaceta.  Este  pa- 
triota, precursor  de  la  revolución  de  mayo, 
murió  repentinamente  en  Buenos  Aires,  el  2 
de  febrero  de  1811. 

Alberti  (Manuel  Silvestre).  Guerrero  de  la  in- 
dependencia. Nació  en  Buenos  Aires,  el  31  de 
diciembre  de  1782.  Hermano  del  anterior.  Asis- 
tió a  la  reconquista  y  defensa  de  esta  ciudad 
contra  los  ingleses.  Tomó  parte  en  los  sucesos 
de  mayo  de  ISIO  y  estuvo,  bajo  las  órdenes  del 
general  D.  Carlos  de  Alvear,  en  el  sitio  y  toma 
de  Montevideo,  en  1814,  siendo  agraciado  con 


el  premio  que  por  tal  hecho  instituyó  el  supre- 
mo director  del  Estado. 

Albornoz  (Felipe  de).  Gobernador  del  Tu- 
cumún.  Natural  de  Talavera,  y  caballero  del 
hábito  de  Santiago.  Se  recibió  del  mando  de  la 
provincia  el  II  de  junio  de  1627.  Habiendo  ve- 
nido varios  caciques  de  la  tribu  de  los  calcha- 
quíes  a  darle  la  bienvenida,  como  era  de  prác- 
tica cuando  se  hallaban  en  paz,  el  nuevo  go- 
bernador les  hizo  un  recibimiento  tan  desleal 
como  inhumano,  mandándolos  azotar  y  cortar 
los  cabellos  en  presencia  del  pueblo.  Movidos 
justamente  a  la  venganza  por  este  hecho,  pro- 
vocaron una  sublevación  general  en  todo  el 
territorio  desde  el  valle  de  Guadacol  hasta  el 
Humahuaca,  invadieron  las  poblaciones  de  los 
españoles,  produciéndose  una  lucha  sangrienta 
que  duró  diez  años.  Este  fué  el  único  aconte- 
cimiento notable  de  su  administración,  pues, 
ajustada  la  paz.  Albornoz  dejó  el  gobierno, 
sucediéndole  D.  Francisco  de  Valdivia. 

Albornoz  (fray  Jerónimo  de).  Obispo  de  Tu- 
cumán.  De  la  Orden  seráfica.  Ejercía  las  fun- 
ciones de  comisario  general  de  las  provincias 
del  Perú  cuando  fué  nombrado  obispo  de  esta 
diócesis,  por  renuncia  de  su  antecesor,  fray 
Jerónimo  de  Villa  Carrillo,  en  1570.  Gobernó 
esta  iglesia  hasta  el  año  1576. 

Alcarasito  (combate).  El  general  López  Jor- 
dán, que  después  de  su  desembarco  en  la  pro- 
vincia de  Entre  Ríos,  el  día  27  de  noviembre, 
se  había  internado  en  el  país,  siempre  rodeado 
de  fuerzas  del  Gobierno  por  los  puntos  que 
recorría,  llega  al  paraje  denominado  Alcara- 
sito, con  500  hombres  que  se  habían  reunido, 
desarmados  en  su  mayor  parte  y  sólo  teniendo 
15  infantes  con  remington.  Hacía  una  hora  que 
se  hallaban  en  la  carneada  cuando  es  sorpren- 
dido por  el  coronel  D.  Juan  Ayala,  que,  con 
fuerzas  disciplinadas  y  bien  armadas  de  infan- 
tería y  de  caballería,  lo  ataca,  sin  darle  tiempo 
para  ensillar  los  caballos.  Se  sigue  inmediata- 
mente un  combate,  que  duró  tres  cuartos  de 
hora,  teniendo  que  retirarse  López  Jordán 
por  no  poder  resistir  el  nutrido  y  mortífero 
fuego  de  la.  infantería  de  Ayala.  A  poca  dis- 
tancia del  lugar  del  combate,  López  Jordán 
disolvió  su  gente  (1  de  diciembre  de  1878). 

Alcaraz  (José  Rafael  de).  Preboste  de  la  Her- 
mandad y  sargento  mayor.  Era  natural  de  Bue- 
nos Aires  y  descendiente  de  una  familia  dis- 
tinguida. Inició  su  carrera  en  el  cuerpo  de  Hú- 
sares de  Pueyrredón,  asistiendo  a  la  recon- 


ALO 


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ALC 


quista  y  defensa  de  Buenos  Aires  contra  ios 
ingleses.  Criado  en  los  suburbios  de  la  ciudad 
cuando  éstos  principiaban  a  ser  la  guarida  de 
toda  clase  de  malhechores,  Alcaraz  adquirió 
muy  pronto  «esa  baquía,  esa  admirable  actitud 
para  la  guerra  de  los  bandoleros,  que  debía  ha- 
cerlo tan  útil  después  a  su  patria».  En  efecto, 
bajo  el  gobierno  de  Pueyrredón  y  en  los  go- 
biernos que  le  sucedieron,  Alcaraz  prestó  im- 
portantes servicios  al  vecindario  de  Buenos 
Aires,  que  dormía  tranquilo  bajo  su  vigilancia. 
«Tenía  en  su  espíritu  una  luz  admirable  para 
ver  a  los  salteadores  en  el  fondo  de  los  abri- 
gos y  de  los  montes,  para  adivinar  y  prever 
sus  empresas,  su  numero,  sus  recursos,  y  para 
sorprenderlos,  acorralarlos,  sablearlos,  apre- 
henderles una  buena  parte  de  la  gavilla  y  ahor- 
carlos en  los  suburbios  más  inmediatos.»  De- 
bido a  esta  hábil  persecución,  los  atentados  de 
toda  clase  disminuyeron  notablemente  y  la 
deserción,  que  había  empezado  a  cundir,  se 
desvaneció  por  completo.  Alcaraz  llegó  a  ser 
el  terror  de  estos  bandidos  y  el  único  brazo 
justiciero  que  salvaba  el  imperio  de  la  ley  ci- 
vil. Jamás  tuvo  partido  político,  dice  el  doctor 
López,  ni  figuró  en  ningún  motín  en  pro  o  en 
contra  de  los  círculos  que  gobernaban  o  que- 
rían gobernar  El  y  su  partida  dormían  la  sies- 
ta mientras  en  la  plaza  de  la  Victoria  (Mayo) 
ardían  los  furores  políticos.  Por  la  noche,  sin 
cuidarse  quién  había  triunfado  ni  cómo  se  lla- 
maba el  que  gobernaba,  Alcaraz  salía  en  silen- 
cio e  iba  a  sus  grandes  operaciones  de  limpie- 
za y  cacerías  que  aveces,  como  dice  el  escri- 
tor a  quien  seguimos,  se  convertían  en  verda- 
deras batallas.  Todos  los  círculos  lo  estimaban 
y  lo  respetaban  igualmente.  El  vecindario  en- 
tero lo  bendecía  y  sus  hazañas  eran  contadas 
con  todos  los  colores  de  leyenda  y  la  admira- 
ción más  profunda  y  llena  de  gratitud.  En  el 
año  21  se  le  ve  todavía  al  frente  de  su  partida, 
haciendo  la  policía  de  nuestros  campos,  tarea 
que  desempeñó  hasta  su  muerte,  que  ocurrió 
algún  tiempo  después. 
Alcorta  (Amancio).  Economista.  Fundador  del 
pueblo  de  Moreno  (Buenos  Aires).  Nació  el  16 
de  agosto  de  1805,  en  la  capital  de  Santiago 
del  Estero.  Dedicado  a  la  carrera  de  las  letras, 
hizo  sus  primeros  estudios  en  el  convento  de 
Franciscanos  en  Catamarca,  bajo  la  dirección 
del  padre  Quintana,  que  siempre  le  recordó 
entre  sus  discípulos  más  aventajados.  Ingresó 
en  seguida  a  la  Universidad,  donde  permaneció 


cuatro  años.  Preparábase  a  iniciar  los  cursos 
de  Derecho  cuando  sucesos  desgraciados  de 
familia  le  obligaron  a  abandonar  para  siempre 
la  carrera  que  había  iniciado  bajo  auspicios  tan 
lisonjeros.  Vuelto  a  su  provincia,  cúpole  el  ho- 
nor de  ser  nombrado  diputado  al  Congreso 
Nacional  que  se  reunía  en  Buenos  Aires,  ape- 
nas cumplía  la  edad  de  veintiún  afíos.  Esta  cir- 
cunstancia ocasionó  en  el  seno  del  Congreso 
algunas  dificultades  para  la  admisión  de  su  di- 
ploma. oAlcorta  creyó  entonces  más  decoroso 
renunciar  su  cargo  de  diputado  antes  de  expo- 
nerse a  un  fallo  que  podía  ser  un  rechazo.» 
Afiliado  al  partido  unitario,  compartió  la  suer- 
te incierta  de  sus  amigos  políticos,  cuya  triste 
situación  empezó  a  dibujarse  con  el  primer 
triunfo  de  Ibarra,  para  definirse  después  de  la 
caída  del  general  Deheza.  En  el  Gobierno  li- 
beral que  estableció  éste  mereció  Alcorta  el 
honor  de  ser  su  ministro,  quedando  así  su  nom- 
bre, como  dice  su  biógrafo,  marcando  la  fecha 
de  la  desaparición  de  las  libertades  de  su  pro- 
vincia. La  caída  de  Deheza  fué  para  Alcorta  la 
inauguración  de  una  vida  errante  y  penosa. 
Ministro  de  Quemes  en  Salta,  pasó  muy  luego 
a  Jujuy,  y  de  aquí  a  Buenos  Aires.  Se  mantuvo 
largo  tiempo  en  la  vida  privada,  hasta  que,  caí- 
do Rosas,  fué  llamado  en  junio  de  1853  a  for- 
mar parte  del  Consejo  de  Hacienda.  Intervino 
después  en  la  reforma  de  los  reglamentos  de 
Aduana;  ocupó  un  puesto  en  la  Comisión  en- 
cargada da  plantear  el  libre  tránsito  de  los  ar- 
tículos de  comercio  procedentes  del  extranje- 
ro y  de  las  otras  provincias  de  la  República; 
fué  cónsul  del  Tribunal  de  Comercio  durante 
los  años  53,  55  y  58;  varias  veces  director  del 
Banco  y  miembro  de  la  Junta  del  Crédito  pú- 
blico, ocupando  por  último,  con  ventaja  para 
la  provincia,  un  asiento  en  el  Senado  desde 
1855  hasta  principios  de  1862.  Falleció  en  mayo 
de  1862. 
Alcorta  (Amancio) .  Jurisconsulto .  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  27  de  marzo  de  1842,  y  estudió 
en  la  misma  ciudad,  doctorándose.  Durante  la 
guerra  del  Paraguay  prestó  servicios  militares 
como  ayudante  y  secretario  del  coronel  Mura- 
ture,  batiéndose  en  el  combate  de  las  Cueoas, 
donde  fué  condecorado  con  la  cruz  de  bronce 
del  Brasil.  En  1867  fué  nombrado  juez  de  pri- 
mera instancia,  puesto  que  desempeñó  con 
competencia  y  laboriosidad.  Fiscal  de  Gobier- 
no en  la  provincia;  ministro  de  Hacienda  y  de 
Gobierno  en  la  misma.  Durante  el  gobierno  de 


ALC 


-  17  — 


ALD 


Acosta,  fué  electo  diputado  a  la  Legislatura  en 
1867  a  1872.  Catedrático  de  Derecho  interna- 
cional en  la  Facultad,  académico  titular  de  la 
misma,  rector  del  Colegio  Nacional  Central, 
diputado  al  Congreso  Nacional,  ministro  de 
Relaciones  exteriores  en  las  administraciones 
de  Juárez  Celman,  Saénz  Peña,  Uriburu  y 
Roca.  En  este  ultimo  puesto  contribuyó  de  una 
manera  notable  a  la  terminación  del  litigio  de 
límites  con  Chile.  Desempeñándolo  le  sorpren- 
dió la  muerte,  el  5  de  mayo  de  1902. 

Alcorta  (Diego).  Médico  y  filósofo.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  18  de  noviembre  de  1802.  Cur- 
só en  las  aulasdel  Colegio  de  laUnión,  donde  se 
inició  en  el  conocimiento  del  latín,  la  retórica, 
la  gramática  y  la  historia.  Estudió  filosofía 
bajo  la  dirección  de  Lafinur  y  matemáticas  bajo 
la  de  D.  Avelino  Díaz,  comenzando  luego  de 
terminar  estos  cursos  sus  estudios  facultati- 
vos. Uno  de  sus  biógrafos  nos  cuenta  que,  sien- 
do huérfano  y  pobre,  se  veía  obligado  a  estu- 
diar en  los  libros  de  sus  compañeros,  pues  él 
no  tenía  con  qué  comprarlos.  Terminaba  su 
carrera,  y  la  misma  escasez  de  recursos  era 
un  obstáculo  a  la  recepción  de  su  grado.  Al- 
corta  solicita  entonces  del  rector  de  la  Univer- 
sidad se  le  conceda  gratis  su  título,  que  obtu- 
vo en  atención  a  sus  cualidades  preferentes. 
Siendo  estudiante  había  desempeñado  el  em- 
pleo de  practicante  mayor  en  el  hospital  de 
hombres,  y  al  concluir  sus  estudios  (1827)  re- 
cibió el  nombramiento  de  médico  de  entradas. 
Obtuvo  en  concurso  público  la  cátedra  de  Fi- 
losofía, vacante  por  renuncia  de  D.  Juan  Ma- 
nuel Agüero.  Alcorta  era  un  pensador  y  un 
hombre  de  abnegación.  Fué  diputado  a  la  Le- 
gislatura, en  cuyo  puesto  combatió  enérgica- 
mente el  voto  de  censura  que  se  formuló  con- 
tra el  Gobierno  de  D.  Juan  Ramón  Balcarce 
y  el  proyecto  invistiendo  con  facultades  ex- 
traordinarias a  Rosas,  retirándose  del  recinto 
de  la  Cámara,  para  no  volver  más,  el  día  en 
que  aquel  proyecto  fué  aprobado.  Falleció  el  7 
de  enero  de  1842. 

Alcorta  (Manuel).  Gobernador  de  Santiago 
del  Estero.  Se  recibió  de  este  cargo  el  26  de 
mayo  de  1830,  por  convenio  ajustado  entre  el 
Gobierno  de  aquella  provincia  y  el  de  Tucu- 
mán.  Pertenecía  al  partido  liberal  y,  una  vez  en 
el  mando,  se  ofreció  como  auxiliar  del  Gobier- 
no de  Córdoba  e  hizo  proclamar  al  general  Paz 
protector  de  Santiago  del  Estero.  Impoten- 
te, sin  embargo,  para  luchar  contra  los  elemen- 
Dic.  HiST.  BiOQR. 


tos  anárquicos  de  la  provincia,  resignó  el  po- 
der, cuatro  meses  después  de  su  elección,  en 
manos  del  coronel  Román  Dehesa. 
Aldao  (Francisco).  Coronel  de  la  independen- 
cia. Éste  era  «el  más  díscolo  entre  sus  herma- 
nos (véanse  los  siguientes),  de  hábitos  y  ten- 
dencias gauchos,  y  sobre  todo  de  carácter  fal- 
so, aunque  vivo,  arrojado  y  resuelto».  Su 
carrera  militar  la  inició  en  el  regimiento  Gra- 
naderos a  Caballo,  adquiriendo  reputación  de 
valiente  en  las  dos  célebres  batallas  que  cimen- 
taron la  independencia  de  Chile.  «Reconquis- 
tado éste,  San  Martín  mandó  a  San  Juan  el  nú- 
mero 1 .°  de  los  Andes,  a  completar  su  efectivo 
y  crear  un  regimiento  de  Dragones  para  aumen- 
tar el  ejército  que  debía  invadir  el  Perú;  pero 
los  Aldao,  José  (v.)  y  Francisco,  con  otros  re- 
voltosos, consumaron  un  motín  militar,  que 
privó  al  ejército  del  auxilio  de  aquellos  cuer- 
pos.» En  seguida  se  unió  a  los  Carreras,  se- 
cundando los  planes  desquiciadores  de  éstos, 
hasta  que,  tomado  preso,  fué  llevado  a  Lima 
con  su  hermano  José,  donde  San  Martín  les 
mandó  formar  un  Consejo  de  guerra,  que  hu- 
biera castigado  sus  delitos  si  la  interposición 
de  su  hermano  D.  Félix  (v.),  a  la  sazón  jefe 
de  guerrillas,  no  hubiera  determinado  a  San 
Martín  a  perdonarle.  Ya  en  Lima,  se  incorpo- 
ró al  ejército,  prestando  sus  servicios  como 
guerrillero  y  continuándolos  después  bajo  las 
órdenes  de  Bolívar.  Fué  así  como  tuvo  la  glo- 
ria de  asistir  a  la  memorable  batalla  de  Ayacu- 
c/io.  Después  de  esta  victoria  regresó  a  Chile, 
donde  agentes  del  Gobierno  de  Rivadavia  le 
contrataron  para  pasara  Mendoza  a  organizar 
una  fuerza  que  desalojara  a  Quiroga  de  San 
Juan.  «Francisco  Aldao  llegó  a  Mendoza  con 
los  10.000  (diez  mil)  pesos  que  había  recibido 
para  la  empresa  contra  Quiroga;  pero  una  en- 
trevista con  sus  hermanos  le  hizo  cambiar  de 
designio,  y  guardándose  el  dinero  asocióse  a 
ellos  para  formar  el  triunvirato  militar  que 
tantas  vidas  ha  costado  a  Mendoza  y  tantos 
ultrajes  a  la  moral  y  a  la  civilización.»  La  gue- 
rra del  Brasil,  que  reunió  a  tantos  jefes  y  ofi- 
ciales de  la  de  la  independencia,  no  le  contó  en- 
tre sus  valientes;  muy  lejos  de  eso,  él  y  sus 
hermanos  aprovecharon  el  dinero  que  el  Go- 
bierno les  remitió  para  organizar  fuerzas,  para 
sus  fines  particulares,  manchando  así  los  laure- 
les que  habían  conquistado  en  la  guerra  de  la 
independencia.  En  seguida  vémosle  acompa- 
ñando a  su  hermano  Félix  en  todas  sus  trave- 


ALD 


18 


slas,  ya  invadiendo  a  San  Juan,  ya  cooperando 
a  los  planes  subversivos  de  Quiroga;  unas  ve- 
ces con  un  partido,  otras  veces  con  otro,  hasta 
que  liesíó  el  dia  del  desastre  del  Pilar,  donde 
su  hermano  el  fraile  cometió  tanta  matanza. 
Las  primeras  balas  que  evidenciaron  la  ruptu- 
ra injustificable  del  tratado  le  arrebataron  la 
existencia,  siendo  su  muerte  la  ocasión  y  el 
móvil  de  un  sinnúmero  de  asesinatos  inútiles, 
de  que  la  Historia  ha  hecho  responsable  a  su 
hermano  D.  Félix. 
Aldao  (Félix).  Fraile.  Teniente  coronel  de  ca- 
ballería en  el  ejército  de  los  Andes.  Goberna- 
dor y  brigadier  general  de  la  provincia  de  Men- 
doza. Estos  títulos  .son  otras  tantas  faces  de 
la  vida  de  este  hombre.  Hermano  del  anterior. 
Hijo  de  una  familia  decente  y  modestamente 
acomodada  en  esa  provincia.  Mostió  desde  su 
infancia  una  indocilidad  turbulenta,  que  decidió 
a  sus  padres  a  dedicarlo  a  la  carrera  de  sacer- 
dote, creyendo  que  los  deberes  de  su  augusta 
misión  reformarían  sus  malas  inclinaciones. 
¡Error  lamentable!  Su  noviciado  fué,  como  su 
infancia,  una  serie  de  actos  de  violencia  y  de 
inmoralidad.  No  obstante  esto,  recibió  las  ór- 
denes sagradas  el  año  1806,  en  Chile,  bajo  el 
obispado  del  Sr.  Moran  y  el  patrocinio  del  re- 
verendo padre  Velázquez,  dominico,  que  le 
ayudó  en  su  primera  misa.  Incorporado  al  ejérci- 
to patriota  que  se  organizaba  en  Mendoza  para 
expedicionar  sobre  Chile,  Aldao  empezó  a 
figurar  en  él  como  segundo  capellán  de  la  di- 
visión Las  Heras.  En  marcha  la  división, 
el  4  de  febrero  de  1817,  por  el  camino  de  Us- 
pallata,  para  pasar'jos  Andes,  se  divisaba  en  el 
fondo  obscuro  de  la  cordillera  un  castillejo 
denominado  la  Guardia  Vieja,  donde  se  ha- 
bía parapetado  un  destacamento  español.  Tra- 
bado el  combate,  después  de  dos  descargas  de 
detrás  de  las  trincheras,  el  capellán  Aldao, 
vencido  por  los  ardientes  impulsos  de  su  natu- 
raleza y  de  sus  pasiones  dominantes,  tomó  una 
parte  activa  y  decidida  en  ese  hecho  de  armas, 
en  que  rindió  e  hizo  prisioneros  a  dos  oficiales 
realistas.  Conducta  semejante,  y  viendo  sus  ro- 
pas manchadas  de  sangre  humana,  le  valió 
este  reproche  del  coronel  Las  Heras:  «Padre, 
cada  uno  en  su  oficio:  su  paternidad,  al  bre- 
viario; nosotros,  la  espada.  ■>  Recomendado,  em- 
pero, en  el  parte  oficial  del  coronel  Las  Heras, 
en  cumplimiento  del  deber  militar,  recibió  el 
capellán  Aldao  el  titulo  de  teniente  agregado 
de  Granaderos  a  Caballo,  en  cuyo  carácter,  y 


ALD 

vistiendo  el  uniforme  de  oficial  granadero, 
asistió  a  la  batalla  de  Chacabuco  ya  la  de 
Maipú,  distinguiéndose  en  ambas.  Dice  Sar- 
miento: ('Un  hecho  citaré  que  merece  un  lugar 
distinguido  entre  los  muchos  que  ocurrían  en 
aquella  época  de  hazañas  estupendas.  En  la 
persecución  que  se  siguió  a  la  batalla  de  Mai- 
pú, un  granadero  español,  de  una  talla  gigan- 
tesca, se  abría  paso  por  entre  centenares  de 
enemigos  que  le  precedían  y  rodeaban,  y  cada 
golpe  de  su  terrible  sable  echaba  un  cadáver 
mutilado  a  tierra;  un  círculo  vacío  en  derredor 
suyo  mostraba  bien  a  las  claras  el  terror  que 
inspiraba,  y  los  vencedores  todos  que  habían 
osado  traspasarlo  habían  pagado  con  la  vida 
su  temeridad.  El  valiente  Lavalle  lo  seguía  a 
corta  d  stancia,  y,  por  confesión  suya,  sentía 
flaquearle  su  valor  romanesco  cada  vez  que 
el  calor  de  la  persecución  le  conducía  a  aproxi- 
mársele demasiado.  El  teniente  Aldao  los  al- 
canza, ve  al  terrible  español,  se  lanza  sobre  I 
él,  y  cuando  los  compañeros  esperaban  verle 
caer  abierto  en  dos,  venle  parar  el  tremendo 
sablazo  que  le  manda  el  granadero,  hundirle 
en  seguida  y  revolverle  repetidas  veces  la  es- 
pada hasta  el  puño  en  el  corazón.  Mil  vivas 
fueron  la  inmediata  recompensa  de  su  temera- 
rio arrojo.»  La  campaña  de  Chile,  que  conclu- 
yó con  la  completa  expulsión  de  los  españoles, 
fué  para  él  un  teatro  de  gloria,  en  que  o«;tentó 
su  audacia  característica  y  su  sed  de  combates. 
En  todos  los  encuentros  se  mostró  soldado  in- 
trépido, acuchillador  terrible,  enemigo  impla- 
cable. Cuando  la  expedición  libertadora  zarpó 
de  Valparaíso  (20  de  agosto  de  1820),  a  las  ór- 
denes del  general  San  Martín,  le  contó  en  sus 
filas,  en  clase  de  capitán,  y  desde  las  playa.*  de 
Pisco,  en  que  el  ejército  desembarcó,  se  distin- 
guió  como  guerrillero,  por  la  audacia  y  temeri- 
dad desplegada  en  diversos  combates  con  las 
tropas  españolas  San  Martín,  que  conocía  el 
incomparable  valor  de  Aldao,  así  como  tam- 
bién estaba  al  cabo  de  sus  defectos  y  malas 
costumbres,  le  dio  desde  que  llegó  a  Pisco 
comisiones  que  sólo  requerían  arrojo  y  valor 
hasta  la  temeridad.  Su  espada  brilló  en  los 
encuentros  de  Lasca  y  Pasco,  y  también  en  la 
derrota  de  Huancayo,  en  diciembre  de  1820,  «en 
que  el  mayor  Aldao  acreditó  una  vez  más  su 
valor  y  presencia  de  ánimo;  no  se  dejó  de 
pelear  donde  él  estuvo,  y  después  de  la  derro- 
ta pudo  reunir  a  muchos  de  sus  compañeros, 
con  los  cuales  formó  un  destacamento  regular, 


ALD 


19  - 


ALD 


y  se  conservó  en  Pasco,  mejorando  sus  fuer- 
tes.» Al  frente  de  una  fuerza  regular  para  ha- 
cer la  guerra  de  recursos  en  la  Sierra,  obraba 
libremente  y  según  su  propia  inspiración.  Un 
episodio  sangriento  tuvo  lugar  entonces,  que 
nos  lo  hace  conocer  el  biógrafo  citado:  «Ha- 
bíase propuesto  (Aldao)  defender  con  sus  in- 
dios el  pasaje  del  puente  de  Yocuchaca;  pero 
al  aproximarse  un  destacamento  español  más 
de  mil  indígenas  huyeron  cobardemente,  malo- 
grando su  ventajosa  posición  y  entregando  sin 
resistencia  al  enemigo  un  punto  importante. 
El  jefe,  enfurecido,  no  pudiendo  contener  a  los 
fugitivos,  se  echa  sobre  ellos  como  un  león 
sobre  un  rebaño  de  ovejas,  y  no  deja  de  matar 
Indios  sino  cuando  ha  marcado  su  pasaje  por 
entre  la  multitud  con  una  larga  calle  de  cadá- 
veres y  de  heridos,  que  caen  a  ambos  lados,  a 
los  repetidos  golpes  de  su  sable.  Por  sangrien- 
to que  hubiese  sido  un  combate  en  el  puente  y 
efectivo  el  fuego  de  los  españoles,  habrían  pe- 
recido menos  hombres  de  los  que  quedaron  en 
aquel  campo,  víctimas  de  la  cólera  de  uno 
solo.»  Teniente  coronel,  y  disuelto  el  ejército 
argentino  por  los  sucesos  que  motivaron  la  se- 
paración del  general  San  Martín,  Aldao  se  re- 
tiró del  ejército,  y  parece  hubiera  abrigado  la 
intención  de  alejarse  para  siempre  de  la  vida 
militar.  Vivía  más  tarde  en  su  provincia  natal, 
tranquilo,  dedicado  al  cultivo  de  la  industria, 
cuando  el  rumor  de  la  guerra  civil  y  las  instan. 
cias  de  sus  hermanos  José  y  Francisco,  coro- 
neles ambos,  vinieron  a  sacarle  de  su  pacífica 
vivienda.  Después  de  la  acción  de  Las  Leñas, 
en  la  que  salieron  vencedores  los  Aldao,  éstos 
empiezan  a  ejercer  una  influencia  decisiva  en 
los  destinos  de  Mendoza.  En  la  famosa  acción 
de  la  Tablada,  en  que  fué  derrotado  Quiroga 
por  Paz,  Aldao,  que  mandaba  el  ala  derecha 
del  ejército,  recibió  un  balazo  en  el  pecho,  que- 
aunque  no  mortal,  le  obligó  a  retirarse  y  pasar 
a  San  Luis,  donde  fué  a  curarse.  «En  el  Pilar' 
de  lúgubre  memoria,  fué  el  batallar  de  dos 
días,  que  espantó  al  pueblo  de  Mendoza,  que 
oía  el  no  interrumpido  fuego  de  fusilería  y  ca- 
tión, a  punto  de  creer  que  no  habría  ya  más 
combatientes.  Todos  a  gritos  clamaban  por  la 
paz.  La  mediación  de  una  comisión  de  vecinos 
puso  término  a  la  lucha,  y  los  preliminares  del 
convenio  habían  sido  ajustados.  Don  Francisco 
Aldao  se  presenta  en  el  campo  enemigo  y  con- 
versa amistosamente  con  sus  adversarios,  feli- 
citándose todos  de  la  terminación  de  la  san- 


grienta contienda.  Un  momento  después,  un 
emisario  del  fraile  se  presenta  intimando  ren- 
dición, so  pena  de  ser  pasados  a  cuchillo;  mil 
gritos  de  indignación  partieron  de  todas  par- 
tes; Francisco  fué  el  blanco  de  los  reproches 
más  amargos.  «Señores— decía  con'dignidad— , 
no  hay  nada:  es  Félix,  que  ya  ha  comido»;  dan- 
do a  estas  palabras,  que  repitió  varias  veces, 
un  énfasis  particular,  y  a  un  ayudante  la  orden 
de  avisar  a  Félix  que  él  estaba  allí,  que  el  me- 
nor amago  de  su  parte  era  una  violación  del 
tratado.  Si  los  cañonazos  (con  que  se  inició  el 
inesperado  ataque)  demoran  un  solo  minuto 
más,  D.  José  Aldao  entra  también  al  campo, 
pues  lo  sorprendieron  en  la  puerta,  de  donde 
se  volvió  exclamando:  «¡Este  es  Félix!  ¡Ya 
está  borracho!»  En  efecto,  borracho  estaba, 
como  era  su  costumbre  por  las  tardes;  tres  o 
cuatro  días  antes  había  sido  preciso  cargarlo 
en  un  catre  para  salvarlo  de  las  guerrillas  ene- 
migas que  se  aproximaban.»  (Sarmiento.)  La 
matanza  fué  tan  espantosa,  que,  como  dice  el 
general  Paz  en  sus  memorias,  la  pluma  cae 
de  la  mano  al  intentar  describirla.  La  muerte 
de  D.  Francisco  le  sirvió  de  pretexto  a  horri 
bles  ejecuciones,  no  solamente  en  el  teatro  de 
sangriento  suce  ,  sino  después  de  pasados  al- 
gunos días.  El  ci-  'tan  D.  Joaquín  Villanueva 
valiente  y  distinga  t  joven,  y  sus  infortuna- 
dos compañeros  dt  causa,  allí  sucumbieron 
víctimas  de  la  barbarie  de  Aldao,  que,  lanza  en 
mano,  daba  el  ejemplo  a  sus  soldados  en  la  car- 
nicería. Desde  el  15  de  septiembre  hasta  fines 
del  mismo  perecieron  inhumanamente  el  doc- 
tor José  Narciso  Laprida,  ex  presidente  del 
Congreso  que  declaró  la  independencia  na- 
cional; el  Dr.  D.  José  María  Salinas,  distingui- 
do literato  de  Bolivia,  secretario  de  su  Con- 
greso Constituyente;  el  mayor  D.  Plácido 
Sosa,  D.  José  María  Villanueva,  Jaramiyo, 
D.  Marcos  González,  D.  Luis  Infante,  doce 
sargentos  y  no  menos  de  doscientos  cívicos  e 
individuos  de  tropa,  etc.  La  batalla  de  Oncati- 
vo  (febrero  de  1839),  quebró  por  segunda  vez 
el  poder  de  Quiroga,  dejando  éste  en  el  cam- 
po de  batalla  su  infantería,  artillería  y  bagajes. 
En  la  persecución  alcanzaron  a  un  fugitivo 
cuya  corpulencia  había  agobiado  a  su  caballo; 
una  lanzada  lo  hizo  descender  a  tierra,  y  cuan- 
do un  soldado  se  apresuraba  a  ultimarlo:  oSoy 
el  general  Aldao  — dijo — ;  no  me  maten:  interesa 
a  la  nación  que  me  presenten  vivo  al  general 
Paz».  Conducido  a  Córdoba,  algunos  oficiales 


ALD  -  20  - 

mendocinos,  cegados  por  la  venganza,  le  hacen 
introducir  en  la  plaza  montado  en  un  animal 
flaco  y  expuesto  a  los  insultos  de  la  chusma. 
«¡Malvado!— le  gritan— .habéis  cubierto  de  luto 
a  tu  patria.»  «También  le  he  dado  días  de  glo- 
rias—contestó. (Sarmiento.)  Puesto  en  la  cár- 
cel, dio  pruebas  de  estar  poseído  de  un  terror 
pánico.  Aconsejado  por  algunos  sacerdotes, 
que  trataban  de  reconciliarlo  con  la  Iglesia^ 
púsose  a  estudiar  el  latín.  Creía  por  momentos 
que  iban  en  su  busca  para  fusilarlo,  y  su  cobar- 
día entonces  rayaba  en  exageración,  pues  lie. 
gó  a  excitar  el  desprecio  y  las  burlas  de  sus 
guardianes.  La  conciencia  del  fraile  se  le  pre- 
sentaba como  un  juez  implacable  en  el  aisla_ 
miento  de  su  calabozo.  Disuadiéndole  de  log 
temores  de  fusilamiento  D.  José  Santos  Ortiz, 
de  quien  recibía  lecciones  de  latín,  el  prisionero 
exclama:  «Sí;  como  usted  no  ha  cometido  los 
crímenes  que  yo,  no  se  le  da  nada».  En  medio 
de  su  mortificante  terror,  una  noche  que  un 
escuadrón  formaba  en  la  plaza  frente  a  las  pri- 
siones de  Estado,  se  entregó  a  un  llanto  agu- 
do y  lastimero,  creyendo  llegada  su  última 
hora  por  aquellos  aprestos.  Un  oficial  que  se 
acercó  a  la  prisión  le  encontró  de  rodillas  con 
una  hostia  en  la  mano,  consagrada  por  él.  Pri- 
sionero Paz,  el  ejército  siguió  a  Tucumán,  y 
con  él  Aldao.  Después  de  la  derrota  de  la 
Cíudadela  es  llevado  por  los  dispersos  a  Bo- 
livia,  donde  lo  dejan  en  libertad.  Vuelve  a 
Mendoza  en  1832,  no  sin  antes  tener  una  entre- 
vista, a  su  paso  por  La  Rioja,  con  Quiroga- 
que  tenía  a  su  lado  al  coronel  Barcala.  «¿Cuan, 
do  fusila  a  este  negro?.)-fué  lo  primero  que  le 
dijo.  Tres  años  después  (1835),  denunciado 
Barcala  de  tramar  una  revolución  desde  San 
Juan  contra  el  poder  de  Aldao,  lo  reclamó  al 
Gobierno  de  esa  provincia  invocando  la  adhe- 
sión al  tratado  cuadrilátero;  le  fué  entregado 
y  lo  fusiló...»  Vencido  en  Angaco.  Su  muer- 
te acaeció  el  18  de  enero  de  1845,  en  medio 
de  horribles  dolores. 
Aldao  Uosé).  Coronel  de  la  independencia.  Her- 
mano del  anterior.  Fué  uno  de  los  primeros 
guerrilleros  del  ejército  de  los  Andes  «y  el  de 
mejor  carácter  entre  los  Aldao».  Principió  su 
carrera  en  la  división  de  Auxiliares  a  Chile, 
que  comandó  Carrera.  Asistió  a  todos  los  com- 
bates en  que  tomó  parte  esta  división,  bajo  e\ 
mando  inmediato  de  Las  Heras,  distinguiéndo- 
se por  su  bravura.  Teniente  más  tarde  de  Gra- 
naderos  a  Caballo.  Asibtió  a  Chacabuco  y 


ALD 

Maipú.  A  él  se  debió  la  captura  del  presidente, 
Marcó  y  de  otros  personajes  españoles,  a  quie- 
nes cortó  la  retirada,  prendiéndolos  al  frente 
de  un  puñado  de  sus  soldados.  Reconquistado 
Chile,  regresó  a  Mendoza,  donde  reunióse  con 
sus  hermanos  y  con  los  Carreras,  promovien- 
do motines  y  ocasionando  desastres  que  man- 
charon los  laureles  de  Chacabuco  y  Maipú.  Sin 
embargo,  se  recuerda  como  un  hecho  que  ate- 
núa sus  faltas  el  que  siempre  se  opuso  a  la? 
crueldades  de  su  hermano  Félix,  a  quien  cali 
más  de  una  vez,  librando  a  muchas  persot. 
del  último  suplicio,  a  que  el  fraile,  arbitraria- 
mente, condenaba  día  a  día  en  sus  momentos  de 
furor.  El  fraile  había  caído  en  poder  de  las  fuer- 
zas del  general  Paz,  cuando  una  revolución 
acaecida  en  Mendoza  dio  en  tierra  con  el  po- 
der de  sus  tiranos.  «Don  José  Aldao  tuvo  la  fa- 
tal inspiración  de  fugar  al  Sud  y  confiar  en  la 
fe  de  los  bárbaros.  Un  día  lo  invitan  a  él  y  a 
sus  principales  jefes  a  un  parlamento;  lo  ro- 
dean y  dejan  percibir  a  las  claras  sus  designios 
sanguinarios.  Don  José  desenvaina  su  espada, 
atraviesa  con  ella  al  cacique  traidor,  y  muere 
como  mueren  los  héroes,  matando.» 
Aldazor  (Nicolás),  Obispo  de  Cuyo,  De  la  Or- 
den seráfica.  Nació  en  La  Rioja,  en  1785.  Se 
educó  en  el  convento  de  San  Francisco  de  Bue- 
nos Aires.  Dictó  por  mucho  tiempo, y  con  distin- 
ción, las  cátedras  de  Filosofía  y  Teología,  Ora- 
dor sagrado.  Se  le  reprocha  de  haber  sido  muy 
sumiso  ai  tirano.  Encargado  por  éste  de  una 
misión  secreta  para  los  pueblos  dei  interior, 
cayó  en  manos  del  general  Lavalle,  quien  dis- 
puso su  inmediato  fusilamiento.  Ya  de  rodilla^ 
en  el  banquillo,  le  salvó  D.  José  Fermín  Soag 
comerciante  de  Córdoba,  quien  hizo  ver  a  L,.- 
valle  la  mala  impresión  que  produciría  en  aque- 
llas gentes  el  fusilamiento  de  un  religioso,  por 
lo  que  quizá  no  coadyuvarían  a  su  empresa, 
comprometiendo  así  el  éxito  de  la  causa  de  la 
libertad  contra  el  despotismo.  El  Sr.  Aldazor 
manifestó  su  entereza,  y  según  se  decía  había 
marchado  al  patíbulo  resuelto  y  tranquilo,  con 
un  crucifijo  en  la  mano.  En  1859  fué  nombrado 
obispo  de  Cuyo,  después  de  haberse  consagra- 
do en  Buenos  Aires.  Murió  el  22  de  agosto  de 
1866,  en  la  ciudad  de  San  Luis,  a  los  ochenta  y 
un  años  de  edad,  después  de  siete  años  de  lu- 
cha y  trabajo  en  la  villa  de  San  Francisco  del 
Monte,  en  San  Juan,  donde  daba  misiones.  Exis- 
te su  retrato  en  la  sacristía  de  San  Francisco, 
en  esta  ciudad. 


ALE 


Leandro  Aletn. 


Alem  (Leandro  N.).  Abogado.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  25  de  febrero  de  1844.  Fué  un  gran  pa- 
tricio, un  ciudadano 
dignísimo    y    presti- 
gioso; fué  el  repre- 
sentante genuino  de 
lamas  pura  democra- 
cia; el  conductor  vi- 
ril, en  horas  borras- 
cosas, del  pueblo  ar- 
gentino. Como  ayu- 
dante del  genera  I 
Paunero  en  la  guerra 
del  Paraguay,  tomó 
parte  en  todos  los 
combates  en  que  in- 
tervinieron las  fuerzas  de  Buenos  Aires.  Ocupó 
el  puesto  de  secretario  de  la  Legación  argenti- 
na en  la  Asunción  del  Paraguay,  y  después  en 
la  de  Río  Janeiro.  Miembro  de  la  Legislatura 
de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  fué  diputado 
y  senador  nacional  en  varias  épocas.  Desempe- 
ñando el  cargo  de  diputado  nacional  por  la 
provincia  de  Buenos  Aires,  se  suicidó,  el  1  de 
julio  de  1896,  en  esta  capital.  El  Dr.  Alem  in- 
virtió su  acción  y  sacrificó  su  vida  en  aras  de 
la  libertad  cívica.   «El   deber  no  se  cumple 
sino  haciendo  algo  más  de  lo  que  el  deber 
manda.» 

Alemán  (Pablo).  Gobernador  de  Jujuy  en  1837. 
Uruguavo.  Figuró,  en  el  grado  de  capitán,  en 
el  ejército  del  general  Rondeau  que  sitiaba  a  la 
ciudad  de  Montevideo,  último  baluarte  de  los 
españoles  en  el  Río  de  la  Plata.  Se  incorporó 
al  ejército  del  Alto  Perú,  con  el  grado  de  ma- 
yor. Rosas  le  nombró  jefe  de  Policía  en  febrero 
de  1845,  y  desempeñando  ese  puesto  murió  en 
septiembre  del  mismo  año. 

Alerta.  Goleta  armada  en  corso  por  D.  Adán 
Guy,  del  comercio  de  Buenos  Aires;  le  fué 
otorgada  patente  el  24  de  febrero  y  despacha- 
da el  18  de  marzo  de  1818.  Era  una  presa  es- 
pañola, nombrada  La  Corsa,  de  250  toneladas. 
Armada  con  nueve  cañones  y  con  la  denomina- 
ción de  Alerta,  fué  confiada  al  mando  del  jo- 
ven Daniel  Chayter  (v.),  que  perdió  la  vida  en 
un  combate.  Dio  la  fianza  de  10.000  pesos, 
exigida  por  el  reglamento  de  corso,  el  comer- 
ciante de  la  plaza  D.  Tomás  Stevenson. 

Alfaro  (Alonso  de).  Natural  de  Cádiz.  Vino  en 
calidad  de  soldado,  permaneciendo  algún  tiem- 
po en  Buenos  Aires,  de  donde  pasó  a  Tucu- 
mán.  Era  modesto,  pobre,  a  su  arribo  a  ésta- 


-  21  -  ALI 

;  pero  adquirió  muy  pronto  una  gran  fortuna  y 
una  posición  distinguida,  merced  a  sus  virtudes 
y  talentos.  Teniente  general  yjusticia  mayor  de 
Santiago,  capital  a  la  sazón  de  Tucumán,  que 
desempeñara  Alfaro  con  aplauso  general  de  todo 
el  vecindario.  Era  filántropo  y  piadoso,  em- 
pleando una  parte  de  sus  bienes  en  socorrer  a 
los  indigentes  o  en  levantar  asilos  públicos, 
siendo  obra  de  su  iniciativa  personal  la  «fun- 
dación de  la  célebre  finca  de  San  Ignacio,  cu- 
yos productos  estaban  destinados  al  costo  de 
los  ejercicios  en  las  tres  provincias  del  Para- 
guay, Buenos  Aires  y  Tucumán».  Gobernador 
de  Tucumán  sólo  por  seis  meses,  muriendo  en 
marzo  de  1726. 

Alfaro  (Francisco).  Visitador  general  en  10  de 
diciembre  de  1610.  Convencido  de  los  abusos 
que  los  encomenderos  cometían  en  los  pobres 
indios,  y  después  de  varias  conferencias  con 
los  sujetos  más  doctos  y  rectos  de  la  Asunción, 
compuso  un  Código  de  sabias  disposiciones, 
conocido  bajo  el  título  de  Ordenanzas  de  Al- 
faro,  en  las  que  se  suprimía  el  servicio  perso- 
nal de  los  indios,  cortando  de  raíz  los  abusos 
y  violencias  de  que  eran  objeto.  Estas  Orde- 
nanzas, que  se  publicaron  por  el  mes  de  octu- 
bre de  1811,  se  ocupaban  también  de  puntos 
importantes  de  política,  educación  y  adminis- 
tración, y  substituían  al  servicio  personal  de 
los  indios  el  tributo  pecuniario.  Alfaro  ha  sido 
uno  de  los  magistrados  españoles  que  ha  me- 
recido más  elogios  de  los  historiadores.  Sus 
Ordenanzas  revelan  un  espíritu  recto  y  huma- 
nitario, y  ellas  le  darán  siempre  un  lugar  pre- 
dilecto entre  los  protectores  de  los  indios,  de 
cuya  suerte  se  ocupó  como  ninguno  de  los  ma- 
gistrados de  América. 

Alianza.  Buque  de  corso.  Armador  y  fiador,  el 
conocido  hombre  público  D.  Juan  Pedro  de 
Aguirre  (v.).  Se  le  expidió  patente,  bajo  el  nú- 
mero 80,  el  4  de  enero  de  1817. 

Alico  (José).  Célebre  baqueano  de  los  ejércitos 
argentinos.  Natural  de  Santiago  del  Estero. 
Guió  los  ejércitos  de  la  revolución  en  la  guerra 
del  Alto  Perú,  y  posteriormente  a  los  que  com- 
batían en  el  suelo  de  la  República  para  afian- 
zar sus  libertades.  Consagrado  al  servicio  del 
partido  unitario,  militó  sucesivamente  a  las  ór- 
denes de  Paz  (1830  y  31),  de  Lamadrid,  en  la 
campaña  contra  Quiroga,  y  de  Lavalle.  «A  este 
último  vino  él  mismo  a  buscar  desde  Salta,  don- 
de residía,  hasta  el  puerto  del  Diamante,  don- 
de se  incorporó  al  ejército  libertador  después 


ALM 


-  22 


ALS 


de  la  batalla  de  Sauce  Grande,  habiendo  pasa- 
do por  el  pueblo  de  Santa  Fe  arreando  unos 
bueyes  para  no  llamar  la  atención  y  llevando 
en  el  hueco  de  un  cañón  de  pistola,  forrada  en 
cuero  y  trenzado  después  con  tientos  como  e' 
cabo  de  un  rebenque,  las  comunicaciones  que 
el  general  Lamadrid  le  había  encargado  poner 
en  manos  del  general  Lavalle».  Este  paisano 
honrado  no  sólo  conocía  los  caminos,  los  luga- 
res poblados  y  despoblados  y  las  distancias  por 
las  vías  ordinarias,  sino  las  leguas  que  había 
de  un  punto  a  otro  por  sendas  extraviadas,  la 
naturaleza  de  los  pastos,  la  condición  de  las 
aguadas  y  el  tiempo  que  necesitaba  el  ejército 
para  llegar  de  un  punto  a  otro.  Alico  tuvo  la 
gloria  de  salvar  a  Lavalle  después  de  la  malo" 
grada  acción  de  Famaillá,  en  que  el  ejército 
libertador  fué  puesto  en  completa  dispersión, 
colocándole  fuera  del  alcance  de  sus  persegui- 
dores. Se  cree  que  murió  Alico  en  Potosí  (Bo- 
livia),  donde  se  había  refugiado.  Llamábase 
Alejandro  Ferreyra. 

Almafnerte.  Véase  Palacios  (Pedro  B.). 

Almeira  (Hilario  de).  Médico.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1799,  y  cursó  sus  estudios  en  la  Fa- 
cultad de  esta  ciudad,  doctorándose  en  1827, 
habiendo  actuado  como  practicante  de  medici- 
na en  el  ejército  que  peleó  contra  el  imperio 
del  Brasil.  En  1839  fué  tildado  de  unitario,  per" 
seguido  y  reducido  a  prisión  durante  varios 
meses,  y  luego  por  un  año,  dándosele  la  ciu- 
dad por  cárcel,  hasta  que,  sabiendo  que  iba  a 
ser  asesinado,  emigró  a  Montevideo,  y  de  all' 
al  Brasil,  donde  residió  algún  tiempo,  sin  po- 
der ejercer  su  profesión  por  no  tener  sus  di* 
plomas.  En  Montevideo  fué  nombrado  cirujano 
del  ejército.  A  la  caída  de  Rosas  tuvo  el  mis" 
mo  cargo,  prestando  largos  y  penosos  servi" 
cios  en  las  fronteras,  en  la  campaña  que  termi- 
nó en  el  Tala,  y  en  la  guerra  del  Paraguay^ 
después  de  la  cual  fué  jubilado.  Fué  también 
diputado  a  la  Legislatura  y  miembro  municipal 
de  Buenos  Aires.  Falleció  en  1885. 

Almeira  (Francisco  de  Paula).  Médico  y  ciruja- 
no militar.  Nació  en  Buenos  Aires,  en  1791  .Ci- 
rujano del  ejército  de  Lamadrid  en  su  expedi- 
ción contra  las  fuerzas  de  Santa  Fe.  Pasó  al- 
gún tiempo  a  Europa,  siendo  desterrado  de 
Francia  y  luego  de  Italia  por  haber  publicado 
en  la  capital  de  la  primera  la  Lira  argentina, 
colección  de  cantos  patrióticos,  refugiándose 
en  Londres,  donde  cultivó  la  amistad  de  algu- 
nos médicos  célebres.  De  regreso  a  Buenos 


Adolfo  Alsina. 


Aires  fué  director  del  hospital  militar  estable 
cido  en  el  convento  de  la  Merced  (hoy  iglesia 
parroquial),  donde  se  asistían  los  heridos  de  la 
guerra  del  Brasil;  catedrático  de  Anatomía  y 
Fisiología;  médico  del  hospital  de  hombres  y 
luego  del  de  mujeres  y  conjuez  del  Tribunal  de 
Medicina,  hasta  que  en  1835  fué  exonerado 
de  todo  cargo  público  por  no  merecer  la  con- 
fianza del  Gobierno.  Murió  en  Buenos  Aires, 
en  1870. 

Alsina  (Adolfo).  Estadista.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  14  de  enero  de  1829,  cursando  sus  e»- 
tudios  en  esta 
ciudad,  y  en  la  de 
Montevideo  du- 
rante la  emigra- 
ción. Vuelto  al 
país,  se  graduó 
de  doctor  en  ley 
es  en  1859.  Des- 
de joven  actuó  en 
política,  dándose 
a  conocer  como 
orador  fogoso, 
alcanzando  gran 
popularidad.  En 
1859,  en  la  bata- 
lla de  Cepeda,  comandaba  un  batallón  de 
guardias  nacionales,  y  en  Pavón,  una  brigada. 
En  1861  fué  electo  diputado,  pronunciando 
brillantes  discursos.  En  1865  se  ausentó  a 
Europa,  y  a  su  regreso  fué  proclamado  gober- 
nador de  Buenos  Aires,  y  dos  años  después 
vicepresidente  de  la  República.  Durante  la 
presidencia  de  Avellaneda  desempeñó  la  car- 
tera de  Guerra  y  Marina,  donde  puso  de  ma- 
nifiesto su  actividad  y  talento  con  motivo  del 
plan  de  campaña  contra  los  indios,  empresa 
en  la  que  contrajo  una  enfermedad  que  le  lle- 
vó a  la  tumba  en  poco  tiempo.  Fué  jefe  de 
un  gran  partido  político  y  acreditó  en  los 
altos  cargos  que  desempeñó  su  patriotismo, 
sus  virtudes  cívicas  y  sus  talentos.  Falleció  el 
29  de  diciembre  de  1877;  sus  exequias  fueron 
grandiosas,  y  el  1  de  enero  de  1882  se  inaugu- 
ró su  estatua  en  la  plaza  de  la  Libertad. 

Alsina  (Juan  D.).  Agrimensor  general  del  vi- 
rreinato y  maestro  de  náutica.  Natural  de  Ca- 
taluña. Vino  en  la  expedición  demarcadora  de 
límites,  conjuntamente  con  Pedro  Cervillo. 
Llegó  a  esta  ciudad  con  el  título  de  agrimen- 
sor y  la  fama  de  un  acreditado  piloto.  Creada 
que  fué  la  Escuela  de  Náutica,  se  le  nombró  su 


ALS  -  23 

segundo  maestro,  bajo  la  inmediata  dependen- 
cia de  Cervino,  que  fué  a  quien  se  le  confió  la 
dirección  del  establecimiento.  En  1800  publicó 
un  almanaque  y  calendario  general  diario  de 
cuartos  de  luna,  según  el  meridiano  de  Bue- 
nos Aires,  para  el  año  ISOl.  En  este  almana- 
que, lleno  de  noticias  históricas  y  otras  obser- 
vaciones curiosas,  s  j  da  la  fundación  de  Bue- 
nos Aires  como  efectuada  en  153(5.  En  IbOl 
volvió  a  publicar  un  segundo  almanaque,  para 
el  año  ISCi,  donde  se  ratifica  en  la  fecha  de  la 
fundación  mencionada  en  el  anterior  y  expone 
las  razones  que  le  mueven  a  apartarse  de  los 
autores  que  afirman  que  Buenos  Aires  fué  fun- 
dada en  1535.  En  la  segunda  invasión  inglesa 
figuró  en  las  filas  de  los  defensores,  perecien- 
do en  aquel  día  memorable,  atravesado  por 
una  bala  enemiga. 
Alslna  (Valentín).  Estadista.  Gobernador  de 
Buenos  Aires.  Hijo  del  anterior  y  de  dofla  Pas- 
tora Ruano  (an- 
daluza). Padre 
del  doctor  don 
Adolfo  Alsina. 
Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1802. 
Dedicado  a  la  ca- 
rrera de  las  leyes 
con  aprovecha- 
miento, conquistó 
merecida  repu- 
tación de  jurista 
eminente.  Su 
vida   pública  fué  Valentín  Alsina. 

agitadisima;  prin- 
cipió en  1829,  en  que  aparece  electo  dipu- 
tado. Colaboró  en  el  Nacional  y  en  el  Men- 
sajero Argentino,  que  se  publicaban  allá  por 
los  años  25  al  27,  sirviendo  el  último  la  política 
del  Gobierno  de  la  época.  Director  de  la  Bi- 
blioteca pública.  En  21  de  diciembre  de  1833 
fué  nombrado  miembro  de  la  Junta  de  ciudada- 
nos teólogos,  y  más  tarde,  catedrático  de  la 
Facultad  de  Derecho.  En  los  albores  de  la  ti- 
ranía fué  apresado  y  destinado  al  pontón  Sa- 
randi  y  remitido  desde  el  Paraná  con  una  ba- 
rra de  grillos  por  el  general  Echagüe,  afiliado 
a  la  política  de  Rosas.  De  allí  pudo  fugarse. 
«Había  sido  nombrado  comandante  del  pontón, 
en  reemplazo  de  un  Ferreyra,  D.  Enrique  Sin- 
clair, nombramiento  que  obtuvo  por  la  influen- 
cia amistosa  de  la  familia  del  coronel  Pueyrre- 
dón  (preso  también)  con  D.  José  María  Rojas, 


_  ALT 

ministro  de  Hacienda  de  Rosas,  y  a  pesar  de 
cierta  prevención  del  tirano  contra  el  agracia- 
do. El  mayor  Sinclair  conservaba  gratitud  por 
un  servicio  importante  que  en  otro  tiempo  le 
hiciera  Pueyrredón,  y  estaba  relacionado  con 
Alsina,  y  mucho  más  con  el  Dr.  Maza,  que  se 
interesaba  vivamente  por  su  yerno.  De  común 
acuerdo  resolvieron  la  fuga.  Esta  se  efectuó  a 
las  ocho  de  la  noche  del  5  de  septiembre  de  1835. 
Embarcados  en  una  lancha,  el  coronel  desarmó 
al  centinela,  que,  para  no  infundir  sospechas  a 
la  guarnición  del  Sarandi,  había  hecho  bajar 
Sinclair.  En  seguida  quedó  resuelto  tomar  rum- 
bo a  la  colonia.  Los  cuatro  marineros  de  la  em- 
barcación se  mantuvieron  en  una  actitud  pací- 
fica y  obediente.  Antes  de  todo  esto  la  joven 
esposa  de  Alsina,  D.=  Antonia  Maza,  había 
salido  en  coche  de  la  casa-quinta  de  su  padre, 
cubierta  la  cabeza  con  un  gorro  y  embozada 
con  una  capa  de  éste,  objetos  que  él  le  puso  en 
el  momento  de  partir.  La  acompañaba  el  inglés 
D.  Ricardo  Haines,  que  la  fuera  a  buscar  ex- 
presamente por  su  íntima  amistad  con  Sinclair, 
que  los  esperaba  en  la  playa.  Allí  subió  la  se- 
ñora en  la  embarcación  salvadora  para  ir  en 
busca  de  los  presos.  Llevaba  oculto  bajo  la 
capa  un  tierno  niño,  su  hijo  Adolfo,  cuya  respi- 
ración dificultosa  le  arrancó  una  exclamación... 
La  señora  doña  Antonia  compartió  noblemente 
los  riesgos  de  la  evasión.»  En  Montevideo  de- 
fendió durante  el  sitio,  con  la  pluma  y  con  las 
armas,  la  causa  de  la  libertad.  Derrocado  Ro- 
sas regresó  a  su  patria,  donde  el  gobernador 
López  le  confirió  la  cartera  de  Gobierno.  Fué 
uno  de  los  jefes  del  movimiento  del  11  de  sep- 
tiembre de  1852,  del  que  surgió  el  gobernador 
Pinto,  siendo  nombrado  ministro  de  Gobierno. 
En  el  mismo  año  fué  nombrado  gobernador, 
cargo  que  renunció  poco  después.  Desempeñó 
más  tarde  la  presidencia  de  la  Cámara  de  Jus- 
ticia y  la  gobernación  de  la  provincia,  por  se- 
gunda vez,  en  1859.  Senador  al  Congreso  Na- 
cional en  1867.  Desempeñaba  este  cargo  cuan- 
do le  sorprendió  la  muerte,  el  8  de  septiembre 
de  1889,  a  los  ochenta  y  siete  años  de  edad. 
Puede  verse  en  el  Congreso  el  retrato  de  don 
Valentín  Alsina,  que  lo  fué  a  moción  del  dipu- 
tado Mármol.  Sobre  su  tumba  habló  el  presi- 
dente Sarmiento,  el  generel  Mitre,  a  nombre 
del  Senado,  etc.  El  Dr.  Alsina  fué  un  modelo 
de  virtudes  cívicas. 
Altamirano  (Cristóbal  de).  Noble  extremeño, 
venido  al  Río  de  la  Plata  en  la  expedición  de 


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Ortiz  de  Zarate,  en  1572.  Prisionero  de  los 
charrúas  en  San  Gabriel,  vino  a  parar,  después 
de  varias  aventuras  a  poder  de  los  querandies, 
indios  q'ie  ocupaban  el  sitio  en  que  hoy  se  en- 
cuentra Buenos  Aires.  Cuando  éstos  huyeron 
despavoridos,  dejando  dos  cautivos  y  tres 
muertos,  al  saber  la  llegada  de  Garay,  olvi- 
daron en  su  precipitación  al  cautivo.  Indeciso 
éste  sobre  el  partida  que  debía  adoptar,  si- 
guió por  fin  a  los  indios,  temeroso  de  que,  des- 
cubierto por  éstos  su  intento  de  pasarse  a  los 
españoles,  que  se  hallaban  a  algunas  leguas 
de  distancia,  fuera  muerto  por  los  bárbaros. 
Llegó  de  noche  a  las  tolderías,  en  momentos 
en  que  se  estaban  curando  algunos  heridos  por 
la  gente  de  Garay  cuando  pretendieron  opo- 
nerse al  paso  del  riachuelo,  y  otros  discurrien- 
do sobre  el  modo  de  vengar  la  sangre  derra- 
mada. Acalorados  los  indios,  dispusieron  la 
muerte  del  cautivo;  pero  como  poseía  el  idio- 
ma de  los  querandies,  los  sedujo  con  su  pala- 
bra, les  hizo  creer  que  estaba  interesado  en  su 
triunfo,  y  consiguió,  no  sólo  que  lo  perdona- 
sen, sino  que  los  acompañase  en  la  expedición. 
Eligieron  por  jefe  a  Tabobá,  valeroso  cacique 
guaraní,  e  impuesto  de  todo  Altamirano,  es- 
cribió con  un  carbón  en  un  papel  lo  que  pasa- 
ba, y  metiéndolo  en  un  calabazo  bien  cerrado, 
lo  confió  a  las  aguas  del  riachuelo.  Llegó  fe- 
lizmente a  manos  de  los  españoles,  y  así,  hicie- 
ron todos  los  aprestos  necesarios;  sin  embar- 
go de  lo  cual  Garay  mandó  a  uno  de  los  indios 
prisioneros  que  tenía  para  que  ajustase  las 
paces  con  Tabobá  y  con  una  carta  para  Alta- 
mirano. Los  indios,  al  saber  las  relaciones  que 
su  cautivo  mantenía  con  los  invasores  trataron 
de  quitarle  la  vida,  y  entonces  Altamirano 
huyó,  consiauiendo  esconderse  en  una  gran 
laguna,  donde  pasó  dos  días  enteros,  sin  que 
pudiesen  dar  con  él,  por  más  empeño  que  hi- 
cieron. Siguiendo  la  costa  del  riachuelo  se  in- 
trodujo en  Buenos  Aires,  donde  dio  aviso  de 
la  actitud  hostil  de  los  indios.  Tabobá  atacó 
aquella  misma  noche,  y  fué  batido  completa- 
mente y  obligado  a  emprender  la  fuga.  Desde 
entonces  cesó  casi  del  todo  la  guerra  de  los 
salvajes  contra  Buenos  Aires,  y  aunque  fre- 
cuentemente dejaban  oír  sus  quejas,  los  aquie- 
taba Altamirano,  que  habiendo  aprendido  en  el 
cautiverio  la  lengua  de  los  indios,  los  seducía 
con  su  palabra  elocuente,  llena  de  gracia  y 
dulzura.  Murió  en  1630.  Esta  comprendido  en- 
tre los  que  recibieron  tierras  en  la  repartición 


de  Garay,  pues,  aunque  no  vino  con  él  de  la 
Asunción,  se  incorporó  a  los  fundadores  cuan- 
do se  libertó  del  cautiverio. 

Altos  de  Córdoba  (combate).  El  coronel  don 
Luis  Alvarez,  jefe  nacional  de  reputación  y 
muy  prestigioso  en  algunos  departamentos  de 
la  provincia  de  Córdoba,  de  acuerdo  con  los 
opositores  al  Gobierno  de  D.  Roque  Ferreira, 
se  había  sublevado  contra  su  autoridad,  y  lle- 
gando hasta  los  suburbios  de  la  ciudad,  intima 
al  gobernador  su  renuncia  inmediata.  Este,  sin 
conocer  el  número  de  fuerzas  que  capitaneaba 
Alvarez,  manda  al  coronel  D.  Salvador  Piza- 
rro  con  90  hombres  de  caballería,  y  al  coman- 
dante D.  Aureliano  Cuenca  con  80  infantes, 
única  tropa  de  que  podía  disponer  para  que  lo 
atacase,  pero  con  la  orden  terminante  de  no 
empeñar  una  acción  si  ésta  no  tenía  probabi- 
lidades de  éxito.  Los  defensores  marchan  re- 
sueltamente, atraviesan  el  río,  y  al  trepar  Los 
Altos  se  encuentran  con  una  línea  de  1.500 
enemigos.  La  situación  es  terrible;  la  decisión 
de  los  jefes,  suprema;  se  tienen  presente  las 
instrucciones,  y  Pizarro  quiere  salvar  su  res- 
ponsabilidad. Cuenca  no  ve  retirada  posible 
sin  un  completo  desbande  o  ser  fusilado  por  la 
espalda,  lo  que  pondría  a  la  ciudad  a  disposi- 
ción de  los  sublevados;  la  vacilación  en  ese 
momento  era  la  muerte,  y  asumiendo  la  res- 
ponsabilidad del  ataque,  prefiere  ir  al  sacrifi- 
cio en  último  caso,  antes  de  ser  vencido  sin 
pelear.  El  bizarro  comandante  arenga  a  las 
tropas,  les  comunica  su  bien  templado  valor,  y 
rápida,  terrible,  decisiva,  le  lleva  una  carga 
al  enemigo,  que  no  comprendiendo  semejante 
acto  de  arrojo  se  llena  de  pánico,  y  en  diez 
minutos  ese  puñado  de  héroes  dispersa  a  los 
contrarios  y  los  derrota  por  completo.  Este 
hecho,  tan  poco  común,  tuvo  lugar  el  19  de  fe- 
brero de  18(>4. 

Altolajruirre  (Martín  José  de).  Agrónomo. 
Contador  mayor  del  Real  Tribunal  y  Audiencia 
de  Cuentas  del  virreinato.  Fué  además  comi- 
sario de  Guerra,  ministro,  tesorero  general  y 
hermano  mayor  de  la  Hermandad  de  la  Santa 
Caridad  de  Jesús,  establecida  en  la  capital.  No 
son  estos  títulos,  sin  embargo,  sino,  su  amor  y 
su  laudable  dedicación  a  la  agricultura,  loque 
le  hace  merecedor  a  un-a  página  histórica.  En 
sus  ratos  de  ocio,  Altolaguirre  se  consagraba 
al  cultivo  de  las  plantas  exóticas  en  la  hermosa 
quinta  de  su  propiedad,  situada  a  inmediacio- 
nes de  la  Recoleta.  Un  historiador  contempo- 


ALU 


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ALV 


raneo  le  llama  el  agrónomo  más  notable  de  su 
época;  y  es  de  suponer  que  su  consejo  era  va- 
lioso, cuando  Belgrano  había  escogido  su  com- 
pañía para  entregarse  a  sus  experimentos 
agricolaindustriales.  Altolaguirre  introdujo  en 
Buenos  Aires  el  cultivo  del  cáñamo  y  del  lino, 
y  el  Consulado  votó  500  pesos  fuertes  para  ha- 
cer experiencias  sobre  esos  productos.  Los 
ensayos  de  Altolaguirre  y  los  experimentos 
que  hizo  para  extraer  linaza  debieron  inducir 
a  Belgrano  a  escribir  su  tercera  Memoria,  que 
versa  sobre  la  industria  fabril. 
Aluminé  (combate).  En  1SS3,  en  una  batida  a 
los  indios  que  practicaba  la  segunda  división 
del  ejército  argentino  a  las  órdenes  del  gene- 
ral Villegas,  en  la  región  del  río  Negro,  una 
pequeña  fuerza,  compuesta  de  tres  oficiales  y 
30  soldados,  al  mando  del  sargento  mayor  Juan 
G.  Díaz,  había  avanzado  en  la  persecución 
hasta  la  laguna  de  Aluminé.  Encontrándose 
una  rastrillada,  el  mayor  Díaz  manda  al  te- 
niente D.  Saturnino  Canavery  con  siete  hom- 
bres y  un  baqueano  en  descubierta;  pero  como 
ésta  no  regresara  y  sospechando  estuvieran 
próximos  a  los  indios,  despacha  en  su  protec- 
ción al  teniente  Sontag  con  10  hombres,  que- 
dándose sólo  con  un  oficia!,  el  subteniente 
Wappers  y  16  soldados.  Llegando  la  noche  sin 
que  regresasen  estos  oficiales,  el  jefe  acampa 
con  la  esperanza  de  que  se  le  reunieran,  sir- 
viéndoles de  guía  los  fogones.  Al  día  siguiente, 
17  de  febrero  de  18S3,  sin  la  incorporación  de 
los  referidos  oficiales,  Díaz  sigue  la  rastri- 
llada; pero  al  instante  es  rodeado  por  una  in- 
diada de  100  a  150  hombres,  que  amenazaban 
cargarlo,  poniéndose  entonces  él  a  la  defen- 
siva. «En  ese  momento  dice  el  parte  del  mayor 
Díaz,  se  presentó  a  mi  flanco  izquierdo  un  in- 
fante del  ejército  chileno  con  bandera  de  par- 
lamento; mandé  no  hacer  fuego;  mas  como  vie- 
ra que  detrás  de  él  venía  una  compañía  de  in- 
fanteria  en  guerrilla  y  ocultándose  y  que  la 
indiada  me  atacaba  por  la  retaguardia,  y  te- 
niendo en  cuenta  lo  sucedido  en  otras  comi- 
siones, mandé  romper  el  fuego,  siendo  yo  el 
primero  en  efectuarlo.  Desde  este  momento 
se  trabó  un  encarnizado  combate,  cargándonos 
por  último  los  enemigos  a  la  bayoneta  hasta 
40  pasos  de  nuestra  débil  posición  (un  arroyito 
seco),  donde  dejaron  siete  muertos  y  algunos 
heridos,  que  fueron  recogidos  por  los  indios, 
poniéndose  en  retirada  al  trote.  La  fuerza  ar- 
gentina tuvo  tres  bajas.  En  lo  recio  del  com- 


bate dispararon  las  muías  y  caballos,  siendo 
imposible  contenerlos;  pues  la  fuerza,  que  sólo 
se  componía  de  un  jefe,  un  oficial  y  16  sol- 
dados, tenía  que  atender  a  sus  numerosos 
enemigos.  Los  tenientes  se  le  incorporaron  el 
mismo  día,  después  de  haber  hecho  una  fati- 
gosa correría.» 

Alumbrado.  La  iluminación  de  Buenos  Aires 
era  hecha  en  los  primeros  tiempos  por  candile- 
jas o  mecheros,  puestos  en  un  pequeño  tarro 
de  lata  y  alimentados  por  aceite  de  potro;  des- 
pués, por  velas  de  sebo,  colocadas  en  deshechos 
faroles,  sin  reverberos  ni  nada  que  se  le  pare- 
ciese; mas  tarde  fué  sustituido  por  el  petróleo, 
pues  la  introducción  del  gas  data  recién  de 
1855,  en  cuyo  tiempo  la  estableció  la  Compañía 
de  Gas  de  Buenos  Aires,  dando  principio  al 
servicio  con  500  picos.  Sin  embargo,  una  tra- 
dición histórica  asegura  que  corresponde  al 
ingeniero  inglés  Mr.  Santiago  Bevans,  traído 
por  Rivadavia  para  las  obras  del  puerto,  el  ho- 
nor de  haber  sido  el  primero  que  en  esta  ciu- 
dad encendió  luces  de  gas,  para  festejar  en 
1824  las  fiestas  cívicas  nacionales.  Las  dos  pri- 
meras cuadras  alumbradas  a  gas  fueron  Vic- 
toria, de  Bolívar  a  Chacabuco.  Hoy  la  electri- 
cidad ha  desalojado  casi  por  completo  todo 
otro  alumbrado,  y  ella  fué  implantada  en  sus 
principios  por  los  Sres.  Casalls,  Rufino  Vá- 
rela (hijo),  etc. 

Alvarado  (Felipe  Antonio).  Hermano  del  gene- 
ral del  mismo  apellido.  Nació  en  Salta.  Cuando 
la  revolución  de  mayo  cundió  por  el  Pacífi- 
co se  encontraba  D.  Felipe  Antonio  avecinda- 
do en  Pasco,  donde  ejercía  el  comercio.  Sim- 
patizando con  el  movimiento  de  los  indepen- 
dientes, bajó  a  Lima,  donde  se  encontraba 
cuando  llegó  la  expedición  libertadora.  Goza- 
ba de  gran  influencia  en  aquella  ciudad,  donde 
era  generalmente  estimado,  por  las  prendas  de 
su  carácter  y  su  reconocido  patriotismo.  Fué 
miembro  del  primer  Congreso  peruano,  y  ocu- 
paba todavía  ese  puesto  cuando,  al  retirarse 
San  Martín  del  Perú,  el  Congreso  de  esta  na- 
ción sancionó  (1S22)  que  una  Comisión  de  su 
seno  se  encargaría  del  Poder  Ejecutivo,  que 
dejaba  acéfalo  la  renuncia  de  San  Martín.  Al- 
varado  mereció  el  honor  de  ser  elegido  con 
ese  objeto,  en  unión  de  otros  dos  miembros  del 
Congreso,  que  formaron  el  triunvirato  que  go- 
bernó aquella  nación  bajo  la  denominación  de 
Junta  Gubernativa  del  Perú. 

Alvarado  (Juan  de  Laiseca).  Undécimo  obispo 


Rudesindo  Alvarado. 


ALV 

del  Tucumán.  Fué  electo  en  1711,  siendo  tras- 
ladado a  los  pocos  días  de  haber  tomado  pose- 
sión de  su  puesto  a  la  iglesia  de  Popayán. 

Alvarado  (Rudesindo).  General  de  la  indepen- 
dencia. Nació  en  Salta,  el  1  de  marzo  de  1792, 
y  se  educó  en 
Córdoba.  Dedi- 
cado al  comercio, 
lo  abandonó  para 
abrazar  la  carre- 
ra de  las  armas. 
Se  halló  en  Tuca- 
man  en  1812,  y  al 
año  siguiente  en 
Salta,  como  ayu- 
dante del  general 
DíazVélez.ymás 
tarde,  en  Vilca- 
pujio  y  Ayouma. 
En  la  desgracia- 
da acción  de  Sipe-Sipe,  según  asevera  el  coro- 
nel Arenales,  el  fuego  de  la  línea  de  cazado- 
res, que  mandaba  el  entonces  mayor  Alvarado, 
fué  el  que  causó  mayor  pérdida  a  Pezuela.  Se 
halló  en  Puesto  del  Marqués, etc., etc.  En  1815 
se  incorporó  al  ejército  del  general  San  Mar- 
tín, creando  y  disciplinando  el  batallón  núme- 
ro 1  de  Cazadores,  que  tanto  se  distinguió  en 
la  cruzada  memorable  que  dio  por  resultado  la 
libertad  de  Chile.  Se  halló  en  las  campañas  del 
Sur  de  Chile  y  en  las  del  Perú,  en  donde  San 
Martín,  al  retirarse,  le  confirió  el  mando  del 
ejército  y  el  título  de  gran  mariscal  del  Perú. 
Fué  el  héroe  del  paso  del  Bío-Bío,  el  19  de 
enero  de  1819.  En  1829  fué  gobernador  de 
Mendoza,  y  dos  años  después,  de  Salta.  Du- 
rante la  tiranía  vivió  retirado  de  la  vida  públi- 
ca. Después  de  Caseros  desempeñó  el  ministe- 
rio de  Guerra  de  la  Confederación  y  la  gober- 
nación de  su  provin- 
cia en  1856.  Falleció 
en  la  ciudad  de  su 
nacimiento,  el  22  de 
junio  de  1872. 

Alvarez  (Agustín). 
Nació  en  la  ciudad 
de  Mendoza,  el  15  de 
julio  de  1857.  Huér- 
fano desde  la  pri- 
mera edad,  fué  un 
self  made  man,  y  si 
llegó  a  conquistar 
fama  y  rango  no  fué        Dr.  Agustfn  Alvarez. 


26  — 


ALV 


tan  sólo  por  su  talento  original  y  su  vasta  ilus- 
tración, sino  también  por  sus  ejemplares  virtu- 
des cívicas  y  privadas.  Cursó  sus  estudios  se- 
cundarios en  el  Colegio  Nacional  de  Mendoza, 
y  allí  encabezó  una  revuelta  estudiantil  para 
obtener  reformas  de  la  enseñanza  y  cambios 
en  las  autoridades  docentes.  En  1876  se  trasla- 
dó a  Buenos  Aires,  ingresando  en  el  Colegio 
Militar;  en  18S3  emprendió  estudios  universi- 
tarios, graduándose  en  Derecho  en  1888.  Fué 
juez  en  lo  civil  en  Mendoza  (1889-1890)  y  dipu- 
tado por  esa  provincia  al  Congreso  de  la  na- 
ción (1892-1896).  Su  doble  competencia  militar 
y  forense  le  llevó  al  cargo  de  vocal  letrado  del 
Consejo  Superior  de  Guerra  y  Marina  (1896- 
1906).  Durante  los  últimos  quince  años  de  su 
vida  fué  un  apóstol  de  la  educación  científica  y 
moral,  ocupando  cátedras  en  la  Universidad  de 
Buenos  Aires  y  en  La  Plata.  De  esta  última  fué 
vicepresidente  y  fundador  y  canciller  vitalicio. 
Son  sus  obras  principales:  South  América 
(1894);  Manual  de  patología  política  (1899);  En- 
sayo sobre  educación  (1901);  ¿Adonde  vamos? 
(1904);  La  transformación  de  las  razas  en 
América  (1908);  Historia  de  las  Instituciones  li- 
bres (1909),  etc.,  etc.,  y  numerosos  folletos  so- 
bre los  problemas  políticos,  sociológicos,  etc., 
que  constituyeron  la  constante  preocupación 
de  su  vida.  Su  virtud  y  su  sencillez  fueron 
tan  grandes  como  su  consagración  al  estudio 
y  a  la  enseñanza.  Falleció  en  Buenos  Aires, 
el  15  de  febrero  de  1914. 
Alvarez  (Benito).  Coronel  de  la  independencia. 
Empezó  su  carrera  militar  en  el  cuerpo  de  Pa- 
tricios, en  1807.  En  la  acción  de  las  Piedras 
(República  del  Uruguay)  tomó  parte  junto  ton 
Artigas.  Fué  segundo  jefe  del  primer  regimien- 
to de  Blandengues;  comandante  posteriormen- 
te de  los  regimientos  2."  y  8."  de  Infantería, 
este  último  hasta  su  muerte.  En  el  río  Paraná 
reconquistó  varias  embarcaciones  del  Gobier- 
no.que  habían  sido  apresadas  por  los  españo- 
les. Se  halló  en  Salta  al  frente  del  regimiento 
número  8  de  Infantería;  se  halló  en  Vilcapu- 
jlo,  donde  fué  muerto.  «Despechado  al  ver  que 
sus  soldados  cejaban,  el  coronel  D.  Benito  Al- 
varez, que  estaba  de  gran  uniforme,  se  puso  a 
su  cabeza  para  conducirlos  de  nuevo  a  la  car- 
ga; pero  un  balazo  lo  derribó  del  caballo,  mor- 
talmente  herido.»  El  sargento  mayor  D.  Patri- 
cio Beldón  y  el  capitán  Villegas,  que  sucesiva- 
mente asumieron  el  mando,  cayeron  igualmen- 


ALV 

te  derribados  por  el  plomo  enemigo  (13  de  oc- 
tubre de  1813). 

Alvares  (combate  de  Campos  de).  El  general 
Urquiza,  que  mandaba  el  ejército  aliado  que  ya 
había  iniciado  la  campaña  de  Buenos  Aires  por 
el  Norte,  se  encuentra  con  el  ejército  del  dic- 
tador Rosas.  Las  tropas  de  Urquiza  las  manda- 
ba el  general  D.  Juan  Pablo  López,  y  las  de 
Rosas,  el  coronel  Lagos,  componiéndose  am- 
bas fuerzas  de  diez  mil  combatientes.  La  lucha 
tuvo  lugar  el  31  de  enero  de  \S5i,  en  los  cam- 
pos de  Alvarez,  quedando  la  victoria  por  las 
armas  de  Urquiza. 

Alvorez  Condarco  (José  Antonio).  Célebre 
ingeniero  y  sargento  mayor  del  ejército  liber- 
tador. De  Tucumán.  Principió  a  prestar  sus 
servicios  en  el  ejército  patriota  del  Alto  Perú, 
donde  tuvo  la  gloria  de  coadyuvar  con  su  pe- 
ricia profesional  y  valiente  comportación  al 
buen  éxito  de  las  primeras  campañas  de  la  re- 
volución argentina.  Durante  el  año  13  estuvo 
en  Chile,  en  calidad  de  oficial  del  batallón  de 
Auxiliares  cordobeses  que  mandaba  el  general 
Balcarce.  Enviado  por  éste  con  comunicacio- 
nes a  las  provincias  argentinas,  quedóse  en 
Mendoza,  donde  entabló  relación  con  el  gene- 
ral San  Martín,  que  le  nombró  su  secretario 
privado  y  ayudante  de  campo.  En  este  empleo 
secundó  eficazmente  a  San  Martín  en  sus  ta- 
reas de  organización,  sirviendo  de  maestro 
armero  como  de  director  de  los  talleres  mili- 
tares establecidos  para  los  materiales  del  ejér- 
cito, habiendo  tenido  la  gloria  de  fabricar  la 
pólvora  que  los  patriotas  argentinos  quemaron 
más  tarde  en  Chacabuco  y  Maipú.  Tan  impor- 
tantes servicios  le  captaron  la  confianza  de 
San  Martín,  quién  le  encomendó  en  diciembre 
de  1816  un  reconocimiento  formal  práctico  de 
las  cordilleras,  que  consideraba  necesario  an- 
tes de  aventurar  al  ejército  en  los  desfiladeros 
de  aquellas  altas  montañas,  cuya  travesía  de- 
bía verificarse  para  libertar  a  Chile.  Disfra- 
lado  el  comisionado  con  el  carácter  parlamen- 
tario, y  so  pretexto  de  entregar  al  presidente 
de  Chile  una  comunicación  del  general  San 
Martín,  que  no  era  sino  el  acta  de  la  indepen- 
dencia argentina,  púsose  en  marcha  a  fines  de 
diciembre;  atravesó  la  cordillera  por  el  cami- 
no de  los  Patos,  y  valiéndose  de  astutas  inven- 
ciones siguió  su  viaje  por  el  territorio  chile- 
no, observando  cuidadosamente  todo  lo  que 
convenía,  a  pesar  de  los  soldados  españoles, 
cayas  vigilantes  medidas  supo  burlar.  Llevado 


27  -  ALV 

a  presencia  de  Marcó,  e  instruido  éste  del  ob- 
jeto de  la  embajada,  Alvarez  Condarco  hubie- 
ra sido  víctima  de  su  cólera,  si  el  temor  de 
empeorar  la  suerte  de  sus  compatriotas  pri- 
sioneros en  Cuyo  no  iiubiese  decidido  al  jefe 
realista  a  dispensarle  las  consideraciones  de- 
bidas a  su  carácter,  y  que  son  de  práctica  entre 
naciones  civilizadas.  Entretanto,  y  mientras  se 
quemaba  en  la  plaza  pública  el  acta  de  la  inde- 
pendencia en  presencia  de  las  tropas,  Alvarea 
Condarco  era  hospedado,  por  orden  de  Marcó, 
en  casa  del  comandante  de  dragones,  a  fin  de 
impedirle  se  comunicara  con  los  patriotas  chi- 
lenos. Después  de  esto  se  le  despachó,  acom- 
pañado de  una  corta  partida  de  tropa.  En  este 
segundo  viaje  Alvarez  Condarco  siguió  obser- 
vando las  localidades,  y  gracias  a  las  órdenes 
de  Marcó,  que  dispuso  su  regreso  por  Uspa- 
Ilata,  pudo  dar  a  su  llegada  a  Mendoza  una 
idea  exacta  de  los  dos  caminos  que  San  Martín 
necesitaba  conocer  para  la  realización  de  su 
atrevido"pensamiento.  Se  había  ya  encontrado 
en  las  gloriosas  jornadas  de  Chacabuco  y  Mai- 
pú cuando  fué  nombrado,  por  la  influencia  de 
San  Martín,  después  de  esta  última  victoria, 
comisionado  del  Gobierno  de  Chile  en  Lon- 
dres para  comprar  buques  y  contratar  oficia- 
les. Ejerciendo  esta  comisión  contrató  a  lord 
Cockrane,  interesándolo  vivamente  en  la  cau- 
sa de  la  independencia  americana,  y  remitió 
los  primeros  buques  que  formaron  la  escuadra 
chilena,  que  tantos  laureles  adquirió  en  la  gue- 
rra de  la  independencia.  Dos  grandes  sucesos 
tenían  conflagrada  la  República  cuando  llegó 
a  Buenos  Aires,  cargado  de  años  y  acompa- 
ñado de  su  familia.  El  viejo  patriota,  que  tan- 
tos y  tan  positivos  servicios  prestó  a  la  causa 
de  la  emancipación  americana,  condolióse  pro- 
fundamente al  ver  a  su  patria  asolada  por  la 
guerra  civil  y  amenazada  por  el  poder  bárbaro 
y  despótico  del  tirano  Rosas.  Después  de  ha- 
ber viajado  por  mucho  tiempo  por  las  provin- 
cias, sin  fijar  su  residencia  en  ninguna  de  ellas, 
aceptó  en  1839  un  empleo  que  el  Gobierno  de 
Chile  le  ofreció,  con  el  fin  de  aprovechar  sus 
conocimientos  especiales  en  las  ciencias  mate- 
máticas. Estando  en  Chile  falleció,  algún  tiem- 
po después,  en  la  más  extremosa  miseria,  a 
punto  de  haber  sido  necesario  levantar  una 
suscripción  entre  sus  amigos  para  su  entierro 
y  exequias  fúnebres. 
Alvarez  (Carlos  José).  Profesor  y  publicista. 
Nació  en  Buenos  Aires,  en  1835.  Se  dedicó  al 


ALV 


—  28 


ALV 


profesorado,  recibiéndose  de  doctor  en  Juris- 
prudencia en  1S(50.  Católico  sincero  y  decidido 
por  ios  principios  de  su  fe;  fué  durante  largos 
años  el  representante  del  catolicismo  en  la 
Prensa  de  Buenos  Aires,  redactando  El  Pensa- 
miento Argentino  y  Los  intereses  Argentinos. 
En  1864  fué  nombrado  secretario  de  la  Univer- 
sidad, y  en  1873  catedrático  sustituto  de  Dere- 
cho canónico.  Murió  en  1875,  estando  en  ejer- 
cicio de  su  cátedra  de  Derecho  Canónigo  y  se- 
cretario general  de  la  Universidad. 

Alvarez  (Francisco).  Gobernador  de  la  provin- 
cia de  Córdoba,  electo  en  1840.  Ejerció  este 
cargo  hasta  la  batalla  del  Quebracho  Herrado. 
Sirvió  bajo  el  mando  del  general  Lamadrid. 
Alvarez  organizó  con  los  cívicos  de  Córdoba 
un  escuadrón  de  caballería,  a  cuyo  frente  pres- 
tó recomendables  servicios  en  la  malograda 
expedición  de  aquel  general  al  interior  de  las 
provincias  argentinas,  soportando  con  rara 
fortaleza  de  espíritu  las  rudas  fatigas  de  la 
vida  militar  y  distinguiéndose  por  su  valor  y 
pericia  en  las  horas  de  combate.  Después  de 
la  batalla  de  Angaco,  en  la  que  tomó  una  par- 
te activa,  el  general  Acha,  vencedor  en  aquella 
jornada,  marchó  a  situarse  en  los  alrededores 
de  San  Juan,  enviando  a  Alvarez  al  frente  de 
un  destacamento  para  ocupar  la  ciudad,  en 
cuya  comisión  fué  sorprendido  y  muerto  por 
una  división  del  general  Benavidez,  junta- 
mente con  su  compañero  de  armas  el  coronel 
D.  Lorenzo  Alvarez. 

Alvarez  (Francisco).  Sacerdote  de  la  Orden  do- 
minica. Predicador.  Se  trasladó  más  tarde  a  la 
recolección  dominicana  de  Santiago  de  Chile. 
Introdujo  la  vida  común  en  dos  monasterios; 
fué  maestro,  doctor,  examinador  sinodal,  mi- 
sionero apostólico.  Aumentó  la  biblioteca,  re- 
formó los  estudios,  sistemó  sabiamente  el  or- 
den económico,  mejoró  el  convento  y  dejó  prin- 
cipiado el  templo  más  monumental,  etc.,  etc. 
Murió  en  1854. 

Alvarez  (Fray  Juan  de).  Obispo  del  Paraguay. 
Natural  de  Salamanca.  De  la  Orden  de  San 
Agustín  y  prior  del  convento  de  Lima.  Se  dis- 
tinguió como  orador  sagrado.  Promovido  al 
obispado  del  Paraguay  en  1591,  murió  antes 
de  tener  co:iocimiento  de  su  elección. 

Alvarez  (Juan  Antonio).  Gobernador  de  Cór- 
doba. Descendía  de  una  familia  distinguida  de 
aquella  provincia.  Después  de  ejercer  algu- 
nos empleos  locales  de  importancia,  fué  eleva- 
do a  la  primera  magistratura  de  la  provincia. 


en  cuyo  cargo  se  hizo  acreedor  a  la  estimación 
pública  por  la  rectitud  de  sus  ideas  y  la  probi- 
dad de  su  carácter.  Hizo  un  gobierno  de  orden 
y  de  progreso,  dictando  una  serie  de  disposi- 
ciones tendentes  a  moralizar  la  administración 
y  el  adelanto  material  de  la  provincia;  eritre 
otras,  la  terminación  del  edificio  del  Cabildo 
de  aquella  ciudad  y  la  fundación  del  Banco 
Provincial;  Alvarez  fué  hombre  de  virtudes 
severas  en  el  hogar  y  en  la  vida  pública;  así,  lo 
vemos  descender  pobre,  casi  menesteroso,  de 
su  elevado  rango.  Electo  senador  al  Congreso 
Nacional,  se  hallaba  de  regreso  en  Córdoba, 
después  de  terminar  el  período  legislativo 
de  1876,  cuando  ocurrió  su  fallecimiento,  en  los 
primeros  días  de  noviembre  del  m-smo  año. 
Alvarez  (Juan  Crisóstomo).  Coronel.  Nació  en 
la  ciudad  de  Tucumán,  el  año  1817.  Era  hijo  de 
D.  Francisco  Alvarez  y  de  D.^  Catalina  Araoz, 
hermana  del  general  Lamadrid.  Muy  joven  aún 
ocupó  un  puesto  en  las  filas  del  ejército  que 
inició  la  tremenda  lucha  contra  el  gobierno  de 
Rosas,  atrayendo  sobre  sí  la  admiración  de  sus 
compañeros  de  causa  por  su  valor  en  el  com- 
bate. En  Angaco  fué  gravemente  herido,  y  en 
la  jornada  del  Rodeo  del  Medio,  a  la  cabeza 
de  trescientos  hombres,  puso  en  fuga  el  ala 
derecha  de  la  caballería  enemiga  compuesta  de 
triple  número  de  fuerzas.  Vencido  en  Mendo- 
za el  general  Lamadrid,  Alvarez  atravesó  en 
su  compañía  la  cordillera,  refugiándose  en  la 
capital  de  Chile.  Permaneció  en  esa  república 
hasta  que,  noticioso  del  levantamiento  del  ge- 
neral Urquiza,  repasó  los  Andes  para  poner 
nuevamente  su  espada  al  servicio  de  la  causa 
por  la  que  tanto  había  combatido  diez  años 
antes.  Llegado  a  Tucumán,  reunió  y  armó  con 
tal  propósito  algunas  fuerzas,  «proponiendo  en 
seguida  al  gobernador  de  aquella  provincia, 
D.  Celedonio  Gutiérrez,  ponerse  a  sus  órde- 
nes si  desconocía  la  autoridad  de  Rosas  y  es- 
cuchaba al  pueblo  en  una  elección  legal;  pero 
éste,  por  toda  contestación,  le  intimó  a  que  de- 
pusiese las  armas  y  se  entregase  maniatado 
con  su  gente».  Como  se  resistiera  a  entregar  su 
espada,  fué  perseguido  por  fuerzas  superiores 
en  número  y  batido  y  hecho  prisionero,  después 
de  una  heroica  y  desesperada  resistencia.  El  23 
de  enero  era  fusilado,  por  orden  del  goberna- 
dor Gutiérrez.  Al  notificársele  su  sentencia  de 
muerte  tomó  un  papel  y,  apoyándolo  sobre  sus 
rodillas,  escribió  a  su  esposa  en  estos  sentidos 
términos:  «En  estos  momentos  voy  a  morir;  em- 


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ALV 


pero  debes  resignarte,  porque  mi  delito  no  es 
otro  que  haber  tomado  las  armas  para  conquis- 
tar la  libertad  del  suelo  de  mi  nacimiento.  Per- 
severa en  la  virtud,  como  siempre,  y  cuida  de 
la  educación  de  mis  hijos.» 

Alvarez  (Julián  Baltasar).  Jurisconsulto  y  pu- 
blicista. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  9  de  enero 
de  1788,  de  padres  españoles.  A  los  doce  años 
ingresó  en  el  Colegio  de  San  Carlos,  hasta  1804, 
año  en  que  pasó  a  la  Universidad  de  Córdoba, 
y  más  tarde  a  la  de  Charcas,  donde  cursó  Le- 
yes y  Cánones,  recibiendo  en  1808  el  grado  de 
doctor  en  ambos  Derechos.  Desde  1810  se  con- 
sagró a  la  política.  En  181 1  fué  nombrado  se- 
cretario del  Gobierno  de  Buenos  Aires.  En  1812 
la  provincia  de  San  Juan  lo  eligió  diputado  a 
la  Asamblea  legislativa.  De  1814  a  1818  des- 
empeñó el  cargo  de  oficial  en  el  ministerio  de 
Gobierno,  confiándosele  una  misión  importante 
para  el  general  San  Martín.  En  1820,  año  de  la 
anarquía,  emigró  a  Montevideo  con  su  familia. 
Hombre  de  costumbres  puras,  de  hábitos  sua- 
ves y  organizado  para  el  bienestar  pacífico  y 
para  las  dulces  afecciones  del  hogar,  se  con- 
trajo enteramente  al  ejercicio  de  su  profesión, 
a  la  educación  de  sus  hijos  y  a  la  sociedad  de 
un  reducido  número  de  amigos  escogidos.  Al- 
varez adoptó  por  su  patria  a  la  República 
oriental,  ejerciendo  sucesivamente  allí  los  car- 
gos de  representante  a  la  primera  Asamblea 
Constituyente  (1828),  miembro  del  Supremo 
Tribunal  de  Justicia  (1829)  y  presidente  del 
mismo.  Diputado  y  senador  varias  veces.  Fa- 
lleció el  25  de  noviembre  de  1843,  en  Monte- 
video. 

Alvarez  Jonte  (Antonio).  Patriota  de  mayo. 
Era  nativo  de  Espa- 
ña y  vino  a  América 
sumamente  niño,  es- 
tableciéndose con  su 
familia  en  Chile,  en 
cuya  capital  hizo  sus 
estudios.  Se  había 
distinguido  ya  por 
sus  talentos  como 
abogado,  como  por 
su  decisión  por  la 
causa  de  la  revolu- 
ción, cuando  en  oc- 
tubre de  1810  fué  en 
cargado  por  la  Junta 
de  Buenos  Aires, 
donde  a  la  sazón  se  encontraba,  de  una  misión 


Antonio  Alvarez  Jonte. 


a  la  Capitanía  general  de  Chile.  Al  efecto  se 
dirigió  a  Santiago  y  presentó  sus  credenciales 
al  Cabildo,  pronunciando  un  largo  y  notable 
discurso,  en  el  que  justificó  a  la  revolución  de 
mayo,  estudiando  sus  propósitos,  su  origen  y 
sus  móviles  e  insinuando  al  mismo  tiempo  la 
conveniencia  de  establecer  y  fomentar  una 
alianza  mutua  entre  la  Junta  de  Buenos  Aires 
y  la  de  Chile,  haciendo  de  estos  dos  pueblos 
una  verdadera  Confederación  que  cimentase 
su  gobierno  bajo  las  mismas  bases.  El  Cabildo 
chileno,  que  había  recibido  al  enviado  con  gran 
solemnidad,  sin  entrar  en  inmediatas  negocia- 
ciones con  él,  se  limitó  a  autorizarlo  para  tra- 
tar del  plan  de  defensa  que  convenía,  lo  que 
hizo,  tomando  en  su  formación  la  parte  más 
distinguida.  Facultósele  poco  después  para  or- 
ganizar fuerzas  que  coadyuvasen  con  las  de 
Buenos  Aires  al  triunfo  de  la  revolución.  La 
prudencia  y  circunspección  que  desplegó  en 
estas  y  otras  comisiones  que  se  le  confiaron 
contribuyeron  al  buen  éxito  de  su  misión,  a  la 
que  debe  atribuirse  en  gran  parte  las  buenas 
relaciones  mantenidas  durante  los  momentos 
supremos  de  la  revolución  entre  la  Junta  de 
Buenos  Aires  y  la  de  Chile.  Relevado  de  su 
cargo  en  agosto  de  1811  por  el  Dr.  D.  Bernar- 
do Vera,  volvió  a  Buenos  Aires,  a  su  antiguo 
puesto  de  regidor.  Al  año  siguiente  fué  encar- 
gado por  la  Junta  de  pronunciar  un  discurso 
en  la  plaza  pública,  con  motivo  del  segundo, 
aniversario  de  la  revolución.  Este  discurso; 
lleno  de  conceptos  atrevidos,  es  una  pieza  lite- 
raria que  ha  merecido  los  elogios  de  escritores 
distinguidos  y  que  contribuyó  a  establecer  en 
Buenos  Aires  la  fama  de  orador  que  había  con- 
quistado en  Chile.  Consumada  la  revolución 
del  2  de  octubre  de  1812,  fué  nombrado  para 
tomar  parte  en  el  Gobierno  provisorio.  La 
Asamblea  del  año  13  ratificó  el  nombramiento 
del  Cabildo,  hasta  que,  vencido  su  término, 
Alvarez  Jonte  fué  reemplazado  por  Posadas  a 
fines  del  año  citado.  La  exigüidad  del  erario  y 
los  ingentes  gastos  que  demandaba  la  revolu- 
ción hacían  recurrir  al  Gobierno  a  medidas  vio- 
lentas para  proporcionarse  recursos,  nombrán- 
dose al  efecto  Comisiones  encargadas  de  im- 
poner contribuciones  forzosas  a  los  vecinos 
pudientes  que  se  mantenían  indiferentes  a  los 
peligros  y  necesidades  urgentes  de  la  patria. 
Alvarez  Jonte,  con  este  motivo,  fué  designado 
en  distintas  ocasiones  para  llenar  esta  misión 
ingrata,  encomendada  siempre  a  patriotas  de- 


ALV 


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ALV 


cididos  y  entusiastas.  Después  de  las  desgra- 
ciadas acciones  de  Vilcapugio  y  Ayouma,  el 
director  Posadas  nombró  a  Alvarez  Jonte,  en 
unión  de  D.  Justo  José  Núñez  y  el  Dr.  Ugarte- 
che,  para  formar  la  Comisión  investigadora  de 
las  causas  que  dieron  lugar  a  aquellos  sensi- 
bles contrastes  del  ejército  del  Norte.  Más 
tarde,  cuando  el  derrocamiento  de  Alvear,  Al- 
varez Jonte,  que  tenía  con  aquel  general  co- 
nexiones de  partido,  fué  comprendido  entre  los 
alvearistas  y  procesado  por  la  Comisión  militar 
nombrada  ad  hoc  para  fusilar  y  desterrar  a  los 
amigos  del  director  derrocado.  La  sentencia 
definitiva  recaída  en  este  célebre  proceso  le 
obligaba  a  residir  fuera  de  la  América  del  Sud, 
<a  fin  de  que— decía  la  sentencia—,  alejado 
por  este  medio,  no  le  sea  fácil  entrar  en  revo- 
luciones que  le  hagan  lugar  a  la  venganza  pro- 
testada en  su  confesión,  entre  otras  invectivas 
que  tiene  presente  la  Comisión,  debiendo  hacer 
uso  debido  de  su  pasaporte  dentro  de  un  breve 
término,  sin  excusa  ni  pretexto  alguno,  con 
apercibimiento,  en  caso  de  inobservancia  o  ma- 
liciosa inacción,  de  que  se  procederá  contra  su 
persona  en  términos  que  se  haga  efectivo  el 
cumplimiento  de  esta  resolución,  con  la  calidad 
de  que  no  volverá  al  territorio  hasta  que,  re- 
unido el  Congreso,  obtenga  el  permiso  para 
regresar.»  Esta  enérgica  y  terminante  senten- 
cia, que  da  una  idea  de  la  exaltación  de  los 
énimos,  que  hubieran  castigado  con  crueldad 
cualquier  resistencia  por  parte  de  los  deste- 
rrados, hizo  oír  a  Alvarez  Jonte  los  consejos 
de  la  prudencia,  y,  profundamente  condolido 
de  la  situación  del  país,  no  permaneció  en  él 
sino  el  tiempo  necesario  para  arreglar  sus 
asuntos  particulares,  embarcándose  en  seguida 
para  Londres,  a  fines  de  julio  de  1815.  Perma- 
neció en  esta  ciudad  hasta  que,  contratado 
lord  Cockrane  por  orden  d^  Gobierno  chile- 
no, regresó  a  América  en  su  compañía,  en  no- 
viembre de  1818,  estableciéndose  en  Chile. 
Inmediatamente  de  su  llegada  fué  nombrado 
secretario  de  uno  de  los  buques  corsarios  de 
la  costa  del  Perú,  cuyo  cargo  renunció  en  Val- 
paraíso para  desempeñar  el  de  auditor  general 
de  Guerra  y  Marina  del  ejército  libertador. 
In  este  puesto  prestó  importantísimos  servi- 
cios, en  su  carácter  de  consejero  del  general 
San  Martín,  que  reconocía  sus  talentos  y  le 
distinguía  especialmente.  Más  tarde,  mientras 
San  Martín  estuvo  al  frente  del  gobierno  del 
Perú,  Alvarez  Jonte  tomó  una  parte  activa  en 


la  administración,  y  fueron  tan  valiosos  y  me- 
ritorios sus  servicios,  que  las  autoridades  pe- 
ruanas se  creyeron  obligadas,  a  su  falleci- 
miento, a  rendir  un  tributo  de  homenaje  a  su 
memoria  concediendo  una  pensión  a  sus  hijos. 
Alvarez  falleció  en  Pisco,  en  1821.  Uno  de  lot 
torreones  de  la  fortaleza  del  Real  Felipe,  del 
Callao,  lleva  su  nombre.  Si  no  figura  en  prime- 
ra línea,  fué,  sí,  un  leal  servidor  de  la  causa 
revolucionaria  y  un  ardiente  y  decidido  pa- 
triota. 

Alvar  Núñez  Cabeza  de  Vaca.  Natural  de 
Andalucía  (España).  Segundo  adelantado  del 
Río  de  la  Plata,  de  1541  a  1544.  Se  obligó  con 
el  emperador  Carlos  V  a  continuar  la  conquis- 
ta de  otros  países,  bajo  ciertas  estipulaciones. 
La  expedición  conquistadora  salió  del  puerto 
de  Sanlúcar  ^\  2  de  noviembre  de  1540,  con 
cuatro  embarcaciones,  400  hombres  y  46  caba- 
llos. Después  de  un  largo  viaje  por  tierra  de 
guaraníes,  que  lo  recibieron  amistosamente, 
llegó  a  la  Asunción  el  11  de  marzo  de  1542,  y 
tomó  posesión  del  mando  de  adelantado,  nom- 
brando por  su  segundo  a  Irala,  mandando  una 
expedición  a  Buenos  Aires  para  repoblar  éstai 
la  cual  no  tuvo  efecto.  Venció  a  los  indios 
guaicurúes.  Mandó  a  Irala  reconocer  la  parte 
superior  del  río  Paraguay,  y  emprendió  una 
expedición  hacia  las  tierras  altas  del  Perú; 
pero  a  los  pocos  días  de  llegar  a  la  Asunción 
los  habitantes  se  sublevaron  contra  él,  el  25  de 
abril  de  1544,  y  desconocieron  su  autoridad,  em- 
barcándolo para  España,  donde  fué  juzgado  y 
desterrado  a  África,  y  por  último  absudlto  y 
compensado  con  una  pensión  y  un  empleo. 

Alvarez  (Pascual).  Natural  de  Buenos  Aires, 
hermano  del  coronel  D.  Ignacio  Alvarez  Tho- 
mas.  Combatió  el  movimiento  revolucionario 
de  la  América  del  Sud,  sirviendo  en  las  filas 
realistas  de  Lima.  Llegó  hasta  brigadier,  gra- 
do que  poseía  cuando  ocurrió  la  capitulación 
del  ejército  español,  que  siguió  a  la  batalla  de 
Ayacucho.  En  seguida  se  retiró  a  España. 

Alvarez  (Prado  Manuel).  Guerrero  de  la  inde- 
pendencia. Nació  en  el  pueblo  de  Tilcara,  en  la 
provincia  de  Jujuy,  el  afío  17S5.  Recibió  una  es- 
merada educación  y  se  consagró  en  sus  prime- 
ros años  al  cuidado  de  los  intereses  de  sus  pa- 
dres, y  luego  al  servicio  de  la  patria  desde  el 
año  10.  A  la  edad  de  veintisiete  años  empe- 
zó a  figurar  con  brillo  como  capitán  en  el  pri- 
mer escuadrón  de  gauchos  de  Quemes,  el 
año  1812,  organizando  con  este  gran  caudillo 


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el  sistema  de  guerrillas  con  los  gauchos  de  la 
región  de  su  nacimiento,  dando  a  las  armas  ar- 
gentinas más  de  una  ocasión  de  triunfar  o  de 
evitar  hábiles  celadas  tendidas  por  los  realis- 
tas. Por  sus  meritorios  servicios  alcanzó  el  22 
de  mayo  de  181(3  la  jerarquía  de  sargento  ma- 
yor de  órdenes.  En  los  frecuentes  combates  y 
descubiertas  frente  al   enemigo,   fué  tomado 
prisionero  en  una  de  ellas  en  Tilcara,  el  19  de 
abril  de  1819,  siendo  remitido  a  Tupizal,  donde 
permaneció  preso  un  año,  al  cabo  del  cual  re- 
cobró su  libertad;  pero  en  seguida  fué  nueva- 
mente tomado  pri^^ionero,  en  una  sorpresa  en 
Tilcara,  y  conducido  a  Humahuaca.  Al  poco 
tiempo,  por  medio  de  un  acto  de  arrojo,  se  fugó 
de  la  prisión,  derribando  a  un  centinela  de  un 
puñetazo;  pero  perseguido  y  gravemente  heri- 
do, salvó  providencialmente,  debido  a  la  inter- 
vención de  sus  compañeros,  que  le  hallaron 
abandonado  en  un  monte,  a  punto  de  perecer. 
En  más  de  una  ocasión  recibió  este  militar  pro- 
posiciones ventajosas  para  cambiar  sus  creen- 
cias pasándose  a  las  filas  españolas,  proposi- 
ciones que  siempre  fueron  rechazadas  con  alti- 
vez. El  8  de  enero  de  1822  fué  promovido  a  te- 
niente coronel  y  nombrado  comandante  en  jefe 
de  vanguardia,  y  en  3  de  febrero  de  1823  fué 
nombrado  coronel  efectivo,  confiándosele  des- 
pués el  mando  en  jefe  de  toda  la  caballería  de 
Quebrada   Humahuaca.    Después   de    muchos 
otros  servicios  a  la  patria,  pidió  su  retiro  del 
servicio  el  26  de  mayo  de  1832.  Este  militar,  de 
un  temple  nada  común,  falleció  en  Tilcara,  en 
el  año  1S36. 
Alvarez  Thomas  (Ignacio).  Director  interino 
de  las  provincias  Unidas.  Nació  el  15  de  febre- 
ro de  1787,  en  Are- 
quipa (Perú),  que 
gobernaba    enton- 
ces su  padre,   el 
brigadier  D.  Anto- 
nio Alvarez  y  Xi- 
ménez.   Inició  su 
carrera  militar  y 
política  en  Buenos 
Aires.  En  1803,  ofi- 
cial   del    batallón 
Fijo,  y    en    1805, 
secretario  del  vi- 
rrey Sobremonte, 

a  quien  acompañó  en  su  fuga  a  Córdoba,  cuan- 
do la  primera  invasión  inglesa,  y  a  Monte- 
video más  tarde.  En  el  asalto  de  esta  pla- 


Ignacio  Alvarez  Thomas. 


za  fué  herido,   y  retenido  como   prisionero 
hasta   la  capitulación  de  Julio.  A  su   regre- 
so a  Buenos  Aires  fué  ascendido  a  capitán. 
Se  encontró  en  la  rendición  de  Montevideo, 
en  1814;  fué  gobernador  provisorio  de  Santa 
Fe.  Al  año  siguiente,  general  en  jefe  del  ejér- 
cito que  debía  batir  a  Artigas  y  que  se  sublevó 
en  Fontezueícs,   provocando  la  caída  de  Al- 
vear,  siendo  nombrado  director  interino,  vién- 
dose poco  después  obligado  a  renunciar.  Más 
tarde  fué  nombrado  director  del  Tribunal  mili- 
tar; jefe  del  Estado  Mayor,   en   1819;  dipu- 
tado, en  1821;  diplomático  en  el  Perú  y  Chile, 
en  1824  y  1826,  respectivamente;  y  en  el  siguien- 
te se  retiró  a  la  vida  privada,  viviendo  en  el 
Uruguay,  donde  Rosas  lo  persiguió,  y  Oribe,  a 
instancia  de  éste,  le  intimó  la  salida  inmediata 
del  país.   Visitó  en  su  larga  peregrinación  a 
Río  Janeiro  y  a  casi  todas  las  repúblicas  del 
Pacifico,  donde  permaneció  hasta  un  año  des- 
pués de  la  batalla  de  Caseros.  Vuelto  a  Buenos 
Aires,  vivió  en  esta  capital, sintomar  participa- 
ción alguna  en  la  política.  Murió  el  20  de  julio 
de  1857.  Dos  de  sus  hijos,  Ignacio  y  Eduardo 
Alvarez,  murieron  combatiendo  en  los  ejérci- 
tos libertadores. 
Alvear  y  Ponce  de  León  (Diego  de).  Gene- 
ral de  la  Real  Armada  Española.  Nació  en  1749, 
en  Andalucía.  Marino  inteligente,  fué  nombra- 
do por  parte  de  España  primer  comisario  y 
astrónomo  de  una  de  las  secciones  en  que  fue- 
ron divididos  los  trabajos  de  demarcación,  de 
acuerdo  con  el  tratado  de  1777,  de  límites  en- 
tre las  cortes  de  Madrid  y  Lisboa.  Esta  sec- 
ción debía  fijar  los  límites  comprendidos  desde 
la  boca  del  Pepirí-Guazú  hasta  más  arriba  del 
Salto  Grande  del  Paraná,  donde  desagua  el  río 
que  el  tratado  llama  Ygurey.  La  historia  de 
estos  trabajos  está  llena  de  peripecias,  aven- 
turas, privaciones  y  sufrimientos.  A  pesar  de 
esto,  Alvear  no  desistió  de  su  empeño,  hasta 
que,  concluidos  sus  trabajos,  arribó  a  Buenos 
Aires  en   1801.   Embarcado  en  la  expedición 
que  salió  de  Buenos  Aires  con  destino  a  Espa- 
ña en  1804,  fué  víctima  del  ataque  de  los  ingle- 
ses en  el  cabo  de  Santa  María.  El  incendio  de 
una  de  las  fragatas  españolas  causó  la  muerte 
de  su  esposa  y  siete  hijos,  salvándose  casual- 
mente él  y  su  hijo  Carlos,  que  fueron  conduci- 
dos, en  calidad  de  prisioneros,  a  Inglaterra.  El 
rey  Jorge  III,   que  entonces  gobernaba  a  la 
Gran  Bretaña,  compadecido  de  sus  desgracias, 
le  permitió  volver  a  España  en  compañía  de  su 


Carlos  María  de  Alvear. 


ALV 

hijo,  devolviéndole  todos  sus  caudales.  Don 
Diego  de  Alvear  falleció  en  Madrid,  y  ha  deja- 
do varias  obras,  entre  ellas.  Historia  de  la  de- 
marcación, con  los  derroteros,  descripciones, 
competencias  y  disputas  con  las  Comisiones 
portuguesas;  Observaciones  astronómicas 
practicadas  en  los  mismos  lugares;  Historia 
natural  de  estos  países,  comprendiendo  los  tres 
reinos,  y,  por  último,  una  Descripción  históri- 
ca y  geográfica  de  las  Misiones,  etc.,  etc. 
Alvear  (Carlos  María  de).  Militar.  Hijo  primo, 
génito  del  anterior  y  de  D.°  Josefa  Balbastro. 
Nació  el  25  de  octu- 
bre de  1769,  en  Mi- 
siones. Hizo  sus  pri- 
meros estudios  en 
Porto  Alegre,  y  en 
1804  pasó  a  España 
con  toda  su  familia, 
en  la  expedición  sa- 
lida de   Buenos  Ai- 
res,  compuesta  de 
las  fragatas  Medea, 
Fama,    Mercedes  y 
Clara.  La  esposa  de 
D.  Diego  de  Alvear 

se  embarcó  con  todos  sus  hijos  a  bordo  de  la 
Mercedes;  pero  haciéndosele  insoportable  la 
presencia  del  mayor  de  ellos  (Carlos),  por  su 
carácter  travieso  e  indócil,  le  envió  al  lado  de 
su  padre,  que  iba  en  otro  buque  de  la  expedi- 
ción, Clara,  debiendo  a  esta  circunstancia  la 
salvación  de  su  vida,  como  si  la  Providencia 
hubiese  querido  conservar  al  niño  destinado  a 
un  porvenir  glorioso.  La  fragata  Mercedes  fué 
incendiada,  en  el  ataque  de  los  ingleses  al  do- 
blar el  cabo  de  Santa  María,  pereciendo  toda  la 
familia  de  Alvear.  Llegado  a  Londres,  donde 
completó  su  educación,  Alvear  tomó  servicio 
militar  en  España,  entrando  en  la  brigada  de 
Carabineros  reales,  cuerpo  de  tropas  escogi- 
das, y  en  la  guerra  contra  los  franceses  se  dis- 
tinguió por  su  valor,  particularmente  en  las  ba- 
tallas de  Talavera,  Yébenes  y  Ciudad  Real.  En 
18I211egó  a  Buenos  Aires  en  unión  deSanMar- 
tín,  Zapiola  y  Vera  con  el  grado  de  teniente  de 
caballería,  donde  se  dedicó  con  San  Martín  a 
crear  el  famoso  regimiento  de  Granaderos  a 
Caballo.  En  1813  fué  nombrado  presidente  de 
la  Asamblea  general  Constituyente,  y  en  1814 
general  en  jefe  de  las  fuerzas  sitiadoras  de 
Montevideo,  dando  un  vigoroso  impulso  a  las 
operaciones  y  obligando  a  capitular  al  general 


32  -  ALZ 

Vigodet  el  20  de  junio  de  1814.  Vuelto  a  Bue- 
nos Aires,  fué  designado  para  reprimir  la  su- 
blevación de  Artigas,  batiéndole  en  Mercedes, 
en  yVy  en  Minas.  En  1815  fué  nombrado  direc- 
tor supremo;  pero  en  este  cargo  cometió  mu- 
chos desaciertos,  que  provocaron  su  caída. 
Emigró  al  Biasil  hasta  1820,  en  que  tomó  parte 
en  la  guerra  civil  de  ese  año,  siendo  desterra- 
do. En  1824  fué  acreditado  como  ministro  ple- 
nipotenciario en  Colombia,  cargo  que  no  des- 
empeñó por  haber  sido  enviado  en  comisióu 
para  felicitar  al  general  Bolívar  con  motivo  de 
la  victoria  de  Ayacucho.  En  1828  fué  nombrado 
general  en  jefe  del  ejército  de  operaciones  de 
la  Banda  oriental,  cubriéndose  de  gloria  en 
diversos  hechos  de  armas  y  en  la  acción  de 
Ituzaingó,  el  20  de  febrero  de  1827,  logrando 
rehabilitarse  de  sus  muchos  extravíos  de  otras 
épocas.  En  1S29  fué  ministro  de  Guerra;  diez 
años  después  el  dictador  le  nombró  ministro 
plenipotenciario  en  los  Estados  Unidos,  cargo 
que  desempeñó  hasta  1852,  año  en  que  falle- 
ció, en  ese  país.  Sus  restos  fueron  repatria- 
dos, en  1854. 

Alvear  (Torcuato  de).  Funcionario  público.  Hijo 
del  anterior.  Nació  en  Buenos  Aires  en  1822. 
Ocupó  varios  cargos  públicos,  entre  otros,  el 
de  primer  intendente  de  esta  capital  en  1882- 
1886,  siendo  también  el  primero  por  sus  gran- 
des servicios  y  adelantos  realizados  en  la  Me- 
trópoli. Alvear  desplegó  una  actividad  e  inte, 
ligencia  asombrosas,  resolviendo  graves  pro- 
blemas, como  el  de  la  pavimentación  e  higie- 
ne, creando  plazas  y  parques,  demoliendo  edi- 
ficios vetustos  que  afeaban  la  ciudad  y  convir-  , 
tiendo  en  un  hermoso  paseo  el  que  hoy  lleva  i 
su  nombre  en  la  Recoleta,  en  el  cual  se  le  ha  * 
erigido  un  sencillo  monumento.  Prestó  también 
preferente  atención  a  los  establecimientos  pú- 
blicos de  caridad,  asilos,  hospitales,  cemente- 
rios, etc.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  7  de  di- 
ciembre de  1890. 

Alzaga  (Félix  de).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1790.  Era  hijo  de  D.  Martín  de  Al- 
zaga.  Siendo  muy  niño  ingresó  al  Colegio  de 
San  Carlos,  a  objeto  de  seguir  Jurisprudencia" 
En  1812,  al  ser  ejecutado  su  padre,  con  motivo 
de  la  conspiración,  abandonó  las  aulas  y  siguió 
la  carrera  militar,  llegando  a  coronel  en  1821, 
ocupando  también  un  asiento  en  la  Legislatura. 
Fué  nombrado  ministro  cerca  de  los  Gobiernos 
de  Chile  y  Perú  en  1826,  para  negociar  el  arre- 
glo de  paz  y  amistad  con  España.  Fué  senador 


ALZ 


-  33 


ALLE 


y  diputado,  director  del  Banco,  etc.  Fué  par- 
tidario de  Rosas;  pero  cambió  más  tarde  de 
ideas  políticas,  y  señalado  como  unitario,  fué 
perseguido.  Murió  en  Buenos  Aires,  en  1841. 
Alxaga  (Martín  de).  Natural  de  las  Provincias 
Vascongadas  (España).  Se  trasladó  muy  joven 
al  Río  de  la  Plata,  donde  a  los  pocos  años  ad- 
quirió una  sólida  fortuna.  Miembro  del  Consu- 
lado de  Comercio,  creado  en  1794,  combatió 
constante  y  tenazmente  las  ideas  liberales  de 
Belgrano,  sosteniendo  las  ventajas  del  mono- 
polio. Refutó  en  el  mismo  a  Cervino,  soste- 
nedor ardiente  de  los  principios  económicos  de 
aquél,  avanzando  en  su  réplica  esta  extraña  y 
retrógrada  conclusión:  «El  comercio  que  hasta 
ahora  se  ha  hecho  es  el  que  han  permitido  las 
leyes  como  útil  y  proficuo  para  mantener  y 
estrechar  los  vínculos  de  los  vasallos  de  estas 
remotas  regiones  con  las  de  la  Metrópoli,  y 
por  medio  de  la  recíproca  dependencia  en  sus 
giros  comerciales,  pues  ésta  es  una  verdad  tan 
innegable  como  evidente  el  riesgo  de  que,  tole- 
rándose las  exportaciones  y  dineros  en  dere- 
chura desde  los  puertos  de  América  a  las  po- 
tencias del  Norte,  y  en  igual  modo  las  impor- 
taciones de  efectos  comprados  en  aquellas 
fábricas,  como  insinúa  el  autor  del  papel  (Cer- 
vino), se  aflojarían  y  extenuarían  hasta  el  ex- 
tremo, en  breve  tiempo,  los  mencionados  vín- 
culos, con  perjuicio  irreparable  de  la  monar- 
quía...» En  1705  fué  nombrado  juez  en  un  pro- 
ceso mandado  formar  a  varios  franceses  a 
quienes  se  les  atribuían  propósitos  subver- 
sivos, haciendo  dar  tormento  a  Santiago  An- 
tonini,  uno  de  los  supuestos  conjurados.  Cuan- 
do el  cadáver  de  Alzaga  fué  colgado  en  la 
horca,  diez  y  seis  años  más  tarde,  Antonini  se 
abrazó  del  madero  con  efusión  y  alegría,  cu- 
briéndole de  besos  y  arrojando  profusamente 
monedas  de  plata  a  la  atónita  multitud...  Du- 
rante las  invasiones  inglesas,  principalmente 
en  la  segunda,  Alzaga  fué  el  alma,  se  puede 
decir,  de  la  defensa.  «Desde  el  primer  momen- 
to, y  como  conociese  la  superioridad  de  las  le- 
giones británicas  sobre  las  nuestras  y  lo  du- 
doso que  sería  para  los  defensores  una  acción 
en  despoblado,  aconsejó,  aunque  sin  éxito,  a 
Liniérs  formalizase  la  defensa  de  la  ciudad, 
concentrando  en  ella  sus  tropas  y  cañones  y 
limitándose  a  hostilizar  la  vanguardia  enemiga 
con  destacamentos  irregulares  de  caballería. 
Algunas  horas  más  tarde,  el  descalabro  de 
Miserere  hacía  cumplida  justicia  a  las  sabias 
Diccionario  Hist.  Biogr. 


previsiones  del  prudente  alcalde.  Derrotado 
Liniérs  y  fugitivas  sus  fuerzas,  el  camino  de  la 
ciudad  quedaba  abierto  a  la  columna  expedi- 
cionaria de  Whitelocke.  La  población,  conster- 
nada, vela  acercarse  con  terror  la  noche  de 
aquel  día,  en  que,  según  sus  tristes  presagios, 
las  puertas  de  la  ciudad  se  abrirían  para  dar 
paso  a  las  legiones  vencedoras.  Todo  era  con- 
fusión y  desorden  dentro  de  sus  muros;  el  des- 
aliento del  pueblo  se  había  comunicado  a  las 
autoridades  y  a  los  mismos  jefes  militares,  que 
en  ausencia  de  su  general  se  creían  dispen- 
sados de  conjurar  el  conflicto.  En  aquellos 
momentos  de  solemne  expectativa  aparece  en 
la  escena  la  intrépida  figura  del  alcalde  de  pri- 
mer voto.  Lo  imperturbable  de  su  ánimo  y  la 
rapidez  y  energía  de  sus  resoluciones  hacen 
renacer  el  entusiasmo  y  la  esperanza  en  el  ve- 
cindario y  cambiar  en  breves  horas  la  fisono- 
mía guerrera  de  la  plaza.  Ordena  se  abran 
fosos  en  las  cuadras  inmediatas  a  la  fortaleza; 
hace  colocar  artillería  en  los  puntos  más  ven- 
tajosos para  la  defensa;  distribuye  las  pocas 
fuerzas  que  tiene  disponibles  en  las  azoteas  y 
en  los  balcones  de  las  casas,  y  hace  iluminar 
la  ciudad,  para  hacer  comprender  al  enemigo 
que  se  halla  en  aptitud  de  resistir...  (V.  IriDü- 
siones  inglesas).  Encabezó  más  tarde  una  cons- 
piración contra  el  Gobierno  patriota;  pero  des- 
cubierto a  tiempo.  Alzaba  y  sus  cómplices  fue- 
ron ejecutados.  (V.  Conspiración). 
Allende  (Faustino).  Coronel.  Nacióen  Córdoba, 
en  1785.  Era  hijo  de  D.  Pedro  Lucas  Allende, 
rico  comerciante  de  aquella  provincia.  En  el 
Colegio  de  Montserrat  hizo  sus  primeros  estu- 
dios, y  a  los  diez  y  ocho  años  se  trasladaba  a 
Buenos  Aires,  alistándose  en  el  batallón  de  Pa- 
tricios que  mandaba  Saavedra.  Poco  después 
pasó  a  La  Paz,  donde  manejaba  cuantiosos  in- 
terés; pero  al  tener  noticias  por  su  hermano 
D.  Tomás  del  movimiento  revolucionario  del 
aflo  10,  dejó  precipitadamente  la  ciudad  de  su 
residencia,  dispuesto  a  consagrar  su  fortuna  y 
su  vida  en  servicio  de  la  patria.  Llegado  a  Sal- 
ta, desbarata  los  planes  de  los  peninsulares,  lo 
mismo  que  en  Tucumán  y  en  Córdoba,  y  llega 
a  esta  última  provincia  en  momentos  en  que 
Liniérs,  Concha,  D.  Santiago  Allende  (su  tío) 
y  otros  organizaban  a  gran  prisa  un  cuerpo 
numeroso  de  ejército  para  combatir  las  armas 
de  la  revolución.  Don  Faustino  Allende  «entra 
secretamente  en  las  filas  de  sus  enemigos,  de- 
rrama oro  entre  los  hombres  del  pueblo  y  en- 


ALLE 


tre  los  jefes,  produciendo  la  desorganización 
del  ejiVcito  español,  y,  no  satisfecha  aún  su  no- 
ble ambición,  compra  con  una  suma  de  onzas  al 
encargado  de  comprar  las  caballadas  y  le  hace 
fu<Tar  con  ellas».  La  Junta  premió  su  patriótica 
conducta  mandándole  los  despachos  de  sar- 
gento mayor.  Desde  entonces  desapareció  del 
escenario  político  hasta  el  aflo  1S29,  en  que  sir- 
vió a  las  órdenes  del  general  Paz,  en  las  bata- 
llas de  San  Roque,  La  Tablada  y  Oncaíioo. 
Renunció  en  dicho  año  la  gobernación  de  Cór- 
doba; años  después  acompañó  a  los  generales 
Lavalle  y  Paz  en  todas  sus  campañas.  En  1853 
fué  reconocido  por  el  Gobierno  en  su  grado  de 
coronel,  ofreciéndole  sus  servicios  en  la  lucha 
que  sostenía  con  el  general  Urquiza,  que  no 
fueron  aceptados  en  atención  a  su  avanzada 
edad.  Murió  en  Córdoba,  el  10  de  octubre 
de  1S65. 

Allende  (José  Manuel).  Hermano  mayor  del 
anterior.  De  Córdoba  Dedicado  a  la  carrera 
de  las  letras,  tenía  ya  el  título  de  abogado 
cuando  partió  para  España  a  perfeccionar  sus 
estudios.  Llegó  allí  cuando  estallaba  la  revo- 
lución francesa  de  1789.  Entusiasmado  por  los 
principios  que  ésta  proclamaba,  aceptó  la  opor- 
tunidad que  se  le  ofrecía  cde  descargar  sus 
iras  contra  el  monarca  que  desde  el  otro  lado 
del  Océano  imponía  a  su  suelo  querido  una 
bárbara  legislación».  Mezclóse  entonces  entre 
los  franceses,  quienes  tuvieron  en  mucha  esti- 
ma sus  aptitudes,  como  lo  demuestra  el  hecho 
de  haber  sido  nombrado  gobernador  de  Saha- 
gún  Permaneció  en  este  alto  puesto  hasta  que, 
muerto  el  general  Solano  en  el  contraste  que 
sufrieron  las  armas  francesas,  vióse  obligado  a 
retirarse  a  Cádiz,  donde  murió. 

Allende  (SanHago  Alejo).  Coronel  del  virreina- 
to Nativo  de  la  ciudad  de  Córdoba.  Tío  de  don 
Faustino,  José  María  y  Tomás  Allende,  fusila- 
do por  orden  de  la  Junta  de  Buenos  Aires  el 
28  de  agosto  de  1811.  Tomó  parte  poco  activa 
en  la  segunda  invasión  inglesa.  En  la  retirada 
de  So-iremonte  a  Córdoba  trajo  consigo  a 
Allende,  con  el  grado  de  coronel  del  ejército  y 
como  segundo  jefe  de  la  expedición.  Comisio- 
nado por  Sobremonte  en  Montevideo  para  re- 
conquistar a  Maldonado,  ocupado  por  una 
división  inglesa,  no  hizo  «otra  cosa  más  que 
presentarse,  dar  vueltas,  ir  y  venir,  llegar  a 
Pando,  volverse  de  aquí,  y,  en  una  palabra,  in- 
currir en  el  ridículo».  Estallada  la  revolución  de 
mayo.  Allende  se  propuso  combatiria  de  acuer- 


-  34  -  AMB 

do  con  Liniérs,  Concha  y  otros.  Tomados  en 
Cruz  Alta,  trayecto  de  Buenos  Aires,  Allende 
fué  ejecutado  con  sus  demás  compañeros. 

Allende  i  Tomás  .  Gobernador  de  Sal  la,  sobrino 
del  anterior  y  natural  de  Córdoba.  Cursó  su-: 
estudios  en  el  colegio  de  Montserrat,  de  esta 
ciudad,  y  se  recibió  de  abogado.  Hallábase  en 
Buenos  .\ires  cuando  estalló  la  revolución  dtl 
año  10.  Patriota  decidido,  combatió  contra  su 
tío  D.  Santiago  Allende,  que  fué  fusilado 
Nombrado  director  D.  Gervasio  A.  de  Posa- 
das, llamó  al  coronel  Allende  en  agosto  del 
año  13  para  que  desempeñara  la  cartera  de 
Guerra,  que  en  esas  circunstancias,  como  es 
sabido,  demandaba  una  tarea  inmensa  y  de 
grave  responsabilidad.  Encontrándose  algo  en- 
fermo, y  en  virtud  de  un  medicamento  equivo- 
cado, murió  en  1815  Era  un  hombre  de  capa- 
cidad y  de  mérito. 

Amaichá  (combate).  Felipe  Várela,  que  era  uno 
de  los  caudillos  más  audaces  del  interior,  prin- 
cipalmente en  la  provincia  de  La  Rioja,  después 
de  su  descalabro  el  7  de  julio,  en  la  cuesta  de 
Chilecito,  aparece  invadiendo  la  provincia  de 
Salta,  y  sorprende  en  el  sitio  denominado  Rin- 
cón de  Amaichá  al  comandante  de  Milicias, 
D.  Pedro  José  Frias,  que  en  vano  intenta  re- 
sistirle. 

Ambrosetti  (Juan  B.).  Doctoren  Ciencias  na- 
turales y  distinguido  arqueólogo  argentino. 
Era  director  del 
Museo  Etnográfi- 
co de  la  Universi- 
dad de  Buenos 
Aires  y  profesor 
de  Arqueología 
en  la  Facultad  de 
Filosofía  y  Le- 
tras. Representó 
a  nuestro  país  en 
diversos  Congre- 
sos internaciona- 
les, sobre  todo  en 
el  americanista,  y 

lo  hizo  siempre  con  singular  brillo.  Fué  miem- 
bro de  la  Junta  de  Historia  y  Numismática 
americana.  Obra  grande,  meritoria,  la  de 
más  importancia  tal  vez  en  el  país,  en  su  géne- 
ro, es  la  que  fundó  Ambrosetti,  empezando  c'>n 
una  pequeña  colección  de  bronces  ca/c/io^uú 
donada  por  el  Dr.  D.  Indalecio  Gómez;  n^  ■ 
referimos  al  Museo  Etnográfico  que  posee  la 
Facultad  de  Filosofía  y  Letras,  que  contient- 


Dr.  Juan  B.  Ambrosetti. 


AME  -as- 

mé» de  20.000  piezas.  Deja  este  hombre  estu- 
dioso más  de  70  publicaciones  sobre  Arqueolo- 
gía, Etnografía,   Lingüística,   Zoología,  etc., 
cuya  nomenclatura  sería  larga  enumerar  en  una 
obra  tan  reducida  como  ésta.   La  ciencia  ar- 
geniina  y  la  sociedad  pierden  en  él  un  hombre 
bueno  y  un  hombre  útil,  que  fué  alto  exponente 
del  saber  y  que  deja  obra  vasta  y  valiosa.  Fa- 
lleció en  Buenos  Aires,  el  21  de  mayo  de  1917, 
a  las  diez  de  la  mañana.  Sus  restos  fueron  in- 
humados en  el  cementerio  del  Oeste,  hablando 
ante  su  tumba  el  Dr.  D.  Ernesto  Quesada,  en 
nombre  de  la  Facultad  de  Filosofía  y  Letras; 
el  Dr.  D.  Horacio  Damianovich,  en  nombre  de 
la  Sociedad  Científica  Argentina;  el  Dr.  D.  Ri- 
cardo Levene,  en  representación  de  la  Junta 
de  Historia  y  Numismática  americana,  y  otras 
personas  más. 
Ameghiiio  (Florentino).  Eminente  naturalista  y 
paleontólogo  argentino.  Nació  en  la  villa  de 
Lujan,  en  la  provin- 
cia de  Buenos  Aires, 
el  18  de  septiembre 
de  1854.  Fueron  sus 
padres  D.    Antonio 
Ameghino,  genovés, 
fallecido  en  Buenos 
Aires,  a  los  cincuen- 
ta y  ocho  aflos  de 
edad,  en  el  año  1886, 
y  D."    María  Dina 
Armanino,  que  falle- 
ció en  Buenos  Aires 
en  el  año  1908,  a 

los  setenta  y  seis  años  de  edad.  Hallábase  don 
Florentino  Ameghino  al  frente  del  Museo  de 
Historia  Natural  desde  hacía  varios  años,  ocu- 
pando con  honra  el  puesto  que  ilustraron  Bur- 
meister  y  Berg,  y  su  nombre  ya  había  salvado 
las  fronteras  de  la  República,  difundiéndose 
con  gran  prestigio  en  los  centros  científicos  de 
ambos  mundos.  Hijo  de  sus  obras,  debía  al  es- 
tudio tenaz  y  a  la  investigación  permanente, 
perseverante,  la  posición  de  sabio  que  conquis- 
tara, y  en  la  que  supo  mantenerse  con  altura  y 
dignidad.  Llegó  de  la  nada  a  la  cumbre  por  sus 
propios  esfuerzos,  haciendo  una  por  una  todas 
las  jornadas  que  mediaban  entre  el  punto  ini- 
cial y  la  meta  gloriosa.  Su  vida  fué  de  incesan- 
te labor  y  copiosa  producción,  derramando  con 
ello  raudales  de  luz  sobre  las  edades  prehistó- 
ricas de  nuestro  continente,  o  induciendo  a  los 
sabios  a  fijar  su  atención  en  él  y  a  escudriñar 


AMÉ 


Florentino  Amegliino 


sus  senos  misteriosos.  Es  un  tesoro  inaprecia- 
ble la  colección  de  fósiles  reunida  en  el  suelo 
argentino  por  el  Dr.  Ameghino,  como  es  abun- 
dante y  valioso  el  caudal  de  conocimientos  que 
encierran  los  numerosos  libros,  monografías  y 
artículos  en  que  ha  consignado  el  fruto  de  sus 
desvelos  e  investigaciones.  Este  grande  como 
modestísimo  sabio  murió  en  la  ciudad  de  La 
Plata,  el  6  de  agosto  de  191 1 . 

Amenabar  (José  de).  Sacerdote  y  hombre  pú- 
blico. Nacido  en  Santa  Fe,  en  1734.  Formó  par- 
te, como  miembro,  de  la  célebre  Asamblea  del 
año  XIII,  y  en  la  Comisión  civil  de  Justicia,  en 
la  que  prestó  importantes  servicios.  Retirado  a 
Santa  Fe,  ejerció  allí  durante  largo  tiempo  las 
funciones  de  cura  vicario  y  de  legado  eclesiás- 
tico, hasta  que  en  1823  asistió  al  Congreso 
Constituyente,  donde,  cumplidas  las  instruccio- 
nes que  había  recibido  de  la  Legislatura  santa 
fecina,  se  opuso  a  que  se  sancionara  la  Consti- 
tución unitaria.  Cuando  estalló  la  guerra  civil 
en  la  República  y  Quiroga  invadió  a  Córdoba, 
el  entonces  gobernador  de  Santa  Fe,  D.  Esta- 
nislao López,  quiso  mediar  pacíficamente  en  la 
contienda  y  le  mandó  en  comisión  cerca  de 
aquel  caudillo,  en  unión  con  D.  Domingo  de 
Oro.  Estos  obtuvieron  una  suspensión  de  hos- 
tilidades; pero  el  empecinamiento  de  Quiroga 
hizo  inevitable  muy  luego  el  derramamiento 
de  sangre.  Fué  gobernador  delegado  en  Santa 
Fe,  de  1856  a  1860,  y  ejerció  diversos  cargos 
civiles  y  eclesiásticos  de  importancia.  Falleció 
el  año  1863,  en  Santa  Fe,  y  se  le  sepultó  en  la 
iglesia  matriz.  Fué  un  sacerdote  virtuoso,  ca- 
ritativo e  ilustrado. 

América  (incendio  del  vapor).  El  América  era 
un  hermoso  vapor  que  hacía  la  carrera  entre 
Buenos  Aires  y  Montevideo.  En  circunstancias 
en  que  una  gran  parte  de  la  sociedad  distingui- 
da de  Buenos  Aires  se  trasladaba  a  Montevi- 
deo en  grata  peregrinación,  en  las  altas  horas 
de  la  noche  del  23  de  diciembre  de  1872,  el 
buque  se  incendia.  Muchas  fueron  las  víctimas 
de  este  horroroso  suceso,  y  entre  los  diversos 
y  emocionantes  episodios  que  tuvieron  lugar, 
el  más  notable  es  el  desprendimiento  de  don 
Bartolomé  Víale,  distinguido  comerciante  ita- 
liano de  Buenos  Aires,  que  da  sus  salvavidas, 
estando  en  el  agua,  a  la  señora  de  Marcó  del 
Pont,  que,  hallándose  cerca  de  él  y  sostenida 
únicamente  por  sus  ropas,  le  grita:  «¡Me  aho- 
go!», y  Víale,  después  de  haber  ejecutado  tan 
magnánima  acción,  perece  entre  las  ondas  del 


General  de  Brigada  D.  Só- 
crates A naya. 


AMA 

Plata.  En  el  cementerio  de  la  Recoleta  puede 
verse  un  monumento  que  conmemora  tan  her- 
mosa acción. 

Anaya  (Justo  Sócrates).  General.  Nació  en  Tu- 
cumán,  el  31  de  marzo  de  1850.  Abandonó  sus 
estudios  muy  joven, 
aldeclararse  la  gue- 
rra contra  el  dicta- 
dor del  Paraguay, 
ingresando  como 
soldado  distinguido 
en  el  batallón  Gene- 
ral Paz.  Subtenien- 
te en  1865,  abande- 
rado. Hizo  la  cam- 
paña desde  el  25  de 
diciembre  de  1865 
hasta  julio  de  1868, 
en  que  pasó  a  sofo- 
car la  rebelión  del 
general  Cáceresen 

Corrientes.  Combatió  contra  el  bandolero 
Santos  Guayana  en  San  Luis;  con  los  indios; 
hizo  la  campaña  de  Entre  Ríos  contra  López 
Jordán;  con  el  entonces  coronel  D.  Julio  A. 
Roca  batió  las  tolderías  del  cacique  Ramón 
Cabral,  y  asistió  a  la  revolución  del  74  en  las 
filas  del  Gobierno.  Con  el  entonces  coronel 
Racedo  volvió  a  tomar  parte  contra  los  indios 
al  mando  del  cacique  Cabral,  quien  fué  some- 
tido con  sus  principales  capitanejos.  Se  halló 
en  el  combate  de  los  Corrales,  el  21  de  junio 
de  1880,  y  en  los  combates  de  los  días  26  y 
27  de  julio  de  1890  en  las  calles  de  Buenos 
Aires. 

Ancaate  (combate).  El  7  de  enero  de  1830,  entre 
las  fuerzas  de  los  generales  Quiroga  y  Paz, 
mandadas,  respectivamente,  por  los  coroneles 
D.  José  Benito  Villafafle  y  D.  Justo  Lobo. 
Fué  una  acción  sangrienta,  en  la  que  pereció 
Lobo.  El  vencedor  Villafañe  se  excedió  en  mu- 
chas arbitrariedades.  Aneaste  es  un  departa- 
mento de  la  provincia  de  Catamarca.  Tie- 
ne 2.480  kilómetros  cuadrados  de  extensión  y 
una  población  de  5.300  habitantes.  La  sierra  de 
Aneaste  y  la  del  Alto  forman  el  valle  de  Cata- 
marca. 

Anchorena  (Juan  José  Cristóbal).  Hombre  pú- 
blico. Natural  de  Buenos  Aires.  Su  padre,  de 
nacionalidad  española,  lo  dedicó  al  comercio, 
dándole  antes  una  esmerada  educación,  que 
completó  en  España,  donde  pasó  los  primeros 
años  de  su  juventud.  Fué  partidario  de  la  causa 


36  -  ANC 

revolucionaria  y  miembro  de  la  Junta  de  Ob. 
servación,  al  seno  de  la  cual  llevó  el  temple  de 
su  alma  firme  e  independiente.  En  el  aflo  21 
era  nombrado  presidente  de  la  Caja  de  Amor- 
tización y  miembro  de  la  Comisión  encargada 
de  promover  el  progreso  del  comercio  e  indus- 
tria y  mejorar  la  agricultura.  El  aflo  anterior 
había  sido  uno  de  los  comisionados  para  arre- 
glar la  convención  del  20  de  febrero  celebra- 
da entre  los  gobernadores  del  litoral.  D.  Juan 
José  Anchorena,  como  sus  hermanos  D.  Tomás 
iVVanuel  y  D.  Nicolás,  simpatizaba  ardiente- 
mente con  el  sistema  federal,  que  combatió  Ri- 
vadavia  bajo  su  presidencia.  Esta  circunstan- 
cia le  hizo  figurar  entre  los  opositores  del  gran 
administrador  y  entre  los  partidarios  de  don 
Manuel  Dorrego,  a  cuya  elevación  contribuyó 
poniendo  en  juego  su  importante  influencia- 
Dueño  más  tarde  Lavalle  de  la  situación,  em- 
pezó a  alejar  de  la  ciudad  a  todos  aquellos 
hombres  notables  del  partido  federal,  y  fué  así 
como  Anchorena  fué  transportado  al  buque 
Rio  Bamba,  en  calidad  de  preso,  en  compañía 
de  su  hermano  D.  Tomás  Manuel  y  de  D.  Vic- 
torio  García  de  Zúñiga,  de  donde  más  tarde 
pasaron  a  Montevideo.  Celebrada  la  conven- 
ción entre  Lavalle  y  Rosas,  volvió  a  Buenos 
Aires,  muriendo  el  5  de  enero  de  1832. 
Anchorena  (Nicolás  de).  Hombre  público.  Sig- 
natario del  tratado  de  9  de  marzo  de  1853.  Na- 
tural de  Buenos  Aires;  hermano  del  anterior. 
Hizo  sus  estudios  en  el  Colegio  de  San  Carlos, 
principiando  a  figurar  en  1825,  como  diputado 
por  Buenos  Ajres.  Perteneció  al  partido  fede- 
ral. Elevado  Rosas  a  la  primera  magistratura 
del  país,  D.  Nicolás  Anchorena,  sin  tomar  par. 
te  activa  en  la  política,  prestóle  el  contingente 
de  sus  esfuerzos.  Después  de  Caseros,  Ancho- 
rena, defensor  de  los  derechos  de  Buenos  Ai- 
res y  enemigo  del  acuerdo  de  San  Nicolás,  fué 
uno  de  los  representantes  más  conspicuos  de  la 
opinión  ilustrada  en  las  laboriosas  sesiones 
del  53.  Mas  habiendo  llegado  una  Comisión,  en 
representación  del  general  Urquiza,  para  intcn 
tar  la  pacificación  de  Buenos  Aires,  el  gob(  > 
nador  de  esta  provincia  nombraba  a  su  vez  .i 
D.  Nicolás  Anchorena  para  que,  en  unión  de 
los  Sres.  Vélez  Sarsfield,  Paz  y  Torres,  acur- 
dasen  con  los  comisionados  una  convención  de 
paz  que  diese  pronto  y  feliz  término  a  la  gue- 
rra civil  provocada  por  la  rebelión.  Reunidos 
los  comisionados  firmóse  un  convenio  de  pa/, 
que  se  conoce  en  la  Historia  con  el  nombre  de 


ANC 


-  37  — 


ANC 


'Tratado  del  9  de  marzo.»  Animados  sus  signa- 
tarios de  los  mejores  deseos,  dejaron  iniciadas 
en  él  las  bases  de  la  organización  de  la  Repú- 
blica y  las  condiciones  más  duraderas  de  paz  y 
de  tranquilidad.  Ocurrido  el  fallecimiento  del 
.seilor  general  Pinto,  la  Sala  de  Representan- 
tes nombraba  a  D.  Nicolás  de  Anchorena,  el  9 
de  julio  de  1853,  gobernador  y  capitán  general 
de  la  provincia.  «Desde  que  Anchorena — dice  un 
eicritor— tuvo  conocimiento  de  que  se  se  pen- 
saba en  él  para  ese  puesto,  se  empeñó  con  sus 
amigos  para  persuadirles  de  su  resolución  irre- 
vocable de  no  admitir  el  cargo,  por  más  que  el 
pueblo  y  la  Sala  lo  designaban  con  entusiasmo, 
no  porque  rehusase  los  nuevos  sacrificios  y 
compromisos  que  aquel  destino  le  demandaba, 
sino  porque  él  creía  ser  más  útil  a  la  causa  pú- 
blica en  las  bancas  de  la  Legislatura  que  en  la 
silla  de  gobierno,  donde  su  salud  quebrantada 
no  le  permitiría  llenar  cumplidamente  las  ince- 
santes tareas  que  demandaban  la  atención  de 
los  asuntos  de  la  guerra. «  Esta  era  la  segunda 
vez  que  Anchorena  renunciaba  tomar  parte  en 
la  Administración  pública.  Falleció  el  24  de 
mayo  de  1856. 
Anchorena  (Tomás  Manuel  de).  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  en  1784.  Hermano  del  anterior.  Hizo 
sus  primeros  es- 
tudios en  el  Co- 
legio de  San  Car- 
los, y  muy  joven 
se  graduó  de  doc- 
tor en  Leyes  en 
la  Universidad  de 
Charcas.  El  mo- 
vimiento revolu- 
cionario de  1810 
lo  encontró  des- 
empeñando el  em- 
pleo de  corregi- 
dor mayor,  en 
cuyo  carácter  fir- 
mó el  acta  del  25  de  mayo.  Fué  desterrado  con 
motivo  de  la  publicación  de  un  manifiesto  pa- 
triótico; pero  se  revocó  la  orden  en  un  honro- 
so decreto  para  Anchorena,  a  quien  se  declara 
buen  patriota  y  lo  manda  reponer  en  su  anti- 
guo cargo  de  regidor.  En  1811  se  trasladó  al 
Alto  Perú,  donde  conoció  a  Belgrano,  quien  le 
nombró  su  secretario,  hallándose  como  tal  en 
las  batallas  de  Tacumán  y  Salta.  En  1816 
tomó  parte  en  el  Congreso  de  Tucumán,  y  jun- 
to con  el  obispo  Oro  levantó  su  voz  para  sal- 


Tomás  Manuel  de  Anchorena. 


var  la  forma  republicana.  En  1821  fué  electo 
representante,  y  en  1826  fué  uno  de  los  ma- 
yores y  más  influyentes  opositores  a  los  pro- 
yectos sobre  el  régimen  unitario  de  Rivada- 
via.  En  1828  fué  desterrado,  por  sus  opiniones 
políticas,  y  durante  las  primeras  administra- 
ciones de  Balcarce  y  de  Rosas  desempeñó 
los  ministerios  de  Gobierno  y  de  Relaciones 
exteriores,  rehusando  en  1834  la  gobernación 
de  la  provincia.  Dejó  de  existir  en  esta  ciudad, 
el  29  de  abril  de  1847.  Sobre  su  tumba  pronun- 
ció un  notable  discurso  el  Dr.  Vicente  López 
y  Planes. 

Anchorls  (Ramón  Eduardo  de).  Sacerdote.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  el  13  de  octubre  de  1775. 
En  1810  se  encontraba  en  Lima,  desempeñando 
el  puesto  de  secretario  del  arzobispo,  cuando 
el  virrey  Abascal,  temeroso  de  una  revolución 
en  sus  dominios,  lo  redujo  a  severa  prisión,  en 
unión  de  D.  Cecilio  Tagle  y  de  D.  Antonio  Mi- 
ralla.  Enviado  después  a  España,  permaneció 
encerrado  algunos  años  en  el  castillo  de  Santa 
Catalina,  en  Cádiz.  Miembro  de  las  logias  de 
Cádiz  y  de  Londres,  fundadas  por  Miranda, 
para  promover  la  independencia  de  Sud-Amé- 
rica,  fué  después  uno  de  los  fundadores  de  la 
Logia  Lautaro,  en  Buenos  Aires.  Este  patrio- 
ta distinguido,  fogoso  e  infatigable,  falleció  en 
Buenos  Aires,  en  1831. 

Andes  (paso  de  los).  Desde  el  desastre  de  Ran- 
cuaga  había  vuelto  a  caer  Chile  bajo  la  domi- 
nación de  los  españoles.  El  general  San  Mar- 
tín, con  el  pensamiento  de  reconquistarlo,  ha- 
bía empezado  a  formar  un  ejército  en  Mendo- 
za, de  donde  era  gobernador  intendente.  El 
plantel  de  este  ejército,  tan  famoso  más  tarde, 
fué,  para  honor  de  Córdoba,  una  pequeña  di- 
visión de  doscientos  cordobeses,  que  el  año  13 
envió  el  gobierno  argentino  en  auxilio  de  Chile, 
a  las  órdenes  del  coronel  D.  Marcos  Balcarce, 
y  que  había  tomado  una  parte  muy  notable  en 
el  combate  del  Membrillar  y  otras  acciones,  y 
de  donde  habían  sido  los  últimos  en  retirarse, 
con  el  mayor  Las  Heras  a  la  cabeza,  prote- 
giendo a  la  vez  la  emigración  chilena  en  las 
gargantas  de  la  cordillera.  El  general  San 
Martín,  con  el  pequeño  ejército  de  5.000  (cinco 
mil)  hombres  que  había  formado,  empieza  a 
efectuar  la  salida  de  Mendoza  para  emprender 
el  paso  de  la  cordillera  de  los  Andes  y  llevar 
la  libertad  a  Chile,  donde  flameaba  el  pabellón 
español.  Hechos  tan  atrevidos  como  éstos 
sólo  los  habían  realizado  Aníbal  y  Napoleón,  en 


AND 


-  38 


AND 


su  famoso  paso  de  los  Alpes.  Puede  formarse 
una  idea  de  las  grandes  dificultades  que  en 
esta  empresa  titánica  tuvo  que  vencer  el  ilus- 
tre general,  por  la  falta  de  dinero,  por  el  pá- 
rrafo siguiente  de  una  carta  que  San  Martín, 
desde  Mendoza,  dirigió  al  general  Guido:  oE\ 
18  rompió  su  marcha  el  ejército.  Para  el  21  ya 
estará  todo  fuera  de  ésta,  y  el  15  de  febrero 
decidida  la  suerte  de  Chile;  si  ésta  es  próspe- 
ra, crea  usted  que  entonces  se  le  dará  la  im- 
portancia que  merece.  Mucho  ha  habido  que 
trabajar  y  vencer,  peí  o  todo  sale  completo, 
excepto  de  dinero,  que  no  llevo  más  que  ca- 
torce mil  pesos  para  todo  el  ejército.»  ¡Con 
sólo  catorce  mil  pesos  emprendió  San  Martín 
la  grandiosa  campaña  de  los  Andes  para  ir  a 
libertar  a  Chile  y  al  Perú!  El  17  de  enero  de 
1817  puso  en  marcha  su  ejército,  en  dos  divi- 
siones: una,  al  mando  del  teniente  coronel  Las 
Heras,  que  debía  entrar  por  Uspallata  y  ma- 
niobrar sobre  Santa  Rosa  de  los  Andes,  lle- 
vando a  retaguardia  el  parque,  siguiéndole  la 
vanguardia,  al  mando  del  mayor  general  Soler, 
que  debía  tomar  el  camino  de  Los  Patos,  a 
quien  seguía  a  corta  distancia  la  segunda  divi- 
sión, al  mando  de  O'Higgins,  y  el  cuartel  gene- 
ral. Todo  estaba  dispuesto  de  manera  que 
cuando  la  división  de  Las  Heras  se  hiciese 
sentir  en  Santa  Rosa,  al  Sudoeste  de  Acon- 
cagua, la  vanguardia  de  Soler  amenazara  al 
Noroeste,  en  tal  forma,  que  no  sabiendo  los  es- 
pañoles el  punto  fijo  en  que  eran  atacados,  tu 
vieron  que  dividir  sus  fuerzas  y  reconcentrar 
se,  abandonando  el  valle  de  Putaendo,  que  era 
el  más  rico  y  mejor  situado  para  hacer  pie  un 
ejército.  La  entrada  del  ejército  argentino  fué 
feliz.  Las  Heras  tuvo  un  encuentro  victorioso 
en  La  Guardia;  Necochea  deshizo  las  tropas 
españolas  en  ¿«25  Coimas,  y  apoderándose  San 
Martín  de  Putaendo,  tomó  caballos  y  empren- 
dió rápidamente  el  camino  a  Santiago.  Cordi- 
llera de  los  Andes  siiínifica  en  quichua  <  mon- 
tañas del  sol»,  también  de  antis,  voz  quichua, 
que  significa  «cobre»,  «metal». 
Andino  (Juan  Diez  de).  Gobernador  del  Para- 
guay y  del  Tucumán.  Había  militado  con  dis- 
tinción en  los  ejércitos  de  España,  hallándose 
en  la  guerra  con  Portugal.  El  Gobierno  es- 
pañol, en  recompensa  de  sus  servicios,  le  nom- 
bró gobernador  del  Pa'aguay,  de  cuyo  cargo 
tomó  posesión  en  1663.  Hizo  algunas  expedi- 
ciones a  las  tribus  de  los  guaycurúes  y  paya- 
guás.  Fué  celoso  en  el  cumplimiento  de  sus 


deberes,  desinteresado  y  humanitario  con  lo» 
indígenas.  Gobernador  de  la  antigua  provincia 
del  Tucumán  desde  1678  hasta  1681.  Murió  en 
agosto  de  1684. 

Andonaes^ui  (José  de).  Gobernador  de  Bue- 
nos Aires  desde  1745  a  1756.  Militar;  nacido 
en  Canarias  por  el  año  de  1700,  y  educado  en 
España, -en  cuyos  ejércitos  sirvió  con  brillo, 
hasta  obtener  el  alto  rango  de  teniente  gene- 
ral. Hubo  de  perecer  a  su  arribo  al  Rio  de  la 
Plata,  pues  el  buque  que  le  conduela  naufragó 
a  la  vista  de  Montevideo,  perdiendo  Ando- 
naegui  el  valioso  equipaje  que  traía  consigo. 
Durante  su  gobierno  llevó  a  cabo  un  recono- 
cimiento científico  de  la  costa  patagónica,  en- 
comendando esta  misión  a  los  padres  jesuíta* 
José  Quiroga  y  José  Caldiel,  que  zarparon  de 
Montevideo  en  la  fragata  San  Antonio,  llegan- 
do hasta  cerca  del  estrecho  de  Magallanes; 
se  establecieron  los  correos  fijos;  creó  un  go- 
bierno estable  en  Montevideo,  dependiente  de 
su  autoridad,  para  defender  el  territorio  dejas 
incursiones  de  los  indios,  y  creó  en  Buenos 
Aires,  con  idéntico  fin,  tres  compañías  de  Mi- 
licias para  asegurar  la  frontera.  En  1755  mar- 
chó a  campaña  para  dar  cumplimiento  al  tra- 
tado de  límites  celebrado  con  los  portugueses, 
a  cuyo  efecto  salió  de  Montevideo  al  frente  de 
3.000  soldados;  derrotó  en  su  marcha  a  los 
guaraníes,  en  Cabayté,  tomándoles  varios 
puntos  importantes,  hasta  que  fué  relevado 
por  D.  Pedro  Cevallos,  el  4  de  noviembre 
de  1756.  En  seguida  se  retiró  a  Espafla,  falle- 
ciendo poco  después. 

Andrade  (Olegario  Víctor).  Poeta  y  periodista. 
Nació  en  Entre 
Ríos,  el  7  de  mar- 
zo de  1841.  Edu- 
cóse en  el  Cole- 
gio Nacional  del 
Uruguay,  cuyas 
aulas  abandonó  a 
la  edad  de  diez  y 
siete  años.  Fun- 
dó y  redactó  va- 
riosperiódicos  en 
Santa  Fe,  Guale- 
guaychú,  Uru- 
guay y  Concor- 
dia. Fué  después 
secretario  del  presidente  Derqui  en  1860.  Sus 
obras:  La  noche  de  Mendoza,  con  motivo  del 
terremoto  que  hubo  en  dicha  ciudad,  en  que 


Olegario  Víctor  Andrade. 


ANE 


-  39  - 


ANI 


el  autor  pinta  las  escenas  ocurridas;  £7  9  efe 
agosto;  La  flor  de  mi  esperanza;  El  arpa  per- 
dida; El  nido  de  cóndores;  Prometeo;  El  S  de 
octubre;  El  11  de  septiembre;  El  crepúsculo; 
La  libertad  de  América;  San  Martin;  La  Crea- 
ción; La  Atlántida,  etc.  De  los  ingenios  mo- 
dernos, Andrade  tenía  grandes  puntos  de  se- 
mejanza con  Víctor  Hugo,  y  en  algunas  de  sus 
estrofas,  donde  el  poeta  argentino  vertió  sus 
pensamientos  más  bellos,  se  revela  su  mal  es- 
condida rivalidad,  como  en  la  siguiente  pintura 
de  San  Martín  parado  en  la  cumbre  de  los 
Andes: 

¿En  qué  piensa  el  coloso  de  la  Historia, 
De  pie  sobre  el  coloso  de  la  tierra? 
¿Piensa  en  Dios,  en  la  patria  o  en  la  gloria? 

¡Qué  comparación  más  atinada,  más  patética 
ni  más  grande  podía  hacerse  que  la  que  en- 
cierra los  dos  primeros  versos!,  ni  ¡qué  inter- 
pretación más  fiel  de  las  tres  tínicas  ideas  que 
podían  ocupur  el  pensamiento  de  San  Martín 
cuando,  llegado  al  lim'LS  de  la  grandiosa  cordi- 
llpra,  vio  el  país  de  Cíiile  a  sus  pies  y  só!o  a 
Dios  sobre  su  cabeza!  El  Gobierno  nacional 
ordenó  la  edición  de  sus  Obres  poéiicos,  (\hq 
se  llevó  a  cabo  en  1887.  Murió  Andrade  en 
Buenos  .^ires,  el  30  de  octubre  de  1884. 

Ameiros  (Federico).  Doctor.  Segundo  arzobispo 
de  la  República  Aigentina.  Nació  este  prelado 
en  Buenos  Aires,  el  2S  de  junio  de  1826.  Por 
renuncia  del  Dr.  Agüero  en  1855,  desempeñó 
durante  quince  años  la  cátedra  de  Derecho  ca- 
nónico. Murió  en  Buenos  Aires,  el  10  de  sep- 
tiembre de  1894. 

Ansaco  (combate).  Librado  en  la  provincia  de 
San  Juan,  el  16  de  agosto  de  1841,  entre  las 
fuerzas  unitarias  al  mando  del  coronel  don 
Mariano  Acha  y  las  federales  a  las  órdenes  de 
los  generales  D.  Nazario  Benavidez  y  D.  Félix 
Aldao.  Acha  se  batió  bravamente,  con  menos 
de  la  mitad  de  las  fuerzas  que  tenía  el  enemi- 
go, consiguiendo  tomar  prisionera  a  la  infante- 
ría; pero,  rehechos  sus  contrarios  con  refuer- 
zos, tuvo  que  refugiarse  en  la  catedral  de  San 
Juan  con  los  restos  de  su  pequeña  tropa,  don- 
de fué  obligado  a  capitular,  bajo  promesa  de 
respetarse  su  vida  y  las  de  sus  soldados,  con- 
dición que  fué  aceptada,  a  pesar  de  lo  cual  él 
y  sus  tropas  fueron  pasados  por  las  armas.  Su 
cabeza  fué  espuesta  en  una  pica  en  el  camino 
del  río  Desagruadero. 


Pedro  de  Angelis. 


Angrells  (Pedro  de).  Publicista  de  la  época  de 
Rosas  y  consejero  de  éste.  Nació  en  Ñapóles, 
el  29  de  junio  de 
1784.  Redactó  La 
Crónica,  órgano 
del  Gobierno  de 
Rivadavia,  escri- 
biendo sus  artícu- 
los en  francés, 
para  ser  vertidos 
al  castellano  por 
Mora,  y  fundó  a 
mismo  tiempo  un 
colegio.  Entre  sus 
muchas  obras  se 
encuentran:  No- 
ticias biográficas 
del  brigadier  D.  Estanislao  Lopes;  Ensayo  his- 
tórico sobre  la  vida  de  Rosas;  Páginas  bio- 
gráficas del  general  Arenales,  y  Colección 
de  documentos.  Esta  líltima  obra  es  el  título 
mejor  que  tiene  Angelis  a  la  gratitud  de  la  pos- 
teridad. Partidario  de  Rosas,  fundó  El  Restau- 
rador de  las  Leyes  en  1833.  Murió  en  Buenos 
Aires,  el  10  de  febrero  de  1859. 

Anglés  y  Gortari  (Matías).  Nacido  en  Nava- 
rra. Nombrado  teniente  general  y  capitán  de 
giierra  de  la  ciudad  de  Córdoba,  tomó  pose- 
sión de  ese  puesto  en  1726.  Fué  también  gober- 
nador de  la  antigua  provincia  de  Tucumán. 
Se  recibió  de  este  cargo  el  17  de  noviembre 
de  1735,  en  medio  del  jiibilo  y  entusiasmo  de 
sus  habitantes,  que,  recordando  sus  triunfos 
sobre  los  obipones  diez  anos  antes,  veían  en 
él  una  promesa  de  días  prósperos  y  felice» 
para  la  provincia.  Mucho  tuvo  que  luchar  con- 
tra los  indios,  y  constantemente.  El  Sr.  Anglés 
ejerció  el  gobierno  hasta  el  año  1739,  suce- 
diéndole  D.  Juan  de  Santiso  y  .Moscoso. 

Angostura  (combate).  Guerra  del  Paraguay. 
El  coronel  argentino  D.  Donato  .\Ivarez,  jefe 
del  regimiento  San  Martín,  al  frente  de  70 
hombres,  lleva  un  ataque  a  las  baterías  de  la 
extrema  derecha  de  Angostura,  y  después  de 
haber  muerto  a  casi  todos  los  artilleros  que 
manejfiban  tres  grandes  piezas,  las  clava,  por 
no  poder  llevarlas  por  su  excesivo  peso  (28  de 
diciembre  de  1868). 

Animas  (.Fray  José  de  las).  Cómplice  principal 
de  la  conspiración  fraguada  por  .\lzaga  (v.)  con- 
tra el  Gobierno  de  Buenos  Aires.  Era  un  reli- 
gioso del  Orden  de  los  Belarmos;  mas,  a  pesar 
de  su  carácter  y  sus  hábitos,  fué  el  más  activo 


ANS 

de  los  conspiradores,  habiendo  tomado  sobre 
M  la  peligrosa  misión  de  reunir  gente  en  los 
üuburbios  de  la  capital  y  mandar  la  caballería 
el  día  del  movimiento.  Descubierto  Alzaga,  se 
propuso  sustraerle  a  la  acción  de  la  justicia 
ocultándole  en  la  Casa  de  Locos,  de  la  que  era 
mayordomo,  y  transportündole  de  allí  a  una 
casa  central  de  la  ciudad.  En  la  noche  del  25 
de  julio  huyó  de  la  capital  fray  José  de  las 
Animas,  refugiándose  en  una  choza  en  las  in- 
mediaciones de  Morón;  pero  fué  descubierto  y 
lomado  preso  a  los  pocos  días.  Interrogado  por 
el  Tribunal,  contestó  con  desenvoltura  y  arro- 
gancia, negando  los  cargos  que  se  le  hicieron; 
pero  una  vez  en  capilla  confesó  espontánea- 
mente su  crimen,  para  «descargo  de  su  con- 
ciencia», según  sus  propias  palabras.  Fué  sen- 
tenciado a  muerte  el  12  de  julio  y  ejecutado  a 
las  diez  de  la  mañana  del  siguiente  día,  sus- 
pendiéndose su  cadáver  de  la  horca. 

Ansay  (Faustino).  Comandante  de  armas  y  sub- 
delegado de  Real  Hacienda  en  Mendoza  des- 
de 1803  hasta  el  9  de  julio  de  1810,  en  que, 
manifestando  su  adhesión  a  la  causa  de  los  rea- 
listas, la  Junta  lo  separó  de  su  empleo,  orde- 
nando que  entregase  el  mando  a  su  sucesor, 
D.  (sidro  Sáenz  de  la  Maza.  Instigado  por  el 
gobernador  de  Córdoba,  Gutiérrez  de  la  Con- 
cha, se  sublevó  de  nuevo;  pero  vencido  más 
tarde,  fué  tomado  prisionero  y  enviado  des- 
pués a  Buenos  Aires  y  desterrado  de  allí  a 
Patagones,  donde  permaneció  hasta  el  año  1817 
o  1818,  que  se  le  concedió  libertad  para  regre- 
sar a  su  patria,  donde  falleció  en  1848. 

Anteqaera  y  Castro  (José  de).  Gobernador 
del  Paraguay.  Dotado  de  gran  talento,  cursó 
Derecho  y  se  graduó  de  doctor,  no  tardando  en 
descollar  como  político  y  como  fiscal  y  protec- 
tor de  indios.  Fué  comisionado  en  1721,  como 
juez  pesquisador,  a  la  Asunción  para  juzgar  al 
gobernador  Diego  de  Reyes  y  a  los  viejos  en- 
comenderos. En  vez  de  cumplir  con  su  cometi- 
do, hace  causa  común  con  los  últimos,  suspen- 
de al  gobernador  en  sus  funciones,  lo  encierra 
en  una  prisión  y  usurpa  el  mando  por  espacio 
de  cuatro  años,  y  desobedeciendo  las  órdenes 
del  virrey  del  Perú,  que  manda  reponer  a  Re- 
yes, ataca  a  los  padres  jesuítas  en  sus  misio. 
nos,  eligiéndoles  el  pago  de  gastos  de  guerra. 
En  presencia  de  tan  graves  acontecimientos, 
el  gobernador  Zabala  sale  de  Buenos  Aircs 
con  un  ejército  y  llega  a  la  Asunción  el  29  de 
abril  de  1731. 


40  AQU 

Añasco  (Antonio  de).  Natural  de  España. 
En  1585,  gobernador  de  la  provinciadel  Guay- 
rá,  y  más  tarde,  nombrado  teniente  general 
por  el  gobernador  D.  Juan  Ramírez  de  Velas- 
co,  y  confirmado  en  ese  cargo  por  Hernando 
Orias  de  Saavedra.  Continuó  en  ese  cargo 
hasta  el  17  de  julio  de  1599. 
Apóstoles.  Era  una  antigua  reducción  de  in- 
dios guaraníes.  San  Javier  (Misiones)  fué 
fundada  en  1(>38,  en  las  cercanías  de  las  re- 
ducciones de  San  José  y  San  Carlos. 
Apnlé  (combate).  En  la  pampa  de  este  nombre, 
en  la  Patagonia  austral,  el  22  de  febrero 
de  1881,  entre  un  piquete  de  soldados  del  7  de 
caballería  de  línea  al  mando  del  capitán,  don 
Adolfo  Drury,  contra  toda  la  tribu  del  cacique 
Sayhueque.  La  pelea  duró  cuatro  horas;  toda 
la  tropa  y  el  mismo  Drury  fueron  heridos. 
Este  hecho  de  armas  temerario  fué  debido  al 
arrojo  de  su  jefe,  pues  tenía  órdenes  de  perse- 
guir la  indiada,  pero  no  de  empeñar  acción  al- 
guna. Con  todo,  los  indios  fueron  derrotados, 
dejando  en  el  campo  más  de  ochenta  muertos. 
Aquino  (Pedro  León).  Coronel.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  en  1811 .  Sus  padres  le  dieron  una 
educación  esmerada,  dedicándole  en  seguida 
a  la  carrera  militar,  donde  obtuvo  pronto  as- 
censos. En  1831  era  teniente.  Acompañó  a 
Luvalle  en  todas  sus  arriesgadas  empresas, 
hasta  que,  obligado  a  emigrar,  como  tantos 
otros,  se  trasladó  al  Perú,  donde  tomó  servi- 
cio, distinguiéndose — como  dice  Sarmiento — 
por  actos  de  valor  romancesco.  El  coronel 
Aquino  era  uno  de  los  jefes  más  ilustrados  de 
aquella  época;  poseía  el  inglés  y  el  francés. 
Durante  su  permanencia  en  el  Pacífico  man- 
tuvo relaciones  de  cordial  amistad  con  los 
emigrados  más  notables  en  ilustración  y  pa- 
triotismo. Resuelta  la  expedición  de  Urquiza 
contra  Rosas,  Aquino  se  encontraba  en  Valpa- 
raíso, donde  resolvió  incorporarse  al  ejército 
libertador.  Partió,  al  efecto,  a  bordo  de  la 
Médicis,  en  compañía  de  Paunero,  Mitre,  Sar- 
miento y  otros.  Urquiza  lo  recibió  con  afectuo- 
sas demostraciones,  encomendándole  una  divi- 
sión de  su  ejército,  de  la  que  se  hizo  cargo  a 
su  llegada.  La  división  de  Aquino  había  perte- 
necido a  Rosas;  su  composición  no  podía  ser 
peor,  y  su  organización  participaba  de  una  ma- 
nera especial  de  todos  aquellos  defectos  ge- 
nerales del  ejército  libertador,  que  hace  notar 
el  autor  del  Facundo.  Con  raras  excepciones, 
la  mayor  parte  de  sus  oficiales  eran  gauchos 


ARA 

ignorantes,  que  debían  sus  tirados  más  al  fa- 
Torilismo  que  al  mérito  La  tropa,  por  su  par- 
te, habituada  a  la  inacción  y  ocupada  reciente- 
mente en  faenas  de  saladeros,  había  olvidado 
por  completo  los  ejercicios  doctrinales,  que 
tanto  contribuyen  a  adiestrar  al  soldado.  Tal 
era  la  división  confiada  a  Aquino,  cuyos  hábi- 
tos militares,  ajustados  con  estrictez  a  la  orde- 
nanza, formaban  un  manifiesto  contraste  con 
los  de  su  gente.  A  pesar  de  esto,  Aquino 
aceptó  el  mando  de  la  división,  con  toda  la  fe 
delsoldadoque  todo  lo  esperade  sus  esfuerzos, 
y  sin  consideración  a  nada,  inició  sus  trabajos 
de  organización,  con  la  persistencia  que  reque" 
rían  las  circunstancias.  Pero  a  medida  que 
apuraba  sus  esfuerzos  crecía  también  la  anti- 
patía de  la  tropa,  que  acabó  por  traducirse  en 
una  criminal  conspiración,  iniciada  por  sus  mis- 
mos oficiales.  Esta  conspiración,  que  estalló 
la  noche  del  10  de  enero  de  1852,  dio  por  re- 
sultado la  muerte  de  Aquino,  la  del  teniente 
coronel  Aguilar  y  la  de  seis  oficiales.  Aquino, 
que  nada  sospechaba,  vino  asi  a  ser  asesinado 
traldoramente  en  los  campos  del  Espinillo,  por 
los  mismos  soldados  de  la  escuela  del  tirano,  a 
quien  tanto  había  combatido,  y  cuando  retira- 
do a  su  tienda  se  preparaba  a  descansar  de  sus 
fatigas  diarias.  La  muerte  de  Aquino  fué  el 
suceso  que  apresuró  la  marcha  del  ejército 
que  un  mes  después  debía  echar  por  tierra  la 
tiranía  de  Rosas.  Ella  dio  lugar  a  varios  de- 
cretos después  de  Caseros:  el  de  II  de  febre- 
ro, por  el  cual  fueron  declarados  fuera  de  ley 
los  individuos  que  después  de  firmar  la  con- 
vención de  7  de  octubre  de  1851  se  alistaron 
nuevamente  en  las  filas  de  Rosas,  como  suble- 
vados de  Santa  Fe,  que  asesinaron  a  Aquino, 
y  el  del  12  de  marzo  de  1852,  por  el  cual  se 
amnistió  a  los  que  no  hubieran  sido  cómpli- 
ces del  asesinato.  Un  escritor  argentino,  refi- 
riéndose a  Aquino,  se  expresa  así:  «Era  un 
verdadero  oficial  de  fortuna,  franco,  disipado, 
derramando  el  dinero  o  la  sangre  para  satis- 
facer sus  necesidades,  lujosas  o  elegantes,  o 
servir  sus  ideas  políticas.» 
Arache  (Manuel  Félix  de).  Gobernador  del  Tu- 
cumán.  Era  napolitano,  aunque  originario  de 
España,  como  hijo  que  era  de  padres  extreme- 
ños. Sus  servicios  como  corregidor  de  Cinti,  en 
la  provincia  de  Chichas,  donde  acreditó  des- 
interés, celo  y  valor  en  la  guerra  con  los  re- 
beldes chiriguanos,  llamaron  la  atención  del  vi- 
rrey José  Armendarís,  marqués  de  Castelfuer- 


41  _  ARA 

te,  para  confiarle  el  gobierno  de  la  provincia 
de  Tucumán,  del  que  tomó  posesión  en  octubre 
de  1730.  Era  un  hombre  honrado,  recto,  labo- 
rioso y  dirigente,  sobre  todo  en  cosas  de  gue- 
rra. Daba  el  ejemplo  a  sus  soldados,  y  según 
Lozano,  «era  el  primero  en  los  trabajos  de  la 
milicia,  como  en  tomar  la  pala  o  el  azadón,  y 
no  pocas  veces  se  le  vio  haciendo  guardias  y 
de  centinela,  etc.»  Hizo  una  expedición  al 
Chaco,  en  julio  de  1731 .  Murió  el  16  de  julio 
de  1732,  sepultándose  el  cadáver  en  la  iglesia 
del  colegio  de  Salta,  al  lado  de  la  tumba  de 
otro  hombre  virtuoso  y  gobernante  modelo, 
D.  Esteban  Drizar. 
Arámbulo  (Faustino  Joaquín).  Militar.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  29  de  julio  de  1808.  En 
1826,  a  la  edad  de  diez  y  ocho  años,  ingresó 
como  aspirante  en  el  batallón  Fijo.  Pasó  luego 
como  soldado  voluntario  en  la  compañía  de 
Volteadores,  llegando  en  este  cuerpo  a  ser 
sargento  primero.  Al  cuerpo  de  Volteadores 
se  le  cambió  más  tarde  su  nombre  por  el  de 
Guardia  Argentina.  Ascendió  a  alférez,  pasan- 
do el  batallón  a  bordo  de  la  goleta  Guana- 
co, a  las  órdenes  de  Broom.  Se  halló  en  el 
combate  contra  la  escuadra  brasileña  Los  Fa- 
ros, más  afuera  de  las  balizas  de  Buenos 
Aires;  pero  encallando  después  la  goleta  en 
Punta  de  Lara,  se  sostuvo  un  sangriento  com- 
bate, pudiendo  salir  libre  gracias  a  la  pericia 
del  almirante  y  al  arrojo  de  los  soldados.  A  la 
terminación  de  la  guerra  del  Brasil  sucedió 
la  revolución  del  1  de  diciembre  de  1828;  fué 
dado  de  baja.  Permaneció  Arámbulo  de  baja 
hasta  1832,  siendo  en  este  tiempo  promovido  a 
teniente  primero  del  escuadrón  de  línea  del 
regimiento  sexto,  al  mando  de  D.  Prudencio 
O.  de  Rosas.  Combatió  contra  los  indios  que 
invadieron  a  Tapalqué,  Azul  y  otros  puntos. 
En  1833  ascendió  a  capitán.  Al  lado  de  las 
fuerzas  del  dictador  se  halló  en  las  batallas  de 
Chascamús,  Rodeo  del  Medio,  Arroyo  Grande, 
India  Muerta.  A  las  órdenes  de  Urquiza  peleó 
en  el  combate  del  Sauce  Oriental.  En  1851  fué 
ascendido  a  sargento  mayor,  y  como  jefe  del  de- 
tall de  la  división  del  coronel  José  Ignacio 
Burgoa  se  halló  en  Caseros,  en  1852.  Se  le 
confirió  entonces  el  grado  de  teniente  coronel 
efectivo.  Se  halló  en  el  Tala,  Ceoeda  (1859), 
Pavón.  Ayudante  de  Mitre  en  la  guerra  del 
Paraguay,  y  desempeñó  más  tarde  el  mismo 
rango  cerca  del  general  Emilio  Mitre,  que  per- 
seguía en  Corrientes  al  general  Cáceres,  sub- 


ARA 


-  42  - 


ARA 


Dr.  Felipe  Arana. 


levado  contra  las  autoridades  legales  de  esa 
provincia.  Retiróse  después  de  toda  esa  larga 
campaña  a  Buenos  Aires,  en  1870,  siendo  agre- 
gado a  lapinna  mayor  disponible. 

Arana  (Felipe  de).  Jurisconsulto.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  28  de  agosto  de  1789.  Cursó  sus 
estudios  en  la 
misma  ciudad,  en 
el  Colegio  de  San 
Carlos;  más  tarde 
se  doctoró  en  Le- 
yes, en  la  Univer- 
sidad de  San  Fe- 
lipe, en  Chile.  En 
1810  figuró  entre 
los  partidarios 
del  movimiento 
emancipador,  y 
asistió  al  cabildo 
abierto  el  22  de 
mayo.  En  1815  se 
le  ve  aparecer  en  la  Junta  de  Observación,  y 
contribuyó  en  ésta  al  derrocamiento  de  Bal- 
caree.  Nombrado  miembro  de  la  Comisión  de 
Secuestros,  demostró  sus  cualidades  de  juris- 
consulto. Ocupó  una  banca  en  la  Legislatura 
de  su  provincia  y  la  presidencia  de  la  misma 
en  1828.  Miembro  de  la  Junta  Consultiva  de 
gobierno.  Afiliado  al  partido  federal,  fué  ca- 
marista el  5  de  marzo  de  1830,  y  más  tarde  mi- 
nistro de  Relaciones  exteriores  de  Rosas,  el 
20  de  abril  de  1835,  en  cuyo  período  lo  acom- 
pafíó  hasta  su  derrocamiento.  Retirado  a  la 
vida  privada,  falleció  en  Buenos  Aires,  el  1 1 
de  julio  de  1865. 

Araoz  (Bernabé).  Gobernador  de  Tucumán 
en  1821.  Era  un  hacendado  acomodado,  y  per- 
tenecía a  la  numerosísima  familia  de  los  Araoz, 
la  cual  desde  la  revoluc  ón  de  1810  se  declaró 
en  su  favor  con  el  más  ardiente  entusiasmo. 
«■•Carecía  Araoz  de  cualidades  para  militar;  pero 
su  grande  inclinación  al  mando  le  hizo  aceptar 
el  grado  de  coronel  de  Milicias,  c<  n  que  asis- 
tió a  la  acción  de  Salta,  única  en  que  se  halló 
personalmente,  como  espectador  más  bien  que 
como  jefe  de  un  cuerpo  de  tropas.  Era  amigo 
de  prometer  mucho,  pero  poco  delicado  para 
cumplir  su  palabra.  Su  única  pasión  era  la  de 
mandar  como  caudillo  suave  y  poco  inclinado 
a  la  crueldad.»  Enemigo  de  Ibarra,  gobernador 
de  Sxntiago  del  Estero,  fué  perseguido  por 
é.ste,  a  quien  debió  la  mayor  parte  de  sus  des- 
gracias. Intrigados,  y  a  su  vez  auxiliados  por 


Ibarra,  los  enemigos  de  Araoz  hacían  con- 
tinuas sorpresas  a  Tucumán,  y  si  eran  recha- 
zados volvían  a  rehacerse  en  Santiago,  que 
sólo  dista  cuarenta  leguas,  para  preparar  otras 
nuevas.  Fué  fusilado  el  21  de  mayo  de  1824. 

Araoz  (Daniel).  Nació  en  Jujuy,  en  el  ailo  1826. 
Médico.  Pasó  luego  a  Europa  a  perfeccionar 
sus  estudios.  De  regreso  a  su  provincia,  ejer- 
ció con  gran  acierto  y  desinterés  su  noble  pro- 
fesión. Ocupó  un  asiento  en  el  Congreso  que 
se  reunió  en  el  Paraná.  Fué  gobernador  de  su 
provincia  en  1863,  donde  hizo  un  gobierno  li- 
beral y  progresista.  Senador  al  Congreso;  fa- 
lleciendo durante  el  receso  de  1875,  en  la  ciu- 
dad de  Salta. 

Araoz  (Pclro  Miguel  de).  Sacerdote;  signatario 
del  acta  de  la  independencia.  Nació  en  la  ciu- 
dad de  Tucumán,  en  1777.  Hizo  sus  estudios  en 
Buenos  Aires,  hasta  obtener  el  título  de  duc- 
tor en  Teología.  Durante  dos  aflos  dictó  la  cá- 
tedra de  Filosofía  en  San  Carlos.  Vuelto  a  su 
ciudad  natal,  fué  nombrado  cura  rector  de  la 
iglesia  matriz.  Prestó  muchos  servicios  a  la 
c;uisa  de  la  revolución  de  mayo,  siendo  pre- 
ceptor después  de  su  sobrino,  el  más  tarde  ge- 
neral Laniadrid.  Electo  diputado  al  Congreso 
general  Constituyente  de  Tucumán  en  1816; 
fué  uno  de  los  firmantes  del  acta  de  la  inde- 
pendencia. Falleció  en  1832,  en  su  provincia 
natal. 

Aratá  (combute).  Guerra  del  Paraguay,  4  de 
mayo  de  I8(j8.  Con  el  fin  de  apresurar  las  ope- 
raciones del  ejército  aliado  contra  el  Para- 
guay y  de  estrechar  del  todo  al  ejército  de 
López,  el  marqués  de  Caxias  ordena  la  ocu- 
pación del  Chaco  por  una  división  argtíntina  al 
mando  de  Rivas  y  otra  brasileña  a  las  órdenes 
del  coronel  JoSo  do  Regó  Barras  Falcáo.  Una 
columna  paraguaya  lleva  un  formidable  ataque 
a  los  aliados,  precisamente  por  el  flanco  que 
ocupaban  los  brasileños;  pero  éstos  se  baten 
heroicamente  y  rechazan  al  enemigo,  dejando 
el  campo  sembrado  de  cadáveres  y  de  armas 
de  los  paraguayos. 

Araujo  (Francisco).  Fundador  de  la  iglesia  de 
San  Nicolás  de  Bari  (capital  federal).  Adquirió 
el  terreno  y  edificó  el  templo  a  su  costa,  por  los 
años  de  1740.  Habiéndose  promovido  después 
el  pensamiento  de  establecer  un  monasterio  de 
religiosas  capuchinas  en  esta  ciudad,  hizo  con 
este  fin  donación  de  su  iglesia  y  del  terreno  en 
que  se  hallaba  edificada,  con  la  única  condi- 
ción de  que  «debía  obtenerse  la  autorización 


ARA 


del  rey  para  la  erección  del  convento  dentro  del 
término  de  seis  años».  No  se  estableció,  sin  em- 
bargo, allí,  sino  en  la  iglesia  de  San  Juan  (Al- 
8ina  y  Piedras),  «por  no  ser  adecuado  el  edifi- 
cio y  hallarse  situado  en  los  arrabales  de  la  ciu- 
dad. > 
Ara^jo  (José  Joaquín).  Periodista.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  en  7  de  enero  de  1762,  y  cursó 
sus  estudios  en  San  Carlos  hasta  terminar  el 
curso  de  Fiiosofia.  Ingresó  como  meritorio  en 
Contaduría,  y  en  sucesivos  ascensos  llegó  has- 
ta escribiente  de  las  Cajas  Reales  en  1812.  Fué 
el  autor  de  la  Guia  de  forasteros  del  virreinato 
de  Buenos  Aires,  obra  notable  en  su  género, 
cuyos  datos  fueron  tomados  en  su  mayor  parte 
de  los  archivos  públicos.  Fué  nombrado  por 
Pueyrredón  miembro  de  una  Comisión  de  defen- 
sa de  costas  en  caso  de  ser  invadidos  por  un 
ejército  español.  Murió  el  18  de  mayo  de  1835, 
en  esta  capital. 
Arcamendia  (Domingo  de).  Uno  de  los  sesenta 
y  cuatro  primeros  pobladores  de  Buenos  Aires 
que  acompañaron  el  11  de  junio  de  1580  al  ge- 
neral D.  Juan  de  Garay.  De  éste  sólo  se  sabe 
que  era  criollo  y  que  en  el  repartimiento  de 
tierras  que  hizo  el  fundador  le  tocó  una  suerte 
de  tierras  de  cuatrocientas  (400)  varas  de  fren- 
te por  una  legua  de  fondo  en  las  inmediacio- 
nes de  esta  ciudad,  y  otra  suerte  de  tierras, 
para  estancia,  se  le  adjudicó  sobre  el  río  Lujan. 
Arce  y  Soria  (Alonso  de).  Militar.  Natural  de 
España;  reemplazó  a  D.  Manuel  de  Velasco 
en  1714  en  su  cargo  de  gobernador  de  Buenos 
Aires.   Entró  a  desempeñar  esa  función  el  19 
de  mayo  de  1714,  ejerciéndola  durante  seis  me. 
ses.   Su  muerte,   acaecida  el   20  de  octubre 
del  mismo  año,  ocasionó  serios  disturbios  con 
motivo  de  la  posesión  del  gobierno,  de  tal  ma- 
nera, que  Arce  vino  a  hacerse  célebre  en  Bue- 
nos Aires  por  haber  tenido  lugar  en  ocasión 
de  su  muerte  la  primera  contienda  civil. 
Arce  (Esteban).  Revolucionario  del  Alto  Perú. 
Cuando  estalló  el  movimiento  de  mayo    era 
oficial  de  un  cuerpo  de  Milicias  de  Cochabam- 
ba,  gozando,  no  obstante  la  inferioridad  de  su 
rango,  de  gran  influencia  entre  sus  soldados  y 
el  vecindario.  Se  atrajo  a  la  causa  de  la  inde- 
pendencia varias  ciudades  y  departamentos; 
levantó  un  ejército  en  Oruro;  expedicionó  a 
Chuquisaca;  obtuvo  una  victoria  en  Aroma  so- 
bre el  coronel  español  Piérola;  derrotó  al  co- 
mandante Badillo  en  el  cerro  de  Pintacala; 
rindió  en  Chayanta  a  otro  destacamento  rea- 


-  43  -  ARC 

lista  y  prosiguió  con  generoso  ardimiento  una 
lucha  tenaz  y  gloriosa  contra  las  armas  espa- 
ñolas, en  el  período  más  y  más  crítico  de  la  re- 
volución. La  Junta  de  Buenos  Aires  premió  sus 
primeros  esfuerzos  en  favor  de  la  causa  ame- 
ricana extendiéndole  los  despachos  de  coro- 
nel y  de  comandante  general  de  la  provincia 
de  Cochabamba. 

Arce  (José  de).  Misionero  del  siglo  xviii,  de  la 
Compañía  de  Jesús.  En  1690  se  internó,  en 
unión  del  jesuíta  Cea  hasta  las  salinas  situa- 
das al  Norte  del  río  Pilcomayo,  y  organizó  allf 
dos  reducciones:  Tariquea  y  Presentación, 
jurisdicción  de  los  chiriguanos  y  en  la  vecin- 
dad de  los  Andes  y  del  río  Parapití.  De  allí 
pasó  Arce  a  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  en  1692. 
de  donde  le  llamaron  varias  tribus  de  Chiqui- 
tos para  recibir  el  Evangelio.  Durante  el  go- 
bierno de  Inclán  se  sublevaron  diversas  tribus 
de  indios,  y  Arce,  con  riesgo  de  su  vida,  llegó 
hasta  ellos,  logrando  ajusfar  la  paz.  Este  infa- 
tigable misionero  fué  bárbaramente  asesinado 
por  los  indios  payaguás. 

Arce  (Pedro  Núñez  de).  Inspector  de  armas  en 
la  época  de  la  primera  invasión  inglesa  al  Río 
de  la  Plata,  en  la  administración  del  virrey  So- 
bremonte.  En  Barracas,  Arce  salió  al  encuen- 
tro de  los  ingleses  al  frente  de  cuatrocientos 
hombres  mal  armados  y  peor  disciplinados,  que 
a  las  primeras  descargas  se  dispersaron  com- 
pletamente, dejando  abandonados  sus  tres  ca- 
ñones. Pasado  a  Montevideo  con  alguna  tropa, 
contribuyó  a  su  defensa;  pero  tomada  la  plaza. 
Arce  cayó  entre  los  prisioneros. 

Arcos  (Antonio).  Ingeniero  y  coronel  de  la  inde- 
pendencia; natural  de  Andalucía.  Estaba  en 
Estados  Unidos  cuando  estalló  la  revolución 
de  mayo,  y  se  vino  a  Buenos  Aires.  Pasó  luego 
a  Mendoza,  donde  el  general  San  Martín  orga- 
nizaba su  ejército,  con  quien  contrajo  amistad, 
y  en  prueba  de  sus  conocimientos  técnicos, 
nombróle  oficial  de  su  Estado  Mayor.  Arcos 
aceptó  este  puesto  y  prestó  en  seguida  impor- 
tantísimos servicios  reco  riendo  la  cordillera 
con  peligro  de  su  vida  e  instruyendo  a  San 
Martín  sobre  sus  pasos  difíciles  y  otros  obs- 
táculos que  era  preciso  vencer  para  no  expo- 
ner al  ejército  en  la  colosal  empresa  que  tan 
buenos  resultados  estaba  destinada  a  dar.  Em- 
prendido el  paso  de  los  Andes,  D.  Antonio 
Arcos  comandaba  las  avanzadas,  a  cuyo  fren- 
te, y  obedeciendo  las  órdenes  de  San  Martín, 
tuvo  la  gloria  de  poner  en  completa  fuga  a  un 


ARC 


44 


ARE 


fuerte  destacamento  del  enemigo  en  las  Achu- 
pallas,  el  4  de  febrero  de  1817.  Asistió  a  la 
batalla  de  Chacabuco  en  calidad  de  sargento 
mayor,  y  encontróse  en  el  desastre  de  Cancha 
Rayada.  Separado  luego  del  ejército,  se  esta- 
bleció en  Chile,  desempeñando  la  proveeduría 
del  ejército.  Años  después  partió  para  Fran- 
cia, estableciéndose  en  París,  en  cuya  ciudad 
falleció. 

Arcos  (Santiago),  ingeniero  y  escritor,  hijo  del 
anterior.  Nació  en  Santiago  de  Chile,  en  \&¿2, 
y  fué  educado  en  Inglaterra.  De  carácter  vivo  y 
turbulento,  tomó  en  Chile  una  parte  activa  en 
las  luchas  políticas;  fué  desterrado  y  no  volvió 
más  a  su  patria,  pasando  a  la  Argentina,  donde 
se  mezcló  en  los  sucesos  de  la  época.  Sarmien- 
to dice  que  asistió  a  las  batallas  de  Caseros  y 
Cepeda.  Instruido  y  ameno,  Arce  estaba  vin- 
culado con  los  hombres  más  notables  de  la  Re- 
pública, por  la  que  tenía  una  predilección  es- 
pecial. Era  ingeniero,  músico  y  dibujante.  Su 
obra  más  notable  es  la  que  escribió  en  francés 
bajo  el  título  La  Plata,  étude  historique.  Se 
suicidó  en  París,  arrojándose  al  Sena,  en  1874. 

Ardiles  (Miguel  de).  Conquistador  del  siglo  xvi. 
Este  famoso  capitán  español,  llamado  por  Lo- 
zano «la  primera  persona  entre  los  conquista- 
dores, después  del  general  Núflez  del  Prado», 
nació  en  1515,  principiando  su  carrera  en  Amé- 
rica, en  el  ejército  del  licenciado  Vaca  de  Cas- 
tro, donde  se  acreditó  como  oficial  valiente  y 
distinguido.  Había  tomado  ya  una  parte  activa 
en  la  conquista  del  Perú  cuando,  emprendida 
la  de  Tucumán  por  Diego  de  Rojas,  acompa- 
ñóle Ardiles,  que  reveló  en  esta  ocasión  resis- 
tencia para  las  mayores  fatigas  y  padecimien- 
tos. En  esa  desgraciada  empresa  fué  Ardiles 
el  amparo  de  sus  compañeros  de  armas,  a 
quienes  proporcionó  todos  los  recursos  nece- 
sarios para  el  ali- 
vio de  sus  necesi- 
dades. Fué  un 
hombre  prudente, 
de  mucho  valor  y 
sumamente  bon- 
dadoso. 

Arenales  (José 
Antonio  Alvarez 
de).  Brigadier  ge- 
neral de  las  pro- 
vincias unidas  del 
Río  de  la  Plata, 
mariscal  de  cam-  Alvarez  de  Arenales. 


po  y  benemérito  de  la  Legión  de  Honor  de 
Chile  y  gran  mariscal  del  Perú.  Nació  en  Es- 
paña, el  13  de  junio  de  1770,  donde  también 
empezó  su  carrera  militar.  Llegó  a  Buenos 
Aires  en  1789.  Cuatro  años  después  fué  en- 
viado a  Bolivia,  a  la  provincia  de  Orque, 
como  juez  subdelegado,  con  el  grado  de  te- 
niente coronel,  demostrando  allí  condicio- 
nes de  administrador.  En  1809  actuó  en  la  re- 
volución de  Chuquisaca,  movimiento  con  el 
cual  simpatizó,  y  nombrado  por  la  Audiencia 
comandante  general  de  armas,  organizó  sus 
fuerzas,  siendo  más  tarde  depuesto  y  encarce- 
lado, sufriendo  la  confiscación  de  sus  bienes. 
En  1812  tomó  una  participación  activa  en  los 
movimientos  revolucionarios  encabezados  por 
el  general  Belgrano.  La  ciudad  de  Salta  fué 
tomada  y  lo  nombró  gobernador  intendente,  lo 
mismo  que  la  de  Cochabamba,  en  1813.  En  1814 
triunfó  en  la  Florida,  donde  fué  herido.  En  1820 
se  incorporó  al  ejército  del  general  San  Mar- 
tín, en  el  que  desempeñó  un  papel  lucidísimo 
en  todas  las  campañas,  triunfando  en  fea, 
Nazca,  Huamanga,  Jauja,  Gauna  y  Rasco. 
En  1825  batió  los  últimos  restos  de  las  fuerzas 
realistas  que  quedaron  después  de  la  batalla 
de  Ayacucho,  y  desempeñó  nuevamente  el  go- 
bierno de  Salta.  Desde  1810  hasta  1825  no  hubo 
casi  encuentros,  combates  ni  batallas  en  que 
no  se  encontrara  Arenales,  tanto  en  Chile  y 
Perú  como  en  la  Argentina.  En  1831  emigró  de 
Salta  a  Bolivia,  para  de  este  modo  no  presen- 
ciar los  estragos  de  la  guerra  civil;  pero  en  el 
camino  fué  sorprendido  por  una  grave  enfer- 
medad, víctima  de  la  cual  falleció  en  Marayá, 
el  4  de  diciembre  de  1831.  «Este  hombre,  aus- 
tero en  sus  costumbres,  estoico  por  tempera- 
mento y  tenaz  en  sus  propósitos,  reunía  a  las 
virtudes  cívicas  del  ciudadano  los  talentos  del 
administrador  y  las  calidades  que  requiere  el 
mando  militar  en  circunstancias  difíciles.»  «El 
general  Arenales,  sin  dejar  de  tener  un  cora- 
zón bondadoso,  generoso  y  noble,  tenía  el  de- 
fecto de  ser  poco  cortesano,  urbano,  amable; 
era  hombre  de  una  pieza,  inflexible,  como  no 
hemos  tenido  otro  jefe,  y  para  que  se  forme 
juicio  de  su  persona,  séame  permitido  diseñar 
algunas  de  sus  costumbres.  En  la  campaña  de 
la  Sierra  no  tenía  más  que  un  solo  ordenanza, 
que  cuidaba  su  caballo  de  batalla,  su  muía  de 
marcha  y  su  equipaje,  que  estaba  contenido  en 
dos  petacas,  y  nada  más.  El,  por  sus  manos, 
ensillaba  y  desensillaba  su  muía  y  no  consen' 


ABR 


45  - 


ABR 


tía  que  ningún  otro  se  lo  hiciera;  sabia  herrar 
perfectamente,  y,  por  consiguiente,  él  herraba 
su  caballo  y  su  muía;  en  las  marchas  cargaba 
un  par  de  alforias  en  su  silla,  en  las  que  lleva- 
ba una  servilleta  con  pan  y  queso,  un  jarro  de 
plata,  un  pedazo  de  carne  cocida  o  asada  y  un 
poco  de  maíz  tostado:  éste  era  su  alimento  fa- 
vorito. En  los  descansos  que  daba  a  la  colum- 
na en  las  marchas  se  apartaba  un  poco  del  ca- 
mino, le  quitaba  la  brida  a  su  muía,  bajaba  sus 
alforjas  y  almorzaba  o  tomaba  algo.»  «El  gene- 
ral Arenales— dice  Mitre— fué  uno  de  los  hom- 
bres más  extraordinarios  de  la  revolución  ar- 
gentina.» 

Arenales  (José  Ildefonso  Alvarez  de).  Hijo 
del  anterior.  Coronel.  Nació  el  5  de  febrero 
de  1798,  en  San  Antonio  de  Arque  (Alto  Perúj. 
Estudió  Matemáticas  en  Buenos  Aires,  incor- 
porándose al  servicio  de  las  armas  en  mayo  del 
año  17,  en  calidad  de  subteniente  de  ingenieria. 
Fué  ayudante  mayor  de  San  Martín  en  la  ex- 
pedición al  Perú.  Representante  de  Salta  en  el 
Congreso  del  año  26,  ocupando  después  la  co- 
mandancia militar  de  la  Ensenada,  donde  sos- 
tuvo dos  ataques  de  las  fuerzas  navales  del 
Brasil:  uno  con  los  fuegos  de  la  batería  en  de- 
fensa de  un  bergantín  que  embicó  cerca  de  ella, 
y  el  otro  con  destacamentos  de  la  guarnición 
en  Punta  de  Lara.  Dejó  varias  obras.  Falleció 
en  Buenos  Aires,  el  18  de  julio  de  1862. 

Arenas  (Martin).  Militar.  Nacido  en  Buenos  Ai- 
res, el  11  de  noviembre  de  1808.  A  los  catorce 
años  principió  su  carrera  militar  en  el  batallón 
de  Fusileros,  cursando  Matemáticas  el  año  si- 
guiente en  el  Colegio  de  Ciencias  Morales.  En 
la  guerra  del  Brasil  era  subteniente  del  2.°  de 
Fusileros.  Se  le  mandó  con  58  hombres  a  tripu- 
lar la  goleta  25  de  Mayo,  que  era  uno  de  los 
buques  de  la  escuadra  nacional  comandada  por 
Brown.  A  bordo  de  este  buque  tomó  parte  en 
la  acción  del  9  de  febrero  de  1826,  en  el  cana 
exterior,  y  asistió  al  ataque  de  la  Colonia  el  26 
del  mismo.  En  este  último  tuvo  el  sentimiento 
de  ver  caer  las  dos  terceras  partes  de  sus  com- 
pañeros, siendo  él  mismo  herido  en  la  cabeza 
por  una  astilla.  Recibió  un  ascenso.  Hizo  toda 
la  campaña  del  Brasil,  encontrándose  en  la  ac- 
ción del  Ombú  y  poco  después  en  Ituzaingó, 
donde  adquirió  los  honores  que  se  decretaron 
a  los  vencedores  de  esta  última  batalla.  En  1829 
hizo  una  campaña  contra  los  indios.  Asistió  al 
sitio  de  Montevideo,  a  la  batalla  de  Sauce 
Grande  (Entre  Ríos),  donde  ascendió  al  grado 


de  sargento  mayor.  Se  halló  en  Caseros  de 
lado  del  libertador.  Después  de  prestar  otros* 
servicios  de  mérito  fué  ascendido  a  coronel  en 
marzo  de  1853.  En  la  guerra  del  Paraguay  fué 
jefe  del  2.°  batallón  de  la  2.*  división  Buenos 
Aires.  Falleció  en  Buenos  Aires,  durante  la  epi  - 
demia  de  la  fiebre  amarilla,  el  28  de  marzo 
de  1871. 

Aren^een  (Juan).  Militar.  Nacido  en  Alemanis, 
donde  dio  principio  a  su  carrera,  y  con  el  gra- 
do de  oficial  pasó  a  Chile,  en  cuyo  ejército 
revistó  como  capitán  hasta  el  año  1826,  época 
en  que  pasó  a  la  Argentina,  y  como  capitán  de 
Artillería  tomó  parte  en  la  guerra  contra  el 
Brasil.  Se  halló  en  ¡tuzaingó,  donde  se  com- 
portó valerosamente;  hizo  la  campaña  del  in- 
terior con  el  general  Paz,  batiéndose  con  bra- 
vura en  la  Tablada  y  Oncativo,  en  los  años 
de  1829  y  1830,  respectivamente.  Tomado  pri- 
sionero el  general  Paz,  pasó  a  servir  a  las  ór- 
denes de  Lamadrid  en  1831,  con  la  graduación 
de  coronel,  batiéndose  en  la  batalla  de  la  Ciu- 
dadela,  de  Tucumán,  contra  Quiroga,  el  4  de 
noviembre  de  1831,  donde  perdió  la  vida  por 
un  balazo  que  le  atravesó  el  cuello,  en  mo- 
mentos en  que  dirigía  puntería  sobre  un  obús 
de  metralla. 

Areqnipa  (toma  de).  En  la  campaña  del  Perú, 
la  caballtría  del  ejército  del  general  Sucre,  al 
mando  del  general  Miller,  iba  a  la  vanguardia 
de  la  expedición  contra  Arequipa.  El  coman- 
dante Sucre,  que  marchaba  al  frente  de  la 
fuerza  exploradora,  lleva  un  rápido  ataque 
contra  las  tropas  españolas,  que  las  mandaba 
el  coronel  Ramírez,  y  las  derrota,  tomando  la 
ciudad,  que  este  jefe  defendía  al  frente  de  cer- 
ca de  1.000  hombres.  Esta  hazaña  la  hace  el 
comandante  Suárez  con  un  puñado  de  solda- 
dos, que  era  una  parte  de  las  fuerzas  argen- 
tinas. Esta  acción  tuvo  lugar  el  30  de  agosto 
de  1823. 

Areqnito  (sublevación  de).  En  la  posta  de  Are- 
quito,  provincia  de  Santa  Fe,  tuvo  lugar  en  la 
mañana  del  10  de  enero  de  1820  una  conjura- 
ción en  el  ejército  auxiliar  del  Perú,  al  mando 
del  general  Francisco  Fernández  de  la  Cruz, 
que  por  orden  del  Gobierno  regresaba  del  Alto 
Perú  hacia  la  ciudad  de  Buenos  Aires.  Este 
ejército  se  componía  aproximadamente  de 
3.000  hombres.  Era  jefe  del  Estado  Mayor  don 
Juan  B.  Bustos,  a  quien  el  director,  en  premio 
del  combate  de  la  Herradura,  lo  había  elevado 
al  rango  de  general.  Este  jefe  y  todos  los  se- 


ARE 


46 


ARG 


gundos  en  el  mando  de  los  cuerpos  venían 
desde  Córdoba  combinados  para  sublevar  el 
ejército.  Los  móviles  de  estos  jefes  eran  dis- 
tintos: en  unos  la  ambición  personal  o  los  in- 
tereses de  partido;  en  otros,  el  deseo  de  no 
emplear  sus  armas  en  la  guerra  civil  (1).  El 
ejército  entró  en  territorio  santafecino  a  prin- 
cipios de  enero  de  1820;  el  día  10  se  reunió  el 
comandante  Paz,  que  con  su  escuadrón  de  dra- 
gones había  quedado  en  comisión  a  retaguar- 
dia, y  todo  él  acampó  ese  día  en  la  posta  de 
Areqaito.  A  media  noche  fueron  arrestados  el 
general  en  jefe;  el  coronel  D.  Blas  Pico,  jefe 
entonces  del  número  3;  el  coronel  Pinto,  del 
numero  10;  los  comandantes  Domínguez,  de 
Cazadores,  y  Morón,  del  número  2;  los  coro- 
neles Zelaya  y  Lamadrid,  jefes  de  los  dos  re- 
gimientos de  caballería.  Sus  segundos  tomaron 
el  mando  de  los  cuerpos;  el  coronel  Heredia 
fué  nombrado  jefe  de  Estado  Mayor,  y  Bustos 
se  puso  en  marcha  de  regreso  hacia  Córdoba, 
después  de  parlamentar  con  las  partidas  mon- 
toneras que  estaban  a  su  frente.  Cuando  la 
noticia  de  este  suceso  llegó  a  Mendoza,  el  ge- 
neral San  Martín  salió  precipitadamente  para 
Chile,  ordenando  al  coronel  Alvarado  que  lo 
siguiese  inmediatamente  con  sus  fuerzas,  antes 
que  el  contagio  del  mal  ejemplo  se  inoculase 
en  sus  filas.  Alvarado  pudo  repasar  los  Andes 
con  los  granaderos  a  caballo;  pero  el  famoso 
regimiento  de  Cazadores  que  estaba  en  San 
Juan  fué  sublevado  por  un  mayor,  Mendizábal, 
y  se  disolvió. 
Aresti  (fray  Cristóbal  de).  Obispo  de  Buenos 
Aires;  natural  de  Valladolid.  España,  y  religio- 
so de  la  orden  benedictina.  Era  un  sacerdote 
virtuoso  y  caritativo.  Cuando  los  mamelucos 
y  tupies,  aliados  a  los  portugueses,  atacaron 
a  la  ciudad  de  Villarica,  provincia  del  Guayré, 
excitaba  el  entusiasmo  de  sus  defensores  «ex- 
poniendo su  pecho  a  las  balas  con  ardor  intré- 
pido). Aresti  enarboló  como  ensefia  de  com- 
bate un  crucifijo,  y  «cuando  la  defensa  se  hizo 
imposible  salió  capitaneando  a  los  vecinos  y 
los  libró  de  su  ruina  trasladando  la  población 
a  sitio  más  seguro».  En  1635  fué  electo  obis- 
po de  Buenos  Aires,  donde  ejerció  su  ministe- 


(I)  Los  jefes  que  tuvieron  parte  activa  en  el  movimien- 
to de  Arequllo,  fueron:  el  general  Bustos;  el  coronel  don 
Alejandro  Heredia;  el  mayor  Jiménez,  de  Dragones;  el 
mayor  Castro,  del  número  2;  y  el  comandante  D.  J.  M.  Paz 
'Memorias  del  general  Paz.  T.  II  pág.  24.) 


rio  sin  recibir  las  bulas  de  su  traslación.  Fa- 
lleció en  Potosí,  en  1638. 

Arévalo  (Domingo  Soriano).  Coronel  de  la  in- 
dependencia. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  14  de 
septiembre  de  1783.  En  la  segunda  invasión 
inglesa  a  esta  capital  se  alistó  en  uno  de  los 
batallones  que  combatieron  a  las  tropas  britá- 
nicas. Asistió  a  las  batallas  de  Tucurnán  y  de 
Salta.  En  1812,  siendo  ya  capitán,  hostilizó  con 
ciento  cincuenta  hombres  a  algunos  grupos 
realistas  del  Alto  Perú  (Bolivia»,  siendo  as- 
cendido a  sargento  mayor,  y  en  1814  recibió  el 
grado  de  teniente  coronel.  Fué  nombrado  te. 
niente  gobernador  de  Tarifa;  pero  ejerció  muy 
breve  tiempo  este  empleo,  volviendo  a  incor- 
porarse el  año  15  al  ejército  de  Rondeau.  Se 
halló  en  el  desastre  de  Sipe-Sipe;  combatió 
contra  los  caudillos  Ramírez  y  Carreras,  y  con 
éxito  a  los  indios.  Murió  en  el  pueblo  de  Lo- 
bos, provincia  de  Buenos  Aires,  el  18  de  febre- 
ro de  1834. 

Argfandoña  (Pedro  de).  Obispo  del  Tucurnán, 
electo  en  1745.  Fué  un  sacerdote  virtuoso  e 
ilustrado,  que  se  preocupó  exclusivamente  del 
bienestar  de  su  iglesia  y  del  estricto  cumpli- 
miento de  sus  deberes  episcopales.  Celebró 
durante  su  gobierno  dos  Concilios  sinodales 
en  la  ciudad  de  Córdoba;  visitó  repetidas  ve- 
ces su  diócesis  e  hizo  laudables  esfuerzos  para 
mantener  la  más  rígida  disciplina  en  la  admi- 
nistración de  los  negocios  espirituales.  En  1761 
fué  promovido  al  arzobispado  de  Charcas. 

Argandoña  (Tomás  Félix  de.)  Gobernador  del 
Tucurnán.  Nacido  en  Cádiz.  Sirvió  en  los  ejér- 
citos de  España,  pasando  después  a  América 
para  desempeñar  el  cargo  de  corregidor  en  la 
ciudad  de  Guayaquil.  Tomó  posesión  de  su 
cargo  en  marzo  de  168G,  terminando  su  perío- 
en  1691.  Fué  un  mandatario  probo  y  justiciero, 
empleando  una  parte  de  su  fortuna  en  la  cons- 
trucción de  la  catedral  de  Santiago,  y  solicitó 
de  la  corte  el  permiso  para  destinar  de  la  Real 
Caja  de  Córdoba  la  cantidad  de  seiscientos  pe- 
sos anuales  en  favor  de  la  Compañía  de  Jesús, 
a  la  que  consagró  durante  su  gobierno  la  más 
decidida  protección.  De  Tucumán  pasó  al  Ca- 
llao, nombrado  capitán  general  de  esta  plaza, 

Argañaraz  y  Murg^fa  (Francisco).  Nacido  en 
Guipúzcoa,  región  de  España,  en  el  año  1561. 
Fundador  de  la  ciudad  de  Jujuy.  Vino  a  Amé- 
rica en  1581,  a  los  veinte  años  de  edad,  deseo- 
so de  adquirir  gloria  en  la  carrera  de  las  ar- 
mas. Militando  a  las  órdenes  del  gobernador 


ARG 


—  47  - 


ARG 


del  Tucumán,  D.  Juan  Ramírez  de  Velasco, 
fué  elegido  pnra  fundar  el  pueblo  de  San  Sal- 
vador de  Jujuy,  que  llevó  a  cabo  en  1593,  a 
pesar  de  la  obstinación  de  los  indios  comarca- 
nos, humaliuacas,  purmamarcas  y  tumbayas, 
de  raza  quichua. 

Argerich  (Cosme).  Fundador  de  la  Escuela  de 
Medicina  de  Buenos  Aires.  Nació  en  esta  ciu- 
dad, el  26  de  septiembre  de  1758.  De  muy  corta 
edad  fué  llevado  a  España  a  seguiré!  estudio 
de  la  Medicina,  donde  cursó  con  brillo  hasta 
obtener  el  título  de  doctor.  De  vuelta  a  su  ciu- 
dad natal,  perteneció  a  la  Hermandad  de  Cari- 
dad en  1795,  al  Hospital  de  mujeres  y  Casa  de 
Huérfanos,  y  fué  nombrado  en  ISOO  para  diri- 
gir la  cátedra  de  Medicina  en  esta  ciudad,  en- 
señando igualmente  química,  física  v  botánica, 
y  el  I  de  marzo  de  1802  logró  inaugurar  la 
Escuela  de  Medicina,  que  regentó  con  digni- 
dad y  sabiduría.  El  primer  curso  dictado  por  el 
Dr.  Argerich  terminó  en  1806,  produciendo  los 
profesores  que  en  la  guerra  de  la  independen- 
cia han  ocupado  nuestros  ejércitos  y  llenado 
con  gloria  y  honor  los  diferentes  destinos  de  la 
medicina  militar.  En  1806  y  1807  prestó  servi- 
cios profesionales  y  también  militares  en  el 
rechazo  de  las  tropas  británicas.  En  1810  tomó 
participación  en  el  movimiento  de  mayo,  sif;n- 
do  uno  de  los  concurrentes  al  cabildo  abierto 
del  día  22.  Al  año  siguiente  era  nombrado  con- 
juez del  Tribunal  del  Protomedicaco,  y  en  1813 
asistió  al  combate  de  San  Lorenzo,  practican- 
do la  primera  cura  al  general  San  Martín.  Fué 
después  nombrado  jefe  y  director  del  Instituto 
Médico,  creado  en  reemplazo  de  la  primera  Es- 
cuela de  Medicina,  que  él  fundara,  desempeñan- 
do cuyo  puesto  falleció,  el  14  de  febrero  de 
1820.  Sus  restos  fueron  depositados  en  el  tem- 
plo de  San  Francisco  y  exhumados  tres  años 
después,  para  ser  trasladados  al  cementerio  de 
la  Recoleta.  Era  Argerich  de  un  carácter  dulce 
y  de  un  espíritu  vehemente,  benévolo,  bonda- 
doso y  desinteresado;  de  una  erudición  vasta  y 
profunda,  aunque  dotado  de  un  extremado 
amor  propio. 

Argerich  (Francisco  Cosme).  Hijo  del  anterior. 
Doctor  en  Medicina.  Fué  catedrático  de  varias 
asignaturas  en  la  Facultad  de  Medicina  de  esta 
ciudad,  desempeñándolas  con  laboriosidad  y 
acierto.  Miembro  de  la  Asamblea  del  año  13. 

Argerich  (Luis).  Militar.  Nacido  en  Buenos  Ai- 
res, a  fines  del  siglo  xviii.  Comenzó  su  carre- 
ra militar,  en  clase  de  cadete,  el  año  1310;  en 


ese  mismo  año  fué  promovido  a  alférez  del  re- 
gimiento 3.°  de  arribeños,  y  marchó  a  la  cam- 
paña del  Estado  Oriental,  donde  se  bat'ó  en  la 
batalla  del  Cerrito,  el  31  de  diciembre  de  1813, 
y  al  año  siguiente  se  halló  en  la  toma  y  rendi- 
ción de  la  plaza  de  Monteoideo.  Posteriormen- 
te desempeñó  diversas  comisiones  de  confian- 
za, dándosele  la  dirección  del  Parque  de  Arti- 
llería. El  9  de  agosto  de  1826  fué  promovido  a 
teniente  coronel,  retirándose  de  la  dirección 
del  parque  para  tomar  parte  en  la  campaña 
contra  el  Brasil  hasta  su  terminación.  En  1833, 
siendo  coionel,  regentó  nuevamente  el  Parque 
de  Artillería.  Fué  electo  diputado  a  la  Legisla- 
tura de  Buenos  Aires  en  1834  y  reelecto  en  los 
períodos  sucesivos  de  1835  a  1833.  Poco  des- 
pués falleció,  en  Buenos  Aires. 
Argerich  (Manuel  G.).  Abogado  y  hombre  polí- 
tico. Sobrino  del  Dr.  D.  Cosme  Argerich.  Na- 
cido en  Buenos  Aires,  el  15  de  junio  de  1835. 
Hizo  sus  primeros  estudios  en  el  convento  de 
San  Francisco  e  ingresó  en  la  Facultad  de  Me- 
dicina a  los  diez  y  seis  años,  rindiendo  a  fines 
de  185?  una  lucidísima  prueba  de  su  primer  año 
de  estudios  profesionale«,  no  obstante  haber- 
los interrumpido  varias  veces  en  servicio  públi- 
co. Después  de  Caseros  la  viruela  comenzó  a 
producir  muchos  estragos  en  el  ejército,  y  se 
estableció  con  tal  motivo  un  lazareto  en  el 
convento  de  la  Recoleta,  y  Manuel  Argerich,  a 
pesar  de  su  ingr  so  reciente  al  hospital,  concu- 
rrió uno  de  los  primeros  a  asistir  y  auxiliar  a 
los  enfermos.  Tomó  parte  en  la  revolución  de' 
//  de  septiembre,  y  después  del  asedio  que  su- 
friera Buenos  Aires  en  el  53,  donde  actuó  como 
simple  soldado,  ingresó  en  la  Facultad  de  De- 
recho, sustituyendo  al  estudio  de  la  Medicina 
el  de  las  Leyes,  más  conforme,  sin  duda,  a  sus 
hábitos  e  inclinaciones.  Se  halló  en  Cepeda,  en 
calidad  de  ayudante  del  entonces  sargento  ma- 
yor a  D.  José  María  Arredondo  segundo  jefe  del 
batallón  2.°  de  línea.  En  medio  de  la  batalla  se 
baja  del  caballo,  arroja  la  espada,  y  tomando 
unfusil  se  confunde  entre  sus  soldado-;,  a  cuyo 
lado  pelea  con  bizarría.  Contrario  al  general 
Urquiza,  fué  uno  de  los  que  protestaron  contra 
el  pacto  del  11  de  noviembre.  Contribuyó  a  la 
organización  del  batallón  6.°  de  línea,  y  con  el 
grado  de  capitán  hizo  la  campaña  del  61  y  asis- 
tió a  la  batalla  de  Pavón.  Se  halló  en  la  Caña- 
da de  Gómez.  Obtenido  el  diploma  de  abogado, 
regresó  a  Buenos  Aires,  separándose  desde 
entonces  del  servicio  activo  de  las  armas.  Du- 


ARG 


+s 


ARI 


rante  el  cólera  del  67  se  consagró  por  comple- 
to al  servicio  de  la  caridad  y  del  infortunio. 
Fué  diputado  varias  veces  a  la  Legislatura  de 
la  provincia  y  en  el  Congreso  nacional.  Duran- 
te la  fiebre  amarilla  (1871)  formó  parte  de  la 
Comisión  popular.  En  su  apostolado  de  caridad 
y  de  amor  no  siente  jamás  la  fatiga,  que  postra 
al  cuerpo,   ni  el  desaliento,  que  adormece  al 
alma,  y  lucha  hasta  sucumbir,  y  el  25  de  mayo 
de  ese  aflo  moría  víctima  del  flajelo,  que  había 
combatido  con  tanto  ardor  y  valentía. 
Argvero  (Luis  María.)  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires.   Empezó  a  servir  en  la  artillería. 
Durante  la  administración  del  general  Viamon- 
te  fué  nombrado  sargento  mayor  graduado. 
Marchó  con  el  ejército  de  Rosas  en  la  expedi- 
ción contra  los  indios,  que  llegó  hasta  el  río 
Colorado.  Acometido  de  una  penosa  enferme- 
dad, estuvo  por  un  tiempo  alejado  del  servicio 
militar.  En  el  gobierno  del  general  Pintos  fué 
nombrado  teniente  coronel  de  infantería,  ha- 
llándose en  Cepeda  y  en  Pavón.  En  la  guerra 
del  Paraguay  tomó  parte  en  varios  hechos  de 
armas,  y  en  Curupayti,  cayó  mortalmente  he- 
rido, el  18  de  julio  de  1866. 
Ar^rnibel  (Andrés).  Patriota  de  la  independen- 
cia. Nació  en  Buenos  Aires,  en  1771 .  A  los  nue- 
ve aflos  de  su  edad  sus  padres  le  llevaron  a 
Espafla  para  darle  educación.  Aunque  ausente 
de  su  patria  por  espacio  de  cuarenta  y  cinco 
aflos,  no  la  olvidó  ni  un  momento.  Cuando  Es- 
pafla preparaba  la  formidable  expedición  de 
veinte  mil  hombres  con  destino  al  Río  de  la 
Plata,  en  1819,  Arguibel,  en  unión  de  D.  To- 
más Pueyrredón,  promovió  la  insurrección  de 
la  expedición,  fracasando  así  las  tentativas  del 
Gobierno  español.  Regresó  a  su  patria  el  1825, 
y  en  el  mismo  arto  de  su  llegada  fué  elegido 
diputado. 
Arias  (Amaro  L.). 
Militar.  Ingresó  en 
clase  de  soldado 
distinguido  en  el  re- 
gimiento de  Guar- 
dias nacionales,  ge- 
neral  Lavalle,   en 
1865.  Fué  nombra- 
do portaestandarte 
de  dicho  regimien- 
to en  noviembre 
del    raismo    año. 

Pasó  después  al  6."    ogneral  de  Brigada  D.  Amat 
de  infantería  de  lí-  L.  Arias. 


nea  como  subteniente;  a  guerra,  el  24  de  enero 
de  1866.  Subteniente  el  4  de  octubre  del  misni» 
año.  Teniente  primereen  1867;  ayudante  mayor 
en  1868;  capitán  en   1869;  sargento  mayor  en 
1873;  teniente  coronel  en  1878;  coronel  en  julio 
de  1884.  Por  decreto   de  21   de  septiembre 
de  1886  fué  nombrado  jefe  del  regimiento  1  .* 
de  infantería  de  línea.   Ascendido  a  general 
de  brigada  con  fecha  27  de  julio  de  1890.  Hizo 
la  campaña  del  Paraguay,  desde  1865  a  186(' 
las  campañas  del   interior;  toda  la  campar 
del  67,  en  persecución  constante  de  los  caudi- 
llos Várela, Legran,  etc.,  hasta  hacerlos  pa. 
sar  los  Andes;  contra  López  Jordán;  batalla  de 
Santa  Rosa;  combate  de  Punta  del  Monte;  si- 
tio de  Concepción  del  Uruguay;  en  la  toma  de 
villa    Colón;   defensa  del    Gobierno  general 
en  1874;  defensa  de  Gualeguai/  en  1876;  revo- 
lución de  1880  en  contra  del  gobernador  de  la 
provincia  de  Buenos  Aires,  Dr.  D.  Carlos  Te- 
jedor; campañas  del  río  Negro  y  Neuquen,  per- 
maneciendo tres  años  al  servicio  de  fronteras. 
Fué  interventor  de  las  provincias  de  Catamar- 
ca.  Entre  Ríos  y  jefe  de  las  fuerzas  de  la  inter- 
vención en  la  provincia  de  Santiago  del  Este- 
ro, y  lo  mismo  en  la  de  Buenos  Aires.  Ins- 
pector general  de  armas,  etc. 
Arias  de  Correa  (Margarita).   Matrona  ar- 
gentina, que  durante  la  guerra  de  la  indepen- 
dencia retiró  sus  dos  hijos  del  colegio  en  que 
estaban  y  los  presentó  al  Gobierno  como  sol- 
dados de  la  patria.  Durante  la  sublevación  de 
Quiroga  fueron  éstos  víctimas   de  la  goerra 
civil. 
Arias  (Francisco  Gabino).  Explorador  del  Cha 
co.  Nacido  en  Salta.  Sucesor  interinamente, 
por  la  muerte  de  Matorras,  en  el  gobierno  de 
la  provincia  del  Tucumán,  de  1775  a  1777.  Ex- 
ploró el  Chaco,  en  1780,  al  frente  de  menos 
de  cien  hombres.  Su  campaña  duró  ocho  meses, 
creando  algunas  reducciones  que  asegurasen 
la  comunicación  entre  las  provincias  del  Orien- 
te y  Occidente.  Fundó  una  en  la  laguna  de 
Las  Perlas  y  otra  en  Lancayé.  Al   llegar  a 
este  último  punto  fué  acometido  de  una  grave 
enfermedad,  de  la  que  casi  murió.  No  fué  pro- 
tegido por  las  autoridades,  y  falleció,  muy  po- 
bre y  lleno  de  deudas,  en  1793. 
Arias  Hidalgo  (Doctor  José  Antonio).  Natural 
de  Salta.  Acompañó  a  su  padre,  D.  Francisco 
Gabino  Arias,  en  su  expedición  en  1781,  en  cla- 
se de  auditor  de  Guerra.  Escribió  la  Historia 
corográfica  del  Chaco,  que  no  es  conocida  a 


ARI 


49  — 


ARM 


pesar  de  su  importancia.  Consta  de  trece  par- 
tes: La  primera  versa  sobre  etimología  de  la  pa- 
labra Ciíaco;  la  segunda,  sobre  la  extensión  de 
este  territ.)rio;  la  tercera  y  cuarta  tratan  de 
los  árboles,  maderas  y  hierbas;  la  quinta,  de  las 
frutas  silvestres  y  plantas  útiles;  la  sexta  y 
séptima,  de  los  ríos;  la  octava,  de  los  animales 
feroces;  la  novena,  de  las  tribus  que  lo  habi- 
taban; la  décima  comprende  varias  reflexiones 
para  mejorar  los  planes  antiguos;  la  undécima 
demuestra  cuan  inconveniente  era  acordonar 
el  río  Bermejo  desde  Corrientes  a  Salta  con 
villas  y  reducciones;  la  duodécima  trata  de  los 
mataguayos,  chumuquíes,  tobas  y  mocobies,  y 
en  la  última  habla  de  los  ríos  de  Jujuy,  Tarija 
y  Grande.  (D.  B.  Nacional.) 
Arlas  (Manuel  Eduardo).  Coronel.  Natural  de 
Jujuy.  Hábil  guerrillero  de  la  independencia, 
a  la  que  ha  dado  páginas  gloriosas.  Conocía 
palmo  a  pJ.mo  el  territorio  de  su  provincia; 
ejercía  gran  prestigio  entre  los  gauchos,  y  se 
hallaba  dotado  de  relevantes  cualidades  de 
carácter  y  de  valor,  circunstancias  que  concu- 
rrieron naturalmente  a  hacer  de  él  uno  de  los 
más  vigorosos  sostenedores  de  la  revolución. 
En  1817,  al  frente  de  150  hombres,  tomó  por 
asalto  y  a  viva  fuerza  el  pueblo  fortificado  de 
Humahuaca,  que  defendían  los  realistas,  con- 
siguiendo por  trofeos  de  su  heroico  ataque 
86  prisioneros,  siete  piezas  de  artillería,  ga- 
nados, etc.,  tomando  además  una  bandera  del 
afamado  regimiento  de  Picoaga.  Este  triunfo 
desconcertó  los  planes  de  los  realistas,  que 
preparaban  en  aquel  año  una  invasión  formi- 
dable al  territorio  argentino.  Combatió  poste- 
riormente, al  servicio  del  Gobierno  de  Tu- 
cumán,  contra  Güemes,  Heredia  e  Ibarra,  pa- 
sando el  año  1823  a  su  provincia  natal,  ame- 
nazada de  graves  disturbios  locales;  pero  lle- 
gado apenas  a  Jujuy,  fué  asesinado  por  los 
autores  de  la  revolución  que  estalló  en  aquella 
ciudad  en  junio  23  ("el  mismo  año,  y  que  dio 
en  tierra  con  el  gobierno  del  coronel  Dávila. 
Arias  (Tomás).  Gobernador  de  la  provincia  de 
Salta.  Nació  en  1804,  en  dicha  provincia.  Fué 
presidente  del  Banco  Argentino  establecido 
en  Rosario  de  Santa  Fe.  Senador  al  Congreso 
de  la  nación  y  ministro  de  Hacienda  bajo  la 
administración  del  Dr.  D.  Santiago  Derqui. 
Falleció  en  Salta,  en  1863. 
Armas  (argentinas)  La  Asamblea  general  Cons- 
tituyente del  Río  de  la  Plata  decreta  el  es- 
cudo de  armas  nacionales  el  13  de  marzo  del 

DlC.   HlST.  BlOGR. 


año  1813,  en  la  forma  siguiente:  Un  óvalo  en 
posición  vertical  y  dividido  por  el  medio  con 
una  línea  horizontal,  siendo  la  parte  superior 
sombreada  y  blanca  la  inferior,  cruzada  ésta 
por  dos  manos  entrelazadas  en  signo  de  alian- 
za, que  sostienen  una  pica  con  el  gorro  frigio 
de  la  libertad  en  su  extremo,  estando  orlado 
con  la  oliva  de  la  paz  y  el  laurel  de  la  victoria, 
con  esta  divisa:  «En  unión  y  libertad»,  y  sir- 
viendo de  coronamiento  un  sol  naciente. 

Armasa  y  Arregui  (Juan  de).  Gobernador  de 
la  antigua  provincia  del  Tucumán;  era  natural 
de  Buenos  Aires  y  sobrino  de  los  obispos  Arre- 
gui. Fué  educado  en  el  Colegio  de  Montserrat, 
en  la  ciudad  de  Córdoba.  Después  de  haber 
ejercido  el  cargo  de  corregidor  en  la  ciudad 
del  Cuzco,  se  trasladó  a  España,  donde  perma- 
neció durante  algunos  anos,  regre---ando  a  su 
país  investido  con  el  cargo  de  gobernador  de 
Tucumán.  Su  nombramiento  fué  mal  recibido  y 
dio  origen  a  graves  conmociones,  que  amaga- 
ron la  tranquilidad  y  el  bienestar  de  la  provin- 
cia. Preocupado  Armasa  en  combatir  las  resis- 
tencias que  levantara  su  persona,  descuidó  por 
completo  sus  deberes  y  negocios  administrati- 
vos, dando  margen  con  su  inacción  a  una  de 
las  más  cruentas  y  formidables  invasiones  de 
los  naturales  que  recuerdan  los  anales  de  la 
historia  local  de  aquel  territorio.  «Mientras 
que  el  gobernador  se  entretenía  en  sus  ven- 
ganzas, dice  Funes,  los  bárbaros  del  Chaco  se 
aprovechaban  de  la  discordia  para  lograr  las 
suyas.  Las  poblaciones  vecinas  a  las  fronte- 
ras lloraron  muchas  desgracias;  pero  ninguna 
igualó  a  la  que  sufrió  Salta  en  medio  de  sus 
querellas.  Fué  en  estas  circunstancias  cuando, 
invadido  su  fértil  valle  el  5  de  enero  de  1735, 
murieron  cerca  de  trescientas  personas,  caye- 
ron otras  en  cautiverio  y  perdieron  muchas  sus 
haciendas.»  «En  las  demás  fronteras,  agrega  el 
padre  Lozano,  causaron  repetidas  y  frecuentes 
desgracias,  robando,  cautivando  y  matando  a 
su  placer  cuantos  pudieron,  que  han  sido  mu- 
chos.o  La  ineptitud  e  indolencia  de  Armasa  mo- 
vieron al  virrey  del  Perú  a  solicitar  de  la 
Audiencia  de  Charcas  su  inmediata  remoción, 
nombrando  ésta  para  reemplazarle,  a  fines 
de  1735,  al  teniente  general  Martín  de  Anglés. 

Armenta  (Bernardo).  Misionero  apostólico  del 
siglo  XVI,  de  la  Orden  seráfica.  Vino  al  Río  de 
la  Plata  en  la  expedición  de  D.  Alonso  de  Ca- 
brera y  en  compañía  de  otros  cinco  frailes  de 
la  misma  Orden,  con  el  propósito  de  evangeli- 

4 


ARM  ^  - 

zar  los  liabitantes  de  estas  regiones.  Entró  por 
uno  de  los  puertos  del  Brasil,  con  sus  compa- 
ñeros de  misión,  de  los  cuales  era  superior,  lle- 
gando hasta  Buenos  Aires  y  pasando  después 
al  Paraguay.  Durante  la  travesía  bautizó  a  mu- 
chos millares  de  indios,  a  cuya  conversión  se 
dedicó  con  decidido  afán  valiéndose  de  intér- 
pretes mientras  aprendía  el  idioma  indígena. 
Se  distinguió  en  la  catequización  de  los  indios 
por  1h  dulzura  y  buen  trato  que  les  prodigaba, 
interesándose  pot  su  suerte,  como  lo  demues- 
tra el  siguiente  párrafo  que  copiamos  de  una 
carta  suya:  «Asimismo  sería  necesario  que  nos 
enviasen  algunos  labradores  y  artesanos  de 
toda  clase,  para  que  ejerzan  aquí  sus  oficios; 
su  cooperación  sería  mucho  más  útil  que  la  de 
los  soldados,  siendo  como  es  más  fácil  atraer 
a  estos  salvajes  por  medio  de  la  dulzura  que 
por  medio  de  la  fuerza.»  «Estas  palabras  del 
humilde  franciscano,  dice  el  Dr.  Quesada,  es- 
critas en  1538,  encierran  el  único  medio  de  ter- 
minar las  luchas  de  estas  razas,  atrayendo  a 
esos  pobres  indios  a  la  vida  sedentaria,  primer 
escalón  para  su  futura  civilización.»  Era  comi- 
sario y  prefecto  de  misiones  en  el  Plata,  y  fué 
el  verdadero  fundador  del  convento  de  francis- 
canos en  Buenos  Aires.  En  la  Reoista  de  Bue- 
nos Aires  se  ha  publicado  por  el  infatigable  y 
laborioso  Dr.  Quesada  una  exposición  del  pa- 
dre Armenta  dirigida  desde  el  puerto  de  San 
Francisco  a  Juan  Bernal  Díaz  de  Lugo,  miem. 
bro  del  Consejo  de  Indias,  en  donde  el  virtuoso 
fraile  da  cuenta  de  las  peripecias  de  su  viaje, 
recibimiento  que  le  hicieron  los  indígenas,  dis- 
posición favorable  de  éstos  y  primeros  trabajos 
evangélicos  qi'e  practicaron. 
Armstrong  (Clara  I.)  Educadora  norteameri- 
cana. Nacida  en  el  año  1847.  Fué  la  primera 
maestra  que,  contratada  por  el  Gobierno  de 
Sarmiento,  llegara  a  nuestro  país,  trayendo  en 
idéntica  misión  educadora  a  otras  muchas,  que 
habían  sido  seleccionadas  por  ella  y  que  fue- 
ron incorporadas  a  los  establecimientos  esco- 
lares de  esta  metrópoli.  Ella  fundó,  organizó  y 
dirigió  durante  varios  años  la  Escuela  Normal 
de  Catamarca;  contribuyó  luego  a  la  organiza- 
ción de  la  de  San  Nicolás  de  los  Arroyos,  y  sus 
iniciativas  y  acción  tuvieron  una  influencia  con- 
siderable para  acelerar  el  progreso  de  la  ins- 
trucción pública.  Era  un  bello  espíritu  y  reunía 
todas  las  condiciones  necesarias  para  llevar  a 
cabo  con  eficacia  la  obra  a  la  cual  consagró 
una  gran  parte  de  su  noble  vida.  Trabajó  siem- 


General  de  División  D 
M.  Arredondo. 


José 


ARR 

pre  con  verdadera  pasión  y  fué  considerada  en 
í-  aquel  tiempo  como  una  educadora  eximia.  Dejó 
nuestro  país  en  1896,  estableciéndose  en  Cuba, 
de  donde  llegaron  varias  veces  noticias  de  su 
actuación  eficiente.  En  la  Exposición  de  Búfa- 
lo en  1901  fué  directora  de  la  sección  Siste- 
mas educacionales  y  presidenta  de  la  Delega- 
ción de  maestras  cubanas  que  asistieron  a  di- 
cha Exposición.  Falleció  en  Los  Angeles  (Cali- 
fornia) el  21  de  noviembre  de  1915. 
Arredondo  (José  Miguel).  Militar.  Nació  en  el 
pueblo  de  Canelones,  Estado  Oriental  del  Uru- 
guay, en  1834.  Muy 
joven  aun  se  alistó 
en  la  división  del 
general  D.  César 
Díaz,  asistiendo  a 
la  batalla  de  Case- 
ros, donde  concu- 
rrió con  su  esfuer- 
zo a  la  caída  de 
Rosas.  Se  halló  en 
Cepeda,  Pavón,  en 
el  Tala,  en  las  ex- 
cursiones contra 
los  indios,  y  como 
oficial  o  como  jefe 

su  figura  siguió  destacándose.  En  Cepeda  cú- 
pole  la  honra  de  cubrir  la  retirada  del  ejército 
de  Buenos  Aires,  mandando  personalmente  el 
batallón  2°  de  línea.  Durante  la  campaña  de 
Paoón  organizó  el  6.°  de  línea,  cuyo  número, 
en  los  llanos  del  interior,  en  los  esteros,  en  las 
trincheras  paraguayas,  se  distinguió  siempre 
por  su  valor  y  disciplina  en  los  momentos  de 
mayor  peligro.  Durante  la  guerra  del  Para- 
guay se  comportó  con  bravura,  principalmente 
en  Curupaiti,  que  a  la  cabeza  de  la  2."  división 
del  ejército  llegó  hasta  el  borde  de  los  pozos,  y 
allí  permaneció,  recibiendo  el  más  espantoso 
fuego  que  se  haga  mención  en  tan  larga  cam- 
paña, hasta  que  recibió  orden  de  retirarse,  ha- 
ciéndolo con  toda  calma.  Derrotó  al  caudillo 
Juan  Saa,  en  el  interior,  en  el  paso  de  San 
Ignacio,  en  1867,  que  fué  el  golpe  maestro  so- 
bre el  caudillaje,  ganando  allí  las  palmas  de  ge- 
neral. Combatió  contra  López  Jordán.  La  re- 
volución de  1874  le  contó  entre  sus  filas,  ven- 
ciendo al  comandante  Catalán  en  Santa  Rosa 
y  siendo  vencido  en  la  otra  batalla  del  mismo 
nombre  por  el  coronel  D.  Julio  A.  Roca.  Tomó 
parte  en  la  revolución  del  año  1880.  En  la  cru- 
zada de  los  uruguayos  contra  el  Gobierno  de 


ARR 


ARR 


su  país  mandó  en  jefe  el  ejército  revoluciona- 
rio, siendo  derrotado  en  las  puntas  del  Quebia- 
cho  el  31  de  marzo  de  1886. 
rredomdo  (Nicolás  Antonio  de).  Cuarto  vi- 
rrey del  Río  de  la  Plata  y  teniente  general  de 
los  ejércitos  españoles.  Sucedió  en  el  gobier. 
no  al  marqués  de  Loreto.  Empezó  su  carrera 
militar  en  el  Real  Cuerpo  de  Guardias  de  Espa- 
ña, obteniendo  sus  primeros  ascensos  en  la 
guerra  contra  Italia.  En  1780  pasó  a  las  Anti- 
llas, en  la  expedición  enviada  allí  por  España,  a 
las  órdenes  del  general  Navía,  para  tomar  po- 
sesión de  la  Florida,  que  le  disputara  a  la  sa- 
zón  la  Gran  Bretaña.  Después  de  ejercer  el 
mando  político  y  militar  en  la  isla  de  Cuba,  fué 
designado  para  la  presidencia  de  Charcas,  re- 
cibiendo en  su  trayecto  desde  Lima  a  aquella 
ciudad  su  nombramiento  de  virrey  del  Río  de  la 
Plata,  de  cuyo  puesto  tomó  posesión  el  4  de 
diciembre  de  17S9.  Arredondo  se  preocupó  du. 
rante  su  gobierno  de  la  demarcación  de  límites 
con  el  Portugal,  cuestión  que  agitaba  a  la  co' 
lonia  desde  mediados  del  siglo,  logrando  poner 
término  a  los  avances  y  depredaciones  de  los 
portugueses;  apoyó  calurosamente  el  pensa. 
miento  de  establecer  un  Consulado  de  comer- 
cio en  la  capital  del  virreinato;  dio  principio  al 
empedrado  de  la  ciudad;  aumentó  el  número  de 
los  alcaldes  de  barrio  y  abrió  las  puertas  del 
virreinato  a  la  introducción  de  esclavos  africa- 
nos, concediendo  a  sus  importadores  el  dere- 
cho de  trocarlos  por  productos  indígenas.  Fué 
bajo  la  administración  de  este  funcionario,  que 
la  Corte  promovió  la  colonización  de  las  costas 
patagónicas,  celebrando  al  efecto  un  contrato 
con  una  Compañía  inglesa  para  la  pesca  de  la 
ballena  en  aquellas  apartadas  regiones;  pero, 
desgraciadamente,  las  tentativas  hechas  no  die- 
ron el  resultado  que  se  esperaba.  Arredondo 
autorizó  además  el  contrabando  oficial  del  ta- 
baco, celebrando  con  tal  motivo  un  contrato 
con  un  rico  comerciante  de  la  colonia  para  que 
introdujese  esta  mercancía  de  los  puertos  del 
Brasil  en  Buenos  Aires,  cuya  exportación  era 
prohibida  en  aquel  país  y  su  importación  con- 
denada en  el  nuestro.  La  Corte  desaprobó  la 
conducta  del  virrey,  no  porque  desautorizase 
la  idea  del  contrabando,  sino  porque  la  intro- 
ducción de  los  tabacos  debía  verificarse  en  bu- 
ques con  bandera  extranjera,  .\rredondo  diri- 
gió con  este  motivo,  para  sincerar  su  proce- 
der, una  extensa  y  difusa  Memoria  a  la  Corte, 
que  ha  sido  publicada  por  primera  vez  en  la 


Obispo  Gabriel  de  Arregui. 


Revista  de  Buenos  Aires.  Terminó  su  período 
en  1795,  siendo  llamado  a  ejercer  la  Capitanía 
general  del  reino  de  Valencia,  donde  murió 
en  1802.  Don  Nicolás  de  Arredondo,  no  obstan- 
te haber  patrocinado  oficialmente  el  contra- 
bando y  descendido  hasta  el  servilismo  en  su 
adhesión  al  Gobierno  de  España,  fué  un  manda- 
tario recto,  de  vistas  claras  y  despejadas  y  muy 
persistente  en  sus  propósitos  administrativos. 

Arregnl  (Fray  Gabriel  de).  Obispo  de  Buenos 
Aires.  Nativo  de  esta  ciudad  y  descendiente  de 
una  familia  distin- 
guida de  España. 
Hizo  en  su  juven- 
tud un  viaje  a  la 
Asunción  del  Para- 
guay, donde  se  de- 
cidió a  seguir  la  ca- 
rrera del  sacerdo, 
cío.  Trasladado  a 
Córdoba,  fué  elec- 
to guardián  del 
convento  de  Fran- 
ciscanos y  poste- 
riormente provin- 
cial y  vicario  general  del  virreinato  provi- 
dencia muy  rara  en  aquellos  tiempos,  pues  por 
lo  común  esta  prelación  se  daba  solamente 
a  sujetos  de  Europa.  Pasó  en  seguida  al  Perú, 
cuyo  vasto  territorio  recorrió  a  pie,  penetran- 
do de  incógnito  en  las  ciudades  y  conventos 
para  evitar  las  recepciones  oficiales,  que  he- 
rían su  modestia,  y  observar  con  mayor  riguro- 
sidad las  necesidades  de  la  Congregación. 
Nombrado  en  1712  obispo  de  Buenos  Aires,  se 
recibió  por  medio  de  apoderado,  y  desempeñó 
sus  funciones  hasta  que  en  1714  fué  nombrado 
obispo  del  Cuzco,  muriendo  en  1724,  a  conse- 
cuencia de  una  rodada  del  caballo  mientras  re- 
corría su  diócesis  en  misión. 

Arregui  (Fray  Juan  de).  Sacerdote,  hermano 
del  anterior.  Nació  en  Buenos  Aires,  en  1654. 
Cursó  sus  estudios  en  Córdoba  y  a  su  regreso 
a  su  ciudad  natal  ejerció  distintos  cargos  ecle- 
siásticos, dando  comienzo  a  la  construcción  del 
templo  de  San  Francisco,  en  el  año  1732.  Elec- 
to obispo  de  Buenos  Aires,  tomó  posesión  del 
cargo  el  16  de  abril  de  1731,  consagrándose  en 
el  Paraguay  el  18  de  febrero  de  1733.  Se  pre- 
paraba a  trasladarse  a  España,  en  virtud  de  un 
llamamiento  de  la  Corte,  cuando  falleció,  el  28 
de  diciembre  de  1733.  Sus  restos  se  hallan  co- 
colocados  en  el  peristilo  de  San  Francisco. 


ARR 


Arribeños.  Nombre  de  un  regimiento  de  infan- 
tería, formado  por  contingentes  de  las  provin- 
cias, para  rechazar  las  invasiones  inglesas 
de  1806  y  1807.  Se  componía  de  nueve  compa- 
flias  de  60  hombres  cada  una.  En  1810  formó 
parte  de  la  división  auxiliar  que  marchó  al  Alto 
Perú.  En  1806  y  1807  estuvo  al  mando  del  te- 
niente coronel  D.  Juan  Pío  Gana,  vizcaíno- 
Este  regimiento  llevaba  uniforme  azul  y  blan- 
co, con  peto  punzó  y  plumacho  negro  y  rojo  en 
el  sombrero,  alto,  y  su  acción  fué  valiente  en  los 
combates  memorables  de  la  reconquista,  y  más 
tarde,  la  base  del  movimiento  revolucionario 
de  1810. 

Arrióla  (José  Nicolás).  Militar.  Nacido  en  Co- 
rrientes, en  el  año  de  1794.  Soldado  a  los  diez 
y  seis  años,  cuando  la  revolución  de  mayo. 
Hizo  la  campaña  del  Paraguay  con  el  general 
D.  Manuel  Belgrano,  y  a  su  regreso  asistió  al 
primer  sitio  de  Monteoideo.  Tomó  parte  tam- 
bién en  el  segundo  sitio  de  esa  plaza  y  en  su 
rendición,  obteniendo  el  ascenso  a  teniente.  Ya 
en  1816,  con  el  grado  de  capitán  en  el  ejército 
de  San  Martín,  pasó  los  Andes  y  combatió  en 
Chacabuco.  También  se  halló  en  los  combates 
en  el  sud  de  Chile,  del  Gauilán,  Curapaligüe  y 
en  el  sitio  de  Talcahuano  a  las  órdenes  de  Las 
Heras.  Más  tarde  en  la  batalla  de  Maipú  y  en 
la  expedición  del  Perú;  en  la  batalla  del  cerro 
del  Pasco  y  sitio  del  Callao.  En  la  batalla  de 
Ayacucho  como  ayudante  del  general  Correa, 
fué  herido  y  tomado  prisionero  en  una  embos- 
cada, el  17  de  noviembre  de  1824.  En  la  guerra 
contra  el  imperio  del  Brasil  se  halló  en  la  ba. 
talla  de  Ituzaingó.  Falleció  este  valiente  mili- 
tar en  Corrientes  en  1835,  pobre  y  olvidado. 

Arrotea  (Manuel).  Nació  en  Montevideo,  en  1793, 
donde  también  se  educó.  Establecido  en  Buenos 
Aires,  formó  parte  del  Cabildo  en  los  años 
de  1816  al  1818.  Miembro  del  Jury  de  Imprenta 
en  1833,  de  la  Sociedad  Filantrópica  y  del  Tri- 
bunal de  Comercio  en  1814.  Como  miembro 
conspicuo  del  partido  federal  fué  electo  repre- 
sentante a  la  Legislatura  de  Buenos  Aires  el 
año  1836,  y  reelecto  en  los  períodos  sucesivos 
hasta  1S50.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  13  de 
diciembre  de  1861,  retirado  de  la  vida  pública. 

Arroyo  Ajruiar  (combate  de).  Guerra  civil.  En- 
tre las  fuerzas  del  general  Lavalle,  acantona- 
das en  las  orillas  de  Santa  Fe,  y  las  del  coronel 
D  Jacinto  Andrade,  al  frente  de  una  fuerza 
santafecina.  Sorprendido  Lavalle,  es  derrota- 
do, sufriendo  ba>tantes  pérdidas  de  soldados, 


52  -  ART 

oficiales  y  algunos  jefes.  Este  combate  tuvo  lu* 
gar  el  15  de  noviembre  de  1849. 

Arroyo  Grande  (batalla  de).  Oribe,  al  frente  del 
ejército  argentino  que  marchaba  vencedor  por 
la  provincia  de  Entre  Ríos,  se  encuentra  con 
el  ejército  de  Rivera,  que  le  sale  al  encuentro 
en  el  Arroyo  Grande,  cerca  de  la  costa  del 
Uruguay.  Se  libra  la  batalla,  que  fué  reñida  y 
sumamente  sangrienta,  quedando  destrozado 
el  ejército  de  Kivera,  que  deja  en  el  campo  de 
batalla  alrededor  de  1.000  muertos,  mil  y  tan- 
tos prisioneros  y  toda  su  artillería.  Tuvo  lugar 
esta  batalla  el  6  de  diciembre  de  1842. 

Arroyo  Parejas.  Invasión  de  indios  que  llega- 
ron hasta  el  Rincón  del  Arroyo  Parejas  el  24 
de  agosto  de  1870  y  arrebataron  un  considera- 
ble número  de  hacienda.  Don  José  Llano,  co-; 
mandante  militar  de  Bahía  Blanca,  los  ataca,  yj  i 
en  un  combate  consigue  matar  al  cacique  de  las 
fuerzas  invasoras  y  a  muchos  de  sus  indios  y 
recuperar  las  haciendas  robadas. 

Arroyo  y  Pinedo  (Manuel  de).  Uno  de  los  pro- 
motores de  la  reconquista.   Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1778.  En  las  invasiones  inglesas  co- 
operó en  esta  ciudad  y  en  la  de  Montevideo 
para    reunir    tropas,  abasteciamiento  de  lasj 
mismas  y  dinero.  Tomó  parte  al  lado  de  Puey-li 
rredón,  de  quien  era  gran  amigo,  en    los  cora-f 
bates  de  1806  y  en  la  defensa  del  año  siguiente.l 
Producida  la  revolución,  concurrió  al  Cabildoi 
abierto  del  22  de  mayo,  y  luego  prestó  diver- 
sos servicios  en  varios  cuerpos   del  ejército. 
En  1S21  fué  nombrado  representante,  y  presi- 
dente de  la  Legislatura  al  año  siguiente.  En  182.' 
fué  designado  para  formar  la  Comisión  dei 
empréstito  levantado  en  Londres  y  electo  dipu- 
tado por  Tucumán,  ejerciendo  la  presidencia  y 
la  vicepresidencia,  respectivamente.  Al  año  si 
guíente  fué  nombrado  director  del  Banco  Na 
cional,  y  poco  después,  presidente.  En  febrerc 
de  1829  fué  nombrado  comandante  del  primei 
batallón  de  Milicias  pasivas  de  infantería  df 
esta  capital.  En  el  mismo  año  fué  electo  dipu 
tado,  y  a  la  terminación  de  este  cargo  se  retí 
ró  de  la  escena  política.  Dejó  de  existir,  en  est; 
capital,  el  31  de  julio  de  1839. 

Artigas  José  Gervasio).  Militar.  Nació  en  Mon 
tevideo,  el  19  de  junio  de  1764.  Fueron  sus  pa 
dres  D.  Martín  José  Artigas  y  D."  Francisc; 
Antonia,  Arnal.  Su  abuelo  paterno  D.  Juan  An 
tonio  Artigas,  fué  uno  de  los  primeros  pobla 
dores  de  Montevideo.  El  futuro  jefe  de  lo 
uruguayos  fué  educado  en  el  convento  de  Sa  i 


ART 


53  - 


ART 


José  Artigas. 


Francisco  y  su  educación  fué  la  que  permitía 
su  época,  esto  es,  limitada  a  los  rudimentos 
de  la  enseñanza 
primaria  y  estudio 
del  latín.  En  edad 
temprana  todavía, 
confióle  su  padre 
un  establecimiento 
de  campo,  donde 
empezó  a  ejercitar- 
se en  las  rudas  fae- 
nas que  debían  for- 
talecer su  cuerpo  y 
acostumbrarlo  a  las 
fatigas  e  intempe- 
ries. Más  tarde 
abandonó  el  ho- 
gar paterno  para  dedicarse  al  acarreo  de  tro- 
pas, de  ganado  y  al  acopio  de  corambres.  In- 
gresó en  el  regimiento  de  Blandengues,  en  el 
mismo  aflü  de  su  creación  (1797).  El  mismo  aflo 
fué  ascendido  a  capitán  da  Milicias,  y  en  1789 
a  ayudante  mayor,  llegando  a  ser  en  1810  ca- 
pitán de  una  compañía  de  blandengues,  a  pro- 
puesta del  gobernador  Soria.  A  los  cuarenta  y 
un  años  contrajo  enlace  con  su  prima  herma- 
na D."  Rafaela  Villagrán,  de  la  cual  tuvo, 
en  1806,  un  hijo  llamado  José  María.  Persiguió 
con  los  suyos  el  contrabando  de  los  portugue- 
ses con  tal  eficacia,  que  logró  hacerse  un  hom- 
bre necesario,  y  obtuvo  la  confianza  de  las 
autoridades  de  Montevideo,  desempeñando 
con  celo  y  actividad  cuantas  comisiones  se  le 
confiaron,  limpiando,  o  haciendo  lo  posible,  de 
salteadores  la  campaña.  Tomó  parte  en  las  in- 
vasiones inglesas.  Cuando  estalló  la  revolu- 
ción de  mayo.  Artigas  se  adhirió  a  ella,  pues 
ya  hacia  tiempo  que,  en  unión  de  algunos  pa- 
triotas, trabajaba  en  pro  de  la  emancipación, 
no  esperando  sino  la  ocasión  propicia  para 
abandonar  las  banderas  de  España.  Esta  oca- 
sión no  se  hizo  esperar.  Días  después  de  la 
llegada  de  Elío,  Artigas  era  enviado  con  su 
compañía  de  blandengues  a  la  Colonia,  donde 
mandaba  el  brigadier  Muesas.  Llegado  que 
fué  al  campo  de  éste,  fué  recibido  con  acritud, 
ordenándole  que  campase  en  las  afueras  de  la 
ciudad.  Con  tal  motivo,  uno  de  los  soldados, 
apartándose  del  campamento,  entró  en  la  po- 
blación, donde  probablemente  cometió  alguna 
falta,  siendo  preso  en  el  acto.  Artigas  fué  al 
alojamiento  del  general  para  reclamar  al  pre- 
so, pero  Muesas  se  negó  a  complacerle.  Tra- 


báronse en  palabras,  levantando  un  poco  la 
voz  el  capitán  de  blandengues,  con  lo  cual 
perdió  Muesas  totalmente  la  calma.  «¡Silen- 
cio!—dijo— ;  he  de  mandarle  a  usted  con  una 
barra  de  grillos  a  la  isla  de  San  Gabriel,  por 
insubordinado! »  La  réplica  de  Artigas  parece 
que  fué  tan  enérgica  como  la  amenaza,  y  reti- 
rándose, se  marchó  a  su  campo.  En  seguida, 
de  acuerdo  con  el  cura  de  la  Colonia,  doctor 
Enrique  Peña,  su  amigo  y  confidente,  y  con  el 
teniente  Hortiguera,  su  compañero  de  armas, 
resuelve  lanzarse  a  la  proyectada  empresa. 
«Ese  día  fué  el  15  de  febrero.  Acompañado  del 
Dr.  Peña  y  de  un  negro  esclavo  de  éste,  tio 
Peña,  abandonó  la  Colonia  y  fué  a  refugiarse 
en  un  bosque  cercano  al  arroyo  de  San  Juan. 
De  allí,  por  intermedio  del  cura,  se  dirigió  al 
rico  propietario  de  aquellos  campos  D.  Teo- 
dosio  de  la  Quintana,  quien  le  proporcionó  un 
baqueano.  Chamorro,  puso  a  sus  órdenes  al- 
gunos hombres,  y  le  regaló  una  tropilla  de  ex- 
celentes caballos.  El  capitán  de  blandengues, 
transformado  en  libertador  del  Uruguay,  em- 
prende su  primera  marcha  con  el  primer  ejér- 
cito de  la  patria,  un  puñado  de  negros  lance- 
ros, y  se  dirige  hacia  el  río  Negro.  En  el  tra- 
yecto anuncia  a  sus  amigos  la  buena  nueva;  su 
próximo  regreso.  Cruza  el  departamento  de 
Soriano,  pasa  por  Mercedes,  y  deja  allí  a  Ra- 
món Fernández  la  orden  del  inmediato  levanta- 
miento, orden  que  se  cumplió  a  los  pocos  días. 
Artigas  cruza  entonces  el  río  Uruguay,  pisa  te- 
rritorio occidental,  llega  a  Nogoyá  (Entre 
Ríos),  desde  donde  envía  ochenta  soldados  a 
los  hombres  que  han  cumplido  sus  instruccio- 
nes en  Asencio,  y  de  allí  se  dirige  a  Buenos 
Aires,  donde  anuncia  a  la  Junta  su  presencia 
y  el  levantamiento  en  masa  de  su  pueblo»  (Zo- 
rrilla de  San  Martín).  La  Junta,  reconociendo 
el  valor  y  prestigio  de  Artigas,  le  concedió  el 
grado  de  teniente  coronel  y  le  dio  dinero  y 
soldados  para  ir  a  ponerse  al  frente  de  la  re- 
volución que  su  deserción  había  desencadena- 
do en  el  Estado  Oriental.  El  último  día  de  fe- 
brero de  1311,  dos  campesinos,  Pedro  José 
Viera  y  Venancio  Benavídez,  incitados  por  el 
comandante  militar  de  la  región,  D.  Ramón 
Fernández,  daban  el  grito  de  libertad  a  ori- 
llas del  arroyuelo  de  Asencio  (Soriaio),  y  se 
levantaban  en  armas  contra  los  españoles.  El 
grito  de  Asencio  repercutió  en  todo  el  Estado 
Oriental.  Vuelto  Artigas  al  Uruguay,  con  una 
escolta  de  150  patricios,  burla  el  bloqueo  de  la 


ART 


54  - 


ART 


flota  española  y  desembarca  en  la  Colonia, 
pasando  a  Mercedes,  donde  estableció  su  cuar- 
tel general.  En  mayo  18  de  1311  derrota  en 
Las  Piedras  a  los  españoles,  que  fué  una  bata- 
lla decisiva  para  la  independencia.  Un  histo- 
riador uruguayo,  apreciando  los  sucesos  de  la 
época,  dice:  «Cuando  Buenos  Aires  confió  el 
mando  en  jefe  de  las  fuerzas  que  iban  a  ope- 
rar en  la  Banda  Oriental,  dándole  a  Artigas  el 
rango  de  segundo  jefe,  este  caudillo  se  sintió 
humillado,  y,  dejándose  arrastrar  por  su  resen- 
timiento, hijo  de  la  ambición  de  mando,  dio  ca- 
bida a  ese  odio  a  los  porteños,  que  tanto  influ- 
yó en  el  triste  porvenir  de  ambas  orillas  del 
Plata.  Ese  resentimiento  es  el  origen  de  los  dis- 
turbios de  ambas  orillas  entre  los  argentinos 
y  Artigas».  «...Artigas  se  hallaba,  pues,  en 
las  filas  de  los  sitiadores;  pero  su  genio  in- 
quieto y  díscolo  no  tardó  en  pronunciarse,  con 
grave  perjucio  de  la  disciplina  del  ejército  y 
de  la  causa  que  defendía,  no  obstante  toda  la 
prudente  moderación  de  Rondeau,  sus  con- 
temporizaciones con  él  y  la  deferencia  con 
que  le  trataba».  Las  circunstancias  por  que  pa- 
saba la  revolución  americana  eran  difíciles  y 
peligrosísimas:  los  contrastes  experimentados 
por  las  armas  argentinas  en  el  Desaguadero,  y 
la  invasión  portuguesa  al  territorio  oriental 
desde  las  fronteras  del  Brasil,  a  la  par  de 
otras  causas  apremiantes,  impusieron  a  Bue- 
nos Aires  la  necesidad  de  arbitrar  recursos 
por  la  vía  diplomática.  Así  se  hizo,  celebrando 
a  fines  del  año  11,  con  el  gobernante  español 
Elio,  un  convenio  por  el  cual  se  retiraban  las 
fuerzas  portuguesas  y  levantaban  el  sitio.  Las 
tropas  de  Buenos  Aires  regresaron  a  esta  ca- 
pital, y  Artigas  se  retiró  hacia  el  Norte,  arras- 
trando con  su  ejército  a  ancianos,  jóvenes  y 
mujeres,  en  número  de  catorce  a  diez  y  seis  mil 
almas;  de  modo  que,  como  más  tarde  se  expre- 
saba el  general  Vedia,  en  el  campamento  de  Ar- 
tigas se  hallaba  allí  toda  la  Banda  Oriental. 
Por  ese  tiempo  recibe  de  la  Junta  (de  Buenos 
Aires)  nuevos  testimonios  de  consideración, 
si  no  por  recompensa  de  sus  servicios,  para 
halagarle  y  contentarle  al  menos.  Nombrósele 
teniente  gobernador  de  San  Baltasar  de  Ya- 
peyú  Misiones),  y  recibió  una  crecida  suma  de 
dinero  y  otras  dádivas.  Pero  Artigas  no  podía 
permanecer  quieto  mucho  tiempo;  así  es  que, 
desconociendo  las  conveniencias  políticas  que 
decidieron  a  la  Junta  por  el  pacto,  hostilizó  a 
los  portugueses  y  se  negó  a  las  instancias  de 


ese  Gobierno  para  que  disolviera  sus  fuerz;^í 
Rompió  toda  obediencia  y  devolvió  a  la  Junta 
con  un  oficio,  las  presillas  de  coronel.  Desde 
enton.es  descubre  sin  embozo,  cada  día  má- 
Artigas  la  tendencia  de  hacerse  independir 
te  y  ejercer  un  predominio  absoluto.  Atr 
hubo  rechazado  el  indulto  del  rey  de  Españn 
grados  militares  ofrecidos  por  Elío.  Aquil... 
actitud,  violatoria  del  convenio,  renovó  la  gue- 
rra, y  para  hacer  frente  a  ella  marchó  de  Bue- 
nos Aires,  al  mando  de  4.000  argentinos,  el 
presidente  de  la  Junta,  D.  Mariano  Sarratea, 
cuya  autoridad  superior  aparentó  acatar  Arti- 
gas por  lo  pronto.  «Pero  Sarratea  venía  a  ha- 
cerse cargo  de  un  ejército  de  soldados,  y  Ai 
gas,  ni  sus  oficiales  ni  sus  mismos  soldad 
podían  conformarse  con  el  rigor  que  impoiiid 
semejante  orden  de  cosas.  Ellos  no  recono- 
cían la  disciplina,  ni  la  jerarquía  militar. 
Cada  oficial  era  un  cacique  que  disponía  arbi- 
trariamente de  su  pequeña  tribu,  con  la  cual 
corría  de  un  lado  a  otro,  asesinando  a  godos 
indefensos  y  robando  y  sembrando  el  espanto. 
Así,  los  bandidos  hallaban  cómodo  servir  ba;o 
Artigas,  que  autorizaba  y  fomentaba  las  cruel- 
dades y  el  libertinaje  de  sus  adeptos.  Artigas 
recibía  con  satisfacción  a  esos  elementos,  que 
pervirtieron  la  clase  militar  y  que  iniciaron  la 
serie  de  jefezuelos  sanguinarios  que  han  pesa- 
do hasta  ahora  como  una  calamidad  sobre  el 
país.»  Sus  desinteligencias  con  Sarratea  no  se 
hicieron  esperar;  echó  mano  de  la  intriga  y  de 
todos  los  recursos  bajos  que  le  sugerían  su 
audacia  y  ambición  desmedida,  llegando  a  pro- 
ducir un  verdadero  conflicto  entre  los  soste- 
nedores de  una  misma  causa.  Artigas  mostrá- 
base con  su  insidiosa  conducta;  pero  los  hom- 
bres sensatos  y  decentes  del  país  prestaban  su 
adhesión  a  Sarratea,  no  queriendo  prestigiar 
la  influencia  dañina  del  caudillo.  Resultado  de 
este  estado  de  cosas  fué  el  regreso  de  Sarra- 
tea a  la  capital,  substituyéndole  en  el  mando 
el  general  Rondeau,  que  tuvo  la  desgraciada 
inspiración  de  apoyar  con  las  tropas  un  movi- 
miento sedicioso  del  caudillo.  La  gloriosa  vic- 
toria del  Cerrito,  obtenida  por  Rondeau,  no  le 
contó  a  Artigas  entre  los  vencedores  (diciem- 
bre 31  de  1S12).  Calmado  Artigas  con  la  sepa- 
ración de  Sarratea,  concurrió  con  su  división 
al  segundo  sitio  de  Montevideo.  Pero  no  tardó 
mucho  en  renovar  sus  perfidias,  siéndole  ya 
intolerable  la  superioridad  de  ningún  jefe  de 
Buenos  Aires.  Empezó,  de  acuerdo  con  algunos 


AKT 


de  sus  parciales  y  prescindiendo  de  Rondeau, 
por  formar  e  instalar  un  Gobierno  en  que  él 
mismo  se  discernía  el  cargc  de  presidente  mu- 
nicipal y  gobernador  militar.  Eligió  y  mandó 
a  Buenos  Aires  tres  individuos  en  calidad  de 
diputados,  que  no  fueron  admitidos.  Promovió 
luego,  con  asentimiento  de  la  Junta,  la  reunión 
de  un  Congreso  (diciembre  de  1812),  presidido 
por  el  general  Rondeau,  para  establecer  un 
Gobierno  local  y  nombrar  diputados  al  Con- 
greso general.  Antes  de  partir  los  electos. 
Artigas  les  llamó  a  su  campamento  para  reci- 
bir las  órdenes  que  debieran  observar  en  el 
desempeño  de  su  cargo.  Despechado  por  el  re- 
chazo de  sus  pretensiones  absurdas  y  encona- 
do con  los  hombres  de  Buenos  Aires  por  la  no 
admisión  de  los  nuevos  diputados,  defeccionó 
de  la  causa  de  la  patria,  abandonando  con  su 
división  las  filas  de  los  sitiadores  en  la  noche 
del  20  de  enero  de  1S14.  Esta  nueva  perfidia 
del  caudillo  comprometió  la  suerte  de  las  ar- 
mas de  los  independientes,  pues  la  plaza  sitia- 
da acababa  de  ser  reforzada  con  2.000  hom- 
bres. Felizmente,  la  imprevisión  o  incuria  del 
gobernador  español  Vigodet  las  salvó  de  una 
derrota,  que  en  los  primeros  momentos  se  tuvo 
por  inevitable.  «Considerábase  Artigas  jefe 
nato  de  los  orientales,  y  no  podía  resignarse  a 
la  prepotencia  militar  que  los  porteños  desple- 
gaban en  aquel  territorio  con  tropas  regulares 
y  con  exigencias  de  disciplina  y  de  obediencia, 
que  sus  inclinaciones  montaraces  y  selváticas 
resistían  a  todo  trance.  Poco  tardó,  por  consi- 
guiente, en  volver  a  levantarse,  llamándose  a 
rebelde  armado,  contra  las  dos  autoridades:  la 
de  los  españoles,  porque  eran  conquistadores 
y  chapetones,  incapaces  de  medirse  con  los 
gauchos  ni  de  gobernarlos;  y  la  de  los  porte- 
ños, porque  pretendían  dominar  donde  nadie 
sino  él  tenía  ese  derecho,  como  hijo  y  Jefe  de 
la  tierra...»  «En  el  Hervidero,  cerca  del  Salto, 
había  establecido  un  campamento,  que  había 
bautizado  con  el  nombre  de  la  Purificación, 
alusivo  a  las  aflicciones  del  degüello,  cepos, 
azotes,  chalecos  de  cuero  con  que  él  y  sus  te- 
nientes debían  purificar  la  tierra  de  porteños 
y  aporteñados..»  «Largo  y  penoso  por  demás 
seria  reseñar  las  maldades  y  hechos  violen- 
tos cometidos  o  consentidos  en  esos  tiempos 
por  el  «protector  de  los  pueblos  libres»;  baste 
saber  que  huyendo  de  sus  seides  emigraron 
gran  número  de  familias  establecidas  en  Entre 
Ríos  y  otros  puntos  del  Uruguay;  en  Buenos 


-  55  -  ART 

Aires  se  levantaban  suscripciones  públicas 
para  atenderlas  y  proporcionarles  socorros. 
El  caudillo  Ramírez,  gobernador  de  Entre 
Ríos,  se  había  hecho  prestigioso  y  fuerte  en 
esta  provincia,  y  así  es  que,  sintiéndose  capaz 
de  resistir  a  Artigas,  rompió  sus  compromisos 
con  él.  Artigas,  aunque  envuelto  en  la  guerra 
contra  el  extranjero,  no  pudo  dominar  sus  iras 
e  invadió  aquélla  provincia,  donde  empezó  a 
reclutar  gente  para  castigar  la  osadía  de  su 
caudillo.  Después  de  algunos  choques  libraron 
batalla  en  la  Bajada,  y  Artigas  salió  derrota- 
do, y  siendo  perseguido  rápida  y  tenazmente 
por  Ramírez,  le  obligó  a  dejar  Corrientes  y 
buscar  asilo  en  el  Paraguay  (año  20).  No  al- 
canzó, pues,  a  ver  colmado  aquel  pertinaz  pro- 
pósito de  «limpiar  la  silla  directorial,  colocan- 
do en  ella  un  indio  charrúa».  Vivió  el  resto  de 
sus  días  en  una  cabana  del  Paraguay,  hasta  su 
fallecimiento,  que  tuvo  lugar  el  23  de  septiem- 
bre de  1850.  a  los  noventa  y  dos  años  de  edad. 
Artigas  (Manuel).  Primo  hermano  del  general 
uruguayo  D.  José  Gervasio  Artigas.  Pasó  sus 
primeros  años  ocupado  en  las  faenas  de  cam- 
po. Con  motivo  de  esos  trabajos  se  trasladó  a 
Buenos  Aires,  encontrándose  cuando  estalló 
la  revolución  de  mayo.  Sentó  plaza  en  el  ejér- 
cito revolucionario,  y  era  ya  capitán  cuando 
en  septiembre  de  1810  se  incorporó  al  ejército 
destinado  al  Paraguay,  bajo  las  órdenes  de 
Belgrano.  En  el  combate  de  Campichuelo  se 
comportó  bizarramente,  mereciendo  el  elogio 
de  Belgrano.  De  regreso  a  Buenos  Aires,  la 
Junta  le  confió  la  misión  de  revolucionar  su 
país  natal.  Fué  herido  mortalmente  en  el  asal- 
to de  San  José  (25  de  abril  de  ISll),  muriendo 
un  mes  después.  La  Junta  ordenó,  por  decreto 
de  31  de  julio  de  1811,  que  su  nombre  fuese 
inscrito  en  la  Pirámide  de  Mayo- 
Artilleros  (regimiento)  que  se  creó  en  esta 
capital  durante  las  invasiones  inglesas,  com- 
puesto de  siete  compañías  de  sesenta  hombres 
cada  una,  constituidas  por  americanos  y  espa- 
ñoles, al  mando  de  D.  Gerardo  Esteve  y  Llach, 
catalán,  y  de  los  comandantes  de  batería  de 
las  Milicias  provinciales  D.  José  Maria  Piza- 
rro,  formada  por  cien  hombres,  de  los  indios, 
morenos  y  pardos;  la  de  D.  Francisco  Agustín, 
por  426,  y  de  la  Maestranza,  a  cargo  de  N.  Ri- 
vera Indarte,  por  221.  Este  cuerpo  fué  organi- 
zado por  el  Cabildo  y  se  le  llamó  de  ola  unióno, 
siendo  equipado  y  pagado  con  fondos  munici- 
pales. Vestía  uniforme  azul  con  vivos  blancos. 


ASM  —  56  — 

peto  encarnado,  con  chacó  azul  de  penacho 
rojo  y  celeste,  y  bota  granadera. 

Asamblea  de  1813.  Esta  célebre  Asamblea 
nació  de  la  revolución  popular  del  8  de  octubre 
de  1812,  por  la  cual  fué  depuesto  el  triunvira- 
to y  nombrado  otro  en  su  reemplazo.  El  nuevo 
poder  ejecutivo  procedió  sin  demora  a  convo- 
car el  Congreso  a  que  aludía  en  un  manifies- 
to dirigido  a  las  provincias.  Llamado  el  pueblo 
en  esta  ocasión  a  tomar  una  parte  directa  en 
la  rama  más  importante  del  Gobierno  repre- 
sentativo, ejecutó  por  primera  vez  un  derecho 
que  hasta  entonces  sólo  había  ejercido  por  me- 
dio de  asonadas,  entre  el  tumulto  y  el  desqui- 
cio de  las  autoridades.  Así  fué  que  la  «sobe- 
rana Asamblea»,  como  se  denominó  aquel  Con- 
greso, celebró  su  instalación  en  Buenos  Aires, 
el  31  de  enero  de  1813,  en  medio  de  aclama- 
ciones entusiastas.  No  respondió,  empero,  a 
las  esperanzas  de  una  inmediata  declaración 
de  independencia,  que  todos  anhelaban.  Mas 
si  no  llenó  esa  parte  primordial  de  su  progra- 
ma, realizó  muchas  cosas  útiles  al  Gobierno  y 
ala  libertad.  Ella  estableció,  por  atinadas  re- 
soluciones y  leyes,  los  fundamentos  sobre  los 
que  más  tarde  se  levantaría  la  nacionalidad 
argentina;  regularizó  las  bases  del  Gobierno; 
sancionó  la  inviolabilidad  de  sus  miembros; 
preparó  por  medio  de  la  ley  sobre  la  libertad 
de  vientres  la  total  emancipación  de  los  escla- 
vos; abolió  el  impuesto  que  pesaba  sobre  los 
indígenas,  conocido  con  el  nombre  de  mita,  y 
todo  servicio  personal  de  los  mismos;  estable- 
ció reglas  para  residenciar  a  los  magistrados; 
dictó  leyes  sobre  minería,  comercio  y  milicia; 
creó  el  escudo  nacional  y  fijó  los  colores  de  la 
bandera;  suprimió  los  signos  y  distintivos  de  la 
nobleza;  hizo  quemar  en  la  plaza  pública  los 
instrumentos  de  tortura  destinados  a  la  morti- 
ficación de  los  presos;  señaló  el  cuño  de  la 
moneda;  reasumió  el  patronato  eclesiástico  y 
deslindó  los  poderes  públicos,  fundando  la  in- 
dependencia del  poder  judicial.  Esta  Asamblea 
se  disolvió  el  15  de  abril  de  1815,  con  motivo 
de  la  caída  del  diiector  supremo,  general  Al- 
vea  r. 

Ascasnbi  (Hilario).  Militar  y  poeta.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  24  de  enero  de  1807.  Hizo  sus 
primeros  estudios  en  esta  ciudad,  pasando  des- 
pués a  Norteamérica  y  a  la  Guayana  france- 
sa. En  1827  se  encontraba  en  Bolivia,  cuando 
86  creó  en  Salta  un  cuerpo  para  marchar  a  la 
guerra  del  Brasil,  sentando  plaza  en  este  regi- 


Hilario  Ascasubi. 


ASO 

miento.  Hallóse  en  todos  los  combates  que  tu- 
vieron lugar  durante  esa  campaña,  en  clase  de 
oficial.  Vuelto  a  su 
pueblo  natal,  se  afi- 
lió al  partido  unita- 
rio, siendo  perse- 
guido y  encarcela- 
do por  Rosas;  emi- 
gró después  a  Mon- 
tevideo, donde  fué 
uno  de  sus  más  de- 
cididos enemigos, 
combatiéndolo  con 
su  espada,  su  estro 
poético  y  su  fortu- 
na  particular.  Se 
halló  durante  todo 

el  sitio  grande  de  Montevideo,  y  en  1851  acom- 
pañó al  general  Urquiza  como  ayudante  de 
campo,  y  luego  tomó  parte  en  las  luchas  civi- 
les por  la  unión  nacional.  Como  poeta,  fué 
eminentemente  nacional,  siendo  su  originali- 
dad el  empleo  en  sus  versos  del  lenguaje  gau- 
chesco. Sus  obras:  Santos  Vega  o  los  mellizos 
de  la  flor;  Aniceto  el  gallo;  Paulino  Lucero, 
etcétera.  Murió  en  Buenos  Aires,  el  17  de  no- 
viembre de  1875,  revistando  como  coronel. 

«SANTOS  VEGA  EL  PAYADOR 
(fragmento) 


Siempre  al  ponerse  en  camino 
a  dar  un  malón  la  indiada, 
se  junta  a  la  madrugada 
alredor  de  su  adivino, 
quien  el  más  feliz  destino 
a  todos  les  asigura, 
y  los  anima  y  apura 
a  qu  i  marciien  persuadidos 
de  que  no  serán  vencidos 
y  harán  la  buena  ventura. 


Pero  al  invadir  la  indiada, 
se  siente,  porque  a  la  fija 
del  campo  la  sabandija 
juye  adelante,  asustada, 
y  envueltos  en  la  manguiada 
vienen  perros  cimarrones. 


ASI  -  57 

zorros,  avestruces,  liones, 
gamas,  liebres  y  venaos, 
y  cruzan  atribulaos 
por  entre  las  poblaciones.» 


Asiento  o  registro  de  negros.  Se  hallaba  situa- 
da la  casa  en  las  barrancas  de  la  playa  del  Re- 
tiro (San  Martín),  al  extremo  Oeste,  en  una 
ranchería  extensa  que  ocupaba  un  viejo  edifi- 
cio conocido  hasta  hace  pocos  años  por  «quinta 
de  Maza».  Los  agentes  ingleses  de  cada  car- 
gamento podían  bajar  con  sus  negros  allí,  pero 
manteniéndose  en  completa  incomunicación  con 
el  vecindario  y  tratando  sólo  con  los  agentes 
del  Consulado  de  Cádiz,  con  quienes  liqui- 
daban su  negocio  y  se  reembarcaban.  El  tra- 
tado de  Utrecht  autorizaba  a  los  ingleses  a 
introducir  48.000  negros  por  año,  es  decir, 
144.000  negros  en  el  total  de  los  tres  años 
convenidos. 

Aspergue  (Segismundo).  Médico  y  herbolario. 
De  la  Compañía  de  Jesús.  Prestó  una  atención 
especial  a  la  flora  indígena  de  las  provincias 
del  Río  de  la  Plata,  estudiando  sus  usos  medi- 
cinales. 

Andiencia.  Era  un  Tribunal  de  apelación  para 
toda  causa  que  no  excediera  de  10.000  duros, 
puesto  que  siendo  mayor  la  suma  necesario 
era  recurrir  al  Consejo  de  Indias.  Su  presi- 
dente nato  era  el  virrey,  y  cuya  sanción  se  re- 
quería para  promulgar  cualquier  sentencia, 
siendo  asistido  en  este  ramo  por  un  asesor, 
quien  quedaba  igualmente  responsable  de  toda 
medida  violenta  y  digna  de  censura.  Sus  miem- 
bros se  llamaban  oidores,  y  para  que  pudieran 
ejercer  libremente  sus  funciones  tenían  que 
ser  españoles,  no  pudiendo  ligarse  en  intere- 
ses ni  en  matrimonio  con  las  familias  del  país 
de  su  residencia,  y  aun  se  recomendaba  no  es- 
trechasen con  demasiada  intimidad  en  el  trato 
social.  «Tan  extravagante  política  no  podía 
menos  que  engendrar  odios  entre  los  españo- 
les europeos  y  los  americanos.  Unos  y  otros 
se  dirigían  expresiones  denigrantes,  y  de  este 
modo  se  fomentaba  la  discordia;  los  padres  se 
hacían  enemigos  de  los  hijos,  y  éstos  de  aqué- 
llos. La  Corte  de  España  llegó  a  gobernar  por 
tres  siglos  una  inmensa  colonia  sin  conocerla; 
creyendo  sabias  sus  máximas  gubernativas,  in- 
currió en  el  más  grave  error:  de  hacer  infelices 
a  unos  y  otros,  sembrando  en  los  españoles  y 
americanos  la  discordia,  y  por  consiguiente  la 


AVA 

semilla  de  una  espantosa  revolución,  como 
después  sucedió.  La  síntesis  de  la  historia  his- 
panoamericana es  cruel,  pero  sencilla;  esta  es 
su  expresión  simple,  pero  verdadera:  anarquía, 
miseria  y  debilidad.  Chile  es  una  hermosa  ex- 
cepción.»(Zynny).  Este  Cuerpo  (Audiencia)  co- 
rrespondía directamente  con  el  rey,  a  quien 
tenía  obligación  de  informar  del  estado  del 
país  sometido  a  su  inspección;  se  le  confiaban 
todas  las  comisiones  importantes,  excepto  las 
del  ramo  de  la  guerra,  y  antiguamente  el  re- 
gente o  el  decano  se  encargaba  del  gobierno 
en  caso  de  fallecimiento  del  virrey,  hasta  que 
llegaba  el  sucesor,  y  por  real  cédula  del  em- 
perador Carlos  V,  expedida  en  12  de  septiem- 
bre de  1537,  es  decir,  dos  años  después  de  la 
primera  fundación  de  la  ciudad  de  Buenos  Ai- 
res, en  caso  de  fallecimiento  de  la  primera  au- 
toridad real  en  el  Río  de  la  Plata  los  poblado- 
res podían  elegir  provisionalmente  al  sucesor: 
(^Júntense  —  dice  la  referida  cédula  —los  poblado 
res  y  elijan  por  gobernador  a  la  persona  que 
según  Dios  q  sus  conciencias  pareciese  más 
suficiente  para  el  dicho  cargo.» 
Avalos  (José  Domingo).  Militar.  De  Corrien- 
tes. Pronunciada  en  masa  esta  provincia,  des- 
pués del  combate  del  Yeruá,  en  pro  de  la  re- 
volución iniciada  por  el  general  Lavalle  en  el 
año  29,  el  general  Ferré  fué  elevado  al  mando 
supremo.  Avalos,  que  en  ese  tiempo  estaba  al 
mando  de  un  escuadrón,  siendo  sargento  ma- 
yor, adhirióse  y  apoyó  ese  movimiento  políti- 
co. Desde  entonces  se  puso  a  las  órdenes  de 
Lavalle,  y  militó  con  honor  mandando  la  divi- 
sión de  correntines  en  la  última  expedición  al 
interior  de  la  república,  preparada  por  Lava- 
lle en  Entre  Ríos,  habiéndose  encontrado  Ava- 
los en  el  combate  de  Don  Cristóbal  y  en  la 
desgraciada  jornada  del  Sauce  Grande,  con 
que  principió  aquella  campaña.  Estuvo  igual- 
mente en  la  que  se  dio  en  el  Quebracho  He- 
rrado. Firme  en  sus  convicciones  y  en  su  ab- 
negación por  la  patria,  se  incorporó  al  ejército 
del  general  Lamadrid  en  Tucumán,  aceptando 
con  resignación  la  suerte  adversa  de  los  ven- 
cidos en  la  batalla  del  Rodeo  del  Med'o,  libra- 
da contra  el  ejército  de  Pacheco  en  los  campos 
de  Mendoza.  El  general  Paz,  tan  severo  en 
sus  juicios,  dice  de  Avalos  en  sus  Memorias, 
lo  que  sigue:  «El  coronel  Avalos,  después  ge- 
neral, es  un  sujeto  de  una  lealtad  probada  y 
de  mucho  juicio.  Mereció  siempre  honoríficas 
distinciones  del  general  Lavalle,  en  cuyo  ejér- 


AVE 


58 


AVE 


cito  sirvió,  aumentando  este  mérito  con  la 
campaña  de  Cuyo,  que  hizo  a  las  órdenes  del 
general  Lamadrid.  Hoy  sufre  con  constancia 
la  emigración  y  las  demás  penalidades  que  son 
consiguientes  a  la  vida  del  proscripto.»  Atra- 
vesó la  cordillera  con  sus  compañeros  de  ar- 
mas y  de  infortunios,  con  Lamadrid  a  la  cabe- 
za, y  refugiado  en  Chile,  permaneció  por  algún 
tiempo  en  ese  país.  De  allí  se  embarcó  con 
destino  a  Montevideo,  de  donde  pasó  a  esta- 
blecerse en  la  Uruguayana.  Más  tarde  vuelve 
a  tomar  parte  en  la  nueva  cruzada  contra  Ro- 
sas, y  se  reúne  al  ejército  que  venció  en  Ca- 
seros (1852),  con  el  grado  de  general,  y  poco 
después  dejó  de  existir,  en  la  provincia  de  su 
nacimiento. 
Avellaneda  (Marco  M.  de).  Gobernador  de  Tu- 
cumán.  Nació  en  Catamarca,  el  18  de  junio 
de  1814,  cuando 
este  territorio 
formaba  parte  de 
la  provincia  de 
Tucumán.  Pasó 
en  esta  ciudad  los 
primeros  anos,  y 
volvió  a  la  de  Ca- 
tamarca a  estu- 
diar el  latín  bajo 
la  dirección  de  un 
distinguido  profe- 
sor eclesiástico, 
que  se  complacía 
en  reputarle  el 
más  aventaj  ido 
de  sus  discípulos,  pues  a  los  nueve  años  de  edad 
le  eran  conocidos  ya  los  clásicos  latinos,  que 
traducía  con  facilidad  sorprendente.  Demos- 
trando una  inteligencia  precoz  y  dotes  especia- 
les para  el  estudio,  fué  comprendido  entre  los 
jóvenes  que,  por  disposición  del  presidente  Ri- 
vadavia  y  costeados  por  el  Estado,  vinieron  a 
estudiar  a  Buenos  Aires.  En  las  aulas  adelan- 
tó rápidamente  y  mereció  en  sus  exámenes  cla- 
sificaciones honrosas.  Dotado  de  una  palabra 
fácil  y  persuasiva,  a  medida  que  enriquecía  su 
espíritu  en  los  libros  se  hacia  notar  por  su  sin- 
gular elocuencia,  a  punto  de  escitar  el  entu- 
siasmo y  admiración  de  sus  condiscípulos  y 
amigos,  que  le  aplaudían,  prodigándole  el  nom- 
bre de  «Marco  Tulio  Cicerón».  Empezó  por  es- 
cribir en  algunos  periódicos.  En  1833,  durante 
la  administración  Balcarce,  fué  corredactor  de 
El  Amigo  del  País,  periódico  de  oposición  a 


Marco  Avellaneda. 


Rosas  y  su  partido,  y  al  año  siguiente  se  gra- 
duó de  doctor  en  Leyes  en  la  Universidad.  Al- 
gún tiempo  después  la  influencia  opresora  de 
Rosas  llevaba  a  las  cárceles  y  pontones  a  los 
hombres  distinguidos  que  lo  combatían,  y  el  jo- 
ven Avellaneda,  advertido  por  sus  amigos  de 
los  peligros  que  corría,  resolvió  regresar  a  Tu- 
cumán, donde  residían  sus  padres.  Fué  presi- 
dente del  Tribunal  de  Justicia  y  presidente  de 
la  Sala  de  Representantes.  Contribuyó  a  la  re- 
volución que  derrocó  al  general  caudillo  Here- 
dia.  Fundó  un  periódico  para  combatir  la  tira- 
nía de  Rosas  y  sublevar  el  espíritu  público  de 
Tucumán.  El  pronunciamiento  de  esta  provin- 
cia tuvo  lugar  en  abril  de  1840,  y  desde  enton- 
ces la  vida  de  Avellaneda  fué  verdaderamente 
sorprendente.  Periodista,  tribuno,  ministro,  go- 
bernador y  jefe  militar,  alternativamente,  rea- 
lizó hechos  que  legan  su  nombre  a  la  Historia. 
Ministro  general  del  gobernador  D.  Pedro  Gar- 
mendia,  promovió  y  realizó  su  gran  pensamien- 
to de  la  «coalición  del  Norte»,  formada  por  las 
provincias  de  Tucumán,  Salta,  Jujuy,  Catamar- 
ca y  La  Rioja,  adhiriéndose  después  al  pacto  la 
de  Córdoba.  Siguió  de  ministro  bajo  el  gobier- 
no de  Lamadrid,  y  cuando  este  general  marchó 
para  La  Rioja  en  mayo  de  1841 ,  delegó  el  man- 
do en  el  Dr.  Avellaneda,  que  fué  el  alma  de 
aquella  lucha  por  la  libertad,  y  por  sus  esfuer- 
zos, por  su  energíe,  por  su  influencia  y  sacrifi- 
cios pecuniarios  formó  el  ejército  que  a  las  ór- 
denes del  general  Lamadrid  emprendiera  la 
campaña  de  Cuyo.  Puesto  al  frente  de  la^  Mi- 
licias de  Tucumán,  contuvo  las  invasiones  de 
Ibarra,  caudillo  de  Santiago  del  Estero,  y  pa- 
cificó la  provincia  de  Salta,  inquietada  por  la 
presencia  armada  de  algunos  caudiliejos.  Yol" 
vio  a  Tucumán  de  acuerdo  con  Lavalle,  y  con" 
tribuyó  a  formar  el  pequeño  ejército  con  que 
este  general  dio  en  septiembre  de  1841  la  ba- 
talla de  Famaillá.  Separado  de  Lavalle  des- 
pués de  la  derrota,  cayó  prisionero  de  Oribe, 
junto  con  los  jefes  Vilela,  Casas,  Suárez,  Es- 
pejo y  Sauza.  «Estos  salvajes  unitarios  han 
sido  al  momento  ejecutados  en  la  forma  ordi- 
naria», dice  Oribe  en  su  parte  a  Rosas.  Así 
pereció  Avellaneda  en  Metan,  a  los  veintisiete 
años  de  edad,  el  3  de  octubre  de  1841.  Su  ca- 
beza fué  clavada  en  una  pica  en  la  plaza  de  Tu- 
cumán. 
Avellaneda  y  Tnla  (Nicolás  de).  Goberna- 
dor de  Catamarca,  nacido  en  dicha  provincia 
en  1788.  Padre  del  anterior.  Distinguióse  en 


AVE  -  59  - 

ese  puesto  por  el  empeño  que  puso  en  sumi- 
nistrar vituallas  y  fondos  al  ejército  de  Bel- 
grano  existente  por  entonces  en  la  ciudad  de 
Tucumán.  Perteneció  al  Congreso  de  1S26;  fué 
partidario  entusiasta  de  la  política  de  Rivada- 
via,  y  trabajó  activa  y  empeñosamente  para 
que  fuera  aceptada  por  las  provincias  la  cons- 
titución unitaria  que  formuló  el  Congreso  de 
que  era  miembro.  Durante  la  tiranía  tuvo  que 
emigrar  a  Bolivia.  Más  tarde  resjresó  a  la  pa- 
tria, falleciendo  en  la  ciudad  de  Tucumán,  en 
febrero  de  1855. 

Avellaneda  (Nicolás  de).  Estadista.  Hijo  del 
infortunado  Dr.  Marco  M.  Avellaneda.  Na- 
ció en  Tucumán,  el 
2  de  octubre  de 
1837;  cursó  sus  es- 
tudios en  la  Univer- 
sidad de  Córdoba. 
En  Tucumán  redac- 
tó el  Eco  del  Nor- 
te. En  1858  vino  a 
Buenos  Aires,  don- 
de practicó  su  pro- 
fesión de  abogado, 
y  al  mismo  tiempo 
tomó  a  su  cargo  la 
redacción  de  El  Na- 
cional y  la  de  El  y.\co\és  Avellaneda. 
/1ue6/o.Enl863fué 

electo  diputado,  y  adquirió  ya  fama  de  ora- 
dor conceptuoso.  Fué  más  tarde  ministro  de 
Gobierno  en  la  administración  de  Alsina.  Mi- 
nistro de  Justicia  e  Instrucción  pública  con 
Sarmiento.  En  el  aflo  1874  fué  proclamado 
presidente  de  la  República.  En  su  gobierno, 
no  obstante  ser  de  lucha,  se  realizaron  gran- 
des obras.  Fué  senador  nacional,  catedrático 
y  rector  de  la  Universidad  y  diplomático.  Por 
motivos  de  salud  marchó  a  Europa  en  1885, 
y  a  su  regreso  murió  en  navegación,  el  25  de 
noviembre  de  1885,  a  bordo  del  vapor  Congo, 
y  sus  restos  reposan  en  la  Recoleta. 

Aviles  y  del  Fierro  (Gabriel).  Séptimo  virrey 
del  Rio  de  la  Plata,  nombrado  en  noviembre 
de  1797.  en  reemplazo  de  Meló,  que  falleció 
en  1790,  tomando  interinamente  el  gobierno 
D.  Antonio  Olaguer  Felíu,  oidor  de  la  Au- 
diencia, que  para  ese  caso  estaba  señalado 
por  cédula  cerrada.  En  ese  mismo  aflo  (1790) 
llegó,  nombrado  por  el  Rey,  el  marqués  de 
Aviles,  que  hizo  un  gobierno  modesto,  con 
medidas  de  simple  administración  local,  como 


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la  reglamentación  del  impuesto  de  patentes  y 
la  fundación  de  algunos  pueblos  de  la  Banda 
Oriental  del  Uruguay,  que  a  poco  tiempo  pasa- 
ron a  poder  de  los  portugueses.  En  1801  fué 
promovido  Aviles  al  virreinato  de  Lima,  y  vino 
a  reemplazarlo  D.  Joaquín  del  Pino.  Murió  en 
alta  mar,  el  aflo  1810,  en  viaje  de  Valparaíso  a 
España. 

Ayacacho  (Batalla  de).  Dada  en  el  Perú  el  5  de 
diciembre  de  1824  y  ganado  por  el  general 
Sucre,  que  comandaba  el  ejército  independien- 
te, compuesto  de  colombianos,  argentinos  y 
peruanos,  al  virrey  La  Serna.  Duró  la  batalla 
cuatro  horas,  a  pesar  de  la  superioridad  de  las 
tropas  españolas,  que  contaban  con  más  de 
10.000  hombres,  en  tanto  que  los  independien- 
tes sólo  alcanzaban  a  6.000.  Los  espafloles 
perdieron  más  de  2.000  hombres,  entre  muer- 
tos y  heridos,  y  cerca  de  3.000  prisioneros, 
entre  los  cuales  se  hallaba  el  general  en  jefe, 
trece  generales,  oficiales,  etc.  El  resultado  de 
esta  acción,  la  última  de  la  emancipación  ame- 
ricana, fué  reconocer  los  jefes  realistas  por 
medio  de  una  capitulación  la  independencia 
del  Perú,  rendir  sus  armas  y  embarcarse  luego 
para  Europa.  Ayacucho  significa  en  idioma 
indígena  «rincón  de  muertos»,  motivo,  según  se 
dice,  de  una  gran  mortandad  que  hubo  en  una 
batalla  librada  en  tiempo  de  los  Incas. 

Ayala  (Juan).  Militar  uruguayo.  Con  Garibaldi 
asistió  a  la  batalla  de  San  Antonio.  Debido  a 
la  política,  emigró  a  la  Repúbica  Argentina, 
en  1854,  y  desde  esta  fecha  principió  sus  ser- 
vicios en  nuestro  país  en  el  ejército  nacional. 
En  1858,  a  las  órdenes  del  general  D.  Emilio 
Mitre  y  del  coronel  D.  Ignacio  Rivas,  expedi- 
cionó  al  desierto.  Se  halló  en  Cepeda,  1859; 
Pavón,  1861.  En  la  guerra  del  Paraguay  co- 
mandó una  compañía  de  voluntarios  llamada 
«Gloria  o  Muerte»,  hallándose  en  casi  todas 
las  acciones  de  guerra  de  esa  campaña,  siendo 
herido  de  gravedad  en  una  de  ellas.  En  la  gue- 
rra civil  combatió  contra  López  Jordán,  con 
mucho  éxito,  siendo  felicitado  y  ascendido. 
Más  tarde,  gobernador  de  la  Pampa,  y  a  su  fa- 
llecimiento, ocurrido  en  esta  capital,  el  26  de 
junio  de  1899,  tenía  el  grado  de  teniente  ge- 
neral. 

Ayerza  (Toribio).  Médico  espaflol.  Nacido  en 
1815.  Empezó  sus  estudios  en  Vergara,  y  en 
1841,  en  plena  época  de  la  dictadura,  vino  a 
Buenos  Aires.  En  1845  contrajo  matrimonio 
con  D.*  Adelaida  Zavala,  hija  del  Dr.  D.  José 


AYO 


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AYO 


Zavala,  que  en  esa  época  residía  en  el  Para- 
ná. En  1858  rindió  sus  exámenes  parciales 
para  optar  el  doctorado.  En  ese  aflo  hizo  con 
verdadero  éxito,  en  la  república,  la  primera 
operación  de  traqueotomía.  Su  fama  científica, 
al  par  que  su  carácter  filantrópico,  logróle 
obtener  una  clientela  respetable,  particular- 
mente entre  sus  compatriotas.  Fué  fundador  y 
protector  de  varias  Sociedades  filantrópicas. 
Falleció  el  27  de  septiembre  de  1884,  y  sus 
conciudadanos  le  elevaron  en  la  Recoleta  un 
hermoso  monumento. 
Ayohuma  (batalla).  El  14  de  noviembre  de 
1S13.  Como  la  batalla  de  Vilcapujio,  fué  ésta 
también  fatal  para  las  armas  de  la  revolución. 
El  ejército  argentino,  inferior  en  número,  en 
moral  y  en  disciplina  al  realista,  hizo  sin  em- 
bargo una  resistencia  tenaz  de  tres  horas  de 
combate.  Pezuela,  en  su  parte  de  la  batalla, 
se  encargó  de  salvar  el  honor  de  los  soldados 
de  la  patria.  «Destiné  mis  guerrillas  y  cuerpos 
de  partidarios— dice— para  que  a  viva  fuerza 
se  apoderasen  de  una  altura  que  sobre  mi  iz- 
quierda dominaba  la  derecha  enemiga,  y  con- 
forme ellos  adelantaban  hice  caminar  al  ejér- 
cito, hasta  que,  puesto  a  tiro  de  cañón  y  refor- 
zada mi  derecha  con  la  artillería  de  reserva  y 
el  cuerpo  de  cazadores,  hice  avanzar  todas  las 
restantes  piezas,  que  empezaron  un  vivísimo 
fuego  de  bala  rasa,  con  tan  buena  dirección, 
que  abrían  grandes  claros  en  las  filas  enemi- 
gas, que  no  obstante  se  mantuvieron  con  tanta 
firmeza  como  si  hubieran  criado  raices  en  el 
lugar  que  ocupaban.^  A  pesar  de  tanta  firme- 
za de  las  tropas,  aquella  maniobra  decidió  la 
batalla.  Superí,  jefe  del  regimiento  de  patri- 
cios de  color,  y  Cano,  de  cazadores,  quedaron 
muertos  al  frente  de  sus  batallones.  Las  pér- 
didas de  los  realistas  fueron  grandes;  pero  el 
ejército  patriota  quedó  enteramente  destruido. 
El  general  Belgrano  se  retiró  a  Jujuy,  donde 
pudo  reunir  a  fines  del  aflo  13  como  mil  hom- 
bres de  tropas  regulares.  Su  crédito  como  ge- 
neral quedó  minado  con  estos  desastres,  que 
dejaban  nuevamente  en  poder  de  los  realistas 
las  provincias  del  Alto  Perú. 

Ejército  de  Aychuma. 

General  Belgrano;  segundo,  Díaz  Vélez. 

Núm.  1 Perdriel. 

Núm.  6 B.  Martínez. 

Cazadores Cano. 


Pardos  y  morenos Superí. 

Lanceros  del  Perú Zelaya. 

Dragones D.  Balcarce. 

Ocho  cañones. 

Ayolas  (Juan  de).  Célebre  expedicionario.  Vino 
con  D.  Pedro  de  Mendoza,  con  el  cargo  de  al- 
guacil mayor  y  mayordomo  del  adelantado. 
Fué  uno  de  los  ejecutores  de  la  orden  de 
muerte  dada  contra  Osorio,  en  las  costas  del 
Brasil.  Después  de  los  desastres  sufridos  por 
Mendoza  en  Buenos  Aires,  fué  encargado  por 
éste  de  hacer  descubrimientos  en  el  Plata,  río 
arriba,  y  fundar  el  tercer  fuerte  a  que  se  había 
comprometido  el  adelantado  en  su  contrato  con 
el  rey.  En  cumplimiento  de  su  misión,  Ayolas 
llegó  hasta  un  paraje  habitado  entonces  por 
los  indios  timbúes,  con  quienes  contrajo  rela- 
ción, levantando  un  fuerte  que  llamó  Corpus 
Christi,  y  dejándolo  guarnecido  con  cien  sol- 
dados, a  las  órdenes  de  Francisco  Alvarado; 
volvió  luego  a  Buenos  Aires,  cargado  de  vive- 
res.  El  resultado  feliz  de  esta  expedición  re- 
animó el  espíritu  abatido  de  Mendoza,  que  a 
la  llegada  de  Ayolas  se  aprontaba  a  partir 
para  Río  Janeiro,  y  de  allí  a  España.  Desis- 
tiendo entonces  de  esta  última  resolución,  se 
decidió  a  ponerse  en  marcha  hacia  el  fuerte 
construido  por  Ayolas,  a  quien  en  recompensa 
de  sus  servicios  le  nombró  su  segundo,  con  el 
título  de  teniente  general.  Una  vez  en  Corpus 
Christi,  volvió  el  adelantado  a  encomendara! 
afortunado  capitán  practicara  nuevos  descu- 
brimientos río  arriba,  buscando  una  comunica- 
ción con  el  Perú.  Para  cumplir  este  encargo 
salió  Ayolas  en  1536,  al  frente  de  400  hombres. 
Después  de  haber  descubierto  varias  tribus 
que  le  recibieron  bien,  abasteciéndole  de  ví- 
veres, encontróse,  navegando  por  la  orilla  oc- 
cidental del  río,  a  los  28°  de  latitud,  con  los  in- 
dios abipones,  con  los  que  sostuvo  un  breve  y 
feliz  combate,  i.  que  los  mismos  indios  provo- 
caron saludando  su  presencia  con  una  lluvia  de 
flechas.  Continuando  su  expedición,  entró  en 
las  aguas  del  Paraguay,  y  descubrió  el  río  Ipi- 
tá,  que  viene  de  Salta,  y  contrajo  más  adelan- 
te relaciones  amistosas  con  los  indios  moco- 
bies.  Sostuvo  en  seguida  un  combate  con  los 
agaces,  habiendo  perdido  en  esta  acción  15 
hombres.  Igual  pérdida  sufrió  después  en  otra 
acción,  al  aproximarse  a  las  ix\\3\x?, guaraníes. 
Capitaneaban  a  éstas  dos  famosos  caciques, 
Lambaré  y  Yanduvazuvi-Rubichá,  que  se  pro- 


AYO 


61 


AZA 


pusieron  interceptar  el  paso  a  los  españoles, 
combatiéndolos  con  rara  tenacidad.  Desecha- 
ron al  efecto  toda  proposición  de  paz,  lo  que 
obligó  a  Ayolas  a  sitiarlos,  después  de  librar 
una  batalla  que  dio  por  resultado  la  capitula- 
ción de  los  indígenas,  que  se  comprometieron 
a  levantar  en  aquel  lugar  una  fortaleza  que 
serviría  a  los  españoles  de  asilo  y  defensa  en 
los  casos  de  ataques.  Hizo  también  Ayolas 
con  estos  indios  una  estrecha  alianza  ofensiva 
y  defensiva,  formando  este  ajuste  parte  de  la 
capitulación,  que  por  haberse  celebrado  el  15 
de  agosto  de  1536  suministró  fundamento,  se- 
gún el  deán  Funes,  para  que  tomase  el  nom- 
bre de  Asunción  la  ciudad  a  que  poco  tiempo 
después  se  dio  principio.  Emprendió  en  segui- 
da, aliado  con  los  guaraníes,  una  expedición 
contra  los  agaces,  y  como  sorprendiera  duran- 
te el  sueño  a  una  partida  de  ellos,  cometió 
Ayolas  y  su  gente  la  barbarie  de  matarlos,  sin 
que  uno  solo  de  aquellos  infelices  lograra  es- 
capar al  furor  de  los  conquistadores.  Aterrori- 
zados los  agaces,  solicitaron  la  paz,  que  acor- 
dada por  los  españoles,  supieron  los  indígenas 
observarla  con  una  fidelidad  a  que  no  eran 
acreedores  tal  vez  sus  crueles  opresores.  El 
espíritu  inquieto  y  ambicioso  de  Ayolas  le  ale- 
jó muy  luego  de  la  nueva  fortaleza,  para  inter- 
narse en  los  desiertos  en  busca  de  riquezas  y 
aventuras,  dejando  aquélla  al  cuidado  de  los 
aliados.  Partió  Ayolas  con  sus  compañeros 
con  rumbo  hacia  Occidente,  fondeando  el  2  de 
febrero  de  1537  en  un  paraje  situado  a  los 
Ql'S'  de  latitud,  que  denominó  puerto  de  la  Can- 
delaria. Este  territorio  era  ocupado  por  las  tri- 
bus payaguas,  quienes  hicieron  un  recibimien- 
to amistoso  a  los  expedicionarios,  conducién- 
dolos hasta  sus  tolderías,  situadas  sobre  las 
márgenes  de  una  gran  laguna,  que  tomó  poste- 
riormente el  nombre  de  Laguna  de  Juan  de 
Ayolas.  Persuadido  el  capitán  español  que 
aquellos  indígenas,  humildes  y  bondadosos  en 
apariencia,  podrían  ser  útiles  a  sus  miras  ulte- 
riores, dejó  con  ellos  a  su  teniente  Domingo 
Martínez  de  Irala,  con  cien  soldados,  conti- 
nuando él  su  camino  por  tierra,  en  dirección  a! 
Perú,  acompañado  del  resto  de  su  gente  y  de 
300  indígenas.  Esta  jomada,  que  iniciara  Ayo- 
las  con  las  más  halagüeñas  esperanzas,  debía 
serle,  sin  embargo,  fatal,  y  terminar  con  ella 
su  fatigosa  vida  de  conquistador  y  aventurero: 
«Le  acompañó  y  condujo  un  payagua  o  algún 
esclavo  suyo  hasta  el  pueblo  inmediato,  que 


era  precisamente  de  indios  guanaes  o  alba- 
yas,  y  sacando  nuevos  guías  continuó  y  atra- 
vesó las  provincias  de  los  Chiquitos  y  Santa 
Cruz  de  la  Sierra,  hasta  llegar  a  las  faldas  de 
la  cordillera  del  Perú,  padeciendo  mucho  y 
venciendo  en  muchas  batallas.»  Ayolas  había 
prometido  a  Irala  regresar  de  su  expedición  a 
los  seis  meses;  pero  como  transcurriera  este 
término  sin  que  se  tuviesen  noticias  de  su  per- 
sona, salió  Irala  en  su  busca  desde  la  Asun- 
ción, siendo  noticiado  durante  su  viaje  por 
boca  de  un  indio  hanaé  del  trágico  fin  de  Ayo- 
las,  que  había  perecido,  con  toda  su  gente,  a 
manos  de  los  indios  payaguas.  Juan  de  Ayolas 
ha  sido  uno  de  los  expedicionarios  más  auda- 
ces e  infatigables  de  la  conquista,  y  si  no  fue- 
ran sus  actos  inmotivados  de  salvajismo  y  los 
móviles  poco  generosos  que  guiaban  sus  pa- 
sos al  través  del  desierto,  su  nombre  sería  más 
glorioso  y  más  simpático  para  la  Historia. 

Azamor  y  Ramírez  (Manuel  de).  Sacerdote. 
Obispo  de  Buenos  Aires.  Nacido  el  22  de  octu- 
bre de  1733,  en  el  pueblo  de  Villablanca,  Espa- 
ña, en  el  arzobispado  de  Sevilla,  en  cuya  ciu- 
dad hizo  sus  estudios  de  Teología  y  Leyes, 
hasta  obtener  el  título  de  doctor  en  sagrados 
Cánones.  Desempeñó  en  diversas  Universida- 
des las  cátedras  de  Filosofía,  Teología  y  Ju- 
risprudencia. Promovido  al  obispado  de  Bue- 
nos Aires,  consagróse  en  la  catedral  de  Cádiz 
el  15  de  octubre  de  1786,  y  dos  anos  después 
tomó  posesión  de  la  sede  episcopal.  Fué  un 
sacerdote  virtuoso  y  escritor  serio  y  profundo. 
Falleció  el  2  de  octubre  de  1796,  de  una  grave 
enfermedad,  y  sus  restos  fueron  sepultados, 
con  grandes  honores  y  suntuosidad,  en  la 
catedral  de  Buenos  Aires. 

Azara  (Félix  de). 
Naturalista  y  es- 
critor. Nació  en 
Aragón,  el  13  de 
mayo  de  1746.  Es- 
tudió ventajosa- 
mente Filosofía  y 
Jurisprudencia  en 
la  Universidad  de 
Huesca;  pero,  ce- 
diendo a  inclinacio- 
nes naturales,  dejó 
las  aulas  para  sen- 
tar plaza  de  cadete 
en  un  regimien- 
to de  infantería  Félix  de  Azara. 


AZA 


62  - 


AZC 


(1776).  Hizo  después  brillantes    estudios  de 
Matemáticas  en  Barcelona,  y  tres  años  más 
tarde  obtuvo  un  ascenso  y  el  empleo  de  inge- 
niero delineador  del  ejército.  La  notoriedad  de 
sus  conocimientos  científicos  le  valió  diversas 
comisiones  oficiales,  que  desempeñó  con  éxito 
cumplido,  siendo  en  consecuencia  premiado 
por  el  Gobierno  con  una  cátedra  de  ingeniería 
y  un  grado  militar.  Partió  a  la  guerra  de  Ar- 
gel en  1775,  donde  recibió  una  herida  de  bala 
que  le    atravesó    el    cuerpo,  permaneciendo 
abierta  algunos  meses,  «y  como  en  su  enfer- 
medad le  prohibieron  los  médicos  todo  alimen- 
to substancioso,  pasó  doce  años  sin  comer  pan, 
que  se  acostumbró  después  a  no  usar  en  toda 
su  vida.»  Su  esforzada  comportación  en  aque- 
lla campaña  le  valió  el  grado  de  teniente  de  in- 
genieros, ascendiéndosele  muy  luego  a  capitán 
de  infantería  (1776),  y  posteriormente  (1780), 
a  teniente  coronel  de  la  misma  arma.  Pero 
Azara  brillaba  a  la  par  que  como  soldado,  como 
hombre  de  ciencia.  Así,  la  Sociedad  Económi- 
ca Aragonesa  le  incluía,  por  una  parte,  en  el 
número  de  sus  miembros,  y  el  Gobierno  le  nom- 
braba, por  otra,  ocomisario  principal')  para  la 
demarcación  de  límites  en  las  posesiones  ame- 
ricanas de  España  y  Portugal.  Desde  este  mo- 
mento su  personalidad  se  hace  doblemente  in- 
teresante para  nosotros.  A  su  llegada  al  Pa- 
raguay recibió  el  nombramiento  de  capitán  de 
fragata,  y  ocho  años  después  el  de  capitán  de 
navio.  La  demarcación  de  límites,  en  la  que 
empleara  veinte  años  (1781-1800),  no  fué,  sin 
embargo,  la  labor  favorita  del  ilustre  sabio, 
que  aprovechó  de    sus    peligrosas  correrías 
para  estudiarla  naturaleza  feraz  del  desierto 
y  la  múltiple  variedad  de  seres  que  se  alber- 
gan en  su  seno  virgen  y  salvaje.  Consagrado 
preferentemente  al  estudio  de  la  Ornitología  y 
Zoología,  sus  investigaciones  sobre  estas  ra- 
mas de  la  Historia  Natural,  son  los  más  com- 
pletos que  se  conocen  entre  nosotros;  corrigió 
al  mismo  tiempo  muchos  errores  que  se  habían 
acreditado  entre  los  sabios  más  adelantados; 
reunió  una  interesante  colección  de  pájaros  y 
cuadrúpedos,  que  remitió  al  gabinete  de  Histo- 
ria Natural  de  Madrid,  y  levantó  un  mapa  del 
Paraguay  y  Río  de  la  Plata,  del  cual  regaló 
una  copia  al  Ayuntamiento  de  la  Asunción,  que 
le  expidió  con  tal  motivo  carta  de  ciudadanía, 
reconociéndolo  «como  uno  de  los  principales 
patriotas  de  aquel  Estado  agradecido».  Estas 
demostraciones  de   aprecio  y  distinción  por 


parte  del  Cabildo  indujeron  a  Azara  a  formar 
planos  parciales  del  Paraguay  y  escribir  una 
Memoria  histórica,  geográfica,  descriptiva  y 
económicoadministrativa  del  país,  que  presen- 
tó también  al  mismo  Ayuntamiento.  «Él  fué  el 
primero  que  dio  base  científica  a  la  geografía 
del  Rio  de  la  Plata,  a  cuya  historia  está  per- 
durablemente vinculado  su  nombre.  Él  fué  el 
primero  que  hizo  conocer  al  mundo,  bajo  di- 
versos aspectos,  las  regiones  bañadas  por  el 
Plata,  el  Uruguay,  el  Paraná  y  el  Paraguay, 
llamando  sobre  ellas  la  atención  de  propios  y 
extraños.»  Entre  sus  obras:  Diario  de  lanaoe- 
gación  del  Tebicuary  (1785);  Memoria  rural  del 
Rio  de  la  Plata  (1801);  Sobre  limites  del  Para- 
guay; Reflexiones  económicopoliticas  sobre  el 
estado  del  reino  de  Aragón  (1818),  etc.  Falle- 
ció en  la  ciudad  de  Huesca,  el  20  de  octubre 
de  1821. 
Azcona  Imberto  (Antonio).  Obispo  de  Bue- 
nos Aires.  Nacido  en  Navarra.  Se  ordenó  en 
España,  trasladándose  en  seguida  al  virreinato 
del  Perú.  Ejercía  las  funciones  de  cura  pá- 
rroco en  la  villa  de  Potosí  cuando  fué  electo 
obispo  de  Buenos  Aires,  de  cuyo  cargo  tomó 
posesión  en  1676,  consagrándose  en  la  ciudad 
de  Córdoba  el  año  siguiente.  Se  aplicó  con  re- 
ligioso empeño  al  cumplimiento  de  sus  funcio- 
nes espirituales;  visitó  repetidas  veces  su  dió- 
cesis; dio  principio  a  la   reedificación  de  la 
iglesia  catedral,  que  es  uno  de  los  hechos  más 
importantes  de  su  gobierno.  *La  primera  igle" 
sia  era  de  paredes  de  tierra,  probablemente 
de  tapia,  la  cual  fué  retejada  por  el  obispo 
Carranza,  que  le  hizo  coro  y  sacristía.  Este 
edificio  se  hallaba  ruinoso,  y  el  obispo  Azcona 
Imberto  lo  reconstruyó,  poniéndole  techo  de 
cedro  del  Paraguay,  y  en  su  reedificación  se 
gastaron  sobre  80.000  pesos  metálicos;  pero 
se  arruinó  en  1753.»  Azcona  empleó  sus  pro- 
pias rentas  y  patrimonio  en  la  reedificación 
del  templo;  pero  como  fueran  insuficientes  los 
recursos  con  que  se  contaba  para  llevarla  a  su 
término,  el  obispo  obtuvo  del  gobernador  Ro- 
bles la  competente  autorización  para  efectuar 
una  recogida  de  ganado  en  la  provincia  y  apli- 
car su  producto  a  la  obra;  de  esta  manera  se 
consiguió  darle  nuevo  impulso  y  terminar  las 
refacciones  proyectadas.  Debemos  hacer  no- 
tar que,  según  un  escritor  contemporáneo,  los 
primeros  ladrillos  que  se  quemaron  en  la  Colo- 
nia fueron  empleados  en  esta  obra.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  19  de  febrero  de  1700. 


AZC 


63 


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Miguel  de  Azcuénaga. 


Azcnénas^a  (Domingo).  Poeta.  Se  hizo  notar 
principalmente  por  sus  fábulas,  que  son  chisto- 
sas y  en  cierto  modo  no  ezentas  de  una  amar- 
ga filosofía.  Entre  varias  citaremos:  «El  mono 
enfermo»;  «El  comerciante  y  la  costurera»; 
«Los  sátiros»;  «Los  papagayos  y  la  lechuza», 
etcétera. 

Azcuénaga  (Miguel  de).  Militar.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  4  de  junio  de  1754.  Fueron  sus  pa- 
dres D.  Vicente  de 
Azcuénaga  y  doña 
Rosa  de  Basabilba- 
so,  personas  de  po- 
sición social  y  ri- 
queza. Enviado  a 
España  de  tierna 
edad,  principió  sus 
estudios  en  Málaga 
y  los  continuó  en  la 
Universidad  de  Se- 
villa. Después  de 
diez  años  volvió  a 
su  país  natal.  De 
nuevo  volvió  a  España  al  año  siguiente,  encar- 
gado de  una  gran  negociación,  que  manejó  con 
destreza  y  a  completa  satisfacción  de  su  padre. 
Por  el  año  1778  es  nombrado  subteniente  de  ar- 
tillería, prestando  sus  servicios  en  la  guarni- 
ciónde  la  plaza  de  Buenos  Aires,  de  cuya  forti- 
ficación fué  encargado.  Cesó  en  estas  funcio- 
nes después  de  la  rendición  de  la  Colonia  del 
Sacramento  (1 777).  Nombrado  regidor  del  Cabil- 
do de  Buenos  Aires  a  la  temprana  edad  de  vein- 
titrés años,  desempeñó  ese  cargo  a  satisfacción 
de  sus  ancianos  colegas,  dejándolo  para  ir  a  la 
laguna  del  Monte  a  practicar  un  reconocimien- 
to militar  por  una  invasión  que  se  temía,  la 
cual  se  realizó  y  fué  rechazada.  Por  esa  épo- 
ca (1781),  hallándose  España  en  guerra  con  la 
Gran  Bretaña,  temíase  en  Buenos  Aires  el 
desembarco  de  fuerzas  enemigas,  circunstan- 
cia por  la  que  se  establecieron  en  puntos  con- 
venientes varias  baterías,  y  entre  ellas  una  de 
cuatro  cañones  de  a  24,  que  fué  puesta  bajo  el 
mando  de  Azcuénaga.  Celebrada  la  paz,  cesó 
en  ese  servicio  militar.  Por  entonces  el  Cabildo 
le  nombró  alférez  real  y  más  tarde  alcalde  de 
segundo  voto,  ejerciendo  este  puesto  con  su 
acostumbrado  celo  e  integridad,  como  igual- 
mente el  empleo  de  síndico  procurador  general, 
que  desempeñara  varios  años.  Entre  otros  ser- 
vicios sobresale  uno  que  pone  de  manifiesto  el 
empeñoso  interés  de  contribuir  al  embelleci- 


mientoymejoras  materiales  de  la  ciudad.  Cuan- 
do la  elevación  de  Carlos  IV  al  trono  de  Espa- 
ña, recolectóse  del  comercio  de  Buenos  Aires 
la  suma  de  doce  mil  pesos  al  objeto  de  cele- 
brar la  fiesta  del  juramento  de  fidelidad  y  obe- 
diencia. Azcuénaga  aprovechó  ésta  ocasión 
para  solicitar  del  virrey  Arredondo  ocho  mil  pe- 
sos de  aquella  suma,  con  destino  al  empedrado 
de  las  calles,  obra  en  que  aun  no  se  había  pen- 
sado en  ese  tiempo.  Accedió  el  virrey,  a  condi- 
ción de  que  el  síndico  procurador  había  de  to- 
mar la  dirección  de  los  trabajos.  Azcuénaga 
aceptó  la  comisión  con  entusiasmo,  llenándola 
con  constancia  y  anhelo  por  seis  años,  en  cuyo 
término  hizo  empedrar  36  cuadras  y  dejó  todo 
arreglado  en  la  isla  de  Martín  García  para 
la  continuación  de  la  obra,  que  abandonó  por 
otras  exigencias  del  servicio  público.  Antes  de 
dejarla  hizo  un  donativo  de  500  cabezas  de  ga- 
nado vacuno  para  el  consumo  de  los  que  tra- 
bajaban en  la  saca  de  piedra  de  esa  isla.  El  vi- 
rrey Meló  le  confió  el  mando  de  las  Mili- 
cias (1796),  y  por  espacio  de  cerca  de  cinco 
años  sirvió  el  destino  de  jefe  de  guarnición  de 
esta  ciudad,  dejando  a  beneficio  del  regimien- 
to todos  sus  sueldos  de  ese  tiempo,  que  impor- 
taban más  de  doce  mil  pesos  plata.  Cuando  el 
acaque  de  las  fuerzas  inglesas  comandadas  por 
Beresford  (1806),  el  coronel  Azcuénaga,  con 
400  voluntarios  urbanos,  se  mantuvo  en  el 
puente  de  Gálvez,  que  por  orden  del  coronel 
de  Ingenieros  D.  Eustaquio  Yanini  tuvo  que 
abandonar,  costándole  no  poco  trabajo  conte- 
ner la  dispersión  que  sufrió  su  tropa  por  el 
fuego  de  la  artillería  enemiga  y  por  la  retirada 
de  la  caballería  dispersa.  Triunfante  ya  el  ene- 
migo, «Azcuénaga  salvó  algunas  armas  y  las 
banderas  de  su  batallón,  que  sacó  desplegadas 
desde  la  fortaleza,  con  su  gente  formada,  en 
medio  de  las  fuerzas  enemigas  que  ocupaban 
el  fuerte.  El  general  Beresford  le  exigió  pres- 
tar el  juramento  de  fidelidad,  a  lo  que  él  no 
quiso  acceder».  Patriota  sincero,  comprendió  la 
revolución  de  mayo  y  entró  a  defenderla  con 
decisión.  Fué  miembro  de  la  Junta  nombrada 
el  25.  Dueño  de  una  fortuna  considerable,  hizo 
desembolsos  en  compras  de  armas,  sin  reinte- 
grarse de  esos  dineros,  que  dejó  a  favor  del 
Estado.  Fué  miembro  del  Consejo  de  Estado 
en  tiempo  del  director  Posadas  (1814);  jefe  del 
Estado  Mayor  general  después,  y  luego  presi- 
dente de  la  Comisión  de  Guerra.  En  1818  es 
electo  diputado  al  Congreso  general.  Acorda- 


AZC 

(la  la  paz  con  el  Brasil  (1S28>,  el  gobernador 
Dorrego,  encargado  del  Poder  ejecutivo  nacio- 
nal, nombró  una  Comisión  compuesta  de  los  se- 
flores  Azcuénaga,  Brown  y  Guido,  la  que,  pa- 
sando a  Montevideo,  celebró  el  canje  de  las  ra- 
tificaciones de  paz  En  esa  época  Azcuénaga 
era  un  anciano  de  setenta  y  cinco  aflos  de  edad. 
Por  los  años  29  y  30  presidió  la  Junta  adminis- 
trativa de  la  Caja  de  Amortización,  y  en  los  úl- 
timos de  su  larga  y  benéfica  vida  tomó  asiento 
en  la  Legislatura  provincial.  Falleció  a  los  se- 
tenta y  nueve  años,  el  19  de  diciembre  de  1833. 

Azcnrra  (combate).  Guerra  del  Paraguay.  El 
7  de  agosto  de  1869,  el  coronel  Donato  Alva- 
rez,  al  frente  de  una  fuerza,  sorprende  una  de 
las  avanzadas  paraguayas  en  las  trincheras  de 
Azcurra,  matándoles  setenta  hombres  en  el 
combate  que  sostiene,  usando  sólo  del  sable, 
lanza  y  bayoneta;  la  infantería  se  posesiona 
de  ese  reducto,  hasta  que  se  retiran  en  orden, 
sufriendo  los  fuegos  de  una  batería  que  tenía 
más  arriba  el  enemigo,  teniendo  algunas  pér- 
didas. El  objeto  de  este  ataque  fué  descubrir 
la  posición  del  enemigo. 

Azopardo  (Juan  Bautista).  Marino.  Nació  en  la 
isla  de  Malta,  en  el  año  1774.  Durante  las  dos 
invasiones  inglesas  a  esta  ciudad  se  batió 
como  oficial  de  artillería,  y  aceptó  con  entu- 
siasmo el  movimiento  de  mayo.  El  Gobierno  de 
la  revolución  aprestó  una  escuadrilla  compues- 
ta del  bergantín  23  de  mayo,  la  balandra  Ame- 
ricana y  la  goleta  Inencible  de  Buenos  Ai- 
res, siendo  Azopardo  nombrado  jefe  de  esta 
pequeña  escuadrilla.  En  el  combate  del  2  de 
marzo,  frente  a  San  Nicolás  de  los  Arroyos, 
la  escuadrilla  de  la  República  fué  vencida,  ca- 
yendo prisionera  toda  la  tripulación  y  oficiali- 
dad, incluso  su  propio  jefe.  En  este  suceso,  de 
aciaga  memoria  para  las  armas  de  la  patria, 
Azopardo  combatió  con  brillo  y  con  denuedo, 
siendo  el  buque  de  su  mando  el  último  que 
cayó  en  poder  del  enemigo.  En  lo  más  reñido 
del  combate,  la  tripulación  de  la  Americana 
abandonó  su  puesto  de  honor;  pero  «esta  im- 
prevista defección  no  abatió  el  esforzado  áni- 
mo de  Azopardo,  quien  de  pie  en  la  toldilla  de 
la  Inoencible  esperó  impávido  la  arremetida 
del  enemigo,  defendiéndose  bizarramente,  no 
obstante  la  inferioridad  de  sus  fuerzas,  hasta 
que  arrió  bandera  obligado  por  'as  recias  an- 
danadas del  Cisne,  que  acudió  en  protección 
de  Belén,  buque  español,  después  de  haber 
rendido  al  25  de  Mayo,  que  se  defendió  mise- 


64  -  AZU 

rablemente...»  (Carranza,  Campañas  navales.) 
Azopardo  fué  conducido  a  Montevideo,  y  de 
allí  a  las  prisiones  de  Ceuta,  donde  permane- 
ció encerrado  por  espacio  de  nueve  aflos,  has- 
ta que  la  revolución  de  Cádiz  (1820),  de  que 
fué  autor  principal  el  general  D.  Rafael  Riego, 
le  abrió  las  puertas  de  su  prisión.  Volvió  a  la 
República  Argentina,  y  fué  nombrado  segundo 
jefe  de  la  escuadrilla  cuando  la  guerra  con  el 
Brasil,  tomando  el  mando  inmediato  del  ber 
gantín  Belgrano.  Pero  su  comportación  en  e 
primer  combate  naval  que  se  empeñó  a  la  vista 
de  Buenos  Aires,  el  9  de  febrero  del  año  26,  no 
fué  la  de  un  militar  de  honor  ni  la  de  un  va- 
liente: «Resistía  Brown  con  la  la  goleta  25  de 
Mayo  el  fuego  de  tres  corbetas  enemigas,  y 
en  vez  de  protegerle  con  su  buque  «se  puso  a 
sotavento»,  y  fuera  del  alcance  de  los  cañones 
brasileños».  El  Gobierno  d°japrobó  pública- 
mente su  conducta,  lo  separó  de  su  puesto  y 
lo  hizo  bajar  a  tierra,  dándole  su  casa  por  cár- 
cel. Se  retiró  desde  entonces  del  servicio  de 
las  armas,  muriendo  el  24  de  octubre  de  1848. 
Azurduy  de  Padilla  (Juana).  Heroína.  Nacida 
en  Chuquisaca  (Bolivia),  el  8  de  marzo  de  1781, 
cuando  esa  ciudad  pertenecía  al  virreinato  de 
Buenos  Aires,  recibiendo  una  esmerada  educa- 
ción en  un  convento.  En  1805  contrajo  matri- 
monio con  D.  Manuel  Asencio  Padilla,  famoso 
guerrillero  de  las  campañas  de  la  emancipa- 
ción, a  quien  acompañó  en  todas  las  acciones 
de  guerra,  batiéndose  en  el  combate  del  Villar 
al  frente  de  su  batallón,  donde  fué  herida  y  per- 
dió a  su  esposo,  en  1817.  Doña  Juana  vestía 
uniforme  militar,  un  chai  celeste  y  gorra  colo- 
rada con  plumas  blancas  y  celestes;  era  vene- 
rada por  todos  los  naturales,  a  quienes  se  com- 
placía en  favorecer.  El  3  de  marzo  de  1816  de- 
fendió al  pueblo  del  Villar  al  frente  de  230  hom- 
bres; cargó  denodadamente  a  las  tropas  realis- 
tas, derrotándolas,  y  tomóle  una  bandera  al 
oficial  que  la  conducía.  El  director  Pueyrre- 
dón,  en  vista  del  parte  elogioso  del  general 
Belgrano,  recompensó  a  esta  esforzada  heroí- 
na con  los  despachos  de  teniente  coronel  de 
los  ejércitos  de  la  patria,  y  Belgrano  le  regaló 
un  sable.  Muerto  su  esposo,  se  refugió  en  el 
Chaco,  de  donde  la  trajeron  a  Salta  unas  par- 
tidas de  Güemes,  después  de  ocho  años  de  per- 
manencia. En  1825  solicitó  de  la  Legislatura 
ser  auxiliada  para  trasladarse  a  su  ciudad  na- 
tal. Murió  en  Chuquisaca,  el  25  de  mayo  de  1862- 


B 


Bacacay  (combate).  Guerra  con  el  Brasil.  Com- 
bate habido  el  13  de  febrero  de  1827  entre  las 
fuerzas  argentinas  al  mando  de  D.  Juan  Lava- 
lie,  y  compuestas  por  los  regimientos  4.°  de 
Coraceros  y  Colorados  de  las  Conchas,  contra 
una  columna  brasileña,  compuesta  de  1.200  hom- 
bres, a  las  órdenes  del  general  Bentos  Manuel. 
Victoriosos  los  argentinos.  Estallada  la  guerra 
contra  el  imperio,  una  división  del  ejército  ar- 
gentinourusuayo  se  encaminó  a  Bagé,  centro 
de  los  recursos  y  depósito  de  material  de  gue- 
rra del  enemigo,  y  logró  ocupar  ese  punto. 
Despaés  de  este  feliz  suceso,  el  general  AI- 
vear  trató  de  aislar  al  enemigo;  pero  el  mar- 
qués de  Barbacena  se  atrincheró  en  las  sierras 
de  Camacuá,  punto  inexpugnable,  por  lo  que 
el  general  argentino  ideó  hacer  creer  a  los  ene- 
migos que  huía,  y  engañados  éstos,  abandona- 
ron sus  posiciones,  y  al  cabo  de  varios  días 
fueron  derrotados  por  la  vanguardia  al  mando 
del  coronel  La  valle,  en  el  paraje  y  fecha  citadas. 
Bacacué  (combate).  Guerra  civil.  Dado  cerca 
del  arroyo  Bacacuá,  en  las  proximidades  de 
CuruzüCuatiá,  en  la  provincia  de  Corrientes, 
el  29  de  noviembre  de  1839,  entre  las  fuerzas 
federales  mandadas  por  el  coronel  Jacinto  An- 
drade  y  las  del  coronel  Francisco  Maciel,  uno 
de  los  jefes  del  general  Lavalle.  Tomado  Ma- 
ciel prisionero,  lo  mismo  que  otros  oficiales, 
fueron  fusilados  por  orden  del  general  D.  Juan 
P.  López. 
Báez  (Guillermo  Federico).  Militar.  Natural  del 
Paraguay,  donde  nació  el  7  de  septiembre 
de  1810.  Empezó  su  carrera  militar  durante  la 
guerra  con  el  Brasil,  y  el  15  de  julio  de  1828 
fué  promovido  a  alférez  de  caballería  de  línea; 
en  el  mismo  año  actuó  en  la  guen  a  civil,  en  las 
filas  del  partido  unitario,  por  lo  que  fué  dado 

Dk.  Hi8T.  BiOOR. 


de  baja  por  Rosas  el  año  1831.  Emigrado,  fué 
de  los  defensores  de  Montevideo,  donde  se 
distinguió  por  sus  méritos  y  valor,  lo  mismo 
que  en  la  batalla  de  Caaguazú,  a  las  órdenes 
del  general  Paz,  el  19  de  noviembre  de  1841, 
en  la  que  peleó  como  jefe  de  la  cuarta  división 
de  caballería  del  ala  derecha.  Disuelto  el  ejér- 
cito de  Paz,  regresó  a  Montevideo,  y  luego 
marchó  a  campaña,  distinguiéndose  en  el  com- 
bate del  7  de  mayo  de  1843,  cerca  del  Salto,  y 
en  el  de  San  Antonio,  el  8  de  febrero  de  1846, 
contra  Rosas.  Jefe  de  la  plaza  sitiada.  Levan- 
tado el  sitio,  se  alistó  con  Urquiza;  asistió  a  la 
batalla  de  Caseros  y  continuó  a  las  órdenes  de 
éste.  Tomó  parte  en  la  guerra  del  Paraguay, 
principalmente  en  el  combate  de  Tuyuti,  donde 
Báez  y  Hornos  produjeron  al  enemigo  más  de 
mil  quinientas  bajas.  En  1869  fué  comisionado 
para  expedicionar  al  interior  del  Paraguay, 
con  el  objeto  de  rescatar  a  los  prisioneros,  co- 
misión que  cumplió  satisfactoriamente.  Murió 
el  coronel  Báez  en  Buenos  Aires,  el  14  de 
agosto  de  1879. 
Bahía  Blanca.  Fué  fundada  esta  ciudad  del 
Sud  de  Buenos  Aires,  como  fortín  de  indios 
de  la  frontera  Sud,  el  11  de  abril  de  1828,  con 
el  nombre  de  Fuerte  Argentino,  por  el  coronel 
D.  Juan  Ramón  Estomba.  La  parroquia  se  eri- 
gió en  1835,  bajo  la  advocación  de  Nuestra  Se- 
ñora de  la  Merced.  El  18  de  noviembre  de 
1855,  por  decreto  de  la  fecha,  el  gobernador 
Obligado  creó  la  colonia  militar  con  el  nombre 
de  Nueva  Roma,  con  el  fin  de  propender  al 
adelanto  de  Bahía  Blanca;  pero,  desgraciada- 
mente, esta  empresa  fracasó.  Diez  años  des- 
pués, en  atención  a  su  importancia,  fué  creado 
el  partido  con  el  nombre  de  Bahía  Blanca,  que 
lo  debe:  el  primero,  a  la  que  le  sirve  de  puerto 


BAI 


-  66 


BAL 


sobre  el  Océano,  y  el  segundo,  al  color  de  las 
arenas  que  forman  sus  costas.  Es  uno  de  los 
principales  emporios  comerciales;  su  puerto 
ocupa  el  tercer  rango  entre  los  de  la  república 
y  en  su  jurisdicción  está  situado  el  único  puer- 
to militar  que  existe  en  el  país. 

Baibiene  (Santiago).  Coronel.  Gobernador  de 
Corrientes  el  11  de  octubre  de  1869,  por  re- 
nuncia del  Dr.  Gustavino.  Vencedor  en  Naem- 
bé  contra  López  Jordán,  que  había  invadido  la 
provincia,  en  1871.  Fué  vencido  en  la  batalla 
del  Tabaco  (1972)  por  los  revolucionarios  al 
mando  del  coronel  Sosa.  Senador  nacional. 
Fué  administrador  de  la  Aduana  de  la  capital, 
Murió  en  1895. 

Baigorrl  (Juan  Bautista).  Natural  de  san  Luis. 
Soldado  del  regimiento  de  Granaderos  a  Caba- 
llo, salvó  la  vida  al  general  San  Martín  en  el 
combate  de  San  Lorenzo. 

Baigorri  (Pedro  Ruiz  de).  Caballero  de  la  Or- 
den de  Santiago  y  gobernador  de  Buenos 
Aires.  Natural  de  Kstella,  en  el  reino  de  Na- 
varra. Gobernador  del  Río  de  la  Plata  de 
1653  a  1660.  Entre  los  principales  hechos  de 
su  administración  debe  enumerarse  la  defensa 
del  puerto  de  Buenos  Aires  contra  los  france- 
ses, y  la  de  la  provincia  de  Santa  Fe  contra  la 
invasión  de  los  calchaquies.  Baigorri  fué  un 
protector  decidido  de  los  jesuítas  y  un  ardien- 
te defensor  de  los  indios,  a  quienes  trataba 
con  bondad  Fué  destituido  del  cargo  porque 
sus  enemigos  le  imputaron  haber  defraudado 
los  haberes  reales  y  dejádose  cohechar  con  re- 
galos. Los  jesuítas,  que  fueron  acusados  de 
complicidad,  consiguieron  después  demostrar 
su  inocencia,  pero  Baigorri  había'ya  fallecido, 
en  1663.  Fué  reemplazado  por  D.  Alonso  Mer- 
cado y  Villacorta. 

