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TOLEDO EN EL SIGLO XVI
DESPUCS DIlL VENCIMIENl'O DE LAS COMUNIDADES
DISCURSOS
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
EN LA RKCEPCIÓN PÚBLICA
DEL ILMO. SEflOR
D. jntóNiío lOPtz m mík \ kmm m toledo
CONDE DE UEDILLO
VI!CO»DE DE PALAZUEIOS
BL DlA 88 DB IVjaO DB 1801
MADRID
iHPRem A Dfi LOS HIJOS DB M. C. HERNÁNDEZ
Libertad, ndin. 16 dapUcado.
1901
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DISCURSO
D. JERÓNIMO LÓPEZ DE AYALA Y ALVAREZ DE TOLEDO
CONDE DE CEOII.UO
DigitizcdbyGoOl^IC
DijilizcdtyGoOl^Ie
■•i^
Señores Académicos:
Aquel filósofo gentil en cuyo nombre parece cifrarse la humana
sabiduría y en cuyas máximas pudieron aprender la ciencia del vivir
cincuenta generaciones, nuestro compatrício Séneca, tiene por verda-
dero agradecido á quien, al recibir algún beneficio, lo declara y mani-
fiesta con buen ánimo, sin dejarlo encerrado dentro de la propia con-
ciencia (i); testimonio y juicio que, como tan acomodados al presente
lance, para mí honroso cuanto dilTcil, he querido invocar ahora, por-
que sirva de prenda y signo de la verdad y bondad de mi agradeci-
miento hacia vosotros. Cierto, tal y como él es, grande, sincero, si
expresado con los labios, brotado de lo más hondo del corazón, pare-
cerá pobre y mezquino, si en el honor insigne que le motiva se repara.
Colmando el vaso de vuestra benevolencia, tuvisteis ayer á bien lla-
marme á compartir con vosotros vuestras nobles tareas, / franqueais-
me hoy de par en par las puertas de este sabio instituto, areópago
ilustre de los favoritos de Cijo. Galardón notable fuera, cuando de
premio sirviese á eminentes méritos. Pues ¡cómo ponderar su exce-
lencia si á la pequenez se atiende de lo que apenas me atrevo á llamar
mis servicios á la ciencia histórica, tan exiguos como modestos y tan
modestos como míosf
Enamorado de la patria Historia desde mi juventud primera, apren-
dí en los libros á admirar á sus claros varones y á saciarme en el
recuerdo de sus hechos memorables. En bibliotecas y en archivos di
pasto á mis aficiones, ora comprobando lo averiguíido, ora inquiriendo
lo desconocido. En excursiones y viajes, al visitar el populoso centro,
ó al recorrer la agreste comarca, lo mismo en la vieja ciudad que en
la apartada aldea, en el llano y en la montaña, por doquiera, en fin,
tizcdbyGoOi^Ie
satúreme de Naturaleza y Arte, interrogué á los monumentos, evoqué
viejas gestas y tradiciones, dejé volar el espíritu por el sereno espacio
de la Historia, que con su apacible encanto me brindaba. Si tales
afanes, y amores, y sentimientos of indujeron á otorgarme vuestros
preciados votos, estímulo, que no premio, es éste con que constreñís
al discípulo á seguir más de cerca la huella de los maestros.
Maestro fué, y en grado eminente, el Señor Don Pedro de Madrazo,
cuya medalla académica, honrada por él durante más de siete lustros,
me confiere vuestra liberalidad, nunca como ahora acreditada. Fué Ma-
drazo un espíritu politécnico, un ejemplo viviente de la vigorosa vir-
tualidad del entendimiento humano, favorecido por la Providencia con
las más variadas aptitudes. Romano por su nacimiento, español por su
primer apellido y alemán por su ascendencia materna, parecieron fun-
dirse en él ia cultura exquisita del latino, la tenacidad en el trabajo y
el genio analítico del germano, ía imaginativa opulencia y facilidad de
percepción propias de nuestro pueblo. Tuvo, sin duda, Madrazo, y no
pudo ser de otro modo, esfera peculiar y adecuada en que desenvol-
ver sus nativos gustos y andones. La Historia, el Arte, las Letras: hé
aquí el vasto campo preferido para su labor intelectual; campo fecun-
do y ameno que, si reclamó todos sus afanes de cultivador solicito,
premióle largamente con cosecha abundante de sazonado fruto.
Aun considerado tan sólo como historiador, deja apreciar D. Pedro
la flexibilidad de su talento. Sí desplegó ante nuestra vista el pasado
protohistórico ó meramente antiguo, el moderno y contemporáneo de
regiones tan interesantes como las de Córdoba, Sevilla y Cádiz, Na-
varra y la Rioja, también historió la Arquitectura, la Escultura y la
Pintura nacionales, sus monumentos y obras maestras. Si como ar-
queólogo de alto vuelo sorprendió por igual los secretos de las edades^
antigua, media y moderna é ilustró la Orfebrería, la Tapicería, la Pa-
noplia, la Muayaria y las artes del Grabado y del Esmaltecon precio-
sos escritos histórico-didácticos que serán siempre modelos en su gé-
nero, al biográfico rindió también crecido tributo trazando las vidas,
ora de afamados artistas de diversos tiempos y escuelas, ora de deter-
minados ingenios contemporáneos.
Nada que no esté en la memoria de todos podría decir tocante a su
significación teóríco-artístíca. Lo mismo como preceptista que como
crítico fué tan profundo su saber como sólido su juicio; así su autori-
dad y renombre presto traspusieron las fronteras, divulgados por la
fama aquende y allende el Atlántico. Cultivador de las buenas letras,
fué poeta inspirado y correcto que abarcó muchos géneros, desde el
místico al amatorio, desde el épico-romancesco hasta el satírico. Como
tizcdbyGoOi^Ie
— 7 -
prosista, la critica y la preceptiva hallaron en él feliz intérprete, sin
que se le mostraran esquivos la leyenda y la novela, la epístola y el
articulo de costumbres. Y es de notar en todas sus producciones, con
lo castizo del lenguaje, lo armonioso y íluido del estilo, la elegancia
del giro y de la frase, aquel sello propio y característico que es prime-
ra condición de toda gran personalidad literaria.
Pero D. Pedro de Madrazo fué aún, considerado como mero publi-
cista, muchas cosas más. Con la misma lucidez trató de Economía y
Hacienda que de Derecho político ó de sistemas penitenciarios. El fué
experto jurisconsulto, escritor ascético y m^iralista, comentarista y
parafraste... A estos y otros géneros aplicó sus poderosas facultades y
toda una luenga y laboriosa existencia; tan grande y tan benemérita
fué su cooperación al lustre y cultura de su patria. Si tal fué el sabio
varón arrebatado por la muerte á esta Real Academia, ¿os sorprenderá
que la duda y la vacilación me acometan cuando, impulsado por la
necesidad de cumplir un deber reglamentario, acudo con mi ofrenda á
saldar en lo que me es posible la sagrada deuda con vosotros con-
traída?
En ñn, pues jiuta esl alea, permitidme que, dirigiendo el pensa-
miento hacia la noble ciudad en que vi la luz primera y que encierra
para mí muy caros recuerdos, intente esbozar e! cuadro que presentó
Toledo en el siglo xví después del vencimiento délas CoNtuNiDADEs (2).
Aquel movimiento nacional, tan grande en sus orígenes como pe-
queño en su desenvel vi miento y en sus postrimerias, acababa de ser
sofocado. Perdida estaba su causa, no tanto por el esfuerzo de las
huestes imperiales como por sus propios gravísimos yerros. Toledo,
primero y respetuoso heraldo de los públicos agravios; enérgico intér-
prete después del general disgusto; alma y sostén de la rebelión en su
período culminante, y último y tenaz baluarte de las armas comune-
ras, habíase reducido, celebrada que fué la transacción de la Sisla, al
servicio del monarca. Un perdón amplio y generoso concedido por
D. Carlos, ó más bien por los regentes del reino tres días después de
la capitulación, pareció volver por ensalmo la tranquilidad á los tole-
danos, y el Arzobispo de Barí con su ejército pudo luego posesionarse
en paz de la ciudad, reintegrada ya en todos sus honores y privilegios
y nuevamente proclamada leal, timbre preferente para aquel secular
pretorio de nuestros Reyes (3).
Ansiaba Toledo la tranquilidad, y con fiestas religiosas y civiles
celebró el término de la desastrosa contienda. Pero al lado de una ma-
yoría pacífica agitábase sordamente una miñona revoltosa y levan-
tizcdbyGoOi^Ic
á
tisca que, mal avenida con la entrega de la ciudad, mantenía latente
el espíritu de protesta y era abonado núcleo de conspiraciones. Enten-
dióse así á los pocos días, cuando, en Enero de 1S22, nuevos festejos
habidos por la exaltación del Cardenal Adriano al pontificado, aca-
rrearon á la ciudad, más que alegría, duelos y tristeza. Un grito
subversivo fué la chispa que pareció preludiar otro incendio; la rebel-
día levantó la cabeza de nuevo, y los dos bandos vinieron á las ma-
nos y se trabó una pelea á duras penas cortada por la personal
influencia de algunos caballeros toledanos. Entonces el poder público
tomóse duro y aun cruel. A las suaves condiciones de la capitulación
de la Sisla, sucediéronse suplicios, encarcelamientos y destierros; la
casa solar de Padilla fué derribada, y la viuda del infeliz caudillo y
los principales sediciosos buscaron su salvación en la fuga. Aquí fué
la muerte definitiva de las Comunidades, y su triste epitafio, sendas
inscripciones que en desdoro de su memoria les dedicaron la justicia
secular y el Cabildo eclesiástico (4). Fortuna fué para la ciudad el
nombramiento del corregidor D. Martín de Córdoba, que con su
acierto y buen gobierno contribuyó á afianzar la paz; mas fué motivo
de peligro el excesivo celo del Dr. Zumel, quien con su rigor y dureza
pudo comprometer la obra pacificadora. Hervía Toledo en odios y
rencores, obligada secuela de las discordias civiles; manos ocultas
ñjaban pasquines en los parajes públicos con amenazas á las autori-
dades y á los ciudadanos afectos al partido imperial; la paz moral, en
suma, seguía hondamente perturbada. Por dicha, la política cesárea
inspiróse preferentemente en temperamentos de prudencia, y el célebre
perdón de Valladolid, otorgado en Octubre de 1522, vino á afirmar la
tranquilidad de los espíritus en todo el reino. Cierto es que del exceso
del mal suele brotar el bien; Toledo por su parte, aleccionada por
muy dolorosas experiencias que no se ceñían tan sólo á la reciente
alteración comunera, desechando en adelante todo motivo de revuelta,
llevó su labor sincera y aprovechada al campo en que podían florecer
la ventura y prosperidad nacionales. Así, en las cortes de Valladolid
de 1523, primeras que el Emperador celebró en ia península después
de la guerra, al par que por sus procuradores defendía Toledo sus
derechos, no siempre ni en aquellos días respetados, trabajaba por el
bien común, coadyuvando á la formación de provechosas leyes en
- que se advierte la influencia de los representantes toledanos (s)-
Transcurridos dos años, un acontecimiento interesante ocurrió en
la ciudad del Tajo. En 27 de Abril de 1525 entró primeramente en
ella Carlos V, rodeado de la pompa y majestad propias de su cesárea
corte; y, según testimonio de un cronista de la época (6), Toledo le
tizcdbyGooi^Ie
— 9 —
recibió con gran solemnidad y alegría. Lo que el monarca sintiera al
divisar en lontananza aquel pueblo ó enriscada fortaleza, rebelde poco
había á su autoridad soberana, al pisar su suelo y al sentar el pie en
el noble alcázar, sollo de sus mayores y reciente mansión de la varo-
nil Pacheco, calla la Historia, pero el historiador lo adivina. Convo-
cadas estaban para Toledo las cortes generales del reino. Allí se ce-
lebraron en la primavera y verano de aquel año, dictándose en ellas
leyes políticas y económicas y adoptándose medidas administrativas
que no debo señalar aquí. Pero no es para omitido un hecho harto
significativo. Al reforzar las cortes de Toledo la nota tan patriótica y
monárquica dada por las de Valladolid, rogando al Rey contrajera
matrimonio, según tenía ofrecido, nombran exclusivamente á la in-
fanta D.' Isabel, hermana del Rey de Portugal, «vna de las exijelentes
personas que oy áy en la christiandad » , añadiendo que con este casa-
miento «rres^ibirán estos rreynos syngular merced é beneficio ^ (7).
Veo yo á aquellas cortes toledanas dotadas del más alto sentido polí-
tico, fijo el pensamiento en la gran aspiración de la unidad ibérica y,
lo que es más, casi vaticinando esa misma unidad, llevada á feliz
término medio siglo adelante por virtud de aquel enlace, en buen hora
aconsejado.
En el entretanto los negocios exteriores marchaban para el Empe-
rador viento en popa, y la gloriosa victoria de Pavía puso en sus
manos á su rival el Rey de Francia, cuyo arribo á la península supo
el 20 de Junio en Toledo (8), En lustre de la ciudad del Tajo redundó
que las armas del real prisionero fueran depositadas en el alcázar
como trofeo y recuerdo de ocasión tan memorable (9).
Brillante cual ninguna anterior fué aquella época para Toledo. Sus
moradores vieron en aquellos días á su joven Rey, rodeado de gran-
des, títulos y caballeros de alta sangre, cabalgar á la jineta, escara-
muzar en la Vega y jugar gentilmente á las cañas en Zocodover con
lo más gallardo de la juventud dorada de Castilla, todos «tan bien é
tan ricamente aderezados, que no se acordaban los nacidos haber
visto cosa igual» (to). [Contrastes de la fortunal Por el mismo tiempo
Francisco I, prisionero en Madrid, esperaba en vano la visita de Car-
los V, que, retenido por las congregadas cortes y bien hallado con
su nueva residencia, no parecía dispuesto á salir de Toledo. Sólo
"después de las festividades que en el mes de Agosto allí se celebran y
que, por la presencia del Emperador, revistieron aque! año mayor
solemnidad (ll), partió Carlos de la corte, bien que no para consolar
á su regio huésped, sino para esparcir el ánimo con deportes cinegé-
ticos en' los montes de Segovia y Buitrago.
tizcdbyGoOi^Ie
Poco duró su ausencia de la ciudad, que, ya con más razón que
nunca, podía llamarse alcásar de emperadores. Celebradas dos breves
y cordiales entrevistas con Francisco I, tornóse á Toledo el César, y
allí vio transcurrir todo el otoño y la mayor parte del invierno (12).
Era Toledo en aquel punto como el corazón de la gran monarquía
española, y aun verdadero centro de la diplomacia y la política uni-
versal. Cual los planetas en torno del sol, allí formaban corte digna de
tal monarca las Reinas viudas de Portugal y de Aragón, D.' Leonor
y D.° Germana; príncipes de sangre real como la duquesa de Alenzón,
los duques de Borbón y de Calabria y D. Enrique de Labrit, hijo del
despojado Rey de Navarra; personajes como el gran maestre de Rodas,
el virrey de Ñapóles, Carlos de Lannoy (13), y el Cardenal Salviati,
legado de Clemente VII; lo más ilustre de la nobleza española y gran
representación de la extranjera; altas dignidades de la Iglesia y, en ñx\,
los embajadores de todos los soberanos y repúblicas de Europa (14},
y aun de Reyes asiáticos y africanos. Toledo fué en aquellos, para
ella, memorables meses una ciudad cosmopolita. El esplendor de la
corte imperial y los beneficios que su permanencia reportaba á la in-
dustria y al comercio, la juventud y gentileza del Emperador y el
- agrado y buen seso que acreditaban sus actos, debieron de renovar
entonces muchas voluntades y de aficionar grandemente á los toleda-
nos hacia aquel egregio príncipe, en quien parecían cifrarse todas las
grandezas de la tierra.
Sucedíanse unos á otros fastuosos recibimientos en que, si el Em-
perador mostraba su bizarra cortesanía, proclamaba la ciudad con
fiestas y regocijos la honra que se le seguía por ello. El Cardenal Juan
Salviati, legado y sobrino del Papa Clemente VII, llegaba á Toledo á
tratar graves negocios de política internacional. El César con su corte
salió á su encuentro fuera de los muros; Toledo se vistió de gala, y la
nobleza, los obispos, el clero, los regidores y ciudadanos acudieron
con sus mejores arreos, sus palios y cruces, honrando y acompañando
al enviado pontificio hasta dejarle hospedado en el claustro alto de la
iglesia mayor (15). Más interés inspiró aún la presencia de la princesa
Margarita, duquesa de Alenzón, hermana de Francisco I que, enfer-
mo y prisionero, continuaba en Madrid. En las conferencias de aque-
llos días, celebradas entre el Emperador y Margarita, debatíase la cau-
tividad y liberación del Rey Francisco, la paz ó la guerra entre dos
naciones rivales, y aun la tranquilidad ó intranquilidad de Europa en-
tera. La duquesa vióse en Toledo tan obsequiada como á su rango y
á la cortés condición del P'mperador convenía; pero las dificultades
surgidas fueron muchas, y la princesa se ausentó pronto de la corte
tizcdbyGoOi^Ie
sin terminar el negocio con el éxito favorable que le pintara su de-
seo (16).
No fué menos señalado el arribo del duque de Borbón, aquel famo-
so personaje cuya conducta, al abandonar la causa de su soberano
para servir la del imperio, mereció de historiadores y poetas tan seve-
ras censuras. Carlos V, que ardía en deseos de conocerle y de honrar-
le por desusado modo, envió para su compañía y agasajo al confín
del reino de Valencia al obispo de Avila con caballeros y aposentado-
res. De allí á pocos días llegó á Toledo Borbón muy aparatosamente,
precedido de <más de cien acémilas con reposteros azules llenos de
flores de lis sembradas por ellos» (17}, rodeado de hombres de armas
franceses, italianos y españoles. En la puente de Alcántara cumpli-
mentáronle los grandes de España y altos dignatarios palatinos. Llo-
vía copiosamente, pero D. Carlos contemplaba la llegada del condes-
table francés á cielo descubierto, junto al monasterio del Carmen.
Acércesele Borbón é hincó la rodilla en tierra; abrazóle el monarca,
«é lo tuvo ansí un buen espacio de tiempo», entre mutuos elogios y
cortesías; cabalgaron todos, tomaron la subida de la ciudad y, plati-
cando con el mayor agrado y contento, dieron consigo en el alcázar.
Tres meses moró Borbón en Toledo, festejado por el César, asistiendo
con él á ñestas de todo género, sentándose á las veces á su mesa y
siendo objeto de distinciones realmente extraordinarias. Al cabo de los
tres meses tomó el camino de Italia, que fué para él el de su perdición,
sin que señalaran su salida de Toledo el ofendido pundonor de un
magnate, ni el incendio voluntario de cierta señorial morada, como un
infundado relato viene pretendiendo (iS).
Firmada la concordia de Madrid entre e! Rey de Francia y los repre-
sentantes del de España, abandonó este último la antigua corte visi-
goda, y á los pocos días un público pregón anunció á los toledanos,
gozosos ai saberlo, la paz y hermandad entre ambos Reyes concerta-
das, y asimismo el próximo enlace de Francisco I y Leonor de Portu-
gal, que, como la viuda del Rey Católico, aún continuaba en To-
ledo (19).
La presencia de Carlos V en la ciudad, por aquellos años (20), y sus
frecuentes y continuadas estancias en los que se siguieron, ganaron
por completo el ánimo de los toledanos para su monarca. No es de ex-
trañar, por tanto, que cuando, después de una ausencia más larga,
se esparció por Toledo la nueva de su llegada á Barcelona en Abril
de I $33, y su probable venida á la ciudad, celebrara ésta el suceso con
fiestas y alegrías de tal índole que no es posible ver solamente en ellas
la influencia ó el mandato oficial. Ocho días duraron las flestas, «aquí
tizcdbyGoOi^Ie
— Ta-
las mayores que nunca se fizieron», según un testigo ocular{3i). So-
lemnes procesiones, luminarias, músicas, danzas, máscaras y compar-
sas, arcos triunfales, fuegos de artiñcio, ingeniosas invenciones, con-
cursos con premios, carreras.de palio, corridas de toros, juegos de ca-
ñas, lucidas cabalgatas, un notable simulacro de batalla naval en ei
rio y aun otras cosas más, en que tomaron parte desde el Arzobis-
po, la nobleza, la clerecía y las órdenes religiosas, hasta los distintos
gremios y oficios, muestran bien el entusiasmo de Toledo ante el
próximo regreso de Carlos V, que, en efecto, pocos meses pasados
volvía á morar en la ciudad del Tajo (23). Probable es que aquella es-
tancia, que se prolongó desde los comienzos de Febrero hasta fin de
Mayo de 1534, moviera al nieto de los Reyes Católicos á convertir el
alcázar toledano en mansión más adecuada para hospedar á su au-
gusto dueño, entonces en el apogeo de su gloria; lo cierto fué que, an-
tes de transcurrir muchos meses, determinó la general restauración de
la vetusta fortaleza, trocada por la imperial iniciativa en espléndido
palacio, digno del más poderoso monarca del mundo.
Imposible es olvidar, tratándose de Toledo en eí siglo XVI, aquellas
cortes de 1538, tan diversamente juzgadas y por siempre memora-
bles (23). Convocados para el 1 5 de Octubre los prelados, señores de
vasallos y procuradores, difirióse la sesión inaugural hasta el I." de
Noviembre. Las continuas guerras y empresas del monarca y las obli-
gaciones que por doquiera le asediaban, tenían gastado y consumido
su patrimonio; platicar sobre ello, buscar remedio á la crónica dolen
cia y ordenar las demás cosas convenientes al bien de estos reinos era
el arduo objeto de las cortes. Leída la proposición real á los estados,
comenzaron sus deliberaciones separadamente. Muy importante era
la representación del brazo noble, tanto por el número cuanto por la
significación de sus individuos, que celebraban sus sesiones en el ca-
pitulo de San Juan de los Reyes- Adelantados iban los debates, cuan-
do cierto día presentóse en la asamblea el Cardenal Tavera, Arzobis-
po de Toledo, y ante los señores reunidos, con comedidas palabras
declaró era voluntad del César establecer, con carácter general, y sólo
por cierto tiempo, la sisa, gravamen sobre los mantenimientos, de an-
tiguo abolengo en Castilla (24). No se ocultaba á los proceres el triste
estado del erario público, cuya restauración en vano debía esperarse
de ios ingresos ordinarios. Pero la sisa era un impuesto, sobre extra-
ordinario, muy odioso; su exacción con carácter general barrenaba los
seculares derechos de la nobleza; odiaba tal tributo el pueblo, abrU'
mado de cargas; en fin, el recuerdo de la sublevación comunera no
estaba tan amortecido que no hiciera temer á los más avisados los
tizcdbyGooi^Ie
— 13 -
peligros de otro semejante incendio. Abroquelada con estas razones,
á la verdad fundadas, la nobleza, en términos tan respetuosos como
enérgicos, negóse á otorgar la sisa.
Dolió la repulsa al Emperador, cuya situación venia á ser harto
embarazosa. Mientras los prelados, á quien afectaba menos el pro-
yecto, habíanle aprobado en todas sus partes, los nobles no se daban
por vencidos, no obstante los buenos oñcios del prudente intermedia-
rio Tavera. Ni er.i sistemática la oposición empeñada. Díscurrian me-
dios los señores con que proveer en servicio del monarca y solicita-
ban la comunicación con los procuradores para resolver de común
acuerdo el conflicto; pero á esta petición hízose siempre sordo Car-
los V. Todo eran debates, consultas y contestaciones. Firme y elo-
cuentemente llevó entonces la voz de la nobleza el Condestable de
Castilla D. Iñigo Fernández de Velasco, alma de aquel ilustre concur-
so; pero sus razonamientos sólo provocaron el enojo del Emperadori
á quien con tanta lealtad habia servido siempre (25j- El remate del
negocio fué inesperado. En i," de.Febrero de 1539 presentóse de nue-
vo el Cardenal Tavera y con palabras en que latía el r^io desagrado,
invitó á los nobles á retirarse á sus casas, dando por disuelta la asam-
blea. ¡Rasgo notable y sin precedentes en la historia de las cortes
castellanas! [Verdadero golpe de estado que contribuyó á modiBcar
el carácter de aquella institución, con la frecuente ausencia de uno de
sus elementos más principales! (26) Gran monarca por tantos concep-
tos, mal pagó entonces Carlos V (y ya lo observó un historiador mo-
derno) los servicios que proceres y caballeros le prestaran poco antes
en su recia contienda con las degeneradas Comunidades (27),
La disolución del alto estamento más pareció ' obedecer á un rapto
de despecho del Emperador que á allanar el camino de la nueva im-
posición, pues es lo cierto que la sisa no llegó á establecer.se. En-
tretanto el brazo popular continuaba sus tareas. Hiciéronse los procu-
radores intérpretes del buen sentido y de los deseos de los pueblos,
como lo acredita el extenso cuaderno que emanó de las cortes, en
que, si se observan peticiones nada nuevas, aparecen ideas que revé'
lan verdaderos adelantos. Así, pidieron los representantes que se hi-
cieran navegables los ríos caudalosos para bien de la industria y el
comercio, y que por personas doctas se recopilaran las viejas cróni-
cas de España, «porque no se oluide la memoria de los grandes he-
chos*: demandas que merecieron buena acogida, y que, á ser las úni-
cas que fíguraran en el cuaderno, imprimieran ya á aquellas cortes
auténtico sello de obra nacional (28). Antes de disgregarse, las cor-
tes votaron un servicio de trescientos cuentos para los tres años si-
tizcdbyGoOi^Ie
— 14 —
guientes, con más otros ciento cincuenta, pagaderos en el corrien-
te 1539(29). Terminada, en ñn, la asamblea, en 30 de Marzo un pú-
blico pregón con trompetas y reyes de armas anunció á la ciudad los
capítulos acordados por conjunción del monarca con sus subditos.
En Toledo continuaba el Emperador después de terminadas las
cortes, procurando olvidar entre ñestas el disgusto que le causa*
ran (30), cuando inopinada desgracia vino á contristar su espíritu y el
de la nación entera. La Emperatriz Isabel, aquella mujer «hermosa de
todo punto, en el cuerpo y en el alma*, que dijo un cronista de la
época (31), fallecía en Toledo en (." de Mayo, á la edad de treinta y
ocho años. Contemplaron los toledanos á su soberana en su lecho de
muerte y oraron por ella en el palacio del conde de Fuensalida, don-
de trocó esta vida por la eterna. AI siguiente día una silenciosa y en-
lutada comitiva presidida por el principe D. Felipe salió de la vieja
mansión de los Ayalas, morada de la Emperatriz (32), y atravesando
la ciudad, condujo á las afueras los mortales despojos, para su tras-
lado al panteón real de Granada. Prelados y señores fueron custo-
diando el cuerpo hasta la ciudad del Darro, y entre ellos, según se
cree, aquel marqués de Lombay, si grande en la corte, muy más gran-
de en el vencimiento de su mundanal engaño, en los altares venerado
más tarde como santo (33).
La vida de Toledo deslizábase en paz, bien que repercutiendo en
ella los sucesos que más ó menos de cerca afectaban á los intereses
de esta monarquía. Así, en 1S42, con motivo de la guerra del Rose-
lión, amenazado por las tropas del DelRn de Francia, sirvió Toledo
con quinientos hombres, sobrepujando en ello á nuestras más popu-
losas ciudade.*!, que, lo mismo que la nobleza, coadyuvaron con entu-
siasmo á la defensa de aquel caro pedazo de la patria. A falta de su-
cesos de interés político, sólo otros de índole local acaecidos en los
siguientes años podrían reclamar la atdhción del historiador. Así la
gran crecida del Tajo en Enero de 154S. q"e destruyó la deleitosa y
afamada huerta de la Alcurnia, sitio de recreación de los prelados
toledanos. Así también las exploraciones de la célebre cueva de Hér-
cuies, practicadas en el verano de 1 546, de orden del Arzobispo Silli-
ceo, deseoso de desvanecer las consejas que corrían acerca de aque-
misterioso antro (34).
Toledo recibió á poco una nueva visita del futuro Felipe II, hospe
dado y obsequiado en las casas arzobispales por Silíceo, su antiguo
maestro. Fué esto antes de emprender el príncipe su viaje á Inglaterra,
de que tantos provechos se esperaban para la Iglesia y el Estado; y
que Toledo seguía con todo interés el curso y los resultados de aquella
tizcdbyGoOi^Ie
— 15 —
jornada acreditanlo los extraordinarios regocijos y alegrías con que
pareció enloquecer la ciudad en Febrero de i S 5 S , celebrando la reduc-
ción de Inglaterra al gremio de la Iglesia católica (35).
Pasado un año, l'oledo participó de la emoción que embargaba al
mundo. De Bruselas hacía saber Carlos V al corregidor y Ayunta-
miento de la corte castellana (i6 de Enero de 1556), la renuncia de
estos reinos hecha en favor de su hijo D. Felipe, por quien encargaba
se alzasen pendones. Así lo hizo Toledo en Abril del mismo año, con
solemne aparato y pública satisfacción, visible en los festejos que por
aquellos días se siguieron (36). Conocían bien los toledanos al nuevo
monarca, que en su niñez y juventud había residido entre ellos con
frecuencia, y que en la ciudad dejábase ver á menudo. Pero no ocul-
taron su afecto al Emperador, retraído en Yuste, cuando la muerte
del augusto personaje tan honda impresión produjo en la cristiandad
entera. Los ciudadanos todos vistieron de luto, y las honras fúnebres
celebradas en la grandiosa catedral, á costa de la ciudad exclusiva*
mente, duraron nueve dias y fueron, según un cronista local, «mejo-
res y más solemnes que los vivos vieron ni oyeron> (37),
Sucesos determinados por causas fútiles revistieron importancia
en Toledo á principios del siguiente año IS59. Era á la sazón corre-
gidor el licenciado Fernán Bello y Arzobispo el célebre fray Bartolomé
Carranza de Miranda. El día 28 de Febrero dos ministros inferiores
del corregidor apresaron en la plaza del Ayuntamiento á dos picaros
que alborotaban bajo los balcones arzobispales. Ignórase por qué, un
clérigo allí presente trabóse de palabras con los de la justicia, afeán-
doles la prisión. Descomedido el clérigo y soberbios los alguaciles,
sobrevinieron otros al ruido y asieron de él para dar con su cuerpo
en la caree'. Acudió la gente desocupada, y como acertara entonces á
salir de la catedral el canónigo y vicario D. Rodrigo de Mendoza,
rodeado de otros eclesiástico^, no- entendieron sino arremeter á los
ministriles para quitarles la presa de las manos. A defender la juris-
dicción real acudieron las autoridades superiores é inferiores de la
justicia; en defensa del fuero eclesiástico surgieron más clérigos y de-
pendientes del palacio arzobispal; dividióse el pueblo, salieron á relu-
cir las espadas y, en ñn, dice una relación contemporánea, «se levantó
en esta cibdad sin propósito un alboroto, el mayor que ios que á la
sazón vivían vieron en ella, porque en tiempo de comunidades no ovo
otro tal*. La justicia real quedó Inunfante por lo pronto, pues no sólo
el anónimo clérigo, pero otros del mismo estado, el propio vicario
general y todos los criados y dependientes del Arzobispo, fueron á
parar á la cárcel, amén de obsequiarse á estos últimos con sendas
tizcdbyGoOi^Ie
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tandas de azotes. Amohinóse el prelado ante estos sucesos y puso
entredicho y cesación a divinis que comenzó á guardarse estrecha-
mente en la ciudad y sus afueras. Pero fué cosa singular que aunque
al corregidor guardaban abiertamente las espaldas el poder real y el
Consejo, débil de carácter, vino á un acomodamiento con el Arzobis-
po, del que salió tan malparada la potestad civil como por los resul-
tados pudo verse. Con efecto, el prelado alzó el entredicho; el corre-
gidor dio suelta al vicario y á los demás clérigos y legos presos, y lo
que fué más señalado y notable, Toledo presenció el miércoles do
ceniza este curioso espectáculo: en procesión organizada al efecto en
la catedral salieron como penitentes el corregidor en cuerpo y sin
bonete, el alcalde y el alguacil mayor lo mismo y con una soga ceñida
al cuerpo; el alcalde de las alzadas en igual catadura, con candela y
sin zapatos, y los alguaciles, medio desnudos, descalzos de pie y pier-
na, con sogas de esparto al cuello y candelas en las manos: «peniten-
cia cierto harto infame — dice la relación antes citada — aunque obie-
ran hecho otros mayores excesos, los quales no hicieron». El caso
produjo pésimo efecto en la corte, y el corregidor, tras la penitencia
eclesiástica, sufrió una enérgica reprensión por su condescendencia.
Pero el orden materia/ quedó fácilmente restablecido, y no consta que
Felipe 11, tan celoso de su autoridad, tomara acerca del caso provi-
dencias más directas. Mas cabe aquí preguntar: á la enemiga en que
pareció trocarse de pronto la antigua amistad del monarca hacia Ca-
rranza y al ruidoso apresamiento de éste, ocurrido pocos meses des-
pués, ¿no pudieron contribuir los sucesos de Toledo y la humillación
á que sujetó el Arzobispo á los representantes del poder civil? Nunca
en tales sucesos repararon los apologistas ó detractores de Carranza;
yo apunto una sospecha que recogerá acaso algún futuro biógrafo
del infeliz y en aquella ocasión intransigente prelado toledano (38).
La paz de Cháleau-Cambresis, concertada en Abril de I5S9. reci-
bióse con gran júbilo en toda la monarquía. Consta que en Toledo
hubo comedias, danzas alegóricas y otras públicas alegrías para con-
memorar aquel feliz suceso, que aseguraba al país un sosiego por
todos apetecido. Vuelto á España Felipe II, que estaba en Flandes, fué
uno de sus primeros cuidados convocar las cortes del reino en nues-
tra ciudad (39), y á ella partió desde Valladolid, donde á la sazón
residía. Muy solemne fué la primera entrada que, como Rey, hizo don
Felipe en Toledo, acompañado de D, Juan de Austria, su hermano,
del príncipe de Parma, de muchos grandes y señores y de los emba-
jadores extranjeros. Notables arcos triunfales en Bisagra y á la entra-
da de la catedral, bien dispuestas y vistosas danzas, músicas, com-
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parsas y escaramuzas realzaron el acto, á que concurrieron cuantos
cabildos, colegios, gremios y otras corporaciones encerraba Toledo,
presididos por el Ayuntamiento y su corregidor el marqués de Falces,
Jurado que hubo el Rey guardar á la ciudad sus privilegios, internóse
en ella, y á caballo y bajo palio {40) subió hasta la Catedral, aposen-
tándose después en el alcázar.
Los festejos públicos y el popular regocijo continuaban aún, y ya
las cortes, las primeras que Felipe II autorizó con su presencia, ha-
bían inaugurado sus tareas. Enderezóles el monarca una sabia pro-
posición (hoy diríamos discurso de la corona), que puede considerarse
como el programa del nuevo reinado y que fué en realidad su punto
de partida (41]. Acercábase la llegada de la nueva Reina de España,
aquella Isabel, dicha de la Paz, que la afianzó por el momento entre
dos poderosas monarquías. De orden del Rey partieron de Toledo el
duque del Infantado y el Cardenal Mendoza, Obispo de Burgos, á re-
cibir en la frontera francesa á la hija de Enrique II. Entretanto las cor-
tes seguían sus trabajos y los procuradores recabaron del poder real
algunas disposiciones contra los moriscos de Granada, entre quien
retoñaba la ma!a semilla mahometana. En 18 de Enero del siguiente
año 1560, el monarca, cuya presencia en Toledo no era continua (42),
emprendió el camino de Guadalajara, ciudad elegida para recibir las
bendiciones nupciales, y celebrada la ceremonia en 2 de Febrero, dis-
púsose á regresar con la Reina á su corte de Toledo;
La antigua ciudad que, dice Cabrera de Córdoba, «como era cabeza
de España podía serlo en aquel tiempo de toda Europa» (43), vistióse
de gala, apercibiéndose al recibimiento con solemne y magnifico apa-
rato. En 13 de Febrero de 1560 apareció D." Isabel á vista de Tole-
do (44), ante enorme concurso que esperaba su llegada. Venía la
Reina «vestida á la española, de una saya de tela de plata con infinita
pedrería y perlería y un chapeo de copa alto de lo mismo» y «venía
muy alegre, riendo y hablando con el Cardenal de Burgos y con el
Almirante y conde de Benavente», En lucida y brillante comitiva sa-
lieron á besar la mano á su soberana los reales Consejos, los caba-
lleros de las Ordenes militares, el Ayuntamiento, la Universidad, la
Inquisición y todas las corporaciones toledanas. Los gremios de la
ciudad llevaron la representación de la floreciente industria local; sus
individuos bajaron ricamente ataviados, ostentando las insignias y
estandartes de los diversos oñcios. La Reina se detuvo en la plaza
del Marichal, donde pintorescos espectáculos la aguardaban, y asi
desfilaron á su presencia ejecutando variadas danzas ninfas y amor-
cillos, hermosísimas doncellas de la Sagra, comparsas de gitanos y
tizcdbyGooi^Ie
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moriscos, de guerreros y salvajes. Suaves músicas y coros hendían
con sus notas los aires; clásicos carros á la romana recordaban tos
triunfos de los vencedores Césares. La infantería representó un bélico
simulacro, en tanto que bizarros caballeros á la jineta distribuidos en
cuadrillas escaramuzaban en la Vega gallardamente.
Junto á la puerta de Bisagra, exornada con un suntuoso arco, juró
también la Reina guardar á Toledo sus privilegios, y acto seguido,
montada en blanca hacanea y bajo palio, subió á la ciudad, admirando
á su paso los arcos, estatuas, alegorías, ñngidos bosques y verjeles y
aun otras artiñciosas invenciones con que se festejaba el feliz arribo.
La entrada de D.' Isabel en la catedral por la puerta del Perdón pare-
ció aún más solemne que las anteriores de otros monarcas. Cabildo y
Ayuntamiento tenían allí prevenido nuevas danzas y comparsas, cán-
ticos y músicas, cohetes y castillos de fuego, con tal estruendo, dice
un cronista, «que se hundía la iglesia». Llegada que fué la noche,
volvió la Reina á atravesar la ciudad con la misma pompa y subió
al alcázar, donde el príncipe D. Carlos, la princesa D." Juana, don
Juan de Austria y Alejandro Farnesio la recibieron con el mayor aga-
sajo y cortesía.
Entretanto aquel Rey, á quien una critica tiempo ha desacreditada
pintó siempre sombrío y taciturno y sólo apasionado por cruentos
espectáculos, andaba por la ciudad y sus afueres disfrazado, con otros
caballeros «viendo la vistosa y alegre entrada, por la mucha hermo-
sura que había de las damas de la ciudad y corte, el adorno de los
miradores y calles, las libreas costosas y varías y muchas, que todo
hacía un florido campo ó lienzo de Flandres> (45).
Toledo acreditó entonces nuevamente su riqueza, buen gusto y
amor á sus soberanos. Durante la estancia de éstos, las más brillan-
tes fiestas, sólo momentáneamente interrumpidas por una breve en-
fermedad de la Reina (46J, vinieron sucediéndose; danzas, luminarias
y otros populares regocijos, comparsas y cabalgatas, brillantes tor-
neos de pie y de caballo en el alcázar y en la explanada de Bisa-
gra, en que Felipe II con los príncipes y los más ilustres caballeros
fueron mantenedores; banquetes y saraos, jiras de placer á las cerca-
nías de la ciudad, fiestas de toros y Juegos de cañas, en uno solo de
los cuales se gastaron 100.000 ducados, mantuvieron al pueblo y á
la corte en perpetuo movimiento desde Febrero á Octubre de 1560.
Meses fueron éstos como quizá nunca loi conoció Toledo. Al histo-
riador antójanse cual remate de unos grandiosos fuegos de artificio,
tras cuyos postreros y más vivos resplandores sobrevienen de súbito
la oscurídad y el silencio (47).
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Pero dando ya al olvido el estruendo de aquellas fiestas, dos acon-
tecimientos políticos de importancia ocurrieron entonces en Toledo
que no pueden pasarse por alto, es á saber: la jura del príncipe don
Carlos y la continuación de las comenzadas cortes.
La jura de D. Carlos, como príncipe heredero de estos reinos
verificóse en la catedral el jueves 22 de Febrero de IS^O; á la sazón
estaba aquel mancebo sin ventura en los catorce años y medio de su
edad. Del alcázar salió una brillantísima comitiva, en que, precedi-
dos de reyes de armas, ballesteros y maceros aparecieron el Rey, el
principe, la princesa D.' Juana de Portugal, D. Juan de Austria y
Alejandro Farnesio, todos espléndidamente ataviados y montando en
sendos magníficos caballos, salvo la de Portugal que venía en litera.
Grandes de España, el maestre de Montesa, dos priores, nobles espa-
fioles y extranjeros y damas costosamente vestidas y enjoyadas com
ponían el séquito de la real familia, de la que sólo faltó la Reina, pos-
trada aún por la dolencia.
Notable fué la solemnidad y el ceremonial tan excelente que, al de-
cir de los autores coetáneos, no le tuvo igual en su coronación ningún
Pontífice (48). La iglesia mayor, engalanada con sus más valiosos
paños y ricas preseas, pareció el mejor escenario para la jura del prín-
cipe que, según los humanos juicios, debía regir la más poderosa mo-
narquía del mundo. Celebrada solemne misa, en que ofició el Carde-
nal obispo de Burgos, asistido por los prelados de Sevilla, Granada,
Avila y Pamplona, se procedió á la jura. Entre el coro y la puerta
del Perdón habíase dispuesto un gran cadalso, protegido por regio
dosel de brocado y artísticos tapices; alli tomaron asiento Felipe II, el
príncipe su hijo y la princesa su hermana, y cerca de ellos las otras
reales personas. Leída por el oidor de la Cámara la forma del jura-
mento, fueron acudiendo á prestarle y á rendir homenaje al principe
sus tíos la princesa de Portugal y D. Juan de Austria, los embajado-
res, prelados, grandes, títulos y caballeros y los procuradores del reino
á la sazón juntos en cortes. Afable D. Carlos, no consintió que doña
Juana ni los prelados le besaran la mano, antes, puesto en pie, quitóse
la gorra y abrazó á la princesa y lo propio hizo con D. Juan de Aus-
tria. Es:e, á su vez, mozo como D. Carlos, tomóle juramento, según
algunos historiadores, de que guardaría los fueros y leyes de estos
reinos, manteniéndolos en paz y justicia. [D. Juan y D, Carlos! Con-
témplalos la imaginación actuando juntos bajo las bóvedas del augus-
to templo toledano y la razón se confunde ante los designios de la Pro-
videncia, que por tan inesperado modo trocó los que parecían sus se-
guros destinos. El heredero de dos mundos, víctima de su condición
tizcdbyGoOi^Ie
y presa de la desdicha, es compadecido por la Historia; al humilde
bastardo imperial, enviado par Dios para realizar las más altas haza-
ñas, colócale la misma Historia en el templo de la inmortalidad {49),
Comenzadas las cortes en Diciembre del anterior año y jurado el
principe D. Carlos, la representación nacional reanudó sus tareas, que
se prolongaron más tiempo del acostumbrado en casos semejantes.
Sin que tales cortes deban considerarse como extremadas, no dejaron
de ser provechosas. Palpitan en las peticiones de los procuradores el
amor al monarca, popular en España, y el anhelo por el bien del país,
traducido en más ó menos felices aunque siempre nobles é ingenuas
demandas. De io primero son muestras el parabién qus dirigieron al
Rey por su tan deseada venida y dichoso enlace, y los votos hechos
fjorque al cesar las guerras exteriores se excusaran las ausencias,
peligros y trabajos de la real persona. De lo segundo aún son más nu-
merosas las pruebas. Como persistiesen ciertas malas prácticas y hon-
dos abusos, ora en la administración de justicia, ora tocante á moral
pública, cuanto á la industria, al comercio y otros extremos, no re-
pararon los procuradores en reproducir antiguas desatendidas paticio-
nes en que se señalaba lo inveterado del mal. De ahí las en que se so-
licitó la reforma del Consejo, de la legislación civil y criminal y de las
malas costumbres; de ahí el clamor contra los excesos de la magistra-
tura y de los gobernantes, los proveedores de !as armadas del Rey, la
carestía de subsistencias y, en fin, contra las provisiones eclesiásticas
en sujetos menos dignos. Desentendiéndome de estos y otros graves
asuntos tratados por aquellas cortes, sólo dos cosas recordaré parti-
cularmente, que, por su significación dentro de dos órdenes muy dis-
tintos, se separan más de las materias que hizo la asamblea objeto de
sus afanes.
Refiérese ia primera á la defensa de nuestras costas levantinas y á
la protección del comercio marítimo, unas y otro siempre amenaza-
dos y combatidos por los corsarios mahometanos que infestaban el
Mediterráneo, hacienda imposibles la vida de los pueblos costeros y la
existencia de un tráfico poco antes florecientísimo con todo el mundo
civilizado. Enérgicamente clamaron sobre ello las cortes toledanas,
constriñendo al Rey á que se guarnecieran y fortificaran las plazas de
mar y á que la armada de galeras guardase el litoral desde Perpiñán
al Guadalquivir.
Atañe el otro punto á ciertos edificios é ingenios que para determi-
nados usos de los pueblos labraban algunos ignaros proyectistas;
errándose ó quedando por terminar, los pueblos sufrían graves daños
con los gastos hechos, sin reportar beneficio alguno. Suplicaron los
tizcdbyGooi^Ie
procuradores que no concediese el Consejo licencüa para tales obras,
sin previa fianza de pagar la costa y los perjuicios posibles por parte
del proyectista, para que nadie se aventurase á emprender sino aque-
llo de que estuviera seguro. Dijo el Sr, Colmeiro (50) que esta petición
parece referirse al famoso artificio de Juanelo, que, según él conjetu-
ra, estaba ya abandonado por inútil ó costoso en 1560; pero dejando
&pa.Tte que el tal artificio funcionó con regularidad durante un tercio
de siglo, y que no es posible confundir al sabio ingeniero lombardo
con la turba de arbitristas sin sustancia, hay otra razón concluyente
que da en tierra con aquella sospecha. Juanelo no emprendió la obra
del artificio hasta el año 1565, ni funcionó su máquina lo menos hasta
1566; mal puede, pues, aludirle la petición de las cortes de 1 560.
Prolongáronse estas cortes, las últimas celebradas en nuestra ciu-
dad, hasta fin de Septiembre de aquel año (Si). Antes que terminaran,
hubo en Toledo otras tres solemnes asambleas de que será bien dar
ligera cuenta. Era Felipe II gran devoto de las Ordenes militares espa-
ñolas. Dos meses después de celebrado su matrimonio, había parddo
con la Reina desde Toledo al sacro convento de Calatrava, entre
cuyos piadosos freyles celebraron los monarcas las fiestas de semana
santa y Resurrección. Vueltos á la corte, congregó el Rey, por su dig-
nidad de maestre, el capítulo general de la Orden de Calatrava y de
su hermana la de Alcántara, que se reunieron separadamente en dos
templos de Toledo, para acordar lo más provechoso á entrambas mi-
licias (52). Mayor importancia alcanzó aún el Capítulo general de la
Orden de Santiago, convocado por el celo de Felipe II *para rrefor-
macion de las cosas espirituales y tenporales de esta borden y prover
en las otras del bien della*. En 31 de Julio de aquel año 1560, fecun-
do para Toledo en acontecimientos, congregó el monarca en el alcá-
zar, á guisa de sesión preparatoria, á los priores de Uclés y de San
Marcos de León y á los treces de la Orden. En 1 1 de Agosto inau-
guróse el Capitulo, que se celebró en el templo de San Juan de los
Reyes y duró tres días. Allí se proveyeron los trecenazgos y enmien-
das vacantes, y se adoptaron resoluciones para el mejor gobierno, en
lo porvenir, de la milicia santiaguista. Felipe II, en su calidad de ge-
neral maestre, no sólo asistió asiduo á las sesiones, pero, recluso vo-
luntario, no quiso mientras duró el capítulo abandonar los muros del
monasterio franciscano. ¡Hermoso espectáculo presenció aquellos días
el monumento insigne debido á !a piedad de los Reyes Católicos! Jun-
tos en gran número bajo las ojivales bóvedas del templo priores, co-
mendadores, treces, caballeros y freyles, presididos por el regio maes-
tre; sembrados la amplia nave y el rico crucero de blancos mantos
tizcdbyGooi^Ie
salpicados de rojas cruces, el pensamiento de los concurrentes debió
volar á los tiempos medioevales, á la época heroica de las Órdenes,
que con su ruda labor por ta reconquista del territorio patrio prepara-
ron la grandeza de España bajo Carlos V y Felipe II {53)-
Todo está en el Universo, salvo su inmutable Creador, sujeto é la
ley fatal de la mudanza. Muda el hombre, muda la Naturaleza, flore-
cen y decaen las ciudades, fórmanse, crecen y se hunden los imperios
y aun nacen y mueren los mundos. Por la ley de la mudanza, Toledo,
pueblo pequeño en tiempo de los romanos, convirtióse en gran metró-
poli en el de los visigodos, y, aunque con alternativas, corrió pujante
un curso de diez siglos, hasta la segunda mitad del XVI. Entonces
surgió el hecho que, no inmediata, sino mediatamente, determinó para
nuestra ciudad un cambio profundo, cuyas consecuencias permane-
cen. I^arto comprendéis que me reñero á la traslación de la corte,
que, acaecida en los primeros años del reinado de Felipe II, desposeyó
en la práctica á Toledo de la capitalidad de España é inició el largo
periodo de su decadencia.
Singular es lo ocurrido con esto del cambio de corte, para los mu-
chos escritores que en él se ocuparon. Divergencias en la fecha que se
le asigna; disparidad en las causas que pudieron originarle; descono-
cimiento del verdadero carácter que tuvo; ignorancia de las inmedia-
tas consecuencias que acarreó á Toledo: tal es lo que el perplejo in-
vestigador pudo hallar hasta ahora en orden al importante aconteci-
miento. Quién le flja en el año 1560; quién en 156I; quién en 1S63, y
quién le retrasa hasta 1 5^5 (54)- Sobre los motivos que impulsaron al
monarca á adoptar tal acuerdo aún andan más distanciadas las opi-
niones, y la fantasía de algunos escritores ha incurrido en verdaderos
delirios. Unos lo atribuyen á la posición más céntrica de Madrid en la
península ó á la salubridad de su clima; otros á la defectuosa topo-
grafía de Toledo, que la hacía poco apta para asiento de una corte á
la moderna. Hay quien lo funda en lo rigoroso que fué en ella el in-
vierno de 1561, y quien lo achaca al rescoldo comunero latente en la
ciudad del Tajo, y su antipatía á los Reyes de la casa de Austria.
Se ha dicho que la misma importancia de las ciudades históricas y
cabezas de reinos fué la más grave de las razones y vino á favorecer
á un pueblo de menos abolengo y que no podía despertar loa celos de
los otros. Ni ha faltado quien, examinando el suceso por cierto aspec-
to filosófico á su manera, haya establecido soñadas comparaciones
entre Constantinopla, heredera de Roma en lo temporal, y Madrid,
sucesora en lo temporal de Toledo; parangón, si no exento de inge-
nio, destituido de sólido fundamento. Dictamen, en fin, muy arrai-
tizcdbyGoOi^Ie
— 23 —
gado en algunos modernos autores es el que funda la mudanza en la
aversión ó mala voluntad de Felipe II hacia Toledo, y en no sé qué
tenebrosa conjura del Rey contra la vieja capital de sus estados. ¡La
aversión de Felipe il á Toledo! Permitidme que examine los justifi-
cantes de este aserto, lanzado, desde ahora lo digo, muy de ligero.
Felipe II, criado principalmente en Toledo, guarda allí los recuerdos
de su niñez y de su juventud primera. Hombre ya y monarca, habita
en Toledo largo tiempo, la visita con frecuencia, toma parte en sus
alegrías, reúne en ella las cortes, celebra en ella las fiestas de su ter- ,
cer matrimonio, hace jurar allí con solemne aparato al heredero de
la mayor monarquía del mundo. A la ciudad, á sus diversas corpo-
raciones y á muchos de sus naturales confirma añejos privilegios y
otorga otros nuevos. Provee graciosamente la albóndiga toledana para
alivio de todos sus vecinos y principalmente de los pobres y njenes-
terosos (55). Con la perseverante restauración del alcázar, prepárase
en la antigua corte goda una morada espléndida, y tal interés mués
tra siempre por sus obras y ta! impulso las da, que en rigor histórico
al llamado «alcázar de Carlos V» debiera más bien llamarse talcá-
zar de Felipe II». Su amor y veneración hacia la iglesia primada no
tienen límites. Honra grandemente á ella y á sus prelados cuantas ve
ees halla ocasión de hacerlo; obsequíala con valiosos presentes; esti-
mula y favorece la celebración de sus concilios; con motivo del arre-
glo eclesiástico, niégase á dividir ni desmembrar la archidiócesis, de
territorio, en verdad, harto vasto; enriquécela con la posesión de los
sagrados restos de San Eugenio y Santa Leocadia, aspiración fer-
viente del pueblo toledano. Hasta aquí los frutos del real desagrado
no parecen por ninguna parte. ^Obedecerá acaso á la decantada mal-
querencia la provisión y subida de las aguas del Tajo, en que si Tu-
rriano fué inventor material del mecanismo, fué el Rey quien apoyó y
protegió aquella obra tan anhelada por la ciudad sedienta^ ¿Ó debemos
ver un signo de odio en la voluntad firme, en la tenacidad más bien,
con que Feüpe II preparó y llevó á cabo la navegación de aquel río,
que á Toledo más que á las damas ciudades favorecíaP De ahora para
siempre debe declararse; el odio de Felipe II á Toledo es un quimé-
rico ente de razón, que la luz de la Historia desvanece, como desva-
nece la luz del día los nocturnos fantasmas producto de cerebros
infantiles. Felipe II, lejos de odiar á Toledo — los hechos lo de-
muestran, — dispensó á la ciudad su afecto, mostróle verdadera
afición, tal vez sintió por ella entusiasmo. Pero ^y la traslación de
cortea se dirá. Intentaré reconstituir este incidente de aquel reina-
do, ensayando restituirle los caracteres que le corresponden y de
tizcdbyGoOi^Ie
— 24 —
que la inadvertencia, la pasión ó el prejuicio erróneo le despojaron.
Corrían los primeros meses del año t56i- Pasado el largo periodo
de fiestas que durante todo el anterior había coincidido en Toledo
con la prolongada estancia de los Reyes, tanto éstos como el pueblo
que los albergaba sentían en sí algo anormal que debía determinar
un próximo cambio. Entre una parte de los toledanos y la flotante
población coitesana reinaban la desavenencia y el enojo. Debido á la
escasez de mantenimientos y á la gran aglomeración de gentes, pade-
cíase carestía extraordinaria, que amenazaba aumentar con la sequía
pertinaz de aquel invierno. Toledo con sus angostas viviendas y po-
sadas era incómodo y estrecho, para contener tanta y tan principal
gente. El carácter independiente del pueblo toledano no cuadraba bien
con los aires de superioridad que se arrogaban pa'aciegos de inferior
categcjria. Por su parte, ios cortesanos sentían los mismos inconve-
nientes con los mantenimientos y hospedajes, é influidos por los gus-
tos propios de una vida blanda y muelle, maldecían de una ciudad
enclavada en una roca, por cuyas empinadas cuestas y retorcidas ca-
lles circulaban penosamente los vehículos y aun los hombres. Obser-
vábalo todo el Rey y juntábanse en su ánimo otras causas á que era
bien ajeno el supuesto odio ó malquerencia, pero que habían de con-
ducir al resultado que no tardó en verse. La estancia en Toledo no
favorecía á su salud, á lo que parece; la Reina había enfennado apenas
alli llegada, y en los demás individuos de la real familia menudearon
aquel año las dolencias, en lo cual influía acaso el extremado clima de
Toledo, muy caluroso en verano y notablemente frío en aquel invierno
de 1560 á 15Ó1. La obra del alcázar, nunca interrumpida, hacía difícil
el aposento de la numerosa dependencia que lleva tras sí una corte y
corte como la de España en el siglo XVL Iba muy corrida la primavera
y se acercaban los rigores estivales, nocivos á una Reina no habituada
á ellos. Tras tan larga permanencia en un solo punto del reino, resol-
vió el Rey, en uso de un derecho incuestionable, ausentarse de Toledo,
según otras veces lo hiciera, y como siempre que les acomodaba lo ha-
cían sus predecesores. Felipe II era un mpnarca algo burócrata. Al au-
sentarse é! temporalmente, quiso tener cerca de sí el Consejo; pero,
prudente hasta el extremo, consultó a! Consejo mismo acerca de la
traslación y su conveniencia. La respuesta del alto cuerpo fué afirma-
tiva. Con esto el Rey partió para Aranjuez en 19 de MayodeiS6i;
en 24 dióse punto en el Consejo; en 27 marcharon la Reina y la prin-
cesa, y el siguiente día 28 el príncipe D. Carlos abandonó, también á
Toledo.
Tal es la verdadera historia de la traslación de corte, á la que
tizcdbyGoOi^Ie
- 25 —
quiso aplicarse tres siglos adelante un carácter que ciertamente no
tuvo. Pues obsérvese bien: al cambiar de residencia, Felipe II no realizó
un acto más trascendental que cualquiera análogo de los anteriores
Reyes. Al autorizar la salida de los Consejos, no hace sino lo que
siempre se había hecho, y lo que poco antes hizo Carlos V mudándo-
los de Valtadolid á Madrid en 1551 y de \fadrid á Valladoliden iS53,
sin que por eso se entendiera que la co:te había de tener residencia fija
en cualquiera de los dos puntos. Y aunque otra cosa se haya dicho,
ni antes ni después de la accidental mudanza expide cédula, ni dicta
providencia, ni celebra ceremonia alguna por la que pueda traslucirse
el propósito, de establecer la corte para siempre en otro sitio y arreba-
tar á Toledo su tradicional carácter de cabeza de las Españas. Causas
de diversa índole, y más que ninguna sin duda la erección de la gran
fábrica de El Escorial, que preocupó hasta su muerte al monarca, in-
fluyeron en adelante para que Madrid, más próximo á aquel retiro tan
caro á Felipe II, se convirtiera con el tiempo y por la fuerza de los
hechos consumados de capital transitoria en capital deñnitiva de sus
dominios (56).
Toledo no calculó entonces la gravedad que para su porvenir en-
trañaba un cambio de corte que ni el Rey ni la ciudad creían definiti-
vo. Gran parte del pueblo lo deseaba, y así no pudo sentirse herido ni
mostrarse despechado cuando el proyecto se convirtió en hecho. Ni un
pueblo despechado se interesa vivamente, como hizo Toledo en el si-
guiente año, por la suerte de la familia de su enemigo. Enfermo en
Alcalá el príncipe D. Carlos en Abril y Mayo de 1562, no sólo se ce-
lebraron en la ciudaddel Tajo numerosas rogativas y procesiones para
impetrar su salud — actos que pudieran achacarse al influjo oñcial, —
pero viéronse por las calles disciplinantes á millares, que no es creíble
rasgaron sus carnes por satisfacer un capricho del señorcorregidor(S7).
Ubre ya el príncipe de la grave dolencia, celebróse el suceso en To-
ledo con procesión solemnísima, con corridas de toros, juegos de ca-
ñas y otros populares festejos (58).
De los dos años que se siguieron no se halla memoria, para la ciu-
dad, notable. El 1565 inauguróse con una tan gran crecida del Tajo,
cual no recordaban haber visto los más ancianos. El río, salido de su
cauce, anegó los campos y causó grandísimo estrago . Por ocurrir la
inundación de día no hubo desgracias de personas; peio las barcas
hubieron de bogar en la Vega, convertida en mar, y salvaron á mu-
chos que, refugiados en la techumbre de sus inundadas viviendas, ha ■
brían perecido sin aquel rápido auxilio (59).
Era el 30 de Octubre del mismo año, y un pregón solemne atraía
tizcdbyGoOi^Ie
— 26 —
la atención de los toledanos. En ausencia del corregidor, el alcalde
mayor, doctor Mendizábal, salió á caballo, con su capa y espada, su
séquito, trompetas y atabales, á anunciar en nombre del Rey la crea-
ción de una milicia local, cuyos soldados voluntarios, que debían es-
tar aparejados si se les llamaba, gozarían de muchos privilegios y
exenciones. Ei pregón causó efecto; ó por convencimiento y entusias-
mo, ó al reclamo de los privilegios con que se les brindaba, muchos
ciudadanos acudieron al Ayuntamiento á asentarse como soldados,
hicieron sus alardes y reseñas y ejercitáronse en el tiro. La opinión
anduvo, á lo que parece, perpleja al juzgar la oportunidad de la me
dída. Yo no encuentro en ella sino motivos de loa para «1 monarca,
que al crear aquella especie de cuerpo de reserva, aunaba la defensa
del Estado con la renovación del espíritu militar, decaído en nuestra
ciudad, como en muchas otras del reino, con la paz interior de buen
número de años (6o).
Hice mérito poco ha del anhelo sentido en Toledo, y satisfecho por
Felipe II, de poseer los restos de San Eugenio. Con datar aquel vivo
deseo de muchos siglos atrás, manifestábase entonces más ostensible-
mente, uniendo en común aspiración á todas las clases sociales. Mar-
tirizado el primer pastor de nuestra igíesia en tierra francesa, allí se
conservaban y veneraban sus reliquias; ahora inquiríanse los medios
de restituirlas á España y al pueblo ganado á la verdadera fe con
sus predicaciones. Francesa la Reina Isabel, en paz las dos monar-
quías y grandemente favorable al proyecto Felipe 11, sucediéronse rá-
pidas las primeras gestiones del cabildo eclesiástico con nuestros
monarcas, y también con los de Francia, en solicitud del santo cuerpo.
Ofrecíanse, empero, no pocas dificultades; toda una negociación diplo-
mática, y no de las más sencillas, hubo de llevarse á cabo por cumplir
el deseo de los toledanos. Allanados los obstáculos preliminares, de- .
signóse para proseguir las diligencias al canónigo D. Pedro Manrique
de Padilla, quien con amplias facultades marchó al reino vecino. Gran-
des resistencias esperábanle allí, y mayor que todas la del Cardenal
Carlos de Lorena, abad del monasterio de Saint-Denis, donde estaban
las reliquias; pero cauto y prudente, eficazmente auxiliado por D. Fran-
cés de Álava, nuestro embajador en la corte de los Valois, y favorecido
por la buena voluntad de Carlos IX y Catalina de Médicis, Manrique
dio feliz cima á la empresa, y los despojos de San Eugenio abando-
naron la abadía de San Dionisio para venir á enriquecer la metrópoli
de la Iglesia española.
En i8 de Mayo de 1565 súpose con Júbilo en Toledo que ya el ve-
nerable cuerpo había traspuesto la frontera, y desde aquel punto sólo
tizcdbyGoOi^Ie
— 27 —
se pensó en aparejar el recibimiento é idear regocijos. Entretanto, el
viaje verileábase de incógnito por la península hasta el territorio del
arzobispado. Llegadas á él las reliquias, gran acogida obtuvieron en
Uceda y extraordinaria en Torrelaguna, donde acudió el gobernador
eclesiástico D. Gómez Tello Girón con canónigos, racioneros, músicos
y ministriles (6i). Organizada allí la grave comitiva, no menos de una
semana necesitó para recorrer el camino de Torrelaguna á Toledo,
acompañada y aun retenida por fervorosas multitudes, publicas ale-
grías y gran entusiasmo popular. El Rey, instado por el cabildo y
estimulado por su propio deseo, trasladóse en 17 de Noviembre desde
El Escorial á Toledo con el príncipe D. Carlos, los archiduques de
Austria Rodolfo y Ernesto y toda su lucida corte. La Reina, la prin-
cesa D." Juana y D. Juan de Austria detuviéronse en Getafe parare-
verenciar allí al Santo en sus despojos mortales. La entrada de San
Eugenio en Toledo fué un verdadero triunfo. Ante inmenso concurso
llegó la comitiva el 18 de Noviembre junto al hospital de Tavera,
do.ide esperaban el Rey y los príncipes; y luego al punto ordenóse
una procesión solemnísima. Tras luengo acompañamiento de herman-
dades, cruces y pendones, órdenes y clerecía, marchaban ocho obis-
pos, reunidos á la sazón los más de ellos en concilio provincial; la
ciudad de Toledo, sus regidores, jurados y oficiales; las reliquias en
vistosas andas, conducidas por magnates y grandes de España, y las
personas reales con hachas encendidas. A impulso de su piedad, Fe-
lipe II llegóse con el príncipe á las andas para llevarlas también sobre
sus hombros (62). Estaba engalanada la carrera desde la puerta de
Bisagra con valiosos paños y tapices, arcos de triunfo, epígrafes, muy
ingeniosas invenciones y estatuas alegóricas. Entre el estruendo de la
artillería, los acordes de suave música y el bullicio de canciones y
danzas preparadas al efecto, subió la procesión á la ciudad, y por
Zocodover y la calle Ancha dirigióse al gran templo, donde el santo
cuerpo con toda reverencia quedó depositado. Larga serie de fiestas
sagradas y profanas siguióse durante muchos días, con el concurso
de Ayuntamiento, Universidad, caballeros, gremios y, en suma, del
pueblo todo. Toledo, favorecida otra vez por los grandes del cielo y
de la tierra, sintióse de nuevo verdadera corte, bien que corte efímera:
bri lante meteoro en un crepúsculo que presto se convirtió en oscura
noche (63).
Casi coincidieron estas fiestas toledanas con el preñado de la Reina
Isabel, que sí se celebró notablemente en todo el reino, por esperarse
un varón que pudiera sustituir á la probable incapacidad del heredero
D. Carlos, con no menos júbilo se festejó en Toledo. En la noche
tizcdbyGoOi^Ie
— 28 —
del 1 1 de Agosto de 1 566 nació en Balsaín una infanta, de feliz recor-
dación en nuestra Historia. La piedad de los Reyes dióle por nombres
los de Isabel Clara Eugenia, en reverencia este último del bienaven-
turado obispo; y el pueblo de Toledo, á quien una critica suspicaz
supuso enojado, celebró también el próspero natalicio con magniñcas
fiestas religiosas y profanas, regocijos populares y general alegría {64).
Desdicha fué que un suceso para la ciudad adverso viniera á aci-
barar á poco el contento dominante en aquel feliz periodo. Desde más
de un siglo atrás defendía Toledo su bien fundado derecho sobre la
posesión de las villas de la Puebla de Alcocer, Herrera y otras, que
primero un maestre de Alcántara y los condes de Belalcázar después
la disputaban. En el curso de este largo pleito, que entrañaba verda-
dera importancia, había gastado la ciudad muy gruesas sumas. Pen-
diente sentencia definitiva, coiriendo el año 1 568 pronuncióla el Con-
sejo en I S de Marzo; por ella se condenaba á Toledo al perdimiento
de las villas en litigio, proclamábase el derecho de los de Belalcázar
y se imponía á la ciudad perpetuo silencio. Desenlace funesto para la
antigua corte; «tanto— dice un escritor local,- que del dicho pleito
quedó y está adeudada y perdida, que tarde ó nunca podrá alzar ca-
beza» (65). El pleito de Belalcázar debe, en efecto, señalarse como uno
de los factores de la decadencia de la ciudad del Tajo,
Año nefasto aquél, no sólo para Toledo, que también para la mo-
narquía entera, entristecida por dolorosos sucesos. La reclusión y la
muerte del principe D. Carlos fueron en la ciudad motivo de duelo;
que aquel infeliz joven, á Toledo había mostrado su afecto á las veces.
Muchos días duraron las deniostraciones públicas de tristeza y las
honras que por el príncipe se celebraron en nuestra catedral, de que se
conserva muy circunstanciada noticia, correspondieron sin duda al
rango de aquel á quien se dedicaban (66). La ciudad elevó al Rey el
homenaje de su sentimiento, bien ajena de pensar que dos meses más
tarde había de repetir otro semejante acto motivado por una nueva
desgracia.
La muerte de la Reina Isabel de Vaiois renovó, en efecto, las pú-
blicas manifestaciones de duelo. Tratábase de celebrar unas exequias
que por lo suntuosas no tuvieran antecedente. A la sazón el Ayunta-
miento y el Cabildo eclesiástico hallábanse en desavenencia á causa de
ciertos rozamientos ocurridos en las honras de D. Carlos. En el Ayun-
tamiento era unánime deseo que las de la Reina se celebraran, no en
la catedral, según costumbre seguida en casos tales, sino en San Juan
de los Reyes; pero prevalecieron los temperamentos de prudencia,
renació la armonía, en lo cual mostróse el monarca directamente inte-
tizcdbyGoOi^Ie
— 29 —
resado, y las honras se realizaron en la iglesia primada, con magní-
ñca pompa y ante enorme copia de fieles. Las grandiosas naves dei
insigne templo severamente enlutadas, el túmulo que entre los dos
coros se alzó «de traga escelentísima —dice un testigo de vista, —
el mejor y más suntuoso que allí se hizo>, en cuya composición y
aderezo derrocharon las artes plásticas, la añción simbólico-alegórí-
ca y la moda epigráfica sus mejores invenciones, y en fin, lo impo-
nente de la ceremonia toda, trasladaron en espíritu á los asistentes 4
aquellos solemnes funerales por Carlos V, cuyo recuerdo no se había
borrado en Toledo (67).
Señalóse el siguiente año 1569 por la presencia de algunos ilustres
personajes atraídos por la fama y los recuerdos de la ciudad imperial.
Allí estuvieron el futuro vencedor de Lepante y el archiduque de Aus-
tria D. Carlos, venido á España á tratar con el Rey graves asuntos de
estado; visitaron sus edificios y curiosidades principales y fueron
finamente agasajados por las autoridades y por el obsequioso pueblo.
Allí también el Cardenal de Guisa, que con el embajador francés
asistió á las grandiosas ceremonias del templo primado y admiró los
monumentos locales. Alli, en fin, el Arzobispo de Rossano, nuncio de
Su Santidad, como los anteriores cortésmente recibido y tratado du-
rante su breve permanencia en la antigua capital (68).
Toledo, privada del rango de corte y objeto ya tan sólo de la curio-
sidad más ó menos artística de encumbradas personas, no dejó de
asociarse á la alegria del país con motivo del cuarto matrimonio del
monarca, efectuado en Noviembre de 1570. Desde que en 6 de Octu-
bre se supo el desembarco de la Reina en Santander, regocijóse la
ciudad con fiestas que duraron diez días (69). Pero otros motivos,
aún más satisfactorios, poco después ocurridos, alcanzaron en Tole-
do no común resonancia; refiérame al memorable triunfo de Lepanto
{7 de Octubre de 1571) y al nacimiento del príncipe D. Fernando,
presunto heredero de estos reinos. Si grande fué el entusiasmo de los
toledanos en ocasiones anteriores, aún arreció en ésta, estimando en
'o justo aquellos dos acontecimientos tan importantes para la patria.
En las fiestas hubo para todos los gustos, desde representaciones pú-
blicas, juego de sortija y torneo, hasta corridas de bueyes y vacas.
En razón al bautismo del príncipe, las fiestas se prolongaron hasta
principios de Enero del siguiente año 1S72, con gran regocijo del pue-
blo, entretenido con los divertimientos é invenciones que por el Ayun-
tamiento, caballeros y gremios se le ofrecían. También el Rey se asoció
al júbilo de la ciudad. Para perpetuar el recuerdo de la victoria marí-
tima instituyó y dotó una fiesta anual en nuestra iglesia primada; y
tizcdbyGoOi^Ie
— so-
para celebrar el nacimiento de su heredero, ordenó por una su cédula
dar suelta á ¡os reclusos de las cárceles toledanas (70).
Felipe II que, si acaso carecía de personales dotes de guerrero, tenía
en alta opinión el ejercicio militar y sus excelencias, adoptó en IS72
un acuerdo que fué el complemento de la creación de las milicias
locales, resuelto siete años antes. Gran parte de la nobleza, por es-
tímulos de la vida regalada y con la continuidad de la paz interior,
hablase dado al ocio y aun carecía de caballos y armas. Felipe II, con
sabia política, escribió á las ciudades del reino, y á Toledo entre ellas
(6 de Septiembre), encargando se formaran cofradías de caballeros
para adiestrarse en el oñcio bélico, debiendo ordenarse fiestas de jus
tas y torneos, juegos de cañas y prácticas militares de varia índole.
Toledo acató y cumplió el regio mandamiento, y lo que es más, re-
unida su nobleza, ofreció en nombre de la ciudad armas, telas y pre-
mios á los caballeros que sobresaliesen en tan útil y generoso ejer-
cicio (71).
Porque la Reina D.' Ana conociera á Toledo y juntamente para vi-
sitar las obras del alcázar, dirigiéronse á la ciudad los Reyes desde
Aranjuez y Aceca á últimos de Abril de 1575. El 29, viernes, llegaron
sin ostentación ni. ceremonia, y allí siguieron, visitando la catedral y
otras iglesias y monumentos hasta el 4 de Mayo, en que marcharon
al Escorial. En aquellos días verificóse por orden del monarca el reco-
nocimiento de las sepulturas de Recesvinto y Wamba, depositados
según tradición en la iglesia de Santa Leocadia, junto al alcázar; y
el propio Felipe II bajó á la bóveda subterránea del templo á examinar
los enterramientos de aquellos Reyes godos (72).
Fortuna fué para Toledo tener al frente en aquel tiempo una auto-
ridad celosa como en el pasado nunca la tuvo: el corregidor D. Juan
Gutiérrez Tello, de buena memoria para los toledanos. Este noble
caballero tomó por deber el adelanto y bienestar de la ciudad en el
período de su mando, y su paso por el corregimiento debiera propo-
nerse siempre como ejemplo digno de ser imitado por las autoridades.
Hay que señalar entre sus principales empresas, que acreditan una
voluntad decidida y una actividad incansable: el allanamiento y en-
sanche de ciertas calles; el empedrado y limpieza de las vías públicas;
el arreglo de los caminos que salían hacia la Vega y el río; un gran
avance en el nuevo edificio del ayuntamiento; la obra del alholí gene-
ral ó albóndiga; la mudanza y obra del rastro nuevo para la matanza
y venta de los ganados; la mejora considerable y completa reforma en
la cárcel real, en la casa de los niños de la Doctrina, en los pesos de la
Harina, carnicería mayor, mesón real de la Fruta y en otros edificios
tizcdbyGoOi^Ie
— 31 —
públicos; el reparo de los viejos muros, de las puertas del Cambrón y *
de la Cruz, puentes de Alcántara y de San Martín; la instalación de
efigies, escudos y epígrafes en las puertas y puentes, y en fin, el or-
nato y embellecimiento de las famosas Vistilias de San Agustín,
recreo y solaz de los toledanos. Estas y otras obras y mejoras mate-
ríales y morales llevó á cabo el Corregidor Gutiérrez Tello, y mayores
aún hiciera á no sorprenderle la muerte. Perpetuarse debe su recuerdo
en la ciudad del Tajo; y cierto, no la mostró el monarca indiferencia
ó desvío al confiar su cuidado á prefecto tan celoso (73).
Por aquellos años y algunos adelante, un suceso de orden privado,
á que daban importancia las personas que en él intervenían, era objeto
de general asombro en las cortes antigua y moderna de España y aun
en todo el reino; refiérame á la prisión de D. Fadrique de Toledo,
marqués de Coria, primogénito del duque de Alba, la del mismo
duque y la de D.* Magdalena de Guzmán, prometida del primero.
Era D.' Magdalena dama criada en palacio, y sin licencia del Rey ha-
bíale dado D. Fadrique palabra de casamiento, que después se negó á
cumplir. Quejóse la dama amargamente á Felipe II, y éste, en razón
al carácter palatino de la ofendida, tomó la causa por suya, adoptando
ciertas providencias que consideró convenientes. A D.* Magdalena
depositaron en el monasterio de Sante Fe de Toledo; el marqués fué
desterrado á Oran, después á Flandes y más tarde encerrado sucesiva-
mente en loscastiilosdeTordesiüasy de Medina, y el Duque, que había
dispuesto la boda de su heredero con una hija del marqués de Villa-
franca, sin curarse de la palabra empeñada por D. Fadrique á doña
Magdalena, fué, no obstante su nombre y sus servicios, desterrado á
Uceda, donde residió hasta Febrero de 1 580 en que le perdonó el Rey,
llamándole para dirigir la empresa de Portugal. La peor parte en este
asunto tocó á la triste D.' Magdalena. Sin vocación de monja, no muy
atendida del monarca, á quien repetidamente dirigió desde su reclu-
sión apasionados mensajes, siempre esperando al principio y desespe-
rando después de conseguir su libertad y el rango de esposa, en el
monasterio siguió largos años y acaso ya no salió de él, compadecida
de los toledanos y pagando harto duramente las consecuencias de
ajenos yerros y quizá de su propia ligereza (74).
Agitábase entonces el grave negocio de la cucesión de Portugal, y
Felipe II partió de Aranjuez á Aceca y Toledo, por estar más cerca
de aquel reino y recibir presto noticias del achacoso Rey D. Enrique.
En II de Junio de IS79 hallábase en ia ciudad imperial con la Reina
D.' Ana, las infantas Isabel y Catalina y el Cardenal Alberto, y allí con
tinuó hasta el 20 del mismo mas, sosteniendo nutrida correspondencia
tizcdbyGoOi^Ie
— 32 —
■ con diversos personajes acerca de los asuntos pendientes y preparando
con perseverancia la gran obra nacional de la unidad ibérica. En To-
ledo celebró la Real familia la fiesta del Corpus Ckristi, y presenció
las representaciones dramáticas y otros festejos que en su obsequio se
aparejaron (75). Llegadas las nuevas de Portugal, D. Felipe marchó
con los suyos á pasar el estío en el monasterio de San Lorenzo.
En ios años que inmediatamente se siguieron, fuera de los comien-
zos de la navegación del Tajo hasta Toledo, de que trataré adelante,
pocos sucesos de importancia pueden apuntarse. Cierto día de Octu-
bre de 1580 llegó á la ciudad de incógnito Alejandro Frumento, nun-
cio de Gregorio XIII, que venía de cumplir en el reino lusitano una
misión secreta, bien ajeno de pensar que aquel pintoresco pueblo, en
que sólo breves horas ó días intentaba detenerse, iba á ser su mansión
postrera. Entrado en Toledo, acometióle de súbito tan grave dolencia
que de allí á pocos días le arrebató á la vida prematuramente. Nues-
tra iglesia primada acogió amorosa sus despojos, dándoles magnifica
sepultura en una de sus más bellas capillas (76J. Más sonada fué la
visita de los embajadores japoneses, que en misión famosa vinieron
desde su país á recabar la amistad del Rey de Espaiía. Consta que
estuvieron en Toledo en Noviembre de 1584, atrayendo las miradas
del pueblo con sus personas y trajes, y que fueron muy agasajados
por el joven deán D. Juan de Mendoza. El siguiente año iS85 se-
ñalóse por el gran incendio del histórico Zocodover, que redujo á es-
combros casi todas sus viviendas {Jl)-
Un fausto acontecimiento se preparaba, análogo á otro ocurrido
veinte años había: !a recuperación de los restos de Santa Leocadia,
patrona de Toledo, cuya vuelta á la patria anhelaban aquellos piado-
sos ciudadanos, como anhelaron antes la del bienaventurado Eugenio.
' La Santa virgen toledana padeció el martirio en su ciudad natal du-
rante la persecución de Daciano; y sus reliquias, varias veces trasla-
dadas, venerábanse á la sazón en la abadía benedictina de Saint-
Ghislain, en Fiandes. Algunas tentativas hechas anteriormente para
conseguir las reliquias habían sido infructuosas, y ahora trabajaba
con ardor en este sentido el Cabildo de Toledo, el cronista Esteban de
Garibay y un jesuíta llamado Miguel Hernández (78), favorecidos en
su empeño por el Cardenal Quiroga y por el mismo Felipe 11, siempre
dispuesto á apoyar empresas de aquella índole. Los monjes de Saint-
Ghisiain resistíanse á entregar el santo cuerpo, como los de San Dio-
nisio ei del primer prelado toledano; pero al cabo se venció su resis-
tencia, y el P. Hernández, comisionado a! efecto, hízose cargo de los
restos para traerlos á España. Sin separarse un punto del depósito
tizcdbyGoOi^Ie
— 33 —
que se le conñara, tras largo y peligroso viaje por Flandes, Alemania
é Italia, arribó por mar á Barcelona, y siguiendo su camino tierra
adentro, llegó en Septiembre de 1586 al arzobispado de Toledo.
El día 26 de Abril de 1587 eligióse para la solemne entrada en la
ciudad, que nuevamente se vistió de fiesta. El concurso era enorme, *
«vaziandose — dice un cronista— las ciudades desde Sevilla, Cordoua,
Granada, Valencia, Zaragoza, Burgos y otras muchas>. Desde Ma-
drid acudieron á autorizar el acto el Rey, su hermana la Emperatriz
viuda D.' María y los príncipes D. Felipe y D." Isabel Clara Eugenia.
Una grave procesión, en que se contaban por docenas los grandes y
títulos del reino, por centenas las cruces parroquiales, cetros y pen-
dones y por millares los eclesiásticos y seculares de todo estado y
condición, bajó al santuario de Santa Leocadia, en la Vega, donde
provisionalmente descansaban las reliquias. Tomadas allí por ocho
dignidades, que las conducían á hombros en unas andas, encaminóse
la procesión á la ciudad por la puerta de Bisagra. Las ríeos paños de
tapicería, los suntuosos monumentos, los magniñcos arcos triunfales,
estatuas, pinturas y epígrafes que poblaban la carrera, dieron mayor
lucidez al acto, y las músicas y bien concertadas danzas que acom-
pañaban á la comitiva certificaron el júbilo del pueblo al recibir el
cuerpo de su insigne compatricia. Llegado éste á la plaza del Ayunta-
miento, reverencióle la Real familia; el Rey Prudente, al igual que en
otra semejante ocasión, tomóle sobre sus hombros ayudado por el
principe y por los grandes y entráronle entre todos en la santa igle-
sia, donde fueron solemnísimas las funciones que en aquel día y el
siguiente se celebraron. El Rey donó á la iglesia de Toledo los vene-
rables despojos, quedando colocados en el Sagrario, y terminadas que
fueron las solemnidades de la traslación, desde el alcázar partió el
monarca para Aceca y Aranjuez {79).
Las contiendas de nuestra patria con Inglaterra daban por aquel
tiempo ocasión al Ayuntamiento, al clero y á la nobleza toledana para
manifestar una vez más su acendrado patriotismo, acudiendo al real
erario con importantes ofertas y donativos (80). El buen pueblo, en
tanto, entregábase al regocijo en cada suceso que estimaba próspero.
Así ocurrió en 1589, cuando obtuvo el capelo cardenalicio el noble
mancebo D. Juan de Mendoza, deán á la sazón de Toledo, que con-
taba en la ciudad con amor y simpatías generales; luminarias, másca-
ras y alegrías de vario género siguieron á la nueva de la elección, que
todos consideraron gratísima (81).
Interesábase Felipe II por la ciudad, que á las veces visitaba. Así,
le vemos en Toledo celebrando la semana santa de 1591 y por Mayo .
tizcdbyGoOi^Ic
— 34 —
y Junio de IS9ó, recuperado de una peligrosa enfermedad que pade-
ció en la vecina Aceca, morando entonces no en el alcázar, sino en el
claustro de la catedral (82), y asistiendo á la función religiosa cele-
brada por su restablecimiento. Vérnosle también seguir el curso de
cierto ruidoso caso poco antes ocurrido, bien que adoptando la Única
línea de conducta que á su proverbial prudencia convenia.
Es de saberse que en los principios del aiio l595 era corregidor de
Toledo D. Alonso de Cárcamo, noble caballero, magistrado probo y
devoto cristiano, pero hombre de pocas letras, sencillo y crédulo en
demasía. Comenzábase á la sazón le nueva fábrica del antiguo Hos'
pital del Rey, y en los cimientos de las casas que allí había halláronse
vestigios de añejas consb-ucciones, huesos humanos, monedas y cierto
tapador de aguamanil de metal, en que aparecían una C, una S y una
corona. Con este motivo divulgábanse las especies más peregrinas.
Los restos arquitectónicos pertenecieron á un templo que tuvo en la
ciudad cierto San Tirso, pretendido mártir y ciudadano de Toledo; los
huesos eran de santos; la C, la S y la corona eran |cosa clarísimal las
inicíales del arzobispo Cixila, que construyó el templo, y del Rey Silo,
en cuyo tiempo, aunque bajo el dominio agareno, habíase aquél eleva-
do. Hasta se dio la feliz coincidencia de aparecer y circular por aque-
llos días una epístola ¡atina del Rey astur ai prelado toledano, en que
se añrmaba y conñrmaba todo del modo más admirable. No era ajeno
á estas trapacerías el célebre Román de la Higuera. Con los descubri-
mientos entusiasmóse el buen Cárcamo, y con el P. Román al paño
como su mentor, enderezó una relación al Rey, en que piobaba á su
manera la autenticidad del templo y de la naturaleza toledana de San
Tirso. En Toledo formáronse dos bandos, de los que apoyaban ye n-
tradecían la novela hagíográñca; durante todo el año 1595 b1 asunto
de San Tir¿o fué el favorito en la vieja corte de Wamba, y los áni-
mos se acaloraron y hubo «diferencias y voces...» Pero algunos inte-
lectuales de la ciudad y de fuera de ella descubrieron la maraña y vino
á tierra el patronato de San Tirso, ya proclamado por algunos y de-
fendido aún contra el mismo Cabildo metropolitano por el tenaz Cár-
camo, con tesón digno de mejor causa (83).
Declinaba con el siglo XVI la vida de Felipe II, y con ella declina-
ba también el astro radiante de nuestra monarquía. Cuando el gran
Rey pasó de esta vida lamentáronlo sin duda sus subditos toledanos;
en el templo primado levantó la ciudad en su honor «vn estraordina-
rio y superbo túmulo de gran tra9a y costa» (84), que acaso compitió
con el sevillano inmortalizado por Cervantes, y dedicáronsele solem-
nes honras funerales.
tizcdbyGooi^Ie
— 35 —
Otro reinado alboreaba y los toledanos le saludaron alzando pen-
dones por Felipe III, con la ceremonia y solemnidad de rúbrica. Nu
tardó el nuevo Rey en dedicar una visita á la antigua corte de sus
abuelos. Era el 2 de Mar¿o de 1600, y la ciudad se disponía á recibir
por vez primera á los jóvenes monarcas Felipe y Margarita. Ostentosos
fueron la entrada y recibimiento, que difirieron poco de los hechos á
anteriores Reyes. Clero, nobleza y pueblo acudieron á ver á sus so-
beranos; entraron éstos bajo palio y mostráronse tan complacidos, que
en Toledo permanecieron más de un mes, ora visitando los templos,
monasterios y edillcios notables, Ora esparciendo el ánimo en los veci-
nos cigarrales, ora dedicándose en cercanas dehesas at deporte cine-
gético (85).
La primer visita de un monarca abre en Toledo el período histórico
á que vengo refiriéndome, y la primer visita de otro cierra este mismo
período; pero entre una y otra |cuán gran diferencial Nuncio aquélla
de una era venturosa en qae, á favor de la paz, reunió la ciudad todas
sus energías para seguir figurando dignamente á la cabeza de dos
mundos. Testimonio y emblema la última del afecto de un Rey bené
fico hacia un pueblo decadente en que parecía encerrarse, como en
arca santa, toda la tradición española. La historia política de Toledo
terminó en el reinado de Fe'ipe 11; en el de Felipe lU quedó muerta y
sepultada. Huérfana la ciudad del poder civil, acogióse al amparo del
eclesiástico. Y la Iglesia fué casi gü sostén único; la secular iglesia
toledana, organismo poderoso, estado dentro del Estado, que, conser-
vando el esplendor antiguo en aquellos primeros siglos de la edad
moderna, pudo ser y de hecho fué madre para el desvalido. Mecenas
para el artista y el sabio, faro y guía para el pueblo todo.