Balbastro  (Matías).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  24  de  enero  de  1773,  y  se  educó  en 
España.  Regresó  a  fines  de  1779.  Capitán  en  el 
regimiento  de  patricios  en  la  segunda  inva- 
sión inglesa.  Colocado  con  un  piquete  de  quin- 
ce hombres  en  una  azotea,  sostuvo  un  fuego 
nutrido  contra  el  enemigo,  siendo  herido  de 
bala  en  el  pecho.  La  revolución  de  mayo  le 
contó  entre  sus  defensores.  Con  el  grado  de 
capitán  se  encontró  en  Suipacha,  ascendiendo 
a  teniente  coronel.  Ligado  por  vínculos  de  pa- 
rentesco al  director  Alvear,  fué  también  su 
sostenedor  y  partidario.  Por  esta  causa,  la  caí- 
da de  Alvear  lo  llevó  a  la  cárcel,  de  donde 
salió  para  ser  remitido  con  otros  más  al  cam- 


pamento de  Artigas,  quien  respetó  sus  vidas  y 
los  mandó  a  Buenos  Aires.  Balbastro  salió 
luego  desterrado  a  Río  de  Janeiro.  Bajo  la  ad- 
ministración del  general  González  le  fué  permi- 
tido regresar  a  su  país,  obteniendo  cédula  de 
retiro  y  el  goce  de  su  sueldo  de  coronel.  Vivió 
desde  entonces  en  el  aislamiento  y  en  el  olvi- 
do, muriendo  pobre,  el  22  de  agosto  de  1S48. 

Balboa  (Vasco  Núñez  de).  Navegante.  Nacido 
en  Jerez  (Badajoz,  Espaila),  por  los  años 
de  1470.  Pasó  sus  primeros  años  sirviendo,  en 
calidad  de  paje,  en  la  casa  de  D.  Pedro  Porto- 
carrero.  En  1501  hizo  su  primer  viaje  por  la 
costas  de  Tierra  Firme,  descubriendo  las  \w 
rras  situadas'  entre  el  cabo  Vela  y  el  golfo  de 
Urabá.  A  su  regreso  se  dedicó  a  negocios 
agrícolas;  pero  con  poca  suerte  en  estos  nego- 
cios, se  embarcó  nuevamente  en  1511,  en  la 
armada  del  conquistador  Enciso,  para  el  golfo 
de  Urabá,  y  después  de  pasar  muchas  peripe- 
cias y  de  haber  efectuado  varios  dercubrimien- 
tos  llegó  a  Santa  María  de  Darién,  desde 
cuyo  punto  le  dirigió  una  carta  al  monarca  es- 
pañol, fechada  el  20  de  enero  de  1513,  pidién- 
dole auxilios  pecuniarios  para  asegurar  la  po- 
blación y  adelantar  los  descubrimientos  de  esas 
tierras.  En  septiembre  del  mismo  año  salió  del 
golfo  de  Darién  con  ciento  noventa  españoles, 
entre  los  cuales  iba  el  después  famoso  conquis- 
tador del  Perú,  Francisco  Pizarro;  atravesó  el 
istm.o  de  Panamá,  llegó  al  extremo  Sud,  y  des- 
cubrióel  Océano  Pacífico,  queél  llamó  Mar  Dul- 
ce. Al  llegar  al  golfo  de  San  Miguel  metióse  en 
el  agua  hasta  la  cintura,  y  con  la  espada  en  la 
mano  tomó  posesión  de  ese  mar  para  la  coro- 
na de  Castilla.  En  1515  el  rey  de  España  le 
confirió  el  título  de  adelantado  del  Mar  del 
Sud  y  el  de  capitán  general  de  las  provincias 
de  su  costa,  en  premio  de  sus  portentosos  des- 
cubrimientos. Este  valiente  navegante  fué  de- 
capitado injustamente  en  la  plaza  de  Acia,  por 
sus  mismos  compañeros  de  expedición,  el 
año  1517,  no  obstante  ser  uno  de  los  conquis- 
tadores más  humanos  y  desinteresados. 

Balcarce  (Antonio  González).  Militar.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  13  de  junio  de  1777.  Sien- 
do muy  niño  sirvió  con  su  padre  en  la  fronte- 
ra, ingresando  como  cadete  en  el  cuerpo  de 
Blandengues.  Asistió  en  1807  a  la  defensa  de 
Montevideo,  atacado  por  los  ingleses;  prisio- 
nero de  éstos,  fué  conducido  a  Inglaterra,  de 
donde  se  trasladó  a  España,  y  combatió  con- 
tra la  invasión  napoleónica,  adquiriendo  el 


BAL 


67 


BAL 


>->''•*'  ',  !/'"=inik't»' 


Brigadier  genernl  Antonio 
Balcarce. 


grado  de  teniente  coronel.  Durante  la  revolu- 
ción de  mayo  se  le  confió  el  mando  del  ejérci- 
to del  interior,  ha- 
llándose en  Coía- 
gaitay  en  la  batalla 
de  Suipacha,  victo- 
ria que  le  valió  el 
grado  de  brigadier 
general.  Fué  go- 
bernador intenden- 
te líe  Buenos  Aires 
y  director  de  Esta- 
do, en  reemplazo  de 
Rondeau,  en  181S. 
Tomó  parte  en  la 
campaña  del  ejérci- 
to de  los  Andes, 
como  jefe  del  Esta- 
do Mayor.  Se  halló  en  Maipú  y  en  el  Sud  de 
Chile.  Vuelto  a  Buenos  Aires,  por  motivos  de 
salud,  le  sorprendió  la  muerte  el  5  de  agosto 
de  1819.  Sus  restos  fueron  sepultados  en  el 
templo  de  Santo  Domingo,  pronunciando  la 
oración  fúnebre  el  célebre  orador  fray  Panta- 
león  García.  El  general  Balcarce  es  una  de 
las  figuras  más  simpáticas  de  la  revolución, 
por  sus  virtudes  y  sus  servicios.  Fué  un  mi- 
litar inteligente  y  un  magistrado  íntegro. 
lalcarce  (Diego  González).  Militar.  Hermano 
del  anterior.  Coronel  de  la  independencia. 
Empezó  su  carrera  en  la  defensa  de  Montevi- 
deo contra  los  ingleses,  y  lo  mismo  que  su  her- 
mano, fué  conducido  a  Inglaterra.  Vuelto  a  su 
patria  con  el  grado  de  capitán,  ingresó  en  el 
ejército  que  marchó  al  Paraguay,  luego  al 
Alto  Perú,  a  las  órdenes  de  Belgrano.  Se 
halló  en  Tucumán,  Salta,  Vilcapujio,  Ayohu. 
ma,  Venta  y  Media,  y  en  Sipe-Sipe  se  distinguió 
por  sus  brillantes  cargas  de  caballería.  Murió 
en  Tucumán,  el  22  de  agosto  de  1816,  a  los 
treinta  aflos  de  edad,  dejando  gratos  recuer- 
dos por  sus  virtudes  militares  y  cívicas.  Bel- 
grano le  decretó  grandes  honores,  y  al  sepul- 
tarse sus  restos  pronunció  una  elocuente 
oración  el  vicario  del  ejército,  canónigo  Qo- 
rriti. 

talcarce  (Florencio  M.).  Poeta.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  22  de  febrero  de  1819.  Era  hijo  del 
vencedor  de  Riupoche,  general  D.  Antonio 
González  Balcarce.  Principió  a  educarse  en 
Buenos  Aires,  pasando  en  abril  de  1837  a  Pa- 
ris  a  completar  sus  estudios;  pero  su  mal  esta- 
do de  salud  le  hizo  suspenderlos,  y  regresó  a 


su  patria,  falleciendo  a  los  veinte  años  de  edad, 
el  16  de  marzo  de  1839.  Sus  composiciones  poé- 
ticas «La  partida»  y  la  «Canción  a  las  hijas  del 
Plata',  que  fueron  sus  primeras  producciones, 
le  hicieron  acreedor  a  los  elogios  del  distin- 
guido escritor  D.  Florencio  Várela  Una  de  sus 
composiciones  más  celebradas  es  la  que  lleva 
el  título  «El  cigarro»,  poesía  notable;  a  más  de 
otras  poesías,  publicadas  en  1869  bajo  la  direc- 
ción de  D.  Juan  María  Gutiérrez,  se  tienen 
otros  trabajr  s  no  menos  importantes. 

Balccirce  (Francisco  y  Lucas).  Militares.  Natu- 
rales de  Buenos  Aires.  Murieron  jóvenes  aún, 
empezada  la  guerra  de  la  independencia,  en  la 
batalla  de  Suipacha.  El  primero,  al  conducir  al 
combate  una  compañía  de  dragones  de  la  que 
era  capitán,  recibió  un  balazo  en  el  pecho,  y 
Lucas,  primo  del  anterior  y  teniente  de  dicha 
compañía,  fué  muerto  en  las  mismas  circuns- 
tancias. 

Balcarce  (José").  Militar.  Hermano  de  D.  Diego 
González  Balcarce.  Encontróse  en  varios  he- 
chos de  armas  en  el  regimiento  de  Blanden- 
gues, hasta  sucumbir  heroicamente  en  el  sitio 
de  Montevideo,  el  2  de  junio  de  1814,  revistan- 
do con  el  grado  de  capitán. 

Balcarce  (Francisco).  Militar.  Español.  Fué  el 
generador  de  esta  familia,  ilustre  no  sólo  por 
su  prosapia,  sino  por  sus  esclarecidas  virtudes 
cívicas  y  por  sus  gloriosos  servicios  en  los  al- 
bores de  nuestra  independencia.  Vino  a  Améri- 
ca en  1765,  incorporándose  a  la  Asamblea  de 
Caballería  de  Buenos  Aires.  Siete  años  más 
tarde,  en  28  de  julio  de  1772,  contrajo  enlace 
con  D.*  María  Victoria  Martínez,  nacida  en 
esta  ciudad,  e  hija  del  gobernador  del  Para- 
guay y  comandante  de  artillería  D.  José  Mar- 
tínez. De  este  matrimonio  nacieron  ocho  h'jos, 
de  los  cuales  seis  fueron  varones  y  todos  con- 
tinuaron la  carrera  de  las  armas. 

Balcarce  (Mariano  A.)  Hijo  del  general  D.  An- 
tonio González  Balcarce  y  de  D.^  Dominga 
Francisco  de  Buchardo.  Nació  el  8  de  noviem- 
bre de  1807.  Ingresó  desde  muy  joven  en  el 
Cuerpo  diplomático,  j-endo  a  Inglaterra  cuan- 
do a  su  frente  estaba  D  Manuel  de  Sarratea. 
Dedicado  a  sus  tareas  diplomáticas,  fué  duran- 
te muchos  años  representante  argentino  en  el 
extranjero.  Fué  autor  de  un  tratado  con  Espa- 
ña; contribuyó  a  fomentar  la  inmigración  euro- 
pea, especialmente  durante  su  representación 
en  París,  en  1875.  Propagó  en  toda  la  Prensa 
de  Europa  cuantas  noticias,  de  múltiple  carác- 


BAL  -  ( 

ter,  pudieran  dar  a  conocer  a  la  República  Ar- 
gentina en  aquellos  países.  Era  casado  con 
D.*  Mercedes  Tomasa  de  San  Martín  y  Escala- 
da, hija  única  del  inmortal  guerrero  de  la  inde- 
pendencia sudamericana  D.  José  de  San  Mar- 
tín. Murió,  ocupando  el  cargo  de  enviado  ex- 
traordinario y  ministro  plenipotenciario  en  Pa- 
rís, el  21  de  febrero  de  1885. 

Balcarce  (Juan  Ramón  González).  Militar.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  el  18  de  marzo  de  1773, 
ingresó  en  el  cuerpo  de  Blandengues  en  1789, 
y  fué  nombrado  para  formar  parte  de  la  Comi- 
sión científica  de  Azara  siendo  comandante  mi- 
litar de  Lujan.  Asistió  como  teniente  a  la  cam- 
paña contra  los  portugueses.  Ayudante  mayor 
y  comandante  de  armas  de  Tucumán  en  1805. 
En  las  invasiones  inglesas  fué  ayudante  de  Li- 
niérs.  En  1808,  nombrado  segundo  jefe  del  re- 
gimiento de  Húsares,  y  en  1810  tuvo  una  actua- 
ción magnífica.  Al  año  siguiente  marchó  al 
Alto  Perú,  y  luego  formó  un  nuevo  regimiento 
de  400  hombres,  con  el  que  asistió  a  la  bata- 
lla de  Tucumán,  siendo  ascendido  a  coronel. 
I  n  1813  fué  miembro  de  la  Asamblea  general 
Constituyente.  Jefe  del  ejército  de  observa- 
ción sobre  Santa  Fe,  y  luego  de  la  división 
que  debía  operar  contra  el  caudillaje,  hallán- 
dose en  Cepeda  en  1820,  año  en  que  fué  nom- 
brado gobernador  de  la  provincia;  en  1824  fué 
electo  representante.  Desempeñó  también  por 
dos  veces  el  ministerio  de  Guerra  y  la  gober- 
nación de  la  provincia  desde  1832  al  33.  Murió, 
siendo  brigadier  general,  en  la  Concepción  del 
Uruguay,  el  12  de  noviembre  de  1836. 

Balcarce  (Marcos).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires  en  1785.  Empezó  su  carrera,  como  su 
hermano,  en  el  regimiento  de  Blandengues, 
que  comandaba  su  padre.  Asistió  en  1801  con 
su  regimiento  a  la  expedición  de  Sobremonte 
para  la  reconquista  de  los  pueblos  de  Misio- 
nes invadidos  por  los  portugueses.  En  la  de- 
fensa y  reconquista  de  Buenos  Aires  contra 
los  ingleses  fué  hecho  prisionero,  y  volvió  a  su 
país  en  1808,  con  el  grado  de  sargento  mayor, 
plegándose  a  la  revolución.  Ocupó  diversos 
cargos:  Fiscal  militar,  secretario  del  jefe  de 
Estado  Mayor  general  en  1812,  jefe  de  la  divi- 
sión argentina  que  pasó  a  Chile,  donde  obtuvo 
el  triunfo  de  Cucha-Cucha,  siendo  de  los  ven- 
cedores en  el  Membrillar.  En  1814  fué  gober- 
nador intendente  de  Mendoza,  cooperando  a 
la  formación  del  ejército  de  los  Andes;  mandó 
ejércitos  contra  el  caudillaje,  y  desempeñó 


J  BAN 

como  delegado  la  gobernación  de  la  provincia 
en  1828  y  el  ministerio  de  la  Guerra  en  1825, 
1827  y  1831.  Dejó  de  existir  en  Buenos  Aires, 
el  4  de  diciembre  de  1S32,  siendo  diputado  a  la 
Legislatura.  Balcarce  era  hombre  de  honradez 
ejemplar,  exento  de  ambiciones  personales  y 
de  carácter  moderado.  Fué  como  militar  un 
jefe  de  mérito  y  de  reputación. 

Ballivién  (José).  Militar.  Natural  de  Bolivia. 
En  mayo  de  1804.  Comenzó  su  carrera  militar 
en  el  ejército  español,  como  cadete,  plegándose 
después  a  la  causa  americana,  donde  adquirió 
notoriedad  en  las  campañas  del  Alto  Perú,  a 
las  órdenes  del  general  Lanza,  hallándose  en 
numerosos  combates  y  batallas,  entre  ellas  la 
de  Ayacucho,  siendo  después  actor  en  varias 
luchas  intestinas,  en  una  de  las  cuales  fué  as- 
cendido a  general  sobre  el  campo  de  batalla 
de  Vanacocha,  en  1835.  Emigrado  y  vuelto  al 
país,  llevó  a  cabo  una  de  las  más  gloriosas 
acciones  de  la  Historia  boliviana,  obteniendo 
la  victoria  de  Engavi  el  18  de  noviembre 
de  1841,  contra  el  ejército  peruano,  muy  supe- 
rior en  número.  Fué  electo  presidente  de  la 
República  desde  1841  a  1847,  año  en  que  emi- 
gró a  Chile.  Trasladado  más  tarde  a  Río  Ja- 
neiro, falleció  allí,  el  15  de  octubre  de  1&52,  y 
sus  restos  fueron  trasladados  a  Buenos  Aires 
por  un  grupo  de  argentinos. 

Banco  Hipotecario  Nacional.  Esta  pode- 
rosa institución  de  crédito  fué  fundada  el  15  de 
noviembre  de  1886.  Siendo  presidente  de  la  Re- 
pública el  general  Roca,  presentó  en  1884  al 
Congreso  un  proyecto  de  ley  creando  una  sec- 
ción hipotecaria  en  el  Banco  Nacional,  ley  que 
fué  sancionada  en  el  mismo  año.  Esta  ley  ni 
se  promulgó,  por  razones  de  orden  económico 
En  los  principios  del  gobierno  del  Dr.  D.  Mi- 
guel Juárez  Celman,  que  sucedió  al  general 
Roca,  se  constituyó  el  primer  Directorio,  com- 
puesto así:  Presidente,  Sr.  Gregorio  J.  Ga- 
vier;  directores,  los  Sres.  D.  Francisco  Bus- 
tamante,  Dr.  José  M.  Astigueta,  D.José  Fer- 
nández, D.  Héctor  C.  Quesada,  D.  Ignacio 
J.  Sánchez,  D.  Manuel  Cadret,  D.  Bruno  B. 
Quintana  y  D.  Tnstán  A.  Malbrán.  Sus  prime 
ras  oficinas  fueron  dos  modestas  habitacione? 
de  una  casa  de  escritorios  de  la  calle  Recon- 
quista, donde  se  halla  actualmente  la  Oficirn 
Central  de  Correos  y  Telégrafos.  El  Sr.  Qa 
vier  falleció  repentinamente  a  los  pocos  días 
de  su  designación,  reemplazándolo  el  doctor 
D.  Juan  A.  García,  quien  ordenó  el  traslado  a 


II 


BAL 


BAR 


la  calle  Piedad  (hoy  Bartolomé  Mitre),  esquina 
a  Reconquista,  donde  existía  un  viejo  caserón 
de  la  época  colonial  y  donde  actualmente  está 
instalado  el  Banco  de  Londres  y  Río  de  la 
Pinta.  En  1887  pasó  el  Banco  Hipotecario  Na- 
cional a  la  calle  Suipacha,  252,  donde  funcionó 
hasta  1890,  pasando  al  Cabildo  Viejo  y  ocupan- 
do toda  la  planta  baia.  El  Dr.  D.  Carlos  Pelle- 
griiii,  que  fué  el  quinto  presidente,  inauguró 
su  edificio  que  ocupa  en  la  actualidad,  en  la 
calle  25  de  Mayo,  245.  Sus  primeras  opera- 
ciones se  iniciaron  el  IS  de  noviembre  de  1886, 
con  un  margen  de  emisión  de  50  millones  de  pe- 
sos. Durante  la  presidencia  del  Dr.  Escalan- 
te (1SÍW-1S93)  se  concretó  a  la  consolidación 
del  Banco,  para  lo  cual  solicitó  del  Congreso 
la  ley  de  conversión  de  las  deudas  a  oro,  que 
le  fué  acordada.  Le  siguió  en  la  presidencia  el 
Dr.  Miguel  García  Fernández,  que  ejerció 
sólo  tres  meses  el  cargo,  siguiéndole  el  doc- 
tor D.  Carlos  Pellegrini,  D.  Isaac  M.  Chava- 
rria,  D.  Eduardo  Basavilbaso,  D.  Miguel  Te- 
din,  Dr.  Zenavilla,  y  actualmente  (1919)  el  doc- 
tor Rafael  Herrera  Vegas.  La  emisión  de  cédu- 
las alcanza  hoy  a  750  millones,  y  probablemen- 
te se  ampliará  a  los  1 .000  millones  de  pesos  en 
cédulas  hipotecarias  del  6  por  100. 
lalviani  (César).  Natural  de  España.  Llegó  a 
Buenos  Aires  en  1S06,  después  de  la  recon- 
quista. Aunque  de  tránsito  para  el  Perú,  resol- 
vió permanecer  en  esta  ciudad,  que  pasaba  por 
circunstancias  bien  delicadas,  esperando  por 
momentos  una  segunda  invasión  inglesa.  El 
general  Liniérs  levantaba  entonces  un  ejército, 
cuya  primera  división  encomendó  al  graduado 
coronel  Balviani,  grado  con  que  había  arribado 
a  estas  playas,  confiriéndole  al  mismo  tiempo 
el  empleo  de  cuartelmaestre  general.  A  prin- 
cipios de  1807,  con  motivo  del  viaje  a  Montevi- 
deo, de  Liniérs,  el  coronel  Balviani  quedó  des- 
empeñando interinamente  las  funciones  de  jefe 
principal  del  ejército  reunido  en  la  capital.  En 
ese  mismo  año,  y  durante  la  segunda  invasión 
inglesa  a  Buenos  Aires,  Balviani  mandó  el  pri- 
mer cuerpo  de  la  columna  con  que  Liniérs  se 
dirigía  a  defender  el  paso  del  Riachuelo;  frus- 
trado el  movimiento  y  obligadas  las  fuerzas  a 
retirarse  hacia  la  ciudad,  Balviani  fué  el  último 
en  hacerlo  con  su  división.  Rendido  el  ejército 
inglés,  Balviani  formó  en  la  comitiva  que  acom- 
pañaba al  general  Liniérs  a  recibir  de  manos 
de  Whiteloke  la  espada  con  que  había  pre- 
tendido subyugar  al  pueblo  de  Buenos  Aires 


Concluidos  estos  sucesos,  volvió  a  España. 

Banegraa  (José  León).  Sacerdote.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  en  1T77.  Miembro  de  la  Sala  de  Re- 
presentantes en  abril  de  1852,  tomó  parte  como 
diputado  en  las  memorables  sesiones  de  junio 
figurando  entre  los  apositores  al  célebre  acuer- 
do de  San  Nicolás.  El  Dr.  Bancgas,  que  ama- 
ba la  instrucción  y  la  propagaba  allí  donde  era 
necesaria,  aprovechó  esta  ocasión  q'ie  se  pre- 
sentaba para  revelar  su  desinterés  y  patriotis- 
mo, y  ofreciendo  sus  servicios  al  Gobierno, 
que  los  aceptó,  se  puso  al  frente  de  las  cáte- 
dras, entonces  vacantes,  de  Filosofía  y  Dere- 
cho canónico.  Era  fiscal  eclesiástico  cuando, 
en  noviembre  de  1855,  fué  nombrado  provisor 
y  vicario  general.  Falleció  el  3  de  abril  de  1856. 

Bañado  (combate).  En  la  provincia  de  Salta, 
entre  fuerzas  argentinas  y  españolas,  el  21  de 
abril  de  1817.  Las  primeras,  a  las  órdenes  del 
comandante  Burela,  distinguiéndose  losde  igual 
clase  De  la  Torre,  Zabala  y  sargento  mayor 
Rojas.  Los  españoles  sufrieron  numerosas  ba- 
jas entre  jefes,  oficiales  y  soldados.  Los  gau- 
chos emprendieron  la  persecución  tendiéndoles 
varias  emboscadas  con  éxito,  que  dieron  por 
resultado  la  retirada  del  enemigo,  el  que  des- 
pués de  la  derrota  fué  a  refugiarse  a  la  ciudad 
de  Salta.  En  este  combate  perdió  la  vida  el 
valiente  jefe  realista  coronel  Sardma. 

Baras^aña  (Diego  Alvarez).  Patriota  y  filántro- 
po. Nacido  en  Asturias.  Muy  joven  aun  vino  a 
Buenos  Aires,  donde  logró  formar  una  fortuna, 
que  después  empleó  en  ejercer  la  caridad  o  en 
actos  de  patriotismo,  que  le  han  hecho  acree- 
dor a  perpetuar  su  memoria.  Durante  la  recon- 
quista de  Buenos  Aires  puso  su  persona  y  su 
fortuna  al  servicio  de  la  defensa,  peleando  en 
los  sitios  de  mayor  peligro,  asistiendo  a  los 
heridos  y  contribuyendo  con  su  fortuna  a  la 
formación  de  regimientos.  En  la  segunda  inva- 
sión, recibió,  el  día  5  de  julio,  un  metraliazo  en 
una  pierna,  que  se  la  destrozó  por  completo, 
haciéndose  necesaria  la  amputación,  a  conse- 
cuencia de  la  cual  murió  dos  días  después.  Su 
fallecimiento  fué  muy  sentido  por  todo  el  ve- 
cindario. 

Barahona  (Gaspar  de).  Natural  de  Castilla  la 
Vieja.  Nombrado  por  testamento  de  D.  José  de 
la  Torre  Vela  gobernador  de  la  antigua  pro- 
vincia del  Tucumán,  en  1702.  Gobernó  hasta 
1707.  Fué  mal  administrador,  y  era  creencia 
general  que  hubiese  sacado  de  la  provincia 
300.000  pesos,  por  lo  cual,  y  por  otros  hechos 


BAR 


-7C 


BAR 


no  menos  indignos,  el  rey  mandó  cesara  luego 
en  el  gobierno. 

Barañao  (Manuel).  Coronel  realista.  Había  na- 
cido en  el  pueblo  de  Las  Conchas,  provincia 
de  Buenos  Aires.  Era  jefe  de  un  regimiento 
llamado  popularmente  los  «colorados  de  Bara- 
flao'S  y  que  fué  el  terror  de  los  pueblos  del 
Sud  de  Chile.  En  la  batalla  de  Maipú  fué  heri- 
do en  una  pierna.  Más  tarde  fué  gobernador 
de  Filipinas.  Barañao  era  uno  de  los  jefes  más 
denodados  y  de  más  pericia  del  ejército  realis- 
ta que  operó  en  Ciiile,  aunque  no  el  más  hu- 
mano y  clemente. 

Barbé  (Diego).  Sacerdote.  Educacionista  fran- 
cés. Nacido  el  15  de  febrero  de  1813.  Hombre 
ilustrado;  profesó  el  latín,  griego,  historia,  ma- 
temáticas, física,  etc.,  en  notables  colegios  de 
Francia.  En  1856,  a  solicitud  del  obispo  Esca- 
lada, fué  designado  por  el  superior  de  la  Con- 
gregación para  pasar  a  Buenos  Aires  con  otros 
cinco  compañeros  de  la  misma  Orden.  Llegado 
a  esta  ciudad,  concibió  la  idea  de  construir  un 
colegio,  que  puso  bajo  el  patrocinio  de  San 
José.  Baste  decir,  compendiando  el  fruto  de  sus 
tareas,  que  el  Colegio  de  San  José  fué  muy 
pronto  el  colegio  más  afamado  de  Buenos  Ai- 
res, y  es  hoy  uno  de  los  establecimientos  más 
acreditados  de  la  república.  Murió  en  Buenos 
Aires,  el  13  de  agosto  de  1869,  y  su  cadáver 
fué  enterrado  en  la  iglesia  de  Valvanera,  al 
lado  mismo  del  altar  mayor. 

Barcala  (Lorenzo).  Coronel.  Hombre  de  color. 
Nacido  en  Mendoza,  en  1795;  hijo  de  esclavos 
africanos,  siendo  él  mismo  esclavo  en  su  niñez. 
Adolescente  aún  obtuvo  su  libertad  para  ves- 
tir la  casaca  del  soldado  y  ser\'ir  a]'a  causa  de 
las  instituciones,  alas  que  consagró  su  cora- 
zón, su  talento  y  su  espada,  para  rendirles  más 
tarde  el  tributo  de  su  vida.  A  p^sar  de  la  obs- 
curidad de  su  origen  y  el  color  de  su  rostro, 
este  benemérito  liberto  llegó  a  ocupar  un 
puesto  elevado  en  la  milicia  de  su  país,  dejan- 
do escrito  en  la  historia  de  la  revolución  ar- 
gentina el  recuerdo  de  una  exi.stencia  tan  mo- 
desta como  trabajada  por  el  infortunio  y  el  sa- 
crificio. Barcala  entró  al  servicio  activo  de  las 
armas  sentando  plaza  de  soldado  raso  en  el 
batallón  de  Cívicos  pardos  de  Mendoza,  hacien- 
do servicio  de  guarnición  en  este  cuerpo  has- 
ta fines  de  1820.  Habiendo  ocurrido  en  San 
Juan,  en  enero  de  aquel  año,  la  insurrección 
del  batallón  1."  de  los  Andes,  el  Gobierno  de 
Mendoza,  temiendo  una  invasión  de  los  insu- 


rrectos al  territorio  de  la  provincia,  dispuso 
el  acuartelamiento  de  las  Milicias,  confiando 
su  organización  y  mando  al  general  D.  Bruno 
Morón.  Barcala,  sargento  primero  entonces 
de  los  cívicos  pardos,  fué  encargado  de  la  or- 
ganización y  disciplina  de  varios  cuerpos.  Las 
aptitudes  que  revelara  entonces  y  los  hábitos 
de  orden  y  obediencia  que  supo  imprimir  en  el 
espíritu  del  soldado  le  granjearon  las  simpa- 
tías del  jefe  del  ejército,  que  le  ascendió  a  al- 
farez.  En  los  diversos  combates  que  desde  el 
año  20  al  21  libraron,  con  éxito  brillante,  las 
Milicias  de  Mendoza  contra  los  ejércitos,  dos 
veces  invasores,  de  Miguel  Carrera  en  el  te- 
rritorio de  Cuyo,  Barcala  se  comportó  bizarra- 
mente, mereciendo  al  terminar  la  campaña  un 
ascenso  y  un  escudo  de  honor  con  esta  inscrip- 
ción: «Aniquilé  la  anarquía».  Algunos  años  des- 
pués pasó  con  el  grado  de  capitán  al  batallón 
de  Granaderos,  compuesto  exclusivamente  de 
pardos  y  morenos,  en  cuyas  filas  tuvo  la  gloria 
de  prestar  señalados  servicios  a  su  provincia. 
La  austera  moralidad  de  Barcala, sostenida  con 
ejemplar  abnegación  en  su  larga  y  borrascosa 
vida  de  soldado;  las  altas  prendas  de  su  ca- 
rácter, la  distinción  remarcable  de  su  persona, 
su  reputación  de  valiente  y  el  mismo  trato  fa- 
miliar que  le  dispensaban  sus  jefes,  habíanle 
atraído  ya  en  aquella  época  el  respeto  y  admi- 
ración de  las  clases  de  color,  cuyos  destinos  e 
infortunios  personificaba  el  ilustre  negro.  El 
28  de  mayo  do  1824  subía  al  Gobierno  de 
Mendoza  el  coronel  D.  José  Alvino  Gutiérrez, 
alcalde  de  segundo  voto,  y  hombre  de  bastan- 
te prestigio  en  la  provincia.  «La  generalidad 
de  la  población  recibió  con  marcado  desagrado 
tal  gobernante,  y  desde  el  momento  principió 
sus  trabajos  para  hacerlo  descender,  teniendo 
ya  entonces  vistas  más  trascendentales  y  un 
programa  de  reformas  más  extenso  y  radical,» 
(Hudson,  Recuerdos  de  Cuyo).  Solicitado  ol 
apoyo  de  las  fuerzas  que  guarnecían  la  ciu- 
dad, limitadas  a  los  batallones  de  infantería,  (.1 
dd  Cazadores  y  el  de  Granaderos,  el  primero, 
formado  por  lo  más  selecto  de  la  juventud 
mendocina,  se  adhirió  con  entusiasmo  al  p'  t 
de  los  conjurados.  En  cambio,  el  comand;: 
y  v.,rios  oficiales  del  segundo,  que  eran  a' 
tos  al  nuevo  Gobierno,  declararon  que  í^ 
tendrían  su  causa  con  su  prestigio  y  su  bru 
Pero  Barcala,  que  era  el  segundo  jefe  de  I 
Granaderos,  había  pedido  desde  el  primer  n 
mentó  su  puesto  de  honor  y  de  combate  entie 


BAR 


71  - 


BAR 


los  revolucionarios,  y  en  la  madrugada  del 
28  de  junio  presentábase  en  el  cuartel  de  Gra- 
naderos, arrojaba  a  la  calle  a  su  jefe  inmedia- 
to, y  después  de  arengar  a  sus  soldados  los 
ponía  al  servicio  del  movimiento  revoluciona- 
rio estallado  en  aquel  mismo  día,  con  éxito  fe- 
liz. Tomó  parte  al  año  siguiente  en  la  expedi- 
ción que  se  confió  a  los  Aldao  para  reponer  en 
so  cargo  de  gobernador  a  D.  Salvador  María 
del  Carril,  tomando  una  parte  muy  principal 
en  la  victoria  de  Las  Leñas.  En  la  campaña  del 
Brasil  se  le  dio  el  grado  de  teniente  coronel, 
conquistándose  por  su  bravura  y  moralidad  la 
estimación  de  sus  jefes  superiores,  y  muy  es- 
pecialmente la  del  general  Paz,  a  quien  acom- 
pañó el  año  29  en  su  expedición  a  Córdoba.  El 
triunfador  de  Quiroga  encontró  una  resisten- 
cia Insólita  entre  el  gauchaje  y  la  plebe  de  la 
campaña  y  ciudad,  que  no  parecía  desafecta  al 
orden  político  existente  en  la  provincia.  «Pero 
Paz  llevaba  consigo  un  intérprete  para  enten- 
derse con  las  masas  cordobesas  de  la  ciudad: 
Barcala,  el  coronel  negro,  que  tan  gloriosa- 
mente se  había  mostrado  en  el  Brasil  y  que  se 
paseaba  del  brazo  con  los  jefes  del  ejército; 
Barcala,  el  liberto  consagrado  durante  tantos 
años  a  mostrar  a  los  artesanos  el  buen  camino 
y  a  hacerles  amar  una  revolución  que  no  dis- 
tinguía ni  color  ni  clase  para  condecorar  al 
mérito,  Barcala  fué  el  encargado  de  populari- 
zar el  cambio  de  ideas  y  miras  obrado  en  la 
ciudad,  y  lo  consiguió  más  allá  de  lo  que  se 
creía  deber  esperarse.  Los  cívicos  de  Córdo- 
ba pertenecieron  desde  entonces  a  la  ciudad, 
a  la  civilización,  al  orden  civil.»  (Sarmiento.) 
Después  de  la  jornada  de  San  Roque,  Paz  en- 
comendó a  Barcala  la  reorganización  del  bata- 
llón cívico  bajo  la  denominación  de  Cazadores 
de  la  Libertad,  formado  por  los  hombres  de  co- 
lor y  las  clases  menos  acomodadas  de  la  ciu" 
dad  y  suburbios.  Más  tarde  sirvió  a  las  órde" 
nes  de  Lamadrid,  siendo  uno  de  los  prisio- 
neros de  la  Ciudadela  y  el  único  entre  ellos 
cuya  vida  fué  respetada  por  Quiroga,  vence- 
dor en  aquella  jornada.  Rogado  por  éste  para 
entrar  a  su  servicio,  aceptó  un  puesto  entre  sus 
edecanes,  bajo  promesa  de  que  no  sería  obli- 
gado a  combatir  contra  su  partido.  El  famoso 
caudillo  cumplió  fielmente  su  palabra.  Formó 
parte  en  la  expedición  al  desierto  dirigida  por 
Rosas,  el  año  33,  mandando  en  jefe  el  batallón 
de  Defensores.  Muerto  Quiroga  en  Barranca 
Yacx),  el  coronel  Barcala  se  retiró  a  San  Juan. 


Preocupado  siempre  con  la  idea  de  derrocar  a 
Aldao,  que  tiranizaba  la  provincia  de  su  naci- 
miento, urdió  una  conspiración  contra  el  fraile, 
poniéndose  en  comunicación  con  sus  amigos 
de  Mendoza;  pero  vendido  por  uno  de  sus 
agentes  y  reclamado  por  Aldao  al  gobernador 
de  San  Juan,  coronel  D.  José  Martín  Yanzón, 
fué  fusilado  por  orden  de  aquél,  después  de 
un  proceso  instruido  en  veinticuatro  horas 
(abril  de  1835). 

Barraca*  (combate  de).  El  20  de  junio  de  1880, 
entre  las  fuerzas  de  D.  Nicolás  Lavalle  y  las 
de  Campos.  La  ciudad  de  Buenos  Aires  había 
sido  atrincherada  para  su  defensa,  una  vez  ro- 
tas las  relaciones  de  su  Gobierno  (Tejedor) 
con  la  autoridad  nacional  (Avellaneda).  El 
ejército  de  línea  acababa  de  poner  cerco  a  la 
ciudad  y  la  escuadra  bloqueaba  su  puerto.  El 
día  20  la  división  del  general  Lavalle,  que  aca- 
baba de  llegar  del  Sud,  se  aproximó  en  un  tren 
hasta  e!  puente  de  Barracas,  con  el  objeto  de 
hacer  un  reconocimiento;  pero  allí  se  hallaban 
fuerzas  de  la  ciudad  al  mando  del  coronel  don 
Julio  Campos,  y  se  empeñó  un  sangriento  com- 
bate, teniendo  al  fin  que  retirarse  Lavalle  en 
el  mismo  tren  que  lo  había  traído.  Ambas  fuer- 
zas sufrieron  sensibles  pérdidas. 

Barrancas  (combate  de).  El  coronel  Rafael  Hor- 
tiguera,  al  frente  de  una  división  desprendida 
de  las  fuerzas  con  que  el  general  Viamonte 
había  invadido  nuevamente  la  provincia  de 
Santa  Fe,  llega  hasta  el  Carcarañá,  arrollan- 
do en  su  marcha  las  partidas  de  montoneros 
que  se  le  presentan;  pero  López,  que  regresa- 
ba de  su  poco  afortunada  campaña  de  Córdo- 
ba, le  carga  en  el  lugar  denominado  Barrancas 
y  lo  destroza  completamente,  el  10  de  marzo 
de  1819. 

Barreyro  Grande  (batalla  de).  Guerra  del  Pa 
raguay.  Las  divisiones  del  ejército  aliado  que 
perseguían  al  dictador  Lóp2Z,  del  Paraguay, 
encuentran  una  fuerza  paraguaya,  al  mando  del 
general  Caballero,  en  Barreyro  Grande,  sobre 
el  paso  del  arroyo  Perebebuy.  Caballero,  des- 
pués de  haber  peleado  bravamente  contra  fuer- 
zas infinitamente  superiores,  abandona  el  cam- 
po de  batalla,  dejando  la  artillería  y  gran  nú- 
mero de  muertos  (18  de  agosto  de  1869). 

Barrientos  (Pedro  Noiasco).  Sacerdote.  Natu- 
ral del  Paraguay,  donde  nació,  a  mediados  del 
siglo  x\nii.  Cursó  sus  estudios  eclesiásticos  en 
su  país,  trasladándose  después  a  esta  repúbli- 
ca. En  25  de  abril  de  1768  fué  nombrado  rector 


BAR 

cancelario  de  la  Universidad  de  Córdoba,  sien- 
do lector  en  Teología  y  custodio.  Fué  el  padre 
Barrientes  una  figura  culminante,  correcto  en 
la  observancia  de  sus  reglas  religiosas;  se  ha- 
bía formado  hábitos  austeros  en  el  cumplimien- 
to de  sus  deberes,  llevando  el  esmero  hasta  lo 
más  pequeño  cuando  la  perturbación  pudiese 
comprometer  el  orden  general.  Dominó  la  Teo- 
logía y  las  ciencias  filosóficas  como  pocos  en 
su  época.  Tan  versado  era  en  materias  de  le- 
gislación civil  como  en  las  canónicas;  sus  es- 
critos son  una  prueba  de  su  erudición.  Falle- 
ció en  Buenos  Aires,  en  1810. 

Barros  Pazos  (José).  Jurisconsulto.  Natural  de 
Buenos  Aires,  en  1S07,  estudió,  y  se  doctoró  en 
Leyes  en  1S31.  Per- 
seguido por  Rosas, 
emigró  de  Buenos 
Aires  en  la  noche  del 
5  de  abril  de  1849, 
en  compañía  del  ge- 
neral Pazy  del  coro- 
nel Sometiera,  pasan- 
do a  Montevideo  y 
luego  a  Chile,  donde 
ocupó  entre  los  ar- 
gentinos una  alta 
posición.  Publicó  allí 
varias  obras  de  lite- 
ratura y  política. 

Caída  la  tiranía,  fué  electo  diputado  a  la  pri- 
mera Asamblea  legislativa  de  esta  ciudad, 
en  1S52,  y  sucesivamente  fué  director  general 
de  Escuelas  y  rector  de  la  Universidad  por 
decreto  de  mayo  de  1854,  y  al  siguiente  des- 
empeñó la  presidencia  de  la  Asociación  de 
Amigos  de  la  Historia  natural  del  Plata.  En 
julio  de  1855  fué  miembro  del  Consejo  con- 
sultivo de  Gobierno,  hasta  noviembre  de  1857, 
puesto  que  abandonó  para  ocupar  el  minis- 
terio de  Gobierno  y  Relaciones  exteriores; 
posteriormente  fué  electo  diputado  en  1860  y 
nombrado  vocal  de  la  primera  Corte  Suprema 
de  Justicia  nacional.  Formó  parte  también  de 
un  Congreso  Constituyente,  del  Tribunal  en- 
cargado de  juzgar  a  Rosas  y  del  Senado  de  la 
provincia  en  varios  periodos.  El  Dr.  Barros 
Pazos  fué  un  ciudadano  dignísimo  y  uno  de  los 
jurisconsultos  más  notables  de  nuestro  foro. 
Falleció  el  23  de  noviembre  de  1877. 

Barcena  (Alfonso).  Misionero  jesuíta.  Nacido 
en  Córdoba  (España),  en  1528,  ingresando  re- 
cién a  los  treinta  y  un  añus  de  edad  en  la 


José  Barros  Pazos. 


de  la    i 
i.  y  su    I 


-  72  -  BAS 

Compañía  de  Jesús.  En  1569  se  puso  en  viaje 
para  el  Perú,  donde  permaneció  largos  aftos, 
hasta  que  pasó  al  Paraguay  y  a  Tucumán,  de- 
dicándose por  completo  a  la  conversión  de  las 
tribus  indígenas  que  poblaban  aquellos  territo- 
rios, donde  tuvo  ocasión  de  aprender  y  de  es- 
tudiar el  idioma  de  los  indios.  A  su  regreso  al 
Perú  publicó  numerosos  libros,  que  fueron  los 
primeros  que  se  imprimieron  en  el  antiguo  im- 
perio de  los  Incas.  Este  eminente  jesuíta  ha 
sido  apellidado  el  Apóstol  del  Perú,  y  por  al- 
gunos historiadores,  el  Apóstol  del  Tucumán. 
Falleció  en  el  Cuzco,  después  de  tres  años  de 
penosa  enfermedad,  en  enero  de  15!:^. 
Basavilbaso  (Domingo  de).  Fundador 
casa  y  renta  de  Correos  de  Buenos  Aires, 
primer  administrador,  en  1748.  Español.  Nací 
do  en  Bilbao,  el  1  de  septiembre  de  1709.  Vino 
muy  joven  a  Buenos  Aires,  y  se  dedicó  al  co- 
mercio, adquiriendo  una  sólida  fortuna.  Alcal- 
de de  segundo  voto  (1738),  síndico  procurador 
general  (1739),  alcalde  de  primer  voto  (1745), 
y  regidor  en  1767. 
En  el  año  1745, 
siendo  alcalde  de 
primer  voto,  el 
gobernador  de 
Buenos  Aires,  le 
encomendó  la  di- 
rección contra  los 
indios, quediópor 
resultado  la  pri- 
sión del  cacique 
Galeliano  y  sus 
principales  capi- 
tanejos. Fué  el 
conductor  en  va- 
rias ocasiones, 

desde  Potosí  a  Buenos  Aires,  de  los  situados 
de  la  tropa  de  esta  última  plaza  y  de  paquetes 
de  bulas  y  resmas  de  papel.  La  escolta  de  gen- 
te que  lo  acompañaba  en  estas  excursiones, 
para  libertar  las  encomiendas  de  los  asaltos  de 
los  indios,  fué  siempre  costeada  por  su  propio 
peculio.  Tan  distinguidos  servicios  lo  hicieron 
acreedor  al  puesto  de  confianza,  a  que  f  'é  lla- 
mado por  el  gobernador  Andónaegui,  de  admi- 
nistrador y  tesorero  de  los  derechos  impuestos 
para  subvenir  a  los  gastos  de  la  guerra  contra 
los  indios,  «puesto  que  admitió  y  sirvió  a  satis- 
facción, no  obstante  de  no  tener  sueldo  algu- 
no». En  uno  de  sus  viajes  de  Potosí  a  Buenos 
Aires  «fué  asaltado  por  los  indios  (1741)  en  la 


Domingo  de  Basavilbaso. 


BAS 

jurisdicción  de  Tucumán,  y  con  este  motivo 
pudo  advertir  la  falta  que  liacía  al  buen  servi- 
cio público  un  arreglo  mejor  que  e!  que  hasta 
entonces  existía  en  el  ramo  de  caminos,  pos- 
tas y  correos.  Estos  últimos  no  existían  en  rea- 
lidad, y  D.  Domingo  se  propuso  crearlos,  dán- 
doles una  administración  especial  que  dejase 
expeditas  las  vías  de  comunicación  entre  Bue- 
nos Aires,  Chile  y  la  villa  de  Potosí ».  Fué  así 
como  adquirió  el  titulo,  que  lo  recomienda  a  la 
posteridad,  de  promotor  y  fundador  de  la  casa 
y  renta  de  Correos  (174S).  Bajo  el  gobierno 
de  Andonaegui  prestó  también  otros  servicios 
de  importancia,  equipando  y  costeando  una  em- 
barcación para  reconocer  el  puerto  de  San  Ju- 
lián, en  la  costa  del  Sud.  A  esta  expedición  se 
debió  el  conocimiento  que  entonces  se  tuvo  de 
las  producciones  de  aquel  paraje.  Celoso  siem- 
pre del  bien  público,  se  encargó  posteriormen- 
te de  la  tesorería  y  dirección  de  la  nueva  fá- 
brica de  la  iglesia  catedral  de  Buenos  Aires. 
Desempeñando  este  puesto  falleció,  el  9  de  ma- 
yo de  1775,  siendo  enterrado  en  el  panteón  de 
la  misma  iglesia  catedral. 

Basavllbaso  (Manuel).  Natural  de  Buenos  Ai- 
res. Hijo  del  anterior  y  de  D."  María  Ignacia 
Urtubea,  de  Toledo.  Nació  el  28  de  agosto 
de  1739.  Sus  servicios  datan  desde  la  funda- 
ción de  la  casa  y  renta  de  Correos,  estableci- 
da en  Buenos  Aires  bajo  la  dirección  de  su  pa- 
dre, y  del  que  fué  primer  administrador.  Fué 
electo  alcalde  de  segundo  voto  en  1767,  con- 
tinuando en  el  de  síndico  procurador  general, 
puesto  que  ocupó  por  primera  vez  en  1768,  los 
años  de  1771,  72  y  73,  por  reelección  reiterada 
del  Cabildo.  En  1775,  regidor.  Siendo  síndico 
procurador  general  elevó  a  la  Junta  Suprema 
de  Aplicaciones  un  memorial  tendente  a  de- 
mostrarlas ventajas  de  fundar  una  Universidad 
pública  en  Buenos  Aires,  atacando  en  el  mis- 
mo escrito  el  proyecto  de  trasladar  a  esta  ciu- 
dad la  Universidad  de  Córdoba,  que  merecía 
las  simpatías  de  la  Junta.  Propuso  también  la 
creación  de  cuatro  cátedras  de  Teología  y  tres 
de  Derecho  y  el  restablecimiento  de  un  Cole- 
gio de  Humanidades  y  Filosofía.  Empeñado  en 
esta  noble  y  patriótica  tarea  falleció,  en  esta 
ciudad,  el  4  de  junio  de  1794,  siendo  enterrado 
al  lado  de  su  padre,  en  el  panteón  de  la  ca- 
tedral. 

Basnaldo  (Juan  de).  Uno  de  los  64  repoblado- 
res de  Buenos  Aires  el  11  de  junio  de  15S0, 
que  acompañó  al  fundador,  el  teniente  gober- 


_  73  -  BAU 

nador  y  capitán  general  D.  Juan  de  Caray.  D« 
Basualdo  sólo  se  sabe  que  era  nacido  en  Gor- 
dejuela  (España),  a  principios  del  siglo  xvi,  y 
que  vino  en  1535  con  la  expedición  de  D.  Pe- 
dro de  Mendoza,  «para  conquistar  y  poblar  las 
tierras  y  provincias  que  hay  en  el  río  de  So- 
lís,  que  llaman  de  la  Plata».  El  11  de  junio 
de  1580  se  halló  en  la  segunda  fundación  de 
Buenos  Aires,  siendo  agraciado  como  pobla- 
dor con  tres  lotes  de  terreno  en  el  reparti- 
miento de  la  ciudad,  consistentes:  uno,  en  una 
manzana  que  es  la  actualmente  comprendida 
por  las  calles  de  Esmeralda,  Sarmiento,  Sui- 
pacha  y  Cangallo,  y  dos  cuartos  de  manzana 
que  formaban  esquina  en  las  calles  de  Co- 
rrientes, 25  de  Mayo,  Tucumán  y  Reconquis- 
ta. Fué  también  agraciado,  como  los  demás 
pobladores,  con  terrenos  para  chacras  y  es- 
tancias en  los  alrededores  de  esta  ciudad. 

Bathurst  (Guillermo).  Marino.  Natural  de 
Southampton  (Inglaterra),  por  el  año  1796. 
Se  hallaba  en  Buenos  Aires  hacia  1814,  cuan- 
do su  compatriota  el  entonces  teniente  coro- 
nel Brown  le  confió  el  mando  del  bergantín 
Independencia,  armado  con  22  cañones,  con  el 
cual  se  batió  en  el  combate  de  28  de  abril  de 
ese  mismu  año  y  en  el  de  25  de  mayo  frente  a 
Buenos  Aires,  siendo  felicitado  por  Brown  y 
la  escuadra.  Se  halló  también  en  el  sitio  de 
Monteüideo.  Cuando  la  guerra  contra  el  Bra- 
sil, el  mayor  Bathurst  se  batió  heroicamente 
en  el  combate  de  los  Pozos,  el  1 1  de  junio 
de  1828;  en  el  ataque  a  la  fragata  Emperatriz 
y  en  otros  hechos  de  armas.  Durante  Rosas 
emigró  de  Buenos  Aires  para  combatir  por  la 
libertad.  Se  encontró  en  la  batalla  de  Cagan- 
cha,  donde  fué  tomado  prisionero  y  trasladado 
al  cuartel  del  Retiro,  donde  acabó  sus  días 
el  23  de  mayo  de  1844,  víctima  de  un  aneuris. 
ma,  precipitado  por  la  melancolía  que  minó  su 
moral,  ofendida  por  la  injusticia. 

Banness  (Carlos).  Militar.  Nacido  en  Inglate- 
rra, en  1797.  Vino  a  Buenos  Aires  siendo  muy 
niño,  e  inclinado  a  la  carrera  de  las  armas, 
sentó  plaza  de  soldado  del  cuerpo  de  Cívicos 
en  1810,  y  en  1S13  pasó  al  regimiento  de  Gra- 
naderos a  Caballo  y  marchó  con  el  ejército 
auxiliar  del  Perú,  en  clase  de  alférez,  en  1814. 
Se  halló  en  Sipe-Sipe  y  Paso  de  los  Andes  con 
San  Martín,  concurriendo  a  Chacabuco,  Malpü 
y  Bio-Bio.  En  la  frontera,  contra  los  indios. 
Sargento  mayor  en  1S26,  se  halló  en  los  en- 
cuentros del  Salto,  las  Saladas  y  en  las  expe- 


BAU 


74  - 


BEA 


díciones  al  Tandil  y  Bahía  Blanca.  En  1828, 
siendo  teniente  coronel,  se  batió  en  Naoarro, 
a  las  órdenes  de  Dorrego.  De  1832  al  34,  ayu- 
dante en  la  Inspección  general  de  armas,  en 
cuyo  aflo  fué  dado  de  baja  por  Rosas  y  pasó  a 
Montevideo.  En  1S53  pasó  a  revistar  en  la 
plana  mayor  activa.  Murió  en  Buenos  Aires, 
el  29  de  mayo  de  1855. 

Banzá  (Rufino).  Guerrero  de  la  independencia. 
Uruguayo.  Nacido  el  16  de  noviembre  de  1795. 
Era  hijo  de  D.  Dnmingo  Bauza  y  de  D."  Ana 
Álvarez.  Desde  muy  niño  se  enroló  en  la  insu- 
rrección que  encabezó  Artigas.  En  la  batalla 
del  Cerrito  (31  de  diciembre  de  1812)  era  ya 
capitán  del  regimiento  de  Blandengues;  se 
comportó  muy  bien,  lo  mismo  que  en  el  resto 
de  la  campaña,  que  dio  por  resultado  la  rendi- 
ción de  la  plaza  de  Montevideo,  y  fué  en  esta 
fecha  ascendido  a  coronel.  Estuvo  con  Ron- 
deau  y  se  halló  en  Santo  Tomé,  Cepeda,  Paso 
de  Aguírre.  No  concurrió  a  la  guerra  del  Bra- 
sil. En  su  país  ascendió  hasta  brigadier  ge- 
neral. En  1833  fué  hecho  general  en  el  Pal- 
mar sobre  el  campo  de  batalla,  y  brigadier  en 
la  defensa  de  Montevideo.  Fué  ministro  de  la 
Guerra  y  presidente  del  Consejo  de  Estado  en 
la  Banda  Oriental.  El  general  Bauza  fué  par- 
tidario de  Artigas,  cuya  memoria  ha  respetado 
y  venerado  hasta  sus  úUimos  años.  En  nues- 
tras luchas  internas  simpatizó  siempre  con  los 
caudillos  del  interior.  Era  muy  amigo  del  gene- 
ral López,  de  Santa  Fe. 

Baxáa  (Juan  Gregorio  de).  Conquistador  del 
siglo  XVI.  Descendía  de  una  familia  de  Talave- 
ra  (España),  de  donde  era  nativo.  Vino  con 
La  Gasea  y  con  una  numerosa  comitiva  y  ser- 
vidumbre, que  equipó  a  sus  expensas.  Fué  ad- 
versario de!  celebre  D.  Gonzalo  Pizarro.  El 
conquistador  Francisco  de  Aguirre,  con  quien 
le  unían  lazos  estrechos  de  parentesco,  delegó 
en  él  durante  su  ausencia  el  mando  político  y 
militar  en  la  ciudad  de  Santiago  del  Estero; 
pero,  desesperando  Bazán  poder  resistir  a  los 
naturales  y  salvar  a  la  ciudad  de  sus  frecuen- 
tes invasiones,  hubo  de  abandonarla  y  regresar 
al  Perú;  pero  desistió  de  este  propósito  debi- 
do a  la  intervención  del  capitán  Miguel  de  Ar- 
diles, que  le  estimuló  a  proseguir  la  conquista. 
Cambiado  completamente  su  anterior  propósi- 
to, soportó  Bazán  las  mayores  miserias  y  con- 
trariedades; organizó  la  defensa  de  la  ciudad 
y  regularizó  el  gobierno.  Eipeaicionó  y  redu- 
jo a  los  indios  del  río  Salado.  Bajó  del  Gobier- 


no en  1556.  Venía  el  conquistador  de  regreso 
de  Lima,  donde  había  ido  en  busca  de  su  fami- 
lia, recientemente  llegada  de  España,  cuando 
fué  acometido,  en  un  paraje  llamado  Siancas, 
por  los  indios,  que  lo  atacaron  de  improviso, 
sucumbiendo  con  algunos  de  los  suyos,  después 
de  una  resistencia  desesperada.  Bazán  ha  sido 
uno  de  los  españoles  más  distinguidos  que  pi- 
saron el  territorio  de  la  colonia  y  uno  de  los 
pocos  conquistadores  que  no  han  señalado  sus 
jornadas  con  actos  de  crueldad  y  de  barbarie. 

Bazurco  (José  Antonio).  Obispo  de  Buenos 
Aires.  Nació  en  esta  ciudad,  donde  hizo  sus 
primeros  estudios  eclesiásticos,  completándo- 
los después  en  Lima.  Por  sus  virtudes  y  talen- 
to mereció  ser  elevado  al  obispado  de  Buenos 
Aires  en  1760.  Recibió  su  consagración  epis- 
copal en  la  ciudad  de  Arequipa,  en  el  Perú. 
Colocó  la  piedra  fundamental  del  templo  de 
Santo  Domingo  (1751);  promovió  la  construc- 
ción de  una  enfermería  en  el  convento  de  mon- 
jas Catalinas,  y  durante  su  gobierno  episcopal 
prosiguió  empeñosamente  la  obra  de  la  iglesia 
catedral.  Falleció  el  5  de  febrero  de  1871,  y 
sus  restos  descansan  en  esta  iglesia. 

Beanchef  (José).  Militar.  Nacido  en  Francia, 
en  1787.  Empezó  la  carrera  militar  en  los  ejér- 
citos de  Napo- 
león I,  el  año 
1805,  asistiendo  a 
las  batallas  de 
Austerlitz,  Jena, 
Mohringen, 
Friedland  y  Wa- 
terloo.  Cuando 
el  emperador  fué 
desterrado  a  la 
isla  deSanta  Ele- 
na se  trasladó 
Beauchef  a  Norte 
América,  y  allí 
fué  contratado 
para  tomar  servi- 
cio en  el  ejército  argentinochileno  que  comba- 
tía por  la  independencia  chilena,  siendo  incor- 
porado, con  el  grado  de  teniente  de  caballería, 
el  27  de  febrero  de  1817.  Asistió  al  asalto  de 
Talcahuano,  donde  fué  gravemente  herido  el  7 
de  diciembre  del  mismo  año,  y  restablecido  a 
fines  del  siguiente,  hizo  las  campañas  del  Sud 
de  Chile,  a  las  órdenes  de  Balcarce  y  Freiré,  y 
en  1820  sirvió  a  las  órdenes  del  almirante  Co- 
chrane,  encontrándose  en  la  toma  de  Valdivia. 


José  Beauchef. 


BEA 


-  75  - 


BED 


Revistando  ya  de  teniente  coronel,  derrotó 
el  6  de  marzo  de  1S20,  en  el  combate  de  la  Ca- 
sería del  Toro,  a  una  fuerza  superior.  Gober- 
nador de  la  plaza  de  Valdivia.  En  1823  hizo  la 
campaña  del  Perú,  y  aflos  después  las  de  Chi- 
íóe,  alcanzando  el  grado  de  coronel  efectivo. 
Falleció  en  Santiago  de  Chile,  el  10  de  junio 
de  1840. 

Beaomont  y  Navarra.  Gobernador  de  Buenos 
Aires.  Desempeñó  provisoriamente  este  cargo 
después  de  la  muerte  del  propietario,  D.  Diego 
Marín  Negrón,  suced'éndole  Hernandarias  de 
Saavedra.  Beaumont  había  servido  largos 
aflos  en  Buenos  Aires,  donde  ocupó  algunos 
empleos  públicos:  alcalde  ordinario,  teniente 
gobernador,  y  bajo  la  administración  de  don 
Diego  Valdés  de  la  Banda  (1598-1600)  fué  nom- 
brado teniente  general.  «Se  encontraba  hacía 
seis  aflos  ejerciendo  las  modestas  funciones  de 
corregidor  en  Payta,  pequeño  puerto  en  la 
costa  peruana,  ciudad  del  Ecuador,  cuando  el 
virrey  Mendoza  y  Lima  lo  llamó  a  este  gobier- 
no, conociendo  su  rectitud  y  entereza  y  la  ex- 
periencia que  tenía  en  las  cosas  de  esta  gober- 
nación.» (Domínguez.)  Gobernó  desde  el  8  de 
enero  hasta  el  3  de  mayo  de  1615.  La  mayor 
parte  de  nuestros  historiadores  no  consignan 
el  nombre  de  Beaumont  en  la  crónica  de  los 
gobernadores  de  Buenos  Aires. 

Beazley  (Francisco).  Marino.  Natural  de  los  Es 
tados  Unidos  de  Norte-América.  Llegó  a  Bue- 
nos Aires  cuando  empezaba  la  guerra  del  Bra- 
sil. Antiguo  marino  y  amigo  de  Brown;  tomó 
servicio  como  comandante  del  bergantín  Re- 
pública, buque  armado  con  18  cañones  y  tri- 
pulado por  120  hombres.  Poco  después  se  le 
confió  el  mando  del  General  Mansilla,  con 
cuyos  buques  sostuvo  con  honra  la  bandera  de 
la  patria  en  los  diversos  encuentros  en  que  se 
halló  y  en  su  crucero  por  el  Río  de  la  Plata, 
en  el  cual  logró  tomar  un  sinnúmero  de  pre- 
sas a  los  imperialistas.  Fueron  muy  buenos  y 
muchos  sus  servicios.  Perseguido  más  tarde 
por  Rosas,  emigró  al  Brasil,  donde  falle- 
ció. 

Bedoya  (Elias).  Hombre  público.  Nacido  en  1800, 
en  Córdoba,  donde  hizo  sus  estudios  y  en  cuya 
Universidad  debió  graduarse.  Como  casi  toda 
la  juventud  argentina  de  la  época,  el  doctor 
Bedoya  aceptó  el  movimiento  revolucionario, 
que  encontró  consumado  apenas  pisó  la  aurora 
de  la  vida.  Miembro  de  una  familia  distinguida 
y  acreditada  en  Córdoba,  le  fué  fácil  crearse 


allí  los  elementos  necesarios  para  entrar  en  la 
vida  pública.  El  primer  puesto  de  verdadera 
importancia  que  ocupó  fué  el  de  diputado  por 
Córdoba,  en  el  Congreso  que  se  instaló  en  Bue- 
nos Aires  a  fines  del  año  1824.  Enemigo  de  los 
caudillos  entonces  dominantes  en  la  Repúbli- 
ca, el  Dr.  Bedoya  simpatizó  con  el  sistema  uni- 
tario, del  que  se  mostró  más  tarde  ardiente  y 
decidido  partidario.  Persiguiendo  tales  ideas 
fué  el  primero  que  indicó  en  el  Congreso  la 
conveniencia  de  volver  a  crear  el  Gobierno  na- 
cional, suprimido  el  año  20.  Más  tarde,  habien- 
do pedido  el  gobernador  general,  D.  Juan  Gre- 
gorio de  las  Heras,  se  le  exonerase  de  las 
atenciones  del  Gobierno,  recargado  sumamen- 
te entonces  por  las  exigencias  de  la  guerra,  el 
Dr.  Bedoya  aprovechaba  entonces  la  coyuntu- 
ra que  se  le  ofrecía  para  renovar  su  indica- 
ción, que  el  Congreso  aceptó,  nombrando  pre- 
sidente de  la  República  a  D.  Bernardino  Riva- 
davia.  La  tenaz  oposición  hecha  al  sistema 
unitario  por  muchas  de  las  provincias  argenti- 
nas sublevó  muy  luego  contra  el  Gobierno  y 
el  Congreso  que  lo  apoyaba  serias  resisten- 
cias, hasta  el  punto  de  resolver  algunas  de 
ellas,  declarar  cesantes  a  sus  representantes. 
Entre  estas  últimas  se  cuenta  la  provincia  de 
Córdoba,  que  retiró  sus  poderes  a  sus  diputa- 
dos; sin  embargo  de  esto,  el  Dr.  Bedoya  y  sus 
colegas  continuaron  en  sus  puestos  hasta  la 
disolución  del  Congreso.  Los  sucesos  posterio- 
res obligaron  al  Dr.  Bedoya  a  unirse  con  el 
general  Paz,  a  quien  acompañó  en  su  victorio- 
sa expedición,  prestándole  el  valioso  contin- 
gente de  su  ilustración  y  patriotismo.  En  se- 
guida, así  que  las  atrocidades  del  tirano  Rosas 
provocaron  la  campaña  libertadora,  se  le  ve  al 
lado  del  general  Lavalle,  quien  le  confía  una 
delicada  comisión  cerca  del  Gobierno  de  Ju- 
juy,  referente  a  los  asuntos  de  la  guerra.  ínte- 
rin llenaba  esa  comisión  hubo  de  ser  aprisio- 
nado por  los  sicarios  de  Rosas,  en  momentos 
que  el  general  Lavalle  acababa  de  entrar  a  la 
ciudad  y  alojádose  en  su  casa-habitación. 
Rodeaba  ya  ésta  una  partida  de  forajidos,  que 
hubieran  profanado  la  casa  del  comisionado  si 
la  aproximación  de  la  división  Lavalle  no  lo 
hubiera  evitado.  Los  traidores  huyeron;  pero 
no  sin  consumar  un  crimen  en  su  tentativa  de 
abrir  la  puerta  a  balazos:  uno  de  ésto?  acertó 
a  herir  mortalmente  a  Lavalle.  Caído  Rosas  y 
establecida  la  separación  de  Buenos  Aires,  el 
Dr.  Bedoya  fué  ministro  de  Hacienda  de  la 


BED 

Confederación,  falleciendo  el  15  de  octubre 
de  IS70. 
Bedoya  (Francisco).  Militar.  Gobernador  dele- 
gado en  Córdoba;  hermano  del  anterior.  Hom- 
bre de  orden  y  de  carácter,  fué  uno  de  los  más 
perseverantes  sostenedores  de  la  causa  nacio- 
nal, tomando  parte  activísima  en  las  luchas  ci- 
viles que  provocaron  los  caudillos.  Era  coman- 
dante de  .Milicias  de  un  departamento  de  Cór- 
doba cuando  ocurrió  en  aquella  provincia  la 
rebelión  de  Juan  Pablo  Bulnes  (1816),  concu- 
rriendo con  sus  fuerzas  a  sostener  a  las  auto- 
ridades locales,  y  con  su  bravura  y  decisión,  a 
la  derrota  de  este  cabecilla.  Desde  entonces 
comenzó  a  adquirir  espectabilidad  en  la  políti- 
ca local  de  su  provincia.  Electo  diputado  a  la 
Legislatura,  ocupó  la  presidencia  de  aquel 
Cuerpo  y  fué  gobernador  delegado  de  D.  Juan 
Bautista  Bustos  cuando  la  invasión  de  Carre- 
ra al  territorio  de  Córdoba.  Durante  su  dele- 
gación hizo  prender  al  general  Paz,  que  se  en- 
contraba en  Córdoba  y  que  no  era  extraño  a 
los  movimientos  subversivos  que  se  dejaban 
sentir  en  la  Sierra,  donde  se  reunían  nuevas 
fuerzas  para  marchar  al  Alto  Perú.  La  orden 
fué  cumplida;  pero  libertado  en  el  trayecto, 
permaneció  en  el  territorio  de  la  provincia. 
Después  del  triunfo  obtenido  por  Carrera  so- 
bre Bustos  en  el  Chajá,  Bedoya  se  apresuró 
a  reunir  elementos  de  defensa;  organizó  las 
Milicias,  amedrentó  los  montoneros  y  puso  la 
provincia  de  su  mando  en  situación  de  poder 
resistir  a  los  caudillos  y  revoltosos.  Carrera 
regresó  a  Córdoba  después  <le  algunas  corre- 
rias  infortunadas  en  las  provincias  de  Cuyo,  y 
reunido  a  algunos  cabecillas,  marchó  directa- 
mente a  la  capital,  a  la  que  puso  sitio.  «El  co- 
ronel Bedoya  «e  había  atrincherado  en  la  ciu- 
dad, y,  animado  de  una  voluntad  inconmovible, 
rechazaba  con  éxito  todas  las  tentativas  del 
enemigo.  Entretanto,  no  llegaban  las  fuerzas 
que  se  esperaban  de  Santiago,  y  Bedoya,  bien 
sostenido  por  los  valientes  cívicos  de  la  plaza, 
se  hacia  día  a  día  más  agresivo,  para  azarear 
a  los  sitiadores  con  ataques  repentinos  y  sor- 
presas. Habiendo  logrado  urdir  una  intriga  há- 
bilmente desempeñada,  hizo  creerá  Pintos  y  a 
Peralta  (aliados  de  Carrera)  que  una  parte  de 
loe  cantones  del  Noroeste  se  iba  a  insurrec- 
cionar en  la  noche  del  6  de  mayo  y  que  nece- 
sitaban apoyo  inmediatamente  así  que  rompie- 
ra el  tiroteo.   A  la  hora  convenida  empezó, 
en  efecto,  el  tiroteo,  y  los  sitiadores  acudie- 


76  —  BED 

ron  a  las  calles  donde  tenía  lugar;  pero  ca- 
yeron en  una  emboscada  de  todas  las  fuerza» 
de  la  plaza,  que  los  diezmaron,  cayendo  pri- 
sioneros Pintos  y  Peralta,  que  inmediatamente 
fueron  fusilados  por  Bedoya.  Carrera  escapó 
de  la  catástrofe,  pues  se  limitó  a  observar  de 
lejos  el  suceso.»  (López.)  La  energía  y  deci- 
sión de  Bedoya  salvaron  asía  la  provincia  de 
Córdoba  de  caer  en  las  garras  de  este  famoso 
demagogo,  que  huyó,  después  del  desastre,  a 
Santa  Fe.  Sorprendió  y  derrotó  más  tarde  en 
el  Rio  Seco  a  Ramírez,  que  pereció  en  aquella 
jornada.  Cuando  la  guerra  del  Brasil,  organi- 
zó por  orden  del  Gobierno  de  Buenos  Aires  un 
batallón  de  veteranos;  pero  no  pudo  asistir  a 
aquella  campaña  porque  su  presencia  era  in- 
dispensable en  el  campo  de  luchas  civiles.  Be- 
doya era  justamente  respetado,  si  no  temido, 
por  los  caudillos:  había   sido  adversario  y 
triunfador  de  Bulnes,  de  Carrera  y  de  Ramí- 
rez, y  estos  hechos,  unidos  a  una  voluntad  in- 
flexible, a  un  carácter  serio  y  enérgico  y  a  una 
adhesión  sincera  por  la  causa  nacional,  rodea- 
ban su  nombre  de  cierto  prestigio  y  de  cierta 
opinión,  de  que  no  gozaban  otros  militares  con- 
temporáneos suyos.  Persiguiendo  a  Felipe  ¡ba- 
rra penetró  en  Santiago  y  ocupó  su  capital; 
pero  no  encontrando  apoyo  en  su  vecindario, 
tuvo  que  desalojarla.  Después  de  la  batalla  del 
Tala  fué  llamado  a  Tucumán  para  resistir  a 
Quiroga,  que  se  temía  la  atacase;  pero  apenas 
llegado,  y  como  éste  se  dirigiese  a  La  Rioja, 
recibió  nueva  orden  de  contramarchar  a  Salta, 
con  motivo  de  una  sublevación  encabezada  por 
los  coroneles  Francisco  Gorriti  y  Manuel  Puch 
contra  el  gobierno  de  Arenales.  Bedoya  salió 
con  una  columna  de  214  hombres,  llegando  sin 
contratiempo  ninguno  a   Chicoana,   pequeño 
pueblo  que  dista  siete  leguas  de  Salta  (6  de 
febrero  de  IS27i,  a  pesar  de  una  persecución 
tenaz  por  parte  de  los  sublevados,  cuyas  filas 
acababan  de  ser  aumentadas  por  200  bolivia- 
nos, mandados  por  el  coronel  López  Matute, 
que  se  habían  sublevado  en  Cochabamba  e  in- 
ternádose  en  Salta,  cuyo  Gobierno  los  protegió. 
Pocas  horas  después  de  su  entrada  en  Chicoa- 
na, Matute  envió  un  parlamentario  a  intimarle 
rendición,  haciéndole  ver  la  desigualdad  de  sus 
fuerzas.  «Dígale  a  su  jefe— contestó  Bedoya  — 
que  las  armas  de  la  ley  no  se  rendirán  jamás, 
y  que  espero  ansioso  la  hora  del  combate  que 
dtbe  decidir  la  suerte  de  los  pueblos.»  El  ata- 
que no  se  hizo  esperar,  y  después  de  tras  car- 


BED 


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BEL 


gas  sucesivas  por  parte  de  los  sublevados,  en 
que  fueron  rechazados  con  grandes  pérdidas, 
se  trabó  un  horrible  combate  al  arma  blanca,  de 
cinco  contra  uno,  quedando  los  sublevados 
dueños  de  la  plaza  cuando  no  tenían  adversa- 
rios con  quien  combatir.  De  los  214  defensores 
quedaron  203  en  el  campo  de  combate,  siendo 
Bedoya,  según  se  dice,  muerto  por  las  propias 
manos  de  Matute. 

Bedoya  (Eusebio).  Educacionista  y  periodista. 
Nació  en  Córdoba,  el  14  de  agosto  de  1821. 
Hijo  del  anterior.  Ordenóse  de  sacerdote 
en  1844.  Fué  catedrático  de  Derecho  canónico 
en  la  Universidad  de  Córdoba.  Fué  el  intro- 
ductor en  América  del  Sud  del  método  Ro- 
bertson  para  la  enseñanza  de  idiomas.  Murió 
el  22  de  diciembre  de  1865. 

Belgrano  (Manuel).  Militar.  Nacido  el  3  de  ju- 
nio de  1770,  en  Buenos  Aires.  Hijo  de  D.  Do- 
mingo Belgrano 
Peri,  del  Piamon- 
te  (Italia),  y  de 
D."  María  J. 
González  Case- 
ro. Cursó  el  latín 
y  Filosofía  en  el 
Colegio  de  San 
Carlos,  pasando 
después  a  Espa- 
ña, en  1786,  a 
completar  sus  es- 
tudios. Ingresó  al 

efecto  en  la  Uni-  „       ,  _  , 

. .    ,  .    _   ,  Manuel  Belgrano. 

versidad  de  Sala- 
manca, graduándose  de  bachiller  en  1789,  y 
cuatro  años  después,  de  abogado,  en  Vallado- 
lid.  En  las  diversas  materias  que  tuvo  que 
cursar  para  conquistar  el  liltmo  título,  nin- 
guna de  ellas,  según  su  propia  confesión, 
estimuló  tanto  su  aplicación  como  los  idio- 
mas vivos,  el  Derecho  público  y  la  Econo- 
mía política.  Para  esta  última  ciencia  sobre 
todo  guardó  una  especial  afición,  que  aumentó 
después  durante  su  residencia  en  Madrid,  don- 
de publicó  un  tratado  de  Economía  política, 
traducido  del  francés  y  precedido  de  una  nota- 
ble introducción  escrita  por  él.  Poco  tiempo 
después  de  su  residencia  en  Madrid  expidióse 
la  cédula  en  que  se  creaba  el  Consulado  de 
Buenos  Aires,  nombrando  a  Belgrano  su  secre- 
tario, presentándole  así  la  ocasión  más  pro- 
picia para  hacer  prácticos  sus  conocimientos 
económicos  en  beneficio  de  su  patria,  objeto 


único  de  su  aplicación  al  estudio  y  teatro  que 
debía  ser  de  sus  triunfos  y  decepciones.  Para 
ocupar  .su  puesto  en  el  Consulado  abandonó 
a  Madrid,  a  fines  de  1794,  lleno  de  halagüeñas 
ilusiones  al  considerar  que  entre  los  deberes 
de  su  cargo  figuraba  el  de  escribir  una  Memo- 
ria anual  sobre  el  estado  de  las  provincias,  en- 
cargo que  él  creía,  en  sus  juveniles  esperanzas, 
iba  a  ponerlo  en  situación  de  provocar  la  des- 
aparición de  los  males  que  aquejaban  a  su  país. 
Pero  no  era  la  realidad  de  estas  ilusiones  lo 
que  esperaba  a  Belgrano  en  Buenos  Aires.  La 
ignorancia  empecinada  y  fatua  estaba  enseño- 
reada en  la  institución  fundada,  entre  otros 
fines,  para  fomentar  la  agricultura  y  promover 
la  industria  y  el  comercio;  una  lucha  iba  a  em- 
peñarse entre  los  miembros  del  Consulado, 
cuya  mayoría,  compuesta  de  comerciantes  es- 
pañoles sin  instrucción  alguna,  era  partidaria 
del  monopolio.  En  esa  lucha,  en  que  Belgrano 
entró  con  todo  el  ardor  de  su  juventud,  debía 
él  conquistar  sus  primeros  laureles,  mientras 
los  sucesos  le  preparaban  el  camino  para  cu- 
brirse de  gloria  en  otra  lucha  distinta,  más  gi- 
gantesca y  tremenda.  Partidario  del  librecam- 
bio, sostuvo  sus  ideas  con  brillo  y  tenacidad 
en  el  seno  de  aquella  Corporación,  consiguien- 
do, a  despecho  de  sus  colegas,  inocularlas  al 
pueblo.  Sus  trabajos  en  este  sentido  han  hecho 
decir  a  su  historiador  que  él  y  Moreno,  secun- 
dados por  Vieytes  y  Castelli,  fueron  los  pro- 
motores de  la  revolución  económica  del  comer- 
cio libre,  que  había  de  preceder  a  la  revolución 
política  estallada  después.  Belgrano,  al  com- 
batir el  monopolio  y  sostener  los  verdaderos 
principios  económicos,  arrojó  la  primera  semi- 
lla de  discordia  en  la  pacífica  población  de  Bue- 
nos Aires.  Desde  entonces  se  definieron  y  se 
caracterizaron  los  dos  partidos  cuyo  antago- 
nismo iba  a  ocasionar  una  lucha  ardiente  y  te- 
naz y  cuyo  primer  ensayo  hacían  en  la  discu- 
sión económica,  sosteniendo  los  unos  el  mono- 
polio, que  les  aprovechaba;  resistiéndolo  los 
otros,  en  nombre  de  intereses  generales.  Pero 
estas  ideas  no  debían  conseguir  un  triunfo 
completo  sino  bajo  un  orden  de  cosas  que  ni  el 
mismo  Belgrano  presentía  entonces.  Entretan- 
to, el  infatigable  secretario  continuaba  en  su  ta- 
rea anual  de  publicar  las  Memorias  de  que  es- 
taba encargado,  y  sobre  cuya  eficacia  había  ci- 
mentado tantas  esperanzas.  Estas  Memorias 
dejan  traslucir  el  espíritu  ilustrado  y  progre- 
sista que  dominaba  a  su  autor.  La  primera 


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lleva  el  siguiente  título:  «Medios  generales  de 
fomentar  la  agricultura,  animar  la  industria, 
proteger  el  comercio  en  un  país  agricultor». 
Fué  leída  en  la  sesión  que  celebró  la  Junta  de 
Gobierno  el  15  de  junio  de  1796.  La  segunda  se 
titula:  «Utilidades  que  resultarán  a  esta  provin- 
cia y  a  la  Península  del  cultivo  del  lino  y  C!íña- 
mo;  modo  de  cosechar  estos  ramos»,  y  por  úl- 
timo se  proponen  los  medios  de  contraerse  a 
este  ramo  de  la  agricultura.  La  tercera  Memo- 
ria publicada  lleva  el  siguiente  título:  «El  ori- 
gen de  la  felicidad  de  estas  provincias  es  la 
reunión  de  los  comerciantes  y  de  los  hacenda- 
dos, a  la  par  del  premio  y  de  la  ilustración  ge- 
neral». Sostiene  en  esta  Memoria  sus  ideas  so- 
bre el  librecambio,  y  se  ocupa  de  los  premios 
como  estímulos  para  la  actividad  humana  y 
desarrollo  de  la  capacidad  industrial  de  los  ha- 
bitantes de  un  país.  Muy  poco  después  la  Corte 
aceptó  sus  ideas.  Más  tarde  consiguió  del  Con- 
sulado la  autorización  para  fundar  una  Escuela 
de  Geometría,  Arquitectura,  Perspectiva  y  toda 
clase  de  dibujo,  y  más  tarde  obtuvo  también  el 
establecimiento  de  la  Escuela  de  Náutica,  de 
que  había  sido  promotor,  y  cuyo  Reglamento 
redactó  él  mismo  por  encargo  del  Consulado. 
Pero  estos  establecimientos  estaban  destinados 
a  durar  poco,  pues,  conocedora  la  Corte  de  su 
existencia,  mandólos  suprimir,  censurando  la 
conducta  del   Consulado;   acto  de  barbarie, 
como  dice  Mitre,  digno  de  un  Gobierno  tirá- 
nico y  enemigo  de   la  ilustración.  Belgrano 
tomó  parte  en  las  invasiones  inglesas.  En  la 
revolución  de  mayo  de  1810  formó  parte  de  la 
primerajunta,e  inmediatamente  ésta  le  mandó, 
para  que  abriese  una  campaña  sobre  el  Para- 
guay; 200  hombres  de  la  guarnición  de  Bue- 
nos Aires  con  algunos  del  Paraná,  a  los  que 
se  agregaron  las  Milicias  de  Corrientes  y  Mi- 
siones, «eran  todas  las  fuerzas  que  se  pusie- 
ron a  disposición  de  Belgrano».  «General  ira- 
provisado  por  la  revolución  y  animado  de  su 
noble  espíritu»,   salió  Belgrano  a  tomar  el 
mando  que  se  le  confiaba,  en  San  Nicolás  de 
los  Arroyos,  donde  se  encontraba  reunida  par- 
te de  la  fuerza  expedicionaria,  que  consiguió 
aumentar  hasta  más  de   1.000  hombres,  con 
cuyo  número  invadió  el  Paraguay,  teatro  de 
sus  primeros  ensayos  militares.  Fundó  el  pue- 
blo de  Curuíii-Cuatiá,  y  luego  batióse  en  Cam- 
pichuelo, Paraguari,  Tacuari.  Después  de  ba- 
tirse heroicamente  se  retiró  de  aquel  territorio 
con  los  honores  de  la  guerra.  Fundó  también, 


en  1810,  un  periódico  y  la  Escuela  de  Matemá- 
ticas, y  en  1812  creó  la  bandera  argentina.  Al 
año  siguiente  es  nombrado  general  del  ejérci- 
to del  Norte  en  momentos  angustiosos,  orga- 
nizando la  retirada  hasta  Tucumán,  donde  dio 
la  batalla  del  24  de  septiembre,  victoria  que 
el  20  de  febrero  de  1813  fué  complementada 
por  el  triunfo  espléndido  de  Salta,  en  premio 
de  lo  cual  recibió  un  sable  con  guarniciones  de 
oro,  con  la  siguiente  inscripción:  «La  Asam- 
blea Constituyente  al  benemérito  general  Bel- 
grano», y  además  40.000  pesos,  que  Belgrano, 
generosamente,  destinó  para  la  dotación  de 
cuatro  escuelas  públicas  de  primeras  letras, 
cuyo  Reglamento  él  mismo  redactó,  en  las  cua- 
tro ciudades  siguientes:  Tarija,  Jujuy,  Tucu- 
mán y  Santiago  del  Estero.  Poco  después  su- 
frió su  ejército  los  reveses  de  Viícapnjio  y 
Ayohuma  Estos  sucesos  lo  separaron  del  man- 
do, substituyéndole  el  general  San  Martín, 
que  se  hizo  cargo  del  ejército.  En  diciembre 
de  1814,  en  unión  con  Rivadavia,  era  nombra- 
do comisionado  en  misión  diplomática  para  Es- 
paña, a  fin  de  obtener,  por  medio  de  Inglate- 
rra, el  reconocimiento  de  la  independencia,  re- 
gresando de  Europa  a  fines  de  1815.  Vuelto  a 
ocupar  el  antiguo  cargo  del  ejército  del  Norte, 
se  fortificó  en  Tucumán,  a  la  espera  de  los 
acontecimientos,  donde  permaneció  hasta  1819. 
Tras  diversas  vicisitudes  regresó  enfermo  a 
Buenos  Aires,  atacado  por  la  dolencia  que  lo 
llevó  al  sepulcro  el  día  20  de  junio  de  1820,  a 
las  siete  de  la  mañana.  Pocos  días  antes  de 
morir  dijo  a  los  que  lo  rodeaban:  «Pensaba  en 
la  Eternidad  adonde  voy  y  en  la  tierra  querida 
que  dejo.  Yo  espero  que  los  buenos  ciudada- 
nos trabajarán  por  remediar  sus  desgracias». 
Sus  virtudes  cívicas  y  su  modestia  son  los  ras- 
gos principales  de  su  carácter:  fué  el  héroe  o 
el  mártir  de  la  revolución,  según  se  lo  ordena- 
ba la  ley  inflexible  del  deber.  Exento  de  ambi- 
ciones, manso  por  naturaleza  y  modesto  por 
carácter,  carecía  de  las  cualidades  férreas  que 
se  requieren  para  dominar  en  los  Consejos  de 
Gobierno  o  para  imprimir  en  la  política  el  sello 
de  sus  ideas.  Hombre  de  abnegación  más  bien 
que  hombre  de  Estado,  tenía  la  fortaleza  pa- 
siva del  sacrificio  y  del  deber;  aspiró  sólo  a 
merecer  la  aprobación  de  su  conciencia.  El  Go- 
bierno dispuso,  con  fecha  7  de  agosto  de  1821, 
que  se  diera  su  nombre  a  la  calle  en  que  esta- 
ba situada  la  casa  paterna  donde  nació  y  mu- 
rió, y  que  el  primer  pueblo  que  se  fundara  lie- 


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BEN 


vara  también  su  nonibre.  El  24  de  septiembre 
de  1873  el  pueblo  de  Buenos  Aires  inauguró  su 
estatua  en  la  plaza  25  de  mayo,  hoy  plaza  de 
Mayo,  y  el  29  de  junio  de  1903,  su  mausoleo,  en 
el  atrio  de  la  iglesia  de  Santo  Domingo,  hoy 
basílica  del  Rosario.  Su  biógrafo,  el  ilustre  ge- 
neral Mitre,  al  pronunciar,  en  1873,  el  juicio  de 
la  posteridad,  en  presencia  del  monumento, 
dijo  que  «con  legítimo  orgullo  y  con  humildad 
republicana  podía  asegurarse  que  jamás  una 
gloria  más  pura  ni  más  modesta  se  había  mo- 
delado en  el  bronce  de  la  inmortalidad'). 
Beltrán  (Fray  Luis).  De  la  Orden  de  San  Fran- 
cisco. Nació  en  Mendoza,  en  17S5,  y  siendo  muy 
niflo  pasó  a  Chile  llevado  por  un  sacerdote 
franciscano  que,  prendado  de  su  inteligencia, 
tomó  a  su  cuidado  su  educación  en  un  conven- 
to de  la  Orden,  donde  cursó  sus  estudios,  tomó 
hábito  y  profesó,  demostrando  mucha  afición  a 
las  Matemáticas,  Fí.sica,  Química  y  a  la  Mecá- 
nica. Jefe  de  la  Maestranza  en  el  ejército  de 
los  Andes,  facilitó  el  paso  de  la  artillería  por 
la  cordillera  en  1817.  En  la  hoja  de  servicios, 
que  original  se  conserva  en  el  Archivo  del  ejér- 
cito, se  lee  lo  siguiente:  «1.°  Como  jefe  de  la 
Maestranza  y  Parque  preparó  todo  el  arma- 
mento, municiones  y  bagajes  para  la  campaña 
de  Chacabuco,  y  condu)o  siete  cañones  de  a 
cuatro  y  dos  obuses  de  seis  pulgadas,  rodando 
en  zorras  por  la  cordillera  de  los  Andes  hasta 
la  capital  de  Chile.  2.°  Habiendo  perdido  el 
ejército  unido  todo  el  Parque  y  la  mayor  parte 
de  la  artillería  en  la  desgraciada  sorpresa  de 
Cancha-Rayada,  pues  solamente  se  salvaron 
cinco  piezas,  que  llegaron  inutilizadas  a  la  ca- 
pital, montó  22  cañones  de  varios  calibres,  em- 
pezando por  fundir  las  balas  y  municiones,  tan- 
to de  artillería  como  de  infantería  y  caballería, 
presentándolas  listas  para  la  batalla  que  a  los 
diez  y  siete  días  se  dio  en  el  llano  de  Maipú, 
en  que  se  salvó  la  libertad  de  la  República  de 
Chile.  3.°  El  20  de  agosto  de  1820  se  embarcó 
en  el  puerto  de  Valparaíso  con  la  expedición 
libertadora  del  Perú,  bajo  las  órdenes  del  ge- 
neral San  Martín,  después  de  haber  construí- 
do  y  embarcado  todos  los  pertrechos  que  el 
ejército  llevaba  para  su  campaña.  4.°  En  el 
mes  de  marzo  de  1822  fundió  en  Lima  24  pie- 
zas de  artillería  de  a  cuatro,  de  montaña,  de 
que  carecía  el  ejército  para  sus  operaciones. 
5.°  Como  director  de  Maestranza  y  Parque 
aprestó  en  el  ramo  de  municiones  y  pertrechos 
de  guerra  cuatro  expediciones,  a  saber:  la  pri- 


mera, en  1821,  que  marchó  sobre  lea  a  las  ór- 
denes del  señor  brigadier  D.  Domingo  Tristán; 
la  segunda,  en  1822,  que  marchó  a  Puertos  In- 
termedios a  las  órdenes  del  mariscal  de  campo 
D.  Rudesindo  Alvarado;  la  tercera,  en  1823, 
que  marchó  a  los  mismos  Puertos  Intermedios 
a  las  órdenes  del  señor  general  de  división  don 
Andrés  Santa  Cr»iz.  6.°  y  último.  Por  la  suble- 
vación de  las  tropas  del  Callao  en  febrero 
de  1824,  se  retiró  a  Trujillocon  la  Maestranza 
y  compañía  de  obreros,  y  allí  continuó  srs  tra- 
bajos para  pertrechar  el  ejército  que  bajo  las  ór- 
denes de  su  excelencia  el  libertador  de  Colom- 
bia alcanzó  ios  ir'mn'iosáe  Junin  y  Ay acacho, 
que  afianzaron  la  libertad  del  Perú  y  termina- 
ron la  guerra  de  la  independencia.»  Por  des- 
inteligencia  con  Bolívar  se  dirigió  a  Buenos  Ai- 
res, donde  desembarcó  el  18  de  Julio  de  1825, 
y  vivió  pobre  y  retirado  hasta  su  fallecimiento, 
ocurrido  en  1827.  Murió  en  el  seno  de  la  Igle- 
sia, amortajado  con  el  hábito  de  la  Orden. 
Mendoza  va  a  consagrarle  muy  pronto  un  her- 
moso monumento  frente  al  sitio  donde  en  1817 
se  hallaba  la  Maestranza  del  ejército  de  los  An- 
des, en  el  paseo  de  la  Alameda,  que  precisa- 
mente trazó  el  general  San  Martín,  adornán- 
dole con  álamos  que  ya  no  existen,  y  a  cuya 
sombra  ambos  patriotas  departieron  más  de 
una  vez,  comunicándose  sus  ensueños  de  li- 
bertad. 

Bellaco  (combate  en  el  arroyo)  (11  de  enero 
de  1813).  En  el  arroyo  del  Bellaco,  cerca  de 
Gualeguaychú,  una  fuerza  argentina  al  mando 
de  los  capitanes  José  Santos  Lima  y  Gregorio 
Samaniego  ataca  a  los  españoles  en  aquel 
punto  con  una  flotilla,  y  les  toman  tres  buques 
corsarios,  cinco  cañones,  una  bandera  y  bastan- 
tes prisioneros,  ocasionándoles  muchos  muer- 
tos y  heridos. 

Bella  Vista  (combate).  En  Corrientes,  los  revo- 
lucionarios, que  dominaban  casi  toda  la  provin- 
cia, se  pusieron  a  operar  contra  sus  enemigos 
de  causa,  y  el  jefe  de  reserva  coronel  Juan 
Madariaga  ataca  y  vence  en  un  combate  en 
Bella  Vista,  el  29  de  abril  de  1843,  a  una  fuerza 
entrerriana  y  correntina  mandada  por  Góngo- 
ra,  arrojando  a  los  dispersos  sobre  la  provincia 
de  Santa  Fe. 

Benavides  (Nazario).  El  general  Benavides 
gobernó  la  provincia  de  San  Juan  durante  diez 
y  ocho  años;  en  todo  ese  tiempo  el  fusilamien- 
to o  el  asesinato  de  un  solo  hombre  no  tuvo 
lugar  por  causas  políticas.  Cuando  el  general 


BEN  -  80  - 

Acha  fué  vencido  y  tomado  por  él  en  las  to- 
rres del  mismo  templo  (catedral),  Benavides 
personalmente  lo  tomó  del  brazo  y  lo  puso  en 
seguridad,  habiendo  sentido  un  profundo  des- 
agrado cuando  supo  su  fusilamiento,  y  aun 
quedó  en  desinteligencia  con  los  que  lo  man- 
daron ejecutar.  En  la  administración  de  Rosas, 
la  provincia  de  San  Juan  fué  siempre  favora- 
ble a  los  enemigos  de  aquél;  todos  allf  vivie. 
ren  tranquilos  y  respetados,  y  los  que  se  veían 
perseguidos  en  otras  provincias,  en  San  Juan 
hallaron  protección  generosa  de  Benavides. 
Gobernó  los  diez  y  ocho  años  rodeado  de  los 
federales  y  de  los  unitarios  más  notables;  de 
unos  y  otros  compuso  siempre  la  Legislatura,  la 
Administración  y  hasta  sus  Consejos  de  Gobier- 
no, En  su  tiempo  no  se  confiscó  ni  embargó  en 
la  provincia  la  propiedad  de  nadie.  En  su  go- 
bierno dominó  tres  revoluciones  hechas  contra 
su  autoridad.  Sarmiento,  uno  de  los  persegui- 
dos por  la  dictadura  de  Rosas,  en  sus  Recuer- 
dos de  prooincia,  se  expresa  de  Benavides  de 
este  modo:  «Benavides  es  un  hombre  frío;  a 
eso  debe  San  Juan  el  haber  sido  menos  ajado 
que  los  otros  pueblos;  tiene  un  excelente  cora- 
zón, es  tolerante,  la  envidia  hace  poca  mella 
en  su  espíritu,  es  paciente  y  tenaz.»  El  gene- 
ral Benavides  fué  asesinado  el  día  23  de  octu- 
bre de  1358,  a  los  cincuenta  y  tres  años  de 
edad. 
Benavldez  (Antonio).  Militar.  Nació  en  la  ciu- 
dad de  Córdoba,  el  23  de  junio  de  1833.  Sentó 
plaza  de  soldado  en  el  quinto  batallón  de 
Guardias  nacionales,  como  defensor  de  Bue, 
nos  Aires,  durante  el  sitio  puesto  por  el  coro, 
nel  Lagos.  Se  halló  en  la  batalla  del  Tala,  en 
el  Azul,  sosteniendo  combates  contra  los  in- 
dios, a  las  órdenes  de  Conesa,  en  los  parajes 
denominados  Tres  Arroyos  y  Pescaco  Casti- 
gado, contra  numerosa  fuerza  de  indios,  ob- 
teniendo el  grado  de  capitán  en  mayo  de  1858. 
Se  halló  en  Cepeda,  Paoón.  En  octubre 
de  1863,  sargento  mayor  efectivo.  En  la  gue- 
rra del  Paraguay  se  encontró  en  Dos  de  Mayo, 
Paso  de  la  Patria,  Tiiyuti,  y  el  4  de  septiembre 
en  el  gran  reconocimieato  practicado,  en  cuya 
fecha  derrotó  con  su  escuadrón  del  regimien- 
to 3  las  fuerzas  paraguayas  que  se  le  presen- 
taron a  su  paso,  tomó  diez  y  siete  prisioneros 
y  llegó  hasta  el  mismo  pie  de  la  batería  Linch, 
mereciendo  que  el  general  en  jefe,  D.  Barto- 
lomé Mitre,  le  estrechara  la  mano  con  efusión  al 
frente  de  sus  soldados,  y  le  felicitara  sobre  el 


BER 

campo  de  batalla,  ascendiéndole  a  teniente  co- 
ronel graduado,  y  de  efectivo  el  1  de  octubre 
de  1868.  Tuvo  que  regresar  del  Paraguay  para 
sofocar  la  revolución  estallada  en  las  provin- 
cias del  Interior  de  nuestro  país,  y  batiendo  a 
las  fuerzas  de  Saa  en  Los  Loros  y  en  Portt- 
euelos,  en  San  Ignacio,  a  las  órdenes  de  Arre- 
dondo. Emprendió  la  campaña  de  San  Luis  y 
Rioja  contra  el  caudillo  Várela.  Con  el  grado 
de  coronel  se  retiró  más  tarde  del  servicio  ac- 
tivo al  Rosario,  consagrándose  a  las  atencio- 
nes de  su  familia.  Era  un  militar  pundonoroso, 
sencillo  y  franco. 

Benavides  (Venancio).  Militar.  Nacido  en  el  Es- 
tado Oriental;  expedicionó  con  el  general  Bel- 
grano.  Traicionó  a  su  patria  pasándose  al  ene- 
migo. En  las  batallas  de  Tucumán  y  de  Salta 
se  halló  al  lado  de  los  realistas.  Murió  de  un 
balazo,  que  ie  rompió  el  cráneo. 

Beneflcencia  (Sociedad  de).  El  día  12  de  abril 
de  1323  se  instala  en  la  ciudad  de  Buenos  Ai- 
res, bajo  los  auspicios  de  las  damas  de  Benefi- 
cencia, esta  institución,  creada  en  la  adminis- 
tración del  general  Martin  Rodríguez  y  sien- 
do su  ministro  de  Gobierno  D.  Bernardino  Ri- 
vadavia.  Asistieron  a  esta  solemne  ceremonia 
las  siguientes  socios:  María  de  la  Concepción 
Cabrera,  Bernardina  Ramos  Mejía,  Isabel 
Agüero  y  Ugalde,  Justa  Toquet  de  Sánchez, 
María  del  Rosario  de  Azcuénaga,  Cipriana 
Viana  de  Boneo,  María  Sánchez  de  Mendevi- 
lle,  Isabel  Casamayor  de  Luca,  Joaquina  Iz- 
quierdo, Manuela  Aguirre,  y  no  concurrieron, 
por  hallarse  indispuestas,  Manuela  Lasala  de 
Riglos  y  Estanislada  Cossío  de  Gutiérrez.  La 
historia  y  servicios  de  la  Sociedad  de  Benefi- 
cencia pueden  conocerse  leyendo  el  libro  que 
hizo  publicar  la  misma  en  1905,  titulado  Ori- 
gen y  desenvolvimiento  de  la  Sociedad  de  Be- 
neficencia de  la  capital  (1823-1904).  En  esta 
misma  obra  se  reproducen  los  retratos  de  to- 
das las  matronas  que  han  ejercido  el  cargo  de 
presidenta. 

Benltes  (Mariano).  Gobernador  de  Salta.  Naci- 
do en  1793.  Se  alistó  en  la  compañía  de  «deci- 
didos» organizada  en  Jujuy  por  el  general  Bel- 
grano.  Se  halló  en  las  Piedras,  Tucumán  y 
Salta.  En  esta  última  batalla  tuvo  la  gloria  de 
quitar  al  enemigo  una  de  las  tres  banderas  que 
atestiguan  el  denuedo  de  las  tropas  argentinas 
en  aquella  jornada.  Durante  la  tiranía  emigró 
a  Bolivia.  Murió  en  Salta,  en  1858. 

Bereaford  (Guillermo  C).  Jefe  inglés.  General 


BER 


81 


BER 


de  la  primera  expedición  inglesa  al  Río  de  la 
Plata.  Nació  enlrlanda,  el  2  de  octubre  de  1768. 
En  1786  comenzó  su  carrera  militar,  sirviendo 
en  Nueva  Escocia  durante  cuatro  años  conse- 
cutivos. Se  halló  en  Tolón,  Córcega,  las  ¡n- 
dlas  y  Egipto,  obteniendo  a  su  regreso  a  Ingla- 
terra (1800)  el  grado  de  coronel.  Tomó  parte 
en  la  conquista  del  cabo  de  Buena  Esperanza, 
asumiendo  en  seguida  el  mando  de  la  expedi- 
ción destacada  al  Río  de  la  Plata.  (Véase  In- 
oasiones  Inglesas).  Murió  en  Kent,  el  8  de  ene- 
ro de  1854. 

Berg  (Carlos).  Doctor.  Eminente  hombre  de 
ciencia.  Nació  en  Tuckum(Curlandia,  Rusia), 
el  3  de  abril  de  1845.  Después  de  doctorarse 
se  radicó  en  la  República  Argentina.  Fué  pro- 
fesor de  diversos  Institutos  docentes  y  el  ver- 
dadero fundador  de  la  enseñanza  de  la  Zoolo- 
gía en  la  Universidad  de  Buenos  Aires,  que 
profesó  desde  1875  hasta  su  muerte,  en  1902. 
Berg  sucedió  a  Burmeister  (v.)  en  la  dirección 
del  Museo  Nacional,  y  se  ocupó  especialmente 
del  estudio  de  los  insectos,  peces  y  batracios, 
como  puede  comprobarse  por  la  lista  bibliográ- 
fica de  sus  trabajos.  (An.  Soc.  Cient.  Arg., 
t.  Lili,  págs.  115-125,  y  An.  Mus.  Nac,  t.  Vil, 
págs.  23-40.) 

Bermejo  (río).  Chaco.  Fué  primer  explorador 
de  este  afluente  del  Paraguay  el  padre  fran- 
ciscano Francisco  Morillo,  quien,  en  su  celo  de 
cristianizar  las  tribus  que  poblaban  la  vasta 
extensión  que  recorre  el  Bermejo,  lo  navegó  a 
fines  de  1780  en  una  lancha  hecha  exprofeso, 
partiendo  de  la  humilde  aldea  de  Oran,  al  Nor- 
te de  la  provincia  de  Salta,  donde  estaba  el 
asiento  de  la  misión.  Dos  meses  y  medio  em- 
pleó en  la  travesía  hasta  la  ciudad  de  Corrien- 
tes, y  se  constató  que  la  navegación  de  este 
río  era  practicable  para  embarcaciones  de  es- 
caso calado.  Más  tarde  se  formó  la  Sociedad 
Canalización  del  Bermejo.  El  Sr.  Natalio 
Roidán  fué  uno  de  sus  exploradores,  aunque 
se  malograron  sus  señalados  esfuerzos,  sacrifi- 
cando su  fortuna,  pasando  penurias  increíbles, 
bajo  el  sinnúmero  de  insectos  y  fieras,  de  un 
sol  abrasador  y  de  indios  salvajes  dispuestos 
a  disputar  el  suelo  que  habitaban.  Roidán,  en 
uno  de  los  combates  con  los  indios,  fué  herido 
de  gravedad  en  la  mano  izquierda.  Hizo  varias 
expediciones. 

Bermúdez  (Justo  Germán).  Militar.  Uruguayo. 
Figuró  como  capitán  de  granaderos  a  caballo 
en  el  combate  de  San  Lorenzo.  Herido  San 

0(0C10N\RI0  HlST.  BlOOR, 


Martín  al  principio  del  combate,  tomó  el  man- 
do su  segundo,  Bermúdez,  que  coronó  la  victo- 
ria, siendo  herido  también  por  una  metralla  de 
la  escuadrilla,  al  llevar  una  segunda  carga,  fa- 
lleciendo dos  días  más  tarde  por  haberse 
arrancado  el  torniquete  después  de  serle  am- 
putada la  pierna,  no  queriendo  vivir  a  causa 
de  la  desesperación  que  le  causaba  «el  no  ha- 
ber podido  evitar  que  algunos  españoles  se 
salvaran  embarcándose». 

Bemal  (Francisco).  Uno  de  los  64  pobladores 
de  Buenos  Aires  el  II  de  junio  de  1580.  Ber- 
nal  era  natural  del  Paraguay  e  hijo  de  Juan 
Bernal,  que  vino  para  América  con  la  madre 
de  Diego  de  Sanabria  el  año  1547.  En  el  re- 
parto de  solares  que  hizo  el  fundador,  D.  Juan 
de  Garay,  el  17  de  octubre  de  1580  le  adjudi- 
có un  cuarto  de  manzana  en  la  traza  de  la  ciu- 
dad, situada  en  la  actual  esquina  que  mira  al 
Sudoeste  de  las  calles  25  de  Mayo  y  Tucumán, 
y  luego  una  «suerte»  o  «pedazo»  de  tierra  en 
la  vera  del  Gran  Paraná,  de  350  varas  de  fren- 
te por  una  legua  de  fondo;  le  hizo  otra  mer- 
ced de  tierra  en  el  valle  del  río  Santiago,  hoy 
las  Conchas,  de  3.000  varas  de  frente  por  le- 
gua y  media  de  fondo.  En  1608  fué  nombrado 
por  el  Cabildo  medidor  y  amojonador  del  ejido 
de  Buenos  Aires. 

Bernaldes  Palledo  (José).  Militar.  Nacido  en 
Buenos  Aires.  Inició  su  carrera  con  motivo  de 
la  primera  invasión  inglesa  a  esta  ciudad,  en 
1806,  distinguiéndose  particularmente  a  las  ór- 
denes del  comandante  Pueyrredón,  en  1807, 
como  uno  de  los  más  entusiastas  promotores  de 
la  reconquista.  Prodticida  la  revolución  de  ma- 
yo, se  adhirió  con  entusiasmo  al  movimiento, 
mereciendo  ser  nombrado  capitán  con  grado  de 
teniente  coronel.  Militó  en  los  ejércitos  que  se 
formaron  para  expedicionar  al  Alto  Perú,  bajo 
las  órdenes  de  Castelli,  Pueyrredón  y  Bel- 
grano.  Se  halló  en  la  batalla  de  Suipacha,  pri- 
mer triunfo  de  las  armas  de  la  revolución. 
Asistió  a  los  contrastes  que  experimentaron  en 
el  Desaguadero.  Participó  de  la  gloria  de  Tu- 
cumán y  Salta,  batallas  en  las  que  Bernaldes, 
al  mando  de  la  caballería  patriota,  tuvo  una 
comportación  honrosa.  Cayó  prisionero  de  los 
españoles  en  la  desgraciada  jornada  de  VUca- 
pujio,  y  en  esa  condición  permaneció  algunos 
años,  pudiendo  al  fin  evadirse  y  pasar  a  Chile 
a  incorporarse  al  ejército  de  los  Andes.  Pos- 
trado por  una  enfermedad,  murió  en  este  país, 
en  1821. 

6 


BER 


82 


Berón  de  Astrada  (Jenaro).  Gobernador  de 
Corrientes.  Sucedió  a  D.  Juan  Felipe  Gramajo, 
primero  como  gobernador  provisorio  y  después 
como  propietario  (1838).  Enemigo  de  la  tiranía, 
celebró,  al  empezar  el  año  39,  un  tratado  de 
alianza  con  el  general  Rivera,  entonces  en 
guerra  con  el  dictador  de  Buenos  Aires.  En 
cumplimiento   de   este  tratado,  organizó  las 
fuerzas  de  la  provincia  de  su  mando,  dispo- 
niéndose para  operar  contra  el  ejército  del  ge- 
neral Echagüe,  a  la  sazón  gobernador  de  Entre 
Ríos  y  aliado  de  Rosas.  Sabedor   este  último 
de  la  actitud  belicosa  de  la  provincia  de  Co- 
rrientes, hizo  poner  a  Echagüe  en  movimiento, 
dando  lugar  así  a  que  los  dos  ejércitos  se  en- 
contraran en  Pago  Largo,  teatro  que  debía  ser 
de  una  sangrienta  batalla,  en  la  que  salió  vic- 
torioso el  ejército  de  Rosas.  Doscientos  ochen- 
ta muertos,  de  los  que  200  pertenecían  al  ejér- 
cito correntino,  y  1 .000  prisioneros  en  poder  de 
Echagüe,  tales  fueron  los  resultados  de  tan 
desgraciada  acción.  Estos  últimos  fueron  bár- 
baramente   degollados,    especializándose    la 
crueldad  del  vencedor  en  el  cadáver  de  Berón 
de  Astrada,  de  cuya  piel  se  sacó  una  lonja  para 
hacer  una  manea,  que  se  remitió  de  regalo  al 
tirano.  Todos  estos  hechos,  de  funesto  recuer- 
do, acaecían  el  31  de  marzo  de  1839.  El  go- 
bernador Rosas  acordaba  después  medallas  y 
honores  a  los  jefes  y  oficiales  que  concurrieron 
al  triunfo  de  Pago  Largo,  y  la  Legislatura  de 
Corrientes,  bajo  la  presión  de  las  fuerzas  del 
tirano,  cometía  la  falta  de  declarar  nulos  los 
actos  de  la  administración  de  Astrada,  llevan- 
do su  debilidad  hasta  declarar  indigno  de  los 
honores  correspondientes  a  su  cargo  al  que 
fué  un  mártir  de  la  libertad  de  su  patria. 
Bertrés  (Felipe).  Militar.  Ingeniero.  Natural  de 
Francia.    En    1807 
llegó  a  Buenos  Ai- 
res, tomando  parte 
en  su  defensa  con- 
tra los  ingleses,  y 
en  la  de  Montevi- 
deo. Al  primer  gri- 
to de   libertad  de 
las  provincias   ar- 
gentinas se  incor- 
poró a  las  filas  del 
ejército,  figurando 
ya,  en  1814,  en  cla- 
se de  teniente.  A  -». 
la  terminación   de               Felipe  Bcrtrés. 


Antonio  L  Bcrufi. 


-  BER 

lacampafla  que  finalizó  en  la  acción  de  Sipc- 
Sipe,  fué  promovido  a  capitaneen  1815,  revis- 
tando en  la  plana  mayor  del  ejército  que  expe- 
dicionó  al  Alto  Perú,  hasta  que  obtuvo,  por  as- 
censos sucesivos,  el  grado  de  teniente  coronel, 
en  1821.  Al  ailo  siguiente  se  trasladó  a  Buenos 
Aires,  donde  trazó  un  plano  topográfico  de  la 
ciudad  y  presentó  algunos  proyectos    sobre 
rectificación  y  ensanche  de  algunas  calles,  que 
merecieron  la  aprobación  y  elogio  del  ministro 
Rivadavia.  Bertrés  fué,  pues,  el  primero  en 
concebir  el  desarrollo  enorme  de  esta  ciudad, 
cuando  en  1823  presentó  su  proyecto  de  aper- 
tura de  avenidas  y  ampliación  del  ejido  de  la 
ciudad,  proyecto  e  ideas  que  se  le  atribuyeron 
a  Rivadavia.   Queriendo  prescindir  de  las  lu- 
chas civiles,  pasó  en  1833  a  Bolivia,  cuyo  Go- 
bierno, apreciando  sus  méritos,  le  confió  comi- 
siones de  importancia,  y  en  recompensa  le  ex- 
tendió, en  octubre  de  1842,  los  despachos  de 
coronel  graduado  de  ingenieros  del  ejército. 
En  1844  regresó  a  Tucumán,   donde  hizo  estu- 
dios geográficos  y  astronómicos  de  importan- 
cia, y  después  de  1852,  fundó  y  dirigió  la  pri- 
mera e.scuela  pública  sistema  Lancaster.  Hizo 
y  dirigió  numerosas  obras  públicas  de  capital 
importancia.  Murió  en  la  ciudad  de  Salta,  el  12 
de  octubre  de  1856.  Su  cadáver  fué  sepultado 
al  pie  del  altar  mayor  de  la  iglesia  de  la 
Merced. 
Berutl  (Antonio  Luis).  Militar.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  2  de  septiembre  de  1772.  Recibió 
aquí  su  educación, 
completándola    en 
España,  de  donde 
regresó  en  1809, 
trabajando    como 
uno  de    los  parti- 
darios más  exalta- 
dos de  la  emanci- 
pación  americana, 
asistiendo  como  tal 
a  las  reuniones  del 
Cabildo  abierto  de 
1810,  acaudillando 
un  núcleo  numero- 
so de  pueblo,   en 
cuyos   pechos  figuraba   la   escarapela    azul 
y  blanca,   distribuida  por  él  y  French,  En  [el 
mismo  año,  el  27  de  junio,  la  Junta  lo  nombró 
teniente  coronel.  En  1812  fué  nombrado  gober- 
nador de  la  provincia  de  Santa  Fe,  y  al  aflo 
siguiente  es  electo  gobernador  de  Tucumán. 


BER 


—  83  - 


BILL 


Fué  después  ministro  de  la  Guerra  en  dos 
ocasiones;  subinspector  del  ejército  de  los  An- 
des y  segundo  jefe  del  Estado  Mayor,   con 
cuyo  cargo  asistió  a  las  batallas  de   Chacabu- 
coy Maipú.  En  1818  regresó  a  Buenos  Aires, 
viviendo  apartado  por  algún  tiempo  de  los  ne- 
gocios públicos.  Actuó  durante  las  luchas  civi- 
les en  las  filas  del  partido  unitario,  desempe- 
ñando varios  cargos  públicos,  entreoíros  el 
de  ministro  en  Mendoza  durante  la  adminis- 
tración del  general  Lamadrid,  a  cuyas  órdenes 
se  batió  en  Rodeo  del  Medio  el  24  de  septiem- 
bre de  1841,  cayendo  prisionero;  poco  después 
recuperó  su  libertad.  Falleció  en  Mendoza,  en 
octubre  de  1S42. 
Berzocana  (Juan  de).  Fundó,  junto  con  Diego 
<\--  Heredia,  el  15  de  agosto  de  1567,  la  ciudad 
denominada  Esteco,  nombre  de  un  pueblo  de 
tribus.   Cuenta  el  historiador  Quzmán  que  a 
pesar  de  esto  se  los  procesó  y  condenó  a 
muerte,  a  causa  de  sus  excesos  anteriores. 
Besare*  (Manuel).  Militar.  Comenzó    su  ca- 
rrera en  la  independencia,  en  el  regimiento  se- 
gundo de  infantería  de  línea,  en  cuyo  cuerpo 
obtuvo  su  ascenso  a  subteniente.  Más  tarde, 
acantonado  en  Tucumán,  fué  promovido  a  sar- 
gento mayor,  en  junio  de  1819,  y  le  fué  confia- 
do el  mando  del  batallón  de  Cívicos.  En  la  gue- 
rra del  Brasil  formó  en  el  regimiento  número  I 
de  c  ballería  de  línea,  que  organizó  el  coro- 
nel Brandsen.Se  halló  en  líusaingó,  donde  mu- 
rió valientemente  al  frente  del  tercer  escua- 
drón, debido  a  un  rebote  de  bala  de  metralla, 
que  le  llevó  la  mitad  de  la  cara  y  de  la  cabeza. 
De  su  cadáver,  por  orden  del  general  Paz,  el 
entonces  teniente    Wenceslao  Paunero  des- 
prendió su  reloj  para   entregarlo  a  la  viuda. 
Besares  fué  uno  de  los  jefes  más  bizarros  del 
ejército.  En  Buenos  Aires  se  inició  pocos  días 
después  una  subscripción  en  favor  de  sus  deu- 
dos y  se  ofició  un  solemne  funeral  en  el  templo 
de  Santo  Domingo. 
Betschon  (Antonio).  Misionero  del  Paraguay, 
del  siglo  sviii,  de  la  Compañía  de  Jesús.  Escri- 
bió una  descripción  de  su  viaje  desde  el  Río  de 
la  Plata  hasta  el  territorio  de  Misiones  y   un 
elogio  de  algunos  misioneros  alemanes  del  Pa- 
raguay (1719). 
Biedma  (Manuel).  Cirujano  militar.  Prestó  sus 
servicios  profesionales  en  la  batalla  de  Cepe- 
da. En  febrero  de  1852  fué  encargado  de  la 
sala  de  heridos  en  el  Hospital  general  de  Hom- 
bres; en  los  cuerpos  del  ejército  libertador; 


Manuel  Biedma. 


en  la  revolución  de  septiembre;  en  Pavún 
(1861).  Fué  ci- 
rujano de  los 
hospitales  mili- 
tares estableci- 
dos en  San  Ni- 
colás de  los 
Arroyos;  duran- 
te toda  la  cam- 
paña de  la  gue- 
rra del  Para- 
guay, y  en  1871, 
durante  la  fie- 
bre amarilla, 
fué  nombrado 
por  la  Munici 
palidad  médico  de  la  parroquia  de  la  Piedad, 
y  más  tarde,  de  todas  las  parroquias  al  Norte 
de  la  calle  de  Rivadavia,  servicio  que  des- 
empeñó hasta  el  fin  de  la  epidemia,  y  también 
en  la  del  cólera  que  siguió  después,  etc.,  etc. 
En  mayo  de  I8S1  fué  nombrado  médico  de  la 
Prefectura  Marítima,  y  con  fecha  de  17  de 
abril  de  18S6  lo  fué  de  cirujano  mayor  de  la 
Armada. 
Billingharst  (Roberto).  Natural  de  Inglaterra. 
Nació  el  3  de  febrero  de  1782.  Vino  joven  al 
Rio  de  la  Plata. 
Estando  en  Mal- 
donado  lo  sor- 
prendió la  revo- 
lución de  mayo, 
abrazándola  cau- 
sa patriota  con 
tal  entusiasmo, 
que  abandonó  sus 
intereses  mercan- 
tiles para  incor- 
porarse a  las 
fuerzaslibertado- 
ras,  con  las  cua- 
les asistió  al  ata- 
que de  Santa  Te- 
resa y  a  la  batalla  de  Las  Piedras  y  a  otros 
hechos  de  armas,  en  uno  de  los  cuales  fué  he- 
rido. Csmo  ayudante  mayor  asistió  al  sitio  de 
Montevideo,  donde  prestó  grandes  servicios, 
en  premio  de  los  cuales  le  fué  acordada  la 
primera  carta  de  ciuadadanía  expedida  en  el 
país,  el  28  de  noviembre  de  1811.  Retirado  de 
la  carrera  de  las  armas,  se  consagró  nueva- 
mente al  comercio.  Fué  un  decidido  admirador 
de  Brown,  llegando  su  entusiasmo  hasta  en- 


Roberto  Billing  nrst. 


B!0 


-  84 


trar  en  el  río  tirando  un  pequeño  carruaje  para 
conducir  en  él  al  héroe,  después  de  una  de  sus 
famosas  victorias.  Falleció  en  esta  ciudad,  el  8 
de  septiembre  de  1841. 

Bío-Bio  (combate).  Una  división  argentina,  al 
mando  del  coronel  de  Granaderos  a  Caballo, 
D.  Manuel  Escalada,  que  el  general  Balcarce 
había  mandado  en  persecución  del  jefe  realis- 
ta Sánchez,  alcanza  a  la  retaguardia  de  éste 
en  el  Bio-Bío  (Chile),  el  19  de  enero  de  1819, 
derrotándola  completamente.  El  sargento  ma- 
yor Viel  tuvo  la  iniciativa  en  este  combate. 

Blanco  Encalada  (Manuel).  Nacido  en  Men- 
doza, el  2  de  abril  de  1790.  En  el  año  1801  fué 
enviado  a  España,  y  en  1806  obtuvo  los  des- 
pachos de  guardia  marina  en  la  isla  de  León, 
donde  hizo  estudios  especiales  de  náutica. 
Poco  de -ipués  fué  ascendido  a  alférez  de  fra- 
gata, en  mérito  a  su  comportamiento  durante  la 
guerra  de  los  franceses.  Hallándose,  por  asun- 
tos del  servicio,  en  el  Perú  en  1810,  fué  envia- 
do nuevamente  a  España,  de  donde  regresó 
en  1812,  al  mando  de  un  buque  de  guerra,  in- 
corporándose a  la  causa  de  la  revolución  y 
prestando  sus  servicios  en  el  ejército  como 
jefe  de  artillería,  batiéndose  en  Rancagua, 
donde  cayó  prisionero  y  fué  desterrado.  Lo- 
grando escapar  de  su  prisión,  formó  la  escua- 
dra de  Chile  en  1813,  con  la  cual  se  batió  vic- 
toriosamente en  el  puerto  de  Talcahuano;  se 
apoderó  de  varios  buques  y  tomó  prisioneros 
a  ochocientos  hombres  que  los  tripulaban, 
acordándole  el  Gobierno  el  grado  de  contra- 
almirante de  la  escuadra,  y  consiguiendo  des- 
pués nuevos  triunfos.  En  1325  hizo  la  expedi- 
ción a  Chiloc,  tomándoles  este  archipiélago  a  los 
realistas.  Dn  1326,  fué  elegido  presidente  de 
la  República.  En  1837,  general  en  jefe  del 
ejército,  durante  la  guerra  con  Bolivia.  En  1847, 
intendente  de  Valparaíso,  y  en  1852,  ministro 
plenipotenciario  de  Chile  en  Francia.  Decla- 
rada la  guerra  contra  España,  designósele  jefe 
de  las  escuadras  aliadas  de  Chile  y  del  Perú. 
Falleció  en  Chile,  el  5  de  septiembre  de  1876. 
Este  ilustre  argentino  fué  uno  de  los  primeros 
marinos  de  la  independencia  americana,  y  no 
obstante  su  nacionalidad  prestó  sus  servicios 
en  Chile,  donde  gozó  siempre  del  respeto  y 
aprecio  de  todos. 

Blandengues.  Cuerpo  de  caballería  de  vetera- 
nos, que  combatió  durante  las  invasiones  in- 
glesas, a  las  órdenes  de  los  tenientes  corone- 
les D.  Esteban  Hernández  y  D.  Benito  Chaiin, 


Dr.  Mariano  Boedo. 


BOU 

compuesto  de  doscientas  sesenta  y  ocho  pla- 
zas. Este  cuerpo,  en  1810,  cambió  su  denomi- 
nación de  Blandengues  de  la  Frontera  por  Re- 
gimiento de  Caballería  de  la  Patria,  y  formó 
parte  de  la  expedición  al  Paraguay,  a  las  ór- 
denes de  Belgrano.  Su  uniforme  era  todo  azul, 
con  cabos  blancos. 

Boedo  (Mariano).  Nació  en  Salta,  el  25  de  julio 
de  1782.  Cursó  Derecho,  hasta  obtener  el  tftulo 
de  doctor  en  leyes, 
en  Córdoba.  En 
1810  aceptócon  de- 
cisión y  patriotis- 
mo el  movimiento 
revolucionario.  En 
noviembre  del  mis- 
mo año  se  le  ve  fi- 
gurar como  asesor 
letrado  de  la  In- 
tendencia de  Cór- 
doba. Poco  des- 
puésabandonó  este 
puesto  para  inter- 
venir al  lado  del 
general  Güemes  en 
la  política  de  su 
provincia,  donde  desempeñó  algunas  comisio- 
nes. En  1816  fué  electo  diputado  por  Salta  al 
Congreso  de  Tucumán,  y  como  tal,  signatario 
del  acta  de  la  independencia  siendo  vicepresi- 
dente de  esa  Corporación.  La  traslación  del 
Congreso  lo  trajo  a  esta  capital,  donde  termi- 
nó sus  días  el  9  de  abril  de  1819. 

Boedo  (José  Félix  y  Mariano).  Hijos  del  ante- 
rior, guerreros  ambos  de  la  independencia  y 
del  Brasil.  D.  Félix  nació  en  Salta,  en  diciem- 
bre de  1809,  y  se  halló  en  la  sorpresa  de  Rio 
Grande,  Jiijuy,  Itnzaingú,  y  falleció  en  Bue- 
nos Aires,  de  la  fiebre  amarilla,  en  1871,  ydon 
Mariano  fué  víctima  de  la  tiranía  de  Rosas. 

Bojeado  (Félix  J.).  Guerrero  de  la  independen- 
cia. Nacido  en  Villa  Rica  (Paraguay),  en  1777. 
Era  un  lanchero  paraguayo,  que  se  alistó  vo- 
luntariamente en  San  Lorenzo  en  1813.  Reco- 
rrió toda  la  América  peleando  por  su  libertad, 
y  en  el  año  1826  regresaba  a  Buenos  Aires  con 
las  presillas  de  teniente  coronel  y  comandante 
de  aquellos  mismos  de  sus  compañeros  que  lo 
habían  visto  figurando  de  humilde  soldado. 
Entre  sus  120  compañeros,  salidos  al  principio 
del  siglo  de  uno  de  los  cuarteles  del  Retiro, 
volvían  sólo  siete— é\  entre  ellos  -:  los  demás 
habían  quedado  en  el  campo  de  batalla.  El  re- 


BOH 


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BOM 


gimiento  se  dirigió  a  depositar  sus  armas  en  el 
mismo  parque  donde  las  tomaron.  Esas  armas 
se  depositaron  en  una  caja,  y  sobre  ella  se  co- 
locó una  plancha  de  bronce,  en  la  que  se  gra- 
bó la  siguiente  inscripción:  «Armas  de  los  li- 
bertadores de  Chile,  Perú  y  Colombia».  Nom- 
brado comandante  del  regimiento  4."  de  ca- 
ballería, peleó  contra  los  indios  del  Sud,  y  de- 
signado para  ocupar  la  Comandancia  militar  del 
pueblo  de  San  Nicolás,  falleció  en  dicho  pun- 
to, el  21  de  noviembre  de  1829. 
Bohorqaes  (Pedro).  Siendo    gobernador  del 
Tucumán   D.   Alonso  Mercado  y    Villacorta 
apareció  en  el  valle  de  Calchaquí  D.  Pedro 
Bohorques,  español,  fugado  de  las  cárceles  de 
Chile,  titulándose  Gualpa-Inca,  haciendo  com- 
prender a  los  indios  que  era  un  descendiente 
de  los  antiguos  emperadores  del  Perú.  Los  in- 
dios lo  reciben  en  triunfo  y  le  juran  obedien- 
cia, habiendo  entre  éstos  117  caciques.  Bohor- 
ques tuvo  la  audacia  de  presentarse  con  gran 
pompa  y  séquito  al  gobernador  Mercado  y  Vi- 
llacorta en  la  ciudad  de  Londres  (Catamarca), 
donde  lo  aguardaba,  y  a  quien  también  engaña 
haciéndole  entender  que  su  objetivo  era  servir 
al  rey  y  a  la  religión,  valiéndose  de  esos  me- 
dios para  que  los  indios  no  le  ocultasen  sus  te- 
soros. Interesándole  el  negocio,  el  gobernador 
Mercado  io  protege,  y  el  12  de  agosto  firman 
unos  tratados,  en  que  Bohorques  reconoce  el 
poder  real  y  el  gobernador  reconoce  en  éste 
el  título  de  Inca,  regalándole  vestidos  y  atri- 
butos de  dignidad.   Desde  este  momento  Bo- 
horques empieza  a  rodearse  de  indios,  ofrecién- 
doles libertarlos  del  dominio  español.   El  vi- 
rrey del  Perú  desaprobó  la  conducta  de  Mer- 
cado y  le  ordenó  pusiera  preso  a  Bohorques; 
pero  sabiéndolo  éste,  se  preparó  para  la  de- 
fensa. Se  siguió  una  guerra  cruel  entre  indios 
y    conquistadores,  hasta  que  Bohorques  fué 
vencido  y  ejecutado,  como  a  las  ocho  de  la  no- 
che del  3  de  enero  de  1667,  a  garrote,  dentro 
de  su  prisión,  y  su  cadáver  permaneció  colga- 
do en  una  horca  veinticuatro  horas. 
Bolaños  (José  Bonifacio).  Militar.  Nacido  en 
San  Juan,  en  1741.  Expedicionó  en  1801  contra 
los  portugueses,  y  en  1S06  y  1S07  contra  los  in- 
gleses. En  la  revolución  se  incorporó  al  ejérci- 
to de  Balcarce.  Se  halló  en  la  batalla  de  Suipa- 
cha,  en  Huaqui,  en  Las  Piedras,  en    Tucu- 
mán. Nombrado  teniente  gobernador  de  Men- 
doza en  1812.  En  1813  volvió  al  ejército  del 
general  Belgrano,  revistando  en  el  grado  de 


coronel.  Fué  teniente  gobernador  de  Jujuy 
hasta  la  ocupación  de  esa  plaza  por  las  tropas 
realistas,  después  de  los  desastres  de  Vilcapu- 
jío  y  Ayohuma,  en  que  se  incorporó  de  nuevo 
al  ejército  argentino.  Dejó  de  existir  en  Bue- 
nos Aires,  el  24  de  enero  de  1824. 
Bolivia.  República  de  la  América  del  Sud,  lifní- 
trofe  por  el  Sud  con  la  República  Argentina. 
Tiene  una  extensión  de  70.468  kilómetros  cua- 
drados y  una  población  alrededor  de  tres  millo- 
nes de  habitantes.  La  República  está  dividida 
en  nueve  departamentos.  La  capital  es  La  Paz" 
Bolivia  o  el  Alto  Perú  formó  parte  del  virrei- 
nato de  Lima  hasta  1778,  en  que  fué  agregado 
al  de  Buenos  Aires.  En  ISOü  los  habitantes  de 
La  Paz  se  sublevaron  contra  España,  y  des- 
pués de  una  larga  guerra  obtuvieron  su  inde- 
pendencia con  la  victoria  de  Ayacucho,  el  I  de 
diciembre  de  1824. 
Bollini  (Francisco).  Arquitecto.  Nació  en  Italia, 
el  1  de  marzo  de  1814.  Ingresó  en  el  ejército 
francés,  batiéndose  en  África,  donde  levantó 
fortificaciones  y  murallas.  Fué  ascendido  a  ca- 
pitán. En  1840  vino  a  Montevideo,  en  momentos 
en  que  el  general  Paz  organizaba  la  defensa  de 
esa  plaza,  y  lo  incorporó,  con  el  grado  de  capi- 
tán, a  la  legión  italiana,  que  mandaba  Garibal- 
d¡,  donde  sirvió  por  espacio  de  cinco  años,  al 
final  de  los  cuales  vino  a  Buenos  Aires,  dedi- 
cándose a  la  construcción  de  edificios.  Hizo  en 
esta  ciudad  los  primeros  trabajos  de  nivela- 
ción y  desagüe.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  23 
de  abril  de  1887. 
Bompland  (Amado).  Naturalista.  Nacido  en  La 
Rochela  (Francia),  el  29  de  agosto  de  1773.  Es- 
tudió    Medicina 
en  la  Universidad 
de  París,    donde 
se  graduó  de  mé- 
dico, y  pasó  des" 
pues  a  formar 
parte  de  la  mari- 
na   de    guerra 
francesa  como 
cirujano  de  la  Ar- 
mada. En  1796  co- 
noció al  gran  na- 
turalista  Hum- 
boldt,  con  quien 
recorrió  varios 
países  de  Europa 
y  América.  Vueltos  a  Europa,  publicaron  un  li. 
brocon  investigaciones  históricas,  detalles  es- 


Amado  Bompland. 


BOQ  -  86 

tadijticos,  observaciones  etnológicas, y  reunie- 
ron colecciones  abundantes  de  Geología,  Zoo- 
logía y  Botánica.  En  1817  llegó  a  Buenos  Ai- 
res, y  fué  nombrado  catedrático  de  Aíedicina 
y  luego  profesor  de  Historia  Natural,  y  al  año 
siguiente  abandonó  esos  puestos  para  dirigir- 
se a  las  Misiones  del  Alto  Perú  (Bolivial;  pero 
tomado  como  espía  por  el  dictador  del  Para" 
guay,  fué  confinado  durante  diez  años  en  el 
pueblo  de  Santa  María.  En  varios  puntos  fun- 
dó establecimientos  agrícolas,  en  uno  de  los 
cuales  logró  reunir  una  colección  de  más  de 
3.000  plantas,  que  cultivaba  y  estudiaba  con 
grande  esmero.  Director  del  Museo  de  Histo- 
ria Natural  de  Corrientes.  Sus  publicaciones 
son  numerosísimas.  Bompland  había  consagra- 
do una  atención  preferente  al  cultivo  de  la 
hierba  mate,  reuniendo  sus  observaciones  en 
una  Anemona  que  dirigió  al  gobernador  Pu- 
jol, y  que  tenía  este  título:  «Nota  sobre  la 
conveniencia  de  adoptar  un  sistema  diametral- 
mente  opuesto  al  que  se  ha  seguido  hasta  hoy 
para  cultivar  y  preparar  la  hierba  mate,  por 
Amado  Bompland.»  Tenía  ochenta  años  y  era 
nombrado  director  del  Museo  de  Corrientes. 
Dejó  de  existir  en  Santa  Ana  (Corríentes),  el 
11  de  mayo  de  1858. 
Boquerón  (combate)  o  del  Sauce.  Guerra  del 
Paraguay.  El  16  de  julio  de  1866,  siendo  senti- 
dos los  paraguayos  abriendo  una  trinchera 
para  flanquear  a  los  aliados  en  el  potrero  del 
Sauce,  que  más  tarde  dio  en  llamarse  Boque- 
rón, por  la  forma  del  terreno,  son  atacados 
por  los  brasileños,  que  se  apoderan  de  ese  pun- 
to. Para  dar  descanso  a  esos  combatientes  mar- 
c!ia  Is  segunda  división  Buenos  Aires,  al  man- 
do del  coronel  Conesa,  y  toma  posesión  del 
campo,  siguiendo  el  combate  ya  iniciado.  El  17 
se  siguió  combatiendo,  con  más  o  menos  éxito, 
hasta  que  entró  la  noche.  El  18,  los  paragup. 
yos  tratan  de  reconquistar  la  trinchera  y  se 
empeña  un  combate  general  y  sangriento,  en 
que-  toman  parte  fuerzas  de  todos  los  aliados. 
A  I  as  órdenes  del  general  Emilio  Mitre  pelea- 
ban las  fuerzas  argentinas;  las  brasileñas,  a 
las  del  mariscal  de  campo  Polidoro,  y  las  uru- 
guayas, a  las  del  general  Flores,  que  mandaba 
en  jefe  este  combate.  Se  avanza  y  se  pierde 
terreno  a  cada  momento,  porque  si  el  ataque  es 
decidido,  la  defensa  es  vigorosa.  El  coronel 
Cesáreo  Domínguez,  jefe  de  la  tercera  divi- 
sión argentina,  ataca  la  segunda  trinchera  y  se 
apodera  de  ella  a  punta  de  bayoneta,  cabién- 


BOR 


dolé  el  honor  al  regimiento  de  Córdoba  y  ba- 
tallón de  San  Juan  de  enarbolar  sus  banderas 
en  las  trincheras  enemigas.  Fuerzas  muy  supe- 
riores vienen  a  reconquistaría,  viéndose  obli- 
gado el  coronel  Domínguez  a  abandonarla, 
pero  no  sin  antes  tumbar  algunos  cañones  e 
inutilizar  un  depósito  de  pólvora  del  enemigo. 
En  tanto  estos  sucesos  tienen  lugar  en  la  iz- 
quierda de  la  línea,  en  la  derecha  se  batía 
con  una  guerrilla  el  comandante  Ayala,  y  en 
su  apoyo  el  mayor  Mansilla,  al  mando  del  12  de 
línea,  consiguiendo  despejar  de  enemigos  aque- 
lla parte.  El  fuego  cesa  después  de  muchas  ho- 
ras de  combate,  quedando  los  aliados  dueños 
de  la  primera  trinchera  avanzada  de  los  para- 
guayos. Las  pérdidas  fueron  grandes,  pues  no 
bajaron  de  seis  mil  entre  ambas  fuerzas.  Los 
coroneles  Argüero  y  Palleja  murieron  en  este 
combate. 

Bors^es  (Francisco).  Coronel.  Nació  en  Monte- 
video, en  abril  de  1833.  Se  halló  en  el  sitio  de 
esta  plaza  por  Oribe,  como  cadete  de  un  cuer- 
po de  artillería;  tenía  diez  y  siete  años.  Se 
halló  en  Caseros,  en  Cepeda  (octubre  1859), 
y  en  Pauón  (1861).  Hizo  la  campaña  del  Para- 
guay, siendo  herido  en  Tuyuti  el  24  de  mayo 
de  1866.  No  restablecido  aún  de  la  herida, 
volvió  al  ejército,  y  nuevamente  fué  herido,  en 
los  ataques  a  las  trincheras  enemigas.  Esta  he- 
rida le  postró  por  largo  tiempo  y  puso  en  pe- 
ligro su  vida.  Su  honrosa  comportación  en  la 
acción  del  24  de  mayo  le  valió  las  charreteras 
de  teniente  coronel.  Tomó  parte  en  las  luchas 
civiles,  y  combatió  contra  los  indios.  El  coro- 
nel Borges,  aunque  militar  simplemente,  sim- 
palizó  con  el  movimiento  político  del  partido 
que  se  alzara  en  armas  el  24  de  septiembre 
de  1874.  Herido  de  bala  en  el  ataque  de  la  Ver- 
de, donde  habían  tomado  posiciones  las  fuer- 
zas del  Gobierno,  murió  momentos  después, 
declarando  que  creía  haber  cumplido  con  su 
deber. 

Borgres  (Juan  Francisco).  Teniente  coronel. 
jefe  de  la  rebelión  de  diciembre  de  1816  en 
Santiago  del  Estero.  Nacido  en  esta  pro- 
vincia. A  su  actividad  y  prestigio  debióse  la 
pronta  cooperación  de  Santiago  del  Estero 
en  favor  de  la  revolución;  ayudado  de  uno  de 
sus  amigos  (el  padre  del  coronel  Lugones), 
principió  a  reclutar  gente  que  vestía  y  equipa- 
ba a  su  costa,  apenas  supo  el  objeto  de  la  ex- 
pedición libertadora  que  comandaba  el  coro- 
nel Ocampo.   Fué  así  como  a  la  llegada  de 


BOR 


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BRA 


éste  a  la  ciudad  de  Santiago  del  Estero  esta 
provincia  pudo  presentarle  un  cuerpo  de  tres- 
cientos setenta  y  cinco  hombres  perfectamen- 
te organizados,  que  se  incorporaron  al  ejérci- 
to bajo  el  nombre  de  Patricios  de  Santiago  del 
Estero.  Envuelto  en  la  guerra  civil,  fué  fusila- 
do el  19  de  enero  de  1S17. 

Boija  (Francisco  de).  Obispo  de  Tucumán.  Na- 
tural de  Bogotá.  Fué  promovido  al  obispado  de 
esta  diócesis  en  1665;  pero  no  pudo  consagrar- 
se hasta  seis  años  después.  Hizo  un  gobierno 
muy  pacífico,  y  se  granjeó  la  opinión  de  todos 
sus  subditos,  eclesiásticos  y  seculares,  por  su 
genio  modesto,  circunspecto,  afable  y  liberal; 
prosiguió  con  grande  empeño  la  construcción 
de  la  catedral,  para  lo  que  destinó  una  parte 
de  sus  bienes.  Pasó  después  (1679)  a  Trujillo, 
de  obispo.  Falleció  en  esta  ciudad,  el  13  de 
abril  de  1689. 

Boroa  (Diego  de).  Misionero  jesuíta;  equivoca- 
d  amenté  llamado  Beroa.  Nació  en  Trujillo, 
en  1535.  Ingresó  desde  muy  joven  en  la  Com- 
pañía de  Jesús  (1605).  Enviado  al  Paraguay 
con  otros  misioneros,  fué  un  celoso  propagan- 
dista de  la  fe  católica,  contribuyendo  a  la 
prosperidad  de  las  reducciones  de  San  Ignacio 
e  [tapuá.  Fué  profesor  del  Colegio  de  la 
.asunción,  y  posteriormente  rector  (1628).  El 
P.  Boroa  ha  dejado  varios  escritos;  falleció 
en  el  Río  de  la  Plata,  en  abril  de  165S. 

Bosch  (Ventura).  Médico.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  en  julio  de  1814.  Se  educó  en  esta  capi- 
tal y  obtuvo  a  los  veintiún  años  el  diploma  de 
doctor  en  Medicina,  otorgado  gratuitamente 
por  sus  altas  clasificaciones  en  los  exámenes; 
poco  después  partió  para  Europa  en  viaje  de 
estudio,  y  a  su  regreso  fundó  dos  hospicios 
de  alienados:  El  de  San  Buenaventura  y  el 
Hospicio  de  Mujeres  Dementes,  en  esta  ca- 
pital. Al  mismo  tiempo  ejercía  su  profesión, 
siendo  reputado  como  médico  distinguido  e 
ilustrado.  Actuó  en  política  con  lucimiento, 
como  aiputado,  en  la  Cámara  de  1852;  como 
senador,  dos  años  después,  y  en  varios  perío- 
dos sucesivos;  algún  tiempo  más  tarde  fué 
electo  municipal,  y  entró  a  desempeñar  la  pre- 
sidenciade  esa  Corporación.  Durante  la  guerra 
del  Paraguay  pasó  a  Corrientes,  donde  formó 
hospitales  de  sangre,  prestando  grandes  servi- 
cios, sin  remuneración  alguna.  Formó  parte 
de  diversas  Comisiones  públicas,  falleciendo  en 
San  Isidro,  el  7  de  febrero  de  1871. 

Brandien  (Carlos  Federico).  Militar.  Nació  en 


París,  en  1785.  Sirvió  bajo  las  órdenes  de  Na- 
poleón, asistiendo  a  las  campañas  de  Italia  y 
de  Alemania.  A  la  caída  del  emperador  se  di- 
rigió a  América;  era  capitán  de  caballería  y 
estaba  condecorado  con  la  Legión  de  Honor  y 
la  Corona  de  Hierro.  Incorporado  al  ejército 
argentino,  en  Granaderos  a  Caballo,  concurrió 
a  Cancha  Rayada  y  a  la  victoria  de  Malpú, 
campaña  del  Sud  de  Chile,  expedición  al  Perú, 
a  las  acciones  de  Nazca,  toma  áuLima,  Tora- 
ta,  Moquegua  y  Zepita.  Fué  benemérito  de  la 
Orden  del  Sol  y  general  de  brigada  del  Perú. 
Terminadas  las  campañas  de  la  independencia 
americana,  regresó  a  Buenos  Aires,  y  fué  rein- 
corporado como  coronel  de  caballería.  En  tal 
carácter,  y  al  mando  del  regimiento  número  1 
decaballería  de  línea,  murió  heroicamente  en  la 
batalla  de  Ituzaingó,  cargando  a  sable  los  cua- 
dros de  la  infantería  enemiga.  Casó  en  el 
Perú  con  D.^  Rosa  Jaúregui,  de  cuyo  enlace 
tuvo  tres  hijos:  José  Luis  Benjamín  Gerardo, 
nacido  en  Lima,  en  22  de  mayo  de  1822,  y  que 
al  fallecimiento  del  progenitor  tomó,  por  soli- 
citud de  su  señora  madre,  el  nombre  de  Fede- 
rico; Luisa  y  Trinidad,  nacidas  en  Santiago  de 
Chile  y  fallecidas  en  Buenos  Aires,  respecti- 
vamente, en  1829  y  1871.  D.  Federico  de 
Brandsen  murió  en  Buenos  Aires,  el  17  de 
octubre  de  1871,  desempeñando  el  cargo  de  te- 
sorero de  Aduana,  y  de  él  descendía  la  virtuo- 
sa dama  porteña  Rosa  de  Brandsen,  tan  ama- 
da en  nuestra  sociedad,  esposa  que  fué  del  dis- 
tinguido ciudadano  D.  Tomás  Santa  Coloma. 
Brasil  (guerra  del).  Texto  de  la  declaración  de 
guerra  del  imperio  del  Brasil  a  la  Repúbli- 
ca Argentina:  «Habiendo  el  Gobierno  de  las 
Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata  prac- 
ticado actos  de  hostilidad  contra  este  impe- 
rio, sin  provocación  y  sin  preceder  declara- 
ción expresa  de  guerra,  prescindiendo  de  las 
formas  recibidas  entre  las  naciones  civilizadas, 
conviene  a  la  dignidad  de  la  nación  brasileña  y 
al  orden  que  debe  ocupar  entre  las  potencias 
que  Yo,  habiendo  oído  todo  mi  Consejo  de  Es- 
tado, declare,  como  declaro,  la  guerra  a  las 
provincias  y  su  Gobierno:  Por  tanto,  ordeno 
que  por  mar  y  tierra  se  les  hagan  todas  las 
hostilidades  posibles,  autorizando  el  corso  y 
el  armamento  que  quieran  emprender  mis  sub- 
ditos contra  aquella  nación;  declarando  que 
todas  las  tomas  y  presas,  cualquiera  que  sea  su 
calidad,  pertenecerán  completamente  a  los 
aprehensores,  sin  deducción  alguna  en  benefi- 


BRA 


BRO 


cío  del  Erario  público.  Así  lo  tenga  entendido 
el  Supremo  Consejo  Militar  y  lo  haga  publicar, 
remitiendo  éste  por  copia  a  las  estaciones  com- 
petentes y  fijándolo  por  edictos.  Palacio  de 
Río  de  Janeiro,  10  de  diciembre  de  1825,  4.°  de 
la  independencia  y  del  imperio.  (Con  la  firma  de 
S.  M.  I.)  Vizconde  de  Santo  Amaro».  El  1  de 
enero  de  1826,  el  general  LasHeras,  gobernador 
de  Buenos  Aires,  encargado  del  Poder  ejecuti- 
vo nacional,  la  comunicaba  al  pueblo  en  los  si- 
guientes términos:  »E1  Gobierno  delaRepública 
de  las  Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata. 
Ciudadanos:  El  emperador  del  Brasil  ha  dado 
al  mundo  la  última  prueba  de  su  injusticia  y  de 
su  política  inmoral  e  inconsistente  con  la  paz  y 
con  la  seguridad  de  sus  vecinos.  Después  de 
haber  usurpado,  de  una  manera  la  más  vil  e  in- 
fame que  la  Historia  conoce,  una  parte  princi- 
pal de  nuestro  territorio;  después  de  haber 
cargado  sobre  nuestros  inocentes  compatriotas 
el  peso  de  una  tiranía  tanto  más  cruel  cuanto 
eran  indignos  y  despreciables  los  instrumentos 
de  ella;  después  que  los  bravos  orientales  han 
desmentido  las  imposturas  en  que  pretendió 
fundar  su  usurpación,  no  sólo  resiste  a  todos 
los  medios  de  la  razón,  sino  que  a  la  modera- 
ción de  las  reclamaciones  contesta  con  el  grito 
de  guerra,  insulta  e  invade  nuevamente,  y,  con 
la  furia  de  un  tirano  sin  ley  y  sin  medida,  re- 
une  cuantos  elementos  puede  arrancar  de  sus 
infelices  vasallos  para  traer  la  venganza,  la 
desolación  y  la  muerte  sobre  nuestro  territorio. 
¡Ciudadanos!:  Respondamos  todos  al  grito  de 
guerra  y  de  venganza.  Sonó  la  hora.  Desde 
hoy  no  tendremos  que  responder  al  mundo  de 
los  desastres  de  este  medio  funesto:  caerán 
todos  sobre  la  cabeza  de  quien  lo  provoca. 
¡Ciudadanos!:  Desde  hoy,  todos  sin  excepción 
somos  soldados.  Que  los  tiranos  conozcan  otra 
vez  cuál  es  la  fuerza  tremenda  de  un  pueblo 
libre  cuando  defiende  su  honor  y  sus  derechos. 
Si  el  emperador,  en  la  embriaguez  de  su  orgu- 
llo, ha  equivocado  la  moderación  con  la  pusila- 
nimidad, que  se  desengañe.  Que  los  puebins 
brasileros  tengan  en  nosotros  un  ejemplo  que 
reanime  su  coraje  para  arrojar  al  monstruo  que 
los  degrada  y  los  consume,  y  que  las  repúblicas 
aliadas  vean  siempre  las  banderas  de  las  Pro- 
vincias Unidas  del  Río  de  la  Plata  flamear  a  la 
vanguardia  en  la  guerra  de  la  libertad.  Si  al- 
guno hay  entre  nosotros  que  no  se  conmueva 
a  este  noble  sentimiento,  la  execración  caiga 
sobre  él  y  lo  confunda.  ¡Bravos  que  habéis  dado 


la  independencia  a  nuestra  patria,  descolgad 
vuestras  espadas!  Un  rey  nacido  del  otro  lado 
de  los  mares  insulta  nuestro  reposo  y  amenaza 
la  gloria  y  el  honor  de  nuestros  hijos.  ¡A  las 
armas,  compatriotas,  a  las  armasi.— Juan  Gre- 
gorio de  las  fieras.^ 

Bravard  (Augusto).  Paleontólogo.  Nació  en 
Auvergne  (Francia).  Estudió  para  ingeniero 
de  Minas  en  la  Escuela  especial  del  ramo  de 
su  departamento  natal,  y  salió  de  e¡la  para  di- 
rigir la  explotación  de  unas  minas  de  plomo, 
recibiendo  poco  después  el  nombramiento  de 
ingeniero  municipal  de  Clermond-Ferrand,  ca- 
beza del  departamento  de  Puy-de-D6me.  En 
estos  trabajos  halló  algunos  fósiles,  con  los  que 
llegó  a  formar  una  importante  colección  geoló- 
gica, especializándose  en  el  estudio  de  la  ar- 
queología histórica,  realizando  después  algu- 
nos trabajos  que  publicó  en  la  República  Ar- 
gentina, adonde  se  trasladó  en  1853,  anheloso 
de  encontrar  ancho  campo  a  sus  investigacio- 
nes. Hizo  estudios  arqueológicos  en  los  alre- 
dedores de  Buenos  Aires,  Entre  Ríos  y  Men- 
doza, donde  pensaba  instalarse  cuando  fué  co- 
misionado para  el  estudio  de  unos  terrenos 
auríferos  de  la  provincia  de  Córdoba.  Se  ha- 
llaba en  Mendoza,  pronto  a  emprender  viaje, 
cuando  tembló  el  pueblo,  pereciendo  en  el  es- 
pantoso terremoto,  el  20  de  marzo  de  1861. 
Dejó  varios  trabajos  científicos  sobre  forma- 
ción geológica  de  los  terrenos  de  varias  pro- 
vincias argentinas  y  un  plano  de  un  templo  bi- 
zantino proyectado  para  la  ciudad  de  Paraná. 
Bravard  era  un  hombre  inteligente  y  activo  y 
sumamente  estudioso;  prestó  grandes  servicios 
científicos  en  esta  república. 

Briseño  (Dionisio  de  Torres).  Fundador  del  con- 
vento de  monjas  Catalinas  de  Buenos  Aires. 
Nació  en  esta  ciudad.  Hizo  sus  estudios  en  la 
Universidad  de  Charcas,  donde  se  graduó  de 
doctor  en  Teología  y  recibió  las  sagradas  ór- 
denes. El  Dr.  Briseño  era  un  sacerdote  vir- 
tuoso, muy  estimado  y  querido  en  todas  la.'? 
clases  sociales. 

Brown  (Guillermo).  Marino.  Natural  de  Irlanda. 
Nació  el  22  de  junio  de  1777,  en  Oxford.  Sien- 
do niño  aún  pasó  a  los  Estados  Unidos,  donde, 
habiendo  quedado  huérfano,  abrazó  la  carrera 
de  la  Marina,  ingresando  como  grumete  en  un 
buque  de  querrá  de  la  escuadra  de  aquel  país. 
Pasó  después  de  algún  tiempo  a  comandar  un 
buque  mercante  con  bandera  inglesa,  que  fué 
apresado  por  los  franceses,  en  guerra  con  In- 


BRO 


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glaterra;  k>£;ró  evadirse  y  volvió  a  comandar 
un  buque  mercante,  donde  vino  a  Buenos  Aires, 
en  1809.  Producida  la  revolución  del  año  10, 
Brown  se  declaró  partidario  entusiasta,  acep- 
tando el  comando  de  una  escuadrilla  patriota 
con  el  grado  de  teniente  coronel.  Obtuvo  en- 
tonces, con  pequeños  barcos,  un  sinnúmero  de 
triunfos,  alcnnzando  después  de  un  contras- 
te una  espléndida  victoria  en  Martin  Gar- 
cía (1814);  en  el  mismo  año  renovó  sus  proezas 
frente  a  Montevideo,  donde  fué  herido,  y  des- 
truyendo los  restos  de  la  escuadra  española 
puso  en  derrota  al  enemigo,  apresándole  sus 
buques  y  armamentos.  Brown  fué  elevado  a  la 
categoría  de  coronel.  En  1815,  después  de  ha- 
ber destruido  el  poder  marítimo  español  en  el 
Río  de  la  Plata,  el  Gobierno  dispuso  mandarlo 
al  Peni,  en  cuyas  costas  se  batió.  Siguiendo  su 
crucero  por  las  aguas  del  Pacífico,  sufrió  im- 
ponderables percances,  que  lo  obligaron  a  re- 
gresar a  Buenos  Aires  en  1817,  donde  vivió 
retirado,  hasta  que  en  el  año  1825,  al  declarar- 
se la  guerra  del  Brasil,  el  Gobierno  le  confió 
el  mando  de  la  escuadra  que  condujo  a  la  vic- 
toria en  los  combates  frente  a  Montevideo,  en 
Los  Pasos,  en  Juncal,  Quilmes  y  Martin  Gar- 
cía, siendo  ascendido  a  almirante  en  recom- 
pensa de  estos  triunfos.  En  1828  desempeñó  la 
gobernación  de  la  provincia,  en  carácter  de  de- 
legado, y  en  1841  vuelve  a  confiársele  el  mando 
de  una  flotilla,  con  la  cual  derrotó  a  Coe  y  a 
Garibaldi.  Derrocado  el  tirano,  prestó  nuevos 
servicios  a  su  patria  adoptiva,  hasta  el  3  de 
marzo  de  1857,  en  que  ocurrió  su  fallecimiento. 
Dice  el  Dr.  Vicente  López:  «Don  Guillermo 
Brown  tenía  una  figura  de  un  conjunto  varonil, 
con  detalles  bien  proporcionados.  El  pecho  era 
ancho  y  la  musculatura  consistente.  La  cabeza 
y  el  rostro  formaban  un  óvalo  perfecto,  con  las 
mejillas  un  poco  pendientes  y  sueltas  a  los  la- 
dos de  la  boca.  Su  fisonomía  tenía  un  aire  in- 
genuo y  tranquilo;  denotaba  un  carácter  firme, 
pero  sin  nada  de  estudiado  que  revelase  en  él 
la  conciencia  o  el  recuerdo  de  las  hazañas  que 
era  capaz  de  realizar  en  cualquier  momento. 
Los  que  le  habían  visto  en  los  combates,  refe- 
rían que  asimismo  templado  y  risueño  se  con- 
servaba en  lo  más  crudo  del  conflicto,  y  que  su 
emoción  sólo  se  traslucía  por  un  relámpago 
fosfórico  y  vigilante  de  las  miradas.  Sus  ojos 
llamaban,  en  efecto,  la  atención:  eran  bastante 
chicos,  englobados  en  los  tejidos  blandos  de 
las  cejas,  y  húmedos,  como  si  nadaran  en  un  lí- 


quido cristalino,  con  reflejos  de  sangre  pare- 
cidos a  los  del  tigre.  Era,  sin  embargo,  muy 
humano  con  los  vencidos  y  sencillo  con  sus 
muchachos,  como  él  llamaba  a  sus  soldados. 
Brown  era  tan  bueno  que  recibía  como  premio 
de  sus  hazañas  aquello  que  el  Gobierno  podía 
darle,  sin  mercantilizar  ni  medir  la  paga  por  la 
dificultad  o  por  el  esfuerzo  de  sus  servicios. 
Prefería,  en  verdad,  que  ese  premio  fuese  en 
dinero  si  se  podía;  pero  nunca  fué  exigente,  y 
mucho  menos  insaciable  o  torpe,  como  Co- 
chrane.  Con  tal  de  que  el  Gobierno  tuviese  cui- 
dado de  suministrar  víveres  y  vinos  a  su  fami- 
lia, y  que  le  diera  a  buena  cuenta  alguno  de  los 
buques  que  se  tomara  al  enemigo,  poco  le  im- 
portaba de  que  sus  sueldos  anduviesen  atrasa- 
dos. Sus  buenos  amigos  los  porteños  le  ha- 
bían de  pagar  toda  la  deuda  uno  u  otro  día,  bas- 
tándole al  presente  que  lo  venerasen.  Con  esto 
él  también  los  servía  a  cuenta  y  al  fiado  con  el 
más  fiel  cariño  y  con  una  bravura  persistente. 
Los  compadritos  eran  sus  hijos;  tenía  un  placer 
de  artista  en  echarlos  al  abordaje  de  las  naves 
enemigas  con  cuchillo  en  mano,  y  decía  que 
nada  igualaba  el  arrojo  con  que  ellos  se  lanza- 
ban ni  la  presteza  de  sus  movimientos  o  la  vi- 
vacidad de  la  vista  con  que  se  defendían  y  ata- 
caban al  adversario.» 
Bruix  (Eustaquio)  Militar.  Hijo  del  célebre  'al- 
mirante francés  nacido  en  Francia  a  fines  del 
siglo  xviii.  Sirvió 
en  su  patria  en  los 
ejércitos  de  Napo- 
león I,  distinguién- 
dose principalmen- 
te en  la  campaña 
de  Rusia  y  en  los 
combates  contra 
los  aliadlos.  Di- 
suelto  el  ejército 
de  Napoleón  a  con- 
secuencia de  Wa- 
terloo,  emigró  poco 
después  a  Améri- 
ca, donde  también 
ilustró  su  nombre 
tomando  parte  en 
las  campañas  de  la  independencia  sudameri- 
cana. Se  distinguió  mucho  en  la  batalla  de  Ju- 
nin,  siendo  su  división  de  granaderos  de  Bue- 
nos Aires  y  un  escuadrón  de  colombianos  los 
únicos  que  quedaron  en  formación  después  de 
la  carga  formidable  de  caballería  que  trajeron 


Eustaquio  Bruix. 


BUC 


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BUC 


lo»  realistas  al  ejército  independiente,  sirvien- 
do así  de  apoyo  a  los  dispersos  para  volver  a 
la  pelea.  En  el  mismo  arlo  (1S24)  se  halló  en  la 
batalla  de  Ayacucho,  donde  se  cubrió  de  glo- 
ria, y  en  la  rendición  del  Callao,  el  23  de  ene- 
ro de  1S26. 

BacarelU  y  Ursúa  (Francisco  de  Paula).  Po- 
lítico. Dedicado  a  la  carrera  militar,  ascendió 
a  brigadier  general  de  los  ejércitos  realistas. 
El  15  de  agosto  de  1766  fué  nombrado  gober- 
nador del  Río  de  la  Plata  en  virtud  de  ser  ene- 
migo declarado  de  los  jesuítas,  pues  el  Gabi- 
nete español  había  resuelto  expulsarlos  y  vio 
en  él  a  la  persona  más  apta  para  llevar  a  cabo 
ese  acto.  Expulsados  los  jesuítas,  que  medio 
siglo  antes  habían  sido  enviados  a  civilizar  el 
Nuevo  Mundo,  entre  los  cuales  se  hallaban  el 
célebre  historiador  P.  Guevara,  el  médico  doc- 
tor Falkner  y  los  célebres  PP.  Ennis,  Caediell 
y  otros,  sus  bienes  fueron  confiscados.  Cum- 
plida esta  comisión  se  retiró  a  España  en  1770. 

Buceo  (combate  naval).  Guerra  de  la  indepen- 
dencia. Ganado  por  el  almirants  Brown  a  la 
escuadra  española  frente  a  Montevideo,  el  14 
de  mayo  de  1814.  Brown,  al  mando  de  siete 
buques,  sitiando  a  Montevideo,  que  estaba  ocu- 
pado por  los  españoles,  teniendo  éstos  su  es- 
cuadra en  el  puerto,  compuesta  de  13  buques  y 
protegida  por  las  baterías  de  tierra,  consiguió 
el  almirante  argentino,  por  medio  de  una  hábil 
estratagema,  alejarla  del  puerto  e  iniciar  el 
ataque;  pero  como  amainara  el  viento,  ambas 
escuadras  cesaron  el  combate.  Al  día  siguiente 
se  renovó  el  fuego  y  consiguió  Brown  derro- 
tar a  los  realistas,  tomándoles  dos  buques,  mu- 
chos prisioneros  y  armamentos.  Brown  fué  he- 
rido en  una  pierna  durante  lo  más  recio  del 
combate,  y  aunque  abrumado  por  el  dolor  con- 
tinuó al  mando  de  su  escuadrilla.  En  1752  se 
le  llamó  a  este  paraje  Buceo,  sitio  en  que  se 
libró  el  combate  en  1814,  porque  en  ese  año 
«bucearon'  en  aquellas  costas  buscando  ex- 
traer los  caudales  de  un  navio  ido  a  pique,  y 
que  los  buzos  lograron  recuperar  en  parte. 

Buchard  o  Bouchaed  (Hipólito).  Marino  fran- 
cés. Nacido  por  los  años  1782  a  85,  y  ;ra  su  ca- 
lidad social  «distinguida',  ateniéndose  a  la 
afirmación  de  su  hoja  de  servicios.  En  su  ju- 
ventud formó  parte  de  la  marina  mercante  y  de 
buques  corsarios  de  su  país.  En  1809  llegó  a 
Buenos  Aires,  y  en  1811  formó  parte  de  la  pri- 
mera escuadra  revolucionaria  que  comandó 
Azopardo.  Dos  aflos  después  se  alistó  en  Gra- 


naderos a  Caballo,  precursor  del  regimiento 
que  organizó  San  Martín,  como  alférez,  en  1812, 
ascendiendo  a  te- 
niente el  4  de  julio 
de  ese  año.  El  22 
del  mismo  su  jefe 
escribía  de  su  puño 
y  letra  en  su  hoja 
de  servicios,  en  el 
sitio  reservado  a 
«notas  del  coman- 
dante», las  siguien- 
tes: Valor,  no  me 
consta;  aplicación, 
mucha;  conducta, 
buena;  capacidad, 
regular;  estado,so\-  ^-  "'P<^'"°  ^''^^"'^■ 

tero  il);  pero  poco  más  tarde,  el  27  de  febrero 
de  1313,  tenía  que  agregar  redactando  el  parte 
de  su  primera  victoria  en  tierra  americana: 
«Una  bandera  que  pongo  en  mano  de  V.  E.  y 
la  arrancó  con  la  vida  al  abanderado  el  valien- 
te oficial  D.  Hipólito  Bouchard'>,  lo  que  le  va- 
lió, como  el  más  preciado  premio,  que  la  Asam- 
blea nacional  le  expidiese  el  título  de  ciudada- 
no argentino  veinte  días  después  de  la  hazaña. 
En  1815  fué  designado  para  mandar  un  buque 
de  guerra  en  la  expedición  en  los  mares  del 
Pacífico,  batiéndose  denodadamente  en  el  Ca- 
llao. Al  año  siguiente  el  Gobierno  le  extendió 
los  despachos  de  sargento  mayor  de  Marina. 
Declarado  el  corso  oficial,  se  le  confió  el  man- 
do de  La  Argentina,  la  primera  embarcación 
que  dio  la  vuelta  al  mundo  (1817-1819)  enarbo- 
lando  la  bandera  de  mayo.  Durante  su  crucero, 
que  duró  dos  años,  libró  un  centenar  de  com- 
bates, ejecutando  con  sus  buques  actos  roman- 
cescos. En  1S19  regresó  a  Chile  y  acompañó  al 
general  San  Martín  en  su  expedición  al  Perú. 
Más  tarde  formó  parte  de  la  marina  de  esta  Re- 
publica,  la  que,  agradecida  a  sus  eminentes  ser- 
vicios, le  recompensó  con  una  propiedad,  bau- 
tizando después  con  su  nombre  a  una  de  sus  na- 
ves, en  el  año  1843. 


(\)  Casó  en  1812,  siendo  capitán,  con  D.»  Norberta  Mer- 
lo, autorizando  el  matrimonio  el  capellán  del  regimiento, 
D.  José  Gabriel  Pena,  y  apadrinándolo  el  segundo  jefe  don 
Carlos  de  Alvear  y  su  esposa,  D.*  María  del  Carmen  Quin- 
tanilla.  En  1813  (16  de  octubre)  nació  su  hija  Carmen,  apa- 
drinada por  Alvear  y  su  esposa,  y  el  17  de  julio  de  I8I7, 
días  despulís  de  su  partida  al  crucero  alrededor  del  mun- 
do, su  hija  Fermina,  que  llevó  a  la  pila  el  Dr.  Bchevarria. 
El  15  de  marzo  de  1869  falleció  en  Montevideo  la  señora 
de  Merlo,  viuda  de  Bouchard. 


BUE  -  '■ 

Baeao«  Aire*.  Goleta  annada  en  corso.  Le 
fué  acordada  patente,  bajo  el  número  123,  el  '2Ü 
de  febrero  de  1818.  La  solicitó  D.  Guillermo 
Patricio  Ford,  norteamericano,  ciudadano  na- 
turalizado, el  20  de  enero  de  1817.  Esta  goleta 
era  de  243  toneladas,  diez  cañones  de  a  18  y 
cien  hombres  de  tripulación.  Comandante.  Juan 
Dieter;  afianzó  D.  Juan  Higinboham  los  10.000 
pesos  de  la  ley,  tenientes,  Santiago  Barter, 
Eduardo  Den,  Juan  N.  Jones,  Benone  Johson 
y  Roberto  Moodie. 

Baenos  Aires.  Primera  fundación.  D.  Pedro  de 
.Mendoza,  primer  adelantado  del  Río  de  la 
Plata,  fundó  a  Buenos  Aires,  el  2  de  febrero 
de  1536.  El  nombre  de  la  ciudad  de  Buenos 
Aires  se  atribuye,  según  algunas  autoridades, 
al  capitán  Sancho  García,  cuñado  de  Mendo- 
za, que  al  pisar  tierra  exclamó:  <;Qué  buenos 
aires  son  los  de  este  suelo».  Otros  dicen  que 
fué  Sancho  del  Campo  El  historiador  doctor 
D.  Vicente  F.  López  le  da  origen  puramente 
devoto;  atribuye  el  nombre  de  la  ciudad  a  un 
sentimiento  religioso  de  los  marineros,  por 
pertenecer  la  mayor  parte  de  ellos  a  una  Co- 
fradía de  Hermandad  establecida  en  Cádiz 
bajo  la  advocación  de  Nuestra  Señora  la  Vir- 
gen María  de  los  Buenos  Aires,  es  decir,  de  los 
buenos  vientos  La  ciudad  fué  destruida  por 
los  indios  al  poco  tiempo,  abandonándola  los 
españoles. 

Segunda  fundación.  El  capitán  D.  Juan  de 
Garay,  al  frente  de  algunos  oficiales  y  sesenta 
voluntarios,  colocan,  el  11  de  junio  de  1^0,  la 
piedra  fundamental  en  la  intersección  de  las 
calles  San  Martin  y  Rivadavia,  en  la  plaza  de 
Mayo. 

Buenos  Aires  (puerto).  Su  historia  está  llena 
de  incidencias.  Desde  el  primer  día  de  su  fun- 
dación, Buenos  Aires  contó  con  un  puerto.  El 
primitivo,  a  cuyo  abrigo  se  puso  la  armada  del 
adelantado  Mendoza,  era  un  puerto  natural,  y 
los  expedicionarios  lo  bautizaron  con  el  nom- 
bre de  «Riachuelo  de  los  navios».  Se  hallaba 
al  pie  de  los  primeros  terrenos  altos  de  la  ban- 
da occidental  del  Plata,  que  estaba  próxima- 
mente a  inmediaciones  del  actual  parque  Leza- 
ma.  A  este  puerto  de  los  navios  afluían  la 
mayor  parte  de  las  embarcaciones  que  hacían 
el  come!  cío  de  Buenos  Aires,  y  muy  pronto  su 
capacidad  fué  insuficiente.  Cuando  tal  cosa  se 
comprobó,  pensóse  en  construir  un  nuevo  puer- 
to; pero  todo  quedó  en  proyecto,  hasta  que  en 
1770  se  pensó  seriamente  en  formar  60  mue- 


BUF. 

lies  y  malecones  para  el  abrigo  de  las  embar- 
caciones pequeñas  que  conducían  provisiones 
a  la  ciudad.  Estos  malecones  se  proyectó  cons- 
truirlos sobre  la  costa  del  río,  en  un  lugar  que 
hoy  estaría  comprendido  entre  las  calles 
Cangallo  y  Córdoba.  Pero  este  proyecto  fué 
suplantado  un  año  más  tarde  por  otro  de!  in- 
geniero Rodríguez  Cardoso,  quien  trazó  los 
planos  para  la  construcción  de  un  dique  en  lo 
que  es  el  bajo  de  la  calle  Corrientes.  Este  di- 
que, según  el  autor  del  proyecto,  tendría  una 
defensa  armada  con  cañones  de  suficiente  al- 
cance para  guardar  las  entradas  del  riachuelo 
y  de  las  balizas  interiores.  Como  el  anterior, 
este  proyecto  no  pasó  de  tal.  En  1796  el  Go- 
bierno colonial  se  resolvió  definitivamente  a 
hacer  algo  de  lo  que  el  puerto  reclamaba  y 
construyó  su  primer  muelle.  Fué  él  de  mam- 
postería  de  ladrillo  y  de  una  extensión  de  35 
metros,  pero  sólo  sirvió  para  el  uso  del  arsenal 
que  se  hallaba  en  Barracas.  El  comercio,  como 
es  natural,  siguió  reclamando  la  obra,  y  el  real 
Consulado  ordenó  entonces  la  construcción  de 
uno  de  piedra,  en  una  extensión  de  720  metros, 
en  un  lugar  casi  el  mismo  en  que  se  proyectó 
construir  en  1770  los  60  muelles  de  que  ya  he- 
mos hablado.  La  obra  ordenada  por  el  Consu- 
lado comenzó  en  1S02,  y  no  se  hallaba  aún  ter- 
minada cuando  el  5  de  junio  de  1805  fué  total- 
mente destruida  por  un  fortisimo  temporal.  El 
director  de  esta  fracasada  construcción,  cuyo 
costo  estaba  calculado  en  2.462.014  pesos  fuer- 
tes, fué  el  célebre  D.  Pedro  Cervino.  En  el 
mismo  año,  1805,  se  presentaron  nuevos  pro- 
yectos, y  entre  ellos  el  del  ingeniero  Eusta- 
quio Qiannini,  que  proyectó  la  apertura  de  un 
canal  desde  el  Riachuelo  hasta  las  proximida- 
des de  la  fortaleza,  que,  como  se  sabe,  se  ha- 
llaba ubicada  en  lo  que  es  hoy  la  Casa  de  Go- 
bierno. Pero  este  proyecto,  como  todos  los  de- 
más presentados,  quedaron  encarpetados.  Du- 
rante el  inolvidable  Ministerio  de  Rivadavia,  el 
Gobierno  se  resolvió  ocuparse  del  asunto  y 
cont  ató  al  efecto  al  ingeniero  inglés  míster 
Bevans.  Este  señor  llegó  a  Buenos  Aires  en 
1823,  y  a  los  pocos  meses  de  hallarse  entre 
nosotros  formuló  cuatro  proyectos  de  puerto, 
tres  de  ellos  en  lo  que  es  hoy  el  dique  núme- 
ro 4  y  iino  de  los  bañados  del  riachuelo.  De 
los  proyectos  de  Bevans,  el  Gobierno,  por  de- 
creto de  13  de  mayo  de  18'23,  aprobó  el  último 
de  los  mencionados,  es  decir,  el  que  debía 
construirse  en  los  bañados  del  riachuelo,  en 


BUE 


un  lugar  que  correspondía  más  o  menos  a  lo 
que  es  hoy  la  dársena  Sud;  pero  este  proyecto 
nunca  se  llevó  a  la  práctica.  A  partir  de  1823, 
y  hasta  1842,  nadie  volvió  a  ocuparse  de  la 
obra  del  puerto.  Ese  ailo  (1842),  por  ley  de  3 
de  agosto,  se  concedió  privilegio  a  D.  Manuel 
García,  por  el  término  de  quince  años,  para 
la  construcción  de  un  malecón  que  debería 
extenderse  desde  el  riachuelo  hasta  el  bajo  de 
las  Catalinas;  nada  se  hizo.  En  junio  de  1852, 
el  Gobierno  llamó  a  licitación  para  que  se  pre- 
sentaran propuestas  y  proyectos,  y  a  ese  lla- 
mamiento respondieron  doce  contratistas,  que, 
con  excepción  de  los  Sres.  Wicker  y  Jonew, 
querían  construir  un  dique  en  balizas  interio- 
res. Todos  proyectaban  la  construcción  de 
muelles  salientes  de  la  costa,  algunos  de  los 
cuales  serían  protegidos  por  rompeolas  sóli- 
dos, abiertos  o  flotantes.  Todos  estos  proyec- 
tos fueron  rechazados.  Un  año  después,  el  in- 
geniero D.  Carlos  Pellegrini  presentó  un  pro- 
yecto propio  que  consistía  en  la  construcción 
de  un  muelle  de  madera  en  el  bajo  de  las  Cata- 
linas (paseo  de  Julio  y  Viamonte),  para  servir 
a  la  carga  y  descarga  de  lanchas,  y  cuatro 
dársenas  pequeñas  a  continuación,  hacia  el 
Sud.  Este  proyecto,  como  los  anteriores,  fué 
encarpetado.  Según  referencias  del  ingeniero 
Huergo,  de  los  numerosos  proyectos  presenta- 
dos en  los  cinco  años  siguientes  a  1855,  sólo 
fueron  ejecutados  el  de  la  Aduana,  próxima  al 
fuerte,  y  el  muelle  de  pasajeros,  que  fué  cons- 
truido en  el  mismo  sitio  que  ocupó  el  fracasa- 
do de  Cervino.  Todas  estas  obras  fueron  diri- 
gidas por  el  ingeniero  D.  Eduardo  Taylor.  El 
Gobierno,  por  ley  de  24  de  agosto  de  1853, 
contrató  en  Inglaterra  al  ingeniero  D.  Juan 
Coghlan  a  íin  de  que  formulase  proyectos  para 
la  realización  de  varias  obras  públicas.  Entre 
estos  figuraba  el  puerto,  y  el  ingeniero  Cogh- 
lan lo  proyectó  mejorando  el  riachuelo,  constru- 
yendo tret  diques  en  la  playa  de  la  ciudad  y 
formando  una  isla  en  el  estuario  del  río,  con 
el  fin  de  concentrar  la  masa  de  agua  y  con  su 
corriente  arrastrar  el  fondo  y  obtener  un  canal 
de  acceso  a  los  diques.  El  Sr.  Coghlan,  sin 
embargo,  se  dio  pronto  cuenta  de  que  su  pro- 
yecto de  canal  adolecía  de  defectos,  y  antes 
de  que  se  tratara,  lo  retiró.  Y  todo  quedó  en 
la  nada.  Para  suplir  la  falta  de  un  puerto,  el 
Gobierno  construyó  un  muelle  de  madera  dura, 
de  unos  doscientos  cincuenta  metros  de  longi- 
tud. Esto  fué  en  1865.  El  Congreso  entonces 


-  92  -  BUL 

no  se  dio  por  satisfecho  con  esto  e  Incluyó  en 
la  ley  del  14  de  octubre  de  1868,  por  la  que  st 
decretaron  varias  obras  públicas,  la  definitiva 
construcción  del  puerto  de  Buenos  Aires.  No 
bien  se  sancionó  esta  ley,  los  Sres.  .Madero, 
Proudfoot  y  Compañía  presentaron  un  proyec- 
to de  puerto  que  habían  hecho  preparar  por 
los  ingenieros  Bell  y  Miller,  de  Glasgow.  El 
proyecto  fué  aprobado  y  se  iba  a  comenzar  su 
realización,  cuando  por  un  asunto  de  carácter 
constitucional,  los  contratistas  se  vieron  obli- 
gados a  retirar  sus  propuestas.  Al  proyecto  de 
Madero,  etc.,  siguieron  los  de  Bateman,  Lind- 
mark,  Revy,  Moore  y  Farham,  que  proyect* 
la  construcción  de  islas  artificiales;  Bolland  y 
Whittie,  Huergo,  que  fué  aceptado,  hasta  que 
el  20  de  julio  de  1882  se  presentó  al  Congres» 
Nacional  el  comerciante  D.  Eduardo  Madero 
y  propuso  la  anhelada  construcción  del  puerto, 
más  o  menos  como  se  halla  actualmente.  Por 
ley  del  27  de  octubre  de  1882,  el  proyecto  fué 
aprobado  y  se  ordenó  su  ejecución,  en  la  que 
podían  invertirse  hasta  20  millones  de  pesos 
oro.  Las  obras  del  gran  puerto  actual,  que  fue- 
ron empezadas  el  1  de  julio  de  1887,  han  cos- 
tado, no  obstante  su  primitivo  presupuesto,  50 
millones  de  pesos  oro.  Actualmente  este  puer- 
to se  está  ampliando  con  obras  de  ensanche,  y 
que  lo  colocarán  entre  los  más  importante» 
del  mundo. 

Bueras  (Santiago).  Militar.  Nacido  en  Chile,  y 
como  guerrillero  se  batió  con  brillo  en  Cucha- 
Cucha,  el  21  de  febrero  de  1814.  Fué  un  activo 
propagandista  de  la  revolución  de  su  pafs,  y  on 
1818  fué  nombrado  agente  secreto  del  gener 
San  Martín  en  Chile,  comisión  en  que  pre.^t 
meritorios  servicios.  Se  halló  en  la  batalla  de 
Maipú  como  comandante  del  escuadrón  del  re- 
gimiento de  la  escolta  directorial,  confiándo- 
sele  el  mando  de  toda  la  caballería  del  ala  iz- 
quierda, muriendo  de  un  balazo  al  llevar  una 
carga  a  fondo  los  lanceros  del  Rey  (5  de  abril 
de  1818). 

Bulnes  (Eduardo  Pérez).  Signatario  del  acta  á 
la  independencia    Diputado  por.  Córdoba 
Congreso  de  Tucumán  (1816).  En  el  Congrc- 
Constituyente  de  1826  volvió  a  representar  a 
provincia,  y  en  tal  carácter  firmó  el  Manifies: 
que  dirigiera  esa  Asamblea  a  los  pueblos  de 
república  el  24  de  diciembre  de  1828.  Fallec 
en  Córdoba,  ciudad  de  su  nacimiento. 

Bulnes  (Juan  Pablo).  Natural  de  Córdoba.  Her 
mano  del  anterior.  Se  rebeló  contra  las  auto- 


BUQ 

ridades  de  la  nación;  pero  derrotado  por  Fran- 
cisco Say6s  en  los  Bajos  de  Santa  Ana,  y  to 
niado  prisionero,  fué  remitido  a  Buenos  Aires, 
en  donde  fué  juzgado,  condenado  y  ejecutado. 

Buques  de  registro.  Se  les  llamaba  a  aque- 
llas embarcaciones  que.  con  autorización  real, 
saltan  de  Espafla  y  de  América  conduciendo 
mercaderías  para  negociarlas  en  América,  y 
frutos  de  América  a  España.  Se  les  llamaba  de 
registro  por  el  asiento  de  esa  licencia  y  de  sus 
condiciones,  que  quedaba  registrado  en  los  li- 
bros de  la  Casa  de  Contratación. 

Burela  (Luis).  Militar.  Natural  de  la  provincia 
de  Salta.  Era  propietario  de  una  vasta  exten- 
sión de  tierras  en  el  departamento  de  Chicoa- 
na,  en  la  época  de  la  guerra  de  la  independen- 
cia. Un  domingo,  a  la  salida  de  misa,  proclamó 
a  sus  paisanos,  que,  exasperados,  lo  siguieron, 
pues  eran  víctimas  de  las  tropelías  de  los  rea- 
listas. Desde  entonces  se  puso  a  las  órdenes 
de  Quemes  y  abrazó  la  carrera  de  las  armas, 
en  la  que  prestó  grandes  servicios  a  la  causa 
patriótica,  militando  en  las  guerrillas  del  gran 
caudillo  salteflo.  Siendo  teniente  atacó  y  de- 
rrotó a  los  españoles  en  Garona,  el  12  de  ju- 
nio de  1814,  y  posteriormente  ascendió  hasta 
teniente  coronel.  En  abril  de  1817,  cuando  la 
invasión  del  general  La  Serna  a  Salta,  coman- 
dó una  división  del  ejército  patriota,  hostigan- 
do a  los  españoles  durante  dos  días  sin  cesar; 
llevóles  una  carga  en  el  punto  llamado  Casa  de 
Gauna,  que  produjo  gran  confusión  en  las  filas 
enemigas,  ataque  que  repitieron  los  guerrille- 
ros un  sinnúmero  de  veces,  hasta  la  evacuación 
del  ejército  de  las  provincias  de  Salta  y  de  Ju- 
juy.  El  general  Belgrano  propuso  al  Gobierno 
premiar  al  comandante  Burela  por  sus  eminen- 
tes servicios,  y  éste  le  acordó  una  medalla  de 
plata  con  brazos 
de  oro. 

Bunaeister  (Ger- 
mán).  Doctor. 
Eminente  sabio, 
nacido  en  1307, 
que  llegó  a  la  Re- 
pública Argenti- 
na en  1858.  Había 
ya  publicado  tra- 
bajos importan- 
tes, como  el  Ma- 
nual de  Entomo- 
logía y  la  fflsto- 
ria  de  ía    Crea-  D.  Germán  Burmeister. 


93  -  BUS 

don,  y  era  profesor  de  Zoología  en  la  Uni- 
versidad de  Halle.  Recorre  el  país  durante 
cuatro  años  y  publica  los  resultados  de  su 
viaje  bHJo  el  titulo  Reise  durch  dle  La  Plata- 
Staaten  (1861).  El  Dr.  Burmeistei  es  nom- 
brado director  del  Museo  de  Buenos  Aires 
en  1862  y  despliega  en  ese  puesto  las  más 
grandes  actividades  científicas  durante  treinta 
años,  hasta  su  fallecimiento,  en  1892.  Se  con- 
sagra especialmente  a  la  Paleontología  y  a  la 
Entomología,  dejando  cuatro  volúmenes  y  un 
atlas  de  la  Description  phijsique  de  la  Républi- 
ijuc.  Argentine  y  más  de  doscientos  trabajos, 
cuya  indicación  puede  leerse  en  el  tomo  IV 
(págs.  325-357)  de  los  Anales  del  Museo  Nacio- 
nal, fundados  por  él  y  cuyos  tres  primeros  to- 
mos están  casi  exclusivamente  ocupados  por 
sus  estudios.  Poco  tiempo  después  de  la  llega- 
da de  Burmeister,  la  Universidad  de  Buenos 
Aires  hace  venir  como  profesor  de  Historia 
Natural  (1865)  al  Dr.  Pellegrino  Strobel,  que 
ocupaba  una  cátedra  en  la  Universidad  de 
Parma.  Stróbel  permaneció  en  el  país  hasta 
1867,  haciendo  algunos  estudios  zoológicos, 
cuya  lista  puede  verse  en  la  Revista  déla  Uni- 
versidad de  Buenos  Aires,  t,  VII,  págs.  32-33. 
Buschiazzo  ijuan  A.).  Ingeniero  italiano.  Na- 
cido en  1846.  Muy  niño  llegó  a  nuestro  país, 
donde  cursó  sus 
estudios,  des- 
arrolló sus  acti- 
vidades y  formó 
un  hogar  lleno  de 
prestigios.  Fué  el 
fundador  de  la 
Sociedad  de  Ar- 
quitectos; miem- 
bro de  la  Socie- 
dad Científica;  de 
Ingenieros;  de  la 
Sociedad  Artísti- 
coarqueológica 
de  Barcelona;  de 
Arquitectos  Inge- 
nieros de  Roma,  etc.  Su  nombre  está  vinculado 
definitivamente  al  progreso  de  la  capital.  Son 
obras  suyas:  el  templo  de  la  Piedad  y  el  de  Bel- 
grano, que  erigió  con  los  Sres.  Canale;  tam- 
bién fueron  por  él  proyectadas  el  parque  de 
Saavedra,  la  Municipalidad  de  Belgrano,  la 
avenida  Norte  a  Sud,  nunca  construida,  por 
causas  diversas,  y  más  tarde,  los  palacios  de 
Alvear,  Unzué,  Ocampo,  Legarreta;  la  iglesia 


D.  Juan  A.  Buschiazzo. 


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del  Carmen,  el  Hospital  italiano,  el  del  Mar  del 
Plata,  el  de  San  Martín,  en  Paraná,  y  el  de 
Centenario,  en  Gualeguaychü.  En  la  Munici- 
palidad, donde  acompañó  a  D.  Torcuato  Al- 
vear  como  director  de  Obras  públicas,  dirigió 
numerosas  obras,  y  fué  en  esa  administración 
que  se  echaron  los  cimientos  de  hospitales, 
parques,  asilos,  etc.,  y  finalmente  fué  tam- 
bién entonces  que  se  impuso  el  proyecto  de 
apertura  de  la  Avenida  de  Mayo.  Fué  un  hom- 
bre muy  caritativo.  Falleció  en  Buenos  Aires 
el  13  de  mayo  de  1917. 
Bastamante  ijosé  Luis).  Periodista.  Natural 
de  Buenos  Aires.  Fué  diputado  al  Congreso 
del  aflo25.  Redactó  a  fines  de  1831,  en  unión 
con  D  José  Barros  Pazos  y  D.  Francisco 
C.  Belánstegui,  el  periódico  Cometa  Argenti- 
no, que  sólo  apareció  breve  tiempo,  porque 
Rosas  mandó  cesar  su  publicación.  En  1S33, 
fundó  otro  periódico,  El  Defensor  de  los  Dere- 
chos del  Pueblo,  el  que  después  de  salir  algu- 
nos números  fué  reemplazado  por  el  Iris,  que 
se  publicó  desde  mayo  a  agosto  del  mismo  año. 
Emigró  del  país  por  causa  de  la  tiranía  de  Ro- 
sas Afiliado  al  partido  unitario,  permaneció 
en  Montevideo  durante  el  largo  asedio  de  la 
plaza.  Sirvió  de  secretario  al  general  Rivera- 
y  fué  también  miembro  de  una  Junta  de  nota- 
bles de  que  se  aconsejaba  el  Gobierno.  La 
victoria  de  Caseros  le  permitió  a  Bustamante 
volver  a  Buenos  Aires.  Por  ese  tiempo  il852) 
se  fundó  El  Progreso,  diario  cuya  redacción 
estaba  a  car  50  de  los  Sres  Bustamante,  Al- 
vear  y  Huergo,  respondiendo  a  las  ideas  políti- 
cas del  Gobierno  y  déla  nueva  situación.  Bus- 
tamante es  merecedor  del  recuerdo  histórico 
no  solamente  por  sus  escritos  en  la  Prensa, 
sino  porque  ha  dejado  otros  de  distinto  géne- 
ro y  de  una  utilidad  reconocida.  Hallándose  en 
Montevideo,  en  1840,  publicó  un  folleto  titula- 
do El  bloqueo  francés  en  los  puertos  de  la  Re- 
pública Oriental  donde  domina  el  general 
Oribe;  y  algunos  años  después,  en  1849,  otro 
que  lleva  por  título:  Los  errores  de  la  ínter' 
vención  anglofranccsa  en  el  Río  de  la  Plata. 
Otros  trabajos:  una  biografía  del  general  don 
Manuel  G.  Pinto;  Memorias  sobre  la  revolu- 
ción del  11  de  septiembre  de  1852;  Bosquejo  de 
la  historia  civil  y  política  de  Buenos  Aires, 
un  volumen,  y  Ensayo  histórico  de  la  defensa 
de  Buenos  Aires  contra  la  rebelión  del  coro- 
nel D.  Hilario  Lagos,  apoyado  y  sostenido 
por  el  general  D.  Justo  José  de  Urquiza.  Fa- 


D.  Teodoro  Sánchez 
de  Bustamante. 


lleció  repentinamente,  en  Montevideo,  el  5  de 
enero  de  1857. 

Bustamante  (Teodoro  Sánchez  de).  Signa- 
tario del  acta  de  la  independencia.  Nació  en 
Jujuy,el  10  de  no- 
viembre de  1778. 
Estudió  en  el  Co- 
legio de  San  Car- 
los y  en  la  Uni- 
versidad de  Char- 
cas, donde  se 
graduó  de  doctor 
en  1798.  Fiscal  de 
la  Real  Audien- 
cia de  Charcas, 
asesor  del  Cabil- 
do y  justicia  de 
Jujuy.  En  1810 
fué  fiscal  de  la 
Audiencia  de  Buenos  Aires,  cargo  que  aban- 
donó poco  después.  Auditor  y  secretario  de 
los  generales  Belgrano  y  Rondeau.  Diputado 
al  Congreso  de  Tucumán  en  1816,  que  declaró 
la  independencia,  por  su  provine  a  natal.  .Mi- 
nistro de  Gobierno  de  Salta  durante  la  admi- 
nistración de  Arenales,  de  quien  más  tarde  fué 
su  delegado  en  el  Gobierno.  Por  breve  tiempo 
fué  gobernador  de  Jujuy.  Por  las  luchas  civi- 
les tuvo  que  emigrar  a  Bolivia.  Era  el  doctor 
Bustamante  un  sincero  patriota.  Falleció  en 
Santa  Cruz  de  la  Sierra,  en  1851,  a  los  ochen- 
ta y  tres  años  de  edad. 

Bastillo  (José  María).  Nació  en  Buenos  Aire*, 
el  18  de  octubre  de  1816.  e  ingresó  en  el 
ejército  en  1840. 
Emigró  en  este  año 
al  Estado  Oriental, 
junto  con  el  gene- 
ral Paz  y  otros.  Se 
halló  en  la  campa- 
ña y  batalla  de 
Caa-Guazú,  el  28 
de  noviembre  de 
1841,  con  el  grado 
de  ayudante  ma- 
yor, siendo  herido. 
Actuómás  tarde  en 
la  toma  de  la  ciu- 
dad del  Paraná,  in- 
corporado a  la 
compañía  de  granaderos  a  las  órdenes  d:  . 
general  Martínez;  hizo  las  campañas  de  Ei 
tre  Ríos  y  Corrientes.  El  3  de  enero  de  1844 


D  José  M.*  Bustlllo. 


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fué  ascendido  a  mayor,  y  un  aflo  más  tarde 
se  le  confería  el  grado  de  teniente  coronel. 
Se  halló  en   los  combates  del  Buceo,  las  ba- 
tallas del   Cerro  y  paso  del   Pantanoso,   etc. 
En  todos  estos  importantes  hechos  de  armas 
se  distinguió  por  su  arrojo.  Producido  el  movi- 
miento de  1846  en  Corrientes,  dejó  el  servicio 
en  Montevideo  y  se  incorporó  a  la  expedición 
que  marcharía  de  nuevo,  a  las  órdenes  del  ge- 
neral Paz,  a  formar  parte  del  ejército  liberta- 
dor. Fracasadas  las  tentativas  del  general  Paz, 
el  comandante  Bustillo  regresó  a  la  capital 
uruguaya.  Cuando  se  produjo  la  sublevación 
de  1852  en  Buenos  Aires  regresó  a  esta  capi- 
tal, y  tomó  parte  en  ese  movimiento  y  en  el  si- 
tio del  año  siguiente,  como  simple  soldado,  re- 
conociéndosele más  tarde  en  su  grado  de  te- 
niente coronel  de  infantería  y  se  le  dio  el 
mando  del  1°  batallón  de  la  Guardia  Nacional. 
En  24  de  febrero  de  1853  se  le  extendieron  los 
despachos  de  teniente  coronel  efectivo  de  in- 
fantería de  linea,  y  en  marzo  del  mismo  aflo  el 
grado  de  coronel.  En  este  grado  actuó  en  la 
toma  y  defensa  de  la  Quinta  de  Horne,  con  dos 
ataques  al  puente  de  Barracas,  bajo  las  órde- 
nes del  general  Pacheco,  y  levantado  el  sitio 
continuó  al  mando  del  2.°  de  guardias  nacio- 
nales. Se  halló  en  Cepeda,  Pavón,  etc.  Duran- 
te la  guerra  del  Paraguay  tomó  parte  en  las 
acciones  del  2  de  mayo,  Paso  déla  Patria,  Tu- 
yuti,  Curupayti,  Estero,  Bellaco  y  otros  hechos 
de  armas,  por  los  que  recibió  la  medalla  de 
oro  correspondiente  a  sus  campañas,  la  del 
Gobierno  de  Buenos  Aires  y  la  del  Gobierno 
del  Brasil,  cordones  de  Oro  de  Tuyutí  y  escudo 
de  Oro  de  Curupayti.  De  regreso  del  Paraguay 
fué  nombrado  por  el  presidente  Sarmiento  ca- 
pitán general  de  puertos,  desempeñando  ese 
cargo  y  el  de  presidente  de  la  Junta  de  Sani- 
dad hasta  el  año  1874,  que  fué  nombrado  co- 
mandante militar  de  la  isla  de  Martín  García. 
Elevado  a  la  jerarquía  de  general  de  brigada 
en  1879,  fué  designado  un  año  más  tarde  co- 
misionado nacional  en  la  campaña  de  Buenos 
Aires,  y  posteriormente  interventor  nacional 
en  la  provincia,  cuyo  gobierno  asumió  hasta 
el  11  de  octubre  de  1880.  Fué  también  dipu- 
tado en  Buenos  Aires,  presidente  de  importan- 
tes Comisiones,  jefe  interino  del  Estado  Mayor 
del  ejército,  inspector  de  infantería,  diputado 
nacional  por  la  capital  de  1885  a  18S0,  y,  por 


último,  vocal  de  la  Junta  Superior  de  Guerra. 
.Muríó  en  1910. 
Bustos  (Juan  Bautista).  Militar.  Nacido  en  Cór- 
doba. Figuró  como  oficial,  pero  en  primera  lí- 
nea entre  los  defensores  de  la  ciudad,  cuando 
la  segunda  invasión  inglesa.  Había  venido,  en 
clase  de  capitán  de  Milicias,  en  el  contingente 
con  que  la  provincia  de  su  nacimiento  contri- 
buyó a  resistir  y  rechazar  la  invasión.  Una 
fuerte  columna,  al  mando  del  coronel  Elfo,  ha- 
bía abandonado  el  punto  que  defendía  para  sa- 
lir en  busca  del  enemigo  ;  pero  rápidamente 
atacada  por  la  fuerza  del  teniente  coronel 
Burne,  la  obligó  a  retroceder,  tomándole  dos 
cañones,  y  sus  pérdidas  hubieran  sido  mayores 
a  no  ser  el  nutrido  fuego  de  un  piquete  apos- 
tado en  una  azotea  inmediata,  y  dirigido  por  el 
oficial  Bustos.  Pero  le  estaba  aún  reservado 
un  episodio  más  interesante.  Acosados  los  in- 
vasores por  los  fuegos  de  la  fortaleza,  empe- 
zaban a  desocupar  las  casas  de  la  Alameda,  en 
una  de  las  cuales  estaban  guarecidos  más  de 
doscientos  soldados  ingleses  del  88  de  infante- 
ría. Bustos,  con  su  gente  (18  hombres),  los 
hostilizaba  con  encarnizamiento,  hasta  el  extre- 
mo de  obligarlos  a  dispersarse  en  la  mayor  con- 
fusión. Ordena  en  esas  circunstancias  el  de- 
rrumbe de  los  techos  y  muros,  operación  que 
sorprendió  a  los  enemigos,  poniéndolos  en  la 
dura  necesidad  de  rendirse;  así  lo  hicie- 
ron 200  soldados,  13  oficiales  y  su  jefe.  Esa 
conducta  bizarra  y  hábil  le  valió  las  simpatías 
de  sus  superiores  y  la  confirmación  de  su  em- 
pleo de  capitán  de  línea.  Desde  entonces 
Bustos  permaneció  en  la  ciudad  de  Buenos 
Aires.  Fué  partidario  de  la  revolución  de  mayo 
y  de  los  agitadores  subalternos  en  los  prime- 
ros días.  Animado  de  esos  patrióticos  senti- 
mientos, ocupó  un  puesto  de  honor  en  los  ejér- 
citos que  la  junta  formara  para  iniciar  las  ope- 
raciones de  guerra  Militó  principalmente  en 
los  ejércitos  destinados  a  expedicionar  al  Alto 
Perú,  participando  de  los  triunfos  alcanzados 
por  los  ejércitos  independientes  del  mando  de 
Belgrano,  Rondeau,  o  de  los  contrastes  que  al- 
gunas veces  experimentaron  sus  armas.  En  no" 
viembre  del  año  15  salió  de  Buenos  Aires  una 
columna  de  más  de  mil  hombres  a  incorporarse 
al  ejército  de  Rondeau,  que  corría  riesgo  de 
ser  atacado  y  derrotado  por  los  realistas,  como 
desgraciadamente  sucedió  en  Sipe-Sioe.  Esa 
columna,  mandada  por  los  coroneles  French  y 
Bustos,  llegó  a  Tucumán  a  marchas  forzadas. 


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y  en  Humahuaca  se  reunió  a  los  dispersos  res- 
tos del  ejército.  Reemplazado  Rondeau  por 
Belgrano,  empezó  por  la  reorganización  del 
ejército;  Bustos,  en  su  rango  de  coronel,  man- 
daba el  número  2  de  infantería.  Era  uno  de  los 
oficiales  de  crédito  en  el  ejército,  a  quien  se 
honraba  con  el  desempeño  de  comisiones  de 
importancia.  Así,  cuando  estalló  en  Santiago 
del  Estero  la  sublevación,  a  cuyo  frente  se  ha- 
bía puesto  D.  Juan  F.  Borges,  Bustos,  por 
orden  del  general  Belgrano,  se  desprendió  del 
ejército  con  una  pequeña  fuerza  de  las  tres 
armas,  y  venció.  Un  año  después  marchó  a  ocu- 
par militarmente  la  ciudad  de  Córdoba,  lle- 
vando consigo  300  hombres,  a  fin  de  estar  en 
observación  de  los  sucesos  del  litoral,  teatro 
permanente  de  montoneros,  que  empezaba  a 
inquietar  al  Gobierno  y  a  ocupar  los  ejércitos 
destinados  a  cimentar  la  obra  de  la  indepen- 
dencia americana.  Dice  el  general  Mitre: 
íiComo  desde  esta  época  empezó  a  figurar  en 
la  escena  en  que  debía  hacerse  tristemente  cé- 
lebre el  coronel  D.  Juan  B.  Bustos,  se  hace 
necesario  detenernos  a  estudiar  este  tipo  bas- 
tardo, que  a  la  cabeza  de  las  tropas  disciplina- 
das de  la  República  traicionó  la  causa  del  or- 
den y  pactó  con  la  anarquía,  bien  que  sin  man- 
comunarse del  todo  con  ella  y  aceptando  una 
política  singular,  que  inauguró  una  nueva  es- 
cuela de  caudillaje  y  entregó  las  provincias  del 
interior  a  la  arbitrariedad  de  mandones  irres- 
ponsables. Asi  fué  como  fundó  más  tarde,  en 
complicidad  con  los  hombres  sin  principios  de 
las  ciudades  cultas,  otro  tipo  de  gobierno  per- 
sonal, con  cierta  apariencia  de  legalidad,  con  el 
provincialismo  estrecho  por  bandera  y  el  mi- 
litarismo en  sustitución  de  las  campañas  insu- 
rreccionadas. Bustos  era  el  hombre  indicado 
para  acaudillar  este  movimiento  bastardo. 
Siendo  una  completa  nulidad  como  militar,  era 
valiente  y  tenía  autoridad  moral  en  el  ejército 
de  línea.  Aunque  de  muy  limitados  alcances, 
no  carecía  de  astucia  para  gobernarse  en  los 
negocios  de  la  vida  práctica,  y  tenía  talento 
para  la  intriga.  Desprovisto  de  resorte  y  ele- 
vación moral,  su  fuerza  era  la  de  la  inercia  y 
su  móvil  un  egoísmo  frío  y  taimado,  que  le  in- 
fundía ambiciones  estrechas,  sin  predileccio- 
nes políticas  y  sin  amor  y  sin  odio  por  todo 
aquello  que  no  afectase  sus  apetitos  inmedia- 
tos. En  su  calidad  de  cordobés,  era  el  hombre 
de  acción  de  los  intransigentes  de  la  docta  ciu- 
dad, que  desde  luego  empezaron  a  halagar 


sus  malos  instintos.  La  influencia  de  esta 
atmósfera  enervante  debía  ser  funesta  a  su 
pobre  cabeza,  en  el  estado  de  agitación  y  de 
desmoralización  en  que  se  encontraba  Cór- 
doba.» 

Complicándose  cada  día  más  la  situación  in- 
terna del  país  por  la  guerra  civil  de  las  pro- 
vincias del  litoral  contra  la  capital,  el  ejército 
de  Belgrano  dejó  a  Tucumán  para  penetrar  en 
Córdoba  y  aproximarse  a  la  frontera  de  Santa 
Fe.  Bustos,  con  una  fuerza  de  trescientos 
hombres,  se  puso  en  movimiento  y  llegó  al 
Fraile  Muerto,  donde  le  atacó  López  con  sus 
montoneros;  aquél  pudo  reponerse  de  la  sor- 
presa de  un  ataque  no  esperado,  y  si  no  que- 
dó derrotado  el  enemigo,  consiguió  al  menos 
arrebatarle  sus  caballadas  y  ganados.  Refor- 
zada la  fuerza  de  Bustos  con  los  escuadrones 
de  Paz  y  de  Lamadrid,  pudo  rechazar  con  más 
vigor  en  la  Herradura  el  altanero  empuje  de 
las  fuerzas  santafecinas.  Por  estos  hechos  de 
armas,  de  escasa  importancia  material,  pero  de 
trascendencia  moral,  por  cuanto  quedaba  de- 
mostrada la  impotencia  de  los  montoneros  con- 
tra el  ejército  de  línea,  el  Gobierno  ascendió 
a  Bustos  a  coronel  mayor,  y  al  volver  al  ejér- 
cito entró  a  desempeñar  las  funciones  de  jefe 
del  Estado  Mayor  general;  pero  la  ambición 
de  Bustos  no  estaba  satisfecha;  él  se  había 
puesto  de  acuerdo,  de  tiempo  atrás,  con  los 
hombres  políticos  de  Córdoba,  y  aspiraba  a  ha- 
cerse el  arbitro  de  los  destinos  de  esta  pro- 
vincia, empresa  para  la  cual  le  era  necesario 
el  apoyo  material  del  ejército,  donde,  como  se 
ha  dicho  antes,  tenía  influencia  y  ejercía  auto- 
ridad moral.  Para  llevar  a  cabo  el  plan  suge- 
rido por  su  ambición  de  mando  político,  de 
acuerdo  con  el  partido  cordobés,  ganó  proséli- 
tos en  el  ejército  dispuestos  a  secundar  sus 
miras,  con  tanta  mayor  facilidad,  cuant»  que  la 
moral  y  disciplina  de  ese  ejército  estaba  que- 
brantada por  los  influjos  dañinos  de  las  luchas 
civiles  y  por  las  intrigas  de  las  pretensiones 
personales.  Contribuyó  Bustos  a  la  subleva- 
ción de  Arequito,  hecho  que  fué  de  inmensa 
trascendencia  para  los  destinos  de  la  Repúbli- 
ca, precipitándola  en  la  anarquía  y  afirmando 
la  causa  de  la  barbarie.  Fué  nombrado  gober- 
nador de  Córdoba.  Sin  embargo.  Bustos  con- 
tinuó sirviendo  los  intereses  nacionales,  y  en 
su  correspondencia  con  San  Martín  y  GUemes 
no  dejaba  de  expresar  el  empeño  con  que  mi- 
raba la  guerra  por  la  independencia  y  sus  pro- 


ñus 


97 


BYN 


pi>sito9  de  contribuir  a  ella  por  ios  medios  de 
que  en  su  posición  de  gobernante  podía  dispo- 
ner. Sin  embargo,  no  cumplió  del  todo  con  sus 
compromisos,   pues  conservó  en  Córdoba  la 
mayor  parte  del  ejército,  en  sostén  de  su  po- 
der, asi  como  no  se  desprendió  del  poderoso 
parque  que  guardaba.  Libró  combate  con  Ca- 
rrera en  el  punto  denominado  Chajá,  y  fué  de- 
rrotado, y  en  las  Junas  sufrió  casi  una  nueva 
derrota.  Bustos  volvió  a  Córdoba,  y  termina- 
do su  período,  fué  de  nuevo  gobernador.  A 
partir  de  esta  época,  el  gobierno  de  Bustos  se 
hizo  cada  día  más  personal  y  arbitrario,  acu- 
sándole, con  sobrada  razón,  sus  enemigos  de 
haber  destruido  todo  sistema  legal  y  apoyán- 
dose exclusivamente  en  las  bayonetas  de  sus 
tropas.  Después  de  la  revolución  del  1  de  di- 
ciembre lie  1828.  el  general  Paz,  con  una  fuer- 
za de  1 .000  hombres,  más  o  menos,  derrotó  a 
Bustos  frente  al  arroyo  de  San  Roque,  quien 
huyó  hasta  la  Rioja,  donde  buscó  la  protección 
de  Quiroga.  Sirviendo  a  las  órdenes  de  éste 
asistió  a  la  batalla  de  la  Tablada.  Se  dirigió 
después  a  Santa  Fe,  donde  fué  bien  acogido  y 
considerado  por  el  gobernador,  D.  Estanislao 
López.  Murió  a  principios  de  1831. 
Bustos  (.Manuel  Vicente).  Elevado  al  gobierno 
de  La  Rioja  mediante  una  revolución.  Fué  la 
única  época  (1855)  ésta  en  que  La  Rioja  reco- 
brara su  dignidad,  imponiéndose  Bustos  a  los 
caudillos.  Era  descendiente  del  último  delega- 
do de  la  Real  Hacienda  de  la  época  colonial,  y 
uno  de  los  trece  gobernadores  que  firmaron  el 
pacto  de  San  Nicolás  de  los  Arroyos.  Bustos 
sufrió  muchas  de  aquellas  invasiones  acostum- 
bradas por  los  comandantes  de  campaña  para 
cambiar  gobernadores.  En  una  de  esas  ocasio- 
nes. Bustos  fué  sorprendido  por  el   ex  gober- 
nador Mota,  quien  no  le  dio  tiempo  más  que 
para    vestirse  en    medio  de   la    noche,   em- 
puñar su  espada  y  salir  a  la  calle  con  su 
asistente,  y  un   tambor  que  tocaba    genera- 
la.   Cuatro    horas  más   tarde,  los  invasores 
eran    fusilados    uno    a  uno,   inclusive    Mota 
y  todos  los    oficiales  que  le    acompañaban. 
En   una  ocasión,  el  comandante  de  Chileci- 
to  se  subleva,  y  se  pone  en  marcha  para  la 
ciudad.  Bustos  reúne  su  escolta,  y  ganando 
horas  da  sobre  la  fuerza  sublevaba,  la  disper- 
sa, toma  al  cabecilla,  lo  fusila  y  vuelve  a  La 


Rioja,  habiendo  empleado  en  toda  esta  opera- 
ción cuatro  o  seis  días,  en  una  distancia  de 
más  de  cuarenta  leguas.  Desde  entonces  La 
Rioja  no  fué  ya  la  provincia  de  los  caudillos, 
hasta  la  época  de  las  nu£vas  montoneras  de 
Várela  y  secuaces,  cuyo  reinado  empezó  má.«; 
tarde.  Bustos  hizo  respetar  la  provincia  de  su 
nacimiento  y  el  principio  de  autoridad,  y  go- 
bernó seis  años  hasta  después  de  la  caída  de 
Rosas,  sin  que  tuviera  que  sentir  la  más  pe- 
queña revuelta.  Fué  también  el  primer  gober- 
nador que  entregara  el  mando  a  la  Legislatura 
provincial  después  de  haberse  jurado  la  Cons- 
titución nacional.  Nuevamente  gobernador  el 
17  de  abril  de  1857,  siendo  su  ministro  general 
D.  Ramón  Gil  Navarro.  Dio  un  impulso  grande 
al  progreso  y  bienestar  general.  Estableció 
varios  reglamentos  de  ju.sticia  y  policía;  regu- 
larizó el  cobro  de  las  rentas;  estableció  escue- 
las etc.,  etc.:  en  una  palabra,  Bustos  fué  un 
buen  gobernante. 
Bynón  (Santiago  Jorge)  Marino.  Nació  en  la 
ciudad  de  Swansea  (Inglaterra),  en  noviembre 
de  1798.  Desde  los  diez  y  siete  años  recorrió 
los  mares  de  China,  Indostán  y  Japón,  hasta 
1815,  año  en  que,  relacionado  con  lord  Cochra- 
ne,  se  decidió  a  emigrar  a  Sud-América  para 
luchar  por  su  independencia,  dirigiéndose  a 
Chile,  en  cuya  escuadra  tomó  servicio  en  1818, 
en  clase  de  guardia  marina.  En  1819  hizo  la  fa- 
mosa campaña  del  Pacifico,  combatiendo  con- 
tra la  fortaleza  del  Callao  en  dos  ocasiones. 
Poco  después  pasó  a  Guayaquil,  donde  apresó 
una  fragata  española.  Terminada  esta  campa- 
ña, regresó,  volviendo  a  emprender  la  del  Sur 
de  Chile,  batiéndose  heroicamente  en  el  ataque 
de  la  fortaleza  de  Valdivia.  Luego  hizo  la  cam- 
paña de  Arauco,  siendo  ascendido  a  teniente 
en  1821,  y  realizó  más  tarde  un  penoso  cruce- 
ro, al  fin  del  cual  obtuvo  un  ascenso.  En  1826, 
al  mando  de  la  corbeta  Cltacabuco,  tomó  par- 
te en  las  campañas  navales  entre  la  Argén 
tina  y  el  Brasil,  llegando  a  ser  el  segundo  jefe 
de  la  primera,  inmortalizándose  en  el  combate 
de  Patagones,  el  7  de  marzo  de  1827,  y  en  otros 
encuentros.  Terminada  la  guerra,  Bynón  per- 
maneció en  Buenos  Aires  hasta  1835,  dirigién- 
dose posteriormente  a  Chile,  donde  desempe- 
ñó elevados  cargos,  entre  ellos  el  de  viceal- 
mirante. Falleció  en  SantiagodeChile,en  1833. 


Dic  HisT.  BioQR. 


c 


Caajraazú  (batalla).  Ganada  por  el  general  don 
José  María  Paz  al  de  igual  grado  D  Pascual 
Echagfle,  que  había  invadido  la  provincia  de 
Corrientes,  donde  Paz  tenía  un  ejército  de  co- 
rrentinos,  el  29  de  noviembre  de  1S41.  Se  en- 
contraron los  ejércitos  en  Caaguasú,  dispu- 
tándose la  victoria  en  una  sangrienta  batalla, 
obteniendo  un  espléndido  triunfo  Paz.  El  ene- 
migo dejó  en  el  campo  de  batalla  900  muertos, 
1 .000  prisioneros,  toda  la  artillería,  armamen- 
tos y  municiones.  Esta  batalla,  de  las  más  en- 
carnizadas que  se  han  librado,  se  cita  siempre 
como  modelo  de  táctica  por  la  habilidad  que 
demostró  el  general  Paz.  Caaguasú  significa 
<hierba  grande». 

Caballero  (Pedro  Juan).  Miembro  de  la  Junta 
gubernativa  del  Paraguay  (año  11).  Después 
de  la  retirada  del  general  Belgrano  de  esta 
provincia,  mediante  los  arreglos  de  paz  cele, 
brados  con  el  jefe  de  las  fuerzas  enemigas,  don 
Manuel  A.  Cabanas,  las  ideas  que  se  propaga, 
ron  sobre  las  miras  y  tendencias  de  la  revolu- 
ción de  mayo  sacaron  a  los  paraguayos  de  su 
inercia,  produciendo  éstos  el  movimiento  polí- 
tico que  derribó  al  gobernador  español  Velas- 
co  (14  mayo  de  1811).  El  capitán  Caballero 
uno  de  los  oficiales  que  habían  entrado  en  las 
ideas  de  Belgrano,  púsose  de  acuerdo  con  el 
Dr.  D.  Pedro  Somellera,  y,  obrando  bajo  su 
inspiración  y  consejo,  fué  el  brazo  de  la  insu- 
rrección, siendo  nombrado  en  seguida,  por  la 
Asamblea  que  se  convocó,  miembro  de  la  Junta 
de  Gobierno.  Viene  al  Poder  el  Dr.  Francia,  y 
para  evitar  su  sombría  tiranía  hubo  de  estallar 
una  revolución;  pero  descubierta,  sus  autores 
y  cómplices  fueron  presos.  Caballero,  para  li- 
brarse de  la  infamante  pena  de  azotes,  que,  a 
fin  de  arrancar  confesiones,  precedía  al  cadal- 


so, puso  término  a  su  vida  en  la  prisión  misma, 
no  sin  escribir  antes  en  las  paredes  estas  pala- 
bras, dignas  de  un  espíritu  fuerte  y  elevado: 
«Yo  sé  que  ofendo  a  Dios  y  a  los  hombres; 
pero  mi  sangre  no  ha  de  servir  de  pasto  al  tira- 
no de  mi  patria.» 
Cabello  y  Mesa  (Francisco  Antonio).  Español. 
Militar  y  publicista.  Fundador  y  redactor  del 
primer  periódico  publicado  en  Buenos  Aires, 
en  1801 .  Antes  c^e  publicar  en  esta  ciudad  el 
Telégrafo  Mercantil,  Rural,  Político,  Económi- 
co e  Historiógrafo  del  Rio  de  la  Plata,  había 
dado  a  luz  en  Lima  la  primera  publicación  pe- 
riódica de  Sud-América,  con  el  título  de  Diario 
Curioso,  Erudito,  Económico  y  Comercial,  que 
empezó  el  1  de  octubre  de  1790  y  terminó  dos 
años  después.  Contribuyó,  según  parece,  a  la 
fundación  del  Mercurio  Peruano,  redactado  por 
escritores  distinguidos.  Respecto  a  la  índole, 
importancia  y  mérito  del  Telégrafo  Mercantil, 
que  apareció  el  1  de  abril  de  1801  y  cesó,  por 
resolución  gubernativa,  el  15  de  octubre  de 
1802,  y  cuya  colección  forma  cuatro  tomos  en 
cuarto,  dice  el  Dr.  Gutiérrez:  «Esta  publica- 
ción periódica  tenía  por  objeto,  según  la  decla- 
ración de  su  editor,  adelantar  las  ciencias  y  las 
artes,  fundar  una  escuela  filosófica  que  deste- 
rrase las  formas  bárbaras  del  escolasticismo, 
extender  los  conocimientos  de  los  agricultores 
e  informar  a  los  lectores  de  todos  los  progre- 
sos y  descubrimientos  nuevos  en  la  Historia, 
las  antigüedades,  la  literatura  y  los  demás  co- 
nocimientos humanos.  El  editor  de  este  perió- 
dico contrajo,  sin  embargo,  un  compromiso  su- 
perior a  sus  fuerzas.  Propúsose  realizar  en 
Buenos  Aires  el  pensamiento  concebido  por  los 
redactores  del  Mercurio  Peruano  sin  poseer 
las  luces,  la  seriedad  de  carácter  y  l:js  calida- 


CAB 


-  99  - 


CAB 


des  literaria*  que  Jistinguicron  a  Unanue,  a  Ba- 
quijano  y  a  otros  sabios  de  aquella  parte  de 
América,  fundadores  y  sostenedores,  de  tan 
afamada  publicación  periódica.  Don  Francisco 
A.  Cabello,  natural  de  España,  filósofo  indife- 
rente, primer  escritor  periódico  de  Buenos 
Aires  y  de  Lima  y  abogado  de  ios  Reales  Con- 
sejos, como  él  mismo  se  titulaba,  fácil  en  pro- 
meter y  diestro  en  sacar  partido  personal  del 
trabajo  y  patriotismo  ajenos.  En  su  periódico 
se  nota  una  completa  falta  de  método.  Las  ma- 
terias, hacinadas  unas  sobre  otras,  reducen  al 
Telégrafo  a  un  verdadero  cajón  de  sastre,  en 
quü  se  encuentran  con  dificultad  los  retazos  de 
buena  tela,  que,  por  otra  parte,  abundan  en 
sus  páginas  dislocadas.  Los  peores  artículos 
del  Telégrafo  son  aquellos  que  pertenecen  al 
caletre  de  Narciso  Fellocio  Cantón,  anagrama 
perfecto  del  nombre  y  apellido  del  primer  es- 
critor periódico.  Su  cuerda  favorita  era  la  le- 
trilla festiva,  de  la  cual  se  valía  para  censurar, 
con  escasa  delicadeza  y  más  escasa  sal  ática, 
las  costumbres  de  los  habitantes  de  Buenos 
Aires.  A  pesar  de  la  incompetencia  del  editor 
y  de  los  grandes  defectos  da  que  se  resiente  el 
Telégrafo,  es  preciso  confesar  que  su  apari- 
ción señala  una  época  de  progreso  y  que,  des- 
pertando la  curiosidad  por  la  lectura  y  la  am- 
bición natural  de  producir  para  la  Prensa,  dio 
un  impulso  visible  a  los  espíritus  y  a  las  ideas. 
En  sus  páginas  aparecieron  por  primera  vez  la 
oda  de  Labarden  al  río  Paraná,  fábulas  de  Az- 
cuénaga  v  composiciones  de  Prego,  de  Oliver 
y  de  Medr^o,  que  no  son  despreciables  y  hon- 
ran, por  ei^ontrario,  los  primeros  ensayos  de 
la  musa  patria.  Allí  se  encuentran  también  la 
descripción  (Je  algunas  ciudades  argentinas  y 
de  varias  provincias  de  su  territorio;  diversos 
trabajos  deJ  naturalista  Haenke;  las  primeras 
observaciones  meteorológicas  que  se  hayan 
dado  a  lur  en  Buenos  Aires,  e  importantes  y 
curiosos  datos  aislados  acerca  de  las  prácticas 
comerciales  y  del  precio  de  los  objetos  de  pro- 
ducción y  de  consumo  de  toda  la  extensión  de 
virreinato.  Esta  masa  de  materias,  aunque  re- 
unidas sin  discernimiento,  hace  que  la  colección 
de  páginas  impresas  en  que  se  encuentran  se 
considere  como  una  preciosidad  digna  de  bus- 
carse y  de  conservarse  por  los  aficionados  a 
estudios  nacionales  retrospectivos.»  El  Telé- 
grafo cesó  de  publicarse  por  resolución  guber- 
nativa, el  15  de  octubre  de  1802.  Durante  la 
primera  invasión  inglesa  de  1806  fué  procesa- 


do por  las  autoridades  españolas  del  virreinato 
por  haber  aceptado  un  empleo  civil  durante  la 
dominación  inglesa  en  Buenos  Aires.  Fué  con- 
ducido preso  a  España,  pero  pronto  recobró  su 
libertad.  Actuando  activamente  en  política,  fué 
fusilado  en  Sevilla. 

Cabezón  (José  León).  Educacionista.  Nacido  en 
Logroño  (España)  y  llegado  al  país,  se  estable- 
ció en  la  provincia  de  Salta,  donde  fundó  va- 
rios colegios.  Cabezón  ha  sido  un  educacio- 
nista digno  de  recuerdo  por  su  contracción  y 
amor  a  la  enseñanza,  como  también  por  sus 
virtudes.  Decidióse  desde  un  principio  por  la 
causa  de  la  independencia  americana,  lo  que 
le  valió  ser  perseguido  por  las  autoridades  es- 
pañolas, tomando  más  tarde  carta  de  ciudada- 
nía argentina.  Durante  treinta  años  desempe- 
ñó el  magisterio  en  Salta,  y  en  junio  de  1817 
fué  llamado  a  Buenos  Aires  para  dictar  la  cá- 
tedra de  latín  en  el  Colegio  del  Estado,  a  cuyo 
frente  permaneció  dos  años;  volvió  a  Salta, 
cansado  del  carácter  inquieto  de  la  juven- 
tud porteña.  Continuó  en  Salta  su  misión  has- 
ta 1828,  en  que  pasó  a  Santiago  de  Chile,  donde 
fundó  un  colegio.  Murió  a  los  ochenta  y  cuatro 
años,  dejando  una  larga  descendencia,  también 
notable  por  su  consagración  al  magisterio  y 
por  su  filantropía. 

Cabezón  (Dámasa,  Manuela  y  María  Josefa). 
Hijas  del  anterior.  Educacionistas.  Nacidas  en 
1792,  1805  y  1807,  respectivamente.  Todas  tres 
heredaron  las  virtudes  de  su  noble  padre.  Que- 
ridas lo  fueron  de  sus  alumnas  y  apreciadas  de 
las  madres  de  familia  por  el  carácter  afable  y 
bondadoso  que  las  ornaba. 

Cabildo.  Institución  colonial,  actualmente  Mu- 
nicipalidad. Era  una  autoridad  comunal  que 
tuvo  gran  influencia  en  el  pueblo  de  Buenos 
k\re.s  desde  el  año  1580,  en  que  empezó  a  fun- 
cionar. Entre  las  atribuciones  del  Cabildo  en- 
traba la  de  convocar  al  pueblo  a  son  de  cam- 
pana; reunirlo  en  Congreso  para  deliberar;  le- 
vantar tropas;  crear  contribuciones;  poner  en 
posesión  a  los  gobernadores,  etc.,  etc.  Los 
Cabildos  fueron  suprimidos  durante  el  gobierno 
del  general  Rodríguez,  por  ley  de  24  de  di- 
ciembre de  1821,  estableciéndose  en  su  reem- 
plazo los  jueces  de  primera  instancia,  letrados 
de  paz  y  una  oficina  de  Policía. 

Cable  submarino.  Bajo  la  dirección  del  inge- 
niero capitán  Hunter  Davidson,  se  había  co- 
locado un  cable  submarino  entre  la  isla  de 
Martín  García  y  la  ciudad  de  Buenos  Aires. 


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El  22  de  septiembre  de  1875  se  inauguró  la  co- 
municación telegráfica  que  en  breve  debfa  po- 
ner a  esta  parte  del  continente  en  comunica- 
ción con  el  Viejo  Mundo. 

Cabot  (Juan  Manuel).  Militar.  Nacido  en  la  ciu- 
dad de  Tucumán,  en  1784.  Ingresó  en  el  ejér- 
cito en  octubre  de  1806,  en  el  batallón  de  Vo. 
luntarios  Urbanos,  que  se  formó  con  motivo  de 
la  segunda  invasión.  Comandante  de  compañía 
en  las  campañas  del  Alto  Perú.  En  1815  mar- 
chó a  incorporarse  al  ejército  de  los  Andes  en 
Mendoza.  Traspuso  la  cordillera  por  el  paso 
de  Olivares,  recorrió  una  extensión  aproxima- 
da de  cien  leguas  en  catorce  días,  batió  al  ene- 
migo en  los  llanos  de  Barraza  y  Sálala,  sa- 
liendo triunfante,  quedando  asf  reconquistado 
todo  el  Norte  de  Chile  y  entrando  vencedo 
ras  en  la  Serena  las  tropas  de  Cabot.  Murió 
en  1837. 

Cabral  (Juan  Bautista).  Soldado  del  regimiento 
de  Granaderos  a  Caballo.  Natural  de  Corrien- 
tes. Encontróse  en  el  combate  de  San  Lorenzo. 
Apretado  San  Martín  por  su  caballo,  derribado 
por  la  metralla  enemiga,  un  soldado  realista 
avanza  resueltamente  sobre  él,  bayoneta  en 
mano;  pero  atropellado  a  tiempo  por  el  grana- 
dero Juan  Bautista  Baigorría,  lo  levanta  con 
su  lanza.  Cabral  fué  uno  de  los  pocos  que  en- 
treverándose con  el  enemigo  corrió  a  salvar 
la  vida  de  su  jefe,  tocándole  esta  gloria  a  Bai- 
gorría. Herido  mortalmente  después,  decía  a 
sus  camaradas  mientras  lo  retiraban  de  lo  más 
recio  de  la  pelea;  ¡Déjenme,  compañeros! 
¿Qné  importa  la  oída  de  Cabral,  si  hemos 
triunfado  de  los  maturrangos! ¡Somos  pocos, 
vayan  a  su  puesto,  que  yo  muero  contento  por 
haber  batido  al  enemigo! 

Cabrer  (José  .María).  Coronel  de  ingenieros.  Na- 
cido en  Barcelona.  Recibió  orden  de  pasar  al 
Río  de  la  Plata  y  agregarse  a  la  comisión  en- 
cargada de  la  demarcación  de  límites  con  el 
Portugal  en  sus  dominios  de  América.  El  1  de 
enero  de  1781  desembarca  en  Buenos  Aires. 
Fué  enviado  a  la  Banda  Oriental  a  levantar  el 
plano  de  la  laguna  Merín,  primer  punto  de 
arranque  de  la  demarcación.  Pasó  luego  a  la 
«división  de  D.  Diego  de  Alvear,  que  debía  re- 
montar los  rios  Paraná  y  Uruguay  y  determi- 
nar la  línea  divisoria  del  territorio  de  Misio- 
nes, como  así  lo  realizó».  Fueron  eficaces  sus 
servicios  durante  las  invasiones  inglesas.  Re- 
vistando como  coronel  de  ingenieros,  ocupó 
un  puesto  en  el  Departamento  Topográfico 


hasta  el  día  de  su  fallecimiento,  el  10  de  no- 
viembre de  1836. 

Cabrera  (Alonso  de).  Natural  de  Granada  (Es- 
paña). Llegó  al  Río  de  la  Plata  enviado  por  el 
emperador  Carlos  V,  con  el  título  de  veedor, 
en  auxilio  de  la  expedición  de  D.  Pedro  d- 
Mendoza,  de  cuya  muerte  se  tenía  ya  notici- 
en la  corte,  y  traía  consigo  las  instrucciones 
del  soberano  para  el  gobierno  de  estos  países, 
datadas  en  Valladolid  a  12  de  septiembre 
de  1537.  Antes  de  entrar  al  rio,  una  borrasca 
de  mar  estrelló  uno  de  los  buques,  partiéndolo, 
naufragio  que  costó  la  vida  de  más  de  quin> ._ 
personas. 

Cabrera  (Jerónimo  Luis  de).  Gobernador  del 
Tucumán.  Fundador  de  la  ciudad  de  Córdoba. 
Natural  de  Sevilla,  de  ilustre  familia.  Llegó  al 
Perú  en  1538,  acompañado  del  comendador 
D.  Pedro  Luis  Cabrera,  su  hermano,  que  ad- 
quirió notoriedad  por  su  valor  y  fidelidad  en  la 
conquista  de  aquel  reino.  Fundó  D.  Jerónimo, 
a  su  costa,  la  ciudad  de  Córdoba,  el  6  de  julio 
de  1573.  Quiso  darle  una  vasta  jurisdicción  te- 
rritorial y  dotarla  de  un  puerto,  a  cuyo  objeto 
atravesó  la  Pampa  hasta  llegara  las  márgenes 
del  Paraná.  Encontrándose  con  Garay,  funda- 
dor de  Santa  Fe,  le  intimó  no  avanzara  en  sus 
conquistas,  y  entre  ambos  capitanes  surgió  un 
pleito  sobre  si  esta  población  y  su  distrito  ha- 
bía de  pertenecer  a  la  jurisdicción  del  Gobier- 
no del  Río  de  la  Plata  o  a  la  del  de  Tucumán.  El 
pleito  se  siguió  ante  la  real  Audiencia  de  Chu- 
quisaca.  Su  sucesor  Gonzalo  de  Abréu,  pre- 
dispuesto contra  Cabrera  por  sugestiones  odio- 
sas de  dos  oidores  de  Charcas,  que  no  habían 
podido  atraerle  a  sus  particulares  intereses, 
apoderóse  de  Cabrera,  le  confiscó  sus  bienes 
y  le  hizo  condenar  a  muerte,  acusándole  de 
sublevación  y  traición. 

Cabrera  (Pedro  Luis).  Hijo  del  anterior.  Gene- 
ral y  hombre  distinguido,  que  ocupó  puestos 
de  importancia  en  las  provincias  del  Río  de  la 
Plata  y  Tucumán,  y  padre  del  que  sigue. 

Cabrera  (Jerónimo  Luis  de).  Gobernador  de 
Buenos  Aires  y  de  Tucumán.  Era  natural  de 
Córdoba,  nieto  del  fundador  de  esta  ciudad  y 
sobrino  de  Hernando  Arias  de  Saavedra.  Hizo 
la  guerra  a  los  calchaquies,  a  los  que  derrotó 
varias  veces  y  redujo  a  la  paz,  y  se  les  impuso 
no  sólo  por  su  osadía  y  pericia  militar,  sino 
también  por  sus  crueldades;  fué  el  terror  de 
las  tribus  que  habitaban  hacia  los  Andes.  Se 
le  dio  el  gobierno  de  Chucuito  .Perií)  y  más 


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tarde  el  de  Buenos  Aires,  de  cuyo  puesto  se 
recibió  en  octubre  de  1641,  prolongándose  su 
período  hasta  1(34(3.  En  1659  fué  nombrado 
gobernador  del  Tucumán,  y  en  el  ejercicio  de 
sus  funciones  (16(33)  ocurrió  su  fallecimiento. 

Cabrera  y  Cabrera  (José  Antonio).  De  Cór- 
doba, signatario  del  acta  Je  la  independencia 
representando  en  el  Congreso  de  Tucumán  la 
provincia  de  su  nacimiento.  A  la  par  deBulnes 
y  Salguero,  fué  de  los  que  resistieron  con 
energía  la  traslación  del  Congreso  a  Buenos 
Aires,  siendo  su  actitud  con  tal  motivo  tan 
agresiva— dice  Mitre— ,  que  se  trató  seriamen- 
te de  excluirlos  de  las  sesiones,  «negándoles 
por  varias  veces  el  derecho  de  protestar  con- 
tra las  deliberaciones  de  la  mayoría,  como 
pretendían  hacerlo».  Resuelta  la  cuestión  con- 
tra sus  opiniones,  Cabrera  y  Bulnes  se  nega- 
ron a  seguir  a  sus  colegas  a  la  capital.  Reti- 
rado a  la  vida  privada  desde  entonces;  falleció 
a  los  sesenta  aflos  de  edad. 

Cáceres  (Casto).  Militar.  Nacido  en  Buenos 
Aires.  Sirvió  durante  las  invasiones  inglesas 
como  oficial  de  un  escuadrón  de  Húsares.  Es- 
tuvo en  el  sitio  de  Montevideo,  con  el  grado  de 
capitán.  Se  halló  en  la  guerra  del  Brasil,  y 
durante  la  dictadura  desempeñó  las  funciones 
de  inspector  general,  bajo  el  título  de  oficial 
mayor  interino.  Fué  un  hombre  austero  en  el 
cumplimiento  de  sus  deberes,  y  aunque  em- 
pleado y  servidor  de  Rosas,  no  mendigó  nunca 
sus  larguezas  ni  sus  sonrisas  ni  enlodó  su 
reputación  con  actos  serviles  o  desdorosos. 
Así  fué  que,  al  iniciarse  una  época  y  un  go- 
bierno nuevo  (1852),  se  le  mantuvo  en  su  pues- 
to, y  D.  Vicente  López  le  llamó  a  compartir 
las  tareas  de  la  administración,  dándole  la 
cartera  de  Guerra  y  Marina. 

Cáceres  (Nicanor).  Militar,  caudillo  correntino. 
Nacido  en  Curuzu-Cuatiá,  el  11  de  enero  de 
1S09.  Se  hallo  en  la  fatal  jornada  de  Pago  Lar- 
go. Militó  a  las  órdenes  de  losgenerales  Lava- 
lle  y  Paz.  Se  encontró  en  Caaguazú  y  en  Arro- 
yo Grande,  donde  fueron  destrozadas  las  fuer- 
zas de  Rivera.  Como  jefe  de  una  división  co- 
rrentina,  se  halló  del  lado  del  ejército  liberta- 
dor en  los  campos  de  Caseros  y  en  la  guerra 
del  Paraguay.  Cáceres  era  un  militar  valiente, 
pero  de  cortos  alcances  intelectuales.  Murió, 
en  su  establecimiento  de  campo,  pocos  años 
después. 

Cachlmaya.  Sorpresa  de  una  fuerza  españo- 
la que  operaba  en  el  Alto  Perú  (Bolivia),  y  que 


el  sargento  mayor  Gregorio  Aráoz  de  Lama- 
drid  logró  tomar  prisionera  sin  disparar  un 
tiro  ni  desenvaii'ar  un  sable,  valiéndose  de  la 
estratagema  de  presentársele  como  parcial. 
Este  hecho  tuvo  lugar  en  Cachiinaya,  cerca  de 
Chuquisaca  (Bolivia),  el  20  de  marzo  de  1817. 
En  poder  del  jefe  patriota  quedaron  prisione- 
ros el  comandante  realista  Eugenio  López  y 
cincuenta  individuos  de  tropa,  y  en  la  misma 
noche  Lamadrid  marchó  a  Chuquisaca  y  ocu- 
pó importantes  posiciones  que  dominaban  la 
ciudad,  iniciando  un  fuerte  cañoneo  sobre  la 
misma  al  rayar  el  alba,  en  medio  de  vivas  a  los 
patriotas. 

Cagancha  (batalla).  El  gobernador  de  Entre 
Rios  D.  Pascual  Echagüe  había  invadido  el 
Estado  Oriental,  en  la  creencia  de  que  la  pro- 
vincia de  su  mando  estaba  segura.  Pero  invadi- 
da a  su  vez  por  el  general  Lavalle,  derrotado 
el  delegado  Zapata,  sublevado  de  nuevo  Co- 
rrientes y  rechazado  victoriosamente  Juan  Pa- 
blo López,  se  estaba  organizando  en  Corrien- 
tes, con  jefes  de  nota,  un  ejército  de  5. OCX) 
hombres,  que  no  podría  tardar  en  operar  sobre 
Entre  Ríos  y  Santa  Fe,  sin  que  hubiese  fuerza 
bastante  a  contenerlo.  Bajo  esta  amenaza, 
Echagüe  se  encontraba  mal  al  verse  internado 
en  la  Banda  Oriental,  y  Rosas  deseaba  tam- 
bién que  regresara  a  contener  a  Lavalle,  pues 
veía  que  por  el  momento  no  tenía  como  llevar 
adelante  sus  pretensiones  sin  grave  riesgo; 
mucho  más  estando  Montevideo  y  la  costa  del 
Uruguay  bajo  la  protección  de  la  escuadra 
francesa.  En  ese  intermedio  tuvo  lugar  el  en- 
cuentro del  29  de  diciembre  de  1839,  en  el  cam- 
po de  Cagancha,  cerca  de  Santa  Lucía.  Actua- 
ba en  el  ejército  de  Rivera  un  excelente  mate- 
rial de  artillería,  bien  servido  por  jefes  y  ofi- 
ciales de  mérito,  en  su  mayor  parte  emigrados 
argentinos.  Las  caballerías  de  ambos  lados 
chocaron  y  se  dispersaron.  Bien  cañoneada  a 
buen  tiempo  la  línea  de  avance  que  formó 
Echagüe,  todo  se  lo  desorganizó,  y  los  grupos 
de  su  ejército  tomaron  de  su  cuenta  la  vuelta 
a  Entre  Ríos.  Repasaron  el  Uruguay  sin  que 
nadie  los  persiguiese,  y  en  muy  pocos  meses 
volvió  Echagüe  a  reunirlos  para  esperar  al  ge- 
neral Lavalle,  cuya  invasión  parecía  inmi- 
nente. 

Cálcena  y  Echevarría  (José  Alberto).  Co- 
merciante. Hijo  de  D.  Juan  José,  español,  y  de 
D.*  Clara  .\guiar,  santafecina.  Nació  en  la  ciu- 
dad de  Santa  Fo,  en  1751.  Se  educó  y  pasó  su 


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juventud  en  la  Asunción.  En  1802  casóse  en  la 
capital  del  Paraguay  con  D."  Águeda  Recalde 
y  partió  a  Europa  hasta  1S04,  en  que  regresó 
a  Buenos  Aires,  donde  desempeñó  los  cargos 
de  agente  mayor  de  negocios  de  la  Hermandad 
de  Caridad  y  el  de  contador.  En  1810  puso  a 
prueba  su  patriotismo  dando  cuanto  tenia 
para  la  causa  de  la  revolución.  Durante  la  cam- 
pafla  del  Paraguay  donó  ganado  vacuno  con 
destino  al  ejército  y  se  alistó  en  sus  filas  como 
comisario  de  guerra,  combatiendo  como  oficial. 
Se  distinguió  especialmente  en  el  combate  de 
Tacuari,  ajustando  la  capitulación.  En  ISll 
marchó  a  la  campaña  de  la  Banda  Oriental, 
como  intendente  general  del  ejército,  y  entró 
en  la  plaza  en  agosto  de  1811,  como  parla- 
mentario; y  en  el  segundo  sitio  de  1814  tam- 
bién desempeñó  el  mismo  cargo,  para  el  que 
era  a  propósito  por  su  carácter  blando,  pala- 
bra suave,  persuasiva  y  firme.  Este  servidor 
dejó  de  existir  en  Buenos  Aires,  el  28  de  abril 
de  1821. 

Calchaqnf  (Juan).  Cacique  célebre.  Jefe  de  las 
numerosas  tribus  que  ocupaban  el  valle  de 
Calchaquí,  dilatada  región  de  la  parte  occiden- 
tal de  Salta,  coronada  de  altas  y  ásperas  cor- 
dilleras. Había  pactado  la  paz  con  los  con- 
quistadores, y  en  prueba  de  su  buena  fe  abra- 
zó la  religión  católica;  pero  relevado  del  man- 
do el  gobernador  Juan  Pérez  de  Zurita,  con 
quien  marchaba  en  buena  armonía,  la  conducta 
inhábil  y  hostil  de  su  sucesor,  Gregorio  de 
Castañeda,  lo  sublevó,  y  en  poco  tiempo  los 
españoles  tuvieron  que  abandonar  las  nuevas 
fundaciones  de  Londres,  Cañete  y  Nieva,  es- 
tablecidas en  el  valle.  El  cacique  D.  Juan,  buen 
guerrero  y  gobernante  popular  y  querido  de 
sus  subditos,  murió  por  el  año  1612 

Calchfn  (combate).  Tuvo  lugar  el  3  de  marzo 
de  1831,  entre  las  fuerzas  federales,  al  mando 
del  coronel  D.  José  Nazario  Sosa,  y  una  divi- 
sión de  las  tropas  del  general  Paz,  en  Cal- 
chin,  provincia  de  Mendoza.  El  triunfo  fué  de 
las  armas  federales. 

Calderón  de  la  Barca  (Pedro).  Militar.  Na- 
cido en  Buenos  Aires.  Guerrero  de  la  indepen- 
dencia. Hizo  la  campaña  del  Alto  Perú  a  las 
órdenes  de  Rondeau,  y  en  el  19  militó  bajo  la 
dirección  de  Belgrano.  Consolidada  la  tiranía. 
Calderón  se  retiró  a  la  vida  privada,  dedicán- 
dose exclusivamente  a  negocios  particulares. 
Perseguido  por  Rosas,  después  de  escapar 
providencialmente  una  noche  al  puñal  de  La 


Mazorca,  fugó,  disfrazado,  el  año  42  de  Bue- 
nos Aires  a  Montevideo,  en  cuya  plaza  sirvid 
en  el  ejército  del  general  Paz.  Producida  la 
batalla  de  Caseros,  regresó  a  Buenos  Aires; 
en  1852  fué  nombrado  tesorero  del  Crédito  pú- 
blico, y  en  18(55  fué  elegido  diputado  a  la  Le- 
gislatura y  reelecto  nuevamente,  muriendo  en 
mayo  de  1868. 
Calvo  (Carlos).  Diplomático.  Nació  en  Bueno» 
Aires,  en  1824,  y  en  la  misma  ciudad  se  educó 
y  cursó  Derecho;  pero  gravemente  enfermo  en 
1844,  se  ausentó  a  Europa  a  restablecerse.  A 
su  regreso  desempeñó  en  Montevideo,  des- 
de 1853  al  58,  los  cargos  de  vicecónsul,  cónsul 
y  cónsul  general  y  encargado  de  Negocios  del 
Estado  de  Buenos  Aires.  En  1859  ocupó  una 
banca  en  la  Legislatura  de  Buenos  Aires,  en 
cuyo  año  intervino  eficazmente  en  el  pacto  de 
conciliación.  Vinculado  al  dictador  del  Para- 
guay, López,  éste  le  ofreció  la  representación 
de  su  Gobierno  ante  la  Corte  de  Inglaterra 
para  tratar  y  resolver  la  célebre  cuestión  Caus- 
tall,  cargo  que  aceptó  con  miras  altamente  pa- 
trióticas, en  cuyo  desempeño  obtuvo  y  alcanzó 
un  extraordinario  triunfo  diplomático.  Conti- 
nuaba asumiendo  la  representación  paraguaya 
en  Londres,  hasta  que  en  1863,  por  un  acto  de 
delicadeza,  presentó  a  López  su  renuncia  irre- 
vocable. Desde  entonces  se  dedicó  exclusiva- 
mente al  estudio,  publicando  en  1868  su  nota- 
ble obra  sobre  derecho  internacional,  que  al- 
canzó gran  éxito  y  mereció  ser  traducida  a  va- 
rios idiomas,  y  las  manifestaciones  de  los  gran- 
des internacionalistas  de  Europa.  A  más  de 
esta  obra  monumental  ha  dado  a  luz  otras  so- 
bre Derecho  e  Historia  americana,  que  le  han 
merecido  ser  nombrado  miembro  del  Instituto 
de  Francia,  de  la  Academia  de  la  Historia  de 
Madrid,  oficial  de  la  Orden  de  la  Legión  de 
Honor  y  de  otras  muchas  Asociaciones.  Duran- 
te largos  años  ha  sido  comisario  de  emigración 
en  París  y  ministro  plenipotenciario  de  su  país 
en  Berlín,  Viena,  San  Petersburgo  y  la  Santa 
Sede.  Murió  en  París,  el  2  de  mayo  de  1906,  y 
en  Diciembre  del  mismo  año  fueron  repatria- 
dos sus  restos.  Sobre  su  tumba  hizo  uso  de  la 
palabra  en  nombre  del  Gobierno  el  Dr.  Ma- 
nuel A.  Montes  de  Oca.  Sus  obras:  Tratado  so- 
bre derecho  de  gentes,  Colección  de  tratados 
de  la  América  latina  y  Anales  históricos  de  la 
reuolución  en  la  América  latina. 
Callao.  Ciudad  y  puerto  militar  del  Perú.  Sus 
fortalezas  fueron  disputadas  durante  la  guerra 


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de  la  independencia.  Tomadas  en  1828,  desapa- 
reció el  último  baluarte  del  dominio  colonial  en 
América.  Está  situado  sobre  el  Océano  Paci- 
fico. 
Callao  (rendición).  La  Guia  de  Chile  de  1<S47 
dice:  «Fírmanse  en  este  día  (23  de  enero 
de  182tí)  las  capitulaciones  de  la  rendición  del 
Callao,  y  el  ensangrentado  estandarte  que 
Pizarro  había  plantado  trescientos  años  antes 
cae  en  el  polvo,  y  se  destroza  del  todo  para 
siempre  la  cadena  que  sujetaba  17.000.000  de 
americanos  a  la  Monarquía  española.  Pero 
no  sucedió  esto  sino  dando  el  carácter  español 
la  última  y  má«  enérgica  prueba  de  su  valor  y 
constancia.  El  general  Rodil  ív.)  quiso  ser  el 
último  representante  de  España  en  Sud-Améri- 
ca;  desdeñó  las  capitulaciones  de  Ayacucho. 
que  también  le  comprendían;  vio  desaparecer 
el  ejército  del  virrey;  vio  fugar  la  escuadra  es- 
pañola al  mando  del  capitán  Guizeta  y  vio  su- 
cumbir los  últimos  restos  de  la  fuerza  de  tie- 
rra que  sostenía  en  Bolivia  el  general  Olañeta, 
y  sin  embargo  este  oficial  no  desesperó.  Solo 
en  la  plaza  del  Callao,  y  a  la  cabeza  de  mil  y 
tantos  hombres,  resistió  tres  meses  a  las  fuer- 
zas de  los  republicanos;  que  lo  rodeaban  por 
mar  y  por  tierra;  luchó  con  el  escorbuto,  el 
hambre  y  las  sublevaciones,  y  se  mantuvo  firme 
e  impasible  en  medio  de  un  vasto  cementerio. 
Desde  el  mes  de  mayo  ya  no  se  daba  ración  en 
la  plaza  sino  a  los  empleados  en  servicio,  y  ella 
consistía  en  carne  de  caballo,  muías,  perros, 
gatos  y  hasta  ratones;  y  cuando  estos  despre- 


ciables víveres  llegaron  también  a  escasear, 
sucumbieron  al  rigor  del  hambre  y  del  escor- 
buto más  de  400  personas,  desapareciendo  en- 
tre ellas  familias  enteras  de  las  más  distingui- 
das, como  las  de  Bedoya  y  Torre-Tagle.  Pero 
a  pesar  de  los  horrores  que  le  rodeaban,  el  ge- 
neral Rodil  continuó  defendiéndose  de  los  asal- 
tos de  las  tropas  de  tierra,  al  mando  del  gene- 
ral Salóm  (v.),  y  del  cañón  de  la  escuadra  ame- 
ricana, hasta  que,  reducido  al  último  extremo 
por  el  hambre,  resolvió  aceptar  la  honrosa  ca- 
pitulación que  se  le  ofreció,  y  que  merecía  sin 
duda  por  su  heroica  constancia.  Cuando  se  rin- 
dió el  Callao  sólo  contaba  esta  plaza  400  de- 
fensores, y  aun  éstos  en  tan  lastimoso  estado 
que  apenas  podían  tenerse  en  pie;  sus  víveres 
alcanzaban  escasamente  para  cuatro  días.  La 
población  se  componía  de  unos  cuantos  espec- 
tros, restos  horribles  del  hambre  y  de  la  epi- 
demia.» Así  se  despidió  España  de  la  América 
del  Sud. 
Callao  (sublevación).  En  la  noche  del  4  de  fe- 
brero de  1824  tiene  lugar  una  sublevación  en 
los  castillos  del  Callao  de  las  tropas  republi- 
canas argentinas  y  chilenas,  ennúmerode  1 .500 
soldados,  siendo  encabezados  por  los  sargentos 
Moyano  y  Oliva.  Esta  sublevación  no  fué  hecha 
contra  la  bandera  de  la  patria;  pero  aterrados 
de  la  responsabilidad  que  habían  asumido  y 
mal  aconsejados,  encerraron  en  los  calabozo.^ 
de  Casas  Matas  a  sus  jefes  y  oficiales,  que  sólo 
los  habían  tenido  arrestados  al  principio,  y 
abren  las  prisiones  a  los  prisioneros  españoles. 


CALLES  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires.— Calles  que  corren  de  norte  a  sud. 
.\i    De  Rivadavia  al  snd. 


En  1769 

En  I80S. 

1        En  1S22. 

En  1836. 

En  1849. 

EnI89S. 

NOMBRES 
ACTUALES 

(1917) 

San  Cristo.... 

San^^.^rti^.... 

Santísima  Tri- 
nidad  

San  José 

San  Pedro 

San  J'ian 

San  Aíiguel 

San  Cosme  y 
DamiJn 

Monserrat 

San  Pablo 

Arce 

Liniers 

Victoria 

Unguera 

Lasala 

Correa 

Parejas 

Ribas 

Várela 

Velarde 

Irigoyen 

Pazos 

Muiica 

Maderna 

Somavilla... 

. .'  Balcarce 

. .'  Reconquista.. 

. .   Universidad.  . 
.     Perú 

> 
Representante. 

Defensa • 

Santa  Rosa 

: 

Balcarce. 
Defensa. 

Bolívar. 

Perú. 

Chacabuco. 

Piedras. 

Tacuari. 

B.  Irigoyen- 

Lima. 

Salta. 

Sgo.  del  Estero 
San  José. 
Sáenz  Peña. 
Ceballos. 
Solis 
Er.tre  Ríos. 

. .   Chacabuco — 

. .   Piedras 

. . '  Tacuari  

..   Buen  Orden... 

.   Sgo.   del  Es- 
tero  

..    San  José 

..   Zeballos 

1  Entre  Ríos 

CALL 


104  — 


C.M.L 


B)    De  Rivadavia  al  norte. 


Ea  1769. 

En  1808. 

En  1822. 

En  1836. 

En  1849, 

En  1.896. 

1 

NOMBRES 
ACTUALES 

(i«ir). 

San  Cristo 

San  Martin ... 

Santísima  Tri- 
nidad  

Sanjósé 

Sau  Pedro  — 

San  Juan.  .   , . 

San  Miguel.. 

San  Cosme  y 
Damián 

Monserrat 

San  Pablo  .... 

25  de  Mayo.... 
La  Paz 

Catedral 

Florida 

Perú 

Calle  Mayo 

Reconquista 

San  Martín 

25  de  Mayo, , . . 
Reconquista... 

San  Martín..,, 
Florida 

25  de  Mayo. 
Reconqnista. 

San  Martín. 

Florida. 

Malpú. 

Esnioralda, 

Snipacha, 

C.  Pellegrini, 

Cerrito. 

Libertad. 

Talcahuano. 

Uruguay. 

Paraná. 

Montevideo. 

Rodríguez 

Peña, 
Callao, 

Liniers 

Victoria 

Unguera 

Lasala 

Correa 

Parejas 

Ribas 

Esmeralda — 
Snipacha 

Esmeralda  — 
Snipacha 

Várela 

Velarde 

Irigoyen 

Cerrito 

Libertad 

Talcahuano. .. 

Uruguay 

Paraná 

Montevideo... 
Garantías 

Callao 

Cerrito 

Libertad 

Talcahuano... 

Uruguay 

Paraná 

Montevideo.». 

Rodríguez 

Peña 

Callao 

Mujica 

Maderna 

Somavilla 

CALLES  que  corren  de  este  a  oeste. 
A)    De  Rivadavia  al  sud. 


NOMBRES 

En  1769. 

En  1808. 

En  1822. 

En  1836. 

En  1849. 

En  1896. 

AQTUALES 

(1917) 

LasTorres  . , . . 

Reconquista... 

La  Plata 

Federación.... 

^ 

Rivadavia.  . . . 

Rivadavia, 

Cabildo 

Villota 

Victoria 

» 

n 

Victoria 

Victoria. 

San  Carlos 

Alzaga 

Potosí 

> 

Potosí  y  Sta.  Clara 

Alsina 

Alsina. 

San  Francisco 

Villanueva 

Biblioteca 

Restaurador 
Rosas 

San  Francisco  y 
Gl.  López 

Moreno 

Moreno, 

Sto.  Domingo. 

Piran 

^ 

Belgrano  y  Mon- 

serrat     . 

Belgrano 

Belgrano, 

Rosario 

Basualdo 

Venezuela,,.. 

jt 

Venezuela  y  San- 

to Domingo 

Venezuela.,  ,. 

Venesuela. 

S.°  Bartolomé. 

Agüero 

Méjico 

» 

» 

Méjico 

Méjico. 

San  Andrés... 

Capdevila 

Chile 

» 

Chile 

Chile. 

Concepción.... 

Monasterio.... 

Independencia 

» 

» 

Independencia 

Independencia 

San  Isidro 

Ituarte 

Estad.  Unidos, 

» 

Estad.  Unidos. 

Estad.  Unidos. 

San  Fermín.   . 

Iglesias 

Europa 

» 

» 

Europa 

Carlos  Calvo. 

Betlhem 

Nüñez 

Comercio 

y 

>» 

Comercio 

Humberto  I, 

Sta.  Bárbara., 

Baragaña 

San  luán 

» 

» 

San  Juan 

San  Juan, 

» 

Valencia 

Cochabamba.  ■ 

y 

)» 

Cochabamba.. 

Cochabamba, 

y 

j 

y 

Saray 

Brasil 

Saray, 
Brasil. 

• 

Patagones 

* 

> 

B)     D 

e  Rivadavia 

al  norte. 

Las  Torres. . . . 

Reconquista... 

La  Plata  

Federación  ... 

^ 

Rivadavia 

Rivadavia 

Piedad 

Lezica 

Piedad 

» 

Piedad 

Bartolomé  Mi- 
tre, 

Merced 

Saens  Valiente 

Cangallo 

, 

Cangallo  y  La 

Cangallo 

Cuyo — 

Santa  Lucia.,, 

Mansilla 

Cuyo 

Sarmiento. 

San  Nicolás.. 

Inchaurregui,. 

Corrientes 

» 

Corrientes — 

Corrientes. 

Santa  Teresa. 

Merino 

Parque 

» 

Lavalle 

Lavalle. 

Santiago 

Herrero 

Tucumán 

Tucumán 

Tucumán. 

Sta.  Catalina.. 

Ocampos 

Temple 

Córdoba 

» 

Viamonte 

Viamonte, 

Santa  Rosa.... 

Yáñez 

» 

Córdoba 

Córdoba. 

Santo  Tomás., 

Belgrano 

Fantin 

Paraguay 

» 

Paraguay 

Paraguay, 

Santa  María., . 

Charcas 

« 

Charcas 

Charcas 

San  Gregorio. 

Pío  Rodríguez, 

Sauta  Fe 

y 

Santa  Fe 

Santa  Fe. 

Santa  Cauz.... 

• 

Arenales 

Arenales. 

ErJrfKios     fj 


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^"t  A  IPIxAT-^- 


CAM  -  105 

^amacná  (batalla).  Guerra  del  Brasil.  Batalla 
ganada  por  el  general  argentino  Alvear  con- 
tra las  tropas  brasileñas  al  mando  del  general 
Barrete,  el  5  de  abril  de  1827.  Después  de  las 
victorias  de  Ituzaingó  y  Bacacay,  el  ejército 
brasileño  era  perseguido  por  el  argentino, 
quien  le  obligó  a  dar  una  nueva  batalla  en  las 
sierras  de  Camacud.  Los  brasileños,  derrota- 
dos, dejaron  en  el  campo  de  batalla  cincuenta  y 
tantos  muertos;  las  bajas  argentinas  fueron  po- 
cas. Este  hecho  de  armas  fué  preparado  con 
hábil  estrategia,  después  de  una  larga  marcha 
entre  una  quebrada  estrecha  y  difíciles  y  por 
entre  puestos  avanzados  del  enemigo.  Esta 
fué  la  última  acción  de  guerra  del  ejército  ar- 
gentino durante  la  campaña  del  Brasil. 

Camaño  (Joaquín).  Jesuíta.  Misionero  del  Pa- 
raguay. A  los  veinte  años  ingresó  en  la  Com- 
p  '.nía,  consagrándose  con  entusiasmo  a  la  con- 
versión de  los  indios.  Realizó  travesías  peli- 
grosas y  levantó  varias  cartas  geográficas  del 
Gran  Chaco  y  de  Buenos  Aires,  que  debieron 
ser  muy  apreciadas  en  su  época,  pues  algunos 
historiadores  las  agregan  a  sus  obras.  Después 
de  la  expulsión  de  la  Compañía  se  retiró  a 
Faenza  (Italia),  falleciendo  allí. 

Camargo  (Vicente).  Caudillo.  Natural  de  Boli- 
via.  Su  teatro  principal  fué  la  republiqueta  de 
Cinti,  que  prestó  grandes  servicios  al  ejército 
del  general  Belgrano,  en  1812  quien  lo  invistió 
con  el  grado  de  coronel.  Camargo  obstaculizó 
por  medio  de  guerrillas  sabiamente  dirigidas 
al  ejército  realista,  contribuyendo  en  varias 
ocasiones  al  triunfo  de  las  armas  patriotas, 
como  sucedió  el  2  de  Febrero  de  1816,  en  la 
quebrada  de  Utarango,  donde  él  y  el  mayor  La- 
madrid  pusieron  en  precipitada  fuga  al  ejérci- 
to realista.  Los  indios  de  Camargo  sólo  esta- 
ban armados  con  hondas.  Derrotado  el  28  de 
marzo  del  mismo  año  en  Ancapuñina,  fué  to- 
mado prisionero  el  2  de  abril  de  1816,  y  deca- 
pitado en  la  misma  fecha  después  de  ser  herido 
de  un  balazo.  El  pueblo  de  Cinti  lleva  hoy  el 
nombre  de  este  patriota  y  mártir,  que  dedicó  a 
la  obra  de  la  emancipación  su  genio  audaz  y  su 
fortuna  considerable. 

Camelino  (Juan).  Militar.  Nacido  en  Buenos 
Aires.  Con  el  grado  de  comandante  se  halló  en 
las  jornadas  de  Don  Cristóbaly  Sauce  Grande. 
Hallóse  en  el  desembarco  de  San  Pedro  y  en 
algunos  encuentros  con  las  fuerzas  enemigas. 
Asistió  a  la  sangrienta  batalla  del  Quebracho 
Herrado,  como  también  en  Famaillá,  Caagua- 


-  CA.M 

zú,  Vences,  etc.,  etc.  Después  de  esta  ultimaba- 
talla,  en  que  salvó  apenas,  emigró  al  Brasil. 
Volvió  a  Corrientes  sin  ser  molestado  ni  per- 
seguido, pudiéndose  dedicar  entonces  al  tra- 
bajo. No  pudo  formar  en  las  filas  del  ejército 
grande  que  derrocó  la  tiranía,  por  sus  enferme- 
dades, adquiridas  en  las  campañas  militares. 
Este  digno  defensor  de  la  buena  causa  falleció 
en  esta  ciudad,  el  21  de  junio  de  1859,  a  los 
sesenta  años  de  edad,  estrechado  por  la  po- 
breza y  olvidado  de  todos. 

Caiapana  (Joaquín).  Jurisconsulto.  Nacido  en 
Montevideo,  en  1783.  Miembro  de  la  Real 
Audiencia  de  Buenos  Aires.  Votó  en  las  sesio- 
nes del  Cabildo  en  los  días  de  mayo  por  la  ce- 
.^ación  de  la  autoridad  del  virrey  y  la  creación 
de  una  Junta  de  Gobierno,  sigin'endo  el  dicta- 
men de  Saavedra.  Al  año  siguiente  fué  uno  de 
los  promotores  del  movimiento  de  5  y  6  de 
abril,  del  que  resultó  la  expulsión  de  varios  di- 
putados, entrando  a  servir  en  la  Junta  como 
secretario  de  Gobierno  y  de  Guerra,  puesto 
que  desempeñó  hasta  ser  deportado  en  sep- 
tiembre del  mismo  año.  Como  no  fué  compren- 
dido entre  los  amnistiados  políticos  el  ano  1814, 
se  estableció  en  el  Estado  Oriental,  en  cuyo 
país  ocupó  vario=.  puestos  de  importancia  y  res- 
ponsabilidad. Como  legislador,  magistrado,  ju- 
risconsulto y  educacionista,  reveló  Campana 
preparación  para  esos  cargos.  Murió  en  Mon- 
tevideo, el  12  de  septiempre  de  1847. 

Campbell  (Hugo).  Escocés.  Teniente  del  ejér- 
cito al  servicio  de  la  marina.  Embarcado  suce- 
sivamente en  la  corbeta  Belfast  y  en  la  polaca 
San  Antonio,  había  asistido  al  asalto  y  comba- 
te de  Martín  Carda,  y  en  seguida  a  la  toma  de 
la  escuadra  española  en  las  aguas  del  fiwceo 
de  la  Luz,  operación  que  cerró  gloriosamente 
la  campaña  naval  de  1814,  mereciendo,  como 
sus  demás  compañeros  de  peligros,  el  dictado 
de  benemérito  en  grado  heroico.  Peleó  en  los 
Pozos,  30  de  julio  y  en  Juncal.  Este  valiente 
falleció  en  Buenos  Aires.,  el  27  de  diciembre 
de  1850,  a  la  edad  de  sesenta  años. 

Campbell  (Pedro).  Aventurero  irlandés.  Llegó 
al  Río  de  la  Plata  en  la  expedición  de  Beres- 
ford,  de  cuyas  filas  desertó  para  pasar  a  Co" 
rrientes.  Se  afilió  a  Artigas,  llegando  a  tener 
gran  ascendiente  entre  los  gauchos,  cuyo  traje 
y  costumbres  adoptó.  Activo  y  emprendedor, 
tan  hábil  y  arrojado  se  mostraba  al  frente  de 
un  cuerpo  de  caballería  como  aprestando  y  di- 
rigiendo una  escuadrilla  sobre  las  aguas  del 


caudaloso  Paraná,  cumpliendo  órdenes  de  Ar- 
tigas. Fué  el  segundo  de  Andresito,  capitanejo 
principal  de  Artigas,  y  su  influencia  rayaba  tan 
alto  en  1819,  que  fué  el  gobierno  o  arbitro  de 
la  provincia  de  Corrientes.  Al  mismo  tiempo 
que  organizaba  la  escuadrilla  de  lanchas  y 
canoas  formó— dice  Mitre  — un  regimiento  de 
indios  tapes  armados  con  sable,  fusil  y  puñal, 
especie  de  centauros  que  combatían  a  pie  y  a 
caballo,  y  cuya  táctica  llegó  a  considerarse  in- 
contrastable. Formó  en  las  filas  de  Estanislao 
López,  y  con  las  cargas  de  caballería  que  dio 
en  la  batalla  de  Cepeda,  sable  en  mano  y  a  ca- 
rrera tendida,  contra  las  fuerzas  de  Ron- 
deau  (1819),  contribuyó  al  triunfo  obtenido  por 
López.  Internado  en  el  Paraguay,  el  dictadnr 
Francia  lo  dejó  tranquilo,  y  años  después  mu- 
rió, en  ese  país. 

Campero  (Juan  Manuel).  Español.  Gobernador 
del  Tucumán  de  1764  a  1770,  en  que  le  sucedió 
D.  Jerónimo  Matorras.  Una  de  sus  primeras 
medidas  fué  la  de  destacar  una  expedición  al 
Chaco,  a  las  órdenes  del  maestre  de  campo  don 
Miguel  Arrascaeta,  con  el  objeto  de  explorar 
aquella  región  y  abrir  una  vía  de  comunicación 
con  Corrientes.  La  expedición  vióse  obligada 
a  retroceder,  después  de  algunas  leguas  de 
marcha,  por  la  actitud  hostil  de  los  indígenas, 
que  se  disponían  a  atacarla.  Un  resultado  se- 
mejante tuvo  otra  expedición. 

Campichuelo.  (Combate  durante  la  expedición 
del  general  Belgrano  al  Paraguay,  el  19  de  di- 
ciembre de  1810.)  Roto  el  armisticio  celebrado 
entre  el  ejército  argentino  y  el  paraguayo,  el 
primero  vadeó  el  río  Paraná,  desprendiendo 
inmediatamente  una  fuerza,  conducida  por  el 
ayudante  D.  Manuel  Artigas,  que  atacó  a  la 
vanguardia  enemiga,  atrincherada  en  el  paso 
de  Campichuelo,  tomándole  una  bandera  y  al- 
gunos cañones.  El  general  Thompson,  que  man- 
daba una  división,  se  retiró  sin  pelear,  viva- 
mente hostilizado  por  los  argentinos,  hasta  el 
pueblo  de  Itapua,  distante  cuatro  leguas,  el 
que  evacuó  en  el  acto.  El  mayor  general  Ma- 
chain  se  posesionó  del  pueblo  en  el  mismo  día, 
y  atravesando  los  pantanos  que  lo  defendían 
apoderóse  de  60  canoas,  un  pequeño  cañón  y 
algunas  armas  y  municiones.  Esta  acción  fué 
el  primer  ensayo  militar  de  Belgrano. 

Campillo  (Juan  del).  Hombre  público.  Nacido 
en  Córdoba,  el  27  de  enero  de  1812.  Hizo  sus 
estudios  en  su  ciudad  natal,  recibiendo  su  tí- 
tulo de  abogado  en  Buenos  Aires.  En  1853, 


-  106     -  CAM 

fué  miembro  del  Congreso  general  Constitu- 
yente de  Santa  Fe,  que  dictó  la  Constitución 
nacional,  revelando  en  esa  Asamblea  sus  cua- 
lidades de  estadista.  En  el  mismo  año,  el  ge- 
neral Urquiza  le  nombró  su  ministro  de  Hacien- 
da y  luego  de  Justicia,  Culto  e  Instrucción  pú- 
blica. En  1855  fué  negociador  de  tratados  con 
los  enviados  del  Gobierno  de  Buenos  Aire 
y  poco  después,  en  carácter  de  ministro  pk:. 
potenciarlo,  fue  enviado  ante  la  Corte  pontifi- 
cia. Fué  también  periodista,  y  ocupó,  entre 
otros  puestos  públicos,  la  presidencia  de  la 
Cámara  de  Justicia,  la  gobernación  de  Córdo- 
ba, como  delegado,  y  el  de  catedrático  en  la 
Universidad.  En  la  provincia  de  Santa  Fe  ejer- 
ció la  presidencia  de  la  Cámara  de  Justicia,  y 
un  ministerio  en  la  administración  del  Sr.  Oro- 
ño,  cargo  en  que  le  sorprendió  la  muerte,  el 
10  de  mayo  de  1866. 

Campo  (Nicolás  Francisco  Cristóbal  del),  mar- 
qués de  Loreto,  tercer  virrey  del  Río  de  la 
Plata.  Nacido  en  Sevilla.  Fué  nombrado  a  fines 
de  17S3,  tomando  posesión  el  7  de  marzo  del 
año  siguiente.  Según  D.  Juan  María  Gutié- 
rrez, «como  jefe  de  Milicias  se  granjeó  en  ^u 
país  el  aprecio  general  de   sus  subordinados, 
especialmente  por  su  generosidad  en  repartir 
premios  y  gratificaciones  de  su  propio  peculii); 
escribió  algunos  tratados  sobre  disciplina  mili- 
tar que  nunca  vieron  la  luz  pública,  y  era  tatn- 
bién  aficionado  a  las  musas,  y  escribió  poesiíis 
castellanas  que   probablemente  siguieron    el 
mismo  destino  que  los  tratados  sobre  Milicias». 
Su  administración  no  fué  larga  ni  fecunda;  ^  - 
continuó,  sin  embargo,  en  su  época  la  demar^ 
ción  de  límites  con  el  Portugal;  se  restablti 
la  Real  Audiencia  Pretorial,  anteriormente 
primida;  se  incorporó  al  gobierno  virreinal 
Superintendencia  de  Hacienda,  y  se  hiciera 
arreglos  de  paz  con  los  indios.  Terminó  su  ; 
bierno  el  4  de  diciembre  de  1789,  sucediénci' 
Arredondo. 

Campo  (Estanislao  del).  Poeta.  Nació   en  f' 
nos  Aires,  el  "^  de  febrero  de  1834,  y  se  edi: 
en  la  misma  ciudad,  en  la  Academia  Portei. 
Egresado  del  colegio,  se  empleó  en  el  con;i 
cío;  pero  en   1S52,  cuando  el  general  Lau 
puso  sitio  a  la  ciudad,  se  incorporó  al  cantón 
«Patria  o  Muerte»,  en  la  esquina  de  Junc^il  y 
Esmeralda.  Terminado  el  sitio,  se  empleó 
la  Aduana;  luego  fué  secretario  de  la  Can.. 
de  Diputados.  Hizo  las  campañas  de  Cep. 
en  1859  y  de  Pavón  en  1861,  en  clase  de  ca; 


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tan  del  primer  bntallón  del  4."  regimiento,  que 
comandaba  D.  Adulfo  Alsina  En  1874  marchó 
a  campaña  con  el  grado  de  teniente  coronel, 
como  jefe  del  mismo  batallón ,  y  poco  después 
fué  electo  diputado  nacional;  oficial  mayor  del 
ministerio  de  Gobierno.  Del  Campo  descolló 
como  poeta,  especialmente  en  el  genero  festi- 
vo, siempre  original  y  ocurrente.  Ensayó  con 
gran  éxito  la  forma  gaucha.  Fausto,  su  princi- 
pal obra,  ha  sido  reeditada  innumerables  ve- 
ces. Dejó  de  ex'stir  en  esta  ciudad,  el  6  de  no- 
viembre de  ISsO.  El  inolvidable  Dr.  Aristóbu- 
lo  del  Valle  dice:  «Como  poeta,  Del  Campo 
vale  mucho;  pero  si  a  su  nombre  se  agrega  el 
de  «Anastasio  el  Pollo»,  su  valor  se  centuplica. 
Sus  poesías  en  estilo  gaucho  son  las  que  le  ca- 
racterizarán siempre...» 

Fausto 

La  pobre  dentro  a  quejarse 
tan  amargamente  allf, 
que  yo  a  mis  ojos  sentí 
dos  lágrimas  asomarse. 
— iQué  vergüenza! 

— Puede  ser; 
pero,  amigaso,  confiese 
que  a  usté  también  lo  enternece 
el  llanto  de  una  mujer. 


Nace  una  flor  en  el  suelo, 
una  delicia  es  cada  hoja, 
y  hasta  el  rocío  la  moja, 
como  un  bautismo  del  cielo. 


Allí  está  ufana  la  flor, 
linda,  fresca  y  olorosa; 
a  ella  va  la  mariposa 
a  ella  vuela  el  picaflor. 

Campos  (Luis  María).  Militar.  Nació  en  1842. 
Ingresó,  en  clase  de  soldado,  en  1859  en  el  ba- 
tallón de  guardias  nacionales,  que  comandaba 
D.  Emilio  Castro,  marchando  a  Martín  García, 
donde  permaneció  algún  tiempo,  dándose  a  co- 
nocer desde  luego  por  sus  aptitudes  poco  co- 
munes, que  le  valieron  para  ascender  en  poco 
tiempo  a  subteniente.  Entre  Buenos  Aires  y  la 
Confederación  se  rompen  las  hostilidades,  y 
Campos  se  embarca  en  el  vapor  de  guerra 


D.  Luis  María  Campos. 


Caafíuazú.  Se  halló  en  Pavón  y  Cañada  de 
C/tí/n<?£;  combatió  contra  Peñalosa.  Después  de 
haber  cumplido 
una  comisión  bien 
difícil  en  Tucu- 
mán,  el  general 
Paunero  lo  as- 
ciende a  capitán 
por  su  valerosi. 
comportamicntü. 
Cuando  la  suble- 
vación de  Pefia- 
losa  fué  secreta- 
rio y  jefe  del  Es- 
tad o  Mayor  del 
entonces  coronel 
Arredondo.  Du- 
rante la  presiden- 
cia de  Mitre  ascendió  a  sargento  mayor.  AI 
Sud  de  Mendoza  combatió  contra  los  indios; 
fundó  el  fuerte  Diamante,  a  20  leguas  del  fuer- 
fe  San  Rafael.  En  la  guerra  del  Paraguay  se 
halló  en  Yatoy,  Uruguayana,  Lomas  Valenti- 
nas, Estero  Bellaco,  Tuyiiti,  Curupayti,  Hu- 
niaitá,  etc.  Combatió  contra  López  Jordán  en 
Santa  Rosa  y  Yuqueri.  Se  halló  en  la  revolu- 
ción del  74,  y  en  la  presidencia  de  Avellaneda 
fué  ascendido  a  general  de  brigada.  En  1880  se 
halló  en  los  combates  de  los  Corrales.  En  1882, 
general  de  división.  En  la  revolución  de  julio 
de  1890  fué  comisionado  para  organizar  las  Mi- 
licias de  la  provincia  de  Entre  Ríos.  Ministro 

de  Guerra  y  Marina;  jefe  de  Estado  Mayor  del 

ejército,  etc.  Murió  el  15  de  octubre  de  1907. 
Campos  (Manuel  J.).  Militar.  Nació  en  Buenos 

Aires,   el  22  de 

abril  de  1848.  Hi- 
zo la  campaña  del 

Paraguay  en  el 

batallón  6.°  de  in- 
fantería de  línea, 

asistiendo  a  las 

acciones   de   Ya- 

tay,  Uruguayana, 

Estero  Bellaco, 

Tuyutí,   Yataiti- 

Corá,  Boquerón, 

Curupayti,  etc. 

En  laguerracivil, 

en  San  Ignacio, 

en  que  fué  herido 

en  la  cabeza.  Vuelto  al  Paraguay,  tomó  parte 

en  diversos  combates:  Peribebuy,  lía-lboté.  En 


D.  Manuel  J.  Campos,  general 
de  Brigada.  : 


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1S(Í9,  Caragttatay,  y  Barreiro  Grande.  Com- 
batió contra  López  Jordán  en  la  campaña  de 
Entre  Ríos:  Punta  del  Monte.  En  Santa  Rosa, 
a  las  órdenes  del  entonces  coronel  D.  Julio  A. 
Roca.  Jefe  de  Policía  de  la  capital.  Dipu- 
tado nacional.  Murió  el  15  de  diciembie 
de  1908. 
Cancha  Rayada.  El  nombre  Cancha  Rayada 
recuerda  uno  de  los  desastres  más  severos  su- 
fridos por  los  patriotas  en  la  guerra  de  la  re- 
volución americana.  El  general  realista  0.sü- 
rio,  seguido  de  cerca  por  San  Martín  en  terri- 
torio chileno,  tomó  posiciones  en  el  paraje  in- 
dicado, en  la  mañana  del  19  de  marzo  de  1819. 
Su  situación  era  en  extremo  difícil,  pues  sub- 
levado ya  el  país,  se  encontraba,  a  más,  ro- 
deado por  fuerzas  triunfantes  y  perfectamente 
guardadas,  que  sólo  esperaban  el  momento 
oportuno  del  ataque.  En  estas  circunstancias 
llamó  Osorio  a  sus  jefes  a  una  junta  de  guerra, 
y  convinieron  todos  en  que  el  conflicto  era  in- 
minente. (Si  asoma  el  día,  las  armas  del  rey  es- 
tán expuestas  a  un  revés  casi  inevitable.»  Era 
llegado,  pues,  el  caso  de  las  resoluciones  ex- 
tremas. En  este  punto,  el  coronel  Ordóñez, 
apoyado  por  el  coronel  Bera,  ambos  militares 
de  alto  concepto,  proponen  llevar  el  ataque  a 
los  republicanos  a  favor  de  las  tinieblas.  Acep- 
tado el  plan  y  ejecutado  con  singular  arrojo, 
los  patriotas  fueron  sorprendidos,  entre  las 
ocho  y  las  nueve  de  aquella  noche  fatal.  Agre- 


didos en  sus  posiciones,  de  que  se  creían  segu- 
ros, vino  luego  el  tumulto  que  se  formó  en  las 
sombras,  la  disparada  de  los  caballos,  el  es- 
truendo de  las  armas,  el  pavor  de  la  muerte 
obscura  y  sin  combate  y  la  terrible  confusión 
de  un  campamento  donde  el  pánico  se  apodera 
de  súbito  hasta  de  los  soldados  mas  valerosos, 
que  en  medio  de  tan  tremenda  embestida  se 
hacen  sordos  a  la  voz  de  los  jefes,  sin  atender 
a  nada  más  que  a  la  salvación  y  a  la  fuga.  A  la 
noticia  del  desastre,  del  que  O'Higgins  salió 
herido  y  en  que  se  creyó  muerto  a  San  Mar- 
tín, todo  al  principio  se  creyó  perdido,  y  hubie- 
ra así  pasado  sin  la  varonil  entereza  del  coro- 
nel Las  Heras,  que  consiguió  salvar  casi  in- 
tacta su  división,  sacándola  del  campo  donde 
acababa  de  dispersarse  derrotado  el  ejército. 
Concíbese  la  alarma  y  desesperación  en  la  ca- 
pital, Santiago,  ante  este  deplorable  suceso. 
Pero  allí  estaba  también  el  espíritu  argentino, 
representado  por  nuestro  agente  público  en 
Chile,  D.  Tomás  Guido.  Fué  de  nuestra  Lega- 
ción de  donde  se  alzaron  las  primeras  voces 
de  aliento  para  resistir  a  todo  trance  a  los  in- 
vasores; fué  allí  donde  acudieron  los  jefes  dis- 
persos, volviendo  a  formar  potente  núcleo  en 
derredor  de  la  bandera  de  mayo...  Quince 
días  después  d  1  gran  desastre  tuvo  lugar  la 
revancha  en  Maipú  (v.).  El  ejército  que  se  ha- 
lló en  Cancha  Rayada  se  componía  de  la  si- 
guiente froma: 


Argentinos. 

Batallón  núm.    7 Teniente  coronel  Conde 742  hombres. 

—  —      8 —  —       Martínez  799        — 

—  —    11 Coronel  Las  Heras 735       — 

—  cazadores Teniente  coronel  Alvarado 839 

Regimiento  granaderos  a  caballo Coronel  Zapiola 8S8       — 

Cazadores  a  caballo —       Freiré 332        — 

Artillería Teniente  coronel  Plaza 11  piezas. 


Chilenos. 


Batallón  núm.  1 Comandante  Rivera 591  hombres. 

—  —    2 —  Cáceres 736       — 

—  —    3 —  López <)03        — 

Cazadores  de  Coquimbo —  Thompson 535        — 

Escolta ..  119       - 

Artillería Coronel  Blanco 22  piezas. 


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C«ndioti  (Francisco  Antonio).  Uobernador  de 
Santa  Fe.  Era  un  rico  hacendado  y  vecino  in- 
fluyente, que  se  decidió  de  los  primeros  por  la 
causa  de  la  revolución  de  mayo.  Cuando  la  ex- 
pedición del  general  Belgrano  al  Paraguay,  a 
su  llegada  a  Santa  Fe  tuvo  en  Candioti  un  de- 
cidido cooperador  para  el  mejor  éxito  de  aqué- 
lla, acompañándole  en  los  preparativos  que 
haoia  en  la  provincia  y  suministrándole  de  sus 
estancias  un  número  considerable  de  caballos, 
cantidad  de  ganados,  carretas,  etc.,  etc.  Sus 
patrióticos  servicios  en  ese  tiempo  fueron  muy 
importantes.  En  1815,  depuesto  el  gobernador 
intendente,  general  Díaz  Vélez,  por  un  movi- 
miento local  apoyado  por  Artigas,  en  que  Can- 
dioti parece  haber  sido  el  principal  actor,  el 
Cabildo  de  Santa  Fe  le  nombró  gobernador  in- 
terino, siéndolo  en  propiedad  por  el  resultado 
de  la  elección  popular  del  25  de  abril  del  mis- 
mo año.  Enviado  por  el  director,  Alvarez  Thó- 
mas,  el  general  Viamonte  al  mando  de  una  di- 
visión de  mil  quinientos  hombres,  para  librarla 
del  contagio  anarquista  de  Artigas,  Viamonte 
comunicó  a  Candioti  la  entrada  de  sus  tropas, 
oponiéndose  éste  a  ello  por  razones  de  circuns- 
tancias, y  concluía  su  nota  en  estos  términos: 
«pero  si  a  pesar  de  esto  V.  E.  nos  quiere  dar 
trabajos  practicando  su  suprema  determina- 
ción, yo,  con  la  mayor  entereza  y  religiosidad 
correspondiente,  no  respondo  de  sus  funestos 
resultados  ni  aseguro  de  alimentos  para  las 
tropas  ni  la  de  la  conducta  que  puedan  tener 
estos  moradores».  Murió  el  27  de  agosto 
de  1815. 

Cañé  (Miguel).  Literato  y  publicista.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  26  de  abril  de  1812.  Decidido 
a  seguir  la  carrera  de  las  letras,  ingresó  a  la 
Facultad  de  Jurisprudencia  en  la  Universidad 
de  esta  capital,  después  de  haber  cursado  ven- 
tajosamente las  aulas  preparatorias  y  distin- 
guídose  especialmente  en  el  estudio  del  grie- 
go, bajo  la  dirección  del  profesor  D.  Mariano 
Guerro,  uno  de  los  más  notables  de  su  época. 
A  la  edad  de  veintitrés  años  obtuvo  su  grado 
de  doctor;  pero  pocas  horas  después  de  aquel 
acto  solemne  de  su  vida  emigraba  di\  país, 
huyendo  de  las  persecuciones  de  la  dictadura. 
A  Montevideo  se  dirigió  Cañé  para  reunirse 
con  sus  amigos  y  colaborar  con  ellos  en  la  obra 
común  contra  el  tirano;  pero  Oribe,  siguiendo 
las  indicaciones  de  Rosas,  lo  encarcelaba  y 
después  lo  expulsaba  del  territorio  oriental. 
Regresó  luego,  y  desde  entonces  comienza  su 


carrera  literaria  y  política.  En  abril  de  Ib3« 
asociado  a  otros  escritores,  fundó  /T/  Iniciador, 
en  el  que  colaboraron  las  primeras  ilu.stracio- 
nes  del  Río  de  la  Plata.  Más  tarde  entró  en  la 
Redacción  de  El  Nacional,  diario  de  propagan- 
da; unos  años  después,  en  unión  de  D.  Juan 
Bautista  Alberdi,  La  Revista  del  Plata.  No 
descuidaba  Cañé  sus  estudios  profesionales, 
pues  a  su  regreso  a  Montevideo  se  incorporó 
a  la  Academia  de  Jurisprudencia,  en  cuya  ins- 
titución ejerció  encargo  de  censor  y  recibió  su 
título  de  abogado,  en  abril  de  1839.  Fué  tam- 
bién examinador  de  Filosofía  y  miembro  de  la 
comisión  de  censura  teatral.  Cuando  Oribe 
puso  sitio  a  Montevideo,  el  Dr.  Cañé  fué 
uno  de  los  primeros  emigrados  que  ofreció 
su  brazo  en  defensa  de  la  plaza,  siendo  capi- 
tán de  compañía  de  la  Legión  argentina.  Pu- 
blicó algunos  folletos  de  actualidad  política, 
entre  ellos.  Consideraciones  sobre  la  situación 
actual  de  los  negocios  del  Plata,  que  le  valió 
los  más  acerbos  ataques  por  parte  de  la  Gace- 
ta Mercantil,  órgano  oficial  de  Rosas.  Visitó 
la  Francia,  parte  de  Suiza,  Bélgica  e  Italia. 
Caído  Rosas,  volvió  a  su  país  después  de  diez 
y  seis  años.  En  1857  abrió  su  estudio  de  abo- 
gado, dedicando  las  breves  horas  de  descanso 
a  sus  trabajos  literarios.  Sus  obras  principales 
son  las  siguientes:  Cora,  La  noche  de  bodas, 
Laura,  El  corsario,  El  traoiato.  La  familia 
Sconner,  La  semanera,  Estlier  (su  obra  maes- 
tra). A  su  muerte  dejó  igualmente  varios  tra- 
bajos inéditos,  algunos  de  los  cuales  se  pubii- 
caron  en  El  Correo  del  Domingo,  periódico 
ilustrado,  redactado  por  el  Dr.  José  Mana 
Cantilo.  El  Dr.  Cañé  «era  uno  de  esos  talen- 
tos fecundos  y  brillantes,  que  en  épocas  tran- 
quilas habría  honrado  nuestra  literatura  con 
importantes  producciones  de  su  inteligencia. 
Las  obras  suyas  conocidas  prueban  que  tenía 
notables  cualidades  como  escritor,  y  los  frag- 
mentos inéditos  que  ha  dejado  prueban  igual- 
mente la  actividad  creadora  de  su  espíritu.  El 
no  pudo,  sin  embargo,  dar  cima  a  esos  traba- 
jos, en  que  tanto  se  complacía,  a  causa  tal  vez 
de  la  enfermedad  moral  que  le  aquejaba,  y  que, 
cobrando  cuerpo  últimamente,  aceleró  el  tér- 
mino de  su  vida.\  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
5  de  julio  de  1863. 
Cañé  (Miguel).  Hijo  del  anterior.  Nació  en  Mon- 
tevideo, el  29  de  enero  de  1851,  durante  la 
emigración  provocada  por  la  tiranía  de  Rosas, 
siendo,  por  cons'guiente,  ciudadano  argentino 


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Dr.  D.  Miguel  Cañé. 


por  ley  del  Congreso.  Heredó  de  su  padre  el 
talento  y  el  amor  a  las  letras.  Concluidos  sus 
estudios  en  el 
Colegio  Nacio- 
nal, comenzó  la 
carrera  de  Dere- 
cho, que  fué  inte- 
rrumpida por  su 
primer  viaje  a 
Europa,  en  1872. 
Fué  redactor  de 
La  Tribuna  y  El 
Nacional.  En 
1875  diputado  al 
Congreso,  y  di- 
rector general  de 
Correos  en  1880. 
Como  diplomáti- 
co ha  ocupado 
los  puestos  de  ministro  plenipotenciario  en 
Colombia,  en  18S1;  en  Austria,  en  1SS3;  en  Ale- 
mania, en  1884,  y  en  España,  en  188G.  Volvió  a 
su  pais  en  1892.  Fué  intendente  municipal  de 
la  capital,  y  durante  la  presidencia  del  doctor 
D.  Luis  Sáenz  Peña  fué  ministro  de  Relaciones 
exteriores  y  también  del  Interior.  Ministro  ple- 
nipotenciario en  París;  senador  nacional  por  la 
capital.  Como  literato,  son  sus  principales 
obras:  Ensayos,  Juvenilla,  Charlas  literarias, 
Notas  e  impresiones,  En  viaje,  A  la  distancia, 
Prosa  ligera,  etc.  Decano  de  la  Facultad  de  Fi- 
losofía y  Letras  de  la  capital,  a  cuya  creación 
había  en  gran  parte  contribuido.  Este  eminen- 
te literato  falleció,  repentinamente,  el  5  de 
septiembre  de  1905. 
Cangallo.  Es  una  ciudad  del  Perú,  cerca  del  de- 
partamento de  Ayacucho,  donde  se  libró  la 
batalla  del  9  de  diciembre  de  1824,  contra  las 
últimas  tropas  de  la  dominación  española. 
Los  habitantes  de  Cangallo,  organizados  en 
pequeñas  partidas  armadas  y  bien  montadas, 
hacían  frecuentes  correrías,  que  inquietaban 
seriamente  al  ejército  español.  Continuamente 
interrumpían  la  comunicación  entre  el  valle  de 
Jauja,  en  donde  acampaba  el  ejército  de  Can- 
terac,  y  el  Cuzco,  residencia  del  virrey  de 
Lima,  interrupciones  que  necesariamente  agra- 
vaban la  situación  del  ejército  español.  Can- 
gallo, sin  tener  una  población  numerosa,  sin 
más  armas  que  las  piedras  y  las  hondas,  con 
limitados  recursos,  con  un  ejército  enemigo  a 
sus  inmediaciones,  sostenía  con  brío  y  entére- 
la la  causa  de  la  revolución.  Canterac  creyó 


que  extinguiendo  ese  foco  de  patriotismo, 
usando  para  ello  de  la  más  refinada  crueldad, 
llegaría  a  intimidar  a  las  demás  ciudades  don 
de  fermentaba  el  espíritu  de  independencia- 
y  ordenó  al  coronel  Carratalá,  persona  de 
crueles  instintos,  para  que  castigara  a  los  ha- 
bitantes de  Cangallo  con  implacable  dureza,  y 
así  se  hizo.  Después  de  someter  a  la  dura 
prueba  del  martirio  y  de  la  muerte  a  muchos 
de  sus  habitantes,  se  entregó  el  pueblo  a  lí,s 
llamas  de  un  incendio  voraz  y  destructor, 
como  tienen  que  ser  todos  los  que  se  preparan 
y  se  consuman  a  sangre  fría.  El  virrey  espa- 
ñol Laserna  no  se  contentó  con  aprobar  esos 
atentados  de  lesa  humanidad;  hizo  más:  expi- 
dió un  decreto  en  11  de  enero  de  1822,  en  el 
que,  después  de  llamar  criminalísimo  e  infame 
al  pueblo  de  Cangallo,  mandó  que  nunca  se 
reedificara,  para  que  odesapareciese  de  la  me- 
moria de  los  hombres».  El  QobiRrno  de  la  Re- 
pública mandó  levantar  de  nujvo  ese  pueblo, 
con  el  título  de  «Heroica  Villa  de  Cangallo/), 
y  decretó  en  su  favor  otros  honores  y  privile- 
gios. El  Gobierno  de  Buenos  Aires,  haciéndo- 
se eco  de  la  indignación  de  los  espíritus  sanos, 
expidió  un  decreto  en  28  de  marzo  de  1822, 
cuya  parte  principal  dice  así:  «El  virrey  opre- 
sor del  Perú,  D.  José  Laserna,  en  11  de  mar- 
zo último  ha  expedido  un  decreto  en  el  Cuz- 
co aprobando  el  bárbaro  incendio  efectuado 
por  orden  de  Carratalá  en  el  benemérito  pue- 
blo de  Cangallo,  y  ordenando  igualmente  que, 
para  borrar  hasta  de  la  memoria  de  los  hom- 
bres la  de  aquel  pueblo  infeliz,  nadie  pueda 
reedificar  en  el  lugar  en  que  existió  y  se 
mude  el  nombre  de  todo  el  partido  a  que  per- 
tenecía; el  Gobierno  de  Buenos  Aires,  en  opo- 
sición a  estas  bárbaras  ideas,  y  deseando  eter- 
nizar la  memoria  de  todo  un  pueblo  victima 
ilustre  de  la  libertad  y  sacrificado  a  las  llamas 
que  incendió  el  furor  del  despotismo  agonizan- 
te, ha  acordado  y  decreta  los  artículos  si- 
guientes: 

1 .°    Una  de  las  calles  de  esta  capital  se  de- 
nominará calle  de  Cangallo. 

2.°  La  calle  que  lleva  este  nombre  será  una 
de  las  asignadas  para  llevar  los  nombres  que 
inmortalizan  las  victorias  del  país. 
Cangapol  (cacique  célebre).  De  arrogante  y 
bien  delineada  figura;  su  talla  era  de  siete  pies. 
Por  antonomasia  le  llamaban  el  brauo,  y  según 
la  expresión  del  deán  Funes,  la  elevación  de 
su  alma  correspondía  a  la  de  su  gigantesca  ta- 


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lia.  Este  famoso  guerrero  indígena  había  pac  - 
tado  la  pazcón  las  autoridades  coloniales  me- 
diiinte  la  concesión  que  le  fué  hecha  de  poder 
ejtTcer  la  caza  dentro  de  la  línea  de  fronteras 
de  Matanzas,  Conchas  y  la  Magdalena,  no  de- 
biendo permitir  por  su  parte  que  las  otras  tri- 
bus pasaran  de  Lujan.  La  injusticia  con  que  los 
conquistadores  expulsaron  en  1738  a  los  caci- 
ques Mayulpilque  y  a  Tahulet  y  las  matanzas 
ejecutadas  por  el  maestre  de  campo  D.  Juan  de 
San  Martín,  en  las  tribus  amigas  de  los  Guilli- 
clies,  le  impulsaron  a  levantarse  en  armas  con- 
tra los  españoles,  combatiéndoles  con  dureza 
y  energía,  y  en  una  ocasión  en  que  sucumbió 
un  nieto  suyo  y  50  de  sus  subditos,  estalló  en 
indignación,  resolviendo  tomar  ejemplar  ven- 
ganza. Precipitóse  con  un  cuerpo  de  1 .000  hom- 
bres sobre  el  pueblo  de  la  Magdalena,  «donde 
sacrificó  a  su  cólera  200  vidas,  hizo  muchos  pri- 
sioneros y  se  apoderó  de  una  gran  presa».  La 
noticia  de  este  desastre  llenó  de  espanto  a  los 
habitantes  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires,  mu- 
chos de  los  cuales  corrían  por  las  calles  a  re- 
fugiarse en  los  templos,  temiendo  la  aproxima- 
ción del  enemigo.  No  satisfecho  aun,  Canga- 
pol  iba  a  caer  con  igual  ímpetu  sobre  una  re- 
ciente población;  pero  socorrida  a  tiempo  por 
el  gobernador,  contúvose  el  empuje  del  famo- 
so hijo  de  la  pampa.  En  grande  apuro  y  cuida- 
do debía  hallarse  el  señor  gobernador  Salcedo 
por  la  actitud  belicosa  de  Cangapol,  cuando  se 
apresuraba  a  enviar  al  frente  de  400  soldados 
al  teniente  de  maestre  de  campo  D.  Cristóbal 
Cabral,  a  negociar  la  paz  o  batirle,  al  mismo 
tiempo  que  escribía  al  P.  Quirini  hiciera  inter- 
venir a  la  hermana  del  cacique,  una  de  sus  pro- 
sélitas,  para  inclinarlo  a  la  paz.  Oídas  las  pro- 
posiciones, habló  Cangapol  con  la  entereza  de 
su  altivez  y  de  su  raza,  decidiéndose  sólo  a  la 
concordia  des- 
pués  de    oír   el 
razonamiento  y 
consejo  del  padre 
jesuíta  Strobell, 
acompañante    de 
Cabral  0741). 
Cannlns  (Jorge). 
Estadista.   Nació 
en  Londres,  el  1 1 
de  abril  de  1770. 
Cursó   sus  estu- 
dios en  Eton,   y 
terminó  su  carre-  d.  Jorge  Canning. 


ra  de  Leyes  en  Oxford.  Desde  joven  actuó  eH 
política,  descollando  en  el  Parlamento  por  su 
elocuencia.  Subsecretario  de  Estado  y  teso- 
rero de  Marina  (1804).  En  1815  y  1816,  embaja- 
dor en  Portugal.  Ministro  de  Negocios  ex- 
tranjeros. Su  administración  se  distinguió  por 
la  política  liberal,  que  puso  en  práctica  re- 
conociendo la  independencia  de  esta  Repú- 
blica el  año  1825  y  las  demás  de  Sud-Amé- 
rica,  que  se  independizaban  de  España.  Pro- 
clamó también  el  principio  de  la  no  inter- 
vención. Cuando  en  1824  partió  Rivadavia 
en  misión  diplomática  a  Europa,  cerca  de 
la  Corte  de  Londres,  el  ministro  Canning 
atendióle  debidamente,  haciendo  alta  y  mere- 
cida justicia  a  los  talentos  y  a  las  eminentes 
cualidades  personales  del  comisionado  argen- 
tino, celebrando  un  tratado  de  amistad,  comer- 
cio y  navegación  con  esta  República,  que  fué 
firmado  en  Buenos  Aires  el  2  de  febrero 
de  1825.  En  1827  este  insigne  estadista  llegó 
a  ser  primer  lord  tesorero;  pero  quebrantada 
su  salud  por  las  luchas  políticas  que  tuvo  que 
sostener,  bajó  al  sepulcro  el  8  de  agosto 
de  1827. 
Cantilo  (José  María).  Publicista  y  hombre  polí- 
tico. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  14  de  diciem- 
bre de  1816.  En  los  primeros  años  de  su  juven- 
tud se  consagró  preferentemente  al  estudio  de 
la  Química,  ciencia  qne  debió  merecerle  una 
grata  predilección,  pues  llegó  a  familiarizarse 
con  ella  sin  recurrir  a  ningún  maestro  ni  a  nin- 
guna cátedra.  Para  subvenir  a  sus  necesidades 
tomó  entonces  a  su  cargo  una  farmacia,  que  re- 
gentó hasta  1840,  año  de  sombrías  perspecti- 
vas para  ¡os  adversarios  de  la  tiranía,  y  en  el 
que  el  joven  Cantilo,  unido  al  general  Paz  y  a 
otros  hombres  ilustres,  huyó  de  su  país,  bus- 
cando asilo  en  tierra  extranjera.  Llegado  a 
Montevideo  y  encontrándose  sin  recursos  y  sin 
amigos,  volvió  a  sus  modestas  funciones  de  far- 
macéutico; pero  algunos  meses  más  tarde  clau- 
suraba su  establecimiento  para  incorporarse 
espontáneamente  a  la  legión  argentina  organi- 
zada en  defensa  de  la  ciudad.  Fué  en  aquella 
época  de  sacrificios  que  Cantilo  se  hizo  cono- 
cer: primero,  como  combatiente;  luego,  como 
poeta,  y  más  tarde,  como  periodista.  Desempe- 
ñó también  el  puesto  de  oficial  primero  del  mi- 
nisterio de  la  Guerra  hasta  1S45,  y  fué  secre- 
tario de  la  Sociedad  de  Caridad  Pública,  crea- 
da dentro  de  los  muros  de  Montevideo.  Dirigió 
luego  el  diario  que  fundara  D.  Florencio  Va- 


CAN 


-  ll'J 


CAÍ 


reía,  Comercio  del  Plata,  hasta  después  de  la 
caida  de  Rosas.  En  Buenos  Aires  desempeñó 
el  cargo  de  secretario  general  de  Consajo 
Consultivo  de  Estado,  ejerciendo  también  las 
mismas  funciones  en  la  Municipalidad  de  la  ciu- 
dad. De  1859  al  flO  fué  secretario  del  Dr.  Vé- 
lez  Sarsfield  durante  la  negociación  del  pacto 
del  11  de  noviembre;  en  1860  fué  electo  diputa- 
do a  la  Legislatura  provincial,  diputado  nacio- 
nal y  subsecretario  del  mini-terio  del  Interior. 
En  1865-1868,  miembro  de  la  Comisión  sanitaria 
durante  la  guerra  del  Paraguay,  y  uno  de  los 
organizadores  de  la  Comisión  popular  cuando 
la  epidemia  de  la  fiebre  amarilla  en  Buenos  Al- 
res,  en  1871.  Este  hombre  inteligente,  respeta- 
do y  querido  por  la  bondad  de  su  carácter  y  la 
rectitud  de  sus  procederes,  falleció  el  18  de 
agosto  de  1872,  siendo  diputado  nacional,  en 
Buenos  Aires. 

Cañada  de  la  Cruz  (combate).  Soler,  gober- 
nador de  Buenos  Aires,  hallándose  en  campaña 
con  un  ejército  de  2.000  hombres  operando 
contra  el  caudillaje  del  litoral,  marcha  hasta  la 
Cañada  de  la  Cruz,  en  el  partido  del  Pilar, 
donde  es  completamente  derrotado,  después 
de  un  combate  que  le  da  el  general  Estanislao 
López,  que  mandaba  el  ejército  federal,  de 
1 .300  plazas,  indios  del  Chaco,  una  fuerza  de 
porteños  emigrados,  mandada  por  Alvear,  y 
una  división  llamada  de  los  chilenos,  a  las  ór- 
denes de  Carrera  i2S  de  junio  de  1820). 

Cañada  de  Gómez  (combate).  Después  de  la 
derrota  del  ejército  de  la  Confederación  en  la 
batalla  de  Pavón,  los  emigrados  porteños,  al 
mando  de  Laprida,  se  internaron  en  la  provin- 
cia de  Santa  Fe  con  los  últimos  restos  de  las 
tropas  que  no  se  habían  desbandado.  Una  divi- 
sión de  las  fuerzas  de  Buenos  Aires  los  alcan- 
za, sorprendiéndolos  en  la  Cañada  de  Gómez, 
a  pocas  leguas  del  Rosario.  Se  empeña  un 
combate,  quedando  el  triunfo  por  la  de  Buenos 
Aires,  que  acuchilla  a  sus  enemigos  derrota- 
dos (22  de  noviembre  de  1861). 

Caparros  (José).  Español.  Guerrero  de  la  inde- 
P'indencia.  Estallada  la  revolución  de  mayo,  se 
alistó  en  los  ejércitos  de  los  republicanos,  pres- 
tando en  ellos  servicios  distinguidos.  Tomó 
parte  en  el  sitio  de  Montevideo.  En  1820  se 
trasladó  a  Chile  para  incorporarse  al  ejército 
de  los  Andes.  Nombrado  por  el  general  San 
Martín  su  ayudante  de  campo,  lo  acompañó  en 
la  eipedición  libertadora  del  Perú,  llegando  a 
teniente  coronel;  pero  en  1824  defeccionó  la 


causa  de  los  patriotas,  y  eu  Ayacucho,  estan- 
do en  filas  de  los  vencidos,  entregó  su  espada 
a  sus  antiguos  compañeros  de  combate  y  de 
gloria.  Murió  en  Méjico. 

Capdevila  (José  Antonio).  Comerciante.  Natu- 
ral de  Cataluña.  Vino  a  Buenos  Aires  en  1794 
donde  se  dedicó  al  comercio.  Prestó  importan- 
tes servicios  personales  y  pecuniarios  durant.' 
las  invasiones  inglesas  a  esta  ciudad.  En  18*'' 
fué  cabildante  y  alférez  real.  En  1810,  la  Juni;i 
deseando  hacer  un  acto  de  justicia  por  sus  va- 
liosos servicios  prestados  durante  la  recon- 
quista y  la  defensa  de  esta  ciudad,  resolvió  dar 
su  nombre  a  una  calle  de  la  capital,  la  misma 
que  hoy  lleva  el  de  Chile;  se  llamaba  antes  San 
.■\ndres,  que  era  en  la  que  vivía,  y  que  conser- 
vó hasta  el  año  1828.  En  1810  fué  uno  de  los 
400  vecinos  invitados  por  esquela  al  cabildo 
abierto,  en  cuyo  acto  emitió  su  voto  por  la 
causa  de  la  patria,  haciendo  suyo  el  del  pres- 
bítero Choarroarín.  Sobre  su  participación  en 
la  reconquista  dice  una  de  las  actas  capitula- 
res: «Poco  después  del  avemaria  da  cuenta 
el  regidor  D.  José  Antonio  de  Capdevila  de 
estar  ya  formadas  las  trincheras  para  que  fué 
comisionado,  con  sacos  de  hierba  y  lana,  ha- 
biendo él  mismo  franqueado  para  ellas  las  que 
tenía  en  su  casa  y  solicitado  otras  del  vecinda- 
rio, para  cubrir  todos  los  puntos.  Y  los  señores 
capitulares  le  dieron  las  gracias  por  su  activi- 
dad.» Posteriormente  desempeñó  algunos  car- 
gos honoríficos,  muriendo  en  esta  ciudad, 
en  1842. 

Caprjle  (Jacinto).  Fué  uno  de  los  pioneers  de  la 
navegación  italoargentina.  Nacido  en  Genova 
en  1796,  llegó  al 
país  en  1828.  Em- 
prendió al  princi- 
pio  la  importa- 
ción de  mercade- 
rías italianas 
poco  conocidas 
aquí,  y  merece 
recordarse  que 
fué  el  primero  eu 
introducir  la  esen- 
cia de  rosas  y  un 
importante  carga- 
mento de  tercio- 
pelo de  Genova, 
noble  producto  industrial  que  se  fabricaba  en 
Zoragli ,  pequeña  población  a  corta  distan- 
cia de  Genova.  Exportaba  sebo,  cueros,  a»- 


D  Jacinto  Caprile. 


CAR 


113  - 


CAR 


tas,  residuos  de  saladero  y  algunas  parti- 
das de  lanas.  Los  tres  primeros  buques  de 
vela  tenían  un  tonelaje  de  2S0  a  300  toneladas 
cada  uno,  y  llevaban  los  nombres  italianos /í/ro. 
Apollo  y  Adelaide.  Estos  fueron  los  anteceden- 
tes de  la  hermosa  flota  que  las  grandes  Com- 
pañías italianas  dedicaron  mucho  después.  Fué 
Caprije  el  que,  admirado  de  la  asombrosa  fer- 
tilidad de  nuestras  tierras,  quiso  ensayar  y 
propagar  la  agricultura,  casi  desconocida  aquí, 
y  que  nos  hacia  tributarios  de  Chile  para  con- 
seguir a  alto  precio  unos  pocos  cereales  y  le- 
gumbres. Mandó  traer  una  respetable  cantidad 
de  bolsas  de  trigo  Barletta,  encargando  al  mis. 
mo  tiempo  la  inmigración  de  agricultores  de 
Liguria,  quienes  a  su  llegada  ensayaron  esa 
semilla  en  tierras  que  les  proporcionó  el  mismo 
Sr.  Caprile.  Esa  semilla,  aclimatándose,  dio 
esos  resultados  que  sabemos,  y  que  permiten  a 
la  Argentina  llamarse  el  granero  de  Europa. 
A  él  se  le  debe  la  entrada  a  nuestro  país  de 
centenares  de  miles  de  esa  inmigración  italiana, 
que  debía  dar  a  la  República  la  parte  más  nu- 
merosa de  su  población  y  contribuir  tan  efi- 
cazmente a  la  grandeza  de  nuestra  patria.  Los 
tres  buques  mencionados  antes  desempeñaban 
al  finalizar  sus  travesías  dos  curiosos  papeles. 
A  Buenos  Aires  traían  el  refrigerio  del  hielo  y 
nieve,  obsequio  que  la  Italia  alpina  hacía  a  la 
meridional  Buenos  Aires.  Ese  hielo,  que  los 
gourmets  porteños  aguardaban  como  los  judíos 
el  maná,  especialmente  en  los  largos  veranos, 
estaba  guardado  en  los  sótanos  del  restaurante 
Colón,  en  la  plaza  de  Mayo,  donde  se  despa- 
chaba al  público,  preferentemente  a  los  parro- 
quianos de  dicho  restaurante  y  a  sus  familias.  Al 
regresar  a  Genova,  ciudad  que  en  aquel  enton- 
ces escaseabade  agua,  los  tres  buques  llevaban 
su  estiba  volante  repleta  de  agua  del  Río  de  la 
Plata  esperada  ansiosamente  por  la  gente  del 
puerto.  Don  Jacinto  Caprile  falleció  en  1858. 
araguatay  (combate).  Guerra  del  Paraguay. 
El  general  D.  Emilio  Mitre  había  nombrado 
jefe  de  vanguardia  en  la  persecución  que  se 
hacía  a  López  al  coronel  brasileño  D.  Garios 
B.  de  Olivera  Nery,  quien  con  fuerzas  imperia- 
les y  argentinas  se  puso  en  marcha  hasta  en- 
contrar al  enemigo  a  la  orilla  de  los  montes  de 
Caraguatá!/,  donde  lo  ataca  y  lo  pone  en  fuga, 
haciéndole  mucha  mortandad,  quitándole  la 
artillería  y  tomándole  bastantes  prisioneros, 
quedando  muerto  en  la  pelea  el  jefe  superior, 
mayor  Solís.  Al  recorrerse  el  campo  inmedia- 

DlC.   HtST.   BlOQR. 


to  se  salva  a  gran  número  de  ancianos,  muje- 
res y  niños  que  habían  quedado  rezagados  en 
la  marcha  de  López,  unos  heridos  y  otros  mu- 
riéndose  de  hambre  (21  de  agosto  de  1869). 

Carbajal  (Baltasar).  Uno  de  los  63  acompañan- 
tes de  D.  Juan  de  Garay  al  fundar  la  ciudad 
de  Buenos  Aires,  en  1580.  De  Carbajal,  como 
de  otros  de  los  compañeros  de  Garay,  no  se 
tiene  ningún  dato  personal;  sólo  se  sabe  que 
era  de  los  conquistadores  antiguos,  ignorán- 
dose con  quién  vino  a  América.  En  los  años 
1578,  82  y  88  figura  como  vecino  de  la  Asun- 
ción del  Paraguay.  En  el  plano  de  la  ciudad 
de  Buenos  Aires  que  indica  el  repartimiento 
de  solares  resulta  agraciado  con  una  manza- 
na de  terreno  en  el  barrio  Sud  y  un  cuarto  de 
manzana  a  media  cuadra  de  la  plaza  Mayor,  y 
una  suerte  de  tierra,  de  una  legua  de  fondo, 
pe  r  850  metros  de  ancho,  en  la  ribera  del  Pa- 
raná. 

Carbonell  (Francisco).  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  3  de  diciembre  de  1786.  Se  alistó 
en  clase  de  soldado  en  1802  y  asistió  a  la  re- 
conquista y  defensa  de  Buenos  Aires.  Hizo  la 
campaña  del  Alto  Perú,  en  la  que  conquistó 
sus  ascensos,  grado  por  grado,  hasta  capitán. 
Tomó  parte  en  la  guerra  del  Brasil,  después 
de  la  cual  se  le  dio  el  título  de  sargento  ma- 
yor. Durante  la  tiranía  de  Rosas  se  refugió 
en  Montevideo,  hasta  poco  después  de  Case- 
ros. A  su  regreso  a  Buenos  Aires  se  le  confi- 
rió el  grado  de  teniente  coronel,  prestando 
buenos  servicios  durante  los  sucesos  del  52, 
como  empleado  caracterizado  en  el  Parque  de 
Artillería.  Falleció  en  noviembre  de  1857,  con 
el  grado  de  coronel. 

Cárcoba  (Tiburcio  de  la).  Jurisconsulto.  Naci- 
do en  Buenos  Aires,  el  11  de  agosto  de  1809. 
Siendo  niño  fué  enviado  a  Madrid,  y  allí  empe- 
zó sus  estudios  en  el  Colegio  Imperial  de  la 
Compañía  de  Jesús,  siguiendo  luego  la  carre- 
ra de  Jurisprudencia  en  la  Academia  de  Fer- 
nando Vil,  de  la  misma  ciudad,  y  en  la  Universi- 
dad de  Toledo.  En  1828  obtuvo  una  plaza  de 
académico  en  dicha  Universidad,  y  en  1835  se 
recibió  de  abogado,  saliendo  para  Buenos 
Aires  en  1835,  inscribiéndose  en  el  foro  de 
esta  capital.  Nombrado  censor  de  la  Acade- 
mia de  Jurisprudencia  el  2  de  marzo  de  1838, 
pasó  a  ccupar  el  cargo  de  fiscal  de  la  misma 
en  febrero  de  1839  y  de  vicepresidente  en 
1840.  En  el  mismo  año  fué  llamado  a  desempe- 
ñar el  cargo  de  suplente  del  Tribunal  de  Re* 


CAR  -  114  - 

cursos  Extraordinaríos,  y  al  siguiente  el  de 
agente  fiscal,  siendo  nombrado  juez  de  prime- 
ra instancia  en  lo  criminal  en  1844,  cargo  que 
desempeñó  por  segunda  vez  en  1857,  año  en 
que  fué  también  fiscal  de  gobierno.  Diputado 
a  la  Legislatura  de  1844  al  51.  Murió  en  esta 
ciudad,  el  8  de  enero  de  1868,  siendo  miembro 
del  Superior  Tribunal  de  Justicia. 
ardassy  (Jorge).  Marino.  Natural  de  Grecia. 
Vino  muy  joven  al  Río  de  la  Plata,  establecién- 
dose como  comerciante  en  Gualeguay,  en 
1830,  hasta  que  nueve  años  después  abando- 
naba esa  profesión  para  incorporarse  al  ejér- 
cito libertador  del  general  Lavalle,  sirviendo 
en  las  campañas  de  Entre  Ríos  y  Corrientes, 
habiéndose  distinguido  por  su  arrojo  en  el  sitio 
del  Reducto,  siendo  ascendido  a  sargento  ma- 
yor, grado  con  que  se  incorporó  al  ejército  del 
general  Paz,  donde  realizó  su  incorporación 
con  una  hazaña:  batiendo  al  enemigo  y  ponien- 
do en  confusión  a  todo  el  ejército.  En  seguida 
se  le  confió  el  mando  de  dos  lanchas  cañone- 
ras, hostilizando  hábilmente  a  las  partidas  fe- 
derales. Emigrado  a  Montevideo,  se  le  confió 
como  segundo  jefe  el  mando  de  una  escuadri- 
lla, siendo  su  superior  el  coronel  Garibaldi, 
batiéndose  en  escaramuzas  con  la  escuadra  de 
Rosas.  Regresó  a  Corrientes  a  incorporarse  al 
general  Paz  y  tomar  el  mando  de  una  escua- 
drilla. Después  de  sostener  varios  combates  y 
de  varias  aventuras,  fué  tomado  prisionero  y 
remitido  preso  a  Buenos  Aires,  donde  murió 
en  la  cárcel,  en  marzo  de  1849,  en  brazos  del 
canónigo  Dr.  Vázquez  Sevilla,  después  de  tres 
años  de  crueles  sufrimientos.  De  este  patriota, 
conocido  generalmente  por  El  griego,  habla 
con  elogio  el  general  Paz  en  sus  Memorias. 

Cárdenas  (Baltasar).  Coronel  de  la  indepen- 
dencia. Guerrillero  de  Cochabamba  y  Chayan- 
ta;  fué  derrotado  en  el  valle  de  Ancacato  por 
un  escuadrón  realista  al  mando  del  comandan- 
te Castro,  y  después  de  una  espantosa  carni- 
cería fué  muerto  el  27  de  septiembre  de   1813. 

Cardones  (combate).  El  coronel  D.  Juan  Cri- 
sóstomo  Alvarez,  que  de  acuerdo  con  Urquiza 
se  había  internado  en  la  provincia  de  Tucumán 
con  algunas  fuerzas  para  derrocar  del  Gobier- 
no al  general  Gutiérrez,  derrotó  en  el  sitio  lla- 
mado de  los  Cardones  a  la  división  del  coman- 
dante Albornoz,  tomándolo  prisionero,  como 
también  a  la  mayor  parte  de  su  gente  (4  de  fe- 
brero de  1852). 

Cardoso   (Valentín).    Nacido    en  Córdoba,  el 


CAR 

15  de  diciembre  de  1792.  Se  halló  en  las  in' 
vasiones  inglesas  cuando  tenía  sólo  catorce 
años;  ayudante  del  general  Ortiz  de  Ocampo 
en  la  expedición  al  interior.   Incorporado  al 
ejército  de  Belgrano  después  del  desastre  de 
Vilcapujio,  se  encontró  en  Ayohuma;  pasó  en  ' 
seguida  a  Córdoba,  acompañando  siempre  a 
Ortiz  de  Ocampo,  nombrado  gobernador  in- 
tendente de  aquella  provincia.  Llegado  a  Bue- 
nos Aires,  en  1815,  se  retiró  a  la  vida  privada;  i 
pero    bajo   la  administración    Rodríguez   fué  i 
llamado  a  ocupar  un  empleo  en  la  Aduana,  i 
Después  del  fusilamiento  de  Dorrego,  regresó  } 
a  Buenos  Aires;  pero,  perseguido  por  Rosas, 
emigró  a  Montevideo,  y  luego  se  incorporó  a| 
ejército  de  Lavalle,  en  el  que  sirvió  como  jefe 
de  artilleria,  hallándose  en  los  desastres  y  fun- 
ciones de  guerra  de  esta  cruzada    Fué  minis- 
tro del  Gobierno  de  Catamarca.  Después  de 
Famaillá  se    refugió  en    Boüvia.    En   1841, i 
hombre  decidido,  apenas  tuvo  noticias  de  la_ 
actitud  y  de  los  triunfos  del  general  Paz  sej 
trasladó  desde  Bolivia  a  Montevideo,  embar-^ 
candóse,  por  falta  de  recursos,  en  un  buque  car; 
gado  de  guano,  que  en  viaje  para  la  Gran  Bre- 
taña debía  hacer  escala  en  el  Río  de  la  Plata. 
Pero  no  pudo  incorporarse  a  Paz,  y  quedó  en 
Montevideo.  En  1846  dirigió  una  batería  en  el 
sitio  de  Montevideo.  En  1852,  ya  en  Buenos 
Aires,  fué  diputado,  senador,  miembro  de  la; 
Asamblea  Constituyente  que  decretó  la  Cons- 
titución del  Estado  de  Buenos  Aires,  en  1854 
etcétera,  etc.   Falleció  en  Buenos  Aires,  e: 
3  de  julio  de  1865. 

Carhué.  Paraje  y  después  pueblo  de  la  fronterí 
Sud  de  Buenos  Aires,  ocupado  y  fundado  e 
24  de  abril  de  1876  por  el  coronel  D.  Nicolás 
Levalle,  quien,  después  de  dos  sangriento; 
combates  y  casi  perecer  de  hambre  y  frío,  ocu 
pa  a  Carhué,  punto  estratégico  de  la  frontera 
Este  sitio,  que  costó  tantos  sacrificios,  vino  i 
asegurar  la  frontera  en  una  inmensa  zona.  Si 
ocupación  formaba  en  el  plan  de  campaña  de 
entonces  ministro  de  la  Guerra,  Dr.  D.  Adolfi 
Alsina. 

Carmen  de  Patagones  (defensa).  Una  divi 
sión  compuesta  de  las  corbetas  brasileña 
Duquesa  de  Goyaz  e  Itaparicá,  el  bergantí 
goleta  Escudero  y  la  goleta  Constancia,  con 
confiada  ésta  al  capitán  de  fragata  Jame 
Shepherd,  compuesta  de  400  hombres  de  líne 
escogidos  y  dos  oficiales  de  mar  reputado 
por  su  pericia  en  las  costas  del  Sud,  amanee 


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el  7  de  marzo  de  1827  frente  ai  pueblo  del 
Carmen  de  Patagones,  situado  sobre  la  margen 
izquierda  del  río  Negro.  Era  comandante  mi- 
litar y  político  de  Patagones,  entonces,  D.  Mar- 
tín Paulino  Lacarra  y  Toledo,  (v.),  meritorio 
veterano  del  ejército  nacional.  A  la  vista  el 
enemigo,  se  ordenó  se  hiciera  la  señal  de  alar- 
ma,  disponiéndose  que  el  coronel   D.  Felipe 
Pereyra  (v.),  con  una  pequeña  fuerza,  a  la  que 
se  incorporó  el  baqueano  capitán  José  Luis 
Molina,  con  23  voluntarios  (tragas),  gauchos, 
mal  armados,  pero  entusiastas,  se  prepararon 
para  la  defensa:  «El  28  a  mediodía,  la  Itapa- 
ricá  y  el  Escudero  (éste  con  bandera  argenti- 
na), reforzados  por  los  demás  buques,  fran- 
queaban la  entrada  del  río  bajo  los  fuegos  de 
la  batería,  que  contestaron  con  vigor,  consi- 
guiendo apagarlos  así  que  tomaron  posición 
como  era  de  presumir,  atenta  la  superioridad 
de  sus  cañones.  Pereyra  se  replegó  hacia  el 
pueblo,   que  se  aprontaba  a    una  resistencia 
desesperada,  reforzando  los  baluartes  de  su 
fortaleza  con   las  dotaciones  de  los  corsarios 
Hijo  de  Mayo,  Hijo  de  Julio  y  Oriental  Argen- 
tino, cuyos  comandantes  se  hicieron  cargo  de 
la  artillería,  mientras  que  el  de  la  Cfiacabuco, 
a  despecho  de  una  lluvia  copiosa,  desembarca- 
ba cañones  y  pertrechos.  Los  invasores  ha- 
bían perdido  en  el  ínterin  el   mejor  barco  de 
su  división,  la  Duquesa  de  Goyaz.  que  al  fran- 
quear la  barra,  que  en  pleamar  sólo  tiene  de 
12  a  15  pies  de  agua,  tocó  en  un  arrecife  y  se 
fué  a  pique,  pereciendo  38  hombres  de  su  tri- 
pulación antes  que  pudieran  ser  transbordados 
a  la  Constancia.  Desembarcando  el  enemigo, 
en  los  días  subsiguientes  quemó  algunas  ca- 
rretas y  la  batería,  clavando  antes  sus  caño- 
nes, en  medio  de  las  hostilidades  de  que  era 
objeto  en  todas  direcciones.    Finalmente,   el 
6  de  marzo,  después  de  haber  perdido  siete 
días,  demora  que  resultó  funesta  a  sus  pla- 
nes, se  organizó  en  número  de  600  hombres 
para  emprender  marcha  sobre  el  pueblo,  y  ex- 
traviando caminos  toda  esa  noche,  a  las  seis 
de  la  mañana  del  siguiente  día  coronaba  el  ce- 
rro de  la  Caballada,  a  tiro  de  cañón  de  la  for- 
taleza. Parece  que  Shepherd  trató  de  ocupar 
ese  punto,  que  consideraba  estratégico,  en  la 
persuasión  de  que  encontraría  en  el  dos  cí,ño- 
nes  de  a  38  para  batir  aquélla  con  ventaja,  se- 
gún aserto  de  un  práctico  de  Montevideo  que 
abandonó  el  país  dos  años  antes.  Allí  se  trabó 
un  vivísimo  tiroteo  con  las  guerrillas  de  a  ca- 


ballo, encabezadas  por  el  ayudante  subteniente 
Sebastián  Olivera  (v.)  y  sus  oficiales  Antonio 
Cabrera  y  Benito  Vázquez,  y  sostenidas  por 
la  artillería  de  los  buques.  Una  de  las  primeras 
balas  de  esa  refriega  parcial,  atravesándole  la 
garganta,  postró  sin  vida  al  brioso  Shepherd... 
«La  pérdida  inesperada  de  su  caudillo  descon- 
certó profundamente  a  los  invasores,  qnienes 
desde  aquel  momento,  a  despecho  de  los  es- 
fuerzos y  del  ejemplo  de  su  segundo,  el  capi- 
tán de  la  Itaparicá,  Guillermo  Eyre,  empeza- 
ron a  retroceder,  corriéndose  por  el  camino  de 
la  costa,  en  demanda  del  amparo  de  sus  naves. 
Por  otra  parte,   la  tropa  se  hallaba  horrible- 
mente fat'gada.  Había  marchado  más  de  cua- 
tro leguas  en  toda  la  noche  precedente,  que 
fué  clara  y  serena,  con  un  calor  sofocante,  por 
terrenos  arenosos  cubiertos  de  espesos  mato- 
rrales. Alejada  de  la  orilla  del  río,  en  la  idea 
de  tropezar  con  menos  obstáculos  en  el  trán- 
sito, o  torpemente  extraviada  por  el  baqueano, 
empleó  no  menos  de  seis  horas  entre  montes 
enmarañados  y  médanos  áridos,   obligada    a 
salvar  éstos  con  sus  oficiales  al  hombro,  des- 
provista completamente  de  agua,  y  sin  otro 
alimento  que  carne  salada,  que  avivaba  la  sed, 
postrándola  del  todo.  En  tal  situación,  hostili- 
zada sin  tregua  por  sus  flancos,  ahogada  por 
el  polvo  y  el  humo,  que  para  aumentar  el  ca- 
lor de  la  atmósfera  y  las  molestias  consiguien. 
tes  se  había  puesto  al  campo  por  barlovento, 
se  hizo  inútil  toda  resistencia,  rindiéndose  a 
discreción    312  soldados    y    marineros,    más 
once  oficiales,  siendo  de  este  número  el  te- 
niente segundo  Joaquín  Marques  Lisboa,  fu- 
turo vizconde  de  Tamandaré...»  «Aniquilada 
así  la  fuerza  de  desembarco,  veamos  ahora  lo 
que  sucedía  a  bordo  de  los  beligerantes.  El 
intrépido  comandante  de  la  Chacabuco,  San- 
tiago Jorge  Bynón,  dotado  con  el  don  inapre- 
ciable del  mando,  no  repara  en  lo  exiguo  de 
sus  elementos,  y  organiza  el  ataque  que  debe 
completar  la  jornada  gloriosamente  iniciada  en 
tierra.  Proclama  a  sus  marineros,  recordándo- 
les sus  antecedentes  y  sacrificios.  Están  con 
él  dos  esforzados  bretones,  Francisco  Four- 
mantin  (v.),  hijo  de  Calais,  y  Pedro  Dautant, 
de  Saint-Maló,  que  secundaron  sus  órdenes  y 
desean  participar  sus  peligros,  como  el  mar- 
sellés  Eduardo  Fuzier,  su  secretario  después. 
Guillermo  Page,  Santiago  Riele,  Juan  Bautis- 
ta Thorne,  Juan  Thompson,  Pedro  Bravo,  Pe- 
dro Martínez,  y  cien  otros  valientes,  piden  a 


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gritos  el  abordaje,  el  triunfo  o  la  muerte.  Mon- 
ta B>'non  la  sumaca  Bella  Flor;  Dautant,  el 
bergantín  Oriental  Argentino;  Harris,  la  gole- 
ta Emperatriz;  Saulín,  la  de  igual  clase  Chi- 
quilla, y  unidos  todos  en  una  sola  aspiración, 
parten  a  colocarse  bajo  las  alas  de  la  gloria. 
La  sombra  los  protege,  el  viento  es  favorable, 
la  suerte  los  guía  y  el  problema  va  a  resolver- 
se en  seguida...  Bynón  cubre  la  vanguardia,  y 
puesto  a  tiro  de  pistola,  rompe  sus  fuegos  so- 
bre el  Escudero,  que,  regido  por  el  bizarro 
oficial  francés  Clemente  Pautier,  opone  tenaz 
resistencia.  Desmontada  su  pieza  giratoria,  y 
ya  impotente  para  seguir  en  la  defensa,  atra- 
viesa con  su  espada  al  desgraciado  que  preten- 
de arriar  la  bandera  confiada  a  su  honor,  has- 
ta que  cae  herido  y  tiene  que  someterse  al  ri- 
gor de  su  destino...»  (Campañas  Navales,  Ca- 
rranza.) Tal  fué  el  memorable  hecho  de  armas 
de  Patagones. 

Cartagena  (Juan).  Obispo  de  Tucumán.  Natu- 
ral de  América.  Desempefiaba  el  arcedianato 
de  la  ciudad  del  Cuzco  cuando  fué  provisto 
para  el  gobierno  de  aquella  diócesis.  Habíase 
distinguido  por  su  oratoria  y  en  el  ejercicio  de 
su  ministerio  por  la  bondad  de  su  carácter. 
Nombrado  por  el  Papa  Inocencio  XI  en  24  de 
noviembre  de  1687,  no  se  recibió  de  su  cargo 
hasta  principios  de  1689,  después  de  consagra- 
do en  Chuquisaca,  y  lo  ejerció  satisfactoria- 
mente hasta  su  fallecimiento,  acaecido  en  4  de 
diciembre  de  1791. 

Carta  Molino  (Pedro).  Uno  de  los  fundadores 
del  .\\useo  público  de  Buenos  Aires.  Este  cien- 
tífico italiano  vino  a  nuestras  playas,  por  con- 
venio que  ajustó  con  Rivadavia  cuando  éste  se 
hallaba  en  Londres  de  ministro  plenipotencia- 
rio, con  el  fin  de  plantear  aquí  el  estudio  de 
las  Ciencias  Naturales.  El  Dr.  Carta  Molina 
había  recibido  sus  grados  académicos  en  la 
Universidad  de  Turin,  desempeñando  después 
las  funciones  de  repetidor  de  Medicina  en  el 
Colegio  de  la  misma  capital,  que  debía  de  he- 
cho conducirlo  a  catedrático  de  la  Universidad. 
Comprometido  en  los  sucesos  políticos  delta- 
lia  en  1821,  vióse  obligado  a  salir  expatriado, 
y  aprovechó  esta  circunstancia  para  viajar  por 
España,  Francia,  Suiza,  Alemania  e  Inglaterra, 
ysu  afición  al  estudio  le  hizo  visitar  los  estable- 
cimientos científicos  de  las  ciudades  que  reco- 
rría y  contrajo  relaciones  con  los  sabios  más 
ilustres.  En  Londres  conoció  a  Rivadavia,  que 
le  habló  de  venir  a  Buenos  Aires,  y  aceptada 


la  proposición,  emprendió  el  viaje.  Nombrado 
profesor  de  Física  experimental  por  decreto 
de  abril  10  de  18'26,  la  apertura  de  este  curso 
tuvo  lugar  el  17  de  junio  de  1827,  en  cuya  oca- 
sión pronunció  un  notable  discurso,  que  regis- 
tró en  sus  columnas  el  periódico  La  Crónica. 
con  la  idea  de  instruir  al  público  de  la  manera 
como  concebía  la  importancia  y  enseñanza  de 
la  ciencia;  publicó  las  Dos  lecciones  de  intro- 
ducción al  curso  de  Física  experimental  que 
se  proponía  dictar  en  la  Universidad;  pero 
dejó  la  cátedra  al  descenso  de  Rivadavia,  su 
amigo  y  benefactor,  siendo  reemplazado  por 
D.  O.  J.  Mossotti.  Había  arreglado  el  gabi- 
nete de  Física  y  completado  con  algunos  apa- 
ratos que  trajo  consigo  de  Europa  por  encar- 
go del  Gobierno,  y  según  el  Dr.  Gutiérrez, 
Carta  Molina  y  D.  Carlos  Ferrari  son  los  fun- 
dadores del  Museo  público  de  Buenos  Aires. 
Conservaba  aún  la  cátedra  de  Medicina  y  far- 
macia y  el  puesto  de  facultativo  del  Hospital 
de  Hombres,  cuando  la  política  de  Rosas  le 
puso  en  la  alternativa  de  aceptar  la  decora- 
ción federal  (de  Rosas)  o  renunciar  los  pues- 
tos oficiales  que  servía;  resolvióse  por  lo  úl- 
timo, y  sonó  la  hora  de  su  desdicha:  la  Policía 
recibió  la  orden  de  vigilar  al  «salvaje  uni- 
tario». Desde  entonces  se  le  molestó,  se  le 
amenazó,  y  acabó  por  ser  enviado  a  discurrir 
con  los  alienados  de  un  hospital,  donde  fa- 
lleció. 
Carranza  (Adolfo  Esteban).  Hijo  de  D.  Ángel 
Fernando  Carranza.  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1824.  Durante  más  de  cuarenta  años  traba- 
jó en  la  exploración  de  las  minas  de  la  provin- 
cia de  Catamarca.  Proyectó  varias  líneas  de 
ferrocarril.  Fué  primer  administrador  de  la 
Oficina  de  Impuestos  internos.  Representante 
del  Gobierno  argentino  en  el  Congreso  de  mi- 
nas de  Chile  y  uno  de  los  fundadores  del  Ban- 
co Nacional.  En  la  Exposición  de  París  y  en  la 
Argentina  de  1882  presentó  algunos  productos 
de  la  industria,  obteniendo  varias  medallas  de 
oro  y  diplomas.  Cónsul  general  en  Bolivia.  De- 
fensor de  menores,  etc.  Fué  su  esposa  la  no- 
ble señora  María  Eugenia  del  Mármol,  nieta 
de  la  patricia  D.'  María  Eugenia  Escalada  de 
Demaría.  A  su  muerte,  acaecida  en  Buenos 
Aires  en  1896,  el  Dr.  Bernardo  de  Irigoyen 
hizo  su  elogio.  Fué  Carranza  uno  de  los  pio- 
ners  infatigables,  constantes  para  hacer  co- 
nocer las  riquezas  incalculables  de  las  provin- 
cias del  Norte,  principalmente  en  sus  minera- 


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les.  Poco  o  nada  se  ha  hecho  en  ese  sentido; 
pero  el  tiempo  y  las  futuras  generaciones  sa- 
brán hacer  justicia  a  la  memoria  de  este  hom- 
bre tan  activo  e  incansable. 

Carranza  (Ángel  Fernando  .  Natural  de  la  pro- 
vincia de  Santiago  del  Estero.  Hermano  de 
D.  Mauro  (v.),  que  fué  gobernador  de  dicha 
provincia  en  1851.  Comerciante,  fué  socio  del 
coronel  D.  Manuel  Dorrego.  Diputado  al  Con- 
greso en  1826,  y  más  tarde  capitán  del  ejército. 
Casado  en  primeras  nupcias  con  D.*  Petrona 
Barrionuevo,  y  en  segundas  con  D."  Carlota 
de  Achaval. 

Carranza  (Ángel  Martín).  Español.  Llegó  a 
América  en  la  expedición  del  virrey  Ceballos. 
Se  halló  en  las  campañas  de  Santa  Catalina  y 
de  la  Colonia.  Fué  al  Peni  como  director  de 
las  fuerzas  enviadas  a  sofocar  la  sublevación 
de  Tupac-Amarú  (y.).  Se  radicó  después  en  San- 
tiago del  Estero,  contrayendo  enlace  con  doña 
Cristina  de  Santa  Ana  Paz  y  Figueroa.  En  el 
año  de  1804  era  alférez  real. 

Carranza  (Ángel  Justiniano).  Historiador  ar- 
gentino. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  5  de  sep- 
tiembre de  1834.  Se  recibió  de  abogado  a  los 
veintinueve  años  de  edad;  fué  nombrado  re- 
lator del  Superior  Tribunal  de  Justicia  en  su 
Sala  civil,  y  más  tarde  juez  de  primera  instan- 
cia de  la  capital,  desempeñando  en  sus  últimos 
años  el  importante  cargo  de  auditor  de  ma- 
rina, no  sin  haber  pasado  antes  por  el  profe- 
sorado, para  dictar,  con  especial  competencia, 
la  asignatura  de  Historia  Naval  en  la  Escuela 
de  Cadetes  de  la  Armada.  Distinguióse  donde- 
quiera por  su  ilustración,  y  en  la  madre  patria, 
el  año  92,  delegado  por  el  Gobierno  argentino 
al  IX  Congreso  de  Americanistas,  reunido  en 
el  convento  de  Santa  María  de  la  Rábida,  en 
Huelva,  en  celebración  del  IV  centenario  del 
descubrimiento  de  América,  dejó  oír  su  voz  en 
la  alta  tribuna  de  aquel  cenáculo  de  hombres 
ilustres  y  de  sabios,  para  fijar  la  verdadera 
fecha  en  que  tuvo  lugar  el  descubrimiento  del 
Río  de  la  Plata.  Muchas  son  sus  obras;  infi- 
nitas sus  biografías  históricas,  siendo  su  obra 
maestra  Campañas  navales  de  la  República 
Argentina.  Falleció  en  Rosario  de  Santa  Fe, 
el  11  de  mayo  de  1899. 

Carranza  (José  Ambrosio).  Militar.  Natural  de 
Córdoba.  Entró  al  servicio  militar  en  1795, 
como  alférez,  y  marchó  en  la  expedición  que, 
a  las  órdenes  del  virrey  Sobremonte,  llegó  a 
las  costas  del  Yaguarón,  hostilizando  a  los  por- 


tugueses. Las  invasiones  inglesas  le  contaron 
entre  los  combatientes,  pues,  incorporado  es- 
pontáneamente al  ejército  de  Elío,  que  ope- 
raba en  el  territorio  uruguayo,  fué  destinado 
a  las  partidas  de  guerrillas  del  teniente  coro- 
nel D.  Pedro  García.  Antes  de  la  toma  de 
Montevideo  por  las  tropas  británicas,  y  en  la 
campaña  aquella,  hallóse  en  distintos  com- 
bates y  acciones  de  guerra,  acreditándose  por 
su  valor  militar  y  actividad.  Restablecida  la 
paz  mereció  los  despachos  de  capitán,  en  mayo 
de  1808.  Producida  la  revolución  del  año  10, 
Carranza  simpatizó  con  ella,  y  en  abril  del 
año  siguiente  salió  sigilosamente  de  Monte- 
video para  presentarse  al  general  Belgrano 
en  la  campaña  oriental,  expresándole  sus  de- 
seos de  servir  bajo  las  banderas  de  la  patria, 
aunque  fuera  en  clase  de  soldado.  El  general 
le  dio  el  puesto  de  sargento  mayor  de  plaza, 
y  en  octubre  del  mismo  año  Carranza  ocupaba 
con  las  fuerzas  de  su  mando  el  pueblo  de  Pay- 
sandú,  que  había  estado  guarnecido  por  tropas 
portuguesas;  continuó  su  marcha  hacia  el  río 
Negro,  y  batió  al  enemigo  en  el  paso  de  Ita- 
peyú  y  en  el  Arroyo  de  la  Leche,  tomándole 
no  menos  de  250  prisioneros  y  pérdida  de  120 
en  el  combate.  Comunicó  estos  triunfos  a  la 
Junta,  que  le  felicitó  por  su  conducta  y  patrio- 
tismo. En  1812  fué  autorizado  para  proveer  de 
caballos  al  ejército  de  Rondeau,  comisión  que 
desempeñó  con  actividad  y  honradez,  y  poste- 
riormente, al  frente  de  una  partida  de  50  sol- 
dados, purgó  la  campana  de  las  gavillas  de 
bandoleros  que  la  infestaban;  vigiló  las  costas 
e  impidió  los  frecuentes  desembarcos  de  los 
realistas  en  busca  de  provisión  de  ganado, 
para  lo  que  le  fué  menester  sostener  reñidos 
combates,  siendo  alguna  vez  las  pérdidas  del 
enemigo  importantes.  Asistió  a  las  batallas  del 
Cerrito,  a  la  toma  de  Montevideo,  etc.  Se  pre- 
paraba a  tomar  parte  en  la  guerra  contra  el 
Brasil  cuando  falleció,  repentinamente,  en  abril 
de  1826,  a  la  edad  de  cerca  de  cuarenta  y  cinco 
años.  Fué  un  hombre  de  convicciones  honradas 
y  de  un  carácter  enérgico. 
Carranza  (Pedro).  Sacerdote.  Nació  en  Sevilla, 
en  1577,  y  a  los  quince  años  ingresó  en  la  Orden 
de  Carmelitas,  continuando  sus  estudios  hasta 
graduarse  de  doctor  en  Teología  en  la  Univer- 
sidad de  Osuna.  Dedicado  a  su  ministerio,  ad- 
quirió fama  de  probidad  y  de  orador  sagrado. 
En  1618  obtuvo  el  obispado  de  Buenos  Aires, 
tomando  posesión  de  él  en  enero  de  1621.  Se 


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consagró  en  Santiago  del  Estero.  En  1629 
asistió  ai  Concilio  celebrado  en  Chuquisaca, 
tocándole  predicar  el  sermón  de  apertura.  En 
esta  ciudad,  sede  de  su  obispado,  se  preocupó 
de  la  enseñanza,  dotando  de  su  peculio  una  cá- 
tedra de  Gramática  en  el  colegio  de  los  je- 
suítas, para  el  adelanto  de  la  juventud  «en  vir- 
tud y  buena  crianza».  Pero  el  suceso  más  no- 
table con  que  le  recuerda  la  Historia  es  la  cé- 
lebre contienda  que  sostuvo  con  el  gobernador 
Céspedes  (v.),  a  quién  excomulgó.  Céspedes 
puso  en  prisión,  no  se  dice  por  qué,  a  un  don 
Juan  Vergara,  notario  del  Santo  Oficio,  teso- 
rero de  Cruzada,  hombre  rico,  relacionado  e 
intrigante.  Los  allegados  del  obispo  y  parcia- 
les de  Vergara  le  insinuaron  que  la  prisión  de 
éste  era  un  atentado  a  sus  fueros  y  humillante 
a  su  dignidad  de  prelado.  El  obispo,  entonces 
reclamó;  mas  fué  rechazada  su  inusitada  pre- 
tensión. De  aquí  nació  el  conflicto.  Céspedes, 
en  vista  de  la  alarma,  aseguró  la  persona  del 
preso,  mientras  el  prelado,  irritado,  «puso  la 
ciudad  en  entredicho»,  según  el  deán  Funes, 
y  «tocóse  a  rebato,  pero  sin  fruto».  Armado 
el  clero,  con  el  obispo  a  la  cabeza,  sacó  de  la 
cárcel  a  Vergara,  en  cuyas  circunstancias  el 
gobernador  asestaba  dos  piezas  de  artillería 
al  palacio  obispal.  El  pueblo,  espantado  de 
una  escena  tan  trágica,  no  se  decidía  por  nin- 
gún partido.  Apaciguados  los  ánimos,  se  dejó 
libre  a  Vergara,  sometiendo  a  la  Corte  la  deci- 
sión de  la  contienda.  El  Consejo  de  Indias  re- 
probó el  proceder  del  obispo  Carranza,  recon- 
ciliado al  fin  con  el  gobernador.  Ocurrió  su 
fallecimiento  por  el  mes  de  agosto  de  1662. 
Carranxa  (Mauro).  Gobernador  de  Santiago 
del  Estero.  Nacido  en  esta  provincia,  en  enero 
de  1807.  Había  desempeñado  empleos  adminis- 
trativos, mereciendo,  por  su  honradez  y  dotes 
de  carácter,  la  general  estimación  de  sus  con- 
ciudadanos. Con  estos  antecedentes  fué  nom- 
brado por  la  Legislatura,  a  la  muerte  del  gene- 
ral Ibarra,  ocurrida  el  15  de  julio  de  1851,  go- 
bernador provisorio  de  la  provincia,  cuyo 
puesto  se  decidió  a  aceptar  cediendo  a  exigen- 
cias amistosas.  En  octubre  del  mismo  año  un 
movimiento  subversivo,  dirigido  por  los  Ta- 
boada  (v.),  le  obligó  a  dejar  el  mando,  y  desde 
entonces  se  alejó  de  Santiago.  En  el  año  1869 
presentó  un  memorial  al  Gobierno  nacional, 
estimulado  a  ello  por  el  presidente  mismo,  so- 
licitando la  cooperación  oficial  para  buscar  en 
la  región  del  Chaco,  hacia  el  Este  de  Santiago, 


CAR 


el  meteorito  o  fierro  nativo,  empresa  para  la 
cual  contaba  con  los  mejores  conocimientos. 
Ocupado  en  preparla  con  todo  entusiasmo,  fa- 
lleció repentinamente,  en  la  calle,  el  6  de  no- 
viembre de  1869.  La  Prensa  de  Buenos  Airea 
anunció  su  fallecimiento  en  términos  muy  hon- 
rosos. 

Carrasco  (Benito).  Magistrado.  Natural  de 
Buenos  Aires.  La  tiranía  de  Rosas  le  abrió  las 
puertas  de  la  cárcel  en  1839,  cuando  no  era 
sino  un  joven  estudiante  de  Jurisprudencia. 
Preso  y  engrillado,  permaneció  cerca  de  un 
año  en  la  cárcel.  Recobró  su  libertad  y  emigró 
del  país,  estableciéndose  en  Montevideo,  donde 
terminó  su  carrera  y  abrió  estudio.  Posterior- 
mente pasó  al  Brasil,  donde  fijó  su  residencia. 
Después  de  Caseros  regresó  a  Buenos  Aires. 
F;-.é  secretario  del  gobernador  López;  asesor 
del  Tribunal  del  Comercio;  juez  de  primera  ins- 
tancia en  lo  civil;  miembro  del  Tribunal  Supe- 
rior de  Justicia;  diputado;  vicepresidente  de 
la  Convención  encargada  de  examinar  la  Cons- 
titución nacional,  de  acuerdo  con  el  tratado 
de  11  de  noviembre  de  1859;  presidente  del  Tri- 
bunal por  varios  años,  y,  por  último,  vocal  de 
la  Corte  Suprema  de  Justicia  nacional.  Desem- 
peñando estas  funciones,  falleció  en  esta  ciu- 
dad, de  fiebre  amarilla,  el  4  de  abril  de  1871,  a 
los  cincuenta  y  seis  años  de  edad.  Fué  el  doc- 
tor Carrasco  un  hombre  de  luces,  recto  y  ho- 
norable. 

Carrasco  (Pedro).  Médico.  Padre  del  anterior. 
Nacido  en  Cochabamba  (Bolivia).  Cursó  sus 
estudios  de  Medicina,  hasta  graduarse  de  doc- 
tor, en  la  Universidad  de  Lima.  Durante  las 
invasiones  inglesas  fué  cirujano  del  regimiento 
de  Patricios.  Producido  el  movimiento  emanci- 
pador, fué  uno  de  sus  más  ardientes  partida- 
rios, actuando  en  su  patria  y  en  esta  repú- 
blica, en  la  que  fué  electo  diputado  al  Congre- 
so nacional  que  sesionaba  en  Buenos  Aires  el 
año  1817.  Desempeñó  también  otros  cargos 
públicos,  y  el  mismo  año,  antes  de  la  traslación 
del  Congreso  de  Tucumán  a  la  capital,  fué 
nombrado  en  comisión,  con  los  diputados  Castro 
Barros  y  Darragueyra,  para  dirigir  conjunta- 
mente con  el  director  Pueyrredón  las  relacio- 
nes con  el  Brasil.  Fué  jefe  de  división  en  el 
ejército  auxiliar  del  Perú.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  después  de  Caseros. 

Carrera  (José  Miguel).  Guerrero  de  la  inde- 
pendencia. Caudillo  en  la  República  Argenti- 
na. Nació  en  Santiago  de  Chile,  el  15  deoctu- 


CAR 

bre  de  1786.  Descendía  de  una  de  las  familias 
más  ricas  y  respetables  de  aquella  ciudad.  El 
niflo  presagió  admirablemente  al  hombre.  «Ha- 
bla sido  en  sus  primeros  años  un  verdadero  ca- 
lavera—dice un  escritor  argentino  -y  autor  de 
mil  travesuras,  que  dieron  grandes  trabajos  y 
angustias  a  su  anciano  padre.  Podría  citar  al- 
gunas de  malísimo  carácter:  pero  las  maldades 
vulgares  de  los  niños  no  pertenecen  a  la  Histo- 
ria. Naturalmente  pendenciero,  andaba  siem- 
pre provisto  con  armas  de  filo,  que  alguna  vez 
usó  también  contra  sus  mismos  maestros,  quie- 
nes, considerándolo  como  indómito,  tuvieron 
que  condenarlo  en  el  Colegio  de  San  Carlos, 
de  Chile,  a  un  castigo  severo,  después  del 
cual  debía  ser  arrojado  de  la  casa.  Pero  él, 
fugándose  por  los  tejados,  evadió  lo  uno  y  lo 
otro  y  vagó  fugitivo  por  las  calles  de  Santia- 
go, encabezando  alborotos  nocturnos  y  riñas  a 
pedradas,  que  le  hicieron  tan  notable  como  te- 
mido por  todo  el  vecindario.  Además  de  ser 
osado  y  sagacísimo,  tenía  ideas  eminentes  de 
su  nobleza,  con  una  grande  confianza  en  la 
ventajosa  posición  de  su  familia;  así  es  que 
abusaba  de  su  soberbia  y  de  su  valor  personal 
para  oprimir  y  vejar  a  los  demás  con  ultrajan- 
te impunidad.  Hacía  gala  de  ser  agresivo,  des- 
creído; pisoteaba  las  preocupaciones  más  arrai- 
gadas de  la  colonia  y  se  burlaba  desde  joven 
de  los  hombres  más  encumbrados,  así  como 
más  tarde  los  debía  humillar  en  su  carrera 
política.  A  los  veinte  años  se  había  dado  a  la 
vida  libre;  su  existencia  era  una  perpetua  tem- 
pestad, y  un  lance  desgraciado  en  que  hubo  de 
mezclarse  la  justicia  hizo  que  su  padre  tuviese 
que  ocultarlo  en  la  hacienda  de  San  Miguel. 
De  lo  que  menos  se  ocupó  allí  fué  de  iniciarse 
en  los  trabajos  útiles  de  la  labranza  o  en  otra 
cosa  alguna  que  pudiera  proporcionarle  prove- 
chos o  enmiendas.  Por  el  contrario,  entregán- 
dose con  furor  al  juego  de  los  naipes  y  de  las 
carreras  de  caballos,  se  hizo  famoso  por  sus 
fechorías  y  por  sus  extremos  en  estos  declives, 
tan  amargos  como  desdorosos,  de  la  mala  vida 
de  un  joven  corrompido.  Una  vez  tuvo  un 
choque  con  un  huaso  soberbio  que  se  negaba 
a  complacerlo.  Se  provocaron,  sacaron  puñal 
y  se  empeñó  uno  de  esos  duelos  a  muerte  que 
tienen  aplaudidores  por  padrinos.  D.  José  Mi- 
guel tuvo  la  dicha  de  salvar  su  vida  y  la  des- 
gracia de  dejar  en  el  sitio  a  su  contendor.» 
Fué  mandado  a  España;  allí  se  hizo  soldado 
y  ascendió  con  prontitud,  merced  a  su  arrojo 


-  119  -  CAR 

y  a  su  carácter  abierto  y  decidido.  Se  halló  en 
diversos  combates,  hasta  llegar  al  grado  de 
sargento  mayor  del  batallón  de  Húsares  de 
Galicia.  Cuando  llegó  a  su  noticia  el  levanta- 
miento de  las  colonias,  se  puso  en  viaje  para 
las  costas  chilenas.  Venció  a  fuerzas  españo- 
las mandadas  por  el  brigadier  D.  Antonio  Pa- 
rejas, en  Yerbas  Buenas  y  San  Carlos.  Se  en- 
contró en  Cepeda  (1820);  en  Cañada  de  la 
Cruz.  Fué  vencido  en  San  Nicolás.  Cometió 
atrocidades,  en  diciembre  de  1820,  en  el  pue- 
blo del  Salto  (provincia  de  Buenos  Aires).  Ven- 
cedor en  el  Chajá  (1821);  en  las  Pulgas  (1821). 
Dictador  de  la  provincia  de  San  Luis  en  el  mis- 
mo año.  Fué  rechazado  en  la  Cruz  Alta  (1821) 
y  vencido  en  la  Punta  del  Médano  (1821).  Des- 
pués de  esta  acción.  Carrera  busca  su  salva- 
ción en  la  fuga;  pero  sus  propios  soldados,  sus 
chilenos,  como  él  los  llamaba,  lo  aprehendie- 
ron y  lo  entregaron  maniatado  a  las  autorida- 
des mendocinas.  Condecido  a  los  calabozos  de 
la  ciudad,  se  le  instruyó  un  sumario,  siendo 
sentenciado  a  muerte  el  3  de  diciembre  de 
1821  y  ejecutado  al  siguiente  día.  En  su  trayec- 
to de  la  cárcel  al  patíbulo  prorrumpió  en  de- 
nuestos e  insultos  contra  el  Gobierno  y  el  pue- 
blo mendocino;  no  consintió  que  le  ataran  los 
brazos  ni  le  vendaran  los  ojos,  muriendo  como 
mueren  los  valientes.  Destinado  D.  José  Mi- 
guel Carrera,  por  su  genio,  sus  dotes  y  su  épo- 
ca, a  escalar  las  alturas,  su  ambición,  sombría 
y  tenaz  como  era,  lo  ató  fatalmente  al  abismo. 
Debió  ser  un  héroe  y  fué  apenas  un  caudillo 
afortunado. 

Carrera  (Santiago  de  la).  Militar.  Nacido  en 
Córdoba,  el  23  de  febrero  de  1788.  Guerrero 
de  la  independencia.  Gobernador  político  y  mi- 
litar de  Córdoba  de  1811  a  1813.  Se  halló  en 
Cotagaita  y  Suipacha.  Pertenece  al  teniente 
coronel  Carrera  el  mérito,  indisputable  y  muy 
distinguido,  de  haber  conducido  los  Auxiliares 
argentinos  atravesando  la  cordillera  de  los  An- 
des. Como  es  sabido,  la  división  de  los  auxilia- 
res se  distinguió  y  adquirió  gloria  en  los  comba- 
tes de  Cucha-Cucha,  Membrillar,  Tres  Montes, 
etcétera,  en  cuya  campaña  y  hechos  de  armas 
se  encontró  Carrera  bajo  las  órdenes  de  Mar- 
cos Balcarce.  Sirvió  con  Rondeau  en  el  Alto 
Perú.  Siendo  gobernador  de  Santa  Cruz  de  la 
Sierra,  y  sofocando  una  revolución,  murió  trá- 
gicamente, en  1815. 

Carreras  (Francisco  de  las).  Jurisconsulto.  Pri 
mer  presidente  de  la  Corte  Suprema  nacional" 


CAR 


120  — 


CAR 


D.  Francisco  de  las  Carreras. 


Nació  en  Buenos  Aires,  en  1809.  Por  voluntad 
de  su  padre  se  trasladó  a  Córdoba  para  conti- 
nuar sus  estudios, 
comenzados  en 
Buenos  Aires.  Fué 
allí  discípulo  de  Fi- 
losofía de  D.  Luis 
J.  de  la  Peña;  pero 
poco  después  de 
haber  ingresado  en 
la  Facultad  de  De- 
recho abandonó  la 
Universidad  cordo- 
besa, terminando 
sus  estudios  en  su 
ciudad  natal.  Se- 
cretario de  la  Aca- 
demia teóricoprác- 
tica  de  Jurispru- 
dencia, consagróse  exclusivamente  a  las  tareas 
del  foro,  recibiendo  su  título  de  abogado,  des- 
pués de  hacersu  aprendizaje  profesional  al  lado 
del  Dr.  D.  Dalmacio  Vélez  Sarsfield.  La  vida 
pública  de  Carreras  comienza  después  de  la 
caída  de  Rosas.  Durante  la  tiranía  no  se  mez- 
clóen  lo  más  mínimo  en  los  asuntos  políticos,  ni 
para  combatir  ni  para  servir  al  dictador,  pa- 
sando una  gran  parte  de  aquella  época  luctuo- 
sa en  un  establecimiento  de  campo,  y  el  resto 
dedicado  a  las  labores  tranquilas  de  su  minis- 
terio. Después  de  Caseros,  Urquiza  le  nombró 
fiscal  de  Estado,  en  cuyas  funciones  reveló  un 
austero  patriotismo  y  una  independencia  de  es- 
píritu que  no  se  acomodaban  a  las  exigencias  y 
a  la  política  del  vencedor  de  Rosas,  por  lo  que 
fué  destituido  en  fecha  de  3  de  agosto  de  1852, 
fundándose  su  destitución  en  que  «los  principios 
sostenidos  en  su  carácter  de  fiscal  contraria- 
ban abiertamente  los  que  habían  sido  procla- 
mados como  base  de  la  organización  nacional, 
y  tendían  a  excitar  de  nuevo  la  división  entre 
las  provincias  confederadas».  El  decreto  lo 
suscribía  el  Dr.  D.  Luis  J.  de  la  Peña,  su  anti- 
guo profesor  de  Filosofía.  La  revolución  de 
septiembre,  en  la  que  tomó  participación,  lo 
llevó  al  ministerio  de  Hacienda,  desempeñán- 
dolo todo  el  tiempo  que  duró  el  sitio  de  esa 
ciudad,  y  para  el  que  fué  reelecto  por  el  Go- 
bierno del  Dr.  Pastor  Obligado.  En  octubre 
del  58  pasó  a  ocupar  la  presidencia  de  la  Cá- 
mara de  Justicia,  cargo  que  desempeñó  hasta 
fines  del  año  siguiente.  Fué  igualmente  dipu- 
tado y  senador  de  la  Legislatura  de  la  provin- 


cia y  miembro  del  Consejo  consultivo  de  Go- 
bierno, creado  el  28  de  julio  de  1855.  Su  firma 
se  halla  al  pie  de  la  Constitución  del  Estado 
promulgada  el  año  1854.  El  Dr.  Obligado  busc6 
de  nuevo  el  contingente  de  sus  luces,  ofrecién- 
dole la  cartera  de  Gobierno  y  Relaciones  ex- 
teriores; pero  el  Dr.  Carreras  rehusó  aceptar 
ese  puesto,  volviendo  a  la  magistratura,  como 
miembro  del  Superior  Tribunal  de  Justicia, 
cargo  que  ejerció  durante  largos  años.  En  el 
alto  puesto  de  presidente  de  la  primera  Corte 
Suprema  de  Justicia  contribuyó  a  organizar  y 
consolidar  la  justicia  nacional,  que  se  implanta- 
ba en  momentos  todavía  difíciles  y  cuando  los 
principios  inmutables  de  la  libertad  civil  no  se 
habían  aún  abierto  camino  en  el  país.  El  doc- 
tor Carreras  falleció,  desempeñando  estas  fun- 
ciones, el  28  de  abril  de  1870.  El  Gobierno  le 
decretó  honores  fúnebres,  hablando  sobre  su 
tumba  D.  Domingo  F.  Sarmiento,  entonces 
presidente  de  la  República,  y  el  general  don 
Bartolomé  Mitre.  D.  Francisco  de  las  Carre- 
ras fué  sobrio  y  circunspecto  como  político,  in- 
tachable como  magistrado  y  de  hábitos  senci- 
llos como  hombre  privado.  No  brilló  por  gran- 
des dotes  de  talento  ni  en  la  tribuna  parlamen- 
taria ni  en  las  luchas  de  la  vida  pública;  pero 
su  espíritu,  profundamente  nutrido  en  la  cien- 
cia del  Derecho,  y  la  bondad  y  firmeza  de  su 
carácter  hicieron  de  él  un  modelo  como  juez  y 
como  ciudadano. 
Carril  (José  María).  Hombre  político.  Nacido 
en  Mercedes  (Estado  Oriental),  el  5  de  diciem- 
bre de  1836,  en  cuyo  territorio  se  habían  refu- 
giado sus  padres  para  escapar  a  las  persecu- 
ciones sangrientas  de  la  dictadura  de  Rosas.  A 
la  edad  de  diez  y  siete  años  Carril  fué  enviado 
a  Europa,  siguiendo  cursos  comerciales  en 
Barcelona,  y  recorrió  las  principales  naciones 
de  aquel  continente  hasta  1856,  en  que  regre- 
só a  la  república,  estableciéndose  en  San 
Juan,  lugar  del  nacimiento  de  su  padre,  hom- 
bre distinguido  y  descendiente  de  una  de  las 
familias  más  antiguas  de  aquella  provincia. Fué 
juez  del  crimen,  diputado  a  la  Legislatura, 
ministro  y  después  elegido  gobernador.  Su  ad- 
ministración fué  excelente,  realizando  refor- 
mas y  haciendo  construir,  entre  otros  estable- 
cimientos públicos,  la  casa  actual  de  Gobierno. 
Carril  era  hombre  de  pluma  a  la  vez  que  polí- 
tico, y  así,  el  año  68  fundaba  en  San  Juan  La 
Voz  de  Muyo,  diario  de  combate  que  llegó  a 
convertirse  en  órgano  autorizado  del  partido  a 


CAR 


-  121 


CAS 


D.  Salvador  M.'  del  Carril. 


que  pertenecía  su  redactor.  Electo  senador  al 
Congreso  de  la  Nación  (1871),  fué  sobrio,  pero 
laborioso,  debiéndose  a  su  iniciativa  los  pro- 
yectos sobre  ferrocarriles  del  interior.  Era 
hombre  de  talento,  de  una  imaginación  activí- 
sima, buen  estadista  y  con  aspiraciones  acen- 
tuadas a  la  vida  pública.  Falleció,  en  ejercicio 
de  su  cargo  de  senador,  el  18  de  diciembre 
de  1874. 

Carril  (Salvador  María  del).  Estadista.  Nació 
en  San  Juan,  el  5  de  agosto  de  1798.  Se  docto- 
ró en  Córdoba, 
y  desde  muy  jo- 
ven actuó  en  po- 
lítica, siendo  elec- 
to gobernador  de 
su  provincia  na- 
tal el  10  de  enero 
de  1823,  cargo 
que  ejerció,  aun- 
que con  breve  in- 
terrupción, hasta 
el  12  de  septiem- 
bre de  1825.  Mi- 
nistro de  Estado 
durante  la  admi- 
nistración del  pre- 
sidente Rivadavia.  Fué  después  uno  de  los  más 
exaltados  adversarios  del  Gobierno  Dorrego, 
como  también  del  de  Rosas,  por  lo  que  tuvo  que 
emigrar  al  Paraguay,  desde  donde  lo  combatió. 
En  1852  regresó  a  su  patria,  figurando  en  el 
Gobierno  de  la  Confederación,  en  1853,  como 
constituyente.  En  el  mismo  aflo  fué  electo  vi- 
cepresid-inte,  durante  la  administración  del  ge- 
neral Urquiza,  quedando  su  nombre  asociado  a 
los  actos  más  importantes  de  la  política  y  ad- 
ministración de  la  Confederación.  Fué  también 
vicepresidente  de  la  primera  Suprema  Corte  de 
Justicia  nacional.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
19  de  enero  de  1883. 

Carrizo  (Nicolás).  Gobernador  de  Tucumán. 
Natural  de  las  Provincias  Vascongadas.  Des- 
cendiente de  los  primitivos  conquistadores  y 
pobladores  de  la  provincia  llamada  de  Tucu- 
mán. Sema  de  capitán  en  el  ejército  del  go- 
bernador D.  Francisco  de  Aguirre  y  era  un  su- 
jeto bien  considerado  y  respetado.  Depuesto 
Aguirre  y  conducido  a  Lima,  D.  Diego  Arana, 
que  había  sido  nombrado  para  sucederle,  no 
aceptó  el  puesto  y  lo  confió  a  la  prudencia  de 
Carrizo,  ocupándolo  éste,  en  calidad  de  interi- 
no, de  1570  a  1572,  en  que  entró  a  desempeñar- 


lo G.  L.  Cabrera.  Carrizo  figuró  en  la  guerra 
contra  los  calcltaquíes  y  en  la  que  ocasionó  el 
levantamiento  de  Pedro  Bohórquez.  Ocupó 
también  el  empleo  de  justicia  mayor. 
Casacuberta  (Juan  A.).  Actor  dramático.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  en  1799.  A  los  ocho  años 
de  edad  perdió  a  su  padre,  muerto  por  los  in- 
gleses en  Montevideo  en  1807.  Casada  la  ma- 
dre en  segundas  nupcias  con  un  bordador  en 
oro,  le  hizo  obrero  al  niño  en  su  taller,  y  en 
sus  ocios  estudiaba  escritura  y  aritmética  bajo 
la  dirección  de  su  padrastro.  En  aquel  modesto 
taller  debía  decidirse  entretanto  su  destino; 
era  el  taller  de  una  afamada  compañía  dramá- 
tica que  trabajaba  en  Montevideo,  siendo  él 
quien  llevaba  a  los  artistas  sus  adornos  y  sus 
trajes.  De  esa  comunicación  diaria  con  los  ar- 
tistas nació  su  amor  al  arte.  Asistía  puntual- 
mente a  los  ensayos,  formando  así,  en  aquella 
escuela  práctica,  su  gusto  y  su  sistema,  y  su- 
pliendo su  propia  ignorancia  con  las  dotes  re- 
levantes de  su  espíritu.  Aquel  aprendizaje 
duró  varios  años;  pero  fué  la  primera  y  única 
escuela  de  artista  que  tuvo  el  joven  Casacu- 
berta, de  la  que,  para  honor  suyo,  salió  en 
aptitud  de  personificar  los  más  grandes  carac- 
teres de  la  vida  escénica.  La  famosa  bailarina 
la  Paca,  ese  imperecedero  recuerdo  en  el  Río 
de  la  Plata,  le  adiestró  en  su  arte,  y  a  poco 
apareció  Casacuberta  convertido  también  en 
maestro  de  baile.  Sin  embargo,  continuó  tra- 
bajando en  su  antiguo  oficio  hasta  el  año  1829, 
en  que  hizo  su  aparición,  con  éxito,  en  un  teatro 
de  Montevideo.  De  allí  pasó  a  esta  ciudad  y  a 
la  de  Córdoba,  en  la  que  fundó  el  primer  tea- 
tro; pero  adversario  de  la  tiranía  y  patriota 
entusiasta,  se  enroló  en  el  ejército  del  general 
Lamadrid,  hasta  que  derrotado  éste  en  Men- 
doza, en  la  batalla  del  Rodeo  del  Medio,  el  24 
de  septiembre  de  1841,  trató  de  refugiarse  en 
Chile  con  el  resto  de  sus  tropas,  y  Casacu- 
berta, como  otros  de  sus  compañeros,  cruzó  a 
pie  y  descalzo  la  cordillera,  y  allí  en  Chile 
cosechó  grandes  aplausos,  sobre  todo  como 
actor  trágico.  Pasó  después  a  Lima,  donde 
obtuvo  un  éxito  asombroso.  Retirado  del  tea- 
tro, en  un  viaje  que  hizo  a  Chile  en  1849  sus 
admiradores  le  obligaron  a  dar  una  represen- 
tación, y  dando  el  drama  Los  seis  grados  del 
crimen,  al  ser  conducido  al  cadalso,  fué  tal  la 
emoción  que  sufrió,  que  cayo  muerto  en  el  es- 
cenario. Este  eminente  actor  dramático  y  dis- 
tinguido patriota  falleció  en  Santiago  de  Chi- 


CAS  -  122 

le,  el  23  de  septiembre  de  1849.  La  sociedad 
de  esa  ciudad  le  tributó  grandes  demostracio- 
nes en  sus  exequias. 

Caaacuberta  (Juan).  Militar.  Primo  hermano 
del  anterior.  Nacido  en  Buenos  Aires,  en  1796. 
En  calidad  de  simple  soldado,  y  siendo  todavia 
un  niño,  se  halló  en  las  invasiones  inglesas,  y 
en  1810  se  enroló  en  el  segundo  tercio  de  cí- 
vicos, pasando  en  1815,  con  el  grado  de  sub- 
teniente, al  8."  regimiento  de  línea.  A  las  ór- 
denes de  Viamonte  marchó  a  Santa  Fe,  donde, 
después  de  desempeñar  varias  comisiones,  fué 
ascendido  a  teniente.  En  1816,  estando  guar- 
neciendo el  paso  de  Santo  Tomé,  fué  atacado 
por  fuerzas  de  Artigas,  sosteniendo  un  com- 
bate. Hecho  prisionero,  fué  confinado  al  Brasil, 
de  donde  fugó,  siendo  poco  después  tomado 
prisionero  nuevamente.  Al  año  regresó  a  su 
ciudad  natal,  siendo  reincorporado  al  ejército 
en  el  regimiento  número  1.°  de  Granaderos  de 
infantería,  con  el  grado  de  capitán,  sirviendo 
a  las  órdenes  de  los  Balcarce,  Rodríguez  M.  y 
Montes  de  Oca  en  las  campañas  contra  los 
montoneros  y  los  salvajes.  Marchó  después 
a  la  campaña  del  Brasil,  obteniendo  en  Itu- 
eaingó  las  presillas  de  sargento  mayor.  Desde 
1828  hasta  1841  actuó  en  la  guerra  civil  como 
miembro  del  partido  unitario.  Después  de  Fa- 
maílla  emigró  a  Bolivia,  y  vuelto  del  destierro 
en  1852,  ocupó  diversos  puestos  militares,  y 
en  1868  obtuvo  el  grado  de  coronel.  Murió  en 
Buenos  Aires,  el  27  de  marzo  de  1871,  desem- 
peñando el  puesto  de  jefe  del  Cuerpo  de  Invá- 
lidos. 

Casa  de  Comedias.  Durante  el  gobierno  del 
progresista  virrey  Vértiz,  se  levantó  en  una 
casa  espaciosa,  pero  modesta,  la  Casade  Come- 
dias, en  el  sitio  que  hoy  ocupa  el  mercado  del 
centro,  e  hizo  escribir  sobre  el  palco  escénico 
el  lema  de  Rídendo  corriga  mores  (riendo  co- 
rrijo las  costumbre).  El  obispo  trató  de  opo- 
nerse a  este  establecimiento,  tachándolo  de  in- 
moral y  contrario  al  retiro  religioso  en  que  las 
familias  y  los  jóvenes  debían  mantenerse  por  la 
noche.  El  virrey,  que  era  un  regalista  de  la  es- 
cuela de  Floridablanca  y  Campomanes,  lo  puso 
a  raya  y  no  le  hizo  el  menor  caso.  Pero  pen- 
diente la  controversia,  cayó  un  rayo  en  el  de- 
pósito de  la  pólvora,  situado  en  las  inmediacio- 
nes de  la  ciudad.  La  conmoción  causó  un  terri- 
ble espanto  en  el  vecindario,  matando  22  per- 
sonas de  la  guardia  y  dos  o  tres  empleados. 
Se  aprovecharon  de  esto  los  fanáticos  refrac- 


CAS 

tarios,  que  miraban  con  odio  las'reformas  y  las 
mejoras  del  virrey,  para  propalar  desde  el  pul- 
pito que  la  catástrofe  era  un  castigo  del  Cielo 
por  haber  establecido  la  Casa  de  Comedias. 
El  virrey,  que  no  era  hombre  de  permitirseme- 
jantes  insolencias  y  mentiras,  hizo  prender  a 
los  predicadores,  los  expulsó  de  Buenos  Aires, 
mandó  que  se  los  tuviera  reclusos  en  La  Rioja 
y  ordenó  a  los  provinciales  que  en  el  mismo 
pulpito  hicieran  desdecir  y  condenar  esas  opi- 
niones. Pero  desde  entonces  no  hubo  género 
de  desaires  y  groserías  que  el  obispo  no  quisie- 
se hacerle  en  su  iglesia,  obligándole  a  usar  de 
su  autoridad,  «porque  (dice  él  mismo)  no  debía 
permitir  que  la  Real  Jurisdicción,  Real  Patro- 
nato y  el  decoro  de  mi  empleo  se  menoscaba- 
sen de  este  modo  y  con  tanta  irreflexión».  (Ló- 
pez). 

Casa  de  Contratación.  Era  un  Tribunal  que 
funcionaba  en  España  para  intervenir  en  todos 
los  negocios  de  carácter  mercantil,  monopoli- 
zando el  comercio,  estableciéndose  en  Sevilla, 
y  más  tarde  se  trasladó  a  Cádiz;  no  obstante, 
en  1522  se  fundo  otra  en  La  Coruña  para  el  co- 
mercio de  las  especies.  La  ordenanza  creando 
este  tribunal,  se  dictó  el  20  de  enero  de  1803. 

Casaffoustli  (Carios  A).  Ingeniero.  Nacido 
en  Buenos  Aires,  en  abril  de  1855.  Cursó  sus 
estudios  preparatorios  en  el  Colegio  Nacional, 
donde  empezó  a  revelar  talento,  carácter  y  su 
marcada  predilección  por  las  ciencias  exactas, 
y  terminados  éstos,  pasó  a  Francia,  a  la  famo- 
sa Escuela  de  Artes  y  Manufacturas  de  París, 
donde  continuó  sus  estudios  hasta  graduarse 
de  ingeniero  civil.  De  regreso  a  la  patria,  re- 
validó su  diploma,  rindiendo  un  brillante  exa- 
men. Inmediatamente  fué  nombrado  ingeniero 
de  primera  clase  en  el  departamento  civil  de 
ingenieros,  y  sucesivamente  ingeniero-jefe  de 
la  sección  de  Cuyo,  director  de  oficina.  En  este 
puesto  emprendió  el  trazado  y  construcción  del 
camino  a  Chile,  que  atraviesa  la  cordillera. 
Fué  diputado  en  Córdoba  y  renunció  al  ser 
nombrado  director  de  las  obras  en  construcción 
del  dique  de  San  Roque.  Académico  de  la  Uni- 
versidad de  Córdoba.  En  Entre  Ríos  ejecutó  el 
puente  sobre  el  río  Gualeguay  y  en  Santiago 
del  Estero  proyectó  y  ejecutó  la  obra  de  arte 
del  canal  de  la  Cuarteada,  obra  admirable  que 
provee  de  agua  a  la  ciudad  e  impide  las  inun- 
daciones. Era  un  profesional  en  hidráulica.  Mu- 
rió en  Gualeguay,  el  24  de  agosto  de  1900. 

Casalao  (combate).  El  15  de  junio  de  1659.  El 


CAS  -  123  - 

gobernador  del  Tucumán,  D.  Alonso  Mercado 
y  Villacorta,  tiene  noticia  de  una  gran  conju- 
ración de  los  indios  calchaquies,  encabezada 
por  el  mestizo  Luis  Enriquez,  a  quien  dirigía 
secretamente  D.  Pedro  Bohórquez,  que  se  ha- 
bía hecho  reconocer  y  obedecer  por  los  indios 
como  descendiente  de  los  Incas.  Con  tal  moti- 
vo sale  a  campaña,  pero  los  indígenas  se  mués" 
tran  sumisos.  Mas  al  hacer  una  travesía  para 
reunirse  con  un  tercio  que  había  salido  de  Lon" 
dres,  provincia  de  Catamarca,  es  atacado  vio- 
lentamente por  los  calchaquies  al  llegar  al  puii 
blo  de  Casalao,  teniendo  por  resultado  este 
combate  la  completa  derrota  de  los  indios,  a 
la  que  se  siguió  una  gran  mortandad. 

Casares  (Carlos).  Hacendado.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  el  año  1835.  Desde  joven  se  dedicó  a 
las  tareas  del  campo  y  a  las  transacciones  co- 
merciales, tomando  también  no  escasa  partici- 
pación en  la  política  desde  la  caída  de  Rosas. 
Afiliado  al  partido  que  acaudilló  D.  Adolfo 
Alsina,  desempeñó  algunos  puestos  públicos: 
administrador  general  del  ferrocarril  del  Oes- 
te y  presidente  del  Banco  de  la  Provincia.  Ha- 
biendo renunciado  el  mando  de  la  provincia 
de  Buenos  Aires  el  gobernador  Acosta  en  el 
año  1874,  al  siguiente  surgió  electo  Casares 
para  el  período  de  1875  a  1878,  durante  el  cual 
realizó  muchas  obras  progresistas  y  la  con- 
quista de  la  frontera,  como  también  la  de  la 
conciliación  de  los  partidos  nacionalista  y  au- 
tonomista. Falleció,  en  su  estancia  en  el  parti- 
do de  la  Magdalena  (Buenos  Aires),  el  2  de 
mayo  de  1883,  y  su  entierro  dio  lugar  a  una 
imponente  demostración  de  duelo. 

Casco  de  Mendoza  (Víctor).  Uno  de  los  63 
compañeros  de  D.  Juan  de  Garay  el  día  de 
la  fundación  de  Buenos  Aires,  el  11  de  junio 
de  1580.  Casco  era  natural  de  la  Asunción  del 
Paraguay  y  descendía  de  los  primeros  conquis- 
tadores y  pobladores  de  estas  provincias.  Era 
casado  con  D."  Mayor  López.  Como  era  de  los 
fundadores  de  Buenos  Aires,  fué  agraciado 
con  varias  suertes  de  tierra,  según  consta  en 
el  acta  del  repartimiento.  En  1600  figuró  como 
capitán  y  vecino  de  Buenos  Aires;  ocho  años 
después  fué  regidor  y  alférez  real  de  la  misma. 

Caseros  (batalla).  En  que  fué  derrotado  el  dic- 
tador Rosas,  el  3  de  febrero  de  1852,  en  Monte 
Caseros,  a  tres  leguas  de  Buenos  Aires.  El 
general  Urquiza,  al  frente  de  un  numeroso 
ejército,  compuesto  de  argentinos,  una  división 
de  uruguayos  y  otra  de  brasileños,  venció  al 


CAS 

ejército  de  Rosas,  que  en  número  de  más  de 
30.000  hombres  se  desbandó  al  poco  rato  de 
iniciarse  la  batalla.  Esta  acción,  en  que  toma- 
ron parte  más  de  60.000  combatientes,  no  tuvo 
en  sí  importancia  como  acción  de  guerra;  pero 
sí  la  tuvo  como  resultado  político,  pues  dio  en 
tierra  con  la  tiranía  que  durante  veintitrés 
años  ensangrentó  al  país.  Rosas  fué  uno  de  los 
primeros  en  abandonar  el  campo  de  batalla, 
fugándose  a  caballo  hasta  Buenos  Aires,  don- 
de se  refugió  en  el  Consulado  de  Inglaterra, 
de  donde  salió,  para  emigrar  a  Europa,  en  la  no- 
che del  mismo  día.  Caseros  está  situado  en  el 
partido  de  San  Martín,  provincia  de  Buenos 
Aires.  Un  monte  y  un  caserío  de  la  época  co- 
lonial le  dio  el  nombre  al  paraje. 

Castañeda  (Fray  Francisco  de  Paula).  Sacer- 
dote. Nacido  en  Buenos  Aires,  en  el  año 
de  1776.  Se  educó 
en  el  convento 
franciscano  de 
esta  ciudad  y  pa- 
só a  ordenarse  en 
Córdoba  el  año 
1800,  donde  obtu- 
vo, por  oposición, 
en  la  Universidad 
una  cátedra  de 
Filosofía.  Redac- 
tó varios  periódi- 
cos en  Buenos  Ai- 
res, Santa  Fe  y 
Córdoba.  Fundó 
Escuelas  de  Ar- 
tes y  Oficios  y  una  Escuela  de  Dibujo.  Se  de- 
dicó a  la  conversión  de  los  indios  y  también 
fundó  el  pueblo  de  San  José  de  la  Esquina.  Fa- 
lleció en  el  Paraná,  el  12  de  mayo  de  1832.  El 
P.  Castañeda  fué  un  luchador  de  vuelos  extra- 
ordinarios, sacerdote  modelo,  un  patriota  y 
educacionista  distinguido,  siendo  su  figura  en 
extremo  interesante,  especialmente  por  las 
originalidades  de  su  estilo,  «que  forma  por  sí 
solo  una  época  en  la  literatura  del  Río  de  la 
Plata». 

Castañeda  (Gregorio  de).  Gobernador  de  la 
antigua  provincia  de  Tucumán,  nombrado  por 
Francisco  de  Villagrán.  Tomó  posesión  del 
mando  a  principios  de  1561.  Por  su  despotismo 
fué  muy  aborrecido.  Murió  ahogado  en  el  Bio- 
Bío,  en  Chile. 

Castañeda  (Pedro).  Gobernador  de  Jujuy 
en  1849.  Natural  de  Buenos  Aires.  Era  del 


Fray  Francisco  Castañeda. 


CAS  -  124 

partido  federal  y  subió  al  Poder  llevado  por 
sus  correligionarios,  principalmente  por  la  in- 
fluencia del  gobernante  Iturbe,  con  quien  esta- 
ba asociado  en  especulaciones  mercantiles. 
«Castañeda  fué  pacífico,  tolerante  y  respetó  el 
derecho  de  todos.  La  sociedad  se  repuso  un 
tanto  y  comenzó  a  reinar  tal  cual  actividad  en 
los  ramos  constitutivos  de  la  vida  general.  Al 
terminar  sn  período  de  dos  años  convocó  al 
pueblo  para  verificar  la  elección  de  su  reem- 
plazante, sin  ejercer  de  modo  alguno  presión 
ni  imponerse  de  ninguna  manera  en  el  ánimo 
de  sus  gobernados.» 

Castañón  (Bernardo).  Militar.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  20  de  agosto  de  1787.  Como  cade- 
te del  Arma  de  Caballería  empezó  su  carrera 
con  motivo  de  las  invasiones  inglesas.  En  1810 
era  capitán  y  obtuvo  licencia  para  reclutar 
gente  p^ra  remontar  el  regimiento  número  3.°, 
a  que  pertenecía.  En  10  de  agosto  de  1814  fué 
nombrado  jefe  de  la  escolta  del  director  supre- 
mo, D.  Gervasio  Antonio  de  Posadas,  y  en  1819 
ascendía  a  sargento  mayor  graduado .  Siendo 
teniente  coronel  fué  nombrado  edecán  del  pre- 
sidente Rivadavia  y  confirmado  en  el  Gobierno 
de  Dorrego.  Ayudante  de  la  Inspección  gene- 
ral de  Armas,  y  en  1832  elevado  a  coronal.  Du- 
rante la  tiranía  se  le  borró  de  la  lista  militar, 
y  años  después  se  le  condenó  al  ser\'icio  de  las 
armas  por  «salvaje  unitario)  y  obligándole  a 
poner  dos  prisioneros  en  su  reemplazo,  man- 
dando fusilar  a  su  hijo  Domingo,  en  el  cuartel 
del  Retiro,  el  14  de  abril  de  1842.  Emigró  a 
Montevideo,  en  cuya  plaza  sirvió  entre  los  de- 
fensores. Después  de  Caseros  revistó  en  la 
plana  mayor  activa  como  coronel  de  caballe- 
ría de  línea.  Muríó  en  Buenos  Aires,  el  10  de 
diciembre  de  1859.  El  coronel  Castañón  fué  un 
patriota  y  caba- 
llero sin  tacha, 
muy  bien  concep- 
tuado por  sus  re- 
levantes prendas 
de  carácter. 

Castellanos 
(Aarón).  Natural 
de  Salta.  Militó 
honrosamente  en 
la  guerra  de  la 
independencia. 
Se  avecindó  des- 
pués en  la  ciudad 
de  Santa  Fe,   en  D.  Aarón  Castellanos 


CAS 


cuyo  vecindario  llegó  a  ser  el  verdadero  motor 
de  su  progreso.  Fundador  en  1854,  de  la  colo- 
nia agrícola  «La  Esperanza»;  dio  la  iniciativa 
para  nuevas  empresas  de  este  género, que  vi- 
nieron a  dar  importancia  a  sus  campos  incultos 
y  sin  valor  entonces.  Castellanos  fué  un  hom- 
bre de  inquebrantable  voluntad  en  el  trabajo; 
fué  un  entusiasta  colonizador  y  explorador  de 
los  desiertos  argentinos.  A  la  edad  de  80  años 
dejó  de  existir,  en  la  ciudad  del  Rosario  de 
Santa  Fe,  el  1  de  abríl  de  1880. 

Castellanos  (Francisco  Remigio).  Magistra- 
do y  hombre  público.  Natural  de  Salta.  Na- 
cido el  1  de  octubre  de  1779.  Se  recibió  de 
abogado  en  la  Universidad  de  Charcas.  Ase- 
sor general  de  esa  ciudad  y  más  tarde  en  Mon- 
tevideo. Asesor  del  Cabildo  de  Buenos  Aires  en 
los  años  de  1817  y  1818.  Trasladado  a  Mendo- 
za, fué  investido  del  cargo  de  juez  de  alzada. 
La  provincia  de  Salta  dio  sus  votos  para  dipu- 
tado al  Congreso  Constituyente  (1824)  que  se 
reunió  en  Buenos  Aires,  y  sancionada  la 
constitución  con  que  este  Cuerpo  organizaba 
la  República,  a  Castellanos  se  le  designó  para 
presentarla  a  la  provincia  de  La  Rioja.  Disuelto 
el  Congreso  por  la  guerra  civil,  entra,  en  clase 
de  vocal,  a  ser  miembro  de  la  Cámara  de  apela- 
ciones. Mal  mirado  por  Rosas,  por  sus  afinida- 
des con  el  partido  unitario,  le  destituyó,  vién- 
dose luego  obligado  a  emigrar  a  Montevideo. 
Conocido  y  apreciado  allí  por  sus  anteceden- 
tes de  jurista,  es  nombrado  miembro  del  Supe- 
rior Tribunal  de  Apelaciones,  a  cuyo  puesto 
prestó  por  más  de  ocho  años  sus  luces  y  pro- 
fundos conocimientos.  Falleció  el  14  de  abril 
de  1839. 

Castellanos  (Uladislao).  Doctor,  tercer  arzo- 
bispo de  la  República  Argentina.  Nacido  en 
San  Javier,  provincia  de  Córdoba,  el  23  de  no- 
viembre de  1834.  Promovido  al  obispado  titu- 
lar de  Ankialo  y  auxiliar  de  Córdoba  el  24  de 
septiembre  de  1892.  Nombrado  arzobispo  el  12 
septiembre  de  1895. 

Gastelli  í'Angel).  Natural  de  Venecia  (Italia). 
Hijo  legítimo  de  D.  Antonio  Castelli  y  de  doña 
Francisca  Salomón,  ambos  naturales  y  vecinos 
de  la  referida  ciudad.  Vino  a  Buenos  Aires, 
llegando  a  reunir  una  respetable  fortuna,  ad- 
quirida en  el  comercio,  que  fué  su  preferente 
ocupación.  Contrajo  matrimonio  en  I7ü2  con 
María  Josefa  Villarino  y  González  de  Islas. 
Falleció  en  17  de  septiembre  de  1781 ,  y  fué  en- 
terrado en  la  iglesia  de  San  Francisco,  hoy 


CAS 


125 


CAS 


D.  Juan  José  Qastelli 


basílica  menor.  El  D.  Juan  José  Castellí,  hom- 
bre político  de  la  revolución  de  mayo,  era  hijo 
de  D.  Ángel  Castellí. 
Castelli  (Juan  José).  Político.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  19  de  julio  de  1764,  e  hizo  en  esta  ciu- 
dad sus  estudios  has- 
ta el  curso  de  Filo- 
sofía, siendo  discípu- 
lo en  este  ramo  del 
Dr.  Pantaleón  Riva- 
rola.Se  trasladó  lue- 
go a  Córdoba,  y  de 
allí  pasó  a  la  Uni- 
versidad de  La  Plata 
(Charcas  I,  donde  ter- 
minó sus  estudios, 
doctorándose  en  Ju- 
risprudencia. El  6  de 
mayo  de  1796,  a  pro- 
puesta directa  de 

Belgrano,  fué  nombrado  secretario  sustituto 
del  Real  consulado.  Durante  largos  años  Cas- 
tellí estuvo  exclusivamente  dedicado  a  su  pro- 
fesión de  abogado,  distinguiéndose  en  el  ejerci- 
cio de  ella  por  la  habilidad  de  sus  defensas  y  la 
vehemencia  y  energía  de  sus  exposiciones;  ejer- 
ció igualmente  el  cargo  de  relator  de  la  Real 
Audiencia.  «Castellí  fué  uno  de  los  miembros 
más  activos  y  entusiastas  de  la  asociación  se- 
creta, que  la  componía  un  número  limitado  de 
personas,  y  que  se  reunían  indistintamente  en 
casa  de  D.  Hipólito  Vieytes,  calle  Venezuela,  o 
en  casa  de  D.  Nicolás  Rodríguez  Peña,  calle 
Piedad.»  (B.  Mitre. )Allí  se  discutía  y  se  delibe- 
raba al  calor  de  propósitos  comunes,  y  sus  reso- 
luciones se  reflejaban  misteriosamente  en  el 
ejército  y  en  el  pueblo.  «Guiados — dice  el  ge- 
neral Mitre  -por  una  de  esas  inspiraciones  sal- 
vadoras que  brillan  en  los  momentos  supremos, 
se  pusieron  inmediatamente  en  movimiento, 
eligiendo  por  campo  de  sus  maniobras  el  Ayun- 
tamiento de  la  ciudad,  única  autoridad  que  no 
caducaba  y  que  debía  sobrevivir  a  la  ruina  de 
todas  las  instituciones  coloniales.  En  conse- 
cuencia, en  el  mismo  día  18,  D.  Manuel  Bel- 
grano y  D.  Cornelio  Saavedra  se  presentaron 
al  alcalde  de  primer  voto,  que  lo  era  D.  Juan 
José  Lezica,  incitándole,  a  nombre  de  los  pa- 
triotas, para  «que  sin  demora  alguna  se  cele- 
brase un  cabildo  abierto,  a  fin  de  que,  reunido 
el  pueblo  en  asamblea  general,  acordase  si  de- 
bía cesar  el  virrey  en  el  mando  y  se  erigiese 
una  Junta  Superior  de  Gobierno  que  mejorase 


la  suerte  de  la  Patria.»  Al  mismo  tiempo  que 
esto  sucedía,  el  Dr.  Castellí  conquistaba  el 
voto  del  Dr.  D.  Julián  Leyva,  hombre  profun- 
do, que  era  al  mismo  tiempo  el  síndico  procu- 
rador y  el  oráculo  del  Cabildo.  «Más  tarde  era 
comisionado,  en  unión  del  comandante  Martín 
Rodríguez,  por  la  misma  Junta  patriota,  para 
que  se  apersonase  al  virrey  Cisneros  a  reque- 
rirle, en  nombre  del  pueblo  y  de  las  tropas,  la 
convocatoria  inmediata  del  cabildo  abierto.» 
Llegado  a  presencia  del  virrey,  Castellí  le  ex- 
presó, en  términos  francos  y  decisivos,  el  ob- 
jeto de  su  misión,  produciendo  sus  palabras 
una  sorpresa  profunda  en  el  ánimo  del  atribu- 
lado mandatario,  que  accedió  después  de  algu- 
nas vacilaciones,  dando  esta  rendida  contesta- 
ción: Puesto  que  el  pueblo  no  me  quiere  y  el 
ejército  me  abandona,  hagan  ustedes  lo  que 
quieran.  Reunida,  en  consecuencia,  la  asamblea 
popular  el  día  22,  Castellí,  que  estaba  decidi- 
damente por  la  constitución  de  un  nuevo  Go- 
bierno elegido  directamente  por  el  pueblo,  fué 
uno  de  los  primeros  patriotas  que  se  levanta- 
ron de  su  asiento,  condensando  su  pensamien- 
to, después  de  una  peroración  expresiva  y  elo- 
cuente, en  estas  notabilísimas  palabras:  «La 
España  ha  caducado,  y  con  ello  las  autorida- 
des que  son  su  encarnación.  El  pueblo  ha  re- 
asumido la  soberanía  del  monarca,  y  a  él  le 
toca  instituir  el  nuevo  Gobierno  en  representa- 
ción suya.»  Estas  palabras  eran  una  profecía  y 
un  programa.  Establecida  la  primera  Junta  re- 
volucionaria, Castelli  se  incorporó  a  ella  en 
calidad  de  vocal.  Castelli,  lo  mismo  que  More- 
no, fué  de  los  pocoshombresque  tuvieron  rum- 
bosfijosen  aquellashorasdeconflicto;así nadie 
los  aventajó  en  la  decisión  de  su  patriotismo  y 
en  la  firmeza  de  sus  convicciones.  Moreno  y 
Castelli  fueron  los  tipos  clásicos  de  la  revolu- 
ción; el  uno  tenía  la  fuerza  del  genio  que  do- 
mina y  avasalla,  el  otro  tenía  la  fuerza  de  Ib 
voluntad,  que  lleva  al  hombre  hasta  el  sacrifi- 
cio de  sí  mismo.  Eran  dos  almas  movidas  por 
los  mismos  resortes,  calentadas  por  el  mismo 
fuego  sagrado;  pero  aunque  inferior  en  las  do- 
tes de  la  inteligencia  y  del  carácter,  Castelli 
tenia,  no  obstante,  este  alto  mérito:  era  un 
hombre  de  gobierno  y  de  acción,  un  alma  y  un 
brazo  a  la  vez.  Castelli  fué  el  encargado  de 
redactar  la  circular— que  debía,  por  desgracia, 
producir  conflictos— dirigida  a  todas  las  pro- 
vincias que  componían  el  virreinato  informán- 
dolas de  los  sucesos  acaecidos  en  la  capital  y 


CAS  -  126  - 

exhortándolas  al  mismo  tiempo  a  la  elección 
de  diputados  para  la  pronta  instalación  de  un 
Congreso  general.  Resuelta  por  la  misma  Jun- 
ta la  muerte  de  Liniérs  y  demás  jefes  que  en- 
cabezaban la  resistencia  armada  del  interior, 
el  vocal  Castelli,  por  consecuencia  de  las  vici- 
laciones  del  coronel  Ortiz  de  Ocampo,  fué  co- 
misionado, a  indicación  de  Moreno,  de  cumplir 
esa  resolución,  lo  que  así  hizo.  Decretada  la 
organización  de  un  pequeño  ejército,  al  mando 
d;  D.  Antonio  González  Balcarce,  Castelli  fué 
investido  del  cargo  de  representante  de  la  Jun- 
ta, no  limitándose  a  simple  representante  del 
Gobierno,  sino  que  fué  director  casi  exclusivo 
de  los  negocios  de  la  paz  y  de  la  guerra,  como 
se  verá  más  adelante.  A  fines  de  octubre,  las 
fuerzas  republicanas  llegaron   a    Cotagaita, 
donde  fueron  rechazadas,  hallándose  de  nuevo 
las  fuerzas  beligerantes  en  los  campos  de  Sui- 
pacha,  7  de  noviembre  de  1810,  saliendo  victo- 
riosos los  republicanos.  Castelli  ocupó  a  Potosí 
y  decretó  inmediatamente  el  arresto  de  su  go- 
bernador intendente,  D.  Francisco  de  Paula 
Sanz,  el  mariscal  Nieto  y  el  coronel  Córdoba, 
y  como  no  quisieran  jurar  respeto  y  obedien- 
cia a  la  Junta,  fueron  fusilados.  De  Potosí  pasó 
Castelli  a  Chuquisaca,  a  La  Paz  y  a  Oruro, 
siendo  objeto  en  todas  estas  ciudades  de  gran- 
des demostraciones  de   agradecimiento.    En 
Huaqui,  jornada  desastrosa  para  la  revolución, 
pues  con  ella  se  perdió  todo  el  Alto  Perú,  fué 
destruido  Balcarce  y  Castelli  por  la  felonía  de 
sus  adversarios,  que  no  cumplieron  un  armisti- 
cio celebrado  en  Laja.  El  ejército  se  retiró  a 
Salta  en  medio  de  las  más  grandes  dificultades 
y  privaciones.   Castelli,  llamado  a  la  capital 
para  que  respondiese  de  su  conducta,   lo  hizo 
en  los  primeros  días  del  mes  de  diciembre,  y 
resuelto  como  estaba  a  afrontar  valientemente 
la  nueva  situación  que  se  le  había  creado,  se 
presentó  inmediatamente  en  el  cuartel  del  re- 
gimiento número  1  de  Patricios,  de  que  era  jefe 
inmediato  el  general  Belgrano.  Su  causa  duró 
largo  tiempo,  y  fué  suspendida  porque  en  vez 
de  a  un  delincuente  se  juzgaba  a  un  moribun- 
do. Castelli  había  contraído  una  penosa  y  mor- 
tal enfermedad:  habíase  quemado  la  extremi- 
dad de  la  lengua  con  el  fuego  de  un  cigarro,  y 
se  le  formó  una  llaga  cancerosa,  que  le  produ- 
jo la  muerte,  el  12  de  octubre  de  1812.  En  la 
plaza  de  la  Constitución,   frente  a  la  estación 
del  ferrocarril  del  Sud,  se  le  levantó  una  esta- 
tua en  1910. 


CAS 

Castelli  (Pedro).  Militar.  Hijo  del  anterior.  Na- 
cido en  Buenos  Aires,  en  1801.  Enrolado  desde 
muy  joven  en  el  regimiento  de  Granaderos  a 
Caballo,  se  halló  en  la  jornada  de  San  Loren- 
zo; posteriormente  pasó  a  un  regimiento  de 
Húsares  del  ejército  que,  bajo  las  órdenes  de 
Rondeau,  sitiaba  la  plaza  de  Montevideo,  y 
después  de  la  rendición  de  las  tropas  españo- 
las que  la  defendían  actuó  más  tarde  en  la 
guerra  civil  y  con  los  indios,  hasta  que  en  1823, 
con  el  grado  de  sargento  mayor  de  caballeria, 
solicitó  su  baja  para  dedicarse  a  las  faenas  del 
campo,  en  las  que  consiguió  gran  fortuna  y 
mucho  prestigio  entre  los  hombres  del  Sud. 
En  1839  encabezó  en  esa  zona  de  la  provincia 
la  revolución  del  mismo  año.  Los  revoluciona- 
rios arriesgaron  un  combate    en  Chascomús 
contra  las  fuerzas  mandadas  por  los  coroneles 
Prudencio  Rozas  y  Granada.  Castelli,  jefe  de 
la  revolución,  valiente  como  era  y  bien  monta- 
do, escapó  de  entre  las  lanzas  enemigas;  pero 
tomado  prisionero  a  los  pocos  días,  los  perse- 
guidores le  dieron  muerte,  y  su  cabeza,  que  la 
cortó  un  sargento  llamado  Juan  Duran,  fué 
elevada  en  una  pica  en  la  plaza  del  pueblo  de 
Dolores,  permaneciendo  así  a  la  expectación 
pública  por  algún  tiempo.  Otro  hijo  del  patrio- 
ta de  mayo,   Luciano   Castelli,   sirvió  a   las 
órdenes  del  almirante  Brown  en  la  guerra  con- 
tra el  Brasil. 
Castex  (Alejo).  Magistrado.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1764.  Recibió  su  título  de  abogado 
en  1790.  En  las  invasiones  inglesas  estaba  al 
mando  de  un  cuerpo  de  caballería  denominado 
Migueletes.  Partidario  de  la  revolución;  juez 
de  alzada  del  Consulado.  Durante  la  adminis- 
tración del  director  Pueyrredón  formó  parte 
de  la  Cámara  de  Apelaciones,  y  fué  comisio- 
nado por  aquél  en  1816  a  Santa  Fe  para  hacer 
retirar  al  ejército  invasor  de  Díaz  Vélez  de  la 
provincia  y  desautorizar  ante  el  Gobierno  y  el 
pueblo  el  avance  del  ejército  porteño.  En  1821 
fué  auditor  de  Guerra  y  Marina,  miembro  del 
Tribunal  de  Justicia,  obteniendo  en  1827  su  ju- 
bilación de  camarista.  Dos  años  antes  ocupó 
una  banca  de  diputado  en  el  Congreso  general 
Constituyente,  en  representación  de  su  provin- 
cia. Durante  la  tiranía  se  le  suprimió  la  jubila- 
ción «por  no  ser  acreedor  a  la  consideración 
del  Gobierno».  Murió  en  esta  ciudad,  el  17  de 
septiembre  de  1841. 
Castillo  (Pedro  del).  Fundador  de  la  ciudad  de 
Mendoza.  Había  militado  en  la  guerra  de  la 


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127  - 


CAS 


conquista  de  Chile,  en  el  ejército  que  al  mando 
del  célebre  García  Hurtado  de  Mendoza  batió 
con  éxito  favorable  a  los  belicosos  araucanos 
hasta  asegurar  la  posesión  tranquila  de  los  po- 
bladores españoles.  Para  recompensar  los  im- 
portantes servicios  de  sus  oficiales  principales, 
Hurtado  de  Mendoza  dispuso  extender  el  do- 
minio de  la  conquista  a  los  territorios  trasandi- 
nos habitados  por  las  tribus  de  los  guarpes, 
adjudicándoles  a  sus  tenientes  la  posesión  a 
perpetuidad  de  estas  tierras.  Castillo,  uno  de 
ellos,  atravesó  la  cordillera  con  una  comitiva 
de  100  hombres,  y  entró  en  tratos  y  negocia- 
ciones de  paz  con  los  guarpes,  tribus  pací- 
ficas,  que  vivían  de  la  agricultura  y  de   la 
pesca,  y  cuyo  jefe  era  el  cacique  Guaimallén. 
Castillo  emprendió  entonces  la  fundación  de 
Mendoza,  en  1561,  dándole  este  nombre  en  ho- 
nor del  capitán  español  su  jefe 
Castro  (Emilio).  Hombre  público.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  21   de  diciembre  de  1821,  donde 
también  cursó  sus  estudios.  Desde  joven  actuó 
en  política,  tomando  participación  directa  en 
los  acontecimientos  de  su  época  y  en  el  partido 
unitario,  en  cuyas  filas  militó  a  las  órdenes 
del  general  Lavalle  en  las  campañas  contra  la 
dictadura,  y  luego  en  la  emigración.  Derroca- 
da la  tiranía,  fué  electo  diputado  a  la  Legisla- 
tura de  la  provincia,  figurando  entre  los  de- 
fensores de    la  ciudad    durante  el   sitio  del 
aflo  53.  En  1855  fué  electo  municipal,  y  el  7  de 
mayo  de  1857  fué  nombrado  jefe  de  Policía  de 
la  capital,  cargo  que  ejerció  con  competencia. 
En   1859  concurrió  como  jefe  del   2."    bata- 
llón de  Guardias  Nacionales  a  las  campañas  de 
Cepeda  y  Pavón.  Posteriormente  fué  diputado, 
y  luego  senador  en  varios  períodos,  y  el  10  de 
octubre  de  1868,  gobernador  de  su  provincia 
natal,  cargo  que  desempeñó  con  acierto  hasta 
la  terminación  de  su  período,  el  3  de  mayo 
de  1872.  Su  administración  descolló  por  varias 
iniciativas  útiles,  como  el  establecimiento  de 
las  aguas  corrientes,  tranvías  e  infinidad  de 
mejoras.  Su  gobierno  fué  de  orden  y  de  admi- 
nistración.   Desde    entonces,    aunque    formó 
parte  de  diversas  Comisiones  públicas,  se  re- 
tiró de  la  vida  política.  Falleció  en  esta  ciudad, 
el  22  de  abril  de  1899.  Al  sepultarse  sus  res- 
tos, habló  en  nombre  del  Poder  ejecutivo  el 
general  D.  Luis  María  Campos. 
Castro  (Manuel  Antonio).  Estadista.  Nació  en 
la  ciudad  de  Salta,  el  9  de  junio  de  1776,  y  cur- 
só sus  estudios  de  Derecho  en  las  Universida- 


des de  Córdoba  y  Chuquisaca.  En  esta  última 
ciudad  fué  secretario  de  la  Audiencia,  y  en  la 
de  Yungas  fué  juez  subdelegado,  recibiéndose 
de  abogado  en  la  Universidad  de  Chuquisaca. 
En  1809,  vino  a  Buenos  Aires,  donde  tomó 
participación  en  los  preparativos  del  movimien- 
to de  mayo  del  año  siguiente.  En  1813  ingre- 
só en  la  Cámara  de  Justicia,  y  fundó  la  Aca- 
demia de  Jurisprudencia,  de  la  que  fué  di- 
rector perpetuo  y  autor  de  su  reglamento. 
En  1817  fué  nombrado  gobernador  intendente 
de  Córdoba,  cargo  que  ejerció  hasta  1820,  con 
sabiduría  y  prudencia.  Cinco  anos  más  tarde 
fué  electo  diputado,  y  nombrado  presidente  de 
la  Cámara;  tomó  una  parte  principal  en  el  pro- 
yecto de  Constitución.Publicó  varias  obras  so- 
bre educación  y  temas  patrióticos;  también  fué 
redactor  durante  un  aflo  de  la  Gaceta  de  Bue- 
nos Aires,  y  cuando  presentó  la  renuncia  de 
este  cargo  oficial,  el  Gobierno  la  aceptó  en 
términos  honrosos.  Hablando  del  Dr.  Castro, 
el  Dr.  López  dice,  «que  era  uno  de  los  hom- 
bres más  doctos,  más  moderados  y  más  virtuo- 
sos que  contaba  la  República  Argentina».  Mu- 
rió en  Buenos  Aires,  el  20  de  agosto  de  1832. 

Castro  (Saturnino).  Coronel,  realista,  hermano 
del  anterior.  Nacido  en  Salta.  Cuando  se  ini- 
ció la  lucha  de  la  independencia  se  puso  al 
servicio  de  las  armas  realistas,  descollando 
por  su  valor,  habilidad  y  pericia.  Hallóse  en 
las  batallas  de  Tucumán  y  Salta,  y  caído  pri- 
sionero en  esta  última,  fué  uno  de  los  que  re- 
cuperaron su  libertad  bajo  el  solemne  juramen- 
to de  no  tomar  las  armas  contra  los  ejércitos 
republicanos.  Castro  fué  perjuro,  y  volvió  a 
combatir  contra  sus  hermanos.  Mas  tarde,  se 
propuso  abandonar  la  causa  de  los  realistas 
pero  sabiéndolo  el  general  español  Pezuela, 
lo  tomó  prisione- 
ro y  lo  hizo  eje- 
cutar,  en  sep- 
tiembre de  1819. 

Castro  Barros 
(Pedro  Ignacio). 
Nació  en  LaRio- 
ja,  el  31  de  julio 
de  1777,  y  era 
hijo  de  D.  Pedro 
Nolasco  Castro 
y  de  D.^  Francis- 
ca Barros.  En 
1790comenzósus 
estudios  de  Filo-    D.  Pedro  Ignacio  Castro  Barros. 


CAS 


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CAT 


Sofía  en  Córdoba,  donde  fué  ordenado  el  aflo 
1800  por  el  obispo  Moscoso,  En  1S04  volvió  a 
su  provincia,  al  ser  nombrado  cura  de  la  ciudad 
capital,  donde  fundó  un  colegio  y  dictó  cate, 
dras  de  latinidad  y  Filosofía.  Partidario  de  la 
emancipación  política  de  su  patria,  formó  par- 
te en  1813  del  Congreso,  como  representante 
de  su  provincia,  y  en  1816  volvió  a  ser  electo 
diputado  en  el  Congreso  que  declaró  la  inde- 
pendencia en  Tucumán,  en  cuya  Asamblea  pro- 
nunció notables  discursos,  figurando  entre  los 
miembros  más  distinguidos.  En  1823  fué  nom- 
brado rector  y  profesor  de  la  Universidad  de 
Córdoba,  y  el  Cabildo  eclesiástico  de  esta 
ciudad  le  nombró  provisor  y  vicario  general. 
En  la  de  Salta,  fué  canónigo  magistral,  y 
en  1826  declinó  el  honor  de  ser  elegido  diputa- 
do. En  1832  fué  tachado  de  salvaje  unitario, 
y  enviado  preso  a  un  pontón,  Cacique,  du- 
rante tres  meses,  y  desterrado  a  Montevideo, 
donde  permaneció  hasta  1839,  en  que  fué  a 
Chile,  estableciéndose  en  Santiago:  donde  fa- 
lleció el  17  de  abril  de  1849.  El  Gobierno  le 
decretó  honrosas  exequias  fúnebres.  Castro 
Barros  no  sólo  fué  orador  distinguido,  fué 
también  un  notable  canonista  y  un  propagan- 
dista ardiente  e  incansable  de  las  doctrinas  de 
la  Iglesia;  pero,  desgraciadamente,  su  espíritu 
estaba  vaciado  en  un  fanatismo  intemperante  y 
obcecado.  Editó  una  serie  de  escritos  religio- 
sos, publicando  él  mismo  algunos,  entre  los 
que  debemos  mencionar,  por  ser  los  más  sa- 
lientes en  mérito,  una  Impugnación  contra  la 
tolerancia  y  una  Disertación  sobre  la  indepen- 
dencia espiritual  de  la  Iglesia. 

Catalán  (Amaro).  Militar.  Nacido  en  Mendoza. 
Entró  al  servicio  militar,  como  soldado  del  es- 
cuadrón Dragones  de  San  Nicolás,  en  octubre 
de  1853,  y  por  grados  sucesivos  ascendió  a 
capitán  en  diciembre  de  1858,  habiendo  presta- 
do servicios  en  la  frontera  en  el  regimiento 
que  mandaba  el  coronel  Frías.  Hallóse  en  va- 
rios combates  con  los  indios,  y  en  las  filas  del 
ejército  de  Buenos  Aires  en  las  batallas  de  Ce- 
peda y  Paoón  (1859-1861).  Marchó  a  la  guerra 
del  Paraguay  de  sargento  mayor  del  regimien- 
to primero  de  caballería  de  línea,  y  en  esa  lar- 
ga campaña  llegó  a  teniente  coronel.  Des- 
pués de  la  guerra,  pasó  con  el  regimiento  a 
las  fronteras  del  Norte.  En  el  74  dio  la  prime- 
ra batalla  de  Santa  Rosa,  muriendo  en  la 
campaña. 

Catamarca  'fundación).  El  general  Juan  Pérez 


de  Zurita,  gobernador  del  Tucumán,  fundó  en 
1558,  en  el  valle  de  Quimmivil,  la  ciudad  de 
Catamarca,  llamándola  San  Juan  de  la  Rivera 
de  Londres.  Los  calchaquíes  la  destruyeron 
más  tarde,  y  en  1607  la  reedifica  el  goberna- 
dor Alonso  de  Rivera;  pero  en  el  alzamiento 
de  los  indios,  en  1627,  es  nuevamente  destrui- 
da y  sus  habitantes  anduvieron  largo  tiempo 
vagando,  hasta  que  el  gobernador  D.  Fernan- 
do de  Mendoza  Mate  de  Luna  le  da  asiento 
definitivo,  el  5  de  julio  de  1683,  con  el  nombre 
de  San  Fernando  de  Catamarca,  dando  así 
cumplimiento  a  una  cédula  de  16  de  agosto  de 
1679,  y  teniendo  por  pobladores  a  los  habitan- 
tes de  Londres.  Catamarca  viene  del  vocablo 
quichua  kata,  ladero  o  falda,  y  marca,  pueblo, 
o  sea  «pueblo  de  la  falda».  Su  primer  goberna- 
dor constitucional  fué  D.  Octaviano  Navarro, 
en  25  de  mayo  de  1856. 

Catorce  Jagüeles  (combate).  Una  pequeña 
invasión  de  indios,  penetrando  en  el  partido 
de  Tapalqué,  provincia  de  Buenos  Aires,  con- 
sigue arrebatar  alguna  caballada;  pero  es  re- 
chazada casi  por  completo  por  el  capitán  de 
guardias  nacionales  D.  Reginaldo  Pereyra. 
Se  rescata  todo  lo  robado  (21  de  enero 
de  1874). 

Catriel  (sublevación).  El  1  de  enero  de  1876, 
la  tribu  del  cacique  Catriel,  con  las  de  Namun- 
curá,  Baigorrita,  Pincén  y  Chilenos,  se  suble- 
van contra  la  autoridad,  formando  un  total  de 
cuatro  a  cinco  mil  indios  sobre  la  frontera 
Sud.  Las  fuerzas  nacionales,  poco  numerosas, 
al  mando  del  comandante  Winter,  consiguen 
derrotar  a  los  indios,  arrebatándoles  170.000 
anímales  vacunos,  30.000  yeguarizos  y  40.000 
lanares. 

Cattáneo  (Cayetano).  De  la  Compañía  de  Je- 
sús. Nacido  en  Italia,  en  1695.  Autor  de  unas 
interesantes  cartas  que  describen  las  colonias 
y  regiones  del  Río  de  la  Plata.  Dos  de  estas 
cartas  han  sido  publicadas  en  la  Revista  de 
Buenos  Aires,  del  Dr.  Quesada,  traducidas  del 
italiano  por  el  Sr.  Estrada,  que  emite  este  jui- 
cio: «Todas  ellas  se  refieren  al  estado  de  la 
sociedad  colonial  en  el  primer  cuarto  del  siglo 
pasado;  así  las  que  estudian  directamente  el 
aspecto  de  Buenos  Aires  y  Córdoba,  como  las 
que  consignan  observaciones  de  viajes  y  noti- 
cias relativas  a  los  medios  de  comunicación 
con  Europa  y  a  la  vialidad  fluvial  y  terrestre 
del  país.  Son  el  retrato  tomado  al  natural  de 
la  fisonomía  física  de  la  Colonia.  Al  estudiar 


CAU 


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CAX 


además  la  situación  de  nuestras  poblaciones 
en  punto  a  embellecimientos  artísticos,  fuer- 
zan a  entrar  al  lector  en  las  condiciones  con- 
temporáneas del  trabajo  y  de  la  industria,  tó- 
pico de  observaciones  económicas  que  afectan 
lo  más  vivo  de  la  sociedad.  Revelan  a  la  par 
curiosos  detalles  de  las  costumbres,  que  concu- 
rren a  habilitar  juicio  para  internarnos  con 
nueva  luz  en  los  problemas  históricos  de  aquel 
período,  en  el  cual  es  preciso  descubrir  los 
síntomas  de  vitalidad  de  la  remota  comunica- 
ción de  nuestros  abuelos.»  Este  ilustrado  sa- 
cerdote falleció,  el  28  de  agosto  de  1733,  en  la 
Reducción  de  Santa  Rosa  (Misiones). 

Caucete  (combate).  Guerra  civil.  El  30  de  octu- 
bre de  18G3,  contra  las  montoneras  de  Peflalo- 
za.  El  sargento  mayor  D.  Pablo  Irrazábal,  al 
frente  de  una  fuerza  del  1.°  de  caballería  de 
línea  y  de  guardias  nacionales  de  Mendoza, 
ataca  y  derrota  en  Caucete  (San  Juan)  a  una 
fuerza  de  la  montonera  del  general  Peñaloza, 
mandada  por  el  caudillo  Puebla.  El  general 
Arredondo,  que  se  aproximaba  en  socorro  de 
San  Juan,  al  tener  aviso  de  haber  invadido  las 
montoneras  aquella  provincia,  alcanza  a  des- 
truir a  algunos  grupos  de  dispersos  que  en- 
cuentra a  su  paso,  persiguiéndolos  tenaz- 
mente. 

Cavendish  (lord  Thomas).  Fué  uno  de  los  tan- 
tos marinos  ingleses  que  intentaron  atacar  a 
Buenos  Aires  en  1594.  Su  empresa  fué  des- 
graciada por  temporales  o  por  imprudencia:  su 
escuadrilla,  que  se  componía  de  cinco  naves,  se 
arrimó  a  ia  barra  de  Rio  Grande  y  fué  destro- 
zada contra  los  bancos  de  la  costa. 

Cavia  (Pedro  Feliciano  Sáenz  de).  Periodista  y 
hombre  público.  Nació  en  Buenos  Aires,-  en 
1777,  y  cursó  sus  estudios  de  Derecho  en  la 
Universidad  de  Córdoba.  En  1811  formó  parte 
de  la  Comisión  argentina  que  firmó  el  tratado 
con  el  Paraguay.  En  esa  época  fué  secretario 
del  general  Soler,  en  la  Banda  Oriental.  En 
1815  fué  diputado  de  la  Convención  electoral 
que  nombró  gobernador  al  general  Alvear,  y 
en  1824  y  25  representante  legislativo;  diputa- 
do al  Congreso  por  la  provincia  de  Corrientes 
al  año  siguiente,  donde  combatió  al  sistema 
unitario.  En  1828  fué  nombrado  secretario  de 
la  Comisión  argentina  encargada  de  celebrar 
la  paz  con  el  Brasil.  Posteriormente  desempe- 
ñó varias  comisiones  políticas.  Durante  la  ti- 
ranía, su  actuación  política,  como  anteriormen- 
te, fué  muy  veleidosa.  Escribió  sucesivamente 
Diccionario  Hist.  Biogr. 


los  periódicos  siguientes:  en  1817,  el  Avisador 
Patriota;  en  181'.),  el  Americano;  en  1820,  El 
ímparcial;  en  1821,  El  Patriota,  y  Las  Cuatro 
Cosas;  en  1824,  en  unión  de  Dorrego  y  Ugar- 
teche,  El  Argentino;  en  1825,  juntamente  con 
D.  Valentín  Aisina,  El  Nacional;  en  1826,  El 
Ciudadano;  en  1827,  El  Tribuno;  en  18.30,  El 
Clasificador  o  Nueoo  Tribuno,  y  en  1 834,  el 
Censor  Americano.  Falleció  en  esta  ciudad,  el 
23  de  julio  de  1849. 
Caxaraville  (Miguel).  Guerrero  de  la  indepen- 
dencia. Nucido  en  Buenos  Aires,  el  5  de  julio 
de  1794.  Era  hijo 
de  D.  Andrés  Ca- 
xaraville, espa- 
ñol de  origen,  y 
de  D."  María  Mi- 
gue ns,  .sal  teña. 
Empezó  su  carre- 
ra, con  el  grado 
de  cadete,  en  el 
regimiento  de 
Granaderos  a  Ca- 
ballo,  en  1813. 
Sirvió  en  las  di- 
versas campañas  d.  Miguel  gaxaraville. 
que  hizo  este  fa- 
moso regimiento,  batiéndose  también  en  el 
Alto  Perú,  donde  fué  herido  de  bala  en  la 
batalla  de  Sipe-Sipe,  y  cuando  San  Martín 
atravesó  los  Andes  tenía  el  grado  de  capi- 
tán. El  30  de  marzo  —  poco  después  de  la 
sorpresa  de  Cancha  Rayada—,  hallándose  de 
avanzada  con  sesenta  granaderos,  distinguió 
una  partida  realista,  que  al  descubrir  a  los  ar- 
gentinos se  puso  en  precipitada  fuga.  Caxara- 
ville, a  pesar  de  ser  inferior  su  fuerza,  em- 
prendió resueltamente  la  persecución  de  la 
pequeña  columna  enemiga.  «Al  poco  andar, 
éstos  se  habían  reunido  con  otros  grupos,  y 
resultó  que  Caxaraville,  con  sesenta  granade- 
ros, tenía  por  delante  el  afamado  escuadrón 
del  coronel  Pa'ma.  Así,  pues,  apenas  se  apro- 
ximaron los  realistas  para  cargar  a  los  grana- 
deros, éstos  soltaron  todo  el  empuje  de  los  ca- 
ballos, manteniendo  su  línea  como  una  tabla. 
El  enemigo  perdió  su  aplomo,  se  dejó  arrollar 
sable  en  mano,  y  pocos  momentos  después 
huían  pavorosamente  por  todo  aquel  campo, 
dejando  22  cadáveres,  y  entre  ellos  dos  oficia- 
les y  el  sargento  mayor  del  cuerpo...»  En  la 
batalla  de  Maipú  se  portó  bizarramente;  lo 
mismo  en  la  sorpresa  del  Parral.  Esta  sorpre- 


CAY 


-  130  - 


CEN 


sa  es  digna  de  ser  narrada  con  alguna  deten- 
ción. «'Hallándose  Caxaraville  con  un  escua- 
drón de  sus  granaderos  en  observación  del 
enemigo,  tuvo  noticias  de  que  una  fuerza  res- 
petable guarnecía  la  plaza,  y  concibió  enton- 
ces el  atrevido  proyecto  de  sorprenderla.  Pre- 
sentóse Inmediatamente  al  coronel  Zapiola  a 
darle  cuenta  del  hecho  y  le  ruega  no  depare  a 
otro  la  gloria  de  la  jornada.  Satisfecha  su  de- 
manda, pónese  en  marcha  inmediatamente  con 
su  pequeña  columna,  que  engrosa  en  su  tra- 
yecto con  campesinos  y  milicianos.  Caminando 
de  noche  y  ocultándose  de  día,  llega  a  las  in- 
mediaciones de  la  plaza.  Ordena  a  su  segundo 
se  apodere  de  la  comandancia,  mientras  él  per- 
sonalmente se  dirige  al  cuartel,  toma  de  impro- 
viso al  centinela,  y  penetrando  al  interior  con 
los  que  le  siguen,  sorprende  a  los  realistas, 
que  se  entregan  indefensos  y  a  discreción, 
quedando  momentos  después  dueño  absoluto 
de  la  plaza...»  Caxaraville  fué  siempre  un  ofi- 
cial ejemplar  por  su  disciplina,  su  valor  y 
su  previsión.  Combatió  contra  los  araucanos, 
siendo  herido.  Por  estas  circunstancias  pasó 
enfermo  a  Mendoza  en  1820,  y  siendo  teniente 
coronel  combatió  contra  los  montoneros.  Vuel- 
to a  Buenos  Aires,  prestó  servicio  en  la  fron- 
tera de  Chascomús,  en  1823,  y  al  mismo  tiem- 
po administraba  un  establecimiento  rural,  he- 
rencia de  sus  padres.  Durante  la  tiranía  emi- 
gró a  Montevideo,  donde  desempeñó  un  pues- 
to administrativo.  Falleció  en  Buenos  Aires, 
el  12  de  diciembre  de  1852. 

Cayastá  (combate).  Una  división  al  mando  del 
coronel  D.  Mariano  Vera,  desprendida  del 
ejército  del  general  Lavalle,  se  había  inter- 
nado en  la  provincia  de  Santa  Fe;  pero  parte 
de  esta  fuerza  se  sublevó  al  divisar  las  tropas 
del  general  D.  Juan  Pablo  López,  quien  sin 
gran  esfuerzo  vence  al  resto  en  un  combate 
que  dan  cerca  del  arroyo  Cayastá,  muriendo 
el  coronel  Vera  en  la  pelea,  el  26  de  marzo 
de  1840. 

Cazadores  correntinos.  Nombre  de  una  com- 
pañía de  infantería  de  85  hombres,  compuesta 
por  hijos  de  esta  provincia,  formada  en  1806  y 
1807,  para  rechazar  las  invasiones  inglesas,  al 
mando  de  D.  N.  Murgiondo,  natural  de  Vizca- 
ya, y  de  un  regimiento  de  caballería,  también 
comp'iesto  de  219  hombres,  que  combatió  en 
los  mismos  años  a  las  órdenes  del  comandante 
D.  Luis  Fernández.  Los  cazadores  llevaban 
uniforme  con  chaquetilla  verde,  vueltas  ama- 


rillas, alamares  y  penacho  de  los  mismos  colo- 
res (de  papagayo)  en  el  sombrero. 

Cazón  (Cayetano).  Filántropo.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  8  de  agosto  de  1803.  Descendía 
de  una  familia  patricia  y  comenzó  a  figurar, 
como  subteniente  del  regimiento  de  Patricios, 
el  6  de  Abril  de  1829,  y  luego  en  diversas  co- 
misiones. Derrocada  la  tiranía,  fué  nombrado 
jefe  de  Policía  de  la  capital  en  1852,  y  luego 
miembro  de  la  Comisión  inspectora  de  las  Co- 
misiones pagadoras  del  ejército.  En  1855  fué 
nuevamente  nombrado  jefe  de  Policía  de  la 
capital,  por  decreto  de  3  de  mayo  de  1861,  del 
gobernador  Mitre,  durante  cuyo  período  no 
percibió  sueldo,  por  haber  hecho  donación  al 
Gobierno,  para  invertirlo  en  obras  públicas. 
Dos  años  después  ocupó  una  banca  en  la  Le- 
gislatura de  la  provincia.  Con  dinero  de  su  pe- 
culio fundó  el  Asilo  de  Huérfanos  y  cooperó 
eficazmente  al  establecimiento  y  sostenimiento 
de  numerosas  Asociaciones  de  caridad.  Desem- 
peñó la  vicepresidencia  del  Consejo  Municipal 
de  la  capital  en  dos  periodos.  Este  virtuoso 
ciudadano,  que  invirtió  gran  parte  de  su  for- 
tuna en  obras  de  beneficencia,  murió  en  Bue- 
nos Aires,  el  23  de  agosto  de  1894.  A  su  muer- 
te se  le  tributaron  honores  militares,  y  la  Mu- 
nicipalidad puso  su  nombre  a  una  sala  del  Asi- 
lo de  Mendigos. 

Ceballos  (combate).  En  el  arroyo  de  este  nom- 
bre tuvo  lugar  un  combate  el  25  de  diciembre 
de  1817.  Una  columna  de  fuerzas  nacionales,  al 
mando  del  coronel  D.  Luciano  Montes  de  Oca, 
que  el  Gobierno  había  mandado  a  Entre  Ríos  en 
protección  de  los  pueblos  hostilizados  por  los 
caudillos  Ramírez  y  Artigas,  es  completamente 
derrotada  por  Ramírez,  perdiendo  en  la  retira, 
da  su  artillería. 

Céfiro  (corbeta  en  corso,  conocida  también  por 
la  denominación  inglesa  de  Zephyr).  Coman- 
dante D.  Tomás  Taylor,  natural  de  Estados 
Unidos  de  América.  Se  le  acordó  patente  de 
corso  el  17  de  julio  de  1815.  La  corbeta  era  de 
163  toneladas,  tenía  15  piezas  de  artillería  de 
a  10  y  18,  con  75  hombres  de  tripulación.  Salió 
a  corso  del  puerto  de  Buenos  Aires  el  1  de 
agosto  de  1815,  y  a  pocos  días  apresó  a  la  cor- 
beta española  Monserrat,  capitán  Pablo  Espríú, 
a  la  altura  del  Cabo  Frío. 

Centenera  (Martín  del  Barco).  Sacerdote.  Na- 
ció en  la  ciudad  de  Trujillo,  provincia  de  Cá- 
ceres  (España),  el  año  1544,  y  a  los  veintiocho 
aflos  abrazó  el  estado  eclesiástico  y  vino  al  Río 


CEN 


-  131  - 


CER 


de  la  Plata,  en  ciase  de  capellán,  de  la  expedi- 
ción del  adelantado  D.  Juan  Ortiz  de  Zarate, 
a  principios  del  año  1573,  en  compañía  de  otros 
sacerdotes.  Centenera  fué  el  cronista  del  ade- 
lantado Ortiz  de  Zarate  y  el  biógrafo  de  don 
Juan  de  Garay,  a  quien  acompañó  en  varias 
expediciones,  convirtiendo  a  los  indígenas  al 
catolicismo.  En  I5S0  fué  nombrado  arcediano 
de  la  iglesia  del  Paraguay,  de  donde  pasó  al 
Perú  para  asistir  a  un  Concilio,  en  el  que  actuó 
de  secretario.  Después  recorrió  medio  conti- 
nente sudamericano;  remontó  los  ríos  Paraná  y 
Paraguay,  sin  poder  hallar  sus  fuentes  a  pesar 
de  su  anhelo;  visitó  el  litoral  brasileño  e  hizo 
el  viaje  a  Lima,  salvando  en  todas  estas  corre- 
rías de  mil  peligros.  Su  verdadero  título  ante 
la  posteridad  consiste  en  su  obra  en  verso  La 
Argentina,  donde  reseña  los  principales  acon- 
tecimientos de  estos  países,  la  expedición  de 
que  formó  parte,  la  fundación  de  Buenos  Ai- 
res, sus  exploraciones,  etc.,  etc.;  fué  publica- 
da en  Lisboa  en  1602.  Centenera  fué  el  primero 
que  dio  el  nombre  de  Argentina  a  este  país. 
Terminó  sus  días  en  España. 

Centeno  (Pedro).  Sacerdote.  Nació  en  Piedra 
Blanca,  provincia  de  Catamarca,  el  20  de  ene- 
ro de  17&4.  Siguió  la  carrera  eclesiástica  y  se 
ordenó  de  presbítero  en  Córdoba.  En  el  ejer- 
cicio de  su  ministerio,  estuvo  al  frente  de  varios 
curatos;  diputado  a  la  Legislatura  en  varios  pe- 
ríodos, descollandocomo  orador.  Constituyente 
en  1853.  Este  inteligente  sacerdote  falleció  en 
Catamarca,  el  9  de  octubre  de  1853. 

Cepeda  (batalla;  1820).  Reunido  el  ejército  fede- 
ral, compuesto  de  1.500  hombres,  entre  corren- 
tinos,  santafecinos  y  aventureros  de  todas  las 
proviiicias,que  acaudillaban  el  general  entrerria- 
no  Ramírez  y  el  chileno  D.  José  Miguel  Carre- 
ra, se  encuentra  con  el  ejército  de  Buenos  Ai- 
res en  la  cañada  de  Cepeda,  provincia  de  San- 
ta Fe,  el  1  de  febrero,  y  en  una  batalla  que 
sostuvieron  con  esas  fuerzas,  los  federales  dis- 
persan a  las  Milicias  porteñas.  El  ejército  de 
Buenos  Aires  era  mandado  por  D.  Juan  Ra- 
món Balcarce. 

Cepeda  (batalla;  1859,  23  de  octubre).  Los  ejér- 
citos de  Buenos  Aires  y  los  de  la  Confedera- 
ción entraban  por  segunda  vez  a  dirimir  por 
las  armas  sus  cuestiones  civiles.  El  general 
D.  Bartolomé  Mitre  se  hallaba  acampado  con 
su  ejército  en  la  cañada  de  Cepeda,  cerca  del 
Arroyo  del  Medio.  Allí  va  a  buscarlo  el  gene- 
ral Urquiza,  al  frente  del  ejercitó  de  la  Confe- 


deración, consiguiendo  sorprenderlo  Iniciada 
la  batalla,  las  caballerías  porteñas  abandonan 
el  campo,  pero  la  infantería  y  la  artillería  sos 
tienen  el  ataque  hasta  entrada  la  noche,  en 
que  se  retiran  en  formación  hasta  San  Nicolás, 
donde  llegen  al  día  siguiente  por  la  mañana, 
haciendo  su  marcha  por  entre  el  ejército  de 
Urquiza,  superior  en  número.  En  poder  de 
los  confederados  quedó  la  artillería  y  bagajes, 
que  fueron  abandonados  para  emprender  la 
retirada,  cuya  operación  henró  a  la  infantería 
porteña,  que  se  impuso  a  sus  contrarios,  no 
teniendo  suficiente  munición  para  resistir  un 
nuevo  ataque. 

Ceretti  (Bartolomé).  Marino.  Nació  en  Italia,  y 
llegó  a  Buenos  Aires  en  los  primeros  años 
de  la  independencia.  Al  formar  el  almirante 
Brown  la  segunda  escuadrilla  argentina,  en 
marzo  de  1814,  salió  con  ella  en  busca  de  la 
española,  que  se  hallaba  en  Martín  García, 
isla  que  estaba  fortificada,  guardando  la  en- 
trada de  los  ríos  Paraná  y  Uruguay.  En  esta 
campaña  se  halló  en  el  sangriento  combate 
del  Arroyo  de  la  China,  librada  en  las  aguas 
del  Uruguay  el  21  de  marzo  de  1814,  donde 
fué  herido  Ceretti,  quedando  fuera  de  com- 
bate. Más  tarde  se  encontró  en  otras  acciones 
de  guerra,  mereciendo  ascensos  sucesivos, 
hasta  sargento  mayor  el  13  de  enero  de  1820. 
Seis  años  después,  al  declaran^ie  la  guerra  del 
Brasil,  se  le  confió  el  mando  del  bergantín 
General  Balcarce,  tripulado  por  80  hombres  y 
armado  con  14  cañones.  Asistió  a  la  batalla  de 
los  Pozos,  el  8  de  febrero  de  1826;  en  el  pri- 
mero y  segundo  ataque  a  la  Colonia,  en  cuyo 
ataque  embicó  un  buque  de  la  escuadra,  y  el 
mayor  Ceretti  recibió  orden  de  ayudarlo  a 
zafar.  Se  hallaba  haciendo  arrojar  los  cañones 
al  agua,  con  objeto  de  alijarle,  cuando  fué 
muerto  por  una  bala  disparada  del  fuerte  de 
Santa  Rita.  Así,  rindió  gloriosamente  su  vida 
en  el  puesto  de  honor  de  los  comandantes  ma- 
rinos, que  es  la  toldilla  de  mando  de  sus  bu- 
ques (26  de  marzo  de  1826.) 

Cervino  i  Pedro  Antonio).  Ingeniero  militar, 
geógrafo.  Nacido  en  España;  vino  al  Río  de  la 
Plata  en  la  Comisión  demarcadora  de  límites, 
en  1782.  En  1783  hizo  una  expedición  al  Chaco, 
de  carácter  científico,  y  a  su  regreso  se  esta- 
bleció en  Buenos  Aires.  Durante  las  invasio- 
nes inglesas  comandó  el  regimiento  de  Galle- 
gos. Tomó  participación  en  los  acontecimien- 
tos de  mayo,  asistiendo  al  cabildo  abierto 


CER  -  132  - 

Fué  director  de  la  Escuela  Náutica  y  de  la 
Academia  de  Matemáticas  en  1812.  En  1814 
levantó  un  plano  topográfico  de  esta  ciudad, 
muy  curioso,  que  se  conserva  en  el  Museo  de 
San   Fernando,   provincia  de  Buenos  Aires. 
Como  periodista  colaboró  en  el  primer  perió- 
dico publicado  en  Buenos  Aires,  dirigido  por 
D.   Hipólito  Vieytes,  distinguiéndose  por  la 
erudición  de  sus  escritos.  Este  ilustrado  es- 
pañol, que  tantos  servicios  prestó  a  nuestro 
país,  con  desinterés  y  patriotismo  ejemplar, 
terminó  sus  días  en  esta  capital,  el  16  de  mayo 
de  1816,  y  su  cadáver  fué  sepultado  en  el  con- 
vento de  San  Francisco. 
Gerri  (Daniel).  Militar.  Nacido  en  Italia.  Amó 
a  la  República  Argentina,  la  patria  de  sus  hi- 
jos, como   a  su 
propia  patria,  y 
derramando  por 
ella  su  sangre  en 
loscamposde  ba- 
talla y  ofrecien- 
do su  pecho  al 
plomo  enemigo 
ha    conquistado 
legítimamente  el 
título  de  augusto 
ciudadano  argen- 
tino.   Treinta   y 
cinco    años    de 
servicio  activo 
no  interrumpido, 

comisiones  delicadas  y  peligrosas,  han  seña- 
lado uno  a  uno  los  diversosgalones  que  marcan 
su  jerarquía  Valiente  y  sereno  en  el  peligro, 
soldado  de  gran  temple,  profesó  el  culto  de  sub- 
ordinación y  disciplina.  Los  jefes  que  lo  man- 
daron encomiaron  sus  buenas  cualidades  de 
soldado  modelo,  y  los  subalternos  que  sirvie- 
ron a  sus  órdenes  encontraron  siempre  en 
Cerri  armonizada  la  seriedad  de  la  disciplina 
con  la  cortesía  de  un  buen  militar...  «Empezó 
su  carrera  de  soldado  voluntario,  en  1358,  en 
el  batallón  Legión  Voluntarios.  Se  halló  en  la 
campaña  de  Pigué,  expedición  a  los  indios  de 
Calfucurá  (1859),  Pavón,  Cañada  de  Gómez. 
En  la  campaña  del  Paraguay  se  halló  en  Co- 
rrientes. Yalay,  Paso  del  río  Uruguay  y  toma 
de  Uruguayana,  paso  de  la  Patria,  Estero 
Bellaco,  Tuyuti,  Yataili-Corá,  asalto  de  Cu- 
rupaili,  Humaitá,  aquí  fué  herido  gravemente 
de  un  balazo  en  la  cara,  quedándole  la  bala 
incrustada  en  el  tronco  de  la  lengua;  en  las 


D.  Daniel  Cerri. 


CES 

campañas  contra  López  Jordán  y  en  todas  las 
acciones  de  la  guerra  civil  y  contra  los  indios; 
en  rio  Negro,  a  las  tolderías  de  Cañumil,  Na~ 
muncurá,  etc.,  etc.  Murió  en  1914. 
Cerrito  (batalla).  Librada  en  la  República 
Oriental  del  Uruguay,  en  el  paraje  de  este 
nombre,  y  ganada  por  el  coronel  D.  José  Ron- 
deau  al  ejército  español,  comandado  por  el 
mariscal  de  campo  D.  Gaspar  de  Vigodet.  El 
31  de  diciembre  de  1813  salieron  de  la  plaza 
de  Montevideo  tres  fuertes  columnas  al  man- 
do de  Vigodet,  con  sus  jefes  de  división  La- 
cuesta,  Loaces  y  Qaleano,  logrando  llegar  sin 
mayor  obstáculo  hasta  el  cuartel  general  del 
ejercito  patriota,  mandado  por  Rondeau,  que 
estaba  acampado  a  una  legua  de  la  plaza  si- 
tiada, en  el  lugar  precitado.  Allí  efectuóse  un 
encarnizado  combate  entre  ambos  ejércitos,  y 
aunque  en  el  prime»"  momento  obtuvieron  los 
realistas  algunas  ventajas  sobre  los  patriotas, 
fueron  derrotados  y  sableados  por  los  Dra- 
gones de  la  Patria,  dejando  un  centenar  de 
muertos,  entre  ellos  el  brigadier  español  don 
Vicente  Muesas.  El  ejército  republicano  se 
componía  así: 

Vencedores  en  el  "Cerrito" 

Batallón  núm.  6  de  Buenos  Aires,  Teniente  co- 
ronel Soler;  Batallón  núm.  4,  antiguos  blan- 
dengues orientales,  teniente  coronel  Ventura 
Vázquez;  Dragones  de  la  patria,  coronel  Ron- 
deau; segundo,  Vedia;  comandante  Hortigue- 
ra;  B.  Pico:  Caballería  oriental,  comandante 
Vargas. 
Céspedes  (Francisco  de).  Gobernador  de  Bue- 
nos Aires  en  1624.  Natural  de  Sevilla.  Apenas 
llegó,  adoptó  algunas  medidas  para  defender 
la  ciudad  de  una  invasión  que  se  temía  de  los 
holandeses,  ordenando  la  concentración  de 
fuerzas  del  Paraguay,  Corrientes,  Santa  Fe  y 
Córdoba.  Los  enemigos  hicieron  su  aparición 
en  el  puerto,  sin  tentar  hostilidad  alguna,  con- 
tentándose con  arrojar  proclamas  en  las  cos- 
tas para  provocar  el  levantamiento  de  los  na- 
tivos, en  nombre  de  su  libertad.  Desaparecido 
el  peligro,  el  gobernador  Céspedes  se  contra- 
jo especialmente  a  la  conversión  de  los  natu- 
rales, con  los  que  empleó  medios  de  persuasión 
y  tolerancia,  venciendo  así  las  resistencias  de 
los  dianas,  charrúas  y  de  otras  tribus.  Encargó 
de  su  conquista  espiritual  a  padres  francisca- 
nos que  llenaban  cumplidamente  los  propósitos 
del  magistrado.  Por  su  disposición  y  bajo  la  di- 


CES 


-  133 


CIS 


rección  de  esos  sacerdotes  se  fundó  la  reduc- 
ción de  Santo  Domingo  de  Soriano,  en  la  em- 
bocadura del  río  Negro.  Fué  Céspedes  un  buen 
gobernante  para  su  época,  pues  aparte  de  su 
humanidad  para  con  Ioj  naturales,  parece  ha- 
berse ocupado  de  la  suerte  de  los  pueblos  cu- 
yos destinos  le  estaban  confiados,  según  puede 
juzgarse  por  la  comunicación  que  dirigió  al 
rey  proponiéndole  medios  conducentes  a  me" 
jorar  la  triste  condición  en  que  aquéllos  vege- 
taban. En  su  gobierno,  que  duró  más  de  siete 
años,  tuvo  una  ruidosísima  contienda  con  el 
obispo  Carranza  (v.),  la  cual  dio  margen  a  la 
suspensión  de  Céspedes  (1628),  siendo  repues- 
to a  la  conclusión  de  la  causa,  seguida  ante  el 
Supremo  Consejo  de  Indias. 

Céspedes  (  Manuel  Germán ) .  Militar.  Nació 
en  Buenos  Aires,  en  1794.  Comenzó  su  carre- 
ra militar  el  año  1828,  en  las  filas  de  un  regi- 
miento de  caballería,  prestando  sus  servicios 
en  los  fortines  de  la  provincia  de  Buenos 
Aires,  en  el  que  alcanzó  la  graduación  de  sar- 
gento mayor.  Se  mantuvo  fiel  a  Dorrego  y 
luego  a  Rosas.  En  el  combate  de  Las  Pal- 
mitas, el  8  de  febrero  de  182í,  estando  Céspe- 
des a  las  órdenes  del  caudillo  Mesa,  éste  fué 
derrotado  por  el  coronel  Súarez,  y  Céspedes 
cayó  prisionero.  Puesto  en  libertad,  se  incor- 
poró al  5."  de  caballería,  de  que  era  jefe  el 
coronel  Zalarrayán,  y  cuando  éste  conspiró 
contra  el  tirano,  el  año  1838,  Céspedes  lo  se- 
cundó, y  tomado  prisionero  fué  condenado  a 
muerte;  pero  la  intervención  del  ministro  inglés 
Mandeville,  lo  salvó.  Rosas  lo  condenó  enton- 
ces a  un  suplicio  atroz,  que  consistía  en  mirar 
fijamente  por  espacio  de  dos  horas  durante 
varios  días  la  cabeza  putrefacta  de  su  jefe 
Zelarrayán,  con  la  orden  de  matarlo  en  caso 
de  desviarla.  Céspedes  fingió  perder  el  juicio, 
y  trasladado  a  la  sala  de  dementes,  soportó  el 
tratamiento  de  alienado.  Merced  a  esta  estra- 
tagema pudo  fugarse,  ocultándose  en  los  pajo- 
nales de  la  Boca.  Auxiliado  por  un  amigo,  pasó 
a  incorporarse  al  ejército  de  Lavalle,  a  cuyas 
órdenes  se  batió  en  los  siguientes  hechos  de 
armas:  reducto  del  Sauce,  Sauce  Grande,  toma 
de  Santa  Fe,  Quebracho  Herrado,  San  Cala, 
Famaillá,  campaña  en  que  ascendió  a  coronel 
y  que  terminó  con  la  muerte  de  Lavalle,  el  año 
1841.  Emigrado  en  Chile,  permaneció  en  ese 
país  hasta  1854,  en  que  volvió  a  Buenos  Aires, 
falleciendo  el  14  de  mayo  de  1877.     ' 

Cevallos  (Pedro  de).  Militar.  Nació  en  España, 


en  1716,  y  empezó  a  servir  en  1739,  como  capi- 
tán de  caballería.  Conquistó  sus  grados  milita- 
res hasta  general,  distinguiéndose  por  su  talen- 
to y  pericia,  por  cuyas  cualidades  fué  nombra- 
do primer  gobernador  de  Buenos  Aires  en  1756, 
cargo  que  desempeñó  hasta  1766,  y  después 
primer  virrey  y  capitán  general  de  Buenos  Ai- 
res, por  real  cédula  de  8  de  agosto  de  1776, 
para  repeler  las  repetidas  agresiones  que  co- 
metían los  portugueses  en  el  Río  de  la  Plata. 
Aprestó  una  escuadra  en  Cádiz  con  este  obje- 
to, el  12  de  octubre  de  dicho  año,  arribando  a 
Santa  Catalina  el  20  de  febrero  de  1777,  bas- 
tando la  presencia  de  tan  formidable  expedi- 
ción para  intimidar  al  enemigo,  quien  entregó, 
bajo  capitulación,  todas  sus  fortalezas,  entran- 
do en  Buenos  Aires  el  15  de  octubre  de  1777. 
Durante  su  gobierno  declaró  la  libertad  de  co- 
mercio en  el  Río  de  la  Plata,  cesando  en  el 
mando  el  28  de  junio  del  año  siguiente.  Regre- 
só a  España,  donde  murió  a  los  sesenta  y  tres 
años  de  edad,  el  26  de  diciembre  de  1778,  en  el 
convento  de  los  padres  capuchinos  de  Córdo- 
ba la  Llana.  La  muerte  de  este  noble  español 
fué  muy  sentida  en  este  virreinato.  Cevallos 
fué  un  jefe  lleno  de  .valor  y  pericia  militar  y 
un  administrador  inteligente  y  honorable.  Con 
la  libertad  de  comercio,  su  acto  más  grande  de 
gobierno,  empezó  el  apogeo  comercial  del  Río 
de  la  Plata. 
Cisneros  y  Latorre  (Baltasar  Hidalgo  de). 
Ultimo  virrey  del  Río  de  la  Plata.  Nacido  en  la 
ciudad  de  Carta- 
gena  (España). 
Como  marino  su 
acción  fué  bri- 
llante; después 
de  Trafalgar,  en 
que  mandaba una 
división  de  la  es- 
cuadra y  en  don 
de  se  comportó 
bizarramente, 
Cisnerosdejó  las 
armas,  retirán- 
dose a  la  ciudad 
de  su  nacimiento, 
donde  ocupó  al- 
tos puestos. 
Nombrado  virrey  del  Río  de  la  Plata  el  11  de 
febrero  de  1809.  Venía  a  sustituir  a  Liniérs, 
cuya  fidelidad  sospechaba  la  Junta  central.  Lle- 
gó Cisneros  a  Montevideo,  y  no  atreviéndose  a 


D.  Baltasar  Hidaleo  de  Cisne- 
ros  y  Latorre. 


CIS 


-  134  - 


CIU 


presentarse  de  improviso  en  Buenos  Aires,  por 
temor  al  prestigio  de  Liniérs,  pasó  a  la  Colo- 
nia, donde  se  trasladaron  en  corporación  la 
Real  Audiencia  y  el  Cabildo  a  rendirle  pleito 
homenaje  e  imponerle  del  estado  de  los  áni- 
mos en  la  capital.  Algunos  días  después  el  vi- 
rrey recibía  la  visita  del  mismo  Liniérs  que,  no- 
ticioso de  los  temores  de  su  sucesor,  se  trasla- 
dó a  la  vecina  orilla  a  deponer  en  sus  piopias 
manos  el  mando  supremo.  A  pesar  del  acata- 
miento de  las  primeras  autoridades  y  de  las  se- 
guridades de  adhesión  y  obediencia  que  se  le 
daban,  Cisneros  vacilaba  todavía  en  presen- 
tarse en  la  capital;  temía  disturbios  y  conspi- 
raciones y  hasta  llegó  a  creer  que  su  persona 
corría  graves  peligros.  Después  de  Liniérs  hizo 
venir  a  presencia  suya  a  los  jefes  patricios, 
quienes  le  manifestaron  sus  buenas  disposicio- 
nes en  favor  de  la  tranquilidad  del  país,  resol- 
viéndose recién  trasladarse  a  la  capital,  donde 
hizo  su  entrada  el  29  de  julio.  Más  que  a  man- 
dar Cisneros  venía  a  contener  un  pueblo  con- 
vulsionado. En  1809  abre  el  puerto  de  Buenos 
Aires  al  comercio  libre  con  las  demás  nacio- 
nes, haciendo  cesar  el  monopolio  que,  con  per- 
juicio del  país,  estaban  haciendo  unos  cuantos 
comerciantes  acaudalados.  Las  ventajas  se  hi- 
cieron sentir  inmediatamente.  En  esta  medida 
de  progreso  tuvo  la  parte  principal  el  doctor 
D.  Mariano  Moreno.  Cisneros  fué  depuesto  el 
22  de  mayo  de  1810  El  22  de  junio  del  mismo 
año  la  Junta  de  Gobierno  de  Buenos  Aires,  te- 
niendo conocimiento  de  que  el  ex  virrey  y  los 
oidores  de  la  Real  Audiencia,  después  de  ha- 
ber prestado  juramento  de  fidelidad  al  nuevo 
Gobierno  patrio,  trataban  de  fugarse  a  Monte- 
video, cuya  plaza  aun  estaba  ocupada  por  las 
armas  españolas,  los  hace  embarcar  en  esta 
misma  noche  en  un  buque  inglés,  que  zarpa  lle- 
vándolos desterrados  a  las  islas  Canarias.  Cis- 
neros fué  el  último  representante  del  Poder 
español  en  el  Río  de  la  Plata,  cuya  autoridad 
caducó  el  23  de  mayo  de  1810.  Murió  en  la  ciu- 
dad natal,  el  9  de  junio  de  1829.  «Cisneros  era 
disimula  o,  falso,  terco,  exuberante  de  pre- 
tensiones; pero  privado  de  elevación  moral,  ac- 
cesible a  influencias  extrañas  y  falto  de  rumbo 
en  sus  ideas  y  en  sus  actos.  Así,  mientras  pre- 
dicaba la  concordia  y  hacía  pomposos  ofreci- 
mientos al  pueblo,  aplaudía  las  crueldades  del 
famoso  Goyeneche  y  le  recomendaba  proce- 
diese contra  los  revolucionarios  de  La  Paz 
pronta  y  militarmente,  aplicándoles  todo  el  ri- 


gor de  la  ley. ..•>•>  «Cisneros,  recibido  por  los  es- 
pañoles con  arrebatos  de  entusiasmo,  no  tar- 
dó en  caer  en  desgracia  por  la  forzosa  lenidad 
con  que  trataba  a  los  criollos,  y  porque  abrien- 
do el  puerto  de  Buenos  Aires  al  comercio  ex- 
tranjero para  proporcionarse  recursos,  les 
arrebató  su  inveterado  y  lucrativo  monopolio. 
Los  españoles  le  acusaban  de  ingrato  y  habla- 

'  ban  públicamente  de  él  desfavorablemente.  En- 
cargado por  la  Central  de  reprimir  la  marcha 
preponderante  de  los  criollos,  desconfiando  de 
su  lealtad  y  devoción  a  la  España,  se  vio  for- 
zado a  respetar  su  poder.  Esta  concesión  del 
miedo,  lejos  de  atraerle  prosélitos,  le  enajenó 
todas  las  voluntades.  Si  más  avisado  político 
fuese,  hubiese  buscado  apoyo  en  los  criollos, 
donde  estaba  la  fuerza  y  todavía  entera  la  leal- 
tad a  su  soberano;  tal  vez  consolida  su  auto- 
nomía y  paraliza  el  movimiento  revoluciona- 
rio. Así,  Cisneros,  aislado,  sin  apoyo  alguno 
en  el  país,  ni  criollos  ni  españoles,  era  en  el 
Poder  una  verdadera  sombra  de  la  caduca  au- 
toridad que  le  había  dado  la  investidura  de  vi- 
rrey...» (Lamas.) 

Cludadela  (combate)  (4  de  noviembre  de 
1831.)  Entre  las  tropas  de  Quiroga  y  las  man- 
dadas por  los  generales  Lamadrid  y  Javier 
López.  Después  de  dos  horas  y  media  de  com- 
bate, sostenido  con  terquedad  por  ambas  par- 
tes, en  el  campo  de  la  Cludadela,  sale  vence- 
dor Quiroga,  dejando  los  vencidos  en  su  poder 
diez  piezas  de  artillería,  toda  su  infantería,  la 
que  no  muerta  prisionera,  y  su  caballería  acu- 
chillada del  modo  más  completo.  Este  triunfo 
costó  a  Quiroga  la  pérdida  de  uno  de  sus  me- 
jores jefes,  el  coronel  Juan  de  Dios  Vargas, 
que  pereció  a  dos  varas  de  la  boca  de  un  ca- 
ñón, y  el  teniente  coronel  Joaquín  Reyes  Fron- 
tanel,  como  también  el  teniente  Rafael  Eche- 
garay  y  el  subteniente  Isidoro  Bazán.  Del  ejér- 
cito contrario  murieron  los  coroneles  Juan 
Arengrein  y  José  María  Aparicio,  el  teniente 
coronel  José  María  Villanueva,  el  mayor  don 
Ravelo,  20  oficiales  de  capitán  abajo,  fuera  de 
jefes  y  oficiales  de  caballería  que  murieron  a 
la  distancia  en  la  persecución.  Al  lado  de  Qui- 
roga se  hallaron  los  gobernadores  de  Santia- 
go y  de  Córdoba,  Ibarra  y  Reinafé,  respecti- 
vamente El  general  Quiroga,  en  el  parte  de- 
tallado que  sobre  la  acción  de  la  Cludadela 
pasó  (6  de  noviembre  de  1831)  sólo  hacía  men- 
ción de  los  generales  Javier  López  y  Lama- 
drid, y  nada  decía  de  los  de  igual  clase  don 


COB 

José  Videla  Castillo  y  D.  Juan  Esteban  Peder- 
nera,  ni  de  muchos  otros  sucesos  que,  según 
un  jefe  del  ejercito  atisílíar  de  los  Andes,  le 
habrían  hecho  honor  a  Quiroga,  y  creyendo 
dicho  jefe  fuese  un  olvido  hacer  mención  úni- 
camente de  dos  generales,  se  lo  indicó,  y  obtu- 
vo de  Quiroga  esta  respuesta:  Vo  lo  que  me- 
nos pienso  es  dar  importancia  a  mis  servicios. 
El  general  Lamadrid,  después  de  su  derrota 
en  la  Ciudadela,  fué  a  parar  a  Tupiza  (Boli- 
viai,  desde  donde  dirigió  una  carta  a  Quiroga 
recomendándole  su  familia.  Este  franqueó  in- 
mediatamente a  la  esposa  de  Lamadrid  todos 
los  auxilios  necesarios,  tanto  pecuniarios  como 
en  caballadas,  para  trasladarse  al  territorio 
boliviano. 
Cobo  (Juan  Francisco).  Benefactor.  Natural  de 
España.  Avecindado  en  Alendoza,  recibió  por 
el  año  1S09,  remitidas  desde  Cádiz,  unas  pocas 
estacas  del  álamo  llamado  de  Italia  (populas 
fustigiata)  y  del  de   la  misma  familia  negro 
(populas  nigra)  y  algunas  semillas  de  otros 
árboles  exóticos,  que  plantó  en  su  quinta  del 
tMonte  de  Cobo>,  en  Chanarcillo,  para  culti- 
varlos, aficionado  como  era  a  esta  especiali- 
dad de  la  horticultura.  La  prodigiosa  multipli- 
cación del  primero,  que  ha  sido  un  ramo  de  ri- 
queza para  Mendoza  y  San  Juan,  donde  no  se 
tenía  maderas  de  construcción,  recibiéndolas  a 
muy  alto  precio  de  Chile,  Paraguay  y  Tucu- 
mán,  fué  un  inmenso  beneficio  público  debido 
a  Cobo.  El  Cabildo  de  Mendoza  premió  al  se- 
ñor Cobo,  en  1814,  por  tan  importante  servi- 
cio, con  la  carta  de  ciudadanía,  de  muy  difícil 
obtención  entonces  para  los  españoles,  y  lo 
exceptuó  de  abonar  contribuciones  e  impues- 
tos, cuya  concesión  fué  confirmada  por  el  en- 
tonces gobernador  de  Cuyo,  general  San  Mar- 
tin, a  quien  prestó  importante  y  desinteresada 
ayuda  pecuniaria  para  la  formación  del  ejército 
de  los  Andes,  en  los  años  1815  a  1SI7    Por  el 
año  1835  falleció  el  Sr.  Cobo,  en  Mendoza. 
Cobos  (combate).  En  la  retiraba  de  Belgrano 
hacia  Tucumán  es  atacada  su  retaguardia  por 
tropas  del  ejército  español  al  mando  de  Tris- 
tán,  y  consigue  desorganizarla.  El  coronel  Díaz 
Vélez  mandaba  a  los  patriotas.  Cobos  está  si- 
tuado a  veinte  leguas  de  Jujuy.  Tuvo  lugar 
este  combate  el  26  de  agosto  de  1812. 
Cochabamba  (Intendencia  de).  La  ciudad  de 
Oropesa,  en  el  valle  de  Cochabamba,  fué  fun- 
dada por  D.  Francisco  de  Toledo,  virrey  que 
fué  del  Peni  en  el  año  de  1572,  con  el  título  de 


-  135  -  COCH 

la  villa  de  Oropesa,  comisionando  al  efecto  a 
capitán    Jerónimo  de  Osorio  y  nombrándole 
corregidor.  En  28  de   diciembre  de   1573  se 
hizo  la  población,  en  virtud  de  poder  y  facul- 
tad que  dio  el  mismo  Toledo,  en  7  del  referido 
mes,  a  Sebastián  Barba  de  Padilla,  en  el  sitio 
de  Canata,  por  su  buen  temperamento,  apaci- 
ble clima  y  lugar  abastecido  de  todo  lo  nece- 
sario a  la  subsistencia  del  hombre.  Usa  por 
armas  un  escudo  de  campo  azul;  en  el  medio, 
un  león, y  a  su  círculo,  diezcabezas  degolladas, 
y  son  las  miomas  de  los  condes  de  Oropesa, 
de  cuya  casa  fué  dicho  Toledo,  quien  lo  con- 
cedió. Usa  también  de  los  títulos  de  Leal  y  Va- 
lerosa ciudad,  por  los  distinguidos  servicios 
que  hicieron  sus  vecinos  en  la  rebelión  de  in- 
dios del  reino,  los  que  le  concedió  Carlos  lU, 
en  real  cédula  de  26  de  mayo  de  1786. 
Cochabamba.  Departamento  y  ciudad  de  Bo- 
livia,  situada  en  el  valle  de  este  nombre,  fa- 
mosa por  su  adhesión  y  patriotismo  en  la  gue- 
rra de  la  independencia  sudamericana.  Fué  la 
primera  que  por  sí  sola  se  levantó  en  armas  a 
favor  de  la  Junta  de  Buenos  .Aires  antes  de  la 
batalla  de  Suipacha,  obteniendo  un  triunfo  en 
Aruhuma,  en  que  derrotaron  los  naturales  a 
más  de  500  hombres  de  línea  bien  armados,  de- 
fendiéndose ellos  con  palos  y  macanas,  de  lo 
que  dio  origen  a  la  famosa  proclama  de:  c<iVa- 
lerosos  cochabambinos:  ante  vuestras  macanas 
el  enemigo  tiembla!»  La  heroicidad  de  sus  mu- 
jeres también  es  célebre:  preferían  morir  antes 
que  rendirse,  y  por  eso,  a  la  hora  de  revista  en 
los  ejércitos  patriotas  se  preguntaba  en  cada 
regimiento  por  las  mujeres  de  Cochabamba,  y 
la  tropa,  rindiendo  tributo  a  su  heroísmo,  res- 
pondía: «¡Murieron  por  la  patria!»  Esta  ciudad 
fué  fundada  el  28  de  diciembre  de  1573,  por 
D.  Sebastián  Barba  de  Padilla. 
Cochranne  (Alejandro  Tomás).  Marino.  Nacido 
en  Escocia,  el  27  de  diciembre  de  1775.  Comba- 
tió contra  los  españoles  y  franceses,  cayendo 
prisionero  de  estos  últimos  en  1802.  Durante  la 
guerra  entre  España  y  Francia  estuvo  al  servi- 
cio del  primero  de  estos  países,  obteniendo  al- 
gunos triunfos  navales.  Llegó  en  su  país  a  for- 
mar parte  de  la  Cámara  de  los  Comunes;  pero 
decayendo  su  influencia,  abandonó  su  patria 
en  1818.  k  instancias  de  San  Martín,  que  le 
confió  el  mando  de  la  escuadrilla  chilena,  de  la 
cual  se  hizo  cargo  con  el  grado  de  almirante, 
expedicionó  al  Perú,  atacando  a  la  escuadra 
realista  y  al  fuerte  del  Callao,  y  bloqueando 


COL 


—  136  — 


COL 


los  puertos  del  Perú  llegó  a  dominar  las  aguas 
del  Pacífico,  hasta  que  en  1823  se  retiró  al 
Brasil,  donde  combatió  al  frente  de  una  escua- 
dra contra  los  portugueses,  prestando  grandes 
servicios  a  la  causa  de  la  libertad.  Murió  en 
Londres,  el  31  de  octubre  de  1864. 

Colastiné  (combate ,  1842).  La  vanguardia  del 
ejército  del  general  Oribe,  que  regresaba  triun- 
fante del  exterior  de  la  república,  derrota  a 
las  fuerzas  santafecinas,  mandadas  por  el  gene- 
ral D.  Juan  Pablo  López,  en  Colastiné,  provin- 
cia de  Santa  Fe,  el  19  de  abril  de  1842.  La  van" 
guardia  de  Oribe  la  mandaban  los  coroneles 
Andrade  y  Flores. 

Colastiné  (combate).  La  escuadrilla  de  Buenos 
Aires,  al  mando  de  Zapiola,  había  llegado  a  la 
boca  inferior  del  Colastiné,  después  de  forzar 
las  baterías  de  Punta  Gorda  (Diamante),  y  dis- 
pone que  el  teniente  Leonardo  Rosales,  con 
una  división  de  cuatro  lanchones,  se  colocase 
en  la  boca  superior  de  este  río.  La  escuadrilla 
entrerriana,  compuesta  de  un  bergantín,  dos 
goletas  y  lanchones  artillados,  llega  a  este 
punto  y  se  traba  el  combate,  quedando  Rosa- 
les vencedor,  matando  él  mismo  a  Montever- 
de,  apresando  una  goleta  y  dos  lanchones,  el 
27  de  mayo  de  1821. 

Golodrero  (Pedro  Díaz).  Natural  de  Corrien- 
tes. En  1837,  ministro  del  gobernador  coronel 
Berón  de  Astrada,  alma  del  pronunciamiento 
de  la  provincia  contra  Rosas.  Asistió  a  la  bata- 
lla de  Pago  Largo,  en  1839.  Fué  amigo  y  sos- 
tenedor del  general  Paz,  cooperando  eficaz- 
mente al  triunfo  de  dicho  general  en  la  batalla 
de  Caa-Guazú,  en  1841.  Caída  la  tiranía,  fué 
electo  constituyente  ante  el  Congreso  de  San- 
ta Fe  (1853).  Legislador  en  el  Congreso  de  la 
Confederación,  y  en  1855  desempeñó  la  go- 
bernación de  Co- 
rrientes, en  ca- 
rácter de  delega- 
do, por  ausencia 
d-l  Dr.  D.  Juan 
Pujol  (v.).  Murió 
en  Corrientes,  en 
ISfi"). 

Colombres  Gosé 
Eusebio).  Sacer- 
dote. Nacido  en 
Tucumán ,  e  n 
1778.  Obispo  elec- 
to de  Salta.  Par- 
tidario del  moví-       D.  José  Eusebio  Colombrea 


miento  emancipador  de  mayo  de  1810.  Seis 
años  después  fué  diputado  por  Catamarca  al 
Congreso  que  declaró  en  Tucumán  la  inde- 
pendencia nacional,  el  9  de  julio  de  1816.  Fué 
el  introductor,  sembrador  y  cultivador  en  su 
provincia  natal  de  la  caña  de  azúcar,  que  im- 
portara de  la  Habana  y  del  Brasil,  en  1821.  Du- 
rante la  dictadura  sufrió  varios  vejámenes  y 
vio  destruir  sus  cañaverales,  sufriendo  estos 
atropellos  con  mansedumbre  evangélica.  Fué 
vicario  capitular  de  Salta  y  gobernador  de 
la  misma  diócesis.  Murió,  a  los  ochenta  y  un 
años,  en  Tucumán,  el  11  de  febrero  de  1859. 
Fué  un  sacerdote  patriota,  modesto  y  de  aus- 
teridad ejemplar. 
Colón  (Cristóbal).  Navegante.  Nació  en  Geno- 
va, en  1446  o  1442.  Su  padre  era  un  cardador 
de  lana;  lo  dedicó 
desde  muy  niño 
al  estudio  de  la 
latinidad,  de  las 
matemáticas,  de 
la  geografía  y  as- 
tronomía, en  la 
Universidad  de 
Pavía.  Se  dedicó 
desde  sus  más 
tiernos  años  a  la 
navegación  e  hizo 
su  aprendizaje 
bajo  la  dirección 
de  un  pariente 
suyo,  que  según 
parece  se  ocupaba  de  hacer  el  corso.  Hacia  el 
año  1470  se  estableció  en  Portugal.  Casó  en 
Lisboa  con  la  hija  de  Bartolomé  Parestrello, 
marino  que  había  estado  al  servicio  .del  infante 
D.  Juan  y  había  sido  gobernador  de  la  isla,  re- 
cientemente descubierta,  de  Puerto  Santo,  y 
este  matrimonio  le  puso  en  posesión  de  los  ins- 
trumentos, cartas  náuticas  y  diarios  de  viaje  de 
aquel  navegante  experimentado.  Sus  estudios, 
la  lectura  de  los  escritores  antiguos,  el  testimo- 
nio de  otros  pilotos  y  su  propia  experiencia,  le 
dieron  margen  a  conjeturar  y  discurrir  sobre 
la  navegación  por  Occidente  para  dirigirse  a  la 
India,  opues  que  del  mismo  modo— dice  su  hijo 
D.  Fernando— que  los  portugueses  navegaron 
tan  lejos  al  Mediodía,  podría  navegarse  la 
vuelta  de  Occidente  y  hallar  tierra  en  aquel 
viaje».  Imbuido  en  esta  grande  idea,  demasia- 
da para  su  época,  hizo  Colón  su  primera  ten- 
tativa para  llevarla  a  cabo,  proponiéndola  al 


D.  Cristóbal  Colón. 


COL 


137  - 


COL 


rey  de  Portugal.  Algunos  han  referido  que  pri- 
meramente había  propuesto  su  proyecto  a  la 
seflon'a  de  Genova,  lo  que  se  despreció  como 
un  sueño  o  una  fábula.  Los  cosmógrafos  por- 
tugueses declararon  poco  más  o  menos  lo  mis- 
mo, y  Colón  se  puso  en  viaje  para  España  en 
1484,  con  la  esperanza  de  alcanzar  la  protec- 
ción de  los  Reyes  Católicos.  Poco  propicias 
eran  las  circunstancias  de  aquel  reino,  para 
encontrar  allí  acogida  más  favorable.  La  nación 
española  hacía  el  último  esfuerzo  para  expul- 
sar a  los  moros,  que  después  de  una  ocupación 
de  siete  siglos  conservaban  en  su  poder  el 
rico  reino  de  Granada,  y  Fernando  e  Isabel 
estaban  haciendo  personalmente  los  preparati- 
vos para  abrir  la  campaña  contra  Boabdil  y  el 
Zagal.  En  tales  circunstancias  llegó  Colón  a 
España,  destituido  completamente  de  recur- 
sos, fugitivo  y  viajando  a  pie.  Así  se  presentó 
un  día  a  las  puertas  del  convento  de  La  Rábi- 
da, a  pedir  un  poco  de  agua  y  de  pan  para  su 
hijo  pequeño  Diego,  que  llevaba  consigo.  Acer 
tó  a  pasar  por  su  lado  el  prior,  fray  Juan  Pé- 
rez de  Marchena,  e  interesándose  en  la  suerte 
de  los  viajeros,  supo  quién  era  Colón  y  el  pro- 
yecto con  que  iba  a  España.  Fray  Juan  Pérez, 
apercibido  de  su  importancia,  le  recomendó  a 
fray  Fernando  Fonseca,  confesor  de  la  reina, 
y  Colón  partió  en  busca  de  los  reyes  que  a  la 
sazón  estaban  en  Córdoba,  próximos  a  abrir 
la  campaña  contra  los  moros.  Engolfados  en 
los  asuntos  de  la  guerra,  los  reyes  prestaron 
poca  atención  al  reciénvenido,  y  al  cabo  de 
un  año  resolvieron  que  el  proyecto  fuera  exa- 
minado en  Salamanca  por  una  Junta  de  maes- 
tros en  astrología  y  cosmografía  que  leían  es- 
tas facultades  en  la  Universidad.  Las  confe- 
rencias tenían  lugar  en  el  convento  dominico  de 
San  Esteban,  cuyos  frailes  eran  los  únicos  que 
apoyaban  a  Colón,  y  con  su  auxilio  redujo  a 
su  opinión  a  algunos  de  los  sabios  de  la  Junta, 
particularmente  al  dominico  Diego  de  Deza, 
que  después  ascendió  al  arzobispado  de  Sevi- 
lla y  fué  siempre  el  más  decidido  protector  del 
almirante.  Sin  embargo,  como  los  demás  cos- 
mógrafos no  pudieron  comprender  las  razones 
en  que  fundaba  éste  sus  cálculos,  nada  se  de- 
cidió por  entonces,  y  Colón  tuvo  que  resignar- 
se a  andar  siguiendo  a  la  Corte,  que  se  trasla- 
daba de  un  punto  o  otro,  según  las  necesida- 
des de  la  política  o  de  la  guerra,  con  la  espe- 
ranza de  conseguir  algún  día  una  resolución 
favorable  a  sus  intentos. 


Al  fin,  urgida  por  las  circunstancias  de  Colón, 
la  Junta  de  sabios  se  pronunció,  declarando  que 
su  proyecto  «era  vano,  impracticable  y  fun- 
dado en  bases  demasiado  frágiles  para  mere- 
cer el  apoyo  del  Gobierno  >;  pero  esta  des- 
alentadora sentencia  fué  acompañada  de  la 
promesa  de  tomarlo  en  consideración  cuando 
acabase  la  guerra.  Colón  entonces  se  dirigió 
a  los  poderosos  duques  de  Medina  Sidonia  y 
de  Medinaceli,  y  aunque  de  ambos  obtuvo  la 
más  cortés  acogida,  habiendo  vivido  años  a 
expensas  del  segundo,  nada  pudo  concertar 
con  ellos  respecto  a  la  grande  empresa  que 
meditaba.  Perdida  ya  su  esperanza  en  España, 
se  resolvió  pasar  a  Francia,  a  consecuencia 
de  cartas  que  había  recibido  de  aquella  corte, 
y  con  ese  objeto  se  encaminó  al  convento  de 
La  Rábida,  a  recoger  a  su  hijo  Diego,  que  allí 
continuaba  educándose.  El  digno  prior  fray 
Juan  Pérez,  desagradablemente  impresionado 
con  la  resolución  de  Colón,  le  suplicó  que  se 
detuviera  hasta  saber  el  resultado  de  una  nue- 
va tentativa  que  iba  a  hacer  cerca  de  la  Reina 
Isabel,  de  quien  en  otro  tiempo  había  sido  con- 
fesor. El  buen  fraile  montó  una  noche  en  su 
muía,  y  atravesando  las  comarcas  reciente- 
mente ganadas  a  los  moros  se  presentó  en  la 
nueva  ciudad  de  Santafé,  que  los  Reyes  aca- 
baban de  fundar  en  la  Vega  de  Granada.  La 
Reina  recibió  favorablemente  al  prior,  y  apo- 
yada su  instancia  por  los  dos  contadores  ma- 
yores o  ministros  de  Hacienda  de  Aragón  y  de 
Castilla,  consintió  en  reanudar  las  negocia- 
ciones con  Colón,  a  quien  le  invitó  a  tras- 
ladarse a  Santafé,  dándole  del  Real  tesoro 
cuanto  necesitaba  para  el  viaje  y  para  presen- 
tarse dignamente  en  la  brillante  Corte  de  los 
Reyes  Católicos.  Colón  acudió  a  la  cita  en 
vísperas  de  rendirse  Granada,  cuyo  aconte- 
cimiento presenció.  Admitido  a  presencia  de 
los  reyes,  expuso  nuevamente,  y  con  gran 
calor,  los  fundamentos  de  su  hipótesis,  procu- 
rando despertar  la  conocida  avidez  del  rey 
Fernando  repitiendo  las  espléndidas  descrip- 
ciones hechas  por  Marco  Polo  de  los  reinos 
de  Mangi  y  de  Cathay,  y  la  inagotable  piedad 
de  la  reina  Isabel  con  la  perspectiva  de  ex- 
tensos países  abiertos  a  las  conquistas  de  la 
Cruz.  El  inspirado  marino  terminó  protestando 
que  toda  la  ganancia  de  su  empresa  quería 
que  se  emplease  en  la  conquista  del  Santo  Se- 
pulcro, oyendo  lo  cuál  (como  lo  recuerda  el 
mismo  Colón  en  su  diario  de  viaje)  Vuestras 


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Altéeos  se  rieron  y  dijeron  que  les  placía,  y 
que  sin  esto  tenían  aquella  gana).  La  nego- 
ciación se  había  entab'ado  bajo  ios  mejores 
auspicios,  y  prometía  cumplido  éxito,  cuando 
te  presentó  un  obstáculo  que  hubo  de  malo- 
grarla. Colón  exigía  como  recompensa  de  sus 
servicios,  para  sí  y  sus  herederos,  el  título  y 
la  autoridad  de  almirante  y  virrey  de  todas  las 
tierras  que  descubriese,  y  la  décima  parte  de 
los  productos  que  en  ellas  se  obtuvieran,  y 
como  estas  exigencias  fuesen  declaradas  in- 
admisibles, no  queriendo  modificarlas  Colón,  la 
negociación  fué  rota,  y  él  se  puso  en  camino, 
desesperado  y  abatido.  Pero  sus  amigos  hi- 
cieron valer  razones  tan  poderosas  en  el  ánimo 
de  la  reina,  que  al  fin,  cediendo  a  los  impulsos 
de  su  corazón  generoso,  declaró  que  ella  asu- 
mía la  responsabilidad  de  la  empresa  para  su 
corona  de  Castilla,  y  que  si  los  fondos  del  Te- 
soro no  alcanzaban,  empeñaría  sus  propias  jo- 
yas para  llevarla  a  cabo.  Un  mensajero  alcan- 
zó al  desconsolado  Colón  a  dos  leguas  de 
Granada,  con  la  agradable  noticia,  y  el  17  de 
abril  de  1492  quedaron  ajustadas  las  capitu- 
laciones, por  las  cuales  los  Reyes  Católicos, 
como  señores  del  Mar  Océano,  acordaron  a 
Cristóbal  Colón  lo  siguiente:  1 .°  El  nombra- 
miento de  almirante,  en  todas  las  islas  y  tie- 
rras firmes  que  descubriese,  para  sí  y  sus  su- 
cesores, perpetuamente.  2.°  El  nombramiento 
de  virrey  y  gobernador  general  en  los  mismos 
territorios,  con  derecho  a  elegir  y  presentar 
tres  personas  para  cada  empleo  de  los  nece- 
sarios para  el  gobierno  de  los  países  descu- 
biertos por  él.  3.°  La  décima  parte  de  todo 
cuanto  se  adquiriese  dentro  de  los  mismos. 
4.°  La  jurisdicción  civil  y  criminal  privativa  en 
él  o  en  sus  delegados.  5.°  El  derecho  de  tener 
un  octavo  en  toda  expedición  a  los  mismos 
países  en  que  él  quisiera  poner  otro  tanto  de 
capital.  Así  terminó  esta  larga  y  memorable 
negociación,  en  la  cual,  según  la  expresión  de 
un  poeta  italiano  «el  indigente  marino  que  an- 
daba prometiendo  imperios  encontró  al  fin, 
en  una  mujer  de  noble  corazón  y  en  dos  frai- 
les de  alta  inteligencia  el  apoyo  y  protección 
que  necesitaba  para  demostrar  con  evidencia 
la  verdad  de  su  teoría,  que  los  sabios  de  aquel 
tiempo  clasificaban  de  demencia».  La  reina 
expidió  órdenes  urgentes  para  que  se  apron- 
taran las  naves  y  se  buscasen  los  hombres 
a  propósito  para  aquella  arriesgada  aventura. 
La  villa  de  Palos  fué  obligada  a  poner  a  sus 


órdenes,  prontas  para  navegar,  dos  carabelas, 
y  otra  fué  armada  por  Martín  Alonso  Pinzón, 
vecino  de  aquel  lugar,  que  tomó  parte  muy 
principal  en  la  expedición,  con  dos  hermanos 
y  otros  parientes  y  amigos  suyos.  Después  de 
vencer  las  muchas  contrariedades  que  ofrecía 
el  armamento  de  la  expedición,  por  la  natu- 
raleza misma  de  una  empresa  tan  nueva,  hecha 
en  parte  con  hombres  forzados,  todo  estuvo 
pronto  en  los  primeros  días  de  agosto,  y  esta 
famosa  armada,  destinada  a  descubrir  un  mun- 
do fabuloso  en  mares  desconocidos,  se  com- 
ponía de  tres  pequeños  buques,  uno  con  cu- 
bierta, llamado  Sania  María,  en  que  iba  el  al- 
mirante, y  dos  pequeñas  carabelas.  La  Pinta, 
mandada  por  Pinzón,  y  la  Niña,  por  su  her- 
mano Vicente. 

Tripulábanla  90  marineros,  y  el  número  total 
de  personas  embarcadas,  incluso  el  almirante 
y  oficiales,  era  de  120  hombres.  Colón,  seguido 
de  sus  compañeros  de  fortuna,  se  preparó  a 
tan  grande  aventura  asistiendo  el  día  2  de 
agosto  a  la  gran  fiesta  de  la  Virgen  María  en 
el  convento  de  La  Rábida,  en  donde  recibieron 
todos  el  Sacramento  de  la  Eucaristía,  de  ma- 
nos de  fray  Juan  Pérez,  que  veía  al  fin  pronto 
a  realizarse  un  hecho  que  con  tanto  ardor  ha- 
bía promovido,  y  el  día  viernes  3  de  agosto  de 
1492,  a  las  ocho  de  la  mañana,  dio  la  vela  de  la 
barra  de  Saltes,  en  el  puerto  de  Palos,  con  di- 
rección a  las  islas  Canarias.  Llegó  a  la  Gome- 
ra el  día  12,  y  allí  se  detuvo,  haciendo  repara- 
ciones en  la  Pinta,  hasta  el  6  de  septiembre,  en 
que  dio  principio  a  su  inmortal  viaje  de  descu. 
brimiento,  internándose  en  las  desconocidas  so- 
ledades del  Océano.  Contando  desde  ese  día 
hasta  que  tocó  en  la  primera  tierra  americana, 
duró  el  viaje  treinta  y  ocho  días.  En  ellos  pasó 
el  almirante  supremas  angustias,  porque  pocos 
estaban  animados  de  su  fe  en  el  resultado  y 
ninguno  estaba  dotado  de  carácter  tan  perse- 
verante como  el  suyo.  Todo  el  viaje  fué  favo- 
recido por  tiempos  bonancibles,  como  que  se  ha- 
cía en  los  primeros  días  del  otoño.  Sin  embar- 
go, un  hecho,  alarmante  por  su  novedad,  ocu- 
rrió en  aquella  navegación,  capaz  de  conmover 
un  alma  menos  serena  que  la  del  almirante.  El 
13  de  septiembre  se  notó,  por  la  primera  vez 
en  la  historia  de  la  navegación,  la  variación 
magnética  de  las  agujas,  suceso  que  puso  en 
gran  cuidado  a  los  pilotos,  pero  que  Colón  ex- 
plicó especiosamente  diciendo  que  el  movi- 
miento notado  estaba  en  la  estrella  polar  y  no 


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en  el  imán,  cnn  lo  que  tuvo  la  fortuna  de  aquie- 
tar a  la  gente,  para  quienes  la  mansedumbre 
del  mar  y  la  tranquilidad  misma  de  los  vientos 
era  motivo  de  nuevas  alarmas,  porque  decían 
que  no  los  tendrían  para  volverse  a  España. 
Por  dos  veces  creyeron  ver  tierra  a  lo  lejos,  y 
en  una  llegó  Colón,  en  su  piadoso  entusiasmo, 
a  arrodillarse  y  entonar  el  Gloria;  mas  no  tar- 
daron en  desvanecerse  sus  ilusiones,  y  esto 
redoblaba  el  desaliento  de  los  navegantes,  que 
creían  dirigirse  seguramente  a  su  pérdida.  Mo- 
mento hubo  en  que  todo  pudo  malograrse  por 
estos  temores.  Al  cabo  de  tantas  zozobras,  el 
día  1 1  de  octubre  los  signos  que  indican  al  ma- 
rino la  proximidad  de  la  tierra  fueron  tan  visi- 
bles, que  el  almirante  ordenó  la  mayor  vigilan- 
cia y  las  precauciones  oportunas  para  no  dar 
en  la  costa  de  improviso.  A  las  diez  de  la  no- 
che creyó  Colón  ver  una  luz  que  se  movía,  y 
por  fin,  a  las  dos  de  la  madrugada,  un  marine- 
ro de  la  Pinta,  que  llevaba  la  delantera,  des- 
cubrió a  la  luz  de  la  luna  una  punta  de  tierra, 
y  lanzándose  sobre  una  lombarda  dio  fuego  a 
la  mecha,  gritando  alborozado:  «¡Tierra!,  ¡tie- 
rra!» Cuando  aclaró  el  día,  apareció  a  la  vista 
de  los  felices  navegantes  una  isla  cubierta  de 
lujosa  vegetación  y  poblada  de  gente  vigoro- 
sa, desnuda,  los  cuales  daban  a  la  isla  el  nom- 
bre de  Guanahamí.  El  almirante  tomó  posesión 
de  slla  en  nombre  de  los  reyes  de  España,  y  la 
llamó  San  Salvador.  Colón  visitó  en  seguida 
las  pequeñas  islas  inmediatas,  recorrió  una  par- 
te de  la  de  Cuba,  y  fundó  una  fortaleza  en  la 
de  Haití,  que  él  denominó  la  Hispaniola,  y  en 
el  mes  de  enero  emprendió  su  viaje  de  regreso. 
La  navegación  fué  tempestuosa,  y  el  gran  se- 
creto de  la  existencia  que  acababa  de  arrancar 
al  Océano  hubo  de  quedar  sepultado  en  sus 
profundos  senos.  Pudo  al  fin  entrar  de  arriba- 
da al  río  Tajo,  donde  fué  bien  acogido  por  el 
rey  de  Portugal,  Juan  II,  no  obstante  las  pérfi- 
das intenciones  de  los  que  le  aconsejaron  que 
lo  hiciera  matar  para  privar  a  Castilla  del  fru- 
to de  su  descubrimiento.  De  allí  pasó  al  puerto 
de  Palos,  donde  llegó  a  los  siete  meses  y  once 
días  de  su  salida.  Inútil  seria  encarecer  el  albo- 
rozo de  los  habitantes  de  aquella  pequeña  po- 
blación marítima  al  ver  de  regreso  a  los  que 
quizá  creían  perdidos  en  las  soledades  del  mar. 
Colón  se  encaminó  sin  tardanza  a  la  Corte,  que 
se  hallaba  en  Barcelona,  siendo  su  tránsito 
por  toda  la  España  un  continuado  triunfo,  por- 
que de  todas  partes  salían  a  saludar  y  conocer 


al  descubridor  del  Nuevo  Mundo.  A  mediados 
de  abril  llegó  a  Barcelona,  y  allí  fué  recibido 
por  los  reyes  con  las  más  señaladas  muestras 
de  aprecio.  Los  empleados  y  la  nobleza  salie- 
ron a  recibirle  a  las  puertas  de  la  ciudad,  y  al 
presentarse  en  la  sala  del  trono,  los  monarcas 
españoles  le  salieron  al  encuentro,  tendiéndole 
la  mano,  rasgo  de  condescendencia  sin  ejemplo 
en  aquella  Corte  ceremoniosa.  «Estas  demos- 
traciones—observa el  historiador  moderno  de 
la  grande'reina  Isabel—,  reservadas  siempre  ai 
rango  o  a  la  fortuna,  o  a  las  empresas  milita, 
res  que  cuestan  lágrimas  y  sangre,  eran  en 
esta  ocasión  el  homenaje  tributado  a  la  capa- 
cidad intelectual  empleada  en  beneficio  de  los 
más  nobles  intereses  de  la  Humanidad».  Colón 
hizo  a  los  reyes  la  relación  de  sus  descubri- 
mientos y  de  la  riqueza  que  prometían  en  toda 
clase  de  producciones  naturales,  y  terminó  en- 
careciendo el  vasto  campo  que  se  abría  a  la 
difusión  de  las  luces  del  cristianismo  en  los 
habitantes  de  las  nuevas  tierras  descubiertas. 
Cuando  terminó  su  elocuente  descripción,  el 
rey,  la  reina  y  todos  los  presentes  cayeron  de 
rodillas,  mientras  el  coro  de  la  Capilla  Real 
entonaba  el  Te  Deum,  en  acción  de  gracias  al 
Todopoderoso  por  un  suceso  tan  extraordina- 
rio y  cuya  trascendencia  en  lo  futuro  apenas 
podían  vagamente  presentir  los  contemporá- 
neos. En  un  segundo  viaje,  recorrió  las  islas 
Dominica,  Guadalupe,  Jamaica,  Antigua  y  San 
Cristóbal.  En  un  tercer  vieje  que  efectuó  Co- 
lón, descubrió  las  islas  Trinidad,  Margarita  y 
la  boca  del  río  Orinoco.  Durante  el  año  1502 
hizo  el  almirante  un  cuarto  viaje,  en  el  que  no 
pudo  adelantar  sus  descubrimientos  anteriores. 
Por  fin,  consumido  por  el  pesar  y  lleno  de  mi. 
serias,  murió  en  Valladolid  el  inmortal  descu- 
bridor del  Nuevo  Mundo,  el  20  de  mayo  de  1506- 
Sus  restos  fueron  trasladados  a  la  isla  de  San- 
to Domingo,  y  cuando  ésta  pasó  a  poder  de  los 
franceses  se  llevaron  a  la  Habana. 
Colonia  del  Sacramento.  El  gobernador  de 
Buenos  Aires  D.  Pedro  de  Cevallos,  atacó  la 
Colonia  del  Sacramento  con  fuerzas  de  Buenos 
Aires  y  la  rindió  en  veinticinco  días  de  sitio,  to- 
mando en  el  puerto  26  buques  ingleses  rica- 
mente y  bien  cargados,  y  en  la  plaza,  armas  y 
mercancías  por  mucho  más  de  veinte  millones 
de  duros.  Atacado  por  una  escuadra  anglo- 
lusitana  (1763),  se  incendia  el  navio  Lord 
Clioe,  de  54  cañones,  por  lo  que  los  enemigos 
desisten  de  su  empeño  y  abandonan  el  puerto. 


COL 


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CON 


Libre  Cevallos  de  esta  atención,  se  dirige  ai 
fuerte  de  Santa  Teresa,  defendido  por  600 
hombres,  y  lo  toma;  rinde  de  inmediato  al  de 
San  Miguel  y  luego  se  apodera  de  San  Pe- 
dro de  Río  Grande,  con  un  respetable  botín 
de  guerra.  El  ejército  de  Buenos  Aires  empleó 
en  estas  operaciones  de  guerra  una  semana. 

Colonia.  Ciudad  y  puerto  de  la  República 
Oriental  del  Uruguay,  célebre  por  su  fortale- 
za, situada  en  la  margen  izquierda  del  Río  de 
la  Plata,  frente  a  la  ciudad  de  Buenos  Aires. 
La  Colonia  del  Sacramento  fué  fundada  el  1  de 
enero  de  1680,  por  el  maestre  de  campo  don 
Manuel  Antonio  de  Lobo,  en  el  mismo  sitio  en 
que  pereció  Solís.  Esta  plaza  militar  fué  toma- 
da por  los  españoles  en  1680  y  1777;  por  los 
ingleses,  en  1807;  por  la  escuadra  anglofrance- 
sa,  en  1845,  y  por  las  tropas  rojistas,  en  1848. 

Coloniaje.  Es  el  tiempo  transcurrido  desde  la 
abolición  del  adelantazgo  hasta  la  creación 
del  oirreinato  del  Río  de  la  Plata  (años  de 
1591  a  1776).  Gobierno  colonial  se  llamaba  el 
conjunto  de  autoridades  que  entendieron  en  la 
administración  de  las  colonias  españolas  en  el 
Nuevo  Mundo.  Formaban  estas  autoridades:  el 
rey,  los  virreyes,  capitanes  generales,  gober- 
nadores políticos  y  militares, Consejo  deludías, 
Casa  de  Contratación,  Consulados,  etc.,  etc. 

Colpayo  (combate).  Librado  en  Bolivia  entre 
los  americanos  y  los  realistas,  al  ser  sorpren- 
didos éstos  en  el  paraje  de  este  nombre,  el  15 
de  septiembre  de  1816.  Los  capitanes  patriotas 
Rivera  y  Cala  derrotaron  a  la  vanguardia  rea- 
lista de  la  división  del  general  Olañeta,  que 
operaba  en  el  Alto  Perú.  Esta  fuerza  estaba  a 
las  órdenes  del  comandante  D.  Pedro  Zabala, 
quien  sucumbió  en  la  refriega,  lo  mismo  que 
varios  oficiales  y  más  de  quince  soldados,  sal- 
vando el  resto  de  las  tropas  en  la  obscuridad 
de  la  noche. 

Comercio  de  Lima  (fragata).  Capitán,  Juan 
Bautista  Rlal.  Fué  adquirida  en  25.000  pe- 
sos, pagaderos  a  cuatro  días  de  la  fecha.  Como 
se  asegurase  que  era  un  barco  viejo,  fué  exa- 
minado por  el  mismo  almirante  D.  Guillermo 
Brown,  quien  aconsejó  su  adquisición  «por  ser 
la  mejor  embarcación  que  se  presenta  para  la 
actual  guerra».  Podía  soportar  una  batería  de 
22  piezas  sobre  y  en  el  entrepuente,  pudiéndo- 
se colocar  en  éste,  que  era  muy  alto,  diez  ca- 
flones  de  grueso  calibre.  El  Gobierno  la  bau- 
tizó en  el  mismo  día  de  la  compra  con  la  fecha 
gloriosa  de  25  de  mayo. 


Concha  (Juan  Gutiérrez  de  la).  Gobernador  in- 
tendente de  Córdoba.  Nacido  en  Santander. 
Sentó  plaza  de  guardia  marina  en  1773.  Du- 
rante las  invasiones  inglesas  tuvo  el  mando  de 
las  fuerzas  que  defendían  la  plaza  del  Retiro  y 
fué  tomado  prisionero.  Concha  había  estrecha- 
do vínculos  de  amistad  con  Liniérs  durante  las 
invasiones,  y  así,  cuando  este  obtuvo  el  per- 
miso para  retirarse  a  Córdoba,  se  alojó  en  la 
casa  habitación  del  gobernador,  y  más  tarde, 
estimulados  por  un  propósito  común,  formaron 
alianza  para  resistir  la  primera  autoridad  pa- 
triota. Liniérs  y  Concha  se  propusieron,  en 
efecto,  ahogar  la  revolución  en  la  hora  prime- 
ra que  se  iniciaba,  poniendo  en  juego  sus  ele- 
mentos y  prestigios;  pero  el  patriotismo  de  los 
cordobeses  desbarató  sus  planes.  Reunieron 
algunas  fuerzas  para  marchar  sobre  la  capital, 
pero  habiéndose  desbandado  casi  en  su  tota- 
lidad, se  dirigieron  al  Alto  Perú.  Un  destaca- 
mento patriota,  al  mando  del  entonces  coronel 
A.  Balcarce,  salió  en  persecución  de  los  fugi- 
tivos, capturándolos,  después  de  una  marcha 
penosa,  en  las  Píedritas  (Santiago  del  Estero). 
Llevados  Concha  y  sus  compañeros  a  la  capi- 
tal de  Córdoba,  las  autoridades  locales  comu- 
nicaron a  la  Junta  de  Buenos  Aires  su  prisión, 
y  ésta  resolvió  que  en  el  acto  fuesen  fusilados 
militarmente.  Ortiz  de  Ocampo  se  mostró  irre- 
soluto y  mandó  los  presos  a  la  capital;  vino  en- 
tonces el  vocal  Castelll  y  ejecutó  a  los  reos,  el 
26  de  agosto  de  1810,  en  Córdoba. 

Conde  (Pedro).  Militar.  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  26  de  marzo  de  1785.  Desde  joven  se  dedicó 
a  la  carrera  de  las  armas,  y  en  1811  era  ya 
capitán,  cuando  Rondeau  sitiaba  a  la  ciudad  de 
Montevideo,  encontrándose  en  los  combates 
que  se  libraron  contra  el  caudillo  Artigas.  En 
1814  ascendió  a  sargento  mayor,  y  tres  años 
después  a  teniente  coronel,  confiándosele  el 
mando  del  regimiento  número  7  de  infantería 
de  línea,  con  cuyo  cuerpo  se  incorporó  al  ejér- 
cito de  los  Andes,  tomando  parte  en  las  bata- 
llas de  Chacabuco,  Maipú  y  Cancha  Raya- 
da.  En  1817  combatió  a  las  órdenes  del  gene- 
ral O'HIggins,  en  el  sitio  de  lalcahuano,  don- 
de fué  herido  gravemente,  de  cuyas  resultas 
falleció  cuatro  años  después,  al  incorporarse  a 
la  expedición  de  la  Sierra,  en  el  Perú,  con  el 
número  7  de  infantería,  cuyo  cuerpo  comanda- 
ba. Dejó  de  existir,  el  26  de  mayo  de  1821,  en 
el  pueblo  de  Sayán  (Perú).  Sólo  contaba  trein- 
ta y  seis  años  cuando  se  produjo  su  deceso, 


CON 


141 


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que  fué  muy  lamentado.  El  coronel  Conde  fué 
un  jefe  de  carácter,  valeroso,  modesto  y  unía 
a  sus  afables  maneras  una  educación  bien  cul- 
tivada. 

lonesa  (Emilio).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1824.  Inició  su  carreta  como  soldado 
en  el  ejército  libertador  de  Lavalle,  el  5  de  ju- 
lio de  1840,  tomando  parte  en  todas  las  bata- 
llas que  dio  este  general,  hasta  la  derrota  de 
Famaillá,  en  1841,  en  que  emigró  a  Chile;  de 
allí  partió  para  Montevideo  a  tomar  un  puesta 
de  combate  entre  los  defensores  de  la  plaza; 
formó  en  las  filas  del  batallón  3.°  de  línea  y  en 
esa  prolongada  lucha  de  día  a  día  de  las  avan- 
zadas de  los  sitiados  con  los  sitiadores.  Cone- 
sa  había  conquistado  sucesivamente  grados  mi- 
litares hasta  llegara  sargento  mayor,  en  1846. 
Empezaba  por  ese  tiempo  a  llamar  la  atención 
sobre  sí  por  la  distinción  de  su  gallarda  figura 
militar,  realzada  por  la  reputación  de  valiente, 
como  igualmente  por  la  moderación  de  su  ca- 
rácter y  hábitos  regulares.  Se  alistó  luego  en 
el  ejército  de  Paz,  en  Corrientes.  Retirado  del 
servicio,  volvió  en  1851  a  formar  entre  las  tro- 
pas de  Urquiza,  hallándose  en  Caseros,  y 
poco  después,  con  el  grado  de  teniente  coro- 
nel, tomó  parte  en  el  sitio  de  esta  ciudad  y  en 
diversos  combates  contra  los  indios.  Se  halló 
en  Cepeda.  Fué  también  varias  veces  electo 
diputado  y  senador  nacional,  En  1865  el  coro- 
nel Conesa  fué  de  los  primeros  en  marchar  a[ 
Paraguay,  comandando  una  brigada,  siendo 
gravemente  herido  en  el  Paso  de  la  Patria. 
Desempeñó  muchos  otros  cargos  militares, 
hasta  su  fallecimiento,  ocurrido  en  esta  ciudad, 
el  3  de  septiembre  de  1872.  Este  jefe  se  distin- 
guió por  su  bravura,  su  nobleza  de  carácter  y 
su  moralidad  ejemplar. 
Consejo  de  Indias.  Era  un  Tribunal  superior 
compuesto  de  21  miembros,  que  residía  en  Es- 
paña para  resolver  en  última  instancia  todo  lo 
que  se  relacionase  con  el  gobierno  de  Améri- 
ca, con  su  comercio  y  con  su  Administración 
de  justicia.  Por  intermedio  de  este  Tribunal  se 
comunicaba  con  el  soberano.  Así  es  que  si  ha- 
bía que  dar  leyes,  decretos  o  resoluciones,  el 
Consejo  de  Indias  las  estudiaba,  las  redactaba 
y  se  las  proponía  al  rey  para  que  las  mandase 
observar.  Le  correspondía  a  él  también  reunir- 
las  todas  en  un  Código,  como  se  ve  en  el  que 
tenemos  con  el  nombre  de  Leyes  de  Indias. 
Del  mismo  modo  proponía  todos  los  emplea- 
dos, incluso  los  virreyes  y  los  obispos,  nom- 


braba jueces  veedores  o  de  pesquisa,  y  visita- 
dores para  que  recogiesen  y  le  mandasen  in- 
formes sobre  materias  y  asuntos  especiales  o 
personales;  él  era  también  el  que,  con  el  nom- 
bre de  Cédulas  Reales  (que  quiere  decir  carta 
auténtica  de  lo  que  manda  el  rey),  comunicaba 
y  hacía  circular  todas  las  resoluciones  sobera- 
nas, de  cualquier  carácter  que  ellas  fueran,  y 
más  tarde  se  conoció  que  un  Consejo  de  Go- 
bierno tan  amplio  como  éste  tenía  necesidad 
de  una  oficina  adjunta  de  Contabilidad,  de 
Aduana  y  de  Comercio,  que  fué  lo  que  se  llamó 
la  Casa  de  Contratación  (v.). 
Conspiración  Alzaga.  Los  españoles,  tenien- 
do por  jefe  a  D.  Martín  de  Alzaga  (v.),  cons- 
piraban con  objeto  de  echar  por  tierra  la  nue- 
va situación  que  habían  creado  los  patriotas, 
para  que  volviera  a  imperar  la  despótica  ense- 
ña de  la  conquista.  La  conjuración  debió  esta- 
llar a  fines  de  junio  de  1812,  pero  por  inconve- 
nientes que  sobrevinieron  se  había  aplazado 
para  el  5  de  julio.  «El  Dr.  Agrelo,  miembro  de 
una  Comisión  de  Justicia  que  se  había  creado 
para  castigar  los  crímenes,  fué  encargado  de 
sumariar  brevemente  a  los  conjurados.  La  acu- 
sación no  podía  ser  más  terrible:  D.  Martín  de 
Alzaga  (el  alcalde  de  la  defensa  contra  la  se- 
gunda invasión  inglesa)  era  denunciado  como 
jefe  de  la  revolución.  Los  conjurados  debían 
reunirse  una  noche  en  la  Convalecencia,  don- 
de se  pondría  el  belermo  fray  José  de  las  Ani- 
mas a  la  cabeza  de  la  caballería  y  D.  J.  Cen- 
tenac  de  la  infantería;  aquélla  atacaría  al  Par- 
que y  ésta  los  cuarteles,  marchando  en  segui- 
da a  tomar  la  fortaleza.  Al  amanecer  se  pon- 
drían en  contacto  con  la  escuadrilla  bloquea- 
dora,  con  cuyo  auxilio  acabarían  por  apoderar 
se  de  las  personas  del  Gobierno,  de  los  je- 
fes, etc.  Se  llegó  a  decir  que  el  plan  iba  has- 
ta degollar  a  todos  los  americanos.  Entre  las 
pruebas  aducidas,  se  averiguó  que  F.  Valde- 
pares,  complicado  en  este  asunto,  tenía  es- 
condidos en  la  Convalecencia  donde  vivía,  seis 
fusiles,  tres  sables  y  alguna  pólvora;  en  la 
ciudad  parece  que  había  también  distribuidas 
algunas  armas.  El  negro  Ventura,  esclavo  de 
D.°  Valentina  Feijó,  comunicó  que  el  capataz 
de  la  quinta  de  Alzaga  le  había  hablado  para 
entrar  en  una  revolución.  El  alcalde  dio  parte 
al  cabildante  Pereyra  Lucena,  y  éste  lo  avisó 
al  Gobierno  por  escrito.  Cuatro  días  hacía  que 
este  pliego  estaba  sin  abrirse  en  poder  del 
Gobierno,  cuando  el  2  de  julio  por  la  mañana 


CON 


-  142 


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se  presentó  en  el  fuerte  la  mujer  del  guarda 
Guerreros,  cuyo  yerno,  D.  Juan  Recazéns,  ha. 
bía  sido  también  invitado  por  el  comerciante 
D.  Pedro  de  la  Torre  para  el  movimiento,  a 
denunciar  el  caso  y  pedir  el  perdón  de  su  pa- 
riente. Con  estos  datos  y  el  rumor  que  desde 
días  antes  anunciaba  la  revolución,  el  Gobier- 
no instituyó  cuatro  comisionados  sumariantes 
para  ayudar  al  fiscal  en  la  averiguación  de  los 
hechos,  que  fueron  Chiclana,  Monteagudo, 
Vieytes  e  Irigoyen.  Aquella  misma  noche  fue- 
ron condenados  a  muerte  D.  M.  Cámara,  yer- 
no de  Alzaga;  su  capataz,  y  Latorre,  y  ejecu- 
tados el  3  a  las  once  de  la  mañana.  Alzaga, 
que  había  sido  ocultado  por  el  cura  de  la  Con- 
cepción, fué  descubierto  el  4  a  media  noche,  y 
después  de  una  declaración  en  que  negó  todo, 
fué  ejecutado  el  5  a  mediodía.  Igual  suerte  co- 
rrieron pocos  días  después  el  beiermo,  el  co- 
merciante Tellechea  (cuñado  de  Pueyrredón), 
Valdepares,  Diez,  Centenac  y  otros  más,  hasta 
el  número  de  38  personas.  Veintidós  días  ha- 
cía que  se  seguía  el  proceso,  y  se  habían  hecho 
ya  25  ejecuciones,  cuando  el  Gobierno  dirigió 
una  proclama  al  pueblo  declarando  que  era 
necesario  no  derramar  más  sangre;  pero  tuvo 
<jue  retroceder  ante  las  exigencias  del  partido 
exaltado,  y  dar  al  día  siguiente  otra  proclama 
contraria  a  la  primera.  El  general  Beigrano, 
al  leerla  a  su  ejército,  reprobó  esta  transacción 
con  la  excesiva  violencia,  y  calificó  con  dure- 
za a  sus  autores.  Este  tremendo  golpe  dado 
al  partido  español  lo  dejó  abatido  por  el  te- 
rror. Muchos  buscaron  su  seguridad  tomando 
cartas  de  ciudadanos  de  las  Provincias  Unidas, 
las  cuales  aun  se  expedían  a  nombre  del  rey 
Fernando  Vil;  el  que  no  se  hacia  patriota,  pro- 
curaba no  incurrir  en  la  tacha  de  sospechoso. 
Constitución.  La  primera  fué  promulgada  en 
Buenos  Aires,  el  22  de  abril  de  1819.  Respon- 
día al  sistema  unitario.  «Larga  y  difícil  fué  la 
elaboración  de  esta  obra,  destinada  a  vivir  un 
solo  día.  El  1 1  de  agosto  de  1817  se  nombró  la 
Comisión  que  debía  prepararla;  el  31  de  julio 
de  1818  empezó  a  discutirse  en  el  Congreso,  y 
no  llegó  a  su  sanción  hasta  el  22  de  abril  de 
1819.  Esta  Constitución,  lejos  de  unir  las  pro- 
vincias, fué  el  pretexto  para  separarlas  y  para 
hundirlas  en  guerras  civiles  largas  y  desastro- 
sas. De  tanto  mal,  los  promotores  de  la  divi- 
sión del  país  acusaron  como  autor  al  pueblo 
de  Buenos  Aires,  porque  en  su  seno  fué  con- 
feccionada la  Constitución...»  «El  Congreso 


del  año  19  se  componía  de  25  diputados,  de  los 
cuales  ocho  eran  de  las  provincias  del  Alto 
Perú  (Bolivia)  y  17  da  las  provincias  argenti- 
nas. Los  peruanos  eran:  Serrano,  Malavia, 
Zudáñez,  Carrasco,  Rivera,  Acevedo,  Guzmán 
y  Pacheco  de  Meló.  Los  argentinos  eran:  El 
deán  Funes,  Lascano  y  Villegas,  cordobeses; 
Gallo  y  Uriarte,  santiagueflos;  Godoy  Cruz, 
cuyano;  Bustamante  y  Zavaleta,  tucumanos; 
Castro  Barros,  riojano;  Sáenz,  López,  Azcué- 
naga  Paso,  Patrón,  Viamonte,  Díaz  Vélez  y 
Chorroarín,  de  Buenos  Aires.  Había,  pues,  en 
el  Congreso  del  año  19  una  mayoría  de  17  pro- 
vincianos contra  ocho  porteños.  Los  primeros 
eran  todos  oradores;  entre  los  segundos  ape- 
nas había  tres.  De  manera,  que  así  como  es 
verdad  que  la  influencia  en  el  Congreso  de 
Tucumán  (1816)  estaba  de  parte  de  los  diputa- 
dos de  Buenos  Aires,  verdad  es  también  que 
en  el  que  dio  la  Constitución  del  año  19  la  ba- 
lanza caía  con  todo  su  peso  del  lado  contrario. 
De  donde  se  deduce  que  es  una  injusticia  atri- 
buir a  Buenos  Aires  lo  que  fué,  o  debió  ser, 
obra  del  convencimiento  de  los  hombres  de 
más  alto  concepto  en  todas  las  provincias  ar- 
gentinas.» (Domínguez.)  En  diciembre  24  de 
1826  fué  sancionada  la  segunda,  que  respondía 
al  mismo  sistema  y  que  quedó  al  poco  tiempo 
sin  efecto.  El  1  de  mayo  de  1853,  un  Congreso 
constituyente,  reunido  en  Santa  Fe,  con  la  re- 
presentación de  13  provincias,  sancionó  la 
Constitución  federal  de  la  República.  He  aquí 
los  nombres  de  los  que  formaron  parte  de  esta 
Asamblea  general  Constituyente,  y  las  provin- 
cias que  representaban:  Dr.  Facundo  Zuviría, 
a  Salta;  presbítero  Pedro  Centeno,  a  Cata- 
marca;  Dr.  Santiago  Derqui,  a  Cóidoba;  doc- 
tor Juan  del  Campillo,  a  Córdoba;  general  Pe- 
dro Ferré,  a  Catamarca;  D.  Pedro  Díaz  Colo- 
drero,  a  Corrientes;  D.  Agustín  Delgado,  a 
Mendoza;  Dr.  Martín  Zapata,  a  Mendoza;  doc- 
tor Juan  María  Gutiérrez,  a  Entre  Ríos,  doc- 
tor Salustiano  Zavalía,  a  Tucumán,  Dr.  Lucia- 
no Torrent,  a  Corrientes;  D.  Manuel  Padilla, 
a  Jujuy;  Dr.  Salvador  M.  del  Carril,  a  San 
Juan;  D.  Ruperto  Godoy,  a  San  Juan;  doctor 
Juan  Llerena,  a  San  Luis;  D.  Manuel  Leiva,  a 
Santa  Fe;  Dr.  Delfín  B.  Huergo,  a  San  Luis; 
Dr.  Juan  Francisco  Seguí,  a  Santa  Fe;  fray 
José  Manuel  Pérez,  a  Tucumán;  presbítero 
D.  Benjamín  J.  Lavaisse,  a  Santiago  del  Este- 
ro; Dr.  José  Benjamín  Gorostiaga,  a  Santiago 
del  Estero;  D.  Ruperto  Pérez,  a  Entre  Ríos; 


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COR 


Dr.  Regis  Martínez,  a  La  Rioja,  y  D.  José  de 
la  Quintana,  a  Jujuy.  Esia  Constitución  fué  re- 
formada y  proclamada  en  toda  la  nación  el  21 
de  octubre  de  IStiO,  y  es  la  que  hasta  la  fecha 
rige  los  destinos  del  país.  La  última  reforma, 
que  sólo  comprendió  los  artículos  referentes  a 
los  ministerios  nacionales,  que  se  ampliaron  a 
ocho,  y  la  elección  de  diputados  nacionales, 
que  se  fijó  en  uno  por  cada  33.000  habitantes  o 
fracción  que  no  baje  de  16.500,  fué  sancionada 
el  15  de  mayo  de  1898. 

Cordero  (Mariano).  Marino.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  1  de  diciembre  de  1820.  Ingresó  a  los 
quince  años  en  la 
armada  encalidad 
de  aspirante.  En 
1836,  guardia  ma- 
rina;  en  1837, 
subteniente;  en 
1839,  teniente. 
Asistió  a  la  bata- 
lla de  Don  Cris- 
tóbal, en  1840;  a 
Iabatalladel5au- 
ce  Grande;  com- 
bate naval  frente 
a  Monteoideo; 
combate  de  Cos- 
taBraoa{w).,  contra Garibaldi,  que  es  derrota- 
do por  mar  y  tierra.  Fué  jefe  de  la  armada 
nacional.  Falleció  en  esta  ciudad,  el  24  de  no- 
viembre de  1899. 

Córdoba  (combate).  El  8  de  noviembre  de  1816. 
El  sargento  mayor  D.  Francisco  Sayos,  al 
frente  de  un  piquete  de  veteranos  y  Milicias 
cordobesas,  que  marchaba  en  auxilio  del  go- 
bernador de  Córdoba,  sostiene  un  combate  en 
los  suburbios  de  la  ciudad  llamados  Bajo  de 
Santa  Ana  y  vence  completamente  a  Bulnes, 
que  se  había  declarado  contra  la  autoridad 
legal. 

Córdoba  (fundación).  La  ciudad  de  Córdoba 
fué  fundada  el  6  de  julio  de  1573,  por  Jerónimo 
Luis  de  Cabrera,  en  el  «asiento  de  indios» 
que  éstos  en  su  idioma  llamaban  Quisquizaca- 
te,  cerca  del  río  Zi-quín,  que  se  nombró  de  San 
Juan  por  haber  llegado  el  24  de  junio  el  fun- 
dador, dando  a  las  tierras  de  su  jurisdicción  ei 
nombre  de  Nueva  Andalucía.  La  Intendencia 
de  Córdoba  se  componía  de  las  subdelegacio- 
nes  siguientes:  Mendoza,  San  Juan,  San  Luis 
y  Rioja. 

Córdoba  (Melitón).  Militar.  Gobernador  de  Ca- 


D.  Mariano  Cordero. 


tamarca  en  agosto  de  1866.  Nació  en  1830. 
Combatió  contra  Peñaioza  desde  1862  y  contra 
todas  las  montoneras  que  infestaban  el  interior 
del  país,  recibiendo  en  recompensa  de  sus  ser- 
vicios el  grado  de  coronel  de  la  nación.  Persi- 
guiendo al  caudillo  Várela,  que  había  penetra- 
do en  su  territorio,  lo  encontró  de  improviso 
en  las  cercanías  de  Tinogasta,  trabándose  un 
reñido  combate,  en  el  cual  sucumbió,  el  4  de 
marzo  de  1867. 
Coronado  (Martín).  Poeta  y  autor  dramático. 
Nació  en  Buenos  Aires,  el  4  de  julio  de  1850- 
Estudió  en  el  C  o. 
legio Nacional  del 
Uruguay,  y  termi- 
nados sus  estu- 
dios preparato- 
rios, volvió  a  Bue- 
nos Aires,  e  in- 
gresó en  la  Uni- 
versidad ,  donde 
recibió  su  título 
de  abogado.  No 
ejerció  su  profe- 
sión, dedicándose 
a  ser  escribano. 
Sus  obras  dramá- 
ticas principales 
fueron:  La  rosa  blanca;  Luz  de  luna  y  lúe 
de  incendio;  Salvador;  Cortar  por  lo  más  del- 
gado; Un  soñador;  Justicia  de  antaño;  La 
piedra  de  escándalo;  Cu'pas  ajenas;  La  cha- 
cra de  don  Lorenzo.  Fué  el  precursor  del  tea- 
tro genuinamente  argentino;  sus  poemas  8on 
dulces,  suaves;  su  estilo,  claro  y  limpio. 

Siempreviva 

Cuando  partí,  su  corazón,  ya  mío, 
lanzó  su  vida  de  mi  planta  en  pos: 
aquel  nido  de  amor  quedó  sombrío 
como  tumba  sin  lágrimas...,  vacío 
como  el  alma  sin  Dios. 

Es  notable  la  famosa  décima  de  La  piedra  d* 

escándalo: 

Sobre  el  alero  escarchao 
encontré  esta  madrugada 
una  palomita  helada, 
que  el  viento  había  extraviao. 
Porque  es  tuya  la  he  cuidao 
con  cariño  y  con  desvelo, 
y  la  cinta  color  cielo 


D.  .Martín  Coronado. 


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con  que  venia  adornada 
al  cuello  la  tengo  atada 
porque  es  cinta  de  tu  pelo. 
Falleció  en  Caseros  (Buenos  Aires),  el  20  de 
febrero  de  1919. 

Coronda  (batalla).  Lamadrid,  después  de  ser 
derrotado  por  Carreras  el  8  de  mayo  de  1821, 
tomó  refuerzos  en  el  Carcarafla,  reuniendo 
unos  mil  quinientos  hombres,  y  marchó  contra 
el  general  entrerriano  Ramírez,  creyendo  sor- 
prenderlo en  su  campo  de  Coronda  (1),  pero 
éste  le  sale  al  encuentro  y  lo  carga  valiente- 
mente, haciéndole  pedazos  en  pocos  momentos. 
Todos  sus  armamentos  y  las  caballadas  son 
tomadas,  por  Ramírez,  y  hasta  treinta  mil  pesos 
que  llevaba  para  auxiliar  al  ejército  de  Santa 
Fe.  Esta  batalla  tuvo  lugar  el  24  de  mayo 
de  1821. 

Corsarios.  He  aquí  los  nombres  de  la  mayor 
parte  de  los  corsarios  armados  a  consecuencia 
del  decreto  para  el  corso  de  13  de  noviembre 
de  1816,  que  hacían  en  el  Atlántico,  especial- 
mente en  la  travesía  de  Cádiz  a  las  Antillas: 
Congreso,  Independencia,  Patriota,  Cotagai- 
ta,  Tupac-Amarü,  Invencible,  Argentina,  Gene- 
ral San  Martin,  Rio  de  la  Plata,  Buenos  Aires, 
Unión,  Pueyrredon,  Vigilancia,  etc.,  y  los 
buques  del  Estado  Céfiro  y  Halcón.  Los  agen- 
tes de  presas  en  Buenos  Aires  eran:  David  de 
Forest,  Adam  Guy,  Juan  Higgimbothom,  etc. 

Cortázar  (Julián).  Obispo  de  Tucumán.  Nació 
en  Vizcaya.  Nombrado  el  21  de  julio  de  1617. 
Contribuyó  a  la  creación  de  la  Universidad  de 
Córdoba,  y  fué  uno  de  los  más  ardientes  soste- 
nedores de  las  misiones  jesuíticas.  En  1625 
dejó  la  provincia,  por  haberlo  promovido  la 
Corte  al  obispado  de  Nueva  Granada,  en  ejer- 
cicio de  cuyo  cargo  falleció,  el  25  de  octubre 
de  1630.  Este  prelado  consagró  a  D.  Pedro  Ca- 
rranza, primer  obispo  de  Buenos  Aires. 

Corte  (Bartolomé  de  la).  Teniente  gobernador 
de  Jujuy.  Natural  de  esta  provincia.  Sirvió  en 
los  escuadrones  de  Güemes,  y  llegó  a  ser  en  la 
guerra  popular  contra  los  ejércitos  realistas 
uno  de  los  buenos  guerrilleros  que  al  mando 
de  partidas  volantes  hostilizaban  con  vigor  al 
enemigo.  Efectuada  la  invasión  de  1816  del 
ejército  vencedor  en  Sipe-Sipe,  tuvieron  lugar 


(I)  Distrito  y  cabecera  del  departamento  de  San  Jeró- 
nimo, en  la  provincia  de  Santa  Fe,  situado  a  orillas  del 
brazo  del  río  Paraná  que  lleva  sn  nombre,  que  lo  toma  de 
una  antigua  tribu  de  indios  que  poblaban  el  paraje. 


algunos  combates  en  Jujuy,  y  en  ellos  batióse 
el  comandante  Corte  con  los  invasores  en  Ali- 
sos, San  Pedrito,  Rio  Grande  y  Viña,  al  frente 
de  las  Milicias  de  esa  provincia.  Falleció  en  ju- 
nio de  1824. 

Cortea  (Jerónimo).  Abogado.  Natural  de  Cór- 
doba. Prestó  constantes  y  relevantes  servicios 
al  país  desde  el  año  1855  hasta  el  día  mismo  de 
su  fallecimiento.  Defensor  general  de  pobres  y 
menores,  juez,  catedrático  de  Derecho  en  la 
ciudad  de  Córdoba,  consiliario  de  la  misma,  di- 
putado a  la  Legislatura  provincial,  camarista, 
miembro  de  la  Convención  Nacional  Constitu- 
yente reunida  en  Santa  Fe  en  1886,  miembro 
de  la  reunida  en  Córdoba  en  1869,  fiscal  de 
gobierno,  de  Estado,  senador  provincial,  ase- 
sor de  la  Municipalidad,  senador  nacional  de 
1875  a  1880,  fiscal  de  la  Cámara  en  la  capital 
federal,  catedrático  de  Derecho  civil  en  la  Uni- 
versidad de  Buenos  Aires,  nuevamente  sena- 
dor nacional  hasta  el  día  de  su  fallecimiento, 
en  1908. 

Cortina  (José  María).  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  14  de  agosto  de  1749.  Hizo  sus  es- 
tudios en  la  Academia  Militar  e  ingresó  en  1810 
como  soldado  en  la  Compañía  Patriótica.  Pasó 
a  la  Banda  Oriental.  Se  batió  en  q\  sitio  de 
Montevideo,  y  en  1813  expedicionó  al  Yagua; 
ron  y  en  el  asalto  y  toma  del  fuerte  Quiloubo- 
en  la  toma  y  rendición  de  Montevideo  en  1814. 
Expedicionó  a  Santa  Fe;  combatió  contra  los 
indios  en  la  acción  de  Calchincs  y  otros  pun- 
tos de  la  frontera,  actuando  luego  en  la  gue- 
rra civil  de  1820.  Cinco  años  después  pasó  a  la 
línea  militar  del  Uruguay,  y  de  ahí  enviado  de 
incógnito  al  Brasil.  Asistió  a  las  batallas  de 
Ombú,  Ituzalngó,  Filiberto  y  Camacuá.  Como 
coronel,  el  21  de  enero  de  1831,  comandó  el  re- 
gimiento 5.°  de  caballería,  prestando  sus  ser- 
vicios en  la  frontera  Oeste  de  Buenos  Aires 
hasta  1833,  en  que  formó  en  la  expedición  al 
río  Colorado.  En  1845  se  batió  contra  los  fran- 
ceses e  ingleses  en  Obligado,  y  dos  años  des- 
pués fué  nombrado  jefe  de  la  frontera  Norte 
de  Buenos  Aires,  de  guarnición  en  San  Nico- 
lás, en  cuyo  punto  fué  herido  de  lanza  en  la  su- 
blevación promovida  por  Urquiza.  Fué  el  co- 
ronel Cortina  un  jefe  valeroso  e  ilustrado.  A 
su  fallecimiento,  en  Buenos  Aires,  el  28  de  ju- 
lio de  1869,  dejó  escritas  sus  Memorias. 

Corvalán  (Eugenio).  Militar.  Nació  en  la  ciu- 
dad de  Mendoza,  en  1791 .  Después  de  cursar 
algunos  estudios  en  la  misma,  comenzó  a  ser- 


COR 


145  - 


COR 


vir  en  un  Cuerpo  de  Cívicos,  y  el  17  de  no- 
viembre de  1816,  con  motivo  de  la  formación 
del  ejército  de  los  Andes,  obtuvo  el  grado  de 
capitán  de  línea  del  regimiento  7.°  de  infante- 
ría, en  cuyo  cuerpo  pasó  a  los  Andes  y  se 
halló  en  el  sitio  de  la  plaza  de  Talcalmano, 
Chacabuco,  Cancha  Rayada,  Maipú,  Tora- 
ta  y  Moqaegua.  Después  de  la  campaña  de 
Puertos  Intermedios  perdió  totalmente  los  oí- 
dos, viéndose  obligado  a  pedir  su  separación 
del  ejército  «para  pasar  a  los  pueblos  de  las 
Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata  a  curar- 
se y  continuar  allí  sus  servicios  en  caso  de  me- 
joría», pedido  que  le  fué  despachado  favora- 
blemente por  San  Martín.  Trasladado  más  tar- 
de a  su  provincia,  falleció  el  6  de  marzo 
de  1858.  Era  hermano  del  general  D.  Manuel 
Corvalán,  del  coronel  Victorino  y  de  los  sar- 
gentos mayores  Gabriel  y  Francisco. 
Corvalán  (Qabino).  Nacido  en  Mendoza  y  her- 
mano del  coronel  Victoriano  Corralón.  Fué 
militar  y  después  sacerdote,  llegando  a  gober- 
nador del  obispado  de  Cuyo. 
Corvaláa  (José).  Militar.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  15  de  septiembre  de  1802.  Incorpora- 
do desde  muy  joven  al  servicio  de  las  armas, 
tomó  parte  en  la  expedición  al  Perú  con  San 
Martín,  y  más  tarde,  a  las  órdenes  de  O'Hig- 
gins.  Se  halló  en  Naaca,  en  Penco.  Estuvo  en 
la  güera  del  Brasil  con  el  grado  de  capitán. 
En  1831,  comandante  militar  de  San  Pedro.  En 
el  fuerte  de  la  Federación  peleó  contra  los  in- 
dios, y  se  distinguió  en  1838  en  el  combate  de 
la  laguna  de  Gómez  y  en  Loreto,  donde  derro- 
tó a  una  indiada  de  Baigorría.  Fué  ascendido 
por  este  hecho  a  teniente  coronel.  Comprome- 
tido en  la  revolución  de  1839,  fué  preso  y  des- 
terrado por  espacio  de  año  y  medio,  tiempo 
en  que  pasó  grandes  sufrimientos  y  miserias. 
Falleció  en  Buenos  Aires,  el  9  de  febrero 
de  1847. 
Corvalán  (Juan).  Gobernador  de  Mendoza  de 
1826  a  agosto  de  1829.  En  1827  celebró  un  tra- 
tado de  amistad  con  el  Gobierno  de  San  Luis, 
comprometiéndose  a  conservar  la  paz  entre 
ambos  pueblos  y  concurrir  con  todos  los  auxi- 
lios posible  a  la  guerra  contra  el  Brasil.  Murió 
asesinado  por  el  cacique  Coleto,  el  11  de  junio 
de  1830,  conjuntamente  con  otras  personas  más, 
Corvalán  (Manuel).  Militar.  Nacido  en  Mendo- 
za, el  28  de  mayo  de  1774.  Estudió  en  San  Car- 
los y  empezó  su  carrera  militar  en  1806.  Sien- 
do teniente  del  batallón  de  voluntarios  de  in- 
Dio.  HtST.  BiooK. 


D.  Manuel  Corvalán. 


fanterfa  de  Buenos  Aires  núm.  8,  se  halló  en 
el  ataque  de  los  corrales  de  Misere'-e,  el  2  de 
julio  de  1807,  y 
en  los  días  suce- 
sivos, hasta  el  7 
de  agosto,  ha- 
biendo contribuí- 
do  con  50  pesos 
fuertes  de  donati- 
vo para  las  ur- 
gencias de  la  gue- 
rra. En  1810  tra- 
bajó en  su  pro- 
vincia para  que 
se  pronunciase 
por  la  revolución. 
En  noviembre  de 
1812,  en  -atención 
a  sus  méritos  y 
servicios,  siendo  ya  teniente  coronel  y  coman- 
dante general  de  la  frontera  de  Mendoza,  fué 
nombrado  por  el  Gobierno  de  las  Provincias 
Unidas  comandante  general  de  las  fronteras  de 
Cuyo.  En  6  de  julio  de  1814,  nombrado  tenien- 
te gobernador  por  el  director  Posadas,  de  San 
Juan,  ejerciendo  ese  cargo  hasta  el  24  de  mayo 
de  1815.  En  este  mismo  año  fué  llamado  con 
urgencia  por  el  general  San  Martín,  por  consi- 
derar su  persona  muy  necesaria  para  confiarle 
comisiones  de  sumo  interés  nacional.  Movido  el 
ejército  sobre  Chile,  San  Martín  (15  de  octu 
bre  de  1816)  le  confió  los  establecimientos  de 
armería,  maestranza,  parque  y  demás  anexos 
al  de  artillería,  como  único  jefe  capaz  por  su 
inteligencia,  probidad  y  actividad  para  tan  im- 
portante cargo.  Fué  fiscal  adhoc  en  la  causa 
formada  a  los  hermanos  Carrera,  y  comisiona- 
do para  pactar  con  Quiroga.  En  1825  fué  elec- 
to representante  al  Congreso.  En  1827,  nom- 
brado edecán  de  Dorrego,  como  también  de 
Rosas,  acompañando  a  éste  en  la  expedición  al 
Colorado.  Más  tarde  ascendió  a  general.  Fa- 
lleció el  9  de  febrero  de  1847. 
Corvalán  (Victoriano).  Militar.  Nacido  en  Men- 
doza, en  1793.  Era  alférez  cuando  se  incorpo- 
ró al  regimiento  de  Granaderos  a  Caballo, 
en  1816.  Al  año  siguiente  pasó  a  Chile,  hallán- 
dose en  Las  Coimas,  Chacabuco  y  Chillan, 
siendo  el  primer  argentino  que  llevó  a  Santia- 
go la  noticia  de  la  victoria.  Hizo  la  campaña 
del  Sud  de  Chile,  tomando  parte  en  las  bata- 
llas de  Curapaíigüé,  Concepción,  Talcahuano, 
Cancha  Rayada  y  Maipú.  Sirvió  contra  los 

to 


CORR 


montoneros,  hallándose  en  Punta  del  Méda- 
no (1821).  Combatió  contra  Quiroga  y  Aldao, 
por  lo  que  tuvo  que  emigrar  nuevamente  a 
Chile.  Inspector  general  de  armas  después  de 
Caseros.  Murió  en  Mendoza,  el  25  de  mayo 
de  1854,  con  el  grado  de  coronel. 
Corrales  (combate  de  los).  Guerra  civil.  Los 
defensores  de  Buenos  Aires,  al  saber  el  fraca- 
co  del  coronel  .\rias  en  Puente  Alsina  mandan 
al  coronel  Hilario  Lagos  en  su  auxilio;  pero  en 
los  Corrales  se  encuentran  con  las  fuerzas 
sitiadoras,  mandadas  por  el  ministro  de  Guerra 
Dr.  Carlos  Pellegrini,  e  inmediatamente  se 
traba  un  combate  tan  encarnizado  como  san- 
griento. Lagos  sostiene  el  punto  con  la  bravu- 
ra que  le  era  peculiar.  Más  tarde,  por  la  me- 
diación del  cuerpo  diplomático  extranjero,  se 
arriba  a  un  armisticio  entre  las  fuerzas  nacio- 
nales y  las  de  Buenos  Aires,  que  estaban  en 
lucha.  Esta  fué  el  principio  de  la  apertura  de 
las  negociaciones  que  concluyeron  con  la  pa- 
cificación de  Buenos  Aires. 
Correa  (Cirilo).  Guerrero  de  la  independencia. 
Natural  de  Buenos  Aires.  Empezó  su  carrera 
militar,  en  clase  de  cadete  en  el  regimiento  de 
Patricios,  en  1810,  y  en  el  mismo  año  marchó 
con  la  expedición  libertadora  al  Alto  Perú, 
tomando  parte  en  los  combates  y  batallas  de 
Cotagaita,  Suipacha,  Potosí,  Desnguadero. 
Militó  después  en  el  ejército  de  Belgrano  y 
asistió  a  las  batallas  de  Tucumán  y  Salta  en 
1812  y  13,  y  a  Vilcapujio  y  Ayohuma,  Venta  y 
Media.  A  las  órdenes  de  San  Martín,  se  halló 
en  Chacabuco,  Cerro  del  Gavilán,  donde  fué 
gravemente    herido .    Estando    convaleciente 
tomo  parte  en  la  campaña  del  Sud  de  Chile  y 
en  la  expedición  al  Perú,  donde  desempeñó  en 
1822  el  cargo  de  jefe  de  Estado  Mayor  del 
ejército  de  Lima.  Se  halló  en  los  combates  de 
Calaña,  Torata,  Moquegua,  y  en  las  batallas 
dejunin  y  Ayacucho,  en  1824.  Este  bizarro  mi- 
litar fué  uno  de  los  jefes  más  valientes  del 
glorioso  ejército  de  los  Andes.  Sus  ascensos 
los  obtuvo  grado  a  grado,  hasta  llegar  a  gene- 
ral  en   1823;  todos  por  acciones  de  guerra. 
Dejó  de  existir  en  Lima,  el  año  1827. 
Correa  (Juan  de  Dios).  Gobernador  de  Mendo- 
za. Natural  de  esta  provincia.  Inició  una  admi- 
nistración reformista,  suprimió  la  institución 
del  Cabildo,  organizó  la  Policía,  la  justicia  ci- 
vil, las  oficinas  de  Aduana,  la  Milicia,  la  per- 
cepción de  impuestos  y  rentas  públicas;  aumen- 
tó el  número  de  escuelas  de  ambos  sexos,  y 


146  —  CORR 

dio  en  todo  sentido  un  vigoroso  impulso  de 
progreso  y  de  espíritu  liberal  a  la  marcha  de 
Mendoza.  Termino  su  período  en  1827. 
Correa  (Manuel).  Militar.  Nacido  en  Maldonado 
(Estado  Oriental).   Entró  de  cadete  e  n  los 
cuerpos  de  blandengues,  en  enero  de  1804.  En 
las  invasiones  inglesas,  en  el  desembarco   y 
ataque  de  las  tropas  británicas  en  Maldonado 
el  29  de  octubre  de  1806,  fué  herido  de  bayo- 
neta. Se  incorporó  en  la  expedición  de  Belgra- 
no al  Paraguay;  en  el  segundo  sitio  de  Monte- 
video, en  la  batalla  del  Cerrito  y  en  la  rendi- 
ción de  la  plaza;  en  Cepeda  (1820),  Cañada  de 
la  Cruz  (1820;,  en  Paoón  (1820).  A  las  órdenes 
del  general  Rodríguez  combatió  contra  los  in- 
dios. En  la  guerra  contra  el  imperio  del  Brasil, 
asistió  a  esta  campaña  y  a  la  batalla  de  ¡tu- 
zaingó,  a  cuya  victoria  contribuyó  con  el  1."  de 
cazadores,  batallón  que  se  distinguía  por  la 
organización  y  disciplina  que  había  sabido  dar- 
le la  pericia  militar  del  coronel  Correa,  adqui- 
riendo él  mismo  la  fama  de  táctico.  Concurrió 
a  la  revolución  contra  el  gobernador  coronel 
D.  Manuel  Dorrego,  etc.  Falleció  este  buen 
servidor  del  país  en  la  ciudad  de  Montevideo, 
por  el  año  1850. 
Correas  (José).  Militar.  Nació  en  Mendoza. 
Había  iniciado  su  carrera  militar  en  el  regi- 
miento de  Granaderos  a  Caballo.  En  la  acción 
de  Chunchanga  (v.)  demostró  un  valor  bri- 
llante. 
Corrientes  (ataque,  1811).  Una  división  de  cin- 
co buques  españoles,  al  mando  del  capitán  don 
Manuel  de  Clemente,  que  había  salido  de  Mon- 
tevideo y  remontado  el  Paraná,  se  presenta  en 
el  puerto  de  Corrientes  en  orden  de  combate  e 
intima  condiciones  de  sometimiento  y  auxilios 
de  boca.  El  jefe  de  las  Milicias  de  aquel  punto, 
D.  Elias  Galván,  rechaza  con  energía  las  pro- 
posiciones de  los  realistas,  que  desembarcan 
fuerzas  para  atacar  al  pueblo;  pero  son  recibí 
dos  con  un  mortífero  fuego  el  19  de  julio,  te- 
niendo que  reembarcarse  inmediatamente.  Cle- 
mente se  contentó  con  tirar  algunas  balas  a  la 
ciudad  indefensa,  retirándose  al  fin,  corrido 
por  la  energía  del  jefe  patriota  y  los  bravos 
correntines. 
Corrientes  (ataque,    1865).   De  sorpresa  fué 
ocupada  la  ciudad  de  Corrientes  por  las  tropas 
paraguayas,  y  desalojadas  victoriosamente  poi 
las  tropas  argentinas  el  25  de  mayo  de  1865,  a 
mando  del  general  D.  Wenceslao  Paunero.  E! 
desembarco  fué  bajo  un  vivísimo  fuego  de  fu- 


CORR 


-  147  - 


eos 


silería  del  enemigo.  El  combate  entre  ambas 
fuerzas  se  hace  general  y  sangriento  en  las  ca- 
lles; pero  a  pesar  de  la  brava  resistencia  de 
los  invasores,  las  fuerzas  argentinas  se  apode- 
ran de  la  ciudad.  Este  fué  el  primer  combate 
entre  las  armas  argentinas  y  paraguayas  en  la 
guerra  que  sostuvieron  por  espacio  de  cinco 
aflos.  Los  paraguayos,  en  su  bautismo  de  san- 
gre dieron  prueba  de  ese  valor  indómito  que 
hasta  el  fin  de  la  guerra  supieron  sostener  con 
ejemplar  entereza. 

Corrientes  (fundación).  Levantada  la  ciudad  de 
la  Concepción  el  15  de  abril  de  1585,  en  la  cos- 
ta del  Bermejo,  los  conquistadores  se  propo- 
nen fundar  otra  ciudad  para  que  sirviera  de 
escala  en  el  tránsito  de  aquélla  a  Buenos 
Aires.  Al  efecto,  Alonso  de  \'era  y  Aragón 
funda  en  la  margen  derecha  del  Paraná  la  ciu- 
dad de  Corrientes,  con  el  nombre  San  Juan  de 
Vera  de  las  Siete  Corrientes.  Lleva  el  nombre 
de  Vera  en  homenaje  a  su  fundador,  y  de  las 
Siete  Corrientes,  por  las  siete  corrientes  que 
formaba  el  río  Paraná  frente  a  la  ciudad.  Por 
decreto  del  10  de  septiembre  de  1814,  el  direc- 
tor de  las  provincias  unidas  de  Río  de  la  Plata 
crea  la  provincia  de  Corrientes  y  se  la  da  por 
capital  a  la  ciudad  del  mismo  nombre,  y  se  in- 
cluye dentro  del  territorio  del  nuevo  Estado  al 
de  Misiones. 

Corro  (Miguel  Calixto  del).  Sacerdote.  Nació 
en  Córdoba,  el  14  de  octubre  de  1775.  Doctor 
en  Teología,  recibido  en  1798.  En  ISOO  recibió 
las  sagradas  órdenes,  y  luego  obtuvo,  por  opo- 
sición,  la  silla  de  magistrado  de  la  catedral  de 
Córdoba.  El  25  de  mayo  de  1811  pronunció  el 
primer  sermón  patriótico  que  resonó  en  la  ca- 
tedral de  Córdoba.  En  1816  fué  electo  repre- 
sentante de  su  provincia  ante  el  Congreso  de 
Tucumán,  el  cual  lo  envió  como  mediador  al 
litoral  para  evitar  la  guerra  civil  entre  Buenos 
Aires  y  Santa  Fe,  circunstancia  por  la  cual  no 
pudo  suscribir  el  acta  del  9  de  julio  de  1816. 
Como  enemigo  de  la  guerra  civil,  se  retiró  de 
la  política,  consagrándose  a  sus  estudios  pre- 
dilectos. Perdió  en  sus  últimos  años  la  vista,  y 
para  no  permanecer  en  inacción  intelectual 
revisó  los  manuscritos  de  sus  sermones,  valién 
dose  de  la  intervención  de  una  persona  de  su 
familia,  que  se  los  leía;  sermones  que  fueron 
impresos  en  Filadelfia  en  1849.  El  Dr.  Del  Co- 
rro murió  en  Córdoba,  el  16  de  septiembre 
de  1851. 

Cossío  (Juan  García  de).  Nació  en  Corrientes, 


el  24  de  junio  de  1791.  Era  hijo  del  coronel 
García  de  Cossío,  español,  y  de  D.'  Estanislaa 
Zúñiga,  argentina.  Enviado  en  su  niñez  a  Chi- 
le, hizo  allí  sus  estudios  superiores;  pero  re- 
gresó a  su  país  algún  tiempo  después  de  la  re- 
volución de  mayo,  estableciéndose  en  Buenos 
Aires.  Inscrito  el  año  13  en  la  matrícula  de 
abogados  de  este  Tribunal,  se  dedicó  por  en- 
tonces preferentemente  al  ejercicio  de  su  pro- 
fesión, y  dos  aflos  más  tarde,  a  la  caída  de  Al- 
vear,  Cossío  entró  a  formar  parte  de  la  Comi- 
sión ad  hoc  creada  para  procesar  a  los  parti- 
darios del  director;  fué  igualmente  miembro  de 
la  Junta  de  Observación  y  de  la  Comisión  de 
Vigilancia  establecida  popularmente  en  los  úl- 
timos tiempos  del  gobierno  de  Alvarez  Tho- 
mas,  y  cuya  principal  misión  era  fiscalizar  la 
marcha  administrativa  del  Directorio.  Todos 
estos  cargos  tenían  una  verdadera  importancia 
de  actualidad  y  eran  en  general  confiados  a 
personas  de  mérito  y  de  reputación.  El  año  20 
aparece  de  nuevo  el  nombre  del  Dr.  Cossío. 
Después  de  algunas  tentativas  infructuosas 
para  llegar  a  un  avenimiento  pacífico  con  los 
caudillos  federales,  el  Gobierno  de  Buenos  Ai- 
res comisionaba  a  los  Dres.  Cossío  y  Cas- 
tro (M.  A.)  cerca  de  Estanislao  López  para 
reabrir  negociaciones  de  paz;  la  misión  dio  re- 
sultados benéficos,  pues  a  poco  aquel  jefe 
subscribía  el  tratado  que  ha  pasado  a  la  Histo- 
ria con  el  nombre  de  ><<^onvención  del  Pilar». 
Representó  igualmente  al  Gobierno  de  la  capi- 
tal en  las  provincias  de  Santa  Fe  y  Entre  Ríos 
para  negociar  algunas  bases  sobre  organiza- 
ción nacional  y  provocar  la  instalación  de  un 
Congreso  en  Buenos  Aires  11823),  y  al  año  si- 
guiente fué  nuevamente  enviado  en  misión  es- 
pecial cerca  del  Gobierno  del  Paraguay.  Ejer- 
ció igualmente  la  magistratura,  primero  como 
juez  en  lo  civil  (1821)  y  después  como  vocal  de 
la  Cámara  de  Justicia  (1828).  Durante  la  tira- 
nía vivió  en  el  retiro  del  hogar,  sin  mezclarse 
en  las  agitaciones  locales,  y  a  la  terminación 
de  ésta  estuvo  afiliado  a  la  causa  de  Buenos 
Aires  en  sus  disidencias  con  el  general  Urqui- 
za,  y  entró  de  nuevo  a  formar  parte  del  Tribu- 
nal de  Justicia,  del  que  fué  presidente,  falle- 
ciendo a  poco,  el  4  de  noviembre  de  1854. 
Cossío  (Simón  García  de).  Hermano  del  ante- 
rior. Jurisconsulto.  Natural  de  Corrientes.  Es- 
tudió Leyes  en  la  Universidad  de  Chile,  siendo 
el  primer  correntino  que  obtuvo  su  título. 
En  1810  era  miembro  de  la  Real  Audiencia  de 


eos 

Buenos  Aires,  y  en  tal  carácter  concurrió  al 
cabildo  abierto,  y  adhirióse  al  dictamen  de  los 
comandantes  Cornelio  Saavedra  y  D.  Martín 
Rodríguez.  Instalado  el  primer  Gobierno  pa- 
trio, fué  electo  diputado  por  su  provincia  na- 
tal, y  como  tal  formó  parte  de  la  Junta  hasta 
septiembre  de  ISl  1,  en  cuyo  año  desempeñó  el 
empleo  de  fiscal  civil  y  criminal,  y  en  181S  el 
de  asesor  general  de  Gobierno;  entendiendo, 
en  cumplimiento  de  sus  deberes,  en  el  proceso 
formado  a  los  franceses  Robert,  Lagresse, 
Dragumette,  etc.,  acusados  de  conspiración 
contra  los  Gobiernos  de  Buenos  Aires  y  Chile. 
Posteriormente,  cuando  el  general  Rondeau 
tomó  posesión  del  puesto  de  director  del  Esta- 
do, el  Dr.  Cossío  fué  encargado  del  ministerio 
de  Hacienda,  en  cuyas  funciones  permdneció 
algunos  meses,  hasta  el  11  de  febrero  de  1820, 
en  cuyo  año  se  retiró  de  la  vida  pública  por  la 
anarquía  reinante.  El  Dr.  Cossío  fué  un  patrio- 
ta distinguido  e  inteligente. 
Costa  Brava  (combate  de).  El  comandante  don 
José  Garibaldi,  tan  famoso  después,  al  mando 
de  la  escuadrilia  de  Montevideo,  cuyo  Gobier- 
no se  hallaba  en  guerra  con  el  de  la  República 
Argentina,  había  remontado  el  río  Paraná. 
Brown  sale  en  su  busca,  conduciendo  la  escua- 
drilla de  Buenos  Aires  (seis  buques).  En  Costa 
Braoa  alcanza  a  su  enemigo,  que  no  atrevién- 
dose a  presentar  una  acción  naval,  había  aco- 
derado sus  buques,  que  eran  cinco,  con  el  pai- 
lebote yoüe/i  Esteban,  de  propiedad  particular, 
que  días  antes  había  tomado,  armado  y  coloca- 
do en  estado  de  combate.  En  tierra  guardaba 
su  flanco  una  gran  trinchera  de  tercios  de 
hierba  y  petacones  de  tabaco  apresados  en 
Corrientes,  tras  de  cuya  muralla  había  coloca- 
do infantería.  Brown,  no  pudiendo  acercarse 
por  falta  de  viento,  echa  gente  a  tierra  y  se 
acerca,  bajo  un  horroroso  fuego  de  cañón  que 
le  hacían  los  buques  y  la  fusilería  de  los  que 
estaban  detrás  de  la  trinchera,  sin  poderles 
contestar  porque  la  corriente  le  impedía  dar  el 
costado  de  sus  buques.  Pero  a  Brown  nada  le 
arredra,  sin  embargo  de  tener  un  gran  número 
de  muertos  y  heridos;  estaba  acostumbrado  a 
vencer  y  tenía  conciencia  del  triunfo.  «Por 
fin— dice  Escardó— consiguió  poner  en  línea 
el  bergantín  Echagüe  y  las  goletas  Chacabu- 
co,  Argentina  y  la  9  de  Julio,  comenzando  un 
sostenido  combate  de  artillería,  que  era  con- 
testado por  los  cuatro  buques  de  Garibaldi: 
Suárez,  Muñoz,  Vágquee  y  Pacheco  y  Obes, 


148  —  eos 

o  Libertad,  y  en  que  tomaban  parte  las  infan- 
terías de  tierra.  Una  guerrilla  al  mando  de  un 
guardia  marina,  Mariano  Cordero,  bajó  de  los 
buques  de  Brown  e  hizo  apagar  \o&  fuegos  de 
la  infantería  de  Garibaldi.  Vuelto  el  oficial  a 
bordo,  el  almirante  Brown  le  regaló  su  espada 
y  lo  felicitó.  A  la  oración  cesó  el  fuego.  Como 
a  las  doce  de  la  noche,  la  escuadra  Brown  vi6 
venir  un  brulote  con  fuego  encendido,  trayen- 
do de  dirección  el  centro  de  la  Argentina  y  el 
Vigilante  y  cuyo  choque  los  haría  volar.  En- 
tonces el  almirante  Brown  dio  orden  a  otro 
guardia  marina,  Bartolomé  Cordero,  hermano 
del  primero  que  hemos  citado,  para  que  fuera 
a  desviar  la  dirección  del  brulote  cortándole 
la  mecha.  Con  un  bote  y  cuatro  remeros,  el 
oficial  fué  a  cumplir  tan  peligrosa  comisión, 
desviando  el  brulote  y  volviendo  al  rato  con  la 
mecha,  que  si  hubiera  ardido  cinco  minutos 
más,  produce  la  explosión.  Cuando  regresó  a 
bordo  el  valiente  oficial,  Brown,  abrazándole, 
le  dijo  estas  palabras:  «Yo  daré  cuenta  al  Go- 
bierno de  su  valiente  comportación;  usted  será 
con  los  años  una  de  las  glorias  de  la  escuadra 
argentina.  Lo  que  usted  ha  hecho  en  cumpli- 
miento de  su  deber  es  mucho  para  su  edad.» 
Inutilizado  el  brulote,  Garibaldi  ordenó  al  co- 
mandante del  bergantín  que  con  50  hombres  de 
tierra  abordase  al  Echagüe,  que  estaba  en  la 
costa,  llegando  la  gente  del  comandante  Arana 
en  silencio;  pero  descubiertos  por  el  centinela, 
que  dio  el  ¿quién  vive?,  y  no  recibiendo  con- 
testación, hizo  fuego,  poniéndolos  en  fuga, 
pues  la  bala  del  centinela  había  muerto  al  jefe 
de  la  expedición  Arana.  Esto  tuvo  lugar  el  15 
de  agosto  de  1842.  El  día  16,  al  amanecer,  em- 
pieza el  cañoneo  y  la  fusilería  de  tierra,  sus- 
pendido el  día  anterior;  pero  poco  a  poco  los 
disparos  de  las  fuerzas  de  Garibaldi  empeza- 
ron a  ser  más  lentos,  circunstancias  que  no  po- 
día aprovechar  Brown  por  falta  de  viento.  A 
las  tres  refrescó,  y  entonces  Brown  dio  la 
orden  de  abordaje,  dando  el  ejemplo  con  la 
9  de  julio.  Entonces  Garibaldi,  sin  poder  resis- 
tir por  falta  de  municiones,  prendió  fuego  a 
sus  buques,  haciendo  volar  el  bergantín  y  la 
corbeta.  Al  ver  esto  Brown  detuvo  su  marcha 
a  medio  tiro  de  cañón,  pues  un  momento  más, 
la  9  de  Julio,  con  el  almirante,  habrían  volado 
también.  Quedó  humeando  el  pailebote  JoDen 
Esteban,  y  comprendiendo  Brown  que  seeiiiría 
igualmente  poniendo  en  peligro  la  existencia 
de  sus  buques,  llamó  al  guardia  marina  Barto- 


eos 


149  - 


eos 


lomé  Cordero,  que  el  día  antes  había  apagado 
el  brulote,  y  le  dio  orden  de  ir  a  bordo  del  bu- 
que humeante  y  cortar  la  mecha.  El  oficial  par- 
tió con  un  bote  a  desempeñar  la  comisión,  pero 
se  encontró  con  otro  bote  que  iba  a  desempe- 
ñarla también:  era  su  hermano  Mariano,  el 
joven  oficial  a  quien,  por  su  conducta  al  frente 
de  la  guerrilla,  Brown  le  regaló  su  espada  el 
día  anterior.  Entonces  empezó  una  verdadera 
regata,  disputándose  ambos  hermanos  el  llegar 
H  bordo;  pero  como  el  bote  del  que  apagó  el 
brulote  era  más  liviano,  llegó  primero,  saltan- 
do a  bordo  del  buque  con  la  tripulación,  los 
baldes  y  las  hachas.  El  fuego  salía  por  el  cas- 
tillete de  proa,  la  pólvora  estaba  en  la  bodega 
y  la  mecha  se  extendía  a  lo  largo:  diez  minu- 
tos de  demora,  y  volaban  con  el  buque  todos. 
Garibaldi  y  sus  tropas  se  salvaron  huyendo 
por  tierra.  El  Gobierno  de  Montevideo  perdió 
totalmente  su  escuadrilla  en  este  día  memora- 
ble para  la  marina  argentina.  En  poder  de 
Brown  y  de  sus  marinos  quedaron  los  buques 
que  no  fueron  incendiados,  la  artillería,  etc. 
Costa  (Jerónimo).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  el  año  ISOS.  Ingresó  en  clase  de  sub- 
teniente en  las  filas  del  batallón  de  cazadores 
que  mandaba  el  coronel  Olazábal,  en  ocasión 
de  la  guerra  del  Brasil.  En  esta  campaña  el 
oficial  Costa,  que  durante  ella  había  sido  pro- 
movido a  teniente,  se  comportó  con  mereci- 
miento, y  tan  distinguida  fué  su  conducta  en  la 
batalla  de  Ituzaingó,  que  se  le  ascendió  a  ca- 
pitán en  el  mismo  campo  de  batalla.  Costa  ha- 
bía empezado  por  demostrar  calidades  de  mili- 
tar, valentía  y  mucho  juicio  en  sus  pocos  aflosi 
y  con  estos  antecedentes  obtuvo  en  breve  tiem" 
po  las  presillas  de  sargento  mayor.  Hallábase 
en  Buenos  Aires  cuando  estalló  el  pronuncia" 
miento  del  ejército,  sublevado  por  sus  jefes 
contra  el  gobierno  del  coronel  Dorrego.  El 
mayor  Costa  rechazó  la  invitación  de  sus  com- 
pafleros  de  armas  de  adherirse  al  movimiento 
revolucionario,  y  en  los  momentos  del  conflic- 
to trató  de  ponerse  de  parte  de  la  autoridad 
constituida,  ocupando  el  «fuerte»— casa  de  go- 
bierno— con  el  batallón,  operación  que  impidió 
la  actitud  del  coronel  Olazábal,  jefe  superior 
del  cuerpo,  que  en  ese  momento  entraba  en  el 
cuartel.  Costa  fué  preso  el  mismo  día  del  nw 
vimiento.  Definida  así  su  posición  política,  se 
puso  del  lado  de  D.  Juan  Manuel  Rosas  en  la 
guerra  que  sostuvo  con  el  general  Lavalle, 
cuyo  resultado  fué  el  predominio  de  la  influen- 


cia política  encarnada  en  aquel  general  de  Mi- 
licias. Desde  entonces  el  coronel  Costa  deci- 
didamente sirvió  con  su  espada  al  dictador  y 
su  sistema,  hasta  el  día  en  que  la  victoria  de 
Caseros  derribó  ese  orden  de  cosas,  habiéndo- 
se rehusado  a  prestar  su  cooperación  a  la  cru- 
zada libertadora  que  preparaba  Lavalle  con  el 
auxilio  de  la  escuadra  francesa,  para  cuya  era- 
presa  había  sido  solicitado.  Marchó  con  Rosas 
a  la  expedición  del  año  33,  emprendida  contra 
los  indios,  expedición  que  después  de  llegar 
hasta  el  río  Colorado  e  isla  de  Choele-Choel, 
y  obtenido  algunas  ventajas  contra  aquéllos, 
tuvo  que  regresar.  Por  ese  tiempo,  Costa  figu- 
raba en  ese  ejército,  en  el  rango  de  teniente 
coronel,  y  era,  según  dice  Rivera  Indarte,  uno 
de  los  jefes  que  Rosas  no  miraba  con  entera 
confianza.  Mas  si  alguna  duda  abrigaba  el  es- 
píritu suspicaz  de  aquel  hombre,  sugerida  sin 
duda  por  la  misma  honradez  del  sujeto  que  la 
motivaba,  ella  debió  desaparecer  después  de 
haberla  puesto  a  prueba  encomendándole  a 
Costa  la  defensa  de  la  isla  de  Martín  García, 
bloqueada  por  la  escuadra  francesa,  en  unión 
con  una  flotilla  del  Estado  Oriental.  Efectiva- 
mente: nombrado  de  tiempo  atrás  el  coman- 
dante Costa  jefe  militar  de  esa  isla,  con  una 
pequeña  fuerza  de  guarnición  que  no  alcanzaba 
a  100  hombres,  la  conducta  que  desplegara  en 
estas  circunstancias  le  haría  conocer,  sin  me- 
jorar ni  empeorar  la  causa  del  tirano,  cualquie" 
ra  que  ella  fuese;  los  escasos  elementos  que 
le  fueron  confiados  parece  autorizar  también 
la  opinión  del  escritor  citado.  Intímesele  por  e^ 
comandante  de  la  escuadra,  D.  Hipólito  Da- 
guenet,  la  entrega  de  la  isla  antes  de  recurrir 
a  la  decisión  de  las  armas.  Costa  contestó 
como  cuadra  a  un  jefe  que  conoce  las  leyes  del 
honor  militar.  Llevado  el  ataque  sobre  los  di- 
versos puntos  sostenidos  por  los  sitiados,  un 
fuego  nutrido  se  mantuvo  de  una  y  otra  parte, 
y  después  de  cerca  de  dos  horas  de  sangrienta 
lucha  los  valientes  defensores  de  la  isla  ren- 
dían las  armas  a  sus  vencedores  y  quedaban 
prisioneros.  El  comandante  Costa  .^e  acreditó 
una  vez  más  como  un  jefe  intrépido  y  capaz, 
y  el  comandante  de  la  escuadra  francesa,  en 
una  comunicación  dirigida  al  gobernador  de  la 
provincia,  que  fué  publicada  en  el  número  4.597 
de  la  Gaceta  Mercantil,  hace  honor  a  la  activi- 
dad increíble  y  a  los  talentos  militares  del  bra- 
vo coronel  Costa,  según  así  se  expresa  la  nota 
con  estas  palabras:  «Lleno  de  admiración  por 


eos 


-  150 


él,  he  creído  que  no  podía  darle  una  mejor 
prueba  de  los  sentimientos  que  me  ha  inspirado 
que  manifestando  a  V.  E.  su  bella  conducta 
durante  el  ataque  dirigido  contra  él  el  11  de 
este  mes,  por  fuerzas  bastante  superiores  a  las 
deque  podía  disponer».  Pero  si  la  conducta  del 
guerrero  ha  merecido  elogio,  no  podemos  re- 
petir lo  mismo  de  sus  ideas  y  de  la  causa  que 
defendió;  a  juzgar  por  el  texto  del  parte  oficia' 
que  pasó,  no  respiró  su  pecho  otro  sentimiento 
que  el  de  su  adhesión  a  Rosas.  Véase  cómo  se 
expresó:  «En  medio  de  un  fuego  vigoroso  que 
por  todas  partes  nos  abrasaba,  nuestros  96  va. 
lientes  de  que  constaba  la  guarnición  se  infla- 
maban de  entusiasmo  en  vista  del  retrato  de 
nuestro  ilustre  Restaurador  y  del  bravo  gene- 
ral Quiroga.  que  los  había  colocado  en  el  asta 
bandera,  al  descubierto  de  los  fuegos.»  (Ga- 
ceta Mercantil,  número  4.599).  La  guerra  que 
empezó  el  año  39  le  contó  entre  los  comba- 
tientes; militaba  en  el  ejército  que  Rosas  puso 
a  las  órdenes  del  general  Oribe,  y  asistió  a  las 
sangrientas  jornadas  del  Quebracho  Herrado 
y  del  Rodeo  del  Medio. 

En  esta  última  tomó  a  la  bayoneta  con  su  ba- 
tallón la  artillería  del  centro,  perdiendo  la 
mitad  de  la  tropa,  cuyo  ataque  ejecutó  al  man- 
do inmediato  de  su  hermano  político,  el  coro- 
nel D.  Gregorio  J.  Quirno.  Terminada  la  gue- 
rra en  las  provincias  argentinas,  siguió  en  el 
ejército  en  la  campaña  que  emprendía  en  el 
Estado  Oriental;  batióse  en  la  batalla  del 
Arroyo  Grande,  desastrosa  para  las  armas  del 
general  Rivera,  y  desde  cuyo  campo  Costa 
escribía  al  gobernador  vitalicio  de  Mendoza, 
Aldas,  congratulándole  por  la  victoria  y  di- 
ciéndole:  «Hemos  tomado  más  de  150  jefes  y  ofi- 
ciales, que  en  el  acto  fueron  ejecutados  »  (Bo- 
letín de  Mendoza,  núm.  12).  Es  digno  de  no- 
tarse, sin  embargo,  y  debemos  en  honor  de  su 
memoria  no  olvidarlo,  que  el  coronel  Costa 
jamás  manchó  su  nombre  ni  se  le  acusó  nunca 
de  un  hecho  denigrante  ni  de  crueldad;  en 
aquella  época  aciaga,  lejos  de  eso,  interpuso 
su  influencia  algunas  veces  en  favor  de  pri- 
sioneros, y  aun  resistió  ejecutar  órdenes  con- 
trarias a  los  deberes  de  la  guerra.  Invadido  el 
Estado  Oriental  por  el  ejército  del  general 
Urquiza,  el  de  Oribe  se  disolvió  con  arreglo 
al  pacto  del  Pantanoso  {odübre  de  1851).  Cos- 
ta regresó  a  Buenos  Aires  y  se  puso  al  ser- 
vicio de  Rosas.  Asistió  a  la  batalla  de  Caseros 
al  mando  del  batallón   Independencia,    cuya 


-  eos 

bandera,  de  seda  punzó,  llevaba  en  el  centro 
esta  inscripción:  «Ni  pide  ni  da  cuartel».  Des- 
pués de  la  derrota,  la  casualidad  le  llevó  al 
mismo  buque  inglés  en  que  se  había  aislado 
el  tirano.  A  bordo  tuvo  una  anécdota  curiosa. 
Conversaba  Rosas  con  el  capitán  inglés  du- 
rante la  comida,  respecto  a  la  organización 
política  de  la  República,  expresándole  que 
aquí  no  había  más  sistema  de  gobierno  eficaz 
que  el  absoluto,  y  que  convencido  de  esto  ja- 
más pensó  llamar  a  los  pueblos  a  que  se  die- 
ran una  Constitución.  El  coronel  Costa  inte- 
rrumpió a  Rosas  diciéndole:  «¿De  modo,  señor 
general,  que  para  eso  nos  ha  hecho  usted  pe- 
lear veinte  años?">  «¿Y  qué,  recién  lo  conoce  us- 
ted?» Siguióse  de  aquí  un  fuerte  altercado,  que 
dio  por  resultado  que  el  coronel  Costa  aban- 
donara el  buque,  pasando  a  otro  que  le  con- 
dujo a  Inglaterra.  Regresó  a  Buenos  Aires 
meses  después,  y  por  decreto  de  agosto  de 
1852  el  general  Urquiza  le  nombraba  coronel 
y  comandante  en  jefe  de  la  Guardia  Nacional 
de  infantería.  Simpatizó  con  la  resistencia  que 
se  hacía  al  general  libertador,  y  hubo  de  en- 
trar en  el  plan  de  la  revolución  de  11  de  sep- 
tiembre, pero  desistió  por  un  detalle  personal: 
pretendía,  como  comandante  en  jefe  de  la 
Guardia  Nacional,  el  mando  de  las  tropas,  lo 
que  no  le  fué  concedido.  Decidióse  entonces 
por  los  intereses  políticos  del  general  Urquiza, 
y  fué  uno  de  los  jefes  que  le  acompañó  cuan- 
do resolvió  regresar  a  Entre  Ríos,  dejando  al 
coronel  Lagos  al  frente  del  ejército  que  sitia- 
ba la  ciudad  y  sostenía  la  guerra.  Posterior- 
mente, el  presidente  de  la  Confederación  le 
nombró  general  en  jefe  del  ejército  del  Norte, 
debiendo  fijar  su  residencia  en  el  Rosario  para 
hacer  los  preparativos  necesarios  a  la  forma- 
ción de  ese  ejército.  Desde  este  punto  preparó 
una  invasión  a  la  prc.vincia  de  Buenos  Aires, 
de  acuerdo  con  los  jefes  de  la  Confederación, 
Lagos,  Laprida,  Lámela  y  Olmos.  Los  inva- 
.sores  midieron  sus  armas  en  los  campos  del 
Ya!a  con  las  fuerzas  del  Gobierno,  mandadas 
por  el  general  Hornos;  el  combate  fué  reñido, 
pero  al  fin  la  derrota  se  pronunció  para  los 
primeros  (noviembre  8  de  1854).  Después  de 
esta  jornada  pasó  al  Estado  Oriental,  desde 
donde  preparó  una  invasión,  que  realizó  en 
enero  de  1856,  desembarcando  con  un  grupo 
de  partidarios  de  Zarate.  El  Gobierno  de  Bue- 
nos Aires  puso  sus  fuerzas  en  movimiento, 
publicando  al  mismo  tiempo  un  acuerdo  que 


COT 


-  151 


condenaba  a  la  última  pena  a  los  jefes  de  la 
revuelta.  Días  después,  el  coronel  D.  Esteban 
García  batía  a  los  revolucionarios  en  los  cam- 
pos de  Villa  Mayor  (Matanzas),  y  el  general 
Costa  caía  prisionero.  Aquel  jefe,  humanitario 
como  era,  y  enemigo  de  la  efusión  de  sangre, 
interesóse  en  salvar  la  vida  a  Costa;  pero  ór- 
denes reiteradas  y  apremiantes  le  impusieron 
el  penoso  deber  de  fusilarle,  el  2  de  febrero 
de  lS5tí. 

Cotagraita  (combate)  (27  de  octubre  de  1810). 
A  los  cinco  meses  del  pronunciamiento  de 
mayo  de  1810,  la  división  argentina  que  salió 
de  Buenos  Aires  en  julio  para  llevar  a  las 
provincias  del  No^te  la  enseña  de  la  libertad 
había  avanzado  hasta  el  Alto  Perú,  buscando 
enemigos  que  combatir.  El  27  de  septiembre 
se  encuentran  al  fin  con  las  tropas  españolas, 
al  mando  del  general  Córdoba,  en  número  de 
1.000  hombres,  que  estaban  atrincherados  y 
protegidos  por  10  piezas  de  artillería.  El  ge- 
neral D.  Antonio  González  Balcarce,  jefe  de 
la  división  argentina,  que  sólo  se  componía  de 
300  hombres,  no  trepida  en  marchar  al  ataque 
con  sus  nuevos  soldados,  que  por  primera  vez 
iban  a  oír  silbar  las  balas  de  los  realistas.  El 
ataque  se  efectúa  con  arrojo,  pero  la  resis- 
tencia fué  tenaz,  y  agotadas  las  municiones, 
los  argentinos  tuvieron  que  retirarse. 

Craig  (Tomás).  iMarino,  inglés  de  origen.  In- 
gresó en  la  marina  de  guerra  de  la  República 
durante  la  época  de  Rosas.  El  3  de  agosto 
de  1841  fué  ascendido  a  subteniente,  y  suce- 
sivamente a  teniente  y  a  capitán.  Confiósele 
el  mando  del  bergantín  Republicano,  que  tan 
brillante  papel  desempeñó  en  la  batalla  naval 
de  Obligado,  en  1845,  contra  las  escuadras  de 
Inglaterra  y  Francia  coligadas.  Una  vez  que 
quemó  el  último  cartucho,  y  a  la  respuesta  de 
que  se  habían  terminado  por  completo  las  mu- 
niciones, hizo  volar  su  buque  para  que  no  ca- 
yera en  poder  del  enemigo,  y  fué  con  su  tropa 
a  tomar  el  puesto  de  honor  en  las  baterías  de 
la  derecha  de  la  barranca,  que  soportaba  el 
terrible  estrago  de  un  bombardeo  de  ocho  ho- 
ras de  los  buques  de  las  escuadras  aliadas. 

Cramer  (Ambrosio).  Teniente  coronel  del  ejér- 
cito de  los  Andes.  Nació  en  París,  el  7  de  fe- 
brero de  17SÍ2.  Hijo  de  Ambrosio  Cramel,  gine- 
brino  y  gentilhombre  del  conde  de  Artois.  In- 
gresó en  la  Escuela  Militar,  donde  permaneció 
dos  años,  saliendo  de  ella  para  formar  en  las 
filas  del  5.°  regimiento  de  infantería  ligera  del 


D.  Ambrosio  Cramer. 


-  CRA 

ejército" imperial  (junio  de  1808).  Por  ascenso 
sucesivos,  llegó  a  capitán  de  Voltijeros,  en 
julio  de  1813;  ha- 
bía hecho  la  cam- 
paña del  ejército 
que  invadió  la  Es- 
paña, encontrán- 
dose en  diversos 
hechos  de  armas; 
fué  herido  leve- 
mente en  uno  de 
ellos,  y  atravesa- 
do de  un  balazo 
en  la  retirada  de 
Pamplona.  En 
premio  de  su  con- 
ducta y  servicios, 
se  le  nombró  ca- 
ballero de  la  Le- 
gión de  Honor  en  enero  de  1814.  Después 
de  la  derrota  de  Napoleón  I,  Cramer,  como  mu- 
chos oficiales,  se  separó  del  ejército  y  em- 
prendió viaje  para  Buenos  Aires:  la  causa  de 
la  emancipación  americana  le  había  merecido 
sus  simpatías,  como  que  ella  era  eminentemen- 
te liberal.  Aceptado  el  ofrecimiento  de  sus  ser- 
vicios militares,  incorporóse  al  ejército  de  los 
Andes  que  empezaba  a  organizar  en  Mendoza 
San  Martín.  En  julio  de  1816,  el  director  Puey- 
rredón  le  nombró  sargento  mayor  del  mismo, 
y  pasó  en  comisión  a  San  Juan,  a  organizar  el 
número  1  de  cazadores;  más  tarde,  con  el  gra- 
do de  teniente  coronel,  se  le  encargaba  de  la 
formación  del  número  8,  al  frente  del  cual  mar- 
chaba en  el  ejército  que  hizo  la  travesía  de  la 
cordillera,  asistiendo  a  Chacabuco .  Edecán 
del  gobernador  Rodríguez  en  1821.  Peleó  con- 
tra el  caudillo  Ramírez,  y  fué  nombrado  jefe  de 
la  frontera  del  río  Negro,  y  allí  reconstruyó  la 
fortaleza  e  hizo  muchos  trabajos  científicos  y 
topográficos,  muy  apreciables.  En  1826  rindió 
examen  de  de  agrimensor  y  sirvió  contra  los 
indios,  a  las  órdenes  del  coronel  Rauch  (v.). 
Retirado  del  ejército,  pobló  una  estancia  en 
Chascamús,  la  que  abandonó  para  tomar  parte 
en  larevolucióndel  Suden  1839,  contra  el  tirano 
J.  Manuel  Rosas,  sucumbiendo  en  el  combate 
librado  contra  las  fuerzas  de  D.  Prudencio  Ro- 
sas. Así  terminó  la  vida,  en  honor  de  una  cau- 
sa generosa,  este  fiel  servidor  de  su  patria 
adoptiva.  Fué  uno  de  los  mártires  ilustres  de 
la  tiranía, 
Crawfurd  (Roberto).  Uno  de  los  jefes  princi- 


CRE 


—  152  — 


CUB 


pales  de  la  invasión  inglesa  de  180S.  En  el  ata- 
que a  la  capital,  Crawfurd  tenía  el  mando  del 
cuerpo  de  ejército  que  invadió  por  el  Sud; 
ocupó  sin  dificultad  la  residencia  y  continuó 
avanzando  hacia  el  centro  de  la  ciudad  hasta 
que  llegó  al  convento  de  S^nto  Domingo.  Allí 
supo  de  labios  del  coronel  Pack  la  noticia  de 
su  desastre,  y  se  detuvo  sin  atreverse  a  dar  un 
paso  adelante.  Fortificado  el  templo,  inició  un 
fuego  terrible  contra  los  montañeses  que  ocu- 
paban las  casas  inmediatas,  logrando  desalo- 
jarlas con  grandes  pérdidas  para  sus  defen- 
sores. Asestaron  éstos  un  cañón  a  las  torres 
del  templo,  dirigiendo  su  fuego  en  combinación 
con  los  disparos  de  la  fortaleza,  mientras  los 
miñones  y  patricios  echaban  abajo  las  puertas 
del  templo  para  pelear  cuerpo  a  cuerpo  con 
los  soldados  que  lo  defendían.  Viéndose  perdi- 
do Crawfurd,  enarboló  bandera  de  parlamento, 
cesando  el  combate  para  rendirse  a  discreción 
con  hombres,  armas  y  bagajes. 

Crespo  (Francisco).  Nacido  en  Buenos  Aires, 
el  11  de  abril  de  1791.  Empezó  su  carrera  en 
180S,  y  en  1810  formó  en  el  primer  ejército 
patriota  que  marchó  al  interior,  hallándose  en 
Suipacha,  Huaqui,  sitio  de  Montevideo,  Cha- 
cabuco,  Talcahuano,  Maipú,  Calaña,  Torata, 
Moquegua.  Cuando  la  sublevación  del  Callao, 
fué  tomado  prisionero  y  herido,  quedando  pre- 
so durante  un  año.  En  la  batalla  de  Obligado, 
habiendo  sido  herido  el  jefe  Mansilla,  tomó  el 
mando  de  las  tropas  Crespo.  Fué  un  ardiente 
partidario  de  Rosas.  Falleció  en  el  pueblo  de 
San  Isidro  (Buenos  Aires),  el  7  de  septiembre 
de  1849. 

Criollo  de  Buenos  Aires  (corsario).  Se  le  dio 
patente  numero  46,  a  solicitud  de  D.  David  C. 
Deforest,  con  fecha  23  de  octubre  de  1815.  El 
27  de  noviembre  de  1818  entró  al  puerto  de 
Buenos  Aires  el  quechemarín  español  Carmen, 
apresado  el  21  de  agosto  por  el  Criollo,  a  la 
vista  de  Cádiz,  con  cargamento  de  sardinas. 
Lo  condujo  el  cabo  de  presa  Timoteo  Bernar- 
do, a  la  consignación  de  D.  Guillermo  R.  Ford. 

Cristiano  Muerto  (combate).  Las  fuerzas  de 
Buenos  Aires  que  expedicionaban  en  la  Pam- 
pa tienen  un  reñido  combate  con  los  indios  del 
bravo  Cafulcurá  en  el  Cristiano  Muerto,  con- 
siguiéndose un  triunfo  sobre  los  indios. 

Cruz  Alta  (combate).  El  coronel  Bustos,  que 
se  hallaba  atrincherado  en  la  Cruz  Alta,  pro- 
vincia de  Córdoba,  es  atacado  por  las  fuerzas 
'.áe  Carrera  y  Ramírez,  donde  se  defiende  enér- 


gicamente hasta  obligarlos  a  retirarse,  dejando 
en  el  campo  gran  número  de  muertos  (16  de 
julio  de  1821). 

Cruz  (Francisco  Fernández  de  la).  Militar.  Na* 
ció  en  Buenos  Aires,  el  1  de  septiembre 
de  1781,  y  desde  joven  se  dedicó  a  la  carrera 
de  las  armas,  en  la  que  llegó  hasta  el  grado  de 
brigadier.  En  las  invasiones  inglesas  empezó 
sus  servicios,  y  en  1810  marchó  en  clase  de 
sargento  mayor  en  la  expedición  que  partió  de 
esta  ciudad  a  las  provincias  del  interior.  Dos 
años  después  se  halló  en  el  Cerrito,  con  el 
grado  inmediato  superior.  En  el  asedio  de  la 
plaza  de  Montevideo,  en  el  mismo  año,  se  in- 
corporó al  ejército  de  Belgrano,  y  desempeñó 
la  gobernación  militar  de  Tucumán  el  20  de 
octubre  de  1812,  en  que  ocupó  la  ciudad  a  con- 
secuencia de  la  derrota  de  Tristán  en  Tucu- 
mán. El  año  siguiente  ejerció  como  delegado, 
y  después  en  propiedad,  la  gobernación  de  Sal-  j 
ta  desde  el  26  de  octubre  de  1813  hasta  el 
10  de  marzo  de  1814,  en  que  fué  elevado  a  co- 
ronel, hallándose  en  el  combate  del  Puesto 
del  Marqués  y  en  Sipe-Sipe  en  1815.  Separado 
del  mando  del  ejército  Belgrano  en  1819,  fué 
nombrado  Cruz  para  substituirlo  como  jefe  del 
ejército  del  Alto  Perú,  cargo  que  ejerció  has- 
ta 1820,  en  que  se  produjo  la  sublevación  de 
Arequito.  Cruz  se  refugió  en  San  Juan,  donde 
poco  después,  con  fuerzas  de  esta  provincia, 
batió  a  los  montoneros  mendocinos.  En  1825 
fué  electo  diputado,  y  al  año  siguiente  minis- 
tro de  Guerra  de  Rivadavia,  como  lo  había 
sido  durante  las  administraciones  de  Rodrí- 
guez y  de  Las  Heras.  Falleció  este  distinguido 
militar  en  Buenos  Aires,  el  23  de  abril  de  1835 

Cubas  (José).  Gobernador  de  Catamarca.  Na- 
cido en  esa  provincia,  el  14  de  mayo  de  1802. 
Su  valor  personal,  su  honorabilidad  y  caballe- 
resca decisión  por  la  causa  liberal  le  conquis- 
taron el  aprecio  de  sus  conciudadanos,  que  le 
elevaron  entre  otros  puestos  al  de  gobernador 
de  su  provincia,  habiendo  ejercido  el  mando 
desde  el  5  de  noviembre  de  1836  hasta  el  29  de 
abril  de  1841.  Su  administración  ha  dejado  re- 
cuerdos imperecederos  en  aquel  territorio,  j 
la  memoria  de  su  martirio  será  indeleble  en  el 
tiempo  y  en  la  posteridad.  Su  gobierno  tiene 
hechos  que  le  honran  y  enaltecen;  no  fué  ni  un 
perseguidor  vulgar  ni  un  adversario  implaca- 
ble; fué,  por  el  contrario,  un  magistrado  lleno 
de  altura  y  mansedutnbre  para  con  sus  pro- 
pios enemigos.  Recordaremos  un  rasgo  carac- 


CUB 


-  153 


CUE 


terizado  de  su  administración.  Reunida  la  frac- 
ción liberal  para  arbitrar  los  medios  de  crear 
fondos  en  vista  del  estado  afligente  del  erario 
público,  se  propuso  imponer  una  módica  con- 
tribución a  los  amigos  del  tirano,  que  abier- 
tamente conspiraban  entonces  contra  las  auto- 
ridades constituidas.  Cubas  se  opuso  decidida- 
mente a  esta  medida,  declarando  que  era  un 
despojo  que  jamás  permitiría  y  que  deseaba 
mantener  tranquila  su  conciencia  de  hombre  y 
de  magistrado.  Cubas  fué  uno  de  los  apósto- 
les de  la  histórica  Liga  del  Norte  contra  el  go- 
bierno de  Rosas,  para  constituirse  más  tarde 
en  uno  de  sus  primeros  mártires.  A  mediados 
del  año  41,  Manuel  Oribe  destacó  contraía 
provincia  de  Catamarca  al  famoso  coronel  don 
Mariano  Maza,  poniendo  bajo  sus  órdenes  una 
columna  de  mil  hombres.  El  gobernador  no  te- 
nía sino  seiscientos  cincuenta  milicianos  mal 
armados;  pero  decidido  a  defender  su  territo- 
rio, esperó  resueltamente  a  los  invasores,  que 
no  tardaron  en  presentarse  a  su  vista,  y  el 
29  de  octubre,  en  los  alrededores  mismos  de  la 
ciudad  se  trababa  un  reñido  combate,  que  se 
tradujo  fatalmente  en  una  victoria  completa 
para  las  fuerzas  federales.  Cubas,  vencido,  se 
refugió  con  algunos  de  los  suyos  en  una  serra- 
nía inmediata,  y  Maza,  vencedor,  hizo  pasar  a 
cuchillo  quinientos  setenta  soldados  caídos  en 
su  poder.  Perseguido  Cubas  tenazmente,  fué 
tomado  en  su  misma  cama,  y  dos  días  después 
fué  conducido  y  sentenciado  a  muerte  sin  for- 
ma alguna  de  juicio.  Estando  en  capilla,  su 
desolada  esposa  acompañada  de  siete  hijos  fué 
a  implorar  la  clemencia  del  verdugo,  y  aunque 
no  le  ablandaron  las  lágrimas  ni  los  ruegos, 
prometió  salvar  la  vida  del  reo  en  cambio  de 
una  fuerte  suma  de  dinero.  Mendigando  de 
casa  en  casa,  consiguió  la  esposa  del  desgracia- 
do Cubas  reunir  cuatro  mil  pesos  en  plata,  que 
entregó  a  Maza,  reclamando  la  libertad  de  su 
esposo,  cuya  cabeza  rodaba,  no  obstante,  por 
el  suelo  dos  horas  más  tarde,  y  era  clavada  en 
una  pica  en  la  plaza  principal  de  la  ciudad. 
(4  de  noviembre  de  1741).  Antes  de  morir,  diri- 
gía a  su  esposa  una  sentida  carta,  de  la  que 
tomamos  lo  siguiente:  <Por  disposición  de 
Dios  voy  a  morir  dentro  de  una  hora.  Confór- 
mate, pues  mi  conciencia  nada  me  arguye,  y 
creo  seré  más  feliz  en  la  vida  eterna.  Aunque 
nada  tengo  que  prevenirte  en  orden  a  mis  hi- 
jos, mi  voluntad  es  que  si  puedes  los  tengas  en 
el  convento,  donde  podrán  continuar  sus  estu- 


dios y  ser  buenos  religiosos  o  ciudadanos... 
Que  Dios  te  ayude  y  que  lleves  con  resigna- 
ción los  trabajos  de  este  mundo,  hasta  que  nos 
veamos  en  el  cielo,  d  jnde  te  espera  tu  desgra- 
ciado compañero». 

Cucha-Cucha  'combate).  Entre  los  argentinos 
al  mando  de  Las  Heras  y  fuerzas  realistas  en 
el  paraje  de  este  nombre.  El  triunfo  fué  de  los 
primeros  (23  de  febrero  de  1814). 

Cuenca  (Claudio  .Mamerto).  Médico  y  poeta.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  el  30  de  octubre  de  1812. 
Hizo  sus  estudios  en  la  Universidad  de  esta 
ciudad,  graduándose  de  doctor  en  Medicina 
en  1838,  el  mismo  día  en  que  cumplía  veinti- 
séis años  de  edad.  Su  tesis  fué  un  trabajo  de 
mérito;  era  un  estudio  filosófico  de  la  natura- 
leza humana:  Simpatías.  Poco  después  fué  nom- 
brado catedrático  de  Anatomía,  y  más  tarde  de 
Fisiología  y  materia  médica.  Las  tareas  profe- 
sionales y  las  atenciones  de  su  cátedra  no  le 
impidieron  el  cultivo  de  las  bellas  letras.  En  el 
ejercicio  de  su  profesión  conquistó  fama  de  há- 
bil cirujano,  distinguiéndose  además  por  sus 
nobles  y  humanitarios  sentimientos.  Como  poe- 
ta y  dramaturgo  se  reveló  en  inspiradas  com- 
posiciones, muchas  de  las  cuales  permanecie- 
ron ignoradas  durante  la  vida  del  poeta,  debi- 
do quizá  a  su  modestia  exquisita,  siendo  la  de 
más  largo  aliento  la  que  lleva  por  título  «Deli- 
rios del  corazón),  que  consta  de  más  de  dos 
mil  versos  y  que  basta  por  sí  sola  para  lau- 
rearle de  poeta.  Vienen  después  «Expiación  re- 
cíproca», la  comedia  Don  Tadeo,  y  el  drama 
trágico  Musa,  que  dejó  casi  al  terminar.  Vivió 
en  Buenos  Aires  durante  la  época  de  Rosas; 
pero  no  son  un  misterio  sus  opiniones  adversas 
a  la  tiranía.  Nombrado  por  aquél  cirujano  prin- 
cipal del  ejército  que  peleó  en  Caseros,  aceptó 
ese  destino.  «No  era,  pues,  un  soldado  de  Ro- 
sas, sino  un  soldado  de  la  Humanidad,  que  mu- 
rió en  su  puesto  llenando  su  santo  ministe- 
rio. Su  alma  noble  y  elevada  no  veía  en  los 
partidarios  de  Rosas  a  los  enemigos  de  la  cau- 
sa de  sus  afecciones.  Veía  en  ellos  hermanos 
extraviados,  argentinos  en  fin,  a  los  que  con 
su  ciencia  podría  salvar  de  la  muerte.  Y  por 
eso,  en  el  hospital  de  sangre  y  cumpliendo  con 
su  misión,  cuando  los  demás  médicos  habían 
buscado  la  salvación  en  la  fuga,  vino  una  bala 
a  cortar  su  existencia.»  Como  si  hubiera  teni- 
do el  presentimiento  de  su  fin  y  la  idea  de  sal- 
var su  nombre  de  la  tacha  de  jenízaro  del  des- 
potismo, escribió  en  el  campamento  aquellos 


CUE 


154 


CULL 


versos  contra  Rosas,  de  los  cuales  entresaca- 
mos los  siguientes: 

cY  esto  es,  ni  más  ni  menos,  lo  que  ahora 
Te  está,  perverso  Rosas,  sucediendo: 
Estás  en  tu  expiación,  y  ya  la  hora 
de  purgar  tu  maldad  está  corriendo.-» 

Fué  padrino  de  tesis  del  Sr.  Rawson  cuan- 
do en  1845  recibió  éste  el  título  de  doctor  en 
Medicina. 

Cueto  (Jacinto).  Guerrillero  célebre.  Natural 
de  Chuquisaca.  Tomó  un  puesto  de  combate  en 
las  filas  de  los  ejércitos  argentinos  cuando  és- 
tos entraron  en  el  Alto  Perú.  Sirvió  a  las  ór- 
denes del  famoso  coronel  Padilla  en  la  guerra 
llamada  de  las  Republiquetas,  distinguiéndose 
como  uno  de  los  mejores  guerrilleros  en  esa 
lucha  tenaz  y  sangrienta  de  los  pueblos  levan- 
tados contra  la  dominación  española.  A  la 
muerte  de  Padilla,  tomó  el  mandó  Cueto;  pero 
a  consecuencia  de  desinteligencias  sobrevi- 
nientes,  quedó  rota  la  unidad  de  acción.  Cueto 
prestó  servicios  meritorios  a  la  causa  ameri- 
cana. 

Cuevas  (combate  de  las).  Guerra  del  Paraguay. 
Combate  naval  que  tuvo  lugar  el  12  de  agosto 
de  1SÓ5.  Después  de  la  victoria  naval  del  Ria- 
chuelo, obtenida  por  la  escuadra  brasileña,  a] 
mando  del  almirante  Barroso,  sobre  la  para- 
guaya, al  mando  del  capitán  Meza,  el  almiran- 
te Barroso  consideró  prudente  situarse  más 
abajo  de  Corrientes,  sobre  el  río  Paraná,  para 
no  quedar  con  sus  comunicaciones  amenazadas 
hacia  el  Sur  por  el  ejército  paraguayo  del  ge- 
neral Robles,  que,  dueño  de  la  mayor  parte  de 
la  provincia  invadida,  había  construido  bate- 
rías  en  Mercedes  y  Cuevas  para  hostilizar  a 
todos  los  buques  de  la  escuadra  aliada  que  cru- 
zasen. 

Los  pasajes  de  ambos  puntos  debieron  ha- 
cerse combatiendo;  pero  sólo  el  segundo  tiene 
interés  para  nosotros  por  haber  intervenido  en 
él  un  buque  de  nuestra  escuadra,  el  vapor 
Guardia  Nacional,  comandante  Py,  llevando 
a  su  bordo  al  coronel  José  Murature  como 
jefe  superior. 

Las  baterías  paraguayas,  emplazadas  sobre 
las  alturas  de  Punta  Cuevas,  contaban  con  más 
de  30  piezas  de  artillería  de  seis,  nueve,  18 
y  32,  servidas  por  personal  de  un  cuerpo  de 
8.000  hombres  establecido  allí. 

La  escuadra  brasileña  desfiló  aguas  abajo  su- 
friendo el  fuego  de  las  baterías,  y  en  su  centro 


navegaba  el  vapor  Guardia  Nacional,  el  que 
empeñándose  en  el  combate,  tuvo  una  actua- 
ción sobresaliente,  sufriendo  serias  averías  j 
teniendo  varios  muertos  y  heridos  en  su  tripu- 
lación, entre  los  primeros  los  guardias  marinas 
Enrique  Py  y  José  Ferré,  y  entre  los  segundos 
el  teniente  Urtubey,  después  comodoro. 

Cululú  (combate).  El  4  de  marzo  de  1718.  Hacía 
mucho  tiempo  que  los  indios  mocovíes,  aquilo- 
tes  y  abipones  asolaban  continuamente  los  al- 
rededores de  Santa  Fe,  defendiendo  la  ciudad 
los  naturales,  con  sus  aliados  los  indios  cal" 
chaquíes,  hasta  que  un  combate  que  sostuvie- 
ron 50  santafecinos  en  Cululú  contra  300  indios 
enemigos,  y  del  que  sólo  escaparon  dos,  dio 
fin  a  los  ataques  y  robos  por  entonces. 

Culpina  (combate  de).  Habido  en  BolÍYÍa  el  31 
de  enero  de  1816,  por  el  sargento  mayor  Gre- 
gorio Aráoz  de  Lamadrid,  quiea,  al  frente  de 
130  hombres  mal  armados,  atacó  en  el  Alto 
Perú,  en  los  ingenios  de  Culpina,  a  una  colum- 
na realista,  compuesta  de  500  soldados,  manda- 
da por  el  brigadier  Alvarez.  La  obscuridad  de 
la  noche  hizo  cesar  el  sangriento  combate.  En 
esta  acción  tuvo  lugar  un  hecho  romancesco^ 
digno  del  heroico  jefe  tucumano.  Al  frente  de 
su  caballería  avanzó  sable  en  mano  al  toque 
de  «¡a  degüello!»;  pero  todo  su  escuadrón  vol- 
vió caras,  y  sólo  él  y  tres  soldados  (José  San- 
tos Frías,  puntano;  Gregorio  Jaramillo,  salte- 
ño,  y  Juan  Manzanares,  paraguayo)  permane- 
cieron en  sus  puestos,  y  al  atacar  al  enemigo 
recibieron  una  descarga  a  quemarropa,  que 
mató  al  caballo  de  Lamadrid,  el  que,  corriendo 
a  pie,  debió  su  salvación  al  auxilio  que  le  pres- 
taron sus  tres  heroicos  compañeros. 

CuUen  (Domingo).  Político.  Natural  de  Teneri- 
fe (islas  Canarias^.  Vino  a  Montevideo  y  fué 
nombrado  contador  de  la  Aduana.  Pasó  lue- 
go a  Buenos  Aires,  dedicándose  al  comercio. 
En  1820  se  radicó  en  Santa  Fe,  siendo  conse- 
jero del  gobernador  general  López  y  su  minis- 
tro de  Gobierno.  Fundó  diversos  colegios,  re- 
gularizó la  Hacienda  pública,  etc.  etc.  En  1838 
vino  a  Buenos  Aires,  con  el  objeto  de  disuadir 
a  Rosas  de  la  guerra  con  Francia,  y  habiendo 
fallecido  entonces  el  gobernador  López,  Cu- 
Uen asumió  el  mando  de  la  provincia,  amena- 
zando a  Rosas  de  retirarle  la  representación 
de  su  provincia  si  no  desistía  de  su  intento; 
pero  Rosas,  que  le  temía,  mandó  invadir  la  pro- 
vincia y  lo  persiguió,  tomándolo  prisionero  en 
Santiago  del  Estero,  desde  donde  fué  condu- 


CULL 


-  155  — 


CUR 


cido  preso  hasta  Buenos  Aires  (Arroyo  del  Me- 
dio), sitio  en  que  fué  ejecutado,  el  22  de  junio 
de  1839. 

Cullen  (José  María).  Gobernador  de  Santa  Fe. 
Hijo  del  anterior.  Nació  en  aquella  provincia, 
el  20  de  marzo  de  1825.  Hizo  un  gobierno  muy 
bueno,  realizando  mejoras  y  adelantos  de  im- 
portancia, preocupándose  muy  especialmente 
de  la  colonización  del  territorio,  propósito  a 
que  consagró  todo  género  de  esfuerzos  y  hasta 
bienes  propios  de  fortuna.  Estableció  en  Santa 
Fe  la  primera  colonia  agrícola,  que  se  llamó 
«Esperanza»,  con  familias  venidas  de  Europa, 
y  que  ha  servido  de  base  a  las  numerosas  po- 
blaciones europeas  que  labran  hoy  el  suelo  fér- 
til de  aquella  provincia;  pero  las  continuas  re- 
vueltas civiles  le  obligaron  a  poco  a  dejar  el 
gobierno.  Cullen  se  trasló  a  Buenos  Aires, 
donde  se  dedicó  a  empresas  útiles  para  el  país: 
estableció  la  primera  Empresa  de  navegación 
a  vapor  del  rio  Paraná,  que  debía  dar  impulsos 
nuevos  al  comercio  del  litoral;  inició  la  idea  de 
fundar  un  Banco  de  descuentos;  estableció  en 
Santa  Fe  la  colonia  «Jesús  María».  Murió  re- 
pentinamente, en  viaje  de  Buenos  Aires  al  Ro- 
sario, el  11  de  octubre  de  1876,  a  bordo  del  va- 
por Primer  Argentino. 

Cullen  (Patricio).  Gobernador  de  Santa  Fe. 
Hermano  del  anterior.  Nacido  en  la  capital  de 
aquella  provincia,  el  20  de  julio  de  1826.  Dedi- 
cóse al  comercio,  y  tomó  parte  en  la  cruzada 
libertadora  en  calidad  de  ayudante  de  Urquiza; 
pero  después  de  Caseros  se  retiró  a  Santa  Fe. 
Después  de /'aüó/2  (1861)  fué  electo  goberna- 
dor. Hizo  un  gobierno  de  reparación  y  de  pro- 
greso, regularizó  las  finanzas,  fomentó  la  edu- 
cación y  coadyuvó  al  esfuerzo  del  Gobierno  de 
la  nación  para  la  seguridad  de  las  fronteras. 
Comprometido  más  tarde  en  un  movimiento  re- 
volucionario que  debía  estallar  en  la  capital 
contra  el  Gobierno,  y  habiendo  fracasado,  se 
retiraba  a  su  colonia  de  San  Javier,  sin  miras 
hostiles  ya,  cuando  fué  alcanzado  por  grupos 
del  Gobierno  y  muerto  bárbaramente,  con  va- 
rios de  los  que  le  acompañaban,  el  22  de  marzo 
de  1877. 

Cumbay.  Célebre  cacique,  que  fué  ardiente 
partidario  de  la  revolución  contra  la  Metró- 
poli. Era  de  la  región  del  Chaco.  Combatió  por 
la  causa  americana,  al  frente  de  sus  guerreros, 
en  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  y  en  uno  de  los 
combates  fué  herido  de  gravedad,  de  un  ba- 
lazo. Por  más  que  hicieron  los  realistas  para 


traérselo  a  su  lado,  nada  consiguieron.  «A  los 
pocos  días  trataron  los  enemigos  de  seducir  a 
Cumbay:  mandaron  siete  emisarios  con  una 
porción  de  regalos,  y  su  contestación  fué  que 
él  peleaba  por  la  patria;  y  los  mandó  pasar  por 
las  f lee  has. « 

Curapalisué  (combate).  Ganado  en  Chile  por 
el  coronel  D.  Juan  Gregorio  de  las  Heras  al 
coronel  español  Ordóñez  y  a  su  segundo.  Cam- 
pillo. El  coronel  Ordóñez,  con  fuerzas  muy  su- 
periores en  número,  atacó  en  Curapaligüé, 
a  cinco  leguas  de  Concepción,  el  4  de  abril 
de  1817,  al  coronel  argentino  Las  Heras,  sien- 
de  vencido  por  éste,  el  que  se  apoderó  de  dos 
cañones,  tomándole  además  algunos  prisione- 
ros, quedando  en  el  campo  de  combate  diez 
muertos  y  un  herido,  que  dejaron  abandonados 
los  realistas  al  emprender  la  fuga. 

Curupaytí  (ataque).  Diez  y  ocho  mil  hombres 
del  ejército  aliado  contra  el  Paraguay,  a  las 
órdenes  del  general  D.  Bartolomé  Mitre,  lle- 
van un  formidable  ataque  a  las  baterías  de  Cu- 
rupayti  el  22  de  septiembre  de  1866.  Los  para- 
guayos, a  las  órdenes  del  general  Díaz,  se 
defienden  heroicamente  y  rechazan  a  los  asal- 
tantes, ocasionándoles  grandes  y  sensibles 
pérdidas,  pues  quedaron  fuera  de  combate 
como  de  3.000  a  4.000  hombres  de  las  tropas 
argentinas  y  de  las  brasileñas  que  mandaba  el 
barón  de  Porto  Alegre,  que  fué  a  quienes  les 
tocó  la  triste  gloria  de  esta  jornada.  Las  fuer- 
zas argentinas  y  brasileñas  se  retiraron  en  or- 
den y  con  banderas  desplegadas,  sin  que  el 
enemigo  intentase  salir  de  sus  trincheras.  El 
coronel  Rivas  recibió  dos  heridas  y  fué  procla- 
mado general  en  el  campo  de  batalla.  En  tanto 
que  los  argentinos  y  la  fuerza  de  Porto  Alegre 
se  sacrificaban  cumpliendo  con  su  deber,  el 
general  Flores  operaba  con  sus  columnas  en 
orden  inverso  al  que  le  estaba  señalado  en  el 
plan  de  ataque  y  se  aleja  del  lugar  del  comba- 
te. El  general  Polidoro,  con  su  cuerpo  de 
ejército  brasileño,  quedó  quieto  en  su  campo, 
sin  secundar  a  los  asaltantes.  La  escuadra  bra- 
sileña, mandada  por  Tamandaré,  no  prestó  un 
auxilio  eficaz,  pues  siempre  ocupando  pruden- 
tes distancias  para  que  sus  buques  no  sufrie- 
ran, arrojó  sobre  Curapayti  5.000  homhas,  que 
no  ocasionaron  ningún  perjuicio  a  los  para- 
guayos. 

Curuzú-Cuatiá  (combate  de).  El  6  de  agosto 
de  1862.  La  revolución  hecha  por  los  liberales 
en  Corrientes  el  11  de  noviembre  de  1861,  sin 


CUY 


156  - 


CUY 


embargo  de  haber  operado  un  cambio  en  las 
autoridades  de  la  provincia,  no  respondió  a  las 
esperanzas  que  los  había  llevado  a  la  lucha.  El 
general  Cáceres,  cuya  preponderancia  como 
jefe  militar  trataban  de  destruir,  había  queda- 
do ejerciendo  su  influencia  y  su  poder  absolu- 
to, y  pesando  éste  sobre  el  partido  que  los 
acontecimientos  de  Pavón  habían  levantado, 
trata  nuevamente  de  destruirlo,  y,  al  efecto, 
los  coroneles  Acuña,  Rojas  y  Romero  se  ar- 
man y  lo  atacan  en  los  suburbios  del  pueblo  de 
Ciirujiii-Cuatiá,  donde  después  de  un  sangrien- 
to combate  queda  al  fin  Cáceres  vencedor, 
muriendo  en  la  pelea  el  coronel  Acuña. 
Cayo.  Nombre  con  que  se  designaba  en  la  épo- 
ca de  la  emancipación  a  las  provincias  de  San 
Luis,  Aiendoza  y  San  Juan.  Cu//o  es  una  pala- 
labra  araucana  que  significa  arenas,  que  abun- 


dan en  los  territorios  conocidos  con  ese  nom- 
bre, y  cuyos  habitantes  tantas  muestras  de  pa- 
triotismo dieron  en  la  formación  del  ejército 
de  los  Andes  principalmente.  La  anticua  pro- 
vincia indígena  de  Cui/o  fué  poblada  en  1561 
por  los  conquistadores  de  Chile  y  permaneció 
hasta  1778  dependiente  de  este  gobierno,  año 
en  que  fué  agregada  al  virreinato  del  Río  de  la 
Plata.  Sobre  la  significación  de  la  palabra 
Cuyo  se  han  expuesto  muchos  pareceres  y 
suscitado  largas  discusiones.  Por  decreto  del 
triunvirato,  con  fecha  29  de  noviembre  de  1813, 
de  las  ciudades  de  Mendoza,  San  Juan  y  San 
Luis  se  formó  la  «provincia  de  Cuyo»,  con  un 
gobernador  intendente,  con  entera  indepen- 
dencia de  Córdoba,  teniendo  por  capital  a 
Mendoza.  Su  primer  gobernador  intendente  lo 
fué  el  coronel  D.  Juan  Florencio  Terrada. 


CH 


Chacabnco  (batalla).  Ganada  en  Chile  por  el 
general  D.  José  de  San  Martín  al  ejército  es- 
pañol, comandado  por  el  brigadier  D.  Rafael 
Maroto,  el  12  de  febrero  de  1S17.  El  ejército 
realista  dominaba  en  todo  el  territorio  de  Chi- 
le, y  al  trasponer  los  Andes  el  ejército  liber- 
tador, compuesto  de  argentinos  y  chilenos,  le 
presentó  batalla  en  la  cuesta  de  Chacabuco, 
derrotándole  completamente,  a  pesar  de  ser 
superior  en  número,  después  de  cuatro  horas 
de  combate.  Con  este  espléndido  triunfo  se 
afianzó  la  libertad  y  la  independencia  de  Chi- 
le. El  parte  de  esta  gran  victoria  termina  con 
estas  memorables  palabras:  «Al  ejército  de  los 
Andes  queda  para  siempre  la  gloria  de  decir: 
en  veinticuatro  días  hemos  hecho  la  campaña, 
pasamos  las  cordilleras  más  altjs  del  globo, 
concluimos  con  los  tiranos  y  dimos  la  libertad 
a  Chile.»  A  las  cuarenta  y  ocho  horas  de  la  bs. 
talla,  el  general  vencedor,  seguido  del  ejército 
de  los  Andes,  entró,  en  la  capital  de  Chile,  des- 
pués de  haber  realizado  en  pocos  días  la  cam- 
paña más  gloriosa  de  la  independencia  ameri- 
cana. Los  trofeos  de  esta  jornada  fueron:  500 
muertos  y  600  prisioneros;  la  artillería,  un  es- 
tandarte y  dos  banderas;  el  armamento  y  par- 
que de  los  vencidos  y  la  restauración  chilena. 
Esta  batalla,  preparada  por  hábiles  combina- 
ciones estratégicas,  puede  presentarse  como 
un  modelo  clásico  de  arte  militar  y  como  acon- 
tecimiento político,  y  en  relación  con  los  desti- 
nos americanos  su  importancia  es  mayor  aún. 
Fué  la  primera  batalla  americana  con  largas 
proyecciones  históricas.  Chacabuco  quiere  de- 
cir: cuesta  colorada. 

El  ejército  de  Chacabuco  se  componía  de  los 
siguientes  cuerpos: 


Primera  división. 

Mayor  general:  brigadier  D.  E.  Soler;  bata- 
llón núm.  1  de  Cazadores:  comandante  Rude- 
sindo  Alvarado;  Cazadores  y  volteadores  del 
7  y  8:  comandante  Anacleto  Martínez ;  bata- 
llón núm.  11:  coronel  J.  Gregorio  las  Heras; 
Escolta  y  cuarto  escuadrón  de  Granaderos: 
comandante  Mariano  Necochea;  siete  piezas: 
comandante  Pedro  R.  de  la  Plaza. 

Segunda  división. 

General:  D.  Bernardo  O'Higgins;  batallón  nu- 
mero 7,  libertos  de  Cuyo:  comandante  don 
Ambrosio  Cramer;  batallón  núm.  8,  libertos  de 
Buenos  Aires:  comandante  D.  Pedro  Conde; 
dos  piezas;  tres  escuadrones  de  Granaderos  a 
Caballo:  coronel,  Zapiola;  comandantes:  don 
José  Melián  y  D.  Manuel  Medina;  Ingenieros: 
mayor  Arcos,  capitán  Beltrán. 
Chaco  (indios  del).  Los  guaycurúes,  que  hacían 
con  bastante  frecuencia  invasiones  en  los  esta- 
blecimientos limítrofes,  siempre  acompañados 
de  sangre  y  luto.  Acostumbran  raerse  los  ca- 
bellos, pelarse  las  cejas  y  los  párpados,  agu- 
jerearse las  orejas,  las  narices  y  los  labios 
para  introducir  en  ellos  cuerpos  extraños;  los 
matacos  viven  en  las  comarcas  que  bañan  el 
Bermejo  superior  y  medio;  son  de  estatura 
baja,  retacones,  de  cara  tártara,  nariz  chata, 
ojos  largos;  taimados,  cobardes,  haraganes,  de 
entendimiento  obtuso,  ladrones  por  instinto  y 
vengativos.  Todos  los  trabajos  agobian  a  las 
mujeres,  que  son  verdaderas  esclavas.  Los  len- 
guas se  cortan  el  pelo  en  la  mitad  de  la  frente 
y  a  los  lados,  y  en  los  agujeros  que  se  hacen 
en  las  orejas  introducen  piezas  de  madera  de 


CHA 


—  158 


HA 


diámetro  cada  vez  mayor,  por  lo  que  las  orejas 
se  estiran  más  y  más.  Se  hacen  un  tajo  espe- 
cial en  el  labio  inferior  e  introducen  un  semi- 
círculo de  madera.  A  la  muerte  de  un  individuo 
de  la  tribu  todos  cambian  sus  nombres,  porque 
dicen  que  la  muerte,  habiéndolos  visitado,  se 
ha  llevado  la  lista  de  los  nombres  de  todos  los 
sobrevivientes  para  matarlos  a  su  vuelta,  y 
con  ese  ardid  la  picara  no  sabrá  ya  más  a  qué 
atenerse.  Los  tobas  son  muy  nómadas,  porque 
tan  pronto  se  hallan  en  el  Alto  Pilcomayo  como 
a  las  orillas  del  Paraná,  frente  a  Corrientes. 
Con  los  amigos  parecen  honestos,  fieles  y  ge- 
nerosos; pero  con  sus  enemigos  son  sumamen- 
te crueles. 

Chaim  (Benito).  Uno  de  los  jefes  de  la  Recon- 
quista. Nacido  en  Galicia  (España).  Hallábase 
establecido  en  la 
Colonia  cuando  se 
posesionaron  los 
ingleses  de  Buenos 
Aires.  Organizada 
la  resistencia, 
aquella  plaza  con- 
tribuyó con  un  cuer- 
po de  voluntarios, 
siendo  nombrado 
Chaim  capitán  de 
una  de  sus  compa- 
ñías. La  capital  fué 
reconquistada,  dis- 
tinguiéndose el  vo- 
luntario de  la  co- 
lonia por  la  bizarría  de  su  conducta.  Al  apro- 
ximarse la  segunda  columna,  de  la  que  forma- 
ba parte  su  cuerpo,  a  la  plaza  principal,  que 
era  defendida  vigorosamente  por  las  fuerzas 
británicas,  Chaim,  desprendiéndose  de  sus  fi- 
las, se  aproximó  a  su  jefe  inmediato  rogándole 
le  permitiese  atacar  el  primero  con  su  compa- 
ñía, lo  que  llevó  a  cabo  protegido  por  el  bata- 
llón de  marina  y  en  medio  de  un  fuego  mor- 
tífero. Su  espada  fué  rota  por  una  bala;  el 
Cabildo  le  entregó  después  un  sable  guarneci- 
do de  oro.  y  el  virrey,  el  empleo  de  teniente 
coronel. 

Chanaes  (tribu  de  indios).  Moraban  primitiva- 
mente en  las  islas  del  delta  del  Paraná, 
de  donde  se  trasladaron  a  las  islas  de  la 
boca  del  río  Negro,  llamado  íium  por  los 
indígenas.  Apenas  sumaban  unas  cien  familias. 
Era  la  tribu  más  pacífica,  siendo  la  primera 
que  se  sometió  a  los  españoles.  Con  una  re- 


Benito  J.  Chain. 


ducción  de  estos  indios  fundó  el    P.    Ber- 
nardino  de  Guzmán  el  pueblo  de  Santo  Domin- 
go de  Soriano,  el  más  antiguo  de  la  República 
Oriental  del  Uruguay  en  1624.  Chana  signifi- 
ca mi  pariente;  de  che,  pronombre  de  la  prime- 
ra persona,  y  aña,  pariente. 
Chancay  (combate'.  Habiendo  quedado  rezaga- 
do en   un  reconocimiento  de  vanguardia  del 
ejército  argentino  que  operaba  en  el  Perú  el 
capitán  D.  Juan  Pascual  Pringles,  al  frente  de 
sólo  25  granaderos  a  caballo,  es  atacado  por 
tres  escuadrones  del  ejército  español.  Prin- 
gles se  bate  en  retirada,  tomando  la  costa  del 
mar,  en   la  playa  de  Chancay  (pescadores). 
Viéndose  con  dos  terceras  partes  de  sus  sol- 
dados muertos  y  el  resto  con  sus  caballos  can- 
sados, antes  que  rendirse  al  enemigo  se  arrojó 
al  mar,  resuelto  a  perecer;  pero  el  jefe  espa- 
ñol, al  presenciar  tanto  heroísmo,  le  ofrece  con 
toda  nobleza  una  capitulación  honrosa,  que  le 
salvó,  juntamente  con  los  soldados  que  le  que- 
daban (25  de  septiembre  de  1820). 
Chañar  (combate  del).  El  G  de  marzo  de  1873. 
El  coronel  D.  José  Olegario  Gordillo  se  halla- 
ba en  La  Rioja  al  frente  de  las  fuerzas  naciona- 
les y  de  las  A\il¡cias  movilizadas,  y  desde  un 
principio  se  puso  en  pugna  con  el  gobernador 
de  la  provincia,  D.  Pedro  Gordillo,  siendo  las 
causas  emanadas  de  cuestiones  electorales  y 
de  influencias  políticas  que  se  atravesaban  en 
la  marcha  de  ambos.  Llegó  a  ser  entre  éstos 
tan  tirante  la  situación  que  se  había  creado, 
que  el  gobernador  armó  fuerzas  y  se  fué  a  ata- 
carlo en  su  campamento  del  Chañar,  so  pre- 
texto de  dar  contra  los  montoneros  que  el  jefe 
nacional  apadrinaba,  según  la  versión  oficial 
del  gobernador.  En  el  ataque  hubo  muertos  y  - 
heridos  por  ambas  partes,  sin  qué  este  comba- 
te nada  resolviese.  El  Gobierno  nacional,  a  fin 
de  hacer  cesar  estos  escándalos,  comisionó  al 
general  Ivanowski  para  que  marchara  a  La  Rio- 
ja, y  sólo  así  se  consiguió  restablecer  el  orden, 
haciendo  que  el  coronel  Gordillo  le  entregase 
sus  fuerzas  y  se  desarmasen  los  ciudadanos 
que  habían  tomado  parte  en  estas  cuestiones. 
Chajá  (Combate  del).  El  general  D.  José  Mi- 
guel Carrera  había  acampado  en  el  Chajá,  25 
leguas  al  Sud  de  San  Luis,  en  la  República 
Argentina,  con  el  objeto  de  interrumpir  la  in- 
corporación que  a  las  fuerzas  pantanas  del 
gobernador  Ortiz  trataba  de  hacer  el  general 
Bustos  con  tropas  cordobesas.  Este  jefe,  igno- 
rando la  presencia  de  Carrera  en  el  Chajá, 


CHA 


159  - 


CHA 


llepca  allí,  y  en  el  acto  es  atacado  y  destruido 
completamente.  Este  combate  tuvo  lugar  el  9 
de  marzo  de  1821. 
Charcas.  Célebre  ciudad,  capital  del  departa- 
mento de  su  nombre  en  Bolivia,  situada  en  la 
margen  izquierda  del  rio  Cachimayo;  debe  su 
fundación  a  D.  Pedro  Anzures,  compañero  de 
Pizarro.  Los  bolivianos  le  dan  oficialmente  el 
nombre  de   Sucre,  en  honor  del  general  que 
en  1824  afi  anzó  su  independencia.  Es  de  ad- 
vertir que  esta  ciudad  ha  llevado  sucesivamen- 
te los  nombres  de  Chuquisaca,  Charcas,   La 
Plata  y  Sucre.  Es  célebre  por  su  Universidad. 
la  más  antigua  de  la  .América;  fué  también 
asiento  de  la  Real  Audiencia,  durante  el  vi- 
rreinato. 
Charlevolx  (Pedro  Francisco).  Misionero  y  es- 
critor jesuita.  Francés.  Recorrió  el  Canadá,  la 
bahía  de  Puán,  y  remontó  el  San  Juan,  el  Illi- 
nois y  el  Mississipí  hasta  su  embocadura.  Ex- 
cursionó  en  el  Nuevo  Mundo  a  fines  de  1722, 
después  de  una  permanencia  de  cuatro  meses 
en  Santo  Domingo,  entonces  posesión  españo- 
la, cuya  historia  publicó  a  su  regreso.  Además 
publicó  Historia  y  descripción  del  Japón.  Su 
última  obra  fué  la  Historia    del  Paraguay, 
obra  que  tiene  sin  duda  un  mérito  indisputable 
para  las  letras  históricas  del  Rio  de  la  Plata. 
Falleció  en  1761. 
Charlone  (Juan  Bautista).  Militar.  Nacido  en 
Italia,  en  el  pueblo  de  Asti  (Piamonte),  en  1826. 
Dedicado   al   co- 
mercio, vino  con 
ese  fin  a  Monte- 
video en    1840; 
pero  pronto  aban- 
donó esa  profe- 
sión para  ingre- 
saren 1845  en  la 
legión    de    Gari- 
baldi,    asistiendo 
al  asalto  y  toma 
de  la  Colonia,  a 
la  sorpresa  de 
Martin   García, 
de    Guale  guay- 
chú,  a  las  campañas  del  Salto,   combate  de 
Hervidero,  de  San  Antonio,  en  la  sorpresa 
de  Itapeoi;  en   el   combate  de  San    Antonio 
fué  herido  en  la  cabeza  y  ascendido  a  sar- 
gento, cuando  apenas    contaba   diez  y  nue- 
ve años  de  edad.    En   1849,   a  subteniente, 
y  en  1851,  con  el  grado  de  capitán,  formó 


Coronel  D.  Juan  Bautista 
Charlone. 


en  la  división  del  general  Díaz,  con  la  cua, 
conc«rrió  a  Caseros,  en  1852,  y  alistando, 
se  en  el  ejército  argentino,  sirvió  en  su  gra- 
do durante  el  sitio  de  1853.  En  1857  coman- 
dó un  buque  de  guerra,  pero  pidió  su  in- 
corporación al  ejército  con  el  grado  de  sargen- 
to mayor,  y  como  segundo  jefe  de  la  legión  mi- 
litar asistió  a  las  batallas  de  Cepeda  y  Pa- 
vón, Cañada  de  Gómez.  Fué  ascendido  y  pasó 
con  su  legión  a  la  provincia  de  Santa  Fe.  De- 
clarada la  guerra  del  Paraguay,  es  muy  raro 
el  combate  librado  entre  las  armas  argentinas 
y  paraguayas,  desde  la  toma  de  Corrientes 
hasta  el  asalto  de  Curupayii,  en  que  no  figure 
el  nombre  de  Charlone.  En  la  toma  de  Co- 
rrientes recibió  una  herida  de  sable  en  la  ca. 
beza,  inferida  por  un  oficial  paraguayo,  que 
fué  muerto  por  el  sargento  Boisnard,  y  en  el 
sangriento  asalto  de  Curupayti  la  legión  mili- 
tar fué  diezmada  y  Charlone  herido  mortal- 
mente  por  un  golpe  de  metralla,  que  lo  atrave- 
só de  un  lado  al  otro  del  pecho,  y  hubiera 
quedado  allí  a  no  ser  la  noble  abnegación  del 
sargento  Etchart,  que  lo  tomó  en  brazos,  lo 
atravesó  sobre  el  caballo  y  se  alejó  rápido, 
sucumbiendo  más  tarde.  El  coronel  Charlone 
fué  un  oficial  circunspecto,  celoso  en  el  cum- 
plimiento de  sus  deberes,  rígido  en  la  discipli- 
na y  de  una  moralidad  intachable. 
Charrúeis  (tribu  de  indios).  Vivían  en  la  margen 
septentrional  del  Plata,  desde  la  embocadura 
del  río  San  Salvador  hasta  el  Atlántico,  exten- 
diéndose hasta  unas  30  leguas  hacia  el  inte- 
rior. Eran  los  más  bravos  y  guerreros,  y  des- 
pués de  exterminar  varias  tribus  vecinas,  si- 
guieron resistiendo  tenazmente  a  la  conquista, 
sin  someterse  jamás  a  los  españoles.  Eran  de 
estatura  regular,  tronco  robusto,  miembros  for- 
nidos y  de  color  casi  negro.  Tenía..  la  cabeza 
grande,  con  pómulos  salientes,  nariz  algo  acha- 
tada, boca  grande  y  ojos  pequeños,  pero  de 
vista  muy  penetrante.  Eran  lampinos,  con  ca- 
bello muy  espeso,  negro  y  lustroso.  Los  cha- 
rrúas eran  polígamos,  aunque  eran  raros  los 
casos  de  monogamia.  El  hombre  se  dedicaba 
tínicamente  a  la  caza  y  a  la  guerra.  La  mujer 
le  acompañaba  en  .«us  excursiones  guerreras; 
fabricaba  casi  todas  sus  armas  y  utensilios;  ar- 
maba y  desarmaba  el  toldo  o  «rancho»  portá- 
til, viniendo  a  ser  como  una  esclava.  Creían 
en  un  espíritu  bueno,  que  denominaban  Tupa,  y 
en  un  genio  del  mal,  llamado  Añang,  a  quien 
atribuían   todas  sus  enfermedades  y  desgra- 


CHA 


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CHE 


cias.  Los  machíes  eran  sus  curanderos,  a  los 
que  consideraban  como  adivinos.   Sus  armas 
eran  mazas,  rompecabezas  y  fleciías,  con  dar- 
dos de  pedernal  o  con  puntas  de  madera  tosta- 
das al  fuego.  Usaban  también  los  libes  o  bolea- 
doras, que  eran  bolas  de  piedra  sujetas  a  tiras 
de  cuero;  las  manejaban  con  suma  destreza, 
así  en  la  guerra  como  en  la  caza,  etc.  El  doc- 
tor Vicente  F.  López  asegura  que  la  voz  cha- 
ruhas  quiere  decir  litorales;  el  historiador  La- 
sota,  que  significa   somos  inquietos;  de  cha, 
«nosotros»,  y  arru,  «inquietos»;  según  otros^ 
significa  los  enojadizos,  los  destructores.  Los 
últimos  charrúas  fueron  exterminados  en  1832. 
Zapican,  Abayuba  y  Cabarí  fueron  sus  caci- 
ques más  famosos. 
Chascomús  (combate).  La  revolución  del  Sud 
de  la  provincia  de  Buenos  Aires,   encabezada 
por  Castelli  (29  de  octubre  de  1839),  aun  no  se 
había  extendido   ni  acordado  su  plan,  cuando 
cayó,  postrada  por  la  actividad  de  las  tropas 
del  Gobierno,  al  mando  del  coronel  Granada, 
que  marcharon  a  sofocarla.  En  la  laguna  de 
Chascomús  se  ven  obligados  los  revoluciona- 
rios a  librar  un  combate  con  las  fuerzas  que 
mandaba  Prudencio  Rozas,  consiguiendo  éste 
una  sangrienta  victoria.  El  jefe  Castelli  es  de- 
gollado. Chascomús  es  un  partido  y  pueblo  del 
Sud  de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  y  en  len- 
gua   pampa  significa  opais  de  las  lagunas», 
y  efectivamente,   hay  muchas.  Su   población 
data  del  año  1777.  El  capitán  Betlezé  obtuvo 
permiso  para  trasladarla  del  paraje  denomina- 
do El  Zanjón,  en  la  margen  derecha  del  Sam- 
boromtión,  al  lugar  en   que  hoy  se  encuentra 
situada.  En  1801  fué  declarado  partido,  y  en 
1825  fué  erigido  en  parroquia;  en  1865  llegó 
por  primera  vez  el  ferrocarril. 
Chaasainjí  (Juan).  Periodista  y  hombre  políti- 
co. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  año  1838.  Se 
recibió  de  abogado  en   septiembre  de  1862. 
Formó  parte  de  la  Redacción  de  El  Nacional, 
en  1863,  y  en  el  año  siguiente  fundó  El  Pueblo, 
en  1864.  Murió  a  los  veintiséis  años  de  edad,  el 
3  de  noviembre  de  1864. 
Chaves  (José  Manuel).  Guerrero  de  la  indepen- 
dencia. Nacido  en  Salta,  en  1795.  Entró  como 
soldado  en  el  cuerpo  de  caballería  «Decidi- 
dos de  la  Patria»,  formado  por  Belgrano  en  su 
expedición  del  año  12  al  Norte.  Se  encontró 
en  Las  Piedras,  Tucumán  y  Salta.  Poseía  un 
valor  romancesco  y  una  audacia  incomparable. 
Falleció  en  1857. 


Chaves  (Nuf lo  de).  Conquistador  y  fundador  de 
la  ciudad  de  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  en  1560. 
Natural  de  España.  Vino  a  América  en  la  ex- 
pedición de  Alvar  Núñez  Cabeza  de  Vaca,  ■ 
quien  acompañó  en  su  viaje  por  tierra  desde 
Santa  Catalina  hasta  el  Paraguay.  Cuando  fué 
mandado  al  Perú  por  Irala  p.sra  pedir  la  con- 
firmación de  su  nombramiento,  aunque  no  con- 
siguiera todo  lo  que  deseaba,  desempeñó,  sin 
embargo,  cumplidamente  su  encargo,  trayendo 
a  su  regreso  las  primeras  cabras  y  ovejas  que 
hubieron  en  el  Paraguay.  Fué  muerto  por  lo» 
indios  en  1567. 

Chayter  (.Diego).  Marino.  Nacido  en  Baltimore, 
por  los  años  de  1767.  Miembro  de  una  familia 
distinguida;  dueño  de  una  buena  posición  so- 
cial y  caudal  considerable,  entusiasmado  por 
la  grandeza  y  justicia  de  la  causa  de  la  liber- 
tad americana,  y  después  de  prestar  sus  servi- 
cios a  su  patria  en  la  guerra  con  Inglaterra, 
ofreció  su  espada  a  la  causa  de  la  revolución 
de  Venezuela,  a  cuyo  servicio  permaneció.  Se 
dirigió  luego  al  Río  de  la  Plata  con  un  buque 
de  su  propiedad  y  un  cargamento  de  armas  y 
municiones  de  guerra,  poniéndolas  al  servicio 
de  la  revolución  argentina.  El  7  de  mayo  de 
1816  el  Gobierno  argentino  le  confirió  el  gra- 
do de  teniente  coronel  y  el  comando  de  la  cor- 
beta Independencia  del  Sud,  armada  con  14 
cañones  de  a  18  y  uno  de  a  24  y  tripulada  por 
140  hombres,  y  el  13  del  mismo  mes  se  le  expe- 
día la  orden  para  que  saliera  al  crucero,  con- 
forme a  las  instrucciones  verbales  que  se  le 
habían  dado.  Hizo  un  crucero  notable,  llegan- 
do hasta  las  mismas  costas  de  España,  y  hasta 
tomando,  el  22  de  agosto,  frente  a  Cádiz,  un 
hermoso  bergantín,  llamado  San  Buenaoentura, 
y  traído  a  Buenos  Aires  el  9  de  noviembre  de 
1816.  Después  de  infinitas  hazañas  navales  y 
de  tener  en  continua  zozobra  al  comercio  es- 
pañol, murió  en  la  más  triste  miseria.  Así  se 
pagaba  al  mejor  y  más  leal  amigo  de  los  inte- 
reses nacionales.  Era  hombre  de  carácter  se- 
vero y  recto.  Un  hijo  de  este  ínclito  paladfa 
de  nuestras  glorias,  Daniel,  rindió  gloriosa- 
mente su  vida  peleando  por  nuestra  libertad. 

Chenaat  (Indalecio).  Militar.  Nació  en  Mendo- 
za, el  21  de  marzo  de  1808.  Ingresó  en  el  ejér- 
cito en  1819,  como  abanderado  del  primero  de 
caballería  de  línea,  y  en  1821  se  batió  en  la 
batalla  de  la  Punta  del  Médano  contra  los  Ca. 
rreras;  cuatro  años  después  se  encontró  en  el 
combate  de  Las  Leñas,  ya  como  teniente,  y  en 


CHI 


161   - 


CHI 


varios  encuentros  contra  los  indios.  En  1825 
fué  ascendido  a  capitán,  marchando  a  la  cam- 
paña del  Brasil  on  el  refíiniiento  U).°  de  c:ili;i- 
llería,  a  las  órdenes  del  coronel  Olavarría,  ba- 
tiéndose en  los  combates  del  Ombii,  Camaciici, 
Yerbal,  Potreros  del  Padre  Filiberto,  Las  Ca- 
ñas y  en  Iluzaingó,  donde  tanto  se  distinguió 
ese  cuerpo.  En  1828,  con  el  grado  de  sargento 
mayor,  acompañó  al  general  Paz  en  su  expedi- 
ción al  interior,  hallándose  en  San  Roque,  La 
Tablada  y  Oncatiuo,  y  más  tarde,  aunque  con 
otro  jefe,  fué  derrotado  en  el  Potrero  de  Cha- 
cón, tomando  entonces  el  camino  del  destie- 
rro. Vuelto  a  Buenos  Aires,  emigró  nueva- 
mente a  Montevideo,  donde,  reconocido  en  su 
grado,  se  le  confió  el  mando  de  una  escuadri- 
lla que  fué  a  batir  un  cuerpo  sublevado  en  Pay- 
sandú;  en  1839  se  incorporó  al  ejército  de  La- 
valle  y  luego  al  de  Paz.  Asistió  a  Caseros, 
prestando  valiosos  servicios.  Después  de  la 
caída  de  Rosas  se  retiró  a  su  ciudad  natal, 
siendo  a  poco  electo  diputado  al  Congreso  de 
la  Confederación,  cuyo  cargo  desempeñó  has- 
ta 1858,  ocupando  igualmente  un  puesto  en  la 
Convención  Nacional  de  Santa  Fe  convocada 
para  dictaminar  sobre  las  reformas  propuestas 
por  la  de  Buenos  Aires  a  la  Constitución  del  53. 
En  la  guerra  del  Paraguay,  Chenaut,  a  pesar 
de  SKS  sesenta  años,  fué  uno  de  los  primeros 
jefes  que  se  presentaron  a  compartir  las  fati- 
gas del  campamento,  y  se  le  incorporó  como 
jefe  de  Estado  Mayor  en  el  primer  cuerpo  de 
operaciones,  al  mando  del  general  Paunero. 
Se  halló  en  la  toma  de  Corrientes  y  en  todas 
las  acciones  en  que  intervino  la  primera  divi- 
sión y  en  otras  más.  A  fines  de  1868  abandonó 
los  esteros  del  Paraguay,  quebrantado  por  los 
años  y  los  azares  de  la  guerra,  fijando  su  resi- 
dencia en  Buenos  Aires,  donde  falleció, el  30  de 
noviembre  de  1871,  dos  años  después  de  haber 
recibido  sus  despachos  de  coronel  mayor. 
Chidana  (Feliciano  Antonio).  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  9  de  junio  de  1761.  Fueron  sus  padres 
D.  Diego  Cliiclana,  rico  chacarero  de  Quilmes, 
descendiente  de  un  antiguo  soldado  que,  des- 
pués de  combatir  en  Flandes  y  Holanda,  vino 
con  su  regimiento  al  Río  de  la  Plata,  y  de 
D.'  Margarita  Jiménez  Paz,  natural  del  país. 
Hizo  sus  primeros  estudios  en  Buenos  Aires, 
pasando  luego  a  Chile,  donde  se  graduó  en  Ju- 
risprudencia y  Cánones  a  principios  de  1783. 
Fué  asesor  general  del  alcalde  de  primer  voto 
D.  Santiago  Saavedra.  En  las  invasiones  in- 

DlCC.    HlST.    Y   BlOQ. 


D.  Feliciano  Antonio  Chidana. 


glesas  sirvió  como  capitán  de  patricios,  y  pro- 
ducida la  revolución  de  mayo  descuella  por  su 
exaltado  patrio- 
tismo, siendo 
nombrado  auditor 
de  guerra  en  el 
ejército  del  Nor- 
te, asimilado  a 
coronel.  Marchó 
a  Jujuy,  donde 
gobernó  por  bre- 
ves días;  en  Sal- 
ta también  fué  go- 
bernador inten- 
dente; pero  por 
intrigas  de  parti- 
dos se  vio  obliga- 
do a  regresar  a 
Buenos  Aires.  En  1811  fué  electo  miembro  del 
triunvirato,  conjuntamenteconSarrateayPaso; 
en  1812  renunció  Chidana  y  marchó  de  nuevo 
a  Salta,  donde  prestó  grandes  servicios  al 
ejército  del  general  Belgrano,  desempeñando 
más  tarde  diversas  comisiones  de  confianza. 
A  principios  del  año  17  fué  desterrado  a  Nor- 
te-América, fijando  su  residencia  en  la  ciudad 
de  Baltimore,  permaneciendo  allí  hasta  enero 
de  1819,  en  que  tomó  pasaje  a  bardo  del  ber- 
gantín Dooerón,  con  destino  a  .Montevideo,  don- 
de arribó  el  14  de  abril.  El  21  de  abril  del  año 
siguiente  fué  restituido  al  goce  de  sus  empleos, 
y  en  septiembre  del  mismo,  comisionado  por  el 
Gobierno  de  Rondeau  para  que  provocase  una 
reunión  general  de  los  caciques  principales  de 
las  tribus  fronterizas  de  la  provincia  y  nego- 
ciase con  ellas  la  extensión  indefinida  de  la  lí- 
nea de  fronteras.  Esta  misión  al  desierto  fué 
el  último  servicio  público  que  prestó  Chidana 
al  país,  falleciendo  en  la  ciudad  de  Buenos 
Aires,  el  17  de  septiembre  de  1826.  En  18  de 
enero  de  1830  el  Gobierno  decretó  la  crea- 
ción de  un  monumento  para  depositar  sus  res- 
tos. D.  heliciano  Antonio  Chidana  ha  sido  uno 
de  los  patriotas  de  mayo  más  injustamente  ol- 
vidados por  las  generaciones  que  le  han  suca 
dido. 
Cbicoana  (combate)  (9  de  enero  de  1827).  Chi- 
coana  era  un  pequeño  pueblo  distante  diez  le- 
guas de  Salta.  Las  fuerzas,  214  hombres,  que 
sostenían  al  gobernador  Arenales,  que  ocupa- 
ron este  pueblo,  mandadas  por  el  coronel  Be- 
doya, fueron  sitiadas  por  los  sublevados  de 
Gorriti  y  Puch,  aumentados  por  doscientos  bo- 
íl 


CHI 


—  162  — 


CHO 


livianos  mandados  por  el  coronel  Domingo  Ló- 
pez Matute  (I).  El  ataque  fué  rudo,  y  a  la  re- 
sistencia de  Bedoya  siguió  una  carga  formida- 
ble, que,  a  pesar  de  haberla  resistido  en  cua- 
dro con  denuedo,  fué  completamente  derrota- 
do. De  los  heroicos  defensores  de  Chicoana 
quedaron  unos  pocos,  pereciendo  en  la  con- 
tienda los  dos  jefes  principales,  Bedoya  y 
iMagán. 

Chiflón  (combate)  (13  de  septiembre  de  1835). 
El  gobernador  de  Tucumán,  D.  Alejandro  He- 
redia,  y  su  hermano  el  general  D.  Felipe,  en- 
traron en  Catamarca  con  una  fuerza  de  cua- 
trocientos hombres  de  línea  y  cien  auxiliares 
santiagueños,  que  hicieron  frente  a  un  cuerpo 
de  ejército  de  mil  quinientos  hombres,  inclu- 
yendo infantería  y  caballería,  al  mando  del  ge- 
neral D.  Felipe  Figueroa.  Tuvo  lugar  en  el 
Chiflón,  siendo  derrotados  los  catamarqueños. 
D.  José  Antonio  Reinafé  y  el  teniente  coronel 
Moyano,  quienes  después  de  su  fuga  de  Cór- 
doba se  habían  refugiado  en  Catamarca,  fue- 
ron tomados  en  momentos  en  que  trataban  de 
huir  a  Bolivia  y  conducidos  a  Santiago  del 
Estero,  y  de  allí  trasladados  a  la  frontera  de 
Córdoba,  a  cuyas  autoridades  quedaron  entre- 
gados. 

Chilavert  (Martiniano).  Militar.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  en  1801.  Cursó  sus  estudios  en 
España,  y  en  1812  regresó  a  su  patria,  donde 
continuó  estudiando  ingeniería.  En  1817  in- 
gresó como  cadete  en  un  regimiento  de  artille- 
ría; dos  años  después,  con  el  grado  de  subte- 
niente, rindió  examen  de  Matemáticas,  diplo- 
mándose de  ingeniero.  Regentó  después  esa 
cátedra  en  la  Universidad.  En  1825,  siendo  ca- 
pitán, se  incorporó  a  un  regimiento  de  artille- 
ría, y  marchó  a  la  guerra  contra  el  Brasil, 


n  I  Matute  traicionú  a  Arenales;  fué  ejecutado  el  17  de 
septiembre  de  1827.  -Su  ejecución  debía  verificarse  en  la 
plaza;  mas  por  consideración  a  su  esposa,  encinta,  a 
quien  no  se  pudo  sacar  al  campo,  el  Gobierno  dispuso 
fuese  ejecutado  en  una  chacrita  inmediata,  llevando  de 
auxiliar  al  guardián  de  San  Francisco.  Matute  no  quería 
persuadirse  de  que  iba  a  morir,  y  por  consiguiente  traba- 
jaba cuanto  podía  por  libertarse  Cuando  estaba  el  padre 
guardián  diciéndole  la  misa,  al  tomar  el  cáliz,  se  le  avan- 
zó el  reo  Matute,  asiéndole  fuertemente  de  él,  con  ame- 
nazas de  derramarlo  si  no  le  perdonaban.  Asústase  el 
padre,  suspende  la  misa,  va  la  noticia  al  pueblo,  que  se 
alborota  temiendo  lo  soltasen,  y  al  mismo  tiempo  asom- 
brado del  hecho:  se  consultó  al  clero,  puesto  que  el  Go- 
bierno no  quería  indultarlo  Viéndose  el  reo  desengaña- 
do, KoUó  el  cáliz  y  fué  ejecutado,  a  las  once  y  media  de  la 
mañana...»  (Zinny). 


donde  descolló  por  su  pericia  militar,  valién- 
dole ser  ascendido  a  mayor  sobre  el  campo  de 
batalla.  Desde  1828  actuó  y  militó  en  el  parti- 
do unitario,  a  las  órdenes  de  Lavalle,  Rivera, 
Paz  y  Obes,  y  en  1847  defeccionó,  apoyando 
la  política  de  Rosas,  quien  le  confió  en  la  ba- 
talla de  Caseros  el  mando  de  la  artillería, 
que  ocupaba  la  extrema  izquierda;  fué  él  quien 
sostuvo  la  batalla,  causando  pérdidas  conside- 
rables en  las  filas  del  ejército  libertador.  Sus 
cañones  fueron  los  últimos  que  apagaron  sus 
fuegos  y  Chilavert  el  último  combatiente  que 
rindió  su  espada  al  adversario.  Hecho  prisio- 
nero por  el  coronel  José  Virasoro,  fué  trasla- 
dado al  día  siguiente  al  campamento  de  San- 
tos Lugares,  y  luego  a  Palermo,  donde  a  la 
sazón  residía  el  general  vencedor,  que  come- 
tió el  error  de  ordenar  su  fusilamiento,  acu- 
sándole de  su  anterior  defección.  Chilavert 
«era  un  jefe  de  escuela  y  de  orden;  sereno  en 
el  combate  y  superior  por  sus  talentos  y  cono- 
cimientos científicos;  inquieto  de  carácter,  de 
genio  sutil,  y  por  desgracia  demasiado  accesi- 
ble a  la  intriga  política,  cometió  así  en  su  vida 
de  soldado  los  más  graves  errores  y  los  más 
trascendentales  desvarios,  abultados  fatalmen- 
te por  la  pasión  contemporánea,  aguda  e  im- 
placable siempre». 

Chiqniraya  (combate).  Después  de  la  victoria 
de  Suipacha  los  argentinos  se  apoderaron  de 
las  plazas  de  Potosí,  Cochabamba,  Oruro  y  La 
Paz  en  el  Alto  Perú  (Bolivia),  por  lo  que,  alar- 
mado el  virrey  de  Lima,  destaca  fuerzas  hasta 
el  Desaguadero,  con  objeto  de  contener  los 
progresos  de  la  revolución.  Corridos  diaria- 
mente los  realistas  en  las  escaramuzas  que  se 
sucedían,  tratan  al  fin  de  emprender  algo  for- 
mal, y  al  efecto  una  división  délas  tres  armas 
pretende  sorprender  a  los  patriotas;  pero  sin- 
tiéndola estos  con  oportunidad,  una  fuerza  de 
caballería  al  mando  del  comandante  D.  Este- 
ban Hernández  se  lanza  sobre  el  enemigo, 
sorprendiéndolo  a  su  vez  y  lo  derrota  comple- 
tamente en   C///(7u/roí/a,  el  3  de  mayo  de  1811. 

Chome  (Ignacio).  Misionero  y  escritor.  Nacido 
en  Douai,  ciudad  de  Francia,  el  31  de  julio  de 
1698.  Ingresó  en  la  Compañía  de  Jesús  alosvein- 
tiún  años,  dedicándose  con  preferencia  al  estu- 
dio de  las  lenguas  vivas.  Se  embarcó  en  1727 
don  destino  al  Paraguay,  emprendiendo  desde 
luego  con  celo  incomparable  la  conversión  de 
los  indios,  penetrando  en  la  profundidad  de  sus 
bosques  y  en  la  soledad  de  sus  desiertos.  Visi- 


CHO 


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tó  las  misiones  guaraníes,  y  más  tarde,  con  el 
padre  Lizardl,  el  territorio  de  las  tribus  chiri- 
gnanas,  establecidas  en  las  regiones  próximas 
a  los  Andes.  Ciiome,  más  tarde,  quiso  abrirse 
un  camino  entre  estas  regiones  y  el  río  Para- 
guay; pero  los  indios  tobas  no  lo  permitieron. 
Todos  los  esfuerzos  hechos  por  los  valientes 
misioneros  en  este  sentido  tuvieron  que  ser 
abandonados.  Chome  se  retiró  al  territorio  de 
los  Chiquitos,  falleciendo  en   septiembre  de 
1788.  Su  colección  de  manuscritos  es  numerosa, 
figurando  entre  ellos  un  Diccionario  de  la  len- 
gua de  los  Chiquitos,  algunos  estudios  etnográ- 
ficos sobre  la  misma  tribu,  una  Gramática  del 
idioma  de  los  zamucos,  y  la  vida  de  los  misio- 
neros más  distinguidos  de  la  época,  obras  que 
hasta  la  fecha  se  conservan  inéditas. 
Chorroarfn  (Luis  José).  Sacerdote  y  educacio- 
nista. Nació  en  Buenos  Aires,  en  1757,  donde 
cursó  sus  primeros  estudios;  se  graduó  de  doc- 
tor en  Filosofía,  y  se  ordenó  de  sacerdote  do- 
minico. En  1783  fué  nombrado  catedrático  de 
Filosofía  del  Real  Colegio  de  San  Carlos,  y  tres 
años  después,  rector  del  mismo  establecimien- 
to, cargo  que  desempeñó  hasta  1810,  año  en 
que  actuó  en  el  movimiento  popular  de  los  días 
de  mayo,  en  cuyas  asambleas  se  pronunció  por 
la  causa  de    la  independencia.   En  1812  fué 
miembro  de  la  Junta  conservadora  de  la  libertad 
de  imprenta.  Fué  miembro  de  la  Asamblea,  don- 
de desempeñó  diversas  comisiones,  como  la  de 
formular  el  plan  de  estudios  para  la  Facultad 
de  Medicina.  En  1819  fué  electo  diputado  al 
Congreso,  y  fué  su  presidente;  director  de  la 
Biblioteca  Pública,  prestó  en  ese  cargo  servi- 
cios distinguidos  al   país,  habiendo  enriquecido 
el  establecimiento  con  diversas  colecciones  de 
libros,  de  que  se  desprendió  desinteresadamen- 
te, y  adquirió  otros  del  extranjero  por  suscrip- 
ciones populares,   que  encabezaba    siempre, 
como  el  primer  donante.   Falleció  en  esta  ciu- 
dad;  el  1 1  de  julio  de  1823.  «No  fué— dice,  con 
profunda  verdad,  el  Dr.  Juan  María  Gutiérrez, 
en  su  libro  sobre  la  enseñanza  pública  de  Bue- 
nos Aires -en  el  teatro  de  la  política  activa 
en  el  que  más  se  ilustró  el  Dr.  Chorroarín.  Su 
nombre  ha  pasado  a  la  posteridad  entre  los 
amigos  fieles  de  la  juventud  estudiosa,  ya  como 
rector  durante  muchos  años  del   Colegio  de 
San  Carlos,  en  donde  se  formaron   tantos  ta- 
lentos distinguidos,  ya  como  director  de  la  Bi- 
blioteca Pública,  fumlada  por  D.  Mariano  Mo- 
reno, en  los  primeros  días  de  la  revolución.» 


Chunchanga  (combate  de).    En   la  campaña 
del  Perú.  Parte  del  coronel  Federico  de  Brand- 
sen  al  general  en  jefe  del  ejército  del  Centro: 
«Cañete,  diciembre  30  de  1823:  Honorable  se- 
ñor: La  historia  de  la  campaña  del  Perú,  fe- 
cunda en  hazañas  brillantes,  podrá  enriquecer- 
se del  hecho  siguiente,  debido  al  valor  del 
joven  e  intrépido  capitán  Correas.    Situado 
por  orden  mía  con  50  húsares  en  el  valle  de 
Chunchanga,  posición  extendida,  accesible  por 
todas  partes,  mas  importante  a  conservar  para 
el  suceso  de  las  operaciones  ulteriores  del 
ejército,  supo  el  29,  a  las  cinco  y  treinta  de  la 
mañana,  que  el  coronel  enemigo  Barandalla 
con  200  hombres  de  caballería  de  los  escuadro- 
nes de  San  Carlos  y  de  Lima,  y  dos  compañías 
de  infantería,  venía  bajando  de  los  cerros  in- 
mediatos por  el  camino  de  la  quebrada  de  Hu 
may,  a  sorprenderlo  y  batirlo.  Apenas  había 
recibido  este   aviso,    cuando    sus    centinelas 
anunciaron  que  el  enemigo  dasfilaba  ya  por  el 
vado  de  Casa-Concha.  Pero  nuestros  bravos 
estaban  prevenidos,  y  el  enemigo  los  encontró 
formados  en  batalla.    Sin   embargo,   despre- 
ciando tan  poca  gente,  lleno  de  ese  orgullo 
brutal  que  el  número  sabe  inspirar  a  los  más 
cobardes,  el  teniente  de  San  Carlos  se  adelan- 
tó como  a  distancia  de  media  cuadra  y  se  oye- 
ron estas  palabras:  «Ríndete,  Correas,  que  to- 
marás partido.  Soldados,  echad  pie  a  tierra: 
seréis  perdonados.»  A  lo  que  contestó  el  va- 
liente joven:  «Húsares:  a  vengar  el  ultraje  que 
nos  hace  el  infame.»  Contestar,  cargar  y  rom- 
per al  enemigo  fué  uno;  el  teniente  de  San 
Carlos  debió  a  la  ligereza  de  su  caballo  el 
poderse  salvar;  puede  asegurarse  que  está  gra- 
vemente herido  de  las  lanzadas;  los  dem  s  hu- 
yeron precipitadamente  hacia  el  vado,  a  po- 
nerse bajo  la  protección  de  los  fuegos  de  su 
infantería,  dejando  en  el  campo  20  muertos  y 
un  prisionero.  El  numero  de  los  heridos  debe 
ser  triple,  y  entre  ellos  se  encuentran  dos  ofi- 
ciales. El  capitán  Correas  los  persiguió  hasta 
el  paso  del  vado,  paso  montuoso  y  tan  estre- 
cho a  su  entrada,  que  no  se  puede  desfilar  sino 
sobre  dos  o  uno  de  frente;  pero  temiendo  una 
emboscada  de  la  infantería,  hizo  alto,  y  a- 
poco  rato  emprendió  tranquilamente  su  retira- 
da por  la  pampa  de  Chincha.  El  enemigo  in- 
tentó molestarlo  con  echar  sobre  su  retaguar- 
dia unos  treinta  tiradores,  que  el  capitán  Co- 
rreas hizo  cargar  y  dispersar  por  ocho  húsares; 
después  de  lo  cual  siguió  descansadamente  su 


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camino  hasta  reunirse  en  Chincha  Alta  con  el 
escuadrón  del  mando  del  señor  comandante 
Suárez,  que,  prevenido  del  ataque,  venia  a 
sostener  la  retirada  del  capitán  Correas.  Te- 
nemos por  parte  nuestra  que  deplorar  la  muer- 
te del  húsar  Atanasio  Acuña  y  otros  cuatro 
levemente  heridos.  El  valor  brillante  del  capi- 
tán Correas  recuerda  los  tiempos  heroicos  de 
la  antigua  caballería.  No  temo  pronosticar  que 
este  joven  oficial,  desde  hoy  el  orgullo  de  su 
país,  será  con  el  tiempo  uno  de  los  más  firmes 
apoyos  de  la  libertad  americana.  A  su  ejemplo 
se  han  distinguido  entre  tantos  bravos  el  te- 
niente Bartolo  Navarrete  y  sargento  Frías,  ei 
cabo  Calderón  y  los  húsares  Baras,  Calderón 
y  Rodríguez.  Lo  que  ensalza  el  mérito  de  esta 
carga  intrépida,  y  que  no  es  menos  mortifican- 


te para  el  orgullo  español,  es  que  se  dio  en 
los  llanos  inmensos  de  la  pampa  de  Chincha, 
nueva  prueba  de  que  el  valor  no  es  menos  due- 
ño del  número  que  del  terreno  y  de  las  locali- 
dades. Ofrezco  a  V.  S.  H.  los  sentimientos  de 
alta  consideración  y  respeto  con  que  soy  suyo 
seguro  servidor,  q.  s.  m.  b.,  F.  de  Brandsen. — 
Honorable  señor  general  en  jefe  del  ejército 
del  Centro.»— (J.  J.  Biedma.) 
Chuquisaca  (ataque).  El  entonces  mayor  La- 
madrid,  al  frente  de  una  columna  expediciona- 
ria, ataca  el  21  de  mayo  de  1817  el  puebloatnn- 
cherado  de  Chuquisaca,  en  el  Alto  Perú,  y  es 
rechazado  por  la  guarnición  española  y  el  ve- 
cindario, que  se  defiende  heroicamente.  Chur 
quisaca  viene  de  Choke,  una  cosa  apeñus- 
cada, serranía  tupida,  y  saca,  estéril,  pelada. 


D 


Danel  (Aleiandro).  Militar.  Nació  en  Francia, 
el  5  de  septiembre  de  1791.  Fué  oficial  déla 
República  y  del  Imperio  napoleónico,  revistan- 
do en  la  célebre  Guardia  Imperial.  Caído  Na- 
poleón I,  vino  a  América,  donde  se  incorporó 
como  teniente  primero  al  batallón  de  Cazado- 
res de  la  Patria,  sirviendo  desde  1818  a  1825 
en  las  luchas  civiles  contra  los  caudillos  del  li- 
toral, a  las  órdenes  de  los  generales  Balcarce, 
en  1818;  Viamonte,  en  1819;  Rodríguez  y  Soler, 
en  1820,  y  Lavalle,  en  1825,  en  cuyo  año  fué 
dado  de  alta  en  el  regimiento  de  coraceros,  en 
clase  de  ayudante  mayor,  el  8  de  febrero.  Ca- 
pitán el  4  de  agosto,  combatió  contra  los  in- 
dios. Asistió  a  toda  la  campaña  contra  el  Bra- 
sil, donde  se  apoderó  de  tres  banderas  de  ba- 
tallones enemigos.  Regresó  a  Buenos  Aires  en 
1828,  y  fué  enviado  en  comisión  a  Patagonia. 
En  el  viaje  cayó  prisionero  de  los  brasileños  y 
fué  conducido  a  Montevideo.  Se  halló  en  la 
sublevación  del  1  de  diciembre.  Acompañó  a 
Lavalle  en  todas  sus  campañas,  hasta  su  falle- 
cimiento, en  Jujuy.  Estuvo  en  el  sitio  de  Monte- 
video, Caseros  y  Cepeda.  Murió  en  Buenos 
Aires,  el  22  de  julio  de  1865. 

Daniels  (Juan  D.).  Norteamericano.  A  su  pedi- 
do se  le  acordó  carta  de  ciudadanía  el  12  de 
junio  de  1818.  Solicitó  patente  de  corso  para 
un  bergantín  de  su  propiedad,  llamado  Vicu- 
ña, y  que  dirigiría  a  los  mares  de  la  India 
con  el  nombre  de  Maipii,  dando  la  fianza  el 
respetable  comerciante  de  la  plaza,  también 
norteamericano,  D.  Guillermo  Patricio  Ford. 
Cuando  menos  se  esperaba  devolvió  todos  los 
documentos,  con  la  excepción  de  los  despa- 
chos de  cabos  de  presa  que  se  le  habían  otor- 
gado, y  levando  anclas,  fugó  del  puerto,  entre- 
gándose al  corso  patentado  por  Artigas.  El 


Gobierno  hizo  publico  el  procedimiento  de  Da- 
niels, ordenó  la  prisión  del  fiador  y  declaró 
fuera  de  la  ley  al  corsario,  por  resolución  del 

4  de  julio  de  1818. 

Daract  (Justo).  Magistrado.  Nació  en  San 
Luis,  en  agosto  de  1805.  Representó  a  su  pro- 
vincia en  el  Senado  nacional  en  1862.  Duran- 
te su  gobierno  en  San  Luis,  su  acción  política 
y  administrativa  se  hizo  sentir  en  todas  las  es- 
feras del  Gobierno,  haciendo  sancionar  leyes 
de  organización  y  procedimientos  de  los  Tribu- 
nales; inició  la  construcción  de  diques,  creó 
nuevas  escuelas  y  un  colegio  de  enseñanza  se- 
cundaria. Falleció  este  hombre  progresista  y 
honrado,  uno  de  los  hijos  predilectos  de  San 
Luis,  en  septiembre  de  1887. 

Darrai^eira  (José  de).  Político.  Nació  en  Mo- 
quegua  (Perú),  el  año  1770,  y  se  educó  en  Bue- 
nos Aires,  en  San 
Carlos,  doctorán- 
dose en  Leyes. 
Asistió  al  cabil- 
do abierto  del  22 
de  mayo,  en  cuyo 
acto  reprodujo 
el  voto  del  co- 
mandante don 
Martín  Rodrí- 
guez. En  dicho 
año  era  abogado 
de  la  Real  Au- 
diencia. Vocal  de 
la  Cámara  de 
Apelaciones.  En 
1816  fué  electo  representante  de  esta  capital 
al  Congreso  de  Tucumán,  figurando  como  tal 
en  el  acta  de  aquella  memorable  Asamblea, 
siendo  comisionado  por  la  misma  para  des- 


D.  José  de  Darragueira. 


DAV 


166  - 


DEH 


empeñar  una  comisión  de  importancia  cerca  de 
Buenos  Aires.  Falleció  el  2  de  mayo  de  1817, 
siendo  sepultado  en  la  iglesia  de  San  Francis- 
co por  disposición  de  su  esposa,  D.'  María  An- 
tonia de  Luca,  hermana  de  D.  Esteban  de 
Luca,  militar  y  poeta  (v.). 

Dávila  (Nicolás).  Nació  en  La  Rioja,  el  6  de 
enero  de  1786.  Ocupaba  el  modesto  cargo  de 
comandante  del  departamento  de  Famatina,  el 
año  1816,  cuando  recibió  orden  del  general 
San  Martín  de  incorporarse  con  algunas  Mili- 
cias a  la  columna  expedicionaria  del  coman- 
dante Zelada,  con  instrucciones  de  tomar  la 
ciudad  chilena  de  La  Serena,  sublevar  la  pro- 
vincia de  Coquimbo  y  posesionarse  de  ella, 
todo  lo  que  cumplió  satisfactoriamente.  Más 
tarde  actuó  en  las  luchas  políticas  de  su  pro- 
vincia, y  desempeñó  el  cargo  de  gobernador 
desde  septiembre  de  1821  hasta  el  9  de  mar- 
zo de  1823,  en  cuyo  período  dio  muestras  de 
su  inteligencia  y  honorabilidad.  Siguió  en  la 
política  y  guerra  civil,  llegando  hasta  el  grado 
de  coronel.  Derrocada  la  tiranía,  fué  ministro 
de  Gobierno  en  los  años  1854  al  1857.  Murió 
este  meritorio  patriota  el  20  de  mayo  de  187G, 
en  Nonogasta. 

Dávila  (Simeón).  Nacido  en  La  Rioja,  el  18  de 
febrero  de  1814,  cursando  sus  estudios  en  Sal- 
ta. Desde  muy  joven  combatió  a  la  tiranía,  sir- 
viendo en  clase  de  capitán  y  como  jefe  de  un 
batallón  creado  por  él  en  las  campañas  que 
hizo  a  las  órdenes  de  Lamadrid,  ascendiendo 
hasta  teniente  coronel.  Derrotado  en  el  Rodeo 
del  Medio,  emigró  a  Chile,  y  después  a  Boli- 
via,  donde  sirvió  a  la  causa  de  la  libertad,  sal- 
vándose providencialmente  de  ser  fusilado.  En 
1846  volvió  a  La  Rioja,  y  tomó  parte  en  un  mo- 
vimiento revolucionario  contra  el  gobernador 
Bustos.  Poniéndose  al  frente  de  algunas  fuer- 
zas del  Gobierno  legal  derrocado,  invadió  su 
provincia;  pero  fracasado  el  movimiento  por 
falta  de  apoyo,  tuvo  que  retirarse,  con  las  ca- 
balladas fatigadas  por  la  jornada  precipitada 
que  habían  hecho,  siendo  alcanzados  y  fusila- 
dos sus  partidarios,  uno  por  uno.  El  coronel 
Dávila  falleció  en  1846.  Era  hombre  inteligen- 
te y  de  carácter  enérgico  y  emprendedor. 

Dávila  (Tristán  B.).  Coronel.  Descendiente  de 
una  respetable  familia  de  La  Rioja,  que  desde 
los  primeros  días  de  la  revolución  pusiera  sin 
restricciones  su  fortuna  y  nombre  en  beneficio 
de  su  patria.  Principió  su  carrera  militar  a  los 
diez  y  seis  años,  sentando  plaza  de  soldado 


raso  en  el  regimiento  de  Lanceros  del  Orden, 
que  el  general  formó  en  la  ciudad  de  Salta,  en 
1830.  Hallóse  en  todas  las  campañas  de  los 
ejércitos  libertadores  contra  Rosas.  En  el  cé- 
lebre combate  de  Angaco  (1840),  uno  de  los  he- 
chos de  armas  notables  en  la  guerra  civil,  que 
sin  exageración  puede  llamársele  «el  combate 
de  los  leones'),  Dávila  y  otro  fueron  los  dos 
únicos  que,  de  los  ocho  ayudantes  que  tenía 
Acha,  salieron  con  vida.  Fué  gobernador  de  La 
Rioja  en  1865  y  víctima  de  las  montoneras. 

Daza  (José  Silvano).  Militar.  Natural  de  Cata- 
marca.  Ingresó  en  el  Colegio  Militar  de  la  na- 
ción en  1870,  año  en  que  fué  fundado  este  es- 
tablecimiento. Salió  en  1873  con  el  grado  de 
alférez  de  caballería,  incorporándose  el  prime- 
ro del  arma.  Sus  grados  los  conquistó  en  el 
campo  de  batalla.  Se  halló  en  las  batallas  de 
Don  Gómalo,  Santa  Rosa,  combates  de  Sauce 
Corto.  Coso  de  los  Indios,  laguna  del  Para- 
guil,  Masalle,  Tres  Lagunas,  Puan  Cigüé,  en 
varias  expediciones  contra  los  indios  de  Ca- 
triel,  Numuncurá,  Cañumil,  en  el  combate  de 
los  Corrales  (1880),  campaña  al  lago  Nauel- 
Huapi,  combates  en  la  plaza  de  la  Libertad, 
en  Buenos  Aires,  en  Io.t  días  de  julio  de  1890, 
etcétera,  etc.  Fué  gobernador  de  Catamarca 
en  1885.  Su  gobierno  fué  más  o  menos  el  que 
respondía  a  esa  época,  en  que  primaba  la  disci- 
plina de  los  campamentos  y  la  violencia  de  las 
luchas  electorales.  Fué  un  militar  enérgico, 
activo  y  pundonoroso.  Falleció  en  la  ciudad  de 
Catamarca,  a  una  edad  avanzada,  el  3  de  abril 
de  1885. 

Deheza  (Román  Antonio).  Guerrero  de  la  inde- 
pendencia y  del  Brasil.  Nació  en  Córdoba,  el 
29  de  abril  de 
1791.  Apenascon- 
taba  diez  y  nueve 
años  de  edad 
cuando  el  Cabil- 
do de  Córdoba  le 
confió  la  comi- 
sión de  conducir 
pliegos  al  primer 
ejército  patriota 
que  marchaba  al 
interior,  a  las  ór- 
denes del  general 
BaIcarce.Enl813 
era  teniente  de 
Milicias,  y  un  año 
más  tarde  revistaba  con  el  mismo  grado  en  el 


D.  Román  A.  Deheza. 


DEK 


-  167  — 


DEL 


ejército  de  linea.  Marchó  a  Ciiile  con  la  divi- 
sión auxiliar,  distinguiéndose  por  su  valor  y  en- 
tusiasmo en  las  accionesde  guerra  que  tuvieron 
lugar  en  esa  campaña:  Curapaligüe ,  Cucha- 
Cucha  y  Membrillar,   en  1814.  En  1817  tornó 
nuevamente  a  Chile,  y  alistado  al  regimien- 
to 11."  de  infantería  de  línea,  perteneciente  al 
cuerpo  que  comandaba  en  jefe  San  Martín,  se 
halló  en  Chacabuco,  Concepción,  Gaoilún,  Tal- 
cahuano  y  Maipú.  En  1820  formó  en  la  expedi- 
ción al  Perú,  como  jefe  del  mismo  batallón; 
hizo  la  campaña  de  la  Sierra,  encontrándose 
en  Pasco,  asalto  del  Callao,  en  1821,  batallas 
de  Torata  y  Moquegua,  y  en  las  de  Junin  y 
Ayacucho,  en  1823,  con  el  grado  de  coronel. 
En  1827  hizo  la  campaña  del  Brasil,  hallándo- 
se en  Ituzaingó,  etc.,  etc.  Después  actuó  en 
las  luchas  civiles,  militando  en  el  partido  uni- 
tario, desempeñando  en  1830  la  gobernación 
de  Santiago  del  Estero,  y  en  1846,  el  cargo  de 
jefe  de  Estado  Mayor  del  ejército  del  general 
Paz.  Todos  sus  grados  los  obtuvo  en  los  cam- 
pos de  batalla,  y  ha  sido  uno  de  los  pocos  que 
les  ha  cabido  el  honor  de  hallarse  en  casi  to- 
das las  acciones  y  batallas  libradas  desde  el 
año  1818  hasta  el  28.  Era  general  de  tres  re- 
públicas. Falleció  este  valiente  militar  en  Val- 
paraíso, el  30  de  agosto  de  1872. 
Dekay  (Jorge  C).  Marino.  Nacido  en  Nueva 
York,  el  5  de  marzo  de  1802.  Durante  la  gue- 
rra del  Brasil  comandó  el  buque  corsario  Gene- 
ral Brandsen,  armado  de  ocho  cañones  y  tri- 
pulado por  45  hombres,  y  es  digna  de  mencio- 
narse su  actuación,  pues  obligó  al  enemigo  a 
emplear  su  fuerza  continuamente,  y  aunque  su 
objeto  no  era  combatir,  llevó  a  cabo  una  ac- 
ción heroica:  la  captura  del  bergantín  de  gue- 
rra brasileño  Cacique,  de  veinte  cañones  y 
120  hombres,  en  junio  de  1826.  Dekay  mantuvo 
también  un  combate  con  dos  goletas  enemigas 
cerca  de  Buenos  Aires,  urra  de  las  cuales  cap- 
turó, y  persiguió  a  la  otra  hasta  Montevideo, 
y  el  17  de  junio  de  1827  sostuvo  un  combate 
con  el  bergantín  Nieger,  que  inutilizó  el  apa- 
rejo del  Brandsen,  no  quedándole  más  alterna- 
tiva que  ser  apresado  o  encallarlo,  como  lo 
hizo,  cerca  de  la  batería  de  Punta  Lara,  sos- 
teniendo un  fuego  nutrido  por  ambas  partes, 
hasta  que  Dekay  agotó  sus  tiros,  y  la  tripula- 
ción se  refugió  en  tierra.  Después  comandó  la 
fragata  25  de  mayo.  .Murió,  pobre  y  olvidado, 
el  31  de  enero  de  1849,  en  Nueva  York. 
Delgado  (Agustín).  Nacido  en  la  provincia  de 


Mendoza,  en  la  que  desde  muy  joven  actuó  en 
política,  figurando  muy  lucidamente  como  mi- 
nistro del  gobernador  D.  Juan  de  Dios  Co- 
rreas el  año  1824,  en  cuyo  cargo  tuvo  loables 
iniciativas  y  realizó  grandes  reformas  en  la 
administración;  entre  otras,  la  supresión  de  los 
Cabildos,  la  organización  del  poder  judicial  y 
demás  ramos  de  la  Justicia;  creó  el  Departa- 
mento de  Policía,  aumentó  las  escuelas  de  am- 
bos sexos,  reinstaló  el  Colegio  Nacional  de 
Mendoza,  en  1825,  del  cual  fué  catedrático. 
Durante  la  tiranía  se  asiló  en  Montevideo,  y 
terminada  ésta  volvió  a  Buenos  Aires,  a  cuya 
Legislatura  fué  electo  diputado  el  año  1852. 
Formó  parte  de  la  Convención  Constituyente 
del  53  en  la  ciudad  de  Santa  Fe,  representan- 
do a  la  provincia  de  su  nacimiento,  descollando 
por  su  patriotismo  y  vasta  instrucción,  espe- 
cialmente en  estudios  de  Derecho  público  y 
administrativo.  En  1854,  gobernador  delegado 
de  Mendoza.  Murió  poco  tiempo  después. 

Delgado  (Ramón  Tadeo).  Militar.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  en  1758.  A  las  órdenes  del  vi- 
rrey Vertiz  hizo  la  campana  del  Rio  Grande  de 
San  Pedro,  en  1776;  asistió  a  varias  expedicio- 
nes contra  los  indios  y  en  contra  de  los  portu- 
gueses, a  las  órdenes  de  Sobremonte.  Tomó 
una  parte  muy  activa  durante  las  invasiones 
inglesas.  Se  retiró  del  servicio  militar  e  1815, 
con  el  grado  de  teniente  coronel  graduado. 

Del  Valle  (Aristóbulo).  Político.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  en  1847,  donde  se  graduó  de  aboga- 
do. Desde  muy  jo- 
ven descolló  como 
oradory  periodista. 
Interrumpió  sus  es- 
tudios para  tomar 
parte  en  la  guerra 
del  Paraguay.  Elec- 
to diputado  en  1870. 
En  1874  fué  minis- 
tro de  Gobierno  del 
coronel  Alvaro  Ba- 
rros; igual  cargo 
desempeñó  en  el 
CTobierno  del  señor 
Casares.  En  1876 
fué  electo  senador 
nacional,  y  cuatro  años  más  tarde  ocupó  la 
presidencia  de  ese  alto  Cuerpo.  En  la  época 
del  presidente  Dr.  Juárez  Celman  fué  el  doc- 
tor Del  Valle  el  más  fuerte  opositor  a  su 
gobierno  y  uno  de  los  directores  del  partido 


D.  Aristóbulo  del  Valle. 


DEM 


—  168 


día 


que  hizo  la  revolución  de  1890.  Poco  después 
fué  electo  senador  nacional,  cargo  que  renun- 
ció para  desempeñar  el  ministerio  de  la  Gue- 
rra en  la  administración  del  Dr.  D.  Luis  Sáenz 
Peña.  Ocupó  en  la  Facultad  de  Derecho  la  cá- 
tedra de  Derecho  constitucional,  dictando  un 
curso  brillante,  y  había  comenzado  a  escribir 
una  obra  de  gran  importancia  sobre  esa  mate- 
ria cuando  le  sorprendió  la  muerte,  el  29  de 
enero  de  1896.  Su  fallecimiento  fué  un  verdade- 
ro duelo  nacional. 

Demetria  (José).  Comerciante.  Siendo  nacido  en 
Cádiz.  Llegó  muy  joven  a  Buenos  Aires.  Con- 
trajo matrimonio,  el  7  de  junio  de  1797,  con 
María  Eugenia  Escalada,  dama  que  se  distin- 
guía por  su  belleza  y  por  su  patriotismo,  en  el 
período  de  la  emancipación.  Su  esposo  ejercía 
el  comercio  en  esta  ciudad  y  en  la  Asunción 
del  Paraguay  cuando  se  hicieron  los  primeros 
trabajos  por  la  independencia,  a  los  que  se  ad- 
hirió con  entusiasmo,  no  obstante  su  calidad  de 
español,  siendo  uno  de  los  precursores  de  la 
revolución  del  Paraguay,  donde  gozaba  de  mu- 
cho prestigio  por  sus  vinculaciones  comerciales 
en  todo  el  país.  Producido  el  movimiento,  el 
despótico  Francia  lo  encarceló  injustamente, 
junto  con  otros  patriotas.  Después  de  varios 
años  de  prisión  el  dictador  lo  mandó  llamar, 
y  pretextando  una  equivocación,  lo  puso  en  li- 
bertad luego  de  cumplimentarlo,  siendo  a  él  al 
único  que  Francia  le  permitió  salir  del  país,  en 
buque  con  cargamento  de  madera,  hierba  y 
otros  productos.  Murió  poco  después,  en  Bue- 
nos Aires,  en  su  casa  de  la  calle  Extensa, 
frente  a  la  iglesia  de  Santo  Domingo. 

Derqui  (Santiago).  Político.  Nació  en  Córdoba, 
y  en  la  Universi- 
dad de  esta  pro- 
vincia  estudió 
Derecho  y  se 
graduó.  Unita- 
rio, asistió  a  la 
batalla  de  Caa- 
guazú  en  1842, 
revistando  en  la 
secretaría  del 
general  Paz. 
Asesor  ilj  Go- 
bierno del  doc- 
tor   Ferré.    Se 

halló  en  el   sitio  ^  Santiago   Derqui. 

de  Monteoido  y 

en   la   revolución  de  abril   de    1846.    Derro- 


cada la  tiranía,  fué  representante  y  conven- 
cional en  Santa  Fe  en  1853;  durante  la  pre- 
sidencia de  Urquiza,  interventor  en  San  Juan. 
Ministro  del  Interior  en  1857  al  59,  que  abando- 
nó para  ocupar  la  presidencia  de  la  República 
en  1860.  Fué  también  gobernador  de  la  provin- 
cia, falleciendo  en  la  ciudad  de  Corrientes,  el 
5  de  septiembre  de  1867.  Sus  restos  se  hallan 
en  el  cementerio  de  La  Cruz,  en  la  provincia 
de  Corrientes,  y  actualmente  el  Centro  corren- 
tino  «General  San  Martín»,  gestiona  el  trasla- 
do de  ellos  al  panteón  de  la  Sociedad  Benéfica 
de  esta  capital,  junto  con  otros  de  ex  presiden- 
tes argentinos. 

Díaz  (Alejandro).  Militar.  Nacido  en  el  año 
1835,  en  la  Guardia  de  Lujan.  A  los  doce  años 
de  edad  ingresa- 
ba, en  clase  de 
distinguido,  en  el 
2. "de  Cazadores, 
que  mandaba  el 
coronel  Juan  de 
Lezica.  Asistió  a 
la  campaña  del 
Maldonado ,  e  n 
1848;  Monte  Ca- 
seros ,  Potrero 
Langdón,  Tala. 
Combatió  contra 
los  indios;  se  ha- 
lló en  Cepeda.  En  la  guerra  del  Paraguay, 
desf  ués  de  demostrar  su  valor  en  los  diferen- 
tes hechos  de  armas  que  hubo,  murió,  peleando 
en  el  asalto  de  Curupayti,  el  22  de  septiembre 
de  1866.  Su  cadáver  fué  salvado  por  los  tenien- 
tes Pitsón  y  Ayala,  el  abanderado  Belisle  y  su 
asistente  Soria,  todos  heridos  en  ese  día  me- 
morable. 

Díaz  (Juan  G.).  Militar.  Nació  en  Santiago  del 
Estero,  el  28  de  noviembre  de  1848.  Ingresó  al 
servicio  militar  de  las  armas  en  clase  de  solda- 
dado  voluntario,  en  el  batallón  de  Guardias 
nacionales  «General  Paz».  En  la  guerra  del  Pa- 
raguay se  halló  en  los  siguientes  hechos  de 
armas:  Paso  de  la  Patria,  2  de  Mayo,  Estero 
Bellaco  y  Tmjuti,  Yatayti  Coró,  Curupayti,  et- 
cétera. Combatió  al  caudillo  López  Jordán  (v.), 
tomando  parte  en  casi  todos  los  combates  y 
acciones  de  guerra  de  nuestras  luchas  inter- 
nas. Murió  en  Buenos  Aires,  el  3  de  septiem- 
bre de  1895. 

Díaz  (Pedro  José).  Militar.  Nació  en  Mendoza, 
el  19  de  marzo  de  1801,  y  desde  el  colegio  en 


Teniente  coronel  D.  Ale- 
jandro Díaz. 


día 


-  169 


DOB 


que  se  educaba,  en  1814,  ingresó  a  los  trece 
aflos  al  regimiento  8  de  línea.  En  él  hizo  sus 
primeras  armas  contra  los  montoneros  de  San- 
ta Fe,  sirviendo  en  Chacabuco,  Candía  Raya- 
da y  Malpú.  Tomó  parte  en  la  expedición  al 
Perú,  con  el  grado  de  capitán,  siendo  el  prime- 
ro que,  al  frente  de  su  compañía,  entró  en  la 
ciudad  de  Lima;  se  halló  asimismo  en  el  asal- 
to del  Callao,  campaña  de  Puertos  Interme- 
dios y  en  los  combates  de  Torata,  Moquegua, 
Pisco.  En  1824  fué  encerrado  en  las  casamatas 
del  Callao,  a  consecuencia  de  la  sublevación 
de  la  guarnición,  y  poco  después  sorteado  a  la 
última  pena  en  Matucana.  Padeció  grandes  an- 
gustias y  zozobras,  hasta  que  con  la  victoria 
de  Ayacuclio  recobró  la  libertad.  En  1826  se 
trasladó  a  Buenos  Aires  y  formó  parte  en  el 
ejército  contra  el  Brasil,  comandando  ei  2.°  de 
Cazadores,  y  a  su  regreso  tomó  una  activa 
participación  en  las  campañas  contra  el  tirano, 
sirviendo  a  las  órdenes  del  general  Lavalle 
hasta  1841,  fecha  en  que  fué  tomado  prisionero 
y  encarcelado  durante  ocho  años.  En  1852  se 
encontró  en  Caseros  y  en  la  defensa  de  Bue- 
nos Aires.  Ministro  de  la  Guerra.  Falleció  en 
esta  ciudad,  el  12  de  diciembre  de  1857. 
Díaz  Vélez  (Eustoquio).  Nacido  en  Buenos 
Aires,  en  1790.  En  la  revolución  de  mayo  era 
capitán,  y  tocóle 
a  él  dar  lectura 
del  bando  en  el 
que  se  hacía  sa- 
ber al  pueblo  que 
el  virreinato  ha- 
bía caducado. 
Como  jefe  de  van- 
guardia se  halló 
en  Nazareno  y 
Cobos,  Vilcapu- 
jio,  Ayohuma,  y 
en  Salta,  donde 
fué  herido;  en 
Tucumán,  como 
jefe  de  la  caballe- 
ría. Gobernador 
de  Salta,  el  13  de  marzo  de  1S13;  teniente 
gobernador  en  1S14  de  Santa  Fe,  y  en  1816 
fué  enviado  al  mando  de  una  división  al  litoral 
para  proteger  a  Entre  Ríos  del  caudillo  Arti- 
gas. En  1818,  gobernador  intendente  de  Bue- 
nos Aires  hasta  1820,  interino.  Durante  la  tira- 
nía sufrió  persecuciones.  Falleció  el  1  de  abril 
de  1856,  en  Buenos  Aires. 


General  D.  Eustoquio  Díaz 
Vélez. 


Díaz  Vélez  (José  Miguel).  Doctor.  Natural  de 
Tucumán.  Comandante  de  las  Milicias  de  En- 
tre Ríos,  por  renuncia  de  Urquiza,  en  1813. 
.acompañó  al  general  Alvear  en  la  Legación  de 
Bolivia;  contribuyó  a  la  incorporación  de  Tari- 
ja,  en  1825;  fué  ministro  del  general  Lavalle 
después  de  derrocado  Dorrego. 

Dique  núm.  1  (inauguración).  Hubo  dos  inau- 
guraciones: la  que  podemos  llamar  popu- 
lar se  llevó  a  cabo  sin  aparato,  el  30  de  enero, 
y  la  oficial,  fijada  por  decreto  de  Gobierno, 
el  31.  A  las  nueve  y  treinta  del  jueves  30  de 
enero  de  1890  presentóse  ante  el  canal  de 
acceso  al  dique  el  crucero  nacional  Patagonia, 
que  lentamente  pasó  por  él.  Al  asomar  la  proa 
del  Patagonia  por  el  dique,  oyéronse  los  acor- 
des de  la  banda  de  música  de  a  bordo,  quedan- 
así  librado  aquel  servicio  público.  El  concesio- 
nario de  las  obras  del  puerto,  D.  Eduardo  Ma- 
dero, venía  a  bordo  del  Patagonia,  y  fué  salu- 
dado con  un  hurra  por  la  concurrencia  que 
as'stió  al  acto.  La  inauguración  oficial  tuvo 
efecto  el  día  siguiente,  entrando  en  el  dique  los 
buques  de  guerra  Argentina  y  Trajano,  nacio- 
nal el  primero  y  brasileño  el  segundo.  La  co- 
mitiva, encabezada  por  el  vicepresidente  doc- 
tor D.  Carlos  Pellegrini  y  los  Sres.  Quintino 
Bccayuba,  que  había  llegado  a  nuestro  país 
días  antes,  y  Eduardo  Madero,  se  reunió  en  la 
dársena  Sud,  y  una  vez  allí,  parte  de  ella  tomó 
un  vaporcito,  a  cuyo  bordo  dieron  un  paseoí 
después  del  cual  la  embarcación,  precedida  del 
Alice,  en  el  que  iba  el  resto  de  la  comitiva, 
penetró  en  la  esclusa,  y  poco  después  al  di- 
que, en  medio  de  las  aclamaciones  de  la  concu- 
rrencia. 

Directorio.  El  triunvirato  que  formaba  el  Go- 
bierno del  Río  de  la  Plata,  como  una  medida 
de  conveniencia,  hace  presente  a  la  Asamblea 
la  necesidad  de  concentrar  el  poder  en  una 
sola  mano,  y  aquélla  resuelve  que  el  Poder  Eje- 
cutivo lo  representase  una  sola  persona,  re- 
formando, en  consecuencia,  el  Estatuto  provi- 
sional, y  disponiendo  además  que  se  asociase 
al  Gobierno  un  Consejo  de  Estado  compuesto 
de  nueve  vocales.  Para  ejercer  la  primera  ma- 
gistratura del  país  es  elegido  por  unanimidad 
de  votos  el  ciudadano  D.  Gervasio  Antonio 
Posadas,  con  el  título  de  director  supremo  de 
las  provincias  unidas. 

Doblas  (Gonzalo  de).  Militar.  Natural  de  la 
villa  de  Iznájar,  en  Andalucía.  Nació  en  1744. 
En  su  juventud  se  dedicó  al  comercio;  pero, 


DOM 


-  170  - 


DOM 


despertada  en  él  la  afición  por  los  viajes,  re- 
solvió pasar  a  este  continente  a  mediados 
de  171Í7,  dedicándose  aquí  al  servicio  público, 
donde  prestó  importantes  servicios.  En  1781, 
gobernador  del  departamento  de  Concepción, 
en  las  Misiones,  empleo  que  desempeñó  con 
gran  celo  e  inteligencia,  según  se  colige  de 
una  Memoria  histórica  que  publicó  en  1785- 
Autor  de  varios  proyectos:  seguridad  de  fron- 
teras, empedrado  de  calles,  construcción  de  un 
muelle  en  Buenos  Aires;  desempefió  además 
comisiones  técnicas:  el  reconocimiento  de  la 
isla  de  Apipé  y  el  trazado  del  pueblo  de  Quil- 
mes.  En  1S07  delineó  un  bien  meditado  plan 
de  defensa  con  fortificaciones  de  la  ciudad  de 
Buenos  Aires,  y  tomó  parte  muy  activa  en  los 
combates  durante  la  invasión  inglesa.  También 
le  fué  encomendado  un  estudio  sobre  la  forti- 
ficación de  Montevideo,  plan  que  fué  muy 
aplaudido  por  los  hombres  de  ciencia.  Falleció 
a  principios  de  1809,  revistando  como  teniente 
coronel. 

Domínsruez  (Cesáreo).  Militar.  Natural  de  San 
Juan.  En  1839  se  hallaba  prestando  servicios 
en  la  frontera  Oeste,  cuando  se  produjo  la  re 
volución  del  Sud,  concurriendo  con  las  fuerzas 
del  Gobierno  a  batir  a  los  revolucionarios  en 
la  batalla  de  Chascornús.  Asistió  después  a  to- 
das las  campañas  del  interior  de  la  república 
contra  los  generales  Lavalle  y  Lamadrid,  como 
también  a  las  de  la  República  Oriental  del 
Uruguay  contra  el  general  Fructuoso  Rivera, 
encontrándose  en  el  sitio  de  Montevideo  has- 
ta su  terminación,  en  1851;  al  año  siguiente,  en 
la  batalla  de  Caseros,  donde  fué  derrocado  el 
tirano,  y  poco  después,  en  el  sitio  de  Buenos 
Aires,  figurando  entre  los  sitiadores  con  el 
grado  de  coronel.  En  el  gobierno  de  la  Con- 
federación desempeñó  varios  cargos  políticos 
y  militares,  entre  otros  el  de  ministro  de  la 
Guerra.  En  1865  fué  nombrado  jefe  de  ¡a  ter- 
cera división  del  segundo  cuerpo  del  ejército 
que  marchó  al  Paraguay,  hallándose  en  todas 
las  batallas  de  esa  campaña.  Falleció  en  la 
ciudad  de  Buenos  Aires,  el  9  de  octubre 
de  1871. 