De ahí la importancia de nuestra historia eclesiástica en su extenso
desarrollo, sin excluir por tanto la gran centuria XVI.' La iglesia de
Toledo, en efecto, por su antigüedad casi apostólica, por su rango de
primada entre ¡as españolas, que otras iglesias trataron en vano de
arrebatarle (86), por la tradición de sus antiguos concilios, venerados
como oráculos por los Pontífices, por su glorioso episcopologio hen-
chido de santos y de sabios y por los preclaros hechos que la ilustran
en la sucesión de los siglos, superaba en importancia á las demás de
España y quizá á todas las del orbe católico, que por algo dijo el
santo Pontífice Pío V que la iglesia de Toledo era la más insigne del
mundo. Nuestros monarcas habíanla honrado y enaltecido á porfia
con preferencia á toda otra; su territorio era vastísimo dentro de la
península, de la que salvaba los límites, alcanzando su jurisdicción
tizcdcy Google
— 36 -
hasta el suelo africano (87); sus riquezas eran inmensas y muy nu-
merosos sus vasallos (88); sus prelados eran verdaderos principes, y
como consejeros y auxiliares de ios Reyes, solian ocupar los más
encumbrados puestos. Tal fué la iglesia toledana y tales sus Arzobis-
pos al comenzar el período histórico que me ocupa, y asi contiauaron
siendo durante el siglo de oro de nuestra patria. Agregúese á esto la
majestad de su maravilloso templo, gala del arte ojival y gran monu-
mento de las glorias nacionales, el número y excelencia de sus reli-
quias, la magnificencia de su culto, realzado por una música peculiar
fannosa en todo el orbe (89), la multitud de sus ministros altos y
bajos, y la cuantía y valor de sus preseas, que justiñcaban el antiguo
epíteto de Dives Toletana, y no parecerá inmerecida la aureola que
envolvía á ía egregia sede de los Eugenios ¿ Ildefonsos, de los Men-
dozas y Cisneros {90).
La gran ñgura del austero franciscano llena con su prestigio los
primeros años de aquella feliz centuria, lo mismo en la gobernación
de su iglesia que en la del Estado. Ocuparse en la Toledo del si-
glo XVt y no pronunciar con respeto y entusiasmo el nombre de Cis-
neros, del novicio de San Juan de los Rej'es y profeso en el Castañar,
del amigo y consejero de Isabel la Católica, del reformador insigne de
las órdijnes monásticas, del modelo de prelados, del religioso santo,
del padre de los pobres, del restaurador del nacional rito mozárabe,
del inspirador ó ejecutor de taniaaWjras en la catedral toledana, del
gobernador integérrimo, del conquistador de Oran, del fundador ^de
la Universidad de Alcalá y del Colegio de San Ildefonso, del editor de
la Biblia Complutense^ del ínclito Cardenal de Santa Balbina, fuera
olvidar á la primer figura de nuestra Iglesia en aquel siglo, fuera
como negar una de nuestras más puras glorias nacionales (91). Pero
ni sus hechos, de nadie ignorados, ni su inmortal renombre, recabarían
para sí un ápice más de fama con mayores encomios de mi parte, ni
cuento para ello con un espacio que ya reclaman otros hombres y
otros sucesos (92).
Muerto Cisneros en Roa, dióseIe*or sucesor al que era obispo de
Cambray, D. Guillermo de Croy; pero sin venir á su sede de Toledo,
ni aun á España, pasó de esta vida tras breve pontificado (1518-1521).
De ahí que en orden al tiempo corresponda el primer lugar en este
período á D. Alonso de Fonseca, elegido en Abril de 1524.
Realizada su elección, difirió, con todo, el recibimiento solemne
como Arzobispo de Toledo hasta i." de Abril de 1531; que hasta en-
tonces siempre había entrado en la ciudad acompañando al Empera-
dor. Era, en efecto, Fonseca hombre de mundo y cumplido cortesano;
tizcdbyGoOi^Ie
— 37 -
figuró asiduamente en el séquito de Carlos V, y desempeñó, por su
encargo, misiones de confianza. Como prelado, fué por extremo libe-
ral y benéfico, mostró religioso celo en el gobierno de la diócesis, la-
bró ó reparó costosamente la veneranda capilla de la Descensión, en
la catedral, é hizo ricos presentes á su iglesia, donándola ornamentos,
vasos sagrados y juros (93). De carácter enérgico y resuelto, arrestóse
á remover del sitio que ocupaba la capilla de Reyes nuevos, y no cejó
hasta conseguirlo, no obstante la resistencia de los capellanes, resis-
tencia tan tenaz que hubiera ¡legado á ocasionar alborotos ó desgra-
cias sin la intervención del brazo seglar, que terminó aquel negocio
con el argumento de la fuerza (94).
Gran varón, gran prelado, gran político, prototipo de nuestros Ar-
zobispos en el siglo XVI fué ei insigne D. Juan Tavera. Honrado con .
la confianza y amistad personal del César y de su hijo, presidente del
Consejo de Castilla y por tres veces en las cortes castellanas. Carde-
nal, Inquisidor general, consejero de la Emperatriz gobernadora, y
más adelante sabio gobernadora su vez de estos reinos, justo y pru-
dente, magnífico y liberal, sagaz y experto en la dirección del Estado
como en la de su iglesia, dudaríase cuál de ambas entidades le debió
más servicios; que en aquellos reinados gloriosos, cuando tan fecun-
da en hombres grandes se mostró España, pocas figuras hubo que
superasen á su figura. De su amor á su iglesia y á Toledo los testimo-
¡ndftCL
is ^^er
lo permitían, sus repetidas visitas arterritorio diocesano, la reunión
del sínodo en Abril de 1536, la formación de constituciones para el
buen gobierno de aquella iglesia y de un minucioso Ceremonial para
el régimen interior de la misma (95 )- De su caridad es testigo el í^os-
pital de San Juan Bautista, fundación casi regia que bastaría para
hacer eterna su memoria. En ñn, de su gusto por las artes puede ates-
tiguar la catedral, que le debe sus más espléndidas obras, gala del re-
nacimiento español. Asi, no es maravilla que adivinaran sus subditos
lo que Tavera haria, por lo que había hecho al ser ensalzado, siendo
ya Cardenal, y con singulares circ^tetancias, por cierto (96), al arzo-
bispado de Toledo; que se recibiera y celebrara su elección en la ciu-
dad, según un historiador de aquel siglo, con mucho mayor aplauso y
regocijo de lo acostumbrado en semejantes casos (97), y que al morir
en Valladolid, en l." de Agosto de 154S, le acompañase el profundo
sentimiento de la grey á él confiada.
Ilustre Arzobispo también, aunque de harto diferentes dotes que
Tavera, fué D. Juan Martínez Guijeño {98), que le sucedió; célebre en
nuestra historia eclesiástica bajo el nombre latinizado de Silíceo.
tizcdbyGoOi^Ie
Maestro y confesor del príncipe D. Felipe, esto labró su fortuna, pues
la gratitud de su regio discípulo elevóle á la silla de Cartagena y de
allí á la de Toledo. Fué hombre de muchas letras, piadoso y carita-
tivo, integro defensor de los derechos de su iglesia; pero unió á estas
cualidades un temperamento vehemente y cierto genio acre y adusto
que deslucieron á las veces sus relevantes condiciones. Con patriótico
desprendimiento sirvió al Emperador cada año con 40.000 ducados
para sus empresas, y aun llegó á asistirle con 80.000 más adelan-
te (99)- Su caridad extraordinaria valióle en vida el califícativo de
padre de pobres. Sus fundaciones en Toledo declaran ante la posteri-
dad su largueza é ilustración por todos reconocidas; así el Cftiegio de
niños ó Infantes, en que al par que se tes educa literaria y moralmente,
instruyeseles en la música sagrada; asi también el importante Colegio
de Nuestra Señora de los Remedios, vulgar y erróneamente dicho de
Doncellas nobles, instituto dotado con esplendidez, hoy, como hace
tres siglos, plantel de cristianas madres de familia; así, en ñn, el mo-
nasterio de Recogidas, que fundó y dotó en Santa María la Blanca,
obra, por su tendenciay fines, délas más caritativas é insignes. Espíritu
recto, corrigió con mano dura inveterados abusos en su diócesis y en la
misma catedral. Digna de aplauso fué asimismo su entereza al recla-
mar para su iglesia la restitución del adelantamiento de Cazorla, re-
tenido sin razón por el Comendador mayor D. Francisco de los Cottos.
SiJiceo protestó enérgicamente de aquel hecho; ante la Rota y ante el
Papa sostuvo la causa de la iglesra de Toledo, y nunca cejó en su
empeño en este punto, bien que no llegara á ver el término del nego-
cio (100). No son tan unánimes los juicios cuanto al célebre Estatuto
de limpieza con que reformó en mucha parte Silíceo las ordenanzas
por que se regía la iglesia toledana; preclaro timbre de gloria del Ar-
zobispo, según unos, reprobable obra de intolerancia y fanatismo, se-
gún otros. Algo análogo pudiera decirse de su decidida animadver-
sión á la naciente Compañía de Jesús, que compartió con otros gran-
des personajes de aquel siglo; preocupación notable en el prelado que,
á impulso de su devoción y á faltade heredados blasones, adoptó el
nombre cifrado de Jesús como empresa de su escudo.
Ambicionaba Silíceo el capelo, que al fin obtuvo del Papa Paulo IV,
y del que sólo pudo disfrutar pocos meses. Era D. Juan el primer
prelado toledano que iba á recibirle en nuestra iglesia mayor, con lo
que los devotos del nuevo Cardenal hallaron ocasión propicia para
convertir la llegada é imposición de! capelo en motivo de fiestas
y solemnidades profanas que agregar á la severa ceremonia reli-
giosa (10 i).
tizcdbyGoOi^Ie
— 39 —
A las postrimerías del pontificado de Silíceo correspondió un suceso
que, por lo insólito, puso gran espanto en la ciudad de los concilios.
Forzado por las necesidades del Tesoro, en 1555 había pedido el mo-
narca cierto subsidio al clero, que el clero le negó en una asamblea
reunida en Valladolid, y después particularmente en algunas diócesis
y entre ellas la toledana. Parapetados los eclesiásticos con un breve
de Paulo IV, en que se les dispensaba del impuesto, ínsistian en no
satisfacerle; pero el poder civil despachó á obispados y ciudades jue-
ces que embargaran rentas y cobraran sumas del peculio de la Igle-
sia. Entre aquellas en que más alteración y efervescencia se siguieron,
filé una la de Toledo. Instruido proceso en 1 5 S6 por un juez apostó-
lico, no entendió sino proclamar en la iglesia la cesación a divtnis,
que anunciaron gravemente las campanas de la ciudad. Toda vida
religiosa quedó interrumpida en la Roma española. Cerróse el templo,
no se enterraba en sagrado ni se administraban más sacramentos que
el primero á los niños y los últimos á los moribundos. Desconsolada
estaba Toledo durante aquel excepcional periodo, que por fortuna no
se prolongó mucho tiempo. En fin, de orden del Rey presentóse en la
ciudad el ilustre Domingo de Soto con encalco de poner término á
aquel estado de cosas, y avenido al cabo con el Arzobispo y su
Cabildo, alzóse la cesación, con justiñcada alegría por parte de to-
dos (102).
Murió el Cardenal en 31 de Mayo de iSS7, y designóse por gober-
nador del arzobispado al licenciado Briviesca de Muñaíones, que en-
tendió en la cobranza de frutos en sede vacante, negocio en que, y
en e! de provisión de diversos oficios, no marchó en la mejor armo-
nía con el Cabildo. Presto vino de Flandes, donde Felipe II estaba, el
nombramiento de nuevo Arzobispo, y el designado no fué sino fray
Bartolomé Carranza de Miranda, ya de fama bien notoria, y cuyas
ruidosas vicisitudes más notoria habían aún de hacerla tiempo ade-
lante.
Ninguna elección pudo parecer mejor para nuestra iglesia veneran-
da. Varón virtuoso y pío Fr. Bartolomé, observante religioso, sabio
teólogo y canonista, predicador elocuente, compañero de viajes de
Carlos V, honrado por Felipe II con su intima confianza, lumbrera
del concilio de Trento, martillo de herejes en Inglaterra, Flandes y
España, recibióse en Toledo la noticia con el favor que era razón, da-
dos los méritos de la persona y los augurios de un pacífico y feliz
pontificado. Tomó posesión Carranza por apoderados en 5 de Marzo
de 1558; acto que fué tmuy solenne de campanas, órganos, música
y de otras muchas maneras* (103)- Transcurridos siete meses, desde
tizcdbyGoOi^Ie
— 40 —
Yuste, donde había asistido en sus últimos momentos al Emperador
Carlos V, partió el Arzobispo para ia capital de su diócesis, que le
dispensó un recibimiento extraordinario. El Cabildo, el Ayuntamien-
to, la nobleza y el pueblo salieron á esperar á su pastor casi á media
legua de la ciudad, y era de ver el «increyble contento público, santo
y venerable regocijo» con que, según Salazar de Mendoza, se festejó
un suceso en que se fundaban esperanzas tan legitimas.
Por su parte, el celebrado dominico no dejó desvanecer aquellas
esperanzas, y durante su breve permanencia en la ciudad pareció á
todos por su apostólico celo prototipo y modelo de prelados. En aque-
llos seis meses comprendidos entre el 13 de Octubre de 1558 y el 25
de Abril de iSS9 (i04)> Toledo le vio visitar iglesias y monasteriosi
predicar asiduamente, administrar á menudo la confirmación y el or-
den, asistir como un simple canónigo á los oficios de la catedral, con-
solar á los enfermos en los hospitales y en su prisión á los encarcela-
dos, socorrer necesidades con largueza y derramar beneficios por do-
quiera (ios). Pero no contento con esto. Carranza acometió excelentes
reformas administrativas, castigó los excesos de los clérigos, sentó la
mano en arraigados abusos procurando su reformación y defendió con
harto brío la inmunidad eclesiástica en cierta ocasión en que la consi-
deró atacada.
Hasta ahí llegó su gestión en Toledo. El pueblo viole partir á la
visita pastoral y nunca más le vio volver, aunque se prolongó su vida
por diez y siete años. jQué había ocurrido al Arzobispo? ¿Podía ser
cierta su prisión en Torrelaguna? Ya confirmada por modo indudable
¿hubo fundadas razones para que el Santo Oficio, con anuencia del
Papa y del Rey, apresara en su propio territorio á un Arzobispo de
Toledo, y Arzobispo como Carranza, acusado de herejía?
No entra en mi propósito escribir una biografía de aquel desgracia-
do personaje ni un estudio más de su grave negocio, que con ser tri-
llado argumento, sigue y probablemente seguirá preñado de misterios
hasta la consumación de los siglos (106). Tócame tan sólo relatar á
grandes rasgos nuestra historia eclesiástica local durante aquellos
mortales diez y siete años en que se -sustanciaba la causa en España
y en Roma.
Acababan de celebrarse las vísperas en la catedral el 23 de Agosto
cuando se supo la prisión del Ai-zobispo, ocurrida el día antes. La
nueva difundióse por la ciudad rápidamente; el asombro y la ansie-
dad eran generales; oíanse por doquiera las más diversas conjeturas.
El Cabildo se reunió el siguiente día é hizo unánime demostración de
su sentimiento; cauto y prudente, empero, suspendió todo juicio y toda
tizcdbyGoOi^Ie
— 41 —
acción aventurada, aunque sin ocultar el amor y reverencia que le
merecía su prelado. Nomb.óse, pues, á dos canónigos que asistieran '
al Arzobispo y entendieran en su negocio en Valladoiid {107), donde
habia sido conducido y determináronse procesiones y rogativas muy
solemnes para impetrar del cíelo la feliz terminación del lamentable
suceso. En ausencia de Carranza, nombró gobernador el Consejo del
arzobispado al mismo Briviesca de Muñatores, que ya anteriormente
lo fuera; pero al poco tiempo Felipe II, autorizado por el Papa Pío IV,
removió á Briviesca, designando para aquel cargo á D. Gómez Tello
Girón, oidor de la Chancillería de Granada. En la vida religiosa de la
ciudad debe señalarse el jubileo plenísimo por entonces publicado para
impetrar del cielo la exa'tación de la Iglesia, confusión de los herejes
y buen suceso y fin del concilio de Trento, Hubo con tal motivo en
Toledo insignes manifestaciones de la religiosidad de sus habitantes;
pero fué solemne entre todas la gran procesión del 25 de Marzo de 1 561 ,
á que dio notable realce la presencia de Felipe II con todos los gran-
des y cortesanos, ante el ingente concurso que atraje á la ciudad lo
extraordinario de aquella gracia. Entretanto, el Cabildo y su deán
D, Diego de Castilla instaban sin éxito al Rey y al Cardenal Alejan-
drino, llegado á Toledo, por el pronto despacho del asunto de Carran-
za; y cuando en Diciembre de 1566 fué éste trasladado á Roma,
acudió reverente el Cabildo á Pío V, harto prevenido, por cierto, á
favor de la inocencia del procesado, encareciéndole la rápida y feliz
conclusión de la causa; celebró más rogativas y nombró nuevos co-
misarios que en la ciudad eterna asistieran al desdichado Arzobispo.
La conducta que durante la larga tramitación siguió la iglesia de To-
ledo para con su combatido pastor es, sin duda, un timbre bien hon-
roso en su historia. Fiel adicta á su persona, nunca le abandonó en la
desgracia; al ocurrir su muerte en 2 de 'Mayo de 1576, ni le dedicó
exequias ni colocó su retrato junto á los de sus antecesores, por mos
trar su respeto á la alta autoridad pontificia, que ante sí avocara la
causa; y tan sólo ascendido al solio toledano el sucesor de Carranza,
celebráronse por éste solemnes funerales y agregóse su efigie á la di- •
latada serie de la sala capitular (108).
El gobierno de Tello Girón, no bien acogido en un principio, dejó
en el arzobispado de Toledo grato y apacible recuerdo. Hombre dis-
creto, modesto y deseoso de acertar, rigió D. Gómez diestramente la
iglesia á él confiada; de su bizarría y largueza dio relevantes pruebas
en tas solemnidades y llegada de San Eugenio, suceso en que repre-
sentó uno de los papeles principales, según arriba se dijo, y su inte-
rés por el bien espiritual de la diócesis demuéstralo el sínodo que
tizcdbyGooi^Ie
— 42 -
reunió en 1566, una vez terminado el concilio provincial de iS^S-
Fortuna fué de la iglesia toledana, privada por tanto tiempo de su
pastor, ser regida por ceiosos gobernadores eclesiásticos. Muerto en
Olías en 13 de Julio de 1569 el prudente yejemplar Tello Girón, en20
de Agosto nombró Felipe 11 para sustituirle al licenciado Juan Zapa-
ta de Cárdenas, oidor del Consejo supremo de Castilla y al licenciado
Sancho Busto de. Villegas, de la general Inquisición. Confirmó San
Pío V el nombramiento de este último, llegó el breve á Toledo, y Bus-
to de Villegas comenzó á gobernar con tanta discreción como fírmeza.
Gran jurista, aquel espíritu firme y recto fué la nota característica de
su gobierno. ¿Cómo olvidar su carta famosa á Felipe II, á quien de-
bía su posición y dignidad, escrito tan bien fundado como enérgico,
en que con intrépida resolución defendió los derechos de la Iglesia,
amenazados en sus vasallos y jurisdicción por el monarca? Felipe 11
no incurría en lo arbitrario, pertrechado como estaba con un breve
pontificio; pero Busto cumplió con su deber hablando al Rey el len-
guaje de la verdjd y alejando acaso con su resistencia ia era de cier-
tas grandes iniquidades (109). Y obsérvese esta doble circunstancia:
D. Felipe ensalza á Busto al gobierno del arzobispado de Toledo y
Busto frustra al Rey sus proyectos en cosa que considera injusta.
Muere Carranza al poco tiempo, y declarada la sede vacante, castiga
el Rey la entereza del ex gobernador eclesiástico, á quien puede de-
jar volver á la oscuridad, primero con una canonjía y luego con una
mitra. ¡Hermosos y bien forjados caracteres en quien el asiento de
ciertas virtudes cardinales no excluía la presencia de las otras virtudes
sus hermanas!
D. Gaspar de Quiroga fué sucesor de Carranza en la silla de To- -
ledo: hombre dotado de no vulgar prudencia y talento, digno conti-
nuador de la serie de grandis prelados toledanos. Harto bien quisto
de Felipe H y de la Santa Sida, reuniéronse en él los más eminentes
cargos: Inquisidor general, Presidente del Consejo de Italia y Carde-
nal, dignidad esta última por cuya concesión hubo en Toledo gene-
ral contento y fiestas populares. Pero estos mismos puestos con sus
obligadas ocupaciones impodíanle la continua residencia, alejándole
por largas temporadas de' la capital de su diócesis. Con todo, mani-
festóse siempre su solicitud de verdadero pastor por ella, y el nombre
de Quiroga, sí no entre los más brillantes, irá siempre incluido en el
número de los mejores Arzobispos de Toledo.
El principal timbre de su pontificado fué la celebración del conci-
lio provincial de 1582, de que se tratará adelante. Grande fué su so-
licitud para cumplir las prescripciones del Tridentino, y así viósele
tizcdbyGoOi^Ie
- 43 -
activar la erección en su diócesis de un seminario de clérigos y ocu-
parse personalmente en la priparación del concilio, qu3 logró llevar
á feliz término, con notable aprovechamiento de la moral y la disci-
plina en su provincia eclesiástica. Fundaciones suyas en Toledo fue-
ron un colegio, que dotó, para enseñanza de las primeras letras á los
niños, regido por religiosos de la Compañía de Jesús, y otro agrega-
do al monasterio de San Torcuato, para mujeres honradas y pobres
de cualquier estado, que en él quisieran recogerse. Así atestiguaba su
amor á la virtud y á las letras, que premió siempre con largueza de
verdadero príncipe. Estimulado por los éxitos antes obtenidos con la
restitución á nuestra iglesia de las reliquias de los Santos Eugenio y
Leocadia, propúsose enriquecerla también con el cuerpo del gran San
Ildefonso, en Zamora reverenciado desde la invasión de España por
los árabes. Para ello logró que Clemente VIII, en Mayo de I S94, diri
giera un breve al obispo de Zamora ordenándole la devolución de los
sagrados restos á Toledo; pero la resistencia de los zamoranos y la
muerte de Quiroga, ocurrida á los pocos meses, frustraron sus propó- *
sitos y los deseos de la iglesia primada (lio).
Como sombra pasajera fué el gobierno de! archiduque y Cardenal
Alberto, sucesor de Quiroga. Su imperial rango, sus nobles prendas
de carácter y excelentes dotes de gobierno justificaban se acogiese su
elección en Toledo, según el historiador Castejón, con increíble ale-
gría. Llegaron las bulas, y el archiduque posesionóse de la diócesis,
pero no llegó á visitarla; gobernador de Portugal entonces, nombróle
el Rey, su tío, gobernador de Flandes, y partió á aquellas provincias,
que rigió con acierto. Cuando altas razones de Estado determinaron
su matrimonio con D." Isabel Clara Eugenia, la renuncia que hizo
Alberto de su dignidad arzobispal dejó nuevamente huérfana la iglesia
toledana (iii).
Por aquellos años acreditaba ésta de nuevo el patriótico celo que
generalmente la animara. En 1596 saquearon á Cádiz los ingleses,
causando en la ciudad y su iglesia muchos daños; las catedrales de
Castilla acudieron con gran largueza al reparo de la gaditana y — dice
Cabrera de Córdoba — tía Santísima de Toledo le dio mucho y ofreció
de igualar á todo lo que las demás le habían dado> (l 12).
Rapidísimo también fué el paso por la sede primada del sabio don
García de Loaysa, hijo de la región toledana, como nacido en la noble
Talavera. Maestro de Felipe III, consumado canonista, por su sangre,
virtud y ciencia esclarecido, ni sorprende que acogiera Toledo su
nombramiento con gran júbilo, como Porreño y Castejón declaran, ni
que causase gran duelo su fallecimiento prematuro. Seis meses tan
tizcdbyGoOi^Ie
sólo disfrutó Loaysa de su dignidad; altos y ocultos juicios velaron
al nacer un crepúsculo ornado con las más brillantes promesas (II3)-
Sucedió á Loaysa D. Bernardo de Sandoval y Rojas, que comenzó
á gobernar en Junio de iS99; prelado espléndido, fastuoso yprotector
de las artes, de quien nuestra catedral tiene perenne recuerdo por las
costosas obras arquitectónicas que debió á su iniciativa. Pero el pon-
tificado de Sandovat escapa casi por completo del período en que
ahora me ocupo y es, por tanto, ajeno á mi propósito (114).
Incompleto quedarla el cuadro que tie pretendido bosquejar de
nuestra historia eclesiástica en el siglo XVI si de él excluyera ciertos
hechos é instituciones de los que siempre realzan ó singularizan el
carácter de una ciudad ó de una sociedad en determinado momento
de su existencia. El conocimiento de la vida interna de Toledo en el
siglo de oro de la monarquía reclama, pues, mención especial de sus
concilios, de sus estatutos de limpieza, del desarrollo de las funda-
ciones religioso-seglares y de tas manifestaciones de la heteredoxia
reprimidas por el Santo Oficio.
La llamada antonomásticamente ciudad de los concilios debía
continuar en aquel siglo las tradiciones gloriosas de su iglesia, madre
de una disciplina purísima, luz y guía de la Iglesia española y aun
ejemplo de la universal. De los concilios provinciales que en Toledo
se reunieron desde la reconquista tiasta fines del siglo XVI, corres-
ponden los más importantes al reinado de Felipe II. Era terminado el
concilio de Trento, y para cumplir sus disposiciones iba á celebrarse
en España una serie de concilios provinciales. El Rey, con su acos-
tumbrado celo religioso, activaba la celebración, que con todo se dife-
ría más de lo que cuadraba á sus deseos. Caso singular, la mayor
dificultad radicaba en el Cabildo de Toledo. Con resistencia pasiva
contradijo en un principio la reunión del proyectado concilio provin-
cial; después, en un papel dirigido al monarca, afirmó aquella resis-
tencia, fundando su actitud en la reclusión del Arzobispo Carranza y
en la falta de autoridad que sin el prelado tendría la asamblea; no
contento aún, envió al soberano una comisión de su seno para con-
vencerle de la inoportunidad del proyecto. Sordo D. Felipe á estas
representaciones, necesaria fué toda su autoridad y energía para redu-
cir al Cabildo; pero al cabo le redujo, y el concilio se celebró en 1S65.
Convocados los sufragáneos del arzobispado por el comprovincial
más antiguo, que era el obispo de Córdoba, acudieron puntualmente
los de Sigüenza, Falencia, Cuenca, Segovía, Jaén y Osma. Congre-
> gación insigne fué aquélla por los prelados que en sus tareas intervi-
tizcdbyGooi^Ie
— 45 -
nieron. D. Cristóbal de Rojas y Sandova!, obispo cordubense y futuro
Arzobispo de Sevilla, á quien correspondió la presidencia; el con-
quense Fr, Bernardo de Fresneda, confesor del monarca; el célebre
Honorato Juan, del príncipe D. Carlos y á la sazón obiSj;o de Osma,
el seguntino D. Pedro de la Gasea, muy justamente celebrado en nues-
tra historia civil como pacificador del Perú, y sobre todos el clarísimo
toledano D. Diego d» Covarrubias, obispo de Segovia, alma de este
Concilio: nombres ilustres todos en nuestra Iglesia, sólida garantía de
feliz éxito para la venerable asamblea.
Como en las otras, en la archidiócesis toledana eran muchas las
materias dignas de reforma; que no en vano el concilio de Trento ha-
bía clamado contra la general relajación de ¡a moral y la disciplina.
Los padres reunidos en Toledo dieron el ejemplo cortando los abusos
de arriba y definiendo los deberes de los prelados cuanto á la resi-
dencia personal, visita pastoral, modestia y piedad que debían res-
plandecer en su vida, celebración de sínodos y otras cosas no menos
importantes. Cerca del régimen de las iglesias y la prohibición en
ellas de ciertas prácticas que las circunstancias de los tiempos habían
tomado perjudiciales, diéronse prudentes decretos. Objeto de especial
atención fué la reforma de las costumbres de los eclesiásticos; señalá-
ronse sus abusos y malas prácticas, dióseles sabios avisos y reglas ds
conducta y marcáronse sus deberes, así á los párrocos como á los
prebendados. Sobre la instrucción debida al pueblo cristiano, sobre
rentas eclesiásticas, archivos, música religiosa, conservación y restau-
ración de templos y otras no pocas materias se dictaron leyes tan
convenientes que hacen del concilio que me ocupa uno de los cuerpos
legales más importantes dentro de la Iglesia española (iis).
Complemento de este concilio provincial fué el diocesano que en el
siguiente ano celebró Tello Girón (ri6}. El Cardenal Quiroga reunió
otro en 1580, publicando después sus constituciones, que sustituyeron
á las del gobernador Tello. Lo más señalado de él se refiere á los mo-
riscos, que por su reciente considerable inmigración al reino de Tole-
do representaban aquí un peligro. Prevínose entre otras cosas que se
formara en las parroquias un censo ó matrícula especial para ellos, y
se les vedó .el uso de la lengua arábiga, constante recuerdo de sus
antiguas creencias.
Más notable acaso que el de 1565, no sólo por su doctrina, sino por
los desapacibles incidentes que se le siguieron, fué el concilio provin-
cial convocado por el mismo Quiroga é inaugurado en 8 de Septiem-
bre de 1582. Veíase allí á los obispos de Falencia, Córdoba, Jaén,
Cuenca, Osma, SigQenza y Segovia, al abad de Valladolid y á los
tizcdbyGoOi^Ie
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procuradores de las iglesias. Entre los consultoresyprocuradores con-
táronse sabios teólogos y canonistas, tales como Loaysa, futuro Arzo-
bispo, y el gran Arias Montano. Fué secretario D. Juan Bautista Pé-
rez, luz de nuestra historia eclesiá-tica. Con tales elementos pudo bien
creerse que en aquel concilio reverdecían los tan gloriosos de los si
glos VI y VII. Felipe II, nuevo Recaredo en el celo por la fe, dirigió
una piadosa carta á los padres, en que, tras ponderar la utilidad y
conveniencia de la asamblea, dábales á entender que, comarepresen-
tante y embajador suyo, concurriría también D. Gómez Dávila, mar-
qués de Velada. Asistió eh^arqués, en efecto, y en la primera sesión
pronunció un discreto discurso haciendo presente la representación
que ostentaba, tras lo cual, en sesiones sucesivas, pasó á ocuparse
el concilio en las materias eclesiásticas que habían provocado su re-
unión. Variadas eran estas materias y muy numerosos los decretos
con tal motivo establecidos; entre ellos los hay relativos á la jerarquía
eclesiástica, beneficios, ejercicio de la jurisdicción, residencia, monas-
terios y moriscos. El concilio se dilató hasta el 12 de Marzo del si-
guiente año 1583, en que terminaron sus tareas. Felipe II apresuróse
á aprobar ios decretos, pero enviados á Roma, Gregorio XIII puso re-
paros, no queriendo admitir que se denominara Maneta Synodus ni que
apareciera como asistente el legado regio. Por otra parte, los Cabildos
. .oponíanse á la ejecución del concilio y recurrian contra él al Papa.
Mediaron ruidosas contestaciones y réplicas, pero al cabo aquietá-
ronse los Cabildos, y aunque con viva resistencia por parte del Pon-
tífice, el concilio quedó aprobado (117).
La promulgación de los tan discutidos estatutos de limpieza es
sin duda,al par que hecho muy señalado de nuestra historia eclesiás-
tica, fuente de conocimiento de aquella sociedad y de su estado de
ánimo. En Toledo abrió la marcha la capilla de Reyes nuevos de
la iglesia primada. Por los años de 1530 era capellán mayor D. Pedro
Manrique, obispo de Ciudad Rodrigo, y teniente de capellán D. Diego
de Herrera, qüfen alo que se entiende gozaba en la congi-egación de
personal influencia. El celo religioso, tan vivo en aquella época, y la
añeja animadversión del fiel pueblo toledano á cuanto trascendía á
judaismo, estimulaban al D. Diego á convertir la capilla en coto ce-
rrado á la pravedad hebraica. Medio siglo antes un capellán de Reyes
había sido relajado y quemado por judaizante, caso bochornoso para
la insigne capilla y que la había enajenado del todo la devoción del
pueblo. Tratábase de borrar esta fea nota, y en 16 de Octubre de i S 30,
ausente el capellán mayor, celebróse un acto capitular promulgándose
tizcdbyGoOi^Ie
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un estrecho estatuto de limpieza de sangre. En él se establecía, por
razones de conveniencia y con aparato de sagrados textos, que á nin
guna persona de linaje de judíos ó moros agraciada con capellanía de
Reyes se admitiera ni diera posesión de allí adelante, y en caso de ser
admitida indebidamente, se la expulsara sin dilación, aunque para
ello hubiera de acudirse á apelar del capellán mayor ante el mo-
narca.
No faltó oposición al estatuto. De veintiún capellanes presentes,
seis contradtjéronle con argumentos de peso y con su voto; pero el
estatuto triunfó por mayoría; la Emperatriz Isabel le aprobó y le con-
firmó el Papa Clemente VII. Como, según el vulgar adagio, «hecha la
ley, hecha la trampa», la nueva ordenanza no pudo impedir que en
los siguientes años se introdujesen en el seno de la capilla sujetos
procedentes de sospechosa cepa, provistos de informaciones falsas;
pero se atajó el daño^cordándose en 26 de Julio de 1547 que la pro-
banza de limpieza que aportaba el candidato se sustituyera por un
expediente en forma, instruido á costa de aquél por los capella-
nes (118).
Vigente el estatuto en la Real capilla toledana, no escasos ele-
mentos del Cabildo considerábanse poco honrados al carecer de un
análogo solemne testimonio de su limpia procedencia. La idea de ins-
tituirlo no era nueva; ya los Arzobispos Fonseca y Tavera lo intenta-
ron, pero tuvieron que desistir ante las graves dificultades que para
ello se ofrecían. Sólo Martínez Silíceo llevó adelante el proyecto que,
convertido en realidad, fué desde aquel punto y por bastantes años
fuente de disgustos y aun piedra de escándalo dentro de la vida so-
cial toledana.
El Papa Paulo III había concedido una canonjía en la iglesia pri-
mada á cierto doctor Hernán Ximénez, hijo de reconciliado y conde-
nado por la Inquisición. La gracia pontificia cayó mal entre el mayor
numero. Hombre el Arzobispo que tenía sobre el particular convic-
ciones muy firmes y dispuestos á secundarle muchos capitulares, di-
rigiéronse uno y otros al Papa para que no permitiese que el agracia-
do Ximénez llegara á ser efectivo canónigo, petición á que Su Santi-
dad contestó favorablemente. PerOj no contentos con esto, resolviéron-
se á establecer de una vez para siempre el crisol donde castas y pro-
genies habían de depurarse.
Silíceo preparó diestramente el terreno y en la junta ó cabildo cele-
brado en 23 de Julio de l S47, ante el deán y los prebendados declaró
su voluntad de ordenar un estatuto calcado en el de la capilla de
Reyes. Según él, pues, todos los clerizones, capellanes, beneficiados.
tizcdbyGoOi^Ie
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racioneros, canónigos y dignidades de la iglesia de Toledo debían ser
en adelante cristianos viejos, ya fuesen nobles é hijosdalgo, ya letra-
dos graduados en famosa Universidad, con exclusión absoluta de los
descendientes de judíos, moros y herejes. Tan severa ordenanza se
conformaba mal con ciertos documentos pontificios y repugnaba al
carácter y á la conciencia de algunos canónigos, que entendían la ca-
ridad cristiana de muy diverso modo que el Arzobispo y sus allega-
dos. No es, pues, extraño que en la misma junta estallase la discor-
dia, precursora de odios, pleitos y escándalos. Levantóse á combatir
el estatuto el deán D, Diego de Castilla, y expuestas sus razones
adhiríéronsele siete de los canónigos presentes, entre los que se con-
taban personas tan eminentes por su saber como el insigne Juan de
Vergara y tan calificadas como el maestrescuela D. Bemardino de
Alcaraz y el capiscol D. Bemardino Zapata. Pero los más eran adver-
sarios de la sangre hebrea y defensores del propuesto estatuto, y en
este bando formaban sujetos tan influyentes como D. Diego López de
Ayala, el vicario D. Blas Ortiz, el tesorero D. García Manrique de
Lara y los canónigos Mariana, Abalos y Ribadeneira. Triunfó, pues.
Silíceo y triunfó la nueva ley, hecha, según se consigna en su texto,
*de consejo, acuerdo y parecer de la mayor y más sana parte del Ca-
bildo». Pero promulgado que fué el estatuto, levantóse contra él ma-
yor borrasca por dos ilustres eclesiásticos ausentes, que ciertamente
nada tenían que temer á consecuencia del edicto arzobispal. Fueron
éstos los arcedianos D. Pedro y D. Alvaro de Mendoza, hijos del du-
que del Infantado, que al conocer el acuerdo protestaron de él por es-
crito, sosteniendo cuanto á la unidad de cristianos viejos y nuevos
una doctrina radicalmente opuesta á la del Arzobispo. Entre los de un
bando y de otro sucedíanse altercaciones y réplicas. El Ayuntamiento
de Toledo colocóse al lado de Silíceo. Los jurados escribían al Em-
perador pidiéndole interviniera para calmar los excitados ánimos. En
el Cabildo llegóse hasta á venir á las manos; dentro de la iglesia hubo
cuestiones y alborotos, fuera pesquisas, informaciones y procesos. Y
la discordia se cernía sobre Toledo, bien que á decir verdad, y aun-
que otra cosa se haya escrito, entre los ciudadanos dominaba el sen-
tir favorable al tan discutido ordenamiento. La avenoncia no era posi-
ble. Los arcedianos apelaban al Consejo real, al Sacro Colegio y al
Pontífice; el Arzobispo y la mayoría del Cabildo acudían también á
entrambas potestades, y mientras hacían viajar al canónigo D. Die-
go de Guzmán para recabar la aprobación del príncipe D, Felipe, que
estaba en Monzón, del Emperador, que se hallaba en Alemania, y del
Papa Paulo III, dirigían extensa relación al Consejo exponiendo am-
tizcdbyGoOi^Ie
— 49 -
pliamente los motivos que les indujeron á hacer el estatuto y refutan-
do las razones que sus contradictores alegaban {119). Son de reparar
en todo este negocio el tacto y discreción de que dieron pruebas el
Emperador Carlos V y su sucesor inmediato, que, príncipe todavía y
gobernador del Reino, bien justificó entonces el calificativo de Pru-
dente que habia de otorgarle la Historia. Aprietan á D. Felipe el Ca-
bildo y su comisionado, pero lejos de dispensar desde luego su gracia
al estatuto, como se ha escrito, pregunta á prelado y Cabildo las ra-
zones que á dictarle les movieron; da largas al asunto y prohibe por
una su cédula que se hable más del tal estatuto. Acuden Cabildo y
Ayuntamiento al Emperador encareciéndole también la necesidad de
una resolución favorable, y Carlos V, en medio de los graves cuida-
dos que por aquel entonces le cercan, enderézales desde Augsburgo
sendas cédulas (1 1 de Febrero de 1548), en que, si les alaba la inten
ción, nada decida por el momento, y «por ser este negocio de la qua-
lidad é importancia que esi, lo remite al Consejo, asegurando tan
sólo que en lo que fuere justo y hubiere lugar siempre favorecerá á
la iglesia toledana, de la que se declara gran devoto. En Junio de 1548
volvió de Roma el canónigo Guzmán con la anhelada bula de
Paulo III (su fecha en 28 de Mayo), confirmando el estatuto en todas
sus partes. Sus p'atrocinadores enviaron al príncipe, que estaba en
Valladolid, dos letrados eclesiásticos que recabaran su aprobación; á
la vez los contradictores diputaron también dos canónigos con la
misión contraria. Pero expuestas sus respectivas razones ante don
Felipe y el Consejo, no debieron de parecer muy concluyentes, pues
á pesar de las letras pontificias volviéronse unos y otros á Toledo
con las manos vacías. Todavía en 4 de Septiembre del mismo año
mandaba el principe á los del Cabildo, no obstante el camino andado
por el estatuto, que se cumpliesen en todo sus cédulas anteriores
sobre el no ocuparse para nada en la tal ordenanza, dejando la
solución á la voluntad del Emperador, su padre. En fin, Carlos V, es-
timulado por Silíceo, por la aprobación pontificia y por la opinión más
generalizada, favorable al estatuto de'limpieza, le aprobó igualmente,
aunque en forma tan tibia como fué escribir á los del Consejo que «no
se entrometiesen en e! negocio del dicho estatuto y dexasen hacer al
Arzobispo en su iglesia lo que su sanctidad mandava».
No pararon ahí los incidentes ocasionados por el discutido decreto.
Mientras ya en el Cabildo se recibían canónigos y capellanes median-
te las necesarias informaciones de limpieza, el deán y sus amigos in-
sistían en su oposición y maquinaban en Roma en contra del estatu- ■
to. De ía ciudad eterna venían nuevas letras en que se mandaba, so
tizcdbyGoOi^Ie
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graves penas, su observancia, y se imponía perpetuo silencio á sus
contradictores. Estos, empero, se reunían y agitaban en Toledo, sor-
dos á los preceptos arzobispales y pontificios; en contra aparecían es-
critos y libelos; en fin, por orden de Siliceo fueron presos y encerra-
dos en la torre, y después en el claustro alto de la catedral (l." de
Agosto de IS49), el capiscol, el capellán mayor y el doctor Herrera,
canónigo, por emitir en público opiniones adversas, y ante el Consejo
del arzobispado se les siguieron muy estrechos procesos. Ni con esto
cejaron los contradictores en sus propósitos. AI Arzobispo Siliceo
abordaron en su lecho de muerte, y á Pontífices y monarcas apreta-
ron reciamente porque se revocase y anulase el estatuto toledano.
Todo fué inútil. E! estatuto prevaleció, con sus ventajas ó sus incon-
venientes, y sólo la continuidad de los años y la fuerza de la costum-
bre apagaron los ecos del peligroso debate, que pareció en ocasiones
degenerar en cisma (120).
Mientras en estas intestinas contiendas gastaba hartas energías el
clero secular, el regular acrecía en Toledo su importancia, agregando
nuevas fundaciones monásticas á las ya existentes de antiguo. El en-
fisrvoriz amiento religioso, la necesidad de contrarrestar la protesta ger-
mánica ylas demás conveniencias de los tiempos habían traído con-
sigo la reforma de las viejas órdenes y la creación de otras. Principal-
mente desde mitad del siglo XVI, por toda la monarquía extendióse
un hálito de misticismo que envolvió así la religión y la política,
como el arte, las letras y las costumbres públicas. Ni por su cali-
dad de cabeza de España ni por su significación religiosa dentro de
nuestra Iglesia podía hurtarse Toledo al movimiento que doquiera se
operaba. Así en 1529 los Mínimos de San Francisco de Paula llegaron
á la ciudad, y contando con la protección de la Emperatriz Isabel ins-
taláronse en la Vega, junto á la antigua ermita de San Bartolomé,
donde años adelante vieron alzarse un importante monasterio, del que
hoy ni rastros quedan. Poco después una comunidad de Franciscanos
descalzos se estableció también en las afueras, y otra de Carmelitas
calzados fijó su residencia en el histórico solar de la vieja iglesia
* visigótica de Santa María de Alfícén. En 1584 los Carmelitas descaí-
"'zos acudieron asimismo, plantando en Toledo la estrecha reforma
teresiana. No debe, en fin, olvidarse á los Hermanos de San Juan de
Dios, que desde 1569 habitaban en la ciudad, asistiendo á los enfer-
mos en el hospital de Corpus Ckristi, fundado dos años antes por una
piadosa condesa de Coruña (121).
Más señalado que todos éstos fué el establecimiento en Toledo de
,y Google
— si-
ta Compañía de Jesús. Era Arzobispo Silíceo, quien, mal informado,
abrigó siempre invencible inquina conlra los jesuítas. No sólo les es-
torbó la fundación que meditaban, mas prohibió sus ejercicios espiri-
tuales y excomulgó á los fieles que de ellos recibiesen los sacramen-
tos. Pero muerto Silíceo y ascendido á la dignidad arzobispal Fr. Bar-
tolomé de Carranza, que les era grandemente afecto, estableciéronse
en Toledo los Jesuítas en Noviembre de 1558- Prevenidos en su con-
tra los toledanos, pronto sus virtudes, letras y celo apostólico les
granjearon generales simpatías. En 1565 fundó San Francisco deBorja
la casa profesa de Toledo, casa célebre ya en el mismo siglo XVI,
donde floreció un plantel de sabios y hombres ilustres tal como
quizá no se vio semejante en aquel áureo período de la insigne Com-
pañía (122).
Nuevo refuerzo proporcionó también aquel siglo á las numerosas
comunidades de mujeres que de mucho tiempo atrás perseguían la
perfección cristiana en la ciudad del Tajo. En 1520 fundóse el beate-
río de Santa Mónica, sometido á la Orden agustína y transformado -
en 1592, por el Cardenal Quíroga, en monasterio de clausura. La re-
forma carmelitana de Santa Teresa tuvo presto su representación en
Toledo. Después de no escasas gestiones y de experimentar muchas
dificultades, la gran santa logró fundar allí el monasterio de San José,
qué quedó establecido en Mayo de 1 569. A la Orden de San Francis-
co corresponde el convento de San Antonio, que fundaron y dotaron,
en la segunda mitad del siglo XVI, el regidor Fernán Francos y su
mujer D." Catalina de la Fuente, y á la de Santo Domingo el de
Jesús y María, que en últimos de aquel siglo fundó D.' Juana de Cas-
tilla en la casa solar de los Barrosos. En fin, la caridad del Cardenal
Silíceo estableció, según ya dije, en la antigua sinagoga de Santa
María la Blanca, bajo el titulo de Nuestra Señora de la Piedad, un
refugio para mujeres arrepentidas (123).
En la historia de la heterodoxia española poco, muy poco suena,
por dicha, el nombre de Toledo. En su escuela universitaria, entre sus
claros pensadores y escritores, la tradición sana y católica fué cons-
tante norma de criterio, aliándose en perfecto consorcio el sentir de
los doctos con el sentir del vulgo. Pero el sol, con ser sol, tiene man-
chas, y Toledo no se había de eximir de esta ley general. En 1529
descubrióse allí una secreta congregación de alumbrados ó dexados,
gente indocta y ruda, á quien dogmatizaban una beata llamada Isabel
de la Cruz y cierto P. Alcázar. Profesaban estos fanáticos una doctri-
na medio luterana, medio iluminlsta, con sus dejos de panteísmo y
tizcdbyGoOi^Ic
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quietismo. Pero la secta debió extenderse y prosperar poco, y la In-
quisición dio cuenta de ella y de sus afiliados con unas cuantas con-
denas de cárcel y unas cuantas tandas de azotes (124).
Mientras la peste luterana invadía otras provincias y se registraban
focos tan peligrosos como los descubiertos en Valladolid y Sevilla,
Toledo y su región permanecían libres del contagio; y no es pequeña
gloria de la ciudad del Tajo, ciudad entonces muy poblada, que en
aquel tráfago de ideas y con aquellos aires de falsa reforma que aso-
laban á Europa y cayos efectos, aunque en ínfima escala, también se
dejaron sentir en España, los toledanos se mantuvieran unánimemen-
te ñrmes en la fe recibida de sus padres.
Debióse, sin duda, este resultado, antes que á otra cosa, á las con-
diciones de la raza, enemiga de novedades. Pero también se debió al
tribunal dei Santo Oficio y, más quizá que á sus trabajos y esfuer-
zos, al saludable temor que desde su establecimiento inspiraba. Mal
recibida la Inquisición en su origen por parte de los toledanos, en el
siglo XVI era popular en Toledo, al igual que en el resto de Espa-
ña (125). Al principio casi limitó su misión á descubrir y perseguirlas
numerosas reliquias de mahometismo y judaismo que aún perduraban
entre los conversos. En los primeros años del reinado de Felipe II,
que coincidió con el mayor peligro de invasión protestante, se cele-
braron en Toledo varios autos de fe, más sonados por su solemnidad
y por el número de los reos que por la calidad é importancia de éstos.
Asi el auto de 25 de Febrero de 15ÓO, á que asistieron las Reales per-
sonas con la corte; así el de 9 de Marzo de 1561, en que salieron
ciertos sujetos por luteranos y blasfemos; el de 17 de Junio de 156;,
el más abundante en penitenciados, en que figuraron unos por lutera-
nos y otros por bigamos, con más «otros dichos vganaos* (hugono-
tes) y «otros áxchos fideles* , y el de 24 de Marzo de 1566, en que sólo
salió como persona de nota cierto D. Carlos de Mespergue, rico y
principal caballero tudesco, condenado por luterano, bien que murió
arrepentido y católico.
No terminan aquí nuestros fastos inquisitoriales. En 13 de Junio de
1568 hubo otro auto que presenciaron la princesa D.* Juana, herma-
na del Rey, y sus dos sobrinos los príncipes de Bohemia, que por
acaso se hallaban en Toledo. Treinta y seis personas y tres estatuas
salieron, siendo el más notable cierto extranjero, luterano empederni-
do, que pereció impenitente en las llamas. Celebróse nuevo auto en
18 de Junio de 1570; en él, á más de varios luteranos, blasfemos y
mal notados por sus palabras y proposiciones, figuró también algún
judaizante, renegado mahometano, bigamo y bellaco estrafalario. Más
tizcdbyGoOi^Ie
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sonó que este último el auto.de 4 de Junio de 1571, cuyo protago-
nista y víctima fué el heterodoxo de más cuenta con que tuvo que
habérselas la Inquisición toledana. Era éste cierto Sigismundo Archel,
de nación sardo, grandísimo letrado, doctor in utroque jure (no médico
como se ha dicho), fiscal en el Consejo de Aragón, .y dogmatízador
harto peligroso. Sus opiniones luteranas, de que había hecho gala en
Madrid, dieron con su persona en la cárcel inquisitorial de Toledo.
Fugóse de ella, pero alcanzado cerca de Huete por tos agentes del
Santo Oficio, tras largo proceso, que duró nueve años, fué condenado
y relajado al brazo secular, pereciendo amordazado é impenitente en
el quemadero de la Vega. Los demás reos de entonces fueron gente
oscurísima, condenada en general á penas leves por variedad de here-
jías y delitos y por opiniones tan erróneas como extravagantes. Pero
obsérvese bien: entre toda esta ínfima grey heterodoxa, en que abun-
dan los extranjeros y los naturales de otras provincias del Reino, es
rarísimo hallar un toledana asi declarado y poco frecuente topar con
individuos avecindados en Toledo (ii6).
Basta con lo dicho para probar que, habiendo sido muy contados
en nuestra ciudad los casos de herejía, el Santo Oficio no extremó
allí sus rigores en el siglo XVI, ni es cierto, por tanto, según afirma
Llórente, que los inquisidores de Toledo «multiplicaron el número de
víctimas hasta lo infinito» (127}. Ni tampoco puede afirmarse con
verdad que nuestro tribimal de la Fe ahogara con dura opresión la
voz de muchos ingenios, ni que fuera causa de que nuestra riqueza y
población sufriesen importantes quebrantos. Muy lejos de eso, canta-
ron libremente los poetas, inventaron los novelistas, discurrieron los
filósofos, y emitieron sus juicios los escritores y pensadores todos, sin
que el Santo Oficio empañara con sus actos e! brillante cuadro inte-
lectual de Toledo en el siglo XVI, ni provocara una decadencia debida
á otras muy diversas causas.
Por aquel tiempo era Toledo ciudad harto populosa que, si no so-
brepujaba, competía con las más principales de los dominios castella-
nos. Muy floreciente la población toledana en el siglo XV, conserva su
densidad al comenzar el XVI, decae en tiempo de Carlos V y aumen-
ta ostensiblemente bajo Felipe II, para menguar de nuevo en los pos-
treros años de este reinado. Algunos escritores que por incidencia se
ocuparon en nuestras cosas, poco ó nada atentos á los no desprecia-
bles datos que acerca del particular se conservan, estamparon cifras
exageradísimas en uno ú otro sentido. Ni Toledo excedía en poco de
5.000 vecinos, como asienta Colmeíro, ní contaba con 200.000 habi-
tizcdbyGoOi^Ie
- 54 -
tantes, como se añrma en un moderno libro extranjero. Según mis
cálculos, basados, no en conjeturas, sino en niimeros, la ciudad no
^ndaba lejos de los 80.000 habitantes al comenzar ei tercer tercio del
áureo siglo de nuestra monarquía (128). Y repárese en un fenómeno
curioso. En ios primeros años del reinado de Felipe II, después de la
traslación de la corte, lejos de disminuir, como generalmente se cree,
la población aumentó, según lo acredita escritor coetáneo tan concien-
zudo como Luis Hurtado de Toledo (129).
Nuestra ciudad, centro de una vasta región esencialmente agrícola
y dotada de productivo y feraz suelo, no debía al cultivo de los cam-
pos, como tampoco lo debe hoy, el más copioso manantial de su rí*
queza. Cierto que Lucio Marineo Siculo encomia los dos sotos de las
afueras, «los más fértiles y frutíferos de toda España*, y pondera los
muchos olivares, viñas y almendrales que en los alrededores de Toledo
se criaban (130). Importantísimo fué, sin duda, tal vez preferente, aun-
que Marineo no lo diga, el cultivo del moral y de la morera, auxilia-
res de la industria de la seda, allí muy desarrollada. En fln, los gra-
nos, semillas, hortalizas, legumbres y frutas de aquellos campos man-
tuvieron en el siglo XVI, como acaece hoy mismo, la buena opinión
de las riberas toledanas del patrio Tajo. Pero los dilatados predios que
circundaban la ciudad pertenecían, generalmente, á la iglesia primada,
á las órdenes monásticas, á las hermandades, vínculos y mayorazgos.
Labraban sus ricas vegas y extensas dehesas, no agricultores ciuda-
danos, sino los de las aldeas y pueblos inmediatos. Los rústicos y
afamados cigarrales, ni por su situación, ni por las condiciones pro-
pias de su terreno, podían sobrepujar en mucho oí carácter de ñncas
de recreo y esparcimiento. Fuera de esto, la ganadería había llegado
á enseñorearse de la mayor parte del término de Toledo, estorbando
no poco el progreso del cultivo agrícola. Acaso estas circunstancias
contribuyeran desde muy atrás al mayor desarrollo de la industria to-
ledana, que aun en aquella centuria mantuvp el esplendor propio de
sus mejores tiempos, sin quedar en zaga de los primeros centros fa-
briles de la península. En aquel apretado núcleo de población que
formaba en el siglo XVI nuestra local república, los industriales y
principalmente los tejedores de seda y lana, los espaderos y cuchille-
ros, los plateros, los boneteros y gorreros aportaban numeroso con-
tingente, prestando á la ciudad vida tal y tan próspera como no es fá-
cil imaginar ante la Toledo contemporánea.
Entre sus múltiples industrias, señalóse la sedera como más impor-
tante de todas. La sedería, de antiguo abolengo en la ciudad y paia
ella elemento primordial de riqueza, durante el siglo XVI alcanzó allí
tizcdbyGoOi^Ie
— 55 —
ttCtraoFdinarío desarrollo. La población obrera dedicada á esta indus-
tria en Toledo y en los pueblos inmediatos, contaba al terminar la
guerra de las Comunidades con diez mil individuos, y ascendía á cin-
co veces más mediado el mismo siglo. Muchos miles de telares fun
cionaban de continuo sin dar abasto á los pedidos. Nuestra manufac-
tura sedera gozaba de grande y merecido crédito en toda Europa por
la perfección y hermosura de sus productos. Sus terciopelos y damas-
cos, sus rasos y tafetanes no tenían rival, aunque entraran en la com-
paración las bellas labores de Sevilla, Córdoba y Granada. Gastában-
los los nobles para sus palacios, el clero para sus templos y los ciu-
dadanos para sus viviendas; y el mismo Felipe II daba el ejemplo
usando para su propio vestir productos de la sedería toledana (131).
Sólo en los años extremos de aquel reinado (que no en los inmediatos
á la traslación de corte) vaciló esta industria tan vigorosa, para decaer
grandemente en los dos siguientes siglos y arruinarse en el recién
fenecido XIX (132).
Inmemorial y también muy importante, aunque no tanto como la
sedera, fué en Toledo á la sazón la industria de los paños. Sus telares,
distribuidos en gran número por las diversas jurisdicciones parroquia-
les, prestaban á los barrios más céntricos y populosos animación y
vida, proporcionando sustento á millares de operarios; y nuestros teji-
dos de lana fueron muy apreciados en el reino y fuera de él hasta que
comenzó su decadencia en tiempo de Felipe III (133).
No es preciso encarecer, tratándose de Toledo, la superioridad de
su industria espadera, que desde antiquisims fecha alcanzó y aún al-
canza merecido y universal renombre. El siglo XVI, tan grande para
nosotros por diversos conceptos, fué el gran siglo de nuestra espade-
ría. En la calle de las Armas y sus inmediatas agrupábanse los talle-
res de los célebres espaderos, favorecidos á porfía por los monarcas
con exenciones y privilegios. Allí, aquellos maestros, extremados en su
arte, armaron la diestra de nuestros guerreros, que fué como armar á
la patria en sus contiendas por la fe y la civilización; allí se forjaron y
templaron las espadas y los estoques, las picas y alabardas que, pu-
blicando por doquiera la fama del acero toledano, asombraron al mun-
do en Otumba y en Pavía, en Mühlberg y en San Quintín (134)-
Oficio muy señalado era en Toledo el de los boneteros y estima'
dísimos sus bonetes, cuya fabricación fué, según I^rruga, prodigiosa.
Exportábanse á todas las regiones peninsulares y al extranjero, y
señaladamente los bonetes de grana á las partes de África y Turquía,
nq sólo en el siglo XVI, sino aun durante todo el XVII. La bonetería
sufrió, empero, una crisis hacia 1Í76, pues, según Hurtado de Tole-
tizcdbyGoOi^Ie
- 56-
do, que por aquellos años escribía, de tres mil quinientos maestros y
oficiales boneteros que hubo en la ciudad reinando Carlos V, apenas
quedaba un centenar en su tiempo (l3S). Oficio distinto y también
numeroso formaron los gorreros, que proveían á las clases populares
de gran parte del reino, y de cuyos talleres salían aquellas medias
gorras toledanas, que, según el cortesano Obispo de Mondoñedo, era
elegante llevar por los años de 1530.
Hubo en Toledo fábricas de agujas de acero, y tales, que sus pro-
ductos, reputados los mejores de su clase en los dominios castella-
nos, se pagaban más que sus similares y eran exportados dentro y
fuera de estos reinos (136).
Lucio Marineo Sículo menciona especialmente las vasijas y cosas
de barro que en la ciudad se fabricaban en su tiempo, diciendo que
*en Toledo se haze y labra mucho y muy rezio blanco y alguno
verde y mucho amarillo que parece dorado» (137), y no son para
olvidados los aliceres ó azulejos, tan bellos como celebrados, que
salían á la sazón de los alfares toledanos.
El rector de San Vicente, Hurtado, á cuyo precioso Memorial ma-
nuscrito he recurrido ya en varias ocasiones, nos^dtce había en Toledo
«mucha copia de sastres muy imbentores*, muy buenos sombrereros
y fabricantes de calzado, aunque estos últimos vendían caros sus pro-
ductos «por traher de acarreo la colambre para ello>, y aventajados
artífices de rejas, frenos, cosas de cerrajería, guarniciones y talabartes.
Natural parece, dada la importancia de la iglesia y del estado ecle-
siástico en Toledo, que la industria de la cerería prosperase aquí mu-
cho más que en otras partes. Los cereros eran gente ingeniosa y dies-
tra, pues en la relación de la entrada de D. Juan de Austria y el
archiduque Carlos habla Horozco de las «cosas estremadas de ^era»
que presentaron los de aquel oficio.
En las memorias toledanas del siglo XVI abundan noticias que
permiten apreciar la mayor ó menor importancia de los distintos ofi-
cios en nuestra ciudad, con motivo de su intervención en las fiestas
populares y en los recibimientos de egregios personajes. Así, cuando,
en iSSS, se celebró con tanto entusiasmo la conversión de Inglaterra,
reflejóse en las fiestas que dispusieron muchos oficios su próspero
estado económico. Distinguiéronse entonces la cuadrilla ecuestre de
los roperos y la máscara á caballo de los zapateros, ricamente enga-
lanados con sedas, oro y plata; pero fueron superiores y aun de lo
mejor que entonces se organizó la fiesta de los calceteros, que salie-
ron luciendo preciosos trajes y alhajas de oro, y la de los sastres, que
no fué en zaga de esta última. Cuando, en 1560, entró en Toledo la
tizcdbyGoOi^Ie
- 57 —
joven Reina Isabel, salieron, según dije arriba, los industriales, lujosa-
mente ataviados, á esperarla á la Vega y costearon magniñcos arcos
y estatuas en la carrera seguida por la comitiva. El cronista que lo
reñere, á más de nombrar al poderoso gremio de plateros (de quien
como representantes de una industria en' alto grado artística no me
ocupo ahora), á los espaderos, tejedores de seda, boneteros y sastres
como oñcios tan señalados y de gente muy rica, menciona entre los
que se distinguieron con su presencia y sus galas á los calceteros,
jubeteros y roperos; á los carpinteros, yeseros y albantties (sic), á los
arcabuceros y piqueros, malleros y esmoladores de espadas, zapateros
y chapineros, herreros y caldereros, agujeteros y zurradores. En las
fiestas celebradas con motivo de la victoria de Lepanto, el gremio de
pasteleros toledanos quiso lucirse y sacó una notable máscara á
caballo con diversidad de emblemas y representaciones mitológicas,
que pareció muy bien y fué de lo mejor que hubo entonces.
Acaso habrá extrañado la ausencia en esta enumeración, de los
conñteros, que tanto renombre dan á Toledo con la elaboración de
sus famosos mazapanes. Húbolos allá en e¡ siglo XVI, y si no cons-
tara así expresamente por el Memorial de Luís Hurtado, dictaríalo la
razón, tratándose de corte y ciudad entonces tan principal. Pero ni
Hurtado concede especial importancia á los conñteros ni mienta para
nada el mazapán, que aunque conocido ya en España, pienso que
como notable producto toledano sólo comenzó á ñgurar después de
aquel siglo (138).
E^pecialisima por su índole, industria es también la de la moneda,
cuya [abra, que desde la conquista por Alfonso \'l venia haciéndose
en Toledo, continuó sin interrupción durante todo el siglo XVI y hasta
últimos del XVII. Bajo Carlos V el ingenio monetario toledano era de
los más principales del reino, y asi lo acredita una ley de las cortes
de Valladolid de 1548 (139)-
Baste lo ya apuntado como demostración del florecimiento é impor-
tancia que en Toledo alcanzaron las artes mecánicas y de la cuantía
de su población industrial y obrera, que no en revuelto mare*mágnum,
sino con cierto orden y distribución (140), henchía la ciudad en los
últimos siglos de la edad media y en el primero de la moderna. Dadas
aquella gran expansión del trabajo y las ideas dominantes en la época,
debía desenvolverse alli una vasta organización gremial, y así ocurrió,
en efecto. En la ciudad, gran parte de los distintos oñcios venían ya
agremiados desde la edad media y se gobernaban por ordenanzas
propias. En el siglo XVI el espíritu colectivo y de asociación parece
aumentar á las veces y los gremios tórnanse más numerosos á medí-
tizcdbyGoOi^Ie
- 58 -
da que se perciben síntomas de decadencia y se vislumbran peligros
para la vida económica de Toledo. Demás que junto al productor de
buena fe medraba el industrial de ancha conciencia, cuyos fraudes y
engaños eran constante amenaza de industrias muy florecientes y
acreditadas. De entonces, de tiempo de Carlos V y Felipe II data el
gran desarrollo de los estatutos y ordenanzas gremiales con que se
proveía al buen régimen de los oñcios y se intentaba cortar los abusos
introducidos (141). Cierto, interesante sería un estudio analítico y
comparativo de nuestras ordenanzas, legislación copiosa y revuelta
en cuyas cualidades y defectos, en cuyas sabias prevenciones y cor-
tapisas prohibitivas puede verse estereotipada aquella época con sus
grandezas y pequeneces, con sus aciertos y sus utopias. No es ésta
ocasión de realizar tal estudio, pero sí de apuntar la idea que, llevada
á la práctica, cooperaría al conocimiento pleno de nuestra nunca his-
toriada industria local.
Déjase entender que ciudad tan populosa é industrial debía ser asi-
mismo centro de un activo comercio. Fuéio, en efecto, y de muy gran
trato con otras provincias de dentro y fuera del reino y con América.
En sus bien bastecidas plazas y mercados, en sus carnicerías y rastros
proveíase la heterogénea población, de cuanto el consumo diario pre-
cisaba. En las bien provistas lonjas de Zocodovery de la plaza del
Ayuntamiento, en las Tendiilas de Sancho Minaya, en las dos Alca-
nas, tiempo atrás tan opulentas, y en las rícas sederías de Santa Justa,
en las calles más céntricas, rebosantes en tiendas y comercios de todo
género y, en ñn, en las renombradas ferias y en el mercado franco de
los martes, revolvíanse en apretada multitud mercaderes y comprado-
res, españoles y extranjeros, activando los tratos y fomentando las
transacciones. Los mercaderes llamados de escritorio eran muchos en
tiempo de Felipe II, los más extranjeros; sólo los genoveses excedían
de doscientos establecidos, que llevaban telares por su cuenta y for-
maban comunidad aparte (142). En suma, es cosa averiguada haber
sido aún Toledo en el siglo XVI una de las primeras plazas comer-
ciales del reino.
Y si ello fué así, jcuán mayor importancia no habría obtenido, cuál
fuera hoy la suya á haberse consolidado la magna empresa de la na-
vegación del Tajo entre Toledo y Lisboa, timbre glorioso, entre tantos
otros, del reinado de Felipe lli* Pensamiento aquél tan útil y político,
su realización, siquiera imperfecta, en tiempo del Rey Prudente, pa-
rece hoy un sueño que, con todo, bien desvanecido queda por las
auténticas noticias que cerca del particular poseemos. Poco trecho
bastará para acreditarlo.
tizcdbyGoOi^Ie
_ 59 -
No era nuevo el pensamiento de la navegación del patrio río en
la región central de la península. £n tiempos medioevales surcaron ya
barcos sus auríferas aguas, y los Reyes Católicos imaginaron hacerle
navegable desde Toledo, proyecto malogrado por ia muerte prematura
de D/ Isabel. En Mayo de 1581, hallábase en Thomar Felipe II, des-
pués de la conquista de Portugal, cuando, asesorado por su ingeniero
Juan Bautista Antonelli, ordenóle estudiara los medios de poner por
obra la navegación desde Ábranles á Toledo, como se verificaba ya
entre aquel punto y Lisboa. Embarcó Antonelli en k capital lusitana
en una chalupa con cuatro remeros, y venciendo obstáculos y uniendo
la práctica á la tsoría, á fuerza de perseverancia, llegó á Toledo en 19
de Enero de 1582, ante gran muchedumbre de ciudadanos que habían
acudido á presenciar una novedad para ellos increíble. Como en tomo
de la ciudad eran muchas las presas de los molinos, en un carro pasa-
ron la chalupa por la Vega á la ribera. El barco con su exigua tripu-
lación siguió á Aranjuez; por el Jarama y el Manzanares subió á Ma-
drid y al Pardo, y emprendiendo el viaje de regreso, retornó por la
misma via fluvial hasta Lisboa. La prueba previa se había realizado.
Al siguiente año, en 1583, juntáronse en Madrid las cortes del retno.
Allí se deliberó sobre el útil proyecto de Antonelli; reconocida la con-
veniencia de la navegación, acordóse se llevaran á cabo las obras ne-
cesarias para continuarla hasta Toledo, y tas cortes votaron con este
objeto un repartimiento de cien mil ducados, de que tocó á nuestra
ciudad pagar un cuento y trescientos mil maravedises. Aprobólo Fe-
lipe II, y sin tardanza expidió una provisión enderezada á los corre-
gidores, alcaldes y justicias de los pueblos ribereños, dictando reglas
para los trabajos que iban á emprenderse y mandando se prestara á
Antonelli toda ayuda, suministrándole barcos, hombres, utensilios y
bastimentos. En Toledo era corregidor D. Fadrique Portocarrero. Las
obras se habían comenzado, y por el rio flotaban ya barcas movidas
ávela y remo. En 1585 estaba abierta la navegación hasta'Talavera
la vieja y seguían los trabajos para continuarla hasta Toledo. Tro-
pezábase, si, con dificultades materiales y morales, debidas principal-
mente á la conñguración del terreno y á las presas y molinos de la
ribera; pero diestro y laborioso Antonelli, y auxiliado por todo el
favor del Rey, allanó en poco tiempo muchos obstáculos, hizo los
necesarios pasos ó carreros, y en i S 87 pudo ver inaugurada la nav^a-
don desde Toledo, siendo corregidor D. Perafán de Ribera. Con gene -
ral concurso de la ciudad, en 31 de Enero se bendijeron ciertas
barcas situadas bajo el puente de San Martín. Embarcaron en ellas
el capitán Cristóbal de Roda con algimos marinos portugueses y
tizcdbyGoOi^Ie
— 6o —
cincuenta galeotes, llevando un cargamento de trigo, y empren-
dieron el viaje á Lisboa, donde llegaron prósperamente. El comer-
cio toledano comenzó á lucrarse de la navegación. Pero ésta hacíase
de un modo imperfecto; ciertos pasos eran incómodos y difíciles;
los barcos sufrían daños y no podían navegar libremente. Por todo
lo cual Felipe II encomendó á su ingeniero un nuevo reconocimien-
to en la nbera y sirga con que se atajasen los inconvenientes de
una obra con tan buenos auspicios comenzada. Desdichadamente, el
ilustre Antonelli adoleció en el mismo año 1587 y murió en Toledo
en 17 de Marzo del siguiente, 1S88, con lo que pareció comprome-
terse el éxito de las obras. Sin embargo, la navegación desde ia anti-
gua corte ya estaba del todo corriente, según consta por algunos
documentos. En sustitución del difunto nombró el Rey ai aparejador
y alarife toledano Andrés García, bien enterado de los proyectos de
Antonelli; al propio tiempo escribía al jurado de Toledo Diego de
Castroverde y al corregidor D. Perafán, ordenándoles todo favor y
auxilio en la continuación de la empresa. Harto demostró García no
ser indigno de la confianza regia. Con coló y actividad recorrió el río,
hizo nuevas obras, mejoró los pasos, corrigió anteriores deficiencias,
acortó los barcos, que eran sobrado largos, y remedió los daños que
mutuamente se causaban los barcos y los ingenios de la ribera. Ha-
cia 1592 estaba la navegación tan expedita, que entre Toledo y Lis-
boa hacíase por la vía fluvial un activo comercio realzado por las
importaciones y exportaciones á Indias.
Pero el Rey aún no se sentía satisfecho; en su gran empeño por la
navegación, deseaba para ésta el mayor perfeccionamiento. Así, en
Julio de 1593, vemos á su secretario Juan de Ibarra intervenir por
su encargo en el negocio y ordenar al aparejador García y á Martín
Ibáñez una reforma general entre Toledo y Alcántara, disponiendo la
navegación en barcos menores, estrechando las carreras para conse-
guir mayor fondo, colocando compuertas, porque no desaprovecha-
ran el agua los molinos, y realizando otras obras de importancia en
que se gastaron entonces más de cíen mil ducados, Y por asegurarse
aún de que se cumpliría su firme voluntad en beneficio de estos rei-
nos, escribió en 20 de Agosto una apremiante carta al corregidor de
Toledo D. Alonso de Cárcamo (ya mencionado en otro lugar de este
discurso), dando instrucciones concretas para la rápida continuación
de las obras, mandándole «tenga mucho cuidado que se hagan con la
perfección y bondad que conviene» y que preste al encargado Andrés
García el calor y fmrnas que fuere ptenesier {143). Las órdenes del
Rey eran terminantes; los trabajos de reforma y mejora se siguieron
tizcdbyGoOi^Ie
— 6l —
por aigún tiempo, bien que con ciertas pausas. ¿Cómo, pues, y por
qué se abandonó súbitamente la navegación del Tajo en los postreros
años del siglo XVlí ¿Cómo se dejaron perder la labor de tantos años,
los caudales empleados en la empresa? Queden por el momento in-
contestadas estas preguntas, cuyo alcance llega más allá de los
muros y de los campos de Toledo. Pero no pasaré adelante sin to-
car un punto que merece especial aclaración, por afectar directamen-
te á la historia y también á la honra de nuestra ciudad: reñérome á la
actitud que ésta adoptó ante la grandiosa idea de Felipe 11.
Se ha dicho y se ha repetido que Toledo acogió mal, más aún, que
no quería, que odiaba la idea de la navegación del río; y nuestro his-
toriador contemporáneo, dando por averiguado el tal odio, le atribu-
yó, no á ignorancia, sino más bien á un sentimiento de disgusto ó
desvio hacia aquel que años antes había preferido el Manzanares al
Tajo (I44). Estriba la común creencia de la animadversión de Toledo
en una Relacióit de la navegación de Tajo escrita por Esteban de Ga-
ríbay, muy conocida y varías veces impresa, El célebre cronista, que
se hallaba á la sazón en la ciudad, añrma, escandalizado, que ésta
anduvo muy rebelde en el asunto, y que en las muchas disputas que
él tuvo sobre el particular con gentes muy graves, no halló persona
alguna, salvo Juanelo Turriano, que no abominase de la navegación
ó se riese de ella, creyéndola, por ignorancia, dañosa y mala. En las
cortes de Madrid hubo entre los procuradores diversos pareceres, pero
- sigue hablando Oaribay — dos que más contradecían una cosa tan
útil y provechosa como ésta, eran los que tenían mayor obligación
de favorecerla, que fueron los procuradores de Toledo». Ni cuando
los toledanos vieron el proyecto convertido en realidad cambiaron de
criterio, según el historiador guipuzcoano; si las barcas sufrían ave-
rías, el pueblo hacia chacota del caso; sí salían expediciones para
Lisboa, publicábanse naufragios y desgracias (i4S)- Ahora bien, ¿de>
bemos admitir ciegamente, como hasta aquí se hizo, el texto de Ga-
ribay, por obra y gracia del cual ganó para sí Toledo solemne paten-
te de necedad é ignorancia? Contesten á esta pregunta tos siguientes
hechos, que, á mi juicio, envuelven toda una rectiñcación histórica.
Había terminado su ensayo Antonelli en Enero de 15^2, subiendo
por vía fluvial desde Lisboa á Toledo. Dos días después de llegar, es-
cribía el ingeniero sus impresiones á Juan Delgado, secretario de la
Guerra, diciéndole entre otras cosas: < lalavera y loledo kan tenido un
contento grande: que ambos pueblos han venido á ver el barco, y los
hombres de buen juicio gozan de ver que S. M. quiere hacer á esta
ciudad puerto de mar, y que la felicidad de su grandeza haga lo que
tizcdbyGoOi^Ie
_ 62 —
ningún otro príncipe ha bastado hacer». El día siguiente conñrmaba
lo mismo, escribiendo á Felipe II estas palabras relativas á Toledo:
«Halo mostrado {el deseo de ver el barco] con haber salido la mayor
parte de ella á verlo; y los de buen entendimiento dan muchas gra-
cias á Dios que haya puesto en corazón de V. M. de hacerles un tan
gran bien, como esperan, de ver esta ciudad hecha puerto de mar, de
cuyo comercio esperan grande acrecentamiento y prosperidad». Me-
dio mes más tarde, insistía Antonelti sobre lo mismo, encareciendo,
en otra carta dirigida al secretario Delgado, <el contento y aplatiso que
por todo el camino han mostrado los pueblos comarcanos á estos ríos,
y en particular los lugares grandes como Talavera y Toledo* (146).
¿Vería acaso visiones el insigne Antonelli? jE^ creíble faltase á la ver-
dad en documentos dirigidos al Rey y al secretario y sobre cosa tan
pública y que tan fácilmente podía rectiñcarseí Agregúese á esto que
ni en la nutrida correspondencia de Antonelli por aquellos años, ni
en las cédulas y provisiones de Felipe II tocantes á la navegación, ni
en las cartas de otros personajes acerca de la misma, parte de lo cua '
anda impreso y parte sigue manuscrito, se alude, ni remotamente, á
esa general oposición de Joledo ó á su odio unánime á la navegación
del Tajo.
Pero aún hay mucho más. Las cortes de Madrid inauguraron sus
tareas, á las que asistían como procuradores de la ciudad imperial el
regidor D. García de Ayala Manrique y el jurado Alvaro de Madrid.
En varias sesiones debatióse, cierto, sobre el proyecto de hacer nave-
gable el Tajo hasta Toledo, y de que el reino ayudara con cien mil
ducados á la empresa. Era paladín de la idea D. Rodrigo de Mendoza,
procurador por Guadalajara, que en repetidos razonamientos no se
cansaba de puntualizar y encomiar sus ventajas; y la opinión de los
r^resentantes de Toledo no se dejó esperar, y ante las cortes fué
expuesta una y otra y otra vez de un mo io claro, preciso, terminante.
En las sesiones del 30 de Enero, del 17 y 23 de Febrero, de 12 y 15
de Mayo de 1 584, es decir, siempre que se ventiló el asunto, tanto don
García de Ayala como Alvaro de Madrid, unánimes, sin discrepar en
un ápice, apoyaron en repetidos discursos la proposición de D. Rodri-
go de Mendoza; alabaron el pensamiento de la navegación hasta To-
ledo como útii, conveniente y provechoso; abogaron por que se escri-
biera á las ciudades enviándoles le moción de Mendoza y pidiendo su
parecer sobre el asunto, y en fin, votaron á favor del repartimiento de
los cien mil ducados necesarios para comenzar las obras. Toledo, en
tanto, declaraba su sentir, conforme con el de sus representantes.
En 1 2 de Abril escribía una carta á las cortes, allí leída en la sesión
tizcdbyGoOi^Ie
- 63 —
dol t6, manifflSUnlo su conformidad con el proyecto en todas sus
partes. Dominaba entre los procuradores la idea de pedir al monarca
que para evitar los inconvenientes que podr ian seguirse á los puertos
de mar de Castilla la Vieja y Andalucía, se vedara la navegación por
el Tajo de las mercaderías que llegaban á Lisboa de Francia, Flandes
é Inglaterra. Y aquí se patentizó aún más el criterio de Toledo y de
sus diputados en el negocio que se debatía. D. García de Ayala dijo
cque se suplique á su Majestad, que en esta navegación, pues es para
hazer bien á estos reynos, no se ponga estanco ninguno en las mer-
cadurías que han de venir así de reynos estraños como de Portugal».
Más explícito, si cabe, Alvaro de Madrid reclamó cque no se ponga
estanco de ninguna provincia, y que se suplique á su Magestad que
se pueda navegar de todas y cualesquiera partes que vinieren; protes-
tando él en nombre de Toledo, suplicarlo á su Magestad conforme lo
tiene votado, y de cómo lo suplica lo pide por testimonio» (m7.)
Con tan fehacientes datos á la vista, ¿qué deberemos pensar, señores
Académicos, del consabido odio unánime de Toledo, de la terrible
oposición de sus procuradores en las cortes de Madrid y de la Rela-
ción de Garibay, fautora del entuerto? jSerá exceso declarar á la tal
Relación falaz y mentirosa y á quien la escribió hombre ignaro é in-
consciente, cuando no embaidor y falsario? Fuera ya, pues, y lejos ese
sambenito colgado á nuestra ciudad por un escritor forastero y acata-
do humildemente hasta ahora por los escritores toledanos. No; lejos de
haber sido odiada, la navegación halló buena acogida en Toledo; y bien
signíñcativo fué el alarde que hizo la ciudad de sus sentimientos en
este punto, cuando en el gran arco que dedicó al monarca, presente
á la entrada de los restos de Santa Leocadia, señalaba expresamente
aquella obra como una de sus hazañas dignas de recuerdo {14S).
Por cierto tengo que en Toledo, como en otras partes, hubo de
hallar alguna contradicción el proyecto, y no seguramente como me-
dio de patentizarse desvíos ni desdene.s. Opondrianse, si, los ignoran-
tes y rutinarios y aquellos que al porteo y tranco terrestre se dedica-
ban. Opusiéronse algunos propietarios de tierras de la ribera, pensando
que la navegación perjudicaría á sus intereses; también los dueños de
molinos y batanes, que si al principio experimentaron daños, recelan-
do sufrirlos mayores, llegaron hasta á estorbar maliciosamente la na-
vegación comenzada. Pero de donde partió la mayor oposición, opo-
sición enérgica y tenaz en que, sin embargo, no pararon mientes
nuestros escritores locales, fué de la ciudad de Sevilla. En las cortes
de Madrid, temerosos los representantes sevillanos de que la navega-
ción del Tajo comprometiera el extenso trato de su patria en bmeñcio
tizcdbyGoOi^Ie
-64-
de Lisboa y de Toledo, maquinaron, peroraron, protestaron repetida-
mente y combatieron con todas sus fuerzas el proyecto siempre que
de él se habló, primero alegando razones de sonados perjuicios al
reino y después descubriendo francamente el verdadero espíritu que
les movía. De la ciudad del Guadalquivir llegaban representaciones á
las cortes encareciendo los daños que iban á recibir Sevilla, la ha-
cienda real y el país entero. Cierto que con estas tentativas los sevi-
llanos no pudieron evitar que el proyecto triunfara por muy gran ma-
yoría ni que se realizaran las obras; pero sí consiguieron que al tráñ
co por el Taj-i se pusieran fuertes cortapisas y, abierta la navegación,
que se minoraran primero y se anularan después sus provechosos
efectos (149)- La navegación del Tajo hasta Toledo fracasó, pues, en
mi concepto, por estas cuatro causas: obstáculos naturales en el rio é
insuSciencia de las obras realizadas; hostilidad de los molineros y ba-
taneros ribereños; limitaciones impuestas al libre tranco; enemiga sis-
temática de la poderosa Sevilla. Lamentemos que ni en tiempo de Fe-
lipe II, á pesar del gran esfuerzo entonces realizado, ni nienos con los
intentos posteriores, se lograra dar cima á un pensamiento tan bene-
ficioso para Toledo, para Castilla, para el reino todo y para las dos
naciones peninsulares (150).
La industria floreciente, pujante el comercio y eñcaz cooperad:>ra
la navegación fluvial, parecía asegurado el porvenir de Toledo. ¿Cómo,
pues, se desmoronó con tan formidable caída el ediñcio de nuestra
grandeza y cómo aquella humana colmena vio en breve espacio desier-
tos sus alvéolos, dispersas sus abejas obreras? Problema es éste más
tratado que resuelto y que toca por modo directo con el de la deca-
dencia general de Toledo después del reinado de los dos grandes Mo -
narcas de la casa de Austria. Y bien que la ruina se consumara en el
siglo XVII, la importancia del asunto parece reclamar algunas pa-
labras.
Se ha creído hasta aquí que la traslación de corte dio el golpe de
muerte á Toledo, robándole de súbito todos sus medios y elementos
de vida. Sin embargo, la investigación da resultados contrarios. Mar-
chase la corte y, lejos de disminuir, la población aumenta, y lejos de
anularse, las industrias toledanas mantienen su importancia durante
los luengos años que aiin restan de vida al Rey Prudente. Para que
se acentúe hondamente la decadencia apenas iniciada, es preciso que
lleguen el reinado de Felipe III y el de Felipe IV con sus torpezas po-
líticas y sus poco acertadas medidas económicas. En la esfera guber-
nativa el sistema mercantil y en mucha parte prohibitivo sustituye
al protector templado, que era el tradicional de España desde los siglos
tizcdbyGoOi^Ie
-65 -
de la edad media, Contra lo que se creía y esperaba, la importación
de manufacturas extranjeras sucede, no obstante, á la extinta expor-
tación de los propios productos. La industria languidece, decae gran-
demente la agricultura, la miseria invade los pueblos y la emigración,
especie de sangría suelta, es su inmediata consecuencia. Arruinada la
fabricación interior, generalizase la saca de primeras materias,-que es
como fomentar el incendio apetecido por el enemigo de nuestra pro-
ducción industrial. Inténtase remediar la pobreza del erario con la
exacción de nuevos tributos, que matan la iniciativa particular sin
enriquecer al fisco (ISI). El carácter nacional en parte se bastardea,
piérdense los hábitos de trabajo, las artes mecánicas se miran con
desprecio... Acaso se dirá que estoy haciendo una pintura de la deca-
dencia de España. Parécelo asf, en efecto; pero es lo cierto que por
análogas razones por que decayó en general España, decayó en par-
ticular Toledo, barómetro en que vino á acusarse la depresión de la
grandeza nacional.
Sin duda otras causas de inferior orden concurrieron al mismo re-
sultado. Asi, fué también motivo de menoscabo para nuestra industria
local la ruinosa concurrencia de las fábricas de Sevilla, Granada, Va-
lencia y Murcia. En cambio, debe desecharse la opinión, otro tiempo
.icreditada, según la cual Toledo comenzó á decaer y aUn á despo-
blarse al mismo tiempo que empezó á tener ordenanzas y leyes gre-
miales (152): afírmación que pugna con la verdad histórica, como se
observa comparando las fechas de promulgación de aquellas ordenan-
zas con los períodos de florecimiento de determinadas industrias.
Cierto que nuestras ordenanzas fueron impotentes para remediar el
daño, mas esto no basta para cargarlas con el peso de culpas que no
tuvieron. Ya lo observó Martin Camero; sin las ordenanzas y á pesar
de ellas, la ruina de la ciudad imperial se hubiera realizado, pues ni
los esfuerzos de un pueblo entero podían detener el curso de aconte-
cimientos como los que la arrastraron en su impetuosa corriente.
(Enferma si no muerta la industria nacional— dice nuestro moderno
cronista, — ¿qué vida habla de alcanzar á la industria toledana? Desier-
tos los talleres y mercados en toda España, mermada por todas partes
|a población al compás que minoraban los recursos y los medios de
subsistencia, ¡qué extraño es disminuyese también el vecindario de
Toledo y que emigrasen sus moradores en busca de salarios y ocu-
pación á otros puntos, principalmente á la corte, ya establecida en
Madrid, donde acudían á consumir los restos de su fortuna las fami-
lias nobles, que antes residían de continuo en sus antiguos sola-
res?» (T53).
tizcdbyGooi^Ie
— 66 —
Dejando ya á un lado melancólicas consideraciones — lacrymts re-
rum para la Toledo contemporánea, sombra de otra Toledo próspera
y feliz,— ocupe ahora la mente el recuerdo de lo que fué para ella
más sustancial y propio en el siglo de Carlos V y Felipe II, que es
también el siglo de Garci-Lasso y del Greco: el pueblo con sus cuali-
dades y costumbres; los claros varones que la honraron; sus sabiosy
escritores; sus artistas y monumentos.