Doinín|ruez  Oosé).  Jurisconsulto.  Nació  en 
Buenos  Aires.  En  la  época  déla  tiranía  emi- 
gró a  Montevideo,  donde  fué  uno  de  sus  defen- 
sores, como  guardia  nacional.  Regresado  al 
país,  ocupó  importantes  puestos  públicos,  con 
toda  competencia,  laboriosidad  y  honradez.  Ca- 
marista en  la  Cámara  de  Apelaciones  de  la  pro- 


vincia de  Buenos  Aires;  fué  el  primer  juez  fe- 
deral de  e^a  provincia;  diputado  y  convencio- 
nal; ministro  de  la  Suprema  Corte  en  un  pleito 
sobre  límites  entre  la  provincia  de  Buenos  Ai- 
res y  otras.  Después  de  terminado  el  pleito  y 
fallado,  la  provincia  votó  la  suma  de  20  000 
pesos  nacionales  para  cada  uno  de  los  arbitros, 
la  cual  ellos  no  quisieron  aceptar,  y  entoncí 
la  provincia,  en  homenaje  a  tanto  desinterés  > 
patriotismo,  determinó  que  se  colocaran  sus 
retratos  en  la  sala  de  sesiones  de  la  Legislatu- 
ra. Es  autor  de  un  notable  trabajo  sobre  la 
institución  del  Jurado,  encomendado  por  el  Go- 
bierno nacional,  por  el  cual  no  cobró  remune- 
ración alguna.  Este  digno  funcionario  falleció 
en  Buenos  Aires. 
Domíngruez  (Luis  L.).  Estadista.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  15  de  marzo  de  1819.  Cursó  sus 
estudios  en  esta 

ciudad,    y    como  "  ~'    ^ 

casi  todos  sus 
contemporáneos, 
emigró  a  Monte- 
video durante  la 
tiranía.  Allí  pres- 
tó servicios  mili- 
tares, en  calidad 
de  teniente  de  la 
legión  argentina, 
en  los  años  1841 
y  1842;  en  el  año 
siguiente,  como 
oficial  primero 
del  ministerio  de  Guerra;  y  en  1844,  como 
tesorero  del  ejército  de  la  defensa.  En  ese 
mismo  año  se  reveló  como  poeta.  En  1852 
regresó  al  país  con  el  ejército  libertador, 
sirviendo  en  diferentes  empleos  públicos  en 
la  Administración  nacional.  En  1856  redac- 
tó el  diario  El  Orden,  que  gozó  de  merecido 
prestigio  entre  las  clases  cultas  de  esta  ciudad. 
Posteriormente  fué  diputado;  oficial  mayor  del 
ministerio  de  Hacienda;  comisionado  especial 
ante  el  Gobierno  de  la  Confederación  para  f  o- 
licitar  la  derogación  de  los  derechos  diferen-  1 
cíales;  ministro  de  Hacienda  y  vocal  del  Con- 
sejo de  Instrucción  pública.  En  1866  fué  nom- 
brado contador  general  de  la  nación  y  co- 
misionado financiero  del  Gobierno  de  Lon- 
dres; en  1872  fué  nombrado  nn'nistro  de  Ha- 
cienda en  el  Gabinete  nacional,  en  la  presi- 
dencia de  Sarmiento,  y  más  tarde  convencio- 
nal. En  la  diplomacia  tuvo  una  actuación  ei- 


D.  Luis  Domínguez. 


DON 


171 


DORR 


pectable:  en  1874,  enviado  extraordinario  y  mi- 
nistro plenipotenciario  de  la  República  en  el 
Perú;  en  18^5  pasó  en  igual  carácter  al  Brasil; 
en  1822,  a  Ob  ¿stados  Unidos  de  América;  en 
1885,  a  España,  y  por  último,  a  Inglaterra,  en 
1SS6,  en  cuyo  país  se  hizo  acreedor  al  respeto 
y  consideración  de  todos.  Allí  prestó  grandes 
ser\'ícios  al  país  durante  el  litigio  de  límites 
con  Chile.  Falleció  en  Londres,  el  20  de  julio 
de  1898.  Domínguez  fué  un  ciudadano  intacha" 
ble  y  dignísimo.  En  su  larga  vida  pública  fué 
militar,  poeta,  periodista,  historiador,  legisla- 
dor, administrador  y  diplomático.  Entre  sus  es- 
critos merece  especial  mención  su  compendio 
de  Historia. 

EL  OMBÚ 

Cada  comarca  en  la  tierra 
tiene  un  rasgo  prominente. 
el  Brasil,  su  sol  ardiente; 
minas  de  plata,  el  Perú. 
Montevideo,  su  cerro; 
Buenos  Aires,  patria  hermosa, 
tiene  su  pampa  grandiosa: 
la  pampa  tiene  el  ombu. 


A  su  sombra  melancólica, 
en  una  noche  serena, 
amorosa  cantilena 
tal  vez  un  gaucho  cantó: 
Y  tan  tierna  su  guitarra 
acompañó  sus  congojas, 
que  el  ombú,  de  entre  sus  hojas, 
jtomó  rocío  y  lloró! 

Donado  (José  Agustín).  Precursor  de  la  inde- 
pendencia. Nació  en  Buenos  Aires,  el  23  de 
agosto  de  1767.  Fué  uno  de  los  patriotas  que 
más  se  distinguieron  en  los  días  de  la  revolu- 
ción. En  1803  revistó  como  empleado  en  la  ad- 
ministración de  los  30  pueblos  guaraníes.  En 
ISIO  formó  parte  de  la  Sociedad  secreta  creada 
por  los  mismos  patriotas.  Era  ésta  la  que  tenía 
en  sus  manos  los  hilos  de  la  revolución,  y  fué 
uno  de  los  400  invitados  por  el  Cabildo  para 
decidir  sobre  la  forma  de  gobierno  por  la  que 
deb  a  regirse  el  país,  reproduciendo  en  esa 
sesión  el  voto  de  D.  Manuel  Belgrano.  En 
1813  fué  diputado  a  la  Asamblea  General  Cons- 
tituyente. En  1812  fué  una  de  las  víctimas  de 
la  revolución  del  5  y  6  de  abril,  en  la  que  los 
revolucionarios  llevaron  sus  venganzas  hasta 


ensañarse  en  sus  enemigos  político-!,  inocen- 
tes, dignos  de  toda  consideración,  y  en  el  pro- 
ceso que  se  le  formó  a  este  noble  patriota, 
aunque  no  existía  delito  por  el  cual  acusársele, 
convicto,  sin  embargo,  de  pertenecer  al  parti- 
do de  Alvear,  se  le  confinó  a  San  Luis,  impo- 
niéndole una  multa  de  dos  mil  pesos.  En  1819 
interpuso  recurso  de  apelación  ante  el  Con- 
greso, siendo  absuelto.  El  19  de  abril  de  1820 
fué  nombrado  comandante  general  de  los  res- 
guardos de  la  provincia,  cargo  que  desempeñó 
durante  largos  años.  En  1828  fué  electo  repre- 
sentante en  la  Cámara  de  los  Diputados  de 
Buenos  Aires.  Ocurrió  su  fallecimiento  el  20 
de  diciembre  de  1831,  a  los  sesenta  y  cuatro 
años  de  edad. 

Donati  (Leonardo).  Marino  italiano.  Por  sus  in- 
clinaciones a  la  náutica  y  sus  simpatías  por  la 
revolución,  tomó  parte  en  el  sangriento  com- 
bate de  la  Colonia,  el  26  de  marzo  de  1826,  y 
se  distinguió  como  encargado  de  la  lancha  nú" 
mero  8,  haciéndola  zafar  de  su  varadura,  mer- 
ced a  su  pericia,  en  medio  de  un  nutrido  fuego. 
Arrastrada  por  la  corriente,  fué  a  estrellarse 
bajo  las  murallas,  convergiendo  sobre  ésta  y 
otros  lanchones  todas  las  punterías,  que  abrían 
claros  enormes  en  la  tripulación,  haciendo  es- 
tragos en  el  casco  y  arboladuras  de  los  bu- 
ques, hasta  que  al  fin,  viendo  que  era  inútil  la 
resistencia,  se  retiraron  con  honor,  protegidos 
por  las  sonibas  de  la  noche.  Posteriormente 
tomó  parte  en  otros  encuentros  navales  du- 
rante esta  campaña.  Murió  con  el  grado  de  te- 
niente coronel  de  marina. 

Don  Cristóbal  (batalla).  En  la  provincia  de 
Entre  Ríos,  entre  los  ejércitos  unitario  y  fede- 
ral, a  orillas  del  arroyo  de  este  nombre.  El  ge- 
neral Lavalle,  al  frente  de  tres  mil  hombres, 
presenta  batalla  al  general  Echagüe,  que  con 
cinco  mil  soldados  del  ejército  federal,  y  al 
mando  de  los  generales  Lavalleja,  Ramírez, 
Garzón  y  Ser\-ando  Gómez,  sostienen  un  re- 
ñido combate,  saliendo  vencedoras  las  fuerzas 
de  Lavalle.  Quinientos  muertos  de  ambas  par- 
tes quedan  en  el  campo  de  batalla.  El  10  de 
abril  de  1S49. 

Don  Gonzalo  (batalla).  Siendo  ministro  de  la 
Guerra  de  Sarmiento  el  coronel  Martín  Gain- 
za,  se  pone  al  frente  de  un  ejército,  da  batalla 
y  destruye  completamente  a  López  Jordán  en 
los  campos  de  Don  Gómalo,  provincia  de  En- 
tre Ríos,  el  9  de  diciembre  de  1873. 

Dorrego  (Manuel).  Militar.  Nació  en   Buenos 


D.  Manuel  Dorrego. 


DORR  —  172  — 

Aires,  el  11  de  junio  de  1787,  y  cursó  sus  estu- 
dios en  el  Colegio  de  San  Carlos,  continuándo- 
los en  la  Univer- 
sidad de  Chile,  ^'-i^S^ 
donde  tomó  par- 
ticipación en  el 
movimiento  revo- 
lucionario  de 
1810.  En  el  mismo 
año  llegó  a  Bue- 
nos Aires,  y  fué 
destinado  al  ejér- 
citodel  Alto  Peni, 
hallándose  en 
Suípacha  y  Na- 
zareno, en  cuya 

acción  fué  herido  de  gravedad;  se  halló  en  las 
batallas  de  Tucumán  y  Sa/ta,  donde  demostró 
sus  talentos  y  pericia  al  mando  de  las  fuerzas 
de  infantería.  Poco  después  fué   separado  del 
ejército;  pero  incorporado  nuevamente,  prestó 
servicios  grandes,  de  importancia,  conteniendo 
al  enemigo  en  Salta.  En  el  año  1814   pasó  al 
ejército  que  operaba  en  la  Banda   Oriental, 
donde  mandó  en  jefe,  siendo  batido  en  Salsi- 
puedes  y  en  la  sangrienta  batalla  de  Guaya- 
6o5,  en  1815.  Vuelto  a  su  ciudad  natal,  militó 
en  el  periodismo  de  oposición  al  director  Puey- 
rredón,  por  lo  que  fué  desterrado  a  las  Anti- 
llas, hasta  que  cuatro  años  después,  en  el  año 
1820,  regresó  al  país,  siendo   nombrado  co- 
mandante general  de  armas,  y  después  gober- 
nador de  la  provincia;  salió  a  campaña  a  batir 
a  los  montoneros,  restableciendo  la  paz.  Reti- 
rado a  Bolivia,  volvió  tres  años  después  y  fué 
nombrado  miembro  de  la  Legislatura  en  1823 
y  del  Congreso  Nacional   en  1S26,  donde  sos- 
tuvo grandes  debates  defendiendo  el  credo  fe- 
deral en  la  Cámara  y  en  el  periodismo.  El  3  de 
agosto  de  1827  fué  electo  otra  vez  gobernador 
de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  y  encargado 
del  Poder  Ejecutivo  nacional,  firmando  la  paz 
con  el  Brasil,  sobre  la  base  de  la  independen- 
cia de  la  República  Oriental  del  Uruguay.  Do- 
rrego hizo  llamar  entonces  al  ejército  argenti- 
no en  Montevideo,  para  que  viniese  a  descan- 
sar y  a  recibir  los  honores  de  la  victoria;  pero 
el  1  de  diciembre  de  1828  el  batallón  de  Lava- 
lle  llega  y  pone  sitio  a  la  fortaleza  de  Buenos 
Aires,  donde  se  hallaba  Dorrego.  Éste  se  eva- 
de y  se  dirige  a  la  campaña,  se  junta  con  Ro- 
sas y  reúne  mil  hombres  mal  armados.  Lavalle, 
nombrado  gobernador  por  los  unitarios,  en  la 


DRU 


capilla  de  San  Roque  (convento  de  San  Fran- 
cisco, calles  Alsina  y  Defensa),  se  dirige  con- 
tra ellos  y  los  derrota;  otra  vez  escapa  Dorre- 
go; pero  traicionado  por  sus  mismos  subalter- 
nos, es  fusilado  en  el  pueblo  de  Navarro,  el  3 
de  diciembre  de  1828. 
Dragones.  Regimiento  de  caballería,  formado 
de  veteranos,  que  combatió  en  1806  y  1807 
contra  las  tropas  inglesas  que  invadieron  a 
esta  ciudad.  Fué  comandado  por  el  teniente 
coronel  D.  Florencio  Núñez.  Durante  la  inde- 
pendencia también  hizo  las  campañas  del  in- 
terior. En  1774  tenia  Buenos  Aires  ocho  com- 
pañías de  dragones,  con  77  plazas  cada  una. 
Drnmond  (Francisco).   Marino.    Nació  en   la 
real  villa  y  puerto  de  Dundee,  sobre  el  Tay, 
en  Escocia,  el  año  1803.  Discípulo  de   lord 
Cochrane;  peleó  a  su  lado  por  la  emancipación 
del  Brasil,  mereciendo  acompañarlo  a  su  vuel- 
ta a  Inglaterra  en  1825,  y  había  tomado  ser- 
vicio   nuevamente    en   la   escuadra    imperial 
cuando,  declarada  la  guerra  con  la  República 
Argentina,  pidió  su  baja  absoluta,  el  8  de  fe- 
brero de  1826,  y  una  vez  obtenida,  se  embarcó 
el  4  de  marzo  inmediato  para  el  Río  de  la  Pla- 
ta, en  la  goleta  americana  Hamlet,  arribando 
a  Montevideo  el  21  del  mismo;  pero  en  el  acto 
de  desembarcar  fué  tomado  preso,  y  sus  pade- 
cimientos se  prolongaron  nueve  meses,  hasta 
que  logró  evadirse  de  su  injusta  prisión  e  in- 
corporarse a  la  escuadrilla  argentina  del  Uru- 
guay. El  24  de  enero  de  1827  fué  nombrado 
capitán  del  bergantín  Independencia.  Se  dis- 
tinguió por  su  valor  y  pericia  en  el  combate 
del  27  de  abril,  en  el  encuentro  del  25  de  mayo 
de  1827  y  en  el  combate  de  los  Pozos,  y  su 
admirable  conducta  en  la  acción  del  Juncal  (el 
9  de  febrero)  le  conquistó  las  simpatías  del 
almirante  Brown  y  el  ascenso  a  sargento  ma- 
yor, el  23  de  marzo  del  mismo  año.  En  el  com- 
bate de  Monte  Santiago,  frente  a  la  ensenada, 
se  batió  contra  un  número  muy  superior  de 
buques.  Agotadas  las  municiones  del  suyo,  se 
transbordó  a  la  Sarandi;  pero  apenas  pisó  su 
cubierta,  cuando  una  bala  de  cañón  le  hiere 
mortalmente  en  el  lado  derecho  de  la  pelvis, 
fracturándole  el  fémur.  Conducido  a  la  cámara, 
sobrevienen  las  revulsiones  y  el  hipo,  heral- 
dos siniestros  que  anuncian  la  extinción  de  la 
vida...  El  intrépido  Drumond  conoce  lo  deses- 
perado de  su  situación,  y  vuelto  del  primer  sín- 
cope, pide,  sin  alterarse,  que  el  capitán  Coe, 
su  amigo  particular,  bajara  un  instante  para 


DRU 


-  173 


hacerle  ciertos  encargos,  demanda  casi  de  ul- 
tratumba, a  que  accedió  aquél,  a  pesar  de  las 
premiosas  exigencias  que  lo  retenían  en  su 
puesto  en  circunstancias  de  tanto  conflicto.  Al 
sentirlo,  alargóle  la  mano,  y  reanimándose,  le 
dijo:  Amado  Juan,  la  vista  se  me  anubla  y  no 
aeré  más  las  montañas  de  Escocia...  Son  atro- 
ces los  dolores  que  sufro,  y  la  sed  me  devora. 
Recíbete  de  mi  reloj,  para  que  lo  envíes  a  mi 
madre,  y  de  este  anillo,  que  lo  entregarás  a 
Elisa  Brown...\  y  suspirando,  agregó  después 
de  una  pausa:  Decid  al  general  que  muero 
contento  porque  creo  haber  cumplido  mi  de- 
ber, que  es  como  un  hombre  debe  morir...  y 
acto  continuo  entró  en  delirio.  La  emoción  de 
Coe  en  presencia  de  aquel  cuadro  y  de  su 
amigo  bañado  en  sangre,  era  evidente.  Algu- 
nas lágrimas  asomaban  a  su  rostro  tostado, 
cuando  el  almirante,  a  favor  de  las  sombras, 
se  trasladó  a  la  Sarandi.  Noticioso  de  la  des- 
gracia de  Drumond,  quiso  despedirse  en  per- 
sona del  prometido  de  su  primogénita,  del  jo- 
ven bizarro  que  un  día  no  lejano  debió  unir 
.su  corazón  al  de  aquélla,  y  cuya  carrera  tron- 
chaba la  suerte  cruel  en  la  lozanía  de  la  vida. 
Cuando  el  general  se  presentó  en  su  lecho  de 
agonía  y  le  estrechaba  la  mano,  Drumond  era 
ya  presa  de  un  frío  letárgico...  Pancho,  ¿me 
conoces?,  exclamó  aquél  con  dulzura.  El  mo- 
ribundo, animando  sus  grandes  ojos  azules: 
Almirante,  repuso  con  voz  apagada,  muero 
cumpliendo  con  mi  deber...  Si,  mi  querido  hijo, 
has  hecho  tu  deber,  replicó  el  interlocutor,  be- 
sando su  frente,  casi  helada:  y  dándose  vuelta, 
profundamente  conmovido,  dijo  al  teniente 
Johnston,  segundo  de  la  Sarandi,  que  lo  acom 
pañaba,  y  de  cuyos  labios,  cuarenta  y  ocho 
años  más  tarde,  recogíamos  estos  pormenores: 
♦Subamos,  Innis,   es  otro  valiente  que  per- 


DUR 

demos»  (Campañas  navales,  Carranza.)  Fa- 
lleció el  valiente  oficial  poco  más  tarde,  a  eso 
de  las  diezmos/ /ner/'í//em  del 8  de  abril  de  1827. 
Sus  restos  fueron  transportados  a  BuenosAires. 

Dupúy  (Vicente).  Militar.  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  22  de  enero  de  1774.  Comenzó  su  carre- 
ra militar  combatiendo  contra  los  ingleses  en 
las  dos  invasiones;  tomó  participación  en  el 
movimiento  de  mayo  de  1810,  como  miembro  de 
la  Asociación  de  los  «chisperos»,  que  dirigían 
French  y  Berutti.  Como  oficial  asistió  al  sitio  y 
toma  de  Montevideo  en  1814,  y  en  el  mismo 
año,  siendo  sargento  mayor,  fué  nombrado  te- 
niente gobernador  de  San  Luis,  en  cuyo  cargo 
prestó  grandes  servicios  a  San  Martín  en  la 
formación  del  ejército  de  los  Andes.  Por  acuer- 
do gubernativo  del  14  de  marzo  de  1817  se  re- 
solvió que  los  prisioneros  españoles  tomados 
en  la  batalla  de  Chacabuco  pasaran  a  la  cár- 
cel de  San  Luis.  Permanecían  custodiados  por 
una  pequeña  guardia,  cuando  el  8  de  febrero 
de  1819  intentaron  matar  al  coronel  Dupúy, 
que,  debido  a  su  entereza,  pudo  defenderse, 
aunque  fué  herido,  y  restableció  el  orden.  Por 
su  compartamiento  mereció  una  medalla  y  el 
nombramiento  de  oficial  de  la  Legión  de  Méri- 
to de  Chile.  En  1820  abdicó  el  mando  y  pasó  a 
incorporarse  al  ejército  del  Perú,  donde  hizo 
la  campaña  a  Puertos  Intermedios  y  asistió  al 
sitio  del  Callao,  de  cuya  ciudad  fué  gobernador 
político  y  militar,  como  también  de  Lima.  Ins- 
pector general  de  armas.  Murió  el  18  de  fe- 
brero de  1843. 

Durito  (combate  del).  El  5  de  junio  de  1867  tuvo 
lugar  un  combate  parcial  entre  el  comandante 
D.  Martiniano  Charras  y  el  caudillo  D.  Felipe 
Várela,  en  el  Durito,  provincia  de  San  Juan. 
Fué  derrotado  completamente  Várela,  que 
huyó  con  la  poca  gente  que  le  quedó. 


E 


J©!.- 


D.  Pascual  Echagüe. 


Echagüe  (Pascual).  Militar.  Gobernador  de 
Santa  Fe  en  abril 
de  1842.  Dictador 
militar  en  la  pro- 
vincia  de  Co- 
rrientes  en  1839. 
Vencedor  en  Sau- 
ce Grande  y  Mal 
Abrigo,  y  en  Caa- 
guasú  fué  ven- 
cido por  el  gene- 
ral Paz  el  29  de 
noviembre  de 
1841  siendo  igual- 
mente vencido  en 
la  batalla  de  Ca- 
gancho,  el  29 
de  diciembre  de  1836,  por  el  general  Rivera. 

Echauri(Juan  Francisco  M.  de).  Militar.  Nació 
en  Salta,  y  empezó  su  carrera  el  año  1807, 
con  motivo  de  la  segunda  invasión  inglesa. 
Tres  años  después  fué  ascendido  a  subteniente 
de  Patricios,  y  en  1811,  a  capitán.  En  1S12  fué 
enviado  en  comisión  a  la  capital  uruguaya  con- 
duciendo pliegos  sobre  condiciones  que  debía 
observar  la  plaza  de  Montevideo  en  caso  de 
que  se  uniera  a  Buenos  Aires,  cuyas  bases  re- 
chazó el  general  Vigodet.  Incorporado  al  bata- 
llón 7."  de  infantería,  el  9  de  enero  de  1813  se 
halló  en  la  batalla  de  Salta  como  jefe  del  ala 
izquierda,  siendo  recomendada  su  conducta  en 
el  parte  de  la  acción;  el  28  de  agosto  de  1816 
fué  promovido  a  sargento  mayor,  y  mientras 
revistaba  en  el  ejército  auxiliar  del  Perú  as- 
cendió a  teniente  coronel.  Teniente  goberna- 
dor de  Santiago  del  Estero  en  1820;  coronel 
en  mayo  de  1832;  dos  años  después  el  tirano 
le  dio  de  baja.  Terminó  sus  días  en  Buenos 
Aires,  el  año  1834. 


Echeandfa  (José  María  González  de).  Militar. 
Nació  en  Montevideo;  formó  parte  de  la  pri- 
mera escuadra  el  año  1 1 ,  como  segundo  jefe  de 
la  goleta  Nuestra  Señora  del  Carmen,  y  pasó 
luego  a  militar  en  el  ejército  de  tierra  que  si- 
tiaba a  su  ciudad  natal,  y  posteriormente  se 
alistó  en  el  ejército  de  Belgrano,  en  clase  de 
alférez  de  ingenieros.  Asistió  a  la  batalla  del 
Cerrito,  en  la  que  fué  herido  de  gravedad  y 
ascendido  a  teniente.  En  1814  se  encontró  en 
el  segundo  sitio  y  rendición  de  Montevideo,  en 
clase  de  ayudante  mayor,  en  el  regimiento  dé- 
cimo de  infantería.  Durante  el  gobierno  del 
general  Soler  (1820)  desempeñó  la  Secretaría 
militar  djl  mismo,  y  más  tarde  ascendió  a  co- 
ronel. Vivía  en  Buenos  Aires  el  año  1840,  cuan- 
do fué  tildado  de  «salvaje  unitario»,  y  se  vio 
obligado  a  emigrar  a  Montevideo,  en  cuya  ciu- 
dad escribió  sus  Memorias.  Murió  el  6  de  mar- 
zo de  1860. 

Echenajrucía  (Mariano).  Militar.  Nació  en 
Buenos  Aires,  en  1807.  Tomó  parte  en  la  gue- 
rra contra  el  Brasil  como  subteniente  en  el  pri- 
mer regimiento  de  cazadores,  asistiendo  a  los 
diversos  hechos  de  armas  de  esa  campaña  y  a 
la  batalla  de  ¡tuzaingó.  En  1835,  siendo  capi- 
tán, fué  borrado  de  la  lista  militar  por  no  me- 
recer la  confianza  de  Rosas;  fué  preso  en 
Quilmes  y  remitido  a  Buenos  Aires.  Recobrada 
la  libertad,  emigró  a  Montevideo  en  1840.  Allí 
se  alistó  en  la  artillería,  donde  llegó  hasta  te- 
niente coronel  en  1844.  Estuvo  en  Caseros 
como  coronel  del  regimiento  del  general  San 
Martín.  Se  alistó  en  las  filas  de  la  revolución 
del  11  de  septiembre,  y  entre  los  defensores, 
en  los  sitios  de  1852  y  53,  distinguiéndose  en 
el  combate  del  13  de  mayo.  Se  halló  en  Cepe- 
da y  Pauón.  No  asistió  a  la  campaña  del  Para- 
guay debido  a  sus  achaques.  Este  jefe  mu- 


ECH 


-  175  — 


ELC 


D.  José  Esteban  Eclieverria. 


rió  en  Buenos  Aires,  el  28  de  mayo  de  1869. 
Echeverría  (José  Esteban).  Poeta.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  2  de  septiembre  de  1805,  e 
hizo  sus  estudios 
en  la  misma  ciu- 
dad, y  poco  des- 
pués fué  enviado 
a  Europa  a  fin  de 
ampliar  y  perfec- 
cionar sus  cono- 
cimientos, y  al 
cabode  un  tiempo 
regresó  a  su  país; 
pero  hostilizado 
por  Rosas,  emi- 
gró a  Montevi- 
deo. Sus  maes- 
tros de  latinidad 
y  de  Filosofía 
fueron  los  profesores  D.  Mariano  Guerra  y 
D.  Juan  Manuel  Fernández.  En  1832  publicó 
su  primer  ensayo,  en  que  demostraba  sus  ten- 
dencias melancólicas,  y  después  algunas  poe- 
sías, que  compiló  en  dos  tomos,  uno  titulado 
Consuelos,  y  otro.  Rimas,  que  gozaron  de 
gran  favor,  y  otros  varios  poemas,  entre  ellos 
el  en  que  describe  La  insurrección  del  Sud,  de 
1839,  notable  trabajo  de  carácter  histórico; 
Ángel  Caido'  Elvira,  o  la  novia  del  Plata:  La 
guitarra:  pero  ninguno  supera  a  La  cautiva, 
precioso  poema,  genuinamente  americano.  He 
aquí  su  primera  estrofa: 

EL  DESIERTO 
Era  la  tarde  y  la  hora 

en  que  el  sol  la  cresta  dora 

de  los  Andes.  El  desierto, 

inconmensurable,  abierto 

y  misterioso,  a  sus  pies 

se  estiende;  triste  el  semblante, 

solitario  y  taciturno, 

como  el  mar  cuando  un  instante, 

al  crepúsculo  nocturno, 

pone  rienda  a  su  altivez. 
A  veces  la  tribu  errante, 

sobre  el  potro  rozagante, 

cuyas  crines  altaneras 

flotan  al  viento  ligeras, 

lo  cruza  cual  torbellino, 

y  pasa;  o  su  toldería 

sobre  la  grama  frondosa 

asienta;  esperando  el  día 

duerme,  tranquila  reposa, 

sigue  veloz  su  camino. 


En  1837  publicó  El  dogma  social,  que  es  un  va 
líente  anatema  contra  los  tiranos.  Dio  a  luz 
muchas  publicaciones  de  propaganda  política. 
Son  notables  sus  cartas  dirigidas  en  1847  al 
director  del  Archivo  Americano,  D.  Pedro  de 
Angelis.  Este  poeta  murió  en  Montevideo,  el 
20  de  enero  de  1851. 

Eguisí  (Carlos  Enrique).  Jurisconsulto.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  4  de  noviembre  de  1809,  y 
se  educó  en  la  misma,  cursando  los  estudios 
de  Derecho,  graduándose  de  doctor  en  Leyes. 
Unitario,  le  fué  necesario  emigrar  a  Montevideo 
durante  Rosas.  Ti-mó  parte  en  la  defensa  de 
la  plaza  en  la  Legión  argentina,  encontrán- 
dose en  varios  combates,  en  uno  de  los  cuales 
fué  herido.  En  1857  regresó  a  Buenos  Aires 
para  ejercer  la  magistratura  en  el  Juzgado  co- 
rreccional, pasando  en  1861  al  Juzgado  de  pri- 
mera instancia  en  lo  civil,  puesto  que  ocupó 
hasta  1866.  Juez  federal  en  lo  comercial  y  cri- 
minal de  la  capital  hasta  1868,  en  que  fué  de- 
signado vocal  del  Supremo  Tribunal  de  Justi- 
cia. En  1875,  presidente  déla  segunda  Cámara 
de  Apelaciones,  siendo  jubilado  el  año  IS80. 
Falleció  el  24  de  agosto  de  1891. 

El  Bellaco  (combate).  En  el  arroyo  de  El  Be- 
llaco, cerca  de  Gualeguaychií,  una  fuerza  ar- 
gentina, al  mando  de  los  capitanes  José  San- 
tos Lima  y  Gregorio  Samaniego.  ataca  a  los 
españoles  que  ocupaban  aquel  punto  con  una 
flotilla,  y  les  toman  tres  buques  corsarios,  cin- 
co cañones  y  una  bandera  y  bastantes  prisio- 
neros, ocasionándoles  muchos  muertos  y  heri- 
dos, el  14  de  enero  de  1813. 

Elcano  (Juan  Sebastián  de).  Navegante  y  des- 
cubridor español.  Nació  en  Guetaria  (Guipiíz- 
coa),  en  1476  Marino  desde  sus  primeros  años, 
se  dedicó  en  sus  principios  a  la  pesquería. 
Tomó  parte  en  la  expedición  al  África  que  or- 
ganizó el  Cardenal  Cisneros,  mandando  una 
nave  de  200  toneladas,  prestando  señalados 
servicios.  Con  el  cargo  de  contramaestre  en 
la  nao  Concepción,  partió,  a  las  órdenes  de  Ma- 
gallanes, en  busca  de  un  camino  que  permitiese 
llegar  a  las  Indias  por  Occidente.  Cinco  eran 
los  barcos  que  componían  la  escuadra,  la  que 
el  27  de  septiembre  de  1519  zarpó  del  puerto 
de  Sanlúcar  de  Barrameda:  La  Trinidad,  man- 
dada por  Magallanes;  la  Concepción,  la  San 
Antonio,  La  Victoria,  y  la  Santiago,  mandadas , 
respectivamente,  por  Gaspar  de  Quesada,  Juan 
de  Cartagena,  Luis  Mendoza  y  Juan  Serrano; 
siendo  237  hombres  los  individuos  que  compo- 


ELC 


—  176 


ELI 


nian  la  tripulación  de  toda  la  armada.  Sin  no- 
vedad atravesaron  el  Atlántico  y  llegaron  al 
golfo  de  San  Julián,  en  la  costa  de  la  Patago- 
nia,  el  31  de  marzo  de  1520.  Allí  invernaron, 
después  de  grandes  peripecias,  en  las  que  se 
perdió  la  nao  Santiago  y  desertó,  sublevada,  la 
San  Antonio.  Pasó  la  escuadra  el  estrecho  a 
que  Magallanes  le  debe  su  nombre,  penetrando 
en  el  Pacifico  el  27  de  noviembre  de  1520.  Si- 
guiendo viaje,  descubrieron  las  islas  Marianas 
y  las  Filipinas,  en  donde  perdió  la  vida  el  in- 
signe portugués,  en  un  combate  con  los  indios. 
Muerto  también  Duarte  de  Mendoza,  que  ha- 
bla sucedido  en  el  mando  a  Magallanes,  así 
como  el  capitán  de  la  Victoria,  tomó  Elcano  el 
mando  de  esta  nao  y  de  la  escuadra,  reducida 
ya  a  sólo  dos  naves  y  115  hombres,  pues  la 
Concepción  hubo  de  ser  quemada  por  inútil. 
Elcano  dirigió  el  rumbo  hacia  las  Molucas,  pa- 
sando por  Joló,  Siam  y  otros  parajes  hasta  en- 
tonces desconocidos.  La  Trinidad  se  hallaba 
en  tan  mal  estado  que  debió  ser  dejada  en  las 
Molucas.  Sólo  ya  con  la  Victoria  y  50  hombres, 
navegó  cinco  meses  por  los  mares  índicos,  so- 
portando temporales  y  esquivando  los  buques 
portugueses,  enemigos  a  la  sazón;  dobló  el  ca- 
bo de  Buena  Esperanza  el  19  de  mayo  de  1522, 
y  después  de  tres  años  de  navegación,  en  los 
que  recorrió  catorce  mil  leguas,  divisó  tierra 
española  el  4  de  septiembre  y  el  S  de  dicho  mes 
de  1522  entró  en  Sanlúcar  de  Barrameda,  rin- 
diendo viaje  los  primeros  hombres  que  dieron 
la  vuelta  al  mundo.  De  los  237  que  salieron, 
volvían  18,  flacos,  extenuados,  los  cuales  se 
dirigieron  en  solemne  procesión  a  las  iglesias 
de  Nuestra  Señora  de  la  Victoria  y  de  la  Anti- 
gua, cumpliendo  el  voto  que  hicieron  en  la  tra- 
vesía. El  emperador  Carlos  V  premió  al  intré, 
pido  navegante  con  varios  privilegios  y  le  con- 
cedió el  uso  de  un  escudo  de  armas  especial- 
en  el  que  figura  un  globo  terráqueo  con  esta 
inscripción:  «Primus  circundisti  me».  Fué  co- 
misionado por  el  emperador  para  arreglar  con 
los  delegados  del  rey  de  Portugal  diferencias 
de  límites  en  la  línea  demarcada  por  el  Papa 
Alejandro  VI.  Organizada  una  segunda  expe- 
dición a  las  Molucas,  fué  nombrado  segundo 
jefe  de  ella,  y  el  24  de  julio  de  1525  salieron  de 
la  Coruña  siete  naves  con  700  marineros,  rum- 
bo ai  estrecho  de  Magallanes.  El  29  de  octubre 
un  temporal  separó  las  naves;  Loaisa,  el  jefe, 
desapareció  con  la  Santa  María  de  la  Victoria 
y  otras  dos  naos,  quedando  solo  Elcano  con 


cuatro  buques,  tratando  de  pasar  el  estrecho 
de  Magallanes,  sin  conseguirlo  a  causa  de  las 
tempestades;  en  ellas  perdió  \a  Sancti  Spiritus, 
lo  que  le  obligó  a  trasladarse  a  la  Anunciada. 
Otra  tormenta  empujó  a  la  San  Lesmes  hasta 
el  acabamiento  de  la  tierra.  Habían  descubier- 
to el  cabo  de  Hornos.  El  24  de  enero  de  1526 
se  encontraron  Loaisa  y  Elcano, y  éste  se  trans- 
bordó a  la  Santa  Marta  de  la  Victoria,  y  des- 
pués de  cincuenta  y  un  días  de  grandes  traba- 
jos pudieron  embocar  el  Pacifico,  donde  les 
persiguieron  las  tempestades.  Enfermó  Elcano, 
y  temiendo  el  fin,  hizo  testamento  ante  Iñigo 
Artes  de  Perea,  y  mientras  esto  ocurría,  murió 
Loaisa.  Elcano  se  hizo  cargo  del  mando,  que  no 
ejerció  más  que  cinco  días,  pues  el  4  de  agos- 
to de  1526  falleció,  y  su  cuerpo,  tras  breves 
murmullos  de  rezos,  fué  arrojado  al  agua.  Ta- 
les fueron  los  funerales  y  entierro  del  primer 
marino  que  dio  la  vuelta  al  mundo.  En  la  villa 
de  Quetaria  se  le  levantó  una  estatua  en  28  de 
mayo  de  1861. 

Elía  (José  Eugenio  de).  Abogado.  Nació  en  Bue- 
nos Aires.  En  1810  fué  asesor  del  Gobierno  de 
Montevideo,  y  se  mostró  partidario  de  la  re- 
volución de  mayo.  El  7  de  junio  de  1817  fué 
nombrado  secretario  del  Soberano  Congreso 
Nacional  que  declaró  la  independencia  de  las 
Provincias  Unidas  del  Río  de  la  Plata.  Asesor 
auxiliar  del  auditor  de  Ejército  y  Marina,  y 
asesor  de  matrícula  del  Gobierno.  En  1826  fué 
electo  constituyente  al  Congreso  que  san- 
cionó la  Constitución  unitaria  de  1826.  Cua- 
tro años  después  fué  nombrado  juez  de  prime- 
ra instancia  en  lo  civil,  y  posteriormente  des- 
empeñó la  Fiscalía  del  Crimen.  En  octubre  de 
1825  le  fué  confiado  el  cargo  de  vicerrector  de 
la  Universidad  de  Buenos  Aires.  Terminó  sus 
días  en  esta  ciudad. 

Elias  (Ángel).  Político  argentino.  Fué  secreta- 
rio del  general  Urquiza,  organizador  de  la 
Confederación  argentina,  y  se  halló  en  la  bata- 
lla de  Caseros.  Desempeñó  los  cargos  de  se- 
nador y  diputado  en  diversas  ocasiones  en 
el  Parlamento,  como  representante  de  Entre 
Ríos. 

Elias  (Juan  Estanislao).  Militar.  Nació  en  Boli- 
via,  el  7  de  marzo  de  1802,  siendo  sus  padres 
el  Dr.  D.  José  Eugenio  de  Elias,  natural  de 
Buenos  Aires,  y  D.'  María  Isabel  Colón  de 
Larreategui,  de  Bolivia.  Principió  su  carrera 
militar,  como  cadete  de  Húsares  de  la  Unión, 
en  1817,  cuerpo  en  que  ascendió  a  portaestan- 


ELI 


177 


ENT 


darte  en  1818.  Como  ayudante  mayor  comba- 
tió contra  los  indios  en  el  año  de  1825.  Fué 
ayudante  de  campo  del  general  en  jefe  del 
ejército  republicano  en  la  batalla  de  Ituzaingó. 
Edecán  del  general  D.  Juan  Lavalle,  concurrió 
al  combate  de  Navarro,  y  cuatro  días  después 
al  fusilamiento  del  coronel  D.  iManuel  Dorre- 
^0.  Se  halló  en  el  Puente  de  Marqués.  Más 
tarde  tuvo  que  emigrar  a  Montevideo.  Se  halló 
en  las  acciones  de  San  Cristóbal,  Sauce 
Grande,  etc.  Fué  nombrado  coronel  efectivo 
en  el  año  1860.  Murió  en  la  ciudad  de  Tucu- 
mán,  el  30  de  marzo  de  1870,  después  de  cin- 
cuenta y  tres  aflos  de  leales  servicios  a  la  Re- 
pública. 

Elixalde  (Juan  José).  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  2  de  julio  de  1784.  Figura  entre  los  defenso- 
res de  Buenos  Aires  durante  las  invasiones 
inglesas.  Desempeñó  diversos  cargos  públicos. 
El  presidente  Rivadavia  lo  nombró  su  edecán, 
cargo  que  desempeiló  hasta  el  31  de  octubre 
de  1826. 

Ellzalde  (Rufino  de) .  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1822.  Se  educó  en  esta  capital,  cursando 
los  estudios  de 
Derecho,  hasta 
obtener  su  título 
de  doctor  en  1846, 
en  cuyo  año  abrió 
estudio,  hasta 
que,  derrocado 
Rosas,  se  consa- 
gró a  la  política, 
ocupando  los  car- 
gos de  asesor  de 
menores  en  1852, 
fiscal  de  Estado, 
diputado,  sena- 
dor, convencio- 
nal, ministro  de 
Estado  y  candidato  a  la  presidencia  de  la  Re- 
pública. Fué  también  catedrático  de  la  facul- 
tad de  Derecho  durante  largos  aflos,  presiden- 
te de  la  Comisión  del  ferrocarril  del  Oeste  en 
1879,  y  además  negociador  diplomático  en  So- 
livia y  en  la  República  del  Uruguay.  Falleció  en 
esta  ciudad,  el  13  de  marzo  de  1887. 

El  Mismo  de  Bnenos  Aires  (goleta  armada 
en  corso).  Se  llamó  anteriormente  ím  Pastora. 
Su  porte  era  de  120  toneladas,  nueve  cañones 
de  a  12,  y  ofrecía  como  fiador  a  D.  Guillermo 
Miller,  norteamericano,  propiedad  de  D.  Gui- 
llermo Shapley  y  de  D.  Tomás  Taylor.  La  Pos- 

DlC.    Hl3T.   BlOQR. 


Dr.  D.  Rufino  Elizalde 


tora  había  sido  capturada  por  Taylor  y  decla- 
rada buena  presa. 

Empedrado.  El  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires 
dio  principio  en  el  año  de  1792,  con  10.000  pe- 
sos que  ofreció  el  comercio  de  esta  plaza  para 
fiestas  reales,  que  el  virrey  Arredondo  aplicó 
a  empedrados,  empezando  por  la  plaza  Mayor 
(hoy  de  Mayo). 

Encamación  de  Tayatí.  Nombre  de  una  de 
las  reducciones  de  los  jesuítas  en  la  provincia 
del  Guayrá. 

Encina  (Carlos).  Nació  el  29  de  julio  de  1838. 
Fueron  sus  padres  el  coronel  D.  Andrés  Anas- 
tasio Encina  y 
D . '  Micaela 
Sáenz.  Terminó 
su  enseñanza  pri- 
maria a  los  nueve 
años,  obteniendo 
una  medalla  de 
oro.  En  1860  se 
graduó  de  agri- 
mensor. En  1868 
fué  diputado  a  la 
Legislatura  y  en 
1870  convencio- 
nal, obteniendo 
mayoría  de  votos 
contra  el  doctor 
Aristóbulo  del 
Valle,  Guillermo  Rawson  y  Dr.  D.  Pedro 
Goyena.  En  1860  se  recibió  de  ingeniero  civil. 
En  el  mismo  año,  electo  decano  de  la  Facultad 
de  Matemáticas.  Era  también  poeta,  siendo 
hermoso  su  Canto  a  Colón,  escrito  a  los  diez 
y  nueve  años;  Canto  al  arte,  en  1857.  Era  un 
poeta  lírico  muy  hondo,  y  además  un  sabio  ma- 
temático. Falleció  en  Choele-Choel. 

Ensenada.  Puerto  de  La  Plata,  fundado  en 
1800  por  el  virrey  Aviles,  delineándolo  en  1801 
el  ingeniero  Cer\'iño  sobre  los  terrenos  del 
sargento  mayor  Barragán,  de  cuyo  apellido 
proviene  el  nombre  dado  a  esta  ensenada. 
En  1854  era  partido,  erigiéndose  en  parroquia, 
bajo  la  advocación  de  la  Merced,  en  1S55.  Fué 
en  este  puerto  donde  desembarcó  la  segunda 
invasión  inglesa,  a  las  órdenes  de  Whitelocke, 
en  1807. 

Entre  Rios.  Provincia  argentina,  situada  en 
el  litoral.  Su  capital  es  la  ciudad  del  Paraná, 
fundada  en  1780,  antigua  capital  de  la  Confe- 
deración desde  1S58  al  1861 .  Por  decreto  de  10 
de  septiembre  de  1814  fué  creada  esta  provin- 

la 


D.  Carlos  Encina. 


ERE 


-  178  — 


ESC 


cia,  que  hasta  entonces  formaba  parte  de  la  de 
Corrientes. 
Erézcano  (Francisco).  Marino.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  en  179S.  Empezó  su  carrera  militar, 
como  soldado  voluntario  de  patricios,  en  1811; 
subteniente  abanderado  en  1813;  teniente  se- 
gundo del  regimiento  de  artillería  en  1816,  en 
cuyo  año  pasó  a  la  Marina,  alistándose  en  la 
escuadrilla  de  Brown  que  surcó  las  aguas  del 
Pacífico.  En  1819,  capitán  graduado,  se  le  con- 
fió el  mando  del  bergantín  Intrépido,  donde 
en  el  asalto  de  Valdivia  consiguió  enarbolar  la 
bandera  argentina  en  el  fuerte  de  San  Carlos, 
seguido  de  sus  tropas  de  desembarco,  y  al  día 
siguiente,  al  penetrar  en  la  bahía,  varó  su  em- 
barcación, yéndose  a  pique.  En  1825,  hallán- 
dose en  el  Perú  con  otros  argentinos,  fué  ex- 
pulsado del  país  y  se  dirigió  a  Buenos  Aires  a 
ofrecer  su  espada  para  la  campaila  contra  el 
imperio  del  Brasil,  donde  se  destacó  su  figura 
en  el  combate  del  22  de  febrero  de  1827,  ba- 
tiéndose él  y  el  capitán  Jorge  con  una  división 
brasileña  durante  varias  horas,  hasta  que  reti- 
rado el  enemigo  con  el  intento  de  reanudar  el 
ataque,  los  comandantes  argentinos  incendia- 
ron sus  naves  y  encallaron  una  cañonera  para 
salvar  así  el  honor  de  la  bandera,  pues  los 
buques  estaban  inutilizados.  En  septiembre 
■  de  1829  fué  nombrado  comandante  y  capitán 
del  puerto  de  Buenos  Aires,  cargo  que  desem- 
peñó varios  años  y  en  cuyo  puesto  demostró 
su  competencia  y  laboriosidad.  El  13  de  di- 
ciembre fué  ascendido  a  coronel  graduado  y 
en  1832  efectivo.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
9  de  septiembre  de  1856. 
Escalada  (Antonio  José  de).  Funcionario  públi- 
co. Nacido  en  Buenos  Aires,  en  1753.  Con- 
trajo matrimonio,  el  14  de  junio  de  1788, 
con  la  distinguida  patricia  D."  Tomasa  de  la 
Quintana,  que  tanto  figuró  en  la  época  de  la 
independencia  por  su  patriotismo,  por  su  belle- 
za y  por  su  inteligencia.  Fué  Escalada  regidor 
del  Cabildo,  alcalde  de  primer  voto,  canciller 
de  la  Real  Audiencia  y  síndico  procurador 
en  1810.  Fué  uno  de  los  invitados  al  cabildo 
abierto  del  día  22,  dando  su  voto  por  la  causa 
de  la  patria.  En  19  de  agosto  del  mismo  año 
fué  arrestado  en  unión  de  D.  Miguel  Irigoyen, 
y  desterrado  a  una  guardia  de  la  frontera,  por 
sospechárseles  conspiradores.  Recaudador  para 
la  suscripción  de  compra  de  fusiles,  vocal  de  la 
Junta  de  Observación,  diputado.  En  su  casa 
se  reunían  los  patriotas  principales  de  la  revo- 


lución, y  fué  en  ella  donde  el  general  San  Mar- 
tín conoció  a  una  de  sus  hijas,  Remedios,  con 
quien  más  tarde  se  desposó.  Falleció  el  16  de 
noviembre  de  1821. 

Escalada  (Francisco  Antonio  de).  Nació  en 
Buenos  Aires,  en  1749.  En  1795  fué  consiliario 
del  Real  Consulado  de  Comercio;  en  este  car- 
go se  hizo  notar  por  haberse  opuesto  al  mono- 
polio del  comercio,  fundando  su  voto  en  un 
largo  y  bien  meditado  escrito,  estableciendo 
los  fundamentos  de  la  libertad  de  comercio. 
Fué  alcalde  de  primer  voto;  dio  su  voto  por  la 
causa  de  los  patriotas.  Regidor  del  Cabildo, 
miembro  de  la  Junta  de  Representantes  de  la 
provincia  en  1820.  Murió  el  7  de  diciembre 
de  1835. 

Escalada  (José  María  de).  Militar.  Nació  en 
Buenos  Aires,  en  1783.  Teniente  de  húsares 
en  1810.  En  el  regimiento  de  Dragones'  mar- 
chó a  la  campaña  de  la  Banda  Oriental,  sien- 
do ascendido  a  capitán  en  marzo  de  1812.  Asis- 
tió a  la  batalla  del  Cerrito.  Actuó  en  los  suce- 
sos del  año  20,  y  como  coronel  de  Milicias  el 
año  1828.  Dejó  de  existir  en  Buenos  Aires,  el 
12  de  Diciembre  de  1839. 

Escalada  (Manuel  de).  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  17  de  junio  de  1795.  A  los  diez 
y  seis  años  ingresó 
en  el  regimiento 
de  Granaderos  a 
Caballo,  siendo 
poco  después  as- 
cendido a  alférez, 
batiéndose  en  San 
Lorenzo  como  te- 
niente, y  con  el  gra 
do  inmediato  supe 
rior  tomó  parte  en 
el  sitio  y  rendición 
de  Montevideo  en 
1814;  sirvió  des- 
pués en  el  ejército 
del  Alto  Perú,  ha- 
llándose en  las  ac- 
ciones del    Tejar, 

Puesto  del  Marqués  y  Sipe-Sipe.  En  1816 
pasó  a  incorporarse  al  ejército  de  los  An- 
des, batiéndose  en  Chacabuco,  siendo  el  en- 
cargado de  transmitir  a  Buenos  Aires  el  parte 
de  la  victoria.  De  regreso  a  Chile  hizo  la  cam- 
paña del  Sud,  tomando  parte  en  el  sitio  y  asal- 
to de  Talca/mano  y  después  en  Cancha  Raya- 
da y  Maipú,  donde  fué  ascendido  a  coronel. 


D.  Manuel  de  Escalada. 


ESC 


179  - 


ESC 


nombrándosele  jefe  del  regimiento  de  Grana- 
deros, en  cuyo  cuerpo  hizo  la  campaña  de 
Bio-Bio.  En  1820  actuó  en  las  luchas  civiles,  y 
en  1827  concurrió  a  la  guerra  del  Brasil.  Du- 
rante el  gobierno  de  Vi.-imonte  desempeñó  el 
ministerio  de  Guerra,  como  también  en  las  ad- 
ministraciones de  López  Obligado.  Fué  tam- 
bién gobernador  delegado  del  Estado  de  Bue- 
nos Aires  en  1855  y  además  senador  y  diputa- 
do. El  Senado  Nacional  le  reconoció  el  grado 
de  general,  que  anteriormente  le  acordó  el 
mismo  cuerpo  de  su  provincia.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  13  de  diciembre  de  1871. 
^■calada  (Mariano  de).  Militar.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  12  de 
diciembre  de  1796. 
Cadetedel  regimien- 
to de  Granaderos  a 
Caballo,  se  incorpo- 
ró al  ejército  auxi- 
liar del  Perú,  y  más 
tarde,  a  Mendoza,  al 
ejército  de  los  An- 
des, en  clase  de  ca- 
pitán y  como  ayudan- 
te  de  San  Martín, 
batiéndose  en  Cha- 
cahvco,  ascendiendo 
al  grado  superior  en 
1817.  Se  halló  en 
Maipú,    retirándose 

después  del  servicio.  Falleció  en  Buenos  Ai- 
res, el  3  de  junio  de  1841. 
scalada  (Mariano  José  de).  Sacerdote.  Nació 
en  Buenos  Aires, 
el  26  de  noviem- 
bre de  1799.  Pri- 
mer artobispo  de 
la  República  Ar- 
gentina,en  Mar- 
zo de  1865.  En 
1869  partió  para 
Roma,  en  cuya 
ciudad  falleció, 
el  28  de  julio  de 
1870.  Sus  restos 
fueron  repatria- 
dos al  año  si- 
guiente y  sepul- 
tados con  toda  solemnidad  en  la  iglesia  Regi- 
na .Martirum,  en  esta  ciudad. 
scalada  (María  Eugenia).  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  8  de  septiembre  de  1781.  Casó  con 


Mayor  D.  Mariano  de 
Escalada. 


D.  Mariano  José  de  Escalada. 


D.  José  Demaría,  el  7  de  junio  de  1797.  Figuró 
durante  la  revolución  por  su  patriotismo.  El 
nombre  de  esta  matrona  figura  al  pie  de  la 
nota  que  elevó  al  Gobierno  un  grupo  de  patri- 
cias, el  30  de  mayo  de  1812,  haciendo  entrega 
de  una  suma  de  dinero  y  armas  encargadas  a 
los  Estados  Unidos.  Murió  en  esta  ciudad,  el 
29  de  octubre  de  1822. 

Escalada  (Nieves  de).  Patricia  argentina  de  la 
revolución  de  1810.  Figura  en  el  número  de  las 
que  erogaron  para  el  pago  de  las  armas  con 
que  sostener  la  causa  de  la  independencia.  En 
el  mismo  caso  se  encuentran  Ramona  Esquive 
y  Aldao,  Magdalena  Castro  y  Correa  y  muchas 
más.  Había  nacido  en  Buenos  Aires,  el  5  de 
marzo  de  1799,  y  era  hija  menor  de  D.  José 
Escalada  y  de  D.^  Tomasa  de  la  Quintana. 
Esta  noble  dama,  falleció  en  Buenos  Aires,  el 
13  de  julio  de  1867,  dejando  numerosa  y  digna 
descendencia. 

Escalada  (Remedios  de).  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  20  de  noviembre  de  1797.  Hermana 
de  la  anterior.  A  los  catorce  años  de  edad,  el 
12  de  noviembre  de  1812,  contrajo  matrimonio 
con  el  entonces  coronel  D.  José  de  San  Mar- 
tín, siendo  padrinos  de  este  acto  el  sargento 
mayor  D.  Carlos  de  Alveary  su  esposa,  doña 
Carmen  Quintanilla.  En  1815,  trasladado  a 
Mendoza  San  Martín,  le  siguió  a  esa  ciudad  su 
esposa,  donde  se  granjeó  las  simpatías  de  toda 
la  sociedad  mendocina,  permaneciendo  allí  has- 
ta 1819,  año  en  que  regresó  a  Buenos  Aires,  al 
lado  de  sus  padres,  acompañada  de  su  tierna 
hija.  Gravemente  enferma  desde  1821,  se  retiró, 
por  prescripción  medica,  a  la  quinta  de  su  fa- 
milia en  las  inmediaciones  de  esta  ciudad,  don- 
de murió  el  3  de  septiembre  de  1823,  lamentan- 
do la  ausencia  de  su  ilustre  esposo.  A  la  entra- 
da del  cementerio  del  Norte  (Recoletas  existe 
un  pequeño  monumento  sepulcral  de  mármol, 
que  hizo  erigir  su  esposo  en  1824,  en  cuya  lá- 
pida se  lee:  «Aquí  yace  Remedios  de  Escalada, 
esposa  y  amiga  del  general  San  Martín.»  Este 
epitafio,  que  encierra  en  su  sencillez  todo  nu 
poema  y  abarca  en  su  frase  toda  una  época,  es 
una  síntesis  de  las  expresiones  sinceras  de  los 
sentimientos  verdaderos  que  germinaron  en  el 
pecho  de  San  Martín  en  la  hora  en  que  la  im- 
placable desgracia  le  arrebatara  su  compañera 
y  consejera. 

Escobar  (Alonso  de).  Uno  de  los  sesenta  y  tres 
compañeros  de  D.  Juan  de  Garay  al  fundar 
esta  ciudad.  Natural  de  España,  vino  a  Améri- 


ESC 


-    180  — 


ESC 


ca  en  1549,  en  la  expedición  de  Sanabria.  Es- 
tuvo en  el  Brasil  y  luego  en  el  Paraguay,  de 
donde  vino  con  Caray  en  1580,  en  cuyo  año 
desempeñó  el  cargo  de  regidor  de  Buenos 
Aires,  y,  como  fundador,  fué  agraciado  con 
una  manzana  de  tierra  en  el  ejido  de  la  ciudad 
y  una  suerte  en  el  paraje  del  valle  de  Santiago 
que  hoy  ocupa  el  pueblo  que  lleva  su  nom- 
bre, en  el  partido  del  Pilar,  fundado  en  el  afío 
de  1878. 

Escribano  (Bernardino).  Militar.  Comenzó  su 
carrera  en  1810,  en  el  regimiento  de  Húsares 
de  Pueyrredón.  En  junio  10  de  1812  fué  ascen- 
dido a  alférez  y  en  el  mismo  año  pasó  a  for- 
mar parte  del  regimiento  de  Granaderos  a  Ca- 
ballo, creado  por  San  Martín.  Se  halló  en  5í271 
Lorenzo.  Pasó  los  Andes  y  tomó  parte  en  Cha- 
cabugo,  Cancha  Rayada,  Maipti.  Expedicionó 
al  Perú,  en  cuyo  país  fué  promovido  el  22  de 
noviembre  de  1820  a  sargento  mayor  del  regi- 
miento de  Húsares  de  la  Muerte,  y,  sucesiva- 
mente a  teniente  coronel  de  Dragones  de  la 
Libertad  el  17  de  febrero  de  1824  y  a  coronel 
del  regimiento  5.°  de  Caballería  de  línea,  el 
27  de  junio  de  1827,  en  cuyo  cuerpo  prestó  ser- 
vicios por  largo  tiempo  en  la  frontera  Norte 
de  Buenos  Aires  contra  los  indios.  En  1828 
servia  en  la  frontera  del  Pergamino,  y  se  dis- 
ponía a  emprender  una  campaña  contra  los  in- 
dios, hallándose  en  el  Salto,  cuando  el  gober- 
nador Dorrego  se  dirigió  a  ese  punto.  Escriba- 
no lo  tomó  prisionero  y  lo  entregó.  En  1829 
combatió  en  el  Arroyo  del  Medio  con  el  coro- 
nel Suárez  contra  algunas  fuerzas  santafeci- 
nas que  operaban  de  acuerdo  con  el  coman- 
dante Rosas- 

Escribano  público.  Uno  sólo  había  en  Buenos 
Aires  el  año  1706,  que  lo  era  D.  Francisco  de 
Ángulo. 

Escritores  oñciales.  Redactores  de  La  Gace- 
ta. Desde  el  7  de  junio  hasta  diciembre  de  1810, 
el  secretario  de  la  primera  Junta,  D.  Mariano 
Moreno.  Desde  diciembre  de  1810  hasta  mayo 
de  1811,  el  vocal  de  la  segunda  Junta,  D.  Gre- 
gorio Funes  (juzgando  por  el  estilo).  Desde 
el  18  de  mayo  hasta  el  5  de  octubre  de  1811,  el 
Dr.  D.  Pedro  José  Agrelo.  Desde  el  5  de  no- 
viembre hasta  el  25  de  mayo  de  1812,  el  doc- 
tor D.  Vicente  Pazos  Silva.  Desde  el  25  de 
mayo  de  1812  hasta  el  8  de  octubre  de  1812,  el 
mismo  Pazos,  La  Gaceta.  Desde  abril  hasta 
noviembre  de  1815,  Fr.  Camilo  Henríquez,  emi- 
grado chileno,  con  un  sueldo  de  1.000  pesos 


fuertes  anuales.  Desde  noviembre  de  1815  has 
ta  la  caída  del  Congreso,  en  1820,  el  doctor 
D.  Julián  Alvarez,  oficial  del  ministerio  de  Go- 
bierno, con  una  gratificación  de  300  pesos 
anuales.  Desde  el  establecimiento  del  Gobier- 
no federal  hasta  septiembre  de  1820,  el  cama- 
rista Dr.  D.  Manuel  A.  Castro  (ese  día  quedó 
suprimida  la  Gaceta  de  Buenos  Aires). 

Redactores  de  El  Censor  (periódico  oficial 
del  Cabildo):  Desde  el  15  de  agosto  de  1815 
hasta  el  3  de  enero  de  1817,  D.  Antonio  Vul- 
dés,  cubano.  Desde  el  20  de  febrero  de  1817 
hasta  el  30  de  enero  de  1819,  Fr.  Camilo  Hen- 
ríquez. 
Escuadrilla  argentina.  Su  creación.  Desde 
los  primeros  meses  de  su  instalación  la  Junta 
revolucionaria  había  encomendado  a  un  anti- 
guo corsario  la  formación  de  una  flotilla,  que 
cada  día  era  más  indispensable  para  contra- 
rrestar los  ataques  de  las  naves  españolas,  que 
sin  rival  alguno  en  las  aguas  del  Plata  asola- 
ban las  costas  y  dificultaban  las  comunicaciones 
con  el  ejército  de  operaciones  en  la  Banda 
Oriental;  pero  envuelta  la  Junta  en  delibera- 
ciones múltiples  y  tropezando  con  la  carencia 
de  elementos,  transcurrieron  los  meses  sin  que 
pudiera  realizarse  su  idea.  Así  llegó  el  año  11, 
y  apremiada  la  Junta  por  la  necesidad  de  acti- 
var el  armamento  de  la  flotilla,  resolvió  comi- 
sionar para  ese  servicio  urgente  al  diputado 
Gurruchaga,  que  acababa  de  incorporarse 
(18  de  diciembre  de  1810).  Se  procedió  a  su 
creación  así: 

Escuadrilla  argentina  (primera).  Bergantín 
23  de  mayo:  18  cañones,  108  hombres;  coman- 
dante, Hipólito  Bouchard;  segundo  comandan- 
te, Manuel  Suárez.  Goleta  invencible:  12  caño- 
nes, 66  hombres;  comandante,  Azopardo,  y  su 
segundo,  José  Díaz  Edrosa.  Balandra  Améri- 
ca: 3  cañones,  26  hombres;  comandante,  Ángel 
Hubac,  y  su  segundo,  Juan  Francisco  Díaz. 

Escuadrilla  argentina  (segunda).  Bergantín 
(queche)  Hiena:  15  cañones;  comandante,  To- 
más Taylor;  segundo,  Tomás  Fermín  Jones 
Sumaca  Santo  Domingo:  12  cañones;  coman- 
dante, D.  Hipólito  Bouchard;  segundo,  Manuel 
Suárez.  Goleta  Nuestra  Señora  del  Carmen: 
8  cañones;  comandante,  Ángel  Hubac;  segun- 
do, José  M  González  Echeandía.  Un  champan, 
2  cañones:  Augusto  Taver.  Cañonera,  un  ca- 
ñón: Lorenzo  José  Morlote.  Falúa,  un  cañón: 
Antonio  B.  Orta.  Un  lanchón  de  auxilio,  uno  y 
dos  pedreros:  Juan  Francisco  Díaz.  Estas  últl' 


ESM 


-  181 


ESP 


mas  embarcaciones  fueron  armadas  simple- 
mente como  auxiliares  en  aquellos  apuros, 
pues  no  eran  a  propósito  para  hostilizar  for- 
malmente al  enemigo. 

Esmeralda.  Hermosa  fragata  española  tomada 
al  abordaje  por  el  almirante  Cochrane,  duran- 
te la  guerra  de  la  independencia,  en  la  rada 
del  Callao,  en  la  noche  del  5  de  noviembre 
de  1820.  En  esa  noche  el  almirante,  conducien- 
do a  sus  marinos  en  catorce  lanchas,  abordó 
a  dicha  fragata,  armada  con  44  cañones  y  con 
320  hombres  de  tripulación  y  que  se  hallaba 
también  protegida  por  la  fortaleza  y  rodeada 
de  numerosos  buques  de  guerra  de  su  bande- 
ra. Después  de  un  sangriento  combate  de  más 
de  tres  horas,  Cochrane  arrebató  de  su  fon- 
deadero a  la  fragata  y  a  dos  lanchas  cañone- 
ras, incorporándolas  a  su  escuadra.  A  los  ven- 
cedores les  costó  11  muertos  y  30  heridos,  en- 
tre estos  últimos  Cochrane  y  Quise.  Los  rea- 
listas tuvieron  160  hombres  entre  muertos  y 
ahogados,  y  200  prisioneros.  La  Esmeralda  se 
llamó  después  Valdivia. 

Esnaola  (Juan  Pedro).  Músico.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  17  de  agosto  de  1808.  A  la  edad 
de  quince  años  fué  enviado  a  Europa,  en  1823, 
a  perfeccionar  sus  estudios  musicales,  cuyos 
rudimentos  le  fueron  dados  por  su  tío  el  pres- 
bítero Picazarri.  A  su  regreso  fué  el  primer 
pianista  y  compositor  argentino  de  esa  época; 
compuso  numerosas  piezas  de  baile,  minués  y 
trozos  musicales  religiosos  y  profanos,  muchos 
de  los  cuales  llevan  letra  de  D.  Esteban  Eche- 
verría. En  1859  publicó  una  introducción  al 
himno  nacional,  arreglándolo  para  las  bandas 
de  música  del  ejército.  Fué  también  el  primer 
director  de  un  Conservatorio  de  Música  que  se 
estableció  en  esta  ciudad.  Ejerció  largos  años 
el  comercio,  y  fué  juez  de  paz,  director  del 
Banco  y  Casa  de  Moneda,  municipal,  diputado 
y  senador.  Falleció  el  8  de  julio  de  1878. 

Esparza  (Juan  Miguel).  Comerciante;  regidor 
dei  Cabildo  en  1750;  miembro  de  la  Hermandad 
de  Caridad  en  1758;  tesorero  de  la  Real  Caja 
hasta  1763;  alcalde  ordinario  de  primer  voto 
en  1764.  FaMeció  en  Buenos  Aires  en  1767, 
siendo  muy  lamentado  su  fallecimiento  por  su 
patriotismo,  inteligencia  y  honradez,  de  que  dio 
pruebas  en  los  muchos  cargos  que  desempeñó 
en  esta  ciudad. 

Espejo  (Jerónimo).  Militar.  Nació  en  Mendoza, 
el  30  de  septiembre  de  1801.  Guerrero  de  la 
independencia  y  del  Brasil.  Se  halló  en  Chaca- 


buco,  Talca/iuano,  Cancha  Rayada,  Maipú, 
toma  de  la  ciudad  de  la  Serena,  asalto  del 
Callao,  Moquegua,  Ituzaingó  Puente  del  Mar- 
qués, Laguna  Brava,  Rodeo  del  Chacón,  etcé- 
tera etc.  Combatió  contra  los  indios.  Diputado 
a  la  Legislatura  de  Mendoza,  senador  ante  el 
Congreso  de  la  Confederación,  tesorero  del 
Banco  Nacional,  director  de  estadística,  archi- 
vero, oficial  del  ministerio  de  la  Guerra,  ins- 
pector general  del  ejército  y  jefe  de  la  oficina 
de  pagos.  Este  benemérito  soldado  y  distin- 
guido escritor,  autor  de  numerosas  publicacio- 
nes históricas,  falleció  en  Buenos  Aires,  el  18 
de  febrero  de  18S9. 

Espinillo  (combate).  (30  de  agosto  de  1873).  Una 
división  compuesta  de  las  tres  armas,  al  man- 
do del  coronel  D.  Juan  Ayala,  saliendo  de  la 
ciudad  del  Paraná,  lleva  un  serio  ataque  a  las 
fuerzas  mandadas  por  el  comandante  Leiva, 
jordanista,  acampadas  en  el  Espinillo.  Estos, 
siguiendo  su  sistema  de  no  emprender  batalla, 
entran  en  combate  por  algunos  momentos  y 
emprenden  su  retirada,  dejando  en  poder  de 
las  armas  nacionales  dos  banderas,  un  cañón, 
muchos  prisioneros,  entre  los  que  figuran  jefes 
y  oficiales,  heridos,  muertos,  botiquines,  ar- 
mamentos y  1 .600  caballos. 

Espinosa  (.\ntonio  de).  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  14  de  marzo  de  1801.  Militó  en 
Granaderos  a  Caballo  y  a  las  órdenes  de  Soler 
y  de  Necochea  se  encontró  en  Putaendo,  Coi- 
mas, Ac/iupallas,  y  a  las  órdenes  de  San  Mar- 
tín, en  Chacabuco,  Curapaligüé,  Gavilán,  Bio- 
Bio,  Talcahuano,  Cancha  Rayada,  Maipú,  Chi- 
llan, Piquillín,  etc.,  etc.  En  la  guerra  del  Bra- 
sil se  halló  en  Bacacay,  Ituzaingó  y  Yerbal. 
Murió  en  1859,  en  la  ciudad  de  su  nacimiento. 

Espinosa  (Gervasio).  Hermano  del  anterior. 
Militar.  Nacido  en  Buenos  Aires,  el  19  de  junio 
de  1796.  Ingresó  como  cadete  en  el  regimiento 
de  Blandengues  de  la  frontera,  en  la  guardia 
de  Ranchos.  Pasó  luego  al  ejército  que  esta- 
bleció el  primer  sitio  de  Montevideo,  donde  re- 
cibió su  bautismo  de  fuego  y  obtuvo  su  primer 
ascenso.  En  1814  abordó  con  20  hombres  un 
buque  de  guerra  español,  cumpliendo  heroica- 
mente su  misión.  Se  encontró  en  la  toma  de 
Martin  Garda,  en  la  campaña  contra  Artigas, 
en  la  que  fué  hecho  prisionero  y  logró  fugarse; 
en  el  segundo  sitio  de  Montevideo  y  en  la  se- 
gunda campaña  emprendida  contra  aquel  cau- 
dillo, a  las  órdenes  del  coronel  Dorrego,  en 
1814  y  15.  Se  batió  contra  los  indios  hasta 


ESP 

1820,  y  tomó  parte  en  la  guerra  civil.  Emigró 
a  Montevideo.  Murió  el  16  de  diciembre 
de  lSti(3. 

Espinosa  (Davales  Joaquín).  Coronel.  Gober- 
nador de  la  antigua  provincia  del  Tucumán  de 
1757  a  1764.  Estableció  el  orden  interno  de  la 
provincia  y  reprimió  varias  invasiones  de  los 
indios.  Persiguió  tenazmente  a  los  ladrones  de 
las  reales  rentas,  sin  atender  a  la  categoría  de 
los  delincuentes. 

Espinosa  de  los  Monteros  (Juan  Alonso). 
Gobernador  de  la  antigua  provincia  del  Tucu- 
mán de  1743  hasta  1749.  Su  gobierno  fué  una 
lucha  constante  con  los  indios  tobas,  mata- 
guayos, gallinazos,  mocovies,  abipones,  et- 
cétera. 

Espora  (Tomás).  Marino.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  19  de  septiembre  de  ISOO.  Inició  su 
carrera  embarcándose  de  aspirante  en  la  fra- 
gata Argentina,  que,  armada  en  corso,  zarpó 
de  Buenos  Aires  el  7  de  julio  de  1817,  con 
destino  al  Océano  Indico,  campana  que  duró 
más  de  dos  años,  teniendo  que  soportar  a  bor- 
do motines,  incendios,  asaltos  y  encuentros 
con  los  piratas.  En  1820,  como  teniente  prime- 
ro, se  incorporó  a  la  fuerza  naval  de  Cochra- 
ne,  que  condujo  al  ejército  de  San  Martin  de 
Chile  al  Perú,  concurriendo  a  los  dos  bloqueos 
del  Callao  y  a  la  toma  de  Lima,  en  1821.  En  la 
campaña  contra  el  Brasil  asistió  a  29  encuen- 
tros navales,  en  todos  los  cuales  se  portó  he- 
roicamente, siendo  herido  de  gravedad,  el  30 
de  julio  de  1826,  en  el  combate  de  los  Pozos. 
Falleció  en  Buenos  Aires,  el  25  de  julio  de 
1835. 

Esquiú  (Mamerto).  Sacerdote.  Nació  en  Pie- 
dra Blanca,  provincia  de  Catamarca,  el  11  de 
mayo  de  1826,  y 
desde  joven  for- 
mó parte  del  con- 
vento franciscano 
de  su  provincia  na- 
tal, descollando 
por  sus  talentos  y 
virtudes  como  lec- 
tor del  mismo,  en 
cuyo  cargo  vivía 
ignorado  de  todos, 
hasta  que  en  1853 
y  54  pronunció  dos 
sermones  notables 
con  motivo  de  la 
jura  de  la  Consti-  Fray  Mamerto  Esquiú. 


182  - 


ESQ 


tución,  el  9  de  julio  de  1853,  y  de  la  inau- 
guración de  las  autoridades  constitucionales, 
el  28  de  marzo  de  1854;  oraciones  que  le  va- 


^  -  -y  ^ 


Casa  donde  nació  Monsefíor  Esquiú  en  Piedra  Blanca. 

lieron  del  pueblo  y  del  Gobierno  argentino 
una  manifestación  honorífica,  mandando  éste, 
por  medio  de  un  decreto  altamente  elogioso, 
imprimir  en  folleto  los  dos  sermones  mencio- 
nados. Este  humilde  sacerdote  rehusó  el  obis- 
pado del  Paraná  y  por  dos  veces  el  arzobispa- 


Vista  exterior  de  la  Esculla  Franciscana  en  la  que  Fray 

Mamerto  Esquiú  aprendió  sus  primeras  letras  y  las  enseñó 

más  tarde  a  los  niños. 

do  de  Buenos  Aires,  y  sólo  aceptó  el  obispado 
de  Córdoba  por  obedecer  al  Papa,  que  se  lo 
pidió  por  carta  autógrafa.  En  1872  fué  secreta- 
rio del  arzobispo  de  Bolivia  y  al  mismo  tiempo 
publicaba  un  periódico  de  propaganda  religio- 
sa. Este  hombre  extraordinario  por  su  talento, 
virtudes,  religiosidad  y  patriotismo,  falleció  en 
el  desierto,  en  misión  apostólica,  en  Pozo  Sun- 
cho, provincia  de  Catamarca,  el  10  de  enero 
de  1883.  Su  vida  está  llena  de  sacrificios  y  de 
privaciones;  su  humildad  y  su  fervor  místico 
fueron  las  prendas  que  más  le  enaltecieron;  ■ 


EST  -  183  - 

era  un  alma  llena  de  virtudes  y  de  dignidades. 
Un  departamento  de  Catamarca  lleva  su  nom- 
bre, y  en  el  sitio  en  que  nació  se  ha  levantado 
una  escuela. 

Estatuto  provisional.  Disuelta  la  Junta  con- 
servadora, en  7  de  noviembre  de  1811,  y  recha- 
zado el  Reglamento  de  Atribuciones,  el  triun- 
virato sancionó  un  «Estatuto  provisional»,  que 
servía  de  Constitución.  Este  Estatuto  asenta- 
ba el  principio  de  la  «amovilidad  de  las  perso- 
nas que  componían  el  Poder  Ejecutivo  como  la 
más  eficaz  garantía  contra  las  tentativas  de  los 
Gobiernos  arbitrarios»,  por  el  cual  establecía 
que  cada  seis  meses  debía  cesar  un  vocal,  co- 
menzando por  el  menos  antiguo,  y  turnando  la 
presidencia  por  el  orden  inverso,  en  el  mismo 
periodo.  La  elección  del  triunvirato  reempla- 
zante se  debía  hacer  por  un  cuerpo  electoral 
de  la  capital.  Lo  demás  de  este  Estatuto  eran 
declaraciones  de  principios  generales,  estable- 
cimiento de  garantías  civiles,  de  libertad  de 
imprenta,  /tabeas  corpas,  etc.  La  pieza  es  am- 
pulosa y  de  solemne  aparato  en  la  forma;  efí- 
mera en  la  realidad,  como  tenía  que  serlo  en 
el  estado  embrionario  y  vacilante  en  que  corría 
la  suerte  del  país.  Este  Estatuto  fué  aceptado 
y  jurado  en  todas  las  provincias»  (López.) 

Esteco  o  Asticu.  Esta  ciudad,  hoy  perdida  y 
legendaria,  fué  fundada  en  1567,  por  Francisco 
de  Aguirre.  Según  lo  que  de  ella  cuentan 
los  cronistas,  llegó  en  muy  poco  tiempo  a  un 
maravilloso  desarrollo,  debido,  dicen  ellos,  a 
las  condiciones  excepcionales  del  suelo  y  a  las 
ventajas  de  su  situación.  A  lo  que  podemos  in- 
ferir, se  hallaba  colocada  en  las  junturas  del 
río  Salado  y  del  Teuco,  en  el  lugar  llamado  el 
Pasaje  (Río  del  Juramento  después)  como  a 
los  27  grados.  Su  nombre  indica  (asticku)  que 
servía  de  pasaje  o  comunicación  entre  los  ha- 
bitantes de  las  regiones  altas  del  Perú  con  las 
poblaciones  indígenas  del  Tucumán.  Es  pro- 
bable, pues,  que  a  esta  circunstancia  debiera 
la  rápida  prosperidad  que  le  dan  los  cronistas. 
Es  evidente  que  en  esta  situación  debió  ser 
entonces  lo  que  fué  Salta  cuando  reemplazó  a 
Esteco.  La  palabra  quichua  asticku  significa 
comparacióu,  pasaje  de  una  costa  a  otra;  y 
el  nombre  debió  ser  quichua,  pues  dice  el  pa- 
dre Lozano:  «Denominación  debida  a  un  pue- 
blo de  indios  del  mismo  nombre  allí  cercanos». 
Eldistritodebió  estar  muy  poblado;  en  él  se  em- 
padronaron treinta  mil  indígenas,  aunque  otros 
dicen  que  sólo  fueron  ocho  mil,  que  se  repar- 


EST 


tieron  entre  cuarenta  encomenderos,  que  el 
dicho  padre  nombra  uno  por  uno.  «El  terreno 
era  tal  que  nada  se  encomendaba  a  la  tierra 
que  no  lo  restituía  con  crecidas  usuras,  por  la 
vida  que  recibían  de  las  aguas,  que  sangraban 
del  río,  viñas,  huertas,  algodonales.  Grandes 
cantidades  de  lienzo,  que  se  sacaban  al  Perú; 
miel,  cera,  tinturas  para  teñir  la  lana,  caza  y 
pesca  muy  a  sabor  de  la  codicia,  suplían  la  fal- 
ta de  los  minerales,  teniéndolos  vinculados  en 
sus  granjerias  (por  la  exportación)...  Llegó  a 
ser  la  más  opulenta  de  todo  el  gobierno  de 
Tucumán,  con  tal  demasía,  que  aun  los  brutos 
se  calzaban  con  herraduras  de  plata...  Pero 
poco  a  poco  desaparecieron,  murieron  o  se  fu- 
garon los  treinta  mil  indios  esclavos  sobre  que 
reposaba  esta  opulencia:  tales  fueron  los  rigo- 
res, la  crueldad,  los  castigos  de  los  encomen- 
deros. El  juego,  los  vicios  y  la  decadencia 
de  la  ptoducción  dieron  principio  a  la  crisis; 
se  siguió  la  despoblación  y  la  miseria,  y,  por 
último,  el  espantoso  terremoto  de  1692  de- 
rrumbó los  edificios,  abrió  la  tierra,  y  la  famo- 
sa ciudad  de  Esteco  (Asticku)  desapareció... 
(López.) 

Estero  Bellaco.  Batalla  librada  durante  la 
guerra  del  Paraguay,  el  2  de  mayo  de  1866. 
Frente  al  estero  de  este  nombre,  las  fuerzas 
paraguayas,  en  número  de  6.0(X)  hombres  de 
las  tres  armas,  atacaron  por  sorpresa  a  la  van- 
guardia del  ejército  aliado,  mandado  por  el 
general  Flores.  El  ataque  fué  resistido  en  el 
primer  momento  por  la  brigada  uruguaya,  y 
apoyada  poco  después  por  fuerzas  argentinas 
y  brasileñas,  mandadas  por  el  general  en  jefe, 
D.  Bartol«mé  .Mitre,  que  se  presentó  perso- 
nalmente en  el  campo  de  batalla.  Aun  cuando 
al  principio  lograron  alguna  ventaja  sobre  los 
primeros  cuerpos  avanzados,  bien  pronto  acu- 
dieron las  reservas,  cargándolos  por  el  frente 
y  por  los  flancos,  obligándolos  a  abandonar  el 
campo,  y  llevándolos  más  allá  de  su  línea 
avanzada  de  fortificaciones  pasajeras,  y  a 
abandonar  los  bosques  en  que  se  guarecían, 
haciéndoles  dejar  en  poder  de  los  aliados  más 
de  1.2(X)  muertos,  tres  piezas  de  artillería,  dos 
banderas,  800  fusiles  y  gran  cantidad  de  pri- 
sioneros. Las  pérdidas  de  los  aliados  fueron  de 
cerca  de  (350  hombres,  en  su  mayor  parte  he- 
ridos. 

Esteves  Sej^uf  (Miguel).  Abogado.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  8  de  mayo  de  1814.  Durante 
la  dictadura  vivió  retirado,  entregado  al  es- 


EST 


—  184  - 


EST 


tudio  y  al  ejercicio  de  su  profesión.  Escribió: 
Tratado  de  procedimientos  civiles  en  el  foro 
de  Buenos  Aires.  Más  tarde  fué  diputado  y 
senador,  en  1852;  jefe  de  Policía  de  Buenos 
Aires  en  1S53;  juez  del  crimen  y  fiscal  del  Su- 
perior Tribuna!  de  Justicia;  constituyente  en 
1860;  catedrático,  presidente  de  la  Municipa- 
lidad, consejero  de  Instrucción  pública.  Sus 
obras  son  varias;  una  traducción  de  la  Eneida, 
de  Virgilio,  en  verso  libre;  una  Memoria  histó- 
rica, una  colección  de  fábulas  forenses  y  va- 
rias composiciones  poéticas  de  diverso  genero. 
Murió  en  Buenos  Aires,  el  16  de  junio  de  1892. 

Estlvao  (Jacinto).  Natural  de  Buenos  Aires. 
Sentó  plaza  como  aspirante  de  marina  en  1829, 
en  un  buque  de  It  escuadrilla  nacional.  Emigró 
al  Uruguay  y  estuvo  a  las  órdenes  de  los  ge- 
nerales Flores,  Rivera  Pacheco  y  Obes.  En 
combinación  con  Flores  derrotó  a  Urquiza,  el 
8  de  septiembre  de  1841.  Pasó  después  a  las 
trincheras  de  la  plaza  sitiada,  combatiendo  con- 
tra Oribe,  siendo  gravemente  herido.  Durante 
la  revolución  que  hicieron  los  partidarios  del 
general  Rivera  contra  los  argentinos  el  1  de 
abril  de  1846,  los  insurrectos  atacaron  la  ca- 
pitanía del  puerto  en  número  de  800  hombres, 
y  el  coronel  Estivao  se  defendió  bravamente 
al  frente  de  50  hombres.  Los  almirantes  jefes 
de  las  flotas  extranjeras  intentaron  asilarlo  en 
sus  buques,  lo  que  él  rehusó,  diciendo:  «El  ge- 
neral me  ha  colocado  en  este  puesto  y  aquí  me 
encontrará  vivo  o  muerto».  Muerto  él  y  casi 
todos  sus  subordinados,  los  vencedores  arro- 
jaron su  cadáver  por  el  balcón  y  luego  lo  arras- 
traron por  las  calles. 

Estomba  (Juan  Ramón).  Militar  uruguayo,  na- 
cido en  1792.  Guerreó  en  el  Alto  Perú,  y  fué 
gravemente  herido  en  el  desastre  de  Ayohuma 
y  tomado  prisionero.  Canjeado  más  tarde  por 
el  general  San  Martín,  quien  lo  condecoró  con 
la  Orden  del  Sol,  ascendiéndolo  a  teniente 
coronel  en  1822;  nuevamente  cayó  prisionero 
en  1824,  y  al  conducirle  a  la  isla  de  los  prisio- 
neros con  un  grupo  de  patriotas,  logró  fugar, 
fuga  que  dio  lugar  al  bárbaro  sorteo  de  Matu- 
cana  (v.).  Reincorporado  al  ejército  y  esta- 
blecido en  el  Perú,  fué  desterrado  en  1826  con 
otros  jefes,  acusados  de  tramar  una  conspi- 
ración. Llegado  a  Buenos  Aires  y  nombrado 
jefe  del  regimiento  7  de  caballería,  pasó  a  la 
frontera  Sur  de  Buenos  Aires  como  coman- 
dante general,  donde  fundó  a  Bahía  Blanca; 
el  11  de  abril  de  1828.  El  general  Lavalle  le 


D.  Ángel  Estrada. 


confió  el  mando  de  una  división  del  ejército, 
pero  una  vez  en  campaila  perdió  la  razón,  y 
fué  conducido  al  manicomio,  donde  murió  dot 
meses  después,  el  1  de  junio  de  1829. 
Estrada  (Ángel  de).  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1840.  Fué  presidente  del  Centro  y  del  Club 
Industrial  Argenti- 
no, de  la  Exposi- 
ción Nacional  de 
1898;  miembro  fun- 
dador de  la  Socie- 
dad Rural  Argenti- 
na; fundador  de  la 
primera  Compañía 
de  navegación  en- 
tre Italia  y  la  Ar- 
gentina; fundador 
de  la  Sociedad  de 
seguros  La  Previ- 
sora; perteneció 
por  distintas  veces 
a  las  Comisiones  valuadoras  de  la  propiedad 
raíz  y  tarifa  de  avalúos;  fundador  de  la  fábrica 
La  Argentina,  para  la  elaboración  de  papel. 
Perteneció  al  primer  Directorio  del  Banco  déla 
Nación  Argentina,  y  desempeñó  ese  cargo  por 
espacio  de  veinte  años.  Estrada,  auque  no  era 
lo  que  se  ha  dado  en  llamar  un  intelectual, 
fué  una  de  las  cabezas  más  inteligentes  de  su 
generación.  Era  su  carácter  de  una  absoluta 
integridad.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  27  de 
juHo  de  1918. 
Estrada  (José  Manuel).  Escritor,  orador  y  ca- 
tedrático. Nació  en  Buenos  Aires,  el  13  de  ju- 
lio de  1842.  A  los 
diez  y  ocho  años 
obtuvo  un  premio 
en  el  Liceo  Lite- 
rario por  una 
composición  so- 
bre el  descubri- 
miento de  Améri- 
ca. El  3  de  mayo 
de  1866  inauguró 
en  la  Escuela  que 
hay  de  su  nombre 
un  curso  de  His- 
toria nacional, 
dando  a  la  vez 
lecturas  públicas 
sobre  la  misma  materia,  las  que  eran  escucha- 
das por  lo  más  selecto  de  la  sociedad  porteña. 
Fué  después  catedrático  de  Historia  e  Instruc- 


D.  José  Manuel  Estrada. 


'*<■'.  «SM'"* 


ESCUDO  Y  BANDERA 
NACIONAL 


'^CWpícc»*^^ 


Z:i-F<^.-^r  Máa.'.-. 


EST 


185  - 


EZE 


ción  cívica  en  el  Colegio  Nacional  Central,  hoy 
Buenos  Aires,  y  de  Derecho  constitucional  en 
la  Facultad  de  Derecho.  Como  periodista  fundó 
El  Argentino,  y  poco  después,  la  Revista  Ar- 
gentina, que  siguió  publicando  hasta  1882,  y 
en  La  Unión,  luchando  por  los  principios  del 
catolicismo.  En  su  vida  pública  fué  jefe  del 
Departamento  de  escuelas;  en  la  Convención 
constituyente,  de  la  provincia  de  Buenos  Aires, 
en  1871;  miembro  de  la  Cámara  de  diputados 
de  la  nación  en  1887,  época  en  que  se  discutió 
la  ley  sobre  el  matrimonio  civil.  Algunas  de  sus 
obras:  El  catolicismo  y  la  democracia;  Ensayo 
histórico  sobre  la  revolución  de  los  comuneros 
del  Paraguay,  en  el  siglo  X  VIII;  Los  orígenes 
de  la  raza;  La  decadencia  del  Paraguay  y  la 
guerra  de  1885;  Política  liberal  bajo  la  tiranía 
de  Rosas;  Lecciones  sobre  historia  argentina; 
Curso  de  Derecho  constitucional,  etc.  Falleció 
el  18  de  septiembre  de  1894,  en  la  ciudad  de 
la  Asunción  (Paraguay),  desempeñando  el  car- 
go de  ministro  plenipotenciario  argentino. 

Estrada  (Santiago).  Nació  en  Buenos  Aires. 
Redactó  en  varios  periódicos,  y  después  de  ha- 
ber desempeñado  importantes  cargos,  pasó  a 
España  y  escribió  varios  trabajos,  entre  ellos 
Mefistófeles  y  la  critica  teatral;  Rafael  Calvo 
y  su  repertorio,  etc.  Cuando  se  disponía  a  pu- 
blicar ocho  volúmenes  de  viajes  murió  en  Ma- 
drid, en  1891. 

Ezelza  (Juan  Ramón).  Hacendado.  Nació  en  la 


provincia  de  Entre  Ríos,  en  1797.  Joven  llegó 
a  Buenos  Aires,  dedicándose  a  la  ganadería  en 
el  Sur  de  esta  provincia,  en  la  región  conocida 
por  Mar  Chiquita,  hoy  partido  del  coronel  Vi- 
dal, cuyos  campos  los  heredó  de  su  padre,  el 
coronel  de  Milicias  D.  José  de  Ezeiza,  quien 
los  recibió  en  premio  de  sus  distinguidos  servi- 
cios prestados  al  Gobierno  colonial.  Don  Juan 
Ramón  formó  la  estancia  del  «Durazno»,  y  por 
su  carácter,  su  patriotismo  y  sus  condiciones 
de  honorabilidad  llegó  a  adquirir  inmenso  pres- 
tigio en  la  época  de  la  conspiración  unitaria 
del  año  1839,  siendo  uno  de  los  patriotas  más 
influyentes.  En  su  campo  tuvieron  lugar  las 
conferencias  de  los  coroneles  Rico,  Cramer  y 
Castelli  sobre  Arroyo  Grande.  Su  vida  ofrece 
un  bello  ejemplo  del  más  acendrado  patriotis- 
mo: puso  al  servicio  de  la  causa  de  la  libertad 
su  persona,  su  familia  y  sus  valiosos  intereses» 
que  le  fueron  embargados  por  el  tirano.  Esta- 
llado el  movimiento,  se  alistó  en  clase  de  capi- 
tán del  batallón  Ajó,  que  comandaba  el  tenien- 
te coronel  D.  Martín  Campos,  y  se  halló  en  la 
batalla  de  Chascomús.  Derrocada  la  tiranía, 
fué  nombrado  juez  de  paz  del  partido  de  Mar 
Chiquita,  durante  el  gobierno  del  Dr.  Obliga- 
do; posteriormente  desempeñó  el  mismo  cargo. 
Este  austero  ciudadano,  cuyos  rasgos  domi- 
nantes fueron  el  patriotismo,  la  rectitud  y  la 
laboriosidad,  falleció  en  Buenos  Aires,  el  5  d« 
enero  de  1864. 


F 


Fajardo  (Dr.  Fray  Pedro).  Obispo  del  Río  de  la 
Plata.  Aprueba  en  1727  el  establecimiento  de 
la  Hermandad  de  Caridad  de  Buenos  Aires. 

Falcón  (Ramón  Lorenzo).  Militar.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  30  de  agosto  de  1855.  Ingresó 
en  el  Colegio  Mi- 
litar el  19  de  Ju- 
lio de  1870,  y  en 
mayo  de  1873  so- 
licitó se  le  permi- 
tiera marchar  a 
Entre  Ríos  a 
combatir  la  revo- 
lución de  López 
Jordán.  Más  tar- 
de tomó  parte  en 
la  defensa  y  ren- 
difiión  de  Córdo- 
ba, y  luego  en  la 
batalla  de  Santa 
Rosa,  como  te- 
niente ayudante  del  general  Roca.  En  1875,  con 
el  grado  decapitán,  marchó  a  la  frontera  hasta 
1877,  y  en  julio  de  este  último  año  pasó  a  revis- 
tar a  la  Escuela  Naval,  realizando  en  éste  y  en 
los  sucesivos  de  1878  y  79  viajes  de  instrucción 
al  Sur,  a  bordo  de  la  cañonera  Uruguay.  Fué  de 
los  expedicionarios  al  Río  Negro.  Ascendido  a 
mayor  en  1883,  obtuvo  su  reincorporación  al 
ejército;  fué  comandante  del  batallón  guardia 
de  cárceles  hasta  1887;  senador  a  la  Legisla- 
tura de  Buenos  Aires,  y  en  1898,  diputado  na- 
cional. Promovido  a  coronel  en  1906.  Dos 
años  después  fué  nombrado  jefe  de  Policía  de 
la  capital.  Ejercía  este  cargo  cuando  fué  ale- 
vosamente asesinado,  conjuntamente  con  su 
secretario  Lartigau.por  un  anarquista  llamado 
Simón  Rodowiski,  el  14  de  noviembre  de  1909. 

Falucho.  Este  era  su  nombre  de  guerra.  Llamá- 


D.  Ramón  Lorenzo  Falcón. 


base  Antonio  Ruiz;  había  sido  liberto  del  ve- 
cino de  esta  ciudad,  de  quien  tomó  el  nombre 
y  apellido.  El  apodo  le  fué  dado  por  sus  cama- 
radas  a  causa  del  especial  cuidado  (así  se  dice) 
que  le  consagraba  a  su  gorro  de  cuartel,  deno- 
minado «falucho».  Era  hombre  de  color.  Ingre- 
só al  ejército  el  año  1813,  como  soldado  del 
batallón  Fijo  de  la  Libertad,  hallándose  en 
Vilcapujio,  Ayohurna,  C/iacabuco,  Maipú  y 
campañas  del  Perú.  «El  ejército  de  los  Andes 
hacía  ocho  años  que  había  partido  de  la  repú- 
blica, y  hacia  meses  que  no  estaba  pago»;  «un 
jefe  español  insinuó  artificiosamente  a  la  tro- 
pa y  prisioneros  del  Callao  que  la  sublevación 
era  el  único  medio  de  regresar  a  Buenos  Aires 
o  a  Chile.  Llegado  el  día  del  motín,  que  lo  fué 
el  5  de  febrero  de  1824,  la  bandera  española 
fué  enarbolada  en  el  torreón  Jndeoendencia% 
con  una  salva  general  de  los  castillos.  El  ne- 
gro Falucho,  soldado  del  regimiento  Río  de  la 
Plata,  se  resistió  a  tributarle  honores,  y  al  in- 
timársele que  lo  hiciera,  rompió  su  fusil  con- 
tra el  asta  de  la  bandera  española,  a  cuyo  pie 
fué  fusilado,  gritando:  «¡Viva  Buenos  Aires!» 
Así  murió  este  humilde,  pero  heroico  soldado, 
y  debe  ser  recordado  en  nuestra  historia  como 
uno  de  tantos  hechos,  de  su  valiente  raza, 
que  fué  grande  en  la  guerra  de  la  independen- 
cia y  en  todas  las  luchas  por  la  libertad  y  el 
honor  nacional. 
Famaillá  (combate).  El  general  D.  Francisco 
J.  López,  al  frente  de  una  fuerza  de  sáltenos, 
penetra  en  la  provincia  de  Tucumán;  pero  el 
gobernador  de  ésta,  Heredia,  lo  ataca  y  lo  de- 
rrota completamente  en  las  márgenes  del  río 
Famaillá,  tomándole  prisioneros,  como  asi- 
mismo a  muchos  jefes  que  lo  acompañaban.  El 
día  25,  el  general  López  y  su  secretario,  el 
Dr.  D.  Ángel  López,  fueron  fusilados  en  el 


FAM 


-  187  - 


FER 


mismo  campo  de  la  acción.  Este  combate  tuvo 
lugar  el  23  de  enero  de  1836. 

Famaillá  (batalla).  El  general  D.  Manuel  Ori- 
be presenta  batalla  en  los  campos  de  f-amuillá, 
en  la  provincia  de  Tucumün,  el  19  de  septiem- 
bre de  1841,  al  general  Lavalle,  siendo  éste 
completamente  derrotado,  teniendo  ochocien- 
tos muertos  y  cuatrocieníos  ochenta  prisio- 
neros. 

Famatina.  Antiguo  pueblo  de  indios  que  exis- 
tía en  la  jurisdicción  de  la  ciudad  La  Nueva 
Rioja,  de  la  gobernación  del  Tucumán.  Fama- 
tina  (Phatma-Tina):  phatma,  que  quiere  decir 
mitad,  y  tina  unión. 

Feliciana  (Manuela).  Llamábase  así  la  primera 
niña  que  entró  a  la  Casa  de  Expósitos,  fundada 
por  el  virrey  Vértiz. 

Fernández  (Esteban).  Militar.  Natural  de  Chu- 
quisaca.  Acompañó  en  sus  campañas  al  co- 
mandante Manuel  Padilla,  y  a  la  muerte  de 
éste,  fué  nombrado  segundo  jefe  de  los  gue- 
rrilleros. Promovió  las  insurrecciones  de  Cinti 
y  Santa  Elena.  A  fines  de  1816  Belgrano  lo 
nombró  jefe  superior  de  la  insurrección  en  las 
fronteras  del  Oeste.  En  1817  derrotó  en  la 
Laguna  al  coronel  realista  Maruri  y  tomó  el 
pueblo  del  mismo  nombre.  Fué  derrotado  en 
Las  Garzas.  Se  incorporó  luego  a  Lamadrid, 
hallándose  en  Soupachuy .  Ya  coronel,  contra- 
jo gran  amistad  con  Dorrego,  a  quien  acompa- 
ñó en  todas  las  vicisitudes  de  su  vida,  hasta 
su  trágico  fin  en  Navarro.  Regresó  a  Bolivia 
en  1834,  muriendo  en  la  ciudad  de  la  Paz,  en 
noviembre  de  1845. 

Fernández  Blanco  (Juan  Ángel).  Comerciante. 
Nació  en  Buenos  Aires,  el  2  de  agosto  de  1769. 
Se  eJucó  en  esta  ciudad,  y  pasó,  por  asuntos 
mercantiles,  a  la  provincia  de  Corrientes  y  a 
Misiones.  Allí  contrajo  matrimonio  con  la  dis- 
tinguida patricia  D."  .María  Tiburcia  Rodrigo, 
que  donó  sus  alhajas  y  recursos  en  favor  del 
ejército  patriota,  cooperando  también  en  otros 
trabajos  por  la  emancipación.  Su  esposo  pres- 
tó grandes  servicios  al  ejército  del  general 
Manuel  Belgrano  en  su  expedición  al  Para- 
guay, en  1810,  a  su  paso  por  Corrientes,  reclu- 
tando  gente  hasta  formar  una  compañía  de  Mi- 
licias, que  engrosó  las  filas  del  ejército  liber- 
tador. Teniente  gobernador  de  Corrientes  el 
17  de  abril  de  1811;  nombrado  por  segunda  vez 
en  1814.  Retirado  de  la  vida  pública  estaba  en 
su  establecimiento  de  campo  en  el  Salto  cuan- 
do fué  tildado  de  c<lomo  negro»  por  el  tirano, 


y  como  tal,  fué  perseguido  y  sus  bienes  confis- 
cados. Murió  en  Buenos  Aires,  el  27  de  marzo 
de  l.'<51. 

Fernández  de  Biedma  y  Narváez  (Francis- 
co). Fundador  de  Patagones.  Nació  en  Jaén 
(España),  el  11  de  enero  de  1737.  «Era  uno  de 
los  más  notables  agricultores  de  Andalucía— 
dice  el  distinguido  historiadorjoséj.  Biedma— 
cuando  fueron  requeridos  sus  servicios  por  el 
ministro  español  para  colonizar  la  Patagonia. 
Trasladado  a  San  José,  donde  se  incorporó 
con  el  título  de  comisario  superintendente  a  la 
expedición  dirigida  por  D.  Juan  de  la  Piedra 
(enero  de  1779),  quedó  en  reemplazo  de  éste  a 
su  regreso  a  Buenos  Aires,  y  como  recibiera 
del  piloto  Villarino  noticias  muy  halagadoras 
de  las  condiciones  del  río  Negro,  decidió  tras- 
ladarse a  él,  dejando  parte  de  su  gente  en  San 
José,  al  cargo  de  su  hermano  D.  Antonio,  y 
allí  fundó  el  pueblo  Carmen  de  Patagones, 
que  hoy  pertenece  a  la  jurisdicción  de  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires.  Hizo  explorar  ese  río, 
parte  del  Neuquen  y  el  Limay  en  casi  todo  su 
curso  por  el  insigne  piloto  Basilio  Villarino,  y 
dirigió  en  1784  al  virrey  Loreto  una  notable 
Memoria  en  que  se  señala  por  primera  vez 
la  importancia  estratégica  de  aquellos  ríos,  in- 
dicándolos para  servir  de  línea  militar  de  de- 
fensa contra  las  incursiones  de  los  indios,  pen- 
samiento que  ejecutó  el  general  D.  Julio  A. 
Roca  en  1879.  Trasladado  al  gobierno  de  San- 
ta Cruz  de  la  Sierra  (Alto  Perú)  en  1785,  pres- 
tó a  aquellos  pueblos  tan  nobles  servicios  has- 
ta su  muerte,  que  perdura  aún  hgy  su  recuer- 
do, particularmente  en  Cochabamba,  donde  fa" 
lleció,  el  28  de  junio  de  1809,  como  uno  de  los 
más  generosos  e  inteligentes  bienhechores  del 
país.»  En  1706  propuso  un  plan  de  gobierno 
para  las  misiones  de  indios  chiriguanos  y  cha- 
neses de  la  cordillera  de  los  Sauces,  que  fué 
aprobado  por  el  rey  y  mandado  practicar.  En- 
tre otras  obras  importantes  ha  dejado  una 
Descripción  geográfica  y  estadística  de  la 
provincia  de  Santa  Cruz,  escrita  en  Cocha- 
bamba  en  1793,  y  otra  Descripción  y  estado 
de  las  reducciones  de  indios  chiriguanos,  que 
sirvió  de  base  al  referido  plan. 

Fernández  de  Enciso  (Juan).  Español,  según 
unos,  y  natural  del  Paraguay,  según  otros.  Fué 
uno  de  los  63  repobladores  de  Buenos  Aires 
que  acompañaron  a  D.  Juan  de  Garay  al  fun- 
dar esta  ciudad,  el  11  de  junio  de  1580,  siendo 
agraciado  como  tal  en  el  repartimiento  de  tie- 


FER 


183 


FERR 


iras  con  una  suerte  de  400  varas  de  frente 
por  una  legua  de  fondo  fuera  del  ejido  de  la 
ciudad,  y  con  una  manzana  y  un  cuarto  de  tie- 
rra en  la  ciudad.  Fernández  Enciso  fué  nom- 
brado procurador  de  ésta  el  14  de  junio  de 
1580,  y  acompañó  como  capitán  al  teniente 
gobernador  de  la  Asunción  D.  Hernando  Arias 
de  Saavedra  en  su  expedición  contra  los  in- 
dios giiai/curües,  que  la  hostilizaban  el  año 
1593.  Vino  al  Río  de  la  Plata  en  1535,  como  uno 
de  los  escribanos  de  D.  Pedro  de  Mendoza,  y 
en  1580  fué  nombrado  escribano  público  y  del 
Cabildo. 

Fernández  de  Córdoba  (Dr.  Juan).  Cura 
rector  de  la  parroquia  de  la  Catedral  de  Bue- 
nos Aires  en  1760. 

Fernández  Guillen  (Francisco).  Regidor,  al- 
calde ordinario  de  segundo  voto  y  juez  de  me- 
nores de  la  ciudad  de  Buenos  Aires  en  1718. 

Fernández  (Pedro).  Presbítero.  Notable  profe- 
sor de  latín  del  Colegio  de  San  Carlos.  Naci- 
do en  1760.  Vivía  en  la  calle  de  Venezuela,  nú- 
mero 85.  El  Diario  de  la  Tarde,  órgano  de  la 
Prensa  bonaerense  de  entonces,  decía:  «Pedro 
Fernández  era  un  hombre  de  mediana  estatu- 
ra, cabeza  espaciosa,  fisonomía  llena  de  regu- 
laridad e  inteligencia;  parecía  taciturno  y  lle- 
vaba siempre  en  su  rostro  cierto  ceño  severo.» 
«Parece— dice  el  Dr.  Gutiérrez— que  sus  opi- 
niones religiosas,  aunque  sacerdote,  eran  tan 
adelantadas  como  sus  opiniones  literarias.» 
Han  escuchado  las  sabias  lecciones  de  Fernán- 
dez: BernardinoRivadavia,  el  ministro  de  éste 
Juan  Segundo  de  Agüero,  Vicente  López  y 
Planes,  Esteban  de  Luca,  Manuel  José  García, 
etcétera,  etc.  En  los  últimos  años  de  su  exis- 
tencia tuvo  a  su  cargo  la  administración  del 
establecimiento  rural  comúnmente  denominado 
Chacarita  de  Colegiales.  Sus  funerales  se  ce- 
lebraron en  la  iglesia  de  San  Ignacio,  en  Bue- 
nos Aires,  el  día  9  de  abril  de  1834,  habiendo 
sido  sepultado  el  6  a  las  seis  y  treinta  past  me- 
ridiem.  El  Gobierno  le  designó  una  sepultura 
en  el  cementerio  de  la  Recoleta,  en  demos- 
tración de  gratitud  y  de  respeto. 

Fernández  Oro  (Manuel).  Militar.  Nació  en  la 
provincia  de  San  Juan,  en  1848,  perteneciendo 
a  una  distinguida  familia  de  aquella  sociedad. 
Ingresó  en  las  filas  del  ejército  muy  joven,  y 
fué  dado  de  alta  en  el  batallón  6."  de  infante- 
ría de  línea,  con  el  grado  de  subteniente,  el 
1  de  febrero  de  1867;  al  año  siguiente  fué  as- 
cendido a  teniente  segundo;  el  4  de  agosto 


D.  Manuel  Fernández  Oro. 


de  1869  ascendió  a  ayudante  mayor  segundo;  a 
capitán,  el  29  de  mayo  del  71;  a  sargento  ma- 
yor, el  30  de  julio 
de  1873;  a  teniente 
coronel  graduado, 
el  15  de  mayo  de 
1878.  Durante  ca- 
torce años  prestó 
sus  servicios  en  el 
batallón  6.°  de  in- 
fanteria.  En  1886 
fué  ascendido  a  co- 
ronel. Fué  vocal  de 
la  Intendencia  de 
Guerra,  y  en  1907 
intendente  de  Gue- 
rra con  carácter  in- 
terino. El  20  de 
marzo  de  1905  pasó 
a  revistar  la  situa- 
ción de  retiro,  habiéndosele  computado  hasta 
aquella  fecha  en  su  hoja  cuarenta  y  seis  años 
y  medio  de  servicios.  Ocupó  el  general  Fer- 
nández Oro  otros  numerosos  cargos  civiles 
y  militares.  En  el  territorio  de  Río  Negro 
era  uno  de  los  pioneers  de  sus  progresos  ru- 
rales. Falleció  en  Buenos  Aires,  el  miérco- 
les 10  de  septiembre  de  1919. 

Ferrari  (José).  Hacendado.  Natural  de  Buenos 
Aires.  Se  dedicó  a  las  tareas  rurales,  alcan- 
zando en  pocos  años  de  labor  una  posición  pe- 
cuniaria desahogada,  que  le  permitió  adquirir 
tres  leguas  de  campo  en  el  Sud  de  Buenos  Ai- 
res, sobre  las  costas  del  rio  Samborombón,  en 
el  actual  partido  de  Brandsen,  lindero  con  los 
campos  de  Gándara.  Allí  fundó  un  importante 
establecimiento  ganadero,  y  vinculado  con  sus 
vecinos  Gándara  y  Castelli,  tomó  junto  con 
ellos  participación  en  el  pronunciamiento 
de  1839  contra  Rosas.  Sofocada  la  revolución, 
Ferrari,  que  fué  herido  en  el  primer  encuentro, 
huyó  a  Montevideo,  donde  permaneció  has- 
ta 1841,  y  por  medio  de  influencias  de  perso- 
nas allegadas  a  Rosas  se  le  permitió  regresar 
a  Buenos  Aires,  bajo  severa  vigilancia  y  al 
solo  objeto  de  visitar  a  su  familia.  Apenas  en 
su  hogar,  cayó  gravemente  enfermo,  fallecien- 
do poco  después. 

Ferré  (Pedro).  Militar.  Nació  en  1780,  en  Co- 
rrientes. Gobernador  en  1824,  en  cuyo  período 
se  estableció  por  primera  vez  el  papel  moneda, 
por  ley  provincial  dictada  en  1826.  Diputado; 
nuevamente  gobernador  en  1830,  que  ejerció 


FERR 


FIG 


D.  Pedro  Ferré. 


con  acierto  durante  tres  aflos.  Por  tercera  vez 
ocupó  el  mando 
en  1839,  proviso- 
rio, y  en  1842  en 
propiedad.  Orga- 
nizó  la  resisten- 
cia contra  Rosas, 
levantando    ejér- 
citos que  puso  a 
las  órdenes  de 
Lavalle  y  de  Paz; 
emigró  al  Brasil, 
regresando    con 
el  ejército  liber- 
tador en  1851. 
Constituyente  por  Catamarca  en  el  Congreso 
del  53.  En  1855  se  le  reconoció  en  su  grado  de 
general.  En  1862  fué  elegido  senador  nacional. 
Desempeñaba   ese  cargo  cuando  falleció,  el 
24  de  enero  de  1862. 
Ferrelra  (RamónV  Abogado  y  escritor  argenti- 
no. Natural  de  Córdoba.  Por  encargo  del  Go- 
bierno nacional  compiló  y  dio  a  la  imprenta  en 
tres  gruesos  volúmenes  el  Registro  oficial  co- 
rrespondiente  a  los  años  1851   a  1861.  Publicó 
además  un  opúsculo  titulado:  Mujeres  célebres 
americanas,  un  tratado  de  Derecho  natural, 
otro  de  Derecho  administratioo,  una  colección 
de  Vistas  fiscales  en  autos  de  alta  importan- 
cia y  otros  trabajos. 
Ferreira  (Calixto).  Fué  el  primer  tipógrafo  de 
Catamarca.  El  primer  periódico  apareció  en 
julio  de  1856,  con  el  título  de  El  Ambato,  se- 
manal primero  y  bisemanal  después,  redactado 
por  D.  Bemardino  Ruzo.  Al  principio  la  im- 
prenta llenaba  satisfactorit  mente  las  loables 
aspiraciones  de  sus  introductores;  mas  después 
los  Gobiernos  de  la  provincia,  como  sucedía  en 
casi  todas,  la  hicieron  servir  al  sostén  de  su 
política,  buena  o  mala,  sin  respetar  siquiera  la 
propiedad  de  su  primitivo  dueño— el  pueblo — , 
quien  no  consta  haya  hecho  donación  de  ella 
al  Estado  (Zinniy).  El  Sr.  Samuel  Molina  fué 
uno  de  los  iniciadores  de  la  idea  de  introducir 
una  imprenta  por  medio  de  una  suscripción  po- 
pular, lo  que  se  hizo,  y  el  librero  M.  Lucien, 
que  a  la  sazón  se  hallaba  en  Catamarca,  se  en- 
cargó de  traer  una  imprenta  de  París  sin  co- 
brar comisión,  la  cual  puesta  allí  sólo  costó 
140  onzas  de  oro. 
Fiebre  amarilla  (1871).  En  Buenos  Aires  tuvo 
lugar  el  primer  caso  el  27  de  enero  de  1871  y 
el  último  el  21  de  junio  del  mismo  año.  En  el 


mes  de  enero  fallecieron  6;  en  febrero,  298; 
en  marzo,  4.895;  en  abril,  7.535;  en  mayo,  842, 
y  en  Junio,  38,  arrojando  un  total  de  13.614 
víctimas  durante  los  ciento  cuarenta  y  cinco 
días  que  reinó  la  epidemia.  Debe  tenerse  en 
cuenta  que  la  población  de  Buenos  Aires  en 
esta  época  era  reducida.  En  el  período  álgido 
de  la  epidemia  era  lúgubre  y  aterrante  el  as- 
pecto de  la  ciudad,  y  en  los  barrios  donde  se 
hacía  sentir  caían  familias  enteras  al  soplo  de 
aquel  veneno  exterminador.  Los  ataúdes  se  sa- 
caban a  las  puertas  de  las  calles  y  se  apilaban 
de  tres  en  tres  para  esperar  los  carros  conduc. 
tores  a  los  cementerios.  Desde  las  cuatro  de 
la  tarde  las  casas  de  familia  y  los  negocios 
empezaban  a  cerrarse,  y  los  vecinos  ya  no 
transitaban  por  las  calles,  dándole  así  a  la  po- 
blación el  aspecto  verdadero  de  una  ciudad  in- 
fectada; sentíase  sólo  el  rodar  de  los  carros 
fúnebres  y  el  grito  desapacible  y  tétrico  de  los 
conductores. 
Fi^ueredo  (Santiago).  Sacerdote.  Natural  de 
la  Banda  Oriental  del  Uruguay.  Estudió  en  el 
Real  Colegio  de  San  Carlos  y  cursó  Derecho 
en  la  Universidad  de  Córdoba,  graduándose  de 
doctor  en  Leyes  en  1815.  Capellán  castrense 
del  regimiento  de  Blandengues  en  el  ejército 
oriental,  en  cuyo  año  cedió  íntegramente  los 
sueldos  de  tal  cargo  «para  las  urgencias  de  la 
patria>.  Asistió  al  primer  sitio  de  Montevideo 
y  a  la  batalla  del  Cerrito.  Fué  uno  de  los  pre- 
cursores de  la  independencia  del  Uruguay.  Era 
un  notable  orador.  Pronunció  la  oración  fúne- 
bre en  honor  del  gobernador  Dorrego.  En  1830, 
rector  de  la  Universidad  de  Buenos  Aires  y  ad- 
ministrador de  la  imprenta  del  Estado.  Falle- 
ció en  esta  ciudad,  el  22  de  febrero  de  1832.  Su 
cadáver  fué  sepultado  en  el  panteón  de  la  ca- 
tedral de  Buenos  Aires. 
Fisfueroa  (Apolinario).  Militar.  Nacido  en  Sal- 
ta. En  1811  el  general  Belgrano  le  nombró  go- 
bernador de  la  provincia  de  Potosí,  puesto  que 
desempeñó  hasta  después  de  la  derrota  de 
Ayohuma.  Se  halló  en  la  batalla  de  Salta,  re- 
vistando de  coronel .  Su  ardor  en  la  lucha  lo 
condujo  a  las  filas  enemigas,  y  siendo  envuelto 
por  las  tropas,  recibió  un  sablazo  del  mismo 
jefe  enemigo,  general  Tristán,  el  que  sólo  le 
rompió  la  casaca,  logrando  escaparse  merced 
al  buen  caballo  que  montaba.  Prestó  importan- 
tes servicios  después  a  las  órdenes  de  Güemes, 
que  le  confió  comisiones  delicadas,  como  la  de 
la  pacificación  de  la  provincia  con  la  de  Tucu- 


FIQ 


man,  a  cuya  Legislatura  fué  electo  diputado. 
Retirado  de  la  milicia  al  terminarla  guerra  de 
la  independencia,  introdujo  del  Perú  la  caña  de 
azúcar  llamada  de  la  India,  para  los  ingenios 
azucareros  de  Campo  Santo. 

Figueroa  y  Mendoza  (Lucas  de).  Vecino  de 
Santiago  del  Estero;  fué  gobernador  de  la  an- 
ticua provincia  del  Tucumán  desde  15G2  hasta 
H5(i3.  En  su  gobierno  tuvo  lugar  la  primera  in- 
vasión de  los  indios  mocovies  del  Chaco,  en  la 
ciudad  de  Talavera,  y  una  gran  inundación  del 
río  Dulce,  que  causó  grandes  estragos. 

Filiberto  (potreros  del  padre).  Combate  librado 
durante  la  guerra  contra  el  imperio  del  Brasil, 
en  24  de  enero  de  1828.  Tomó  el  nombre  del 
campo  que  ocupaba  la  división  enemiga.  Una 
divisióndel  ejército  argentino,  a  las  órdenes  del 
coronel  Pacheco,  derrotó  a  una  fuerza  brasile- 
ña en  los  protreros  del  Padre  Filiberto  en  la  ma- 
drugada de  ese  día. 

Fitz  Roy  (Roberto).  Marino  y  astrónomo.  Nació 
en  Inglaterra,  en  junio  de  1805.  En  1819  ingresó 
en  la  marina.  En  1828  realizó  con  el  capitán 
King  la  exploración  hidrográfica  de  la  parte 
austral  de  América;  recorrió  en  los  años  1831 
a  1836  las  costas  patagónicas  en  la  fragata 
Beagle.  Falleció  en  1865. 

Florida  (combate).  El  coronel  D.  Juan  Antonio 
Alvarez  de  Arenales,  al  frente  de  una  división 
argentina,  el  25  de  mayo  de  1814,  derrota  a 
una  fuerza  española  tres  veces  mayor,  en  la 
Florida,  territorio  del  Alto  Perú,  quedando 
muerto  en  el  campo  el  jefe  realista  y  salván- 
dose tres  oficiales  y  nueve  soldados.  El  coro- 
nel vencedor  recibe  14  heridas,  peleando  solo 
con  11  soldados  enemigos  que  lo  rodean,  de  los 
cuales  mata  tres,  hiriendo  a  los  demás.  Esta 
hazaña  le  vale  más  tarde  el  grado  de  general. 

Fonrouge  (Julio).  Marino.  Nacido  en  Francia, 
en  1804.  Muy  joven  aún,  tomó  servicio  en  la 
escuadra  nacional  que  a  las  órdenes  de  Brown 
iba  a  cubrir  la  campaña  contra  el  imperio  del 
Brasil.  Asistió  a  los  principales  hechos  de  ar- 
mas de  esa  guerra,  entre  otros  al  del  Juncal  y 
al  de  la  Colonia,  como  comandante  de  la  caño- 
nera número  1.  Durante  la  tiranía  sirvió  a  las 
órdenes  de  Garibaldi,  comandando  un  buque  de 
su  escuadrilla.  En  la  batalla  de  Caseros  sirvió 
como  segundo  jefe  del  entonces  coronel  don 
Bartolomé  Mitre.  Dejó  de  existir  en  Buenos 
Aires,  el  16  de  Julio  de  1876. 

Fonaeca  (José  María).  Médico.  Nacido  en  la 
República  Oriental  del  Uruguay  el  17  de  abril 


—  190  —  FOR 

de  1799.  Lo  educó  en  Buenos  Aires  su  tfo  el 
sacerdote  Dr.  Juan  Dámaso  Fonseca,  dedicán- 
dose luego  al  estudio  de  la  Medicina.  Se  reci- 
bió de  doctor  en  1825,  siendo  ya  director  de  la 
cátedra  de  Anatomía.  En  el  mismo  año  fué  en- 
viado a  Europa  por  el  Gobierno  de  Buenos  Ai- 
res a  perfeccionar  sus  estudios;  allí  permane- 
ció hasta  1830.  A  su  regreso  fué  nombrado 
médico  de  la  sección  Sud  de  la  ciudad,  y  en 
1834  miembro  del  Tribunal  de  Medicina,  y  por 
decreto  de  Rosas,  de  20  de  abril  del  año  si- 
guiente, fué  separado  de  ese  cuerpo  '/por  no 
merecer  la  confianza  del  Gobierno»,  por  creér- 
sele enemigo  político;  pero,  no  obstante  esto, 
en  atención  a  sus  talentos,  en  1836  se  le  confió 
la  cátedra  de  Nosografía  y  clínica  quirúrgica 
en  la  Facultad.  Estaba  en  la  mitad  de  su  carre- 
ra cuando  fué  dominado  por  una  fuerte  neuras- 
tenia, enfermedad  que  lo  llevó  al  sepulcro  en 
esta  ciudad,  el  21  de  noviembre  de  1843.  Este 
médico  famoso,  catedrático  docto,  filósofo  y  ar- 
tista, fué  un  ciudadano  que  honró  a  la  nación. 
Forest  (Carlos).  Militar.  Nació  en  Francia,  el 
año  1787,  en  cuyo  país  comenzó  la  carrera  de 
las  armas.  Llegó 
a  Buenos  Aires 
en  la  época  de  la 
independencia; 
contrajo  enlace 
con  D."  Carlota 
Joaquina  Vieytes, 
y  tomó  servicio 
con  su  grado  de 
capitán  en  nues- 
tros ejércitos  En 
1812  se  batió  en 
Las  Piedras, como 
capitán  al  frente 
de  una  compañía 

de  cazadores  con  dos  piezas  de  artillería,  sien- 
do uno  de  los  héroes  de  la  ¡ornada;  y  en  el  mis- 
mo año,  en  la  batalla  de  Tucumán,  teniendo  a 
su  mando  una  columna  de  infantería,  merecien- 
do ser  recomendado  en  el  parte  de  la  batalla  por 
su  conducta  heroica  al  tomar  tres  piezas  de  ar- 
tillería al  enemigo,  y  al  empleo  de  sargento  ma- 
yor. Al  año  siguiente  se  batió  en  la  de  Salta, 
donde  fué  herido  y  nuevamente  recomendado  en 
el  parte  de  la  acción;  se  batió  después  en  Vilca, 
pujio,  Ayohuma  y  Sipe-Sipe.  En  1815,  nombra- 
do general  del  ejército  del  Norte  el  general 
Alvear,  lo  propuso  a  Forest  para  tercer  jefe 
del  mismo.  Desempeñó  luego  diversos  cargos 


D.  Carlos  Forest. 


FOR 


191 


FRA 


militares,  hasta  el  15  de  noviembre  de  1817,  en 
que  obtuvo  su  cédula  de  retiro.  En  los  sucesos 
de  1820  apareció  mezclado  en  la  fracción  que 
acaudillaba  el  general  Alvear.  Falleció  en  Bue- 
nos Aires,  el  16  de  julio  de  1823,  revistando  en 
la  jerarquía  de  coronel.  Sus  restos  reposan  en 
el  cementerio  de  la  Recoleta. 

Fortaleza  de  Buenos  Aires.  En  1641,  al 
principiar  el  gobierno  de  D.  Andrés  de  Sando- 
val,  expresó  éste  lo  siguiente  en  documento 
público,  respecto  del  puerto  y  armamento  para 
la  defensa  de  la  ciudad:  «Ser  poca  la  gente; 
menos  las  armas  de  fuego;  pólvora  y  municio- 
nes, escasas;  la  artillería,  mal  encabalgada  al- 
guna y  la  demás  en  el  suelo;  lo  que  le  llaman 
fuerte,  no  tener  más  que  el  nombre,  de  tierra 
muerta,  sin  reconocer  artillería  que,  conforme 
al  arte  y  orden  militar,  puedan  en  la  ocasión 
que  se  ofreciera  acudir.»  El  lugar  destinado 
para  fortaleza  por  el  fundador  de  esta  ciudad 
fué  cercado  de  tapias  por  disposición  del  go- 
bernador D.  Fernando  de  Zarate;  dentro  de 
esas  tapias  se  fueron  construyendo,  por  dispo- 
sición de  Hernando  .\rias  de  Saavedra  en  1663, 
las  Cajas  Reales,  Contaduría  y  Aduanas.  Entre 
los  documentos  inéditos  del  Sr.  Angelis  figura 
un  dictamen  del  ingeniero  Petrarca  sobre  re- 
paración del  fuerte  en  1720. 

Fourmantfii  (Francisco).  Nació  en  Burdeos. 
Tenia  por  apodo  de  guerra  el  sobrenombre  de 
Bibois.  Se  ilustró  en  la  guerra  del  Brasil, 
mandando  el  Lavalleja,  y  condujo  durante  ella 
más  de  cuarenta  presas  al  puerto  de  Patago- 
nes. Perseguido  por  Rosas,  emigró  a  la  Banda 
Oriental  y  se  puso  al  servicio  de  Rivera,  re- 
gresando al  país  después  de  Caseros,  y  fué 
nombrado  comandante  militar  del  Río  Negro 
en  1852.  En  1860  fué  incorporado  a  la  escuadra 
de  Buenos  Aires  como  coronel  de  marina,  y  fa- 
lleció en  1861 ,  en  el  puerto  del  Rosario  de  Santa 
Fe,  estando  al  mando  de  dicha  escuadra  en 
operaciones  contra  la  Confederación  y  en  mo- 
mentos en  que  la  Prensa  le  dirigía  severos 
cargos  por  su  falta  de  decisión  y  energía  en  la 
campaña  que  se  le  había  confiado. 

Foumier  (César).  Marino.  Nació  en  Francia. 
En  la  guerra  del  Brasil  el  capitán  Fournier, 
con  tres  botes  y  27  hombres,  atacó  al  puerto 
de  Maldonado,  apresando  una  hermosa  cor- 
beta tripulada  por  76  hombres,  y  el  15  de  di- 
ciembre de  1826  llevó  a  cabo  otra  hazaña  se- 
mejante, abordando  un  bergantín  enemigo. 
En  1828  fué  comisionado  a  Norte -América, 


para  la  compra  de  armas.  Acusado  de  haber 
apresado  un  buque  inglés,  fué  sumariado,  que- 
dando absuelto  de  todo  cargo;  su  defensor  fué 
el  general  Guido.  Este  intrépido  y  valeroso 
marino  murió  devorado  por  los  tiburones  en 
las  costas  de  las  Guayanas. 

Fraga  (Manuel).  Militar.  Nació  en  Gualeguay 
(Entre  Ríos).  Empezó  a  servir  contra  la  tira- 
nía. Después  de  Caseros  combatió  contra  los 
indios  del  Sud.  En  1859,  siendo  coronel,  com- 
batió con  las  fuerzas  de  Buenos  Aires  en  Cepe- 
da, y  en  1861  en  Pavón.  En  la  guerra  del  Pa- 
raguay se  batió  en  Paso  de  la  Patria,  Es- 
tero Bellaco,  Yataití-Corá  y  en  Tiiyuti,  como 
jefe  del  4.°  de  infantería  de  línea;  rindió  glo- 
riosamente su  vida  al  cargar  al  frente  de  su 
cuerpo  el  24  de  mayo  de  1866,  a  consecuencia 
de  varios  balazos,  que  le  produjeron  una  muer- 
te instantánea. 

Fragrua  (combate).  El  comandante  Puch,  des- 
prendido del  ejército  de  Lamadrid  con  alguna 
gente,  derrota  en  un  combate  las  fuerzas  san- 
tiagueñas  mandadas  por  el  jefe  Lugones,  en  el 
paraje  denominado  Fragua,  frontera  de  Tu- 
cumán. 

Fras^ueiro  (Mariano).  Hombre  publico.  Nació 
en  Córdoba.  En  1825  auspició  una  expedición 
de  reconocimiento  del  río  Carcarafiá,  proban- 
do que  era  navegable  desde  Córdoba  hasta  el 
Paraná  por  embarcaciones  de  poco  calado. 
En  1830  fué  ministro  de  Gobierno  en  Córdoba; 
en  1831,  gobernador  interino,  y  en  propiedad 
el  27  de  junio  de  1858,  cargo  que  desempeñó 
hasta  marzo  de  18(30.  Ministro  de  Hacienda  de 
la  Confederación;  director  del  Banco  y  Casa 
de  la  Moneda  de  Buenos  Aires  en  1860;  sena- 
dor nacional  en  1862.  Como  hombre  de  letras, 
publicó  varios  estudios  económicos  de  impor- 
tancia. Era  un  patriota  abnegado  y  de  una 
honradez  ejemplar.  Falleció  el  13  de  julio 
de  1872. 

Fraile  Muerto  (combate).  Febrero  5  de  1819. 
Un  ejército  confederado,  a  las  órdenes  del  ge- 
neral D.  Estanislao  López,  se  había  reunido  en 
Santa  Fe,  compuesto  de  fuerzas  de  esta  pro- 
vincia y  de  la  de  Buenos  Aires,  y  de  una  divi- 
sión de  emigrados  de  Santiago,  Cuyo  y  La  Rio- 
ja,  que  mandaba  el  general  Quiroga,  y  marchaba 
contra  el  general  Paz,  quien  a  la  vez,  como 
supremo  director  de  nueve  provincias,  y  con 
un  fuerte  ejército,  compuesto  de  contingentes 
de  los  pueblos  aliados  que  seguían  su  bandera 
centralizadora,  se  había  puesto  en  marcha  con- 


FSA 


192 


FRI 


tra  López.  En  el  fraile  Muerto,  provincia  de 
Córdoba,  se  encuentran  las  divisiones  del  gene- 
ral Pacheco,  jefe  de  las  fuerzas  porteflas,  y  la 
del  general  Pedernera,  que  marchaba  a  van- 
guardia del  ejército  de  Paz.  El  choque  no  se 
hace  esperar,  dando  por  resultado  la  completa 
derrota  de  las  fuerzas  de  este  último    Este 
descalabro  ocasionó  grandes  pérdidas  y  con- 
tratiempos al  general  Paz,  pues  dio  lugar  a 
que  la  división  del  general  Quiroga  pudiera 
marchar  sin  inconveniente  hasta  Río  Cuarto, 
de  cuya  ciudad  se  apoderó  después  de  una 
breve  resistencia  del  coronel  Echeverría. 
Franco  (Pedro).  Fué  uno  de  los  sesenta  y  tres 
compañeros  del  fundador  de  Buenos  Aires, 
D.  Juan  de  Garay.  Resultó  agraciado  con  una 
manzana  de  terreno  en  la  ciudad  y  una  suerte 
de  400  metros  de  frente  por  una  legua  de  fon- 
do en  los  alrededores  de  la  misma. 
Freiré  (Ramón).  Militar.  Nació  en  Santiago  de 
Chile,  en  noviembre  de  1788.  Se  encontró  en 
los  combates  de  Huilquilemi,  Talcahuano,  Qui- 
to, Robles  y  otros;  como  capitán  se  halló  en  el 
sitio  de  Rancagua.  En  1814  emigró  a   Buenos 
Aires,  enrolándose  en  la  escuadra  que  a  las 
órdenes   de  Brown  partió  para  el  Pacífico. 
Vuelto  más  tarde  a  su  patria,  se  halló  en  las 
acciones  de  Curápaligue,  Concepción  y  Gavi- 
lán, y  en  1817  formó  en  Mendoza,  en  el  ejérci- 
to de  los  Andes,  asistiendo  a  Chacabuco  y 
Malpú.  Intendente  de  la  Concepción  en  1819, 
combatió  contra  Bermúdez,  derrotándolo  com- 
pletamente. Electo  director  supremo  de  Chile, 
en  1823  expedicionó  a  Chiloé,  expulsando   a 
los  realistas  del  archipiélago.  De  regreso  de 
su  expedición  dimitió  el  mando;  más  tarde,  em- 
pero, fué  designado  para  ocupar  el  mismo  car- 
go. Poco  después  se  mezcló  en  la  guerra  civil 
y  emigró.   En  1S42  volvió  al  país,  viviendo 
retirado  hasta  el  9  de  diciembre  de  1851,  fecha 
en  que  ocurrió  su  fallecimiento. 
French  (Domingo).  Militar.  Pacido  en  Buenos 
Aires,  en  1783.  Empezó  a  figurar  en  los  días 
de  mayo  de  1810,  como  uno  de  los  caudillos 
populares  más  entusiastas.  Formaba  parte  de 
la  Asociación  organizada  bajo  el  nombre  de  los 
«Chisperos»,  encargada  de  producir  el  incen- 
dio revolucionario  ,  distinguiéndose    French, 
por  su  carácter  impetuoso  y  expansivo;  era  el 
agente  popular  de  Belgrano.  El  25  de  mayo  de 
1810  asistió  al  Cabildo  abierto,  acaudillando 
un  numeroso  grupo  de  gente,  la  que  ostentaba 
como  distintivos,  cintas  blancas  y  celestes,  sien- 


do éste  el  origen  de  nuestra  bandera.  French 
y  Berutti,  los  dos  tribunos  populares,  presi- 
diendo una  diputación,  se  apersonaron  el  mis- 
mo día  a  la  sala  de  sesiones,  exigiendo  que  se 
consagrara  la  voluntad  del  pueblo.  En  1814,  re- 
vistando como  coronel,  se  halló  en  el  sitio  de 
Montevideo,  como  jefe  del  3."  de  infantería,  y 
en  1815  marchó  al  frente  de  una  división  como 
de   1.200  hombres  a  reforzar  el  ejército  del 
Perú.  En  1817  fué  desterrado  a  Norte-Améri- 
ca, y  vuelto  al  país  en  1819,  tomó  participación 
en  la  guerra  civil  contra  los  montoneros  en 
1820.  Fué  ministro  de  la  Guerra.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  4  de  julio  de  1825. 
Freyre  (Marcelino  E.).  Militar.  Nació  en  el  Ro- 
sario, el  13  de  noviembre  de  1846.  Inició  su  ca- 
rrera militar  como 
voluntario  del  ba- 
tallón   santafecino 
que  mandaba  el  co- 
ronel Avales,  y  que 
tuvo  lucida  actua- 
ción en  la  guerra 
del     Paraguay. 
Asistió,  entre  otros 
a  los  combates  de 
Uruguayana.  Bajo 
las  órdenes  del  ge- 
neral Paunero  hizo 
la  campaña  contra 
las  montoneras  del 
Chacho,  Saa  y  de  Várela,  en  las  provincias 
de  Cuyo,  y  al  frente  del  7°  batallón  de  in- 
fantería de  línea.  Se  encontró  en  la  batalla 
de  Naembe,  dada  por  el  gobernador  Baibiene 
contra  el  caudillo  López  Jordán  (v.).  Allí  con- 
tribuyó en  primera  línea  a  la  victoria,  con  una 
brillante  carga  a  la  bayoneta  que  ordenó  a  su 
regimiento.  Siempre  como  jefe  del  7°  de  infan- 
tería de  línea,  actuó  en  la  revolución  de  1874, 
a  las  órdenes  del  entonces  coronel  Luis  María 
Campos  y  José  J.  Arias,  encontrándose  en  la 
batalla  de  la  Verde.  De  allí  se  trasladó  a  Gua- 
miní,  entonces  campos  completamente  desier- 
tos y  en  poder  de  los  indios.  Ocupó  con  su  di- 
visión la  laguna  de  ese  nombre  y  fundó  el  pue- 
blo progresista  que  por  decreto  de  agosto 
de  1919  llevará  desde  ese  día  su  prestigioso 
nombre.  El  coronel  Freyre  murió  en  el  Rosa- 
rio, el  26  de  junio  de  1879.  Fué  un  militar  ge- 
neroso y  valiente,  digno  y  honesto. 
Fría»  (Eustaquio).   Militar.  Nació  el  20  de  sep- 
tiembre de  1801.  Empezó  la  carrera  de  las  ar- 


D.  Marcelino  E .  Freyre. 


FRI 


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FUL 


mas  como  soldado  el  11  de  marzo  de  1316.  Se 
halló  en  la  campaña  del  Perú  el  año  1320;  en 
la  primera  y  segunda  campaña  de  la  Sierra, 
Nazca,  Pa'^co,  Ca  lao,  Quito,  Rio  Bamba,  don- 
de fué  herido;  Pichtnclia,  Junln,  Ayaciicho, 
Ombá,  Itusaingó.  A  las  órdenes  de  Lavalie,  se 
halló  en  Naoarro,  Zapallar,  Arro'io  de  Matan- 
tas,  Puente  de  Márquez,  Sauce  Grande,  etc. 
Combatió  también  contra  los  indios.  Falleció 
en  Buenos  Aires,  el  16  de  marzo  de  1891,  a  la 
avanzada  edad  de  noventa  años,  revistando  en 
la  jerarquía  de  teniente  general. 
^rías  (Ignacio).  Jesuíta.  Rector  del  Colegio  de  la 
Compañía  de  Jesús  en  Buenos  Aires  (1691-92). 
Se  embarcó  para  Europa  por  el  año  1697,  con 
encargo  de  procurar  la  división  de  los  conven- 
tos de  predicadores  de  Buenos  Aires,  Tucu- 
mán  y  Paraguay  de  los  de  Chile,  lo  que  no 
consiguió. 

'rfaa  (Félix).  Publicista  y  diplomático  argentino. 
Nació  el  12  de  Marzo  de  1816,  en  Santiago  del 
Estero.  Hizo  sus  estudios  en  el  Ateneo,  dirigi- 
do por  el  padre  Angelis,  y  luego  inició  en  la 
Universidad  los  cursos  de  Derecho.  La  cruza- 
da libertadora  de  Lavalie,  en  1S40,  hizole  in- 
terrumpir sus  estudios  para  formar  en  las  filas 
de  la  misma.  Frías  era  secretario  de  Lavalie. 
Las  victorias  del  Yeruá,  Don  Cristóbal  y  El 
Talar,  la  toma  de  Santa  Fe  y  las  derrotas  de 
Sauce  Grande,  Quebracho  /-ferrado  y  Famai- 
Uá  le  contaron  entre  los  luchadores  de  primera 
fila.  Suya  es  la  proclama  que  el  general  firmó 
el  2  de  septiembre  al  trasladarse  a  Entre  Ríos; 
y  cuando  el  romancesco  general  cayó  derriba- 
do por  el  plomo  fatal,  el  ilustre  secretario 
llegó  hasta  Bolivia,  en  aquel  inolvidable  séqui- 
to de  1841,  que  iba  a  dar  honrosa  sepultura  a 
los  queridos  despojos  de  su  jefe,  en  tierra  ex- 
traña. De  esta  primera  etapa  de  su  vida  Frías 
conservó  siempre  los  más  caros  recuerdos,  y 
el  legado  de  Lavalie,  consistente  en  su  propia 
espada,  estimábalo  como  la  más  preciada  reli- 
quia. De  Bolivia  pasó  a  Chile.  En  1848  em- 
prendió su  primer  viaje  a  Europa,  y  en  1869  se 
encaminó  por  segunda  vez  a  Chile,  como  mi- 
nistro plenipotenciario  de  su  patria,  en  cuyo 
carácter  fué  el  primero  que  afrontó  la  cuestión 
de  límites,  tratándola  con  amplitud  y  ciencia. 
En  1874,  apenas  nombrado  por  el  presidente 
Avellaneda,  renunciaba  a  su  cargo  de  ministro 
de  Relaciones  exteriores,  y  cuatro  más  tarde, 
elegido  vicegobernador  de  la  provincia  d  í  Bue- 
nos Aires,  dimitía  taubién,  porque  a  su  juicio 
Diccionario  Hist.  Bioor. 


podría  servir  más  utilmente  los  intereses  de  Ifc 
patria  en  una  banca  del  Congreso.  Fué  tam- 
bién orador.  Dice  el  Dr.  Goyena:  «Era  un  no- 
table orador.  Su  elocuencia  solía  inflamarse  y 
vibrar  como  un  apostrofe  incendiario.  En  otras 
ocasiones  arrullaba  al  auditorio  con  los  suaves 
acen"os  d-;  la  unción  y  de  la  ternura.  Jamás  ha- 
bló sin  causar  profunda  sensación.  Su  discurso 
era  un  acto:  el  cumplimiento  del  deber.»  Fué 
notable  publicista:  El  cristianismo  católico;  La 
República  Argentina  (1847);  La  gloria  ael  tira- 
no Rosas  (1847);  La  santificación  del  domingo 
(1850);  El  Juicio  de  Rosas  (1857);  Ley  de  tierras 
(1858);  El  derecho  de  oatronato  (1861);  La  se- 
pultura eclesiástica;  El  liberalismo  reoolucio- 
nario  y  el  matrimonio  ciuil  (1867),  etc.  «Leyen- 
do sus  escritos— ha  dicho  uno  de  sus  biógra- 
fos—, queda  la  impresión  de  que  fué  Frías  uno 
de  los  pensadores  de  aquella  pléyade  que  tra- 
jo del  extranjero,  apenas  caído  el  poder  de  la 
tiranía,  todo  un  cuerpo  de  doctrinas  políticas, 
del  cual  salió  en  definitiva  la  Carta  Magna  que 
rige  los  destinos  de  la  nación  »  Falleció  en 
París,  el  9  de  noviembre  de  1881 

Frías  (Uladislao).  Abogado.  Nació  en  Tucumán, 
el  13  de  agosto  de  1821.  En  1853  era  ministro 
de  Gobierno  en  su  provincia  natal,  siendo  des- 
pués elegido  gobernador  Formó  parte  del 
Congreso  del  Paraná,  donde  desempeñó  un 
papel  importante.  Miembro  del  Congreso  Na- 
cional por  dos  veces,  y  a  él  se  le  debe  la  orga- 
nización de  la  Aduana  del  Rosario.  Senador 
nacional.  Ministro  del  Interior  e  interino  de 
Guerra  durante  la  administración  de  Sarmien- 
to. Ministro  de  la  Suprema  Corte  de  justicia 
nacional.  Falleció  el  24  de  julio  de  1899. 

Fulminante  (incendio).  En  4  de  octubre  de  1877, 
uno  de  los  buques  de  la  escuadra  argentina,  el 
vapor  Fulminante,  donde  se  hallaba  el  labo- 
ratorio de  los  torpedos  y  otros  explosivos,  se 
incendia  a  causa  de  haber  reventado  un  tor- 
pedo que  se  estaba  preparando.  Los  muertos 
y  heridos  que  ocasionó  esta  catástrofe  fueron 
muchos,  y  muchos  también  los  perjuicios.  Se 
hallaba  el  buque  cerca  del  puerto  del  Tigre, 
en  Buenos  Aires.  El  Fulminante  estaba  a  car- 
go de  individuos  contratados  para  la  elabora- 
ción de  los  mixtos,  a  cuyo  miedo  o  negligencia 
se  debió  el  no  haberlo  salvado  antes  que  el 
fuego  llegara  al  depósito  de  la  pólvora.  Los 
jefes  y  la  tripulación  argentina  de  algunos  bu- 
ques de  guerra  que  estaban  inmediatos  hicie- 
ron cuanto  humanamente  era  posible  para  sal- 

13 


FUN  -  194  - 

var  sus  buques  y  muchos  artículos  de  la  nave 
Incendiada.   Los    tripulantes   del   Fulminante 
fueron  presos  inmediatamente.   El  pueblo  de 
Buenos  Aires  se  conmovió  al  saber  este  su- 
ceso, y  en  el  mismo  dia  levanta  suscripciones 
para  regalar  al  Gobierno  otro  buque  igual.  Por 
su  conducta  abnegada  en  el  salvamento  del 
Fulminante,  la  Cámara  de  Diputados  de  la  pro- 
vincia decreta  una  medalla  de  oro  para  los  je- 
fes Ramírez  y  Cabassa,   capitán   Iturreto  y 
guardias  marinas  Gamba  y  Borzone. 
Fnnes  (Gregorio).   Sacerdote.   Nació  en  Cór- 
doba, el  25  de  ma- 
yo de  1749.  Recibió 
en  1773  las  sagra- 
das  órdenes   y  el 
grado  de  doctor  en 
Teología  en  el  año 
siguiente.   Poco 
después  pasó  a  Es- 
paña,  donde    pro- 
fundizó el  latín,  la 
teología  y  las  le- 
yes,  etc.,    licen- 
ciándose en  Dere- 
cho  en   la  Univer-  D  Gregorio  Funes. 


FUN 

sidad  de  Alcalá  de  Henares  en  1778.  Regre 
sado  a  su  ciudad  natal,  fué  nom  brado  rectoi 
de  la  Universidad,  provisor  y  deán,  y  lúe 
go  gobernador  del  obispado  en  1794.  El  mo 
vimiento  de  mayo  le  contó  entre  sus  parti 
darlos.  En  agosto  de  1810  fué  electo  dipu 
tado  por  Córdoba,  y  entró  a  formar  parte 
de  la  Junta  gubernativa  al  año  siguiente 
Desempeñó  múltiples  comisiones,  algunas  <Xt 
peligro,  y  descolló  como  orador  y  escritor 
En  1811  sufrió  una  prisión  indebida  por  espa  ) 
ció  de  varios  meses,  junto  con  otros  patriotas 
de  la  que  salió  inocente.  Casi  en  la  indigencia 
retirado  en  Córdoba,  comenzó  su  gran^bra 
Tratado  completo  de  la  historia  de  estas  pro 
vincias,  publicación  que  consta  de  cinco  tomos 
y  que  terminó  en  1818.  Al  año  siguiente  fm  ■ 
elegido  diputado  al  Congreso  general,  síendi  ; 
él  quien  redactó  el  manifiesto  que  esa  Asam 
blea  dirigió  a  los  pueblos  de  la  República  a 
sancionar  la  Constitución.  En  1823  fué  noni 
brado  agente  de  negocios  de  la  República  d 
Colombia  cerca  del  Gobierno  de  Buenos  Ai 
"res.  Muiió  en  Buenos  Aires,  el  10  de  ener 
de  1829. 


G 


D.  Sebastián  Gaboto. 


«boto  (Sebastián).  Navegante.  Nació  en  1477 
y  se  educó  en  Inglaterra.  Desde  joven  se  de- 
dicó a  la  navega- 
ción, acompañando 
a  su  padre  en  el 
viaje  que  hizo  a  la 
isla  de  Terranova, 
costas  del   Labra- 
dor y  de  la  Flori- 
da, en  14i:>7.  Des- 
pués, en  1517,  hizo 
un  viaje  de  explo- 
ración al  Brasil  ya 
las  Antillas.  Al  ser- 
vicio   de    España, 
en  1526  navegó  el 
Río  de  la  Plata,  remontó  el  Paraná,  Alto  Pa- 
raná y  parte  del  Paraguay.  Ya  dentro  del  Pa- 
raná encontró  las  bocas  de  un  río  secundario, 
aero  de  bastante  volumen  (el  Tercero,  de  Cór- 
loba),  que  los  naturales  llamaban  Carcarañá,  y 
,a  por  |j  distancia  proporcional  a  que  queda- 
ba del  estuario,  o  ya  por  ofrecerle  buen  abrigo 
;ntre  los  dos  promontorios  que  formaban  las 
los  barrancas  avanzadas  al  Paraná,  resolvió 
icuparlo  y  levantar  un  buen  fortín,  con  el  nom- 
re  de  Sancti-Spiritus,  que  sirviese  de  parade- 
o  éntrelas  entradas  al  interior  y  las  salidas  al 
nar.  Viéndose  abandonado  del  Gobierno,  re- 
resó  a  E  iropa  en  1531.  En  Inglaterra,  en  1546, 
lé  encargado  de  escoger  el  personal  para  una 
xpedición  destinada  a  descubrir  el  paso  del 
loroeste  de  la  China.  Dejó  un  mapa  geográ- 
ico  y  una  relación  de  viajes,  impreso  en  su 
iiidud  natal.  Falleció  en  Londres,  en  1557.  Sus 
lapas  y  cartas  marinas,  con  excepc'ón  de  una 
ue  existe  en  Francia,  se  han  extraviado. 


Empezó  su  carrera  como  soldado  voluntario  en 
los  ejércitos  libertadores,  con  el  general  Paz, 
que  lo  consideraba  como  uno  de  sus  más  sim- 
páticos discípulos,  y  bajo  las  órdenes  de  este 
general  hizo  la  campaña  de  Corrientes,  asis- 
tiendo al  sitio  grande  de  Montevideo  como  sar- 
gento mayor  de  la  Legión  argentina.  Estuvo  en 

[  la  batalla  de  Pavón,  donde  se  distinguió  al 
frente  de  los  batallones  de  guardias  nacio- 
nales, que  él  mismo  formó  y  disciplinó.  El  ge- 
neral Gainza  fué  ministro  de  Guerra  en  la  ad- 
ministración de  Sarmiento,  y  dirigió  personal- 
mente en  Entre  Ríos  la  célebre  campaña  con- 
tra la  rebelión  de  López  Jordán.  Murió  en 
Buenos  Aires,  el  31  de  diciembre  de  1888,  a  la 
edad  de  setenta  y  cuatro  años. 

Galán  (José  Miguel).  General  y  gobernador 
provisorio  de  Buenos  Aires  el  4  de  septiem- 
bre de  1852.  Depuesto  por  la  revolución  del  11 
de  septiembre  de  1852,  encabezada  por  los  ge- 
nerales Piran  y  Madariaga.  Vencido  en  Rio 
Corrientes  (1843).  Interventor  en  San  Juan 
en  noviembre  de  1858. 

Galván  (Elias).  Militar.  Nacido  en  Corrientes, 
en  1774.  Recibió  instrucción  elemental  en  la 
escuela  de  su  padre,  que  era  maestro,  y  tras- 
ladado a  Buenos  Aires,  fué  catedrático  de  Gra- 
mática en  el  Colegio  de  San  Carlos.  En  1806 
combatió  contra  los  ingleses,  y  al  año  siguien- 
te, en  clase  de  teniente  de  los  cazadores  co- 
rrentinos,  asistió  a  la  segunda  invasión.  Actuó 
en  1810  a  las  órdenes  de  French  y  Berutti.  Capi- 
tán en  ISlOy  electo  teniente  gobernador  de  Co- 
rrientes, prestó  grandes  servicios  a  la  revolu- 
ción, auxiliando  con  tropas  a  Belgrano  y  recha- 
zando una  escuadrilla  enemiga  que  bombardeó 
la  ciudad  de  Corrientes,  intentando  tomarla  con 
fuerzas  de  desembarco,  la  que  fué  rechazada. 


GAL 


Concurrió  en  1814  al  sitio  de  Montevideo  y  a 
la  campafla  del  Uruguay  contra  los  portugue- 
ses, llegando  a  coronel.  En  1815,  jefe  de  la 
Tesorería  militar.  En  la  época  de  Rosas  fué 
perseguido  por  La  Mazorca,  que  asaltó  su 
casa,  y  entonces  emigró,  incorporándose  a  La- 
valle,  siendo  su  jefe  de  Estado  Mayor  en  Arro- 
yo Grande.  Murió  en  Montevideo,  el  4  de  ene- 
ro de  1844. 

Galván  (Silvestrel.  Gobernador  de  La  Rioja 
en  1825  a  1827.  Hizo  un  buen  gobierno.  Una  de 
las  importantes  mejoras  introducidas  por  el 
gobernador  Galván  fué  la  de  un  camino  carril 
a  La  Rioja,  para  el  transporte  de  máquinas,  ví- 
veres y  efectos;  acordando  con  la  Sociedad 
del  Banco  de  Rescates  y  Casa  de  Moneda,  de 
que  era  presidente  D.  Braulio  Costa,  el  abrirlo 
a  medias  en  lo  concerniente  a  la  jurisdicción 
de  la  provincia  e  invitando  al  gobierno  de  Cór- 
doba a  que  hiciese  otro  tanto  en  la  pertene- 
neciente  a  la  de  su  mando.  La  obra  quedó 
concluida  por  parte  de  La  Rioja;  pero  el  de 
Córdoba  no  hizo  nada.  Sin  embargo,  un  intré- 
pido emprendedor,  D.  Antonio  Susso,  reportó 
el  honor  de  haber  abierto  las  primeras  huellas 
del  carril,  dejándolo  casi  expedito  a  sus  expen. 
sas.  El  derrotero,  partiendo  desde  Córdoba 
hasta  La  Rioja,  es  el  siguiente:  del  Ojo  del 
Agua  a  los  Algarrobos,  once  leguas;  de  aquí  a 
las  Barrancas,  cuatro;  a  ucucha,  puerta  de  la 
travesía,  ocho;  al  Cajón  Salitral,  seis;  a  San 
Francisco,  tres;  al  Paso  de  los  Barriles,  siete; 
al  Jagüel,  treinta  y  uno,  y  a  La  Rioja,  seis. 

Gallardo  (Manuel  Bonifacio).  Abogado.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  5  de  junio  de  1793.  Cursó 
sus  estudios  en  Córdoba,  en  cuya  Universidad 
se  graduó  de  bachiller,  y  en  Buenos  Aires  de 
abogado,  en  1817.  Electo  diputado  en  1821, 
miembro  del  Congreso  General  Constituyente 
que  sancionó  la  Constitución  unitaria  de  1826, 
desempeñando  durante  la  presidencia  de  Ri- 
vadavia  algunos  puestos  de  importancia, 
como  el  de  miembro  de  la  Junta  del  Crédito 
Público.  Tomó  participación  en  la  revolución 
del  1  de  diciembre  de  1828,  y  formó  parte  de] 
Consejo  de  Gobierno;  pero,  perseguido,  emigró 
en  enero  del  año  siguiente  a  la  República  Orien- 
tal, de  donde  fué  desterrado  por  Oribe  a  San- 
ta Catalina,  con  Rivadavia,  Del  Carril  y  otros. 
De  allí  pasó  a  Chile,  donde  permaneció  largos 
aflosy  tuvo  ocasión  de  prestar  señalados  ser- 
vicios a  toda  la  juventud  que  prefirió  las  amar- 
guras de  la  expatriación  antes  que  los  halagos 


196  -  GAM 

del  tirano.  En  1856  regresó  a  esta  capital  y  fué 
llamado  a  desempeñar  los  siguientes  cargos  y 
comisiones:  senador  en  1857;  juez  de  la  Corte 
Suprema  de  Justicia  de  la  Confederación;  ase- 
sor de  la  Munic'pílidad  de    Buenos  Aires; 
miembro  de  la  Comisión  encargada  de  redac- 
tar el  Código  militar,  y  auditor  de  Guerra  y 
Marina,  cargo  que  desempeñaba  cuando  le  sor- 
prendió la  muerte,  el  2  de  agosto  de  1862. 
Gallegos.  Regimiento  de  infantería  creado  du- 
rante las  invasiones  inglesas,  compuesto  en  su 
mayor  parte  por  hijos  de  Galicia.  Constaba  de 
nueve  compañías  de   sesenta  hombres  cada 
una.  Fué  comandado  por  el  teniente  coronel 
D.  Pedro  Antonio  Cervino.  Este  cuerpo  lleva- 
ba uniforme  azul  y  blanco,  collarín  y  faja  roja, 
sombrero  alto  con  plumas  negras  y  rojas  y  me- 
dia bota. 
Gallo  (Pedro  León).  Signatario  del  acta  de  la 
independencia.  Sacerdote.  Nació  en  Santiago 
del  Estero,   en   el 
año  1779,  y  dados 
su  prestigio  e  ilus- 
tración fué  electo 
diputado   por  su 
provincia  natal  al 
memorable  Con- 
greso que  proclamó 
la     independencia 
en  1816.   En  1819, 
diputado  a  la  Con- 
vención   que    san- 
cionó la  Constitu- 
ción unitaria,  pro- 
nunciando con  tal 

motivo  varios  discursos  y  llegando  a  presidir 
en  turno  a  ese  Cuerpo.  En  1821,  en  la  guerra 
civil  entre  Salta,  Santiago  del  E.-tero  y  Tucu- 
mán,  el  Dr.  Gallo  fué  nombrado  mediador,  ob- 
teniendo buen  resultado  por  el  tratado  de 
Vinará.  Murió  el  16  de  febrero  de  1852 
Gamboa  (Marcelo).  Jurisconsulto.  Nació  en 
Buenos  .\ireF,  el  16  de  enero  de  1793,  y  estudió 
Derecho  en  la  Universidad  de  esta  ciudad,  ob- 
teniendo su  título  de  doctor  en  Leyes  el 
año  1828.  En  el  mismo  año  ocupó  una  banca 
en  la  Legislatura  y  fué  nombrado  juez  de  pri- 
mera  instancia  en  lo  civil,  cargo  que  renunció 
en  1830  para  desempeñar  la  fiscalía  de  igual 
fuero.  Como  abogado  tuvo  a  su  cargo  la  ruido- 
sa defensa  de  uno  de  los  hermanos  Rcinafé,  sa 
puesto  cómplice  de  la  muerte  del  general  don 
Facundo  Quiroga,  cuya  causa  le  costó  persB' 


D.  Pedro  León  Gallo. 


GAM 


cuciones  y  continuas  amenazas  del  tirano  Ro- 
sas, y  con  motivo  de  haber  solicitado  permiso 
para  la  publicación  de  diclia  defensa,  el  mismo 
Rosas,  de  su  puño  y  letra,  redactó  un  extenso 
decreto  en  el  que  consignaba,  entre  otras  con- 
sideraciones muy  dignas  de  él,  lo  siguiente: 
«Que  sólo  un  unitario  tan  desgraciado  como 
bribón  ha  podido  concebir  la  idea  de  la  publi- 
cación aislada  de  la  defensa  de  los  feroces  eje- 
cutores de  una  mortandad  sin  ejemplo;  sólo  un 
hombre  que  no  alimenta  sentimientos  de  res- 
peto al  honor  nacional  ha  podido  dirigirse  al 
Gobierno  pidiendo  para  publicar  una  defensa 
semejante,  con  la  idea  de  preparar  sentimien- 
tos que  sólo  pueden  abrigar  los  corazones  co- 
rrompidos de  los  unitariiis...»  Porestasy  otras 
razones  por  el  estilo,  resolvió:  «Que  no  podía 
alejarse  a  20  cuadras  de  distancia  de  la  pla- 
za de  la  Victoria;  que  no  debía  ejercer  su  pro 
fesión;  que  no  debía  cargar  divisa,  y  que  «por 
infracción  a  estos  artículos  será  paseado  en 
un  burro  celeste  por  las  calles  y  castigado,  y 
si  tratara  de  fugarse  del  país  será  inmediata- 
mente fusilado»,  etc.  En  1S52  y  1853  fué  repre- 
sentante en  la  Legislatura  de  Buenos  Aires, 
siendo  nombrado  miembro  de  la  Comisión  re- 
dactora  de  Códigos.  Miembro  del  Senado 
en  líi54,  1853  y  1859,  de  empeñó  la  presiden- 
cia de  ese  alto  Cuerpo  durante  varios  años. 
En  1857  se  le  encomendó  la  redacción  del  Có- 
digo civil,  en  unión  del  Dr.  Ugarte,  trabajo  que 
no  terminó  a  causa  de  su  fallecimiento,  ocurri- 
do en  Buenos  Aires,  el  27  de  agosto  de  1861. 
Gamonal  (combate).  El  2  de  septiembre  de  1820. 
El  coronel  Dorrego,  con  una  columna  ligera  de 
caballería  como  de  600  hombres,  compuesta  de 
los  Dragones,  los  Colorados  de  las  Conchas  y 
los  Quinteros,  llevando  por  divisa  de  combate 
una  banda  blanca  cruzada  por  t-ncima  del  hom- 
bro, y  por  toda  artillería  un  cañón  volante.  He 
va  un  ataque  al  genera!  López,  que  lo  aguarda 
a  pie  firme  con  una  fuerza  santafecina  de  1.000 
soldados  en  el  Gamonal,  naciente  del  rio  Pa- 
vón, en  la  provincia  de  Santa  Fe.  Los  santafe- 
cinos  estaban  formados  en  línea,  con  el  caba- 
llo ensillado  y  pie  a  tierra.  Inmediatamente  se 
desplegaron  guerrillas  por  una  y  otra  parte,  a 
que  se  siguió  el  avance  paralelo  de  una  línea 
sobre  otra  en  aire  de  carga.  Desde  el  primer 
momento  el  ejército  de  Dorrego  se  vio  desbor. 
dado  por  ambos  costados,  y  flanqueado  simul- 
táneamente por  derecha  e  izquierda,  fué  com- 
pletamente derrotado,  dejando  en  poder  del 


-  197  -  GAN 

enemigo  más  de  cien  (100)  prisioneros,  y  en  el 
campo  de  batalla  y  de  la  persecución  como  320 
cadáveres,  salvándose  apenas  200  hombres. 
Dice  López  que  él  mismo,  por  no  presenciar 
una  matanza  que  no  podía  evitar,  detuvo  su  ca- 
ballo. En  seguida  puso  en  libertad  a  todos  los 
milicianos  prisioneros  y  mandó  fusilar  al  co- 
mandante santafecino  D.  Tomás  Bernal,  por 
haber  dado  suelta  a  los  oficiales  porteños  que 
se  encontraban  en  el  mismo  caso.  Dorrego, 
acompañado  de  algunos  oficiales  bien  monta- 
dos, repasó  el  mismo  día  el  Arroyo  del  Medio 
en  mangas  de  camisa,  animoso  y  de  buen  hu- 
mor, como  de  costumbre.  A  todos  los  dispersos 
que  encontraba  en  su"  tránsito  los  licenciaba, 
a  fin  de  ocultar  su  total  derrota.  Al  día  si- 
guiente ofició  al  Cabildo  participando  su  de- 
rrota. 

Gana  (Juan  Pío).  Comerciante.  Oriundo  de  Viz- 
caya. En  su  patria  hizo  la  campaña  del  Rose- 
llón.  Establecido  en  el  Perú,  se  dedicó  al  co- 
mercio. En  1806  se  trasladó  a  esta  capital,  con 
el  objeto  de  embarcarse  para  España,  en  mo- 
mento en  que  se  realizaba  la  primera  invasión 
inglesa,  y  ofreció  entonces  sus  servicios,  obte- 
niendo que  se  le  confiara  el  mando  del  regi- 
miento de  arribeños.  Fué  uno  de  los  jefes  de 
cuerpo  que  más  se  distinguieron.  .Murió  heroi- 
camente en  uno  de  los  combates  de  la  segunda 
invasión,  en  1807.  Liniérs,  en  un  parte  de  la 
jornada,  dice:  «Su  actividad,  valor  y  patriotis- 
mo le  habían  hecho  distinguir  entre  los  demás 
de  su  clase». 

Gándara  (Leonardo  Domingo  de  la).  Hacenda- 
do. Nació  en  Buenos  Aires,  el  7  de  noviembre 
de  1785.  Abrazó  con  entusiasmo  el  pronuncia- 
miento de  mayo  de  1810,  y  se  alistó,  como  te- 
niente de  Milicias  que  era,  para  ir  a  la  campa- 
ña del  pueblo  de  Morón,  alistar  gente,  prender 
desertores  y  vagos  en  la  villa  de  Lujan  y  otros 
puntos.  En  1822  fué  nombrado  primer  juez  de 
paz  de  Morón;  en  el  mismo  año,  diputado  a  la 
Legislatura;  vicepresidente  de  la  Administra- 
ción del  Crédito  público;  juez  de  paz  de  Chas- 
comús  y  presidente  de  la  Comisión  de  suscrip- 
ciones que  se  levantaron  allí  para  auxiliara  los 
heridos  de  la  guerra  del  Paraguay.  En  1829,  de 
la  Comisión  de  Abastos  y  provisiones;  en  1831, 
capitán  de  .Milicias;  inspector  del  puerto,  y  for- 
mó parte  de  la  Comisión  de  hacendados.  Fué 
uno  de  los  más  entusiastas  de  la  revolución  de 
1839,  asistiendo  a  la  campaña  de  Cahscomús, 
y  hubo  de  ser  tomado  prisionero  y  fusilado; 


GAO 

pero  salvó  providencialmente.  En  1840  Rosas 
le  embargó  su  estancia  «Vitol»,  y  emigró  en- 
tonces a  Río  Janeiro,  donde  permaneció  liasta 
1843  Después  de  Caseros,  nuevamente  juez  de 
paz  de  Chascomús.  Murió  en  Buenos  Aires,  el 
6  de  junio  de  1856. 
Gaona  (Eduardo).  Salteño.  Nacido  a  fines  del 
siglo  iviii.  En  1810  figuraba  como  alférez  en  un 
cuerpo  de  cívicos  saiteños,  cuando  recibió  or- 
den de  reunirse  a  los  baqueanos  más  expertos 
de  la  provincia  y  conducirlos  al  ejército  expe- 
dicionario que  debía  internarse  en   el    Alto 
Perú.  Cumplida  la  orden,  partió  con  39  baquea- 
nos a  incorporarse  al  ejército,  y  asistió  a  la 
batalla  de  Suipachá.  Fué  gravemente  herido  y 
falleció  pocas  horas  después. 
Caray  (Juan  de).  Fundador  de  Buenos  Aires. 
Este  esforzado  vizcaíno  nació  el  año  1528,  en 
Villalba  de  Losa,  pueblo  de  las  Provincias  Vas- 
congadas, y  a  los  catorce  años  de  edad  vino  a 
América,  residiendo  en  el  Perú  hasta  el  año 
1548,  y  en  las  provincias  de  Tucumán,  Char- 
cas, Chile,  Santa  Cruz  de  la  Sierra  y  Asun- 
ción en  1568,  pasando  luego  a  ésta,   donde  de- 
bía adquirir  celebridad  en  el  gobierno  del  Río 
déla  Plata  y  como  fundador  de  esta  ciudad, 
que,  según  sus  inspiraciones,  sería  «'la  puerta 
de  la  tierra»,  cuya  piedra  fundamental  colocó 
en  un  extremo  de  la  actual  plaza  de  Mayo,  con 
las  formalidades  de  estilo,  el  11  de  junio  de 
1580.  Con  esta  población  probó  que  tuvo  la  vi- 
sión del  porvenir  de  esta  grandiosa  capital. 
También  fundó  la  ciudad  de  Santa  Fe  de  la  Ve. 
ra  Cruz,  el  15  de  noviembre  de  1573.  En  1578 
expedicionó  al  Chaco  contra  los  indios  ^-uoí/cu- 
rúes  y  otras  tribus.  En  viaje  de  Buenos  Aires  a 
Santa  Fe,  murió  asesinado  por  los  indios,  a 
mediados  del  año   15S3,   en  la   laguna  de  San 
Pedro,  a  cuarenta  leguas  de  Buenos  Aires.  El 
general  Garay  fué  hombre  leal,  honrado,  enér- 
gico y  de  espíritu  ac- 
tivo y  organizador;  a 
sus  méritos  indiscu- 
tibles de  conquista- 
dor se  debe  el  de  la 
base  de    la  riqueza 
pastoril  al  introducir 
el  primer  ganado  bo- 
vino y  ovejuno. 
García  (Baldomero). 
Jurisconsulto.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el 
27   de    febrero   de  D.  Baldomcro  Garda. 


198  -  GAR 

1799.  Fué  uno  de  los  hombres  más  prominen- 
tes del  país  por  sus  vastos  conocimientos  como 
literato,  jurisconsulto  y  teólogo.  Murió  en  Bue- 
nos Aires,  el  mismo  día  en  que  cumplía  se- 
tenta y  un  años,  el  27  de  febrero  de  1870. 

García  del  Río  (Juan).  Diplomático.  Nacido  en 
Cartagena  (Colombia),  en  1794.  Inició  amistad 
con  D.  José  de  San  Martín,  entonces  al  servi- 
cio de  España,  siendo  después  su  amigo  inse- 
parable y  una  de  sus  columnas  más  firmes  como 
escritor,  cuanto  por  la  firmeza  de  su  carácter 
y  su  infatigable  laboriosidad.  García  del  Río 
fué  secretario  de  Estado  de  San  Martín  en 
1821,  en  el  Perú;  del  libertador  Bolívar,  del 
general  Santa  Cruz  y  del  general  Flores.  Filó- 
sofo distinguido  y  orador  notable,  fué  empero 
poco  afortunado  como  político.  Falleció  en  Mé- 
jico, en  1856. 

García  de  García  (Fortunata).  Nació  en  Tu- 
cumán, el  año  1802.  Era  esposa  del  Dr.  Domin- 
go José  García,  secretario  del  general  Belgra- 
no.  Cuando  en  1841  Oribe  hizo  ejecutar  a 
Marco  A.  Avellaneda,  en  Tucumán,  mandó  cor- 
tarle la  cabeza  y  que  fuera  colocada  en  la  pla- 
za a  la  expectación  pública.  Así  se  hizo;  la  ca- 
beza de  Avellaneda  fué  clavada  en  una  lanza. 
«Una  mujer  de  alma  grande  se  propuso  aho- 
rrar a  sus  compatriotas  ese  espectáculo,  carac- 
terístico de  la  época.»  Esta  fué  D.*  Fortunata 
García,  de  familia  patricia  tucumana,  y  ya  no- 
table por  el  raro  coraje  con  que  arrostraba  sus 
opiniones  políticas  a  la  faz  de  sus  enemigos. 
Acampada  la  columna  de  Garzón  en  las  inme- 
diaciones de  Tucumán,  los  jefes  y  oficiales  fue- 
ron alojados  en  las  casas  principales.  Doña 
Fortunata  García  había  alojado  al  coronel  Juan 
Carballo,  a  quien  el  general  Garzón  acababa 
de  nombrar  jefe  de  la  plaza.  Carvallo  era  un 
hombre  culto  y  moderado,  que  correspondió 
con  verdadera  afección  a  las  atenciones  de  la 
viuda  de  García,  quien  bajo  la  egida  de  su  ca- 
ballerosidad había  puesto  el  hogar  de  sus  tier- 
nos hiios.  Quince  días  hacía  que  la  cabeza  de 
Avellaneda  se  mantenía  clavada  en  una  pica  en 
la  plaza,  y  otros  tantos  que  D  °  Fortunata  Gar- 
cía  renovaba  sus  súplicas  a  Carballo  de  que  le 
entregase  esa  cabeza  para  darle  sepultura.  Esa 
especie  de  clarividencia  de  la  mujer  de  la  inti- 
midad del  corazón  del  hombre  que  no  es  insen" 
sible  a  sus  seducciones  le  mostró  completa- 
mente vencido  a  Carballo  cuando  éste  le  hubo 
respondido,  con  cierta  melancolía:  «Me  fusila' 
rán,  señora,  porque  faltaré  a  órdenes  terminan- 


GAR 


199 


GAR 


tes...»  Carballo,  más  tarde,  le  remitió  la  cabeza 
de  Avellaneda  envuelta  en  una  manta.  La  no- 
ble dama  tuciimana  lavó  y  perfumó  psa  cabeza 
la  depositó  en  un  cofre  y  en  la  noche  siguiente 
le  dio  sepultura.  (Saidías.) 
García  (Esteban).  Coronel.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1804.  Siguió  a  Lavalle  en  sus  triunfos 
y  derrotas.  Fué  uno  de  los  que  condujeron  ioS 
restos  de  este  general  hasta  darles  sepultura 
en  Bolivia.  Ayudante  del  ministro  de  la  Gue- 
rra, general  Pacheco  y  Obes,  en  1843.  Asistió 
al  sitio  de  Montevideo:  se  halló  en  las  batallas 
de  Papón  y  Cepeda.  En  la  guerra  contra  el  Pa- 
raguay, en  las  batallas  de  Yatay.  Uruguayana 
y  Tuyutí.  Herido  en  el  combate  del  Boquerón, 
falleció  más  tarde,  a  consecuencia  de  las  heri- 
das, en  Corrientes,  el  12  de  agosto  de  1866. 
García  (Manuel).  Estadista.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  11  de  octubre  de  1784.  Hizo  sus  estu- 
dios preparatorios 
en  el  Colegio  de 
San  Carlos,  ingre- 
sando luego  en  la 
Universidad  de 
Charcas  (en  1804), 
donde  se  recibió  de 
doctor  en  Jurispru- 
dencia. Vuelto  a 
su  patria,  practicó 
en  el  estudio  de  un 
abogado,  dejando 
la  pluma  en  1807 
para  empuñar  la 
espada  contra  los 
ingleses,  recibiendo  en  recompensa  de  sus 
servicios  una  serie  de  cargos  honoríficos.  En 
1810  tomó  una  activa  participación  en  el  movi- 
miento emancipador,  entrando  de  lleno  en  la 
política.  En  el  año  1812  se  le  designó  conseje- 
ro de  Estado,  cargo  que  desempeñó  hasta  1814, 
en  cuyo  año  fué  nombrado  enviado  plenipoten- 
ciario en  el  Brasil,  con  instrucciones  de  evitar 
la  realización  de  una  alianza  entre  los  reyes 
de  España  y  de  Portugal.  Regresó  en  1821  del 
Brasil,  satisfecho  de  haber  cumplido  dignamen- 
te la  delicada  misión  que  se  le  encomendó,  y 
al  año  después  fué  nombrado  ministro  de  Ha- 
cienda en  la  administración  del  general  Rodrí- 
guez, revelándose  un  buen  financista,  introdu- 
ciendo reformas  fundamentales  en  la  adminis- 
tración del  crédito.  En  1827  fué  nuevamente 
enviado  en  misión  diplomática  al  Brasil;  en  1833 
desempeñó  por  segunda  vez  la  cartera  de  Ha- 


D.  Manuel  J.  García. 


cienda  en  la  administración  del  general  Via- 
monte,  y  renunciado  éste,  se  retiró  de  la  vida 
pública.  Este  ciudadano  dignísimo,  magistrado, 
diplomático,  administrador  y  escritor,  falleció 
en  Buenos  Aires,  el  22  de  octubre  de  1848. 

García  (Próspero).  Abogado.  Fué  ministro  de 
Gobierno  de  D.  Marcos  Paz  (v.),  gobernador 
de  Tucumán  en  1858.  En  1  de  septiembre  de 
dicho  año  quedó  como  gobernador  delegado 
por  ausencia  del  titular,  siéndolo  por  varias 
veces  hasta  el  5  de  marzo  de  1859.  El  doctor 
García  fué  uno  de  los  ciudadanos  más  espec- 
tables de  las  provincias  del  Norte  de  la  Repú- 
blica, tanto  por  su  reconocido  talento  y  prácti- 
ca en  los  negocios  públicos,  como  por  las  vir- 
tudes cívicas  que  constituyen  el  fondo  de  su 
carácter,  revelados  en  los  numerosos  y  emi- 
nentes servicios  prestados  a  la  nación,  y  espe- 
cialmente a  Tucumán,  durante  su  larga  vida  pú- 
blica. Fué  diputado  en  el  Congreso  de  la  Fe- 
deración del  60,  formando  parte  de!  grupo  li- 
beral. Juez  federal  en  el  año  70  de  Santiago 
del  Estero.  En  ISSO,  diputado  al  Congreso 
Nacional. 

García  Merou  (Martín).  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  14  de  octubre  de  1862.  Estudió  en  el 
Colegio  Nacional  y  se  graduó  en  Derecho  en 
la  Universidad  de  Buenos  Aires.  Desde  la  ado- 
lescencia mostró  inclinación  por  las  letras,  pu- 
blicando sus  Poesías  (\S80);  nueuas  poesías 
(1SS2),  reunidas  más  tarde  en  un  solo  volumen. 
Su  reputación  fué  rápida  en  todo  el  continente 
como  poeta  y  prosista;  más  tarde  cultivó  con 
igual  éxito  la  crónica  literaria,  la  crítica  y  los 
estudios  políticos  y  sociales.  Entró  muy  joven 
en  la  carrera  diplomática,  y  fué  ministro  pleni- 
potenciario ante  varios  Gobiernos  americanos. 
De  sus  viajes,  ha  escrito  impresiones  intere- 
santísimas .  Siendo  ministro  en  los  Estados 
Unidos,  dejó  el  cargo  para  ocupar  el  ministe- 
rio de  Agricultura  durante  la  segunda  presi- 
dencia del  general  Roca,  pasando  más  tarde  a 
ocupar  la  Legación  argentina  en  Berlín,  donde 
falleció,  el  18  de  mayo  de  1905.  Sus  obras:  Poe- 
sias,  Impresiones;  Estudios  literarios;  Libros 
y  autores;  Perfiles  y  miniaturas;  Juan  Bautista 
Alberdi;  Recuerdos  literarios;  Estudios  ameri- 
canos; El  Brasil  intelectual,  etc. 

García  (Teodoro).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  4  de  diciembre  de  1840.  Ingresó  al 
ejército  como  aspirante  en  la  Guardia  Nacio- 
nal, el  30  de  enero  de  1859.  Se  encontró  en 
Cepeda  (1859);  Paoón  (1861).  Hizo  la  campaña 


GAR 


—  200 


GAU 


Qeneral  de  división  D.  Teo- 
doro García. 


del  Paraguay,  hallándose  en  Corrientes,  Ya- 
tay,  Uruguayana,  batalla  del  24  de  mayo  de 
1866,  Boquerón, 
Curupayti,  Lomas 
Valentinas,  etc  En 
las  guerras  civiles 
tomó  parte  contra 
López  Jordán;  ba- 
talla del  Sauce,  el 
20demayode  1870; 
Cuchillas  de  Díaz, 
contra  López  Jor- 
dán; desempeñó 
otros  muchos  y  de- 
licados puestos  mi- 
litares. Contra  los 
indios  en  Las  La- 
gunas, Las  Toscas 

y  Cuentriel,  el  12  de  agosto  de  1876,  quitándo- 
le un  numeroso  arreo  de  hacienda  vacuna  y 
caballar,  y  otros  muchos  combates  más.  Esta- 
llada la  revolución  de  1880,  fué  nombrado  jefe 
del  Estado  Mayor. 

García  Warnes  (Carlos).  Militar.  Ayudante  de 
campo  del  general  D.  Wenceslao  Paunero  en 
la  guerra  del  Paraguay,  hallándose  en  la  toma 
de  Corrientes  ,  Yatay  ,  Uruguayana ,  24  de 
Mayo,  Tuyutí,  Curupayti,  etc.  Murió  en  1874- 

García  de  Zúñiga  (José).  Sacerdote  y  bene- 
factor. Hombre  de  fe  y  de  acción,  el  canónigo 
Zúñiga  tenia  entre  otros  méritos  el  de  haber 
levantado,  a  costa  de  considerables  sacrificios, 
dos  de  nuestros  más  hermosos  templos:  el  de 
la  ciudad  de  San  Nicolás  de  los  Arroyos  y  el  de 
la  parroquia  de  la  Concepción,  de  Buenos  Ai- 
res. Pertenecía  a  una  familia  distinguida  y  con- 
sular, con  ramificaciones  en  ambas  orillas  del 
Plata,  Murió  en  Buenos  Aires,  el  22  de  enero 
de  1884. 

Garmendia  y  Alurralde  (José  Ignacio).  Co- 
merciante. Nació  en  Tucumán,  el  1  de  julio  de 
1790.  En  la  ciudad  de  su  nacimiento  fué  alférez 
real  y  regidor  en  1810;  alcalde  ordinario  de  se- 
gundo voto  en  Buenos  Aires  en  1813;  regidor 
y  defensor  de  menores  en  1S17;  regidor  deca- 
no y  fiel  ejecutor  en  1819;  diputado  por  Buer 
nos  Aires  en  1820,  y  dos  aflos  después,  encar- 
gado por  Rivadavia,  de  quien  era  confidente  y 
amigo,  de  ir  en  misión  a  Francia,  de  cuyo  país 
fué  desterrado  por  sus  opiniones  políticas,  y  a 
su  regreso  rehusó  aceptar  una  indemnización 
de  25.000  patacones,  por  perjuicios  comercia- 
les recibidos.  En  1826,  diputado  al  Congreso 


Constituyente.  Presidente  de  la  Junta  de  Ad- 
ministración y  Crédito  público;  de  la  Comisión 
de  Inmigración  y  otras  comisiones  honoríficas; 
de  1831  al  36,  presidente  del  Banco  de  la  pro- 
vincia. Durante  la  tiranía  emigró  al  Brasil  y  a 
Chile.  Fue  el  progenitor  del  distinguido  militar 
y  literato  general  argentino  D.  José  Ignacio 
Garmendia.  Murió  el  18  de  mayo  de  1864. 

Garrigós  (Octavio).  Abogado  argentino.  Nació 
en  Buenos  Aires,  en  1834.  Ejerció  varios  pues- 
tos públicos  importantes,  como  vicepresidente 
de  la  Municipalidad,  diputado  al  Congreso, 
presidente  de  una  de  sus  Cámaras,  miembro 
del  Directorio  del  Banco,  y  fué  autor  de  una 
Memoria  sobre  la  creación  y  lej'es  de  este  es- 
tablecimiento. Ha  dejado  inéditos  algunos  tra- 
bajos literarios.  Murió  en  1874. 

Garro  (José  de).  Maestre  de  campo  desde  1674 
hasta  junio  de  1678,  que  pasó  al  gobierno  del 
Rio  de  la  Plata.  Hizo  tres  expediciones  al  inte- 
rior del  Chaco,  y  en  premio  de  sus  servicios  en 
Buenos  Aires  obtuvo  del  rey  la  presidencia  de 
Chile,  a  la  que  pasó  en  1682,  en  cuyo  gobierno 
permaneció  diez  aflos.  De  regreso  a  España 
en  1693,  fué  provisto  (1702)  capitán  general  de 
Guipúzcoa,  su  patria,  en  donde  murió,  a  los 
cuarenta  años  de  servicios. 

Garzón  (Eugenio).  Militar  uruguayo.  Tomado 
prisionero  por  el  general  Iriarte  en  Santa  Fe, 
en  1840.  Gobernador  militar  de  la  provincia  de 
Tucumán  desde  el  14  de  septiembre  de  1841, 
que  ocupó  la  provincia,  permaneciendo  de 
guarniciónenlas  inmediaciones  de  la  ciudad, 
a  la  cabeza  de  una  división  de  1.300  hombres 
del  ejército  de  Oribe,  por  la  acefalia  en  que 
había  quedado  con  la  fuga  del  gobernador,  de- 
legado de  Avellaneda,  José  Martín  Ferreira 
hasta  el  4  de  octubre,  que  el  propietario,  Gu- 
tiérrez, reasumió  el  mando  gubernativo.  Se  ha- 
lló entre  los  vencedores  de  Famaillá,  en  1841; 
Puntas  de  Palmar,  en  1844;  vencedor  en  la 
batalla  de  Vences,  en  el  año  1847.  Murió  en  la 
ciudad  de  Montevideo,  el  1  de  diciembre 
de  1851. 

Gaucho.  El  gaucho,  el  tipo  orginal,  caracterís- 
tico de  nuestra  sociedad,  va  desapareciendo, 
y  ya  se  encuentran  pocos  ejemplares  de  ese 
tipo  primitivo, que  tenía  por  vasto  escenario  las 
dilatadas  zonas  de  la  pampa.  «Vivía  absoluto  e 
independiente,  con  un  individualismo  propio  y 
libre.  Se  emancipaba  de  sus  padres  apena» 
empezaba  a  sentir  las  primeras  fuerzas  de  la 
juventud,  y  vivía  abundantemente  de  las  vol- 


CiAU 


201  - 


GAS 


teadas  de  los  animales  que  Dios  creó  en  el  de- 
sierto. Armado  del  lazo,  podía  echar  mano  del 
primer  potro  que  le  ofrecía  mejores  condicio- 
nes para  su  servicio;  escogía  por  su  propio  de- 
recho la  vaca  más  gorda  para  mantenerse;  si 
necesitaba  algún  dinero,  derribaba  tantos  to- 
ros cuantos  quería,  les  sacaba  los  cueros  y  los 
vendía  en  las  aldeas.»  (López.)  Numerosos  e 
interesantes  eran  los  tipos  gauchos.  El  ras- 
treador, el  más  extraordinario  de  todos,  siem- 
pre grave,  circunspecto,  y  cuyas  aseveracio- 
nes han  hecho  fe  durante  mucho  tiempo  en  los 
Tribunales  inferiores.  Cuéntanse  de  él  cosas 
maravillosas:  si  un  robo  se  ha  ejecutado  duran- 
te la  noche,  él  encuentra  la  pisada  del  ladrón, 
la  sigue,  atraviesa  huertas,  calles,  campos, 
hasta  que,  encontrando  al  culpable,  dice  fría- 
mente: "Este  es^>,  y  para  el  pueblo,  que  loco- 
noce,  su  deposición  es  la  evidencia  misma;  ne- 
garla sería  ridículo.  El  famoso  Galibar,  el  San- 
juanino  y  Díaz  el  riojano,  se  han  salvado  del 
olvido  por  su  genio  extraordinario  de  rastrea- 
dor. El  baqueano  conoce  a  palmo  20.000  le- 
guas de  llanuras,  con  sus  aguadas,  sussenditas 
y  sus  vados  ocultos;  es  el  mejor  mapa  que 
puede  llevar  un  general  para  dirigir  los  movi- 
mientos de  su  campaña;  si  la  obscuridad  es  im- 
penetrable, arranca  pastos,  huele  la  raíz,  los 
masca,  y  se  orienta  fácilmente.  Rosas  conocía 
por  el  gusto  el  pasto  de  cada  estancia  del  Sud 
de  Buenos  Aires,  y  se  sabe  que  el  famoso  ge- 
neral uruguayo  Rivera  no  era  sino  un  simple 
baqueano.  El  gaucho  malo  tiene  por  albergue 
los  cardales,  y  vive  de  perdices  y  mulitas;  per- 
seguido por  la  justicia  desde  hace  muchos 
años,  su  nombre,  sin  embargo,  es  pronunciado 
sin  odio  y  casi  con  respeto;  si  el  acaso  le  echa 
entre  las  garras  de  la  justicia,  acomete  a  los 
soldados,  y  con  su  daga  se  hace  paso,  y  ten- 
diéndose sobre  el  lomo  de  su  caballo,  desapa- 
rece como  un  ser  misterioso.  El  cantor  anda  de 
pago  en  pago,  de  tapera  en  tapera,  cantando 
sus  héroes  de  la  pampa  perseguidos  por  la  jus- 
ticia: la  catástrofe  de  Facundo  Quiroga,  la 
muerte  del  valiente  Rauch,  las  hazañas  de 
Juan  Moreira,  o  los  combates  de  Gíiemes  el 
salteño,  agregando  con  frecuencia  la  relación 
de  sus  propia>  fechorías.  Es  inseparable  de  su 
guitarra,  y  va  siempre  murmurando  un  cielito 
o  algún  triste  plañidero  y  frígido.  El  domador 
es  la  encarnación  del  hombre  del  campo,  que 
en  titánica  lucha  con  el  potro  salvaje  le  vence 
y  quiebra  sus  bríos,  reduciéndolo,  como  escla- 


vo sumiso,  al  menor  de  sus  caprichos.  Sin  más 
recurso  que  el  lazo,  un  par  de  riendas,  su  po- 
bre apero,  su  arreador  y  sus  espuelas //oro/jas, 
este  hombre  ha  vencido  a  la  fiera. 

Gauchos.  Los  europeos  han  sabido  clasificar 
de  gauchos  a  los  americanos  del  Sud,  y  con 
más  generalidad  a  los  argentinos,  particulari- 
zándose con  la  gente  de  la  campaña.  Los  es- 
pañoles, en  un  sentido  despreciativo,  asi  llama- 
ban a  nuestros  valientes  soldados  de  la  guerra 
de  la  independencia.  El  general  español  La 
Serna,  en  una  nota  dirigida  al  jefe  patriota 
Uriondo,  fechada  en  Tarija  el  14  de  diciembre 
de  1816,  con  objeto  de  seducirlo  le  decía: 
«¿Cree  usted,  por  ventura,  que  un  puñado  de 
hombres  desnaturalizados  y  mantenidos  con  el 
robo,  sin  más  orden,  disciplina  ni  instrucción 
que  la  de  unos  bandidos,  puede  oponerse  a 
unas  tropas  aguerridas  y  acostumbradas  a 
vencer  las  primeras  de  Europa,  y  a  las  que  se 
haría  un  agravio  comparándolas  a  esos  que  se 
llaman  gauchos,  incapaces  de  batirse  con  tri- 
plicada fuerza,  como  es  la  de  su  enemigo?» 
Esos  gauchos  de  esforzado  aliento,  que  empe- 
zaron por  guerrilleros  para  concluir  por  famo- 
sos veteranos,  fueron  y  son  el  núcleo  de  los 
ejércitos  de  la  patria,  que  sostuvieron  con  su 
valor  la  gloriosa  revolución  de  mayo,  consoli- 
daron nuestra  independencia  y  hasta  ahora 
han  levantado  bien  alto  el  honor  nacional.  In- 
justo anduvo  el  general  español  con  ellos,  bien 
que  hasta  entonces  no  conocía  ni  su  temple,  ni 
su  patriotismo,  ni  su  noble  abnegación.  Más 
tarde,  empezando  a  conocer  a  los  gauchos,  a 
estos  centauros  de  las  pampas  argentinas,  el 
general  español  Valdés  exclamaba:  A  este 
pueblo  no  lo  conquistaremos  jamás,  y  así  fué. 
Pero  lo  que  hay  que  decir  respecto  a  los 
gauchos  de  toda  la  república  en  aquel  enton- 
ces es  que,  a  causa  de  la  escasez  de  armamen- 
to en  los  ejércitos  de  la  Patria,  no  todos  esta- 
ban provistos  de  sable  y  carabina,  no;  muchos 
se  presentaban  a  la  pelea  armados  solamente 
de  garrotes,  lazos  y  bolas,  y  estos  gauchos, 
acercándose  con  suma  sangre  fría  a  las  tropas 
enemigas,  a  lazo  se  sacaban  a  los  infantes  rea- 
listas y  del  mismo  modo  arrebataban  a  los  cen- 
tinelas de  los  puestos  avanzados.  Tal  es  el  re- 
trato, en  su  mínima  expresión,  de  los  gauchos 
argentinos. 

Gascón  (Esteban  Agustín).  Jurisconsulto.  Nació 
en  Buenos  Aires,  en  1764.  En  la  Universidad 
de  Charcas  se  graduó  de  doctor  en  Leyes.  Con- 


D.  Esteban  Gazcón 


GAV  -  202 

Juez  de  la  Real  Audiencia  en  1810.  Goberna- 
dor de  Salta  en 
1813.    Signatario 
del  acta  de  la  in- 
dependencia co- 
mo representante 
de  Buenos  Aires. 
Secretario  de  Ha- 
cienda del  Direc- 
torio hasta  1819. 
En  septiembre  de 
1820  fué  nombra- 
do  diputado   se- 
cretario de  la 
Junta  de  Repre- 
sen ta  nt  es  ,     y 
miembrode  la  Cá- 
mara de  Justicia  dos  años  después.  Murió  en 
Buenos  Aires,  el  24  de  junio  de  1824. 
Gavilán  (batalla  del  cerro  de).  El  ejército  ven- 
cedor en   Chacabaco  no   reposó  un  instante 
después  de  la  victoria,  y  marcharon  sus  divi- 
siones a  distintos  puntos,  donde  el  enemigo  aun 
se  sostenía  en  territorio  chileno.  La  división 
del  coronel  Las  Heras  había  marchado  hasta 
las  inmediaciones  de  la  ciudad  de  Concepción, 
pero  no  teniendo  fuerzas  suficientes  para  ata- 
carla,  se  situó  en  el  cerro   de   Gauildn,  de 
donde  operaba,  en  tanto  se  le  incorporaba  una 
columna  que  conduela  el  mismo  presidente  de 
Chile,  general  O'Higgins.   El  general  español 
Ordóñez,  que  contaba  con  doble  o  triple  núme- 
ro de  fuerzas,  deja  a  Concepción  y  avanza 
contra  los  patriotas,  que  lo  reciben  con  de- 
nuedo. El  combate  se  hace  sangriento  y  reñi- 
do, hasta  que  los  españoles  se  pronuncian  en 
derrota,  dejando  sobre  el  campo  de  batalla  la 
mayor  parte  de  su  artillería  y  gran  número  de 
muertos  y  prisioneros.  Una  hora  después  llega 
O'Higgins,  y  encuentra  a  la  división  de  Las 
Heras  festejando  el  triunfo.  La  toma  de  Con- 
cepción se  siguió  a  esta  victoria,  el  5  de  mayo 
de  1817. 
Gelly  (Juan   Andrés).  Natural   del  Paraguay. 
Abobado.  Su  nombre  figura  entre  los  que  sus- 
cribieron el  acta  del  25  de  mayo.  Como  secre- 
tario del  ejército  republicano  concurrió  a  la 
guerra  contra  el  Brasil.  Fué  secretario  del  ge- 
neral Paz.  Jefe  de  Policía  de  la  capital.  Emi- 
gró a  Montevideo,  tomando  parte  activa  en  la 
politxa,  siendo  nombrado  enviado  extraordi- 
nario y  ministro  plenipotenciario  del  Paraguay 
cerca  del  Brasil.  Y  de  regresos  su  patria  falle- 


D.  Juan  Andrés  Geliy 
y  Obes. 


GIB 

ció  en  la  Asunción,  el  24  de  agosto  de  1859.  Era 
padre  del  general  del  mismo  nombre  y  apellido. 
Gelly  y  Obes  (Juan  Andrés).  Nació  en  20  de 
mayo  de  1815  Hijo  del  anterior.  Se  enroló 
como  soldado  en  la 
legión  auxiliar  de 
Montevideo,  al 
mando  del  coronel 
José  M.  Albarifto, 
en  1839.  Alférez  en 

1841,  llegando  a  ca- 
pitán a  fines  de 

1842,  en  cuyo  gra- 
do marchó  a  la  lí- 
nea de  fortificacio- 
nes a  principios  del 
43,  haciendo  toda 
la  campaña  y  de- 
fensa de  Monte- 
video. Se  incorporó  más  tarde  al  general 
Paz,  que  se  hallaba  en  Corrientes.  En  1846, 
coronel.  Emigró  al  Brasil,  y  vuelto  a  su  pais 
en  1854,  y  establecido  en  él  definitivamente, 
fué  reconocido  en  su  clase  de  coronel  e  incor- 
porado al  ejército  de  Buenos  Aires  por  el  Go- 
bierno del  Dr.  Pastor  Obligado.  Comandante 
general  de  marina.  En  el  sitio  de  Buenos  Aires 
tenia  el  comando  de  toda  la  derecha  de  la  lí- 
nea (de  calle  Cangallo  hasta  la  Ribera);  minis- 
tro de  la  Guerra  de  D.  Felipe  Llavallol;  presi- 
dente del  Senado  por  renuncia  del  titular,  doc- 
tor D.  Valentín  Alsina;  diputado;  nuevamente 
ministro  de  la  Guerra  del  general  Mitre  (1862)5 
jefe  del  Estado  Mayor  general  del  ejército  de 
la  República  en  campaña,  en  guerra  contra  el 
Gobierno  del  Paraguay,  cargo  que  desempeñó 
hasta  fines  de  1368,  concurriendo  a  la  batalla 
de  Lomas  Valentinas,  etc.,  etc.  Fué  un  militar 
infatigable.  Hizo  también  la  campaña  contra 
López  Jordán.  Murió  el  19  de  septiembre  de 
1904,  a  los  ochenta  y  nueve  años,  desempe- 
ñando la  presidencia  del  Consejo  Supremo  de 
Guerra  y  Marina,  de  cuya  institución  fué  pri- 
mer presidente. 

Gibson  (Roberto).  Marino.  Inglés.  Tomó  parte 
en  la  lucha  de  la  independencia  en  la  escuadra 
comandada  por  Brown.  Se  halló  en  el  bloqueo 
y  en  los  combates  que  tuvieron  lugar  en  las 
aguas  de  Martín  García  y  en  Montevideoí 
en  1814,  como  segundo  comandante  de  la  fra- 
gata Hércules,  donde  hizo  un  papel  brillante, 
capturando  una  parte  de  las  naves,  resultando 
la  rendición  de  la  plaza. 


GIL 


-  203  - 


GOD 


Gil  de  Nesrrete  (Francisco).  Maestre  de  cam- 
po, ex  KDbernador  de  Valdivia,  de  donde  pasó 
a  la  gobernación  de  Tucumán  por  el  mes  de  ju" 
nio  de  1(350  hasta  1651.  Fué  muy  político.  Em. 
pezó  por  atraerse  c^n  dulzura  a  los  indios.  Sus 
proyectos,  que  eran  el  de  hacer  la  conquista  de 
\os mocalingastas  del  descubrimiento  de  varios 
minerales  que  ocultaba  en  sus  entrañas  el  valle 
de  Calchaquí,  etc.,  quedaron  desvanecidos  con 
su  fallecimiento,  acaecido  el  13  de  junio  de  1651, 
con  universal  sentimiento  de  toda  la  provincia^ 

Giribone  (José).  Militar.  Nacido  en  Genova 
en  I8'23.  Muy  joven  tomó  participación  en  la 
política  de  su  país,  y,  perseguido,  emigró  a 
Montevideo,  alistándose  allí  en  la  Legión  ita- 
liana. Concurrió  a  Casemos  con  el  ejército  li- 
bertador. Peleó  contra  los  indios  e  hizo  las 
campañas  de  Cepeda  y  Pavón,  conquistando 
Sus  grados  uno  por  uno,  hasta  teniente  coro- 
nel. En  la  guerra  del  Paraguay  se  halló  en  Co- 
rrientes, Yatay  y  Curupayti,  donde  fué  herido, 
como  también  lo  fué  por  segunda  vez  en  1866, 
al  practicar  un  reconocimiento.  En  1868  salió 
con  su  batallón  a  practicar  una  descubierta, 
cuando  de  pronto  fué  atacado  por  fuerzas  de 
caballería,  y  cayó  acribillado  por  18  heridas,  el 
18  de  febrero.  En  el  ejército  fué  muy  popular: 
se  le  conocía  generalmente  por  «D.  Pipo».  Era 
hombre  ¡lustrado  y  culto,  siendo  músico  de  no 
escaso  mérito.  Fué  autor  de  la  famosa  marcha 
del  Tala. 

Gobernadores  (Río  de  la  Plata):  Juan  Torres 
de  Vera  y  Aragón,  gobernó  hasta  1591;  Juan 
de  Garay  fué  su  teniente;  Alonso  de  Vera  go- 
bernó en  1591;  Hernando  Arias  de  Saavedra 
gobernó  hasta  1594;  Juan  Ramírez  de  Velascot 
desde  1595  a  1597;  Fernando  de  Zarate,  des- 
de 15S7  a  1598;  Diego  Valdés  de  la  Banda,  des- 
de 1598  a  1601;  Hernando  Arias  de  Saavedra, 
desde  1602  a  1609;  Diego  Martín  Negrón,  des- 
de 1610  a  1615;  Hernando  Arias  de  Saavedra, 
desde  1615  a  1620. 

En  esta  época  el  gobierno  se  dividió  en  dos, 
que  lo  fueron:  Gobierno  del  Paraguay  y  de 
Buenos  Aires. 

Gobernadores  (Buenos  Aires):  Diego  de  Gón- 
gora,  desde  1620  a  1623;  Alonso  Pérez  de  Sa- 
lazar,  desde  1623  a  1624,  Francisco  de  Céspe- 
des, desde  1624  a  1632;  Pedro  Esteban  de  Avi- 
la, desde  1632  a  1638;  Cueva  Benavides,  des- 
de 1638  a  1&40;  Ventura  Mujica,  en  1640;  Pedro 
de  Rosas,  en  1641;  .A.ndrés  de  Sandoval,  en  el 
aflo  1641;  Jerónimo  Luis  de  Cabrera,   des- 


de 1641  a  1646;  Jacinto  de  Láriz,  desde  164^ 
a   1653;  Pedro    Ruiz    Baigorría,   desde   1653 
a    1600;    Mercado  y  Villacorta,    desde    1660 
a  1661;  José  Martínez  de  Salazar,  desde  1662 
a  1674;  Andrés  de  Robles,  desde  1674  a  1678 
José  de  Garro,  desde  1678  a  1682;  José  de  H 
Herrera,  desde  1682  a  1691;  Agustín  de  Robles 
desde  1691  a  1700;  Manuel  del  P.  Maldonado 
desde  1700  a  1703;  Valdés  Inclán,  desde  1703 
a  1703;  Manuel  de  Velasco,  desde  1703  a  1712 
Alonso  Arce  y  Soria,  en  1712;  García  Ros,  des 
de  1712  a  1714;  e!  marqués  de  Salinas,  des 
de  1714  a  1717;  Bruno  Mauricio  de  Zavala 
desde  1717  a  1734;  Mig'iel  Salcedo,  desde  1734 
a   1742;  Ortiz  de  Rozas,  desde  1742  a  174c 
José  de  Andonaegui,  desde  1745  a  1756;  Pedro 
de  Cevallos,  desde  1756  a  1766;  Paulo  Buca 
relli,  desde  1766  a  1770;  Juan  J.  Vértiz,  des- 
de 1770  a  1777. 

Desde  este  aflo  se  erigió  a  Buenos  Aires  en 
capital  del  virreinato. 
Godoy  Cruz  (Tomás  de).  Político.  Nació  en 
Mendoza,  el  6  de  marzo  de  1791.  Se  educó  en 
Chile,  graduán- 
dose de  bachiller 
en  Filosofía  el  28 
de  abril  de  1810, 
y  en  Sagrados 
Cánones  y  Leyes 
el  4  de  febrero  de 
1813,  año  en  que 
el  Cabildo  de  San- 
tiago lo  eligió  sin- 
dico procurador. 
En  1814  pasó  a 
Mendoza,  donde 
San  Martín  orga- 
nizaba su  ejérci- 
to, quien  encon- 
tró en  Godoy 
Cruz  un  notable  colaborador  y  ferviente  pa- 
triota. Entre  otros  actos  de  desprendimien- 
to, donó  una  casa  para  establecer  la  fábri- 
ca de  pólvora.  En  1816  fué  electo  represen- 
tante ante  el  Congreso  de  Tucumán  que  de- 
claró la  independencia.  En  dicho  Congreso  fué 
vicepresidente  y  presidente,  sucesivamente, 
en  1816  y  de  1817  al  1819.  Gobernador  de 
Mendoza  en  1820.  En  1822  fué  electo  repre- 
sentante de  Mendoza,  ante  el  Gobierno  de 
Buenos  Aires,  para  tratar  de  la  unión  nacio- 
nal. De  1825  a  1827  fué  presidente  de  la  Le- 
gislatura mendocina,  y  en  1829  y  30  fué  gober- 


D.  Tomás  de  Godoy  Cruz. 


GOD 


-  204  — 


GON 


nador  provisorio.  Emigró  a  Chile  en  1831. 
Vuelto  a  Mendoza,  falleció  el  15  de  mayo 
de  1852. 

Godoy  (Juan  Gualberto).  Poeta  popular  argen- 
tino. Nacido  en  Mendoza,  el  12  de  julio  de 
1795.  En  1817  hizo  un  viaje  a  Buenos  Aires  y 
se  relacionó  con  el  Dr.  Lafinur  (v.).  Publicó 
entonces  en  El  Verdadero  Amigo  del  Pueblo 
sus  primeras  composiciones,  las  que  le  dieron 
mucha  celebridad.  En  1824  fundó  en  Mendoza 
el  Eco  de  los  Andes;  dos  años  después,  el  Iris 
Argentino  y  el  Huracán,  periódico  satírico  de 
circunstancias,  escrito  en  verso.  Redactó  El 
Coracero,  que  le  valió  su  destierro  a  Chile. 
Durante  su  residencia  en  Santiago  fué  maes- 
tro de  escuela,  maestro  de  caligrafía,  oficial 
de  la  Intendencia,  y  después  oficial  de  la  Le- 
gación de  Chile  en  el  Perú.  En  1853  fué  nom- 
brado diputado  al  Congreso  de  su  patria,  ho- 
nor que  renunció.  Murió  en  Mendoza,  el  16  de 
mayo  de  1864. 

Gómez  (Crisanto).  Gobernador  de  Catamarca 
desde  1868  al  25  de  mayo  de  1871.  Hizo  un 
buen  gobierno.  Casi  todos  los  departamentos 
carecían  de  escuelas;  en  su  gobierno  se  crea- 
ron como  20,  sin  contar  las  costeadas  por  los 
particulares,  concurriendo  de  2.000  a  2.500 
alumnos.  La  confianza  pública  se  restableció  a 
la  par  que  el  crédito  del  Gobierno;  los  sueldos 
de  los  empleados  se  pagaban  con  toda  regula- 
ridad; se  hicieron  reformas  en  el  edificio  de  la 
Casa  de  Gobierno,  de  ornato  en  la  capital  y  en 
algunos  departamentos  do  campaña;  se  levan- 
tó el  plano  e  hízose  la  delineación  de  Aldalga- 
lá;  una  escuela  en  Saujil;  se  arreglaron  los  ca- 
minos vecinales,  particularmente  las  cuestas 
de  las  sierras  de  Aneaste  y  Alto;  se  desarrolló 
la  industria,  etc.,  etc.  Durante  el  corto  inte- 
rinato de  D.  Alanuel  J.  Navarro,  por  licencia 
de  Gómez,  se  crearon  nuevas  escuelas  en  el 
distrito  de  Amadores,  Pachí  y  Valle  Viejo. 

Gómez  (José  Mariano).  Tucumano.  Uno  de  los 
héroes  de  Tambo  Nuevo  Tomado  prisionero 
meses  después  en  Humahuaca,  por  los  españo- 
les, fué  fusilado. 

Gómez  (José  Valentín).  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  8  de  noviembre  de  1774.  Estudió  en  el  Cole- 
gio de  San  Carlos,  y  se  recibió  de  doctor  en 
Teología  en  la  Universidad  de  Córdoba.  Des- 
empeñó durante  el  período  colonial  diversos  y 
muy  interesantes  cargos,  hasta  que  obtuvo,  en 
concurso,  el  curato  de  Nuestra  Señora  de  Gua- 
dalupe» ,  en  los  Canelones  (Banda  Oriental), 


donde  inició  su  gloriosa  carrera  de  revolucio- 
nario. En  la  batalla  de  las  Piedras  se  distin- 
guió como  capellán  militar  por  su  denuedo  y 
abnegación,  a  la  par  del  insigne  patriota  pres- 
bítero Figueredo,  de  la  Florida,  siendo  ambos 
recordados  con  insigne  honor  en  el  parte  de  la 
acción.  Trasladado  a  Buenos  Aires  poco  des- 
pués de  estos  sucesos,  tuvo  figuración  honro- 
sa en  la  vida  pública,  tanto  en  lo  político  como 
en  lo  eclesiástico.  Canónigo  de  merced  de  la 
catedral,  ascendió  gradualmente  hasta  la  se- 
gunda dignidad  del  Senado  eclesiástico,  que 
desempeñaba  a  su  muerte,  y  fué  dos  veces,  en 
1813  y  21,  provisor  y  gobernador  del  obispa- 
do. Como  educacionista  fué  catedrático  en  di- 
versos períodos  en  nuestros  más  notables  Ins- 
titutos y  rector  de  nuestra  Universidad  desde 
1826  a  1830.  En  el  orden  político,  sus  servicios 
fueron  eminentes:  miembro  de  la  famosa  Asam- 
blea Nacional  de  1813;  consejero  de  Estado  en 
el  Directorio  supremo;  representante  del  Go- 
bierno argentino  en  las  oberturas  de  paz  con 
Montevideo,  en  1814;  enviado  extraordinario 
ante  las  Cortes  de  la  Gran  Bretaña  y  Francia 
desde  1818  a  1821;  diputado  ante  la  del  Brasil 
para  reclamar  la  provincia  oriental,  detentada 
por  el  Imperio;  diputado  en  1823;  representan- 
te en  la  Legislatura  de  Buenos  Aires  y  en  el 
Congreso  Nacional  Constituyente  de  1825-27. 
Terminó  su  vida  el  20  de  septiembre  de  1833, 
rodeado  por  los  altos  y  luminosos  prestigios 
que  le  granjearon  sus  relevantes  virtudes  reli- 
giosas, morales  y  políticas,  y  por  los  servicios 
notables  que  prestó  a  su  país,  del  que  puede 
contarse  uno  de  sus  más  ilustres  ciudadanos. 

Gónsfora  (Diego  de).  Habiéndose  dividido  la 
provincia  del  Paraguay  de  la  de  Buenos  Aires, 
el  17  de  noviembre  de  1617,  se  nombra  primer 
gobernador  de  Buenos  Aires  a  Diego  de  Gón- 
gora.  Su  mala  comportación  le  acarreó  disgus- 
tos, que  le  produjeron  la  muerte  tres  afios  des- 
pués. Su  delito  principal  habia  sido  permitir  y 
hasta  usufructuar  del  contrabando.  Por  su  ca- 
rácter amable  y  comunicativo  se  captó  las  sim- 
patins  de  la  población. 

González  y  Lavalle  (María  Mercedes).  Pa- 
tricia argentina.  Natural  del  Pergamino,  pro- 
vincia de  Buenos  Aires,  en  cuya  guardia  nació, 
estando  su  padre  en  servicio  de  esa  frontera, 
por  el  año  de  1776.  Madre  del  bravo  general 
argentino  D.  Juan  Lavalle.  Cuando  tuvo  lugar 
la  sorpresa  de  Buenos  Aires  por  los  ingleses, 
en  1800,  seenco.itraba  esta  dama  en  la  capital 


GOR 


-  205  - 


GORR 


de  Chile  con  su  familia.  Apenas  se  supo  allí  la 
noticia  de  la  conquista  y  la  defensa,  enajenó 
sus  alhajas  para  su  donativo  con  destino  a  los 
huérfanos  y  viudas,  el  que  entregó  a  la  presi- 
denta María  Luisa  Esterripa  de  Muñoz,  man- 
dando acuñar  por  el  artista  Arrabal  una  canti- 
dad de  preciosas  medallas  conmemorativas,  de 
plata,  con  figuras  alegóricas  y  esta  leyenda: 
Anverso:  D.°  Mercedes  González  y  Lavalle,  a 
los  ilustres  defensores.  Reverso:  De  su  rey  y 
de  su  patria— Liniérs,  Concha  y  Lasala.  Exer- 
go:  Pudiste  sorprenderme— pero  no  vencer- 
me—Buenos Aires  sorprendida— junio  27  de 
1806— Buenos  Aires  defendida— Día  5  de  julio 
de  1807.  Falleció  eu  Buenos  Aires,  el  10  de 
mayo  de  18-20. 
Gorostiasra  (José  Benjamín).  Abogado.  De  la 
ciudad  de  Santiago  del  Estero.  Nacido  el  31  de 

marzo    de    1822.  

Ministro  de  Ha- 
cienda del  gober- 
nador López  en 
25  de  junio  de 

1852.  Asesor  de 
gobierno  y  audi- 
tor de  Guerra  y 
Marina  de  Urqui- 
za.  Miembro  de 
la  Convención 
Constituyente  de 

1853.  En  esa 
Asamblea  se  dis- 
tinguió  por  su 
ilustración  y  co- 
mo orador  de  clarísimo  ingenio,  de  palabra 
concisa  y  lógica  contundente  ¿Ministro  pleni- 
potenciario; ministro  del  Interior;  miembro  de 
la  Suprema  Corte  Nacional;  ministro  de  Ha- 
cienda  durante  la  administración  de  Sarmiento. 
En  1877,  presidente  de  la  Corte  Suprema  de 
Justicia,  puesto  que  desempeñó  durante  diez 
años.  Candidato  a  la  presidencia  de  la  Repú- 
blica en  1SS5,  se  eliminó  noblemente.  Retirado 
a  la  vida  del  hogar,  alejado  por  completo  de 
la  política,  falleció  en  Buenos  Aires,  el  3  de 
octubre  de  1891. 

Gorrlti(José  Ignacio).  Militar  y  abogado.  Na- 
ció en  Jujuy,  en  1770.  Hizo  sus  estudios  en  la 
Universidad  de  Córdoba  y  en  Chuquisaca  ob- 
tuvo el  titulo  de  abogado.  Se  halló  en  Tucumán 
y  en  Salta,  y  más  tarde  se  incorporó  a  las  fuer- 
zas de  Quemes.  Electo  diputado  por  su  provin- 
cia ante  el  Congreso  de  Tucumán,  en  1816,  dio 


D.  José  Benjamín  Gorostiaga. 


D  José  Ignacio  Gorritl. 


pruebas  de  su  carácter  y  alto  buen  sentido.  En- 
1828  fué  electo  gobernador  de  Salta,  en  cali- 
dad de  delegado; 
pero  a  la  noticia 
de  una  nueva  in- 
vasión  realista, 
salió  a  campaña 
al  frente  de  («O 
hombres,  mar- 
chando hacia  Ju- 
juy, sorprendien- 
do a  la  vanguar- 
dia de    Olañeta, 
sitiándola   en   la 
boca  de  una  que- 
brada y  rindién- 
dola a  discreción 
con  armas  y  ba- 
gajes. Esta  jornada  es  la  conocida  con  la  de- 
nominación de  «Día  grande  de  Jujuy- .  Desde 
1827  desempeñó  por  segunda  vez  el  gobierno 
de  esta  provincia.  Durante  la  tiranía  tuvo  que 
emigrar  a  Bolivia,  donde  murió,  el  25  de  mayo 
de  1»42. 
Gorritl  Juana  Manuela)  Hija  del  anterior.  In- 
signe escritora.  Nacida  en  la  provincia  de  Sal- 
ta, el  15  de  junio  de  1818.  Fueron  sus  padres 
el  ya  indicado  y  D.°  Feliciana  Truviría,  ambos 
de  la  aristocracia  salteña.  Educóse  en  un  cole- 
gio de  monjas  Salesas,  y  desde  temprana  edad 
puso  en  evidencia  sus  brillantes  dotes  intelec- 
tuales. En  Bolivia 
contrajo  matri- 
monio con  el  ca- 
pitán  Manuel  J. 
Belzú ,    guerrero 
y    revolucionario 
de  gran  actuación 
en  su  país,  quien 
más  tarde  ascen- 
dió a  general   y 
fué  presidente  de 
1848  a  1855.  Este 
hombre,  verdade- 
ro ídolo    de    las 
multitudes  de  su 
patria,  no  tuvo  felicidad  duradera  en  su  ma- 
trimonio, y  desde  que  asumió  la  presidencia 
hasta  el  fin  de  sus  días  vivió  separado  de  su 
mujer,  sin  intentar  una  reconciliación.  El  ge- 
neral Belzú  murió  asesinado  por  su  pariente 
José  Sánchez,  en  1881,  y  la  señora  de  Gorritl, 
que  se  hallaba  en  la  ciudad  de  La  Paz,  acudió 


D.'  Juana  Manuela  Gorritl. 


GOY 


en  esa  triste  hora  a  cumplir  piadosamente  con 
sus  deberes  de  esposa.  Los  rigores  de  la  po- 
breza nunca  abatieron  las  energías  de  su  espí- 
ritu, y  en  horas  difíciles  ejerció  de  institutriz  y 
de  maestra  de  escuela  en  el  Perú  y  en  Bolivia. 
Sus  famosas  veladas  en  su  casa  de  Lima  eran 
el  punto  de  reunión  de  lo  más  granado  de  la 
sociedad  limeña.  Políticos,  escritores,  músicos, 
rodeaban  a  esta  mujer,  dotada  de  raro  talento, 
disfrutando  de  su  originalísima  conversación, 
siempre  engalanada  con  nuevos  y  brillantes  gi- 
ros en  cada  una  de  las  narraciones  de  su  inago- 
table repertorio.  Vida  intensa  fué  la  suya,  pues 
Juana  Manuela  Gorriti  dejó  huellas  de  sus  pa- 
sos en  las  letras,  en  la  educación  y  en  la  socia- 
bilidad de  su  época.  Murió  el  6  de  noviembrede 
]S-y2,  en  Buenos  Aires,  en  la  casa  calle  Santa 
Fe,  1.007,  y  la  noticia  de  su  muerte  causó  hon- 
da impresión  y  pena  en  el  país  y  repercutió 
en  Bolivia  y  en  el  Perú.  Las  obras  que  dejó 
escritas,  para  honra  de  las  letras  americanas, 
fueron  estas:  Panoramas  de  la  vida.  Sueños  y 
realidades,  El  mundo  de  los  recuerdos.  Oasis 
en  la  vida,  A  orillas  del  Paraná,  Tierra  natal. 
Aura  a  Rosa.  La  quena.  Vida  del  general 
Gúemes,  Coincidencias,  Perfiles  contemporá- 
neos. Veladas  literarios,  cuatro  tomos,  y  Mis- 
celáneas, etc. 

Goya  (combate).  Los  jefes  correntinos  D.  José 
Luis  y  D.  Domingo  Escobar,  que  defendían  la 
causa  de  Buenos  Aires  contra  el  caudillaje, 
son  sorprendidos  y  derrotados  en  un  combate 
que  libran  cerca  de  Goya  con  el  jefe  inglés 
D.  Juan  Tomás  Asdet,  al  servicio  de  Artigas 
(el  5  de  mayo  de  1S19).  Los  dos  hermanos  son 
muertos  sin  querer  rendirse,  y  sus  cabezas 
puestas  en  exhibición  en  la  plaza  de  Co- 
rrientes. 

Goyena  (Benito  José  del.  Natural  de  Buenos 
Aires.  Comenzó  sus  servicios  en  1810,  en  el 
cuerpo  de  Dragones.  Comisario  de  marina  en 
18'27,  y  el  12  de  abril  del  mismo  año,  comisario 
general  de  marina,  cesando  en  sus  funciones 
el  4  de  diciembre  de  1829.  Falleció  de  la  fiebre 
amarilla,  el  19  de  marzo  de  1871. 

Goyena  (Pedro).  Literato  y  jurisconsulto.  Emi- 
nente orador.  Nació  en  Buenos  Aires,  el  24  de 
julio  de  1843.  Nombrado  profesor  de  Filosofía 
en  el  Colegio  Nacional  a  los  veintiún  años 
de  edad.  Diputado  a  la  Legislatura  de  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires,  en  1870.  Miembro  de 
la  Convención  Constituyente.  Catedrático  de 
Derecho  romano  en  la  Facultad  de  Derecho  y 


206  -  GRA 

Ciencias  sociales  de  Buenos  Aires.  Diputado 
nacional  de  1880  al  1884.  Murió  en  Buenos 
Aires,  el  17  de  mayo  de  1892. 

Granaderos.  Regimientos  formadosdurante  las 
invasiones  inglesas  y  la  guerra  de  la  indepen- 
dencia. Del  primero,  alistado  en  1806  y  1807, 
designado  Granaderos  provinciales,  fué  co- 
mandante D.  Juan  Florencio  Terrada,  y  en  la 
guerra  de  la  independencia  fué  fundador  y  jefe 
del  regimiento  de  Granaderos  a  Caballo  el 
general  D.  José  de  San  Martín.  De  este  cuer- 
po egresaron  más  de  cuarenta  generales:  «fué 
el  núcleo  de  los  ejércitos  que  estaban  destina- 
dos a  dar  la  libertad  a  la  mitad  de  la  América 
del  Sud».  El  cuerpo  de  Granaderos  que  com- 
batió durante  las  invasiones  inglesas  llevaba 
uniforme  de  casaca  larga,  con  solapas  y  vuel- 
tas rojas,  y  chacó  de  penacho  del  mismo  color, 
y  gueltras.  El  regimiento  creado  por  San  Mar- 
tín, en  1812,  usaba  uniforme  azul  con  vivos  ro- 
jos, casaca  larga,  morrión  con  un  plumacho 
rojo  y  botas  granaderas,  que  es  exactamente 
igual  al  del  cuerpo  organizado  en  1903  por  el 
ex  ministro  de  la  Guerra  general  Richieri. 

Grande  (fray  Juan).  Español.  Nacido  en  la  pro- 
vincia de  Lugo,  el  29  de  marzo  de  1778  Se  de- 
dicó a  la  marina, 
y  durante  un  via- 
je al  Río  de  la 
Plata,  el  barco  en 
que  venía  naufra- 
gó. Grande,  en 
peligro  inminente 
de  muerte,  hizo 
entonces  la  pro- 
mesa de  que  si  se 
salvaba  ingresa- 
ría en  una  Orden 
religiosa,  y  ;i^í 
sucedió.  El  *_'•  i! 
febrero  de  Kiuó 
tomó  el  hábito  en 
el  convento  de 

Santo  Domingo,  en  Buenos  Aires.  Pasó  a 
Santiago  del  Estero,  donde  fué  el  apóstol 
de  la  enseñanza  primaria.  En  1909  se  colo- 
có la  primera  piedra  de  un  templo  dedicado 
a  la  memoria  del  gran  educador:  «Grande, 
con  sus  virtudes  y  su  esfuerzo,  salvó  la  civili- 
zación de  esta  provincia».  Y  en  verdad,  su 
figura  resume  toda  la  historia  educacional  de 
la  provincia,  desde  la  revolución  hasta  cinco 
años  después  de  la  batalla  de  Caseros.  Du- 


Fray  Juan  Grande. 


QRI 

rante  ese  medio  siglo  su  escuela  fué  la  única 
en  que  la  juventud  santiaguefla  pudo  iniciarse 
en  la  vida  del  espíritu.  Gracias  a  él  se  halló, 
pues,  preparada  al  salir  de  la  tiranía  de  Iba- 
rra  para  seguir  el  movimiento  de  progreso  de 
la  República  y  pudo  contribuir  al  engrandeci- 
miento nacional.  Este  noble  dominico  falleció 
el  17  de  abril  de  1882. 
Grlgera  (Tomás).  Alcalde  de  barrio  y  quintas. 
Nació  a  mediados  del  siglo  xviii,  dedicándose 
desde  muy  joven  a  la  agricultura,  habiendo  lle- 
gado a  ser  un  verdadero  profesional.  Era  con- 
sultado para  toda  dificultad  con  respecto  a 
calidad  o  especies  de  semillas  frutales.  Publi- 
có un  libro,  el  primero,  de  su  índole,  titulado 
Manual  de  Agricultura,  que  fué  impreso  en  la 
Imprentado  Niños  Expósitos.  Se  halló  en  las 
invasiones  inglesas.  Fué  eficaz  su  acción  en  la 
revuelta  del  año  11.  Fué,  en  unión  de  Adrogué 
y  Pórtela  (v.),  fundador  del  pueblo  de  Lomas 
de  Zamora.  Dice  el  Dr.  López  hablando  de 
Grigera:  «Era  éste  un  buen  paisano  de  los  su- 
burbios del  Oeste,  que  desde  las  jornadas  de 
los  años  6  y  7  se  había  captado  el  cariño  de 
las  clases  plebeyas  que  residían  en  esos  luga- 
res, de  quintas  y  eriales,  que  circuían  enton- 
ces la  parte  edificada  de  la  capital,  desde  la 
Recoleta  a  San  José  de  Flores,  y  desde  ahí  a 
los  distritos  del  rio  de  Barracas.  Había  ejerci- 
do siempre  el  cargo  de  alcalde  con  un  celo 
ejemplar,  y  con  tal  tino,  que  era  querido,  res- 
petado, obedecido;  y  que,  ya  como  juez,  ya 
como  arbitro,  se  entendía  admirablemente  con 
esos  vecindarios  de  gentes  pobres,  adueñadas 
de  su  terruño  y  de  sus  ranchos,  en  donde  ha- 
bía de  todo,  vagos,  quinteros,  leñadores,  ca- 
rretilleros, criadores  de  aves,  y  todo  eso  así 
revuelto  y  en  relaciones  más  o  menos  even- 
tuales con  la  justicia  y  con  la  administración 
de  la  ciudad.  Allí  era  donde  estaba  el  almaci- 
go de  los  Cívicos  o  Patricios  del  segundo  y 
del  tercer  Tercio,  y  donde  el  coronel  Saave- 
dra  era  una  reputación  virreinal  del  día.  Con- 
tra ese  elemento  era  también  en  el  centro  don- 
de se  iba  organizando  poco  a  poco  la  fuerza 
militar  reglada  y  de  cuartel,  sin  miras  positivas 
por  el  momento,  pero  destinada  por  su  propia 
índole  a  distanciarse  de  la  entidad  «Orillera». 
Inútil  es  decir  que  el  alcalde  Grigera  era  un 
fervoroso  admirador  y  sectario  ciego  de  las 
órdenes  del  presidente  Saavedra.  Este  exce- 
lente paisano  era  generalmente  conocido  con 
el  titulo  de  «El  Alcalde  de  las  Quintas». 


207  -  GUA 

Grfveo  (Lázaro).  Uno  de  los  63  compafleros  de 
D.  Juan  de  Garay  en  la  fundación  de  Buenos 
Aires,  el  1 1  de  junio  de  15S0.  Nacido  en  Améri- 
ca e  hijo  de  Leonardo  Gríveo,  que  vino  con  don 
Pedro  de  Mendoza  en  1535.  En  el  plano  de 
repartimiento  fué  agraciado  con  un  cuarto  de 
manzana  en  la  ciudad,  en  una  de  las  esquinas 
actuales  de  San  Martin  y  Bartolomé  Mitre,  y 
dos  suertes  de  tierra  en  los  alrededores,  de 
400  varas  de  frente  por  una  legua  de  fondo,  y 
otra  de  3.000  varas  de  frente,  con  fondo  «hasta 
la  frontera  de  las  casas  de  losguaraníi  s». 

Guachas  (combate)  (13  de  junio  de  1820).  Los 
caudillos  Ramírez  y  Artigas,  que  se  disputaban 
la  preponderancia  del  litoral,  se  declaran  en 
abierta  hostilidad.  Artigas,  después  de  haber 
sido  derrotado  por  los  portugueses  en  la  Ban- 
da Oriental,  se  había  refugiado  en  la  provincia 
argentina  de  Corrientes  y  formado  un  nuevo 
ejército  de  2.000  a  2.500  hombres,  con  el  que  in- 
vade a  Entre  Ríos  en  busca  de  Ramírez,  quien 
le  sale  al  encuentro  con  500  a  600  hombres  de 
caballería,  y  le  presenta  combate  en  las  Gua- 
chas, costa  de  Gualeguay.  Ramírez  es  des- 
hecho, dejando  a  Artigas  no  muy  bien  parado. 

Gualeguaychú  ^combate).  El  coronel  D.  Lu- 
ciano González,  al  frente  del  regimiento  Nogo- 
yá,  había  salido  del  Uruguay  y  emprendido  una 
marcha  rápida  y  sigilosa,  hasta  presentarse  en 
los  suburbios  de  Gualeguaydm,  centro  de  los 
recursos  con  que  contaba  la  rebelión  de  López 
Jordán.  Un  momento  después  toma  el  pueblo 
sosteniendo  un  combate  con  algunas  partidas 
enemigas  dentro  de  la  misma  pcblación  y  con 
las  fuerzas  del  rebelde  Mérmelo,  que  fué  en  su 
auxilio.  Al  día  siguiente,  18  de  octubre  de  1873, 
se  reúne  con  el  batallón  15  de  abril,  que  llegó 
embarcado,  y  hace  una  batida  al  enemigo  en  la 
extensión  de  algunas  leguas,  con?iguiendo  apo- 
derarse de  buenas  caballadas  y  recibiendo  al- 
gunos presentados. 

Gualegnaychú  (fundación).  Don  Tomás  de 
Rocamora,  comisionado  por  el  virrey  de  Bue- 
nos Aires  D.  Juan  José  de  Vértiz,  funda  la 
ciudad  de  Gualeguaychú  en  el  territorio  de 
Entre  Ríos,  el  20  de  octubre  de  1783. 

Guaraní  (raza  de  indios).  Esta  raza  comprendía 
muchas  tribus,  algunas  de  éstas  compuestas 
apenas  de  40  o  50  individuos,  y  se  diferenciaban 
algo  en  su  lengua,  así  como  en  algunas  de  sus 
costumbres.  Estas  tribus  ocupaban  una  parte 
considerable  de  la  América  del  Sud.  En  el  te- 
rritorio que  hoy  forma  la  República  Argentina, 


GUA 


-  208  - 


GUE 


ocnpaban  las  actuales  provincias  de  Santa  Fe, 
Entre  Ríos,  Corrientes,  parte  de  las  de  Cór- 
doba, Santiago  del  Estero,  Buenos  Aires  y  el 
Chaco.  Las  tribus  principales  eran:  los  chanaes, 
en  las  islas  del  delta  del  Paraná  y  a  la  altura 
del  Baradero,  en  la  provincia  de  Buenos  Aires; 
los  mintianes,  en  Entre  Ríos;  los  caracaes,  en 
Corrientes;  los  abipones  y  timbúes,  en  Santa 
Fe;  los  tobas,  agaces,  guaycurúes  y  muchos 
otros,  en  el  Chaco.  Celebrábanse  fiestas,  que 
consistían  en  bailes  y  que  terminaban  en  borra- 
cheras, y  a  veces  en  riñas.  Creían  en  un  ser 
supremo  y  en  espíritus  maléficos.  Vivían  desnu- 
dos completamente  algunos,  y  otros  se  cubrían 
con  una  especie  de  delantal  muy  pequeño.  Usa- 
ban adornos  de  oro,  plata  y  plumas  de  varia- 
dos colores.  Las  armas  que  usaban  eran  el  ar- 
co, la  flecha,  la  lanza  y  la  macana  (maza  de 
madera  dura).  Los  medios  que  se  valían  para 
atravesar  y  recorrer  los  ríos  eran  rústicas  ca- 
noas y  piraguas,  formadas  con  troncos  de  ár- 
boles aplanados  y  ahuecados,  y  las  balsas,  que 
consistían  en  un  conjunto  de  troncos  unidos  y 
colocados  al  lado  uno  del  otro.  Cada  tribu  obe- 
decía  a  un  jefe,  cacique;  pero  la  autoridad  de 
éste  era  muy  limitada.  Cuando  era  probable 
una  guerra  se  reunían  para  elegir  un  jefe,  de- 
signando siempre  al  más  valiente.  Los  guara- 
níes eran  holgazanes.  Su  ocupación  se  reducía 
a  la  confección  de  las  armas  y  a  la  pesca  y  cazai 
con  el  fin  de  procurarse  víveres.  Las  tribus 
agricultoras  cosechaban  maíz,  mandioca,  bata- 
tas, zapallos,  etc.,  etc. 

Guardia  Vieja  (combate).  La  vanguardia  de  la 
divi'íión  Las  Heras,  al  mando  del  sargento  ma- 
yor D.  Enrique  Martínez,  tiene  un  reñido  com- 
bate en  la  Guardia  Vieja  (cordillera  de  los 
Andes)  con  fuerzas  españolas  que  guarnecían 
los  Andes  por  el  camino  de  Uspallata.  El  re- 
sultado del  ataque  fué  la  toma  de  la  posición 
ocupada  por  los  realistas,  haciéndoles  43  pri- 
sioneros, dos  subtenientes  y,  a  más  25  bajas, 
ocupando  después  los  vencedores  la  población 
de  Santa  Rosa  de  los  Andes,  el  día  prefijado 
por  San  Martín  para  unirse  con  el  grueso  del 
ejército  y  proseguir  las  hábiles  combinaciones 
estratégicas  del  plan  de  su  campaña  liberta- 
dora. 

GnaBco  (combate).  Acción  de  guerra  en  el  paso 
de  los  Andes  (5  de  febrero  de  1817).  Entre  el 
comandante  D.  Francisco  Zalada,  del  ejército 
republicano,  y  un  cuerpo  del  ejército  español, 
siendo  vencedores  los  primeros. 


Guayabos  (combate).  Una  división  artiguista  al 
mando  del  comandante  D.  Fructuoso  Rivera, 
libra  un  encarnizado  combate  el  10  de  enero 
de  1815,  contra  las  tropas  argentinas  al  mando 
del  coronel  D.  Manuel  Dorrego,  en  las  cerca- 
nías de  Guayabos,  departamento  del  Salto,  en 
la  República  Oriental  del  Uruguay.  El  triunfo 
fué  de  Rivera,  teniendo  Dorrego  que  reti- 
rarse. 

Guayaquil.  Provincia  y  ciudad  de  la  Repú- 
blica del  Ecuador.  Es  la  ciudad  más  impor- 
tante del  país  y  centro  principal  del  comercio 
exterior.  En  ella  tuvo  lugar  la  célebre  entre- 
vista entre  los  generales  San  Martín  y  Bo- 
lívar, quienes  después  de  largos  años  de 
combatir  en  ambos  extremos  de  la  América, 
se  encontraron  allí,  al  frente  de  sus  legiones 
victoriosas.  En  esta  entrevista  se  trató  de  la 
continuación  de  la  guerra  de  la  independencia, 
y  el  general  San  Martín,  con  su  habitual  mo- 
destia y  desinterés,  cedió  el  campo  de  la  gloria 
a  su  rival,  retirándose  desde  entonces  y  para 
siempre  del  Perú, 

Güemes  (Juan  Martín).  Guerrero  de  la  inde- 
pendencia. Nació  en  la  ciudad  de  Salta,  el  9  de 
febrero  de  1785. 
Se  encontraba  en 
Buenos  Aires  cuan- 
do la  invasión  in- 
glesa, tomando 
parteen  la  recon- 
quista y  defensa 
en  el  batallón  Fijo, 
batiéndose  con  de- 
nuedo. Se  halló  en 
Suipacha  con  el 
grado  de  capitán. 
San  Martín  le  en- 
comendó a  Güe- 
mes la  defensa  de 

las  fronteras  de  Salta,  a  cuyo  efecto  convirtió 
a  loshabitantesde  Jujuy  y  Saltaen  soldados,  y 
por  medio  de  sus  partidas  de  gauchos,  obtuvo 
numerosos  e  importantes  triunfos.  Durante 
cuatro  años  veló  incesantemente  sobre  su  ca- 
ballo de  pelea,  espiando  los  desfiladeros,  el 
valle  y  la  montaña.  Sus  soldados  lo  idolatra- 
ban y  llegaron  a  creer  ser  invencibles  bajo  las 
órdenes  del  tal  jefe.  Güemes  rechiizó  nueve 
invasiones  del  ejército  español  a  Salta,  pere- 
ciendo en  la  última  a  consecuencia  de  haber 
sido  herido  por  una  partida  de  soldados  espa- 
ñoles, que  habían  penetrado  en  la  ciudad  du- 


General  D.  Martin  Quemes. 


GUE 


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GUI 


rante  la  noche.  Murió  a  los  treinta  y  seis  años 
de  edad,  el  17  de  junio  de  1821,  en  el  bosque 
de  la  Cruz,  en  el  punto  denominado  «La  Higue- 
ra", a  la  sombra  de  un  cebil  colorado,  y  al  día 
siguiente  fué  sepultado  en  la  capilla  de  Clia- 
mical,  hoy  San  Francisco.  Al  año  siguiente 
fueron  trasladados  sus  restos  a  Salta  y  sepul- 
tados con  gran  pompa  en  la  catedral.  El  14  de 
abril  de  1877  fueron  nuevamente  trasladados, 
de  la  catedral  al  cementarlo  donde  al  presen- 
te existen.  Dice  el  Dr.  López:  «Güemes  era  de 
talla  alta  y  delgada,  que  se  encorvaba  algo  ha- 
cia adelante,  con  ese  movimiento  agraciado  y 
ondulante  del  mimbre,  que  el  hábito  del  caba- 
llo da  a  la  peculiar  manera  con  que  nuestros 
gauchos  lo  montan  y  lo  manejan.  Tenía  la  fiso- 
nomía vivaz,  la  nariz  aguileña,  poca  barba, 
como  los  hombres  de  temperamento  bilioso;  el 
ojo  centelleante  y  maneras  adaptadas,  ya  fuese 
que  tratase  con  gentes  cultas,  con  damas  sobre 
todo,  con  las  que  era  asaz  cumplido,  ya  que  se 
abandonase  a  la  familiar  originalidad  con  que 
sabía  encantar  y  entusiasmar  a  los  gauchos  de 
Salta. ..:> 
Guevara  (José).  Sacerdote.  Español.  Nacido 
en  1719.  Ingresó  a  la  Compañía  de  Jesús 
en  1752.  Enviado  al  Río  de  la  Plata,  se  distin- 
guió por  su  talento  y  por  su  instrucción;  dictó 
la  cátedra  de  Filosofía  en  el  Cjlegio  Máximo 
de  Córdoba,  y  sustituyó  al  famoso  P.  Lo- 
zano en  el  cargo  de  cronista  de  la  Orden  en 
la  provincia  del  Paraguay.  Hizo  varios  viajes; 
estuvo  en  la  Asunción,  Corrientes,  Santa  Fe, 
Buenos  Aires,  Mendoza,  Tucumán  y  Salta; 
viajes  que  posiblemente  se  relacionarían  con 
su  misión  histórica.  En  1766  escribió  su  obra 
monumental,  que  es  la  historia  de  la  conquista 
del  Paraguay,  Río  de  la  Plata  y  Tucumán, 
cuando  se  verificó  el  extrañamiento  de  su  Or- 
den, siendo  secuestrado  en  Santa  Catalina, 
jurisdicción  de  Córdoba,  punto  donde  residía. 
Todos  sus  documentos  también  le  fueron  se- 
cuestrados. El  P.  Guevara  fué  trasladado 
a  Buenos  Aires,  desde  donde  se  le  embarcó 
en  1767.  Llegado  a  puerto  español,  pasó  a  Ita- 
lia; alli  se  le  acogió  con  distinción.  Escribió 
diferentes  obras  sobre  historia  y  religión,  y 
falleció,  siendo  canónigo  de  Spelloel,  el  25  de 
febrero  de  1806.  Guevara,  hombre  de  talento, 
de  excelente  corazón,  misionero  celoso  y  ab- 
negado, ha  dejado  como  historiador  su  famosa 
obra  antes  citada,  que  es  un  monumento  de  su 
¿poca. 

Dice.  HisT.  Y  BioG. 


D.  Carlos  Guido  y  Spano. 


Guido  (Rufino).  Coronel  argentino.  Guerrero 
de  la  independencia  americana.  Nació  en  la 
ciudad  de  Buenos  Aires,  en  el  año  1797.  Con- 
currió a  las  campañas  del  Alto  Perú,  restau- 
ración de  Chile  y  expedición  libertadora  del 
Perú.  En  la  entrevista  que  tuvo  el  general 
San  Martín  con  el  general  Bolívar  en  Gua- 
yaquil acompañó  al  primero  en  calidad  de 
edecán. 

Guido  y  Spano  (Carlos).  Poeta  y  literato  ar- 
gentino. Nació  en  Buenos  Aires,  el  19  de  enero 
de  1827.  Pasó 
parte  de  su  juven- 
tud en  el  Brasil, 
donde  residía  su 
padre,  acreditado 
como  embajador, 
y  el  resto  de  ella 
en  viajes  por  Eu- 
ropa. De  regreso 
a  su  país  se  en- 
tregó absoluta- 
mente, y  con  gran 
éxito,  a  sus  ta- 
reas literarias, 
hasta  que  las  cir- 
cunstancias polí- 
ticas le  obligaron  a  embarcarse  para  Europa. Re- 
sidió en  Lisboa;  más  tarde,  en  Londres,  ciudad 
que  evocó  en  páginas  de  literatura  admirable, 
y  finalmente,  en  Francia,  por  cuya  política  sen- 
tía vivísimo  interés  De  regreso  a  su  patria 
recomenzó  sus  trabajos  de  escritor.  Además 
de  su  copiosa  y  exquisita  labor  literaria  sirvió 
a  su  país  desde  varios  cargos  administrativos. 
Ha  sido  secretario  de  Agricultura,  vocal  del 
Consejo  Nacional  de  Educación,  subsecretario 
de  Estado  en  el  ramo  de  Negocios  Extran- 
jeros, y  archivero  general  de  la  nación.  No  se 
significó  menos  como  filántropo  cuando  la  te- 
rrible fiebre  amarilla  (v.)  invadió  a  Buenos  Ai- 
res. El  pueblo  premió  con  una  Cruz  de  Hierro 
sus  heroicos  actos  de  altruismo  como  presi- 
dente de  la  Comisión  popular,  la  cual  asumió 
en  aquellos  luctuosos  días  el  gobierno  de  la 
sociedad  desquiciada,  alcanzando  además  por 
aquellos  servicios  nobles  el  título  de  socio  de 
mérito  de  la  Cruz  Roja.  Su  prestigio  literario 
ha  pasado  las  fronteras,  siendo  miembro  de 
gran  número  de  Sociedades  literarias  y  corres- 
pondiente de  la  Real  Academia  Española.  So- 
bresalen entre  sus  obras:  Hojas  al  ciento;  Rá- 
fagas; Ecos  lejanos;  Misceláneas;  At  home 

14 


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Nemia;  Canto  de  amor;  Los  guindos;  Al  pasar; 
etcétera,  etc.  Falleció  en  Buenos  Aires,  en  ju- 
lio de  1918. 

AT  HOME 

Bella  es  la  vida  que  a  la  sombra  pasa 
Del  heredado  hogar;  el  hombre  fuerte 
Contra  el  áspero  embate  de  la  suerte 
Puíde  alli  abroquelarse  en  su  virtud. 
Si  es  duro  el  tiempo  y  la  fortuna  escasa, 
Si  el  aéreo  castillo  viene  abajo, 
Queda  la  noble  lucha  del  trabajo, 
La  esperanza,  el  amor,  la  juventud. 

Guido  (Tomás).  Nació  en  Buenos  Aires,  el  1 
de  septiembre  de  1788.  Hizo  sus  estudios  en  el 
Colegio  de  San 
Carlos,  y  sus  pri- 
meras armas  con- 
tra las  invasiones 
inglesas.  Iniciado 
en  los  trabajos 
revolucionarios, 
actuó  en  los  suce- 
sos de  mayo  de 
1810  y  mereció 
ser  elegido  por 
el  Dr.  Mariano 
Moreno  para  des- 
empeñar el  cargo 
de  secretario  en 
su  misión  diplo- 
mática a  Inglate- 
rra en  1811.  De 
regreso  al  país,  después  de  la  muerte  del  ilus- 
tre patricio,  cuvos  últimos  pensamientos  re- 
cibió, drsempeñó  varios  empleos  hasta  llegar 
a  la  secretaría  de  Guerra,  en  cu^o  ejercicio 
en  1816  redactó  la  Memoria  demostrando  la 
posibilidad  y  medios  de  llevar  la  expedición 
militar  que  restauraría  la  perdida  libertad 
de  Chile,  documento  inicial,  fundamental  de 
su  fama,  que  después  acrecentaría  y  conso- 
lidaría en  trabajos  de  distinta  índole,  todos 
políticos,  que  revelan  las  nobles  dotes  in- 
telectuales y  morales  que  le  adornaron.  En  el 
año  1817  pasó  a  Chile  como  representante  de 
nuestro  país  y  nombrado  primer  ayudante  de 
campo  del  general  San  Martín.  Allí  preparó  la 
expedición  al  Perú,  confiándole  San  Martín  di- 
versas comisiones  de  la  mayor  importancia, 
que  cumplimentó  con  éxito  en  Miraflores,  Gua- 
yaquil, Torreblanca  y  Punchauca.  Asistió  al 


D.  Tomás  Guido. 


primero  y  segundo  sitio  del  Callao,  y  en  sep- 
tiembre de  1821  estipuló  la  capitulación  de  esa 
fortaleza,  que  gobernó  luego.  Ascendido  a  co- 
ronel mayor,  fué  nombrado  consejero  de  Esta- 
do, ministro  de  los  departamentos  de  Guerra  y 
Marina,  y,  sucesivamente,  general  de  brigada, 
benemérito  de  la  Orden  del  Sol  y  jefe  militar  y 
político  de  Lima.  Colaboró  con  los  generales 
Bolívar,  Sucre  y  La  Mar  en  la  obra  de  la  eman- 
cipación sudamericana.  En  1826  regresó  a  Bue- 
nos Aires,  firmando  dos  años  después  la  paz 
con  el  Brasil,  y  en  ese  país  permaneció  cono 
ministro  argentino  desde  1840  a  1851.  El  gene- 
ral Urquiza  lo  nombró  pljnipotenciario  en  ci 
Paraguay,  y  figuró  en  el  Senado  de  la  Confe- 
deración como  vicepresidente  de  ese  alto  Cuer- 
po, distinguiéndose  como  orador.  El  general 
Guido  es  una  de  las  figuras  que  más  descue- 
llan entre  las  celebridades  argentinas.  Como 
orador  dejó  sentada  su  fama  en  el  discurso  que 
pronunció  en  Montevideo  cuando  pasaron  por 
allí  los  restos  del  general  Alvear.  Terminó  su 
vida  en  Buenos  Aires,  el  14  de  septiembre  i 
de  1866.  Hijos  suyos  son  Carlos  y  Eduardo 
Guido  Spano. 

Guilles  (Juan).  Doctor  en  Medicina.  Natural  de 
Edimburgo.  Vino  a  Mendoza  por  el  año  1820. 
Hizo  muchos  viajes  de  exploración  al  interior 
de  la  provincia.  Visitó  la  cordillera  de  los  An- 
des y  midió  sus  principales  alturas  en  esta  la- 
titud, como  el  Tupungato,  la  Cordillera  de 
Portillo,  etc.  Se  dedicó  particularmente  al 
examen  botánico  de  las  producciones  herbá- 
ceas de  nuestra  tierra,  y  entonces  descubrió 
la  Guillessia,  vulgo  la  mima,  que  con  tanta  jus- 
ticia llevó  su  nombre  desde  que  la  presentó  a 
su  regreso  a  Inglaterra  a  la  Real  Academia  de 
Londres.  Había  reconocido  sus  saludables  efec- 
tos viéndola  aplicar  como  remedio  por  los  me- 
jores curanderos  del  campo.  A  él  le  debemos 
los  primeros  gusanos  de  seda. 

Guifiazú  (Francisco  de  Borja).  Natural  de  la 
provincia  de  Mendoza  Fué  un  auxiliar  podero- 
so del  general  San  Martín.  Era  un  fuerte  ha- 
cendado de  la  provincia  de  San  Luis;  regaló 
caballadas  para  el  ejército  de  los  Andes  y  re- 
mitió a  San  Martín,  por  intermedio  de  Pringles, 
varios  libertos  de  su  pertenencia  para  el  mismo 
ejército. 

Gulñazú  Nicolás).  De  la  provincia  de  Mendoza. 
Fué  un  decidido  partidario  de  la  revolución  de 
mayo.  Fué  regidor  de  menores  de  San  Luis  en 
1810,  y  obtuvo  crecido  número  de  sufragio» 


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para  diputado  a  la  Junta  de  Buenos  Aires.  En 
1815  fué  jefe  de  Policía  de  la  ciudad  de  Men- 
doza. 

Quise  (Martín  Gregorio).  Marino.  Natural  de 
Inglaterra.  En  1818,  llegó  a  Buenos  Aires,  pro- 
cedente de  su  país,  en  el  bergantín  Hécate  y  lo 
vendió  al  Gobierno  de  Chile,  bajo  la  expresa 
condición  de  conducirlo  a  las  aguas  del  Pacífi- 
co, y  una  vez  arribado  a  ese  país  ofreció  sus 
servicios  y  se  le  confió  el  mando  del  buque,  que 
fué  armado  en  guerra  con  18  cañones  y  bauti- 
zado con  el  nombre  de  Gaíoarino  poniéndo- 
se a  las  órdenes  del  almirante  Cochrane,  con 
quien  hizo  una  expedición  al  Perú.  El  6  de  no- 
viembre de  1819  se  distinguió  en  la  rendición 
del  fuerie  de  Pisco  y  de  la  población,  que  fué 
tomada  a  la  bayoneta  con  tropas  de  desembar- 
co, y  al  año  siguiente  tomó  al  abordaje  por  el 
lado  de  babor,  y  Cochrane  por  el  estribor,  a  la 
fragata  española  Esmeralda,  fondeada  frente 
al  Callao.  Después  de  esta  hazaña,  en  que  fué 
herido,  dejó  de  servir  a  las  órdenes  de  dicho 
almirante,  por  disensiones  surgidas  entre  am- 
bos. Creada  la  marina  del  Perú,  promoviósele 
a  comandante.  Realizó  la  toma  de  Arica,  el  17 
de  agosto  de  1823,  siendo  ascendido  a  almiran- 
te. Se  halló  en  el  combate  del  Callao,  el  17  de 
febrero  de  1824  Falleció  en  Guayaquil,  el  24 
de  no  siembre  de  1829. 

Gnrruchaga  (Francisco).  Comerciante.  Nació 
en  Salta,  el  7  de  diciembre  de  1776,  y  desean- 
do su  padre  darle  una  esmerada  educación, 
pues  era  el  primer  comerciante  del  Alto  Perú 
y  poseía  una  cuantiosa  fortuna,  lo  envió  a  Es- 
paña a  la  edad  de  ocho  años,  ingresando  al 
Colegio  de  Nobles,  de  Madrid,  recibiéndose 
más  tarde  de  bachiller  en  la  Universidad  de 
Granada.  Su  carácter  ardiente  e  inquieto  lo 
impu  só  a  enrolarse  como  oficial  en  la  marina 
española  cuando  estalló  la  guerra  contra  In- 
glaterra, participando  de  los  riesgos  y  las  glo- 
rias del  combate  de  Trafalgar;  pero  deshecha 
la  escuadra,  obtuvo  del  rey  el  título  honorífico 
e  importantísimo  de  correo  de  gabinete,  el 
cual  le  daba  franca  entrada  en  la  Corte.  Du- 
rante la  invasión  francesa  a  España  fué  redu- 
cido a  prisión,  como  sospechoso  de  maquinacio- 
nes subversivas,  y  en  1808  regresó  a  su  patria. 
Gurruchaga  y  Moldes  fueron  los  que  prepara- 
ron el  pronunciamiento  patriota  en  Salta,  el  27 
de  agosto  de  1810.  En  el  mismo  año  fué  electo 
diputado  ante  la  Junta  de  la  capital,  a  cuyo  car- 
go se  contrajo  con  ardiente  celo,  notoria  inteli- 


gencia y  actividad,  y  siendo  designado  vocal  de 
marina  adquirió  algunas  embarcaciones  en  1811, 
y  formó  la  primera  escuadrilla  de  la  revolución, 
en  1813  fué  electo  miembro  de  la  Asamblea; 
en  1818  desempeñó  una  misión  diplomática  en 
Chile;  en  1831  fué  gobernador  de  Salta  y  en 
1832  comisionósele  para  pactar  la  paz  con 
Quiroga.  Falltíció  en  Salta,  en  la  mayor  pobre- 
za, después  de  haber  invertido  toda  su  fortuna 
en  beneficio  de  su  patria  en  1847,  a  los  ochenta 
y  uno  años  de  edad. 

Gutiérrez  de  la  Concha  (Juan).  Ultimo  go- 
bernador intendente  de  la  época  colonial,  des- 
de 1807,  en  Córdoba.  Gobernó  hasta  1810,  y 
queriendo  oponerse  al  avance  do  la  revolución 
de  mayo,  junto  con  Liniérs  y  otros,  fué  tomado 
prisionero  y  fusilado. 

Gutiérrez  (Felipe).  Gobernador  de  la  antigua 
provincia  del  Tucumán  en  1543,  sucesor  de  Ro- 
jas. Más  tarde  (1544)  fué  enviado  preso  al 
Perú,  donde  Gonzalo  Pizarro  le  hizo  dar  muer- 
te a  garrote,  en  Guamanga,  víctima  de  su 
lealtad  al  rey. 

Gutiérrez  (José  Alvino).  Militar.  Gobernador 
de  Mendoza  desde  el  7  de  mayo  hasta  el  28  de 
junio  de  1824,  contra  el  deseo  del  pueblo.  Una 
conjuración  se  tramó  contra  él  y  fué  descu- 
bierta, y  más  tarde  un  movimiento  revolucio- 
nario, en  el  que  fué  herido  de  bala  en  un  bra- 
zo, lo  depuso  del  poder.  Fué  vencedor  del  ge- 
neral chileno  D.  José  Miguel  Carrera  en  la 
Punta  del  Médano,  el  31  de  agosto  de  1821, 
mereciendo  por  este  hecho  los  despachos  de 
general  de  brigada,  que  le  fueron  enviados  por 
el  Gobierno  de  Chile.  Murió  en  noviembre  de 
1831,  en  un  encuentro  con  los  indios  y  siendo 
comandante  general  de  armas. 

Gutiérrez  (José  María).  Nació  en  1831 .  Dis- 
tinguido literato 
y  periodista  ar- 
gentino. Asistió  a 
la  batalla  de  Ce 
peda  como  secre- 
tario del  general 
D.  Bartolomé  Mi- 
tre. Fué  diputado 
nacional.  Funda 
dor  de  la  Nación 
Argentina,  que 
duró  seis  años. 
Ministro  de  Ins- 
trucción pública 
durante  la  presi-         D  José  María  Gutiérrez. 


GUT 


212 


GUZ 


D.  Juan  María  Gutiérrez. 


dencia  del  Dr.  Nicolás  Avellaneda.  En  1S78 
fundó  la  Patria  Argentina,  que  tuvo  inmensa 
popularidad  hasta  el  año  1880.  También  fué 
ministro  de  Estado  durante  la  presidencia  del 
Dr.  D.  Carlos  Peilegrini,  y  en  1896  fué  presi- 
dente del  Consejo  Nacional  de  Educación. 

Gutiérrez  (Juan  María)  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  6  de  mayo  de  1809.  Estudió  Matemáticas 
y  se  recibió  de 
agrimensor.  For- 
mó parte  de  la 
Asociación  de 
Mayo,  institución 
que  fué  persegui- 
da por  el  dictador 
Rosas.  Muchos 
de  sus  miembros 
fueron  reducidos 
a  prisión,  entre 
ellos  Gutiérrez, 
que  después  de 
soportar  tres  me- 
ses de  cá  rcelué 
obligado  a  emigrar  a  Montevideo,  en  el  año 
1839.  Allí  colaboró  en  El  Iniciador  y  en  el 
periódico  ¡Muera  Rosas!,  y  fundó  con  Rive- 
ra Indarte  El  Talismán.  Fué  laureado  en  1841, 
en  el  primer  certamen  poético  americano  que 
se  celebró  en  aquella  ciudad  para  solemni- 
zar las  fiestas  mayas.  Partió  más  tarde  a 
Europa,  de  donde  volvió  para  establecerse 
en  Valparaíso,  donde  ejerció  la  profesión  de 
agrimensor.  En  1846  publicó  La  América  poé- 
tica; El  lector  americano,  y  su  obra  monu- 
mental, ¿a  enseñanza  superior  en  Buenos  Ai- 
res, que  abarca  el  período  de  1767  a  1829,  tra- 
bajo de  gran  aliento.  En  1852  regresó  a  Bue- 
nos Aires,  declarándose  adicto  al  general  Ur- 
quiza.  Electo  constituyente  en  1853.  Actuó 
como  ministro  de  Relaciones  Exteriores  en  el 
primer  Gobierno  federal  en  el  Paraná.  Falle- 
ció en  Buenos  Aires,  el  26  de  febrero  de  1878. 

Gutiérrez  (Ricardo).  Ilustre  médico  y  poeta  ar- 
gentino. Hijo  de  D.  Juan  Gutiérrez  y  de  doña 
María  Sáenz.  Nació  en  Arrecifes,  provincia  de 
Buenos  Aires,  el  10  de  noviembre  de  1836 
Muy  joven  aún,  sus  padres  lo  enviaron  a  la  ca' 
pital,  en  cuya  Universidad  se  doctoró  en  Medi. 
ciña  y  Cirugía,  logrando  al  poco  tiempo,  por 
sus  bondades  exquisitas  y  por  su  preparación 
vasta  y  sólida,  destacarse  entre  los  médicos 
más  sobresalientes  de  su  época.  En  1860  apa. 
recieron  sus  primeras  producciones  en  verso. 


D.  Ricardo  Gutiérrez. 


en  El  Correo  del  Domingo,  y  se  editó  a  la  ve» 
sus  poemas  descriptivos  que  llevan  por  título 
La  fibra  salvaje; 
Lázaro  es  otro  de 
los  magistrales 
poemas  del  doc- 
tor Gutiérrez.  Es- 
tablecido en  Bue- 
nos Aires,  se  de- 
dicó con  ahinco 
a  su  humanitaria 
profesión,  pero 
sin  abandonar  sus 
aficiones  litera 
rias,  como  lo 
prueban  las  co- 
lumnas de  la  Re- 
Dista  de  Buenos 
Aires;  la  Revista  Argentina;  la  del  Club  Uni 
oersitario,  de  Montevideo;  La  Ondina  del  Plct- 
ta,  y  otras  revistas  de  literatura,  etc.  En  1878 
se  publicó  un  tomo  bajo  el  rubro  Poesías  de  Ri- 
cardo Gutiérrez,  que  contiene  los  poemas  arri' 
ba  citados  y  numerosos  cantos,  que  forman:  El 
libro  de  las  lágrimas  y  El  libro  de  los  cantos; 
El  Mercurio;  Oración;  El  huérfano;  La  Herma- 
na de  la  Caridad,  etc.  En  1879  fundó  con  sus 
hermanos  Juan  y  Alberto  La  Patria  Argentina. 
En  1891  anunciaba  la  aparición  de  otro  libro,  ti 
tulado  y«íc/os.  Hizo  también  las  campañas  de 
Pepeda,  Pavón  y  la  del  Paraguay.  En  1870  el 
Gobierno  lo  envió  a  Europa  en  jira  de  estudio. 
A  su  vuelta,  fundó  el  hospital  de  niños  de  esta 
capital, del  quefuésu  primer  director; cargoque 
desempeñó  gratuitamente  durante  veinticinco 
años.  Desde  entonces  dejó  de  cultivar  la  poe 
sía;  «Cambió— según  sus  propias  palabras— las 
bellas  mentiras  del  ideal  por  las  tremendas 
verdades  de  la  ciencia».  A  la  entrada  del  hos- 
pital de  niños,  los  médicos  de  Buenos  Aires 
erigiéronle  una  estatua,  y  en  el  cementerio  del 
Norte,  un  monumento,  en  justiciero  homenaje 
al  maestro  y  fundador.  Murió  en  Buenos  Aires, 
el  23  de  septiembre  de  1896. 

«Soldado,  trovador,  luz  de  la  ciencia, 
le  lloran  la  poesía  y  la  inocencia. 

Carlos  Guido  y  Spano» 

Guzmán  (Gonzalo  Martel  de).  Uno  de  los  63 
pobladores  de  Buenos  Aires  y  compañeros  de 
D.  Juan  de  Garay  el  año  1580.  Natural  de  Sfr 
villa.  Vino  al  Río  de  la  Plata  con  Juan  Ortli 


GUZ  -  213  -  GUZ 

de  Zarate,  tercer  adelantado,  el  año  1573.  En  zana  en  el  ejido  de  la  ciudad-que  es  laque 

la  época  de  la  fundación  fué  nombrado  alcalde  ocupa  actualmente  el  mercado  del  Centro— y 

ordinario,  y  figura  en  la  lista  de  agraciados  dos  suertes  en  el  Riachuelo  de   la  Trinidad, 

con  tierras,  en  el  repartimiento,  con  una  man-  hoy  partido  de  las  Conchas. 


H 


Haedo  de  Paz  (Tiburcia).  Patriota  argentina. 
Presentó  a  sus  dos  hijos,  José  María  y  Julián, 
al  servicio  de  la  patria,  cortando  así  sus  estu- 
dios; pero  quedó  a  la  República  Argentina  la 
gloria  de  que  uno  de  los  hijos  de  esta  matrona, 
el  ilustre  general  Paz,  (D.  José  María),  fuese 
considerado  como  uno  de  los  primeros  genera- 
les de  Sud-América. 

Halay.  Pueblo  de  indios  encomenderos  de  la 
gobernación  del  Tucumán,  situado  hacia  el  río 
de  León,  de  corto  número  de  indiviluos. 

Halcón  (corbeta).  Comandante,  Hipólito  Bou- 
chard  Se  le  dio  patente  de  corso  el  12  de  sep- 
tiembre de  1815.  Era  una  corbeta  mercante, 
adquirida  por  el  Gobierno  en  las  postrimerías 
del  bloqueo  de  Montevideo  para  incorporarla 
a  su  escuadra.  Fué  adquirida  y  armada  por  el 
conocido  hombre  público  Dr.  Anastasio  de 
Echeverría.  Tenía  la  corbeta  18  cañones  y  una 
tripulación  de  102  hombres. 

Helj^nera  (Jerónimo).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  el  año  1793.  Se  incorporó  como  sub- 
teniente de  Patricios,  y  cuando  apenas  tenía 
diez  y  siete  años  pasó  al  cuerpo  de  ejército 
que  marchó  a!  Paraguay  a  las  órdenes  de 
Belgrano.  Se  halló  en  Campichuelo  y  en  todas 
las  demás  acciones  de  esta  campaña,  cayendo 
prisionero  en  la  de  Paraguari.  A  las  ó.'denes 
también  de  Belgrano,  como  ayudante,  se  halló 
en  Tucumán,  Salta,  Vllcapujio  y  Ayo/iuma,  y 
a  Ifls  órdenes  de  Rondeau,  y  como  sarf^ento 
mayor,  en  Sipe-Sipe  y  Venta  y  Media.  Fué  en 
1826  diputado  por  Tucumán  al  Congreso  Cons- 
tituyente, que  sancionó  la  Constitución  unita- 
ria. Condenado  a  muerte  en  1836,  por  conspi- 
rador contra  el  gobernador  Heredia;  mas  sien- 
do indultado,  se  expatrió  a  Chile,  muriendo  en 
Copiapó,  en  diciembre  de  183S. 

Heredia  (Alejandro).  Nació  en  la  ciudad  de 


San  Miguel  de  Tucumán,  en  1790,  y  cursó  sus 
estudios  en  Córdoba.  Como  ayudante  del  ge- 
neral Díaz  Vélez,  asistió  a  Tucumán  y  a  la  ba- 
talla de  Salta.  Se  encontró  luego  en  las  derro- 
tas de  Vllcapujio,  Ayohuma,  Sipe-Sipe,  en  la 
que  fué  herido.  Fué  comisionado  por  el  Con- 
greso de  Tucumán  para  que,  al  frente  de  una 
expedición  militar,  acudiese  a  la  Rioja  a  resta- 
blecer el  orden,  reponer  el  Cabildo  y  prender 
a  los  revolucionarios,  lo  que  verificó.  Consti- 
tuyente en  1826.  Gobernador  de  Salta  y  de 
Tucumán.  Mandó  en  jefe  y  venció  en  el  Chi- 
flón, en  1835,  a  los  catamarqueños,  y  en  1836, 
a  los  sáltenos  en  Famalllá.  Fué  asesinado  en 
los  Lules,  como  a  tres  leguas  de  la  capital  de 
Tucumán,  yendo  en  carruaje,  acompañado  de 
su  hijo,  con  dirección  a  su  casa  de  campo,  el 
12  de  noviembre  de  1838,  por  una  partida  ar- 
mada y  encabezada  por  el  comandante  (coro- 
nel veinte  años  después)  Gabino  Robles,  co- 
mandante Juan  de  Dios  Paliza,  Vicente  Neirot, 
José  Casas  y  Gregorio  Uriarte.  El  general 
Gregorio  Paz,  que  tuvo  la  suerte  de  escapar 
de  la  sangrienta  escena  que  se  le  preparaba 
en  Tucumán  por  sus  mismos  compatriotas,  dio 
sobre  ese  hecho  la  relación  siguiente:  «El  co- 
mandante Robles,  jefe  de  los  asesinos,  que  ha- 
bía sido  insultado  por  Heredia,  juró  vengarse 
en  la  primera  oportunidad  quitándole  la  vida 
por  sus  propias  manos.  Robles  se  aproximó  a 
la  galera  en  que  iba  Heredia,  con  un  ademán 
de  placer  y  de  feroz  satisfacción.  «Párese  esa 
galera»— gritó  el  que  buscaba  venganza—.  En- 
tonces Heredia,  que  medio  había  podido  incor- 
porarse, asomándose  por  uno  de  los  postigos, 
le  dijo  con  la  más  clamorosa  y  conmovida  voz: 
«¿Qué  quiere  usted,  Robles?  ¿Quiere  usted  el 
gobierno?  Allí  lo  tiene  usted.  ¿Quiere  usted  di- 
nero? Le  daré  cuanto  usted  necesite.»  Iba  a 


HER 


215  - 


HER 


continuar  el  desmayado  general,  cuando  el 
agresor,  con  la  mayor  serenidad,  le  contestó: 
«No,  cobarde,  perverso;  no  quiero  dinero  ni 
el  gobierno:  tu  vida  es  la  que  quiero,  monstruo, 
degradado,  y  nada  más  que  tu  vida.*  Y  en  se- 
guida exclamó:  «Ya  me  vengué ■>,  soltando  al 
mismo  tiempo  un  pistoletazo  en  la  cabeza  de 
Heredia,  que  cayó  herido  en  el  fondo  de  la  ga- 
lera, gritando:  «No  me  maten,  misericordia, 
socórranme,  por  Dios»,  y  otras  cosas  seme- 
jantes. Heredia  aun  respiraba  cuando  le  aban- 
donaron los  asesinos,  dejándole  con  su  hijo  en 
el  paraje  del  crimen  y  llevándose  la  galera.  El 
cuerpo  quedó  abandonado  dos  días  en  un  pa- 
raje desierto,  donde  lo  mutilaron  horriblemen- 
te las  aves  de  rapiña.»  (Historia  délos  gober- 
nadores, Zinny.) 

Heredia  (Felipe).  Militar.  Natural  de  Tucu- 
mán.  A  las  órdenes  de  Belgrano  asistió  a  lasba- 
tallas  de  Tucumán,  Salta,  Vilcapujio,  Ayohu- 
ma,  Puesto  del  Marqués,  Sipe-Sipe  y  Venta  y 
Media.  Siendo  sargento  mayor,  tomó  parte  en 
la  revolución  de  Tucumán,  que  llevó  al  poder 
al  coronel  Araoz,  de  donde  fué  despachado  a 
Córdoba  con  fuerzas  da  caballería  para  apo- 
yar un  movimiento  análogo.  En  1820  también 
intervino  en  la  de  Santiago  del  Estero.  Siendo 
ya  general,  fué  gobernador  de  Salta  en  1836. 
En  1837,  nombrado  jefe  de  Estado  Mayor  del 
ejército  de  operaciones  contra  Bolivia,  mar- 
chó a  disputar  el  terreno  invadido  al  general 
Santa  Cruz,  quien,  con  fuerzas  superiores  y 
en  una  posición  ventajosa,  lo  rechazó  en  el 
combate  de  Santa  Bárbara,  librado  el  19  de 
septiembre  de  1837.  Poco  después  falleció,  en 
Tucumán. 

Hermandad  de  Caridad.  Institución  promo- 
vida en  Buenos  Aires  por  D.  Juan  Alonso 
González.  El  origen  de  esta  institución  tuvo 
lugar  en  1727,  en  circunstancias  en  que  una  te- 
rrible epidemia  desolaba  a  esta  ciudad,  siendo 
los  cadáveres  de  los  pobres  que  morían  en  las 
calles  y  en  las  plazas  conducidos  hasta  los  en- 
terratorios atados  a  las  colas  de  los  caballos. 
Estas  horribles  escenas  inspiraron  a  González 
la  idea  de  fundar  esta  institución,  y  asociándo- 
se a  otros  vecinos  piadosos,  y  sin  reparar  en 
gastos  ni  en  sacrificios  personales,  ya  viajan- 
do, ya  pidiendo  limosnas  por  las  calles,  reali- 
za tan  humanitario  pensamiento,  y  para  que  no 
faltase  nada  a  su  sublime  abnegación,  no  te- 
niendo la  Hermandad  cómo  costear  un  cape- 
llán, y  siendo  él  viudo,  resuelve  tomar  el  esta- 


do de  sacerdote,  para  atender  también  bajo 
este  nuevo  carácter  a  los  desgraciados  que 
había  tomado  bajo  su  amparo.  Falleció  este 
buen  hombre  en  1763.  La  Hermandad  s&  su- 
primió en  H22. 
Hernando  Arias  de  Saavedra  (más  conoci- 
do con  el  nombre  de  Hernandarias).  Había  na- 
cido en  la  Asunción,  el  10  de  septiembre 
de  1561.  Sus  padres  fueron  D.  Martín  Juárez 
de  Toledo,  ex-gobernador  de  la  Asunción,  y 
Ó."  Juan;,  de  Sanabria,  siendo  notable  que  no 
llevase  el  apellido  de  los  dos.  Era  estimado  de 
todos  por  sus  virtudes  y  riquezas.  E'evado  al 
gobi2mo  por  el  voto  unánime  de  sus  conciuda- 
danos, mostróse  desde  el  principio  goberna- 
dor justo  y  conquistador  hábil  y  valeroso.  «Sus 
miras— dice  Arreguini — fueron  vastas  y  pu- 
ras; sus  intenciones,  siempre  honestas;  su  paso 
por  el  poder,  que  a  tantos  corrompe  o  marea 
y  que  de  tantos  caracteres  que  parecen  tem- 
plados hace  sibaritas  o  mandones,  sólo  dio 
energía  a  su  natural  austero.  Baste  decir  que, 
de  poderoso  que  subió  en  dinero  y  haciendas, 
bajó  pobre,  y  que  de  combatido  que  fuera  de 
sus  competidores  y  los  descontentos, que  siem- 
pre existen  en  todo  tiempo  ylugar,  vino  a  ser  el 
ídolo  del  pueblo  y  el  ejemplo  de  sus  enemigos 
de  antes.»  Fué  gobernador  del  Río  de  la  Plata 
por  tres  veces.  La  primera,  de  1591  a  1594;  la 
segunda,  de  1600  a  1609;  y  la  tercera,  de  1615 
a  1618.  Según  el  Dr.  López,  «debe  ser  consa- 
grado en  nuestra  historia  como  el  primer  pa- 
triota que  brilla  en  ella».  Para  concluir  con  las 
barbaridades  que  se  cometían  con  los  pobres  in- 
dios en  las  encomiendas,  por  instigación  de  este 
honrado  magistrado  se  crearon  las  Misiones 
Jesuíticas  (v.)  Durant.  su  tercer  gobierno,  el 
rey  Felipe  III  expidió  la  real  cédula  del 
año  1617,  erigiendo  la  gobernación  del  Río  de 
la  Plata  y  separándola  de  la  dil  Paraguay, 
con  el  nombre  de  provincia  del  Ouat/rá(\), 
que  ha  quedado  en  olvido.  «Hernandarias  fué 
uno  de  los  hombres  más  ilustrados  que  produ- 
jera la  América,  y  por  lo  esclarecido  que  era, 
así  en  la  paz  como  en  la  guerra,  los  ministros 
de  la  Casa  de  Contratación,  de  Sevilla,  man- 
daron colocar  su  retrato  en  lugar  distinguido, 
entre  otros  varones  notables  del  Nuevo  .Mun- 
do que  adornaban  una  de  las  salas  de  dicha 


(1)  Gaayrá,  según  D-  Pedro  de  Angelis;  equivale  a 
«país  populoso»  o  «abundante  en  gentes>:  de  Guay,  mo- 
tos o  gentes,  y  rá,  lugar  donde  abundan. 


HER 


216  - 


HIM 


casa  >  (Ziiiny:  Historia  de  los  gobernadores 
del  Paraguay.)  Murió  en  Santa  Fe,  en  1634. 
Hernández  (José).  Poeta  y  periodista  argenti- 
no. Nació  en  Buenos  Aires,  el  10  de  noviem- 
bre de  1834.  Obli- 
gado por  una  en- 
fermedad,  dejó 
sus  estudios,  y  fué 
a  vivir  en  un  es- 
tablecimiento de 
campo  al  Sud  de 
la  provincia  de 
Buenos  Aires. 
Allí  tuvo  la  opor- 
tunidad de  cono- 
cer la  vida  cam- 
pesina, que  con 
tan  admirable  co- 
lorido y  verdad 
pintó  después. 
Actuó  en  casi  todas  las  guerras  civiles  de  su 
país.  Ocupó  diversos  puestos  públicos  de  im- 
portancia. Sus  obras  más  conocidas  son:  Mar- 
tín Fierro;  El  viejo  y  la  niña;  Los  dos  besos. 
El  carpintero;  Vida  del  Chacho. 

De  «Martín  Fierro». 

Viene  el  hombre  ciego  al  mundo, 
cuartiándolo  la  esperanza, 
y  a  poco  andar  ya  lo  alcanzan 
las  desgracias  a  empujones; 
iJué  pucha,  que  trae  liciones 
el  tiempo  con  sus  mudanzas! 


D.José  Hernández. 


año  se  ausentó  para  Espafía.  Escribió  los  co- 
mentarios del  adelantado  Cabeza  de  Vaca. 

Heroína  (fragata  en  corso).  Armador  D.  Patri- 
cio Lynch.  Capitán,  David  Jewett.  Salió  como 
buque  de  guerra  del  Estado  por  orden  de  15  de 
enero  de  1820.  De  475  toneladas  y  de  30  a  34 
cañones. 

Herrera  y  Sotomayor  (José).  Maestre  de 
campo,  gobernador  y  capitán  general  de  las 
provincias  del  Río  de  la  Plata  en  1688. 

Himno  nacional.  El  Dr.  D.  Vicente  López, 
miembro  de  la  Asamble  i  general  Constituyen- 
te, recibió  el  encargo  de  formular  un  proyecto 
de  himno  nacional,  el  cual,  presentado  a  esa 
Corporación  para  su  aprobación,  fué  sanciona- 
do en  la  sesión  del  11  de  marzo  de  1813  y  de- 
clarado como  himno  nacional  en  la  República' 
He  aquí  sus  bellas  estrofas: 

Coro. 

Sean  eternos  los  laureles 
Que  supimos  conseguir; 
Coronados  de  gloria  vivamos 
O  juremos  con  gloria  morir. 

Oíd,  mortales,  el  grito  sagrado: 
¡Libertad,  libertad,  libertad! 
Oíd  el  ruido  de  rotas  cadenas, 
Ved  en  el  trono  a  la  noble  igualdad; 
Se  levanta  a  la  faz  de  la  tierra 
Una  nueva  y  gloriosa  nación, 
Coronada  su  sien  de  laureles 
V  a  sus  plantas  rendido  un  león. 


Yo  he  conocido  esta  tierra, 
en  que  el  paisano  vivía 
y  su  ranchito  tenía, 
y  sus  hijos  j  mujer... 
Era  una  delicia  el  ver 
cómo  pasaba  sus  días. 


Entonces...,  cuando  el  lucero 
brillaba  en  el  cielo  santo, 
y  los  gallos  con  su  canto 
la  madrugada  anunciaba 
a  la  cocina  rumbiaba, 
el  gaucho  que  era  un  encanto. 

Murió  en  Buenos  Aires,    el  21   de  octubre 
de  1886. 
Hernández  (Pedro).  Escribano  de  las  Provin- 
cias Unidas  del  Río  de  la  Plata  en  1545,  en  cuyo 


De  los  nuevos  campeones  los  rostro» 
Marte  mismo  parece  animar; 
La  grandeza  se  anida  en  sus  pechos; 
A  su  marcha  todo  hace  temblar. 
Se  conmueven  del  Inca  las  tumbas 
V  en  sus  huesos  revive  el  ardor,- 
Porque  ve  renovando  a  sus  hijos 
De  la  patria  el  antiguo  esplendor. 

Pero  sierras  y  muros  se  sienten 
Retumbar  con  horrible  fragor; 
Todo  el  país  se  conturba  por  gritos 
De  venganza,  de  guerra  y  furor. 
En  los  fieros  tiranos  la  envidia 
Escupió  su  pestífera  hiél; 
Su  estandarte  sangriento  levantan, 
provocando  a  la  lid  más  cruel. 


HIM 

¿No  los  veis  sobre  Méjico  y  Quito 
Arrojarse  con  saña  tenaz? 
¿Y  ciiál  lloran,  bañados  en  sangre, 
Potosí,  Cociiabamba  y  La  Paz? 
¿No  los  veis  sobre  el  triste  Caracas 
Luto  y  llanto  y  muerte  esparcir? 
¿No  los  veis  devorando  cual  fieras 
Todo  pueblo  que  logran  rendir? 


A  vosotros  se  atreve,  argentinos. 
El  orgullo  del  vil  invasor; 
Vuestros  campos  ya  pisa,  contando 
Tantas  glorias  hollar,  vencedor; 
Mas  los  bravos  que  unidos  juraron 
Su  feliz  libertad  sostener, 
A  esos  tigres  sedientos  de  sangre 
Fuertes  pechos  sabrán  oponer. 


El  valiente  argentino  a  las  armas 
Corre  ardiente  con  brío  y  valor. 
El  clarín  de  la  guerra,  cual  trueno 
En  los  campos  del  Sud  resonó; 
Buenos  Aires  se  pone  a  la  frente 
De  los  pueblos  de  la  ínclita  unión, 

Y  con  brazos  robustos  desgarran 
Al  ibérico  altivo  león. 

San  José,  San  Lorenzo,  Suipacha, 
Ambas  Piedras,  Salta  y  Tucumán, 
La  Colonia  y  las  mismas  murallas 
Del  tirano  en  la  Banda  Oriental, 
Son  letreros  eternos  que  dicen: 
Aquí  el  brazo  argentino  triunfó; 
Aquí  el  fiero  opresor  de  la  patria 
Su  cerviz  orgullosa  dobló. 

La  Victoria  al  guerrero  argentino 
Con  sus  alas  brillantes  cubrió, 

Y  azorado  a  su  vista  el  tirano. 
Con  infamia  a  la  fuga  se  dio. 

Sus  banderas,  sus  armas,  se  rinden 
Por  trofeos  a  la  libertad 

Y  sobre  alas  de  gloria  alza  el  pueblo 
Trono  digno  a  su  gran  majestad. 

Desde  un  polo  hasta  el  otro  resuena 
De  la  Fama  el  sonoro  clarín, 

Y  de  América  el  nombre  enseñando. 
Les  repite...  «¡Mortales,  oíd!... 


-  217  - 


HOM 


Ya  sobre  trono  dignísimo  abrieron 
Las  provincias  unidas  del  Sud.» 
Y  «los  libres  del  mundo  responden: 
¡Al  gran  pueblo  argentino,  salud!» 

Holmberg  (Eduardo  Kaillitz,  barón  de).  Mili- 
tar. Nacido  en  Austria,  en  1778.  Llegó  en  su 
país  al  grado  de  teniente  de  guardias  valonas 
en  1811.  Simpatizando  con  la  causa  de  la  inde- 
pendencia de  esta  República,  se  embarcó  en 
Inglaterra  en  compañía  de  San  Martin,  Alvear 
y  otros  argentinos.  Dado  de  alta  en  el  ejército 
de  Belgrano  que  se  hallaba  en  Jujuy  en  1812, 
en  clase  de  jefe  de  Estado  Mayor  en  los  ramos 
Artillería,  de  Ingenieros,  donde  prestó  por  sus 
conocimientos  especiales  y  su  aptitud  muy  bue- 
nos servicios,  dando  nueva  vida  al  Parque  y  a 
la  Maestranza,  llegando  a  fundir  cañones,  obu- 
ses  y  morteros,  que  estrenó  bien  pronto  en  el 
combate  de  Las  Piedras,  el  3  de  septiembre  de 
1812,  siendo  uno  de  los  héroes  de  la  jornada. 
En  la  batalla  de  Tucumán  mandó  en  jefe  la 
artillería  y  fué  consejero  de  Belgrano ,  de 
quien  gozaba  gran  confianza;  el  que,  sin  em- 
bargo, al  año  siguiente  vióse  en  la  necesidad 
de  sacrificado  por  un  acto  irrespetuoso  que 
cometió,  imponiéndole  como  castigo  la  separa- 
ción del  ejército.  Fué  enviado  a  la  Banda 
Oriental,  confiándole  al  regreso  la  reorgani- 
zación y  mando  de  un  regimiento  de  infantería 
en  1814.  En  ese  año  se  le  encargó  la  construc- 
ción de  una  batería  en  Punta  Gorda.  En  1820 
se  mezcló  en  las  disensiones  políticas,  siendo 
desterrado  más  tarde  a  Martín  García.  En 
1821  se  le  comisionó  para  examinar  y  cons- 
truir fortines  en  las  fronteras  del  Salto,  Rojas 
y  Pergamino.  Durante  la  guerra  del  Brasil  le- 
vantó una  batería  en  Punta  Lara,  y  fué  direc- 
tor del  Parque  de  Artillería.  En  1834  fué  dado 
de  baja  por  cuestiones  políticas.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  24  de  octubre  de  1853,  a  los 
setenta  y  cinco  años  de  edad. 

Hometes.  Indios  del  valle.  Calchagui  de\  Cha- 
co ,  que  unidos  a  los  daglasates  intentaron 
asaltar  la  jurísdicción  de  Corrientes,  siendo 
teniente  de  gobernador  el  maestre  de  campo 
Juan  Arias  de  Saavedra.  Anduvieron  espiando 
la  ciudad  y  estancias  en  sus  embarcaciones, 
pero  tuvieron  que  retirarse  sin  conseguir  su 
objeto,  apercibidos  de  que  se  los  observaba 
por  el  capitán  Lázaro  de  Almirón,  despachado 
al  efecto,  y  el  de  hostilizarlos  si  intentaban  pi- 
sar tierra. 


HOR 

Hornos  (Manuel).  Militar.  Nació  en  Entre  Ríos, 
el  IS  de  julio  de  1807,  y  desde  muy  joven,  ya 
como  ciudadano,  ya  como  militar,  defendió  la 
causa  de  los  principios  liberales,  combatiendo 
al  caudillaje  y  a  la  tiranía.  En  1831  escapó  de  ser 
fusilado  arrojándose  al  río  Uruguay,  y  desde 
entonces  consagró  su  vida  a  la  causa  de  la  li- 
bertad. Emigrado  en  la  Banda  Oriental,  al  vol- 
verala patria,  comooficialy  jefe,  sucesivamen- 
te del  ejército  de  Lavalle,  en  1839,  se  batió  en 
el  Yeruá,  Don  Cristóbal,  el  Sauce  y  el  Tala, 
en  el  mismo  año;  en  Santa  Fe,  al  siguiente,  y 
en  las  siguientes  sangrientas  batallas  del  Que- 
bracho y  Famaillá,  en  1841,  en  que  contribuyó 
a  salvar  los  restos  del  ejército,  hecho  pedazos, 
con  sus  tropas  de  caballería.  El  entonces  coro- 
nel Hornos  buscó  nuevo  campo  en  que  comba- 
tir, atravesó  el  Chaco  por  entre  las  tribus  sal- 
vajes y  llegó  a  Corrientes  en  vísperas  de  la 
batalla  de  Caaguaiú,  tomando  participación 
en  la  victoria.  Pasó  al  Uruguay  y  combatió 
nuevamente  contra  la  tiranía,  hallándose  en 
Caseros,  en  cuya  acción  se  destacó  su  figura 
en  primera  línea;  tomó  participación  en  la  re- 
volución de  septiembre  y  en  el  sitio  de  Buenos 
Aires;  venció  en  el  Tala;  expedicionó  a  Entre 
Ríos,  peleó  en  la  guerra  de  la  frontera  y  en 
Cepeda  y  Paoón.  Durante  la  guerra  del  Para- 
guay fué  ascendido  a  bngadier  general  sobre 
el  campo  de  batalla,  ejecutando  actos  heroi- 
cos. Su  ult  ma  campaña  fué  la  de  Entre  Ríos, 
en  1370,  contra  los  montoneros.  Falleció  el  15 
de  julio  de  1871. 

Hortl^aera  (Rafael).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1782,  y  se  educó  en  la  misma.  Com- 
batió contra  los  ingleses;  se  adhirió  al  movi- 
miento de  mayo.  En  1811,  en  clase  de  tenien- 
te, vino  con  Artigas  de  la  Banda  Oriental  y  se 
presentó  en  Buenos  Aires  a  ofrecer  sus  servi- 
cios. Se  halló  en  el  Cerrito;  fué  jefe  militar  de 
San  Nicolás  de  los  Arroyos;  comandando  un 
regimiento  de  caballería  de  Dragones  derrotó 
a  los  santafecinos  en  el  Paso  de  Agulrre.  Fué 
derrotado  por  López  el  10  de  marzo  de  1819, 
en  el  combate  de  Las  Barrancas.  En  la  guerra 
del  Brasil,  ayudante  de  campo  del  general  Al- 
vear  Rosas  le  dio  de  baja  en  1831,  siendo  co- 
ronel. Murió  en  Buenos  Aires,  el  21  de  sep- 
tiembre de  1838. 

Howard  (Enrique  Q.).  Marino  argentino.  Na- 
ció el  22  de  febrero  de  1852,  ingresando  en  la 
armada  como  guardia  marina  en  julio  de  1866, 
y  fué  ascendiendo  hasta  llegar  al  grado  de  vi- 


D.  Enrique  Q  Howard. 


-  218  -  HUA 

cealmirante  en  14  de  junio  de  1910.  Campaña» 
de  guerras  nacionales  realizadas:  Paraguay, 
años  1867,  junio  1, 
a  1670,  en  el  va- 
por Gualeguay; 
primera  de  Entre 
Ríos,  año  1870, 
11  de  abril  al  28 
de  febrero  de 
1871,  en  el  vapor 
Gualeguay,  como 
segundo  coman- 
dante; fué  secre- 
tario del  jefe  de 
la  escuadra  se- 
gunda de  Entre 
Ríos,  año  1873, 
mayo  1  al  15  de 

enero  de  1874,  en  el  vapor  Espora,  como  co- 
mandante; Río  Negro,  año  1878,  noviembre  8, 
al  9  de  julio  de  1879.  Secretario  del  jefe  de  la 
división  naval,  regresando  a  Buenos  Aires  en 
esta  últma  fecha;  volvió  el  10  de  septiembre  de 
1879  a  febrero  de  1881  como  segundo  ¡efe  de  la 
escuadrilla,  comandante  del  vapor  Triunfo.  Se 
halló  en  los  combates  de  la  plaza  Libertad 
(Buenos  Aires),  en  1890.  Sus  campañas  mariti- 
mas  a  Santa  Cruz  y  Río  Negro;  al  Bermejo, 
siendo  teniente  de  navio,  1881;  a  Cabo  de  Hor- 
nos, para  estudios  hidrográficos  y  colocar  un 
faro;  en  Bahía  Blanca;  a  Inglaterra,  coman- 
dando La  Argentina.  Director  de  la  escuela  de 
marineros  que  funcionaba  en  la  corbeta  Cabo 
de  Hornos,  1833  En  1891  ejerció  la  vigilancia 
e  inspección  de  las  construcciones  que  se  efec- 
tuaban en  Europa,  como  presidente  de  la  Co- 
misión que  funcionó  en  Inglaterra  con  ese  ob- 
jeto. En  1910  fué  jefe  de  la  escuadra  argentina 
y  jefe  superior  de  las  extranjeras  que  fumaron 
parte  en  la  revista  naval  del  centenario,  etcé- 
tera etc.  Falleció  el  6  de  diciembre  de  1913. 
El  almirante  Howard  no  deja  sino  recuerdos 
de  admiración  y  de  cariño.  Era  un  ejemplo,  un 
modelo  de  virtudes  privadas  y  publicas. 
Huaquf  (desastre).  Huaqui  es  un  lugarcillo  in- 
mediato al  río  Desaguadero  y  a  la  laguna  de 
Titicaca.  El  general  español  Goyeneche  tenía 
su  ejército  al  otro  lado  del  Desaguadero,  y  tan 
cerca  del  ejército  de  los  argentinos,  que  las 
tropas  de  uno  y  otro  podían  verse.  Temiendo 
Goyeneche  que  lo  llevase  por  delante  una 
fuerza  tan  grande  como  la  que  se  veía  en  el 
campo  de  los  patriotas,  propuso  un  armisticio 


HUB 


—  219  — 


HUM 


para  tratar  sobre  la  manera  de  reconocer  al 
Gobierno  argentino.  Castelli  creyó  que  esto  le 
convenia  para  enviar  emisarios  a  los  pueblos 
del  Perú  y  promover  revoluciones  contra  Es- 
paña. Goyeneclie  lo  supo,  y  cuando  Castelli 
estaba  m¡is  confiado  en  la  tregua,  preparó 
todo  el  ejército  español,  lo  puso  en  marcha  en 
la  madrugada  del  dia  20  de  junio  de  181 1  y  sor- 
prendió de  tal  modo  a  los  patriotas,  que  sólo  se 
salvaron  y  pudieron  retirarse  formados  tres 
batallones  argentinos,  que  componían  la  divi- 
sión de  los  coroneles  Vi  amonte  y  Díaz  Vélez. 
Todo  el  Alto  Perú  (Bolivia)  quedó  de  nuevo 
perdido,  desde  La  Paz  hasta  Jujuy.  Las  fuer- 
zas argentinas  las  mandaba  Balcarce. 

Habac  (Ángel).  Marino.  Natural  de  Francia. 
Vino  al  Río  de  la  Piafa  y  se  le  confió  el  mando 
de  la  balandra  Americana,  de  cuatro  cañones 
y  40  hombres,  comisionándole  para  levantar 
frente  a  San  Nicolás  de  los  Arroyos  una  bate- 
ría en  tierra  el  1  de  marzo  de  1811;  asistiendo 
al  combate  del  2  de  marzo  de  aquel  año.  Se  le 
confió  más  tarde  el  mando  de  la  goleta  Nues- 
tra Señora  del  Carmen,  armada  con  ocho  ca- 
llones y  65  tripulantes.  Hubac  asistió  al  san- 
griento combate  del  Arroyo  de  la  China,  libra- 
do en  el  Uruguay  el  24  de  marzo  de  1814.  En 
septiembre  de  1818,  el  sargento  mayor  Hubac 
fué  nombrado  jefe  de  la  escuadrilla  portefla 
que  combatió  y  bloqueó  a  Santa  Fe  en  ese  año; 
en  1819  ascendió  a  coronel.  Combatió  en  el  li- 
toral y  en  Punta  Gorda,  muriendo  al  frente  de 
su  batería  del  Arzazú,  en  el  Paraná,  el  27  de 
mayo  de  1821. 

Hadson  (Damián).  Publicista.  Nació  en  la  pro- 
vincia de  San  Juan,  el  12  de  febrero  de  1811. 
Se  educó  en  Mendoza,  en  donde,  desde  muy 
joven,  formó  parte  de  la  administración  de  la 
provincia.  Ministro  del  gobernador  Burgos, 
fué  tomado  prisionero  por  las  tropas  de  Oyue- 
la.  Durante  la  tiranía  vivió  en  Chile.  En  Bue- 
nos Aires  dirigió  El  Nacional,  y  fué  electo  se- 
nador por  la  provincia  el  13  de  agosto  de  1866_ 
En  los  últimos  años  de  su  vida  escribió  los  Re- 
cuerdos históricos  de  la  provincia  de  Cuyo, 
obra  importantísima,  que  ocupa  uno  de  los  pri- 
meros puestos  en  la  bibliografía  nacional,  pu- 
blicada por  sus  deudos  el  año  1898.  Dejó  de 
existir  el  14  de  abril  de  1879. 

Huérfanos  (Colegio  de).  Fundado  en  Buenos 
Aires  el  año  de  1755,  por  iniciativa  de  don 
Francisco  Alvarez  Campana  y  el  Dr.  D.  José 
González,    hermano    el   primero    y    capellán 


el  segundo  de  la  Hermandad   de  la  Caridad. 

Huergo  (Delfín  B.)  Abogado.  Nació  en  Salta, 
el  14  de  diciembre  de  1S24.  Durante  la  dicta- 
dura huyó  de  Buenos  Aires  y  se  prescito  a 
Urquiza,  a  cuyo  lado  asistió  a  la  batalla  de  Ca- 
seros, en  clase  de  ayudante.  Constituyente 
por  San  Luis,  ante  el  Congreso  reunido  en 
Santa  Fe  en  1853.  Formó  parte  del  Gobierno 
del  Paraná.  En  1859  fué  nombrado  ministro 
argentino  en  Alemania,  y  cuatro  años  después 
subsecretario  del  ministerio  de  Relaciones  Ex- 
teriores, donde  prestó  servicios  de  importan- 
cia. Ministro  en  Bélgica  y  diputado  en  varios 
períodos.  En  1883,  nuevamente  nombrado  re- 
presentante argentino  en  Bélgica,  señalándose 
por  su  contracción  y  pruebas  de  recomendable 
competencia  diplomática.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  17  de  diciembre  de  1886.  Fué  notable 
jurisconsulto,  político,  diplomático,  orador.  Era 
un  ciudadano  honorable  e  inteligente. 

Hamahuaca.  Pueblo  de  indios  encomenderos 
de  la  gobernación  de  Tucumán,  situado  sobre 
el  río  del  mismo  nombre,  numerosísimo  en  los 
primeros  tiempos  y  reducido  a  unos  pocos  a 
mediados  del  siglo  pasado.  La  quebrada  de 
Humahuaca  es  hoy  un  valle  angosto,  poblado 
y  bien  cultivado  de  alfalfa.  Forman  esta  que- 
brada dos  sistemas  de  serranías,  cuya  altura 
en  las  cumbres  es  de  3.500  a  4.000  metros  so- 
bre el  nivel  del  mar.  Este  valle  fué  el  único 
camino  militar  por  donde  invadieron  el  territo- 
rio argentino  los  ejércitos  realistas. 

Humahuaca  (asalto).  Pueblo  fortificado  en  Ju- 
juy. Tomado  por  asalto  el  1  de  marzo  Je  1817, 
por  el  valiente  comandante  D.  Manuel  Eduar- 
do Arias,  al  frente  de  150  gauchos  sáltenos, 
consiguiendo  por  trofeos  86  prisioneros,  incluso 
seis  oficiales,  siete  piezas  de  artillería,  100  fu- 
siles, muchas  provisiones,  ganados  y  cabalga- 
duras, y  además  dos  banderas,  una  de  ellas 
del  afamado  regimiento  de  Picoaga,  que,  en 
memoria  de  haber  hecho  la  campaña  del  Cuz- 
co, llevbba  en  uno  de  sus  ángulos,  la  efigie  del 
desgraciado  patriota  Pumakagua,  degollado 
por  el  crimen  de  haberse  pronunciado  por  la 
independencia  de  su  país.  Decía  Arias  en  su 
parte:  «Se  jactan  los  enemigos  de  que  dicho  re- 
gimiento era  invencible;  pero  seria  porque  es- 
taba reservado  a  los  gauchos,  humillar  su  or- 
gullo». En  justo  premio  de  esta  memorable  ha- 
zaña, el  Gobierno  entonces,  director  Puey- 
rredón,  decretó  cinco  medallas  de  oro,  para 
Arias,  capitán    Hilario  Rodríguez,    teniente» 


HUM 


—  220 


HUS 


Manuel  Postal  y  Pablo  Mariscal  y  alférez  On- 
tiveros,  que  más  se  distinguieron  en  el  asilto- 
Para  los  demás  oficiales,  medalla  de  plata;  y 
para  la  tropa,  una  cinta  celeste  y  blanca  con 
la  inscripción:  Huma/maca. 

Hnmaitá  (paso  de).  Fortaleza  paraguaya  que 
defendía  el  paso  de  este  nombre,  sobre  el  río 
Paraguay,  forzado  por  la  escuadra  brasileña 
el  18  de  febrero  de  1868.  Durante  la  campaña 
del  Paraguay,  el  general  en  jefe  del  ejército 
aliado,  D.  Bartolomé  Mitre,  ordenó  al  almiran- 
te de  la  escuadra  brasileña  forzar  este  paso, 
defendido  por  más  de  3.000  hombres,  numero- 
sas baterías  y  una  gruesa  cadena,  que  atravesa- 
ba el  río  y  que  fué  cortada  por  la  escuadra. 
Tres  poderosos  acorazados,  llevando  cada  uno 
un  monitor  amarrado  a  babor,  cruzaron  a  todo 
vapor  por  frente  a  las  baterías,  contestando  al 
fuego  del  enemigo.  El  15  de  julio  de  este  mis- 
mo año  fué  atacada  la  fortaleza  por  fuerzas 
brasileñas  a  las  órdenes  del  general  Oso- 
rio,  pero  fueron  rechazadas  con  más  de  1 .500 
bajas. 

Hfinicken  (Emilio).  Alemán.  Nacido  en  Oker, 
en  1827.  A  los  veinticinco  años,  habiendo  ter- 
minado en  su  patria  los  estudios  de  ingeniero 
de  Minas,  y  después  de  una  intensa  práctica  en 
algunos  establecimientos  industriales  alema, 
nes,  se  embarcó  para  Chile,  donde  dirigió  du- 
rante dos  años  una  fundición  de  cobre.  En  1854 
pasó  a  Bolivia,  y  dos  años  después  volvió  a 
Chile  para  fundar  en  Juntas  (valie  de  Copiapó) 
una  importante  empresa  metalúrgica.  En  1865 


vino  a  nuestro  país,  y  se  estableció  en  una  cha- 
cra en  San  José,  cerca  de  Tinogasta.  En  1869 
abandonó  los  trabajos  agrícolas  para  volver  a 
los  de  su  especÍHlidad.  Fué  en  ese  año  que  fun- 
dó el  ingenio  metalúrgico  «Escaleras»,  en  el 
cual  fundió  minerales  de  lamina  «Mejicana». 
«Fué  ésta— dice  Latzina— la  primera  vez  que 
en  el  país  se  beneficiaron  minerales  con  arre- 
glo a  los  principios  técnicos  que  rigen  la  mate- 
ria.» A  Hünicken  debe  considerársele  como  el 
fundador  de  los  ingenios  metalúrgicos  que  fun- 
cionan hoy  al  pié  del  Famatina.  En  1875  orga- 
nizó la  fundición  de  Filimuqui,  y  se  fué  después 
al  río  Blanco  para  lavar  oro  y  estudiar  las  mi- 
nas de  la  comarca.  En  1883  proyectó,  por  en- 
cargo del  Gobierno  nacional,  un  ferrocarril  mi- 
nero a  la  «Mejicana»,  que  no  llegó  a  realizarse. 
Después  asumió  la  dirección  técnica  del  inge- 
nio de  Filimuqui.  En  1894  hizo,  por  encargo 
del  Gobierno  nacional,  un  viaje  por  las  provin- 
cias del  Norte  para  estudiar  su  minería.  El  fru- 
to de  esta  excursión  fué  un  informe  titulado: 
«Minería  y  metalurgia  de  las  provincias  de  La 
Rioja,  Catamarca,  Jujuy  y  Salta,  de  la  Repú- 
blica Argentina»,  informe  que  figuró  luego  en 
1895  en  la  Exposición  de  Santiago  de  Chile. 
Hünicken  murió  el  24  de  junio  de  1896,  en  Chi- 
lecito. 
Húsares  llamados  de  Pueyrredón (origen  de 
la  caballería  argentina).  Se  componíande  cuatro 
compañías  de  51  hombres  cada  una,  en  la  épo- 
ca de  la  defensa  de  Buenos  Aires  contra  la 
invasión  inglesa. 


I 


Iba.  Río  de  Misiones,  en  cuyas  orillas  fué  ase- 
sinado por  los  indios  el  ilustre  fray  P.  Cristo 
bal  de  Mendoza,  de  la  Compañía  de  Jesús,  en 
1635. 

Ibáñez  (Antonio).  Rector  del  ColeRio  de  la 
Compañía  de  Jesús  en  la  ciudad  de  Tucumán , 
en  el  año  de  1677. 

Ibáñez  (Pedro).  Militar.  Natural  de  Buenos 
Aires.  Figuró  como  capitán  en  la  expedición 
al  Paraguay,  mandado  por  Belgrano.  Se  dis- 
tinguió en  el  combate  de  Tacuarí,  en  donde  su 
comportamiento  fué  notable.  En  1812,  sargento 
mayor,  y  teniente  coronel  en  1815.  Siendo  co- 
ronel fué  nombrado  gobernador  de  Buenos 
Aires,  puesto  que  renunció  en  breve,  por  estar 
atacado  de  una  grave  dolencia,  que  lo  llevó  al 
sepulcro. 

Ibarra  (Absaión).  Gobernador  de  Santiago  del 
Estero  en  1863.  Delegado  de  Taboada,  suce- 
diéndole  en  1867.  En  su  gobierno  tuvo  el  dolo- 
roso, aunque  justo,  deber  de  mandar  ejecutar 
la  sentencia  de  muerte  a  los  principales  cabe- 
cillas del  motín  de  la  «Viuda»,  que  en  la  ma- 
drugada del  9  de  septiembre  de  1865  se  habían 
sublevado  contra  sus  jefes:  «Un  solo  hombre 
consiguió  sofocar  ^1  motín,  D.  Manuel  Taboa- 
da, cuya  presencia  bastó  para  que  los  suble- 
vados, con  excepción  de  80  individuos,  se  so- 
metieran avergonzados.  El  plan  que  este  mo- 
tín abarcaba  era  vasto:  no  sólo  iba  a  sembrar 
la  muerte  y  el  exterminio  en  todo  Santiago, 
sino  también  a  levantar  en  alto  el  pendón  de 
la  reacción.  Los  sentenciados,  desgraciada- 
mente, no  eran  los  verdaderos  autores,  sino 
las  piezas  de  una  máquina  cuya  cabeza,  cuyo 
resorte  se  hallaba  con  un  pie  en  Santiago  y 
con  el  otro  en  Córdoba.»  (Zinny.) 
Ibarra  (Juan  Felipe).  Fué  nombrado  teniente 
gobernador  de  Santiago  del  Estero  en  marzo 


de  1820.  Triunfó  en  Po/mar  (1821);  tuvo  que 
abandonar  la  ciudad  de  Santiago  en  1827,  por 
la  entrada  del  general  Gutierre/:;  vencedor  en 
Palma  Redonda  en  1827.  Murió  en  Santiago 
del  Estero,  el  15  de  julio  de  1851. 

Ibarrola  (Mariano).  Militar.  Natural  de  Buenos 
Aires.  Como  cadete  se  halló  en  las  invasiones 
inglesas;  siendo  capitán  de  arribeños,  se  pro- 
nunció por  el  movimiento  emancipador;  marchó 
a  la  Banda  Oriental  y  concurrió  al  primer  si- 
tio de  Montevideo,  en  1811.  Con  Belgrano  hizo 
la  campaña  del  Alto  Perú.  Terminada  la  gue- 
rra de  la  independencia,  expedicionó  como  te- 
niente coronel  al  desierto,  a  las  órdenes  del 
general  Rodríguez,  y  en  las  fronteras  de  Nava- 
rro y  Lobos.  No  tomó  parte  en  las  luchas  civi- 
les, y  durante  la  tiranía  se  retiró  a  su  hogar 
hasta  el  día  de  su  fallecimiento,  ocurrido  el  10 
de  julio  de  1858,  revistando  con  el  grado  de 
coronel. 

Ifrán  (batalla).  Dada  por  los  revolucionarios 
correntines  el  18  de  febrero  de  1878,  contra 
las  fuerzas  del  gobernador  Dr.  Derqui.  Los 
revolucionarios  estaban  al  mando  del  coronel 
Azcona.  Murieron  en  la  batalla  los  coroneles 
Cáceres  y  Aguirre. 

Imprenta  (en  Buenos  Aires).  La  imprenta  fué 
introducida  en  el  Río  de  la  Plata  por  los  jesuí- 
tas, a  fines  del  siglo  xvii,  o  a  principios  del  xvni 
de  estar  a  lo  afirmado  por  otros  historiadores. 
El  6  de  octubre  de  1780,  según  el  general  Mi- 
tre, se  hizo  la  primera  impresión.  Esta  impren- 
ta, después  de  la  expulsión  de  los  jesuítas,  fué 
comprada  en  Córdoba,  donde  se  conoció  el 
arte  de  Gutenberg  antes  que  en  Buenos  Aires, 
por  orden  del  progresista  virrey  D.  Juan  José 
de  Vértiz,  por  cuenta  del  erario  público  y  para 
aplicar  sus  productos  al  sostén  de  la  Casa  de 
Expósitos.  «El  arte  de  imprimir— dice  Mitre— 


INC 


222  - 


INV 


sf  practicaba  en  el  Río  de  la  Plata  desde  fines 
del  siglo  XVII,  a  lo  que  parece,  y  seguramente 
en  los  primeros  artos  del  siglo  xviii;  por  mane- 
ra que  fué  esta  región  de  la  América  espartóla 
la  primera  que  después  de  Méjico  y  del  Perú 
gozó  de  sus  beneficios.  En  las  misiones  jesuíti- 
cas del  Uruguay  y  Alto  Paraná  se  imprimía  en 
1703  en  una  prensa  de  madera  de  los  vecinos 
bosques,  con  caracteres  de  estaño  fundido  en 
ollas,  y  en  planchas  de  cobre  grabadas  por  los 
indios  neófitos.  Así  lo  atestiguan  varios  libros 
impresos  allí,  que  han  permanecido  por  largos 
artos  desconocidos  para  los  bibliógrafos,  y  lo 
comprueban  documentos  originales  que  existen 
en  nuestro  archivo  particular.» 
Incas.  Nombre  de  la  dinastía  indígena  que  go- 
bernó al  Perú  desde  antes  de  la  conquista,  y 
cuyo  significado  es  el  de  monarca  o  príncipe. 
Entre  las  naciones  que  poblaban  el  continente 
americano  antes  del  descubrimiento  había  al- 
gunas salvajes  y  otras  civilizadas,  que  sorpren- 
dieron a  los  descubridores  y  conquistadores 
con  sus  artes  y  leyes,  como  las  del  poderoso 
imperio  de  los  Incas.  El  fundador  de  esta  di- 
nastía fué  Manco  Capac,  fundador  también  de 
la  ciudad  del  Cuzco,  capital  del  gran  imperio  y 
que  se  titulaba  «hijo  del  Sol».  Gobernó  al  país 
con  poder  absoluto  hasta  su  fallecimiento,  en 
que  el  gobierno  se  sucedió  hereditariamente 
entre  sus  descendientes,  el  último  de  los  cua- 
les fué  Atahualpa,  que  pereció  a  manos  de  los 
conquistadores  españoles.  El  último  príncipe 
fué  Tupac-Amarú  (v.),  bárbaramente  condena- 
do a  muerte  el  año  1781.  En  el  Congreso  de 
Tucumán  del  arto  16  algunos  diputados  sostu- 
vieron la  idea  de  que  se  adoptara  como  forma 
de  gobierno   la  monarquía  indígena,  con  un 
principe  Inca  por  rey  y  dándole  por  residencia 
la  antigua  capital,  proyecto  a  que  se  opusieron 
terminantemente  el    diputado  fray  Justo    de 
Santa  María  de  Oro  y  otros  colegas. 
Inclán    Valdé»    (Juan    Alonso  de).    Militar. 
Natural  de  Esparta.  Gobernador  de  Buenos 
Aires  de  1703  a  1703.   Dedicó  todo  su  período 
a  organizar  la  defensa  y  seguridad  de  las  for- 
tificaciones y  plazas  a  que  aspiraba  la  codicia 
de  los  portugueses,  tomándoles  por  asalto  más 
tarde  la  colonia  del  Sacramento  y  obligándolos 
a  retirarse  al  Brasil.  Después  de  esie  hecho  se 
vio  precisado  a  pasar  a  la  provincia  de  Char- 
cas, llamado  por  la  Real  Audiencia.  Falleció 
en  esa  ciudad,  en  1708. 
India  Huerta  (batalla).   El  general  Urquiza 


había  atravesado  el  río  Uruguay  y  penetrado 
en  la  Banda  Oriental,  donde  el  general  Rivera 
hacía  sus  correrías.  El  ejército  entrerriano  ya 
había  vencido  a  este  jefe  en  Malbajar  y  Are- 
quito,  hasta  que  en  India  Muerta,  cerca  de  la 
frontera  brasileña,  libraron  una  batalla  deci- 
siva el  27  de  marzo  de  1845.  Cuatro  mil  hom- 
bres de  cada  parte  entraron  en  la  pelea,  sien- 
do al  fin  completamente  destruido  el  ejército 
uruguayo,  teniendo  Rivera  que  buscar  su  sal- 
vación en  territorio  brasilerto. 

Inquiliguala.  Pueblos  de  indios  encomendados 
de  la  gobernación  del  Tucumán,  sobre  el  Sa- 
lado, numerosos  en  los  primeros  tiempos  de  la 
conquista. 

Insaurralde  (José  de).  Padre  superior  de  las 
Misiones  del  Paraná  y  Uruguay  en  1726.  El 
paire  Insaurralde  dejó  escrita  una  obra  en 
guaraní,  titulada:  Ara  porú  aguíyey  haba,  o 
sea  El  buen  empleo  del  tiempo. 

Intendentes  (ordenanzas  de).  Con  mejor  in- 
tención que  acierto,  dio  el  rey  CaHos  III  una 
ordenanza  estableciendo  en  el  virreinato  ocho 
distritos  provinciales.  Cada  uno  debía  tener  un 
gobernador  intendente,  como  jefe  y  perceptor 
de  las  rentas.  Estas  rentas  debían  aglome- 
rarse en  la  Intendencia  de  la  capital,  donde 
había  de  residir  el  superintendente  con  \a  Jun- 
ta de  Hacienda  de  todo  el  virreinato.  Por  esta 
ordenanza  el  virreinato  fué  dividido  en  ocho 
Intendencias:  la  del  Paraguay,  cuatro  altipe- 
ruanas  y  tres  argentinas,  a  saber:  La  Asun- 
ción, La  Paz,  Cochabamba,  Potosí  y  Chuqui- 
saca;  y  Córdoba,  Salta  y  Buenos  Aires  como 
capital  y  asiento  del  superintendente  general. 
Con  el  establecimi  nto  de  este  orden  de  cosas 
se  le  retiró  al  virrey  la  facultad  de  entender 
en  los  ramos  de  Hacienda  y  rentas;  pero  vino 
a  crear  una  lucha  tan  escandalosa  entre  vi- 
rreyes y  superintendentes,  por  robos  y  des- 
falcos vergonzosos,  que  al  fin  fué  necesario 
suprimir  la  superintendencia  de  la  capital  y 
d.volver  sus  atribuciones  al  virrey. 

Intrépido  (bergantín  de  guerra  en  corso).  Del 
Estado.  Comandante,  Tomás  W  Cárter;  des- 
pachado con  destino  al  mar  Pacífico  el  15  de 
septiembre  de  1818.  Se  incorpoióa  la  escua- 
dra de  Chile,  ai  mando  de  Blanco  Encalada. 

Intiguaci.  Antiguo  pueblo  extinguido  de  indios 
de  la  jurisdicción  de  Córdoba  del  Tucumán, 
situado  al  Norte  de  la  ciudad. 

Invasiones  inglesas  (primara).  Fueron  dos: 
una  en  1803,  la  otra  en   1807.  He  aquí  el  mo- 


INV 


-  223 


INV 


tivo  de  esta  invasión.  Resentida  Inglaterra  de 
la  conducta  del  rey  de  España,  favorable  al 
emperador  Napoleón  Bonaparte,  se  apoderó 
a  viva  fuerza  de  cuatro  fragatas  españolas 
que  conducían  caudales  cuantiosos  de  América 
para  los  puertos  de  la  Península.  Una  de  las 
fragatas  voló  con  toda  su  tripulación  durante 
el  combate,  obligando  con  esto  al  rey  de  Es- 
paña, Carlos  IV,  a  aliarse  con  Napoleón  y  a 
declarar  la  guerra  a  los  ingleses.  Fué  en  e^^ta 
guerra  que  sucumbió  para  siempre  el  poder 
marítimo  de  España,  en  la  famosa  batalla  de 
Trafalgar,  el  día  19  de  octubre  de   1S05;  y  con 
pretexto  de  esa  misma  guerra  trataron  los  in- 
gleses de  realizar  el  plan  antiguo  de  apode- 
rarse de  las  posesiones  españolasen  América. 
El  6  de  junio  de  1S06  entró  al  Río  de  la  Plata 
una  escuadra  mandada  por  Pophan,  y  en  la 
tarde  del  25  desembarcaron  en  la  playa  de 
Quilmes  1.600  hombres,  al  mando  del  general 
Beresford.  Saliéronle  al  encuentro  700  hom- 
bres milicianos,  mandados  por  un  anciano,  los 
cuales  se  dispersaron,  apoderándose  los  in- 
gleses de  la  fortaleza  el  27  dnl  mismo  mes. 
Entretanto,  el  inepto  virrey  Sobremonte  aban- 
dona Buenos  Aires,  retirándose  con  los  cau- 
dales y  su  fanilia  a  Lujan.  El  Cabildo,  mien- 
tras huía  el  virrey,  representaba  sólo  la  auto- 
ridad del  país,  y  con  él  se  entendieron  los  in- 
gleses durante  la   ausencia  de  Sobremonte. 
Temeroso  el  Cabildo  de  algún  mal  para  el  pue- 
blo, obligó  al  virrey  a  entregar  a  los  ingleses 
los  caudales,  logrando  los  invasores  embarcar 
como  millón  y  medio  de  pesos  fuertes,  que 
nunca  fueron  devueltos.  Los  ingleses  guar- 
daron  una  conducta  ejemplar  mientras  ocu- 
paron la  ciudad:  respetaron  las  propiedades, 
personas  y  costumbres  del  país;  no  cometieron 
ninguna  violencia,   aunque    conocían  que   la 
masa  de  la  población  no  simpatizaba  con  ellos, 
como  lo  palparon  poco  después.  Viene  ahora 
la  reconquista.  Todos  los  vecinos  ricos  e  in- 
fluyentes de  Buenos  Aires,  tanto  españoles 
como  hijos  del  país,  reunieron  armas  y  dinero 
y  difundieron  por  todas  partes  la  idea  de  liber- 
tarse por  la  fuerza  de  los  invasores.  Sus  jefes 
fueron:  D.  Santiago  Liniérs,  D.  Juan  Martín 
de  Pueyrredón  y  D.  Martín  de  Alzaga.  Se 
reunió  una  fuerza  de  más  de  1.000  hombres, 
reclutados  en  Lujan,  Las  Conchas  y  en  la  ca- 
pital. Desde  los  corrales  de  Mi-erere  (el  11 
de    septiembre),  Liniérs   intimó  rendición  al 
jefe  inglés.  Este  se  mantuvo  con  honra  en  su 


puesto  y  esperó  el  ataque.  El  pueblo  tomó  en 
brazos  los  cañones,  porque  los  arrabales  y  las 
CHlles  estaban  intransitables  por  rec'entes  llu- 
vias, mientras  que  grupos  de  vecinos  orga- 
nizados y  armados  se  encargaban  de  sitiar  a 
los  ingleses  y  cortarles  todos  los  recursos.  Los 
ingleses  acampan  en  la  plaza  principal  (hoy  de 
M>iyo),  y  allí  fueron  atacados,  por  las  calles 
que  pasan  por  la  iglesia  de  la  Merced  y  por  la 
catedral.  El  general  Beresford  tuvo  que  re- 
fugiarse en  la  fortaleza  y  enarbolar  la  bandera 
de  parlamento,  entregándose  prisionero  con 
sus  soldados.  Esta  acción  costó  como  SCO  víc- 
timas por  ambas  partes.  Los  ingleses  tuvieron 
250  hombres  fuera  de  combate  y  2(X3  los  nues- 
tros. Este  hecho  mostró  al  pueblo  de  Buenos 
Aires  que  no  tenía  que  contar,  ni  con  el  Go- 
bierno español,  ni  con  sus  generales,  ni  con  el 
virrey.  Depuso  a  Sobremonte  y  nombró  en  su 
reemplazo  a  Liniérs.  La  destitución  de  Sobre- 
monte  fué  el  14  de  agosto,  día  que  debe  ser 
memorable,  como  precursor  del  25  de  mayo 
de  1810,  en  que  desaparecieron  para  siempre 
los  mandones  de  España  en  el  Río  de  la  Plata. 
Invasiones  ingrlesas  (segunda).  Cuando  en 
Inglaterra  se  supo  la  toma  de  Buenos  Aires  y 
más  tarde  se  conoció  el  mal  resultado  de  las 
armas  de  Beresford,  el  Gobierno  inglés  equi- 
pó y  mandó  tres  expediciones  al  Río  de  la  Pla- 
ta. La  primera,  de  4.350  hombres,  al  mando  de 
Auchmuty;  la  segunda  de  1.630,  al  mando  de 
Craufurd,  y  la  tercera,  de  1.630,  al  mando  de 
Whitelocke,  siendo  éste  el  jefe  principal  de  to- 
das las  fuerzas.  Formaban  un  total  de  13.(XX) 
hombres,  bien  armados,  con  buena  artillería  y 
apoyados  con  una  escuadra  de  20  buques  de 
guerra.  Se  apoderaron  primeramente  de  Mon- 
tevideo, el  3  de  febrero  de  1807,  después  de  un 
asalto  muy  reñido.  La  rendición  de  Montevi- 
deo causó  profunda  impresión  en  Buenos  Ai- 
res. Los  ingleses  resolvieron  atacar,  y,  al  efec- 
to, el  1  de  julio  de  1807  desembarcaron  en  la 
ensenada  de  Barragán  con  un  ejército  numero- 
so y  aguerrido.  Las  fuerzas  de  la  defensa  se 
componían  de  7.000  hombres  escasos  y  de  cin- 
cuenta y  tantos  cañones,  divididos  en  tres 
cuerpos.  Por  un  error  militar  de  Liriérs  se 
comprometió  la  defensa  dejando  la  entrada 
del  ejército  inglés  expedita  a  la  ciudad  El  ge- 
neral Liniérs,  después  de  un  corto  tiroteo,  ha- 
bía huido  hacia  el  campo.  La  ciudad  se  hallaba 
consternada  viendo  llegar  dispersos  y  desalen- 
tados a  los  soldados  que  habían  salido  de  ella, 


INV  -  224  - 

poco  antes  llenos  de  entusiasmo.  El  Cabildo 
y  los  patriotas  fueron  los  que  salvaron  a  Bue- 
nos Aires,  y  también  la  demora  de  los  ingleses 
en  ocuparla,  como  pudieron  hacerlo  esa  misma 
noclie.  Durante  ella  los  dispersos  se  reunie- 
ron, descansaron  y  se  dispusieron  a  defender- 
se, de  modo  que  cuando  amaneció  el  dia  3, 
pudo  contestarse  a  la  intimación  de  Whiteloc- 
ke  que  la  ciudad  no  se  rendía.  Las  fuerzas  de- 
fensoras se  distribuyeron  en  las  azoteas  de  la 
plaza  principal,  porque  la  ciudad  entonces  era 
muy  poco  extensa.  En  la  Merced  se  colocaron 
los  cuerpos  de  Arribeños,  Correntinos  y  parte 
de  los  Patricios.  En  el  colegio,  cuatro  compa. 
flias  de  Patricios,  a  las  órdenes  de  Saavedra. 
El  ataque  se  efectuó  del  modo  siguiente:  los 
ingleses,  el  arma  al  brazo  y  paso  redoblado, 
se  dirigen  directamente  a  la  plaza  principal 
(Mayo)  para  apoderarse  de  la  fortaleza  Para 
esto  se  fraccionaron  en  dos  divisiones:  una  para 
entrar  por  el  Norte  y  otra  por  el  Sud,  a  las  al_ 
turas  de  las  iglesias  del  colegio  (San  Ignacio) 
de  la  Merced  y  Residencia.  Así  lo  efectuaron' 
en  número  de  más  de  6.000  hombres,  formando 
14  columnas,  partiendo  de  los  corrales  de  Mi. 
serere  el  día  5  a  las  primeras  horas  de  la  ma. 
flana.  Se  apoderaron  del  Retiro,  después  de 
un  reñido  combate;  pero  apesar  de  este  triun- 
fo, comenzaron  a  desmayar  los  soididos  ingle- 
ses delante  de  la  lluvia  de  piedras,  agua  hir- 
viendo y  balas  que  desde  las  azoteas  y  venta- 
nas disparaban  los  defensores.  Al  terminar 
esta  acción  el  enemigo  había  perdido  en  toda 
la  línea  nueve  jefes,  65  oficiales  y  1.084  hom- 
bres, entre  muertos  y  heridos;  nueve  jefes,  97 
oficiales  y  1813  soldados  prisioneros.  Es  decir, 
más  de  la  mitad  de  sus  jefes,  la  mitad  de  sus 
oficiales  y  la  tercera  parte  de  su  tropa.  Los 
ingleses  se  retiraron  del  Río  de  la  Plata  admi- 
rando el  valor  y  el  carácter  generoso  de  sus 
defensores  y  haciendo  votos  por  su  emancipa- 
ción. 

Ejército  inglés  que  atacó  por  segunda 
vez  a  Buenos  Aires. 

General  en  jefe:  J.  Whiteloche.— Teniente  ge- 
geral.  Mayor  general:  J.  Cewisou  Gower. — 
Brigadieres  generales:  S.  Achmuty,  W  Cun- 
iey  y  Craufurd.— Coronel:  J.  Mahon.— Te- 
niente coronel:  Lloy.— Capitán:  Fraser. 

Columna  compuesta  de  los  regimientos  de 
infantería  5,  38,  87,  2.550. 


IRA 

Columna  de  los  regimientos  de  infantería  y 
dragones  ligeros,  17,  38,  88,  2.000. 

Columna  de  ocho  compañías  del  regimiento 
95  y  9  de  infantería  ligera,  1.700. 

Columna  de  cuatro  escuadrones  del  6,  dra- 
gones del  9,  dragones  ligeros  y  los  regimien- 
tos de  infantería  40  y  45,  1.650. 

Columna  de  dragones  desmontados,  1.150. 

Brigada  de  artilleria,  3,  750. 

Total,  9.800 
Invencible  (bergantín).  Propiedad  del  coman- 
dante de  la  marina  de  los  Estados  Unidos  don 
David  Juvet,  que  lo  armó  y  abasteció  por  su 
cuenta.  Tenía  4S0  toneladas,  montaba  20  caño- 
nes, 14  carroñadas  de  a  24  y  seis  cañones  de 
a  12;  la  tripulación  180  hombres.  Se  le  exten- 
dió patente  de  corso  el  23  de  junio  de  1815,  que 
devolvió,  terminada  su  campaña,  el  26  de  sep- 
tiembre de  1817.  Este  corsario  apresó,  entre 
otras,  la  fragata  Santander  (a)  Los  Santos 
Mártires,  la  polacra  Tita;  bergantines  Júpiter 
y  San  Antonio,  todos  declarados  buenas  pre- 
sas. Era  su  apoderado  en  Buenos  Aires  el  co- 
nocido comerciante  y  ardoroso  defensor  de 
nuestros  intereses  D.  C.  Deforest. 
Irala  (Domingo  Martínez  de).  Militar  español- 
Nacido  en  Vergara  (Guipúzcoa).  Electo  ade- 
lantado del  Paraguay  en  agosto  del  año  1538, 
para  el  período  de  1538  al  1542,  declaró  asien- 
to del  gobierno  lo  que  entonces  era  ciudad  de 
la  Asunción.  Nombró  los  funcionarios  públi- 
cos; mandó  practicar  las  elecciones  de  alcaldes 
ordinarios,  regidores  y  demás  ministros  infe- 
riores, y  resolvió,  en  1540,  mandar  sacar  de 
Buenos  Aires  a  los  pobladores,  a  fin  de  que  se 
incorporasen  a  los  de  la  Asunción,  con  el  obje- 
to de  salvarlos  del  furor  de  los  querandies. 
En  1541  sofocó  enérgicamente  una  sublevación 
de  los  indios,  condenando  a  muerte  a  los  prin- 
cipales cabecillas.  El  11  de  marzo  de  1542  en- 
tró en  la  ciudad  de  la  Asunción  el  adelantado 
Alvar  Núñez  Cabeza  de  Vaca,  en  cuya  fecha  le 
entregó  el  mando  Irala,  quedando  él  reconoci- 
do como  seííundo  adelantado,  siendo  comisio- 
nado para  buscar  un  camino  al  Perú,  llegando 
hasta  la  laguna  de  Paiba.  Regresó  a  la  Asun- 
ción el  4  de  febrero  de  1543,  siendo  nombrado 
general  en  jefe  del  ejército  para  expedicionar 
contra  los  indígenas,  y  obtuvo  una  gran  victo- 
ria el  1  de  marzo  de  1543.  Al  año  siguiente, 
después  de  haber  intentado  nuevamente  llegar 
al  Perú,  fué  preso  Alvar  Núñez,  quedando  Ira- 
la  de  adelantado.  Salió  a  campaña  a  batirá  los 


lUI 


-  225  - 


IRI 


gualcurúes,  y  luego,  en  1547,  emprendió  una 
tercera  campnña,  con  el  objeto  de  abrir  una  co- 
nuinicación  con  aquel  país,  regresando  al  pun- 
to de  partida  en  marzo  de  1549,  expedicionan- 
do  nuevamente  contra  los  indios  en  1552  y  53. 
Irala  fué  el  que  estableció  las  célebres  enco- 
miendas. Murió  en  el  Paraguay,  en  abril  del 
año  1557,  a  la  edad  de  sesenta  y  dos  artos. 

Iriarte  (Tomás  de).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  7  de  marzo  de  1794,  y  a  los  diez  años 
do  edad  fué  enviado  al  Colegio  Real  de  Sego- 
via,  en  Esparta,  en  compartía  del  después  gene- 
ral Alvear,  en  cuyo  viaje  les  tocó  presenciar 
un  combate  naval,  siendo  capturado  el  buque 
en  que  iban  y  conducidos  prisioneros  a  Inglate- 
rra. En  1808  se  halló  en  el  sitio  y  rendición  de 
Segovia,  cayendo  entre  los  prisioneros  de  las 
tropas  de  Napoleón;  dos  años  después,  en  cla- 
se de  subteniente,  se  encontró  en  el  sitio  y 
rendición  de  Sevilla,  y  desde  1810  a  1812  asis- 
tió a  la  defensa  de  la  isla  de  León,  mandando 
las  baterías  de  la  línea.  Tomó  parte  en  la  ba- 
talla de  Chiclana  contra  los  franceses,  y  conti- 
nuó sus  servicios  en  los  ejércitos  reales  has- 
ta 1810,  arto  en  que,  con  la  graduación  de  te- 
niente coronel,  vino  al  Alto  Perú,  aprovechan- 
do allí  una  aproximación  del  ejército  indepen- 
diente para  adherirse  a  los  patriotas.  Incorpo- 
róse al  general  Belgrano,  con  quien  mantuvo 
estrecha  amistad.  En  1820  acompartó  en  sus 
campañas  al  general  Alvear,  y  emigrado  a 
Montevideo  fundó  una  Sociedad  patriótica  con 
fines  de  emancipar  al  país.  Al  año  siguiente 
fué  enviado  a  Buenos  Aires  por  el  Cabildo  de 
esa  ciudad,  en  misión  reservada,  y  tres  artos 
deípués  a  los  Estados  Unidos  como  secretario 
de  una  embajada  presidida  por  aquel  general- 
A  su  regresó  al  país  se  le  confió  el  mando  y  or- 
ganización de  un  regimiento  de  artillería,  a 
cuyo  frente  hizo  toda  la  campaña  contra  el 
Brasil,  actuando  con  brillo  en  la  memorable 
batalla  de  Ituzaingó.  Vuelto  al  país  en  1831, 
ascendió  a  general,  y  poco  después  electo  di- 
putado. Fué  desterrado  por  Rosas.  Se  alistó 
en  el  ejército  de  Lavalle,  sirviendo  en  las  cam- 
pañas del  40  y  41.  Emigró  a  Chile  y  luego  a 
Montevideo,  donde  ocupó  altos  cargos  milita- 
res. De  regreso  a  su  ciudad  natal,  actuó  nue- 
vamente en  política.  Falleció  en  esta  ciudad,  el 
28  de  mayo  de  1876. 

Irigoyen  (Bernardo  de).  Estadista.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  18  de  diciembre  de  1822.  Cur- 
só sus  estudios  en  la  Universidad  de  esta  ciu- 

DlC.   Hl8T.   BlOGR. 


Dr.  D  Bernardo  Irigoyen 


dad,  recibiéndose  de  doctor  en  Leyes  en  1843. 
En  dicho  año  fué  nombrado  oficial  de  la  Lega- 
ción argentina 
cerca  del  Gobier- 
no de  Chile,  sien- 
do encargado  de 
promover  la  cues- 
tión del  estrecho 
de  Magallanes. 
En  1851  fué  comi- 
sionado para  reu- 
nir los  documen- 
tos justificativos 
de  esa  reclama- 
ción y  también 
para  trasladarse 
a  Roma  y  arre- 
glar las  relacio- 
nes de  la  Santa  Sede  con  los  Gobiernos  ameri- 
canos. En  1852  el  Gobierno  de  Urquiza  lo  comi- 
sionó para  concertar  con  los  Gobiernos  del  in- 
terior algunas  medidas  previas  a  la  convocato- 
ria del  Congreso  Constituyente.  Desde  1857  se 
dedicó  al  periodismo  y  al  ejercicio  de  su  profe- 
sión, con  notable  éx'to.  En  1860  fué  elegido 
convencional  y  rehusó  varios  cargos  importan- 
tes, y  diez  años  después  fué  nombrado  procura- 
dor general  del  Tesoro.  En  1873  fué  electo  di 
putado.  Durante  la  administración  del  doctor 
D.  Nicolás  Avellaneda  desempeñó  dos  minis- 
terios sucesivamente,  estando  también  encar- 
gado de  la  cuestión  de  límites  con  Chile.  Poco 
después  acompartó  en  el  ministerio  del  Interior 
al  general  Roca  durante  cinco  años.  Fué  can- 
didato a  la  presidencia  de  la  República.  Estu- 
vo retirado  de  la  vida  pública  hasta  1898,  en 
que  fué  electo  gobernador  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires  y  senador  nacional  al  terminar 
su  período.  Murió  en  Buenos  Aires,  el  27  de 
diciembre  de  1906.  El  Dr.  Irigoyen  descolló 
como  oradoren  Asambleas  memorables,  y  como 
escritor  elegante  y  profundo  en  diversos  tra- 
bajos. 
Irigoyen  (Matías).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  25  de  febrero  de  1781.  Siendo  niño 
emprendió  viaje  a  Europa  con  el  objeto  de 
seguir  la  carrera  militar,  ingresando  como  ca- 
dete en  la  armada  española,  hallándose  en  el 
combate  naval  de  Trafalgar,  donde  fué  herido. 
En  1809  regresó  de  España  con  el  grado  de  al- 
férez de  navio,  siendo  poco  después  uno  de  los 
precursores  de  la  independencia  y  de  los  más 
entusiastas  partidarios  del  movimiento  de  mayo 

19 


IRI 


-226 


D.  Matías  Irigoyen. 


de  1810,  asistiendo  al  memorable  cabildo  abier- 
to del  22,  en  cuya  Asamblea  votó  por  la  depo- 
sición del  virrey. 
Poco  tiempo  más 
tarde  fué  comisio- 
nado por  la  Junta 
para  comunicar  al 
Gobierno  de  Es- 
paña la  instala- 
ción del  Gobierno 
patrio;  al  año  si- 
guiente regresó. 
En  1812  fué  nom- 
brado jefe  del  re- 
gimiento de  arti- 
llería, durante  el 
sitio  de  Montevi- 
deo, y  en  1815  co- 
mandante gene- 
ral de  marina;  al  año  siguiente  comandó  la 
escuadrilla  destinada  a  combatir  las  montone- 
ras de  Santa  Fe,  donde  fué  hecho  prisionero; 
en  el  mismo  año  fué  enviado  como  negociador 
diplomático  al  Brasil.  Desde  1817  a  1820  des- 
empeñó el  ministerio  de  la  Guerra,  siendo 
éste  el  último  cargo  que  ejerció,  pues  se  alejó 
de  la  vida  pública.  Falleció  el  20  de  septiem- 
bre de  1839. 

Irigoyen  (Miguel).  Militar.  Nació  en  Buenos  Ai- 
res y  era  hermano  del  anterior.  En  ISIOfué  uno 
delos400vec¡nosinvitadosal  cabiidoabierto  del 
22  de  mayo,  en  cuyo  acto  hizo  suyo  el  voto  de 
D.  Cornelio  Saavedra.  Fué  nombrado  alféiez 
del  regimiento  de  Húsares  del  Rey  el  12  de  oc- 
tubre de  1810,  y  teniente  primero  de  la  guar- 
dia de  caballería  del  supremo  director  en  mar- 
zo 16  de  1815.  En  su  carrera  política  desem- 
peñó entre  otros  cargos,  el  gobierno  de  Bue- 
nos Aires;  el  16  de  abril  de  lbl6  revistó  como 
miembro  de  una  Comisión  gubernativa  en 
unión  de  D.  Francisco  Antonio  de  Escalada,  y 
el  1  de  febrero  de  1820  se  le  confió  la  Inten- 
dencia de  Policía  de  la  misma  ciudad.  Doce 
días  después  ei  Cabildo  lo  nombró  goberna- 
dor político  de  la  provincia,  siendo  teniente 
coronel,  en  unión  del  general  Soler  y  de  don 
Pedro  Aguirre,  cargo  que  ejercieron  sólo  has- 
ta el  18  del  mismo  mes  y  año. 

Irigoyen  flgnacio  D.).  Holítico.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires.  Era  estudiante  de  Derecho  cuando 
los  hechos  revolucionarios  de  1874  lo  arranca- 
ron de  las  aulas  para  llevarle  a  servir  en  las 
Milicias  del  Gobierno,  como  oficial  de  guar- 


ingoyen. 


IRI 

dias  nacionales.  Tuvo  en  estos  sucesos  una 
actuación  destacada,  así  como  en  los  de  1880, 
y  secundó  eficaz-  ■>' 

mente  la  política 
de  D.  Adolfo  Al- 
sina.    Las  condi- 
ciones de  su  inte- 
ligencia y  su  inte- 
rés por  la  cosa 
pública  concu- 
rrieron para  que 
se  le  llamara  des- 
de joven  a  los 
cargos    públicos. 
Fué,   sucesiva- 
mente, jefe  de  la 
oficina  de  paten- 
tes y  marcas,  sub- 
director de  rentas,  oficial  mayor  del  ministerio 
de  Hacienda  y  tesorero  general  de  la  nación. 
En  1892  se  hizo  cargo  del  ministerio  de  Hacien- 
da en  la  provincia  de  Buenos  Aires,  gobernando 
D.  Julio  A  Costa.  En  estas  funciones  le  tocó 
afrontar  dificultades  de  todo  género  y  confir- 
mó su  espíritu  de  carrección  administrativa  y 
su  conocimiento  de  las  finanzas.  En  1904  fué 
elegido  diputado  nacional  por  la  provincia  de 
Buenos  Aires.  Su  actuación  parlamentaria  se 
caracterizó  por  la  laboriosidad  y  el  interés  que 
ponía  en  la  discusión  de  los  asuntos  públicos. 
Poco  después  surgió  su  candidatura  para  la 
gobernación  de  la  provincia  de  Buenos  Aires, 
y  sucedió  en  tan  alta  magistratura  a  D.   Mar- 
celino Ugarte.  Fué  la  suya  una  administración 
pacífica  y  conducente  a  realizar  obras  de  pro- 
greso y  beneficio  para  dicha  provincia.   Tuvo 
iniciativas  útiles  y  conquistó  las  simpatías  per- 
sonales de  sus  mismos  adversarios  políticos. 
La  experiencia  recogida  durante  treinta  años 
en  las  reparticiones  públicas,  en  la  observación 
y  en  el   estudio  de  los  asuntos   relacionados 
con  el  progreso  del  país,  contribuyó  sin  duda 
a  facilitarle  la  compleja  tarea  administrativa 
de  su  gobierno.  Más  tarde  fué  elegido  sena- 
dor nacional  por  la  misma  provincia.  En  la  Alta 
Cámara  su  labor  se  orientó  en  un  sentido  acor- 
de con  las  ideas  y  las  preocupaciones  que  le 
caracterizaron  en  el  ejercicio  de  los  cargos  an- 
teriores. Vicepresidente  segundo  del  Senado; 
de  la  nación,  de  1918-1919.  Militó  el  Sr.  Irigoyen 
en  el  partido  autonomista  y  en  las  filas  conser- 
vadoras. Falleció  el  lunes  3  de  noviembre  de 
1919,  en  Buenos  Aires. 


IRI 


227 


ISA 


Irigoyen  (Ignacio  de).  Natural  de  Navarra  (Es- 
paña). Fueron  sus  padres  D.  Juan  Martín  de  Iri- 
goyenyD."  Josefa  de  Echenique.  Vino  a  Buenos 
Aires,  en  1757.  A  los  dos  años  de  su  llegada 
constituyó  su  hogar  contrayendo  matrimonio 
con  D.*  Francisca  déla  Quintana  y  Kiglos. 
Fué  alcalde  regidor  en  1862;  alcalde  de  pri- 
mer voto  en  1776,  capitán  de  Milicias  de  ca- 
ballería desde  17(S2  a  1780,  año  en  que  fué  re- 
tirado por  el  virrey  Vértiz.  Murió  el  17  de  fe- 
brero de  1787.  Es  el  fundador  de  la  familia  ar- 
gentina de  este  nombre. 

[riondo  (Simón  de).  Abogado.  Gobernador  por 
dos  veces  de  la  provincia  de  Santa  Fe,  en  1871 
y  1878.  Ministro  de  Estado  del  presidente  doc- 
tor D.  Nicolás  Avellaneda  Fué  también  sena- 
dor nacional.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  30 
de  noviembre  de  1888. 