Asi como en el gobierno debe verse aquello que constituye las
sociedades y las convierte en cuerpos políticos, debe buscarse el
espíritu y la esencia de pueblos y sociedades en las instituciones y
gobierno por que se rigen. Asentaba en el siglo XVI el gobierno de
la toledana república sobre las bases fijadas en 1421 por Juan U y
en 1477 por los Reyes Católicos, bien que con modificacionaa que no
atañían á lo esencial de la organización. £1 corregidor, justicia ma-
yor á la vez, asumía el poder absoluto en lo civil y criminal de la
ciudad y su tierra. Los regidores, constituidos en Ayuntamiento, te-
nían, como el vocablo lo declara, el supremo poder de gobernación y
regimiento, y los jurados, elegidos por las colaciones ó parroquias,
eran procuradores generales de la república y como cuerpo fiscaliza-
dor y moderante de los actos del corregidor y Ayuntamiento (154).
Con tal constitución, si extraña en Toledo, naturalizada allí después
de un siglo de ejercicio, la máquina local funcionaba regularmente,
aunque no faltaron viciosas prácticas á que solía conducir el sistema,
no bien aplicado. Pero si la institución del corregimiento debilitó en
mucha parte la autonomía municipal, no fué raro en Toledo ver á los
Corregidores asociados á obras que entrañaban verdaderos adelantos
y progresos. Peores consecuencias tuvo para la ciudad el permanente
dualismo representado por ambos Cabildos. Ya desde el siglo XV ha-
bían surgido frecuentes diferencias entre regidores y jurados, que se
acentuaron en el XVI más de lo conveniente, trocándose algunas ve-
ces en hostilidad manifiesta. Sobre asientos y residencias, sobre ren-
tas de Propios, sobre admisión de jurados en el Ayuntamiento, de-
signación de procuradores á cortes, de oficiales y mayordomos y so-
bre muchas cosas más, unas de importancia, otras de menor cuantía,
hubo ruidosas informaciones, excisiones y pleitos queconsumían cuan
to de la hacienda municipal habían respetado lo excesivo de los gas-
tos y los litigios con entidades extrañas (15S).
Cierto que en estas disensiones solían interponerse, no sólo el espí-
ritu de corporación ó de clase, sino el de linaje ó familia, tan intenso
entre nuestros antepasados y de acción tan poderosa en la vida y
suerte de los pueblos. Célebre fué la rivalidad entre las dos príncipa-
tizcdbyGoOi^Ie
-67 -
les casas de Toledo, la de Ayala y la de Silva, que en el siglo XV y
Á principios del XVI dividió á la ciudad en dos grandes bandos ene-
migos que solían dirímir sus contiendas en las calles y cruentamente.
En el período que me ocupa, la importancia de aquellos bandos ha-
bíase atenuado mucho con la mayor suavidad en las costumbres y
robustez de la autoridad real. Pero si no como antaño en asonadas y
refriegas, la añeja enemistad entre ambas familias, parientas y riva-
les, tradujese aún durante toda aquella centuria en querellas y alter-
cados dentro de los' Cabildos seglar y eclesiástico, en intrigúelas me-
nudas ó en piques y bizarrías en las ñcstas públicas. Y aún no termi-
nó con el siglo XVI aquel estado de ánimos si, como añrma nuestro
historiador local Narbona, que escribía en el siglo XVII, los bandos
de Silva y Ayata duraron hasta sus días (156).
Fué Toledo muy señalada por las buenas partes con que se veían
favorecidos sus hijos. Los escritores de nuestro siglo de oro encare-
cen en los toledanos el peregrino entendimiento, el vivo y excelente
ingenio, el amor á las buenas letras, la habilidad para las artes, la
añción al estudio de las ciencias y la facilidad para componer come-
dias y farsas (157). En las toledanas encomian sin rodeos la gran
belleza y honestidad, la discreción y el donaire en el decir. Según Cer-
vantes, Toledo tenía fama de tener las más discretas mujeres de Es-
paña, y en que andaban á la par la discreción y la hermosura (IS8).
Estas amables cualidades realzábanse con la bondad de una locución
limpia y sonora. El castellano de Toledo y de su tierra considerábase
de siglos atrás como la expresión más correcta de nuestro idioma; y
con razón los toledanos presumían de ello, juzgando á su patria «me-
tro de la lengua castellana> (IS9).
Casi huelga decir que eran aquellos naturales, como en general
los españoles, gente cristiana, pía y honrada. Pedro de Alcocer alaba
en su Historia la virtud y el recogimiento de la clerecía y la gran de-
voción de los ciudadanos en misas, sermones y sacramentos, «tanto —
dice— que en esto parece de continuo semana santa* (j6o). La llane-
za, cortesía é índole hospitalaria do los toledanos encomiadas anda-
ban en conversaciones y en letras de molde. En las otras calidades y
defectos, en las costumbres públicas y privadas, fué Toledo, como no
podía menos de suceder, reflejo de la raza y de la época, tanto más,
cuanto que era de las principales ciudades del reino y de población
más heterogénea. La nobleza, el clero, la gente de curia y el pueblo
entregados á sus ocupaciones, deportes ó devaneos, eran sujeto ade-
cuado para ejercitar el talento del novelador costumbrista; así no es
de extrañar que nuestros más grandes literatos de los siglos XVI
tizcdbyGoOi^Ie
— 68 —
y XVII buscaran con tanta' frecuencia en la vida social toledana argu-
mentos y personajes para sus invenciones, trazando á las veces cua-
dros de maravilloso realismo que, si nos deleitan con su amenidad y
su gracia, hácennos vivir con aquella sociedad de que son como prue-
bas documentales (i6i).
Un literato toledano del siglo XVI, el licenciado Sebastián de Ho-
rozco, nos dejó en cierta poesía suya un triste cuadro, y de harto vi-
vos colores, de lo que era Toledo en 1 560, en que escribía, que no se
compone bien con las frases estampadas por Alcocer. Según aquel
escritor, en nuestra ciudad reinaba entonces gran soltura y disolución
de costumbres. Pululaban las mozas de fortuna, admirando á los hom-
bres de bien con su escandaloso lujo; los ladrones y truhanes eran en
infínito número; los jugadores, charlatanes, paseantes y gente baldía
formaban legión inacabable; en ñn, por calles y posadas bullía un
ejército de pretendientes y catarriberas, de raídas ropas y famélicos
estómagos, pesadilla de los poderosos y peste de la república (162),
Acaso la pintura es exagerada; pero téngase en cuenta que á la sa-
zón hallábase en Toledo la corte muchos meses había, y á su ca-
lor, toda una tropa de advenedizos dedicados á sus lícitas ó ilícitas
granjerias, que en ningún caso podían confundirse con la población
indígena y sedentaria.
Las ñestas religiosas y principalmente las procesiones eran, consi-
deradas desde su aspecto popular y pintoresco, de lo más curioso y
castizo dentro de la vida toledana. Las grandes solemnidades del día
del Corpus Ckristi y de la Virgen de Agosto y sus respectivas octa-
vas fueron famosas dentro y fuera de Toledo, y en brillantez y mag-
niñcenck podían sufrir la comparación con las más sonadas de otras
ciudades, como dispuestas por el opulento Cabildo de la iglesia pri-
mada, que no omitía gasto que las comunicara mayor lustre. For-
mando parte del programa de aquellos días y emparejadas con las
graves ceremonias de nuestro culto, eran de ver entonces las másca-
ras y diversas maneras de danzas, ya alegórico-morales, ya mitológi-
cas ó simplemente populares, que se ejecutaban en las procesiones,
ante la Virgen del Sagrario ó en el mismo coro de la catedral; los
autos y comedias sacras que, representadas por los farsantes más en
boga, alborozaban, cuando no movían á devoción al pueblo, sencillo
y creyente (163). La excesiva añción á cofradías y hermandades lleva-
ba á los toledanos no escasa parte de su tiempo y de su hacienda.
Entrañaban aquéllas un carácter tan religioso como social y benéfico,
y muchas eran privativas de determinados gremios y oficios. Con mo-
tivo de la fiesta de la advocación ó del santo titular, en las procesio-
tizcdbyGoOi^Ie
- 69 -
nes, en los festejos públicos y en todos los actos en que el nombre de
la cofradía había de sonar para algo, era de ver el rumbo y aun la
prodigalidad con que mayordomos, hermanos mayores y cofrades
procuraban realzar á su cofradía, ó humillar á la rival ó á la vecina,
empeñándose en gastos ruinosos que hasta trascendieron como cosa
vulgar y corriente á la local paremiología (164). Pero junto á estos
jactanciosos alardes, descollaba muy vivo entre aquellos ciudadanos
el sentimiento de caridad, virtud que resplandeció siempre en Toledo
de muchas maneras, haciendo objeto de su solicitud y cuidados al
expósito, al indigente, al encarcelado, al justiciado, al viandante y pe-
regrino, al demente y al enfermo de cualquier género de dolencia.
Arzobispos, corporaciones y particulares, nobles y plebeyos, fundaban
ó sostenían hospitales, asilos y casas de caridad, que entre grande-s y
pequeños, opulentos y modestos, llegaron en i S75 al número de vein-
te y siete.
Esla observadón de las costumbres y recreos populares mejor
fuente de conocimiento en su línea y más provechoso maestro que
todo un curso de explicaciones ó toda una biblioteca de libros. Nues-
tros antiguos toledanos dejábanse conocer de cuerpo entero cuando,
abandonando la quietud del hogar, trocaban la cotidiana labor por la
regocijada ñesta ó el público paseo. Ora en el famoso Zjcodover, ora
en el ccampo deMarzal, entonces jardín de toledanas bizarnas» (165},
en la Vega, en la Huerta del Rey y en las Vistillas de San Agustín,
tan celebradas por Cervantes y Quevedo, movíase en días festivos ó
de huelga la muchedumbre ávida de sol, de aire y de esparcimiento:
el hidalgo junto al menestral, la dama linajuda junto á la humilde
artesana, el prebendado ó el reverendo fraile entre el rico mercader
genovés y el veterano recién llegado de Italia ó de Flandes. Las Vis-
tillas, principalmente, tuvieron tal renombre, que los escritores foras-
teros mentábanlas como una de las mayores curiosidades dignas en
Toledo de ser visitadas. A aquel apacible lugar acudían en las sere-
nas lardes del invierno ó en las noches del estío caballeros y matro-
nas, doncellas y galanes á platicar, á desenfadarse, á cortejar, á re-
crear la vista en las bellas perspectivas del manso Tajo y sus frondo-
sas riberas, de la galana Vega y pintorescos cigarrales. Hacia mediados
de aquel siglo los gustos de la gente elegante cambiaron, y el antes
favorito paseo vino á ser punto de cita de gente ociosa y perdida; pero
en 1576 el celoso corregidor Gutiérrez Tello lo compuso y aderezó
con esmero, logrando que las Vistillas de San Agustín recobraran su
antiguo prestigio como sitio predilecto de solaz para la alta sociedad
a (166).
5
tizcdbyGooi^Ie
— 70 —
Ya en la continuación de este discurso habránse advertido las pre-
ferentes inclinaciones de los toledanos en punto á i'ecreos y festejos.
Las fiestas de toros y juegos de cañas, que se celebraban en Zocodo-
ver; los fuegos de artificio (regocijo de la plebe), de que en Toledo ha-
bía muy hábiles inventores (167); las luminarias danzas y músicas,
carreras de palto, juegos de sortija, de naranjazos y otros análogos;
los torneos, las máscaras y cabalgatas, ofrecian en las grandes oca-
siones y solemnidades grata pausa y descanso dentro de las ordina-
rias tareas, alterando la monotonía de una vida harto uniforme. Pero
entre los gustos preferentes de aquellos ciudadanos hállase uno cuya
mención no debe omitirse: la afición á las co.-nedias y á toda suerte
de representaciones dramáticas. Cuando en determinados tiempos del
año se anmiciaban funciones de aquel género á cargo de algún afa-
mado comediante, acudía diligente la multitud, y no en corrales y
teatros, sino al aire libre, en la plaza del Ayuntamiento ó en el llama-
do MesíSn de la Fruía, sin decoraciones ni tramoyas, seguía el .buen
pueblo los incidentes de la farsa, alborozábase con el chistoso entre-
més ó el regocijado paso, y se compungía y movía á piedad con la
comedia devota. Así admiraron los toledanos á mediados del si-
glo XVI á Lope de Rueda, que con su compañía visitó repetidas veces
la ciudad, dando á conocer su repertorio y las comedias á la sazón
más celebradas, ó aplaudieron á otros farsantes también forasteros
que, como Rodríguez, Saldaña, Velázquez, Osorio, Villegas y Ríos,
hay noticia de que lucieron allí su habilidad por aquellos años y los
sucesivos. Y cuenta que la devoción de los toledanos hacia el arte
dramático no se ceñía tan sólo á asistir á sus representaciones como
oy&ntes. Toledo tenía en el siglo XVI bien ganada fama de producir
los mejores autores y comediantes; asi y aun en términos más atjso-
lutos lo afírma el ameno autor del curiosísimo Viaje entretenido que,
como del oficio, conocía bien !a materia deque trataba (168}. A aque-
lla falange toledana del histríonismo perteneció el famoso Navarro, á
más de insigne comediante, poeta, «el primero que inventó teatros'»
(según Agustín de Rojas), sucesor de Lope de Rueda, gran compone-
dor de tramoyas é inimitable, decían, en el papel de rufián cobar-
de (169). Toledanos eran los dos Cürreas, según Cristóbal-de Villalón
extremados en su arte, que lucían en las funciones sacro-profanas or-
ganizadas por cuenta de la santa iglesia (170). Ni deben quedar en el
olvido entre los histriones toledanos del siglo XVI el famoso Ángulo,
encomiado por Rojas, Solano, Quirós, Miguel Ruiz, Marcos Ramírez
y Loyola, que con otros de menos nota compartieron por aquel tiem-
po el favor de nuestro público, cultivando con aplauso el arte de Talía.
tizcdbyGoOi^Ie
— 71 —
Culta costumbre fué en aquel siglo, como también en los siguientes,
la de las reuniones ó academias literarias, y no podían faltar en Toledo,
centro intelectual acaso el más importante del reino. El magnífico
canónigo D. Diego López de Ayala, vicario de la iglesia toledana,
bibliófilo y cultísimo literato, reunía en su casa, convertida en biblio-
teca repleta de selectos libros, á sabios y hombres de letras. Muy se-
ñaladas fueron en los últimos lustros del siglo XVI y primeros del
siguiente las reuniones que en su suntuosa morada celebraba el conde
de Fuensalida, D. Pedro López de Ayala. En aquella verdadera aca-
demia, de que era presidente, sobresalían por sus naturales dotes
Luis Quiñones de Benavente, años adelante tan acreditado; Mateo
Montero, de excelentes y graciosos conceptos; José de Medina Abas-
co, sonoro y elegante; D . Juan Baca de Herrera, terso y grave; Ga-
briel de Barrionuevo, estimadísimo autor de entremeses; D. Diego
Duque de Estrada, famoso por su vida aventurera y novelesca, y
otros muchos caballeros y literatos, en su mayor parte toledanos, que
en casa del noble procer ejercitábanse, no sólo en lances de ingenio,
sino también en las armas, en el justar y tornear, en la sortija, en las
cañas y en los toros (171).
Éstas y otras academias, á que sólo los privilegiados podían asistir,
solían trascender de cierto modo al exterior cuando, con ocasión de
faustos acontecimientos, se organizaban justas poéticas ó concursos
literarios. Llegados tales casos, anunciábase el certamen por pú-
blicos edictos, fijándose los argumentos de las composiciones, seña-
lándose los premios y designándose los jueces. Concluso el plazo y
hechas las calificaciones, celebrábase el triunfo de los vencedores
en acto público á que daba realce cuanto de notable encerraba Tole-
do en alcurnia, belleza, letras y armas. Brillante fué entre todos el
certamen ó ludo literario, que con motivo de la recuperación de los
restos de San Eugenio celebró en 1565 el Colegio de Santa Catalina,
Universidad de Toledo, en que fueron jueces el deán D. Diego de Cas-
tilla y dos insignes figuras de la Iglesia española, D. Diego de Cova-
rrubias y Honorato Juan, obispos respectivamente de Segovia y de
Osma. En 1587 hubo entre las fiestas de la entrada del cuerpo de
Santa Leocadia otro certamen poético muy concurrido, y en que se
otorgó gran número de recompensas (172).
Eran los toledanos del siglo XVI, como generalmente lo son hoy
mismo, á ratos aficionados á la vida del campo y á trocar así breves
horas ó días las ocupaciones de la ciudad por el reposo y esparci-
miento con que sus pintorescos contornos les brindaban. A aquella
natural inclinación debieron de contribuir, según ya observó Martín
tizcdbyGooi^Ie
— 72 -
Gamero, amén de los hábitos heredados de los árabes, la estrechez y
escasa ventilación de calles y viviendas y el excesivo apiñamiento
del caserío. Procuraron de antiguo los ciudadanos desquitarse de estas
molestias cuando sus quehaceres lo permitían, y principalmente en el
siglo XVI creció la añción al campo en todas las clases sociales,
desde el Arzobispo al ciudadano medianamente acomodado, y en los
rededores de la ciudad, asi en la ribera como en los altos cerros y
pelados riscos, multiplicáronse las quintas, cortijos y casas de recreo,
famosas desde aquella centuria con el nombre de cigarrales {lyí)-
Allí, en aquellos deleitosos sitios en que la madre Naturaleza convida
perennemente con dulce calma, con puros aires, suavísimos aromas
y risueñas perspectivas, en tiempo de primavera ó en los apacibles
días del otoño, divertían los toledanos el fatigado ánimo, celebraban
ñestas y banquetes, organizaban partidas de caza, conmemoraban
felices acontecimientos y en suma reparaban las brechas abiertas en
alma y cuerpo por los rudos combates de la existencia. Si esto no
bastase para comprobar la importancia que en la vida de nuestro
pueblo alcanzaron los cigarrales, prestaríansela harta los recuerdos
históricos que á su nombre van unidos. En ellos, nuestros sabios,
historiadores y literatos del siglo de oro entregábanse al descanso,
reponían las gastadas fuerzas, juntábanse en intelectuales ágapes,
trocaban el grave estudio y la ülosóñca disertación por el ameno trato
con las musas. Al vagar por aquellos campos y c^ros asaltan la mente
el recuerdo de Juan de Vergara, de Alvar Gómez de Castro, del P. Ma-
riana y de tantos otros hombres ilustres que certificaron práctica-
mente su amor á los cigarrales, frecuentando sus sendas y vericuetos
y escribiendo en la rústica soledad algunas de sus inmortales obras.
También el natural deseo de expansión juntamente con lo vivo del
sentimiento religioso dieron calor en el siglo XVI á la añción á rome-
rías y ñestas que en algunos santuarios extraurbanos se celebraban.
Eclesiásticos, seglares y cofradías aumentaron por aquel tiempo el no
escaso número de ermitas labrando otras nuevas, cuyas advocaciones
y santos titulares celebraba con su presencia el pueblo, tan devoto
como amigo del bureo. Hurtado de Toledo consignaba esta multipli-
cidad de ermitas en su útil Memorial, muchas veces ya mencionado;
«y plega á Dios — añadía— sea para devoción y no para ocasión de
üvertad á las mugeres que deben estar recogidas ó para instrumento
de algunos devotos vagamundos» (174).
Creo dejar bien sentado que en Toledo no ctmcluyS todo, como al*
guien ha dicho, después del vencimiento de las Comunidades. Tole-
do en el siglo XVI tiene historia propia, que no por esperar aún el
tizcdbyGoOi^Ie
- 73 —
historiador, deja de ser interesante. La política registra en sus anales
notables sucesos en la ciudad acaecidos. La Iglesia mantiene siempre
la importancia y grandeza de la venerable sede enaltecida por tan-
tos varones sabios y santos. La agricultura, la industria, el comer-
cio y las demás fuentes de riqueza pública aún conservan su cau-
dal y caudal abundante. En el alma del pueblo viven lozanas las cua-
lidades y costumbres, las inclinaciones y preferencias que bastan á
afirmar la personalidad colectiva. Cierto que Toledo decae al cabo
como núcleo político, como capital efectiva de la Monarquía, como
punto estratégico incompatible ya con los progresos de la moderna
ciencia militar, y en fin, como centro productor y comercial; pero con
creces halla compensaciones que renueven ante la posteridad su glo-
ria en los esclarecidos varones que dio al Estado, á la milicia y á la
Iglesia, en la egregia falange de sus sabios, ora teólogos, ñlósofos, ju-
risconsultos ó humanistas, en sus historiadores, en sus castizos ha-
blistas y poetas, en los artistas á quien amorosa acogió ó á quien sir-
vió de cuna, y en los monumentos que surgieron en su suelo cuando,
si España marchaba á la cabeza de las naciones, por tradición y por
derecho aún era Toledo cabeza de España. Bien dijo un elegante es-
critor contemporáneo juzgando sintéticamente la harto ponderada de-
cadencia de Toledo en el siglo XVI, que cal declinar el astro de su
grandeza cobró tan dorados y luminosos reflejos, matizó su horizon-
te de tan vivos celajes, derramó por su ambiente tan perfumada brisa
y tan serena y apacible calma, que la decadencia tomó visos de pu-
janza y la tarde se ostentó más bella que el mediodía» (I7S)-
Toledo, ilustre por su historia, era ilustrisima por los merecimien-
tos de sus hijos. Entonces brillaron por sus ínclitas virtudes toleda-
nos tan venerables como el doctor Martín Ramírez de Zayas, catedrá-
tico de Prima de Teología en nuestra Universidad y fundador de la
capilla de San José; de tan inculpable vida, que se trató de elevarle á
los altares; el jesuíta Juan Bautista de Segura, insigne mártir de Cris-
to; Fr. Melchor de Hiebra, varón de singular santidad, que floreció mu-
chos años y murió en el monasterio de San Juan de los Reyes; los
siervos de Dios Fr. Juan de Santiago y Fr. Diego de Yepes que, ri-
cos de virtudes, fueron ejemplo del monasterio de la Sisla, y (por no
alargar la lista) el clérigo García de San Pedro, tan admirable en la vida
activa como en la contemplativa, varón humildísimo y gran enamora-
do de los pobres enfermos, á quienes consagró su existencia en el Hos'
pital del Rey, ejerciendo con ellos los oficios más bajos y arrostrando
las más repugnantes dolencias. Entre las claras y virtuosas toledanas
de la época no sería bien omitir en esta breve nómina á Mencia de
tizcdbyGoOi^Ie
- 74 -
San Pablo y á D.' Ana de Zúñiga, santas religiosas del monasterio
Jerónimo de San Pablo, y á D.' Aldonza Carrillo, Condesa de Fuensa-
lida, que viuda y joven, despreciando riquezas y honores mundanales,
recogióse con gran admiración de la ciudad á aquel monasterio, en
que fué dechado de perfección y modelo de Prioras.
No fuera corta la iista de los prelados que, nacidos en Toledo, ilus-
traron con su ciencia ó con sus dotes de gobierno las diócesis espa-
ñolas en el siglo XVI; pero desentendiéndome de casi todos, sólo
mencionaré á muy pocos. Así, pues, toledanos fueron Fr. Francisco
Ruiz, secretario y compafiero del Cardenal Cisneros, del Consejo real
y Obispo de Avila, y D. Pedro de Ayala, del Consejo rea! también,
docto deán de Toledo y Obispo de Canarias. Toledanos, igualmente,
dos nobles personajes. Cardenales, Arzobispos de Sevilla é inquisido-
res generales ambos, que en la diócesis hispalense dejaron grato
recuerdo. D. Alonso Manrique de Cárdenas, hombre de relevantes
condiciones, que estuvo á punto de ascender á la sede de Toledo á la
muerte de Fonseca, y D. Femando Niño de Guevara, doctísimo juris-
consulto y aficionado á las buenas letras, que en la culta Sevilla fo-
mentó la añción á las academias literarias.
La nobleza toledana dio en aquellos reinados á las armas y á la
política esclarecidos personajes, que por sus prendas y condiciones
obtuvieron elevados cargos y merecieron la confianza de los reyes.
Las historias genealógicas de los Silvas, Ayalas, Rojas, Toledos, Pa-
dillas y de otros linajes entonces en la ciudad arraigados, pudieran
surtir de ejemplos y proporcionar nombres. No van por ahí ahora mis
propósitos. En cambio, puesto que no les rodeó la aureola que presta
la sangre ó la posición social, no dejaré de mentar á dos toledanos,
humildes cuanto heroicos: los soldados Miguel de Salas y Andrés de
Toro, primeros españoles que entraron en La Goleta, gloriosamente
conquistada, en 1535, por Carlos V.
Toda medalla tiene su reverso, y en el reverso de nuestra medalla
debe colocarse á otro toledano del siglo XVI, célebre también, aunque
célebre tristemente: Gabriel de Espinosa, el pastelero de Madrigal, á
quien tan cara costó su bellaquería ó su ansia de grandeza. Preso y
sentenciado, declaró ser «natural de Toledo, sin conocimiento de pa-
dres, de los echados en la piedra, y que la santa iglesia piadosa
cría» (176),
Gloriosa era la tradición científica y literaria de Toledo desde el
tiempo de los godos. Durante el período árabe los musulmanes, y
después de la reconquista de la ciudad hasta el término de la edad
media cristianos y judíos, cultivaron, en armónico consorcio, el árbol
tizcdbyGooi^Ie
— 75 —
de la ciencia, adiestráronse en el estudio y en la enseñanza y dejaron
á su paso un como provechoso sedimento, que á la menor alteración
debía dejar sentir sus efectos nuevamente. Esto ocurrió al sobrevenir
ese gran fenómeno histórico conocido con el nombre de Renacimiento.
La patria de Alfonso X hallábase bien preparada, era terreno abonado
para que germinara la semilla que encerraba en su seno, y la cosecha
llegó, sobrepujó las mayores esperanzas, temprana, copiosa, excelente.
A este resultado contribuyeron grandemente dos hechos que en la
historia literaria de Toledo tienen capital importancia: el estableci-
miento de la imprenta y el del colegio de Santa Catalina, convertido,
poco después de nacer, en Universidad real y pontificia. Una reseña
de tan feliz período para nuestra ciudad quedaría incompleta de
no consagrarse algunas líneas á aquellos poderosos vehículos del pro-
greso intelectual.
Introducida la imprenta en Toledo acaso antes del año 1480, vé-
rnosla prosperar bien pronto. Cultivado el noble arte por los Hagem-
bach y Villaquirán, y sobre todo por Arnao Guillen de Brocar, nues-
tra imprenta pónese á la cabeza de !a española, y de las prensas tole-
danas salen bellísimos libros, que por sus condiciones tipográficas
sufren el parangón con los mejores productos de aquel arte en
España y fuera de ella. La primera mitad del siglo XVI es la edad de
oro para la imprenta en Toledo. Los impresores antes mencionados y
otros más, tales como Remón de Petras, Gaspar de Avila, Hernando
de Santa Catalina y Juan Ferrer, lucen su rara pericia en el arte y su-
ministran á toledanos y extraños abundante pasto intelectual, libros
de devoción, obras de historia y de literatura y buen golpe de libros
de caballerías. Durante la segunda mitad del siglo nuestra imprenta
consérvase á digna altura. En manos de tres dinastías de impresores,
los Ayala, los Guzmán y los Rodríguez, defiéndese, por lo general
con éxito, y sólo en el siglo XVII entra en franca decadencia, al igual
que en los demás centros de la Península (177).
El establecimiento de la Universidad coadyuvó también poderosa-
mente á la restauración en Toledo de las letias y las ciencias. Antes
que Alcalá de Henares tuviera la Universidad famosa y Salamanca
SU9 tres últimos colegios mayores, un sabio y virtuoso canónigo y
maestrescurla de la iglesia primada, el Dr. D. Francisco Alvarez de
Toledo, había fundadoy dotado, en el siglo XV, el colegio de Santa
Catalina, para particular enseñanza de eclesiásticos. El colegio pros-
peró pronto, en términos que ya en 1520 adquiría el rango de Uni-
versidad, mediante letras apostólicas por las que León X concedía
facultad de conferir grados, con todas las demás preeminencias pro-
tizcdbyGooi^Ie
— 76 —
pías de la Universidad de Salamanca y de las otras del reino. Pero
como la concurrencia y el crédito del establecimiento crecieran mucho
en relación al escaso número de cátedras y cortedad de recursos,
plugo á la Providencia deparar á la Universidad un protector genero-
so en D. Bernardino de Alcaraz, sobrino del fundador y como él maes-
trescuela y canónigo de Toledo. Híciéronse nuevas constituciones,
acrecentáronse las rentas, aumentáronse y se dotaron más largamen-
te las cátedras, y el estudio, tan modesto en sus comienzos, convir?
tióse en muy acreditada escuela, donde la Teología, los Cánones,
el Derecho civil, la Medicina, las Artes, la Retórica y el griego se
explicaban por doctos maestros con gran provecho de la juventud de
Toledo y de otras partes. Así aconteció que, en la segunda mitad del
siglo XVI, llegaban ya estudiantes de muchas Universidades á incor-
porarse á la toledana y los grados de licenciatura y doctorado se ce-
lebraban en ella con tanta y aun mayor pompa y solemnidad que en
las más famosas de España. Por sus aulas pasaron, como maestros ó
como estudiantes, muchos y bien dotados ingenios, y ellas dieron á la
Iglesia y á la Patria considerable número de prelados y hombres ilus-
tres (17S). En ñn, á tal altura se puso, que, si hemos de creer á im
escritor de fines del siglo XVI, la Universidad de Toledo pareció poder
competir con los colegios de Santa Cruz, de Valladolid, y Santo To-
más, de Sevilla, y aun con las Universidades de Alcalá y Salaman-
ca (179). No sólo aquel establecimiento difundió en la ciudad el cultivo
de ciencias y letras, que otros vinieron á secundarle en la consecución
de tan nobles fines. D. Bernardino Zapata y Herrera, canónigo y ca-
piscol de la iglesia primada, inspirándose en el ejemplo del ilustre fun-
dador del colegio de Santa Catalina, de quien era pariente, fundó á
su vez, en 1 568, el Colegio de San Bernardino, para cierto número de
teólogos y juristas que seguían sus estudios en la Universidad. En fin,
el Cardenal Quiroga fundó en 1 583 el Colegio de San Eugenio, dotado
liberatmente por los hermanos D. Pedro y D.' Estefanía Manriqí^e de
Castilla y en el cual dábase con utilidad notable la enseñanza de las
humanidades por ios padres de la Compañía de Jesús, á quien estaba
confiado.
Espántase el ánimo al considerar el número y calidad de escritores
que en el siglo XVI produjo Toledo, y que con sus escritos, inmorta-
les muchos de ellos, alzaron á su ciudad más preclaro monumento
que cuantos en mármoles y bronces puedan cifrar su nobleza. En
ese monumento ideal, digno de largo y minucioso examen, destá-
canse las graves figuras de los teólogos, como descuella la ciencia
de Dios entre el nutrido coro de las que hacia las criaturas dirigen sus
tizcdbyGoOi^Ie
— n —
investigaciones. Marcha á la cabeza de ellos Alfonso Salmerón. Hom-
bre doctísimo, escritor fecundo, eminente exégeta, fllósofo, compa-
ñero en París de San Ignacio y uno de los jesuítas más famosos de
su siglo, mereció de sus contemporáneos unánimes elogios. De él
decía Paulo Itt que jamás vio en un joven tal prudencia, tan sólida
virtud ni mayor sabiduría. Así no es de extrañar que entre los siete
teólogos designados por el Papa concurriera á Trente, en cuya au-
gusta asamblea brilló como pocos y dejó sentir hondamente su in-
fluencia, y que, honrado con la confianza pontiñcia, cumpliera deli-
cadas misiones, peregrinando por Europa é ilustrando á Italia, Fran-
cia, Flandes, Alemania, Polonia, Irlanda y Escocia. Eximio teólogo
toledano fué también Fr. Dionisio Vázquez, varón de los más sabios
de su época, gran escriturario y comentarista, honra de las Universi-
dades de Paris, Toledo y Alcalá, primer catedrático de Biblia en esta
última y muy estimado por León X y Carlos V. Clarisimo teólogo
fué, á más de buen jurisconsulto, hagiógrafo y comentarista, Martín
Alfonso Vibaldo, gloría del Colegio de Bolonia, en que fué maestro.
Jerónimo de la Rúa, catedrático de nuestra Universidad, mostróse
profundo teólogo en sus tratados de controversia. Tres franciscanos,
que llevaron el nombre de su santo patriarca, son para recordados: fray
Francisco de Sosa, gravísimo catedrático de Teología en Salamanca,
que trató en sus escritos diversos puntos teológicos y de disciplina;
Fr. Francisco de Rojas, predicador de gran fama y autor de varios
opúsculos y libros espiritua'es, y Fr. Francisco de Guzmán, que enal-
teció en un tratado insigne el sacerdocio y el celibato, atacados por
los herejes. Juan Ruiz de Herrera fué autor de un voluminoso trabajo
de exposición general de la Biblia, y Fr. Juan de Guevara comentó
con gran doctrina los cuatro libros Sefüentiarrtm. Toledo dio en el
siglo XVI á la sociedad de San Ignacio teólogos que siguieran los
pasos del gran Salmerón, ya que no pudiesen emularle. Cuéntase en
este número á Alonso de Pisa, quien, á más de consumado teólogo,
fué canonista, médico y filósofo aristotélico, sobre gran apologista y
polemista que en Alemania y Polonia riñó rudas batallas en pro de
la verdad católica. Jesuítas fueron, asimismo, Juan Fernández, varón
tan espiritual como docto en letras griegas y hebreas, expositor de
las sagradas escrituras; Alfonso de Castro, comentador de Clemen-
te VIH; Pedro Ximénez, que ilustró á Austria y á Stíria como orador,
polemista y escritor apologético, y Alfonso Gómez, que escribió en
lengua tagala tratados religiosos para uso de los ñlipinos, á quien adoc-
trinaba. Dejando á un lado, en fin, otros nombres, mencionaré á dos
ilustres teólogos que, nacidos en el siglo XVI, florecieron en el XVII:
tizcdbyGoOi^Ie
- 78 -
Luis Belluga, catedrático de la Universidad toledana, y el fecundí-
simo Tomás Hurtado, que fué también moralista y filósofo tomista y
aristotélico.
Numeroso se ofrece el grupo de nuestros escritores ascéticos y mo-
ralistas, y en extremo importante fué su concurso á la gran corriente
de la literatura española dentro de aquel género. Con tan castiza
forma como severo fondo compuso su Afonía del tránsito de la muerte
el maestro Alejo Vanegas, que fué también gramático y filósofo de la
escuela independiente, como lo demuestra su Diferencia de libros que
hay en el mundo. Insigne sujeto fué D. Juan Horozco de Covarrubias,
Obispo de Agrigento y después de Guadix; su fama, más que en los
libros espirituales y morales que escribió, con ser muy apreciados,
ciméntase en su Tratado de la verdadera y falsa propkecia, en que fus-
tigó el furor milagrero y pseudo-profético, tan en moda en su tiempo.
El grave jesuíta Luis de la Palma, nacido en el siglo XVI, publicó en
el XVII su Historia de la Sagrada Pasión, en que, ciñéndose al relato
de los cuatro evangelistas, nos dejó un modelo de elegancia y bien
decir en nuestro idioma. Entre esta copiosa fa'ange deben señalarse
también: Pedro Sánchez de Acre, que en sus discretos tratados filosó-
flco-morales encomia las virtudes cristianas como las excelencias de
los filósofos gentiles; Diego de Yepes (distinto del biógrafo de Santa
Teresa), quien buscó la moralidad en los ejemplos de la Historia y en
las sentencias de los santos; el Jesuíta Diego Alvarez de Paz, varón
piísimo que edificó al Perú con sus virtudes y sus espirituales escri
tos; Gil González Dávila, jesuíta también, que explicó y anotó los
Ejercicios de San Ignacio; Pedro de Navarra, autor de un tratado
latino, que se generalizó mucho, sobre restituciones; el presbítero
Juan de Mora, con sus Discursos morales; el racionero Francisco de
Guzmán, con sus Devociones espirituales; Bernardo Venegas, con sus
MeiHtaciones sobre el Padre nuestro; el agustino Fr. Diego de Pastra-
na, con su Camino de la Ciudad de Dios;e\ clérigo Francisco Farfán,
que enderezó sus escritos á la corrección del vicio opuesto al sexto
precepto del Decálogo, y el franciscano Francisco Ortiz Lucio, escri-
tor muy fecundo que con su pluma y su palabra aleccionó á los fieles,
sin distinción de estados.
A todos éstos sobrepujó, como príncipe que debe reputarse de los
moralistas toledanos, un jesuíta céiebre: el P. Pedro de Rivadeneyra.
Niño aún, habíase alistado en la naciente sociedad de Jesús, y San
Ignacio siempre sintió por él predilección especialísima. Hombre ya,
sus dotes de insigne prudencia y de preclaro ingenio ostentáronse pron-
to, tanto en las difíciles misiones é importantes cargos que desempeñó
tizcdbyGoOi^Ie
— 79 —
en distintos países de Europa, cuanto en las obras que dejó escritas,
generalmente en idioma castellano, del cual serán perpetua gala y or-
namento. Como escritor ascético brilla el P. Rivadeneyra en su admi-
rable tratado Ve ¿a tribulactihi, en su Manual de oraciones y en otros
libros espirituales. Proclámanle excelente historiador y biógrafo su
Historia del Cisma de Inglaterra, su Fhs Sanctorum, sus vidas de
San Ignacio, de Láynez, Salmerón, San Francisco de Borja y otros
notables personajes de su tiempo. Fué gran escritor político en el
Principe ckristiano, en que defiende la sana doctrina católica, contra-
poniéndola á la errónea y dañada de Maquiavelo. Y como bibliógrafo
responda su Illustrium scriptorum Societatis Jesu catatogus, que ter-
minó octogenario. Fué, pues, Rivadeneyra varón favorecido con
grandes dotes para todo género de literatura. En sus escritos hay
páginas de elocuencia verdaderamente tulíana. Como autoridad en el
habla ocupa un puesto entre los primeros maestros; por su estilo na-
tural y llano servirá siempre de modelo á cuantos aspiren á manejar
bien nuestra lengua.
Á este magno grupo de moralistas corresponden también los ora-
dores sagrados. No faltaron en Toledo quienes, á más de aleccionar
al pueblo desde el pulpito con persuasiva elocuencia, publicaron ser-
monarios, algunos de los cuales fueron tenidos en mucha estima. En-
tre ellos debe citarse al dominico Juan de Luna, al franciscano Gaspar
de Vigachoaga, á Fr. Luis Alvarez, Fr. Me'chor de Santa Mana y so-
bre todos al religioso de San Juan de los Reyes Fr. Diego de la Vega,
cuyos sermonarios latinos y castellanos forman una enciclopedia del
predicador.
Dio el ser Toledo en el siglo XVI á eminentes cultivadores de tos
Derechos civil y canónico, que acrecentaron con sus obras la gloría
de nuestra patria y de su ciudad natal. El más ilustre da todos fué
D. Diego de Covarrubias y Leyva, Obispo meritisímo de Ciudad Ro-
drigo y más tarde de Sagovia, que como consumado canonista y civi
lista descolló a! par de los más famosos de Europa, El Derecho civil y
canónico, pontificio y regio, debieron á su pluma sabios y numerosos
tratados. Considerósele en su tiempo como hombre el mayor quetuvo
España en el conocimiento de las 'etras humanas y divinas. En el
Concilio de Trento, á que con;:urrió como prelado, distinguióse so-
bremanera, y juntamente ton otro eximio prelado y canonista espa-
ñol, Antonio Agustín, tuvo la gloria de redactar el decreto ñnal para
observancia del Concilio, viniendo así comoá cerrar aquella asamblea,
á cuyo feliz éxito tanto habían contribuido los españoles. Por su ge-
neral autoridad y por sus conocimientos jurídicos, antes acreditados
tizcdbyGoOi^Ie
— 8o —
en honrosos puestos propios de su carrera, exaltóle Felipe II al de
Presidente del Consejo de Castilla, cargo que á duras penas admitió,
por repugnarlo su humildad y los deberes episcopales, que para si le
reclamaban. Fué tal, en fín, su amor al trabajo, que ni dejó pasar día
sin estudiar ni consintió jamás en separarse de sus libros, que le se-
guían en sus viajes y comisiones, ni se halló en su biblioteca volumen
que no estuviera glosado de su mano. Hermano de D. Diego fué don
Antonio de Covarrubias y Leyva, maestrescueladela iglesia primada,
también ilustre jurisperito, filósofo y uno de los hombres más sabios
de su siglo en lenguas griega y latina. AI Concilio trídentino asistió
igualmente enviado por Felipe II, Justo Lipsio le llamó gran lumbrera
de España, y aludiendo á una epístola suya, dijo: Mentior si ab ali-
quot annis literas vidi magis literatas.
Celebérrimo asimismo, y más quizá que en su patria en Italia, don-
de residió largos años, fué Pedro Chacón, catedrático de Salamanca,
viviente enciclopedia que asombró á su época, luz de sabios, perenne
scientiarum flumen, según dijo de ét un escritor de aquel tiempo.
Como gran canonista que era, mereció de San Pío V y de Gregorio XI I i
honrosísimas comisiones. Su actividad increíble llevóle á cultivar tan
distintos campos, que no pareció existir linaje de humanos conoci-
mientos que se le resistiese. Así,' fué teólogo, ñlósofo, matemático,
humanista, historiador, arqueólogo y numismático, gramático y filó-
logo, y con ser varón sapientísimo en toda disciplina, brilló por su
rara modestia al par que por su sabiduría. iRaza aquélla de hombres
que parece raída de la haz de la tierra!
En derredor de estos tres colosos de la ciencia jurídica agrúpanse
aún más ñguras que meniñestan el esmero con que en Toledo se cul*
tivó el Derecho. El Dr. Juan Bautista de Villalobos dejó en su An-
tinomia un tratado de práctica forense. El magistrado Alfonso Pérez
de Lara escribió varios de Derecho canónico. El mínimo Fr. Pedro
Rutz de la Visitación, sujeto señalado en piedad y doctrina, publicó
varias obras acerca de ritos y ceremonias eclesiásticas. El maestrescue
la D. Bemardino de Sandoval, en su Tratado del cuidado que se debe
tener de los pobres presos, promueve el estudio de los asuntos peniten-
ciarios, entonces abandonados. Pedro Vázquez Belluga y Sebastián de
Horozco fueron notables jurisconsultos, amén de apreciabilísimOs lite-
ratos. Entre los glosadores y comentaristas, Sebastián Xíménez escri-
bió las concordancias del Derecho civil y canónico, entre las Partidas,
las leyes del Estilo, Ordenamientos y Nueva Recopilación; el catedrá-
tico Alonso de Narbona comentó este último cuerpo legal, y Pedro
Pantoja de Ayala, muy perito en ambos Derechos, dirigió sus comen-
tizcdbyGoOi^Ie
— Si-
tos, ya á principios del siglo XVII, en que floreció, hacia ciertos pun-
tos y materias del Derecho antiguo.
En el contingente que al estudio de la ciencia fllosóñca aportan los
toledanos del siglo. XVI, aparece en primera línea el canónigo Juan
de Vergara, que con la pléyade gloriosa de los^ Sepúlvedas, Goveas y
Villatpandos ñguró entre los aristotélicos puros. Pero con ser gran filó-
sofo, acaso brilló más alto como humanista; fué poeta latino de clási-
ca inspiración y doctísimo en letras griegas. En su Tratado di las
Ocho Quístioius del Templo demostró la falsedad del Beroso de Annio
de Viterbo. No es, pues, maravilla que la Universidad de Alcalá y el
Cabildo de Toledo le tuvieran por legítima gloria suya; que le admi-
rasen y elogiasen á porfía sus contemporáneos; que Erasmo, su gran
amigo, le ensalzara sin medida, anteponiéndole á todos los grandes
ingenios de Europa, y que la posteridad, por boca de Menéndez y Pe-
layo, le haya proclamado *uno de los ingenios más cultos y ame-
nos de nuestra edad de oro, padre de la crítica histórica en Espa-
ña» (180).
Sabios ñlósofos también, aun distando mucho de Vergara en la fama
y en la universalidad de conocimientos, fueron, entre otros: Pedro Mar-
tínez de Brea, gran aristotélico y peripatético clásico, notable teólogo
a^mismo, catedrático complutense y seguntino, justamente alabado
por su discípulo el Arzobispo Loaysa; el cisterciense Fr. Marsilio Váz-
quez, también ñlósofo aristotélico, que en el último tercio deLsiglo XVI
ilustró á Italia con sus escritos y enseñanzas; el jesuíta Gaspar Her-
nández, constante compañero de San Francisco de Borja, que escri-
bió un tratado de dialéctica y otro sobre la inmortalidad del alma; el
tomista Fr. Pedro de Uceda y el escotista Fr. Gaspar de la Fuente.
No escasos se nos presentan los escritores políticos, que con sus
lucubraciones aspiran á perpetuar la grandeza de la monarquía ó á
contener su ya. iniciada decadencia. Algunos de ellos escribieron entra-
do el siglo XVII y varios degeneraron en arbitristas; pero hubo uno
que, nacido en el XVI, obtuvo gran fama en su tiempo y aun pasados
muchos años. Reñérome al sacerdote secular Sancho de Moneada, eco-
nomista, autor de la conocida obra Restauración política de España y
representante el más genuino, entre los escritores similares, de la es
cuela político-económica que, mediante el sistema protector y prohi-
bitívo, aunque huyendo de exageraciones, buscó remedios para la gra-
ve declinación nacional.
Generalizada estuvo en Toledo la afición al cultivo de los estudios
históricos, y no pocos nombres acuden con este motivo á la memo-
ria. Entre los hagiógrafos, á más del ilustre Rivadeneyra, descuella el
tizcdbyGoOi^Ie
— 82 —
maestro Alonso de Villegas, autor de la conocida y voluminosa obra
F¡os Sanctorum, que anduvo en manos de todos desde su aparición á
últimos de aquel siglo. La biografía y la Historia civil y eclesiástica
cuentan entre sus filas á hombres tan eruditos y discretos como Fran-
cisco Rades y Andrada, elegante y verídico historiador de las tres
grandes Órdenes militares españolas; Eugenio de Narbona, á quien
alguien llamó, bien que ambiciosamente, Salustio toledano, historia-
dor del Arzobispo Tenorio; Eugenio de Robles, que lo fué del Carde-
nal Cisneros, y el célebre Dr. Pedro Salazar de Mendoza, aventa-
jado jurisconsulto, tratadista de Derecho político, escritor muy fecun-
do, y en cuanto historiador, biógrafo de los Cardenales Mendoza y
Tavera, autor del Origen de las dignidades seglares de Castilla y León
y de las historias genealógicas de los Ponces, Sandovales, Ayalas y
de otras antiguas familias. Otros dos historiadores nacidos en la ciu-
dad imperial en el siglo XVI he de mencionar más especialmente, ya
que, olvidados hasta aquí por sus contcrríneos, es justo ocupen el
puesto que les corresponde entre sus compatricios distinguidos. Es
uno el capitán Alonso Vázquez, soldado valeroso que después de se-
ñalarse mucho y derramar su sangre por la patria en las guerras de
Flandes y de Francia, supo narrar en castizo estilo los acaecimientos
de aquellas campañas en su libro Los Sucesos de Flandes y Francia del
tiempo de Alexandro Farnesio, «obra de capital importancia para ilus-
trar la historia de nuestra dominación en aquellos países» ([8i).Esel
otro Matías de Novoa, el más notable historiador de los Felipes III
y IV. Oscurecido su nombre durante dos siglos y medio, hoy puede
ya añrmarse que á Novoa se debieron las extensas é interesantes obras
atribuidas hasta hace poco á Bernabé de Vivanco, y que, muy supe-
riormente á las de González Dávila y Céspedes y Meneses, nos per-
miten conocer aquellos dos reinados {182}.
Buscando más amplio asunto para sus tareas históricas, Antonio
Alvarez de Alcocer escribió una Chronica de España que alcanzaba
hasta el tiempo del Emperador Carlos V; el jurado Alonso Téllez de
Meneses, cierta Historia del Orbe, que hacen poco recomendable las
cenagosas fuentes á que debe su caudal; Fr. Juan González de Men-
doza la Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran
reino de la China, país que visitó por encargo de Felipe II, quien pre-
mió al autor sus trabajos, sucesivamente, con las diócesis de Lipa-
ri, Chiapas y Popayan, y, por último, un cierto Buxeda de Leyva
acometió y llevó á cabo la nada liviana empresa de escribir la histo-
ria del Japón.
No podían faltar adeptos á la genealogía, rama de la Historia, como
tizcdbyGoOi^Ie
- Sí-
es sabido, no siempre bien dirigida. Con varia fortuna se ejercitaron
en ella entre nosotros, á más de Salazar de Mendoza, el ya citado
Téllez de Meneses y Alonso de la Fuente Montalbán, para no nom-
brarlos á todos.
Ponga término á esta serie de nuestros historiadores la mención de
algunos otros que enderezaron especialmente sus afanes á esclare-
cer los fastos toledanos. Lugar preferente ocupa entre ellos Pedro de
Alcocer, cuya existencia y autenticidad como historiador se ha nega-
do sin el menor fundamento (183); juicioso autor de la primera histo-
ria de Toledo que se ha escrito é impreso y de algunos más breves
tratados históricos. Al Dr. Francisco de Pisa, catedrático en nues-
tra Universidad, se debe la conocida obra histórica que se publicó ya
en el siglo XV'II, muy apreciable en razón á las abundantes noticias
que contiene y cuya segunda parte permanece inédita. En los últimos
años del siglo XVI nació D. Pedro de Rojas, conde de Mora, laborioso
historiador local y genealogista, cuyas obras, contaminadas con las
tabulas de los falsos cronicones, merecieron censuras en su mismo
tiempo. Entre aquellos nuestros historiadores locales hay uno mar-
cado de especialísimo sello, y cuyo nombre, muy popular en su épo-
ca, ha llegado á la nuestra rodeado de ambiente tal de desprestigio
que parece viva representación de la impostura en materia histórica:
refiérome á Jerónimo Román de la Higuera, La opinión acerca de este
célebre jesuíta toledano está formada hace tiempo, desde Nicjiás An-
tonio á acá. Higuera es un novelero, un invencionero, un falsario. De
su laboratorio salieron sucesiva y' sistemáticamente las dos series de
cronicones, los Daxtros, Máximos, Luitprandos y Julián Pérez, con
los demás fragmentos que formaron su séquito: todo un doble ciclo
de fábulas y novelas con que se enturbii la historia nacional desde
ñnes del siglo XVI. V, sin embargo, sobre la paternidad de los falsos
cronicones aún no se ha dicho la última palabra; acaso Higuera no
los forjó, interpolándolos tan sólo; acaso fué cierta la historia, que se
cree ñngtda, de la intervención en el asunto del P. Torralba y su pre-
tendido hallazgo en Worms. Sea como quiera, y aun sin borrar de su
frente el estigma de falsario, el P. Román es, como cronista local, más
digno de aprecio de lo que generalmente se cree. Su inédita historia
de Toledo es muy útil para el conocimiento de la topografía de la pro-
vincia, y por las noticias de su tiempo que contiene. Higuera fué, á
más de historiógrafo y geógrafo, teólogo, filósofo, humanista, genealo-
gista, anticuario y comentarista; y en sus invenciones y acomodamien-
tos, que comúnmente se tienen por desdichados y torpes, demostró á
las veces nada vulgares dotes de diestro novelador y aún de poeta(i 84}.
tizcdbyGoOi^Ie
— 84 —
Finalmente, entre los historiadores toledanos del siglo XVI debe
incluirse á Sebastián de Horozco (ya mencionado como jurisconsulto),
bien que, más que historiador en el estricto sentido de la palabra, fué
un veraz narrador y áüigentísimo píriodisía, por quien conocemos al
detalle los más importantes sucesos ocurridos en aquel tiempo en su
ciudad natal, hasta el punto de que sus memorias y relaciones son la
más copiosa fuente á que puede recurrirse en busca de noticias de
Toledo en el siglo XVI. Horozco, escritor tan fecundo como modesto,
fué además de historiógrafo poeta de la escuela tradicional, paremió-
logo y autor de entremeses y otras composiciones dramáticas repre-
sentadas con aplauso entre sus conciudadanos (1S5).
Al igual que en el resto de España, no hallaron en Toledo las cien-
cias de observación y aplicación de la materia el número de cultiva-
dores que las especulativas. Entre los matemáticos y astrónomos
cuéntase al insigne Pedro Chacón, ya mencionado, á quien, con otros
sabios, confió Gregorio XIII su célebre reforma del calendario. Alvar
Gutiérrez de Torres, protegido del Arzobispo Fonseca, publicó en
Toledo en 1 5 24 un Breve compendio de las alabanzas de la Astrologia.
Más abundaron los médicos y naturalistas escritores. Si no fué tole-
dano, como generalmente se ha creído, el célebre López de Villalobos,
resárcese la ciudad de esta pérdida ostentando como suyos otros
nombres ilustres. Juan Fragoso , cirujano de Felipe 11, alcanzó mucho
renombre en su arte; fué docto tratadista de Botánica, y sus libros de
cirugía y de materia médica gozaron de gran fama. Francisco Her-
nández, médico de aquel monarca y traductor de Plinio, fué sapientí-
simo naturalista, gran conocedor de la flora y fauna de la Nueva Es-
paña. Envióle allá el Rey, encargado de una misión científica, termi-
nada la cual presentó Hernández su magníñca historia de las plantas
y animales de las Indias, obra de alto valor científico y artístico, que
oscureció — dice un ilustrado escritor contemporáneo — á cuantos tra-
bajos y estudios sobre 'a naturaleza, con ser muchos y valiosos, se
llevaron á cabo por españoles en el siglo XVI (186}. Entre nuestros
farmacéuticos escritores se cuentan Francisco Vélez de Arciñega y
Lorenzo Pérez, gran naturalista y viajero, que escribió notables obras
sobre farmacopea (187). De Agricultura y Apicultura trató Alonso de
la Fuente Montalbán, ya nombrado como genealogista. Grupo intere-
sante forman nuestros escritores técnicos militares. Diego de Sala-
zar escribió y publicó en Bruselas su Diálogo De Re müitari. An-
drés Cerón, una obra sobre artilleria. Cristóbal de Rojas, tratadista
también de artilleria y de poliorcética, escribió sus notables libros
Theirka y práctica de fortificación y Discursos militares. Eugenio
tizcdbyGoOi^Ie
- 85 -
de Manzanas, en fln, publicó el tratado Enfrenamiento de gineta.
Solaza en verdad recordar los ilustres nombres que en el campo de
los estudios gramaticales, filológicos y de las humanidades corres-
ponden á Toledo en aquella edad dorada. Blas de la Serna, profesor de
Gramática en la Universidad de Alcalá, publicó, unas exposiciones
sobre los libros gramaticales de Nebrija. Baltasar de Sotomayor estu-
dió la lengua francesa en sus relaciones con la castellana. El jesuita
Juan de Santiago, muy versado en letras griegas y latinas, escribió
obras didácticas sobre Retórica, métodos de predicar y de escribir car-
tas. Femando Díaz Patennano, docto en lenguas orientales, escribió
una gramática caldaica. Francisco de Vergara, hermano de Juan, si in-
ferior á éste en el ingenio, superior en el estudio, al decir de Scoto, re-
dactaba elegantísimas epístolas griegas, admiración de la Universidad
de Lovaina. También en Toledo y en el siglo XVI nació, aunque bri-
llara en el XVII, el sabio jesuita Juan Luis de la Cerda, celebradísimo
por su elocuencia y erudición en todo el orbe (según Nicolás Anto-
nio), que comentó é ilustró á Virgilio y á Tertuliano y escribió trata-
dos gramaticales y teológicos. Hay aún que agregar á estos los nom-
bres de Blasco de Garay, Juan de Meló, Alejo Vanegas ó Venegas y
Sebastián de Horozco (ya nombrados anteriormente algunos de ellos),
cultivadores de lo que después se llamó paremiologia, con sus varios
escritos sobre adagios y refranes castellanos. Y dejando á un lado á
Juan de Vergara y á Pedro Chacón, también mencionados poco ha
con cumplido elogio, todavía hallamos dos toledanos cuyos nombres
lucen como los que más entre los primeros humanistas españoles.
Sebastián de Covarrubias y Horozco, que es uno de ellos, fué gran
tilólogo, y en su conocida obra Ihesaro de la lengva castellana osten-
tó su vasto saber, declarando los vocablos de nuestro idioma, sus
etimologías y signifícados. Es el otro el maestro Alvar Gómez de
Castro, honra de la Universidad de Toledo, en la que fué catedrático
de Retórica y griego. Fué poeta latino de altos vuelos, oráculo de su
tiempo en achaque de letras humanas y portento de sabiduría, según
los escritores contemporáneos suyos. Su célebre historia latina del
Cardenal Cisneros le acreditó, además, como historiador vera?, y ele-
gante, y epigrañsta verdaderamente cósico le declaran sus inscripcio-
nes, muchos de cuyos textos se conservan.
Menos numeroso se nos ofrece el grupo de los cultivadores del
género novelesco. Luis Hurtado de Toledo fué el autor (bien que
oculto) del tan celebrado Palmerín de Inglaterra. Pedro de Reynosa
escribe para esparcimiento de ociosos su Orlando enamorado, con que
fomenta la añción á las vanas lecturas de -caballerías. D. Juan de Silva
tizcdbyGoOi^Ie
y Toledo compone un libro más de este género, con título de Histo-
ria del principe D. Policisne de Boecia. Y Fr. Eugenio Martínez, cis-
terciense en Huerta, amén de cantar en verso las vidas de Suita Inés
y Santa Catalina, fué padre de La Toledana discreía, uno de los po-
cos ó acaso el único de los libros de caballerías que se imprimió des-
pués de publicado el Quijote.
Sin conocer y estudiar á los poetas toledanos no fuera posible el
conocimiento de nuestra poesía nacional. La patria de Judah Leví, el
excelso autor del Himno de la creaciáH, y de Rodrigo de Cota, cuyo
famoso Diálogo del amor y un viejo es tpieza capital de la literatura
del siglo XV» (i88), fuélo también al comenzarse el XVI del divino
Garci-Lasso de la Vega, príncipe de la lírica castellana. Considerando
las singulares condiciones de su persona y las fases de su novelesca
vida, vacila el ánimo entre enaltecer con preferencia al noble caba-
llero, al soldado y al hombre de mundo, ó bien al altísimo poeta y al
revelador de la fuerza poética de nuestro armonioso idioma. Fiel ser-
vidor de Carlos V desde su tierna juventud, adicto siempre á la causa
imperial, no obstante estímulos de familia que acaso le atraían al
campo contrario, parece simbolizar á la lealtad castellana. Valeroso
guerrero, peleando denodadamente por sü patria ó por su fe en Na-
varra, en Viena, en África y en Provenza, derramando repetidas ve-
ces su sangre en los campos de batalla y pereciendo gloriosamente á
consecuencia del asalto de la funesta torre de Fréjus, antojase ver en
él el trasunto de los héroes todos de los ciclos caballerescos. Mozo
<el más hermoso y gallardo de cuantos componían la brillante corte
del Emperador» (189); bizarro y aventajado como ninguno en los
ejercicios de fuerza y de destreza propios de los mancebos de su clase;
diestro tañedor de varios instrumentos músicos y dulce cantor de sus
sonoros versos; profundo conocedor de Horacio y Virgilio; doctísimo
en las lenguas italiana, francesa, latina y griega; ornamento de las
espléndidas ñestas de Ñapóles; amado en vida y sentido en muerte
por el Emperador, por la nobleza y el ejército y por Toledo, su patria,
parece hallarse en él, física y moralmente, la acabada imagen del
noble del Renacimiento.
Pero en Garci-Lasso, con brillar el hombre tanto, el poeta oscurece
al hombre. ¿Quién ignora que Garci-Lasso, el Petrarca español, el
cantor de la placidez y de la dulzura, fué también el restaurador de la
poesía castellana, es el poeta venerado como clásico entre los nuestros?
Todos habéis leído sus admirables églogas y canciones; habéis aspi-
rado en ellas el perfume de la más suave y apacible poesía; habéis
saboreado en ellas la armonía y el encanto del lenguaje, aún hoy vivo
tizcdbyGoOi^Ie
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y floreciente; en ellas descubristeis al cultísimo imitador de los anti-
guos clásicos. No os presento, no, al gran lineo español; al vate del
Renacimiento, cuya influencia en la literatura castellana fué decisiva;
al poeta perfecto, si la perfección cabe en lo humano. Evoco tan sólo
la memoria del tierno Salicio, del egregio toledano, del cantor de su
ciudad, del «Tajo amado» (190), de sus riberas, ninfas y pastores; del
amante de su patria, de que su mala fortuna, según propia confesión,
le apartaba y á la que recuerda cuando, con dolorido acento y como
presagiando su muerte, decía por boca del pastor Albanio:
Este descanso llevaré auoque muera,
Que cada día cantaréis mi muerte,
Vosotros, los de Tajo, en su ribera (191 .
No circuido de la luminosa aureola que Garcilaso, pero si ricamen-
te dotado del noble entusiasmo y de la llama poética, descúbresenos
otra insigne figura toledana de los siglos XVI y XVII: Baltasar Elisio
de Medinilla, desgraciado en su vida, acrisolada por disgustos y pesa-
res, desgraciado en su muerte, que fué violenta y perpetrada por las
manos de quien menos debiera (192), y aun también desgraciado des-
pués de ella por el escaso recuerdo que á la posteridad en general ha
merecido (193). Ello no obstante, Medinilla es poeta inspirado y vigo-
roso. En sus poesías á lo divino nos legó bellísimos modelos que imi-
tar, comparables á las de nuestros mayores poetas místicos del si-
glo XVI. En alto estilo cantó la Limpia Concepción de la Virgen nues-
tra Señora, sin que desdeñara los géneros descriptivo y mitológico.
Fué, en fin, buen prosista y preceptista, autor de epístolas y diálogos.
Lope de Vega, tierno amigo suyo, dedicó afectuoso recuerdo á su me-
moria en muy bellos versos en que, aún más que la inspiración poé-
tica, con ser ésta grande, desbórdase impetuoso el sentimiento {i94)-
En los siglos XVI y XVII brilló tamb'ién como poeta otro toledano
muy popular en su tiempo, honrado y querido de sus contemporá-
neos: el maestro José de Valdivielso. Épico aventajado en la Vida de
San Josepk, apacible y elocuente en sus comedias divinas y autos sa-
cramentales y en sus composiciones líricas sagradas, figura entre
nuestros primeros poetas místicos, distinguiéndose por la lozanía del
ingenio, io florido y suave del estilo, la riqueza de imágenes y la expre-
sión tierna y delicada. Un docto escritor contemporáneo considera al
Romanctro espiritual de Valdivielso como «joya lindísima de nuestra
literatura ascética», y reconoce que sus admirables composiciones
poéticas ctrascienden á gloria y á los gustos y deleites del Paraí-
so» (195).
tizcdbyGoOi^Ie
A bien distinta escuela que los anteriores perteneció el fecundo Luis
Hurtado de Toledo, de que ya hice mérito como novelista, que co-
menzó militando bajo las enseñas de Carlos V, se acogió á la Iglesia
y murió de cura de la parroquia de ban Vicente, en su patria. Hurta-
do fué gran partidario de la antigua poesía nacional á la manera de
Castillejo; cultivó los géneros religioso, alegórico y mitológico, y á él
es debido el precioso auto Las Cortes de la Muerte. De concienzudo
historiógrafo y fiel pintor de costumbres se acreditó con el Memorial
de las cosas notables de Toledo en contestación al interrogatorio de
Felipe II para la descripción de los pueblos de España (196).
Tiempo y espacio faltan para tratar de otros poetas toledanos de
aquel siglo, y así nada diré del Dr. Vaca, dramático, de Alonso de
Villegas, Jerónimo Ángulo, Juan Ruiz de Santa María y Alejandro de
Luna (197), ni haré sino nombrar al contador Gaspar de Barrionue-
vo, poeta de agudo ingenio tan elogiado por Cervantes como por
Lope de Vega. Entre los antologistas y colectores se contaron: Este-
ban de Villalobos con su 'lesoro de divina Poesía; Juan López de
Ubeda con su Vergel de flores divinas y Lorenzo de Ayala, autor de
una antología amatoria y erótica.
Si no brilló hasta el siglo XVll, en fines de] XVI vio ya la luz en
nuestra ciudad un ilustrísimo dramático: Luís Quiñones de Benaven-
te, el D. Ramón de la Cruz de aquella época, culto y regocijado autor
de tantos bailes, loas, jácaras y entremeses, en qujen, según Lope de
Vega, estaban reunidas todas las gracias (198). Y no es ésta ocasión
de hablar del insigne autor de García del Castañar y de Bntre bobos
anda el juego, pues este toledano famoso no vino al mundo basta prin-
cipios del siglo de Calderón, Alárcón y Moreto.
No hay vagai* para extenderse en el encomio de los poetas latinos
hijos de Toledo; fuéronlo, entre otros, Garci-Lasso, Juan de Vergara,
Alvar Gómez de Castna y Elisio de Medinilla, ya citados, y el inge-
nioso Juan Pérez ó Petreyo, catedrático complutense, elogiedísimo
por sus contemporáneos. Pero la pluma se resiste á pasar adelante
sin dedicar un recuerdo á aquella
... insigne y prodigiosa escuela
de damas toledanas
que en discreción son únicas fCDices (199);
á algunas de aquellas claras mujeres por quien tan alto votó la fama
de Toledo y por quien Gracián se atrevió á exclamar: «Más dice aquí
una mujer en una palabra que en Atenas un ñlósofo en todo un li-
bro» (200).
tizcdbyGoOi^Ie
- 89 —
Vastago de una familia de sabios fué Isabel de Vergara, y asi no es
de extrañar resaltase su pericia en el latín y el griego. Lope de Vega
bnsalzó extraordinariamente en su Laurel de Apolo á D." Ana de Aya-
la, cuyo ingenio y entendimiento igualaban á su gran hermosura; á
D." Clara de Barrionuevo, autora de muy felices versos, y á D." Isa-
bel de Rivadeneyra, que escribió inspiradas poesías á lo divino. A to-
das ellas superaron las dos hermanas Sigeas, francesas por su es-
tirpe paterna y toledanas de nacimiento. Angela brilló por su destreza
sin rival en la música, como tratadista, compositora y ejecutante. Pero
á muy más gran altura subió Luisa, á quien con razón se consideró
gloría de su sexo, asombro del varonil y prodigio de ta naturalezi.
Luisa Sigea llenó á Europa con su famíi, admirada por los sabios y
cantada por los poetas. La poesía latina y castellana contábanla entre
sus cultivadores; coman parejas en ella la erudición en todo género
de disciplinas y el juicio sólido y s^uro; la Filosofía iluminó con sus
luces su entendimiento; su asombrosa facilidad en los estudios ñloló-
gicos hiciéronle familiar las lenguas latina, griega, arábiga, hsbrea, cal-
dea y siriaca. La Sigea mantenía conespondencia en estos idiomas con
el Papa Paulo III, á quien'maravillaban y deleitaban sus cartas. Si todo
ello asombra en aquella mujer excepcional, sube el asombro de punto
al considerar que adquirió tal ciencia en sus primeros años, pues Luisa,
cual los amados de los dioses — que dijo Menandro, —murió muy joven.
Como la superficie liquida las imágenes del sol ó de la luna, así
los traductores reflejan en su nativa lengua las producciones debidas
á extraños ingenios. Muy digna de recuerdo es la pléyade de traduc-
tores toledanos en el siglo XV]. Vuelven los ojos á los autores
clásicos déla antigüeJad Juan de Vergara, traducienJo varias obras
de Aristóteles; el ilustre comendador alcantarino Diego López de To-
ledo, «sabio en Terencio y Virgilio» (201), primer intérprete castella-
no de los Comeniarios de Julio César; Sebastián Je Covarrubias, tra-
ductor de las Sátiras de Horacio; Bartolomé Melgarejo, que trasladó
y anotó las Sátiras de Aulo Persio; Luis Hurtado de Toledo, que tra-
dujo en prosa las Metamorfosis, de Ovidio; Diego de Salazar, que
hizo lo propio con las Guerras civiles de ¡os romanos, de Appiano
Alexandríno, y el célebre Dr. Francisco Hernández, que tradujo y anotó
asimismo la Historia natural de Plinio. En rima trabajaron sus versio-
nes de La Eneida Pedro de Alcocer y Gregorio Hernández de Velasco,
cuya divina musa toledana
dio poder á la lengua castellana,
según el Fénix de los Ingenios.
tizcdbyGoOi^Ie
— 90 —
Acogiéndose á los textos sagrados, escritores eclesiásticos y auto-
res de obras devotas traducen: de hebreo en latín Juan de Vergara los
libros Sapienciales; de griego en latín su hermano Francisco las Ho-
milías, de San Basilio, y al castellano Alfonso Alvarez de Toledo los
Morales de San Gregorio, Rivadeneyra las Confesiones de San Agus-
tín, el jesuíta Juan de Rojas la Historia lauretana de Horacio Turse-
llini; Gabriel de Valdés los Discursos de Fr. Francisco Panigarola,
Obispo de Asti; Fr. Fernando Suárez del Castillo la Exortación i la
república de Venecia, del Cardenal Baronio; Pedro Vázquez Belluga
el Consuelo de atribulados, de Cacciaguerra; Dionisio Vázquez el Mar-
tirologio romano, de Gregorio XIII, y Fr. Diego Navarro las Coráni-
cas de la Orden de San francisco.
La renovación artística que trajo consigo el Renacimiento hizo que
Francisco de Villalpando, el autor de la escalera de nuestro alcázar, '
tradujera del toscano los Libros de Arquitectura, de Sebastián Serlio,
gran preceptista de aquel siglo. Tocante á obras de amena literatura,
Hernando Alcocer y Diego Vázquez de Contreras trasladan, ya en
verso, ya en prosa, el Orlando furioso, de Ariosto; Francisco de Ver-
gara y Femando de Mena trabajan dos distintas versiones de las Etió-
picas del novelista griego Helíodoro ; Luis Gaitán de Vozmediano
traduce del italiano las Novelas de Juan Baptista Giralda Cint/uo, y
por último, el grave vicario y canónigo D. Diego López de Ayala, á
quién Cisneros llama en sus cartas su venerable y especial amigo, no
se desdeña de ofrecer al público, elegantemente transferidos á nuestro
idioma, el Laberinto de Amor, de Boccacio, y La Arcadia, de Sanná-
zaro. Ejemplos son todos estos que demuestran la gran expansión
intelectual de aquella época, el general anhelo de saber y de leer y el
noble afán de nuestros hombres de letras que, no contentos con culti-
var el predio propio, solían llevar su actividad al ajeno.
Larga ha sido esta excursión, que prolongó mi entusiasmo patrio
é hizo quizá enfadosa mi menguado ingenio. Toledo, madre de tales
hijos, salvando el estrecho circulo de sus murallas, ofrecióselos á Es-
paña entera para que aumentaran el catálogo de sus glorias; y España,
generosa con Toledo, díóle en retomo otros claros varones que con
su nombre, con sus escritos ó con su santidad completaron aquel
cuadro brillante, aquel esplendente crepúsculo de Toledo en el si-
glo XVI.
Al tratar de aquella ciudad y de aquella época, paréceme que algo
falta si no evoco el recuerdo del santo agustino Tomás de Villanue-
va, Arzobispo de Valencia, que en el Capítulo de su orden celebrado
en Toledo en 1541 se arrobó visiblemente, y estimulado por su gran
tizcdbyGoOi^Ie
— 91 —
amigo el Cardenal Tavera hizo oir la palabra divina, con gran fruto
de los toledanos; si omito el nombre del santo Duque de Gandía, que
S9glar ediñcó á Toledo, y sacerdote y jesuíta enfervorizó con sus ser-
mones á copioso auditorio; si olvido á la gran Santa Teresa, que en
Toledo residió largamente, allí escribió el precioso libro de Las Mo'
radas y allí recibió del cielo muy soberanos favores y mercedes; si
no menciono á San Pedro de Alcántara, colaborador en Toledo de la
reforma carmelitana que la egregia avilesa meditaba; si callo el nom-
bre del Doctor Extático San Juan de la Cruz, que, sumido en prisión
rigorosa por el celo extraviado de sus hermanos de orden, prorrum-
piría allí en aquellos sus inspirados acentos:
jQué muerte habrá que se iguale
á mi vivir lastimero,
pues si más vivo, más mueroí (aoi).
Descendiendo ahora por la escala que une lo divino con lo humano,
pláceme recordar que por la silla arzobispal de Toledo pasaron sabios
como un Martínez Silíceo, ilustre matemático, maestro en la Univer-
sidad de París; Carranza y Loaysa, doctísimos canonistas que en muy
conocidas y apreciadas obras compilaron é ilustraron nuestros anti-
guos concilios. Adoctrinando á la juventud desde las aulas universi-
tarias toledanas, ó bien libando en ellas el néctar de tas ciencias y las
artes, vense no pocos varones esclarecidos que en parte pertenecen á
Toledo por lo que la honraron con su enseñanza ó con su ejemplo.
Entre éstos se cuentan el hispanóñlo belga Andrés Schott, conocido
autor de la Hispanía illuslrata y catedrático de literatura en nuestra
Universidad, de la que saiíó para vestir la sotana del jesuíta. £1 ilustre
médico segoviano Andrés Laguna, traductor de Dioscórides, en To-
ledo tomó la investidura de doctor en 1539. Hijo de aquella Univer-
sidad, y toledano por su familia materna, fué el célebre Tamayo de
Vargas, buen humanista y bibíiófllo, escritor fecundísimo y apreciado
autor de muchos tratados históricos. Gloría es también de nuestra es-
cuela el maestro Alonso Cedíllo, tan elegante escritor como varón
caritativo y santo, que murió casi centenario, después de aleccionar
en Toledo á tres generaciones desde su cátedra de gramática. De
pasada mentaré al franciscano Miguel de Medina, gran teólogo y filó-
sofo; á Luís Tena, notable escriturario y sistematizador de esta ense-
ñanza, y al naturalista Jerónimo de Huerta, sabios maestros todos en
la Universidad toledana, y (sin prolongar más una lista que podría
extenderse mucho) sólo recordaré que en ella, según recientes inves-
tizcdbyGoOi^Ie
— 92 —
ligaciones, tomó el título de bachiller el divino Fr. Luis, Píndaro de
nuestras letras (203).
Más ó menos enlazados á la ciudad, en el siglo XVI resaltan aún
otros nombres, ó ilustres ó bien conocidos. Melchor Cano, el Qulnti-
liano de los teólogos, en Toledo habitó en el postrer periodo de su
vida, y allí murió en 1560. El cronista Esteban de Garibay alli resi-
dió largos años y allí escribió varías de sus no siempre ñdedignas
obras históricas. En Toledo tuvo su principal establecimi^to luán
Rufo Gutiérrez, el celebrado autor de La Austriada. Allí vivió y mu-
rió el Dr. Juan Calderón, insigne teólogo, como le llama el P. Maria-
na, tan comedido en el elogio. Allí brilló el Obispo D. Pedro del
Campo, predicador admirable, según sus contemporáneos. Toledano
por predilección fué Fr. Damián de Vegas, lecundo poeta sagrado,
predecesor del gran Lope y autor de la Comedia Jacobma, que tan
bien marca.'según Ticknor, aquel período de transición del drama.
El mismo Fénix de los ingenios, cantor del dorado Tajo, amó á núes-'
tra ciudad, residió algunos años en ella y por ella fué, en repetidas
ocasiones, aplaudido y festejado (204).
Hay en nuestra historia literaria de flnes del siglo XVI dos esclare-
cidas ñguras harto ligadas con Toledo y más que otras acreedoras á
especialísimo recuerdo. Es una de ellas D. Juan Bautista Pérez, hom-
bre de muy humilde linaje, que por su ciencia y su virtud supo ele-
varse ante sus contemporáneos á una encumbrada dignidad eclesiás-
tica. Fué á Toledo con el Cardenal Quiroga y alli encontró apropiado
campo para sus trabajos, que, como canónigo, obrero y bibliotecario
de la santa iglesia, llevó á cabo durante los quince años de su resi-
dencia en la ciudad imperial. Aplicado y laborioso en extremo, gran
conocedor de nuestra historia eclesiástica y civil, gozó de los tesoros
con que le brindaban el archivo y la librería de la catedral, á la que
enriqueció con nuevos códices y documentos. Por su sólida y porten-
tosa erudición, por su sagacidady genio crítico, su opinión y su au-
toridad eran generalmente acatadas por tos' sabios españoles. Con su
severa administración acrecentó mucho las rentas de la fábrica de la
catedral, y como Obrero tuvo la fortuna de hallar la desde entonces
famosa lápida de la consagración de la iglesia toledana bajo Recaredo.
Queda ya dicho que fué secretario y aun verdadera alma del concilio
provincial celebrado por Quiroga , Sus merecimientos lleváronie
en 1592 á la silla episcopal de Segorbe, á que desde entonces dedicó
su paternal solicitud. Por aquellos años fué cuando, puesta á prueba
su perspicacia crítica, prestó á nuestra Historia los más insignes ser-
vicios. Es bien sabido que, como Román de la Higuera le enviara
tizcdbyGoOi^Ie
- 93 -
copia de los supuestos cronicones de Dextro y Máximo, solicitando
su aprobación, contestóte Pérez diciendo eran ñngidos; y que á la no-
ticia de la aparición de los plomos granadinos correspondió con otro
escrito proclamando resueltamente su falsía. Murió el Ínclito Obispo
eniS97iybíen pudo considerarse su muerte como una desgracia
nacional; que á haberse retardado algunos lustros, acaso la historia
patria se hubiera visto libre de embaidores y ahorrádose España no
pocas diatribas de injustos escritores extranjeros (205).
Enlazado también con nuestra ciudad á fines del siglo XVI está el
P. Mariana. Este hombre extraordinario, talaverano por su nacimien-
to, fué toledano por inclinación y por la continuidad de su residencia,
pues famoso ya, vuelto de París y Roma, sentó en Toledo sus reales
y alli vivió medio siglo hasta su muerte. Toledo recibió á Mariana
con toda la honra y estimación que tal sabio merecía; devolvióle la
salud, harto quebrantada por extraños climas y por la asiduidad en el
trabajo; dióle suelo hospitalario, acrecentamiento de honra, amigos
fieles y entusiastas admiradores. ¿Qué mucho que Mariana, agradecí ■
do, elogiara á Toledo en sus obras á manos llenas, describiera poéti-
camente sus bellos alrededores, ilustrara con su ciencia á sus habi-
tantes y considerara á la ciudad como su segunda patria? Y, dando de
lado á más abstrusos estudios, en Toledo escribió Mariana su grave
y majestuosa Historia general de España, inmortal á pesar de sus
defectos y que valió á su autor el caliñcattvo de Tito Livio espa-
ñol (206).
Cerraré esta revista de toledanos adoptivos con otro nombre ilus-
tre, y, pasados más de tres siglos, aún inolvidable para el pueblo: el
del célebre cremonés Juanelo Turriano. ¿Quién no tiene noticia del
artificio de Juanelo? ¿Quién no conoce de oídas los maravillosos relo-
jes é ingeniosas invenciones de aquel habilísimo mecánico? Pero el
artificio ó aqueducto (que entonces decían) superó á todas en el gene-
ral sentir y asombró, no sólo á los toledanos, sino al reino entero con
el ruido de una maravilla nunca antes vista. Juanelo que, después de
falladas ajenas tentativas logró subir el Tajo d lo más encumbrado de
Toledo, llevó á cabo sus dos tan ponderadas máquinas para surtir á la
ciudad y al alcázar, que funcionaron por lo menos un tercio de siglo.
Lástima fué que su misma complicación hiciera efímera su existencia;
pero esto no puede impedir que la ciencia moderna, aun poniendo en
su justo lugar su harto encomiado mérito, alabe el esfuerzo del inge-
nioso lombardo para dotar de agua á su patria adoptiva. Porque
Juanelo, honrado con la amistad de Carlos V y de Felipe II, recogió-
se á la antigua ciudad carpetana, prefiriéndola á la nueva corte. Desde
tizcdbyGoOi^Ie
— 94 -
su casa, ^tuada bajo el puente de Alcántara y cabe el Tajo, regia su
lamoso ingenio ó artificio al par que seguía acreditando con sus obras
la justicia con que se le llamó «príncipe entre los maestros de hffzer
reloxes en Toledo». Allí murió octogenario y allí duerme el sueño
eterno en el inmediato y hoy derruido convento del Carmen calza-
do (207).
No es mi propósito estudiar aquí el arte toledano en el siglo XVI,
pues la brevedad del espacio y del tiempo me lo impiden. Pero si las
excesivas proporciones de este mi discurso no os rindieron del todo á
la fatiga, acompañadme, os ruego, en ideal y rápida excursión para
abarcar en conjunto el aspecto de la Toledo artística durante el pe-
ríodo á que quise circimscríbirme.
La vieja ciudad, envuelta en la doble espléndida veste del arte
árabe y del arte gótico, quiere también con disculpable coquetería
refrescar sus galas según el patrón que de las riberas del Amo y del
Tíber parece imponerse en toda Europa. Y no es que haya renegado
de su gloriosa estirpe; tal cual torre morisca y algunos bellos arteso-
nados son el rescoldo que del fuego creador de los islamitas añade
Toledo, en el siglo XVI, á las hermosas obras de este género con que
de más antiguo se viene ufanando; levántanse también aún algunos
templos ojivales, cual protesta de la tradición arquitectónica cristiana
contra la tendencia semipagana que amenaza avasallar todos los es-
píritus. Pero ¿quién osaría contener con una mano el empuje del to-
rrente ó detener el alud que baja de la montaña? El Renacimiento
triunfa por doquiera, y triunfa por ende en Toledo y cuenta alli con
valiosos auxiliares y deja alli monumentos insignes que no desdeña-
ría la clásica Italia. Ved la elegancia y la frescura ce inspiración que
ostenta entre nosotros la llamada arquitectura plateresca. Examinad
el hospital de Santa Cruz, noble fundación del gran Mendoza, don-
de abrió Enrique Egas el camino que tantos otros recorrieron. Seguid
al ilustre Covarnibias, húrgales de nacimiento y toledano de adop-
ción, en la magna empresa acometida por su genio; admirad en la ca-
tedral y en San Juan de I9S Reyes la pompa y la belleza de sus obras,
por ningún arquitecto de la época superadas; admirad, sobre todo, la
incomparable fachada del alcázar, que parece colocada en la altura
para servir de faro á los artistas españoles de su época, sabia fórmula
de un nuevo arte verdaderamente nacional. Si á la gallarda opulencia
de Covarrubias preferís el gusto greco-romano, y con él la noble so-
briedad de Villalpando ó la austeridad de Herrera, no bajéis de aque-
lla cumbre sin medir con la vista la soberbia escalera, el majestuoso
tizcdbyGoOi^Ie
- 95 -
patio ó la fachada del medíadía. Descended nuevamente y veréis la
catedral convertida á la vez que en templo en escuela donde la es-
plendidez y el gusto de Arzobispos y Cabildo levantan capillas, porta-
das y verdaderos edificios en que luce sus distintos matices el neo-
clasicismo naturalizado (208). Si seguís el curso de las retorcidas ca-
lles, subis ó bajáis empinadas cuestas, ó salís de los antes fuertes re-
cintos, en ios templos, capillas, monasterios, hospitales, privadas vi-
viendas y puertas monumentales hallaréis marcados con el sello, ora
del arte plateresco, ora del severo greco-romano, los signos de vigoro-
sa actividad de una ciudad floreciente en tiempos
dulces y alegres cuando Dios qaerfa.
Y ¡cuántas de aquellas construcciones no han sido pasto del tiem-
po, que todo lo devora, de la tea incendiaria, de la desidia funesta, ó
lo que es peor, de la especulación despiadada! Lamentemos estas pér-
didas, y al paso que admiramos lo que nos resta, no olvidemos á los
arquitectos á cu>a inspiración y estudio fué debido, no ya sólo á Co-
varrubias, Villalpando ó Herrera, dti majares, que también á los Mar-
tínez de Castañeda, Luis y Gaspar de Vega, Bartolomé de Bustaman-
te, Hernán González de Lara, Martín López, los dos insignes Verga-
ras y el ilustre Monegro: toledanos unos por nasímionto y otros fOt
inclinación y todos por el amor y entusiasmo con que hinchieron de
monumentos la gran roca carpetana ó sus inmediaciones.
Pues si al campo de la Escultura nos dirigimos, duremos pasto al
buen gusto contemplando obras no superadas dentro del Renacimien-
to español. Los nombres de Berruguete y de Vigamy acuden aquí
naturaünente á los labios. Ambos pueblan la catedral primada de
obras maestras; pero la miguelangesca inspiración del uno y la nobi-
lísima factura del otro vienen á fundirse en aquella admirable sillería
del coro, considerada, con justicia, como portento délas artes espa-
ñolas, yen que parecieron dejar su propia alma y personalidad los dos
genios. La labor del hijo de Paredes de Nava es mucho más extensa;
y si gustáis contemplar nuevamente la obra que fué para él como el
canto del cisne, abandonad el gran templo y salid del recinto amura-
llado y llegaos al lugar donde et bulto sepulcral de Tavera parece
dormir al arrullo de las plegarias de.los favorecidos por su caridad
espléndida.
Otras obras y otros escultores bríndanse también en la ciudad ante
el visitante, mostrando bellezas dignas de los más grandes maestros.
Los Vergaras ostentan su grandioso estilo en alabastrinas estatuas.
tizcdbyGoOi^Ie
- 96-
exquisitas umas-reltcaríos y maravillosos atriles; Moiiegro ofrece be-
llas efigies de santos, que á Berruguete se atribuyeron, bien que re-
serva toda la valentía de su cincel para las gigantescas estatuas del
Escorial; Gregorio Pardo, sus primorosas tallas; y Oiarte y Castañeda
y Vázquez, y los Copin y Manzano y Salmerón y cien más diestros
escultores é imagineros, estatuas, relieves, grutescos, caprichos mil
esparcidos por altares, portadas, tableros de puertas, retablos y sepul-
cros en que la escultura, como dócil sierva ó compañera complacien-
te, amóldase á las órdenes de la imperiosa arquitectura. Si embelesa-
dos con tanta obra bella, á que se une el prestigio de un nombre en
las artes ilustre, al recorrer las calles topáis al exterior ó al interior
de más modestos ediñcios con algún anónimo detalle escultórico cuya
historia y procedencia nunca ocupará á los arqueólogos, no lo desde-
ñéis, miradlo como un signo de los tiempos y cual nuevo testimonio
de la cultura local, que no priva á los humildes de los arreos que son
obligada gala de los poderosos.
Toledo es un vasto museo de pinturas. El amparo y protección que
mereció el arte de prelados, eclesiásticos, comunidades y ciudadanos
en el siglo XVI, cosa es harto sabida para -haber de esforzarme en
demostrarla. Juan de Borgoña, con sus espléndidas decoraciones mu-
rales; Tiziano, los Bassanos, Morales, Ribalta, Pantoja, Alonso del
Arco y otros muchos pintores del siglo XVI con sus cuadros de ca-
ballete, señalan elocuentemente el importante puesto que ocupa Tole-
do como fuente de conocimiento del gran arte italiano y español. Pero
el genio toledano no se avenía bien á que la ciudad sólo pasivamente
brillara en materia de pintura, y Toledo, patria de grandes íabios y
escritores, fuélo por naturaleza ó educación de grandes pintores: Alli
floreció aquel misterioso Daniel Correa, cuyas admirables tablas atri-
buyera un día la critica á los grandes pintores de la escuela romana
ó florentina; alli, Francisco de Comontes, que pobló con sus cuadros
el templo primado; y ds alli salió Juan de Villoldo para testimoniar
en Madrid la sobriedad y el gusto de sus pinceles. Toledano fué To-
más Pelegret, artista acreditado, gran dibujante y perspectivo, princi-
pal propagador en Aragón de las máximas del estilo italiano; toledano
Luis de Carvajal, el pintor titular de Felipe 11, de cuya maestría hay
ejemplos en e! Escorial y en Toledo; toledanos Luis de Velasco y su
hijo Cristóbal, que para la catedral reservaron sus más bellas produc-
ciones; y toledano aquel célebre Blas de Prado, espíritu romano-floren-
tino incrustado en un temperamento español, á quien envió al Rey de
Fez el de España como á pintor el más sobresaliente de estos reinos.