«abel  la  Católica.  Reina  de  España  y  entu- 
siasta protectora  de  Cristóbal  Colón.  Nació  en 
Madrid,  el  22  de  abril  de  1451.  Atendiendo  al 
porvenir  de  Castilla,  resolvió  unirse  con  don 
Femando  de  Aragón,  desposándose  con  él  en 
Valladolid,  a  cuya  ciudad  había  llegado  secre- 
tamente el  infante  D.  Fernando  el  18  de  octu- 
bre de  1469,  casándose  al  siguiente  día  en  el 
palacio  de  D.  Juan  de  Vivero.  Emprendida  la 
guerra  contra  los  moros  (1481),  que  duró  diez 
años,  fueron  vencidos  éstos  y  tomada  la  ciudad 
de  Granada.  Cuando  acudió  Colón  al  campa- 
mento de  Santafé,  delante  de  Granada,  habló 
con  el  rey  Fernando,  que  lo  despidió  con 
acritud.  Doña  Isabel,  que  era  un  talento  pro- 
fundo y  una  inteligencia  superior,  en  vista  de 
la  negativa  de  su  esposo  de  tomar  la  más  mí- 
nima parte  en  la  empresa  por  cuenta  de  su  co 
roña  de  Aragón,  empeñó  sus  alhajas  para  los 
gastos  de  la  expedición.  Dulce  y  generosa, 
templó  con  su  clemencia  el  riguroso  carác- 
ter de  D.  Fernando.  Murió  en  Madrid,  el 
año  1504. 

sábela  (fundación  de).  Colón,  que  había  arri- 
bado a  la  isla  de  Haití  o  la  Española  (12  de 
noviembre  de  1493),  se  encuentra  con  las  rui- 
nas del  fuerte  que  había  dejado  en  su  primer 
viaje,  y  teniendo  necesidad  de  desembarcar  su 
gente,  tras  de  los  viajes  que  acababa  de  hacer, 
recorre  varias  islas,  y  no  encontrando  ninguna 
a  propósito  para  una  larga  permanencia,  se 
decide  a  tomar  puerto  en  la  costa  Norte  de 
Haití,  a  diez  leguas  al  Oriente  de  Monte 
Christi,  y  bajó  todo  el  equipaje  de  sus  buques. 
Inmediatamente  se  construye  una  ciudad.  En 


este  segundo  viaje  había  Colón  embarcado  en 
Gomera  varios  animales,  con  miras  de  que  se 
propagasen  en  el  Nuevo  Mundo,  y  los  hace 
bajar  en  este  punto.  Por  vez  primera,  pues, 
entran  a  poblar  el  suelo  americano  algunas 
terneras,  cabras,  ovejas,  cerdos,  gallinas  y 
otras  aves;  asimismo  se  introducen  las  prime- 
ras semillas  de  naranjo,  bergamota,  limón,  me- 
lones y  otros  frutos.  De  tal  modo  y  con  tales 
elementos  se  funda  la  primera  ciudad  cristiana 
en  el  Nuevo  Mundo,  a  la  que  Colón  dio  el 
nombre  de  ¡sábela,  en  honor  de  su  protecto- 
ra, la  reina  de  España.  A  esta  ciudad,  después 
se  le  llamó  Santo  Domingo. 

Isasmendi  (Domingo  de).  Teniente  de  gober- 
nador, justicia  mayor  y  capitán  a  guerra  por 
nombramiento  de  seis  gobernadores,  que  con- 
secutivamente mandaron  la  provincia  de  Tucu- 
mán  desde  el  7  de  julio  de  1729  hasta  1759,  me- 
reciéndolo por  su  prudencia,  pericia  y  genero- 
sos desembolsos  con  que  mantenía  las  tropas, 
de  suerte  que,  con  sólo  saberse  salía  D.  Do- 
mingo a  las  campañas,  no  había  hombre  que  no 
lo  siguiese  ni  mujer  que  no  se  contara  segura 
viendo  a  su  cargo  la  defensa  contra  los  bár- 
baros que  amenazaban  con  total  ruina  las  ciu- 
dades de  Jujuy,  Salta  y  Tucumán.  El  goberna- 
dor D.  Juan  de  Santi^^o  y  Moscoso  le  obligó 
a  aceptar  aquellos  empleos  bajo  la  multa  de 
2.000  pesos  fuertes,  sin  admitirle  súplica  ni  ex- 
cusatión. 

Isasmendi  (Nicolás  Severo  de).  Hijo  del  ante- 
rior. Nacido  en  la  ciudad  de  Salta.  En  1775  fué 
comisionado  por  el  gobernador  D.  Jerónimo 
Matorras  para  someter  a  los  indios  de  la  pro- 
vincia de  Atacama,  que,  rebelados  contra  su 
corregidor,  le  obligaron  a  salir  fugitivo  del 
pueblo  de  Ingaguasi  con  su  teniente,  mortal- 
mente  herido,  y  otros  españoles,  logrando  a 
su  costa  reducir  a  los  rebeldes  a  la  debida  obe- 
diencia. Tomó  una  participación  muy  activa  en 
la  sofocación  de  la  sublevación  de  Tupac- 
Amarú;  prestó  otros  servicios  no  menos  impor- 
tantes en  la  ciudad  de  su  nacimiento,  hasta 
que,  conducido  a  España  en  la  fragata  Fama, 
una  de  las  cuatro  que  componían  la  división 
que  atacaron  los  ingleses  en  octubre  de  1804, 
volando  la  Merced,  fué  apresado  por  el  ene- 
migo. A  mediados  de  1807  volvió  a  Salta,  sien- 
do intendente  gobernador  y  capitán  general 
interino  de  Salta  desde  1809  hasta  el  19  de 
mayo  de  1810.  Como  Isasmendi  tratara  de  so- 
focar los  síntomas  revolucionarios  que  mani- 


ITA 


-  228 


ITU 


festaban  los  miembros  del  Cabildo,  Chiclana, 
nombrado  gobernador,  lo  hizo  prender  y  en- 
grillar y  lo  envió  a  la  capital. 

Itaiza.  Arma  de  los  indios  guaraníes  del  Uru- 
guay, construida  de  un  palo  o  vara  fuerte, 
como  de  dos  tercios  de  largo,  con  una  piedra 
adherida  a  uno  de  los  extremos. 

Itnrri  (Francisco  Javier  de).  Sacerdote.  Nacido 
en  Santa  Fe,  en  1738.  De  la  Compañía  de  Je- 
sús; ingresó  en  1753.  Después  de  la  expulsión 
de  la  Orden  se  radicó  en  Roma  y  escribió  allí 
una  notable  crítica  sobre  la  Historia  de  Améri- 
ca, de  D.  Juan  Bautista  Muñoz,  y  una  Histo- 
ria eclesiástica  y  cioil  del  virreinato  de  Buenos 
Aires.  Uno  de  sus  libros  fué  reimpreso  en 
esta  capital  el  año  1818,  a  costa  del  Dr.  Zu- 
loaga.  Este  sabio  jesuíta  falleció  en  la  ciudad 
de  Barcelona,  el  año  1821. 

Ituzaingó  (batalla).  Librada  en  el  Brasil,  el  20 
de  febrero  de  1827,  durante  la  guerra  entre  ese 
imperio  y  la  República  Argentina.  La  guerra 
con  el  Brasil  sobrevino  en  1826,  porque  el  Go- 
bierno argentino  declaró  que  incorporaba  a  su 
territorio  la  Banda  Oriental  del  Uruguay,  por 


ser  ésta  la  voluntad  unánime  de  los  urugu 
yos.  El  Imperio  contestó  con  un  declaración  u 
guerra.  Después  de  muchos  combates  y  de  1,. 
biles  marchas  estratégicas,  el  ejército  argeiiu- 
no,  comandado  por  Alvear,  el  20  de  febrero  do 
1827  presentó  batalla  al  ejército  imperial,  com- 
puesto de  11.000  soldados  brasileños,  portu- 
gueses y  germanos,  al  mando  del  marqués  de 
Barbacena.  Después  de  una  sangrienta  lucli;i 
fué  una  espléndida  victoria  para  las  armas  ar 
gentinas;  el  enemigo  perdió  todo  su  bagaje  y 
parque,  y  parte  de  la  artillería  y  banderas.  Los 
republicanos  tuvieron  que  lamentar  la  pérdi^l 
de  dos  distinguidos  jefes;  Brandsen  y  Be- 
res  (v.),  que  sucumbieron  heroicamente  al  Ik 
var  una  carga  a  fondo  a  los  cuadros  de  la  in- 
fantería enemiga.  Con  este  triunfo  y  los  de 
Camacuá,  Onibú,  Bacacay  y  otros  contestó 
nuestra  patria  a  la  declaración  de  guerra  del 
Brasil.  La  popular  «Marcha  de  Ituzaingó»,  que 
ejecuta  nuestro  ejército  e  n  las  grandes  so- 
lemnidades, se  dice  que  se  encontró  en  la  car- 
tuchera de  un  soldado  enemigo  muerto  en   el 
campo  de  batalla. 


J 


D.  Amadeo  Jacques. 


[acqnes  (Amadeo).  Educacionista.  Nació  en 
París,  el  4  de  julio  de  1813;  cursó  sus  estudios 
en  su  ciudad  na 
tal  y  ejerció  el 
profesorado  en 
Douai,  Amiéns  y 
N'ersalles,  docto- 
rándose en  Le- 
/tras  en  1837.  Diez 
años  después, 
siendo  profesor 
en  la  Escuela  Nor- 
mal, publicó  un 
manual  de  Filoso- 
fía, y  al  mismo 
tiempo  fundaba, 
en  compañía  de 
Julio  Simón  una 
revista  político  religiosa,  cuyas  ideas  les  cos- 
taron sus  puestos,  viéndose  obligados  a  emi- 
grar. Desembarcó  en  Montevideo  en  abril  de 
1852,  donde  buscó  ocupación  adecuada  a  su 
posición  social  e  intelectual,  sin  hallarla;  reco- 
rrió después  las  provincias  de  Entre  Ríos,  San- 
tiago y  Tucumán,  donde  se  hizo  fotógrafo, 
agrimensor  y  hasta  panadero.  En  1865  fué  nom- 
brado rector  del  Colegio  Nacional  de  la  capital 
(central),  puesto  en  que  le  sorprendió  la  muer- 
te, el  13  de  octubre  de  1865.  Sus  discípulos  y 
amigos  han  honrado  su  memoria  erigiéndole 
en  la  Recoleta  un  sencillo  monumento. 
Jac-yrá.  Nombre  de  un  cacique  principal  de  los 

wd'ms  payaguas  en  1658. 
Jasrfieles  (combate  23  de  noviembre  de  1866). 
Ochocientos  indios  invaden  la  jurisdicción  de 
rio  Cuarto;  pero  el  capitán  Egidio  Sosa,  salién- 
doles  al  encuentro  con  160  hombres,  los  pone 
en  fuga,  después  de  sostener  con  ellos  dos 
combates  en  los  Jagüeles,  quitándoles  el  arreo 


que  llevaban  y  mucho  armamento.  Más  de  50 
indios  quedaron  muertos  e  n  los  combates; 
se  les  hace  prisioneros  y  se  rescatan  muchas 
personas  que  habían  tomado  cautivas.  Esta 
acción  vale  a  Sosa  el  grado  de  sargento  ma- 
yor. 

Jaramillo  (Gregorio).  Natural  de  Salta.  Este 
sencillo  soldado  formaba  parte  de  la  expedi- 
ción enviada  por  el  general  Belgrano,  a  las  ór- 
denes de  Lamadrid;  para  hostilizar  a  los  espa- 
ñoles que  se  habían  internado  en  el  Alto  Perú. 
Lamadrid  esperó  al  enemigo  en  los  ingenios  de 
Culpina  el  31  de  enero  de  1816,  y  a  su  vista 
mandó  tocar  a  degüello,  cargando  al  grito  de: 
¡Viva  la  Patria!;  pero  todo  su  escuadrón  vol- 
vió cara;  sólo  tres  soldados,  Gregorio  Jarami- 
llo, Juan  Manzanares  y  José  Santos  Frías,  si- 
guieron acompañando  en  la  carga  al  heroico 
jefe,  que,  en  su  entusiasmo  bélico,  atravesó  el 
campo  enemigo  quedando  a  su  retaguardia,  a 
pie,  por  haber  perdido  su  caballo  en  la  refrié" 
ga,  siendo  salvado  por  Jaramillo  y  sus  dos 
compañeros.  Fué  ascendido  a  sargento. 

Jauja  (combate).  El  8  de  noviembre  de  1820  E 
sargento  mayor  Juan  Lavalle,  al  frente  de  los 
Granaderos  a  Caballo,  obtiene  un  brillante 
triunfo  en  un  combate  que  sostiene  con  doble 
número  de  fuerzas  españolas  en  las  inmedia- 
ciones áe  Jauja  (Perú),  donde  entra  triunfante 
con  la  artillería;  fusiles,  pertrechos  de  guerra 
del  enemigo  y  gran  número  de  prisioneros, 
como  trofeos  de  la  victoria. 

Jáuregoi  (Martín  de).  Vizcaíno.  Gobernador  de 
la  provincia  del  Tucumán  desde  1691  has- 
ta 1696.  En  la  época  de  su  gobierno  acaeció, 
el  13  de  septiembre  de  1692,  el  terrible  tem- 
blor que  puso  en  pánico  a  toda  la  provincia, 
asolando  y  hundiendo  a  la  ciudad  de  Talavera 
de  Madrid,  o  Esteco;  pero,  felizmente,  sin  que 


JES 


—  230  - 


JUF 


pereciese  persona  alguna.  Los  vecinos  emigra- 
ron a  las  jurisdicciones  de  las  ciudades  de  San 
Miguel  del  Tucumán  y  Salta.  Terminado  su 
gobierno,  continuó  viviendo  pobremente  en 
Salta,  cuyo  gobernador,  D.  Esteban  de  Urízar 
y  Arespacochega,  le  daba  un  asiento  a  su 
mesa.  Murió  allí,  dejando  a  sus  hijos  en  la  mis- 
ma necesidad. 

Jesuítas  (expulsión  de  los).  Don  José  Tomás 
Guido,  en  sus  Reflexiones  sobre  los  destinos  del 
Paraguay,  dice:  cComo  el  influjo  de  la  Com- 
pañía (jesuítas)  crecía  en  las  Misiones  para- 
guayas, y  como  de  hecho  ella  se  había  torna- 
do hasta  cierto  punto  independiente  de  la  ac- 
ción del  Gobierno  Supremo,  la  Corte  de  Espa- 
ña concibió  sospechas  contra  esa  potestad,  sin 
contrapeso  y  sin  conexiones  con  el  soberano 
natural.  El  descontento  fué  más  vehemente  al 
observar  que  la  mayor  parte  de  los  jesuítas 
que  regían  esas  comunidades  no  eran  españo- 
les. Empezó  la  metrópoli  negociaciones  que 
indicaban  su  vacilación  ante  una  resolución  ex- 
trema; las  hostilidades  de  los  magistrados  es- 
pañoles que  estaban  en  con  tacto  con  los  directo- 
res de  este  régimen  patriarcal  fueron  más  de- 
cididas, hasta  que  por  Real  cédula  de  27  de 
febrero  de  1767  Carlos  III  decretó  su  expul- 
sión de  todos  los  dominios  de  la  Monarquía. 
Los  30  pueblos  de  las  Misiones  contaban  en 
esa  época  144  037  habitantes.  Mucha  parte  de 
ellos  se  dispersó;  otra  se  refugió  en  los  mon- 
tes. La  debilidad,  alternada  con  la  violencia, 
de  la  administración  española  aceleró  la  de- 
cadencia de  las  Misiones». 

Jesús  María.  Reducción  que  establecieron  los 
jesuítas  en  la  provincia  del  Guayrá,  al  cuida- 
do del  P.  Simón  Mazeta,  asaltada  por  los  ma- 
melucos de  San  Pablo,  en  número  de  ocho- 
cientos, y  tres  mil  indios  tupis,  que  cometieron 
un  sinnúmero  de  atentados  en  la  indefensa  po- 
blación, saqueándola  y  llevándose  cautivos  a 
cuantos  indios  quisieron. 

Johnston  (Inis).  Nativo  de  las  islas  de  Shetland 
en  Escocia.  Hizo  una  bella  figura  como  co- 
mandante accidental  de  la  Sarandi  en  el  com- 
bate trabado  con  los  brasileños  en  la  rada  ex- 
terior, el  25  de  mayo  de  1826.  Vencedor  en  el 
Juncal,  asistió  al  fatal  encuentro  de  Monte 
Santiago,  como  segundo  de  Coe. 

Jorge  (Nicolás).  Marino.  Natural  de  Grecia. 
Nacido  el  6  de  diciembre  de  1786.  Llegó  a  este 
país  en  1811,  y  simpatizando  con  la  revolución, 
se  alistó  como  contramaestre  en  un  buque  de 


la  armada,  y  como  alférez  de  fragata  concu- 
rrió a  la  ocupación  de  la  isla  de  Martín  Gar- 
cía. Se  batió  en  el  combate  del  Arroyo  de  la 
China,  el  24  de  marzo  de  1814,  en  el  Uruguay, 
quedando  destrozada  la  sumaca  Trinidad,  que 
comandaba.  Se  halló  en  el  Buceo.  En  1821 
combatió  contra  los  montoneros  de  Ramírez, 
mandando  el  bergantín  Chacabuco.  En  1826 
revistó  como  capitán  en  la  escuadra  que  gue- 
rreó contra  el  Brasil,  asistiendo  a  ocho  en- 
cuentros en  182G.  a  diez  en  1827  y  a  tres 
en  1828.  Se  señaló  por  su  intrepidez  en  la  Co- 
lonia; en  el  nocturno  de  la  fragata  Emperatrla 
y  en  el  áe\  Juncal,  por  el  que  fué  ascendido  a 
mayor.  Se  halló  en  San  Nicolás.  El  dictador 
Rosas  lo  borró  de  la  lista  militar.  Retirado  con 
el  grado  de  coronel,  murió,  en  su  modesto  re- 
tiro de  Morón,  el  24  de  agosto  de  1866,  a  la 
una  y  media  de  la  mañana. 

Juárez  Calman  (Miguel).  Abogado.  Nacido  en 
Córdoba.  Fué  gober- 
nador de  esa  provin- 
cia en  17  de  mayo 
de  1880.  Senador  al 
Congreso  de  la  na- 
ción, por  la  misma 
provincia  Presiden- 
te de  la  República, 
electo  el  12  de  oc- 
tubre de  1886.  Re- 
nunció el  6  de  agos- 
to de  1890,  a  causa 
de  una  revolución, 
sucediéndole  el  vi- 
cepresidente, doctor 
D.  Carlos  Pellegrini. 

Juicio  de  residencia.  Era  una  investigación 
jurídica  a  que  quedaba  sujeto  todo  empleado 
público,  por  el  término  de  seis  meses,  después 
de  dejar  el  puesto,  en  cuyo  tiempo  podía  ser 
acusado  por  cualquiera  que  tuviere  algún  car- 
go que  hacerle,  y  condenado  o  absuelto,  se- 
gún las  pruebas  que  se  hiciesen  valer. 

Jufré  Juan.  Español.  Militar.  Vino  al  Perú  a 
las  órdenes  del  conquistador  D.  Pedro  de  Val- 
divia, que  le  encargó  del  reclutamiento  de  sol- 
dados en  la  provincia  de  Charcas  con  destino 
a  Chile,  adonde  se  dirigió  el  año  1548,  distin- 
guiéndose en  las  guerras  contra  los  bravos 
araucanos.  En  1562  fué  comisionado  para  pa- 
sar los  Andes,  y  con  autorización  de  Villagrán, 
gobernador  y  capitán  general  de  Chile,  fundó 
nuevamente  la  ciudad  de  Mendoza,  con  el  nom- 


D.  Miguel  Juárez  Celman. 


JUF 


-  231  - 


JUN 


bre  de  Resurrección,  trasladándola  del  pa- 
raje donde  un  año  antes  había  delineado  y  re- 
partido sus  solares  el  capitán  D.  Pedro  del 
Castillo,  por  no  creer  conveniente  el  sitio  don- 
de estaba  situada.  Esta  segunda  fundación 
tuvo  lugar  el  día  28  de  marzo  de  15G2,  y  en  el 
mismo  año  fundó  la  ciudad  de  San  Juan  de  la 
Frontera.  Jufré  fué  nombrado  teniente  gober- 
nador y  capitán  general  de  la  provincia  de 
Cuyo,  y  en  1565,  gobernador  y  alcalde  de  San- 
tiago de  Cliile.  Desempeñó  posteriormente  al- 
gunas comisiones  honoríiicas  En  1571  se  tras- 
ladó al  Perú. 

Jufré  (José  Javier).  Descendiente  del  fundador 
de  San  Juan.  Fué  comandante  de  armas  y  últi- 
mo subdelegado  del  Gobierno  colonial  en  San 
Juan,  hasta  el  27  de  septiembre  de  1810.  Ma- 
nifestó su  adhesión  a  la  Junta  de  Buenos  Ai- 
res, desatendiendo  las  incitaciones  del  gober- 
nador de  Córdoba,  Gutiérrez  de  la  Concha,  en 
contrario.  No  obstante  los  buenos  servicios  de 
Jufré  y  las  simpatías  del  pueblo  y  Cabildo 
para  con  su  persona,  fué  separado  del  gobier- 
no y  nombrado  en  su  lugar  D.  Pedro  Nolas- 
co  Grimau. 

Jnjny  (combate).  Abril  de  1821.  El  general  01a- 
ñeta  manda  a  su  cuñado,  el  salteño  D.Guiller- 
mo Marquiegui,  con  su  vanguardia  de  300  hom- 
bres, para  tomar  a  Jujuy,  creyendo  que  con 
esta  sola  fuerza  podía  apoderarse  de  toda  la 
provincia.  A  la  noticia  de  esta  nueva  invasión, 
salió  de  Salta  el  gobernador  sustituto,  D.  Igna- 
cio Qorriti,  delegando  el  mando  en  el  Cabildo. 
Como  no  era  hombre  de  guerra,  todos  creye- 
ron no  tardaría  en  regresar  derrotado,  y  sus 
enemigos  se  burlaron  públicamente  de  él. 
Mientras  tanto,  Gorriti, 'reuniendo  una  división 
como  de  600  jinetes,  se  dirigió  rápidamente  so- 
bre Jujuy,  y  en  la  boca  de  la  quebrada  sor- 
prendió a  la  vanguardia  de  Olañeta,  rodeán- 
dola completamente.  Al  cabo  de  dos  días  de 
asedio  y  de  repetidos  ci  mbates  parciales,  en 
que  la  ventaja  quedó  casi  siempre  por  los  gau- 
chos, la  columna  enemiga  se  vio  obligada  a 
rendirse  a  discreción,  con  armas  y  bagajes, 
quedando  en  poder  del  vencedor  cuatro  jefes, 
12  oficiales  y  como  200  prisioneros,  y  entre 
ellos  el  mismo  Marquiegui.  Esta  es  la  jornada 
que  ha  pasado  a  la  Historia  con  la  denomina- 
ción de  El  dia  grande  de  Jujuy.  Este  contraste 
obligó  a  Olañeta  a  replegarse  nuevamente  a 
sus  posiciones. 

Jujuy  (fundación).  La  primera  fundación  de  Ju- 


juy tuvo  lugar  en  el  año  de  1561,  con  el  nom- 
bre de  ciudad  de  Nieva,  que  en  homenaje  al 
conde  de  Nieva,  virrey  en  ese  año,  le  dio  su 
ilustre  fundador,  el  general  D.  Juan  Pérez  de 
Zurita,  uno  de  los  hombres  más  distinguidos 
de  la  época  colonial,  que  le  estaba  grato  al  vi 
rrey  por  haberle  dado  la  razón  contra  la  usur- 
pación del  Gobierno  de  Chile  y  por  haberlo 
empleado  en  llevar  a  cabo  la  conquista  de 
Santa  Cruz  de  la  Sierra  y  de  Chik-huitos.  Pero 
habiendo  sido  arruinada  también  en  la  gran  in- 
surrección de  los  Valles,  al  repoblarla  en  1593, 
se  le  dio  el  nuevo  nombre  de  San  Salvador  de 
Jujuy.  Su  verdadera  ortografía  es  Huk  Huy-, 
que  en  quichua  quiere  decir  la  Bajada  o  la 
Hondonada,  porque,  en  efecto,  es  una  región 
de  ríos  y  de  valles  que  se  encuentra  al  bajar 
de  las  asperezas  y  pedernales  de  Humalmacac 
(la  quebrada),  y  que  une  la  altiplanicie  boli- 
viana con  las  provincias  argentinas. 

Jujuy  (provincia).  El  territorio  de  Jujuy,  que 
hasta  la  fecha  había  sido  parte  integrante  de 
la  provincia  de  Salta,  se  separa  de  su  jurisdic- 
ción y  levanta  un  acta,  constituyéndose  en 
provincia  argentina,  libre  e  independiente,  con 
la  firme  voluntad  de  decidir  por  sí  sola  de  su 
suerte  y  regir  sus  destinos  (18  de  noviembre 
de  1834).  El  mismo  día,  por  el  voto  unánime 
del  pueblo,  es  nombrado  gobernador  y  capitán 
general  de  la  nueva  provincia,  en  calidad  de 
interino,  el  teniente  coronel  D.  José  Mana 
Fascio,  que  hasta  entonces  había  desempeña- 
ao  la  presidencia  de  la  Municipalidad. 

Juncal  (combate  naval).  Guerra  del  Brasil.  Una 
división  entera  de  la  escuadra  brasileña,  que 
había  remontado  las  aguas  del  rio  Uruguay,  es 
atacada  en  el  Juncal  el  día  8  de  febrero  de 
1827  por  el  almirante  Brown,  al  mando  de  la 
escuadrilla  argentina,  que  se  componía  de  cinco 
goletas  y  ocho  lanchas  armadas,  siendo  la  di- 
visión imperial  de  19  buques  de  guerra.  Una 
borrasca  inesperada  que  se  sintió  al  caer  la 
tarde  hizo  suspender  el  combate;  pero  en  la 
mañana  del  otro  día  volvió  a  emprenderse  nue- 
vamente, dando  por  resultado  que  las  naves 
argentinas  echan  a  pique  cinco  buques  imperia- 
listas, toman  al  abordaje  la  mayor  parte  de  los 
navios  enemigos  y  obligan  a  rendirse  al  jefe, 
Jacinto  Roque  de  Sena  Pereyra,  que  es  lleva- 
do preso,  con  toda  la  escuadra  brasileña,  a  Bue- 
nos Aires.  Esta  hazaña  les  vale  a  los  valerosos 
marinos  un  escudo  de  honor  votado  por  el 
Congreso,  con  esta  inscripción:  «Gloria  y  gra- 


JUN 


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JUR 


titiid  a  los  vencedores  en  las  aguas  del  Uru- 
guay el  9  de  febrero  de  1827.» 

Juncalillo  (sorpresa).  El  teniente  de  Granade- 
ros a  Caballo  D.  José  F.  Aldao,  estando  de 
servicio  en  el  camino  de  Uspallata,  a  fin  de 
asegurar  su  puesto,  emprende  un  reconoci- 
miento sobre  la  cumbre  de  la  cordillera,  y  des- 
cendiendo la  falda  opuesta  descubre  una  guar- 
nición avanzada  de  los  españoles,  que  se  ha- 
llaban en  la  casucha  de  Juncalillo,  a  la  que 
sorprende  y  toma  prisionera  sin  disparar  un  tiro. 

Jnnín  (batalla).  Guerra  de  la  independencia. 
Dada  el  6  de  agosto  de  1824,  en  territorio  del 
Peni,  ganada  por  Bolívar  a  Canterac.  Neco- 
chea  mandó  en  jefe  la  caballería,  siendo  uno 
de  los  primeros  en  caer,  cubierto  de  heridas. 
El  Sr.  Larrazábal,  en  su  Vida  de  Bolívar,  dice 
que  las  heridas  fueron  siete;  el  Sr.  Carranza, 
en  su  Biografía  de  Brandsen,  que  fueron  once, 
y  en  un  bosquejo  de  la  Vida  de  Necochea,  pu- 
blicado en  Chile  y  atribuido  al  escritor  chileno 
Sr.  Espejo,  las  hace  subir  a  catorce:  cuatro 
sablazos  en  la  cabeza,  dos  que  inutilizan  el 
brazo  izquierdo;  uno  en  la  mano  derecha  que 
le  hace  perder  tres  dedos,  dos  lanzazos  en  el 
costado  izquierdo,  una  estocada  en  el  vien- 
tre y  cuatro  peqreflas  en  los  brazos:  total 
14  heridas  de  sable  y  lanza.  Los  españoles 
llevaron  una  brillante  carga  por  medio  de 
una  hábil  evolución  ejecutada  al  galope,  que 
obligó  a  retroceder  a  los  patriotas,  pero  es- 
tos se  reponen,  dando  a  su  vez  una  tremen- 
da carga,  que  puso  en  completa  derrota  a 
los  realistas.  Los  húsares  mandados  por  el 
coronel  Suárez,  y  dos  cuerpos  más,  fueron 
los  únicos  que  quedaron  en  formación  después 
de  la  carga  de  los  realistas.  En  lo  más  recio 
de  la  persecución  fueron  rescatados  de  las  fi- 
las enemigas  los  jefes  argentinos  Necochea  y 
Olavarría.  Una  hora  duró  esta  batalla,  en  la 
que  sólo  se  peleó  al  arma  blanca  y  cuerpo  a 
cuerpo,  quedando  el  campo  sembrado  de  cadá- 


veres. El  honor  de  la  victoria  le  fué  discerni- 
do por  el  libertador  Simón  Bolívar  al  coronel 
Suárez,  pues  él,  con  su  regimiento,  fué  quien 
cambió  la  faz  del  combate,  por  cuyo  motivo  el 
cuerpo  de  su  mando  fué  honrado  con  el  glorio- 
so título  de  Húsares  de  Junín. 

Junta  (primera).  Desde  el  25  de  mayo  de  1810  al 
18  de  diciembre  del  mismo  año:  Cornelio  Saa- 
vedra,  Juan  José  Castelli,  Manuel  Belgrano, 
Miguel  Azcuénaga,  Manuel  Alberti,  Domingo 
Matheu  y  Juan  Larrea.  Secretarios:  Juan  José 
Paso  y  Mariano  Moreno. 

Junta  (segunda).  Desde  el  18  de  diciembre  de 
1810  al  23  de  septiembre  de  1811:  Saavedra, 
Azcuénaga,  Matheu,  Larrea,  Alberti,  Grego- 
rio Funes,  Felipe  Molina,  José  María  Cossío, 
Manuel  Ignacio  Molina,  José  Antonio  Olmos, 
Juan  Ignacio  Gorritti,  Francisco  Gurruchaga, 
Juan  Francisco  Tarragona  y  José  Julián  Pé- 
rez.  Secretarios:  Paso,    Vieytes. 

Juramento.  Río  de  la  provincia  de  Salta,  a 
cuya  margen  tuvo  lugar  el  acto  solemne  de  la 
jura  de  la  bandera.  He  aquí  cómo  lo  describe 
el  coronel  Lugones  en  sus  Memorias:  «Habien- 
do el  ejército  formado  de  parada,  conforme  a 
la  orden  general,  se  presentó  en  el  cuadro  el 
general  Belgrano  con  una  bandera  blanca  y 
celeste,  que  colocó  con  mucha  circunspección  y 
reverencia  en  un  altar  situado  en  medio  del 
cuadro;  proclamó  enérgica  y  alusivamente,  y 
concluyó  diciendo:  «Este  será  el  color  de  la 
nueva  divisa  con  que  marcharán  a  la  lid  los 
nuevos  campeones  de  la  patria.»  Fué  el  13  de 
febrero  de  1813  el  día  memorable  en  que  el 
ejército  ratificó  su  juramento  besando  la  cruz 
que  formaban  la  espada  de  Belgrano  y  el  asta 
de  la  bandera.» 

Jurfes.  Nombre  de  una  tribu  de  indios  de  raza 
quichua  que,  junto  con  los  diaguitas,  ocupaban 
en  el  tiempo  de  la  conquista  gran  parte  de  las 
actuales  provincias  de  La  Rioja,  Catamarca, 
Córdoba  y  Santiago  del  Estero. 


K 


Kabiyú.  Indio  guaraní.  Pintor.  De  la  reducción 
de  Itapuá  en  1618. 

Iting  (Juan).  Marino.  Era  natural  de  Newport 
(Irlanda).  Nacido  el  26  de  octubre  de  liiOO. 
Llegó  a  Buenos  Aires  en  1S25,  en  momentos 
en  que  el  emperador  del  Brasil  declaraba  la 
guerra  a  la'Repúhlica.  Ofreció  sus  servicios,  y 
fué  dado  de  alta  como  subteniente  de  marina, 
el  16  de  enero  de  1826,  ascendiendo  a  tenien- 
te el  12  de  mayo  del  mismo  año,  y  al  grado  de 
capitán  en  22  de  abril  de  1828,  antes  de  la  ter- 
minación de  la  campaña  en  que  consagró  su 
nombre  a  la  gratitud  de  los  argentinos.  Pres- 
tó sus  servicios  en  la  barca  Congreso,  de  la 
que  llegó  a  ser  comandante  accidental,  en 
1S26,  y  segundo  comandante  del  bergantín  Re- 
pública, hallándose  en  toda  aquella  gloriosa 
campaña  naval  contra  la  poderosa  flota  brasi- 
leña, y  murió  en  la  miseria,  después  de  veinte 
años  de  abnegada  dedicación  al  servicio  del 
país,  el  22  de  agosto  de  1857.  En  la  acción  de 
Monte  Santiago,  sostenida  en  los  días  7  y  8  de 
abril  de  1827,  por  tres  buques  argentinos  con- 
tra Deinte  brasileños,  en  esta  ocasión  King 
era  segundo  jefe  del  bergantín  República.  He- 


rido su  jefe,  Greeville,  sostuvo  el  combate  has- 
ta que,  aniquiladas  sus  tripulaciones  por  la  me- 
tralla, abandonó  su  cubierta  por  orden  del  al- 
mirante Brown,  engalanando  antes  con  todo 
su  empavesado  la  destrozada  nave,  para  en- 
tregarla a  las  llamas  y  hacerla  volar  sin  ren- 
dirla al  enemigo. 

King  (Santiago).  Fué  uno  de  los  diez  y  nueve 
servidores  que  con  el  almirante  Brown  forma- 
ron el  cuadro  de  jefes  y  oficiales  fundadores 
de  nuestra  escuadra  en  los  días  memorables 
de  1814,  siendo  dado  de  alta  como  sargento 
mayor  de  ella  con  fecha  1  de  marzo  de  ese 
año.  Se  le  encomendó  el  mando  de  la  corbeta 
Céfiro,  ÚQ  18  cañones,  y  a  su  bordo  ciñó  las  pal- 
mas de  los  libertadores  de  la  República,  con- 
tribuyendo a  destruir  la  escuadra  realista  en 
las  aguas  de  Montevideo  en  el  famoso  combate 
del  17  de  mayo  de  1814,  que  preparó  la  rendi- 
ción de  esa  ciudad  a  nuestras  armas  el  23  de 
junio.  Compartieron  con  King  la  gloria  de 
aquella  jornada  Baxier,  Russell,  Lech  y  Man 
Dougall. 

Kleffer  (Nicolás).  Jesuíta.  Entró  en  misión  a 
los  \ná\os  pehuenches  a  fines  del  siglo  ivii. 


L 


Labardén  (Manuel  José  de).  Padre  del  poeta. 
Fué  en  Buenos  Aires  uno  de  los  hombres  más 
apreciados  de  su  tiempo.  Ocupó  en  distintas 
épocas  y  aun  simultáneamente  los  altos  pues- 
tos de  regidor,  procurador  y  auditor  de  Gue- 
rra. Nunca  contó,  en  ningún  momento,  con  for- 
tuna; pero  en  su  vida  ejemplar  supo  ahorrar  los 
dineros  necesarios  para  educar  dignamente  a 
sus  hijos. 

Labardén  (Manuel  José  de).  Poeta  y  abogado. 
Nació  en  Buenos  Aires,  en  1725,  de  distinguida 
familia  española,  y  cursó  sus  estudios  en  esta 
ciudad,  pasando  a  estudiar  Derecho  en  la  Uni- 
versidad de  Charcas,  donde  se  graduó  de  doc- 
tor en  Leyes.  Se  trasladó  luego  a  su  ciudad  na- 
tal, donde  contrajo  matrimonio.  Ejerció  de  abo- 
gado y  obtuvo  entre  otros  cargos  públicos  los 
de  licenciado  de!  Consejo  de  Su  Majestad,  oi- 
dor honorario  de  la  Real  Audiencia  de  La  Pla- 
ta, etc.  Labardén  es  considerado  como  el  pri- 
mer cantor  nacional.  Sus  obras  principales  son 
Oda  al  Paraná  y  la  tragedia  en  cuatro  actos 
Siripo,  basada  en  el  argumento  de  Lucía  Mi- 
randa. Fué  también  uno  de  los  fundadores  de 
la  Casa  de  Comedias.  Convertidamás  tarde  en 
estanciero,  en  1794  hizo  traer  los  primeros  me- 
rinos introducidos  en  el  país.  Falleció  en  Colo- 
nia del  Sacramento,  el  31  de  octubre  de  1808,  a 
los  ochenta  y  tres  años  de  edad. 

Labongle  (Juan  Eugenio).  Educacionista  y  es- 
critor francés.  Nació  en  Nay  (Bearn),  el  10  de 
noviembre  de  1829.  Fueron  sus  padres  D.  Juan 
de  Labougle  de  Montirón  y  D.'  Eugenia  Boré 
de  Anjais,  ambos  descendientes  de  nobles  y  an- 
Itiguas  familias  de  Gascuña.  Cursó  sus  estudios 
en  la  Universidad  de  Burdeos,  y  en  1850,  go- 
bernando Rosas,  llegó  al  Río  de  la  Plata,  radi- 
cándose algún  tiempo  en  la  ciudad  de  Corrien- 
tes, en  casa  de  su  tío  D.  Pedro  de  Labougle, 


que  fué  el  progenitor  y  tronco  principal  de  la 
familia  de  este  nombre.  Después  pasó  a  Tucu- 
mán,  donde  fundó  un  establecimiento  de  educa- 
ción en  unión  del  Sr.  Pellisot,  y  por  último  fijó 
su  residencia  en  Buenos  Aires,  siendo  nombra- 
do catedrático  de  griego  de  la  Universidad 
en  1853,  de  francés  en  1856  y  de  Filosofía 
en  1858.  Fué  además  profesor  de  latín.  Filoso- 
fía y  francés  en  el  Colegio  de  San  Martín,  que 
fundó  y  dirigió  D.  Roberto  Hempel,  y  director 
de  la  Escuela  Normal  Nacional.  Era  escritor 
ameno,  de  estilo  sencillo,  pero  elegante.  Dio  a 
la  publicidad  varias  obras,  entre  las  cuales 
mencionaremos  las  siguientes:  Flor  de  la  His- 
ioria;  Ensayo  sobre  la  literatura  de  los  princi- 
pales pueblos,  y  en  especial  del  Rio  de  la  Plata, 
y  Curso  de  castellano-francés,  que  estuvo  en 
uso  durante  varios  años  en  nuestros  Institutos 
docentes.  En  1865  regresó  a  Europa  definitiva- 
mente y  contrajo  matrimonio  con  D.*  María  de 
Cazaubón,  teniendo  un  hijo,  D.  Francisco  Eu- 
genio de  Labougle,  que  fué  militar,  como  coro- 
nel de  Sanidad  en  el  ejército  francés. 
Lacarra  y  Toledo  (Martín  Paulino).  Coronel. 
Nacido  en  Buenos  Aires,  el  22  de  junio  de  1777, 
ingresando  al  servicio  militar  en  temprana 
edad  en  las  Milicias  provinciales,  en  1794. 
Asistió  a  la  débil  resistencia  ofrecida  el  27  de 
junio  de  1806  en  el  puente  de  Gálvez  a  los  bra- 
vos soldados  de  Beresford,  y  posteriormente  a 
la  heroica  defensa  contra  Whitelocke  en  julio 
de  1807.  Incorporado  después  de  la  revolución 
a  los  granaderos  de  infantería,  marchó  en  1811 
con  Terrada  a  Santa  Fe,  y  al  siguiente  año  al 
asedio  de  Montevideo,  de  que  le  cupo  en  suer- 
te ser  de  los  libertadores,  conquistando  con  la 
Medalla  de  Honorei  título  de  «benemérito  de  la 
patria  en  grado  heroico ».  Combatió  contra  Ar- 
tigas y  tomó  parte  en  la  revolución  que  depuso 


LAC 


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LAD 


al  director  Alvear,  y  asistió  también  a  la  cam- 
paña contra  ios  montoneros  de  Entre  Ríos 
en  1818.  Por  los  sucesos  de  1820  se  retiró  del 
servicio  activo  hasta  el  año  23,  en  que  fué 
nombrado  comandante  de  Patagones,  cumplien- 
do su  período  en  la  defensa  contra  la  invasión 
brasileña  durante  el  aflo  1827,  rindiendo  sus 
tropas  y  sus  buques.  Sufrió  prisión  en  la  época 
de  Rosas,  y  condenado  al  servicio  de  las  armas 
como  soldado  raso,  del  que  fué  librado  previo 
pago  de  tres  personeros;  y  asi  corrió  el  resto 
de  su  vida,  amargada  por  estas  inmerecidas 
humillaciones  y  dolorosas  desgracias  de  fami- 
lia, hasta  el  9  de  julio  de  1858,  en  que  caía  al 
sepulcro  en  momentos  que  sus  compatriotas  ce- 
lebraban el  fau=to  aniversario  de  la  gloriosa 
independencia  nacional,  de  que  fué  un  soldado 
esforzado  y  un  servidor  abnegado. 

Lacasa  (Pedro).  Inteligente  escritor  y  poeta  ar- 
gentino. Nació  en  Buenos  Aires,  en  octubre 
de  1810.  Dejó  sus  estudios  muy  pronto  para 
dedicarse  a  los  trabajos  de  agricultura,  en 
donde  veía  mejores  y  más  claros  horizontes. 
Cuando  estalló  ^a  revolución  del  aflo  1839, 
Lacasa  tomó  parte  en  ella  y  en  varias  otras; 
hizo  más  tarde  la  campaña  del  Paraguay,  ha- 
biendo llegado  por  su  intrepidez  y  disciplina 
hasta  el  grado  de  coronel.  Sus  obras  son:  Poe- 
sías; Biografía  del  general  D.  Juan  Lavalle; 
Biografía  del  brigadier  general  D.  Miguel 
Estanislao  Soler,  etc.  Falleció  en  la  provincia 
de  Jujuy  en  1869. 

Lacay.  Provincia  de  indios  del  Paraguay,  se- 
gún aparece  escrito  su  nombre  en  documen- 
tos de  1570. 

Lacmea.  Indios  de  la  jurisdicción  de  San  Mi- 
guel de  Tucumán,  encomendados  al  sargento 
mayor  D.  Francisco  de  Urquiola.  Tenían  sus 
tierras  sobre  el  rio  Marapa,  lindando  con  las 
del  capitán  Lorenzo  de  Luduefla. 

Lacroze  (Federico).  Comerciante.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  4  de  noviembre  de  1838,  y  se 
educó  en  la  misma  ciudad.  Hasta  los  veinte 
años  fué  empleado  de  la  casa  Malman;  se  tras- 
ladó a  Chivilcoy,  dedicándose  a  la  agricultura 
y  al  comercio,  y  más  tarde,  cuando  tenía  ya 
conquistada  una  posición  independiente,  se 
inició  como  hombre  de  negocios  en  esta  ciu- 
dad. Era  un  hombre  de  grandes  iniciativas,  y 
entre  ellas  tuvo  la  de  crear  la  primera  Empre- 
sa de  tranvías  de  la  capital.  Venciendo  múlti- 
ples dificultades,  y  después  de  una  constancia 
sublime,  llegó  a  obtener  en  1868,  bajo  el  go- 


bierno de  D.  Emilio  Castro,  la  sanción  de  la 
primera  ley  de  Tranvías,  inaugurando  en  1870' 
la  línea  de  la  calle  Cangallo.  Dado  este  pri- 
mer pa'^o,  amplió  considerablemente  su  esfera 
de  acción,  creando  los  tranvías  a  vapor.  La 
Empresa  actual  es  una  de  las  más  poderosas 
de  la  capital.  Lacroze  falleció  en  Belgrano,  el 
16  de  febrero  de  1889.  Ha  sido  este  argentino, 
ilustrado  y  activo,  uno  de  los  pocos  hijos  del 
país  que  han  llevado  a  cabo  iniciativas  tan 
atrevidas  y  progresistas  sin  apoyo  y  casi  sin 
recursos.  Su  vida  fué  un  alto  ejemplo  de  labo- 
riosidad, digno  por  todos  conceptos  de  re- 
cuerdo. 

Lacneva  y  Benavides  (Mendo).  Gobernador 
y  capitán  general  del  Río  de  la  Plata,  tomando 
posesión  del  mando  el  19  de  noviembre  de  1637. 
En  1640  expedicionó  con  buen  éxito  al  valle 
de  Calchaquí  (Chaco),  formando  parte  de  su 
ejército  más  de  seiscientos  indios  de  las  misio- 
nes guaraníes,  con  tres  capellanes  jesuítas  que 
los  acompañaban.  La  ciudad  de  Santa  Fe  de  la 
Vera  Cruz  quedó  entonces  libre  del  peligro 
que  la  amenazaba  de  parte  de  los  indios  del 
Chaco. 

Ladines  (José  María).  Comerciante.  Nació  en 
la  República  Oriental  del  Uruguay,  el  año  1786. 
Se  hallaba  en  Buenos  Aires,  dedicado  al  co- 
mercio, cuando  al  advenimiento  de  la  época 
del  terror  fué  visto  por  los  principales  complo- 
tados  para  derribar  al  tirano,  idea  que  aceptó 
con  entusiasmo,  llegando  hasta  ceder  su  casa 
de  la  calle  Cuyo  (hoy  Sarmiento,  115)  para 
reuniones  secretas,  sin  preocuparse  del  enor- 
me riesgo  que  corría  su  vida  y  la  de  su  familia 
en  caso  de  ser  descubierto.  Se  hallaban  en  es- 
tos preparativos  cuando  fueron  delatados,  y 
Ladines  y  su  esposa,  D.'  Mercedes  Rodríguez 
—prima  hermana  del  gobernador  de  Córdoba, 
D.  Pedro  Nolasco  Rodriguez,  fusilado  por  el 
tirano— fueron  aprehendidos,  «por  cómplices 
en  el  horrendo  crimen  intentado  por  los  trai- 
dores Maza>.  En  las  célebres  clasificaciones 
del  dictador  figura  así:  «Es  y  ha  sido  siempre 
salvaje  unitario».  Enfermo  en  la  cárcel,  se  dis- 
puso se  le  quitaran  las  dos  barras  de  grillos 
que  tenía,  y,  como  «reo  de  lesa  América»,  fue- 
ron obligados  él  y  su  esposa  a  alimentarse  con 
la  comida  de  la  cárcel  y  a  poner  quince  perso- 
neros en  su  reemplazo.  Llamado  a  declarar,  de- 
mostró gran  entereza,  por  lo  que  salvó  de  ser 
condenado  a  muerte  y  obtuvo  su  libertad,  pues 
no  se  le  pudo  probar  nada.  Inmediatamente 


LAF 


-  236  - 


LAG 


emigrraron  a  Montevideo,  donde  falleció  Ladi- 
nas, el  5  de  agosto  de  1847. 
Lafinur  (Juan  Crisóstomo).  Poeta.  Nacido  en 
San  Luis,  el  27  de  enero  de  1797.  Fué  educado 
en  las  escuelas  elementales  de  Córdoba  y  en 
el  Colegio  de  Montserrat.  Interrumpió  sus  es- 
tudios en  1812,  incorporándose  al  ejército  de 
Belgrano,  en  el  que  ascendió  hasta  el  grado 
de  teniente,  con  el  cual  obtuvo  su  baja  el  4  de 
septiembre  de  1817.  En  1819  fué  nombrado 
catedrático  en  el  Colegio  de  San  Carlos;  pero 
poco  después  renunció  a  su  cátedra  y  se  tras- 
ladó a  Mendoza,  donde  fundó  un  colegio 
en  1822.  Fué  desterrado  a  San  Juan;  pero  é! 
se  trasladó  a  Chile,  donde  se  recibió  de  abo- 
gado y  contrajo  enlace.  Como  poeta,  descolló 
en  sus  composiciones  patrióticas  y  románticas. 
Algunas  de  ellas:  Canto  elegiaco  al  general 
Belgrano;  El  canto  fúnebre;  La  oda  a  la  ora- 
ción, que  fué  pronunciada  por  el  Dr.  D.  Va- 
lentín Gómez,  en  sus  exequias,  al  que  profesó 
siempre  gran  cariño  y  veneración.  Su  obra 
sobre  la  protestación  de  su  religiosidad  es 
una  joya  literaria.  Murió  en  Santiago  de  Chi- 
le, el  15  de  agosto  de  1824.  De  su  canto  a 
Belgrano  van  aquí  los  siguientes  versos: 

¿Por  qué  tiembla  el  sepulcro  y,  desquiciadas 
sus  sempiternas  losas,  de  repente, 
al  pálido  brillar  de  las  antorchas, 
los  justos  y  la  tierra  se  conmueven? 

El  luto  se  derrama  por  el  suelo, 
al  ángel  entregado  de  la  muerte, 
que  a  la  virtud  persigue;  ella,  medrosa, 
al  túmulo  volóse  para  siempre: 
que  el  campeón  ya  no  muestra  el  rostro  altivoi 
fatal  a  los  tiranos,  ni  la  muerte 
repite  de  la  patria  el  sacro  nombre, 
decreto  de  victoria  tantas  veces. 

Hoy,  enlutando  su  pendón,  y  el  eco 
del  clarín  angustiado,  el  paso  tiende, 
y  lo  embarga  el  dolor:  ¡dolor  terrible, 
que  el  llanto  asoma  só  la  faz  del  héroe!... 

Y  el  lamento  responde  pavoroso: 
«Murió  Belgrano'í  lOh  Dios!  Así  sucede 
la  tumba  al  carro,  el  ay  doliente  al  viva, 
la  pálida  azucena  a  los  laureles. 

Lafnente  (Enrique).  Comerciante.  Cuando  jo- 
ven se  empleó  en  la  secretaría  de  Rosas,  de 
quien  gozó  gran  confianza.  El  complot  de  1839 
tuvo  su  origen  en  una  tertulia  que  dio  la  fami- 
lia del  dictador.  Allí  se  entendieron  el  joven 


Lafuente  y  sus  amigos  Tejedor,  Peña,  Corva- 
lán  y  Albarracín  para  formar  un  club,  que  de- 
nominaron i<de  los  cinco»,  club  pohtico  que  or- 
ganizaba reuniones  secretas  en  diferentes  ca- 
sas, y  que  bien  pronto  llegó  a  contar  con  mi- 
litares y  civiles  influyentes.  Lafuente,  dotado 
de  talento  y  de  energía  probada,  fué  uno  de 
los  colaboradores  más  activos  de  la  conspira- 
ción, y  no  obstante  seguía  concurriendo  a  la 
oficina,  hasta  que  corriendo  peligro  si  perma- 
necía en  la  secretaría,  huyó  de  ella  en  la 
mañana  del  24  de  junio  de  1839,  se  ocultó  en 
casa  de  un  pariente,  y  se  reunió  ai  ejército  del 
general  Lavalle,  a  cuyas  órdenes  se  batió  en 
la  batalla  de  Don  Cristóbal,  en  1840.  Pasó  a 
Montevideo  y  concertó  con  D.  Carlos  Tejedor 
dirigirse  a  la  provincia  del  Río  Grande  del 
Sud,  para  probar  fortuna,  y  de  allí  al  pueblo 
de  San  Francisco  de  Paula,  donde  establecie- 
ron una  venta  de  tabacos,  café  y  «cachaca», 
en  una  plazuela;  pero  sin  resultado.  De  allí 
pasaron  a  Bahía,  con  el  mismo  resultado  ne- 
gativo. En  1845  se  trasladaron  a  Chile  a  ob- 
jeto de  abrir  un  liceo,  y  crearse  por  ese  me- 
dio una  posición  tolerable,  proyecto  que  no 
llevaron  a  cabo  por  falta  de  recursos.  En  1849 
Lafuente  se  dirigió  a  San  Francisco  de  Cali- 
fornia, donde  le  llevó  su  afán  de  una  explota- 
ción lucrativa;  pero  allí  perdió  el  juicio  y  fué 
traído  a  Copiapó  (Chile),  donde  vivió  algún 
tiempo  atacado  de  melancolía,  hasta  que  una 
noche,  a  mediados  de  1850,  fué  encontrado 
muerto  en  el  mismo  cementerio  de  esa  locali- 
dad. Fué  recogido  por  su  pariente  Tejedor  y 
varios  argentinos. 
Lagos  (Hilario).  Militar.  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  8  de  abril  de  1806,  y  se  educó  en  la  misma. 
Al  declararse  la  guerra  contra  el  imperio  del 
Brasil,  en  el  año  1826,  marchó  a  campaña,  ha- 
llándose en  la  acción  de  Camacuá.  A  la  termi- 
nación de  esta  contienda  expedicionó  al  desier- 
to en  el  año  1830  y  formó  en  el  ejército  que 
ocupó  la  isla  de  Choele-Choel,  el  3  de  julio 
de  1833.  Combatiendo  a  las  órdenes  del  dicta- 
dor Rosas,  se  halló  en  las  acciones  de  Loreto, 
en  1838;  Quebracho  Herrado,  Don  Cristóbal  y 
Sauce  Grande,  en  el  año  1840,  y  al  siguiente 
en  la  de  Famaillú.  Posteriormente,  con  el  gra- 
do de  coronel,  asistió  a  la  batalla  de  Caseros- 
siembre,  a  las  órdenes  de  Rosas,  y  a  fines 
de  1852  fué  general  del  ejército  que  sitió  a 
Buenos  Aires,  hasta  mediados  de  1853.  Siete 
años  después  sirvió  en  Cepeda,  a  las  órdenes 


LAÜ  -  23  7 

del  Gobierno  de  la  Confederación.  Falleció  en 
esta  ciudad,  el  5  de  julio  de  ISGO. 

Lasrraña  (Manuel  Ignacio).  Gobernador  de  la 
provincia  de  Corrientes  en  diciembre  de  1862. 
En  ISti"!  tuvo  que  abandonar  el  puesto  por  ha- 
berlo ocupado  el  general  Wenceslao  Robles, 
¡efe  de  las  fuerzas  paraguayas  que  invadieron 
a  Corrientes.  En  octubre  de  ese  mismo  año  en- 
tró de  nuevo  en  la  capital,  desalojada  por  los 
paraguayos. 

Laguna  Brava  (batalla».  Dada  el  6  de  mayo 
de  1S43  enti  e  fuerzas  correntinas  al  mando  del 
coronel  D.  Joaquín  Madariaga  y  tropas  entre- 
rrianas,  que  habían  invadido  la  provincia,  triun- 
fando las  primeras. 

Laguna  Limpia  (combate).  El  4  de  febrero 
de  1*46.  Había  sido  nombrado  Paz  general  en 
jefe  del  ejército  que  se  formaba  en  Corrientes 
para  combatir  a  Rosas  en  su  cuartel  general, 
en  Villa  Nueva,  a  cuyo  punto  había  llegado 
una  división  paraguaya  en  calidad  de  aliada,  al 
mando  del  general  D.  Francisco  Solano  Ló- 
pez. El  general  Madariaga,  jefe  de  vanguar- 
dia, se  hallaba  en  Laguna  Limpia.  Allí  es  ata- 
cado por  Urquiza  y  es  completamente  destruí- 
do.  Por  esto  Paz  abandona  su  campamento  y 
se  retira  a  la  ciudad  de  Corrientes,  y  en  abril 
pasó  a  asilarse  en  la  Asunción. 

Lagaña  del  Cardón  (combate  de  la).  Una  in- 
vasión de  1  ..500  indios,  al  mando  del  cacique  Al- 
varito  Rumay,  lleva  la  consternación  a  las  po- 
blaciones inmediatas  a  los  fuertes  de  9  de  Ju. 
lio  y  General  Paz;  pero  desde  el  día  anterior 
el  coronel  D.  José  Ignacio  Garmendia,  con  al- 
gunos soldados  del  batallón  provincial  y  guar- 
dias nacionales  de  campaña,  siendo  el  todo 
unos  treinta  hombres,  empezó  a  tirotear  a  los 
primeros  grupos  que  se  presentaron,  ocasio- 
nándoles muchísimas  pérdidas.  En  la  fecha  se 
le  reúne  el  coronel  Máximo  Matozo  con  algu- 
na fuerza,  y  siguen  la  persecución  hasta  la  al- 
tura de  la  Laguna  del  Cardón,  donde  se  en- 
cuentran con  el  grueso  de  la  indiada,  que  los  es- 
pera fo-mando  línea  de  combate.  A  las  prime- 
ras cargas  retroceden  los  salvajes,  quemando 
el  campo;  pero  los  jefes,  con  sus  milicianos, 
salvan  este  inconveniente  atacando  a  todo  es- 
cape y  cayen  lo  como  un  torbellino  sable  en 
mano  sobre  los  invasores,  llevándolos  así  has- 
ta Quemú-Quemú,  donde  cesa  la  persecución 
por  entrar  la  noche.  Se  les  arrebató  toda  la 
hacienda  que  llevaban,  siendo  el  número  de 
ésta  de  16.000  cabezas  de  ganado  vacuno  y 


LAM 

2.000  yeguarizos.  La  persecución  y  combates 
parciales  siguieron  hasta  el  13  de  octubre  del  ■ 
uño  I87t),  día  ^n  que  regresaron  las  tuerzas. 

Laguna  (Fray  Diego).  Uno  de  los  primeros  fran- 
ciscanos que  entraron  con  los  conquistadores 
a  la  antigua  provincia  del  Tucumán,  por  el  aflo 
de  1569.  Se  halló  en  la  fundación  de  Córdoba 
y  allí  terminó  sus  días,  en  el  fuerte  primitivo 
que  defendía  la  naciente  ciudad. 

Laguna  (Nicolás).  Abogado.  Nació  en  Tucu- 
mán, en  1772.  En  1810  fué  asesor  del  Gobierno 
de  Salta.  Diputado  por  su  provincia  a  la 
Asamblea  de  1813,  en  donde  dio  pruebas  de 
sus  talentos  e  integridad.  En  1824  fué  nombra- 
do gobernador  delegado  de  Tucumán;  en  1S26, 
elegido  popularmente.  Hizo  un  buen  gobierno, 
demostrando  honradez,  integridad  y  grandes 
cualidades  cívicas,  consolidando  el  orden,  el 
crédito  y  conservando  la  mejor  armonía  con 
los  Gobiernos  vecinos.  Falleció  en  Tucumán, 
el  12  de  junio  de  1838.  Fué  un  patriota  virtuo- 
so e  inteligente. 

Lafnez  (Manuel).  Comerciante.  Natural  de  Cá- 
diz (España).  Vino  a  Buenos  Aires  a  la  edad  de 
veinticinco  años,  en  1803.  Asistió  y  tomó  parte 
activa  en  la  reconquista  de  esta  ciudad  duran- 
te las  invasiones  inglesas.  Es  el  fundador  de  la 
familia  de  su  apellido  en  la  República,  siendo 
su  hijo  D.  Manuel,  médico,  que  murió  en  la  ba- 
talla de  Cepeda,  y  son  sus  nietos:  D.  Manuel 
Laínez,  periodista,  político,  ex  senador  nacio- 
nal por  la  provincia  de  Buenos  Aires,  y  don 
Bernabé,  ex  diputado  nacional,  etc. 

Lamadrid  (Gregorio  Araoz  de).  General  de  la 
independencia.  Nació  el  28  de  noviembre  de 
1795,  en  Tucumán.  A  los  diez  y  seis  años  co- 
menzó su  carrera  militar  en  los  ejércitos  liber- 
tadores. Se  halló  en  el  combate  de  Nazareno, 
en  Las  Piedras,  Tucumán,  Salta,  donde  se  re- 
veló ya  como  una  de  las  primeras  espadas  de 
la  caballería  argentina.  En  Salta  fué  herido. 
Sirvió  luego  como  ayudante  de  Belgrano  y  as- 
cendió a  teniente  primero;  se  halló  en  Vilca- 
pujio.  Desprendido  del  ejército  con  algunas 
tropas,  con  el  objeto  de  hostilizar  al  enemigo 
en  el  Alto  Perú,  llevó  a  cabo  un  sinnúmero  de 
heroicidades  en  las  acciones  de  Colpayo, 
Tambo  Nuevo,  Ayo/turna,  Quirbe,  etc.  Reorga- 
nizado el  ejército  a  las  órdenes  de  San  Martín, 
nombró  éste  edecán  a  Lamadrid,  regalándole 
su  espada.  Pasó  a  servir  después  como  capitán 
en  la  vanguardia  de  GUemes,  batiéndose  en  la 
Quiaca,  Cangrejos  y  Rinconada,  siendo  por 


LAM 


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LAP 


esta  última  acción  ascendido  a  sargento  ma- 
yor; en  el  Puesto  del  Marqués,  Venta  y  Media, 
Sipe-Sipe,  Culpina,  Uturanga  y  en  otros  en- 
cuentros. Vuelto  a  Tucumán,  fué  ascendido  a 
teniente  coronel.  En  1S16  batió  en  Pitambalá 
al  coronel  Borges,  sometiéndole.  De  regreso 
de  esta  expedición  partió  nuevamente  a  Tarija, 
rindiendo  a'  enemigo  en  Cangrejillos  y  en  La 
Tablada,  por  cuyo  triunfo  obtuvo  el  grado  de 
coronel;  batiólo  nuevamente  en  Cachimayo,  y 
siendo  derrotado  en   Yampaniz  y  Sopachuy, 
dio  por  terminada  su  arriesgada  campaña  en 
diciembre  de  1817.  Mezclado  en  la  guerra  ci- 
vil, no  hubo  casi  encuentro  en  que  no  se  halla- 
ra; ocupó  también  la  primera  magistratura  de 
su  provincia  natal   en  1825  y  1843,  y  en  las  de 
San  Juan,  La  Rioja  y  Mendoza  en  183(3  y  1^1 , 
respectivamente,  a  las  órdenes  de  Paz  y  Lava- 
Ue;  derrotado  en  el  Rodeo  del  Medio,  en  1841, 
emigró  a  Chile;  en  1845  pasó  a  Montevideo, 
donde  sufrió  muchas  penalidades;  en  1852  se 
le  confió  el  mando  de  una  división  de  caballe- 
ría en  Caseros,  y  a  pesar  de  su  edad,  su  acti- 
tud era  tan  fogosa,  que  en  todas  ocasiones  so- 
licitaba el  puesto  más  avanzado  para  su  divi- 
sión. Murió  este  héroe  en  esta  ciudad,  el  5  de 
enero  de  1857. 
Lamas  (Andrés).  Nació  en  Montevideo,  el  30 
de  noviembre  de  1817.  Pasó  li  mfivor  parte  de 
su  vida  fuera  del 
Uruguay,  vivien- 
do alternativa- 
mente en  el  Bra- 
sil y  la  Argentina, 
hasta  fijar  su  re- 
sidencia definiti- 
va en  este  último 
país.   Descolló 
como  hombre  de 
pensamiento:  fué 
historiador,  pole- 
mista, literato.  La 
colección  de  sus 
escritos  seria  de 
voluminosos    vo- 
lúmenes. En  1849  dio  a  luz  sus  Apuntes  histó- 
ricos sobre  las  agresiones  de  Rosas.  Fué  el 
fundador  del  Instituto  Histórico  de  Montevi- 
deo. En  Río  Janeiro  publicó  un  famoso  escrito: 
Andrés  Lamas  a  sus  compatriotas  (1855),  que 
tuvo    grandes  consecuencias  polí'icas,   y  un 
tomo  sobre  Negociaciones  diplomáticasUSSb). 
Notable  es  su  obra  sobre  Rivadaoia;  El  géne- 


sis de  la  reootución;  Estudio  histórico  y  cientí- 
fico del  Banco  de  la  provincia  de  Buenos  Ai- 
res. Falleció  este  notable  escritor  en  Buenos 
A'Ves,  el  23  de  septiembre  de  1891. 
Lambaré.  Nombre  que  tenía  la  capital  del  Pa- 
raguay en  la  época  de  la  conquista.  El  día  15 
de  agosto  de  1536,  Juan  de  Ayolas,  teniente 
de  Mendoza,  al  frente  de  400  hombres,  remon- 
tando el  Paraná,  descubrió  el  río  Paraguay,  y 
al   llegar  a  Lambaré,  nombre  del  cacique  de 
una  tribu  indígena,  que  batió  felizmente,  le- 
vantó un  fuerte  en  las  inmediaciones  del   sitio 
del  combate,  origen  de  la  ciudad  de  la  Asun- 
ción, bautizada  con  este  nombre  por  ser  el  día 
en  que  la  Iglesia  conmemora  la  Asunción  de  la 
Viríen. 
La  Plata.  Capital  de  la  provincia  de  Buenos 
Aires,  fundada  el  It)  de  noviembre  de  1882  por 
el  entonces  gobernador,  Dr.  D.  Dardo  Rocha. 
Declarada  la  ciudad  de  Buenos  Aires  por  ley 
de  septiembre  de  1880,  promulgada  el  6  de  di- 
ciembre, capital  de  la  República,  el  Gobierno 
de  la  provincia,  que  tiene  que  desalojar  esa 
ciudad  con   los  Poderes  públicos,  coloca  en 
este  día  la  piedra  fundamental  de  la  ciudad  de 
La  Plata,  declarada  por  ley  capital  de  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires.  El  presidente  de  la 
República,  general  Roca,  fué  elegido  para  pa- 
drino de  la  ceremonia.  El  15  de  abril  de  1884 
se  instalaban  allí  las  autoridades  de  la  provin- 
cia, festejándose  el  acto  y  declarándose  festi- 
vo el  día.  Esta  ciudad  es  la  mejor  trazada  de 
la  América  del  Sud;  está  cruzada  por  grandes 
avenidas  diagonales,  en  cuyo  punto  de  unión 
se  han  trazado  espaciosas  plazas;  sus  edificios 
públicos  son  notables;  posee  un  Observatorio 
Astronómico,  un  Museo  de  Historia  Natural, 
que  es  honra  de  la  República,  en  medio  de  un 
gran  paseo;  Uni- 
versidad,   biblio- 
tecas, hospitales, 
asilos,  etc. 
Laprida  (Francis- 
co   Narciso    de). 
Nació    en    San 
Juan,  el  28  de  oc- 
tubre   de    1786. 
Hizo   sus   prime- 
ros   estudios    en 
una  escuela  de  la 


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provincia,  pasan-  ^^^— „• 

do  a  la  Universi-  ^ 

dad  de  San  Feli-      D.  Francisco  N.  de  Laprida. 


LAR 


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LARR 


pe,  en  Santiago  de  Chile,  graduándose  de  ba- 
chiller en  Cánones  y  Leyes  en  1807.  Abrazó 
con  entusiasmo  In  causa  de  la  revolución; 
estaba  en  Chile,  de  donde  pasó  a  San  Juan 
Laprida  era  un  hombre  inteligente,  de  hermoso 
carácter,  y  esto,  reunido  a  sus  virtudes  cívicas 
y  privadas,  le  dieron  un  lugar  prominente  entre 
sus  comprovincianos,  mereciendo  la  estimación 
y  confianza  del  general  San  Martín.  Contribu- 
yó mucho  a  la  organización  y  sostén  del  ejército 
de  los  Andes.  Electo  representante  por  San 
Juan  al  Congreso  general  Constituyente  de 
1811;  fué  también  presidente  de  esa  Asamblea, 
que  declaró  la  independencia  nacional  en  1816. 
En  1820  fué  desterrado  a  San  Juan.  Represen- 
tante y  presidente  del  Congreso  Constituyente 
de  1824.  Perseguido  más  tarde  por  unitario, 
en  1829  emigró  a  Mendoza,  donde  alistóse 
como  cabo  en  un  regimiento,  para  rechazar  a 
Quiroga  y  los  Aldao.  Descansando  bajo  la  pa- 
labra de  un  armisticio,  Aldao  consumó  en  el 
Pilar  una  matanza  de  opositores,  siendo  La- 
prida una  de  sus  víctimas. 

Larlz  (Jacinto  de).  Maestre  de  campo.  Goberna- 
dor de  Buenos  Aires  de  1646  a  1653.  «Era  a  la 
vez  que  un  hombre  de  guerra  un  realista  acé- 
rrimo, que  al  momento  la  emprendió  contra  los 
abusos  de  los  prelados  y  de  los  eclesiásticos. 
Puso  en  estricta  vigencia  las  leyes  que  prohi- 
bían hacer  dádivas  a  las  iglesias,  hacer  testa- 
mentos y  contratos  de  mano  muerta  a  favor  de 
los  conventos,  iglesias  o  cofradías  y  fundar  ad- 
judicaciones perpetuas  para  e\  bien  del  alma. 
Fué,  naturalmente,  excomulgado  por  el  prela- 
do, sin  que  su  energía  se  doblase.  Sus  enemi- 
gos lo  han  acusado  de  prevaricatos  y  fraudes 
fiscales.»  (López.) 

Larsen  (Juan  Mariano).  Educacionista.  Nació 
en  Francia,  en  1821  Llegó  a  Río  Janeiro  en 
1831,  y  en  el  mismo  año  pasó  a  Buenos  Aires, 
donde  estudió  Derecho  hasta  graduarse  de  doc- 
tor en  Leyes.  En  1845  solicitó  y  obtuvo  del  Go- 
bierno de  Rosas  carta  de  ciudadanía  y  el  per- 
miso para  abrir  una  escuela  de  primeras  letras. 
Diez  años  después  fué  director  del  Liceo  del 
Plata,  y  por  espacio  de  treinta  y  cuatro  años 
dictó  las  cátedras  de  latín,  de  griego  y  de  His- 
toria en  la  Universidad,  en  cuyos  Claustros 
gozaba  de  inmenso  prestigio  por  su  carácter 
ingenuo  y  abierto.  En  su  larga  carrera  de  cate- 
drático, educó  tres  generaciones  de  argenti- 
nos. Fué  el  Dr.  Larsen  un  educacionista  y 
verdadero  apóstol  de  la  instrucción  secunda- 


ria, escritor  y  filántropo;  figura  como  el  pri- 
mer filólogo  y  políglota  del  continente,  y  par- 
ticularmente de  la  República.  Murió  en  Bue- 
nos Aires,  el  4  de  noviembre  de  1894. 

Larraya  (Isidoro).  Militar  uruguayo.  Comenzó 
sus  servicios  como  subteniente  del  regimiento 
de  Granaderos  de  Infantería  de  Buenos  Aires, 
en  1812,  y  más  tarde,  como  capitán  en  el  ejér- 
cito de  los  Andes,  acantonado  en  Mendoza. 
Hizo  la  campaña  del  Brasil;  como  teniente  co- 
ronel asistió  a  las  luchas  civiles,  a  las  órdenes 
de  Paz  y  de  Lamadrid,  y  tomado  prisionero  en 
la  batalla  de  la  cindadela  de  Tucumán,  fué  fusi- 
lado, el  4  de  noviembre  de  1831  por  orden  de 
Quiroga,  junto  con  treinta  y  tres  jefes  u  ofi- 
ciales. 

Larrazábal  (Mariano).  Nació  en  Buenos  Aires. 
Desde  su  juventud  abrazó  la  carrera  de  las  ar- 
mas, y  la  revolución  de  mayo,  en  la  cual  tomó 
parte,  le  encontró  en  clase  de  capitán  del  regi- 
miento de  Dragones,  y  no  obstante  su  gradua- 
ción subalterna,  mereció  por  sus  prestigios  y 
origen  distinguido  ser  uno  de  los  invitados  por 
esquela ,  para  asistir  al  memorable  Cabildo 
abierto  del  22  de  mayo,  en  cuyo  acto  reprodu- 
jo el  voto  del  coronel  Saavedra.  En  noviembre 
15  del  año  10,  marchó  a  campaña  con  el  regi- 
miento 4.°  de  infantería,  y  dos  años  después 
se  incorporó  al  ejército  auxiliar  del  Perú,  en 
cuyo  ejército  se  batió  en  la  batalla  de  Salta  y 
en  otros  hechos  de  armas.  En  abril  25  del  año 
siguiente  fué  promovido  a  sargento  mayor 
del  regimiento  de  Cazadores,  sirviendo  a  las 
órdenes  del  general  Rondeau;  asistió  a  varios 
combates,  pasando  en  1816  a  incorporarse  en 
Mendoza  al  ejército  de  los  Andes,  cuyas  cam- 
pañas hizo,  hallándose  en  Chacabuco,  Talca- 
huano;  fué  ascendido  a  teniente  coronel  el  27 
de  marzo  del  mismo  año,  y  al  siguiente  se  en- 
contró en  el  desastre  de  Cancha-Rayada  y  en 
Maipú,  por  cuya  acción  fué  promovido  a  coro- 
nel graduado  de  infantería  de  línea  el  15  de 
abril  de  1818.  Estando  sin  destino  fué  nombra- 
do jefe  del  regimiento  5."  de  infantería  de  Chi- 
le, a  cuyo  frente  marchó  a  la  expedición  al 
Perú,  en  1820,  tomando  parte  en  las  operacio- 
nes de  esa  gloriosa  campaña.  Murió  en  el  Perú, 
en  marzo  de  1822. 

Larrea  (Juan).  Comerciante.  Nació  en  la  ciudad  de 
Mataró,  (Cataluña),  el  24  de  julio  de  1782.  Vino 
a  Buenos  Aires  a  principios  del  siglo,  donde  se 
estableció  como  comerciante.  Por  sus  simpatías 
con  la  causa  de  la  libertad  y  su  cooperación 


LARK 


-  2-40 


LAS 


D.  Juan  Larrea. 


pecuniaria  en  el  movimiento  emancipador  me- 
reció ser  nombrado  vocal  de  la  Junta  guberna- 
tiva del  25  de  mayo 
de  1810,  siendo  uno 
de  lo3  miembros 
más  decididos  y 
enérgicos  de  ese 
Gobierno  y  una  de 
lasvíctimasdel  mo- 
tín del  6  de  abril  de 
1311,  por  cuya  re- 
solución fué  de- 
puesto arbitraria- 
mente y  desterrado 
a  la  provincia  de 
San  Juan,  de  don- 
de regresó  al  año 
siguiente.  En  1813 
fué  electo  miembro  de  la  Asamblea  general 
Constituyente,  siendo  en  noviembre  del  mis- 
mismo  año,  nombrado  para  desempeñar  un  mi» 
nisterio  en  el  Gobierno  de  Posadas,  en  cuyo  pe- 
ríodo gubernativo  creó  una  escuadrilla  para  la 
defensa  del  Río  de  la  Plata  y  contrarrestar  el 
poder  maritimo  español,  que  fué  confiado  al 
almirante  Brown.  La  caída  del  Directorio  y  de 
la  Asamblea  en  1815,  le  hizo  objeto  de  un  nue- 
vo proceso  adverso,  saliendo  expatriado  y  con- 
fiscándosele sus  bienes.  Vuelto  al  poco  tiempo 
al  país,  formó  parte  nuevamente  del  comercio, 
y  más  tarde,  desempeñó  el  cargo  de  cónsul  ge- 
neral argentino  en  Francia,  donde  residió  va- 
rios años.  Su  fallecimiento  ocurrió  en  Buenos 
Aires,  el  29  de  junio  de  1847.  Recientemente  se 
ha  inaugurado  su  monumento. 

Larrea  (Faustino).  Tesorero  de  la  Real  Caja  de 
Buenos  Aires  desde  el  26  de  marzo  de  1716, 
por  nombramiento  del  Gobierno  superior,  has- 
ta el  26  de  enero  óp  1717,  y  desde  el  24  de  abril 
hasta  el  14  de  agosto  del  mismo  año  17. 

Larroqae  (Alberto).  Educacionista.  Nació  en 
Bayona,  en  1819.  Vino  al  Río  de  la  Plata  en 
1841.  Pocas  figuras  hay  que  igualen  en  noble- 
za y  serenidad  a  la  del  Dr.  Larroque,  funda- 
dor y  director  del  Colegio  del  Plata,  en  los  úl- 
timos años  de  la  tiranta;  organizador  y  rector 
del  Colego  Nacional  del  Uruguay  de  1854  a 
1864,  y  miembro  del  Consejo  nacional  de  Edu- 
cación pocos  meses  antes  de  su  fallecimiento. 
Dedicó  sus  mejores  años  de  la  vida  a  la  ense- 
ñanza de  las  brillantes  generaciones  argentinas 
que  actuaron  durante  el  período  de  la  organi- 
zación nacional,  y  algunos  de  ellos  fueron  el 


Dr.  Victorino  de  la  Plaza,  recientemente  falle- 
cido; el  general  Roca,  el  Dr.  D.  Eduardo  Wil- 
dey  muchos  más.  En  1864  abandonó  la  direc- 
ción del  Colegio  Nacional  del  Uruguay,  y  no 
volvió  más  a  dedicarse  a  las  tareas  educacio- 
nales. El  ilustre  educacionista   argentino  doc- 
tor José  B.  Zubiaur,  digno  continuador  suyo 
en  el  Colegio  Nacional  del  Uruguay,  dice  del 
Dr.  Larroque:  «Vivió  honrado  y  murió  bende- 
cido»... Falleció  en  1881. 
La  Rosa  (José  Ignacio  de).  Hombre  publico. 
Nació  en  la  ciudad  de  San  Juan.  Se  graduó  de 
abogado  en  Chile,  dirigiéndose  a  Buenos  Ai- 
res, donde  permaneció  ocho  años.  En  1812,  re- 
gidor del  Cabildo  y  amigo  de  San  Martín;  se 
trasladó  a  San  Juan,  donde  fué  miembro  del 
Ayuntamiento  en  1814,  alcalde  de  primer  voto 
y  teniente  gobernador  el  I  de  enero  de  1815, 
como  interino,  y  en  propiedad  desde  el  24  de 
mayo  de  1818  hasta  el  9  de  enero   de   1820. 
Desde  ese  cargo  ayudó   eficazmente  a  San 
Martín  en  la  organización  del  ejército  de  los 
Andes,  con  mucho  entusiasmo  y  celo.  Como 
gobernador,  fué  progresista:  fundó  escuelas, 
un  hospital,  explotación  de  canteras,  y  fomen- 
to y  ensanche  de  las  industrifcs  agrícolas  y  ga- 
naderas. En  1820  fué  desterrado  de  San  Juan; 
pasó  con  San  Martin,  de  quien  era  muy  amigo, 
donde  fué  nombrado  auditorde  Guerra  del  ejér- 
cito del  Perú  y  comisionado  diplomático.   Mu- 
rió en  1834,  en  el  Perú. 
Lasala  (Cándido).  Teniente  de  navio.  Después 
de  distinguirse  el  12  de  agosto  de   1806,  du- 
rante las  invasiones  inglesas  fué  herido  de 
muerte  por  los  invasores  en  el  ataque  llevado 
por  éstos  sobre  la  Plaza   de  Toros  (hoy  San 
Martín)  el  5  de  julio  de  1807.  Su  heroica  con- 
ducta hizo  que  el  Cabildo  diera  su  nombre  a 
la  actual   calle  Chacabuco,   que  entonces  se 
llamaba  San  Pedro. 
Lascano  (José  Benito).  Sacerdote.  De  la  pro- 
vincia de  Santiago  del   Estero,  en  1778.  Por 
sus  esclarecidos  falentos  y  vasta  instrucción, 
fué  dos  veces  electo  rector  de  la  Universidad 
de  Córdoba,  después  de  reorganizada  ésta  en 
1808  por  el  deán  Gregorio  Funes,   con  quien 
cultivó  una  estrecha  amistad.  Siendo   deán  de 
Córdoba  fundó  las  misiones    de  río  Cuarto, 
río  Segundo  y  Tercero.  En  1816,  electo  dipu- 
tado al  Congreso  Nacional,  después  de  tras- 
ladado éste  de  Tucumán  a  Buenos  Aires,  car- 
go que  desempeñó  hasta  1819.  También  legis- 
lador provincial  y  presidente  de  la  Legislatura. 


LAS 


-  241 


LAS 


Más  tarde,  obispo  diocesano  y  vicario  apostó- 
lico de  Córdoba.  Murió  en  1836. 
Laa  Casas  (Bartolomé  de).   Sacerdote.  Nació 
en  Sevilla,  en  1474.  Acompañó  a  su  padre  en 
el  primer  viaje  que  hizo  Colón  al  Nuevo  Mun- 
do, siendo  aún  muy  joven.  A  su  regreso  entró 
a  la  Orden  Dominicana,  y  se  ordenó  de  sacer- 
dote en   1510.  Volvió  a  América  como  misio- 
nero, en  cuyo  cargo  gozó  de  gran  prestigio 
entre  los  indígenas,  llegando  a  ser  gobernador 
de  la  colonia  Cumaná  y  obispo  de  Cliiapa.  De- 
dicó toda  su  vida  a  la  defensa  de  los  indios, 
en  cuya  protección  atrajo  sobre  sí  tales  odios, 
que  le  originaron  persecuciones  que  pusieron 
en  peligro  su  vida.  Hizo  muchos  viajes  a  Eu- 
ropa para  abogar  por  ellos  ante  el  rey  de  Es- 
paña, y  a  sus  instancias  expidió  éste,  el  12  de 
julio  de  1520,  la  Real  cédula  declarando  libres 
a  los  indios.  Se  le  ha  imputado  el  haber  esta- 
blecido el  comercio  de  esclavos,  cosa  que  se 
hacía  antes  de  que  él  existiera.  Volvió  a  su 
patria  en  1551,  y  escribió  varias  obras  sobre 
América,  las  cuales  son  una  fuente  fecunda  de 
información,  de  donde  han  extractado  muchos 
cronistas  los  principales  hechos,  y  han  sido 
reimpresas  muchas  veces.  Murió  en  Madrid, 
en  julio  de  1569. 
Las  Heras  (Juan  Gregorio  de).  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  11  de  julio  de  1780.  Durante  sus 
primeros  años  se 
dedicó  al  comer- 
cio, y  en  1807  hizo 
sus  primeras  ar 
mas  contra  las 
fuerzas   inglesas 
que  invadieron  a 
Buenos  Aires.  En 
1813  pasó  aChile, 
como   segundo 
jefe  del  batallón 
de   Auxiliares, 
donde  se  encon- 
tró en  las  accio- 
nes de  Cucha- 
Cucha,  Membrillar,  Maule,  Tres  Montes,  Río 
Claro,  Quecheregua,  Runcagua,  etc.  En  oc- 
tubre de  1814,  no  queriendo    mezclarse  en 
la  guerra  civil,  repasó  los  Andes  con  su  bata- 
llón de  cordobeses,  cubriendo  la  retirada  de 
las  tropas  chilenas,  con  cuyo  cuerpí,  bajo  la 
denominación  de   11  de  infantería  de  línea, 
formó  en  el  ejército  de  los  Andes,  siendo  el 
brazo  derecho  del  general   en  jefe.   En  fe- 

DlC.  HlST.   BlOQR. 


Brisadier  general 
D.  Juan  Gregorio  de  las  Heras. 


brero  de    1817,    al    frente  de   una    división, 
pasó  por  segunda  vez  los  Andes,  por  el  paso 
de  Uspalhttíi,  batiendo  su  vanguardia  una  fuer- 
za realista  el  4  de  febrero.  Asistió  a  la  batalla 
de  Chacabuco,  y  el  4  de  abril  del  mismo  año 
derrotó  en  un  combate  campal,  en  Curapali- 
güó,  al  coronel  Ordóñez,  que  tenía  una  fuerza 
superior  en  número,  obteniendo  otro  esplén- 
dido triunfo,  un  mes  después,  en  el  cerro  del 
Gavilán.   En  diciembre  atacó  la  plaza  forti- 
ficada de  Talcahuano,  siendo  el  héroe  de  la 
jornada.   En  la  sorpresa  de  Cancha  Rayada 
salvó  del  desastre  una  división  de  3.000  hom- 
bres y  12  piezas  de  artillería,  con  las  cuales 
hizo  una  retirada  famosa.  Formó  parte  de  la 
expedición  al  Perú,  en  1820,  como  mayor  ge- 
neral; el  11  de  julio  de  1821   puso  sitio  a  las 
fortalezas  del  Callao,  llevándoles  al  mes  si- 
guiente un  formidable  ataque,  aunque  sin  éxito. 
Fué  consejero  de  Estado  y  gran  mariscal  del 
Perú,  y  en  su  patria,  gobernador  de  Buenos 
Aires  desde  1824  al  26,  en  cuyo  período  le 
tocó  organizar  las  tropas  que  debían  combatir 
contra  el  Brasil.  Cuando  dimitió  ese  cargo  se 
radicó  en  Chile,  donde  falleció,  rodeado  de 
gran  veneración,  el  6  de  febrero  de  1866.  Sus 
cenizas,  reimpatriadas  en  octubre  de  1906,  se 
hallan  en  la  capilla  donde  se  levanta  el  mau- 
soleo del  general  San  Martin  (catedral). 
Las  Pulgas  (combate).  El  general  D.  José  Mi- 
guel Carrera,  después  de  su  triunfo  sobre 
Bustos,  el  día  8  de  marzo  de  1821,  había  mar- 
chado sobre  el  gobernador  de  San  Luis,  don 
José  Santos  Ortiz.   Ese  triunfo  de  Carrera 
sobre  Bustos  puso  en  riesgo  no  sólo  a  San 
Luis,  sino  a  todo  Cuyo,  de  lo  que,  apercibido 
Ortiz,  acampó  con  su  división  en  las  inmedia- 
ciones del  rio  Quinto  (10  de  marzo),  de  donde, 
después  de  una  pequeña  escaramuza,  se  movió 
hacia  el  punto  denominado  Ensenada  de  las 
Pulgas,  testigo  de  una  horrible  derrota  de  los 
púntanos,  dejando  en  el  campo  de  batalla  180 
muertos,  y  perdiendo  70  hombres  entre  sol- 
dados y  oficiales  que  fueron  hechos  prisio- 
neros. Inmediatamente  después  de  esta  jor- 
nada se  dirigió  a  San  Luis,  cuya  ciudad  ocupó 
el  13  de  marzo. 
Lastra  (Bonifacio),   Doctor  en  Leyes.  Nacido 
en  1845.  Ayudante  del  general  Domínguez  du- 
rante la  guerra  del  Paraguay.  Por  su  conducta 
valerosa  llegó  al  grado  de  capitán.  Diputado 
a  la  Legislatura  de  la  provincia  de  Buenos  Ai- 
res, en  1872  y  73.  Diputado  nacional  en  1874. 


LAS 


-  242 


LAV 


Ministro  de  Hacienda  en  la  provincia;  ministro 
de  Justicia,  Culto  e  Instrucción  pública  de  la 
nación  durante  el  gobierno  del  Dr.  D.  Nicolás 
Avellaneda.  En  1880,  senador  a  la  Legislatura 
de  Buenos  Aires  y  senador  racional  por  la 
misma  en  1892.  Murió  el  26  de  julio  de  1896. 

Lastra  (Domingo).  Hacendado.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires.  Desde  su  juventud  se  consagró  a 
los  trabajos  rurales  en  el  Sud  de  la  provincia. 
Disconforme  con  la  política  de  Rosas  desde 
los  primeros  aflos  de  su  administración,  en  1830, 
fué  uno  de  los  caudillos  del  movimiento  insu- 
rreccional que  encabezó  el  patriota  Castelli,  y 
un  grupo  numeroso  de  estancieros,  con  el  ob- 
jeto de  derrocar  al  tirano.  Lastra  concurrió  a 
la  batalla  de  Chascomús  en  clase  de  sargento 
mayor  del  batallón  Ajó,  junto  con  su  hijo  del 
mismo  nombre,  que  era  abanderado  de  todas 
las  fuerzas  de  la  revolución,  y  después  de  lu- 
char desesperadamente  se  retiraron  a  Chas- 
comús, siendo  alcanzado  y  ultimado  el  mayor 
Lastra  en  la  quinta  de  Arambery,  y  corto  tre- 
cho después,  hacia  El  Recreo,  el  abanderado 
su  hijo,  el  mismo  dia  de  la  batalla,  7  de  no- 
viembre de  1839. 

Latorre  (Pablo  de  la).  Coronel.  Jefe  militar  de 
la  provincia  de  Salta  después  de  la  asonada 
de  1821.  Gobernador  propietario  de  la  misma 
provincia  el  2  de  diciembre  de  1831.  Depuesto 
por  la  revolución  de  1832.  Vencedor  de  los  re- 
volucionarios en  el  campo  de  Fulares,  a  diez 
leguas  de  la  ciudad  de  Salta.  Después  de  esta 
acción  Latorre  reasumió  el  mando  hasta  prin- 
cipios de  1833,  que  se  ausentara  de  la  capital 
con  objeto  de  reconocer  la  campaña  y  dejar 
afianzada  la  tranquilidad  pú  lica.  Durante  este 
gobierno  prohibió  expresamente  la  inhumación 
de  cadáveres  en  los  templos  y  en  el  cemente- 
rio de  la  Miseiicordia  bajo  penas  severas,  y 
mientras  se  trabajaba  un  panteón  se  ordenó 
se  sepultase  en  los  cementerios  de  San  Fran- 
cisco y  de  la  iglesia  de  la  Merced.  Mandó  re- 
faccionar las  veredas,  cercar  los  terrenos  bal- 
díos que  servían  de  depósitos  de  basura,  mer- 
cados, abrir  calles,  escuelas  de  primeras  le- 
tras; mejoró  la  Hacienda,  en  completa  banca- 
rrota. Vencido  y  herido  en  el  combate  de  Cas- 
tañares. Junto  con  el  coronel  D.  José  María 
Aguilar,  Latorre  fué  lanceado  en  su  mismo  le- 
cho, en  la  noche  del  16  de  diciembre  de  1834. 

Lautaro.  Nombre  de  la  Logia  política  estable- 
cida por  San  Martín  en  Buenos  Aires  en  1812, 
con  el  objeto  de  trabajar  con  todo  tesón  por  la 


emancipación  del  Nuevo  Mundo.  Esta  Asocia 
ción  estuvo  muy  lejos  de  ser  una  Logia  masó- 
nica, como  muchos  lo  han  supuesto;  sólo  fué 
una  Sociedad  patriótica,  como  lo  prueba  el  he- 
cho de  haber  pertenecido  a  ella  respetables 
miembros  del  clero.  En  Londres  estaba  esta- 
blecida la  casa  central,  de  donde  partían  to- 
das las  comunicaciones  para  América,  miem- 
tras  en  Cádiz  estaba  el  centro  director  de  los 
trabajos  de  la  península,  donde  se  afiliaban  to- 
dos los  americanos  transeúntes  por  aquel  puer- 
to. El  primer  grado  de  iniciación  de  los  neófi- 
tos era  el  juramento  de  trabajar  por  la  inde- 
pendencia americana;  el  segundo,  la  profesión 
de  fe  del  dogma  republicano.  Organizada  la 
Logia  aquí,  fué  su  primer  presidente  el  gene- 
ral Alvear;  confiósele  la  vicepresidencia  al  ge- 
neral San  Martín  y  la  secretaría  al  coronel 
Zapiola.  Esta  máquina  de  zapa  política  se  hizo 
sentir  bien  pronto  en  las  esferas  oficiales,  y 
en  1815  instaló  una  sucursal  en  Mendoza,  al 
mismo  tiempo  que  se  disolvía  la  de  Buenos 
Aires.  El  nombre  de  Lautaro  le  fué  dado  en 
homenaje  al  jefe  araucano  muerto  en  1557;  el 
antiguo  paje  del  adelantado  Valdivia,  que  pe- 
reció en  un  combate  atravesado  por  un  flecha- 
zo, y  los  indios,  que  lo  adoraban,  se  hicieron 
matar  todos  junto  al  cuerpo  de  su  jefe. 
Lavalle  (Juan).  Guerrero  argentino.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  17  de  octubre  de  1797.  Inició 
sucarreramiiitar, 
como  cadete  del 
regimiento  de 
G  ranaderos  a 
Caballo,  en  1813. 
Al  año  siguiente 
se  batió,  como 
alférez,  en  el  si- 
tio de  Montevi- 
deo. Se  trasladó 
a  Mendoza,  pasó 
los  Andes,  ba- 
tiéndose enAchu- 
pallas,  Putaendo 
y  Chacabuco, 
como  teniente; 
en  el  asalto  de  Talcahuano  y  Maipú,  en  clase 
de  capitán;  ascendiendo  al  grado  inmediato  su- 
perior, tomó  parte  en  la  expedición  al  Perú, 
combatiendo  en  Cangallo  y  Jauja  en  1820,  y  con 
el  grado  de  teniente  coronel  asistió  a  las  bata- 
llas de  Rio  Bamba,  donde  tanto  se  distinguió,  y 
a  la  de  Pichincha,  en  el  Ecuador.  Terminada  la 


D.  Juan  Lavalle. 


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-  243 


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campafla  de  Quito,  asistió  a  la  de  los  Puertos 
Intermedios  y  a  las  derrotas  de  Torata  y  Mo- 
quegua,  en  cuyas  acciones  cubrió  la  retirada 
del  ejército,  llegando  a  dar  hasta  veinte  car- 
gas en  cuatro  horas  Durante  esta  campaña  su- 
frió grandes  padecimientos.  En  1824  regresó 
a  Buenos  Aires,  y  en  iunio  fué  nombrado  go- 
bernador de  Mendoza.  Vuelto  a  esta  ciudad, 
se  le  nombró  jefe  del  regimiento  cuarto  de  Co- 
raceros, a  cuyo  frente  hizo  toda  la  campaña 
contra  el  Brasil,  batiendo  al  enemigo  en  Baca- 
cay  y  cubriéndose  de  gloria  en  la  batalla  de 
Ituzaingó,  el  20  de  febrero  de  1827,  como  jefe 
de  la  izquierda  de  la  línea,  en  cuyo  puesto,  y 
por  su  digna  comportación,  fué  aclamado  gene- 
ral en  el  campo  de  batalla  Poco  después  de- 
rrota a  los  brasileños  en  el  Yerbal,  donde  fué 
herido.  De  vuelta  a  Buenos  Aires,  tomó  parte 
activa  en  la  guerra  civil;  se  sublevó  a  la  cabe- 
za de  sus  tropas,  sublevación  que  tuvo  por 
consecuencia  el  fusilamiento  del  coronel  don 
Manuel  Dorrego  Jefe  del  partido  unitario, 
estuvo  siempre  en  oposición  a  la  dictadura  de 
Rosas,  siendo  vencedor  o  vencido  en  las  ac- 
ciones de  Navarro,  Puente  de  Márquez,  Pal- 
mar, Carpintería,  Yerud,  Don  Cristóbal,  Sau- 
ce Grande,  Tala.  Quebracho  y  Famaiilá.  Fué 
muerto  en  Jujuy,  el  9  de  octubre  de  1841.  Su 
cadáver  fué  conducido  a  Bolivia.  Por  decreto 
de  30  de  septiembre  de  1858,  el  Gobierno  de 
Buenos  Aires  nombra  en  comisión  al  general 
D.  Juan  Gregorio  de  Las  Heras,  Dr.  Gabriel 
Ocampo  y  D.  Mariano  Sarratea  para  que  pro- 
cedan a  la  exhumación  de  los  restos  de  este 
bravo  militar,  que  se  hallaban  en  la  catedral 
de  Potosí,  y  fueran  conducidos  a  su  patria. 
En  1887  fué  inaugurada  su  estatua  en  la  plaza 
del  mismo  nombre,  leyéndose  en  su  pedestal 
la  siguiente  infcripción: 

El  pueblo  a  L.walle 

libertador  v  .mártir 

muerto  por  la  llbertad 

renacido  a  la  in.mortalidad 

Fué  Lavalle  el  prototipo  del  soldado  sud  ame- 
ricano: valiente  hasta  la  temeridad,  enérgico 
en  las  grandes  ocasiones,  suave  y  tranquilo  en 
la  vida  ordinaria. 
Lavalleja  (Juan  Antonio).  Militar  uruguayo. 
Nació  en  Minas,  en  1786.  Sus  primeros  años  los 
pasó  con  su  padre  en  los  trabajos  de  campo, 
los  que  abandonó  en  181 1  para  iniciarse  en  la 
carrera  de  las  armas  combatiendo  en  Las  Pie- 


D.  J.  Antonio  Lavalleja. 


dras;  poco  después,  hostilizando  al  enemigo, 
fué  tomado  prisionero  y  conducido  a  Río  de  Ja- 
neiro. Recobrada 
su  libertad,  se 
alistó  con  Artigas 
para  combatir  a 
los  argentinos, 
que  derrotó  en 
Guayabos  el  10 
de  enero  de  1818. 
En  febrero  del 
mismo  año  fué  to- 
mado prisionero 
por  los  portugue- 
ses y  enviado  a 
Rio  de  Janeiro;- 
sufrió  allí  tres  años  de  cautiverio.  En  1825 
se  hallaba  emigrado  en  Buenos  Aires,  al  frente 
de  un  saladero  en  Barracas,  cuando  el  19  de 
abril  de  1825  se  embarcó  en  San  Isidro,  al  man- 
do de  33  patriotas,  para  conquistar  su  país  de' 
poder  de  los  brasileños.  En  mayo  del  mismo 
año  estableció  el  sitió  de  la  plaza  de  Monte- 
video, defendida  por  5.000  brasileños,  y  el  2 
de  octubre  obtuvo  el  triunfo  de  Sarandi,  don" 
de  derrotó  a  más  de  dos  mil  de  aquéllos.  En  e| 
año  1S26  revistaba  como  general,  siendo  nom- 
brado jefe  de  vanguardia  del  ejército  de  Al- 
vear.  El  23  de  enero  de  1827  se  apoderó  de 
Bagé,  saqueó  los  depósitos  del  enemigo  y  poco 
después  fué  de  los  vencedores  en  Camacuá. 
El  4  de  octubre  de  1827  se  declaró  dictador  mi- 
litar, estableciendo  en  el  Durazno  la  capital,  y 
el  10  de  enero  de  1828  sucedió  al  general  Al- 
vear  en  el  mando  del  ejército  republicano  y 
emprendió  la  tercera  campaña  contra  el  Brasil. 
A  su  terminación,  en  1829,  fué  electo  gober- 
nador del  Estado  Oriental,  y  posteriormente, 
como  jefe  de  partido,  actuó  en  la  guerra  civil. 
En  1853  formó  parte  de  un  triunvirato  impuesto 
por  un  movimiento  revolucionario  El  brigadier 
general  Lavalleja  falleció  en  Montevideo,  el 
22  de  octubre  de  1853. 
Lavarello  (Juan  Bautista).  Capitán  marítimo. 
Natural  de  Genova.  Fué  el  que  se  preocupó  de 
acortar  la  excesiva  duración  de  la  travesía  del 
Atlántico,  dotando  a  sus  buques  de  un  propul- 
sor mecánico,  es  decir,  atravesar  a  vapor  la 
zona  de  las  calmas  ecuatoriales  para  alcanzar 
las  brisas  del  hemisferio  opuesto  y  continusr  U 
navegación  a  vela,  considerada  en  aquellos 
tiempos,  con  sobrada  razón,  mucho  más  prácti- 
ca y  económica.  Esto  fué  considerado  como 


LAV 


244  - 


leí 


ana  locura;  pero  a  fuerza  de  grandes  trabajos 
consiguió  hacer 
construir  el  pri- 
mer «mixto-»,  de- 
bido a  su  caracte- 
rística de  nave- 
gar a  vela  y  a  va- 
por. Este  buque 
se  llamó  Buenos 
Aires.  En  vista 
del  buen  resulta- 
do obtenido,  sur- 
gieron los  imita- 
dores, y  así  se 
formó  la  primera 
navegación  a  va- 
por  italiana   des-        D.  Juan  Bautista  Lavarello. 

tinada  al  comercio  con  los  países  sud-ameri- 
canos.  Falleció  en  el  arlo  1881. 

Lavaysse  (Juan  José  Dauxón).  General  fran- 
cés. Después  de  la  muerte  de  Napoleón  1  pasó 
a  tomar  parte  en  la  guerra  de  la  independencia 
sud-americana.  Este  general  fué  dado  de  alta 
en  su  mismo  grado  en  el  ejército  argentino,  el 
8  de  marzo  de  1S17.  El  general  Belgrano,  apro- 
vechando sus  grandes  conocimientos  militares, 
le  nombró  director  de  la  Academia  Militar,  en 
cuyo  puesto  prestó  importantes  servicios  al 
país.  Murió  el  8  de  julio  de  1829. 

Légout  (Raoul).  Francés.  Nacido  en  1818.  En  el 
año  1846  fué  designado  oficial  de  la  Academia 
de  Caen  y  luego  inspector  de  los  departamen- 
tos del  Orne  y  del  Oise.  Obligado  a  desterrar- 
se, se  dirigió  al  Río  de  la  Plata.  Aquí,  después 
de  ejercer  diversas  profesiones,  se  consagró  al 
periodismo,  y  luego  a  la  ensefianza,  que  com- 
partió hasta  que  la  vejez  le  obligó  a  aceptar  un 
merecido  descanso.  Sarmiento  lo  nombró  di- 
rector de  la  Escuela  Superior  de  Catedral  al 
Sud,  vicerrector  del  Colegio  Nacional  de  Bue- 
nos Aires,  subinspector  de  escuelas  de  la  pro- 
vincia, profesor  y  luego  rector  del  Colegio  Na- 
cional de  Jujuy,  inspector  nacional  de  escuelas, 
rector  del  Colegio  Nacional  de  Mendoza,  et- 
cétera, etc.  Se  jubiló  en  1888,  a  los  setenta 
años  de  edad,  de  los  cuales  cincuenta  emplea- 
dos en  beneficio  de  la  enseñanza. 

Le^uizamón  (Delfín).  Coronel.  Nació  en  la 
ciudad  de  Salta,  en  diciembre  de  1843.  En  1864, 
siendo  diputado  provincial,  se  alistó  como  vo- 
luntario y  marchó  con  el  contingente  salteflo  a 
la  guerra  del  Paraguay.  En  18(37  comandó  un 
batallón  de  salteñosy  vallistas,  contra  el  mon- 


D.  Delfín  Leguizamón. 


tonero  Felipe  Várela,  y  en  1868  dirigió  contra 
el  mismo  caudillo 
otra    campaña, 
que  terminó  con 
la  derrota  de  Vá- 
rela   en  Pastos 
Graneles.    Presi- 
dente de  la  Legis- 
latura, reemplazó 
al  gobernador 
D.Sixto  Ovejero, 
que  había  renun- 
ciado en  1869.  En 
1870  fué  diputado 
al  Congreso  y  ob- 
tuvo la  prolonga- 
ción del  ferroca- 
rril de  Córdoba  a  Tucumán,  hasta  Salta  y  Ju- 
juy Lanzó  la  idea  de  la  navegación  del  río  Ber- 
mejo, que  realizó  después,  como  gobernador, 
con  el  vaporcito  de  su  nombre.  En  1871  es  ele- 
gido gobernador,  sin  tener  todavía  los  treinta 
años  exigidos  por  la  Constitución.  Abre  la  pla- 
za y  la  avenida  Belgrano;  erige  la  Pi^nitencia- 
ría,  el  Asilo  de  Mendigos,  la  Casa  Correccio- 
nal de  Mujeres,  funda  la  Quinta  Agriinómicay 
bibliotecas  populares,  y  fomenta  la  vialidad. 
En  1890,  ministro  de  gobierno;  en  1893  vuelve 
a  ser  gobernador  de   la  provincia.   Senador 
nacional  en  1897.  Falleció  en  Salta,  el  20  de 
•  abril  de  1917,  a  las  cuatro  de  la  tarde,  rodeado 
del  afecto  de  todos,  y  su  recuerdo  ha  de  ha- 
llarse vinculado  siempre  al  progreso  de  la  pro- 
vincia de  Salta. 
Leiva  (Manufl).  Nació  en   Santa  Fe  en  1794. 
Secretario  de  la 
Cámara    de    Re- 
presentantes   de 
Entre  Ríos  y  pre- 
sidente  de  ese 
Cuerpo    durante 
el  gobierno  de 
Urquiza,  Como 
representante  de 
Santa  Fe  en  1829, 
firmó  el    tratado 
de  Paz  entre  esas 
provincias  y  la  de 
Córdoba.  Duran- 
el  gobierno  de  Fe- 
rré fué  su  minis- 
tro de  Hacienda  y  relaciones  Exteriores,  desde 
cuyo  puesto  combatió  a  Rosas,  como  también 


D.  Manuel  Leiva. 


LEO 


-  245 


LEZ 


por  la  Prensa,  en  los  periódicos  La  Reoolución, 
La  Pacificación,  La  Nueva  Época.  Se  incorpo- 
ró al  ejército  de  Urquiza.  concurriendo  a  Ca- 
seros. Ministro  nuevamente  en  varios  períodos. 
En  1853,  electo  constituyente  por  su  provin- 
cia natal.  Senador  en  el  Paraná.  Murió  en 
esta  ciudad,  en  agosto  de  1879. 

Leones  (combate).  En  la  caflada  de  este  nom- 
bre, contra  los  indios,  a  fines  de  octubre  de 
1857,  en  las  inmediaciones  de  Melincué.  El  co- 
ronel Emilio  Mitre,  al  frente  de  su  división  de' 
Norte,  compuesta  del  2.°  de  infantería  de  línea 
y  Milicias  de  Rojas,  batió  al  cacique  Coiiqueo, 
en  el  paraje  mencionado,  ensayando  una  nueva 
táctica,  queconsistia  en  formar  cuadros  escalo- 
nados ofensivos  de  infantería,  y  provocando  la 
acción,  se  retiraron  al  ser  atacados.  Los  indios 
cargaron  a  fondo  a  los  milicianos,  que,  simu- 
lando ceder  a  su  empuje,  los  llevaron  a  estre- 
llarse contra  los  cuadros  de  la  infantería,  que 
rompieron  un  nutrido  y  mortífero  fuego,  que  los 
puso  en  derrota,  marchando  sobre  el  grueso 
del  arreo  de  los  salvajes,  consiguiendo  cortar- 
lo, y  montando  en  seguida  a  caballo,  los  car- 
garon impetuosamente,  sableándolos  sin  cesar 
durante  algún  tiempo.  Esta  victoria  rescató  a 
numerosos  cautivos  y  un  arreo  enorme  de  ha- 
cienda. Fueron  los  héroes  de  esta  jornada, 
además  del  coronel  Mitre,  que  mandó  en  jefe, 
los  coroneles  Cruz  Gorordo,  Eustaquio  Frías 
y  Manuel  Sanabria. 

Lerma  (Hernando  de).  Natural  de  Sevilla.  Nom- 
brado gobernador  de  la  provincia  de  Tucumán; 
pero  no  llegó  a  Santiago— entonces  su  capital 
—hasta  el  16  de  junio  de  1580.  Fué  bastante 
cruel  y  arbitrario.  Emprendió  la  fundación  de 
la  ciudad  de  Salta,  con  el  nombre  de  ciudad  de 
San  Felipe  de  Lerma.  en  el  valle  de  Salta,  el 
17  de  abril  de  1582.  En  marzo  de  1584,  se  halla- 
ba el  licenciado  Lerma  en  Santiago  del  Este- 
ro, cuando  fué  preso  por  el  capitán  Arévalo 
Briceño,  para  averiguar  los  excesos  e  impo- 
nerle el  condigno  castigo.  Hechas  las  diligen- 
cias de  la  causa,  se  marchó  en  mayo  del  mismo 
año  a  Chuquisaca,  donde  se  prosiguió  el  juicio; 
pero,  llegado  a  España  el  gobernador  Ramírez 
de  Velasco,  nombrado  juez,  reclamó  a  Lerma, 
con  quien  partió  para  Tucumán,  donde  llegó  en 
julio  de  1568  y  juzgó  y  condenó  al  licenciado. 
Este  apeló  de  su  sentencia  ante  el  Consejo  de 
Indias,  y  fué  trasladado  a  la  RealCárcel  de  Ma- 
drid, en  donde  murió  antes  de  que  se  dictara 
sentencia  definitiva  de  su  causa,  el  aflo  1598. 


Levalle  (expedición).  El  10  de  enero  de  1877,  el 
coronel  D.  Nicolás  Levalle  ataca  al  bravo 
cacique  Namumcurá,  en  sus  propias  tolderías 
de  ChUoé.  En  el  combate,  los  indios  tuvieron 
infinidad  de  muertos  y  heridos.  El  engreído  ca- 
cique tuvo  que  abandonar  los  campos  donde 
había  sentado  sus  tolderías,  y  al  ser  derrotado 
perdió  su  prestigio  de  fuerte  que  tenía  entre 
las  demás  tribus. 

Levalle(Nicolás).Militar.Naci6en  Buenos  Aires, 
el  6  de  diciembre  de  1840.  Hizo  las  campaflasde 
Cepeda  (1859)  yXaá&Paoón  (1861).  También 
la  campaña  del  Paraguay,  hallándose  en  Ya- 
tay,  Uruguayana,  Paso  de  la  Patria,  Estero 
Bellaco,  Tuyiiti,  Boquerón,  donde  fué  herido; 
Curupayti;  combate  naval  de  Canoas,  en  el 
que  tomó  a  los  paraguayos  16  de  éstas,  de  18 
que  se  componía  la  flotilla  de  aquéllos,  hecho 
de  armas  que  influyó  para  el  resultado  de  la 
guarnición  paraguaya  de  Humaitá;  tomó  parte 
en  todos  los  combates  parciales  que  libró  en  el 
Chaco  la  división  al  mando  del  general  Rivas: 
Lomas  Valentinas,  asalto  de  Peribebuy.  En  la 
guerra  civil,  contra  López  Jordán:  Sauce,  Dia- 
mante (Entre  Ríos).  Contra  los  indios,  San 
Carlos,  Talita  (1873),  Don  Gómalo,  en  la  que 
salió  herido.  El  20  y  21  de  junio,  en  Barracas; 
en  1890,  durante  la  revolución,  en  la  ciudad  de 
Buenos  Aires.  Grado  a  grado  consiguió  sus 
ascensos  hasta  teniente  general.  Fué  ministro 
de  la  Guerra.  Murió  en  Buenos  Aires. 

Leyría  (Froilán).  Militar.  Guerrero  del  Para- 
guay. Concurrió  a  las  siguientes  campañas  y 
acciones  de  guerra:  batalla  de  las  Playas;  fron- 
tera de  Mendoza,  encuentro  con  los  indios. 
En  la  campaña  del  Paraguay:  2  de  mayo,  Tu- 
yuti,  Curupayti.  Hizo  la  campaña  al  interior  y 
contra  los  indios:  batalla  de  Santa  Rosa,  ex- 
pedición al  río  Negro,  revolución  de  1880.  Mu- 
rió en  Buenos  Aires,  el  5  de  enero  de  1898. 

Léxica  (Juan  Antonio).  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1813.  Descendía  de  una  antigua  y  distingui- 
da familia.  Se  incorporó  al  ejército  de  Lavalle 
en  1839.  Concurrió  al  sitio  grande  de  Montevi- 
deo; también  a  la  batalla  de  Caseros,  como 
jefe  del  batallón  Resistencia,  compuesto  de 
400  hombres  de  tropa.  Formó  parte  en  el  mis- 
mo aflo  de  la  primera  Asamblea  legislativa, 
compuesta  por  los  ciudadanos  más  espectables 
de  Buenos  Aires,  y  producido  el  sitio  del  53, 
formó  entre  sus  defensores  como  jefe  del  regi- 
miento número  2  de  infantería  de  línea.  Otra 
vez  legislador  en  Buenos  Aires,  en  1858.  Mu- 


LIL 


—  246 


LOM 


rió  en  esta  ciudad,  el  25  de  junio  "de   1874. 

Llltu,  nombre  indígena  de  unas  rbíces  que  ios 
indios  puelches  usan  para  comida,  y  de  las 
que  harén  un  brebaje  que  muchos  apetecen. 

Llmay.  Rio  en  la  gobernación  del  Neuquén,  y 
pequeña  población  en  el  antiguo  fortín  del  mis- 
mo nombre.  Limay,  en  araucano,  quiere  decir 
«sanguijuela»,  y  los  indios  le  han  llamado  así 
al  río  por  la  gran  abundancia  que  de  ellas  hay 
en  los  valles  y  pantanos  por  donde  cruza.  Des- 
de 1690  hasta  1707,  los  padres  jesuítas  Moscar- 
dí  y  Eiguea  tuvieron  en  las  márgenes  de  este 
río  y  del  lago  Nahuel-Huapí  una  misión. 

Liniérs  y  Bremond  (Santiago).  Francés.  Na- 
cido en  Niort,  el  25  de  julio  de  1753.  Combatió 
como  voluntario 
en  Argel;  al  año 
siguiente  ingresó 
en  el  Colegio  de 
Guardias  Mari- 
nas de  Cádiz, 
consiguiendo  des- 
pués de  un  exa- 
men el  grado  de 
abanderado,  par- 
tiendo luego  a  las 
costas  del  Brasil, 
a  las  órdenes  del 
general  Cevallos. 
Poco  más  tarde 
regresó  a  Espa- 
ña, aliada  enton- 
ces con  la  Francia  contra  Inglaterra,  toman- 
do parte  en  la  lucha,  donde  descolló  por 
su  valor  y  pericia,  obteniendo  en  brevísimo 
tiempo  las  presillas  de  capitán  de  fragata. 
En  1778  el  Gobierno  lo  destinó  al  Río  déla 
Plata,  donde  ocupó  diversos  empleos  militares, 
y  desde  1792  a  1802  estudió  y  reforzó  las  for- 
tificaciones de  Montevideo.  En  este  año  se  le 
confió  la  gobernación  interina  del  territorio  de 
Misiones,  hasta  que,  substituido  en  el  año  de 
1805,  tomó  el  mando  de  una  división  naval  y  la 
defensa  de  la  ensenada  de  Barragán,  donde  lo 
sorprendió  la  primera  invasión  inglesa,  en  julio 
de  1800.  Liniérs  fué  el  héroe  de  la  jornada;  en 
esas  circunstancias  se  trasladó  a  Montevideo, 
formó  un  ejército,  armó  al  pueblo,  y  un  mes 
más  tarde  reconquistó  la  ciudad,  el  12  de 
agosto  de  180fi.  Después  de  este  acontecimien- 
to siguió  preparando  al  pueblo  y  al  ejército 
para  la  defensa, y  luego  obtuvo,  de  sangrientos 

combates  contra  las  tropas  británicas,  una  es- 


D.  Santiago  Linlers  y  Bremond. 


pléndida  victoria  el  5  de  julio  de  1807  contra 
el  ejército  inglés,  vencedor  en  cien  combates, 
rendido  bajo  capitulación,  el  que  tuvo  que 
abandonar  a  Buenos  Aires  y  Montevideo.  Li- 
niérs, en  premio  de  este  triunfo,  fué  agraciado 
con  el  grado  de  brigadier  y  de  virrey  de  estas 
provincias;  pero  en  1809  intrigas  políticas 
provocaron  su  destitución,  y  retiróse  a  Cór- 
doba, donde  en  1810,  al  estallar  la  revolu- 
ción, fué  fusilado,  el  26  de  agosto  del  mismo 
año. 

Lisboa  (Manuel  Joaquín).  Cabo  primero  del  re- 
gimiento número  4  de  Patricios.  En  12  de  octu- 
bre de  1811  fué  ascendido,  «en  consideración 
a  los  buenos  servicios,  valor  y  estimación  con 
que  se  desempeñó  en  el  abordaje  de  la  fragata 
Consolación,  a  sargento  segundo  de  su  mismo 
regimiento. 

Lista  (Ramón).  Militar.  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  29  de  mayo  de  1799.  Cruzó  en  1817  los 
Andes,  y  se  halló  en  Cliacabuco.  En  la  expe- 
dición del  Perú  cayó  prisionero,  y  encarcelado 
en  las  casamatas  del  Callao  y  luego  sorteado 
en  1824  en  el  bárbaro  sorteo  de  Malucona  (v.). 
Recobrada  su  libertad,  regresó  a  Buenos  Aires 
en  1826  para  tomar  parte  en  la  guerra  del  Bra- 
sil, en  el  regimiento  número  2  de  Cazadores,  en 
cuya  campaña  asistió  a  la  batalla  de  Itueaingó. 
Durante  el  gobierno  del  dictador  Juan  Ma- 
nuel de  Rosas,  emigró  a  Montevideo.  En  la 
campaña  libertadora,  ya  con  el  grado  de  coro- 
nel, asistió  a  la  batalla  de  Caseros  (1852),  y  el 
mismo  día  de  la  victoria  fué  desprendido  del 
ejército  para  castigar  a  los  que  saqueaban  la 
ciudad.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  13  de  ene- 
ro de  1854.  Escribió  un  diario  histórico  sobre 
el  sitio  de  Montevideo,  que  se  conserva  inédito 
en  el  Archivo  General  de  la  nación. 

Litoral  (pacto  del).  Los  gobernadores  de  las 
provincias  de  Buenos  Aires,  Entre  Ríos  y 
Santa  Fe  firman  un  convenio  con  el  ánimo  de 
hacer  un  ensayo  de  organización,  el  cual  fué 
conocido  con  el  nombre  de  Pacto  del  litoral, 
el  4  de  enero  de  1831.  Corrientes  entró  más 
tarde  a  formar  parte  de  este  convenio. 

Lomas  Blancas  (combate).  El  20  de  mayo 
de  18(53.  En  los  llanos  de  La  Rioja,  entre  el  ge- 
neral Peñalosa  (Chacho),  levantado  en  armas 
contra  la  autoridad  nacional,  y  el  coronel  San- 
des.  El  combate  fué  reñido,  pero  al  fin  se  pro- 
nunciaron en  derrota  las  fuerzas  de  Peñalosa. 
Mucha  fué  la  mortandad,  no  sólo  por  resulta- 
dos del  encarnizado  combate,  sino  en  la  perse- 


LOP 


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cución,  en  la  que  no  se  dio  cuartel,  siendo  he- 
rido el  coronel  Sandes. 

Lópex  (Bernabé».  Abogado.  Nació  en  Salta, 
en  1¡508.  Fué  uno  de  los  hombres  más  ilustra- 
dos de  la  provincia,  y  desempeñó  cargos  pú- 
blicos de  importancia.  Joven  aún,  fué  secreta- 
rio de  U  Sala  de  Representantes,  y  dos  años 
después  oficial  mayor  y  ministro  de  Gobierno 
durante  la  administración  del  general  Alvara- 
do,  hasta  que,  con  el  triunfo  de  Quiroga  en  la 
dúdamela  de  Tucumán  (4  de  noviembre  de 
1831),  tuvo  que  emigrar  a  Bolivia.  Regresó 
en  1835,  consagrando  sus  esfuerzos  al  afianza- 
miento de  las  instituciones  de  la  provincia  y  a 
la  defensa  de  su  autonomía  contra  las  preten- 
siones dictatoriales  de  los  Heredias.  Su  patrió- 
tica conducta  le  valió  ser  llevado  a  Tucumán 
con  una  barra  de  grillos  y  puesto  en  la  cárcel,  de 
dondesaliódespuésdelamuertedel  general  Ale" 
jandro  Heredia.  Restituido  a  Salta,  desempeñó 
las  funciones  de  ministro  de  la  administración 
Sola,  y  en  el  pronunciamiento  que  tuvo  lugar 
en  1840,  en  contra  de  la  dictadura  de  Rosas, 
fué  uno  de  los  más  ardientes  y  entusiastas 
partidarios.  Emigró  nuevamente  a  Bolivia, 
donde  permaneció  hasta  la  caída  de  la  tiranía. 
Vuelto  a  su  país,  fué  muy  luego  llamado  por  el 
Gobierno  nacional  del  Paraná  para  formar  la 
Corte  de  Justicia  federal,  de  donde  pasó  a  des- 
empeñar el  ministerio  de  Relaciones  Exterio- 
res, hasta  que,  habiendo  estallado  la  guerra 
civil,  regresó  a  su  provincia,  retirándose  a  la 
vida  privada.  Sin  embargo,  sir\ió  muchos  años 
como  vocal  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia, 
hasta  pocos  meses  antes  de  su  muerte.  Falle- 
ció en  la  ciudad  de  Salta,  en  enero  de  1880. 

López  (Estanis- 
lao). Militar.  Na- 
ció en  la  ciudad 
de  Santa  Fe,  el 
22  de  noviembre 
de  1788.  Fué  un 
caudillo  presti- 
gioso y  notable 
personaje  de  la 
federación.  Go- 
bernador vitalicio 
de  Santa  Fe.  Fué 
vencedor  en  Ba- 
rrancas, Cañada 
de  la  Cruü,  Ga- 
monal, y  vencido 
en  Paso  de  Aguirre,  Herradura,  Pacón,  etc. 


D.  Estanislao  López. 


Murió  en  la  ciudad  de  Santa  Fe,  el  15  de  junio 
de  1838. 

López  (Javier).  Militar,  gobernador  de  Tucumán 
desde  el  1 1  de  mayo  de  1821 ,  día  aciago  y  tris- 
te para  Tucumán,  día  en  que  por  sostenerse  en 
el  gobierno  dio  a  sus  tropas  el  saqueo  de  su 
propio  pueblo,  y  día  en  que  muchas  familias 
pasaron  en  un  solo  momento  desde  el  estado 
de  abundancia  hasta  el  de  la  miseria  y  desnu- 
dez. Ejerció  el  poder  hasta  principio  de  junio, 
que  fué  derrotado  por  Bernabé  Araoz.  Asistió 
con  el  general  Paz  a  la  batalla  de  La  Tabla- 
da (1S29).  Dictador  en  Santiago  del  Estero 
en  1831.  Tomado  prisionero  en  el  combate  de 
Famaillá  (1836),  fué  fusilado,  el  25  de  enero 
de  1836. 

López  Jordán  (Ricardo).  Caudillo  y  general  de 
la  provincia  de  En- 
tre Ríos,  donde  na- 
ció, en  1820.  Se 
conquistó  una  triste 
celebridad  por  su 
participación  en  el 
asesinato  del  gene- 
ral Urquiza,  vence- 
dor  de  Rosas, 
acaecido  el  11  de 
abril  de  1870.  Mu- 
rió asesinado  en 
una  de  las  princi- 
pales calles  (Es- 
meralda) de  Buenos  Aires,  en  pleno  día,  el  22 
de  julio  de  1889. 

López  (Juan  Pablo).  Militar.  Vencedor  en  el 
Tala,  Loreto,  Bacacuá,  Cayastá  y  Campos  de 
Aloarez.  Fué  vencido  en  Colastíné,  Mal  Abri- 
go. Gobernador  de  Santa  Fe  por  medio  de 
una  revolución. 

López  (Lorenzo).  Alcalde  del  Pilar.  Fué  quien 
en  la  acción  de  Perdriel  (invasiones  inglesas) 
salvó  a  Pueyrredón,  sacándolo  a  la  grupa  de 
su  caballo,  pues  este  jefe  perdió  el  suyo  en  el 
combate.  El  Cabildo  condecoró  a  López  con  un 
escudo  de  oro  por  este  hecho. 

López  (Manuel).  Militar,  gobernador  de  Cór- 
doba, con  toda  la  suma  del  poder  público,  des- 
de el  17  de  noviembre  de  1835  hasta  el  20  de 
abril  de  1852.  Inició  su  gobierno  remitiendo  al 
capitán  Santos  Pérez  y  otros  cinco  de  los  in- 
dicados como  ejecutores  del  asesinato  de  Qui- 
roga a  Buenos  Aires,  en  cuya  cárcel  fueron 
alojados  y  de  donde  salieron,  dos  años  des- 
pués, para  \r  al  patíbulo.  López  fué  derroca- 


D.  Ricardo  López  Jordán 


D.  Vicente  López  y  Planes. 


LOP  -  248  — 

do  del  gobierno,  por  una  revolucitin,  en  abril 
de  1852. 

López  y  Planes  (Vicente.)  Poeta.  Nació  en 
Buenos ".Xires,  el  3  de  mayo  de  1734,  y  se  edu- 
có en  los  Cole- 
gios de  San  Fran- 
cisco  y  de  San 
Carlos.  En  el  año 
de  1S04  estableció 
una  tienda  de  gé- 
neros y  artículos 
de    uso    común. 
Sirvió  de  volun- 
tario  cuando    la 
invasión  de  los  in- 
gleses, y  escribió 
en  versos  el  triun- 
fo de  estas  jorna- 
das: Eí  triunfo  ar- 
gentino. A  fines 
de    1S06  abando- 
nó el  comercio  y  se  trasladó  a   Chuquisaca, 
graduándose  al»  en  Derecho.   En  1809,  com- 
plicado   en    la    insurrección,    fué   enviado  a 
Buenos  Aires,  donde  fué  absuelto.  En    1810 
fué  secretario  del  coronel  Ortiz  de  Campo,  y 
llegó  hasta  Chuquisaca.  En  el  mismo  año  fué 
también  secretario  del  primer  triunvirato,  que 
lo  componían  los  Sres.  Chiclana,  Sarratea  y 
Paso.  Fué  después,  sucesivamente,  diputado  a 
la  Asamblea  general  Constituyente;  ministro 
secretario  del  director  Pueyrredón;  prefecto  y 
fundador  de  los  estudios  clásicos,  cuando  se 
instaló  la  Universidad;  fundó  el  Departamento 
Topográfícoyel  Registro  Estadístico;  miembro 
de  los  Congresos  en  1819  y  1825;  presidente 
de  la  República  en  1827;  ministro  de  Hacien- 
da en  1828,  y  presidente  del  Superior  Tribu- 
nal de  Justicia  hasta  la  caída  de  Rosas.  El  ge- 
neral Urquiza  le  encargó  del  gobierno  provi- 
sorio, y  después  fué  electo  gobernador  de  la 
provincia  de  Buenos  Aires.  De  su  pluma  salió 
la  canción  guerrera  que,  adoptada  como  Him- 
no Nacional,  lo  ha  inmortalizado.  Falleció  en 
la  capital,  el  10  de  octubre  de  1856,  a  los  seten- 
ta y  dos  anos  de  edad. 

Lopes  (Vicente  Fidel).  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  23  de  abril  de  1815.  Era  hijo  único  de  don 
Vicente  López  y  Planes,  autor  del  Himno  Na- 
cional. Estudió  en  el  Colegio  de  Ciencias  Mo- 
rales y  en  la  Universidad  de  Buenos  Aires, 
doctorándose  en  Derecho  (1837).  Acompañó  a 
Alberdi  y  Echevarría  (1837) para  fundar  la  Aso- 


D.  Vicente  Fidel  López. 


LOP 

ciación  de  Mayo,  en  el  mismo  aflo  que  Diego 
Alcorta  le  entregaba  su  clase  de  Filosofía  y 
Retórica.  Vióse  obligado  a  emigrar  en  1840,  y 
en  Cliile  fundó,  con  Sarmiento,  un  estableci- 
miento de  ense- 
ñanza (1843),  en 
el  que  tuvo  el  ho- 
nor de  ganarse  el 
sustento  como 
maestro  de  escue- 
la; por  la  misma 
época  se  inició  en 
el  periodismo, 
bregando  por  la 
difusión  del  espí- 
ritu científico  y  li- 
beral. Regresó  al 
país  al  preparar- 
se la  campaña  de- 
finitiva contra  Rosas;  sir\'ió  eficazmente  la 
causa  nacional,  representada  por  Urquiza. 
Ministro  de  su  propio  padre,  puso  las  bases 
de  la  enseñanza  primaria  y  secundaria,  e 
hizo  en  la  Sa'a  de  Representantes  de  Buenos 
Aires  una  defensa  memorable  del  acuerdo 
de  San  Nicolás  ( 1852),  inolvidable  en  los  ana- 
les parlamentarios  argentinos  Vencido  su  par- 
tido, tomó  el  camino  de  la  expatriación  y  fué 
a  enseñar  Economía  política  en  la  Universi- 
dad de  Montevideo.  Años  más  tarde  regresó 
a  Buenos  Aires,  dedicándose  a  sus  tareas  de 
abogado  y  de  escritor,  siendo  catedrático  y 
rector  de  la  Universidad  (1873-1876),  sin  dejar 
nunca  de  ejercer  una  gran  influencia  en  la  vida 
política,  gracias  a  su  inflexible  liberalismo  y  a 
sus  ejemplares  virtudes  morales.  Sus  correli- 
gionarios le  señalaron  como  candidato  a  la  pre" 
sidencia  de  la  República,  honor  que  no  aceptó. 
Incorporado  a  los  Cuerpos  parlamentarios, 
abordó  altos  problemas,  interviniendo  en  de- 
bates que  consagraron  su  fama  de  hombre  sa- 
bio e  integérrimo.  En  las  horas  solemnes  para 
los  destinos  nacionale«!  (1890),  se  encargó  de 
las  finanzas  del  país,  sacrificándose  empeño- 
samente en  reconstituirlas,  en  medio  del  páni- 
co generado  por  la  crisis.  En  el  destierro  pu- 
blicó: Manual  de  historia  de  Chile  (Valparaí- 
so, 1845);  Memoria  sóbrelos  resultados  gene- 
rales con  que  los  pueblos  antiguos  han  contri- 
buido a  la  cioilieación  de  ¡a  Humanidad  (San- 
tiago, 1845);  Curso  de  bellas  letras,  Santiago, 
1845.  A  su  regreso  publicó  en  Buenos  Aires 
dos  novelas:  La  novia  del  hereje  y  La  loca  de 


LOP 


249  — 


LUC 


la  guardia.  En  1868  editó  su  trabajo  sobre  Las 
rasas  arianas  del  Perú.  Desde  esa  época  dio 
a  luz  numerosos  estudios  sobre  los  orígenes 
de  la  revolución  argentina,  en  libros  y  revistas, 
que  refundió  en  la  Revolución  argentina  (cua- 
tro volúmenes,  1881).  Con  Andrés  Lamas  y  Juan 
María  Gutiérrez,  publicó  y  dirigió  la  Revista 
del  Rio  de  lo  Plata,  de  la  que  aparecieron  13 
volúmenes  (1871-1877).  En  1882  publicó  su  De- 
bate histórico  en  controversia  con  las  Com- 
probaciones históricas  sobre  Belgrano,  por  el 
general  Mitre.  Como  síntesis  de  su  vasta  labor 
histórica  dio  a  luz  su  admirable  Historia  de  la 
República  Argentina,  su  origen,  su  revolución 
y  su  desarrollo  político  hasta  1852,  publicada 
en  diez  volúmenes  (1883-1S93).  Esta  obra,  re- 
bosante de  pasión  y  de  talento,  tiene  el  carác- 
ter de  Memorias,  interesantísimas  por  su  viva- 
cidad y  colorido.  El  Manual  de  la  historia  ar- 
gentina es  una  sinopsis  metódica  de  la  obra 
anterior,  destinada  a  la  enseñanza.  Después  de 
su  última  consagración  al  servicio  público,  una 
desgracia  íntima  le  recluyó  en  su  hogar,  donde 
pocos  elegidos  tuvieron  la  fortuna  de  seguir 
escuchando  su  palabra  y  sus  consejos.  Falleció 
en  Buenos  Aires,  el  30  de  agosto  de  1903. 

López  de  Osomlo  (Clemente).  Fué  el  inicia- 
dor de  la  ganadería,  en  el  orden  de  especu- 
laciones industriales.  Ya  a  mediados  del  si- 
gloivmera  fuerte  hacendado  en  los  campos  pró- 
ximos al  Salado,  provincia  de  Buenos  Aires,  y 
conocidos  con  el  nombre  de  Rincón  de  López. 
En  1765  fué  nombrado  por  el  rey  comandante 
general  de  campaña,  y  poco  después  jefe  de  la 
expedición  a  las  Misiones  guaraníes,  bajo  el 
gobierno  de  Bucarelli.  Víctima  de  la  confianza 
y  de  su  arrojo,  fué  sorprendido  y  sacrificado 
por  los  indios  en  el  año  de  1783,  en  el  mismo 
campo  del  Rincón.  Su  hija,  D."  Agustina,  ca- 
sóse en  1790  con  D.  León  Ortiz  de  Rosas,  y 
fueron  los  padres  del  dictador  D.  Juan  Manuel 
de  Rosas. 

Loreto  (combate)  (22  de  diciembre  de  1838).  Los 
indios  habían  obtenido  un  triunfo  días  antes  en 
el  Hinojal,  sorprendiendo  a  las  fuerzas  santa- 
fecinas, llevándose  cautivos  y  un  gran  numero 
de  haciendas;  pero  el  22  de  diciembre  son  ata- 
cados y  destruidos  en  Loreto,  al  Sud  de  la  pro- 
vincia de  Santa  Fe,  por  una  columna  de  fuer- 
zas de  Buenos  Aires  a  las  órdenes  del  coronel 
Lagos  y  una  división  santafecina,  mandando 
en  jefe  el  general  D.  Juan  Pablo  López.  Los 
indios  dejan  en  el  campo  de  combate  más  de 


cien  muertos,  se  les  toman  muchos  prisioneros 
y  se  les  quita  toda  la  hacienda  que  hablan  arre- 
batado en  los  días  anteriores. 

Loria  (Mariano  Sánchez  de).  Abogado.  Signa- 
tario del  acta  de  la  independencia.  Nació  en 
Bolivia  y  estudió  Derecho  en  la  Universidad  de 
Charcas,  donde  se  graduó  de  doctor  en  Juris- 
prudencia. En  1816  fué  electo  diputado  al  Con- 
greso general  Constituyente  que  declaró  la  in" 
dependencia  argentina.  Como  representante  de 
Charcas,  el  9  de  julio  de  1816.  Murió  a  una 
edad  avanzada. 

Los  Patos.  Paso  en  la  cordillera  de  los  Andes, 
provincia  de  San  Juan,  situado  en  la  meseta 
del  mismo  nombre,  en  la  cumbre  de  la  cordille- 
ra y  a  unos  4.000  metros  de  altura  sobre  el  ni- 
vel del  mar.  Este  nombre  rememora  el  sitio  por 
donde  pasó  la  segunda  división  del  ejército  li- 
bertador del  general  San  Martín,  conducida 
por  el  general  Soler,  el  17  de  enero  de  1817, 
para  invadir  a  Chile.  El  camino  de  Los  Patos  es 
muy  fragoso  en  partes;  se  extiende  a  través  de 
gandes  alturas  y  dentro  de  un  macizo  cortado 
a  pico  en  sus  contomos,  sin  más  horizonte  que 
las  montañas  nevadas  que  lo  dominan,  eleván- 
dose sobre  ellas  el  gigantesco  pico  volcánico 
del  Aconcagua. 

Loyola  (Martín  García  Oñez  de).  Nació  en  Gui- 
púzcoa (España),  en  el  afio  154S.  Descendía  del 
famoso  San  Ignacio  de  Loyola,  el  fundador  de 
la  Compañía  de  Jesús.  Vino  muy  joven  al  Perú, 
al  lado  del  virrey  D.  Francisco  de  Toledo,  como 
capitán  de  su  guardia.  Allí  se  distinguió  por  una 
afortunada  empresa  militar.  En  1592  combatió 
contra  Tupac-Amarú,  y  como  simple  capitán  a  la 
cabeza  de  una  columna  de  vanguardia  derrotó 
a  los  indígenas,  probando  gran  valor  y  una 
fuerza  muscular  extraordinaria.  Emprendió  lue- 
go penosísimas  campañas.  Desempeñó  el  cargo 
de  corregidor  en  varios  pueblos  del  Perú,  y 
nombrado  gobernador  del  Paraguay  en  1592,  no 
llegó  a  gobernar  esa  provincia  por  habérsele 
confiado  la  de  Chile,  donde  se  contrajo  a  la  pa- 
cificación del  país.  Fundó  la  ciudad  de  San 
Luis,  en  el  año  1597,  a  ochenta  leguas  de  Men- 
doza, y  a  su  regreso  pereció  en  la  batalla  de 
Curalava,  el  23  de  diciembre  de  1598.  Fué  un 
mi'itar  de  un  valor  nada  común  y  excelente  y 
virtuoso  funcionario. 

Lozano  (Pedro).  Jesuíta  español.  Historiador 
distinguido  de  las  provincias  del  Rio  de  la 
Plata. 

Laca  y  Patrón  (Esteban).  Poeta.  Nació  en 


LUC 


—  250  - 


LUJ 


Buenos  Aires,  el  2  de  agosto  de  1786.  Fué 
alumno  distinguido  del  Colegio  de  San  Carlos, 
graduándose  a  los  veintiún  años.  Combatió  en 
el  regimiento  de  Patricios  durante  las  invasio- 
nes inglesas.  Se  dedicó  al  estudio  de  las  mate- 
máticas, admitiendo  en  consecuencia  el  grado 
y  empleo  de  capitán  de  artillería.  En  la  revo- 
lución de  mayo  se  alistó  en  las  filas  de  los  pa- 
triotas. Este  acontecimiento  exaltó  su  numen 
poético  y  publicó  sus  primeros  cantos  patrióti- 
cos. Fué  después  director  de  la  primera  fábrica 
nacional  de  armas;  fundió  en  ella  cañones  y 
morteros,  fabricó  fusiles,  sables,  pistolas  y  he- 
rraduras, casi  sin  elementos,  con  hierro  de 
campanas,  rejas  de  ventanas  y  maderas  del 
país.  En  1818  escribió  un  poema  dedicado  a  su 
héroe  favorito— el  general  San  Martín—,  des- 
arrollando los  sucesos  de  la  campana  de  los 
ejércitos  de  los  Andes,  en  1821;  cantó  la  liber- 
tad de  Lima,  por  encargo  especial  del  Gobier- 
no. Colaboró  en  El  Argos  y  La  Abeja  Argen- 
tina, y  fué  fundador  de  la  Sociedad  Literaria. 
En  1824  fué  enviado  al  Brasil  en  misión  diplo- 
mática, como  secretario  del  doctor  canónigo 
D.  Valentín  Gómez,  naufragando  a  su  regreso, 
el  10  de  marzo  del  mismo  año,  en  el  bergantín 
inglés  Agenoria. 

Lucero  (José  Cecilio).  Militar.  Nacido  en  San 
Luis,  en  1791.  Comenzó  su  carrera  militar  en 
la  época  de  la  independencia,  enrolado  en  las 
Milicias.  En  1816  se  incorporó  al  ejército  de 
los  Andes,  asistiendo  a  las  batallas  de  Chaca- 
buco,  Talcahuano,  Concepción,  Cancha  Raya- 
da y  Maipú.  En  1820  formó  en  la  expedición  al 
Perú;  entró  a  Lima  al  año  siguiente  y  tomó 
parte  en  el  sitio  y  asalto  del  Callao,  en  Puer- 
tos Intermedios,  Torata,  Moquegua,  en  las  bata- 
llas de  Junin,  Matará  y  Ay acucio.  De  vuelta  a 
su  patria  se  alictó  en  el  ejército  que  combatió 
contra  el  Brasil,  hasta  la  terminación  de  esa 
campaña,  y  a  su  regreso  actuó  en  la  guerra  ci- 
vil contra  la  tiranía.  Murió  a  los  cien  años,  el 
16  de  marzo  de  1891,  en  Buenos  Aires. 

Lnengfo  (Simón)  Encabezó  la  revolución  de 
Córdoba,  en  1863.  Fué  derrotado  en  la  batalla 
de  Las  Playas  (1863).  Dictador  militar  de  esa 
provincia  durante  trece  días.  Murió  en  Co- 
rrientes, el  26  de  enero  de  1871 . 

Lacones  (Lorenzo).  Coronel  de  la  indepen- 
dencia. Nacido  en  la  provincia  de  Santiago  del 
Estero,  en  10  de  agosto  de  1796,  en  la  villa  de 
Pampallagta.  A  los  catorce  años  sentó  plaza 
de  cadete.  Portaestandarte  en  1811.  Se  halló 


D.  Lorenzo  Lugones. 


en  las  batallas  de  Yaraicoragua  y  Las  Piedrc. 

donde  obtuvo  su  primer  ascenso.  Gomo  alfér^ 
concurrió  a  las  ba- 
tallas de  Tucumún 
y  de  Salta,  y  con  el 
grado  de  teniente, 
en  Vilcapujio,  Ayo- 
huma,    Puesto  del 
Marqués,   Venta  y 
Media  y  Sipe-Sipe. 
En  1816  fué  dado 
de  baja  del  ejército, 
después  de  ser  de- 
rrotado en  Pitam- 
balá;  pero  más  tar- 
de se  reincorporó, 
marchando  al  Alto  Perú  en  el  año  de  181 
Retirado  años  después,  en  1826,  a  Tucum;;, 
volvió  a  figurar,  como  jefe  del  ala  derecha,  i 
la  batalla  del  Tala,  librada  contra  las  fuer? 
del  célebre  D.  Juan  Facundo  Quiroga,  y  ni 
tarde  en  varias  campañas  contra  la  tiran 
Murió  en  Tucumán,  el  21  de  enero  de  1869. 
Li^án.  Partido  y  ciudad  de  la  provincia  de  h\\> 
nos  .^ires,  situado  al  Oeste  de  la  capital  ! 
deral.  El  nombre  que  lleva  perpetúa  la  meni 
ria  del  capitán  Diego  de  Lujan,  muerto  en  153 
en  la  orilla  de  ese  río,  por  los  indios  queri 
dies.  Lujan  es  el  único  pueblo  que  ha  tenii 
Cabildo,  en  el  que  se  alojaron  algunos  per.- 
najes  ilustres,  como  los  generales  Beresford, 
Paz,  Mitre  y  otros.  Los  tres  nombrados,  en  ca- 
lidad de  prisioneros  de  guerra;  patria  es  tam- 
bién del  sabio  Ameghino.  La  capilla  levantada 
en  honor  de  Nuestra  Señora  de  Lujan,  en  161> ' 
dio  origen  a  una  agrupación  de  vecinos,  y  P' 
ende  a  la  formación  de  un  pueblo.  En  1745  > 
creó  allí  una  parroquia,  y  en  el  mismo  año,  il 
gobernador  D.  José  de  Ondonaegui  elevó  i  I 
pueblo  a  la  categoría  de  villa.  En  1893  el  Go- 
bierno de  la  provincia  de  Buenos  Aires  le  d,  - 
cretó  el  título  de  ciudad.  Tanto  como  puebla 
villa  y  ciudad.  Lujan  se  hizo  sobre  todo  c 
lebre  por  su  santuario  y  por  el  culto  que,  va 
por  tres  siglos,  se  profesa  a  la  Virgen  d> 
mismo  nombre.  He  aquí  cómo  D.  J.  M.  Gutii 
rrez  da  a  conocer  el  origen  de  la  capilla:  «A  I 
orilla  del  río  Lujan,  un  portugués,  vecino  de  ^ 
campaña  de  Córdoba,  quiso  construir  un  ora 
torio  en  su  morada  de  campo,  e  hizo  traer  c^ 
este  objeto,  del  Brasil,  una  imagen  de  la  Pui 
sima  Concepción.  La  imagen  llegó  al  pueri 
de  Buenos  Aires,  y  fué  colocado  el  cajón  qn- 


LUL 


-  251  - 


LUN 


la  contenía  en  un  carro  que  hacía  viaje  para  el 
interior.  Uno  de  los  puntos  en  que  se  detuvo 
el  carro  en  tránsito  fué  la  estancia  de  Rosende 
de  Gramas,  en  el  partido  de  Lujan.  Pasada  allí 
una  noche  de  descanso,  al  uncir  los  bueyes  en 
la  mañana  siguiente,  advirtieron  los  conduc- 
tores que  el  peso  de  la  carga  había  crecido 
tanto  que  era  en  vano  alentar  el  vigor  de  los 
animales  para  que  arrastrasen  el  carro,  que 
permanecía  como  clavado  en  el  suelo  por  fuer- 
za prodigiosa.  El  milagro  era  patente.  La  di- 
vina imagen  pedía  en  aquel  sitio  culto  y  ado- 
ración. La  fama  del  santuario  de  Lujan  se  ex- 
tendía a  muchos  pueblos  americanos,  como 
puede  colegirse  de  la  siguiente  estrofa  de  sus 
antiguos  goces: 

Con  el  Perú  y  Tucumán, 
El  Paraguay  os  adora; 
Amparadnos,  gran  Señora, 
Virgen  pura  de  Lujan. 

El  P.  Jorge  ^\.  Salvaire  fué  el  iniciador  de  la 
basílica  y  autor  de  los  primitivos  planos. 

Lnles.  Era  una  reducción  de  indios  del  Chaco, 
de  la  parcialidad  del  mismo  nombre,  a  cargo 
del  padre  jesuíta  Pedro  Juan  Andréu,  en  1744. 

Luna  (Fernando  de  Mendoza  de  Mate  de).  Na- 
tural de  Cádiz.  Destinado  al  gobierno  de  la 
antigua  provincia  de  Tucumán;  fundó,  des- 
pués de  ser  destruida  dos  veces,  la  ciudad  de 
Catamarca,  dándole  asiento  definitivamente 
el  5  de  julio  de  1683,  con  el  nombre  de  San 
Fernando  de  Catamarca.  En  marzo  de  1681 
fué  nombrado  gobernador  del  Tucumán  hasta 
el  año  1686.  Durante  su  período  gubernativo 
tuvo  lugar  en  16S5  la  traslación  de  la  capital 
de  la  gobernación  al  punto  que  actualmente 
ocupa.  Todo  lo  practicado  por  Mate  de  Luna 
mereció  la  aprobación  del  rey  en  cédula  del 
6  de  abril  de  1687. 

Luna  (Francisco  Pantaleón  de).  Primer  teniente 
gobernador  de  La  Rioja,  nombrado  el  29  de 
enero  de  1812  hasta  el  10  de  abril  de  1814,  que 
fué  promovido  a  igual  puesto  en  Catamarca 
por  disposición  del  director  Gervasio  Posadas. 
Sin  embargo,  no  habiendo  llegado  a  tener  efec- 
to este  nombramiento,  continuó  en  el  de  La 
Rioja  hasta  el  13  de  junio. 

Luna  (Natal).  Jefe  político  de  la  capital  de  La 
Rioja  en  1863  y  el  primero  que  a  la  cabeza  de 
una  fuerza  de  infantería  santiaguefla  entrara  el 
3  de  mayo,  a  las  once  de  la  mañana,  en  la  pla- 
za, dando  el  primer  grito  de  libertad  contra  los 


que  aun  hacían  resonar  el  de  ¡mueran  los  sal- 
vajes unitarios!,  que  era  tan  bárbaro  como  es- 
túpido anacronismo  Fué  delegado  de  Bustos 
durante  su  ausencia  a  la  campaña  contra  Pefla- 
lüza  y  la  montanera. 

Luna  (Juan  Pedro).  Natural  de  Buenos  Aires. 
Guerrero  de  la  independencia.  Se  halló  en  las 
acciones  de  Xazareno  y  en  las  de  Las  Piedras, 
en  1812;  en  Tucumán  y  en  Salla  mandó  la  arti- 
llería con  mucho  acierto.  Tomó  parte  en  Sipe- 
Sipe,  Pasco  y  en  las  campañas  del  Perú,  a  las 
órdenes  del  general  Arenales.  Al  hacer  la  cam- 
paña de  la  Sierra  fué  tomado  prisionero.  El 
coronel  Luna  falleció  en  Buenos  Aires,  en  abril 
de  1859. 

Lana  (Pelagio  B.).  Vicepresidente  de  la  Repú- 
blica Argentina.  Abogado.  Nació  en  la  ciudad 
de  La  Rioja,  el  6  de  enero  de  1867.  Después 
de  terminar  el  bachillerato  en  el  Colegio  Na- 
cional de  esa  ciudad,  cursó  Derecho  en  la  Uni- 
versidad Nacional  de  Buenos  Airescon  éxito  bri- 
llante. Recibido  de  abogado,  y  después  de  par- 
ticiparen la  revolución  del  año  1S90,  ejerció  su 
profesión  en  La  Rioja.  Ingresó  en  la  magistratu- 
ray  desempeñó  ensu  provincia,  secesivamente, 
los  cargos  de  juez  en  lo  civil  comercial  y  cri- 
minal; fiscal  del  Superior  Tribunal,  y  por  últi- 
mo, miembro  de  este  último.  Al  mismo  tiempo 
se  dedicaba  al  profesorado  de  segunda  ense- 
ñanza, dictando  una  clase  de  Literatura  Fué 
elegido  dos  veces  diputado  provincial,  aunque 
no  ejerció  su  mandato.  En  1913  fué  candidato 
a  la  gobernación  de  la  provincia,  y  dirigió  con 
energía  la  oposición  contra  el  partido  gober- 
nante por  aquel  entonces.  En  vísperas  de  asu- 
mir el  mando  el  Dr.  Vera  Barros,  fué  reducido 
a  prisión  por  suponerse  que  preparaba  un  mo- 
vimiento revolucionario.  Esta  era  su  actuación 
política  cuando  fué  elegido  candidato  para  vi- 
cepresidente de  la  República,  obteniendo  el 
triunfo  en  1916.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
25  de  junio  de  1919.  El  Dr.  Luna  fué  un  ejem- 
plo de  virtudes  cívicas;  era  un  hombre  modes- 
to, de  espíritu  levantado  y  ecuánime,  digno 
continuador  de  las  austeras  virtudes  de  sus 
mayores,  que  aun  se  conservan  en  las  viejas 
familias  trudicionales  de  provincia.  Sus  restos 
fueron  embarcados  para  La  Rioja,  su  provin- 
cia natal,  después  de  ser  velados  en  la  Casa 
de  Gobierno.  Habló  en  nombre  del  P.  E.  el 
ministro  de  R.  E.,  Dr.  Pueyrredon;  el  Nuncio 
apostólico;  en  nombre  del  Cuerpo  diplomático; 
el  Dr.  Benito  Villanueva,  presidente  proviso- 


LUZ 


-  252  - 


LYN 


rio  del  Senado  Nacional,  quien  pronunció  un 
bellísimo  discurso;  el  Dr.  Carlos  F.  Meló,  en 
representación  de  la  C.  C.  de  la  nación;  el 
Dr.  Puig  Lomez,  en  nombre  del  Gobierno  de  la 
provincia  de  Buenos  Aires,  y  otros  más. 
Lozarlaga  (Toribio  de).  Nació  en  Huarás 
(Peni),  el  16  de  abril  de  17S2.  A  los  quince 
años  acompafló  como  paje  al  marqués  de  Avi- 
les, virrey  de  Buenos  Aires  en  1799,  con  quien 
vino  a  esta  ciudad.  Combatió  contra  los  ingle- 
ses durante  las  invasiones  de  éstos  a  Buenos 
Aires;  hizo  la  campaña  del  Alto  Perú  (Bolivia) 
a  las  órdenes  de  Balcarce,  hallándose  en  la  re- 
tirada del  ejército  a  las  órdenes  de  Castelli 
Fué  teniente  gobernador  de  Corrientes  en  el 
año  1812.  En  1816,  también  gobernador  inten- 
dente de  Mendoza,  donde  cooperó  en  gran 
manera  a  la  formación  del  ejército  de  los  An- 
des, que  fué  a  libertar  a  Chile.  Se  incorporó 
al  ejército  argentino  en  ese  país,  pasando  lue- 
go al  Perú  con  la  graduación  de  general,  sir- 


viendo en  el  Estado  Mayor.  Después  de  ocn- 
par  otros  importantes  puestos,  se  retiró  a  la 
vida  privada,  muriendo  en  el  Pergamino,  el  1 
de  mayo  de  1842. 
Lynch  (Francisco  .  Nació  en  Buenos  Aires,  el  3 
de  mayo  de  1795,  y  contrajo  matrimonio  en  la 
misma  ciudad  con  D.'  Rita  Pueyrredón.  Empe- 
zó sus  servicios  en  el  regimiento  número  2  de 
Granaderos  de  infantería,  en  1813,  y  como  ofi- 
cial en  el  combate  naval  de  Ma'-tin  Garda,  con 
tropas  de  desembarco.  En  1814  partió  con  el 
ejército  del  Alto  Perú;  pero,  enfermo  de  gra- 
vedad, regresó  el  aflo  siguiente.  Se  halló  en 
las  campañas  de  Santa  Fe  y  de  Entre  Ríos. 
Tomó  parte  en  Cañada  de  la  Cruz  y  en  San 
Nicolás  de  los  Arroyos.  En  1824,  segundo  ca- 
pitán del  puerto  de  Buenos  Aires,  y  luego  ; 
gobernador  de  la  fortaleza.  Prestó  otro»  i 
muy  buenos  servicios.  Murió  el  3  de  marzo  ■ 
de  1840,  traidoramente  asesinado  por  la  Ma- 
zorca. 


LL 


Uavallol  (Felipe).  Comerciante.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  26  de  diciembre  de  1802.  For- 
mó parte  de  la  casa  mayorista  de  su  padre,  una 
de  las  más  antiguas  y  acreditadas  de  Buenos 
Aires.  Fué  miembro  del  Tribunal  de  Comercio 
en  IS47;  diputado  a  la  Legislatura  y  presidente 
de  la  misma  en  1852;  miembro  del  Consejo  de 
Hacienda  en  eímismoañoy  del  Tribunal  de  Co. 
mercio.  Ministro  de  Hacienda  del  general  Pin. 
to;  diputado  en  1853;  senador  y  presidente  de 
la  Bolsa  de  Comercio,  del  Hospital  de  Hombres, 
del  ferrocarril  del  Oeste.  En  1857  fué  electo 
vicegobernador  de  Buenos  Aires,  y  a  conse. 
cuencia  de  la  derrota  de  Cepeda,  gobernador 
delegado,  por  renuncia  del  titular  D.  Valentín 
Alsina,  cargo  que  ejerció  hasta  el  3  de  mayo 
de  1860.  Muchos  otros  cargos  y  comisiones  de 
importancia  desempeñó.  Falleció  el  4  de  abri 
de  1874. 

Llerena  (Juan).  Abogado.  Nacido  en  San  Luis, 
el  24  de  junio  de  1823,  y  se  educó  en  Córdoba. 
Convencional  por  la  provincia  de  su  nacimien- 
to en  el  Congreso  Constituyente  de  1S53.  Pe- 
riodista y  publicista.  Dio  a  luz  una  notable  obra 


«obre  economía  política,  otras  de  política  y 
administración,  una  de  estadística  de  las  pro- 
vincias de  Cuyo  (muy  elogiada),  y  una  descrip- 
ción sobre  los  mares,  que  fué  premiada  en  el 
Congreso  de  Filadelfia.  En  1878,  siendo  sena- 
dor nacional  por  San  Luis,  presentó  el  proyec- 
to, que  se  convirtió  en  ley,  mandando  llevarla 
frontera  al  río  Negro.  Falleció  en  Buenos  Ai- 
res, el  14  de  marzo  de  1900. 
Llórente  (Benjamín).  Nacido  en  Buenos  Aires, 
en  el  año  1833.  Demostró  desde  muy  joven 
gran  afición  a  las  bellas  letras  y  colaboró  en 
algunos  periódicos,  donde  aparecieron  algunas 
de  sus  composiciones  poéticas.  En  la  Munici- 
palidad de  la  capital  actuó  de  secretario  du- 
rante largos  años,  en  cuyo  puesto  le  encontra- 
ron las  epidemias  del  cólera  y  de  la  fiebre  ama- 
rilla, donde  demostró  mucha  actividad  en  los 
momentos  de  mayor  peligro.  Formó  parte 
de  la  Legislatura  provincial,  participando  de 
trabajos  orgánicos  de  gran  trascendencia. 
Este  hombre,  sumamente  laborioso  y  afable, 
falleció  en  esta  ciudad,  el  6  de  noviembre 
de  1^6. 


M 


Maclel  (Juan  Baltasar).  Sacerdote.  Nació  en 
Santa  Fe,  el  8  de  septiembre  de  1721,  e  hizo 
sus  estudios  en  el  Colegio  de  Monserrat,  en 
Córdoba.  Partió  luego  a  Chile,  donde  se  doc- 
toró en  Teología  y  Derecho  civil  y  eclesiásti- 
co en  1754.  Cuando  contaba  veintiséis  años 
de  edad  llegó  a  Buenos  Aires,  donde  des- 
empeñó sucesivamente  los  cargos  de  goberna- 
dor del  obispado;  canónigo  cancelario  de  San 
Carlos  en  1767;  maestro  de  escuela  en  1770, 
y  al  mismo  tiempo  fué  abogado,  orador  sagra- 
do, poeta  y  escritor.  Sobre  el  Dr.  Maciel  dice 
el  Dr.  Funes  que  «fué  formado  para  el  culti- 
vo de  las  letras,  y  estaba  dotado  de  un  enten- 
dimiento profundo,  de  un  genio  vasto,  de  un 
gusto  exquisito,  de  una  memoria  feliz  y  de  una 
elocuencia  irresistible  en  el  foro  y  en  el  pulpi- 
to; sus  talentos,  sus  virtudes  y  sus  letras  po- 
drán tener  émulos,  mas  no  tendrán  sucesores 
en  este  virreinato...»  Poseyó  la  mejor  bibliote- 
ca que  hasta  entonces  existía  en  el  Río  de  la 
Plata.  Por  una  arbitrariedad  del  marqués  de 
Loreto  (virrey),  fué  desterado  a  Montevideo 
en  1787,  donde  falleció  en  un  calabozo,  el  2  de 
enero  de  1783.  Pocos  dias  después  de  su  de- 
función vino  la  orden  de  España  para  que 
fuera  absuelto  y  repuesto  en  su  cargo.  Su  ca- 
dáver fué  reimpatriado  y  sepultado  en  el  pan- 
teón de  la  catedral  con  grandes  honores. 

Macó  (combate).  Tuvo  lugar  el  24  de  septiem- 
bre de  1860.  El  gobernador  de  la  provincia  de 
Santiago  del  Estero,  D.  Pedro  Regalado  Al- 
corta,  con  motivo  de  una  revolución  estallada 
a  raíz  de  unas  elecciones,  fué  destituido  por  la 
Legislatura  el  día  23.  Tomó  el  mando  de  la 
provincia,  en  consecuencia,  el  presidente  de  la 
Legislatura,  D.  Pedro  Gallo.  El  ex  goberna- 
dor sale  de  la  ciudad  con  algunas  fuerzas,  y 
siendo  alcanzado  en  Macó,  es  derrotado  en  el 


combate,  dejando  muchos  muertos  y  heridos. 
El  gobernador  fué  repuesto  más  tarde,  aunque 
no  se  presentó  a  asumir  el  cargo,  fijando  su 
residencia  en  el  Rosario  de  Santa  Fe,  donde 
permaneció  muchos  años  y  donde  dejó  de  exis- 
tir, en  marzo  de  1880. 

Machado  (Antonio).  Introductor  de  la  vacuna. 
Natural  de  Portugal.  Procedente  de  Río  Ja- 
neiro, introdujo  en  Buenos  Aires  el  virus  de  la 
vacuna  en  noviembre  de  1805,  durante  el  go- 
bierno de  Sobremonte.  El  18  de  ese  mes  el 
Cabildo  de  Buenos  Aires  le  decretó  en  premin 
una  medalla  de  oro  con  el  correspondiente 
lema:  (-Como  demostración  por  el  estimable 
beneficio  que  ha  hecho  a  estas  provincias  con 
la  introducción  de  la  verdadera  vacuna».  Ma- 
chado, Carvallo  y  el  canónigo  Seguróla  fue- 
ron los  más  entusiastas  propagandistas  del 
gran  preservativo  de  la  viruela,  y  este  misino 
sacerdote  la  introdujo  a  Chile  en  aquel  año,  y 
Machado  en  Montevideo  en  septiembre  del 
año  siguiente,  trayendo  el  virus  en  una  escla- 
va, desde  Rio  Janeiro. 

Machain  (José  Ildefonso).  Militar.  Natural  del 
Paraguay.  Nacido  en  el  año  1779.  Se  educó  en 
Buenos  Aires,  donde  también  empezó  la  ca- 
rrera militar.  En  septiembre  de  1810  formó 
parte  de  la  expedición  al  Paraguay  a  las  órde- 
nes del  general  Belgrano,  quien  lo  hizo  reco- 
nocer en  el  ejército  como  mayor  general,  en 
cuyo  grado  asistió  a  la  acción  de  Campichuelo. 
Siguió  desempeñando  ese  cargo  con  toda  com- 
petencia y  actividad  hasta  que  cayó  prisionero 
en  el  combate  dejaciiari,  el  9  de  marzo  de  181 1 , 
al  practicar  un  reconocimiento  al  frente  de  sus 
tropas,  capitulando  después  de  oponer  una  re- 
sistencia obstinada,  siendo  tomado  entre  dos 
fuegos.  Vuelto  a  Buenos  Aires,  fué  sumariado 
para  investigar  la  causa  de  la  pérdida  de  su 


MACH 


-  255 


MAG 


división;  pero  una  vez  hallada  ésta,  fué  de- 
clarado benemérito  de  la  patria,  por  su  digna 
conducta;  «desempefló  valor,  patriotismo  y  pe- 
ricia militar  en  las  acciones  de  guerra  del 
ejército  del  Norte».  El  9  de  enero  de  1812  se 
le  acordó  la  licencia  absoluta.  Ocupó  después 
otros  cargos  en  los  ejércitos  de  la  independen- 
cia, alcanzando  la  graduación  de  general.  Mu- 
rió en  su  país  natal,  el  año  de  1849. 

fachigasta  (combate).  Tuvo  lugar  el  29  de 
marzo  de  1841,  entre  una  columna  del  ejército 
que  comandaba  el  general  D.  Mariano  Acha,  y 
que  marchaba  desde  Tucumán  buscando  la  in- 
corporación del  general  Lavalle,  y  las  fuerzas 
del  general  Aldao,  en Mac/iigasta,  saliendo  vic- 
torioso este  último. 

lachoni  (Antonio).  Nació  en  Cerdeña,  el  10  de 
octubre  de  1671 .  Rector  del  Colegio  de  la  Com- 
pañía de  Jesús,  de  Salta,  en  1727.  Rector  del 
Coltgio  Máximo  de  Córdoba,  de  Tucumán,  y 
procurador  general  en  Roma  por  su  provincia 
de  Tucumán,  en  1732-33. 

Madariaga  (Juan)  Nació  en  Corrientes,  en  el 
año  1809,  y  se  educó  en  la  misma.  Actuó  desde 
temprano  en  las  luchas  políticas  de  su  época, 
combatien  lo  contra  el  tirano,  a  las  órdenes  del 
general  Lavalle,  a  quien  se  incorporó  en  1839. 
Muerto  éste  volvió  a  su  provincia,  donde  em- 
pezó a  tener  gran  prestigio.  El  6  de  mayo 
de  1843  encabezó  una  revolución  para  derro- 
car al  gobernador  Cabral,  movimiento  que 
triunfó  y  llevó  al  gobierno  a  su  hermano  Joa- 
quín. El  29  de  abril  de  1843,  el  coronel  Mada- 
riaga  derrotó  en  los  campos  de  Bella  Vista  a 
las  fuerzas  federales  de  Góngora,  lanzando  a 
los  dispersos  a  la  provincia  de  Entre  Ríos,  y  el 
11  de  mayo  del  mismo  año  derrotó  sobre  el  río 
Corrientes  al  coronel  Galán,  tomándole  mu- 
chos prisioneros  y  armamento.  Libre  de  adver- 
sarios la  provincia  expedicionó  a  Entre  Ríos, 
presentando  batalla  al  ejército  enemigo,  el  17 
de  enero  de  1844,  en  las  Puntas  del  Palmar,  en 
cuyo  sitio  libró  un  sangriento  combate,  que- 
dando if-deciso  el  triunfo  entre  ambos  ejérci- 
tos. En  1846,  como  comandante  de  vanguardia 
del  ejército  correntino,  fué  batido  por  el  gene- 
ral Urquiza  en  la  Laguna  Limpia,  donde  fué  to- 
mado prisionero.  En  1851  hizo  la  campaña  del 
ejército  grande,  y  se  halló  en  la  batalla  de  Ca- 
seros al  año  siguiente.  En  el  mismo  año  de  1852 
fué  uno  de  los  cabecillas  de  la  revolución  del 
//  de  septiembre.  En  la  campaña  al  interior  fué 
batido  por  Urquiza  el  22  de  noviembre.  El 


año  1852  ocupó  una  banca  en  la  Legislatura  de 
Buenos  Aires,  y  posteriormente  desempeñó 
otros  cargos  honoríficos  y  el  de  inspector  ge- 
neral de  armas  en  1861 .  Radicado  luego  en  Bue- 
nos Aires,  se  hallaba  accidentalmente  en  el 
pueblo  de  San  Justo  cuando  falleció  repentina- 
mente, el  20  de  junio  de  1879. 

Madero  (Francisco  Bernabé).  Hacendado.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  en  1816.  Perteneció  al  par- 
tido unitario,  siendo  uno  de  los  directores  del 
movimiento  conocido  por  «insurrección  del 
Sud»,  cuando  aun  no  contaba  más  que  veinti- 
trés años.  Tomó  parte  en  la  campaña  liberta- 
dora de  Lavalle,  encontrándose  en  todas  las 
acciones  como  jefe  del  Escuadrón  de  Mayo, 
formado  por  lo  más  selecto  de  la  juventud  por- 
teña.  Se  halló  en  las  batallas  de  Don  Cristó- 
bal, Sauce  Grande,  El  Tala,  Quebracho  He- 
rrado y  en  los  demás  combates  de  esta  campa- 
ña, hasta  la  muerte  de  Lavalle,  en  Jujuy.  Emi- 
grado a  Bolivia  y  luego  a  Montevideo,  donde 
sirvió  a  las  órdenes  del  general  Paz,  quien  le 
confió  varias  y  delicadas  comisiones  durante  el 
sitio  de  aquella  plaza.  Después  se  retiró  a 
atender  sus  asuntos  particulares,  dedicándose 
con  ahinco  a  la  mejora  de  la  raza  caballar  en 
su  estancia  del  «Vecino»,  en  cuyo  partido  des- 
empeñó el  cargo  de  juez  de  paz  durante  varios 
anos;  electo  diputado  en  1862  y  1866;  senador 
en  1872;  luego  ministro  de  Hacienda,  que  re- 
nunció. En  1880  fué  electo  vicepresidente  de  la 
República,  y  a  la  terminación  del  periodo,  pre- 
sidente del  Banco  Hipotecario  y  sucesivamen- 
te del  ferrocarril  del  Oeste,  de  las  obras  de 
salubridad,  del  Banco  Nacional,  de  la  Lotería 
de  Beneficencia,  y  por  último  director  del  Ban- 
co Nacional  en  liquidación,  puesto  que  desem- 
peñaba cuando  falleció,  el  3  de  septiembre 
de  1897.  El  Gobierno  le  tributó  grandes  hono- 
res fúnebres,  y  al  sepultarse  sus  restos  hicie- 
ron uso  de  la  pala- 
bra los  Dres.  Quir- 
no  Costa  y  Pelle- 
grini. 

Magallanes  ( Fer- 
nando de).  Célebre 
navegante  portu- 
gués al  servicio  de 
España,  que  nació 
en  Villa  de  Sabro- 
sa, el  año  1470.  A 
los  veinte  años  se 
dedicó  a  la  milicia;     D.  Fernando  de  Magallane». 


MAQ 


-  256 


MAI 


pero  disgustado  con  el  monarca,  obtuvo  su  baja 
y  pasó  a  España  a  ofrecer  sus  servicios  al  rey 
Carlos.  «Informado,  a  lo  que  parece,  por  su 
grande  experiencia  en  las  navegaciones  y  co- 
marcas de  la  India,  aseguraba  que  el  canal  in- 
teroceánico que  sebuscabase hallaba  al  Surdel 
nuevo  continente  y  ofrecía  encontrarlo  y  pasar 
por  él  hasta  las  famosas  islas  de  la  Especería 
(Molucas),  que  ocuparía  a  nombre  de  España 
porque  quedaban  al  Occidente  de  la  demarca- 
ción de  Tordesillas.  El  cardenal  Jiménez  de 
Cisneros,  hombre  de  genio  y  de  Estado,  com- 
prendió al  momento  la  importancia  de  la  empre- 
sa, la  valia  del  hombre,  y  mandó  que  se  llevase 
a  cabo.  La  expediciónsalió  de  Sanlúcarel  20  de 
septiembre  de  1519.  Recaló  en  el  cabo  de  Santa 
María  el  11  de  enero  de  1520;  dio  la  vuelta  al 
estuario  del  Grande  Río  o  Mar  Dulce,  descu- 
bierto por  Solís.  Después  de  recorrer  la  ribera 
occidental,  donde  después  había  de  levantarse 
Buenos  Aires,  salió  con  rumbo  al  mar  del  Sur 
por  el  caoo  de  San  Antonio.  El  21  de  octubre 
divisó  un  promontorio  al  que  dio  el  nombre  de 
cabo  de  las  Vírgenes,  por  ser  ese  día  en  que  la 
Iglesia  conmemora  el  martirio  de  las  Once  mil 
vírgenes.  Habiendo  visto  al  Occidente  una 
abertura  o  abra  que  le  pareció  un  canal,  entró 
por  allí  contra  el  parecer  de  sus  subalternos, 
uno  de  los  cuales  desertó  y  se  volvió  a  España 
con  su  nave.  El  27  de  noviembre  de  1520  Ma- 
gallanes salió  por  el  Estrecho  al  mar  occiden- 
tal y  siguió  su  rumbo  hacia  las  islas  de  la  Es- 
pecería o  Molucas.  Descubrió  en  ese  camino 
las  islas  Marianas  y  las  Filipinas,  en  una  de  las 
cuales,  llamada  desde  entonces  de  los  Ladro- 
nes, fué  muerto  por  los  salvajes  que  la  habita- 
ban. Los  que  sobrevivieron  ocuparon  las  Mo- 
lucas en  noviembre  del  año  1521»  (1).  Tomó  el 
mando  el  piloto  El  Cano  (v.). 


(1)  Magallanes  habla  pasado  por  grandes  dificultades 
en  las  costas  patagónicas.  Sin  contar  la  peligrosa  lucha 
con  aquellos  mares  solitarios  y  procelosos,  que  le  forza- 
ron a  largas  inierrupciones  y  estadías  de  reparación  en 
las  costas,  tuvo  que  someter  serias  tentativas  de  rebelión, 
en  que  murieron  muchos  tripulantes  y  promotores  de  los 
desórdenes,  adhiriéndose  los  unos  a  la  obediencia  de  su 
)efe  y  tentando  los  otros  deponerlo  y  asesinarlo.  Llegó  el 
caso  hasta  el  extremo  de  tener  que  mandar  apuñalar  a 
Luis  de  Mendoza  y  descuartizar  a  Fernando  Quesada.  En 
la  bahía  de  San  Julián  dejó  abandonados  al  capellán  de  la 
Trinidad  y  a  un  tal  Cartagena.  De  sus  más  fieles  partid.i- 
rios  fué  Rodrigo  Serrano,  el  explorador  del  río  Uruguay, 
que  fué  también  el  descubridor  del  rio  Santa  Criu,  en  cu- 


Magán  (Escolástico).  De  Buenos  Aires.  Inici6 
su  carrera  militar  en  el  batallón  8  de  infante- 
ría de  línea,  en  junio  de  1815,  con  el  grado  de 
subteniente,  en  el  campamento  del  Piurnerlllo 
(Mendoza).  Pasó  la  cordillera  de  los  Andes,  se 
batió  en  Cltacabuco  y  Maipú,  pasó  al  Perú 
como  segundo  jefe  del  regimiento  del  Río  de  la 
Plata.  En  el  sitio  d^l  Cal/ao  fué  tomado  prisio- 
nero y  fué  de  los  sorteados  en  Matticana  (v. ' 
En  Cliicoana  fué  muerto,  el  7  de  febreic 
de  1827. 

Mahomas.  Indios  mencionados  en  un  documen- 
to datado  en  la  Asunción  del  Paraguay  el'' 
de  diciembre  de  1595,  que  no  indica  la  locali 
dad  q'ie  dichos  indios  ocupaban  a  la  sazón.  El 
gobernador  D.  Diego  de  Góngora  los  encontró 
en  el  Chaco  por  los  años  de  1621  a  22,  de  vuel- 
ta de  la  ciudad  de  la  Concepción  del  Bermejo 
en  camino  por  la  de  Corrientes,  a  veinte  legua- 
distante  de  aquélla,  señalándoles  tierras  para 
su  asiento  a  orilla  del  río  Orna,  juntamente 
con  los  indios  de  nación  Juij/iti/. 

Maipú  (batalla).  Tuvo  lugar  el  5  de  abril  de 
1818.  Después  del  desastre  de  Cancha  Raya- 
da (19  de  marzo),  el  general  San  Martín  reor- 
ganiza su  ejército  y  acampa  en  los  llanos  de 
Maipú,  adonde  las  fuerzas  españolas  mandadas 
por  el  general  Osorio  van  a  buscarlo.  El  5  de 
abril,  a  los  diez  y  siete  días  de  aquella  noche 
aciaga,  los  dos  ejércitos  se  hallan  frente  a 
frente  y  se  da  una  de  las  más  reñidas  e  impor- 
tantes batallas  que  tuvieron  lugar  en  la  eman- 
cipación de  la  América  del  Sud.  Cerca  de  seis 
horas  de  combate,  bravamente  sostenido  por 
ambas  fuerzas,  dio  por  resultado  final  que 
quedaran  en  el  campo  de  batalla  dos  mil  cadá- 
veres del  enemigo  y  todos  los  generales  rea- 
listas, con  excepción  del  general  Osorio,  que 
huyó  del  campo.  Gran  niimero  de  oficiales  y 
tres  mil  hombres  de  tropa  cayeron  prisioneros 
de  los  independientes,  como  asimismo  toda  su 
artillería,  fusiles,  parque,  caja  militar  y  demás 
pertrechos  de  guerra.  Los  patriotas,  entre 
muertos  y  heridos  tuvieron  cerca  de  mil  hom- 
bres. El  general  vencedor  dio  parte  de  este 
triunfo  al  director  de  Chile  con  estas  lacóni- 
cas palabras:  «Acabamos  de  ganar  completa- 
mente la  acción.  Un  pequeño  resto  huye;  nues- 


yas  Inmediaciones  un  temporal  arrojó  su  nave,  Santiago, 
contra  las  rompientes  de  Monte-León;  pero  Serrano  tuvo 
la  fortuna  de  salvarse  y  regresó  por  tierra  a  San  Julián, 
dande  se  reunió  con  Magallanes.— (López.) 


MAL 


-  257 


MAL 


tra  caballería  los  persigue  hasta  concluirlos, 
¡la  patria  es  libre!»  Las  fuerzas  españolas  se 
componían  de  5.300  so'dados  y  las  de  los  ame- 
ricanos de  4.900.  Maipii  fué  la  batalla  sud-ame- 
rícana  más  importante,  histórica  y  científica- 
mente considerada.  Por  las  correctas  marchas 
estratégicas  que  la  precedieron,  y  por  sus  há- 
biles maniobras  tácticas  sobre  el  campo  de  la 
acción,  y  por  otras  circunstancias,  es  militar- 
mente un  modelo  notable.  Su  importancia  fué 
trascendental;  sólo  pueden  equipararse  por  sus 
consecuencia  las  batallas  de  Boyacá  y  Ayacu- 
cho.  «A  los  vencedores  de  Maipú  debió  Chile 
su  emancipación,  el  Perú  su  pronta  indepen- 
dencia y  la  República  Argentina  su  más  bello 
trofeo  militar.»  Maipú  es  el  nombre  de  un  vol- 
cán de  la  cordillera  de  los  Andes.  Esta  pala- 
bra se  traduce  del  araucano  por  «allanar  la  tie- 
rra». El  ejército  que  triunfó  se  componía  de  los 
siguientes  cuerpos: 

ARGENTINOS 

Número  11,  coronel  Las  Heras;  7,  coronel 
Conde;  8,  comandante  Martínez;  Cazadores, 
coronel  Alvarado;  Granaderos  a  Caballo,  Za- 
piola,  Escalada,  Mellan,  Medina  y  Necochea; 
Artillería,  coronel  Plaza. 


Número  1,  comandante  Rivero;  2,  comandan- 
te Cáceres;  3,  comandaí  te  López;  Cazadoresi 
comandante  Thomson;  Infantes  de  la  Patria, 
comandante  Bustamante;  Caballería,  corone- 
les Freiré  y  Bueras;  Artillería,  coroneles  Blan- 
co y  Borgoños. 
Mal  Abrigo  (batalla).  El  general  Paz  había  sido 
nombrado  en  Corrientes,  el  17  de  enero,  direc- 
tor de  la  guerra  contra  Rosas,  y  confió  al  ge- 
neral D.  Juan  Pablo  López  una  expedición  a 
Santa  Fe,  consiguiendo  ésta  llegar  a  las  puer- 
tas de  la  capital  el  6  de  julio  y  entrar  a  la  ciu- 
dad a  sangre  y  fuego,  haciendo  una  carnicería 
espantosa.  Allí  se  demora  en  festejos,  en  tan- 
to que  el  general  Echagüe  reúne  un  ejército  y 
se  viene  contra  él;  pero  dejando  la  capital  se 
dirige  al  Chaco,  y  el  12  de  agosto  de  1845  es 
alcanzado  en  el  arroyo  de  Mal  Abrigo,  campos 
de  San  Jerónimo,  y  derrotado  completamente, 
quedando  en  poder  del  general  Echagüe  tres 
piezas  de  artillería,  todo  e!  armamento,  muni- 
ciones, bagajes  y  carretas  cargadas  con  efec- 
tos que  había  sacado  de  Santa  Fe,  y  trescientos 
prisioneros.  La  mortandad  fué  grande.  Al  ge- 
Dicc.  HiiT.  Y  Bioa. 


neral  López,  acusado  de  expoliaciones  y  co- 
bardía, se  le  formó  un  consejo  de  guerra  en 
Corrientes  y  fué  separado  ignominiosamente 
del  ejército  por  el  general  Paz. 
Halavia  (José  Severo  Feliciano).  Abogado.  Na- 
ció en  Bolivia,  el  15  de  mayo  de  1787.  Se  doc- 
toró en  Jurisprudencia  en  la  Universidad  de 
Chuquisaca.  En  1815  era  teniente  y  asesor  de 
Gobierno  en  la  ciudad  de  La  Plata  (Bolivia);  al 
aflo  siguiente  fué  electo  diputado  por  la  pro- 
vincia de  Chichas,  ante  el  Congreso  que  decla- 
ró la  independencia  nacional,  en  cuyo  carácter 
fué  uno  de  los  signatarios  de  acta.  Fué  de  los 
congresales  monarquistas  que  votaron  por  la 
coronación  del  duque  de  Luca  para  regir  este, 
país.  Años  después  fué  diputaoo  y  secretario 
de  la  Legislatura  de  Buenos  Aires  en  1821,  y 
figuraba  como  secretario  del  general  Las  He- 
ras  cuando  en  1823  fué  comisionado  para  con- 
ducir al  virrey  del  Perú  unos  pliegos  sobre  una 
comunicación  de  paz.  Fué  también  secretario 
de  la  Junta  de  Representantes  en  1823  y  1825- 
Murió  en  Bolivia,  el  aflo  1849. 
Mal  Paso  (combate).  Tuvo  lugar  el  3  de  mayo 
de  1863.  Fuerzas  al  mando  de  Peñaloza  se  ha- 
bían apoderado  de  La  Rioja  y  nombrado  go- 
bernador a  D.  Juan  Bernardo  Carrizo,  más  co- 
nocido por  Berna  Carrizo,  quien  a  poca  distan- 
cia de  la  ciudad,  en  el  arroyo  del  Mal  Paso, 
presenta  combate  al  gobernador  de  Santiago 
del  Estero,  D.  Manuel  Taboada,  donde,  des- 
pués de  un  vivísimo  fuego,  sostenido  con  encar- 
nizamiento por  espacio  de  tres  cuartos  hora,  y 
cuando  ya  había  flanqueado  por  la  derecha  al 
ejército  de  Taboada,  se  puso  éste  a  la  cabeza 
de  la  infantería  y  forzó  el  paso  a  la  baj'oneta, 
pronunciándose  luego  la  derrota  de  un  modo 
completo.  Carrizo  perdió  120  hombres  muertos, 
entre  ellos  el  comandante  Suero,  y  todos  los 
oficiales  de  infantería,  seis  heridos  y  30  pri- 
sioneros, 80  fusiles,  etc. 
Malvinas  (islas).  Es  un  archipiélago  formado 
por  dos  islas  grandes  y  198  pequeñas,  situadas 
al  Este  del   Estrecho  de  Magallanes,   en   el 
Océano  Atlántico.  Están  rodeadas  de  una  mar 
siempre  furiosa  y  de  altas  rocas,  presentando 
en  su  interior  llanuras  bajas  y  malsanas.   Su 
extensión  es  de  12.533  kilómetros  cuadrados. 
El  descubrimiento  de  estas  islas  se  atribuye  a 
Américo  Vespuccio,  que  en   1502  recorrió  su 
parte  septentrional,  tomándola  no  por  una  isla, 
sino  por  un  largo  promontorio  del  continente 
americano;  también  se  dice  que  fueron  descu- 


MAL 


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MAM 


biertas  en  1592,  por  el  navegante  inglés  John 
Davis.  En  1594  fueron  visitadas  por  Hawkins, 
quien  les  dio  el  nombre  de  Maidenland  (tierra 
de  la  Virgen).  En  1600  las  reconoció  el  holan- 
dés Sebald  de  Weert.  En  1690  Strong  penetró 
en  el  canal  y  dio  al  archipiélago  el  nombre  de 
islas  Falkland.  Beauchéne,  de  Saint-Malo  (fran- 
cés), fué  uno  de  los  primeros  que  fondearon  en 
esos  parajes;  descubrió  la  pequeña  isla  que  to- 
davía conserva  su  nombre.  En  1703  unos  mal- 
uinos  (oriundos  de  Saint-Malo)  se  establecie- 
ron en  el  archipiélago.  Más  tarde,  en  1762, 
Bougainville  fundó  allí  una  colonia  con  habi- 
tantes venidos  de  Saint-Malo.  Esta  colonia  fué 
desalojada  por  los  españoles ,  que  hicieron 
«Malvinas»  de  «Maluinas».  El  8  de  enero  de 
1765  el  almirante  Byron  las  ocupó  y  fundó 
Puerto  Egmont,  y  el  10  de  junio  de  1770  fue- 
ron arrojados  de  allí  los  ingleses  por  una  es- 
pedición  enviada  por  Bucarelli,  gobernador  de 
Buenos  Aires,  al  mando  del  capitán  de  navio 
D.  Juan  Ignacio  Madariaga,  y  un  año  después 
restituidos  a  la  isla  por  convenio  de  22  de 
enero  de  1771  entre  España  e  Inglaterra,  aban- 
donando definitivamente  a  Puerto  Egmont,  el 
22  de  mayo  de  1774,  llenando  así  una  prescrip- 
ción secreta  del  convenio,  que  obligaba  a  Ingla- 
terra a  desalojar  la  isla  al  poco  tiempo  después 
de  haberla  vuelto  a  ocupar,  cuyo  acto  se  hacía 
en  reparación  del  ataque  imprevisto  de  Buca- 
relli. «Desde  entonces  la  autoridad  del  Río  de 
la  Plata  volvió  a  tener  jurisdicción  en  las  islas. 
Declaradas  independientes  las  Provincias  Uni. 
das  de  la  España,  quedaron,  como  era  natural, 
en  posesión  de  las  islas,  y  fueron  ocupadas 
bajo  el  pabellón  argentino  en  1820;  y  en  10  de 
junio  de  1829  el  Gobierno  de  Buenos  Aires  dio 
un  decreto,  en  uno  de  cuyos  artículos  se  esta- 
blecía, que:  «Las  islas  Malvinas  y  sus  adyacen- 
tes, al  cabo  de  Hornos,  en  el  mar  Atlántico  se- 
rían regidas  por  un  comandante  político  y  mili- 
tar,  nombrado  inmediatamente  por  el  Gobierno 
de  la  República.»  La  residencia  del  mencionado 
funcionario  se  fija  en  la  isla  de  Soledad,  donde 
se  estableció  una  batería  bajo  el  pabellón  ar- 
gentino. En  consecuencia,  el  10  de  octubre  de 
1832,  D.  José  María  Pinedo,  comandante  de  la 
goleta  de  guerra  Sarandi  las  ocupó  oficial, 
mente  en  nombre  de  la  República  Argentina- 
levantando  la  correspondiente  acta.  Hacía  cin- 
cuenta y  nueve  años  que  los  ingleses  no  habían 
vuelto  a  ocuparse  de  las  Maluinas,  hasta  que 
el  2  de  enero  de  1833  se  presentó  allí  la  cor- 


beta de  guerra  inglesa  Clio,  y  su  jefe,  Orislowi 
notificó  al  comandante  D.  José  María  Pinedo, 
que  mandaba  la  goleta  de  guerra  Sarandi  an- 
clada en  aquel  puerto,  que  al  día  siguiente 
arriase  el  pabellón  argentino  para  izar  el  de  la 
Gran  Bretaña,  pretextando  un  derecho  de  so- 
beranía que  sólo  tenía  por  razón  sus  podero- 
sos cañones  asestados  contra  una  débil  pobla- 
ción El  día  3  se  consumó  este  escandaloso 
atentado  de  usurpación,  cometido  por  una  de 
las  naciones  más  poderosas  del  mundo,  sobre 
un  pueblo  que  se  hallaba  en  la  infancia  de  su 
existencia  política.  Pero  cuando  la  ley  de  las 
evoluciones  de  los  pueblos,  a  la  que  ninguno 
puede  substraerse,  marque  en  los  años  futuros 
la  decadencia  de  Inglaterra  y  el  gran  poderío 
de  la  República  Argentina,  recuperaremos  en- 
tonces, por  la  fuerza  del  derecho,  las  islas  Mal' 
vinas,  de  que  tan  injusta  y  premeditadamente 
nos  ha  despojado  la  injusta  nación  inglesa,  sin 
más  derecho  que  el  de  la  fuerza  y  sin  más  ley 
que  la  avaricia.  Mientras  tanto,  enseñemos  a  la 
juventud  que  se  levanta,  a  mantenerse  en  per- 
petua protesta  contra  esta  escandalosa  usur- 
pación; a  que  C'  nozca  sus  derechos,  y  ella,  a 
su  turno,  predique  y  enseñe  a  las  generaciones 
del  porvenir  que  la  República  Argentina,  ja- 
más por  siempre,  no  ha  desistido,  desiste,  ni 
desistirá  de  sus  legítimos  derechos  de  posesión 
de  las  islas  Malvinas,  que  algún  día  volverán  a 
ver  flamear  nuestra  bandera.  (Espora). 
Mamelucos  o  paulistas,  sobrenombre  dado  a 
los  vecinos  y  moradores  de  la  villa  de  San  Pa- 
blo del  Brasil,  y  se  les  llamaba  así  a  causa  de 
las  anchísimas  bombachas  de  zaraza  y  anga- 
ripola,  que  usaban  en  lugar  de  calzones,  y  que 
les  daba  las  apariencias  de  turcos  o  mamelu- 
cos africanos.  Fueron  independientes  en  los 
primeros  tiempos  de  su  población:  «Necesita- 
dos de  esclavos  para  las  faenas  y  sementeras 
de  sus  campos,  los  paulistas  tenían  por  cos- 
tumbre entrar  a  saco  por  las  aldeas  de  los  \&- 
bonasos  guaraníes,  robándoles  familias  y  jó- 
venes, para  explotarlos  como  trabajadores  es- 
clavos y  suplemento  de  sus  vicios.  Los  jesuítas 
habían  adiestrado  a  los  indios  a  resistir  con 
las  armas  estos  atentados;  y  como  el  odio  en- 
tre rayanos  (fronterizos)  es  el  más  tenaz  y 
violento  de  los  odios  políticos,  aquella  fronte- 
ra ofrecía  una  escena  perpetua  de  hostilidades 
bárbaras  e  incesantes,  cuya  crudeza  se  aumen- 
tó con  la  mayor  proximidad  en  que  se  pusieron 
gradualmente  los  hacendados  y  gauchos  por- 


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tugueses  que,  subiendo  el  río  Yaciiy,  habían 
venido  a  ponerse  en  contacto  con  los  Misiones 
jesuíticas  del  Uruguay.  Los  jesuítas,  que  sabían 
bien  a  qué  atenerse  en  cuanto  a  la  protección 
inmediata  que  España  podía  darles  en  regio- 
nes tan  remotas  como  aquéllas,  habían  puesto 
toda  su  confianza  en  el  odio  mortal  con  que 
los  guaraníes  miraban  a  los  paulistas  o  mame- 
lucos brasileños». 

Manantial  (combate)  1852.  En  la  cruzada  liber- 
tadora contra  Rosas,  el  coronel  D.  Juan  E.  Al- 
varez,  en  combinación  con  luí  i,  después 
de  haber  ganado  algunos  combates  en  los  Car- 
dones y  en  Tapia,  es  derrotado  y  hecho  pri- 
sionero en  los  campos  del  Manantial,  el  15  de 
febrero,  por  el  gobernador  de  Tucumán,  gene- 
ral Gutiérrez.  Alvarez  y  otras  personas  fue- 
ron fusiladas. 

Manantial  (combate)  1861.  El  general  Octavio 
Navarro,  invocando  órdenes  del  Gobierno  na- 
cional, al  frente  de  un  ejército  de  4.000  hom- 
bres, compuesto  de  catamarqueños,  sáltenos, 
santiagueftos  y  tucumanes,  entra  en  territorio 
de  Tucumán,  so  pretexto  de  pasar  a  Santiago 
a  reponer  al  gobernador  Alcorta,  que  una  re- 
volución había  despojado  del  mando;  pero  don 
Benjamín  Villafañe,  gobernador  de  Tucumán, 
persuadido  de  que  el  objeto  de  Navarro  era 
apoderarse  de  aquella  provincia,  arma  apresu- 
radamente una  fuerza  como  de  2.000  hombres 
y  poniéndolos  a  las  órdenes  de  su  ministro 
D.  José  María  del  Campo,  trata  de  defender 
dignamente  sus  derechos,  aunque  en  condicio- 
nes desventajosas.  Al  efecto,  se  opone  a  la  mar- 
cha del  invasor,  y  el  en  arroyo  del  Manantial 
libra  una  batalla  en  que  la  fortuna  le  es  adver- 
sa. Al  día  siguiente  entra  Navarro  en  la  ciu- 
dad y  se  preocupa  de  crear  nuevas  autorida- 
des (4  de  octubre  de  1861). 

Handevil  (María  Sánchez  de).  Matrona  de 
Buenos  Aires.  Notable  por  sus  talentos  e  ins- 
trucción. Fué  de  las  fundadoras  de  la  sociedad 
de  "beneficencia  (v.),  encargada  de  la  educa- 
ción y  progreso  moral  de  la  mujer.  Notable 
por  sus  gracias  y  gran  fortuna,  por  su  caridad 
y  exquisito  trato  social,  hizo  de  su  casa  el 
centro  de  una  sociedad  escogida,  frecuentada 
por  todos  los  extranjeros  distinguidos  que  pa- 
saban por  Buenos  Aires  Murió  en  1870. 

Manicomio.  Se  fundó  en  Buenos  Aires,  el  11  de 
octubre  de  1863,  con  el  nombre  de  Asilo  de 
San  Buenaventura,  el  actual  Hospicio  de  las 


Mercedes,  del  que  fué  primer  director  el  doc- 
tor Uriarte. 

Manrique  (Julián).  Cordobés.  A  los  quince 
años  se  alistó  en  La  Argentina,  que  comanda- 
ba Bouchard,  en  1817,  como  grumete.  Era 
aprendiz  de  sastre  y  vivía  en  la  calle  de  la  De- 
fensa, frente  a  la  capilla  de  San  Roque.  Sirvió 
después  en  la  guerra  contra  el  Brasil,  y  en  el 
sitio  de  Montevideo,  desde  1842  a  1846.  En  el 
sitio  de  Buenos  Aires,  en  1852  y  53,  sirvió 
como  ayudante  en  el  primer  batallón  de  Guar- 
dias nacionales.  Fué  dado  de  alta  en  la  lista 
especial  de  guerreros  de  la  independencia,  en 
febrero  de  1869. 

MansUla  de  García  (Eduarda).  Insigne  escri- 
tora. Entre  sus  obras  se  cuentan  El  Médico 
de  San  Luis,  escrita  cuando  recién  tenía  diez 
y  siete  años  de  edad;  Lucia  Miranda,  y  otras 
más.  Murió  en  Buenos  Aires,  el  20  de  diciem- 
bre de  1S92. 

Mansilla  (Andrés).  Se  distinguió  como  uno  de 
los  defensores  más  entusiastas,  durante  las  in- 
vasiones inglesas,  en  1806;  fué  tomado  prisio- 
nero, con  otros,  y  llevado  a  Londres,  de  donde 
regresó,  y  nuevamente  tomó  las  armas  en  la 
segunda  invasión,  teniendo  la  desgracia  de 
caer  de  una  azotea,  y  de  ese  golpe  falleció, 
poco  tiempo  después.  El  Cabildo  de  Buenos 
Aires  acordó  una  pensión  a  sus  hijos 

Mansilla  (Lucio).  Guerrero  de  la  independen- 
cia. Hijo  del  anterior.  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  2  de  marzo  de  1790.  Se  halló  en  las  invasio- 
nes inglesas;  en  el  primer  y  segundo  sitio  de 
Montevideo,  bajo  las  órdenes  de  los  generales 
Rondeau  y  Alvarez,  y  se  halló  en  Chacabuco. 
Hizo  la  campaña  contra  el  Imperio  del  Brasil, 
hallándose  en  Ituzaingó,  Camacuá  y  Ombú. 
En  la  época  de  la  tiranía  se  batió  bravamente 
en  los  combates  de  Obligado  y  el  Quebracho. 
Combatió  siempre  al  lado  de  los  partidarios  de 
Rozas.  En  el  orden  civil  fué  gobernador  de 
Entre  Ríos,  en  16  de  diciembre  de  1821,  siendo 
en  su  época  que  esa  provincia  se  dio  la  pri- 
primera  Constitución;  miembro  del  Congreso 
(1826)  y  jefe  de  policía  de  Buenos  Aires,  nom- 
brado en  reemplazo  del  general  Félix  de  Ola- 
zabal,  en  1834.  En  el  breve  tiempo  que  ejerció 
este  cargo,  fundó  el  Cuerpo  de  serenos  y  re- 
dactó un  reglamento  que  sirvió  de  modelo  al 
Brasil  y  al  Uruguay,  por  petición  de  aquellos 
Gobiernos.  Murió  durante  la  fiebre  amarilla, 
el  11  de  abnd  de  1871. 

Mansilla  ¡Lucio  V).  Militar.  Prestó  buenos  ser- 


MAN 


260 


MAR 


vicios  por  más  de  cuarenta  años  en  el  Ejérci- 
to, al  que  ingresó  en  clase  de  sargento  distin- 
guido. Fué  diputado  nacional.  Hombre  de  le- 
tras y  de  espada;  se  hizo  conocer  dentro  y  fue- 
ra del  pais  por  sus  numerosas  publicaciones  y 
escritos,  y  muy  especialmente  por  su  célebre 
obra  Una  excursión  a  los  indios  ranqueles, 
premiada  en  el  Congreso  internacional  geo- 
gráfico de  París,  y  traducida  al  francés  y  al 
alemán.  Hombre  de  mundo  y  de  salón,  fué 
quizá  el  primer  caiiseur  del  pais,  y  puede  de- 
cirse de  él  que  fué  el  argentino  más  conocido 
de  propios  y  extraños. 

Manso  de  Noronhal  (Juana).  Distinguida  edu- 
cacionista argentina.  En  1868  fué  nombrada 
por  el  Gobierno  para  redactar  Los  anales  de 
la  educación  común.  Escribió  varias  poesías, 
entre  ellas  A  Italia;  el  drama  histórico  La  re- 
colación  de  mayo,  y  una  historia  elemental 
del  descubrimiento  y  de  la  conquista  del  Río 
de  la  Plata. 

Manzanares  (Juan).  Militar.  Era  natural  del 
Paraguay.  Humilde  soldado,  se  batió  heroica- 
mente en  Ciílpina,  el  16  de  enero  de  1816,  a 
las  órdenes  del  entonces  sargento  mayor  don 
Gregorio  Aráoz  de  Lamadrid.  Fué  uno  de  los 
héroes  que  acompañaron  en  sus  cargas  teme- 
rarias a  su  valeroso  jefe,  y  también  uno  de 
sus  salvadores,  al  quedar  éste  a  pie  sobre  el 
campo  de  batalla,  por  la  muerte  de  su  caballo; 
debió  su  salvación  al  oportuno  auxilio  de  Man- 
zanares y  sus  compañeros  Jaramillo  y  Frías, 
quienes  lo  alzaron  en  ancas,  asiéndole  uno  por 
el  corbatín  y  otro  por  el  faldón  de  la  casaca, 
volviendo  de  nuevo  al  campo  de  batalla,  sin 
intimidarse  por  este  fracaso.  Reemplazado  del 
mando  del  Ejército  el  general  Rondeau  por 
Belgrano,  éste  le  adjudicó  un  premio,  consis- 
tente en  una  cinta  con  los  colores  patrios,  y 
una  inscripción  alusiva  del  campo  de  batalla, 
ascendiéndolo  a  sargento,  conjuntamente  con 
sus  dos  bizarros  compañeros. 

Maraco  (combate).  25  de  enero  de  1879.  En  la 
batida  del  coronel  D.  Nicolás  Lavalle  contra 
el  cacique  Numuncurá,  el  teniente  coronel  don 
Benito  Herrero  ataca  una  toldería  en  Maraco 
y  sostiene  un  reñido  combate  y  los  derrota,  to- 
mándoles muchos  prisioneros. 

Marmarajá  (combate).  El  coronel  Dorrego  de- 
rrota al  caudillo  uruguayo  Fernando  Otorguez 
en  un  reñido  combate  en  Mnrmarajá,  Uruguay, 
el  6  de  octubre  de  1814.  Toda  la  artillería, 


muchas  armas,  y  aun  la  familia  del  caudillo, 
quedan  en  poder  del  caudillo. 
Mármol  (José).  Escritor  y  poeta;  hijo  de  don 
Juan  Mármol  y  de  D."  Josefa  Zubaleta.  Nació 
en  Buenos    Aires, 
el  2  de  diciembre 
de  1818,  y  educán- 
dose en  los  centros 
más  cultos  adquirió 
fácilmente  aque' 
exquisito  y  ameno 
trato  que  tanto  lo 
distinguía.  Contaba 
veinte  años  y  era 
estudiante  de  De- 
recho en  la  Univer- 
sidad de  esta  capi- 
tal, cuando  un  día,  r^  ,    ^ ., 

D.José  Marinol. 

al    retirarse  del 

aula,  fué  asaltado  por  agentes  del  dictador  en 
las  oficinas  del  correo  y  conducido  preso. 
Nada  se  le  dijo  respecto  a  la  causa  de  su 
arresto,  y  sin  procedimiento  alguno  judicial  lo 
dejaron  libre  algún  tiempo  después.  Durante 
su  prisión  escribió  con  carbón  en  las  paredes 
del  calabozo  varias  estrofas,  de  que  se  ha  con- 
servado la  siguiente: 

Muestra  a  mis  ojos  espantosa  muerte, 
Mis  miembros  todos  en  cadena  pon; 
¡Bárbaro!  ¡nunca  matarás  el  alma 
ni  pondrás  grillos  a  mi  mente,  no! 

Apenas  se  vio  lib^e  emigró  al  Brasil,  desde 
donde  combatió  enérgicamente  contra  la  tira- 
nía en  periódicos,  folletos  y  composiciones 
sueltas.  Radicado  en  Montevideo  en  1840,  se 
presentó  en  público  como  poeta  en  un  cer- 
tamen literario,  el  25  de  mayo  de  1841.  en  el 
que  obtuvo  un  premio.  Autor  de  la  célebre  no- 
vela Amalia,  que  es  un  romance  muy  hermoso 
y  que  ha  sido  traducido  al  francés  y  al  alemán, 
reeditándose  innumerables  veces.  Escribió  dos 
dramas.  El  Poeta  y  El  Cruzado.  De  bastante 
mérito  el  primero,  se  representó  varias  veces; 
el  segundo,  excelente  por  la  belleza  literaria, 
carece  de  interés  por  lo  exótico  del  asunto. 
Publicó  en  1843  el  Canto  a  Rozas,  que  se  es- 
tima como  la  mejor  de  sus  poesías  líricas;  El 
peregrino,  poema  descriptivo  y  drama.  En  el 
destierro  contrajo  matrimonio  con  la  señorita 
de  Vidal,  y  ésta,  que  falleció  a  poco  de  su  ve- 
nida, le  acompañaba  al  regreso.  Llegado  a 
Buenos  Aires,  poco  después  era  electo  miera* 


MAR  -  261  - 

bro  del  Senado  de  la  provincia;  miembro  de  la 
convención  eformadora  de  la  Constitución 
que  se  reunió  en  Santa  Fe,  en  1860,  y  el  de 
enviado  en  misión  diplomática  ai  Brasil,  16  de 
julio  de  18B1,  cargos  todos  en  los  que  re- 
veló competencia.  Mármol  se  casó  en  esta 
ciudad,  en  segundas  nupcias,  con  la  señorita 
Amalia  Rubio,  a  quien  perdió  de  fiebre  ama- 
rilla, y  a  la  que  se  supone  consagrada  la  no- 
vela de  ese  nombre.  Falto  de  vista  en  los  úl- 
timos años  de  su  vida,  ciego  como  Milton  y 
Homero,  agobiado  por  una  melancolía  inve- 
terada, se  reconcentra  el  poeta  en  la  región 
ideal  de  los  recuerdos,  falleciendo  en  la  ma- 
ñana del  9  de  agosto  de  1871 . 


MAR 


iYO  TE  PERDONOI 

Del  peregrino  la  voluble  estrella 
Vertió  en  su  ocaso  repentina  luz, 
Y  más  hermosa  que  la  hermosa  aurora 
Al  peregrino  te  mostraste  tú. 


En  los  detirios  de  su  ardiente  pecho 
Lleno  de  fe,  te  consagró  su  amor, 
Y  de  una  vida  para  amar  formada 
Tiró  a  tus  plantas  la  temprana  flor. 


Mas  tú,  la  ingrata  como  el  bronce  fría, 
Ni  amor  sentiste,  ni  piedad  en  ti, 
Cuando  a  las  piedras  conmover  pudiera 
El  tierno  amor  que  lo  alentaba  allí. 


Hermosa  estatua  del  jardín  humano; 
Obra  perfecta  del  mejor  cincel. 
Si  un  alma  hubiese  en  tu  cuerpo  frío 
Fueras  un  ángel  del  soñado  Edén. 


De  tus  desdenes  el  rigor  olvido. 
Que  amar  no  puede  el  que  le  falta  amor; 
Y,  pues  no  quieres  lo  que  no  comprendes; 
Cuál  te  perdono,  te  perdone  Dios. 

José  M.í^rmol 

Márquez  (Zacarías).  Hacendado.  Natural  de 
Buenos  Aires.  Desempeñaba  las  funciones  de 
comandante  de  Milicias  del  partido  de  Dolo- 
res (provincia  de  Buenos  Aires)  en  la  época 
en  que  se  preparaba  la  insurrección  del  Sud 
contra  el  tirano  Rosas  y,  decidido  a  tomar  par- 


te en  ella,  fué  uno  de  los  cabecillas  de  más 
prestigio.  En  octubre  asistió  al  frente  de  400 
hombres  al  pronunciamiento  de  Dolores,  y  si- 
guiendo al  coronel  Rico,  marchó  sobre  Chas- 
comús  a  apoyar  el  movimiento  en  ese  pueblo  y 
su  campaña,  en  medio  de  un  entusiasmo  indes- 
criptible. Recibió  en  su  camino  la  incorpora- 
ción del  comandante  Olmos.  El  jefe  del  movi- 
miento, D.  Pedro  Castelli,  confió  a  Márquez 
el  ala  izquierda  de  la  línea  en  la  batalla  de 
Chascomús,  en  la  cual  sucumbió  heroicamente 
al  frente  de  sus  tropas,  al  dar  una  carga  de 
caballería,  originando  este  hecho  la  dispersión 
de  aquéllos.  Así  murió  este  patriota  valiente  y 
generoso,  el  día  7  de  noviembre  de  1839. 

Martin  García  (toma  de).  17  de  marzo  de  1814. 
Brown,  después  de  reparar  los  desastres  su- 
fridos por  la  escuadrilla  argentina  el  día  11,  en 
el  ataque  a  la  isla  de  Martin  Garda  y  a  la  es- 
cuadra española  mandada  por  el  capitán  de 
navio  D.  Jacinto  Romarate,  vuelve  al  combate 
contra  los  buques  realistas,  y  desembarcando 
en  la  isla,  con  parte  de  su  gente,  se  apodera 
de  ella  a  sangre  y  fuego.  Los  buques  españo- 
les que  no  caen  prisioneros  remontan  el  Uru- 
guay, huyendo  del  teatro  donde  se  acababan 
de  cubrir  de  gloria  los  nuevos  marinos  de  las 
provincias  unidas  del  Río  de  la  Plata.  Martín 
García  es  una  isla  argentina  en  la  confluencia 
de  los  ríos  Paraná  y  Uruguay. 

Martínez  (.Benito).  Natural  de  Buenos  Aires. 
En  1810  fué  partidario  de  la  revolución;  mar- 
chando en  1811  a  la  Banda  Oriental.  Se  batió 
en  Las  Piedras;  pasó  después  al  ejército  del 
Norte,  y  en  1813,  con  el  grado  de  capitán  de 
artillería,  mandó  la  reserva  de  esta  arma  en  la 
batalla  de  Salta;  se  halló  en  Vilcapujio  y  Ayo- 
huma.  Teniente  gobernador  de  La  Rioja,  en 
1816.  El  general  San  Martín,  por  cuya  influen- 
cia fué  electo  Martínez,  se  entendió  con  éste 
sigilosamente,  a  fin  de  preparar  la  expedición 
a  Chile.  Para  el  efecto,  el  gobernador  Martí- 
nez ordenó  al  comandante  de  Famatina,  D.  Ni- 
colás Dávila,  tuviese  preparado  dos  escuadro- 
nes de  Milicias  para  el  15  de  enero  de  1817. 
En  dichos  escuadrones,  que  formaban  un  total 
de  120  hombres,  lo  más  selecto  y  escogido 
de  la  juventud  riojana  se  encontraba  el  capi- 
tán D.  Miguel  Dávila,  hermano  del  comandan- 
te; el  capitán  (después  general)  D.  José  Beni- 
to Villafañe;  el  capitán  Manuel  Gordillo;  los 
oficiales  Mateo  Larrahopa,  Noroña  y  muchos 
otros.  Con  esta  fuerza,  200  hombres  de  los 


MAR 


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MAR 


llanos  y  12  soldados  de  línea,  que  a  las  órde- 
nes del  comandante  D.  Francisco  Zelada  ha- 
bla mandado  San  Martín  para  encabezar  la  es- 
pedición,  y  hecho  reconocer  por  el  gobernador 
Martínez  el  comandante  Dávila  como  segundo 
jefe,  marchó  desde  Guandacol  (22  de  enero  de 
1817),  e  inició  el  primer  triunfo  de  las  armas 
de  la  patria  il2  de  febrero)  en  Copiapó.  Este 
hecho  coincidió  con  el  memorable  de  Chacabu- 
co,  todo  hábilmente  preparado  por  San  Mar- 
tín. La  Rioja,  pues,  tuvo  su  parte  gloriosa  en 
la  restauración  del  Estado  de  Chile,  merced  a 
su  comandante  Dávila,  que  obtuvo  la  medalla 
de  plata  por  sus  servicios  a  la  nación  argenti- 
na, y  a  su  gobernador  Martínez,  que  secunda- 
ron los  deseos  del  general  San  Martín.  El  go- 
bernador Martínez  fué  electo  representante  a 
la  legislatura  de  Buenos  Aires  en  el  año  de 
1821,  y  el  II  de  marzo  de  1826  fué  promovido 
al  rango  de  coronel  mayor  y  nombrado  jefe  de 
Estado  Mayor  durante  la  guerra  contra  el  Im- 
perio del  Bra'il;  cuatro  años  después  fué  as- 
cendido a  general,  confiriéndosele  el  cargo  de 
jefe  de  Estado  Mayor  del  ejército  de  la  capi- 
tal, el  7  de  junio  de  1829. 

Martínez  (Carlos).  Natural  de  Buenos  Aires. 
Soldado  que,  en  el  asalto  llevado  por  el  almi- 
rante D.  Guillermo  Brown  al  fuerte  de  Punta 
de  Piedras,  a  cinco  leguas  de  Guayaquil,  en 
febrero  8  de  1816,  se  apoderó  en  medio  del 
fuego  de  la  bandera  que  flameaba  en  sus  ba- 
luartes, aclamado  por  sus  compañeros,  que  lo 
saludaron  con  potentes  vivas  a  la  patria.  Per- 
tenecía este  valiente  soldado  al  batallón  pri- 
mer tercio  de  cívicos  de  Buenos  Aires.  Esta 
bandera  puede  verse  en  el  Museo  Histórico 
Nacional. 

Martínez  (Enrique).  Nació  en  Montevideo,  el 
15  de  julio  de  PSS,  empezando  su  carrera  en 
1801,  combatiendo  contra  los  ingleses.  Fué  de 
los  conjurados  que  asistieron  a  la  casa  de  Ro- 
dríguez Peña;  dos  años  después  formó  en  la 
expedición  a  la  Banda  Oriental,  asistiendo  al 
sitio  y  readición  de  Montevideo  en  1814;  al  año 
siguiente  se  alistó  con  el  grado  de  teniente  co- 
ronel en  el  ejército  de  los  Andes,  comandando 
el  regimiento  8  de  infantería  de  línea,  ha- 
ciendo la  campaña  de  Chile  y  asistiendo  a  los 
siguientes  hechos  de  armas:  Potrerilíos,  Guar- 
dia Vieja,  Chacabuco,  Curapallgüé,  Gaoitán, 
sitio  y  asalto  de  Talcahuano,  Cancha  Rayada^ 
Maipú.  Al  frente  del  mismo  cuerpo  marchó  al 
Perú,  en  cuya  expedición  se  halló  en  el  asalto 


D.  Miguel  Mrtinez  de  Hoz. 


del  Callao,  defensa  de  Lima  y  acciones  de  7"o- 
rata  y  Moquegua.  En  1821,  nombrado  general 
de  brigada,  desempeñó  el  cargo  de  jefe  de  Es- 
tado Mayor.  Actuó  en  el  partido  unitario  du- 
rante la  tiranía.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
30  de  noviembre  de  1870. 

Martínez  de  Hoz  (Miguel).  Nació  en  Buem-^ 
Aires,  el  14  de  marzo  de  1832.  Hizo  sus  prime- 
ras armas  en   la 
batalla  de  San 
Gregorio,    en 
1852,  y  luego  en 
el    sitio  de  esta 
ciudad,  en  el  mis- 
mo año,  sirviendo 
en  un  escuadrón 
de  caballería  de 
guardias  naciona- 
les, y  poco  des- 
pués pasó  al  1." 
de  infantería  de 
línea,   en  clase 
de  subteniente,   distinguiéndose   durante  ese 
sitio  en  varias  salidas,  en  una  de  las  cuales  fué 
herido,  mereciendo  bien  pronto  ser  ascendido 
a  capitán.  En  1859  era  comandante  militar  de 
Lobería,  y  la  fuerza  de  ese  partido  se  sublevó 
al  tener  conocimiento  de  la  derrota  de  Cepe- 
da. Un  gaucho  intentó  asesinarlo,  hiriéndolo; 
pero  él,  con  gran  coraje,  a  pesar  de  su  herida, 
reunió  algunos  milicianos  y  persiguió  a  los  su- 
blevados, castigándolos.  Más  tarde,  como  jefe 
de  fronteras,  sostuvo  varios  combates  con  1. 
indios.  En  1865  ascendió  a  coronel  de  Milici 
al  iniciarse  la  guerra  del  Paraguay,  asistiem 
a  casi  todas  las  acciones  de  guerra  de  e- 
campaña  como  jefe  de  cuerpo  de  brigada  y  ú 
Estado  Mayor.  Hizo  también  la  campaña  de 
Mendoza  contra  los  Montoneros,  y  vuelto  al 
Paraguay,  en  1868,  sucumbió  en  el  combate  de 
Acaguazú,  el  18  de  lulio  de  1868. 

Martínez  (Juan  Apóstol).  Hermano  de  D.  P.e- 
nito  Martínez.  Militar.  Natural  de  Santa  F.'. 
Tomó  parte  en  la  primera  invasión  inglesa.  1 
1816,  con  el  grado  de  capitán  de  artillería, 
alistó  en  el  ejército  de  los  Andes  y  peleó  en 
Chacabuco,  Gavilán,  Maipú  y  en  la  expedición 
libertadora  del  Perú.  En  la  guerra  del  Brasil, 
en  Itudaingó,  etc.  Tomó  parte  en  la  guerra  ci- 
vil actuando  en  el  partido  unitario.  Emigrado 
en  Montevideo,  se  incorporó  a  Lavalle  y  des- 
pués al  ejército  del  general  Paz,  y  tomado  pri- 
sionero por  fuerzas  de  Oribe,  fué  degollado 


MAR 


263  - 


MAT 


en  Colastiné,  el  17  de  abril  de  1842,  y  su  cabe- 
za estuvo  clavada  en  una  pica  por  muchos 
días.  El  general  Martínez  fué  un  militar  va- 
liente y  de  un  carácter  originalísimo. 
Martínez  (Regisl.  Nació  en  Córdoba,  el  16  de 
junio  de  1S09.  Durante  la  tiranía  fué  persegui- 
do y  emigró  al  Brasil,  donde  permaneció  hasta 
1852.  A  su   regreso  fué  electo  represent-inte 
por  La  Rioja  al  Congreso  general  constitu- 
yente que,  reunido  en  Santa  Fe  el  1    de  mayo 
de  1853,  sancionó  la  Constitución  nacional.  En 
los  debates  de  esa  memorable  asamblea  tuvo 
una  actuación  muy  importante.  Al  aflo  siguien- 
te fué  electo  senador,  y  dos  aflos  después 
nombrado  administrador  e  inspector  generaj 
de  Correos,  hasta  1861,  en  que  se  retiró  de  la 
vida  pública,  estableciéndose  en  Entre  Ríos, 
donde  falleció  en  Gualeguaychii,  el  22  de  agos- 
to de  1862. 
Martínez  de  Rosas  (Juan).  Natural  de  Men- 
doza.  Estudió  en   Córdoba  y  se  recibió  en 
Chile.  Asesor  del  intendente  de  Concepción; 
en  1796,  asesor  del  virrey  Aviles,  y  en  1808, 
secretario  del  virrey  Carrasco.   Desde  1310 
trabajó  en  Chile  por  la  causa  de  la  emancipa- 
ción, sosteniendo  activa  correspondencia  con 
Belgrano  y  otros  patriotas  de  Buenos  Aires. 
Fué  desterrado  a  Mendoza  en  1812,  donde  se 
le  nombró  presidente  de  la  Sociedad  patriótica 
y  literaria.  Murió,  el  3  de  marzo  de  1873. 
Martínez  (Rufino).  Hermano  de  Juan  Apóstol  y 
Benito  Martínez.  Nació  en  Buenos  Aires,  el  9 
de  julio  de  1788.  Comenzó  su  carrera  militar 
como  alférez  en  el  regimiento  de  Granaderos 
a  caballo.  Se  batió  en  Chacabuco,   Cancha 
Rayada  y  Maipú.  En  el  ejército  libertador  del 
Perú,  en  el  asalto  del  Callao,  entrada  a  Lima, 
Torata  y  Moquegua,  Junin  y  Ayacucho.  Coro- 
nel de  caballería,  falleció  en  Guayaquil,  el 
año  1839. 
Martínez  (Víctor).  Magistrado.  Nacido  eu  Bue- 
nos Aires,  el  29  de  diciembre  de  1833.  Se  gra- 
duó de  doctor  en  Leyes  en  1844.  Fué  asesor 
del  Tribunal  de  Comercio,  en  1852;  diputado  á 
la  legislatura  de  Buenos  Aires,  en  1852,  1855 
y  1863.  En  1868,  senador,  y  ocupó  la  presiden- 
cia de  la  Cámara  en  los  aflos  1871  y  72.  Al  año 
siguiente  fué  convencional  y  ocupó  la  vice- 
presidencia  primera  de  la  Asamblea  de  la  Co- 
misión Reformadora  de  laConstitución  de  Bue- 
nos Aires.  Presidente  de  la  Caja  de  Conver- 
sión; miembro  de  la  Comisión  de  Obras  de  sa- 
lubridad; ministro  de  la  Suprema  corte  de  jus- 


ticia de  la  provincia  y  director  del  Banco  de  la 

provincia.  Murió  el  16  de  noviembre  de  1901. 
Martinto  (Domingo  D.).  Poeta  y  periodista  ar- 
gentino. Nació  en  Buenos  Aires,  en  1860.  Se 
educó  en  el  colegio  «Helper»  y  completó  sus 
estudios  en  el  Instituto  "Mercier),  en  Francia. 
Fué  uno  de  los  fundadores  del  Ateneo  de  Bue- 
nos Aires.  Secretario  de  la  Convención  Nacio- 
nal. Sus  obras:  Poesías  líricas,  A»es  de  paso, 
Páginas  sueltas  y  gran  número  de  artículos  en 
diarios  y  revistas.  Falleció  en  Suiza,  en  1899. 

Masón  (Guillemo  Roberto).  Marino.  Natural  de 
Inglaterra.  Ofreció  sus  servicios  a  la  causa  de 
la  independencia,  y  en  julio  de  1821,  al  mando 
de  la  fragata  Heroína,  apresó  en  las  aguas 
del  Pacífico  al  bergantín  de  guerra  español 
Maipú,  de  18  cañones  y  tripulado  por  103  hom- 
bres, que  iba  en  viaje  del  Callao  a  Cádiz.  To- 
mado más  tarde  prisionero,  fué  conducido  a 
las  casasmatas  del  Callao,  donde  padeció 
grandes  penurias.  Recobrada  su  libertad  en 
1825,  regresó  a  Buenos  Aires,  y  a  las  órdenes 
de  Brown  se  halló  en  la  acción  naval  de  Los 
Pozos,  y  en  los  combates  del  7  y  8  de  abril  de 
1827,  frente  a  la  Ensenada.  Se  batió  en  Monte 
Santiago,  Quilmas,  Patagones,  etc.  Murió  en 
Buenos  Aires  durante  la  tiranía. 

Mathea  (Domingo).  Comerciante.  Nació  el  4  de 
agosto  de  1766,  en 
España.  Cursó  Ma- 
temáticas,  hasta 
obtener  el  título 
de  piloto;  pero  des- 
pués se  dedicó  al 
comercio.  En  1793 
se  trasladó  a  Bue- 
nos Aires,  estable- 
ciéndose como  co- 
merciante, logran- 
do formar  una  re- 
gular fortuna.  Co- 
mo oficial  de  la 
Compañía  de  'mi- 
ñones» se  halló  en 
los  combates  de  las  invasiones  inglesas.  Asis- 
tió al  Cabildo  abierto  del  22  de  mayo,  y  con- 
tribuyendo pecuniariamente  al  éxito  del  movi- 
miento, mereció  ser  nombrado  miembro  de  la 
primera  Junta  gubernativa,  y  presidente  de  la 
misma  al  aflo  siguiente.  Donó  también  ingentes 
sumas  para  la  formación  y  sostenimiento  de  los 
primeros  ejércitos  de  mar  y  tierra.  En  septiem- 
bre de  181 1  fué  nombrado  director  de  la  fábri- 


D.  Domingo  Matheu. 


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264 


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ca  de  fusiles  y  vestuarios,  y  prestó  grandes 
servicios  hasta  1817.  Año  en  que  se  retiró  a  la 
vida  privada  por  razones  de  salud,  poniendo 
siempre  su  fortuna  a  disp  isición  de  la  gran 
causa.  Falleció  el  28  de  marzo  de  1831. 
Matorraa  (Jerónimo)  Funcionwrio  público. 
Conquistador  del  Chaco.  Nació  en  1720,  en 
Santander,  en  el  seno  de  una  familia  rica  de 
aquella  ciudad.  A  los  treinta  años  de  edad 
vino  a  Buenos  Aires,  comprometido  en  empre- 
sas comerciales  de  mucho  valor.  Se  radicó  en 
el  país,  al  que  prestó  servicios  importantes, 
porque  era  una  persona  di.'-tinguida,  de  senti- 
mientos generosos  y  patrióticos,  que  patentizó 
en  numerosos  actos.  Ejenió  en  esta  ciudad  los 
cargos  de  regidor,  alférez  real  y  defensor  de 
menores.  El  segundo  lo  adquirió  en  remate  en 
1766,  y  renunció  su  propiedad  a  favor  del  Rey. 
Obtuvo  el  gobierno  del  Tucumán  y  se  engolfó 
en  la  dificilísima  empresa  de  conquistar  y  paci- 
ficar el  Chaco,  que  acometió  en  1774  con  la 
actividad  y  valentía  que  le  eran  característi- 
cas, y  que  coronó  con  la  paz  celebrada  con  el 
famoso  cacique  Paykín  y  otros  señores  de 
aquellas  regiones,  cuyo  dominio  completo  es- 
capa aún  a  la  civilización.  Conmemorativo  de 
este  episodio  se  conserva  en  nuestro  «Museo 
histórico  nacional»  un  cuadro  al  óleo  que  per- 
teneció a  D.  Pedro  de  Angelis,  y  pasó  después 
a  la  colección  del  distinguido  historiógrafo  don 
Manuel  Ricardo  Trelles,  en  cuya  tela  se  repro- 
duce el  campamento  de  la  expedición,  en  mo- 
mentos de  celebrarse  la  entrevista  entre  Mato- 
rras  y  el  cacique  Paykín,  obra  que  Angelis 
atribuye  a  Tomás  Cabrera;  pero  en  que  tuvo 
parte  principal  el  capitán  Jerónimo  Matorras, 
sobrino  del  gobernador  que  le  acompañó  en 
aquella  campaña.  De  este  cuadro— lo  haremos 
constar  de  paso— ha  sido  tomada  la  imagen 
del  gobernador  iMatorras  para  popularizarla 
en  libros  corrientes  en  nuestros  mercados  lite- 
rarios, y  muy  especialmente  en  textos  destina- 
dos a  los  colegios,  pero  bautizándola  con  el 
nombre  del  glorioso  fundador  de  Buenos  Ai- 
res, D.  Juan  de  Garay,  de  quien  desgraciada- 
mente no  existe  retrato.  El  benemérito  Mato- 
rras falleció  en  1775,  a  inmediaciones  de  la  re- 
ducción de  San  Joaquín  de  Ortega,  donde  se 
ocupaba  de  activar  los  preparativos  para  una 
nueva  expedición  a  aquella  interesante  región 
que  tan  desvelado  lo  trajo  en  la  vida;  «locuras, 
— dice  López  — en  que  malgastó  la  fortuna  que 
tenía,  quedando  solamente  algunos  eriales  en 


las  orillas  de  la  capital,  conocidos  hasta  hace 
poco  tiempo,  con  el  nombre  de  Zanjas  de  Ma- 
torros, que  se  corrían  desde  el  rio  por  la  callt 
de  Córdoba  y  Paraguay,  hasta  los  extremo- 
del  Oeste;  de  ning  in  valor  entonces  y  con  un 
valor  de  millones  al  presente. 
Hatucana  (sorteo  de).  Canterac,  general  espa- 
ñol, inmediatamente  de  recibir  la  noticia  de  la 
sublevación  del  Callao  (v.),  desprendió  de  la 
sierra  una  fuerte  división  de  las  tres  armas,  al 
mando  de  Monet,  la  que,  unida  a  la  división  d' 
Rodil,  que  ocupaba  el  valle  de  lea  sobre  1 
costa,  debía  apoyarla  y  ocupar  a  Lima.  La  ca- 
pital fwé  evacuada  por  los  independiente! .  El 
presidente  del  Perú,  Torre-Tagle,  que  con  plo- 
taba  con  su  ministro  de  Guerra,  habia  entabla- 
do correspondencia  secreta  con  los  españoles 
para  reaccionar  contra  la  intervención  colom- 
biana, sirviéndole  de  pretexto  la  negociación 
del  armisticio  proyectado  en  Buenos  Aires,  se 
pasó  a  los  realistas  con  algunas  fuerzas  perua- 
nas que  le  obedecían,  y  dio  un  manifiesto  con- 
tra Bolívar.  Los  españoles  eran  dueños  de  to- 
da la  sierra  y  de  todo  el  centro  y  sur  del  Pe- 
rú, e  iban  a  tener  el  dominio  del  mar.  Una 
parte  de  la  escuadra  independiente  se  ha- 
llaba surta  en  el  Callao.  Guisse  recibió  orden 
de  recuperarla  a  todo  trance.  El  almirante  pe- 
ruano, con  la  fragata  Protector  y  cuatro  botes 
armados  en  guerra,  penetró  al  puerto  b;  ¡o  los 
fuegos  de  los  castillos  y  fuerzas  ostile:  de  la 
bahía.  Abordó  la  fragata  Guayas  (antes  Ven- 
gama),  y  no  pudiendo  sacarla,  la  incendió.  Lo 
mismo  hizo  con  la  Santa  Rosa  y  con  los  demás 
buques  mercantes.  Salvóse  tan  sólo  el  bergan- 
tín de  guerra  Balcarce.  Lt-S  españoles  espera- 
ban dos  fragatas  de  guerra,  que  encontrarían 
un  puerto  de  refugio  bajo  el  amparo  de  fortifi- 
caciones inexpugnables  para  los  independientes. 
Bolívar  ordenó  la  evacuación  de  Lima,  dictan- 
do órdenes  terribles,  que  encontraron  resisten- 
cias pasivas  en  los  peruanos...  «Abandonada 
la  capital,  Monet  la  ocupó  sin  resistencia,  y  se 
hizo  cargo  de  los  prisioneros  del  Callao.  No 
entraba  en  el  plan  de  los  españoles  ocupar 
permanentemente  la  ciudad.  Rodil  tomó  el 
mando  del  Callao,  y  Monet  se  replegó  a  la 
sierra.  Los  oficiales  patriotas  prisioneros,  en 
número  de  160,  fueron  dirigidos  a  pie  al  valle 
de  Jauja,  custodiados  en  dos  partidas  por  la 
división  de  Monet,  de  regreso  a  Jauja,  por  el 
camino  de  San  Mateo  (8  de  marzo  de  1824). 
En  la  primera  jornada  pernoctaron  a  36  kilo- 


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MAT 


metros  de  Lima.  Dos  de  ellos,  el  mayor  Juan 
Ramón  Estomba  y  el  capitán  Pedro  José  Luna, 
se  tendieron  fatigados  en  el  suelo,  uno  al 
lado  del  otro,  y  antes  de  entregarse  al  sueño 
se  concertaron  para  fugar  en  la  primera  oca- 
sión propicia,  y  comunicaron  su  proyecto  al 
mayor  Pedro  José  Díaz,  y  a  los  oficiales  Juan 
Antonio  Prudán  y  Domingo  Millán.  Al  tercer 
día,  de  noche  (11  de  marzo),  llegaron  auna 
estrecha  ladera.  Marchaban  lo  presos  en  des- 
filada. Estomba  y  Luna  iban  entre  Millán  y 
Prudán.  Al  descender  al  fondo  de  la  quebrada 
y  pasar  uno  de  sus  puentecillos,  Estomba  y 
Luna  se  deslizaron  a  lo  largo  de  una  acequia, 
como  por  un  camino  cubierto.  Millán  y  Prudán 
cerraron  el  claro,  renunciando  a  la  salvación 
para  burlar  la  vigilancia  de  la  custodia.  Esta 
abnegación  debia  costarles  la  vida.  Informado 
Monet  de  la  evasión,  así  que  llegó  al  pueblo 
de  San  Juan  de  Matucana  (19  de  marzo),  a 
47  kilómetros  de  Lima,  ordenó  que  dos  de  los 
prisioneros  fuesen  ejecutados  a  la  suerte,  en 
reemplazo  de  los  dos  fugados.  Presentóse  al 
grupo  el  general  García  Camba,  jefe  de  Esta- 
do Mayor  de  la  división,  y  haciéndolos  formar 
en  ali,  les  intimó  la  sentencia.  El  Dr.  José  Ló- 
pez Aldama,  auditor  del  ejército  independien- 
te, protestó  contra  la  bárbara  ley,  violatoria 
del  derecho  de  gentes,  que  constituía  a  la  víc- 
tima en  guardián  de  la  víctima,  bajo  pena  de  la 
vida.  «Bastante  se  ha  observado  el  derecho  de 
gentes  con  ustedes,  pues  tienen  aún  la  cabeza 
sobre  los  hombros»,  fué  la  contestación  del 
jefe  español.  El  coronel  José  Videla  Castillo 
(argentino),  que  por  su  elevada  graduación 
formaba  a  la  cabeza,  dijo  con  tranquila  ente- 
reza: «Es  inútil  la  suerte.  Aquí  estamos  dos  co- 
roneles: elíjase  cuál  de  los  dos  ha  de  ser  fusi- 
lado, o  los  dos  juntos,  si  se  quiere,  y  hemos 
concluido».  «¡No,  ¡no,  la  suerte!»,  gritaron  los 
prisioneros  a  una  voz.  El  general  Pascual  Vi- 
vero, anciano  de  setenta  años,  el  mismo  que 
había  perdido  la  plaza  de  Guayaquil,  y  simpa- 
tizado después  con  la  causa  sudamericana,  por 
tener  dos  hijos  sirviendo  en  las  filas  de  los  in- 
dependientes, estaba  esceptuado  del  sorteo. 
Espontáneamente  se  puso  a  la  cabeza  de  la 
fila.  «Señor  D.  Pascual,  con  usted  no  reza  la 
orden»,  le  dijo  García  Camba.  «¡Sí  reza!»,  le 
replicó  el  anciano,  con  noble  laconismo.  En  se- 
guida, se  procedió  al  sorteo  a  muerte.  Las  cé- 
dulas escritas  por  García  Camba,  sobre  una 
caja  de  guerra  que  le  tenía  un  tambor  de  órde- 


nes, fueron  dobladas  por  su  mano  y  arrojadas 
en  el  morrión  cónico  de  un  soldado  del  regí, 
miento  de  Cantabria,  que  daba  la  escolta  del 
•uplicio,  y  acto  cont'nuo  se  pasó  nominalmen- 
te  la  lista  fúnebre.  La  primera  cédula  que 
tomó  Videla  Castillo,  era  blanca.  Las  cuatro 
que  siguieron,  fueron  blancas  también.  Al  lle- 
gar su  turno  al  sexto,  en  el  orden  de  la  fila, 
que  lo  era  un  mayor  Tenorio,  exclamó:  «Yo  no 
tomo  cédula.  El  señor  (agregó  señalando  al 
capitán  Ramón  Lista),  sabe  quiénes  protegie- 
ron la  fuga».  oVo  no  sé  nada,  interrumpió  Lis- 
ta. ¡Venga  la  suerte!»  «¡Usted  me  lo  ha  dicho!* 
«¡Es  usted  un  infame!»  En  aquel  momento  sa- 
lió un  joven  de  entre  las  filas,  y  adelantándo- 
se cuatro  pasos,  prorrumpió  con  voz  vibrante: 
«¡Yo  soy  uno!»  «¡Yo  soy  el  otro!»,  exclamó  in- 
mediatamente un  oficial,  que  imitó  la  acción 
de  su  compañero.  «¡Venga  la  suerte!»,  grita- 
ron todos,  con  excepción  de  Tenorio.  «¡Es 
inútil!»,  contestaron  los  dos  oficiales  que  se 
ofrecían  como  víctimas  propiciatorias  de  sus 
compañeros  de  armas.  Uno  de  ellos  llamába- 
se Manuel  Prudán  (v.);  el  otro,  Domingo  Mi- 
llán. Los  prisioneros  pidieron  que  continuase 
el  sorteo.  «¡Es  inútil!— interrumpió  Millán—; 
en  prueba  de  que  soy  yo  quien  debe  morir, 
aquí  está  una  carta  de  Estomba.  En  mi  maleta 
86  encontrará  la  casaca  de  Luna,  agregó  Pru- 
dán». «No  hay  que  afligirse,  dijeron  a  sus  com- 
pañeros; verán  morir  a  desvalientes».  «No  hay 
para  qué  seguir  la  suerte,  dijo  entonces  con 
frialdad  García  Camba;  habiéndose  presenta- 
do los  dos  culpables,  serán  fusilados».  «Pre- 
fiero la  muerte,  prorrumpió  Millán,  a  ser  pre- 
sidiario de  los  españoles».  Puestos  en  capilla 
las  dos  víctimas  inmolatorias,  los  confesó  el 
cura  de  Matucana.  Millán  pidió  como  una  últi- 
ma gracia  que  le  dejaran  vestir  su  uniforme. 
Se  lo  puso,  sacó  del  forro  de  la  casaca  las 
medallas  de  Tucumán  y  de  Salía,  que  colgó 
del  pecho,  y  dijo:  «He  combatido  por  la  inde- 
pendencia desde  joven;  me  he  hallado  en  ocho 
batallas,  he  estado  prisionero  siete  años,  y 
hubiera  estado  setenta,  antes  que  transigir  con 
la  tiranía  española.  Mis  compañeros  de  armas 
vengarán  este  asesinato»  Los  ejecutores  qui- 
sieron vendarles  los  ojos,  pero  ambos  se  re- 
sistieron. Millán,  que  era  calvo,  con  una  orla 
de  cabellos  negros  que  le  circundaba  el  cráneo, 
lo  que  le  daba  un  aspecto  imponente,  al  tiem- 
po de  apuntarle,  dijo:  «¡Compañeros,  la  ven- 
ganza les  encargo!»  Y  desabrochándose    la 


MAU 


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MAZ 


casaca,  gritó  con  voz  firme.  «¡Al  pecho,  al 
pecho!  ¡Viva  la  patria!^>  Pruddn  murió  con  la 
resignación  de  un  nuírtir,  gritando  también: 
«¡Viva  Buenos  Aires!»  Los  verdugos  hicieron 
en  seguida  desfilar  a  los  prisioneros  por  de- 
lante de  los  dos  cadáveres».  (Bartolomé 
Mitre.) 

Maure  (José  Antonio).  Militar.  Nació  en  Men- 
doza, en  1796.  Empezó  su  carrera  como  solda- 
do en  el  regimiento  de  «Auxiliares  argentinos», 
que  al  mando  del  coronel  de  La  Carrera  pasa- 
ron a  Chile  en  1811,  y  se  batieron  en  Cucha- 
Cucha  y  Membrillar,  Tres  Montes,  Rio  Cla- 
ros, Quechereguas  y  derrota  de  Rancagna. 
En  octubre,  2  del  mismo  año,  pasó  los  Andes, 
y  al  año  siguiente  formó  en  el  ejército  que 
organizaba  San  Martín,  hallándose  en  Chaca- 
buco.  Cancha  Rayada,  Maipá  y  Bio-Bio.  Asis- 
tió también  con  su  regimiento  a  la  expedición 
al  Perú,  peleando  en  Zepita,  Legua,  Mirabe  y 
en  el  sitio  y  rendición  del  Callao,  en  1825- 
Vuelto  a  Chile,  desempeñó  diversos  cargos 
civiles  y  militares.  Con  la  graduación  de  coro- 
nel falleció  en  Santa  Rosa  de  los  Andes,  el  9 
de  febrero  de  1872. 

Haza  (Juan  Agustín  de  la).  Político.  Nació  en 
Mendoza,  el  4  de  mayo  de  1784.  Estudió  Dere- 
cho y  graduóse  de  bachiller  en  Chile,  en  1807, 
llegando  a  ser  un  jurisconsulto  y  orador  distin- 
guido. En  1815  fué  electo  miembro  del  Con- 
greso que  proclamó  la  independencia  nacional, 
representando  a  su  provincia,  y  como  tal  signa- 
tario del  acta.  En  1820  fué  director  del  Cole- 
gio nacional  de  Mendoza.  En  1824  fué  elegido 
gobernador  de  la  provincia  por  un  Cabildo 
abierto.  El  Dr.  Maza,  al  agradecer  al  pueblo 
su  designación  desde  los  balcones  del  Cabildo, 
pronunció  una  brillante  proclama  que  conmo- 
vió a  todos  los  ciudadanos,  los  que,  arrebata- 
dos de  entusiasmo,  bajáronlo  en  hombros,  y 
así  lo  condujeron  hasta  su  casa.  Murió  en 
Chancay,  el  18  de  julio  de  1830,  asesinado  por 
unos  indios. 

Mazorca.  En  Buenos  Aires.  Desde  los  prime- 
ros días  del  Gobierno  patrio  empezaron  a  di- 
señarse dos  partidos  políticos:  el  unitario  y  el 
federal.  Por  muchos  años  dominó  el  primero 
contra  la  voluntad  nacional.  Los  unitarios  ha- 
bían implantado  el  terror,  habían  derramado  la 
sangre  a  torrentes,  habían  intentado  en  tres 
ocasiones  entregar  la  nación  a  príncipes  ex- 
tranjeros antes  que  ceder  al  espíritu  del  pue- 
blo. Llegaron  más  tarde  hasta  el  extremo  de 


aliarse  a  naciones  extranjeras  en  guerra  con 
la  República  y  armar  legiones  de  advenedizos 
para  aumentar  sus  filas.  Pero  fueron  impoten- 
tes en  la  lucha  con  el  Destino;  derrotados  en 
los  campos  de  batalla,  tuvieron  que  ceder  la 
preponderancia  al  federalismo,  que  a  su  vez  se 
alzó  sañudo  y  sangriento  desde  que  el  general 
Rosas,  elevado  al  Poder,  concentró  en  sí  el 
absolutismo  de  las  facultades  extraordinarias 
y  la  dirección  de  los  negocios  de  paz  y  guerra» 
con  la  representación  exterior  de  las  14  pro- 
vincias confederadas.  Llegó  un  momento  en 
que  bíindas  de  facinerosos  recorrían  las  calles 
de  Buenos  Aires;  el  robo  y  el  asesinato  tenían 
carta  blanca  para  abrirse  paso  hasta  los  hoga- 
res que  eran  clasificados  de  salvajes  unitarios, 
y  entre  algunos  crímenes  autorizados  contra 
los  enemigos  políticos,  se  cometían  también 
muchísimas  venganzas  personales  o  para  llevar 
a  cabo  robos  de  consideración.  El  pánico  había 
invadido  todas  las  clases  de  la  sociedad,  no  en- 
contrándose seguros  ni  los  mismos  afectos  a  la 
causa  del  Gobierno,  que  temblaban  ante  la  So- 
ciedad popular,  o  sea  La  Mazorca,  como  la  ti- 
tulaban sus  miembros.  La  voluntad  del  gober- 
nador Rosas  era  el  motor  de  estas  máquinas, 
destinadas  a  afianzar  su  poder  por  medio  del 
terror  en  una  época  especial  en  que  todo  se 
había  subvertido  y  sólo  se  veía  descollar  so- 
bre las  cabezas  la  bandera  a  muerte  que  habían 
enarbolado  los  partidos  irreconciliables.  Rosas 
consiguió  su  obieto,  dominando  en  absoluto  la 
situación  del  país.  Se  acababa  de  salvar  de  los 
sacudimientos  revolucionarios  que  habían  con- 
movido a  toda  la  República.  La  guerra  con 
Francia,  con  el  Estado  Oriental,  con  las  pro- 
vincias de  Corrientes,  Tucumán,  Salta,  Jujuy, 
Catamarca  y  la  Rioja,  que  habían  formado 
ejércitos  mandados  por  Paz,  por  Lavalle,  por 
Lamadrid,  por  Alvarado  y  por  Acha,  no  alcan- 
zó a  abatir  su  ánimo,  a  pesar  de  que  en  la  mis- 
ma provincia  de  Buenos  Aires  hubo  momentos 
de  peligro  para  él.  Habiendo  concluido  por 
postrar  a  sus  enemigos,  dejándolos  imposibili- 
tados para  hacer  frente  a  sus  ejércitos,  creyó 
llegado  el  momento  de  hacer  cesar  la  momen- 
tánea postración  del  pueblo;  y  tal  era  la  fuer- 
za de  su  poder  omnímodo,  que  le  bastó  una 
sola  palabra  para  hacer  que  todo  volviera  a  su 
quicio.  El  31  de  octubre  de  1840,  desde  el  par- 
tido de  Morón,  dicta  un  decreto  firmado  por 
él  únicamente,  haciendo  cesar,  según  sus  pala* 
bras  textuales,  «la  exaltación  del  sentimiento 


MBO 


-  267  - 


MED 


popular  que  no  podía  dejar  de  sentirse  bajo  los 
terribles  aspectos  de  una  venganza  natural»,  y 
para  que  concluyese  «el  ardor  santo  con  que 
los  federales  se  habían  lanzado  contra  sus 
enemigos,  los  salvajes  unitarios»,  ordenaba 
«que  ni  individuos  ni  propiedades  fueran  ataca- 
das en  adelante  sin  expresa  orden  de  autori- 
dad competente,  y  que  el  robo  y  las  heridas, 
aunque  fueran  leves,  serían  castigadas  con  la 
pena  de  muerte».  Desde  ese  momento,  por  en- 
tonces al  menos.  La  Mazorca  deja  de  aparecer 
por  las  calles,  cesando  todos  los  tumultos,  ro- 
bos y  asesinatos.  A  estos  negros  acontecimien- 
tos, a  la  obra  de  sangre  de  los  dos  partidos,  si 
se  les  quiere  examinar  con  imparcialidad,  pue- 
de servirle  de  corolario  xm-i  definición  del  doc- 
tor Bilbao:  «Las  épocas  deben  considerarse 
como  fueron,  no  como  son  o  debieron  ser.  Hay 
que  juzgar  a  los  hombres  con  arreglo  a  los 
tiempos  en  que  vivieron.  Lo  mismo  las  causas 
que  se  ventilaron.»  La  Mazorca  no  desapare- 
ció para  siempre  el  año  1840;  volvió  a  reapa- 
recer en  1842,  aunque  cometiendo  menos  es- 
cándalos. Después  de  Rosas  desapareció  com- 
pletamente la  Mazorca  colorada,  y  apareció 
la  Mazorca  celeste,  con  sus  embargos  y  per- 
secuciones, y  se  paseó  hasta  por  los  pueblos 
del  interior,  tratando  de  anonadar  a  su  vez  a 
los  federales. 
Mboré  (batalla).  En  1641  tuvieron  noticias  los 
padres  jesuítas,  que  de  la  provincia  brasileña 
de  San  Pablo  venía  sobre  las  Misiones  una 
formidable  expedición,  compuesta  de  más  de 
quinientos  mamelucos  (v),  gauchos  de  estirpe 
europea  y  bien  armados,  y  de  tres  a  cuatro 
mil  indios  tupies  de  raza  caríbica  como  los 
cherráas.  Los  padres  pusieron  en  campaña  sus 
milicianos  guaraníes,  y  salieron  al  encuentro 
de  los  enemigos,  haciendo  aparentemente  el 
papel  de  capellanes,  pero  desempeñando  en 
realidad  el  de  generales  y  divisionarios.  Los 
enemigos  bajaban  por  el  Uruguay  en  trescien- 
tas canoas  grandes,  y  los  misioneros  toma- 
ron buenas  posiciones  en  las  juntas  de  este 
rio  con  el  Mboré,  regularmente  armados  con 
fusiles  y  con  sus  famosos  pedreros  de  cañas 
tacuaras.  El  asalto  y  la  defensa  duró  dos  días, 
y  la  victoria  de  los  guaraníes  fué  espléndida; 
murieron  180  mamelucos,  1 .200  tupies;  el  bo- 
tín de  armas  y  despojos  fué  muy  grande;  las 
300  canoas  quedaron  en  poder  de  los  vence- 
dores, de  modo  que  el  escarmiento  fué  terri- 
ble. (López.) 


Hedeyroa  (Juan).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1794;  se  educó  en  esta  ciudad,  y  en 
1810  comenzó  su  carrera,  alistándose  como 
soldado,  bajo  las  banderas  de  la  revolución,  el 
9  de  julio,  partiendo  poco  después  con  el  ejér- 
cito expedicionario  a  la  Banda  Oriental,  asis- 
tiendo al  primer  sitio  de  Montevideo  y  a  la 
toma  de  esa  plaza  en  calidad  de  sargento  pri- 
mero, distinguiéndose  en  una  avanzada  por 
un  acto  de  heroísmo,  que  le  valió  las  felicita- 
cionfs  del  general  en  jefe,  y  en  el  mismo  año 
marchó  al  ejército  auxiliar  del  Alto  Perú,  don- 
de desempeñó  importantes  comisiones  en  fun- 
ciones de  guerra.  En  1826  tomó  parte  en  clase 
de  oficial  del  batallón  tercero  de  Cazadores, 
en  la  compañía  de  Carabineros,  en  la  guerra 
contra  el  Brasil,  batiéndose  valientemente  en 
Ituzaingó.  Actuó  después  en  las  guerras  civi- 
les, alcanzando  el  grado  de  coronel.  Murió 
en  esta  ciudad,  el  24  de  julio  de  1886. 

Medina  (Eustaquio).  Natural  de  Jujuy.  Militar. 
Durante  la  guerra  de  la  Independencia  sirvió 
como  guerrillero  a  las  órdenes  del  general 
Güemes,  en  cuyas  campañas  llegó  a  adquirir 
celebridad  por  su  bizarría  y  entusiasmo  por  la 
causa  que  defendía,  en  los  innumerables  com- 
bates que  libró  con  el  ejército  realista.  Pasa- 
do el  periodo  de  la  independencia,  tuvo  una 
activa  participación  en  las  luchas  políticas  de 
su  provincia.  Gobernador  de  Jujuy,  de  1835 
a  1838.  Depuesto  por  una  insurrección  militar, 
fué  restablecido  por  el  general  Alejandro  He- 
redia.  A  los  pocos  días  de  abandonar  el  go- 
bierno, falleció  repentinamente  en  la  provincia 
de  su  nacimiento,  en  marzo  de  1836. 

Medina  (Juan  Antonio).  Sacerdote.  Nació  en 
la  ciudad  de  San  Miguel  de  Tucumán,  en  1770. 
Estudió  en  la  Universidad  de  Charcas,  en  la 
que  fué  profesor  de  Monteagudo,  Moreno  y 
otros  patriotas.  En  1809  era  cura  del  pueblo 
de  La  Paz,  cuando  estalló  la  revolución  que 
inició  la  independencia  de  América,  de  la  cual 
fué  uno  de  los  más  activos  propagandistas. 
Por  su  prestigio  e  inteligencia  mereció  ser 
nombrado  miembro  de  la  «Junta  tuitiva».  To- 
mado prisionero  por  Goyeneche,  fué  condena- 
do a  muerte  en  1810,  juntamente  con  iV\urillo  y 
otros  patriotas;  mas,  su  carácter  sacerdotal 
impidió  su  ejecución  hasta  tanto  no  se  hiciese 
la  degradación  canónica,  y  como  ésta  demora- 
se, fué  enviado  engrillado  a  Trujillo  para  ser 
remitido  a  España;  pero,  aprovechando  una 
oportunidad,  fugóse  a  Chile,  donde  siguió  tra- 


MED 


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MEL 


bajando  por  la  independencia.  Radicado  en 
Tucumán,  fué  electo  constituyente  en  1826,  fa- 
lleciendo en  la  misma  ciudad,  cuatro  años  des- 
pués. 

Medina  (Manuel).  Militar.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  6  de  enero  de  1789  Principió  su  ca- 
rrera, durante  el  coloniaje,  en  un  regimiento 
de  infantería,  y  en  1810  asistió  al  Cabildo 
abierto  del  22  de  mayo.  Revistaba  en  ese  año 
como  teniente  del  regimiento  granaderos  de 
Fernando  Vil.  Sirvió  después  en  el  ejército 
que  expedicionó  a  la  Banda  Oriental,  obte- 
niendo el  grado  de  sargento  mayor  en  1814, 
con  motivo  de  la  toma  de  la  plaza  de  Montevi- 
deo; al  año  siguiente  pidió  pase  al  regimiento 
de  granaderos  a  caballo,  asistiendo  a  la  bata- 
lla de  Chacabuco,  donde  se  distinguió  mucho. 
Hizo  la  campaña  del  sud  de  Chile,  revistando 
de  teniente  coronel,  hallándose  en  diversos 
hechos  de  armas  y  en  la  batalla  de  Maipú. 
Cuando  se  disponía  a  tomar  parte  en  la  expe- 
dición al  Perú,  falleció  en  Santiago  de  Chile, 
el  27  de  enero  de  1820. 

Medina  (Nicolás).  Militar.  Como  ayudante  ma- 
yor se  alistó  en  el  ejército  de  los  Andes,  en  el 
regimiento  11  de  infantería  de  línea,  verifican- 
do el  año  siguiente  el  histórico  pasaje  y  asis- 
tiendo a  la  batalla  de  Chacabuco;  hizo  des- 
pués la  campaña  del  Sud  de  Chile,  sitio  de 
Talcahuano,  Cancha  Rayada,  Maipú,  en  cuya 
acción  fué  ascendido  a  capitán.  Se  halló  en  la 
expedición  libertadora  del  Perú,  en  sus  accio- 
nes de  guerra  y  en  la  de  Puertos  Interme- 
dios. Tomado  prisionero,  fué  uno  de  los  sor- 
teados en  Matucana.  Con  el  grado  de  teniente 
coronel  se  alistó  en  el  ejército  republicano 
contra  el  Brasil,  hallándose  en  Bacacay,  Itu- 
eaingó.  Padre  Filiberto  y  Camacuá,  fallecien- 
do en  su  ciudad 
natal,  en  1829. 

Medrano  (Pedro). 
Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  26  de  fe- 
brero de  1769.  Se 
graduó  de  doctor 
en  Leyes  en  Chu- 
quisaca.  De  re- 
greso a  Buenos 
Aires  ejerció  su 
profesión.  Actuó 
en  los  sucesos  de 
mayo  y  el  10  de 
junio    del    mismo  D.  PeUro  Medrano. 


año,  fué  nombrado  conjuez  de  la  Audiencia  de 
esta  ciudad,  en  consorcio  del  regente  Muñoz  y 
Cubero,  y  fiscal  de  la  de  Charcas.  Dos  años 
después  se  le  confió  la  auditoría  del  Consejo  de 
guerra,  en  la  causa  formada  a  los  reos  Sente- 
nach,  Esquiaga,  Alzaga  y  demás  cómplices.  En 
1815  fué  uno  de  los  redactores  del  Estatuto  o 
constitución  de  las  prouincias  unidas  del  Rio  d» 
la  Plata;  signatario  del  acta  de  la  independen- 
cia en  el  Congreso  de  Tucumán,  como  repre- 
sentante de  Buenos  Aires.  Descolló  en  esta 
Asamblea  como  orador.  Como  literato  ha  es- 
crito algunas  poesías,  y  se  atribuye  un  largo 
romance  titulado  Carta  de  Celio  a  Arnesto, 
contra  los  unitarios  y  los  hombres  de  la  Revo- 
lución del  1  de  diciembre  de  1828.  Murió  en 
Buenos  Aires,  el  3  de  noviembre  de  1840. 

Meliá  (José).  Militar.  Guerrero  de  la  indepen- 
dencia. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  19  de  mar- 
zo de  1784.  Empezó  su  carrera  desde  las  inva- 
siones ingleses.  Marchó  a  la  campaña  de  la 
Banda  Oriental,  a  las  órdenes  del  general  Ron- 
deau,  y  estuvo  en  el  primer  sitio  de  Montevi- 
deo, batiéndose  en  el  Cerrito  y  en  la  toma  y 
rendición  de  la  plaza.  Como  sergento  mayor 
se  incorporó  al  ejército  de  los  Andes,  hallán- 
dose en  Chacabuco,  Cancha  Rayada  y  Maipú, 
siendo  después  de  esta  batalla  ascendido  a  co- 
ronel, grado  en  que  obtuvo  su  retiro  del  ejér" 
cito.  Desempeñó  en  su  provincia  natal  algunos 
cargos  políticos  y  militares,  y  falleció  en  esta 
ciudad,  el  10  de  diciembre  de  1857. 

Meló  (José  Andrés  Pacheco  de).  Signatario  del 
acta  de  la  independencia.  Sacerdote.  Nacido 
en  Tapiza,  Chichas,  Bolivia,  el  27  de  julio  de 
1760.  Guiado  por  su  vocación  ingresó  al  Semi- 
nario Conciliar  de  Nuestra  Señora  de  Loreto, 
en  Córdoba,  para  seguir  la  carrera  de  la  Igle- 
sia, y  luego  pasó  a  la  de  Charcas,  en  cuya  Uni- 
versidad se  graduó  de  doctor  en  Cánones. Pasó 
a  Bolivia,  y  en  1816  fué  electo  representante 
por  la  provincia  de  Chichas,  ante  el  Congreso 
que  declaró  la  independencia  argentina.  Tras- 
ladado el  Congreso  a  Buenos  Aires,  permane- 
ció en  esta  ciudad  hasta  1820,  en  cuyo  año 
pasó  a  Córdoba.  En  1822  ministro  de  gobierno 
del  coronel  Molina,  gobernador  de  Córdoba,  y 
desempeñó  la  misma  cartera  durante  el  Gobier- 
no del  general  Gutiérrez. 

Meto  (Pedro  de>.  Quinto  virrey,  17  de  marzo 
de  1795.  «Hombre  era  éste  gastado  por  los  vi- 
cios y  por  los  años;  gran  devoto,  pero  sin  un- 
ción ni  sentimiento  religioso;  tan  negligente 


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MEN 


como  inepto.  Había  sido  intendente  del  Para, 
guay  y  sacado  de  alli  por  su  relajación;  era  ca- 
ballerizo de  la  reina  de  Madrid;  pero  favorecido 
por  la  pudiente  familia  de  los  Villena,  había 
sido  agraciado  con  el  virreinato  de  Buenos  Ai- 
res en  1795;  que  así  conspiraba  ya  la  España 
contra  sus  propios  intereses,  dándonos  gober- 
nantes que  desacreditaban  el  régimen  colonial 
en  un  tiempo  de  graves  peligros  para  los  tro- 
nos antiguos.»  Falleció  en  Pando,  Estado 
Oriental,  el  15  de  abril  de  1807. 

Membrillar  (batalla).  Dada  en  Chile  contra  las 
tropas  españolas.  El  ejército  chileno  iba  a  las 
órdenes  del  general  O'Higgins;  las  fuerzas  es- 
pañolas, al  mando  del  general  Gainza,  el  20  de 
marzo  de  1SI4.  La  división  chilena,  atrinchera- 
da, compuesta  de  tropas  de  esta  nacionalidad, 
y  el  regimiento  de  Auxiliares  argentinos,  al 
mando  del  coronel  Las  Heras,  consiguió  un  es- 
pléndido triunfo,  después  de  sostener  un  fuego 
que  duró  desde  las  cuatro  de  la  tarde  hasta  las 
ocho  de  la  noche.  El  jefe  de  Estado  Mayor,  co- 
ronel Balcarce,  al  frente  de  70  auxiliares  ar- 
gentinos y  tres  piquetes  chilenos,  hizo  una  vi- 
gorosa salida  de  su  posición,  cargando  a  la  ba- 
yoneta al  enemigo,  haciéndole  varios  muertos 
y  tomándoles  algunos  prisioneros;  los  persiguió 
por  algún  trecho  y  regresó  a  la  línea  con  algu- 
nos trofeos  de  victoria.  El  enemigo  volvió  a 
traer  cinco  ataques  al  reducto,  que  fueros  re- 
chazados por  el  coronel  Las  Heras.  Los  realis- 
tas  dejaron  SO  muertos  en  el  campo. 

Méndez  (Ensebio).  Militar.  Nacido  en  Mendoza, 
el  15  de  diciembre  de  1S47.  Ingresó  al  ejército 
de  linea  en  abril  del  54,  en  Rifleros  de  San 
Juan.  En  el  mismo  año  fué  incorparado  al  bata. 
Ilón  6."  de  la  línea  establecida  en  la  ciudad  de 
San  Luis,  yendo  Méndez  de  cabo  primero  dis- 
tinguido. Seis  meses  después,  tres  compañías 
del  citado  batallón  fueron  trasladadas  al  fuerte 
Diamante  al  sud  de  Mendoza,  siendo  Méndez 
sargento  primero  distinguido  de  la  compañía 
del  entonces  capitán  Julio  A.  Roca  El  batallón 
lo  comandaban  el  general  José  Miguel  Arre- 
dondo, y  como  segundo,  D.  Luis  María  Campos. 
Méndez  hizo  la  campaña  del  Paraguay,  hallán- 
dose en  Yatay,  Uruguayana,  Paso  de  la  patria, 
combates  del  2  de  Mayo,  20,  22  y  24  del  mismo 
mes,  siendo  herido  de  un  balazo  en  la  pierna.  En 
Curupayti,  etc.  Regresó  a  las  provincias  de 
Cuyo,  hallándose  en  la  batalla  de  San  Ignacio. 
Estando  en  San  Juan  fué  destacado  Méndez 
con  un  piquete  de  soldados,  teniendo  un  com- 


bate con  200  montoneros  en  la  quebrada  de 
Guaco,  y  otro  en  la  Punta  del  Agua.  Vuelto  al 
Paraguay  como  teniente  primero,  tomó  parte 
en  la  toma  de  Humaitá.  Ya  de  capitán  se  halló 
en  Piquiriri,  Peribebuy,  donde  tomó  el  mando 
del  batallón,  porque  al  llegar  a  la  trinchera 
cayó  herido  el  jefe  en  comisión,  mayor  José 
Inocencio  Arias,  siendo  el  general  Luis  María 
Campos  quien  comandaba  la  división  de  cuatro 
batallones.  A  fines  de  junio  del  69  recibió  los 
despachos  de  mayor.  En  las  fronteras  estuvo 
al  mando  accidental  del  regimiento  Lavalle, 
después  del  1 1  de  caballería,  donde  combatió 
constantemente  contra  los  indios.  Ascendió  a 
coronel  en  1886.Expedicionó  al  Chaco  Austral» 
campaña  muy  penosa;  jefe  del  Hospital  Militar 
hasta  su  retiro.  Fueron  sus  servicios  cuarenta 
y  cinco  años  en  el  ejército,  y  son  ocho  sus  con- 
decoraciones. Revistaba  en  la  lista  de  guerre- 
ros del  Paraguay,  cuando  falleció  en  1916. 

Méndez  (Gervasio).  Poeta.  Nacido  en  Guale- 
guaj'chú,  el  2  de  diciembre  de  1848.  Desde  sus 
primeros  años  emprendió  una  lucha' tenaz  por 
la  existencia;  no  frecuentó  Universidades  ni 
liceos,  y  fué  maestro  y  discípulo  de  sí  mismo. 
Muy  joven  marchó  de  soldado  a  la  campaña 
de  1870  contra  López  Jordán,  hasta  su  termi- 
nación en  1873.  Cuando  regresó  se  le  declaró 
la  terrible  parálisis  que  lo  tuvo  postrado  vein- 
titrés años.  En  1876  dio  a  luz  la  primera  edi- 
ción de  sus  poesías;  más  tarde  fundó  el  Álbum 
del  hogar,  y  tuvo  que  dedicarse  a  las  más  pro- 
saicas ocupaciones  para  sustentarse  él  y  su 
hermana.  Méndez  fué  el  poeta  del  do'or,  cuya 
lira  necesitó  del  sufrimiento  para  producir 
notas  tan  tiernas  y  sentimentales.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  15  de  abril  de  1917. 

Méndez  (de  Andas  Manuel).  Industrial.  Natural 
de  Oviedo,  España,  en  1846.  A  los  doce  años 
df  edad  llegó  a  Buenos  .A.ires,  donde  después 
de  ruda  labor  logró  fundar  en  1874  una  fábrica 
de  elaboración  de  tabacos,  que  hizo  honor  a  la 
industria  nacional,  gozando  de  gran  prestigio 
como  comerciante  probo  y  como  industrial  pro- 
gresista. Destacóse  de  modo  principal  como 
patriota,  como  protector  decidido  de  las  ar- 
tes, particularmente,  y  como  filántropo.  Di- 
fícilmente se  registró  una  desgracia  nacional 
ante  la  que  .Méndez  de  Andes  no  acudiera  a 
depositar  su  ofrenda  de  consuelo,  contribu- 
yendo con  valiosos  donativos  a  mitigar  el  do- 
lor; entre  otros  casos,  cuando  se  produjo  el 
naufragio  de  lacazatorpedera/?osa/e5,en  1892; 


MEN 


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MER 


los  terremotos  de  San  Juan  y  la  Rioja,  dos 
años  después;  las  inundaciones  y  otras  cala- 
midades Miembro  municipal;  presidente  de  la 
Asociación  Patriótica  Espartóla;  Círculo  de  la 
Prensa,  y  protector  de  escritores,  escultores, 
músicos,  actores,  periodistas,  etc.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  17  de  julio  de  1897. 

Mendoza  (fundación  primera).  Por  autorización 
de  D.  García  Hurtado  de  Mendoza,  gober- 
nador y  capitán  general  de  las  provincias  de 
Chile  y  sus  comarcas,  el  capitán  Pedro  del 
Castillo  fundó  la  ciudad  de  Mendoza  en  la 
provincia  de  Cuyo,  el  2  de  marzo  de  1560. 
(Fundación  segunda).  Por  autorización  del  ma- 
riscal Francisco  de  Villagrán,  gobernador  y 
capitán  general  de  las  provincias  de  Chile, 
el  teniente  general  Juan  Jufré  funda  nueva- 
mente la  ciudad  de  Mendoza,  con  el  nomDre  de 
Resurrección.  Esta  ciudad  fué  destruida  por 
un  terremoto  en  1861,  y  la  actual  ciudad  que 
lleva  este  nombre  es  completamente  nueva. 
Mendoza  era  una  de  las  ciudades  de  la  antigua 
provin:ia  de  Cuyo,  dependiente  de  Chile  has- 
ta 1776.  La  Junta  de  poblaciones  de  aquel  rei- 
no, por  acto  de  20  septiembre  de  1752,  le  se- 
ñala por  límites:  la  cordillera  que  la  divide  de 
Chile;  al  Sur,  las  tierras  magallánicas;  al  Ñor- 
te,  el  Tucumán,  y  al  Este,  Buenos  Aires.  Los 
indígenas  de  Cuyo,  que  no  quedan  ya,  se  lla- 
maban los  Huarpes,  que  fueron  sometidos 
en  1650  por  Pedro  del  Castillo,  mandado  por 
D.  García  Hurtado  de  Mendoza,  marqués  de 
Cañete,  habiéndose  fundado  entonces  las  ciu- 
dades de  San  Juan  y  Mendoza,  a  la  distancia 
de  45  leguas  una  de  otra.  Esta  ciudad  era  go- 
bernada por  un  Cabildo  y  corregidor.  Su  pri- 
mer gobernador  constitucional  fué  D.  Juan 
Cornelio  Moyano,  en  20  de  abril  de  1856. 

Mendoza  (terremoto).  «A  las  siete  y  media  de 
una  hermosa  noche  de  verano,  20  de  marzo 
de  18<il,  cuando  los  habitantes  de  la  ciudad  de 
Mendoza  descansaban  de  las  tareas  del  día, 
unos;  conversando  de  los  sucesos  políticos  de 
la  época,  los  otros;  las  señoras  visitaban  tran- 
quilamente las  tiendas,  después  de  habsr  oído 
la  palabra  del  predicador,  presentóse  de  im- 
proviso la  confusión,  el  espanto,  el  horror,  la 
muerte,  y  desapareció  la  que  fué  ciudad.  A  esa 
fatal  desgracia  sucedióse  otra  no  menos  des- 
garradora. Cuando  los  padres  buscaban  a  sus 
hijos,  las  mujeres  a  sus  esposos;  cuando  todo 
era  llanto  presentóse  una  escena  de  otro  gene, 
ro,  pero  de  lúgubre  aspecto.  Era  el  saqueo- 


llevado  a  cabo,  durante  cuatro  días,  por  nacio- 
nales y  extranjeros,  cayendo  cual  furiosas  aves 
de  rapiña  sobre  los  escombros,  para  robar  a 
los  agonizantes,  dejándoles  perecer  sin  piedad. 
La  mayor  parte  de  los  templos  construidos  en 
la  época  de  la  colonia,  La  Matriz,  San  Agus- 
tín, San  Francisco,  Santo  Domingo  y  La  Mer- 
ced, eran  ruina,  no  quedando  en  ellos  masque 
las  torres,  el  frente  y  grandes  trozos  de  sus 
costados,  etc.»  (Félix  Frías.)  Destruida  com- 
pletamente la  ciudad,  eligióse  el  punto  de  San 
Nicolás  como  el  más  adecuado  para  el  asiento 
del  Gobierno,  hasta  el  21  de  julio  de  1862,  que 
la  legislatura  sancionó  una  ley  declarando  ca- 
pital de  la  provincia  el  lugar  denominado  Las 
Tortugas.  Este  horrible  suceso  tuvo  lugar  du- 
rante el  gobierno  del  coronel  Laureano  Nazar. 
Durante  el  gobierno  delegado  de  Frankiín  Vi- 
llanueva,  por  ausencia  de  D.  Luis  Molina,  se 
promulgó  el  26  de  julio  de  1862  la  ley  de  reedi- 
ficación de  la  ciudad  de  Mendoza  en  la  parte 
más  central  del  terreno  comprendido  entre  la 
hijuela  de  San  Francisco  del  Monte,  por  el 
Norte;  por  el  Sud,  la  de  Pereira;  por  el  Este, 
el  Zanjón,  y  por  el  Oeste,  la  calle  de  Malleay 
Barrio  Nuevo,  tirando  una  línea  Sud-Norte 
hasta  tocar  con  la  calle  de  San  Francisco  del 
Monte,  declarándose  de  utilidad  pública  el  te- 
rreno de  121  manzanas  de  a  125  metros  por 
costado  de  cada  una,  incluyendo  cinco  plazas. 

Mercado  de  Peñaloza  (Pedro).  Gobernador 
de  la  antigua  provincia  del  Tucumán,  des- 
de 1595  hasta  1600.  En  su  gobierno  se  rebela- 
ron de  nuevo  los  calchaquies,  dando  principio 
con  la  muerte  de  un  religioso  franciscano,  de 
cuatro  españoles  y  de  otros,  amenazando  arrui- 
nar las  dos  ciudades  de  Salta  y  de  San  Miguel 
del  Tucumán.  Sin  embargo,  los  rebeldes  fue- 
ron al  fin  escarmentados  después  de  varios 
combates  en  que  siempre  quedó  victorioso  el 
ejército.  Por  intermedio  del  padre  jesuíta  Gas- 
par de  Monroy,  el  gobernador  Mercado  consi- 
guió la  amistad  del  cacique  Piltípico,  con  quien 
celebró  un  tratado  de  paz  en  el  mismo  año 
de  1595.  Los  diaguitas  de  la  jurisdicción  de  La 
Rioja  se  rebelaron  también,  dando  muerte  a  sus 
encomenderos  y  a  otros  españoles;  pero  fue- 
ron sometidos  por  Tristán  de  Tejeda. 

Mercado  y  Ullacorta  (Alonso  de).  Distingui- 
do literato  e  Insigne  militar,  gobernador  de 
Santiago  del  Estero,  en  1665.  Hizo  un  buen 
gobierno,  poniendo  toda  su  preocupación  en 
descubrir  algunos  minerales  y  consiguiendo  la- 


MIG 


-  271 


MIR 


brar  y  explotar  el  de  Alcay  con  grandes  dificul- 
tades que  le  oponían  los  vecinos  calchaquies- 
Durante  su  gobierno  tuvo  lugar  el  alzamiento 
del  célebre  Pedro  Bohórquez  (v.)  con  el  agre- 
gado de  Girón,  quien  tuvo  la  pretensión  de  de- 
clararse rey  de  toda  la  provincia  del  Tucumán 
y  aun  del  Perú,  como  legítimo  descendiente  de 
los  incas.  A  Bohórquez  se  le  dio  muerte  dentro 
de  la  prisión,  en  la  noche  del  3  de  enero  del 
año  1667.  Habiéndosele  conferido  el  gobierno 
de  Buenos  Aires,  Mercado  salió  de  la  provin- 
cia del  Tucumán,  en  1660.  Por  segunda  vez  fué 
gobernador  de  esta  provincia,  en  1664,  desem- 
peñando su  cargo  satisfactoriamente  hasta  el  5 
de  julio  de  1670.  Fué  presidente  de  la  Real  Au- 
diencia de  Panamá,  en  donde  fal  eció  en  1681. 
Migueletes.  Escuadrón  de  caballería  que  actuó 
durante  las  invasiones  inglesas  de  1806  y  1807, 
comandado  por  el  Dr.  Alejo  Castas.  Su  uni- 
forme era  chaqueta  roja,  pantalón  azul,  son> 
brero  alto  con  pluma  roja  y  bita  granadera. 
Hlllán  (Domingo).  Patriota  argentino  que  figu- 
ró heroicamente  durante  la  guerra  de  la  inde- 
pendencia. Natural  de  Tucumán.  Se  halló  en 
las  Piedras,  en  1812;  Tucumán,  Salta  y  Ayo- 
huma,  siendo  tomado  prisionero  por  los  realis- 
tas en  esta  última,  el  14  de  noviembre,  y  con- 
ducido a  las  casamatas  del  Callao,  hasta  mar- 
zo de  1824,  en  que  fué  fusilado  en  el  sorteo  de 
Matucana. 
Hiller  (Guillermo).  Militar.  Nació  en  Wingham 
(Inglaterra),  el  2  de  diciembre  de  1795.  Muy 
joven  se  trasladó  a  España,  donde  combatió 
contra  los  franceses.  Vino  a  Buenos  Aires  y 
ofreció  sus  servicios  a  la  causa  de  la  indepen- 
cia.  Pueyrredón  le  dio  de  alta  en  el  ejército  de 
los  Andes,  con  el  grado  de  capitán.  En  Chile 
se  halló  en  la  sorpresa  de  Cancha  Rayada,  en 
1818,  y  luego  en  varios  combates  navales,  sir- 
viendo en  la  escuadra  a  las  órdenes  de  Blan- 
co Encalada  y  Cochrane  y  en  los  ataques  a 
Pisco,  el  Callao  y  a  Valdiuia.  En  1820  marchó 
en  la  expedición  al  Perú,  prestando  grandes 
servicios  en  el  ejército,  a  las  órdenes  de  San 
Martin  y  Bolívar,  entrando  triunfante  en  Lima, 
en   1S21.   Asistió  a   la  batalla  de  Miraue,  en 
\S20;Jiinin  y  Ayacucho,  en  1824,  en  cuya  últi- 
ma acción  fué  ascendido  a  gran  mariscal  del 
Perú,  por  su  digna  conducta  como  jefe  de  la 
caballería  independiente.  En  1825  pasó  a  Euro- 
pa, y  a  su  regreso  al  Perú  se  mezcló  en  la 
guerra  civil.  En  1861  gestionaba  su  reincorpo- 
ración y  alta  en  el  ejército  de  este  país,  cuan- 


do lo  sorprendió  la  muerte  en  la  bahía  del  Ca- 
llao, el  31  de  octubre  de  1861. 
Hinuanes.  Indios  que  en  el  tiempo  de  la  con- 
quista vivían  en  Entre  Ríos  y  parte  de  la  pro- 
vincia de  Santa  Fe.  Asesinaron  a  Garay  y  a 
los  que  le  acompañaban.  En  1728  fueron  com- 
pletamente   exterminados  cerca  de    Victoria 
(Entre  Ríos). 
Miñones.  Regimiento  de  infantería   formado 
durante  las  invasiones  inglesas  de  1&06  y  1807 
y  compuesto  de  ocho  compañías  de  65  hombres 
cada  una,  estando  formadas,  dos  de  éstas,  por 
naturales  de  Cataluña.  Combatió  en  el  Retiro 
y  la  plaza  Mayor,  en  1806,  mandado  por  el  ca- 
pitán Hipólito  Mordell.  Este  cuerpo  llevaba 
uniforme  azul  con  collarín  rojo,  faja  del  mismo 
color  y  alamares  blancos,  chakó  con  cinta  ne- 
gra y  una  escarapela  roja. 
Miranda  («ombate).  Entre  unitarios  y  federalej, 
el  17  de  febrero  de  1831.  El  jefe  unitario  don 
Tomás  Castillo  fué  sableado  sin  que  escapase 
ni  un  solo  hombre.  Las  fuerzas  federales  iban 
al  mando  del  comandante  D.  José  Díaz.  Este 
combate  tuvo  lugar  cerca  de  la  posta  de  Mi- 
randa, en  Santiago. 
Miranda  (Francisco).  General.  Nacido  en  Cara- 
cas (Venezuela),  el  9  de  junio  de  1756.  Inicia- 
dor de  la  emancipación  americana.   Hizo  la 
campaña  de  la  independencia  de  los  Estados 
Unidos  (1779-1781)  y  concibió  entonces  el  pro- 
yecto de  sublevar  las  colonias  españolas  con- 
tra la  Metrópoli;  pero  sus  trabajos  fueron  des- 
cubiertos y  vióse  obligado  a  huir  a  Europa. 
Sieiido  bien  acogido  en  Francia,  fué  nombrado 
general  de  división  y  tomó  una  parte  activa  en 
la  revolución  francesa  de  1793;  dos  veces  fué 
condenado  a  la  deportación  bajo  el  Directorio 
por  causas  políticas,  lo  que  eludió  trasladán- 
dose a  Inglaterra,  en  1787.  Volvió  entonces  a 
sus  antiguos  proyectos;  fué  a  los  Estados  Uni- 
dos, en  1806,  reunió  algunas  tropas  y  se  diri- 
gió a  la  costa  de  Caracas.  Venció  primero  a 
los  españoles,  pero  fué  obligado  a  embarcarse 
para  Trinidad.  En  1811   reapareció  en  Vene. 
zuela  e  hizo  triunfar  la  revolución  en  Nueva 
Granada;  fué  aprisionado,  sin  embargo,  y  con- 
ducido a  Cádiz,  muriendo  cargado  de  cadenas 
en  las  mazmorras  de  las  Cuatro  Torres,  sien- 
do enterrado  en  uno  de  los  islotes  de  la  Carra- 
ca, el  14  de  julio  de  1816.  <  He  oído  referir— 
dice  Larrazábal— al  oficial  O'Dempoy,  de  la 
Marina  Real  inglesa,  sujeto  muy  respetable, 
que  había  visto  varias  veces  al  noble  viejo, 


MIR 


-  272  - 


MIS 


como  él  le  llamaba  (the  good  cid  man,  the  ve- 
nerable and  distlnguished  prisoner),  con  una 
cadena  al  cuello,  atado  a  la  pared,  ni  más  ni 
menos  que  como  un  perro.  ¡Parece  increíble 
tan  bárbara  crueldad!  El  huésped  de  Catali- 
na II,  el  amigo  del  Emperador  de  Austria,  una 
de  las  figuras  más  prominentes  de  la  Europa,  a 
fines  del  siglo  xviu,  época  en  la  que  tantos 
grandes  hombres  se  elevaron,  atado  como  un 
perro,  con  una  cadena  al  cuello,  en  lo  postrero 
de  su  edad.» 

Mlrave  (combate).  Pueblo  del  Perú  a  cuyas 
orillas  tuvo  lugar  el  combate  del  mismo  nom- 
bre, el  21  de  mayo  de  1821,  en  el  que  fueron 
vencedores  los  republicanos,  al  mando  del  ge- 
neral Miller.  Durante  la  campaña  de  los  Puer- 
tos Intermedios,  este  general  se  propuso  insu- 
rreccionar el  interior  del  Perú  con  350  infan- 
tes, un  piquete  de  marineros,  dos  coheteros, 
70  Granaderos  a  caballo  y  60  paisanos  volun- 
tarios, bien  montados.  Se  puso  en  marcha  des- 
de Pisco  hacia  el  pueblecito  de  Mirave,  distan- 
te de  ese  punto  unos  78  kilómetros.  Allí  lo  es- 
peraba el  jefe  español,  coronel  D.  José  Santos 
La  Hera,  al  frente  de  800  hombres.  Llevado 
el  ataque  con  impetuosidad  por  los  indepen- 
dientes, frustraron  los  esfuerzos  del  enemigo, 
que  pretendió  apoderarse  de  una  loma  domi- 
nante; cortóle  la  retirada,  y  desalojado  de  su 
posición  y  estrechado  en  la  extremidad  de  un 
monte  cortado  a  pique  a  su  espalda,  combatió 
desesperadamente;  pero  al  fin  fué  vencido,  de- 
jando 44  muertos,  59  heridos,  prisioneros  la 
mayor  parte  y  400  muías,  como  trofeos  de  esta 
victoria.  Los  patriotas  tuvieron  sólo  25  bajas 
entre  muertos  y  heridos.  El  general  vencedor 
continuó  la  persecución  y  batió  al  enemigo 
nuevamente,  el  día  24,  en  Moquegua. 

Hlró  (Cipriano).  Guerrero  de  la  independencia. 
Nació  en  Buenos  Aires,  el  19  de  noviembre  de 
1797,  y  a  los  veintiún  años  formó  parte  de  la 
tripulación  de  un  buque  corsario  argentino  que 
salió  de  Buenos  Aires  para  las  costas  de  Chi- 
le y  Perú.  En  1819  se  embarcó  en  Valparaíso 
y  se  alistó  en  el  regimiento  11  de  infantería  de 
linea,  en  cuyo  cuerpo  hizo  la  expedición  al 
Perú  al  año  siguiente  y  la  campaña  de  la  Sie- 
rra, encontrándose  en  la  toma  de  la  ciudad  de 
Lima,  sitio  del  Callao,  y  en  el  asalto  de  la 
misma  forraleza,  y  marchó  luego  a  la  expedi- 
ción de  los  Puertos  Intermedios,  asistiendo  a 
los  combates  de  Calama,  Torata  y  Moquegua. 
De  regreso  al  Callao,  en  1824,  fué  tomado  pri- 


sionero el  5  de  febrero,  y  en  marzo  del  mismo 
año  se  halló  en  el  sorteo  de  Matucana,  siendo 
conducido  a  la  isla  de  Chucuito.  Recobró  su 
libertad  con  motivo  de  la  victoria  de  Ayacu- 
cho,  volviendo  a  su  ciudad  natal  a  principios 
de  1825,  y  al  año  siguiente  en  clase  de  ayudan- 
te mayor  de  la  5."  Compañía  del  l.°de  Caza- 
dores; hizo  luego  la  campaña  contra  el  Imperio 
del  Brasil,  asistiendo  a  las  batallas  del  Ombú, 
Verbal  e  ¡tuzaingó.  Radicado  en  la  Banda 
Oriental,  alcanzó  la  alta  jerarquía  de  teniente 
general,  sirviendo  en  sus  ejércitos.  Dejó  de 
existir  en  Montevideo,  el  17  de  febrero  de 
1890. 
Misiones  jesaíticas.  Fueron  comunidades  de 
religiosos  de  la  Orden  de  Jesús,  que  por  me- 
dios pacíficos,  exhortaciones  y  actos  de  cari- 
dad sometían  e  instruían  las  tribus.  «Dotados 
de  un  arte  especial  para  domesticar  a  los  sal- 
vajes y  atraerlos  a  la  ley  del  Evangelio,  y  sin 
más  armas  que  su  palabra,  se  internaron  en  los 
desiertos,  se  apoderaron  de  los  pueblos  ya  re- 
ducidos por  la  espada,  y  cubrieron  de  pobla- 
ciones los  bosques  solitarios  que  coronan  las 
márgenes  risueñas  del  Paraná  y  el  Uruguay. 
Y  mientras  a  costa  de  sus  propias  vidas  traían 
a  una  vida  regular  a  los  salvajes,  fundaban  en 
las  ciudades  colegios  donde  enseñaban  a  los 
hijos  de  los  españoles  humanidades  y  algo  de 
filosofía».  Las  Misiones  fueron  enviadas  a 
América  por  orden  de  Felipe  II,  estableciéndo- 
se en  el  río  Paraná.  En  1610  se  establecieron 
en  la  provincia  del  Guayrú,  fundando  la  pri- 
mera Misión  con  el  nombre  de  Loreto;  pero 
como  los  habitantasde  San  Pablo,  Brasil,  los 
molestaban,  descendieron  algo  más  al  Sud, 
donde  se  establecieron  definitivamente.  La 
instrucción  que  recibían  los  indios  era  cristia- 
na, algo  escasa  y  en  idioma  guaraní;  no  obs- 
tante, los  indios  vivían  felices,  a  pesar  de  su 
poca  libertad.  Estaban  regidas  las  Misiones 
por  un  gobernador  jesuíta,  con  la  facultad  para 
nombrar  sus  ayudantes  y  delegaciones  en  .'us 
dominios;  administraba  todos  los  asuntos  civi- 
les y  criminales,  sin  tener  apelación,  y  residía 
en  el  pueblo  de  la  Candelaria,  hoy  Posadas. 
Las  producciones  y  riquezas  de  las  Misiones 
eran  notables,  sacando  los  jesuítas  excelentes 
partidos  de  los  productos  del  Paraguay,  con- 
sistente en  yerba  mate,  tabaco,  madera,  cue- 
ros, ganados,  agricultura  y  fruta  de  varias  cla- 
ses. «El  sistema  que  ellos  seguían  para  la  re- 
ducción de  los  indios  era  sumamente  vicioso 


MIT 


273 


MIT 


si  se  juzga  del  punto  de  vista  de  la  dignidad 
humana.  Kilos  realizaron,  sin  embargo,  las 
utopías  de  los  comunistas  modernos,  estable- 
ciendo la  vida  y  el  trabajo  en  común;  por  me- 
dio de  la  regla  sofocaron  la  espontaneidad  in- 
dividual; el  trabajo  no  tenía  el  aliciente  de  la 
remuneración  que  promete  la  propiedad,  y  por 
eso  aquellos  pueblos,  sin  más  ley  que  la  metó- 
dica prescripción  del  párroco,  cayeron  en  com- 
pleta disolución  el  día  que  faltaron  las  cabezas 
que  todo  lo  gobernaban».  iDomínguez.) 

Mitre  (Ambrosio).  Nació  en  Santa  Lucía  (Uru- 
guay), en  1774.  En  1805  comandante  de  las 
fronteras  de  Mendoza,  fundando  allí  el  primi- 
tivo fuerte  de  San  Rafael.  Estallada  la  revo- 
lución de  mayo,  sirvió  con  patriotismo  y  des- 
interés en  la  Sociedad  patriótica,  en  la  logia 
Lautaro,  en  la  fábrica  de  armas,  en  el  ministe- 
rio de  Gobierno,  en  la  Comisaría  general  de 
Guerra,  tanto  en  el  Perú  y  Buenos  Aires,  y  en 
el  Parque  de  Artillería,  en  que  ejerció  sus  ac- 
tividades hasta  1821.  Pasó  a  Patagones  como 
ministro  tesorero  del  establecimiento,  en  1822, 
acompañado  de  su  esposa  D."  Josefa  Martínez 
y  su  hijo  Bartolomé.  Allí  nacieron  Emilio  y 
Federico,  notables  militares.  Concurrió  ala 
heroica  defensa  de  Patagones,  de  la  que  fué 
narrador,  y  retirado  de  aquel  punto  se  trasla- 
dó al  Estado  Oriental,  donde  fué  nomdrado 
tesorero  general  de  la  nueva  nación,  de  que 
fué  despojado  en  1836  por  disposición  de  Ori- 
be, y  en  que  fué  reintegrado  por  el  presidente 
Rivera,  como  acto  de  merecida  justicia,  en 
1838.  Asistió  al  sitio  de  Montevideo,  a  cuya 
defensa  consagró  a  todos  sus  hijos  puestos  al 
servicio  de  la  libertad,  y  murió  el  4  de  octubre 
de  1845,  dejando  un  ejemplo  de  patriotismo  y 
de  hombría  de 
bien,  que  sus  hijos 
imitaron  glorio- 
samente.» 

Mitro  (Bartolomé). 
Hijo  del  anterior. 
Militar,  político, 
historiador  y  hom- 
bre de  letras.  Na- 
ció en  Buenos  Ai- 
res, el  26  de  junio 
de  1821.  Su  larga 
y  activa  vida  fué 
consagrada  al 
bien  de  su  patria. 
Luchó  contra  la  tiranía  de  Rosas.   Después 

Dice.  HlST.  BlOQR. 


D.  Bartolomé  Mitre- 


de  la  derrota  en  el  Arroyo  Grande  tuvo  que 
regresar  a  la  Banda  Oriental.  Durante  el 
sitio.  Mitre  repartió  su  tiempo  entre  la  es- 
pada y  la  pluma.  Fué  colaborador  del  Na- 
cional, Iniciador  y  del  Corsario,  periódicos 
que  atacaban  el  despotismo  de  Rosas.  Fué  re- 
dactor de  la  Nueva  Era.  Emigrado  a  Bolivia, 
tomó  la  dirección  del  Colegio  Militar,  redac- 
tando a  la  vez  La  Época.  En  ese  país  hallóse 
en  los  combates  de  Olava  y  Viticlie,  donde  de- 
cidió la  batalla  con  los  fuegos  de  su  artillería. 
Emigrado  a  Chile,  redactó  El  Comercio  de 
Valparaíso  y  El  Progreso,  de  Santiago.  Des- 
terrado de  Chile,  volvió  a  Montevideo.  En 
mayo  de  1851  se  adhirió  al  pronunciamiento  de 
Urquiza,  y  como  jefe  de  la  artillería  argentina 
asistió  a  la  batalla  de  Caseros,  después  de  la 
cual  recibió  el  grado  de  coronel  en  el  campo 
de  batalla.  En  el  Parlamento  combatió  enérgi- 
camente el  «acuerdo  de  San  Nicolás».  Minis. 
tro  de  Gobierno  y  de  relaciones  exteriores  del 
gobernador  D.  Valentín  Alsina.  El  2  de  junio 
de  1853,  en  una  salida  que  hizo  al  mando  de 
tropas,  recibió  un  balazo  en  la  frente.  Redactó 
El  Nacional,  y  fué  colaborador  de  la  Ilustra- 
ción Argentina.  En  1855  fué  ministro  de  Gue- 
rra y  Marina  del  gobernador  Obligado.  Dio  la 
batalla  de  Cepeda,  en  1859.  Gobernador  de 
Buenos  Aires  en  mayo  de  1860.  General  en 
jefe  del  ejército  aliado,  en  la  guerra  del  Para- 
guay. Presidente  de  la  República  en  1862, 
Fundó  La  Nación;  senador  nacional;  arbitro 
entre  el  Brasil  y  el  Paraguay.  En  1891  renun- 
ció su  candidatura  a  la  Presidencia  de  laRepú- 
blica.  Como  escritor  son  sus  principales  obras: 
Biografías  de  Rivera  Indarte  y  de  Lavalle, 
Episodios  de  la  independencia  argentina.  Es- 
tudio sobre  la  República  argentina,  Arengas, 
Las  cuentas  del  gran  capitán.  La  emigración. 
La  cuestión  de  San  Juan,  El  chucero  La  Ar- 
gentina, El  mijo  y  el  zoque.  El  araucano  y  el 
allentiak  (estudios  lingüísticos);  traducciones 
de  Ruy  Blas;  de  la  Divina  Comedía,  etc.  Como 
poeta.  Mitre  ha  dado  a  la  prensa  sus  magnífi- 
cas composiciones  tituladas  Las  rimas,  y  como 
historiador,  forman  su  pedestal  las  monumen- 
tales historias  de  San  Martín  y  Belgrano,  que 
abarcan  todo  el  período  colonial  hasta  la  inde- 
pendencia. Su  fallecimiento  ocurrió  en  Buenos 
Aires,  el  19  de  enero  de  1906. 
Mitre  (Emilio).  Militar.  Nacido  el  6  de  enero  de 
1S25,  en  Patagones.  A  los  catorce  aflos  empe- 
zó su  carrera  militar  en  la  legión  argentina. 


MIT 


274 


MOL 


Teniente  general  D.  Emilio 
Mitre. 


AI  aflo  entrante  se  alistó  como  soldado  de  lí- 
nea en  el  cuerpo  de  Artillería  de  la  plaza  de 
Montevideo.  Se  en- 
contró en  la  derro" 
ta  de  Arroyo  Gran- 
de; en  todos  los 
combates  que  tu- 
vieron lugar  duran- 
te el  sitio  de  Mon- 
tevideo, que  duró 
ocho  años;  en  el 
Hueco  de  los  Sau- 
ces, Tala.  Comba 
tió  contra  los  in- 
dios. Se  halló  en 
Cepeda,  Pavón; 
hizo  la  campaña  del  Paraguay.  Fué  dos  veces 
diputado  en  la  legislatura  del  Estado  de  Bue- 
nos Aires,  y  dos  veces  elegido  diputado  al 
Congreso  Nacional.  Como  diputado  informó, 
como  miembro  de  la  Comisión  militar,  en  la 
pensión  que  se  le  concedió  a  la  viuda  del  ge- 
neral D.  Juan  Lavalle.  Fué  luego  jefe  del  Es- 
tado Mayor,  y  desempeñando  ese  puesto  fa- 
lleció con  el  erado  de  teniente  general. 
Mitre  (Emilio).  Periodista.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  S  de  diciembre  de  1854.  Terminados 
sus  estudios  pre- 
paratorios ingre- 
só a  la  Facultad 
de  Ingeniería, 
cursando  con 
contracción  y  bri- 
llo la  carrera  de 
ingeniero  civil. 
Inspector  de  Te- 
légrafosde  la  pro- 
vincia; dirigió  la 
construcción  de 
algunas  líneas. 
Poco  después  pa- 
só a  Europa  en 
viaje  de  estudio 
y  también  con  el 
objeto  de  organizar  los  servicios  telegráficos 
y  epistolares  del  diano  que  dirigía  su  padre 
obteniendo  la  distinción  de  que  se  le  nombrara 
miembro  correspondiente  del  Instituto  de  in- 
genieros civiles  de  Inglaterra.  De  regreso  a 
esta  ciudad  se  dedicó  al  ejercicio  de  su  pro- 
fesión y  a  las  tareas  periodísticas.  Fué  direc- 
tor del  ferrocarril  del  Oeste  (1888).  Senador 
provincial  en  dos  períodos;  ocupó  por  dos  ve- 


D.  Emilio  Mitre. 


ees  una  banca  en  la  Cámara  Nacional,  donde 
demostró  sus  dotes  de  hombre  público.  Falle- 
ció en  Buenos  Aires  siendo  diputado  nacional, 
el  26  de  mayo  de  1909. 

Moldes  (José  de).  Coronel.  Nacido  en  Salta,  el 
1  de  enero  de  1785,  pasando  más  tarde  a  Es- 
paña, donde  residió  por  algún  tiempo.  El  14  de 
de  agosto  de  1810  fué  nombrado  gobernador 
de  Mendoza,  y  en  1811  desempeñó  diversos 
cargos  militares.  En  el  año  1812  volvió  al  ejér- 
cito a  prestar  sus  servicios,  asistiendo  a  las 
batallas  de  Las  Piedras  ya  la  de  Tucumán, 
en  cuyo  año  fué  nombrado  mayor  general  del 
ejército  e  inspector  de  armas  e  intendente  de 
policía  de  Buenos  Aires,  y  al  siguiente,  miem- 
bro de  la  Asamblea,  como  diputado  por  Salta. 
El  23  de  noviembre  de  1813,  como  jefe  del  re- 
gimiento, pasó  a  la  Colonia,  y  luego  al  sitio 
de  Montevideo,  en  1814.  Murió  en  1824. 

Molina  (José  Agustín).  Sacerdote.  Nacido  en 
Tucumán,  el  20  de  agosto  de  1772,  y  se  educó 
en  Córdoba,  en  cuya  Universidad  se  graduó 
de  doctor  en  Teología  recibiendo  las  órdenes, 
sagradas  en  1796.  Inseparable  amigo  de  fray 
Cayetano  José  Rodríguez;  desempeñó  a  su 
lado  el  cargo  de  prosecretario  del  Congreso 
de  Tucumán.  Vicario  apostólico  de  Salta  en 
1826  y  obispo  de  Camaco  en  1837.  Fué  uno 
de  los  sacerdotes  más  ilustrados,  distinguién- 
dose como  escritor,  poeta  y  orador  sagrado. 
Dejó  escritas  varias  poesías  piadosas  y  pa- 
trióticas de  mérito.  Falleció  en  su  ciudad  natal, 
el  1  de  octubre  de  1833. 

Molina  (Luis I.  Nombrado  gobernador  interino 
por  el  pueblo  de  Mendoza,  el  2  de  enero 
de  1862.  Organizó  su  ministerio  con  los  ciu- 
dadanos Frankiín  Villanueva  y  D.  Eusebio 
Blanco,  y  poco  después  formó  parte  del  Go- 
bierno como  ministro  el  Dr.  Pablo  Villanueva. 
Nombró  comisionados  para  indagar  y  tomar 
razón  de  los  fondos,  existencias  y  útiles  per- 
tenecientes al  colegio.  Hospital  de  San  Anto- 
nio, temporalidades  de  San  Agustín,  casa  de 
ejercicios,  biblioteca  pública,  los  libros  del  de- 
partamento de  policía,  receptoría  de  rentas 
provinciales;  restableció  la  Cámara  de  justicia 
y  juzgados  de  primera  instancia,  nombrando 
interinamente  ciudadanos  de  respeto  y  de  in- 
teligencia probada.  A  la  Sociedad  de  Benefi- 
cencia, fundada  durante  el  gobierno  de  Mo- 
yano,  le  prestó  su  más  decidido  apoyo,  en  cuya 
virtud  las  fundadoras  celebraron  su  primera 
reunión  el  29  de  septiembre  de  1869,  eligiendo 


MOL 


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MON 


presidenta  de  la  Sociedad  a  D.'  Leocadia 
Bom'iat  de  García;  secretaria,  a  D.'  Genoveva 
Vilianueva;  tesorera,  D."  Carmen  Zapata  de 
Corvalán,  y  vocales:  Manuela  C.  de  Videla, 
Teresa  V.  de  González,  Ciementina  C.  de  Ci- 
vit,  Paulina  Serpa,  Delfina  V.  de  González 
Marcó.  Un  mes  después  se  eligieron  nuevas 
socias  a  Carmen  C.  de  Ruiz,  Modesta  V.  de 
Segura,  Escolástica  J.  de  Pescara,  Josefa 
C.  de  Mayorga,  Mercedes  R.  de  Kegueira, 
Anselma  M.  de  Gutiérrez,  Ro*a  R.  de  Estre- 
lla, Agustina  L.  de  Recuero,  Carmen  Jordán, 
Adela  C.  de  Blanco  y  Josefa  C.  de  Sosa. 
Molina  (Miguel  E.).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  11  de  septiembre  de  1S39.  Se  pre- 
sentó como  soldado 
voluntario  el  24  de 
julio  de  1859;  se  ha- 
lló en  la  batalla  de 
Cepeda,  el  23  de 
octubre  de  1859,  a 
las  órdenes  del  ge- 
neral B.  Mitre;  hizo 
la  honrosa  retirada 
hasta  San  Nicolás, 
y  se  encontró  en  el 
combate  naval  en 
el  vapor  23  de  Ma- 
yo, y  de  allí  se  re- 
tiraron embarcados  en  la  escuadra  del  Estado 
de  Buenos  Aires,  y  desembarcados  en  esa  ciu- 
dad, donde  continuó  sus  servicios  en  el  asedio 
de  la  capital,  en  el  cantón  Belgrano;  teniente 
segundo  después  de  Pavón,  en  noviembre 
de  1862;  en  la  toma  de  Corrientes,  ocupada 
por  los  paraguayos;  en  el  batallón  2.°  de  línea, 
que  fué  la  primera  fuerza  que  tuvo  la  gloria 
de  iniciar  esa  campaña  (Paraguay),  actuó  Mo- 
lina como  capitán,  el  25  de  mayo  de  1865;  se 
halló  después  en  las  batallas  del  Arroyo  del 
Yatay,  en  Uruguayana,  Estero  Bellaco,  Tu- 
yuti,  Boquerón,  Curupayti.  En  las  guerras  ci- 
viles se  halló  en  los  combates  de  Santa  Rosa 
y  Quebrachito.  Ya  como  jefe  fué  nombrado 
jefe  de  las  fronteras  Sur  y  Sud-Este  de  Cór- 
doba. Fué  encargado,  en  1880,  de  movilizar 
tropas  de  las  fronteras  de  Córdoba  y  San  Luis. 
En  la  revolución  de  1890,  tomó  el  mando  de 
las  fuerzas  de  la  Casa  de  Gobierno,  pasando 
luego  a  la  Plaza  del  Retiro,  luego  a  la  de  la 
Libertad.  Inspector  general  de  Milicias  de  la 
capital  federal  y  territorios  nacionales  en  1892, 
y  en  agosto  de  1893,  nombrado  comandante  en 


D.  Miguel  E.  Molina. 


jefe  de  las  fuerzas  de  la  intervención  a  Co- 
rrienles. 

Molina  Ochoa  (Benito).  Militar.  Nació  en  1808. 
Delegado  del  gobernador  coronel  Alejo  Mé- 
lica, en  Mendoza,  desde  el  11  de  diciembre 
de  1847  hasta  marzo  de  1848.  El  coronel 
Molina  Ochoa  se  distinguió  por  su  inteligente 
contracción  y  rectitud  en  los  puestos  que  des- 
empeñara, tales  como  comandante  general  de 
Armas,  jefe  de  Policía,  miembro  de  la  Legisla- 
tura y  gobernador.  Después  de  prolongados 
servicios  a  la  patria,  rodeado  de  la  distinción 
de  sus  conciudadanos,  pero  olvidado  por  los 
gobiernos  que  le  sucedieron,  el  coronel  Molina 
Ochoa  bajó  a  la  tumba,  en  febrero  de  1881. 

Molino  de  López  (combate).  Dado  entre  el  co- 
ronel D.  Francisco  Clavero  y  Manuel  José 
Olascoaga,  el  20  de  noviembre  de  1861 .  Estaba 
sitiado  este  último,  cuando  le  llegaron  refuer- 
zos al  man  Jo  del  coronel  Luis  Alvarez,  siendo 
Clavero  derrotado. 

Mollinedo  ^Eusebio  Martínez).  Militar.  Nacido 
en  Salta,  en  1794.  Asistió  a  Vilcapujio  y  -4^0- 
huma:  sirvió  a  las  órdenes  de  Güemes  como 
jefe  de  escuadrón,  en  calidad  de  ayudante  ma- 
yor de  la  plaza  de  Salta,  asistiendo  a  infinidad 
de  combates  hasta  1821,  en  cuyo  año,  con  el 
grado  de  coronel,  fué  uno  de  los  que  rodearon 
al  famoso  caudillo  durante  sus  últimos  momen- 
tos, en  el  paraje  de  la  Higuera.  A  las  órdenes 
de  Arenales  combatió  contra  Olañeta,  y  luego 
en  la  política  de  su  provincia,  por  la  cual  se 
vio  obligado  a  emigrar  a  Bolivia,  donde  tomó 
servicio  al  lado  del  general  Santa  Cruz,  a 
quien  acompañó  en  sus  campañas  en  la  guerra 
contra  el  Perú  y  Chile,  hasta  la  derrota  com- 
pleta de  éste  en  la  sangrienta  batalla  de  Yun- 
gay,  en  1839.  Dejó  de  existir  en  la  ciudad  de 
La  Paz,  el  8  de  diciembre  de  1841. 

Mom  (Pedro).  Marino.  Nacido  en  Bruselas,  el  3 
de  abril  de  1785.  Vino  a  este  país  e  ingresó  en 
la  Marina  de  guerra,  hallándose  en  el  primer 
combate  naval,  como  oficial  de  mar,  frente  a 
San  Nicolás  de  los  Arroyos;  el  2  de  mayo 
de  1811,  en  la  goleta  de  guerra  ¡nuencible, 
bajo  el  mando  del  comandante  Azopardo.  jefe 
de  la  escuadra,  combatió  contra  cinco  buques 
de  guerra  españoles;  fué  herido  y  conducido 
prisionero.  Promovido  a  teniente,  se  encontró 
en  la  rendición  de  Montevideo,  en  1814,  a  las 
órdenes  de  Brown.  Murió  en  Buenos  Aires,  el 
30  de  marzo  de  1869. 

Monasterio  (Ángel).  Militar.  Natural  de  Espa- 


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ña,  donde  estudió  ingeniería.  Llegado  a  este 
país,  se  decidió  por  la  causa  americana.  oFué 
el  Arquimedes  de  la  revolución  de  mayo,  que, 
aunque  nacido  en  España,  se  decidió  con  ardor 
por  la  causa  americana,  y  fundió  los  cañones, 
las  bains,  las  bombas  y  los  morteros  que  sir- 
vieron para  poner  sitio  a  Montevideo.»  (Mi- 
tre.) Se  le  confió  la  fortificación  de  las  ba- 
rrancas del  Rosario  e  islas  adyacentes,  a  fin 
de  asegarar  el  dominio  del  rio  Paraná,  amena- 
zado por  la  Marina  española,  en  cuyo  cargo 
demostró  su  actividad  y  celo  en  favor  del  ser- 
vicio publico,  quedando  listas  aquéllas  en  me- 
nos de  quince  días.  En  una  de  sus  baterías 
enarboló  por  primera  vez  el  general  Belgrano 
la  bandera  argentina.  Pereció  en  viaje  a  Lon- 
dres, en  el  naufragio  del  buque  que  lo  condu- 
cía, en  1819. 

Montañeses.  Regimiento  formado  durante  las 
invasiones  inglesas,  por  españoles  de  las  pro- 
vi  nc  i  as  montañosas,  compuesto  por  cuatro 
compañías  de  cincuenta  hombres  cada  una, 
que  combatió  a  las  órdenes  del  teniente  coro- 
nel D.  José  de  la  Oyueta.  Este  Cuerpo  estaba 
uniformado  de  chaqueta  larga  azul  con  peto, 
collarín  y  vueltas  rojas,  sombrero  alto  con 
pluma  del  mismo  color,  pantalón  blanco  y  me- 
dia bota. 

Monteag^do  (Bernardo  de).  Nació  en  Tucu- 
mán,  en  1736.  Se  graduó  en  Jurisprudencia  en 
la  Universidad  de 
Charcas  y  comenzó 
a  señalarse  por  la 
fogosidad  de  su  ca- 
rácter y  por  su  ta- 
lento, desde  1809, 
en  los  movimientoi 
revolucionarios  de 
La  Paz.  Estableci- 
do en  Buenos  Aire» 
colaboró  en  la  re- 
dacción de  la  Gace- 
ta: fundó  un  perió- 
dico, promovió  una 
asociación  literaria 
con  miras  de  refor- 
ma social,  y  con  el 
mismo  fin  dio  a  luz  algunos  artículos  ori  Kinales 
o  traducidos.  En  1812  fué  el  alma  del  movi- 
miento del  8  de  octubre,  y  al  año  siguiente 
formó  parte  de  la  Asamblea  Constituyente; 
poco  después  fué  desterrado  y  partió  a  Euro- 
pa, donde  permaneció  por  espacio  de  dos  aflos. 


D.  Bernardo  de  Monteagudo. 


Vuelto  al  país  en  1818,  pasó  a  Chile,  de  cuyo 
ejército  le  nombró  auditor  de  guerra  el  gene- 
ral San  Martin,  hallándose  en  el  desastre  de 
Cancha  Rayada,  trasladándose  en  misión  po- 
lítica a  Mendoza;  interviene  en  el  proceso  de 
los  conjurados  de  San  Luis,  pasando  de  nuevo 
a  incorporarse  al  ejército  de  Chile,  en  cuyas 
filas  hizo  la  expedición  al  Perú,  en  1820.  Al 
año  siguiente  el  protector  del  Perú  lo  nombró 
ministro  de  Guerra  y  Marina,  y  seis  meses  más 
tarde  le  confió  la  cartera  de  Relaciones  exte- 
riores. Poco  después  fué  desterrado  de  Lima, 
emigrando  al  Ecuador,  donde  se  unió  con  el 
general  Bo'ívar,  con  quien  regresó  de  aquella 
ciudad,  tiendo  asesinado  en  las  calles  de  Lima, 
en  la  noche  del  23  de  enero  de  1825,  en  víspe- 
ras de  ser  nombrado  representante  del  Peni  al 
Congreso  de  Panamá.  El  Dr.  Monteagudo  po- 
seía raras  dotes  de  orador  y  publicista;  en  sus 
escritos  resplandece  el  fuego  de  la  inspiración 
y  la  irresistible  lógica  del  talento.  En  1917,  en 
la  fragata-escuela  Sarmiento  (argentina)  fue- 
ron trasladados  sus  restos  a  Buenos  Aires 
desde  el  Callao.  En  esta  ciudad  rindióle  ho- 
nores la  Escuela  Naval,  asistiendo  además  los 
alumnos  de  las  escuelas  publicas  y  particula- 
res. Al  ser  entregados  los  restos  en  el  muelle 
pronunció  un  conceptuoso  discurso  el  ministro 
de  Relaciones  Exteriores  del  Perú,  Dr.  de  la 
Riva  Agüero. 

Montes  de  Oca  (Juan  José).  Notable  médico. 
Nacido  en  Buenos  .\ires,  en  1806.  Fué  un  gran 
cirujano,  un  profesor  modelo.  La  enseñanza 
era  para  él  un  culto.  Destituido  y  perseguido 
por  Rosas,  ejerció  con  éxito  su  profesión  en  el 
Uruguay  y  en  el  Brasil.  Regresado  a  la  patria, 
reorganizó  los  estudios  médicos  en  Buenos 
Aires,  siendo  el  primer  profesor  de  clínica  qui- 
rúrgico de  la  Facultad  de  Medicina,  siendo 
también  su  presidente  y  decano  honorario.  Fa- 
lleció en  1906. 

Montes  de  Oca  (Manuel  Augusto).  Hijo  del 
anterior.  Hombre  de  ciencia  y  político.  Nacido 
en  la  ciudad  de  Buenos  Aires,  el  15  de  diciem- 
bre de  1831.  Emigrados  sus  padres,  se  educó 
en  Montevideo  y  en  el  Brasil,  regresando  a  la 
patria  en  1350,  donde  continuó  sus  estudios  de 
medicina  con  un  éxito  brillante,  mereciendo 
ser  nombrado  director  del  aula  de  anatomía  en 
1852;  practicante  mayor,  interno  del  hospital 
de  hombres  y  secretario  del  Consejo  de  Higie- 
ne pública  en  1854,  recibiendo  el  título  de  doc- 
tor en  Medicina  el  15  de  diciembre  de   1854. 


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Su  tesis  fué  un  trabajo  original  y  de  mérito,  y 
en  el  ejercicio  de  su  profesión  adquirió  bien 
pronto  una  reputación  que  alcanzó  a  la  cele- 
bridad, siendo  un  verdadero  apóstol  de  la  cien- 
cia. En  1860  fué  nombrado  catedrático  de  Ana- 
tomía y  Fisiología,  y  de  clínica  quirúrgica  y 
operaciones,  en  1873.  Como  médico  y  como 
patriota  prestó  servicios  en  las  trincheras  de 
esta  ciudad,  durante  el  sitio  de  1S53.  En  1859 
fué  electo  diputado,  revelando  grandes  dotes 
oratorias.  Desde  entonces  formó  parte  del 
Parlamento  durante  varios  períodos.  En  1865 
asistió  a  los  heridos  de  la  guerra  del  Paraguay 
y  cuatro  aflos  después,  a  los  coléricos.  En  1872 
fué  llamado  a  formar  parte  déla  Convención 
reformadora  de  la  Constitución  de  la  provincia 
y  tres  años  más  tarde,  promovió  la  reconcilia- 
ción de  los  partidos  divididos.  En  1878  ocupó 
el  Ministerio  de  Relaciones  Exteriores  en  una 
situación  difícil,  tanto  interna  como  externa, 
revelándose  hombre  de  Estado  y  un  hábil  di- 
plomático. Abandonó  ese  cargo  por  razones 
políticas  al  poco  tiempo.  Durante  los  sangrien- 
tos sucesos  de  la  revolución  de  1880,  organizó 
varios  hospitales  de  sangre.  Partió  luego  a 
Europa  en  busca  de  salud,  regresando  en  1882, 
para  terminar  sus  días  en  su  ciudad  natal,  el  2 
de  diciembre  de  1882.  Este  médico  eminente, 
esclarecido  patriota  y  hábil  político,  fué  una 
personalidad  nacional. 

Montes  de  Oca  (José).  Militar.  Empezando  la 
carrera  a  los  diez  y  seis  años  de  edad  en  1859. 
Abanderado  en  la  batalla  de  Pavón;  hizo  la 
campaña  de  Santa  Fe,  ascendiendo  a  teniente 
segundo  y  ayudante  mayor,  en  mayo  de  1865. 
Cuando  la  guerra  del  Paraguay  no  pudo  ser  de 
los  primeros  en  salir  a  campaña  por  encontrar- 
se herido  de  un  balazo  en  un  hombro,  con  mo- 
tivo de  la  sublevación  del  Tucumán,  en  el  cuar- 
tel del  Retiro,  a  fines  de  1865,  el  que  procuró 
sofocar  como  comandante  de  cuartel  que  era 
Restablecido  de  su  herida,  se  incorporó  a  su 
cuerpo  en  campaña  a  tiempo  de  tomar  parte 
en  Paso  de  la  Patria,  Estero  Bellaco,  batalla 
de  Tuyuti.  Herido  de  bala  en  el  pecho  en  esta 
última  batalla,  fué  remitido  al  hospital  de  Co- 
rrientes, donde  falleció  el  6  de  junio  de  1866. 

Monte  Santiago  (combate  naval).  Guerra  del 
Brasil.  Tres  buques  de  guerra  argentinos:  Re- 
pública, Independencia  y  Sarandi,  fueron  ata- 
cados en  Monte  Santiago,  a  la  altura  de  la  En- 
senada, por  una  escuadra  brasileña  de  20  bu- 
ques. Dos  días  duró  el  combate  (7  y  8  de  abril 


de  1827),  siendo  hechos  pedazos  los  buques  ar- 
gentinos, no  sin  infligir  serias  averías  a  los 
buques  enemigos.  El  República  iba  al  mando 
del  capitán  D.  Guillermo  Granville,  quien  fué 
gravemente  herido,  perdiendo  un  brazo.  El  al- 
mirante Brown,  jefe  de  la  escuadrilla,  ordenó 
al  bravo  teniente  D.  Juan  King  (v.)  que  hiciera 
volar  al  República  antes  de  rendirse,  lo  que  se 
efectuó.  El  Independencia  iba  al  mando  del 
mayor  D.  Francisco  Drummond  (v.)  que  murió 
en  el  combate,  siendo  sus  últimas  palabras: 
«Decid  al  general  que  muero  contento  porque 
creo  haber  cumplido  con  mi  deber,  que  es 
como  un  hombre  debe  morir...»  El  Sarandi,  a 
las  órdenes  del  capitán  D.  Juan  Coe,  sobre 
quien  recayó  el  deber  de  elevar  el  parte  oficial 
de  ese  combate  sublime  y  aterrador,  "que  ini- 
ciado con  la  primera  luz  del  día  7  de  abril, 
finalizaba  al  caer  la  noche  del  8'),  acción  jamás 
conocida  ni  parecida  en  los  fastos  de  nuestra 
historia  naval,  en  coraje,  abnegación  y  desas- 
tre. Fué  una  verdadera  hazaña  resistir  cuaren- 
ta y  ocho  horas  consecutivas  a  veinte  buques 
de  porte,  aptos  en  su  mayor'a  para  la  navega- 
ción del  Plata,  con  sólo  tres  leños  endebles  y 
encallados.  Los  enemigos  tuvieron  nueoe  bar- 
cos maltratados  y  dos  de  ellos  fuera  de  com- 
bate. 

Montoneros*  Los  nombres  de  los  montoneros 
que  desde  1863  mantuvieron  en  alarma  las  po- 
blaciones del  interior,  son:  los  titulados  jefes, 
Sebastián  Elizondo,  Santos  Fernández,  Aure- 
lio Salazar  (fusilado  en  la  ciudad  de  la  Rioja, 
el  4  de  septiembre  de  1869);  Santos  Guayama 
(muerto  violentamente  en  la  cárcel  de  San 
Juan);  Olegario  Vidal,  Belisario  Quiroga,  In- 
dalecio Victo,  Felipe  Heredia,  Fructuoso  On- 
tiveros  (muerto  en  el  río  Seco  el  año  1863); 
Gabriel  Ontiveros,  Jerónimo  Agüero  (muerto 
en  el  valle  Fértil,  San  Juan) ;  Felipe  Tello, 
Bernardo  Barboso  (presos  en  la  cárcel  de  San 
Luis);  Pedro  Oyarzábal  y  Miguel  Maldonado 
(presos  en  la  cárcel  de  Córdoba);  Lucas  Lla- 
nos y  Carlos  Ángel  (presos  en  la  Rioja);  el 
ex  gobernador  Pío  Achaval  (en  la  cárcel  de 
Catamarca);  Juan  C.  Puebla,  José  Carmo- 
na  (a)  Potrillo;  Cumbita,  Casiano  Ontiveros, 
Sebastián  Miranda  (muertos  estos  tres  en  Las 
Peñas,  el  1  de  noviembre  de  1863);  Agenor 
Pacheco,  G.  Guemes, Simón  Luengo,  etc.,  etc. 

Montoya  (Pedro  de).  Caballero  de  la  Orden  de 
Santiago.  El  rey  en  premio  de  sus  servicios  le 
confirió  el  empleo  de  gobernador  del  Tucu- 


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MOR 


man,  en  mayo  de  1660.  Por  algunos  contra- 
tíempos  no  tomó  el  mando  basta  octubre  o  no- 
viembre de  1663.  En  1670  prestó  importantes 
servicios  en  el  gobierno  de  Valdivia,  en  el  rei- 
no de  Chile,  donde  rechazó  una  invasión  de 
doce  navios  franceses  que  atacaron  aquel  puer- 
to, como  también  el  de  haber  prendido  un  es- 
pía de  los  ingleses,  Carlos  Enrique  Clerk,  re- 
mitiéndolo preso  a  Lima,  donde  diez  años  des- 
pués, 16S0,  fué  ajusticiado. 

Moquesrua  (batalla).  Los  restos  del  ejército  re- 
publicano derrotado  por  las  fuerzas  españolas 
en  Torata,  tienen  forzosamente  que  aceptar 
batalla  en  Moquegua,  a  pocas  leguas  de  aquel 
campo,  el  21  de  enero  de  1823,  y  son  nueva- 
mente derrotados  por  el  general  Valdez,  te- 
niéndose que  retirar  con  muy  poca  gente  y  en 
dispersión  el  general  Alvarado.  En  esta  ac- 
ción tomó  una  parte  muy  lucida,  Pringles. 

Moran  (Pedro).  Uno  de  los  sesenta  y  tres  repo- 
bladores de  Buenos  Aires,  el  aflo  1580.  Moran 
era  criollo;  su  padre,  Gonzalo  Pérez  Moran, 
acompañó  a  D.  Pedro  Mendoza  en  la  primera 
fundación  de  Buenos  Aires,  en  febrero  de  1835. 
El  hijo  fué  agraciado  con  dos  cuartos  de  man- 
zana en  el  égido  de  la  ciudad,  y  una  suerte  de 
tierra  de  cuatrocientas  varas  de  frente  por  una 
legua  de  fondo.  El  2  de  noviembre  de  1584* 
Moran  compró  a  Agustín  de  Salazar  una  suer- 
te de  tierra  en  las  Conchas,  de  500  varas  de 
frente  por  una  legua  de  fondo,  y  además,  un 
solar,  una  cuadra,  una  chacra,  una  estancia  y 
un  huerto,  que  lo  adquirió  «por  una  capa  de 
raya  medio  raída,  unos  calzones  de  lienzo 
nuevos,  un  jubón  de  lienzo  y  un  coleto  acu- 
chillado». 

Horeaa.  Célebre  pirata  francés.  Este  pirata, 
como  otros  ingleses  y  daneses,  atraídos  por 
la  fama  de  riqueza  de  los  pueblos  situados  en 
las  márgenes  del  Río  de  la  Plata,  y  aprove- 
chándose de  la  falta  de  vigilancia  de  las  auto- 
ridades, atracaban  sus  buques  a  las  costas  de 
los  pueblos,  hacían  grandes  carneadas,  y  jun- 
taban grandes  cantidades  de  cueros  que  iban 
a  vender  en  los  mercados  europeos.  En  Mal- 
donado  (Estado  Oriental)  desembarcó  en  1720 
este  pirata,  con  un  grupo  de  gente  y  cuatro 
cañones.  El  gobernador  Zabala  mandó  con- 
tra él  al  capitán  Echaurri,  quien  sorprendién- 
dole le  obligó  a  reembarcarse  con  pérdida  de 
su  artillería  y  de  todo  su  contrabando.  Volvió 
otra  vez  el  audaz  pirata,  a  los  pocos  meses, 
pero  es  de  nuevo  batido  por  el  capitán  Pando 


y  Patino,  siendo  completamente  destruido;  se 
le  tomaron  muchos  prisioneros,  y  el  mismo  Mo- 
reau  fué  muerto. 

Moreno  (Dr.  José  María).  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  17  de  septiembre  A¿  1825.  Hijo  de  don 
José  Moreno  y  hermano  menor  de  los  docto- 
res Mariano  y  Manuel  Moreno.  Fué  educado 
por  el  jesuíta  Dr.  Nageste,  en  el  Colegio  re- 
publicano. Ingresó  en  la  Universidad  en  mayo 
di  1851.  Catedrático  de  Derecho  civil.  Fiscal 
general  del  gobierno  de  Buenos  Aires,  sub 
secretario  del  departamento  de  Q-  ^rra  y  Mari- 
na. Se  halló  en  cuatro  campañas  de  guerra,  y 
en  las  batallas  de  Pauón  y  de  Cepeda.  Llegó 
hasta  el  grado  de  sargento  mayor,  pertene- 
ciente a  la  artillería.  Diputado  al  Congreso 
Nacional  en  1876.  Vicegobernador  de  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires  en  el  aflo  1S78,  y  go- 
bernador de  la  misma,  por  renuncia  del  doctor 
D.  Carlos  Tejedor,  a  raíz  de  la  revolución 
del  año  1880.  Son  muy  notables  sus  obras  ju- 
rídicas. Murió  el  22  de  marzo  de  1882. 

Moreno  (Francisco  P.).  Explorador.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  31  de  mayo  de  1852.  En  el 
año  1875,  a  la  edad 
de  veintitrés  años, 
llevó  a  efecto  su 
primera  explora- 
ción al  río  Negro, 
completamente  in- 
vadido por  los  in- 
dios. Poco  después 
recorrió  las  regio- 
nes montañosas  de 
Catamarca  y  los 
rios  de  Santa  Cruz, 
Negro  y  Limay, 
hasta  el  lago  de 
Nahuel-Huapí,  y  en 

1876  volvió  a  explorar  el  primero  de  los  ríos 
mencionados,  subiendo  hacia  sus  fuentes.  Des- 
cubrió el  lago  Gutiérrez,  y  el  22  de  enero  de 
1880  fué  hecho  prisionero  por  las  indiadas  del 
cacique  Shaihueque;  pero  pudo  fugarse  de  las 
tolderías  el  11  de  febrero,  alcanzando  el  día  19 
del  mismo  la  confluencia  de  los  rios  Limay  y 
Neuquéu.  En  otras  exploraciones  posteriores 
adquirió  un  perfecto  conocimiento  de  las  regio- 
nes de  los  Andes,  lo  que  le  valió  el  ser  nom- 
brado perito  argentino  en  la  cuestión  de  lími- 
tes con  Chile,  y  al  ser  designada  la  reina  de 
Inglaterra  como  arbitro  en  dicha  cuestión,  pasó 
el  Dr.  Moreno  a  Londres  para  facilitar,  con 


D.  Francisco  P.  Moreno- 


MOR 


-  279 


MOR 


sus  conocimientos,  la  resolución  arbitral.  En 
las  exploraciones  que  realizó,  recogió  numero- 
sas colecciones  de  gran  valor  antropológico  y 
arqueológico,  y  que  fueron  el  origen  del  Mu. 
seo  de  La  Plata,  que  él  fundó  en  1877.  De  sus 
viajes  y  estudios  ha  dado  cuenta  en  varias  pro. 
ducciones  suyas,  entre  las  que  figuran  su  libro 
La  Patagonia  del  Sur  (1S79)  y  Viaje  a  ¡a  re, 
gión  Andina  de  Patagonia  {\896).  Fundó  tam- 
bién el  Dr.  Moreno  la  Asociación  de  boy  scouts 
y  fué  vicepresidente  del  Consejo  Nacional  de 
Educación.  Fué  miembro  de  las  siguientes  So- 
ciedades :  Geográfica  británica ,  Geográfica 
americana,  Geográfica  alemana.  Antropológica 
de  Florencia  y  Alemania,  y  obtuvo  las  siguien- 
tes condecoraciones:  medalla  de  oro  de  la  So- 
ciedad Geográfica  de  París;  ídem  de  la  Real 
Geográfica  Británica;  ídem  de  la  Geográfica 
Americana.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  sába- 
do 22  de  noviembre  de  1819,  a  las  cinco  y  cua- 
renta de  la  mañana,  y  al  día  siguiente  fueron 
inhumados  sus  restos  en  el  Cementerio  del 
Norte. 

Moreno  (Manuel).  Diplomático.  Nacido  en  la 
ciudad  de  Buenos  Aires  en  1781 .  En  1811  salió 
de  Buenos  Aires 
para  Inglaterra 
con  el  empleo  de 
primer  secretario 
del  representante 
de  la  primera  Jun- 
ta de  Buenos  Ai- 
res, cerca  del  Go- 
bierno británico. 
Diputado  a  la  Jun- 
ta de  Represen- 
tantes con  re- 
elección sucesiva 
hasta  el  afio  1826. 
En  este  año  des- 
empeñóla cartera 

de  Relaciones  Exteriores  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires.  En  el  año  1828  fué  nombrado 
enviado  extraordinario  y  ministro  plenipoten- 
ciario cerca  del  Gobierno  inglés.  Por  muchos 
años  fué  director  de  la  Biblioteca  de  Buenos 
Aires.  Falleció  en  el  año  de  1857. 

Moreno  (Mariano).  Hermano  del  anterior.  Esta- 
dista. Abogado  y  escritor.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  en  la  calle  que  perpetúa  su  nombre,  el 
28  de  septiembre  de  1778.  Cursó  sus  estudios 
en  esta  ciudad,  siendo  su  maestro  el  célebre 
franciscano  fray  Cayetano  José  Rodríguez; 


D.  Manuel  Moreno. 


D.  Mariano  Moreno. 


pasó  por  el  año  de  1800  a  la  ciudad  de  Charcas, 
en  el  Alto  Perú,  y  habiendo  obtenido  en  aque- 
lla Universidad  el 
grado  de  doctor 
en  Leyes,  practi- 

-  có  el  Derecho  y 
fué  recibido  en  la 
profesión  de  abo- 
gado por  la  Au- 
diencia de  aquel 
distrito.  Volvió  a 
su  patria  a  fines 
de  1804,  y  ejerció 
con  brillo  su  pro- 
fesión, desempe- 
ñando el  cargo  de 
relator  de  la  «Real 
Audiencia    de 

Buenos  Aires»,  conquistando  bien  pronto  gran 
reputación  por  sus  talentos  e  integridad,  afian- 
zándolos con  motivo  del  famoso  memorial  o 
«representación  de  los  hacendados»,  presenta- 
do al  virrey  en  1809.  Pero  donde  puso  a  prue- 
ba sus  talentos  extraordinarios,  fué  como  se- 
cretario de  la  primera  Junta  revolucionaria  de 
1810,  demostrando  su  vasta  preparación  y  ra- 
pidez para  expedirse,  tanto  en  las  carteras  de 
Gobierno  y  de  Guerra  que  tuvo  a  su  cargo, 
como  en  otras  múltiples  atenciones.  Sus  inicia- 
tivas en  las  tareas  del  gobierno  son  innumera- 
bles; creó  la  Biblioteca,  batallones  de  Milicias, 
la  Policía  Municipal,  el  primer  periódico  oficial, 
reorganizó  el  Tribunal  de  Justicia,  en  fin,  abar- 
có todos  los  resortes  de  la  administración.  Este 
eminente  patricio  contaba  a  la  sazón  sólo  trein. 
ta  años  de  edad,  y  tenía  tanto  prestigio,  que 
inspiró  recelos  dentro  y  fuera  de  la  Junta,  y 
con  motivo  de  la  desacertada  disposición  de  la 
incorporación  de  nueve  diputados  de  las  pro- 
vincias a  la  Junta  provisional,  cuyas  funciones 
eran  puramente  ejecutivas,  deseando  evitar  ta- 
les desconfianzas  presentó  su  dimisión,  «con- 
vencido de  haber  cumplido  su  deber».  En  1811 
fué  nombrado  ministro  plenipotenciario  ante 
las  Cortes  del  Brasil  y  Gran  Bretaña,  con  la 
misión  de  fomentar  la  amistad  con  ambos  paí- 
ses, embarcándose  el  24  de  enero  de  tal  año, 
muriendo  en  el  viaje  el  4  de  marzo,  a  la  madru- 
gada, siendo  su  cadáver  arrojado  al  mar 

Morillo  (Pablo).  Español.  Debió  ser  quien,  con 
una  poderosísima  expedición  reconquistadora, 
llegara  al  Río  de  la  Plata.  Según  La  Gaceta  de 
Buenos  Aires  (3  de  junio  de  1815),  esta  expe- 


MOR 


280  — 


MOS 


dición  se  componía  de  9.694  soldados,  con  438 
oficiales,  en  45  trasportes,  escoltados  por  e' 
San  Pedro,  navio  de  línea  de  74  cañones;  las 
fragatas  Efigenia  y  Diana,  dos  corbetas,  dos 
galeras,  y  además,  doce  grandes  lanchones. 
Formaban  el  cuerpo  expedicionario  los  siguien- 
tes regimientos  y  batallones:  Dragones  de  la 
Patria,  Dragones  de  Fernando  VII,  Artillería 
Real,  Primero  de  León,  Unión,  Barbastro,  Vic" 
toria,  Legión  Castilla,  Ingenieros  y  Zapado- 
res, columna  de  Cazadores,  componiendo  su 
Comandancia  y  Plana  Mayor  el  general  don 
Pablo  Morillo,  mayor  Francisco  Winleser. 
Ayudantes:  León  Artigas  y  Francisco  Aguada, 
etcétera.  Esta  expedición  debía  hacerse  a  la 
vela  en  Cádiz,  el  1  de  diciembre  de  1814;  mas 
no  lo  pudo  verificar  hasta  el  24  de  enero  si- 
guiente. Según  el  historiador  colombiano  Res- 
trepo,  el  total  de  los  hombres  de  la  expedición 
era  de  10.642.  Era  Morillo  un  militar  ignoran- 
te y  sin  educación,  duro  por  carácter  y  que  se 
dejaba  arrastrar  por  movimientos  repentinos 
de  cólera,  desconfiado  en  extremo,  aunque  no 
desprovisto  de  sentimientos  generosos,  de 
franqueza  y  lealtad.  Como  general,  carecía  de 
la  ciencia  necesaria  y  de  esas  combinaciones 
rápidas  para  trazar  una  campafla  o  dirigir  los 
movimientos  imprevistos  en  el  campo  de  bata- 
lla; pero  tenía  un  valor  a  toda  prueba,  energía 
y  serenidad;  severo  sostenedor  de  la  disciplina 
y  del  orden  en  todos  los  ramos;  se  hacía  que- 
rer del  soldado,  y  tales  dotes  constituían  de 
Morillo  un  jefe,  acaso  el  más  a  propósito  para 
hacer  la  guerra  en  la  América  española,  donde 
sólo  combatían  pequeñas  fuerzas. 
Morón  (Bruno).  Nacido  en  Mendoza,  el  6  de  oc- 
tubre de  1781,  educándose  en  la  misma  ciudad. 
Tomó  parte  en  los  sucesos  de  1810.  Se  halló 
en  el  segundo  sitio  de  Montevideo,  marchando 
al  Alto  Perú,  en  1815,  a  las  órdenes  de  Bel- 
grano,  en  el  acantonamiento  de  Tucumán,  en 
cuya  guarnición  fué  promovido  a  coronel  gra- 
duado, en  22  de  mayo  de  1819.  En  1820  se  le 
confió  en  su  provincia  natal  el  mando  de  las 
armas  para  oponerse  al  desorden  y  al  caudi- 
llaje. En  agosto  de  1821,  el  caudillo  chileno 
José  Miguel  Carrera,  al  frente  de  una  monto- 
nera invadió  la  provincia  con  el  objeto  de  pe- 
netrar en  Chile,  y  el  entonces  general  Morón 
salió  en  su  persecución,  y  alcanzándole  cerca 
de  Río  Cuarto,  le  presentó  batalla;  al  ir  a  car- 
gar al  enemigo,  costaló  su  caballo,  lanzándolo 
a  tierra,  y  fué  entonces  sableado  y  muerto  por 


un  montonero,  desbandándose  su  ejército.  Asf 
murió  este  ilustre  jefe,  víctima  de  la  anarquía, 
el  23  de  junio  de  1821. 

llorón  (Juan  Bautista).  Militar.  Nació  en  Men- 
doza, el  año  de  1769.  Revistaba  en  clase  de 
capitán,  en  1810,  cuando  le  sorprendió  la  re- 
volución, a  la  que  se  adhirió  con  entusiasmo. 

^  En  junio  del  mismo  año,  la  Junta  de  Buenos 
Aires  le  confió  la  comisión  de  marchar  a  las 
provincias  de  San  Juan,  Mendoza  y  San  Luis, 
para  reunir  armas  y  evitar  su  distribución  en- 
tre los  realistas,  y  al  mismo  tiempo,  con  el  ob- 
jeto de  reclutar  tropa  destinada  a  la  expedición 
al  Perú.  De  vuelta  de  su  comisión,  condujo 
doscientos  hombres  con  ese  destino,  y  al  llegar 
a  Mendoza  prendió  al  ministro  de  Real  Ha- 
cienda, D.  Francisco  Ansay,  y  demás  cómpli- 
ces que  conspiraban  contra  el  nuevo  Gobierno 
patrio.  En  1815  pasó  a  prestar  sus  servicios  al 
ejército  de  los  Andes,  cuyas  campañas  hizo  a 
las  órdenes  del  general  San  Martín.  Por  de- 
creto de  8  de  febrero  de  1822,  fué  comprendi- 
do en  la  ley  de  reforma  militar,  revistando  en 
la  graduación  de  teniente  coronel.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  14  de  diciembre  de  1847. 

Moscoao  (Ángel  Mariano).  Obispo.  Nacido  en 
el  año  1712.  Fué  el  fundador  del  hospital 
de  San  Andrés,  en  la  provincia  de  Salta,  hos- 
pital que  fué  de  gran  utilidad  para  los  enfer- 
mos del  ejército  que  en  él  eran  atendidos,  en 
1812,  por  el  padre  belermita  fray  Mariano  de 
Jesús.  El  vecindario  proporcionó  entonces 
250  camas.  Por  fallecimiento  de  este  benemé- 
rito fraile,  el  hospital  quedó,  en  enero  de  1819, 
por  orden  del  Cabildo,  a  cargo  del  padre  fray 
José  Antonio  de  la  Asunción,  así  como  la  far- 
macia, la  librería  y  todos  los  demás  enseres. 
Era  el  ilustrísimo  obispo  D.  Ángel  Moscoso 
pastor  digno  por  sus  virtudes  de  los  tiempos 
apostólicos;  visitaba  personalmente,  a  pesar 
de  su  débil  complexión,  hasta  los  más  humildes 
hogares,  habiendo  merecido  que  el  Supremo 
Consejo  de  Indias  le  propusiese  como  ejemplo 
a  los  demás  prelados  de  América.  Falleció  en 
Córdoba,  el  3  de  octubre  de  1804. 

Mosaottl  (Octavio  F.).  Hombre  de  ciencia.  Fué 
la  personalidad  científica  italiana  más  desco- 
llante que  haya  figurado  en  la  historia  de  nues- 
tra educación  superior.  Nacido  en  noviembre 
de  1791.  Se  doctoró  en  la  Universidad  de  Pa- 
vía en  Física  y  Matemáticas,  cuando  apenas 
llegaba  a  los  veinte  años.  Por  causas  políticas 
emigró  de  su  país,  viniendo  a  Buenos  Aires, 


MOY 


-  281  - 


MUN 


D.  Octavio  F.  Mossotti. 


donde  reemplazó  en  la  cátedra  de  Física  ex- 
perimental al  Dr.  D.  Pedro  Carta  Aíolina  (v.), 
que  había  renuncia- 
do. Mossotti  hizo 
las  primeras  obser- 
vaciones meteoro- 
lógicas serias  rea- 
lizadas en  Buenos 
Aires,  estableció  la 
latitud  de  la  ciudad 
con  relación  a  la 
pirámide  de  Mayo; 
fundó  en  una  de  las 
celdas  altas  del 
conventode  Santo 
Domingo  (hoy  ba- 
sílica del  Rosario)  el  primer  Observatorio  As- 
tronómico que  se  tuvo  en  la  República  después 
del  rudimentario  del  P.  Buenaventura  Suárez; 
escribió  una  Memorií  sobre  el  clima  argenti- 
no; fué  nombrado  ingeniero  del  departamento 
topográfico  creado  por  Rivadavia.  De  vuelta 
a  su  patria,  en  1834,  dejó  aquí  un  plantel  de 
discípulos  agradecidos  que  le  recordaron  siem- 
pre con  cariño  y  supieron  aprovechar,  no  sólo 
los  conocimientos  que  de  él  recibieron,  sino 
también  el  ejemplo  de  su  vida  noble,  austera  y 
laboriosa. 

Hoyano  (Juan  Comelio).  Primer  gobernador 
constitucional  de  Mendoza,  en  20  de  abril  de 
1856.  Su  gobierno  fué  una  serie  de  contratiem- 
pos y  de  golpes  de  Estado,  y  no  obstante,  ja- 
más se  había  visto  a  Mendoza  en  un  estado  de 
movimiento  intelectual  y  de  labor.  Se  preocu- 
póde  reglamentar  la  Justicia,  Hacienda,  .Minas, 
ramo  de  aguas.  Agricultura,  cárcel  penitencia- 
ria, etc.,  etc.  Durante  su  gobierno  se  descu- 
brió—marzo de  1S56 — el  mineral  de  Payen.  «El 
día  5  de  diciembre  de  1S55,  10  ciudadanos 
mendocinos,  a  saber:  D.  Juan  Troncoso,  don 
Santiago  Ormazabal,  alférez;  D.  Juan  Seguel, 
D.  Ramón  Ponce,  D.  Ignacio  Troncoso;  don 
Damián  Bustos,  D.  Andrés  Funes,  D.  .Manuel 
A.  Abacá;  peones:  Juan  José  Abacá  y  Teodo- 
ro Rojas,  y  administrador  de  víveres  y  socio 
D.  Lino  Guiflazü,  se  lanzaron  en  secreto,  sin 
tener  en  vista  el  gran  peligro  que  les  amena- 
zaba, tanto  por  los  naturales  salvajes  como 

•  por  la  escasez  de  %nveres  que  sus  limitadas  fa- 
cultades no  les  permitía  hacerlo,  y  admitiendo 
las  instrucciones  del  coronel  D.  Juan  de  Dios 
Videla,  un  oficial  del  cuerpo  de  éste  (Seguel), 
baqueano,    armas,  municiones,  se  marcharon 


del  fuerte  de  San  Rafael,  a  guisí  de  descubri- 
dores del  Nuevo  Mundo,  despidiéndose  de  to- 
dos sus  amigos  y  de  lo  más  caro  que  el  hombre 
puede  tener,  cual  era  sus  familias.  Cuando  ha- 
bían cumplido  tres  meses  y  cinco  días,  y  cuan- 
do todos  creían  que  aquellos  beneméritos  ciu- 
dadanos hubieran  ya  perecido  todos  al  furor 
de  los  salvajes  de  aquellas  apartadas  regiones, 
o  de  los  elementos,  se  les  ve  de  vuelta,  llenos 
de  alegría,  felicitándose  de  haber  podido  ven- 
cer con  su  constancia  los  inconvenientes  que 
la  Naturaleza  les  oponía,  y  trayendo  las  mues- 
tras de  los  metales  descubiertos  en  el  mencio- 
nado Payen,  como  de  las  vetas  de  que  se  con- 
tiene, que  no  constaban  ni  de  la  octava  parte 
de  los  que  aun  faltaba  por  descubrir.  El  mine- 
ral está  situado  en  los  cerros  que  se  extienden 
a  la  falda  oriental  del  Payen,  frente  a  las  con- 
fluencias de  los  nos  Grande  y  Barrancas.  La 
naturaleza  de  que  está  formada  la  localidad  va 
indicada  en  el  mismo  nombre  del  Payenmahui- 
da:  mahuida,  cerro, -^  Payen,  cobre.»  El  go- 
bernador, general  .Moyano,  falleció  en  la  no- 
che del  24  al  25  de  marzo  de  1859,  repentina- 
mente. 
Mnfiecas  Ildefonso  Escolástico).  Sacerdote. 
Nacido  en  Tucumán,  en  1776,  pasando  a  Cór- 
doba a  estudiar  Teología  y  Derecho  canónico. 
Se  doctoró  en  la  Universidad  de  esa  provincia 
en  el  aflo  1789,  y  al  regresar  de  ese  estableci- 
miento recorrió  el  Alto  Perú,  partiendo  des- 
pués a  Europa,  donde  completó  su  vastísima 
educación,  k  su  regreso,  como  capellán,  se 
puso  a  las  órdenes  de  un  alto  personaje  que 
debía  pasar  al  virreinato  del  Perú.  Con  este 
motivo  atravesó  nuevamente  las  provincias  de 
aquel  país,  visitó  el  Cuzco  y  llegó  a  su  capital, 
en  la  que  le  fué  conferido  el  curato  de  la  Ca- 
tedral. Ejercía  ese  cargo  cuando  tuvo  lugar  la 
gran  insurrección,  y  combinó  entonces  el  plan 
general  de  levantamieqto,  hasta  que  en  1814 
fué  denunciado  y  procesado  como  revoluciona- 
rio; pero  en  el  mismo  año,  el  20  de  agosto, 
ocupó  a  Puno  la  columna  del  coronel  Pinedo, 
cuyo  secretario  y  capellán  fué  .Muñecas,  rin- 
diendo su  guarnición.  Hombre  de  inteligencia 
y  acción,  se  hizo  notar,  desde  luego,  como  uno 
de  los  más  ardentes  tribunos  de  la  revolución. 
Retirado  de  La  Paz  a  los  bosques  de  Larecaja, 
logró  sublevar  en  masa  a  todos  los  habitantes 
de  la  comarca,  a  los  que  gobernaba  bajo  su 
doble  autoridad  de  sacerdote  y  caudillo.  Sos- 
tuvo a  su  republiqueta  hasta  18l5,  hostilizando 


MUÑ 


a  los  realistas  y  sublevando  a  otras  provincias; 
hallándose  en  Titicaca  estrechado  por  fuerzas 
realistas,  fué  derrotado  en  Colólo  el  27  de  fe- 
brero de  1S16,  y  poco  después,  tomado  prisio- 
nero y  enviado  al  Cuzco,  para  ser  ahorcado 
allí;  pero  fué  muerto  en  el  camino,  al  llegar  al 
Desaguadero,  el  7  de  julio  de  1816. 

Muñecas  (Juan  Manuel).  Patriota  argentino. 
Hermano  del  anterior.  Era,  lo  mismo  que  su 
ilustre  hermano,  natural  de  Tucum.ln,  y  estaba 
avecindado  hacía  largo  tiempo  en  el  departa- 
mento de  La  Paz.  Desempeñaba  desde  el  año 
de  1810  el  empleo  de  subdelegado  de  Larecaja, 
y  desplegó  desde  entonces  un  celo  patriótico 
y  un  ardor  militar  digno  de  la  causa  que  de- 
fendía. En  vísperas  de  Hiiaqui,  dirigió  a  los  in- 
dios de  su  partido  una  proclama  que  revela  el 
entusiasmo  y  decisión  de  su  carácter  animoso, 
con  el  que  fué  consecuente  hasta  el  fin  de  sus 
días. 

Huñiz  (Francisco  Javier).  Hombre  de  ciencia. 
Nació  el  21  de  diciembre  de  1795,  en  el  partido 
de  San  Isidro,  provincia  de  Buenos  Aires.  Cur- 
só sus  primeros  estudios  en  esta  capital,  ingre- 
sando, en  1807,  en  el  regimiento  de  «andaluces» 
en  clase  de  cadete,  y  a  pesar  de  su  corta  edad, 
se  batió  dicho  año  contra  las  tropas  inglesas 
en  los  corrales  de  Miserere,  en  las  guerrillas 
de  la  plaza  Victoria  y  en  algunas  calles  de  la 
ciudad,  siendo  herido  en  una  de  ellas.  Pasados 
estos  acontecimientos,  dejó  la  carrera  de  las 
Armas,  ingresando  al  colegio  de  San  Carlos. 
Estudió  luego  Medicina,  apareciendo  como  mé' 
dico,  en  1821,  en  la  guarnición  de  Patagones; 
cuatro  años  después  marchó  como  cirujano  al 
cantón  de  Chascomús.  En  1826,  el  presidente 
Rivadavia  le  expidió  el  despacho  de  médico  y 
cirujano  principal,  figurando  luego  a  la  cabeza 
del  Cuerpo  médico  durante  la  guerra  contra  el 
Brasil  y  en  la  batalla  de  Ituzaingú.  Cúpole  al 
doctor  Muñiz  el  honor  de  presidir  la  apertura 
de  la  cátedra  de  Obstetricia,  que  dictó  hasta 
1850.  En  Lujan  se  dedicó  algún  tiempo  a  estu- 
dios de  Geología  y  Paleontología.  Asistió  tam- 
bién en  esa  villa  al  general  Paz,  prisionero  a 
la  sazón.  Derrocado  el  tirano,  presidió  la  Fa- 
cultad de  Medicina;  en  1850  marchó  a  la  cam- 
paña de  Cepeda  como  cirujano  mayor  del  ejér- 
cito porteño,  en  cuya  batalla  fué  gravemente 
herido  y  apresado;  mereció  .ser  recomendado 
en  el  parte  por  el  general  Mitre.  En  la  guerra 
de!  Paraguay,  asistió  a  las  batallas  de  Yatay 
y  Uruguayana,  como  cirujano,  disponiendo  el 


282  -  MUR 

general  Mitre  su  permanencia  en  Corrientes 
al  frente  de  los  hospitales,  puesto  que  desem- 
peñó hasta  1863.  Sus  obras  médicas,  literarias 
y  geológicas  son  innumerables,  como  también 
sus  nombramientos,  despachos,  títulos,  diplo- 
mas y  con  Jecoraciones  de  las  principales  Socie- 
dades científicas  americanas  y  europeas.  Falle- 
ció en  Buenos  Aires,  el  17  de  abril  de  1871. 

Murature  (José).  Marino.  Nació  en  Genova,  en 
1801,  y  llegó  a  Buenos  Aires  en  1828,  alistán- 
dose en  la  escuadra  de  Brown,  durante  la  gue- 
rra del  Brasil.  Después  se  dedicó  a  la  marina 
mercante,  prestando  grandes  servicios  a  los 
emigrados  durante  la  tiranía,  conduciéndolos 
en  su  goleta  Eletta  a  la  costa  oriental.  Entre 
otros  patriotas  notables  transportó  a  la  vecina 
orilla  al  Dr.  D.  Valentín  Alsina.  Derrocada  la 
tiranía,  sirvió  como  militar  en  la  escuadra,  con- 
firiéndosele el  grado  de  sargento  mayor  y  el 
comando  de  su  buque  Eletta,  comprado  por  el 
Gobierno  y  armado  en  guerra,  con  el  que  tomó 
parte  en  las  contiendas  navales  de  la  organiza- 
ción de  la  República.  En  1859,  como  jefe  de  la 
escuadra  de  la  Confederación,  forzó  el  paso  de 
las  baterías  del  Rosario,  y  estando  en  obser- 
vación frente  al  Paraná,  se  sublevó  la  marine- 
ría y  fué  tomado  prisionero  por  el  general  Ur- 
quiza.  El  2  de  enero  de  1865  concurrió  al  sitio 
de  Paysandii  con  la  escuadra  a  su  mando  para 
proteger  los  intereses  argentinos,  consiguiendo 
salvar  de  la  muerte  a  un  crecido  número  de 
prisioneros,  y  el  20  de  mayo  del  mismo  año, 
partió  con  el  Guardia  Nacional,  nave  capitana, 
a  reunirse  a  la  escuadra  brasileña  y  tomar  par- 
te en  la  guerra  del  Paraguay,  cubriéndose  de 
gloria  en  el  paso  de  las  Cuevas,  en  el  de  la 
Patria,  Cerrito,  Curuiú  y  demás  acciones  na- 
vales libradas  hasta  1870,  año  en  que  concurrió 
con  la  escuadra  a  sofocar  la  rebelión  de  López 
Jordán.  En  lís74  fué  dado  de  baja  por  la  revo- 
lución de  ese  año,  debido  a  su  estrecha  amistad 
con  el  general  Mitre;  cuatro  años  después,  con 
motivo  de  la  tirantez  de  las  relaciones  con 
Chile,  se  le  confió  el  mando  de  la  división  naval 
del  Sud,  para  hacer  respetar  los  derechos  ar- 
gentinos, cumpliéndola  con  todo  éxito.  Murió 
con  el  grado  de  coronel. 

Murgiondo  (Prudencio).  De  Vizcaya.  Se  halla- 
ba en  Buenos  Aires  en  1806,  cuando  fué  elegi. 
do  para  mandar  el  regimiento  de  infantería  de 
Milicias  de  «asturianos  y  vizcaínos'),  de  446 
plazas,  para  rechazar  la  primera  invasión  in- 
glesa. En  1807  también  comandó  el  expresado 


MUS 


-  283  — 


MUS 


Cuerpo,  abandonando  el  cargo  de  piloto  de 
altura  del  Río  de  la  Plata.  Posteriormente  es- 
tuvo al  frente  del  regimiento  de  «voluntarios 
del  Río  de  la  Plata»,  Cuerpo  que  prestaba  ser. 
vicios  de  guarnición  en  la  ciudad  de  Montevi- 
deo cuando  se  produjo  el  estallido  popular 
del  25  de  mayo  de  1810,  a  cuyo  movimiento  se 
adhirió,  combatiendo  por  sus  principios  en  los 
campos  de  batalla.  El  6  de  octubre  de  1813  fué 
promovido  a  teniente  coronel  graduado  y  a  co- 
ronel de  igual  clase  el  3  de  enero  de  181-4. 
Nombrado  jefe  del  regimiento  de  Granaderos, 
se  halló  en  el  sitio  y  rendición  de  Montevideo, 
entrando  al  frente  de  su  regimiento  en  la  ciu- 
dad sitiada  el  23  de  junio  de  1814.  Con  fecha  2 
de  agosto  del  año  siguiente  se  le  acordó  la 
efectividad  del  grado  de  coronel  e  hizo  la  cam- 
paña contra  el  caudillo  Artigas,  que  se  había 
declarado  en  completa  rebelión  contra  las  au- 
toridades argentinas,  sembrando  la  anarquía  y 
el  desorden.  Posteriormente  hizo  las  campañas 
navales  durante  la  guerra  contra  el  Imperio  del 
Brasil,  a  las  órdenes  de  Brown,  hallándose  en 
la  defensa  de  Patagones,  combate  de  Monte 
Santiago,  siendo  hecho  prisionero  y  conducido 
a  Montevideo.  Permaneció  preso  quince  me- 
ses, y  más  tarde  fué  asesinado. 
Hnsters  (F.).  Inglés.  Audaz  explorador  que  por 
primera  vez  cruzó  la  Patagonia  de  Sud  a  Nor- 
te, desde  Punta  Arenas  hasta  el  río  Negro. 
Con  el  objeto  de  llevar  a  buen  término  ese  via- 
je extraordinario,  se  entregó  por  completo  du- 
rante un  año  a  la  merced  de  una  tribu  de  indios 


tehuelches,  sin  esperanza  de  poder  más  tarde 
librarse  de  ellos  y  comunicar  con  otras  perso- 
nas. Los  indios  lo  trataron  espléndidamente, 
pero  a  su  modo:  le  dieron  un  gran  quillango 
de  guanaco  y  botas  de  potro  para  cubrir  su 
cuerpo  y  sus  pies  cuando  se  acabaron  sus  ro- 
pas y  su  calzado;  carne  y  agua  todos  los  días; 
buen  fuego  y  muchos  perros  a  su  alrededor  en 
las  noches  crudísimas  de  invierno  para  que  no 
muriese  de  frío.  Dada  la  índole  especialí-ima 
de  la  caravana  a  que  iba  agregado  y  que  im- 
primía curso  opuesto  a  los  deseos  del  valeroso 
explorador,  éste  comprendió  bien  pronto  que 
era  imposible  realizar  su  proyecto  de  hacer  re- 
velamientos topográficos.  Además,  sus  instru- 
mentos estaban  rotos  y  descompuestos  y  no  te- 
nía papel  en  que  escribir.  No  obstante,  Mus- 
ters,  a  quien  la  Naturaleza  había  dotado  de  un 
ánimo  siempre  fuerte  y  de  excelente  memoria, 
se  dedicó  a  observar  las  costumbres  de  sus 
compañeros.  Así  fué,  que  al  regreso  de  este 
viaje  increíble  escribió  un  libro  de  mucho  valor 
literario  e  interesantísimo  como  trabajo  des- 
criptivo, aunque  con  algunos  errores.  Después 
de  catorce  meses  Musters  llegó  a  Carmen  de 
Patagones;  pero  en  un  estado  sumamente  dé- 
bil y  envuelto  en  pieles  como  un  salvaje.  Don 
Francisco  Moreno,  en  su  mapa  de  la  Patago- 
nia, ha  dado  el  nombre  de  Musters  a  un  lago  o 
laguna  del  Chubut,  gemela  de  la  laguna  Col- 
hué.  Falleció  este  intrépido  explorador  en  1827, 
tres  años  después,  a  causa  de  las  enfermeda- 
des contraídas  en  su  exploración. 


DICCIONARIO  HISTÓRICO  Y  BIOGRÁFICO 


DICCIONARIO 


HISTÓRICO  Y  BIOGRÁFICO 


DE  LA 


REPÚBLICA  ARGENTINA 


POR 


JULIO  A.   MUZZIO 


TOMO  SEGUNDO 


BUENOS  AIRES 

LIBRERÍA  «LA  FACULTAD.  DE  JUAN  ROLDAN 

436,  FLORIDA,  436 

1920 


Imp.  de  A.  Marro.— San  Hermenegildo,  32  dupd."— Madrid. 


N 


Navarro  (combate).  Guerra  civil.  El  9  de  di- 
ciembre de  1828  tuvo  lugar  este  combate.  La 
revolución  del  1  de  diciembre  de  1828  obligó  al 
gobernador  de  Buenos  Aires,  coronel  D.  Ma- 
nuel Dorrego,  a  huir  Je  la  ciudad  con  dirección 
al  Sud  de  la  provincia  de  Buenos  Aires.  Allí 
se  junta  con  el  comandante  general  de  Milicias 
D.  Juan  Manuel  Rosas,  reúnen  inmediatamen- 
te como  2.000  y  marchan  hacia  el  Norte  bus- 
cando la  incorporación  de  Pacheco,  que  tenía 
algunas  fuerzas;  pero  antes  que  esto  sucedie- 
ra, Lavalle,  que  había  corrido  en  su  busca  y 
alcanzado  en  Navarro,  lo  ataca  y  lo  derrota 
completamente,  pues  los  milicianos,  sin  organi- 
zación alguna,  no  pueden  resistir  a  las  fuerzas 
veteranas  de  Lavalle;  Dorrego  y  Rozas,  acom- 
pañados de  algunos  otros  parciales,  siguen  en 
su  fuga  con  dirección  al  Salto,  buscando  siem- 
pre la  incorporación  del  coronel  D.  Ángel  Pa- 
checo (v.). 

Navarro  (José).  Electo  gobernador  de  San  Juan 
por  la  Legislatura,  el  12  de  septiembre  de  1825, 
a  consecuencia  de  la  renuncia  del  Dr.  D.  Sal- 
vador María  del  Carril.  En  octubre  se  declaró 
dictador,  con  facultades  extraordinarias,  cu- 
yas funciones  ejerció  por  seis  meses  hasta  el  6 
de  marzo  siguience,  habiendo  cesado  en  el  go" 
bierno  el  12  de  dicho  mes.  El  gobernador  Na- 
varro introdujo  en  la  provincia  muchas  mejo- 
ras, gobernando  con  tinoy  regularidad  en  cuan- 
to lo  permitían  la  época  y  las  circunstancias,  y 
como  la  provincia  quedara  en  una  triste  situa- 
ción por  la  superstición  y  el  fanatismo  religio- 
so, llegando  hasta  la  estupidez  el  Gobierno  de 
Navarro  de  expedir  un  decreto  prohibiendo  el 
ingreso  de  ningún  eclesiástico  secular  o  regu- 
lar sin  previa  licencia  del  Gobierno. 

Navarro  (Julián).  Sacerdote.  Natural  de  Buenos 
Aires,  en  16  de  febrero  de  1777.  Cursó  sus  es- 
Dicc.  HiST.  BioQR. 


tudios  en  el  Colegio  de  San  Carlos  y  se  gra- 
duó de  doctoren  Teología,  en  1801,  en  Córdo- 
ba. Siendo  sacerdote  se  le  confió  el  curato  de 
la  villa  del  Rosario  de  Santa  Fe,  cargo  que  des- 
empeñó desde  el  año  1809  hasta  el  1814.  Su  pa- 
triotismo era  tal,  que  en  vísperas  del  combate 
de  San  Lorenzo,  se  presentó  como  voluntario 
al  coronel  San  Martín,  sin  desampararlo  du- 
rante el  combate,  por  lo  cual  fué  recomendado 
en  el  parte  de  la  acción...  «el  esforzado  y  be- 
nemérito párroco  Dr.  t^avarro  se  presentó 
con  valor,  animando  con  su  voz  y  suministrando 
los  auxilios  espirituales  en  el  campo  de  bata- 
llan En  1814  fué  nombrado  cura  excusador  de 
la  parroquia  de  San  Isidro,  provincia  de  Bue- 
nos Aires;  cargo  que  desempeñó  por  breve 
tiempo,  siendo  nombrado  en  1816  capellán  del 
regimiento  de  Artillería.  En  1817  formó  en  el 
ejército  de  los  Andes  y  pasó  a  Chile,  donde  le 
fué  confiado,  en  1819,  el  cargo  de  rector  del 
Seminario  de  Santiago.  Llegó  a  la  categoría  de 
canónigo  de  la  Catedral.  Este  orador  notable 
terminó  sus  días  en  Chile,  el  año  de  1854.  En  la 
galería  de  retratos  del  Museo  Histórico  Nacio- 
nal, de  esta  capital,  se  exhibe  el  suyo. 
Navarro  (Manuel  J.).  Gobernador  de  Catamar- 
ca,  de  1S46  a  1852.  Tuvo  por  ministros  sucesi- 
vamente a  D.  Pedro  José  Segura  y  a  D.  Pedro 
Centeno.  Inició  su  administración  establecien- 
do las  autoridades  civiles  y  militares  de  la  pro- 
vincia, y  regularizando  el  sistema  de  gobierno 
del  mejor  modo  posible  en  aquellas  azarosas 
circunstancias,  en  que  dominaba  una  sola  vo- 
luntad: la  de  Rosas.  Luego  que  hizo  circular 
su  nombramiento  ofreciendo  garantías  perso- 
nales y  seguridad  a  los  bienes  e  intereses  de 
los  denominados  unitarios,  hasta  entonces  se- 
cuestrados y  confiscados  de  todas  partes,  co- 
menzaron a  afluir  los  proscriptos,  regresando 

19 


NAV 


a  sus  hogares  confiando  en  el  gobierno  de  Na- 
varro, quien  realizó  lo  que  había  prometido. 
La  industria,  muerta  casi,  principió  a  desarro- 
llarse; el  comercio,  a  progresar,  y  tanto  los 
denominados  unitarios  como  los  pseudosfede- 
rales,  se  entregaron  al  trabajo  con  libertad  y 
confianza.  Púsose  la  primera  piedra  fundamen- 
tal  de  la  educación  de  la  juventud,  fundándose 
el  Colegio  de  estudios  superiores  de  La  Mer- 
ced, el  mismo  que  hoy  existe  como  Colegio  na- 
cional. Nuevamente  gobernador  interino,  desde 
el  10  de  noviembre  hasta  el  10  de  diciembre 
de  1869,  preocupándose  de  la  creación  de  es- 
cuelas en  los  diversos  puntos  donde  no  las 
había. 

Navarro  (Octaviano).  Militar.  Primer  goberna- 
dor constitucional  de  Catamarca,  desde  1856 
a  1859.  Concluyó  con  todas  las  divisiones  de 
los  partidos  políticos.  Realizó  varias  obras  de 
publica  utilidad;  una  de  ellas  fué  la  fundación 
de  la  Sociedad  de  Beneficencia  (1857).  Apareció 
durante  su  gobierno  el  primer  periódico  El 
Ambato,  y  a  D.  Calixto  Ferreira  le  cabe  la 
gloria  de  ser  el  primer  tipógrafo  de  Catamar- 
ca. Después  de  haber  hecho  en  la  provincia 
mucho  bien  en  el  sentido  del  progreso  moral  y 
material,  Navarro  entregó  el  mando  a  su  suce- 
sor, D.  Samuel  Molina.  Murió  en  la  ciudad  de 
Catamarca  el  19  de  enero  de  1S84,  cuando  aca- 
baba de  ser  elegido  senador  al  Congreso  Na- 
cional. 

Navarro  de  Velasco  (María  Fernanda).  Pa- 
tricia argentina  de  la  independencia.  En  1807 
ofreció  dos  de  sus  hijos  y  tres  esclavos,  para 
que  fuesen  enrolados  en  el  ejército,  y  los  vis- 
tió y  mantuvo  durante  todo  el  tiempo  de  la  in- 
vasión inglesa.  Ofreció  además,  con  una  abne- 
gación y  desprendimiento  dignos  del  mayor 
elogio,  sus  joyas  nupciales  para  ayudar  a  los 
gastos  de  la  guerra. 

Navarro  Viola  (Miguel).  Notable  jurisconsulto 
y  publicista.  Nació  en  Buenos  Aires,  el  29  de 
septiembre  de  1830.  Publicó  £"/ P/a/a  cienlifico 
y  literario,  periódico  de  alta  importancia  para 
las  letras  americanas.  Ha  sido  también  direc- 
tor de  la  famosa  Revista  de  Buenos  Aires.  Pu- 
blicó más  de  sesenta  obras,  entre  originales  y 
traducciones.  Era  un  escritor  muy  fecundo, 
crítico  distinguido  y  altamente  estimado  como 
jurisconsulto.  Falleció  en  1890. 

Nazar  (Benito).  Militar.  Nacido  en  Buenos  Aires, 
el  12  de  mayo  de  1801,  y  muy  joven  empezó  su 
carrera.  Estudió  en  la  Academia  de  Matemá- 


286  -  NAZ 

ticas.  En  la  guerra  del  Brasil  asistió  a  la  bata- 
lla de  Ituzaingó  y  a  las  demás  acciones  de  gue- 
rra de  esa  campaña.  Teniente  coronel  en  1835, 
fué  dado  de  baje  por  Rosas,  «por  no  merecer 
la  confianza  del  Gobierno»,  dándosele  su  casa 
por  cárcel,  sin  más  motivo  que  e!  de  estar  sin- 
dicado de  ser  enemigo  del  Gobierno.  Derroca- 
da la  dictadura,  fué  electo  diputado  a  la  Legis- 
latura de  Buenos  .Mres  en  1858,  y  nombrado 
ministro  de  Guerra  y  Marina  por  decreto  de  27 
de  noviembre  de  1859  del  gobernador  Llava- 
llol.  En  el  mismo  año  tomó  parte  en  la  campa- 
ña de  Cepeda,  como  jefe  de  Artillería,  y  dos 
años  después  en  la  de  Pavón.  Revistaba  con  la 
graduación  de  general  de  división  cuando  le 
fué  concedido  el  retiro.  En  1865  ofreció  sus 
servicios  para  marchar  a  la  campaña  del  Para- 
guay, que  le  fué  denegado  en  atención  a  su 
edad.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  16  de  sep- 
tiembre de  1886. 

Nazareno  (combate  del).  El  coronel  D.  Eusta- 
quio Díaz  Vélez,  al  frente  de  la  vanguardia 
del  pequeño  ejército  patriota  que  operaba  en 
el  Alto  Perú,  presenta  combate  al  jefe  realista 
coronel  Picoaga  en  la  quebrada  del  Nazareno, 
a  la  margen  derecha  del  río  Suipacha,  el  12  de 
de  enero  de  1812,  siendo  derrotadas  las  fuer- 
zas republicanas. 

Nazarre  (Alejo).  Nació  en  Buenos  Aires.  Sirvió 
con  un  empleo  elevado  en  las  Reales  Cajas  de 
Mendoza,  desde  la  época  de  coloniaje  hasta 
desempeñar  el  cargo  de  ministro  de  Real  Ha- 
cienda. El  año  diez  se  pronunció  abiertamente 
por  la  causa  de  Buenos  Aires.  El  16  de  abril 
de  1812,  siendo  ministro  del  Gobierno  de  Men- 
doza, celebró  un  parlamento  con  los  indios  en 
la  frontera  Sud  en  el  fuerte  de  San  Carlos,  a 
fin  de  que  reconocieran  al  Gobierno  patriota, 
haciéndoles  algunos  donativos  en  nombre  de 
éste.  En  reemplazo  del  teniente  coronel  Bola- 
ños,  fué  nombrado  teniente  gobernador  de 
Mendoza,  cargo  que  desempeñó  hasta  noviem- 
bre de  1813.  Asistió  el  21  de  abril  de  1815  al 
Cabildo  abierto  que  eligió  gobernador  de  Men- 
doza a  San  Martín. 

Nazca  (combate).  15  de  octubre  de  1820,  en  el 
Perú.  En  los  alrededores  del  pueblo  de  este 
nombre,  durante  la  primera  expedición  del 
ejército  libertador  a  La  Sierra,  el  teniente  co- 
ronel argentino  Manuel  Rojas  venció  a  una 
columna  realista,  mandada  por  el  marqués  de 
Quimper.  La  caballería  argentina,  dirigida  por 
Lavalle,  y  sostenida  a  la  distancia  por  su  in- 


NEC 


-  287    - 


NUÑ 


D.  Mariano  Necochca. 


fanteria,  atacó  a  gran  galope  el  campo  realista, 
Borprentliéndolo  y  haciéndole  41  muertos, 
88  prisioneros,  entre  ellos  ocho  oficiales,  et- 
cétera. 

Necochea  (Mariano).  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  7  de  septiembre  de  1792.  Hizo  sus  estudios 
en  España.  Entró 
como  alférez  en 
Qranaderosa  caba- 
llo, hallándose  en 
San  Loreneo.  En 
1814,  en  Venta  y 
Media,  dio  pruebas 
de  un  valor  legen- 
dario, escapándose 
de  una  partida  de 
españoles  que  lo 
habían  cercado 
mientras  se  hallaba 
acampado  con  una 
pequeña  fuerza  de 
50  hombres.  Se  halló  también  en  las  batallas  de 
Chacabuco.  En  Cancha  Rayada  fué  uno  de  los 
pocos  jefes  que  lograron  salvar  del  general 
desorden  el  Cuerpo  de  su  mando,  y  el  5  de 
abril  de  1818  contribuyó  a  la  gloriosa  victoria 
de  Malpú.  Coronel  en  1822,  y  en  el  mismo  año 
marchó  al  Perú.  Por  su  comportamiento  en  el 
sitio  del  Callao  obtuvo  el  grado  de  general  de 
brigada.  Se)\a\\6  e.v\  Junin,  donde  fué  herido 
y  aclamado  general  de  división  en  el  campo  de 
batalla.  Fué  director  de  la  Casa  de  Moneda  en 
Lima.  Desterrado  por  Bolívar,  regresó  a  su 
patria,  en  7  de  enero  de  1827.  oEste  valiente 
jefe,  dice  Domínguez,  sintiendo  aquel  golpe 
en  el  fondo  de  su  alma  generosa,  devolvió  al 
Gobierno  peruano  sus  despachos  y  los  docu- 
mentos de  crédito  que  había  recibido  en  re- 
compensa de  sus  servicios,  diciendo  que  del 
Perú  no  quería  llevar  más  que  sus  heridas.» 
Murió  en  Miraflores,  pueblo  cerca  de  Lima,  el 
2  de  mayo  de  1849. 

Nes^ón  (Diego  Marín  de).  Gobernador  del  Río 
de  la  Plata,  de  1609  a  1615.  «Una  de  las  pre- 
ocupaciones que  más  atormentaban  al  Consejo 
de  Indias  y  a  la  Casa  de  contratación  de  Se- 
villa, era  el  temor  de  que  se  introdujesen  ex- 
tranjeros en  el  Río  de  la  Plata,  y  que,  insti- 
gados los  vecinos  por  el  contrabando  que  ya 
comenzaba  a  hacerse,  les  diesen  asilo,  los 
ocultasen  o  negociasen  con  ellos.  Llegó  a  tan 
bárbaro  extremo  este  celo,  que  el  gobernador 
Negrón,  mandado  de  España  durante  la  visita 


de  Alfaro,  promulgó  en  1610  (25  de  marzo), 
por  medio  de  un  bando,  a  voz  de  pregonero, 
en  todas  las  esquinas  de  la  ciudad,  las  órdenes 
por  las  cuales  mandaba  el  rey  que  se  castigase 
con  pena  de  muerte  a  todo  extranjero  que  fur- 
tivamente se  introdujese  en  la  provincia,  y 
también  la  misma  pena  al  vecino  o  persona 
que  le  diese  asilo  o  lo  ocultase.  Este  es  otro 
síntoma  digno  de  señalarse  entre  los  gérmenes 
de  las  evoluciones  económicas  del  porvenir.» 
Murió  en  1615. 

Ne^otto  (Salvador).  Educacionista.  Dedicó 
casi  medio  siglo  de  su  existencia  a  la  educación 
en  las  Repúblicas  Argentinas  y  del  Uruguay, 
en  una  serie  interminable  de  colegios  que  si- 
guieron la  estela  de  su  vida,  siempre  poco  có- 
moda. Cuando  el  general  Garibaldi  emigró  a 
Montevideo,  halló  allí  a  Negrotto  en  una  pobre 
casa,  dedicado  a  educar  unos  cuantos  niños;  y 
las  mutuas  penalidades  que  pasaron  cuando  el 
sitio  y  la  confraternidad  de  las  armas,  los  hi- 
cieron grandes  y  sinceros  amigos.  Esta  re- 
lación duró  hasta  la  muerte  misma  del  ilustre 
patriota  italiano.  Sarmiento  y  muchos  hombres 
distinguidos  ayudaron  siempre  a  Negrotto  y  a 
su  hermano  político  D.  Guillermo  Parody  (v.), 
en  sus  proyectos,  considerando  que  eran  ex- 
tranjeros que  mucho  bien  hacían  al  país.  Fa- 
lleció en  Buenos  Aires. 

Nicolorlch  (Pedro).  Capitán  de  Granaderos  del 
batallón  santafecino.  Ilustrado  periodista,  ciu- 
dadano austero  y  valiente  militar,  muerto  en 
la  ciudad  de  Corrientes,  después  del  desgra- 
ciado asalto  de  Curupayti  (guerra  del  Para- 
guay), a  consecuencia  de  una  herida  de  bala. 

Nono.  Pueblo  de  indios  de  las  encomiendas  del 
Tucumán,  situado  en  el  valle  del  mismo  nom- 
bre, en  la  jurisdicción  de  Córdoba;  numeroso 
en  su  tiempo. 

Núñez  (Ignacio).  Escritor  y  periodista.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  30  de  julio  de  1792.  En 
1806  empezó  a  servir  en  calidad  de  cadete,  lle- 
gando hasta  capitán.  En  1813  fué  nombrado 
oficial  primero  de  la  secretaría  del  Congreso 
Constituyente.  En  1814  fué  interinamente  mi- 
nistro de  Guerra  y  Marina,  en  Montevideo. 
Fundador  y  miembro  de  la  Sociedad  literaria 
de  Buenos  Aires,  en  1822,  y  en  1825  secretario 
de  la  Legación  argentina.  En  1829  diputado  a 
la  Legislatura  de  Buenos  Aires.  Redactó  el 
Argos,  en  varias  épocas;  El  Nacional,  El  Cen- 
tinela, etc.  Publicó  algunos  trabajos  litera- 
rios.Durante  la  tiranía  fué  preso,  1837.   Mu- 


NUN 


288  - 


NAE 


rió  en  Buenos  Aires,  el  22  de  enero  de  1846. 
Núñez  del  Prado  (Juan).  Gobernador  de  la 
antigua  provincia  del  Tucumán,  desde  1547 
hasta  1553.  De  orden  del  licenciedo  Sebastián 
Vaca  de  Castro,  gobernador  del  Perú,  el  ge- 
neral Núflez  del  Prado  fundó  cerca  de  la  Sie- 
rra, en  1549,  una  ciudad  que  llamó  del  Barco, 
en  obsequio  de  Pedro  de  la  Gasea,  que  era  del 
pueblo  de  este  nombre,  cerca  de  Avila,  y  des- 


pués de  haber  sometido  a  los  belicosos  lules,  a 
los  juries  del  Río  Salado  (Santiago),  a  los  dia- 
guitas  del  valle  de  Catamarca  (Londres  y  San 
Juan  de  la  Ribera)  y  los  pueblos  de  la  Sierra, 
fué  depuesto  en  la  ciudad  fundada  por  él,  por 
el  capitán  Francisco  Aguirre,  teniente  de  Pe- 
dro de  Valdivia,  y  remitido  preso,  bien  custo- 
diado, con  una  escolta  de  cincuenta  soldados 
al  reino  de  Chile. 


Naembé  (batalla).  El  26  de  enero  de  1871.  Ló- 
pez Jordán  había  entrado  en  Corrientes  al 
frente  del  ejército  con  que  resistía  la  interven- 
ción nacional  en  Entre  Ríos,  a  consecuencia  de 
los  sucesos  sangrientos  del  11  de  abril  de  1870. 
El  gobernador  de  aquella  provincia,  coronel 
D.  Santiago  Baibiene,  comandante  de  las  fuer- 
zas nacionales  y  provinciales,  consigue  ven- 
cerlo y  ponerlo  en  completa  derrota,  en  Naem- 
bé, contando  apenas  una  mitad  del  número  de 


las  fuerzas  del  caudillo  entreriano.  López  Jor- 
dán dejó  en  el  campo  muchos  muertos  y  prisio- 
neros, todo  su  parque  y  artillería,  etc.  Con 
esta  derrota  concluye  la  primera  rebelión  de 
este  jefe  de  Entre  Ríos.  Tomó  una  parte  muy 
activa,  eficaz  y  digna  de  mención  en  esta  ba- 
talla, elcomandante  entonces,  D.  Julio  A.  Roca. 
Naembé  Viene.  áeañá{e\  diablo),  rembé {\sb\o), 
labio  del  diablo.  Llámase  así  a  una  planta  espi- 
nosa parecida  a  la  zarza. 


o 


Dr.  D.  Manuel  Obarrio 


Obanio  (Manuel).  Abogado.  Nació  en  1836, 
cursando  sus  primeros  estudios  en  e!  colegio 
americano,  para 
estudiar  y  gra- 
duarse luego  de 
abogado  en  la 
Universidad,  don- 
de obtuvo  el  títu- 
lo a  la  edad  de 
veinte  años,  mere- 
ciendo las  felici- 
taciones del  Tri- 
bunal. En  1860  fué 
designado  secre- 
tario general  de 
la  Convención  del 
Estado  de  Bue- 
nos Aires  que  debía  revisar  la  Constitución 
de  1853,  en  virtud  del  pacto  del  11  de  sep- 
tiembre. Siete  años  más  tarde  fué  electo  di- 
putado a  la  Legislatura  de  la  provincia,  ocu- 
pando la  banca  durante  tres  períodos,  para 
luego  pasar  a  otra  del  Senado,  que  ocupó  du- 
rante dos  períodos.  Formó  parte  de  la  Con- 
vención Constituyente  de  1873;  en  1872,  pro- 
fesor de  Derecho  comercial  y  penal  de  la  Uni- 
versidad de  Buenos  Aires,  habiendo  sido  nom- 
brado académico  de  la  Facultad  de  Derecho  y 
Ciencias  Sociales  cuando  ésta  se  fundó.  Fué 
varias  veces  decano;  presidente  de  la  Acade- 
mia de  Derecho,  reelegido  durante  dos  perío- 
dos. En  1911  fué  electo  presidente  de  la  Co- 
misión municipal  de  la  capital,  ocupando  varias 
veces  la  Intendencia  municipal.  A  su  falleci- 
miento ocupaba  el  cargo  de  director  del  Banco 
Hipotecario  Nacional,  para  el  cual  fué  electo 
en  1908  y  reelegido  en  varias  ocasiones.  Entre 
las  numerosas  obras  de  que  es  autor  el  doctor 
Obarrio  figuran  las  siguientes,  de  las  cuales 


algunas  en  colaboración:  Código  de  comercio 
argentino  concordado  y  comentado.  Curso  de 
derecho  comercial,  Breves  explicaciones  sobre 
quiebras,  Lecciones  de  derecho  penal,  Estudio 
sobre  las  quiebras,  Proyecto  de  código  de  pro- 
cedimientos en  materia  penal  para  los  tribuna- 
les nacionales  de  la  república  (este  proyecto 
fué  sancionado  por  la  ley  de  17  de  octubre  de 
1888  con  pequeñas  modificaciones).  Códigos 
militares,  comprendiendo  la  ley  de  organiza- 
ción y  competencia  de  los  tribunales  respecti- 
vos, en  vigor;  Reformas  al  proyecto  de  código 
de  procedimientos  en  materia  civil  y  comer- 
cial, redactado  por  los  Dres.  A.  Alcorta  y 
E.  8.  Zeballos;  Proyecto  de  código  de  proce- 
dimientos en  materia  penal  para  la  provincia 
de  Buenos  Aires,  Proyectos  de  ley  sobre  la  or- 
ganización de  la  justicia  federal,  de  la  justicia 
ordinaria  de  la  capital  y  de  los  territorios  na- 
cionales, Sobre  enjuiciamiento  de  magistra- 
dos, etc.,  etc.  Falleció  en  San  Isidro,  provin- 
cia de  Buenos  Aires,  el  viernes  27  de  diciem- 
bre de  1918. 
Oberáa  (el  profeta).  «Un  indio  guaraní,  bastan- 
te ladino  y  charlatán,  había  recibido  algunas 
ideas  teológicas  en  la  sacristía  de  un  curato;  de 
pronto  comenzó  a  tener  revelaciones  de  tal 
género,  que  engañaron  y  fanatizaren  al  mismo 
cura  que  lo  había  educado.  Se  dio  el  nombre 
de  Oberáa,  que  en  su  lengua  es  «resplandor 
del  sol»,  y  alborotó  los  campos  predicando  la 
guerra  santa  contra  los  españoles  (que  bien 
pudo  llamarse  la  guerra  justa),  presentándose 
como  el  profeta  Mesías  de  la  raza.  Garay  sa- 
lió contra  ellos,  y  al  fin  los  exterminó. >  Sigue 
el  Dr.  López:  «Este  Oberáa  era  un  cacique 
convertido  al  cristianismo  desde  niño,  dotado 
de  un  talento  extraordinario  y  de  un  genio  lle- 
no de  inspiración  y  poesía.  Al  profundo  cono- 


OBE 


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OBL 


cimiento  que  tenía  de  las  antiguas  creencias  y 
tradiciones  de  su  raza,  había  unido  y  combina- 
do a  su  modo  un  artificioso  sistema  de  los  mis- 
terios y  de  la  teología  cristiana  que  había  oído 
a  los  curas  doctrineros,  y  sobre  todo  a  uno  de 
ellos,  llamado  fray  Martín  González,  que  creía 
en  los  milagros,  en  la  transmigración  de  las  al- 
mas y  en  la  encarnación  del  espíritu  santo  en 
el  alma  de  los  niños  destinados  a  ser  profetas, 
sin  que  en  ellos  tuvieran  parte  los  padres.  El 
discípulo  guaraní  del  cura  hacía  tales  prodigios 
en  su  adelanto,  y  mostraba  tan  admirable  ta- 
lento para  discurrir  con  un  lenguaje  lleno  de 
luz  y  de  poesía  materias  como  éstas,  que  poco 
a  poco  enloquecen  a  los  que  las  elaboran  y 
abruman  al  que  les  da  entrada  en  su  razón, 
que  el  cura  mismo  se  dejó  dominar  por  la  fan- 
tástica locuacidad  del  indio.  Comenzaron  los 
sueños  y  las  revelaciones  de  Dios,  y  alrededor 
del  profeta  vinieron  los  creyentes  de  su  raza 
con  ese  remolino  vertiginoso  de  las  ideas  y  de 
las  adhesiones  que  producen  al  fin  un  movi- 
miento social  de  insurrección  cuando  las  tribus 
o  pueblos  que  entran  en  él  están  oprimidos 
por  otra  raza  extraña.  El  efecto  luminoso  del 
talento  y  de  la  locuacidad  del  profeta  le  mere- 
cieron el  nombre  de  «resplandor  del  sol»,  y 
como  las  divagaciones  del  espíritu  no  tienen 
fin  una  vez  que  toman  por  tema  lo  infinito,  y 
forjó  la  teoría  de  que  Jesús  había  dicho  que 
era  hijo  de  Dios  para  redimir  a  los  oprimidos 
de  su  raza,  pero  que  cada  pueblo  oprimido  re- 
cibiría también  un  hi/o  de  Dios,  hermano  me- 
nor de  Jesús,  producido  por  la  luz  divina,  y 
que  él  era  ese  Oberáa  de  la  raza  guaraní.  Lo 
singular  es  que  el  cura  fray  Martín  no  sólo 
creyó,  sino  que  se  hizo  satélite  del  milagroso 
profeta.  Alrededor  de  él  vinieron  brujas  y  bru- 
jos de  las  viejas  creencias  guaraníticas  y  del 
culto  de  la  «serpiente»,  que  adoraron  al  nuevo 
profeta.  No  tardó  en  producirse  el  alzamiento 
general  de  toda  la  provincia  del  Guayrá.  Los 
insurrectos  levantaron  reductos  y  fortificacio- 
nes donde  se  atrincheraron  y  centralizaron  el 
gobierno  de  su  profeta.  Pero  vino  D.  Juan  de 
Garay  con  su  caballería  y  sus  arcabuceros,  y 
todo  aquello  acabó  por  una  espantosa  catás- 
trofe, tanto  más  reñida  cuanto  que  no  sólo  se 
trataba  de  castigar  la  insurrección,  sino  el  sa- 
crilegio y  la  herejía,  «abominación  de  abomi- 
naciones». Oberáa  y  el  cura  fray  Martín  se 
metieron  en  el  interior  del  Chaco  y  no  se  vol- 
vió a  saber  de  ellos. 


Obispado  de  Buenos  Aires.  El  12  de  mayo 
de  1622,  en  virtud  de  una  bula  expedida  por  el 
papa  Paulo  V  en  1620,  a  petición  del  rey  Feli- 
pe III,  se  erige  en  catedral  la  iglesia  mayor  de 
Buenos  Aires,  siendo  su  primer  obispo  fray 
Pedro  de  Carranza  (v.),  de  la  Orden  del  Car- 
men Calzado,  y  natural  de  Sevilla. 

Obligado  (combate).  Bloqueados  los  puertos 
de  Buenos  Aires  por  la  escuadra  anglofrance- 
sa,  teniendo  en  su  poder  la  isla  de  Martín  Gar- 
cía, y  libre  la  navegación  del  Uruguay,  trata 
también  de  dominar  el  río  Paraná  para  poner- 
se en  contacto  y  llevar  auxilios  a  la  ciudad  de 
Corrientes,  que  estaba  en  guerra  con  el  go- 
bernador Rosas,  y  franquear  a  la  plaza  sitiada 
de  Montevideo,  su  aliada,  el  comercio  del  Pa- 
raguay y  del  litoral  argentino.  Una  gran  expe- 
dición de  buques  mercantes  se  apronta;  pero 
el  paso  del  rio  está  cortado  en  la  Vuelta  de 
Obligado  por  barcos  acoderados  de  costa  a 
costa  y  sujetos  por  tres  cadenas,  y  cuatro  ba- 
terías y  un  bergantín  dispuestos  para  la  defen- 
sa. El  20  de  noviembre  de  1845,  once  buques 
ingleses  y  franceses,  con  113  cañones  de  nue- 
vo sistema,  de  los  calibres  de  24  a  80,  atacan 
las  baterías.  Los  defensores  sólo  tienen  35  ca- 
flones  de  antigua  construcción  entre  los  de 
batería  y  tren  volante  de  los  calibres  4  y  24. 
El  capitán  de  navio  Tréhouart  mandaba  en  jefe 
las  fuerzas  francesas  del  ataque,  y  el  capitán 
Hotham,  las  inglesas.  El  general  Lucio  Mansi- 
lia  dirigía  la  defensa.  El  combate  dura  nueve 
horas,  con  un  fuego  incesante,  en  que  se  lan- 
zaron muchos  miles  de  balas.  El  arrojo  del  ca- 
pitán inglés  Hope,  que  monta  en  un  bote  y 
corta  las  cadenas  de  los  buques  acoderados, 
dando  lugar  a  los  vapores  a  que  flanquearan 
las  baterías,  decidió  el  combate.  Algunos  bu- 
ques fueron  totalmente  acribillados  de  balas  y 
puestos  fuera  de  combate,  y  las  baterías  arra- 
sadas y  tomadas  en  medio  de  una  horrorosa 
mortandad  de  argentinos,  ingleses  y  franceses. 
El  general  Mansilla— dice  el  Sr.  Diaz  en  su 
historia— cayó  herido  en  los  momentos  en  que 
se  ponía  a  la  cabeza  de  sus  soldados  para  ata- 
car a  la  bayoneta  a  las  tropas  aliadas  que  des- 
embarcaban. Las  fuerzas  argentinas  se  retira- 
ron llevando  su  bandera  y  todo  el  tren  volan- 
te. Los  aliados  quedaron  vencedores.  El  com- 
bate de  Obligado  es  uno  de  los  hechos  de 
armas  que  hacen  honor  a  la  República  Argen- 
tina. Por  más  adversa  que  fuera  para  las  ar- 
mas de  Buenos  Aires  la  suerte  de  aquel  día, 


OBL 


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OBL 


General  de  brigada  D.  Manuel 
Obligado 


fué  un  verdadero  triunfo  para  la  decisión  y  el 
valor  de  un  pueblo,  que  creía  firmemente  lu- 
char por  su  independencia  amenazada,  haber 
resistido  hasta  la  extremidad  a  fuerzas  tan 
considerablemente  superiores.  Ese  hecho,  de- 
bemos repetirlo,  como  combate  nava!  es  el  más 
grande  y  glorioso  que  se  registra  en  los  fastos 
de  la  América  durante  la  revolución. 
Obligado  (.Manuel).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  28  de  noviembre  de  183-8.  Fué  educa- 
do en  el  colegio  del 
Seminario  bajo  la 
sabia  dirección  del 
eminente  Dr.  Euse- 
bio  Agüero.  Muy 
niño  aún ,  ingresó 
al  ejército  para  to- 
mar una  parte  muy 
activa  en  todos  los 
acontecimientos 
desde  1852  hasta  su 
muerte.  Recibió  su 
bautismo  de  fuego 
en  la  revolución 
del  11  de  septiem- 
bre de  1852  contra  Urquiza,  asistiendo  lue- 
go a  las  batallas  de  Cepeda,  Pavón;  en  esta 
acción,  una  bala  de  cañón  le  mató  el  caballo 
que  montaba  y  recibió  algunas  heridasen  Caña- 
da de  Gómez,  llegando  por  su  arrojo  al  grado 
de  capitán  de  caballería.  Hizo  toda  la  campaña 
del  Paraguay,  hallándose  en  Poso  de  ¡a  Patria, 
Boquerón,  Yatayti-Corá,  Humaitá,  Azcurra, 
etcétera.  Hizo  también  la  campaña  del  interior 
de  la  República,  la  expedición  del  Rio  Negro, 
campaña  del  Chaco.  Fundó  muchos  pueblos: 
Reconquista,  Las  Garzas,  Las  Toscas,  Resis- 
tencia, hoy  capital  del  Chaco.  Falleció  en  San- 
ta Fe,  el  2S  de  mayo  de  1896. 

Obligado  (.Wanuel  Alejandro).  Abogado.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  26  de  febrero  de  1767.  Se 
graduó  en  la  Universidad  de  Charcas.  En  1809 
fué  regidor  del  Cabildo  y  al  año  siguiente  con- 
currió al  Cabildo  abierto,  donde  dio  su  voto 
por  la  causa  patriota.  Desde  1815  hasta  el  año 
1819desemDeñó  la  cartera  de  Hacienda  duran- 
te las  administraciones  de  los  generales  Alva- 
rez  Tilomas,  Antonio  González  Balcarce  y 
Pueyrredón;  legislador,  etc.  Falleció  en  esta 
ciudad,  el  26  de  agosto  de  1843. 

Obligado  (Pastor  Justo).  Jurisconsulto.  Hijo 
del  anterior.  Nació  en  Buenos  Aires,  el  9  de 
agosto  de  1818.  Estudió  Derecho  en  la  Univer- 


sidad de  esta  capital,  donde  obtuvo  el  título  de 
doctor  en  Leyes.  Derrocado  Rosas,  fué  el  primei 
gobernador  consti- 
tucional del  Estado 
de  Buenos  Aires, 
siendo  nombrado  en 
carácter  proviso- 
rio, el  24  de  julio 
de  1853,  y  en  pro- 
piedad, desde  el  4 
de  octubre  del  mis- 
mo año.  Durante  su 
administración  se 
afianzó  el  orden  pú- 
blico y  se  llevaron 
a  cabo  grandes  re- 
formas materiales 
y    administrativas,       D.  Justo  Pastor  Obligado. 

teniendo  por  colaboradores  al  Dr.  Ireneo  Pór- 
tela, en  la  cartera  de  Gobierno;  a  D.  Juan 
Bautista  Peña  en  la  de  Hacienda,  y  al  general 
D.  Manuel  Escalada,  en  la  de  Guerra.  Durante 
su  gobierno  se  promulgó  la  Constitución  que 
subsistió  hasta  1873.  En  1859  y  61,  con  motivo 
de  las  campañas  Cepeda  y  Pavón,  mandó  el  re- 
gimiento 1."  de  infantería  de  Guardias  Nacio- 
nales. Como  legislador  representó  a  su  provin- 
cia en  las  dos  Cámaras.  Falleció  en  la  ciudad 
de  Córdoba,  el  15  de  marzo  de  1870.  Con  mo- 
tivo del  centenario  de  su  natalicio,  el  9  de 
agosto  del918  se  colocó  una  placa  de  bronce  en 
la  bóveda  que  contiene  sus  restos  en  la  Reco- 
leta. 
Obligado  (Rafael).  Poeta.  Nació  en  Buenos  Ai* 
res,  el  27  de  enero  de  1851.  Describió  de  un 
modo  notable  y  con  precisión  y  sobriedad  clá- 
sica, el  ambiente,  la  tradición  y  las  costumbres 
argentinas,  arraigando  su  obra  poética  en  la 
entraña  viva  y  fecunda  de  la  imaginación  po. 
pular  y  enriqueciendo  la  emoción  primitiva  con 
la  abundancia  y  efecto  de  una  técnica  culta. 
Por  ello  es  considerado  como  el  poeta  nacio- 
nal por  excelencia.  Sus  obras  alcanzaron  reso" 
nancia  mundial. 

EL  ALMA  DEL  PAYADOR 

Cuando  la  tarde  se  inclina 
Sollozando  al  Occidente, 
Corre  una  bombra  doliente 
Sobre  la  pampa  argentina. 
Y  cuando  el  sol  ilumina 
Con  luz  brillante  y  serena 


O'BR 


-  292 


O'Hl 


Del  ancho  campo  la  escena, 
La  melancólica  sombra 
Huye  besando  su  alfombra 
Con  el  afán  de  la  pena... 

O'Brien  (Juan).  Natural  de  Irlanda.  Vino  a 
Buenos  Aires  en  la  época  de  la  independencia, 
tomando  servicio  como  voluntario  en  los  ejér- 
citos de  la  República.  Marchó  a  Mendoza 
en  1816,  a  incorporarse  al  ejército  de  los  An- 
des con  el  grado  de  teniente,  siendo  nombra- 
do ayudante  del  general  San  Martín.  Con  ese 
grado  asistió  a  Chacnbuco.  Se  halló  en  Can- 
cha Rayada  y  en  Maipú.  En  1S20,  en  clase  de 
sargento  mayor  de  Granaderos  a  caballo, 
tomó  parte  en  la  expedición  al  Perú,  entrando 
vencedor  en  Lima  el  9  de  julio  de  1821,  siendo 
comisionado  para  conducir  a  Buenos  Aires  el 
parte  de  tan  grata  noticia  y  las  banderas  to- 
madas al  enemigo.  Vuelto  al  Perú,  en  1822, 
actuó  en  las  campañas  subsiguientes,  alcanzan- 
do la  alta  jerarquía  de  general.  De  regreso  a 
Chile,  vivió  retirado  de  la  política  en  su  resi- 
dencia de  campo  del  Salto.  Murió  en  Lisboa 
el  1  de  junio  de  1861. 

Ocampo  (Francisco  A.  Ortiz  de).  Nació  en  la 
Rioja,  el  4  de  mayo  de  1771 .  Empezó  su  carrera 
militar  en  el  Cuerpo  de  arribeños,  en  que  as- 
cendió hasta  el  grado  de  teniente  coronel,  ba- 
tiéndose contra  los  ingleses.  En  1810  tuvo  una 
actuación  importante  en  el  movimiento  de  mayo, 
apoyándolo  con  su  regimiento,  su  persona  y  su 
fortuna.  Fué  de  los  que  votaron  por  la  depo- 
sición del  virrey  Cisneros.  Fué  nombrado  por 
la  Junta  revolucionaria  gobernador  de  Córdo- 
ba, y  designado  para  mandar  la  expedición  mi- 
litar al  interior  de  la  República;  más  tarde  fué 
electo  representante  de  su  provincia.  En  1812 
se  halló  comprometido  en  el  movimiento  del 
8  de  octubre,  que  dio  en  tierra  con  el  gobierno 
de  la  Asamblea.  En  1814  fué  nombrado  por  se- 
gunda vez  gobernador  de  Córdoba,  y  en  1816 
y  1820,  capitán  general  de  la  provincia  de  la 
Rioja.  Falleció  en  la  Rioja  en  septiembre 
de  1840,  donde  fué  sepultado. 

Ocampo  (Gabriel).  Jurisconsulto  distinguido. 
Nacido  en  la  Rioja  en  1798.  Tuvo  que  emigrar 
de  su  pais,  en  16H0,  durante  la  dictadura  de 
D.  Juan  Manuel  Rosas,  radicándose  en  Chile, 
donde  ejerció  su  profesión  de  abogado.  Redac- 
tó el  Código  de  Comercio  y  publicó  otras 
obras  más  de  mucha  importancia. 

O'Gonnan  (Miguel).  Médico.  Oriundo  de  Ir- 


landa, estudió  Medicina  en  Francia,  en  las  Uni- 
versidades de  Reims  y  de  París.  A  fines 
de  1777,  llegó  a  Buenos  .\ires  formando  parte 
como  médico,  en  la  expedición  de  D.  Pedro  de 
Ceballos  como  protomédico  del  ejército,  con  la 
asimilación  del  tal,  siendo  retenido  en  la  ciu- 
dad de  Buenos  Aires,  por  una  Real  orden, 
para  reorganizar  el  Hospital.  En  1779  fué  de- 
signado para  diciar  una  Cátedra  en  la  Facul- 
tad de  Medicina.  En  1805,  el  Dr.  O'Gorman 
prestó  un  gran  servicio  al  país,  redactando  las 
instrucciones  para  inocular  la  vacuna  introdu- 
cida en  la  República  en  dicho  año.  En  ISIO 
hizo  una  cuantiosa  donación  de  obras  y  dinero 
para  la  Biblioteca  pública,  en  términos  que  lo 
honran  como  hombre  generoso  y  amigo  de  la 
instrucción.  Seis  años  después  fué  jubilado  con 
goce  de  sueldo,  en  consideración  a  sus  distin- 
guidos servicios  al  país.  Su  fallecimiento  ocu- 
rrió el  19  de  enero  de  1820,  en  esta  capital. 

O'Graham  (María).  Educacionista  norteameri- 
cana. Fué  una  de  las  profesoras  que  vinieron 
al  país  en  1879,  a  iniciativa  de  Sarmiento, 
para  dar  impulso  a  la  enseñanza  mixta,  que 
acababa  de  implantarse  en  las  escuelas  norma- 
les y  en  las  graduadas  anexas.  Dirigía  con  sin- 
gular competencia  y  contracción  la  escuela 
normal  de  maestras  de  La  Plata  (Buenos  Aires), 
cuando  falleció  repentinamente  en  dicha  ciu- 
dad, el  13  de  marzo  de  1903. 

O'Higgics  (Bernardo).  Militar.  Nacido  en  Chi- 
llan ^República  de  Chile),  el  20  de  agosto 
de  1778.  Fué  uno 
de  los  guerreros 
más  prominentes 
en  la  de  la  inde- 
pendencia de  su 
patria,  y  uno  de 
los  magistrados 
de  más  probado 
civismo.  Cursó 
sus  primeros  es- 
tudios en  su  ciu- 
dad natal,  pasan- 
do luego  a  Lima 
y  luego  a  Inglate- 
rra a  completar 
su  educación, 
donde  pasó  nueve 
ailos,  al  cabo  de  los  cuales  se  dirigió  a  Es- 
parta. Regresó  a  la  patria  en  1811,  y  tuvo 
una  parte  activa  en  la  guerra  de  la  indepen- 
dencia como  diputado  y  vocal  de  la  Junta  pa- 


D   Bernardo  O'Higglns. 


OLA  - 

triota,  y  dos  años  después  en  la  Milicia,  con 
el  grado  de  coronel,  distinguiéndose  en  el  Ro- 
ble en  1813,  donde  fué  herido,  y  en  Rancagua, 
después  de  cuya  acción  emigró  a  Mendoza, 
cooperando  activamente  a  la  formación  del 
ejército  de  los  Andes,  luciendo  en  1S17  los  en- 
torchados de  general  de  división.  Se  halló  en 
la  batalla  de  Chacabuco,  siendo  entonces  ele- 
gido director  supremo  de  Chile,  desde  el  16  de 
febrero  de  1817  hasta  el  28  de  enero  de  1823. 
Durante  su  periodo  tuvieron  lugar  varios  he- 
chos gloriosos,  como  la  batalla  de  Maipá,  la 
creación  de  la  escuadra  de  Chile,  el  levanta- 
miento del  sitio  de  Talca/mano  y  la  organiza- 
ción de  la  expedición  libertadora  al  Perü.  Fa- 
lleció este  ilustre  patriota  chileno  en  la  ciu- 
ad  de  Lima  el  24  de  octubre  de  1842.  Sus  ceni- 
zas fueron  reimpatriadas  a  Chile  en  1869.  El 
18  de  septiembre  de  1918,  aniversario  de  la  in- 
dependencia de  Chile,  se  inauguro  su  monumen- 
to en  Buenos  Aires,  en  la  plaza  Rodríguez 
Peña,  habiendo  sido  invitado  el  Gobierno  de 
Chile  para  la  ceremonia  inaugural,  siendo  re- 
presentado éste  por  una  magnifica  Embajada. 
Las  fiestas  fueron  suntuosas,  y  dentro  de  la 
más  hermosa  confraternidad. 

Olaguer  (Feliu  Antonio).  Sexto  virrey  del  Río 
de  la  Plata.  Nació  en  España  en  1740.  Empezó 
su  carrera  militar  en  1755  y  ascendió  gradual- 
mente hasta  brigadier,  en  1733.  Durante  ese 
tiempo  tomó  parte  en  varias  expediciones:  en 
las  Antillas,  desde  1763  hasta  1768;  en  el  des- 
embarco y  acción  de  la  playa  de  Argel,  en  1775; 
en  la  toma  de  la  isla  de  Santa  Catalina  y  sitio 
de  la  colonia  del  Sacramento,  en  1777.  En  8  de 
noviembre  de  1783  fué  nombrado  inspector  de 
las  tropas  del  virreinato  de  Buenos  Aires,  como 
subalterno  del  virrey;  gobernador  de  Montevi- 
deo en  1789  y  mariscal  de  campo  hasta  1792; 
subinspector  general  de  tropas  del  virreinato 
de  Buenos  Aires,  por  Real  orden  en  1796:  vi- 
rrey gobernador  y  capitán  general  del  mismo 
virreinato  y  presidente  de  la  Real  Audiencia 
pretorial  por  real  título,  para  el  caso  de  falle- 
cimiento del  virrey  Meló;  verificado  lo  cual, 
ocupó  el  puesto  el  2  de  mayo  de  1797  hasta  el 
14  de  marzo  de  1799,  en  que  lo  reemplazó  el 
virrey  Aviles.  Regresó  a  España  y  allí  des- 
empeñó diversos  cargos  de  importancia.  Falle- 
ció en  su  país  natal.  A  este  virrey  se  le  dio  el 
apodo  de  el  Ceremonioso  por  su  notable  afán 
de  gastar  cumplidos. 

Olañeta  (Pedro  Antonio  de).  Valiente  coronel 


293  -  OLA 

jujeflo,  pero  al  servicio  de  España.  Vencedor 
en  Venta  y  Media  y  en  Vaui.  Fué  gobernador 
de  Jiijuy,  en  1817,  y  gobernador  de  Salta,  en 
1821.  Murió  en  elcombatede  7u/ní/s/a(Bolivia), 
el  1  de  abril  de  1825. 

Olavarrfa  (combate  (1  de  agosto  de  1876).  Una 
fuerte  columna  de  1.600  indios  lleva  una  inva- 
sión al  pueblo  de  Olauarría,  provincia  de  Bue- 
nos .■Mres.  Esta  invasión  iba  al  mando  de  los 
célebres  caciques  Namuncurá  y  Catriel.  El  co- 
mandante del  batallón  número  8  de  línea,  don 
Antonio  Dónovan,  con  un  número  «-educidísimo 
de  fuerzas,  le  lleva  el  ataque  y  consigue  dis- 
persarlos en  varios  grupos,  y  hacerles  aban- 
donar el  ganado  que  se  llevaban  en  número  de 
50.000  vacas.  Los  indios  tuvieron  muchos 
muertos  y  heridos. 

Olavarrfa  (José  de).  Militar.  Nacido  en  el  pue- 
blo del  Salto,  el  13  de  febrero  de  1801.  Joven 
entró  en  un  cuer- 
po de  caballería 
que  mandaba  su 
padre,  el  coronel 
D.  Antonio  Ola- 
varría,  pasando 
más  tarde  a  ser- 
vir a  un  cuerpo 
de  artillería. 
Siendo  alférez 
pasó  al  ejército 
de  los  Andes.  Se 
batió  en  Chaca- 
buco,  obteniendo 

un  ascenso  por  su  brillante  actuación.  En  Can- 
cha Rayada  demostró  gran  serenidad,  salvando 
una  batería,  y  en  Maipá  fué  ascendido  a  capi- 
tán en  el  campo  de  batalla.  Batióse  después 
en  Chillan,  Bio-Bio  y  otros  combates.  Reorga- 
nizado el  ejército,  marchó  al  Perú,  y  a  su  arri- 
bo en  Pisco  se  le  confió  el  mando  de  la  arti- 
llería, hallándose  también  en  un  combate  na- 
val, donde  se  condujo  con  gran  bizarría.  Des- 
de entonces  dejó  el  Arma  de  Artillería,  pasando 
de  nuevo  a  la  de  Caballería  en  el  regimiento  de 
Granaderos,  en  cuyo  Cuerpo  hizo  toda  la  cam- 
paña de  la  Sierra,  a  las  órdenes  del  general 
Arenales.  A  su  regreso  en  clase  de  ayudante 
mayor,  en  1822,  hizo  la  campaña  de  la  Costa,  y 
luego  la  de  Puertos  Intermedios,  siendo  desti- 
nado más  tarde  a  Cochabamba.  En  1824  fué 
herido,  hecho  prisionero  y  rescatado  en  la  me- 
morable batalla  dejunín.  En  Ayacucho  hizo 
prodigios  de  valor.  Militaba  a  las  órdenes  de 


D.  José  Olavarría. 


OLA 


—  294  — 


OLA 


Bolívar  como  coronel,  cuando  solicitó  su  baja 
en  1826  para  tomar  parte  en  la  guerra  contra 
el  Brasil,  al  frente  del  16  de  Lanceros,  siendo 
nno  de  los  jefes  que  más  se  distinguieron  en  la 
batalla  de  ¡tusaingó.  De  vuelta,  figuró  en  las 
filas  del  partido  unitario,  en  varias  campañas 
militares  con  Rivera,  en  la  lucha  que  sostuvo 
contra  Rosas.  Falleció  en  Montevideo,  el  23 
de  octubre  de  1846.  El  coronel  Olavarría  es 
una  de  las  figuras  más  simpáticas  y  gloriosas 
de  nuestra  independencia.  Sus  cenizas  fueron 
reimpatriadas  en  1879. 

Olavarría  (Nicolás).  Hermano  del  anterior.  Na- 
cido en  Buenos  Aires.  Empezó  su  carrera  en 
el  regimiento  de  caballería  de  blandengues,  de 
que  era  jefe  su  padre.  Se  batió  en  Salta;  mar- 
chó en  el  ejército  auxiliar  del  Perú,  donde  fué 
ascendido  a  teniente  graduado,  obteniendo  la 
efectividad  del  grado  en  el  regimiento  de  Dra- 
gones del  Perú,  el  26  de  junio  de  1S14.  Toma- 
do prisionero  en  1815,  fué  conducido  a  las  ca- 
sasmatas  del  Callao,  donde  padeció  largos 
aflosde  cautiverio. 

Olavarría  (Rafael).  Hermano  de  los  anteriores. 
Nacido  en  Chascomús  (Buenos  Aires),  el  año 
1797.  Comenzó  sus  servicios  militares  en  el 
mismo  regimiento  que  sus  hermanos.  Después 
de  regresar  de  la  Academia  de  Matemáticas 
fué  ascendido  a  alférez,  y  luego  a  teniente, 
pasando  en  1813  a  incorporarse  al  ejército  au- 
xiliar del  Perú,  en  cuyas  filas  hizo  la  campaña. 
Asistió  a  Salta,  donde  ascendió  a  capitán;  en 
Slpe-Sipe,  en  1815.  Siguió  prestando  en  ese 
mismo  ejército  sus  servicios,  hasta  el  21  de 
enero  de  1818,  en  que  solicitó  y  obtuvo  sus 
bajas.  De  nuevo  tomó  servicio  militar  cuando 
la  guerra  contra  el  Imperio  del  Brasil,  siendo 
dado  de  alta  en  sm  graduación  de  capitán  en  el 
regimiento  4  de  Caballería,  en  mayo  de  dicho 
año,  y  murió  en  el  mismo  año,  hallándose  en 
territorio  uruguayo. 

Olazábal  (Benito  de).  Militar.  Nacido  en  1805, 
en  esta  ciudad.  En  agosto  de  1826,  ya  lo  vemos 
figurar  en  los  cuadros  de  la  oficialidad  del  re- 
gimiento 16  de  Lanceros,  y  en  el  mismo  año 
marchó  en  el  ejército  republicano  que  hizo  la 
campaña  del  Brasil,  asistiendo  a  las  batallas 
del  Ombú  e  Itueaingó  y  a  los  combates  de  los 
Potreros  del  Padre  Filiberto  y  Catnacuá,  sien- 
do ascendido,  el  10  de  abril  de  1828,  a  teniente. 
En  mayo  14  del  mismo  año  pasó  al  regimiento 
1  de  Caballería,  a  desempeñar  las  funciones 
de  ayudante  mayor.  A  su  regreso  de  esta  me- 


morable canipnña,  sirvió  a  las  órdenes  del  ge- 
neral Paz  en  la  expedición  al  interior  del  país, 
y  revistando,  en  1835,  en  la  jerarquía  de  te- 
niente coronel,  fué  borrado  de  la  lista  militar 
en  atención  a  su  filiación  polilica.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  8  de  diciembre  de  1853. 

Olazábal  (Félix).  Generíii.  Guerrero  de  la  in- 
dependencia y  del  Brasil.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  20  de  noviembre  de  1797,  y  estudió  en 
la  nii.sma  ciudad.  F.n  1813  senló  plaza  en  un 
regimiento  de  Artillería,  solicitando  pase  poco 
después  al  regimiento  7de  Infantería  que  debía 
marchar  al  Alto  Perú  e  ingresandoeneseCuer- 
po  como  subteniente  de  bandera.  En  1816  pasó 
a  Mendoza,  y  atravesando  la  cordillera  asistió 
a  la  batalla  de  Chacabuco,  en  la  que  fué  heri- 
do, en  Cancha  Rayada  y  en  Maipú.  En  1820 
ascendió  a  sargento  mayor.  Partió  al  Perú,  en 
donde  fué  nombrado  comandante  de  Piura, 
Trujillo  e  ka,  y  gobernador  intendente  de  esta 
última,  en  1823.  Hizo  la  campaña  de  Quito  y 
se  halló  en  Pichincha,  teniendo  una  participa- 
ción principal  en  la  victoria  y  mereciendo  ser 
recomendado  especialmente  en  el  parte  de  la 
acción,  ascendiendo  a  coronel.  En  1824,  envia- 
do al  Callao  como  parlamentario,  fué  arbitra- 
riamente aprisionado,  recobrando  su  libertad 
poco  después.  Tomó  parte  también  en  la  guerra 
contra  el  Imperio  del  Brasil  comandando  el  5 
de  linea,  comportándose  admirablemente  en 
ítuzaingó,  etc.,  etc.  En  1828  actuó  en  los  su- 
cesos de  ese  año  y  campañas  subsiguientes,  y 
a  su  regreso  fué  elevado  al  rango  de  general. 
En  1833,  electo  diputado,  fué  obligado  a  emi- 
grar, retirándose  a  Montevideo,  hasta  su  muer- 
te, que  acaeció  el  18  de  octubre  de  1841. 

Olazábal  (Jerónimo  de).  Militar.  Natural  de 
Buenos  Aires,  nacido  en  1801.  En  1816  ingre- 
só al  ejército,  y  desde  esa  época  hasta  1820 
se  halló  en  varias  acciones  de  guerra,  siendo 
gravemente  herido  en  la  batalla  de  Cepeda. 
En  1828  formó  en  el  regimiento  16  de  Lance- 
ros, que  hizo  la  campaña  contra  el  Brasil,  sir- 
viendo en  clase  de  capitán  del  segundo  escua- 
drón. Asistió  a  las  batallas  del  Ombú  e  Itueain- 
gó y  a  los  combates  de  los  Potreros  del  Padrt 
Filiberto  y  Camacuá.  Con  fecha  4  de  agosto 
■  de  1827  fué  elevado  a  la  jerarquía  de  sargento 
mayor,  y  a  su  regreso  de  esta  campaña  fué 
destinado  como  adjunto  del  general  Soler  a  la 
Legación  Argentina  de  Bolivia,  pero  no  llegó 
a  ocupar  ese  destino.  Fué  comandante  militar 
de  la  ciudad  de  San  Nicolás  de  los  Arroyos. 


GLA 


-  295  - 


olí 


Volvió  a  ser  nombrado  adjunto  de  la  Legación 
Argentina  en  Solivia,  cargo  que  después  aban- 
donó para  volver  a  ocuparlo,  desde  1842  hasta 
1852.  Se  reincorporó  como  coronel  de  Caballe- 
ría de  línea  en  1863.  Murió  en  esta  ciudad,  el 
20  de  septiembre  de  1864. 

>lazábal  (iManuel  de).  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  30  de  diciembre  de  1800.  Se  halló 
en  el  sitio  de  MonteviJco  a  las  órdenes  de 
Alvea,  combatió  contra  los  montoneros,  y  ya 
teniente  segundo  se  incorporó  al  ejército  de 
los  Andes,  en  el  regimiento  de  Granaderos  a 
caballo,  hallándose  en  C/tacabuco,  Putaendo, 
Gaoilún,  Tolcahuano,  Cancha  Rayada  y  Maipú. 
Vuelto  a  su  país,  venció  a  Carrera  en  la  bata- 
lla de  la  Punta  del  Médano.  Se  halló  luego  en 
Filiberto  y  Las  Cañas.  Tomó  parte  en  la  guerra 
civil  en  las  filas  de  los  unitarios,  hasta  la  caída 
de  Rosas.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  19  de 
julio  de  1872. 

eliden  (Manuel  Luis  de).  Nació  en  Buenos 
Aires,  en  1783,  y  se  educó  en  la  misma  ciudad, 
pasando  luego  a  completar  sus  estudios  en 
Chuquisaca;  graduóse  de  doctor  en  Leyes  en 
la  Universidad  de  Charcas,  en  cuya  ciudad 
residió  largos  años.  Nombrado  jefe  de  Milicias 
de  Chuquisaca,  fué  uno  de  los  promotores  del 
movimiento  insurreccional  de  1809,  y  como  tal 
fué  perseguido  por  las  autoridades  españolas, 
y  regresó  a  su  ciudad  natal,  donde  se  hallaba 
cuando  se  produjo  el  movimiento  de  mayo  del 
aflo  diez,  al  que  prestó  su  apoyo.  En  1812 
formó  el  Cuerpo  de  «decididos  voluntarios», 
que  equipó  de  su  peculio,  y  con  él  se  incorporó 
al  ejército  del  general  Belgrano,  en  Salta,  si- 
guiendo la  campaña  hasta  su  entrada  en  Poto- 
sí. Estos  servicios  y  otros  posteriores  le  valie- 
ron el  título  de  coronel  honorario.  El  19  de 
mayo  de  1815  fué  nombrado  gobernador  inten- 
dente de  Buenos  Aires,  cargo  que  desempeñó 
hasta  el  2  de  julio  de  1818;  al  terminar  su  pe- 
ríodo, el  Directorio  expidió  un  decreto  decla- 
rando haber  sido  buenos  sus  servicios  y  no  ha- 
ber lugar  al  juicio  de  residencia.  Durante  su 
administración  fué  nombrado  convencional  al 
Congreso  de  Tucumán,  en  1S16,  honor  que  de- 
clinó, tomando  a  su  cargo  varias  circunscrip- 
ciones para  la  remonta  del  ejército  en  los  cuar- 
teles que  componían  la  ciudad  y  sus  arrabales; 
tocóle  también  presidir  varias  asambleas  popu- 
lares tumultuosas,  teniendo  a  su  dirección  la 
administración  de  la  Lotería,  la  Policía,  el 
alumbrado,  etc.,  en  medio  de  una  gran  esca- 


sez de  recursos.  En  1820  fué  electo  represen- 
tante, ministro  de  Hacienda  y  auditor  de  Gue- 
rra, siendo  comisionado  cerca  de  los  goberna- 
dores López  y  Ramírez  para  poner  término  a 
la  guerra  entre  esas  provincias  y  la  de  Buenos 
Aires,  cuya  convención  de  paz  firmó,  el  24  de 
junio  de  1820;  en  el  mismo  año  el  Cabildo  de 
Lujan  le  comisionó  para  que  lo  representara 
en  sus  gestiones  ante  la  Legislatura  de  la  pro- 
vincia. Retirado  de  la  vida  pública,  murió  en 
esta  ciudad  el  15  de  febrero  de  1869.  Tal  fué  la 
actuación  de  este  abnegado  ciudadano,  que 
consagró  su  vida  y  su  opulenta  fortuna  a  los 
intereses  de  la  patria. 

Olivera  (batalla).  El  17  de  junio  de  ISSO  (gue- 
rra civil).  El  coronel  Arias,  jefe  al  servicio  del 
Gobierno  de  Buenos  Aires,  había  reunido  fuer- 
zas en  Mercedes,  y  al  conducirlas  a  la  ciudad 
es  atacado  en  Olivera  por  una  columna  de  tro- 
pas nacionales  al  mando  del  coronel  D.  Eduar- 
do Racedo  (hoy  teniente  general),  que  le  sale 
al  encuentro.  La  batalla  se  inicia  con  igual  ar- 
dor por  ambas  partes;  pero  al  fin  Arias  tiene 
que  abandonar  el  campo,  retirándose  después 
de  haber  sufrido  considerables  pérdidas. 

Olivera  (Domingo,.  Nació  en  Ambato  (Tungu- 
rahua),  Ecuador,  el  10  de  octubre  de  1798.  Vino 
a  Buenos  Aires  en  1813,  donde  ingresó  como 
empleado  en  la  intendencia  general  de  Policía, 
hasta  1822,  en  que  fué  nombrado  secretario  de 
agente  de  negocios  cerca  de  los  Gobiernos  de 
Chile  y  del  Perú.  Desempeñó  también  varios 
cargos  en  los  ministerios  de  Hacienda  y  de  Go- 
bierno, siendo  autor  de  varios  proyectos  de 
ley  y  reglamentos  de  colegios  e  instituciones 
públicas  fundadas  por  el  ministro  Rivadavia, 
quien  lo  nombró  en  1827  director  y  administra- 
dor de  la  Caja  de  Ahorros;  al  mismo  tiempo 
colaboraba  en  varios  periódicos.  Durante  Ro- 
sas se  retiró  al  campo,  estableciendo  una  de 
las  primeras  cabanas  de  animales  de  raza;  fué 
el  que  introdujo  los  alambrados.  Caído  el  dic- 
tador, fué  nombrado  juez  de  paz  de  San  José 
de  Flores  y  electo  representante  en  las  Cáma- 
ras, siendo  también  su  presidente,  ministro  de 
Gobierno  y  Relaciones  exteriores,  senador  en 
dos  períodos,  miembro  del  Consejo  consultivo 
de  Gobierno  y  desempeñó  además  otros  diver- 
sos cargos  de  importancia.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  3  de  mayo  de  1866. 

Olivera  (Sebastián).  Nació  en  Mendoza  en  1796, 
y  pasó  a  Buenos  Aires  por  los  años  de  1S07 
u  8  a  estudiar  bajo  la  tutela  de  D.   Isidoro 


olí  -  296  - 

Peralta.  En  1810  sentó  plaza  en  el  regimien- 
to 3.°  de  infantería,  hizo  la  primera  campaña 
al  interior  con  el  ejército  auxiliar  y  se  halló  en 
las  acciones  de  guerra  en  ellas  libradas.  As- 
cendió muy  lentamente:  a  cabo,  en  1810;  a  sar- 
gento segundo,  en  1814;  a  primero,  en  1818;  a 
subteniente,  en  1823.  En  este  año  fué  destinado 
a  Pataa;ones,  como  ayudante  de  la  Comandan- 
cia militar  del  punto.  Allí  le  encontró  la  inva- 
sión extranjera.  oToda  nuestra  infantería— dice 
D.  Ambrosio  Mitre  (v.)  en  su  descripción  de  los 
sucesos  —  estaba  replegada  en  la  fortaleza, 
desde  el  6  por  la  noche,  y  la  caballería  del  ve- 
cindario, hasta  el  numero  de  114  hombres,  in- 
cluso los  tragas  (gauchos),  se  pusieron  a  las 
órdenes  y  dirección  del  ayudante  subteniente 
D.  Sebastián  Olivera.  Este  digno  oficial  puso 
este  pequeño  cuerpo  en  el  mejor  orden  posi- 
ble, y  a  su  actividad  y  celo  se  debe  tal  vez,  y 
sin  tal  vez,  la  rendición  de  la  fuerza  terrestre.» 
Con  fecha  11  de  abril  de  1827  fué  ascendido 
a  ayudante  mayor,  y  a  capitán  en  1828,  desem- 
peñando desde  entonces  la  Comandancia  de  Pa- 
tagones, hasta  el  ano  de  1834,  que  se  retiró  a 
Buenos  Aires.  Ascendió  a  sargento  mayor 
en  1830,  y  dos  años  después  a  teniente  coro- 
nel. Fué  reemplazado  en  aquel  destino  por  el 
coronel  D.  Juan  José  Hernández,  y  falleció  en 
esa  ciudad,  el  31  de  mayo  de  1845. 
Olivieri  (Silvino).  Militar.  Nació  en  Palermo 
(Sicilia)  y  descendía  de  una  familia  nobiliaria 
de  aquel  país.  Desde  joven  actuó  en  los  suce- 
sos políticos  italianos,  llegando  a  comandar  un 
Cuerpo  de  voluntarios  en  la  revolución  de  1848. 
Perseguido,  emigró  a  Montevideo,  pasando 
después  de  Caseros  a  Buenos  Aires.  Durante 
el  sitio  de  esta  ciudad  en  1852,  el  Gobierno 
autorizó  por  un  decreto  de  diciembre  9  para 
que  pudieran  armarse  los  extranjeros,  a  fin  de 
ayudar  a  mantener  el  orden  público,  y  Olivieri 
se  puso  a  la  cabeza  de  un  batallón  formado 
por  300  compatriotas  suyos,  que  denominó  «le- 
gión italiana»,  cuerpo  que  se  batió  con  heroís- 
mo en  los  combates  del  9  de  enero,  2  de  febre- 
ro, 21  de  abril,  13  y  30  de  mayo  de  1853  y  en 
numerosos  encuentros,  mereciendo  por  su  bri- 
llante comportación  en  el  último  el  título  de 
«legión  valiente>  y  ser  condecorado  con  un 
cordón  de  honor;  y  las  damas  le  obsequiaron 
con  una  bandera  para  el  Cuerpo  que  comanda- 
ba. El  11  de  julio  del  mismo  año  fué  herido  en 
un  combate,  y  el  14  de  agosto,  licenciado  este 
brillante  batallón,  su  jefe  regresó  a  Italia  para 


OL.M 


tomar  parte  en  una  nueva  revolución;  pero, 
descubierta,  fué  encarcelado  y  condenado  a 
muerte.  Habiendo  sabido  esto  el  Gobierno  de 
Buenos  Aires,  intercedió  por  su  vida  y  fué  des- 
terrado nuevamente  en  octubre  de  1855,  época 
en  que  llegó  a  Buenos  Aires,  confiándole  el 
Gobierno  el  mando  de  una  colonia  agrícola  mi- 
litar en  Bahía  Blanca,  que  estableció  el  5  de  fe- 
brero de  1856,  dando  principio  el  1  de  julio  a 
los  cimientos  de  la  «Nueva  Roma»  sobre  el  río 
Sauce  Chico.  El  28  de  septiembre  de  1857  fué 
traidoramente  asesinado  por  sus  soldados  su- 
blevados, en  su  propio  alojamiento,  junto  con 
el  cura  de  Bahía  Blanca,  P.  Casanova.  Sus 
restos  fueron  traídos  a  Buenos  Aires,  y  al  ser 
sepultados  pronunció  una  oración  fúnebre  el 
general  D.  Bartolomé  Mitre. 
Olmos  (Juan  Francisco).  De  la  provincia  de 
Buenos  Aires.  Hijo  de  padres  humildes,  se  for- 
mó, sin  recibir  instrucción,  en  los  trabajos  del 
campo,  y  luego  en  el  ejército;  pero  dotado  de 
inteligencia  adquirió  prestigios  entre  sus  pai- 
sanos y  desempeñaba  el  comando  de  una  fuer- 
za acantonada  en  la  boca  del  Salado,  en  1839, 
cuando  se  incorporó  con  350  hombres  al  movi- 
miento más  popular  que  haya  habido  en  la  pro- 
vincia para  derribar  a  Rosas.  Concurrió  des- 
pués a  la  batalla  de  Chascomús,  el  7  de  no- 
viembre de  1839,  como  jefe  del  ala  derecha  del 
ejército  revolucionario,  y  derrotadas  las  fuer- 
zas populares  se  embarcó  con  un  grupo  arma- 
do por  el  puerto  del  Tuyú  para  incorporarse  al 
ejército  del  general  Lavalle,  en  la  provincia  de 
Corrientes,  el  12  de  enero  de  1840,  en  el  cam- 
pamento del  Ombú  .  Siguiendo  esa  campaña  se 
halló  en  los  combates  y  batallas  del  Sauce 
Grande,  Santa  Fe,  Quebradito  y  Famaillá,  has- 
ta cruzar  las  provincias  de  Salta  y  Jujuy,  don- 
de sucumbió  el  general  Lavalle,  acompañando 
sus  restos  hasta  Bolivia,  en  cuyo  país  erró  a] 
azar  como  otros  tantos  patriotas,  que  después 
de  abandonar  todo  por  la  patria  y  recorrer  toda 
la  República  en  medio  de  mil  penurias,  conti- 
nuaron efl  el  extranjero  trabajando  por  el  de- 
rrocamiento de  la  tiranía.  Vuelto  al  país,  en  el 
año  1849,  se  incorporó  al  ejército  del  general 
A\adariaga  y  cayó  prisionero  en  la  batalla  de 
Vences,  peleando  siempre  por  la  misma  bande- 
ra. En  1856  fué  de  los  cabecillas  de  las  fuerzas 
derrotadas  en  Villamai/or  y  tomado  prisionero 
fué  condenado  a  muerte,  salvándose  debido  a 
la  intervención  de  la  viuda  del  general  Lavalle, 
de  quien  fué  compañero. 


OLL 


297 


ONC 


•lleroa  (Juan  José).  De  Buenos  Aires.  Nacido 
en  el  partido  de  San  Nicolás  de  los  Arroyos,  el 
19  de  octubre  de  1794,  donde  también  se  edu- 
có. Asistió  al  sitio  de  Montevideo  y  a  su  ren- 
dición en  1814.  Se  incorporó  al  ejército  de  los 
Andes,  asistiendo  a  la"!  batallas  de  Cfiacabuco, 
Talcahuano,  Cancha  Rayada  y  Maipú.  Se  reti- 
ró en  1822  con  el  grado  de  capitán.  Participó 
en  las  luchas  civiles  hasta  1834,  en  que  se  se- 
paró del  servicio  por  su  filiación  unitaria,  to- 
mando desde  entonces  parte  activa  en  los  ejér- 
citos contra  Rosas  con  el  grado  de  coronel, 
sirviendo  a  las  órdenes  de  los  generales  Lava- 
lie,  Paz  y  Urquiza,  habiendo  asistido  a  las  bata- 
llas de  Sauce  Grande,  campaña  de  Corrientes, 
sitio  de  Montevideo  y  batalla  de  Caseros,  en 
el  año  1852.  Murió  en  su  pueblo  natal,  el  17  de 
agosto  de  1857. 

Imbú  ¡combate).  Librado  durante  la  campaña 
contra  el  Imperio  del  Brasil,  el  16  de  febrero 
de  1827.  El  general  Alvear,  tratando  de  distraer 
al  marqués  de  Barbacena,  inició  una  precipita- 
da retirada  con  el  objeto  de  sacar  al  ejército 
brasileño  de  las  sierras  de  Camacuá,  cuyo  te- 
rreno no  se  prestaba  para  las  maniobras  de  la 
caballeria,  y  que  el  enemigo  atrincheró  con  el 
objeto  de  presentar  combate  a  los  argentinos 
una  vez  que  fueron  atacados.  Durante  esta 
marcha  tuvieron  lugar  los  combates  de  Baca- 
cay  y  arroyo  del  Ombú.  en  cuyo  punto  fué  com- 
pletamente derrotada  una  división  del  coronel 
Bento  Manuel,  por  el  coronel  D.  Lucio  Mansi- 
lla,  dejando  en  el  campo  numerosos  muertos, 
heridos  y  prisioneros,  siendo  tenazmente  per- 
seguido hasta  el  Ibicuy. 

>nas  (tribus  de  indios).  Son  una  rama  de  los  te- 
huelches  de  la  Patagonia,  a  quienes  se  pare- 
cen en  el  dialecto  de  la  Tierra  del  Fuego.  «Los 
onas— dice  el  P.  Seauvoir— se  mantienen  con 
lo  que  cazan  y  pescan.  Además,  recogen  en 
otoño  unas  semillas  que  se  llaman  may,  que 
tuestan  sobre  brasas  y  muelen  con  piedras  cha- 
tas, agregando  después  a  la  harina  obtenida 
grasa  de  lobo  marino,  con  la  cual  forman  una 
mezcolanza  muy  parecida  a  una  torta.  Tam- 
bién comen  unas  raíces  muy  comunes  en  aque- 
llas regiones  y  que  tienen  el  sabor  de  la  zana- 
horia. Visten,  o  mejor  dicho  se  tapan,  con  pie- 
les, de  guanaco  o  de  zorro.  Sus  mujeres  son 
sus  esclavas  y  tienen  que  desempeñar  los  tra- 
bajos más  penosos.  El  cabello  lo  llevan  largo, 
excepto  la  corona,  donde  lo  cortan  a  modo  de 
los  dominicos.»  «Viven  en  hoyos  circulares  de 


dos  metros  de  diámetro  y  40  centímetros  de  pro- 
fundidad; en  su  círculo  plantan  postes  vertica- 
les sobre  los  cuales  colocan  pieles  de  animales 
y  en  el  fondo  del  agujero  extienden  pasto  seco. 
Cada  una  de  estas  excavaciones  abriga  una  fa- 
milia, cuyos  miembros  duermen  allí  apretados, 
mezclados  con  numerosos  perros  (en  la  Tierra 
del  Fuego  y  la  Patagonia   el  perro  desempeña 
el  papel  de  calorífero).»  (J.  Popper.)  «Para  ca- 
zar las  focas  o  lobos  marinos  usan  de  una  cu- 
riosa estratagema,  que  consiste  en  llenar  de 
paja  el  cuero  de  una  foca  pequeña,  el  que  ata- 
do por  una  correa  mueven  continuamente  a  la 
orilla  del   mar,  imitando  con  una  perfección 
asombrosa  el  aullido  de  estos  animales,  atra- 
yendo así  a  las  que  nadan  lejos  de  la  costa; 
una  vez  que  éstas  se  acercan  a  la  foca-anzue- 
lo, larga  el  indio  un  tronco  de  madera  desde 
arriba  de  la  barranca  en  que  se  oculta  y  queda 
aplastada  su  anhelada  presa.  Los  pájaros  los 
toman  generalmente  de  noche  y  en  el  nido,  de- 
jándose bajar  a  las  peñas  mediante  un  fuerte 
lazo  de  cuero  de  foca  que  sostienen  los  compa- 
ñeros; llevan  una  especie  de  antorcha  formada 
de  pedazos  secos  de  corteza,  y  asi  sorprenden 
a  los  pájaros  marinos,  les  tuercen  el  pescuezo 
con  los  dientes  y  los  guardan  en  una  bolsa  de 
cuero  de  guanaco.  También  cazan  los  pájaros 
con  una  destreza  sin  igual  mediante  sus  arcos 
y  flechas,  cuyas  puntas  están  hechas  con  peda- 
zos de  vidrios  que  recogen  de  botellas  vacías 
arrojadas  en  la  playa  por  los  mares:  son  ver- 
daderas obras  de  arte,  delicadas  y  muy  cortan- 
tes sobre  sus  bordes,  que  concluyen  con  una 
punta  afiladísima.  Hay  indios  verdaderos  artis- 
tas que  se  ocupan  exclusivamente  en  la  confec- 
ción de  estas  puntas.»  (P.  A.  Seggers,  1801.) 
Boletín  del  Instituto  Geográfico  Argentino. 
Oncatívo  (batalla).  Las  montoneras  continua- 
ban dominando  una  parte  del  territorio  argen- 
tino, y  acababa  de  sublevarse  la  división  del 
coronel  Pedemera.  El  general  Paz,  en  una 
campaña  rápida,  había  limpiado  la  provincia  de 
Córdoba  de  las  partidas  volantes  que  la  reco- 
rrían, y  la  provincia  parecía  pacificada,  cuando 
Quiroga,  en  unión  de  los  hermanos  Aldao,  que 
dominaban  en  Mendoza,  invadió  nuevamente  a 
Córdoba,  al  frente  de  cuatro  mil  hombres.  Una 
nueva  comisión  mediadora  enviada  por  el  Go- 
bierno de  Buenos  Aires  trato  de  hacer  llegar 
a  una  transacción  a  los  beligerantes.  Tampoco 
esta  vez  se  logró  este  objeto,  pues  Paz  no 
aceptaba  ningún  arreglo  que  no  fuera  sobre  la 


ORD  -  298  - 

base  de  que  Quiroga  abandonara  la  provincia 
de  Córdoba  con  su  ejército.  Paz  se  dirigió  en 
busca  de  Quiroga,  y  el  25  de  febrero  de  1830, 
a  las  diez  de  la  mañana,  se  avistó  con  el  ene- 
migo, atareado  en  tomar  su  orden  de  batalla. 
Iba  a  servir  de  teatro  a  la  acción  una  hermosa 
planicie  que  se  prolongaba  por  muchas  leguas 
en  la  dirección  del  sud  y  este,  con  bosques  de 
poca  extensión  en  el  centro.  En  uno  de  esos 
bosquecillos  se  había  situado  Quiroga.  El  ejér- 
cito de  Paz  estaba  formado  en  tres  columnas 
paralelas  y  una  de  reserva,  además  de  una  pe- 
queña vanguardia.  La  columna  de  la  derecha 
era  dirigida  por  el  coronel  Lamadrid  (caballe- 
ría solamente);  en  la  del  centro  estaban  dos 
batallones  y  seis  piezas  de  artillería;  la  de  la 
Izquierda  tenía  un  batallón  y  varios  escuadro- 
nes de  caballería  salteña,  a  las  órdenes  del  co- 
ronel Manuel  Puch,  y  la  reserva  a  las  órdenes 
del  coronel  Pedernera.  «Desde  que  percibí  la 
disposición  del  ejército  enemigo,  dice  Paz,  mi 
plan  fué  atacar  su  izquierda  aproximando  mi 
derecha,  y  rehusar  de  consiguiente  mi  izquier- 
da»; más  adelante  agrega:  «Desplegados  nues- 
tros escuadrones,  principió  nuestro  movimiento 
ofensivo,  que  fué  poco  resistido  por  el  enemi- 
go, el  cual  se  puso  en  precipitada  retirada. 
Entonces  dio  principio  la  más  terrible  perse- 
cución de  que  hubiera  ejemplo  hasta  entonces, 
y  que  duró  más  de  seis  leguas.  Durante  esta 
distancia,  aunque  no  había  senda  ni  camino, 
podía  irse  sin  peligro  de  extraviarse,  porque 
servían  de  una  serie  no  interrumpida  de  seña- 
les los  cadáveres,  los  caballos  cansados,  las 
lanzas  clavadas  en  el  suelo  y  las  tercerolas  y 
sables  puestos  igualmente  de  punta  (para  que 
pudiesen  recogerse  después  y  no  se  perdiesen 
en  el  pasto,  había  mandado  que  las  armas  que 
se  tomaran  se  dejaran  en  esa  forma).  En  la 
persecución  cayó  prisionero  el  segundo  gene- 
ral del  ejército  enemigo,  el  sanguinario  Aldao. 
Al  ponerse  el  sol,  hombres  y  caballadas,  ven- 
cedores y  vencidos  estaban  exhaustos  de  fati- 
ga» (Memorias  de  Paz.)  Tal  fué  el  choque  de 
Oncativo  (1),  donde  la  táctica  y  el  genio  mili- 
tar de  Paz  se  sobrepusieron  a  la  fiereza  de  su 
adversario  que,  completamente  derrotado,  diri- 
gióse a  Buenos  Aires,  seguido  de  un  corto  nú- 
mero de  parciales. 
Orden  del  Sol.  Por  medio  de  un  decreto  expe- 


ORM 


D.  Manuel  Orive. 


(1)    Oncativo  significa  arenales  enfermizos. 


dido  en  Lima,  el  12  de  enero  de  1822,  el  gene- 
ral San  Martín,  protector  del  Perú,  creó  la  cé- 
lebre «Orden  del  Sol'>,  condecoración  gloriosa, 
para  premiar  a  los  héroes  y  a  los  grandes  ser- 
vicios prestados  a  la  patria. 

Oribe  (Manuel).  Militar  uruguayo.  Nacido  ea 
Montevideo.  Electo  segundo  presidente  cons- 
titucional de  la  Re- 
pública  Oriental 
del  Uruguay  el  1  de 
marzo  de  1835.  Per- 
tenecía a  una  res- 
petable y  distingui- 
da familia  que  ocu- 
paba una  elevada 
posición  desde  la 
época  de  la  domi- 
nación española. 
Antes  de  la  batalla 
del  Cerrito  sentó 
plaza  de  voluntario 

en  el  ejército  que  a  las  órdenes  de  Rondeau 
sitiaba  a  Montevideo,  y  tomó  parte  en  esa  ba- 
talla, ascendiendo  a  alférez  segundo  del  regi- 
miento de  Artillería.  Tres  años  después  era  ca- 
pitán. Cuando  Artigas  se  retiró  del  sitio  de 
Montevideo,  Oribe  se  mantuvo  al  lado  de  Ron- 
deau y  Alvear.  Durante  la  invasión  portuguesa 
acompañó  a  Artigas,  tomando  parte  en  la  bata- 
lla del  Catalán.  Permaneció  en  Buenos  Aires, 
con  el  grado  de  capitán  de  Artillería,  hasta 
1821,  año  en  que  volvió  a  su  patria.  Vencedor 
en  el  Yi,  Quebracho  Herrado.  Famaillá,  Arro- 
yo Grande,  etc.  Fué  uno  de  los  «treinta  y  tres» 
que  emprendieron  la  cruzada  libertadora  de  la 
Banda  Oriental.  Peleó  con  bravura  en  Itusain- 
gó,  también  tomó  parte  en  el  combate  de  Ca- 
macuá.  El  18  de  septiembre  del  mismo  año  fué 
nombrado  jefe  del  Estado  Mayor  general  y  co- 
mandante general  de  Armas  del  departamento 
de  Montevideo.  El  9  de  octubre  de  1833  era 
elegido  ministro  de  Estado  en  el  departamento 
de  Guerra  y  Marina,  y  el  26  de  febrero  de  1835 
fué  ascendido  al  grado  de  brigadier  general. 
Murió  en  la  ciudad  de  Montevideo  el  12  de  no- 
viembre de  1857. 

Onna  (Francisco  Mariano).  Comerciante  espa- 
ñol. Nacido  en  1777.  Llegó  a  Buenos  Aires  en 
la  época  del  coloniaje.  Durante  las  invasiones 
inglesas  acompañó  a  Pueyrredón  a  redutar 
gente  para  la  reconquista,  hallándose  en  la  ac- 
ción de  Perdiel.  No  obstante  su  nacionalidad, 
fué  uno  de  los  iniciados  en  el  movimiento 


ORO 


299  - 


ORT 


emancipador,  entrando  en  él  con  mucha  deci- 
sión. En  su  quintase  reunieron  los  conspirado- 
res más  de  una  vez.  En  1810  fué  de  los  invita- 
dos por  esquela  al  Cabildo  abierto  del  22  de 
mayo,  votando  por  la  causa  patriota,  y  repro- 
dujo en  ese  acto  el  voto  de  D.  Domingo  French. 
Desempeñó  después  comisiones  arriesga- 
das y  puestos  importantes,  mereciendo  ser 
uno  de  los  primeros  extranjeros  que  obtuvo 
carta  de  ciudadanía,  el  24  de  julio  de  1812.  En 
febrero  de  1816  presentó  al  Gobierno  un  plan 
de  defensa  de  esta  capital,  acompañándolo  con 
láminas,  dos  estados  y  una  Memoria,  como  para 
contrarrestar  y  destruir  cualquier  ejército  ene- 
migo de  25.000  a  30.000  hombres.  Durante  Ro- 
sas le  fueron  confiscados  sus  bienes  y  fué  cla- 
sificado de  «lomo  negro»,  viéndose  obligado  a 
emigrar  a  Montevideo,  donde  falleció  el  1  de 
octubre  de  1841 . 
Oro  (Justo  de  Santa  María  de).  Sacerdote.  Na- 
ció en  la  ciudad  de  San  Juan,  en  el  año  de  1771 . 
Cursó  sus  primeros 
estudios  en  su  ciudad 
natal  y  luego  pasó  a 
Chile,  donde  se  gra- 
duóde  doctorenTeo- 
logía  en  la  Universi- 
dad de  San  Felipe, 
en  cuyos  claustros 
acreditó  su  extenso 
saber,  siendo  ya  sa- 
cerdote dominico, 
como  teólogo,  cano- 
nista y  jurisconsulto. 

En  1804  fué  electo  j„3todgS3„t3„^rta  de  Oro. 
prior  del  convento  de 

dominicos  de  Santiago  de  Chile,  al  qne  di6  gran 
impulso  realizando  mejoras  importantes.  Parti- 
dario decidido  del  movimiento  de  mayo,  el  pue- 
blo de  San  Juan  se  fijó  en  él  para  que  lo  repre- 
sentara en  el  «Congreso  de  Tucumán»  en  1816. 
Fué  en  ese  Congreso  una  figura  descollante  y 
simpática.  «Con  la  mansedumbre  que  le  era 
habitual,  pero  con  firmeza»,  se  pronunció  con- 
tra la  forma  monárquica,  discutiéndose  obsti- 
nadamente en  contra  y  amenazando  con  reti- 
rarse del  Congreso;  siendo  ésta  la  única  pro- 
testa que  se  dejó  oir  en  ese  Cuerpo  contra  la 
adopción  inmediata  de  la  forma  monárquica. 
En  1819  fué  nombrado  provincial  de  los  con- 
ventos de  su  Orden,  en  Chile;  y  en  febrero  de 
1830  fué  electo  obispo  diocesano  de  San  Juan, 
en  cuyo  cargo  rigió  su  iglesia  con  acierto  y  no- 


table consagración.  Murió  a  los  sesenta  años 
de  edad,  el  19  de  octubre  de  1836.  El  9  de 
julio  de  1897,  el  Gobierno  y  el  pueblo  de  San 
Juan  inauguraron  su  monumento. 

Oroná  (Pedro).  Inició  sus  servicios  en  el  Estado 
Oriental  en  clase  de  sargento  segundo,  en  el 
cuerpo  de  Patricios;  tomó  parte  en  la  batalla 
de  Las  Piedras  y  fué  ascendido  a  alférez  e  in- 
corporado a  los  Dragones  de  la  Patria,  en  ju- 
nio de  1811.  Concurrió  al  sitio  de  Montevideo 
combatiendo  en  el  Cerrito  y  Martin  García, 
ascendiendo  a  capitán.  Murió  en  Buenos  Aires, 
en  el  grado  de  coronel  graduado,  y  fué  uno  de 
los  militares  de  la  independencia  que  mere- 
ció las  persecuciones  de  Rosas  que  lo  tuvo  pre- 
so en  1840. 

Ortega  (Rufino).  Nació  en  Buenos  Aires  en 
1816.  Afiliado  al  partido  unitario,  se  produjo 
el  movimiento  insurreccional  de  1839,  en  el 
Sud  de  Buenos  Aires,  y  en  seguida  se  alistó. 
Con  Lavalle  se  batió  en  el  Tala,  Arroyo  Gran- 
de, Don  Cristóbal,  Quebracho,  Famaillá  y  San 
Calé  en  esta  acción  fué  tomado  prisionero.  En 
libertad,  pasó  a  Mendoza  de  donde  emigró  a 
Chile.  Cuando  terminó  la  dictadura  se  trasla- 
dó a  Buenos  Aires,  prestando  importantes  ser- 
vicios en  la  organización  de  tropas  de  línea  y 
milicias.  En  Cepeda  y  en  Pavón  estaba  a  las 
órdenes  del  general  Mitre,  como  jefe  de  la  es- 
colta. Fué  muerto  en  la  dispersión  de  la  caba. 
Hería  porteña,  Pavón,  el  17  de  septiembre  de 
1861. 

Ortega  (Rufino).  Hijo  del  anterior.  Nació  en 
Mendoza,  el  22  de  agosto  de  1847,  y  a  los  quince 
años  entraba  co- 
mo voluntario  en 
el  regim  i  e  nto 
«Guías»,  que  co- 
mandaba el  te- 
niente coronel  Ru- 
fino Gómez,  de 
guarnición  en  el 
fuerte  coronel 
«Estomba».  El  al- 
mirante Mariano 
Cordero,  su  tío, 
le  hizo  ingresar 
en  la  Armada, 
dándole  de  alta 
con  el  grado  de  guardia  marina  en  el  vapor 
Guardia  Nacional,  pasando  después  al  vapor- 
Pampero  que  actuó  en  la  toma  de  Corrientes,  el 
25  de  mayo  de  1865.  A  raiz  de  este  hecho  de  ar- 


D.  Rufino  Ortega. 


ORT 


mas  pasó  al  ejército  de  tierra  ,  ingresando 
como  subteniente  en  el  5."  de  infantería  de  la 
segunda  división  de  Buenos  Aires,  y  en  tal  ca- 
rácter luchó  el  31  de  enero  de  1866  en  Paso 
de  la  Patria,  hallándose  también  en  Itapirú- 
Estero  Bellaco,  Vuyuti,  Boquerón,  etc.  De  té- 
meme primero  marchó  en  el  7."  de  infantería  a 
San  Juan  para  sofocar  la  revuelta  iniciada  en 
San  Luis  por  el  caudillo  Sáa.  Vencida  esta  re- 
belión después  de  los  combates  del  Paso  de  los 
Loros  y  Río  IV,  pasó  después  a  la  Rioja,  don- 
de se  había  extendido  la  revuelta.  En  1869  pi- 
dió su  baja,  que  le  fué  concedida,  manteniéndo- 
se alejado  de  la  actividad  hasta  mayo  del  71,  en 
que  volvió  al  7°  de  infantería  con  el  grado  de 
capitán.  El  13  de  diciembre  de  1873  ascendió  a 
mayor,  y  más  tarde  obtuvo  licencia  para  pasar 
a  Mendoza,  en  cuyas  luchas  civiles  tomó  parte, 
siendo  gravemente  herido  en  la  batalla  de  San- 
ta Rosa,  el  29  de  octubre  de  1874.  En  1876,  te- 
niente coronel  graduado.  Luchó  contra  los  in- 
dios en  las  fronteras  del  Neuquén  y  Río  Ne- 
gro, ascendiendo  a  teniente  coronel  efectivo, 
el  8  de  agosto  de  1879.  La  jornada  de  1880  lo 
llevó  a  Mendoza,  donde  organizó  dos  batallo- 
nes de  infantería  y  una  batería  de  montaña, 
con  los  cuales  bajó  al  Rosario  y  de  allí  a  Co- 
rrientes, donde  permaneció  como  delegado  na- 
cional hasta  la  llegada  del  interventor.  Hizo  la 
campaña  de  Nahuel  Huapí  (1881)  a  las  órdenes 
del  general  Villegas.  El  30  de  septiembre  de 
1882  nombrado  coronel;  y  el  15  de  febrero  del 
84  fué  electo  gobernador  de  Mendoza,  termi- 
nando su  mandato  en  1887.  En  octubre  de  1890 
ocupó  una  banca  en  la  Cámara  de  senadores 
de  la  nación,  pasando  a  figurar  en  la  lista  de 
oficiales  generales  el  1  de  enero  de  1903.  En 
diciembre  de  1905  fué  nombrado  comandante 
de  la  quinta  región  militar,  siendo  ascendido  a 
general  de  división  el  16  de  junio  de  1906.  Po- 
cos meses  aespués,  en  noviembre  de  1906,  fué 
designado  comandante  de  la  tercera  región  mi- 
litar, pasando  a  ocupar  la  comandancia  de  la 
primera  región,  el  12  de  octubre  de  1907.  En 
esa  fecha  se  hizo  cargo  del  plan  de  ocupación 
militar  del  Chaco,  encomendándosele  por  aquel 
entonces  otras  tareas  de  carácter  político.  Por 
último,  el  14  de  junio  de  1910  le  fué  conferida 
la  alta  dignidad  de  teniente  general,  pasando 
al  retiro  el  23  de  agosto  de  1912.  Falleció  en 
Mendoza,  el  20  de  noviembre  de  1917. 
Ortiz  de  Rosas  (Domingo).  Español.  En  1742 
fué  nombrado  gobernador  y  capitán  general  de 


—  300  —  OSO 

Buenos  Aires.  Su  gobierno,  que  duró  hasta 
1745,  combatió  con  mucha  eficacia  el  contra- 
bando. En  25  de  marzo  de  1746  ejerció  la  pre- 
sidencia de  Chile,  y  allí  fundó  la  Universidad 
de  San  Felipe  Real,  y  le  dio  el  primer  rector 
en  la  persona  del  Dr.  D.  Tomás  Azüa.  Dos 
años  después  estableció  la  Casa  de  Moneda, 
etcétera.  En  consideración  a  los  distinguidos 
servicios  del  Sr.  D.  Domingo  Ortiz  de  Rosas, 
el  rey  de  España  le  hizo  merced  del  título  de 
Castilla  con  la  denominación  de  «conde  de  Po- 
blaciones», y  a  sus  reiteradas  instancias,  por 
tener  su  salud  quebrantada,  se  le  acordó  el  re- 
levo de  su  alto  cargo.  El  dictador  Rosas  era 
bisnieto  de  este  personaje,  que  murió  a  bordo 
de  El  León,  en  viaje  para  España,  en  mayo 
de  1756. 

Osmat  (Timoleón).  Era  un  corsario  francés 
que  se  titulaba  «Caballero  de  la  Fortuna»,  que 
entró  por  el  Rio  de  ¡a  Plata,  y  durante  ocho 
meses  anduvo  yendo  y  viniendo  con  tres  naves 
muy  armadas,  como  bi  buscara  ocasión  de  des- 
embarcar y  saquear  la  ciudad  (López). 

Oruro,  ciudad  de  Bolivia.  Se  llamó  antes  San 
Felipe  de  Austria.  Oruro  es  célebre  en  los 
anales  de  nuestra  historia  por  haber  donado  a 
la  ciudad  de  Buenos  Aires  una  espléndida  lá- 
mina o  trofeo  en  nombre  de  su  Ayuntamiento, 
fabricada  con  oro  y  plata,  que  envió  como  ho- 
menaje al  Cabildo  de  Buenos  Aires  el  año  1807 
con  motivo  de  la  defensa  heroica  de  esta  ciu- 
dad contra  los  ingleses.  Esta  pieza  se  conser- 
va en  el  Museo  Histórico  Nacional. 

Orzábal  (Mariano).  Militar.  Ingresó  en  el  ejér- 
cito en  1827,  sienilo  ascendido  a  subteniente  en 
1828,  y  a  teniente  prímero  en  1829.  Fué  ayu- 
dante del  general  D.  Ángel  Núñez  en  la  Repú- 
blica Oriental  del  Uruguay,  y  en  1843  se  in- 
corporó al  ejército  del  general  D.  Manuel  Ori- 
be, tomando  parte  en  los  combates  del  18  y  19 
de  junio  contra  las  fuerzas  del  coronel  Flores 
y  del  general  Medina,  y  en  todos  los  que  se 
sucedieron  durante  el  sitio  de  Montevideo, 
que  duró  nueve  años.  Como  teniente  coronel  y 
jefe  del  regimiento  de  la  Confederación,  se  ha- 
lló en  Tala,  Cepeda,  Pauón.  En  la  guerra  del 
Paraguay  batióse  en  liiyuti,  YataytiCorá,  et- 
cétera. En  Tuytití,  su  acción  al  frente  del  re- 
gimiento General  Lavalle  fué  gloriosa.  Era 
padre  del  Dr.  D.  Mariano  Orzábal,  abogado, 
legislador  y  político,  y  del  general  D.  Arturo 
Orzábal. 

Osorio  (Manuel  Luis).  Militar.  Nacido  en  Río 


OTA 


-  301 


OYU 


Grande  (Brasil),  el  año  1808,  y  empezó  su  ca- 
rrera en  1823.  Desde  joven  descolló  por  su  bri- 
llante inteligencia  y  sus  aptitudes  sobresalien- 
tes para  la  Milicia,  en  cuya  carrera  adquirió 
bien  pronto  los  más  altos  grados.  En  1826  hizo 
la  campaña  que  terminó  con  la  batalla  de  Itu- 
íaingó,  y  en  1852  concurrió  a  la  campaña  de 
Caseros,  en  cuya  batalla  se  halló  el  3  de  fe- 
brero del  mismo  año.  En  1865  fué  general  en 
jefe  del  ejército  brasileño  durante  la  guerra 
del  Paraguay,  invadiendo  en  abril  de  1866  el 
territorio  enemigo  al  frente  de  5.000  hombres, 
repeliendo  a  los  paraguayos,  valiéndole  este 
hecho  el  ser  condecorado  por  el  emperador 
con  el  título  de  barón  de  Herval.  En  1868  man- 
dó en  jefe  el  ataque  al  Espinilla,  cuyo  resulta- 
do fué  el  de  abandonar  el  enemigo  el  gran  cua- 
drilátero, reconcentrándose  en //u/na/tó,  yata- 
có  después  a  esta  forlaleza,  teniendo  grandes 
pérdidas.Tomó  parte  en  otros  hechos  de  armas 
durante  esta  campaña,  haciéndose  notarpor  su 
valor  y  sus  recomendables  cualidades.  Falleció 
en  Río  de  Janeiro,  el  9  de  octubre  de  1879. 
Otamendi  (Fernando).  Hacendado.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  30  de  mayo  de  1800.  Se  con- 
sagró a  las  tareas  rurales  en  el  Sud  de  la  pro- 
vincia de  Buenos  Aires,  en  cuya  zona  adquirió 
gran  renombre,  y  como  patriota  inteligente  y 
prestigioso  fué  uno  de  los  dirigentes  de  la  re- 
volución del  Sud  el  año  1839.  En  ese  hecho 
formó  como  capitán  de  la  tercera  compañía  del 
batallón  Tut/ú,  que  mandaba  Jacinto  Machado. 
Concurrió  a  la  batalla  de  Chascomiis,  y  muer- 
tos el  coronel  Gramer  (v.)  y  el  capitán  López 
Calventi  (v.),  tomó  el  mando  de  las  fuerzas  el 
capitán  Otamendi,  sosteniendo  la  batalla  hasta 
el  último  momento,  en  que  fué  tomado  prisio- 
nero junto  con  su  jefe  el  comandante  Macha- 
do. Después  de  padecer  grandes  penurias,  re 
cobró  su  libertad;  pero  perseguido  tenazmente 
por  La  Mazorca,  fué  herido  de  tal  gravedad 
que  estuvo  en  peligro  su  vida.  En  las  célebres 
clasificaciones  del  tirano  Rosas  figura  como 
saloaje  unitario  acérrimo.  Emigrado  al  Estado 
Oriental,  residió  allí  hasta  el  derrocamiento 
de  Rosas.  En  1860  fué  electo  diputado  a  la  Le- 
gislatura de  Buenos  Aires,  y  al  año  siguiente 
ocupó  una  banca  en  el  Senado  de  la  provincia, 
cargo  para  el  que  fué  reelegido  en  1866,  año 
en  que  se  produjo  su  deceso  en  su  ciudad  natal, 
el  día  15  de  diciembre. 


Otero  (Francisco  de  Paula).  Militar.  Natural  de 
Salta.  Después  de  recibir  una  esmerada  edu- 
cación en  su  provincia,  pasó  al  Perú,  donde  se 
puso  en  comunicación  con  el  general  San  Mar- 
tín cuando  llegó  con  el  ejército  libertador  ar- 
gentino-chileno, deseando  prestar  sus  servicios 
a  la  causa  de  la  emancipación.  En  el  pueblo 
de  Cajamarca,  Jauja,  hizo  que  se  pronunciara 
por  la  revolución  una  división  realista.  Arena- 
les ascendió  a  Otero  a  coronel,  ascenso  que 
confirmó  el  general  San  Martín.  Fué  goberna- 
dor de  la  provincia  de  Tarma,  nombrado  por 
Arenales.  A  las  órdenes  del  libertador  Bolívar 
prestó  importantes  servicios  por  su  genial  acti- 
vidad en  comisiones  importantes,  surtimiento 
y  provisión  de  víveres,  etc.  Asistió  a  Junin  y  a 
Ayacucho,  donde  Bolívar  lo  ascendió  a  gene- 
ral. Se  retiró  luego  del  servicio  para  preocu- 
parse de  los  intereses  particulares  y  de  su  fa- 
milia. 

Oyuela  (José  Gabriel  de  la).  Militar.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  18  de  marzo  de  1788.  Tomó 
parte  en  las  invasiones  inglesas,  y  por  diver- 
sos acontecimientos  y  comisiones  llegó  hasta 
el  grado  de  sargento  mayor.  Adicto  al  genera) 
Alvear,  lo  acompañó  en  sus  campañas,  hasta 
caer  prisionero  en  San  Nicolás,  donde  fué  so- 
metido a  juicio  y  borrado  de  la  lista  militar. 
Más  tarde  fué  comandante  militar  y  político 
de  Patagones,  en  1827;  gobierno  que  ejerció 
con  competencia  y  honorabilidad.  Declarada 
la  guerra  contra  el  Imperio  del  Brasil,  hizo 
toda  su  campaña,  hallándose  en  ¡tuzaingó  y  en 
otros  diversos  hechos  de  armas.  A  su  regreso, 
fué  ascendido  a  coronel.  Murió  en  Buenos 
Aires,  el  30  de  agosto  de  1833. 

Oyuela  (José  María  de  la).  Militar.  Natural 
de  Buenos  Aires.  Sus  servicios  datan  desde 
la  primera  invasión  inglesa  (1806).  Se  halló  en 
la  acción  de  Perdriel.  y  pasó  a  Montevideo,  a 
las  órdenes  de  D.  Manuel  de  Arroyo  y  Pinedo. 
En  los  acontecimientos  de  mayo  tuvo  mucha 
participación,  llegando  años  después  a  briga- 
dier. Durante  el  gobierno  de  Rosas  se  avecin- 
dó en  San  Juan,  donde  actuó  en  las  filas  unita- 
rias y  como  jefe  de  un  regimiento  de  Milicias, 
a  las  órdenes  del  general  Acha.  Fué  encarce- 
lado y  borrado  de  la  lista  militar  en  1847,  y 
desterrado  a  la  Guardia  de  Lobos,  donde  falle- 
ció, el  9  de  abril  de  1849. 


DlC.   HlST.   BlOQR. 


p 


Ángel  Pacheco. 


Pacheco  (An?e1).  Militar.  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  14  junio  1793.  Ingresó  en  el  regimiento 
de  Granaderos  a 
caballo,  hallándo- 
se en  San  Loren- 
zo. Partió  des- 
pués al  Alto  Perú, 
donde  se  halló 
como  oficial  en 
varias  acciones 
de  guerra.  En 
1816  se  reunió  en 
Mendoza  al  ejér- 
cito de  los  Andes, 
en  clase  de  ayu- 
dante mayor  del 
escuadrón  de  Cazadores  de  la  Escolta,  pasan- 
do al  año  siguiente  los  Andes  y  batiéndose  en 
Putaendo,  Chacabuco,  Curapaligüe,  Cancha 
Rayada,  Maipú  y  Bio-Bio,  en  1818,  en  cuyo 
año  fué  promovido  a  sargento  mayor  gradua- 
do. En  1825  fué  creado  el  regimiento  3.°  de 
Caballería,  confiéndosele  el  mando  al  enton- 
ces teniente  coronel  Pacheco.  Asistió  a  la 
campaña  del  Brasil,  tomando  parte  en  las  ba- 
tallas del  Ombú,  Ituzaingó,  Camacuá  y  com- 
bates de  los  Potreros  del  padre  Filiberto,  Yer- 
bal y  Las  Cañas.  De  regreso  a  Buenos  Aires 
sirvió  en  la  frontera  Oeste  y  en  la  campaña  al 
interior  contra  el  general  Paz.  En  1833  fué 
nombradlo  mayor  general  en  la  campaña  al  de- 
sierto que  comandó  D.  Juan  Manuel  de  Rosas, 
y  a  su  regreso,  electo  gobernador  de  la  pro- 
vincia, rehusó  el  alto  cargo.  Más  tarde  fué  mi. 
nistro  de  la  Guerra,  diputado,  general  en  jefe, 
inspector  de  Armas.  Derrotó  a  los  unitarios  en 
los  combates  de  Fraile  Muerto,  en  1831,  y  en 
San  Cala  y  Rodeo  del  Medio,  en  1841 .  En  1852, 
disgustado  con  Rosas,  no  concurrió  a  la  bata- 


lla de  Caseros,  retirándose  a  su  estancia  del 
Talar  Murió  en  Buenos  Aires,  el  28  de  «ep- 
tiembre  de  1869. 
Pacheco  (Diego).  General  español.  Natural  de 
Talavera  de  la  Reina.  Gobernador  interino  du- 
rante la  ausencia  del  teniente  general  Gaspar 
de  Medina,  en  1567  y  1568,  de  la  antigua  pro- 
vincia del  Tucumán.  Como  rico  que  era  Pache- 
co, procedió  con  limpieza  de  manos  y  con  des- 
interés, lo  que  le  granjeó  el  afecto  común.  Al 
llegar  a  la  provincia,  entró  en  Esteco,  fundada 
poco  antes  y  poblada  por  Andrés  López,  de- 
clarando nula  la  facultad  de  aquella  población; 
pero  reconocida  la  importancia  de  aquella  ciu- 
dad para  la  seguridad  de  la  provincia  por  la 
parte  del  Chaco,  dispuso  que  el  15  de  agosto 
del  mismo  año  (1567)  se  celebrase  su  fundación 
en  nombre  del  rey.  y  por  borrar  la  memoria  de 
Diego  de  Heredia  y  de  Juan  de  Berzocana, 
mudó  el  nombre  de  Esteco  puesto  por  éstos, 
dándole  el  de  Nuestra  Señora  de  Talavera,  por 
devoción  del  santo  del  día  y  en  memoria  de  su 
patria.  Dispuso  igualmente  se  dedicase  la  igle- 
sia a  la  Asunción  triunfante  de  María  Santísi- 
ma, como  lo  estaba  la  ciudad,  eligiéndose  al- 
caldes en  el  nuevo  Ayuntamiento,  que  lo  fue- 
ron Román  de  Chaves  y  Tomás  González.  Fué 
un  gobernador  tan  prudente  como  moderado. 

Pacheco  (Jorge).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  28  de  abril  de  1781.  Concurrió  a  la 
reconquista  de  Buenos  Aires  (12  de  agosto  de 
1806),  y  en  1807  en  los  combates  de  los  días  5 
y  6  de  julio.  Era  capitán  del  Cuerpo  de  blan- 
dengues, de  Montevideo. 

PadiUa  (.Manuel  Asencio).  Caudillo.  Natural  de 
Bolivia.  Nació  en  Chayanta,  el  29  de  septiem- 
bre de  1773,  ven  ISOScontrajo  enlace  con  la  cé- 
lebre heroína  D.^  Juana  Azurduy  (v.).  Se  halló 
en  las  batallas  de  Tucumán,  siendo  herido  en 


PAG 


303  - 


PAL 


Salta;  combatió  en  Ayohuma.  Después  de  este 
desastre  se  mantuvo  en  el  Alto  Perú  al  frente 
de  algunas  bandas  de  partidarios.  Habiendo 
sido  preso  en  una  ocasión  por  los  españoles, 
mató  de  una  puñalada  al  hombre  que  le  ponía 
los  grillos,  y  en  un  descuido  se  fugó  y  conti- 
nuó su  vida  de  aventuras,  sublevando  el  distri- 
to de  la  Laguna,  donde  estableció  el  cuartel 
general  de  la  republiqueta;  lo  acompañaba  en 
sus  correrías  su  esposa.  Su  ascendiente  sobre 
los  naturales  era  tal,  que  llegó  a  reunir  hasta 
cuatro  mil  hombres  bajo  su  bandera.  Fué  el 
más  popular  de  los  caudillos  del  Alto  Perú:  era 
valiente,  activo  y  ejercía  dominio  sobre  las 
multitudes  y  sus  jefes,  pero  carecía  de  talentos 
militares.  Se  batió  con  los  españoles  en  un 
sinnúmero  de  encuentros  a  las  órdenes  de 
Arenales  y  Rondeau  o  mandando  en  jefe.  Des- 
pués de  la  jornada  de  la  Laguna  fué  tomado 
prisionero  en  el  paraje  denominado  del  Villar, 
el  14  de  septiembre  de  1S16,  y  sobre  la  mar- 
cha el  jefe  enemigo  le  dio  un  pistoletazo,  or- 
denando a  fray  Suárez  Polanco,  que  era  se- 
cretario y  capellán  de  Padilla,  que  lo  absol- 
viera, loque  ejecutó  ,  y  Aguilera  cortó  con  su 
propia  mano  la  cabeza  de  Padilla,  la  que  fué 
expuesta  en  la  plaza  de  la  Laguna  en  una 
pica.  El  pueblo  de  la  Laguna  lleva  hoy  su  nom- 
bre, ilustre  por  sus  hazañas  y  su  martirio. 

Pago  Largo  (batalla).  En  31  de  marzo  de  1839. 
El  ejército  correntino,  mandado  por  el  gober- 
nador D.  Jenaro  Berón  de  Astrada,  es  sor- 
prendido y  derrotado  en  una  batalla  que  libra 
en  Pago  Largo  por  el  ejército  entrerriano,  al 
mando  del  general  Urquiza.  El  mismo  Astrada, 
con  más  de  1 .300  conentinos,  quedan  en  el 
campo  de  batalla. 

Palacios  (Pedro  B.).(Almafuerte.)  Nació  en  San 
Justo,  provincia  de  Buenos  Aires,  el  13  de 
mayo  de  1854.  Des- 
de los  diez  y  nue- 
ve años  hasta  los 
cuarenta  y  dos,  con 
breves  intervalos, 
ganó  su  pan  instru- 
yendo a  los  niños, 
y  así,  fué  maestro 
en  la  capilal  fede- 
ral hasta  ISTsJ  y  en 
la  provincia  de  su 
nacimiento;  en  di- 
versos pueblos,  D.Pedro  Palacios B. 
hasta   1896,   en   la  (Alma fuerte). 


escuela  número  3  de  Trenque-Lauquen.  En 
1893,  época  en  que  se  encontraba  en  el  pue- 
blo del  Salto,  su  producción  literaria,  conoci- 
da, se  redujo  a  artículos  de  diarios.  Fué  en 
este  año  en  el  que  publicó,  usando  por  pri- 
mera vez  el  seudóniíiio  que  le  sintetiza,  una 
poesía  en  La  Nación.  Tenía  por  título  un  in- 
terrogante, y  ese  interrogativo  dio  que  ha- 
blar, preguntándose  quién  era  su  autor.  En 
ese  mismo  pueblo  escribió:  Olímpicas  y  Cris- 
tianas, y  retocó  ¿«2  sombra  de  la  patria.  En 
1896  fué  nombrado  prosecretario  de  la  Cámara 
de  Diputados  de  la  provincia  de  Buenos  Aires, 
y  en  esa  época  escribió:  La  canción  del  hom- 
bre, el  prólogo  de  Apostrofes,  Milongas  clási- 
cas y  El  cantar  de  los  cantares.  En  la  ciudad 
de  La  Plata,  de  su  predilección,  colaboró  en  el 
Buenos  Aires  y  redactó,  él  sólo,  El  Pueblo, 
que  fundara  D.Roque  Carvajal.  Fué  un  hombre 
siempre  franco  y  sincero,  una  especie  de  após- 
tol de  .los  miserables,  a  veces  áspero  y  agrio, 
como  la  verdad  misma,  y,  sin  embargo,  oculta- 
ba bajo  la  tosquedad  de  su  palabra  y  de  su  pe- 
cho un  corazón  blando  y  cariñoso.  Falleció  en 
La  Plata,  el  28  de  febrero  de  1917. 

Yo  tuve  mi  covacha  siempre  abierta 
para  cualquier  afán,  falaz  o  cierto, 
y  tan  franco,  tan  libre,  tan  abierto 
mi  hermoso  corazón  como  una  puerta. 

Yo  deliré  de  hambre  sendos  días, 
y  no  dormí  de  frío  sendas  noches, 
para  salvar  a  Dios  de  los  reproches 
de  su  hambre  humana  y  de  sus  noches  frías... 

¡Yo  recibí  el  sarcasmo  pestilente 
que  de  los  senos  de  la  chusma  corre, 
como  el  santo  de  piedra  de  una  torre 
las  caricias  del  sol  sobre  su  frente! 

Y  a  pesar  de  ser  bálsamo  y  ser  puerto, 
de  ser  lumbre  y  ser  manta  y  ser  comida, 
a  mí  nadie  me  amó  sobre  la  vida, 
¡ni  nadie  me  honrará  después  de  muerto! 

Palanco  (combate).  El  27  de  mayo  de  1867.  El 
montonero  Pedro  Pérez  infestaba  con  sus  co- 
rrerías la  provincia  de  Mendoza  con  muchos 
forajidos  e  indios.  El  jefe  del  regimiento  pri- 
mero de  Caballería,  D.  Ignacio  M.  Segovia,  lo 
sorprende  en  Paloneo.  Se  traba  un  combate 
que  da  por  resultado  la  destrucción  de  los 
montoneros,  teniendo  que  huir  Pérez  con  un 
pequeño  grupo.  Entre  lo  que  se  quita  al  ene- 
migo, se  encuentran  setenta  y  siete  muJeres  y 


PALL 


—  304 


PAR 


gran  cantidad  de  chicos  que  habían  sido  arre- 
batados de  sus  hogares. 

Palleja  (León).  MiHtar.  Era  español  de  naci- 
miento, pero  oriental  de  corazón.  Se  halló  en 
la  batalla  de  Caseros,  en  Vatay  y  otras  accio- 
nes de  guerra,  donde  se  comportó  bizarra- 
mente. En  la  batalla  del  Boquerón,  durante  la 
guerra  del  Paraguay,  fué  muerto  el  18  de  ju- 
lio de  1866. 

Palmar.  Son  dos  hechos  de  armas  conocidos 
con  este  nombre.  El  17  de  enero  de  1844  tuvo 
lugar  sobre  el  arroyo  de  las  Puntas  del  Pal- 
mar, en  la  provincia  de  Entre  Ríos,  un  combate 
sangriento  entre  el  ejército  correntlno  unita- 
rio, a  las  órdenes  del  general  Madariaga,  y  las 
fuerzas  federales,  mandadas  por  el  general 
Garzón,  fueron  vencedoras  las  primeras.  El 
21  de  julio  de  1866.  Durante  la  guerra  contra 
el  Gobierno  del  Paraguay,  el  teniente  coronel 
Ayala,  defendía  con  una  guerrilla  los  pasos 
del  estero  del  Palmar  por  la  derecha  de  la 
línea  de  los  aliados,  y  al  ser  atacada  por  fuer- 
za paraguayas  muy  superiores  en  número, 
llegó  en  su  auxilio  el  mayor  Mansilla  con  un 
batallón,  sosteniendo  un  combate  que  dio  por 
resultado  quedar  vencedoras  las  fuerzas  ar- 
gentinas. 

Palma  Redonda  (combate).  El  29  de  julio 
de  1827.  Los  generales  Quiroga  e  Ibarra,  al 
frente  de  sus  fuerzas  atacan  en  el  punto  llama- 
do Palma  Redonda,  en  Santiago  del  Estero,  al 
ejército  tucumano  al  mando  de  D.  José  Igna- 
cio Helguera;  declarándose  la  victoria  a  favor 
de  los  primeros. 

Palmitas  (combate).  El  7  de  febrero  de  1829. 
Organizado  el  Gobierno  revolucionario  de  don 
Juan  Lavalle  en  el  Sud  de  Buenos  Aires,  se 
desconoció  su  autoridad.  Se  movilizaron  algu- 
nas fuerzas  bajo  el  mando  del  comandante  de 
campaña  D,  Juan  Manuel  Rosas.  Parte  de  es- 
tas fuerzas,  al  mando  de  Luis  Molina  y  de  Ma- 
nuel Mesa,  es  atacada  en  las  Palmitos  por  el 
coronel  Suárez  y  derrotada  completamente. 
Mesa,  que  fué  tomado  prisionero,  después  de 
ser  juzgado  como  malhechor,  fué  fusilado  el  11 
del  mismo  mes  en  la  plaza  del  Retiro. 

Palometas.  Las  flechas  que  usaban  los  indios 
guaycurúes,  al  tiempo  de  la  conquista  de  estas 
regiones,  armadas  con  puntas  de  huesos  de 
pescado,  eran  llamadas  palometas. 

Palpa  (combatej.  El  general  Arenales  se  apode- 
ró de  lea  el  6  de  octubre  de  1820.  Mandó  en 
seguida  al  teniente  coronel  Rufino  Guido,  con 


un  escuadrón  de  Cazadores  a  caballo,  en  per- 
secución de  las  fuerzas  realistas  del  marqués 
de  Quimper,  que  había  emprendido  la  retirada 
conduciendo  un  convoy  de  familias  y  elemen- 
tos de  guerra.  El  coronel  Guido,  después  de 
una  primera  correría  infructuosa,  emprende 
una  segunda  marcha  por  distinto  camino,  y 
consigue  alcanzar  una  de  las  columnas  de  los 
fugitivos.  Inmediatamente  la  ataca  y  consigue 
ponerla  en  fuga,  después  de  haber  recibido 
dos  compañías  que  se  pasaron  a  su  bandera. 
Fué  éste  el  primer  combate  el  Perú,  7  de  oc- 
tubre de  1820,  siendo  muchos  los  trofeos  toma- 
dos al  enemigo. 

Paracas.  Puerto  en  la  bahía  de  este  nombre, 
en  el  Perú,  donde  desembarcó  la  expedición 
libertadora  que  a  las  órdenes  de  San  Martín  in- 
vadió a  ese  país  el  8  de  septiembre  de  1820. 
La  bahía  de  Paracas,  distante  tres  leguas  al 
Sud  de  Pisco,  fué  el  paraje  elegido  por  el  ge- 
neral San  Martín  para  el  desembarco  de  la 
expedición;  punto  que  para  todos  los  expedi- 
cionarios había  sido  un  secreto,  como  lo  eran 
todas  sus  disposiciones  de  importancia.  A  las 
seis  de  la  tarde  fondeó  el  convoy  en  la  ense- 
nada, y  al  día  siguiente,  a  las  cuatro  de  la 
mañana,  empezó  el  desembarco.  La  división 
que  empezó  primero  fué  la  de  los  batallones 
argentinos  números  7,  11  y  el  2  de  Chile;  dos 
piezas  de  artillería  y  50  Granaderos  a  caba- 
llo, todos  uniformados  de  parada  y  a  las  órde- 
nes del  general  Las  Heras,  jefe  de  Estado 
Mayor,  que  marchó  a  tomar  posesión  de  la 
villa  de  Pisco,  donde  estableció  su  cuartel  ge- 
neral. 

Paraná  (capital  de  la  provincia  de  Entre  Ríos 
y  rio  de  la  República).  La  ciudad  del  Paraná, 
situada  sobre  la  margen  izquierda  del  río  y  en 
el  departamento  del  mismo  nombre,  fué  fun- 
dada en  1730  como  colonia  de  Santa  Fe.  Fué 
capital  provincial  desde  1819  hasta  1853,  año 
en  que  llegó  a  serlo  de  la  Confederación  ar- 
gentina. Es  muy  pintoresca  y  comercial;  su 
puerto  sobre  la  Bajada  Grande  tiene  capaci- 
dad para  buques  de  bastante  calado.  Tiene 
buenos  edificios:  como  la  Catedral,  Casa  de 
Gobierno,  Municipalidad,  Observatorio  Astro- 
nómico, etc.,  etc.;  y  además  tiene  tranvías, 
aguas  corrientes,  teléfonos,  luz  eléctrica,  her- 
mosas plazas.  En  1842  fué  sitiada  y  tomada  ,► 
esta  ciudad  por  el  general  Paz;  y  en  1873  su- 
frió un  segundo  sitio,  durante  la  rebelión  de 
López  Jordán.  El  río  Paraná  nace  en  las  sie- 


PAR 


-305  — 


PAR 


ras  del  Espinazo  (Brasil);  y  en  su  curso  forma 
la  hermosa  catarata  de  la  Guayra  o  Apipé,  des- 
emboca en  el  Río  de  la  Plata  por  varios  bra- 
zos llamados  Miní,  Quazii  y  de  las  Palmas. 
Frente  al  Diamante  ofrece  su  mayor  anchura, 
que  alcanza  a  7.000  metros;  sus  tributarios  son 
numerosos.  Es  navegable  hasta  el  salto  de  Api- 
pé, recorriendo  desde  su  nacimiento  hasta  su 
desembocadura  4.200  kilómetros.  Paraná  es 
voz  guaraní,  que  significa  «río  grande  como  la 
mar».  El  17  de  abril  de  1S53  tuvo  lugar  un 
combate  naval  entre  la  escuadra  de  la  Confe- 
deración y  la  de  Buenos  Aires,  frente  a  la 
boca  de  este  río.  Fué  éste  descubierto  en  1527, 
por  Sebastian  Gaboto. 

Pardo  de  Figueroa  (Baltasar).  Natural  de 
Galicia,  nombrado  gobernador  del  Tucumán 
en  1642,  por  el  virrev  del  Perú  D.  Pedro  de 
Toledo  y  Leiva,  marqués  de  Mancera.  Al  prin- 
cipio de  su  gobierno  tuvo  que  marchar,  por  or- 
den del  virrey,  a  la  cabeza  de  un  brillante  ejér- 
cito, compuesto  de  la  principal  nobleza  de  la 
provincia,  a  la  defensa  del  puerto  de  Buenos 
Aires,  amenazado  entonces  de  una  invasión 
portuguesa,  conduciendo  al  mismo  tiempo  el 
contingente  que  desde  el  Perú  despachaba  el 
presidente  de  la  Real  Audiencia  de  La  Plata. 
Desvanecido  el  peligro  en  vista  de  la  oportuna 
prevención,  regresó  el  gobernador  Figueroa 
a  los  tres  meses  a  su  gobierno  del  Tucumán, 
en  que  se  conservó  hasta  1644,  que  pasó  de  co- 
regidor  y  justicia  mayor  de  Canta,  habiendo 
obtenido  después  otros  puestos,  hasta  el  de 
general  del  Mar  del  Sur,  donde  murió  después 
del  aflo  de  1652,  dejando  noble  sucesión  de  su 
esposa  D.°  Juana  de  Sotomayor  Manrique  de 
Lara. 

Paraguay  (batalla).  19  de  enero  de  1811.  Al 
expedicionar  el  general  Belgrano  al  Paraguay, 
consiguió  en  un  principio  algunos  triunfos. 
Con  460  soldados  y  seis  pequeñas  piezas  de 
artillería,  tiene  el  general  argentino,  en  esta 
fecha,  un  encuentro  cerca  del  arroyo  Para- 
guay, con  el  intendente  general  del  Paraguay, 
D.  Bernardo  Velasco,  al  frente  de  7.000  hom- 
bres y  fortificados  en  una  capilla,  con  17  pie- 
zas de  artillería.  Se  da  el  ataque,  y  Belgrano, 
a  pesar  de  la  superioridad  del  enemigo  y  de  su 
fuerte  posición,  consigue  tomarle  las  baterías 
y  poner  en  fuga  a  la  mayor  parte  de  las  fuer- 
zas realistas  y  al  mismo  Velasco;  pero  distraí- 
da su  gente  en  el  saqueo,  particularmente  la 
caballería,  cae  en  poder  de  los  españoles  que 


aún  se  habían  sostenido,  recuperando  a  su  vez 
el  terreno  y  artillería  perdida.  Este  contraste 
obligó  a  Belgrano  a  retirarse  a  sus  antiguas 
posiciones,  que  también  abandona  en  la  tarde 
de  este  mismo  día,  sin  que  el  enemigo  tratara 
de  hostilizarle. 
Paraguay  (Intendencia  del).  Dependía  del  vi- 
rreinato del  Río  de  la  Plata  La  ciudad  de  la 
Asunción,  capital  de  la  entonces  provincia  del 
Paraguay,  fué  fundada  en  1536  por  Juan  de 
Salazar  y  Espinosa,  y  usa  del  título  de  ilustre 
desde  su  fundación  por  los  importantes  servi- 
cios que  hizo  en  muchas  poblaciones  que  fun- 
dara, y  por  haber  sido  capital  de  ocho  ciuda- 
des, como  se  refiere  en  Real  cédula  de  7  de  ju- 
nio de  1618.  Tiene  por  armas  un  escudo  sobre 
campo  azul;  en  el  primer  cuartel  está  colocada 
Nuestra  Señora  de  la  Asunción;  en  el  segundo, 
el  Patrón  San  Blas;  en  el  tercero,  un  castillo, 
y  en  el  cuarto,  una  palma,  un  árbol  frondoso  y 
un  león,  que  le  concedió  el  emperador  Car- 
los V.  En  1543  la  ciudad  de  la  Asunción  expe- 
rimentó un  horrible  incendio,  en  que  se  perdió 
la  mayor  parte  de  los  papeles  más  antiguos. 
El  Paraguay  fué  descubierto  por  D.  Sebastián 
Gaboto,  y  conquistado  en  1536.  Este  país  llegó 
a  ser  una  verdadera  república  teocrática,  des- 
de 1610  hasta  1767,  bajo  el  imperio  jesuítico  y 
la  soberanía  de  España.  En  1810  el  general 
Belgrano  llevó  al  Paraguay  la  bandera  de  la 
libertad;  pero  recién  al  año  siguiente  se  decla- 
ró independiente,  sufriendo  desde  entonces 
hasta  1870  el  más  cruel  despotismo,  bajo  la  dic- 
tadura de  Francia  y  de  Solano  López.  En  aque- 
lla fecha,  después  de  una  ¡  lucha  de  cinco 
años  contra  los  ejércitos  aliados,  sucumbió  el 
tirano,  dejando  al  país  arruinado  y  casi  sin 
hombres;  pues  en  esa  cruenta  lucha  sucumbie- 
ron más  de  cien  mil,  y  un  número  aproximado 
de  mujeres  y  niños  perecieron  asimismo  en  los 
montes,  a  consecuencia  del  hambre. 

Pareja.  Fué  uno  de  los  63  pobladores  de  Bue- 
nos Aires,  el  1 1  de  junio  de  15S0.  Se  cree  que 
fué  santafecino,  del  tiempo  de  Gaboto  o  Men- 
doza, paraguayo  o  de  Charcas.  Fué  -de  los 
agraciados  con  una  suerte  de  tierra  de  400  va- 
ras de  frente  por  una  legua  de  fondo,  y  otra 
de  3.(X)0  varas  de  frente  por  una  legua  de  fon- 
do en  la  banda  opuesta  del  riachuelo,  en  el 
repartimiento  que  hizo  Garay  en  1583. 

Parí  (batalla).  El  coronel  D.  Javier  Aguilera, 
jefe  de  las  fuerzas  españolas  que  operaban  en 
el  Alto  Perú,  habiendo  derrotado  y  muerto  al 


PAR 


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PAR 


caudillo  Padilla,  el  14  de  septiembre  de  1816 
continuó  su  marcha  con  1.200  hombres  hacia  la 
ciudad  de  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  y  a  las  once 
de  la  mañana  del  21  de  noviembre  de  1816,  de- 
rrota en  la  costa  del  arroyo  Parí  al  coronel 
D.  Ignacio  Warnes,  que  con  1.000  hombres  mal 
armados  da  repetidas  cargas  a  la  bayoneta, 
hasta  que  cae  herido  del  caballo.  Aguilera,  si- 
guiendo su  costumbre,  le  hace  cortar  la  cabeza 
y  colocarla  en  una  pica.  A  esta  batalla  se  si- 
guió el  fusilamiento  de  914  personas,  de  toda 
edad  y  sexo,  con  que  el  feroz  realista  la 
festejó. 

Parera  (Blas).  Músico.  Natural  de  Cataluña, 
España.  Residía  en  Buenos  Aires  en  1813, 
cuando  le  fué  en- 
cargada la  tarea  de 
poner  en  música  la 
letra  de  nuestro 
himno,  cuyo  primer 
ensayo  tuvo  lugar 
en  la  casa  de  la  fa- 
milia de  Luca,  en 
medio  de  una  nume- 
rosa y  selecta  con- 
currencia; ensayo 
que  fué  todo  un 
éxito,  pues  el  com- 
positor consiguió 
darle  toda  la  sono- 
ridad y  armonía  convenientes  para  impresionar 
al  espíritu  y  conmoverlo,  con  la  particularidad 
de  que  la  letra  está  unida  a  la  música,  hasta  el 
punto  de  que  cada  palabra  del  himno  recuerda 
una  frase  musical,  y  cada  nota  de  éste  trae  a 
la  mente  la  palabra  que  le  corresponde.  Esta 
producción  lo  ha  inmortalizado.  Durante  su 
residencia  en  ésta  se  ocupaba  de  dar  lecciones 
de  piano  y  como  organista  de  coro  en  las 
iglesias. 

Parker  (Enrique  Guillermo).  Marino.  Natural 
de  Inglaterra.  Como  otros  tantos  de  sus  com- 
patriotas tomó  servicio  en  la  escuadra  nacio- 
nal al  abrirse  la  campaña  contra  el  Brasil, 
en  1826,  en  obsequio  a  la  amistad  que  lo  ligaba 
a  Brown,  de  quien  era  compatriota.  En  un  prin- 
cipio le  fué  confiado  como  segundo  jefe  el  bu- 
que insignia  25  de  Mayo,  siendo  promovido  a 
capitán  de  Marina  en  enero  de  1826.  Poste- 
rionnente,  por  razones  de  servicio  se  le  dio  el 
mando  del  bergantín  ( ongreso,  buque  de  16 
cañones,  en  cuyo  puesto  fué  gravemente  he- 
rido durante  el  sangriento  ataque  a  la  colonia, 


D.  Blas  Parera. 


D.  Guillermo  Parody. 


el  27  de  marzo  de  1827,  día  en  que  expiró  en 
un  hospital.  Sus  restos  fueron  trasladados  a 
Buenos  Aires  dos  días  después,  celebrándose 
el  día  31  solemnes  exequias  en  el  templo  de 
San  Francisco. 
Parody  (Guillermo).  Educacionista.  Nacido  en 
Gibraltar,  el  1  de  octubre  de  1827.  Muy  joven 
vino  a  las  playas  ar- 
gentinas, dedicándo- 
se a  la  enseñanza  de 
la  juventud,  abrien- 
do un  vasto  estable- 
cimiento de  educa- 
ción en  la  capital  fe- 
deral. La  organiza- 
ción política  del  país 
era  por  entonces  la 
preocupación  de 
hombres  y  Gobierno; 
antes  que  instruir  y 
educar  al  niño  era 
forzoso  quebrantar 
el  caudilh  je  que  traía  aniquilada  la  tierra  ar- 
gentina. El  éxito  del  estnblec¡miento  del  se- 
ñor Parody  no  se  hizo  esperar;  a  él  concu- 
rrieron los  hijos  de  la  capital  y  de  las  pro- 
vincias, y  en  él  continuaron  disputándose  un 
lugar  generaciones  de  niños  durante  un  pe- 
ríodo de  más  de  cuarenta  años,  en  el  que 
el  sabio  maestro  pennaneció  al  frente  de  la 
educación.  En  la  política,  en  el  foro,  en  las 
diversas  profesiones  liberales,  en  el  comer- 
cio, en  la  industria,  en  toda-;  pai  tes,  se  ha- 
llan hoy  esparc'das  las  generaciones  que 
educó.  La  presencia  del  noble  anciano,  todo 
altruismo,  era  imponente;  vastísima  su  ilus- 
tración, y  sil  corazón  un  tesoro  de  bondad  in- 
agotable. ¿Quién  no  hallaba  en  él  un  pensa- 
miento sano  y  generoso,  y  el  consejo  paternal 
que  alienta  y  edifica?  «Ha^ta  la  hora  de  su 
muerte  conservó  rara  energía  para  dar  siem- 
pre el  pjeMiplo  del  bien.  Algunos  habrán  po- 
dido hacer  lo  que  él;  ninguno  ha  podido  su- 
perarlo en  \i-\  obra  de  progreso  que  inició,  man- 
tuvo y  llevó  a  límites  extraordinarios,  con 
éxitos  brillantes  en  este  país  que  fué  también 
su  patria,  por  la  afección  y  el  cariño;  patria 
que  él  conquistó  derramando  la  luz  en  las  in- 
teligencias y  la  semilla  del  bien  en  los  cora- 
zones.» Durante  el  gobierno  de  Sarmiento  se 
le  encargó  la  formación  de  un  cuerpo  de  taquí- 
grafos para  el  servicio  del  Parlamento,  y  se  le 
dio  la  cátedra  de  Taquigrafía  en  el  Colegio 


PAR 


307  - 


PARR 


Nacional,  de  donde  salieron  ios  estenógrafos 
que  fueron  ia  base  del  actual  Cuerpo  de  Ta- 
quígrafos del  Congreso  de  la  nación,  oficina 
técnica  que  hoy  está  a  la  altura  de  las  mejores 
del  mundo.  Parody,  después  de  muciios  años 
de  labor  incesante  y  tenaz,  iiabía  arreglado  al 
castellano  la  taquigrafía  inglesa  de  Pitman, 
trabajo  admirable  y  que  le  honra  altamente,  y 
ese  sistema  estenográfico  se  ha  difundido  por 
toda  la  América  de  habla  española.  Falleció 
en  Buenos  Aires,  el  4  de  diciembre  de  1897. 
En  la  inhumación  de  sus  restos  terminó  así  su 
discurso  el  Dr.  D.  Mariano  Várela:  «La  Re- 
pública Argentina  debe  un  homenaje  a  este 
muerto.  Lo  reclama  como  uno  de  sus  ciuda- 
danos. D.  Guillermo  Parody  fué  uno  de  los 
primeros  maestros  que,  a  la  caída  del  tirano 
bárbaro,  abrió  la  escuela  donde  se  enseña  a 
honrar  la  patria,  la  sociedad  y  la  familia,  a 
formar  la  inteligencia  y  robustecer  el  racio- 
cinio con  el  ejemplo  y  las  grandes  lecciones. 
Señores:  pido  desde  esta  tumba  que  se  per- 
petúe la  memoria  del  viejo  maestro  de  varias 
generaciones  argentinas,  dando  su  nombre  a 
alguno  de  nuestros  principales  establecimien- 
tos de  educación». 

Paroissien  (Diego).  Médico.  Nacido  en  Ingla- 
terra en  1783,  donde  se  educó  y  doctoró  en 
Medicina.  Hizo  relación  con  el  célebre  ameri- 
cano Miranda  y  otros  patriotas  que  trabajaban 
en  Eurcpa  por  la  emancipación  sudamericana. 
Entró  a  formar  parte  de  la  Logia  Lautaro,  y 
se  vino  a  Buenos  Aires  en  1811  a  ofrecer  sus 
servicios  a  la  causa  de  la  libertad,  tomando 
carta  de  ciudadanía  argentina  en  diciembre  de 
1811.  Sirvió  como  médico  en  el  ejército  del 
Alto  Perú,  y  de  regreso  a  Buenos  Aires  se  le 
confió  la  dirección  de  armas  y  pólvora  de  Cór- 
doba. En  1816  se  incorporó  al  ejército  de  los 
Andes  como  teniente  coronel  asimilado  y  ciru- 
jano mayor.  Asistió  a  las  batallas  de  Chacabu- 
co,  Cancha  Rayada  y  Maipii.  Como  coronel, 
formó  en  la  expedición  al  Perú.  Fué  ministro 
plenipotenciario  ante  las  Cortes  europeas.  Su- 
cumbió en  un  viaje  de  Arica  a  Valparaíso 
en  1827. 

Parral  (combate).  Librado  en  Chile  por  el  capi- 
tán argentino  Caxaraville  y  el  comandante 
Bulnes,  el  27  de  marzo  de  1818.  En  la  villa  del 
Parral,  un  destacamento  realista  compuesto 
de  300  hombres,  al  mando  del  comandante  Bul- 
nes, se  posesionó  de  este  punto,  entregando  al 
saqueo  su  población  y  pasando  a  cuchillo  a  va- 


rios de  sus  vecinos.  El  capitán  Caxaraville, 
con  un  escuadrón  de  su  regimiento  y  algunas 
milicias  atacó  por  sorpresa  el  mismo  punto, 
después  de  una  marcha  de  cinco  días,  logran- 
do dar  muerte  a  Bulnes,  a  varios  de  sus  oficia- 
les y  a  200  hombres  de  los  que  componían  sus 
fuerzas,  tomando  70,  entre  oficiales  y  soldados 
prisioneros,  después  de  un  vigoroso  ataque. 
Parroquias.  Las  primeras  disposiciones  sobre 
parroquias  en  la  ciudad  de  Buenos  Aires  se 
dictaron  en  1730.  Las  siguientes,  en  1769,  por 
las  que  se  erigieron  cinco  en  la  ciudad.  La  Ca- 
tedral o  Iglesia  mayor  fué  una  de  las  primeras 
que  se  levantó  en  esta  ciudad.  Según  algunos 
historiadores,  sus  paredes  eran  de  barro  y  su 
techo  de  paja.  El  obispo  Carranza  le  puso  te- 
jas y  le  hizo  construir  un  coro  y  sacristía,  obra 
que  contrató  con  el  carpintero  Pascual  Ramí- 
rez m.ediante  la  suma  de  1.100  pesos,  según 
consta  en  el  acta  del  Cabildo  de  15  de  febrero 
de  1618.  Al  hacerse  cargo  del  obispado  el  se- 
ñor Azcona  Imberto,  en  1677,  encontró  el  edifi- 
cio de  la  Catedral  en  un  estado  ruinoso,  y  aco- 
metió con  satisfactorio  resultado  la  empresa 
de  reconstruirlo,  poniéndole  techos  de  cedro 
del  Paraguay.  En  esta  obra,  que  costó  80  000 
pesos  oro,  se  quemaron  los  primeros  ladrillos 
en  la  ciudad.  La  Catedral  entonces  tenía  dos 
torres,  que  se  adelantaban  a  la  actual  plaza  de 
Mayo,  y  las  cuales  se  echaron  abajo  en  1822. 
La  obra  del  obispo  Azcona  no  tuvo  mucha  du- 
ración, porque  el  24  de  mayo  de  1753,  como  a 
las  siete  de  la  mañana,  se  derruiubó,  sin  cau- 
sar, felizmente,  ninguna  desgracia  personal. 
El  gobernador  Anionaegui  dio  cuenta  al  rey 
de  este  hecho,  manifestándole  «que  la  justa  in- 
dignación de  la  MajestadDivina  también  se  ha 
demostrado  en  esta  ciudad  con  benignidad, 
pues  habiéndose  caído  la  Catedral,  fué  como 
suma  felicidad  que  no  tomó  debajo  a  ninguna 
persona».  Al  reconstruirse  bajo  la  dirección 
del  arquitecto  Rocha,  se  suprimieron  las  torres 
porque  estorbaban  la  puntería  en  aquella  di- 
rección de  los  cañones  de  la  fortaleza.  El  ac- 
tual frontis  de  la  Catedral  fué  hecho  en  una 
época  más  moderna  por  el  arqu'tecto  Catelín. 
Las  doce  columnas  representan  los  apóstoles, 
y  el  gran  retablo  bíblico  en  alto  relieve  que 
éstas  soportan,  obra  colosal,  se  terminó  des- 
pués de  la  caída  de  Rosas.  Iglesia  de  San 
Francisco:  el  plano  de  esta  iglesia  fué  hecho 
por  el  padre  jesuíta  .\ndrés  Bianqui,  y  la  cons- 
trucción de  la  misma,  así  como  del  convento, 


PARR 


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PARR 


empezó  en  1731.  En  1770  y  en  1807  fué  clausu- 
rado respectivamente  por  Vértiz  y  Liniers, 
porque  se  temía  que  la  gran  bóveda  se  des- 
plomase. En  ISOS  Liniers  aprobó  el  piano  del 
pórtico  y  torres  de  la  Iglesia,  que  es  el  mismo 
que  hoy  tiene,  salvo  las  modificaciones  que  se 
han  hecho  actualmente  en  el  adorno  de  su  fren- 
te y  en  la  torre  del  centro.  En  la  sacristía  tie- 
ne dos  grandes  y  hermosos  cuadros  pintados 
por  Miguel  Ángel,  iglesia  de  Santo  Domingo: 
data  su  edificio  del  29  de  junio  de  1751,  en 
cuyo  día  se  puso  la  piedra  fundamental  y  se 
comenzó  la  construcción,  que  terminó  en  1779. 
Bendijo  la  ceremonia  de  la  colocación  de  la 
piedra  el  obispo  José  Antonio  de  Basurca,  y 
fué  Patrón  de  la  fábrica,  y  su  principal  coope- 
rador, el  Sr.  D.  Juan  de  Lezica  y  Torresury. 
En  1806  y  1807,  durante  las  invasiones  ingle- 
sas, el  edificio  sufrió  mucho.  Ostenta  en  una 
de  sus  torres  incrustadas  muchas  balas  arro- 
jadas por  los  patricios  contra  los  ingleses,  que 
se  habían  apoderado  de  él.  En  ese  tiempo  sólo 
tenía  esa  torre.  Hoy  ha  sido  modificado  su 
frontis,  y  en  su  atrio  está  un  monumento  al 
general  Belgrano,  y  donde  reposan  sus  res- 
tos. Llámase  hoy  este  templo  Basílica  del  Ro- 
sario (Defensa  y  Belgrano).  Las  Catalinas 
(Víamonte  y  Reconquista).  Fué  fundado  por  el 
Dr.  Dionisio  de  Torres  Briceño,  según  cédula 
de  27  de  octubre  de  1717.  El  primitivo  edificio 
fué  comenzado  por  este  señor  en  1724,  en  fren- 
te del  Hospital  del  Rey,  hoy  Casa  de  Moneda. 
Habiendo  fallecido  Briceño  cuando  recién  se 
había  levantado  los  cimientos,  los  sucesores  de 
él  encontraron  más  conveniente  trasladar  el 
convento  en  el  sitio  que  actualmente  se  en- 
cuentra. Esto  aconteció  en  1737.  El  25  de  di- 
ciembre de  1745  tuvo  lugar  la  instalación  del 
convento  con  una  solemne  ceremonia.  Se  ins- 
taló con  cuatro  monjas,  traídas  de  Córdoba 
por  el  provisor  Juan  Antonio  de  Espinosa  y  el 
presbítero  Juan  Antonio  González,  con  una 
escolta  de  25  hombres  de  tropa.  Templo  y  con- 
vento de  Capuchinas  (Alsina  y  Piedras).  He- 
cho construir  por  el  maestre  de  campo  don 
Juan  de  San  Martín.  Sirvió  de  ayuda  a  la  Ca- 
tedral con  el  nombre  de  curato  de  indios.  La 
Congregación  de  monjas  capuchinas  se  instaló 
primitivamente  en  1753,  en  una  parte  del  edi- 
ficio de  San  Nicolás,  construido  a  costa  de  don 
Francisco  Araújo;  pero  encontrándose  San  Ni- 
colás en  los  arrabales  de  la  ciudad,  bien  pron- 
to se  apercibieron  las  monjas  de  que  los  pan- 


tanos que  dificultaban  enormemente  el  tránsi- 
to, las  expondría  a  permanecer  sin  recursos  ni 
alimentos,  porque  los  limosneros  no  podrían 
proporcionárselos.  Por  estas  razones,  la  Con- 
gregación se  trasladó  a  la  iglesia  de  San  Juan 
en  1754,  mediante  el  permiso  otorgado  por 
una  cédula  real.  En  1757  tenía  este  convento 
33  religiosas;  en  1778,  según  el  censo  de  ese 
año,  27.  La  Merced  (CangaWo  y  Reconquista). 
En  1580,  Garay  estableció  en  la  manzana  for- 
mada por  las  calles  Sarmiento,  Corrientes,  Re- 
conquista y  25  de  Mayo,  un  hospital,  que  de- 
nominó San  Martin,  para  que  estuviese  cerca 
de  este  templo,  lo  que  prueba  que  ya  entonces 
existia  o  iba  a  establecerse  el  templo  de  la 
Merced.  Hasta  1821  existía  en  este  templo  la 
orden  de  los  mercedarios;  pero  en  virtud  de  la 
reforma  iniciada  por  el  gobernador  Rodríguez 
y  su  ministro  Rivadavia,  desapareció  entre  las 
Asociaciones  religiosas  del  país.  En  1829  fué 
declarada  parroquia  de  la  Catedral  al  Norte. 
Concepción  (Tacuarí  e  Independencia).  Donde 
hoy  existe  este  templo  había  una  capilla  en 
1730,  edificada  por  Matías  Flores.  La  actual 
construcción  es  de  una  época  moderna  y  fué 
levantada  mediante  los  esfuerzos  del  cura  José 

C.  García  de  Zúñiga,  muy  estimado  por  sus 
virtudes.  Este  templo  fué  erigido  en  parroquia 
en  1769.  Aeí/arf  (Bartolomé  Mitre  y  Paraná). 
Su  origen  fué  una  capilla  edificada  con  recur- 
sos de  D.  Manuel  Gómez.  Se  erigió  en  pa- 
rroquia en  1796.  Este  templo,  junto  con  el  de 
San  Telmo,  son  los  únicos  que  en  la  capital  go- 
zan de  derecho  de  asilo,  por  bula  del  papa. 
San  Nicolás  (Artes  y  Corrientes).  Fué  en  su 
origen  capilla,  edificada  a  costa  del  acauda- 
lado vecino  Domingo  de  Acasuso  (v.).  La  igle- 
sia, con  pocas  variantes,  fué  hecha  construir 
por  D.  Francisco  Araújo.  En  1769  fué  declara- 
da parroquia.  Últimamente  ha  sido  su  frontis 
completamente  modificado.  San  Ignacio,  Ca- 
tedral al  Sud  (Alsina  y  Bolívar  .  Se  empezó 
en  1722  por  los  jesuítas  arquitectos  Flanqui  y 
Primoli,  que  habían  venido  de  Europa  con  este 
fin.  Fué  durante  muchos  años  residencia  de  los 
jesuítas,  hasta  que  fueron  expulsados.  So- 
corro (Suipacha  y  Juncal).  Fué  construido  a 
expensas  de  D.  Alejandro  del  Valle.  En  1781 
fué  concluido  y  erigido  en  parroquia  por  el 
obispo  Sebastián  Malvar.  Su  primer  cura  fué 

D.  Félix  Zuluaga.  San  Telmo  (Humberto  í  y 
Defensa)  en  la  antigua  Residencia.  El  curato 
formó  parte  de  la  Concepción  hasta  1813,  en 


PAS 


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PAS 


cuyo  ailo  se  erigió  en  parroquia.  Monserrat 
(Belgrano,  entre  Lima  y  Salta).  Fué  primitiva- 
mente capilla,  pero  en  1769  se  convirtió  en 
parroquia  por  disposición  del  rey.  El  vecino 
Pedro  Sierra,  natural  de  Barcelona,  hizo  cons- 
truir a  sus  expensas  la  capilla.  Baíoanera 
(Bartolomé  Mitre  y  Azcuénaga)  Fué  edifica- 
do con  limosnas  por  el  padre  fray  Juan  Ro- 
dríguez, procurador  de  las  Misiones  de  religio- 
sos franciscanos  que  venían  de  España  para 
los  colegios  de  propaganda  del  Perú  y  Chi- 
le. Fué  erigida  en  parroquia  en  1833.  Pilar 
(Recoleta).  Antigua  residencia  d?  los  padres 
recoletos.  Fué  fundada  por  el  padre  Diego 
Zeballos,  en  virtud  de  una  cédula  de  Feli- 
pe V,  de  1715.  El  vecino  Juan  Narbona  se  hizo 
cargo  de  la  fábrica,  y  contribuyó  con  dos  mil 
pesos  fuertes  En  1739  quedó  concluido  el 
templo.  San  Miguel  (Bartolomé  Mitre  y  Sui- 
pacha).  Fué  adquirido  su  terreno  en  1738  por 
la  Hermandad  de  Caridad,  de  la  que  erael  alma 
el  filántropo  presbítero  Juan  Guillermo  Gon- 
zález; Asociación  que  se  había  fundado  en  1727 
con  el  santo  fin  de  enterrar  los  muertos.  San 
Juan  Evangelista  (Boca).  Erigida  en  parroquia 
en  el  año  1872.  Salvador  (Callao  y  Viamon- 
te).  Construido  enl872  por  la  Compañía  de 
Jesús,  la  cual  tiene  establecido  un  colegio  en 
el  mismo  sitio.  Fué  incendiado  el  28  de  febre- 
ro de  la75  por  un  grupo  de  liberales.  Reedi- 
ficado después  con  el  óbolo  de  algunos  fieles, 
se  ha  levantado  en  su  lugar,  en  1884,  un  tem- 
plo de  construcción  severa  y  elegante.  (Véase 
Salvador,  incendio). 
Pasco  (batalla).  Dada  en  las  inmediaciones  de 
la  ciudad  de  Pasco,  Perú,  el  6  de  diciembre  de 
1820.  Durante  la  expedición  del  Perú,  en  la 
pimera  campaña  de  la  Sierra,  a  las  órdenes  del 
general  Arenales,  acampó  éste  a  inmediacio- 
nes de  la  posición  enemiga,  reconoció  el  terre- 
no inmediato  y  decidió  atacar  dicha  posición, 
iniciando  el  fuego  con  la  artillería  para  obli- 
gar al  enemigo  a  descubrir  su  fuerza  y  su  plan. 
El  general  O'Reilly,  al  ver  coronar  las  alturas 
se  preparó  para  el  combate.  Después  de  un 
corto,  pero  rudo,  batallar,  los  realistas  fueron 
derrotados.  Se  tomaron:  343  prisioneros,  te- 
niendo 58  muertos  y  15  heridos:  una  bandera  y 
varios  estandartes,  dos  piezas  de  artillería  con 
sus  pertrechos  de  guerra,  360  fusiles,  el  parque 
y  la  caja  militar.  Los  vencederes  del  Pasco 
fueron  condecorados  con  una  medalla.  Esta 
acción  salvó  el  éxito  de  la  expedición  liber- 


tadora en  su  primer  movimiento  estratégico. 

Paso  de  Aguirre  (combate).  Guerra  civil.  El 
27  de  noviembre  de  1818.  El  general  D.  Juan 
Ramón  Balcarce,  con  fuerzas  de  Buenos  Aires, 
derrota  al  general  López,  gobernador  de  la 
provincia  de  Santa  Fe,  que  con  seiscientos 
hombres  se  había  atrincherado  en  el  Paso  de 
Aguirre,  sobre  el  río  Salado . 

Paso  de  la  Patria  (combate).  Guerra  del  Pa- 
raguay. El  31  de  enero  de  1866.  Los  paragua- 
yos, con  la  audacia  que  les  era  peculiar,  atra- 
viesan el  río  Paraná,  por  el  Paso  déla  Patria, 
en  canoas  y  en  número  de  cuatrocientos,  a! 
mando  del  mayor  Viveros,  recibiendo  más  tar- 
de gran  número  de  refuerzos,  y  desembarcan 
en  territorio  argentino.  La  segunda  división  de 
Buenos  Aires,  al  mando  del  coronel  D.  Emilio 
Conesa,  va  en  auxilio  del  general  Hornos,  que 
se  hallaba  allí  con  la  vanguardia,  e  inmediata- 
mente tiene  lugar  un  combate  sangriento  a 
arma  blanca;  pues  habiéndose  posesionado  los 
paraguayos  de  un  monte,  fué  preciso  hacerlos 
deslojar  el  terreno,  obligándolos  a  reembarcar- 
se en  dispersión.  Las  pérdidas  por  ambas  par- 
tes fueron  muchas. 

Paso  (Juan  José).  Político  argentino.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  6  de  octubre  de  1757.  Hizo 
sus  estudios  en 
la  Universidad  de 
Córdoba,  gra- 
duándose de  doc- 
tor en  Leyes  en 
1779.  A  su  regre- 
so a  esta  ciudad 
dictó  la  cátedra 
de  Filosofía  en  el 
colegio  de  San 
Carlos,  y  en  1783 
pasó  al  Perú,  en 
cuyo  país  perma- 
neció por  espacio 
de  veinte  años. 
Vuelto  a  su  patria,  desempeñó  el  cargo  de 
agente  fiscal  de  Hacienda  antes  de  la  revolu- 
ción de  mayo,  y  auxiliar  fiscal  del  rey  durante 
los  sucesos  de  1810,  en  cuya  época  pronunció 
un  famoso  discurso,  mereciendo  ser  nombrado 
secretario  de  la  primera  Junta.  En  1812  fué 
nombrado  miembro  del  Triunvirato,  y  al  año 
siguiente  de  la  Asamblea.  En  1816  fué  electo 
diputado  por  la  capital  al  Congreso  de  Tucu- 
mán,  suscribiendo  el  acta  de  la  Independencia, 
siendo  el  encargado  de  redactar  el  manifiesto 


D.  Juan  José  Paso. 


PAT 


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PAU 


a  los  pueblos.  En  1817  fué  electo  diputado  ante 
el  Congreso  de  Chile,  y  en  1S26,  miembro  del 
Congreso  Constituyente.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  9  de  septiembre  de  1833.  Reciente- 
mente se  ha  inaugurado  su  estatua  en  la  plaza 
de  la  Independencia  de  estaciudad. 

Patricias  ar^^entinas.  Las  mujeres  argenti- 
nas que  habían  mostrado  su  valor  y  patriotis- 
mo en  las  invasiones  inglesas,  tomando  parte 
activa  en  la  defensa,  y  que  como  la  señora  de 
Paz  tenía  la  abnegación  de  entregar  sus  hijos, 
niños  aún,  a  la  patria,  no  permanecieron  indi- 
ferentes ante  la  difícil  situación  porque  pasaba 
el  país.  En  mayo  de  1812  formaron  una  asocia- 
ción patriótica  con  el  objeto  de  reunir  fondos 
para  que  se  compraran  fusiles  a  los  soldados 
de  la  patria;  así  tendrían  la  satisfacción  de  de- 
cir: uYo  armé  el  brazo  de  ese  valiente,  que 
aseguró  su  gloria  y  nuestra  libertad». 

Patricios.  Regimiento  de  infantería  compuesto 
por  criollos,  que  tuvo  una  actuación  distingui- 
da durante  las  invasiones  inglesas,  en  la  revo- 
lución de  mayo  y  en  los  primeros  años  de  la 
guerra  de  la  independencia.  Estaba  formado  en 
un  principio  por  23  compañías,  constando  cada 
una  de  50  hombres  y  todo  el  regimiento  de  tres 
batallones.  El  primero,  al  mando  del  coronel 
D.  Cornelio  Saavedra;  el  segundo,  a  las  órde- 
nes del  teniente  coronel  D.  Esteban  Romero, 
y  el  tercero,  a  las  del  igual  grado  D.  José 
Domingo  Urien.  Este  Cuerpo  formó  parte  como 
voluntario,  en  las  primeras  campañas  de  la  re- 
volución, asistiendo  asimismo  a  las  acciones  de 
guerra  que  tuvieron  lugar  en  el  Paraguay, 
Banda  Oriental,  provincias  interiores  y  el  Alto 
Perú,  hechos  dignos  de  ser  recordados  por  la 
posteridad.  Los  patricios  estaban  uniformados 
de  chaquetilla  azul  con  vivo  blanco  y  collarín 
encarnado,  un  penacho  blanco  y  celeste  con 
presilla  del  mismo  color  en  el  sombrero  alto 
de  paisano  y  un  escudo  de  paño  grana  al  bra- 
zo, en  cuyo  centro  se  leía  el  nombre  simbólico 
de  Buenos  Aires,  orlado  de  palma  y  laurel. 

Patriota.  Bergantín  en  corso.  Tenía  12  cañones 
de  a  18,  uno  de  32  y  140  tripulantes.  Coman- 
dante, Tomás  Taylor.  Se  le  otorgó  patente  nu- 
mero 54,  el  6  de  noviembre  de  1815,  año  en 
que  inició  el  comandante  Taylor  su  segundo 
memorable  crucero.  Navegó  el  mar  de  las  An- 
tillas, combatiendo  el  comercio  español,  espe- 
cialmente sobre  las  costas  de  Cuba. 

Patrón  (Matías).  Político.  Natural  de  Salta. 
Tuvo  por  maestro  en  el  Colegio  de  San  Carlos 


al  canónigo  doctor  D.  Valentín  Gómez  y  al 
presbítero  Fernández.  Se  distinguió  como  abo- 
gado y  como  patriota.  Fiscal  de  Gobierno  de 
la  ciudad  de  Buenos  Aires.  En  julio  de  1821 
partió  a  Córdoba  para  formar  parte  del  Con- 
greso general  Constituyente,  y  se  hallaba  en 
esa  ciudad  como  representante  de  Buenos 
Aires,  cuando  ocurrió  su  fallecimiento,  el  6  de 
enero  de  1322.  Dos  años  después  fueron  traí- 
dos sus  restos  a  Buenos  Aires,  donde  se  le  eri- 
gió un  monumento  sepulcral  en  la  Recoleta. 
Fué  un  hombre  ejemplar,  se  distinguió  cons- 
tantemente por  su  moral;  su  vida  pública  en 
la  Magistratura  fué  un  modelo  de  integridad, 
de  pureza  y  de  buen  juicio. 
Paunero  (Wenceslao).  Militar.  Nació  en  la  Co- 
lonia, el  28  de  septiembre  de  1805;  pasó  los 
primeros  años  de 
su  vida  en  Buenos 
Aires,  y  en  1825  dio 
comienzo  a  su  ca- 
rrera militar  en  el 
regimiento  2.°  de 
Caballería  de  lí- 
nea, en  el  cual  hizo 
toda  la  campaña 
contra  el  Brasil,  ba- 
tiéndose al  lado  del 
coronel  Paz.  Des- 
tacadoen  comisión, 
fué  tomado  prisio- 
nero por  los  brasileños  y  enviado  a  río  Janeiro. 
El  13  de  enero  de  1829,  el  teniente  Paunero 
ascendió  a  capitán,  acompañando  al  general 
Paz  en  su  campaña  a  las  provincias  del  inte- 
rior, asistiendo  a  las  batallas  de  San  Roque,  La 
Tablada  y  Oncatioo,  donde  fué  ascendido  a 
sargento  mayor  y  se  le  confiaron  dos  comisio- 
nes de  importancia.  Prisionero  el  general  Paz, 
Paunero  se  retiró  a  Bolivia,  donde  sirvió  a 
Ballivián,  siendo  nombrado  encargado  de  Ne- 
gocios de  su  patria  en  esa  República.  En  1851 
fué  de  los  primeros  en  alistarse  en  el  ejército 
del  general  Urquiza,  concurriendo  a  la  batalla 
de  Caseros  al  mando  de  una  división  de  Caba- 
llería; después  sirvió  coníra  los  indios  hasta 
1859  en  que  fué  elegido  jefe  de  Estado  Mayor 
en  Cepeda,  y  con  igual  cargo  y  con  el  grado 
de  general  asistió  a  la  batalla  de  Pavón.  En 
1869  batió  a  los  montoneros  uel  interior  en  Las 
Playas.  Declarada  la  gusrra  del  Paraguay, 
Paunero  fué  elegido  para  repeler  la  invasión 
en  Corrientes;  se  halló  en  otras  batallas  hasta 


General  Paunero. 


1.  Carmen  Quintanilla  de  Alvear— 2.  Magdalena  Guernes  de  Tejada  —3.  Tomasa  de  la  Quintana  de  Esca- 
lada.-4.  Casilda  Igarzabal  de  Rodríguez  Peña.— 5.  Nieves  Escalada  de  Oroml.— 6.  Dolores  Castelli  de 
Igareabal.— 7.  María  Eugenia  Escalada  de  Maria.— 8.  Francisca  Silveyra  de  IbarroIa.~9.  Remedios  Esca- 
lada de  San  Martín.— 10.  María  de  la  Encarnación  Andonaegui.—U.  Rufina  Orma  de  Rebollo.  — 12  Isabel 
Calvlmoiites  de  Agrelo.— 13.  Tiburcia  Aedo  de  Paz.— U  Maria  Sánchez  de  Thompson. 


PAV 


-  312  - 


PAZ 


qne,  producido  el  asalto  de  Curupayti,  regre- 
só en  18G6  a  hacerse  cargo  del  ejército  que 
marchó  nuevamente  contra  los  montoneros  del 
interior.  Fué  más  tarde  ministro  de  la  Guerra; 
representante  argentino  ante  el  Brasil,  sor- 
prendiéndole la  muerte,  el  7  de  junio  de  1871. 
El  general  Paunero  fué  militar  de  escuela,  ca- 
ballero intachable,  inteligente  y  sagaz. 

Pavón  (batalla)  1820.  La  guerra  entre  Buenos 
Aires  y  los  caudillos  del  litoral  marchaba  ade- 
lante, aunque  con  algunas  intermitencias  por 
efecto  del  tratado  del  Pilar  (v.),  que  si  bien 
contuvo  por  el  momento  los  estragos  de  la  lu- 
cha armada,  no  dio  la  paz  esperada,  pues  los 
beligerantes  no  respondieron  a  los  compromi- 
sos de  la  fe  pública,  empeñada  en  un  documen- 
to solemne.  La  aparición  de  Dorrego  en  el  Go. 
bierno,  la  retirada  de  López  de  los  puertos  de 
Buenos  Aires  y  la  derrota  de  Alvear  y  Carrera 
en  San  Juan,  había  irritado  a  los  porteños,  y 
sus  tropas,  con  el  coronel  Dorrego  a  la  cabeza, 
después  de  haber  tenido  éste  con  el  general 
López  una  entrevista  infructuosa,  el  día  6  de 
agosto,  marchan  hasta  el  campamento  santa- 
fecino,  en  el  arroyo  Pavón,  y  presentándole 
batalla  consigue  un  completo  triunfo,  persi- 
guiéndole en  su  derrota  hasta  el  río  Carcara- 
ñá,  el  12  de  agosto. 

Pavón  (batalla)  1861.  El  17  de  septiembre.  El 
general  D.  Bartolomé  Mitre,  al  frente  del  ejér- 
cito de  Buenos  Aires,  atraviesa  el  arroyo  del 
Medio  y  marcha  contra  Urquiza,  que  estaba  al 
frente  del  ejército  de  la  Confederación,  y  en 
esta  fecha  libran  una  batalla  en  los  campos  de 
Pacón,  provincia  de  Santa  Fe.  Esta  batalla  fué 
célebre  por  las  peripecias  del  combate  y  sus 
resultados,  pues,  en  conclusión,  ambas  fuerzas 
abandonaron  el  campo:  los  porteños  con  sus 
caballerías  dispersas,  y  los  confederados  con 
su  infantería  y  artillería  deshecha;  pero  poste- 
riormente, volviendo  a  avanzar  el  ejército  de 
Buenos  Aires,  llevó  su  bandera  triunfante  has- 
ta el  Rosario,  que  habían  ocupado  las  fuerzas 
de  Urquiza.  La  consecuencia  política  de  esta 
batalla,  fué  dar  en  tierra  con  la  confederación 
que  habían  formado  las  trece  provincias  argen- 
tinas que,  segregando  a  Buenos  Aires  de  la 
comunidad  nacional,  habían  formado  su  Gobier- 
no en  la  ciudad  del  Paraná.  En  Pavón,  pues, 
se  complementó  el  programa  de  la  revolución 
del  11  de  septiembre  de  1852. 

Payaguás.  Indios  del  Paraguay,  no  tan  nume- 
rosos como  los  guaycurúes,  con  quienes  tenían 


D.  José  María  Paz 


buena  relación  en  tiempo  de  la  conquista.  Su 
principal  asiento  era  entonces  como  a  treinta 
leguas  del  río  Paraguay,  arriba  de  la  Asunción 
Vivían  en  toldos  de  juncia,  esteras  y  cueros, 
sin  población  fija  o  formal,  y  eran  enemigos 
del  trabajo. 
Paz  (José  María).  Militar.  Hijo  de  D .  José  de 
Paz  y  de  D.*  Tiburcia  Haedo.  Nació  en  la  ciu- 
dad de  Córdoba, 
el  9  de  septiem- 
bre de  1791.  Cur- 
saba el  tercer  año 
de  Jurisprudencia 
cuando  estalló  la 
revolución  de  Ma- 
yo, y  tan  luego 
como  la  juventud 
cordobesa  fué  lla- 
mada al  servicio 
de  las  armas,  el 
joven  Paz  aban- 
donó sus  estu- 
dios, alistándose 
en  las  Milicias  provinciales  organizadas  por 
el  coronel  D.  Juan  Martín  de  Pueyrredón. 
Combatió  en  las  batallas  de  Tucumán,  Salta, 
Vilcapujio  y  Ayohuma,  y  sirvió  a  las  órdenes 
del  entonces  presidente  de  Charcas,  general 
D.  Martín  Rodríguez;  recibió  en  Venta  y  Me' 
dia  una  herida,  de  resulta  de  la  cual  quedó 
manco.  Continuó  en  el  ejército  del  Norte  al 
mando  del  general  D.  José  Rondeau  hasta 
su  disolución,  atribuyéndosele  una  parte  muy 
principal  en  tan  lamentables  sucesos.  Or- 
ganizado el  ejército  nacional,  en  1826,  pasó 
en  la  categoría  de  coronel,  con  que  la  patria 
premiaba  sus  importantes  servicios,  a  la  Ban- 
da Oriental  del  Uruguay,  bajo  las  órdenes 
del  general  Alvear,  haciendo  la  campaña  con- 
tra el  Imperio  del  Brasil.  En  la  acción  de  Itu- 
zaingó  fué  ascendido  a  general  sobre  el  campo 
de  batalla  por  su  heroico  comportamiento.  «E' 
coronel  Paz  -dice  el  general  Alvear  en  el  par- 
te de  la  victoria—,  a  la  cabeza  de  su  división, 
después  de  haber  prestado  servicios  distingui- 
dos desde  el  principio  de  la  batalla,  dio  la  úl- 
tima carga  a  la  caballería  del  enemigo  que  se 
presentaba  en  el  campo,  obligando  al  ejército 
imperial  a  precipitar  su  retirada. o  Y  el  general 
D.  Félix  Olazábal,  compañero  de  Paz  y  actor 
principal  en  dicha  acción,  decía,  recordando 
la  gloriosa  actuación  de  su  amigo  y  camarada: 
«La  última  carga  del  general  Paz  vino  a  coro- 


PAZ 


313  - 


PAZ 


nar  la  victoria  de  Itueaingó^.  Los  talentos  mi- 
litares de  Paz  descollaron  después  en  la  lucha 
que  emprendió  contra  los   más  poderosos  cau- 
dillos federales  del  interior  del  país.  Derrotó 
a  Bustos,  gobernador  de  Córdoba,  en  el  com- 
bate de  San  /Poí^ue,  y  a  Facundo  Quiroga  en 
las  memorables  batallas  de  La  Tablada  y  On- 
caí/oo.  Hecho  prisionero  en  1831,  en  circuns- 
tancias que,  llevado  de  su  arrojo,  había  salido 
personalmente  a  hacer  un  reconocimiento,  fué 
trasladado  a  la  cárcel  de  Lujan,  donde  perma- 
neció ocho  años.  Cuando  recobró  su  libertad 
se  ausentó  clandestinamente  del  país,  en  1839, 
siendo  uno  de  los  más  constantes  y  enérgicos 
adversarios  de  la  dictadura.  En  1840  prestó  el 
contingente  de  sus  luces  al  ejército  de  Co- 
rrientes, alzado  contra  Rosas.  En  1843  presi- 
dió en  Montevideo  la  defensa  de  la  plaza  sitia- 
da por  Oribe.  En  1S46  dejó  el  sitio  para  hacer 
una  nueva  cruzada  contra  Rosas.  Fracasada  la 
empresa  se  dirigió  al  Brasil,  donde  permane- 
ció hasta  que,  derrocado  el  dictador  regresó  a 
su  país.  En  la  administración  de  D.  Pastor  Obli- 
gado fué  nombrado  ministro  de  Guerra,  y  en 
este  cargo  organizó  la  defensa  de  la  capital 
contra  las  fuerzas  de  la  Confederación.   Al 
poco  tiempo  renunció,  retirándose  a  la  vida 
privada.  Escritor  claro  y  penetrante,  su  pluma 
severa  ha  suscitado  rectificaciones  vehementes 
al  trazar  sus  Memorias,  donde  se  encuentran, 
en  admirables  páginas,  la  historia  de  los  acon- 
tecimientos políticos  de  su  época.  Falleció  en 
Buenos  Aires  a  las  cuatro  menos  cuarto  de  la 
mañana  del  23  de  octubre  de  1854,  a  los  sesen- 
ta y  cuatro  años  de  edad.  Por  orden  del  Go- 
bierno de  esta  provincia  su  cadáver  fué  em- 
balsamado, disponiendo  se  le  rindiesen  los  ho- 
nores debidos  a  su  alto  rango.  Vistiósele  con 
la  casaca  que  usara  durante  la  heroica  defen- 
sa de  Montevideo,  colocándose  sobre  el  ataúd, 
enire  guirnaldas  de  flores  y  coronas,  la  casaca 
de  brigadier  general  y  el  sombrero  apuntado, 
adornado  de  plumas  blancas,  y  la  rica  espada 
de  oro  con  que  el  pueblo  de  Corrientes  le  ob- 
sequiara, conteniendo  la  inscripción  siguiente: 
«El  Congreso  de  Corrientes  al  vencedor  de 
Caaguazú-'K  En  la  Recoleta  hablaron  Mitre, 
Valentín  Alsina,    Vélez  Sarsfield,    Pacheco, 
Obes  y  otros. 
Paz  üosé  C).  Periodista  y  político.  Nació  en 
Buenos  Aires  el  2  de  octubre  de  1842.   Ocupó 
importantes  cargos  públicos,  entre  otros  los  de 
diputado  al  Congreso  Nacional  y  enviado  ex- 


Jose  C  Paz. 


traordinario  y  ministro  plenipotenciario  ante 
los  Gobiernos  de  España  y  Francia,  dejando 
en  todos  ellos  la 
huella  de  una  la- 
bor inteligente  y 
eficaz.  Fué  ayu- 
dante del  general 
D.  Bartolomé  Mi- 
tre en  la  batalla 
de  Pavón.  Es  el 
fundador  de    La 
Prensa,    el  gran 
diario  argentino, 
cu)'o  primer    nú- 
mero apareció  el 
lunes  18  de  octu- 
bre de  1869,  y  en  su  principio  fué  diario  de  la 
tarde,  y  desde  el  6  de  julio  de  1871  empezó  a 
salir  por  la  mañana.  Falleció  en  Europa,  el  11 
de  marzo  de  1912. 
Paz  (Marcos),  .\bogado,  Nació  en  la  ciudad  de 
Tucumán  en  1813  y  se  educó  en  Buenos  Aires, 
graduándose  de  doctor  en  Leyes,  en  1839,  en 
la  Universidad  de  esta  capital.  Durante  el  si- 
tio de  Buenos  Aires,  en  1852  y  53,  el  general 
Hilario  Lagos  lo  nombró  su  secretario.  Más 
tarde  fué  electo  senador  por  su  provincia  al 
Congreso  de  la  Confederación,  cargo  que  re- 
nunció en  el  año  de  1858  por  haber  sido  electo 
gobernador  el  16  de  mayo  del  mismo  año  de  la 
provincia  de  Tucumán,  habiendo  sido  su  go- 
bierno uno  de  los  más  progresistas  y  honrados 
de  esa  provincia;  levantó  el  crédito  de  la  pro- 
vincia e  hizo  al  mismo  tiempo  un  empréstito  vo- 
luntario, popular,  para  pagar  deudas;  muchas 
obras  de  importancia  fueron  prontamente  ter- 
minadas; fundó  la  Sociedad  de  Beneficencia, 
que  se  instaló  el  23  de  junio  de  1858,  etc.,  et- 
cétera. En  el  año  1860  fué  electo  convencional 
para  la  reforma  de  la  Constitución  Nacional,  y 
el  16  de  diciembre  de  1861  fué  elegido  gober- 
nador provisorio  de  la  provincia  de  Córdoba, 
con  el  objeto  de  cumplir  una  misión  delicada 
que  desempeñó  en  una  forma  completamente 
satisfactoria.  En  1862  elegido  senador  al  Con. 
greso  Nacional,  y  en  el  mismo  año  vicepresi- 
dente de  la  República  en  la  fórmula  que  presi- 
día el  general  Bartolomé  .Mitre.  Con  motivo 
de  la  guerra  contra  el  Gobierno  del  Paraguay 
y  la  salida  del  presidente  Mitre  como  general 
en  jefe  de  los  ejércitos  aliados  a  campaña,  ej 
Dr.  Paz  asumió  el  mando  supremo  el  17  de  ju- 
nio de  1865.  Durante  este  interinato  puso  a 


PED 


314 


PELL 


prueba  su  inteligencia  y  sus  energías.  Retirado 
más  tarde  al  pueblo  de  San  José  de  Flores  a 
consecuencia  de  la  epidemia  del  cólera  reinan- 
te en  Buenos  Aires,  falleció  víctima  del  flagelo 
el  2  de  enero  de  .868. 
Pedernera  (Juan  Esteban).  Nació  en  la  ciudad 
de  San  Luis,  el  27  de  diciembre  de  1800.  Sus 
primeros  años  los 
pasó  en  la  peque- 
ña hacienda  en 
que  trabajaba  su 
padre.  Se  alistó 
como  soldado  en 
el  regimiento  de 
Granaderos  a  ca- 
ballo, el  1  de  sep- 
tiembre de  1SI5. 
Dos  años  después 
el  ejército  de  los 
Andes  emprendió 
su  marcha  a  Chi- 
le. Se  halló  en 
Chacabuco,  donde  ascendió  a  teniente,  en 
Cancha  Rayada  y  en  Maipii.  Hizo  la  según 
da  campaña  del  Sud  de  Chile,  a  las  órde- 
nes del  general  Antonio  González  Balcarce, 
desde  mayo  de  1818  hasta  mayo  de  1819,  y 
se  halló  en  la  batalla  de  BioBio,  en  la  cua] 
fueron  completamente  deshechas  las  fuerzas 
españolas  con  que  el  general  D.  Francisco- 
Sánchez  sostenía  la  causa  del  rey  en  esas 
provincias.  En  1820  marchó  en  la  expedi- 
ción al  Perú,  concurriendo  a  la  toma  de  la 
ciudad  de  Lima  y  asalto  del  Callao;  hizo  la 
expedición  de  Puertos  Intermedios,  en  1823, 
en  cuya  desastrosa  retirada  fué  tomado  pri- 
sionero y  conducido  a  la  isla  de  Chiloe,  y  some- 
tido en  ese  desamparo  a  las  privaciones  más 
duras.  Pudo  evadirse,  volviendo  a  tomar  parte 
en  otras  operaciones  de  guerra.  Con  el  grado 
de  sargento  mayor  del  ejército  del  Perú,  Pe- 
dernera asistió  al  cómbale  de  la  Legua,  a  las 
órdenes  del  coronel  Urdaneta,  y  en  el  de  Mira- 
ñaue,  lo  que  permitió  estrechar  más  el  segundo 
sitio  del  Callao,  hasta  ei  20  de  enero  de  1828, 
en  que  el  general  D.  José  Ramón  Rodil  (v.), 
que  lo  defendía,  se  rindió.  En  1826,  el  coronel 
Pedernera  fué  puesto  preso  por  orden  de  Bo- 
lívar, y  violentamente  deportado,  en  unión  de 
Necochea,  Suárez  y  demás  jefes  argentinos. 
Vuelto  a  bu  paliia  hizo  la  campaña  contra  el 
Imperio  del  Brasil,  al  mando  del  regimiento 
número  8  de  Caballería,  en  octubre  de  1827. 


Acompañó  al  general  Paz  y  luego  al  general 
Lavalle  en  todas  sus  campañas:  Tablada,  On- 
cativo,  Rio  Hondo,  Ciudadela,  siendo  uno  de 
los  que  trasportaron  los  restos  del  general 
Lavalle  desde  Jujuy  hasta  Bolivia.  De  este 
país  pasó  al  Perú,  donde  intervino  en  las  lu- 
chas civiles.  Caído  el  dictador  Rosas,  regresó 
a  su  país,  donde  llegó  a  ocupar  la  gobernación 
de  San  Luis,  en  1859,  y  la  vicepresidencia  de 
la  República  en  el  gobierno  del  doctor  Derqui, 
en  1860,  correspondiéndole  a  él  firmar  la  ce- 
sación del  Gobierno  del  Paraná,  en  1861.  Fa- 
lleció en  Buenos  Aires,  a  los  noventa  años,  el 
1  de  febrero  de  1886. 

Pedraza  (Manuela).  Patriota  tucumana.  Cuan- 
do las  invasiones  inglesas  fué  tanto  el  entu- 
siasmo y  encarnizamiento  con  que  lucharon  los 
vecinos,  que  hasta  las  mujeres  pelearon  contra 
los  invasores.  Entre  éstas  se  distinguió  doña 
Manuela  Pedraza,  que  mereció  ser  citada  en 
el  parte  de  la  acción  por  el  general  Liniers, 
con  estas  palabras:  «No  debe  omitirse  el  nom- 
bre de  la  mujer  de  un  cabo  de  asamblea,  lla- 
mada Manuela  la  Tucumana  (por  la  tierra  de 
su  nacimiento),  que  combatiendo  al  lado  de  su 
marido,  con  sublime  entereza,  mató  a  un  sol- 
dado inglés,  del  que  me  presentó  su  fusil...» 
Por  esta  hazaña,  esta  heroica  mujer  ha  mere- 
cido pasar  a  la  posteridad.  Se  le  dio  el  grado 
de  alférez.  Falleció  en  Buenos  Aires. 

Pellejpríiii  (Carlos  Enrique).  Ingeniero.  Nació 
el  28  de  julio  de  1800,  en  Chambery,  capital 
del  Ducado  de 
Saboya.  Comenzó 
sus  estudios  su- 
periores en  la 
Universidad  de 
Turín,  los  que 
abandonó  algún 
tiempo  después 
para  tomar  las 
armas  en  un  mo- 
vimiento de  rebe- 
lión, emigrando, 
una  vez  sofocado 
éste,  a  París,  don- 
de ingresó  en  la 
Escuela  Central, 
diplomándose  de  ingeniero  en  1825,  y  practi- 
cando su  profesión  permaneció  allí  hasta  fines 
de  1S27,  en  que  el  Gobierno  argentino,  por 
intermedio  del  Dr.  Sarratea,  lo  contrató  como 
ingeniero  del  Gobierno,  especialmente  para 


D.  Carlos  Enrique  Pellegrini. 


PELL 


-  315  - 


PEN 


proyectar  y  dirigirla  construcción  do  un  servi- 
cio de  aguas  corrientes,  llegando  a  Buenos  Ai- 
res a  principios  de  1828.  La  situación  política 
y  económica  en  que  halló  a  este  país  no  era 
favorable  para  la  realización  de  las  obras  pú- 
blicas, y  meditaba  después  de  larga  espera  su 
regreso,  cuando  un  incidente  social  le  obligó 
a  abrir  un  taller  de  pintura,  dedicándose  en- 
tonces a  pintar  retratos,  que  dado  su  talento 
natural,  extraordinario,  de  fisonomista,  se  ha 
dicho  que  fué  él  quien  anticipó  la  fotografía, 
tanto,  que  desde  1830  al  35,  hizo  más  de  800. 
Por  motivos  de  salud  abandonó  el  arte  y  po- 
bló una  estancia,  hasta  que  en  1852  volvió  a  la 
ciudad,  fundando  una  revista,  y  se  dedicó  al 
ejercicio  de  su  profesión,  emprendiendo  varias 
obras  de  importancia.  Su  muerte  acaeció  el  12 
de  octubre  de  1875. 
Pelligrini  (Carlos).  Estadista.  Hijo  del  ante- 
rior. Nació  en  Buenos  Aires,  elll  de  octubre 

de  1846.  Apenas  re-  

cibido  de  doctor  en 
Jurisprudencia, 
marchó  como  alfé- 
rez de  Artillería  a 
la  campaña  del  Pa- 
raguay, sirviendo 
después  como  te- 
niente segundo  en 
el  Cuerpo  de  Zapa- 
dores. Iniciado  a  su 
regreso  en  la  vida 
política,  contaba 
apenas  veintisiete 
años,  cuando  en 
1873  fué  elegido  diputado,  llamando  la  aten- 
ción en  el  Parlamento  por  su  inteligencia  e 
ilustración.  Enviado  a  Europa,  donde  des- 
empeñaba una  misión  financiera,  fué  llamado 
para  confiársele  el  minislerio  de  Guerra  y  iMa- 
rina  en  1879,  en  circunstancias  políticas  suma" 
mente  difíciles.  En  los  sucesos  de  1880  su  ac- 
tuación descollante  hizo  acentuar  su  persona- 
lidad naciente.  Seis  años  después  fué  electo 
vicepresidente  de  la  República,  hasta  agos- 
to de  1890,  en  que  asumió  el  mando  supremo 
por  la  renuncia  impuesta  por  el  pueblo  al  doc- 
tor D.  Miguel  Juárez  Celman,  desempeñándo- 
la hi^sta  la  terminación  del  período.  Fué  en 
esas  circunstancias  cuando  fué  exaltado  al  Po. 
der,  que  pronunció  aquellas  célebres  palabras 
al  agradecer  un  saludo  de  una  manifestación 
popular:  «Son  mis  anhelos  el  descender  en  bra- 


D.  Carlos  Pellegrini 


zos  del  pueblo»,  siendo  estas  palabras  en  esos 
momentos  todo  un  programa  de  gobierno. 
En  1896  ocupó  una  banca  en  el  Senado  de  la 
nación  hasta  1904,  y  el  11  de  marzo  de  1906 
fué  electo  diputado  nacional  por  una  coalición 
popular.  En  su  cargo  le  sorprendió  la  muerte, 
el  17  de  julio  de  ese  año,  en  momentos  en  que 
su  figura  tenía  el  sello  de  una  personalidad 
nacional  y  en  que  se  cifraban  grandes  esperan- 
zas sobre  su  actuación  pública.  Su  fallecimien- 
to fué  un  duelo  nacional.  El  Dr.  Pellegrini,  es- 
tadista, orador,  magistrado,  jurisconsulto,  li- 
terato, era  hombre  de  grandes  talentos  y  ener- 
gías; en  todas  sus  manifestaciones  reveló  su 
multiplicidad  de  aptitudes. 

Pelliza  (José  María).  Coronel  graduado.  Pre.s- 
tó  importantes  servicios  a  la  causa  de  la  liber- 
tad en  el  ejército  del  general  Lavalle,  en  1840. 
Se  halló  en  el  sitio  de  Montevideo  de  1843 
a  1846,  y  en  la  batalla  de  Caseros.  Era  natu- 
ral de  Buenos  Aires,  donde  falleció  en  abril 
de  1871. 

Pena  (Juan).  Militar.  Nació  en  Milán,  Italia, 
el  11  de  abril  de  1831,  pero  radicado  desde  su 
juventud  en  nuestro  país,  tomó  la  carrera  de 
las  armas,  donde  prestó  importantes  servicios 
Incorporado  como  sargento  primero  al  bata- 
llón Legión  valiente,  en  1853,  concurrió  a  las 
acciones  de  guerra  ocurridas  en  ese  año.  Fué 
uno  de  los  fundadores  (véase  Olivierri)  del 
fuerte  Nueva  Roma  en  Bahía  Blanca.  Asistió 
al  sangriento  combate  con  los  indios  en  Pigüé. 
En  octubre  volvió  a  batirse  en  San  Nicolás  de 
los  Arroyos,  a  bordo  del  Guardia  Nacional. 
Hizo  toda  la  campaña  del  Paraguay  y  la  cam- 
paña contra  López  Jordán.  Fué  instructor  de 
Artillería  en  el  Colegio  Militar;  inspector  de 
los  talleres  del  Parque  de  Artillería  y  director 
del  Arsenal  de  Guerra.  Murió  en  Buenos 
Aires,  el  12  de  oc- 
tubre de  1914. 

Penna  (José).  Médi- 
co. Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  5 
de  abril  de  1855. 
Graduado  en  Me- 
dicina en  1879,  su 
vida  fué  de  acción 
constante,  de  estu- 
dio y  de  lucha  en 
las  enfermedades 
infectocontagicsas, 
y  en  las  epidemias  D.José  Penna. 


PEN 


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REN 


que  azotaron  al  país  desde  aquella  época,  y 
cuando  el  concepto  del  contagio,  de  la  infec- 
ción, era  vago  y  desorientado,  como  que  tam- 
bién la  antisepsia  y  la  bacteriología  eran  obscu- 
ras. La  casa  de  Aislamiento,  fundada  en  1SS2 
(hoy  Hospital  Muñiz),  lo  tuvo  primeramente 
como  subdirector,  y  después  como  director  has- 
ta 1906,  y  fué  su  campo  de  acción  diaria  como 
clínico  y  profesor  de  epidemiología.  Y  desde 
allí  intervino  en  primera  línea,  y  personalmente 
c  )mo  facultativo  estudioso  y  temerario,  en  las 
epidemias  de  cólera  de  1S86,  87;  en  1894-95, 
fiebre  amarilla,  peste  bubónica,  etc.,  tomando 
on  aquéllas  medidas  arduas  para  combatir  el 
flagelo  por  medio  de  campamentos  de  aisla- 
miento, y  la  cremación  sistemática  de  los  ca- 
dáveres. Fué  director  de  la  Asistencia  Pública, 
diputado  nacional,  presidente  del  Departa- 
mento Nacional  de  Higiene  (1910-16);  en  todos 
estos  cargos  dejó  honda  huella  de  su  paso 
como  administrador  y  hombre  de  ciencia.  Am- 
plió los  servicios  de  sanidad  marítima;  terminó 
e  instaló  el  Instituto  Bacteriológico  y  el  de 
Química;  difundió  los  servicios  de  vacunación 
antivariólica  en  las  provincias;  la  profilaxis 
antipalúdica,  etc.  etc.  Sus  trabajos  bibliográ- 
ficos son  muchos  e  importantísimos,  que  cons- 
tituyen por  sí  la  historia  documentada  de  la 
higiene  pública  nacional.  Entre  sus  obras  y 
publicaciones,  que  son  muchas,  mencionare- 
mos: La  uremia,  tesis  inaugural;  La  viruela  en 
la  América  del  Sud  y  particularmente  en  la 
Argentina,  El  cólera  y  su  tratamiento.  Leccio- 
nes de  clínica  sobre  peste  bubónica.  La  fiebre  ti- 
foidea en  Buenos  Aires.  El  microbio  y  el  mos- 
quito en  la  patogenia  de  la  fiebre  amarilla,  et- 
cétera, etc.,  y  muchas  otras  obras  y  publica- 
ciones en  colaboración  con  hombres  de  cien- 
cia de  valía,  como  los  doctores  Horacio  Ma- 
dero, Pérez  Avendaño,  J.  A.  Farini,  Antonio 
Barbieri,  Coni,  Pinero,  etc.;  ingeniero  Res- 
tagno,  Dr.  Kraus.  Fué  Penna  un  cerebro  ro- 
busto, un  gran  corazón  puesto  al  servicio  de 
la  ciencia  y  del  bienestar  de  los  habitantes  de 
su  patda.  Falleció  el  19  de  marzo  de  1919. 
Peña  (Juan  Andrés  de  la).  Educacionista.  Nació 
en  Buenos  Aires  en  1796,  cursando  sus  estu- 
dios en  la  misma.  Desde  su  juventud  se  dedicó 
con  ahinco  a  las  tareas  de  la  enseñanza,  lle- 
gando a  ser  un  notable  educacionista,  modelo 
de  maestros  por  sus  virtudes  y  su  saber.  A  sus 
clases  asistieron  varias  generaciones.  Su  cari- 
dad no  reconocía  límites,  al  punto  de  que  vivía 


en  suma  estrechez;  en  su  casa  sólo  poseía  los 
muebles  indispensables  para  su  uso;  todos  sus 
bienes  de  fortuna  los  distribuyó  entre  los  me- 
nesterosos. Aun  cuando  los  primeros  hombres 
del  país  le  brindaron  puestos  espectables, 
siempre  los  rehusó;  apenas  si  formó  parte  en 
varias  ocasiones  del  Consejo  de  Instrucción 
pública,  cargo  que  ocupaba  cuando  falleció  en 
esta  ciudad,  el  14  de  noviembre  de  1864. 

Peña  (Luis  José  de  la).  Educacionista.  Herma- 
no del  anterior.  Hizo  sus  estudios  en  el  Real 
Colegio  de  San  Carlos,  cursando  Filosofía  y 
Teología,  completándolos  en  Córdoba,  en  cuya 
Universidad  obtuvo  el  título  de  Doctor  en  1818. 
Reorganizado  en  1823  por  el  ministro  Rivada- 
via  el  Colegio  de  Ciencias  Morales,  fué  nom- 
biado  prefecto  de  estudios,  y  tres  aflos  des- 
pués vicerrector.  Al  advenimiento  de  la  tiranía 
fué  perseguido  por  sus  ideas  políticas,  y  emi- 
gró al  Estado  Oriental,  consagrándose  a  la 
enseñanza  en  dondequiera  que  llegaba,  ya  fue- 
se en  las  islas  del  Sud  del  Brasil,  en  Santa 
Catalina,  en  la  colonia  del  Sacramento,  en 
Mercedes  o  en  Montevideo;  ya  como  simple 
maestro  de  primeras  letras  o  como  profesor 
de  Humanidades,  Matemáticas,  etc.  En  Monte- 
video regularizó  la  enseñanza  universitaria 
superior.  Vuelto  a  su  país,  fué  ministro  de  Re- 
laciones Exteriores  oel  Dr.  López  y  del  gene- 
ral Urquiza,  y  también  ministro  en  el  Gobierno 
de  la  Confederación.  En  1865  fué  miembro  del 
Consejo  de  Instrucción  pública,  director  gene- 
ral de  Escuelas,  catedrático,  ere,  etc.  Falleció 
en  Buenos  Aires,  el  3  de  febrero  de  1871. 

Peñalosa  (Ángel  Vicente).  Caudillo.  Natural 
de  la  Rioja.  Tomó  parte  activa  contra  la  tira- 
nía de  Rosas  has- 
ta la  caída  de  éste, 
en  que  se  puso  al 
servicio  de  la 
Constitución  pro- 
mulgada por  Ur- 
quiza. Los  suce- 
sos de  Paoón  le 
crearon  una  si- 
tuación difícil,  y 
en  vez  de  tratar 
de  atraérselo  el 
Gobierno,  come- 
tió la  falta  de  en 
viar  un  ejército  regular  para  que  lo  persiguie- 
ra sin  cuartel.  Peñalosa,  más  conocido  con  el 
apodo  del  Chacho,  sin  elementos  para  hacerie 


D  Ángel  Vicente  Peñalosa. 


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PER 


frente,  inició  la  guerra  de  recursos,  que  fué 
larga  y  sangrienta  por  las  crueldades  de  San- 
dés,  quien  entregó  al  fuego  poblaciones  ente- 
ras. El  Chacho,  perseguido  en  sus  últimas  gua- 
ridas, fué  lanceado  por  la  mano  misma  de  un 
traidor,  a  quien  acababa  de  salvar  la  vida  en 
el  pueblecito  de  Olto  (Rioja),  el  12  de  noviem- 
bre de  1863.  Era  un  caudillo  humano,  si  bien 
un  poco  turbulento. 

Peñalosa  (Pedro  de  Mercado  de).  Gobernador 
del  Tucumán,  desde  1595  hasta  1600.  En  su 
gobierno  se  rebelaron  de  nuevo  los  calcha- 
guies,  dando  principio  con  la  muerte  de  un  re- 
ligioso franciscano,  de  cuatro  españoles  y  de 
otros,  amenazando  arruinar  las  ciudades  de 
Salta  y  de  San  Miguel  del  Tucumán.  Los  re- 
beldes fueron  escarmentados  después  de  va- 
rios combates.  Por  intermedio  del  padre  jesuíta 
Gaspar  de  Monroy,  el  gobernador  Peñalosa 
consiguió  la  amistad  del  cacique  Piltipico,  con 
quien  celebró  un  tratado  de  paz  en  el  mismo 
año  de  1595.  Los  diaguitas  de  la  jurisdicción 
de  la  Rioja  se  rebelaron  también,  dando  muer- 
te a  sus  encomenderos  y  a  otros  españoles; 
pero  el  gobernador  los  sometió,  mandando  a 
Tejeda.  Su  administración  duró  poco  más  de 
cinco  años. 

Perdriel  (combate).  Dado  en  la  chacra  de 
este  nombre  el  1  de  agosto  de  1806,  entre  las 
tropas  de  Buenos  Aires  y  las  invasoras  del 
ejército  inglés,  en  el  partido  actual  de  San 
Martin.  Con  el  objeto  de  reconquistar  a  Bue- 
nos Aires  del  poder  de  los  ingleses,  el  coman- 
dante Juan  Martín  de  Pueyrredón,  con  algunos 
vecinos  de  los  alrededores  de  Buenos  Aires, 
trató  de  organizar  la  resistencia  para  esperar 
la  reincorporación  de  Liniers,  que  venia  con 
tropas  desde  la  Banda  Oriental;  pero  una  co- 
lumna de  tropas  inglesas,  a  las  órdenes  de  Be- 
resford,  lo  atacó  y  dispersó  después  de  una 
heroica  resistencia.  El  coronel  D.  Antonio  01a- 
varría,  con  el  regimiento  de  Blandengues,  al 
ver  pronunciarse  la  derrota,  púsose  en  retira- 
da, con  su  tropa  formada  en  perfecto  orden. 
Quedaron  únicamente  109  hombres  sostenien- 
do la  linea  contra  500  ingleses  del  renombrado 
regimiento  número  71,  al  mando  del  teniente 
coronel  Pack,  y  algunas  piezas  de  campaña. 
Pueyrredón,  seguido  de  doce  jóvenes  audaces, 
cargaron  sobre  los  cañones  que  habían  queda- 
do a  retaguardia  y  consiguieron  tomar  un  ca- 
rro de  municiones,  que  se  llevaron.  Al  retirar- 
se perdió  Pueyrredón  su  caballo,  y  habría  que- 
Dicc.  HisT.  Y  Bioo. 


dado  prisionero  si  no  hubiera  sido  el  arrojo 
con  que  uno  de  sus  compañeros  voló  en  su 
auxilio,  sacándolo  a  la  grupa  del  suyo.  (Don 
Lorenzo  López,  alcalde  del  Pilar,  condecorado 
por  el  Cabildo  cun  un  escudo  de  oro  por  este 
hecho.)  Este  ensayo  poco  feliz  sirvió,  por  lo 
menos,  para  dar  la  medida  del  arrojo  de  nues- 
tra Caballería. 

Perdrieo  (Gregorio  Ignacio).  Militar.  Nació  en 
Córdoba,  en  1785.  Combatió  contra  los  ingle- 
ses como  oficial  del  regimiento  de  Patricios; 
marchó  después  a  la  campaña  del  Paraguay» 
dirigida  por  el  general  Belgrano,  en  cuyas 
acciones  se  portó  con  valor.  De  regreso  se  in" 
corporó  al  ejército  auxiliar  del  Alto  Perú,  asis- 
tiendo a  las  batallas  de  las  Piedras,  Tucumán, 
y  Salta.  En  esta  última  batalla,  como  teniente 
coronel,  mandaba  la  infantería  de  reserva.  Se 
halló  en  el  desastre  de  Ayohuma,  y  en  9  de 
enero  de  1815  fué  nombrado  gobernador  inten- 
dente de  la  provincia  de  Cuyo,  cargo  que  des- 
empeñó hasta  julio  del  año  siguiente.  Comba- 
tió después  contra  los  caudillos.  Fué  jefe  de 
Policía  durante  el  gobierno  de  Viamonte,  y 
nuevamente  en  el  gobierno  del  general  don 
Juan  Ramón  Balcarce.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  2  de  marzo  de  1832. 

Peredo  (Angelo  de).  Natural  de  Quevedo.  Ju- 
risdicción de  Santillana.  Ex  presidente  de  la 
Real  .Audiencia  de  Chile,  desde  junio  de  1670, 
que  se  recibió  del  mando  de  la  provincia  del 
Tucumán,  hasta  1674,  que  terminó  su  gobierno. 
Emprendió  la  conquista  del  Chaco,  procedien- 
do en  todo  con  estricta  justicia.  Fué  un  deci- 
dido protector  de  los  indios;  en  su  gobierno  se 
repitió  la  ruinosa  inundación  de  la  ciudad  de 
Córdoba,  el  31  de  enero  de  1671.  Terminado 
su  período  de  gobierno  se  retiró  a  la  ciudad 
de  Córdoba,  donde  fijó  su  residencia  hasta  el 
fin  de  sus  días.  Murió  el  21  de  marzo  de  1677; 
á  los  cincuenta  y  cuatro  años  de  edad,  y  fué 
sepultado  en  la  misma  bóveda  donde  se  en- 
terraban los  individuos  de  la  Compañía  de  Je- 
sús en  Córdoba. 

Pereyra  (Felipe).  Coronel  délos  ejércitos  de 
la  República.  Nació  en  Buenos  Aires  por  los 
años  de  1776.  A  los  treinta  años  de  edad,  las 
invasiones  inglesas  lo  iniciaron  en  la  carrera 
de  las  Armas.  Sentó  plaza  de  soldado  en  el  3 
batallón  de  Patricios,  en  octubre  de  1806,  y 
como  tal  peleó  en  la  defensa  del  5  de  julio  de 
1807,  distinguiéndose,  como  está  documentado 
por    sus  jefes,   en  la  rendición  de  las  tropas 

ai 


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PER 


que  ocupaban  la  cuadra  de  la  actual  calle  del 
Perú,  entre  Belgrano  y  Moreno  Sirvió  en  ese 
cuerpo  hasta  1812,  que  pasó  en  clase  de  tenien- 
te al  oprimer  tercio  cívico»,  hasta  1816  que  fué 
incorporado  al  batallón  número  8  de  los  An- 
des. Hizo  lac  ampafla  libertadora  de  Chile,  pe- 
leando en  Chacabuco,  Mancha  Ranada  y  Mci- 
pii,  obteniendo  por  esos  servicios  dos  meda- 
llas, un  cordón  de  honor,  la  declaración  de 
«heroico  defensor  de  la  nación»,  la  distinción 
de  ser  eleg  do  miembro  de  la  legión  de  mérito 
de  Chile  y  ser  ascendido  a  sargento  mayor. 
Siguió  la  campaña  libertadora  del  Perú,  asis- 
tiendo al  sitio  y  asalto  del  Callao  y  defensa  de 
la  ciudad  de  Lima,  siendo  condecorado  con  una 
medalla  de  oro  y  el  título  de  benemérito  de  la 
Orden  del  Sol.  Asistió  a  la  campaña  de  Puertos 
Intermedios,  ya  graduado  de  coronel  y  como 
jefe  del  regimiento  «Río  de  la  Plata»,  comba- 
tiendo en  Calaña  y  batallas  de  Torata  y!Co- 
quegua.  A  su  regreso  a  Lima  tomó  parte  en 
la  segunda  defensa  de  esa  ciudad  y  en  la  per- 
secución a  las  tropas  enemigas  cuando  se  reti- 
raron del  sitio,  en  julio  de  1823.  La  funesta 
sublevación  del  Callao  le  obligó  a  dirigirse 
a  Trujillo,  en  1824,  y  no  obteniendo  de  Bolívar 
una  acogida  digna  de  sus  méritos  y  jerarquía 
militar,  resolvió  abandonar  el  Perú  y  regresar 
a  su  patria,  presentándose  a  su  Gcbierno  en 
marzo  de  1825.  Poco  después  fué  destinado  al 
Río  Negro,  donde  se  batió  contra  los  brasile- 
flos  en  defensa  de  aquel  territorio.  En  1830 
ascendió  a  coronel,  y  falleció  inesperadamente 
en  el  Tandil,  donde  prestaba  servicios  milita- 
res, el  1  de  abril  de  1833.  (J.  J.  Biedma.  Cró- 
nica histórica  del  rio  Negro  de  Patagones  ) 

Pereyra  (Luis  José).  Era  natural  de  Buenos 
Aires,  de  1792.  Cuando  las  invasiones  inglesas 
se  halló  entre  los  defensores  de  la  ciudad.  En 
1812  ingresó  al  regimiento  de  Granaderos  a 
caballo  y  asistió  al  combate  de  San  Lorenzo, 
en  1813.  Siguió  después  en  el  ejército  auxiliar 
del  Perú,  a  las  órdenes  del  general  Rondeau, 
a  cuyo  lado  se  encontró  en  la  derrota  de  Sipe- 
Sipe.  Se  encontró  en  Chacabuco  y  Mclpú.  In- 
corporado más  tarde  al  ejército  de  Chile,  pres- 
tó importantes  servicios  hasta  llegar  al  grado 
de  coronel,  y  le  fué  confiada  la  dirección  de  la 
Academia  militar  de  Santiago,  que  colocó  en 
el  mejor  pie,  en  jl  año  1830.  Fué  también  mi- 
nistro de  la  Corte  marcial  y  legislador.  Murió 
en  Santiago  de  Chile,  el  30  de  abril  de  1842. 

Pereyra  Lucena  Qosé).  Nació  en  Buenos  Ai- 


res, el  27  de  mayo  de  1739,  y  se  educó  en  ei 
Colegio  de  San  Carlos.  Hizo  sus  primeras  ar- 
mas contra  los  ingleses  en  la  defensa  de  1807; 
en  seguida  sentó  plaza  de  cadete  en  un  cuerpo 
de  Artillería,  y  cuando  estalló  la  revolución  de 
mayo,  era  ya  teniente  de  la  7.^  compañía  del 
Real  Batallón  de  Artilleria  volante,  cuya  com- 
pañía marchó  en  el  ejército  que  expedicionó  al 
Perú  en  1810.  En  ese  año,  el  3  de  agosto,  fué 
ascendido  a  capitán,  por  su  pericia  y  valor,  y 
en  junio  del  siguiente,  al  reorganizarse  su 
Cuerpo,  formó  la  compañía  de  Artillería  de 
Cochabamba,  teniendo  a  sus  órdenes  más  de 
200  plazas  y  18  piezas  de  artillería.  El  18  de 
junio  de  1811  se  encontró  como  comandante  de 
Artillería  en  la  acción  de  Juraicoragua,  ba- 
tiéndose denodadamente  y  siendo  mortalmente 
herido.  Un  am-go  de  Lucena,  sabedor  de  su 
herida,  lo  sacó  en  brazos  del  campo  de  batalla 
y  alzólo  en  una  muía,  y  una  vez  hecha  la  pri- 
mera cura  se  proponía  alejarlo  del  enemigo; 
pero  expiró  en  el  viaje,  el  20  de  junio  de  1811, 
a  los  veintidós  años.  La  Junta  gubernativa  de- 
cretó, el  31  de  julio  de  181 1 ,  que  su  nombre  fue- 
se inscripto  en  la  «pirám'de  de  mayo»,  resolu- 
ción que  recién  se  cumplió  en  1891.  Fueron  él 
y  Manuel  Artigas  los  primeros  jefes  de  jerar- 
quía superior  que  rindieron  su  vida  por  la  pa- 
tria. 
Pérez  de  Denis  (Qregoria).  Patricia.  Natural 
de  la  ciudad  de  Paraná,  provincia  de  Entre 
Ríos.  Cuando  se  produjo  el  movimiento  de 
Mayo,  D."  Gregoria  Pérez,  viuda  de  D.  Juan 
Ventura  Denis,  sintió  inflamado  su  pecho  por 
el  fuego  sagrado  del  patriotismo,  y  al  pasar  el 
ejército  del  general  Belgrano  por  la  Bajada 
del  Paraná,  ofreció  a  la  patria  todo  lo  que  po- 
día darle,  haciéndolo  por  medio  de  una  carta 
fechada  en  Santa  Fe,  el  10  de  octubre  de  1810. 
De  esta  carta  fué  portador  el  mayor  de  sus 
cuatro  hijos,  Valentín  Denis,  y  la  entregó  per- 
sonalmente a  Belgrano,  que  se  alojaba  en  el 
convento  de  Santo  Domingo.  Entre  otros  de 
los  párrafos  de  la  citada  misiva  decía:  «Pongo 
a  la  orden  y  disposición  de  V.  E.  mis  haciendas, 
casas  y  criados,  desde  el  rio  Feliciano  hasta  el 
puesto  de  las  Estacas,  en  cuyo  trecho  es  V.  E. 
dueño  de  mis  cortos  bienes,  para  que  ellos 
puedan  auxiliar  al  ejército  de  su  mando,  sin 
interés».  El  general  Belgrano  le  contestó  de 
su  puño  y  letra:  «Usted  ha  conmovido  todos 
los  sentimientos  de  ternura  de  mi  corazón  al 
manifestarme  los  suyos,  tan  llenos  del  más  ge- 


PER 


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PER 


neroso  patriotismo.  La  Junta  colocará  a  usted 
en  el  catálogo  de  los  bienliechores  de  la  pa- 
tria, para  ejemplo  de  los  poderosos  que  la  mi- 
ran con  frialJadi>.  La  Junta  contestó  agrade- 
ciendo «lo  plausible  que  había  sido  a  ella  la 
generosa  of  rta...» 
Pérez  (José  Julián).  Abogado.  Nacido  en  Tarija 
(Bolivia).  Formando  parte  la  provincia  de  Ta- 
rija del  virreinato  de  Buenos  Aires,  cuando  la 
Junta  de  esta  ciudad  resolvió  que  los  pueblos 
del  interior  enviaran  sus  representantes  a  su 
seno,  el  Cabildo  de  su  provincja  eligióle  dipu- 
tado ante  la  misma,  el  25  de  junio  de  1810.  Ra- 
dicado en  esta  ciudad,  fué  electo  primer  vocal 
del  Supremo  Poder  Ejecutivo  el  afio  1813  y 
secretario  de  Gobierno,  en  unión  de  Rivadavia 
y  López,  el  23  de  septiembre  del  mismo  año, 
cargo  que  sólo  desempeñó  hasta  el  29  de  no- 
viembre del  año  citado.  En  1814  fué  comisiona- 
doaMontevideoparacelebrarun  armisticio  con 
el  virrey  Elío,  quien  le  recibió  deferentemen- 
te, y  logró  hacer  levantar  el  asedio  de  la  plaza. 
Vuelto  a  esta  ciudad,  se  dedicó  al  ejercicio  de 
su  profesión  hasta  junio  de  1834,  en  que  fué 
asilado  en  el  hospital  general  de  hombres,  por 
haber  perdido  las  facultades  mentales. 
Pérez  (José  Manuel).  Sacerdote.  Nació  en  la 
ciudad  de  Tucumán,  el  24  de  junio  de  1787,  y 
estudió  en  la  misma  hasta  el  año  1805,  en  que 
pasó  a  Buenos  Aires  en  compañía  de  su  maes- 
tro, el  presbítero  Dr.  Chorroarín,  y  recibió  las 
órdenes  sagradas  en  1811  de  manos  del  obispo 
Lué  y  Riega.  Se  dedicó  aquí  a  la  enseñanza, 
dictando  la  cátedra  de  Filosofía,  y  se  distin 
guió  como  orador  sagrado.  Fué  diputado  en  su 
provincia  y  representante  de  ella  en  el  Con- 
greso general  Constituyente  que  sancionó  la 
Constitución  Federal.  Rehusó,  como  Fr.  Ma- 
merto Esquiú,  la  mitra,  que  se  le  ofreció  varias 
veces.  Era  provincial  de  la  Orden  de  Predica- 
dores cuando  ocurrió  su  fallecimiento  en  Tu- 
cumán, rodeado  del  cariño  y  bendiciones  de 
todo  el  pueblo,  el  29  de  septiembre  de  1859. 
'érez  (Fr.  Manuel).  De  la  Orden  de  Predicado, 
res.  Nació  en  Tucumán,  el  24  de  junio  de  1787. 
Pasó  a  Buenos  Aires  en  1805,  en  compañía  de 
su  maestro  el  P.  Chorroarín  (v.).  Recibió  las 
órdenes  sagradas  de  manos  del  obispo  Lué  y 
Riega,  en  1811.  Se  ocupó  de  la  enseñanza  y 
dictó  Filosofía  a  varios  jóvenes,  que  más  tarde 
fueron  las  primeras  notabilidades  de  Buenos 
Aires,  Este  sacerdote,  muy  estimado  en  esta 
ciudad,  como  en  la  de  su  nacimiento,  orador 


sagrado,  falleció  repentinamente  el  29  de  sep- 
tiembre de  1859,  en  el  patio  de  su  celda. 

Pérez  (José  Roque).  Abogado.  Era  un  notable 
jurisconsulto  y  de  muy  nobles  sentimientos 
Nació  en  Córdoba,  el  15  de  agosto  de  1815 
Cursó  sus  estudios  de  Derecho  en  la  Univer- 
sidad de  Buenos  Aires  y  obtuvo  su  título  de 
Doctor,  el  1  de  julio  de  1839.  Fué  defensor  de 
pobres  en  lo  civil  y  desempeñaba  el  de  censor 
de  la  Academia  de  Jurisprudencia  cuando  fué 
destituido  por  Rosas.  Fué  comisionado  para 
redactar  el  Código  de  Procedimientos  en  lo  ci- 
vil, criminal  y  de  comercio;  renunció  el  cargo, 
y  al  año  siguiente  fué  designado  catedrático 
de  la  Facultad,  dictando  la  cátedra  de  Derecho 
natural  y  de  gentes  hasta  1860,  año  en  que  re- 
nunció. Seis  años  después  formó  parte  del 
Consejo  de  Instrucción  pública  en  varios  pe- 
ríodos. En  1869  fué  director  del  Banco  y  Casa 
de  Moneda,  en  cuyo  puesto  fué  reelecto  en  los 
períodos  sucesivos,  hasta  1871  El  22  de  julio 
de  1869  fué  nombrado  enviado  extraordinario 
para  representar  al  Gobierno  argentino  en  la 
formación  del  Gobierno  del  Paraguay,  a  raíz 
de  la  guerra,  y  en  el  mismo  año  desempeñó  la 
presidencia  de  la  municipalidad  de  la  capital, 
y  al  siguiente,  la  de  la  Academia  de  Jurispru- 
dencia. Cuando  la  terrible  epidemia  de  la  fie- 
bre amarilla  (v.)  asoló  a  Buenos  Aires,  en 
1871,  fué  electo  presidente  de  la  Comisión  po- 
pular que  se  había  formado  para  atender  a  los 
atacados  de  tan  terrible  enfermedad.  Víctima 
de  la  epidemia,  sucumbió  el  26  de  marzo 
de  1871. 

Peribebuy.  Pueblo  fortificado,  tomado  por  los 
aliados  durante  la  guerra  del  Paraguay,  el  12 
de  agosto  de  1869.  El  conde  D'Eu,  general  en 
jefe  del  ejército  brasileño,  intimó  rendición  al 
general  enemigo  Caballero,  lo  que  denególe 
ésta.  En  consecuencia,  se  ordenó  el  ataque  a 
las  fuerzas  brasileñas  y  a  la  segunda  división 
del  ejército  argentino,  al  mando  del  entonces 
coronel  D.  Luis  María  Campos  (v.).  La  plaz? 
fué  tomada  a  la  bayoneta,  siendo  los  soldados 
argentinos  los  primeros  en  el  asalto,  discer- 
niendo el  conde  D'Eu  la  condecoración  del 
Imperio  a  la  bravura  militar,  a  que  se  hicieron 
acreedores  varios  jefes  argentinos  por  su  he- 
roico comportamiento.  La  división  argentina 
tomó  al  enemigo  cinco  banderas,  algunos  ca- 
ñones y  prisioneros;  el  general  brasileño  sólo 
aceptó  los  cañones  para  distribuir  entre  los 
aliados;  respecto  a  las  banderas,  qui.'.o,  como 


PER 


320 


PICH 


un  acto  de  justicia,  que  quedaran  en  poder  de 
los  argentinos  que  tan  bizarramente  las  habían 
tomado.  Pueden  verse  estas  banderas  en  el 
Muso  Histórico  Nacional. 

Perú.  República  de  la  América  del  Sud.  El  te- 
rritoiio,  antes  de  su  conquista  porPizarro,  es- 
taba ocupado  por  los  incas.  La  ciudad  de  Lima 
fué  fundada  por  este  conquistador  el  año  1535, 
y  llegó  a  ser  la  capital  del  virreinato,  creado 
el  aflo  1544.  La  independencia  del  Perú  fué 
declarada  el  año  1821  por  el  general  San 
Martín. 

Pescadores  o  Chancay.  Combate  librado  en 
el  Perú,  el  25  de  noviembre  de  1820,  donde 
Pringles  (v.)  inmortalizó  su  nombre.  Poco  des- 
pués de  invadido  el  Perú  por  el  ejército  de  San 
Martín,  el  coronel  Alvarado,  jefe  del  regimien- 
to de  Granaderos  a  caballo,  fué  destacado  al 
Norte  de  Lima  con  el  cuerpo  de  su  mando,  a 
objeto  de  contener  algunas  tropas  españolas 
que  se  hallaban  entre  los  puertos  de  Ancón  y 
Chancay.  El  jefe  del  regimiento  hizo  destacar 
al  teniente  Juan  Pascual  Pringles,  con  20  gra- 
naderos, quien  de  pronto  fué  sorprendido  y 
atacado  por  los  enemigos, en  número deSO  hom- 
bres de  caballeria.a  las  órdenes  del  general 
D.  Gregorio  Valdés.  Pringles,  sin  atemorizar- 
se ante  el  número,  cuatro  veces  mayor,  de  la 
fuerza  enemiga,  se  aprestó  al  combate,  que  se 
llevó  a  cabo  con  empuje  irresistible,  con  gran 
encarnizamiento,  hasta  que  muertos  o  heridos 
todos  los  soldados  argentinos,  Pringles  se 
arrojó  con  su  caballo  al  mar  para  no  rendirse. 
El  general  enemigo,  al  ver  tal  arrojo,  le  pro- 
mete salvarie  la  vida  y  lo  conduce  prisionero, 
poniéndole  poco  después  en  libertad.  El  gene- 
ral San  Martín  premió  a  Pringles  y  a  su  tropa 
con  un  escudo  con  la  siguiente  inscripción: 
«Gloria  a  los  vencidos  en  Chancay». 

Pestaña  Chumacero  (Juan  Francisco).  Mili- 
tar. Gobernador  de  la  antigua  provincia  del 
Tucumán,  nombrado  por  el  virrey  del  Perú 
D.  José  Manso.  Tomó  posesión  del  cargo  en 
la  ciudad  de  Jujuy,  el  16  de  noviembre  de  1752, 
desempeñándolo  hasta  el  aflo  de  1755,  en  que 
fué  promovido  a  la  presidencia  d.:  Charcas.  El 
gobernador  Pestaña,  con  su  prudencia  y  sa- 
bias medidas,  se  granjeó  las  simpatías  de  todos 
los  habitantes  de  la  provincia. 
Peyret  (Alejo).  Educador  y  propagandista  de 
ideas  liberales  y  prácticas.  Nacido  en  1826  en 
el  Bearne,  y  estudió  en  el  Instituto  de  la  ciu- 
dad de  Pau,  hasta  que  se  trasladó  a  París  para 


D.  Aieju  i^eyret. 


alcanzar  el  diploma  de  bachiller  en  letras. 
Emigró,  junto  con  Jacques,  a  Montevideo;  lue- 
go fué  profesor  en 
el  histórico  Colegio 
del  Uruguay;  fué 
colonizador,  explo- 
rador, periodista, 
escritor.  De  1881  a 
1894,  Peyret  publi- 
có, entre  otras  co- 
sas: Los  orígenes 
del  cristianismo, 
Philosophie  de  la 
revolution  (1886), 
El  pensador  ameri- 
cano, Historia  de 
las  religiones,  Las 
máquinas  agrícolas  y  los  dos  volúmenes  de 
Una  visi'a  a  las  colonias  de  la  República,  la 
máscompleta  historia  de  la  colonización  en 
el  país. 
Pico  (José  Blas).  Militar.  Nacido  en  Buenos  Ai- 
res, en  1782.  En  las  invasiones  inelesas  empe- 
zó su  carrera  militar.  En  1810,  siendo  capitán, 
fué  nombrado  comandante  militar  de  Lujan.  Se 
batió  entre  los  sitiadores  de  Montevideo  en  el 
Cerrito,  a  fines  de  1812.  Fué  primer  goberna- 
dor intendente  de  Entre  Ríos  en  1814.  Tomó 
parte  en  el  ejército  auxiliar  del  Perú.  Fué  le- 
gislador, y  al  advenimi  nto  de  la  dictadura  se 
retiró  de  la  vida  pública,  sufriendo  algunas 
persecuciones  por  parte  de  Rosas  en  el  aflo  40. 
Derrocado  éste,  fué  nombrado  jefe  de  Policía 
de  la  capital  en  febrero  de  1852,  y  poco  des- 
pués inspector  del  cuerpo  de  Resguardos.  En 
1859  fué  electo  diputado,  y  senador  en  1868. 
El  general  Pico  falleció  en  Buenos  Aires,  el  8 
de  septiembre  de  1868. 
Picheuta  (paso  de  la  cordillera  de  los  Andes), 
en  el  camino  de  Uspallata,  donde  tuvo  lugar 
un  combate  entre  las  tropas  argentinas  y  rea- 
listas el  24  de  enero  de  1817.  El  cuerpo  de 
ejército  que  mandaba  el  general  Las  Heras, 
que  iba  por  el  camino  de  Uspallata  para  inva- 
dir a  Chile,  desprendió  unapequeña  avanzada, 
que  fué  sorprendida  en  Picheuta  por  una  par- 
tida enemiga,  compuesta  de  250  hombres,  que 
obteniendo  siete  prisioneros,  emprendió  reti- 
rada. Las  Heras  envió  en  persecución  de  di- 
chas fuerzas  al  sargento  mayor  Martínez  y  una 
sección  de  granaderos  a  caballo,  al  mando  del 
teniente  Aldao,  que  les  dio  alcance,  sostenien- 
do un  sangriento  combate. 


PICH 


-  321 


PIE 


Pichi-Carhaé  (combate».  El  5  de  marzo  de 
1S72.  Una  arran  invasión  de  indios,  que  no  ba- 
jaba de  3.CJ0,  compuesta  de  varias  tribus  co- 
ligadas y  caoitaneadas  por  el  cacique  principal 
de  las  Pampas,  Juan  Calfucurá,  entra  por  me- 
dio de  los  fortines  San  Carlos  y  Kenchuz,  en 
dirección  a  la  Verde.  En  los  dídS  6  y  7,  habién- 
doseles unido  algunas  de  las  tribus  que  esta- 
ban sometidas,  arrasaron  los  partidos  de  AI- 
vear,  25  de  mayo  y  9  de  julio.  El  general  R¡- 
vas,  que  se  había  colocado  en  Pichi-Carhué 
para  cortarles  la  retirada,  contando  con  500 
soldados  y  vecinos  y  con  1.000  indios  amigos, 
mandados  en  jefe  por  el  cacique  Cipriano  Ca- 
triel,  los  a'aca  el  día  8,  echando  pie  a  tierra 
unos  y  otros  combatientes.  La  lucha  que  se  si- 
gue es  feroz,  casi  sin  ejemplo  en  estas  guerras, 
entreverándose  y  peleando  a  sable,  lanza,  cu- 
chillo y  bola.  Los  indios  son  derrotados,  de- 
jando 200  muertos  y  algunos  prisioneros,  qui- 
tándoles  todo  el  arreo,  que  consistía  en  cerca 
de  80.000  vacunos,  16.000  yeguarizos,  etcétera. 
También  fueron  salvadas  30  personas  que  lle- 
vaban cautivas. 

Pichincha  (batalla).  Librada  en  la  República 
del  Ecuador  el  24  de  mayo  de  1822,  ganada 
por  los  ejércitos  aliados  de  la  parte  Norte  y 
Sud  de  la  .América  del  Sud.  El  general  D.  An- 
tonio José  Sucre  presentó  batalla  en  la  falda 
del  cerro  de  Pichincha  al  ejército  español,  al 
mando  del  general  D.  Melchor  de  Aymerich. 
El  combate  se  inicia  con  ardor  por  ambas  par- 
tes. El  regimiento  número  2  del  Perú,  a  las  ór- 
denes del  coronel  argentino  D.  FéHx  de  Ola- 
zábal,  que  marchaba  a  la  vanguardia,  fué  ata- 
cado, conteniendo  el  ímpetu  del  ataque  por  es- 
pacio de  algún  tiempo,  hasta  que  fueron  en- 
trando al  fuego  los  demás  cuerpos.  Después 
de  rudo  combate,  los  realistas  fueron  flanquea- 
dos y  obligados  a  refugiarse  en  la  ciudad  de 
Quito,  al  abrigo  de  sus  fuertes,  a  las  doce  del 
día.  La  caballería  independiente  que  no  tomó 
parte  en  la  batalla,  fué  lanzada  en  su  persecu- 
dón.  El  general  Sucre  intimó  rendición  a  la 
ciudad,  y  el  general  Aymerich  capituló,  entre- 
gando las  fortalezas,  las  tropas  y  el  armamen- 
to. La  pérdida  de  los  realistas  fué  de  1.200  pri- 
sioneros, 400  muertos,  190  heridos,  14  piezas 
de  artillería,  1.700  fusiles  y  sus  banderas.  La 
consecuencia  de  esta  victoria  fué  la  libertad 
del  Ecuador. 

Piedrabnena  (Luis).  Nació  en  el  pueblo  del 
Carmen  de  Patagones,  el  año  1832,  donde  re- 


cibió los  rudimentos  del  saber.  Desde  joven, 
guiado  por  la  afición  a  la  náutica,  se  embarcó 
en  los  buques  mercantes  del  río  Negro,  en  cuya 
navegación  adquirió  un  conocimiento  completo 
de  las  costas  australes,  explorando  después 
todas  sus  costas,  ríos,  is'as  y  el  Estrecho  de 
Magallanes,  e  informando  al  Gobierno  de  estas 
exploraciones  y  comisiones  que  desempeñó  con 
gran  éxito.  \  él  se  le  debe,  en  gran  parte,  la 
reivindicación  de  las  tierris  australes  de  la 
República,  sobre  las  cuales  llamó  siempre  la 
atención  del  Gobierno  en  vista  de  su  importan- 
cia y  del  abandono  en  que  se  hallaban.  Con  un 
buque  de  su  propiedad  navegaba  en  sus  últi- 
mos años  por  toda  esa  inmensa  región,  y  en 
sus  excursiones  tuvo  ocasión  de  salvar  a  mu- 
chos náufragos,  mereciendo  por  esas  acciones 
humanitarias  ser  condecorado  por  varios  Go- 
biernos europeos.  Como  experto  conocedor  de 
los  mares  del  Sud,  acompañó  en  su  explora- 
ción científica  al  teniente  Bove.  El  Gobierno 
nacional  le  otorgó  los  despachos  de  comandan- 
te de  nuestra  Armada,  dándole  el  mando  de  un 
buque  de  guerra.  Piedrabuena  murió  en  Bue- 
nos Aires,  el  11  de  agosto  de  1SS3. 

Piedras  (combate).  18  de  mayo  de  1811,  en  el 
paraje  de  este  nombre.  El  general  Rondeau 
formó  una  fuerte  vanguardia,  y  la  puso  al  man- 
do de  Art  gas.  con  orden  de  precederlo  en  la 
marcha  sobre  .Montevidio.  La  fuerza  se  com- 
ponía de  dos  buenos  ba  aliones:  uno  de  patri- 
cios, al  mando  del  comandante  D.  Miguel  E. 
Soler,  un  escuadrón  veterano  de  «Dragones  de 
la  Patrias  cuatro  piezas  y  ochocientos  y  tan- 
tos gauchos  bravos,  jinetes  consumados,  que 
componía  la  división  local,  al  mando  inmediato 
de  .artigas.  Los  españoles  sacaron  de  la  plaza 
una  división  de  infantería  y  avanzaron  al  en- 
cuentro de  los  argentinos.  Artigas  ocultó  la 
infantería  en  lo  bajo  de  una  alta  colina,  las 
piezas  y  los  dragones,  y  adelantó  sus  gauchos 
a  fondo,  con  orden  de  abrirse  y  de  hacerse 
perseguir.  Los  realistas  cayeron  en  la  celada, 
y  fueron  completamente  deshechos:  murieron 
muchos  oficiales,  entre  ellos  el  coronel  español 
D.  José  Posadas,  jefe  de  la  división. 

Piedras  (combate).  El  3  de  septiembre  de  1812, 
en  Salta.  Durante  la  retirada  del  general  Bel- 
grano  con  el  ejército  auxiliar  del  Perú,  en  ese 
año,  hostilizado  de  cerca  por  la  vanguardia 
realista,  ésta  llevó  un  ataque  vigoroso  a  su  re- 
taguardia el  día  3  de  septiembre,  sobre  el  río 
de  las  Piedras.  El  mayor  general  Díaz  Vélez, 


PIE 


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PIN 


protegido  por  los  accidentes  del  terreno,  lo- 
gró rechazar  a  las  avanzadas  del  enemigo,  el 
que  se  puso  en  fuga  al  ser  cargado  por  varios 
regimientos  patriotas  dejando  sobre  el  campo 
de  batalla  numerosos  muertos  y  heridos,  150 
fusiles  y  rescatando  además  varios  prisio- 
neros. 

Pieres  (José  María).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  año  1796.  En  1810  fué  nombrado  sub- 
teniente del  regimiento  América,  y  asistió,  en- 
tre otras  acciones  de  guerra,  al  sitio  y  rendi- 
ción de  la  plaza  de  Montevideo,  en  1814;  tomó 
también  parte  en  las  campañas  de  Chile  y  Perú 
a  las  órdenes  del  general  San  Martín,  alcan- 
zando al  grado  de  sargento  mayor  graduado 
en  1824.  Durante  la  época  de  Rosas  se  retiró 
del  ejército.  Varios  hermanos  fueron  también 
militares  y  asistieron  a  diversas  acciones  de 
guerra.  Falleció  el  20  de  febrero  de  1846,  en 
Buenos  Aires. 

Pigüé  (batalla).  Entre  las  fuerzas  de  Buenos 
Aires,  mandadas  por  los  coroneles  D.  Nicolás 
Granada,  D.  Emilio  Conesa  y  D.  Wenceslao 
Paunero,  y  las  indiadas  de  la  Pampa,  al  mando 
de  Cdfulcurá,  en  Pigüé.  El  combate  cesó  con 
la  entrada  del  sol,  quedando  ambas  fuerzas 
combatientes  sobre  el  mismo  campo.  Al  día  si- 
guiente la  batalla  se  decide  en  favor  de  los 
cristianos,  quedando  muertos  gran  número  de 
indios,  pues  se  habían  batido  al  arma  blanca 
contra  la  infantería  y  la  artillería.  15  de  fe- 
brero de  1858. 

Pilar  (combate).  El  28  de  septiembre  de  1829. 
El  gobernador  de  Mendoza,  general  Rude- 
cindo  Alvarado,  es  derrotado  en  un  combate 
que  se  libra  en  el  Pitar  contra  el  coronel  Félix 
AlJao,  que  en  combinación  con  Quiroga  y  Vi- 
llafañe  le  hacían  la  guerra.  Al  día  siguiente 
el  ejército  vencedor  entra  en  Mendoza.  Alva- 
rado fué  preso  días  después,  12  de  octubre,  y 
con  varias  otras  personas  trasladado  al  cam- 
pamento del  Retano.  Fué  respetado  por  Aldao, 
quien  le  dio  pasaporte  para  seguir  a  su  pro- 
vincia, que  era  la  de  Salta. 

Pilar  (tratado  del).  Pilar  es  un  partido  y  pueblo 
del  norte  de  la  provincia  de  Buenos  Aires. 
Fué  fundado  en  1772;  era  una  avanzada  contra 
los  indios  desde  1744.  La  montonera  se  había 
entronizado  en  la  República  Argentina,  y  el 
caudillaje  iba  triunfante.  Los  generales  López 
y  Ramírez  golpeaban  con  sus  lanzas  las  puer- 
tas de  Buenos  Aires,  gracias  a  los  disturbios 
políticos.  En  tal  situación,  el  gobernador  de 


esta  provincia,  Sr.  Sarratea,  marcha  hasta  la 
villa  del  Pilar,  y  allí,  con  el  objeto  de  poner 
término  a  la  guerra  civil,  firma  una  conven- 
ción, que  se  llamó  del  Litoral,  con  aquellos  je- 
fes, gobernadores  de  Santa  Fe  y  Entre  Ríos, 
reconociéndose  el  Gobierno  federal  como  prin- 
cipio político.  En  virtud  de  esta  paz,  y  en  me- 
dio de  festejos,  el  26  entró  el  ejército  federal 
a  la  ciudad,  recibiéndolo  y  proclamándolo  el 
gobernador  en  la  plaza  de  la  Victoria  (Mayo), 
el  23  de  febrero  de  1820. 

Pillado  (Antonio).  Comerciante.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  en  septiembre  de  1809.  Mucha  parte 
de  su  vida  la  pasó  en  combatir  a  Rosas.  Dedi- 
cado a  los  trabajos  de  campo  en  el  sur  de  la 
provincia  de  Buenos  Aires,  le  sorprendió  el 
movimiento  de  1839,  y  fué  secretario  y  amigo 
de  Castelli.  Asistió  a  la  batalla  de  Chascomús, 
y  después  de  arrostrar  graves  peligros  fué 
tomado  prisionero  y  remitido  a  Buenos  Aires, 
donde  permaneció  encarcelado  por  algún  tiem- 
po. Emigró  en  1840  para  Montevideo,  por  el 
bajo  de  San  Fernando,  después  de  ser  perse- 
guido por  una  partida  rosista,  que  dio  muerte 
a  dos  de  sus  compañeros.  Fué  comisario  de 
órdenes,  oficial  primero  y  jefe  interino  de  la 
Policía.  Contribuyó  a  la  caída  de  Rosas,  como 
sobrecargo  de  un  buque  mercante,  transpor- 
tando armas  y  municiones  para  la  campaña  que 
terminó  en  Caseros.  En  1853  jefe  interino  de 
la  Policía,  secretario  tesorero  de  la  Munici- 
palidad, etc.,  etc.  Murió  el  4  de  agosto  de  1879. 

Pinedo  (Agustín  de).  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1786.  Era  nieto  del  general  del  mismo  nom- 
bre y  apellido,  que  fué  presidente  de  la  Real 
Audiencia  de  Charcas  y  gobernador  de  la  pro- 
vincia del  Paraguay.  Tomó  parte  como  cadete 
en  la  invasión  inglesa;  asistió  a!  Cabildo  abier- 
to del  22  de  mayo  de  1810,  y  al  segundo  sitio 
y  rendición  de  Montevideo,  en  1814.  Adhirióse 
a  la  política  del  director,  general  Alvear,  y 
en  1819  ascendido  a  coronel  graduado;  fué 
nombrado  segundo  jefe  de  los  escuadrones  de 
la  escolta  directorial,  cuyo  jefe  fué  el  briga- 
dier Pueyrredón.  Tomó  participación  en  las 
luchas  civiles  de  parte  de  los  federales.  Siendo 
ya  general  encabezó  la  revolución  contra  el 
gobierno  del  general  D.  Juan  Ramón  Balcarce, 
conocida  con  el  nombre  de  revolución  de  los 
restauradores,  cuyo  jefe  fué  Rosas;  hecho  que 
ocasionó  la  deposición  de  Balcarce  y  el  nom- 
bramiento del  general  Viamonte.  Durante  la 
tiranía  ejerció  por  largo  tiempo  el  cargo  de 


PIN 


-  323 


PIN 


inspector  de  Infantería  del  ejército.  Concurrió 
a  la  batalla  de  Caseros,  el  3  de  febrero  de  1852, 
muriendo  en  el  desbande  del  ejército. 

Pinedo  (José  María  de).  Marino.  Nació  en  Cór- 
doba, en  1787.  Hermano  del  anterior.  Comenzó 
sus  servicios  en  la  marina  de  guerra  nacional 
a  las  órdenes  de  Brown  el  año  1816,  en  clase 
de  oficial,  en  las  acciones  de  la  independencia. 
Durante  la  guerra  contra  el  Imperio  del  Brasil 
comandó  la  goleta  Sarandi,  batiéndose  con  he- 
roísmo en  el  sangriento  combate  de  la  Coló- 
nia,  el  26  de  marzo  de  1826,  y  en  otros  hechos 
de  armas  de  esa  guerra.  Enviado  con  el  mismo 
buque  en  1832  a  tomar  posesión  de  las  islas 
Malüinas,  las  ocupó  el  10  de  octubre,  levantan- 
do un  acta  con  motivo  de  un  atentado  cometido 
el  aflo  anterior  por  un  buque  de  guerra  norte- 
americano .  El  entonces  comandante  Pinedo 
permanecía  de  estación  en  esta  isla,  cuando  el 
3  de  enero  de  1833  se  presentó  un  buque  de 
guerra  ingles,  obligándole  a  izar  el  pabellón 
briiánico,  pretextando  derechos  de  soberanía, 
cuya  razón  cimentaba  con  sus  poderosos  caño- 
nes. Este  hecho  lo  perjudicó  mucho  en  su  ca- 
rrera y  ha  sido  muy  reprobado,  sobre  todo 
teniendo  en  cuenta  sus  antecedentes  militares. 
En  la  época  de  Rosas  volvió  a  servir  a  las  ór- 
denes de  Brown,  con  motivo  del  bloqueo  anglo- 
francés.  El  coronel  Pinedo  falleció  en  Buenos 
Aires,  a  los  noventa  y  ocho  años  de  edad,  el  19 
de  febrero  de  1885. 

Pino  y  Rozas  (Joaquín  del).  Octavo  virrey.  Na- 
tural de  España.  Estudió  ingeniería.  Vino  al 
Río  de  la  Plata, 
siendo  ya  mariscal 
de  campo  de  los 
reales  ejércitos, 
para  tomar  pose- 
sión de  la  goberna- 
ción de  la  plaza  de 
Montevideo.  Des- 
pués de  algún  tiem- 
po pasó  a  Chile, 
donde  desempañó 
la  presidencia  de  la 
Real  Audiencia  de 
ese  país,  como  también  la  de  Charcas.  El 
virrey  Del  Pino  se  desposó  en  Buenos  Aires 
con  D."  Rafaela  de  Vera  y  Pmtado,  oriunda 
de  Santa  Fe  y  conocida  después  por  la  «virrei- 
na vieja».  El  20  de  mayo  de  1801  tomó  pose- 
sión del  virreinato  de  Buenos  Aires.  Durante 
su  gobierno  tuvo  lugar  la  aparición  del  primer 


D.    oaquin  del  Pino  y  Rozas. 


periódico  que  se  publicó  en  Buenos  Aires,  en 
1801,  redactado  por  Cabello;  en  1802,  el  segun- 
do dirigido  por  Vieytes.  La  educación  de  la  ju- 
ventud empezó  a  abrazar  un  campo  más  vasto; 
en  1801  se  abrió  una  cátedra  de  Anatomía,  bajo 
la  dirección  del  Dr.  Fabre,  y  en  1802  las  de 
Medicina  y  Química  dirigidas  ambas  por  el  doc- 
tor Argerich.  Se  estableció  también  una  escue- 
la particular  de  Pintura  y  otra  de  Francés,  am- 
bas con  permiso  del  virrey.  De  modo  que  tanto 
joven  que  sólo  conocía  dos  carreras  y  la  hol- 
ganza, como  decía  Belgrano,  empezaba  ya  a 
tener  mejores  medios  para  hacerse  útiles  al 
país  y  a  sí  mismos.  Estaba  Del  Pino  para  ser 
promovido  al  virreinato  del  Perú,  cuando  falle- 
ció en  Buenos  Aires,  el  11  de  abril  de  1804. 

Pinto  (Manuel  Guillermo).  Nació  en  Buenos  Ai- 
res en  1783;  cursó  sus  estudios  en  su  ciudad 
natal  y  los  completó  en  España.  En  1807  entró 
a  servir  en  el  cuerpo  de  Artillería  Patriotas  de 
la  Unión,  en  cuya  fila  combatió  contra  los  in- 
gleses. Cuando  se  produjo  el  movimiento  de 
Mayo,  partió  en  el  ejército  del  Alto  Perú.  De 
regreso  en  1812  fué  ascendido  a  sargento  ma- 
yor. En  1815  fué  promovido  a  coronel,  y  en 
1819,  el  director  Pueyrredón  le  confió  el  grado 
de  coronel  mayor.  Durante  la  anarquía  del  año 
20,  siempre  estuvo  del  lado  de  la  autoridad.  En 
1830  fué  miembro  de  la  Junta  de  billetes  de  ban- 
co y  electo  diputado,  siendo  reelegido  varias 
veces.  En  1834  presidió  la  Junta  de  crédito  pú- 
blico y  la  Cámara  de  Representantes.  En  1852, 
nuevamente  diputado,  y  luego,  gobernador  de 
la  provincia  en  el  mismo  año,  cargo  que  des- 
empeñó también  en  1853,  confiriéndosele  el 
grado  de  brigadier  general.  Falleció  en  el  ejer- 
cicio del  mando,  el  28  de  junio  de  1853. 

Pinzón  (Martín  Yáñez).  Navegante.  Natural  de 
España,  del  puerto  de  Palos  de  Moguer,  donde 
vivía  empleado  en  la  construcción  de  buques  y 
en  la  navegación,  cuando  en  uno  de  sus  viajes 
logró  obtener  un  manuscrito  en  el  cual  se  afir- 
maba que,  navegando  en  el  Océano  Atlántico, 
en  dirección  occidental,  podía  llegarse  a  pisar 
tierra  firme  en  las  costas  orientales  del  conti- 
nente asiático.  Este  manuscrito  le  fué  mostra- 
do a  Colón,  con  quien  formó  una  empresa  Pin- 
zón en  el  viaje  del  descubrimiento  de  América, 
mandó  la  carabela  Pinta,  y  a  bordo  de  esa  nave 
fué  el  primero  que  divisó  tierra,  en  la  noche 
del  12  al  13  de  octubre  de  1492.  A  su  regreso 
a  España  dirigió  a  los  reyes  un  memorial  des- 
de el  puerto  de  Bayona,  en  Galicia,  en  el  que 


PIN 

les  relataba  el  descubrimiento  del  Nuevo  Mun- 
do y  les  pedía  una  audiencia  pública,  que  le 
fué  negada.  Poco  tiempo  después  de  llegara 
su  hogar,  murió  en  el  puerto  de  Palos  este  no- 
table navegante,  el  11  de  julio  de  1493.  El  rey 
D.  Carlos  de  España  concedió,  años  después, 
un  escudo  de  armas  a  sus  descendientes. 

Pinzón  (Vicente  Yáflez).  Hermano  del  anterior. 
Navegante.  Natural  de  España.  Ayudó  pecu- 
niariamente a  Colón  en  su  expedición,  y  en  su 
primer  viaje  mandó  la  Niña.  De  1499  a  1501,  a 
la  cabeza  de  cuatro  carabelas,  hizo  un  viaje 
célebre  a  lo  largo  de  las  costas  de  la  América 
meridional:  descubrió  el  río  Quayana,  que  lleva 
su  nombre,  y  fué  nombrado  gobernador  de 
aquella  parte  de  la  tierra  firme,  sin  haber  re- 
clamado jamás  ningún  derecho.  En  1508  se  ade- 
lantó más  al  Sud,  con  Solís,  tomando  parte  en 
nuevos  descubrimientos.  Nada  se  sabe  de  este 
navegante  después  del  año  1523. 

Pirámide  de  Mayo.  El  día  6  de  abril  de  1811 
se  abrieron  los  cimientos  para  levantar  el  mo- 
numento que  conocido  con  el  nombre  de  pirá- 
mide se  ostenta  en  la  plaza  de  Mayo  en  la  ciu- 
dad de  Buenos  Aires.  Esta  pirámide  se  encuen- 
tra a  los  34°  36'  24"  latitud  Sud,  posición  que 
tomó  el  Sr.  Mossoti  desde  el  Observatorio  As- 
tronómico que  tenía  en  el  convento  de  Santo 
Domingo. 

Piran  (José  María).  Nació  en  Buenos  Aires,  el 

12  de  agosto  de  1804.  Ingresó  en  el  Instituto  de 
Ciencias  Exactas,  en  1821,  donde  rindió  exa- 
men de  Matemáticas.  Grado  a  grado  llegó  has- 
ta capitán,  en  cuya  graduación  revistó  en  el  re- 
gimiento de  Artillería  durante  la  guerra  del 
Brasil,  distinguiéndose  como  jefe  de  batería  en 
la  batalla  de  Ituzaingó  por  la  serenidad  y  el 
acierto  de  sus  punterías.  Actuó  en  las  luchas 
civiles,  siendo  ascendido  a  sargento  mayor  el 

13  de  agosto  de  1829.  En  1831  emigró  a  la  Ban- 
da Oriental,  donde  permaneció  hasta  1852  com- 
batiendo siempre  contra  Rosas.  Se  halló  en 
Caseros,  en  cuya  batalla  fué  ascendido  a  ge- 
neral. El  11  de  septiembre  de  1852  fué  el  jefe 
militar  de  ese  movimiento,  desempsñando  el 
ministerio  de  la  Guerra  en  el  mismo  año;  poco 
después  figuró  en  el  Parlamento  como  senador, 
diputado  y  convencional.  Murió  en  Buenos  Ai- 
res, el  25  de  agosto  de  1871. 

Piris  (José  María).  Militar.  Natural  de  Montevi- 
deo. En  1817  era  teniente  primero  del  regi- 
miento de  Granaderos,  vulgarmente  conocido 
por  el  de  Terrada,  siendo  ascendido  a  capitán 


324  —  PIT 

segundo  de  la  brigada  de  Marina,  que  debía 
marchar  en  la  Argentina.  Había  combatido  en 
Montevideo  y  Buenos  Aires  contra  los  ingle- 
ses, y  asistido  a  la  campaña  libertadora  de  la 
Banda  Oriental,  después  de  la  revolución  de 
Mayo,  y  allí  fué  aprisionado  por  Artigas,  que 
le  mortificó  duramente  por  espacio  de  cinco 
meses,  hasta  que  consiguió  fugarse  y  refugiar- 
se en  el  Brasil;  pero  sospechoso  de  ser  espía 
de  aquel  caudillo,  padeció  amargamente  por 
otros  siete  meses  que  le  mantuvieron  preso  los 
portugueses  Anduvo  peregrinando  largo  tiem- 
po, hasta  que  consiguió  regresar  a  Buenos  Ai- 
res, después  de  dos  años  de  penosas  andanzas. 
Incorporado  al  personal  de  la  Argentina  hizo 
toda  la  campaña  a  su  bordo,  y  a  su  terminación 
elevó  al  Gobierno  una  Memoria. 

Pirovano  (Ignacio).  Médico.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  año  1842.  Se  consagró  al  estudio  de  la 
Medicina,  ingresando  en  la  Facultad  de  esta 
ciudad  el  año  1866,  cursando  en  ella  conjunta- 
mente Medicina  y  Farmacia.  Se  graduó  de  doc- 
tor en  Medicina  en  el  año  1872,  habiendo  des- 
empeñado antes  el  cargo  de  director  de  Ana- 
tomía. Cuatro  después  fué  nombrado  profesor 
de  Histología,  al  regresar  de  Europa,  donde 
había  ido  a  perfeccionar  los  conocimientos  re- 
lativos a  su  profesión.  Dictó  aquella  cátedra 
hasta  1832,  en  que  pasó  a  la  de  Medicina  ope- 
ratoria. En  ambas  aulas  fué  una  revelación 
para  sus  alumnos  por  sus  vastísimos  conoci- 
mientos. Desde  1883  al  1895,  como  profesor  de 
Clínica  quirúrgica,  cimentó  su  fama,  siendo  tam- 
bién académico  titular  y  miembro  honorario  del 
Consejo  Nacional  de  Higiene.  Consarróse  asi- 
duamente a  la  práctica  de  la  Cirugía,  en  cuyo 
ejercicio  llegó  a  adquirir  gran  notabilidad.  Ilus- 
tró su  profesión  por  su  probidad  de  carácter  y 
su  profundo  sentido  clmico.  Este  notahle»ciru- 
jano,  considerado  el  primero  de  Sudamérica, 
falleció  en  Buenos  Aires  ti  2  de  julio  de  1895. 
El  sentimiento  causado  por  la  muerte  de  este 
sabio  argentino  se  reveló  en  la  ceremonia  de 
su  entierro,  que  fué  una  verdadera  apoteosis. 
Un  hospital  de  esta  ciudad  lleva  su  nombre,  y 
en  él  se  erigió  una  estatua,  inaugurada  el  6  de 
agosto  de  1900. 

Pitambalá  (combate).  27  de  diciembre  de  1816. 
Siendo  teniente  de  gobernador  de  Santiago  del 
Estero  el  mayor  D.  Gabino  Ibáñez,  es  derroca- 
do por  el  coronel  D.  Juan  Francisco  Borges, 
que  no  queriendo  obedecer  al  Gobierno  de  Tu- 
cumán,  de  quien  dependía  aquel  territorio,  ni  al 


PIZ 


325 


general  Belgrano  como  capitán  general,  había 
sublevado  las  Milicias  y  pitéstose  en  rebelión. 
Belgrano  manda  al  coronel  Lamadrid  a  batirlo, 
quien  lo  sorprende  en  Pifarnbalá  y  lo  destruye 
completamente.  Al  tercer  día  de  la  derrota  es 
tomado  Borges,  y  por  orden  del  general  es  fu- 
silado en  el  mismo  campo. 

Pizarro  (Bartolomé).  Militar,  nacido  en  Buenos 
Aires,  hijo  del  general  D.  Sebastián  Pizarro, 
jefe  del  Real  Parque  de  Artillería  del  virrei- 
nato de  Buenos  Aires.  Nació  el  15  de  marzo 
de  1773,  y  niño  aun  fué  enviado  a  España, 
donde  recibió  una  esmerada  educación  A  su 
regreso,  en  clase  de  teniente  del  regimiento  de 
Granaderos  de  infantería,  fué  destinado  por  la 
Junta  para  marchar  a  Bolivia,  en  el  año  1810. 
Al  año  siguiente  fué  promovido  a  capitán,  y  en 
1812,  después  de  haberse  batido  en  varias  ac- 
ciones de  guerra,  fué  elevado  al  grado  de  co- 
ronel. Luchó  como  segundo  de  las  milicias  de 
Cochabamba;  pero  más  tarde  fué  tomado  pri- 
sionero por  fuerzas  del  general  español  Goye- 
neche,  quien  le  propuso  perdonarle  la  vida  si 
juraba  obediencfa  al  rey,  y  a  la  rotunda  nega- 
tiva de  Pizarro,  fué  inmediatamente  fusilado, 
el  4  de  junio  de  1812. 

Pizarro  (Manuel  Didimo).  Abogado,  político  y 
periodista.  Nació  en  Córdoba,  el  10  de  abril  de 
1841.  Desde  muy  joven  se  mezcló  en  las  con- 
tiendas políticas;  fundó  y  dirigió  varios  perió- 
dicos de  oposición.  En  1861,  el  Gobierno  lineal 
de  Córdoba  lo  desterró.  En  Santa  Fe  fué  mi- 
nistro, magistrado,  convencional  y  legislador. 
Ministro  de  Estado  en  ISSO,  durante  la  prime- 
ra presidencia  del  general  D.  Julio  A.  Roca. 
Fué  elegido  más  tarde  senador  nacional,  ha- 
ciéndose notar  en  los  debates  por  su  oratoria 
agresiva  y  original. 

Plaaes  (Miguel).  Nació  a  fines  del  siglo  xvni.  Se 
alistó  en  las  filcsde  la  revolución  del  año  diez, 
y  luego  en  las  del  ejército  que  debía  hacer 
prácticos  los  principios  del  pronunciamiento  de 
Mayo.  Marchó  a  la  campaña  de  la  Banda  Orien- 
tal, y  el  1  de  junio  de  ISl  1  fué  ascendido  a  ayu- 
dante mayor  de  Dragones;  concurrió  al  primer 
sitio  de  Montevideo,  y  a  su  rendición  en  181 1 , 
y  a  la  batalla  del  Cerríto.  Combatió  en  el  ejér- 
cito auxiliar  del  Perú,  a  las  órdenes  del  gene- 
ral Rondeau.  Como  coronel  y  jefe  de  regi- 
miento h\/o  la  campaña  contra  el  Imperio  del 
Brasil,  el  año  1827,  asistiendo  a  la  batalla  de 
¡lusaiffó.  Se  ignora  la  fecha  de  su  fallecimien- 


PLA 

to.  Era  hijo  del  doctor  del  mismo  nombre  y 
apellido,  que  falleció  en  1823. 

Playas  (batalla  de  las).  El  10  de  junio  de  1863 
había  tenido  lugar  una  revolución  en  la  ciudad 
de  Córdoba,  de  donde  era  gobernador  el  doc- 
tor Posse.  Esta  revolución  fué  encabezada  por 
D.  Simón  Luengo,  individuo  obscuro,  que  con- 
siguió seducir  la  guardia  de  la  cárcel  y  armar 
a  los  presos.  Derrocadas  las  autoridades, 
Luengo  se  apoderó  de  la  situación  de  la  pro- 
vincia, ayudado  por  Peñaloza,  que  se  había  le- 
vantado en  armas  contra  el  Gobierno  de  la  na- 
ción. El  general  Paunero  (v.),  con  un  ejército 
nacional,  marcha  contra  los  revolucionarios  de 
Córdoba,  y  el  día  28  éstos,  al  mando  de  Peña- 
loza  y  Luengo,  le  presentan  batalla  en  Las 
Playas,  en  las  puertas  de  la  ciudad.  La  lucha 
fué  reñida  y  sangrientra,  teniendo  al  fin  que 
ceder  los  revolu  ionarios,  dejando  el  campo 
cubierto  de  cadáveres. 

Plaza  (Hilarión).  Militar,  nació  en  Mendoza  el 
21  de  octubre  de  1800,  y  a  los  quince  años  sen- 
tó plaza  de  cadete  en  el  regimiento  7."  de  in- 
fantería, que  comandaba  el  coronel  Conde; 
pasó  los  Andes  en  1817,  en  cuyo  año  fué  as- 
cendido a  sargento.  Se  halló  en  Chacabuco 
como  abanderado  he  hizo  la  campaña  del  Sud 
de  Chile,  asistiendo  al  sitio  y  asalto  de  Tal- 
calmano,  Cancha  Rayada  y  Maipü.  En  1820 
marchó  en  la  expedición  libertadora  del  Perú; 
asistió  a  la  toma  de  Lima,  al  sitio  del  Callao, 
siendo  sargento  mayor  graduado,  y  concurrió 
a  la  campaña  de  Puertos  Intermedios,  comba- 
tiendo en  Pasco,  Calaña  y  Zepito,  en  cuya  ac- 
ción fué  tomado  prisionero  por  los  realistas, 
permaneciendo  cautivo  hasta  el  año  1824,  año 
que  recobró  su  libertad  por  la  victoria  de  Aya- 
cucho,  y  de  regreso  a  su  patria  se  incorporó  al 
ejército  republicano  que  hizo  la  campaña  con- 
tra el  Brasil,  asistiendo  a  la  batalla  de  Ituzain- 
gó,  el  20  de  febrero  de  1827.  Al  año  siguiente 
tomó  parte  en  la  guerra  civil,  a  las  órdenes  del 
general  Paz,  y  tomado  prisionero  éste,  emigró 
a  Bolivia  en  1831.  Derrotado  Rosas,  desempe- 
ñó algunos  cargos  civiles.  El  coronel  Plaza 
murió  en  Buenos  Aires  el  15  de  junio  de  1871. 

Plaza  (José  María).  .Militar,  nacido  en  Mendoza 
en  1795.  Principió  su  carrera  en  1815,  como 
cadete  del  regimiento  8.°  de  infantería  de  lí- 
nea, en  cuya  unidad  pasó  los  Andes,  asistió  a 
Chacabuco,  Sud  de  Chile,  sitio  y  asalto  de  Taí- 
cahuano.  Cancha  Rayada,  Aíaipú.  En  1820,  en 
la  expedición  al  Perú,  se  halló  en  Pasco  como 


PLA 


-  326  - 


POC 


sargento  mayor  graduado,  toma  de  Lima,  sitio 
y  asalto  del  Callau  y  en  Ayacuclio,  en  1824. 
Murió  en  las  luclias  civiles  de  Peni,  con  el  gra- 
do de  general,  el  22  de  abril  de  1857. 

Plaza  (Pedro  Regalado).  Militar,  natural  de 
Mendoza,  en  1776.  A  los  doce  años  emoezó  su 
carrera,  asistiendo  a  las  batallas  de  Tucumán  y 
Salta;  combatió  contra  Artigas  en  la  Banda 
Oriental.  En  1816  formó  en  el  ejército  de  los 
Andes,  hallándose  en  Chacabuco  con  el  grado 
de  teniente  coronel  graduado  y  comandante 
general  del  arma  de  Artillería.  Con  la  misma 
graduación  asistió  a  Cancha  Rayada  y  a  Mai- 
pít,  cuya  acción  decidió  con  los  fuegos  de  su 
artilleria.  Murió  en  Chile,  en  1858. 

Plaza  (Victorino  de  la).  Abogado  y  publicista. 
Nació  en  la  ciudad  de  Salta,  el  2  de  noviembre 
de  1841.  Cursó 
los  primeros  es- 
tudios en  su  pro- 
vincia natal,  con- 
tinuándolos en  el 
colegio  de  Con- 
cepción del  Uru- 
guay, que  fundó 
Urquiza.  En  1862 
pasó  a  la  Univer- 
sidad de  Buenos 
Aires,  donde  se 
inició  en  los  estu- 
dios de  abogado; 
estudiosquedebió 
interrumpir  para 
alistarse  como  oficial  en  la  guerra  del  Para- 
guay, retirándose  de  ella  con  el  grado  de  capi- 
tán. En  1868,  poco  antes  de  doctorarse,  fué  se- 
cretario del  Dr.  Vélez  Sarsfield,  a  quien  se- 
cundó en  la  preparación  del  Código  civil.  En 
1871  se  le  encomendó  la  revisión  de  la  impre- 
sión del  Código  civil,  hecha  en  Norteamérica. 
En  unión  del  Dr.  Florentino  González  pro- 
yectó la  ley  del  Jurado  y  de  Procedimientos,  y 
con  el  Dr.  José  María  Rosa,  la  de  organización 
de  Tribunales  y  de  los  Procedimientos  civiles. 
Procurador  del  Tesoro,  en  1875.  Ministro  de 
Hacienda  e  interino  de  Justicia,  Culto  e  Ins- 
trucción pública,  de  Guerra  y  Marina,  durante 
el  Gobierno  del  Dr.  Avellaneda;  interventor 
en  1878,  en  Corrientes,  a  fin  de  sofocar  un 
movimiento  revolucionario  que  había  depuesto 
al  gobernador  Derqui.  En  1880,  diputado  na- 
cional por  la  provincia  de  Salta;  en  ese  mismo 
carácter,  y  como  presidente  de  la  Comisión  de 


ü.  Victorino  de  la  Plaza. 


Hacienda,  proyectó  lo  que  es  hoy  ley  de  Mo- 
neda. Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  1882, 
del  Gobierno  del  general  Roca  en  1883,  deja 
esta  cartera  por  la  de  Hacienda  hasta  marzo 
de  1885,  en  que  renunció.  Durante  el  Gobierno 
del  Dr.  Juárez  Celman,  le  fué  ofrecida  la  In- 
tendencia municipal  de  la  capital  y  también  un 
ministerio;  pero  no  aceptó,  por  razones  polí- 
ticas. Radicado  en  Londres,  cuando  el  doctor 
Pellegrini  asumió  la  Presidencia,  fué  solicitado 
para  el  arreglo  de  la  Deuda  externa,  prestan- 
do con  tal  motivo  servicios  de  verdadera  im- 
portancia, pues  consiguió,  con  su  solución, 
afianzar  el  crédito  del  país.  No  aceptó  tampoco 
el  ministerio  de  Hacienda  que  le  ofreciera  el 
presidente  Dr.  D.  Luis  Sáenz  Peña.  Permane- 
ció en  Londres  por  muchos  años.  En  1908,  mi- 
nistro de  Relaciones  Exteriores  en  el  Gobierno 
del  Dr.  Figueroa  Alcorta.  En  12  de  octubre  de 
IQlOfué  electo  vicepresidente  de  la  República. 
Presidió  el  Senado  hasta  que  la  enfermedad 
del  presidente,  Dr.  Roque  Sáenz  Peña,  en  oc- 
tubre de  1913,  le  obligó  a  ejercer  interinamente 
el  Gobierno  supremo  del  país.  Desaparecido 
el  presidente  Sáenz  Peña,  en  agosto  de  1914, 
pasó  a  ejercer  la  Presidencia  efectiva  de  la 
nación  hasta  su  término,  en  12  de  octubre  de 
1916.  Falleció  en  la  madrugada  del  2  de  no- 
viembre de  1919,  en  Buenos  Aires.  Era  el  doc- 
tor Plaza  una  inteligencia  vigorosa,  un  hombre 
tranquilo,  lleno  de  patriotismo,  en  una  pa- 
labra: en  su  larga  actuación  ha  merecido  la 
gratitud  del  país. 

Plazas.  La  plaza  de  Mayo  se  llamaba  cuando 
la  trazó  Garay,  en  1580,  plaza  Mayor;  en  1807 
se  llamó  de  la  Victoria,  en  conmemoración  de 
la  obtenida  sobre  los  ingleses.  La  plaza  Ge- 
neral Belgrano  (Monserrat)  se  llamó  plaza  de 
la  Fidelidad,  porque  en  ella  la  juraron,  en 
1806,  un  cuerpo  de  negros,  pardos  e  indios  de 
la  guarnición.  La  plaza  Nueva,  donde  está  hoy 
el  mercado  del  Plata,  se  llamó  la  plaza  de  la 
Unión,  porque  en  ella  se  hizo  la  primera  re- 
unión de  gente  para  la  reconquista.  La  plaza 
San  Martín  (Retiro),  llamada  también  Campo 
de  Marte,  se  llamó  Campo  de  la  Gloria,  por- 
que en  este  paraje  empezó  la  reconquista,  en 
el  año  1806. 

Pocito  (combate).  Asesinado  el  gobernador  de 
San  Juan,  coronel  Virasoro,  el  Gobierno  na- 
cional mandó  a  esa  provincia  una  intervención 
armada,  a  las  órdenes  del  coronel  D.  Juan 
Sáa,  gobernador  de  San  Luis,  quien  tuvo  que 


POR 


-  327 


POR 


dar  una  batalla  contra  las  fuerzas  del  nuevo 
Gobierno  que  se  había  creado,  presidido  por 
el  Dr.  Antonino  Aberastain.  A  las  once  de  la 
tnaflana  del  11  de  enero  de  1861  se  inició  el 
combate,  que  fué  encarnizado  y  duró  tres  ho- 
ras, habiendo  terminado  con  la  derrota  del 
ejército  de  Aberastain,  y  quedando  en  el  cam- 
po de  batalla  400  muertos  de  ambas  partes, 
3J0  prisioneros  y  más  de  100  heridos.  Este 
número  de  heridos  (según  el  parte  oficial  pa- 
sado por  el  jefe  de  Estado  Mayor,  coronel 
Carmen  José  Domínguez),  comparado  con  el  de 
los  muertos,  indica  de  la  manera  más  evidente 
que  éstos  lo  fueron  a  lanza  seca,  es  decir, 
después  de  rendidos  y  a  sangre  fría,  y  no  en 
el  calor  de  la  lucha.  Aberastain  fué  fusilado. 

Portezuelo  (combate).  Habido  en  la  pampa  del 
Portezuelo,  el  31  de  enero  de  1867.  Una  co- 
lumna como  de  1 .000  hombres,  al  mando  del 
revolucionario  D.  Felipe  Sáa,  ataca  a  la  reta- 
guardia del  ejército  de  operaciones  del  gene- 
ral Paunero,  que  se  retiraba  de  la  costa  del 
Desaguadero,  en  marcha  para  Río  Cuarto.  La 
victoria  fué  completa  para  las  armas  legales, 
al  mando  de  los  coroneles  José  Iseas  y  Plácido 
López,  y  dio  lugar  a  incorporar,  en  Río  Cuar- 
to, algunas  de  las  fuerzas  del  ejército  de  ope- 
raciones sobre  el  Paraguay. 

Portal  (Pedro  José).  Gobernador  constitucional 
de  la  provincia  de  Jujuy  en  tres  ocasiones:  la 
primera,  desde  el  3  de  febrero  de  1861  hasta 
1863;  la  segunda,  desde  el  3  de  febrero  de  1865 
hasta  igual  fecha  de  1867,  y  la  tercera,  desde 
el  3  de  febrero  de  1871  hasta  el  3  de  febrero 
de  1873.  En  su  primera  administración  conce- 
dió (9  de  febrero),  por  autorización  de  la  Le- 
gislatura, al  cura  y  vicario  D.  Escolástico  Ze- 
gada,  la  fundación  de  un  hospital  de  misione- 
ros apostólicos  en  la  capital,  mandando  se  les 
entregase  el  templo  de  San  Francisco;  promul- 
gó la  ley  creando  una  Comisión  del  Registro 
Oficial  para  la  reunión  por  su  orden  cronoló- 
gico de  todas  las  leyes,  decretos  y  disposicio- 
nes vigentes  de  la  provincia;  se  dio  cima  al 
trabajo  del  templo  del  Río  Blanco,  la  obra  del 
mercado  y  la  del  panteón.  A  él  se  debe,  en  la 
capital  de  Jujuy,  el  reloj  público  que  ostenta  la 
torre  del  templo  de  San  Francisco,  pedido  por 
él  a  Londres  directamente,  destinando  para  su 
compra  los  sueldos  que  ganara  como  goberna- 
dor de  la  provincia.  En  su  segunda  administra- 
ción, siendo  su  ministro  general  D.  Ignacio  N. 
Carrillo,  en  cumplimiento  de  los  decretos  del 


Gobierno  Nacional  de  abril  y  junio  de  1865, 
creó  una  fuerza  de  200  plazas  de  tropa  con 
destino  a  la  remonta  del  (ejército  de  línea,  con 
el  fin  de  aprestar  y  remitir  aquel  contingente 
al  teatro  de  la  guerra  contra  el  Paraguay,  etc., 
y  en  su  tercer  gobierno,  con  su  nombramiento 
e  instalación,  quedó  terminada  la  intervención 
nacional,  que  había  sido  encomendada  al  doc- 
tor Uladislao  Frías,  gobernador  de  Tucumán. 
Fué  su  ministro  general  D.  Pablo  Carrillo. 

Pórtela  (Ireneo).  Médico.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  en  1802.  Cursó  Medicina  en  esta  ciudad 
y  obtuvo  su  título  el  10  de  mayo  de  1824,  y  al 
ano  siguiente  fué  nombrado  cirujano  de  las  tro- 
pas acantonadas  en  el  Salto,  y  en  el  mismo  año 
fué  enviado  a  París  para  perfeccionar  sus  es- 
tudios, permaneciendo  allí  hasta  1830.  De  re- 
greso al  país  fué  elegido  diputado  en  1834  y 
reelecto  en  1836.  Se  distinguió  durante  la  epi- 
demia que  asoló  a  Buenos  .Aires  en  aquel  año, 
y  al  siguiente  dio  a  luz  un  trabajo  sobre  la 
peste  y  fué  nombrado  méd'co  del  hospital  ge- 
neral de  mujeres  y  catedrático  de  Anatomía  y 
Fisiología  de  la  Escuela  de  Medicina,  hasta 
que,  en  1838,  cesó  en  sus  funciones  porque  el 
dictador,  pretextando  falta  de  recursos,  orde" 
nó  la  clausura  de  esos  establecimientos.  No 
obstante  esto,  el  Dr.  Pórtela  continuó  desem- 
peñando ese  cargo  gratuitamente;  pero,  perse- 
guido por  Rosas,  en  1839  emigró  a  Montevi- 
deo. Ejerció  allí  su  profesión  varios  anos,  emi- 
grando al  Brasil,  en  1843,  donde  permaneció 
hasta  la  caída  del  dictador,  en  1852  A  su  re- 
greso al  país  fué  presidente  del  Consejo  de 
Higiene  pública  y  electo  diputado.  Ministro  de 
Gobierno  en  la  administración  del  Dr.  Obliga- 
do. En  1853,  durante  el  sitio,  prestó  sus  servi- 
cios médicos  entre  sus  defensores.  Formó  parte 
de  varias  asociaciones  científicas  y  fué  honra- 
do con  di  versas 
comisiones  hono- 
ríficas. En  1860 
fué  electo  con- 
vencional, y  sena- 
dor al  año  siguien- 
te. Falleció  el  24 
de  agosto  de 
1861. 

Pórtela  ( Francis- 
co). Nació  el  23  de 
julio  de  1814  Fué 
uno  de  los  funda- 
dores de  la  ciudad  D.  t-ranciscc  Pórtela. 


POS 


—  328  - 


POS 


de  Lomas  de  Zamora  (Buenos  Aires).  Fueron 
sus  padres  D.  Rafael  Pórtela  y  D."  Cipriana 
Grigera.  Fué  un  hombre  emprendedor,  de  un 
carácter  franco  y  leal.  Desempeñó  diversos 
puestos  públicos  desde  1S52.  Fué  el  primer  juez 
de  paz  de  Lomas,  por  decreto  de  28  de  diciem- 
bre de  1861,  para  llenar  sus  funciones  en  1  de 
enero  de  1862,  ordenándosele  que  «procederá 
a  disponer  se  verifique  en  el  nuevo  partido  la 
elección  de  municipales  y  suplentes  con  arre- 
glo a  la  ley,  señalan  Jo  al  efecto  el  domingo 
26  del  próximo  enero  y  dando  cuenta  del  re- 
sultado». La  ciudad  de  Lomas  de  Zamora  te- 
nía, por  el  último  censo,  59.874  habitantes. 
Posadas  (Gervasio  Antonio  de).  Hombre  pú- 
blico. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  19  de  junio 
de  1759,  cursando 
sus  estudios  en  la 
misma  ciudad.  Du- 
rante la  época  del 
coloniaje  ocupó 
diversos  cargos 
públicos,  entre 
otros  la  notaría 
del  obispado  des- 
de 1789;  en  la  épo- 
ca déla  emanci- 
pación fué  miem- 
bro del  Gobierno 
en  1813,  llegando 
a  desempeñar  el 
mando  con  el  tí- 
tulo de  director  supremo  de  las  Provincias 
Unidas,  desde  el  31  de  enero  de  1814  bas- 
te el  31  del  mismo  mes  del  ano  siguiente.  En 
agosto  de  1815  fué  perseguido  y  expatriado, 
aun  cuando  era  inocente,  dándosele  destierro 
indeterminado  por  hallarse  comprendido  en  la 
facción  de  Alvear;  deportación  que  cumplió  en 
diversos  puntos  de  la  provincia  Retirado  de 
la  vida  pública,  empezó  a  escribir  sus  Memo- 
rias el  ano  1829,  y  una  noticia  biográfica  so- 
bre el  obispo  Azamor  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  2  de  julio  de  1833.  Por  decreto  del 
gobernador  Balcarce,  de  5  de  julio  de  1833,  el 
Gobierno  dispuso  la  erección  de  un  monumento 
sepulcral  a  su  memoria,  en  el  cementerio  de  la 
Recoleta.  Posadas  fué  un  gobernante  honesto 
y  patriota;  durante  su  oeríodo  gubernativo  se 
llevaron  a  cabo  grandes  reformas  e  iniciativas 
benéficas  para  el  país.  Dice  el  Dr.  López:  «Po- 
sadas era  un  hombre  afincado,  bastante  astu- 
to, entendido  en  la  jurisprudencia  del  país  y 


D.  Gervasio  A.  Posada 


honorable,  aunque  de  un  carácter  dócil,  como 
se  necesitaba  que  fo  fuese  en  aquellas  circuns- 
tancias, pero  patriota  decidido  desde  el  pri- 
mer día». 

Posse  (Filemón).  Jurisconsulto,  magistrado  y 
hombre  público.  Nació  en  Tucumán  el  28  de 
enero  de  1S31.  Estudió  y  se  doctoró  en  la  ciu- 
dad de  Córdoba  y  ocupó  los  siguientes  pues- 
tos: asesor  fiscal  de  la  provincia  de  Córdoba 
(1855),  miembro  de  la  Convención  Constituyen- 
te, juez  de  Santa  Fe,  diputado  por  Tucumán 
ante  el  Congreso  del  Paraná  (1856),  censor  de 
la  Academia  de  práctica  forense  en  Córdoba 
(1860),  comisionado  de  los  Gobiernos  de  Tu- 
cumán y  Córdoba  ante  el  Gobierno  nacional, 
ministro  general  de  Gobierno  de  Córdoba,  di- 
putado suplente  de  Tucumán  en  el  Paraná 
(1861),  diputado  a  la  Legislatura  cordobesa  en 
varias  ocasiones,  catedrático  de  Matemáticas 
y  Física  en  Córdoba,  ministro  de  Hacienda, 
Culto  e  Instrucción  pública  en  la  misma  provin- 
cia, fiscal  general,  juez  federal  en  Catamarca 
(1864),  diputado  por  Tucumán  a  la  Convención 
Nacional  de  Santa  Fe  (1866),  rector  del  Cole- 
gio nacional  de  Córdoba  desde  1876  a  1880. 
En  18S2  se  trasladó  a  Buenos  Aires  y  fué  nom- 
brado vocal  de  la  Cámara  de  apelaciones  en 
lo  civil,  cargo  que  ocupó  hasta  1884,  año  en  el 
cual  fué  electo  diputado  nacional  por  la  pro- 
vincia de  Córdoba.  Dos  años  más  tarde  fué 
nombrado  ministro  de  Justicia,  Culto  e  Instruc- 
ción pública  de  la  nación,  cartera  que  tuvo  a 
su  cargo  hasta  el  año  1890.  Después  de  esa  fe- 
cha fué  nombrado  presidente  de  la  Cámara  de 
apelaciones  en  lo  comercial,  criminal  y  correc- 
cional, cargo  que  desempeñó  hasta  su  muerte, 
ocurrida  el  16  de  febrero  de  1893.  Escribió  mu- 
chos trabajos  jurídicos,  siendo  obra  suya  el 
proyecto  de  reformas  a  la  Constitución  de  Cór- 
doba. Dejó  inédito  un  estudio  crítico  del  Códi- 
go civil. 

Posse  (Justiniano).  Abogado.  Fué  nombrado 
gobernador  de  Córdoba,  el  17  de  marzo  de 
1862.  Su  administración  fué  laboriosa  en  el 
sentido  de  las  reformas  introducidas  en  ella, 
tales  como  el  establecimiento  de  correos  se- 
manales entre  la  ciudad  y  varios  departamen- 
tos por  donde  no  transitaban  diligencias,  co- 
rreos nacionales;  creó  un  departamento  topo- 
gráfico, etc.  Fué  depuesto  del  Gobierno,  el  10 
de  junio  del  mismo  año,  por  una  revolución, 
siendo  nomorado  D.  José  Pío  Achaval.  El  28 
del  mismo  mes  reasumió  el  mando  el  Dr.  Posse, 


POT 


329 


PRI 


pero  no  pudiendo  sostenerse  en  el  Gobierno, 
renunció  el  17  de  julio.  Una  revolución  que 
tuvo  lugar  el  2  de  marzo  de  1864,  encabezada 
por  el  batallón  de  gendarmes  de  Policía,  des- 
pués de  cometer  crímenes  y  grandes  escánda- 
los, asesina  al  ex  gobernador  Posse  al  ser  con- 
ducido preso,  al  doblar  una  esquina. 

Potosí.  Ciudad  y  provincia  de  Bolivia,  situada 
en  un  valle  a  un  costado  del  cerro  del  mismo 
nombre.  Las  minas  de  plata  de  Potosí  son  de 
fama  universal;  han  sido  en  otro  tiempo  las 
más  productivas  del  mundo.  La  ciudad  fué  fun- 
dada el  7  de  septiembre  de  1544  por  el  capitán 
Diego  de  Villarroel,  quien  con  los  hermanos 
Centeno  y  Santardía  abrió  los  cimientos  de  la 
ciudad,  siendo  sns  primeros  pobladores  170  es- 
pafloles  y  3.000  indígena*,  que  trabajaron  las 
famosas  minas  del  cerro.  Seis  aflos  antes  había 
sido  descubierta  la  mina  de  plata  que  tanta 
fama  le  dio;  su  desc;)bridor  fué  un  indio  llama- 
do Huaica  y  la  explotó  Juan  de  Villarroel.  En 
la  ciudad  de  Potosí  entró  victorioso  el  ejército 
patriota  que  mandaba  Belgrano,  en  1813,  épo- 
ca en  que  aún  conservaba  la  ciudad  el  vestigio 
de  su  antiguo  esplendor  con  sus  templos,  puen- 
tes, caminos,  lagos  artificiales  y  obras  que  re- 
cordaban los  monumentos  y  la  grandeza  roma- 
na. Las  damas  patriotas  obsequiaron  al  gene- 
ral argentino  con  una  magnífica  lámina  de  pla- 
ta cincelada,  que  actualmente  se  conserva  en 
nuestro  Museo  Histórico. 

Potrerillos  (combate).  Cuando  el  general  San 
Martín  cruzaba  la  cordillera  para  atacar  a  los 
realistas  en  Chile,  una  fuerza  española  sor- 
prende a  una  guardia  republicana  en  Picheuta, 
llevándose  varios  prisioneros.  Perseguí  los  los 
realistas  por  el  teniente  José  Aldao  (v ),  y  al- 
canzados en  Potrerillos,  24  de  enero  de  1827, 
sostiene  un  reñido  combate  y  consigue  recha- 
zar a  sus  perseguidores. 

Pozos  (combate  naval).  Librado  el  30  de  julio  de 
1826,  entre  la  escuadrilla  argentina  mandada 
por  Guillermo  Brown  y  la  escuadra  brasileña 
al  mando  de  D.  Juan  Pascual  Qrenfell.  Esta 
acción  tuvo  lugar  frente  a  la  ciudad  de  Buenos 
Aires.  La  escuadra  enemiga,  muy  superior  en 
número  a  la  argentina,  compuesta  de  20  bu- 
ques, entre  los  que  figuraban  algunos  de  60 
cañones,  fué  abordada  a  las  nueve  de  la  no- 
che, hasta  que  heridos  Brown  y  Espora  y  los 
buques  acribillados  de  balazos,  se  retiraron  a 
su  fondeadero  en  los  Pozos.  Los  buques  de 
ambas  escuadras  resultaron  con  varias  averías, 


y  principalmente  la  nave  capitana  argentina 
25  de  mayo,  con  su  capitán  Espora  gravemen- 
te herido,  que  fué  desembarcado  por  un  grupo 
de  ciudadanos  distinguidos.  En  este  mismo  si- 
tio se  libraron  varios  otros  combates  navales 
durante  la  guerra  contra  el  Brasil.  Esta  bata- 
lla fué  presenciada  por  una  muchedumbre  in- 
mensa del  pueblo  de  Buenos  Aires,  agolpada 
en  la  plaza  y  en  las  azoteas  de  las  casas  situa- 
das sobre  la  barranca. 

Pozo  de  Vargas  (combate).  El  10  de  abril  de 
1867.  En  el  punto  denominado  Pozo  de  Var- 
gas, a  tres  leguas  de  La  Rioja,  el  coronel  don 
Pablo  Irrazabal,  jefe  del  ejército  que  mandaba 
el  general  D.  Antonio  Taboada,  obtuvo  una 
brillante  victoria  sobre  la  montonera  acaudilla- 
da por  el  coronel,  titulado  general,  D.  Felipe 
Várela,  Carlos  Ángel,  Severo  y  Ambrosio 
Chumbita,  Sebastián  Elizondo,  etc.;  habiendo 
muerto  en  el  combate  el  coronel  Lorenzo  Soto, 
los  comandantes  Carlos  María  Alvarez  y  Pe- 
dro Nolasco  Herrera,  riojanos;  el  mayor  Ma- 
nuel Ortega,  chileno;  los  capitanes  Justo  Pa- 
lavecino  y  Francisco  Carrizo,  riojanos,  etc.  Ei 
ejército  de  Várela  se  componía  de  más  de  cua- 
tro mil  hombres  de  las  tres  armas,  mil  y  tantos 
de  infantería,  dos  piezas  de  artillería  y  el  resto 
de  caballería,  habiendo  entre  esta  tropa  mu- 
chos chilenos. 

Pringles  (Juan  Pascual).  Militar.  Nació  ei  13  de 
mayo  de  1795,  en  la  ciudad  de  San  Luis.  Em- 
pezó su  carrera  en  1813  en  un  cuerpo  de  Mili- 
cias de  su  provincia  natal,  en  cuyas  filas,  y 
como  oficial,  le  sorprendió  la  sublevación  de 
lo<5  prisioneros  españoles,  el  8  de  febrero  de 
1819;  acontecimiento  en  que  tuvo  una  actuación 
de  primera  línea,  combatiendo  en  favor  de  las 
autoridades,  y  sofocando  el  motín.  En  el  mis- 
mo año  se  incorporó  al  regimiento  de  Grana- 
deros a  caballo,  que  se  hallaba  en  Chile.  Sien- 
do teniente,  formó  en  la  expedición  libertado- 
ra del  Perú,  en  1820,  y  en  este  mismo  año 
tuvo  lugar  el  combate  de  Pescadores  o  Chan- 
cay  (v.).  Hizo  las  campañas  de  la  Sierra  y  de 
Puertos  Intermedios,  y  terminadas  éstas  con- 
currió a  las  batal  as  de  Junin  y  Ayacucho,  en 
1824.  Continuó  por  algún  tiempo  prestando  sus 
servicios  en  el  ejército  peruano,  con  el  grado 
de  sargento  mayor.  Con  motivo  de  la  guerra 
contra  el  Imperio  del  Brasil,  regresó  a  su  país 
para  tomar  parte  en  esa  campaña.  Con  el  gra- 
do de  teniente  coronel,  y  como  segundo  jefe 
del  regimiento  17  de  Caballería  que  comanda- 


PRO 


—  330 


PRU 


ba  el  coronel  Suárez,  asistió  a  la  batalla  de 
Itusaingó  y  al  combate  de  Las  Cañas.  En  1828 
regresó  a  Buenos  Aires  y  actuó  en  la  guerra 
civil  a  las  órdenes  de  los  generales  Lavalle, 


Paz  y  Videla  Castillo,  en  las  provincias  del  in- 
terior. Murió  en  Río  Cuarto,  combatiendo  con- 
tra las  fuerzas  de  Quiroga,  el  19  de  marzo  de 
1831. 


PROVINCIAS  ARQENTINAS.-ORIGEN  Y  FORMACIÓN  DE  LAS  PROVINCIAS 


1813-1820 

1782-1803-1810 

FORMACIÓN     DE     LAS     PROVINCIAS 

INTENDENCIAS 

Resolución 

de  la  Asamblea. 

29  de  noviembre  de  1813. 

Decretos 
del  Director  Supremo. 

1814 
Crea  las  provincias  de 

Resoluciones 
de  los  Cabildos  de  cada 

ciudad,  erigiéndose 
en  provincias  separada», 

' 

1817-1820 

1834 

/  Buenos  Aires. 
!  Santa  Fe. 
\  Entre  Ríos. 

Santa  Fe. 

Entre  Ríos. 

_            ,           Corrientes. 
Buenos  Aires..,  Banda  Orien- 

Corrientes. 
Provincia  Oriental  del 

i    tal  y  pueblos 

Rio  de  la  Plata. 

1     de   las  Mi- 

Misiones. 

\     siones. 

/  Córdoba. 

^       ,    ,       ,    \  Mendoza. 
Córdoba  del  s^„j^^^ 

Tucumán...   San  Luis. 

Intendencia  de  Cuyo 
Mendoza,  capital. 

San  Juan. 
San  Luis. 

\  La  Rioja. 

Rioja. 

/  Tucumán. 
1  Santiago  del 

Salta )    Estero. 

1  Catamarca. 

f  Tucumán. 
T^"^"-S.  del  Estero. 
'"^"- 1  Catamarca. 

Santiago. 
Catamarca. 

[Salta. 

í  Salta. 

\  Jujuy. 

Salta. 

Jujuy. 

Oran. 
Tarija. 
Santa  María. 

Jnjuy. 

Provincias   Unidas  del   Río  de  la  Plata. 

Nombre  que  tenían  las  provincias  argentinas 
y  las  que  formaban  parte  de  ellas,  durante  la 
época  de  la  independencia,  comprendidas  den- 
tro de  las  fronteras  del  antiguo  virreinato  del 
Río  de  la  Plata,  que  se  extendía  por  el  Norte 
desde  el  río  Desaguadero  y  la  ribera  Sud  del 
lago  Titicaca,  hasta  el  Cabo  de  Hornos.  Com- 
prendía las  provincias  del  Norte  o  Alto  Perú, 
y  los  territorios  que  forman  hoy  las  Repúbli- 


cas Argentina,  del  Paraguay  y  Uruguay,  y 
que  dejaron  de  formar  parte  de  él  a  medida 
que  se  fueron  independizando  del  poder  espa- 
ñol. Posteriormente,  y  durante  el  gobierno  de 
Rosas,  se  le  denominó  al  país  con  el  nombre  de 
«Confederación  Argentinas,  y  al  verificarse  la 
unión  nacional,  se  le  designó  con  el  nombre  de 
República  Argentina. 
Pmdan  (Manuel) .  Nació  en  Buenos  Aires,  en 
1800,  y  siendo  aún  muy  joven  hizo  la  campafla 


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331 


PUE 


del  Alto  Perú  en  el  ejército  argentino  como 
cadete;  fué  tomado  prisionero  en  Vilcapugio, 
y  conducido  a  las  casasmatas  de  la  fortaleza 
del  Callao,  donde  padeció  grandes  penurias  en 
los  siete  aflos  que  permaneció  preso,  hasta 
1820,  en  que  fué  canjeado  por  orden  de  San 
Martín,  y  prisionero  nuevamente  poco  después, 
el  8  de  marzo  de  1824,  fué  trasladado  de  esas 
prisiones  a  la  isla  de  los  Prisioneros,  en  cuyo 
trayecto  lograron  fugar  dos  de  sus  180  com- 
pañeros de  infortunio.  (V.  Matucana,  sor- 
teo de.) 

Puelches.  Indios  que  vivían  al  norte  del  Río 
Negro,  en  la  frontera  de  la  provincia  de  Bue- 
nos Aires,  en  los  alrededores  de  Bahía  Blanca, 
Tandil,  etc. 

Puente  Alsina  (combate).  Guerra  civil.  El  21 
de  junio  de  1S80.  El  coronel  D.  José  Inocencio 
Arias  había  sido  vencido  por  las  fuerzas  na- 
cionales al  mando  del  coronel  Racedo,  en  Oli- 
vera, en  las  cercanías  de  la  ciudad  de  Merce- 
des (provincia  de  Buenos  Aires).  Arias  se  re- 
concentra con  sus  Milicias  sobre  la  ciudad  de 
Buenos  Aires,  y  el  día  21 ,  protegido  por  los  ba- 
tallones de  Policía  y  otros  de  la  capital,  libra 
un  segundo  combate,  con  suerte  igualmente 
adversa,  en  los  alrededores  de  Puente  Alsina, 
posesionándose  los  sitiadores  de  aquel  punto 
estratégico  de  la  defensa. 

Puente  de  Márquez  (batalla).  26  de  abril  de 
1829.  Después  del  pronunciamiento  del  gene- 
ral Lavalle,  el  1  de  diciembre  de  1828,  este  ge- 
neral, al  frente  de  fuerzas  veteranas  que  ha- 
bían hecho  la  campaña  del  Brasil,  invade  a 
Santa  Fe,  provocando  al  general  Estanislao 
López  a  librar  en  una  batalla  campal  la  suerte 
de  los  partidos  en  lucha;  pero  López  responde 
haciéndole  una  guerra  tenaz  de  montonera.  El 
jefe  unitario,  no  pudiendo  resistir  este  género 
de  hostilidades,  y  teniendo  noticias  del  aniqui- 
lamiento de  la  división  que  mandaban  los  coro- 
neles Rauch  y  Estomba,  reconcentra  sus  fuer- 
zas en  la  provincia  de  Buenos  Aires.  Allí  lo  va 
a  buscar  López  con  sus  santafecinos  y  el  co- 
mandante Rosas  con  las  milicias  porteñas,  y  en 
el  Puente  de  Marques  libran  una  reñida  y  san 
grienta  batalla,  dando  por  resultado  definitivo 
que  ambas  fuerzas  proclaman  la  victoria,  pero 
las  consecuencias  fueron  favorable  al  ejército 
federal. 

Pueyrredón  (Manuel  Alejandro).  Guerrero  de 
la  independencia.  Nacido  en  la  provincia  de 
Buenos  Aires,  el  3  de  mayo  de  1802.  Dejó  va- 


D.  Juan  Martin  de  Pueyrredón. 


rius  obras  históricas  sobre  las  campañas  liber- 
tadoras de  los  ejércitos  argentinos,  en  las  que 
había  tomado  parte.  Falleció  en  el  Rosario  de 
Santa  Fe,  el  10  de  noviembre  de  1865. 
Pueyrredón  (Juan  Martín  de).  Hijo  de  D.  Juan 
Martín  Pueyrredón,  francés,  y  de  D.^  Rita  Do- 
gan,  natural  de 
Buenos  .Mres. 
Nació  en  esta  ciu- 
dad, el  18  de  di- 
ciembre de  1776. 
Independiente  por 
su  fortuna,  ilus- 
trado por  su  edu- 
cación en  Europa, 
donde  pasó  la  pri- 
mera juventud,  la 
conquista  de  Bue- 
nos Aires  por  tro- 
pas inglesas,  lo 
convierte  en  re- 
volucionario y 
soldado.  En  el  combate  de  Perdriel  cosecha 
sus  primeros  laureles,  llevando  una  carga  te- 
meraria al  centro  mismo  de  las  filas  inglesas. 
Tendido  su  caballo  por  una  bala  de  cañón,  es- 
taba a  punto  de  perecer,  cuando  uno  de  sus  ji- 
netes, acercando  el  anca  del  suyo,  recibe  al  in, 
trépido  joven,  que  de  un  salto  toma  la  grupa- 
y  desaparecen  impávidos.  Así  se  presentaba  en 
su  cuna,  brava  y  gentil,  bautizada  por  el  fue- 
go, la  después  famosa  caballería  gaucha  del 
Río  de  la  Plata.  El  12  de  agosto,  día  de  la  re- 
conquista, Pueyrredón  se  bate  en  las  calles  de 
Buenos  Aires  y  desemboca  el  primero  en  la 
plaza  de  la  Victoria,  seguido  de  sus  valientes 
Húsares,  alcanzando  a  quitar  una  banderola 
enemiga  en  momento  de  correr  al  fuerte  Be- 
resford  y  los  suyos.  El  Cabildo  premió  su  con- 
ducta con  un  escudo  de  honor,  enviándolo  en 
seguida  como  su  diputado  a  la  Corte  de  Ma- 
drid. En  tal  carácter  hizo  inútiles  reclamacio- 
nes para  mejorar  la  condición  de  sus  paisanos 
de  América,  sin  obtener  otra  cosa  que  la  con- 
firmación de  Liniers  en  el  mando  y  la  célebre 
respuesta  del  vmrúísiroCabaWQro, de  que  Buenos 
Aires  tenia  bastante  con  la  minería,  la  pastoría 
y  la  teología.  Invadida  España  (1S08)  por  el 
ejército  de  Bonaparte,  el  enviado  porteño  vue- 
la, con  peligro  de  su  existencia  hacia  su  patria; 
mas,  antes  de  conseguirlo,  es  capturado  en 
Montevideo,  y  remitido  a  Madrid  por  el  gober- 
nador Elío.  Se  escapa  en  el  Brasil  y  parte  di- 


PUE 


—  332 


PUJ 


rectamente  a  Buenos  Aires,  donde  llega  a  prin- 
cipios del  año  nueve.  Afiliado  con  los  patriotas 
que  trabajaban  en  favor  de  la  independencia, 
se  hace  sospechoso,  y  un  emisario  del  virrey 
Cisneros  lo  prende  y  encierra  en  el  cuartel  de 
Patricios.  Su  remisión  a  España  estaba  resuel- 
ta por  aquel  funcionario,  cuando  debió  su  in- 
esperada fuga  a  los  auxilios  de  Orma,  Belgra- 
no  y  Rodríguez  Peña.  Uu  buque  preparado 
para  estos  últimos  lo  condujo  a  Río  Janeiro, 
llevando  cartas  e  instrucciones  para  tratar  de 
la  emancipación  con  la  princesa  Carlota,  espe- 
sa de  D.  Juan  VI.  Reclamada  su  persona  en 
esa  Corte  por  el  representante  español,  en- 
cuentra resistencia  en  el  monarca,  a  condición 
de  que  el  joven  patricio,  poniéndose  a  la  cabe- 
za de  12.000  portugueses,  se  presente  a  las 
puertas  de  su  patria.  Una  negativa  categórica 
defrauda  las  intenciones  del  rey,  y  se  convierte 
en  desconfianza  la  benevolencia  que  le  dispen- 
saba. Este  cambio  le  hace  dudar  de  su  seguri- 
dad, y  resuelve  alejarse  prontamente.  Las  car- 
tas de  Buenos  Aires  le  daban  cuenta  al  mismo 
tiempo  de  los  preparativos  contra  Cisneros. 
Juzgando  maduro  el  proyecto,  se  embarca  se- 
cretamente a  fines  de  mayo  de  1810,  y  toma 
tierra  el  9  de  junio  siguiente,  en  la  costa  sur 
de  la  provincia.  Allí  fué  sorprendido— dice  él 
mismo— con  la  nueva  de  la  instalación  del  pri- 
mer Gobierno  patrio.  A  los  pocos  días  de  su 
arribo,  Pueyrredón  pasa  a  encargarse  del  go- 
bierno de  Córdoba;  pero  no  bien  se  ha  instala- 
do, la  Junta  lo  destina  a  la  presidencia  de 
Charcas.  El  desastre  en  Huaqui,  el  20  de  junio 
de  1811,  entrega  la  hermosa  región  del  Alto 
Perú  a  la  saña  dsl  vencedor.  Los  caudales  de- 
positados en  la  Casa  de  Moneda  de  Potosí  ha- 
brían sido  el  mejor  trofeo  de  Goyeneche,  si  el 
intrépido  presidente  de  Charcas  no  se  apodera 
de  aquellos  valores  y  los  salva  conduciéndolos 
a  Tucumán,  después  de  sostener  con  la  escasa 
tropa  que  le  acompañaba  reñidos  combates  en 
los  desfiladeros  del  tránsito,  ocupados  por  el 
enemigo.  Este  suceso  le  mereció  el  nombra- 
miento de  general  en  jefe  del  ejército  del  Perú. 
El  27  de  marzo,  Belgrano,  nombrado  para  re- 
emplazarlo, se  recibe  del  ejército  en  la  provin- 
cia de  Salta,  y  Pueyrredón  emprende  viaje  a  la 
capital,  donde  le  espera  un  asiento  en  Triunvi- 
rato, para  el  que  fué  unánimemente  nombrado 
por  la  Asamblea  reunida  en  Buenos  Aires,  el  4 
de  abril.  Durante  su  presencia  en  el  Gobierno 
tiene  lugar  la  conjuración  de  Alzaga,  en  que 


se  mostró  débil  mientras  Rivadavia  hacía  estre- 
mecer el  país  con  sus  ejecuciones.  Esta  floje- 
dad de  Pueyrredón  le  enajenó  las  simpatías  del 
partido  exaltado,  y  la  revolución  de  octubre  si- 
guiente le  alejó  de  los  negocios  públicos  hasta 
1816.  Nombrado  director  supremo  de  las  Pro- 
vincias Unidas,  por  el  Congreso  de  Tucumán. 
Durante  su  fecundo  gobierno  se  ocupó  de  la 
formación  y  el  sostenimiento  del  ejército  de  los 
Andes  y  de  la  creación  de  establecimientos 
científicos.  En  1820  emigró  del  país,  reapare- 
ciendo en  el  Gobierno  en  1829.  Algún  tiempo 
después  se  dirige  a  Europa  con  el  objeto  de 
educar  a  su  hijo.  Regresó  en  1850,  y  su  muerte 
tuvo  lugar  el  13  de  marzo  del  mismo  año,  en 
su  chacra  de  San  Isidro.  Rosas  era  su  enemigo, 
y  no  consintió  se  le  hicieran  las  exequias  debi- 
das a  su  rango. 
Pujol  (Juan  Gregorio).  Político.  Nacido  en  Sa- 
ladas, Corrientes,  el  27  de  noviembre  de  1817. 
Estudió  en  la  Uni- 
versidad de  Córdo- 
ba, donde  se  gra- 
duó en  1S3S.  Al 
ano  siguiente  dictó 
las  cátedras  de  La- 
tinidad y  Filosofía 
en  el  mismo  esta- 
blecimiento. Opo- 
sitor decidido  a  la 
política  de  Rosas, 
pasó  en  1843  a  su 
provincia,  donde 
fué  electo  represen- 
tante a  la  Legisla- 
tura, y  ésta  a  su 

vez  lo  eligió  secretario.  En  el  mismo  año  el 
gobernador  Madariaga  le  confió  las  carte- 
ras de  Guerra  y  Relaciones  Exteriores,  y 
en  la  campaña  libertadora  de  Entre  Ríos  des- 
empeñó el  cargo  de  auditor  de  guerra.  En  to- 
dos estos  puestos  dio  prueba  de  labor.  Ce ^^q 
amigo  y  confidente  del  general  Paz  lo  ,- 

paño  en  su  política,  y  luego  en  Su  5t'- ,;>..smo 
en  el  Brasil.  La  reputación  de  su  •  ,iigencia 
y  de  sus  energías  cívicas  decidí  i'  al  general 
Urquiza  a  pedirle  su  concurso,  que  fué  valio- 
sísimo por  la  adhesión  del  gobernador  Viraso- 
ro  y  toda  la  provincia  de  Corrientes.  En  1851 
fué  electo  diputado  provincial  y  ministro  ge- 
neral de  Virasoro,  en  cuyo  carácter  hizo  la 
campaña  de  1852,  asistiendo  a  la  batalla  de 
Caseros.  Fué  el  iniciador  de  la  reunión  de  los 


D.  Juan  Gregorio  Pujol. 


PUL 


333  - 


PUT 


gobernadores  y  autor  del  proyecto  del  trata- 
do de  San  Xicolás  de  los  Arroyos,  con  el  ob- 
jeto de  obtener  la  unión  nacional  con  la  capi- 
talización de  Buenos  Aires.  Fué  gobernador 
y  capitán  general  de  su  provincia.  En  su  pe- 
ríodo de  1852  hasta  1859,  sancionó  la  Constitu- 
ción, fundó  escuelas  normales,  colonias,  mu- 
seos, misiones,  construyó  puentes,  parques  y 
caminos;  adoptó  el  uso  de  la  estampilla  pos- 
tal, levantó  el  primer  censo,  creó  la  Sociedad 
de  Beneficencia,  reedificó  templos,  teatros; 
fundó  pueblos,  estableció  oficinas  meteoroló- 
gicas, levantó  la  carta  gráfica  de  la  provincia 
y  colonización,  >  muellísimas  otras  más,  que  de- 
mostraron ser  el  Dr.  Pujo  un  c  udadano  aman- 
tísimo  de  su  patria,  hombre  de  vasta  ilustra- 
ción, clara  inteligencia  y  honrabilidad.  Falle- 
ció en  Buenos  Aires,  el  16  de  agosto  de  1861. 

Fulares  (combate).  7  de  noviembre  de  1832. 
Los  coroneles  Latorre  y  Alemán,  después  de 
la  revolución  de  Salta,  el  25  de  octubre,  y  lo- 
grando reunir  fuerzas  que  pasaban  de  mil  hom- 
bres, marcharon  sobre  los  revolucionarios,  que 
contaban  con  seiscientos  hombres,  que  fueron 
soi prendidos  alas  cinco  déla  mañana  en  el 
campo  de  Fulares  (a  10  leguas  de  la  ciudad  de 
Salta),  rotos  y  hechos  pedazos  en  la  carga  que 
los  puso  en  precipitada  fuga,  dejando  en  el 
campo  de  batalla  como  cien  muertos,  muchos 
heridos  y  doscientos  prisioneros,  de  los  que 
fueron  fusilados  los  principales.  Los  jefes 
revolucionarios  coronel  C.  Puch  y  Napoleón 
Quemes,  se  fugaron  muy  al  principio,  y  el  co- 
ronel Juan  Mariano  Nadal  y  su  ayudante  don 
Felipe  Niño,  quedaron  muertos  en  el  campo. 

Punta  del  Ag^a  (combate).  Los  coroneles  don 
Ambrosio  Sandés  y  D.  José  Iseas,  derrotan 
al  coronel  Fructuoso  Ontiveros,  jefe  de  las 
montoneras  del  general  Peñaloza  (Chacho),  en 
el  Alto  de  la  Angostura  o  Punta  del  Agua, 
provincia  de  la  Rioja.  La  mortandad  hecha  en 
los  montoneros  fué  atroz. 

Punta  de  Médano  (batalla).  El  general  chile- 
no José  Miguel  Carrera,  famoso  jefe  de  mon- 
tonera en  la  República  Argentina,  dejando  sus 
excursiones  en  las  provincias  del  litoral,  se  in- 
ternó al  Sud,  al  frente  de  sus  fuerzas  con  ob- 
jeto de  invadir  a  Chile.  En  las  provincias  de 
Cuyo  es  rechazado  y  perseguido;  pero,  a  in- 
mediacios  de  Río  Cuarto  hace  frente  a  los  cu- 
yanos,  quienes,  sin  embargo  de  obtener  las 
primeras  ventajas,  se  dispersan  al  saber  la 
muerte  de  su  jefe  el  general  D.  Bruno  Morón, 
Dice.  HisT.  BioGR. 


que  cae  al  iniciarse  la  batalla.  Tras  de  este 
triunfo,  Carrera  se  hace  de  recursos  en  San 
Luis  y  sigue  su  marcha;  pero  nuevas  fuerzas 
salen  a  batirlo,  y  la  división  mendocina  al 
mando  del  comandante  de  Milicias  D.  José  Al- 
vino Gutiérrez,  logró  alcanzarlo  en  la  Punta 
del  Médano,  provincia  de  San  Juan,  y  lo  de- 
rrota completamente  el  31  de  agosto  de  1821. 

Punta  del  Monte  (combate).  Después  de  la 
batalla  de  Ñaembé,  el  26  de  enero  de  1871,  los 
rebeldes  entrerrianos  no  se  rehicieron,  sin  em- 
bargo de  quedar  algunas  fuerzas  en  pie  en  al- 
gunos puntos.  El  cabecilla  Leiva,  que  manda- 
ba una  expedición,  se  encontraba  en  el  depar- 
tamento de  Qualeguay  (Entre  Ríos),  en  el  lu- 
gar conocido  por  Punta  del  Monte,  y  allí  es 
atacado  y  derrotado  por  el  coronel  D.  Donato 
Alvarez,  haciéndoles  muchos  muertos  y  prisio- 
neros. Este  fué  el  tiltimo  combate  serio  que  se 
dio  a  los  rebeldes.  (6  de  marzo  de  1871.) 

Putaendo  o  Las  Coimas  (combate  de[).  El 
ejército  argentino,  a  las  órdenes  de  San  Mar- 
tín, acababa  de  trasponer  los  Andes,  después 
de  inmensas  fatigas,  dando  así  cima  a  la  em- 
prese  militar  más  atrevida  que  hubiera  tenido 
lugar  en  América.  El  general  Soler,  jefe  de  la 
vanguardia,  había  avanzado  rápidamente  sobre 
Putaendo  y  colocado  al  comandante  D.  Maria- 
no Necochea  cerca  del  río  Aconcagua,  con 
ciento  diez  hombres  de  caballería:  «El  enemi- 
go—dice el  general  San  Martín  en  su  parte 
del  22  al  director  supremo  de  las  provincias 
unidas  del  Rio  de  la  Plata—  recibió  refuerzos 
considerables  el  6  por  la  tarde;  en  la  misma 
noche  pasó  el  río  de  Aconcagua,  y  al  romper 
el  alba  del  dia  7  se  presentó  al  frente  del  co- 
mandante Necochea,  con  cuatrocientos  caba- 
llos, sobre  trescientos  infantes  y  dos  piezas  a 
su  retaguardia.  Este  valiente  oficial  no  vaciló 
un  instante,  mandó  retirar  sus  avanzadas,  y 
hasta  ver  al  enemigo  a  media  cuadra  no  dispa- 
ró un  solo  tiro;  encargó  la  derecha  al  capitán 
D.  Manuel  Soler,  y  la  izquierda  al  ayudante 
D.  Ángel  Pacheco;  mandó  poner  sable  en 
mano,  y  los  carga  con  la  mayor  bizarría;  los 
baten  completamente,  dejan  sobre  treinta 
muertos  en  el  campo,  toman  cuatro  prisione- 
ros heridos  y  los  persiguen,  acuchillándolos 
hasta  el  cerro  de  las  Coimas,  donde  los  pro- 
teje  su  infantería.  En  la  misma  ma'.ana,  antes 
de  la  nueve,  abandonan  precipitadamente  su 
posición  de  San  Felipe  y  repasan  al  otro  lado 
del  rio». 


PY                                -  334  -                                PY 

Py  (Luis).  Marino  argentino.  En  la  guerra  de  la  reconociendo  sus  servicios,  lo  elevó  a  la  jerar- 

Confederación  tomó  una  parte  muy  activa  al  quía  de    comodoro    de  la    Armada  nacional, 

lado  de  la  causa  sostenida  por  Buenos  Aires,  Desempeñaba  este  jefe  la  dirección  general 

y  en  la  guerra  del  Paraguay  fué  uno  de  los  de  los  depósitos  y  talleres  de  la  Armada  cuan- 

marinos  que  mayor  gloria  alcanzaron  por  su  do  acaeció  su  fallecimiento,  el  22  de  febrero 

indiscutible  valor.  El  Congreso  de  la  nación,  de  1884. 


k 


Q 


Inebracho  (combate).  El  16  de  septiembre  de 
1870.  La  segunda  división  del  ejército  del  Pa- 
raná, a  las  órdenes  del  teniente  coronel  don 
Plácido  Laconcha,  lleva  un  reconocimiento 
hasta  el  mismo  campamento,  sobre  el  arroyo 
del  Quebracho,  de  las  fuerzas  rebeldes  de  En- 
tre Ríos.  Allí  es  vigorosamente  atacado  por 
cerca  de  2.500  hombres,  no  contando  para  re- 
sistirles sino  con  700  soldados;  pero  asimismo 
los  hace  retroceder,  consiguiendo  regresar  en 
orden  hasta  su  campamento. 

Quebracho  Herrado  (batalla  del).  El  general 
Lavalle,  retirándose  al  interior  de  las  provin- 
cias con  el  ejército  con  que  había  llegado  has- 
ta las  inmediaciones  de  la  ciudad  de  Buenos 
Aires,  y  retrocedido  violentamente,  es  alcan- 
zado en  el  Quebracho  Herrado,  departamento 
de  San  Justo,  en  la  provincia  de  Córdoba,  y 
derrotado  completamente  por  el  general  don 
Manuel  Oribe,  que  mandaba  en  jefe  un  ejérci- 
to de  Rosas,  gobernador  de  Buenos  Aires.  La- 
valle  consigue  escapar  con  pequeños  cuerpos 
de  ejéicito.  Quedaron  en  el  campo  1.500  muer- 
tos de  su  ejército,  toda  la  artillería,  parque  y 
bagajes,  y  prisionera  de  guerra  toda  su  infan- 
tería, que  mandaba  el  coronel  D.  Pedro  José 
Díaz,  y  que  a  la  invitación  de  retirarse  hecha 
por  Lavalle,  cuando  todo  estaba  perdido,  con- 
testó, formando  cuadro:  El  coronel  Díaz  muere 
donde  mueren  sus  soldados,  y  sólo  se  rindió 
recibiendo  garantías  para  su  gente.  (24  de  no- 
viembre de  1840.) 

íaera  (combate  de).  El  4  de  enero  de  1875.  La 
revolución  del  24  de  septiembre  de  1874  había 
alcanzado  hasta  Jujuy,  donde  el  jefe  D.  Lau- 
reano Saravia,  en  la  Puna,  se  había  pronuncia- 
do en  armas  contra  el  Gobierno,  poniéndose  a 
la  cabeza  de  una  fuerte  división.  Allí  le  lleva 
el  ataque  el  mismo  gobernador  de  la  provincia, 


coronel  D.  José  María  Alvarez  Prado,  y  en 
Quera  lo  destruye  completamente,  haciéndole 
una  gran  mortandad  y  tomándole  prisionera  la 
mayor  parte  de  su  gente.  Con  esta  victoria 
queda  asegurada  la  tranquilidad  de  Jujuy,  al- 
terada por  aquella  revolución. 
Querandíes.  La  comarca  en  que  se  abrieron 
los  cimientos  de  la  ciudad  de  Buenos  Aires,  en 
1535,  no  era  desierta;  habitábala  una  tribu  gue- 
rrera, no  tan  numerosa  como  fuerte,  que  es  cé- 
lebre por  su  indomable  bravura  y  por  las  pe- 
nurias que  hizo  soportar  a  los  primeros  pobla- 
dores. Llamáronla  los  españoles  Querandi,  y 
algunos  historiadores  afirman  que  sus  descen- 
dientes se  han  conservado  con  el  nombre  de 
pampas.  Sea  de  esto  lo  que  fuere,  es  induda- 
ble que  era  una  tribu  errante,  que  vivía  de  la 
caza  y  de  la  pesca,  y  usaba  por  armas  las  fie 
chas  y  las  bolas  arrojadizas.  Los  españoles 
fueron  recibidos  de  paz  por  estos  indios,  y  les 
proporcionaron  todo  género  de  víveres  fres- 
cos en  abundancia.  Mas  la  dureza  y  crueldad 
con  que  les  trataron  irritó  su  salvaje  orgullo, 
y  después  de  maltratar  algunos  españoles  se 
retiraron  al  pago  de  la  Matanza,  en  las  na- 
cientes del  Riachuelo.  En  este  paraje  tuvo  lu- 
gar un  combate,  del  cual  toma  su  nombre,  en 
el  que  perecieron  muchos  españoles,  entre 
ellos  un  hermano  de  Mendoza,  quedando  los 
indios  victoriosos.  A  fines  del  mes  de  diciem- 
bre del  año  de  la  fundación  de  Buenos  Aires, 
los  querandíes  atacaron  vigorosamente  la  ciu- 
dad, qu€;mando  las  chozas  que  la  formaban  y 
algunas  de  las  naves  que  se  hallaban  en  el 
puerto,  valiéndose  para  ello  de  flechas  con 
manojos  de  paja  encendida,  que  arrojaron  so- 
bre aquéllas.  Los  querandíes  extendían  su  do- 
minación hasta  las  inmediaciones  del  sitio  en 
que  Gaboto  fundó  el  fuerte  del  Espíritu  Santo. 


QUE 


—  336  — 


QUE 


Eran  tenidos  por  grandes  corredores  y, suma- 
mente diestros  para  tomar,  con  las  boleadoras, 
animales  silvestres,  como  son:  gamas,  venados, 
avestruces,  etc. 

Quesada  (Dionisio).  Militar.  Xacido  en  Buenos 
Aires,  el  9  de  octubre  de  1793.  Comenzó  su  ca- 
rrera como  subteniente  de  Granaderos  de  Li- 
niers  el  30  de  mayo  de  1803;  dos  años  después 
asistió  al  primer  sitio  de  Montevideo,  en  1811, 
y  a  su  regreso  a  Buenos  Aires  contribuyó  a 
sofocar  el  motín  del  Cuartel  de  Patricios.  En 
1812  pasó  de  nuevo  a  la  Banda  Oriental  como 
teniente  segundo,  a  guerrear  contra  los  portu- 
gueses, y  fué  de  los  vencedores  en  Montevi- 
deo, el  20  de  junio  de  1814.  .\scendido  a  capi- 
tán en  1815,  se  halló  en  la  sublevación  de  Fon- 
teeuelas  (v.),  y  al  año  siguiente  marchó  a  San- 
ta Fe,  asistiendo  a  varias  acciones  de  guerra 
de  esa  campaña  y  a  la  toma  de  esa  ciudad.  En 
1818,  en  cla^e  de  sargento  mayor,  bajó  a  Bue- 
nos Aires  para  desempeñar  el  cargo  de  edecán 
del  director  general  Pueyrredón,  y  dos  años 
después  concurrió  a  las  batallas  de  Cepeda  y 
Cañada  de  la  Cruz,  como  edecán  de  los  gene- 
rales Rondeau  y  Soler,  respectivamente;  des- 
empeñó igual  cargo  en  las  acciones  de  Pauón 
y  Gamonal,  a  las  órdenes  del  gobernador  Do- 
rrego.  Durante  la  guerra  del  Brasil  fué  comi- 
sario general  de  guerra  del  ejército  nacional. 
Perseguido  durante  la  tiranía,  se  alistó  entre 
los  defensores  de  Montevideo,  mandando  una 
batería.  En  1852  se  halló  en  el  sitio  de  Buenos 
Aires,  donde  falleció  el  9  de  enero  de  1879. 

Quesada  (Juan  Isidro).  Militar.  Nacido  en  Bue- 
nos Aires,  el  26  de  junio  de  1802.  Se  encontró 
en  la  rendición  de  Montevideo,  en  la  campaña 
del  Alto  Perú;  y  en  SipeSipe,  como  teniente 
segundo,  fué  herido  y  tomado  prisionero  y  en- 
cerrado en  las  prisiones  del  Callao,  donde 
permaneció  cinco  años  de  sufrimientos  y  vejá- 
menes. Fué  canjeado  en  mayo  de  1821,  e  incor- 
porado de  nuevo  al  ejército,  concurrió  a  la  to- 
ma de  Lima,  sitio  y  asalto  del  Callao,  Puertos 
Intermedios,  Calaña,  Locumba,  Torata,  Mo- 
quegua,  ka.  Pisco,  Junin,  Matará,  Huanta, 
Ayacac/io.etc.  En  la  guerra  del  Brasil  asistió 
a  Ombii,  ¡tusaingó  y  Camacuá.  Desde  1828  al 
33  permaneció  alejado  del  servicio  por  no 
mezclarse  en  la  guerra  civil.  Promovido  a  te- 
niente coronel,  prestó  servicios  en  la  frontera 
Oeste  hasta  1843,  en  que  marchó  a  la  Banda 
Oriental,  sirviendo  al  Gobierno  de  Rosas.  En 
1852  asistió  a  la  batalla  de  Caseros  y  sitio  de 


Buenos  Aires,  con  el  grado  de  coronel,  y  lue- 
go a  la  jornada  de  Cepeda,  en  1S5H.  Falleció 
en  B'ienos  \ires,  el  14  de  julio  de  1890.  «El 
coronel  Quesada  dice  el  general  Mitre— es 
el  prototipo  del  militar  sudamericano.» 

Quesada  (Juan  José  de).  De  la  provincia  de 
Corrientes.  Se  alistó  en  un  buque  armado  en 
corso,  y  en  un  combate  frente  al  Cabo  de  Bue- 
na Esperanza  cayó  prisionero,  permanecien- 
do cautivo  durante  tres  años.  El  15  de  ju'io  de 
1811,  durante  el  primer  sitio  de  Montevideo, 
Quesada,  ni  frente  de  unos  pocos  soldados, 
tomó  por  asalto  la  isla  fortificada  de  las  Ra- 
tas (v.),  sorprendiendo  a  su  guarnición,  clavan- 
do la  artillería  y  tomando  muchos  prisioneros. 
As'stió  a  la  batalla  del  Cerrito  y  a  l:i  toma  y 
rendición  de  ¡Montevideo.  Marchó  a!  Alto  Perú, 
sirviendo  a  las  órdenes  de  Rondeau  y  Quemes 
hasta  1S16.  en  que  cayó  prisión  ro  en  Yaoí,  y 
fué  canjeado  en  181S  por  el  general  San  Mar- 
tín, a  cuyas  órdenes  sirvió  con  el  grado  de 
teniente  coronel  cu  las  campañas  de  Chile  y 
Perú.  En  la  campaña  contra  el  Brasil  asistió 
a  la  batalla  de  itusaingú,  por  cuya  acción  fué 
ascendido  a  coronel.  Murió  en  .Montevideo, 
en  el  año  1832. 

Quesada  (Sixto).  .Militar.  De  Buenos  Aires. 
Kacido  en  1800  Como  oficial  del  9  de  infante- 
ría hizo  las  campañas  del  Alto  Perú,  hallán- 
dose en  varias  acciones  de  guerra  y  en  el  de- 
sastre de  Sipe-Sipe  {\9i\5),  donde  fué  grave- 
mente herido.  Tomó  parte  en  la  guerra  contra 
el  Brasil,  asistiendo  ti  las  batallas  de  Ombú, 
liuzaingó.  Potreros  del  Padre  Filiberto  y  Ca- 
macuá. Se  halló  en  el  pronunciamiento  del  1 
de  diciembre  de  1828,  contra  Dorrego,  encon- 
trándose en  el  combate  de  .Xavarro.  Envuelto 
en  las  cuestiones  políticas,  fué  separado  del 
escalafón,  mereciendo  más  tarde  ser  honrado 
con  una  coinisión  delicada  por  el  general  La- 
valle.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  3  de  octu- 
bre de  1840, 

Quesada  (Vicente  G.).  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  5  de  abril  de  1830.  Después  de  cursar  estu- 
dies preparatorios  en  el  Colegio  de  D.  Alberto 
Larroque,  entró  en  la  Universidad,  donde  si- 
guió estudios  hasta  1849;  en  1855  los  completó, 
doctorándose  en  Derecho.  Desde  1852  intervi- 
no en  política  y  actuó  en  el  periodismo,  defen- 
diendo la  causa  de  la  Confederación.  En  1856 
fué  electo  diputado  al  Congreso  Nacional, 
apartándose  más  tarde  de  la  política.  En  1871 
fué  nombrado  director  de  la  Biblioteca  Pública 


or 


-  337  - 


QUI 


de  Bi'.  uoDieiMo  le  co- 

mis  I)  [uirir  en  Espa- 

ií;t  coiiia- u  •  111.1. :ii-i  .  -  ivi  jvüá  a  la  histo- 
ria coloniRl.  ¿n  1877  fuá  nombrado  ministro 
de  Gobierno  de  in  provincia  de  Buenos  Aires, 
y  en  1878  fué  electo  diputado  al  Congreso  Xa- 
cioiíal.  Eli  1SS3  fué  nombrado  ministro  Diplo- 
míiico,  cargo  que  desempeñó  ante  varios  go- 
biernos hasta  1904.  Fué  presidente  de  la  Aca- 
demia de  la  Facu  tad  de  Filosofía  y  Letras. 
Ocupan  un  rango  d  -iCüllante  en  su  obra  de 
escritor,  tres  revistas  justamente  estimadas: 
La  Ri'oisto  de  Paraná,  La  Revista  de  Buenos 
Aires  y  La  Miieoa  Revista  de  Buenos  Aires. 
Entre  sus  obras  se  destacan  Recuerdos  de  Es- 
paña, Crónicas  Potosinas,  Los  indios  en  las 
provincias  del  Rio  de  la  Plata,  Memorias  de 
un  viejo  1  V'ctor  Gálvez),  La  Sociedad  hispa- 
noamericana bajo  la  dominación  española, 
etcétera,  etc.  Dejó  numerosos  libros  inéditos, 
por  él  mismo  reunidos  en  tres  series:  Mis  me- 
morias diplomáticas,  Mis  memorias  ooliticas, 
Mis  obras  de  historia  colonial.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  el  19  de  septiembre  de  1913. 
tuichúa  (raza).  Esta  raza  era  la  más  civilizada 
de  las  que  habitaban  en  la  América  del  Sud. 
Formaban  el  p  ideroso  imperio  de  los  incas, 
cuya  capita!  era  la  ciudad  de  Cuzco,  en  el 
Perú.  Los  incas  hnbían  extendido  sus  conquis- 
tas en  el  actual  territorio  argentino  hasta  la 
provincia  de  Córdoba,  y  a  medida  que  avan- 
zaban iban  sometiendo  las  tribus  que  encon- 
traban al  paso.  AUunos  nombres  geográficos, 
como  Tucumán,  Jujuy,  Pocho,  Tinogasta,  Cos- 
quiíi,  etc..  son  de  origen  quichua.  Las  princi- 
pales tribus  eran:  calingastas,  huarpes,  cal- 
chaquics,  quilmes,  lules,  humahuacas,  etc.  En 
el  Peni  han  quedado  ruinas  de  construcciones, 
quf  demuestran  el  grado  notable  de  su  civi- 
lización. En  los  valles  calchaquíes  han  quedado 
restos  de  con^triicciones  y  objetos  de  barro, 
como  vasija=.  irMias,  etc.  La  escritura  consistía 
en  unos  cardones  de  lana  retorcida  que  se 
unían  a  otro  m  'iS  grueso,  formando  una  especie 
de  fleco.  Se  llamaban  quipus.  Confeccionaban 
tejidos  y  sabían  trabajar  algunos  metales  y 
labrar  la  tierra.  Creían  que  después  de  muer- 
tos resucitarían,  y  por  esto  acostumbraban 
pon?r  al  lado  del  cadáver  (momia)  algunas 
vasijas  con  agua  ■  .  Iimentos.  El  servicio  de 
correos  para  la  transmisión  Ue  órdenes  estaba 
bien  organizado.  Los  nombres  que  efectuaban 
el  servicio  de  correos  se  llamaban  chasqui,  y 


corriendo  siempre,  se  pasaban  del  uno  al  otro 
las  comunicaciones,  y  en  pocos  días  las  noti- 
cias llegaban  a  centenares  de  leguas  de  dis- 
tancia. A  veces,  cuando  llevaban  la  misma  di- 
rección de  un  río,  se  dejaban  llevnr  por  la  co- 
rriente, prendidos  de  un  trozo  de  madera  para 
quedar  a  flote. 

Quijadas  (combate).  El  2  de  enero  de  1841. 
Tuvo  lugar  en  el  camino  de  San  Juan  y  de  la 
Rioja,  en  la  que  triunfó  la  división  que  iba  al 
mando  de  Félix  Aldao,  contra  las  fuerzas  de 
la  provincia  de  San  Juan,  a  cuyo  frente  iba  el 
comandante  D.  .Xicolás  Vega. 