Pero al producir tales hombres, la ciudad sólo comenzaba á cum-
tizcdbyGoOi^Ie
— 97 —
plir su misión histórica en el arte de Zeuxis y Apeles. El fervor por
el idealismo italiano había sido excesivo para que no surgiera pronto
la protesta, y la protesta vino por donde menos podía esperarse: por
un griego, por un cretense italianizado que sienta sus reales en To-
ledo y se hace toledano, y allí crea una familia, y allí trabaja, y allí
funda una escuela, y allí muere, y con el prestigio de sus obras y de
las de sus discípulos predilectos prepara el advenimienro de la escue-
la española de] siglo XVII. Inmensa fué la labor del Greco y grande
su trascendencia: >^i es considerable su importancia dentro del arte
nacional. En alguno de vuestros viajes á Toledo, ¡no emprendisteis
alguna aprovechada excursión matinal al través déla ciudad con el
único objeto de ver Grecos? Hacedla sí no la hicisteis, sin limitaros á
admirar el espléndido Espolio de Cristo ó el maravilloso Entierro del
señor de Orgaz; recorred parroquias, conventos y capillas, y contem-
plad esos apóstoles, y santos, y monjes, y retratos llenos de vida.
Ante vuestra vista desfilará todo un mundo de personajes en que po-
dréis comprobar los diversos estilos y matices del maestro; pero si os
cautivan los productos de su arte más luminoso, si admiráis en ellos
el realismo de la verdad, riqueza y fmura de color y de modelado,
soltura y franqueza, no paséis de largo junto á otros cuadros suyos,
en que, no la locura, la aberración piental ó la preocupación tal vez,
los revistió de estilo más desapacible y seco, pues aun en estos halla-
réis materia de estudio y chispazos de genio (209).
Agrupados en tomo del maestro aparecen luego los discípulos, y
en primera línea Luís Tristán, notable retratista y pintor religioso,
preferido como modelo por Velázquez, También Pedro de Orrente, el
Bassano español, el diestro pintor de paisajes, anímales y cabanas; y
el italiano Juan Bautista Mayno (210), pintor religioso y retratista,
fraile dominico y director de las obras de los reales palacios; y Jorge
Manuel Theotocópuli y Loarte, y Pizarro y otros más, que acreditan
la existencia de una escuela toledana de pintura, si modesta y efíme-
ra, benemérita del arte patrio.
Paralelamente á este magnílico desenvolvimiento de las tres nobles
hermanas, las demás manifestaciones artísticas alcanzan en la ciudad,
según es bien sabido, un desa. rollo, si acaso igualado, no sobrepuja-
do por ningún otro centro de la Península. Allí el arte de la platería,
que ocupó en Toledo lugar eminente; allí la espléndida pintura en
vidrio, el rico bordado de imaginería, la brillante decoración de ma-
nuscritos, el grabado, la rejería y tantas otras artes que, dejando
siempre á salvo su importancia, pueden considerarse secundarias,
produjeron, por industria de muy aventajados maestros, preciosos
tizcdcy Google
— 98 -
ejemplares que como modelos deben proponerse si á reconquistar as-
piramos el puesto que por abolengo y tradición corresponde á nuestro
pueblo.
lOtórguenos el cielo presenciar en el siglo XX, que alborea, el
anhelado renacimiento en esta y en las demás esferas de la vida, y no
en provecho del mero espíritu local, sino en el de la patria, grande y
una! Aquí termino, Sres. Académicos, con el temor de haber puesto
en tortura vuestra paciencia. ¡Dichoso yo si logré dirigir hoy vuestra
atención hacia la antigua ciudad regia, metrópoli de Iberia; hacia la
que nuestros más grandes escritores no vacilaron en llamar taller ds
la discreciÓH, escuela del bien hablar, Ciudad Santa, Roma segunda,
Emperatriz de Europa, gloria y corasán de España, fortaleza de
toda ella y lúe de sus ciudades! {211) ¡Dichoso también si al enco-
miar, como buen hijo, las excelencias de Toledo, acerté á enlazar
con las glorias y desdichas del pasado alguna enseñanza para lo
porvenir!
He dicho,
tizcdbyGoOi^Ie
NOTAvS
d] D. Btmtflciit, libro IV, e^k XJCI.
¡a) Id hlitDtia de Toledo dude el fin de U piern de tu Umuaididei eitá por eecrlbir; jr cleí
fuera lolereeAnle hlinrík, no obeunte el frao decaimieolo de la ciuditd eD loi úlLimt» sigloi y tu aii
laciÓD poJiíica deipufi que perdió de hacho la capitalidad de la moaarquia. Bd el pr<tcn>e ctuid
no me propongo llenar aquel vacio, ni le avendría tal pretensión con la Índole de Bate trabajo; t
ocjfllún k que alf ÜD alentado eacritor trace con amplioa raigoi la hUtaria da la Imperial ciudad co
Acaao aorprenda la añrmación con que eocalreio etta nota. De Toledo, podul declrae, e« mucho
eacrltor cootemporáaeo Sr. Martín Gamero, A eiro respondo que ea viicfao, cicnamtnte, lo qoe ae '
dicho 7 repetido acerca de la Toledo próipera y (lande, de la Toledo TÍiIgodií, irabe j criitiana n
dlaevat; mucho lo que le han enaltecido nueiirot antltuoa Coocilioa, encomiado y eitudlado nuca»
peüado en negar nucitra local hiatorla moderna Guando loati ene que en Toledo concluyó lodo con el
r en c l mien» d-: loa comuncroa y la fuga de la viuda de Padilla: afirmación en que, li eiüte cieña
■ombra de veidadj no ae halla la verdad miama. Quede aal conteatado un argumento que % propóailo
de mi retis pudiera formulane con diiculpable inadrertencU.
ttaria, pOT lo menoi tan Intertaada cono aquélla y de aeguro máa apaalonada y cegada por pteju^
lae CoBunidadei lirvD au origen en el oliido de la política nacional de laabel la Católica y >u auatitu-
ci«D por Mra politice extranjera y anüpülica á Caalilla durante al reinado de D. Felipe y D.> Juana y
tdn y up díiguno que laa torpeaaa de loa gobernante* trocaron pruneio en traatornoa y revueltas y dea-
pu¿a «D declarada guerra civil. No tuvo en realidad el movimlepto tendencia política, tino económica
y baaada en notivoi de dignidad penoaal. V en la que tuvo de poliiicu no ftió (hablando k la mo-
deraa) liiiral, ^no IradicinaalitU, ni la palabra tibtrltul Bonó para nada al principio, como ni la
iotuda de Villalar y cl venelmienla de loi comuneíoi ahogó Ui libenadea cailellanaa. Tampoco fut
lo en defenaa de toa exencionei tiihulariai caracterlaadoi individuoi de la nobleaa, bien que con el
CODCuiBO de la gran nuyorfa del clero y del pueblo. Peía pfonto ae bastardeó y Garabld de carácter; el
DijilizcdtyGoO'^I'C
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tiB&calo pvpular K ÉobrepiHú al nablv, 1* dticaTtUk ie enH^oreó de loi cúAancrM y, laiutt de cor
durit ofendieron loi mái lefAdos inlereiei yBmnlena al paii eo U ADirquíft. BnUmcea tolurriiia
Toledo qae, peididí ]■ Mperinu del triuDro j por laicialivii da Li Wuda de PmdilU, habla sDl»-
blido Deíociacionei y rendldoie ■! ejficito impciial, obluTO de loi rgfesMe perdió y oItMo de la
ue*, sin excUiii la rebablliuciáD de la memorii del iorortiiudo capitán toledano y la r*iiile(i«eUD
Recién temen le ei Sr. D. Manuel DanvUi, ii)di<ridiw de número de esta Academia, ha anwjada nueva
luí aobte aquel revuelto periodo, publicando lu «olaminou Hlilrria critica y dacumiHlaJa dt Ut
Cnn-nidtáH di CeiUlia (Madrid, r897 i 1B99. nnuí XXXV á XL del Mcmaritl AiiUricB tifMMl.
Por lo que ataíle A Toledo y al papel prlncipalitimo que le cupo repreaeaUír, la obra ea importante, y
nfresa tal copia de noEiciai í lo ante* ubido, que an publicación, Juatameme con loe librji de Ual-
donado, Pero Mejía, Juan Ginfe de Sepiilreda, Pedro de Alcocer, Saadoval, Ferrer del Rio, MlRlu
r.imero, ate., excuian volver ubre ua aiuuta ya harto dilucidado.
pareize cierto que O .■ María Pacheco prepara U ilii-
no habla muy alio en favur de aquella dama, que á
ua habia lido f eneroaamenle perdonada, no obaiante
de eu interveoclAn en la reiluencb de Toledo. La refriega, reiUda el 3 de Febicro
de iji* en lai mfinaa callo de U ciudad y adtena t loi conuneroa, decidU radicalmente el nefoc»;
y aa ubido que D.* Maila, ocuka ptimero en un convenio
Portosal con lu liemo hijo para na volver i plaar el aueiu pa
ae hace m . I veíoiiiuil ti ae rcpira en que, perdonados ilgunai Imporianiea comuneroi uledanoi, en
dimiento de blenei.
Terminada la lucha con el vencimienio de loi «edicioaOB y la fi<a de D.* María, el CaUldo hito
poner en la Catedral doa inaciipcionei conmemaraúvaí (cuyo texto eaU publicado), en las que n de-
claraba U vlctoiia obtenida contra ios revoltaio), que 'Con coloi de Comunidad tenUn U ciudad
, alcaide de corta, derribóse la caía dg Padilhi y aobte el aolai
deitnila la vivienda del caiKlillo de las Comunidadei.
Padilla j al jurado Monioya, que hnbian muetio en el cadalso; ceo lo que en tealldad loa ulednnoi
excluidos del perdón fueron soloi ij, enue ellos perionajea de taum cuanta como D.* María Pacheco,
D. Pedro Lasao de la Veía, D. Pcdto de Ayala, Hernando Divaloi, Gómalo Gallan, Juan CarrUlo,
> el canónigo Rodrigo de Acevedo. Avaloa, Ayala y algunoa otros habiaoae tsmbitn icfutiado an
Ponugal. Consta que AjaU fué perdonado por Real ctdula de 9 de Diciembre de liis, aunque con
prohibición de entrar en Toledo ni acercsne i U ciudad en dleí leguas i la redonda. Por otra ctdula
<s) Concurrieron i las Cortes de Valladulid como procuradores de Toledo el regidor D. Gutleire
de Guevara y el jurado Alonso de Sosa Del influjo de esto) procuradoreí en aquella asamblea na
miento de VlUadolId aparecen de antemano cona^adaa en la instrucción que dio Toledo i aus repre-
sentantes antea de partir para aquellas Corlea. Cuéutanae entra ellaa la de que el Emperador conlraiera
mairimonio para dar auceaor í estos reinosj que asentara paces con loa principes criatlanoa y nhoviera
uecea y notorias ecleiiáaticos; que no ae aaque moneda de estos reinos, ni tampoco pan, ni calMllos;
el tomo II de la Ctlíiciín ác áBCuamUl imádilm /ara la kUliria át EifaMa pig. 33B. Pidleroa
y favorablemente un andguo pleito pendiente entre Toledo y al conde de Belnkitar (d*l que se darl
' adelante alguna noticia}, quien teola ocupadas cierus vüUs, dehesas y montes propio* de la ciudad;
que ae respetara la exención del puntaje, poilaigo, barcaje, pasaje y castillería, quegosaban sis ved-
ariobiipal y de loi monailerioi y aun por parle de la Iglesia de Toledo en perjukio de lo* pkinantaa
16) Don FrancesUlo de Zürüga, en su Critica, cap. L. (BiiUnttca dt aularct «/«Aiiír, da Rlrade- '
neyra, tomo de Citristiáadtt iiilitfrújícaí, plg . 37,)
lizcdDyGoOl^Ie
— lor —
u de tu CottH dt Toledo dt isaj, p>IÍEÍáii prlnira. fC^la ár ln ¡inl¡r¡«>¡ rrí-
tmié ¿■^n/C'wffUa, poblicaduporlaKvlAudcmUdiUHlatarU, ton» IV, páf. 403}
«M aninta dsl pn^Klado ualrimoDio— é pincinn ki conTinlent» i ni icrTlcLa, qui U volunud da
el ■■inurtrii u laclbió, k aun deUimisí tn gilí; i pan Mti sfacla, era ido por ni «andada an Portu-
f>] rauíuiur da Laaao.- Lu nc(i>ciacÍDiie> ie UcTaron i cabo con rapidea luma. En 3] de Octubre
UecA ya d Toledo nueva del doapOBOrio dat Emperador, rapraaenfado en Portuial por au embajador
Enero de iji6 partU de Toledo al Duque de Calabria, comiilonado pee Carloi V para recibir en loi
Cuauo A lu Cortea, aalatltron i ella* loa Ariobiapoi de Toledo y de Santiago, la nobleía y loa
JDaravediaaa. El ordenamlanlo, promulgndo en 4 de Agaito de aquel ailo, ea muy Importaole. Venan
■ua capitulo! BObre dlTaiaas materia* de leblenuii de admjnialraciún da jiudcia, d* disciplina acia-
tiiatica eDtiu Telacioncj Con el Eatado, oGciot públlcoi, Impuealoa, ¡nduUrlay comercio, etc. Repoti-
daa TBCea aparecen laa miamaaó aaáloEaa paticloaa que en Cortea anterioreí, lo tual revela el arrai-
ga que alcaniai>an ciato» abuaoi; paro an lo que entoncea ae legielé acerca de la induibda, loa hoipi-
[fll No la nueva de la prlaiAn del monarca francíi, como han EfiCrito aigunoi autorea, púa tVM la
habla recibido en Madrid baiIaniEBdIai antea de ir «Toledo.
(9) El eiioqoe 1 la nunopla derecha de Fianciaco I, aimaa ik que aludo en el Kilo, paaaron mil -
tarda k la Armena Real de Madrid, donde re couervao, juntamaole con otros objeto cogldoa tam-
bKn en ia batalla de Pavía. Vid. au detcripciún en el Citldligii kUliricii-iiiicripliBs di la Riat Ar-
mtriaát .\fa<ÍTÍd,pai el Conde viudo de Valencia de Don Juan (Madrid, [S98), páflnaa ll¡i.¡,t%.
XI eatoque y la manopla présenla en Toledo t Carlos V Diego de Avila, apreaador de Franciico I, y
dll aoualea y concedUndole la hidalgnia. (Carla dtfriviitfií y cm/irmacii» daáapar ti Emftradir
cirial f á Diígt di Avila, etc., publicada por el Sr. Fernándei Duio en el Btttlin dt ia Rial Aca-
demia d, la Hi,l.ri: tomo XIV, pig. J.i.}
(10) Kiu y oini naiiciaa de las primeras estancias del Emperador en Toledo y suceKs á ella
afana gmlmcUit di ta netdidí n la pritiin dtl rtjt dt Francia dudt ^ w fui Iraidí ra Eifa4m par
lodail t/imft qutatmt « tlla.haita qmt il imftradar It dii liiirl*d, etc., eacrlla por el hkiorla-
ccaosque redare, y par el aire de verdad que respira lu opüaculo, ea digno de entero crídito. Publi-
cóte aquella RríacH^ en la Cl.tcHm d. dacm^B. inidiln f„a U ki,l„ria d, EttaHa,
tomo XXXVIII, pig. 1D4, y lamblín En U Uiitoria dt la villa y ctrtt dt Madrid, da las lEXoreí
Amador ds los Ríos y Rada y Delgado, tomo II apéndice II, pig. (jg. En un Sumarit dt algiáMH tu.
ctuí dtl rti-adt dt Car/oi K, de] siglo XVI, exittente en al EM»rla], incluido en la miima colee-
ci6n, lomo IX, pig. su, te conaignan deuitea de lai eataoclas del Emperador *a Toledo en loe
aiioa 152}, 1536, t5s9 y 1534, eunque con aigunaa diacordanciaa da fechas. Es útil, en fin, consultar
ápropisiio drías eatanclaa de issg y iss6, el prtcloto Jturaal dti tiiiyagu dt Ciarlti-QmiiU. da
Juan de Vandenease fpíg. 71 i T3), publicadoenellamaIldela(7:i;i(c(i«rf<i vtyaiti dti lawvtraiH,
dti Paji-Bai. de Gachatd (Enitelai, (074)-
(11) E» curioao el pormenor de laa danua que por cuenta de la Catedral y para el dia de la Vbgen
dansaulea disfraasdos de rayes, amaionaa, negros y talrajta. Vid. el docwnenlo que copiado del ar-
ckiro de ia sania igleala Incluyó el Sr. Barbieri en sus arricuioi Migajat dt ¡a hiiltri», publicados en
la letisla qiÜDcenai TtUdt (Toledo, 1B89), números VI y ilgulentea.
(i() Creo oportono aeSalar aquí las estancias de Carlas V en Toledo, ciudad i que cobi« atici6n,
- jleavaneclda* las ptevencioiiea que contra ella sintió en un principio:
AAo isas.— Daade el 17 de Abril ai ij de Agoalo.
Dal SI de Sepderabrc ai i] de Octubre.
Del >i de Octubre al s da Noviembre.
Del % da NoTiembre al ig de Diciembre.
Dalajalji de Diciembre.
> iss6.— Del I al 14 da Enero.
Del ifdeEneroalii de Febrero.
Del aj al >B de Diciembre.
tizcdbyGooi^Ie
— 102 —
Ailai5ie.-U*l i; de Octubre al 31 dE Didimliii '
• is>9.-D(li deEntnil R de Muría.
• ij34-'I>el 11 de FtbTen ni ii de Mayo.
• ijiS.—Delas de Octubre al 31 deDiclembl*.
> i!39.-Dt] I de Enero al ifi de Junio,
■ IS4I — Oial JO y 31 de Diciembre.
> ij4).-I>U ■ de Bnero. Fui lu úlilma obikíi en Toledo. Kl dU> * p>Ri6^-
(Nola* euracndaí del falle» del Sr. Foronda Stlanci/a y vii-jii di Carln K Madrid, 1S9S.)
No C), pUH, exacta que, como
toledano, noWvien al Ctnr li
(13I Lannoyhablaacampañado deide Italia al priilonero Rey Franc'ua, baña dejarle imioTechi-
■ián del alciur de Madrid. Hiioielc en Toledo ■olenne recibfaulenla. y Carlai V le aco^lA con imi .
demoiuadÓD de placer. Eito na Impidió que en el alcánr toledano y i preaencla del oiinna Enpoia-
tad prafimda. Cmrdronie de una á otro palabraa ofensivaí, acalarAranae lo» ánimas, j el Emperador
ordenó í Lannoy que callara; pero el Virrey, ciega de ira, maldilo de tu vcnlura y le uUA de la
(14) Entre lal embiiadoru que le hallaban i U Ui6n en Toledo con la carra debe cilarK al ctla-
bce Conde Baliaaar de Caitelldn, auiai de JU CtrUitHn, qiK lo ets de la Santa Sede aoterionnente á
SaliLati, y al embajadoi de Venecia Andria Navajero, que en lu canocida llintr^rit j en an cam á
íloXVL
(15) Llcgí Salviaii t, Toledo el 19 de Sepiltmbre. D. Prancoílla de Zúñifa, en tu curióla Criiiiem
capitulo Lli), fija en 14 de Octubre la Urgada; pero no pudo icr aHi, pues el Emperador, que oabemot
Toledo, caballero! y titula! de Caitllli r.incionaiiot palaiinoi, canAniBoi y dignidad», enlre ellet el
célebre D. Diefa López de Ayala. De la Hetu y lu concuno da noliciaa en lu Crónica el agudo deci-
dor de Cailoi V.
{16} En»¿ en Toledo la Duqueía en 3 de Octubre, muy icompailada de caballerot, praladoi j da- -■
nai, todoi cabalgando. Había cnvlixlado pacoi diai antea, y ella y lai de >u gerTidiunbre venían veati-
dii de bUnco en leñal de teto. El diiparaudo D. Ftanceiillo, que preaenció la entrada, dijo que
ncría i Tremccín ó * la caía de la Meca>. (Cap Lili de la CriiUn.)
Carloa V lallí I recibir á la Duquesa, la abrai6 y dio pal y la (compaKÓ liisu lu poiada, que fui
en casa de D. Diego de Mendoaa, Conda de Mélita. Bn «la casa y en el alciiar ae celebraron lai
COnferendaa de amboi pensnaies loblc la liberación del Rey de Francia. Nollcíai de e«a> canfaran-
ciai, deotraaaDtetlorHCelebradaaenelmliino atcüiar de Toledo con varioa pcTMoajei enviidoa al
Emperador por el Rey prisionero y por su madre la Regente de Francia, de la afeclDOaa acogida qne á
la Duquesa dispensó Carlos V, etc., pueden verse en la obra de Ctaampollion-Flgeac Captívilí ob
Fratguii !."■, incbíida en I» CslUcliai ale dccioKtKtt ínídilt lur l'HUleirt di Franct [Paria, 184)),
Documento* de la SeccUn IIL Caftivili mEipatut. Terminada* infiuctuosanienle las conferenciaa,
la de Alenion dló U vuelta á Madrid en 14 del mismo mes de Octubre.
(i7l Ferníndei de Oviedo. Srincrtaífí iasuc/didam U frliiln dil Riy dt Francia. Vidt ul lu-
frt. Botbón Uegá í Toledo el ■; de Noviembre de i;^;.
|[«| Del banquete con que obsequió Catloi V al Duque el día de la Candelaria, 1 de Febrera
duque, al cual sirvieron la copa tos mUmos coperas de S. M.. Barbón coutlaui en Toledo baau dei-
puisdels partida del Emperador, y el 1$ de Febrero marchó en dirección á Italia; bien qne M. de
Herbay* en su Discriftiss da i^aga /aicH it vielairis di limfercnr Ckartis V* dtcr m,m
(mi.T. Ilúdela Bib. Nac. de MadtidJ dice que U marcha de Baib«n ocurrió el dia la de aquel me*.
Cuanto al incendio i que aludo en el uxto, v«ase eu la* iLUSTaAcioma t DOaDHlHTO*: Una Iradi-
DigitizcdbyGoOl^Ic
— 103 —
~(t9)' Actb^ba U «X RcliuGenuiu de perder i ediegmiiio merido, Jiun, -Marqué* de BreudexA'
burt. nUnda Ikgd i Toledo, en » de Entro de i;i6, Venfk cubierta de Inn, en uu litera umUín
•nlotada, (rayendo pnr léquito al Marquíi de Denia, al OUipo da Calahf rra y buen golpe de dama) j
doeñaa. Ciertofl pandee y caballeroif enTiadoe por Cartoa V, ■aHeron á recibir á Germana fdam
del puente de Alcánura y [a beaaron U mano, rUt cual no pidieran ni boaaran— dice FamAndta da
Rey Caiólico, luftliie ul comedlmienu». E] Enperadoi a(iardíbala allí pacoi paaoa diaUBIe,7
■cercándole 1 la litera con la (ona en la mano, bliola una craa reverencia, á que correipondl6 la
dama. Eecoliadapor el Cíaai y el legado poatificio, que cabalgaban junto tcUa, y aeiuidoa da Incido
aornipañamlcnFo, luiÑcron ya de Docbe i la ciudad, quedando Germana en las caaaa de GarcÜaao da
la Vega, que te lirvleron de poaadi. La Reina Leonor llegA í Toledo al d^ i.o de Febrero, proca-
denle de Torrijoi; j el Emperador, w bemano, con todoi loa alloa penonajo da au corte, aaUA Igaal-
ipa>eDt& en (1 alciiar. Ainbaa damu partieron ds U ciudad en i« de Febrero con direcdAn 1 Illai-
miamo mea, regreaaron laa doa Rehiaa á Toledo, donde aún permanecieron algunoa días.
(ia¡ Balando el Emperador en Toledo, i &ne> de ijiS, llegaron i la ciudad loa doi ilmcrea con-
quiatadoreí de Míjico y el Perú, Hernán Cortil y Piíarro. Petaegnido el primero por la envidia de aua
(muloa, BCndü á ibccrarae, como fácibnente lo hizo, de loi uijuitoi cargoi que tabre t] peiaban, y
y Véala en demanda de auxilio* para emprender ia conqulita de aquel rico Imperlor y el monarca no
■dio le facilitd recnrioa para la empreaa, aino que le hiao caballero de Santiago, gobernador. Capitán
gCDcrat y Adelantado dota dilatada regMn poríl deacubleria.
Eaiaba lambían en Toledo el Cinr á piinctploa de líig, y con él nuenamente el Conde Baltaaar
Caatetlén, ala laión tepreienunte y apoderado de Clemente Vil en la corle eipaüala. Rd Toledo
■dolsció y murió traa rápida enreriaedad (lo da Febrero de ijag) el famoao político y lileraio; el Em-
líde fHHKtlivt dtl J/umisrCB lili SmfrrmlBr Carlsi V m BarclluHa. Iniénala el Sr. Aleada en au
obra pAanuna Iboy en publicaciín) SeítmiH'dmiUi y ñtilat fúiUcaí i^i fiyaila, tomo I, pág. ji. La
obra de Alenda, aunque bario luiceptible de aiuncntoe en au impariaaie caudal bibUográfico, ea del
mayor talcría para la biatotia local upaüola, y á ella ae puede recurrir con fmle en lo que ataig á
la Peüa del Rey muro y loa criiilanoi ■ lu alcance que fot coaa admbvble di
di«ae awlDi á loa de la cátcel real, aun loe acuaadoa de loi mayor» delhna,
(])) Texioi y documentoa rerermlcí á lai Canea de Toledo de 1538-39 que deben coniultarac par»
formar juicio exacto ubre ellai:
Cédulas rea leí de convocatoria á laa ciudadea, ptotados y leifcirei. (Su fedui en 6 de Septiembre
de iSjS.)
PropotUlán que te hivr á lat /trladiri.fraitJri y caiialltrei. (Eian doetBuaUítfuetaB publicadoi
por el Sr. Dan*ila en su obn £i faJrr cinil rti EifaSa, tamo V. documentoa námrrga ga, ^¡,94,
»Í96-)
HUtirrla dt U
di Tetede a^e d.
y mlnucioii relaciin, á manera de diario de seiion», de lo ocurrido en laa jimtai del braio noble. Va-
rias ton laa copina de eile bitereíanie manuscrito que eiiaien en nueitrai bibliotecas públicas, (mbllo-
leca prorUcUl de Toledo, aala reservada, 5-6, ms. en 4,0, pergamino, 61 folio» numemdoi.-Bibliola.
ca Nacional, mi. 17S1, folio aM.) Capmanl publica en ¡^ PrAclici j tUiU de ctteirar CsrUi (Ma.
tizcdbyGooi^Ie
CtrUl gauraUt crttíraJai tu Toirít ftr miuiílda lUl Sr. Sm/trailtr Carla fulmlr /sr lai a*n
^l^ 'SJS filar IS39-- EnnM niw:iáD aniDiBU dútiau d« U d<l Conda d< CoruKa, por cuyo cdd-
Mnlo K «atienda dcbü eicríbinc tnniciinidoi batcaatai ai«i, qaiiá en el Tañado de Felipa H, por
penou bien emenda da lo ocutrido. En U BtbUotaca Nacional bay treí copia* m«. de ala lelacLda:
S. lia, m>. 1751, fol. 357. T nu. «411.
CDadamo ú oidenasiato de \n Cortea da Toledo de igjS j 1939.— Exdile ua ejnnplar nu. en «1
ucUto del AjFuntamiento de Toledo, cajún 8.°. lefajo i.», tidu. J4.
Sandonl. Miilrria dti Ei^fíriidirT Carloi K— En el libro XXIV, R VUI ic ocupa ampÜauíDle en
loa acaedmicntoi de aquella! Conu.
Juan Glnii da Sepillveda. Dt rtlnat"'" Carnti íwíhíI Jmftrúl^rij. Libro XVIII, lol. II de las
obr» de Sepúlieda, edic. de Madrid, 1780, pig. 65.
S.Uaar de Mendou. Ckmict á* il Cardinal Om Aun -Jaiur; capa. XXXn á XXXV.
(14J Sobre la nía j lu eatablecimlento en Cutilla á úlOoia* del ilglo XIII pueda vene mi «Odio
CanlrUucioMn i im^tutlH m Ltin , ClIUia duranli U Edad mtáia (Madrid, 1S96), cap. III, pt-
BtoajS*.
(ij) Cuenta Sandonl que üarlot V qoedó mu; raientido con el Condeatable y 1* biio car^oi
ciindele el Emperador que le ecbaria por un cori«dar donde cMaTan, reapondli el Condeitable: iMt-
laflo n mejor V. M., que al bien »y pequeSo, pean mucho.- (HUUrria ¿t C<,rltl V, libro XXIV,
-mil, dada la eJicltaclóa de Animes quo reinó en aquellas Cortea, lai contrariedades que dcbiú de eitpB-
rimentai el Emperador y el bien roijado caiicter del Condeatable de CaadiU.
DO ba bebido unanúnidad en loi juicio!, haae, por lo geno'al, TccoDocldo la gravedad en lo que atacaba
loa fundamento! de la inilituclún, del acuerdo Imperial duolviendo arbitranamEnce el bnzD noble. No
eaeatn ocaiíón de juagar juicios ajrsiot; <úJo recogerá doi opinionc!, en miMatir inexactas, que por la
junta autoridad de sus mantenedore! pueden contribuir á oscurecer el cardcter de aquellas Cortes.
Frimavtra fftir dr ramancit, que la DsUeía oe lellrA con deiiUn de una junta de pechero!'. La
Dobleía no le cetiró con desdín de las Cortes; fui despedida por orden del Emperador. N'i aquello en
mutua, bien A peaaj de la nobleaaquc, babieodo pedido rekcradamap te comunicar con los represenlaD.
tes, no pudo conflcgidrio, por la teoai oposición del Emperador.
De catas Cortes de Toledo trató por extenso el Sr. CllulTai del Cudllo en su estodb Carlit Vj
liu Csrtis di CatlIUa (publicado en La StfaUa MnUma, número de Enero de lS8g), rectificando
algunos Inveleradoi errores y proyectando nueva luí sobre la hialaiia de aquella lusdlución en gene-
ral, Pero refiriéndole t éstas de Toledo, aoitiene que los gnndes y seiloreí no formaron hritMi, ¡A por
tal SE teoiau ellos mismo!, ni se luvietou bu! antepaiadoi; y fúndase en que el Duque de Bíjar declaró
que entoDCes se celebraban, nada quería ofrecer, por pancerle maner» de pccheria. La cédula de
braio de las Coilcs. El Condciuble de Castilla, que juntamenie con losque puditramos llamar sus ami-
gos político!, representaba la fracción mía ÍHÍf/teíHal, CoTtcM llamaron & aquella su asamblea. Lo
mismo el Duque de Alba; lo mismo el Conde de Osomo, que decía: *inttMfrc órajo es el más principal
comisiones de seBures que fueron A visitarle «que éstos no son Cortes, ni menos hay braios* [en lo
IOS, nada debían tratar allí de carácter general. ¥ el Harquíi de las Navas agregaba filoaóficamente
Majestad, mas si damos medio serémoslo todo* . No hay, pues, raiones sólidas para negar que la asam-
.por nocvo lo que era ya viejo y sancionado por los siglos.
tizcdbyGooi^Ie
— IOS —
ate uinUí, que •!■ cauta de] puabla y <■' >> noble»» en un» ttiln, y eunnioi (olp« k dewutubu
COBoa uBm de li* doi cUtev, lubUn bjde 6 leiapimna de eer sentidoB por U otr*». {Hiit. gentrat dé
EifaSa yJitits htdlam, tomo V, pág. iiS.) En efecto, eichilda li nobleu de ]u Cana, en ideUnM,
parto Eenerfl], ■¿To fnenm 4 cUjii los procDncJcree de liududidce de voto, quienes muchai veccano
mvTO limiitavo de to que hablan «Mo anta*.
(■;) ConcucTitraD 1 «tai Corleí de Toledo, ■eiúii el nomencUtor que fomaion el falttoriador Sa-
ín delibera ch>uet diilinguiíroiiie prhtcipalniBiite, á míe del Condeitable dt Cuülla, loi Duqoei de
AtbnrqiHique, de Bíju, de Alba, de Medina Sidoola } del lofaDcado, el Mu-quíi de Villena y lot
Condei de MedelUn t de CotibU.
Faí notable el raoito y boato que atgunoi de ellos daeplecuon. Aii, por ejemplo, D. Juan Alonen
de G<um*n, Duque de Ucdina Sidonia, lleió i Toledo con lu bijo D. Joan Claro de Guimin •« hi»
en ella una eoBada tan iziimpbal, tan caiUu, un abundante de KPioTn e cavallcroi, t tuvo lu cua
tati bien aderccada sari de mucbam salas, quadras ¿ eanuras entapizadas de tela de oro £ brocado,
como da cosai de plata k oro h copla de gentes, que se Jni^ utct sido lu entrada t adereza de casa el
m^or que batta en aquel Ilenpo aila becbo iiin|un Señor de la casa de Nieblai. (Barrantes Maldo-
nnáo, JliHíraciimn di la Caía dr MriU, en el ilim. kiil. <!>., lomo X, pági j6i y^i.J
Laipraladcs atinentes fueron veinte, 1 labn: Anobitpot de Toledo y Granada, Obispos da Sigúcn-
la, Bufxo*, Cúidoba, Vlaiencia, PalencU, S<(Ov]a, SaUmanca, Calahorra. Zamora, Ixdn, Coila, Ciu-
dad Rodrigo, Guadix, Abnería, Orense, Hondohedo, Luga ; Badajai, PraidM el braio ecl«l4atlca
el Ariobispo de Toledo, D. Juan Tavart.
Lm seliorea y kn preladoireunltronse en doi dittintat talasdel monssietiodeSaaJuaade lusKeyes.
jerot, tiles como Federico Duque Palatina y su mujeiU Princesa deDitiamarca, el Principe de Oraoge
y el telar de Istabi.
Para evitar, sin dnda, )» mala impreiión que i tantos dinijiiuidoi bdétpcdes había de cauaar el af
pecto deaafiadable del principal punto de ingrcio 4 la ciifedad, depútito haala entonces de escombros i
inmundicias, el Uariical D. Pedro de Navarra, Marquts de Cortei, corregidor, t la sacón, de Tol«io,
do. Mirckéii.
(iB) El OrdeDamlenlo de lai Cerlet de Telado, de iUB-39, no ligura entre las publicados por «ata
da en naRUvo el Ayanlamienta de Toledo [cajón B.o,le|ijo i. o, núm. 54)- El cuaderno, muy axten-
lo, contla de 1» capituloi y va fecbado en 30 de Mario de i539' La qiK mil abunda en il ea lo cancar-
Dcredadei. De interna «pecial para Toledo tolo hallo una peticKn, que fui denegada. Pedían los
na dudad ó villa del reblo de Toledo; pero el Rey contesii que babia mandado acrecentar el DÚmero
de lot oidore* en laa ChanciUcriat exltteniei y que no convenía hacer novedad.
Poeron procundoret por Toledo <n aquellas Cortea el regidor Juan de la Torre y el jurada Gaieta
deLeúB.
enkcoestiín de U lisa. fCurtti di Ui *itt¡tnti rrílvaiU Ltiit y di CaiUtU. Iniraducciiit, ivute *-■,
i Toledo para que en lai Cortes de Valladolid de 1541 consintiera en la concesiín por los procmado-
mcnlo Martjnet Marina en su Tttria de ¡ai Crri
il elBnpctwJar acudid á lai ciudades soUcltanda retónos, como se ba ctcrito, fstas te ¡01 concadla-
Icmplaata que mostró Carias V. Un alguacil corattii un acto detconts con el Duque del Infantadn,
qulan, echando nano i la espada, <U«le una cuctaUIada eo la cabeu. Indignaron»! lambitn lot doái
caballeroa contra cIalguaGÍllierldo,qDejAie tale al Emperador allí preienle, acudió un alcalde,qii*rÍBi-
da pRttdir al Dsqoc, j ealorbólo antigicanicnt* el Condettablc, con el ewil j con el del Uhatadn fttt-
lizcdtyGooi^Ie
— Io6 —
U Emperador cw solo. Mucho úntíÁ étte lo oG<ffñdo, p«v íltccio-
ilmulú prudenUmCfilo, lin <lAr á aquel abuidimo j al aoto del Duqw
y ávl CoBduublc contiH loi mlnitDae de U jmticia naf e[ valor que bd rtalidad RDian-
(31) GoDido ds Illeacaí, StfintAi ferit di la Hiiiaria ^ntifical r catkMca ( Salsmao.
ca, HDLXXItl), llb. VI, fol. 371 v.*
131) A lauí^n habianae 71 comeniado üu obra» del iLcáimr, y debido k eÜD mararop loi Empa-
radons duiante la> piimcrDi inens de lu pennaDencia en Toledo en la> caiaa del Conde de Méll'oi
peroD.ai,ebetieaailad6 al pelado de loe Ayalaa, Condei de Fuenialkla, desde en 1 « de Mayo
(33J El blitorlidOF Saadoijil uaná muy i la menuda lo acaecido dcepuii del fillecimieato de U
Emperalrii. Treinta y doi giaudee y HÜoiei wkíiov. el cuerpo de D.a Iiabcl del palacio de Fuenaa-
IMa, entregindolo al curcecidoi y legidoru de Toledo, y colocado en enluuda litera lleiúonla i
dei, tituloi, dignaurio) y ■ervidoiei palatino!; loa CoDiejoi; el Cardcoal Tavera y otroi preUdoi;
loe disliuloa cabildo! de la chidad, el deio, drdcDei leljgkiiai, CDÍradiai y todo el pueblo, couDliudD
por un iofaiuto auceao. El Emperador .e babla retirado al inmediato monaiterio jerAniíno de U ffiata.
■cimilu, emprendióle el viaje á Granada, en coopaSía del Caldenal de Buqni, lo> Oblipoi de Le¿n
'oeacEequiaa, predicando el célebre D. AnWnla da Guevara, Obiipo de Mosdoñedo. Timblín Juan
Gbéi de Scpúlveda da cuenta en su Hiilana latina de Cailoi V (lib. XVIII) de la muerte de doña
laabel, aunque no un largamenlc como Sandoval. En el intcrcaaotliima JturiuU Aii vcyagii dt Ciar,
ífí'Quimí, de Juan de Vandentase, tan útil para el conocimientG de la hlatoiia del Emperador, hay un
nutrido reíalo de la muetiB de la Emperatrii y de laa ceremoniaa y bonraa con aquel motivo celebradas
en Toledo (piglnaa 149 i ¡si)- Incluyo eaue lai iLDBTUaciona i ixiciiuaiiTaa el taxta de Vandeneíae,
que ronna peí ii una ÍDIere»nte riMciii» /aliditHa.Laa nodclaiquc dael6el lervidor de Cailoi V
■on nuy compldae y feiíacientei, piiei Vandeneue le hallaba á la aaiiSn en Toledo y ¡mí leilteo ocular
completan mucbo, y ea digna de atención que al Tefeiíiie al fúnebre viaje de Toledo i Gianada aólo
lino le dieron á diicunir lodae loe cnuiítae loledauoi, eia en el giglo XVI fuente de mU bablillai y
eoperaticiunei, y para acabar con ella* el lluitrada Silíceo ordenú bacer un recODocUnlento, con el
cual, por cietlu, no ee coniiguiú lo que el Anobiapo pretendía. Hé aquí cómo lo refiere un eacrlioT de
aquella centuria:
•Diceieque el año de 1S4Ú dieron uoiicla deiia Cueua al Ar^biipo de Toledo Donjuán Martinei
SlUfio f'i^J, que poco anlei auia entrado en eata aacroaanta allla, el qtial la mandú limpiar y que en-
tnron algunas peraonaa dentro probeydasde raanunlEnieolo de liniemaa y cordeleí para acertar i
bolber y que no a media legua bieíoo vnas eatatuat de bronce lobre un ara y que mirando vna como
eetaua eobre su pedeitral ÍJicJ «e cayó y causó coa el gran ruido qtie hico mucbo pauor en loa ánimos
de loe nucboa y poco eaperi mentado» abentureroi; luego lueion delante y dieron en un golpe de afta
lan bando que no le atrauetaion por na tener puente o maderoi con que le poder balar y que Htn
agua algún trecho antea les cuso miedo por eL grao ruido que baciaj pudo ier que ae becbaran por
otro lado no bailaran este impedimento; con eito le tomaron a lalir al tiempo que ^ejiatia la nocbe;
cauíolee jnpresion aita mudanza de ayre y par eer berano estaua la cueua muy fria y ael algunos
todo CI«dlto.>~Romin de la Higuera, //iWsrlA iccltlidilicn illa imfirial civdad dt leltáeitv
Utrra (ma. t Inídila), Ubro III, Cap. 11. (Hay un excelente ejemplar en la Real Biblioteca.) El Conde
de Mora tambiín reUta el hecbo, calcando el cuesto lobre el de Higuera.
(3S) Loa regociioe con que eelebrfi Toledo en iss5 la conTenün de Inglaterra luperaron á cuanto
do y rumbo podemos darnos perfecta cuenta por una utensiaima relación del licenciado Sebaiiián de
alegria, echaron, en Bn, como dicen, la cata por la ventana. «Nunca los vlioi— legún Korosco— rie-
ran ni oyeron deilr que jamás en eita clhdad por cosa ninguna tanta fiesta ni Unto regoiijo junio se
blalcae.» La emulación de bacer lo máa y lo mejor parece qne había atacado i todos- 51 el ayunta-
lizcdtyGooi^Ie
— 107 —
nüuilo, «i cl«», loi ÜEul» j cabullfiroi, Ui GofndiAtt y hAmiandadei procuraban dar realu iim^Eada
d iu ficatu, loa Durcadvna y loa meri«fTal« de diverna oficioii róperoa, aapaKroi, teiedoiea de pa-
Bea, calccttrot, uniccKia y luircí, centuplicaban a» aCiiarioi pona»! oKenlaaoi tiajet y ilcu
prcHu, lucir viitoau cuadríllaa y companai y arcmiúiBT naeraa y mái ariginales cipecilCDloi.
Aal, aunudfiaroD «n Toledo por aquellos dtia lumlnajiafl y campaneo, proccfllonei y rofallrai» fue-
lla de aidñcbi cAnlico* y múaicat, conidat de bueyca, maicaradaí y ciiadrilloi muy Ingenioiai, jue-
ah«YDB, fanaBy entremoea rldiculai, danlai, cabalgataa hulárlcaa y miloIógicaB, loioi y callafl en
Hay lambléD una relación impríia de aquellu fiauu, lumiimcDte curiosa y raía, eaciila cui loda en
■ ^¡ ítiyiu di ¡at'l'ltrrll. Cumfutlla fur /miifi dt AufnU
dtuFUlppt Slydr m^tt y SUilitty de liiinlalrrra y ¡ran Princifi di EifaXa „Htllrc Scitr.
IrMlattt tmtUa la ctHUtriitH dt ¡ti llfUtrt. Acntiilr n tlAüt D, MDL.v. rji'c^. (Tolado, Juan
FeíTtr, isss-} Treinta y doi hoju en 8.° -Biblioteca de Gayaníot, boy en U BibUateca Nacionai,
R. 11.SC14.
(36I El licenciada Hnlnico, nombrada ya anteiiorinEiiIe y i quien he de lemitirnic mucluu vecea,
reaeSA lambitn lo máa aatable de eatu ñeiiu de la pioclunaciin de Felipe II, Ui. Aa. 105 de tu
Bib. Nac, fols. i6> ú 16} v. <°
penddn de la ciudad en la plau de Ayuntamienio, con el clamor acoilumbrado es calo caiot. Por ■•
laide el corregidor llevó el pendAn i. 1* Caledrul, con gran líquito; bendfjak Bolemnemenie el Carde-
cUaico, hecha entre la< dOl caroi, fui cota lan notable que, aegún el coluiialta Hoioicn, ni el Kpulcio
lemijaate en eiequiu de reyea y preladoa. (>ttmaria dt ¡IU kenrai gut I( Miciirtit n al» ciidMa
dt JmUda, fsr im muerll dr tí E/tfiradtr dan Caria Hmilrt Sitar «w 11 lu fiaría, publicada
antrelai AJac»«iAii«lr''nj dt Iti tifim XVI y XViUTÍaiñi, 1896, pig. 4*). de U Sociedad de
Blbliofiloi eapaKolei.;
Dando tan lólo iu jtuto valor á aquallai ponderadonea, •iampie reiullatí qnelaa boniaa que Toledo
plioa deuUei dan cuenU de laa celebtadaí en Valladolid, Roma y Bnuelaa, no dlgu palabra de la>
da Toledo.
Bnne loa luceíoa putlcuUru de aquelloi aloi leiUlari loa incendloi ocurrídoa en loa monailerioi
de leligioaai da San aemenle y Santo Domingo de Slloi. Hi aqui lo que de <II« dice el hiatoiiador
Román da la Higuera:
En issí, en elconvemo bsnaido de San Clemeace, •dia de unta Apollnnia eilaua roa monis re-
mioaa y la beU le prendió a un madero y da alU uo gnu fuego que ic quemó toda U IgleiU y parte
de la caaa, dcipuea te reparó labrando la capilla mayor Don Fernando de Sylba cauallero muy noble y
principal deata ciudad quiriendola para enarramlenbi auyo y de aua aubceaorea, labrada la capilla no
tubo affeclo porque lu Megealad del Rey Don Ptaillpe nueilro Scüor mandó no paaaae adelanu por
auer catado CBclla enterrado el Infante don Fernando hijo del Emperador Don Alouio antea le mandó
lOl. 4.°, Mp. A.', voL 6.0 del ejemplar de la Real Biblinieca.)
^miento aquí ae tolla ir delante del 5." Sacramento a examinar cada noche por el clauauo y aqiialla
noche fue por debajo del charo y d^eronle que aula fuego, lai criadaí que con ella yban le comenta'
Gnlivre Ortii varón de gran aantidad vlnieae > el Monattiiio y le dijeaen lo qoe paaaua dijo a la Aba-
de» y monjaa no atribuyáis etla maiaulUa a la diligencia de Ui doBcellai que camen(«cn a apagar
el [wfa poique yo bi a lanto Domingo de Siloi que lo mMun con ni báculo, y el dicho de eele eaclare-
lizcdtyGooi^Ie
looj-*..
(Utm id., •." pirle, lib. j.", cap. i.", -a\. 6.")
(jS) GiinuD cduscIó y pubUci «m la* UinSackonst di n Hatirim (núm. XXXt, péB. ia9i)U
Ttladin de iqucllot nicem, tomada de la coleccMn di papel** eurinot dal ctudUo wkdaio Saotlaco
y Palomareí
( J9) La rccha de la conToatorU k cMU CorMí ei de ; de Octubfc de 1599 y debían rnminE en
Teleda it la de Movlimbie, pero >e retraió la celebncWn baila el 9 da Diciembre. El Diple objeto de
■aCoTtaCiit;jiimal principe O. Carloi, tratar del matilmoiiúi delKeycon D.' Iiabel, bija del dt
l'tancia, y obleoer el leiiiclD y idcdud. La cédula convacaioria utA publicada por Danvila ta Elft-
dtr civil « EifaUa, tomo V, doc. 1 ».
(40) Tba el Rey vcaval^ndo en tu caballo y mirando á ucaí partee y A otras y haciendo ít todo»
cotí ittTlita mucho favor, eapecjalmente A l&e damaa, porque A cieitaa partei lea qtiitó el chapeo...»
(Horoico, Rjlaciin í mtmarim dt la rilrada «1 tita ciidad rfi 7«Udó, dtl Rty j Jttina «milrn SlOf
rtt dtn Ftlift í dBÜa habita. I
UO Cabrera inserU en lu Hliluría di Ftlipt II la frr^iiciin del Rer (tomo L píge. ajS y a79).
La leiión inaugural ie celebró, Kgún Gachard, en la gran ula del alctiar (Cto- CarUi « PAiUff* II,
tomo I, pág iU: pero coñete que lai junuí ae verificaron en el ulín de ConciUoi del palacio ano-
<4i) El Rey pli« lae lieitaa de Dai^ad de i;59 en el Inmediato monailerln de la Shla, El liguicntt
euat noticlaa, proporciona otras de la euanclade Felipe 11 en la ciudad imperial. 114 aqui lo que hilo
■ Et le 6^, jour dei Roya, ful ouyi la mesie h la grand ^liae an la cbappalle dei Roye, et oflHt trole
couppee d' argent doitee qizi luy furent préianiiee toutei noií par la due Bilcli de Bnmawlck. Et
dbna Sa Majeití publicquemcnt en talle; cl i ta uhle dlina le conie de Salme, qui par privilíte a ce
droicl.» fj<mr.il d„ vifagí, di Ptiiíiff, II. plg. 75 .)
Ui) Hiítiria dt Fríip, II. (MadiM, 1S76}. tomo I, pi«. aS«.
(44) Vaadenene, k quien aicue Gachud, dice que la entrada de la Rebia fo« el it de Febreros yo
tito en eele punto í Uoroico, legún el cual ocutrié •martes 13 dlai de hebren». HurDico, con *u mi-
nw^ildad acDitumbrada, nana lo ocurrida «otro día mÜrcole», -otro día, juevea qulncedehebrt-
que entri en Toledo la Reina, aegfin Heroico, concuerda con la del >utvi, u, en que te celebró la
ju» del principe D. Carina.
■(4í| Cabrer» de CÓtdobn, HIUtriH d, FiUpt II, tomo I, pig. 187.
(46) La Reina enfermó de viruela! f ae intenumpteron laa fieaiai; diceclo Cabrera en to Hliltrlt
lUbro V, cap. VI] y Vandeneaae en lu 7™™»/ d„ rsfagrr d. PhiUff, II. No deja, empero, de ler
eiiliaiM que SebaitUn de Heroico, un ponnial narrador, i mái de leiUga, de loi luccioi de aque-
lloa diai, nada diga en lu Rríaríin de temejante dolencia ( interrupción de fieilaa. Parece conSmiar
que enfermó ¡a Reina lu auaenchi en la jura del principe D. Carlt», celebrada el b> de Febrero; pero
regio que hubo en el alcAiar.
(47) De laa eniradu y eitanciai en Toledo de Felipe II k Iiabel de Valoit en issg y rjóo y Gnlaa
roitoi 1 A s.
, jí«(« , Wrai'«j«»,a«oA/jiírIfecli
Ma. de Sebaitián de Heroico, publicado eo el lomo de KeUcümn hitUrícaí de la Soc.
eipaHolu, pls. «5-
lactiiminln t-t U ímfirUl ciudad di Tolldo .
Ayala, ts*'-)
K/llacim di la iHlraJa de la He^la nf" t '■' í» ToUdí q<u /ni á XIIIJ" di hiirin di ,¡6a.
Hi. «fol. una hoja. R. Acad.de la Hbt.Col.de Jeiuiui.l.CV, ndin. ja-
FjilT-uda di la Siriiiiiiima Rty*a iiniilra SiUtra iH 70/rab. Nt, en la Blb. Nac, Y 197.
tizcdbyGooi^Ie
— I09 —
Smtrmáa é4 U Crrlt A TfUd» tt uta át /j.w ydíHtif Dtn FUli^ II j di la Siyn* DeM* Iiiitl
itlmPat,tuUretr»mt,itr. ^ dit firincift Dm Carlii. cad, i.m¡ -tt fer ti.y lUI joramnla ¡U Sn
¡ttMt/Ot MammtcriflK » lh¡ •^miUih iMUfMMp >■ Ikr Briliik Mutmm, vol I, pág. MJ. RcUd6n
4Hfoi^putt4encDlaccl6iitltnUiU Iratadnátta Ccrff ir KifMiía rietei^t fur €l P. DitíB
GMHim dt Terfmtmmdm. Edá si faL ]S.
TutUé* dweilbu por uteuoiiqiAUíi iBtTiida y Im a«ui que •igineran Cabnra de Cirdoba en
n miirrin, toan I, 11b. V, cap. VI, y Vud(i»H« «i » Jsnmml ái¡ mij-titri lü PkiUffi II, pá-
D« DDM y Q»k< rvlAcIdBa pn>c«dtt( \tM oatictaa qoa acerca de aquelkn «ucetoi ñguran en el tcxtQ.
Ppa, m fcmieiiita prolontar deuaii&clo ^u wilA, CQfukfoaii algunu coví mil de entre leí mu-
chea Luituei qua mercad í taJce eaultDt han llagada á mtt^nt.
Antea de w enlrada oBciil <u6 Felipe II de bcániío á Toledo, deide Aranjun, eJ lO de Ociubic
de rJjOi par* Tintar lat impürtamea obras que le hacían an el alcáiaf y el adérelo qae en ^atc ar
pieparaba, -volvlaiido i aquel reaJ sitio ao el imaiuD día. La enerada lolemnc del Rey verificóte eu 96
de HoTiembn. Cou la Ciudad A Ayuntunianto •aUenn t. lai arucru i leciblile, enlte oirae eotpoiu-
GioDa, Di CaUldo de U lanta Igleaia, Ul Captllai, la Swica Hermandad, la Iitquiíielon, la Unlvar-
ahtvl, la Capa de U moneda, el Coletiú de eacrlbanoi y todos los gremloa cou sus TÍatoaoi peodoacL
El Ayutamleato adelaniAse mis alU de la ermita de Sao Ei«enlo. y al llecaí el monarca, beaánnle
la mano jnst id aa, xegldorca y jurado*. Venía en iin caballo blanco, -veitida honeatamante con tin
Bayo de lerüopelo negro y nn capote da paflo y nn cbapeo de agua y lana* fitej. Motfrúse muy ale*
la puerta de Bisagra, el Corregidor pn>nunci6 un discurso dando al Rey la blenieaida y las gnciaa
por la merced que caavenirá la clodad hacia; luego, ante el eecrlbano mayoi, ¡urú Felipe II gnar-
daráToiedo ata fuaroa, prinlegioi y Hbartadei. Ls carrera seguida por el Rey deade la pucrtade
BiMna, por doode enlri, fui Inapeto la aonanclaura de una de laa relaciones , aunque los nombres
de Isa callea, an gran parte, bao variado): CaUeraria y Herrería, tomo da las Carretas, Ltnceiia. Cal-
cemia, Cntro Callat y Lonias, 1 eninr por la Pseita del Perdón en U Catedral. Hecha oraciAn, la
dcrscia canlA •mucho) soneíoi y gCnero da alegiiai. SallA del templo el Rey por la futría nima
(de loa Lwinea), y fn» por la Tripería, Plata mayor, ZapauHa da obAgraeaa.plasa de las Gallinas, ba-
rrio de Rey y Zocodovet, al alcáiai.
oouble que la de
•iriiaiuea
Ko. *1.
pera de la entr.di
• de
babel de
V.lofa, 11.3& i
Fortival.]
ConTien.
guio. I
^ocistaaenqueU
I^
da de D.'
> Isabel hé aún
Falve n, :
r toara
inútil tarea eapecif
icarl.
looirridD
, en aquel dia, e
cado.SAlo
maiici
onart algnna. circ
■ochoi
1 nUio. y
nlEai; y «era coi
y tan bien
rden
Dloa>.lji
os coDCuirió era la
je, i pe»
r de la anchura
Per trata
^de.
saunto .oledaao, n.
> pre
•cbdode
álsReiw
.re. y ju»
lran«:tibir la »
miento, co:
Regido.
r, alcalde mayor, i
t^á<.
ido. y los otros
r««ile^y
luego!
loa do> fieles con «I
sai.vaaiidoadcropa. da
reledo, y aacrlbano mayo
■apatos y vainas de terciopelo amarillo y ropaa larg
CJbdad. Salkroa á la plai.
cbo y Iiace *•&!*)■ á tcd» laa de EapaSa.i
La catrera qua sa ¿gdd en Ja aublda, adornada en toda lu extensión con ricos tapices y colgaduraa,
fui: antiudo por Bisaira, á U Herraría, Caldereria, tono de las Carreíaa, San MicoUs, Sopa l^va,
neain del Vino, adarre de los HoaUloa, San VIccnu, Inqubiclán, plaiuela del Conde de Orgai, Cárcal
raal, cobertlis del Conde de CifaaHca, calle del Canónigo Mariana, plaiutla da San SalTadoi, porte-
ría de la Trinidad, plaia del A:finiwnicnls.t cnirar tola Catedral por la puerta del PattUn. c-'^t— <-
lizcdDyGoOl^Ie
— lio —
áttpvtt U comldii por I* miuiu pDcna, fué por I* LaBji, Cuido CbU». Cdcatnin, Lhcciíi, Calle
cIh del Udodal nana.
Héwgui alfUDM cuiioui úiTEncioiielqtK fifUIanin Etl «I r«ÍbÍnuBID.Junla *I botplul de Tuxtrn,
pmcautHi «I Tajo, -de donde pgdomoi decir— atadr un eroniau— que habcmoi thio alrto Tajo aobrc
loa mun> de Tnledo-, Junro el edilicla de la InqimiciAn vetanae «bre an eadalto c)ncn granda nía-
tai V- £ii la pU» del Cande de Orsai, en medio da un hotqna artificial, había una rapecle de lerapko
• quepaiecfa mirará Su Majeiud y exuBder la na» * aMa>. Ea la plaiuela da San SaKadar, naa
ftan (ifura lentada ea un trono, qoa repreaenaba i Eipaíia, acompañada da otrai eatariHi j alecorlaa.
Jnoto t laiCiuira Calles, i la puerta del Alcand, earaba aobre un udalio la li|nn da la ronana La-
ganteicaí repieaen tanda á Hérculai, Geiün y Caco qnc, aiadlante ciertoi iriifieiai de fu^o, Tobmn
Po
inicia
tlv. de la Re>
nah
uboaua
a gennaldapraai», y
anad
alio
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oon en pro.eri6
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Catedral, d
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añada al efeoo
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SeSoí, «.116
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n»iy
.Illa.
yt
terta.
de caballo., en que iban lo. privado, y de la boca de Su Majeiud, el prior da Sn JuaD Dos Antoafa
da Toledo y el Marqué, de Cénele, el duque de Bnn.uic, el duque de Naje», Don Juan de Aoatria j
bale, j nininrUa con Ubre» da amarillo: eate bando aaliA del hoepltat de San >an, donde k armó
5a Majeelad, y entraron por el caarina qr; Tiene de Sincle Engenio, donde mncho. lanbkm k ama-
ran, Bl aira bando, qoe Mrlan otroa cantoa caballa»*, donde veaia el Marqiita de Villana, mmtU de
dentro de la cibdad por la puerta de Vkagra y entró en la plau can frande tropel y ruido de vdeica,
librea; san otraa cnatro cuadrilla.; traían el enaodaite eekoiado; Sa Wajeatad y todoa k» deraáe ttr'
■earon nuj bien; ptMeu con verdad decir qna en eite tornao, ad en loe caballerD. que en ti tornea-
ran, csnw en loa qtM la hallaron á vn, habla y Htaba leda la flor j nobteta y cabalkHa de Bapata
principe, da Parné y de Sidmona y Braninic y «roa infintua aletaanai, franceaee, laf laica, lamanea.
y de etrm. mucha, naehinc., y donde aaneraa lo. mafuie. cabaBoe y anua del mundo.. ,>
En ao de Maiao el Conde de BenaveHe envií uta ma(nljica cttmcUm i merienda (hmti, qne dicen
boy nuaatro. anglomaBO.) A la Reina, compneaia de 300 pialo., aobarbianaata dLafAcnoa y mottta-
doe(i). Sn ■ de Abril habo f^n coirMa de lora* an 1* placa del Mnicha] y a u le m i il iñao ito de
caHai, en que entraron el Bey y cíen fraHlca y caballene. Ea 1.0 de Mayo, *ec4n Vandeacaae, ténM
Jnjt ét KrrrÉ aale el Rey y la Reina. Fot, en la, noy aelalade el torneo de á pie en el alcáiar el f de
Sepdembre, en que KmaroD pane el Rey, ia> piiaelp*., grande, y ntrog cabaUvM. DiatlniaUranae
mucho en él loa teKore. enranjero. por lo magnifico ét rm atavie, y galaa, y por al aaomp a ft a mleto
que Davaron de carro, iriaoraleí, mMcaa, paje* viniendo á la antlfna, attirot, aiarai, el dio* Cupi-
do, etc. Alcanet la joya t pretaio el pria e lpe 4e Parma Alejandra raméala, quien, •eienda tu aHo,
fuebró da loitre. golpe, wda. gm nalanm y fut cota da ver-.
AI leer k. aniñada, relaclaaea de e.m y atus magnfBcai finta* a^Bohia del rfgteXYI, « gny da
reparar el Ingenio dequiaBea la. dl.pen<aii y taenlnradel pnabb que laa preMBclabB. Abara qac (aatft
K habla de raformnrto y receneratlo ts4o, ^n* podría volverte 4 lai baeaaa KaMclBBt* l ü üuu ai iu en
materia de fetlejo., dindole* mil variedad y mayor tinte de enhora
plone. y antlanMaa. eq>ee[ácBlaa que cBnHlmye* hfty, por re^ fi
m futtry la aducaclAn pef idar ^a—lau macho coa aSk.
B de soo plata*. íMimf-
tizcdbyGOOl^Ie
— I\X -
(iS) V.nd« rUcnmeB. A-» /™»rfí^Mí-fn, //iiííWn (Madrid, 18)7], haiuB v,«-Cíbttri, ///i-
ttrUJrfrUftir.iih.V.ctp. Vll—Pontlio, MtbirU dtl Smih¡i'~¡- Sriüír D. yaan dt AmMa,
tcdentcnunu publiada por l> Sociedad de blbllóñloi eipiAolei. (Msdiid, MDCCCXCIX], op. II,
monuqulm y principe era congenien». El licenciade Horoico dice, reñiiíndoie 1 li regla canltiva
que K dirigif del alciiir á Im Citedral, qoe iqudla •fui coM de grande miiesUd j inucha de ver, y
<ia(o, no hibía mái que verjuala en toda EipiÜade galas.. /RrlacUrtf mtmaria...) Lai dtiin» que
■compaaaban t la prince» nunca ulietDn, legún Cabrera y Vander Hammen, un p recio la mente vc*-
tldaa T anjoyadal como enloncs, ni tan contenni, agrega aquel croniíu, poi venir aip lai francaai,
que por U enrermedad de la Reina no pudieron iucirie en la aolemnidad.
Bn el acto de I* jara y betamanoi, Toledo iuto su banco y aiiento como en Conei, apañe del de lo*
Dtioi procuradores, cerca de la preaidencli y enfrenle del esmdo roglo. ReprodújoM la anlltua
porfía, ya puramenlc ceremoniou, entre Toledo y Bnrgoe eobre derecbo de precedencia^ y leglín
coinnnbrv, los tepreaenuaiei de Burgoi precedieron i toi toledanoi, dejando kxaa i ulvo el derecho
Bl Duque de Alba, que había diiigido el acto, fu« por
InalgRe caudillo una preTcncKn que míe tarde le irocó en odio i muerte.
Terminada U ceremonia i lal Irea de la larde, la familia real tomóle al alcdtat, donde toa embajl-
doiei e^tranietuaacndleroBá feliciarU y preientar itn reipewi.
Algunoi hiitoriadoiei de U «poca [Cabrera, Vander Hamnen, FarrtXol aGrman, legún digo en el
tentó, que D. Juan de Auitria lomó al principe D. Carloi el jutamtnto de guardar Us leyei del reino,
pero ya D. Hodoto Lifu^nte observó que en cieno icatímonio original de la) Cortei de is6a, en que ie
menciona U jotervncUn de D. Juin en la jura del principe, lu sobrino, nada ic dice de aquella loma
(so) Mrtdnf^lin á U> Crrfii rf. íai «Hiipu, Réinn, d, Liíh , di Canilla. Pan* i.« (Ma-
drid, 1M4), pí|- "84-
<;t) No CaltA quien creyera A eitai Corles de uGo dlitinlaa de las de i;;;, pero en realidad aito
fueron continuación soya. Loi repreientanleí legulan reunidas en Toledo al dictarle la llamada Con-
Tocatorla para tifia (su fecba en » de Enero), que no fuó lino laa orden A lai ciudades para que otor-
jledanas, lai mái brülamei y concuirldaí, por la
diiticguidoi. El diligente Horoico puntualiió en
penonajti que allí se hallaron. Hania ocheuu y
•jeroi menciona, orí ¡tienda loa nombre) de otros
3itpos, catorce
priora mitrados, 1«
comend
adores de lu Órdenes millcareí, loa adelantados de CastllU y
ron libtcu i sia cria
os, voo
s ds ledas y otros de paSoí y muchos de ellas de udas y bro
Ttlenm, y en U lista de estos últimos le leen, entre ami, los nombres de los principes de Salmons y de
Firma, duquea de Bnunlc y del Infantado, marqueses de Vnicna y d* Poia, condes de MedetHo y d;
lt}*«dairia, el Cardenal de Burgoiy eladelaoudo de Canaria,
Otctfgaron lia Cana i Felipe 11 un scivicio extraordinario de ciento cfaicuenu cnenlos de maraTedi-
•es. El cuBdcmo de las petlcloncí y respuesus Mtá fechado en Toledo í 1$ de Septiembre de 1560. En
t\ pueden ytttt deidandiU sobre la provisión de bneftcios eclnlAnlcos en penoBM dignas; ouu rdi-
cloaidMcon la iAdusIrla deloapa£as, lanaff y sedoBj sn reglanenlAclón; sofire sacas de mercaderiaa
prohibidas; sobre pastos, montes y ganadería; navegación , labra de moneda, obras póhilcas, etc. ]|Vo
ralHD capHnln en qut 1* reClm» 1> mcdentlón en los njei y ohjetoi de liija, otros probMifdTaa ao-
brcasortKM, artltria*y prayeeloB en arden á la baclendl pdhHca.
No«M dVt«adM*iuigarscnie)niiesdltporicl»Dei, ya erhiodaa por lostntaAstM Pero coalqulen
qi* MC «I crtteila que se (tmnc ucem de la solución dada á eiertoi prafclemu, par ejemplo, el predo-
niaia del aktena piobibidvo en materia de indutria nacional, las Hmlfaclonea de h ImpoHaclAn <I-
tnajern J lo dispuesto tocante i trajes y objetos atrnluarios, no ea po^ble negar la sinceridad y valen.
Fdlpe n, por tu pane, Juatlficó en aquellti CWMi A dUiada de Prudente que le conKrva la HUib-
lizcdtyGooi^Ie
rii. Arable y cotiíi aiemprc coa loi ]
IMIidonu, dililó ln »luciAii da iliimH y reibHú» á utiibcB wiu, no my nuoubU*.
(Si) £im prácdci inlipu que uliliaTai y alcaDUriiioi ic Teuniescn opituUnnsiitc en luí mwB»
¿pocBtf Aunque con la ■epanciúu é indepeodencU debldai. LomulAIrafDt h jmtutm el pnnwr dim ea
ti cabildo de la una IkIuíh y loi AKoivot en la capUU de Teii«k> 6 de San Btai. L» de Alciala-
Hillaie alguna noticia de eMot Capiíuloi cu lu ligulemn obru:
Di/H-iciaiui di bt Ordm í CaBaíUria át Ca/af raca. (Madrid, iSsi)- ^M- 'li'
DifiMciann dría Ordiny Cavaílrria át AlcíHlara. (Madrid. i6ea\ Pac. II.
ii¡) Deieimlnada por «1 Key la leuniAn del Capitulo leocral de la Orden de Satiiia<o, ea^K lai
Junio de i;6o. Ya le ha dicho que el CapLmlo durd ireí diiB. Lj prfanaa junta (ti de Ato(lo) cDmCB-
i«ie per una loiemne uiba de pontifical, celebrada por D. Feraáa Lou, piioi de Ucl«t. Eite día le
TeriñcA la votación de loi Irecea y enniiendaa vacai. Ea lai Befiooei acgunda y tendera (ii y ij de
Agouo) hubo mlu y procealóa y detpu&i ae UBiaron unpiüiiieDIe loi atunioi de orden, Trai ODa dU-
creta pUtica del prior de Uciíi, dlíie por tetininado á Capitulo. Diiuelto que íai, quedlioiut en To-
ledo loi prioreí, el comendador mayor, loi trecee y enmlendaa, reuniindoie ea coDaejo del Capínilo
geniral, cuyai juntii, que comenaatonen el mliino mes de Agoito, celcbíÍTOue SD la capilla daj hos-
pital de Sandago de 1d> Caballen».
El Sr. Femíadei Llanaitiei, en >u HUIorla camftmtíada di lai chatre Órátna tnititara (Ua-
drld, iMj), di6 una ligera noticia de loi priucipalti acuerdo! del Capitulo de Toledo (pát. 191). Yo he
tenido < la viita el llhio de acia> de aquel Capitula, eKrliai por el licenciada Juia YBliuei dt Hao-
dioU. vicaiio de Tudia, que le conierva en el ArchÍTo HlitAriCD Nacional, libro a*s b.
puntualiio cxaclaDHate, legún le ver* por la lectura de nii leaio, los diai en que paitleion da Talada
lu personal real». Por dlvcraaiTlaa de loveitigadónhemoi venido 1 comcldli unboi eacrlioreí cuanu
á la fecha de la traalación y, lo que es mái Importante, icetca del verdadero carAclerquc tuYO.
(55) Por eer lexlo poco conocido, tranacribo un pínrafo da la ordenaiua mimlcipal de la Alhóndifa
de Toledu, hecha en el ilclo XVI. <£ aulendo platicado lobre U nueua merced que ni Hageiud del
que dellai el dicho Ayunumiento compre pan, crign, • cauada, para el dicho depoaito de loa alholka,
($6) Víale en lai Ii.unaicioin %\vú.<:m^ Srór, Ut tratlnciimdi ta ttrU dt 7 tUdaá Madrid rm
titmpt 4i FHift II, en que ae )iiMÍfican y amplifican loa notklu del teiio acuca da ene auce», laa
iippenaue en ta hlaloiia de Toledo.
lli) hUi da Ira mil qiñileDIOi dlicipllnaniei blcieían eite gínero de penitancia en Toledo para
impeuar del délo la cuiociAn del principe. (Carta al Duque de Florencia, de au embajador en lladrid,
•n 14 de Mayo de is«i, publlc. por Gactaard, Dm Carta, a Plülifpt II. t. II, ptg. 63B.}
' (SS) Caiu de laReluilaciudadde Toledo, recbíeoKadridás dcjuoio deijSa. Cal. dt dan.
iHtdt. f*ra ¡a Aiil. dt Btf.. tomo XXVI, plg. 444.
Mtmeria dt la tn/irmidad f cnvaitcettia dtl friacift dan Cariat nutitrt StMtr, eaoita por
Boioico. Blb. Nacu Ui. Aa. 105, fols. 166 v">' y i&j. La proceaüii celebrada coa uod» da la cva-
ci&n del principe fui dcade ta Catedral f San Juan de loa Reyei. y, legúa el cioaiiu, ili moa aoleae
que en. toledo le bidoi.
()9) Ocurrió la gran inundación de la vB(a en a de Euero de i)6s. Elito dHtreió Hobradoi, aoloa
y tauertai, anefó, derrilió ó inutiliió loi mollnoa y biianea y muchot edlñcloa de lai afueraa de ta ciu-
dad, baa memoría local, de que tomo laa anterioreí notitúai, dice que eita eanaordioazla tovcida en-
iji;. ScbulUn de Hoioica d*w:iibe ambaí aa w Cantitutra
iueroD la
lizcdtyGooi^Ie
qus no d»
bntelMiw f IwHnsra
que 04 puveac «n tnbajo-
D«mb6 Diuchai pimd^j
dejrd lu proal quebradju
lu fMtiu muy nultraudu.
Ya me acuerdo otn crcKiei
■lodetieinuencneni,
qi» ble umbltn mu; TrnUenu
. ._ seluiio
T haber tana de honüdad.
(te) L* ciucldB de aquelU eipecie de milicia urbana por Felipe II no >c clílo á Toledo, (loo qoe h
enodlÓ á tu dasáichidade* del reino. Maitln Gameto ieduyi entre lai axilraciascí f áíctimtnifi
da n Hultria di TnUdí [Dúm, XXI, ptg. losB] una nou lomada de un libro m>. de Santiago Falo-
Butea, acenza d< )■ milicia nibua t la pte^D en la ciudad imperial,
{6i) Porque pueda apreciarae 1* imporuncia concedida i todo ene negocio de la reiütuclón del
cunpo da San Ei^eniu. iranicribo en parte )o que en una relación inídita cootemporinea le dice acer-
ca daliiaje del (oberBador eclealiiiico de Toledo i Torrelaguna. El nuutet G de Norlembre paitü-
rsue D. Gimei Tello GfrAo, ub caníuip» t racioneroi, canurn y mlniítrileí, caballeroi, juradas y
buQs número de otraa peraona^ devotaa. aAvian ido delante wn dia antea muchoe carros cargidaa de
oaeaaa y bancoa y adcre^oi da cocina y de otraa coaaa Defeaariaa para el camino, todo en honor y tieata
raTedia y cada m^ionero quinienvcsi porque aua pertonaa yvan a la moaa del [overaador j atl el hizo
la eoita a aua pemnaa a ^ da y a venkU muy auniptDOea y cumplidamente como a (al petaonn y en tal
de eUa persunai para dar rrecaudo dos rreposteiiía con grand cantidad de plata rropa blanca y illhi j
Bkceaa y baacoa y en cada rreposteria qoatro peraonai con muy buen rrecaudo y diligencia dos corinas
M boblc coa maaaa y Tancoe y mantelai y serriplo en mucha abundancia yra vn panadero con barina
■OÍ en lu. caví
■ lloi 1
lue aadavan
alrrededorde la tierra
=]o.jay.Iispe.
icadoi
1 frescos guevi
is y ludo ki demás que
ae podiesa hallar con orden de q« cada vno a
he ce
¡mllas
ion muchas empanadas
y parulea y ettaa eeaai flambrea y fruías y cunaerras y un se
rricio
de plata y agua y Tino lodo para lol
que qulaieaeo comar algo o bever pnr el eamln
idnd de cera t
le hachas y velas en la
botÜlarla que no ae gaato otra cosa por el can
InoaMayrue
lita, y
,nu ocupado.
raetrirrirfo.
en eito qoinie carros
(elaanHns.>nteK>re.
.yvnalcuarildecon.
y din asamilai y otraa moclias besüat, yran qi
iadoadecaaa
y do.
r falla en cosa
al(un
■ y el paito Ib
fia pomUa de carne, j penados y avag y de te
.da caca y de
fmtas
detodoloquebnena-
llamar á «ate
to que ItcTÓ c
onslgu Tello Girino.
tutrt'tK yútt eoaildeta que por todo el camino fat¡ repan
iendo
muchu limo
■ñas y librando preso.
por dandM, e. muy creíble que en aquellos h
•irada de San Bufenlo
Hiiisilcolvaau cinco
mil ducados, ■
ieglln«>tonce.s«dijo.
1 en uno de los
bello:
I frcKoa coa .
que en el elglo XVni
deeord el claunro de la Catedral; uenpa el mur
.ndei
. la bÍYeda ce
niral del ala i galería
de orlante. Rn dicho ciaidro, qne es de loi más
mejo:
de aquelhi serie, Feli-
pe U, loa do. archiduque, i» sobrino, y un cu
«to per»na}i
! Iler,
1 las andas aobie que
dwanaas laa (cliqíila. de San Eogeoio, mamen
10. antes de er
,lr.rl.
a coraidn poi
■ la poorta de Bisagra .
El principe D. Carlos Ta al lado, candela en m
«no; Obbpo,
y cMricoi aparecen
Ttlaa; »bre la urna, rodeada de lumlnoaa aur.
»la. Yuelan et
Lelea;
pació vario. í
ingeles, y en la parte
inferior denc ha del cuadro alguno, mendlfoa y m
lizcdtyGooi^Ie
— lU —
(6a) Su Enfeolo, icgon DidlciAD muf lopeuhU prnao prelido de Toledo y apíitol de nmoo
poeblo, p(dtci6 el nurllria A Enea del liflo I de la eia criitUna en U aldea de Dlajle (Deiil), ceiea
dePuii, bajo la penecucUu de Dúmiciaiio . Su cadlver fui anoiadi; í ud lago Inmediato, DamliradD
Metxt 6 Merciiio (du Maichaii), de donde, pot lerelacIÓD divina, le laci, doiclenlai aaoi deipDti, un
piadoao varón llamado Ercoldo i Marcoldo, dlndole icpatiura en DeuLl. Allí eiliivo haita el d|lo X,
CB que (ai traiUdado * la cílebie abadía de San Dionüto, panteón de los Reyu de Fiancu. En iis«
Alfouo Vil bubo de coniegulr de >quelloa manjei un braio del Santo para la igleaia de Toledo; peco
la piadoaa ambiciin de lo> loledanoi pedia mi>, y en el ilglo XVI reverdecieron con nueva fisna a»
aipiíacionea. Durante el cautiverio de FianclKo I en Eipafla, y aprovecliando >u> viitai con el Em-
perador, la ciudad de Toledo suplicóle lecabaie del (lancéa la ceaión del cuerpo de San Ei«Bnlo. Cai-
loiV biiolo presente li Francisco I, y íiic te mostró propicio; pe» dn duda la no extuiguida eneniia-
ud de squellot pciscipeí impidió la terminación del negocio. fiA sobre eite Incidente ta caiu del
emperador i Toledo <Ille>cas, ii de Febrero de isaó), publicada por Cavanlllea enw HUInria ái£i-
taüa, tomo V, pig. 379. Mía favorable coyuntura te preienió reinando FeUpe II, cuBado y amiRO de
Carloa IX y yerno de Catalina de Mtdici*. Si grande era el deaeo del clero j pueblo de Toledo grande
de los untos. Las primeras diligencias cerca de loi Reyes fianceiea fueron muy favorable*, y en tu
vista designóse comlatrio al canónigo de Toledo D. Pedro Manrique de PadiUa para mer á EtpaiU
k» tagradoa resloi. Manrique, acompasado del capeliáu de cora Antonia de Ribera, partió de Toledo '
1 BU comisión en 10 de Octubre de i;«4. La bisloria de eiu primera fase del asunto te halU en la co-
ireapondencia, en parte publicada y en parle inédita, de laa penonai que interviBleron en t\, tales
como el Rey, el gobernador Tello Girón, el deln D. Diego de CiatiUa, D. Pedro Manrique, ele.
Vencida U tenacidad, verdaderamenie justiBcada. del Cardenal de Lorena, á quien dolía perdiera
monjea t Renato Bayllet, preiidcnte del ParUmento de Parla, y íite,.en 3 de Abril de ijój, al cape-
llln Ribera, quien salió con el depótito para Burdeos, donde ya le bailaba en i.o de Uayo, El enba-
partiaron de Burdeoa para Eapaila y, cruzando el Bidasoa, en 9 de Mayo pitaron tierra española y lle-
garon á Iriín- £1 viaje por Francia te babla veríücado con todo dbimulo y cautela, y lo propio te bi»,
al pronto, en la penintula. Desde Irún, por San Sebasiün y Santa Gadea, atravesando despoblados y
deapuís el pusno de Somoslena, llegaion loi viajeros i Uceda y Torielaguna, donde ya se prescindió
crutAbase activa coireapondencia entre el Rey, la ciudad y al cabildo de Toledo, donde te ultimaban
todos los detalles para el espiíndido recibimiento. En to de Noviembre el santo cue^o, colocado en
bUn muy teSalada la acogida}. Rejas, Getafe, Illescaí y Bargas, basta IJegar i nuestra cindad el ilo-
ciaron. Según Antonio de Ribera, cronista del viaje, liot lugares de esta comarca quedaron deapobla-
que se cree auene ¡amas juntado en Espaía en vna ciudad*. EL canónigo Manrique dice, pintando el
espectáculo qoeofrccia Toledo: •Uucbot da los cortesanos y otra gente qoeie haulan bailado en U
coronación del Empsiador don Carlos nuetlro teBor y en re(ebim<enloi de grandes Principes, y en
olías seBaladaa jomadas, affirmauan que nunca uleron cosa lan sumpiuosa, y que deipo» da aquello
ya na tenias loa ojos de lot bombres niai que drtiear>. El diligente Horoico, uno de lot que mát me-
nudamente bistoriaron aquellas lolemnldadet, describe del modo mis minucioso tos aren IriunftUí
r aftíídíuiti r-Blailn preparados en U ciudad, Natabillilma, en efecto, debió de ter al enorme cuer-
po arquitectónico, de güilo grecorromano, ajutlatio ante la portada del Perdón, da la CatedraL «que si
da en iienfoB plnudos de color de berroque!Io>, y lo miimo loa demái de lot otros sitios. Bsutoat de
tsnus y alegóricas, emblemas, pinturas y epigufes la.inos completaban la decoración de aquella Gn-
el templo y el palacio arsobbpal. Ésteera muy alto y sobre al OBlenUba escatuu del Rey, de U Kali-
tas cinco vittoaos arcos de Tari* dispoaición, lodos cidaict y profusamente exoinadoa al gusto de la
«poca: uno en las Cuatro Callsa, otro i la entrada de la calle Ancha, junto á la Calaborra vieja, ouo
en la entrada de lacalle de las Armas, por bajo de Zocodover, otro enlapueru alta de la Heireria y
el último «n la puerta baja del mismo nombre.
lizcdtyGooi^le
— US —
Qscdc á coBsldsncUn del Itctsr lo qse á cbidulHwi j faruun» ulmiiuiu anu lavascIcnHi, u
con» tUDbÜn, cd d Selarejo, •un pcUcuia (rande con ui polloi dcluleí qni ipor inifi^o por de
deatra de U pBftna mia tocmt ■ ollit a mttofl bjuuv^ la gbIm^ ; cuello y tt picaba en el pecbo*; y U
luienuBH ataña ecaeíOe de Marco Aarello liliuda ea Zocodover, admliable repioducdÓD de la da
bronce eiiitenle en el Cj^iícdIío da Roma.
Atraiao tambÜD mucha la atenci6n, ui de la geuK papular como de loi coiuhuos de aquella |ni<re
coiu de Ptltpa II, lai daniu que acoiDpailatwD i la proceiiín en n lobida i la ciudad, orianbadaí
por la ■■□(a iglesia, por el Ayuntamieuta y poT loa (rcmloa, 6 Teoidaa de loe pueblen inniedlatoi; aioai
a ni paxccer— dice Horoico — laa que mejor parecían y mat guita deran eran lai danfai de mo^ai de
laa aldeai como de magan y vargaj que eran bennoaaa y deacubleruu eui cana y blea atavladaa aafqn
enaui bfareí y baylevan euremadamenle y no Tallavan laidaofai de eipadaa antituai y lobre lodaí
la de loa gigantea...»
LacoDiÜTi entró en Toledo por la puerta de Bisagrn, aubíA i Zocodayer y de allí por la calle An-
cha, SolaieJD, Alcatceriai y Lonj^, llegA i la plaia del Ayuntamiento, euHando por U puerta del
Perdón en U CatedraL Haata tu Ingro» en U ciudad Uenron á hombroa laa andaí del Santo al Duque
de Oiuna, loa Maiqueaea de VUlena, Gibrale^, Poaa, Ceiralbo y Falcea; loa Condea de Perla y de
Lalaln; el Principe de Eboli; el nueitre de Henteía y D. Antonio y D. Fernando da Toledo. Dentro de
la poerta de Biiagn lomáronlai caballero) y lEgidoreí loledanoi, haata la puerta del Perdón, donde a«
hicieron cario de ellaa loa Obtipos llerándolai por dentro déla Catedial haita llegar al alur mayor, an
que qoedaron por lo pronto loa aacroa reitoi. Terminada lau Imponente manlfeataclán relllioia, el Rey
y la corte aubüronie al alcíaar. Elaiguiente día, ig, hubo gran funciinen la aanu igleala, i que aiia-
lieron las personal realea, adorando lu recuperadas nliqnias. El Rey biso solemne donación de ellas al
Paca celebrar el rausio aconiecimlenta, cuya reaonsncia noselimitít U dücesis de Toledo, sino
q« repercntlA es Espala entera, hut» en la ciudad, am(n de laa fiaataa que antecadieroD, ocraa que
duraron uuclioa días: lamlnariaa, múilcaí, dansaj, mAacaraa á caballo, represen tacionea dramátieaa,
fkat imtnet xpiarus odiota^ no ara ñesta para soleaicar cite santo glorioao, sino con otrss obras mas
I>aa representaciones dramática] le celebraban públicamente mucbas reces al día, coa gna contenta
da] pueblo, en la plasa del Ayuntamiento; e)ecutábaae la historia da San BuginlD icosa de derofion y
de pasatiempo'. Peio aún r^ocijaba mía i la abigarrada muchedumbre el tUrculeí que puaiaran en
la uiimB plasa para diversión de chicos y (randci. Dice Hoioico aceres de aito:
•Hlso tanbien U (ibdsd en medio ds la placa de ayuntamiento vna peana grande de estado y medie
en alto y otro tanto de quadro de piedra y cal y ladrillo y yeso camoil allioTlera de quedar para aíem-
pre y ettfima da ella viu aatatua de hércules desnude grande de dos estados con vna porta aa la mano
trabajo de loa de hercuies y asi el mismo domingo ae le piMO el loan y al lunes el puerco montes y la
caberas y arriba sobra querdas va dragón y otras veatiaa que se qusmasan el sábado el rrey antea el
domingo 95 el (entauro y vn dragón colgando en alto y en fin eita noche fue toda quemado j consmni-
do y al mlmH hercúlea las qimles bestias aitaTan lodu de dentro llenas de polvera y fuegos y haiian-
doae las luminarias y alegrías sagund arriba ei dicho pegavan fuego a la vestía y ecbaia de ai mucho
fnego j qoemavasc toda quedando todavía la eatatua do hércules enhiesta y aai avlendo matado al león
trllea y mucha grita de la gente «o acabara cada noche «u trabajo, avn que no falto quien vna noche
antes qoe ae acabasen loa trabajos no aviendo miedo a herciil» al a su pona dio con el de alli absxo
qne le hbo todo pedamos mas luego fne puesto otro.'
Agradecido al Cabildo de Toledo á la abadía de San Dloniüo por la cealón de laa reliqídaa, encargó
1 lo) plaiaaa toledanoa Diego Dávlla, Marcos y Gonaalo Uemindei una magnlGca lámpara da plata
da por Zarco del Valle en sus Dacvmttttat iníiirluí f*ra la ffítISTia dt tat BtUu AtUi tu Eifaia,
Ctl. d¡ dtcum,., I. LV, pág. 5S0.)