Quilmes.  Partido  y  pueblo  de  la  provincia  de 
Buenos  .\ires.  Está  situado  sobre  la  línea  del 
ferrocarril  a  Li  Plata,  y  data  del  ano  1670, 
habiendo  sido  formado  por  una  tribu  de  indios 
quilmes,  de  raza  catchaqui.  En  1 779  fué  creado 
el  partido;  en  1730  se  edificó  una  capilla,  y 
en  1769  se  creó  la  parroquia.  En  este  partido, 
en  el  paraje  conocido  por  Higueritas,  esta- 
bleció, en  el  año  de  1S15,  D.  Juan  .Manuel  de 
Rosas,  el  primer  saladero  que  hubo  en  la  dicha 
provincia.  Frente  a  este  pueblo  desembarcó, 
el  25  de  junio  de  1805,  el  ejército  británico 
para  efectuar  la  conquista  de  Buenos  Aires;  y 
el  27  de  febrero  de  1827,  Brown,  al  frente  de 
la  escuadrilla  de  la  República  Argentina,  que 
se  hallaba  en  guerra  con  el  Imperio  del  Brasil, 
ataca  a  la  escuadra  brasileña  y  los  derrota, 
después  de  hacerles  volar  una  goleta  tripulada 
por  120  hombres,  de  los  que  sólo  tres  se  sal- 
varon. 

Quilmes.  Pueblo  de  indios  de  la  jurisdicción 
de  Salta  en  el  valle  de  Calchaquí,  los  últimos 
que,  con  los  calíanos  del  mismo  valle,  se  so- 
metieron al  gobernador  del  Tucumán;  D.  Alon- 
so .Mercado  y  Villacorta,  que  les  admitió  e) 
sometimiento,  a  condición  de  .ser  divididos  y 
expatriados  a  diferentes  jurisdicciones.  Tocóle 
una  parte  a  la  de  Buenos  .^ires,  formando  con 
ellos  la  reducción  de  Santa  Cruz  de  los  Quil- 
mes, Cinco  leguas  al  Sud  de  la  ciudad,  de  que 
só  o  ha  quedado  el  nombre  de  Quilmes  al  pue- 
blo allí  existente. 

Quintana  (Hilarión  de  la).  .Militar.  Nacido  en 
San  t-ernando  de  .Maldonado  (Banda  Oriental), 
el  21  de  octubre  de  1774.  Empezó  la  carrera  de 
las  .\rmas  durante  el  coloniaje,  figurando  como 
ayudante  da  campo  del  general  Limers  en  la 
primera  invasión  inglesa,  y  como  tal  fué  en- 
viado de  parlameníario  al  general  B^  resford 
para  intimarle  rendición,  quien  le  entregó  su 


QUI 


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QUI 


espada,  rehusándola  éste.  En  1807  actuó  tam- 
bién en  los  hechos  de  armas  librados  contra  las 
invasiones,  y  en  1810  fué  uno  de  los  más  ar- 
dientes revolucionarios.  Formó  en  el  ejército 
que  puso  sitio  a  Montevideo  e  hizo  la  campaña 
de  la  Banda  Oriental  en  1811  y  12  en  clase  de 
sargento  mayor;  asistió  a  la  batalla  del  Cerri- 
to;  en  1814  fué  nombrado  comandante  de  los 
partidos  de  Entre  Ríos,  y  promovido  a  coronel 
fué  electo  teniente  gobernador  provisorio  de 
Tucumán,  nueva  provincia  creada  por  decreto 
de  8  de  octubre,  formándose  una,  independien- 
te de  la  de  Córdoba,  compuesta  de  los  pueblos 
de  San  Miguel  de  Tucumán,  Santiago  del  Es- 
tero y  Valle  de  Catamarca,  con  la  denomina- 
ción de  provincia  de  Tucumán,  teniendo  por 
capital  la  ciudad  de  este  ultimo  nombre.  Crea- 
da así  esta  provincia,  el  gobernador  Quintana 
mandó  publicar  el  decreto  del  director  Posadas 
con  repique  general  e  iluminación  por  seis  días 
consecutivos  y  con  una  salva  de  21  cañonazos. 
Pasó  luego  Quintana  a  gobernador  de  Salta, 
en  14  de  noviembre  de  1814,  y  en  marzo  de  1815 
renunció  al  gobierno  porque  no  contaba  con 
las  simpatías  de  todo  el  pueblo,  a  causa  de  no 
ser  natural  de  Salta.  Durante  su  corto  período 
auxilió  al  ejército  con  dinero,  caballos,  muías, 
etcétera.  Hizo  la  campaña  del  Alto  Perú;  lue- 
go se  trasladó  a  Mendoza,  incorporándose  al 
ejército  de  los  Andes.  Como  coronel  de  Esta- 
do Mayor,  pasó  la  cordillera,  se  halló  en  Cha- 
cabuco  y  fué  nombrado  director  delegado  de 
Chile  en  1817;  asistió  al  desastre  de  Ca/ic/za 
Rayada  y  batalla  de  Maipú,  en  cuya  acción  fué 
recomendado  por  su  denuedo  y  bizarría  como 
jefe  de  la  reserva.  En  21  de  enero  de  1819  pi- 
dió su  separación  del  ejército  argentino  en  Chi- 
le por  motivos  de  salud,  siéndole  denegada  en 
virtud  de  las  circunstancias.  Solicitada  de  nue- 
vo, regresó  a  Buenos  Aires  en  1820,  actuando 
en  los  sucesos  políticos,  siendo  nombrado  go- 
bernador delegado  el  1  de  octubre  por  medio 
del  movimiento  revolucionario.  Este  digno 
militar  falleció  en  la  Banda  Oriental  en  el 
año  1843. 
Quintana  (Manuel).  Notable  jurisconsulto  y 
hombre  de  Estado.  Nació  el  19  de  octubre 
de  1835.  Después  de  graduarse  de  doctor  en 
Leyes,  fué  elegido  diputado  a  la  Legislatura  de 
la  provincia  de  Buenos  Aires  en  1860.  Actuó 
como  secretario  de  la  Diputacióu  de  Buenos 
Aires  en  el  Congreso  del  Paraná  celebrado  en 
1861,  y  a  su  regreso  redactó  el  manifiesto  diri- 


dimel  Quintana- 


gido  a  los  electores  dando  cuenta  de  la  negati- 
va del  Congreso 
a  admitir  en  su 
seno  a  la  Dipu- 
tación de  Buenos 
Aires.  Fué  dipu- 
tado y  senador 
nacional.  Minis- 
tro de  Estado . 
Representó  a  la 
Argentina  e  n  la 
Conferencia  In- 
ternacional Ame- 
ricana, en  Was- 
hington. Siendo 
presidente  de  la 
República  falleció  en  Belgrano  (Buenos  Ai- 
res), el  12  de  marzo  de  1906. 

Quiñones  (Osorio  Luis  de).  Gobernador  de  la 
antigua  provincia  del  Tucumán  desde  1612 
a  1619.  Su  gobierno  fué  muy  pacífico;  su  amor 
a  ios  indios  grande,  fomentando  la  conversión 
de  éstos  y  la  enseñanza  de  la  religión.  Favo- 
reció mucho  a  la  Compañía  de  Jesús,  persegui- 
da a  la  sazón  en  toda  la  gobernación  del  Tu- 
cumán, porque  condenaba  el  servicio  personal 
de  los  indios.  Las  aulas  de  la  Universidad  de 
Córdoba,  cuya  erección  es  debida  al  celo  del 
obispo  fray  Hernando  de  Trejo  y  Sanabria,  se 
abrieron  en  1613.  Fundó  el  Colegio  de  la  Nue- 
va Rioja,  habiendo  otorgado  la  escritura  en  el 
año  1622,  en  cuyo  ano  dejó  de  existir  en  la  ciu- 
dad de  Santiago,  y  fué  enterrado  en  el  mismo 
Colegio. 

Quiroga  (Juan  Francisco).  Caudillo  riojano. 
Nació  en  1790.  Era  hijn  do  un  ^i-iinanino  de 
humilde  condi- 
ción, pero  avecin- 
dado en  los  llanos 
de  la  Rioja,  el 
cual  había  adqui- 
rido en  sus  faenas 
de  campo  una  re- 
gular fortuna.  En 
la  escuela  fué  al- 
tivo, huraño  y  so- 
litario; no  se  mez- 
claba con  sus  com- 
pañeros, sino  pa- 
ra acaudillarlos 
en  actos  de  rebe- 
liones o  para  darles  de  golpes.  Desde  que 
llega   a  la  edad  adulta,    el  hilo  de  su  vida 


D.  Juan  Francisco  Quiroga. 


QUI 


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QUI 


se  pierde  en  un  intrincado  laberinto  de  vuel- 
tas y  revueltas  por  los  pueblos  vecinos;  ocul- 
to unas  veces ,  perseguido  siempre,  jugan- 
do, trabajando  en  clase  de  peón,  dominando 
todo  lo  que  se  acerca  y  distribuyendo  pu- 
ñaladas. En  1806  fué  a  Chile  con  un  carga- 
mento de  granos,  por  cuenta  de  sus  padres; 
lo  jugó  con  los  troperos,  que  eran  criados 
de  su  casa,  y  los  perdió;  solía  llevar  a  San 
Juan  y  a  Mendoza  arrias  de  ganados  de  la  es- 
tancia paterna,  que  corrían  siempre  la  misma 
suerte.  En  1810  se  alistó  en  el  regimiento  de 
arribeños  que  mandaba  el  general  Ocampo. 
Más  tarde  pasó  al  ejército  de  los  Andes  y  se 
contó  entre  los  granaderos  a  caballo,  si  bien 
desertó  muy  pronto  después.  Preso  en  1818 
por  orden  del  gobernador  Dupuis  de  San  Luis, 
por  algún  tiempo  permaneció  en  la  cárcel  con- 
fundido entre  los  criminales.  La  cárcel  de  San 
Luis  debía  ser  empero  el  primer  escalón  de  su 
fama.  El  general  San  Martin  había  hecho  con- 
ducir a  esa  cárcel  un  gran  número  de  oficiales 
españoles  de  todas  graduaciones,  de  los  que 
habían  sido  tomados  prisioneros  en  Chile.  Los 
prisioneros  se  sublevaron  y  abrieron  las  puer- 
tas de  los  calabozos  de  los  criminales  ordina- 
narios,  a  fin  de  que  les  prestasen  su  ayuda 
para  la  común  evasión.  Quiroga  era  uno  de 
estos  últimos,  y  no  bien  se  vio  libre,  enarbo- 
lando  el  macho  de  los  grillos,  abrió  el  cráneo 
al  español  mismo  que  se  los  había  quitado,  y 
yendo  por  entre  el  grupo  de  los  amotinados 
dejó  una  ancha  calle  sembrada  de  cadáveres. 


Dícese  que  el  arma  de  que  hizo  uso  fué  una 
bayoneta,  y  que  los  muertos  no  pasaron  de 
tres.  Quiroga  hablaba  siempre  del  macho  de 
los  grillos  y  de  catorce  muertos.  Unido  a  otros 
soldados  y  presos,  a  quienes  su  ejemplo  alen- 
tó, se  logró  sofocar  el  alzamiento,  y  Quiroga 
por  este  acto  de  valor  quedó  reconciliado  con 
la  sociedad.  Llenó  por  completo  el  escenario 
de  las  provincias  del  norte  durante  la  intermi- 
nable lucha  civil;  fué  vencedor  en  el  Tala,  Pal- 
ma Redonda,  Rincón,  Rodeo  del  Chacón  y  en 
la  Ciudadela;  vencido  en  La  Tablada  y  Onca- 
tivo.  Fué  asesinado  en  Barranca-  Yaco,  sobre 
el  camino  de  Tucumán. 

Qvüroga.  Sarmiento  (José  Manuel  de).  Obis- 
po de  Cuyo.  Fué  también  gobernador  inten- 
dente de  San  Juan  (interino)  el  11  de  septiem- 
bre de  1841  hasta  el  8  de  octubre,  en  que  rea- 
sumió el  mando  el  gobernador  propietario  legal 
D.  Nazario  Benavides. 

Quirós  (Pedro  de).  Uno  de  los  sesenta  y  tres 
acompañantes  del  fundador  de  Buenos  Aires, 
Garay,  en  1580.  Agraciado  con  una  manza- 
na de  terreno  en  esta  ciudad,  la  actualmente 
comprendida  por  las  calles  de  Piedras,  Ta- 
cuarí,  Victoria  y  Rivadavia  —  que  divide  la 
Avenida  de  Mayo  —  y  dos  suertes  de  tierra, 
una  en  la  orilla  del  río  Paraná,  de  cuatro- 
cientas varas  de  frente,  por  una  legua  de 
fondo,  y  otra  de  tres  mil  varas  de  frente, 
por  legua  y  media  de  fondo,  en  el  actual  par- 
tido de  Las  Conchas,  provincia  de  Buenos 
Aires. 


R 


General  .D.  Eduardo  Racedo. 


Racedo  ^ Eduardo).  Militar.  Nació  el  general 
RaceJo  el  14  de  octubre  de  1843  e  ingresó  en 
el  ejército,  en 
calidad  de  aspi- 
rante, el  2  de 
marzo  de  1860. 
Estuvo  en  la  ba- 
talla de /"ayón,  li- 
brada el  17  de 
septiembre  de 
1861,  en  las  filas 
del  batallón  2.° 
de  línea,  forman- 
do parte  más  tar- 
de de  las  fuerzas 
que  marcharon  a 
Corrientes  para 
proteger  el  movimiento  iniciado  a  favor  del 
Gobierno  de  Buenos  Aires  por  el  general  Ni- 
canor Cáceres.  Su  actuación  en  la  campa- 
ña contra  el  tirano  del  Paraguay  fué  desco- 
llante, y  puede  decirse  que  estuvo  presente  en 
todos  los  grandes  hechos  de  armas.  Asistió  al 
ataque  y  toma  de  Comentes,  en  25  de  mayo 
de  1865;  batalla  de  Yatay,  el  17  de  agosto  del 
mismo  año;  rendición  de  Urugiiayana,  el  18  de 
septiembre  de  1865;  batalla  de  Estero  Bellaco, 
el  2  de  mayo  de  1866;  batalla  de  Tuyiiti,  el  24 
del  mismo  mes  y  año;  ataque  del  Boquerón,  el 
18  de  julio,  y  en  el  asalto  de  Curopayti,  el  22 
de  septiembre  del  mismo  año.  Toda  la  campaña 
la  hizo  en  el  batallón  2.°  de  Infantería  de  línea, 
del  cual  pasó  ai  12."  el  2S  de  febrero  de  1868. 
Cuando  era  sargento  mayor  y  jefe  interino  de 
ese  Cuerpo,  tuvo  ocasión  de  participar  en  la 
toma  de  Humaitá,  ei  25  de  julio  de  1868. 
Más  tnrde,  con  motivo  de  una  revolución  que 
estallara  en  Corrientes,  el  general  RaceJo 
concurrió  con  el  12.°  de  línea  para  prestar  al 


delegado  federal  el  apoyo  de  las  fuerzas  na- 
cionales. Luego,  y  con  objeto  de  evitar  las  de- 
predaciones de  los  indios,  pasó  a  hs  fronteras 
sur  y  sudeste  de  Córdoba,  en  donde  se  encon- 
traba cuando  ocurrió  el  asesinato  del  general 
Urquizay  la  conmoción  armada  en  la  provincia 
de  Entre  Ríos.  El  entonces  comandante  Race- 
do  se  batió  bravamente  en  esa  campaña,  ha- 
llándose en  la  batalla  del  Sauce,  el  20  de  mayo 
de  1870;  sorpresa  de  Villa  Urquisa  y  batalla 
de  Santa  Rosa,  librada  el  12  de  octubre  del 
mismo  año;  regresando  en  seguida  con  su 
Cuerpo  a  la  frontera,  la  que  abandonó  poco 
después  para  participar  de  la  expedición  orga- 
nizada por  el  Gobierno  Nacional  contra  los  in- 
dios ranqueles,  y  cuyo  mando  se  confió  al  ge- 
neral Arredondo.  En  mayo  de  1873,  a  causa  de 
haber  estallado  otra  revolución  en  Entre  Ríos- 
Racedo  se  incorporó  al  ejército  que  estaba  or, 
ganizando  en  Paraná  el  coronel  Juan  Ayala- 
En  esta  campaña  se  encontró  en  varios  comba. 
tes  de  guerrillas  y  en  la  batalla  de  Don  Gon- 
zalo, con  la  cual  teriiiino  la  revolución.  En  los 
sucesos  de  1874  actuó  con  las  tropas  bajo  el 
mando  del  entonces  coronel  Roca,  conquistan- 
do su  grado  de  coronel  y  regresando  en  segui- 
da al  acantonamiento  de  las  fronteras  de  Cór- 
doba, cuyo  mando  en  jefe  le  confió  el  Gobier- 
no. Allí  realizó  varias  expediciones  contra  los 
indios,  durante  las  cuales  sometió  al  cacique 
Ramón  Cabral  y  aprehendió  al  cacique  Epu- 
mer.  Hizo  también  la  campaña  contra  los  indios 
del  Sur  en  abril  de  1879,  en  calidad  de  jefe  de 
la  tercera  división  del  ejército.  Estallada  la  re- 
volución de  1880,  marchó  al  campamento  de  la 
Chacarita,  pasando  en  seguida  al  Rosario  con 
la  misión  de  organizar  el  ejército  que  el  17  de 
junio  libraba  el  combate  de  Olivera.  Cuatro 
días  más  tarde  se  encontró  en  e\  puente  Alsina, 


RAM 


-  341  - 


RAM 


de  cuyas  trincheras  se  apoderó  después  de  re- 
ñido combate.  Teriiiinada  la  revolución  volvió 
a  la  frontera,  donde  fundó  el  pueblo  de  Victo- 
rica,  y  permaneció  hasta  el  1  de  mayo  de  1883, 
fecha  en  que  sus  coprovincianos  de  Entre  Ríos 
lo  eligieron  gobernador.  Terminado  su  período 
fué  nombrado  ministro  de  Guerra  y  Marina  por 
decreto  de  12  de  octubre  de  1883,  fechi  en  que 
asumió  el  mando  pf-esidencial  el  Dr.  Juárez 
Celman.  El  10  de  abril  del  año  siguiente  el  ge- 
neral Racedo  renunció  al  ministerio,  al  que  de- 
bía volver  más  tarde,  el  3  de  marzo  de  1910, 
bajo  la  presidencia  del  Dr.  Figueroa  Alcorta. 
Falleció  en  Buenos  Aires,  a  las  siete  y  media 
de  la  tarde  del  30  de  diciembre  de  1918. 
Ramallo  (Nicasio).  Militar.  Natural  de  Buenos 
Aires.  Nació  a  fines  del  siglo  xviii.  Comenzó 
su  carrera  en  el  regimiento  de  Montañeses, 
en  1810.  Era  sargento  con  grado  de  alférez  y 
conquistó  sus  ascensos  sucesivos  en  los  cam- 
pos de  batalla,  hasta  llegar  al  grado  de  capi- 
tán del  regimiento  de  Granaderos  a  caballo, 
en  1817,  en  que  asistió  a  la  batalla  de  Chaca- 
buco,  y  por  su  conducta  heroica  fué  uno  de  los 
pocos  que  merecieron  ser  condecorad' is  con  el 
titulo  y  medalla  de  oficial  de  la  Legión  de  Mé- 
rito de  Chile,  por  el  director  O'Higgins.  Pro- 
movido a  sargento  mayor,  asistió  al  desastre 
de  Cancha  Rayada  y  a  la  batalla  de  Maipú, 
en  1818.  En  1820  marchó  a  la  expedición  al 
Perú  como  segundo  jefe  del  regimiento  de  Hú- 
sares, y  en  el  mismo  año  fué  promovido  a  te- 
niente coronel  graduado. 
Ramírez  (Francisco).  Caudillo  de  Entre  Ríos. 
Derrotó  en  el  arroyo  Ceballos  a  Montes  de 
Oca,  y  a  .Marcos  Balcarce  en  el  Saucesito. 
Tomó  el  título  de  «Supremo  Entrerriano)  Sa- 
queó a  Corrientes.  Hizo  fusilar  a  Correa  en 
Goya.  Derrotó  al  general  Lamadrid  dos  veces. 
Vencedor  en  Cepeda  y  Bajada.  Vencido  por 
Bustos  y  López  de  Santa  Fe  en  Cruz  Alta. 
Derrotó  por  completo  a  .-Xrtigas.  Derrotado  en 
San  Francisco  por  Bedoya.  El  10  ái  julio  de 
1828  fué  muerto  por  una  partida -antaftcina. 
Dice  el  general  Mitre:  «El  10  de  julio,  a  las 
siete  de  la  mañana,  fué  alcanzado  Ramírez  en 
San  Francisco  e  inmediaciones  del  Río  Seco, 
y  completamente  destrozado  se  puso  en  preci- 
pitada fuga,  acompañado  de  su  querida  dona 
Delfina  y  cinco  o  seis  soldados  que  no  lo 
abandonaron  en  aquel  trance.  Una  partida 
santafecina  lo  seguía  de  cerca  y  consiguió 
apoderarse  de  D.^  Delfina,  de  su  casaquilla  y 


de  su  sombrero.  A  los  gritos  que  daba  su  que- 
ri1a  volvió  cara  el  caudillo,  al  frente  de  dos  de 
sus  soldados,  y  consiguió  rescatarla;  pero  al 
mismo  tiempo  que  ella  se  ponia  a  salvo,  un 
pistoletazo  le  atravesó  el  corazón.  Se  abrazó 
al  pes-.uezo  del  caballo,  que,  asustado,  tomó  el 
galope,  y  a  poca  distancia  cayó  muerto,  con  la 
cabeza  envuelta  en  su  poncho  colorado-'.  La 
cabeza  de  Ramírez  fué  remitida  a  López  de 
Santa  Fe,  como  un  trofeo  y  un  presente.  Este, 
al  recibirla,  escribió  al  gobernador  Rodríguez: 
«La  heroica  Santa  Fe,  ayudada  por  el  .\lto  y 
aliadas  provincias,  ha  cortado  en  guerra  franca 
la  cabeza  del  Holofernes  amencano>\  En  se- 
guida, haciéndola  envolver  en  un  cuero  de 
carnero,  la  despachó  a  Santa  Fe,  con  orden  de 
que  se  colocara  en  la  iglesia  matriz,  encerrada 
en  una  jaula  de  hierro. 

Ramírez  :  Orozco,  Juan).  General  español.  Jefe 
de  la  vanguardia  del  ejército  realista  al  mando 
de  Pezuela,  en  posesión  de  Salta  y  Jujuy,  es- 
tablecido en  esta  última  ciudad  desde  el  16  de 
enero  hasta  fines  de  agosto.  A  los  pocos  me- 
ses de  la  ocupación  entró  el  general  Pezuela 
en  Jujuy,  donde  permaneció  hasta  emprender 
su  marcha  a  Suipacha.  En  el  mismo  día  de  su 
llegada  a  este  último  punto  (3  de  agosto),  es" 
talló  en  el  Cuzco  una  sublevación  promovida 
por  los  oficiales  capitulados  y  juramentados 
en  Salta.  Apoderáronse  éstos  del  cuartel  y  de 
las  armas  de  la  guarnición,  y  poco  después  se 
agregó  a  los  revolucionarios  el  valiente  coro- 
nel salteflo  D.  Saturnino  Castro,  uno  de  los 
que  más  se  distinguieron  en  la  acción  de  Vil- 
capujio,  contribuyendo  activamente  a  la  de- 
rrota de  los  patriotas  y  triunfo  de  los  realistas. 
El  plan  de  éste  era  ponerse,  comu  en  efecto 
se  puso,  de  acuerdo  con  el  general  Belgrano, 
para  aproximarse  con  sus  fuerzas  a  las  posi- 
ciones del  ejército  realista,  en  el  concepto  de 
que  la  rebelión  estallaría  en  la  noche  del  1  de 
noviembre.  El  plan  fué  descubierto  y  su  autor, 
el  coronel  Castro,  preso,  juzgado  y  sentencia- 
do a  ser  pasado  por  las  armas,  siendo  ejecu- 
tado en  el  Cantón  de  .Horaya.  A  este  desgra- 
ciado salteño  le  cupo  la  triste  glo'ia  de  ser  el 
primero  que  con  su  vanguardia  del  ejercito, 
realista  ocupara  las  ciudades  de  Salta  y  de 
Jujuy,  y  de  ver  emigrar  a  Tucunián  las  prin- 
cipales familias  patriotas. 

Ramírez  de  Velasco  íjuan).  Natural  de  Cas- 
tilla, en  la  provincia  de  la  Rioja,  descendiente 
de  los  reyes  de  Navarra,  sobrino  de  D.  Luis 


RAM 

de  Velasco,  ex  virrey  de  Méjico  y  primo  del 
hijo  de  éste  D.  Luis  de  Velasco,  ex  virrey  del 
Perú,  etc.,  etc.  Gobernador  de  la  antigua  pro- 
vincia del  Tucumán,  en  junio  de  1586;  gobernó 
con  rectitud,  honró  a  los  conquistadores,  re- 
munerando sus  grandes  servicios  en  cuanto  de 
él  dependía;  respetó  el  estado  eclesiástico  que 
estaba  abatido,  disponiendo  el  regreso  de  los 
sacerdotes  que  antes  se  habían  ausentado.  So- 
metió a  los  indómitos  calchaquies,  indios  los 
más  poderosos  entre  todos  los  circunvecinos, 
acaudillados  por  el  cacique  Selpitocle,  el  más 
famoso  entonces  de  todo  el  valle,  obligándoles 
a  fijar  su  residencia,  como  lo  hicieron,  en  la 
ciudad  de  Santiago  del  Estero.  Fundó  en  20 
de  mayo  de  1591  la  ciudad  de  «Todos  Santos 
de  la  Nueva  Rioja»;  en  el  año  1593  fundó 
otras  dos  poblaciones,  la  de  «San  Salvador  de 
Jujuy»  y  la  de  la  «Villa  de  Madrid  de  las  Jun- 
tas), encomendando  la  primera  a  D.  Francisco 
de  Argañarás  y  Murguía.  El  plano  de  la  ciudad 
de  Jujuy  fué  firmado  por  el  gobernador  Ve- 
lasco  y  refrendado  por  su  secretario  D.  Luis 
de  Hoyos.  En  el  gobierno  de  Ramírez  de  Ve- 
lasco,  y  a  solicitud  del  obispo  fray  Francisco 
Victoria,  durante  la  estada  de  éste  en  Lima, 

-  con  el  objeto  de  asistir  al  Concilio  III  límense, 
que  se  abrió  el  15  de  agosto  de  1582,  llegaron 
a  Salta,  en  15S6,  los  primeros  misioneros  je- 
suítas Francisco  de  Ángulo,  superior  de  la 
Misión;  el  venerable  Alonso  de  Barzana,  Juan 
Gutiérrez,  y  el  hermano  Juan  de  Villegas.  Só- 
lo permanecieron  ocho  días  en  Salta,  pasando 
luego  a  Esteco,  en  donde  fundaron  una  escue- 
la, partiendo  en  seguida  a  Santiago  del  Este- 
ro, llegando  allí  en  noviembre  del  mismo  año 
de  1586.  Ramírez  gobernó  la  provincia  del 
Tucumán  hasta  mediados  de  1593,  y  termina 
do  su  gobierno,  pasó  a  la  provincia  del  Río 
de  la  Plata,  cuyo  gobierno  ejerció  hasta 
1597,  que  se  retiró  al  Tucumán,  donde  murió 
en  1606. 

Ramírez  (Manuel).  Militar,  teniente  coronel. 
Teniente  gobernador  de  Jujuy  en  1814,  por 
estar  ya  libre  la  ciudad  del  poder  de  los  rea- 
listas, que  la  ocupaban  hasta  el  14  de  noviem- 
bre, que  por  orden  del  director  Posadas  pasó 
a  servir  el  mismo  empleo  en  Santiago  del  Es- 
tero. Por  decreto  del  referido  director,  de 
fecha  8  de  octubre  de  1814,  de  las  ciudades  de 
Salta,  Jujuy,  Oran,  Tarija  y  Santa  María  se 
formó  una  provincia,  conservando  la  denomi- 
nación de  «provincia  de  Salta»,  teniendo  por 


-  342  —  RAM 

capital  la  primera  de  dichas  ciudades,  con  un 
gobernador  intendente. 

Ramos  (Manuel).  Coronel.  Gobernador  electo 
de  la  provincia  de  Salta  en  1812,  y  por  su  fa- 
llecimiento, ocurrido  en  la  ciudad  de  La  Paz, 
el  22  de  agosto,  el  general  en  jefe  del  ejército 
realista  del  Perú,  D.  José  Manuel  de  Qoyene- 
che  y  Barreda,  mariscal  de  campo  de  los  reales 
ejércitos,  caballero  de  la  Orden  de  Santiago, 
presidente  de  la  Real  Audiencia  del  Cuzco, 
gobernador  intendente  de  su  provincia,  etcé- 
tera, nombró  gobernador  intendente  interino 
de  la  provincia  al  coronel  José  Márquez  del 
Plata.  Evacuadas  las  ciudades  de  Salta  y  Ju- 
juy por  los  patriotas,  en  agosto,  fueron  ocu- 
padas por  las  tropas  realistas  al  mando  del 
general  Pío  Tristán. 

Ramos  (Pedro).  Guerrero  de  la  independencia. 
Nacido  en  Buenos  Aires,  el  28  de  junio  de 
1795.  Sentó  plaza  de  cadete  en  el  regimiento 
de  Granaderos  a  caballo,  en  diciembre  de  1813. 
Estuvo  en  el  segundo  sitio  y  capitulación  de 
Monteoideo,  en  1814;  en  la  campaña  contra  Ar- 
tigas, en  la  campaña  de  los  Andes,  en  Chaca- 
buco,  Sudde  Chile,  Carapaligüé,  Concepción 
de  Penco,  Gavilán,  etc.  En  Carampagüé  fué 
herido.  Se  batió  bizarramente  en  Maipii. 

Ramos  Mejía  (Gregorio).  Regidor  del  Cabildo 
de  Buenos  Aires,  en  1766,  por  haber  renuncia- 
do en  su  persona  el  propietario.  El  rey  confir- 
mó el  nombramiento  en  1772.  Era  regidor  de- 
cano en  1779,  y  por  comisión  del  Cabildo  for- 
mó el  estado  general  de  los  habitantes  de  esta 
ciudad.  Escribió  dos  Memorias  sobre  organiza- 
ción del  Cabildo  de  Buenos  Aires;  la  una  en 
1782  y  la  otra  en  1790;  ambas  se  conservan 
inéditas  en  la  Biblioteca  Nacional  de  esta 
ciudad. 

Ramos  Mejfa  (Ildefonso).  Comerciante.  Nació 
en  Buenos  Aires  y  se  educó  en  el  colegio  de 
San  Carlos.  Fué  representante  a  la  Legislatu- 
ra de  Buenos  Aires,  puesto  que  ocupaba  cuan- 
do por  renuncia  del  gobernador  Sarrate  se  le 
confirió  el  mando  de  la  provincia,  el  2  de 
mayo  de  1820,  en  carácter  de  provisorio,  y  el 
7  de  junio  del  mismo  año  asumió  el  poder  en 
propiedad  con  todas  las  facultades  en  lo  polí- 
tico, económico  y  militar,  por  el  espacio  de 
ocho  meses,  con  un  consejo  de  voto  consulti- 
vo; cargo  que  se  vio  precisado  a  dimitir,  el  20 
de  junio  de  1820,  por  la  anarquía  reinante. 
Siendo  gobernador  auxilió  al  general  D.  Ma- 
nuel Belgrano  en  víspera  de  su  muerte,  por 


RAM 


343 


RAN 


cuenta  del  Tesoro,  con  la  suma  de  trescientos 
pesos  moneda  corriente,  única  cantidad  dispo- 
nible y  a  cuenta  de  sus  haberes  atrasados.  El 
15  de  noviembre  del  mismo  año  fué  nombrado 
presidente  de  la  Junta  de  representantes,  y  el 
11  de  julio  del  siguiente  desempeñó  nuevamen- 
te ese  cargo.  Cinco  años  después  fué  electo 
constituyente  por  la  capital  al  Congreso  gene- 
ral constituyente  que  sancionó  la  Constitución 
unitaria  de  1826.  Desempeñó  después  algunos 
cargos  honoríficos,  entre  otros,  el  de  comisio- 
nado para  formar  en  esta  ciudad  un  cuerpo  de 
serenos,  en  1833.  Al  advenimiento  de  la  dicta- 
dura se  retiró  de  la  vida  pública.  Dejó  de  exis- 
tir en  Buenos  Aires,  el  24  de  junio  de  1854. 

Ramos  Mejía  (José  María).  Médico.  Nacido 
en  Buenos  Aires,  el  24  de  diciembre  de  1852. 
Estudió  medicina 
en  esta  ciudad  y  se 
recibió  de  doctor 
en  1879.  Fué  médi- 
co de  los  Tribuna- 
les, vicepresidente 
déla  Municipalidad 
de  la  capital,  direc- 
tor de  Asistencia 
pública,  presidente 
del  Círculo  médico 
argentino,  dipu- 
tado nacional,  pre- 
sidente del  Depar- 
tamento  nacional 
de  higiene,  presi- 
dente del  Consejo  Nacional  de  Educación.  Ha 
publicado  varias  obras,  entre  ellas.  Las  neuro- 
sis de  los  hombres  célebres  en  la  historia  ar- 
gentina, La  locura  en  la  historia,  Alultitudes 
argentinas,  Simuladores  del  talento,  Rosas 
y  su  tiempo,  etc.  Falleció  en  1914. 

Ramsay  (Roberto).  Marino.  Natural  de  Inglate- 
rra. Vino  a  la  rada  de  Buenos  Aires  en  clase 
de  teniente  de  navio,  al  mando  del  bergantín 
de  guerra  Mistletoe,  armado  de  diez  cañones, 
en  los  momentos  en  que  se  luchaba  por  la 
emancipación,  y  como  comandante  accidental 
de  las  fuerzas  navales  ingle^^as  en  el  Río  de 
la  Plata,  prestó  grandes  servicios  al  movimien- 
to revolucionario,  aun  cuando  guardó  la  más 
estricta  neutralidad,  pero  haciendo  levantar  el 
bloqueo  del  río,  lo  que  obtuvo,  a  pesar  de  la 
decidida  oposición  de  D.  Primo  de  Rivera,  co- 
mandante del  buque  de  guerra  español  Mercu- 
rio; pues  advirtióle  a  éste  que  ante  cualquier 


Dr.  D.  José  María  Ramos 
Mejía. 


tentativa  por  parte  de  los  buques  de  guerra  es- 
pañoles de  perturbar  la  libre  navegación,  se 
vería  obligado  a  recurrir  a  la  fuerza,  de  acuer 
do  con  las  instrucciones  de  su  comandante  en 
jefe.  Este  hecho  y  otros  posteriores  le  valie- 
ron una  nota  de  reconocimiento  de  la  Junta  de 
Buenos  Aires.  Ramsay  fué  quien  condujo  en 
1810  en  su  buque  al  enviado  de  la  Junta,  coro- 
nel Terrada,  ante  el  contraalmirante  inglés 
Mr.  De  Courcy,  comandante  en  jefe  de  la  esta- 
ción naval  inglesa  en  estos  mares;  jefe  que 
también  como  Ramsay  dejó  entrever  sus  sim- 
patías por  los  principios  proclamados  en  mayo, 
lo  que  significó  a  Terrada  cuando  éste  lo  vi- 
sitara como  comisionado  de  la  Junta.  En  1811 
evitó  el  bombardeo  de  Buenos  Aires,  que  la 
escuadra  española  iba  a  llevar  a  cabo.  «El  te- 
niente Ramsay  era  un  joven  simpática  y  proce- 
día de  una  familia  distinguida  de  Escocia.  No 
sólo  frecuentaba  el  trato  de  sus  compatriotas, 
sino  también  el  de  varios  proceres  de  la  revo- 
lución, como  Larrea,  Moreno,  Vieytes,  Paso, 
Castelli  y  otros,  que  eran  sus  amigos  persona- 
les, mereciendo  franca  acogida  entre  la  prime- 
ra sociedad  bonaerense.»  Ramsay  estuvo  en 
esta  ciudad,  hasta  1825.  Falleció  en  su  país,  el 
14  de  septiembre  de  1854,  después  de  cincuenta 
y  cinco  años  de  servicios  y  siendo  contraalmi- 
rante desde  el  6  de  noviembre  de  1850. 
Rancagua;(ataque  de).  La  guerra  de  la  inde- 
pendencia'se  había  extendido  por  casi  todo  el 
continente;  el  territorio  chileno  también  era 
teatro  de  la  contienda  patriótica  de  los  ameri- 
canos. Los  jefes  chilenos  O'Higgins  y  Carrera 
habían  estado  divididos  por  cuestiones  polí- 
ticas; pero  ante  el  peligro  común,  habiendo  el 
general  español  Osorio  abierto  campaña  con- 
tra Chile,  O'Higgins,  sacrificando  magnánima- 
mente su  resentimiento,  se  prestó  a  auxiliar  a 
su  rival,  que  desempeñaba  el  Gobierno;  dan 
ambos  jefes  un  manifiesto  el  4  de  septiembre 
de  1814  y  marchan  a  campaña.  En  la  orilla  del 
río  Cachapoal  sor.  batidos  por  los  realistas, 
teniendo  que  retirarse  a  Rancagua.  Esta  ciu- 
dad se  hallaba  el  1  de  octubre  ocupada  por  un 
puñado  de  parriotas,  teniendo  por  jefe  a 
O'Higgins.  Osorio,  al  frente  de  numerosas 
fuerzas  españolas,  le  ataca  con  denuedo:  la 
resistencia  fué  tenaz,  la  lucha  sangrienta  y  lu- 
charon hasta  que  vino  la  noche  a  darles  una 
tregua  forzada.  El  combate  se  renovó  el  día  2 
con  mayor  encarnizamiento,  y  si  la  defensa  fué 
heroica,  el  ataque  fué  titánico;  pues  los  espa- 


RAT 

ñoles,  por  medio  di^I  hacha  y  de  las  llamas,  se 
abrían  camino  derribándolo  todo,  y  palmo  a 
palmo  penetraro.i  en  la  plaza  hasta  el  centro 
de  la  ciudad.  Alli  hizo  O'Higgins  su  ultima  de- 
fensa cun  200  hombres,  única  fuerza  que  le 
restaba.  Rendido  de  cansancio,  atormentado 
por  una  sed  rabiosa  y  rodeado  de  cadáveres, 
permaneció  lidiando,  hasta  que,  viéndolo  todo 
perdido  y  a  pesar  de  estar  herido,  se  puso  a  la 
cabeza  de  la  poca  gente  que  le  quedaba,  y  sa- 
ble en  mano  se  abrió  paso  por  medio  de  los 
realistas.  En  tanto  la  división  de  Carrera, 
compuesta  de  casi  una  mitad  de  los  indepen- 
dientes que  formaban  las  fuerzas  atacadas,  ha- 
bía permanecido  inmóvil  expectadora  de  este 
cuadro  de  desolación,  retirándose  al  fin  sin 
descargar  sus  armas. 

Ratas  toma  de).  Isla  en  el  mismo  puerto  de 
Montevideo,  llamada  hoyuela  Libertad.  Queda 
esta  isla  defendida  por  la  ciudad  y  por  el  fuer- 
te del  Cerro  que  domina  todo  el  fondeadero. 
La  ciudad  y  el  fuerte  la  ocupaban  en  1811  las 
fuerzas  españolas  al  mando  del  general  Elío, 
y  la  isla  se  hallaba  bien  fortificada  y  con  una 
guarnición  respetable.  Un  ejército  patriota, 
compuesto  de  argentinos  y  uruguayos  a  las 
órdenes  de  Rondeau,  sitiaba  la  plaza.  A  media 
noche  del  15  de  julio  de  1811,  75  hombres,  al 
mando  del  capitán  de  Dragones  D.  Juan  José 
Quesada  y  del  piloto  D.  Pablo  Zufriategui  (v.), 
asaltan  la  isla,  rindiendo  a  su  guarnición  y  to- 
mando muchos  prisioneros,  pólvora,  pertrechos 
de  artillería  y  el  armamento  de  la  guarnición. 
Este  golpe  de  mano,  llevado  a  cabo  bajo  los 
fuegos  de  la  plaza  y  del  cerro,  causó  suma  im- 
presión a  las  fuerzas  españolas. 

Kanch  .Federico^  Militar.  Natural  de  Alema- 
nia; fué  oficial  en  los  ejércitos  de  Napoleón  I, 
y  vino,  como  otros  tantos,  a  ofrecer  su  espada 
a  este  país.  Entró  como  teniente  segundo  del 
batallón  de  Cazadores  el  23  de  marzo  de  1819, 
y  así  llegó  hasta  la  graduación  de  coronel. 
Combatió  contra  los  indios  en  la  frontera  Sud 
de  la  provincia,  y  sobre  los  que  obtuvo  dos 
grandes  victorias,  en  1S23,  sobre  los  arroyos 
del  Pelado  y  Dulce.  Actuó  en  primera  línea  en 
el  movimiento  del  1  de  diciembre  de  1828,  que 
encabezó  el  general  Lavalle,  de  quien  fué  en- 
tusiasta partidario,  y  al  frente  de  su  regimien- 
to de  Húsares,  fuerte  de  40(J  plazas,  combatió 
en  la  batalla  de  Navarro.  Servía  a  la  causa  de 
su  partido,  cuando  el  2á  de  marzo  de  ls29  fué 
muerto  en  el  combate  de  las  Vizcacheras,  por 


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una  indiada  que  respondía  al  comandante  ge- 
neral de  la  campaña,  D  Juan  .Manuel  de 
Rosas. 

Raulet  (Pedro).  Francés.  Pertenecía  a  la  mili- 
cia en  el  Arma  de  Caballería.  Hizo  las  campa- 
ñas de  Alemania  y  España  a  las  órdenes  de 
Napoleón  I,  en  cuyo  ejército  ascendió  hasta 
sargen  o  mayor.  Después  de  la  derrota  de 
Waterloo  se  s-^paró  del  ejército  en  unión  con 
otros  compatriotas,  ysimpatizando  con  la  causa 
de  la  independencia  sudamericana,  se  incorpo- 
ró al  ejército  de  los  Andes  durante  la  campaña 
de  Chile;  pasó  luego  al  Perú,  en  donde  conti- 
nuó sus  servicios  en  el  ejército  libertador,  y 
p.ir  su  brillante  actuación  fué  comprendido 
entre  los  26  fundadores  de  la  Orden  del  Sol, 
con  el  grado  de  benemérito  pensionado.  Per- 
maneció en  esa  República  hasta  que  acusado 
de  fraguar  una  conspiración  contra  Bolívar,  en 
unión  de  otros  jefes  argentinos,  cosa  que  no 
pudo  probársele,  se  ordenó  su  destierro. 

Rawson  (Guillermo).  Aiédico.  Nacido  en  San 
Juan,  el  23  de  junio  de  1821.  Su  padre,  el  doc- 
tor norteamericano  Omán  Rawson,  le  instru- 
yó en  los  primeros  rudimentos  del  saber,  los 
cuales  amplió  luego  en  el  Colegio  de  Padres 
Jesuítas,  y  luego  en  la  Universidad  de  Medici- 
na, graduándose  de  Doctor.  Diputado  en  la  Le" 
gislatura  de  San  Juan,  no  cesó  de  conspirar 
contra  el  dictador,  siendo  él  uno  de  los  jefes 
del  movimiento  contra  el  caudillo  Benavides, 
gobernador  de  la  provincia  en  1852,  después 
del  cual  fué  perseguido,  desmostrando  enton- 
ces gran  energía  de  carácter.  Formó  parte  del 
Congreso  de  la  Federación  en  las  filas  de  los 
opositores  a  la  política  de  Urquiza,  y  más  tar- 
de en  el  Senado  de  Buenos  Aires,  donde  pro" 
nuncio  discursos  notables  sobre  la  capitaliza- 
ción de  dicha  ciudad.  En  1862,  su  provincia  lo 
eligió  senador  nacional;  pero  apenas  tomó  po- 
sesión del  cargo,  el  general  Mitre  lo  llamo  a 
desempeñar  con  fecha  13  de  octubre,  el  minis- 
terio del  Interior  en  el  Gabinete  nacional.  Su 
labor  en  ese  alto  carüo  fué  tan  variada  como 
fecunda,  y  constituyó  el  período  más  activo  de 
su  vida  pública.  En  1870  fué  miembro  de  la 
Convención  Constituyente  que  refirmó  la 
Constitución  de  Buenos  Aires,  en  cuyos  deba- 
tes desplegó  su  persuasiva  elocuencia  Poco 
tiempo  después  fué  de  nuevo  electo  senador 
nacional.  ,\sistió  al  Congreso  Médico  de  Fila- 
delfia,  al  que  presentó  su  trabajo  sobre  Esta- 
dística vital  sobre  la  ciudad  de  Buenos  Aires. 


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345  — 


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Figuró  también  en  el  Congreso  de  estadística 
reunido  en  París,  y  M.  Bertillon,  que  presidía, 
le  colocó  a  su  lado  en  la  presidencia.  En  1888 
volvió  a  ausentarse,  fijando  su  residencia  en 
París,  donde  vivió  entregado  al  estudio.  Falle- 
ció en  esta  ciudad  el  2  de  febrero  de  1890,  y 
sus  restos  fueron  reimpatriados  con  los  hono- 
res debidos  a  tan  preclaro  patricio,  y  el  29  de 
septiembre  de  1892  se  inauguró  su  monumen- 
to en  la  Recoleta.  Es  una  de  las  figuras  más 
austeras  y  brillantes  entre  los  estadistas  ar- 
gentinos, por  sus  talentos  y  virtudes,  desco- 
llando en  primera  línea  entre  los  oradores  par- 
lamentarios contemporáneos. 

Real  Audiencia  Pretorial.  W  virrey  maris- 
cal D.  Xicolás  del  Camp'>,  marqués  de  Lore- 
to,  que  se  recibió  del  mando  el  7  de  marzo 
de  1784,  se  le  ordenó  instalar  la  Real  .\udien- 
cia  Pretorial  de  Buen- is  Aires,  haciéndolo  así 
el  S  de  agosto  de  1785.  La  jurisdicción  de  esta 
Audiencia  como  tribunal  abrazaba  todos  los 
territorios  provinciales  hasta  Salta;  de  Salta 
para  adelante  hasta  el  Desaguadero,  la  ejer- 
cía la  .\udiencia  de  Charca^,  pero  como  tribu- 
nal contencioso  en  lo  administrativo  o  corte, 
la  Audiencia  de  Buenos  Aires,  cuyo  presiden- 
te nato  era  el  virrey,  ejercía  jurisdicción  polí- 
tica sobre  todo  el  virreinato. 

Real  Colegio  de  San  Carlos  (hoy  Colegio 
Nacional  Buenos  .\ires).  Fundado  por  el  pro- 
gresista virrey  D  Juan  José  de  Vértiz  y  Sal- 
cedo en  1783.  La  juventud  de  Buenos  Aires  se 
veía  obligada  para  obtener  un  título  universi- 
tario a  pasar  a  Córdoba,  a  Chile  o  a  Chuqui- 
saca.  Vértiz  se  propuso  crear  una  Universidad, 
y  mientras  tanto  estableció  un  colegio  de  hu- 
manidades. El  real  convictorio  o  Colegio  de 
San  Carlos  fué  creado,  instalándose  en  el  edi- 
ficio que  hasta  hace  poco  ocupaba  el  Colegio 
Nacional.  Fué  su  primer  rector  el  Dr  Juan 
Baltasar  .Maciel,  sacerdote  ilustrado.  Treinta 
y  cinco  años  duró  esta  institución  de  Vértiz. 
El  Dr.  D  Juan  María  Gutiérrez,  en  sus  Noti- 
cias históricas  sohre  el  origen  y  desarrollo  de 
la  enseñanza  superior  en  Buenos  Aires,  dice: 
«Dicha  institución  recibió  la  denominación  de 
San  Carlos,  en  tributo  de  admiración  y  grati- 
tud a  D.  Carlos  III,  bajo  cuyo  reinado  se  llevó 
a  cabo  su  instalación  (3  de  noviembre  de  1783). 
El  local  era  propiedad  de  la  Compañía  de  Je- 
sús, habiendo  pasado  al  poder  del  fisco  des- 
pués de  la  expulsión  de  los  religiosos  en  1767, 
quienes  llamaban  a  la  casa  de  su  Orden  <xole" 


gio»,  para  distinguirse  de  otras  comunidades 
que  denominaban  a  las  suyas  «conventos». 
Con  anterioridai  a  la  apertura  del  real  convic- 
torio de  San  Carios,  esto  es,  en  1773-  dice  el 
Dr.  Gutiérrez— allí  se  sostuvieron  estudios  pú- 
blicos con  fondos  de  los  jesuítas  expulsados, 
que  no  daban  resultados  satisfactorios  por  su 
deficiencia.  En  la  institución  fundada  por  Vér- 
tiz se  educaron  casi  todos  los  hombres  que  di- 
recta o  indirectamente  actuaran  en  el  gran 
movimiento  revolucionario  de  nuestra  emanci- 
pación». «Xo  ha  tenido  nuestropaís-diceelhis- 
toriador  López— una  generación  más  compac- 
ta, ni  más  adelantada,  ni  más  fuerte  que  la 
primera  que  se  formó  en  esa  ilustre  casa.  Dis- 
tinguiéronse todos  ellos  por  el  rasgo  caracterís- 
tico de  la  ^honradez  personal»,  que  es,  diremos 
así,  el  que  les  dio  a  todos  ellos  la  fisono- 
mía de  una  grande  y  noble  familia  de  patrio- 
tas.» En  1810  la  casa  del  Colegio  de  San  Car- 
los fué  convertida  en  cuartel  provisional  de 
soldados,  y  en  él  estalló  el  7  de  diciembre  de 
1811  la  famosa  sublevación  del  regimiento  de 
Patricios  contra  su  jefe,  el  general  Belgrano. 
En  1813,  la  Asamblea  general  constituyente, 
en  sesión  del  30  de  julio,  resolvió  refundir  los 
estudios  del  Colegio  de  San  Carlos  con  los 
del  seminario  c^.nciliar.  El  lo  de  julio  de  1818, 
por  disposición  del  director  supremo  D.  Juan 
Martín  de  Pueyrredón,  se  abría  el  Colegio  de 
la  Unión  del  Sur,  que  no  fué  sino  la  continua- 
ción del  Colegio  de  San  Carlos.  Pusiéronse  a 
su  frente  ilustrados  sacerdotes:  Domingo  Vic- 
torio  Achega,  recior;  José  Terrero,  vicerrector. 
Años  mis  tarde,  Rivadavia  lo  transformó  en 
colegio  de  ciencia,-  morales,  con  variado  pro- 
grama de  estud'o  y  fines  sociales  en  la  educa- 
ción de  los  jóvenes.  «Destruir  e.n  su  raiz  el 
egoísmo  qü?,  oo\-  lo  regular,  infunde  una  edu- 
cac'ón  aislada,  que  el  trato  de  las  gentes,  más 
poderoso  que  las  palabras,  los  persuada  de  la 
imperiosa  necesidad  de  practicar  constante- 
mente todo  lo  que  se  les  enseña  en  general.» 
(Dr.  J.  AL  Gutiérrez).  Los  acontecimientos 
políticos  posteriores  obligaron  la  suspensión 
de  las  clases,  hasta  que  en  1836  Rosas  resta- 
bleció en  el  Colegio  la  dirección  de  los  jesuí- 
tas, y  así  siguió  hasta  su  transformación  en 
Colegio  Nacional.  En  1863  se  creó  e!  Colegio 
Nacional,  siendo  su  primer  rector  el  Sr.  Agüe- 
ro. Ocupó  esa  casa  el  Colegio  hasta  1905,  año 
en  que  comenzara  su  demolición,  trasladándo- 
se provisoriamente  a  la  parte  contigua  a  la 


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346 


RED 


misma  que  en  otro  tiempo  sirvió  de  internado. 
En  1864  falleció  Agüero,  y  desde  entonces  el 
Colegio  Nacional  tuvo  estos  rectores:  Amadeo 
Jacques,  Alfredo  Cossón,  Dr.  José  Manuel 
Estrada,  Dr.  Amancio  Alcorta,  Dr.  Adolfo  F. 
Orma,  Dr.  Valentín  Balbín,  Dr.  Juan  P.  Agui- 
rre,  ingeniero  Manuel  B.  Bahía,  Enrique  de 
Vedia,  ingeniero  Eduardo  Otamendi  y  Dr.  José 
Popolizio  (actual).  Fué  anexado  este  Colegio 
a  la  Universidad  en  1911.  El  nuevo  y  monu- 
mental edificio  construido  en  el  ángulo  de  Bo- 
lívar y  Moreno  será  inaugurado  próximamente. 

Reaño  (Domingo).  Natural  de  San  Juan,  en  1793. 
Ingresó  en  el  ejército  de  los  Andes,  en  1816, 
en  el  regimiento  11  de  Infantería,  y  con  el  gra- 
do de  subteniente,  encontrándose  en  las  accio- 

y  r\es  de  gnerra  Chacabuco,  Talcahuano,  Gaoi- 
lán.  Cancha  Rayada,  Maipú,  Pasco,  toma  de 
Lima,  Puertos  Intermedios,  etc.  Estuvo  prisio- 
nero en  Casasmatas  del  Callao  y  en  la  isla  de 
Chichas,  y  se  encontró  en  el  sorteo  de  Matu- 
cana.  Recobró  su  libertad  después  de  Ayacu- 
cho,  y  más  tarde  se  le  ascendió  a  coronel.  Mu- 
rió en  1839. 

Recova  Vieja.  Era  una  serie  de  cuartos  do- 
bles, con  corredores  a  amplios  frentes,  que  di- 
vidía la  plaza  principal  en  plaza  Victoria  y  pla- 
za 25  de  Mayo.  Corría  esta  recova  de  Norte  a 
Sud  en  la  línea  de  las  calles  Defensa,  Recon- 
quista. En  septiembre  de  1802  fué  aprobada  su 
construcción  por  el  virrey  Del  Pino,  según  el 
plano  trazado  por  D.  Agustín  Conde,  y  de  la 
que  se  encargó  el  maestro  mayor  D.  Juan  Bau- 
tista Segismundo.  Estos  edificios  fueron  ter- 
minados en  agosto  de  1803,  dejando  un  pasaje 
que  los  maestros  Segismundo  y  Zelaya  unie- 
ron en  1804,  formando  la  construcción  que  se 
llamó  «arco  grande»,  y  que  una  tradición  sin 
fundamento  atribuía  levantada  en  honor  del 
triunfo  sobre  los  invasores  ingleses.  Esta  re- 
cova fué  demolida  por  disposición  del  inten- 
dente Alvear  en  1884. 

Recuero  (Casimiro).  Nació  este  militar  en  Men- 
doza, en  1800,  donde  se  educó  y  principió  su 
carrera  como  soldado  distinguido  del  escua- 
drón de  Cazadores  a  caballo  que  servía  de  es- 
colta al  general  San  Martín,  y  que  comandaba 
el  sargento  mayor  Ramírez  de  Arellano;  en  el 
mismo  afio  pasó  a  Chile,  e  incorporado  al  ejér- 
cito de  los  Andes  obtuvo  pase  para  el  regi- 
miento de  Granaderos,  en  cuyo  cuerpo  hizo  la 
campaña  libertadora  al  Perú  en  1820  y  al 
Ecuador  en  1823,  asistiendo  a  la  toma  de  Lima 


y  a  las  acciones  de  Mirabe,  fea,  Pichincha,  Tá- 
rala y  Moquegua.  De  vuelta  a  Mendoza,  en 
1823,  actuó  en  la  política,  tomando  parte  en 
varias  campañas  de  la  guerra  civil,  entre  otras; 
en  1824,  con  el  grado  de  sargento  mayor,  man- 
dó la  vanguardia  del  ejército  que  iba  a  reponer 
en  el  mando  al  gobernador  de  San  Juan,  doc- 
tor Del  Carril.  En  noviembre  de  1840  enca- 
bezó un  movimiento  subversivo  contra  el  cau- 
dillo Aldao,   viéndose  obligado  a  emigrar  a 
Chile,  y  vuelto  al  país  dejó  de  existir  en  Men- 
doza, el  26  de  abril  de  1850,  revistando  con  el 
grado  de  teniente  coronel  de  Caballería  de 
línea. 
Redhead  (Joseph).  Médico.  Natural  de  Escocia. 
Estudió   las    ciencias   físicas  en   Edimburgo, 
donde  se  recibió  de  médico  en  1789.  En  1805 
fué  autorizado  para  ejercer  su  profesión  en 
todo  el  virreinato  del  Río  de  la  Plata.  En  se- 
guida pasó  al  Alto  Perú  en  compañía  del  doc- 
tor Moro,  presidente  de  Charcas,  donde  per- 
maneció algunos  años.  En  1809  fijó  su  residen- 
cia en  Salta,  atraído  por  su  clima  benigno  y  el 
carácter  de  sus  habitantes,  prestando  desinte- 
resadamente sus  servicios  profesionales  a  sus 
amigos,  y  cultivando  las  ciencias.  Al  estallar 
la  revolución  no  quiso  tomar  partido  por  su 
calidad  de  extranjero,  aunque  simpatizaba  con 
la  causa  de  los  americanos.  En  1812  fué  per- 
seguido por  Tristán,  después  de  la  batalla  de 
Tucumán,  y  tuvo  que  emigrar,  refugiándose 
en  el  ejército  patriota  mandado  por  Belgrano, 
quien  desde  entonces  le  dispensó  su  amistad, 
retribuyéndola  Redhead  con  entusiasmo.  Co- 
laboró a  la  traducción  que  el  general  hizo  en 
aquella  época  de  la  Despedida  de  Washington. 
Acompañó  al  ejército  en  su  campaña  sobre 
Salta  en  calidad  de  cirujano,  y  en  el  campo  de 
batalla  de  Castañares  asistió  a  los  heridos  de 
una  y  otra  parte.  Desde  entonces  acompañó  a 
Belgrano  como  médico  y  amigo,  sin  recibir 
ninguna  retribución,  y  le  fué  muy  útil  desde 
1816  a  1819,  por  la  influencia  que  tenía  sobre 
Quemes,  de  quien  también  era  médico  y  ami- 
go. Asistió  al  general  Belgrano  hasta  la  hora 
de  su  muerte,  y  él  fué  quien  hizo  la  autopsia 
del  cadáver.  En  1819  publicó  en  Buenos  Aires 
una  notable  «Memoria  sobre  la  dilatación  pro- 
gresiva del  aire  atmosférico»,  que  dedicó  a  su 
ilustre  amigo  antes  de  morir  éste.  Restituido 
a  Salta,  donde  había  concentrado  sus  afec- 
ciones, sufrió  nuevas  persecuciones  y  destie- 
rros durante  la  guerra  civil,  y  murió  pobre,  el 


REQ 


347 


REP 


3  de  junio  de  1844.  Su  memoria  es,  hasta  hoy 
mismo,  querida  y  respetada  en  Salta. 
Regadores.  Así  se  llamaban  a  los  miembros  del 
Cabildo.  Los  de  Buenos  Aires  eran  nueve  (in- 
clusos los  dos  alcaldes),  lo  mismo  que  los  de 
Tucumán,  cuya  capital  era  Santiago  del  Es- 
tero; y  de  los  del  Paraguay  cada  regidor  des- 
empeñaba un  oficio  o  función  especial:  el  uno 
era  juez  visitador  o  inspector  de  mercados  y 
casas  de  venta  por  menor;  el  otro,  alguacil 
mayor  o  de  vara,  encargado  de  ejecutar  a  los 
deudores  morosos  del  fisco,  y  a  los  que  eran 
condenados  por  los  tribunales  a  pagar  algo 
ejecutivamente.   Se  llamaba  de  vara  porque 
era  un  cargo  que  se  vendía  a  perpetuidad,  y 
que  tenía  honorario  pagado  por  los  litigantes. 
El  depositario  general  era  otro  regidor,  tam- 
bién de  vara,  que  se  compraba,  y  que  recibía 
todos  los  depósitos  y  oblaciones  judiciales.  E! 
regidor  juez  de  Policía  vigilaba  todo  lo  rela- 
tivo al  orden,  higiene  y  comodidad  de  la  ciu- 
dad, y  era  el  edil  por  excelencia;  era  también 
jefe  de  los  alcaldes  de  hermandad,  que  así  se 
llamaban  a  los  que  ahora  decimos  comisarios 
de  barrio  y  de  distrito  rural,  y  ninguna  prisión 
podía  hacerse  directamente  por  la  fuerza  ar- 
mada del  gobernador,  sino  por  medio  «de  la 
vara  del  alguacil,  es  decir,  de  sus  alcaldes  y 
de  su  escuadrilla  de  hermandad.  Pero  en  los 
despoblados  y  campos    abiertos  gobernaba, 
juzgaba  y  ejecutaba  sumariamente  el  preboste 
de  la  provincia.  Este  era  el  orden  substancial 
en  que  se  hallaban  las  provincias  de  Buenos 
Aires  y  la  del  Tucumán,  al  iniciarse  la  reforma 
que  puso  gobernadores  oficiales  y  amovibles, 
en  reemplazo  de  los  adelantados  propietarios 
e  inamooibles. 
Reinafé  (Guillermo).  Hermano  del  gobernador 
de  Córdoba  D.  José  Vicente  Reinafé,  fusilado 
en  la  plaza  de  la  Victoria  (Mayo),  el  25  de  oc- 
tubre 1837. 
Reinafé  (José  Vicente).  Militar.  Hermano  del 
anterior.  Gobernador  de  Córdoba,   en  agosto 
de  1831.  Se  le  imputa  el  haber  hecho  asesinar 
a  D.  Juan  Facundo  Quiroga,  el  13  de  febrero 
de  1835.  Reinafé  fué  fusilado  el  25  de  octubre 
de  1837.  Hablando  del  asesinato  de  Quiroga, 
dice  D.  Antonio  Zinny:  «He  aquí,  el  modo  más 
probable  como  se  ejecutó  el  trágico  suceso.» 
Preséntase  la  partida  agresora,  no  con  la  apa- 
riencia de  salteadores,  sino  de  una  partida  mi- 
litar de  la  provincia;  intimó  alto  a  la  galera,  y 
toda  la  gente,   respetando  la  intimación,  por- 


que la  creyó  de  un  jefe  militar  (el  capitán  José 
Santos  Pérez),  autorizado  para  hacerlo,  obe- 
deció; acto  continuo   rodearon  a  todos,  les  in- 
timaron que  se  apeasen,  que  depusiesen  las 
armas,  que  diesen  tartos  pasos  al  frente,  y  a 
todo  obedecieron  los  intimados  por  la  creencia 
en  que  estaban.  Luego  que  los  tuvieron  sega- 
ros y  desarmados,  los  hicieron  alejar  juntos,  a 
distancia  del  coche  en  que  iba  Quiroga,  lle- 
vando con  ellos  al  Dr.  Ortiz  y  dejándole  solo 
a  aquél.   Allí  amarraron  a  todos  los  peones, 
postillones  y  sirvientes  para  degollarlos,   y 
efectivamente  los  degollaron   amarrados,  ase- 
sinando a  bala  al  Dr.  Ortiz  y  a  Quiroga,  quien, 
por  un  esfuerzo  de  valor  en  su  defensa,  dispa- 
ró un  tiro  de  pistola  de  bolsillo».  A  las  ocho 
de  la  noche  del  1  de  noviembre  de  1835  tenían 
entrada  en  la  cárcel  pública  de  Buenos  Aires, 
con  una  barra  de  grillos  cada  uno,  los  desgra- 
ciados D.  José  Vicente,  D.  Guillermo  y  don 
José  Antonio  Reinafé,  juntamente  con  el  doc- 
tor D.  Domingo  Aguirre,  en   clase  de  reos  de 
lesa  patria,  por  aquel  asesinato.  La  causa  du- 
ró cerca  de  dos  años,  hasta  que  al  fin,  con  ex- 
cepción del    último,    fueron  sentenciados   a 
muerte  y  ejecutados  en  la  plaza  de  la  Victoria, 
a  las  once  de  la  mañana  del  25  de  octubre  de 
1837,  el  ex  gobernador  José  Vicente,    su  her- 
mano Guillermo;  José  Antonio  Reinafé  y  Feli- 
ciano Figueroa  murieron  en  la  cárcel;  Francis- 
co Reinafé  logró  fugar,  pero  murió  después  de 
la  acción  de  Cayasíá,  que  tuvo  lugar  el  26  de 
marzo  de  1840,   y  el  capitán  Santos  Pérez  y 
demás  cómplices,  en  la  del  Retiro,  a  las  ocho 
de  la  misma  mañana  (1837)...  (Véase  Zinny,  to- 
mo 2,  página  297,  Historia  de  los  goberna- 
dores) 
Representación  de  los  hacendados.  Dice 
el  general  Mitre:  oZ,a  representación  délos  ha- 
cendados constituyó  un  monumento  imperece- 
dero del  genio  de  su  autor,  en  que  la  valentía 
del  lenguaje  campea,  a  la  par  de  las  más  sanas 
ideas  económicas.  Moreno,  en  representación 
de  sus  comitentes,  no  se  limitó  a  pedir  una  gra- 
cia, sino  que  combatiendo  de  frente  el  sistema 
restrictivo  de  sus  colonias,  reclamó  con  ente- 
reza un  derecho  natural   que  sin  injusticia  no 
podía  negárseles,  apoyándose  para  ello  en  los 
intereses  de  la  generalidad.  cLa  justicia,  de- 
cía, pide  en  el  día  que  gocemos  un  comercio 
igual  al  de  los  demás  pueblos  que  forman  la 
monarquía  española...»  Contestando  al  apode- 
rado de  los  comerciantes  de  la  Península,  apos- 


REP 


34S  - 


REV 


trofa  al  virrey,  y  ie  recuerda  sus  deberes  para 
con  el  pueblo  que  gobierna.  «No  confirió  el  so- 
berano a  V.  E.  le  dice -la  alta  dignidad  de 
virrey  de  estas  provincias  para  velar  sobre  la 
suerte  de  los  comerciantes  de  Cádiz,  sino  so- 
bre la  nuestra...  Manda  V.  E.  un  gran  pueblo: 
obre,  pues,  la  justicia  en  todo  su  vigor,  para 
que  empiecen  a  brillar  los  bienes  que  la  Natu- 
raleza misma  nos  franquea  pródigamente...» 
La  influencia  de  este  notable  escrito  fué  deci- 
siva, y  sus  doctrinas  no  tardaron  en  convertir- 
se en  hechos,  declarándose  por  el  virrey  el  co- 
mercio franco  con  los  ingleses,  en  contraven- 
ción de  las  instrucciones  que  tenía...  Esta  re- 
volución económica,  en  que  la  colonia  se  eman- 
cipó comercialmente  de  la  madre  España,  fué 
el  primer  paso  atrevido  dado  en  el  sentido  de 
la  independencia  » 

Republiquetas.  Denominación  dada  a  las  par- 
tidas populares  de  la  revolución  del  Alto  Perú 
en  la  época  de  la  ind?pendencia,  que  ha  pasa- 
do a  la  Historia  con  la  designación  de  guerra 
de  republiquetas,  que  le  dieron  los  contempo- 
ráneos para  di-tinguirlas  de  jas  montoneras. 
Fué  una  ds  ¡as  guerras  más  extraordinarias 
por  la  táctica  desplegada;  la  más  trágica  por 
las  sangrientas  represalias  producidas,  y  la 
más  heroica  por  los  sacrificios  que  se  llevaron 
a  cabo,  sin  ostentación  ni  vanagloria;  de  ahí 
ei  desconocimiento  de  su  influencia  militar  y 
de  su  alcance  político.  Como  guerra  popular, 
la  de  las  republiquetas  precedió  a  la  de  Salat 
y  sirvióle  de  ejemplo  en  quince  años  de  lucha 
incesante.  Entre  las  muchas  republiquetas  que 
más  descollaron  durante  la  guerra  de  la  inde- 
pendencia, deben  citarse  a  las  de  Sanfa  Cruz 
de  la  Sierra,  Cinti,  Chayanta,  Mizque,  La  La- 
guna y  Pomabamba. 

Restauradores  (revolución).  Siendo  goberna- 
dor de  Buenos  Aires  D.  Juan  Ramón  Balcarce, 
y  con  motivo  de  la  suspensión  de  algunos  pe- 
riódicos, estalla  una  revolución  de  los  restau- 
radores el  1 1  de  octubre  de  1833,  con  elemen- 
tosde  la  campaña,  bajólas  órdenes  de  D.  Agus- 
tín Pinedo.  El  resultado  de  este  movimiento 
fué  la  deposición  de  Balcarce,  el  3  de  noviem- 
bre, y  el  nombramiento  en  su  lugar  del  gene- 
ral D.  Juan  J.  Viamonte. 

Revolución  de  Mayo  (1810).  La  colonización 
española  había  formado  una  nueva  generación, 
hija  de  la  tierra,  con  sus  pasiones,  usos  y  cos- 
tumbres propias,  que  no  conocían  a  la  madre 
patria  sino  por  los  malos  funcionarios    públi- 


cos que  ella  enviaba  a  gobernarla,  hombres 
casi  siempre  llenos  de  la  pasión  del  despotis- 
mo y  del  vicio  de  la  codicia.  Las  leyes  de  In- 
dias, que  estos  mandatarios  estaban  encarga- 
dos de  ejecutar,  eran  generalmente  justas  pero 
no  se  cumplían,  porque  todo  estaba  sujeto  al 
poderiso  arbitrio  del  mandón,  ya  fuese  virrey, 
oidor  o  intendente,  sin  más  recurso  para  el 
subdito  que  la  apelación  a  un  Consejo  situado 
tres  mil  leguas  de  distancia,  interesado  en  sos- 
tener las  decisiones  de  sus  delegados  en  Amé- 
rica. No  había,  pues,  justicia  para  los  america- 
nos. Los  más  altos  puestos  de  la  Administra- 
ción, de  la  Milicia  y  de  la  Iglesia  les  estaban 
vedados,  con  rarísimas  excepciones.  Sujeto  el 
comercio  a  un  sistema  de  monopolio  que  lenta- 
mente se  iba  modificando,  el  hijo  del  país  se 
veía  reducido  a  ■  iia  vid;H  de  privaciones  cuan- 
do la  Naturaleza  le  brindaba  con  la  riqueza. 
Sin  justicia,  sin  igualdad,  sin  libertad,  sin  ri- 
queza, el  pueblo  americano  no  podía  estar  con- 
tento con  su  suerte.  A  estas  causas,  que  justi- 
ficaban la  necesidad  de  un  cambio,  se  unían 
los  ejemplos  de  la  emancipación  de  la  América 
del  Norte,  y  las  seductoras  perspectivas  abier- 
tas a  la  ambición  y  a  la  dignidad  del  hombre, 
por  las  ideas  propagadas  por  la  Revolución 
francesa.  La  libertad  es  una  maga  seductora, 
cuyo  sólo  nombre  basta  para  que  los  hombres 
lo  abandonen  todo  por  seguirla.  La  decaden- 
cia de  España— cautivos  sus  reyes,  invadido 
su  territorio,  errantes  sus  autoridades,  a  quie- 
nes ya  no  quedaban  más  que  un  rincón  en  que 
refugiarse — vino  a  completar  este  cúmulo  de 
circunstancias,  que  hicieron  necesaria,  inevita- 
ble, la  emancipación  de  la  América  española, 
la  cual  en  Buenos  Aires  empezó  por  los  suce- 
sos que  tuvieron  lugar  en  la  célebre  semana  de 
Mayo,  cuyas  efemérides  vamos  a  consignar 
aquí,  con  todos  los  pormenores  que  tienen  un 
verdadero  sello  de  autenticidad.  — 18  de  mayo: 
El  virrey  Cisneros  había  recibido  en  los  días 
anteriores  las  tristes  noticias  de  la  Península. 
Cuatro  cuerpos  de  ejército,  a  cuyo  frente  esta- 
ba el  mismo  José  Bonaparte,  rey  de  España 
por  la  voluntad  de  su  hermano,  habían  pasado 
los  montes  Marianos  y  penetrado  en  Andalu- 
cía. La  Junta  central,  huyendo,  se  había  disuel- 
to, dejando  instituido  un  Consejo  de  regencia, 
que  se  había  encerrado  en  Cádiz.  Todo  anun- 
ciaba la  próxima  caída  de  la  España  en  poder 
del  extranjero.  El  virrey,  que  conocía  el  estado 
de  los  espíritus  creyó  que  en  aquella  coyuntu- 


REV 


-  349  - 


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ra  la  mejor  política  era  la  franqueza,  e  hizo 
publicar  en  hojas  sueltas,  todas  las  noticias  re- 
cibidas por  una  fragata  inglesa  que  había  lle- 
gada a  Montevideo  el  13  de  mayo.  Al  mismo 
tiempo  lanzó  una  proclama  a  los  leales  y  gene- 
rosos pueblos  del  uirreinato  en  la  que,  mani- 
festando la  gravedad  de  la  situación  de  la  Me- 
trópoli, trataba  de  prevenir  el  ánimo  público 
para  el  caso  en  que  fuera  completamente  so 
juzgada,  haciendo  sentir  que  no  por  eso  se 
romperían  los  vínculos  que  ligaban  las  colonias 
al  monarca;  y  previniendo  que,  si  eso  sucedía, 
se  pondría  de  acuerdo  con  todos  los  represen- 
tantes de  esta  capital  y  de  las  provincias  para 
establecer  una  representación  de  la  soberanía 
de  Fernando  VII.— 19  de  mayo:  Los  patriotas  se 
conmovieron  con  este  anuncio,  y  convinieron 
en  que  había  llegado  el  momento  de  la  revolu- 
ción. Dos  puntos  de  reunión  tenían  éstos:  la 
casa  de  Peña,  donde  concurrían  los  directores 
de  la  revolución — Belgrano,  Casteili,  Chicla- 
na,  Vieytes,  Paso,  Darragueira,  Thompson, 
Irigoyen—  ,  y  la  quinta  de  Orma,  donde  concu- 
rrían los  directores  de  los  manólos— French, 
F.  Cruz,  C.  Vidal,  H.  Martínez,  y  cuyo  orador 
era  el  fogoso  provincial  de  los  dominicos  fray 
Ignacio  Grela — .  Aquella  reunión  era  la  cabeza 
y  ésta  el  brazo  de  la  revolución.  El  caudillo  de 
los  patricios,  D.  Comelío  Saavedra,  hombre 
de  carácter  concentrado  y  no  muy  bien  aveni 
do  con  los  directores  del  movimiento,  se  halla 
ba  en  aquellos  momentos  en  San  Isidro.  Llama 
do  con  urgencia,  concurrió  en  el  acto,  yconvi 
niendo  en  la  oportunidad  de  las  circuntancias 
quedó  acordado  que  él  Belgrano  y  Casteili 
irían  a  exponer  al  alcalde  de  primer  voto  y  al 
síndico  de  Cabildo  que  era  necesario  tomar 
una  resolución  para  definir  el  estado  de  los 
negocios. — 20  de  mayo:  La  comisión  de  los  pa- 
tricios cumplieron  sucometido  en  la  mañana  del 
20,  viendo  Saavedra  y  Belgrano  al  alcalde 
Lezica,  y  el  Dr.  Casteili  al  síndico  Dr.  Leiva. 
En  consecuencia  de  estas  conferencias  pasó 
Lezica  a  medio  día  a  imponer  al  virrey  de  las 
exigencias  de  la  opinión  pública.  Este,  antes 
de  decidirse,  quiso  tener  una  conferencia  con 
el  síndico.  Inmediatamente  pasó  a  la  fortale- 
za el  Dr.  Leiva,  hombre  de  saber  y  de  consejo; 
encontró  al  virrey  acompañado  del  fiscal  Villo- 
ta  y  del  capitán  de  la  marina  Bargas,  y  le  con- 
venció de  la  necesidad  en  que  estaba  de  pres- 
tarse al  deseo  general,  cubrienao  las  aparien- 
cias con  una  nota  en  que  el  Cabildo  le  pediría 

DlC.   HlST.  BlOGR. 


permiso  para  celebrar  un  Congreso  general. 
El  virrey,  en  presencia  de  las  personas  nom- 
bradas, aceptó  la  idea  del  Dr.  Leiva,  que  era 
precisamente  lo  que  exigían  los  patriotas.  Esa 
noche  llamó  el  virrey  a  los  comandantes  de  los 
Cuerpos  para  saber  sí  podía  contar  con  ellos, 
como  Liniers  en  el  año  1809,  contra  la  proposi. 
ción  del  Cabildo  a  que  había  accedido  por  la 
mañana;  los  jefes  le  declararon  con  enérgica 
franqueza  que  no,  que  disuelta  la  Junta  central 
sus  poderes  habían  caducado,  y  que  estando 
reducida  la  Corporación  o  autoridad  que  pre- 
tendía representar  al  rey  al  solo  recinto  de  Cá- 
diz, era  tiempo  de  que  la  América  pensara  en 
cuidar  de  su  propia  suerte.  Con  este  desenga- 
ño el  virrey  tuvo  que  resignarse  a  que  se  reali. 
zara  el  Congreso  popular.— 21  de  mayo:  El  21 
se  reunió  el  Cabildo  muy  temprano;  el  alcalde 
de  primer  voto  y  el  síndico  estaban  informan- 
do de  lo  que  les  había  pasado  con  el  virrey  el 
día  anterior,  cuando  sintieron  que  acudía  a  la 
plaza  un  número  considerable  de  gentes,  que 
pedía  a  grandes  voces  la  convocación  de  un 
Cabildo  abierto.  A  las  nueve  de  la  mañana  des- 
pachó el  Cabildo  a  dos  de  sus  miembros  con 
la  súplica  acordada,  expresando  que  la  reunión 
era  necesaria  para  evitar  los  desastres  de  una 
convulsión  popular.  Una  hora  después  regre- 
saron éstos  con  la  contestación  en  que  el  vi- 
rrey consentía,  recomendando  que  en  todo 
caso  se  tuviese  presente  que  la  monarquía 
era  una  e  indivisible,  y  que  aun  en  el  caso  de 
perderse  la  Espafld  era  necesario  reconocerla 
autoridad  que  representase  al  rey.  En  seguida 
el  Cabildo  encargó  al  comandante  de  la  Le- 
gión patricia  la  conservación  del  orden  públi- 
co. Numerosos  grupos  del  pueblo  se  conser- 
vaban reunidos  en  la  plaza,  bajo  los  balcones 
del  Ayuntamiento,  y  notando  que  la  contesta 
ción  del  virrey  había  venido,  empezaron  a  dar 
voces  diciendo  que  querían  imponerse  de  ella. 
El  síndico  Leiva  salió  al  balcón  a  satisfacer  la 
exigencia  del  pueblo.  Pero  ellos  continuaron 
gritando  que  lo  que  querían  era  la  deposición 
del  virrey.  Quién  sabe  qué  proporciones  ha- 
bría tomado  el  tumulto  si  no  hubiera  llegado  en 
esos  momentos  el  comandante  Saavedra,  el 
cual  consiguió  calmar  la  agitación  y  persuadir 
al  pueblo  a  que  se  retirase.  Tranquilizado  el 
Cabildo,  expidió  la  convocatoria  para  el  Con- 
greso popular  que  debía  celebrarse  al  día  si- 
guiente.—22  DE  mayo:  Los  días  20  y  21  habían 
sido  de  grande  agitación,  sobre  todo  la  noche 

23 


REV 

de  este  último  en  que,  con  grande  ansiedad,  se 
preparaban  todos  para  la  Asamblea  a  que  ha- 
bía sido  convocada  la  más  principal  y  más 
sana  parte  del  vecindario  para  expresar  la  vo- 
luntad del  pueblo  y  acordar  las  medidas  más 
oportunas  para  asegurar  la  suerte  del  país. 
A  las  nueve  de  la  mañana  del  dia  22,  empezaron 
a  llegar  las  personas  invitadas.  «El  lugar  de 
esta  memorable  Asamblea— dice  un  contempo- 
ráneo—era la  galería  superior  de  las  Casas 
Consistoriales,  que  hoy  ocupan  los  Tribunales 
de  justicia.  El  espacio  a  lo  largo  de  ella  estaba 
dispuesto  en  hileras  de  bancos  con  respaldo, 
que  se  habían  tomado  de  las  iglesias  y  se  es- 
tendían desde  uno  al  otro  extremo  en  varias 
filas,  donde  se  acomodaba  el  público.  Una  gran 
mesa,  tapizada  con  terciopelo  carmesí,  for- 
maba cabecera,  y  en  su  contorno,  en  sillas  de 
brazos  y  elevadas,  se  colocaron  el  obispo,  los 
oidores,  los  funcionarios  y  los  miembros  del 
Ayuntamiento,  presidiendo  la  reunión.  No  se 
permitían  espectadores  que  no  fueran  de  las 
personas  invitadas,  ni  congregarse  gente  al  ex- 
terior y  cercanías  de  la  plaza.  El  Cabildo  abrió 
la  sesión  por  una  arenga  en  que,  después  de 
exponer  el  objeto  de  la  reunión,  decía:  «Hablad 
con  toda  libertad,  pero  con  la  dignidad  que  es 
propia.  Evitad  toda  innovación  o  mudanza.  No 
olvidéis  que  tenéis  casi  a  la  vista  un  vecino 
que  acecha  vuestra  libertad  (1 ).  Tened  por  cier- 
to que  no  podréis  por  ahora  subsistir  sin  la 
unión  con  las  provincias  interiores  del  reino,  y 
que  vuestras  deliberaciones  serán  frustradas 
si  no  nacen  de  la  ley  o  del  consentimiento  ge- 
neral de  todos  aquellos  pueblos.»  Después  de 
esta  prudente  exhortación  que  terminaba  por 
recomendar  la  moderación  y  la  templanza,  em- 
pezó la  deliberación;  pero  no  siendo  fácil  po- 
ner de  acuerdo  opiniones  tan  contrarias,  se  re- 
solvió después  de  largas  discusiones  fijar  una 
proposición  y  votaria.  La  primera  contenia  la 
fórmula  verdadera  de  la  revolución  de  mayo; 
era  ésta:  «Si  se  ha  de  subrogar  otra  autjridad 
a  la  superior  que  obtiene  el  excelentísimo  se- 
ñor virrey,  dependiente  de  la  Metrópoli,  sal- 
vando ésta,  e  independiente  siendo  del  todo 
subyugada.')  Esta  proposición  fué  rechazada 
por  todos:  por  los  patriotas,  porque  aún  no  ha- 
bía llegado  el  momento  de  revelar  sus  aspira- 
ciones; por  los  españoles,  por  el  mero  hecho 
de  contener  la  idea  de  la  independencia.  La  se- 


(I)    Aludiendo  al  Brasil. 


-  350  -  REV 

gunda  proposición,  que  nada  decidía,  fué  des- 
echada, y  al  fin  se  fijó  ésta:  «Si  se  ha  de  sub- 
rogar otra  autoridad  a  la  superior  que  obtie- 
ne el  excelentísimo  señor  virrey,  dependiente 
de  la  soberana,  que  se  ejerza  legítimamente  a 
nombre  del  S.  D.  Fernando  VII,  y  en  quién.» 
Esta  proposición  fué  aprobada,  y  para  recoger 
los  votos  se  acordó  que  los  concurrentes  irían 
entrando  a  la  sala  capitular  y  allí  escribiría 
su  parecer  cada  uno  de  por  sí.  El  primer  vo- 
tante fué  el  obispo  Lué,  que  dijo:  «Que  mien- 
tras no  se  reciban  nuevas  noticias  continuase 
el  virrey  en  el  ejercicio  de  sus  funciones,  aso- 
ciado a  dos  de  los  oidores.»  Este  voto  fué  mo- 
dificado por  el  oidor  Reyes,  proponiendo  que 
los  acompañados  del  virrey  fuesen  el  alcalde 
de  primer  voto  y  el  síndico,  ambos  americanos; 
y  en  estos  términos  fué  secundado  por  los  prin- 
cipales funcionarios,  empleados  y  comercian- 
tes españoles  y  por  todos  los  que  tenían  moti- 
vos de  estar  bien  avenidos  con  el  régimen  exis- 
tente. El  segundo  votante  fué  el  general  Ruiz 
Huidobro,  aquel  que  siendo  gobernador  de 
Montevideo  preparó  la  expedición  de  la  recon- 
quista y  tuvo  después  la  desgracia  de  perder 
aquella  plaza,  por  cuya  circunstancia  quedó 
sin  efecto  el  nombramiento  de  virrey  que  hacía 
la  Corte  en  su  persona,  y  que  llegaba  en  los 
momentos  en  que  él  acababa  de  salir  prisione- 
ro para  Inglaterra.  Sea  que  esto  le  tuviera  dis- 
gustado con  Cisneros,  sea  que  obrase  de  bue- 
na fe,  ello  es  que  su  voto  fué:  que  debía  cesar  el 
virrey  y  reasumir  la  autoridad  el  Cabildo  como 
representante  del  pueblo,  ínterin  formaba  un 
Gobierno  provisorio  dependiente  del  que  re- 
presentase al  soberano.  Este  voto  fué  repro- 
ducido por  Chiclana,  Vieytes,  Peña,  D.  Pedro 
A.  García,  el  P.  Grela,  el  rector  Chorroarín  y 
muchos  otros  patriotas;  agregando  el  doctor 
Planes:  que  se  residenciara  a  Cisneros  por  los 
sucesos  de  La  Pas,  cláusula  que  sólo  fué  se 
cundada  por  otro  de  los  vecinos.  Vino  después 
el  voto  de  Saavedra,  que  no  hacía  más  que  am' 
pliar  el  anterior,  expresando  que  entrase  el 
Cabildo  a  gobernar  mientras  nombraba  una 
Junta,  sin  que  quedase  duda  de  que  el  nombra- 
miento fuera  del  pueblo. 
Este  voto  fué  secundado  por  el  venerable  doc- 
tor Sola,  Belgrano,  Castelli,  Alberti,  Rodrí- 
guez, Rivadavia,  Moreno,  V.  López,  French, 
Orma,  Thompson,  Irigoyen,  Urien  y  ofros  mu- 
chos. Fué  singular  el  voto  de  D.  Hermenegil 
do  Aguirre,  el  cual  dijo  que  cesara  el  virrey  y 


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gobernase  el  Cabildo,  aconsejado  por  Caste- 
Ili,  Leiva,  Paso,  Moreno  y  Saavedra.  Esta  es 
la  primera  indicación  y  la  única  en  aquella 
Asamblea  del  personal  del  primer  Gobierno 
patrio,  que  se  compuso  después  de  cuatro  de 
estos  ciudadanos,  cambiándose  a  Leiva  por 
Belgrano  y  agregando  otros  nombres  de  me- 
nos significación.  La  votación,  en  la  forma  que 
se  hacía,  no  podía  menos  de  ser  lenta;  así  es 
que  faltando  todavía  veinte  individuos  por  vo- 
tar, entre  ellos  el  Dr.  Julián  S.  Agüero,  tuvo 
que  suspenderse  la  Asamblea  al  dar  la  campa- 
na del  Cabildo  las  doce  de  la  noche.  De  450 
invitados,  sólo  224  habían  e.Kpresado  sus  opi- 
niones.—23  DE  mayo:  El  resultado  de  la  Asam- 
blea había  dejado  sorprendido  al  partido  espa- 
ñol. Al  cerrarse  la  votación  en  la  noche  del  22, 
nadie  podía  dudar,  por  las  manifestaciones  del 
pueblo  y  por  los  términos  en  que  los  hijos  de 
la  tierra  habían  formulado  sus  opiniones,  que 
una  revolución  radical  estaba  a  punto  de  esta- 
llar. El  Cabildo  conoció,  aunque  tarde,  que  era 
necesario  poner  un  dique  al  torrente,  porque  se 
iba  más  lejos  de  lo  que  pensaban.  Se  reunió  el 
23  muy  temprano  y  resolvió,  en  vista  de  las  cir- 
cunstancias que  habían  sobrevenido,  que  no 
continuase  la  Asamblea  popular.  En  seguida 
acordó  ejercer  las  facultades  que  la  Asamblea 
le  había  conferido,  encargando  al  virrey  del 
mando,  que  debía  desempeñar  con  acompaña- 
dos hasta  la  reunión  de  los  diputados  del  vi- 
rreinato, y  le  pasó  un  oficio  en  ese  sentido.  El 
virrey  aceptó,  pero  quiso  que  antes  consultase 
el  Cabildo  a  los  comandantes  de  las  tropas  y 
Milicias,  lo  cual  se  ejecutó  en  el  acto.  Los  co- 
mandantes se  presentaron  en  la  sala  capitular, 
y  consultados  sobre  la  resolución  acordada, 
declararon  que  lo  que  el  pueblo  exigía  era  que 
se  hiciese  pública  la  cesación  del  virrey  en  el 
mando;  que  mientras  no  se  verificase  eso,  de 
ningún  modo  se  aquietaría.  En  seguida  se  re- 
tiraron, y  al  caer  la  tarde  mandó  el  Cabildo 
publicar  por  bando  la  resolución  de  la  Asam- 
blea popular  del  22,  por  lo  cual  había  cesado 
el  virrey  y  el  mando  habia  recaído  en  el  Ca- 
bildo.—24  DE  mayo:  El  Cabildo  gobernador 
quedo  instalado  desde  la  publicación  del  ban- 
do. Su  primera  medida  fué  ordenar  al  correo 
que  no  circulase  correspondencia  para  ningún 
destino,  para  evitar  que  la  alarma  cundiese  en 
las  provincias  altas,  tan  conmovidas  desde  el 
ño  anterior.  El  día  24  reunió  en  acuerdo,  y  en 
so  de  sus  facultades,  procedió  a  nombrar  la 


Junta  de  gobierno.  Pero  falseando  completa- 
mente su  mandato,  y  fundándose  en  que  la  se- 
paración del  virrey  podía  ser  resistida  por  las 
provincias,  organizó  una  Junta  de  cinco  miem- 
bros, compuesta  del  virrey  como  presidente,  el 
presbítero  Dr.  Sola,  el  abogado  Castelli,  el 
comandante  Saavedra  y  el  comerciante  Icháu- 
rregui.  Esta  Junta  debía  ejercer  el  poder  eje- 
cutivo hasta  la  congregación  de  la  junta  gene- 
ral del  virreinato.  El  poder  judicial  debía  que- 
dar en  manos  de  la  Audiencia,  y  el  Cabildo  se 
reservaba  la  facultad  legislativa  en  materia  de 
contribuciones.  Antes  de  publicar  esta  resolu- 
ción, entró  en  dudas  el  Cabildo  sobre  la  acep- 
tación que  merecería  en  el  pueblo  la  especie 
de  fraude  con  que  se  volvía  a  reponer  al  vi- 
rrey en  el  mando,  y  para  salir  de  ellas  citó  a 
los  comandantes  de  los  Cuerpos  para  saber  si 
se  hallaban  en  ánimo  y  posibilidad  de  sostener 
la  Junta  nombrada.  Asistieron  a  la  citación 
Saavedra,  García,  Terrada,  Ocampo,  Rodrí- 
guez y  los  demás  jefes  de  ios  Cuerpos,  y  todos 
se  conformaron  con  el  nombramiento,  pidien- 
do los  dos  primeros  que  se  agregase  a  los  nom- 
brados el  Dr.  Leiva,  lo  cual  no  fué  aceptado 
por  el  Cabildo.  Obtenido  el  asentimiento  de 
los  jefes,  los  miembros  de  la  Junta  nombrada 
prestaron  juramento  en  manos  del  Ayuntamien- 
to y  se  recibieron  del  mando.  Apenas  las  cere- 
monias habían  terminado,  estalló  en  la  ciudad 
el  enojo  de  los  patriotas  por  el  engaño  de  que 
eran  víctimas,  y  la  agitación  llegó  a  tales  tér- 
minos, que  a  las  nueve  y  media  de  la  noche  la 
Junta  renunció  en  masa  el  cargo,  de  que  nomi- 
nalmente  había  estado  investida  algunas  horas. 
25  DE  mayo:  La  noche  había  pasado  en  grande 
agitación.  Los  Cuerpos  cívicos,  reunidos  en  sus 
cuarteles,  habían  querido  muchas  veces  salir  a 
pedir  con  las  armas  la  deposición  de  Cisneros 
y  la  formación  de  una  Junta  de  su  entera  con- 
fianza, logrando  sus  jefes  contenerlos  con  di- 
ficultad. En  vista  de  esta  agitación,  Castelli  y 
Saavedra  habían  ido  a  imponer  a  sus  colegas 
de  la  Junta  de  lo  que  pasaba,  y  proponer  la 
renuncia  colectiva  que  acabamos  de  mencionar. 
El  25,  muy  temprano,  se  reunió  el  Cabildo 
para  tomar  en  consideración  esta  renuncia,  y 
contestó  en  el  acto  que  no  la  aceptaba  y  que  la 
Junta  hiciera  uso  de  la  fuerza  para  hacerse  res- 
petar. Este  fué  el  momento  de  la  revolución. 
«En  estas  circunstancias,  dice  el  acta  de  aquel 
día,  concurrió  multitud  de  gente  a  los  corredo- 
res de  las  casas  capitulares,  y  algunos  indivi- 


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dúos  en  clase  de  diputados  se  personaron  en 
la  sala,  exponiendo  que  el  pueblo  se  hallaba  en 
conmoción,  y  que  de  ninguna  manera  se  con- 
formaba con  la  elección  de  Cisneros;  que  el 
cabildo  se  había  excedido  en  sus  facultades,  y 
que  para  evitar  desastres  que  ya  se  prepara- 
ban, era  necesario  variar  la  resolución  comu- 
nicada al  pueblo.»  El  Cabildo,  alarmado  ya  con 
el  peligro  imprudentemente  provocado,  citó 
nuevamente  a  los  comandantes  de  los  Cuerpos 
para  averiguar  si  estaban  prontos  a  apoyar 
sus  resoluciones.  Eran  las  nueve  y  media  de  la 
mañana  cuando  aquéllos  se  presentaron  en  la 
sala  capitular.  Interrogados  por  el  sindico  Lei- 
va  «si  se  podía  contar  con  las  Armas  de  su 
cargo  para  sostener  el  Gobierno  establecido», 
contestaron  «que  el  disgusto  era  general  en  el 
pueblo  y  en  las  tropas,  y  que  no  sólo  no  podían 
sostener  al  Gobierno  establecido,  sino  que  ni 
aun  de  sí  mismos  estaban  seguros,  porque  los 
tenían  por  sospechosos;  que  la  fermentación 
era  terrible,  y  era  necesario  atajar  el  mal  con 
tiempo.).  En  este  estado  de  la  conferencia,  el 
pueblo  invade  las  galerías  y  golpea  las  puer- 
tas de  la  sala  capitular,  gritando  que  quiere 
saber  de  lo  que  se  trata.  El  Cabildo,  amedren- 
tado, manda  al  comandante  de  Húsares  don 
Martín  Rodríguez  para  aquietarlo,  y  comisio- 
na a  los  cabildantes  Mansilla  y  Anchorena  para 
que  vayan  a  comunicar  al  virrey  que  quedaba 
desde  entonces  separado  de  toda  autoridad. 
El  virrey,  que  sentía  rugir  el  volcán  bajo  sus 
pies,  oyó  con  resignación  aquella  orden,  que- 
dando de  hecho  terminada  la  soberanía  de  los 
reyes  de  Espafia  en  Buenos  Aires,  a  las  doce 
de  la  mañana  del  25  de  mayo  de  1810.  El  pue- 
blo no  se  contenta  con  esta  primera  victoria. 
Invade  segunda  vez  la  sala  capitular,  y  por 
medio  de  sus  diputados  declara  que  ha  reasu- 
mido la  autoridad  que  había  depositado  en  el 
Cabildo;  que  no  quería  (1 )  que  existiese  la  Junta 
nombrada,  sino  que  se  procediese  a  constituir 
otra,  que  debía  componerse  asi:  presidente, 
vocal  y  comandante  general  de  Armas,  el  se- 
ñor D.  Cornelio  Saavedra;  vocales,  los  seño- 
res Dr.  Juan  J.  Castelli,  licenciado;  D.  Ma- 
nuel Belgrano,  D.  Miguel  Azcuénaga,  doctor 
D.  Manuel  Alberti,  D.  Domingo  Matheu  y  don 
Juan  Larrea,  y  para  secretarios,  a  los  señores 
D.  Juan  J.  Paso  y  D.  Mariano  Moreno,  con  la 


(1)    Esta  palabra,  como  todos  los  pormenores  que  refe- 
rimos, constan  del  acta  del  23. 


condición  de  que  en  el  término  de  quince  días 
prepararían  una  expedición  de  500  hombres 
para  las  provincias  del  interior,  costeada  con 
los  sueldos  del  virrey,  oidores  y  otros  funcio- 
narios públicos.  El  Cabildo,  no  pudiendo  ya  re- 
sistir, pidió  que  esta  petición  se  hiciera  por  es-  \ 
crito,  y  comunicó  al  mismo  tiempo  a  la  Junta 
del  día  anterior  que  no  había  más  autoridad 
que  la  que  estaba  deliberando  en  la  plaza  pú- 
blica. La  petición  escrita,  que  desde  la  noche 
anterior  circulaba  ya  por  todas  partes  reco- 
giendo firmas,  se  presentó  entonces  al  Cabildo, 
y  sin  perder  momento  se  procedió  en  la  tarde 
misma  a  tomar  juramento  al  nuevo  Gobierno; 
el  presidente  exhortó  al  pueblo  desde  el  bal- 
cón a  mantener  el  orden,  la  unión  y  la  frater- 
nidad, yen  seguida  pasó  a  la  fortaleza,  insta- 
lándose así  el  primer  Gobierno  nacional  y  la 
inauguración  de  la  era  republicana.» 

Revolución  (IS12).  S  de  octubre.  El  pueblo  de 
Buenos  Aires,  apoyado  por  la  fuerza  de  línea 
y  contando  con  la  simpatía  del  Cabildo,  pide  a 
éste  el  inmediato  cese  del  Gobierno  en  sus  fun- 
ciones, acusándole  de  proceder  arbitrariamen- 
te en  la  reunión  del  Congreso,  y  que  reasu- 
miendo el  Poder  nombrase  un  nuevo  Gobier- 
no en  personas  dignas  df  1  sufragio  público.  La 
revolución  quedó  triunfante,  nombrándose  otro 
triunvirato  que  respondía  al  partido  liberal. 
De  este  movimiento  fué  el  alma  Monteagudo, 
Alvear,  San  Martín,  Pinto,  Ortiz  de  Ocampo  y 
otros  oficiales  del  ejército. 

Revolución  (1852).  11  de  septiembre.  El  3  de 
febrero  de  1852,  en  los  campos  de  Monte  Ca- 
seros había  sido  derrotado  el  ejército  de  Ro- 
sas, cuyo  resultado  fué  la  caída  de  éste.  El  4 
del  mismo  mes  es  nombrado  gobernador  provi- 
sorio de  la  provincia  de  Buenos  Aires  el  doc- 
tor D.  Vicente  López,  hasta  que  instalada  la 
honorable  Junta  de  representantes,  el  13  de 
mayo  de  ese  mismo  año,  lo  eligió  en  propiedad 
gobernador  y  capitán  de  la  provincia.  El  20 
del  mismo  mes  el  gobernador  propietario  mar- 
chó a  San  Nicolás  de  los  Arroyos  a  formar  un 
acuerdo  con  los  gobernadores  de  las  demás 
provincias  argentinas,  siendo  nombrado  duran- 
te su  ausencia  gobernadorprovisorio  el  general 
D.  Manuel  Guillermo  Pinto,  presidente  de  la 
honorable  Sala  de  representantes.  El  acuerdo 
se  firmo  el  31,  y  entre  otras  cosas  de  que  s* 
trató,  se  hizo  el  nombramiento  de  director  pro 
visorio  de  la  Repúblida,  con  facultades  ili- 
mitadas, en  la  persona  del  general  Urquiz 


la 

í 


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353 


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El  Dr.  López  reasumió  el  mando  el  14  de  junio, 
y  el  23  del  mismo  lo  dimitió  ante  la  Junta  de 
representantes,  asumiéndolo  nuevamente  el 
presidente  de  ella.  En  ese  mismo  día  el  gene- 
ral Urqui/a,  abusando  de  la  fuerza,  derroca  al 
general  Pinto,  disuelve  la  Cámara  de  represen- 
tantes que  había  desconocido  el  «acuerdo  de 
San  Nicolás»,  desterrando  a  algunos  diputa- 
dos, y  asume  el  mando;  pero  el  25  nombra  go- 
bernanor  provisorio  al  Dr.  D.  Vicente  López 
y  ordena  la  elección  de  una  nueva  legislatura. 
El  Dr.  López  acepta  este  nuevo  cargo,  pero 
renuncia  el  23  de  julio,  y  el  general  Urquiza 
vuelve  a  asumir  el  mando  de  la  provincia  el 
día  26.  Debiendo  pasar  dicho  general  a  la  ciu- 
dad de  Sania  Fe  para  la  instalación  del  «Con- 
greso Constituyente»,  nombró  el  3  de  septiem- 
bre gobernador  provisorio  al  general  D.  José 
Miguel  Galán,  quien  tomó  posesión  del  mando 
al  día  siguiente.  Tal  era  la  situación  de  Bue- 
nos Aires  cuando  el  11  de  septiembre  de  1852, 
por  un  pronunciamiento  encabezado  por  los 
generales  Piran  y  Madariaga,  fué  depuesto  el 
general  Galán,  dando  en  tierra  con  la  autori- 
dad de  Urquiza  en  Buenos  Aires.  El  mismo  día 
es  nombrado  gobernador  interino  el  general 
D.  Manuel  Guillermo  Pinto.  Esta  revolución 
no  costó  una  sola  gota  de  sangre  ni  sacrificios 
al  Estado;  sólo,  sí,  trajo  su  separación  momen- 
tánea del  resto  de  las  provincias  confedera- 
das; pero  fué  también  el  primer  eslabón  de  la 
cadena  de  acontecimientos  que  más  tarde  vino 
a  asegurar  la  organización  de  la  República 
Argentina. 
Revolución  (1880).  El  espíritu  porteño  no  que- 
ría o  no  podía  admitir  que  en  la  ciudad  de  los 
virreyes  hubiera  otra  autoridad  más  grande  o 
más  prestigiosa  que  la  del  propio  Gobierno  lo- 
cal o  provincial.  Justificado  o  no  por  la  Histo- 
ria el  sangriento  esfuerzo  con  que  los  hijos  de 
esta  ciudad  sostenían  su  autonomía  o  su  impe- 
rio, el  hecho  es  que  en  las  acciones  de  guerra 
(Barracas,  Olivera,  Corrales  y  Puente  Alsina) 
rindieron  un  copioso  tributo  de  vidas  y  entu- 
siasmos para  defender  a  Buenos  Aires  del  <  do- 
minio provinciano»  y  evitar  su  separación  de  la 
provincia,  para  convertirla  en  capital  de  la  na- 
ción. El  noble  y  brillante  heroísmo  con  que 
aquella  generación  de  porteños  defendió  sus 
ideales  y  convencimientos,  fué  esmaltado  con 
la  sangre  que  se  derramó  en  Corrales  y  Puen- 
te Alsina  (v.),  donde  tantos  jóvenes  y  viejos 
pagaron  el  tributo  debido  a  los  ardientes  an- 


helos que  suscitaban  los  prestigios  y  la  histo- 
ria de  la  ciudad  natal.  Hoy  están,  felizmente, 
olvidadas  las  antagonías  o  rivalidades  que  en- 
tonces estallaban  vigorosas  entre  «provincia- 
nos» y  «porteños».  La  provincia  perdió  su  his- 
tórica y  gallarda  capital,  orgullo  de  sus  hijos  y 
honor  de  América,  pero  la  Nación  tuvo  la 
suya.  Para  conseguirla  costó  muchos  sacrifi- 
cios; inclinémonos  ante  el  recuerdo  de  los  caí- 
dos bajo  la  seducción  de  sus  generosos  idea- 
les de  autonomía  y  grandeza  para  la  capital 
de  la  provincia  y  cuna  de  la  independencia 
americana.  Aquellos  sentimientos  y  aspiracio- 
nes contradictorias  y  latentes  en  todo  el  país, 
tuvieron  su  estallido  en  las  postrimerías  del 
gobierno  del  Dr.  Avellaneda.  Los  «porteños», 
apoyados  por  la  situación  de  Corrientes,  le- 
vantaron la  condidatura  del  Dr.  Tejedor  (v.), 
gobernador  de  Buenos  Aires,  para  sucederle 
en  la  presidencia  de  la  República.  Los  «pro- 
vincianos» tuvieron  su  exponente  en  el  gene- 
ral Roca  (v.),  guerrero  del  desierto  y  vencedor 
de  Arredondo  en  Santa  Rosa  (v.).  Los  ánimos 
se  enconaron  y  el  choque  se  produjo.  El  deta- 
lle determinante  de  la  lucha  lo  dio  un  buque 
con  armas  para  el  Gobierno  provincial,  del  que 
el  de  la  Nación  quiso  incautarse  en  el  Riachue- 
lo. Avellaneda  dio  orden  de  apresarlo  a  uno 
de  sus  batallones,  y  Tejedor  duplicó  las  fuer- 
zas provinciales  encargadas  de  proteger  el 
desembarco  de  esos  pertrechos.  El  Gobierno 
nacional,  menos  fuerte  que  el  de  la  provincia, 
se  retiró  de  la  ciudad,  estableciéndose  en  Bel- 
grano  y  declarando  en  rebeldía  contra  las  au- 
toridades de  la  nación  al  Gobierno  provincial. 
Tejedor  pudo  dominar  la  situación  aprehen- 
diendo a!  presidente  y  sus  ministros;  pero  tuvo 
temor  a  la  responsabilidad  histórica,  más  que 
a  la  derrota,  y  les  dejó  ir  al  linde  de  la  ciudad, 
desde  cuya  sede  comenzaron  los  aprestos  para 
vencer  a  Buenos  Aires,  y  esta  capital  se 
aprontó  para  la  defensa.  El  primer  choque 
grave  ocurre  en  las  cercanías  de  la  ciudad  de 
Mercedes,  en  Olivera,  donde  el  coronel  Arias 
es  vencido  por  las  fuerzas  nacionales  al  mando 
del  coronel  Racedo.  Arias  se  reconcentra  con 
sus  milicias  sobre  la  ciudad,  y  el  21  de  junio, 
protegidos  por  los  batallones  de  Policía  y  otros 
Cuerpos  de  voluntarios  de  la  capital,  libra  un 
segundo  combate,  con  suerte  igualmente  ad- 
versa, en  los  alrededores  de  Puente  Alsina.  El 
día  anterior,  las  divisiones  de  línea  al  mando 
de  Levalle  y  Campos  estrechan  el  sitio  de  la 


REY 


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Ríe 


ciudad  por  el  lado  de  Barracas;  el  21  y  22, 
bajo  la  dirección  del  Dr.  Pellegrini,  ministro 
de  la  Guerra,  se  producen  nuevas  acciones,  en 
las  que  la  división  provincial  del  coronel  Lagos 
es  vencida  también  en  los  Corrales.  El  23  se 
acuerda  un  armisticio,  que  tiene  por  desenlace 
la  paz  entre  Buenos  Aires  y  las  provincias, 
con  toda  su  fecunda  trascendencia  para  el  or- 
den político  y  económico  del  país.  Tejedor  re- 
nuncia, y  el  vicegobernador  Moreno  asume  el 
mando.  Se  resuelve  la  federación  de  la  capital 
hasta  los  límites  del  Riachuelo,  por  el  Sur; 
calles  Castro  Barros  y  Medrano,  por  el  Oeste, 
y  Palermo,  por  el  Noroeste.  Más  tarde  la  fede- 
ralización  se  amplía  hasta  incluir  los  munici- 
pios de  Flores  y  Belgrano,  destinando  la  juris- 
dicción provincial  por  el  bulevar  de  Circunva- 
lación. El  Gobierno  de  la  provincia  crearía  su 
capital  en  los  alrededores  de  Río  Santiago, 
donde  poco  tiempo  después  se  alzaba  la  her- 
mosa y  nueva  ciudad  de  La  Plata,  asiento  de 
las  autoridades  autónomas  de  la  primera  y  glo- 
riosa provincia  argentina,  que  a  pesar  de  su 
decapitación  transitoria  e  inevitable,  siguió 
siendo  la  primera  y  la'  más  grande  entre  sus 
hermanas.  Bueno  es  recordar  que,  sin  desco- 
nocer el  talento  y  el  tino  con  que  en  ese  mo- 
mento trascendental  y  difícil  de  nuestra  histo- 
ria procedieron  los  «provincianos»  como  Ave- 
llaneda, el  presidente  saliente,  y  Roca,  el  en- 
trante, ese  acto  de  gran  política  nacional  sólo 
podía  consolidarse  con  el  apoyo  decidido  que 
prestaron  a  la  causa  de  la  unidad  nacional  y  al 
prestigio  de  los  poderes  federales  «porteños» 
como  Mitre,  Pellegrini  y  Sáenz  Peña,  sin  cuyo 
concurso  tal  vez  la  solución  tranquila  no  se 
habría  alcanzado  jamás,  en  el  sentido  de  impo- 
ner a  la  provincia  la  pérdida  de  su  capital  para 
dejarla  en  los  altares  de  la  Nición;  tan  agudo 
y  tan  legítimo  era  el  sentimiento  local  que  agi- 
taba a  las  multitudes  y  a  la  juventud  en  la  he- 
roica ciudad  de  Mayo.  Hoy,  el  sentimiento  de 
unión  y  de  solidaridad  argentina  se  ha  consoli- 
dado, y  treinta  y  siete  años  después,  el  recuer- 
uo  de  las  trágicas  escenas  sirve  para  acen- 
tuarlo bajo  el  estímulo  de  la  sangre  generosa- 
mente derramada  en  aras  de  ideales  encontra- 
dos, pero  igualmente  grandes  en  la  intimidad 
de  su  patriótico  análisis. 
Reyna  (Melchor).  Ayudante  mayor  del  regi- 
miento de  infantería  de  Buenos  Aires;  coman- 
dante del  fuerte  del  Carmen  de  Patagones,  en 
lósanos  1803  y  1804. 


D.  Norberto  de  la    iestra. 


Riestra  (Norberto  de  la).  Economista.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  6  de  junio  de  1820.  Efectuó 
sus  primeros  estu- 
dios en  esta  ciudad 
y  pasó  a  perfec- 
cionarlos a  Inglate- 
rra, donde  perma- 
neció varios  años. 
De  regreso  al  país, 
después  de  la  caída 
de  Rosas,  le  fué 
confiado  el  arre- 
glo del  servicio  del 
empréstito  contraí- 
do en  Londres,  du- 
rante la  presiden- 
cia de  Rivadavia. 
En  1852  fué  electo  diputado  a  la  Legislatura  y 
reelecto  en  1854;  en  el  mismo  año  fué  nom- 
brado director  del  Banco  y  Casa  de  Moneda 
de  la  provincia,  y  en  febrero,  8  de  1855,  pasó 
a  ocupar  el  ministerio  de  Hacienda.  Cinco  años 
después  fué  electo  diputado;  cargo  que  renun- 
ció para  desempeñar  nuevamente  aquel  minis- 
terio, en  marzo  de  1860.  Rehusó  en  el  mismo 
mes  y  año  la  presidencia  del  Crédito  Público. 
En  1863  fué  electo  senador  nacional  y  descolló 
como  uno  de  los  miembros  más  conspicuos  de 
la  Cámara.  En  1865  fué  llamado  a  ocupar  por 
tercera  vez  el  ministerio  de  Hacienda,  cargo 
en  el  que  desarrolló  grandes  y  felices  inicia- 
tivas, en  una  época  difícil  para  el  Tesoro,  por 
estar  empeñada  la  República  en  una  guerra 
nacional.  En  1872  fué  nombrado  director  del 
Banco  Hipotecario.  Murió  en  esta  ciudad,  el 
3  de  julio  de  1879,  respetado  y  querido  de  to- 
dos. De  la  Riestra  gozó  de  elevada  reputación 
en  el  ramo  de  las  finanzas,  destacándose  ade- 
más por  su  patriotismo  y  honradez,  y  por  los 
muchos  servicios  que  prestó  al  país.  El  28  de 
diciembre  de  1918  fueron  trasladados  sus  res- 
tos al  mausoleo  consrruído  por  ley  nacional. 

Rico  Ramón).  Nacido  en  Buenos  Aires,  el  12  de 
septiembre  de  1798.  Radicado  en  el  partido  de 
la  Magdalena,  provincia  de  Buenos  Aires, 
donde  vivía  dedicado  a  los  trabajos  del  campo; 
era  juez  de  paz  de  Dolores,  en  cuyo  puesto 
gozaba  del  favor  de  Rosas.  En  1833  hizo  la 
expedición  al  desierto  como  segundo  jefe  del 
regimiento  5  de  caballería  de  milicias.  Disgus- 
tado con  Rosas  más  tarde,  fué  el  alma  de  la 
revolución  del  Sud,  conjuntamente  con  Caste- 
lli  y  Cramer,  asistiendo  a  la  batalla  de  Chas- 


RIG 


355  - 


RIN 


comús.  Derrotado,  emigró  a  Corrientes  y  pasó 
a  Martín  García,  donde  se  incorporó  a  Lava- 
lie,  revistando  en  su  clase  de  teniente  coronel, 
y  al  año  siguiente  desembarcó  en  San  Pedro, 
con  los  coroneles  Vélez  y  Avalos,  al  mando 
de  una  fuerza.  Desalojadas  las  guardias  que 
allí  había,  se  internaron  en  la  provincia  con  el 
objeto  de  reunir  caballada,  quedando  con  este 
hecho  realizada  la  invasión  del  general  Lava- 
lle  a  la  provincia.  Hizo  luego  la  campaña  con 
el  ejército  libertador,  y  tomado  prisionero  en 
la  .«iorpresa  de  San  Cala,  fué  fusilado,  con 
otros  compatriotas,  en  la  plaza  de  Catamarca, 
el  4  de  noviembre  de  1841. 

Riglos  y  Lasala  (José  de).  Comerciante,  na- 
cido en  Buenos  Aires,  se  educó  en  el  Colegio 
de  San  Carlos.  En  1810  se  alistó  en  el  ejército 
que  pasó  a  la  Banda  Oriental  del  Uruguay  y 
a  las  órdenes  del  general  Rondeau  a  sitiar  a 
Montevideo,  y  fué  el  encargado  de  conducir, 
en  1814,  las  banderas  tomadas  al  enemigo. 
Abandonó  muy  luego  la  carrera  de  las  Armas, 
y  se  dedicó  al  comercio  en  esta  capital  y  en 
Chile.  Cooperó  con  fuertes  sumas  al  sostén 
del  ejército  de  los  Andes  y  a  la  libertad  del 
Perú,  a  cuya  capital  se  trasladó,  una  vez  ocu- 
pada por  los  patriotas  en  1821.  Perdió  gran 
parte  de  su  fortuna  durante  las  campañas  del 
ejército  en  ese  país.  Fué  cónsul  argentino  en 
Lima,   hasta   1839,   en  cuyo  año  falleció  en 

"  aquella  capital. 

Rincón  (batalla).  Dada  en  la  Banda  Oriental 
del  Uruguay  el  24  de  septiembre  de  1825.  El 
comandante  uruguayo  Rivera  entraba  en  el 
Rincón  de  las  Gallinas  o  de  Haedo,  y  después 
de  un  ligero  combate  se  apoderaba  de  las  ca- 
balladas, tomando  algunos  soldados  prisione- 
ros. Ufano  se  retiraba  el  jefe  oriental  con  el 
resultado  feliz  de  su  expedición,  conseguido 
con  tanta  facilidad,  cuando  se  le  avisó  por  sus 
avanzadas  que  una  considerable  fuerza  ene- 
miga se  presentaba  a  la  vista.  Era  la  división 
del  coronel  brasileño  Jardim,  compuesta  de 
unos  800  hombres,  que  venía  buscando  la  in- 
corporación de  Abreu,  y  que  ignoraba  la  per- 
manencia de  Rivera  por  aquellas  inmediacio- 
nes. Difícil  era  la  situación  del  jefe  oriental, 
encerrado  en  el  Rincón  con  sólo  250  hombres, 
teniendo  a  su  frente  una  columna  de  800,  y  en 
las  cercanías  el  poderoso  ejército  de  Abreu; 
pero  el  valor  de  los  patriotas  sabía  salvar  aun 
las  situaciones  más  comprometidas.  Con  esa 
percepción  rápida,  peculiar  de  Rivera,  este 


resolvió  llevar  un  ataque  decisivo  a  los  brasi- 
leños, antes  de  que  éstos  se  dieran  cuenta  de 
la  pequeña  fuerza  que  tenían  a  su  frente. 
Tranquilo,  y  dividida  sus  tropas  en  dos  co- 
lumnas, entraba  Jardim  en  el  Rincón,  cuando 
fué  sorprendido  por  una  rápida  carga  que  sa- 
ble en  mano  le  llevaban  los  uruguayos:  la  pri- 
mera columna,  al  mando  de  Mena  Barreto, 
fué  deshecha  completamente,  quedando  muer- 
to este  jefe,  y  la  segunda  división  formó  cua- 
dro, preparando  sus  tercerolas.  Rivera  avanzó 
resueltamente  y  los  sables  de  sus  soldados 
destrozaron  al  enemigo.  Jardim,  con  sólo  unos 
cuantos  hombres,  logró  escapar;  pues  el  resto 
fué  muerto  o  era  prisionero  de  los  orientales. 
El  origen  del  nombre  Rincón  de  las  Gallinas 
no  se  sabe  con  seguridad,  pero,  según  referen- 
cias antiguas,  había  multitud  de  las  llamadas 
pavas  de  monte  en  los  bosques  de  este  lugar, 
y  se  presume  que  por  corrupción  le  llamaron 
de  las  gallinas.  Según  otros,  atribuían  tal  de- 
nominación a  las  circunstancias  de  ser,  por  lo 
seguro,  el  escondite  de  los  changadores  del 
norte  del  río  Negro,  que  en  él  se  refugiaban 
por  temor  a  los  indios,  ya  que  era,  y  continúa 
siéndolo,  sumamente  fácil,  para  ponerse  en 
salvo,  pasar  de  las  islas  del  Yaguarí  (las  de  la 
boca  del  río  Negro)  al  rincón,  o  viceversa;  las 
gentes  que  así  procedían  merecían  de  parte 
de  los  más  valientes  y  decididos  el  epíteto  de 
gallinas.  Llamóse  también  de  Haedo,  nombre 
de  un  rico  estanciero  de  aquel  paraje. 

Rincón  (batalla  del).  Guerra  civil.  Dos  partidos 
se  habían  puesto  en  armas  en  la  República:  el 
unitario,  que  quería  la  centralización  del  poder, 
y  cuyo  jefe  era  Rivadavia,  y  el  federal,  que 
pretendía  la  división  de  poderes,  esto  es,  la 
autonomía  provincial ,  y  cuyo  representante 
más  conspicuo  era  el  coronel  D.  Manuel  Do- 
rrego.  Lanzados  a  la  lucha  armada,  se  encon- 
traron en  Tucumán  los  dos  ejércitos,  mandado 
el  federal  por  Facundo  Quiroga  e  Ibarra,  y  el 
unitario  al  mando  de  Lamadrid  y  de  Domingo 
López  Matute,  el  6  de  julio  de  1827,  librando 
una  batalla  en  el  Rincón,  a  dos  leguas  de  Tu- 
cumán. Quiroga,  al  frente  de  los  riojanos,  cae 
sobre  el  ejército  de  Lamadrid  y  de  Matute, 
siendo  éstos  derrotados  y  teniendo  que  huir 
Lamadrid.  Las  pérdidas  entre  ambos  bandos 
fueron  numerosas. 

Rinconada  del  Pocito  (batalla  de).  Tuvo 
lugar  el  5  de  enero  de  1867.  En  la  provincia  de 
Mendoza  había  estallado  un  movimiento  revo- 


RIO 


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RIS 


lucionario,  deponiendo  al  gobernador  D.  Meli- 
tón  Arroyo,  quien  tuvo  que  huir  en  dirección 
del  fuerte  de  San  Rafael,  en  donde  se  hallaba 
el  comandante  Irrazabal,  en  quien  delegó  el 
mando,  autorizándole  al  mismo  tiempo  a  adop- 
tar las  medidas  del  caso  para  su  reposición. 
Solicitada  la  intervención,  el  Gobierno  nacio- 
nal había  tomado  medidas  para  sofocarlo,  y  en 
tal  virtud,  el  teniente  coronel  D.  Julio  Campos 
marcha  con  una  división  al  encuentro  de  los 
revolucionarios,  mandados  por  el  coronel  don 
Juan  de  Dios  Videla,  y  en  la  Rinconada  del 
Pocito  libran  una  batalla,  siendo  desgraciada 
para  las  fuerzas  nacionales.  Campos  se  retira 
a  la  provincia  de  San  Luis,  con  algunas  fuer- 
zas que  salva,  y  el  mismo  día  entra  Videla  con 
su  gente  en  la  ciudad  de  San  Juan. 

Río  Bamba  (combate  de).  Entre  las  tropas  rea- 
listas y  los  independientes,  el  21  de  abril 
de  1822,  en  las  inmediaciones  de  la  ciudad  de 
este  nombre  en  la  República  del  Ecuador.  Du- 
rante esta  campana,  a  poca  distancia  del  pue- 
blo que  dio  nombre  al  combate,  un  escuadrón 
de  Granaderos  a  caballo,  mandado  por  el  co- 
mandante D.  Juan  Lavalle,  se  halló  de  pronto 
al  frente  de  una  división  de  caballería  realista, 
y  tuvo  la  audacia  de  cargarla  dos  veces  y  dis- 
persarla, con  una  bizarría  de  la  que  habrá  ra- 
ros ejemplos.  Antes  que  los  vencidos  pudieran 
reaccionar,  emprendió  su  marcha  al  trote,  para 
recibir  la  carga  que  le  amenazaba  lo  más  dis- 
tante de  la  infantería,  apoyada  por  30  Drago- 
nes colombianos.  La  caballería  enemiga  fué 
deshecha  y  acuchillada  por  la  espalda.  Los 
despojos  de  esta  jornada  fueron  52  muertos  y 
40  heridos  del  enemigo.  El  combate  de  Rio 
Bamba  fué  uno  de  los  más  brillantes  triunfos 
de  la  caballería  independiente  en  la  guerra  de 
la  emancipación  sudamericana.  Bolívar  honró 
esta  proeza  dando  al  escuadrón  argentino  el 
título  de  Granaderos  de  Rio  Bamba. 

Río  Colorado  (combata  de).  El  general  Peña- 
losa  (v.),  al  frente  de  fuerzas  riojanas  y  salte- 
ñas,  da  combate  en  Rio  Colorado,  el  10  de  fe- 
brero de  1862,  al  gobernador  de  Tucumán, 
presbítero  D.  José  María  del  Campo,  a  quien 
derrota,  dejando  éste  en  el  campo  de  batalla 
muchos  muertos  y  heridos,  y  retirándose  en  la 
noche  del  11  hasta  el  pueblo  con  unos  200  in- 
fantes, una  pieza  de  artillería  y  alguna  caba- 
llería. Peñalosa  obedecía  a  órdenes  del  gene- 
ral Aniceto  Latorre,  jefe  del  5."  cuerpo  de 
ejército  del  Centro,  a  quien  aquél  pasó  el  parte 


sobre  ese  hecho  de  armas  como  un  triunfo  de 
las  de  la  caduca  Confederación  bajo  la  presi- 
dencia del  Dr.  Derqui. 

Río  Corrientes  (combate  de).  11  de  mayo 
de  1842,  entre  las  tropas  correntinas,  al  mando 
del  general  D.  Juan  Madariaga,  y  tropas  entre- 
rrianas,  a  cuyo  frente  se  hallaba  e  Icoronel  don 
Miguel  Galán.  El  encuentro  tuvo  lugar  en  Rio 
Corrientes,  y  son  derrotados  los  entrerrianos, 
teniendo  que  dejar  en  el  campo  el  armamento, 
las  caballadas  y  algunos  prisioneros. 

Rioja.  Provincia  y  ciudad  andina  de  la  Repú- 
blica Argentina,  limítrofe  con  Chile.  Su  super- 
ficie es  de  93.030  kilómetros  cuadrados.  La  ca- 
pital de  la  provincia  es  la  ciudad  de  la  Rioia> 
que  fué  fundada  el  20  de  mayo  de  1591  por  don 
Juan  Ramírez  de  Velasco.  Está  situada  en  un 
hermoso  valle;  su  aspecto  es  triste;  su  edifica- 
ción es  colonial  en  su  mayor  parte,  y  tiene 
unos  9.000  habitantes.  Le  fué  dado  el  nombre 
a  la  provincia  en  recuerdo  de  la  antigua  co- 
marca española  homónima,  situada  entre  Álava 
y  Navarra,  célebre  por  la  pureza  de  sus  vinos. 
Su  primer  gobernador  constitucional  fué  don 
Francisco  Solano  Gómez,  en  12  de  marzo 
de  1856. 

Río  Salado  (combate  del).  5  de  noviembre 
de  1840.  El  gobernador  de  Salta,  que  era  don 
Manuel  Sola,  invade  la  provincia  de  Santiago 
del  Estero,  dividiendo  su  fuerza  en  tres  colum- 
nas, siendo  una  de  éstas  compuesta  de  cata" 
marqueños.  En  las  márgenes  del  Rio  Salado, 
el  jefe  santiagueño  D.  .Manuel  Ibarra  bate  a 
una  columna  saltena  al  mando  de  Pereda,  per- 
siguiéndole tenazmente  hasta  los  límites  de  su 
provincia,  siendo  a  la  vez  hostilizado  el  resto 
de  las  fuerzas  invasores  hasta  abandonar  a 
Santiago.  Igual  suerte  le  cupo  al  general  La- 
madrid,  que  por  otro  punto  había  invadido  esta 
provincia  con  una  columna  de  tucumanos. 

Risso  Patrón  (Buenaventura).  Sacerdote.  Na- 
ció en  Piedra  Blanca  (Catamarca),  el  15  de  oc- 
tubre de  1811.  Hizo  sus  estudios  en  el  conven- 
to franciscano  de  Catamarca,  a  cuya  Orden  in- 
gresó el  año  1829;  recibió  las  sagradas  órde- 
nes en  1833,  y  en  los  años  subsiguientes  dictó 
las  cátedras  de  Gramática,  Latín,  Filosofía  y 
Teología.  Por  su  inteligencia  y  sus  virtudes 
desempeñó  en  su  Orden  los  cargos  más  eleva- 
dos: rector,  guardián,  provincial,  visitador  ge- 
neral, regente  de  estudios,  y  por  último  mere- 
ció ser  elevado  a  la  dignidad  de  obispo  dioce- 
sano de   Salta,   el   13  de  julio  de   1860,  por 


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S.  S.  el  Papa  Pío  IX;  fué  consagrado  por  el 
obispo  Orellano,  el  7  de  abril  de  18(31,  y  tomó 
posesión  del  obispado  el  7  de  julio  del  mismo 
año.  Dos  años  después,  a  costa  de  grandes  sa- 
crificios personales,  fundó  el  Seminario  dioce- 
sano de  Salta,  y  en  1869  asistió  al  Concilio 
ecuménico  del  Vaticano.  Expidió  en  el  desem- 
peño de  su  misión  numerosas  cartas  pastora- 
les, en  las  cuales  encaró  enérgicamente  y  con 
espíritu  lozano  y  entereza  los  conflictos  ocu- 
rridos durante  la  primera  presidencia  del  ge- 
neral D.  Julio  A.  [-íoca.  Murió  este  digno  pre- 
lado el  13  de  noviembre  de  1884. 
Rivadavia  (Bernardino).  Estadista.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  29  de  mayo  de  17S0.  Educóse 
en  el  Real  Cole- 
gio de  San  Car- 
los. Estudió  Le- 
yes, pero  no  se 
recibió  de  aboga- 
do. Comenzó  su 
carrera  pública 
como  capitán  del 
Cuerpo  de  «ga- 
llegos», batién- 
dose denodada- 
mente contra  las 
tropas  inglesas, 
que  invadieron  a 
esta  capital  en 
los  años   1806  o 

1807;  pasados  estos  acontecimientos,  actuó  en 
el  movimiento  del  1  de  enero  de  1809  para  sos- 
tener a  Liniers,  y  luego,  en  el  año  1810,  figuró 
en  los  que  prepararon  el  movimiento  emancipa- 
dor, votando  en  el  Cabildo  abierto  en  pro  de  la 
causa  americana;  al  año  siguiente  fué  nombra- 
do ministro  secretario  de  Guerra,  desempeñan- 
do conjuntamente  las  carterasde  Gobierno  y  de 
Hacienda;  en  su  período  ministerial  se  llevaron 
a  cabo  notables  mejoras  administrativas.  Cayó 
del  poder  el  8  de  octubre  1812.  Dos  años  pasó 
alejado  de  los  negocios  públicos,  al  final  de  los 
cuales  fué  nombrado  encargado  de  Negocios 
cerca  de  algunas  cortes  europeas,  acreditando 
en  este  cargo  su  laboriosidad  y  competencia. 
Concluida  su  misión  en  1820,  volvió  a  su  país, 
donde  se  le  confió  el  ministerio  de  Gobierno 
en  la  administración  de  Rodríguez,  debiéndose 
a  su  iniciativa  el  establecimiento  del  sistema 
representativo,  la  creación  del  Registro  ofi- 
cial, archivo,  cementerio,  mercados,  registro 
estadístico,  policía,  etc.  En  la  educación  públi- 


D.  Bernardino  Rivadavia. 


ca  creó  numerosas  bibliotecas,  el  departamen- 
to de  Ingenieros,  la  Sociedad  de  Beneficencia, 
erigió  la  Universidad  y  muchas  otras  mejoras. 
Nombrado  nuevamente  ministro  en  el  gobier- 
no de  Las  Heras,  rehusó  el  cargo  para  trasla- 
darse a  Europa  como  enviado  extraordinario 
cerca  de  S.  M.  Británica,  regresando  al  año, 
el  8  de  febrero  de  182(3,  en  que  fué  electo  pre- 
sidente de  la  República,  siendo  su  período  uno 
de  los  más  notables  de  la  historia  del  país.  La 
educación  y  la  instrucción  progresaron  nota- 
blemente por  la  decidida  protección  que  les 
prestara;  organizó  las  finanzas  y  fomentó  las 
artes,  y  por  último,  inició  la  independencia  del 
Uruguay  con  los  triunfos  del  ejército  y  la  es- 
cuadra, ocurridos  durante  el  período.  Obsta- 
culizado por  e!  partido  federal  e  insurrecciona- 
das algunas  provincias  contra  su  poder,  renun- 
ció el  27  de  junio  de  1827.  Desde  entonces  se 
retiró  de  la  política,  volviendo  a  Europa  dos 
años  después;  regresó  af  país  en  1834,  radi- 
cándose luego  en  el  Uruguay,  y  más  tarde  en 
el  Brasil,  hasta  el  año  1841 ,  en  que  se  embarcó 
para  Cádiz,  en  cuya  ciudad  murió,  el  22  de 
septiembre  de  1845. 

Rivarola  (Pantaleón).  Escritor  argentino.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  el  27  de  julio  de  1754. 
Sacerdote.  Capellán  del  regimiento  del  «Fijo»; 
era  muy  dado  al  cumplimiento  de  sus  deberes, 
versado  en  la  literatura  antigua  y  en  la  histo- 
ria de  su  patria.  Es  autor  de  dos  romances 
históricos  extensos:  el  uno  en  que  se  hace  re- 
lación circunstanciada  de  la  gloriosa  reconquis- 
ta de  Buenos  Aires,  en  agosto  de  1806,  y  el 
otro  que  delínea  brevemente  la  defensa  de  la 
misma  ciudad,  verificada  entre  el  2  y  5  de  ju- 
lio de  1807.  Falleció  el  24  de  septiembre  de 
1821.  Sus  restos  se  hallan  depo.sitados  en  la 
iglesia  de  San  Ig- 
nacio (Buenos  Ai- 
res.) 

Rivas  (Ignacio).  Mi- 
litar. Nacido  en  la 
ciudad  de  Paysan- 
dú  (Estado  Orien- 
tal), en  1827.  Des- 
pués de  recibir  su 
instrucción  prima- 
ria se  alistó,  en 
1844,  en  el  ejército 
de  la  defensa  de 
Montevideo,  don- 
de ascendió  a  subteniente,   el  20  de  mayo 


D.  Ignacio  Rivas. 


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del  mismo  año,  en  mérito  a  sus  disposicio- 
nes y  valor,  obteniendo  los  galones  de  te- 
niente poco  después.  Permaneció  en  esa  plaza 
hasta  después  del  asedio.  Concurrió  a  Case- 
ros, sirviendo  en  calidad  de  jefe  en  el  sitio  de 
Buenos  Aires,  batallas  de  Cepeda  y  Pavón, 
Cañada  de  Gómez,  y  en  las  expediciones  con- 
tra los  indios.  Como  coronel  concurrió  a  la 
campana  del  Paraguay.  En  esa  guerra  su  ac- 
tuación fué  brillantísima:  se  halló  en  la  toma 
de  Corrientes,  Yataij  y  toma  de  Uruguayanai 
mandó  en  jefe  en  Yatayti-Corú;  en  Curupaiti 
fué  herido  y  se  le  aclamó  general  sobre  el 
campo  de  batalla;  venció  en  los  combates  de 
Amambay  y  Laguna  Ibera;  asistió  a  la  toma 
de  Itá-Ibaté,  y  a  las  batallas  del  2  y  24  de  Mayo. 
Estero  Bellaco,  toma  de  Caruzíi  y  Humaitá,  y 
a  otros  hechos  de  armas,  hasta  la  terminación 
de  esa  campaña.  En  1870  concurrió  a  la  cam- 
paña de  Entre  Ríos;  derrotó  en  la  batalla  de 
Santa  Rosa  a  López  Jordán,  y  en  1857  venció 
a  los  indios  en  Pcifii  Carhiié.  En  1874,  durante 
la  revolución  nacionalista  encabezada  por  el 
general  Mitre,  de  quien  era  ardiente  partida- 
rio, se  plegó  a  ella  con  numerosa  tropa  e  in- 
dios amigos.  Este  valiente  militar  falleció  en 
Buenos  Aires,  el  1  de  abril  pa  [880. 
Rivera  (Alonso  de  la).  Capitán.  Gobernador  de 
la  antigua  provincia  del  Tucumán,  desde  fines 
de  1605  hasta  1612.  En  vista  de  las  continuas 
sublevaciones  de  los  calchaquies,  el  goberna- 
dor Rivera  resolvió  desde  el  principio  de  su 
administración  fundar  una  ciudad  dentro  de  su 
valle,  y  no  pudiéndolo  conseguir  fundó  la  de 
San  Juan  de  la  Rivera  en  el  valle  de  Londres 
en  1607,  nombrando  por  primer  teniente  de 
gobierno  al  capitán  Gaspar  Doncel.  Deshizo 
la  villa  de  Madrid  de  las  Juntas,  incorporándo- 
la en  1609  a  la  ciudad  de  Esteco,  y  trasladán- 
dola a  otro  sitio.  Fué  su  teniente  el  licencia- 
do Luis  del  Peso,  a  quien,  a  pesar  de  no  ser 
militar  como  su  padre  el  capitán  D.  Jerónimo, 
encargó  la  empresa  de  ponerse  a  la  cabeza  de 
una  fuerza  de  sesenta  hombres,  contra  los  in- 
dios pa^y^as  de  su  jurisdicción,  que  infestaban 
los  caminos  de  Buenos  Aires,  asesinando  y  ro- 
bando, con  amago  de  asaltar  la  ciudad  de  Cór- 
doba. El  licenciado  Peso  se  portó  como  si  toda 
su  vida  hubiese  sido  soldado;  penetró  en  1609 
en  las  tierras  del  enemigo,  castigando  a  unos 
y  obligando  a  los  demás  a  rendirse.  Durante 
su  gobierno  se  establecieron  en  su  provincia 
la  Compañía  de  Jesús  del  Paraguay,  a  quien 


Rivera  siempre  favoreció,  y  llegó  en  ese  tiem- 
po el  Dr.  Francisco  de  Alfaro,  oidor  de  la 
Real  Audiencia  de  Charcas,  como  visitador 
general,  para  desagravio  de  los  miserables  in- 
dios, que  gemían,  y  aun  perecían,  bajo  el  yugo 
del  servicio  personal.  Apenas  Alfaro  llegó 
convocó  una  Junta  provincial  que  se  reunió  en 
la  ciudad  de  Santiago  del  Estero,  capital  de 
la  gobernación  del  Tucumán,  el  12  de  diciem- 
bre de  161 1,  para  resolver  «si  era  o  no  lícito  el 
serv/cio  personal  de  los  naturales  de  la  pro- 
vincia», y  se  resolvió  negativamente  en  la  for- 
ma como  a  la  sazóu  se  practicaba.  Fué  gober- 
nador de  Chile  y  presidente  de  su  Real  Au- 
diencia. Murió  en  1619. 
Rivera  (Fructuoso).  Militar  uruguayo.  Nacido 
en  el  Peñarol  por  el  año  1788.  Se  halló  en  Las 
Piedras, iunto  con 
su  hermano  don 
Félix,  donde  fué 
ascendido  a  capi- 
tán. Batió  a  Do- 
rrego  en  Guaya- 
bos; derrotado  en 
India  Muerta; 
vencedor  en  el 
Rincón  de  las  Ga- 
llinas. El  24  de 
octubre  de  1830, 
Rivera  es  elegido 
primer  presidente 
constitucional  de  la  República  Oriental  del 
Uruguay,  quien  por  enconntrarse  en  campa- 
ña no  tomó  posesión  del  mando  hasta  su  re- 
greso a  la  capital,  el  6  noviembre  de  1830. 
Derrotado  en  Carpintería  el  19  de  septiembre 
de  1836,  y  en  el  Yi;  vencedor  en  Yucutájá, 
22  de  octubre  de  1837,  y  en  el  Palmar,  el  15  de 
junio  de  1838.  Presidente  por  segunda  vez  en 
1  de  marzo  de  1839.  En  10  de  marzo  declaró 
guerra  a  Rosas,  instado  por  sus  aliados  los 
franceses  y  por  los  emigrados  argentinos.  En 
su  manifiesto  declaraba  que  esa  guerra  no  se 
dirigía  al  benemérito  pueblo  argentino,  nues- 
tro aliado  en  las  últimas  gueJras  de  la  inde- 
pendencia, sino  al  tirano  del  pueblo  inmortal 
de  Sudamérica.  Derrotó  a  las  fuerzas  rosistas 
de  Echagüe,  gobernador  de  Entre  Ríos,  en  la 
batalla  de  Cagancha,  el  29  de  diciembre 
de  1839;  fué  derrotado  en  la  batalla  de  Arro- 
yo Grande,  el  6  de  diciembre  de  1842,  por  Ori- 
be; derrotado  en  India  Muerta,  en  27  de  marzo 
de  1S45,  por  Urquiza;  vencedor  en  Paysandú; 


D.  Fructuoso  Rivera. 


RIV 


359 


D.  José  Rivera  Indarte. 


derrotado    en  Animas   (Tacuarembó),   enero 
de  1847.  Después  de  un  destierro  de  cinco 
años  pudo  Rivera  volver  a  la  patria;  pero  mu- 
rió a  orillas  del  arroyo  Conventos,  cerca  de 
Meló,  el  13  de  enero  de  1854,  después  de  ha- 
ber batallado  por  cerca  de  cuarenta  y  tres 
años. 
Rivera  Indarte  (José).  Nació  el  18  de  agosto 
de  1814,  en  la  ciudad  de  Córdoba;  estudió  en 
Buenos  Aires  y  pu- 
blicó sus  primeros 
escritos  en  la  Ga- 
ceta   Mercantil  en 
1832.  Defendía  en 
ellos  al   Gobierno 
Oriental,  lo  que  le 
valió    la    privanza 
del    ministro   Váz- 
quez, quien  le  lla- 
mó a  Montevideo. 
Durante  su  perma- 
nencia en  la  ciudad 
uruguaya  fundó  el 
Investigador,  y  es- 
cribió, entre  otras  cosas  sus  apuntes  sobre  el 
asesinato  de  Quiroga  y  la  refutación  a  Alber- 
di,  titulada  La  defensa  del  voto  en  América. 
Al  regresar  a  Buenos  Aires,  Rosas  ordenó  su 
prisión  en  un  pontón.  Allí  empezó  a  ser  hom- 
bre de  combate,  y  desde  aquel  día,  dice  Mi- 
tre, se  operó  en  Rivera  Indarte  una  transfigu- 
ración total,  bautizada  con  lágrimas  de  dolor 
y  templada  por  los  golpes  acerbos  del  infortu. 
nio.  Después  de  vivir  algún  tiempo  en  Europa 
y  Estados  Unidos,  volvió  a  Montevideo,  don- 
de asumió  la  dirección  de  El  Nacional,  diario 
en  que  dejó  la  más  intensa  huella  de  su  tempe- 
ramento combativo.   Sus  célebres   Tablas  de 
sangre  aparecieron  en  los  folletines  de  este 
diario,  junto  con  Rosas  y  su  tiempo,  y  la  famo- 
sa carta  al  emperador  del  Brasil.  Son  sus  de- 
más obras  el  poema  Caaguazú,  La  interven- 
ción en  el  Rio  de  la  Plata,  el  famoso  panfleto 
titulado  Es  acción  santa  matar  a  Rosas,  y  di- 
versas colecciones  de  artículos  políticos  y  lite- 
rarios, y  poesías  sueltas.  Rivera  Indarte  — dice 
uno  de  sus  biógrafos  —era  un  hombre  de  me- 
diana estatura,  más  bien  grueso,  y  de  aspecto 
vigoroso.  Tenía  la  frente  ancha  y  abultada, 
los  ojos  pequeños  y  claros,  el  cabello  rubio  y 
espeso,  el  semblante  siempre  muy  pálido,  y  su 
vestir  era  desaliñado.  Casi  todas  las  obras  de 
Rivera  Indarte,  se  han  hundido  en  el  olvido,  a 


-  ROC 

pesar  de  la  celebridad  y  la  resonancia  que  al- 
canzaron en  los  días  trágicos  de  la   tiranía. 
Apasionado,  vibrante,  el  estilo  combativo  de 
Rivera  era  de  una  violencia  extraordinaria.  El 
odio  a  Rosas  le  inspiraba  páginas  y  versos  que 
no  tienen  precedentes  en  las  letras  argentinas. 
El  19  de  agosto  de  1844,  la  muerte  sorprendió 
al  poeta  y  periodista  en  Santa  Catalina,  Bra- 
sil. Lo  atendió  en   sus  últimos  momentos  el 
médico  argentino  Dr.  Montes  de  Oca. 
Rivera  (Pedro  Ignacio  de).  Jurisconsulto.  Sig- 
natario del  acta  de  la  independencia.  Natural 
de  Bolivia;  cursó  los  estudios  de  Derecho  y  se 
graduó  de  doctor  en  Leyes  en  la  Universidad 
de  Charcas.  En  el  año  de  1S16  fué  electo  di- 
putado por  la  provincia  de  Mizque,   ante  el 
Congreso  de  Tucumán  que  declaró  la  indepen- 
dencia argentina.  El  11  de  enero  de  1817  se 
radicó  en  esta  capital,  falleciendo  en  la  misma 
el  17  de  febrero  de  1853. 
Robles  (Agustín  de).  Mariscal.  Gobernador  de 
Buenos  Aires.  Este  hombre,  que  por  sus  ta- 
lentos y  sus  servicios  militares  había  alcan- 
zado a  los  más  altos  puestos  del  reino,  fué  tan 
desvergonzado  ladrón  y  dilapidador  de  las  ren- 
tas y  de  los  bienes  públicos,  que  corroboró 
mejor  que  ningún  otro  la  idea  ya  pasada  como 
proverbio,  de  que  la  gobernación  de  Buenos 
Aires  era  bolsa  común  de  rateros.  En  su  go- 
bierno estuvo  Buenos  Aires  amenazado  de  ser 
atacado  por  una  escuadra  francesa  de  24  na- 
vios, que  mandaba   el  almirante  M.  Pointis, 
pero  en  el  momento  de  hacerse  a  la  vela  se 
ajustó  la  Paz  de  Reswick.  Apenas  pasado  este 
peligro  se  presentaron  al  frente  de  la  ciudad 
cuatro  naves  de  piratas  dinamarqueses;  mas 
como  la  encontraron  guarnecida  por  las  tropas 
de  guaraníes  y  criollos  que  habían  acudido  a 
la  amenaza  francesa,  se  retiraron  sin  llevar 
adelante  la  tentativa. 
Robredo  (Jorge).   Militar.   Nació  en  Buenos 
Aires,  el  23  de  abril  de  1778.  Se  batió  en  las 
siguientes    acciones:   reconquista  de   Buenos 
Aires  desde  el  ataque  de  Perdriel,  agregado 
al  Cuerpo  de  Blandengues,  a  las  órdenes  del 
teniente   coronel   Antonio   Olavarría,   el  año 
1806;  en  la  defensa,  en  1807,  a  las  órdenes  del 
teniente  coronel  Pío  Gana;  en  el  Rosario  y  en 
Punta  Gorda,  a  las  órdenes  del  teniente  coro- 
nel de  su  regimiento  D.   José  León  Domín- 
guez. Falleció  en  esta  ciudad,  el   12  de  no- 
viembre de  1827. 
Roca  (José  Segundo).  Militar.  Nació  en  la  ciu- 


ROC 


360  - 


ROC 


dad  de  Tucumán,  el  1  de  junio  de  ISOO,  y  cuan- 
do apenas  contaba  diez  y  seis  años  sentó  pla- 
za en  el  Cuerpo  de  Cívicos,  y  en  1820,  como 
subteniente  de  bandera  del  11  de  infantería  de 
línea,  pasó  a  Chile,  incorporándose  al  ejército 
de  los  Andes,  con  el  que  fué  al  Perú  e  hizo  la 
campafia  de  ía  Sierra  a  las  órdenes  del  general 
Arenales,  hallándose  en  las  acciones  áejauju 
y  Pasco.  En  julio  de  18  '1   entró  en  clase  de 
teniente  a  la  capital  del  Perú,  y  al  año  siguien- 
te formó  parte  de  la  expedición  que  marchó  al 
Ecuador,  sirviendo  a  las  ó'denes  del  general 
Sucre;  encontrándose  en  Zepita  y  en  la  jor- 
nada ÁQjunin  con  el  grado  de  capitán  de  Ca- 
ballería, mereciendo  en  esta  batalla  ser  ascen- 
dido a  sargento  mayor  en  premio  de  su  com- 
portamiento. Desempeñando  una  comisión  de 
servicio  cayó  gravemente  enfermo,  lo  que  le 
privó  de  asistir  a  la  batalla  de  Ayacucho.  En 
1826  regresó  a  Buenos  Aires,  y  fué  nombrado 
edecán  del  general  Alvear  en  la  campaña  con- 
tra el  Brasil,  hallándose  en   los  principales 
hechos  de  armas,  revistando  con  el  grado  de 
teniente  coronel.  Vuelto  a  la  patria,  acompañó 
en  la  guerra  civil  al  general  Lavalle,  siendo 
ascendido  a  coronel  en  1830,  pero  muerto  su 
jefe,  emigró.  Fué  uno  de  los  pocos  guerreros 
de  la  independencia  que  hizo  la  campaña  del 
Paraguay,  muriendo  el  8  de  marzo  de  1866,  en 
el  campamento  de  las  Ensenaditas,  sobre  el 
Paso  de  la  Patria,  al  iniciarse  la  guerra  del 
Paraguay. 
Roca  (Julio  A.).  Militar  y  hombre  político,  na- 
cido en  la  ciudad  de  Tucumán,  el  17  de  julio 
de  1843,  siendo 
sus  padres  el  co. 
ronel  de  la  inde- 
pendencia D.  Jo- 
sé Segundo  Roca 
(V.)  y  D  ^  Agusti- 
na Paz,   descen- 
diente de  una  fa- 
milia   patricia. 
Hizo  de  niño  sus 
estudios  en  la  es- 
cuela primaria  de 
su   pueblo  natal, 
y  a  los  trece  años 
pasó  al  histórico 
Colegio    de   la 
Concepción  del  Uruguay,  y  empezó  su  carrera 
militar  en  el  ejército  de  la  Confederación  ar- 
gentina con  el  grado  de  subteniente  de  Artille- 


General  D.  Julio  .-X.  Roca. 


ría,  el  1  de  marzo  de  1858,  habiendo  sido  pro- 
movido al  empleo  de  teniente  segundo  el  30  de 
septiembre  del  mismo  año.  Se  halló  en  la  bata- 
lla de  Cepeda  (1859)  y  en  Pavón.  Hizo  la  cam- 
paña del  Paraguay,  llegando  hasta  el  grado  de 
sargento  mayor.  Durante  la  presidencia  de 
Sarmiento  fué  nombrado  teniente  coronel,  y  la 
frente  del  7  de  línea  fué  mandado  al  Norte  de 
la  República  en  previsión  de  si'cesos  que  se 
temían,  y  con  las  órdenes  de  sostener  a  las 
autoridades  de  Salta.  Ascendió  a  coronel  a 
mérito  de  acción  distinguida  en  la  batalla  de 
Ñaembé,  contra  el  ejército  rebelde  del  caudillo 
López  Jordán,  el  3  de  febrero  de  IS71.  Ascen- 
dido a  general  después  de  la  batalla  de  Santa 
Rosa.  Fué  dos  veces  presidente  de  la  Repú- 
blica, preocupándose  mucho  tanto  de  la  paz 
exterior  como  de  la  interior,  de  la  educación 
pública,  de  la  extensión  de  las  líneas  férreas, 
etcétera.  Fué  miembro  del  Senado  de  la  nación 
y  presidente  del  mismo;  embajador  en  el  Brasil. 
Murió  este  ilustre  argentino  en  Buenos  Ai- 
res, el  19  de  octubre  de  1914,  a  las  diez  de  la 
mañana. 
Roca  (Rudecindo).  Militar.  Nació  en  Tucumán, 
el  22  de  agosto  de  1850.  Ingresó  en  el  ejército 
en  clase  de  aspi- 
rante del  primer 
regimiento  de  Ar- 
tillería ligera  el 
24  de  diciembre 
de  1864.  En  el 
mencionado 
Cuerpo  marchó  a 
la  guerra  del  Pa- 
raguay,  encon- 
trándose en  las 
siguientes  accio- 
nes de  guerra:- 
Estero  Bellaco, 
Tuyuti,  Curupay- 
ti,  Humaytá.   En 

julio  del  año  1868  marchó  a  Corrientes  en  el 
ejército  al  mando  del  general  D.  Emilio  Mi- 
tre, contra  la  rebelión  en  cabezada  por  el  ex 
general  Cáceres,  en  donde  permaneció  hasta 
enero  de  186Q,  en  cuya  época  marchó  en  una 
expedición  a  Córdobr,  a  las  órdenes  del  coro- 
nel Borges.  jefe  del  batallón  2.°  de  línea,  al 
cual  pertenecía.[Desde')unio  de  1869  hasta  sep- 
tiembre de  1870  estuvo  enservicio  en  las  fron- 
teras sud  de  Buenos  Aires.  Hizo  la  campaña 
de  Entre  Ríos.  En  la  frontera  oeste  de  Buenos 


Generai  uc    rigajii  D.  Ru- 
decindo Roca. 


ROC 


361 


ROD 


Aires  tomó  parte  en  varios  combates  contra 
los  indios.  En  la  segunda  campaña  de  Entre 
Ríos  se  halló  en  la  batalla  de  Don  Gómalo. 
Combatió  a  ios  indios  de  las  tolderías  de  Na- 
mucurá,  Baigorrita  y  Espumer  Rosa.  Tomó 
parte  en  la  expedición  al  R  o  Negro.  En  1880 
asistió  al  asedio  de  Buenos  Aires.  Fué  gober- 
nador de  Misiones  por  tres  veces. 

Rocamora  (Tomás  de).  Militar.  Nació  en  Gua- 
temala y  vino  a  Buenos  Aires  en  la  época  del 
coloniaje.  Desempeñó  la  gobernación  del  Pa- 
raguay y  fundó  los  pueblos  de  Qualeguay, 
Concepción  del  Uruguay  y  Gualeguaychú. 
Combatió  en  favor  de  la  revolución  y  murió  en 
Buenos  Aires,  el  17  de  marzo  de  1819. 

Rodeo  del  Chacón  (combate  del).  28  de  mar- 
zo de  1831.  El  general  D.  Juan  Facundo  Qui- 
roga  había  derrotado  al  coronel  Pringles  en  el 
Morro,  el  día  18  del  corriente,  y  seguido  su 
marcha  con  dirección  a  Mendoza.  Al  pisar  este 
territorio  se  encuentra  con  una  fuerza  de  más 
de  2.(XX)  hombres  de  las  tres  armas,  al  mando 
del  coronel  D.  José  Videla  del  Castillo,  que 
se  hallaba  en  el  Rodeo  del  Chacón  o  el  Potre- 
ro, cerca  de  las  Catitas.  Inmediatamente  le 
presenta  el  combate  y  consigue  una  espléndi- 
da victoria,  teniendo  muy  pocas  pérdidas  y 
causando  al  enemigo  muchísimas,  y  tomándole 
gran  número  de  prisioneros.  La  infantería  de 
Videla,  mandada  por  el  coronel  Barcala  (v.), 
se  sostuvo  hasta  cuando  ya  no  tuvo  un  cartu- 
cho, teniendo  que  rendirse  este  bravo  jefe. 

Rodeo  del  Medio  (batalla).  24  de  septiembre 
de  1841.  Los  fuerzas  del  general  D.  Ángel  Pa- 
checo alcanzan  en  el  Rodeo  del  Medio,  a  poca 
distancia  de  la  ciudad  de  Mendoza,  al  ejército 
del  general  Lamadrid,  y  tiene  lugar  una  san- 
grienta y  reñida  batalla  que  dura  más  de  cua- 
tro horas,  hasta  que  al  fin  la  victoria  queda  a 
favor  de  Pacheco.  En  poder  de  éste  queda 
toda  la  artillería  del  enemigo,  su  parque  y  todo 
el  material  de  guerra  y  gran  número  de  prisio. 
ñeros.  El  general  Lamadrid,  con  un  puñado  de 
hombres  decididos,  tomó  el  camino  de  la  cor- 
dillera, con  el  objeto  de  atravesarla  por  el  paso 
de  Lspallata  y  refugiarse  en  Chile. 

Rodil  Calloso  (José  Ramón).  Militar  español. 
Nacido  en  Lugo,  en  1789.  Siendo  alumno  uni- 
versitario concurrió  a  la  guerra  de  la  indepen- 
dencia española,  alistándose  como  voluntario 
en  el  Cuerpo  de  Cadetes  literarios,  que  hizo  la 
campaña  contra  los  franceses;  al  fin  de  la  gue- 
rra era  capitán.  Con  este  grado  vino  a  Améri- 


ca en  el  batallón  del  «Infante»,  y  después  or- 
ganizó otro  Cuerpo  en  Arica:  «Arequipa».  Hizo 
a  su  frente  la  campaña  de  Chile,  y  se  halló  en 
las  acciones  de  Cancha  Rayada  y  Maipú.  Era 
un  soldado  de  hierro  e  inflexible;  no  descolla- 
ba por  la  inteligencia,  pero  sí  por  su  carácter. 
Se  refiere  que  al  saber  la  capitulación,  des- 
pués de  la  batalla  de  Ayacucho,  y  que  el  Ca- 
llao (v.)  estaba  comprendido  en  ella,  exclamó 
por  toda  contestación:  «Abogaderas  conmigo. 
¡Que  capitulen  ellos  que  se  dejaron  derrotar!» 
Y  se  preparó  fríamente  para  resistir  al  memo- 
rable sitio  que  lé  pusieron  los  vencedores,  y 
en  donde  se  inmortalizó. 

Rodney  (César  Augusto).  Diplomático  oriundo 
de  los  Estados  Unidos  (Norteamérica),  donde 
se  educó.  Prestó  largos  y  meritorios  servicios 
en  los  ejércitos  de  la  independencia  de  su  pa- 
tria, figurando  entre  los  más  valientes  jefes. 
Declarada  la  emancipación  en  1776,  ocupó  una 
banca  en  el  Parlamento  Nacional  como  repre- 
sentante de  su  Estado,  siendo  su  actuación  tan 
lucida  que  al  terminar  su  período  fué  llamado 
a  ocupar  la  fiscalía  del  Estado,  en  cuyo  cargo 
manifestó  sus  profundos  conocimientos  en  la 
ciencia  del  Derecho  en  los  cuatro  años  que  la 
desempeñó,  volviendo  luego  a  ser  electo  dipu- 
tado al  Congreso.  En  noviembre  de  1817  fué 
comisionado  para  trasladarse  a  Buenos  Aires, 
y  estudiar  si  convenía  reconocer  la  indepen- 
dencia de  las  provincias  unidas  del  Río  de  la 
Plata,  llegando  a  esta  ciudad  en  febrero  de 
1818.  Cumplió  dicha  misión  satisfactoriamente, 
elevando  a  su  regreso  un  informe  a  su  Gobier- 
no, en  el  que  abogaba  por  el  reconocimiento 
tan  deseado.  Nombrado  después  ministro  ple- 
nipotenciario de  su  país,  en  Buenos  Aires,  dejó 
de  existir  en  esta  ciudad  el  10  de  junio  de  1824. 
El  Gobierno  le  decretó  grandes  honores,  yRi- 
vadavia  pronunció  sobre  su  tumba  una  sentida 
oración  fúnebre.  A  este  ilustre  hombre  se  le 
debe,  en  gran  parte,  el  reconocimiento  de  la 
independencia  argentina  por  el  Gobierno  de  la 
Unión. 

Rodríguez  (fray  Cayetano).  Sacerdote  distin- 
guido por  sus  virtudes  y  patriotismo.  Nació  en 
el  pueblo  de  San  Pedro,  provincia  de  Buenos 
Aires  en  1761 .  Tomó  el  hábito  de  San  Francisco 
en  1777,  ordenándose  de  sacerdote  a  los  vein- 
tidós años.  Fué  diputado  al  Congreso  de  Tu- 
cumán  y  profesor  de  Teología  y  Filosofía  en 
la  Universidad  de  Córdoba  y  en  Buenos  Aires, 
donde  fué  maestro  del  Dr.  Mariano  Moreno- 


ROD 


362 


ROD 


Fray  Cayetano  Rodríguez. 


A  raíz  de  la  revolución  de  mayo  fué  designa- 
do, junto  con  D.  Saturnino  Seguróla,  director 
de  la  Biblioteca 
pública.  En  1812 
formó  parte  de  la 
Asamblea  electo- 
ral, y  ordenó  un 
proyecto  de  him- 
no nacional;  como 
diputado  consti- 
tuyente, redactó 
el  Diario  de  se- 
siones. En  1816, 
electo  diputado  al 
Congreso  de  Tu- 
cumán,  cúpole  la 
honra  de  ser  comisionado  para  formular  el 
acta  de  la  memorable  Asamblea  del  9  de  julio. 
En  1822  impugnó  la  reforma  religiosa  en  el  pu- 
lpito y  en  el  periodismo.  Al  año  siguiente  mu- 
rió en  Buenos  Aires,  el  22  de  enero.  Algu- 
nas obras  suyas  son:  Odas  al  25  de  Mayo,  A  la 
heroica  oictoria  de  Chacabuco,  etc. 

AL  LIBERTADOR 

Obra  fué  tuya,  héroe  sin  segundo, 
Y  de  tus  bravas,  bélicas  regiones: 
Todo  este  mundo  nuevo 
Aclama  tu  valor.  Tú  das  lecciones 
Al  mundo  antiguo,  que,  aunque  siempre  vano. 
Ya  te  apellida  «Marte  Americano». 


¡Oh  Providencia  del  Sud!  ¡Pueblos  constantes 
Del  mérito  y  valor  admiradores! 
¡Oh  de  la  patria  amantes! 
Quemad  inciensos,  tributad  honores 
Al  héroe  vencedor,  un  templo  augusto 
Y  por  diestro  cincel  su  noble  busto. 

Fray  C.  Rodríguez. 

Rodríguez  (Juan  E.).  Guerrero  de  la  inde- 
dencia.  Como  soldado  voluntario  ingresó  al 
ejército  en  1812,  graduándose  paulatinamente 
en  este  orden:  cabo,  en  enero  de  1813;  sargen- 
to, en  julio  del  mismo  año;  alférez,  en  diciem- 
bre de  1816;  teniente,  en  marzo  de  1817;  ayu- 
dante mayor,  en  abril  de  1819;  capitán,  julio  de 
1821;  sargento  mayor,  en  1829,  y  así  sucesiva- 
mente, hasta  llegar  al  grado  de  coronel  efecti- 
vo en  agosto  de  1852.  Se  halló  en  San  Loren- 
zo, Chacabuco,  Cancha  Rayada,  Maipú,  Sipe- 


D.  Martin  Rodríguez. 


Sipe,  Bio-Bio,  Ituzaingó,  etc.  Falleció  en  octu 
bre  de  1855, 
Rodríguez  (Martín).  Guerrero  de  la  indepen- 
dencia. Nació  en  Buenos  Aires,  el  11  de  no- 
viembre   de    1771. 
Comenzó  la  carre- 
ra militar  con  moti- 
vo  de    la   primera 
invasión  inglesa,  en 
1806,    en  clase  de 
capitán  de  Milicias 
de  caballería,  y 
como  tal  asistió  al 
combate  de   Per- 
driel  y  al   ataque 
del    12  de  agosto. 
Después  de   estos 
acontecimientos,  el 
escuadrón  de  su 
mando  fué  creado 

regimiento  con  el  nombre  de  Patricios,  y  dis- 
ciplinado y  preparado  militarmente  para  re- 
chazar la  segunda  invasión,  en  uno  de  cuyos 
combates  fué  herido;  y  aun  así  asistió,  el  5  de 
julio  de  1807,  al  ataque  y  toma  del  convento 
de  Santo  Domingo,  pasando  después  a  Mon- 
tevideo. Fué  ascendido  a  teniente  coronel  en 
1808.  En  el  motín  de  1809,  formó  en  el  partido 
del  orden,  y  en  1810  fué  uno  de  los  cabecillas 
de  la  revolución  de  mayo,  actuando  en  primera 
línea  con  Castelli,  Moreno,  Belgrano  y  demás 
patricios.  Instalada  la  Junta,  fué  nombrado  co- 
ronel del  ejército  con  fecha  9  de  junio,  perma- 
neciendo en  esta  ciudad  hasta  1811,  en  que  fué 
enviado  a  Entre  Ríos  para  operar  en  combina- 
ción con  el  general  Belgrano,  que  espediciona- 
ba  en  el  Paraguay.  Vuelto  a  Buenos  Aires, 
encabezó  el  movimiento  del  5  de  abril  de  1811, 
siendo  confinado  a  San  Juan.  Al  hacerse  cargo 
del  ejército  el  general  Belgrano  en  1812,  se  le 
permitió  formar  en  él  y  mandó  el  ala  izquierda 
en  la  batalla  de  Salta,  desempeñando  sus  de- 
beres con  toda  bizarría;  permaneció  en  el  ejér- 
cito hasta  que  fué  nombrado  jefe  de  Estado 
Mayor  del  de  la  capital;  pero  un  cambio  políti- 
co le  obligó  a  dejar  el  puesto  que  con  tanta 
competencia  desempeñaba,  volviendo  al  ejér- 
cito del  Norte  en  1815,  donde  fué  nombrado 
jefe  de  vanguardia,  siendo  tomado  prisionero 
en  el  Tejar.  Puesto  más  tarde  en  libertad,  ba- 
tió a  los  realistas  en  el  Puesto  del  Marqués. 
El  15  de  marzo  de  1815  fué  nombrado  briga- 
dier, y  poco  después  presidente  de  Charcas. 


ROD 

Vuelto  al  ejército,  fué  batido  en  Venta  y  Me- 
dia y  en  Sipe-Sipe.  En  e!  mismo  año  regresó  a 
la  capital,  donde  desempeñó  varias  comisiones 
hasta  1819,  en  que  fué  nombrado  jefe  de  las 
fuerzas  de  observación  sobre  Santa  Fe.  En  el 
tristemente  célebre  año  20,  apoyó  a  la  autori- 
dad legal.  La  Junta  de  representantes  le  nom- 
bró gobernador  de  la  provincia.  Su  período 
administrativo  fué  sumamente  progresista,  or- 
ganizando todas  las  ramas  del  Poder  público  y 
asegurando  las  fronteras.  Su  administración 
ha  pasado  a  la  historia  como  un  ejemplo.  En 
1825  fué  nombrado  general  del  ejército  de  ob- 
servación contra  el  Imperio  del  Brasil,  hasta 
1827.  Se  retiró  por  algún  tiempo  del  servicio 
activo  hasta  1828,  que  tomó  parte  en  el  com- 
bate de  Navarro.  En  1830  emigró  a  Montevi- 
deo y  dio  su  cuantiosa  fortuna  al  partido  uni- 
tario, muriendo  el  5  de  marzo  de   1844.  Sus 
restos  fueron  reimpatriados  en  1891. 
Rodríguez  Peña  (Nicolás).  Político.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  30  de  abril  de  1776,  y  se  edu- 
có en    la   misma 
ciudad  en  el  real 
Colegio  de    San 
Carlos.  Egresado 
del    Colegio,   in- 
gresó en  el  regi- 
miento Fijo;  pero 
no  teniendo   vo- 
cación para  la  ca- 
rrera   militar,    la 
abandonó,  dedi- 
cándose al  comer- 
cio. Desde  las  in- 
vasiones inglesas 
se  dedicó  a  tra- 
bajar por  la  emancipación  de  su  patria  del  po- 
der español,  consagrando  su  inteligencia  y  su 
fortuna  a  la   realización  de   este  propósito, 
siendo  uno  de  los  patriotas  más  activos  y  pro- 
pagandistas entusiastas  de  la   revolución  del 
año  diez.  En  su  quinta,  sobre  la  plaza  que  lleva 
su  nombre  y  en  la  casa  de  Vieytes  (v.),  tenían 
lugar  las  reuniones.  En  1810  acompañó  al  in- 
terior al  primer  ejército  libertador,  como  se- 
cretario de  Castelli,  y  en  elAIto  Perú  fué  nom- 
brado gobernador  de  La  Paz.  Vuelto  a  Buenos 
Aires  fué  electo  miembro  de  la  Junta,  hasta 
abril  de  1811.  En  1812  fué  elegido  presidente 
del  Consejo  de  Estado,  y  en  1814  primer  go- 
bernador delegado  de  la  provincia  Oriental. 
Desterrado  con  motivo  de  la  caída  de  Alvear, 


D.  Nicolás  Rodríguez  Peña. 


D.  Ramón  Rodríguez 


-  363  -  ROJ 

se  trasladó  a  Chile,  en  donde  vivió  treinta  y 
cinco  años,  hasta  el  3  de  diciembre  de  1853,  en 
que  murió  en  Santiago  de  Chile.  Sus  restos 
descansan  en  el  cementerio  de  la  Recoleta. 
Rodríguez  Peña  fué  el  precursor  y  el  alma  de 
la  revolución  de  Mayo.  En  la  plaza  que  lleva 
su  nombre  se  le  erigió  una  estatua,  en  el 
año  1910. 

Rodrí^ruez  (Ramón).  Guerrero  de  la  Indepen- 
dencia y  del  Brasil.  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1793  En  1812 
marchó  a  Entre 
Ríos  y  fué  nom- 
brado ayudante 
del  escuadrón  de 
.Milicias  del  Gua- 
leguay.  En  junio 
de  1813  nombra- 
do teniente  del 
batallón  núm.  7. 
Hizo  la  campaña 
del  Perú.  Se  halló 
en  Sipe-Sipe,  Pa- 
so deAguirre,  Itu- 

zaingó,  Bacacay,  etc.  Comisionado  de  Alvear 
en  Montevideo,  en  1827.  Jefe  del  batallón  De- 
fensores de  Buenos  Aires.  En  el  combate  de 
la  Vuelta  de  Obligado  tomó  una  parte  muy 
gloriosa.  Rodríguez  fué  un  militar  pundonoro- 
so y  sumamente  modesto. 

Rodríguez  (Victorino).  Abogado.  Fué  rector 
de  la  Universidad  Mayor  en  Córdoba  y  funda- 
dor de  la  cátedra  de  Derecho  civil.  Autor  del 
primer  Código  de  minas,  gobernador  de  la  In- 
tendencia real  de  Cuyo.  Fué  fusilado  en  Cabe- 
za del  Tigre,  el  26  de  agosto  de  1810,  junto 
con  Lifiiers  y  otros. 

Rojas  (Diego  de).  Gobernador  intendente  de 
Buenos  Aires  y  gobernador  de  la  antigua  pro- 
vincia del  Tucumán,  desde  fines  del  año  1542 
hasta  su  muerte,  acaecida  en  1543.  Descubrió 
el  territorio  de  Esteco,  en  donde  más  tarde 
(1567)  se  fundó  la  ciudad  situada  sobre  el 
río  Pasaje  o  Salado,  a  que  después  se  dio  el 
nombre  de  Nuestra  Señora  de  Talavera,  por 
algunos,  y  de  las  Juntas,  por  otros,  a  causa  de 
su  posición  en  las  juntas  del  río  de  las  Piedras 
con  el  de  Pasaje  (Juramento),  ocupando  un 
punto  central  entre  las  ciudades  de  Salta,  San 
Miguel  del  Tucumán  y  Santiago  del  Estero. 
Aquella  ciudad,  que  llegó  a  ser  muy  opulenta, 
decayó  en  1632,  a  consecuencia  de  un  terremo- 
to, y  quedó  completamente  destruida  por  otro 


ROJ  -  364 

maj'or  acaecido  el  13  de  septiembre  de  1692. 
Después  de  haber  recorrido  el  territorio  hasta 
las  riberas  del  Paraná  y  regresado  hasta  lo 
que  hoy  se  conoce  por  de  jurisdicción  de  Cór- 
doba, Rojas  tuvo  un  encuentro  con  los  indios 
de  los  valles  de  Salta  y  Calchaquí,  y  después 
de  varios  reñidos  combates  fué  muerto  de  un 
flechazo  envenenado. 

Rojas  (José  María).  Militar.  Nació  el  19  de  mar- 
zo de  1791,  en  Buenos  Aires.  En  la  segunda 
invasión  inglesa  empezó  su  carrera  en  el  regi- 
miento de  Patricios.  En  1812  fué  nombrado  se- 
gundo jefe  del  Parque  de  Artillería,  siendo  di- 
rectores el  coronel  Monasterio  y  el  capitán  De 
Luca.  En  1815,  cuando  se  fundieron  los  tres 
grandes  cañones  de  campaña,  mereció  ser  pre- 
miado por  este  hecho  con  ei  grado  de  capitán. 
Más  tarde  fué  director,  desde  1815  al  1822.  Fa- 
lleció en  la  ciudad  de  Paraná,  el  17  de  junio 
de  1852. 

Rojas  (Juan  Antonio).  Militar  salteño.  Fué  uno 
de  los  mejores  oficiales  de  los  guerrilleros  de 
Salta.  Triunfó  en  Mojo  sobre  una  fuerza  muy 
superior;  fué  jefe  de  división  en  las  defensas 
de  Jujuy  y  Salta.  El  6  de  enero  de  1S17,  siendo 
comandante,  obtuvo  un  triunfo  en  San  Pedrito, 
en  los  alrededores  de  Jujuy,  al  frente  de  dos  es- 
cuadrones de  gauchos,  contra  una  compañía 
de  infantería  y  un  escuadrón  de  caballería  rea- 
listas. Después  de  una  lucha  tenaz  quedaron 
cien  muertos,  y  recibiendo  el  enemigo  refuer- 
zos, y  después  de  dos  horas  de  lucha,  Rojas 
emprendió  la  retirada.  Estuvo  en  el  combate 
del  Bañado;  en  Humahuaca,  sosteniendo  com- 
bates casi  todos  los  días.  Cuando  fué  invadida 
por  séptima  vez  la  provincia  de  Salta  por  un 
numoroso  ejército  realista.  Rojas  atacó  con 
audacia  a  la  columna  enemiga.  En  esta  campa- 
ña murió  el  famoso  guerrillero,  combatiendo 
al  frente  de  sus  gauchos  «Infernales»,  llama- 
dos así  en  contraposición  al  regimiento  de  «An- 
gélicos» de  los  realistas. 

Rojas  (.Juan  Ramón).  Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  3  de  mayo  de  178-1.  Hizo  sus  primeros 
estudios  en  el  Colegio  de  San  Carlos  y  cursó 
Filosofía,  desde  1799  hasta  1801,  en  la  cátedra 
del  canónigo  D.  Valentín  Gómez.  Hizo  sus  pri- 
meras armas  en  1803  y  1807,  como  soldado  y 
como  poeta,  describiendo  en  verso  la  heroici- 
dad del  pueblo  en  la  reconquista  y  en  la  defen- 
sa contra  los  ingleses.  Asistió  como  oficial  ar- 
tillero a  la  campana  de  Montevideo  (1812-1814) 
y  perteneció  al  Estado  Mayor  del  Ejército 


ROJ 

en  1818.  En  1812  compuso  una  oda  patriótica, 
muy  celebrada,  con  motivo  de  la  apertura  de  la 
Sociedad  Patriótica,  de  que  era  miembro. 
En  1813  ascendió  a  teniente  coronel  de  Grana- 
deros a  caballo,  y  al  año  siguiente  fundó  una 
Sociedad  literaria  y  teatral.  Este  soldado  va- 
liente y  pundonoroso,  inspirado  poeta  y  ciuda- 
dano distinguido,  falleció  en  el  naufragio  del 
buque  a  vela  que  lo  conducía  de  Montevideo  a 
esta  ciudad,  el  9  de  septiembre  de  1824. 

Rojas  (Manuel  Patricio).  Militar.  Natural  de 
Buenos  Aires,  en  1792.  Empezó  como  soldado 
en  el  Cuerpo  de  Montañeses,  pasando  des- 
pués al  Cuerpo  de  Patricios,  en  el  que  se  ba- 
tió en  1807,  durante  la  segunda  invasión  ingle- 
sa. Se  halló,  en  27  de  octubre  de  1810,  en  Co- 
tagüita,  como  ayudante  del  general  Balcarce, 
y  en  las  batallas  de  Suipacha,  Hiiaqui,  Naza- 
reno, Las  Piedras,  Tucumán,  Salta,  Vilcapu- 
jio  y  Ayohuma.  Como  ayudante  del  jefe  de 
Estado  Mayor  hizo  la  tercera  campana  del 
Alto  Perú.  Fué  edecán  del  dictador  D.  Juan 
Martín  de  Pueyrredón,  en  cuyo  puesto  desem* 
peñó  algunas  comisiones  políticas.  En  1819  se 
incorporó  al  ejército  de  los  Andes;  al  siguiente, 
con  el  grado  de  teniente  coronel,  fué  nom- 
brado ayudante  del  general  San  Martín,  y  al 
desembarcar  en  Pisco,  segundo  jefe  en  la  ex- 
pedición sobre  lea,  batiéndose  en  Nazca.  Mar- 
chando después  a  la  campaña  de  la  Sierra,  asis- 
tió a  la  batalla  de  Pasco  y  fué  designado  go- 
bernador del  departamento  del  mismo  nombre. 
En  1821  fué  comandante  en  jefe  de  las  fuerzas 
que  sitiaban  al  Callao,  obteniendo  las  presillas 
de  coronel,  y  diversos  empleos  civiles  y  milita- 
res. Vuelto  al  país,  actuó  en  las  filas  del  par- 
tido unitario,  causa  que  le  obligó  a  expatriar- 
se. Regresó  en  1843,  y  murió  en  esta  capital, 
el  28  de  mayo  de  1857. 

Rojas  (Paulino).  Militar.  Natural  de  Córdoba- 
Nacido  el  15  de  agosto  de  1796.  En  Granade- 
ros a  caballo  se  halló  en  Chacabuco,  Curapa- 
tigüé.  Gavilán,  Talcalmano,  Cancha  Rayada  y 
Maipú.  En  1S20  formó  en  la  expedición  del 
Perú,  hallándose  en  el  sitio  del  Callao,  defen- 
sa de  Lima,  Torata,  Moquegua,  Junin,  Matará 
y  Ayacucho.  En  la  campaña  contra  el  Brasil 
se  encontró  en  Itnzaingó  como  jefe  del  regi- 
miento 1.°  de  Caballería  de  línea.  En  marzo 
de  1827  fué  nombrado  comandante  militar  y  po- 
lítico de  Carmen  de  Patagones,  y  sucesiva- 
mente de  Martín  García  y  Bahía  Blanca.  El 
coronel  Rojas  fué  fusilado,  durante  la  tiranía, 


ROM 


365 


ROS 


en  el  cuartel  del  Retiro  de  Buenos  Aires,  el 
29  de  mayo  de  1835. 

Romero  (Florencio).  Militar.  Natural  de  Bue- 
nos Aires.  Empezó  sus  servicios  en  el  arma  de 
Caballería,  combatiendo  en  la  frontera  contra 
los  indios.  Se  halló  en  Cepeda,  y  dos  años 
después  en  Pavón;  en  la  guerra  del  Paraguay, 
y  como  jefe  del  4  regimiento  de  Infantería  de 
linea,  fué  de  los  primeros  en  marchar.  Murió 
el  24  de  mayo  de  1866,  al  frente  de  su  batallón, 
en  la  batalla  de  Tiiyuti.  Fué  un  jefe  valiente  y 
pundonoroso. 

Rondeau  (José).  General  argentino.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  4  de  marzo  de  1773.  En  los 
primeros  años  de 
su  edad  fué  lleva- 
do a  Montevideo, 
y  en  1793  sentó 
plaza  de  cadete 
en  el  ejército. 
Combatió  en  la 
Banda  Orienital 
contra  indios  y 
portugueses  en  el 
servicio  de  fron- 
teras, y  fué  de 
los  bravos  defen- 
sores de  Monte- 
video contra  los 
ingleses,  en  1807. 
Prisionero  en  el 
asalto  de  esta  ciudad,  el  3  de  febrero,  fué 
enviado  en  esta  condición  a  Inglaterra,  de 
donde  pasó  a  España,  sirviendo  en  un  cuer- 
po de  Caballería  hasta  1810,  que  regresó  al 
Río  de  la  Plata;  y  habiéndose  incorporado 
a  la  revolución,  le  fué  conferido  el  empleo 
deteniente  coronel,  en  marzo  de  1811;  el  de 
coronel,  en  1812,  y  el  de  brigadier  general, 
en  1814.  «En  el  curso  de  mi  carrera  —  dice 
en  su  autobiografía -he  obtenido  cinco  des- 
pachos de  general  de  ejército  de  operacio- 
nes en  distintas  provincias;  tres  de  inspec- 
tor y  comandante  general  de  Armas,  en  diver- 
sos períodos,  en  la  de  Buenos  Aires;  del  mismo 
modo,  dos  de  jefe  de  Estado  Mayor  general 
con  el  mando  también  de  armas;  un  titulo  de 
gobernador  intendente  y  jefe  político,  más  un 
despacho  de  presidente  de  Charcas;  tres  nom- 
bramientos de  director  supremo  de  las  Pro- 
vincias Unidas  del  Río  de  la  Plata;  uno  de 
ministro  de  Guerra  y  Marina;  otro  de  presi- 
dente del  Consejo  de  oficiales  generales,  esta- 
Dic.  HisT.  BiooR. 


D.  José  Rondeau. 


blecido  en  aquella  capital,  y,  por  último,  un 
diploma  de  agente  de  negocios  cerca  del  Go- 
bierno argentino  por  el  Estado  Oriental.  Pasé 
a  ésta  por  segunda  vez,  a  fines  del  año  29, 
nombrado  gobernador  y  capitán  general  pro- 
visorio, terminada  que  fué  la  guerra  con  el 
Brasil;  después  de  haber  cesado  en  este  em- 
pleo, fui  electo  jefe  del  Estado  Mayor  general 
y  desempeñé  al  mismo  tiempo  el  cargo  de  pre- 
sidente de  la  Junta  de  Higiene  pública;  última- 
mente también  he  servido  en  esta  República 
el  cargo  de  ministro  de  Guerra  y  Marina,  del 
que  me  separé,  en  febrero  de  1840,  por  mi 
quebrantada  salud».  Como  general  en  jefe  del 
ejército  sitiador  venció  en  el  Cerrito,  y  puesto 
al  frente  de  la  tercera  expedición  al  Alto  Pero, 
fué  derrotado  en  Sipe-Sipe.  Director  supremo 
de  la  nación,  en  1815  y  1819,  cayó  del  poder 
entre  el  polvo  de  la  derrota  de  Cepeda,  que 
le  fué  infligida  por  los  anarquistas  del  litoral. 
Murió  en  Montevideo,  el  18  de  noviembre  del 
año  1844. 
Rosales  (Leonardo).  Marino.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  5  de  noviembre  de  1792;  siendo  sus 
padres  D.  Manuel,  natural  de  San  Pedro  de 
Domayo,  en  Galicia,  y  D."  María  del  Tránsito 
Catalán,  hija  del  país.  Se  enroló  en  la  escua- 
drilla del  almirante  Brown,  y  como  artillero 
de  preferencia  y  haciendo  las  veces  de  mayor- 
domo despensero,  se  embarcó  en  la  sumaca 
5.  Trinidad,  batiéndose  en  el  terrible  combate 
del  Arroyo  de  la  China,  el  24  de  marzo  de 
1814.  En  1818,  29  de  agosto,  se  le  confería  el 
grado  de  teniente,  mandando  el  lanchón  nú- 
mero 7,  incorporado  a  la  expedición  naval  que 
bajo  la  insignia  del  general  Zapiola  fué  a 
abrir  operaciones  contra  el  «supremo»  Ramí- 
rez, de  la  «República  Federal»  de  Entre  Ríos. 
Conociéndose  su  arrojo  en  el  Uruguay,  du- 
rante la  campaña  de  la  independencia  no  va- 
cila en  confiarle  una  división  de  lanchones, 
con  la  que  fué  destacado  hacia  la  boca  del 
Colastiné;  riachuelo  que  luego  de  formar  el 
puerto  de  la  ciudad  de  Santa  Fe  se  derrama 
en  el  Paraná,  y  en  el  que  tuvo  lugar  la  tarde 
del  día  de  Santa  Ana  (26  de  julio)  un  choque 
al  arma  blanca  y  bala  fría,  que  no  hay  memo- 
ria de  otro  semejante  en  aquellas  aguas,  que- 
dando victorioso  Rosales,  con  sólo  7  hombres 
ilesos  de  los  25  de  su  dotación,  después  de 
soportar  el  asalto  simultáneo  de  tres  lancho- 
nes enemigos.  Allí  pereció  el  tránsfuga  Ma- 
nuel Monteverde,  jefe  caracterizado  de  los 

24 


ROS 


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ROS 


montoneros  fluviales,  terminando  poco  después 
la  misión  de  la  escuadra,  que  bajó  a  desarme. 
Al  comenzar  la  guerra  del  Brasil  fué  encar- 
gado del  convoy  que  condujo  a  la  Banda  Orien- 
tal al  regimiento  4  de  Caballería  y  l.°de  Caza- 
dores, de  650  plazas;  defendiéndolo,  batióse 
virilmente  en  los  Pozos,  el  1 1  de  junio  de  1826; 
comandó  en  el  ataque  a  la  Colonia,  en  el  mis- 
mo ano,  al  bergantín  Beígrano,  de  14  cañones, 
que  embicó  en  la  restinga  de  San  Gabriel  y 
fué  necesario  evacuarlo  después  de  perder 
17  hombres  entre  muertos  y  heridos.  En  el 
combate  de  junio  de  1827,  en  la  ensenada,  el 
mayor  Rosales  se  distinguió  al  mando  de  la 
goleta  8  de  Febrero,  donde  peleó  estrechado 
entre  dos  goletas  enemigas,  defendiéndose 
desesperadamente,  por  no  haber  podido  virar 
a  tiempo;  auxiliado,  corrió  en  la  persecución 
del  enemigo  y  a  su  regreso  el  almirante  Brown 
quiso  demostrarle  su  aprobación  a  tan  heroica 
conducta,  ordenando  que  la  escuadra  lo  salu- 
dase toda  empavesada. 
Se  batió  luego  en  el  combate  del  15  de  enero 
de  1828,  sufriendo  su  buque  grandes  destrozos, 
y  el  22  de  febrero  del  mismo  año  se  batió  du- 
rante cuatro  horas  frente  a  Monte  Santingo. 
El  almirante  realzó  su  conducta  en  el  parte  de 
la  acción,  y  el  Gobierno  lo  promovió  a  teniente 
coronel  graduado,  el  7  de  marzo  de  1828.  En  el 
mismo  año  (junio)  fué  despachado  a  Patagones, 
para  reclutar  marinería  para  la  escuadra,  que 
se  había  aumentado  por  la  compra  de  varios 
buques.  Después  de  esta  campaña  fué  ascendi- 
do a  coronel  en  1829,  y  le  confió  el  mando  de 
una  escuadrilla  que  bloqueó  a  Santa  Fe,  y  lue- 
go de  sostener  un  combate  permaneció  de  es- 
tación en  San  Nicolás  en  protección  del  co- 
mercio. Por  un  decreto  del  gobernador  Rosas, 
de  30  de  noviembre  de  1830,  fué  borrado  de  la 
lista  militar,  y  emigrado  en  el  Uruguay,  murió 
en  el  Carmelo,  el  20  de  mayo  de  1836,  víctima 
de  un  cáncer  laríngeo.  «El  marino  preclaro,  el 
émulo  de  Espora,  de  Jorge  y  de  Bathurst  y  el 
que  en  las  campañas  de  la  independencia  y  del 
Brasil,  acreditando  su  título  de  benemérito  en 
grado  heroico,  abordó  tndos  los  peligros,  sa- 
liendo de  ellos  con  felicidad  tan  extraordinaria 
que  los  idólatras  antiguos  le  habrían  creído  ce- 
ñido con  el  velo  de  Leucotea,  vio  pasar  el  lus- 
tro postrero  de  su  existencia,  regenteando  una 
humilde  pulpería  y  sin  otro  paliativo  en  la  po- 
breza y  en  la  soledad  del  destierro  que  el  re- 
cuerdo de  sus  leales  y  desinteresados  servicios 


a  la  patria,  endulzadosporsu  carácter  resignado 
y  festivo,  las  horas  acerbas  y  siempre  largas  de 
la  injusticia.  Agravada  la  dolencia  que  lo  lleva- 
ría al  sepulcro  fué  rodeado  su  lecho  de  dolor 
por  el  general  Olazabal,  los  coroneles  Luna  y 
Espinosa,  el  comandante  César  Díaz,  José  Ma- 
ría Martínez,  los  hermanos  Hilario  y  Ramón 
Fernández,  Diego  Cocobí  y  otros  compatriotas 
y  compañeros  de  armas  y  de  causa,  que  sopor- 
taban también  las  amarguras  del  ostracismo, 
sin  excluir  a  su  fiel  asistente  Juan  Arrascaeta. 
Momentos  antes  de  expirar,  y  cuando  la  asfixia 
amagaba  cortar  aquella  vida  tan  llena,  dijo  al 
capitán  Escola,  su  amigo  de  confianza,  que  lo 
sostenía  en  sus  brazos;  ^Eduardo,  no  te  aflijas 
por  mí,  que  después  de  un  año  de  padecimien- 
tos voy  a  dejar  de  sufrir,  sintiendo  haberme 
desprendido  por  la  necesidad  hasta  de  mi  espa- 
da y  de  mi^  escudos  de  Montevideo  y  Juncal, 
con  los  que  hubiera  deseado  adornarme  ahora 
como  lo  hacía  en  los  peligros...  pero  que  se 
cumpla  mi  triste  destino...  y  reserva  tus  lágri- 
mas para  cuando  muera  la  patria,  porque  su 
humillación  y  barbarie  es  lo  único  que  es  per- 
mitido llorar  al  soldado  del  orden,  y  llorar  sin 
fin...  Sólo  te  pido  hagas  lo  posible  porque  la 
pobre  Dolores  sea  amparada  por  el  amigo  que 
tú  sabes,  al  que  escribirás  sobre  esto.  Deseo 
también  que  mis  restos  descansen  algún  día  en 
Buenos  Aires...  ¡ah,  en  Buenos  Aires,  que  tan- 
to quiero!..»;  y  lanzando  un  suspiro,  anadió: 
«Pero  si  Rosas  se  afianza  en  el  poder;  y  por 
cualquier  motivo  tienen  ustedes  que  abandonar 
este  pueblo  hospitalario,  te  ruego  los  lleves 
contigo,  y  echándolos  en  una  bolsa  de  marine- 
ro, los  hagas  fondear  con  un  lingote  en  el  río 
de  La  Plata,  en  el  paraje  donde  se  fué  a  pique 
la  23  de  Mayo,  para  que  así  frescos  se  confun- 
dan con  los  suyos...» 
Rosario  ataque).  A  consecuencia  de  haber  in- 
vadido fuerzas  de  Buenos  Aires  el  terreno  san- 
tafecino,  repeliendo  una  excursión  de  emigra- 
dos políticos,  y  de  haber  tenido  lugar  el  asesi- 
nato del  general  Benavides  en  San  Juan,  el  23 
de  octubre  de  1858,  en  que  se  culpó  al  Gobier- 
no de  Buenos  Aires  de  manejos  hostiles  en  las 
provincias,  hizo  cesar  en  un  todo  la  buena  ar- 
monía conservada  hasta  entonces  y  de  nuevo 
empezó  la  lucha.  Buenos  Aires  llevó  un  ejérci- 
to a  la  frontera  de  Santa  Fe,  y  la  Confedera- 
ción aglomeró  fuerzas  en  esta  provincia.  En 
Montevideo  se  armaba  una  escuadra  para  la 
Confederación,  y  el  Ro-ario  se  fortificó.  La  es- 


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cuadra  de  Buenos  Aires  remonta  el  Paraná  y 
ataca  las  baterías  de  esta  ciudad,  cuyos  fuegos 
fueron  contestados,  retirándose  la  escuadra. 
Este  ataque  no  tuvo  ninguna  importancia  mili- 
tar, pero  sí  la  tuvo  política,  porque  en  este  día 
se  dispararon  los  primeros  cañonazos  del  se- 
gundo período  de  la  guerra  civil,  entre  Buenos 
Aires  y  la  Confederación. 
Rosario.  Fundada  en  1725  por  Francisco  Go- 
doy,  con  su  suegro  Nicolás  Martínez,  acompa- 
ñado de  su  familia  y  algunos  indios  calchaquies. 
Era  conocido  entonces  por  pago  de  los  «Arro- 
yos», y  hacia  1736  comienza  a  denominársele 
«Capilla  del  Rosario  de  los  Arroyos»,  hasta 
1S27  que  se  le  designa  «Villa  del  Rosario».  Fué 
en  aquel  año  su  primera  autoridad,  «alcalde  de 
la  Santa  Hermandad»,  el  capitán  D.  Francisco 
de  Frías.  En  la  batería  del  Rosario,  el  27  de  fe- 
brero de  1812,  el  general  Belgrano  enarboló 
por  primera  vez  la  bandera  celeste  y  blanca. 
Roseti  (Manuel).  Militar.  De  una  familia  dis. 
tinguida  de  Buenos  Aires.  Inició  su  carrera 
militar  durante  el 
sitio  de  esta  ciu- 
dad, en  1852,  sir- 
viendo en  las  fi- 
las de  la  Guardia 
nacional,  y  poco 
después   en   el 
ejército  de  línea 
como  subteniente 
del  1.°  de  Infan- 
tería. En  1854  as- 
cendió a  teniente 
segundo;   a   pri- 
mero en  1855,  y  a 
ayudante  mayor 
en  febrero  de  1856.  Se  halló  en  las  batallas 
de  Sol  de  Mayo  y  en  Pigué.  En  1859  asistió  a 
Cepeda,  donde  fué  herido  en  un  hombro.  Sar- 
gento mayor  se  halló  en  Pauón  y  campanas  del 
interior.  En  la  guerra  del  Paraguay  tomó  parte 
en  Corrientes,  Yatay,  Yataiti,  Cora,  en  donde 
fué   ascendido   a   coronel.    En   el   sangriento 
asalto  de  Curupayli  sucumbió  al  frente  de  su 
brigada. 
Rosas  (Juan  Manuel  de).  Dictador.  Hijo  de  don 
León  Ortíz  de  Rosas  y  de  D.^  Agustina  López. 
Nació  en  Buenos  Aires,  en  la  calle  Cuyo  (Sar- 
miento), en  el  número  94  (antiguo),  el  30  de 
marzo  de  1793.  Pasó  sus  primeros  años  en 
fi  enas  de  campo.  Frecuentó  la  escuela  de  don 
Francisco  Xavier  de  Argerich,  que  era  la  me- 


Coronel  D.  Manuel  Roseti. 


D.  Juan  Manuel  Rosas. 


jor  que  por  entonces  había  en  Buenos  Aires. 
Cuando  las  invasiones  inglesas,  Rosas,  de  tre- 
ce años  de  edad, 
se  arrojó  intrépi- 
damente entre  los 
combatientes  y 
peleó  al  lado  de 
Liniers.  Cuando 
se  pensó  en  orga- 
nizar otros  regi- 
mientos para  pre- 
venirse contra  la 
segunda  expedi- 
ción, que  vino  a 
las  órdenes  de 
Whitelocke,  se 
enroló  volunta- 
riamente en  el 
Cuerpo    de    Mi- 

gueletes  de  caballería.  En  vista  de  su  apti- 
tud para  el  manejo  de  cualquier  clase  de  ne- 
gocios, fué  que  su  padre  le  confió  la  direc- 
ción de  su  valioso  patrimonio.  El  24  de  marzo 
de  1813  se  casó  con  la  señora  D."  Encarnación 
Ezcurra,  quien  le  ayudó  en  la  administración 
de  sus  bienes  hasta  fines  de  1815,  en  que  Rosas 
pidió  el  auxilio  de  su  hermano  D.  Prudencio, 
levantando  otros  establecimientos.  Más  tarde 
Rosas  rehusó  un  capital  en  dinero  y  en  ganados 
que  su  padre  le  ofreció  como  remuneración  a 
la  fortuna  devuelta  por  él,  que  era  el  doble  de 
la  que  se  le  había  confiado,  diciendo  que  no  ne- 
cesitaba máí  caudal  que  el  de  sus  brazos  y  sus 
conocimientos.  En  junio  de  1829  recibió  los 
despachos  de  capitán  de  Milicias  de  la  cam- 
paña de  Buenos  Aires,  y  en  poco  t'empo  man- 
dó, equipó  y  armó  a  sus  expensas  un  numeroso 
cuerpo  de  caballería,  compuesto  en  gran  parte 
de  sus  propios  peones,  y  a  cuyo  cabeza  marchó 
para  reforzar  al  gobernador  D.  Martín  Ro- 
dríguez. El  5  de  octubre  del  mismo  año  entró 
Rosas  a  la  ciudad  al  frente  de  un  regimiento 
de  colorados,  y  bastó  su  presencia  para  res- 
tablecer el  orden,  interrumpido  por  el  movi- 
miento tumultuario  de  aquel  año.  En  recom- 
pensa de  sus  servicios  se  le  dio  el  despacho 
de  coronel  de  Caballería  de  línea,  con  el  que 
volvió  a  su  establecimiento  de  campo.  Fué 
comisionado  por  Dorrego,  en  16  de  agosto 
de  1827,  para  el  establecimiento  de  una  nueva 
línea  de  fronteras.  El  6  de  diciembre  de  1829 
fué  nombrado  gobernador  de  Buenos  Aires 
con  facultades  extraordinarias.   En  julio  de 


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RUI 


1830,  la  honorable  sala  de  representantes  le 
pidió  cuenta  del  uso  de  esas  facultades,  y  el 
2  de  agosto  del  mismo  año  fué  nuevamente  in- 
vestido con  ellas.  El  25  de  enero  de  1830  fué 
nombrado  brigadier  general;  el  4  de  marzo 
de  1833  hizo  la  campaña  del  desierto,  y  en  7  de 
marzo  de  1835  fué  otra  vez  nombrado  gober- 
nador con  la  suma  del  poder.  Se  mantuvo  en 
el  gobierno  hasta  el  3  de  febrero  de  1852,  en 
que  fué  derrocado  a  consecuencia  de  la  batalla 
de  Caseros,  huyendo  Rosas  a  Inglaterra,  don- 
de murió  el  14  de  marzo  de  1877.  <~Rosas  apa- 
rece en  medio  del  desquicio  social  del  año  1828, 
y  como  una  consecuencia  inmediata  del  fusi- 
lamiento de  Dorrego.  En  torno  de  esa  perso- 
nalidad se  agruparon  los  hombres  que  no  po- 
dían hacer  causa  común  con  el  error  político, 
y  esta  adhesión  fué  el  motivo  de  que  má;  ade- 
lante permanecieran  aparentemente  ligadas  a 
la  dictadura  personas  que  ni  por  sus  tradi- 
ciones de  partido,  ni  por  sus  propias  ideas, 
simpatizaban  con  el  sistema  de  terror  en  que 
basó  su  administración.  La  dictadura  de  Rosas, 
llevada  al  grado  de  abuso  y  exageración  en 
que  se  ejerció,  no  podía  concitarle  más  que 
odios  sistemáticos  entre  sus  enemigos,  y  la 
simple  adhesión  de  la  obediencia  de  parte  de 
los  que  se  llamaban  sus  partidarios.  Si  estos 
partidarios  o  amigos  de  su  sistema  pudieron 
tener  en  los  principios  de  aquel  gobierno  un 
verdadero  sentimiento  de  afección,  cuando  las 
persecuciones  se  hicieron  extensivas  a  todo  lo 
que  era  culto  y  decente,  y  se  ordenó,  bajo  se- 
veras penas,  el  uso  de  distintivos  odiosos,  como 
el  chaleco  colorado  y  la  cinta  roja  en  la  cha- 
queta y  el  sombrero;  el  moño  punzó  en  la 
trenza  a  las  señoras,  y  la  testera  colera  del 
mismo  color  en  los  caballos;  cuando,  sobre 
todo  esto,  faltaron  las  garantías  para  los  ciu- 
dadanos, y  el  asesinato  y  los  insultos  dejaron 
de  ser  una  venganza  contra  hombres  inde- 
fensos, para  ejercitarse  sin  distinción  entre 
amigos  y  enemigos,  la  sociedad  tembló  asom- 
brada y  todos  los  hombres  que  eran  capaces 
de  pensar,  vieron  en  el  gobernador  de  Buenos 
Aires,  no  al  perseguidor  de  los  cómplices  en 
el  fusilamiento  de  Dorrego,  sino  al  enemigo 
de  la  civilización  y  del  progreso.  Todo  se  aba- 
tió bajo  su  gobierno,  porque  no  hizo  más  que 
destruir,  sin  fundar  nada  en  el  orden  moral  de 
las  sociedades;  y  cuando  en  1852  fué  arrojado 
del  poder,  este  país  se  encontró  más  atrasado 
que  lo  que  estaba  en  la  época  de  la  revolución 


de  1310.  Así  es  que  Rosas  está  juzgado  por 
amigos  y  enemigos,  por  unitarios  y  federales, 
como  un  mandatario  que,  alentado  por  la  irres- 
ponsabilidad con  que  ejercía  el  poder,  puso  en 
peligro  la  seguridad  de  todos,  y  hasta  la  de  su 
propia  familia,  y  este  veredicto  unánime  lo 
condena  en  el  juicio  sereno  de  la  posteridad. 
Sin  embargo,  la  justicia  severa  de  la  Historia 
no  debe  olvidar  que  cuando  se  trató  de  de- 
fender el  honor  de  la  bandera  argentina  contra 
las  agresiones  de  potencias  de  primer  orden, 
y  se  vio  en  peligro  la  independencia  nacional, 
su  actitud  fué  decisiva  y  heroica,  mereciendo 
el  aplauso  de  los  hombres  más  distinguidos  de 
América». 

Ruiz  Huidobro  (Pascual).  Militar.  Nació  en 
Galicia  (España),  a  mediados  del  siglo  xviu,  y 
empezó  la  carrera  naval  en  1769,  en  la  Arma- 
da española,  en  la  que  alcanzó  la  graduación 
de  teniente  general  en  las  campañas  de  Euro- 
pa y  de  América.  En  1777  vino  al  Río  de  la 
Plata  en  la  expedición  de  D.  Pedro  de  Ceba- 
llos.  En  1803,  revistando  de  brigadier,  fué  nom- 
brado gobernador  político  y  militar  de  Monte- 
video, de  cuyo  cargo  tomó  posesión  al  año  si- 
guiente, y  en  cuyo  puesto  le  sorprendió  la  in- 
vasión inglesa  de  1806,  y  luego  de  1807.  En 
esos  acontecimientos  puso  a  prueba  sus  condi- 
ciones militares,  organizando  la  defensa  y  re- 
chazo de  los  invasores.  Tomado  prisionero, 
fué  conducido  a  Inglaterra,  donde  permaneció 
preso  hasta  1808,  año  en  que  pasó  a  España. 
En  1809  la  Junta  de  Galicia  le  nombró  diputa- 
do, elevándole  a  teniente  general  y  designán- 
dole nuevamente  gobernador  de  Montevideo; 
pero  en  el  mismo  año  se  radicó  en  Buenos  Ai- 
res, desempeñando  el  cargo  de  inspector  del 
ejército  del  virreinato.  En  los  días  de  mayo  de 
1810  asistió  al  Cabildo  abierto,  y  fué  uno  de 
los  españoles  que  se  pronunciaron  desintere- 
sadamente por  la  causa  de  los  patriotas.  Mu- 
rió en  Mendoza,  de  paso  para  Chile,  en  abril 
de  1813,  y  el  Triunvirato,  en  atención  a  sus  ser- 
vicios y  a  su  adhesión  a  la  causa  de  la  emanci- 
pación, votó  una  pensión  a  su  viuda,  D.' María 
Josefa  Morales  de  los  Ríos. 

Raiz  de  los  Llanos  (Bonifacio).  Militar.  Na- 
ció en  Salta,  el  15  de  junio  de  1791.  Comenzó 
su  carrera  como  soldado  del  regimiento  de  Pa- 
tricios de  Salta.  A  mediados  de  1811  formó 
parte  del  pequeño  destacamento  que  a  las  ór- 
denes del  general  Pueyrredón  se  abrió  paso 
por  entre  ¡as  filas  enemigas  en  su  célebre  re- 


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tirada  de  Potosí  a  Tucumán,  en  que  salvó  los 
caudales  y  armamentos  que  allí  existían.  Sir- 
vió a  las  órdenes  de  Díaz  Vélez  en  el  combate 
de  Nazareno,  en  1812,  y  a  las  de  Belgrano  en 
las  batallas  de  Tucumán,  Salta,    Vilcapujio  y 
Ayouma.  Desde  1815  militó  a  las  órdenes  de 
Güemes  como  oficial  y  jefe  en  el  regimiento  de 
Dragones  Infernales,  creado  por  Güemes,  en 
contraposición  al  de  Angélicos  del  ejército  rea- 
lista, que  tomó  parte  por  espacio  de  largos 
años  en  las  operaciones  de  vanguardia,  hasta 
la  terminación  de  la  guerra  de  la  independen- 
cia. Al  sobrevenir  la  época  de  la  tiranía  se  re- 
tiró del  servicio,  y  en  1854  el  Gobierno  lo  in- 
corporó al  Estado  Mayor,  hasta  1861,  en  que 
pasó  a  revistar  en  su  jerarquía  de  coronel  a  la 
plana  mayor  pasiva.  Murió  en  Payagasta,  el 
21  de  septiembre  de  1870. 
Ruiz  Díaz  de  Guzmán.  Publicista.  Se  supone 
naciera  en  el  Paraguay  o  en  el  Alto  Perú  (Bo- 
livia).  Fué  militar  y  autor  de  la  Argentina,  o 
sea  la  historia  del  descubrimiento,  conquista  y 
población  del  Río  de  la  Plata,  escrita  en  1612; 
obra  compuesta,  «tomando  relación  de  algunos 
antiguos  canquistadores  y  personas  de  crédito 
con  otros  sucesos  de  que  yo  fui  testigo»;  por 
más  que  contiene  muchos  hechos  inexactos,  su 
estilo  revela  que  recibió  una  educación  muy 
regular  para  la  época  y  el  país  donde  vivió. 
Fué  el  primer  historiador  de  las  provincias  del 
Río  de  la  Plata. 
Ruiz  Moreno  (Martín).  Abogado.  Nació  en  la 
ciudad  del  Rosario  de  Santa  Fe,  el  10  de  abril 
de  1833;  pero  re- 
sidió en  la  pro- 
vincia  de    Entre 
Ríos   desde   la 
edad  de  un  año. 
Hizo  sus  estudios 
en  el  Colegio  del 
Uruguay,    funda- 
do por  Urquiza,  y 
del  cual  fuá  pro- 
fesor en    varias 
ocasiones.  Se  re- 
cibió de  abogado 
en  la  Universidad 
de  Montevideo. 
Fué  miembro  de 
la  Legislatura 

entrerriana;  formó  parte  además  de  la  con- 
vención reformadora  de  la  Constitución  de  En- 
tre Ríos,  y  más  tarde,  diputado  al  Congreso 


D.  Martin  Ruiz  Moreno. 


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Nacional  de  1874  a  1878.  Fué  diputado  suplen- 
te en  el  Congreso  de  la  Federación  en  el  año 
1861 ;  comisionado  por  el  Gobierno  de  la  misma 
para  tratar  con  el  de  Buenos  Aires,  después 
de  la  batalla  de  Pavón.  Más  tarde  fué  jefe  po- 
lítico del  Rosario,  y  en  ese  concepto  envió 
fuerzas  a  Córdoba  para  proteger  al  ministro 
de  Guerra,  general  Julián  Martínez,  que  había 
sido  tomado  prisionero  por  Simón  Luengo  (v.), 
hasta  que  el  Gobierno  Nacional  intervino.  Ocu- 
pó el  cargo  de  intendente  de  la  ciudad  del  Uru- 
guay, y  era,  hasta  su  muerte,  el  último  sobre- 
viviente de  la  Junta  convencional  de  1866,  re- 
formadora de  la  Constitución  nacional.  Tam- 
bién fué  secretario  del  general  Urquiza,  vincu- 
lándose a  su  familia  por  su  matrimonio  con  una 
de  sus  sobrinas.  Escribió  algunas  obras  de  his- 
toria sobre  la  organización  nacional,  sobre  la 
Presidencia  de  Derqui,  sobre  la  personalidad 
del  general  Urquiza,  etc.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  miércoles  10  de  septiembre  de  1919, 
siendo  sus  restos  trasladados  a  Entre  Ríos. 
Ruiz  (Ramón).  General.  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  1862,  y  después  de  estudiar  en  el  Colegio 
Nacional,  ingresó 
en  el  Militar,  en 
1878,  de  donde 
salió  comotenien- 
te  en  1883.  En  un 
concurso  de  ofi- 
ciales en  1888  fué 
ascendido  a  capi- 
tán. Tomó  parte 
con  el  Gobierno 
en  la  revolución 
de  1890,  siendo 
mayor,  y  fué  as- 
cendido a  tenien- 
te coronel  en 
1895.  Coronel  en 
1903;  general  de 

brigada  en  1911,  y  el  de  división  en  1917. 
Desempeñó  el  comando  de  los  regimientos 
1,  2,  3  y  6  de  Artillería;  segundo  jefe  inte- 
rino del  Estado  Mayor  de  la  6.°  región;  jefe  de 
brigada  de  Córdoba;  encargado  durante  dos 
años  del  mando  del  regimiento  6  de  Artillería; 
inspector  de  Artillería  e  Ingenieros;  jefe  del 
Estado  Mayor  del  ejército,  que  desempeñó 
hasta  el  día  de  su  muerte.  Se  le  consideraba 
como  uno  de  los  jefes  militares  más  prepara- 
dos de  nuestro  ejército;  era  inteligente  e  ilus- 
trado. Falleció  en  Buenos  Aires,  en  la  noche 


General  D.  Ramón  Ruiz. 


RUS 


370 


RUZ 


del  22  de  julio  de  1919,  en  la  calle  Billinghurst 
1963,  donde  había  formado  un  hogar  verdade- 
ramente argentino,  lleno  de  cariños  de  los  su- 
yos y  de  sus  muchos  amigos.  El  sepelio  de  sus 
restos  tuvo  lugar  el  24,  en  la  Recoleta,  lo  que 
dio  lugar  a  una  imponente  manifestación  de 
duelo. 
Russel  (Oliverio).  Marino.  Nacido  en  Escocia. 
Llegó  a  Buenos  Aires  en  1790,  y  se  dedicó  aquí 
a  la  marina  mercante,  llegando  a  ser  un  exper- 
to conocedor  de  nuestro  estuario,  desempe- 
ñando las  funciones  de  práctico  mayor,  en  cuyo 
cargo  fué  tomado  prisionero  por  los  ingleses 
en  1806,  al  conducir  en  su  buque,  bajo  bande- 
ra portuguesa,  a  un  alto  personaje  español, 
que  en  misión  reservada,  iba  del  Río  de  la 
Plata  a  Río  Janeiro,  siendo  tomado  Russel  pri- 
sionero cerca  del  cabo  de  Santa  María  por  la 
fragata  inglesa  Narcissus,  que  formaba  parte 
de  la  expedición  del  comodoro  Popham,  obli- 
gándosele a  guiar  la  escuadra  como  piloto  y 
a  declarar  sobre  el  estado  de  defensa  de  Bue- 
nos Aires.  Puesto  en  libertad  y  operada  la  re- 
conquista del  12  de  agosto  de  1806,  fué  redu- 
cido a  prisión  e  internado,  no  recuperando  su 
libertad  hasta  dos  años  después.  Russel  tras- 
ladóse a  Inglaterra  en  1811,  demandando  una 
reparación  que  no  consiguió.  Entonces  se 
dirigió  a  Chile,  y  en  1813  radicóse  en  Valpa- 
raíso. En  el  mismo  año  regresó  a  Buenos  Ai- 
es,  naturalizándose,  y  por  su  decisión  a  la  cau- 
sa nacional  y  su  fama  de  conocedor  del  Río  de 
la  Plata  se  le  confió  en  1814  el  mando  de  la 
corbeta  Belfast,  de  22  cañones,  tripulada  por 


273  hombres,  para  continuar  la  campaña  naval 
en  las  aguas  de  Montevideo,  hallándose  en 
los  combates  del  1  de  abril  y  17  de  mayo  de 
1814.  En  premio  de  sus  servicios  y  por  sus  cua- 
lidades fué  enviado  a  Chile  en  1815  al  mando 
de  un  buque  de  guerra  argentino,  para  coope- 
rar a  la  expedición  terrestre  que  preparaba  el 
general  San  Martín  en  Mendoza;  pero  quiso  la 
fatalidad  que  el  buque  se  perdiera  en  los  ma- 
res del  sur,  sin  saberse  nunca  nada  de  él. 
Razo  (Ensebio  Gregorio).  Coronel.  Goberna- 
dor de  la  provincia  de  Catamarca,  en  1822.  En 
la  época  de  su  administración  se  dio  una  Cons- 
titución fundamental,  modelada  al  reglamento 
provisorio  de  1817.  Ejerció  el  mando  de  la  pro- 
vincia hasta  el  12  de  abril  de  1824,  que  habien- 
do presentado  su  renuncia  sin  aceptársela,  la 
Legislatura  le  concedió  licencia  temporal  para 
reparar  su  salud,  que  era  el  motivo  ostensible 
en  que  la  fundaba.  Expirado  el  plazo  de  la  li- 
cencia, reasumió  el  mando  que  continuó  ejer- 
ciendo, la  primera  vez,  hasta  el  16  de  julio  de 
1825.  En  1827  desde  el  28  de  octubre,  por  se- 
gunda vez,  fué  nombrado  gobernador,  hasta 
que  a  los  seis  días  de  haber  tomado  posesión 
del  mando,  3  de  noviembre,  presentara  su  re- 
nuncia, fundándose  en  las  aspiraciones  que  se 
suscitaba  para  ocupar  el  puesto  que  él  «de 
ningún  modo  ambicionaba  y  mucho  menos  de 
una  provincia  asolada  por  la  guerra,  envuelta 
en  partidos  animosos,  exhausta  de  fondos, 
oprimida  de  una  deuda  que  no  podrá  soportar 
y  amenazada  de  todos  modos».  El  coronel  Ru- 
zo  falleció  en  enero  de  1828. 


s 


Saa  (Felipe).  Coronel.  Nombrado  gobernador 
provisorio  de  la  provincia  de  San  Luis  por  el 
pueblo  reunido  en  Asamblea  electoral,  el  27  de 
enero  de  1867,  a  causa  de  hallarse  la  ciudad  en 
acefalia  por  la  fuga  del  gobernador  delegado 
Barboza,  habiendo  tomado  posesión  del  mando 
el  mismo  día  para  delegarlo  en  su  ministro  Qui- 
fiazú.  Restablecido  el  orden  en  la  República, 
después  de  varios  hechos  de  armas,  el  coronel 
Felipe  Saa  regresó  de  su  destierro,  Chile  (24 
de  abril  de  1877),  y  no  volvió  a  tomar  partici- 
pación alguna  en  la  política,  sino  que  perma- 
neció prescindente  hasta  que  le  sorprendió  la 
muerte  repentinamente  en  su  provincia  natal 
(San  Luis>,  el  30  de  enero  de  1880.  El  coronel 
Saa  fué  derrotado  en  Portezuelo,  el  30  de  ene- 
ro de  1867,  por  los  coroneles  D.  José  Iseas  y 
D.  Plácido  López. 

Saa  (Juan).  General.  Gobernador  de  San  Luis, 
nombrado  el  5  de  marzo  de  1860.  Adquirió  una 
triste  celebridad  en  la  Rinconada  del  Pocito 
por  el  fusilamiento  del  Dr.  D.  Antonino  Abe- 
rastain.  Después  de  Pavón  tuvo  que  huir  a  Chi- 
le. Durante  la 
guerra  del  Para- 
guay encendió  la 
guerra  civil,  com- 
prometiendo de 
esta  manera  el 
honor  nacional. 

Saavedra  (Corne- 
lio).  Nació  el  20 
de  febrero  de 
1761,  en  la  ciudad 
de  Potosí,  y  niño 
aún  llegó  a  Bue- 
nos Aires,  donde 
completó  sus  es- 
tudios en  el  Real  D.  Comelio  Saavedra. 


Colegio  de  San  Carlos,  dedicándose  luego 
al  comercio.  En  1799  fué  electo  regidor  del 
Cabildo,  y  en  1806  comandante  del  regimien- 
to de  Patricios,  donde  tuvo  ocasión  de  des- 
collar con  motivo  del  rechazo  de  las  inva- 
siones inglesas,  adquiriendo  celebridad  por  sus 
dotes  y  actuación  al  frente  del  Cuerpo  de  su 
mando,  y  en  la  revolución  del  1  de  enero 
de  1809,  al  servicio  de  la  autoridad,  y  luego 
en  1810,  en  que  fué  designado  para  presidir  e' 
primer  Gobierdo  patrio,  el  que  ejerció  hasta 
abril  de  1811,  en  cuyo  puesto  le  sorprendió  la 
revolución  de  ese  mes,  alejándolo  del  Poder  y 
confinándole  en  San  Juan,  hasta  que  en  1818 
fué  nombrado  jefe  de  Estado  Mayor  del  ejér- 
cito, cargo  que  desempeñó  hasta  1820.  Incluido 
en  la  ley  de  reforma,  se  retiró  al  campo,  dedi- 
cándose a  las  tareas  rurales.  Falleció  en  Bue- 
nos Aires,  el  29  de  marzo  de  1829. 

Saavedra  (Mariano).  Electo  gobernador  de  la 
provincia  de  Buenos  Aires  por  el  término  que 
le  faltaba  al  general  Mitre  para  entregar  el  pe- 
ríodo constitucional,  desde  el  15  de  octubre 
de  1862  hasta  el  2  de  mayo  de  1863,  que  fué 
electo  cuarto  gobernador  constitucional,  ha- 
biendo ejercido  el  cargo  hasta  el  3  de  mayo 
de  1866.  Fueron  sus  ministros  los  señores  don 
Mariano  Acosté  y  D.  Luis  Domínguez.  Suce. 
dióle  el  Dr.  Alsina. 

Sáenz  (Antonio).  Signatario  del  acta  de  la  Inde- 
pendencia. Sacerdote.  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  6  de  junio  de  1780  Inscribióse  en  la  matrí- 
cula de  abogados  de  la  Real  Audiencia  de 
Charcas,  en  1804.  De  regreso  a  Buenos  Aires 
fué  nombrado  catedrático  de  Teología,  secre- 
tario  capitular  y  notario  eclesiástico,  etc.  En 
el  año  1810  fué  uno  de  los  invitados  al  Cabildo 
abierto  del  22  de  mayo;  emitió  su  voto  para 
«que  el  pueblo  reasuma  su  originaria  autoridad 


SAE 


372  - 


SAE 


D.  Amonio  Sáenz. 


y  derechos».  Desde  entonces  desempeñó  car- 
gos públicos  de 
importancia,  co- 
mo el  de  miembro 
de  la  Junta  de 
Observación,  en 
1815,  y  redactor 
del  Estatuto;  ne- 
gociadordiplomá- 
tico;  miembro  del 
Congreso  de  Tu- 
cumán  que  decla- 
ró la  independen- 
cia, siendo  el  re- 
dactor del  mani- 
fiesto que  esa 
Asamblea  dirigió 
a  los  pueblos.  Fué  Sáenz  el  iniciador  de  la 
creación  de  la  Universidad  y  su  primer  rector 
y  cancelario.  Este  ilustrado  sacerdote  falleció 
en  Buenos  Aires,  el  25  de  julio  de  1825. 
Sáenz  Peña  (Luis).  Magistrado.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  2  de  abril  de  1826.  Hizo  sus  estu- 
dios en  la  Univer- 
sidad de  Buenos 
Aires,  y  tuvo  el 
honor  de  recibir 
gratissu  grado  de 
doctor,  que  era 
entonces  el  pre- 
mio acordado  al 
alumno  que  obte- 
nía la  clasifica- 
ción de  sobresa- 
liente en  todos 
sus  exámenes,  y 
deseando  exten- 
der sus  conoci- 
mientos para  el 
ramo  de  Medici- 
na legal,  ingresó  al  curso  de  Medicina,  rindien- 
do las  pruebas  respectivas  desde  el  aula  de 
Anatomía  hasta  el  curso  de  Cirugía.  Recibióse 
de  abogado  en  1845.  En  1860  formó  parte  de  la 
Convención  Constituyente.  En  1S70  senador  a 
la  Legislatura  de  Buenos  Aires;  en  1873  diputa- 
do al  Congreso  Nacional  por  Buenos  Aires,  y 
en  1874  desempeñó  la  presidencia  de  la  Cáma- 
ra de  Diputados  de  la  nación.  En  1875  fué  ele- 
gido vicegobernador  de  la  provincia  de  Bue- 
nos Aires,  y  concluido  su  período  volvió  al  Se- 
nado. Pasados  los  sucesos  de  ISSO  volvió  a  ser 
electo  diputado  al  Congreso  hasta  1882,  en  que 


D   Luis  Sáenz  Peña. 


aceptó  el  cargo  de  vocal  de  la  Suprema  Cor- 
te de  Justicia  de  la  provincia,  ocupando  des- 
pués la  presidencia  de  ese  alto  Tribunal.  Fué 
también  presidente  del  Banco  de  la  provincia 
y  de  la  Municipalidad,  la  dirección  de  la  Aca- 
demia de  Jurisprudencia  y  el  cargo  de  vocal 
del  Consejo  Nacional  de  Educación,  hasta  que 
fué  electo  popularmente  presidente  de  la  Re- 
pública, el  12  de  octubre  de  1892,  en  cuyo  pe- 
ríodo dificilísimo  dio  muestras  de  su  interés  y 
patriotismo,  renunciando  el  mando  supremo  en 
el  año  1894,  después  de  haber  resuelto  proble- 
mas trascendentales  que  preocupaban  a  la  opi- 
nión pública.  Este  honorabilísimo  ciudadano  fa- 
lleció el  4  de  diciembre  de  1907. 
Sáenz  Peña  (Roque).  Hijo  del  anterior.  Naci- 
do en  Buenos  Aires,  el  19  de  marzo  de  1851. 
Abogado.  Dipu- 
tado a  la  Legisla- 
tura de  la  provin- 
cia de  Buenos  Ai- 
res en  1877;  por 
dos  períodos  fué 
presidente.  Tomó 
parte  en  favor  de 
los  peruanos  en 
la  guerra  con  Chi- 
le (guerra  del  Pa- 
cífico), donde  fué 
herido.  Periodis- 
ta, diplomático, 
ministro  de  Rela- 
ciones Exteriores 
en  1890.  Diputa- 
do y  senador  nacional;  ministro  plenipotencia- 
rio en  España,  Italia  y  últimamente  presiden- 
te de  la  República.  Los  quebrantos  de  su  sa- 
lud le  obligaron  a  abandonar  momentáneamen- 
te las  tareas,  en  uso  de  la  licencia  que  le 
acordara  el  Congreso,  Fué  un  gran  patricio, 
un  demócrata  amante  de  su  pueblo  y  de  sus 
libertades.  Siendo  presidente  de  la  Repúbli- 
ca falleció  en  Buenos  Aires,  el  9  de  agosto 
de  1914. 
Sáenz  Peña  (Roque).  Abogado  y  hombre  públi- 
co. Nació  en  esta  ciudad,  el  17  de  agosto 
de  1792;  fueron  sus  padres  don  Sáenz  de  la 
Peña,  español,  y  D."  Felipa  Fernández,  natu- 
ral del  Rosario  de  Santa  Fe.  En  1  de  febrero 
de  1822  fué  nombrado  juez  del  crimen;  des- 
pués, juez  de  primera  instancia  en  lo  civil. 
En  1834  fué  electo  representante  déla  hono- 
rable Junta,  siendo  reelecto  en  varios  perío- 


D.  Roque  Sáenz  Peña. 


SAE 


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SAL 


dos.  Nombrado  camarista  supernumerario,  el 
14  de  enero  de  1839,  reemplazando  al  doctor 
D.  Manuel  Vicente  Maza,  que  había  sido  ase- 
sinado por  la  Sociedad  popular  restauradora. 
En  1847,  asesor  y  auditor  general.  Falleció 
en  1860.  Era  padre  del  Dr.  D.  Luis  Sáenz 
Peña,  qué  fué  presidente  de  la  República,  y 
abuelo,  por  consiguiente,  del  Dr.  D.  Roque 
Sáenz  Peña,  también  presidente  de  la  Repú- 
blica. 

Sáenz  Valiente  (Anselmo).  Comerciante.  Na- 
cido en  Castilla  el  29  de  noviembre  de  1755. 
Desde  joven  se  dedicó  al  comercio,  y  en  Bue- 
nos Aires,  en  1790,  contrajo  enlace  con  doña 
Juana  Pueyrredón,  hermana  del  procer  del 
mismo  apellido,  una  de  las  más  celebradas  mu- 
jeres de  su  tiempo  por  su  belleza,  distinción  y 
abnegado  patriotismo.  En  1803  desempeñó 
Sáenz  Valiente  el  cargo  de  conciliario  de  ca- 
minos y  navegación  de  la  Real  Junta  de  Go- 
bierno; en  1806  fué  alcalde  de  segundo  voto 
y  miembro  del  Cabildo  de  Buenos  Aires.  En 
ese  año,  durante  la  primera  invasión  inglesa, 
desplegó  una  actividad  encomiable,  promo- 
viendo donativos  y  préstamos  de  dinero,  pro- 
veyendo y  cuidando  los  hospitales,  proporcio- 
nando armamentos,  municiones,  uniformes,  et- 
cétera, etc.,  para  los  cuerpos  que  se  formaban. 
En  las  listas  de  suscripciones  para  el  Cuerpo 
de  Voluntarios  urbanos  cántabros,  fué  uno  de 
los  mayores  contribuyentes.  Su  nombre  figura 
entre  los  que  suscribieron  la  capitulación  del 
ejército  inglés.  Cuando  la  revolución  de  mayo 
se  mantuvo  alejado  de  los  sucesos,  por  su  ca- 
lidad de  español  y  por  su  vinculación  con 
Pueyrredón.  Falleció  en  San  Isidro  el  13  de 
noviembre  de  1815,  y  sus  restos  fueron  trasla- 
dados a  esta  ciudad  y  sepultados  en  el  con- 
vento de  Santo  Domingo,  conjuntamente  con 
los  de  su  esposa  e  hijos. 

Sagastume  (Fidel).  Presidente  déla  Cámara 
legislativa  de  Entre  Ríos,  en  ejercicio  del  Po- 
der ejecutivo  por  muerte  violenta  del  general 
Urquiza,  y  con  arn  glo  al  artículo  38  de  la 
Constitución,  desde  el  12  de  abril  de  1870,  y 
desde  esta  fecha  delegado  del  gobernador 
provisorio  López  Jordán,  en  ausencia  de  éste, 
que  marchó  a  campaña  con  el  objeto  de  poner- 
se a  la  cabeza  de  las  fuerzas  de  la  provincia 
contra  el  comisionado  nacional,  que  se  hallaba 
con  tropas  de  desembarco  en  la  embocadura 
del  río  Gualeguaychu,  por  orden  del  presiden- 
te de  la  República,  que  había  declarado  el  3  del 


mismo  mes  la  provincia  en  estado  de  sitio. 

Sálala.  Combate  ganado  en  Chile  por  el  tenien- 
te coronel  argentino  D.  Juan  Manuel  Cabot, 
sobre  las  fuerzas  realistas,  el  12  de  febrero 
de  1817.  La  división  argentina,  al  mando  de 
este  jefe,  partió  para  Chile  desde  la  plaza  de 
San  Juan,  atravesando  la  cordillera  por  el  pasa 
de  los  Patos;  después  de  catorce  jornadas  pe- 
nosas, llenas  de  dificultades  y  riesgos,  sostu- 
vo un  pequeño  encuentro  en  que  batió  a  los 
realistas  en  los  llanos  de  Sálala,  obteniendo 
un  brillante  triunfo.  Tomó  al  enemigo  40  pri- 
sioneros. 16  piezas  de  artillería  volante,  cua- 
renta barriles  de  pólvora,  equipo,  fusiles  y  la 
posesión  de  la  plaza  y  fuerte  de  Coquimbo.  Se 
distinguieron  en  este  hecho  de  armas  los  capi- 
tanes Ceballos  y  Cano,  y  los  ayudantes  mayo- 
res Navarro  y  Rivas,  a  quienes  se  les  concedió 
el  grado  inmediato  superior. 

Salas  (Mariano).  Militar.  Nació  en  Tucumán, 
en  1814.  En  la  guerra  del  Brasil  se  halló  en 
Ornbú,  Itusaingó,  Catnacuá,  Yerbal,  Potreros 
del  Padre  Filiberto  y  Las  Cañas.  A  su  regreso 
se  halló  en  la  revolución  del  I  de  diciembre  de 
1828,  y  en  los  encuentros  de  Navarro,  Zapallar 
y  Puesto  del  Marques.  Ascendió  a  capitán  en 
marzo  de  1829.  Más  tarde  fué  perseguido  por 
Rosas,  sufriendo  tres  prisiones;  pero  logró 
evadirse  y  se  incorporó  a  las  fuerzas  de  Lava- 
lle,  hallándose  en  Sauce  Grande.  Tala,  Ombú, 
Quebracho  Herrado  y  San  Cala,  ascendiendo 
en  1840  a  teniente  coronel.  Emigró  al  Perú,  en 
cuyo  ejército  sirvió  hasta  1857,  en  que  regresó 
a  Buenos  Aires.  Combatió  contra  los  indios  en 
la  batalla  de  Pigüe,  siendo  ascendido  coronel 
graduado  el  17  de  junio  de  1858.  Hizo  la  cam- 
paña de  Cepeda  y  de  Pavón.  En  1865  marchó 
al  Paraguay,  pero  herido  de  gravedad,  falleció 
el  17  de  septiembre  de  1866. 

Salazar  (Alonso  Pérez  de).  A  la  muerte  de  don 
Diego  de  Góngora  se  hallaba  en  Buenos  Aires, 
el  oidor  Alonso  Pérez  de  Solazar,  ocupado  de 
establecer  y  arreglar  las  dos  aduanas.  Se  le 
encargó  interinamente  el  gobierno  de  la  pro- 
vincia; pero  fué  promovido  a  la  presidencia  de 
la  Audiencia  de  Quito  y  vino  de  España  a  su- 
cederle  D.  Francisco  de  Céspedes  (1623 
a  1624). 

Salazar  (José  Martínez  de).  Gobernador  de 
Buenos  Aires,  desde  el  28  de  julio  de  1663- 
hasta  1674.  En  su  Gobierno  se  estableció  en 
esta  ciudad  la  primera  real  Audiencia,  que  duró 
hasta  el  año  de  1673,  en  que  fué  extinguida  ea 


SAL 


—  374 


SAL 


virtud  de  real  cédula  expedida  el  afío  ante- 
rior. Se  levantó  igualmente  el  censo  de  la  po- 
blación, que  rectifica  los  datos  que  da  Ascéra- 
te  da  Biscay.  Según  este  señor,  Buenos  Aires 
tenía  en  1557  cuatrocientas  casas  de  barro,  de 
techo  de  caña  y  paia;  eran  de  un  solo  piso,  muy 
espaciosas,  con  huertas  de  naranjos,  limones, 
higueras  y  otros  árboles  frutales  y  excelentes 
legumbres.  Las  casas  de  los  habitantes  acomo- 
dados estaban  adornadas  con  colgaduras  y 
cuadros;  la  vajilla  era  de  plata  y  tenían  muchos 
sirvientes  negros,  mulatos,  mestizos  e  indios, 
todos  esclavos.  El  numero  de  hombres  de  ar- 
mas llevar  era  de  quinientos,  y  el  de  los  escla- 
vos triple  de  este  numero,  pero  que  no  se  te- 
nían en  cuenta  para  la  defensa,  porque  no  se 
les  permitía  cargar  armas.  La  ciudad  tenía  por 
defensa  un  pequeño  fuerte  de  tierra  sobre  el 
río,  armado  de  diez  cañones  de  hierro,  situado 
donde  se  halla  actualmente  la  Casa  Rosada 
(Casa  de  Gobierno).  Allí  residía  el  gobernador 
con  una  guarnición  a  sus  órdenes  compuesta 
de  159  hombres  y  un  pequeño  cuerpo  de  mili- 
cias de  vecinos.  (Véase  Revista  de  Buenos 
Aires,  tomo  XIII,  pág.  3.) 

Salazar  (Juan  Bautista).  Uno  de  los  héroes  de 
Tambo  Nuevo  (v.).  Este  valiente  perdió  el  uso 
de  un  brazo  en  un  combate,  el  año  14,  en  las 
inmediaciones  de  Jujuy.  «El  año  29— habla  el 
general  Paz— lo  encontré  en  el  Río  Segundo, 
de  Córdoba,  viviendo  pobremente,  recordando 
su  conocimiento  con  el  general  Lamadrid;  an- 
duvo prestando  servicios  a  sus  órdenes,  sin 
que  recuerde  qué  fué  de  él  al  fin.» 

Salcedo  (Miguel  de).  Militar  español.  Caballe- 
ro de  Santiago.  En  1734  fi'é  nombrado  gober- 
nador de  la  provincia  del  Río  de  la  Plata,  de 
cuyo  gobierno  tomó  posesión  el  23  de  marzo 
de  1734,  desempeñándolo  con  acierto  por  es- 
pacio de  diez  años.  Durante  él  fué  comisiona- 
do por  la  Corte  de  España  para  que  reivindi- 
case por  las  armas  los  derechos  agredidos  y 
los  territorios  usurpados  que  ocupaban  los  por- 
tugueses en  la  Banda  Oriental,  para  lo  cual 
reunió  un  ejército  de  cerca  de  tres  mil  hom- 
bres, se  apoderó  de  la  isla  de  San  Gabriel  y 
puso  sitio  por  tercera  vez  y  durante  un  año  a 
la  colonia  del  Sacramento,  intentando  tomarla 
por  asalto,  pero  sin  resultado.  El  armisticio 
celebrado  en  París,  por  España,  en  1737,  obli- 
gó a  Salcedo  a  desistir  de  sus  propósitos.  Ter- 
minó su  gobierno  el  21  de  junio  de  1742. 

Saldias  (Adolfo).  Político,  literato  y  publicista 


D.  Adolfo  Saldias. 


argentino.  Nació  en  Buenos  Aires,  en  1850.  En 
1874  se  doctoró  en  Jurisprudencia  en  la  Uni- 
versidad de  Buenos 
Aires;  fué  diputado 
a  la  Legislatura  de 
la  provincia  de 
Buenos  Aires;  co- 
laboró en  la  obra 
de  la  educación  na- 
cional de  Sarmien- 
to en  La  Libertad; 
fué  ministro  y  go- 
bernador de  la  pro- 
vincia de  Buenos 
Aires;  diputado  na- 
cional. Entre  sus 
obras  están:  Los 
Minotauros,  La 
condition  des  etran- 
gers  residents,  Historia  de  ¡a  Confederación 
Argentina  (cinco  tomos),  La  Eneida  en  la  Re- 
pública Argentina,  Cervantes  y  el  Quijote, 
Evolución  republicana  durante  la  revolución 
argentina.  Estudio  sobre  Esteban  Echeverría, 
Papeles  de  Rosas  y  Vida  y  escritos  del  padre 
Castañeda.  Siendo  ministro  argentino  en  Bo- 
livia  falleció  en  1914. 
Saljruero  y  Cabrera  (Luis  Jerónimo).  Nació 
en  la  ciudad  de  Córdoba,  el  año  1780,  y  estu- 
dió Derecho  en 
la  Universidad 
Mayor  de  San 
Carlos,  hasta 
graduarse  de  li- 
cenciado en  esa 
materia.  Produ- 
cido el  movimien- 
to emancipador, 
se  adhirió  con  en- 
tusiasmo a  él,  y 
por  su  prestigio 
e  inteligencia  me- 
reció ser  electo 
diputado  por  su 
ciudad  natal  al 
Congreso  de  Tu- 
cumán,  el  9  de  julio  de  1816.  Tuvo  que  emigrar 
más  tarde  a  Bolivia,  donde  terminó  sus  días  en 
Chuquisaca,  a  la  avanzada  edad  de  ochenta  y 
tres  años.  Salguero  fué  un  ciudadano  ¡lustrado, 
pertenecía  a  las  primeras  familias  de  Córdoba, 
de  cuyos  fundadores  descendía.  Fué  elúltimo 
de  los  sobrevivientes  del  Congreso  de  Tucumán. 


D.  Luis  Jerónimo  Salguero 
y  Cabrera. 


SAL 


375 


SAL 


Salinas  y  Cabrera  (Diego  de).  Religioso  ar- 
gentino de  la  Orden  agustina.  Nació  en  San 
Juan,  en  1691;  y  en  Santiago  de  Cliiie,  donde 
pasó  la  mayor  parte  de  su  vida,  fué  provincial 
de  su  Orden  y  obtuvo  el  grado  de  doctor  en  la 
Universidad  de  San  Felipe.  Asuntos  relativos 
a  su  Orden  lo  llevaron  a  Roma,  donde  sus  mé- 
ritos  lo  elevaron  al  alto  rango  de  general  de 
los  agustinos.  En  Europa  quiso  también  con- 
fiársele la  mitra  de  Panamá,  pero  no  la  acep- 
tó, y  vuelto  a  Chile,  murió  en  su  convento  de 
Santiago,  en  1764. 

Salinas  (combate).  Mayo  18,  1818.  Entre  los 
gauchos  jujeños  y  sáltenos,  al  mando  de  los 
comandantes  Uriondo  y  D.  Juan  Antonio  Ro- 
jas y  una  fuerza  realista  mandada  por  el  coro- 
nel Vigil,  en  Salinas,  fronteras  de  Jujuy  y  Alto 
Perú.  Fueron  destruidos  los  realistas,  dejando 
un  crecido  número  de  muertos  en  el  campo  y 
tomando  muchos  prisioneros  y  armamento. 

Salinas  (combate).  Enero  14,  1869.  El  monto- 
nero Felipe  Várela  había  invadido  la  provincia 
de  Salta.  El  Gobierno  nacional  nombra  al  te- 
niente coronel  Julio  A.  Roca  jefe  de  las  fuer- 
zas movilizadas  de  aquella  provincia  con  ob- 
jeto de  aniquilar  la  montonera.  Roca  mandó  al 
coronel  D.  Pedro  Corvalán  a  su  encuentro, 
quien  lo  bate  en  las  Salinas  de  Pastos  Gran- 
des, tomándole  la  mayor  parte  de  su  gente  pri- 
sionera y  persiguiéndole  hasta  hacerle  entrar 
a  la  cordillera,  en  dirección  a  Chile. 

Salóm  (Bartolomé).  Natural  de  Puerto  Cabello, 
ciudad  y  puerto  de  Vuezuela.  Era  un  oficia] 
distinguidísimo  por  sus  servicios.  Se  había  ad- 
herido  a  la  independencia  desde  el  día  en  que 
se  proclamó  en  Venezuela,  y  figuró  a  las  órde- 
nes del  general  republicano  Toro  y  Miranda, 
en  las  primeras  campañas  contra  los  españo- 
les. Durante  la  reconquista  de  Monteverde  fué 
tomado  preso,  aherrojado  por  los  seides  de 
aquél  y  desterrado  a  Cádiz;  pero  la  embarca- 
ción que  lo  conducía  tocó  en  las  costas  de  Mé- 
jico, y  como  Salóm  estuviese  gravemente  en- 
fermo, fué  dejado  en  el  hospital  de  esa  ciudad 
con  una  barra  de  grillos.  Sacado  de  allí  por  la 
intervención  de  un  español,  se  reunió  con  el 
general  D.  Simón  Bolívar.  Era  un  militar  muy 
recto,  y  Bolívar  le  llamó  «varón  justo». 

Salta.  Fué  fundada  por  el  gobernador  D.  Gon- 
zalo de  Abreu  y  Figueroa,  en  el  valle  de  Sian- 
cas  (hoy  Cobos),  y  trasladada  al  lugar  que  ac- 
tualmente ocupa  en  el  valle  de  Lerma,  en  el 
mismo  año  (1582),  por  el  gobernador  D.  Her- 


nando de  Lerma.  El  llamarse  Salta  es  por  los 
muchos  tagaretes  que  tenía  dicho  sitio,  por  lo 
que  se  gritaba  a  los  que  se  sumergían  en  ellos: 
«Salta,  salta,  para  que  no  te  ahogues».  El  fun- 
darse la  ciudad  en  dicho  sitio  fué  por  sus  mu- 
chos tagaretes  (tagarotes)  que  servían  de  fo- 
sos y  contrafosos,  por  cuyo  medio  se  mante- 
nían los  españoles  seguros  y  libres  del  furor 
de  los  naturales  que  los  acometían. 

Salta  (intendencia  de).  Los  partidos  que  forma- 
ban esta  intendencia  eran  las  actuales  provin- 
cias de  Tucumán,  Santiago  del  Estero,  Cata- 
marca,  Jujuy,  Nueva  Oran  y  Puna.  Casi  desde 
el  principio  de  la  población  de  la  ciudad  de 
Salta  fué  ésta  la  residencia  de  sus  gobernado- 
res, porque  así  lo  exigían  las  circunstancias  de 
la  frontera  del  Chaco,  combinadas  con  las  del 
comercio. 

Salta  (provincia).  El  gobierno  de  las  Provincias 
Unidas  del  Río  de  la  Plata,  D.  Gervasio  An- 
tonio de  Posadas,  creyendo  de  conveniencia 
pública  y  política  para  echar  la  base  de  la  fu- 
tura organización  territorial,  decretó  la  divi- 
sión de  la  intendencia  de  Salta  en  dos  nuevas 
provincias,  que  se  llamarían  Salta  y  Tucumán- 
Ese  hecho  de  capital  importancia  propendía  a 
fomento  y  mejor  cuidado  de  estas  ricas  y  pro- 
ductivas regiones,  entonces  entregadas  al  más 
craso  abandono.  Ocurrió  el  8  de  octubre 
de  1814. 

Salta  (batalla).  20  de  febrero  de  1813.  Después 
de  la  derrota  de  Tucumán,  el  general  español 
Tristán  se  había  retirado  y  atrincherado  en 
Salta.  Retemplado  el  espíi  itu  de  los  argentinos 
con  las  ventajas  obtenidas  sobre  los  realistas 
en  Montecideo,  y  con  la  inauguración  de  la 
Asamblea  de  los  pueblos,  de  quien  esperaban 
la  ley  nacional,  el  general  Belgrano  creyó  ne- 
cesario aprovechar  las  disposiciones  favorables 
de  su  ejército,  y  atravesando  el  río  Pasaje,  en 
donde  estaba  situado,  en  una  marcha  de  seis 
días  estuvo  sobre  el  enemigo,  en  1"S  mismos 
arrabales  de  la  ciudad  de  Salta.  El  ejército 
realista  había  recibido  algunos  refuerzos  de 
Goyeneche,  y  constaba  de  cinco  regimientos 
de  infantería,  denominados:  Real  de  Lima,Pau- 
cartambo,  Abancay,  Paruro  y  Cotabamba,  diez 
piezas  de  artillería  y  500  soldados  de  caballe- 
ría. El  argentino  había  sido  reforzado  después 
del  cambio  de  Gobierno  del  8  de  octubre  con 
el  antiguo  regimiento  de  Belgrano,  número  1 
de  Patricios,  y  con  otros  cuerpos  organizados 
en  Tucumán,  entre  los  cuales  figuraba  un  ba- 


SAL 


376 


SAL 


tallón  de   Cazadores,  de  nueva  creación    al 
mando  de  Dorrego.  Presentó  en  batalla  dos 
regimientos  y  tres  batallones;  12  piezas,  cua- 
tro escuadrones  de  Dragones  y  algunas  com- 
pañías de  Milicias  de  Tucumán:  en  todo,  3.000 
hombres.  El  general  Belgrano  se  colocó  al 
norte  de  la  ciudad  con  el  objeto  de  cortar  la 
retirada  a  Tristán.  Este  tomó  posiciones  fuera 
de  la  ciudad,  y  esperó  el  ataque  de  los  patrio- 
tas. Fué  éste  iniciado  por  los  Cazadores  deDo- 
rrego,  que  cargando  impetuosamente  no  para- 
ron hasta  entrarse  en  las  calles  de  Salta,  per- 
siguiendo el  ala   izquierda  del  enemigo.  Los 
demás  cuerpos  hicieron   todos  su  deber;  Tris- 
tán tuvo  que  refugiarse  en   la  ciudad,  y  des- 
pués de  tres  horas  de  combate  levantó  ban- 
dera de  parlamento.    El  general    Belgrano, 
cuya  alma  sensible  estaba  afectada  a  la  vista 
de  mil  hombres  fuera  de  combate  por  una  y 
otra  parte,  acordó  al  ejército  vencido  una  ca- 
pitulación, por  la  cual  se  le  concedió  los  ho- 
nores de  la  guerra  y  la  retirada  al  Perú,  bajo 
juramento  de   no  tomar  las  armas  contra  las 
provincias  unidas  dentro  de  los  límites  del  an- 
tiguo virreinato.  Los  trofeos  de  esta  victoria 
fueron,  en  el  campo  de  batalla,  cinco  cañones, 
500  fusiles  y  otras  armas;  481  muertos,  17  ofi- 
ciales y  300  soldados  prisioneros,  114  de  ellos 
heridos,  y  rendidos  por  la  capitulación,  dos  ge- 
nerales, siete  jefes,   117  oficiales  y  2.023  de 
tropa,  con  sus  armas;  tres  banderas;  cinco  pie- 
zas más  de  artillería,  parque  y  bagajes.  De 
todo  el  ejército  realista  sólo  se  escaparon  los 
restos  de  su  caballería.  El  ejército  argentino 
perdió:  dos  oficiales  y  101  soldados  muertos,  y 
14  oficiales  y  419  soldados  heridos.  También 
fueron  heridos  el  mayor  general  Díaz  Vélez 
y  el  oficial  Lamadrid,  que  adquirió  tanto  re- 
nombre por  su  actividad  y  su  audacia  en  la 
guerra  de  avanzadas. 

El  Ejército  que  triunfó  en  Salta,  se  compo- 
nía así: 

Jefe  de  la  derecha:  Coronel  Díaz  Vélez;  Jefe 
de  la  izquierda:  Coronel  M.  Rodríguez;  Ba- 
tallón Cazadores:  Comandante  Dorrego;  Par- 
dos y  morenos  libres:  Comandante  Superi;  Re- 
gimiento núm.  1:  Comandante  Perdriel,  su  se- 
gundo, Tollo;  Regimiento  núm.  6:  Comandante 
Francisco  Pico,  su  segundo,  Forest:  Batallón 
número  2:  Comandante  B.  Alvarez;  Dragones: 
Comandantes  C.  Zelaya,  Balcarce,  A.  Rodrí- 
guez, Arévalo;  Artillería:  Villanueva,  Luna, 
B.  Martmez  y  Giles 


Salta  (defensa  de).  1817.   Este  es  uno  de  los 
episodios  más  solemnes  y  heroicos  de  nuestra 
guerra  de  la  Independencia.  El  general  espa- 
ñol Laserna  invade  a  Salta,  para  después  ocu- 
par Tucumán,  correrse  en  seguida  hasta  Cór- 
doba, desalojar  a  San  Martín  de  Mendoza  y 
franquear  el  paso  de   la  cordillera  al   ejército 
vencedor  de  Chile,  para  incorporarle  y  marchar 
sobre  Buenos  Aires.  Dice  el   Dr.  López;  «El 
plan  de  Quemes,  sugerido  por  San  Ma  "tín,  fué 
abrir  sus  Milicias  en  la  forma  de   un  abanico, 
a  uno  y  otro  lado  de  los  bosques  del  camino 
por  donde  tenía  que   penetrar  el  enemigo,  de 
modo  que  pudieran  oprimir  sus  flancos  y  cru- 
zarse a  su  retaguardia,  hasta  que  aaareado 
por  partidas  impalpables   tuviese  que   ence- 
rrarse en  Salta,  donde,  privado  de  recursos,  se 
viese  obligado  a  bu  carloscon  divisiones  par- 
ciales, que  serían  batidas  en  detalle.  El  resul- 
tado fué  matemático  y  parece  que  todo  hubie- 
ra sido  previsto.  Una  provincia  entera,  embra- 
vecida como  una  jauría  de  «bull  dogs»,  se  pren- 
de a  los  flancos  del  león  que  ha  osado  atacar- 
la; lo  muerde,  lo  hiere,  lo  sacude,  lo  desgarra, 
lo  postra,  hasta  que  lo  pone  en  fuga,  haciendo 
jirones  de  las  tropas  y  de  las  armas  con  que 
había  penetrado.  Y  no  solamente  es  en  comba- 
tes parciales  y  guerrillas  donde  Salta  muestra 
su  bravura  y  su  patriotismo,  sino  en  batallas 
campales  como  la  del  Bañado  y  la  de  los  Ce- 
rrillos. Allí  el  enemigo  se  ve  obligado  a  atrin- 
cherarse en  las  viñas,  y  aprovecha  de  la  noche 
para  refugiarse  en  la  ciudad,  al  abrigo  de  la 
artillería  con  que  la  había  fortificado.  La  pér- 
dida de  gente  que  sufrieron  los  españoles  fué 
muy  crecida.   En  ella  contaron  la  muerte  del 
bravo  y  eminente  coronel  de  los  extremeños 
D.  N.  Sardinas,  que  fué  llorado  por  los  suyos 
como  lo  peor  de  la  derrota.» 
Salvador  (incendio  de  la  iglesia  del).  Este  su- 
ceso   tuvo   lugar  el   domingo  28  de  febrero 
de  1875.  Comenzó  por  una  conferencia  liberal, 
celebrada  en  el  teatro  Variedades  (Esmeralda 
y  Corrientes),  bajo  los  auspicios  del  Club  uni- 
versitario. Esta  reunión  se  realizaba  para  pro- 
testar contra  una  pastoral  del  arzobispo  Anei- 
ros.  Realizado  en  todas  sus  partes  el  progra- 
ma de  la  reunión,  la  enorme  concurrencia  que 
llenaba  el  local  del  teatro  prorrumpió  en  vivas 
y  mueras,  y  llevando  a  su  frente  estandartes  y 
banderas  se  dirigió  hasta  el  palacio  arzobis- 
pal. El  jefe  de  Policía  se  encontraba  en  su  des- 
pacho. Advertido  de  lo  que  ocurría,  salió  acom- 


il 


SAL 


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SAN 


panado  del  piquete  de  guardia,  tratando  de 
imponer  su  autoridad,   lo  que  consiguió  en 
parte.   El   departamento  de  Policía  quedaba 
frente  a  la  plaza  de  Mayo,  calle  Bolívar,  entre 
Rivadavia  y  la  actual  Avenida  de  Mayo,  siendo 
jefe  D.  Enrique  B.  Moreno.  Entonces  varios 
grupos  se  desprendieron  de  los  manifestantes; 
unos  fueron  al  templo  de  San  Ignacio,  y  pene- 
trando por  la  puerta  del  claustro,  destruyeron 
todo  lo  que  encontraron  a  mano;  otra  columna, 
bastante  numerosa,  se  dirigió  al  templo  de  San 
Francisco,  cuyas  puertas,  así  como  la  de  los 
dominicos,  estaban  cerradas,  en  vista  de  lo 
cual  se  replegaron  a  la  plaza  de  la  Victoria 
(Mayo),  donde  ya  había  llegado  gran  número 
de  curiosos.  La  Policía  se  declaró  impotente 
para  dominar  el  tumulto,  y  el  grueso  de  la  mu- 
chedumbre se  puso  en  marcha  en  dirección  a' 
Colegio  del  Salvador,  cuyas  puertas  violentó 
causando  todo  género  de  perjuicios.  Algunos 
de  los  padres  que  se  encontraban  dentro  fue- 
ron apaleados  y  otros  se  escondieron,  ponién- 
dose a  salvo  de  la  turba  enfurecida.  Dio  ésta 
fuego  al  Colesrio,  y  cuando  llegó  la  compañía 
de  la  guardia  de  cárceles  el  edificio  presenta- 
ba un  cuadro  imponente;  el  incendio  había  to- 
mado proporciones  que  hacían  inútil  todo  es- 
fuerzo. Las  llamas  se  elevaban  a  una  altura 
considerable,  y  el  resplandor  rojizo  de  la  ho- 
guera se  divisaba  desde  los  suburbios  de  la 
ciudad.  La  Policía  realizó  varias  capturas  para 
determinar  el  grado  de  responsabilidad  entre 
los  sindicados  como  conspiradores  de  esta  pro- 
testa contra  el  clericalismo.  La  Prensa  atacó, 
con  motivo  de  este  acontecimiento,  duramente 
al  jefe  de  Policía,  induciéndole  a  presentar  su 
renuncia. 
Salvigriiy  (Edmidio).  Militar.  Italiano.  H^bía  mi- 
litado en  los  ejércitos  de  Napoleón  I,  en  las 
campañas  que  éste  hizo  desde  1805  hasta  1813, 
en  que  vino  al  Río  de  la  Plata  y  ofreció  sus 
servicios  al  Gobierno  argentino.  Fué  destinado 
al  ejército  auxiliar  del  Perú  con  el  grado  de 
teniente  coronel.  Sirvió  a  las  órdenes  del  gene- 
ral Belgrano,  de  quien  fué  edecán,  y  de  los 
otros  generales  que  se  sucedieron  en  el  mando, 
distinguiéndose  por  sus  conocimientos  tácticos. 
En  1820  acompañó  a  Buenos  Aires  al  genertl 
Belgrano,  y  con  motivo  del  motín  de  Arequito 
solicitó  permiso  para  retirarse  del   ejército, 
dando  por  terminada  la  carrera  military  fijando 
su  residencia  en  Tucumán,  su  patria  adoptiva. 
Derrocada  la  tiranía,  ocupó  diversos_cargos 


Coronel  D.  Manuel  Sanabria. 


honoríficos  y  comisiones  de  importancia.  Murió 
en  esa  ciudad  a  una  avanzada  edad,  el  año 
de  1860. 
Sanabria  (Manuel).  Coronel.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  12  septiembre  1818.  En  su  juventud  vió- 
se perseguido  por 
el  gobierno  de  Ro- 
sas, que  le  confis- 
có sus  bienes. 
Emigró  a  la  Ban- 
da   Oriental    del 
•  Uruguay,    donde 
continuó    luchan- 
do contra  Oribe. 
Ingresó  como  sol- 
dado el  2  de  julio 
de  1839,  forman- 
do parte  del  ejér- 
cito  del   general 
Lavalle    y    otros 
proceres  argenti- 
nos. Hizo  la  campana  de  Entre  Ríos,  para  con- 
tinuarla en  las  filas  del  general  Rivera.  Tomó 
parte  en  las  batallas  del  Veruá,  Don  Cristó- 
bal, Solís,  Afolles,  sitio  de  Cerro  Largo,  India 
Muerta,  San  Gregorio,  etc.,  etc.  En  1858  rea- 
lizó la  campaña  del  desierto  a  las  órdenes  de! 
general  Emilio  Mitre  y  actuó  en  los  combates 
de  Puente  Alsina  y  los  Corrales,  mandando 
una  fuerza  de  5.500  hombres.   Era  el  coronel 
Sanabria  una  figura  militar  de  viejo  cuño,  de 
aquellas  cuya  memoria  tiene  derecho  a  ocupar 
un  lugar  preferente  en   la  tradición  histórica 
de  nuestro  ejército;  pues  recto  y  probo,  lleno 
de  sano  patriotismo,  puso  todo  el  ardor  de  su 
juventud  y  la  experiencia  de  su  madurez  al 
servicio  de  sus  ideales  nacionalistas.  Falleció 
el  11  de  septiembre  de  1918. 
Sanabria  (Diego  de).  Conquistador.  Nació  en 
España.  Era  hijo  de  Juan  de  Sanabria  y  de 
Mencía  Calderón.  El  rey  de  España  había  ce- 
lebrado con  su  padre,  en  1547,  una  capitula- 
ción para  la  conquista  y  población  del  Río  de 
la  Plata,  obligándose  también  a  poblar  el  puer- 
to de  San  Francisco.  Dióle  el  título  de  adelan- 
tado, pero  estando  próximo  a  partir  falleció 
en  Sevilla.  Su  hijo  Diego  solicitó  el  adelantaz- 
go,  que  Carlos  V  le  concedió  por  capitulación 
otorgada  en  Va'ladolid  el  12  de  marzo  de  1549. 
Partió  Sanabria,  y  al   embocar  el  Plata  sufrió 
un  temporal,  durante  el  cual  naufragó  una  de 
sus  dos  naves.  Algunos  de  sus  soldados,  que 
de  la  misma  se  salvaron  en  bateles,  llegaron  a 


SAN 


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SAN 


la  costa  del  Brasil  y  cruzaron  hasta  el  Para- 
guay. La  otra  nave  que  tripulaba  Sanabria  co- 
rrió a  lo  largo  de  la  costa  del  Brasil,  y  fué  a 
dar  a  la  isla  de  la  Margarita,  completamente 
destrozada. 

San  Antonio  (batalla).  El  8  de  febrero  de  1846. 
Los  coroneles  D.  Bernardino  Báez,  al  frente 
de  más  de  100  hombres  de  caballería,  y  don 
José  Qaribaldi,  con  cuatro  compañías  de  la  le- 
gión italiana,  salen  del  Salto  a  posesionarse 
de  las  alturas  inmediatas  de  San  Antonio,  con 
objeto  de  favorecer  la  incorporación  del  gene- 
ral Medina,  que  se  aproximaba  con  unapeqiie- 
za  fuerza.  El  general  de  las  fuerzas  de  Oribe, 
D.  Servando  Gómez,  con  doble  número  de 
gente  ataca  esta  fuerza.  La  caballería  de  Báez, 
a  pesar  de  dar  brillantes  cargas,  es  dispersa- 
da, quedando  una  quinta  parte  muerta  en  el 
campo,  encerrándose  el  resto  en  el  Salto.  En 
tanto  los  legionarios,  con  algunos  pocos  de 
caballería,  se  habían  atrincherado  en  una  casa 
y  sostienen  el  ataque  de  un  batallón  de  patri- 
cios de  Buenos  Aires  de  230  plazas,  al  mando 
del  comandante  D.  Cesáreo  Domínguez,  y  de 
un  escuadrón  desmontado,  cuya  fuerza  pelea- 
ba a  pie  firme  y  cuerpo  descubierto;  las  caba- 
llerías se  hallaban  más  distantes,  circunvalan- 
do la  casa  y  sin  hacer  fuego,  sin  otra  orden 
que  permanecer  en  su  puesto.  Viendo  el  co- 
mandante Domínguez  que  se  diezmaban  los 
soldados  y  que  el  general  no  tomaba  disposi- 
ción alguna  para  posesionarse  de  aquel  punto, 
le  pide  permiso  para  llevar  un  ataque  decisivo, 
respondiéndole  del  éxito,  a  lo  que  el  general 
se  niega  con  incomprensible  tenacidad.  Entra- 
da la  noche,  Garibaldi  consigue  retirarse,  to- 
mando a  toda  prisa  la  «^rilla  de  un  bosque,  fa- 
voreciéndole una  gran  zanja,  y  aun  en  la  reti- 
rada el  general  Gómez  no  trata  de  cortarlo. 
Las  pérdidas  por  ambas  partes  fueron  crecidas, 
y  aun  mayores  las  de  los  infantes  de  Domín- 
guez, a  quienes  no  defendió  ningún  parapeto. 
El  general  Servando  Gómez  se  declara  vence- 
dor en  este  combate. 

San  Bartolomé.  Reducción  de  indios  chanaes, 
formada  por  el  gobernador  Hernando  Arias  de 
Saavedra  por  el  año  de  1618,  con  indios  de  las 
islas  del  Paraná,  situándola  a  la  margen  de 
este  río,  en  la  jurisdicción  de  Santa  Fe,  a  ocho 
leguas  de  la  ciudad. 

San  Bernardo  (combate).  El  23  de  septiembre 
de  1653.  Habido  entre  el  gobernador  del  Tu- 
cumán,  D.  Alonso   Mercado  y  Villacorta,  que 


tenía  muy  poca  gente,  y  la  indiada  calchaqm, 
mandada  por  Pedro  Bohórquez,  en  el  fuerte  de 
San  Bernardo,  a  pocas  leguas  de  Salta.  Des- 
pués de  combatir  varias  horas  los  indios  fue- 
ron derrotados  y  se  retiraron  con  muchas  pér- 
didas. 

San  Cala  (batalla).  1  de  enero  de  1841.  Des- 
pués de  la  batalla  de  Quebracho  Herrado,  el 
general  Lavalle,  con  los  restos  de  su  ejército, 
había  conseguido  incorporarse  al  general  La- 
madrid,  con  quien  determinó  fraccionar  sus 
fuerzas  en  divisiones  que  operasen  en  distin- 
tos puntos  a  la  vez.  El  coronel  D.  José  María 
Vilela  fué  mandado  a  Catamarca,  pero  en  su 
marcha  lo  alcanza  y  sorprende  el  general  Pa- 
checo en  San  Cala,  donde  es  destruida  su  di- 
visión, después  de  una  ligera  batalla  que  sos- 
tienen ambas  fuerzas,  dejando  Vilela  400  muer- 
tos y  cerca  de  1 .000  prisioneros.  Casi  todos 
los  jefes  y  oficiales  tomados  en  esta  ocasión 
fueron  fusilados  más  tarde  en  Córdoba. 

Sancti  Spiritus  (fuerte).  Fundado  por  Qaboto 
en  el  Paraná,  en  la  boca  del  río  Carcarañá,  el 
27  de  mayo  de  1528.  Allí  construyó  un  fuerte 
de  maderos  con  su  terraplén,  dos  torreones  y 
baluartes  bien  cubiertos,  que  llamó  Sancti  Spi- 
ritus. Este  fuerte  fué  destruido  por  los  indios 
timbúes  en  1529.  Según  Ruiz  Díaz  de  Guzmán, 
la  guarnición  de  Sancti  Spiritus,  compuesta  de 
170  hombres,  estaba  al  mando  de  Ñuño  de  Lara. 
Entre  los  soldados  se  hallaba  un  tal  Hurtado, 
cuya  esposa,  Lucía  Miranda,  fué  la  heroína  de 
la  leyenda  que  con  tanta  galanura  nos  cuenta 
aquel  cronista,  y  después  de  él,  el  P.  Lozano 
y  otros  historiadores.  He  aquí  cómo  narra  la 
catástrofe  el  Sr.  Eduardo  Madero,  fundado  en 
la  documentación  de  la  época,  haciéndolo  acon- 
tecer en  agosto  de  1529  y  no  en  fecha  de  1532, 
que  dan  casi  todos  los  textos  de  historia  na- 
cional. «Antes  de  contar  la  verdad— descono- 
cida hasta  hoy— de  la  histórica  tragedia,  narra, 
ré  algunos  antecedentes  con  ella  relacionados: 
Al  ausentarse  de  Sancti  Sipritus,  Gaboto  en- 
cargaba mucho  al  capitán  Caro,  que  mandase  ha- 
cer buena  guardia...  que  no  se  fiase  de  los  in- 
dios; que  estuviese  la  artillería  pronta  enceba- 
da las  lombardas...  que  anduviesen  rondas 
por  el  campo...  pero  fueron  descuidadas  estas 
órdenes  del  prudente  veneciano  Andando  as' 
las  cosas  tuvieron  lugar  dos  sucesos  que,  pro- 
bablemente, excitaron  el  deseo  de  venganza 
de  los  indios  y  ocasionaron  la  catástrofe.  Es- 
tando Gaboto  todavía  en  Sancti  Spiritus,  supo 


SAN 


que  los  guaraníes  habían  muerto  dos  cristianos 
de  su  armada  y  uno  de  la  de  García,  que  ve- 
nían de  las  naos  para  la  fortaleza.  Entonces 
mandó  al  capitán  Caro  para  que,  con  gente  de 
ambas  armadas,  diese  en  tres  casas  de  los  gua- 
raníes que  estaban  cerca  y  matase  a  sus  habi- 
tantes, «e  se  hizo».  Como  algunos  indios  se  es- 
caparon a  una  isla  frente  a  la  fortaleza,  «fué 
acordado  que  con  cuatro  bergantines  y  80  hom- 
bres de  las  dos  armadas,  se  les  fuese  a  buscar 
«e  los  matasen  si  pudiesen».  Habiendo  pasado 
Gaboto  a  San  Salvador,  descuidóse  la  guarni- 
ción, dejando  de  hacer  rondas  fuera  de  la  for- 
taleza, y  yéndose  cada  uno  a  pescar  y  a  culti- 
var sus  sembrados.  Una  mañana,  aprovechando 
este  descuido,  los  indios  asaltaron  el  fuerte 
con  la  algazara  usual  entre  los  salvajes,  lle- 
vando hachas  de  fuego  encendidas.  Los  sor- 
prendidos cristianos,  sin  hacer  resistencia,  hu- 
yeron luego  a  los  bergantines  que  estaban  en 
el  río  Carcarañá,  entrando  en  uno  de  ellos  y 
en  una  barca  que  allí  encontraron.  Un  tal  Alon- 
so Peraca  proclamó  a  sus  compañeros,  y  cinco 
oséis  volvieron  a  saltar  tierra;  pero  arremeti- 
dos de  nuevo  por  los  indios  tuvieron  que  arro- 
jarse al  agua  porque  el  capitán  Caro  y  los  que 
quedaron  en  la  barca  zafaron  hacia  el  medio 
del  río,  y  otros— incluso  Peraca— se  retiraron 
a!  bergantín,  siendo  los  refugiados  en  éste  22 
personas  de  la  armada  de  Gaboto  y  algunos 
de  la  de  García,  que  allí  quedaron  por  no  ha- 
ber podido  poner  a  flote  el  bergantín,  y  porque 
fué  inútil  el  auxilio  que  reclamaron  del  capitán 
Caro  y  los  tripulantes  de  la  barca,  que  huyó 
aguas  abajo,  sin  recoger  a  su  alférez  Rivas  y 
otros  compañeros  que,  corriendo  a  lo  largo  de  la 
costa,  pedíanles  que  se  detuvieran.  Pocos  días 
después  llegó  Caro  a  San  Salvador,  conducien- 
do en  su  barca  50  hombres,  incluso  ocho  o  diez 
indios  de  servicio.  Como  en  Sancti  Spiritus  ha- 
bían quedado  unos  80  cristianos,  perecerían, 
pues,  como  la  mitad  de  ellos  en  la  histórica 
catástrofe.  En  la  asaltada  fortaleza  perdieron 
los  españoles  todas  las  piezas  de  metal  y  «res- 
cates», como  se  llamaban,  que  habían  obteni- 
do de  los  indios.  Así  que  supo  Gaboto  lo  suce- 
dido, partió  con  Diego  García  para  el  Carca- 
raña  con  cuatro  bergantines,  dos  de  cada  una 
de  las  armadas.  En  seis  o  siete  días  llegaron  y 
hallaron  muertos  a  todos  aquellos  a  quienes 
iban  a  socorrer,  «e  la  fortaleza  robada  e  que- 
mada». Viendo  Gaboto  que  no  tenía  medios 
para  reconstruirla  «e  que  los  indios  comarca- 


-  379  —  SAN 

nos  heran sus  enemigos» ,  acordó  regresar  a  San 
Salvador.  (Todo  esto  consta  en  las  declara- 
ciones de  Gaboto  en  el  sumario  que  se  levan- 
tó a  su  regreso  a  España.)  Se  ve,  pues,  cuan 
novelesca  e  inexacta  es  la  leyenda  de  Rui  Díaz 
de  Guzmán.  Ni  hubo  tal  Ñuño  de  Lara,  ni  exis- 
tió Lucía— la  heroína  de  su  novela,  ni  fué  el 
amor  sino  la  venganza  que  armó  el  brazo  de 
los  imaginados  Mangoré  y  Siripo.  Lucía  Mi- 
randa fué,  pues,  la  primera  novela  escrita  en 
esta  tierra  de  América;  y  si  no  tiene  el  mérito 
de  ser  histórica,  tiene  a  lo  menos  el  de  haber 
inspirado  el  Siripo  de  Labarden  y  el  Tabaré 
de  Zorrilla  de  San  Martín. 

Sánchez  (Antonio  Saturnino).  Militar.  Nació  en 
la  ciudad  de  Montevideo  el  año  1795,  y  a  los 
diez  y  seis  años  ingresó  como  cadete  en  el  re- 
gimiento 3  de  Dragones,  alcanzando  en  diver- 
sas campañas  el  grado  de  capitán.  En  1819 
pasó  a  continuar  sus  servicios  en  el  regimien- 
to 7  del  ejército  de  los  Andes,  y  se  hallaba  en 
San  Juan  cuando  tuvo  lugar  un  movimiento 
sedicioso,  y  el  Cabildo  le  nombró  comandante 
de  Armas  de  esa  ciudad.  Pasó  luego  a  Chile,  y 
a  principios  de  1821  partió  al  Perú,  y  allí  fué 
nombrado  teniente  gobernador  de  la  villa  de 
Supe.  En  1822  fué  uno  de  los  pocos  jefes  del 
ejército  argentino  que  formó  parte  de  la  expe- 
dición auxiliar  al  Ecuador,  en  cuya  campaña 
mandó  dos  escuadrones  de  Cazadores  a  caba- 
llo en  la  batalla  de  Pichincha.  De  vuelta  al 
Perú  se  hallaba  de  guarnición  en  el  Callao 
cuando  tuvo  lugar  la  sublevación  de  su  guar. 
nición  en  febrero  de  1824;  fué  aprisionado  y 
remitido  a  la  isla  de  Chucuito,  de  donde  logró 
fugarse,  dirigiéndose  a  Cochabamba,  y  perma- 
neciendo retirado  hasta  el  año  siguiente,  en 
cuyo  año  fué  ascendido  a  coronel  y  nombrado 
gobernador  de  Chayanta,  en  Bolivía.  Vuelto  a 
Lima  en  1826,  fué  desterrado  con  varios  jefes 
argentinos,  y  se  dirigió  a  Buenos  Aires,  donde 
ofreció  sus  servicios  para  combatir  contra  el 
Imperio  del  Brasil;  lo  que  no  pudo  realizar  a 
causa  de  su  fallecimiento,  ocurrido  en  16  de 
mayo  de  1827. 

Sánchez  (Gregorio).  Militar.  Nacido  en  Monte- 
video el  año  1797.  Empezó  sus  servicios 
en  1811,  con  motivo  del  pr  mer  sitio  de  Monte- 
video, hallándose  también  en  el  segundo,  que 
terminó  en  1814;  en  el  mismo  año  se  incorporó 
al  ejército  del  .\lto  Perú  que  comandaba  el  ge- 
neral Pueyrredón,  encontrándose  en  la  batalla 
de  Sipe-Sipe,  el  21  de  noviembre  de  1815,  to- 


SAN 


-  380 


SAN 


mando  después  participación  activa  en  una 
campaña  contra  los  montoneros  de  la  provin- 
cia de  Santiago  del  Estero;  hizo  luego  la  pe- 
nosa campaña  de  Chuquisaca,  a  las  órdenes  del 
sargento  mayor  Lamadrid.  En  1819  pasó  a 
Chile,  alistándose  en  la  expedición  al  Perú, 
encontrándose  en  las  acciones  de  guerra  de 
esa  campaña,  en  la  toma  de  Lima,  sitio  de  las 
fortalezas  del  Callao;  hizo  después  la  campa, 
ña  sobre  lea  y  Mainas,  regresando  a  Buenos 
Aires  en  1824.  Falleció  en  Montevideo  el 
año  1841. 

Sánchez  (Modesto).  Militar.  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  15  junio  1791.  Comenzó  la  carrera  en  el 
primer  regimiento  de  Infantería  el  año  1810,  y 
en  1811  marchó  a  las  órdenes  del  general  Ron- 
deau  a  la  campaña  de  la  Banda  Oriental,  ha- 
llándose en  el  primer  sitio  de  Montevideo  y  en 
la  batalla  del  Cerrito;  posteriormente  se  batió 
en  el  segundo  sitio  y  rendición  de  la  plaza,  el 
año  1814,  a  las  órdenes  del  general  Alvear.  A 
su  regreso  a  esta  ciudad,  pasó  al  Cuerpo  de 
Granaderos  a  caballo,  en  cuyas  filas  pasó  los 
Andes  y  se  batió  en  la  batalla  de  Maipú,  en  cla- 
se de  sargento  mayor  agregado  al  escuadrón 
de  Cazadores  a  caballo.  A  su  regreso  de  Chi- 
le actuó  en  la  guerra  civil  contra  los  monto, 
ñeros.  Emigró  durante  la  tiranía  de  Rosas,  re- 
gresando después  de  Caseros.  El  sargento 
mayor  Sánchez  terminó  sus  días  en  Buenos 
Aires  el  8  de  enero  de  1857. 

Sánchez  de  Velasco  (.María).  Patricia  argen- 
tina. Nació  el  1  de  noviembre  de  1786.  Casada 
primero  con  el  patriota  de  la  revolución  de 
Mayo  D.  Martín  Lorenzo  Thompson,  después 
con  el  cónsul  de  Francia,  Sr.  Mendeville.  Re- 
dactó la  oferta  de  fusiles  hecha  en  1812  por 
las  damas  porte4as;  en  sus  salones,  el  maes- 
tro Parera  estreno  el  Himno  nacional,  y  allí  se 
reunían  Alvear,  San  Martín,  López  y  Planes, 
Rivadavia  y  otros  grandes  patriotas.  Falleció 
esta  noble  dama  el  27  de  octubre  de  1863,  en 
Buenos  Aires. 

San  Francisco  (combate).  El  26  de  agosto 
de  1863.  El  general  Peñaloza  (a)  El  Chacho, 
rebelado  contra  la  autoridad  nacional,  es  de- 
rrotado en  un  combate  dado  en  San  Francisco 
(provincia  de  San  Luis),  por  la  Guardia  nacio- 
nal de  esa  provincia,  a  las  órdenes  de  los  co- 
mandantes José  E.  Bustamante  y  D.  Cornelio 
Loyola. 

San  Francisco  (iglesia) .  Se  le  erigió  en  basí- 
lica menor ,  en  3  de  octubre  de  1919. 


San  Gregorio  (batalla).  El  22  de  enero  de  1853. 
Estando  sitiada  Buenos  Aires  por  el  general 
D.  Hilario  Lagos,  en  el  pueblo  de  Chascomús 
(Buenos  Aires',  y  al  mando  del  coronel  D.  Pe- 
dro Rosas  y  Belgrano,  se  forma  un  ejército  a 
favor  de  la  plaza  sitiada.  .Manda  entonces  La- 
gos una  fuerte  división,  a  las  órdenes  del  co- 
ronel Costa,  a  batirlo;  recibiéndose  más  tarde 
del  mando  de  esta  fuerza  el  general  Gregorio 
Paz,  quien  en  el   paso  de  San  Gregorio  le  da 
batalla  y  lo  derrota  completamente.  El  coro- 
nel Rosas  es  tomado  prisionero,  y  su  segundo 
el  coronelD.  Faustino  Velasco,  es  muerto  en  e] 
campo  de  batalla.   El  coronel  Costa,  después 
de  tomar  una  parte  activa  en  esta  jomada,  se 
retiró  del  ejército. 
San  IgasLcio  (batalla).  El  1  de  abril  de  1867. 
Los  revolucionarios  de  Mendoza  y  otras  pro- 
vincias del  Oeste  estaban  al  mando  de  D.  Juan 
Saa.    El  Gobierno  nacional  había  enviado  al 
general   Paunero  para   sofocar    la    rebelión, 
pero  el  jefe  de  la  vanguardia,  coronel  Arre- 
dondo, se  adelanta  y  les  da  batalla  en  el  paso 
de  San  Ignacio,  en  el  Río  Quinto,  y  los  derrota 
por  completo.  Los  jefes  revolucionarios  tuvie- 
ron que  huir  a  Chile.  Arredondo  fué  ascendido 
a  general. 
San  José  (combate).  En  el  Estado  Oriental,  en 
el  distrito  de  este  nombre,  se  dio  este  combate, 
ganado  por  el  comandante  Manuel  Artigas, 
el  23  de  abril  de  1811.  Después  del  triunfo  de 
Colla,  los  realistas  se  atrincheraron  en  el  paso 
del  río  San  José,  llamado  del  Rey,  y  en  cua- 
dro, con  sus  cañones  al  centro,  pelearon  a  los 
patriotas,  que  los  cargaron  denodadamente  y 
se  apoderaron  del  pueblo  o  villa  de  San  José. 
El  comandante  Artigas  lo  sitió  en  la  madru- 
gada del  26  de  abril.  La  pelea  duró  cuatro 
horas,  cayendo  en  lo  más  rudo  de  ella,  herido 
de  metralla,  Artigas.  Los  patriotas  tomaron  el 
pueblo  y  se  posesionaron  de  todos  sus  defen- 
sores y  de  gran  cantidad  de  armamentos,  mu- 
niciones y  pertrechos  de  guerra. 
San  José  de  Flores  (tratado).  El   11   de  no- 
viembre de  1859.   El  general  Urquiza  marchó 
contra  la  ciudad  de  Buenos  Aires  con  objeto 
de  sitiarla,  pero  se  consigue  arribar  a  un  arre- 
glo amistoso,  firmando  un  convenio  de  paz. 
El  Estado  de  Buenos  Aires  debía  volver,  como 
provincia,  a  formar  parte  de  la  nación,  y  el 
general  Urquiza  retirarse  con  su  ejército.  En- 
tre las  condiciones  del  Tratado  correspondía  a 
Buenos  Aires  presentar  algunas  reformas  a  la 


SAN 


381 


SAN 


Constitución,  y  para  ser  examinadas  y  discu- 
tidas se  reúne  una  Convención  en  Santa  Fe, 
en  que  figuraba  una  diputación  de  Buenos 
Aires.  Al  ponerse  en  discusión  las  reformas 
que  proponía  esta  provincia,  el  voto  unánime 
fué:  «que  entre  hermanos  no  se  discutían  las 
condiciones  de  la  unión;  se  aceptaban».  Así 
terminó  el  segundo  período  de  la  guerra  entre 
Buenos  Aires  y  la  Confederación. 

San  Juan.  Provincia  y  ciudad  de  la  República 
Argentina.  Esta  provincia  pertenece  al  grupo 
de  las  andinas  y  es  la  segunda  de  ellas  por  su 
importancia  económica,  extensión  y  población, 
y  la  primera  del  país  por  sus  riquezas  mine- 
rales. Su  extensión  es  de  97:505  kilómetros 
cuadrados  y  su  población  es  de  140.000  habi- 
tantes. La  mitad  de  su  territorio  es  montañoso, 
caracterizándose  la  otra  mitad  por  sus  trave- 
sías, médanos,  esteros  y  lagunas.  Las  indus- 
trias principales  de  la  provincia  consisten  en 
la  minera  y  viticultura,  que  está  tomando  gran 
incremento.  En  sus  grandes  potreros  alfalfa- 
dos se  inverna  el  ganado  para  exportar  a 
Chile. 

San  Jaan  (combate).  12  de  febrero  de  1816.  En 
el  Alto  Perú  (Bolivia),  una  pequeña  fuerza  del 
ejército  de  Buenos  Aires,  al  mando  del  mayor 
Lamadrid,  sostenía  y  procuraba  apoyar  la  in- 
surrección de  los  habitantes  de  esos  pueblos. 
Después  de  muchas  peripecias  tiene  que  sos- 
tener un  desigual  combate  con  fuerzas  espa- 
ñolas muy  superiores  en  número,  a  inmedia- 
ciones del  río  San  Juan.  El  combate  fué  san- 
griento y  los  argentinos,  vencidos,  no  encuen- 
tran más  medio  de  salvación  que  arrojarse  al 
río,  teniendo  que  sostener  un  nuevo  combate 
con  su  rápida  corriente,  bajo  el  fuego  que  los 
vencedores  les  hacen  desde  la  orilla,  y  en  cuya 
travesía  se  ahogaron  varios  hombres.  Lama- 
drid, con  los  restos  de  su  gente,  consigue  lle- 
gar hasta  Tarija. 

San  Juan  (fundación).  Fué  fundada  la  ciudad  de 
San  Juan  el  13  de  junio  de  1562,  por  D.  Juan 
Jufré,  teniente  gobernador  y  capitán  general 
de  la  provincia  de  Cuyo.  Es  sede  de  la  dió- 
cesis de  Cuyo.  Su  primer  gobernador  consti- 
tucional fué  D.  Manuel  José  Gómez  Rufino, 
en  8  de  septiembre  de  1857. 

San  Juan  (revolución).  1825.  Había  sido  elegido 
por  segunda  vez  gobernador  de  la  provincia  de 
San  Juan  el  Dr.  D.  Salvador  María  del  Ca- 
rril. Su  administración  progresista  y  liberal,  de 
orden  y  de  reformas  de  alta  importancia  para  el 
Dic.  HisT.  BiooR. 


porvenir,  le  habían  creado  enemigos  entre  el 
clero,  que  no  le  podía  perdonar  su  tolerancia 
religiosa  en  todos  los  actos  de  su  gobierno. 
Así  es  que  en  el  confesonario  y  entre  la  gente 
ignorante  y  fanática  se  trabajó  sordamente  para 
derrocarlo,  lo  que  consiguió  por  medio  de  un 
motín  de  cuartel  que  estalló  en  la  noche  del  26 
de  julio  de  1825,  levantando  un  pendón  negro 
con  una  cruz  roja,  con  el  lema  «Religión  o 
muerte».  Los  amotinados  sacan  al  gobernador 
de  su  casa  y  lo  ponen  preso;  mas  apercibién- 
dose sus  amigos  de  este  atentado,  se  reúnen  y 
hostilizan  el  cuartel,  pero  sin  resultado  favo- 
rable. El  día  27  los  revolucionarios  nombran 
gobernador  de  hecho  a  D.  Plácido  Fernández 
Maradona,  y  ponen  en  libertad  al  Dr.  Del  Ca- 
rril. Este  se  traslada  a  Mendoza,  cuya  provin- 
cia manda  a  San  Juan  una  intervención  para 
reponerlo,  la  que  vence  a  los  revolucionarios 
en  Las  Leñas,  volviendo  a  restablecerse  el  or- 
den. Del  Carril  renuncia  inmediatamente  a  ser 
repuesto. 

San  Juan  (revo'ución).  1884.  El  7  de  febre- 
ro, a  las  nueve  de  la  noche,  estalló  una  revo- 
lución en  la  ciudad  de  San  Juan.  Estando  re- 
unidos el  gobernador  Dr.  D.  Anacleto  Gil,  el 
Dr.  D.  Carlos  Doncel,  electo  gobernador  en 
sustitución  del  anterior;  el  vicegobernador  elec- 
to D.  Vicente  Mallea  y  el  senador  de  la  nación 
D.  Agustín  Gómez,  son  atacados  violentamen- 
te a  balazos  por  un  grupo  de  revolucionarios 
que  asaltaron  la  casa,  hiriendo  gravemente  al 
gobernador  y.matando  al  senador  Gómez.  El 
Dr.  Doncel  quedó  sin  lesión  alguna  por  haber 
tenido  bastante  presencia  de  ánimo,  habiendo 
apagado  la  luz  a  los  primeros  tiros  de  los  asal- 
tantes. Al  mismo  tiempo  que  esta  escena  de  ho- 
rror se  desarrollaba  en  casa  del  Dr.  Mallea, 
donde  tuvo  lugar  el  sangriento  suceso,  una  ban- 
da de  40  hombres  atacaba  el  cuartel  de  la  fuer- 
za pública;  pero  es  rechazada  con  una  nutrida 
descarga,  obligándola  a  ponerse  en  fuga.  La 
tranquilidad  se  restableció  en  seguida.  En  la 
persecución  de  estos  criminales  es  muerto  el 
antiguo  montonero  Sebastián  Elizondo,  con 
dos  gauchos  que  le  acompañaban.  Como  hubie- 
ra huido  el  vicegobernador  D.  Juan  Luis  Sar- 
miento con  muchos  de  los  complicados  en  esta 
revolución,  el  presidente  de  la  Legislatura,  doc. 
tor  D.  Vicente  Q.  Mallea,  asumió  el  mando  de 
la  provincia. 

San  Lorenzo  (combate).  Sobre  el  río  Paraná, 
en  las  inmediaciones  del  convento  de  San  Car- 


SAN 


382  — 


SAN 


los,  librado  por  el  coronel  San  Martín  y  una 
fuerza  realista,  el  3  de  febrero  de  1813.  El  Go- 
bierno de  Buenos  Aires,  noticioso  de  que  una 
fuerza  naval  realista  intentaba  desembarcar  en 
San  Lorenzo,  aldea  situada  cerca  del  Rosario, 
sobre  el  río  Paraná,  ordenó  que  saliera  de  la 
capital,  a  marchas  forzadas,  a  San  Martín,  al 
frente  de  su  escuadrón  de  Granaderos  a  caba- 
llo, a  cuya  fuerza  se  le  reunieron  algunas  mili- 
cias en  el  Rosario  para  batirla  e  impedir  e] 
desembarco.  En  la  madrugada  del  3  de  febrero 
desembarcaron  los  marinos  españoles  conduci- 
dos por  su  jefe  Zavala.  Simultáneamente  salie- 
ron por  la  derecha  e  izquierda  del  monasterio 
los  Granaderos  mandados  por  San  Martin  y 
Bermúdez  (v.),  y  cargaron  al  enemigo.  Después 
de  un  combate  cuerpo  a  cuerpo  se  decidió  la 
victoria  por  los  argentinos,  que  arrollaron  a 
los  españoles,  los  que  dejaron  en  el  campo  su 
bandera,  dos  cañones,  50  fusiles,  40  muertos  y 
41  prisioneros.  Los  dos  jefes,  San  Martín  y 
Zavala,  fueron  heridos.  El  coronel  San  Martín, 
en  este  su  primer  combate  americano,  demos- 
tró ya  sus  singulares  conocimientos  tácticos  e 
inteligencia  militar.  Herido  al  principio  del 
combate,  tomó  el  mando  su  segundo,  el  capitán 
D.  Justo  Bermúdez,  siendo  también  herido  y 
falleciendo  dos  días  después.  Entre  los  episo- 
dios de  este  combate  figura  Juan  Bautista  Bai- 
gorría,  que  deja  en  tierra  de  una  lanzada  a  un 
soldado  español  que  iba  a  clavar  su  bayoneta  a 
San  Martín,  que  estaba  en  tierra  apretado  por 
su  caballo,  y  Juan  Bautista  Csbral,  que  muere 
heroicamente  contribuyendo  a  salvar  a  su  jefe. 
Al  día  siguiente  el  capitán  español  que  había 
sido  vencido  pide  a  sus  enemigos  auxilio  de 
víveres  frescos  para  los  heridos,  manifestando 
deseos  de  bajar  a  estrechar  la  mano  de  sus  va- 
lientes vencedores,  concediéndosele  una  y  otra 
cosa. 
San  Luis.  Provincia  y  ciudad  de  la  República 
Argentina.  Se  le  llamó  provincia  de  la  Punta. 
Su  primer  gobernador  constitucional  fué  don 
Justo  Daract,  en  9  de  abril  de  1856.  El  2  de  fe. 
brero  de  1856  se  instaló  la  primera  sala  legis. 
lativa  constitucional.  Esta  provincia,  la  menos 
importante  de  las  centrales,  tiene  una  superfi- 
cie de  73.925  kilómetros  cuadrados  y  una  po- 
blación de  96.000  habitantes.  Su  suelo  presen- 
ta dos  regiones:  la  del  Norte,  generalmente 
fértil,  cubierta  por  un  macizo  de  sierras  y  fe- 
racísimos valles,  y  la  del  Sud,  que  contrasta 
con  la  anterior,  pues  es  sumamente  llana  y  ári- 


da, resintiéndose  casi  toda  la  provincia  de  fal- 
ta de  ríos  que  rieguen  sus  extensas  llanuras. 
La  ganadería  es  la  principal  industria  de  la  pro- 
vincia; la  agricultura  y  la  minería  carecen  de 
Importancia  por  la  falta  de  medios  de  comunica- 
ción. Una  de  sus  industrias  más  importantes  es 
la  del  mármol,  conocido  por  ónix  de  San  Luis. 

San  Luis  (fundación).  San  Luis  de  Loyola  o  ciu- 
dad de  la  Punta,  llamada  así  por  la  sierra  que 
se  llama  Punta  de  los  Venados,  de  donde  deri- 
va a  los  habitantes  de  la  provincia  el  nombre  de 
púntanos.  Fué  fundada  en  1596,  en  la  parte 
oriental  de  Cuyo,  y  recibió  ese  nombre  por  el 
de  D.  Martín  García  Oñez  de  Loyola,  que  era 
a  la  sazón  gobernador  de  Chile.  Se  hallaba  a 
62  leguas  de  Mendoza.  El  gobernador  civil  y 
militar  de  esta  ciudad  y  de  su  jurisdicción,  que 
era  muy  estensa  y  poblada,  la  administraba  un 
teniente  del  corregidor  de  Mendoza.  Hasta  1810 
era  regida  por  un  comandante  de  armas  y  sub- 
delegado de  real  hacienda  y  dependiente,  como 
Mendoza  y  San  Juan,  de  la  intendencia  de  Cór- 
doba. Continuó  así  hasta  enero  de  1812,  que  a 
aquella  categoría  de  funcionarios  sucedió  la  de 
teniente  gobernador,  y  por  decreto  de  la  Jun- 
ta gubernativa  de  las  provincias  del  Río  de  la 
Plata,  de  fecha  29  de  noviembre  de  1813,  de  los 
pueblos  de  Mendoza,  San  Juan  y  San  Luis  se 
formó  la  provincia  de  Cuyo,  teniendo  por  capi- 
tal la  ciudad  de  Mendoza  con  un  gobernador 
intendente,  y  en  cada  una  de  las  otras  dos  ciu- 
dades un  teniente  gobernador.  La  independen- 
cia de  San  Luis,  como  provincia  soberana  e  in- 
dependiente, data,  de  hecho,  desde  el  1  de  mar- 
zo de  1820. 

San  Martín  (José  Francisco  de).  Nació  el  25  de 
febrero  de  1778,  en 
Yapeyú,  uno  de  los 
treinta  pueblos  de 
las  antiguas  misio- 
nes guaranítiras 
sobre  las  márge- 
nes del  Alto  Para- 
ná, pertenecientes 
a  la  sazón  al  Go- 
bierno de  Buenos 
Aires,  y  en  cuyo 
departamento  des- 
empeñaba el  cargo 
de  teniente  gober- 
nador, desde  1775, 
su  padre,  el  capi- 
tán D.  Juan  de  San         D-  José  de  San  Martín. 


SAN 

Martín,  casado  con  D.°  Gregoria  Matorras,  so- 
brina, y  no  hija,  como  se  ha  dicho,  del  renom- 
brado conquistador  del  Chaco  D.  Jerónimo  Ma- 
torras (v.).  A  ios  ocho  años  de  edad  le  llevaron 
sus  padres  a  España,  donde  ingresó  como  alum- 
no en  el  Seminario  de  Nobles  de  Madrid,  insti- 
tuto de  privilegio,  cuyo  fin  era  educara  los  vas- 
tagos de  la  aristocracia  y  en  cuyas  aulas,  pue- 
de decirse  con  toda  verdad,  muy  poco  aprendió 
nuestro  compatriota,  fuera  de  algunos  princi- 
pios de  matemáticas  y  dibujo.  En  1789  ingresó 
en  el  regimiento  de  infantería  de  Murcia,  en 
cuyas  filas  sirvió  trece  años  y  medio,  hasta 
1802,  que  fué  incorporado  al  batallón  de  infan- 
tería ligera  Voluntarios  de  Campomayor,  en 
que  actuó  hasta  agosto  de  1809,  que  pasó  en  ca 
lidad  de  capitán  agregado  al  regimiento  de  ca- 
ballería deBorbón.  Fué  su  primera  campaña  en 
África,  en  la  plaza  fuerte  de  Melilla,  y  poste- 
riormente en  Oran  (1791),  donde  combatió  sin 
descanso  durante  treinta  y  tres  días,  al  frente 
de  su  compañía  de  Granaderos,  En  1793  pasó  al 
ejército  de  Aragón,  sirviendo  en  él  ocho  meses, 
y  en  seguida  al  de  Rosellón,  bajo  las  órdenes 
del  general  Ricardos,  y  concurrió  a  la  toma  de 
Torre  Batera,  de  Cruz  de  Hierro,  ataque  a  las 
alturas  de  Monvolo,  San  Marsal  y  baterías  de 
Villalonga,  y  acciones  de  la  Ermita  de  San  LIuc 
y  Banyuls  del  Mar,  en  1793,  como  reza  en  su 
hoja  de  servicios.  Asistió  al  finalizar  ese  año  a 
las  acciones  de  San  Telmo,  Pont  Vendres  y 
CoUioure,  y  en  el  siguiente  a  las  del  16  y  17  de 
mayo  en  dichos  puntos,  hasta  la  rendición  de 
este  último,  el  día  28.  En  la  campaña  de  1797, 
embarcado  su  regimiento  a  bordo  de  la  escua- 
dra del  Mediterráneo,  asistió  al  combate  naval 
del  Cabo  de  San  Vicente,  desastroso  para  las 
armas  españolas,  y  al  que  sostuvo  el  15  de 
agosto  de  1798  la  fragata  Santa  Dorotea  con- 
tra el  navio  inglés  León,  y  en  que  se  rindió 
aquélla,  después  de  salvar  el  honor  de  la  ban- 
dera, que,  dicho  sea  en  justicia,  nunca  dejó 
mancillar  la  arrogancia  de  los  marinos  españo- 
les. Asistió  a  la  campaña  de  Portugal  y  a  la 
de  la  independencia  española,  combatiendo  en 
el  ejército  de  Andalucía,  en  Arjonilia,  donde 
se  distinguió  singularmente,  y  en  Bailen,  mere- 
ciendo por  su  comportamiento  ser  mencionado 
en  la  orden  del  día,  ascendido  a  teniente  coro- 
nel y  condecorado  con  una  medalla  de  honor. 
Posteriormente  concurrió  a  la  batalla  de  Tu- 
dela  (1810)  y  a  la  sangrienta  acción  de  Albue- 
ra  (1811),  donde  saldó  su  deuda  con  la  madre 


383  -  SAN 

patria,  como  lo  dice  el  general  Mitre:  «Veinti- 
dós años  hacía  que  acompañaba  a  la  madre  pa- 
tria en  sus  triunfos  y  reveses,  sin  desampararla 
un  solo  día.  En  este  lapso  de  tiempo  había 
combatido  bajo  sus  banderas  contra  moros, 
franceses,  ingleses  y  portugueses,  por  mar  y 
por  tierra,  a  pie  y  a  caballo,  en  campo  abierto 
y  dentro  de  murallas.  Conocía  prácticamente 
la  estrategia  de  los  grandes  generales,  el 
modo  de  combatir  de  todas  las  naciones  de 
Europa,  la  táctica  de  todas  las  armas,  la  fuer- 
za irresistible  de  las  guerras  nacionales  y  los 
elementos  de  que  podía  disponer  España  en 
una  insurrección  de  sus  colonias:  el  discípulo 
era  un  maestro  en  estado  de  dar  lecciones.  En- 
tonces volvió  los  ojos  hacia  la  América  del 
Sud,  cuya  independencia  había  presagiado  y 
cuya  resolución  seguía  con  interés,  y  compren- 
diendo que  aun  tendría  muchos  esfuerzos  que 
hacer  para  triunfar  definitivamente,  se  decidió 
a  regresar  a  la  lejana  patria,  a  la  que  siempre 
amó  como  a  la  verdadera  madre,  para  ofrecer- 
le su  espada  y  consagrarle  su  vida».  San  Mar. 
tín  fué  acogido  con  la  distinción  que  sus  méri- 
tos imponía,  y  a  pocos  días  de  su  llegada  fué 
incorporado  al  ejército  en  su  grado  militar  de 
teniente  coronel ,  ganado  honrosamente  en 
veintidós  años  de  servicios  bajo  la  carpa  del 
soldado,  y  bautizando  cada  uno  de  sus  galo- 
nes con  el  fuego  de  las  batallas,  ese  óleo  de 
los  valientes  que  pone  el  sello  de  su  consagra- 
ción abnegada  al  bien  y  a  la  gloria  de  la  pa- 
tria. Se  le  comisionó  para  la  organización  de 
un  escuadrón  de  caballería  de  línea  que  deno- 
minó Granaderos  a  caballo,  cuyo  plan  presen- 
tó el  17  y  fué  aprobado  el  21  de  marzo  de  1812, 
dándosele  por  sargento  mayor  (segundo  jefe) 
a  su  compañero  de  viaje  D.  Carlos  de  Alvear, 
y  que  fué  pie  y  origen  del  después  famosísimo 
regimiento,  el  cuerpo  veterano  más  glorioso 
que  ha  contemplado  América.  Desde  San  Lo- 
renzo, que  es  su  estreno  en  el  escenario  ame- 
ricano, hasta  Maipú,  en  donde  termina  con  la 
dominación  española  en  Chile,  la  personalidad 
austera  de  este  guerrero  se  agiganta  cada 
día.  La  organización  de  un  ejército  en  Cuyo  y 
su  pasaje  por  los  abruptos  boquetes  de  la  cor- 
dillera de  los  Andes  es  otra  gran  empresa  que 
realiza,  venciendo  todas  las  dificultades,  obte- 
niendo un  feliz  éxito,  pues  ocupó  triunfante  a 
Lima  y  proclamó  allí  la  independencia  del 
Perú.  La  administración  de  San  Martín  fué 
muy  liberal  como  protector   de   aquel  país- 


SAN 


-  384  - 


SAN 


Halló  tiempo  en  el  corto  plazo  de  tres  meses 
para  promulgar  la  más  absoluta  libertad  de 
imprenta,  crear  bibliotecas,  fomentar  la  ins- 
trucción, corregir  el  sistema  penal,  abolir  los 
ominosos  tributos  que  pesaban  sobre  los  in- 
dios, etc.,  etc.  Hasta  en  su  abdicación  fué 
grande  San  Martín;  su  alejamiento  después  de 
la  Conferencia  de  Guayaquil  para  dejar  a  Bo- 
lívar que  consumase  la  obra  encaminada  de  la 
independencia  del  Perú,  demuestra  que  aquel 
hombre  era  un  patriota  sincero,  preocupado 
únicamente  de  servir  a  una  causa  noble,  sin 
propósitos  egoístas,  sin  vanidades  personales. 
En  adelante  San  Martín  buscó  la  tranquilidad 
de  la  vida  privada,  y  dejó  el  suelo  argentino 
para  ir  a  establecerse  en  Francia,  donde  mu- 
rió en  Boulogne-Sur-Mer,  el'  17  de  agosto 
de  1850.  Sus  restos  fueron  trasladados  a  Bue- 
nos Aires  el  20  de  mayo  de  1880,  en  una  nave 
de  la  Armada  argentina,  el  Villarino,  siendo 
depositados  en  la  urna  y  monumento  que  se 
eleva  en  la  catedral  de  Buenos  Aires.  Sólo 
hemos  hablado  de  este  gran  hombre  a  grandes 
rasgos;  su  biografía  es  la  historia  de  la  inde- 
pendencia de  tres  naciones  de  América;  cada 
página  de  nuestra  historia  rememora  su  perso- 
nalidad. 
San  Nicolás.  Partido  y  ciudad  de  la  provincia 
de  Buenos  Aires,  limítrofe  con  Santa  Fe.  La 
cabeza  del  partido  es  la  ciudad  de  San  Nicolás 
de  los  Arroyos,  situada  sobre  el  río  Paraná. 
Fué  fundada  en  el  año  de  1749,  por  D.  José 
Rafael  de  Aguiar,  y  se  erigió  en  parroquia  en 
el  mismo  año,  con  el  nombre  de  San  Nicolás 
de  Barí  y  de  los  Arroyos,  santo  de  quien  era 
devoto  el  fundador;  en  1778  se  le  declaró  par- 
tido, y  en  1819  ciudad,  «en  mérito  de  sus  ser- 
vicios contra  la  anarquía».  San  Nicolás  ha  sido 
teatro  de  muchos  hechos  históricos,  y  sus  hijos 
han  prestado  grandes  servicios  a  la  patria 
en  1810.  En  1811  contribuyó  con  un  contin- 
gente de  soldados  para  remontar  el  ejército 
del  general  Belgrano.  En  sus  aguas  tuvo  lugar, 
el  2  de  marzo  de  181 1 ,  el  primer  combate  naval 
entre  argentinos  y  realistas.  El  2  de  agosto 
de  1820  fué  tomada  la  ciudad  al  asalto  por  el 
coronel  Dorrego,  huyendo  a  Santa  Fe  las  fuer- 
zas que  la  ocupaban.  El  31  de  mayo  de  1852 
tuvo  lugar  el  acuerdo  celebrado  por  los  go- 
bernadores de  las  provincias,  con  el  objeto  de 
organizar  la  nación.  En  1865  contribuyó  con 
un  batallón  para  la  campaña  del  Paraguay, 
cuya  actuación  fué  distinguidísima. 


San  Nicolás  (combate).  Los  marinos  españolesi 
cuyo  centro  de  acción  y  de  poder  era  la  plaza 
de  Montevideo,  dominaban  el  Plata  y  los  ríos 
interiores,  haciendo  impunemente  sus  corre- 
rías por  ellos.  La  Junta  de  Buenos  Aires,  con 
objeto  de  poner  a  esto  término,  de  garantir  las 
costas  y  asegurar  la  posesión  de  los  ríos,  como 
de  proteger  los  movimientos  del  ejército  ex- 
pedicionario en  el  Paraguay,  arma,  aunque 
con  grandes  sacrificios,  una  escuadrilla,  que 
pone  a  las  órdenes  de  D.  Juan  Bautista  Azo- 
pardo.  Este  remonta  el  río  Paraná  hasta  San 
Nicolás;  a  su  vez  los  españoles,  teniendo  co- 
nocimiento de  esta  operación,  marchan  a  ata- 
carlo con  varios  buques,  capitaneados  por  el 
comandante  Romarate.  Azopardo  se  prepara  a 
la  defensa,  levantando  una  batería  en  tierra; 
pero,  desgraciadamente,  en  el  momento  del 
ataque  fué  abandonado  a  sus  propios  esfuer- 
zos, tanto  por  ésta,  por  ser  mal  dirigida,  como 
por  dos  de  sus  tres  buques,  que  fueron  aban- 
donados por  la  tripulación,  que  huyó  a  tierra, 
siendo  jefe  de  uno  de  éstos  D.  Hipólito  Bou- 
chardo,  que  más  tarde  tanto  ilustró  su  nombre 
al  mando  de  La  Argentina.  Por  consiguiente, 
Azopardo,  sólo  con  la  goleta  Invencible  que 
montaba,  tuvo  que  combatir  contra  cuatro  bu- 
ques mayores,  y  sostuvo  el  abordaje  con  ad- 
mirable valor  y  sangre  fría,  hasta  que  de  los 
50  hombres  que  tenía  solo  le  quedaron  ocho. 
Entonces,  viendo  que  estaba  todo  perdido, 
trata  de  encender  la  santabárbara,  pero  no  le 
es  posible,  por  más  que  descargó  algunos  tiros 
en  la  puerta.  «Azopardo,  abrumado  por  el  nú- 
mero, pasada  hora  y  media  de  abordaje  al  arma 
blanca,  con  diversas  alternativas,  reorganiza 
los  suyos  para  arremeter  de  nuevo,  pero  sólo 
halla  a  su  lado  ocho  ilesos  (1)  de  los  50  a  quie- 
nes transmitiera  su  temple  de  acero,  y  vio  caer 
uno  tras  otro.  Comprende  recién  que  la  situa- 
ción es  insostenible,  y,  si  movido  por  su  afán 
guerrero  vislumbra  el  bochorno  de  la  rendi- 
ción, no  desmaya,  y  antes  prefiere  sepultarse 


(II  Revistaron  en  ese  grupo  el  baqueano  Juan  Bautista 
Estigarribma,  el  contramaestre  Juan  Simonet,  el  despen- 
sero Bartolomé  Cerretti  (el  mismo  que  siendo  coman- 
dante del  Balcarce  murió  en  el  ataque  de  la  Colonia, 
en  182S)  y  el  condestable  Pedro  Mom,  que  nos  lo  ratificó 
cincuenta  años  después,  vale  decir  ya  en  el  reposo  pre- 
cursor de  la  lenta  extinción  de  la  vida.  Este  amigo  falle- 
ció en  Buenos  Aires  el  30  de  marzo  de  1869,  con  el  grado 
de  capitán  de  Marina,  que  obtenía  desde  el  22  de  septiem- 
bre de  1819.  Había  nacido  en  Bruselas,  el  3  de  abril 
de  1785. 


SAN 


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SAN 


con  el  leño  que  es  teatro  de  sus  hazañas.  De 
tal  suerte  acometida  e  impotente  para  devol- 
ver iguales  destrozos,  la  tripulación,  verda- 
dera alma  de  aquella  nave,  cuyo  cuerpo  glo- 
rioso se  estremecía  al  golpe  de  las  balas,  a  ma- 
nera de  miembros  que  retuerce  el  dolor,  ya 
perdida  la  esperanza  de  un  triunfo  imposible, 
agonizaba  con  despechado  coraje,  cuando  Azo- 
pardo,  rápido  como  el  pensamiento,  arrojó 
hacia  proa  varios  cartuchos  de  pólvora  suelta 
con  mechas  preparadas,  produciendo  un  in- 
cendio parcial  que  es  sofocado  por  los  asal- 
tantes... Mas  no  era  éste  el  postrer  lance.  Apo- 
dérase simultáneamente  de  un  fusil  y  hace  fue- 
go a  la  santabárbara,  aunque  sin  resultado, 
operación  que  repite  con  un  segundo  disparo, 
sin  conseguirlo.  Baja  entonces  con  sus  pistolas 
amartilladas,  y  encontrando  con  llave  ese  pa- 
ñol, las  descerraja  en  balde  contra  su  escotilla, 
cerrada  por  desconocida  mano...  ¡Caprichos  in- 
comprensibles de  la  suerte!  Ofuscado  por  ese 
vértigo  que  brota  entre  el  sabor  de  la  pólvora 
y  la  iracunda  algarada  del  combate,  persiste 
el  caudillo  en  su  fatal  idea.  Se  dirige  a  la  des- 
pensa, pues  recuerda  que  en  su  pañol  se  ha- 
bían depositado  dos  cajones  con  cartuchos  de 
fusil,  y  a  pesar  de  la  resistencia  que  le  opone 
su  guarda  Cerretti,  principia  a  destaparlos, 
sordo  a  los  ruegos  lastimeros  de  sus  criados 
heridos,  para  que  no  los  sacrificase,  a  la  vez 
que  otros  de  estos  desgraciados,  delirantes 
con  los  dolores  que  sufren,  repiten  a  voces: 
¡fuego,  mi  comandante!  Empero  Azopardo,  con 
la  cabeza  descubierta,  la  mirada  ardiente,  el 
rostro  pálido  y  su  acción  enérgica,  convertido 
en  arbitro  de  esa  contienda  entre  el  honor  y 
la  muerte,  era  la  autoridad  que  reglamentaba 
el  heroísmo...»  (Campañas  navales,  Carranza.) 
El  enemigo  le  mandó  como  emisario  uno  de  sus 
prisioneros  heridos,  diciéndole  que  empeñaba 
su  palabra  a  nombre  del  rey,  de  librarle  la  vida 
y  también  al  resto  de  los  suyos  si  se  rendía. 
Aceptó  al  fin  Azopardo.  Tales  fueron  los  pos- 
treros estallidos  del  trueno  en  las  aguas  de 
San  Nicolás.  El  primero  y  más  terrible  com- 
bate naval  de  la  revolución  había  llegado  a 
su  fin. 
San  Pedrito  (combate).  Dado  en  Jujuy,  el  6  de 
enero  de  1817,  por  el  sargento  mayor  Juan  An- 
tonio Rojas,  al  frente  de  dos  escuadrones  de 
gauchos  o  guerrilleros  que  sitiaban  al  general 
español  La  Serna,  que  con  su  ejército  estaba 
encerrado  en  Jujuy.  Los  patriotas  consiguen  un 


notable  triunfo  en  un  combate  que  sostienen  a 
bala,  sable,  bolas  y  cuchillo  contra  fuerzas  su- 
periores en  número,  en  los  potreros  de  San 
Pedrito.  Quedaron  en  el  campo  100  cadáveres 
de  los  españoles  y  se  tomaron  siete  prisio- 
neros, 

San  Roque  (batalla).  El  22  de  abril  de  1829. 
Después  de  la  sublevación  de  Arequito  (v.),  don 
Juan  Bautista  Bustos  se  había  apoderado  del 
gobierno  de  Córdoba,  en  donde  permanecía 
hasta  que  el  general  José  María  Paz,  de  acuer- 
do con  las  miras  reaccionarias  que  surgieron 
de  la  revolución  de  Lavalle  del  1  de  diciembre, 
invadió  la  provincia  al  frente  de  un  ejército 
unitario.  A  la  aproximación  de  Paz,  Bustos 
abandona  la  ciudad  y  se  sitúa  con  sus  fuerzas 
en  la  finca  de  San  Roque,  departamento  de  la 
Punilla.  Allí  va  a  buscarlo  su  rival.  Después  de 
varios  arreglos  a  fin  de  evitar  la  guerra  civil, 
los  que  no  tuvieron  efecto  porque  la  idea  de 
Bustos  era  ganar  tiempo  para  recibir  auxilios 
que  había  pedido  a  los  gobernadores  federa, 
les  del  interior,  es  atacado,  y  en  una  batalla 
que  libran  los  dos  ejércitos,  tiene  que  ceder  el 
campo  en  la  más  completa  derrota  y  refugiarse 
en  la  Rioja,  al  amparo  de  Quiroga.  Con  esta 
victoria,  que  según  el  mismo  general  Paz  le 
fué  muy  fácil  adquirirla,  quedó  éste  dueño  de 
toda  la  provincia  de  Córdoba. 

Santa  Bárbara  (combate).  13  de  septiembre  de 
1837.  El  17  de  mayo  de  1837,  el  dictador  Rosas, 
gobernador  de  Buenos  Aires  y  encargado  de 
las  relaciones  exteriores  de  la  Confederación 
argentina,  había  declarado  la  guerra  al  maris- 
cal Andrés  Santa  Cruz,  presidente  de  Bolivia 
y  protector  del  Perú,  quien  con  miras  absor- 
bentes del  territorio  argentino  ; había  hecho 
avanzar  algunas  divisiones  hasta  Humahuaca. 
apoderándose  de  esta  población  jujeña.  Las 
milicias  de  Jujuy  se  arman,  y  llevando  al  fren 
te  al  general  D.  Felipe  Heredia,  jefe  de  Esta_ 
do  Mayor  de  operaciones  contra  el  invasor^ 
marcha  a  disputarle  el  territorio  que  acaba  de 
invadir.  Las  fuerzas  de  Santa  Cruz,  muy  supe- 
riores en  número  y  disciplina,  se  parapetan  en 
las  alturas  de  Santa  Bárbara  que  dominan  al 
pueblo,  y  consiguen  una  fácil  victoria  en  el 
combate  que  se  libra,  a  pesar  del  valor  con  que 
pelean  los  jujeños. 

Santa  Bárbara  (combate).  Habiendo  sido  eva- 
cuado el  territorio  del  Alto  Perú  por  las  fuer- 
zas argentinas  después  de  los  contrastes  sufri- 
dos en  su  última  cempaña,  el  coronel  Warnes, 


SAN 


—  386  - 


SAR 


natural  de  Buenos  Aires,  restableció  su  domi- 
nio en  la  ciudad  de  Santa  Cruz,  de  la  que  ha- 
bía sido  nombrado  gobernador  por  el  general 
Belgrano,  obligando  en  consecuencia  al  jefe 
militar  Altolaguirre,  que  le  había  ocupado  en 
nombre  del  rey,  a  replegarse  con  su  guarni- 
ción al  territorio  de  Chiquitos;  pero  siendo 
perseguido  por  Warnes,  se  vio  obligado  a  acep" 
tar  un  combate  en  Santa  Bárbara,  en  el  que  fué 
derrotado  y  muerto  de  una  lanzada,  el  27  de 
noviembre  de  1815. 

Santa  Fe.  Provincia  y  ciudad  de  la  República. 
Esta  provincia  forma  parte  de  las  del  litoral; 
su  aspecto  es  el  de  una  gran  pradera  termina- 
da por  los  montes  del  Norte.  Tiene  una  pobla- 
ción de  460.000  habitantes  y  una  extensión  de 
131.582  kilómetros  cuadrados.  La  ciudad  de 
Santa  Fe  fué  fundada  por  D.  Juan  de  Qarayí 
el  15  de  noviembre  de  1503,  con  el  nombre  de 
Santa  Fe  de  la  Vera  Cruz. 

Santa  Rosa  (batalla).  Octubre  12,  1870,  El  ge- 
neral Rivas  da  una  batalla  en  el  arroyo  de  San- 
ta Rosa  al  ejército  de  López  Jordán,  compues- 
to de  9.000  hombres.  Las  fuerzas  del  gene- 
ral D.  Ignacio  Rivas  (v.)  eran  inferiores  en 
número.  Masas  tremendas  de  caballería  llevan 
varios  ataques  a  las  fuerzas  nacionales,  sin 
que  la  artillería  ni  la  infantería  pudieran  con- 
tenerlas, pero  al  fin  son  rechazadas,  quedando 
el  campo  sembrado  de  muertos  y  heridos  de 
ambas  partes.  Tres  horas  duró  esta  batalla, 
retirándose  López  Jordán  con  el  resto  de  sus 
fuerzas,  siendo  perseguido. 

Santa  Rosa  (batalla).  29  de  octubre  1874.  El 
genera!  revolucionario  Arredondo,  después  de 
ocupar  la  ciudad  de  Córdoba,  donde  en  vez  de 
encontrar  simpatías  a  s'i  bandera  revoluciona- 
ria todo  le  era  hostil,  y  teniendo  a  pocas  le- 
guas al  coronel  Julio  A.  Roca,  que  reunía  apre- 
suradamente fuerzas  para  marchar  a  batirlo, 
después  de  proporcionarse  algunos  elementos 
para  su  marcha  se  había  dirigido  a  las  provin- 
cias de  Cuyo,  donde  tenía  algunos  parciales 
que  respondían  a  su  pensamiento,  siendo  re- 
montado su  ejército  en  San  Luis.  El  Gobierno 
de  Mendoza  había  reunido  tropas  para  resistir 
a  Arredondo,  fuerzas  que  puso  a  las  órdenes 
del  coronel  D.  Amaro  Catalán.  Librado  el 
combate  en  Santa  Rosa,  son  derrotadas  las 
fuerzas  mendocinas  y  nacionales,  muriendo  en 
la  acción  el  coronel  Catalán. 

Santiago  del  Estero.  Provincia  y  ciudad  de 
la  República  Argentina.  Esta  provincia  es  la 


segunda  del  grupo  de  las  centrales  por  su  ex- 
tensión, que  abarca  102.353  kilómetros  cuadra- 
dos, y  por  la  importancia  de  la  industria  azu- 
carera; su  población  es  de  230.000  habitantes. 
La  capital  de  la  provincia  es  la  ciudad  de  San- 
tiago, con  15.000  habitantes;  es  la  más  antigua 
de  la  República,  pues  fué  fundada  por  Francis- 
co de  Aguirre,  el  17  de  marzo  de  1553. 

Santo  Tomé.  Departamento  y  pueblo  de  la  pro- 
vincia de  Corrientes.  Situado  a  orillas  del  río 
Uruguay  y  fronterizo  con  Misiones.  El  pueblo 
de  Santo  Tomé,  cabecero  del  departamento, 
fué  fundado  en  1638  por  los  padres  jesuítas; 
era  una  de  las  misiones  más  antiguas  e  impor- 
tantes, según  se  deduce  por  sus  ruinas  y  por 
los  restos  de  escultura,  que  manifiestan  un  arte 
bastante  adelantado. 

Sañogasta  (combate).  Las  fuerzas  unitarias 
sufren  una  derrota,  el  20  de  junio  de  1841,  en 
Sañogasta;  los  unitarios  estaban  al  mando  del 
general  Brizuela,  que  gobernaba  la  Rioja,  y 
las  federales  a  las  órdenes  del  general  Aldao. 
El  jefe  riojano,  a  quien  las  fuerzas  empezaban 
a  abandonarlo  desde  antes  de  la  acción,  es  he- 
rido en  el  combate  por  sus  propios  soldados, 
muriendo  a  los  pocos  días.  Después  del  cora- 
bate  la  Rioja  quedó  en  poder  de  las  tropas  fe- 
derales. 

Sapla  (sorpresa).  Los  indios  tobas,  desespera- 
dos del  humillante  tratamiento  que  les  daban 
los  conquistadores,  y  siguiendo  el  movimiento 
reaccionario  que  en  el  Perú  había  operado  Tu- 
pac-Amarú,  se  sublevan  contra  los  españoles, 
aliándose  a  las  demás  tribus  comarcanas  y  lle- 
vando a  sus  filas  a  mucha  gente  de  color  del 
país  y  algunos  soldados.  La  rebelión  puso  en 
serios  conflictos  a  la  ciudad  de  Jujuy;  pero  su 
gobernador,  D.  Gregorio  de  Cegada,  con  rara 
actividad,  marcha  a  campaña  y  sorprende  a 
parte  de  los  sublevados  en  Sapla,  dispersán- 
dolos y  haciendo  muchos  prisioneros.  Pocos 
días  después  cae  súbitamente  sobre  su  campa- 
mento y  acaba  de  destruirlos,  31  de  agosto  de 
1781.  El  21  de  abril  del  mismo  año  son   ejecu- 
tados los  soldados  que  tomaron  parte  en  la  in- 
surrección; los  indios  prisioneros  ya  habían 
sido  pasados  por  las  armas. 
Saráchaga  (Juan  Antonio).  Abogado.  Nacido 
en  Córdoba  en  1781 .  Se  graduó  de  doctor  en 
Derecho  el  año  1804.   Seis  años  después,  al 
caducar  el  Gobierno  colonial,  se  declaró  ar- 
diente partidario  de  la  revolución.  Por  su  ilus- 
tración y  patriotismo  mereció  ser  nombrado 


SAR 


-  387 


secretario  del  gobernodor  de  Salta,  el  fogoso 
patriota  Chiclana,  y  en  diciembre  17  de  1810 
fué  también  secretario  del  presidente  de  Char- 
cas. Fué  nombrado  durante  dos  periodos  rec- 
tor de  la  Universidad  de  Córdoba.  Durante  el 
gobierno  del  general  D.  José  María  Paz  des- 
empeñó con  acierto  la  Cartera  de  Guerra  y  la 
de  Relaciones  Exteriores  de  la  provincia  de  su 
nacimiento,  en  el  año  1829.  Retirado  más  tarde 
a  Buenos  Aires,  fué  encarcelado  durante  al- 
gún tiempo  y  puesto  en  libertad  más  tarde.  Vi- 
vía completamente  retirado  en  su  hogar,  cuan- 
do fué  de  nuevo  arrancado  de  su  casa  y  con- 
ducido al  cuartel  de  serenos  por  Nicolás  Mari- 
ño  y  fusilado  por  orden  del  tirano  Rosas,  el  20 
de  septiembre  de  1840. 
Sarandí  (batalla).  Dada  en  el  territorio  déla 
Banda  Oriental,  el  12  de  octubre  de  1825.  Des- 
pués de  la  batalla  del  Rincón  dirigióse  Rivera 
hacia  el  Durazno,  mientras  el  jefe  oriental  La- 
valleja  campaba  cerca  del  arroyo  de  la  Cruz 
(Florida).  Noticioso  Lecor  del  desastre  de  sus 
armas  en  el  Rincón,  despachó  de  Montevideo 
a  Bentos  M.  Riveiro,  para  que  en  unión  con 
Bentos  González,  el  cual  invadía  por  el  Norte, 
batiera  a  Lavalleja  antes  que  se  le  uniese  Ri- 
vera.  Al  tener  conocimiento  del  avance  del 
ejército  brasileño,  Lavalleja  acudió  a  incorpo- 
rarse con  Rivera,  lo  que  efectuó  en  las  orillas 
del  arroyo  Sarandí,  a  poca  distancia  del  ene- 
migo. El  ejército  oriental  sumaba  2.400  hom- 
bres, divididos  en  tres  columnas,  bajo  el  mando 
de  Rivera,  Oribe  y  Zufriátegui;  2.500  eran  los 
brasileños.  Los  orientales  cargaron  con  tal  ím- 
petu que  los  brasileños  se  vieron  obligados  a 
retroceder,  dejando  en  el  campo  más  de  400 
muertos  y  500  prisioneros. 
Saraza  (Saturnino).   Militar.  Nació  en  Buenos 
Aires,  el  9  de  agosto  de  1760.  Sirvió  en  clase 
de  teniente  en  el  Cuerpo  de  Patricios,  batiéndo- 
se en  la  segunda  invasión  inglesa.  Fué  de  los 
invitados  al  Cabildo  abierto  del  22  de  mayo  y 
allí  hizo  suyo  el  voto  de  D.  Cornelio  Saave- 
dra.  Fué  en  la  expedición  de  Belgrano  al  Para- 
guay, donde  cayó  prisionero.  Siendo  sargento 
mayor  fué  nombrado  teniente  gobernador  de 
San  Juan,  el  29  de  enero  de  1812,  cargo  que 
desempeñó  hasta  noviembre  de  1814.  Se  retiró 
con  el  grado  de  teniente  coronel,  falleciendo 
en  Buenos  Aires,  el  26  de  septiembre  de  1835. 
Sarmiento  (Domingo  Faustino).  Ilustre  hombre 
de  Estado  y  escritor  argentino.  Nació  en  San 
Juan,  el  15  de  febrero  1811,  y  se  educó  en  la 


D.  Domingo  Faustino 
Sarmiento. 


-  SAR 

misma  ciudad.  En  1827  empezó  como  teniente  la 
carrera  militar  y  se  halló  en  diversas  acciones 
deguerra  hasta  lle- 
gar al  grado  de  ma- 
yor graduado.  Ha- 
biendo emigrado'a 
Chile,  a  su  vuelta, 
en  1836,  fundó  en 
San  Juan  un  cole- 
gio de  'niños  y  el 
periódico  El  Zon- 
da. En  1842,  perse- 
guido por  el  dicta- 
dor, emigró  a  Chi- 
le, donde  se  dedicó 
al   periodismo  y  a 
la  enseñanza;  al 
año  siguiente  pres- 
tó grandes    servi- 
cios en  la  cordillera,  salvando  a  más  de  700  ar- 
gentinos, después  de  la  derrota  del   Rodeo  del 
Medio.  En  1814  fundó  en  Santiago  de  Chile  la 
primera  escuela  normal  y  un  diario;  en  1845  es- 
cribió el  Facundo,  su  obra  maestra,  y  que  tuvo 
un  éxito  asombroso.  Hizo  un  viaje  a  Europa, 
donde  conoció  a  San  Martín;  cuatro  años  des- 
pués regresó  a  América  y  publicó  sus  viajes;  re- 
dactó varios  periódicos  y  formó  en  el  ejército 
libertador  de  Caseros  como  teniente  coronel. 
Asistió  al  combate  naval  del  Tonelero;  pidió  su 
baja  en  1852  y  regresó  a  Chile,  donde  dio  a  luz 
varias  obras  literarias.  En  1855  regresó  a  su 
país  y  fué  nombrado  director  general  de  Es- 
cuelas, dando  gran  impulso  a  la  enseñanza  pú- 
blica. Escribió  Campana  del  ejército  grande  y 
Comentarios  de  la  Constitución.  En  1858  fué 
senador  nacional;  en  1860  ministro  de  gobierno 
del  general  Mitre,  y  luego  gobernador  de  San 
Juan,  en  cuyo  cargo  y  como  jefe  militar  derro- 
tó al  Chacho  (Peñaloza)  en  la  acción  del  Poci- 
to.  Fundó  el  Museo  de  Historia  Natural.  En 
1864  ministro  plenipotenciario  cerca  de  los  go- 
biernos de  Chile,  Perú  y  Estados  Unidos  de 
Norteamérica.  En  este  último  país  publicó  la 
Vida  de  Lincoln  y  Las  escuelas  de  los  Estados 
Unidos.  En  1868  fué  electo   presidente  de  la 
República  Argentina.  Durante  su  administra- 
ción se  fundaron  diez  colegios  nacionales,  va- 
rias bibliotecas,  escuelas  normales,  la  Acade- 
mia de  Ciencias  de  Córdoba,  el   Observatorio 
Astronómico,  las  escuelas  Naval  y  Militar,  et- 
cétera, etc.  Senador  en  1879,  ministro  del  In- 
terior, y  en  el  mismo  año  director  general  de 


SARR 


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SAU 


Escuelas  de  la  provincia  de  Buenos  Aires.  Este 
ilustre  patricio  murió  en  la  Asunción  de  Para- 
guay, el  1 1  de  septiembre  de  1888;  sus  restos 
fueron  reimpatriados  poco  después. 
Sarratea  (Manuel  de).  Diplomático.  Nacido  en 
Buenos  Aires,  el  13  de  agosto  de  1774,  del  ma- 
trimonio del  acau- 
dalado comercian- 
te D.  Martín  de 
Sarratea,  guipuz- 
coano,  y  de  doña 
Tomasa  de  Altola- 
guirre,  de  familia 
distinguidísima  en 
la  sociedad  porte- 
fla.  Cursó  sus  estu- 
diosconmuchopro- 
vechoen  el  Colegio 
de  Vergara  (Espa- 
ña) y  residió  lar- 
gos años  en  Ma- 
drid. De  regreso  D.Manuel  de  Sarratea. 
en  la  patria  tomó  participación  activa  y  efi- 
caz en  el  movimiento  emancipador,  prestan- 
do a  la  libertad  muy  importantes  servicios.  AI 
comienzo  de  la  revolución  desempeñó  una  mi- 
sión delicadísima  ante  la  Corte  de  Río  de  Ja- 
neiro, cruzando  con  admirable  habilidad  los 
trabajos  de  los  adversarios  de  la  revolución  e 
imponiéndose  por  sus  talentos  y  don  de  gentes 
a  la  simpatía  y  respeto  de  sus  más  encumbra- 
dos personajes,  sin  excluir  al  mismo  don 
Juan  VI.  El  ministro  español  Casa  Irujo,  lo 
señaló  al  Gobierno  de  Montevideo  como  un 
agente  peligroso,  cuya  acción  no  había  que  des- 
preciar sin  exponerse  a  males  irremediables. 
En  1811  formó  parte  del  Poder  ejecutivo,  del 
que  fué  nombrado  presidente,  y  pasó  a  mandar 
el  ejército  argentino  que  operaba  en  la  Banda 
Oriental.  Allí  chocó  inmediatamente  con  Ar- 
tigas, como  no  podía  ocurrir  en  otra  forma, 
dada  la  enorme  disparidad  de  carácter,  educa- 
ción y  tendencias  de  ambos  personajes.  En  1814 
fué  comisionado  ante  las  Cortes  europeas  para 
trabajar  en  interés  de  la  independencia  argen- 
tina. En  1820  subió  al  gobierno  de  Buenos 
Aires,  y  poco  después  firmó  la  paz  del  litoral 
o  del  Pilar,  en  el  pueblo  de  este  nombre,  con 
el  objeto  de  poner  término  a  la  guerra  civil.  A 
consecuencia  de  esta  convención  se  operó  un 
movimiento  de  resistencia  y  fué  depuesto  del 
mando  el  6  de  marzo;  el  12  del  mismo  mes  y 
año,  al  frente  de  algunas  fuerzas,  reasumió  el 


mando,  pero  por  breve  tiempo,  pues  fué  nue- 
vamente depuesto  y  se  retiró  a  Entre  Ríos. 
Años  más  tarde  fué  nombrado  ministro  pleni- 
potenciario en  Inglaterra  y  después  en  Fran- 
cia. Falleció  en  Limoges  (Francia),  el  21  de 
septiembre  de  1849,  y  sus  restos  fueron  reim- 
patriados el  20  de  julio  de  1850,  siendo  deposi- 
tados en  la  bóveda  de  propiedad  de  su  familia 
en  el  cementerio  de  la  Recoleta.  En  el  Museo 
Histórico  se  conserva  su  mascarilla  en  yeso, 
sacada  el  día  de  su  fallecimiento. 

Sastre  (Marcos).  Educacionista.  Nació  en  1809, 
en  Montevideo.  Recibió  su  educación  en  esta 
ciudad  y  en  la  de  Córdoba,  en  el  Colegio  de 
Monserrat.  En  1828  fundó  en  Córdoba  su  pri- 
mer establecimiento  de  educación,  y  ordenó  su 
famosa  Anagnosia,  método  para  aprender  a 
leer.  En  1830  tornó  a  Buenos  Aires,  ingresan- 
do en  la  Universidad  como  estudiante  de  Juris- 
prudencia; poco  después  pasó  a  Montevideo 
en  calidad  de  oficial  mayor  del  Congreso;  allí 
editó  su  Epitome  de  Historia  Sacra;  en  1S32 
resolvió  establecerse  en  Buenos  Aires,  ejer- 
ciendo el  comercio  en  la  librería  «Argentina», 
e  instaló  el  «salón  literario»  el  año  1837,  que 
fué  disuelto  por  el  tirano.  Retirado  al  campo, 
fundó  un  colegio  en  San  Fernando  en  1842; 
perseguido,  se  refugió  en  Santa  Fe.  En  1850 
fué  nombrado  inspector  general  de  Educación 
de  la  provincia  de  Entre  Ríos;  en  1851,  direc- 
tor del  periódico  oficial  del  general  Urquiza,  y 
al  año  siguiente,  director  de  la  Biblioteca  pú- 
blica de  Buenos  Aires.  En  1855,  inspector  ge- 
neral de  Escuelas,  y  en  1864,  jefe  del  departa- 
mento de  las  mismas.  Su  mejor  obra  literaria 
es  el  Tempe  Argentino,  verdadero  poema  en 
prosa,  en  el  que  describe  nuestras  islas  del 
Delta.  Este  respetable  educacionista  murió  en 
Belgrano,  el  15  de  febrero  de  1887. 

Sauce  (batalla).  1844.  El  ejército  uruguayo  al 
mando  del  general  D.  Fructuoso  Rivera  es 
completamente  derrotado  en  la  batalla  del 
Arroyo  del  Sauce,  sobre  el  Yi,  por  una  divi- 
sión del  ejército  federal  al  mando  del  general 
D.  Justo  José  de  Urquiza.  Rivera  tuvo  200 
muertos,  muchos  heridos  y  prisioneros,  vién- 
dose obligado  a  retirarse  hasta  los  Tres  Ce- 
rros, departamento  de  Tacuarembó.  (24  de 
enero.) 

Sauce  (batalla).  1870.  Declarada  en  completa 
rebelión  la  mayor  parte  de  la  provincia  de  En- 
tre Ríos,  su  jefe,  el  general  D.  Ricardo  López 
Jordán,  acepta  en  campo  abierto  la  batalla  que 


SAU 


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SCHE 


le  presenta  el  general  en  jefe  del  ejército  na- 
cional sobre  el  Paraná,  D.  Emilio  Conesa,  la 
que  tiene  lugar  en  las  Puntas  del  Sauce  (20  de 
mayo).  Los  rebeldes,  en  número  mayor,  y  con 
caballerías  superiores,  llevan  formidables  ata- 
ques a  las  fuerzas  nacionales,  pero  son  recha- 
zados con  brío,  jugando  un  rol  conspicuo  la 
pequeña  artillería  de  que  dispone,  mandada 
por  el  teniente  coronel  D.  Joaquín  Viejo  bue, 
no  .  López  Jordán,  en  la  imposibilidad  de  con. 
seguir  quebrantar  la  enérgica  pujanza  de  las 
armas  de  la  nación,  se  ve  forzado  a  emprender 
la  retirada,  dejando  el  campo  lleno  de  cadáve 
res  y  de  artículos  de  guerra. 
Sauce  Grande  (batalla).  16  de  julio  de  1840.  E 
general  D.  Juan  Lavalle  es  derrotado  en  una 
batalla  que  libra  en  el  Sauce  Grande,  provin- 
cia de  Entre  Ríos,  por  el  ejército  del  general 
D.  Pascual  Echagüe. 

Saucesito  (batalla).  1818.  El  general  D.  Mar- 
cos Balcarce,  con  las  fuerzas  que  le  había  con- 
fiado el  director  Pueyrredón  para  operar  en 
Entre  Ríos  contra  los  caudillos,  es  derrotado 
en  una  batalla  que  da  el  ejército  del  general 
entrerriano  Ramírez,  dejando  en  el  campo  la 
artillería,  gran  número  de  muertos  y  muchos 
prisioneros.  (25  de  marzo.) 

Saucesito  (batalla).  1819.  Los  caudillos  Ramí- 
rez y  Artigas,  que  después  de  haber  marchado 
de  acuerdo  en  la  guerra  que  hacían  a  Buenos 
Aires  declaráronse  mutuamente  enemigos,  se 
encuentran  con  sus  ejércitos  en  el  Saucesito 
provincia  de  Entre  Ríos,  de  donde  era  gober- 
nador  el  primero,  y  dan  una  batalla,  siendo 
completamente  derrotado  el  caudillo  urugua- 
yo. Entre  los  prisioneros  queda  D.  Juan  Bau- 
tista Méndez,  gobernador  de  Corrientes,  alia- 
do de  Artigas. 

Sayajro  (combate).  Contra  los  indios,  el  25  de 
febrero  de  1868.  Una  gran  cantidad  de  indios 
había  invadido  por  la  costa  Sud  hasta  la  la- 
guna denominada  Cuatro  Reyes,  y  hecho  un 
gran  arreo  de  las  estancias  inmediatas.  Así 
que  lo  supo  el  jefe  de  esa  frontera,  que  lo  era 
el  coronel  D.  Julio  Campos,  marcha  en  su  per- 
secución, alcanzándolos  como  a  ocho  leguas 
al  sud  de  la  laguna  Sayago,  donde  los  pone  en 
fuga,  después  de  un  combate  que  da  por  resul- 
tado ser  muertos  y  prisioneros  algunos  indios 
y  el  rescate  del  arreo,  que  se  calculaba  en 
cinco  o  seis  mil  cabezas  vacunas. 

Sayos  (Francisco).  Militar.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  9  de  octubre  de  1785.  Empezó  su  ca- 


rrera el  año  diez,  como  ayudante  mayor  del 
regimiento  4.°  de  Infantería;  marchó  a  la  cam- 
paña del  Perú  y  a  la  de  la  Banda  Oriental. 
Asistió  al  primer  sitio  de  Montevideo  y  a  la  ba- 
talla del  Cerrito,  a  la  toma  y  rendición  de  la 
plaza  de  Montevideo.  Como  sargento  mayor 
marchó  a  incorporarse  al  ejército  auxiliar  del 
Perú.  Se  hallaba  en  Santiago  del  Estero  comi- 
sionado para  remontar  su  cuerpo  de  Grana- 
deros cuando  se  produjeron  serios  disturbios 
en  Córdoba,  y  fué  nombrado  jefe  superior  de 
las  Milicias  de  esa  provincia  para  sofocar  su 
insurrección,  consiguiendo  un  completo  triunfo 
en  los  suburbios  y  prendiendo  a  los  revoltosos 
el  8  de  diciembre  de  1816,  a  pesar  del  número 
y  armamento,  que  era  muy  superior  al  suyo. 
Poco  después  reprimió  otro  motín.  El  Gobier- 
no nacional  decretóle  el  19  de  diciembre  de 
1816  un  premio  por  su  bizarra  conducta,  con- 
sistente en  un  escudo  con  la  leyenda  siguiente: 
«Honor  a  los  restauradores  del  orden»,  y  pro- 
moviéndole a  teniente  coronel.  Hizo  la  expe- 
dición al  desierto  a  las  órdenes  del  goberna- 
dor de  Buenos  Aires  D.  Martín  Rodríguez,  de 
quien  fué  edecán  en  1822.  Peleó  contra  los  in- 
dios en  la  costa  del  Salado  y  en  el  Paso  de 
Tomóte,  exploró  los  campos  que  median  entre 
el  Tandil  y  Bahia  Blanca,  cuyos  fuertes  esta, 
bleció,  y  arrojó  a  los  indios  al  otro  lado  del 
Río  Negro.  Al  advenimiento  de  Rosas  fué  preso 
y  desterrado;  vuelto  al  país,  desempeñó  la  jefa- 
tura de  Policía  de  la  capital. 

Scappatura  (Luis).  Italiano.  Nacido  en  1830. 
Debido  a  causas  políticas  fué  desterrado  de  su 
país,  dirigiéndose  a  Montevideo,  donde  se  con- 
sagró a  la  enseñanza.  De  esta  ciudad  pasó  a 
Buenos  Aires,  y  aquí  obtuvo  un  empleo  de 
maestro  en  la  primera  escuela  creada  por  Sar- 
miento, la  escuela  modelo  de  catedral  al  Sur, 
que  estaba  bajo  la  dirección  del  educacionista 
francés  M.  Raoul  Legout  (v.).  En  1865  fué 
trasladado  al  Colegio  Nacional  del  Uruguay  en 
calidad  de  profesor  de  Historia  y  Geografía  y 
vicerrector  del  establecimiento  al  poco  tiem- 
po. En  Gualeguaychú  fundó  y  dirigió  más  tarde 
un  colegio  de  instrucción  primaria,  especial  y 
secundaria.  Falleció  el  2  de  julio  de  1886. 