Por aenerdo del Cabildo, loi restos de San Eugenio colocáronse poco despata en una magnifica arca
de plata que labró en ijíg el pUtero toledano Francisco Merino por diiehis de Nicolás de Veigan, el
Tiejo. Sata arca, que oilenu ptimoroaoi relieves aluslvoa á su objeto y es una de las obras más bsUos
de la platecia espaSola, se causcrra con el ndamo daetiao á que le dedica, en al rico xUcaiio í OeM»-
M da la Catedral primada.
lizcdtyGooi^Ie
— 116 —
Dtbf DCixUitl >B buKi da mi» uipliu Botldu cbuu á U ttubcÜD á TaMa da laa ralitalM da
San BofflDlo, f «tamoaiBa j fieata* qua 1> íIiuíctoPt á Jai tlfoiaftlaB obra*:
CtfOéKÜm dr Ul Jufmckei ImetmUt a ¡m Irltlatii iM itmiitl* CMtrf* Jt Sa-U Mmgtnit m*Hfr
frimir Arféiifo u 7tUJ: lutlta dt ¡a AHmitadi Sandtnti im FramcU m itlm Samtim IglttU. Y ¡a
ríiacitit átl/tiitiitima vlaft fvt kiie i¡ illvitTt y mvy riMtrntJe ítXir dni Ptdrt Mmnrrlfitt Cimf
<^t dt la mama taatla yfUría, ftr ti dieht titrjt tatclt. Caá ti rtiníítime ratiümmí* fmt »
Aiit Hnita Ciiidad dr 7¡iirdi r »'"• "riflnra4tai4Iifftf*iilt. (Talado, MifnalFsnr, ■:««.)—
Hb i.", w loUaa. Bl aoMr íat Antenig de Ribera, capailas de con da l« iflaala de Talado, qoa mam-
paBó i Haarlqua an lu lUja. Bi libro Ley ibdj ib».
Dtl flrriHt y UnanníaraJa marlir Sania tutiais trlmtrt fiultr y ftlada dt nia taata ífUtia
dt ItUdt y da la trailafiaa d, n ¡aaÍB emrta dfl miiltrit (lie) dt Sanl diamii in/raatia m U din-
lamia iíitlia di InUda y dt m vnida y di lat altíriat y Jtiital f n Mrde n kUitraa * la laama M tí
dad dt «.°— Hi. I¡. ii6 de U Bib. Nac., que pertnieclí i S. E
leaco: 7) boju eacritaa poi ambu can».— Háa Mea que obn concluí* aa u c*ntAii denotlciai jrdoea-
Bentoi que el Uceadade (oledaso fui racoakndo tocantea al nacocko da Sao Bb|id1o.
Eilaa reladoaei deEUbera y Hamca (oa mo; dandUdut btanaaBBh A Ui <ncai dlacrapan «a paa-
Carla dtl Utra. Alvar Gtmit al lUy D. fríiH II (tu ¡ttbn moUúo. i ti i»»ti-Atsahiait¡fií\.
—Al llim* it*tr da» Gímft Ttlla Girtn Gaitrnadar dal ArítUifada dt Jtítda far mueiaridaa
afattaiita y dtl eanat/t dt ni Mag^- dan Ptdra Manrritm jndlgaa canaalta dtHa laníla ytUtia dt
7#Ja/a— Ha. u U Blbl. p«TÍBClalda Toledo, Sala merTadi 9 ■.— El ilutre buraanliui loledaM Ahar
GAsea da CaaUo fi ti wnor de lu bbdihvub ineciiiicloDei Utisai puaetaa en lai arcoi y a sBoa
liboi dala cartela aafidda por la comkiYa. En lu ixieiua carta al monarca Ui reproduce y traalada al
caaHlUpo, daddo taabÜD aotlcla de loemonadaeiiioa^ lamiclcnet düpueaioi ea la oca^n copaablda.
El eactiw eadaiai
yUa nttttai tramptrn j advtrtu di/raj dan BmrtaUmi dt Carranca y di Miranda, Arraiüfa
di Talada Primada dt EifalU,, Camílür maytr dt tai Xirnaa dt CaHiOa. Capka a» á Ji. Ella ohia
tai pakUcula con ao poeei cnoiei da copia pot D. Aotoslo ValUdana da SoMmayoi :(lladlM, lyU,
1.0, aa9páii.] Yo menifo con prereitncia de doi copiu um. (muy buena una da ellea) 4B« enlatan an
U BlWlotaca pndncfail de Toledo, ule reaerreda, 9-4.
Primtmfarlt dt la Hittarin timrai dtl Manda... per Antonio da Hanen Vol. I.fValkdolId, >6oe}.)
Ub. xn, cap. Vni, pac. 5S4.
Primacía di U laain Igíaiía di Itlida... pOT D. Diage da CulejAn y Fonaaca (Madrid, t^s). Tirata II,
pá|liHai09TáiiM.-L«i*lacldDdeCartej«n fdndaia « la de AuMbIo de Ribera da qu* m«i BfTJba
aaUíoBtriu.
Snmlai dt Im Imfirlal tiadad di Tatida poi el P. AnioniaQiiintBBadiilKa* (Madrid, 1691I. Pá|a. jiy
del cuerpo de Sen Euceaio •el Prlnc^ nuiaiTo Sdloi Don Felipe III>, que do lino el meado baite it;l.
FeUbien. fittíairi dt rAUayr di Sainl-Drnr* (Pmiim, 1706), P«n- 19A y I»7>— AGiB* alte naor que
Felipe U aaiMid el acta de le entrada del aaato caiTfo/iidi nmü, lo que no be Tiato comprobedo por
nhi^a biiEorladot coatemporáiieo.
Femlodei Momaña. MJt im di raráad klilirica ittrt Ftlifi II il Prndtnli y m niñada (Ma-
drid, i»9e). F*Ki> 4' 1 Sft
Cabrera de Ctrdoba, Forteío, Piía, Vender Kamman y otroi biiioriedortí de la tpoca 6 en poco
poalerloTEi BCspáronn taiablia en el niceio, aunque mié nxhittneate. ELSr. Faraándei DmcofM
en la BaiialMifra Maiítrtnt. de PiHi, y publicó en el Baitlñ dt la R. Acnd. di U Hitlarla (t. XI,
1U7, pif. 181), elai^oricbuldaintretadelti nllqidei de San Kofeab en la abadía de SalM-Dc-
nb, cnyai iraduccioDei latina y uHellaDa h babUn publicado en el tifio XVI.
|«4) Mamarla dtl tarta di la rriyna dita yiaétl nnlllra Stéaramnrrr dti rriy dln/lliflim.l-
Ira SlMar y dt tai nltgrial yJUllai fnc In Tilida 11 »lmirran.—Et obm de SebaMián de Horon», que
col otroi teciiBe dai bIhbd exlatt oiicintl an U Real Biblioteca, bajo el tilukj Li'tra di miuiai tnai
nrlaHii (el Col. ;)). Inchiyo entre Iti iLneTBtoloiia t noccxanroi nu initiaitala leltciÓB toltdana
coatí título de /YiifBi 7 ■<«"'■"" Jvlidacaiuntlivadilnacimimla di ¡ain/anlaD.^ Itaiit Clara
E„ttnla (IS66).
Ba hadodanto de fraaiaj por el ftlli elmnbzanúeiMe de la Reina, el iA dt Ageito de aquel alto aacó-
le en preceriin lolenniaima la Virgen del Sagrarlo, reneranda pe mna de Toledo, qneenou rice BUae
y camia lili á San Juan da lea Reyea, TOlviendo deide nlll á la Catedral. SAlo an muy eontadti oca-
riene* y por graiei caiaai ta Terlficaa cMaa aalidat do la VkgaB dil temple ptioaute. Ocunidaa en a)
a^lo XVI, icngo noticia de laa ligulintet:
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>p.— Bb i.o da Mdjb UtnioB U UBt* bufoi á [■ «nslai d* Sun Eucenlo, a^iimons, ea rotativa
99.— KiijdsAbHIáSaDjuandeloiReyel, aa rafidTa poc la Emperalrli D.* IuImI.
)*■— Ed i( de Uayo i la baiQica de Saau Leocadia, por 1u ulamididei de lequla y lanioitB.
Si.~Ed lí de Abril i la bailtica de Sanu Leocadia, en demanda del agua.
K6.— La aallda nniaa mvn^Dada.
&7.— Ea i.° de Mayo i Sana Leocadia, roíaüra por el aiiia.
I, eoB d propia modYO .
•g<aU>i, fol. 6. El riüdoto uunto de Beklettai, para To
leda uo coiuw) T ds tal moBta, Rala *u oricen de muy antiguo. San Fernando babla vendido á To-
ledo la* vUlaa de la Puebla de AtcoMr, Herrera y otrai Taiiai, con todoa lui ttnnlnoa y peneBenciai,
poaeytiidolaa 1( ciudad pacificamente haau 1445, en que Juan 11 biio merced de ellaaal maeitrede
AlctBUn D. Gutierre de Solomayor. Toledo pi
le rMdoiycn lu* poeeaioosi, pero la pcllcün m
ria(i4fi})la donaciÓB hecha por BU padre, yaii
armada. Ello no obelante, loi Coadea de Balak
deientaado Un ilca bacisoda, t peíai de la> i
aiendldaí por loi Beyaa Catállcoi. Éatoi mand
uiapeuiAn, ofrecid á Toledo le le baria jutlcbi j ordenó al pieildenla y oidora de La Chancillerla d<
Cruada reaolrleran pronto el annu. Slguidee el lidglo baita 1536, en que la CbancUleria dicl&
•auleDCla TaTOrabls á la dudad, condenando al Duque de B^ar, Conde de BeUlcíear. i hi reatiluclAn
da laa villai con na pcncDeaciai. Bl Duque le aleó conlia la aentenda; pero en tt de Junio de ijjs
pronuncióla Chancilleria granadina otra unteacia coafinnando laaolerlor. AU¿>e de nuevo Belald
lar, lopllcanda anu la penona real, y Felipe ti enconiend6 el aeunm k iu Coneeja, que, por dldrao,
en is de Mario de ij68 dlA la •entencia daGnltiva cootra Toledo.
BBlacladadcana& ■enaaciún y aaombro la sentencia, y comenaaron á dlecurrirae medioi para con-
Iradecdrla. Oyóle el dictarncn de niuchoi juríacniaultoi, promoviéronle )uataa y hubo apaaioDadoi de-
bateií pero al ñn dominó el criterio de dar al olvido un aiunto an que tanto tiempo y EanEo dinero habla
fHtado Toledo lin fruto nlguno.
(66)' En 11 de Enero de I (te euriblóelRcy lendaí cartai al Ayunumiento y al gobernidar icle-
diltiCD D. Córnea Tello Girón, aviaanda la rcclmlAn de D. Carloi. Bu aS da JuUn doiícIó ailmlimO i
la andad y al CabUdo U muerte del principe, acBrrida pocoi dUi antea. La Chidad dU lutoi de baye-
ta* al corragidor, alcalde mayor y alguacil nuyor, i loi regidores jmadot. oBclaleí y dapendien»
del Ayuntamiento. Lai honru fúnebrea duraron deade el 30 de Julio al 11 de Agoalo. Entre loi do*
con» levanlíae, ácoata de la Ciudad, un aunliioao túmulo ni rummu, gnu máquina de cuatro coer-
poa, exomada con faucripclanei latisai y eundoi de annaa. Ailitlgion la Ciudad, la InquIílclÓB, el
cleroaecDlaay regular, laa bermandadea y cofradía i. A cauu de la colocadón de clorto altar portátil,
bnbo peaadumbrea y conteilaclonei gntre el Cabildo y el Ayun lamiente, y iste estuvo á punto de reti-
rar» en el minno acto; pero dlilmuló por lo anlemne de la ocaalón, el bien loa de uno y otro cabildo
• qnedaroB moy picado* y mohíno». Bl Ayuntamiento acudió al Rey en qneja contra el CabUdo, y Fe-
lipa n MCribló á amba* corporacione* recomendando la buena armonía. Eb la relación que de aitoi
•OBaao* ocribló el diligenta Sebastián de Horouo pueden vene lobre el caía cuantas noticia* *e ape-
(Sy) Bl S d* Octubre adpoaa en Toledo, por noticias particulares, el falledniieDlo de D.* laabal, y
al ponto comeniaroD laa nuDllulacione* del público duelo, aunque lai acoatmnbradu cartai del Ray
al Ayirntamlenio y Cabildo no llegaron huta el día le. Su la Catedral locadianie á diarlo lai preces y
plegaria* por la Reina; pero la mala avenencia de Ciudad y Cabildo dificultaba la pronta celcbracióB
de Ua exequias A luavlear asperaiu contribuyó ta prudente raediación del corr^idor D, Diego de
Zúhlgn, y acabó con eUas una orden del Couieio, disponiendo que lai honras se bicleieu en U Catedral.
No le celebraron, con lodo, hasta el 31 y >i de Noviembre, parte por aquellas direranciat, parte por la
coBiIrucciÓo del lúmulo, que, tal y como lo describe Horoico en una de sus curiosa* relacione*, debió
á cuanto h.
.11. eni.
Kncesie babia
visto en «1 gínero.
(U) Llegaron i Toledo
Auilria
y el archiduqi)
leCarlosenr.deMan.
de >s«9,
,per
.eciauio en la ciudad huta el ij. Con
mnn el gobernador del ars
oMapado. D. Gome
1 Tello Girón,
el corregidor D. Diego
de ZúSigí
1,1a
bleea, eidero y el pueblo.
varios banqoeles y dióie ud.
clpe*U.lgl.aia.,.»«.mec
Hoipedíroi
«esne.
1 pdado ario
bbpal, donde en su bo
norie cel
ebra
I'to'.T"»"
.clon. yu. en Us I[.tini<xoioiu
1 Ui
m«ia,hM..hoyintdit..d
eSebaadáadeHori
IICD, enquese
dan curiosa, detalle, d
taocU an ToUdo de amboi
peraonaje*.
Bb Septiembre del mbni
> aóo volvió
.ailíD.
Juan, encargada ya de la guerra de loi
im^rlscoa
deC
lizcdtyGooi^Ie
uta: Habla nmeilo, mau iDIn, el (sbeniador Tello Glriti; pan iv HicaHr, Bnmto de Vlllctu, d«i-
puíi de ppiHCDUiTLe cunbiín fp lai cjuas ormobiipalea, le KgaM y lErrlA «coa nuno tan Ubcral 7 t'A-
clou qoe le puede conUr eutie leí muy celebrado! «le viaj». (Saluai d> MmiIdu, i'iJa A Cm-
rranMa, Cap.41.|
Doi diudetputida marchar D. JiiioyO. Culoi llegaran 1 Talado el Cardenal de Guluyelda-
bajadorde Francia {17 de Mano), ilcsdo el lecibiniento, el boipedaje yelobjeto déla vlaltaidiDllGOi
■I de lot principa. El día ai partiÍTome á Aranjuei. £1 Aiiobiipo de Roaiano eiluvo en Toledo as loa
•e Iba allí á nuictiraa en el tcifaga de li cañe, lino i admirar obrai de arce. Toledo comeniebí i tar
la ciudad de loa racuerdot.
rofalleaa por la felii llafada da la Rtina, m&aicat, lamioariai, cobaKria, miacaraa da á pie y i caba-
llo, cuadrillii y cabaljatu cieameata engalanadu. Las corrida) di toroa eiubín 1 la lai/m probibldaa
p« al Pootifica, y en au defaclo corrüronac por las calta bueyn, vacaa y novUloi, con (ran buUlcio
dalpnblo. EIdiaii ■ulIeronUimuEeiet publlc» de la man;ebia en bablloi de faombreí en calfai y
no noeio en Toledo, y que da idea de lai deieafadadaí ccsiumbrcí de U «poca.
Sa hallaren delallea de eauíHEiiuea la Jtf>i«iTfs«r(¿r A/ cniumí»» ilti riy din /ríiit ¡épm-
dt itualTt tlirr qm/ni ¡a i/uurla ict fmr tr tara cim Ama kij* illt tmftTiul*T mmximiUmKt Étiri-
iHuapa i/Jadi I* ÁrrmMü.it Sebaitiin de Heroico, que InacciA <u aolor en ú LUrt dumueliai
CHMtmtIaUti. Alenda incluyú paite de aa maaoxa ta lai SíUmmiiiiiiin r JhtttftiUitittát Stfft-
«•,t.I, pág M.
(70J Laa alecijai hecbaí en Toledo conmellTO de la vicloria dala Santa Liga MirieroDau conple-
y á la princeaa D/ Juana y envl6 una conüaión que loa felicitara por el nacimiento del principa here-
dero de la DWQarquia, mereciendo aandaa honrouu cortaa de graclaa de amboa auflitatoi faeCEnaooi.
En la primare quincena da Diciembre menudearon lai fieaiai de todo (énaio. Húbolaa relIfloaH muy
aolamnaa, y hubo lumlnariaa, fuego), corrida* de bneyei y vacaí, y, durnnla ocho diai, repreaeDUclD-
na> da comadla* y eatramaaaa en la plaia dal Ayuntamiento. Cabalf atas diurna) y nocniraaa, bteato-
Hia maacaradaí, mlicaiai i La jineta y carro) Iriunfaleí con peraonijei hiit&rlcoi 6 nltel6gko) raco-
rráron Tepetidamenle lai cillei. Lo mii notable (at el jue(o de istlija i caballo, an la pUia de! Ayun-
diafrace)', aieodo de grao efecto una cuadrilla de lúa de la Orden de Sui Juan, qnoallernn con )u) cni-
fil butilo del principe D. Femando celebríae en Madrid en 16
lar i Uaimaula caite en la) ilepla> que habían de fmcjule. Lo
ranJatM, en qoe contendieron doi feniUei coadrllla) de caballeroi y ciudadano); la mlacarn ecueatra
da toa paalelaroa, que aaliaron «en hábito de villana* macbo) y hembra** con lai litaicikla* d« Agoatür
temblé parte ciudadanoa y caballeroe-
Pnede Terae pan lo relaiivo i eaia» fiaat»:
Mimrria MnacimitHttáil ¡triiiuim^ fritclfi dt it/"l4 áim firnttiát, ki/r átl rrty ¿tn/iltft
Ctpia i, HH c." lU una ctrla dt Madrid d4 i,t cawUirr a etrt diif litdad tiiri ti xfiHhmt
dtitrincipi dtn /rr<Ai>^#.-( Incluí da* amba) par Horoico eD )u Ulira di miK*ai c-vaí nalaila,
ma. da la Real Biblioteca, fola. 195 v"* y 197 reipecdvimente).
En Octnbra da aquel alo vi^A á Toledo el Cardenal Alejandrino, la(ado y aobring de San Fio V,
qoa eacompaiUa da un Patriaica y TariaiObíapoi llegaba dePortufal, de tratar imparta ntea aguotoa.
tradicional haapltalldad toledana.
Toledo cun sran aoiemnldad: piace>iAn, 7i Dtum, mlia mayar y tennán panegírico, aiíadendo el ca-
R^doi y Ayuntamiento en pleno. Felipa II ofreció al templo primada lai bandeíaa t Inalgniaa de la
ción. Ealo* glorlaios Irsfeai aa guardan an la Catedral de Telada. Vtaia acerca da allaa loa anícidoa
dal Sr. Fernindei Duro Dti •inivtnariii, bterto en el B<,1. di U S,a¡ Aciul. di tt Hih., tono XDI,
pillna 199, y Ptrmnorii dii rMtuMdmrU dt ¡a Sania Ufa. Ídem, t. XEV, p4g. vi-
tizcdbyGooi^Ie
(TI) L«.iiUío.,ei
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|;]| Fu» D Juan Gul>«rrai Telia ciballeiD de U O
<Q .l^noi edlEclot público!, t hlio CDÍoCat eu lu pueriai y pueaiei maimáreu eiculfurai, relieveí y
cpiírafef laLJooi alwÍTDi, que foiiunta.cD en loe (oledeDOB elaioor áamceletiialeí pamnoe. Ael, en el
pMBte de San Manía EolouiDn la efigie de San JuBdn; en el de AleánlaTB,laDwoen^¿ndeU Vlifen y
Sao Ildefooioi ea la puerta de Bw|n, San Eugenia; en la dilCambrÍD, Sanu Leocadia^ «ala i/i/ &/,
la impuiciín da U Ttile á San Ildefoneo, y en la de U Crui, un Cr.iciBjo y San Viceme márrii.
ba» j raaátleo el de GulUrreí Tello al ■quitar y deiiruic aquella! leyendaí Irahei, que aKabiD dando
i conocer al mundo la UuiiracUn j eulisra del pu-bla aatracenoi InjuD por demái anduTU tHa vei
el ctíúco. Hay que advertíi, primerarutnle, que el acta que ceuiora no deÍM acbícane en realidad al
cacreiidoT, eino i Felipe II, de quien dinaní la orden Coa anteriorided i ella, el gobtrnador ecle-
•ááielcD Bullo de Villecaí, hombre cuiioio, había hecho traducir lai ¡nicripcionei aríbigai y llamado
la aiancíAn del Rey lobre )a conTeoiencú de letirailai de los •itioi público!, poique loi laoracoi red-
lufiaran 4 la vota aquella* ple(arUi t ÍDvocac»aci, recuerdei perenae! de la religión y del idiomade
«ai padrea. Reciantca eitaban loa terríblri ejempiofl de la mnirrecciAn de las Alpujairaa, y do ea ei-
Imita ae quiaiera precaver por lodoi medio! i Canilla de los malas que no se pudieran gritar en Anda-
dice la leyenda latina en que !e declara la medida); y ni !iqüieta las retiró todas, pues alguna i
a&a pcnaancce en d pñbllco paraje en que estaba antea y en ilempo del corregidor. Catata i
lia* dcifla de los santoe titulare!, obra de Bemigueie y Honegro, que ano boy se conservan,
taudo el buen cueto d« qaitn las poso, con su Instalaclán en laa puertas y pueDtcs Iban ganai
(}«) iMarnaansenaiofracelafiguradela itímb D ■ Magdalena, recluida mis que dcposi
ai iBoiiaatcria toledana, c^ieraado primera vanamcole el no logrado cumplLiaicnta de la palahn
liada par su infiel amante» perdida, por último, toda eapcranaa con la efectuada bada del Marqi
DijilizcdtyGoOl^Ie
—
120
—
Fadrique. Sin
dudan
o pudo daliD
reí Rey mi
bnor
aBda
do lufar pa
riedcComand
de Santiago,
uil coireepo
KBt» lUmadn
ida del claiBtn
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ni. »Iedad
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haber íütnt.
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ry.lR^«m
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0, aunque ftv
niocoaD. F.
riq-.
por que .ipilor. 1
recluildn ba
dtUrccluu andaba
porlo..uelo.
T corría Uv
Ideq
dkdoaliomi
queu
oa tíaple p,].
bra de uiimlcDto
É.U era 1.
D.»Maid.kn
Felipe II no q
ueriaqutTO
riera
paUclo, al
ar>. D.*MaEdaleB>
laegoclo. Labonra
ma ilmpLe dama de palacio, no vacilA en caatiiar lertirameiile ID. Fadi
Alba, (in reparar eo lualcmnla y graadet lervicioi,
Varioi documeaiei lelatíne a] iie(oclo de D.> Magdalena y L» carUi que dirlgli el Rey euto pu-
icadoe en la Cíl. ái deei. tniái. tura U HIrí. át Bifaña, t. VII, pig. 464, 7 t. VHI, pág. 4<}.
75) Para demoetrer al rumbo de la igloU de Toledo en i>ta< ocaiiona, ciiariuD «lo hecho. Cier-
let, castidad crecida para aquelloi Itempoi. (Noliciei y documental publicadoi por D. F. A. Bar-
:rieiiiu>Mi>>>j>(a!^/nJ^irfrWa,anicuIoienUreriiIs reltde,a&ai IX.)
(76) PBreceietqueFrnm«iIo]1e<ibatiDalcaboeIiecreiadeeuT¡ajeqiK,Itegidaá Toledo, aló-
le BU una podda pübllce, donde el míiuiD día cayó gravemente enferma. El Cardenal Quiroga le t[-
7 de Octubre de isfla. Trailadaron eu cadáver á la rceideDcla ar-
dlepuio wlcmuea exequial y que se le dieía eepuliura en uno de loe hermoaoi
cnterramieDCoi de «etilo ojival de la capilla de Sao lldefoneo. donde Iny peimanacc, bajo muyhonrveo
i[dufio que le dedleí eu familia. yi4. mi TtUilí. Guia arliiiict^frdclica, ptgi. 131 y 131.
(77) El incendio, que ee ignora el fui cieual & intencionado, coDvirlio el antigno Zoco, de tan hi*-
(úricoi tecuerdoe^ en lolar de leo aepeclo é indigno de la ciudad- Felipe ti, el lupueeto mtmi£* ^
ItltiU, eneargA poco deipute á eu arqailecto, Juan de Herrera, el proyecto de reediScaeldn de la
piara, que, en efecto, la UevA á cabo eegún el plan hoy exiiteate. En aquelloi aloi >e refoimi y aire-
gld la auliida de la ciudad al alciíai, eegún la iraia que por diipoiiciAn del Rey diA lamblín Herrén.
(78} Si P. Miguel Hemindei, jeeuiu, natural de Mora de Toledo y autor de una Hteoui obra acer-
Deide isB; i 1SB7 la tiaalaclAn de Sanca Leocadia á Toledo fui lu prEocnpaeiúa única. ¿1 medlA en
caaitodae leí negoc lacio nea, i él te cooñaron lee rellquiaa,£l leí acompaíA, arroitrando úbitlculoiy
eltae fraiei, que na tienden ¡i colocarle en muy buen lugar: •
paitkularsi intestoi no mi lo dijo.. E>u panona no era lino
Idendo vieltido el cuerpo da SanU Leocadia eo Saini-Ghiitain concIbiA el peDiamienlo de le tra
cMn, trabajlndola conahiBco, cuando vinaáBipaiU, cerca del lecreiirio de Eiudo Gabriel de.
yae, del induyeote canAalgo de Toledo D. Pedro Manrique, del dein D, Diego de Canilla, de 1
SancboBuiIodeViliegai, gobernador del eriobiipado, del Anobiipa D. Giepai de Quiroga y aan<
elmiirDo Rey. Lai geiüooet de Gatibay no obtuvieron reiultado; lo que Uno ptido coniegulr entoD
conelgulílo, aiioi adelante, «1 P. Hernindei, valido del fivor real y del de Alejandro Fameeio, 1
tizcdbyGooi^Ie
(79) BldiMO dclM wlcdaSH d( nonpccu loi rcatai de Su. Leocadia, ingloriua compiiricli, da-
taba da mochai aSeí aott. Ya en ijod la Reina B ■ Juana, madre del Empeíadar, habla diipuca» le
■inlaia da»l* SúnI-GhUalB á Toledo usa leliqula de la Saou mártir. Con puRcilotldad, el toledano
D. Aloaui MaariqDa, AnobiipD dg Seiilla, y <l Cabildo (clnUuiCD (e«k>naran itn reiuitado la iFdi-
■hUd del Hato caen» < » patiLi. Ra tl«iipe de Felipa II el anhelo >e hfio mda gineral y reivleata,
P«r MnaiácaalqiáeiprgbBaclAnduliiaJa de pane de loi herejea Bamenc«. El P. Miguel Heroándet,
apunado eficaamaate pot Alejandro Fameain, fué el verdadero iatéiprere de aquel doce y á ni habil[<
dad y periaTcrancia ae deblA el feliz lenütado del i]eG;oclo.
En S de Febrero de 1383, Hemladei recibía de luí monjei de Salnt-Ghislaia la> venerablea detpojoa
y 1 oí condujo i To urna,, donde einivleron depoiltadoe en el colegio de la Compañía huía oblenerae
Ba OcBítau de ijls partiA el Padre de Tournay con laa reliqulu encerradaí en un rico baúl, y irai lar-
(o daje, absndaole en Iiabaju y peli(r« ÍAmberes-L-ovalna-Lleja-Aquiairan-Coblenia-MaguncU-
Prannfon-Aogibiuio-Trenla), llegó i Roma en rj de Febrero de 1586. De al» •ali£ en » de Hayo; em-
bud en Ginoia, dcHmharrvndo en Barcelona, y de aquí, poi ValencU y Cuencí, llegó en 13 de Sep-
grado depiíiu haata el ai de Abril de ¡¡t}. En eato día amprEndii Duevamenie el camino, y por Cor-
pa, Valdeniro, Bai|uÍTÍai, Cvveja y 01ia>, llegú 1 la baillica de U Vega el 1; de aquel mei, paia cele-
Loa preparadvoi eran magniGcDl 'En ella ocaBión— dice Cabrera— ecbd e«a imperial ciudad el
lia, mdilea y ana precioia litera, paaA á Oliai para acompasar i U Santa haita Toledo. En lu iglesia de
la Vega quedaron lai rellqniai la noche del is, y en k maüana del 16 baJA la proceiiAn qw babla de
■campaiarlai en la entrada. Solemalalmo fué e*te acompaila míenlo. De é\ formaban parte la> nlñoi de
la doctrina, mía de cuatrocientos pendoaea y cetroi de lai colradiai; lodoa laa cruces parroqidaleí de
la dudad y u comarca; aeienu doncellai vealldaa de blanco y aiut, dotadaí por el Cabildo; fraileí y
cliritoi ea número demiade i.soo; isdoilotcapcllanei, racionero y canjnigoi; la Inquiílciin, la Uni'
negidor D. Frandaco de Caravajal. enlreel DuqnediMaqueda, alcalde mayor y D. Pedro Ldpeí de
Ayala, auitinio dal Conde de Fueniallda, lu padre, en el alguacilaigo mayor de la ciudad. En En, acom-
paüaban lambién loagrandea deEipaZia en niSmcm de veiniiaiii, con inñnlto numerado caballetoi. '
Etta comitiva «alió por la puerta del Cambrón A la Vega; em^amindae con lai reliquia! en el rniímo
orden á la puerta de Biaagra y de ailj, por el arrabal de Santiago, Zocodover, calle Ancha y plata del
Ayimtamieuu. Ilef6 á la puerta del Perd6n, de la Catedral. Kegldoreí, canAnigoi y dignldadei del Ca-
bildo alternaron en el bonor de llevar batía el templo primado lai aadat de la Sania. En tanto, Feli-
pe II, U Emperatrii y loa principes, que hablan preteocUdo el pato de la pioceiiin en la Vega deide
lat caaai del Secrenrio Vargai. eotraroD en la ciudad por U pueru del Cambrón. Titilaron San Juan
gran golpe d* agua y granito.
Aunqvebaya de prolongarte etta nota, mencioriar^ laa mii lei^aladas coaat que btibo en la carrera.
el aanto cuerpo. En la puerta de Bisagra hicieron loa magniUcot tapien de la cata de Alba y de la Ca-
tedral. En la pian que qneda dentro de dicha puerta habla un gran monumento dirico contagrado i
Santa Leocadia, can eiutnai i in«:r¡pc¡onei. Á U entrada de U calle de la Herrería, junto á la puerta
del Key (en la muralla vieja) destacábate un hermoio arco corinrlo dedicado al principe D. Felipe, coa
tu inacrlpciÓD alualva. Otro arco, también corintio y muy lupetior al precedente, le alió en Zocodover,
exornado con escatnai, plnturai y eplgrafea; éitc aparecía dedicada por un hai á la Santa toledana y
ante la puerta del Perdón: •mageiluoia machina- y •maravilloso edificio, legún dicen quienei la vie-
ron. Ideó eate monumento el ilislre canónigo y obrero (máa tarde Obispo) D. Juan Baudila Péreí; coi-
to 7.0OD dacadoi; decoiábanle, armónica y ricamente, eltaluat de Sanlot, de Reyei eipiBolts y de Ar-
ubiipoi de Toledo, pinturai variai, blatonet, eplgrafei griegoi, latinot y emlellanot, Imblemai y ale-
lizcdtyGooi^Ie
— 122 —
En U Calednl icuinUban á U camitin el Cudeul AnoUipo D. Cupu de Qirfn)(a, ndeado de
huu el día ñ|UÍeiKc, ndorironlu loi fieleí, bu)» lolenine TV Dium, nwietei j oncionee. La riucUo
relJEioia mili impomnte fíat su dlcba legundo disi luna 17, es qua anle Felipe II 7 eu familia csleb»
el Ariobñpo misa pontifical; recOQDCL^DDic laa nllqulai y doaAlae d Raj BoUmacmeQtB á la Isleeia
de Toledo, de lodo lo cual ac hicieron loi autoi y utdmonioi Deceaarloi; en fin, el aanlo cuerpo fué
llevada al Sagrario, donde debia petmanccet en perpetuidad. El duuiu sB, eUteír, la Empnatrii, la>
ptfncipee y hi aiqolto Tolvieron á la Catedral, oyendo mlaa canuda en la capilla UoiirabE j naituids
la de Reyei nuevoe J el Saparlo; por la tarde aiiitleíoa i vlipeni en el monaitetio de San Pedio Mir-
de pUta dotada, que labró FiancUco Merino, eepin dbeño de Nlcolii de Venan, el moH, y sa ella
ofuen, ocupando un pueato preferente en el iPÜcaño de la Catedral.
10 con le profa-
tuvo alfun dia-
1 dEa 4 de HaTD,
Js. (Toledo. Pedio Radri|uei,
gtun... poi
Jtfimariai di G~<-ihi¡f, an el tomo VII del Mfuti-ÜU hiilirio npúiUil. Libio UI, tituloa XX
yXXIV, ylib. V, m. V,
Dticrifciif di la imftriai cindmd át IsUái... ct» ia MHlria dé Sánela Lttcmáia... por el Doc-
(01 FiancLiCD de PI». (Toledo, Diego Kodriiuet, ifiíj.) Libro II, capll. XII, y la blatorla de la San-
ta en dieK capítulos, que fiRura al ^ del volumen.
Fitifi "p-td^. R'í dr Ei/aHa, pni LuU Cabrera de Córdoba. Tomo 111. (Madrid, 1877-) Lib. I, ca-
piculo XI, y lib. III, cap. U.
Jfsurfua^fiAoia.poi Pedro SaUíar de Meodoia. (Madrid, 1770.) Tomo II, Ub. V . cap. IX,
pigina ijo.
Primacía di la tanta irlHia dé ItUái, poi U. Diego da Culejiny Fonaeca. Tomo II, pigi. ii^S
i iisi. Relación breve, KDiada en gran parte de la del P. Hemiodei.
Satrtrladí leUda. Paima lurtici. por el HaeaOo loteph da Valdluielao, (Madrid, Luii Sán-
cbei, 1616.) En el Ubto 13, al bl. 131 bay uoa deacrlpción poídca de la entrada en Toledo del cueipo
de Sama Leocadia.
muerta tfltctfal y nal di EtfaUa. Ea la ,ual 1, trola d, lai AruHifei di TvUdi.y Riju fai
luat ti>iir»adii A EifaAa diíaxt di » Primjdn... poi el Uceociado Balihaiai Poirriio... Ui. en la
Biblioteca caplnilai da U aanu igleaia de Toledo. En la bloirafia del Cardenal Quiroga (fol. II) hay
un largo dtecureo acerca del trailado J recepción del cutipo de SanB Leocadia.
Miliaria di FMfi III, por el maturo Gil Coniileí DivUa. (Madrid, 1771.) Llb. I, cap. Vil, pi-
P. AnlonÍD de Quintanaduei^aa, paga. 487 á 4^0
dei.
icarí la carta que la ciudad de Toledo eacribió al
tunada Invencible. Kn ella dicen nueelroi ediloa
•quila iacnada qneium.'^ mando haiei a YngalalerTa loi ha tenida con gran cuydado deaeaodo al
buen luceio della y qoei deapenr en nueatro SeSor la cendra adelante y que para la mucha coala
HparM don aluaro d* CnKlga regidor; Diego de Caitro Verda jurado'. (DaDvUa, Bt fadtr civil *»
Sant
idtU ¡mfirial
civda.
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Ttlidí
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Site autor iigua de carca
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«y en
14 de Octubre de
1SS8,
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ocawón
de la A
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EiHuU, 1. V, d«iim. a.« ile, pég. j;a.) Por el bKn ii
[Si) Cundí) n i;»9 M dii|iDDÍ> sD SiDUnder, de d
lucfevda rcmJ bailábale muy menpiada. En aquella o.
con cien milducadu; D. Pedro Lipeí de Ayala. Con
D. Juan de Mendou, i qiden ae lefiere el leaui, fnt bija del Harquía de Ceneie y alelo del Duqat
del IniutuJo. Era maDcebo ^Tlrtuoiiibiu, de afable condldÓD y, Kiúo un eacHur de la tpo", «da
(oveDcla verdaderamente leali. Caai niño todnvla nombróiel* canónico de Toledo y dignidad de
ArcedUno de Talaven. Cuando muríA el deín D. Diego de Caaiilla (i jStJ, lucedió Mendou en el
deuiigo, y i petición de Felipe II, el Papa Sixto V le dlA el capelo de Cardenal prabitero. D. Jiun
deda la gente plebeya: «Plegué áDioa que te veimoi Arcobiipo de Toledo». [Román de U Hlgo*-
(■, ■.■pule de la Hiitrrí* itUtláttiea dt ToUJí, cap. j.<>, vol. 6.° del ejemplar ds la Real Bi-
blklKa.]
AqiHlla* Toto* bd Uegaion á cumpUne. D. Juan murU en Robu, aún muy ncio, e= S de Eoero
de ijgB.
f Si) El alcftiar Kguln <Íd duda eo Obra por aquello! aBoa, y tal ver por eato el Rey, con lu Ujn la
princcia Iiabel, retidieron en lai hablucioon del cluutto alio de la CatedraL El futuro Felipe III te
boapedó en el palacio areobltpal.
(83) Deba recunine para lo tocante á ette uunto del pretendido templo de San Tino i una colec-
cMo de noiiciaa y docauentoe que *e publici en Toledo, fonnando un folleto boy muy luo. (Toledo,
Pedm Rodriguei, 1595, jB bojai, t." mayor.) Hí aqui in contenido:
Ir^ilade dt ta caris y riUcin qvr tmiii • IV Mm^llad ti uñsr dnt AUntt dr Cdrctma, Otrrr-
filltrj'la Imftrial cindad di 7„¡rdt, adrcajii nmfií fiH n tUm u ka hmilatlt dll llUtr I*m l^r-
H.—Rttaeim¡vi kisa lí I» moftltmd EMtnaa dt Gariiaf.iu «ireaiil».—DÍfievUlt44t J tbitciSHtl
ttre* di i^rfiaiía, fal It íiimamtMtIrada marlrr '« Tkyriifiu natural di Iitldo. f fur Imut ttm-
jW> IK ariuUa ciudad. - Aftltiia, m gvt tt rttfrmdi a alfirmat tiitciomtj j dmidat fualai muí ten-
Ira ¡a caria dil Rij SIU, caías cxilra U vrrdadira dtclaratiía áti Hjmaa GalkU« di Saa Ikfrw:
tmilada al Rty nutilrt SiHtr far-di AUiaiBd* C*reiLmt,taCarTttid*T tn Taltda.—A dan Alaaia da
CArcama Camgidar da 'Jaladi, al MaaMira Atania da fitfi/Br.— Vida dt San Tkjrta marítr, cali-
tida da divriai atdarn.far 'I Maaalra Alaaia da VitUiai.
Tao^ién diicule largamanle aobre el uunto ds San Tino, defendiendo lu naiutaleía y ctadadnnU
toledana, el F. (Julntiuadueliai en tu obra Sanlai da la ¡mtirllU zivdad di Talada (pági. aoi á 107),
La pretendida cana de Silo á axila volvió i publicar Gameto en la iluatraciAn X de lu Hialaria.
Fut Butoi de la aBagua el celebre Román de la Higuera, quien convenció por completo al corregi-
dor, fingió la carta del Rey Silo y acau hlio depoiltai entre lo» reetoi arquiteceúiucoi el tapador de
aguamanil y lar monedea: todo con el objeto, enloncea tan frecuente, de aAadIr de cualquier modo una
gloria relígioaa i lu citHiad natal.
onse, 1 mil del P. Romin (verdadero uiloi tnmbKn de loi eacritoi que Cárcamo daba como luyoa).
«IcronlitaBstebandeGailbayy el macHroAloBM) de Vlllegai. Combado con acritud aqueILu Inven-
cionn el maestro Criit£bal Palomarel, blbllotecailo de la Catedral; y mái modera damenie, aunque
con Igual convencimiento, el peniteDClatio Dr. Salaur de Hendo» y el claiitimo D. Juan BauliKa
Pira, ya OUjpo de Segorbe. Ni faltaron en Tolnlo aiquinctoa y omi penonae peritas que á viita de
la* loeai y sillara encontndea dijeran siempre que aquello no tenia Irau de templo.
DeaeuUerta la Gceldn de la carta de Silo y ciudadanía toledana de San Tlrao, el Cabildo prtmado
negóae, fundadamente, á reconocerle por patrono de la ciudad, con mengua de los derechos de los «an-
toe verdaderamente naturales y patronos de ella,
(S4} Pisa. Daicrifciaa da la Imfarial ciudad da laUda. 11b. V, cap. XXXII. fol. 171. Lu honras
poi Felipe II se celebraron en 31 de Octubre de IS981 en «is preparativos intervino mucho el con^l-
dot D. Francoco de Carvajal, Conde de Tartej6n el Kublo.
k la muerte de Felipe II, el alcáiar toledano hailáhue desprovisto da toda clase de muebles y efec-
to!, acaso por la conllnuidad da Ui obiai. Al menos en tí ¡HtanUria ¡anaral da lai iitnai j alka¡a¡
que quedaron al fallecer aquel monarca (Real Archivo del palacio de Madrid, 5 volums. en fol.), que
I caiB de Aceca, vecina á nuestra ciudad. Pero e*
irla de nuevo el sicássr, más ó menos pi^vlsional-
nás de un mes Felipe III y su corte.
tizcdbyGooi^Ie
- 124 —
(85) niturls di FM^ III, Rif tU EiftMm, d« M*ll» de Ndvm, pnUiuda en la Ctl. di átcmmi.
intdiitii fura la Mili, di Eifa*'-. Tama LX de dicha Cel., pág. ije.
Jtilmlmi di ¡ai ciw Hctdidm i~ la ctrli di Eifai*. ditdi 1399 IhuI' 1614, par Lub Cabnra
de Córdobi (Madrid, iBs7)i JÚlo i^oo, pAg. 6e.
HiiWU á.... D. Ftllp. Iirciri,. dgl mmtn GU GonuiUi Dtrita, 11b. U, c*p. XII. í
Kllacirm di la iilimii Inlrnda y rictéimicnlv hiclli a Im CalMctI Riils Den FhlUffl ttretrB y '
di>»a Marturila di Afilrin, » » imfirial lindad di lllldt: a 1 di Maru dllll mát di llIlciimiH.
—Cíinfniíla pir EttnnH di Catira nciu» di dicha ¡iudad. [Toleda, Juan Unix, i«oo).-CUala
Alenda, SiUmnidadii j fiíiliu pülitai di Sjttuia, tomo I, pAf. ijj.
Saluar de Mandota, tteamrqwa di tifa*» (Madrid, 1770), tomo 1, pái. jAj.
SMWim.TÍtTitai<itm,OrittHdilaidigHÍdaiiiiuilñriidiCatHUayLii»l^aiiia, 1618), lib. IV,
eapiíulo V, faL ti^.
Antei da entrar tn la ciudad, loa Booaiiua condaroa en el boapllal de TaTiial THltana luaaa la
Catedral y ubieroD á ap«i«ntai(e al alcáaai. Bl raclbimitnio fui aolanma, pero, dice Silaiar, la do-
dad, «por «atar muy empegada, do pudí^ lo que quiaíerai ^ba hecbo otraa vetea en lem^aotea antradaa
e-plíca e.ia c,
ition» diciendo K
hacia en loa re
ibimieot
< rtgio.
■ para (upUcar co
nellai
oca .] Cligo de
0. ojo.,
y fien del culdadi
que la
negocio., i bieo
par. qae In. B
eyaaene
ca.ti«.>
D. delito, de que
poclom
oboq.«
connene qua loa
campoa
n en Toledo, com
la fe, t
«,««0
de la Inqtd«ctón
El (i de
a iglewa da Toled
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uicreí harto panUle. 6
ocida en
hueJia añadir qu
opinión
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ian cimenUdoi d
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e la. obraa liguk
B»a, algunaa
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a !."• Igluia di
i¡ Liíin
•" Ridrifi Cari.— Dlacur
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Ucedal(.»o.po
ünjauita;dafi
Toledo Y comba
eUda
■ "*■ f'l- P"-
tedalCo
egiomayordíCu
-Ms. dé I¿>^án
de la Higuera,
en U Rea
1 Biblioteca, lala >.>, E, j.
tUiia ái T<¡¡ida
. por D. Diego
de Ca,«
ónyFo
»ca, Obbqo de
Lugo...
Ooa tomo, en fal.
Eiírilurit fUf niHI ibrai mnuiímn din Armhilpeí di Tllldl comí Primadas di tai EipaÁai
y dtcvmntat y iicrilnrní M ^ai la diil^HB di la mitma «wuro.-BlUieteca Salatar, en U Rail
Acad. de la Hinoria, D-sy. Tola. >7 * «S.
¡U/aua ihriltiaaa, faliUia, y vrdadira di la Priataciadiiai £ifaHff'.fait"a la Saala ¡eillia
di TaUd*... Su aular il Dielar Nitaiia Sevillana... (Madrid, Imprenta Rial, i7a6). Pol.
IracllUfl ái Primalu Sonda EícUiím TalltaMa: /■ Kiiíjiír.-i. Hilfania ia dan diUriiaUu lUrai.
Aulari P. FrrdiHOHda Piclia Gaadalaxariali... BlblÍDleca CapilulBI de la S. I. de Toledo, Ma. tn
foUo, .B8 hoja., cajón «3, n.-.s.
Diiurtalií di i-nijae Primóla laUiam*. Aaeliri Jmnm Bafliila Firrtr. ValiatiMa... (Valencia,
ijaB). 8.»
(87I Sabido ei que cuandi en ísag
Según loi dalo, que Irae Parro, la diAceaia de Toledo comprendía, i finca del ligio XVI, cuatro ehi-
dadti, ciento achanta y uea vitlai, irtKiento. veintidó. Iiigatet y aldea., con acbocientu dlea y liele
piglna s6, nou.)
188) Lucio Harinea Sicula decU en el jiglo XVI que el Arubiipo de Toledo cía -la aegunda per-
Oí lo, cauu mimereilii di EifaUa (Alcalá, 1539!, lib. II, íol. XI1 1."
(89] RefiritDdoae Bla« Ortii, en an deacrtpcién del templa toledana, á la m&aica de la Catadral,
lizcdtyGooi^Ie
— 125 —
dlc* que «fiíiiu, tnto «be nirniniii Tulgitlaaiiu, netiiiimaní fach. Cnntun veto privimi, qaaa *ÍBpli-
Cíoi TAUDt, cdi> Mí in boc nets T«ip¡o uh>, pioptcr día ucclleniUní non lalun noitri EccIíúb
Toletan» emn su» diiECMi, Tennn etUm Giaaituiii cuai cmnibul Ecdeilii eiuadem regni, unuquc ordo
ccnohitmna D. HltrMTmi «Wlulnir, el obMtrat..— Smíwi 7rmfli IsUlani ftr^jum irifiica du-
criflit, auclcri Blaríe OtIUíc... incluidii tn el tono IH de lai Obni de loi PF. lolednsot, apíndi-
ee a." Vid. C«p. VIH, pág. jig.
Barulomí de VUUUm, en .SI >>/wrf>ii> cunáis 7 rranát%Mi di EttaHn que publicó U Sociedad de
Bibliófilo) apiAolM (Madrid, iSBft), encomia mucho la múilca de la IgleiiB primada y dice que .ea
nlDannCaja Tuledo i todaí laa Cátedra le* de la CriitiaBdad..(T. I, páf. 191.)
Aoefca de algUDDi aolableí mAiiCDi que ejeieiarcin » me en Toledo duranu el ligla XV y ptioci-
(4d) del XVI, puedes vene lai noticias bkigrlEcas que Insertó el Sr. fiarbieil en loi PrtllmiiutTH al
Cmciantri, murícitl dt lai litlcí XV y XVI, publicado poi U Reml Academia de Sao Femando.
(90) Debe acsdine para canecbnlenta de las cosai de ln l(leata de Toledo á las tigjileuiH obrai, i
que Tensivo ai lector en la inpoalbiltdad de eniancbar el circulo á que debo ceftirmc:
Strmmi Ttmfli TaMimi pírtHat» fm-fhica dlicrttu, axcUrt Blaiia OrÜlit... Imporlantltia» J
eiten» tratado Impieao ea Toledo en ist9 i'^ud hainum Ajaia), y leimpreu en el tamo lU de laa
ObraideloiPP. toledanos, del Cardenal Lonniana. fSS.PP. Tirítlm^um ^ilfHBtéxlBMl Ofirm..
Madrid, Ibam, 17(9-93.) Apéndice 1.", pl(. jíj.
Mullof 1 Romero, en so Dicci-marit HiliecrdficfkiilíriH, al citai «ta obra dice labei qnc bar de
ella una traducción manusciiía que no ha vlito. Hayla, en sfacto, y muy bien becb* per el maeetro
Ccdillo; peiminece mtdila en la Biblñtaca provioclal de Toledo, laia renrrada, 9-3. Su dmlo ei:
Dllcrtpdim £top-aphica J tUgantiUima dt U S. ¡¡¡tlUlU Tritdt. S» atiltr ti DtcUf Slot Or-
tíi, Ceimiico dt ¡a miima S. ¡thlia y VUarít gral. V Irmlncida -I cniMImm, fsr AlHunn ái Cf
dilln, Racitnttro ái la S. /gUtia dt T*Ud*. (Antecede al lexto na piólogo de CediUo. (Ma. en folio da
6ds pÍE>. sumeradai. Rica encuademadón en tafilete rojo, cantos dorados.)
n-imacia dt la tanla ¡gitila di TtUdt... por CatteJAn } Fooaeca. Dos tomos ea fol.
•uuUoi tU la ímtrrlat Civdaddt TnUde, y m Ar^aiüfadt: E^cilmlm fvip^a n Samla ItUiia
Etfa»« Sagrada. Tomo.
Vy VI,
Srní drierifeiiTH dr la S
^«o IfliMia di TiUdi
.j„af,
«I. Mi. eaful. 1
le 149
p^.
Dumeradu, tnra del siglo XVIII, rkamente encuaderaad'
^ tafilete m
jo. Biblioteca p
lovlni
:lalde
Toledo, Illa reservada, g-j
.No consta el nombre
de] auto
.«<> seiün ,
iMtlcia que leng.
cierto
■punta de letra del Cardenal Lorenuna edstenli
1 en aq-jt
lia
mUioteca,
debe ser obra d
■«nlto
Brabo, quien la enribifi por
orden del pnlado.
Dt,tr//ciaa di la S¡a . /glrría pTÍm»á4, d. Tal.
., letia del .iglo
.XVULBÍ-
blioteca provincial de Toled
lo, aal. reservada, 9.3.
■puesta siguí,
sudo lo. paso, de la ol
brade
Ortli.
iniítncifin de la dlice
d. en .1 1
ñEh
1 XVI puede
; ver.e la HUU,
■ia de
Idoc
lor Pita, Ub. I, cap. XXIV,
», San Román T
Carbí
Pairo, Haidn Gamero, etc.
itea natlc
acerca de Is
(91) Di TiHi t"l'' a Fr
■fftee/i liUi
'aM.tibritcIt,,
'lAl-
vara Gamaia.—IatíMo en
, la Hiifania illtalral
•a de Scoi
lomo I {Fíat
icfort, 1603), pá|
;.9«7-
Obra clásica del ilustre A
Ivar G«n>« de C»>tro
y primer,
>hi
sloña dtl C,
irdcnal Cisncn»
.irr»
de baae í laa posteriores.
Ctmnndio dt Uvida r »„tat; dtl Crdmal dan. fray FraHcitce Ximtnn dt Ciintra... por
elaueinoEvEcoio de Robles [Toledo, Pedro Rodrignei. 1604), 1 , ° menor, 346 pigi. y tabla.
Hiltcirtda Cardiital Ximnií. parMesslro Esprit Flícbior (Paris, 1693), 4." mayoi, 6S9 pá(»' T I*-
bla. B> obra Inspirada en la biografía de Alvar Gome, de Castro.
Lt Cardinml Ximinii ti I' Efliit d-Eifu^Hi ilaJlxd»XV it a» cammnutmmf du XyP liicU....
par I* D.' Ch. J. Hefele (Verilín francesa de los abates Slssan y Crampón. Lyon, 1S60.) Obra muy
eaüoiablc desde los aspectoa de ettidiclúu y de critica.
El Cardinal Citnirst. Bitudit Httrñ/he par D. Carla. Navarra y Rodrigo (Madrid, 1B69). Libra
aprcclable, escrito con bastante me;or criterio del que parece anunciara* en lo. primeras páTTafos del
piólogo.
l9>} Para (] conadmiento de la historia de los Artoblspo. de Tolado dunate el periodo en que me
HiiiBTia ttitcapat y nal di EltaHa. £/• la gtial 11 (rafn át lll Aruültiv dt Tvltdt.y Riyii tmi
han gnétrnaJa d Eifaia dtiaia dt m Frimaét... por el licenciado Balihuai Poin£o..— SibllstMa
Capitnlai de ta S. I. de Tolsdo, a ToU. en fol. mi. orfg. y autAg., cajón s?, nlmt, »i y Ba.-EnlaB.H.
bay treí volt., Dd. 44 , 4} jr «6, an cuyo taiaclo se lee: Vidiu dt leí ArEtUifít dt Ttlfda; y ausqia \m.
lizcdtyGooi^Ie
— 126 -
ArchUpltapamm liltíanmm uítm a ff.*" D. O. TtMiau Bmf." Ptra ^. Sixoíricnn'.-Bilh
Nic.. mi. i]>9, fól. hsl,** Son ■pnnanileiiUt qw Ptni Unía diapuMto* pH( Boa obia, capiadM y
utlcionulaa poi Andríi d« la Parra, cnia de VUU dil Prado.
Datrifcinn Jl Im imptrimi CititUul dt TcltJé, i Ai'lforin^ ma»(v>Mbi<H... poIilDocIgr Fnii-
CBCo de Piía. I.' pai». yi4. lib. V, capiu. XVII á XXXIV.
Primacía d4 la Sania ¡¡¡Uña di laltdii... por QuHJón f Fontsca. Doi tonoa an fol. Aunqu lu
ndentameDiE qu> en la Biblioteca piOTiocial de aquella ciudad acaba de liallir an Inttceaante libra
manoBcrltOi a*i rotulado:
IHé, 131 folloi de letra compacta y nieauda. El texto del cronlcÓD lle^a baitm la muerte del CaidODoi
D. PaKual de Angón. Eate volumen, pracedenle del DonaiHrio de San Feliu de Gulnla, aa «aao
copia del CkrmUt E^ltiiaiilc- T'itdant de Fr. Berutdo de h Peb, qne iAlo por refereoci» cobo-
cieroB Nicoiai Amonio y Mub» y Romero.
Pan eviur coniuntn é Innecoarxu clt» ea ni rápida reaela de lo Anobiapoi toledana* del
>l(ki XVI, debo coDsifnar que i mái de aqoellaa abr» y oitai meiíai imponantei que ccncienian á
loa Ariobiapoa en general, he tenido preaentai cierlaa biofrañaa particulareí de a](iiiuu de alioi, cuya
mención bibliográfica ocupa tu oportuno tltio.
1.9%) D. AloDia de Fonieu, nniti Aiaobiapo de Santiago, entró t gobernar el ariobapado de To'
Sancho de Canilla, macitreactiela de Salamanca. Una da laa máa bonroiaa csmiiionee que el Empera-
Ponaeca admlniatrA el ucramento del Bautbmo i. Felipe It.
Fi¿ tan eaplíndldo y benéfico que ctdi6 en TÍda al Cabildo de Toledo una renta oonml de 400.000
naraTedia para caaai y dotar doncellaa pohra. En la Cetedral coiteí de au boUlllo obrai tan notablea
cono la moderna capilla de BeyeiNucroi y ton útilca como el aUaoamienlo y buena diipodcUn del
(94} Sn la capilla de Reyei nuevoi, erigida por Enrique U, le habla relajado la antigua obaerran-
capellanea uendian á isa obligacionea, ui aiiitian k loa oficioa con ¡a honuüdad y recogimiento debi-
do>. Por todo lo cual, en ijij. Cario» V nouibnt Vlntador de la capilla al Obiapo de Canaria, D. Liriü
La vieja capilla ocupaba en la Catedral un iugoi Inmediato al del altar de la Deiceniidn de In Vir-
gen. Dicete que Carloi V concibió tal reneración por aquel litio que quilo evitar caotlnuea* alendo
aaptittuTB de cuerpo! humanoe, aunque de Reyei; y aai, decidió el uaalado de capilla y reaioai aillo di-
ferente. Sea de eato lo que quiera, la capilla perjudicaba notablemente al conjunto del templa yembi-
laiaha mucho para la< procetlone]. De acuerdo Anebltpo y CahUdo pidieron al Emperador aulonaa-
cldn para trailadarla i lugar mii convealente y cómodo; accedió D. Carloa, y Fonieca mandó labrar,
unto i la de Santiago, la eiplíndlda capilla que hoy vemos, coniiruida por Alomo de Covamibiai
jal Anobiapo es Alcalá de Henarea (4 de Febrera de i¡j4).
RecKn elegido D. Juan Taven, en iS de 3byo da aquel mltmo sAo, el narÍK^ai de Navarra, á la aa-
lón corregidor de Toledo, invadió U capilla á maoo armada con buen golpe da mioiatríiea y carpinle-
roi, hilo lalir á loi capellauea, aordo á iu> prolcitai y eidamaclonea de aiombio, y procedió [ncoBti-
nenil al dartibo del ediScio, que ie llevó rápidamente i cabo, no tin que una de las vigaa del artsaona-
capilla, de la que tomaron poaeaión loi capellán», ain mil alteración ni novadad, á hi que creo. En
el újümo capitula de la obra de Loiano, Rt,ts numi d, Ttli-ia y en la Hiiltri» i, T^dt, nu. de
Román de la Higuera, i." paite, lib. 1.0, cap. 19 (tomo 6.<> del ejemplar de U Real Slbiioleca], pueden
(jj) Crnfuntiai á. la Itiiiia dt ÍW*¿7 A /5jí.-Son unaa ordenan™ en que, Con la debUU .W
ración de capiluloa, ic trata de tu dÍTeraat fealividada propia* dt la Catedral y modo de calebtarlu,
orden en la* proceiionea, leio «daiáatlco, orumentoa diferaoi y *u uo, etc. Conoico un ejemplar an
la Raai Biblioteca de Madrid (lala i.*, H. i), en foL pta., letra del liglo XVI.
Entre lo* ordenamientoi dictado* por el Cardenal Tavera, paióceme parilcutarmenl* curioto el tela*
tizcdbyGooi^Ie
— 127 —
iíto al OiUtiÜB dt Su ¡fictiái, oiJclBkl cucbobIi que t U uiíb n pneiicubm an Dium Ckcá-
dul. fid. « lu iLntn^ciOHU Sairi tata mritt* fritciic* n U Cattdral Jt Talrdc, Ei Oíiifilt*
4i Sim Níetlii.
Igfí Muerto Foiuce*, iran (nadu U eipecuci&n y U dudí lobrt U pi<ni>iís de la mhra, púa la
que icniralinenM le Indicaba á D. Alomo Uaulqas, Anohiipo da ScvlUa. Vendo al Emperadoc, ea
I." da Abril de ij)4, dude Toledo al monauarlo Jei6aiino de U Siala, para paw alK la leoiana unu,
alaubir li ciMiU que conduce al canilla de San Servando, dlrlflíteal Caidenal Tavera (eutonCEt Ar-
aobitpodaSaDilatu), que le acompasaba, fie dijo: •Valveoí, Ariobiipo de Toledo, t id i beaar U
mana á la Empcratiii-. BeaAla Id^o al Emperador, (oniAu í Toledo i cumplir el leal mandato y
rtHae detpuíi i Saa Pedro mánli, do oda recibid loa piiiuetoi paiaUEna. La noticíale uparcl6 rtpi-
damente y la> demnitraclonea de ali(ila que hicieron la ciudad y la igloin fuercu axtremadii. En ■ 4
de Mayo Taver^ (oni£ psaeilAn de iD aiiobiipal lilla, con mucha concuno de irandaa, pialadoi y ca-
ballero! y del rcfimianto y jualida de la ciudad. Quedúae ea loa apoaBDtoi del clauítro de la Catedral
y alli vrrió alpinoa meaca, catragado al conocimiento y buen gobierno de lu diócealB.
Cuando muri6 la Empcratrli laabel, Tarera, que aauba ea Toledo, la aiialií eipirltuaiminie y pre-
aidiá lai henrai celebrada! en U CaiEdral por lu alma. TambUs dio laa bandicionu nupcialea i Yá\.
pe II en lu primer matrimonio (imj) y baiilii6 en Valladclid í lu primngtniío D. Culoi [isw]-
Díbcoae á «ate prelado exceleatea Ceniiíítáeiwngí^ por laa que la rigiú mu igleala y en que le Inapira-
roD loa ainodoi dioccaanoa reunido* mia adelante. Cerca da la viaita paaioral, repctidaí vecei dt6
Cumplo á loa Oblapoa conlemporáneoí auyoa cumpliendo aquel deber, aun en medio da laa gradea ubii-
laadmirabla aiUetia del coro, la capilla de San Juan Bautlita y laa eapl^ndidaí portada! interioreade
amboa baalielea, coa aua pracioiaa lallaa y decoracionaa gótico-platercaca!, obrai en que fu¿ au eScii
cooperador el bananriiito canónigo obren D. Diego Ldpea de Ayala.
Muerto el Cardenal, hubo un ruldoio litigio lobre aua eapolioa, á que dii lugar ails lameniable abwo
ea todoa aua acloa verdadera principe. NI lulea o) deipuía de ti hubo Ariohiapo que Iiivieie mayor
ca*a de criadoa. Eatabas i, au aerviciu muchoi caballeroa t hljoidalga y hasta diei y liela caballenii
PatalD tocaaMáeiialnaigne varín, debe coiaultacae principalmiate^ C^irmcxíi i¿ Ca>-</«.; ZIsh
luoM Tmoira, ftr ti Dcet»r Ptdrí át SaUíar f MKtáí^a. (Toledo, Pedro Rcdrlguei, i6aj.)
(97) RoiUn de la Higuera, HiHcria dt ItUda, a.* parte, libro %.", cap. ai (vol. 6.» del ejemplar de
U Real Biblioteca.)
(9«) Generalmente ae cree que loi apeUWoa de Silíceo fueron Marlinit Guijarn, pero en loa docu-
algo migaría apellidoi. Scgim Plia, un mauuo de la Uoirenidad de ParU (donde ealudió el futura Ar-
aobiapol fue qultn le ai^firmi, llamíndola Silíceo. Y SiiicH fui, rcahnente, no tanto por aa apellido
Nombrado por Carloi V, auienie t la saian in Alemania, U elección fai an Toledo bien recibida.
En Enero da 1S46 [amé poaeiUn por tlel celebra La Gaaca, qoa murU máa larde Obiepo de S^Genia.
El día da Navidad del miama aíio Slliceo vlailó por primera vai au iglaaia, á la que enloncea hiio de-
Da n dempo aon laa doj nugniEcaa rejaa de enaimboi corea, obiai de Vütalpanda y del maeatra
Domingo, y loi pracioaoa pülpltoa del crucero.
Silíceo repartió cuantloiaa amnaa i loe pobiei de dívenaa localidadei de lu dióceaia; y en una aola
oeíaión, i tiempo de gran eecaati, dio generoaamcnn i La ciudad de Toledo p.oDO fanegaa de trigo
para alivio da loi neceaiudoa Aai eran aquello! Anobiapoa y cal et deatinD que daban á aui lentaa,
(99} Leí reuiai de la mitra de Toledo en aqueUa «poca eran muy couiiderableí, y penailían bacaí
á iquelloa prelado! detambolioi dignoi de principe!. Ua aalado de loi productos de la meaa ariobia-
pal i la muerte de Siliceo ea 1557 díó el resultado !Íguic ote: itg-gpo fanega! de grano, entre trigo, ce-
bada y ceateno, cuya mayor parle, vendida, valió 39.14f.3j1 maravediaea. Lai renlaa de vcrderoB, vi-
nos, lana y otroa efccloa vallaron 24.637.009 maravedieea,
k priocipioa del aigio XVII la mee* areobiipal llagó á contar muchO! aüai baita 300.000 ducado! de
U meea artoblapai de Toledo.
(loe) Bl adelantamiaato de Caaoila Ibe ganado en 1131 para la igluie da Toledo par el Anobiipo
D. Rodrigo y deade aqualln tpoca loa prelado! lolcdauoa nombiabaB loa Adelanwdo!, que venían k %e¡
Capitanea genaralaa de naeaua iglesia centra loa moni fronteriiO!. El Cardenal Tavera nombró Ade-
lizcdtyGooi^Ie
knlido, como grada perional, a] paderoMi comendador de Itia D. Fnacitco de loi Coboi. Hnóto
el Cardenal, el Popa Paulo III, t tniiancia de Carla> V, concidló al tomendador al adilanuminin)
cono oEcio piipetm para li y »b deu^cndlenleí, j Coboi, con anuencia del Cabildo, le iDcorporí á lu
caH 3 mayonigo. Nombrado Silíceo Ancblapo, nclamó coolta eale hecha, ioteipioo emp^oi coa el
enpctadoi y loitívo pleho aou la Rota. Paule IV anci á i1 li cauía, inooiKlA el derecha del pn-
medlo aiglo haiu lU aoluclin favorable í la Iglola de Toledo en Ilnnpo de Sandoval y RoJai.
(loi) El capelo de Silíceo, uaMo poi un oobl* camarero del Papa, IlegA 1 Toledo al >5 deUano
de issfi. El Anobiipo enWA * lai afuerai de la clodad bd caballo lentilniínie adeteíado en qn el
poiudor cabaltaae; y aallaron i aipirarie el AyuaUmleoM, el clero, la toqnliiciAn, el Ngncio pontifi-
cio, llecido dial anln, y le mi* piiocipal de Toledo en caballero! ! dudadanoi.
ScUalóie para la impoiicUn el día » de Mano. Exornada la gran Imafronte de la Candral con os
matnlGco arco de triunfo al rtmaiu, eaxtt Silkeo en ella, a bombroi de tía Familiarea, entre trun
concuno y aplauJO del pueblo y en medio de loa acordei y cdoticoi de mltilatrllea y moioi de coro,
la ifltaia repreaentófe lo qoe boy Ikamariamot oo afrafíiite, y hubo «vía dan^ tnuy excelente de raoa
lo nemaDoi. Bl Oblapo de Se(Ofia, D. Gupar de ZúKiga, dijo la mlu t Impuu el capelo al Buen Car-
denal, tomindole el acoiniinbndo juramento. Terminada la Beata Tctifioia, Silíceo obaequif i laa
autoildadca y peraonai principal» con un gran banqueta, que le celebrd en el laldn da coocilioa d*l
paUeio.
del Seplentrlúa cierta eilrella ó ':on>'<<i/-vA»v>^>'i con lo que loa adveraarloa de Silíceo pronoKlca-
ban lU prAxima DiuEKe. Focoi diai deipuía murió en la nianH/:n artoblipal, na el prelado, aino ud ea
huiaped. el Maiquét de Cortee. Mailical de Navarra, que habia ido 1 tratar con tt (ravaa negocioe;
Otra relación de la impoflciín del capelo áSiliceo, cauiupoiUiliaiar PortcRo, inacrto como inCdlu
|io3) I^ lonada ceaacióo o dlni-üi i que le refiere el ie«o fu« una cooaccuincia da la enemliud
de Paulo IV con Carloi V y Felipe II. Quiíi no (ai ajena al iiunta Francia, por medio de cuyo
embajador en Rama ae dijo baberae ganado el breve, aunque i pedbnento de la Igleaia de Salamanca,
Mano de ¡ísS, con Kran eipanta de la ciudad por lo grave del auceao, que ademii coiDcidlí con la
Cnareama.
Hubo una excepción. Loi frailee dominicos de San Pedro Mirlli no le coorormaron con ut orden,'
en au convento celebraban mliai y aun admiUan i petaonaa que [a> oyeran, lo que lea vaM aec azco-
mulgadoi por el juei apoitólico. Afortunadamente, la prudencia de] monarca, loi buenoi oficio) dtl
■abio Domingo de Solo y el mejor acuerda dei Cabildo puaieron ttimlno i aquel citado de coiat.
MuBataoee y el canónigo de Falencia Pedro de Mtrl-
.«;<»« eu Toledo, sin embargo, el P. Alciur, en
la fmlncit át ■Jültáe dice que U entrada fui lin
relíala ni aparato alguno y que el Anobiipo llevaba li lu liqoietda y derecha i loijeiuIUiPP. Eitnda
y BaiUmante. •caía muy reparada da lodoi-.
Para la vida de Cacrania conaúlleae timbltn:
ÍMleia utrt la viáa di D. Fr. Barltlomi Carrant» áé Míranila.., public. por el Sr. Saint de Ba-
randa con un inpoiUnie ^/^ixttcr.írdi'CKMM/» eo el 1. W Ac\^ Cnl. dt Jttl. lHtdili>¡ fara Ü¡ HiU.
Pontificaa Pió V y Greiarfo XIII publica, en la Ci>l. di lürct. inidlltit, lomo LXVIII, plg. 6j}.
Llórenle, HUItria triXca dt la Intuiíüii. dt EtfaUa. Tomo II, capa. VI, VII y VIII, pégi. ii> i
169 de la edic de Barcelona, 1S70. Llorante trató por estenio del negocio de Carranaa, cuyo proceao
C,mn, ffísluria dt Iti frsUllanttl llfaAíUi } dt ¡t¡ fn-i4Caclly¡fsr Filipi íí (Cidli, iBSi), Dt-
tizcdbyGooi^Ie
— 129 —
dka todo (I lib. Ilt (ptgi. 191 i m>) »¡ Ariobiipo Cunnia, i quito picunu cama lolapido i hip
mnn con U vatdwl hiiIíiIcB.
CiUlEao (D. FumiD), Ki'aLi <&í ///«<. Müchór Cana [Mudrkt, iBji]. Todo el »p. IX. •Cmo
Fcruándei MoDUÍla, .V^ tan de v.ráad kUlirie-
l0XIV,pí(.. MDÍ4JS.
La fUtnte CApiul ptta todo cate enmuftBado ncgo
utiUuda poi el Sr. Menínd« Ftlayo, Eiitu en 1
Hiitorin.
(lot) No fui, pu». iKo r medio, como dict el hiitoriador Pl» flfín. it Isl., lib. V, up. XXVII,
t'Dlio i$7J, lo qinCjuranu teiidió en >u iileiU de Toledo, .¡dd uq >6Id »<i ..mm r rf>» o'im.
cidot go (oconei 1 errtnnai f pieíoi, tn caiar r dolai huíifana*. suiteniu viudu y pemiDnir utu-
(106) L> pilitAn de CariBDia ]lev«.« á cabo con lodo ligilo en Torre]a(una el » de Agoito de tjj»
poi el alguacil del Santo OBcio de ValUdolld A lai doce de la noche de] mienio día ■alió el Aiiobit-
po, pteto j- eKoltado pot cuarema jinete., coa direcciín i aquella dudad, doode rué teoluldo en lu
ucdeieleiminóeiiRama.
pilucho e* lo eictilo- acerca del »UDta de Carnnia y aún no le ha dlcfao de k\ la úllinia palabra. Por
de Toledo. Huelga repetir aquí loa rundamcnioi en que ae apoyaron loa defeoioTei y loe deuacloreí del
dabalido perionuje. Silo diit que ei no eilitleta el munsiiuDia proceK, que por lu forma y por >u
lo HU loa de aut iirincipalcí enemigoi, aún cretiia en la inoctnc^ del ilutre doDiinico. Y ei que ni >ii
■ urna antagoniíuMtlclior Cano, un xbio como lobeibio, ni el implacable inquiaidor Val déi, Ano-
fray Domingo dt Roju, de lo> Caiallaa, Vibeni y demáa lalea luteiina, me convencen i^mo la opi-
nión del gian canoniíla Aipilcucia, la de loi padree del Concilio de Tierno, U del ■anlo Foniigci
Pío V, la de Gregorio XIII, que mandi grabar lobie lu lepulcio aquel tan honioto epitafio en que •■
mentado.
e Agoiio í Valladolld, donde
[loSI Dice el hiitoriidor Piía, que
de la elección detjuiroga.celebrindoíe la> exequias poi Carraa» en loi diie 13 y u dejuliode 157».
I109) I4 muerte del gobernador Tello Giióo fui icuetalmcnie temida, aim poi el Cabildo, con quien
no le faltaron tlguc.oi roiamienioi.
Nombiiido Biuto de Villegai para •uttkiiirle, San Fio V conÜrmA el nombramlenio en ao de Agoiia
juilulicci6n y producto! de lag igleiiai y monaitetioi de Caitilla y León, y el Papa accediA, envián-
con aólidaí razón» de Índole religío» y moral y con copia de eiemploa huliricoi, trató de disuadir al
DigitizcdbyGoOl^Ic
— 130 —
Ed nuotru Bibllaucii públicu ibundin upiai de 1> una d* Bula da Villt(u. Valladam <ta Se-
toutjoi U publIcAin el toma VI de >u Simanarli trudllt, coa ú úoi\<. át ft/il fUi DtHSmir
BuitaáiViUreai. Gabir-Hugar ¡Itt Aristlifaéa dt Ttttilt,n mmc!aé4 Dtn BArtiUmt CarT»nMa,a-
criHi al Ki/ FiUft II AIS A¡ Ageslí át 1^74, airt la vmla it In imalloi di Itt IflllUt y Mmi
c#f«.Taniblíii al* Imprcaala carta enU.Vii»írfm<í'Zd>a/a, tomo XI del Mim. kitl. tit.,fk-
llna IS8.
Conocida aa Toledo fa iminle del Anoblipe Carunia, reüiúie Bu'to i una hacienda tuya; dt alii
bernd labia y pnidcDiemtnie haiu lu muerte. Salaiar deMcndoia ancomió mocho á Btixo de Vllle-
de Ocana r la iei(»ii toledana debe coniidcrarle como lluitre bijo >uyo.
(iiol Fué QiiitDga elevadodelaaedeconquenieilaiolcdaiuen 1S77- Su nombramienlo fue bien
acocido en Toledo, cuya igleiia comcnió á (obernar en 6 de Septiembre de aquel afta. En 10 de Di-
ciembre de is;c, fui creado Cardenal; con e>ie motivo hubo luminaiii! y olni l^itai y I01 ingenua de
la ciudad hicieron B»io de pací» laudatorias y encomiinicae. T
rio Xni deaeabsD la erección deSeminarioa en EapaiSo, aegim lo disi
Cardenal Quiíoga ocupdu aírlameole en (1 aiunlo é h.eo nombrar t
P^ra la biotrafo de ene Atiobiapo, í miada laa de PorreBo, Pha j Caaiejon, debe copaultarae:
Jíf «a^M/ J» fl/^na, rf.- ¡«, co,a. !««(»« j. rxcUHlii „irl:
átital D, Cas/ar i/r OuimgB , Ariaiiifa dr Tul-da, J ntidadar
Xia át ¡HS. dt Itl dn Mk. Dd. «j de la Bib Nac., Tal. iiS.
(f II) £a labido q.ie el Archiduque de AuaiHa, Alocrio, bit hijo del Emperador Manmiiiano II ; de
la EmpenltiiD'Maria. hermana de Felipe 11. AnteriormenlBá >u elección para Toledo era ya Car-
dcDildeai'ei;;?. coneliiiulodelaSanL-iCruidejeruaalin En 3 de Abril da 1 ^95 lomó en su nom.
bre poieslóp del Ariobiapado D. Andtíi Pacheco, Obi>|w de S'-govia. En 13 de Junio del miamo alo
glo, bajo Sandoval y Koju, Al parlic el Aicbiduque i loa ealadoi de Pland» dejó encomendado el go-
bierno de la dlóceiia i D. García de Loaysa, que poco deipu'i babíi de lucederle; duranle cau iu-
denai>e<'>«ií'-/j.en9de Julio de IS9« renunció el Archiduqiie-Caidenal al aiioblipwlo de Toled'< y
de ella.
(.ij| HUluriadíFiUfill. loroolV, pág, aro,
[113J D. García de Loayia Girón rué nombrado Ariobiapo en Julio de 1998. Laa bnlu pan1Í6GÍaa
de >u elección lleguron á lolcdo en Ago.io; en 16 del miimo mea fui coniagrado en San Lorenio del
el inmediato Sepiiembre ciípolc la honra de aaiiüt ei<piritualmeni^ en >u última enfermedad á Felipe II.
HallindoM en Alcalá de Henares lorprendióle i ti lambitn la muerte ennida Febreí» de ■;»>>, y en
(.14) La noticia de 1.
jábilD en Toledo. Llegad
D. BeraatdodeRoJaj, deíndejatn, enJ3deJuniodeii99, yenagde Septiembre celebró el preladu
au aolemne entrada en Toledo, entre \v, ex<r<;inoi de la piiblLa alegría. Clemente VIII nombróla Car-
denal en el mumo aAo
Amigo Sindoval de laa buenaa letra», cede en honra luya recordar que proCKié í Ceirantea, á Ei-
plnel, 1 Salai Barbadillo y al poeta loledaí» Eliiio de Mednilla Rigió la dióceiii haala el 1 de VA-
ciembre de líiS. en que pasó de e.ta Tida.
(1151 E^cuiiaaa la hiiTocia del Concilio de ijSj, por loa incidenteiá que au celebración dió li«ir.
Convocado eitaba ya po
tizcdbyGooi^Ie
131 —
aiM «itri de que » eomeniin, ncitn llegido í
Tokdo. A mil dE loi Obiipc» uúflicron el Bb.d d> Aidi ln ReaJ, D. Dirgo d<; Avila, que sucríbii
lHdei:rctD>;unóii¡toiyprDCUT«lar«del>i igleiiu lufnitíneil y 1« rrpiatnHnleí del prsUdoí
l(le>)a deBurCDi. Cono embajador del Jíty aulitió lainUÍD D. Frapciico de Toledo, hennano dol
Conde de Oropeg*. A la laión estaban accidcnulmente en la ciudad lai Obiipoi dt Lugn y Ceiona,
ulla para ¡mpanr del ciclo el felii it\io de la aumblea. Reparada y ademada ricamcnit la &i;i
iti Cnclllti de la> ciiai amiblipalea, comenuron lu HKÍoau en 3* ais aquil ma y proIongiroD-
■andoa; reglaa deconductii paia los cclcaiátiLcoi; provhjón dccuraioi, reaídencia de loipdrro-
'■ parroquia*; nombra mito to dv proTlmres» Tlearioi, fiícaifa y viaitadorca^ exlirpaciún de
malai piiclicaí entre Ini cIMgDi; hereDclaidccUrlfosinintudoii ncnbiamieMiü de difíiida-
nbUn de loe racioBcioi y b«nafic<idoa; jinOi dt loi Cabildoi ecleiiUiilEDi;«(i>tenc¡a al coro
ralea y CDl<(iaui. Hay dlfpoiiclancí relalim al bven rífimen de lu igleiiai en cada diúcc-
iuegot 6 daniai en la ¡xleila durante la celebración de los divinos oñcioi, aii con» la Iradi-
wlÍKioiea, y de predicarle y enieílafle-ta doctrina cri-iiana. Hay, en fin, dccrtioi acerca da
6n, conHivaciÓD y reMaurici«n de temploi, lobre !.• renuí tcieiidiiicag y >,i diiiiibucíón,
de archivDi dioceuncM, robre la miiiica en loi lemploi y que le entienda la lena en el can-
el ri(imeii J observancia en lo* monaiieilai de relifiogaa, y baua aobre lai canidaí de loro)
En la irin Sala dt Concilio) del palacio arto
ÍDscrlpcioDeg del lalAn, con sui veraíooei caste.
(Toledo, lüjoj, pá(i. m6 y Mí-
Para elCoiKilki toledano de iffi; víue^
AelinMii Ctuitii tminriMU TííH^hI, ih
D€ifara ytrglnll Mmrim íi.ttmls erlrirtlm
dt S^-Mámal, Efhnft CariUiími <AlcaU de Hei
Iiidto. Bsil lacluidD tanbiía «le Coocilk en la
{Uadrld, 17B1, tomo III. pdi;. «;<).
Pueden vene noUciai del ConctUo an la> tliniei
Dticrifcim át U Imftrlal liviiiui dt TsUds, <
Vid» Ai CarrtHtA, de Silaiar de Mendoiu, ca;
Pero para conocer tu hiKorla interna, loa tcimil
KíUcitH di H ditenT-it f •' fm '/ Co«cil!i, fi
dr U. D. LXVy M. O. LXVl, etctila por D. Jua
áiBv.o
Sebanlio cU HoiVKo inaaní tamblin en uno di
>rran.a). (T
Camero >1 añ
l'«q
ue la. .esioncí fu
1, fif. e*.}:
queda
dicho, tuviéronle
en U Sala de
p. 1, donde .e
emplo
niFIropolitano.
epiacopal alamb
Í3.ede.5*S,i."e.
7;„ „.
nq.«,econm
un, «lampí
:r
dkbo Concilio, E
Tultdt. Guia art
.«yli.sdea.á>
•i,„-prtclUa
•uUmtrMilt
.Oí-
íír;í;c
f»/i./j, »*/•/»
nares, Andrí
de A
guio, <s66j.-U¡b
m lliiM-l" de
oieca de S.n
P. VillaBuBo
lizcdtyGooi^Ie
cloncí cíltbrndM deipuf i it k el«ciín de Pió V, tic.
IS66. RcuniÓM, en efícm, .quel dia j » Kiminó ta la dt JuMo.
En eiw Concillo ge complluton Isi cuntiiiucion» linodilcs de loa inicrloici preUdoi y te agietiron
dt»>. formiindo sn junto un cuerpo repanido en cinco llbioi, que k impiimiA con el >igiiieiiie Iltulo:
CtHlUmliaiui Synaáattt dli Ar^atiip tda di lnUdt, htchaiftr irt J^tCaJas fatiail«¡. Vafora ••!•
Mmml* ctfilitáiu, y_B»,idÍilta. f>r ti maf iílutir, iiüiir tf« Gi-^tM lilla GirtH... CfM amirAi áil
SfH^n.tHt^rtumnllaíí ic alrtri »• la cinHad di Tttid», a viyMtc j Hucur dt 7t.«c, dia di
¡lüsn^it Pléra f ¡»»t PaiU. Añ- di IjM, (Toledo, Jujín de Ay»l», Is68.)-Bibl. de Sin Iiidro.
Por nt» coDitimck»» le (obernó el clero del aTiobiipudo huu Mayo de i;Bo, en que el Cafdenal
Qoitogmelebró ouo «noda dioceuno y formó nuerai csniliiucioiieB, que le impiimleron en Madrid
en ijSj Y lu ti coi^regado en itoi por Sandaval y Kaiai ae lUTieron prnenm é im'tarou por Is
(iit) Tenia Quitiga convocado ene Concilio para i." de Julk> de ijti, pero por dlversaa rmionea,
hubo de direrirae haKa el alio gigulenie. En á la ■aten corregidor de Toledo U. Fadrique Porioca-
da celebración del Concilio. Lia iuniai de éste celebráronle, aegún coiiumbre, en U aaU (rande del
Hé aiuí toa nombre* de los Preladoa aii^leniea. i mia del Cardenal Qulroga:
D. Alvaro de Mendoaa(Obl.po de l'a]encía',D. Amonio de Paioi (id.de Córdoba), D. Franciaco
dcFigueroa de S agüenla) y D. Andrea de 6sl»di]U(de Segavia|. El abad dc.Valladolld, queíambifn
31 pumos rratadoa. CoDdiclonea que deben i
nónlgoi, dltnidadca, eic. Erección de aemii
rdtnandoi. Del hdhito clerical. Enórgica prohibición de juegoi, da
eligioaaa. Rrglaa para la celebración de la miaa. Clauaura monacal:
e amboi aeioa. Enleñinaa é iaairucción rellfioaa í loa moriicoa.
to de cils Concilio en la Sitmma de VillaDuiV>, lomo [V, pigí- ■ < ^
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Sisio
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» loa Reyca Calolicoi y eiublecido el Sanro Oñcio,
ui y aui d cíe cndie nica. El c»o del capellán de Key
nado en ¡4^ por juJaiaanie, y laa hablilUs que pul
DigitizcdoyGoOl^Ie
— 133 —
Hecho el Eatinjut, ¡n opelUBU pruentárpnU i la Empennii lubel. como sobeniadara de bu»
TODO* «aamcpcia deCaHüi V, y victo pordCoiuejo Reiil, lo aprobó por cédula dada en Medina del
Campo á B de DIciembiE deijji. Á petiddo del Emperador, Clemente VU Ja canarmA por bula plo-
mada. TaiDbltii Felipe U lo aprobé, por prorleiAu dada en Toledo ci]UayD<ieif6i.
La «forma acordada en 15*7 para evitar fraudei t Imponnrai de loe candidaloi m «w/ím marecM
la aprobacUn del Papa Peale III, por bula de 14 da Octubre del miimo eSo, y le de Cilloe V, por cé-
dula de II de Febrero delñguleule imB.
Poedin vene mié deUllee acerca del eeuiun de la capilla de Rtyee Nueíoi en la Hiiteria ¡cUiiái.
Real Blbliolcca; y ec lol R,}n Nnno, dt liUáo, de Loiano, llb. IV, cap, XVL
{119) Ed eita eepecie de dlacitacíÉa vienen i eocerrane loi aríunemos de Jot defcneoreg del Eiu-
ino y leyendo el plan í exlracto puedo el leeior enlerane de la luatanela que coniienen las cinco pai-
lee deque coDiu el eecrito. -En la i.* damoi loa moiisoe nnibeiialeí y bitioriai que noi mobieros
de loi eaciaa cañonea y lentenciii de doctorea y otiai laconee que noi mohieron a ba^er el dicho eeu-
luto. En la ].■ dccUramei paniculaimrnte Jos demerito! y ealidadn de aquelloi que conindijeion
el dkbo eetaoito por donde claramente ee Tira «ola eeto haber «Ido baManlecauíM para haberle becbo.
na U niipueita qne el R ™° Arcobiepo de Toledo dio a «icrto requerimlenlo por loe S.'" Areedianoe
hljoi de el Duque de el Infanladga lue[0 que el dicho eitauto M hlco Je hicieron. En Ja s* >* pondrán
>(ae eiia iDcorpoiada ea eau uñeta igleúa y la copia que lu mageilad dio acra ntiehamenie para la di-
cha capilla aprobando y conErmaado eJ cita tuto de eJla y de nuebo numdaodo que el que fuere probe-
bído pw CapeliaD ha|a la iafonoaeioD por capellán de la dicha capilla y no el nuebamente piobeido.i
Bib. Nac. Mi. R. ijS.
iatriUe át U iMmli, fgUtU di Tüitdi, KÍr¡ il alaütls di Simplim, que debe ler eopia del mltmo texto,
aunque el título ofreica TaiiaBlee. Clulo Mare^Falla en lu Crlaiifut áti mamacrüi HfapviU ti dn
mataueriU ttrifiv* pig. 140, núm. 63a.
i tac) Loe eacritoeen pro y en conrradel Ealatuto toledano forman por al una Ubliofralla no eeta-
RiUcicu dr Itda lo qat tinu dtl ktgtT rt BilaiKia di Hm filfa qni lint U itucla ¡titila di 7*.
Itdii tara lii finitas dr iirtriitadaditmiUaílguai II Ái^iiñiHda Arfaílifs D. Juan JKarllnn
Silieii— Bibt. Nac. Me. R. 13S. Ko 4.°, 88 bojai.