Schmidel  (Ulderico).  Historiador.  Nació  en 
Straubing  (Baviera),  en  1500.  Vino  a  América, 
alistándose  como  soldado  en  una  expedición 
en  1534;  asistió  al  año  siguiente  a  la  fundación 
de  Buenos  Aires  y  luego  a  la  de  la  Asunción. 
Cansado  de  las  penurias  y  trabajos  que  sopor- 


SEC 


—  390  - 


SEG 


taba  después  de  veinte  años  de  estadía  en  el 
Río  de  la  Plata,  solicitó  y  obtuvo  licencia  para 
volver  a  su  patria,  siendo  encargado  por  el  go- 
bernador Martínez  de  Irala  de  poner  en  manos 
del  rey  un  parte  detallado  de  los  principales 
acontecimientos  de  su  administración.  Pasó  a 
Sevilla,  donde  se  hallaba  a  la  sazón  el  empe- 
rador Carlos  V,  y  en  la  audiencia  que  le  con- 
cedió el  soberano  hizo  entrega  del  documento 
Se  embarcó  luego  para  Amberes.  Escribió  la 
Crónica  de  la  expedición  de  Mendoza,  en  la 
que  se  limita  a  narrar  los  sucesos  ocurridos 
durante  ella  y  durante  su  estadía  en  estos  paí- 
ses. Tiene  el  mérito  de  haberlas  escrito  siendo 
testigo  presencial  de  muchos  de  los  aconteci- 
mientos que  refiere.  Murió  en  1581. 

Seckamp  (Guillermo).  Químico  alemán.  Nació 
en  1S33,  en  Lockstedt.  Cumplidos  sus  estudios 
secundarios,  ingresó  en  la  Universidad  de  Leip- 
zig. Fué  director  científico  por  algunos  años 
de  una  fábrica  de  extracto  de  carne  en  Fray 
Bentos  (República  Oriental  del  Uruguay).  Ca- 
tedrático de  Química  del  Instituto  fundado  por 
Urquiza;  interinamente  rector  de  este  Colegio 
en  el  año  1874.  Fué  uno  de  los  que  implantaron 
en  el  estudio  de  las  ciencias  los  métodos  obje- 
tivos y  experimentales.  A  pesar  de  los  pocos 
recursos  con  que  se  contaba  hasta  1890,  el  sa- 
bio alemán  estableció  un  gabinete  de  Química, 
que  en  sus  tiempos  fué  uno  de  los  más  comple- 
tos de  la  República.  Se  retiró  más  tarde,  y  en 
la  histórica  ciudad  entrerriana  fué  intendente 
de  1874  a  1878. 

Seaver  (Benjamín  Franklin).  Marino.  Norte- 
americano. Fué  el  segundo  de  Brown,  batién- 
dose denodadamente  el  10  de  mayo  de  1814, 
frente  a  la  isla  fortificada  de  Martín  García, 
tomando  el  mando  de  la  goleta  Julieta,  de  sie- 
te cañones  y  tripulada  por  60  hombres.  Murió 
gloriosamente  al  pie  de  su  bateria  en  el  com- 
bate frente  a  Martin  García,  el  11  de  marzo  de 
1814.  A  su  fallecimiento  lo  reemplazó  Russell 
(v.)  en  su  cargo  de  segundo  jefe  de  la  es- 
cuadra. 

Seguí  y  Bermúdez  (Francisco).  Marino.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  el  12  de  noviembre  de 
1794.  Ingresó  al  servicio  de  la  escuadra  nacio- 
nal en  1814.  Hizo  la  campaña  de  Martin  Gar- 
da, peleó  en  el  Arroyo  de  la  China  y  asistió 
a  la  rendición  de  Montevideo.  Sirvió  posterior- 
mente en  el  Paraná  contra  los  anarquistas, 
siendo  herido  en  una  de  esas  campañas.  Con 
el  general  Zapiola  hizo  otras  dos  campañas, 


como  ayudante  primeramente,  y  como  segundo 
comandante  del  bergantín  25  de  Mayo.  Des- 
pués mandó  el  Belgrano,  y  desempeñó  una  in- 
teresante misión  en  las  costas  del  Sud,  ejecu- 
tando un  largo  crucero.  Declarada  la  guerra 
con  el  Brasil,  fué  ascendido  a  capitán,  e  hizo 
lucida  figura  en  la  batalla  del  Juncal.  Conti- 
nuó con  mando  de  buque  hasta  1829  en  que  fué 
desembarcado  definitivamente,  y  desempeñó  va 
rias  comisiones  hasta  1S37,  que  se  vio  obligado 
a  emigrar  por  las  persecuciones  de  la  tiranía. 
Fué  de  los  defensores  de  Montevideo,  sitiado 
por  Oribe.  Volvió  al  país  poco  antes  de  la  caí- 
da de  Rosas,  llamado  por  Brown,  y  se  le  dio 
el  mando  de  la  25  de  Mayo  para  ejercer  la  po- 
licía del  puerto.  Prestó  sus  servicios  a  la  de- 
fensa de  Buenos  Aires,  en  el  sitio  de  1852-53. 
Fué  jefe  de  la  isla  de  Martín  García  en  1853,  y 
capitán  del  puerto  de  Buenos  Aires,  desde 
1855  hasta  1868.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
19  de  mayo  de  1877. 
Segura  (Pedro  Pascual).  Cuatro  veces  goberna- 
dor de  la  provincia  de  Mendoza,  propietario  en 
1845  a  47;  provisorio  en  1852,  propietario  en 
1853  a  57  y  además  interino  en  1865.  Coopera- 
dor a  la  organización  del  primer  Congreso 
constituyente  de  confederación.  Segura  envió 
a  su  seno  a  los  diputados  D.  Martín  Zapata 
(yerno  de  Segura,  y  fué  una  de  las  víctimas 
del  terremoto  de  Mendoza)  (v.)  y  a  D.  Agustín 
Delgado,  que  mayor  honor  hicieron  ala  pro- 
vincia. Fué  fundador  de  la  Constitución  pro- 
vincial, promotor  o  fundador  de  los  colegios, 
escuelas,  quinta  normal,  municipalidades,  pe- 
nitenciaría, cementerio,  vías  públicas.  Tribunal 
de  Comercio,  establecimiento  de  la  Administra- 
ción de  Justicia,  y  en  general  de  cuantas  útiles 
instituciones  reglamentarias  y  orgánicas  posee 
la  provincia.  La  pureza  administrativa,  la  inte- 
gridad en  el  manejo  de  las  rentas  deben  in- 
mensamente a  la  época  de  su  gobierno.  Las 
garantías  individuales,  el  respeto  a  los  dere- 
chos de  los  ciudadanos,  no  levantan  el  brazo 
justiciero  para  marcar  sobre  la  tumba  del  ge- 
neral Segura  el  negro  tizne  de  una  sola  per- 
secución, venganzas  ni  odiosidades  personales. 
Elevado  a  coronel  mayor,  el  2  de  enero  de 
1856,  aceptó  el  rango,  pero  renunció  el  suel- 
do, donándolo  a  beneficio  del  equipo,  remonta 
y  hospital  del  regimiento  de  Dragones  de  la 
frontera  de  la  provincia,  que  prestara  después 
un  eficaz  servicio  en  aquella  parte  de  la  Repú- 
blica. Siendo  comandante  general  de  Armas  de 


SEG 


391  - 


SERR 


las  provincias  de  Mendoza  y  San  Juan  falle- 
ció, en  octubre  de  1865,  a  la  edad  de  sesenta  y 
tres  años. 

Sejrurola  y  Lezica  (Saturnino).  Sacerdote, 
Nació  en  Buenos  Aires,  el  11  de  febrero  de 
1776,  y  cursó  sus  eFtudios  en  el  Real  Colegio 
de  San  Carlos  hasta  consagrarse  de  presbíte- 
ro; pasó  después  a  Chile  a  doctorarse  en  Teo- 
logía. Desde  joven  demostró  gran  afición  a  ios 
estudios  históricos,  coleccionando  documentos 
y  obras  muy  valiosas.  Llevado  por  sus  senti- 
mientos generosos,  fué  el  primero  que  hizo  in- 
troducir la  vacuna  en  Chile,  el  año  1805,  y  fué 
en  su  patria  el  más  entusiasta  propagandista 
de  este  famoso  preservativo  contra  la  viruela, 
que  tantos  estragos  hacía  en  el  país.  El  13  de 
septiembre  de  1810  fué  nombrado  primer  biblio- 
tecario de  la  Biblioteca  pública,  y  el  7  de  sep- 
tiembre de  1821  director  de  la  misma.  A  su  car- 
go y  gratuitamente,  por  espacio  de  diez  y  seis 
años  estuvo  en  la  conservación  y  administra- 
ción de  la  vacuna,  y  al  ser  ésta  establecida 
por  un  decreto  del  29  de  octubre  del  mismo 
año,  fué  nombrado  miembro  de  la  Junta,  como 
también  de  la  Sociedad  lancasteriana  de  Lon- 
dres. En  noviembre  de  1820,  Seguróla  pertene- 
ció al  Cabildo,  pues  le  confirió,  como  gran  dis- 
tinción por  sus  «servicios  y  virtudes»,  asiento 
perpetuo,  con  voz  y  voto  en  sus  deliberacio- 
nes. En  1835,  como  tesoreio  general  de  las 
obras  de  la  catedral,  donó  a  beneficio  de  la 
misma  una  casa  de  su  propiedad.  Desempeña- 
ba la  inspección  general  de  Escuelas  y  la  re- 
gencia de  la  Casa  de  niños  expósitos;  pero 
cuando  el  dictador  dispuso  su  cierre,  el  deán 
Seguróla  tuvo  a  su  cargo  por  algún  tiempo  a 
más  de  10.000  niños  y  el  sostenimiento  de  la 
Casa  de  expósitos.  Las  persecuciones  de  Ro- 
sas amargaron  los  últimos  años  de  su  vida,  y 
el  24  de  junio  de  1854  falleció  en  esta  ciudad. 

Semanario  de  Agricultura  y  Comercio. 
Periódico  que  apareció  durante  el  gobierno  de 
\'értiz,  muy  superior  al  Telégrafo.  Era  redac- 
tado por  D.  Hipólito  Vieytes,  con  la  colabora- 
ción de  D.  Pedro  Cervino  y  otras  personas 
entendidas.  Fué  este  periódico  un  poderoso 
agente  de  civilización  en  esa  época.  Sus  artí- 
culos sobre  materias  económicas  y  de  aplica- 
ción para  el  país  estaban  basados  en  los  sanos 
principios  de  la  Ciencia.  Sus  esfuerzos  se  en- 
caminaban al  fomento  de  la  agricultura  y  de 
la  arboricultura,  cuyas  ventajas  demostraba, 
aconsejando  como  el  medio  mejor  para  utilizar 


D.  Felipe  Senillosa. 


nuestras  tierras  incultas  que  se  diesen  en  pe- 
queñas porciones,  pues  el  sistema  de  ventas  a 
los  precios  de  entonces  los  dejaba  acumulados 
en  pocas  manos  y  despoblados  por  esa  ra- 
zón (1). 

Senillosa  (Felipe).  Ingeniero.  Nació  en  Barce- 
lona, el  26';de  mayo  de  1783,  y  cursó  sus  estu- 
dios de  Matemáti- 
cas en  la  Univeris- 
dad  de  Alcalá  de 
Henares.  En  1808, 
cuando  la  invasión 
napoleónicala  la 
Península,  concu 
rrió  al  sitio  de  Za 
ragoza  al  frente  de 
una  compañía, 
practicando  al  mis- 
mo tiempo  sus  ser- 
vicios militares  co- 
mo oficial  de  Infan- 
tería, mereciendo 
ser  ascendido  a  te- 
niente por  su  valor  y  celo;  se  halló  en  el 
segundo  sitio  de  esa  plaza,  y  en  1809  cayó 
prisionero  de  los  franceses.  En  1813,  por 
cuestiones  políticas,  se  decidió  a  prrstar  sus 
servicios  en  el  ejército  francés,  en  calidad  de 
ingeniero,  en  el  cual  hizo  varias  campañas,  ha- 
llándose en  diversas  batallas;  al  año  siguiente 
solicitó  su  baja.  Emigrado  en  Londres  en  1815t 
conoció  a  Rivadavia  y  a  Belgrano,  quienes  lo 
indujeron  a  trasladarse  a  Buenos  Aires;  lo  que 
él  efectuó  en  seguida,  fundando  a  su  llegada 
un  periódico,  y  poco  después  en  prueba  de  sus 
talentos  se  le  confirió  la  dirección  de  la  Aca- 
demia de  Matemáticas.  En  1822  fué  nombrado 
catedrático  de  la  Universidad,  y  en  1828  presi- 
dente del  departamento  Topográfico  de  la  pro- 
vincia. Cuatro  años  después  fué  electo  diputa- 
do a  la  Legislatura  de  la  provincia,  siendo 
reelegido  al  terminar  su  período;  y  en  1838 
fué  nuevamente  nombrado  presidente  de  aquel 
departamento.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el 
20  de  abril  de  1858. 

Serrano  (José  Mariano).  Signatario  del  acta  de 
la  Independencia.  Nació  en  Chuquisaca,  el  8  de 
septiembre  de  1780,  y  se  recibió  de  abogado  en 
la  misma  ciudad  el  11  de  marzo  de  1811.  Tomó 


(1)  Azara,  en  su  diario  de  viaje  a  la  frontera,  dice  que 
los  terrenos  se  vendían  a  80  pesos  las  30  o  40  leguas  cua- 
dradas (179fl),  y  Cervino,  que  a  lo  sumo  lo  que  valia  la  le- 
gua cuadrada  era  20  pesos  (1803). 


SIE 


—  392  — 


SIM 


las  armas  en  defensa  de  la  emancipación  de  su 
patria,  por  la  cual  sufrió  grandes  penurias. 
En  1816  fué  electo 
diputado  ante  el 
Congreso  deTucu- 
mán  que  declaró  la 
independencia  el  9 
de  julio,  y  figuró 
como  uno  de  los 
miembros  más  no- 
tables de  esa  Asam- 
blea; a  mediados 
de  octubre  de  1S19 
partió  de  Buenos 
Aires  para  Tucu- 
mán,  en  misión  po- 
lítica secreta;  pero 
una  fuerza  de  mon-  D.  José  Mariano  Serrano, 
toneros  santafecinos  lo  aprisionó,  conducién- 
dolo a  Santa  Fe.  Recobrada  su  libertao,  fué 
nombrado  secretario  del  'gobernador  de  Tu- 
cumán  general  Araoz,  desempeñando  comi- 
siones importantes  en  esa  época;  y  en  1826 
presidió  la  Asamblea  que  declaró  la  indepen- 
dencia de  Bolivia.  Desde  entonces  su  vida  fué 
consagrada  al  país;  en  los  distintos  cargos  pú- 
blicos que  desempeñó  como  magistrado,  legis- 
lador y  diplomático,  dio  en  todos  ellos  pruebas 
de  talento  y  de  patriotismo.  Uno  de  los  últi- 
mos que  ocupó  fué  la  presidencia  de  la  Supre- 
ma Corte.  Retirado  de  la  vida  pública,  falleció 
en  Bolivia  el  ano  1851 . 

Sierra  Chica  (combate).  Entre  las  indiadas  del 
Sud  en  gran  número  y  el  coronel  Mitre  (B.),  mi- 
nistro de  la  Guerra.  Las  fuerzas  nacionales, 
después  de  una  sangrienta  batalla,  tuvieron 
que  retirarse  al  Azul.  Tuvo  lugar  el  31  de  ju- 
nio de  1855. 

Si^no  (Norberto  del).  Natural  de  Córdoba;  es- 
tudió Leyes  y  se  graduó  en  la  Universidad  de 
Charcas.  Por  decreto  de  9  de  agosto  de  1810 
el  Gobierno  de  Salta  lo  nombró  asesor  interi- 
no, y  más  tarde  le  fué  confiada  la  Auditoría 
de  guerra  del  primer  ejército  de  la  revolución 
que  a  las  órdenes  de  Ocampo  partió  de  Bue- 
nos Aires  con  destino  a  las  provincias  del  inte- 
rior. Asistió  al  combate  de  Catagaita  y  a  la 
batalla  de  Suipacha,  y  cuando  Castelli  tomó  el 
mando  del  ejército  le  nombró  su  secretario. 
Asistió  también  a  las  derrotas  de  Huaquiy 
Sipe-Sipe.  En  1812  fue  asesor  del  gobierno  de 
Córdoba. 

Silva  de  Gurmchasa  (Martina).  Patricia  ar- 


gentina. Nacida  en  Salta,  el  3  de  noviembre  de 
1790.  Por  su  valor  fué  nombrada  capitana  ho- 
noraria del  ejército,  por  el  general  Belgrano. 

Simbrón  (Pablo).  Uno  de  los  63  compañeros  de 
D.  Juan  de  Garay,  el  11  de  junio  de  1580,  fecha 
de  la  fundación  de  esta  ciudad.  De  Simbrón  no 
se  conoce  la  genealogía  ni  lugar  de  nacimien- 
to; sólo  se  sabe  que  era  sudamericano.  Figura 
entre  los  agraciados  en  el  auto  que  dictó  Garay 
para  el  repartimiento  a  los  pobladores  de  «si- 
tios de  casas»,  con  la  manzana  comprendida 
por  las  calles  Cerrito,  Libertad,  Lavalle  y  Tu- 
cumán,  y  un  cuarto  de  manzana  en  la  esquina 
de  las  calles  Corrientes  y  San  Martín;  y  en  el 
repartimiento  de  los  «pedazos  de  tierra^',  que 
hizo  el  mismo  fundador,  el  24  de  octubre,  fren- 
te a  la  ribera  del  Paraná,  tierra  adentro,  le 
adjudicó  350  varas  de  frente  por  una  legua  de 
fondo. 

Simson  (David).  Ingeniero.  Nacido  en  Escocia 
(Roxburgh-shire)  en  1862.  Realizó  susestudio.= 
profesionales  en 
la  Universidad  de 
Edimburgo,  reci- 
biéndose de  inge- 
niero civil  muy 
joven.  Llegó  a 
nuestro  país  en 
1887,  para  ocupar 
el  cargo  de  sub- 
ingeniero  resi- 
dente del  ferro- 
carril Trasandi- 
no. En  noviembre 
de  1891  se  diri- 
gió a  Cuba,  para 
des em penar  el  °- ^^'"'"^ ^'"'^°" ' 

puesto  de  ingeniero  jefe  del  ferrocarril  del 
Oeste  de  la  Habana,  hasta  que  en  diciembre 
de  1896  regresó  a  Buenos  Aires,  con  el  nom- 
bramiento de  ingeniero  residente  del  ferro- 
carril del  Oeste.  En  este  puesto  llevó  a 
cabo  al  bajo  nivel  de  la  estación  Once  al 
Caballito;  el  balastro  de  piedra  entre  el  One? 
y  Morón,  el  ensanche  del  edificio  de  la  Es- 
tación Central;  la  doble  vía  de  Lujan  a  Sui- 
pacha, etc.  En  1907  resolvió  fijar  su  resi- 
dencia en  Londres,  y  como  era  natural  formó 
parte  de  los  directorios  del  Sud  y  del  Oeste; 
presidía  los  de  la  Compañía  del  Dock  Sud  y  del 
ferrocarril  del  Brasil,  Antofagasta.  Al  morir 
formaba  parte  de  los  directorios  del  Banco  de 
Londres  y  Río  de  la  Plata,  ferrocarril  Oeste, 


SIN 


393  - 


SOB 


Dock  Siid,  Brasil  y  además  del  Sud,  en  que 
sucedió  a  Mr.  Jason  Righby.  Propagandista 
convencido  y  eficaz  de  nuestro  país,  por  el  que 
siempre  sintió  cariño  entrañable,  colaboró  en 
la  prosperidad  y  progreso  de  la  Argentina  y 
unió  su  nombpe  a  una  época  inolvidable  de 
nuestro  desenvolvimiente  material.  Falleció  en 
Londres,  el  16  de  diciembre  de  1916. 

Sinclair  (Enrique).  Marino.  Nació  en  los  Esta 
dos  Unidos  de  Norteamérica,  en  el  año  de  1805. 
A  los  veinticinco  años  de  edad  vino  al  Río  de 
la  Plata,  e  ingresó  como  piloto  en  la  escuadri- 
lla de  Brown,  en  la  que  conquistó  sus  grados 
a  fuerza  de  valor.  En  la  guerra  del  Brasil, 
como  guardia  marina;  y  de  alférez  peleó  en  los 
Pozos,  el  Juncal  y  otros  encuentros  de  esa 
campaña,  en  que  tantos  laureles  conquistó  la 
escuadrilla  de  Brown,  con  un  número  inferior 
de  buques  y  tripulantes.  Durante  la  tiranía  sal- 
vó a  muchos  emigrados  de  una  muerte  segura, 
y  en  1839,  al  pronunciarse  el  general  Lavalle 
contra  el  dictador  Rosas,  mandó  en  jefe  la  es- 
cuadrilla libertadora  que  condujo  al  referido 
general  a  las  costas  de  la  provincia  de  Buenos 
Aires.  Caído  Rosas  se  incorporó  a  la  Armada 
nacional  y  permaneció  en  ella  hasta  obtener  el 
grado  de  capitán  de  navio  el  año  1892,  en  que 
fué  retirado  del  servicio.  Murió  en  el  pueblo  de 
San  Isidro,  provincia  de  Buenos  Aires,  el  17  de 
septiembre  de  1904. 

Sipe-Sipe.  Después  de  la  victoria  de  Venta  y 
Media,  habiendo  recibido  refuerzos  de  consi- 
deración el  general  español  Pezuela,  éste  tomó 
la  ofensiva.  Rondeau  tuvo  que  dirigirse  a  Co- 
chabamba  buscando  una  nueva  base  de  opera- 
ciones, y  tratando  de  dar  tiempo  a  que  le  lle- 
garan los  regimientos  números  2  y  3,  que 
habían  salido  de  Buenos  Aires  a  principios  de 
agosto,  a  las  órdenes  del  general  French.  Pero 
Pezuela  lo  buscó  con  empeño,  y  el  28  de  no- 
viembre le  cortó  el  paso  en  las  alturas  de 
Sipe-Sipe.  Rondeau  se  preparó  a  la  batalla, 
que  ya  era  inevitable,  y  ésta  tuvo  lugar  al  día 
siguiente.  Una  orden  dada  a  mal  tiempo,  o 
mal  ejecutada,  introdujo  el  desorden  en  el  ala 
derecha  de  los  patriotas;  y  a  pesar  de  la  te- 
nacidad con  que  lucharon  los  regimientos  7  y 
9,  y  de  la  bizarría  con  que  los  Granaderos  a 
caballo  cargaron  varias  veces  sobre  la  infan- 
tería enemiga,  el  ejército  se  puso  en  verdadera 
derrota.  El  regimiento  7  quedó  casi  todo  en  el 
campo  de  batalla,  y  los  demás  cuerpos  fueron 
deshechos.  Rondeau  se  replegó  a  Chuquisaca, 


con  pocos  dispersos,  siguiendo  su  retirada  has 
ta  Jujuy,  en  donde  encontró  las  tropas  de  re- 
fresco del  general  French,  y  allí  se  detuvo.  El 
ejército  que  se  batió  en  Sipe-Sipe  se  compo- 
nía así:  Ala  derecha:  Mayor  general  E.  de 
la  Cruz;  número  1,  coronel  Forest;  número  9, 
coronel  Pagóla;  Granaderos  a  caballo,  co- 
mandante J.  R.  Rojas.  Ala  izquierda.  Coro- 
nel C.  Celaya;  número  7,  comandante  C.  Vi- 
dal; número  12,  comandante  La  Riva;  Drago- 
nes, comandante  D.  Balcarce;  reserva,  coro- 
nel H.  Quintana;  número  6,  coronel  Zelada. 
Sobremonte  (Rafael  de).  Noveno  virrey,  desde 
1804  a  1806.  Sobremonte  empezó  su  carrera 
como  secretario  del  virrey  Vértiz,  y  tuvo  bas- 
tante habilidad  para  ascender  a  gobernador 
de  Córdoba  y  de  Montevideo,  y  a  subinspector 
del  ejército  con  el  grado  de  brigadier.  Todo 
lo  debió  al  favor,  que  sabía  conquistarse  con 
sus  intrígas  y  la  flexibilidad  de  su  carácter.  Era 
activo  y  tenía  cualidades  propias  para  hacer 
carrera  y  ganarse  el  cariño  popular.  En  Cór- 
doba se  atribuyó  el  mérito  de  un  acueducto, 
que  otro  hizo  a  su  costa.  En  Buenos  Aires 
fundó  el  pueblo  de  San  Fernando  y  empezó  la 
obra  del  canal.  En  Montevideo,  marchó  a  la 
frontera  en  la  guerra  de  1801,  y  no  hizo  nada 
útil  ni  llegó  a  tirar  un  tiro.  Sus  gestiones  ante 
el  Brasil  para  que  se  devolviesen  las  Misiones, 
o  al  menos  se  fijase  la  línea  divisoria  provi- 
sionalmente en  el  Ibicuí,  no  produjeron  resul- 
tado efectivo.  Cuando  llegó  la  noticia  de  que  la 
escuadra  en  que  venía  la  expedición  inglesa 
había  tocado  en  el  Brasil,  el  virrey  Sobre- 
monte,  sospechando  que  pudiera  dirigirse  al 
Río  de  la  Plata,  y  creyendo  que  el  único  punto 
vulnerable  era  Montevideo,  pasó  allí,  trasla- 
dando casi  toda  la  fuerza  que  había  disponible 
y  dejando  desguarnecido  a  Buenos  Aires.  El 
virrey  regresó  a  esta  ciudad  luego  que  se  supo 
el  verdadero  destino  de  aquella  escuadra,  que 
en  efecto  se  apoderó  del  Cabo,  el  18  de  enero 
de  1S06.  Circulaba  en  Inglaterra  hacía  algún 
tiempo  la  opinión,  fomentada  por  el  venezo- 
lano general  Miranda,  de  que  las  colonias  es- 
pañolas sacudirían  el  yugo  de  España  si  In- 
glaterra acudiera  con  fuerzas  en  su  auxilio;  y, 
en  efecto,  el  Gobierno  inglés  se  había  ocupado 
de  este  proyecto  desde  1797,  aunque  sin  resul- 
tado. Fundado  en  estos  antecedentes,  sir  Home 
Popham,  comodoro  de  la  escuadra  que  tomó 
el  Cabo,  y  halagado  con  la  esperanza  de  hacer 
un  rico  botín  en  los  establecimientos  del  Río 


soc 


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SOL 


de  la  Plata,  concibió  el  proyecto  de  apode- 
rarse de  ello,  para  lo  que  juzgó  que  bastaba 
una  pequeña  fuerza,  según  los  informes  que  le 
comunicó  T.  Wine,  capitán  de  un  buque  norte- 
americano que  estaba  en  el  Cabo...  (Véase  In- 
vasiones inglesas.)  Sabida  es  la  conducta  de 
Sobremonte.  Al  día  siguiente  de  la  recon- 
quista, el  cabildo— única  autoridad  que  había 
quedado  en  pie  -convocó  una  «Junta  de  no- 
tables» para  tratar  del  restablecimiento  del 
Gobierno;  esta  Junta  se  reunió  el  14  de  agos- 
to, y  estando  en  deliberación  el  pueblo  inva- 
dió el  recinto  de  sus  sesiones,  y  pidió  a  voces 
que  se  diese  el  mando  político  y  militar  a  don 
Santiago  Liniers.  La  Junta  así  lo  resolvió,  y 
comisionó  al  fiscal  del  Consejo  de  Indias,  Gor- 
vea,  que  se  hallaba  de  tránsito  en  la  ciudad; 
al  regente  de  la  Audiencia,  Cubero,  y  al  sín- 
dico del  Cabildo,  para  que  saliesen  al  encuen- 
tro de  Sobremonte  a  notificarle  esta  resolu- 
ción. Este  acató  y  fué  mandado  preso  a  España. 
El  Gobierno  español  castigó  a  tan  pundono- 
roso y  valiente  funcionario  haciéndole  maris- 
cal de  campo  y  consejero  de  Indias. 

Sociedad  de  los  Siete.  Para  preparar  la  re- 
volución se  constituyó  una  Sociedad  secreta 
para  fomentar  las  ideas  de  independencia.  En 
sus  filas  figuraban  casi  toda  la  juventud  crio- 
lla, mientras  a  su  frente  iban  Belgrano,  Paso 
y  otros  esclarecidos  patricios.  Esta  Sociedad 
se  apoyaba  en  los  regimientos  criollos,  y  tomó 
el  nombre  de  «Sociedad  de  los  Siete»  por  ser 
siete  sus  directores.  Al  ver  que  había  llegado 
el  momento  de  la  emancipación,  dicha  Socie- 
dad promovió  una  reunión  de  jefes  militares 
para  que  determinaran  la  hora  en  que  debía 
estallar  la  revolución.  Varios  fueron  los  pare- 
ceres, pero  D.  Cornelio  Saavedra,  en  calidad 
de  jefe  de  los  patricios,  que  gozaba  de  más 
prestigio,  propuso  que  se  esperase  hasta  que 
los  franceses  disolvieran  la  «Junta  de  Sevilla»; 
parecer  aceptado  por  todos  los  que  se  hallaban 
presentes. 

Soler  (Miguel  Estanislao).  Militar.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  7  de  mayo  de  1783;  hizo  sus 
estudios  en  el  Real  Colegio  de  San  Carlos,  y  a 
los  doce  años  entró  a  servir  en  clase  de  cadete 
en  el  regimiento  Fijo,  en  1795;  combatiendo 
contra  los  ingleses  en  1806  y  1807,  siendo  as- 
cendido a  subteniente.  Durante  los  días  de 
mayo  de  1810  se  hizo  notar  por  su  patriotismo, 
siendo  ascendido  a  sargento  mayor  en  julio  de 
1810,  y  en  1811  partió  como  tercer  jefe  del  re- 


D.  Miguel  Estanislao  Soler. 


gimiento  de  pardos  y  morenos  a  Entre  Ríos  y 
a  la  Banda  Oriental,  donde  derrotó  a  una  fuer- 
za realista  de  des- 
embarco. A  con- 
secuencia de  este 
triunfo,  el  Go- 
bierno le  exten- 
dió los  despachos 
de  teniente  coro- 
nel, el  1  de  ene- 
ro de  1812,  y  en 
marzo  del  mismo 
año  se  halló  en  el 
combate  de  7a- 
pabi.  Poco  des- 
pués pasó  a  Mon- 
tevideo a  sitiar 
esa  plaza,  man- 
dando en  jefe  en  la  victoria  del  Cerríto,  por 
cuyo  triunfo  obtuvo  el  grado  de  coronel,  el 
12  de  mayo  de  1813;  continuó  allí  revistan- 
do hasta  la  rendición  de  la  plaza,  y  el  25 
de  agosto  de  1814,  en  premio  de  sus  servi- 
cios, fué  nombrado  gobernador  de  la  provin- 
cia Oriental;  fué  en  1815  ascendido  a  coro- 
nel mayor,  y  en  5  de  septiembre  del  año 
siguiente  nombrado  brigadier  y  mayor  gene- 
ral del  ejército  de  los  Andes,  pasando  a  Chile 
en  1817.  Al  mando  de  la  división  de  vanguar- 
dia derrotó  a  los  realistas  en  las  Coimas,  y  se 
halló  en  la  batalla  de  Chacabuco  y  en  la  acción 
de  Putaendo.  En  1818  fué  llamado  a  Chile  para 
confiársele  el  mando  del  ejército  de  la  capital, 
y  en  1820  fué  elevado  a  la  primera  Magistra- 
tura; tres  años  después  fué  enviado  en  misión 
diplomática  a  Montevideo.  Declarada  la  gue- 
rra con  el  Brasil,  en  1826,  nómbresele  mayor 
general  del  ejército  de  operaciones,  y  su  actua- 
ción en  dicho  cargo  fué  muy  lucida.  Vuelto  al 
país,  fué  nombrado  ministro  plenipotenciario  y 
enviado  extraordinario  en  Bolivia,  misión  que 
se  disponía  a  cumplir  cuando  sobrevino  el  cam- 
bio de  Gobierno  de  1828.  Durante  la  tiranía 
emigró  a  Montevideo,  y  de  retorno  a  esta  ciu- 
dad murió,  el  23  de  septiembre  de  1849. 
Solis  (Juan  Díaz  de).  Era  natural  de  Lebrija,  en 
Andalucía,  y  parece  que  se  hizo  notable  en  el 
arte  de  la  navegación,  estando  al  servicio  de 
Portugal,  de  cuyo  rey  se  quejaba  porque  no  le 
pagaba  800  cruzados  que  le  adeudaba.  De 
vuelta  a  España  salió  con  Vicente  Pinzón,  en 
1506,  a  proseguir  los  descubrimientos  de  Co- 
lón en  la  costa  firme,  explorando  parte  de  la 


SOL 


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SOL 


península  de  Yucatán.  El  29  de  junio  de  1508 
éstos  mismos  salieron  con  dos  carabelas  del 
puerto  de  Sanlúcar,  para  adelantar  los  descu- 
brimientos hacia  el  Sud.  Los  exploradores  re- 
corrieron toda  la  costa  del  Brasil,  pasaron  a 
la  altura  del  Río  de  la  Plata,  sin  encontrarlo, 
y  llegaron  hasta  los  40  grados  de  latitud  Sud, 
tocando  probablemente  en  Bahía  Blanca  y  Río 
Colorado,  y  tomando  posesión  por  la  Corona 
de  Castilla  de  las  tierras  que  recorrían;  «la 
falta  de  buena  armonía  y  los  altercados  que 
hubo  entre  los  principales  caudillos  de  la  ex- 
pedición coartaron  sus  progresos;  lo  cierto  es 
que  regresaron  a  fines  de  octubre  de  1509>.  De 
aquí  resultó  un  pleito  entre  ellos,  a  consecuen- 
cia del  cual  Solís  fué  enviado  preso  a  la  cor- 
te; pero  poco  después  fué  declarado  libre  de 
toda  culpa  y  elevado  a  mayores  honores.  A  la 
muerte  de  Vespucio  se  le  nombró  piloto  mayor 
en  su  reemplazo,  el  28  de  marzo  de  1512,  y  el 
24  de  abril  se  le  pagó  del  Real  Tesoro  una  in- 
demnización de  34.000  maravadís,  fuera  de  su 
sueldo,  que  era  de  75.000,  con  deducción  de 
10.000  en  favor  de  la  viuda  de  su  antecesor. 
Solís  fué  comisionado  poco  después  para  man- 
dar una  expedición  que  debía  ir  a  descubrir  por 
Malaca  y  las  islas  de  la  Especería,  la  cual  que- 
dó sin  efecto;  pero  muy  pronto  se  trató  de  dar 
empleo  a  los  talentos  de  este  hábil  marino,  a 
quien  Herrera  llama  el  más  excelente  hombre 
de  su  tiempo  en  su  arte.  El  24  de  noviembre  de 
1514  se  firmó  un  contrato,  por  el  cual  el  rey 
le  daba  4.000  ducados  de  oro,  siendo  de  su 
obligación  preparar  una  carabela  de  sesenta 
toneladas  y  dos  de  treinta,  haciendo  todos  los 
gastos  de  la  expedición  y  debiendo  dividirse 
los  provechos  en  tres  partes,  de  las  cuales 
una  sería  para  el  rey,  otra  para  Solís  y  la 
tercera  para  las  tripulaciones.  El  rey  dio  tam- 
bién, con  cargo  de  devolución,  cuatro  lombar- 
das grandes  y  sesenta  coseletes  con  sus  arma- 
duras de  cabeza.  Además  les  adelantó  año  y 
medio  de  sus  sueldos;  un  año  a  su  cuñado 
Francisco  Torres,  que  le  acompañaba  como 
segundo;  todo  esto  sin  perjuicio  de  otras  re- 
compensas que  prometía  hacerle,  según  fuese 
la  naturaleza  de  los  servicios  que  hiciera  a  la 
Corona  en  la  expedición.  Cerca  de  once  meses 
tardó  ésta  en  aprontarse,  y  al  fin,  dejando 
nombrado  a  un  hermano  suyo  para  que  des- 
empeñase su  empleo  en  Sevilla,  dio  a  la  vela 
del  puerto  de  Lepe,  el  8  de  octubre  de  1515- 
La  escuadrilla  tocó  en  Tenerife,  y  pasó  a  la 


costa  del  Brasil,  que  recorrió  prolijamente, 
marcando  las  latitudes  de  todos  los  puntos  con 
la  exactitud  que  permitían  los  instrumentos  de 
aquel  tiempo.  Llegaron  a  las  islas  de  Lobos, 
siguieron  la  dirección  de  las  costas,  hasta  que, 
reconociendo  la  calidad  del  agua  en  que  nave- 
gaban, dio  el  nombre  de  Mar  Dulce  a  lo  que 
es  hoy  el  Río  de  la  Plata.  No  tardó  el  experto 
marino  en  reconocer  que  el  gran  estuario  don- 
de se  encontraba  no  podía  ser  sino  la  emboca- 
dura de  un  gran  río,  tanto  por  la  poca  hondura 
como  por  la  dulzura  del  agua,  y  dejando  fon- 
deadas dos  de  las  carabelas  al  abrigo  de  la  isla 
de  San  Gabriel,  entró  él  mismo  en  una  latina, 
con  los  oficiales  reales  que  le  acompañaban, 
para  reconocer  de  cerca  la  costa  inmediata, 
que  era  la  del  Norte.  Así  llegaron  hasta  la  isla 
de  Martín  García,  y  aproximándose  a  la  playa, 
notaron  que  había  casas  de  indios,  y  que  mu- 
chos observaban  la  embarcación  y  las  gentes 
desconocidas  que  iban  en  ella.  Solís  quiso  re- 
conocer y  tomar  posesión  de  aquella  tierra  en 
cumplimiento  de  sus  instrucciones,  cuyo  artícu- 
lo final  transcribimos  literalmente  para  que  se 
forme  ¡dea  el  lector  de  los  usos  de  aquella 
época:  «La  manera  que  habéis  de  tener  en  el 
tomar  de  la  posesión  de  las  tierras  e  partes 
que  descubriéredes  ha  de  ser,  que  estando  vos 
en  la  tierra  e  parte  que  descubriéredes  hagáis 
ante  escribano  público  y  el  más  número  de 
testigos  que  pudiéredes,  e  los  más  conocidos 
que  hobiere,  un  acto  de  posesión  en  nuestro 
nombre,  cortando  árboles  e  ramas,  e  cavando 
o  haciendo,  si  hobiera  disposición,  algún  pe- 
queño edificio,  e  que  sea  en  parte  donde  algún 
cerro  señalado  o  árbol  grande,  e  decir  cuántas 
leguas  está  de  la  mar,  poco  más  o  menos,  e  a 
qué  parte  e  qué  señas  tiene,  e  hacer  allí  una 
horca,  e  que  algunos  pongan  demanda  ante 
vos,  e  como  nuestro  capitán  e  juez,  lo  senten- 
ciéis y  determinéis  de  manera  que  en  todo  to- 
méis la  dicha  posesión,  la  cual  ha  de  ser  por 
aquella  parte  donde  la  tomáredes,  e  por  todo 
su  partido  e  provincia  o  isla,  e  dello  sacaréis 
testimonio  sinado  del  dicho  escribano,  en  ma- 
nera que  faga  fe.  Fecho  en  Mancilla,  a  veinti- 
cuatro días  del  mes  de  noviembre  de  1514  años. 
Yo  el  Rey,  etc.»  Solís  desembarcó  con  los 
dos  oficiales  reales  que  le  acompañaban,  y  se- 
guido de  ellos  y  de  siete  hombres  más,  se  in- 
ternó algunos  pasos  para  plantar  la  cruz  y 
hacer  el  acta  de  la  toma  de  posesión  a  la  vista 
de  los  indígenas  que  lo  observaban.  Pero  una 


SUI 


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SUP 


del  17  de  Lanceros,  pasando  a  sitiar  la  colonia 
y  a  expedicionar  a  Río  Grande.  Terminada  la 
guerra  del  Brasil  regresó  a  Buenos  Aires.  Ac- 
tuando en  el  partido  unitario  derrotó  a  los  fe- 
derales en  las  Palmitas.  En  1830  emigró  a 
Montevideo;  desde  entonces  se  estableció  en 
Mercedes,  dedicado  a  su  establecimiento  de 
campo.  Retirado  a  Montevideo,  murió  el  13  de 
febrero  de  1846.  Sus  cenizas  fueron  reimpa- 
triadas en  1879,  juntas  con  la  de  su  inseparable 
amigo  el  coronel  Olavarría. 

Suipacha  (batalla).  Instalada  la  Junta  guber- 
nativa el  25  de  mayo  de  1810,  dispuso  que  a 
la  mayor  brevedad  debía  partir  una  expedición 
de  500  hombres  para  auxiliar  a  las  provincias 
interiores.  A  los  pocos  días  marchó  de  Buenos 
Aires  una  expedición  de  1.150  voluntarios,  alas 
órdenes  del  comandante  Ortiz  de  Ocampo. 
Cinco  meses  después  el  ejército  expedicio- 
nario, reforzado  en  su  marcha,  invadía  el  alto 
Perú,  y  D.  Antonio  González  Balcarce,  nom- 
brado general  en  reemplazo  de  Ocampo,  al- 
canzó la  primera  victoria  en  los  campos  de 
Suipacha,  y  el  Alto  Perú  se  insurreccionaba  en 
masa.  El  ejército  realista  fué  mandado  por  el 
general  Córdoba  y  Ríos.  Los  trofeos  de  esta 
victoria  fueron  toda  la  artillería  enemiga,  gran 
parte  de  los  fusiles,  municiones,  muías,  dinero, 
etcétera,  180  prisioneros  y  dos  banderas.  Sui- 
pacha es  un  pueblo  de  Bolivia,  situado  sobre 
el  río  del  mismo  nombre  afluente  del  Pilcomayo. 

Superi  (José).  Militar.  Nacido  en  Buenos  Aires. 
Era  sargento  mayor  del  batallón  de  Castas. 
Hizo  la  campaña  del  ejército  auxiliar  del  Perú. 
Se  halló  en  las  batallas  de  las  Piedras  y  en  la 
de  Tucumán  como  jefe  del  expresado  batallón, 


compuesto  por  pardos  y  morenos.  Se  encontró 
también  en  Salta,  Vilcapujío  y  Ayohuma.  En 
esta  última  batalla,  ya  ascendido  a  coronel, 
murió  heroicamente  al  llevar  al  enemigo  uaa 
carga  a  la  bayoneta  al  frente  de  su  batallón. 
Supiciche  (Zacarías).  Militar.  Entró  al  servicio 
como  alférez  a  guerra  en  el  escuadrón  de  Ar- 
tillería que  formó 
el  coronel  don 
Eduardo  Escola, 
el  que  fué  refun- 
dido en  el  regi- 
miento I  de  Arti- 
llería cuando  re- 
gresó de  la  cam- 
paña de  Paoón. 
Se  halló  en  la 
guerra  del  Para- 
guay en  las  ac- 
ciones Paso  de  la 
Patria,  Itapirú, 
Estero  Bellaco, 
Tuyuti,  Yatayti, 
Cora,  etc.  Cam- 
pañas de  Entre  Ríos  contra  López  Jordán;  jefe 
de  frontera,  se  halló  en  la  rebelión  del  74;  co- 
misario de  guerra  del  ejército;  expedicionó  al 
Chaco  en  octubre  de  1884.  Ascendido  a  gene- 
ral de  brigada  en  agosto  de  1886.  En  1889  jefe 
de  las  tropas  que  formaban  la  guarnición  de  la 
capital  de  la  República,  y  como  tal  se  encon- 
tró al  frente  de  ellas  en  ia  plaza  de  la  Libertad 
los  días  26,  27  y  28  de  julio  de  1890,  hasta  la 
terminación  de  la  revolución.  Fué  interventor 
en  la  provincia  de  Catamarca  y  jefe  militar  de 
la  misma  el  86  o  el  87. 


General  de  división  D.  Za- 
carías Supiciche. 


T 


Taber  (Guillermo  Samuel).  Natural  de  los  Es- 
tados Unidos  de  Norteamérica.  Pertenecía  a 
una  familia  distinguida  y  bien  colocada  en  Nue- 
va York.  Prestó  el  contingente  de  su  fortuna 
e  inteligencia  a  la  causa  de  la  revolución.  En- 
carcelado en  Montevideo  por  los  españoles,  el 
8  de  marzo  de  181 1,  intentó  escaparse  engrilla- 
do para  Buenos  Aires,  permaneciendo  incomu- 
nicado en  su  calabozo  hasta  el  7  de  julio,  en 
que  al  fin  obtuvo  su  destierro  mediante  la  mul- 
ta de  2.000  pesos.  El  7  de  abril  emprendía  via- 
je para  Santiago  de  Chile.  Lo  llevaba  ostensi- 
blemente asuntos  de  comercio;  pero  es  de  su- 
poner, por  lo  que  revela  su  correspondencia, 
que  no  era  ajena  la  política.  Regresó  a  Buenos 
Aires  en  diciembre  del  mismo  afio,  dejando  en 
aquel  país  amigos  numerosos,  como  los  tenía 
en  ambas  orillas  del  Plata.  Debido  a  una  en- 
fermedad contraída  en  su  húmedo  calabozo  fa- 
llecía el  martes  8  de  noviembre  de  1813,  en  la 
estancia  de  Mr.  Richard  Hill,  a  diez  leguas  de 
Buenos  Aires,  significando  la  víspera  el  deseo 
de  que  sus  restos  reposasen  en  dicha  capital. 

Tablada  (batalla  de  la).  Juan  Facundo  Quiroga 
ocupaba  la  ciudad  de  Córdoba;  el  general  don 
José  María  Paz  con  su  ejército  se  aproxima 
hasta  una  legua  y  acampa  en  La  Tablada,  que 
es  un  llano  que  queda  al  Noroeste  de  Córdo- 
ba, en  la  banda  opuesta  del  río,  a  distancia  de 
una  legua  y  que  tendrá  otro  tanto  de  extensión 
cuadrada.  Quiroga  sale  a  batirlo  el  día  22,  y 
al  llegar  la  noche  se  retira,  sin  que  el  triunfo 
se  decidiese  por  ninguna  de  las  dos  partes; 
pero  al  día  siguiente,  23  de  junio  de  1829,  re- 
novada la  batalla  con  encarnizamiento,  la  vic- 
toria se  declara  por  las  armas  de  Paz,  tenien- 
do que  huir  Quiroga  con  un  grupo  de  caballe- 
ría con  dirección  a  las  provincias  de  Cuyo.  La 
artillería  fué  tomada,  como  también  toda  la  In- 


fantería que  no  murió  con  las  armas  en  la 
mano.  En  el  campo  quedaban  más  de  mil  cadá- 
veres enemigos  (incluso  los  de  la  tarde  ante- 
rior), que  eran  la  cuarta  parte  de  su  fuerza. 
Mortandad  enorme  en  proporción  al  número  de 
los  combatientes.  Además  se  tomaron  como 
500  prisioneros,  entre  ellos  varios  jefes  y  ofi- 
ciales y  abiertas  las  puertas  de  la  ciudad  al 
ejército  vencedor,  que  el  mismo  día  la  ocupa. 
Con  este  hecho  de  armas  consigue  el  general 
Paz  someter  a  su  causa  a  las  provincias  del 
Norte,  que  le  enviaron  recursos.  Tucumán  ya 
le  había  mandado  una  fuerza  de  300  hombres, 
que  asistió  a  la  batalla,  con  su  gobernador,  el 
coronel  D.  Javier  López,  a  la  cabeza. 
Taboada  (Antonino).  Militar.  Nacido  en  Santia- 
go del  Estero,  el  31  de  agosto  de  1815.  Prestó 
muchos  servicios  al  país  en  las  fronteras.  Se 
halló  en  el  Arroyo  del  Rey,  Laureles,  Mal  Paso, 
etcétera.  Su  hoja  de  servicios  es  tan  gloriosa 
como  pocas.  Luchó  en  casi  todos  los  terrenos 
abogando  por  la  libertad;  se  halló  en  el  Que- 
bracho Herrado;  tomó  una  parte  activa  en  el 
sitio  de  Montevideo,  y  más  tarde  se  colocó  en 
el  Norte  a  lidiar  brazo  a  brazo  con  el  partido 
rosista.  En  1861  encabezó  a  los  liberales  de 
Santiago,  pronunciándose  a  la  par  de  Buenos 
Aires  contra  el  gobierno  del  Dr.  Derqui,  conte- 
niendo con  su  solo  esfuerzo  todo  el  Norte  de 
la  República,  lanzado  en  masa  a  sostener  la 
dictadura  del  Gobierno  del  Paraná.  En  esa  épo- 
ca sólo  Santiago  ahogó  la  anarquía  en  las  pro- 
vincias del  Norte,  viniendo  más  tarde  a  desba- 
ratar el  resto  del  caudillaje  en  la  jornada  del 
Mal  Paso.  El  general  Taboada,  encargado  des- 
pués del  comando  en  jefe  de  las  fuerzas  del 
Norte,  prestó  importantes  servicios.  Del  triun- 
fo del  Pozo  de  Vargas  surgió  la  libertad  de  la 
República,  hollada  por  la  montonera.  Murió  en 


TAB 


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la  ciudad  de  Tucumán,  el  4  de  marzo  de  1883. 
Taboada  (Manuel).  Gobernador  de  Santiago 
del  Estero,  interino,  el  5  de  octubre  de  1851 
hasta  el  26  de  noviembre  del  mismo  año,  que 
fué  electo  en  propiedad  por  la  Legislatura  por 
el  período  de  tres  años,  que  terminó  el  26  de 
noviembre  de  1854,  con  algunas  interrupciones. 
Concurrió  al  acuerdo  de  los  gobernadores,  en 
la  ciudad  de  San  Nicolás  de  los  Arroyos.  De- 
rrotó en  las  Tacanitas  al  general  Celedonio 
Gutiérrez.  Fué  nuevamente  gobernador  hasta 
el  26  de  noviembre  de  1857;  otra  vez  de  1862 
a  1864.  Su  administración  cooperó  a  la  empre- 
sa de  navegación  del  Salado  y  en  la  realiza- 
ción de  la  canalización  del  Río  Dulce;  prohibió 
el  enterramiento  en  los  templos  o  cementerios 
particulares  adyacentes  a  éstos,  disponiendo 
que  lo  fuesen  en  el  nuevo  cementerio,  cuya 
obra  llevó  a  cabo;  terminación  de  los  canales 
de  irrigación,  que  habilitaban  para  la  agricul- 
tura una  porción  considerable  de  terreno,  que, 
por  su  inmediación  a  la  capital,  aseguraban 
grandes  beneficios  para  ésta;  hizo  levantar  el 
catastro  de  la  propiedad  territorial,  facilitando 
así  el  cobro  de  los  impuestos;  los  empleados 
de  la  Administración  fueron  pagados  con  toda 
regularidad,  recibiendo  algunos  de  ellos  pe- 
queñas cantidades  a  cuenta  de  sus  créditos  an- 
teriores. 
Tacanitas  (combate).  Dado  el  21  de  octubre 
de  1853.  El  general  Celedonio  Gutiérrez,  al 
frente  de  un  ejército,  había  invadido  a  Santia- 
go del  Estero,  apoderándose  de  la  ciudad  y 
enseñoreándose  de  la  mayor  parte  de  la  pro- 
vincia; pero  los  santiagueños,  al  mando  de  su 
gobernador  D.  Manue!  Taboada,  sorprenden  y 
atacan  su  vanguardia,  compuesta  de  800  hom- 
bres, mandada  por  el  coronel  Lobo,  y  la  derro- 
tan completamente  en  las  Tacanitas.  El  resto 
de  las  fuerzas  invasoras  se  entregaron  al  pi- 
llaje en  la  retirada  que  emprendió  Gutiérrez 
el  día  22.  La  ciudad,  desde  el  16  de  octubre 
hasta  el  6  de  noviembre  que  la  desocupó  la 
fuerza  de  Gutiérrez,  fué  teatro  de  innúmera, 
bles  abusos:  se  impuso  y  aun  se  obligó  al  pago 
de  contribuciones  pecuniarias  a  las  familias; 
registróse  atropelladamente  las  casas  en  soli- 
citud de  objetos  de  valor,  arrebatando  de  al- 
gunas lo  que  se  quiso.  En  fin,  el  ejército  de 
Gutiérrez,  en  retirada  a  marchas  forzadas, 
después  de  recorrer  cincuenta  leguas  en  el  in- 
terior del  territorio  de  Santiago,  llevó  consigo 
un  botín  considerable,  arrebatado  en  el  saqueo 


de  la  provincia.  Sin  embargo,  el  gobernador 
Taboada  salió  en  persecución  de  Gutiérrez, 
consiguiendo  derrotarlo  el  25  de  diciembre ' 
de  1853,  a  cinco  leguas  de  la  ciudad  de  Tucu- ' 
man,  a  esta  parte  del  río  Lule,  dejando  éste  en 
el  campo  300  muertos,  y  en  poder  de  Taboada 
y  de  los  coroneles  Rojo  y  Neirot,  450  prisione- 
ros, 5  piezas  de  artillería  y  más  de  300  fusiles. 

Tacuarí  (Andrés  o  Andresito  Artigas).  Indio, 
caudillo  de  Artigas.  Fué  gobernador  violenta- 
mente de  Corrientes  en  1818.  Derrotado  en 
Aguapey  por  el  brigadier  Chagas,  jefe  de  una 
división  portuguesa  que  había  invadido  las  Mi- 
siones orientales  (19  de  enero  de  1817). 

Tacuarí  (combate).  Librado  el  9  de  marzo 
de  1811  por  las  tropas  que  al  mando  del  gene- 
ral Belgrano  llevaron  al  Paraguay  la  bandera 
de  la  emancipación.  El  general  Belgrano,  al 
frente  de  300  hombres,  se  batió  con  valor  so- 
bre las  márgenes  del  arroyo  Tacuarí,  contra 
el  ejército  paraguayo,  compuesto  de  2.500  hom- 
bres mandados  por  el  general  Cabanas.  Los 
argentinos  luchaban  desesperadamente,  a  pe- 
sar de  ser  atacados  de  pronto  en  tres  puntos  a 
la  vez  por  fuerzas  terrestres  y  navales,  y  ase- 
diados por  los  del  frente  y  retaguardia,  vié- 
ronse  obligados  a  reconcentrarse  en  unos  islo- 
tes que  apoyaban  sus  flancos,  donde  después 
de  una  nueva  resistencia  obstinada  tuvieron 
que  ceder  al  número  por  un  momento,  para 
volver  a  cargar  al  enemigo,  emprendiendo  la 
retirada.  Belgrano  se  replegó  a  un  cerro  des- 
pués de  siete  horas  de  fuego,  con  la  satisfac- 
ción de  haber  salvado  con  su  fortaleza  de  áni- 
mo la  gloria  de  las  armas  revolucionarias  y 
con  ellas  las  últimas  reliquias  de  su  pequeño 
ejército.  Inmediatamente  celebró  una  capitula- 
ción honrosa  con  el  jefe  enemigo.  Tacuarí qme.- 
re  decir  río  de  bambú  o  tacuara,  por  las  cañas 
de  esta  clase  que  crecen  en  sus  márgenes. 

Tagle  (Gregorio  García  de).  Político.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  28  de  noviembre  de  1772. 
Cursó  sus  estudios  en  el  Colegio  de  San  Car- 
los; sostuvo  en  público,  en  1792,  una  tesis  mo- 
ral de  Filosofía ,  y  se  graduó  de  abogado 
en  1800.  Formó  parte  de  la  Real  Audiencia, 
con  fama  de  ser  un  abogado  hábil.  En  1810  fué 
uno  de  los  asistentes  al  Cabildo  abierto  del 
22  de  mayo,  en  cuya  Asamblea  reprodujo  el 
voto  de  Saavedra.  Fué  asesor  de  Gobierno; 
auditor  de  guerra  en  1814,  y  ministro  de  Rela- 
ciones Exteriores  en  1815  y  16,  en  los  gobier- 
nos de  Alvarez  Thomas  y  Balcarce.  Desde 


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1817  hasta  junio  de  1819  desempeñó  por  terce- 
ra vez,  con  acierto  y  actividad  asombrosas,  la 
misma  cartera  durante  la  administración  del 
general  Pueyrredón.  Cuando  el  período  de  la 
anarquía  fué   desterrado  conjuntamente  con 
Pueyrredón.  En  1823  encabezó  una  conspira- 
ción político-religiosa,  que  fracasó.  Fué  legis- 
lador y  de  nuevo  ministro.  Durante  la  tiranía 
fué  encarcelado  y  engrillado.  Falleció  en  esta 
ciudad,  el  8  de  abril  de  1845. 
'ala  (combate).  27  de  octubre  1826.  El  general 
Lamadrid,  gobernador  de  Tucumán,  al  frente 
de  fuerzas  de  esta  provincia    y  de  la  de  Cata- 
marca,  le  lleva  el  combate  al  general  Quiroga 
en  los  campos  de  Tala,  en  la  Rioja;  y,  conse- 
guido ya  el  triunfo  en  la  última  carga  que  da  a 
una  columna  enemiga  el  mismo  Lamadrid,  es 
arrojado  del  caballo  gravemente  herido.   Su 
tropa,  creyéndolo  muerto,  se  dispersa  y  la  vic- 
toria se  torna  en  poder  de  ios  riojanos.  El  ge- 
neral Lamadrid  esrecogido  del  campo  con  nueve 
heridas  de  sable  en  la  cabeza,  casi  todas  mor- 
tales, y  a  más,  un  balazo  en  el  cuerpo  que  le 
fué  disparado  a  quemarropa,  estando  tendido 
en  el  suelo. 
Tala  (combate).  2  de  octubre   1838.  El  coronel 
D.  Juan  Pablo  López,  con  fuerzas  de  Buenos 
Aires  que  le  había  dado  Rosas,  entra  a  la  pro- 
vincia de  Santa  Fe,  y  en  el  Tala  libra  un  com- 
bate con  las  tropas  del  Gobierno,  al  mando  del 
comandante  D.   Pedro    Rodríguez  del  Fres- 
no. López  queda  vencedor,  y  se  apodera  del 
mando. 
Tala  (combate).  6  de  marzo  1840.  Invadida  la 
provincia  de  Buenos  Aires  por  el  general  La- 
valle,  se  aproxima  el  general  Pacheco  a  sus 
fuerzas  y  empeña  un  pequeño  combate  con  el 
objeto  de  hacer  un  reconocimiento.  Consegui- 
do esto  se  retira  colocándose  a  retaguardia  de 
los  expedicionarios  siguiéndolos  así  en  sus  mar- 
chas. Esta  acción  tuvo  lugar  en  el  Tala. 
Tala  (combate).   1854.  Los  emigrados  porteños 
que  se  hallaban  en  la  provincia  de  Santa  Fe 
organizan  una  expedición,  fomentada  y  auxilia- 
da por  el  presidente  Urquiza  con  dinero,  con 
armas  y  con  soldados  de  línea  e  invaden  a  Bue- 
nos Aires,  atravesando  el  Arroyo  del  Medio, 
entre  San  Nicolás  y  Pergamino,  componiéndo- 
se su  fuerza  de  más  de  1.300  hombres  al  mando 
del  general  Costa.  El  general  Lagos  acompaña 
a  Costa  únicamente  como  amigo  particular,  sin 
tener  mando  alguno  en  esta  expedición.  El  ge- 
neral Hornos,  jefe  al  servicio  de  Buenos  Ai- 


res, cae  sobre  ellos  con  fuerzas  superiores  en 
número  y  disciplina,  llevando  algunos  cañones 
que  decidieron  la  contienda  en  los  campos  de 
Tala,  derrotándoles  después  de  un  reñido  y  en 
carnizado  combate. 

Tala  (combate).  7  de  septiembre  1870.  La  van- 
guardia del  ejército  del  Uruguay,  mandada  por 
el  coronel  D.  Wenceslao  Taboada,  sorprende 
a  una  columna  del  ejército  rebelde  de  López 
Jordán,  compuesta  de  1 .500  hombres,  que  se  ha- 
llaban en  la  costa  del  Tala,  acuchillándola  has- 
ta ponerla  en  derrota,  con  notable  pérdida  de 
muertos,  heridos  y  prisioneros,  tomándose  en- 
entre  estos  al  mismo  jefe  que  la  mandaba,  el 
coronel  D.  Juan  Luis  González. 

Talcahuano  (asalto).  Ciudad  fortificada  en  la 
República  de  Chile,  atacada  por  las  fuerzas 
argentinochilenas,  el  7  de  diciembre  de  1817. 
Esta  plaza  fortificada,  guarnecida  por  1.700 
hombres,  y  artillada  con  70  cañones  de  gran 
calibre,  era  el  único  punto  donde  flameaba  el 
pabellón  realista  en  el  territorio  de  Chile.  Las 
fortificaciones,  por  su  posición  natural  y  sus  de- 
fensas, eran  formidables.  Completaban  su  de- 
fensa dos  castillos  sobre  la  plaza,  sostenidos 
por  una  escuadra.  Después  de  un  largo  sitio, 
puesto  por  el  general  O'Higgins,  los  sitiadores 
determinaron  atacarla,  y  en  las  primeras  horas 
del  día  7  de  diciembre,  emprendieron  el  asalto, 
siguiendo  el  plan  del  ingeniero  mayor  D.  José 
Alberto  D'Albe.  El  asalto  se  dio  en  la  madru- 
gada del  6  de  diciembre  conduciendo  el  ataque 
de  la  derecha  el  coronel  Las  Heras  y  el  de  la 
izquierda  el  comandante  D.  Pedro  Conde.  Las 
Heras  penetró  dentro  de  las.  obras  avanzadas, 
y  tomó  a  la  bayoneta  dos  baterías.  Los  solda- 
dos argentinos  dieron  prueba  aquel  día  de  seré, 
nidad  e  intrepidez;  pero  fueron  vigorosamente 
rechazados  por  los  españoles,  quedando  al  pie 
de  las  trincheras,  después  de  algunas  horas  de 
de  fuego,  326  cadáveres,  la  mayor  parte  de 
ellos  de  la  división  de  Las  Heras.  Allí  murie. 
ron  el  comandante  Boedo  y  cuatro  oficiales, 
y  fueron  heridos  los  coroneles  Correa  y  Beau- 
chef,  y  14  oficiales.  Las  fuerzas  que  tomaron 
parte  en  el  asalto  de  Talcahuano  fueron:  Ar- 
gentinos número  1 1 ,  Las  Heras;  número  7,  Con- 
de dos  escuadrones  de  Granaderos  a  caballo. 
Escalada.  Chilenos,  numeró  1,  Rivero;  número 
3,  Boedo  (argentinos);  Cazadores  a  caballo, 
Freiré. 
Talita  (combate).  Tuvo  lugar  el  8  de  diciembre 
de  1873.  El  coronel  D.  Juan  de  Ayala,  al  fren- 


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te  de  su  división,  emprende  una  rápida  mar- 
cha con  objeto  de  batir  al  general  D.  Carmelo 
Campos  que  mandaba  la  vanguardia  del  ejér- 
cito de  D.  Ricardo  López  Jordán,  caudillo  de 
Entre  Ríos,  compuesta  de  más  de  dos  mil  hom- 
bres, que  tenía  su  campamento  en  el  Talita 
(SarandO;  pero  temiendo  que,  en  vista  de  sus 
fuerzas,  rehuyera  el  combate,  hace  adelantar 
al  teniente  coronel  D.  Plácido  Laconcha  con 
unos  ochocientos  hombres  de  caballería,  a  fin 
de  que  iniciara  el  combate  para  caer  sobre  el 
enemigo  oportunamente.  Los  rebeldes,  al  ver 
tan  poco  número  de  fuerzas  le  llevan  una  im- 
petuosa carga,  la  que  esperaron  a  pie  firme 
hasta  estar  a  pocos  pasos,  en  que  cargaron  a 
su  vez,  cuyo  tremendo  choque  no  pudieron  re- 
sistir, dando  la  espalda  en  la  más  espantosa 
derrota.  Cuando  el  coronel  Ayala  llegó  al 
campo  de  batalla  con  el  resto  de  las  fuerzas 
todo  estaba  concluido,  encontrándose  con  más 
de  doscientos  muertos  del  enemigo,  y  ciento 
sesenta  prisioneros,  el  convoy  y  mucha  ca- 
ballada. 
Tambo  Nnevo  (sargentos).  El  general  D.  Ma- 
nuel Belgrano,  después  del  desastre  de  Vilca- 
pujío,  se  había  situado  en  Macha,  y  en  este 
punto  trabajaba  incesantemente  para  formar 
un  nuevo  ejército  y  tomar  desquite  del  enemi- 
go. Por  su  parte,  el  ejército  realista,  a  pesar 
de  su  reciente  victoria,  carecía  de  víveres  y 
de  elementos  de  movilidad,  y  refugiado  en  las 
alturas,  rodeado  de  la  hostilidad  de  los  habi- 
tantes, estaba  anulado  en  su  acción  contra  las 
fuerzas  patriotas.  En  esos  días  de  angustias, 
Belgrano  no  descansaba  ni  un  instante.  Desta- 
có montoneras  y  partidas  en  todas  direcciones, 
a  fin  de  estrechar  en  lo  posible  el  círculo  de 
acción  del  vencedor.  Entre  los  jefes  de  parti- 
das llegó  a  hacerse  célebre  el  teniente  de  Dra- 
gones D.  Gregorio  Araoz  de  Lamadrid,  va- 
liente y  audaz  hasta  la  temeridad.  No  era  de 
capacidad  para  concebir  un  plan  militar;  pero 
para  ejecutar  un  golpe  de  mano,  cualquiera 
que  él  fuera,  no  existía  en  el  ejército  patriota 
otro  mejor.  Un  día  le  llamó  el  general  y  le 
dijo:  Escoja  usted  cuatro  hombres  de  su  escua. 
drón,  y  marche  a  traerme  noticias  de  la  van- 
guardia enemiga  en  Jocaila».  Cuando  Lamadrid 
tuvo  listos  los  cuatro  voluntarios  que  habían 
de  acompañarle  en  la  arriesgada  empresa,  se 
presentó  al  general  y  le  dijo:  «Mi  general,  ya 
estoy  pronto,  y  sólo  me  falta  que  V.  E.  me  dé 
un  pasaporte  para  que  se  me  permita  entrar 


en  el  campamento  enemigo  y  poderle  traer  asi 
las  noticias  con  la  exactitud  que  desea».  El  ge-< 
neral  Belgrano  le  contestó  sonriendo:  «Usted' 
sabrá  proporcionarse  el  pasaporte».  Lamadrid 
se  hizo  guiar  por  un  indio,  que,  gran  conoce- 
dor de  aquellos  parajes,  lo  llevó  por  senderos 
excusados,  trasnochó  con  una  gran  nevada,  y 
al  amanecer  del  día  siguiente  se  encontró  so- 
bre el  campo  de  Jocaila,  donde  se  hallaba  el 
general  realista  Castro  acampado  con  su  di- 
visión. A  cuatro  cuadras  de  aquél  hizo  prisio- 
nera a  una  partida  de  cinco  hombres.  Pero 
Lamadrid,  con  doce  soldados,  tenía  necesaria- 
mente que  hacer  algo  más.  Concibió  el  atrevi- 
do proyecto  de  acacar  a  una  compañía  de  Ca- 
zadores montados,  que  el  jefe  de  la  vanguar- 
dia española  había  destacado  sobre  la  quebra- 
da Tinguipalla,  en  el  Alto  Perú,  y  que  se  ha- 
llaba en  la  posta  de  Tambo  Nuevo.  Al  efecto, 
en  las  altas  horas  de  la  noche  el  teniente  La- 
madrid hace  adelantar  tres  soldados  como  ba- 
tidores, los  que  suben  la  cuesta  silenciosa- 
mente, llevando  los  caballos  de  la  rienda;  en  la 
cumbre  ya,  los  tres  batidores  siguen  avanzan- 
do con  cautela  hasta  llegar  a  un  rancho,  alum- 
brado por  un  candil,  donde  había  una  guardia 
de  doce  hombres  que  dormían  tranquilamente, 
incluso  el  centinela,  que  lo  hacía  recostado  so- 
bre el  fusil.  A  poca  distancia,  a  retaguardia, 
descansaba  el  resto  de  la  compañía,  en  número 
de  cuarenta  hombres.  Los  batidores  conciben 
instantáneamente  el  temerario  pensamiento  de 
apoderarse  de  la  guardia;  uno  se  lanza  sobre 
el  centinela,  que  rinde  y  desarma,  tapándole 
la  boca  antes  de  que  pudiese  dar  un  grito; 
otro  se  apodera  de  las  armas,  y  el  tercero, 
colocándose  en  medio  de  los  soldados  con  la 
carabina  amartillada,  les  intima  rendición;  uno 
por  uno  son  maniatados  por  los  tres  batido- 
res, y  echándolos  delante  bajan  la  cuesta,  sal- 
vándose sólo  el  sargento  de  la  guardia,  que  se 
arroja  por  un  despeñadero  y  va  a  dar  la  alar- 
ma a  sus  compañeros.  En  breve  los  batidores 
le  presentan  a  Lamadrid  once  prisioneros  y 
doce  fusiles;  y  éste,  sin  trepidar,  marcha  al 
instante  con  sus  doce  dragones  en  busca  del 
resto  de  los  cazadores  enemigos,  los  que,  ya 
prevenidos,  empezaban  a  bajar  la  cuesta.  Trá- 
base un  tiroteo  en  la  obscuridad;  los  realistasi 
que  no  sabían  el  número  de  los  asaltantes,  se 
repliegan,  fortificándose  en  el  corral  de  pie- 
dra, y  gritan  ¡Viva  la  patria!  en  señal  de  ren- 
dición, cesando  el  fuego.  Mas  las  primeras  lu- 


TAP 


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TEJ 


es  del  nuevo  día  les  hacen  ver  el  corto  núme- 
o  de  sus  enemigos,  y  vuelven  a  romper  el 
liego,  pero  sin  abandonar  los  muros  del  co- 
ral. Lamadrid  emprendió  entonces  la  retira- 
la,  y  llegado  que  hubo  al  cuartel  general,  pre- 
lentó  al  general  Belgrano  los  tres  batidores 
:on  los  once  prisioneros  y  los  doce  fusiles  que 
Sabían  tomado.  El  general  en  jefe  recompensó 
a  estos  soldados  con  el  glorioso  título  de  «Sar- 
gentos de  Tambo  Nuevo».  Los  nombres  de  es- 
tos tres  valientes  son:  José  Mariano  Gómez, 
tucumano;  Santiago  Albarracín  y  Juan  Bautista 
Salazar,  cordobeses. 

i^iia  (combate).  El  coronel  Pérez,  que  se  ha- 
llaba al  frente  de  fuerzas  del  Gobierno  de  Tu- 
cumán,  es  batido  en  un  combate  en  Tapia,  el 
10  de  febrero  de  1852  por  el  coronel  J.  Cri- 
sóstomo  Alvarez,  que  marchaba  a  apoderarse 
de  la  ciudad. 

'arabuco  (combate).  Tuvo  lugar  en  el  valle  de 
este  nombre  (Alto  Perú)  entre  el  patriota  Zer- 
na  con  indios  y  una  columna  de  tropas  españo- 
las, al  mando  del  comandante  Herrera,  el  12 
de  marzo  de  1816.  Los  españoles  fueron  ven- 
cidos a  garrotazos  (el  garrote  era  el  arma  con 
que  peleaban  los  indios).  El  comandante  He- 
rrera y  13  españoles  más,  fueron  pasados  por 
las  armas.  Los  indios  tomaron  una  bandera  y 
todo  el  armamento.  La  guerra  implacable,  a 
muerte,  la  habían  proclamado  los  españoles, 
que  degollaban  sin  contemplaciones  a  todos 
los  vencidos. 

Tarija.  Ciudad  en  la  República  de  Solivia,  lla- 
mada San  Bernardo  de  Tarija,  situada  en  la 
ensenada  del  río  Bermejo.  Fué  fundada  en 
1591  por  orden  del  virrey  Toledo,  y  tomó  el 
nombre  del  español  Francisco  de  Tarija,  que 
descubrió  el  valle  en  que  se  halla  situada.  Du- 
rante la  guerra  de  la  independencia  fué  toma- 
da la  población— en  diciembre  de  1816— por 
los  realistas,  y  reconquistada  por  el  coman- 
dante Lamadrid  el  15  de  abril  de  1817,  después 
de  tomarles  350  prisioneros.  En  mayo  de  1822 
fué  nuevamente  tomada  por  sorpresa  por  el 
coronel  patriota  D.  Francisco  Sánchez,  quien 
consiguió  derrotar  la  guarnición  que  la  defen- 
día, y  se  vio  precisado  a  abandonarla  para  evi- 
tar un  encuentro  con  la  vanguardia  enemiga 
del  general  Olafleta,  muy  superior  en  número. 
Tarija  fué  hasta  1825  provincia  argentina. 

Tarragona  (Juan  Francisco).  Vocal  de  la  se- 
gunda Junta  de  Buenos  Aires.  Nació  en  Santa 
Fe,  el  24  de  junio  de  1769.  Era  alcalde  de  pri- 


mer voto  del  Cabildo  de  Santa  Fe  cuando  éste 
reconoció  la  erección  de  la  Junta,  en  12  de  ju- 
nio de  1810.  Electo  diputado,  cesó  en  su  man- 
dato el  19  de  diciembre  de  1811,  siendo  nom- 
brado director  de  la  fábrica  de  fusiles  el  26  de 
noviembre  hasta  el  5  de  marzo  de  1812,  en  que 
regresó  a  su  provincia,  de  la  que  fué  goberna- 
dor en  1815.  Falleció  en  Montevideo,  deste- 
rrado y  muy  pobre,  el  22  de  abril  de  1843. 
Tatayiba  (combate).  Guerra  del  Paraguay.  Los 
brasileños  del  ejército  aliado  habían  colocado 
una  emboscada  de  5.000  hombres,  y  presentan 
un  regimiento  a  escaramucear  al  comandante 
Bernardino  Caballero,  quien,  como  de  costum- 
bre, salía  de  las  trincheras  todos  los    días. 
Este,  al  cargar  a  los  brasileños  en  el  punto 
llamado  Tatayiba,  es  rodeado  por  las  fuerzas 
emboscadas,  y  con  gran  valor,  y  a  pesar  de 
las  pérdidas  sufridas,  se  abre  paso  hasta  po- 
nerse bajo  los  fuegos  de  las  baterías  de  Hu- 
maitá.  El  gobernador  López,  del  Paraguay, 
elevó  al  valiente  comandante  Caballero  al  ran- 
go de  coronel,  y  se  decretó  una  medalla  para 
todos  los  soldados  que  combatieron  en  esta 
acción.  (21  de  octubre  de  1867.) 
Taylor  (Tomás).  Inglés.  Ex  capitán  de  la  goleta 
mercante  inglesa  Sally,  que  logró  repetidas 
veces  forzar  el  bloqueo  de  Buenos  Aires  (1812) 
y  proveer  al  ejército  del  Este  con  abundantes 
pertrechos.  Este  benemérito  inglés  había  sido 
capitán  de  altura  en  la  marina  de  comercio  de 
su  patria.  Dedicó  la  mayor  parte  de  su  vida  al 
servicio  de  nuestro  país,  y  los  prestó  en  grado 
eminente.  Alcanzó  a  la  jerarquía  de  sargento 
mayor  de  Marina,  y  falleció  en  Buenos  Aires, 
a  principios  de  1823.  Su  segundo,  Tomás  Fer- 
mín Jones,  comenzó  a  servir  a  principio  de 
1812  en  la  Marina,  siendo  subteniente  de  ejér- 
cito. Como  su  jefe,  alcanzó  también  la  jerar- 
quía de  sargento  mayor.  Falleció  en  1821. 
Tedín  (Toribio).  Jefe  y  alma  de  la  Secretaría 
de  Güemes.   Dice  el  Dr.  López:  "La  Historia 
debe  mencionar  con  honra  el  nombre  de  don 
Toribio  Tedín,  modesto  y  habilísimo  adminis- 
trador, que  era  el  jefe  y  el  alma  de  la  Secre- 
taría de  Güemes,  y  que  fué  también  el  honora- 
ble consejero  de  la  política  conciliadora  y  jus- 
ta con  que  este  caudillo  supo  realzar  el  gran 
mérito  de  sus  servicios  militares». 
Tejar  (sorpresa).  En  el  Alto  Perú  (Bolivia).  El 
19  de  febrero  de  1815.  El  jefe  de  la   vanguar- 
dia del  ejército  argentino,  coronel  D.  Martín 
Rodríguez  es  atacado  de  sorpresa  por  una  di- 


TEJ 


404  —  TERR 


visión  del  ejército  español.  Rodríguez  y  su 
fuerza  fué  tomada  prisionera  en  el  Tejar. 
Cuando  tuvo  lugar  esta  sorpresa,  el  teniente 
D.  Mariano  Necochea  se  resistió  con  25  gra- 
naderos en  un  corral  de  piedra,  pero  viendo  la 
inutilidad  de  sus  esfuerzos,  montó  en  un  caba- 
llo en  pelo,  y  atropellando  a  la  caballería  ene- 
miga, dividió  la  cabeza  de  un  sablazo  a  un  sol- 
dado que  trataba  de  detenerlo,  y  abriéndose 
paso  consiguió  escaparse,  a  pesar  de  estar  ro- 
deado de  enemigos. 

Tejeda  (Luis  de).  Poeta  cordobés.  Nació  en  la 
ciudad  de  Córdoba  del  Tucumán,  el  25  de  agos- 
to de  1604.  Sus  padres  fueron  D.  Juan  de  Te- 
jeda Mirabal  y  D.*  María  de  Guzmán  de  la 
Vega,  ambos  cordobeses  y  descendientes  de 
los  que  entraron  con  Cabrera  en  la  fundación 
de  dicha  ciudad.  Estudió  latinidad,  Filosofía  y 
varias  ciencias  preferidas  en  la  época  del  re- 
nacimiento español.  De  1620  a  1624  su  vida  se 
disipa  en  devaneos  galantes,  que  le  dieron  más 
tarde  motivos  para  el  relato  de  sus  obras.  En 
1625  pasó  a  la  defensa  de  Buenos  Aires,  ata- 
cada por  piratas  holandeses.  Volvió  en  1627  a 
Córdoba  con  el  prestigio  y  ascensos  de  sus 
campañas  militares.  Luchó  también  contra  los 
indios  del  Chaco  y  los  de  la  frontera  del  Río 
Cuarto,  alcanzando  fama  por  su  valor  y  peri- 
cia. Desempeñó  también  varios  cargos  conce- 
jiles, administrando  los  intereses  comunales 
y  también  los  cuantiosos  bienes  que  había  he- 
redado de  sus  padres.  Mas  tarde  profesó  de 
sacerdote  en  Santo  Domingo  de  Córdoba.  Es- 
cribió en  su  retiro  la  mayor  parte  de  las  obras 
que  han  llegado  hasta  nosotros.  Entre  ellas,  El 
peregrino  en  Babilonia;  numerosas  Poesías 
místicas,  otras  Poesías  menores  y  una  Come- 
dia Juvenil.  Falleció  en  el  convento  de  Santo 
Domingo,  en  1660. 

Tejeda  (Tristán  de).  Nacido  en  1532.  Valiente 
capitán  español,  que  fué  uno  de  los  conquista- 
dores más  activos.  Hizo  grandes  beneficios, 
dejando  numerosas  obras  que  atestiguan  su 
genio  emprendedor  y  progresista.  Habiéndose 
sublevado  los  indios  diaguitas  de  la  jurisdic- 
ción de  la  Rioja,  dando  muerte  a  sus  encomen- 
deros y  a  varios  españoles,  fué  encargado  por 
el  gobernador  Mercado  de  Peñaloza  para  so- 
meterlos, lo  que  efectuó.  Murió  en  Córdoba, 
el  10  de  agosto  de  1617,  a  los  ochenta  y  cinco 
años  de  edad. 

Tejedor  (Carlos).  Jurisconsulto  y  hombre  de 
Estado.  Nació  en  Buenos  Aires,  el  4  de  no- 


D.  Carlos  Tejedor. 


viembre  de  1817.  Durante  la  tiranía  emigró  a 
Copiapó  (Chile),  ejerciendo  la  abogacía  y  es- 
cribiendo  diarios 
políticos.  Regresó 
a  Buenos  Aires 
después  de  la  bata- 
lla de  Caseros,  y 
empezó  a  actuar  en 
primera  fila  en  la 
política  y  en  la  ad- 
ministración públi- 
ca. Tuvo  a  su  car- 
go la  redacción  de 
El  Nacional,  y  elec- 
to diputado  demos- 
tró sus  grandes 
cualidades  orato- 
rias y  obtuvo  honrosa  reputación  como  aboga- 
do. En  1879,  ministro  de  Relaciones  Exteriores 
de  Sarmiento  y  catedrático  de  la  Universidad; 
posteriormente  director  de  la  Biblioteca,  la 
Asesoría  general  de  gobierno,  y  en  1875  la  re- 
presentación diplomática  ante  el  Imperio  del 
Brasil.  A  su  regreso  redactó  el  Código  penal. 
En  1830,  como  gobernador  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires,  defendió  enérgicamente  la  au- 
tonomía de  la  provincia,  renunciando  noble- 
mente SH  candidatura  a  la  presidencia  de  la  Re- 
pública. Diputado  nacional;  su  fallecimiento 
ocurrió  en  esta  ciudad,  el  31  de  enero  de  1903. 

Terrada  de  Fretes  (Juan  Florencio).  Militar. 
Nació  en  Buenos  Aires,  el  7  de  septiembre  de 
1782.  Nombrado  el  29  de  noviembre  de  1813 
primer  gobernador  intendente  de  Mendoza. 
Puesto  en  posesión  de  su  cargo  el  23  de  di- 
ciembre, que  lo  desempeñó  hasta  el  4  de  agos- 
to del  año  siguiente  que  se  le  nombró  mayor  de 
la  plaza  de  Buenos  Aires,  y  poco  después 
(1817)  ministro  de  Guerra  y  Marina.  Murió  el 
3  de  mayo  de  1824,  en  Buenos  Aires. 

Terrero  (José  María).  Sacerdote.  Nació  en  Bue- 
nos Aires,  el  29  de  mayo  de  1789,  y  fueron  sus 
padres  D.  Joaquín  Terrero  y  D.°  María  Josefa 
González  Villarino.  En  febrero  de  1809,  orde- 
nado ya.  fué  nombrado  por  el  obispo  Lué  cape- 
llán de  la  Catedral.  En  1818,  el  director  Puey- 
rredón  le  nombró  vicerrector  del  Colegio  de  la 
«Unión  del  Sud»,  puesto  que  desempeñó  hasta 
1829,  en  que  renunció.  Cura  de  la  iglesia  de.Ia 
Concepción  en  1829,  provisor  y  gobernador 
del  arzobispado  en  1830;  diputado  en  la  Legis- 
latura de  la  provincia  en  1832,  1833  y  1834.  Di- 
rector de  la  Biblioteca  pública;  fiscal  eclesiás- 


THA 


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THO 


tico  en  1835.  El  Dr.  Terrero  falleció  en  la  ciu- 
dad de  Buenos  Aires,  el  9  de  enero  de  1837.  y 
su  cuerpo  fué  inhumado  en  el  panteón  de  la 
Catedral. 

Thames  (José  Ignacio  de).  Sacerdote.  Signa- 
tario del  acta  de  la  Independencia.  Nació  en 
Tucumán.  En  Córdoba  tomó  el  hábito  sacerdo- 
tal y  se  recibió  de  doctor  en  Teología  y  Dere- 
cho canónico  en  la  Universidad  mayor  de  San 
Carlos,  el  año  1784.  Fué  electo  diputado  por 
la  provincia  de  su  nacimiento  al  Congreso  ge- 
neral constituyente  que  declaró  la  independen. 
cia  nacional.  Apartado  de  la  vida  política  y  en 
el  ejercicio  de  su  ministerio  sacerdotal,  falle- 

,  ció  en  Tucumán  el  año  1828,  a  una  edad 
avanzada. 

Thompson  (Diego).  Inglés.  Llegó  a  Buenos 
Aires  el  6  de  octubre  de  181S.  Fué  el  que  pro- 
movió entre  nosotros  el  lancasteriano,  que  ha 
sido  la  única  tentativa  seria  de  educación  po- 
pular realizada  en  el  país  hasta  1852,  época  de 
los  primeros  Gobiernos  regulares.  La  escuela 
Lancaster  se  difundió  rápidamente  por  toda  la 
República,  llegó  hasta  Santiago  del  Estero  y 
Jujuy,  y  fué  ella  la  que  permitió  a  la  genera- 
ción nacida  bajo  la  tiranía  adquirir  los  rudi- 
mentos de  las  ciencias  comunes  junto  con  la 
lectura  y  la  escritura.  El  Cabildo  de  Buenos 
Aires,  en  mayo  de  1821,  acordó  dar  a  Thomp- 
son el  título  de  ciudadano  honorario.  Siguie- 
ron a  éste  los  maestros  ingleses  Ramsay, 
Losch,  Bradish  y  otros. 

Thompson  (Isaac).  Militar.  Natural  de  Inglate- 
rra. Vino  a  Buenos  Aires  durante  la  época  de 
la  emancipación,  y  fué  uno  de  los  principales 
extranjeros  que  obtuvo  carta  de  ciudadanía. 
En  1817  pasó  a  Chile  en  clase  de  sargento  ma- 
yor, y  como  segundo  jefe  del  regimiento  nú- 
mero 1  de  Cazadores  del  ejército  chileno  asis- 
tió a  la  batalla  de  Maipú.  De  regreso  a  Buenos 
Aires,  y  con  motivo  de  la  guerra  contra  el 
Brasil,  fué  nombrado  jefe  del  regimiento  nú- 
mero 4  de  Infantería  de  línea  y  formó  en  el 
ejército  republicano  ( tercer  cuerpo)  que  a  las 
órdenes  del  general  Alvear  hizo  esa  gloriosa 
campaña  que  terminó  con  la  batalla  de  Ituzain- 
gó.  Al  llegar  a  esta  ciudad  actuó  en  las  disen- 
siones civiles  del  año  1828  y  siguientes,  mili- 
tando en  las  filas  del  partido  unitario.  En  dicho 

-  año,  con  fecha  22  de  diciembre,  fué  nombrado 
coronel  graduado  y  jefe  accidental  del  regi- 
miento 4.°  de  Milicias;  al  año  siguiente,  con 
fecha  20  de  febrero,  fué  nombrado  gobernador 


de  la  fortaleza,  y  el  26  de  marzo  de  1829  le  fué 
confiado  el  mando  de  la  expedición  marítima 
para  combatir  a  los  santafecinos,  y  a  fines  de 
dicho  año  emigró  al  Uruguay  con  otros  patrio- 
tas. Algún  tiempo  después  ocupó  un  puesto  de 
honor  entre  los  defenseres  de  la  plaza  de  Mon- 
tevideo. 

Thompson  (Martín  Jacobo ) .  Militar.  De 
Buenos  Aires.  En  1806  asistió  en  clase  de 
cadete  al  combate  de  Trafalgar.  Al  producirse 
el  movimiento  de  1810  se  hallaba  en  esta  ciu- 
dad, figurando  entre  sus  dirigentes  más  carac- 
terizados. En  dicho  año,  revistando  de  alférez 
de  Fragata,  era  jefe  del  Apostadero  naval  de 
Montevideo;  y  creada  la  primera  Junta,  fué 
nombrado  capitán  del  puerto  de  Buenos  Aires. 
Debió  ocupar  una  posición  distinguida,  cuando 
no  obstante  su  grado  subalterno  fué  uno  de 
los  400  vecinos— de  lo  mejor  de  la  ciudad— que 
fueron  invitados  al  Cabildo  abierto  el  22  de 
mayo  de  1810,  en  cuya  Asamblea  dio  su  voto 
por  la  causa  de  la  patria,  haciendo  suyo  el  del 
jefe  de  Patricios,  Saavedra.  En  1817,  siendo 
coronel,  fué  enviado  en  misión  diplomática 
cerca  del  Gobierno  de  los  Estados  Unidos  del 
Norte,  en  representación  de  las  Provincias  Uni- 
das del  Río  de  la  Plata,  y  en  tal  carácter  sus- 
cribió un  documento  con  otros,  representantes 
sudamericanos,  autorizando  en  nombre  de  sus 
respectivos  Gobiernos  al  general  M'Gregor 
para  expedicionar  y  tomar  posesión  inmediata 
de  las  islas  Floridas  ocupadas  por  los  españo- 
les. De  regreso  de  su  misión  presentó  una  in- 
teresante Memoria  que  se  conserva  en  el  Ar- 
chivo del  ministerio  de  la  Guerra. 

Thorne  (Juan).  Marino.  Nació  en  Nueva  York, 
el  8  de  marzo  de  1807,  de  D.^  Margarita  Bre- 
ger  y  de  D.  Enrique  Thorne,  ingeniero  naval 
que  había  servido  como  capitán  de  fragata  en 
la  guerra  de  la  independencia  de  los  Estados 
Unidos.  Su  padre  lo  colocó  en  una  escuela  de 
marinería,  y  por  sus  aptitudes  lo  tomó  de  ahí 
el  comodoro  Chelter,  trayéndole  en  viaje  de 
instrucción  al  Río  de  la  Plata  allá  por  el  año 
de  181S.  Con  este  jefe  regresó  a  los  Estados 
Unidos,  pasó  en  seguida  a  Francia,  siguió  por 
el  Pacífico,  bajó  al  Brasil,  hasta  que,  declara- 
da la  guerra  entre  este  Imperio  y  las  Provin- 
cias Unidas  del  Río  de  la  Plata,  Thorne  entró 
a  servir  a  éstas  como  guardia  marina  o  pilotín 
en  la  barca  Congreso,  al  mando  del  capitán 
Harris.  Sus  conocimientos,  su  valor  y  sus  con- 
diciones singulares   como  hombrede  guerra  le 


TIM 


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TOR 


valieron  pronto  un  ascenso,  y  a  principios  de 
1826  entró  en  la  Chacabuco  en  clase  de  te- 
niente.  En  este  barco  concurrió  (1827)  a  la 
toma  de  la  escuadrilla  brasileña  que  se  había 
internado  en  el  río  Negro  del  Carmen  de  Pata" 
gones.  Thorne  fué  el  primero  que  saltó  a  bordo 
de  la  corbeta  brasileña  Itaparica,  hizo  arribar 
la  bandera  imperial  y  enarbolar  la  argentina, 
lo  cual  se  verificó  en  los  demás  buques.  En  di- 
ciembre del  mismo  año,  y  comandando  el  ber- 
gantín goleta  Patagones,  que  sólo  montaba 
dos  cañones  de  a  12  y  una  colisa  giratoria  de 
a  18,  Thorne  se  lanzó  temerario  contra  el  ber- 
gantín brasileño  Pedro  el  Real,  de  16  cañones. 
En  tan  desigual  combate  Thorne  recibió  dos 
heridas  graves  y  fué  conducido  a  los  calabozos 
de  la  fortaleza  de  Santa  Cruz,  de  donde  re- 
gresó a  Buenos  Aires  cuando  se  hizo  la  paz 
con  el  Brasil.  Capitán  en  1830.  Comandanti 
del  Balcarce  y  del  Martín  García,  haciendo  a 
fines  de  1832  la  campaña  del  Uruguay  a  bordo 
del  bergantín  Republicano.  Siendo  sargento 
mayor  hizo  la  campaña  a  los  desiertos  del  Sud 
a  las  órdenes  de  Rosas,  y  fué  condecorado. 
Del  lado  de  la  dictadura  se  distinguió  notable- 
mente en  el  combate  de  Obligado  en  1845, 
donde  hizo  prodigios  de  valor  a  pesar  de  ha- 
llarse herido,  lo  mismo  que  en  la  toma  de  Mar- 
tin García,  Cagancha,  Caa-Guazú,  Aceoedo, 
Tonelero,  San  Lorenzo,   Quebracho,   Costa 
Brava,  Don  Cristóbal  y  Sauce  Grande,  como 
jefe  de  Artillería;  en  esta  última  acción  fué  as- 
cendido a  coronel.  En  1853  tomó  participación 
en  el  sitio  de  Lagos;  pero  terminado  éste,  se 
retiró  a  la  vida  privada.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  1  de  agosto  de  1885. 
Timbúes.  Indios  que  con  los  mbeguas  ocupaban 
en  los  tiempos  de  la  conquista  la  margen  de- 
recha del  río  Paraná,  desde  San  Isidro  al  Nor- 
te hasta  el  río  Salado.  Timbú  significa  en  gua- 
raní «nariz  agujereada». 
ToU  y  Bemadet  (Juan  Antonio).  Marino.  Na- 
ció el  26  de  febrero  de  1790,  en  San  Andrés  de 
Llavaneras,  Cataluña.   Sus  servicios  al  país 
datan  desde  1811.  En  10  de  septiembre  de  1814 
salió  a  corso,  mandando  el  bergantín  nacional 
Primero  (a)  Palomo  (1814,  Montevideo),  de  14 
cañones  y  78  hombres,  siendo  el  primero  que 
tremoló  nuestra  bandera  en    los  mares   del 
Asia.  En  1821  hizo  la  campaña  del  litoral  con- 
tra Ramírez,  y  a  principios  de  1825  expedicio- 
nó  a  las  costas  de  la  Patagonia.  Durante  la 
guerra  del  Brasil  asistió  como  ayudante  de  ór- 


denes, y  secretario  privado  del  almirante 
Brown  a  más  de  20  acciones  navales,  intervi- 
niendo en  numerosas  operaciones  importantes 
de  guerra  y  comisiones  difíciles,  de  que  fué  en- 
cargado por  el  Gobierno.  Ascendido  a  coro- 
nel el  4  de  agosto  de  1838.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  el  5  de  julio  de  1864,  a  las  nueve  de  la 
mañana. 
Tonelero  (combate).  Librado  durante  la  tira- 
nía, el  17  de  diciembre  de  1851.  El  general  Ur- 
quiza  organizaba  en  Entre  Ríos  el  ejército 
aliado,  compuesto  de  argentinos,  uruguayos  y 
brasileños,  y  una  división  de  buques  de  esta 
nacionalidad,  conducida  por  el  río  Paraná  por 
el  barón  de  Porto  Alegre,  iba  a  incorporársele, 
y  al  cruzar  por  el  paso  del  Tonelero,  a  la  altu- 
ra de  San  Pedro,  el  general  Mansilla  intentó 
detenerla,  haciéndole  un  terrible  fuego  desde 
as  trincheras  de  la  costa,  al  que  contestaron 
los  buques,  forzando  el  paso  después  de  su- 
frir algunas  pérdidas. 
Torata  (batalla).  Fué  una  derrota  sufrida,  el  19 
de  enero  de  1823,  por  las  tropas  patriotas  que 
operaban  en  el  Perú  al  mando  del  general  Al- 
varado.  El  ejército  español  vencedor  estaba  al 
mando  del  general  Valdés. 
Tornquist  (Ernesto).  Financista  argentino.  Na- 
ció en  Buenos  Aires  el  31  de  diciembre  de 
1842,  siendo  sus  pa- 
dres D.Jorge  Torn- 
quist y  D.^  Rosa 
Camusso,  de  nacio- 
nalidad norteame- 
ricana y  argentina, 
respectivamente. 
Cursó  sus  primeros 
estudios  en  esta 
ciudad,  completán- 
dolos luego  en 
Hamburgo  y  Care- 
feld,  para  regresar 
a  su  patria  en  1858, 
de  donde  al  poco 
tiempo  ingresó  en 

la  casa  fundada  por  los  señores  Bunge,  Bor- 
nefeld  y  Compañía  en  1830.  Corría  a  la  sazón 
bajo  el  nombre  de  Altgelt,  Ferber  y  Com- 
pañía, desempeñando  los  cargos  de  vende- 
dor y  despachante  de  aduana,  en  los  que 
continuó  hasta  1866,  en  cuya  fecha,  habien- 
do cambiado  la  razón  social  por  la  de  Fer- 
ber, Hühn  y  Compañía,  el  Sr.  Tornquist  llegó 
a  ser  apoderado  antes  de  haber  cumplido  los 


D.  Ernesto  Tornquist. 


TOR 


—  407  - 


TRA 


veinticuatro  ailos  de  edad.  En  1872  contrajo 
matrimonio  con  la  señorita  Rosa  Altgelt,  for- 
mando un  hogar  feliz.  En  1874  la  casa  en  que 
iniciara  sus  primeros  pasos  comerciales  toma 
el  nombre  de  Ernesto  Tomquist  y  Compañía 
para  dedicarse  a  la  importación  de  mercade- 
rías generales,  como  también  a  la  exportación 
en  grande  escala  de  productos  argentinos, 
creando  además  una  oficina  técnica  y  de  re- 
presentaciones extranjeras.  Día  a  día  la  casa 
Tomquist,  por  la  rectitud  y  seriedad  en  sus 
operaciones,  inicia  y  obtiene  grandes  negocia- 
ciones en  París  o  Londres,  como  en  Amberes  o 
Berlín;  hace  conocer  en  apartadas  regiones  la 
riqueza  de  nuestros  territorios,  las  bondades 
de  nuestro  clima,  etc.,  atrayendo  así  ingentes 
capitales  y  estrechando  los  vínculos  de  solida- 
ridad comercial.  En  1907  transforma  la  antigua 
razón  social  por  la  de  Sociedad  Anónima  Fi- 
nanciera, Comercial  e  Industrial  Ernesto  Tom- 
quist y  Compañía,  limitada,  que  fué  la  base  y 
sostén  de  otras  tantas  Sociedades.  La  industria 
azucarera  argentina;  las  Sociedades  hipoteca- 
rias particulares  que  contribuyen  al  desenvol- 
vimiento de  la  verdadera  riqueza  del  país;  la 
industria  agrícola  ganadera;  las  Sociedades 
anónimas  El  Quebracho  y  Quebrachales  Tinti- 
na; las  Compañías  Crédito  ferrocarrilero  ar- 
gentino y  Belga  argentina  de  ferrocarriles;  la 
Compañía  argentina  de  pesca;  la  Compañía 
de  productos  Kemmerich,  con  sus  estancias, 
saladeros,  invernadas  y  frigoríficos;  los  fri- 
goríficos La  Negra,  Cuatreros;  el  puerto  de 
Bahía  Blanca;  las  estancias  y  colonias  Tom- 
quist, Currumalán;  el  hermoso  pueblo  de  Sie- 
rra de  la  Ventana;  las  Compañías  y  Sociedades 
de  Productos  Conen;  La  Verde,  Introductora 
de  Buenos  Aires;  Sindicato  de  Buena  Espe- 
ranza; Cervecería  Palermo,  etc.,  etc.;  el  bal- 
neario Mar  del  Plata  y  mil  más,  todo  esto  fué 
creación  de  D.  Ernesto  Tomquist,  o  contribu- 
yó con  su  talento  sin  igual  a  su  prosperidad  y 
marcha  progresiva.  Una  de  las  páginas  más 
brillantes  de  su  actuación  como  ciudadano  ar- 
gentino fué  el  papel  que  desempeñó  en  vísperas 
del  conflicto  argentino  chileno.  Entre  otros 
cargos  públicos  que  desempeñó  están:  miembro 
de  la  Comisión  para  el  establecimiento  de  la 
Casa  de  Moneda,  director  del  Banco  Hipote- 
cario de  la  provincia  de  Buenos  Aires,  direc- 
tor y  vicepresidente  del  Banco  de  la  provincia 
de  Buenos  Aires,  diputado  nacional  por  la  ca- 
pital. Desempeñando  este  cargo  falleció,  el  17 


de  junio  de  1908.  El  Sr.  Tomquist  dio  a  su  país 
todo  lo  que  un  hombre  de  negocios  puede  dar, 
y  es  innegable  que  tiene  el  derecho  a  ser  con- 
siderado como  uno  de  los  factores  del  resur- 
gimiento económico  y  financiero,  y  si  a  todo 
esto  se  agrega  su  alma  altruista,  su  inagotable 
bondad,  sus  muchas  e  importantes  donaciones, 
su  tumba  será  siempre  objeto  de  veneración, 
porque  fué  bueno  y  fué  útil.  Su  sepelio  fué  una 
grandiosa  manifestación  de  duelo. 

Torrent  (Luciano).  Jurisconsulto  y  médico.  Na- 
ció en  la  ciudad  de  Goya,  Corrientes.  Hizo 
sus  estudios  de  Jurisprudencia  primero  y  des- 
pués de  Medicina,  hasta  obtener  en  ambas  ca- 
rreras su  diploma.  En  1853  fué  electo  consti- 
tuyente ante  el  Congreso  general  que  san- 
cionó la  Constitución  federal,  el  1  de  mayo  de 
1853,  en  la  ciudad  de  Santa  Fe,  en  cuya  Asam- 
blea, formada  por  los  hombres  de  más  valer 
de  cada  provincia,  reveló  su  competencia  en 
materias  constitucionales  y  su  austeridad  de 
principios.  Desde  1859  al  61  formó  parte  como 
ministro  de  la  administración  del  gobernador 
de  Corrientes,  canónigo  Dr.  José  M.  Roldan. 
Diputado  por  Santa  Fe  al  Congreso  Nacional, 
y  terminado  su  periodo,  desempeñó  la  gober- 
nación de  Corrientes.  El  Dr.  Torrent  fué  un 
espíritu  cultísimo  y  un  estudioso,  como  lo  re- 
velaba su  doble  carrera  de  abogado  y  médico, 
su  versación  en  las  lenguas  muertas  y  en  dife- 
rentes ciencias.  Murió  en  la  ciudad  del  Paraná, 
el  28  de  abril  de  1894. 

Torres  (Luciano).  Miembro  de  la  Convención 
Constituyente  de  1853.  Médico.  Natural  de 
Corrientes.  Prestó  muchos  y  buenos  servicios 
a  su  provincia  natal  y  a  la  de  Entre  Ríos,  don- 
de residió  por  muchos  años.  Falleció  en  el  Pa- 
raná, Entre  Ríos,  el  28  de  abril  de  1894. 

Tranvías.  En  la  capital  federal  fueron  autori- 
zados, por  ley  de  26  de  octubre  de  1868,  y, 
como  toda  institución  nueva  destinada  a  cam- 
biar radicalmente  los  hábitos  de  una  colecti- 
vidad, no  nacieron,  por  más  benéficos  que 
fueran  sus  fines,  sin  uno  viva  oposición  en 
Buenos  Aires,  que  subía  desde  las  capas  so- 
ciales hasta  las  columnas  de  la  Prensa,  y  que 
llegaba  hasta  los  Poderes  públicos.  Cuando 
se  trató  de  establecer  una  de  las  primeras 
líneas  de  tranvías,  se  levantó  una  alarma  en- 
tre una  gran  parte  de  la  población,  por  el  pe- 
ligro que  corría  de  ser  aplastada  por  los  co- 
ches, y  hasta  se  elevó  una  protesta  a  la  Muni- 
cipalidad, suscrita   por    vecinos  respetables. 


TRA 


—  408  — 


TRE 


quejándose  de  la  depreciación  que  tal  servi- 
dumbre ocasionaría  a  sus  propiedades.  Fué 
entonces,  en  ese  momento  crítico — dice  una 
publicación  del  año  1872— cuando  uno  de  los 
grandes  obreros  del  progreso  de  Buenos  Aires, 
D.  Jorge  Drabble,  salió  a  la  Prensa  a  comba- 
tir el  mal,  armado  de  un  instrumento  incontes- 
table: «la  estadística  de  tranvías  de  Londres  y 
de  Nueva  York»,  que  él  redactó  y  publicó  en 
folleto.  Como  a  las  palabras  debía  agregarse 
el  ejemplo,  lo  dieron,  poniéndose  el  Sr.  Drab- 
ble y  el  Sr.  Billinghurst  al  frente  de  dos  líneas 
de  tranvías  que  fundaron,  convenciendo  la  dia- 
léctica de  cifras  tan  persuasivas.  Las  primeras 
líneas  que  se  establecieron  fueron  ¡as  del 
ferrocarril  del  Sud,  que  recorría  el  espacio 
comprendido  entre  la  plaza  de  la  Constitución 
y  la  estación  situada  en  la  calle  Lima  y  More- 
no (edificio  que  ocupó  por  un  buen  tiempo  des- 
pués la  Empresa  Villalonga);  la  del  ferrocarril 
del  Norte,  que  recorría  el  paseo  de  Julio, 
uniendo  la  estación  del  Retiro  con  la  plaza  de 
Mayo;  la  de  los  Sres.  Lacroze  hermanos  (1), 
cuya  concesión  les  fué  otorgada  en  1868,  la 
cual  recorría  la  calle  Cangallo,  desde  la  es- 
quina Suipacha  hasta  Talcahuano,  y  desde 
ésta  y  Piedad  (hoy  Bartolomé  Mitre)  hasta 
la  estación  actual  del  1 1  de  septiembre.  Más 
tarde  se  amplió,  en  1878,  el  servicio  de  esta 
línea  con  las  calles  Victoria,  Rivadavia  y  Bar- 
tolomé Mitre,  hasta  la  plaza  de  Mayo.  La  de 
los  Sres.  .Méndez  hermanos,  llamada  «tran- 
vías de  Méndez»,  que  formaba  un  circuito  por 
las  calle  Belgrano,  Cuyo  (hoy  Sarmiento), 
Rioja  y  Caridad  (hoy  General  Urquiza);  línea 
que  en  1873  fué  adquirida  por  la  ^Sociedad 
Anónima  de  los  tran^ias  ciudad  de  Bue- 
nos Aires»,  que  constituye  la  base  de  esta 
Empresa;  y  la  del  Sr.  Billinghurst,  denominada 
«Tranvía  argentino»,  que  ligaba  la  plaza  de  la 
Recoleta  con  la  de  Constitución.  El  cambio  de 
tracción  de  sangre  por  la  electricidad  ha  ex- 
tendido notablemente  las  lineas  de  tranvías,  la 
comodidad  y  rapidez.  El  subterráneo  metropo- 
litano de  la  Compañía  Angloargentina  de  esta 
capital  fué  puesto  al  servicio  público  el  2  de 


(1 1  SeBún  los  Sres.  Lacroze,  esta  línea  fué  la  primera 
que  se  estableció  en  Buenos  Aires.  El  primer  coche 
circuló  en  mayo  de  1870.  Esta  afirmación  se  encuentra 
corroborada  por  una  carta  del  ex  gobernador  D.  Emilio 
Castro,  en  la  que  este  señor  agradece  el  envío  de  una 
fotografía  demostrativa — dice — del  primer  coche  de  tran- 
vías que  circuló  en  Buenos  Aires. 


diciembre  de  1913,  inaugurándose  en  dicha 
fecha  la  primera  sección.  Su  extensión  actual- 
mente (1918),   es  de  13  kilómetros  800  metros. 

Treinta  y  Tres.  Número  de  los  patriotas  que 
bajo  el  mando  de  D.  Juan  Antonio  Lavalleja 
invadieron  la  República  Oriental  del  Uruguay, 
2l  19  de  abril  de  1825.  Los  Treinta  y  Tres 
orientales  salieron  de  San  Isidro  (provincia  de 
Buenos  Aires),  el  18  de  abril  de  1819,  con  el 
objeto  de  sublevar  el  país  y  emanciparlo  del 
poder  de  los  brasileños.  Fueron  apoyados  en 
su  valiente  empresa  por  el  Gobierno  argentino, 
y  arribaron  a  la  Agraciada  el  19  de  abril  de 
1825.  He  aquí  los  nombres  de  estos  valientes: 
Juan  Antonio  Lavalleja,  Manuel  Oribe,  Pablo 
Zufriátegui,  Simón  del  Pino,  Manuel  Lava- 
lleja, Manuel  Freiré,  Francisco  Trápani,  Gre- 
gorio Sanabria,  Basilio  Araüjo,  Manuel  Me- 
léndez,  Atanasio  Sierra,  Santiago  Gadea, 
Pantaleón  Artigas,  Andrés  Spikerman,  Juan 
Spikerman,  Celedonio  Rosas,  Juan  Ortiz,  Ra- 
món Ortiz,  Avelino  Miranda,  Carmelo  Col- 
man, Santiago  Nievas,  Miguel  Martínez,  Juan 
Rosas,  Tiburcio  Gómez,  Ignacio  Muñoz,  Juan 
Acosta,  José  Leguizamón,  Francisco  Romero, 
Norberto  Ortiz,  Luciano  Romero,  Juan  Ar- 
teaga,  Dionisio  Oribe,  Joaquín  Artigas,  ba- 
quiano Andrés  Chevestre.  Proporcionados  los 
primeros  auxilios  de  caballos,  los  cruzados  en- 
grosaron su  columna  con  algunos  paisanos, 
dirigiéndose  a  Mercedes.  Pocos  días  después, 
contaron  entre  sus  filas  a  una  columna  nume- 
rosa de  patriotas  y  mucho  armamento,  enviado 
por  varios  correligionarios  de  Buenos  Aires, 
y  el  apoyo  del  Gobierno  de  las  Provincias  Uni- 
das del  Río  de  la  Plata,  que  llegó  hasta  decía* 
rar  la  guerra  al  Brasil. 

Trelles  (Manuel  Ricardo).  Publicista.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  7  de  febrero  de  1821,  y  se 
educó  en  la  misma  'ciudad.  Derrocado  Rosas 
desempeñó  diversos  cargos  públicos,  entre 
otros,  el  de  senador  por  la  provincia  de  su  na- 
cimiento, el  año  1858;  la  dirección  del  depar- 
tamento de  Estadística  de  su  provincia  natal; 
el  de  miembro  de  la  Municipalidad;  dirección 
del  Archivo  general;  cargo  que  ocupó  desde 
1858  con  gran  competencia  y  laboriosidad 
ejemplar,  hasta  el  año  1875;  poco  después  fué 
director  de  la  Biblioteca  pública,  hasta  el  año 
1884.  Mientras  ejercía  estos  cargos  dio  a  la 
publicidad  diversas  obras,  de  historia,  arte, 
arqueología,  estadística  y  heráldica,  así  como 
artículos  sobre  límites  internacionales  y  de  geo- 


TRE  -  409 

grafía.  Escribió  también,  a  pedido  del  Gobier- 
no, una  Memoria  histórica  sobre  la  cuestión 
de  límites  entre  la  República  Argentina  y  el 
Paraguay,  y  otras  de  la  misma  índole  sobre 
Chile  y  Bolivia.  Fué  miembro  de  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia,  de  España;  del  Instituto 
Geográfico  de  Berlín,  de  la  Sociedad  Herál- 
dica italiana,  de  la  Junta  de  Historia  y  Numis- 
mática americana  y  de  diversas  corporaciones 
científicas  y  literarias  europeas  y  americanas. 
Falleció  en  Buenos  Aires,  el  9  de  abril  de  1893. 

Trejo  y  Sanabria  (Fernando  de).  Sacerdote. 
Era  natural  de  la  Asunción  del  Paraguay.  En 
1554  recibió    las 
sagradas  órdenes 
en  el  convento 
franciscano  de  Li- 
ma. En  1592  fué 
electo  obispo  de 
Tucumán,  siendo 
consagrado  en 
Quito  en  1595,  e 
inmediatamente 
pasó  a  tomar  po- 
sesión de  la  silla 
episcopal.  En  sus 
penosas  visitas 
pastorales,  a  lo- 
mo de  muía,  des- 
plegó   una    cari- 
dad sin  límites.  El  solo,  diecinueve  años  que 
estuvo  al  frente  del   Obispado,   reunió  tres 
sínodos  diocesanos,  en  los  cuales  reglamen- 
tó los  derechos  civiles  de  los  indios  y  es- 
clavos, cruelmente  tratados  por  los  encomen- 
deros, fundando  también  asociaciones  piadosas 
en  favor  de  los  mismos;  recorrió  varias  veces 
su    diócesis,    llegando    hasta    Buenos  Aires; 
fundó  un  colegio  en  Santiago  del  Estero;  con- 
virtió a  la  fe  a  numerosos  indios  calchaquíes; 
estableció  un  monasterio  en  Córdoba,  que  aún 
subsiste;  predicó  el  Evangelio,  con  su  palabra 
y  su  ejemplo,  en  todos  los  pueblos  que  visitó, 
y  por  fin,  fundó  la  Universidad  de  San  Carlos, 
haciendo  donación  a  su  favor  de  los  únicos 
bienes  que  poseía.  Viajaba  de  Córdoba  a  San- 
tiago del  Estero  cuando  aconteció  su  muerte, 
el  24  de  diciembre  de  1614. 

Tristán  (Pío).  General  al  servicio  de  los  rea- 
listas. Natural  de  Arequipa.  Valiente  y  pre- 
suntuoso, miró  con  harto  desdén  a  los  patrio- 
tas. Derrotado  en  Tucumán  y  nuevamente  en 
Salta,  tuvo  que  capitular. 


Fray  Fernando  de  Trejo  y 
Sanabria. 


TUC 

Trinidad  (Bergantín).  Comandante,  D.  Guiller 
mo  Brown;  se  le  dio  patente  de  corso  el  1  de 
septiembre  de  1815.  Tripulación  130  hombres 
y  16  cañones.  Comandante,  Miguel  Brown. 

Triunvirato.  En  1811  se  creó  el  primer  Triun- 
virato, compuesto  por  los  Dres.  Feliciano 
A.  de  Chiclana,  Juan  José  Paso  y  D.  Manuel 
de  Sarratea.  Este  Triunvirato  se  contrajo  a  or- 
ganizar la  administración,  ensanchar  los  límites 
de  la  democracia  y  vencer  las  resistencias  que 
se  oponían  a  la  marcha  de  la  revolución,  así 
en  el  interior  como  en  el  exterior,  y  expidió, 
el  22  de  noviembre  de  1911,  un  «Estatuto  pro- 
visional», que  fué  la  primera  carta  constitu- 
cional puesta  en  práctica,  en  que  se  delinearon 
a  grandes  rasgos  los  principales  fundamentos 
del  Gobierno  representativo;  a  este  estatuto 
se  sucedieron  varios  decretos  sobre  garantías 
individuales  y  libertad  de  imprenta.  Se  disol- 
vió a  consecuencia  del  movimiento  del  8  de 
octubre  de  1812;  sus  miembros  fueron  reem- 
plazados por  el  Dr.  D.  Juan  José  Paso,  D.  Ni- 
colás Rodríguez  Peña  y  D.  Ignacio  Alvarez 
Jonte. 

Trole  (Domingo  Eduardo).  Militar.  Natural  de 
Francia,  y  en  cuyos  ejércitos  se  batió  bajo  las 
órdenes  de  Napoleón.  Vino  al  país  en  1826  y 
se  naturalizó  ciudadano,  ingresando  a  nuestro 
ejército  con  el  grado  de  comandante  de  Inge- 
nieros. Le  fué  confiada  la  dirección  de  la  fá- 
brica de  balas,  el  año  1826,  y  el  12  de  octubre 
del  mismo  año,  siendo  teniente  coronel,  se  le 
dio  el  mando  de  la  compañía  de  Ingenieros, 
con  cuya  fuerza  concurrió  a  la  campaña  contra 
el  Imperio  del  Brasil.  Combatió  en  Ituzaingó, 
Yerbal,  Camacuá;  en  las  luchas  civiles  estuvo 
siempre  al  lado  del  general  Lavalle,  de  quien 
se  mostró  ardiente  partidario. 

Tucumán  (antigua  provincia  del).  El  nombre 
de  Tucumán  fué  tomado  del  de  un  cacique  muy 
poderoso  del  valle  de  Calchaquí,  llamado  Tuc- 
ma,  en  cuyo  pueblo,  que  se  decía  Tucman- 
ahaho  (compuesto  del  nombre  de  dicho  cacique 
y  de  la  palabra  ahaho,  que  en  lengua  kukana, 
propia  de  los  calchaquíes,  significa  pueblo), 
plantó  su  real  el  capitán  Diego  de  Rojas,  que 
fué  el  primer  descubridor  de  la  provincia,  por 
la  parte  del  Perú,  el  año  1543.  El  general  Nú- 
ñez  del  Prado  entró  a  poblar,  en  1549,  e  hizo 
asiento  en  el  mismo  pueblo  de  Tucumanahaho, 
de  donde  quedó  el  nombre  de  Tucumán  a  toda 
la  provincia.  Era  uso  común  de  estas  provin- 
cias intitular  los  pueblos  del  nombre  de  los  ca- 


TUC 


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TUC 


ciques,  como  se  reconoce  en  la  misma  lengua 
kakana  en  los  pueblos  de  Colalahaho,  Jaymar 
Ilahaho;  en  la  lengua  tonocoté,  donde  gasta 
significa  pueblo,  en  los  de  Nonrogasta,  Co- 
changasta,  Sañogasta,  Chiquiligasta,  etcéte- 
ra, y  en  la  Sanavirona,  que  se  hablaba  vulgar- 
mente en  la  jurisdicción  de  Córdoba,  en  que 
sacat  significa  también  pueblo,  y  se  hallan  aun 
Namacate,  Anizacate,  Chimacate,  Costaza- 
cate,  que  eran  pueblos  de  esos  caciques.  La 
antigua  provincia  del  Tucumán  confinaba  por 
el  norte  con  las  de  Chichas  y  de  Lipes,  desde 
el  noroeste  al  oeste  con  la  de  Atacama,  y  por 
el  oeste  y  sudoeste  con  la  de  Cuyo;  siguiendo 
al  sudeste  confinaba  con  la  jurisdicción  de  San- 
ta Fe,  y  desde  este  rumbo  hacia  el  norte,  don- 
de se  encuentra  la  provincia  de  Chichas,  con 
las  dilatadas  regiones  del  Chaco  Qualamba. 
La  de  Santiago  del  Estero  fué  la  capital  del 
Tucumán  hasta  mediados  del  siglo  xvm,  que 
pasó  a  serlo  la  de  Córdoba,  y  con  la  creación 
del  virreinato  del  Río  de  la  Plata  en  1776  y  el 
establecimiento  de  las  intendencias  en  1778. 
La  gobernación  del  Tucumán  quedó  dividida 
en  dos  Gobiernos  intendencias:  el  de  Salta  y 
el  de  Córdoba.  El  primero  comprendía  la  ciu- 
dad de  su  nombre  por  capital,  y  la  de  Tucu- 
mán, Santiago  del  Estero,  Catamarca  y  Jujuy, 
cuyo  primer  gobernador  intendente  fué  el  bri- 
gadier D.  Andrés  Mestre,  que  lo  había  sido 
antes;  y  el  segundo,  el  de  la  ciudad  de  su  nom- 
bre por  capital  y  las  de  la  Rioja  y  Mendoza, 
San  Juan  y  San  Luis,  y  tuvo  por  primer  gober- 
nador intendente  al  coronel  Rafael  Marqués  de 
Sobremonte. 

Tucumán  (combate  de).  El  3  de  abril  de  1821. 
Iniciada  la  guerra  civil  entre  las  provincias  ar- 
gentinas del  norte,  una  fuerza  de  tropas  salte- 
ñas,  en  combinación  con  las  de  Santiago  del 
Estero,  invaden  a  Tucumán.  Pero  el  ejército 
de  D.  Abraham  González  y  del  famoso  guerri- 
llero jujeño  D.  Manuel  Eduardo  Arias,  la  de- 
rrota completamente  a  inmediaciones  de  la  ciu- 
dad de  Tucumán.  Güemes,  jefe  de  los  sáltenos, 
volviendo  a  invadir  a  Tucumán,  sufre  nuevas 
derrotas  en  Acequiones  y  Trancas. 

Tucumán  (Constitución).  Una  convención  cons- 
tituyente sanciona  la  Constitución  que  se  da  a 
la  provincia,  el  13  de  marzo  de  1856.  Formaban 
parte  de  esta  Asamblea  los  siguientes  señores: 
Salustiano  Zavalía,  presidente;  Juan  María 
Araoz,  Julián  Murga,  Nicasio  Larrizo,  Justi- 
niano  Frías,  W.  Ponce,  José  Carlos  López, 


Segundo  Roca,  José  Frías,  Andrés  Rentería, 
Ángel  José  Padilla,  Domingo  Martínez  Muñe- 
cas, Cayetano  Rodríguez,  Pascual  Place,  se- 
cretario. 

Tucumán.  Provincia  y  ciudad  del  interior  de  la 
República.  Esta  provincia,  designada  con  el 
nombre  de  Jardín  de  la  República  por  la  in- 
comparable hermosura  que  ostenta  su  natura- 
leza, tiene  una  superficie  de  24.199  kilóme- 
tros cuadrados  y  una  población  de  más  de 
300.000  habitantes.  Su  aspecto  es  hermosísimo; 
más  de  la  mitad  de  su  territorio  está  ocupado 
por  la  cadena  del  Aconquija,  de  la  cual  se  des- 
prenden numerosos  cordones  que  circundan  es- 
pléndidos valles  y  hermosas  selvas  de  vegeta- 
ción subtropical,  y  sus  llanuras  están  surcadas 
por  numerosos  arroyos.  Las  principales  pro- 
ducciones de  la  provincia  son:  la  caña  de  azú- 
car, el  algodón,  tabaco  y  arroz,  que  se  culti- 
van en  más  de  sesenta  grandes  ingenios.  La 
industria  pecuaria  es  también  floreciente;  to- 
dos sus  productos  se  transportan  por  medio  de 
las  cinco  vías  férreas  de  que  está  surcada. 
Está  dividida  en  once  departamentos.  La  ciu- 
dad de  San  Miguel  de  Tucumán  es  la  capi- 
tal, edificada  sobre  el  río  Salí;  cuenta  con 
60.000  habitantes.  Fué  fundada  el  29  de  sep- 
tiembre de  1565,  por  el  capitán  Diego  de  Vi- 
llarroel.  Esta  ciudad  es  la  quinta  de  la  Repú- 
blica por  su  importancia  económica  y  el  núme- 
ro de  habitantes;  es  muy  pintoresca.  Entre  los 
edificios  públicos  se  conserva  la  casa  del  Con- 
greso que  proclamó  la  independencia  argenti- 
na, y  la  cindadela,  que  recuerda  el  triunfo  del 
general  Belgrano. 

Tucumán  (batalla).  El  ejército  argentino,  des- 
pués de  la  derrota  de  Huaqui,  no  había  hecho 
más  que  ir  retrocediendo,  hasta  que  el  gene- 
ral Belgrano  se  recibió  oe  él.  Luego  que  éste 
pudo  darle  alguna  organización  juzgó  que  era 
necesario  infundir  valor  a  los  suyos  e  imponer 
respeto  al  enemigo,  volviendo  a  ocupar  el  te- 
rreno perdido,  y  marchó  con  mil  infantes  y 
quinientos  caballos  a  situarte  en  Jujuy,  en 
donde  determinó  completar  su  organización. 
Allí  se  mantuvo,  hasta  que  el  general  Goyene- 
che,  libre  de  los  cuidados  que  le  había  dado  el 
levantamiento  de  los  naturales,  y  especialmen- 
te de  la  heroica  Cochabamba,  determinó  al  fin 
marchar  con  3.000  hombres  sobre  Belgrano, 
plenamente  confiado  en  apoderarse  de  todo  el 
país  hasta  Tucumán,  por  donde  contaba  poner- 
se en  relación  con  Montevideo  para  ahogar  la 


TUC 


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TUM 


revolución  concentrada  en  Buenos  Aires.  En 
aquellos  terribles  momentos  la  suerte  de  la  pa- 
tria  estaba  en  manos  de  Belgrano.  Iniciada  la 
ofensiva  por  el  general  D.  Pío  Tristán  (1),  a 
quien  Goyeneche  confió  el  mando  del  ejército, 
el  general  argentino  se  puso  en  retirada,  esca- 
ramuzando  con  las  avanzadas  enemigas.  El  2 
de  septiembre,  600  hombres  de  caballería  car- 
garon vigorosamente  sobre  su  retaguardia  en 
el  río  de  Las  Piedras  y  la  arrollaron  hasta  el 
grueso  del  ejército;  aquí  fueron  valientemente 
recibidos  Belgrano  y  rechazados  con  pérdida  de 
algunos  muertos  y  prisioneros.  La  retirada 
continuó  con  mejor  espíritu  después  de  esta 
acción  hasta  la  misma  ciudad  de  Tucumán,  y  el 
23  de  septiembre  el  general  Belgrano  tomó 
posición,  esperando  al  enemigo  por  el  camino 
de  Salta.  Al  amanecer  el  24  supo  que  el  gene- 
ral Tristán  había  dado  un  rodeo  y  lo  atacaba 
por  el  Sud  con  objeto  de  cortarle  la  retirada. 
Belgrano  marchó  rápidamente  hacia  allí,  y 
habiendo  formado  su  línea  de  batalla,  man- 
dó atacar  a  la  bayoneta  mientras  el  ene- 
migo formaba  la  suya.  La  batalla  fué  dispu- 
tada, y  en  los  primeros  momentos  |os  dos 
generales  pudieron  atribuirse  la  victoria. 
Belgrano,  con  la  caballería,  se  encontró  a  es- 
paldas del  enemigo;  su  infantería  se  atrincheró 
en  la  ciudad  de  Tucumán,  y  Tristán  con  la  suya 
avanzó  a  intimarle  rendición;  pero  conociendo 
luego  su  derrota,  se  puso  en  retirada  hacia  el 
norte.  Entonces  el  ejército  victorioso  efectuó 
su  reunión  el  25,  y  el  general  Belgrano  despa- 
chó a  la  capital  un  expreso  con  el  primer  parte 
de  la  batalla,  que  es  el  siguiente:  «La  patria 
puede  gloriarse  de  la  completa  victoria  que 
han  obtenido  sus  armas  el  24  del  corriente, 
día  de  Nuestra  Señora  de  las  Mercedes,  bajo 
cuya  protección  nos  pusimos  50  oficiales,  4  ca- 
pellanes, 2  curas,  600  prisioneros,  400  muertos, 
7  cafiones,  3  banderas,  un  estandarte,  las  mu- 
niciones de  cañón  y  de  fusil;  todos  los  bagajes 
y  aun  la  mayor  parte  de  los  equipajes  son  el  re- 
sultado de  ella.  Desde  el  último  individuo  del 
ejército  hasta  el  de  mayor  graduación  se  han 
comportado  con  el  mayor  honor  y  valor.  Al 
enemigo  lo  he  mandado  perseguir,  pues  con 
sus  restos  va  en  precipitada  fuga;  daré  a  V.  E. 


(1)  Tristán  era  primo  de  Goyeneche  y  hermano  de  otro 
Tristán  que  había  estado  por  la  causa  de  la  revolución  y 
que  apostató  después  del  combate  de  Nuaoui-,  lo  mismo 
que  el  brigadier  Rivero 


un  parte  pormenor  luego  que  las  circunstan- 
cias me  lo  permitan.  Dios  guarde  a  V.  E.  mu- 
chos años.  Tucumán,  septiembre  26  de  1812. 
Excelentísimo  señor.  Manuel  Belgrano.  Exce- 
lentísimo superior  Gobierno  de  las  Provincias 
Unidas  del  Río  de  la  Plata.»  El  ejército  de  la 
patria  constaba  de  1.600  hombres  de  tropas  re- 
gulares, y  su  orden  de  batalla  fué  el  siguiente: 
en  el  centro,  tres  columnas  de  infantería,  que 
mandaban  el  capitán  Forest  y  los  comandantes 
Warnes  y  Superi;  dos  de  caballería  en  los 
costados,  mandados  por  los  tenientes  corone- 
les D.  J.  R.  Balcarce  y  Bernáldez;  cuatro  pie- 
zas volantes,  por  el  mayor  Holemberg,  y  la  re- 
serva, por  el  coronel  D.  Manuel  Dorrego.  El 
ejército  realista  se  componía  de  3.000  hombres 
de  las  tres  Armas,  con  13  piezas  de  artillería. 
Entre  sus  oficiales  prisioneros,  que  en  la  per- 
secución llegaron  a  5S,  se  encontraron  los  co- 
roneles de  los  regimientos  Real  de  Lima  y 
Abancay.  La  victoria  costó  a  los  argentinos  un 
oficial  y  64  hombres  muertos,  y  6  oficiales  y 
183  soldados  heridos,  fuera  de  una  pequeña 
pérdida  en  la  caballería  irregular,  que  contri- 
buyó al  triunfo. 

Tucumán  (cindadela  de).  Recibido  el  coronel 
San  Martín  (29  de  enero  de  1814)  en  su  campa- 
mento en  las  Juntas,  camino  de  Tucumán  a  Ju- 
juy,  dio  cuenta  al  director  Posadas  el  haber 
dispuesto  (13  de  febrero)  la  construcción  de  un 
campo  atrincherado  en  las  inmediaciones  de  la 
ciudad.  Esfe  campo  fué  el  después  llamado 
«Cindadela  de  Tucumán»,  célebre  en  los  fastos 
argentinos. 

Tnmusla  (combate).  El  1  de  abril  de  1825.  Ei 
brigadier  D.  Pedro  Antonio  de  Olañeta,  hijo 
de  Jujüy,  pero  al  servicio  de  España,  que  du- 
rante  más  de  quince  años  había  hecho  la  gue- 
rra a  los  independientes  en  el  Alto  Perú,  des- 
pués de  la  batalla  de  Ayacucho  (9  de  diciembre 
de  1824)  se  prepara  para  resistir  al  ejército 
triunfante  que  marchaba  en  su  busca.  Pero  a  la 
vez  el  gobernador  de  Salta,  general  Arena- 
les, se  había  puesto  en  campaña  con  objeto  de 
someter  a  este  bravo  jefe,  que  aún  se  obstina- 
ba en  resistir  a  la  bandera  triunfante  en  el  con- 
tinente sudamericano.  En  tal  situación,  el  co- 
ronel D.  Carlos  Medina-Celi,  también  ameri- 
cano y  que  militaba  con  Olañeta,  encontrando 
ya  inútil  seguir  defendiendo  una  causa  perdi- 
da, se  pronuncia  en  Tumusla  cerca  de  Potosí, 
por  las  armas  de  los  patriotas;  pero  Olañeta 
marcha  a  atacarlo  inmediatamente  con  objeto 


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ciques,  como  se  reconoce  en  la  misma  lengua 
kakana  en  los  pueblos  de  Coíalahaho,  Jayma' 
Ilahaho;  en  la  lengua  tonocoté,  donde  gasta 
significa  pueblo,  en  los  de  Nonrogasta,  Co- 
changasta,  Sañogasta,  Chiquiligasta,  etcéte- 
ra, y  en  la  Sanavirona,  que  se  hablaba  vulgar- 
mente en  la  jurisdicción  de  Córdoba,  en  que 
Bacat  significa  también  pueblo,  y  se  hallan  aun 
Nanzacate,  Anizacate,  Chinzacate,  Costaza- 
cate,  que  eran  pueblos  de  esos  caciques.  La 
antigua  provincia  del  Tucumán  confinaba  por 
el  norte  con  las  de  Chichas  y  de  Lipes,  desde 
el  noroeste  al  oeste  con  la  de  Atacama,  y  por 
el  oeste  y  sudoeste  con  la  de  Cuyo;  siguiendo 
al  sudeste  confinaba  con  la  jurisdicción  de  San- 
ta Fe,  y  desde  este  rumbo  hacia  el  norte,  don- 
de se  encuentra  la  provincia  de  Chichas,  con 
las  dilatadas  regiones  del  Chaco  Gualamba. 
La  de  Santiago  del  Estero  fué  la  capital  del 
Tucumán  hasta  mediados  del  siglo  xvi!,  que 
pasó  a  serlo  la  de  Córdoba,  y  con  la  creación 
del  virreinato  del  Río  de  la  Plata  en  1776  y  el 
establecimiento  de  las  intendencias  en  1778. 
La  gobernación  del  Tucumán  quedó  dividida 
en  dos  Gobiernos  intendencias:  el  de  Salta  y 
el  de  Córdoba.  El  primero  comprendía  la  ciu- 
dad de  su  nombre  por  capital,  y  la  de  Tucu- 
mán, Santiago  del  Estero,  Catamarca  y  Jujuy, 
cuyo  primer  gobernador  intendente  fué  el  bri- 
gadier D.  Andrés  Mestre,  que  lo  había  sido 
antes;  y  el  segundo,  el  de  la  ciudad  de  su  nom- 
bre por  capital  y  las  de  la  Rioja  y  Mendoza, 
San  Juan  y  San  Luis,  y  tuvo  por  primer  gober- 
nador intendente  al  coronel  Rafael  Marqués  de 
Sobremonte. 

Tucumán  (combate  de).  El  3  de  abril  de  1821. 
Iniciada  la  guerra  civil  entre  las  provincias  ar- 
gentinas del  norte,  una  fuerza  de  tropas  salte- 
ñas,  en  combinación  con  las  de  Santiago  del 
Estero,  invaden  a  Tucumán.  Pero  el  ejército 
de  D.  Abraham  González  y  del  famoso  guerri- 
llero jujeño  D.  Manuel  Eduardo  Arias,  la  de- 
rrota completamente  a  inmediaciones  de  la  ciu- 
dad de  Tucumán.  Güemes,  jefe  de  los  sáltenos, 
volviendo  a  invadir  a  Tucumán,  sufre  nuevas 
derrotas  en  Acequiones  y  Trancas. 

Tucumán  (Constitución).  Una  convención  cons- 
tituyente sanciona  la  Constitución  que  se  da  a 
la  provincia,  el  13  de  marzo  de  1856.  Formaban 
parte  de  esta  Asamblea  los  siguientes  señores: 
Salustiano  Zavalía,  presidente;  Juan  María 
Araoz,  Julián  Murga,  Nicasio  Larrizo,  Justi- 
niano  Frías,  W.  Ponce,  José  Carlos  López, 


Segundo  Roca,  José  Frías,  Andrés  Rentería, 
Ángel  José  Padilla,  Domingo  Martínez  Muñe- 
cas, Cayetano  Rodríguez,  Pascual  Place,  se- 
cretario. 

Tucumán.  Provincia  y  ciudad  del  interior  de  la 
República.  Esta  provincia,  designada  con  el 
nombre  de  Jardín  de  la  República  por  la  in- 
comparable hermosura  que  ostenta  su  natura- 
leza, tiene  una  superficie  de  24.199  kilóme- 
tros cuadrados  y  una  población  de  más  de 
300.000  habitantes.  Su  aspecto  es  hermosísimo; 
más  de  la  mitad  de  su  territorio  está  ocupado 
por  la  cadena  del  Aconquija,  de  la  cual  se  des- 
prenden numerosos  cordones  que  circundan  es- 
pléndidos valles  y  hermosas  selvas  de  vegeta- 
ción subtropical,  y  sus  llanuras  están  surcadas 
por  numerosos  arroyos.  Las  principales  pro- 
ducciones de  la  provincia  son:  la  caña  de  azú- 
car, el  algodón,  tabaco  y  arroz,  que  se  culti- 
van en  más  de  sesenta  grandes  ingenios.  La 
industria  pecuaria  es  también  floreciente;  to- 
dos sus  productos  se  transportan  por  medio  de 
las  cinco  vías  férreas  de  que  está  surcada. 
Está  dividida  en  once  departamentos.  La  ciu- 
dad de  San  Miguel  de  Tucumán  es  la  capi- 
tal, edificada  sobre  el  río  Salí;  cuenta  con 
60.000  habitantes.  Fué  fundada  el  29  de  sep- 
tiembre de  1565,  por  el  capitán  Diego  de  Vi- 
llarroel.  Esta  ciudad  es  la  quinta  de  la  Repú- 
blica por  su  importancia  económica  y  el  núme- 
ro de  habitantes;  es  muy  pintoresca.  Entre  los 
edificios  públicos  se  conserva  la  casa  del  Con- 
greso que  proclamó  la  independencia  argenti- 
na, y  la  ciudadela,  que  recuerda  el  triunfo  del 
general  Belgrano. 

Tucumán  (batalla).  El  ejército  argentino,  des. 
pues  de  la  derrota  de  Huaqui,  no  había  hecho 
más  que  ir  retrocediendo,  hasta  que  el  gene- 
ral Belgrano  se  recibió  oe  él.  Luego  que  éste 
pudo  darle  alguna  organización  juzgó  que  era 
necesario  infundir  valor  a  los  suyos  e  imponer 
respeto  al  enemigo,  volviendo  a  ocupar  el  te- 
rreno perdido,  y  marchó  con  mil  infantes  y 
quinientos  caballos  a  situarte  en  Jujuy,  en 
donde  determinó  completar  su  organización. 
Allí  se  mantuvo,  hasta  que  el  general  Goyene- 
che,  libre  de  los  cuidados  que  le  había  dado  el 
levantamiento  de  los  naturales,  y  especialmen- 
te de  la  heroica  Cochabamba,  determinó  al  fin 
marchar  con  3.000  hombres  sobre  Belgrano, 
plenamente  confiado  en  apoderarse  de  todo  el 
país  hasta  Tucumán,  por  donde  contaba  poner- 
se en  relación  con  Montevideo  para  ahogar  la 


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TUM 


revolución  concentrada  en  Buenos  Aires.  En 
aquellos  terribles  momentos  la  suerte  de  la  pa- 
tria  estaba  en  manos  de  Belgrano.  Iniciada  la 
ofensiva  por  el  general  D.  Pío  Tristán  (1),  a 
quien  Goyeneche  confió  el  mando  del  ejército, 
el  general  argentino  se  puso  en  retirada,  esca- 
ramuzando  con  las  avanzadas  enemigas.  El  2 
de  septiembre,  600  hombres  de  caballería  car- 
garon vigorosamente  sobre  su  retaguardia  en 
el  rio  de  Las  Piedras  y  la  arrollaron  hasta  el 
grueso  del  ejército;  aquí  fueron  valientemente 
recibidos  Belgrano  y  rechazados  con  pérdida  de 
algunos  muertos  y  prisioneros.  La  retirada 
continuó  con  mejor  espíritu  después  de  esta 
acción  hasta  la  misma  ciudad  de  Tucumán,  y  el 
23  de  septiembre  el  general  Belgrano  tomó 
posición,  esperando  al  enemigo  por  el  camino 
de  Salta.  Al  amanecer  el  24  supo  que  el  gene- 
ral Tristán  había  dado  un  rodeo  y  lo  atacaba 
por  el  Sud  con  objeto  de  cortarle  la  retirada. 
Belgrano  marchó  rápidamente  hacia  allí,  y 
habiendo  formado  su  línea  de  batalla,  man- 
dó atacar  a  la  bayoneta  mientras  el  ene- 
migo formaba  la  suya.  La  batalla  fué  dispu- 
tada, y  en  los  primeros  momentos  [os  dos 
generales  pudieron  atribuirse  la  victoria. 
Belgrano,  con  la  caballería,  se  encontró  a  es- 
paldas del  enemigo;  su  infantería  se  atrincheró 
en  la  ciudad  de  Tucumán,  y  Tristán  con  la  suya 
avanzó  a  intimarle  rendición;  pero  conociendo 
luego  su  derrota,  se  puso  en  retirada  hacia  el 
norte.  Entonces  el  ejército  victorioso  efectuó 
su  reunión  el  25,  y  el  general  Belgrano  despa- 
chó a  la  capital  un  expreso  con  el  primer  parte 
de  la  batalla,  que  es  el  siguiente:  «La  patria 
puede  gloriarse  de  la  completa  victoria  que 
han  obtenido  sus  armas  el  24  del  corriente, 
día  da  Nuestra  Señora  de  las  Mercedes,  bajo 
cuya  protección  nos  pusimos  50  oficiales,  4  ca- 
pellanes, 2  curas,  600  prisioneros,  400  muertos, 
7  cañones,  3  banderas,  un  estandarte,  las  mu- 
niciones de  cañón  y  de  fusil;  todos  los  bagajes 
y  aun  la  mayor  parte  de  los  equipajes  son  el  re- 
sultado de  ella.  Desde  el  último  individuo  del 
ejército  hasta  el  de  mayor  graduación  se  han 
comportado  con  el  mayor  honor  y  valor.  Al 
enemigo  lo  he  mandado  perseguir,  pues  con 
sus  restos  va  en  precipitada  fuga;  daré  a  V.  E. 


(1)  Tristán  era  primo  de  Goyeneche  y  hermano  de  otro 
Tristán  que  había  estado  por  la  causa  de  la  revolución  y 
que  apostató  después  del  combate  de  Huaoui,  lo  mismo 
que  el  brigadier  Rivero 


un  parte  pormenor  luego  que  las  circunstan- 
cias me  lo  permitan.  Dios  guarde  a  V.  E.  mu- 
chos años.  Tucumán,  septiembre  26  de  1812. 
Excelentísimo  señor.  Manuel  Belgrano.  Exce- 
lentísimo  superior  Gobierno  de  las  Provincias 
Unidas  del  Río  de  la  Plata.»  El  ejército  de  la 
patria  constaba  de  1 .600  hombres  de  tropas  re- 
gulares, y  su  orden  de  batalla  fué  el  siguiente: 
en  el  centro,  tres  columnas  de  infantería,  que 
mandaban  el  capitán  Forest  y  los  comandantes 
Wames  y  Superi;  dos  de  caballería  en  los 
costados,  mandados  por  los  tenientes  corone- 
les D.  J.  R.  Balcarce  y  Bernáldez;  cuatro  pie- 
zas volantes,  por  el  mayor  Holemberg,  y  la  re- 
ser\'a,  por  el  coronel  D.  Manuel  Dorrego.  El 
eiército  realista  se  componía  de  3.000  hombres 
de  las  tres  Armas,  con  13  piezas  de  artillería. 
Entre  sus  oficiales  prisioneros,  que  en  la  per- 
secución llegaron  a  58,  se  encontraron  los  co- 
roneles de  los  regimientos  Real  de  Lima  y 
Abancay.  La  victoria  costó  a  los  argentinos  un 
oficial  y  64  hombres  muertos,  y  6  oficiales  y 
183  soldados  heridos,  fuera  de  una  pequeña 
pérdida  en  la  caballería  irregular,  que  contri- 
buyó al  triunfo . 

Tncumán  (ciudadela  de).  Recibido  el  coronel 
San  Martín  (29  de  enero  de  1814)  en  su  campa- 
mento en  las  Juntas,  camino  de  Tucumán  a  Ju- 
juy,  dio  cuenta  al  director  Posadas  el  haber 
dispuesto  (13  de  febrero)  la  construcción  de  un 
campo  atrincherado  en  las  inmediaciones  de  la 
ciudad.  Esfe  campo  fué  el  después  llamado 
«Ciudadela  de  Tucumán»,  célebre  en  los  fastos 
argentinos. 

Tomusla  (combate).  El  1  de  abril  de  1825.  Ei 
brigadier  D.  Pedro  Antonio  de  Olañeta,  hijo 
de  Jujuy,  pero  al  servicio  de  España,  que  du- 
rante más  de  quince  años  había  hecho  la  gue- 
rra a  los  independientes  en  el  Alto  Perú,  des- 
pués de  la  batalla  de  Ayacucho  (9  de  diciembre 
de  1824)  se  prepara  para  resistir  al  ejército 
triunfante  que  marchaba  en  su  busca.  Pero  a  la 
vez  el  gobernador  de  Salta,  general  Arena- 
les, se  había  puesto  en  campaña  con  objeto  de 
someter  a  este  bravo  jefe,  que  aún  se  obstina- 
ba en  resistir  a  la  bandera  triunfante  en  el  con- 
tinente sudamericano.  En  tal  situación,  el  co- 
ronel D.  Carlos  Medina-Celi,  también  ameri- 
cano y  que  militaba  con  Olañeta,  encontrando 
ya  inútil  seguir  defendiendo  una  causa  perdi- 
da, se  pronuncia  en  Tumusla  cerca  de  Potosí, 
por  las  armas  de  los  patriotas;  pero  Olañeta 
marcha  a  atacarlo  inmediatamente  con   objeto 


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de  reducirlo,  y  en  el  combate  que  libran  es  ven- 
cido y  muerto  este  jefe.  Medina-Celi  y  la  ma- 
yor parte  de  las  fuerzas  de  Olañeta  se  pusie- 
ron a  disposición  de  Arenales,  concluyendo 
así  la  guerra  de  la  independencia  en  el  Alto 
Perú. 

Tunas  (combate).  En  la  rebelión  de  López  Jor- 
dán el  1  de  mayo  de  1874,  los  rebeldes  al  man- 
do de  Leiva,  que  habían  sido  arrojados  del 
cerco  que  intentaron  poner  a  la  ciudad  del  Pa- 
raná, con  sus  grandes  masas  de  caballería  li- 
gera, seguían  merodeando  en  las  inmediacio- 
nes de  la  población.  El  coronel  Ayala,  jefe  de 
la  plaza,  con  el  deseo  de  provocar  una  batalla 
decisiva,  sale  con  sus  fuerzas,  muy  inferior  en 
número,  y  marcha  hacia  el  campamento,  cerca 
del  arroyo  de  las  Tunas;  pero  el  enemigo,  des- 
pués de  un  simulacro  de  combate  formal,  y  de 
haber  hecho  algunas  cargas  y  recibir  otras, 
huye,  abandonando  el  campo  y  sus  heridos.  Se 
toman  muchos  prisioneros. 

Tupac-Amarú  (José  Gabriel  Condorcanqui) 
Cacique  de  Tungasuca,  en  la  provincia  de  Tin- 
ta, nacido  en  1743.  Descendía  de  los  Incas,  y  se 
educó  en  el  colegio  de  Cuzco  y  en  la  Universi- 
dad de  Lima.  Profundamente  conmovido  por  la 
suerte  de  su  raza,  Tupac-Amarú  preparó  len 
tamente  una  revolución  vengadora,  comprando 
secretamente  armas  y  buscando  inteligencias 
en  las  diferentes  provincias  a  que  le  llevarasu 
oficio  de  arriero.  Proclamado  por  los  indios 
libertador  del  reino  y  padre  común,  se  presen- 
tó como  el  reparador  de  todos  los  agravios.  La 
revolución  se  propagó  como  la  chispa  eléctri- 
ca, iniciada  (4  de  noviembre  de  1780)  con  la 
muerte  del  corregidor  D.  Antonio  Arriaga, 
hasta  el  Tucumán  en  la  distancia  de  300  le- 
guas. Los  voluntarios  del  Cuzco,  que  en  nú- 
mero de  600  acudieron  apresuradamente  a 
sofocarla  en  su  origen,  perecieron  entre  las 
llamas  y  a  los  golpes  de  los  sublevados  en  la 
iglesia  de  Sangarara.  Las  haciendas  de  ios  es- 
pañoles eran  devastadas,  los  obrajes  destruí- 
dos  y  sus  dueños  perseguidos  sin  misericordia. 
En  las  provincias  de  Charcas  se  cometieron 
los  más  horribles  atentados.  Como  mil  perso- 
nas fueron  muertas  en  la  iglesia  del  pueblo 
de  San  Pedro  de  Buena  Vista.  En  Topacarí,  en 
Oruro,  en  el  pueblo  de  Caracaro,  la  sangre 
corrió  a  raudales.  Precedido  de  tan  horribles 
actos,  marchó  Tupac-Amarú  hacia  el  Cuzco, 
pensaba  establecer  su  capital  y  donde  se  ha- 
bían refugiado  los  fugitivos  de  las  provincias. 


Su  hueste  que  pasaba  de  60.000  hombres, 
quedó  reducida  a  40.000  después  de  un  ligero 
choque,  al  que  se  siguió  el  desaliento  de  sus 
secuaces  y  de  él  mismo,  hasta  que  acosado  por 
todas  partes  por  las  numerosas  fuerzas  al  man- 
do del  mariscal  de  campo  D.  José  Antonio  del 
V^lle,  trató  de  huir;  pero  fué  tomado  en  Lan- 
gui  (6  de  abril  de  1781).  Conducido  al  Cuzco, 
juzgado  y  sentenciado  por  el  visitador  general 
D.  José  Antonio  de  Areche,  fué  muerto  de  una 
manera  tan  bárbara  como  horribles  habían  sido 
los  crímenes  cometidos  en  la  sedición.  Tupac- 
Amarú  fué  condenado  a  ser  sacado  a  la  plaza 
principal  de  la  ciudad  del  Cuzco,  arrastrándole 
un  caballo  hasta  el  lugar  del  suplicio,  donde 
presenció  la  ejecución  de  las  sentencias  que  se 
dieron  a  su  mujer  Micaela  Bastidas,  a  sus  dos 
hijos  Hipólito  y  Fernando  Tupac-Amarú,  a  su 
cuñado  Antonio  Bastidas,  a  su  tío  Francisco 
Tupac-Amarú  y  a  los  demás  principales  de  su 
tropa.  Terminada  esta  sangrienta  operación, 
uno  de  los  verdugos  le  cortó  la  lengua  a  José 
Gabriel  Tupac-Amarú,  y  después  le  amarraron 
por  cada  uno  de  los  brazos  y  piernas  con  unas 
cuerdas  fuertes,  de  modo  que  éstas  se  ataron  a 
las  cinchas  de  cuatro  caballos  que  estaban  con 
su  jinetes  mirando  las  cuatro  esquina  de  la  pla- 
zaMayor,  y  a  unaseflal  dada  loscaballos  tiraron 
y  dividieron  en  cuatro  partes  el  cuerpo  del  des- 
graciado inca,  destinándose  la  cabeza  al  pue- 
blo de  Tinta,  un  brazo  al  de  Tungasuca,  otro  a 
la  capital  (Sandia)  de  la  provincia  de  Caraba- 
ya,  una  pierna  al  pueblo  de  Livitaca,  en  la  de 
Chumbivilcas,  y  otra  al  de  Santa  Rosa,  en  la 
de  Lampa;  y  el  resto  de  su  cuerpo  al  cerro  de 
Picchú,  por  donde  quiso  entrar  a  esta  última 
ciudad,  y  en  donde  estaba  preparada  una  ho- 
guera en  la  que  lo  echaron,  juntamente  con  el 
de  su  mujer,  hasta  que,  convertidos  en  cenizas, 
se  esparcieron  por  el  aire.  La  ejecución  de  esos 
desgraciados  tuvo  lugar  el  viernes  18  de  mayo 
de  1781.  Los  sublevados,  lejos  de  aterrarse  con 
tan  horrible  espectáculo,  cual  jamás  se  había 
visto  antes  por  esta  parte  del  Nuevo  Mundo, 
pelearon  desesperadamente  por  vengar  a  su 
libertador.  Sorata  fué  tomada  a  saco  y  san- 
gre, haciendo  más  de  diez  mil  víctimas.  Puno 
se  salvó  por  la  heroica  resistencia  de  su 
corregidor.  Las  tropas  de  Buenos  Aires  remi- 
mitidas  por  el  virrey  Vértiz,  y  conducidas  por 
jefes  esforzados  como  el  comandante  en  jefe 
D.  José  Reseguin,  el  teniente  coronel  D.  Cris- 
tóbal López  y  el  capitán  D.  Sebastián  Sánchez, 


TUY 


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sometieron  a  los  furiosos  indios  del  Alto  Perú 
después  de  nuevos  escarmientos. 
Tuyntf  (batalla).  Ganada  por  el  general  Mitre, 
jefe  de  los  aliados  en  la  guerra  contra  el  Para- 
guay, el  24  de  mayo  de  1866.  En  el  campo  atrin- 
cherado de  este  nombre,  que  en  idioma  guaraní 
quiere  decir  «barro  blanco»,  23.000  paraguayos 
salieron  de  las  trincheras  atacando  al  ejército 
aliado,  que  peleó  bizarramente  por  espacio  de 
cuatro  horas  y  media,  hasta  que  derrotados 
aquéllos  abandonaron  el  campo,  dejando  más 


TUY 

de  cuatro  mil  muertos  y  gran  número  de  herí 
dos  y  prisioneros.  Los  aliados  perdieron  más  de 
tres  mil  hombres.  El  3  de  noviembre  de  1867,  so- 
bre este  mismo  campo,  fueron  de  rrotadas  por 
segunda  vez  las  fuerzas  paraguayas  en  el  ata- 
que que  llevaron  a  los  argentinos  y  brasileños. 
Los  héroes  de  la  jornada  fueron  los  jefes  ar- 
gentinos Hornos  y  Báez  y  ei  brasileño  barcn 
de  Porto  Alegre.  El  Congreso  Nacional  decre- 
tó en  1872  un  cordón  de  honor  a  los  vencedores 
de  ese  hecho  de  armas  de  24  de  mayo  de  1866, 


Bl«C.  HlST.  BlOQR. 


u 


Ugarteche  y  Figueroa  (Francisco).  Nombra 
do  gobernador  de  Tucumán,  el  12  de  marzo 
de  1812  hasta  junio  del  mismo  año.  Este  patrio- 
ta contribuyó  muy  poderosamente  a  la  reunión 
de  las  Milicias  en  sostén  de  la  causa  de  la  in- 
dependencia y  facilitó  todas  las  maderas  y  paja 
necesarias  para  techar  los  cuarteles  mandados 
construir  dentro  de  la  principiada  ciudadela, 
que  está  como  a  10  cuadras  al  Sudoeste  de  la 
ciudad  de  Tucumán. 

Ugarteche  (José  Francisco).  Abogado.  Nacido 
en  el  Paraguay  en  1768.  Vino  a  Buenos  Aires 
muy  joven,  donde  cursó  sus  estudios  en  el  Co- 
legio de  San  Carlos.  Se  doctoró  en  la  Univer- 
sidad de  Charcas.  De  regreso  a  Buenos  Aires 
contrajo  matrimonio  con  D.°  Juana  Echenagu- 
cía,  ejerciendo  su  carrera  y  ocupando  algunos 
puestos  públicos  en  la  administración.  Diputa- 
do a  la  Asamblea  de  1813,  formó  parte  de  la 
Junta  protectora  de  libertad  de  imprenta,  en  el 
año  1821;  en  1824,  en  unión  del  coronel  Dorre- 
go,  dirigió  el  periódico  El  Argentino,  que  abo- 
gaba por  el  federalismo;  en  1826  diputado  al 
Congreso  general  constituyente  por  la  pro- 
vincia de  Santiago  del  Estero,  en  cuya  Asam- 
blea demostró  sus  cualidades  oratorias,  abo- 
gando siempre  por  el  credo  federal.  En  1830 
fué  camarista  en  lo  criminal  y  fiscal  del  crimen 
al  año  siguiente.  Interinamente  ministro  de  Ha- 
cienda. Falleció  en  esta  ciudad,  el  4  de  julio 
de  1834. 

Unión  del  Sud  (Colegio  de  la").  El  9  de  julio 
de  1818  fué  celebrado  en  Buenos  Aires  con  la 
instalación  del  Colegio  de  la  Unión  del  Sud, 
fundado  sobre  la  base  del  de  San  Carlos  (v.). 
Para  el  sostenimiento  de  las  cátedras  quedó, 
por  resolución  del  Congreso,  especialmente 
afectado  el  impuesto  sobre  herencias  transver- 
sales, creado  por  decreto  de  30  de  septiembre 


de  1812,  co  n  el  objeto  de  impedir  que  los  capi- 
tales adquiridos  por  españoles  salieran  fuera 
del  país  donde  se  habían  creado.  Antes  de  esta 
reforma  habían  tenido  lugar  algunos  progre- 
sos que  merecen  particular  recuerdo.  El  pri- 
mer Triunvirato  había  iniciado  la  idea  de  fun- 
dar un  Instituto  literario  en  que  debía  enseñar- 
se con  preferencia  las  ciencias  naturales.  Para 
costearlo  en  aquella  época  de  penuria  mandó 
abrir  el  Gobierno  una  suscripción  nacional; 
pero  a  pesar  de  que  ésta  fué  encabezada  por 
tres  extranjeros  que  ofrecieron  contribuir  con 
7.000  pesos  fuertes,  el  proyecto  no  fué  llevado 
a  cabo  por  falta  de  maestros.  Uno  de  los  en- 
cargos que  Rivadavia  llevó  a  su  salida  para 
Europa  en  1814,  fué  promover  la  venida  de  pro- 
fesores, y  en  efecto,  algunos  vinieron.  Duran- 
te la  corta  administración  de  Alvear  se  instaló, 
también  por  suscripción,  la  Academia  de  Juris- 
prudencia, dirigida  por  el  Dr.  D.  Manuel  An- 
tonio Castro.  Poco  después  la  Escuela  de  Di- 
bujo, fundada  por  el  padre  franciscano  Casta- 
ñeda, bajo  la  protección  del  Consulado.  En 
marzo  de  1816  se  instaló  la  Academia  de  Mate- 
máticas, dirigida  por  el  español  Senillosa  y 
destinada  a  formar  oficiales  ingenieros.  La  en- 
señanza primaria  gratuita  continuaba  propa- 
gándose por  el  Cabildo  en  las  escuelas  que 
sostenía  en  cada  parroquia,  y  en  cada  uno  de 
los  cinco  conventos  de  regulares  se  enseñaba 
también  las  primeras  letras  a  algunos  niños. 
Por  estos  medios,  por  el  creciente  desarrollo 
de  la  Prensa  periódica,  por  la  introducción  de 
libros  franceses  se  aumentaban  los  medios  de 
instruirse  y  se  desplegaba  la  emulación  por  el 
saber. 

Universidad.  El  22  de  marzo  de  1778,  por  una 
Real  cédula,  se  dispuso  fundar  una  Universi- 
dad en  Buenos  Aires,  lo  que  no  se  llevó  a 


URD 


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URI 


cabo.  Esta  orden  fué  reiterada  en  1798,  pero 
sin  resultado,  hasta  que  el  18  de  mayo  de  1819, 
el  director  Pueyrredón  promovió  su  creación 
ante  el  Congreso.  Este  proyecto  fué  aprobado, 
pero  se  retardó  su  ejecución  a  consecuencia 
de  la  anarquía  que  envolvía  al  país.  Recién 
el  12  de  agosto  de  1821,  fué  solemnemente 
inaugurada  en  el  templo  de  San  Ignacio,  la 
Universidad  Mayor  de  Buenos  Aires,  cuyo 
primer  rector  fué  el  sabio  sacerdote  doctor 
D.  Antonio  Sáenz.  La  Universidad  o  Academia 
de  Medicina,  como  se  le  designaba,  celebró  su 
instalación  el  18  de  abril  de  1822.  El  licen- 
ciado D.  Justo  García  y  Valdés  fué  nombrado 
para  presidirla. 

Urdininea  (José  M.  Pérez  de).  Militar.  Nacido 
en  Bolivia,  el  26  de  noviembre  de  1782.  Co- 
menzó la  carrera  militar  en  1809,  y  en  1811  se 
incorporó  al  ejército  argentino,  en  cuyas  filas 
hizo  las  campañas  del  Alto  Perú,  llegando  a 
comandante  de  las  avanzadas  de  las  tropas  de 
Gfiemes.  En  1819,  San  Martín  lo  comisionó 
para  levantar  tropas  en  San  Juan  y  engrosar 
las  filas  de  Güemes,  en  Salta,  continuando  allí 
sus  servicios  hasta  la  muerte  de  este  célebre 
caudillo.  Fué  también  gobernador  de  San  Juan 
en  1822,  un  año,  volviendo  nuevamente  a  po- 
nerse al  frente  del  ejército  salteño  para  com- 
batir los  últimos  restos  del  ejército  español. 
Terminada  la  guerra  de  la  independencia  vol- 
vió a  Bolivia,  donde  llegó  a  ocupar  la  primera 
magistratura  y  otros  puestos  elevados  de  la 
administración  pública.  Falleció  en  La  Paz,  el 
14  de  julio  de  1865. 

Uriarte  ( Pedro  Francisco  de).  Sacerdote.  Na- 
tural de  Santiago 
del  Estero,  en 
1759.  Se  señaló 
por  su  patriotis- 
mo y  por  sus  vir- 
tudes. En  1810,  al 
proclamarse  la 
revolución, se  ad- 
hirió con  entu- 
siasmo, y  por  su 
prestigio  y  talen- 
to fué  electo  di- 
putado por  San- 
tiago, al  Congre- 

so  que,  reunido  °-  ^*^'^''°  francisco  de  Uriarte. 
en  Tucumán,  declaró  la  independencia  de  la 
República,  en  1816.  Más  tarde  fué  párroco  de 
Loreto,  falleciendo  en  dicha  provincia  en  1829. 


D.  José  Evaristo  Uriburu. 


Uriburu  Qosé  Evaristo).  Político  y  hombre  de 
Estado.  Nació  en  la  ciudad  de  Salta,  el  19  de 
noviembre  de 
1831.  Cursó  sus 
estudios  en  la 
Universidad  de 
Buenos  Aires,  y 
siendo  estudian- 
te, en  1852,  fué 
nombrado  por  el 
Gobierno  de  Bue^ 
nos  Aires  oficial 
del  ministerio  de 
Gobierno.  En 
1854  se  doctoró 
en  Jurispruden- 
cia, regresando  a 
su  provincia  na- 
tal, donde  des- 
empeñó varios  cargos  públicos.  Diplomático, 
diputado  y  senador  nacional.  Vicepresidente 
de  la  República;  y  asumió  la  presidencia  de  la 
Nación  al  renunciar  el  Dr.  D.  Luis  Sáenz 
Peña.  Su  actuación  en  el  Gobierno  fué  ejem- 
plar. Fué  ministro  plenipotenciario  y  enviado 
extraordinario  en  Bolivia,  en  el  Perú  y  en 
Chile,  en  1883,  en  cuyo  puesto  se  granjeó  la 
adhesión  del  país  por  su  digna  conducta  en 
momentos  delicadísimos.  En  1899  fué  electo 
senador  nacional  con  el  concurso  de  todos  los 
partidos,  y  en  1901,  nombrado  representante 
argentino  ante  el  arbitro,  en  la  cuestión  de 
límites  con  Chile.  Fué  nuevamente  senador 
nacional  y  candidato  a  la  presidencia  de  la 
República.  Murió  en  Buenos  Aires,  el  domingo 
25  de  octubre  de  1814. 

Urien  (Carlos).  Nació  en  Buenos  Aires,  en  1816. 
Tomó  parte  en  la  expedición  al  desierto  en 
1833,  y  en  1839,  como  opositor  a  la  tiranía, 
figuró  entre  los  revolucionarios  y  fué  condu- 
cido preso  a  Santos  Lugares.  Recobró  su  li- 
bertad y  se  trasladó  a  Montevideo,  donde 
sirvió  en  el  batallón  de  «aguerridos»,  y  des- 
pués fué  capitán  ayudante  de  la  «Legión  ar- 
gentina. Tomó  parte  en  los  combates  del  Ce- 
rro, en  1843;  en  el  ataque  del  Buceo,  en  1844 
y  1845;  en  la  batalla  del  Pantanoso,  a  las  ór- 
denes del  general  Paz,  en  Corrientes.  Vuelto 
a  Buenos  Aires,  después  de  la  caída  de  Rosas, 
se  halló  en  la  revolución  del  11  de  septiembre 
del  1852,  como  jefe  de  batallón,  hallándose  en 
los  combates  de  los  Potreros  de  Langdon,  en 
el  ataque  y  defensa  de  la  Casa  de  Hornos 


URI 


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URQ 


etcétera.  En  la  campaña  del  Paraguay  se  ha- 
lló en  Paso  de  la  Patria,  Boquerón  de  Piris, 
18  de  Julio,  Tuyutí,  Curupayti  y  otros  hechos 
de  armas  de  esa  campaña.  En  la  revolución  de 
1880  tuvo  a  su  cargo  un  batallón  entre  los  de- 
fensores de  Buenos  Aires,  siendo  éste  el  últi- 
mo servicio  que  prestó  en  su  carácter  militar. 
Formó  siempre  en  el  partido  unitario,  y  fué 
gran  admirador  del  general  Mitre.  El  coronel 
Urien  falleció  en  Buenos  Aires,  el  7  de  marzo 
de  1893. 

Urien  (José  Domingo  de).  Militar.  Nació  en 
Buenos  Aires,  el  5  de  julio  de  1770.  Fué  conta- 
dor del  Real  Consulado  de  Comeccio,  y  duran- 
te las  invasiones  inglesas  se  batió  como  jefe 
del  tercer  batallón  de  Patricios,  en  los  años 
de  1806  y  1807,  en  los  combates  de  las  inmedia- 
ciones de  la  plaza  Lorea  (hoy  es  parte  de  la 
plaza  del  Congreso)  y  en  la  toma  y  rendición 
del  convento  de  Santo  Domingo,  el  5  de  Julio 
de  1807.  Tres  años  después,  en  los  días  de  la 
revolución  de  mayo,  desempeñó  igual  cargo. 
En  abril  de  1815  fué  elevado  a  la  jerarquía  de 
coronel .  Murió  repentinamente  en  esta  ciudad, 
el  23  de  diciembre  de  1817. 

Urien  (José! María  de).  Militar.  Hijo  del  ante- 
rior. Nacido  en  Buenos  Aires,  el  20  de  enero 
de  1791.  Muy  niño  aún  se"!  batió  como  oficial 
durante  los  años  1806  y  1807.  Durante  la  re- 
volución del  año  diez  fué  uno  de  los  primeros 
voluntarios  a  la  expedición  al  interior,  hallán- 
dose en  Suipacha  y  en  otras  acciones  de  gue- 
rra en  el  ejército  del  Alto  Perú,  como  oficial 
de  arribeños.  Murió  en  Buenos  Aires  en  1824. 

Urien  (Juan  Ramón  de).  Militar.  Hermano  de 
D.  José  Domingo.  Nació  en  esta  ciudad.  Se 
halló  en  las  invasiones  inglesas  y  en  el  movi- 
miento de  mayo,  reproduciendo  en  el  Cabildo 
abierto  del  22  el  voto  de  Saavedra.  Se  halló 
en  Suipacha  como  jefe  de  Artillería;  desempe- 
ñó algunas  delicadas  comisiones  militares  en- 
comendadas por  la  Junta,  tomando  prisionero 
al  ex  virrey  Liniers,  en  Córdoba. 

Urizar  y  Arespacóchega  (Esteban  de).  Viz- 
caíno. Gobernador  de  la  provincia  del  Tucu- 
mán  desde  el  12  de  junio  de  1707.  La  primera 
disposición  del  nuevo  gobernador  fué  confir- 
mar, contra  la  práctica  establecida  hasta  en- 
tances,  en  sus  oficios  a  los  tenientes  puestos 
por  su  antecesor,  mientras  pudiera  conocer 
por  experiencia  quiénes  eran  en  las  ciudades 
los  sujetos  más  idóneos  para  confiarles  estos 
importantes  empleos.  Tan  prudente  arbitiio 


mereció  el  aplauso  de  todos  los  Cabildos.  Los 
bárbaros  del  Chaco  tenían  infestados  los  ca- 
minos, y  principalmente  las  fronteras  de  Salta, 
Tucumán  y  Jujuy.  Urizar  organizó  una  expedi- 
ción general  en  combinación  con  las  provincias 
vecinas,  logrando  así  la  conversión  de  varias 
tribus  que  se  agregaron  en  una  reducción,  a  la 
cual,  por  el  sitio  donde  se  fundó,  se  le  dio  el 
título  de  San  Esteban  de  Miraflores.  Su  admi- 
nistración produjo  inmensos  bienes  a  toda  la 
gobernación,  manteniéndose  en  ella  la  paz  que 
él  había  cimentado  con  su  celo;  los  bárbaros 
se  conservaron  enfrenados  y  los  subditos  con- 
seguían del  gobernador  cuanto  era  dable.  Este 
acordaba  audiencias  a  todos  y  a  todas  horas; 
era  recto  y  enérgico  en  la  administración  de 
justicia,  muy  recatado  y  circunspecto  en  su 
proceder,  apacible,  afable  y  discreto  en  su 
trato.  Hizo  a  su  costa  los  templos  del  convento 
de  la  Merced  de  Jujuy  y  del  colegio  de  la  Com- 
pañía de  Jesús  de  Salta,  donde  murió  el  4  de 
mayo  de  1724,  con  universal  sentimiento  de 
toda  la  provincia.  Por  disposición  suya  fué 
sepultado  en  la  iglesia  del  referido  colegio. 
Urquiza  (Justo  José  de).  Nació  en  Entre  Ríos; 
el  18  de  octubre  de  1801,  y  se  educó  en  esta 
capital  en  el  Colegio 
de  Ciencias  Morales. 
Vuelto  a  su  provin- 
cia, se  dedicó  al  co- 
mercio; mas  nombra- 
do alférez  de  Mili- 
cias demostró  su  afi- 
ción a  la  carrera  mi- 
litar, dedicándose  a 
ella,  tomando  parte 
en  las  luchas  civiles, 
entre  ellas  en  las  ac- 
ciones de  Vences, 
Pago  Largo,  Sau- 
ce, India  Muerta,  etc.  Fué  también  legisla- 
dor y  gobernador  en  1841.  Su  gobierno  fué 
progresista.  El  1  de  mayo  de  1851  se  pro- 
nunció contra  Rosas  y  abrió  su  célebre  cam- 
paña con  la  cooperación  del  Brasil  y  el  Uru- 
guay, dando  fin  con  la  dictadura  en  la  ba- 
talla de  Caseros,  el  3  de  febrero  de  1852. 
Fundó  el  famoso  Colegio  Nacional  del  Uruguay 
y  difundió  la  instrucción  pública,  estableciendo 
muchas  escuelas.  En  mayo  de  1852  reunió  a  los 
gobernadores  en  San  Nicolás  de  los  Arroyos; 
pero  Buenos  Aires  resistió  su  autoridad  por  me- 
dio de  la  revolución  de  septiembre  y  estableció 


D.  Justo  José  de  Urquiza. 


USP 


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UZA 


el  sitio,  y  el  1  de  mayo  de  1853  convocó  al  Con- 
greso general  constituyente  que  dictó  la 
Constitución  Nacional.  Poco  después  este 
Congreso  lo  eligió  presidente  de  las  trece  pro- 
vincias confederadas,  el  20  de  febrero  de  1854, 
cargo  que  ejerció  hasta  1860.  Producida  la  gue- 
rra civil  que  terminó  en  Pavón,  entre  las  pro- 
vincias y  Buenos  Aires,  el  12  de  diciembre 
de  1861  cesó  el  Gobierno  Nacional.  El  general 
Urquiza  fué  electo  gobernador  constitucional 
de  su  provincia  el  25  de  abril  de  1860,  y  en  1868 
lo  fué  por  segunda  vez.  Ejercía  ese  cargo 
cuando  fué  asesinado  en  su  residencia  de  San 
José,  el  11  de  abril  de  1870. 
Uspallata.  Paso  de  la  cordillera  de  los  Andes, 
en  Mendoza.  Este  boquete  se  halla  casi  a  igual 
distancia  de  los  cerros  de  Aconcagua  y  Tupun- 
gato.  Uspallata,  en  lenguaje  quichua,  significa 
garganta  preferida.  Por  este  paso  abrió  la 
marcha  la  división  de  Las  Heras,  el  18  de  ene- 
ro de  1817,  para  sorprender  la  guardia  enemi- 
ga al  occidente  de  a  cordillera  y  reunirse  en 


seguida  al  resto  del  ejército  en  Chacabuco. 

Uturanjro  (combate).  La  columna  del  brigadier 
Alvarez,  que  se  había  batido  con  Lamadrid  en 
enero  de  1816  en  Culpina,  es  destrozada  por 
este  jefe  y  los  indios  mandados  por  Camargo, 
uno  de  los  caudillos  más  prestigiosos  del  Alto 
Perú.  Con  esos  indios  que  sólo  estaban  arma- 
dos con  hondas,  pone  en  precipitada  fuga  al 
ejército  realista,  en  tanto  que  Lamadrid  con  su 
caballería  le  picaba  la  retaguardia.  Este  com- 
bate tuvo  lugar  en  la  quebrada  de  Uturango, 
el  2  de  febrero  de  1816. 

Uzal  (Francisco).  Coronel.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  10  de  octubre  de  1878.  Tomó  parte  en 
la  defensa  durante  las  invasiones  inglesas 
como  alférez,  siendo  ascendido  por  su  valor  a 
teniente.  Sargento  mayor  en  1811  y  teniente 
coronel  en  1813.  El  26  de  octubre  de  1814  fué 
nombrado  comandante  general  de  la  frontera 
de  Buenos  Aires.  El  11  de  junio  de  1814  reci- 
bió el  grado  de  coronel  de  línea.  Murió  en  e' 
año  1820. 


V 


Vacuna.  El  29  de  octubre  de  1821  se  estableció 
en  la  ciudad  de  Buenos  Aires  la  administración 
de  vacuna.  El  virtuoso  sacerdote  Dr.  D.  Sa- 
turnino Seguróla  (v.),  llevado  de  sus  sentimien- 
tos generosos  la  había  hasta  entonces  suminis- 
trado con  admirable  celo.  Este  mismo  sacerdo- 
te colocó  en  la  Biblioteca  pública  de  la  que  ha- 
bía sido  nombrado  director  el  7  del  mes  ante- 
rior, el  retrato  del  gran  benefactor  de  la  Hu- 
manidad, Eduardo  Jenner,  médico  inglés,  a 
quien  le  debe  el  mundo  la  inoculación  de  lava- 
cuna. 

Valdeneg^o  y  Leal  (Eusebio).  Uruguayo.  En 
clase  de  sargento  de  Blandengues  se  alistó 
en  1811  en  el  ejército  patriota  a  las  órdenes 
de  Artigas;  concurrió  al  primer  sitio  de  Monte- 
video a  las  órdenes  de  Rondeau,  en  cuya  cam- 
paña se  distinguió  sobremanera  en  el  apresa- 
miento de  un  buque  de  la  escuadra  enemiga 
que  conducía  víveres  a  la  plaza  sitiada,  hecho 
que  tuvo  lugar  el  28  de  septiembre  de  1811,  el 
que  tomó  por  asalto  con  solo  30  hombres,  apri- 
sionando a  todos  sus  tripulantes  y  embicando 
el  buque  en  la  playa;  se  halló  también  en  el 
combate  de  ¿as  Piedras,  en  1811.  Ascendido 
a  sargento  mayor,  fué  nombrado  teniente  go- 
bernador de  Corrientes,  en  1812;  pero  poco 
después  volvió  al  ejército  sitiador  de  Montevi- 
deo, y  a  su  regreso  fué  nombrado  secretario 
de  la  Comisión  militar  encargada  del  proceso 
del  Desaguadero,  el  22  de  mayo  de  1813.  Pro- 
movido a  coronel  en  1815,  y  sucesivamente  a 
general,  derrotó  al  caudillo  Artigas  en  el  com- 
bate de  Pos-Pos,  y  terminada  la  campaña  fué 
enviado  a  Santa  Fe  para  combatir  a  los  mon- 
toneros; pero  en  Fontezueías  desconoció,  en 
unión  de  otros  jefes,  la  autoridad  del  director 
Alvear,  y  poco  después  fué  desterrado  al  Río 
Negro  por  sus  opiniones  políticas;  por  igual 


motivo  sufrió  un  segundo  destierro,  el  7  de  fe 
brero  de  1817,  siendo  conducido  a  bordo  del 
bergantín  Betlem,  a  Savanah  (Estados  Unidos 
de  Norteamérica),  donde  arribó  el  7  de  mayo 
de  1817.  Poco  después,  en  el  mismo  año,  fué 
muerto  en  duelo  en  Baltimore.  El  general  Val- 
denegro  fué  un  militar  culto,  ilustrado  poeta  y 
orador  de  grandes  esperanzas  y  llamado  a  bri- 
llantes destinos  por  sus  talentos. 

Valle  (Tomás  Antonio).  Nació  en  la  ciudad  de 
San  Juan,  en  1765,  y  se  recibió  de  licenciado. 
En  1813  desempeñó  la  presidencia  de  la  Asam- 
blea general  constituyente,  siendo  su  secre- 
tario el  diputado  Vieytes.  En  1814  representó 
a  su  ciudad  natal  ante  la  Asamblea  general. 
Fué  asesor  y  auditor  general  del  ejército,  y 
dimitió  el  20  de  octubre  de  1815,  no  aceptán- 
dosele la  renuncia.  En  1824  presidió  el  Tribunal 
de  alzada  de  comercio  de  esta  capital;  en  1827 
fué  nombrado  juez  de  primera  instancia  en  los 
juicios  de  presas  y  auditor  de  Guerra  y  Marina. 

Vallejos  (Andrés).  Uno  de  los  63  repobladores 
de  Buenos  Aires;  compañero  de  D.  Juan  de 
Garay,  el  día  de  la  fundación  de  esta  ciudad, 
1 1  de  junio  de  1580.  Sólo  se  sabe  que  era  crio- 
llo; fué  agraciado  con  dos  lotes  de  terreno  en 
el  ejido  de  esta  ciudad,  consistente  uno  en  una 
manzana,  que  es  la  actual  circundada  por  las 
calles  de  Bernardo  de  Irigoyen,  Lima,  Vene- 
zuela y  Méjico,  y  un  tercio  de  manzana  for- 
mando esquina,  en  las  actuales  calles  de  San 
Martín  y  Bartolomé  Mitre.  Además  de  esto, 
una  suerte  de  tierra  de  cuatrocientas  varas 
de  frente  por  una  legua  de  fondo,  situada 
en  las  inmediaciones  de  la  ciudad. 
Van  Gelderen  (Adolfo).  Nacido  en  1835.  Edu- 
cador. Llegó  a  América  llamado  por  el  Go- 
bierno de  Bolivia,  para  actuar  de  profesor  en 
la  Universidad  de  Charcas,  pero  un  incidente 


VAR 


-  419  - 


VAR 


con  el  general  Melgarejo  lo  hizo  venir  a  la 
República  Argentina.  En  Tucumán  fundó  el 
primer  colegio,  teniendo  por  colaborador  al 
Dr.  Rojas.  En  Córdoba  contrajo  enlace  con  la 
seflora  Celina  Tejerina.  En  1860  vino  a  Buenos 
Aires  para  fundar  la  primera  escuela  central. 
En  1862  fundó  en  Dolores  la  escuela  superior 
de  aquella  ciudad,  donde  desempeñó  también 
el  cargo  de  defensor  de  pobres  y  ausentes. 
En  1865  fundó  el  Colegio  Nacional  de  Buenos 
Aires;  en  1870  fué  nombrado  rector  del  Cole- 
gio Nacional  del  Paraná;  en  1875  fundó  la  Es- 
cuela Normal  de  profesores  de  la  capital;  en 
1882  fué  vicepresidente  del  Consejo  Nacional 
de  Educación,  del  que  era  presidente  el  gran 
Sarmiento,  etc.  Deja  como  obras  sus  textos  de 
idiomas,  sus  Lecciones  de  Pedagogía  y  su  Car- 
tilla normal.  Educó  cinco  generaciones  y  murió 
a  los  ochenta  y  tres  años  de  edad  en  Córdoba, 
el  3  de  enero  de  1918.  Durante  toda  su  vida 
este  profesor  se  entregó  a  las  actividades  do- 
centes, demostrando  el  tesón  y  la  acrisolada 
limpieza  de  alma  que  sólo  poseen  las  vocacio- 
nes definitivas. 
Várela  (Florencio).  Jurisconsulto  y  político  ar- 
gentino, hermano  menor  de  D.  Juan  Cruz.  Na- 
ció en  Buenos  Aires,  el  23  de  febrero  de  1807. 
Su  padre,  D.  Jacobo  Adrián  Várela,  fué  su 
primer  maestro;  se  graduó  de  doctor  en  1827. 
Fué  empleado  en  el  ministerio  de  Gobierno  y 
Relaciones  Exteriores,  y  oficial  mayor  de  este 
último.  Después  de  la  revolución  de  1828,  en 
la  que  tomó  parte,  vióse  obligado  a  emigrar  a 
Montevideo.  En  1841,  por  motivo  de  salud, 
pasó  a  Río  Janeiro,  donde  residió  durante  al- 
gún tiempo.  Várela,  periodista  de  forma  bri- 
llante, reveló  sus  grandes  talentos  en  la  polé- 
mica literaria  y  en  las  discusiones  políticas, 
colaborando  en  las  columnas  de  El  Centinela, 
Eí  Mensajero  Argentino,  El  Granizo,  Comer- 
cio del  Plata,  etc.,  etc.  Durante  el  destierro 
formó  parte  de  la  Comisión  argentina  en  el 
bloqueo  francés,  firmando  con  el  plenipoten- 
ciario de  ese  país  el  protocolo  del  22  de  junio 
de  1840  en  que  se  declaraba  que  la  hostilidad 
de  Francia  no  era  al  pueblo  argentino,  sino 
únicamente  al  tirano  Rosas.  Desempeñó  tam- 
bién una  misión  en  París  relacionada  con  los 
asuntos  del  Plata,  mereciendo  especial  acogida 
de  Thiers,  primer  ministro  de  Francia,  y  años 
después  presidente  de  la  República.  Murió 
asesinado  por  la  espalda  en  la  puerta  de  su 
casa  en  la  noche  del  20  de  marzo  de  1848. 


Várela  (José  Felipe).  Montonero.  Se  titulaba 
general  jefe  expedicionario,  representante  de 
Sudamérica,  etc.  Cometió  depredaciones  sin 
fin  en  Salta,  Jujuy,  etc.,  saqueando,  asolando 
la  campaña,  robando  y  arreando  todos  los  ga- 
nados, destruyendo  la  agricultura,  degollando 
las  personas  que  encontraba  en  su  tránsito, 
llevando  mujeres  y  familias.  Con  el  fruto  da 
sus  depredaciones  Várela  se  internó  en  terri- 
torio boliviano,  donde  fué  recibido  en  calidad 
de  asilado.  Várela  era  coronel  de  la  nación 
antes  de  sublevarse  contra  el  Gobierno,  hasta 
la  victoria  de  Azüó/?  que,  con  militares  de  las 
condiciones  de  él  no  tenían  cabida  en  los  ejér- 
citos de  la  República.  Sin  embargo,  presentán- 
dose al  general  Paunero  en  Córdoba,  ofreció 
a  éste  sus  servicios,  que  fueron  aceptados,  y 
de  alguna  utilidad  cerca  del  general  Peñalosa, 
quien  se  había  declarado  independiente  en  la 
Rioja.  Fué  después  edecán  del  general  Urqui- 
za,  cuando  reunía  éste  el  cuerpo  de  ejército 
para  la  campaña  del  Paraguay,  que  se  desor- 
ganizó. Terminada  su  heroica  campaña  de  ese 
modo  tan  glorioso,  pasó  a  Buenos  Aires  a  so- 
licitar sus  sueldos  de  coronel,  que  le  fueron 
pagados  por  el  vicepresidente  de  la  República, 
a  la  sazón  en  ejercicio  del  Poder  Ejecutivo, 
doctor  D.  Marcos  Paz.  Después  apareció  en 
las  provincias  como  jefe  de  lo  que  él  llamaba 
cruzada  libertadora,  titulándose  general.  Este 
célebre  montonero  falleció  el  14  de  junio  de 
1870,  en  Chile. 
Várela  (Juan  Cruz).  Periodista  y  poeta.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  23  de  noviembre  de  1794. 
Empezó  sus  estu- 
dios universitarios, 
en  1810,  en  Córdo- 
ba, graduándose  en 
1816.  Desempeñó 
el  cargo  de  secre- 
tario del  Congre- 
so de  1826,  hasta  la 
disolución  de  ese 
cuerpo.  Tomó  par- 
te activa  en  el  mo- 
vimiento político  de 
la  época.  En  el  pe- 
riodo comprendido 
entre  los  años  1816 
y  1820,  no  sólo  fué 
empleado  y  funcionario  público,  sino  tam- 
bién fundador  de  varios  periódicos  políticos 
y  literarios:  El  Mensajero  Ar^ai'im,  Eí  Tijn 


D.  Juan  Cruz  Várela. 


VAR  —  420  — 

po,  El  Centinela,  El  Porteño,  son  otros  tan- 
tos diarios  en  los  cuales  mostró  el  liberalis- 
mo de  sus  principios  y  su  patriotismo.  Mu- 
chos disgustos,  persecuciones  y  peligros  tuvo 
que  arrostrar  a  consecuencia  'e  sus  opinio- 
nes, especialmente  cuando  el  partido  a  que 
pertenecía  fué  vencido  y  el  contrario  subió  al 
Gobierno,  después  de  la  histórica  presidencia 
de  Rivadavia.  En  1828  emigró  a  Montevideo 
por  cuestiones  políticas.  Allí  redactó  varios 
periódicos  y  se  granjeó  el  cariño  y  el  respeto 
de  la  mejor  sociedad  de  aquel  país,  sin  que  por 
esto  se  escapara  del  destierro  a  que  Oribe 
condenó  a  todos  los  enemigos  de  Rosas.  Pero 
la  celebridad  de  Várela  está  unida  a  los  re- 
cuerdos más  caros  de  la  gloria  argentina.  Can- 
tó todas  sus  victorias,  especialmente  la  de  Itu- 
zaingó,  y  fustigó  la  dictadura  en  versos  inmor- 
tales. Publicó  dos  tragedias,  Dido  y  Argía; 
tradujo  muchas  odas  de  Horacio,  parte  de  la 
Eneida  y  dejó  una  colección  de  poesías,  muchas 
de  las  cuales  han  visto  la  luz  pública.  Murió 
en  Montevideo,  el  24  de  enero  de  1839. 

A  BUENOS  AIRES 

¡Buenos  Aires!  ¡Mi  patria!  En  algún  día 
La  maldición  del  cielo 
Tu  recinto  inundó,  y  obscuro  velo 
Tus  inmortales  glorias  encubría 
En  su  carro  de  espanto 
Rodando  por  tus  calles  la  anarquía, 
Tus  calles  anegaba  en  sangre  y  llanto, 

Y  tu  fratricida  mano  se  agitaba 

De  la  discordia  impía, 
El  tizón  infernal.  Entonces  era 
Cuando  ni  el  hijo  al  padre  respetaba. 

Ni  el  hermano  al  hermano 
Debida  parte  en  su  cariño  diera 
De  las  leyes  al  solio  soberano 

Subió  el  crimen  triunfante. 

Y  el  altar  de  la  ley  cayó  al  instante. 

En  trozos  dividido. 
Por  entre  el  polvo  en  vilipendio  hundido 
Los  dioses  tutelares  nos  miraron 
Con  ojos  sin  piedad,  y  a  su  desgracia 
La  ciudad  infelice  abandonaron. 


VAZ 


D.  Luis  V.  Várela. 


Juan  Cruz  Várela. 

Várela  (Luis  V.).  Político,  literato  y  jurista  ar- 
gentino. Nació  en  Montevideo,  donde  estaba 
su  familia  emigrada,  el  27  de  mayo  de  1845.  Su 


padre,  D.  Florencio  Várela  (v.),  murió  asesi- 
nado y  dejó  en  precaria  situación  a  sus  once 
hijos,  el  menor  de 
los  cuales  era  Luis. 
Caído  Rosas,  re- 
gresó a  Buenos  Ai- 
res, cursando  en 
los  colegios  de  Ne- 
grotto  y  Parody 
sus  estudios,  para 
pasar  más  tarde  a 
la  Universidad.  A 
los  catorce  años 
servía  como  tele- 
grafista en  el  ejér- 
cito que  defendía  a 
Buenos  Aires  si- 
tiada. Tomó  parte 

en  la  campaña  de  Pavón,  trasladándose  lue- 
go a  Córdoba,  donde  se  dedicó  al  periodis- 
mo y  a  la  enseñanza.  Fué  ministro  de  gobier- 
no en  Santiago  del  Estero,  cargo  que  dejó 
para  ser  secretario  del  presidente  interino 
D.  Marcos  Paz.  Subsecretario  del  Ministe- 
rio del  Interior.  Redactó  La  Tribuna.  Fué 
miembro  de  las  Cámaras  de  apelaciones  y  de 
la  Suprema  Corte  de  Justicia  de  la  nación.  Sus 
principales  obras  jurídicas  son:  Estudios  sobre 
la  Constitución  de  Buenos  Aires  (1868),  Con- 
cordancia y  fundamento  del  Código  civil  ar- 
gentino. Las  provincias  ante  el  derecho  fede- 
ral, La  democracia  práctica,  prologada  por 
Castelar,  Estudios  sobre  la  Constitución  na- 
cional, etc.,  etc.  Entre  sus  obras  literarias  son 
las  más  notables:  El  doctor  Wuntz,  Lo  impre- 
visto, La  huella  del  crimen,  Clemencia,  Entre 
dos  almas.  El  ciego  (drama),  Amor  filial  (dra- 
ma en  verso),  El  enemigo.  El  culpable,  etcéte- 
ra, etc. 
Vázquez  (Ventura).  Nació  en  Montevideo,  el 
14  de  junio  de  1790.  A  los  diez  y  seis  años  de 
edad  se  inició  en  !a  Milicia  en  clase  de  solda- 
do, bajo  las  órdenes  del  después  general  don 
Nicolás  de  Vedia.  Capitán  de  Granaderos  en 
1809,  y  comprometido  en  1810  en  la  intentona 
de  incorporar  Montevideo  a  la  causa  de  la  re- 
volución de  mayo,  fué  preso,  pero  consiguió 
fugarse  y  presentarse  al  Gobierno  de  Buenos 
Aires.  Hizo  con  Belgrano  la  campaña  del  Pa- 
raguay y  se  halló  en  Tacuari.  A  las  órdenes 
de  Artigas  asistió  a  la  toma  de  San  José  y  ba- 
talla de  Las  Piedras,  donde  ascendió  a  tenien- 
te coronel.  Estuvo  en  el  sitio  de  Montevideo, 


VED 


421  - 


VEL 


bajo  las  órdenes  de  Rondeau.  De  nuevo  a  las 
órdenes  de  Artigas,  se  halló  en  el  segundo  si- 
tio de  Montevideo,  y  batiéndose  en  el  Cerrito 
ascendió  a  coronel.  Se  vio  envuelto  en  las  lu- 
chas civiles.  Dedicado  más  tarde  al  comercio, 
viajó  por  el  interior  de  la  República  y  estrechó 
amistad  con  Juan  Facundo  Quiroga,  con  quien 
fué  uno  de  los  fundadores  de  la  Casa  de  Mo- 
neda establecida  en  la  Rioja  y  de  la  Sociedad 
de  Minas;  circunstancias  que,  sin  duda,  propi- 
ciaron su  nombramiento  para  representar  a 
dicha  provincia  en  el  Congreso  general  cons- 
tituyente. Declarada  la  guerra  con  el  Brasil, 
pereció  en  los  mares  del  Sud  en  cumplimiento 
de  una  misión. 

Vedia  (Julio  de).  Nacido  en  Buenos  Aires, 
en  1826.  Era  hijo  de  D.  Nicolás  de  Vedia  y  cu- 
ñado del  general  D.  Bartolomé  Mitre.  Inició 
su  carrera  militar  en  el  sitio  de  Montevideo, 
como  portaestandarte  de  la  compañía  de  Arti- 
lleria,  hasta  el  motín  del  1  de  abril  de  1846, 
en  cuya  sublevación  fué  herido  y  muerto  su 
hermano,  el  sargento  mayor  D.  Enrique  de  Ve- 
dia. Enviado  de  guarnición  a  la  Colonia,  hizo 
en  ella  una  heroica  defensa.  Tomó  parte  en  la 
cruzada  contra  Rosas,  no  hallándose  en  Case- 
ros por  razones  de  servicio.  Fué  destinado  con 
el  grado  de  teniente  coronel  a  la  frontera  del 
Azul,  donde  combatió  contra  los  indios,  ascen- 
diendo a  coronel.  Se  halló  en  Cepeda  y  Pavón> 
y  siendo  jefe  de  la  frontera  Oeste  fundó  el 
pueblo  de  9  de  Julio.  Rehusó  en  1865  la  carte- 
ra de  Guerra,  y  marchó  a  la  campaña  del  Pa" 
raguay  como  comandante  en  jefe  de  la  arti 
Hería,  asistiendo  a  Uruguay  ana,  Paso  del  Para' 
ná,  23  de  Mayo,  Estero  Bellaco,  Tuyutl,  etc' 
En  1870,  ministro  plenipotenciario  en  el  Paral 
guay,  gobernador  del  Chaco  y  director  del  Co- 
legio Militar.  Murió  en  Buenos  Aires,  el  26  de 
agosto  de  1892. 

Vedia  (Nicolás  de).  Militar.  Padre  del  anterior 
y  natural  de  Montevideo.  Conocido  por  sus 
principios  republicanos,  condiscípulo  y  antiguo 
compañero  de  armas  de  Artigas,  daba  garan. 
tías  positivas  a  la  Banda  Oriental,  a  su  caudi- 
llo y  a  los  patriotas  que  desconfiaban  de  la 
política  del  Directorio.  Amigo  personal  de 
Pueyrredón,  a  cuya  elevación  había  contribuí- 
do  cooperando  como  mayor  general  a  vencer 
las  resistencias  que  en  su  contra  se  habían  le- 
vantado en  Buenos  Aires  al  tiempo  de  ser 
nombrado  aquél  director  supremo,  daba  igua- 
les garantías  al  Gobierno.  Antiguo  oficial  del 


batallón  Fijo,  antes  de  la  revolución,  había  fi- 
gurado en  las  invasiones  inglesas  de  1806  y 
1807,  cayendo  prisionero  de  guerra  cuando  la 
plaza  de  Montevideo  fué  tomada  por  asalto  por 
sir  Samuel  Auchmuty.  Trasladado  como  tal  a 
Inglaterra,  y  posteriormente  a  España,  había 
servido  en  la  guerra  de  la  Península  contra 
Napoleón,  encontrándose  en  varias  acciones 
de  la  misma.  Restituido  a  su  patria  fué  uno  de 
loi  precursores  de  la  revolución,  figurando 
entre  sus  actores  en  mayo  de  1810,  de  la  cual 
fué  un  defensor  entusiasta.  En  1811  fué  mayor 
general  del  ejército  sitiador  de  Montevideo. 
En  1820  fué  partidario  de  Alvear.  Murió  en 
Montevideo  en  1854.  Vedia  era  un  hombre  inte- 
ligente y  culto,  de  figura  simpática  y  maneras 
dignas,  de  vasta  lectura,  poseyendo  varios 
idiomas  y  conocedor  de  la  Geografía  y  la  His- 
toria del  mundo;  era  un  verdadero  diplo- 
mático. 

Vega  (Ventura  de  la).  Este  literato  argentino 
nació  en  Buenos  Aires,  el  14  de  julio  de  1807. 
Se  educó  y  quedó  establecido  en  la  capital  de 
España,  donde  era  reputado  como  uno  de  los 
primeros  literatos.  Conocía  el  teatro  como  un 
actor  consumado,  de  lo  que  da  brillante  prueba 
la  comedia  El  hombre  de  mundo,  que  es  una  de 
las  mejores  del  teatro  español,  y  la  tragedia 
La  muerte  de  César.  Sus  obras  dramáticas  son: 
Don  Fernando  el  de  Antequera,  La  critica  del 
sí  de  las  niñas  y  una  loa  en  honor  de  Calde- 
rón de  la  Barca.  Fuera  de  sus  obras  ya  cita- 
das, arregló  del  francés  una  multitud  de  dra- 
mas, comedias  y  zarzuelas  que  le  dieron  gran 
fama  de  traductor.  Entre  sus  papeles  se  han 
encontrado  un  acto  de  Cervantes  y  otro  acto 
y  todo  el  plan  de  una  comedia  que  había  de  ti- 
tularse La  mujer  de  mundo  Sus  poesías  son: 
El  canto  de  la  esposa,  que  es  una  imitación  de 
El  cantar  de  los  cantares;  El  nombre  de  Lau- 
ra, Entre  tierra  y  cielo,  etc.,  etc.  Murió  en 
Madrid,  el  29  de  noviembre  de  1865. 

Vélez  (Bernardo  Gutiérrez).  Hombre  político, 
escritor  militar  y  abogado.  Nació  en  la  pro- 
vincia de  Entre  Ríos,  a  fines  de  1783.  Fué  uno 
de  los  patriotas  de  la  independencia  argentina. 
Murió  en  Buenos  Aires,  el  5  de  junio  de  1862. 

Vélez  Sarsfíeld  (Bernardo).  Nació  en  Córdo- 
ba. Se  alistó  en  calidad  de  oficial  en  el  primer 
ejército  de  la  revolución  que  partió  al  interior, 
a  las  órdenes  de  Ocampo,  y  como  tal  asistió  a 
la  batalla  de  Suipaclia  (ISIO),  al  combate  de 
Juraicoragua,  el  6  de  junio  del  año  siguiente! 


VEL 


422  — 


VER 


D.  Dalmacio  Véiez  Sarsfield. 


a  la  batalla  de  Huaqui,  en  cuya  acción  sucum- 
bió valientemente,  el  20  de  julio  de  1811,  des- 
pués de  batirse  por  espacio  de  cinco  horas. 

Vélez  Sarsfíeld  (Dalmacio).  Jurisconsulto,  le- 
gislador, economista  y  hombre  de  Estado.  Na- 
ció en  la  ciudad 
de  Córdoba,  el  18 
de  febrero  de 
1801.Se  educó  en 
la  misma  ciudad  y 

'■;■  se  graduó  de  doc- 
tor en  Jurispru- 
dencia en  la  Uni- 
versidad. Duran- 
te ladictadurafué 
desterrado,  asi- 
lándose en  Mon- 
tevideo, en  don- 
de permaneció 
hasta  1852,  en  que 
__regresó  al  país  fy 
fué  electo  diputado  a  la  Legislatura  de  Buenos 
_Aires,  contribuyendo  en  ella  a  levantar  el  espí" 
^ritu  público  en  las  agitadas  sesiones  de  1852. 
Hombre  de  instrucción  vastísima,  fué  después 
senador  y  convencional,  reorganizador  del 
Banco  de  la  provincia,  asesor  del  Gobierno, 
ministro  de  Relaciones  Exteriores  y  negocia' 
dor  diplomático  entre  Buenos  Aires  y  la  Con" 
federación;  como  tal  firmó  el  pacto  del  6  de 
julio  de  1860.  Fué  el  putor  de  los  Códigos  de 
Comercio  y  Civil,  del  tratado  del  Derecho  pú- 
blico eclesiástico  y  de  muchas  leyes  de  comer- 
cio. Hombre  de  verdadero  consejo,  fué  minis- 
tro repetidas  veces:  en  el  gobierno  de  Sar- 
miento ministro  del  Interior,  ligando  su  nom- 
bre a  grandes  mejoras  y  decretos.  Como  abo- 
gado y  jurisconsulto  se  le  reputa  como  uno  de 
los  primeros  de  América  y  de  Europa,  y  como 
tribuno  descuella  entre  los  primeros  del  país. 
Murió  en  Buenos  Aires,  el  30  de  marzo  de  1875- 

Vences  (batalla).  El  27  de  noviembre  de  1847. 
El  general  Urquiza,  con  un  ejército  de  Entre 
Ríos,  invade  la  provincia  de  Corrientes  y  liega 
hasta  a  boca  del  potrero  de  Vences,  donde 
tenía  un  campo  atrincherado  el  general  don 
Joaquín  Madariaga,  que  mandaba  en  jefe  el 
ejército  correntino.  La  batalla  que  se  sigue  es 
reñida  y  sumamente  sangrienta,  quedando  ven- 
cedor el  ejército  de  Urquiza,  apoderándose  de 
más  de  tres  mil  trescientos  prisioneros  y  de 
todo  el  armamento  y  tren  de  guerra,  pues  el 
enemigo  nada  pudo  salvar  en  la  derrota.  Al 


general  D.  Eugenio  Garzón,  segundo  de  Ur- 
quiza, le  cupo  la  gloria  de  este  triunfo,  se- 
gún el  mismo  parte  oficial.  Esta  batalla  cambió 
los  destinos  de  Corrientes,  dando  en  tierra 
con  el  partido  unitario,  que  la  dominaba.  El  co- 
ronel D.  Benjamín  Virasoro  es  nombrado  go- 
bernador, y  con  el  cambio  político  de  Corrien- 
tes quedaron  todos  los  pueblos  confederados 
bajo  una  sola  bandera. 

Venialbo  (Lázaro  de).  Precursor  de  la  inde- 
pendencia. Nacido  a  mediados  del  siglo  xviii,  en 
Santa  Fe.  Desde  joven  prestó  servicios  milita- 
res contra  los  indios  charrúas,  adquiriendo 
gran  ascendiente  entre  sus  compañeros  por  sus 
hechos,  siendo  uno  de  los  más  célebres  el  de 
haber  dado  muerte  al  temible  cacique  Zapicán. 
Fué  miembro  del  Cabildo,  alcalde  y  regidor. 
Acaudilló  en  1750,  en  Santa  Fe,  la  revolución 
comunal,  saliendo  vencedores  contra  los  espa- 
ñoles; pero  poco  después,  a  consecuencia  de 
una  contrarrevolución  llevada  a  cabo  por  los 
españoles,  el  maestre  de  campo  Venialbo  fué 
traidoramante  apuñalado  en  su  propia  casa 
y  despedazado  su  cadáver  para  escarmiento  de 
los  rebeldes. 

Vera  y  Aragón  (Juan  Alonso  de).  Cara  de  Pe- 
rro (1).  Gobernador  de  la  antigua  provincia 
del  Tucumán.  Natural  de  Chuquisaca,  sobrino 
del  adelantado  Juan  de  Torres  de  Vera  y  Ara- 
gón y  de  D.^  Juana  Ortiz  de  Zarate.  Viniendo 
de  España  cayó  prisionero  de  los  holandeses 
en  la  costa  del  Brasil.  Llegó  a  Buenos  Aires 
en  1619.  El  1  de  mayo  de  1623  la  ciudad  de 
Córdoba  experimentó  una  espantosa  inunda- 
ción, ocasionada  por  la  copiosa  lluvia,  granizo 
y  piedra  que  en  ese  día  cayera,  con  lamenta- 
bles estragos  de  vida  y  haciendas.  Esta  fué  la 
primera  inundación  que  sufriera  la  ciudad  de 
Córdoba,  a  los  cincuenta  años  de  su  fundación. 
El  gobierno  del  adelantado  Vera  y  Aragón 
duró  como  ocho  años,  es  decir,  hasta  junio  de 
1627,  y  dada  la  residencia  se  retiró  a  Chu- 
quisaca, su  patria,  donde  murió  en  1637,  a  los 
cincuenta  y  cinco  años  de  edad. 

Vera  y  Aragón  (Juan  Torres  de).  Adelantado 
del  Río  de  la  Plata.  Gobernó  por  medio  de  sus 
tenientes  hasta  1591.  Por  su  orden  se  fundó 
la  ciudad  de  Concepción,  que  fué  destruida 
más  tarde.  En  la  costa  oriental  del  río  Paraná 


(1)  Llamado  asi,  no  sólo  por  su  mal  gesto,  sino  porque 
era  un  soldado  grosero,  aunque  excelente  capitán  de 
guerra. 


it 
d( 

n 


VER 


-  423 


VER 


fundó  la  ciudad  de  Corrientes,  con  el  nombre 
de  «San  Juan  de  Vera  de  las  Siete  Co- 
rrientes». 

^era  y  Pintado  (Bernardo  de).  Jurisconsulto. 
Nacido  el  6  de  febrero  de  1780,  en  Santa  Fe. 
En  la  Universidad  de  San  Felipe,  en  Chile,  se 
graduó  en  teología,  cánones  y  leyes,  en  1804, 
siendo  algún  tiempo  después  catedrático  en 
dicha  Universidad.  Fué  uno  de  los  precursores 
de  la  revolución  chilena  (1810),  siendo  encar- 
celado por  habérsele  sorprendido  en  la  cons- 
piración; todo  el  pueblo  pidió  su  libertad.  Fué 
secretario  del  primer  Congreso  de  aquel  país. 
Desempeñó  la  representación  del  Gobierno  de 
Buenos  Aires  cerca  de  Chile,  en  1811.  En  1814, 
a  consecuencia  de  la  derrota  de  Rancagua, 
emigró  a  Mendoza,  donde  se  ligó  al  general 
San  Martín,  a  cuyas  órdenes  sirvió  como  audi- 
tor de  guerra.  Fué  autor  del  primer  himno 
nacional  de  Chile,  el  27  de  junio  de  1827. 

^era  (Mariano).  Coronel.  En  1816,  estando  el 
general  Viamonte  ocupando  a  Santa  Fe,  este 
jefe  subleva  algunas  tropas  y  sorprende  en  el 
Rincón  de  San  José  una  cañonera  y  un  falu- 
cho, y  después  de  algunas  otras  ventajas,  en 
la  madrugada  del  31  de  marzo  se  apodera  de 
la  ciudad,  obligando  a  Viamonte  a  capitular. 
Fué  muerto  el  coronel  Vera  en  el  combate  de 
Cay  asta,  el  26  de  marzo  del  año  1840. 

Verdasca  (José  María).  Español.  Nacido  el  13 
de  junio  de  1840,  en  Padrón,  provincia  de  Co- 
ruña,  siendo  sus 
padres  D.  Manuel 
Verduga  y  D."  Ma- 
ría Mene  Antelo. 
Vino  muy  joven  al 
país,  con  un  tío, 
hermano  de  la  ma- 
dre, quien  viendo 
su  inclinación  hacia 
la  carrera  de  las 
Armas  lo  hizo  in- 
gresar como  cade- 
te en  el  Colegio  Mi- 
litar. Sus  estudios 
fueron  provecho- 
sos, y  apenas  tenía 
veintitrés  años  cuando  era  capitán.  En  la 
frontera  Norte,  en  el  pueblo  de  Junín,  en 
la  Comandancia  militar,  dirigía  la  Academia 
Militar.  En  1865  solicitó  su  baja,  y  el  enton- 
ces jefe  del  Estado  Mayor,  general  Paune- 
ro,  se  la  concedió  con  goce  y  uso  de  uni- 


D.  José  María  Verduga. 


forme.  Pero  declarada  la  guerra  del  Para- 
guay, retiró  su  pedido  y  marchó  con  el  bata- 
llón 4  de  línea,  del  cual  era  comandante  don 
Manuel  Fraga,  al  frente  de  su  compañía,  que 
era  la  tercera.  Se  embarcó  en  San  Nicolás  de 
los  Arroyos,  en  mayo  de  1865,  hallándose  en 
la  toma  de  Corrientes,  Paso  de  la  Patria,  Ita- 
pirú  (1866),  Estero  Bellaco.  En  la  sangrienta 
batalla  de  Tuyuti,  el  24  de  mayo  de  1866,  fué 
muerto  el  capitán  Verduga  al  frente  de  su 
compañía,  después  de  haber  combatido  biza- 
rramente, muriendo  como  mueren  los  valien- 
tes, al  frente  de  sus  soldados.  El  sargento 
mayor  Verduga  recibió  su  ascenso  y  los  cor- 
dones que  el  Congreso  argentino,  en  octubre 
de  1872,  acordó  a  los  vencedores  de  Tuyuti. 

Vemet  (Luis).  Comerciante.  Natural  de  Ham- 
burgo.  Estableció  en  Buenos  Aires  una  casa  de 
comercio,  y  seis  años  después  adquirió  en  so- 
ciedad 30  leguas  de  tierra  en  las  islas  Malvi- 
nas, obteniendo  en  1824  el  privilegio  de  matar 
ganado  en  la  Malvina  oriental,  en  compensa- 
ción de  una  deuda  del  Gobierno.  Por  decreto 
del  gobernador  de  Buenos  Aires  fué  nombra- 
do gobernador  político  y  militar  de  las  islas 
Malvinas,  el  10  de  junio  de  1S29;  teniendo  en 
cuenta  las  cualidades  morales  que  reunía,  el 
Gobierno  de  la  provincia  delegó  en  su  persona 
la  autoridad  y  jurisdicción  necesarias  al  efec- 
to, estableciendo  en  dicho  decreto  que  la  resi- 
dencia del  gobernador  seria  la  isla  de  la  Sole- 
dad, y  que  en  ella  se  establecería  una  batería 
bajo  el  pabellón  de  la  República.  En  1831  Ver- 
net  hizo  apresar  algunos  buques  norteamerica- 
nos que  se  dedicaban  a  la  pesca  de  lobos;  poco 
después  el  comandante  de  un  buque  de  guerra 
de  la  misma  nacionalidad,  desembarcando  tro- 
pas en  la  isla  de  la  Soledad,  inutilizó  la  artille- 
ria  y  arrestó  a  varios  ciudadanos,  perpetrando 
otros  desmanes  en  represalia  de  la  captura  de 
aquellos  buques.  Vemet  había  fundado  una  co- 
lonia que  contaba  más  de  cien  personas,  cuya 
,  ocupación  era  la  pesca  de  lobos  y  ballenas,  la 
fabricación  de  queso  y  manteca,  y  que  con  es- 
tos sucesos  emigraron.  A  Vemet  se  le  debe  la 
invención  del  específico  preservativo  de  los 
cueros,  que  tan  ingentes  sumas  ha  economiza- 
do al  país.  Murió  en  el  pueblo  de  San  Isidro» 
el  17  de  enero  de  1871. 

Vértiz  y  Salcedo  (Juan  José).  Segundo  virrey 
del  Río  de  la  Plata.  Natural  de  Méjico,  en  1719. 
Desde  joven  fué  destinado  a  la  carrera  de  las 
Armas  en  España,  concurriendo  con  su  ejérci' 


VES 


424  — 


VEY 


to  á  una  campaña  militar  en  Italia,  en  1734. 
Poco  después  pasó  a  Rusia  en  viaje  de  estudio; 
en  1769  vino  al  Río  de  la  Plata  con  el  cargo  de 
subinspector  de  tropas,  recibiéndose  de  gober- 
nador de  Buenos  Aires  en  1770.  Apenas  asu- 
mió el  mando  tuvo  que  aprestar  el  ejército  para 
contener  a  los  portugueses.  Se  contrajo  luego 
a  la  administración  civil,  llevando  a  cabo  in- 
numerables gestiones  para  el  arreglo  de  los 
pueblos  de  las  Misiones,  la  construcción  de  un 
muelle  frente  a  Buenos  Aires,  la  defensa  de 
las  poblaciones  contra  los  indios,  etc.,  etc.  En 
el  año  1773  expedicionó  contra  los  portugue- 
ses, derrotándolos  en  un  reconocimiento  que 
hizo  personalmente,  mereciendo  ser  ascendido 
a  mariscal  de  campo;  creó  un  nuevo  plan  de  es- 
tudios y  dictó  diversas  disposiciones  políticas 
y  policiales;  fundó  el  Colegio  de  San  Carlos  y  la 
Casa  de  niños  expósitos;  estableció  el  alum- 
brado; se  fundaron  entonces  Chascomüs,  Mon- 
te, Rojas,  Ranchos  (hoy  Paz),  Lobos,  Navarro, 
Areco,  todos  pueblos  importantes  de  la  provin- 
cia de  Buenos  Aires.  En  1777  cesó  en  la  gober- 
nación de  Buenos  Aires,  y  en  1778  fué  nombra- 
do virrey  de  la  provincia  del  Río  de  la  Plata; 
en  su  período  gubernativo  hizo  traer  a  Buenos 
Aires  la  imprenta  que  tenían  los  jesuítas  en 
Córdoba;  levantó  el  primer  censo  de  la  pobla- 
ción; hizo  trabajos  de  nivelación,  empedrado, 
veredas;  construcción  del  teatro;  sofocó  el  al- 
zamiento de  Tupac-Amarú;  llevó  a  cabo  el  re- 
cuento y  población  de  la  Patagonia.  Desempe- 
ñó este  cargo  hasta  abril  de  1784,  en  cuyo  año 
se  restituyó  a  España,  donde  terminó  sus  días 
en  1799.  Vértiz  fué  un  funcionario  dignísimo  y 
progresista. 
Vespncio  (Américo).  Navegante.  Nacido  en 
Florencia  (Italia),  el  9  de  marzo  de  1451.  Era 
descendiente  de  una  ilustre  familia.  Se  educó 
en  su  patria  y  en  1490  pasó  a  España  a  probar 
fortuna,  radicándose  en  Sevilla  como  comer- 
ciant ;;  algún  tiempo  después  abandonó  su  casa 
para  emprender  largos  viajes  de  exploración, 
Vespucio  poseía  extensos  conocimientos  de  as- 
tronomía, náutica  y  cartografía.  En  1497  visi- 
tó las  costas  de  Honduras  y  de  Yucatán,  nave- 
gó el  Misisipí  y  reconoció  la  Punta  de  la  Flori- 
da, dirigiéndose  luego  al  Golfo  de  San  Loren- 
zo. En  1499-1500  hizo  un  segundo  viaje  con 
Diego  de  Lepe,  y  desde  1501  hasta  1504  hizo 
otros  viajes,  dos  de  éstos  al  servicio  de  Espa- 
ña y  dos  al  de  Portugal.  En  1508  fué  nombra- 
do piloto  mayor.  Desempeñó  también    otros 


D.  Tomás  de  Veyga. 


puestos  públicos.  Murió  en  Sevilla,  el  12  de 
febrero  de  1512. 
Veyga  (Tomás  de).  Abogado.  Fué  el  doctor 
De  Veyga  un  magistrado  laborioso,  un  legisla- 
dor de  correcta 
acción  política  y 
un  caballero  de 
hermosas  pren- 
das de  carácter. 
Egresado  de  la 
Facultad  de  De- 
recho, ingresó 
como  empleado 
en  Correos  y  Te- 
légrafos de  la  na- 
ción. Escribiente 
en  1880,  quince 
años  después  era 
subdirector  de  la 
misma  reparti- 
ción. Allí  fué  un 
funcionario  inte- 
ligente y  contraí- 
do al  trabajo;  pasó  luego  a  la  Subsecretaría  del 
ministerio  del  Interior.  Fué  después  juez  de  pri- 
mera instancia  en  locriminal,ymás  tarde  miem- 
bro de  la  Cámara  de  Apelaciones  en  lo  crimi- 
nal y  correccional.  Magistrado  inflexible,  pa- 
triota ilustrado,  su  acción  marcó  una  etapa  en 
los  Tribunales  de  la  capital.  Fué  el  primer  juez 
que  produjo  sentencias  condenatorias  a  penas 
corporales  y  a  la  vez  privativas  del  oficio,  con 
tragcbernadoresde  provincia,  ministros,  jueces 
de  las  cortes  de  circuito  y  otros  altos  dignata- 
rios de  la  nación,  en  el  ejercicio  actual,  todos 
ellos,  de  sus  cargos  respectivos.  Imponía  así 
las  sanciones  de  la  ley  respectiva  con  un  crite- 
rio, no  sólo  de  jurista  y  de  moral,  sino  también 
de  hombre  político,  de  verdadero  estadista,  en 
las  circunstancias  especialísimas  en  que  se  en- 
contraba el  país,  anhelante  de  las  enseñanzas 
del  carácter  y  de  la  probidad  política,  habien- 
do sido  necesario  que  el  Parlamento  concedie- 
se una  ley  de  amnistía  a  los  funcionarios  pú- 
blicos que  condenó  este  magistrado  para  que 
todos  escaparan  al  rigor  de  la  ley.  Al  mismo 
tiempo  el  Dr.  De  Veyga  era  profesor  de  pro- 
cedimientos criminales  en  la  Facultad  de  De- 
recho, imprimiendo  a  la  enseñanza  un  carácter 
práctico  hasta  entonces  desconocido.  Sus  jiras 
con  los  alumnos  de  sexto  año  de  Derecho  por 
los  tribunales  y  cárceles,  y  la  presencia  de  los 
mismos  en  las  audiencias  que  daba  el  su  juez, 


/ 


VIA 


-  425  — 


VIA 


maestro,  en  su  despacho,  fueron  siempre  re- 
putadas como  la  expresión  de  la  mejor  ense- 
ñanza del  Derecho  procesal.  En  ocasión  en 
que  el   presidente  de  la  República  planteaba 
ante  el  Congreso  la  necesidad  de  modificar 
substancialmente  las  leyes  orgánicas  del  po- 
der judicial,  el  profesor  De  Veyga  se  incorpo- 
ró  al  movimiento,  inaugurando  su  curso  de 
Procedimientos  con  una  notable  y  estensa  con- 
ferencia sobre  la  «Reforma  de  la  justicia  ar- 
gentina», demostrando  la  conveniencia  de  fe- 
deralizarla  en  todo  el  país  para  hacerla  servir 
con  la  mayor  eficacia  a  sus  fines.  Estas  ideas 
tuvieron  el  más  grande  asentimiento  por  todos 
los  jueces  nacionales  y  provinciales,  y  fueron 
tenidas  en  cuenta  por  el  Parlamento  en  varias 
de  sus  partes  en  las  leyes   dictadas  en  el 
aflo  1910  y  en  los  posteriores.  En  la  política 
perteneció  al  partido  radical,  contando  exten- 
sas vinculaciones  dentro  de  esta  agrupación, 
que  lo  eligió  diputado  al  Congreso  Nacional, 
sirviendo  en  su  banca  la  causa  de  sus  simpa- 
tías,  y  en  importantes  debates  tomó  partici- 
pación. Desempeñó  también  el  cargo  de  inter- 
ventor federal  en  Mendoza.  Entre  sus  traba- 
jos más  importantes  de  su  vida  pública,  deben 
citarse:  Un  proyecto  de  reformas  al  Código 
Penal  (1900),  otro  proyecto  de  reformas  al  Có- 
digo de  procedimientos  en  lo  criminal  (1901), 
que  redactó  por  encargo  del  ministerio  de  Jus- 
ticia e  Instrucción  Pública,  quien  los  remitió  a 
la  Cámara  de  Diputados  para  que  fueran  teni- 
dos en  cuenta  al  hacerse  la  reforma  de  la  Le- 
gislación penal,  de  fondo  y  de  forma,  iniciada 
por  el   Poder  ejecutivo.  Falleció  en  Buenos 
Aires,  en  las  primeras  horas  de  la  tarde,  el 
8  de  noviembre  de  1919,  desempeñando  el  car- 
go de  presidente  del  Banco  de  la  provincia  de 
Buenos  Aires,  sien- 
do inhumados  sus 
restos  en  el  cemen- 
terio del  Norte. 
Viamonte    (Juan 
José).  Militar.  Na- 
ció en  Buenos  Ai- 
res, el  9  de  febre- 
ro de  1774.  Ingresó 
al  servicio  militar 
en  1786,  y  asistió  a 
las    invasiones  in- 
glesas como    ayu- 
dante de    Liniers. 
Se  .decidió  por  la 


frS^ 


General  D.  Juan  J .  Viamonte . 


revolución  de  mayo,  votando  en  el   Cabildo 
del  22  por  la  cesación  del   virrey.   Incorpo- 
rado al  ejército  auxiliar  del  Perú,   asistió  a 
la  funesta  batalla  de  Huaqui,  corriendo  to- 
das las  vicisitudes  de  aquella   campaña.  En 
1813  fué  nombrado  mayor  general  del  ejér- 
cito de  Buenos  Aires,  y  en  1814,  gobernador 
intendente  de  Entre  Ríos.  Después  de  la  revo- 
-    lución  contra  Alvear,  de  la  que  participó,  as- 
cendió a  coronel  mayor.  En  1815  fué  destaca- 
do sobre  Santa  Fe,  donde  restableció  el  orden, 
pero  un  nuevo  levantamiento  inutilizó  sus  es- 
fuerzos hasta  obligarlo  a  rendirse.  En  1818 
fué  diputado  al  Congreso  Nacional,  y  en  1819, 
general  en  jefe  del  ejército  destinado  a  operar 
sobre  el  litoral,  en  que  fué  reemplazado  por 
Belgrano.  Desempeñó  elevados  cargos  milita- 
res y  políticos,  hasta  que  fué  elegido  goberna- 
dor de  Buenos  Aires  en  1829,  por  acuerdo  en- 
tre Rosas  y  Lavalle.  En  1S33  fué  nuevamente 
elevado  a  ese  cargo;  pero  imposibilitado  de 
gobernar  por  las  insidias  de  los'partidarios  del 
dictador,  renunció  el  puesto,  y  se  expatrió  a 
Montevideo,  donde  murió  en  1843. 
Vías  férreas.  El  primer  ferrocarril  de  la  Repú- 
blica fué  el  del  Oeste.  Por  ley  del  12  de  enero 
de  1854  se  creaba  el  primer  ferrocarril  argen- 
tino con  capitales  nacionales,  y  la  Sociedad 
constituida  para  ello  se  denominó  «Camino  de 
Hierro  de  Buenos  Aires  al  Oeste».  Mala  for- 
tuna tuvo  en  un  principio,  pues  al  vencerse  el 
plazo  los  suscriptores  de  las  acciones  no  pu- 
dieron cumplir  sus  compromisos,  comprome- 
tiéndose el  Gobierno  de  la  provincia  a  suscri- 
birse con  una  determinada  suma,  cuando  los 
rieles  del  primer  ferrocarril  argentino  llegasen 
a  Flores.  Correspondió  la  iniciativa  de  esta 
primera  empresa  ferroviaria  nacional  a  los  se 
ñores  Mariano  Haedo,  Manuel  José  Guerrico 
Bernardo  Larrudé,   Norberto  de  la  Riestra, 
Jaime  Llavallol,  Daniel  Gowland  y  Adolfo  Van 
Praet.  Uno  de  los  episodios  más  curiosos  de 
aquel  ferrocarril  fué  que,  debido  a  las  protes- 
tas de  los  vecinos  que  temían  el  derrumbamien- 
to de  los  edificios  al  paso  del  tren,  se  hizo  ne- 
nesario  introducir  una  cláusula  en  el  contrato, 
por  la  cual  se  reservaba  el  derecho  de  cambiar 
la  locomoción  a  vapor  por  la  de  sangre,  cuan- 
do se  considerase  conveniente.  Construyéron- 
se las  obras  del  ferrocarril  durante  el  gobierno 
de  D.  Pastor  Obligado,  y  se  inauguró  por  don 
Valentín  Alsina,  el  30  de  agosto  de  1857.  Con- 
.  cluídas  a  principio  de  ese  mes  y  año,  en  lugar 


VIA 


-  426  - 


VIA 


de  la  fecha  fijada  por  el  contrato,  debido  a! 
mal  tiempo,  se  encontró  listo  para  ser  inaugu- 
rado poco  después.  La  estación  de  partida  es- 
taba situada  en  donde  hoy  está  el  teatro  Co- 
lón, plaza  del  Parque,  hoy  plaza  Lavalle;  la 
vía  cruzaba  esta  plaza,  seguía  por  la  calle  de 
este  nombre  hasta  Callao,  doblaba  la  cortada 
Rauch,  continuaba  por  Corrientes,  hasta  hoy 
Pueyrredón,  y  se  dirigía  luego  hasta  la  esqui- 
na de  Bermejo  y  Bartolomé  Mitre,  donde  se 
hallaba  la  estación  Once  de  Septiembre;  del 
antiguo  Once,  la  línea  seguía  paralela  a  Bar- 
tolomé Mitre  hasta  Medrano,  donde  estaba  la 
vieja  estación  Almagro,  que  ya  no  existe.  El 
despoblado  continuaba  hasta  pasar  el  Caballi- 
to, donde  comenzaba  a  verse  las  quintas  de 
Flores.  De  Flores,  la  línea  avanzaba  hasta  Flo- 
resta, donde  concluía,  con  un  recorrido  total 
de  diez  kilómetros  desde  la  estación  de  parti- 
da. El  primer  viajero  del  ferrocarril  argentino 
fué  el  Dr.  Dalmacio  Vélez  Sarsfield,  quien 
quiso  probar  las  máquinas.  Antes  de  la  inau- 
guración solemne  se  hizo  un  viaje  de  ensayo; 
un  lento  viaje  sin  novedad  hasta  la  Floresta. 
Pero  al  regresar,  los  caballeros  de  la  comisión 
dispusieron  que  se  hiciera  más  rápidamente,  a 
25  millas  por  hora.  En  mitad  del  trayecto,  es- 
tando el  tren  sobre  un  terraplén,  la  locomotora 
se  zafó  de  los  rieles,  corrió  alguna  distancia 
sobre  los  durmientes,  rompiendo  unos  setenta 
metros  y  cayó  en  un  zanjón.  A  causa  del  vio- 
lento choque,  los  Sres.  Gowland,  Miró,  Van 
Praet  y  Llavallol  recibieron  algunas  heridas 
leves.  El  conductor  ingeniero,  D.  Juan  Alian 
y  el  fogonero  Corassi  escaparon  sin  mayor 
daño,  y  la  comisión  determinó  que  nada  se  su- 
piera en  el  público,  porque  haría  una  pésima 
impresión  en  el  estado  vidrioso  de  la  opinión^ 
comprometiéndose  a  no  comunicar  lo  sucedido 
ni  aun  a  sus  mismas  familias.  Se  exigió  corre- 
gir y  asegurar  las  obras,  y  realizando  esto,  el 
27  de  agosto  de  1857  se  efectuó  la  inauguración 
privada  y  el  30  la  oficial.  Las  fiestas  a  que  dio 
motivo  la  inauguración  oficial  y  popular  del 
primer  ferrocarril  fueron  grandes.  Costaba 
diez  pesos  el  pasaje  de  la  plaza  del  Parque 
hasta  Flores.  La  primera  locomotora  fué  la 
histórica  «Porteña»,  y  los  primeros  pasajeros 
oficiales  las  personalidades  más  ilustres  de  la 
época,  presididas  por  el  general  Mitre.  Toda 
la  población  de  aquella  época  de  Buenos  Aires 
concurrió  en  masa  para  contemplar  el  prodi- 
gioso espectáculo  de  aquel  convoy  que  se  mo- 


vía solo,  atravesando  las  calles  y  los  campos,!  ^ 
vomitando  nubes  de  humo  como  un  monstru< 
amenazante.  Unas  30.000  personas  acudieron 
a  estacionarse  a  lo  largo  de  la  vía  hasta  Flo- 
res; hombres,  mujeres,  niños  y  ancianos  se  di- 
rigían al  Parque  en  procesión,  a  pie,  a  caballo, 
en  carruaje,  en  carreta,  saludando  con  aclama- 
ciones, pañuelos  y  sombreros  a  la  primera  lo- 
comotora, adornada  con  flores  y  banderas.  Las 
obras  habían  costado  siete  millones  de  pesos, 
de  los  cuales  dos  correspondían  a  la  suscrip- 
ción de  particulares,  un  millón  trescientos  mil 
a  la  del  Gobierno,  y  el  saldo  pasaba  como  deu- 
da personal  de  los  miembros  de  las  comisión 
directiva;  el  Gobierno  provincial  resolvió  sus- 
cribir luego  cuatro  millones  más  para  prolon- 
gar la  línea  hasta  Morón,  renunciando  a  los 
dividendos  mientras  los  accionistas  particula- 
res no  percibiesen  el  9  por  100  de  interés. 
Tres  años  después,  en  1860,  el  gobernador  don 
Bartolomé  Mitre,  y  su  ministro  D.  Domingo 
F.  Sarmiento,  en  un  proyecto  donde  se  definía 
la  política  ferroviaria  a  seguir  para  el  engran- 
decimiento de  la  patria,  rebustecían  los  recur 
sos  del  ferrocarril  recién  nacido;  en  1862  se 
dictó  la  ley  que  autorizaba  la  compra  de  accio- 
nes de  particulares,  quedando  a  cargo  del  Es- 
tado la  propiedad  y  el  funcionamiento  del  fe 
rrocarril  del  Oeste,  administrado  por  una  co- 
misión de  ciudadanos,  que  durante  varios  aflos 
presidió  D.  Mariano  J.  Haedo. 
La  prolongación  de  la  línea  inicial  se  fué  rea- 
lizando poco  a  poco.  En  1859  se  inauguró  la  de 
Morón;  en  1860,  la  de  Moreno;  en  1864,  la  de 
Lujan;  en  1865,  el  año  de  la  guerra  del  Para- 
guay, la  de  Mercedes.  Continuó  el  ferrocarril 
prolongando  su  línea  principal  a  Chivilcoy, 
Bragado,  9  de  Julio,  Pehuajó,  Trenque-Lau- 
quen  y  Toay,  construyendo  los  ramales  de 
Merlo  al  Saladillo,  de  Lujen  a  Junín  y  San 
Nicolás.  Resuelta  la  venta  de  los  ferrocarriles 
de  la  provincia,  como  también  se  llamaba  al 
ferrocarril  del  Oeste,  la  tasación  que  de  ellos 
se  hizo  fué  de  44.289.347  pesos  oro.  Sacada  a 
licitación  su  venta,  con  una  base  de  34.000.000 
de  pesos  oro,  se  presentaron  dos  propuestas 
por  un  poco  más  de  ese  precio,  y  el  Gobierno 
no  se  atrevió  a  sacrificarlo.  Pocos  días  des- 
pués se  hacía  otra  propuesta  por  41 .000.000 
de  pesos  oro,  que  fué  aceptada  por  la  Legis- 
latura de  Buenos  Aires.  Los  compradores  se 
hicieron  cargo  de  las  deudas  del  ferrocarril, 
percibiendo  en  efectivo  el  Gobierno  de  pro- 


QUI 


427 


vincia  3.082.389  libras  esterlinas.  La  Empresa 
compradora  tomó  el  nombre  New  Western 
Railway  of  Buenos  Aires.  Hoy  el  capital  de  la 
Empresa  asciende  a  más  de  treinta  millones  de 
libras  esterlinas.  Con  respecto  al  ferrocarril 
del  Sud,  a  su  historia,  podemos  decir  que  em- 
pieza allá  por  el  año  1864,  época  en  que  que- 
daron terminadas  todas  las  combinaciones  pre- 
liminares a  la  iniciación  de  las  obras.  El  día  7 
de  marzo  de  1864  se  celebró  el  acto  de  la 
inauguración  de  los  trabajos,  y  la  ceremonia 
se  realizó  en  el  mismo  sitio  que  hoy  ocupa  la 
estación  Constitución.  El  presidente  de  la  Re- 
pública, general  Mitre,  y  primeros  funciona- 
rios del  Estado  concurrieron  al  acto,  especial- 
wente  invitados.  Después  de  un  discurso  alu- 
sivo, pronunciado  por  el  cónsul  de  Inglaterra, 
Mr.  Parish,  el  general  Mitre  sacó  la  primera 
palada  de  tierra,  que  puso  sobre  una  carretilla 
que  había  sido  preparada  al  efecto,  por  el  go- 
bernador de  Buenos  Aires,  Sr.  Saavedra,  dán- 
dose por  inauguradas  las  obras.  AI  acto  asis- 
tieron, entre  otros,  el  Dr.  Rawson,  ministro  del 
Interior;  Dr.  Costa,  ministro  de  Justicia  y 
Culto;  Dr.  Elizalde,  de  Relaciones  Exteriores; 
Mr.  Thuton,  ministro  de  Inglaterra;  Cuerpo 
diplomático  y  numerosas  personalidades.  Ter- 
minada esta  ceremonia,  en  un  quiosco,  espe- 
cialmente preparado  al  efecto,  se  sirvió  un 
banquete  al  que  asistieron  450  personas,  y  en 
el  cual  pronunciaron  discursos  el  general  Mi- 
tre, el  gobernador  de  Buenos  Aires,  ministro 
del  Interior;  Dr.  Rawson;  ministro  de  Francia, 
M.  Lefevre  de  Becour;  Dr.  Vélez  Sarsfield, 
Eduardo  Acosta,  Héctor  Várela;  Mr.  Thuton 
y  Dres.  Elizalde  y  Santamaría.  Las  obras  a 
iniciarse  eran  las  del  primer  trozo  de  línea 
que  debía  unir  esta  capital  con  Chascomús  que 
tendría  una  extensión  de  118  kilómetros  y  que 
fué  inaugurada  el  14  de  agosto  de  1865.  En 
1871  se  inauguró  la  línea  Altamirano  con  Ge- 
neral Belgrano  (57  kilómetros);  al  año  si- 
guiente fué  prolongada  hasta  Las  Flores,  es 
decir,  ampliada  con  otros  67  kilómetros:  así 
sucesivamente  se  continuaron  las  obras,  cons- 
truyéndose ramales  entre  Chascomús  y  Do- 
lores, Las  Flores  a  Azul,  Dolores  y  Ayacucho, 
Ayacucho  a  Tandil  y  Azul  a  La  Madrid,  ter- 
minando este  ciclo  de  grandes  actividades  con 
la  prolongación  de  ¡las  líneas  hasta  Bahía 
Blanca,  con  un  total  hasta  el  año  de  1884,  de 
1 .060  kilómetros  de  recorrido  en  sus  líneas. 
Sucesivamente  se  construyeron  otras  series 


QUI 

de  importantes  líneas,  que  fueron  hasta  Mar 
del  Plata,  Tres  Arroyos,  de  la  estación  Cons- 
titución al  puerto,  con  el  fin  de  facilitar  las 
operaciones  de  los  buques  de  Ultramar.  De 
esta  manera  los  progresos  fueron  aumentando 
año  a  año,  hasta  llegar  a  ser  lo  que  es  en  la 
actualidad,  con  sus  6.000  kilómetros  de  vías. 
La  concesión  del  ferrocarril  del  Sud  fué  solici- 
tada por  el  Sr.  D.  Eduardo  Lumb,  con  fecha 
noviembre  2  de  1860,  por  «haber  recibido  auto- 
rización de  Inglaterra  para  proponer  la  cons- 
trucción de  un  ferrocarril  para  el  Sud  de  la 
provincia  hasta  el  pueblo  de  Chascomús,  o  más 
adelante,  si  se  creyese  conveniente».  Los  pro- 
gresos que  con  el  tiempo  llegó  a  tener  esta 
Empresa  no  fueron  jamás  sospechados  por  sus 
fundadores  e  iniciadores.  Así  vemos  que  en  la 
asamblea  de  accionistas  celebrada  en  Londres 
en  1866,  es  decir,  un  año  después  de  la  inaugu- 
ración de  la  primera  sección,  el  presidente  del 
Directorio  decía:  «...  dedicaré  todos  mis  cuida- 
dos a  evitar  que  el  ferrocarril  del  Sud  se  em- 
barque en  la  construcción  de  nuevos  ramales  y 
extensiones»;  y  más  tarde  se  oyó  decir  a  otros 
presidentes  y  en  las  mismas  reuniones,  al  leer 
las  Memorias:  «...  al  fin  ha  llegado  el  momen- 
to de  que  la  Compañía  pueda  descansar  de 
efectuar  nuevas  obras»;  pero  a  pesar  de  todas 
estas  manifestaciones  las  obras  no  se  parali- 
zaron, y  han  continuado  desarrollándose  de 
una  manera  enorme  hasta  1914,  época  en  que 
se  paralizó  la  construcción  con  motivo  del  con- 
flicto europeo.  El  servicio  de  ferrocarriles  y 
su  desarrollo  es  más  o  menos  igual  en  todas 
partes  del  mundo,  no  habiendo,  en  consecuen- 
cia, hechos  especiales  que  distingan  al  ferro- 
carril del  Sud  de  otras  grandes  empresas  aná- 
logas que  se  hallan  establecidas  en  el  país, 
cuyos  progresos  se  encuentran,  podemos  de- 
cir, casi  subordinados  en  absoluto  a  la  agri- 
cultura y  a  la  ganadería,  pues  son  estos  facto- 
res de  la  riqueza  nacional  los  que  contribuyen 
en  primer  lugar  a  su  engrandecimiento.  En  los 
estados  de  cuentas  anuales  que  se  indican  en 
las  Memorias,  figuran  encabezando  las  entra- 
das las  siguientes  fuentes  de  ingresos:  pasa- 
jeros, cereales,  lana,  pasto,  piedra,  mercade- 
rías generales  y  animales.  Uno  de  los  factores 
que  contribuye  a  facilitar  la  acción  de  este  fe- 
rrocarril es  lo  poco  accidentado  del  terreno 
que  recorre,  pudiéndose,  en  consecuencia,  for- 
mar largos  trenes  de  carga,  que  por  lo  gene- 
ral suelen  llegar  a  tener  más  de  500  metros  de 


VIC 


—  428 


VID 


extensión.  El  ferrocarril   del  Sud  ha  tenido 
hasta  ahora  los  siguientes  gerentes:  Edward 
Bánfield,  de  1865  a  1871,  administrando  175  ki- 
lómetros de  vía  férrea;  George  Cooper,  de 
1871  a  1885,  con  1.148  kilómetros;  Sam  Abbott, 
de  1886  a  1890,  con  1.400  kilómetros;  F.  B.  Ba- 
rrow,  de  1890  a  1897,  con  2.447  kilómetros; 
F.  Henderson,  de  1898  a  1906,   con  cerca  de 
4.000  kilómetros,  y  sucesivamente,  J.  Percy 
Clarke,  de  1907  a  1913;  Raimundo  de  Cando- 
Ile,  de  1914  a  1917,  y  J.  M.  Saddy,  interinamen- 
te desde  1917  hasta  1919,  año  en  que  fué  desig- 
nado efectivo,  y  tocándole   administrar   una 
extensión  de  más  de  6.000  kilómetros.  Las  lo- 
comotoras del  ferrocarril  tienen  un  consumo 
anual  de  más  de  120.000  toneladas  de  carbón, 
combustible  que    es   transportado  desde    In- 
glaterra por  una  flotilla  de  vapores  de  pro- 
piedad de  la  Empresa,  que  tiene  un  tonelaje 
total  de  34.000,  y"que  fué  adquirida  por  la  suma 
de  1.350.000  pesos  oro.  Con  el  objeto  de  faci- 
litar los  viajes  hacia  el  lago  Nahuel  Huapí,  la 
Compañía  tiene  un  servicio  permanente  de  va- 
porcitos  de  poco  calado  para  navegar  por  el 
río  Limay.  La  mayor  parte  de  la  línea  ha  sido 
construida  por  rieles  de  74  a  85  libras  por  me- 
tro,  asentados  sobre   durmientes  de  quebra- 
cho, etc.  Es  digno  de  hacer  notar  que  en  la  ac- 
tualidad la  gran  mayoría  de  la  línea  está  ba- 
lastada  y  que  posee  en  una  gran  extensión  lí- 
neas dobles,  que  contribuyen  en  gran  parte  a 
facilitar  los  servicios  de  la  misma.  El  número 
de  trenes  que  diariamente  salen  de  Constitu- 
ción es  verdaderamente  asombroso,  pues  la 
entrada  y  salida  de  ellos  se  produce  con  pocos 
minutos  de  diferencia.  Es  justo  hacer  notar  que 
esto  se  debe,  en  gran  parte,  al  hecho  de  que 
en  los  pueblos  cercanos    a  la  capital   viven 
gran  cantidad  de  personas  que  vienen  diaria- 
mente a  Buenos  Aires  para  asistir  a  sus  ocu- 
paciones en  las  horas  de  oficinas,  trasladándo- 
se después,  nuevamente,   a  los  pueblos  donde 
viven.  Es  justo  dejar  constancia  de  los  servi- 
cios especiales  que  esta  Compañía  ha  estable- 
cido para  Mar  del  Plata  y  Bahía  Blanca,  faci- 
litando, con  los  trenes  nocturnos  y  los  expre- 
sos diurnos,  grandes  comodidades  a  los  pasa- 
jeros que  efectúan  esos  viajes,  y  especialmen- 
te a  los  que  los  realizan  en  verano. 
Victorica  (Benjamín).  Militar  y  abogado.  Nació 
en  Buenos  Aires,  el  14  de  septiembre  de  1831. 
Secretario  del  general  Pacheco;  subsecretario 
del  ministerio  del  Interior,  en  1854;  secretario 


General  D.  Benjamín  Victorica.)) 


privado  del  presidente  Urquiza.  Diputado  na 
cional  de  1856  a  1860.  Convencional.  Asee., 
dido  a  coronel  en 
1860.  Durante  la 
presidencia  de 
Derqui  fué  su  mi- 
inistro  de  Guerra 
y  Marina  (1856). 
Senador  nacional 
(1862-1870)  y  jefe 
del   Estado    Ma- 
yor del   primer 
Cuerpo  de  ejérci- 
to entrerriano  en 
la  guerra  del  Pa- 
raguay (1865).  Fe- 
deralizada  Bue- 
nos Aires,   des- 
empeñó por  segunda  vez  el  ministerio  de  la  i 
Guerra    durante    la    presidencia   del  general  ii 
Roca  (1880-1886).  En  1882  fué  ascendido  a  ge-{ 
neral  de  brigada.  Ministro  plenipotenciario  y  li 
enviado  extraordinario  en  el  Estado  Oriental;  Ji 
presidente  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia  de  i  I 
la  nación.  Por  tercera  vez  ministro  de  la  Gue-I¡ 
rra  durante  la  presidencia  del   Dr.   D.  Luis>> 
Sáenz  Peña.  Formó  en  1894  parte  de  la  Junta  |l 
de  notables  de  Chile  y  de  la  Argentina.  Dipu-  í\ 
tado  nacional  y  presidente  de  la  Cámara  (1902- 1( 
1906).  Además  cooperó  eficazmente  a  la  ense-  ir 
flanza.  Vicepresidente  del  Consejo  nacional  de  it 
Educación.  Académico  de  la  Facultad  de  Dere-  •* 
cho.  Decano  de  la  misma.  Rector  de  laUniver-  M 
sidad  de  Buenos  Aires.  Falleció  en  esta  ciudad.  )i 
Vidal    (Celestino  ).   Militar.  Nació  en  Buenos  5! 
Aires,  en  1780.  En  el  regimiento  de  Granade-  »i 
ros  de  infantería,  marchó  en  la  expedición  des-  ii 
tinada  al  Paraguay,  al  mando  de  Belgrano,  ha-  I  i 
liándose  en  las  acciones  del  Paraguaríy  Ta-  CÍ 
cuari,  en  cuya  batalla  el  ya  sargento  mayor 
Vidal  se  portó  muy  bien.  Sirvió  después  en  el 
ejército  auxiliar  del  Perú,  en  1814,  como  jefe 
del  regimiento  7.°  de  Infantería,  revistando  de 
teniente  coronel.  Jefe  interino  del  ejército  de 
observación  contra  los  montoneros  de  Santa 
Fe  (1819).  Se  halló  en  1820  en  Cepeda,  y  pasó    h 
después  a  guarnecer  la  ciudad  de  San  Nicolás 
como  jefe  del  acantonamiento.  Se  encontró  en 
Cuñada  de  la  Cruz,  en  donde  se  vio  obligado 
a  capitular.  Varias  veces  diputado  en  la  Legis- 
latura de  Buenos  Aires.  Ascendido  a  general, 
falleció  en  Buenos  Aires,  el  27  de  septiembre 
de  1845. 


VID 

/^Idela  Castillo  (José).  Militar.  Nació  en  Men- 
doza y  fué  uno  de  los  primeros  de  la  heroica 
provincia  de  Cuyo  que  se  alistó  en  el  ejército 
de  ios  Andes,  asistiendo  a  la  batalla  de  Chaca- 
buco;  hizo  además  la  campaña  del  Sud  de 
Chile;  concurrió  al  sitio  y  asalto  de  Talcahua- 
no  y  al  desastre  de  Cancha  Rayada  al  año  si- 
guiente, como  también  a  la  memorable  batalla 
de  Maipú,  mereciendo  por  su  actuación  ser 
condecorado  con  el  título  de  «legionario»  y 
ascendido  a  capitán.  Hizo  la  campaña  al  Perú, 
y  en  una  de  sus  acciones  de  guerra  cayó  pri- 
sionero y  fué  conducido  a  las  Casasmatas  del 
Callao,  en  marzo  de  1824,  siendo  sorteado  en 
Matucana.  Recobrada  su  libertad  en  diciembre 
de  1824,  se  mezcló  en  la  política  peruana.  Dos 
años  después  fué  desterrado  del  Perú  por  Bo- 
lívar, quien  lo  acusaba  de  conspirador.  Llegó 
a  Buenos  Aires  en  enero  de  1827  e  incorporóse 
al  ejército  que  hacía  la  campaña  contra  el  Bra- 
sil. A  su  regreso  tomó  parte  en  la  campaña  del 
interior,  a  las  órdenes  del  general  Paz,  dis- 
tinguiéndose en  La  Tablada  y  Oncativo.  Fué 
gobernador  interino  de  San  Luis  en  1829,  y  al 
año  siguiente  de  Mendoza,  también  en  carác- 
ter provisorio,  hasta  el  28  de  marzo  de  1831, 
fecha  en  que  fué  batido  al  frente  de  un  ejérci- 
to de  2.500  hombres  por  tropas  de  Quiroga,  en 
el  combate  del  Rodeo  del  Chacón.  Asistió  des- 
pués a  la  batalla  de  la  ciudadela,  emigrando  a 
Solivia  en  diciembre  de  1831,  donde  estableció 
un  ingenio  de  azúcar.  Falleció  en  Mendoza. 
idt  (Jorge  Enrique).  Militar.  Natural  de  Es- 
trasburgo y  antiguo  oficial  de  Napoleón  1. 
En  1815  emigró  a 
los  Estados  Unidos 
de  Norteamérica, 
de  donde  se  tras- 
ladó a  Buenos  Ai- 
res en  1817,  para 
ofrecer  su  espada 
a  la  causa  de  la  li- 
bertad, siendo  da- 
do de  alta  en  e 
ejército  con  la  gra- 
duación de  capitán 
de  Dragones,  in- 
corporándose al 
ejército  del  Norte, 
de  cuyas  filas  pasó 
a  ponerse  a  las  órdenes  del  general  Que- 
mes. Fué  promovido  a  coronel  del  regimien- 
to de  Dragones  de  ia  nación  y  a  mayor  ge- 

DlC.   HlST.   BlOQR. 


429 


VIE 


D.Jorge  Enrique  Vidt. 


neral  del  ejército  auxiliar  del  Perú  en  1821. 
Nombrósele  más  tarde  jefe  de  Estado  Mayor 
del  ejército  de  Quemes  y  comandante  en  jefe 
del  ejército  a  la  muerte  de  éste,  a  quien  juró 
sobre  su  espada  que  se  continuaría  la  cam- 
paña hasta  expulsar  del  territorio  argentino  a! 
enemigo  o  perecer  en  la  contienda;  juramento 
que  supo  mantener  con  decisión  y  entusiasmo, 
granjeándose  gran  popularidad  entre  los  gau- 
chos, a  pesar  de  ser  extranjero;  a  él  le  cupo 
la  gloria  de  rechazar  la  novena  y  ultima  inva- 
sión realista  a  Salta,  en  1821.  Este  valeroso 
jefe  se  presume  que  se  ausentara  del  país 
en  1824,  por  cuanto  deja  de  figurar  en  esa 
época  con  la  terminación  de  la  guerra  de  la 
independencia,  ignorándose  dónde  pasó  el  res- 
to de  sus  días. 
Viejobueno  (Domingo).  Qeneral  de  brigada. 
Ingresó  en  Artillería  como  aspirante  el  16  de 
julio  de  1861.  To- 
mó participación 
en  la  campaña  del 
Paraguay;  en  las 
del  interior;  fron- 
teras del  oeste  de 
Buenos  Aires, 
como  asimismo  en 
la  del  Sud;  en  Co- 
rrientes y  en  En- 
tre Ríos,  asistien- 
do a  las  siguien- 
tes acciones  de 
guerra:  2,  20  y  24 
de  mayo  de  1865, 
y  10,    11  y  18  de  D- Domingo  Viejobueno. 

junio  de  1866  en  la  guerra  del  Paraguay.  Com- 
batió contra  los  indios  en  el  Sud,  en  junio  del 
año  1868.  Combates  en  la  batería  de  la  Paz, 
provincia  de  Entre  Ríos,  en  noviembre  de  1871. 
Batalla  de  Ñaembé  y  combate  del  arroyo  de 
Las  Tunas,  cerca  del  Paraná.  Fué  jefe  del 
Parque  de  Artillería  en  1874;  jefe  de  Policía 
en  junio  de  1874;  interventor  nacional  en  la 
Rioja  en  1878;  comisionado  a  Europa  y  Esta- 
dos Unidos  en  1879;  director  del  Arsenal  de 
guerra  en  1881;  jefe  de  Policía  de  la  capital  en 
13  de  octubre  de  1892,  etc.  Murió  en  Buenos 
Aires. 
Viejobueno  (Joaquín).  Militar.  Qeneral  de  di- 
visión y  nacido  en  Buenos  Aires,  el  11  de  junio 
de  1833.  Formó  en  el  ejército  de  Buenos  Aires 
en  Cepeda;  y  al  mando  de  la  primera  batería 
del  primer  escuadrón  de  Artillería  en  el  com- 


VIE 


Gederal  de  división  D.  Joaquín 
Viejobueno. 


bate  naval  que  se  libró  entre  la  escuadra  de 
Buenos  Aires  y  la  de  la  Confederación  frente 
a  San  Nicolás. 
Hizo  la  campaña 
del  Paraguay,  én- 
eo ntránd  ose  en 
las  siguientes  ac- 
ciones de  guerra: 
toma  de  Corrien- 
ces,  Yatay,  Uru- 
guay ana,  Paso 
de  la  Patria,  2 
de  Mayo,  Estero 
Bellaco,  Tuyutí, 
Yataíti-Corá.  En 
las  luchas  civiles 
se  halló  en  los 
Sauces,  en  don- 
de fué  ascendido 

a  coronel  en  el  campo  de  batalla;  Don  Cris- 
tóbal y  en  los  combates  de  Jena  y  Potreros 
de    Vico.  Hizo  la  segunda  campaña  de  En- 
tre Ríos,    Talita  y  Don  Gonzalo.  En  la  revo- 
lución del  74  tenía  el  mando  de  las  fuerzas  de 
la  guarnición.  En  junio  de  1880  fué  comandan- 
te en  jefe  del  ejército  que  se  organizó  en  la 
Chacarita,  y  en  tal  carácter  mandó  en  jefe  en 
el  combate  de  Puente  Alsina  y  en  la  batalla  de 
los  Corrales,  el  21   de  junio  del  mismo  año. 
Fué  jefe  de  Estado  Mayor,  inspector  y  coman- 
dante general  de  Armas  de  la  nación  y  minis- 
tro   de  Guerra  y  Marina,  interino,   por  dos 
veces. 
Viel  (Benjamín  Juan  María  Nicolás).  Militar. 
Nació*en  París  (Francia),  el  21  de  enero  de 
1787;  se  educó  en 
esa  ciudad  y  em- 
pezó   la    carrera 
militar  a  las  ór- 
denes del  maris- 
cal Ney,  asistien- 
do   a    innumera- 
bles combates  y 
cubriéndose  de 
gloria  hasta   la 
caída    de    Napo- 
león I.  Sehallóen 
Austerlitz,  Jena, 
Eilau,    Busaca, 
Sala  manca, 
Champukert, 

Montraywail  y    ^    Benjamín  Juan  M."  Nicolás 
Waterloo.    En  viei. 


-  430  -  VIE 

1815  emigró  a    los  Estados  Unidos,   y  dos 
años  después  se  trasladó   a  Buenos  Aires, 
siendo  dado  de  alta  en  el  ejército  argentino, 
en  su  grado  de  sargento  mayor  de  Caballería 
de  línea,  pasando  a  prestar  sus  servicios  a  la 
división  de  los  Andes.  Concurrió  en  1818  a  la 
batalla  de  Maipú  y  a  la  campaña  del  Sud  de 
Chile,  batiéndose  contra  los  realistas  y  los  in- 
dios, mereciendo  ser  recomendado  por  su  biza- 
rría como  mayor  del  regimiento  de  Granade- 
ros a  caballo  en  la  acción  de  Bio-Bio,  librada 
el  18  de  enero  de  1819,  iniciando  el  combate- 
Promovido  posteriormente  a  general,  desem- 
peñó en  1827  la  jefatura  del  Estado  Mayor  del 
ejército  de  Chile  y  de  la  división  del  Sud;  dos 
años    después,   la  Comandancia    general  de 
Armas  de  la  capital  y  la  Intendencia  de  la  pro- 
vincia de  Concepción.  El  fallecimiento  de  este 
digno  y  bizarro  jefe  tuvo  lugar  en  Santiago  de 
Chile  el  15  de  agosto  de  1868. 
Vieyra  (Pedro  José).  Brasileño.  Nacido  en  Río 
Grande.  Se  avecindó  desde  muy  joven  en  la 
Banda  Oriental  del  Uruguay.  En  febrero  dei 
año  181 1  encabezó  un  grupo  de  cien  patriotas 
y  pronuncióse  por  la  libertad,  tomando  la  villa 
de  Mercedes;   primer    movimiento  llevado  a 
cabo  contra  los  españoles  que  ocupaban  el 
Uruguay,  que  por  entonces  formaba  parte  del 
Gobierno  de  las  Provincias  Unidas  del  Río  de 
la  Plata.  Este  hecho  se  conoce  en  la  historia 
uruguaya  con  el  nombre  de  grito  de  Ascencio, 
porque  tuvo  lugar  en  el  paso  de  Denis,  sobre 
el  arroyo  Ascencio,  el  28  de  febrero  de  1811. 
En  el  mismo  día  los  patriotas  encabezados  por 
Vieyra  marcharon  al   pueblo  de  Soriano  y  to- 
maron al  Cabildo;  poco  después  sus  pobla- 
ores  batieron  a  los  realistas,  obligándoles  a 
reembarcarse.  En  premio  de  sus  servicios  le  fué 
conferido  el  grado  de  capitán  de  Milicias  con 
fecha  30  de  julio  de  1811,  y  el  de  capitán  gra- 
duado el  11  de  agosto  del  mismo  año.  El  7  de 
octubre  de  1813  fué  nombrado  comandante  mi- 
litar de  San  Nicolás  de  los  Arroyos,  sitio  muy 
hostilizado  por  los  marinos.  El  31  de  mar 
de  1814  fué  elevado  a  teniente  coronel,  y  ma 
chó  al  Uruguay  a  la  campaña  contra  Artigas,  n 
las  órdenes  del  coronel  Dorrego,  y  en  20  de 
marzo  del  año  siguiente  fué  nombrado  coronel 
del  ejército,  obteniendo  su  cédula  de  retiro  con 
el  grado  de  coronel  graduado.  En  1819  acom- 
pañó al  general  Marcos  Balcarce  en  la  campa- 
ña de  Entre  Ríos.  Cuatro  anos  después  reapa- 
reció en  Buenos  Aires,  actuando  en  la  asonada 


I 


VIE 


431 


VIL 


D.  Hipólito  Vieytes. 


del  Dr.  Tagie,  el  año  1823,  por  cuyo  motivo  el 
Gobierno  ofreció  un  premio  de  doscientos  pe- 
sos al  que  lo  aprisionase.  Retirado  de  la  esce- 
na política,  murió  algunos  años  después  en  su 
provincia  natal. 

Vieytes  (Hipólito).  Comerciante.  Nacido  en  el 
pueblo  de  San  Antonio  de  Areco,  provincia  de 
Buenos  Aires,  el 
12  de  agosto  de 
1762.  Estudió  Fi- 
losofía y  Juris- 
prudencia en  el 
Real  Colegio  de 
San  Carlos,  y 
una  vez  regresa- 
do de  ese  estable- 
cimiento comple- 
tó su  instrucción 
con  la  lectura  in- 
cesante de  estu- 
dios agronómicos 
y  políticos.  El  1 
de  septiembre  de 
1802  fundó  el  Se- 
manario de  Agri- 
cultura, Industria  y  Comercio  publicación  que 
redactó  por  espacio  de  cinco  años,  y  que  sus- 
pendió con  motivo  de  la  invasión  inglesa 
de  1806,  en  la  que  combatió  como  capitán 
de  Milicias.  En  el  mismo  año  estableció  una 
jabonería  en  la  calle  de  Venezuela,  en  so- 
ciedad con  Rodríguez  Peña,  en  cuya  casa 
se  reunían  los  precursores  de  la  revolución,  en 
la  que  tuvo  una  parte  muy  principal.  En  1810 
la  Junta  le  confió  una  misión  importante  en  el 
ejército  que  partió  al  interior  del  país;  en  el 
mismo  regresó  a  Buenos  Aires  y  fué  nombrado 
secretario  de  Gobierno  y  Guerra  en  reemplazo 
del  Dr.  Moreno,  puesto  en  que  le  encontró  el 
motín  de  abril  de  1811,  siendo  desterrado  a  Lu- 
jan, pero  al  poco  tiempo  absuelto.  En  1812  fué 
fiscal  en  la  causa  de  la  conspiración  de  Alza- 
ga  (v.),  miembro  de  la  Cámara  de  Apelaciones, 
intendente  general  de  Policía  y  comisionado 
por  el  Gobierno  para  estudiar  las  materias  que 
debían  tratarse  eii  la  Asamblea  de  1813,  con- 
fiándosele  el  puesto  de  secretario.  La  revolu- 
ción de  1815  le  «envolvió  en  las  persecuciones 
que  se  hicieron,  siendo  condenado  por  equidad 
a  destierro  indefinido».  Poco  después  murió, 
hallándose  confinado  en  el  pueblo  de  San  Fer- 
nando, el  5  de  octubre  de  1815. 

Vilcalpujio  (batalla).  1  de  octubre  de  1813.  Los 


triunfos  de  Tucuinait  y  de  Salta  habían  abierto 
las  puertas  al  Alto  Perú  al  ejército  argentino; 
pero  allí  la  fortuna  no  le  fué  propicia,  y  en  una 
batalla  que  libra  con  el  español,  a  las  órdenes 
del  general  Pezuela,  en  la  pampa  de  Vilcapujio, 
es  vencido  después  de  una  lucha  tenaz,  en  que 
ambos  ejércitos  hicieron  prodigios  de  valor.  La 
derecha  y  el  centro  de  los  patriotas,  compues- 
ta de  los  Cazadores,  el  núm.  6  y  los  «pardos 
y  morenos»  de  Superi,  arrollaron  y  destruye- 
ron la  izquierda  y  centro  enemigos;  pero  la  iz- 
quierda patriota  fué  rechazada  por  los  batallo- 
nes de  Picoaga  y  Olañeta  y  por  la  caballería 
de  Balliván.  El  fuego  había  durado  tres  horas, 
cuando  el  jefe  que  mandaba  los  Cazadores  en 
ausencia  de  Dorrego,  mandó  tocar  reunión. 
Los  demás  Cuerpos  que  perseguían  al  enemi- 
go repiten  la  señal;  el  pánico  se  apodera  de  los 
soldados  y  la  derrota  se  pronuncia  entre  los 
vencedores.  Pezuela,  que  había  salido  huyen- 
do del  campo  de  batalla,  reúne  entonces  sus 
dispersos  y  los  patriotas  son  perseguidos  en 
todas  direcciones.  Por  cada  parte  hubo  más  de 
400  muertos;  los  realistas  perdieron  dos  jefes 
y  los  independientes  a  Alvarez,  comandante 
del  núm.  8,  a  su  segundo  Beldón  y  a  dos  ofi- 
ciales más,  que  reemplazaron  a  éstos  en  el 
mando.  El  comandante  Forest  quedó  herido.  El 
ejército  argentino  en  Vilcapujio  se  componía 
así,  siguiendo  su  orden  de  batalla  por  la  de- 
recha: Dragones,  D.  Balcarce;  Cazadores, 
R.  Echavarría;  núm.  6,  Forest  y  Aráoz;  Pardos 
y  Morenos,  Superi;  núm.  8  (antes  2),  B.  Alva- 
rez y  Beldón;  Dragones,  Arévalo;  reservas  nú- 
mero 1,  Perdriel;  14  cañones. 
Vilela  (José  María).  Nacido  en  Yapeyú.  Era 
comerciante  en  el  pueblo  de  las  Conchas 
cuando  las  invasiones  inglesas,  en  las  que 
tomó  parte  a  las  órdenes  de  Liniers.  En  1810 
era  alférez,  y  en  tal  grado  prestó  servicios 
importantes  en  la  defensa  contra  los  marinos 
españoles,  llegando  a  formar  más  tarde  un 
regimiento  con  el  nombre  de  «Colorados  de  las 
Conchas»,  del  cual  fué  jefe,  actuando  con  lu- 
cimiento en  las  guerras  del  litoral;  contra  los 
montoneros,  en  1818  y  1819;  en  las  campanas 
de  1820;  en  la  expedición  al  desierto,  en  1822, 
y  en  la  guerra  contra  el  Brasil,  donde  se  cu- 
brió de  gloria  en  las  acciones  de  Bacacay  e 
Ituzaingó,  en  1827.  Coronel  en  1828.  Se  halló 
en  el  combate  de  Naoarro;  en  las  campañas 
del  interior  a  las  órdenes  de  Paz,  Lavaile  y 
Lamadrid,  por  cuya  causa  fué  borrado  de  la 


VILL 


—  432  - 


VILL 


lista  militar  en  1835,  por  orden  de  Rosas.  En 
1841  fué  nombrado  jefe  de  la  división  despren- 
dida hacia  Catamarca,  pero  en  su  marcha  fué 
sorprendido  en  San  Cala,  el  8  de  enero,  y 
completamente  derrotado.  Más  tarde  fué  he- 
cho prisionero  en  Salta  y  ejecutado  en  Tucu- 
mán,  el  3  de  octubre  de  1841,  por  orden  del 
general  Oribe. 

Villafafie  (Benjamín).  Nació  en  la  provincia  de 
Tucumán,  el  31  de  marzo  de  1814.  Combatió 
contra  la  dictadura  de  Rosas.  En  1840  fué  co- 
misionado para  combinar  los  movimientos  de 
Tucumán  y  Salta,  corriendo  la  suerte  adversa 
de  los  generales  Lavalle  y  Lamadrid.  Emigró 
a  Chile,  pasando  luego  a  Bolivia,  donde  fué 
profesor  y  periodista.  A  la  caída  de  Rosas, 
regresó  a  su  patria.  Fué  ministro  de  Gobierno 
en  Salta;  ministro  y  gobernador  de  Tucumán, 
interino,  en  1860.  Con  motivo  de  un  movi- 
miento que  dio  por  resultado  el  descenso  del 
gobernador  Zavalia,  Villafañe,  contra  toda  su 
voluntad,  desempeñó  ese  cargo  hasta  el  27  de 
diciembre  de  1861.  Fué  miembro  fundador  del 
Instituto  Histórico  y  Geográfico  del  Paraná; 
fundador  del  Colegio  Nacional  de  Tucumán; 
senador  al  Congreso  y  rector  del  Colegio  Na- 
cional de  Jujuy,  hasta  1888. 

Villanueva  (José  María).  Natural  de  Mendoza, 
en  1796.  Se  alistó  en  Granaderos  a  caballo, 
haciendo  la  travesía  de  los  Andes  y  batiéndose 
en  Chacabuco,  en  1817,  en  cuya  batalla  fué  he- 
rido de  gravedad,  lo  que  le  obligó  a  pasar  a 
Mendoza  a  restablecerse,  y  le  privó  de  hacer 
la  expedición  al  Perú.  Vivió  alejado  de  las 
luchas  políticas  hasta  1829,  año  en  que  se  afi- 
lió al  partido  unitario  y  tomó  parte  en  el  com- 
bate del  Pilar,  como  jef°  de  un  regimiento  de 
caballería,  de  cuya  derrota  salvó  escapándose 
del  campo  de  la  matanza  y  ocultándose;  pero 
fué  descubierto  y  sentenciado  a  ser  degollado, 
operación  que  practicaron  los  mazorqueros, 
pero  sin  dividirle  por  entero  el  cuello.  Vuelto 
en  sí,  se  arrastró  hasta  el  convento  de  Santo 
Domingo,  donde  un  fraile.  Nieto,  lo  ocultó, 
salvándose  del  registro  del  convento,  que  hizo 
un  oficial  acompañado  por  aquel  religioso. 
Vivió  luego  en  un  sótano  por  espacio  de  siete 
meses,  hasta  abril  de  1830,  en  que  se  incor- 
poró, ya  convaleciente,  al  ejército  del  general 
Paz,  en  Córdoba,  donde  conquistó  el  grado  de 
teniente  coronel,  después  de  haberse  batido 
en  varias  acciones  de  guerra.  Tomado  prisio- 
nero el  general  Paz,  le  sucedió  en  el  mando  el 


general  Lamadrid,  bajo  cuyas  órdenes  se  ba- 
tió en  la  batalla  de  la  Ciudadela  de  Tucumán. 
El  4  de  noviembre  de  1831  fué  muerto  a  lan- 
zazos por  las  tropas  de  Quiroga. 

Villar  (combate).  El  3  de  marzo  de  1816.  En 
tanto  el  valiente  caudillo  Padilla  (v.)  marchaba 
al  encuentro  de  los  españoles  a  combatir  en 
la  Laguna,  su  esposa,  D.*  Juana  Azurdiiy  (v.), 
había  quedado  con  30  fusileros  y  200  indios  de 
pelea  para  guardar  el  pueblo  del  Villar.  El  co- 
ronel realista  La  Hera,  rechazado  en  la  La- 
guna, falto  de  víveres  y  municiones  y  rodeado 
por  Padilla,  determinó  abrirse  paso  esa  noche 
atacando  al  Villar  para  poder  llegar  a  Chuqui- 
saca,  y  pone  en  práctica  su  pensamiento;  pero 
allí  estaba  la  esposa  de  Padilla,  que  los  carga 
denodadamente  a  la  cabeza  de  su  tropa.  El 
choque  es  formidable;  cuando  al  ruido  de  la 
fusilería  volvió  el  caudillo  en  su  auxilio,  sólo 
pudo  ver  a  los  realistas  que  huían  a  favor  de 
las  tinieblas.  La  Padilla  había  quitado,  ella 
misma,  la  bandera  enemiga  al  oficial  que  la 
conducía.  El  director  Pueyrredón  recompensó 
a  esta  patriota  con  el  grado  de  teniente  co- 
ronel de  los  ejércitos  de  la  patria. 

Villar  y  Díaz  (Isidoro).  Guerrero  de  la  inde- 
pendencia. Prestó  sus  servicios  en  el  ejército 
auxiliar  del  Perú  desde  1811,  en  clase  de  sar- 
gento y  luego  como  alférez.  En  la  batalla  de 
Vilcapujio,  siendo  teniente,  fué  hecho  prisio- 
nero por  los  españoles  y  conducido  a  los  cala- 
bozos de  Casasmatas  (v.),  donde  permaneció 
hasta  1820,  en  cuya  fecha  fué  canjeado  por  el 
general  San  Martín,  quien  lo  ascendió  inme- 
diatamente al  grado  de  capitán.  Figura  entre 
los  condecorados  con  la  Orden  del  Sol.  Fa- 
lleció en  1830. 

Villarino  (Basilio).  Marino.  Nació  en  Coruña 
(España),  el  14  de  junio  de  1741.  Inclinado  a  la 
náutica  ingresó  a  la  Armada  española,  y  como 
ayudante  de  piloto  de  la  fragata  de  guerra 
Perpetua  llegó  a  Montevideo  el  ano  1774,  de 
donde  partió  cuatro  años  después  para  poblar 
y  reconocer  las  costas  y  ríos  de  la  Patagonia, 
de  cuya  comisión  dio  cuenta  al  virrey  en  dia- 
rios e  informes.  En  1780  exploró,  por  orden 
del  virrey  de  Buenos  Aires,  el  rio  Colorado  y 
sus  costas,  reconociendo  también  la  Bahía  de 
Todos  los  Santos,  Puerto  Deseado,  las  islas 
del  Buen  Suceso  y  las  adyacentes,  siendo  ele- 
vado, en  mérito  a  estos  servicios,  a  la  cate- 
goría de  piloto  de  la  Real  Armada.  En  1782 
exploró  el  Río  Negro,  llegando  hasta  la  con- 


VILL 


433 


VIRR 


fluencia  del  Limay  y  Neuquén;  visitó  también 
la  isla  de  Choel-Choel,  donde  se  fortificó,  des- 
pués de  emplear  un  año  en  esta  penosísima 
exploración.  Dos  años  después  acompañó  al 
superintendente  general  de  ios  establecimien- 
tos de  la  costa  patagónica,  D.  Juan  de  la  Pie- 
dra, en  la  expedición  que  llevó  contra  los  in- 
dios rebeldes.  En  ella  recibió  la  muerte,  en  el 
ataque  llevado  por  la  tribu  del  cacique  Negro, 
el  26  de  enero  de  1785. 

Villarroel  (Diego  de).  Militar.  Natural  de  Es- 
paña. Fundó  en  el  Alto  Perú  la  ciudad  de  Po- 
tosí, el  7  de  septiembre  de  1554,  con  el  objeto 
de  explotar  las  famosas  minas  del  cerro.  Pos- 
teriormente fundó  la  ciudad  de  San  Miguel  de 
Tucumán,  el  9  de  septiembre  de  1565.  Años 
después,  atribuyendo  la  enfermedad  del  coto, 
que  se  desarrollaba  entre  sus  vecinos,  a  la  ca- 
lidad de  las  aguas  de  que  se  servía  la  pobla- 
ción, fué  trasladada  en  1565,  por  consejos  mé- 
dicos, y  también  para  asegurarla  contra  las 
crecientes  de  los  ríos  Salí  y  Monteros  que 
inundaban  la  ciudad. 

Villegas  (Conrado).  Militar.  Combatió  cons- 
tantemente contra  los  indios,  y  su  campaña  dio 
por  resultado  la 
destrucción  com- 
pleta de  las  tri- 
bus de  indios  bra- 
vos en  todo  el  te- 
rritorio del  Sud. 
Llegando  a  las 
tolderías  del  ca- 
cique Pincén,  se 
apoderó  de  él,  so- 
metiendo a  otros 
caciques  más.  En 
9  de  abril,  las  co- 
lumnas destaca- 
das por  Villegas  ^  „        .   ,,.„ 

^     .  "  D   Conrado  Villegas, 

se  reunieron    en 

el  lago  Nahuel-Huapí,  enarbolando  la  bandera 
argentina  en  las  alturas  de  los  Andes,  y  el 
mismo  general  Villegas,  en  5  de  mayo  de  1883, . 
llevó  a  término  su  nueva  expedición  en  los  ex- 
tensos territorios  comprendidos  entre  los  ríos 
Limay  y  Neuquén,  la  cordillera  de  los  Andes  y 
la  Patagonia  Austral,  recorrida  en  un  trayec- 
to de  125  leguas  al  sur  del  lago  Nahuel-Huapí, 
destruyendo  la  indiada  que  se  había  rehecho 
después  de  la  expedición  del  general  Julio 
A.  Roca,  en  1879. 
Vinioza  (Francisco).  Según  un  manuscrito  del 


Dr.  Seguróla,  el  1  de  agosto  de  1605  el  señor 
Vinioza  pidió  se  le  admitiese  como  maestro  de 
escuela  en  Buenos  Aires;  ofrecía  llevar  por 
enseñar  a  leer,  un  peso;  por  escribir  y  contar, 
dos  pesos.  Fué  admitido,  y  parece  que  éste 
fué  el  primero  que  en  esta  ciudad  se  dedicó  a 
la  enseñanza. 

Vlrasoro  (Benjamín).  Nació  en  la  ciudad  de  Co- 
rrientes, el  1  de  mayo  de  1812.  Se  educó  en 
Buenos  Aires,  y  en  su  provincia  natal  se  de- 
dicó a  la  ganadería.  En  1839  sentó  plaza  de 
soldado  distinguido,  asistiendo  a  la  batalla  de 
Cagancha.  Pasó  luego  al  ejército  de  Lavalle, 
y  fué  destinado  a  guardar  la  costa  del  Uru- 
guay; se  batió  en  el  paso  de  la  Estingada,  sien- 
do ascendido.  A  las  órdenes  de  Paz  se  halló 
en  Caa-Guazii,  y  fué  ascendido  a  teniente  co- 
ronel, y  luego  en  Arroyo  Grande,  después  de 
la  cual  emigró  al  Paraguay  y  de  allí  al  Brasil. 
Vuelto  a  Corrientes,  fué  gobernador  provi- 
sorio después  de  la  batalla  de  Vences,  y  como 
coronel  mayor  fué  jefe  del  Estado  Mayor  del 
ejército  aliado  que  emprendió  la  batalla  que 
terminó  en  Caseros.  En  1852,  Virasoro  fué 
depuesto  del  gobierno,  y  separado  del  ejército 
se  radicó  en  el  Rosario,  de  donde  fué  llamado 
porUrquiza  para  las  campañas  de  Cepeday  Pa- 
vón, y  en  1865  para  la  movilización  de  las  tro- 
pas correntinas  yentrerrianas  que  debían  mar- 
char al  Paraguay.  Retirado  a  la  vida  privada 
falleció  en  Buenos  Aires,  el  29  de  abril  de  1897. 

Virrey.  Era  el  representante  del  soberano  y 
presidía  todos  los  ramos  del  Estado,  reunien- 
do el  poder  civil  y  militar,  sin  más  contrapeso 
que  la  remota  dependencia  del  Consejo  de  In- 
dias y  la  próxima,  aunque  indirecta,  inspec- 
ción de  las  Audiencias.  Cuando  terminaba  su 
misión,  que  generalmente  no  duraba  más  que 
cinco  años,  a  menos  que  no  fuese  prorrogada 
estaba  sujeto  al  juicio  llamado  de  residencia, 
es  decir,  a  dar  cuenta  exacta  y  documentada 
de  su  buena  administración,  y  a  presentarse, 
por  sí  o  por  medio  de  apoderado  sólidamente 
afianzado,  a  responder  a  cuantos  cargos  le  hi- 
cieran las  provincias,  libres  ya  del  influjo  de 
su  autoridad.  Desde  el  año  1777,  se  erigió  a 
Buenos  Aires  en  capital  del  virreinato. 

Virreyes.  Pedro  Cevallos,  desde  1777  a  1778; 
Juan  J.  de  Vértiz  y  Salcedo,  desde  1778  a 
1784;  Nicolás  del  Campo,  desde  1784  a  1785; 
Juan  Vicente  de  Quemes,  desde  1785  a  1789; 
Nicolás  de  Arredondo,  desde  1789  a  1795;  Pe- 
dro de  Meló,  desde  1795  a  1797.  Interinamente 


VIRR  -  434 

a  Real  Audiencia:  Antonio  Olaguer  Feliú, 
desde  1798  a  1799;  Gabriel  de  Aviles  y  de  Fie- 
rro, desde  1799  a  1801;  Joaquín  del  Pino,  des- 
de 1801  a  1804;  Rafael  de  Sobremonte,  desde 
1804  a  1807;  Pascual  Ruiz  Huidobro,  en  1807; 
Santiago  Liniers,  desde  1807  a  1809;  Baltasar 
Hidalgo  de  Cisneros  y  Latorre,  desde  1809 
a  1810. 
Virpeinato  del  Río  de  la  Plata.  Era  la 
reunión  de  los  gobiernos  del  Paraguay,  Char- 
cas, Tucumán,  Cuyo  y  Río  de  la  Plata,  bajo  el 
mando  de  una  sola  persona  residente  en  Bue- 
nos Aires,  con  el  título  de  virrey.  Este  virrei- 
nato comprendía  todo  el  territorio  que  es  hoy 
de  la  República  Argentina,  Alto  Perú  o  Boli- 


VIZ 

via,  Paraguay  y  Banda  Oriental  del  Uruguay- 
La  cédula  real  de  creación  de  este  virreinato 
está  firmada  el  8  de  agosto  de  1776,  y  expedi- 
da a  favor  del  teniente  general  D.  Pedro  de 
Cevallos,  que  fué  el  primer  virrey  gobernador 
y  capitán  general  del  Río  de  la  Plata,  con  cua- 
renta mil  pesos  de  sueldo' 
Vizcacheras  (combate).  Guerra  civil.  El  28  de 
marzo  de  1829.  El  coronel  unitario  D.  Federi- 
co Rauch,  en  un  combate  librado  en  las  Visca- 
cheras, al  Sud  de  Buenos  Aires,  es  vencido  y 
muerto  por  tropas  compuestas  en  su  mayor 
parte  de  indios,  que  estaban  al  mando  del  co- 
madante  general  de  la  campaña,  D.  Juan  Ma- 
nuel de  Rosas. 


w 


Warnes  (Ignífclo  José).  Nació  en  Buenos  Aires, 
en  el  año  1770,  y  empezó  su  carrera  militar 
como  cadete  en  el  regimiento  de  Blandengues 
de  Montevideo,  siendo  ascendido  a  subtenien- 
te en  1795.  Combatió  durante  las  invasiones 
inglesas.  Con  el  general  D.  Manuel  Belgrano, 
y  como  su  secretario,  hizo  la  campaña  del 
Paraguay.  En  1811  ascendió  ateniente  coro- 
nel. Se  halló  en  las  batallas  de  Tucumán,  Sal- 
ta, Las  Piedras,  Vilcapujio,  Ayohuma.  Fué 
después  nombrado  por  Belgrano  gobernador 
intendente  de  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  puesto 
en  que  se  inmortalizó,  sosteniendo  la  resisten- 
cia de  Santa  Bárbara.  Concurrió  a  la  batalla 
de  la  Florida  y  a  la  expedición  a  la  provincia 
de  Chiquitos;  asistió.'por  último,  ala  batalla  de 
Parí,  el  17  de  noviembre  de  1816,  donde  murió 
heroicamente,  siendo  decapitado  y  su  cabeza 
colocado  en  una  pica.  Warnes  era  patriota  de 
ardiente  fibra  y  decidido  empeño. 

Warnes  (Martín  José).  Hermano  del  anterior. 
Nació  en  Buenos  Aires,  el  8  de  julio  de  1766, 
del  matrimonio  de  D.  Manuel  Antonio  con 
D."  Josefa  García  de  Zúñiga.  Cursó  sus  pri. 
meros  estudios  en  la  Escuela  de  Argerich,  y 
en  1802  fué  enviado  a  España  a  estudiar  náuti^ 
ca,  ingresando  a  la  Real  Armada  poco  después. 
El  laurel  de  Trafalgar  orló  su  frente  juvenil, 
pues  se  batió  como  guardia  marina  en  la  Santí- 
sima Trinidad,  al  lado  del  almirante  Cisneros, 
último  virrey  español  en  el  Río  de  la  Plata.  Sir- 
vió en  aquella  armada  hasta  el  año  diez  y  seis, 
alcanzando  a  ser  teniente  de  navio,  abandonan- 
do entonces  el  servicio  para  ponerse  a  favor 
de  la  independencia  americana.  El  11  de  enero 
de  1817  púsose  en  viaje  de  Buenos  Aires,  con 
rumbo  a  Mendoza;  destinado  al  ejército  de  los 
Andes,  a  cuya  artillería  se  incorporó,  batién- 
dose con  honor  en  las  batallas  libradas  por  la 


liberación  de  Chile.  Ya  obstentando  las  charre- 
teras de  sargento  mayor,  ganadas  en  Maipú, 
fué,  con  Blanco  Encalada,  de  los  fundadores  de 
la  escuadra  chilena.  Asistió  a  la  rendición  de 
la  María  Isabel  y  demás  operaciones  de  la 
marina  en  aquella  campaña  y  la  posterior  del 
Perú,  regresando  a  Buenos  Aires  en  el  año 
1825,  en  cuya  marina  fué  incorporado,  a  pro- 
puesta del  jefe  de  ella,  en  clase  de  mayor  de 
órdenes  y  comandante  de  la  goleta  Sarandí. 
Separado  del  servicio  permaneció  en  Buenos 
Aires  hasta  1829,  que  se  trasladó  a  Paysandú 
(Estado  Oriental),  donde  fundó  un  estableci- 
miento de  campo;  pero  poco  después  se  dirigió 
a  Chile,  a  cuyo  ejército  se  incorporó  nueva- 
mente. Murió  allí  en  1842. 

Wheelwright  (Guillermo).  Norteamericano. 
La  América  del  Sud  le  debe  muchos  e  impor- 
tantes adelantos, 
habiendo  en  Chi- 
le sido  el  primero 
en  explorar  las 
minas  de  carbón 
de  piedra;  el  que 
estableció  la  pri- 
mera línea  de  pa- 
quetes entre  Val- 
paraíso y  Cobija; 
el  que  realizó  allí 
la  primera  em- 
presa de  ferroca- 
rril, y  el  construc- 
tor también,  del 
gran  ferrocarril 

Central  Argentino,  del  Rosario  a  Córdoba, 
y  de  otras  vías  de  importancia.  Este  hom- 
bre emprendedor  y  activísimo  falleció  en 
Inglaterra,  el  26  de  septiembre  de  1873. 

White  (Guillermo  Pío).  Norte     ericano.  Nar  ó 


D.  Guillermo.  Wheehvright. 


WHI 


436 


WIL 


en  Boston,  el  11  de  octubre  de  1770.  Llegó  al 
Río  de  la  Plata  1803),  como  sobrecargo  del  na" 
vio  mercante  Principe  (a)  Concepción,  con  pro- 
cedencia de  la  Isla  de  Francia  (Mauricio),  en  el 
Océano  Indico,  y  largas  estadías  en  los  puer- 
tos de  Guayalquil,  Callao  y  Valparaíso.  Inmis- 
cuido en  los  sucesos  de  las  invasiones  inglesas, 
cooperó  en  las  tentativas  que  se  hicieron  para 
independizar  al  país,  bajo  la  protección  de  la 
Gran  Bretaña;  púsose  en  comunicación  con  el 
general  Auchmuty,  siendo  procesado  por  los 
españoles.  Así  es  que  apenas  estallada  la  re- 
volución de  mayo,  vinculado  estrechamente 
con  sus  iniciadores,  prestó  servicios  de  la  ma- 
mor  importancia,  proveyendo  de  armamentos 
que  hizo  venir,  y  en  seguida  el  apresto  de  la 
primera  escuadra  de  la  patria  que  dio  solución 
al  famoso  sitio  de  Montevideo.  Falleció  el  3  de 
enero  de  1842. 

Whitelocke  (Juan).  General  inglés.  Nació  en 
el  Condado  de  Berk,  por  el  año  1759.  Uno  de 
los  jefes  del  ejército  inglés  invasor,  en  1806. 
Por  el  heroísmo  del  pueblo  de  Buenos  Aires 
tuvo  que  capitular  y  rendirse.  Whitelocke  traía 
a  América,  para  el  caso  en  que  triunfase,  el 
nombramiento  de  gobernador  general  de  la 
América  del  Sud,  con  el  sueldo  de  12.000  li- 
bras esterlinas  al  año,  y  con  poderes  muy  ex- 
tensos sobre  las  provincias  conquistadas.  Por 
su  derrota  en  Buenos  Aires,  el  general  White- 
locke fué  degradado.  He  aquí  el  fallo  del  Con- 
sejo de  guerra  que  lo  juzgó:  «que  dicho  tenien- 
te general  Whitelocke  sea  dado  de  baja  y  de- 
clarado totalmen- 
te inepto  e  indig- 
no de  servir  a  Su 
Magestad  en  nin- 
guna clase  mili- 
tar». 

Wilde  (Diego  We 
llesley).  Natural 
de  Inglaterra.  Se 
naturalizó  argen- 
tino y  empezó  su 
carrera  militar 
como  teniente  se- 
gundo del  regi- 
miento segundo 
de  Caballería  de 
línea. Sirviódesde 

1826  hasta  el  año  1858,  asistiendo  a  todos  los 
hechos  de  armas  de  esa  época  hasta  alcanzar 
el  grado  de  coronel.  Era  el  coronel  Wilde  de 


Coronel  D.  Diego  Wilde. 


noble  familia  inglesa ,  ahijado  del  duque  de  ' 
Wellington,  casado  con  D.^  Visitación  Gar- 
cía,  hermana  de  la  ilustre  señora  D.^  Fortu- 
nata García  de  García  (v.),  quien  arriesgando 
su  vida,  en  una  época  de  terror  en  la  Argenti- 
na, quitó  de  una  pica,  donde  estaba  expuesta 
en  la  plaza  de  Tucumán,  y  se  la  llevó  consigo  a 
su  casa,  la  cabeza  del  gobernador  Avellaneda. 
El  coronel  Wilde  fué  de  los  emigrados  a  Boli- 
via  durante  la  tiranía. 

Wilde  (Eduardo).  Médico  y  ministro  plenipoten 
ciario  de  la  República  Argentina.  Hijo  del  an 
terior.  Nació  el  15  de  junio  de  1844  en  Tupizs 
(Bolivia)(l).  Ter- 
minaba brillante- 
mente sus  estu- 
dios de  Medicina 
cuando  estallaba 
la  guerra  del  Pa- 
raguay y  fué  nom- 
brado, a  pesar  de 
sus  pocos  años, 
cirujano  interno 
del  Hospital  Mili- 
tar; después,  mé- 
dico interno  del 
Hospital  de  Colé- 
ricos. Su  tesis¿al 
canzó  la  medalla 
de  oro.  Versaba 
sobre  c<EI  hipo». 
Su  acción    inteli 

gente  y  noble  fué  eficaz  durante  la  fiebre  amari- 
lla (v.)  en  Buenos  Aires  (1871).  Académico  de  la 
Facultad  de  Ciencias  Físico-Naturales  en  1874 
y  de  la  Facultad  de  Medicina  en  el  mismo  año. 
Diputado  a  la  Legislatura  de  la  provincia; 
ídem  al  Congreso  Nacional  por  la  provincia  de 
Buenos  Aires,  en  1876,  siendo  reelecto  al  año 
siguiente  por  cuatro  años.  Presidente  del  De- 
partamento Nacional  de  Higiene  en  1880;  ídem 
de  la  Comisión  de  aguas  corrientes;  presiden 
te  de  las  Obras  de  salubridad  en  1880;  ministro 
de  Justicia,  Culto  e  Instrucción  pública  de  la 
República  desde  el  1 1  de  febrero  de  1882  a  1885. 
Una  de  las  grandes  conquistas  del  espíritu  mo- 
derno debe  su  aplicación  en  la  República  Ar- 
gentina al  Dr.  D.  Eduardo  Wilde:  la  ley  del 
matrimonio  civil,  complemento  natural  del  re- 
gistro civil,  y  que  dio  al  ministro  de  Justicia, 


Dr.  D.Eduardo  Wilde. 


(1)    Por  ser  sus  padres  emigrados  era  de  hecho  argen- 
tino, a  pesar  de  haber  nacido  fuera  del  territorio. 


WIL  437  - 

CuUo  e  Instrucción  pública  oportunidad  para 
poner  una  vez  más  de  relieve  sus  dotes  de 
orador  ático  y  mordaz  y  sus  excepcionales 
condiciones  de  polemista  parlamentario;  como 
ministro  del  Interior  desde  1886  al  89,  su  obra 
fué  grande;  enviado  extraordinario  y  ministro 
plenipotenciario  en  los  Estados  Unidos  de  Nor- 
teamérica y  Méjico,  promovió  la  idea  de  cele- 
brar un  Congreso  Sanitario  Internacional,  que 
se  celebró  en  la  Habana  (Cuba)  en  1913,  con 
gran'  éxito.  Algunas  de  sus  obras  literarias  y 
científicas:  Lecciones  de  Higiene  pública,  De 
Medicina  legal  y  Toxicologia,  discursos  sobre 
Educación  laica,  Obras  de  salubridad.  Tiempo 
perdido  (artículos  literarios),  Prometeo  y  Com- 
pañía, Formares 
y  tierras,   Vicjes 
y  obserpacior.es, 
y  gran  número  de 
artículos,    cartas 
políticas,   et:. 
Siendo  enviado 
extraordinario    y 
ministro  plenipo- 
tenciario de  la  Re- 
pública   Argenti- 
na en  España,  fa- 
lleció en  Bruselas 
el  4  de  septiembre 
de  1913. 
WUde  (Santiago). 

Inglés,  padre  del  D.  Santiago  Wilde. 

coronel  D.  Diego 

W.   Wilde  y  abuelo    del   Doctor  D.  Eduar- 
do Wilde.  Desde  1821  a  1S34    ué  contador  de 


WRI 


cálculo  en  Buenos  Aires;  tuvo  inter\'enc¡ón  en 
la  primera  Caja  de  Ahorros,  como  contador, 
según  el  decreto  firmado  por  D.  Bemardino 
Rivadavia.  Fundó  un  diario  llamado  El  Argos 
«cuando  no  había  periódico  ninguno  en  Bue- 
nos Aires»;  y  también,  según  la  historia  de 
Belgrano,  por  el  general  D.  Bartolomé  Mitre, 
«se  publicaba  por  la  imprenta  de  los  Expósi- 
tos una  Revista  miscelánea  destinada  a  la  ilus- 
tración popular,  que  redactaba  con  amenidad 
D.  Santiago  Wilde,  inglés  aclimatado  en  el 
país».  Según  el  Dr.  D.  José  Mana  Gutiérrez, 
Wilde  «tradujo  y  arregló  para  el  teatro  algu- 
nas comedias  inglesas  y  emprendió  muchos 
otros  trabajos  civilizadores  que  no  es  del  caso 
mencionar>. 
Wright  (Francisco  Agustín).  Hombre  público 
argentino.  Comenzó  a  aparecer  en  la  vida  pú- 
blica bajo  la  bandera  del  partido  federal.  Re- 
presentó varias  veces  al  pueblo,  fué  jefe  de  un 
batallón  de  cívicos  y  tomó  una  parte  muy  acti- 
va en  los  sucesos  que  restablecieron  en  el  man- 
do a  D.  Juan  Manuel  de  Rosas,  después  de  la 
administración  de  Balcarce,  echado  a  tierra 
por  una  revolución.  Wright  pertenecía  a  la 
Cámara  de  Diputados,  y  como  tal  se  negó  a 
dar  su  voto  por  las  facultades  extraordinarias, 
perdiendo  de  ese  modo  la  confianza  de  los  res- 
tauradores, de  quienes  tuvo  que  huir  a  Monte- 
video en  busca  de  seguridad  personal.  En  aque- 
lla ciudad,  donde  murió,  escribió  una  extensa 
obra  que  comprende  la  narración  prolija  de 
los  acontecimientos  del  asedio  que  sufrió  aque- 
lla plaza  por  D.  Manuel  Oribe.  Escribió  tam- 
bién las  biografías  de  Brandsen  y  de  Espora. 


Y 


Yagones  o  Yana-Cones.  Tribus  de  indios  que 
vivían  en  las  costas  del  Sud  y  en  las  pequeñas 
islas,  hasta  en  la  de  Hornos  Dice  el  misione- 
ro anglicano  T.  Bridges,  hablando  de  estos  in- 
dios: «Los  yaganes  son  los  indios  marítimos 
que  viven  exclusivamente  en  la  costa  e  islas 
vecinas.  Sus  canoas  son  perfectas  en  su  géne- 
ro, y  otrotanto  puede  decirse  de  sus  utensi- 
lios; sus  principalos  diversiones  son  la  lucha, 
el  juego  a  la  pelota  y  el  ejercicio  con  lanzas, 
flechas,  hondas  y  piedras.  El  capitán  Fitz-Roy 
observó  que  con  frecuencia  salían  vencedores 
en  los  juegos  atléticos  con  los  marinos  ingle- 
ses, y  en  consecuencia  prohibió  terminante- 
mente a  su  gente  esta  clase  de  diversiones  con 
los  indígenas.  En  el  arte  de  curar  usan  en- 
cantos, y  pasan  las  manos  por  encima  del  en- 
fermo, haciendo  sonar  los  dedos,  e  induciendo 
así  en  los  enfermos  cierto  grado  de  hipnotis- 
mo. Nunca  piden  algo  a  nadie;  pero  cuando  le 
hacen  a  uno  una  visita,  es  para  que  se  les  dé 
algo;  no  dan  las  gracias,  pero  en  cambio  están 
siempre  listos  para 
retribuir  los  servi- 
cios recibidos». 

Yanzi  (Ventura).  Mi- 
litar. Nació  en  1849. 
Inclinado  a  la  carre- 
ra militar,  conquistó 
su  primer  ascenso  de 
alférez  en  1866;  en  2 
de  noviembre  de  1867 
ascendió  a  segundo 
teniente,  y  así  suce- 
sivamente hasta  te- 
niente coronel,  en  9  ' 
de  julio  de  1886,  en 
que  se  retiró.  Se  ha- 


lló en  la  guerra  del 


Teniente  Coronel  D.  Ventura 


Paraguay,  en  las  acciones  de  Tuyiití,  Humci- 
tá,  Lomas  Valentinas,  Peribebuy.  Hizo  la  cam- 
paña de  Entre  Ríos  y  luchó  contra  López  Jor- 
dán, a  las  órdenes  del  general  Campos.  F 
Santa  Rosa,  a  las  órdenes  del  general  Roci 
como  jefe  de  las  fuerzas  de  Artillería.  Persi- 
guió a  las  montoneras  en  Santiago  del  Este- 
ro, en  1875,  como  jefe  del  regimiento  5.°, 
en  la  expedición  al  Río  Negro.  Actuó  en  la  r 
litica  de  Corrientes  en  el  partido  liberal.   Fr 
el  fundador  de  Resistencia  y  el  primer  gobe: 
nador  del  territorio  del  Chaco.  Falleció  e.i 
Buenos  Aires,  el  12  de  mayo  de  1917. 

Yapeyú.  Uno  de  los  treinta  pueblos  de  las  an- 
tiguas Misiones  guaraníticas,  situado  sobre  las 
márgenes  del  Alto  Uruguay  y  Alto  Paraná, 
donde  nació,  el  25  de  febrero  de  1778,  el  gene- 
ral D.  José  de  San  Martín.  Yapeyú  era  la  ca 
pital  del  departamento  que  comprendía  los 
pueblos  de  la  Cruz,  Santo  Tomé  y  San  Borja. 
El  pueblo  de  Yapeyú  fué  incendiado  y  saquea- 
do por  los  portugueses,  en  febrero  de  1817. 
«¡Rara  coincidencia!  La  víspera  de  la  batalla 
de  Chacabuco,  que  ganara  San  Martín  y  que 
decidía  de  los  destinos  de  un  pueblo  hermano, 
esta  aldea  de  Yapeyú,  cuna  del  Gran  Capitán, 
era  reducida  a  cenizas  por  una  invasión  escla- 
vócrata.»  Actualmente  es  una  pequeña  villa, 
en  cuya  plaza,  y  frente  a  un  templo  de  estilo 
gótico,  se  levanta  una  columna  que  ostenta  en 
su  cima  el  busto  del  esclarecido  hijo  de  la  pro- 
vincia de  Corrientes.  El  iniciador  de  la  idea 
del  monumento  conmemorativo  y  presidente 
de  la  comisión  encargada  de  erigirlo,  fué  el 
ilustrado  militar  argentino  D.  Ernesto  Rodrí- 
guez. 

Yarao  (combate).  Continuando  los  portugueses 
en  sus  usurpaciones,  intentaron  dilatar  sus 
conquistas.  Aliándose  a  los  indígenas  del  Ñor- 


YAT 


te,  avanzan  en  1804  hasta  el  Yarao,  afluente 
del  Cuareim,  tomando  posesión  de  aquellos 
territorios.  Pero  allí  se  encuentran  con  el  jo- 
ven teniente  José  Rondeau,  quien  con  un  pe- 
queño destacamento  de  Blandengues  los  bate 
y  desaloja,  recuperando  las  tierras  usurpadas. 
Por  este  hecho  de  armas  Rondeau  es  ascen- 
dido a  capitán. 

atay  (batalla).  Librada  por  el  ejército  aliado 
contra  el  tirano  del  Paraguay,  sobre  las  már- 
genes del  arroyo  del  mismo  nombre,  en  la  pro- 
vincia de  Corrientes,  el  17  de  agosto  de  1865. 
El  general  uruguayo  D.  Venancio  Flores  ven- 
ció e  hizo  prisioneras  a  las  fuerzas  paragua- 
yas, mandadas  por  el  sargento  mayor  Duarte, 
después  de  un  encarnizado  y  sangriento  com- 
bate, en  que  los  últimos  dejaron  mas  de  mil 
setecientos  muertos  sobre  el  campo.  Vatat/  es 
el  nombre  de  las  palmeras  que  cubren  los  bos- 
ques de  las  provincias  de  Entre  Ríos  y  Co- 
rrientes. 
Sfatayti-Corá  (combate).  Después  de  la  batalla 
de  Tuyutí,  los  ejércitos  beligerantes  en  el  Pa- 
raguay habían  quedado  casi  imposibilitados, 
por  las  muchas  bajas  que  tuvieron,  para  seguir 
sus  operaciones,  reduciendo  éstas  a  un  conti- 
nuo cañoneo  por  ambas  partes;  pero,  habiendo 
recibido  refuerzos  los  dos  bandos,  se  apres- 
tan de  nuevo  para  la  lucha.  Los  paraguayos, 
más  impacientes  y  que  siempre  querían  llevar 
la  iniciativa  del  combate,  atacan  a  los  argen- 
tinos en  Yataytí-Corá,  siendo  rechazados; 
pero  en  las  primeras  horas  del  día  11  de  julio 
de  1866  vuelven  nuevamente  los  paraguayos, 
en  número  de  3.000,  a  emprender  un  segundo 
combate.  Los  mandaba  el  general  Díaz.  El 
combate  se  hace  terrible  y  dura  hasta  la  no- 


439  -  YER 

che,  teniendo  los  paraguayos  que  abandonar 
el  campo.  El  coronel  Rivas  (v.),  jefe  de  este 
punto,  había  dirigido  el  combate  desde  el  día 
anterior.  Yataytí-Corá,  viene  de  yatay  (pal- 
mera), //  (montón)  y  cora  (corral,  rodeo),  es 
decir:  cerco  de  palmeras. 

Yerbal  (combate).  Guerra  del  Brasil.  Fué  una 
victoria  obtenida  por  el  general  argentino  don 
Juan  Lavalle  sobre  las  tropas  brasileñas,  el 
25  de  mayo  de  1827.  Lavalle  operaba  con  los 
regimientos  4  y  6  de  Caballería  sobre  el  pue- 
blo de  Yerbal,  que  ocupó  el  21  de  mayo,  aban- 
donándolo luego  en  prosecución  de  sus  ope- 
raciones el  22;  el  teniente  Allende,  del  número 
4,  batió  una  partida  al  mando  de  Yucas  Teo- 
doro, y  el  25,  bajando  Lavalle  con  su  división 
la  sierra  del  Yerbal,  fué  hostilizado  por  una 
fuerza  de  cerca  de  200  hombres,  comandados 
por  Teodoro  y  Calderón.  Lavalle,  con  su  co- 
nocido arrojo,  se  lanzó  con  100  hombre  sobre 
éstos,  que  se  parapetaron  en  un  cerro,  tras 
de  bloques  de  piedra,  desde  donde  rompieron 
un  nutrido  fuego  sobre  los  argentinos,  que 
avanzaron  sin  miedo,  acuchillándolos.  Fueron 
heridos  en  este  ataque  Lavalle  y  otros  oficia- 
les. El  nombre  de  Yerbal  proviene  de  un  sem- 
brado de  arbustos  de  yerba  mate  que  existía 
en  las  inmediaciones. 

Yeruá  (combate).  Guerra  civil.  Habido  en  la 
provincia  de  Entre  Ríos,  el  22  de  septiembre 
de  1839,  entre  fuerzas  del  general  D.  Juan 
Lavalle— en  su  campaña  libertadora  contra  el 
dictador  D.  Juan  Manuel  de  Rosas— contra 
fuerzas  superiores  federales,  al  mando  del 
teniente  coronel  D.  Vicente  Zapata.  Después 
de  un  ligero  combate,  este  último  fué  derro- 
tado. 


z 


Zaldarriaga  (Jerónimo).  Nació  en  1841.  Fué 
uno  de  los  primeros  que  se  dedicaron  a  las  la- 
bores agrícolas  y  ganaderas  en  tiempos  en  que 
todo  faltaba  y  era  necesario  recurrir  a  los  es- 
fuerzos continuados  para  la  realización  de 
todo  propósito  de  perfeccionamiento.  Consa- 
grado a  este  trabajo  actuó  por  espacio  de 
cuarenta  años,  durante  los  cuales  destacó  sus 
nobles  características  de  luchador  infatigable. 
Ocupó  algunos  puestos  públicos.  Falleció  en 
Buenos  Aires,  en  noviembre  de  1916. 

Zado  (Rufino).  Militar.  Nació  en  la  provincia  de 
Salta  en  1792.  Ingresó  en  el  regimiento  de 
Granaderos  a  caballo  en  1813,  hallándoso  poco 
tiempo  después  en  el  asedio  de  Montevideo. 
De  regreso  a  Buenos  Aires  marchó  con  su  re- 
gimiento a  Mendoza,  donde  fué  ascendido  a 
alférez,  el  20  de  noviembre  de  1816;  al  año  si- 
guiente trasmontó  los  Andes,  concurriendo  a 
las  batallas  de  Chacabuco  y  Maipú.  En  14  de 
diciembre  de  1818  solicitó  y  obtuvo  su  baja  del 
ejército  argentino,  pasando  a  continuar  sus 
servicios  en  el  de  Chile,  llegando  allí  al  grado 
de  coronel.  Estuvo  muchos  años  en  el  pueblo 
de  San  Fernando  de  Chile;  pasó  luego  a  Bue- 
nos Aires,  donde  falleció  el  31  de  enero  de 
1871. 

Zamudio  (Máximo).  Militar.  Nacido  en  Buenos 
Aires,  el  25  de  septiembre  de  1787,  y  como  sol- 
dado distinguido  tomó  parte  en  el  rechazo  de 
las  dos  invasiones  inglesas,  y  se  adhirió  con 
mucho  entusiasmo  al  pronunciamiento  de  mayo. 
Se  halló  en  la  batalla  de  Suipacha  y  en  el  de- 
sastre de  Huaqui.  Incorporado  al  ejército  del 
general  Belgrano,  fué  tomado  prisionero  en 
1812.  Se  halló  después  en  las  batallas  de  Tuca- 
man.  Salta,  Vilcapujio,  Ayohuna  y  Sipe-Sipe, 
en  1815,  con  el  grado  de  sargento  mayor.  En 
1819  se  incorporó  en  Chile  al  ejército  liberta- 


dor del  Perú;  tomó  parte  en  sus  campañas  hasj. , 
ta  la  terminación  de  la  guerra  de  la  indepen-|  t 
dencia.  Actuó  en  la  guerra  civil,  y  fué  promo4  I 
vido  a  general  del  ejército  del  Perú  en  1839.!it 
Falleció  en  la  ciudad  de  la  Paz,  el  17  de  di-!  í 
ciembre  de  1847.  | 

Zamudio  (Juan  de).  Gobernador  de  la  provin- 1  ( 
cia  del  Tucumán  desde  1696  hasta  1701.  Caba-jili 
llero  de  la  Orden  de  Santiago,  vizcaíno.  En  suk  r 
gobierno  se  trasladó  (1700),  la  silla  epistolar,  1 1 
que  estaba  en  Santiago  del  Estero,  a  la  ciudad  I  b 
de  Córdoba,  y  cuando  lo  hubo  terminado,  fijó  \  I 
su  residencia  en  Buenos  Aires,  donde  sirvió  en  i  > 
el  desalojo  de  la  Colonia  del  Sacramento,  de  J 
los  portugueses,  hasta  que  éstos  abandonaron  ;i ' 
la  plaza.  Murió  en  esta  ciudad,  Buenos  Aires,  M 
dejando  sucesión  de  su  noble  consorte  D.'  Inés  '  r 
de  Salazar.  El  maestre  de  campo  Francisco  i » 
Antonio  Melgarejo  fué  su  teniente  gobernador,  " ! 
justicia  mayor  y  capitán  de  guerra  en  la  ciudad  i  '■ 
de  Salta. 

Zapata  (Martín).  Abogado.  Natural  de  Mendo-  i 
za.  Se  graduó  de  doctor  en  Leyes  en  Santiago 
de  Chile.  Durante  el  gobierno  de  Rosas  fué 
perseguido  por  sus  ideas  políticas,  y  desempe- 
ñó comisiones  delicadas,  como  miembro  del 
partido  unitario,  durante  la  guerra  en  el  inte- 
rior del  país  hasta  que,  peligrando  su  existen- 
cia, se  vio  obligado  a  emigrar  a  Montevideo, 
donde  también  prestó  servicios  importantes  en 
la  defensa  y  en  diversas  comisiones  de  guerra. 
Caído  Rosas  volvió  al  país,  mereciendo  ser 
electo  constituyente  en  la  Convención  que  san- 
cionó la  Constitución  federal  en  la  ciudad  de 
Santa  Fe,  el  1  de  mayo  de  1853.  Se  distinguió 
en  esa  Asamblea  como  orador  de  palabra  fe 
cunda  y  amena;  formó  parte  de  la  comisión  de 
Negocios  constitucionales,  y  como  miembro  de 
ella  rebatió  al  presidente  —  en  un  elocuente 


ZAP 


-  441 


D.  José  María  Zapiola . 


liscurso— la  oportunidad  de  sancionar  la  Cons- 
itución.  Poco  después  representó  a  su  provin- 
cia en  el  Senado  de  la  Confederación.  Murió 
trágicamente  el  20  de  marzo  de  1861,  sepulta- 
do bajo  las  ruinas  del  terremoto  que  redujo  a 
escombros  a  su  ciudad  natal. 
piola  (José  María).  Nació  en  Buenos  Aires, 
el  26  de  marzo  de  1780,  y  comenzó  sus  servi- 
cios en  la  marina  de  guerra,  primeramente  en 
El  Ferrol  y  en  el  mar  de  las  Antillas  después. 
Pasado  al  aposta- 
dero del  Rio  de  la 
Plata,  fué  preso  en 
Montevideo  y  en- 
viado a  España, 
acusado  de  partici- 
par de  los  trabajos 
revolucionarios  de 
sus  compatriotas. 
En  Europa  se  in- 
corporó a  la  logia 
revolucionaria,  y  en 
1812seembarcócon 
San  Martín  y  Al- 
vear  con  destino  a 
Buenos  Aires,  a 
ofrecer  su  espada  a 
la  causa  de  la  patria.  Cooperó  en  primera  línea 
a  la  creación  del  famoso  regimiento  de  Grana- 
deros a  caballo;  tomó  parte  en  la  campaña  de  la 
I  Banda  Orienntal,  asistiendo  a  la  rendición  de 
Montevideo  en  1814,  y  en  la  campaña  liberta- 
dora de  Chile  como  jefe  de  ese  brillante  Cuer- 
po. Fué  uno  de  los  héroes  de  Cliacabuco  y 
Maipú,  ascendiendo  a  coronel  mayor.  Tomó 
parte  en  las  luchas  civiles  de  1820  y  21, 
permaneciendo  en  el  retiro  de  su  hogar  duran- 
te el  gobierno  de  Rosas,  volviendo  a  la  vida 
pública  despés  de  su  caída.  Falleció  en  Bue- 
nos Aires,  en  el  alto  cergo  de  brigadier  gene- 
ral, en  27  de  junio  de  1874.  «Su  vida  fué,  según 
el  general  Mitre,  casi  un  siglo  de  abnegación, 
de  servicios,  de  virtud  y  de  glorias,  a  cuya  co- 
rona cívica  y  militar  ningún  vano  honor  pue- 
de agregar  ni  quitar  una  sola  hoja.» 
Zavala  (Bruno  Mauricio).  Tomó  posesión  del 
gobierno  de  Buenos  Aires,  el  11  de  julio 
de  1717.  Era  vizcaíno,  como  Garay  y  como 
otros  muchos  gobernadores  de  esta  provincia. 
Se  había  distinguido  en  las  campañas  de  Flan- 
des,  en  el  bombardeo  de  Namur,  en  el  sitio  de 
Gibraltar  y  en  el  sitio  de  Lérida,  donde  perdió 
un  brazo.  Fué  hecho  prisionero  en  la  plaza  de 


ZAP 

Zaragoza  y  en  la  plaza  de  Alcántara.  En  pre" 
mió  de  sus  brillantes  servicios  fué  promovido 
a  mariscal  da  campo,  y  se  le  confió  este  go- 
bierno. La  provincia  se  hallaba  destituida  de 
recursos,  y  aunque  sus  campos  estaban  llenos 
de  ganados,  era  suma  la  pobreza,  en  conse- 
cuencia del  sistema  restrictivo  y  de  monopolio 
que  pesaba  sobre  todas  las  colonias.  Solamen- 
te los  puertos  de  Sevilla  y  Cádiz,  estaban  ha- 
bilitados pasa  el  comercio,  y  los  que  gozaban 
de  este  privilegio  limitaban  en  lo  posible  el 
tráfico,  con  el  objeto  de  encarecer  las  mercan- 
cías y  realizar  sus  ganancias  con  poca  fatiga 
y  pocos  capitales.  Este  es  siempre  el  efecto 
necesario  del  monopolio;  seca  las  fuentes  de 
la  industria  y  obra  en  la  economía  pública 
como  el  opio  en  la  economía  animal;  adorme- 
ce y  mata  al  fin,  a  quien  lo  usa.  A  las  muchas 
causas  que  en  el  siglo  xviii  conspiraban  a  debi- 
litar la  Monarquía  española,  vino  a  agregarse 
el  sistema  prohibitivo;  bajo  de  él  sucumbió  su 
industria  fabril,  y  sus  colonias  arrastraban  una 
existencia  inactiva  y  sin  estímulos,  que  ener- 
vaba el  ánimo  de  los  pueblos  y  los  preparaba 
para  violentos  sacudimientos,  así  que  la  pri- 
mera ocasión  favorable  para  un  cambio  llega- 
ra a  presentarse.  El  contrabando,  ejercido  por 
barcos  de  todas  las  naciones— sobre  todo  de 
las  que  habían  adelantado  tanto  en  la  navega- 
ción cuanto  había  decaído  la  de  España — ■, 
fué  uno  de  los  principales  inconvenientes  con 
que  tuvo  que  luchar  el  celo  del  gobernador 
Zavala.  Los  portugueses,  llevando  adelante 
su  plan  de  usurpación,  habían  resuelto  esta- 
blecerse en  Montevideo;  pero  apenas  supo 
Zavala  que  habían  construido  un  reducto  guar- 
necido con  doscientos  hombres,  marchó  contra 
ellos  con  fuerzas  de  mar  y  tierra,  los  hizo 
desalojar  en  enero  de  1724,  y  en  seguida,  le- 
vantó allí  una  fortaleza,  bajo  cuya  protección 
se  fundó,  el  año  de  1726  la  ciudad  de  San  Feli- 
pe y  Santiago,  con  veinte  familias  que  se  tra- 
jeron para  esto  de  las  islas  Canarias,  y  con 
los  pobladores  que  el  general  Zavala  pudo 
atraerse  en  Buenos  Aires,  ofreciendo  a  cada 
uno  200  vacas  y  100  ovejas,  un  solar  en  la  ciu- 
dad, una  suerte  de  campo,  semillas,  herramien- 
tas, y  excepción  de  pagar  tributos  por  el  tiem- 
po que  determinara  el  rey.  Tal  fué  el  origen  de 
la  ciudad  de  Montevideo,  destinada  a  ser  con 
el  tiempo  rival  de  Buenos  Aires  en  importan- 
cia comercial,  y  el  objeto  de  la  codicia  de  los 
portugueses,  cuyas  posesiones  desearon  siem- 


ZAV  -  442  — 

pre  hacer  llegar  hasta  las  márgenes  del  Plata. 
Zavala  empleó  su  actividad  contra  los  bárba- 
ros, contra  los  desórdenes  internos  de  Santa 
Fe,  Corrientes  y  el  Paraguay,  originados  por 
los  comuneros.  Gobernó  hasta  el  año  1734,  y 
murió  en  Santa  Fe  poco  después  de  su  regreso 
en  1736,  y  según  Funes,  en  1735. 
Zavaleta  (Diego  Estanislao).  Sacerdote.  Nació 
en  Tucumán  y  se  trasladó  en  su  juventud  a 
Buenos  Aires,  donde  comenzó  sus  estudios  en 
la  escuela  del  convento  de  Santo  Domingo, 
continuándolos  en  el  Colegio  de  San  Carlos, 
siendo  diplomado  con  el  título  de  Doctor  en  el 
año  1795.  En  1810  dictaba  la  cátedra  de  Filoso- 
fía y  Teología  en  el  último  de  los  estableci- 
mientos nombrados,  y  en  el  mismo  año  pronun- 
ció la  oración  religiosa  inaugural  de  la  revolu- 
ción en  su  primer  acto  importante,  el  30  de 
mayo,  por  la  solemne  instalación  de  la  Junta; 
oración  que  se  insertó  en  la  Gaceta.  En  1812 
fué  nombrado  canónigo  magistral,  y  en  1817 
electo  congresal,  y  como  tal  hizo  renuncia  de 
su  sueldo  a  favor  del  Tesoro  público;  fué  deán, 
provisor  y  gobernador  en  sede  vacante  del  Ca- 
bildo eclesiástico  de  Buenos  Aires  y  miembro 
del  Congreso  Nacional  del  año  1825,  en  repre- 
sentación del  cual  recorrió  las  provincias  del 
interior  en  desempeño  de  una  comisión  impor- 
tante, conjuntamente  con  el  Dr.  Vélez  Sars- 
field,  a  fin  de  propiciar  la  aceptación  de  la 
Constitución    sancionada  en   1826.   En  mayo 
de  1829  fué  nombrado  miembro  del  Consejo  de 
gobierno  durante  la  administración  del  general 
Lavalle.  Al  advenimiento  de  la  tiranía  emigró 
a  Montevideo.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  24 
de  diciembre  de  1843. 
Zavalía  (Salustiano).  Jurisconsulto.  Nació  en 
Tucumán,  el  8  de  junio  de  1810.  Se  recibió  de 
doctor  en  Leyes  en  la  Universidad  de   Córdo- 
ba, el  año  1829.  De  regreso  a  su  provincia  ac- 
tuó en  política  en  las  filas  del  partido  unitario, 
por  cuyas  ideas  lo  desterró  el  gobernador  He- 
redia.  En  1838  desempeñó  un  ministerio  du- 
rante la  administración  de  Piedrabuena,  y  pos- 
teriormente fué  juez  y  diputado  a  la  Legislatu- 
ra. En  1841   influyó  en  el  pronunciamiento  de 
su  provincia  contra  el  tirano  Rosas,  y  tuvo  que 
emigrar,  salvándose  providencialmente  de  caer 
prisionero  con  el  infortunado  Avellaneda.  Du- 
rante su  destierro  en  Lima— donde  permane- 
ció por  espacio  de  nueve  años— se  dedicó  con 
éxito  al  ejercicio  de  su  profesión.  Derrocado  el 
tirano,  tuvo  una  parte  muy  principal  en  la  or- 


ZEL 


ganización  de  su  provincia,  siendo  el  redactor 
de  su  Constitución.  En  1853  fué  constituyente 
por  su  provincia  ante  el  Congreso  de  Santa  Fe 
que  sancionó  la   Constitución  federal,  en  cuya 
Asamblea  tuvo  una  actuación  descollante.  Al- 
gún tiempo  más  tarde  fué  electo  senador  y  gO' 
bernador  provisorio  de  Tucumán,  el  11  de  abri' 
de  1856,  y  en  propiedad  el  16  de  mayo  de  1860, 
Desempeñando  el  gobierno  le  tocó  pronunciaH 
en  1859,  un  notable  discurso  al  sepultar  los  res" 
tos  del  penúltimo  congresal  del  año  diey  y  seis: 
el  obispo  Dr.  Colombres.  Falleció  en  Tucumán, 
el  16  enero  de  1873. 
Zelada  (Francisco).  Militar.  De  Buenos  Aires. 
Durante  el  coloniaje  inició  la  carrera  de  las  Ar- 
mas en  un  regimiento  de  guarnición  en  la  ciu- 
dad de  Montevideo,  en  cuyo  destino  fué  ascen- 
dido a  subteniente,  el  16  de  mayo  de  1810.  Asis- 
tió al  primer  sitio  de  Montevideo  y  a  la  batalla 
del  Cerrito.  Combatió  a  las  órdenes  de  Ron- 
deau  en  el  ejército  auxiliar  del  Perú,  hasta  el 
año  siguiente  en  que  se  incorporó  al  ejército 
del  general  Belgrano,  acantonado  en  Tucumán, 
de  donde  pasó  en  1816  a  la  Rioja  al  frente  de 
50  hombres,  con  el  objeto  de  aumentar  sus  fuer- 
zas e  incorporarse  al  ejército  del  general  San 
Martín,  quien  le  confió  la  delicada  operación 
militar  de  invadir  el  territorio  chileno  por  la 
Rioja  y  Vinchina,  para  ocupar  Copiapó  y  Huas- 
co;  lo  que  llevó  a  cabo  el  16  de  febrero  de  1817, 
después  de  vencer,  el  5  del  mismo  mes  y  año,  a 
la  guarnición  española.  Zelada  y  su  tropa  me- 
recieron el  goce  del  premio  señalado  a  los  res- 
tauradores de  Chile.  Se  retiró  del  ejército  en 
el  aiío  1817. 
Zelarrayán  (Juan).  Militar.  Formó  en  la  expe- 
dición al  desierto  que  al  mando  de  Rosas  llegó 
hasta  la  región  patagónica  el  año  1833,  y  pos- 
teriormente, siendo  teniente  coronel,  fué  des- 
tacado sobre  la  costa  del  rio  Colorado  en  de- 
fensa de  la  frontera  de  Bahía  Blanca;  presta- 
ba allí  sus  servicios  cuando  se  lanzó  ardiente- 
mente a  preparar  el  movimiento  insurreccional 
contra  el  tirano,  en  combinación  con  otros  pa- 
triotas del  Sur  de  Buenos  Aires.  Fué  delatado 
y  aprehendido  el  13  de  julio  de  1838  por  una 
partida  de  fuerzas  de  Rosas,  que  lo  sorprendió 
de  noche,  después  de  una  persecución  en  la  que 
fué  boleado  su  caballo.   Conducido  a  Bahía 
Blanca,  fué  condenado  a  muerte  y  fusilado  en 
presencia  de  dos  de  sus  compañeros,  el  mayor 
Céspedes  y  el  capitán  Ríos.  Murió  como  un 
bravo,  dando  im  muera  al  tirano.  En  seguida 


ZEL 


443   - 


ZUF 


Cornelio  Zelaya. 


lié  decapitado,  y  su  cabeza,  retobada  en  un 
cuero,  fué  conducida  ai  cuartel  del  Retiro,  de 
Buenos  Aires,  «para  escarmiento  de  los  salva- 
jes unitarios.» 

:elaya  (Cornelio).  Militar.  Nació  en  Buenos  Ai- 
res, el  aflo  1782.  Comenzó  sus  servicios  milita- 
res durante  la  primer 
invasión    inglesa,    ba- 
tiéndose en  la  acción 
de  Perdí  iel  y  año  si- 
guiente en  el  combate 
del  5  de  julio.  En  1810 
actuó  en  el  movimiento 
popular  del  25demayo. 
Asistió  a  las  batallas 
de  Suipacha,  Huaqui, 
Salta,    Tucumán,  Ayo- 
huma,  Sipe-Sipe  y  otras 
acciones  de  guerra.  En 
1816  fué  nombrado  jefe 
del  regimiento  de  Dra- 
gones hasta   1820,   en 
que  se  retiró  del  ser- 
vicio por  la  anarquía  reinante,  siendo  ya  coro- 
nel. Seis  años  más  tarde  fué  electo  constitu- 
yente a  la  Convención  Nacional  que  sancionó 
la  Constitución  unitaria  del  1826.  Murió  en 
Buenos  Aires,  el  1  de  diciembre  de  1855. 
Zequeira  (Severo  García  Grande  de).  Militar. 
Nació  en  Salta,  en  1789.  Se  halló  en  las  inva- 
siones inglesas.  En  1811  sentó  plaza  de  solda- 
do, marchando  a  la  campaña  Oriental;  allí  asis- 
tió al  primer  sitio  de  Montevideo,  y  tres  años 
después  a  la  toma  y  rendición  de  la  misma  pla- 
za. En  septiembre  de  1816  formó  como  segun- 
do jefe  del  batallón  número  1  de  Cazadores  de 
los  Andes,  acantonado  en  Mendoza;  partió  al 
año  siguiente  a  Chile,  asistiendo  a  Cliacabuco, 
Cancha  Rayada,  Maipú  y  Bio-Bio.  En  septiem- 
bre de  1819  repasó  la  cordillera  al  frente  del 
batallón  número  1,  con  el  objeto  de  remontar 
el  Cuerpo  y  formar  una  división  y  regresar  lue- 
go a  Chile  y  marchar  al   Perú.  Estaba  acanto- 
nado en  San  Juan  cuando,  el  9  de  enero  de 
1820,  se  produjo  la  sublevación  del  referido 
regimiento,  el  que  apresó  a  su  digno  jefe,  que 
se  resistió  con  indomable  valor  al  acto  de  la 
prisión,  en  compañía  de  varios  oficiales.  Ze- 
queira y  otros  oficiales  fueron  asesinados. 
Zinny  (Antonio  Abraham).  Publicista.  Nació  en 
Gibraltar,  el  9  de  octubre  de  1821.  Llegó  a 
Buenos  Aires  en  la  época  del  gobierno  de  don 
Juan  Manuel  Rosas  y  se  dedicó  a  la  educa- 


ción, ocupando  diversos  cargos,  entre  otros, 
el  de  profesor,  director  de  colegio,  catedráti- 
co de  la  Universidad,  hasta  1863,  en  que  fué  a 
Corrientes  para  dirigir  el  colegio  oficial,  don- 
de permaneció  hasta  1865.  En  1868  fué  comi- 
sario de  Censo,  inspector  de  Escuelas,  etc.  El 
Sr.  Zinny,  como  escritor,  ha  prestado  mucha 
contribución  a  las  letras  argentinas,  principal- 
mente en  obras  de  historia  nacional.  Falleció 
el  17  de  septiembre  de  1890. 
Zorreguieta  (Mariano).  Publicista.  Nació  en  la 
ciudad  de  Salta,  el  15  de  agosto  de  1830.  Fué 
discípulo  del  célebre  maestro  Cabezón  (v.). 
Después  estudió   Filosofía  y  Teología  en  el 
convento  de  San  Francisco,  siendo  dictadas 
estas  cátedras  por  los  padres  franciscanos. 
Desempeñó  en  su  provincia  durante  ocho  años 
las  funciones  de  escribano  de  Gobierno.  Fué 
interventor  de  la  Administración  de  Correos 
por  espacio  de  cinco  años,  y  de  diez  y  siete 
años  en  el  de  la  misma  repartición  provincial. 
Fué  concejal  en  varios  períodos  y  presidente 
de  la  Municipalidad;  senador  y  vicepresidente 
en  el  Senado  de  su  provincia.  Como  publicista 
dio  a  luz  dos  interesantes  obras:  Datos  histó- 
ricos de  la  provincia  de  Salta  en  la  época  del 
coloniaje  y  Recuerdos  de  Salta  en  la  época  de 
la  Independencia.  Otro  folleto  sobre  la  historia 
de  las  imágenes  del  Señor  y  la  Virgen  de  los 
Milagros,  que  se  veneran  en  Salta  y  otro  sobre 
cuestiones  de  límites  de  la  República.  Falleció 
en  su  ciudad  natal,  el  22  de  marzo  de  1893. 
Zorrilla  (Benjamín).  Abogado.  Nació  en  Salta, 
el  25  de  marzo  de  1838.  Gobernador  de  Salta 
desde  1869  a  1871.  Su  gobierno  fué  bueno,  fo- 
mentando principalmente  la  educación  en  los 
diversos  departamentos  de  la  provincia;  esta- 
bleció líneas  de  Correos,  colocó  la  piedra  fun- 
damental de  la  Escuela  Normal,  etc.  Diputado 
por  la  misma  provincia  al  Congreso  Nacional 
de  1874  a  1876.  Vicepresidente  del  primer  Con- 
greso Pedagógico  internacional  sudamericano. 
Ministro  de  Estado  en  varias  ocasiones.  Pre- 
sidente del  Consejo  nacional  de  Educación.  A 
los  pocos  días  de  su  renuncia  del  ministerio 
del  Interior,  y  después  de  una  larga  y  penosa 
enfermedad,  falleció  en  Buenos  Aires,  el  25  de 
julio  de  1896. 
Zufriátejrui  (Pablo).  Uruguayo.  Nacido  en  el 
año  1780.  Se  dedicó  a  la  navegación;  tomó  ser- 
vicio en  un  buque  español,  donde  a  los  veinte 
años  de  edad  conquistó  renombre  haciendo  el 
corso  contra  los  ingleses.  En  1810  fué  partida- 


ZUL 


444  — 


ZUV 


rio  de  la  revolución,  y  fué  declarado  benemé- 
rito en  grado  heroico  por  su  proeza  llevada 
a  cabo  en  el  asalto  y  toma  de  isla  fortificada 
de  las  Ratas,  el  15  de  julio  del  año  citado, 
ocupada  por  fuerzas  realistas  respetables;  con- 
siguió rendir  la  guarnición  y  tomar  armas,  mu- 
niciones y  numerosos  prisioneros.  En  esta  ha- 
zaña Zufriátegui  piloteó  los  botes  y  mandó 
con  el  capitán  Quesada  a  las  fuerzas  patriotas. 
El  mismo  año  llevó  a  cabo  otro  audaz  acto,  en 
compañía  del  capitán  Valdenegro,  apresando 
a  un  buque  portugués  frente  al  Buceo,  toman- 
do prisioneros  a  todos  sus  tripulantes.  Sirvió 
también  a  las  órdenes  de  Brown,  como  coman- 
dante de  una  goleta.  En  1820  actuó  en  la  gue- 
rra civil  en  Buenos  Aires,  a  las  órdenes  de  Al- 
vear.  Más  tarde  figuró  entre  los  33  patriotas 
orientales,  que  emprendieron  la  célebre  cruza- 
da, mandando  el  ala  derecha  del  ejército  en  la 
batalla  de  Sarandí.  Concurrió  a  las  batallas 
de  Ituzaingó  y  Camacuá.  Falleció  en  Monte- 
video en  1841. 

Zuloaga  (Manuel  Antonio).  Militar.  Nacido  en 
Mendoza,  el  13  de  julio  de  1798.  Ingresó  en  el 
ejército  de  los  Andes  en  1816  como  subtenien- 
te en  el  regimiento  1 1  de  Infantería  de  línea, 
en  cuyo  Cuerpo  marchó  a  Chile.  Asistió  a 
Chacabuco,  Talcahuano,  Cancha  Rayada  y 
Maipú.  Retiróse  del  servicio  con  el  grado  de 
sargento  mayor,  en  1822.  Falleció  en  Mendo- 
za el  3  de  septiembre  de  1863. 

Zurita  (Juan  Pérez  de).  Gobernador  del  Tucu- 
mán  en  mayo  de  1558.  A  la  primera  ciudad  a 
que  dio  principio  su  gobierno  puso  por  nombre 
Londres,  que  fué  el  mismo  año  de  1558,  en  el 
valle  de  Quinmi.  Fundó  también  la  ciudad  de 
Cañete  en  el  mismo  sitio  en  que  estuvo  la  ciu- 
dad primitiva  del  Barco;  otra  de  Córdoba,  en 
el  valle  de  Calchaquí,  a  40  leguas  de  distancia 
de  Londres,  encomendada  esta  fundación  al 
capitán  Julián  Sedeño  y  aquélla  a  Juan  Grego- 
rio Bazán.  Murió  el  general  Zurita  en  Chile, 
ocupando  el  empleo  de  maestre  de  campo  ge- 
neral de  aquel  real  ejército.  Estas  últimas  ciu- 
dades, por  orden  del  gobernador  Castañeda, 
fueron  abandonadas  más  tarde. 

Zuviría  (Facundo  de).  Jurisconsulto.  Nació  en 
la  ciudad  de  Salta,  el  26  de  noviembre  de  1794, 
siendo  sus  padres  el  teniente  coronel  español 
D.  Agustín  de  Zuviría  y  D."  Feliciana  de  Cas- 
tellanos, salteña,  de  ilustre  familia  ambos. 
Huérfano  a  los  diez  años,  fué  enviado  a  la 
ciudad  de  Córdoba  para  educarse  en  el  Cole- 


D.  Facundo  Zuviría. 


gio  de  Monserrat.  Se  doctoró  enl813,  a  la  edad 
de  diez  y  nueve  años.  Regresó  a  Salta,  donde 
ocupó  diversos  cargos  públicos  de  importan- 
cia. El  7  de  julio 
de  1821,  cuando 
las  armas  espa- 
ñolas, al  mando 
del  brigadier  ge- 
neral D.  Pedro 
Antonio  de  Ola- 
ñeta  (muerto  más 
tarde  en  el  com- 
bate de  lumusía, 
el  1  de  abril  de 
1825),  ocuparon 
la  ciudad,  el  Ca- 
bildo quedó  di- 
suelto,  fugándose 
la  mayor  parte  de 
sus  miembros,  in- 
cluso el  gobernador  Saravia,  hasta  el  15  de  ju- 
lio, que  se  retiraron  en  virtud  de  un  armisticio 
celebrado  entre  Olañeta,  los  jefes  españoles  y 
el  Dr.  Zuviría,  diputado  por  el  gobernador  y 
Cabildo  de  Salta.  En  esta  provincia  fundó  el 
sistema  representativo  y  fué  el  autor  del  Esta- 
tuto Provincial  que  estuvo  en  vigencia  hasta 
la  Constitución  de  1853.  A  la  edad  de  veinti- 
séis años  fué  el  primer  presidente  de  la  Junta 
o  Legislatura  provincial  de  Salta.  Elegido  go- 
bernador por  la  Asamblea  Legislativa,  declinó 
ese  honor  desde  su  asiento  de  presidente  en 
esa  misma  Legislatura.  Colaboró  en  la  institu- 
ción del  sufragio  universal,  en  el  estableci- 
miento del  régimen  municipal,  en  la  ley  de  re- 
clutamiento y  organización  de  la  Guardia  Na- 
cional, de  la  que  fué  su  primer  comandante. 
Tuvo  que  emigrar  a  Bolivia,  estando  su  vida 
repetidas  veces  en  peligro;  dos  veces  saquea- 
ron su  propiedad.  En  Bolivia  ejerció  el  cargo 
de  inspector  general  de  la  Universidad,  y  no 
queriendo  que  se  ¡e  retribuyese  su  trabajo,  de- 
dicó su  renta  al  sostén  y  vestuario  de  los  jó- 
venes pobres  argentinos  y  bolivianos  que  se 
educaban  a  la  par  de  sus  hijos.  Vivía  de  su  pro- 
fesión de  abogado  y  de  su  trabajo  literario. 
Fué  presidente  del  Soberano  Congreso  Cons- 
tituyente de  1853.  Los  conceptos  del  notabilí- 
simo discurso  que  en  esa  ocasión  pronunció,  y 
que  contrariaban  en  parte  las  ideas  de  la  épo- 
ca, habían  de  ser  ratificados  y  encontrados 
exactos  y  verdaderos  el  año  1860,  cuando  se 
proclamó  la  Constitución  que  había  de  regir 


zuv 


nuestros  destinos.  El  Dr.  Zuviría,  que  estaba 
presente  en  esa  sesión,  pudo  haber  dicho  para 
glorificarse  que  lo  que  en  ese  momento  se 
sancionaba  eran  sus  ideas  de  1853,  lo  que  él 
había  presentido  tan  luminosamente;  pero  era 
tanta  su  modestia  que  nada  dijo,  y  solamente 
con  un  movimiento  afirmativo  de  su  venera- 
ble cabeza,  y  poniéndose  de   pie,  aprobó  en 
silencio  y  dio  su  voto  para  lo  que,  a  pesar  de 
su  elocuencia,  no  había  conseguido  hacer  pre- 
valecer años  atrás.  En  1857  fué  simultánea- 
mente elegido  por  las  provincias  de  Salta,  Ca- 
tamarca  y  Corrientes  para  representarlas  en 
el  Senado  Nacional.  Optó  por  Corrientes.  Fué 
el  primer  presidente  de  la  Suprema  Corte  de 
Justicia  Nacional.  Urquiza  le  nombró  su  minis- 
tro de  Relaciones  Exteriores,  y  lo  fué  después 
de  Justicia,  Culto  e  Instrucción  pública.  Como 
orador  fué  sobresaliente  y  como  literato  ha 
sido  grande  su  labor.  Sarmiento  lo  llamaba  en 
una  de  sus  obras  «abogado  de  talento  y  re- 
nombrado por  su  elocuencia».  Algunas  de  sus 
obras:  La  Prensa  periódica.  El  principio  reli- 
gioso. La  educación  pública.  La  calumnia.  Las 
hermanas  de  Caridad,  Tiranía  y  demagogia, 
etcétera.  Murió  en  el  Paraná,  el  19  de  agosto 
de  1861 ,  dejando  a  su  familia  por  única  heren- 
cia un  nombre  glorioso  e  intachable  y  el  ejem- 
plo de  las  virtudes  públicas  y  privadas  en  su 
más  acrisolada 
pureza.  En  estos 
últimos    años    el 
Gobierno  Nacio- 
nal ha  honrado su 
memoria  erigien- 
do su  estatua  en 
mármol  en  el  hall 
p  r  i  n  ci  p  a  1    del 
Congreso  Nacio- 
nal. 
Zuviría    (Fenelón 
de).    Juriscon- 
sulto.   Hijo  del 
anterior.     Nació 
en   Salta,    el    12 

de  agosto  de  1827.  Heredó  de  su  padre  el  ta- 
lento, honradez  acrisolada  y  patriotismo  que 
le  hicieron  destacarse  entre  los  hombres  de  su 
generación.  Como  juez,  fué  un  modelo  de  ca- 


Fenelón  de  Zuviria- 


—  445  —  ZUV 

pacidad  y  honestidad;  fué  diputado  al  Con- 
greso Nacional;  juez  durante  largo  tiempo  en 
Córdoba  y  en  el  Rosario.  Durante  nueve  años 
dictó  gratuitamente,  sin  aceptar  sueldo  algu- 
no, seis  materias  de  Derecho  a  la  juventud 
del  Rosario  de  Santa  Fe.  Fué  ministro  de  Go- 
bierno, convencional,  camarista,  procurador, 
fiscal  nacional,  etcétera.  Desempeñó  todos  es- 
tos puestos  con  rara  habilidad,  honradez  y  des- 
interés personal,  que  eran  el  sello  de  su  ca- 
rácter. Murió  en  la  ciudad  de  Buenos  Aires, 
el  30  de  diciembre  de  1884. 
Zuviría  (José  María  de).  Hermano  del  anterior. 
Habiendo  sido  su  padre  desterrado  por  la  ti- 
ranía, con  otros 
argentinos  a  So- 
livia, y  siendo  alli 
rector  de  la  Uni- 
versidad de  la  Paz 
llevó  a  su  lado  a 
sus  hijos  para 
educarlos,  adqui- 
riendo allí  D.  Jo- 
sé María  la  ilus- 
tración y  cultura 
que  correspondía 
a  su  nacimiento. 
Ocupó  en  ese  país 
muchos  y  diver- 
sos puestos  de  im- 
portancia, iniciándose  en  la  vida  pública  des- 
pués de  Caseros.  Fué  secretario  del  Congreso 
Constituyente  de  1853,  que  presidía  su  señor 
padre,  y  diputado  por  Salta  en  el  mismo  Con- 
greso. Fué  diputado  por  dos  períodos  en  el 
Congreso  Nacional.  Gobernador  interino  en 
Santa  Fe.  Secretario  del  Paraná.  Juez  federal 
en  el  Rosario  de  Santa  Fe.  Secretario  de  la  Le- 
gación argentina  ante  la  Santa  Sede,  en  Roma. 
Director  del  Banco  Nacional,  en  Buenos  Ai- 
res. Dejó,  entre  otras,  las  obras  siguientes: 
Religión  de  religiones,  Los  constituyentes 
del  53,  Estudios  sobre  la  historia  argentina, 
Anales  contemporáneos.  Sarmiento  y  un  tomo 
de  poesías.  Falleció  en  Buenos  Aires,  el  9  de 
noviembre  de  1891 .  Resúmense  en  el  Dr.  Zu- 
viría los  títulos  de  jurisconsulto,  literato,  poe- 
ta, magistrado,  historiador  y  constituciona- 
lista. 


D.  José  María  de  Zuviría 


BINDING  LIST    JUNT5194 


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