[En la Biblioteca piotincial de Toledo hay un mi. en 4-° pergno., en que te Incluye la múm» Hila.
iría CaadlJa.J
Difnua drl Eilatuli di Limfitia gm titju la &nUa /gliría Primada di ¡at BtfaMai, f di ¿ai h-
dial, di Ttiidi. Eicrila ftr il Uí,^' SallAtiar Ptrri»! Cura di ¡ai Villa, dt Sacidn j Careilii.—
BihJ. prov. de ToJedn, SaU reieriada, 9-1. M>. en fol. pta. (Ei una copia hecha en ijss por D. Fran-
ciico X. de Sanliaso y PaJomatea.)
DlicMrii di <H Siüi, ¡Hqaiiidar htcki 11 liimfc dil Sr. Pkiüfi ¡V lairi ¡ai Silarmln di la lim-
el ulamo nlumen que la anterior obra de PoireBa y ei, como elJa, favorable i loa Eiiaiutot.
CtalradieltH lucha fer alfut^i OitaUadii y Caiéml^, dt la Santa Vfluia di ¡ilidn. á lii Etla-
Itlai di Illa ai liimfudil Cardnul Sllittl —RlttMtla fHi ¡ui li Arzaii¡fa di leltdl J nri,. Caiil-
da dimn (k il iicriU di la, diiL cania, fu It C«alr>^dictari, dii E,lali,la dlirm.—Mt. de U libre-
ría de BShl de Fabei, boy en la Blbl. Nos. G ay;.
del Eatatuto, y en el cual ae declaran diei neonca qoe tuvieron paia oponerle íél, A aaber: porque era
contra el drrecbo catióuico; contra las leyei de eitoa relnoe; contra autoridadei eapreaai de la Sagra-
da Eacrltura; contra toda rai¿n naturalj injuria de mucha [ente noble y principal; contra la bocra y
nneina nación, y poique al hacerJe oo k guardaron ¡ai coniKlucioaei de Ja igJnia primada.
muirla iflieifal y nal d, Eifaia. ¿I. la fuai „ ¡rala di lii Aritillfi, dt Tiltáa, j Rlyl, fui
iaattlraaJr á Mifaia diéaxt dt ¡u Primada... far ti lUtaciada BaMaiar Parrtli<i..,--MI\Aiaita
cafétnlardelaS. I. dcTaledo En la blografla de Silíceo [val. U) trata por externo del Eetatulo.
Libróme deSebaatiln de Heroico en la Bib. Nac. de Uedrld. Aa. lo), tola. 43 ' Ti v."
Di/nili SleluU tiUtaaí a Sidí Afailallca mft cil\ffrmatí, frr hU, qul itnt tf inceiUamiHalt
lizcdtyGooi^Ie
tiKirr Hati u»l: Aueteri Didmit Vtlaiqnn... (Amtwiei, Plintiu, 117]) — Scfiln PIh, «la ful obra
iaít. Dicto deSbnucH.Obbpods Zimon, qulu IipublicA bajo pHudónfaao.
Diie¡mt luckt ftrjraf Armiii SalMcit . . acirt* di la J-aHeia ) »w- gnUtrut á, EifnÁt n In
Eitfiíilti dt Umfitwa át Saitgrt... (Simimjrit irudita, &t VilUdana, lomo XV (lytBI, pigi. iiS 1
114)-— Billdl Ulectu» da ala diácono, quatraui de loa cuatotoi da Hmplcia an psaial, poidielaRi-
H CU k\ Ui laioaai en pro 7 m conlra que alegabaD iw maniEnedarai f dcmctom.
SaUíar da Uandoia, Vlia nccimi frutt"" í *<""« litjraf étn Kmrtílami dt 17arí-#«f« 7 éi
Mimmda, cap. 47'
CanejAo y Fonn», Prímacia dt It Sienta /titila dt Ttltdi. Ei b biainña de Silíceo (lono n).
Amador de loi Rioj, HiiltrU ¡tcUI, ftUtica y riUtiiia dt Im Judia! ¿t Sifaim y Prrh¡gal,
tomo HT, pdij.49g y •igi.
El texm da] Eiutino da la igleiia de Toledo puede Tañe publicado per Maitin Camero en «i ItiiU-
ria. iptndlce XXXII, pig. id}>.
En el Miueo Británico hay up voluaien ni. con Tirioi oHiíthIm de loi rislai XVI y XVII qoa eon-
9ia da Toledo bajo SUioei>.[GayanE01.C-afa/<'/Mi>/rtl.>fd>iucrf/<l/-<*(f>aifll ImiV't'- '^''■
Tamhiíu bublarou de .ei
ColaiíoiiiayaideSanB.
duabandeUigioXVy I
unidad de lo> (idai. Hambre el Aciobiipo de humildiiima Drlgao, aunque d
precUbaaa al
mayot Padre
Sarm
en», por al qoe
oficio público
anUc
udadyutñr».
o'W«.'la.Bol.
ilyCo
sBltucioDei del
biipo babla
Ido a
«drfíioo). qt»
le* la ümpleí
deaa
«t^ U. totor-
mera, i lo qn
orla
eliii&n da San
DDa la> da lu
endar
uro
pellido Ca>
dlla.d
el Re,
D. Ped
ra, ocu
ebrea
fr
ela<
y Deán
niíab
nkp.
■oai
lo
i*o del E«l
■uto
■rece
ueiíde
duda;
Silíceo intanló moleuir i CaidlU o
qoB pienieo que el contradictor D. Dlapi abofaba por los hambree d
•u aptitud para 1» praitead», buano eerd adTernr que al proyietodal
y en venlad, aqui na aparece como dafenioT da loi darecboi del puebl
Entre loe derenioreí del EManiIo babialoi, y eran loi mil, por celo
udacoDTenoiy al
por amar propio y c
lenia por tula. Paro
lambií
ubo bepirado. por
adoltn
alian mano
da la Igleda. A aHa
ndmen
pene
eciin
oí Mendoic
tambltn le acoti de
adai»
n«).1
da la comAu Madre
aloifielee, •<
loaerl
UD lemlUei
La Capilla de Re
eaviej
■ dala
ilte^a
primada, q
ctilndo). U admíiU
tu mié
mbro*
e uioi crie
CapelUn mayor el V
catioj
Obre
■oD.D
eio L4pe.
iMte
•Ino
cabaileroi Uuittai,
,d^r
mltóajay/pf^ar
"lino
aalel
BolpealAriablipai
Noblaia, 1 U que
ligio
no faltaban qula-
u.En
re lo.
i qul
detracioreí húbolaa
nea U coniiD toi
Jltuy
lela fe y utilidad n
LApet de Ayala, afirmi dicha coilombra en auto capf-
Lpelltn proveído, lino por la capilla; y el principa D, Felipa conEnnd J
Imiuciín de la de Toledo, ma
eapaüolBi. liega la
lizcdtyGooi^Ie
- I3S -
•iMeparewiiBnt* uu oíd* ■r>Bprlai«y caoSuiu, y (n que w pii*daahae« granclM fnudcs
y Bea1>rinÍ*D>M, iln que k pncdu pivrenir ni leDcdlir munqua ■■ piocuic con nucfao cuMmIh, y p«i
ota n»D ■l«Ipr« Ip hia Hii44a j ivihd («m mnr hannda j da muctia criaciandad y conGiaia y
Datanüaa ciudadaDoaj hüoa da T«eiiioa de asta ciudad y reino, iLei habar ptfmliidajamáiaa aaiachictadt
<iitlBikaj manda qua niOfÚD iBorbco crUdano niiavo, ni negro, ni caclaTO pueda ler adi^lldo pan
mautro, ni pueda ler axaiaLnado dvL dichn arta, ai te pueda mcibir por apreadb al oücinl del dicba
«te en vasera alfUDL* (Sifuea laipenaa y caatigoi impueatna í toa contTaventDmp]
Batantol isledan^ fuiroa obra áeifMrliát Ji'rV-^'. A Ma de la noble». Nueiira aobleía ntaba
prafnndameala dividida, pof la menoi deadc ei anteriar lif ioi en la maaera de aprcciai á Jüdiai J caa-
que capitaneaban i loa crlidanoa vleioi 6 IíikU¡. Lo miaiao ocatiia ea el Cabildo ecleaiáwico. Si no-
bleí eran loi Ayalai, HaBriquei y Guimanea, defcniona del Eiutulo, nobla eran umbián la> Ca«i-
Uai, Uendana, Alnrea de Talada y Zapatu, acírrino* «Bamifoi (oyai. SiUc», impUaudor del £>-
SI odiaiialat era mucho mayor eouc loa aiiraiH^jif < Jiaa/ior (criidaooa vlatoi plebayaij que enlieloa
nohlaa, coma lo acradiu nucalra blMaria con lapHidoa e}cmpl«.
Que al prlDcJpa D. Felipe jcocediú ea eiia eapinoaD aavua can pan lemplanaa y prudencia, piabarí
COBaifonoa hachoa. Cuandoie rECibii en Tnledalabula pondEcia que confirmaba el EinDila, mal'
charoB i Valladotid paia apoyarle uH el príncipe al canAaifa D. KodTÍ|o' de Aialoa y al docn>r
PlaecBcia, del Canacia del Araobiapado, y para contradeclils el B<a«tra>caela D. Bsnnrdlna da Al'
caria, pfoBcnr iniitne da la Univirildad lelcdana, y el CapglUn mayor D. Rodrlfo Zapata. Pan
apreciar la coadacu del fuiuro Felipe II debe rccordarae qae Silíceo babia lUo an maealro, y aacandi-
da pai U InBuaBCia del principa al Araobiapado da Toledo. Con lodo a», Avaloa y FlacencU toI-
p^úanie en hacer que preraleica la na coafirmada ardaaania. En Agoalo da J54B ae aombra an Cabil^
do informantaa para Heniaado da Lanar, que a^lra á una capellanía; pera el CarregidaT, movido, ala
duda, por auperior orden, lo ettorba, aunque loe caDÓnlfloi, áloe pocoa dlaa, dei^inan nuavoB Infor-
Teata t la viala copia de U correapaadencia iccuida deapoia de la primara aprobaciin poBcificiá
del Bataulo sdd* el prÍDCip* D. Felipe, el Emperador, el Cabildo de Toledo, al Ayuntamiento y al
licenciada Rali de Lnc», jiH> da realdeoda daladodad carca de aquel iie(ocic. Como mutetia de la
aciiud dal principa, vtaie ai contexto de uoa de iw cédidaa diricidae al Cabildo:
.El principe.
Venerable dcan y cabildo de la Sancta igletia de Toledo. Ya aabela que por vaa mi «eduLa y ■obre-
I embiaitif peraanaa c«n lu cauíaa que laviuei para \
e haier y el breve de U coofirma-
itidad del dicha eatauu, j taaUen voa el deán y vi
aioa couoriei embiaeleí peíaosai
. qa* diaea qaa ay para qu. no le haia ni vaa del y lo.
vaoa y 1« aira, fueron oydoi e ia
■ del nueitro coaaejo y porque cBe negotie le ha de c
OBiultar coa au maceitad entre tao
lembie a mandar lo que en el le deve haeer vo» man<J
lo que veaii iai veduUi que aobre
íomo en ellu Kcanliene >BríW a
A paoar del terminante mandato, bien pronto tt dii Ingar 4 lo cdaf r.irj'tf, puet deaanteDdiéiidoee da
ti loa eaa«DÍ(Oi, M el Inmediato mn de Oetnbre ya recibieron como capelMu da caro al cltriga Auto-
vea nayeraa iKonwniaiitei, y la aptabaclin dal Emperador, poco daapute pnblicade, dM ya carácter
de letalidad al bmlute de Ihnpleía de la Igleiia de Toledo.
(in) AioiminhnoidaSaDFiaDclaeodePanla, aatablecidot en la Vega, llamaron an Toledo Aar-
calaoa, dfehaa tamUAa Ciillot, habltaioD machoi aioi, deote im, eu ugai caiai innediataial arroyo
Ragachuala (hay dé Im Krt*]\ pare haila piloelploa del aiglo XVIt no tuvieron convento en la elsdad.
Loa d*l Canaan ealaado moraroB deada luego ea eo eonveota, cuyai nitnai« van en la parte oriental
de Talada, carea del puente de Alcáatara. Loa Catmaütai deeulzai pauroo bb derlai caiaa ailoadn
ea el Ttnu dt U$ tarrtla, (en la actual calle del Correo), y huía el aigla XVIi ■» mvIeraB coBvlnto
tizcdbyGOOl^Ie
- 136 -
cobción de Santo Tone.
' Le iodoledc Eiu tnbijome inipide hUtorUr kw iiiiii»n«i« taluUngg m d liglaXVl, ák» cuala va,
• In embargo, anido el recuerdo de tuce»! in tncaantei para UhiiIorlaccIeilágtiCB, Ad, en Mayo da ijS)
la Orden de San FraocÍKO celebró en San Juan de lot Reyu capitulo de tu provincia llamada ntíra-
mmMtamm, con adiiencla del Genera] de la Orden Fray FrancUco de Gomara, deudo de loi Duquee da
Mantua, que deide llalla habla venido al efec», y i quien » hizo en Toledo lolemne recibimieato.
Por aquel enlDucu Iralaba la Orden de San A[UKÍa de la relonna de loi Recoleto!. El nomine de
Toledo CDláiiH con eiia imporunte reforma religión que n aprobó en el capitulo aguiliniano alli
celebrado en Diciembre de isSS. Diiiinguióie eapeciaimenie en aquel capitnlo el (Tan fray Luii da
Lado, quien, encargado de bacer lu Coniülucioiici por que habían de ie|ine lot Aguiiinai Recolitot,
iai hlio y ordenó con » babilual diecraclnn j prudencia.
(lai) La ojenia de Silíceo contra laa)e«iu« tai realnenle emraordinarlay perieveió en lu ánimo
haiu Hi muerte. En el Ariobitpado de Toledo le movió lia CompaXia una peraecucióa formidable.
Sordo el Ariobitpo ó cuanloi ruefoi y raionei ae le dirigiecoD per peiionai reipetablcí y (im por el
mlamo principe IX Felipe, negdbaie 4 tranilglr con ioijeaultai, jr ann á Tevi>car loa edlctoi publlcoa
qtie puliera en »u daAo. El Corneja examinó la* bulai y prlviiegtoi de la Compañia y restituyó á aai
recular» >u derecha y libeiiad.deeiarando por prováioneirealei que Silíceo «o podU prohibir la
que auioriiaba el Ponliüce. Neo
fui (Odavia q
eelC
rdesal Maffel, S
.cretar.
deE
que le reprendí
por .
vocó lo> edi
echod
>u riior con lo
. hijo.
de San Igucia.
que aquílio.
en vida tanto per
•ifuió Silíceo
bia labrada en Xoled
o para Colegio
e Infa
'«".y
en
Kidd lit San Itnacit di Lafiüt, del P. Rivadeneyra. Lib. IV, cap, IV.
<.kr-ns-hi¡ltria di ía Cim/adia dt Jixvx tn UfmÍHcia di ItUdo..., por el P. BaitbolDnii Al-
catar. (Madrid, .7.0.) l-ágt 1BS-9., .90-59, 3Si-Ssy 3«-
relicioui. Uuando Santa Tereta fuó á fundar á Toledo, eitabiecioie primeramen» con tiu compaÜe-
rat es un ediÜcio cercano al Triímila; paiirooie á poco ó la vivienda del pladoto Martin Ramireí,
y de allí, mil tarde, i oira titilada en lai Tendillai, propiedad de un Alomo Franco. Hatw el ai~
glo XVII no edificaron lat Carmelliaa el aciuai cenvenui. Loa de San Antonio y de Jeiúi y María
>nauláT.jniede9deluc«oenloaiiiloieiiquehor aeveD. En isio el Cardenal Silíceo reitauró ( Santa
Uaiia la Blanca, iiiao conitruir tua trea capillai plaiereicaa y agr^ú ai templo unai caaat inmediata»
en que ínttalú el beaierio Ó refugio de penitencia. EiIe caritHlivo iatiitulo tolo duró medio liglo ^
euinguióndote en lóoo. Ln noble ciudadano de Toledo fundó lambitn en 1538 otra congregación
de mujetei públicas recogldaí, que protegió atimitina Silíceo.
Gran florecimiento alcanió, puei, la vida monástica en el ligio XVI, pero no faltó alguna excep-
ción. Tal luí el monatteriD dominico de mjnjai de Sancti Spirimt, que eilaba en eliliio llamado Ttr-
una circe], eia q
uiliuna
a.a de 0.
aiel
No creían
en el
n£e
nonienelorige
divino de la c
onte^ÓBi
vedaban que te
yete la p.
iióndeC
iiio
llamabaD
dola
laa
pricdcaa
piado», ordena
I,(l.tia¡ to
ape
n, tegún eilot,
eiiribaba en
el A»-
mi.nl., ó ixüiti.
en que y
no hab,
pee
ado po„bl
• Le
aid
llorar la padón
deCri.to. ha
iau todo
placer j.egocij
en Sema
A£
elP.
como el Hü
. Creiao
nel'mi.m,
Dio., n
-á
ai' «cwi
•uc
crrttidor di El
fl««. Para
cordatae
de nueitra be6o
al acto
• H.
ind
X.,, ../ai^l.., to
mo IL pígt. s
6Í S.8.
Enlorettanie
del .^lo XVI tolo hallo
ledana i un V
Toledo i quien.
a por nU
■«"('Sja-SS) ''
clírl,
Betela, á qui
na. talló
DijilizcdtyGoOl^Ie
SeCRUricn, cwrto númm de coDuiItoro j uliGcador» tcólosoa y jurlitu, AttiucU majsi, Tehivid,
Riccpior, Comlnrioi y Funlllir». Su piineri Mu fui CRU del convenio de Su Juan de U Penl-
UKÍa. De lili le milsdó luculfiiiienia á diiilntoi puntog de U ciudad, j en 1530 caubkciAte ea ln*
coudeDwgo de Mulo, junio i la paiioqula de San VíceoIe, donde coniiauA huta üliimai del
■itlo XVIU.
El aichiio del Tribunal de la Inquldción de Tol<da le eiutodia btj <n <1 HUtAiico Nacioul de
Madrid. |ScccÍ¿ae',Anl>ivD>judk:u]e>).Eu la AfvíKo^r Arckhti, Biiliiticaí y Mtimt te viene
pDhlieaDda dude iS^, con foliación apar», el Caláttit ái U /nfriiicUi ttltJaH*, cuja lectura d^ 'T '■
Tinice deiBi afinnacioM acti» del rigoi deeplcfado por el Tribunal ds Toledo Enire lo> luJBl» > ■
En la obra del Sr. Hcliaiei A-i>c«/'»''(-«>>i -U la ¡nfniíicii», wmo II (Madrid, 1M6J, cap. I, ai
pnblicd el proccBD lomadii en iji) por la Inquialcidn de ToUdoá Malla CaialU, vecina deCwdala-
jan, mujer de un Lope da Rueda ^que no ce el poeu-co mediante], par hereje y apAiiata. Eaie proeeaa
parece haber tenHo baatanle rcionancia.
CüUndom» á mal modernot licnii.oi denuo del si(lo XVI, cuairo fueron, Hída Román de la Hi-
funrn, loa betejea noublea íkrrai.irtat, dice ti) panadoi por la Inquiíición da Toledo, -loa qualaa ai
laa i peiaunaa Inamenblec. Éaioa fueron al Dr. 3if limando, de quien le hablará en el texto; un Cc-
laiio Dial, flamenco, (nutere en OcaOa: eljurlaperiu francáa llu(o de Celao, uioide una complU-
cisB de leyei, y en fraile ejnnmcBo llamado Franciieo Ro\,tran taltrant. (Hiit tcl. dt Ttltdi, a».,
libro XXIX, cap. ij.)
En la HLtn-in vtrd^tra dt it Imritiiiíiim, de D. FnnclHO Javier G. Rodrigo, tomo II, cadm-
io XXXIV, pá|i. 170 y •ituienuí, pueden ver» umbita nodcUi del Tribunal de Toledo.
(116) £1 auto de ii«o fut lolemniiims. AaiiUeron á ál Felipe U, la Reina luibel, el Principe dan
Carloi, loa cmddes y toda la corte . Fueron penitencladaí varíoaanjetoa aoipechoioflde dncirina pro-
nttaore y otroi por bigamia, oíahamadama y judaiimo, Al auto de 1561 salieron veindiréfl hotqbrca y
una mujer, ticndD el maa notable un pnja del Rey, flameoc
y quemadoa. Al auto de Marín de 13Í6 preaiA nuyor tolemnidad la iiiilencla de loa preUdoi teuoidoí;
en Concilio provincial. De loa vemdiit* lujetoa que HlieroD, & iru relajaron, á aaber: dea frailea y el
D. Carica de Meipergue, paje y abijado que fué da Carloi V. El cual— dice una lelacláa cantcmpo-
ráaea— «era harto moco y fue ffrand íni^lma verle morir mu muño muy bien y católicamente y con
individual, de lum que dier y acia fueron peoiceDciadoa, diaa y aiete reconcüiadoi, cuatro lelajadoa en
peraooa, uno en eitatua y una mujer morisca perdonada del auplicio i queme la habla ccndetiado. En-
ire loa reoa figuran un clérigo porfuffuái, un calderero y cinco impreaorea franccaea, otro imprenjr fla-
menco, uD platero doreniino, ele. De lot cuatro relajadoa, aúlo uno, raclavo berbvriaco, fué, por peni-
nal, quemado vivo. En 13 de Agoato del mlacao aho 1570 hubo otro auto de poca importancia en el
pena* ievea. Trelnia y irea perionaa figuraroa en el auto de iS7if en que pereció el Dr. Sigiamundo.
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Ldi autoi de (c »Li>n vciilicuie cd ZocodOTCr. Á un Udo de !■ pliu ■bábiDW d» cudalii», luo
pon 1otsciloia7>utaridiide) y oirapKTi los icol j pcaliEiUe*. A loa reUjadog ni bina «ciar CDn-
Eb Ut iLamicioau incluya doi relicnncí inedia* d* loa aatoi celebrado! poila Inqiilaiciín tole-
(i>7) //ii/oris cri'u'o d, U ItiiuitUHi: de Eíp-H» , lomo I, pít. 4^3 de la edicUn de Batcdo-
loque debicnD, reunídaí par D. Tamái Goniilsi ca m Ctiua dr fail,icii* di la¡ fravinciai y far-
lidatdela Ctritadt Cailliia tit ti ilglt Xfl [Htáúd, iBigj. Según loa llbroi fonnadaí en i;tap>ra
si encabeíamienio de alubalai y repartímieDlo del aerricic miliur, ttnia enioncaa Toledo S.t^ veci-
no* pecbeíoi. Aun culcuUndo í niín de cinco hubltaniea por vecino, louluirian ly 490 atmaa, nume-
ro muy inferió I i la imparuncia cleru de la ciudad en aquelU tpoca, y ei que no bay que olridar eran
miicboi lo* eaentoi de aquella! cii(ai, por lo que ul e udíulca do puede aet euctn. Según el Liiri'
dii rtfarlImltHU fui II kkf dt iM achí miU^Hti (de donalivo) r» virlnddí ¡ai avf!guaciaai¡ f.t
u en el Archivo de Simincat y publicada par Goniileí, coniaba á la laiín Toledo con 10.933 vecinoi
ra leparadameoteel vecindario de cada una
junio de 19.4IJ vecinoa, ¿lea ÚlAi^o almas, ennÚrntro
ledondj. Pero en aquel lecueMo tampoco
lo* Irai.Hunte>y foraiteroa no avecindados.
que eran en muy gran número, deduieo yo que U pobla
Sepln Mr. Paul CuÉrb, Toledo tenia un*.
mo-ODO almai cuando Felipe 11 »ailad6 la corle i Madrid
(tas) Luii Hurudo de Toledo, cura de ta parroquin i
Mimtríal di «//nwu ciiai lulaittt fur tltm la Imfrri
ICiidaddi rididt.(>it. enUKealAcMle-
mia de la HlxorU. ax. as. P. S», C. «.) En il « dice
ue el aumento de taaUtanleí en toa ülümoa
aaoa en •uii par la aanldad de la tierra como por haver
venido unta cantidad de morlMSoa, lallegoa
VAiro El ftUcr-tia íHrUia 31 gramUlal dr Ei/aHa, aürma
que Toledo ten.a cuando ti la vidló (bacía
ij77)<dc veíate Ti^uatromUveiinoi para arriba>, e> decir, uno» 100.000 habí tan leí. (Tomo I, fi-
gina 199.)
(ijo) O, lat íMa> »,.«ír.W« di F.¡f^»a (Alcalá, 1519), lib. U, fcl, XII v.o
(iji) Felipe II usaba medial de seda de punto de aguja de fabricación toledana, que le enviaba dea-
¡if,i i.-luarlai d: EifaAa (Madrid, .7»8), tomo It, pág. s*)- El Duque de Guiaa ec proveí* umbl«n
demediaien Toledo, pldiíndolaa direcl^nente deade Francia. (Uoncada, StilaaraeU» faticieadi
£r>nita, diic. I, cap. XVIIJ. La fabricación toledana demediaa de ledadepunlo goiiba gran crtdlu
•n BipaBa y en el eananjcro, y de alias ee hacia una exporuciín enorme í Canilla y Amírica, Deca-
yó cita induaula en tiempo de Felipe IV. ,
el XVl la ioduitria de I* teda no puede dudarse, corroborado como está por noticia* y dato* feba-
deniei: pero es difícil aveniurar afirmacionea categórica* ante I* divergencia que reina entre lo*
eaciitores. Damitn de Olivares, economima toledano que eicilbia i priDCipiua deliiglo XVII, dice que
en el XVI babia en Toledo •má* de cinco mil y quinientos telares a (eii mil> en que entraban
paca en una leprelcnución que dirigió I* ciudad á Felipe V en 16 de Agosto de ijjg, y que cita Martin
GuDcro ensus ClgarraUi dt lalids (llutraciónF, pág. i¡;), te urgura comocoaaciertababercocait'
ddo en la ciudad 30.000 telarte. Lairuga, en el tomo Vil de au> Mt-arla:, pig. lo], dice que hay
cia y lóla concede que pudiera haber w.aoD. Estas cifra* so deben referirse al siglo XV, como suponen
Larruga y Calmeira, sino al XVI, detpuia del movimiento de las Comunidadti, parlo>lo « que, atgún
Varias i Independiente* eniri ai eras 1*1 induairi** y fablicacionaa v» tenían por baie la sedaría.
Los fabricantes de tejldoi anchnt pioduciin terciopelos muy estimados, felpas, Itrcianslai, tafetán**.
lizcdtyGooi^Ie
ruoi alH»
y buioi. [ÚSuebis,
fabricaciiii
flancU mucfao, j
en ña. lg>
wiUHjcd
Ligio XVI, «uog
iitDi (renioi, el
d>un de isu; 1
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lio. H»y oo-M Oii
toreedortj
l>, ya cor. nutcU <
i. pUu :
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le., colgadui»,, ítt.
ndoFplipeU.
<<i!.ruie]mi.in>p
«iotn.jdBjnnio
Dro.nK*
ipn
^gDDadaa en Toledc
(133} Según L*rTi«a, en el alglo XVI » fábticitxn 10 Toledo, de lejidoi de lar», el paño bleueo
lefino, qi» llanuban grana; loi medk» blancoi, que Uamabaa medial granai; loi coloradí», lai eita-
meñaa ancbas» loi peiUecoa, laa telas que decían da cebolla, lat de caba de vaca y Ini pientu. fMrmp-
rimí ftíitieai f icméaiiciu, t. IX, pig. i). El ganado Uñar de loi puebloi de la provincia luminia-
tMba la Una (coa. y ordlnuia para Ui tibiícaa de Toledo.
El obiaja de Iinai y paioi merecíA la atención de ku monarcaí y de U> Con» y fui objeto de oidc-
iieu) 38.sjoobrero1.Ea de obaei-
tiago faloioanu, qtie manuacrito te coniem en la biblioteca de U Real Academia de la Hialona, en
unnlmnencuyolejiieluraBa: Ka>-ii>i¿r//i(/<<Wa,S;E.i4>- Híaquiíulilulo, que trantmito integro
Mxicú dt U Fábrun át Kifaáfti át Ttttdn trt ftr lanloi tiftei ixíilU ki¡,l,i J1«cm dil XVll »
^yamiijdtlmUtdnqM unían afutUei Arlijtcii Armcreí fari- ferjTUt y ItmfUrl-,. acira
cida, al frtunu.j dt la ^m par H R'y N. S. ¡niDiui íuc. ir nlaiUcií in iila and,id ais átij6o;
d, TgttdB y in ArzBÍii/^ds.
Falomareí publicó una tabla ú nAmina de k» inii famojDi armeíoi loledanol de loa liglDM XV, XVI
y XVII, t bilo que >u hijo Franciico Javier (deipuíi bien canocidn como paleógrafo, caligiafu y eiu-
Vtaie en U publicación quincenal iluuiada TiUda la serie de articuluí de D. Hilarlo Goniileí £>
fátricadja'-i-iailHneatdt T-o-V^u (año I. 1SS9, núnu. IX, pág. 7; X, 4,- XIV, 3, y XV, 3.)
Deloi talleres de nuestros anneron salían umbita hermoios producioi de cuchillería y újereria fina,
que lueron muy e<timadoi.
: D. Carlos y D." Juioa vatiu cídtil»
ise ci»ia<ai noiiciai. En una de ellai di
tos boíietes y garras, con U mayor pcrl
delloi, y que esto ta sido cauía q^e la
, na vivían en calEe ¿ barrio seKalado, qino esparcido] por lodo Toledo.— C Cr<^r-
1 asi en ta ordenan» hecba -de bu sgujasí agujeros-. —Los muy illusircs Corregidor
lo inrormado como el notorio, que las agujan de aiero que le labran en esu ciudad,
[137) Dilai eoiai mimerailis di Eifagn. £dic. de Álcali de Henares, l¡33, fol.
(13Í} Tengo, DO absunte, por indudable que el maiapAn (marzatani, producto i
do en EipañaJ se trabajó ya en Toledo en el sigla XVI. En el L¡ira dt cs^i'-n, »«
trt ¡tmitrte dt /i/ela, que trailadado del catalán al cailellano se imprimid por prim
en 153; (hay otras ediciono lolidanai de aquel mismo siglo), danse reglas para e
lizcdtyGooi^Ie
pcdaJE, Ici oS
cio< de niído. ca^o lo. lUlao. j nnt-
DCIOI.' /M'((
rUdiU ciudad d, ToMo. lotrodac-
Ja JDdoJc nin
u d( Im lopectiviii «to t induUilu.
^CDtuirTiDii
nmiiEIUcmo. La.pe>>]«h>cU Su.
— 140 —
fiuut, y no « crelblo qua loi confiten» loleduoi dt U ípocí puann por dio ota cErciin
(09) Ed lu CoRM de Vultidolid de 1548 el Empendor piemulgí au le> acere:! di la
(noDeda de vellds], j lu acuñiciAo eo Ui (ielt cau) de moneda delKelno. Sctún ella, dabia
en dlchoi centroi dleicucntoi de aquella moacda, diuiibuldaí de modo que en luftbricaid
Scrilla y Buifoa h labrue t raióa de doa cuenioi, y en Se(Dvu, Granada, Cuenca f la Car
ttdadu menore..
En el reinado de Carloa V baiL6ie en la imperial ciudad moneda de oca, piala t tsHíd; en
Felipe II eólo ee acularon alli monedaí de nlUn •) de cobre.
Nueitre ingenia ú caía de oíaneda eituvo en la juciadiccUn de San Nieolli, en nn edificio 1
Conde de Aicoi, qiden cuidaba de la dirección da li ftbrica y nombraba lui oficiáis*. Deu
el edlficloduranieU tuina de SuceaiÓD, fui reparado en 1744 y cedido á la renta de eiu
admlniatraclin de carreo i.
(14a) ÉEn el cantío —dice Maciln Camero, refiííiadoH i aquella ipeca— k apoaeaun laii
fieaa, coma loijoyeroi y plateroi, loa cha pin croe y cerero*, iDBjubeteroiy calcetcroi, loa coi
§onoi, pai^ofl y ropaa bechae. y la* tii
dorefl, 1d( herreroa y caldereroa, e.pa
din, pit- ío.J Diiulbución aaiunl i.
Oaoi indutiialeí lenian lug ullereí y fábrica!
apilano; b» alfareíoi bacía S!n Iiidoro; loi lurr
jinlo al lio. par bajo de San Sebaiiláa; loi liotore
de ouoa oticioj, por lo miama imponaacla y gran
eaparcldoa por lai diveqai pinoqulu; ad lo! leiedarca de ledaí, «ejedorca de pa£oi y ijoneteroa.
mlamo, el recuerdo de lai indniUiaa toledana! y au diilribncidn al lenor de la eiprjtado en el tcato.
Ají, puei, hiy d hubo callea, plaiat ó bariiot Í4 1», Aí/arti. dt lai Armai, C^áiilrtrtí, CalaltrU,
CtUlriTXa, Ctrdmlrtal, Otatintria, EifarltrU tilia, htrrtria, Lnctria, Oirá frima, PaMiJf
(mO liuelarclii>amunicl|>ll deToledo(lioyicaiEodeleuudio>ojoTen Sr. Lipeí y Fíreí Her-
loi loiedanoi. Al ligio XVI coirapaaden, entra strai, laa del
ciioaje jpaaamanena (i5is)> ttntoreroi di «da (isls), t^íedorca
orea, boneteroi. Bambiereíoi y arcadoreí (todaí de tjis), ma-
oficio ds calmería (ii4>l, cordooeroi y !ombicTeru{iS4j),
ilreiyjabeleroi [is64|, (u!miciaQera! y ciuten» íisSjl, forit-
:n ítfii le llevd á cabo la canipllaclin de lai ordenantaa de To-
lda Sania Uaria. Apiobadaien ijja por Felipe II, comaniaien Á
■«lo XIX el AyuíIamieDlo publicó una edición completa, que lleva por diulo Ui-aVuwu fara H tata
Titlaiia j taiUma dt la mar aailt.may Itaíi ¡aifíriai ciadaddt IW><^ (Toledo, iHjSJ, piccedidn
de un notable üitcana frctiatiHar i^1¿an\B Camero. En eita compilación hay oidcnanaaa relaÜTaa
de aiujeter» y bolienii (ijfii), albaairai (15)4), alfarero! (1S631, boneteroi (is»-ji-»|, chai^iicraay
lapaieíai (iJUli cabeatiooa (isfii). calcetiroa iijsi-M), carpintero! Uwi), calderero!, cereíoi (tsgo],
colcberoa {1519-40), del conin^e (isji), esidocierDi de leda iiM3>,'doradoie>(is68 , eipaderoi (isfii).
Korraroi(i{Bi],|uarnician(roi (isM), yaieroi, paicadoreí (1:17), petnadecaí y cirdadocei(i;U), rejero!
y cerrajiioa(ijlu), alUeroa IIM4). aaatreiyjubeteroi (i]M|, lombrereíai [isSi), lejedaiii de ledae
Alguien dijo que aiui orden anaai geneiniei de Tolada nade lenUn que ler con loieiUtutoiporqae
' cierto, mucha! oidenaniai que no figuran < n la colección publicada por el municipio; pero el compila-
dor delaiglo XVI Inclujd ea aquel cuetpo legal na poca, que .un lu mi.maa de determinada! ertea y
nficlo!. Aii he podido comprabatlo, cote|aDdo varioi cuaderno! originalea que ae coneervan en el ar-
chivo municipal con el texto de leí ordenan t!i impreui.
(141) Capnany, QiHitinati crilieat, pig. j6.
má! palmario elvlvinimo anhela que hotíb por el iailo completo de lanangacüi
fcdea y proepertdad del paia que la Providencia co-'^ñó A lu
n*ode.lc
ecuit
■0 leg!)ai, q
deg
oficio de
olcheri!
US'SJ
yÜntorerudepaA
01, per
yle>, tunlld<
tre.(.s}.
torced
reí de
aedadsjS]
(!»!'). *<padiro!(is6iJ, la
roadsBl)
eroi (isSi ,
reaCSjÓj
iidud
ia Ciudad,
ledo, sab
1)0 que 1
10 el
icado y iel»
lizcdtyGooi^Ie
— 141 -
•Yo it Rej. Don Aloua de Uicamo mana eorregidoi de li ciudad de Toledo. Deieendo que ti
neuefatlon del rio Tejo de c» Clndiid a Lliboa le fiellitE y coniúiue por el beneficio y vtUidid que
dclloie Besnira a el rcTUOyconibiniendD que para cLLo le hagan viertam canales T '^parot en al^uAi
pATtei del dicho rio e mandado probeeraeü mili ducados para ello ^ que le entieffusa ai depositario
situado paia la dicha oauefafioii lagaiie y deilribuja por libraa^aa baeiiru en laiobrai que te oble-
y a la orden que deoe Andró sarcia aparejador de la dicha naaese^n que U lieua enieodida y oa
Biajor beneficio de la dicha hacienda quo fuere poiibla dando a el dicho Andrea G-arfia calor; fuercaa
dloha nauagacion me umide boi poneruido. Da San Lorea^o a ao de Afano de 1593 alki>. Yo el
Rey. Por mandada del Rey ddciIto Sefior.Juaa de ibirra.-
{144) Uartiq GaDero, Hitleriadt ia timiad át Toltiíe, lulroducc'AuT pdEi. 37 ¿ 39^ y pane g.a, li-
bro in, cap. U, pág. 9S3.
{ttí) XtiaeltmátiunmvtftcimiltJ T^t, por EtcebtBieOnititíy. Puede vene enue loa doco-
■ODK ni, pál. 111. Tambiin en la Cmlii,m,ciiüáil A¡m»:tii itfr^Ut Hlirariit, t. II (Madrid, iSiSf,
páfinasoi. y en al apéndice ala ^f^oriB (obre la nanpicldn del Tajo, publicada por el brigadier
Cabanea, de que » bablarl en osa nou. Húm. 131 , pá|. 8S.
(146) CanadeJuanfiaucktaAntonellit Joan Delgado, fecha en Toledo i a> de Baerv de is«<,
diodola cuenwde loi pormenoin de ni navegaci&o por el Tajo.
Cun de AalonetU á Felipe 11, fecha eo Toledo i 13 de Enero de 1581, con Igual objeto que la
El jurado de Toledo, Caalioverde, que gozaba de la eon&iDU de FeUpe II, le aicribla umblín en
3j dcAbiii de tjBSairtiudo la llegada de laii baicoi que venían de Abnniei, y para cuya «bkia
hana junco al puente de Sao Martin ee había dispueato múiica y arcabucería y engalanado Loibarcoi,
•que parecen muy bien y regocijarán el lugar».
(14;) CooBU Indo uto y butanu mil en laiactai da lai Cortea de Ifadiid de i;í}-g$, por fortuna
noiníditai, lino impreíai en la colección publicada por el Congreto deloi Uípuladoi ¡loma VII, Ma-
drid, 1K6). Cao» Elaaimlo ea impértanle y ancieira una vindicación de' la ciudad de Toledo y dj nil
loiedanoa en al negocio de la Davegación, con qua le puiveriaan loa aaertoa de Garibay.
Dclw advenir que en el cuaderno de aqnellaa Cortea, todavía hoy in¿dtcn, no se alude lo máe míni-
mo á la ruvegacíAn del Tajo, de modo que tampoco pueden expÜcarae por este lado las aUrmaeionea
del hiatorlBdoi^«¿a''if<i guipuzcoano.
(14S) El arco ■■■ladea Zocodover j fié magalGco, Kgiin unareiacUa contamporioaa. Dallado que
Buraba á la calle Ancha vei^ae íata inacripcido, que ei bien quede aqui eate upada:
«Phllif^w IlUíapanlarvaiRaid, ob aatplidcaiam f4CKii,conaiUli qve Remp. coaaolídalam adivucla
Lvútania Ijjspaníam, iHBtttat Otet^mi commtditttía, ttrtfkarvm napigatiaiH iKrIifvIa, redint^ra-
^eran í ella, a^dn dldusacaa, itodae laa vetea que daato *e ha tratado". En iaaeaidndel jodeBn^
ra d<i!S4, el diputada leviliana D. Juan Ortli pronunció un primer diacurao, de tenoi muy en^koa,
combatiendo ea nombre de lu ciudad lat proyectadaa obrai y el repartimlenta para realiiarliis. Poren-
toncei loa de Sevilla eituvieroa aoloe en au empeüo, puei loademáa procuradorea, ¿ aprobaron abierta-
mente la propealción de Heodeea, 6 la acofieroncon limpatfa- En laa líguleniea juntae siguieron ade-
lante la campaKa, creando dificukadea ai proyecto y buaeando amcifiarea para ai, aunque aólo pudie-
ren recabar la adheaióo de loa repreaentancea de Soria, y d« Zamora, que, como elloa, votaron en con-
tra. Habiaaa acordado por gran mayoría que ee preguntara eu opinión sobre el caao i lai ciudadea. Laa
re^pnaataa fueron favorableai pero la de Sevilla, laida en la aaalAn del ■■ de Mayo, fué adveraa dorado
do de elle ante el Rey y ante el Conieja. Vid. Aclat dt lat Corln it CaitiUa fnhiicadiu t*r atmrdr
éi¡ Ctfitrtu di lu DlfMaáu. Temo vn, en diveraoa paiajea.
(ijo] Tocan» á la navcgacMn del Tajo en el aiglo XVI, vtage:
Acta di tt CorUi ái CatlitU... Tona VII, qne conúene laa de Madrid de isss i Ss .
DigitizcdbyGoOl^Ic
— 143 —
MtMBri^ qiu litHéptr eijilí muafatar la tsiiiüidad yftcitidad dthactr navifatlt t¡ ria Taja
dadt Aranjun kaila tt AltáHlict... por el bricuiier de Infaawiii de loi Realu Ejíiciuu D. Fnncú-
co Xivisi de Clibioei (Madrid, 1639I.— Ob» muy latcreunCe, ■nloradi coa un apítidlct de 17; do-
LUguno, NalUia, de lo, Arqail,<:U. y Arqi,ilrct„ra dt E,f»*a. En el lamo III el mrtículo (iíillca-
Caiu del P. M. Andiíi Biuriel á D. Carlai de Simún Ponleio lobie U navagición del Taja [Tole-
do, 13 de Septiembre de i-iíi). Publicada eo el Semeiarie imdUe de Valladuei, lomo II, y umbién
por Cabuei en el apindice á lu Himarli, doc. DÚm. 140.
RomiD de la Higuera en lu Historia tat. ái TiUda, Ubio V, cape. II i VIH, Ene uiichu curioiat
nodcUu de la naregacidii, que l\ pieiencií. Deben vene umbitn loi articuloi y docomeotoi iiuetlo)
en la CsHiiHtiacion Jti Almacnt dt /rutel littrarisi. »mo III (Madrid, 181S), pAgi. 149 á i;a; al at-
tículo de D. NicoÜiMagin Ei rio Tajo, fíoliciai líiri lu Havogaeiia, ea el SiMaa^rio PiHtartlco
ElfaSat, 184a, pig. 6«, y el de D. Juan Muialeda Toirdo, /arrio, en U pubUcaclAa peliídica Toltlle,
númecD V, pig. 5.
La lectuia de los expreudaí tektai, y sobre todo la de 1» uUs de la> Con», e> muy cunreniea»
•ariumuch» berc» púa el cumíenlo de loa inhajoi, Ja ciudad de Toledo cootilbuyi en i;84 con
Tctniluíi, doe de lu cuales de mli de ciiaren» piea de largo. £n isBsj 86 Toledo y loe tugarea de eu
juriadkclin can^truyeroD Teinu hiTcu m*> para la cooliuuaciAn de Ui obraa de Talaien U Viejn
hacia aiiiba. Felipe II eilimulaba á loa puebloi k que cuopenueo i eecoe gutoe, que habían de ler te-
Madtldle habían lenldo con cien mil ducados coa aquel objeto, la dimúi coila katia diitr di cunta
dé¡ R17.
Ma todo era eu la navegación bienandantai, y eilo puede eipllcar aciie la opoiicMn que adrié de
pftTIe de algunaa gentes- Sin duda la navegación te reiüiiaba de un modo muy imperfecto. Según deilo
poijuan de Xeiei y Lope Deía. Mi. en fol., letra de princ. del i. XVII. Biblioteca muoiclpal de Ma-
drid, núm. i.ijs). La grao diUciín en loa viajei y U vicioia orginiíaciin de algmioi lervicioi de»cn-
ditatkan U naiet«:ióa ante el pueblo. V(a*e lo que el Dr. Guillío, corregidor de Alcáalaia J condsio-
nado porFeJpe II para la navegación deade Talavera á Toledo, decía >] Rey en carta fechada en
aquella villa < la de Junio de isaa:
.Sopl¡coiV.M,a».>e
rvidffd
mandar que la. penanai que lo. trien [loi barcal] i w cugo, enan-
doucanlo.barco.deT
ledoi
quen dinero, de una ia para hacer todo el viage, porque hattaago-
r. no lo han «cado, y e
faltío
topa ]■ neceeídad, ha.ta
ueban
á Toledo por dinero, y ningún viaje han becho que .« baya Utado
el dineto cuatro ó cinco.
de.pu.. i mtBho üempo
quceal
r no vuelben por Uníala
.Heoq
ue traen de pagar a lo. barquero.: y de eelo reinita ditalara maeÁo
¡a¡ viagrí, y áuaerldUa
rtgacioH. 1 cierto digo i V. M. que .1 en cato le pone orden, qut ae
baga cada flige en n.<eh
de la mitad del tiempo que gutin y ban gaitado bula agOI».
(Doc. núm. 11} delo>b
luldoi
n el Apindlce de la Mrmeria de Gabanea.)
Si.conodiceCaiibay
iva de lu expediciouei fluvial», en Toledo ae' publicaban d*a|Ta-
daa, alguna ra.in bubo
en otro. («ilo. barco.; í
cuatro
(Carta de AnloncUi i Juan Delgado, Secretario de la Guerra: Herrera B de Hayo da 158.. Núm. ja de
loa doce. IncLuídoien la ^<«iirrinde Cabanei.)
El coaa cierta la guerra que 4 la navegación le bacía en loa motlDO. y batanea rlbereKoB. HolinafOB
y batáneme dificultaban el paM de lo. barco., cuando no rt trababan de palabrai y obraa con aoa con-
dueíoiei. Y d Conde de Hora, que euHbia en el ligio XVII, afirma que -por cama de h» molinoi y
aiudaa, nape» de laipresuii, no pudo proHguir el aeiior Rey D. Fillpe Segunda la uve|icion, que
onpeii á haaer por nueitre rio dode Lleboa beata Toledo', f/iiil. dt ToUdt, pág. S7.) Por aquella.
EitBidiGcultade.,qua acarreaban la naturaleíay lo. hambres, debieron de canear el inlmo de Feli-
pe II, á quien en loa ülilmoa ahos de .u vida y reinado harto preocupaban loa grande, problema!
europeo! para poder atender con cEcaciaá todaí partea. Ello fui que la navegación deuie Toledo
menguó rápidamente y mucbo tiempo antea del aÜO 1600, aegún coiuta an cierta códula de Felipe UI
de (6 de Junio de aquel aíSo, ya habla ceeado. Cuando en iGio el aparejador AiuMa García prac-
lizcdJ, Google
tico Doevos rMonccimUntoi «lira Toledo y Alelntua hdli InúiUi
haberlo* cemula 6 docniido loi molinercii de la ribera, ora levanl
piediu & pDDknda empaUíadu. Loi da5o9 no le repararoD, la luvi
por deigrad^ de Toledo y de io Eiarra, ni aquel emayo tan se
lot licloi XVII, XVm yXIXconvlrden)!! en bermoaa y definitiva
Felipa II.
(iSi) De loa mái daBsK» pan Toledo fueron loa ciecidc» impue
varo- la Hda. E=
IS99 Pidi
ÓHilaciudadcieniocinc
uenlac
uenlM para ayuda <
ie loa gait
09 delca-
aamleoio de Fellp
e m <iA«jtí- A i« R.ín^) . En na p
ncribieton
^aediceqtieenelreiaad
e Toledo .ooa Ua cargaa y
coniribudc
loei paaa-
da. eaU U (eote del «n ap
arada y conanmidaque dificiJlo.i
imente pueden pagni
f loa .ervici
ri»>.(Bib. Nac,
í7.fol.7'-)rl™u' eate '
licnni:
:n Alon«> Divaloi
de Ayala,
el docior
Herrera da Coou
r.AloaioNarbonayAloni
■0 Soat.
Bt de Cianeroí.
(isa) La.iuga,
tabrttoifrtilBXy eamtreiey/áhrícas y
mim>, d.
EifaS». Tomo V
,píí. r.l
Cobniiro, Hiilo
ri<¡ lU t<¡
a*a. Ti
ín.aII,pig.a4S.
Par*de.vuiec<i
•r de Larruga, Colmeiro y \
loa de 1
u eecuela, podrían i
rio, ejen-
ploi, pero en (rae
1. de 1. b
levedad ailo lenaluí uno
,Elgre
n.lo de loa plaiero.
andgno y
que datan í.taa del
» bien nutt la«le 1
lueron ren
eata indiutiia es los
Üempoi uterioru
ladtucionea eacritaa, roayoi
U logí
■6 aún en loi aigloi XV, XVI 3
r XVII, í
deead.
lo de Clrloi
.11.
(<53í DIk™
•> ál ¡a...
ci^d^d,
r«J<BV(Toledo, il
iSB), Píg-
ncada,
>, eacriblal
de Míiyor.
a.go. dea. re. mil ducado
idereD
,la que [Toledo) «
■eiai. fRiilatraci
t» fsíilii
aAa/-«a,páí.46-)
(154) En la» oh
-icaadePiaayUartinGaní
lero bailari quien lo deaeu
e la luform
ación eon-
venieate cerca del
regbnlen
lo y gobierno de Toledo a
mpos anllguoi y mo
deroOB. Adunia debe
TeraecomcDaadi
3 notable
Uirtd.t«qn,,
:mtUit r
1 frudtnii OmUriu dt la
Imt.ri
al ¡nUdo y lai car
luUixtrtI.Ht,
c*» >í, /; 7T«fll. 7m. SaHckt. d.
StrU
A*í dt idjs. Mi.
en el Ari
:hivo municipal de Toledo;
aa4.°
, I s« hojai numerad
ai y eacrila:
■ por am-
boa lados, míi afi j
lia fallar,
ea que is comptende U ponada,
1. dedicatoria del .
lulor i To
Introducción 4 pro
Andrt., y 1. TabL
libro original, con
lago eicr:
ilo por ei regidor D. Padre
, deAy
.oro y San
ata. El el
= copla de
U Stm"
'tÍT'ed
, U Bib. Nac. hay
na excelant
a.» libro (.d.. «Mi
.que por
■« un delaiUdo ccremoaiai da le
i U ciudad
ó ayunta-
XI intdilo.
: puticuiar:
7„T«¡..d..
tsta liHfir
foledo, S.U
.d>,
tlotJíHsm,
•Id/ll
w™
dmlMi Rimlii
.yCm,
Horn Jurmdi, di .
ufa
Stile. Cnad
una relmp,
r-lón
eiT
(US) Vtueac
•trrCstildediUiS'-ti. " -. -
;."> en la BibLprav.de
i»t*deileiPr¡tiUtl'i,
Prru¡tilHMI,Rzicul<,ria¡,Ciditl^ Rimia.y Carta¡ diU» StXartl StrtMdi CailiUa, dad-H «t /avtr
dtt lUmlrt Cabildt dt Itr SrHertí Jurada dt Illa Imftrial Cludmd 4t TtUáí, dildl f
StHir Rij DiH AlfluHif il Stxio. Cnadeiua de 17 baja, ea foL, impr. en Toledo en ijii. Bib. Nnc
na. Dd. 5G, fol. 186. Cocón
■u nieto político y mi amigo D. Jaai Ibáüe. Marín,
¿i^rr iieirri dt la CiadtU di Tslida.Jrrmadt n lyjS. Exiate en el Aicbivc municipaL
Loa iRbivea da la Ciudad y del Cabildo dejundoa, que boy forman uno aolo, tienen (como a. Ugico)
Media i U CODIaniparáBeiL ConatrvaoH lu aclaa de laaicaionea del Ayimtuüeula camapondienleí á
lo* iAh I4fi4, IS.6, 17> .9,31,40, 41, 4S,4}, s3i6i|6]>fi4iM, M al 70, Tj, 14 ai 77, Bi, Sa, tg, gt al
^1 98 y 99t t^^t 1^3 *l '*» <4>l99t 1700 A 1799, iSooá 1^07, y 1S09 baatnel din. Puede decirae que
*n ealoa libcoa, caal inexplondoi, eaeá encerrada Umodenu bhloria de Toledo.
(isfi) aiíUria di D. Rtdrt Itarrit, Ar(¡iih/nit Tílidt [Talcda, ¡6141, pit ^S- Coiiabcrando
lo dicho en al (Ella recordari mi hecho de que en parte la hi.o ueuclón en una nota anterior. SAbeae
qne daapuéa del incendio de la Igleala de San Clámenla, el regidor D. Fernando de Slva co)lg« la
rtcdificación de la capilla mayor cen ánimo da labrar aUi au eoteiTamiesto, y que ae le fruacró el plan
por haber oidenado Felipe Ilae iiaaladuao t ta nueva c*pilla loa restot de un hijo dtAlfonao Vilque
lizcdtyGooi^Ie
— 144 —
qua parji tí j »■ soccora •« habJA ptepando SÍWm vuiñcÓK en 3B de Hayo de 1S70 coa gru pgntpm
y tolemnidkd y mn ultiencu de Ut Jturoridada y corponcLonei cIvUn y cclCBiáttLcM,
SDuoiarne<>celihndDeaTDl*d<>el6dgEnaodei5iiuiici¿áD. Fsdro de SUn una cupitanía
SebHtUn de Horoico, de quien lomo li noiicii— oii «• jln/oi cumn «• »ru rany whIf» y aUeodui
de la caaa de Silva en esta clbdadi.
(%S1) Mariana, Hiilnria át Eifaün, Iit>. I, cap. [1. ídem Dt murtt ti immtrMUali, ptEfacio al
libro I (incluida en lu Traclalut ¡^¡[,Ca\oiia, tfieg, pie- Js6). Rajaa, fisji tiiiriltiiiilt (Uadrid,
1604I, pág. aúi. Alaman, Aviiúnrai j vié* ¡U Gutmmm dt Ai/arackt, pan. I, lib, II, cap. VU. Tina
de Molina, af^rra^ii^ ^^«('/«(en larioa paaajea). V11UI6b, tmitmiota .^imfriKÜ- nUrt U amH-
[uoy U prttmU (Madrid, 1896), pá(. 179. Onii, DtnriptÜH dt ¡a Sítala Igtiiadt laltda, o-
ptlulo 1.°, ele, Héaquiun fratoienU del elacuEntiñmo etocie que i Toledo y i iiuhijai dedlei el
fonna przauntl lum in|(Blo, rcUfionii cullu putia^mo, iipisnliB iliKliia axcalleni In paucis. Toum
ferme circulo tmiiís pnenijitia que moniibui magno natunc miraculo peneaatii Tagua fama, aquia &
■d •epunoionea relinquil arduun aiceoiu gr, di^llci ab anliquo muro munltum, Ciicua viben loliiin
abeit a maH. & lou rtgio pno rellqua HispaniiB iubtimli *a>. Niai qua part* aninii innrdult valtem
planicienque Ivtiorem prcucDlu longToremque quaní laUm apallu. Sic Toleunl imporiata plerumqna
boipiulet, orñcÍDai,..>
Como RTcrio de U n)eda;ia neaclonar* la cennin de Navaiero i loa caballaní lolodanoa que, ai
na lenlln mucha renu, ila mplen con la aoberbia, é, come elloa dicen, con Janlaiia, de lo que aoa
CW.vrrfí^w/ríiA'ooaJíroenlaCol. de Zjí™^aj.(«*D. (Madrid, 1875). pig. aS7.
(tsB) En la bella novela La Ilralri /rif^, dice AvendaSo á Carriaio nEritndoii 1 Ui loleduiaaí
'Anua miraras hcrmoue que bobaa en eiLa ciudad, que denc Tama de leuei Ua laia diactetai oat^
jereide EipaiSa, y que andan A una *u diacraclón con au hermosura. >
(tig) Alcocer, llisUri,, át loltdf, lib. I, cap. LXXXIIl, fol. LXIX. No fallo, tln embaif o, qidan
lo contradijera en el mismo siglo XVI. El cilebremtdico VilUloboi deciade loe loledanoi que con
»,af ái l'ilMiiíi, inteno en el tomo de Ci,r¡,iiJaJí, iiiii^^r.í^a, de la BiMUItea de Rnutency-
'a, pág. 4J4'} Cor cieno que eñe teato confirma, legún ya ea hoy »blilo, que Villslobni no en toleda-
(i6a) hytUri-t dncrifcin dt ta [n,prTÍal íiidná dt Jvin/g, fol. Cllili}.
¡161) Se ha dicho con verdad que en Zocsdcer, en laa pliHa y caUei loledanaa, y eqtrc au b<dU-
cioea concucreocia, eitudlaion Mendou, Cervantee, Lope, HrKi y Queredo laa coanunbiee popoleree
y aprendieron loi lancea y chlitei de que ion refleja luí o brea. No el, puH, mnnTíllique* Toledo bl-
cieran aervir de teatro de mucho de lui dramaa y novelaa.
■grado, naa dejí bellliimoa cuadral de cDitumbreí toledanu en eu) noiel» La ilmttrt /rtxtta y La
f.ma de ¡a (a.v". »"''. límbiín la comedia de Lope /-. ¡luHri frifa (en U parle XXIV da ■»
abrailmpreuiporVergeaen 1G4.1, fol. 8g). La bien eicrlla novela de Capedes y Meneseí /'af^MH ^
noble. LnCigarralndt 7</H<t, de Tina deMoUna, a muy ádl para coaocer iai fieaua, jnefoa, aa-
raoa, etc., coa que direitia eui ocioa la iunta lacirdad Isltdmim en Gnaa del algia XVI y priodfdM
del XVII. Ea Et LamariUi de ler^et, y mái aún en la ceniinuaciía de eala novela por el iMéipRtB
H, deLuua, baypintoreacaa deM»ipcionea de la vida local en el alglo XVI, en que, por cierto, dd en-
1(B blea libradoi clírígoi y curialei. Vtau tunbKn AmiU-ra, y vidadi GmmAnd, AlfariulH,
parte 1 .*, libro II, capitulo VIII, en que cuenta Giumin lai que eorrli en Toledo.
<i6i) Howntco.PouUthaltdm El aneftr tu- tmiginyí.tutluméii 4 frtpuUarcímtiiíimctH
BiblMfikn andaluces, pdg. iBi. Ba tambita curioH acerca de uto le tan conocida cana de Eugenio d«
tizcdbyGooi^Ie
— I4S -
liCs) Bict VUlBltu en I
del C*rf,a aríiH, que u
nKJor pantomimo i npracounU que bi^, ; como m li floi de la ]en|i» en Toledo y de lot únan-
la, echaae de ler mucho la *ent«)a> fpál' iga)-
Obaerribaiite en U ciudad cieitailradicloDalu conumbreí ea relaciín A eitai fintai. Ad, K(iin
cooiu en un docimenlo que he t1i<d en el archivo rnuotciiul, Isi iremlaa de aainei y (usdldoreí ve-
nían obÜgadoaá proTCeT dedaniaHoee etdla del Corpus
menUique bajo el titulo de i>>Baii r *^^i » £'><•'(* " ¡" tiftot Xi^I y XV II pahüit tí Sr. Bar-
bierten¿o//wlV<i<-f<t>i£i>«jl<r/s^/««iri¿niH>, 1S7Í, uaioll, pis. 34S, y e» 1<" de! mimo múako y
endito Mitajai dr ¡a Mitlorim, que aparedeton en U mira leUiLr, ni'imeroi Vil al XI, XIII
y XIV. DanH allí nodclai de laa lujoui y Tartadaí daniai, migcar» y auloi arianltada> por e1 Ca-
bildo para Ue lieiIaB del Corpni y de A[otto en loi aSai isjj, 1ÍS4. int, ij6o, 1561, 1580, ijei, i;B5,
■ $86, 1590, 1S9I1 1593, i39Si 1594 y 'íífi í 1600^ Ea lai fieitai dej Coipui de 1961 eatuvo contratado
Coipiudeijgi contaron á cilio del cílebre comediante Alosto de a*nera>. Entre loe nombna de
Hot át Isltdp Melchor de Hemre, Diego de la Oiiia y Gaipar de Parrai.
á n S.*- tilma, [el Cardenal Qdro(a]; ún feche Incluida entre lea Oérai ticttUm dtl P. Rivtilnti-
rn (da la BiUioltc* ét «utarn ttfoMrltiJ. EfitIsUrit, páf. ¡gi .
(164) Según Hurtado de Toledo, que ewa'ibia en Importante A «MorÍAJau i$is, habia enlonceaea
U dudad haata denlo coaienta y itete cofradlaa y hennendadei. Tocante á loi ditpcndloi que lolian
•canear á HU tocios, bien conocido ea en Toledo el antir>o eaniar A adagio: Dci rsjradiai-y ait ci.
tarral-^lnim A MI himiri—a¡ ksiflttl.
(l6s) TilW de Molina, Ciliarraín^I ra/mb, •■ perH, libra I. Ei el actual p«eo de MeichÍQ, en
tre la puena de Blugra y el hoipiul deTaveta.
(166} Eiiabanlu CiifiVíurfr .Sda^firKiKpar baja delmonanerh) de eite nombre y máainiba del
puente de San Martin. Entre loi Toledanos era general la devociia 1 loaaiwünaay delacoetumbrede
[ifi;) Uo hiio de la región toledana que vliW ¡i Goea del ligln XVI y principk» del XVII, Diego
Ufano, caiHllaoo deAmberea.natunldeYepee.eacrlbio.reipoodiCBdoiilaaficiAn que hacia aquel
(iM) •... loa ramox» autor» que le han iluilrado y pueito en el punto que agora vemoi (el oficio de
nueatro ofido también han ddo de Toledo.»
{yíaít nUrittnids. de AgutHn de Rojal, pigi. s6i y jfii de la edk. de 1604.)
{169) HabUndo de «le Navarro, dice el docto Pellicer en ni VidaiUCtrva^Ui que na aAIamiioTÓ
acción'. ¡Eiaityt Jt una BMioItca lU fraiim lartt cfjktitii/f],.. Madrid, 1773, pig. 15;). Aguatin de Ro-
jea mendona ademdi como notable cómico toledano á uo Na^'nrrim, í quien llamarían asi pan diferen
ciarle del otro.
(170) VUlalin. qiH eurlbia en el aegundo leiclo del liglo XVI, dice, entre olrai coiai, de eíioi Co-
rreal: -Viuen aeyi hombro aHlaiindot par le Iglesia de Toledo, de los qualeí un capitanea doi que
te llanuin loi Correa), que en U rep refutación contnhaien todoa loa deicuydoi & adioa de loa bom-
í« aaHfty bfrrltilc (edlc. de loa BiilUflli-l MftXíla, pig. iJs),
(■71} De la Academia dd Conde de Fuensalida da cuenta el toledano D. Diego Duque de Estrada
en la uitobiagraria que na> dtjA con titulo de CsmiHlariti dtl ¿•ungaüi^áe ¡Mt-t. kiit.tip.,
tomo XII, vid. pág. 10). Eite D. Diego fui un original peraonaje, alga literata, poeta y autor dramá-
Aírica, ItalU y Alemania, bieoae fraile en Cerdcüe, donde murió.
tizcdbyGooi^Ie
146 —
la que congngaba en lu cus D. Fnitclico de Khw y Cuimin, Conde de Mo». Concuiilaii
cntn uiai.BalUHrSlUio d< MkIídíIU, Tamiyo de Vatgu.cl legldaiy gran juiiiconiullo J
de Cavolleí, •) duln Frineuco de Ctipedea, nieto del Bioceoie, y Lape de Vtgt cuando iba A
£d iu biblioMca, abundanie en buencn llbiot y cuadiot, loUa el CoDd* nuaii i nu ani«ai en
dei de bvierna, entiefindoie con ellu i ew faToiitu pláticas litsieriae. Elliia de Hedisilla
nolleta de «M Academia tn un uciilo titulado £i Vtta di la Putlict ri/aái'li¡,t)ue loídito le 1
á U Blb. Nac. (mt. 4.3M, fol. 94). Tunbiín t príndpb» del iltla XVII leuníanie aqiKlloi y <
Ro^ai, que ea aquella eipMndida nu>n«6n, iiniada ceica de la ciudad i oiillaa dd Tejo, ej
noble Uecenai de muchoi ingenioi.
(i;i) Eate ceRamen de 1587 ("t orEanuado por la iileiia de Toledo, ¡aterviDlendo en ti c<
lalinoe ei maee
raJ.eo
neBaiboiaAiana
el naeitro U
IlipO».
■1 Uceoc
ado Herna
do Bocarro, Fe
Upe Rtd*, Ped
Pai.lL
, Antonio Quinta
a Duea*», doc
tordel
Fuente,
Alomo Ca
teUan, F.anciico
Calero y Fiant
ueideUHiEUec
eido
io Calacin
»Pe.que«,J«nRodiiIu
e>de VilUmí
ociado .
Llon» Cid
ron, doctor frey
DamliD de Ve
JuauMartlnei. E
del padre
UerUlndu
en 01» ocaaiín
nombrado, >ol
relaTÍ<
a y trailaciiin de SauU Leocadia
íTote
MilaalcelDtD
iwetiai piemiedaí
que npaiecen
ónunail,
KtR Ui cu
al« hay, en ver-
dad, nlgunu d
cato milito. Vé»
también lobie
cd: Mimer
HfíH
,Mi««,„f«iic
Irada d,lcmtfP„d,
LtfcmáU—Rt
Archini,,, BiUií
cal j Musm
lomoV
(Madrid,
■875), P*í-
jas.
(.») EouiorlDdoc
amento autenoca
•iglcXVIapa
e yo icpa
el nombre
deííí«-^a/, Cer-
10 logia
ebaopbiadomuy
davía
alB>e(u
oda mitad .
; aquel aiglo no
debia de ma de
.tan», pue. Huta
do de Toledo,
refitiín
Ole en •
u Ihmtria
leí llama picfa
-en teme
¡Ufiíctr, ctr
«/",■ y
•ólo deap
u¿t, aludleu
doáloi ucaaot
proTKhae que
endUa
n, dic
emplea
ido un juego de palabrai:
• poi Id qual corrompido el nombre de cifimalf (ilcj, loa lUman cüíarr-aitt.> Ee de nn amena
como iucow lectura locanie í dicho* afamado! lecreoí el ptecioao libio de Maiiln Camero Lbi cif-
rralailt rs/c''' [Toledo, 1BJ7J, en que iDB euminadoideide euipunuig de liau iiimolisica, bíilú-
rico, Ilteraito, agncola, etc.
(174) Mtmeriai dt BlfKMH tnanulaUn... cap. si. Según HuiUdo, en >u tiempo luiblí enlacíu-
EepecincanieiaiexiiteoteBrueraydmtio de Toledo en finu del ligio XVI y piinciiHoi del XVII,
aai como loi denfia saotuarioa, IgleeiM, monaiteiioe j hoipinlei en el liguicnH Irabajo Inédito:
AfatiUminti yara ¡a irgniuU farU tlt la HUItria dr TtUde, g<u prtmtiii ttcrivir él Dtcltr
Franciicí dt Pina, Dicatir tnlat Faenlladit di Sania 'I ktcltpa y ArtH tituraltiy CatluiTaÜít lU
EicrifiuTnn la /ari«« faiviriUad di TeUdt.- fttkei y trdtaaéni tir ,1 mitma n il agt d4 1611.
(Ha. en folio, pilla, de jii páglnai, exlnenle en la Biblioteca provinclil de Toledo, Sala reHtva-
d.,9-3)-
<i») <)aa.itii.Í>i. Xtcuirdti f ttlltmi dt Eifaia. CatliUa la Jítma, ptg. 171.
(176J Cabrera, W/,/»r-a A íVii>í//, tomo IV, píg. iis.
(177) Pata conocimiento de laimprenta en Toledo debevene la obra que lleva ate miimo titulo,
del Sr. Péreí Paator (Madrid, iSty). premiada poi la l^iotecaNic»naL £nk /nlrníiicciiiif de dicha
obia » capone el deicnTolTimienlo de aquel aite en la impciial ciudad yac danelicia de lo> impcc-
lorcique tratiajsron en Toledo.
Lo* que coireiponden al ligio XVI ion:
i«98.tsosf
colú Gadni (pian
10 de VilUquirln.
— , , 'in-ti*9
Miguel de Eguia - I5a6-isii
Criiiabil (francée). IgiS.isaS
FianciKO Alfaro 1518
L4iaia SalTago (genoTéa) iS>p-iUi
JuandeAyalB isjo-ijtis
Femando de Sanu Cuallna iS38-ij4S
luanFerreí .s*8-.S6o
Juan de Ayata (Cano? '....■.... is6o-i5t6
tizcdbyGoOl^Ie
— 147 —
MlcuelFgiiw ii6i-i¡7i
LuiíPírei....' i;63
Ftíoeíico de Cuzmln -. 1563-1578
JuiDdf líPUiaymvíuda is;s-is^
Diego de Ajrali 1J7Í-1J7S
PediDLipeidcHico 1580-1587
Pedro Rodrigue! y >u viuda.'.' '.'.'.".'.'.'.'. isSS-i6ii
Una paitlcoUiidid de ln Üpogníia toledau « la iapn^B de la Bula de Ciutada en la imprenta
«(Hbladda enSan Pedro miriirdeide qiieaquel manaalerlo dominks abcuv» pus «lio privilegio de
Io(Rey«Cai6]iCDi.La>piiiaeiuotdei»nia> de la imprenta en Toledo laidlóeni5;i el comiiario
seneiml j Obiipo de Cuenca fray Beniardo de Fieineda. Ed 1584 hicidoue oirae para la de San Pe-
dro márlii, cuyo leito trae Pera Pa«or en >u citada obra, ptg. XV, nou.
Sd el Tccientemente puldieado Eiutft át na calálttn di imfmnrit isfniUln dnát la i^irfávc-
cUüdt Uimfrinta lutilafinti ilel tigla XfUI, de O. Marcelbo Guiiíireí del CaKo, figura Umbién
la UiU nominal de iopreioret toladanoe iSrvhla dt ArcMvn, nlimero de Novieiobre de 1900, ptfi-
oa t}!}, abiervindoie en lae fechae ducrepanciai may noubleí con 1» aiignadaí por el Sr. Fíreí
<i;8| Fiuid6 en 14B5 el Colegio de Santa Caulina vúgen y miriir, D. FrancÍMo Álvaiei de Tole-
do para ivelrneciAn de clirtgoi pobreí de] areoblApado, eatableciíadolo en tina» caaae próximai í BU
Tlrluda. El Papa iDocencio VIU lo aprobú por bula de 3 de £[ayo ds aquel aho y iu mismo fundador
dióletabiaacoaaTiUKiDnea. AIpríDcjpioailo te explicaban en el Colegio gramiilicB latina y dialícii-
ca, pcrn poco deapu^ le amplió la enieñania i ocbo catedral, de teología, derechos y uta libéra-
la. Á inaiancia del fundador, Lean X eipidiú en <i de Febrero de ij» >u bula de eieccUn de la
por loa Reyei D. Cailoa y D.ajnana poi cídulade lade Majo de 1519. Paulo lU canfirmA la ececciin
de bt Univenidad y n« privUegloi, concediíndala bula conieiTawria perpetua en sB de Julio de isjs-
£n 154A el canúnigD y vicario D. Diego L6pei de Ayala formú otras conalituclonea mié extenué y
apropiadaí t la imporlancia que había cobrado el eilablecimienia. El daanoUo dado i la Univerai-
dad por el maeilreicuela Alcaiai, que fui como w leguodo fundador, diia da 155J; eotosces el nú-
liberalea y el griego ee explicaroa ampliaiaeote. Pocoi añoi detpu6i, en 155?! dictdronec todavía
«aevaay mlii extensas Conslitucjones para el ordenamienio de las cátedras antiguas y modernas.
Retorique atendieran al cuidado de U capiUa y le adoctrinaran ao las divenas disciplinas.
Id Uoivermidid de Toledo turo importancia real y efectiva, que lia sido desconocida ó negada por
ciertos eictitoiea moderno! que en ella y mulo de pasada se ocupsion. Hay rainnes para aarmar esa
loi que tocante al particular tengo recogidos- Desgrscia fué que la Universidad, muy tloiecieale eo el
siglo XVI, decayó eo al XVII, como otras del reino; las diferencias y pleitos de caiedrtticoa y cole-
giales contribuyeron de un modn lamentable A acentuar la decadencia; la ceguedad y espíritu torpe-
mente regaliiia del clauetro, la sepaiacün injutülicada de Colegio j Universidad rn el ilglo XVIll
y la funesta centraiisactAn en el XIX debilitaron primero y matanm despuis la escuela toledana, dig-
Cuanto 1 la Importancia de la Universidad en el siglo XVI sóio me remito kbora á dos ucrilores
da aquella ¿poca, á quien no eipoaible recusar- Lula Hurtado de Toledo dice que en la Universidad
• coacurran y se graduan muy abila* hombrea en todas lai ciencias y facultades y por set tan ilustre se
bienen de otras muchas vnlbcriidades, a encorporar en ella y han crecido laníos en numero que ya
queata tanto uugndo es esuvnlbersidad recibido como en Bolonia e Salamanca. > (/fii>sr/AÍi/i a<^B-
•uucciiu mtlai¿tt... cap. i]|.
dea de derecho y medicina, dice ique se puede con verdad afirmar, que «te acto se celebra con tanta
ñadclai naa famnsasi. (Dncrifeión átla Imftriía cindjii dr lolidn, i.' parte, fol. 4)-)
En los conventos de San Pedro mártir, Sao Jusn de loi Reyes, Sao Amustia, el Carmen y U Merced
alumnos, nuoca pudieron compvilr con la universitaria.
cradú mocho ao ünportancia. Tenia caráclar de pública y los líteíatoi y eruditoa da la ciudad concii-
rrian aaldoamante i ella. En ijTSera bibliotecario el clérigo bachiller Jerónimo de Tono, bombí*
lizcdtyGooi^Ie
miiy laboiioio que icaliió pin labibliolcca copiude mucli» abru. Deapuii fuéionla luceiivsmcnic
cl iluM» canónigo ítm qin b acnccDtd coiutdtnblcnHOU con libroi j cddico, J al aucum Ctit-
lAbil dt Falomarea. En 1591 caoUb* U biblioieca upitotai con tía valúiiitncí impreíoa y 6j6 manut-
<I79) Pero SAnchei, fiiilorim miraij, fkihmfklca, fola. 1S4 vuelto y iSj.
(iBo) Hiiltrlt di ;« hitirftiaxin ti/müaUt, tomo II, pia- «].
(iBi) Bando, Ulrrahir.i •hUUbt tifaUtla (Bucelooa, iSjal, pát. 14;.
(iBj) La rcbahilltacián del loledaao NoTaacama blalorlador fui debida alSi. Cánovaí del CaMiilo,
quien, en el piilofo qaa precede á U Hiilsria dt Ftllfi lll, Rty á4 £j/ada, daraoilid cumpUdanenle
que el dicho Novoa ce el verdadero autor de aquellas obrai j no Vlvaoco, t quien venian alribqjén-
doie. Vid. loi loiDoi LX, LXI, LXIX, LXXVII, LXXX -j LXXXVI de la CtUccIói d¡ áicnmtni9i
intdilet, donde h han publicada loi ciciiloi de Novoa.
i'iSb) Tanayo dt Variu dijo, y atroi cKTJdirea re^ticniD, qw la Hitluria dt liUdt publicada cdd
el nomble de Pedro de Alcocer (ni abra del aabio canAnlto Juan da Verfara; opiaián tqulracada,
pDHCOnata de un modo cenisitno poi teaioide Hurlada de Toledo, Gatibayy algún otro eacritar con-
tenparóneo y amigo de Alcocer que éatei y tiadle jnít, fué el verdadero aator de aquella obra,
llampo jtiTgadoi' Aunque no fuerao elloa aolom, harta coniTibuyeron í enturbiar y enmaraiSar nuealra
hiatorla. Pera li Toledo fué centro de falillicaciúo enioacei, no fué centro único, ni mucho mnoi,-
racuérdente k» libioi plúmbeos del Sacro Monte 7 lai patraKai foijadaa en Braga peí Alvareí de
Louaada. Y li la ciudad Imperial fué cuna de un falurio, habíalo aido antea del pnclaro Juan de Ver-
lai «cclanea de Annío da Viierbo.
(■■S) Sebaitiáa de Horoico no e>, graclai t iot Sres, La Barrera. Caücle, Aieniio y MaiiiD Ca-
mero, un deicanocldo en nueiira llterativa. Su nombradla data en realidad de nueatro tiempo, puei
con haber eicrilo mucho, nada dii á la Impieou, y lólo al cabo de Ireí ligloa han Ido liendo conocidaí
Covarrubiai dlillD(uKronae en (I ligio XVI por habar dado al eplacopado, al foro y A laa letrai inaig-
lemente >u> do. hljoi, el iluitre SebaitUn de CovarrubU* y Heroico, autor del Ikiiart dt ¡0 títp,*
íaitittaní, y D. Jiun de Horoico y Covambiai, Oblapo de Guadix.
El Sr. Aiíuaio publicó la> obrai dramiticaí de Sebaariiu de Hamaca (Sevilla, 1867), acompaSadaí
noaai cartas de Mar
la> notlciat
Córdoba, PeUieer
¡man te hici
ones, muchai de eltaa de g
an importan.
hay publicada., co
■eiviadoee Inéditai laa mi
leí, el li. 116 de la Bib. Nac. , nadie había utllíiado, qiw yo icpa, haiía el présenle. Martin Camero
detcribió la> otras doi con motivo dr la publicación del CancitHiri; y de w caudal inódito doy ta laa
dioi hiitAricoa y á lat cous toledanas.
<iM1 Fenilndei Vallin, Culinra citHiijtca dt E>failii iH tt ligta XVI. Dlacurao lefdo en w raeep-
ción como acadímica de la de Ciencias exaclat, ñslcaa y natutahí (Madrid, 189]), pdg. 136.
(iBj) No hago mencióo de odoa médicoi y raimacéuticoi que en loa ligios XVI y XVII 6or«deTon
su nombres en el fállela de D. Juan Uoraleda, MidUs, y /arameíulicBt ciltbrt, dt Jtltdú (Tote-
do, 1890!.
(■as) Menéndei Pelayo, Atlul^a dt ftttia tirita cattttUuM, lomo VI, p<g. CCCLXXVIII.
,189) Femlndei de Navaneie, Vida dt GartlUtt dt ¡a Vtgit, Ctl, dt Día. inidiltt, tomo XVI,
página 8;.
{190) Égloga III. Tirreno. Alcino.
{191) Eglt^a It. Albanie, Sallcío, Camila, Ncmora».
(191) Tamaya de Vargai, Ditp, Gartia d¡ Partdtt (Madrid, ■eii> En e) prólogo titulado Raisi dt
U,«i^daifar«rtttaiiMmfU.
Cieno conocido literato del pasado al«lo, en una relación novileacaque riudÓ Manía (Stm. fímt.
cif.. 1S38. ptg. óio], achacó la muerte violenta de Eliiio dsMedinilla ai ilialie autor de Ei dndtn ctm
r< '<rii'/«; pero Martín Gamero vindicó áMorelo de esta verdadera calumnia que manchaba su han-
lada memoria demourando oimptlda mente que el matador de Medlnilla, i al menoa el principal cul-
pado en lu muerte, íat D. Jerónimo Martin d* Andrada y Rlvadeneira, aeitor de Oiiai. VéaH acerca
tizcdbyGooi^Ie
muición K dellib» de M>r
Jn Gameto
LtÉ tittrraii
i. IcUdi, pé.
bibUopáfico que ae 1
dodic
en el £«4
yiétiína amuiica iipaHeU
d.¡a,„ra^„yt^ri,a., de
Gallardo
Zarco de
Valí
T Sancbo
Rayón, 1. II
(Madrid, .888)
col.. (SSI-TCO.
{.9J) E.eiert-m=nle.™,ib
eq«enl.
BUlItltca
■Jíau
srii iifaütlH. de RIvad
eneyra, no con-
cedleiu na colecuro un rloc
B al IDled
00 Media
la, cu
doiTerioa od
n en (Tan pane
Uvtia Gamera ucA de U oicurídid la
beUi>£><i
rifcU
« .& ffiín
t^i.U. que dedica Blliic t .u
Pfottetor el Cudenü Sandov.
y Roí.,
\e»o cont
1. obra
reparador* pu
blicando algÚD
dl> otru poeaíu de Medinllla
ue divulguen mát la (
{.madelinipirado
(■M) Lmurtlát Aftla,ñ\l
[>95l Padre Micwl Hit. Pr6lf«oáU
ue«a edlcidn del
ll,m.,nc.r.
itUrilu^, A%
Valdinelao.—
M.drfd,,(«o,p.g.XT,.
„rin¡ (
odavia en inn pnrte tai
■10) para el co-
nocimlento de 1» cowniM.
D>len
a ya recto
de San Vlcen
le por encargo
deleonegidoiGutürteiTello
en conteati
c<¿n al h
xm>Ka
nrlo de Ft
pe 11 pan k
deicrtpclón de
lea pnblo. de EipaÜ. en .,76
y B 1. mi
nouble d
etoda.
la> llamad
a RríucUHt,
«f^Afl^t. he-
lo de Mr. Erneato Utrbníe El ramiUil, di JU
u» * Mnindti f PiUja... Etludla, dt irud
Lana ntclA y le ciU en Toledo; fui i máa i
'tnana Tariaa proYinclai capaBolu di6 couii)
UM Ven» reariva
ai alBo Avoi, J dijo:
—Dolor álacre dt loi cieloi, hijo,
ladínde eatín lai GracUa, que niniuna
dt radaa trae pareeeí
Y el niño laapondlA, conia ya crece:
-Hadre, no bnaque ya de Huía. una;
»du"jÚM Vaüá, di ft^íw""'
Laurli di Afalí.aU
a Vil
Bito) venen de Lope (do paHda lea dicho) formín, en mi coneeplo, uno de lo
mil
loa dt maddcal entit cuanto) ae han eicrllo en caalellano.
(.99) Lope de Vega. ta-«ÍJ>^/íA.,aU.ai.«
(100) LorenioGraciío.HCnVííil-, parte I, ctiiiX.
(aei) Don Pranceaillo de ZÚÜiga en lu Crónica, cap, LVII.
(«>) San JuüU de U CruI, colaborador, con.» e> iabido, de Ssnla Teresa en
1. gra
venían, que cal. eofa
e el T.JO. En T
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uuvo oculto en
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(■calo dKlme lExtD incicdlblli CU quanlin Ubaimril ad waiilioi onaadaBí ■( quodaiuiodo nln-
iciTiDdim, quuaplaimii cadiclbui encitbcndií u ■lUnim bibliathacmnioi cnBpbvlba, cloidaiB S.
EccIedB Canonkau D. lokDnei BiptbU Puez: tIi multB Isccunli, cnididonu Dunlfcoig, atqiR
«DuocJwliDB Dus crillciu...! fSS. PP. TtUImtnim tMlfKttr xlanl O/tra, 1. 1. i^mfmtU, pági-
iw XXIIIJ,
Hcnfaidu Pcliyo llwu ■] Oblipo de Ssiaiba •lis ds nacitra Uilorli j omaniEDlo (nndt de nDa-
axi^ttWt.fHiil.diUiktltr.npaUt., H, pií. 644.I Según d P. Hlcvcn, que. pai cleito, liampn
clo^inndeinentdlObbpaydctliuieoireipondlda, Ptru murlú pobra y con oplnUn de unto.
(■oí) Ruu veceg M nunleron cauo nijeiD Ui eoadlciann qae en MuIiidi: butariiidof, >ed[o|o,
ncrinnule, G16»ro, unoniíu, ecomiaUu, palilica, uqucíloto, poiB, poUglou y orador, todo eiio
fui y todo an grado emiaente. Deipute de boniar k EipaSa eo la> uckrau eairinjerai, llggi to 1S74
i ToEedo, donde dude entoDcee rcildiA (ulvo algunat tcmparulai) Bu la caía prafcaa de U Compailt,
eeal» i la aiidn de vaionei Ilustre! en virtud y lemi. Hí aqiii cdmo na maderno biúftafa d* Mariana
apreció como le meiecU. Su humilde ipoBaalo eia la corte del laber j de laa in«a>; ea ti ea dliciitlan
loa punloi mái incriacadoa delai cieodaa coma ¡oí mái ananai déla Uteralara ]r loiiDia varloa de
la anidlclún hiatórica. No habla negodo grave que oo le le couauluae, si trabajo da hapanaueia,
comoactude Coocilloi b aiuntaidincUea del Santa Oliclo, que ti, i no tedaetaae, 6 á lo nesoa no
Jtau át Mariana y tamcialMS UitTiUti. fihn/íí »M>arali'c(, pDi el P. Ftaneiico de Paula Car-
■An. Madrid, 1889, pig. jB). Mariana fui el confidente de loa Anoblapoa Quiíoga 7 Loajia, cna últi-
mo aa gran amigo jrpaiiaua. Ya á piinclploi del liflo XVII la eaetgia j aciltud de denoi eacrltoi
auyuB acairélenle peraecucionea por laa qi>e eatuvo pruo en Madrid un aiio; pero declarada au ino-
cencia.volviA i la ciudad imperial. Allí murií caii nonaienario, entre loa benornoi de blhlto, en iG
punto i loa blúgrafoa del aiombivis eKriior calaveíana. ¡Btí. di U Kial AcaiL ár la Hiil., tomo X,
página «gi.)
(107) Airibúyeae á D, Alonio da Avaloi, Man]D«i del Vallo, «euido i. Toledo con Cario) V, la
primera idea de iubirlaiajuaa delTajod la ciudad, eo general un (alta del indlipeoaable liqíddoi
pero ul loa euayoi hechoi en ijifi por clcnoi mednicoa alemaDee, ni loa (|iia intenurou en i;íi doa
tlcado y dlacdiTido aobre el aaunto, pero ocupado conitantemente por el Emperador, nada habla po-
dido hacer. S6I0 (nnacuiridca algunoa liki* deapnía de la muerte de aquél, Jnuelo, penalonado y pro-
tejo aficHincDla por Felipe II en tan úlll empreea y previo cierto contrato can el Rey y el Ayunta-
miento (i5í}'> tañí á au cargo la cODatrucciAu del primero de vía lugenioi, que ae aabe funcionaba ja
con antEriotldad á 1170, qulií deade 15U. Enlie el canairncior y el Ayuntamiento hubo plelloi y dia-
guitua por nef arac ¿ate k cumplir lo pactado, en raaún k conilderar leaa y damnificada á la clndadi
afua que elevaban uno y otro, equivalente A uiiaa cuatrocianlaa cargaa diariu \\ft% hectolítroi), era
del todo InauGcienia para ]a« necesidadea de ciudad tan popula»; asi que, durante todo eJ tiempo en
que loe atiificioi funclonaioui albeie que loi aguadotOi un numeroaoa en Toledo (aucboa da elloa
ftancetea), aegiáan aublendo elagu del ría, coma anleí, ea ana bealiai. Laa crecidaí del Tajo, que
aolicltu poco antea de au muerte, ocurrida en t] de Junio de isSj, i loa ochenta y cinco afloa de n
Aguatin de Hojaa, que eacribia á príncipi
quina Peralndei del Cattillo halla 1Í16, I
del Caadllo Hivadeneira, y k íaic, en 1639
lat nada acerca del particuUr.
Ajnbroaio de Moialea, gran amigo de Ju
celebérrimo artificio haciíndote leuguai d
U, 157!. folioi 91 i ^ vt") En Duchoa an
elCaalilloipero
por
r;
bia tenar que ver, cuando
aiglo XVII, habla c
miración del «-dEcio, como
uel ligio atendió i la mi-
murió; .ucediól
lam
■ 1 Luía Maeitre,
lu
ued
detc tibió minuc
oía
bie
que harto oecuramente, el
ivámdi, di SifaAa, Alca-
y librui modem
aaehah
ablada de aquella invención
a de llórale.. E
ida otia aobre atqullectoa.
(lomo H, pig.. .
00
105)
yen el apéndice XVI apa-
enieto. Puede v.
le
lamb
én el articulo de D. NicoUt
lizcdtyGooi^Ie
- isi —
HialB J^iMmtUTuTrimMyíljMmimMrlijkii <U TWaJ», ttaM nal Sim. flm. a^., ^b> iSj^,
pá^aiasgyijB. EslapRclauy cxUliHmciBOlUdgD. LdsdtU tñiMmmBI mrO^itát y^iuu-
iir'lffUtiliJvtirCtiitT.vtpitVitLf, la Aeiddnliiilt Oeaclusiactu, fMcuTiunirala.Ola-
drid, iSSB) H din mái ibnndintc) notieUi ]r h ucUnes si oicuro mn de Monis, poDiéndoM en
'[lugar que jiBlameots le coinipande á li ■lempre sauble obra del UuiUe lambirdo.
(loa) Para cowciíalanto de la itao falange d« arliitai qut ttabajibaa ea el ilfla XVI pva k ca- -
ledialdeTaledodebincoDiularHlaiciaocidaiobtatde Cean Bumiidei, Llaguno y el Conde de U
Vilau y loa necttmtnlai íhUÍIhi fara la ki¡Hir¡a di lat itllas *rUl «■ Elfaüa, de D M. R. Zuco
del Vane.lnierlDteael tomo \,W átW CaltrcióinCt lin'Hmrmlai imíJilcí, pkg. »i.
En el ARbiTo hiMArlco nacional, caja 130, PafrUi di la caliáral di iBltdB, IB coaitrvan docu-
■Hnmadegniididnio IniErCí pan UbiHorUartiidca dil templo primado ene] ilglo XVI. AlU utl U
hliDrlada lai hetmoiiauíiaa veijej de Villalpasdo j de maot re Domingo (que liempre le firma aal y
nc Domlicft dt Cttfidtt, como ba venido llapiindoaale deide Celn Betmúd» íci); hay documen-
I» relatiioi i AndmD, toi Vertirai, Felipe de BoigoDa ; olroi mil y di» y leii reliElvoa t Alonu
fiemvwu y tiH obrai ca laCiiedral y en elHoipItalde San Juan Bauíüti.
(309) En laa iLüvnAOioim ICLcluyü ua nuevo documenta relativo al Greco y í naade aiu principales
obniícual et al ootabUiílmo nublo en la capilla de Sujoií, en Toledo.
(lio) 14adi*,que yo icpa, entre nueitiai hlMorladoreí y crilicoi dearte he HÜialldo la nacio-
nalidad de Hayno, qnedejó en Toledo untu muaaira* de au babilldad en la plncizn. Afimio yo-
qne Tud ilMliaitt ñindiodome en el teitimonki de ni cantemporinea y amigo el poeta Etiaio de Medinl-
IU,M«únelcuaI en la librería paidcular del Cande de Mora, en Toledo, había diei lienroi de aquel
üor gloria i ni patria Italia, que wi anteceaor Jann del Mayno con lai letiui.
(111) Mariua, HUtariadt Eifnia, llb I, cap. IV; Cenanleí, PirtiUi y Sífiímimdt, lib. III,
capitulo VIII; Tirw de HotlDa, C/g-trrittu di 7<>brfe, <.■ pane, lib. I; Graclán, El Crilici*, yatti,
crUX.
tizcdbyGOOl^Ie
DijilizcdtyGoOl^Ie
ILUSTRACIONES Y DOCUMENTOS
lizcdtyGooi^Ie
lizcdtyGooi^Ie
Vas tradlclÁB lafkiBdada.
EL INCENDIO DEL 9KLA.C10 DEL MARQUES Di: VILLENA EN 1520
Una tradiddn popular, en Toledo y aun en todn España muy acreditada, re-
fiere lo siguiente. Después de la batalla de Pavía llegó el célebre Duque de
Borbda á la ciudad imperial, Tendencia á la sazón de Carlos V, donde fué obse-
quiado por éste, como era conveniente hacer con personaje de sus circunstan-
cias. Tenía el Marqués de Villena un suntuoso palacio en Toledo, y el César rogó
ú ordenó al Marqués hospedara eo él al Duque. Harto desagradó el precepto ó
deseo imperial al de Villena, para quien, como para los demás nobles castella-
nos, era el de Borbón persona antipá'.ica y repulsiva; pero, obediente i la volun-
tad de su soberano, aparejó su morada, aunque advirtíendo al Emperador que
tan luego como de ella se ausentara el Duque traidor á su Rey y á su patria habfa
de abrasarla, como casa contaminada é indigna ya de servir de habitación á su
leal y honrado dueño. £1 Marqués abandonó la casa, llevándose á su familia y
servidumbre, y el Duque se instaló en ella con su séquito y residió allí el escaso
tiempo que permaneció en la ciudad. Ausentóse Borbón de Toledo y, transcu-
rridos pocos días ó pocas horas, una mañana apareció el señorial palacio ardiendo
por ios cuatro costados á la vez, con incendio tan formidable que uingdn es-
fuerío bastó i extinguirlo, consumiéndolo todo el fuego: edificio, mueblaje y
cuantas riquezas allí ae encerraban. Asi satisfizo el Marqués de Villena su pun-
donor y lealtad, y ni en su vida ni en la de sus sucesores volvió á levantarse el
deshonrado palacio, cuyas ruinas atestiguan aun la verdad de un ra^o tan seña-
lado y memorable.
Esto narra, en sustancia, la añeja tradición, más ó menos modificada (i) ó en-
galanada con pintorescos detalléis. Pero esta tradición oral, que aún repite el
vulgo, se convirtió tiempo ha en tradidón escrita, elevándose i la categoría de
(i> Hun modlGMd* atcuiu tu. En «1 pulAdlco Mam dt ¡ti //i»ai. lanía II (Madtid, 184S}, pl-
ikia tS*, putde nne un bms uiIcuId iii&nimii, litulsda ¡ftiU ergaUíi dt ■■ axtípáú Grandi át
BtfmiU, m que H illú* en Ifadrid si pslado del Huqaé) de Villcu donde dUpiuo el Enpendot H
lizcdtyGooi^Ie
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suceso rea! é histórico. Acogióla como Ul RoberCson en su Historia del Empera-
dor Carlos V (libro IVj, y posteriormente siguió corriendo con entero crédito y
ligeras variantes en artículos y libros modernos, tales como el trabajo anónimo
Los piados de Villena, en el Semanario Pinioresco Español, tomo de 1850, pá-
gina 185; la Historia general de España, ú& Lafuente, tomo XI, parte 3.', libro I,
capítulo XI, nota; Parro, Toledo en la mano (Toledo, 1857), tomo II, pdg. 6SS;
Quadrado, Recuerdos y bellezas de España, tomo de Castilla la Nueva, pág. 303;
Martín Gamero, Historia de la ciudad de Toledo (Toledo, 1S61), pág. 909; Pastor de
la Roca, Los palacios de Villeita en el Mtiseo Universal, tomo de 1867; Martin
Arnie y Olavarrla, Historia del Alcázar de Toledo (Madrid, 18S9), cap. III, pág. 69;
Duran y Lerchundi, La toma de Granada (Madrid, 189 j), tomo I, pág. 317. y aun
en algunos otros (i).
El ilus:re Duque de Rivas atribuyó aquella acción, en sus preciosos y harto
conocidos romances Un castellano leal, no al Marqués de Villena, sino al Conde
de Benavente. El Sr. Fernández de Béthencourt ha prestado recientemente más
fueria á esta atribución al sostener que quien incendió su palacio de Toledo,
después de haber hospedado en él á Borbón por mandato de Carlos V, no fué
D. Diego López Pacheco, Marqués de Villena, sino el Conde-Duque de Bena-
vente (Historia genealógica y heráldica de la Monarquía española, tíc, tomo II, Ma-
drid, 1900, pág. 310, nota 4.)
El hecho de que un magnate español del siglo XVI, llámese Villena 6 Bena-
vente, haya destruido su palacio en holocausto al sentimiento de lealtad, como
á manera de protesta contra un precepto de su soberano, y soberano como el
Emperador Carlos V, paréceme hecho bastante digno de esclarecimiento para
que, examinadas sus condiciones de verdad, sea en definitiva acogido por la
Historia ó relegado á los dominios de la novela. Examinemos, pues, los funda-
mentos del real ó pretendido suceso.
Lo primero que llama la atención en el asunto es el silencio de los antiguos
historiadores toledanos. Ni Pedro de Alcocer, ni Pisa, ni el Conde de Mora {2},
ni Román de la Higuera, á ratos historiador y á ratos /a¿u//.r/a, hicieron la menor
aluMÓn á un acaecimiento que debió ser üin sonado, y del que tinta gloria hubo
de reportar un habitante de la ciudad y la ciudad misma.
En los genealogistas antiguos, idéntico silencio. López de Haro, en su cono-
cido Nobiliario (Madrid, 1 637), que trata por extenso de los Duques de Escalona,
Marqueses de Villena (tomo II, págs. aSs y siguientes), enalteciendo sus hechos,
nada dice del que quizá hubiera sido el más señalado de todos. Nada dice tam-
poco de! suceso al referirse í los Pimenteles, Condes de Benavente (tomo 1, pá-
ginas 118 y siguientes). No de otra suerte procede Pinel y Monroy en su Retrato
del buen vassallo, etc. (Madrid, 1677), obra dedicada á un Marqués de Villena, y
en la que tanto se ocupa en esta ilustre casa y en el célebre D. Diego Lopes
Pacheco. Tampoco dice palabra sobre el asunto Salazar y Castro en sus magnas
obras de las casas de Lara y Silva, donde tuvo que referirse con frecuencia á
Villenas y Benaventes. Igual silencio, aún más significativo, en dos cronistas de
TimbUn en mü Guia át lettdo Kcagl J rcpcli yo cite lelato, lan pcpuUr en
|iK mantiulíndalc denuo de ]a> limliti de una ■hidorla k tradición lomanceai
La HUIsrU d<] Conde de Mora aólo alcania i Snea del a^lo XI, reinado
, coa el desorden un frecuente en obiaa bijiórlcu de aquella ¿poca, auele reí
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la ¿poca, que prciseadaron en Toledo, y namiron eu sus escritos, los sucesos allí
acaecidos en aquellos años, á saber: Juan de Vandenesse y D. Francesillo de Zú-
ñiga. Ambos hablan de Borbdn y de su estancia eo la corte; pero ni aquél en su
Diario de los oiajei de Carlos V, ai tete en su donosa Crónica y en su Episto-
lario, hacen la más remota alusión á semejantes sucesos. V á Te que un aconte-
cimiento de tal Índole y resonancia prestábase bien i arrancar del desvergon-
lado bufón todo género de satíricos y sabrosos comentarios.
En algunos historiadores del siglo XVI hallo ciertas noticias relacionadas con
el asunto en que me ocupo. Fué el primero de todos, á lo que entiendo, Francisco
Guicciardiní, que eacribia su famosa Historia de Italia por los años 1530 á 1540.
En el libro XVI de su obra menciona la llegada de Borbón á la corte del César
y los agasajos de que fué objeto, añadiendo que uno de los señores cortesanos
■ricercato in nome di Cesare, che consentisse che ¡1 suo pnlazxo gli fusse coce-
dutto per alloggiameto, rispóse con gradezia d'animo Castigliana; non potere
dinegare a Cesare quanto uoleua; ma che sapcsse, che come Borbone se ne fusse
partito, l'abbrucierebbe come palasio infetto dalla infamia di Borbone, & indeg-
no d'cssere habitato da huomini d'honore* (pig- 47S de la edic. de Venecía.
MDCXVI). Guicciardini no da cuenta, según se ve, de incendio alguno; sólo aco-
ge y repite la arrogante reapuesta dada á Carlos V por un anónimo caballero de
su corte (i). De Guicciardini tomó, sin duda, la noticia Gonzalo de lUescas, que
dice lo siguiente: «Cuentan algunos vna cosa notable que le aointcscio al Empe-
rador con cierto cavallero de su corte, que auiedole mandado que diesse su
casa para que Borbon posasse en ella, respondió con vna constancia y grauedad
española: No puedo seilor negar á Borbon mi casa porque V. M. lo mada, pero
en saliedo el della la podre fuego». (Segunda parte de la Historia pontlfital y ea-
tkotiea (Salamanca 1573, lib. VI, fbl. 385). Más parco fué el Obispo Sandoval ni
referir el suceso, repitiendo lo dicho por Guicciardini é lllescas, aunque con la
variante de que el siempre anónimo caballero dijo que en cuanto Borbón salie-
ra de su casa *la auia de derribar hasta los cimientos». (Histeria de Caries V,
tomo I, lib. XIll, párr. XX, pág. 589 de la edic. de Barcelona, 1625.)
Las pruebas son hasta aquf negativas. Por ninguna parte aparece la personali-
dad del Marqués de Villena ni del Conde de Benavente, ni que Borbdn se hospe-
dase en casa de uno de estos magnates, ni que ardiera In tal casa por obra de su
propio dueño.
Siguiendo la investigación, observaré que con el Conde de Benavente no pue-
de relacionarse esta historia, en razón á que los Pimenteles-Benaventes, de orí-
gen portugués y establecidos de tiempo atrás en Castilla la Vieja, nada tenían
que ver con Toledo, ni en la ciudad poseían palacio ó ca.sa principal. No asi los
Pachecos, Marqueses de Villena, Duques de Escalona, que desde el siglo ante-
rior tuvieron su señorial morada on la iurisdicción de la parroquia de Santo
Tomé é inmediata á la antigua sinagoga, conocida desde la expulsión de los ju-
díos con los nombres de San Benito y el Tránsito de Nuestra Señora.
Fué esta casa famosa en Toledo. Atribuyese su erección al célebre Samuel
Lev!, ó bien Símuel-ha-Levf, tesorero y privado del Rey U, Pedro. Tiempo ade-
lante, pretende infundada tradición la adquiriera y habitara el no menos céle-
bre D. Enrique de Aragón ó de Villena (generalmente llamado Marqués de Vi-
((} A puude lo cual nueitro madeni) biinrlador LafuenUial rcfciinc al relato de Gulcclirdlnl,
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llera), i ^uien el vulgo indocto supuso nigromante y hecbicero (i). En tin, Enri-
que IV donó aquella casa á D. Juan Pachecho, primer Marqués de Villena, á cu-
yos descendientes por mucho tiempo continuó perteneciendo. En aquel palacio
hoy arruinado (a), á cuya mencidn fueron sieilipre unidas en el ánimo del pueblo
consejas de brujas y trasgos, juntamente con el recuerdo de seres tan misterio-
sos como Samuel Levi y D. Enrique, posó el Dnque de Borbón, según la leyen-
da; aquél fué el palacio que, hollado por la planta del traidor, fué reducido d
escombros en 1536 por su dueño, el noble y pundonoroso procer castellano.
Veamos ahora si con el auxilio de libros y documentos pueden aportarse á fa-
vor ó en contra de la leyenda ó pretensa historia algunos datos más que los ne-
gativos de que hasta aquí únicamente disponemos. El ilustre y diligente histo-
riador de las Indias, Gonzalo Fernández de Oviedo, autor coetáneo, escribió una
JtelacÜH de lo sucedido en la prisión del R^ de Praneia, desde que fui traído en
España, por todo el tiempo que estuvo en ella, etc., varias veces mencionada en las
notas al discurso que antecede. Oviedo, que estaba en Toledo en ijiS, narra
largamente los sucesos que presenció ó los que personas verídicas le contaron,
con grao minuciosidad de detalles, hasta el punto de que su SetaeUn es la fuente
más importante que para nuestra historia local de aquel tiempo existe. Relata
por menudo el recibimiento hecho en Toledo á Borbón, da cuenta de su figura,
nt traje, su séquito, sus pláticas con el Emperador, sus mutuas finezas. Ambos
personajes subieron directamente a) alcázar, apeáronse y el Duque cenó allí
aquella noche con el Conde Nasao, gran Camarlengo. Después volvió á cabalgar
Borbón y (se fué á su posada, que fué la cnsa del Conde de Cifuentes* (i). La
añnnación es terminante. Por lo demás, ni palabra del de Villena, cuyo nombre
no figura en el recibimiento del Condestable francés ni en los demás de aquellos
años, no obstante mencionar el cronista á muchos caballeros que allí estuvie-
ron presentes y cuya importancia social y política no era, cierto, mayor que la
de D. Diego Lópeí Pacheco. Por su parte, Sandoval tampoco nombra al Marqués
entre los grandes que en aquel tiempo acompaílaban d Carlos V.
Queda, pues, demostrado que el Duque de Borbón no se hospedó en el pala-
cio del Marqués de Villena, con lo que cae por su base la leyenda del Incendio
d que condenó su dueño el edificio. Por tanto, aquí podria darse por terminada
la probanza. Pero mis investigadones acerca del asunto me permiten afladir
(1) Y( obmA Qndnda, ■■ mur út\ palacio de VlUen), que •» maj tectono que «1 ubio iak%-
nue da U corla da D. Juaa II haya naldido janili cd (1 eludo •dificlo. Fot otra pane, para oída
ueacloBaD al ocopan* as iqucl pcnoBaJa ni cataDcU j hechketiai n el palacio de Toledo Radn y
Aadiid* ni Fcináadai-GuErta, ciodíhu da la Oidco de CalatnTa, de que D. Bniiqi» Sat maeil», ni
U«Ciafoi luyoi tan coucieaiudoi como Nlcolii Anignki y PelUcec, d1 más inodeniaiiieBle D. Juan Ce
16b 1 ColdB, Hartteobiuch, Laiio de U Ve¿a y Couielo, que en aidctdoa y tilba)ai publicado! en di-
(«niu levbua haa «udiade la vida del oalaTentutado Seftoi de Iniena.
(a) Pan coDO^BileQlD da lo que hatu mieetto tiempo quedaba del palacio de Villena, puede verte
la deacrlpcIÍB de D. RadrlfO Amador de loi RIoi en el articulo que tituló ¿^{^(eftii >a>>'í(>rnBA'iVa-
iti m leUda (RiviiU it Arckivat. BÍbtiMic¡t¡ f Mmoi, iSo IV, 1900, núm. }, pti. 137.}
FOD, decididamente, nuiMioi moaumentoi hktArlcot hibni mafala. A la hora en que eiio eicribo
lo< fiínUlmo* muroa y báredae, únicúi reatoi de aqbTlla ayer eipUndída morada sobre la que la tradi-
dÍB parecía haber Impreao lu lello, caan i loi colpet de la piqueta, paca aprovecbamiaata de loe ma-
icrlalea por quien legabnenie puvde hacerlo.
<j) Fcmiitdei de Oiledo, Ritaciix... pi£, 419. Borbón panl6ie de Toledo «el lefundo día da cua-
rMnut, iuevu qidnce de febrero del dicho afio [>:•<] pva ge lomar i Iulia>. Come habla llegado á la
coa» la bailardeada tradidúa at^ne.
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algunas noticias más, que pulverizan la infundada tradíciáa al par que arrojan
nueva iHi sobre la historia del célebre palacio eo el siglo XVI.
El embajador de Veneda Andrés Navagero dice en la relación de su viaje por
España: <MuchoB grandes tienen en la (^dad hermosos palacios y residen algu-
na vez en ellos, como el Marqués de Villena,..' (i). Ahora bien, Navagero perma.
necio en la ciudad, según él manifiesta, desde el 1 1 de Junio de 1 535 hasta el 34
de Febrero de 1536, es decir, hasta nueve días después de la partida de Borbón,
quien se ausentó el t¡ del mismo mes, y á haber acaecido el incendio, del que
pudo ser testigo presencial, no hubiera hablado del palacio de Villena como de
edifido existente.
Examinando yo papeles en el Archivo muaidpal de Toledo, topé casualmente
con un documento para este caso curioso. Son los autos de un pleito que
en 1538 se siguió en la ChancíUería de Valladolid entre la Ciudad de Toledo y
el Marqués de Villena (a). La corriente de las aguas bajaba desde la parroquia
de Santo Tomé, por la plazuela del Marqués á dar en las casas ó palado de su
mayorazgo, con notable daño del edílido, y su dueño pretendía que se encami-
nasen por la calle del Horno abajo. En 1538 seguía, pues, en pie el palado 4e
Wlena.
Gosaban los Marqueses de Moya de una antigua prerrogativa; la c(^ eu qut
bebían los Reyes el día de Santa Luda (13 de Didembre) era luego suya si
aquel día estaba el de Moya en la corte. Estando, pues, en Toledo en Didembre
de IS59 Felipe II y también el Marqués de Villena, que lo era de Moya, envió el
Rey al Marqués una rica copa de oro con su sobrecopa. Con gran séquito de
guardas, ministriles y músicos llevóla D. Luis Méndez de Haro al Marqués, que
e^aóa en jus casas, y hecha la ceremonia de entrega de la copa, á que corres-
pondió Villena con frases de acatamiento por la merced que el Rey le hada en
guardarle sus privilegios, obsequió en su mismo palado á Méndez de Haro y sus
acompañantes con un espléndido banquete, dando además á aquél dos hermtnos
caballos y quinientos ducados y otros quinientos á su gente. El periodíita tole-
dano Horozco, de quien son estos avisos (3), da cuenta de tas bizarrías de aquel
espléndido Marqués de Villena, quien 'labró y aderezó las casas que en esta
cibdad tciÓA muy viejas j muy maí/ratiidasi.íle.hlaa de estarlo, en efecto, pues
contaban dos siglos de existenda; pero ni hablan sido incendiadas ni demolidas
ni Horozco dice cosa semejante, aunque la ocasión se prestaba grandemente i
recordar el romancesco suceso.
Pocos años después, en 1565, D. Francisco de Toledo, embajador de Felipe II
en el Concilio provindal entonces celebrado, hospedóse en las casas arzobispa-
les; pero mientras ae le adereíaba el aposento estuvo enfermo algunos días en
las del Marqués de Villena (4).
En ñn, el palado seguía en pie á prindpios del siglo XVII, pues el Dr. Pisa
(i) PubUcAUTeteelAadeHantcreelSr. FabUcDk» Vl^/nter Eiftita át la colccciin ¡Jimí
^«<«l*. {Madild, i8;9.} Vid. pl^. tj;.
(■] Archín DUBieipal de Tokds, cajdn4.*', legajo i.°,nün. n,
(j) Ktladím r mrmirria át la tnlraám M »<> titJad ¡tt 7¡>U>I; áít ItiT f Rtint HutilTPi Státrn
Dm ftUti f Data battU ) dit TtciümitHlB y fittlai f atrai cans,**sdt i¡6i. [BqulTocada HU
ftcba.] htcíiúiB taUt litla;ie*H MtUricat Jr liM tifliri XVly XVHitlaSx. da fiiblidf. eipaüi.
(Uaditd, HDCCCXCVI.) Vid. pl^a. 74 T».
(4) Hnnaco, HilmcUn dtl CanetHf frtviHiia etUértdá n l^Ma m Jjd5, que va ladulda en lai
tizcdbyGOOl^Ie
f — l6o —
cita en\a Historia en primer tármino ttüre las catas muy frindpaUs de señores
titulados y do titulados que en su tiempo había en Toledo la del Marqués de
WAcDA d la parrockia de Sanio Tbw^ (libro 1, cap. XIX, folio XXX), Es claro que
no habla de citar como casa muy princlfigl existente un montón de ruinas. Tene-
mos, pues, pruebas irrebatibles de la existencia del palacio de Villena en Toledo
hasta casi cien años después del tiempo en que la tradición le supone devastado
por el incendio.
A forjar la novelesca tradición han contribuido, en mi concepto, diversas cir-
cunstancias históricas, deformadas y amalgamadas por el vulgo, siempre pro-
penso á lo extraordinario y maravilloso. Ocurrió aquí aquello de oir eampOMOS y
no saber dónde. Y ahí va la prueba. Es indudable que á la entrada del príncipe
francés en Toledo precedió cierta orden dada por el Emperador á un personaje
de su corte. Pocas horas antes de salir Carlos V á esperar al de Borbón, envió A
su mayordomo mayor á decir al Duque de Calabria que tuviera por bien ceder
el puesto en que habitualmente y como príncipe de sangre real solía ñgurar en
público al lado del Emperador, pues era su voluntad lo ocupase el Duque de
Borbón, á quien deseaba honrar así aquel día. El de Calabria accedió gustoso, y
Borbón entró en Toledo al lado de Carlos V. Que mediara otro mandato del Cé-
sar á un para nosotros incógnito caballero ordenándole alojar á Borbón en su
casa, es posible, pues así lo dicen Guicciardini é Illescas; téngase en cuenta, em-
pero, que lllescas debió de tomar su rchito del de Guicciardini y que el célebre
historiador florentino no siempre es digno de crédito. Pero si tal orden existió,
no llegó á cumplirse, pues que Borbón se hospedó en caí» del Conde de Cifuen-
tes, con el cual no reza la leyenda del incendio, ni nunca tal le atribuyó la tradi-
ción popnlar. Que se le haya aplicado al Marqués de Villena ó ai Conde de Bena-
vente puede explicarse por el caricter y especial condición de aquellos magna-
tes. D. Diego López Pacheco, Duque de Escalona y Marqués de Villena, y don
Alonso Pimentel, Conde de Benavente, desempeñaron al comenzar este reinado
y cerca de la persona imperial papel importante. El de Villena, personaje de
mucha cuenta, como es bien sabido, eaérgico defensor un tiempo de los derechos
de aquella princesa á quien llamaron respectivamente sus parciales y sus contra-
rios la Excelente Seüara y la Beltraneja, parece sujeto idóneo para protagonista
de la decantada historia. Pero la importancia política de D. Diego se retrae prin-
cipalmente á los anteriores reinados y ni acaso estaba á la sazón en la corte el
antiguo defensor de la Beltraneja. Cargado ya de años y de achaques, quizá vege-
taba más que vivía por aquel tiempo en su palado^alcázar de Escalona, donde
murió en 1519.
Cuanto al de Benavente, recuérdese, en testimonio de lo enérpco é indepen-
diente de su carácter, lo que narra Sandoval como ocurrido en el Capítulo de la
Orden del Toisón celebrado por el Emperador en Barcelona en Marzo de 1519.
Dio Carlos V el hábito y divisa de la Orden á varios grandes castellanos y ara-
goneses, pero «el Conde de Venavente no la quiso diziendo, que él era muy cas-
tellano, y que no se honrava con blasones cstrangeros, pues los avia tan buenos
en el Reyno, y á su estimación mejores», (i) Hombre de tal temple, si no incen-
dió en Toledo una casa que no tenía, verdaderamente era capaz de incendiarla.
Téngase en cuenta, por último, que D. Rodrigo Alonso Pimentel, 4.° Conde
de Benavente, padre del Conde D. Alonso, i. quien se refiere la anterior an£c-
<i) W(f. ^f Car/o 1^, pinc >.■, lib. III, g XXXII.
tizcdbyGoOl^Ie
— i6i — ,r?
dota, había casado con D.' Maria Pacheco, hija de D. Juan Pacheco, Marqués de
Villena, y por tanto fué cufiado del Marqués D. Diego, i quien la tradición atri-
buye el inceodio de su palacio de Toledo. Todas estas circunstandas pudieron
originar confusiones que, transcurriendo los aflos, dieron por resultado una con-
sejo que corrió de boca en boca; la conseja fué recogida por algún escritor cu-
rioso y hela ya, poco después, ñgurando entre los hechos mejor comprobados.
La estancia, pues, del Duque de Borbón en el palacio de Villena y el incendio
del paiado por su dueño no son sucesos históricos, sino invenciones novelescas.
íPierde algo la historia patria, ó siquiera la particular toledana, con esta afírmar
cióní No por cierto. Harto generosos hechos de autenticidad indudable esmaltan
nuestra historia para haber de recurrir en busca de glorias al campo de la fí<x¡ón,
bien que la ñcción sea grata y poética. La Historia y la Poesía se mueven en ár- ■
bitas tan distintas como distintas son las facultades discursiva é imaginativa.
Amables son por igual Clio y Caliope, como hijas ambas del cielo, é ignalmentc
respetables sus derechos. Dése, pues, á cada una lo que legítimamente le perte-
nece y saldrá ganando con ello aquella gran virtud, excelsa entre las car-
dinales.
lizcdtyGooi^Ie
S*hre «ma cnrios» práctica cm la Catedral de Toledo.
EL OBISPILLO DE SAN MCOLAS
Un escritor toledano del siglo XVI da Dotida de cierta original costumbre de
la iglesia de Toledo en los siguientes términos;
«Solíase en la sancta Iglesia de Toledo cada aflo sacar vn obispo de los cleri-
íooés, y vestíanle de grana, con bonete de lo mismo con su roquete, y mangu, y
capelo negro con borlas verdes, dia de San Nicolás, acabada Prima, y alli tras el
choro hazian vn gran tablado, y en el estallan los Canónigos y Raciooeros, y
con mucha mdsica le sacauan alli, y estando de rodillas, de lo alto se abría vna
nube, y sallan delta muchos angeles apiftados que bajanan hasta llegar cerca de
la cabeta del obispo, y poníanle en la cabeza vn bonete, luego venían los clerí<
iones, seises, y lectores, y acólitos, y hechos disfrazes metían vna acémila con el
repuesto dei obispo, y todo aquel dia y el de Sancta Lufia, andauan por la ciu-
dad corriendo de vnas partes á otras hazíendo mil trauesuras. Dizese que yendo
vn dia vno destos obispos á la sisla le arrastró vn canallo 6 muía, y que le ente-
rraron en aqnel Monasterio, y que cada año van alli los disfrazados, y le dizen
vn Responso á canto de ot^ano.
■DurauB este Obispo hasta el postrero dia de Pascua de Navidad, y tenia en el
choro silla, y distribuciones de vn Racionero. Este dia de los inocentes Io« Canó-
nigos y Dignidades, se vestían como clerizones, y Iteuauan i cuestas los libros, y
vno se vestía como el Perrero de vna ropa lai^a de grana, y trahia en la mano su
asóte; seruian de mudar los libros y haier todos los serui^ios que solían hazer
otros dias los clcrizonesi traían los labradores á confirmallos delante del Obispo,
el qual tenia vn plato de ceniza, d harina, y harínauales las caras, de donde se si-
guia gran risa, y chacota. Todo esto tubo su principio en la milagrosa elecpon
de San Nicolás grande obrador de milagros. V asá casi por el mundo se celebro
con semejante ceremonia, y creo en Toledo de muy atrás por ventura desde
poco después de la muerte del santo. Pero entraron poco á poco en esta sancta
y ediñcativa commemorazion y ceremonia muchos abusos, como el andar por
todas partes hechos disfrazes, y el obispo, con risa de los que lo .veían profana-
uan con sus cabalgaduras los templos, y hazian ridiculo el sacramento de la con-
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ñrm4dán... No era este obispillo puesto en aquel lugar por elección, mno por
suerte que hechaua entre todos los clerizones; y mozos de coro; para sifcnifícar
que San Nicolás no se assentó en la silla Pontifical por elec^oa de los hombres,
sino por suerte de Dios que declaro quería se escogiesse Nicobm y como emUado
de Dios- íuesse vno de los mas excelentes Prelados del mundo> (i).
Alinas de las prácticas introducidas con motivo de la curiosa ceremonia eran
mal vistas por los canónigos y dignidades; y realmente mientras duraba la juris-
dicción del obispUio, cometíanse abusos é irrevcTendas que era necesario cortar.
El deán y cabildo acudieron en son de .queja al Cardenal Tavera, que estaba
ausente de Toledo, encareciéndole la conveniencia de que cesase del todo la
elección y fiesta del obispillo, y en este sentido dictó una provisión el prelado.
Pero como llegara poco después d Toledo, considerado el negocio mis atenta-
mente, en Diciembre de 15 j8 promulgó un nuevo decreto por el qoe se restable-
cía la tradicional fiesta, aunque modificada y reglamentada para witar en lo suce-
sivo los antiguos abusos. Hé aquí el decreto:
■Donjuán Tauera por la diuina miseración cardenal de la Santa yglesia de
rroma de san Juan ante portan latinam argoUspo de toledo primado de las espa-
Aas chanciller mayor de castilla &, juntamente con los rreverendos benerables
nuestros amados hermanos el deán y cabildo de la nuestra santa yglesia dezimos
que por qoanto por parte de tos dichos deán y cabildo fuimos avisados en dias
pasados que en los oficios y fiestas que se acostumbran hszer en la dicha nuestra
santa yglesia del obispillo que dizen de sant oicolas avia muchos excesos que se
hazian ansi por los bcneñi;íados de la dicha nuestra santa yglesia que heran ncHi-
brados por oñ^ales del dicho obispillo como por sus iamiliares y seruidores y
otras personas que venian en avitos yndejentes a cuya causa avia mucha pertui-
va;ton y desasosiego en el oficio divino en los tales dias e ansi mismo los deri-
zones hazian muchas trauesuras y desverguencas ansi en el ofido de dia como de
noche en los maytines lo qual por nos visto atento lo que sobre lo susodicho dis-
ponen los sacros cañones y coucilios generales y provinciales y para quitar del
todo la rraiz y ocasión de la turvacion del culto divino y desonestidades y me-
nospre^o de la dicha sonta ygleaa ques casa de dios y de oradon con acuerdo y
paresger de los dichos nuestros hermanos ovimos dado nuestra provisión en que
en efeto se contenía que de oi en adelante cesase la clection costumbre y ceri-
monia del obispillo en la dicha nuestra santa yglesia sobre lo qual después Nos
viniendo á esta fibdad, ovimos diversas vezes platicado con los dichos reveren-
dos y benerables nuestros hermanos el deán y cabildo de la dicha nuestra santa
yglesia y atento que la dicha election y gerimonia del obispillo se a hecho en
ella de tiempo ynmemorial acá y en todas las otras de estos rreynoa para exem-
plo de la vmilldad y de la ynocenda que deve aver en los prelados y otras per-
sonas eclesiásticas y seglares y que no heta justo por loi excesos de algunos par-
ticulares qmtar del todo la dicha costumbre y (erimonia tan antigua de la ygle-
.sia por DO dar exempo (ríe) i otras cosas mayores e atento que la dicha nuestra
santa yglesia por tener el primado de las spañas es mzon que sea exemplo de
onestidad dejenpa e yntegrídad á todas las otras de españa ordenamos y est-i-
tuymos juntamente con los dichos nuestros hermanos que la election y ofido del
dicho obispillo se haga y celebre agora y de aqui adelante con la onestidad y
moderación siguiente primeramente que aviendo sido elegido el obispillo uno de
(i) Homis de U HlftMn, Dtí Prim<ids dt TtUie. U>. cu U Ral fiibUoicca, Hia >.■, £. 5.
tizcdcy Google
— 16* -
los clerizones de Ib dicha nues.ra santa yglesia por votos de clüvstro y df^riiones
en lescuela como se acostumbra hazer vayan el día de sant nicolas todos los bene-
ficiados que a la sazón iresidiesen al logar acostumbrado que es tras la puerta
del perdón y estando los derizones todos en vn tabernáculo cabo la capilla de
nra. s.' del estrella sin que aya sermón ni correo ni dantas ni que echen mone-
das ni hayan desonestidad alguna e pidan los clerizones según que acostumbrar
los votos e baxe la nuve con el ángel y bonete del obispillo y hecho esto se
vayan los beneficiados al coro con toda quietud y el obispillo se ponga en una
silla alta de dignidades con dos asistentes clerizones y con su capa sírua en la
dicha nuestra santa yglesia hasta el dia de los ynojentes como se acostumbra y
gane lo que suele como rracionero iten quel dia de los inogentes no se rrepitan
oficios algunos por los beneficiados capellanes lectores ny clerizones de la dicha
nuestra santa yglesia ni aya los tales oficios sino que el obispillo se asiente en la
silla obispal y sus asistentes con el con tanto que no haga el oficio divino ni eche
bendición ni haga acrimonia alguna de prelado. Otrosí que qualquier beneficiado
quel dia de sant nicolas o de los ynof entes o otro qualquier dia durante el dicho
obispillo hiziere algún desorden ó desonestidad o se vistiere fuera del avito
acostumbrado por el mesmo hecho yncurra en pena de dos meses de lodo lo que
podría ganar en la dicha nuestra santa yglesia los quales sean los meses de enero
y hebrero durante los quales no pueda en ella entrar oi se le pueda rremytir el
calúldo en parte ni en todo sin expreso consentimiento nuestro o de nuestros
snbcesores. Iten quel dicho dia de los ynocentes ni otro alguno el obispillo no
gouieme en el coro si no fuere el deán o presidente como se suele haier yten
que en la procesión del dia de losynocentes vaya en la cabera el dicho obispillo
con sus asistentes e luego las dignidades y canónigos y rracioneros con sus capas
como se haie en otras procesiones otrosí ordenamos quel dicho obispillo y cleri-
sones no salgan publicamente por las calles á caballo ni muía como lo hazian
basta aqui y si el dicho obispillo excediere en lo susodicho o parte dello pierda
la procesión que a de aber del rrefitor y porquesta constitución sea mejor guar-
dada para agora y para sienpre jamas la mandamos asentar entre las otras cons-
tituciones de la dicha santa yglesia. E nos los dichos deán y cabildo ayuntado^
capitularmente llamados por cédula para lo susodicho lo otorgamos e juramos en
fomu de lo aosi tener y aguardar que fue fecho en la dicha gibdad de toledo
dentro de la dicha nuestra santa yglesia a cinco del mes de dizienbre de mili e
quinientos c treynta e ocho años» ¡il
Veinte y siete aflos duró aun la fiesta en esta manera reformada; pero, ya por-
que asomasen de nuevo los excesos que se habían querido cortar, ya por la
índole misma de aquella costumbre, que se compadecía mal con la severidad
de la disciplina eclesiástica, el Concilio provincial toledano de 1 565 la abolió de
todo punto en estos términos: «Decernit etenim sancta Synodus, ut prorsus hic
tnrfús abusus in Ecclesiis Cathedralibus & Collegiatis nuUo modo permitti de-
beré, ut ficta illa ac puerilis Episcopatds electio fiat, quK certis anni solemnita-
tibus fieri solet: imó illam omninó eisdem indictis poenls fieri prohibet; ciim & ea-
1 Pontifidae dignitatí veré detrahat, * prsedictis abusibus, & aliis quE
(>) EiuonitltucíAndclCaTdgnilTavcu, que no Mogo notkii ac b>yi pablieido huu ■
Atura en el Ci-mb»/»/ Jt ¡» It''"' •'' '¡'¡•■^ <<< 'S3^- «•■ -J* '«f » -I"' "í'" "VI, » le R«»l B
tizcdbyGOOl^Ie
- 165 -
;, discipliase diviaorum Ofñdorum Majeatati, templommque aacro-
nim venerationi maximb conveniunt, occasíonem dederinti.
Ya se ha visto por el texto de la constitución de Tavera que la ceremonia
del Obispillo venía celebrándose de tiempo inmemorial en Toledo y que tam-
bién se practicaba en las demás iglesias del reim). En la región oriental de la
península parece alcanzó antiguamente gran celebridad, y en Sevilla tengo noti-
cia de que se perpetuó hasta el último tercio del siglo XVI. Pero en ninguna
de nuestras catedrales revestía el carácter aparatoso y original que en la to-
En muchas iglesias de Francia acostumbró asimismo á celebrarse en lo anti-
guo una tiesta análoga, que llamaban Pestum fatttoitim (fiesta de los fatuos ó de
los inocentes). «En ella se nombraba un obispo por los muchachos, y empezaban
estos á governar el coro dcide las vísperas, en las que á el cantar el versículo
dtpositií de el Magníficat, quitaban los muchachos el cetro á el Chantre ó cantor
y tomaban el govierno de el choro» (i). En la catedral de Lann parece se cele-
braba la fiesta de los fatuos con especial solemnidad.
Estas curiosas prácticas, simbólicas por su origen y nacidas en la edad media
al calor de una sincera piedad, fueron desapareciendo de todas partes, abolidas
por prelados y concilios, en razón á los inconvenientes que ofrecían en los tiem-
pos modernos, tíempus de fe menos sencilla y candorosa.
(i) C*rtmtKÍmt ftirliCHlartí di la Sa^i, ttUtia primada ái 7ólcJa. Ma. en íol. de Ii Biblioteca
pnriDckl dt Túleda, ul* rucrvadi, 9-1.
lizcdtyGooi^Ie
III
Relación de 1» muerte de la Emperatriz D.* laaliel 4e
Portugal 7 de la* eeremoulas y houraa que ae al-
Kuleron (1530).
Audict lieu de Tuledo, au mesme temps, en upvril LiSJ9J' esUn. l'impératríce
eaceincte de huict muys, diíltvra d'ung filz, lequel tost aprés mounit, ct elle
print la fiebvre, de laquelle, le premier jour de may eosuyvant, & une hcure
aprts midy, ayaot laict son testament, receu toua ses sacramens avec bonoe mé-
moyre, rcndit son ame á son Crdateur, en présence de Sa Majesté. Et incontinent
Sadicte Majestí se retira en sa chambre, et la dame deffuncte demoura tout le
jour en son lict, le visaige descouvert; lequel lict estoit accoustré d'escarlatc,
cnvironné de plusieura dames en doeíl. Vindrent incontínent ptusieurs relígieulx
ct prebstres lire le psaultier, et tous ceulx qui vouloient venoieat veoir ladictc
dame dcffiíncte. Et le soir le corps íut, par la marquise de Lombay ct Melaie de
Salsedo, qu'estoient de aes fcmmes, ung médeciii ct ung barbier de Sa Majesté,
accoustrú et cnsevely saos (.'stre ouvert: car ainsy avoit-elle supplyé á Sa Majesté
avant sa mort. Fut mis en ung luyscau de plomb, et demoura ledict corps toute
la nuict en ladictc chambre. Et le matin, environ les neuf heurcs, fut apporté
emttas dedaníi une salle qu'estuit toute tcndue de uoir, devant ung aulte] qu'es'
toit \k dresaiS, <iü tout le juur l'on avoit celebré messes. L'office fut faict par
l'évesque de Liion, et chanté par les chantres de Sa Majesté, de réquiem.
Sadicte Majesté estoit secrftement en une fenestre en hault, de laquelle pou-
voit veoir sur ledict autel.
En ladicte salle estoient toutes les dames de la deffunte, accoustrées en doeuil.
Et pour ce que ladicte salle n'estoit assez grande, la cour, qu'estott en carrure,
fut tendue, de quatre coustelz, de trois profondeuis de drap noir, et des deux
coustelz tout le long des bancqi, oü assdoycnt, de l'ung des coustelí, les cardi-
naul", archevesques, Ovesques, ct conseilliers, de l'aultre coustel. les ducí, mar-
quis et contes, tous en doeuil,
Vindrent toutes les religions ct toutes les eglises dudict Toledo, l'une apres
l'aultre, fairc les recommandatious sur ledict corps.
La messe achevée, chascun se retira jusques k troys heures aprés midy, que
chascuu s'assambla en ladictc court, et tout le clergié en une église pres ladicte
lizcdtyGooi^Ie
- I67 —
court. Duquel lieu partírent chascun en son ordre, marchans pas á pas contre la
porte tirant á Grena.de; et aprés les confréries et clergé marchoient plusieurs
officiers et gentilzhomrnes de ladicte dame. Vindrent quatone, tant diicz, mar-
quis que coates, en graoda manteaulx de doeuil, treuver ledict corpa en ladicte
salle dessusnommie, mis en une litiére, couverte de velours noir, laquellc ilz
prindrent sur Icurs espaules et l'emportarent jusques i la porte hors de la ville-
Suyvoit aprés ledict corps le princc d'Espaigne, filz unicque de ladicte dame,
accompaigné des cardinaulx de Toledo, noncc du pape, ambassadeurs de France,
Portugal, Venize et aultres, tous k pied, et si grand nombre de gentilzhomrnes et
peuple que ledict prince fut constrainct, pour la grande chaleur qu'il faisoit et
long chemin qu'il y avoit depuis ledict logis jusques k la porte, demourer en
mi-chemin et soy retirer en une égüse.
Et en cest ordre fut conduict le corps jusques i ladicte porte ofi !e duc d'Es-
calone et l'évcsque de Corya, commis ad ce pour le mener en Grenade, l'accep-
tarent. Aussy furent ordunnei quarante geotiiihommes de sa. maison de l'Empe-
reur, douze dames de ladicte dame deffuncte et ceulx de aa maison pour accom-
paigaer iedict corps jusques cu Grenade, oíx par l'archevesquc dudict lieu ñit
receu et accepté, et inhumé en la chapellc royale aupres du roy et de la royne
catholicques, ses grands-pére et mere, et du roy don Fhilippe, son beau-pére.
Incontinent aprés Sa Majestd se retira a Sai nct-H ¡(írosme, hors de Toledo, nü
¡1 demoura jusques le 27* de juing.
Les obséques de ladicte dame defTuiicte furent c^lébiei audict Toledo, au
couvent de Sainct Fraugois, nommú Saitict-Jaan di los Reyes. L'église fut tendue
de noir de quatre draps de profond, par dessus tiré ung velours semé d'escus-
sons aunarme» de ladicte dame deffuucte; par dessus une lambourde de boys
chargée en chierges árdanla. Kt le chceur fut tendu dé cincq profondeurs de
ilrap, au milieu duquel fut dre.-isíe une chappelle árdante fort richemcnt accous-
trde, croisée et recroisée en forme de couronne impériale, chargée de chierges
jusques a u nombre de sortans aux quatre cantona quatre angcs tenans les
quatre quartiers de ladicte dame deffuncte. Soubz laqucUe chapcUe estoit la
représentation du corps, couvert d'uag grand drap d'or, sur lequel estoit ung
carreau o& estoit la couronne impériale et les armes de ladicte dame; les roys
d'armes á l'entour dudict corps; & main droicte le siége du prince; au bas la place
de l'ambassadeur de Portugal, rcpri^scntant le roy son malstre, frére de ladicte
dame deffuncte. Et aprós ledict ambassadeur estoient les ducz, princes, marquis,
contes et gentilzhommes, chascun en grand mantean de noir et chappron em-
bronché. A main senestre de ladicte chapeUe estoient les cardinal de Toledo,
nunce du pape, ambassadeurs, seigneurs du conseil et des finances, et auprés du
grand auCel douze cvesques. Les rúes de Toledo furent barrees depuis la court
jusques bl'église.
Et le jour. environ deux heures aprés midy, se assemblarent au quartier
du prince les ainbassadeurs, ducí, cmles, seigneurs et gentilzhomrnes et officiers
de l'Empereur, de la dame deffuncte, du prince et de mesdames les infantes, ses
Mxurs. Toua, meslez par ensemble, sortirent de ladicte cour, tous en doeuil et
manteaulx traynans et chapprons embronchez, Marchoient deux ú deux en l'or-
dre que s'ensuyt: ung rc)y d'armes, ceulx de l'escuyrie, les paiges, les ofñders,
chiefs d'office, pensionnaires, chambellaiiis, contes, marquis et ducz, sans avoir
respect au preceder, les maistres d'hosteL aliaos et venans entre le doeuil, &i-
sans teñir ordre. Aprés marchoit le prince d'Espaigne en son doeuil, auquel seul
tizcdbyGoOl^Ie
— I68 —
fut porté 1& queuhe par le commendador majeur de Castille, son grand cham-
bellain: aprcs le quel venoit Tambassadeur de Portugal seul, représentant le roy
son nidistre. £t aprís suyvoient les ambassadeurs, chascun en son ordre. Vin-
drent jusques k ladicte ¿glise; et, chascun assis en son licu, furent commencées
lea vigiles, et icelles achevées, chascun s'en retourm en sod logis jusques au len-
demain, i huit heures, que Ton revint au mesme ordre que le jour précédent,
que l'on proceda h la messe jusques á rofTcrtoire, que le prince fut ofTrir. Fut
fatct un sermón par un ¿vesque de l'ordre Sainct-Hiérosmc. Ln messe achevée,
chascun s'en retourna.
(JoariuU des voyages de CharUi- Quiñi, por Juan de Vandenesse. Incluido en la
Colledion des noyagts des souverains dei Pays Bas, publicada por Mr. Gachard,
tomo II. (Bruselas, 1S74)- Páginas 149 á 153.)
tizcdcy Google
IV
Fiestas eelebraAss «h la Catedral de Toled* «on ■■•-
tlT« de la lfli|HislclÓM del cápele cardeHalleio al Car-
demal BlUceo (ISSd).
Fué la fiesta del capelo muy (elebrada de toda la. ^iudad de Toledo porque
fue el primer cardenal que refibio el capelo en la Santa iglesia de Toledo de
siete cardenales que hasta este tiempo tubo esta sancta silla de Toledo: y asi
como en cosa tan nueva, quiso esta santa Igle^ ha^r la mas heroica y ex^e-
Itente fiesta que se pudo pedir ni desear, asi por honrra de su valeroso Pastor, y
Arzobispo, como por señalarse s^un lo tiene de costumbre en todas sus obras,
ia qufll referiré puntualmente como paso para que no se pierda la memoria de
tan ((ran solemnidad.
Muchos días antes que el Capelo viniese se entendió en hazer un Arco triun-
fal corinthio en el qnal trabajaron por espacio de un mes, mas de ochenta oficia-
les y muchos Artifiges muy curiosos y escogidos asi en el arte de pintura como
de talla. Acabóse esta obra con toda perfección, y se puso, y armo a gran prisa
la víspera de Nuestra Sefiora de Margo en la puerta prinppal de la Santa Igle-
!tta, que llaman ta puerta del perdón. Todo el edificio del Arco era corinthio.
Tenia ochenta pies en alto, y quarenta y mas en ancho. Havia en el tres estan-
cias iguales primera segunda, y tercera, y por debajo del dicho Arco se entrav^
por la dicha puerta en la Iglesia. En la primera estancia havia quatro columnas
sus capiteles de bronge corínthios de mucha grande^, escarchados en muy es-
traña manera, encima de los quales cargaba luego su Architrabe, friso y cornixa.
Eran las dichas quatro columnas muy hermosas y gruesas y muy altas, dos de
cada lado, las quales eran de bronce sobre sus estilobatas muy grandes, y muy
hermosamente labradas. La segunda estangia cargaba sobre la dicha cornixa y
sobre unos zocolos muy grandes, que estaban sobre Ins capiteles de las dichas
columnas con sus Arquitrabes y comixas de un cabo y de otro. Estaba armacn
esta segunda estancia en li^ar de columnas sobre seis Gigantes muy grandes, y
maravillosos, tres de cada parte los quales tenian engima de las caberas como
por capiteles unos jestones muy bellos, y grandes llenos de muchas frutas dife-
rentes, y luego su Arquitrabe, friso y cornixa y sus zocolos por remate, lo qual
auD visto desta manera sin lo principal paremia una obra muy sumptuosa, y ad-
lizcdtyGooi^Ie
- 170 —
vierto que en las estilobatas, ó socoros de la primera estancia sobre que cai^aba
todo el edifí^io, estaba pintada en la estilobat<i de la mano derecha á la parte
frontera, la Diosa ^eres, á quien los giegos gentiles tenían por Diosa de la abun-
dangia estrañamente hermosa y al natural poético, y ansi mismo de grande es~
tatura con un cesto caduceo debajo del brago lleno de muchas frutos, que paro-
dian naturales a los ojos de quien los mirava: lo qual denotava la grande fertili-
dad, y abundancia de Toledo, y su tierra. En iaestilobata de la mano izquierda eS'
tava pintado el dorado Rio Tajo en muy bella postura echado sobre un cántaro
grande vertiendo agua. Estaban asi mismo en las estilobatas de los flancos, que
es a los lados de la parte de adentro del Arco pintados muchos compartimentos.
y frutos muy apacibles y testas a lo antiguo de gran maravilla y muy al nstural,
los quales compartimentos y frutos denotavan la grande abundancia de las mu-
chas y muy excellentes frutas, que a su tiempo se hallan en la Qiudad de Tole-
do, y en su Huerta Real.
Estavan luego en las pilastradas, que servían detras dos columosG, y dos lien-
Cns muy grandes, uno de la una parte, y otro de la otra: en el de la mano dere-
cha estava pintada la virtud de la Justicia de muy cxcellente mano, y en el lien-
to de la mano izquierda la fortalega de la misma mano, y ambas pinturas eran
muy hermosas, y de mucha Grandega, y tenia cada qual dellas su insignia. La
Justicia estava con una espada en la mano, y la Fortalega tenia una gran colum-
na, que se fingía caer. Estavau luego encima destas dos virtudes las Armas del
Cardenal a imo y otro lado en unos escudos muy grandes, y muy bien piotados.
Luego estavan en los flancos del arco, que es a los lados de cada parte, pinta-
das a la parte de adentro en unos liengos muy grandes la Fe y la esperanca, y
encima destas dos virtudes por debaxo del Architrave de eiunedio a manera de
Cielo.
En otro liengo muy grande que tomava todo el ancho, y quadro del arco es-
tava pintada la virtud de la charidad tan al natural, imitando lo que representa-
va, que verdaderamente ponía admiración. Esta virtud era de mano de un gran
pintor, la fe estava a la mano derecha del dicho arco muy hermosa, con un cali*
en la mano, y debaxo de sus pies tenia al Maldito de Mahoma, enemigo de nues-
tra sancta Fe. La esperan^ tenia debaxo de sus picsaldesesperudodejudasyen-
gima della a un lado estava pintada Ja Virgen Nuestra Señora, con su Hijo precio-
so en ios bracos, a la qual estava la esperanga buelta con una postura admirable.
La Cbaridad era de maior tamaño que las otras, y estava tan hermosa, y acabada
que causa va alegría, y gogo el mirarla. Estavan muchos niííos asidos dclla, estraña-
mente hermosos, y a lo desnudo, y natural; los quales niños se fingían repugnar
unos a otros, por asir a la charidad de unos racimos, que tenia en las manos a
manera de ubas, los quales racimos estavan tan bien pintadoü, que parecía, que
combidavao el apetito de los que los miravan y podían bien competir con las
ubas de ceusis. Tenia la Charidad debaxo de sus pies al impin de Sardanapalo,
en quien jamas se hallo charidad, sino enemistad y odio, al qual estavan muchos
mancebos muy hermosos, y gragiosos, dando de coces, y puñadas como a hombre
Indigno de piedad, pues vivió sin ella. Sobre los Capiteles de la pilastrada de la
parte de adentro donde estas virtudes estavan, se velan de una parte la Tem-
planga, y de otra la pruden^a, cada una con su insignia, y de muy grandes figu-
ras, y muy hermosas, y asi se veían todas las Siete virtudes Cardinales, y Theo-
logales en la primera estangia deste edificio, y obra.
En los zocolos, que estavan como he dicho encima del Architrave, friso y cor-
tizcdbyGoOl^Ie
— J7I -
nixa estavan los qnatro sagrados Doctores de la Iglesia dos de cada parte, en
cada lOColo, loa qualps estavan tan al natural de In que representavan que pBr«-
9iaii cosa divina.
Luego en esta segunda estanca frontero de un liento muy grande que tomava
todo el ancho, y quadro de la estangin se vela pintado el Monte Parnaso, muy a
]o proprio y Poético, con sus dos collados Helicón y Citheron, y el cavallo pe-
gaso muy grande, y muy hermoso, de color blanco con sus alas muy grandes ^er-
ca de la fuente Hipocrene, que por otro nombre llaman Pegasea 6 Cabalina, el
qual Monte y Cavallo estava hecho de mano de un escogido pintor muy al natu-
ral, Estavan a los lados del dicho Monte Parnaso a la parte de adentro las Ar-
mas de la SancCa Iglesia de Toledo, engima de las caberas de los Gigantes, y sos-
tenían el Architrave, friso y comixa; y luego encima de todo por remate, esta-
van tres tondos muy grandes en redondo; en los quales estavan en el de cnme-
dio las armas del Papa Paulo quarto; muy bien pintadas con su Thiara y llaves, y
en el tondo de la mano derecha las armas imperiales, de Carlos quinto, y en el
tondo de la mano izquierda las armas reales del Rey Don Philipe segundo; de
manera que estos tondos habían un remate muy vistoso conforme a la magestad
y grande^ de la dicha obra, que aunque era corintliia, las pilastradas eran de ge-
nero dórico y todas jaspeadas, y la segunda parte de esta obra era del genero
composito.
Tantuen digo que en la estancia de enmcdio a las quatro esquinas del Parnaso
estavan quatro Músicos de bulto muy al propio cada uno con una Harpa muy
grande en las manos los quales eran Apolo, Mercurio, Orpheo, y Amphíon. De-
l)a)0 destos bultos estavan quatro meoestriles que tañían quatro orlas soavíssi-
mamente, respondiendo a quatro pies de un romana bien ordenado el qual
cantavan nueve Musas que estavan en la estantía del Parnaso y estas eran nueve
muchachos del choro de la Sancta Igle^ vestidos riquis^mamente, el qual ro-
mane^ comen^ton a cantar luego que salió el Arzobispo de su casa que se veya
desde el dicho arco, y Parnaso a donde las Musas estavan, y como estavan tan
altas y la música sonava tan bien que paremia cosa del ciclo. Sallo el Arzobispo
como a las nueve y medía de la mañana acompañado de todos quantos Señores
illustres, y Cavalleros havta en Toledo, y del Nuncio del Papa que se hallo i este
acto, y de Don Gaspar de (^uñiga Obispo te Segovia que bavia de ba^r las cere-
monias. Llebavan al Arzobispo en ombros quatro Cavalleros de su servido en
una silla asentado con gran Magestad, y era tanta la gente que havia desde su
casa Arzobispal hasta la Iglesia en una plaia muy grande que esta entre la Igle-
sia y su casa, que apenas podia pasar. Llego con mucha dificultad a la puerta de
la Iglesia donde estava el Arco Triunfal, y allí salió una procesión general solem-
nísima de todos los Prebendados de la Iglesia y lo recibieron con grande aucto
ridad, y música de Ministriles que sonavan en el choro de la dicha sancta Igle-
sia. LlevBva el Capelo delante el Abad de Biviena, que lo havta Irahido; iba ves-
tido de terciopelo carmesí con una ropa hasta en pies, y debaxo llebava otra de
damasco morado. Desta manera llegaron al choro del Altar maior donde estava
puesto un rico dosel, y su estrado, en el qual se asento el Arzobispo, y el Nun^o,
y el Obispo de Segovia. Empegóse luego la Missa c>n toda la solemnidad que
esta sancta Iglesia acostumbra en fiestas de primera clase adonde con ser esta
sancta Iglesia uno de los mayores, y mas insignes templos del Mundo no cabían
<le pies, y sacavan algunas Mugeres medio ahogadas.
Entre los dos choros de la sancta Iglesia havía un gran Tablado muy bien
lizcdtyGooi^Ie
— 172 —
aderezado donde en acabando el Offertorio de la Missa Be hi^o un entremés entre
un PaatOT, y las siete artes liberales que fueron las dichas Musas del Parnaso; el
qual Pastor entro en habito de muy anciano, y de muy buena presen^, vestido
todo de grana colorada hasta los (apatos, y un sombrero colorado may grande,
y con muchas borlas atrás colgando, y solo llebava cl ^nto blanco. Este Pastor
representava le persona del Cardenal de cuia ^nta colgava un eslavon grande
de la insignia de sus armas, y su caiado colorado a la manera de báculo Arzobis-
pal con su vuelta arriba, el qual tenia una estrella con el nombre de Jesús en
medio, de quien como he dicho era devotissimo. Tras el entro un muchacho que
se degia su hijo adoptivo a manera de simple el qual se de^ el ^lo de la fé,
todo vestido de aguí, y no degia otra cosa sino a tiempos donde caía bien padre
papa, papa, padre.
El Pastor entro di^endo estos siguientes versos, que por ser una alabtn^ tan
buena del Cardenal, aunque toscos, y mal limados como de aquel tiempo los
pongo aqui, y diflcn ansi.
o qnt halo, j qu< nbaiki,
qi» «rboUdjUj 7 que olívnt
i qq* pndo tan simBo
DÚO» tí ptido unwila
pUnluda de pledru dni.
Pan me hallo en pnde Ul
1. be>>d>cl»a celewbl
DI veno del ciUdor
j yo que •<« malornl
lai DDQbie oa qtáero dcf ii
que rae llaraan buen pMtor
y el bliion di^e en ni |le»
habliDdci de ni íiveí
tizcdbyGooi^Ie
el nc blco ■ ni Puior
qatda p«r MsycHl
pan dar lumbic al itnado.
BM cmblo 1 loi nbaBoi
de Moicbi j de Cutb*i«iia
y fbl alU «■ eU aalnDa
qua loi Ubre da nil dóna-
le loa ^liiLerioi lapadoL
Iti di «le
y con la
■laat»!
da mU racanei.
RtcogÜD
iaeot.al
yUroBi
.luuDK
aUIgla
lia k» tltvc
do rutioi
ilib>»d<n..l.
y ..i po.
■ »M ta.o¡
B »u labaSo
canhaiti
jCRtiloamor;
na po.qu
•OD poiqi
je bato umaXo
rcquíria
talPaiior.
Y a.l JO
mahancraado
a aquc.
znl. ovaj'
me be nholgido
lodaijuii
tu abairiaco.
M-d-"
han dado el calado
y>lboi>e
:o colorado.
y ti c»K
., yaunelptllon
y auD el 1
■ombitio borlado.
lizcdtyGooi^Ie
aftbre lompeí el pellejo.
Dicho esto entraroD las siete Artes liberales ricampntf^ vestidas, y cada qual
con su insigoia y la Sagrada Theologia con ellas, la qual entro con una Iglesia de.
madera en el ombro isquierdo y con una corona muy rica ea la cabe^. La
GrammatJca, y la Lógica, y rethorica entraron con unos libros dorados en las
manos. La Geometría con un compás, la Arithmetica con una tabla blanca con
giertos números de guarismo. La Música con uo laúd y la Astrologia con una
sphera, las quales entraron cantando un villangico, y le traían a! Pastor por joya
una piedra pedernal, la qual le dieron encareciéndosela mucho, y le declararon
la virtud y propiedad della, la qual el Pastor tomo, y reconogio ser qual depan,
y se salieron cantando un villancico. Hecho esto se prosiguió la Misa con gran
solemnidad, y acabada se vistió de Pontifical Don Gaspar de Quñíga Obispo de
Segovía con una muy rica Mitra en la cabega, y se asento en una silla junto al
Arzobispo, y se levanto el Abad de Biviena, y hagieado su acatamiento al Atso-
bispo, y al Obispo de S^ovia se bolvio al Pueblo, y higo una oragion en latín
muy elegante, y con mucha auctnrídad, y luego puso en una fuente de plata las
letras, y facultad que ha vía trahido del Summo Pontifige para el dicho Obispo de
Segovia para que diese el Capelo al Arzobispo, y con mucho acatamento dio las
dichas letras al Obispo gerradas, y selladas, el qual las tomo y beso, y tocando
en la Mitra de la cabega con ellas obedegiendolas las dio a un Secretario suio, y
se las mando leer en alta voi para que todos las olesen. Leídas y entendidas de
todos higo luego el Obispo una oragion en latín en loor del Arzobispo la qual
acabada se lebaato el Arzobispo y se fue a humillar delante del Obispo el qual
en un Missal le regibio el juramento que se acostumbra to-nar a los Cardenales
quando lea dan el capelo conforme á las g 'remontas sanctas de la Igle^a, y en-
tretanto tenía en las manos el Abad de Biviena el capelo levantado en alto: y
acabadas de hacer todas sus geremonias tomo el capelo el Obispo, y con grande
auctoridad, el, y el Señor Nungio, y el dicho Abad se lo pusieron en Ja cabega
catando humillado en Tierra dígiendo Te Deum laudantuí, y a este punto sonó la
Música de los Cantores, y sonaron las campanas sacabuches y Chirímias de la
Iglesia, y fue grande el gogo, y alaridos de la gente.
Acabado este acto vino una I>anga de Salvages y otra de los seises de la Sancta
Iglesia los quales iban vestidos de uncís saietes de muy ñna grana con ribetes de
raso amarillo con sus cascaveles, y unos bastongillos colorados con muchas lla-
mas, y con caigas, y gapatos de la misma color con unos morriones muy galanos
en las cabegas, y cada uno llebava en el pecho dos eslavones de tergiopelo mu-
rado bordados muy al propio, y entre los eslavones la piedra pedernal de su
divisa con muchas llama-s, y gentcllas al derredor, y In mismo Uebavan rn las es-
paldas los quales dangavan, y cantavan un villangico muy regozijadn. El Carde-
nal mostró semblante de mucho plager, y todos los que con el estavnn, y acaba-
da esta tiesta lo bolvieron a llebar en ombros los que lo havian trahido, y co-
mieron con el este día torios quantos señores se hallaron en su fiesta, la qual fue
de las mas solemnes que se han visto en esta Iglesia. He querido referir todo
esto muy a la larga como paso para que se vea quan bien sabe esta Sancta Igle-
sia acudir a la obediengia, y respecto de sus Prelados, y solemnigar sus fiestas, y
lizcdtyGooi^Ie
— 175 —
para que se sepa lo que poso en este tiempo para quandn sea
brarse en ella otro capelo.
(Relacáán tomada de la obra inédita del licenciado Baltasar Pnrreño Historia
episcopal y real de España. En la qttal se traía de ¡os Arjsobispos de Toledo, y Reyes
que kan gobernado a España debaxo de itt Primado. — Dos volúmenes en folio,
original y autógrafo. Biblioteca Capitular de la santa iglesia de Toledo. Cajón 27,
ndmeros 31 y 33. — Vol. II, folios 331 i, 333 v."> )
lizcdtyGooi^Ie
V
RelaeláB d« las cerenottla* con que se alzaron peado-
aes en Toledo por D. Felipe II. (1506.)
Es de saber que el emperador y rrey don carlos nuestro señor estando en flan-
des el año de mili y quinientos y ^quenta y seis años, siendo de edad de ;in-
quenta y seis años por que nas^io el año de mili y quinientos dia de santo matia.
cansado ya de tantos trabajas y por sus enfermedades y principalmente por ser
cristianissimo y quererse rrecojer lo neatante de su vida para sosiego de su anima
y congien^ia determino de rrcnungiar y rrenun^io el derecho de aus rrcynos en
el prinppe don felipe su hijo señor nuestro rrey que tanbien era de ingalaterra
por aver casado con la rreyna de ingalaterra. y asi se despojo de todo el señorío
dcstos rreynos y lo dexo al dicho señor don felipe en i6 de enero de 1556 cosa
ix>r Qierto digna de tan grand principe, que en su vida siendo señor y monarcha
del mundo lo quisiese rrcnungiar y rretraerse y apartarse de todos los negogios.
lo qual se lee de pocos principes en el mundo, y venidas de esto las provisiones
necesarias, luego en estos rrcynos se alearon pendones por el dicho señor rrey
don felipe nuestro señor, segund costumbre antigua deslos rreynos en la sus^es-
sion de los nuevos principes y rreyes de ellos.
Viernes diez dias de abril del dicho año de mili y quinientos y cincuenta y seis
años el marques de montemayor alcaide de los alcagares y puertas de esta gibdad
al9D y puso pendones, en los alcafares y puente de alcántara y puente de sant
martin y puerta del cambrón de esta gibdad. con muchos tiros de artillería que
se soltaron, los pendones eran colorados con las armas del dicho seflor rrey ell
águila con vna cabera.
IDomingo de quasimodo doze dias del dicho mes de abril a las onze de medio
dia volviendo ya la progession de la sancta iglesia de toledo del monesterio de
sant agustin donde es costumbre aquel dia ir y llegando a la piafa de ayunta-
miento cerca de la puerta del perdón la cibdad estando ayuntada en la.s casas de
su ayuntamiento sacaron y algaron su pendón por el dicho señor rrey. el pendón
era de tafetán colorado en vna vara dorada en ci pendón de vna parte y de otra
estavan las armas de castilla y de león, conviene a saber castillos y leones y la.
águila coa vna cabera, salieron delante al corredor de' las casas de ayuntamiento
los sofieles de la ^bdad con sus ma;^ en las manos vestidos de librea de grana
tizcdbyGoOl^Ie
- 177 —
con ([orras y guarniciones de carmesí sayos y sobre rropas con sus ioslgoias de
la 5ibdad que son vnos emperadores, y luego estando presentes todos los rregi-
dores y jurados saco el pendón el jurado juan baptista oliverio como mayor-
domo mas antiguo del cabildo de lo^ jurados, y d¡Ko a altas buzes. oid pid oíd.
castilla castilla castilla por el rrey don felipK nuestro señor a quien dios dexe
bivir y rreynar por largos tiempos, y a altas bozes rrespondieron todos amen, y
luego tocaron los ministriles y atabales y trompetas con mucho rruldo estando
abaxo en la pla^a de ayuntamiento infinita gente, y a su ventana de sus casas el
ylustrisimo y rrcveren disimo señor don uan martinez sili^eo arzobispo de toledo
cardenal de esparta, y los cantores de la santa iglesia a la puerta del perdón can-
taron giertos versos, las mismas palabras castilla castilla dixo otra:j dos vezcs el
dicho jurado juan baptista oliverio, y tocaron los ministriles y trompetas y ata-
bales y asi ae quedo allí el pendón en el corredor de ayuntamiento hasta la tarde
el dicho día.
El mismo dia en la tarde la gibdad entrego el dicho pendón a don antonio de
fonseca corregidor que a la sazón era de esta gibdad para que le llevase a poner
en los alcagarcs de esta 9ibdad el qual yva vestido rriqu i ssi mámente de vna
rropa de brocado blanco y vna quera y calcas de carmesí con tantas perlas y pie-
dras preciosas la delantera de la quera y la guarnición de la rropa que era de
efessivo precio hecha para solo aquel efecto. El corregidor tomo el pendón en
ayuntamiento y con el toda la ^ibdad de rregidores y jurados y oficies de ella
y le llevo hasta la sancta iglesia de toledo donde a la puerta del perdón le estava
esperando el cardenal don juan martinez sitigeo arzobispo de toledo con la ele
rezia y vestido de pontifical fue con et dicho corregidor y pbdad y pendón hasta
el coro del altar mayor y alli el dicho cardenal estando el dicho corregidor de
, rrodillas con su pendón en la mano le bendbco con muchas bendiciones y con
mucha música de canto de órgano y al ñn dio a todos su bendición, y el dicho
corregidor se fue con su pendón y a la puerta del perdón cavaigo en vn cavallo
vayo. y con su pendón en la mano yendo delante de el toda la ciljdad cavalgando
!(i9 sofieies con sus magas y los jurados y rregidores por su borden y antigüedad.
fueron por la lonja y quatro calles y calcetería y lencería y calle ancha hasta
Cocadover con grand tropel de tronpetas y atgb^les y ministriles, e infinitissima
gente asi cavalgando como.a pie y a las ventanas estando todas las calles entol-
dadas, y en llegando a cocadover disparo en el alcacar mucha artilieria de tiros
gruessos y menores y arcabuzerta, que para esta fiesta estava aparejada hasta
llegar asi cavalgando hasta el alcagar.
Dentro del alcacar estava el marques de montemayor alcaide de los alcacares
y puertas de esta cibdad y vna muy luzida capitanía de soldados criados y de
su valia y oficiales de las obras del alcacar todos muy bien ataviados y armados
de arcabuzes y partesanas y otras armas y el mayorazgo del conde de gríuentes
con ellos con gente luzida. y llegado el corregidor y c'bdad al alcacar estavan las
puertas cerradas y llamo tres vezes díziendo como venia de parte del rrey nues-
tro seiíor a poner el pendón de la cibdad sobre la^í torres del alcafar, y asi le
abrieron y el alcaide y ambrosio de macuelas rregidor de toledo su teniente to-
maron el pendón que el corr<^idor traya y el dicho ambrosio de majuelas le
llevo y puso sobre la turre del homenaje donde estava el otro que se avia puesto
con mucho estruendo de atambores y artillería.
El corregidor llevando el dicho pendón en las quatro calles y en cocadover
dezia castilla castilla castilla por el rrey don felípe nuestro señor a quien dios
lizcdtyGooi^Ie
- ¡78 -
dexe lúvir y rreynar por muchos añoa y era tanta la gente a [hc y cavalgando y
por las ventanas que era cosa de espanto, esa noche domiogo en la noche ovu lu-
minarias en toda la glbdad y mucho regozijo. y el domingo siguiente diez y nueve
dias del dicho mea de avril se corrieron en gocadover ocho toros en rregozijo.
lo qual todo se hizo por virtud de las cartas que a la fibdad y ayuntamiento de
ella vinieron del emperador don carlos nuestro señor y del rrey don Telipe
nuestro seAor sobre este caso.
(Biblioteca Nacional. Sección de Mss. Aa. 105. Libro escrito por Sebastián de
Horoico, fol. i6a.)
tizcdbyGoOl^Ie
VI
Sohre Is traalacl¿B d« la corte 4« T«led« á Madrid
t>m «lemp* de Felipe II (15«1).
La traslación de la corte i Madiíd desde Ti)led() en tiempo de Felipe ti es
usunto que, por la importancia de semejante medida, ó mejor por lo trascenden-
tal de üus consecuencias para ambos pueblos, como también por la diversidad dir
criterio con que el punto ha sido tratado, merece algún mayor esclarecimientu
que el que le cupo en el texto.
Cuanto í \¡i fcch;! de la traslación, es de notar la divergencia que empieza á
observarse en los escritores desde poco tiempo después de efectuada. Vaoder
Hammen la d;i comc) ocurrida en 1560 y también Llaguno (t. II, pág. 81 de su
ubra}. Según D. Modesto Lafuente, acaeció unw vez terminadas las Cortes de
aquel año, y la misma fecha se lee aún ca obras modernas como el Diccionario
giográfico de Madoí (t, XÍV, pág. 848) y el Dlceioaario enciclopédico kispano-ame-
ricano (t, XXI, pág. 54). Gil González Dávila, en su Tsatro de tas grandezas de Ma-
f/<'i^ (Madrid, 1633), dijo que la corte entró en esta villa el año 1561. En su /fis-
hria de.\íadriii, publicada en 1639, Quintana retrasó el suceso hasta 1563 [fol. 3JI
v."), y en este mismo año lo fijaron Parro y Martin Camero y yo también en mi
Giría de Toledo, descansando en el dicho del historiador madrileño y de los his-
toriadores toledanos. Martín Arme y01;ivarrfa colocan el hecho en 1565. Los se-
ñorea Amador de los Ríos y Rada y Delgado, modernos historiadores de Madrid,
coincidiendo con González Dávila, añrmaron que la corte vino en 15Ó1. Verdad
que más había precisado anteriormente León Pinelo, después de consignar que
la traslación ocurrió en aquel año. «Del dia— dice—en que entró el sello real,
que es la insignia formal de la Corte, no consta; solo se halla que á veinte y dos
de Febrero estaua el Consejo en Toledo, y que á 19 de Julio despachaua en
Madrid, según |Utreze de dos autos acordados de estas datas...* (Anuales ó
historia de Madrid, año 1561. B¡1>. Nac, mss. 1764.) El ,Sr. Cambronero, en su
artículo Cosas de antaüo. Vicisitudes de ¡a corte, publicado en la Revista Cou~
temporánea (tomo CX\1I, 1900, página 635) y ya mencionado en una nota de mi
discurso, avanza hasta sentar que la corte se trasladó aquí en Junio de 1561. Ya
yo consigné en el texto que la traslación, ó más bien, la marcha de las personas
reales de Toledo, acaeció en los días i j, 17 y 2S de Mayo di' 1 561; noticias que
lizcdtyGooi^Ie
— l8o —
suministra el historiógrafo toledaao Sebastián de Horozco en una de sos rela-
ciones manuscritas, tan interesantes para cuanto se refiere á la ciudad imperial
en el siglo XVI.
Como cuantos trataron del cambio de corte operado en tiempo de Felipe U
partieron del supuesto de haber entraíiado carácter deñnitivo, es natural que
se echaran í buscar motivos y razones que explicasen una determínadún tan
importante, Gran parte de aquellas razones carecen, en realidad, de fundamen-
to. Que obedeció la medida, se ha dicho, á la posición más céntrica de Madrid
en la península; i quien alegue aiin este argumento no hay sino invitarle á exa-
minar el mapa de España y señalar las sensibles diferencias de centralidad entre
Madrid y Toledo. Según el P. Sigüenza, Felipe II sentó la corte en Madrid «por
ser cielo más benigno y más abierto», ráaón de poco fuste para ser considerada
única. Más verosímil parece que inliuyera en el cambio la especial topografia de
Toledo. Esta ciudad, por su secular signiñcación histórica y por su insigne ri-
queza artística, no tenia rival en España; pero sus estrechas y tortuosas calles y
sus ásperas cuestas, tolerables y aun convenientes en la capital de un pueblo
medioeval y guerrero, do eran muy compatibles con la permanencia y las con-
diciones que requiere una corte á la moderna. Vo entiendo, coa todo, que en
la marcha de la corte en 1561 no influyeron la estrechez de las calles ni lo em-
pinado de las cuestas. Felipe II no debió de percatarse á los treinta años muy
corridos de su edad de aquellas circunstancias, que harto conocía desde niño;
ni por la posición de Toledo dejó de prepararse con la restauración y embelle-
cimiento del alcázar una espléndida morada, en lo que se propuso algo más que
un fin meramente artístico. Pero la topografía toledana por fuerza hubiera con-
tribuido, si no entonces, en más lat^o plazo, i la mudanza de la corte, por no
haberse realizado aquello que la disposición misma del terreno parece estar re-
quiriendo allí: una gran ciudad en la Vega junto al Tajo canalizado y navegable,
continuación moderna de la histórica ú intangible acrópolis.
Sebastián de Horozco escribió en uno de sus apuntamientos: <En esta ijibdad
de Toledo cayo vna muy grand nieve que muchos de los bivos no se acordavan
aver visto otra tal viernes en la noche primero de hebrero y sábado siguiente
todo el dia de mili y quinientos y sesenta y vn años, a cuya cavsa aquel invierno
estando aqui la corte de su magestad y por estar las calles tan suzias, ovo tantos
y tan malditos lodos qualcs nunca en toledo se vieron...» (Ms. Aa IOS de la Bi-
blioteca Nacional, fol. 257). No pienso, sin embargo, que estos fríos y lodos exce-
sivos fueran principal causa de la traslación. Recuérdese que la corte no se au-
sentó hasta muy avanzada la primavera, en que el sol de Mayo resarciria sobra-
damente de los rigores de tan crudo y desapacible invierno.
Se ha dicho que Toledo sintió antipatía hacia los Reyes de la casa de Austria
y que Felipe II abandonó á la ciudad por aquel motivo, no olvidando su adhesión
á la causa de las Comunidades. El Sr. Castaños y Montíjano ha sostenido recien-
temente esta opinión en su artículo Toledo, cabtza de EspaHa, publicado en los
números de Marzo y Mayo de 1900 del Boletín de la üocUdad arqueológica dt To- ■
ledo. Según aquel ilustrado escritor, á la sazón aún había en Toledo comuneros
y recuerdos funestos del tiempo de las Comunidades; latente existía allf la re-
pugoancla contra la dinastía austríaca, cierta animosidad y resistencia pasiva,
con lo que el Rey y la nobleza estaban disgustados, y ello es lo que determinó
la salida de la corte. El Sr. Castaños encarece, á lo que yo entiendo, el alcance
de todo esto y no fundamenta su tesis ep hechos históricos. Explicarlase que
lizcdtyGooi^Ie
— I8l _.
Carlos V hubiera expresamente anulado la capitalidad de Toledo en castiga á su
resisteoda á las armas imperiales (en la que los ciudadanos no anduvieron uná-
nimes, ni mucho menos); pero no se explica que Felip; II se apoyara, al ausen-
tarse, en esta raión, al cabo d? cuarenta años verdaderamente arqueológica. Ks
también notable que, por evitar Felipe II todo recuerdo comunero, eligiera, se-
gún suele afirmarse, i Madrid para su corte. Recuirdese, en efecto, que en la
grave alteración de Castilla Madrid simpatiió desde el principio con Toledo y
con la causa popular; que, al igual que Toledo, se declaró en rebeldía, y que
también persistió en esta actitud después de la rota de Villalar. La verdad es
que tales hechos no impidieron que Madrid fuera la villa predilecta de Carlos V
y Felipe U, que, tocante á este punto, no debieron de tener con Toledo y Ma-
drid dos pesos y dos medidas.
Opinión de los eruditos autores de la moderna Historia d£ la nUla y corte de
Madrid es que la importancia misma de las ciudades históricas y cabeíaa de rei-
nos fué, á no dudarlo, la más grave de cuantas razones decidieron al Reyá «dic-
tar el controvertido decreto» (t. I, pág. ¡8). Por mi parte, discrepo de esta opi-
nión, y no creo que D. Felipe eligiera á la modesta villa por acallar rivalidades
y competencias que, ó no existieron, ó no se manifestaron vigorosamente en de-
manda de los beneficios de la corte.
Es muy curioso lo que sobre el tnismo particular dice D. Cristóbal Lozano en
sus Reyes nuesos de Toledo i,lib. I, cap. I). La imperial ciudad «vio que para alver-
gar i la gran Casa de Austria en la obstentacion magnifica que se porta, era su
Real Alcázar nido estrecho», y le fabricó palacio en Madrid, que es como nuevo
alcázar de Toledo y cual un barrio, arrabal ó retiro suyo. Sigue discurriendo
Loiano y establece un parangón entre Roma y Consta nt inopia , adonde Cons-
tantino trasladó su corte por no hacer sombra, á la autoridad religiosa, quedando,
con todo, Roma única cabeza del imperio. Así, pues, «viendo el Quinto Carlos y
Rey de España de este nombre... que en esta Imperial Ciudad reside y habita el
Pontífice y Primado de todas las iglesias de sus Reynos... retiró á Madrid su
Casa, su Corte y su grande/a, fabricando allí nuevo Palacio para él y sus successo-
res"; y Toledo quedó «señora y mis Imperial». Dejando á un lado lo de que de-
terminara la mudanza Carlos V y no Felipe 11, como siempre se ha creído (aun-
que la verdad es que, como definitiva, no la resolvió ni uno ni otro), ni creo que
convenzan á nadie estos argumentos, ni que se consolara Toledo quedándose,
aunque sin corte, «más Imperial», según determinación del buen D. Cristóbal.
Buscando nuevas explicaciones á la traslación, un autor moderno pensó que
quizá no fuera ajena á ella la devoción del monarca al santuario de Atocha; y
Otro escritor, acaso no descaminado, sospechó que algo pudo influir la fundación
del monasterio de las Descalzas, hecha en 1559 por la princesa D.* Juana, her-
mana tan querida de Felipe IL
Creo haber demostrado en el cuerpo del discurso que ni hubo aversión hada
Toledo por parte del Rey, ni á causa tan imaginaria se debió la mudanza de la
corte. El autor, ó al menos el propalador de esta leyenda fué nuestro cronista
local Martín Gamero, quien, de tan juicioso criterio en general, padeció en este
punto ofuscaciones que hay que atribuir á un amor patrio exagerado y á erróneos
prejuicios muy extendidos en el último siglo. Según él, la traslación de corte fué
un golpe que se tenía preparado á Toledo, halagándose á la ciudad por algún
tiempo para dársele sobre seguro. Se la quiso coger desprevenida, temiendo que
estallara de coraje. Felipe II meditaba en Toledo dónde alzaría la fábrica que
lizcdtyGooi^Ie
— I82 --
pensabu dedicar á San Lorenzo co memoria de la batallü de San Quintín, y ni
Hitio ni buena acogida hubo de encontrar acaso para Ir obra, con lo que cempetó
á disgustarse del pretorio visigodo, que aprisionaba su indócil pensamiento como
en una cárcel oscura». <La ruina total de Toledo estaba reservada para la época
en que empuñase el cetro el Demonio del Mediodía, Felipe II no podía remirar
libremente donde erraban las sombras de sus ilustres predecesores, y como le
ahogara el aliento de gloria que despedían nuestras instituciones y nuestros mo-
numentos, avergonzado abandonóla cuna de la monarquía...! 'Este soberano,
como si emplease ei puñal de misericordia que se usaba para rematar á lo» ven-
cidos en las luchas antiguas, acabó de un golpe la agonfa prolongada de Toledo.*
Tales y otras análogas ideas, vertidas en el curso de su Historia por Martin Ca-
mero, vuelven en parte á tomar cuerpo en d siguiente párrafo, en que concrcti
más su opinión acerca de la mudanea operada por Felipe II: 'Aquel monarca —
dice, — ^no encontrando en Toledo terreno á propósito para esculpir su nombre
con caracteres de piedra en un monumento que descollase sobre los demás que
ya encerraba, pretextó el poco atractivo que ofrcda á la noblcia afeminada y
exigente de su siglo, y la falta de espacio en que pudiera ensancharse, para ir á
levantar á orillas del pobre Manzanares ó en los desiertos lindes de ambas Cas-
tillas el pedestal imperecedero de su futura gloria. Creyó que su cuerpo no
cabria en vida ni en muerte donde habían errado las ilustres sombras de San
Fernando y Alfonso el Sabio, donde yacían la^ cenizas de Sancho el Bravo y
Enrique III, del Condestable Don Alvaro y del gran Cardenal Mendoza, y erigió
un palacio al lado de la Almudena, y creó un panteón en el monasterio de San
Lorenzo» (pág, aS). No escasa materia de rectificación se observa en este párrafo;
pero tocante á las razones que en é! se atribuyen á Felipe II para resolver la
traslación, el historiador no las justiñca ni documenta, por la sencilla razón de
que no es posible exhibir lo que no existe.
La-H equivocaciones de los hombres de recto criterio son harto de lamentar,
entre otras razones, porque siempre encuentran un sitio en los escrití)s de aque-
llos otros que, viniendo detrás, hallnn muy cómodo pensar por cuenta de un
autor justamente acreditado. Todavía en cierto moderno libro de cosas to-
ledanas (sin duda escrito con muy buena intención) se habla de «la ingratitud, el
menosprecio y la ruin vengama de un orgulloso monarca á quien la toledana
historia no olvida», que «hizo que naufragara [la ciudad} en la horrorosa tem-
pestad de su desvio, abandonándola cruelmente", etc.
¿Qué es lo que hoy queda en pie-de todas estas imputacionesf No más que pa-
labras. Vióse ya en el texto el interés que demostró por Toledo el monarca á
quien se achacó la ruina de la antigua corte. No insistiré en recordar los actos
solemnes que en ella celebró Felipe II, sus donativos á la ciudad, su veneración
por su iglesia, la concesión de piadosas reliquias, la subida de las aguas del Tajo
y la navegación de este rio; pero mencionaré algunos otros hechos que vienen á
robustecer la verdad del afecto dispensado por el Rey á la ciudad que como
cabezii de España se consideró siempre desde el tiempo de los godos.
Parece evidente que en lugar para él antipático no había de prepararse el
monarca tan suntuosa morada como la que aderezó en el alcázar toledano. Y
es de reparar el interés y diligencia cim que fomentó la restauración y embelle-
cimiento de la antigua foitalcza, superioreii á todo encarecimiento. Aun siendo
príncipe y después, ya Rey, <lesde cualquier punto de la península en que se
hallara, cc)m" también desde Lnndri'S ó Bruselas, seguía atentamente el curso
lizcdtyGooi^Ie
- 183 -
de ) OS trabajos, mantenía nutrida correspondencia con los arquitectos, enviaba
caudales, enterábase de los menores detalles, proveía á todo, dirigía las obras,
en fin, como si en Toledo se hallara presente.
ExístJa en la ciudad desde principios del siglo XV el hospital de San Lázaro,
en que hallaban cuidado y consuelo los enfermos de ciertas dolencias repug-
nantes; pero en el siglo XVI ya había dejado de practicar (acaso por falta de re-
cursos) sus caritativas tareas. Felipe II quiso librar á la ciudad del ingrato espec-
táculo de tantos infelices que ostentaban sus enfermedades por las vías públicas
y en tjóo reparó el h()spital, situado en las afueras, ordenó se abriera nueva-
mente y le declaró de patronato real.
Los privilegios, gracias y confirmaciones concedidos por Felipe 11 á Toledo,
á la Catedral, alas diversas corporaciones, monasterios, capillas, ciudadanos, e'c,
Hon en grandísimo número. Por las provisiones y cartas dirigidas al Cabildo de
juradas se declara bien su afecto al pueblo toledano. Por carta de privilegio
fecha en Madrid á 15 de Elnern de 1566, confirmó á Toledo su antigua exención
de portaigo de las mercaderías que sus vecinos llevaban y traían por todo el
Reino; y por carta de Madrid, á 14 de Mayo de 1576, confirmó también el privi-
legio y franqueza de las alcabalas del vino, concedido por Enrique IV. A la
Santa Hermandad, al hiispital de Santa Cruz, á la capilla de Reyes Nuevos, á l«s
monasterios de Santa María de la Sisla, Santa Catalina, Santa Clara, San Agustín
y Santo Domigo el Rea!, entre otros, y á muchoi gremios y oficios, concede ó
confirma gracias y privilegios (i). íNo es verdad que todo ello es demasiad"
conceder á una ciudad odiada, y que Felipe II nn era hombre de estos que con-
ceden por compromiso?
Con semejantes hechos se e.'Cplica bien que los toledanos, lejos de estar 'jus-
tamente resentidos' con Felipe II, como se pretendió, le mostraran siempre
amor, veneración y respeto. A mayor abundamiento, la opinión unánime de un
pueblo humillado ó aborrecido suele refiejarse en los escritos de sus hijos, y los
escritores toledanos de los siglos XVI y XVII sólo alabanzas publican de aquel
monarca. Sebastián de Horoico llamó á D. Felipi-
d* lai qulun lida tn i\ mu ni lo.
Román de la Higuera, que si como prfibablc autor de los falsos Cronicones no
es muy de fiar en las antiguas cosas toledanas encerró en su Historia eclesidstira
de Toledo abundante arsenal de noticias contemporáneas, hace constar el singii-
lar consudo que por el restablecimiento de Felipe II en 1596, de cierta grave
dolencia, tuvo la ciudad tqui- por tantas cau.sas le ama y desea la vida*, (fiist.
ecl.de Toledo, lib. V, cap. XX V"). Pisa, escritor de la misma ópoca, dice que
en los 'felices tiempos' de Felipe II 'gozó esta ciudad y república de Toled'i
de la felicidad que siempre en ella ha resplandecido'. Recuerda «el amor que
Su Hagestad siempre le mostró», de lo cual pudiera traer «muchos exemplos*.
(Historia de Toledo, i.' parte, fol. 264 v.") Mis categórico aún el P. Quintan»-
(ij En U BlblwtMn NM»nil di P>ri> <
do> pac Clrlc» V y K>lipc II, d« que da m.
lizcdtyGooi^Ie
— l84 -
dueñas, afirma que aquel monarca •amó con enceodido afecto á su Imperial
Toledo, como lo publican, si bien las oroicas obras, honras y favores que la
hizo, no menos los muchos y extraordinarios privilegios que la concedió, de que
hoy gozan sus dudadanos». (Sanias áe Tate 'o, pág. 517,) Para adulación ú ironia
estas frases serían verdaderos colmos. Por otia parte, tanto Higuera corno Pisa,
que vivieron en Toledo durante el reinado de Felipe II, escribían en parte sus
obras en el de Felipe III, á tiempo en que, como es sabido, con libertad y sol-
tura se emitían juicios acerca del gobierno de) Rey Prudente.
En conñrmación de lo ya declarado en el texto cuanto á las verdaderas causas
de la accidental, que no definitiva, mudanza de Corte, ofrezco aquí algunas prue-
bas. El licenciado Horozco, frecuente compafuro mió de txairsijn al través de la
Toledo de! siglo XVI, nos dejó no despreciables noticias acerca del malestar de
toledanos y palaciegos en 1560. De la gran apretura y carestía de mantenimien'
tos y del mal aposento de los cortesanos en la ciudad por no estar las casas he-
chas á propósito de corte lamentóse repetidas veces en sus curiosas memo-
rias mss., levantando acta de las 'malas voluntades' que los palaciegos observa-
ban en los toledanos y del deseo que unos y otros sentían de ver mudanza de
corte, «e yo mas que todos — añadía — que estrañamcnte deseava su ida» (Aa. 105'
de la Bib. Nac., fol, 257). Pero aun mis elocuentes y pintorescas que estas decla-
raciones son las que estampó el mismo Horozco en una composición poética ro-
tulada Etatictor a un amigo suyo, que le entbiJ a pn^mtar como U iba con la corte,
estando en loledú, el año de I^^6o{i). Hé aquí en gran parte transcrita esta curiosa
Ytesujiqu«Bh.jus.do
o, publlcudo pac U Sociedad d
lizcdtyGooi^Ie
- 185 -
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Yd digo qu' > toda ley,
DigitizcdbyGoOl^Ic
Eip>Kol« y frinca»,
y lwt«co< y ilemanet,
Las CW> no III I
1 propoilto de con
é aimqiie hay much
ICMing. inquiet.Kli
Fgind hay Jb mutiiiud.
Pululaban á la saión por Toledo grandes ladrones y se comf tían frecuenta
hurtos, lo cuhI tenía tambicn disgustados á los ciudadanos. Muchos ladrones pe-
recicnn) en aquellos meses en la horca y sólo el día 2 de Mayo se ahorcó á cuatro
,<le ellos. No deja, pues, de ser curioso que, despuís de tantas quejas é invectivas
contra la permanencia de la corte en Toledo y los daños que i la ciudad acarrea-
ba, saliera diciendo Horozco en otro de sus apuntamientos: «Su magostad mando
ir la corte a Madrid contra la voluntad de todos, porque estavan y se hallavan
muy bien en esta ^ibdad avnquc al principio quando a ella vinieron no les pá-
resela bien* (ms9. Aa. 105, fol. 261 v.°). Claro se ve que, consumada ya la trasla-
lizcdtyGooi^Ie
- 187 -
don, Horozcn.y los que como él declamaban contra la estancia, comenzaban i
arrepentirse de la que acasn en parte con sus dichos habían provocado.
D. Felipe no se hallaba entoncesásu gusto euToledo, así por la incomodidad
del aposento para sus criados, como porque adoUclapor moaunioi la Real familia.
Exprésalo asi terminantemente Vander Hammen, escritor de la época (Don Ísom
de Austria, hoja 30). <Qué, pues, tiene de extraño que el Rey, impulsado por estas
fundadas razones, y viendo más tolerada que solicitada y apetecida la presencia,
no de su persona, venerada siempre, pero sí de su séquito, resolviera marchar
por el pronto á otro sitio, ó más saludable ó más Ireaco, ó mejor prevenido para
con sus servidores?
En otro lugar se dijo que, ni antes ni después de la accidental mudanza de
corte, expidió cédula Felipe II, ni dictó providencia, ni celebró ceremonia algu-
na por la que pudiera traslucirse sd propósito de establecer la capitalidad en
sitio distinto á Toledo. En efecto, cédula Ó providencia sobre el particular no ha
podido hallarse, á pesar de las investigadones practicadas por los diligentes
archiveros de Madrid Sres. Ciña y Cambronero. Aparato y pompa en la instala-
ción de la corte en Madrid no los hubo, ó al menos, callan unánimes sobre el
caso los historiadores y cronistas de la época. Según los modernos autores de la
Historia de ¡a Villay Corte de Madrid, todo induce á creer que Felipe II, sin dic-
tar solemnemente una providencia que hubiera acaso podido parecer extraña,
contentóse sin duda con formar para sí la resolución «estando en ánimo de per-
petuar en Madrid, conforme á sus miras políticas, el asiento de su metrópoli, por
cl convencimiento en que se hallaba de ser este punto el más adecuado para
aquellos fines...* Pero es el caso que, si tal resolución adoptó el Rey, tan recón-
(Üta debió de conservarla que no llegó á hacerse pública durante todo su largo
reinado. Así al menos parecen acreditarlo algunos textos, de que, por lo curio- .
sos, voy á dai noticia.
ELxhumados por el Sr. Cambronero en su antes citado arttculo Colas de antaño
son los siguientes. Consta que los cosecheros de Madrid solicitaron en Julio
do 1561 'autorización del Ayuntamiento para vender el vino á veinte maravedís
for el tiempo que S. M. estuviere en esta pilla'. En 18 de Agosto el Ayuntamiento
OomisfoDÓ á dos regidores, según cierto libro de acuerdos del Concejo, para que
«examinando la casa del Estudio de Gramática, informaran si se podía arrendar
á un tal Francisco de Monzón duranlt el tiempo que estuviere en esta villa la corte
de S. M.' En 14 de Septiembre de 1563 concede el Ayuntamiento á Juan Martí-
nez 'el alquiler del poste de junto á las carnicerías de esta villa frontero del
librero, para poner una mesa con molletes por el tiempo que la corte de S. M. es-
tuviere en esta villa'. Pérez Pastor, eo su Bihliogra/ia madrileña, núm. 545, da
cuenta de este trabajo del protomédico D. Cristóbal Pérez Herrera:
•Discurso á la Católica y Real Majestad del Rey D. Felipe Nuestro Señor, en
que se le suplica que considerando las muchas calidades y grandezas de la villa
de Madrid, se sirva de ver sí convendría honrarla y adornarla de muralla y otras
cosos que se proponen eon que mereciese ser corte perpetua^. Esto !o escribía su
autor en 1597, y en vista de tales textos, dice con razón el Sr. Cambronero:
<íNo viene á demostrar que un año antes de murir Fi-lipc II aún no estaba deci-
dido establecer aquí perpetuamente la corte?»
Por mi parte observaré que en el Ordenamiento de las Cortes de Madrid
de I J83, petición 56, se reclaman ciertas modiñcaciunes en el modo de juzgar á
•los presos de la cárcel de la villa de Valladotid y de Madrid, y otros lugares
tizcdbyGoOl^Ie
— I88 —
donde reside la corte», sin determinarse, según se ve, sitii) preferente 6 corte
perpetua. Agr^uese á todo esto que Felipe III la trasladó á Valladolid, como es
bien sabido, en Enero de 1601, y volvió á trasladarla á Madrid ea Febrero
de 1606, siempre con el carácter transitorio acostumbrado por sus antecesores.
Acaecido esto último escribían Juan de Xcrez y Lope Deza su curioso tratado
Jtaion de corte, que inédito se conserva en la Biblioteca municipal de Madrid
(número 2.135), y *' desenvolver uno de los puntos de la disertación, dicen se tra-
tará «con suposición que ia corte se afixe y perpetua en la villa de Madrid».
La corte no llegó, pues, d perpetuarse en Madrid, de hedía, hasta entrado el si-
glo XVn, y por tanto, cuando en ij6i se trasladó á esta villa Felipe n con su
familia, Consejo y servidumbre, no vino sino como tantas otras veces había ve-
nido, á pasar una temporada más ó menos larga.
Como aquel monarca no pensó en despojar á Toledo de su tradicional signifi-
cación y carácter, nada tiene de extraño «¡ue los escritores de ios siglos XVI
y XVII, asi toledanos como forasteros, continuaran considerando y enalteciendo
á nuestra ciudad como corte efectiva, cabeza y metrópoli de España, El valen-
ciano Bartolomé de Villaiba decía en 1577, al describir la procesión del día del
Corpus en Toledo, «que es de loar en esto la corte del Rey de España*. (El pele'
grino carioso y grandezas de España, pág. 193.) En Junio de 1618 Siilazar de Men'
doza enderezaba á la princesa Isabel la dedicatoria de su obra El glorioso Doctor
San Ilefonso... y en ella afirmaba que Toledo es «la cabe^fa de España eu lo eipin-
tualy temporal, silla, assiento, corte, y ordinaria residencia de sus Emperadores
y Reyes». Y todavía en 1635 pudo repetir, sin que nadie se le opusiera, el jurado
Sánchez de Soria, en su curioso libro del prudente gobierno de Toledo, que ésta
era 'caueca del Imperio de España» (cap. I). Es, pues, muy cierto que Toledo
conserva hoy intacto el derecho de poder titularse cabeza y aun corte de Es-
paña, que ni Felipe n ni sus sucesores le arrebataron.
Ahora bien, considerando el asunto por el aspecto de los hechos, la resolución
de Felipe II no perjudicó por sí grandemente á Toledo, que ya entonces, y aun
de mucho tiempo antes, no era cabeza de España sino nominal y honoríficamente.
Las necesidades propias de los tiempos de la edad media, y aun del siglo XVI,
hablan tenido en constante movilidad la corte, y varias ciudades castellanas y
andaluzas merecieron la atención de los an'eriores monarcas, no obstante los
tradicionales derechos de Toledo, En los comienzos del reinado de Felipe II
alternaban principalmente con Toledo en el papel de corte Valladolid y Madrid.
Objeto de criticas y censuras ha sido la supuesta elección de esta villa por parte
de aquel monarca; capricho inexplicable, dicen, determinación que, según algún
historiador moderno, da idea poco favorable de su talento. Estos cataos se des-
vanecen recordando que ya desde Alfonso VI, reconquistador de la villa, fué
mirada Madrid con predilección por nuestros Reyes y considerada como sitio de
esparcimiento y recreo. Alfonso XI, Juan II, los Reyes Católicos y el Regente
Cisneros residieron en su alcáiar con frecuencia. Carlos V ensanchó y mejoró'
este viejo edificio; habiendo convalecido en Madrid de unas pertinaces cuarta-
nas, cobróle singular afición, estacionó aquí muchas veces con su corte y aun
deseó, según Cabrera de Córdoba, establecerla en la villa definitivamente. Cons-
ta que la corte pasó temporadas en Madrid reinando Carlos V, en los años 1529,
y, 3', 33i 34i 3S> 3^. 39> 4''> 4' y 4^. Felipe 11 transformó en palacio el alcázar
madrileño, pues, lo mismo que su padre y sus antepasados los Reyes castellanos,
gustaba de Madrid, como tamtüén del Pardo y del bosque de Balsaín, inmediato
lizcdtyGooi^Ie
— 189 -
ftqnél 7 no muy lejos éste de la que estaba destinada á ser capital de la mooar-
quk española.
Al trasladarse, pues, accidentalmente á Madrid D. Felipe, no eligió un lugar
oscuro, como se ha pretendido, sino villa que tenía historia ligada de antiguo con
nuestros Reyes, E! clima de Madrid favorecía la salud del monarca. Los escrito-
res madrileños y los corUsanos de aquet siglo y el siguiente se hacen lenguas
hablando de la agradable situación de Madrid, de su alcáwr insigne, abundanda
de mantenimientos, excelentes aguas, admirable constelación, alegre cielo, aires
saludables y grandes calidades naturales; pintura acaso no tan exagerada ccAiu
á primera vista se creería. Ea efecto, por su topograSa, por la «tuación de bu
alcázar, por la amplitud de sus calles y plazas, Madrid parecía reunir más venta-
jas que Toledo para capital de un estado. Escritores respetables de aquella época
afirman que los alrededores de Madrid eran amenos y deleitosos. Umbríos bos-
ques, poblados montes y risueñas praderas rodeaban aún por aquel tiempo á la
villa, aunque ello parezca extraño á nosotros, habitantes de esta hoy árida región
castellana; y tales circunstancias prestaban, sin duda, á este pueblo condiciones
climatológicas de que modernamente carece. Adviértase que en el coro de tos
encomiadores de Madrid se señalaron muy especialmente los escritores toleda-
nos, asi antes como después de la traslación de la corte. Pedro de Alcocer* que
escribía su obra bastantes años antes de este suceso, dice que Madrid se puede
preferir y anteponer con justicia á casi todas las otras poblaciones de España
<por suassíento, fertilidad y excelencia» (Historia de ?b/ei¿i,I¡b. I, cap. L, fol.liij).
Pisa llama á Madrid villa muy excelente, y repite por cuenta propia las frases de
Alcocer (Historia de Toledo, i.* parte, fol. 43). El Conde de Mora elogia sin reti-
cencias i. Madrid por su salubridad, edificios y recreaciones (Historia dt Toledo,
título I, pág. 307). Matías de Novoa encomia también á la villa y corte en su His-
toria de Felipe ///(pig. 299). El maestro Josef de Valdivielso, en cierta silva, en-
salza grandemente al historiador de Madrid Quintana y á la misma corte:
Ifadrid, gua eAcrecdon
de todoi, puu á todoi biealuclien
McontrnlcA coa Urgueu aunu.
Estos elc^os á Madrid, seguramente sinceros, por parte de los toledanos, re-
velan que la ciudad imperial no temía (con razón ó sin ella) perder su derecho,
siempre reconocido, de cabeza de España, ni el carácter de capital efectiva que,
como antes dije, en realidad ya no tenía en 1561.
En el texto se señaló como causa principal de la detención indeñnida de Fe-
lipe II en Madrid la erección del monasterio escurialense, que ya le preocupó
hasta su muerte. En fines de 1561, año de ta mudanza de la corte, quedó elegido
el sitio para la .obra de San Lorenzo. En Abril de 1 562 visitaba El Escorial Feli-
pe II; en 23 de Abril de 1 563 colocábase la primera piedra del grandioso edificio,
cuyas medras casi seguía el monarca con la vista desde su alcázar de Madrid. En
Madrid, pues, siguió habitando el Rey de preferencia, con lo cual, no sólo Tole-
do,sino Valladolid y otras importantes ciudades, vinieron á sufrir la misma suerte,
privadas de la presencia de la Real familia y de ias indudables ventajas que á los
pueblos acarreaba. Por tanto, tscii lidto seguir censurando á Felipe 11, y aun
denigrar su memoria, por su marcha de Toledo en 1561; Ausentóse la corte y la
decadencia de la ciudad no se dejó sentir luego, sino bastantes años más tarde;
tizcdbyGoOl^Ie
— 190 —
y í bu<^n scgurn, principales ciudades de \n peninsulii hubo que, sin disfiniUr
tampoco en adelante de la presencia de los ninnarcas y hu séquito, mantuvieron
BU importancia y prosperidad í buena altura. Que la prosperidad y decadencia
de pueblos y naciones no deben sólo achacarse i los hechos más visibles y noto-
rios, sino buscarse en causas y circunstancias más complejas, dignas de estudio
más hondo que el que se les consagra de ordinario.
lizcdtyGooi^Ie
vil
Relael» del CoB«lli« pr«Tlael«l c«lebr«de «m Tel«é»
«■ 150S 7 Motlela de «tr** »a«eiias acaecidas per el
■tlaaie tlenpe.
Acabado El concilio general que sf hizo en trtnto El qual se comen go en
tiempo rtc nuestro muy Sancto padre paulo tercio año de mil y quinientos y
quarenta y (incn h'iHta el año dt quarenta y siete, y después en tiem|n) fie nues-
tro muy sancto pfidrc julio 3 hasta el año de ginquenta y dos y deüpucs en tiem-
\tí> de nuestro muy sancto padre piu quarto hasta el año d<^ 1563 que se acabo,
como de el rresultaron muchas cosas que convenia en cada metrópoli y dkices^
probeersc. y para el bien de la cristiandad su magestad del rrey nuestro señor
felipn 2° procuro que en todos los argohispadiis de cspaña se junta.s«'n y hizie-
sen ciin^ilios generales en el aflo de 1565. y asi hizo que cada arzobispo en su
iglesia metropolitana hiziese cóndilo juntando los obispos a su sede sufragáneos
y los abades y otras personas que por los cabildos de las iglesias diocesanas s<:
solían y debían llamar y asi el arfobi^o de Santiago hizo su con^lio probincial
en la pbdad e iglesia de salamanca donde el tiene su audiencia de las apelacio-
nes y por estar en lugar mas conveniente para todos sus obispos sufragáneos y
asi los demás de sevilla y ^ragopa etc
Al arfobispado de toledo son siete obis|HBi sufragáneos. Conviene a saber El
obispo de cordova. El obispo de giguenja. El obispo de palcn^ el obispo de
quenca, el obispo de segobia el obispo de Jaén, el obispo de asma, todos estos
perlados fueron llamados para toledo para primero día de agosto de mil y qui-
nientos y sr,5enta y pnco años avnquc dfspues se fueron prorrogando los térmi-
nos por sus editos hasta setiembre.
Y es de saber que como e.s cosa notoria a la sazón que este con5ilio se abía
de hazer y fclebrur y se. hizo. El arzobispo de toledo qui- era el que en el abia
de presidir, dim fray bartolome miranda de carranca estaba preso en valladulid
por el sancto oficio de la sancbi ¡nquÍHÍgion ovo de presidir en el dicho concilio
el mas antiguo obispo de los siete sufragáneos que fue il de Córdoba don cristo-
val de rr<)ias y para este efecto fue aposentado y poso en la sobrcciavstra de
la sancta iglesia de toledo, este vino el primero y luego vino el obispo de sego-
via don diego de covarrubias de leylia natural de esta (ibdad este fue aposen-
lizcdtyGooi^Ie
ado en las casas del duque de maqueda a san juan de los reyes donde poso
algunos días y después por <^star lexos se pasíi a la perrochia de Sa.nt andres
cerca de casa de su padre alfonsodc covar rubias en las casas del jurado juan
de majuelo y en las casas de juan de merino luego vino el obispo de quenca don
bernardo de frexncda fraylc francisco confesor de su magestad y poso en las
casas del Conde de fifucntes luego vino el obispo de osma don honorato juan y
poso en las casas de don garfia de toledo señor de higares luego vino el obispo
de jacn don diego de los cobos y poso al pozo amargo en unas casas de pareja.
Este fallesgio a veinte y ocho de agosto en la noche antes que el concilio se co-
mengase que fue graod lastima por que era mogo y rrezio y sano y muy rico,
avnque todo no le aprovecho contra la muerte fue abierto y embalsamado y lle-
vado i su tierra, y avn porque los que le abrieron y embalsamaron dil qué
tomaron cierta parte de su vnto. ovo pesquisa y presos sobre ello, luego vino
el obispo de giguenga llamado el de lagasca bien conogido por la jornada que
hizo a las indias contra pigarro poso en las casas de don pedro niño, hijo de
dona maría nifio. El de palengia valtodano vino después a 14 de setiembre el
mismo dia que se avia comentado por la mañana el conplio poso en las casas
de gomei carrillo.
Embio su magestad por embaxador para asistir en este congilio a don franpa-
co de toledo hermano del conde de oropesa fue aposentado en las casas arzo-
bispales en el quarto nuevo y mientras se le aderegalia el apoü'nto. estuvo algu-
nos días enfermo en las casas del marques de vülena.
A este congilio vino el abad de aicila don diego de avila hijo del marques de
las navas y de cada iglesia de las sufragáneas vn canónigo o dignidad y vn pro-
curador todos clérigos de los mismos cabildos, sobre los asientos de los que
les ovo al principio antes de se comcngar el concilio alguna pretendengia. y ave-
riguóse ninguno tener preeminencia de lugar sino la iglesia de Toledo y así
pregedieodo la iglesia de toledo tMos los demás se asentavan como hailavan.
por el cabildo de Toledo fueron nombrados don hernando de meodoga arge-
diano de toledo y don antonio gapata capellán mayor avnque al principio no
querían nombrar por algunas cavsas que alegavan y pretendían sobre lo qual
su magestad les escribió la carta siguiente.
Carta de su magestad al cabildo de la sancta iglesia de toledo
EL RREY
Venerables deán y cabildo de la sancta iglesia de toledo ya sabéis y tendréis
bien entendido que abiendose de gelebrar ay el congüio probingial de esta
provingia y metrópoli conforme a lo determinado por los sacros cañones y al
vso antiguo y de la iglesia han de intervenir en el personas de los cabildos de
las iglesias catredales de esa dicha provincia y metrópoli según lo qual de ese
cabildo siendo como es el principal de la metrópoli y avn de estos rreynos
deven intervenir y asistir personas y porque somos informado que como quiera
que por el obispo de Cordova presidente del concilio a defeto y por impedi-
mento que ay en la persona del argobispo de toledo os ha sido ordenado que
las nombréis y señaléis hasta agora no lo aveis hecho, mas avn según somos
informado aveis determinado y acordado de no lo hazer y porque esto en nin.
guna manera conviene y seria de gran nota y no de buena consequengia y exem-
plo os encargamos que. cumpliendo lo que el dicho obispo de cordova os ha
tizcdcy Google
- 193 —
ordenado sobre esto y lo que vosotros 9ois oblig&dos y satislazieiido y corres-
pondiendo al intento y fin que los sacros cañones y el antiguo vso de la iglesia
ha tenido nombréis luego las personas de ese cabildo que han de asistir e inter-
venir por el cu el dicho concilio advirtiendo que sean tales quales para tan
sancto negogio se rrequiere que yo rregcbire de ello contentamiento y de lo
contrario ni podríamos sentir ni juígar bien, del bosque de segovia a veinte y
nueve de agosto de 1565 yo el Rey pedro perez. dezia en e) sobreescrito por el
Rey. H los venerables deán y cabildo de la smcta iglesia de toledo.
Asi mesmo su magestad este mismo día escribió al ayuntamiento de la gibdad
de toledo otra carta de! tenor siguiente:
EL RREV
Ayuntamiento y corregidor de la muy noble ^bdad de toledo aviendose de
alebrar ay el concilio provincial que como sabéis esta convocado embiamos á
don francisco de toledo para que asista e intervenga en el por nos y en nuestro
nombre y le avernos encargado y mandado que en lo que tocare a esa ^bdad si
en el dicho concilio ocurriere aversc de proponer o pedir de parte de ella algu-
na cosa asista y procure de lo enderezar y encaminar como convenga de lo qual
os avernos querido avisar para que sepáis la quenta que con esto avemos tenido
y que conviene y porque juntamente con cíto ha de tener e! dicho don fran^SCO
-particular cuydado de que las personiís que concurrieren en el dicho concilio
sean bien tratadas y proveydas de las cosas necesarias y de que aya la libertad
s^uridad p32 quietud y concordia que se rrequiere os encargamos mucho que
en lo que el os pidiere y ordenare de nuestra parte (erca desto y para este
efecto lo procuréis de enderezar y encaminar de manera que aquello se haga y
cumpla como a el le pareciere que conviene que yo seré de ello muy servido
del bosque de segovia a 19 de agosto de IS^S- yo el rrey. pedro perei. deiia el
sobreescrito. por el rrey, al ayuntamiento y corregidor de la muy noble ^bdad
de toledo.
A este concilio eligió venir el obispo de burgos porque diz que es indiferente
y puede ir al que el quisiese, y por el y en su lugar vinieron el abad de salas y
el doctor liermo. y por la iglesia de burgos vino el probisor y otro letrado ca-
En viniendo que venian los obispos se juntavan antes que se comencase el
concilio cada dia en el aposento del obispo de cordova presidente donde trata-
van de muchas cosas que para el concilio se rrcquerian en lo qua el mayor tra-
bajo se encargaixi al obispo de segovia don diego de covarrubias de leyba ansi
por ser grandissimo letrado como por aver estado y halladose en el concilio ge-
neral de trento y estar mas instruido en lo que convenia, y asi escribió mucho
en aquellos dias como yo via por mis ojos, y cierto dcvia de aver neccssidad de
semejantes preparamientos como avia tantos años que en esta cibdad no se avian
hecho semejantes con^lios. y era cosa nueva.
Para este efecto y para donde se juntasen a celebrar este concilio se mando
aderecar la sala grande que dczian de los concilios en las casas arcobi^ales.
avnque en ella dizen nunca averie celebrado concilio semejante y si algunos en
ella se hízieron por donde se decia de los concilios serian sínodos de solo este
arcolnspado en tiempo de los arcobispos pasados, porque los concilios toledanos
que se hazian en tiempo de los godos de quien ay n
lizcdtyGooi^Ie
— 194 —
decretos se h-uian y ^Icbr&ban en diversaü partes conviene a saber en aancta
leocadia o en san pedro de las dueAas en la vega, y esta sala de que tratamos
con mas rrazon se podia llamar 1» sala de las rrentas. porque en ella se ■luelen
haier las rrentas ar obispales.
Esta sala estava tan mal tratada que fue ne^t^sario aderezarla y rrepararla y
de todo dieron el cargo al rracionern rrincon maestro de ^erimonias de esta
sancta iglesia persona hábil y solicita para elln. El qual la blanqueo y gerro en
ella gertas ventanas antiguas que eran rríncones. y hizo atajos y puertas y jer-
tas cámaras y piceas que dentro de ella «ttan las aderego blanqueo y puso en
ellas esteras y sillas para si quisiespn entrar allí a. comunicar y toda la sala es-
tero de esteras muy egelentes y la colgó toda de los paños franceses rricos quo
la iglesia tiene y hiso a vna parte de ella hazia la tribuena (jíc) va entablado de
madera de altor de vn palmo donde se sentasen el presidente y embaxador y
los otros obispos y aquel asiento colgó de doseles rricos de brocado y sobre
rriquissimas alhombras. puso sillas para todos los obispos y embaxador de ter-
ciopelo y cinvazcm dorada y vancos con ñnas alhombras para todos los demás y
para el abad de alcalá vna silla rrasa y enmcdio vna mesa para el secretario con
vna sobremesa que hizo de paflo rrico nuvado con sus fluecos de seda, porque
asi se le mando haier que bien se le pudiera poner la sobremesa de terciopelo o
brocado, y en vna tribuna alta que esta en la dicha sala, que saco el Cardenal dim
Juan tavera arzobispo de toledo de la dicha sala para hazer por debaxo vna en-
trada 3 las casas arzobispales al tiempo que mudo la puerta de ellas y hizo la
portada de piedra que sale a la plaga de ayuntamiento. El dicho rracionero
rrincon hiio capilla para dezir missa y hiío en ella vn altar, con doseles de bro-
cado donde se dezia missa y la oyan los congiliantcs el dia que avia conqlio. con
muy esíelentes aderegos y servigio de plata, todo con grandissima magestad
como lo tienen todas las cosas de esta sancta iglesia de toledo.
Loable gerimonia y antigua costumbre es que quando se ha de gelebrar conci-
lio se comienge y primero se haga con vna progession general y asi para el dicho
efecto del citngilio se hizo en esta gibdad de toledo progession suntuosissima el
dia de nuestra seüora de setiembre ocho dias del dicho mes y aflo. y fue de esta
manera que la sancta iglesia de toledo dixo su missa muy de mañana. ^ la pro-
gession de las amas de los niños espositos que aquc! dia suele venir del hospital
del Qirdenal don pcdro gongalcz de mendoga. a la sancta iglesia d; toledo pas,so.
y luego fueron a la sancta iglesia los obispos de cordova. y de giguenga. y de
segovia. y de quenca. y dp osma. porque el de palengia avn no era venido y el
de jaén era muerto como dicho es. y entráronse en el coro del altar mayor
donde en lo alto a la parte izquierda del altar hazla el pulpito de la epístola es-
tava hecho vn aparador con vn rrico dosel y todas las gradan de el llenas de
piega-M grandes de plata doradas que la iglesia tiene y a la mano derecha del al-
tar mayor hazia la parte del pulpito del evangelio estavan puestas sillas rficas y
sitiales para todos los obispos y para el embaxador y allí se sentaron vestidos
con sus capas y mitras y el obispo de cordova se vistió de pontifical para dezir
la missa. la progession fue como suelen ser las otras progessiones que la sancta
iglesia de toledo suele hazcr por rrogativas. fue al monesterio de sancta ysabcl
«alio por la puerta de los carretones y va delante de todo como es costumbre an-
tiquissima el cortasi^as de la sancta caridad y su pendón, y todas las cruzes de
las perrochiiis con la cruz de la sancta iglesia, y detras de todas la cruz de la co-
fadria de la simrta caridail la qual lleva vn clérigo y dos visitadores o cofadres
lizcdtyGooi^le
- 195 —
con dos giríos ardiendo con ella y delante y junto de ella el mayordomo con d
getro. 7 delante muchos cofadres de !a dicha cofadria. que es vna cosa muy an-
tigua en las semejantes progessiones y de mucha auctoridad. y luego tras la cruz
de la sancta caridad yvan como siempre van tíKla la clerezia. alli yvan curas y
benefi^ados de toda la gibdad y entre la clerezia de la iglesia yvan todas las
ordenes de frayles. y los beneñgados de las iglesias sufragnneas que avian ve-
nido al conplio con capas de coro como los beneficiados de esta sancta iglesia y
alli iva el abad de alcalá, y detrás de toda la clerezia ¡van los obispos como di-
cho es con sus capas y mitras todas las capas blancas bordadas y el obispo de
cordova de pontifical yba delante de el con el báculo pastoral hemando de lu-
nar rracionero y capellán de los rreyes nuevos de la sancta iglesÍB de toledo.
llevavan el palio delante del obispo de cordova don pedro pacheco y don rro-
drigo de mendoga canónigos. El obispo de giguenga porque era viejo llego hasta
la puerta de la iglesia y alli se quedo, detras yva don gomez tello girón gover-
nador del arfobi.ipado y otros cavalleros y detras la ^bdad de toledo sus sofie-
les con sus ma^as y los jurados y rregidores y otros oficiales cada vno en su lu-
gar por Hu antigüedad y al cabo el corregidor y alcalde mayor y otros oficiales
de la justicia entro la progession en sancta ysabel por vna puerta y a.ii se hieo
orapon y salió por otra y volbiose a la sancta iglesia donde el obispo de cordova
dixo la missa. y.alla arriba sobre las gradas gerca del altar sentado en vna silla
predico, de que el pueblo no goio ni entendió mida, la gibdad estava abaxo en
el mismo coro sentada en vnos bancos, y aisbada la missa el obispo de Cordova
llevo a comer consigo a todos los obispos, y asi se acabo In fiesta de aquel dia.
donde concurrió infinitissima gente asi de la gibdad como de fuera.
Comentóse el conglio y entraron en el en la sala donde se hazla, lunes veinte
y qnatro dias de setiembre de! dicho año de )S6S' después entra van algunos dins
y otros no. y el dia que no entravan en congiüo en la sala se juntavan los obispos
con el obispo de cordova en su aposento, en acuerdo donde lo.s perlados solos
sin tos capitulantes decretavan cerca de lo propuesto lo que les paremia que con-
venia y lo determinavan y decretavan. y especialmente el que mas en todo en-
tendía y trabajava y a quien todos dexavan U carga era el rrmo don diego dn
covarrubias de leyva obispo de segovia cminentlssimo letrado y el que en el
con^tio general tridenttno avia hecho le mesmo avnque en el avia tantos y tan
eminentes perlados y letrados rrecono^iendo todos sus letras rreputagion y vida
y zelo.
Dorante este concilio se consagro en esta cibdad en el coro de la sancta igle-
sia de ella el obispo de girona don Carlos freyle de 1a~ borden dt' santiago en
onie días (te noviembre del dicho aAo de 1565. domingo, consagróte don bei^
naldo de Trexneda oon el de gignenga asistieron y fueron padrinos ej otñsp» d<'
s^ovia don diego de covarrubias de leyva y el obispo de osma don honorato
Juan, digo que le consagro don bernaldo de frexneda obispo de quenca fraytc
frao^isGo confessor de su magestad. el qual dio aquel dia de comer en su casa al
obispo nuevo y a los padrinos y a otros muchos cavalleros y clérigos, salió aquella
mafiana el consagrando del monesterío de sant Juan de los rreyes acompañado
de los dichos obispos y del obi^o de cordova don cristoval de rrojas y del obispo
de palcngia valtodano y de otra mucha gente eclesiástica y seglar hasta el cor<i
desta sancta iglesia donde estava hecho vn tablado entoldado con el pontifical
segund se acostumbra en esta sancta iglesia y con aquella magestad que suele en
tal acto y iiíriis semejantes y acabado el oficio todos se fueron con el diobo
lizcdtyGooi^Ie
— 196 —
obispo de quenca a comer como es dicho a su posada que era en las casas del
conde de C'Aientes.
Durante asi mesmo este con^lio vino nueva como a nueve dias de diziembre
de 1565 avia muerto nuestro muy sancto padre pío papa quarto. hizo esta sancta
iglesia sus honras a vísperas y a missa miércoles y jueves nueve y diei dias de
enero de 1566. en que se hizo vn túmulo entre los dos coros alto (sic) al qua]
subian por sus gradas y alrredor con sus andenes con mucha ^ra de hachas y
velas y en medio su tumba alta con su tiara y muchos escudos de las armas del
dicho sumo pontiñge donde vinieron todas las hordenes de frayles que ay en
esta (ibdad y en sus capillas hizieion sus oficios y al cabo sallan sobre el cadahalso
con sus rresponsos. y al cabo los beneficiados de esta sancta iglesia con mucha
música de canto de órgano y muy solenemcnte. asistieron a los olidos todos lo
señores obispos que estavan en el concilio y el embaxador don francisco de tole-
do y otro dia viernes onze dias del dicho mes se hizo procession general en rro-
gativa por la elcction de sumo pontífice, salió desta sancta iglesia como suelen
hasta el moncsterio de la madre de dios yendo delante la insignia y pendoa de
la sancta caridad y la cruz de la sancta iglesia y las cruzes de todas las perrochias
de esta cibdad y detras la cruz y cirios de la saacta caridad y el mayordomo y
cofadres de ella y luego la clerezia y todas las ordenes de frayles y al cabo los
señores obispos del concilio y la justicia y ayuntamiento con sus macas en forma
de cibdad y hecha oración en la madre de dios volvió luego la procesiona la
sancta iglesia con su letania. y música de ministriles, y se dixo la missa con la
soleoidad que en esta sancta iglesia se suele dezir. y asi mesmo en todos los mo-
nesterios de esta cibdad de frayles y monjas se hizo su rrogativa por la election.
Domingo treze dias del dicho mes de enero por los dichos se ñores -obispos se
hizo ssession para lo qual ovo progession solemne por la sancta iglesia eo que
yvan todos los beneñfiados de ella con sus capas y también los beneñtiados de
las iglesias sufragáneas que aquí estavan en el coa; ilio asi mesmo con capas entre
los beneficiados de esta sancta iglesia y así mesmo yva el abbad de alcalá con su
capa blanca y el obispo de cordova presidente del confilio dixo la missa yva
vestido de pontifical con su mitra llevavan delante de el el palio don pedro
manrrique y el doctor barriovero canónigos yvan junto a el los obispos de
siguenta y de segovia y de palensia y de quenca y de osma con sus capas blan-
cas y mitras estava puesto vn aparador con muchas y grandes pieeas de plata
doradas arriba en el coro del altar mayor hazla la parte del pulpito de la epístola,
predico el evangelio el obispo de quenca comenjo a predicar con capa y mitra
y después se quito la capa y la mitra y quedo en alba, acabada la missa se dixe-
roQ fiertas oraciones, y don pedro goncalez de mendosa canónigo canto Ei evan-
gelio en el pulpito, y después se paso al pulpito de la epístola que estava entol-
dado y alli leyó y rrcfito a alta voz los decretos que los señores obispos en este
concilio hasta entonces avian fecho y ordenado, en que ovo gran concurso de
gente acabóse el oñtio después de la vna. ese dia comieron todos los obispos
coD don francisco de toledo embaxador estos decretos y los que mas después se
publicaran se emprimiran en vn volumen por tanto no se ponen aqui. todos fue-
ron sanctos decretos y de gran zelo y cristiandad.
Después de lo qual vino a esta cibdad nueva como a siete dias del dicho mee
de enero se avia hecho la election y fue electo por sumo pontífice el cardenal
alexandrino por ser de tierra de alcxandria de la palla frayle de la borden de
saocto donüngo llamóse pió quinto hizosc procession en esta sancta iglesia de
lizcdtyGooi^Ie
- 197 —
toledo dando grabas a nuestro señor sábado »t de enero del dicho aílo de i $66.
Después durante este concilio fue dado y declarado por euTraganeo a este ar-
zobispado de toledo el obispado de cartajena. y asi en el mes de hebrero del di-
cho año de 1566 fue por el concilio mandado llamar a el obispo de cartajena
para que aústiese por su persona o por otra con su poder.
Durante asi mcsmo esteconcilin se hizo auto de inquisición en esta c>bdad
por los señores inquisidores doctor pagos y el ligenciado bcltran. juntamente
con el licenciado soto que avia sido de primo inquisidor en esta ;Jbdad. y era
ya hecho oidor del consejo del saocto ofifio de la ¡nquisision al qual dicho
aucto que fue domingo veinte y quatro dias del mes de marco de mil y quinien-
tos y sesenta y seis asistieron y se hallaros presentes en el cadahalso de focado-
ver donde se hizo asiento aparte todos los señores obispos que a la saion esta-
van en el concilio que fueron el de cordova el de cigüeñea ei de segovia el de
quenca y el de osma el de patencia, por to qual el aucto fue muy solene y de in-
finita gente de la cibdad y de fuera, salieron al aucto veinte y tres personas, tres
fueron rrelaxados y quemados por luteranos, vn clérigo que avia sido frayle
francisco de los descalco^ y agustino este estuvo pertinaz hasta el cadahalso, y
en fin se convirtió, otro estranjero. y el otro fue don carlos de mespergue ca-
vallero alemán y de los principales y de los fúcares y de muy principales y muy
rricos padres, este fue paje del empei^or don carlos nuestro señor y el mismo
emperador hallándose en su tierra quando el ñapo fue su padrino y le saco de
pila y le puso su nombre este fue rrelaxado por rrelapso porque ya avia salido
antes otra vez en otro aucto de inquisición y fue rreconqi liado, era harto moco
y fue grand lastima verle morir mas murió muy bien y católicamente y con
grandes muestras de arrepentimientii y devoción, todos los demás fueron por
casados dos vezes y por blasfemos y por otros crimines, cuyo castigo pertenescia
al sancto oficio, el sábado en la tarde vispera del aucto fue llevada en procession
la cruz de madera que se suele poner en el brasero y lugar donde se haie la
quema en la vega lleváronla todos los familiares en procession con sus velas
blancas encendidas yendo delante vn pendón negro y luego la cruz y clérigos
del a sant vidente que es la parrochia donde están las casas del sancto oficio y
cantando hasta ponería en el brasero, desta manera se llevo otra vez et) el aucto
pasada y se llevara siempre de aqui adelante porque parege muy bien y es cosa
muy dcfente y devota que la cruz se lleve con esta veneración lo qual no se solia
hazer otros tiempos, sinc) que la cruz se llevava y punia sin solenidad ni auctori-
dad alguna, va el alguazil del sancto oficio al cabo df toda la professiun. salie-
ron el dia del aucto muchos de los familiares cavalgando y con varas acompa-
ñando a los señores inquisidores y a los penitentes, y yendo a la execufion de
las sentencias con los rrelaxados a la vega y parece bien.
Lunes veinte y cinco de mar^o de mil y quinientos y sesenta y seis dia de
nuestra señora por los dichos señores obispos del concilio, en la sancta iglesia
de toledo fue hecha otra ssession en que ovo procession por la sancta iglesia
en que yvan todos los rradoneros y canónigos y dignidades con capas entre los
quales también yban los canónigos de las iglesias Hufraganeas que estavan en el
concho y al ña yvan todos los señores obispos que eran el de osma y el de
quenca y el de palen^ia y el de segovia y el de C'^^enca y el de cordova todos
vestidos de pontifical con sus capas y mitras y el de cordova dixo la missa de
pontifical y predico el obispo de cordova en el coro dgl altar mayor hazia la
rrexa en alto sentado en vna silla quitada la casulla, yba detras en la procession
lizcdtyGooi^Ie
- 198 —
la ^bdad con sus ma^as y el cnrregidor al cabu. acabado el oñ^io doa pedni
gon^alez de mendosa canónigo de esta sancta iglesia de toledo canto el evange-
lio que en talca actos se suele dezir en el pulpito donde se canta el evangelio.
y luego en el otro pulpito de la epístola leyó a alta voz los decretos del sancbi
concilio, con que se acabo, y ese día el obispo de cordova llevo a comer consigo
a todos los otros obispos y luego cada vno de ellos determino de se partir e ir
a sus obiqtados a hazer los ofii;ios de la semana sancta cada vno en el suyo, los
decre'.os que en todo el dicho cotijilio se h iz i ero n y publicaron, se verán im-
preasos. y por tanto no ay necessidad de los poner aquí.
Este año de 1566 al principio fue muy seco porque no llovió sino vn agua en
eoero hasta al fin del mea de marío y en todo este tiempo ovo grand sequedad
qnasi generalmente en toda españa. llego a punto de perderse todo por falta de
agua hiriéronse en esta ;ibdad muchas rrogatibas y pro; essiones y fue nuestro
seSor servido de lo rremediar con embiar su pluvia muy avundante al qual sean
dadas infinitas gracias por siempre jamas amen, el fin del también fue muy seco.
Don gomei tello giran governador del arzobispado de toledo luego mando
convocar sínodo en la dicha ^ibdad de toledo dieronse sus edictos para el día
de los bieuaventiirados san pedro y san pablo a zg de junio del dicho año de
1566 y para el dicha tiempo se juntaron y congregaron en la dicha fibdad en las
casas arzobispales de ella los ar9iprestes y curas y todas las otras personas del ar-
9obispado que a las semejantes congregaciones y sínodos son obligados a venir
y con las solenidades y scrimonias acostumbradas se hiío el sínodo y en el se
hiíieron muchas constituf iones sinodales según que en tal tiempo y caso se rrc-
querian. las quales se enprimiran como las demás de otros sínodos han hecho,
acobose {lic) en (e» blanco) dias como cosa muy prevenida ya por los coopilios
general tridentino y provinciales a honor y gloria de dios nuestro señor por las
mercedes que a estos rreynos haze especialmente a esta provincia y f ibdad de
toledo por la cristiandad y limpíela que en ella ay.
(Real Biblioteca. Mss. Sala 2,*, M. 4. Libre de muchas cosas núiabUt esrrüasr
rtcopüadas por el lieinci^a SthasVan lie Morozro eesino de ToUdo, fol. 82.)
tizcdbyGoOl^Ie
VIII
Fleat«« 7 alegrías «■ T»l«do wtm mmtlw d«l ■«clmi«i-
t* de U InfkBta D* lasltol Clara Engeala (ISOO).
Lunes a las ;inco de la tarde doze días del mes de agosto de mil y quinientos
y sesenta y seis años, vino a toledo la nueva como ese mismo dia por la mañana
avia parido !a neyna dofta ysabel nuesLra señora vna infanta estando en el bos-
que de segovia. y luego esa noche se pregonaron y comenfaxon a hazer alegrías,
tañéronse las campanas en la sancta iglesia, pusiéronse luminarias en la iglesia y
en las casas del ayuntamiento y por toda la (ibdad esa noche y en el ayunta-
miento ovo música de trompetas y atabales y ministriles y mucha escopetería,
pasaron por toda la gibdad cavalgando con hachas y música de trompetas y ata-
bales y ministriles el ayuntamiento corregidor y justicia y ofigiales del ayunta-
miento y caballeros y ;lbdadanos y por toda la (íbdad ovo gran sentimiento de
aiegria y ese dia se pregono publicamente por toda la gibdad por mandado del
Corregidor y gibdad que por el alumbramiento de la serenissima rrcyna nuestra
señora en los quinze dias siguientes abria alegrias en esta gibdad y se dava
Ugengia a qualesquier personas para se disfrazar y enmaxcarar y para todos
y qualesquier juegos asi a pie como a cavallo que qualesquier personas quisie-
sen sacar y que avria palio para las mugeres de la mangebia que en habito de
hombres quisiesen correr.
Martes treze dias del dicho mes de agosto por la mañana ovo en la sancta
iglesia de toledo prucessiun general por toda ella alrrededor con te deum lau-
damus yvan en ella todas las cruzes de las perrochias de toledo y el pendón y
guión y cruz y clérigos mayordomos y cofadres de la sancta caridad, como lo
tienen de costumbre antiquissima y con toda la música de ministriles de la sanc-
ta iglesia y todos con grand rregozijo dando gragias a nuestro señor por el buen
alnmbramiento de su alteza.
Ese dia ovo ayuntamiento en la gibdad para nombrar a quien fuese a dar el
parabién del parto s su magestad y fueron nombrados don gargia de toledo rre-
gtdor y alonso de la palma jurado.
Este dia a la noche ovo muchas luminarias en las casas de ayuntamiento y en
la sancta iglesia y en las casas argobispales y en casa del deán y del argediano
de toledo y en toda la gibdad y ovo en las casas del ayuntamiento grand cohe-
tizcdbyGoOl^Ie
tena y escopetería y música de alambores y de la iglesia y casas arcbtñspales
tamtHCD ovo muy grand coheteria de tx>tafueg03 y voladores con graadisñmo
concurso de gente y en el ayuntamiento ovo tres ruedas de cohetería y mucha
gente y mucha grita.
Este día por la tarde salieron las mugeres publicas de la mancebía en vna
dan(a coo su tamboril dan9aDdo y baylando muy ataviadas de oro y seda.
Miércoles XlllP días del dicho mes se puso en la pla;a del ayuntamiento fron-
tero de la calle del deán sobre vna peaña vn hombre de palo desnudo a la yta-
liana con su morrión y grebas y cota y en la mano izquierda vn escudo o targeta
y en la derecha vna talega de arena metido en vna vara de hierro que se anda-
va alrrededor para los de ca vallo los quales corriendn con lan^a y dando en la
tacgeta volviese el a dar con la talega de arena en el colodrillo con vnas letras
al pie que dezian stafcrmo y asi corrieron algunos todo el tiempo que aUi estuvo.
Este dia y el siguiente por ser víspera y dia de nuestra señora ovo en la (ib-
dad grand gente de fuera que por devoción suele venir a esta ñesta a toledu y
esta a ver la solenne pro^ession que el dia de nuestj'a señora se haze en esta
sancta iglesia, este dia ovo por las calles bueyes que se corrían y grande grita, a
la noche ovo luminarias en el ayuntamiento y en la iglesia y casas arzobispales y
por toda la (ibdad y grande coheteria y arcabuzeria con grand música de trom-
petas y atabales y ministriles, esa noche ovo enmaxcarados a cavallo que corrie-
ron el estafermo y vna maxcara de muchos a cavalln disfrazados con hachas
ea^endidas.
Jueves XV dia de nuestra señora ovo en la sancta iglesia su projesaion ordi-
naria con vna danya muy gentil de la virga de jesse de los clerizones los qua-
les cantaban muchos villanficos y canciones, esa noche ovo en el ayuntamiento
y en la igleña y toda la fibdad grandes luminarias y gran troneria y coheteria y
arcabuzeria en ayuntamiento, este dia estuvo puesta sobre vn palo en la piafa
del ayuntamiento vna ave fénix de diversos colorts y de vn sol que estava
puesto ferca de la iglesia salió vn cohete que la quemo y dentro estava toda
llena de troneria y luego sonó que fue cosa muy de ver a cuyo sfiectaculu se
junto infinita gente.
Viernes XVI dias del dicho mes estuvo puesto el stafcrmo y ovo bueyes por
las calles y a la noche mucha música de trompetas y atabales y ministriles y lumi-
narias y mucha coheteria y escopetería en el ayuntamiento y se pusii vna soga
llena de truenos desde la iglesia al ayuntamiento y dellos culgad.-is tres cruzes
de botafuegos y todo soltó estando en la pla^a del ayuntamiento grandissimo
concurso de gente con grand sonido de las campanas de la sancta iglesia.
Sábado XVII dias de! dicho mea estuvo puesto el stafermo y ovo algunos
enmaxcarados y se corrieron bueyes por las calles y a la noche ovo las lamina-
rias y música y cosas de fuego que se hazian las otras noches, ese dia se visita-
ron por la justicia los presos en la cárcel rreal asi por delitos como por deudas
y se despacharon todos los que fue posible para que otro dia saliesen en profes-
sidn con sus candelas como otras vezes se solia hacer. Este dia ovo vna maxcara
de los alguaciles a cavallo disfrazados con sus trompetas delante y algunos
corrieron el stafermo y dieron que rreir a la gente.
Domingo XVIII" días del dicho mes salió propession general de la sancta igle-
sia de toledo a sant Juan de lus rreyes aviendo salido otras dos vezes antes en
dos domingc)S la vna a la madre de dios y la otra a sant Juan de la penitencia,
en esta postrera que salió a sant juan de los rreyes yvan todas las cruzes de las
lizcdtyGooi^Ie
— 201 —
perrochias como suelen ir y los JClros y pendones y cruzes de todas las cofa-
drías de esta ;ibdad. y especialmente cortaso){as y guión de In sancta candad
delante y detrás de todas el pendón y cruz y (irlos de la sancta caridad como In
tiene de privilegio vso y costumbre de tiempo inmemorial y luego toda la cle-
rezia y frayles de todas las ordenes y todo et clero desta sancta iglesia, y detras
la (ibdad. y al cabo de todo muchos presos con sus candelas encendidas que
fueron sueltos de la cárcel por las alegrías del parto de su magestad avnque
otros muchos quedaron que se avian presentado para se librar y se engaitaron
porque no fueron sueltos por averse presentados siendo hombres facinerosos y
estando huidos y rretraydos por muertes y otros delitos, este dia se acabo de
descobrir junto a las verjas de los portales del ayuntamiento vna ñgura grande
de ercules con vna porra en la mano cavallero en vn puerco del qual salia vna
fuente de vino y alrrededor todo enrramado de rramos y alverdin que dava en
que entender a la gente bahúna. Este dia ovo muchos disfrazados que corrie-
ron el stafermo y especialmente ovo vna quadrilla de los sastres. 34. todos muy
bien aderezados de marlotas de sedas de diversos colores cavalleros a la estra-
diota con cupido al cabo y dos damas con sus espadas desnudas. Este dia se
puso en la pla^ del ayuntamiento sobre vn madero la estatua de finco con las
tres arpias la vna que venía por vna querda de la aputea alta del ayuntamiento
y la otra de la iglesia mayor de sobre la capilla de los mofarabes y la otra de la
a^utea de las casas ar^otrispaies. ese dia se corrieron bueyes por las calles y esa
noche ovo las mismas luminarias y música y arcabuzeria y cohe^eria en ayunta-
miento que otras noches, y al cabo el finco y las arpias que todo esta va lleno por
de dentro de coheteria se quemaron con grandissimo concurso y gritas de gente.
Lunes XIX días del dicho mes ovo en el ayuntamiento y en la iglesia las mis-
mas luminarias y música de atabales y trompetas y ministriles y arcabuiería y
coheteria y por la {ibdad nunca faltavan disfraces y cosas menudas de que no
puede aver memoria.
Martes XX dias del dicho mes ovo todo lo mesmo.
Miércoles XXI dias del dicho mes estuvo puesto el stafermo y no falto quien
le corrió, este dia salió vna maxcara de los procuradores a cavallo en que yvan
ocho varones y ocho hembras como ninfas todos muy bien adere^dos cada vno
de su modo y detras vn carro trivnfal con el tiempo que era vn viejo calvo con
vna guadaña en la mano y vn niño y en el mismo carro yvan vnos negrillos dañ-
ando y haziendo monerías, y esta maxcara fue muy buena y pareció muy bien,
esa noche ovo en el ayuntamiento y en la iglesia lo que las otras noches de mu-
sica de atabales y trompetas y ministriles y fuegos y arcabuzeria y trooeria.
Jueves XXn dias del dicho mes ovo en la sancta iglesia de toledo bisperas
solenes de la octava de nuestra señora y procession por toda la iglesia con la
ymagen de nuestra señora con danqas y gigantes y gran solenidad. por que esta
fiesta de la octava de nuestra señora dexo dotada el arzobispo y cardenal silíceo
por su devoción a cuya cavsa se saca aquel día la ymagen del sagrario y da
vuelta a toda la iglesia lo qual antes no se solia hazer. esa noche ovo vna muy
espíente maxcara que saco el rregidor francisco Sánchez, de hasta (inquenta
personas en muy buenos cavallos y con muy buenas libreas de sedas de colores
y con sus hachas de cera ardiendo en las manos, y al cabo vn arco trivnfal con
el dios de amor y fliertas ninfas y en Qocadover jugaron a los alcanziazos y dioles
coUflon muy solene a todos el rrepdor francisco sanchez y fue vna muy buena
tizcdbyGoOl^Ie
— 203 —
V¡em«9XXin'diasdeÍ dicho mes ovo vna mazcara de negros todos » la gineta
y con buenas libreas en que yvan doie y al Cabo vn cano trivnfal con Tna rreyna
negra con vn gato paus en los bracos y ciertos negrillos delante deila el negro
dios de amor que era vn negrillo enqueros vendada la cara y con su arco, esa
noche ovo en la igleáa y ayuntamiento lo que otras noches de luminarias y arca-
bntería y coheteria y música de ministriles y laa campaiws de la sancta iglesia.
Sábado XXim dlss del dicho mes estovo puesto el stafermo y ovo algunos
enmaxcarados y corrió !a fuente de vino del puerco de hércules en la plaqa de
ayuntamiento, esa noche ovo grand Resta en el ayuntamiento y en la iglesia de
laminarias y mucha música de atabales y trompetas y ministriles y mucha cohe-
tería. asi mesmo ovo vna figura de andromeda arrimada al peüasco de la pared
de las casas arzobispales y vna sierpe que venia a comerla por vna maroma desde
la i^ésia y perseo por otra maroma de Otra esquina de la iglcMa con su escudó
dorado que la venia a defender, todos 41enos de fuego y al fin se quemaron todo
con grandissimo concurso y grita de gente.
Domingo XXV días de! dicho mes ovo en la pla^a de ^ocadover ocho toros y
juego de cañas muy escelente de treynta y dos. los mas de ellos cavalleros y al-
gunos f ibdadanos. don diego de ^uñiga natural de salamanca señor de flores de
avila y otras villas que a la sazón era corregidor de toledo saco vna quadrilla y
don femando de la ^erda otra y otra el conde de orgaz y otra don juan nífln
todos de muy buenas libreas de sedas de colores, corrieron ese día en íocadover
antes de los toros ciertos paüos las mugeres publicas de la manzebia y desdel
alcafar se soltaron muchos tiros de artílleria y con esto se acabaron las fiestas.
Cristianóse la infanta a (en Manco) días del dicho mes de agosto fueron padri-
nos don hemand albareí de toledo duque de alba y don antocio de toledo prior
de sant Juan y la prlni;esa rreyna que fue de portogal hermana del rrey don ícli-
pe nuestro señor llamóse la infanta dofia ysabel clara cugenia,
(Real Biblioteca. Mss. Sala 3.*,Vl. ^. Libro demiidiai coiax noiabUi eirritas y
rteaptíadas por el ¡letnclado Sebastian de Morones vesino de Toledo, folio 93,)
tizcdbyGoOl^Ie
IX
D. Joan Ab Aaslrla j el Arehldn^ae Garlva ea T«l«d«
(1560).
Aviendo venido h U corte de su mag<^»tad del rrey don felipe nuestro señiir
en madrid. don carlos archiduque de austria hermano menor del emperador
maximiliano y primo hermano de au magestad es do creer que a tmtar ne^ngíos
de grande iinportanfia especialmente el casamiento de su magestad con su ar>-
hiina hija, del emperador maximiliano eacrivio su magestad al priagipio del mes
de marco de mil y quinientos y sesenta y nueve a don gomei tello girón gover-
nador que a la sazón era del ar^^bi^tado de toledo por estar como eslava presa
don fray bartolome miranda de carranga argobispo de toledo en rroma. avisán-
dole como el archiduque su primo quería venir a yer esta ^ibdad de toledo y
mandándole y encalcándole que se le hitieae el rregebimiento que aonvenia y
le aposentase y rregalase como a su misma persona, con que el rregebi miento
no se hizicse por cabildo ni por gibdad como se suele haier al rrey. y gerca de
lo mismo escrivio a don diego de guñiga que a la sainn era corregidor de toledo.
y asi luego el governador aparejo todo lo ncgesario y aderego las casas argobís-
pales y todas sus salas y aposentos de muy rrica tapigeria y camas rricaa y de
los mejores aderegoa que el pudo a» para el dicho archiduque como para don
Juan de austria hijo del emperador don Carlos natural y hermano de su mages-
tad que también se supo que venia con el y para todos los demás cavalleros y
gente que con ellos viniese, y a¿ mismo mando buscar y aderegar para el co-
mer todo lo que humanamente en esta tierra se pudo aver asi de carnes y
aves y caga como de pescados frescos y escabechados y frutas y de todos otros
géneros de rr^alos posibles conforme al tiempo de turmas y espárragos y man-
tecas y otras cosas en mucha abundangis y asi estava en breve tiempo la des-
pensa y botilieria tan llena y tan poblada de todo que era cosa de ver como
yo lo vi. y como dicho es tuvo el dicho govecnador todas las dichas casas argo-
btspales y todas las salas y piegas de ellas tan rricameute adercgadis de tapige-
ilas de brocados y sedas y camas tan nicas y con tan exgelentes servii^os y
aderegoa d« sillas y mesas y aparadores de piegas de oro y plata y ctiineBcas y
braseros y todos los demás aervigioa que fue cosa csuy netable y d« ver sin («It
tar cosa alguna que a tales priagipes eoaviniese. taaUca el corregidor cq lo
lizcdtyGooi^Ie
204 —
que a el convenía htzo todo lo posible Qcerca de la limpieQa de la ^bdad y ador-
no de ella y goviemo para los aposentos y mantenimientos y todo lo demás ne-
cesario sin faltar cosa alguna.
Viernes en la tarde a obra de las flioco entraron en esta i;ibdad el dicho ar-
chiduque de austría y don juan de austria con muchos cavalleros y criados su-
yos que venian todos muy bien aderezados y con cadenas de oro a los cuellos
hizoseles va solene rre^ebimiento de esta manera salió don diego de QuSiga co-
rregidor de taledo con todos quantos cavalleros y Qibdadanos principales avia
en la Qibdad cavalgando donde también yvan todos los rregidores y jurados y
otros oficiales de fibdad avnque no en forma de QÍbdad y salieron hasta la mi-
tad de la vega porque los principes venian por laaaro buey y alli donde se en-
contraron el corregidor se apeo y todos los cavalleros que alli yvan en son de
quererles besar las manos, y el archiduque cavalgando los rregibio muy cortes-
mente y con mucha legria (j>V) y con palabras graciosas mas a ninguno dio la
mano como era rrazon de no darla, y el corregidor y todos los demás tornaron
a cavalgar y vinieron por la questa arriba del hospital del cardenal don juan
tabera donde en la plag;< alta estavan esperando don gomez tello girón gover-
nador del arzobispado cavalgando acompañado de todos los eclesiásticos digni-
dades canónigos y rra^ioneros y otros beneficiados de esta sancta iglesia y en
subiendo los principes arriba a lo llano de la plaga del marichal el governador
se apeo con todos los demás y el y todos hiiieron el mismo acometimiento de le
querer besar la mano y el los rre?ibio con mucho comedimiento y cortesía, y
tornaron todos a cavalgar y vinieron delante de los principes por la puerta de
visagra y herrería y torno de las carretas y sant vidente y mesón del lino inqui-
sición y casas del conde de orgaz que agora son de los teatinos y por la carmel y
cobertizo del conde de cifuentes y peso del carbón y portería de la trinidad y
por casa del corregidor que posaba en las casas de don luis carrillo y plsc^ de
ayuntamiento hasta entrar por las puertas arzobispales donde estavan en el co-
rredor los ministriles de esta sancta iglesia que tocaron a la entrada muy solene-
mente. fue cosa entraila {si'c) la gente que salió a verlos en esta entrada asi al
campo como por las calles y ventanas de que los principes mostravan alegría por-
que ^vavan los ojos en lo que los mogos se huelgan de ver. esa noche demás de
los pringipes cenaron en las casas argobispales donde fueron aposentados muchos
cavalleros asi de los que con ellos venian como de esta gibdad muy espléndida-
mente como les estava aparejado donde ovo muchas mesas publicas y mucha
trápala y grand concurso de gente para, lo qual estavan puestos y diputados mu-
chos alguaziles y lo estuvieron siempre por guardas hasta que los principes se
fueron y a cada vno de loa pringipes fue dado su aposento y para todos sus cria-
dos dentro de las casas argobispales. y otro dia sábado lí de margo dia de sant
gregorio baxaron los pringipes a la iglesia y entraron por la puerta del perdón
y oyeron missa mogarabe en la capilla de los mogarabcs la qual dixo mancio de
villafaña cura de sant orcaí capellán de la dicha capilla y acabada la missa de
alli fueron a ver la iglesia y el sagrario y se volvieron a su posada y entrando
por la puerta tocaron arriba en el corredor los ministriles desta sancta iglesia y
otra vez arriba quando entraron por el corredor, ese mismo dia sábado en la
tarde cavalgaron los pringipes y fueron al alcagar por las quatro calles y platería
y calcetería y lengeria y calle ancha, estavan estas calles estrema dam ente atavia-
das y adornadas de sus mercaderías las mas y mas rricas que cada vno podía
porque los mercaderes tenían muchas sedas y brocados puestos en sus tiendas y
lizcdtyGooi^Ie
— 205 —
los i;eietoB cosas estremadas de ^ra y los plateros muchas y muy nicas {úe^s
de oro y plata, y los jubeteros y cal<;eteros todo lo mejor que tenían y podian y
lo mismo los len^cfos y en la calle ancha avia también cosas de ver de sus oficios.
y los priníjipes vieron e! alcafar alto y baxo y de ay baxaron al rrÍo a ver el edi-
ficio del lagua y visto subieron por el mismo edificio y por dentro del los pringi-
pes y el corregidor y otros cavalleros hasta la pla^a del carmen y alli se baxaron
y entraron en la posada de joanelo auctor del dicho ediñ^in y subidor del lagua
que era alli junto frontero del carmen donde vieron giertos rrelnjes y cstrolabios
y otras cosas curiosas que les mostró el dicho joanelo y de alli se volvieron a su
posada por las mismas calles hasta la lonja y de ay por la trinidad y sant salvador
y por la calle nueva y pla^ de santo tome y sant Juan de ios rreyes hasta faera
de la puerta del cambrón y volvieron por la corraliie y casas del secretario diego
de vargas hasta su posada, otro dia domingo 13 de manío bexaron los prínQipes
a oir misaa a la iglesia mayor y estuvieron en el coro del altar mayor adonde les
estava hecho vn estrado colgado de brocado y su sitial delante con sus dos almo-
hadas de brocado a la parte derecha del altar mayor que es la parte del evange-
lio debaxo de los bultos de los rreyes y alli oyeron missa mayor y el sermón que
hiio vn frayle francisco llamado fray (en blanco) de caxcales que predico el evan-
gelio que comieaQa erat ilius nigiens demoníum et illud erat mutum y acabado
el oñqio de la missa se hizo pm^ession por toda la iglesia y por la clavstra can-
tando la letania yendo en ella el pendón y cruz j finos de la cofadria de la sancta
caridad cosa muy antigua y de mucha devoción en la qnal fueron los principes
hasta el cabo y de ay se fueron a comer, este dia en la tarde cavalgaron los
principes en dos cavallos y acompañándolos sus criados y el corregidor y otros
muchos cavalleros y gente de la cit^^l^fl fueron por casa del corregidor y por
santo tome y sant juan de los rreyes y puerta del cambrón hasta el monesterio
de sant Bartolomé en la vega y de ay al hospital del cardeikal y arzobispo de to-
ledo don juan tavera donde entraran y le vieron y de ay se volvieron por la
puerta de visagra y dieron vuelta por algunas calles de esta cibdad hasta bolver
a su posada para todas estas salidas embiava don diego de fuñiga corregidor de
toledo cavallos en que fuesen cavalgando todos aquellos cavalleros y criados que
veniao con los principes porque ellos avian venido en mulaa y vestías de camino,
dio «Ion gomez tello girón governador del arzobispado de toledo al archiduque
y a don juan de austria dos cavallos muy esfelentes que el busco y compro por
muchos dineros muy bien aderezados vno hobcro y otro rrugio y tanbien lea
dio mucha rropa blanca de camisas y pañizuelos y otras cosas, y asi mismo a los
de la cámara del archiduque dio también rropa blanca y a algunos piezas de
plata rricas. otro dia lunes 14 de marqo' salieron los principes a la iglesia mayor
a la capilla de los rreyes nuevos donde les estava puesto su sitial y dixo la missa
el doctor barriovcro canónigo de toledo y capellán de la dicha capilla y les dio
la paz don juan suarez de caravajal capellán mayor de la dicha capilla obispo que
fue de lugo y de ay salieron por la puerta de la clavstra y fueran a pie a ver el-
hospital del nuncio y se volvieron a su posada, este dia por la maflaoa llego vn
correo con cartas de su magestad para el governador y para el corregidor en
que hazia saber como el cardenal de guisa que estava ay a la sazón en la corte
vendría a esta ^ibdad el jueves «guíente y para este efecto el corregidor mando
buscar y enviar (iertas muías de alquile con vn alguazil para en que viniesen
criados del dicho cardenal, ese dia lunes en la tarde salieron cavalgando los prin-
cipes acompañados del corregidor y otras muchas personas y fueron a ver a sant
lizcdtyGooi^Ie
— 306 —
jaan de los rreyes y después dieron vuelta por la (ibdad. esa noche ovo en su
potada en U sala de los congilios giertas rrepreeentaQiones de comodias y eatre-
meses donde estuvieron lo> principes y el goveroador y corrogidor y muchos ca-
valleros y otra mucha gente, otro dia martes 15 del dicho mes madrugaron los
piin^ipea y foeron a oir missa al sagrario desta sancta iglesia y entrando con es-
puelas calcadas ea la iglesia el archiduque como estava de camino llegaron los
clerizones y conforme a su costumbre que es tomar las espuelas a todos los que
entran en la iglesia calgados con ellas, se las pidieron y el les dio quarejita escu-
do de oro. ese dia rrepartio el archiduque antes que se partiese mas de mili y
quinientos escudos entre criados del governador y limosnas a pobres que por alli
se hallaron, y asi se partieron para aranxucí y a comer a ageca y delante envió
el governador a a4}eca la comida de muchos pescados y empanadas de mero y
salmón y truchas y otras cosas muy cumplidamente, salieron coa ellos el gover-
nador y corregidor y muchos cavalleros y otra gente.
(Real Biblioteca. Hss. Sala 1.* M. 4. Libro de muduis costu itotabUs tícrlttuy re-
apüadas for el licenciadc SetatHan de Horotco vau'ito de Toledo, folio 139 v.*^
lizcdtyGooi^Ie
X
Antoi de ImqnlsleUH «■ Toledo oh tSTO 7 1571.
Rela<}ior) del aucto de la fee que se ^lebro en toledo domingo diez y ocho
días del mes de Junio de mil y quinientos y setenta años en la plaQa de qocado-
ver siendo inquisidores los yllnatres señores don pedro velarde y don antonio
vaca, y fiscal el li^ni^ado soto cameno y secretarios julian de alpacbe y h&p'
tista ytlan y juan de vergara. y alguazil juan rruii de avila y alcaide pedro gomei
destremkna. salieron treynta y nueve personas sentenciadas. 16 penitesfiados.
17 rreconQi liados con san benitos y quatro rrelaxados en persona y vno en esta-
tua íegitivo. y vna mujer morisca que salla para ser relaxada, la quai fue en el
tablado rre^bida a misericordia y buelta a la cárcel para ver si su confesaion
era fingida o verdadera, predico fray juan rniiz frayle dominico el sermón de la
oveja perdida que era de la dominica tercera por otavas coipua xpi. luego se leyó
el edicto general para advertir a todo el pueblo xpiano ca defensa de la sancta
fee católica y descubrir quaiquiera cosa y persona que fuese contra ella este
leyó juan de vergara secretario del sancto oñQio. luego leyó alfonso ortii cantor
de la sancta iglesia ds toledo la carta general de los delictos y supersticiones
contra la sancta fee católica y luego fueron llamador los culpados y salieron en
la manera y ordeJl siguientes
!• cristoval esclavo por palabras que dixo como mozo vela y sin caperuQa y
1 anton de la v^a molinero veiino de toledo por negar el pecado en la sim-
ple fornicación y por^lasfemo vela y sin caperu^ y sin cinto juro de levi
í juan ortiz papateri) vezioo de monbeltran porque se disfrago en carneato-
llendas con hábitos de frayle con vna tabla en la mano pintada vna mala visión
de hombre dtziendo que le diesen para san cnmus y para santa lucia y que
besasen alli y ganarían quarenta dias de perdón, vela y soga y Qíent acotes, juro
4 aparicio carnicero veziuo de morata por negar el pecado en la simple for-
nicación vela y ^ c>°to y sin capemca juro de levi
5 Constantino preca vezino de malta ais agustino evangelista por desacatado
8 las ymagines y a dios nuestro seSor y costra el sacramento, confeso que avia
salido de malta para avisar al turo» ooiao avia de tomar a malta y que agota que
tizcdbyGoOl^Ie
— 208 —
rreynaban los españoles era la iglesia de barra que antes avia sido de oro y de
plata y que el tnrco avia de rreynar. vela y soga y Qient a^tes y rrecluso en
toledo por quatro años, y mas a la voluntad del ylliistrisimo señor inquisidor
mayor y que acuda a vn monesterio que le sera seflalado para ser enseñado en
la fee. juro de vehementi
6 agustin lopez estante en corte natural de cáscales por negar el pecado en
la simple fornicación, vela y sin gorra y sin f into y treynta ducados juro de levi.
7 anton lopez labrador vezino del pozuelo por palabras torpes desacatadas
contra tos mandamientos de dios, vela y sin gorra y sin finto
8 pero guelles de mendotja clérigo portugués vesino de ta villa conalobadon
en Portugal por aver negado la rrcsurrection de la carne en el juiíio final y por
negar el pecado en la simple fornicación, vela y sin bonete y sin cinto, juro de
levi. y quede rrecluso en vn monesterio seis meses, y privado perpetuamente
de administrar sacramentos
9 Juan de entera impresor natural de san motran en gascuña por aver escrito
a vn hereje que se fuese, y este culpado se fue a confesar lo que avia hecho
diiiendo que avia escrito al otro que huyese porque no declarase del (ierto
delicto que no era caso de inquisición, vela y soga y cient acotes juro de levi
■ o catalina diex binda natural de villa manan Qerca de león por negar el
pecado en la simple fornicación, vela y sin cinto juro de levi
ti polidoro platero natural de la clbdad del burgo de san sepulcro en el
estado de florencia por dezir mal de los teolc^os y que dios no avia venido para
los justos sino para los pecadores j que dios no avia hecho los frayles sino los
casados y que en casándose el rrey. avia de ir a ingalaterra. vela y sin gorra y
cinto, juro de vehementi
13 francisca del prior vezina de madrid biuda muger que fue de francisco de
quadros por aver negado el pecado en la simple fornicación vela y sin c>ntO y
diez ducados juro de levi
13 luis franges calderero natural de carcaxona por proposi<;iones heréticas y
luteranas y sentir mal del sacramento y clérigos vela y soga J flient afotes y
galeras por seis años y que buelva después de ellas a este saocto ofí<;>0 para
que se le mande lo que ha de hazer
14 juana de madrid muger de diego de mena calcetero vecina de madrid
por palabras mal sonantes contra el poder del papa y valor de las indulgencias.
vela y sin cinto y desterrada de toledo y cinco leguas alrrededbr por tres aflos.
juro de levi •
t j francisco rruií desbardado natural de la calcada vezino de aldea del rrer
por opiniones y cosas de la seta de mahoma y alabarba (lic) vela y sin'cinto y
desterrado de aldea del rrey por tres años, juro de vehementi
16 diego de albornoz morisco vezino de escalona por palabras heréticas en
favor de la seta de mahoma vela y soga y rrecluso en vn monesterio por vn año
y ayune los viernes del año y después desterrado de escalona por dos años, juro
de vehementi.
RECONCILIADOS
17 juán rruiz labrador vecino de cumbres altas tierra de Sevilla por tratar
neciainente de dios padre y de la sanctissima trinidad y por no rrezar á nuestra
señora ni a los sañctos y tratar que dios padre era corporal y humano y a los
lizcdtyGooi^Ie
— 409 —
angeles y animas y otros indiscretos herrores. vela y soga y san benito con vna
aspa como yñorante y f ieat aQotes y diei años de galeras a voluntad de rreve-
rendissimo señor inqoisidor mayor, rreconciliado avia salido dos años ha en otro
ancto y estuvo vn año a ser instruido en la fee
t8 francisca heraaadez esclava de heroando de oropesa vecino de talavera
y ella natural de berbería por la seta de mahoma. vela y san benito, reconciliada
y traiga el san lienito por tres años, y el vno rreclusa en vo moneaterio
19 pedro alberto alias pedro de anbers componedor de enprenta por lute-
rano y negar la confession y comunión diziendo que bastava comulgar con pan
y vino. rrecoii^ilLado. vela y san benito, quitosele alli el san benito en el tabla-
do por los señores inquisidores, y que este rrccluso en toledo por vn año so
pena de rrelapso
xa duardo blandón portugués vecino de la torre de moncorbo en portugal
este fue sacado al aucto de! hospital de santiago de los cavalleros desta ifibdad
donde se estava curando, por opiniones de judios y por seguir su ley, y por tes-
tigo de judíos, retratado en sus dichos y después rratiñcado siendo vario en sus
conñsiones. rrecongilíado. con vela y soga y san benito y galeras perpetuas y
dozientos ai^tes
31 Juan pereí deysaba escriviente natural de pamplona pordeiirque nuestro
señor y nuestra señora avian tomado carne pecadora y por herrar en el sacra-
mento del matrimonio, rreconifi liado, vela y san benito quitáronle el san benito
en leyéndole la sentencia en el tablado
22 Juan de pobrin impressor natural de pobrin de paris. por luterano en todas
sus opiniones. rreconQÜiado. vela y san benito y que le trayga seis años y que no
salga de castilla
33 Juan garQia esclavo del capitán escobar vexino de aragon por moro rrene-
gado y viao contra los xpianos con los muros de argel rrenego de ocho años y
es agora de (en blmuo) años vínose el a rreconqiliar y quando vino de argel se
vino por granada cun los xpianos y fue en su ayuda. rreconQiliado vela y san
benito por vn año y que sea instruido en la dotrina cristiana
34 ysac de rribcra impressor natural de león de frangía por luterano, rrecon-
Qíliado vela y san benito por seis años y cárcel perpetuo dello en toledo
15 jaques de la oliva natural de león de franela, por luterano en todas sus
opiniones rreconi;i liado, vela y san benito por ocho años, y no salga de castilla
36 pero lopez pintado morisco natural de torrellas en aragon por morisco y
que durmiendo en nuestra señora de sopetran en sueños se le rrevelo dexase de
ser moro y así lo avía dexado mes y medio antes que le prendiesen, rrecoa^ilia-
do. vela y san benito por seis años los quales tenga de cárcel perpetua donde
fuere señalado
37 estevan cariel vezino de león de frangía por casado dos ve£es y por lute-
rano y por dexir mal de frailes y negar nuestra señora ser madre de dios, y el
sacramento y purgatorio, rrecon (filiado, vela y san benito soga y corola y «jient
a^tes y traiga el san benito por ocho años y no salga perpetuamente de tas-
tilla
38 enrrique de loy impressor natural de ambers en ñandes por luterano, rre-
conciliado vela y san benito por vn año y en toledo este año de cárcel per-
19 diego enrríquei alias jacome de alberon natural de olanda en flandes por
luterano, rreconciliado. vela y san benito y con el a galeras por quatro años, y
lizcdtyGooi^Ie
— 2IO —
4ue cun^^doa buelva al sancto oficio pon que ie nundei) lo que ba de hjzei
30 pierres del rrín impresor francés natural del iría por luterano de xinebra
can todas opiniones, rrecoofiliado vela y san benito por quatro años y con d a
las galeras y después que vuelva al sancto ofi^o para lo que ha de hacer
j'i Juan esclavo del duque de alba oatural de tunei por moro y luterano ne-
gando el poder del papa, rreconQiliado. vela y san benito por tres afios los qnale»
tenga carmel perpetua donde le fuere mandado
33 loreo^ de león bohonero natural de luca de león de franela por luterano
oon todas sus opiniones rreco afiliado, vela y san benito con el qual vaya a las
galeras por diei aüos los quales pasados buelva a este sancto oñfio a que le
nianden lo que ha de haier
33 guillermo impresor natural de paris veiino de alcalá de henares por lute-
rano con todas sus opiniones notablemente malas y pertinai contra frayles y cte-
ri(¡os y contra el papa y grande docmatiíador rreconciliado vela y san benito y
oon el a galeras por seis ailos los quales pasados buelva a este sancto oüqío para
que le manden lo que ha de hazer
34 bemaldina esclava de diego de audríd veiino de toledo y ella natural de
valor en el alpuxarra de granada, por mora negativa en sus heirores esta er^
nm^ de veinte y dos años, esta file sacada, con coro^ soga y san. benito para
aer rretaxada y quemada como persona negativa teniendo diez y siete testigos
contra si. y acabada de leer la sentencia se hinco de rrodillas diziendo señores
yo he sido mala xpiaaa mora y pecadora pido por amor de dios misericordia esto
dixo ante i^an de vergara secretario, y diziendole que no avia lugar entro con
dos frayles haste los pies de los señores inquimdores y allí se rratiñco en lo que
dezia y pedia, y fue rre^ebida a misericordia y vuelta a la carmel para ver si su
con(es»on era ficta o verdadera.
RRELAXADOS
35 pedro flamenca natural de ambers en. flatMles vendedor de ymagines rre-
laxado en persona por luterano Acto confitente con corm^ soga y san benito
36 aaConio franfcs natural de castünovo Qerca de tolosa rrelaxado ea perso-
na con <x>rfM}A soga y san benito, fue este el que paremia ir mas contrito
37 Juan bautista alias juan mui^ esclavo natural de berbería que siendo
xpiaoo se avia ido a tomar moro y buelto del camino afirmo ser moro, este arro-
java la crua que tenia en las matos del tablado abaxo. y asi murió moro y por
tal quemado vivo y fue mártir del diablo
3S giles duls guantero fiamenco natural de brujas en flandes vecino de
DCaña por lutc:rano hereje pertinaz rrelaxado en persona este dízen averse con-
vertido estando en el palo
39 Joan godino franges lapidu-io natural de leoa de franf ia luterano, fugitivo
quemado en estatua
(Real Biblioteca. Mss. sala 3.* H. 4. Lidro de muehat cosas notahUs eseritas y re-
afiladat por eüieetieUidoStbastiaH de fíorvtío venino de lcUd6,(fú. 146.)
tizcdbyGoOl^Ie
— 211 —
Este dia hizo aucto en toledo el sancto oficio de la ioquisiqioQ que fue uotabic
por salir en el el doctor Sigismundo que avia nueve afíos que eslava en el preso,
en este aucto salieron 33 personas y tres estatuas de herejes luteranos avsentea,
entre ellos salieron algunos por blasfemos y otras cosas, otros por casados dü
vezes otros rrecon^iliadps por herejes, las tres estatuas fueron quemadas final-
mente fueron rrelaxados dos que fue voa muger francesa por herética luterana
cuyo marido salió aUi rreconQiliado por luterano.
El otro rrelaxado y quemado fue el doctor Sigismundo, de nailon sardo y ava
dizen ser de buena parte, era grandissimo letrado doctor in vtroque habilissimo
avnque para lo que le convenia a su salvaQíon fue muy torpe y tuvo el demonio
en el mucho poder, este desventurado como grande hereje que era vino a estas
partes a derramar su ponzoña y como fue sentido fue preso en madrid y traido
a la carmel de este sancto ofigio donde estuvo preso nueve años porque como
era de partes rremotas y su uego^io no estava tan claro fue necesaria la dilación.
el ^tuvo siempre negativo hasta que después siendo convencido y no pudicndo
negar la verdad vino a manifestar y descobrir su ponzoña y declararse por gran-
dissimo hereje luterano, este en el tiempo que estuvo preso se soltó vna noche
de la carmel del sancto ofiQío y se fue y huyo y el sancto ofigio hiio grandes dili-
geofias en su busca y tomo los puertos y finalmente fue hallado.y tomado a traer,
este al tiempo que por el fiscal le fue puesta la acusación rrespondio y escrivío
de su propia tetra y mano Qiento y setenta hojas de papel paliando su maldad
porque era como dicho es habilissimo y grand letrado, por lo qual y por otras
cavsas que a los señores inquisidores motüeron no le castigaron por el quebran-
tamiento de la c»rcel. finalmente sacado en este aucto el se mostró y declaro
por grandissimo hereje luterano, y avnque se hizo todo lo posible para le con-
vertir y que muriese cristiano no aprovecho, antes deiia y publicava que todos
se perdían por lo qual le mandaron echar vna mordaza a la lengua y asi aalio con
ella y alia en el brasero tampoco aprovecho y asi fue quemado, si este todavía se
escapara quando se soltó hiziera grandissimo daílo. mas no permitió dios que
enq>ongoñase a otros ni que el quedase sin castigo de su culpa, al tiempo que
fue quemado estando en el brasero como el escrivano de la justicia seglar a la
qual avian sido entregados los rrelaxados tenia entendido que conforme a lo
mandado y proveído por su magestad en otros delitos no ae devía asaetear ni
justiciar hombre vivo sino que avia de ser primero ahogado quiso que le ahoga-
sen, mas visto por todos los que allí se hallavan que este estava tan pertinaz y
que tan hereje moría porñavan en le quemar bivo y sobre esto ovo allí en el
brasero vna escarapela y ovo alguno o algunos que con vna alabarda y otras
armas le dieron algunas heridas y de esta manera medio bivo medio muerto en
fin le pagaron (sU) fuego y murió el malaventurado en su heregía y pertinacia.
Para este aucto se llevo la cruz al brasero con grand sirienidad con la cruz y
clérigos de saat bicente y todos loe fanúliares del sancto oficio en proQession
como ya se acostumbra a hazer quando ay algunos rrelaxados y Quemados. El
dia del aucto salen y andan todos los familiares con varas de justicia.
Relación del dicho auctO sacado del sanctO oficio de la inquisición de toledo.
Rrelaxados en persona por la seta luterana.
El doctor Sigismundo archel sardo natural de callar luterano muy famoso y ne-
gativo y después pertinaz rrelaxado a la justicia y braQo seglar en forma con co-
roca y san benito y confiscación de bienes.
Isabel rregucr firancesa muger de pierres rreguor veúoa de barijelona pior aver
lizcdtyGooi^Ie
— 412 —
dichu y creydo que no vale nada la missa y que en la ostia &>n3agrada nci esta
dios verdadero, y que la confession no se ha de haier al sai^rdote sino a solo
dios, y que todo lo del papa es cosa de burla y que no se han de venerar la
ymagines. y aver estado negativa y después rrevocante y pertinaz rrelaxada a la
justicia y bra9o seglar en forma con conñscai;ion de tnenes.
rrelaxadoa en estatua por la seta luterana.
Esteban carniel injprcssor natural de saacta flor en franQia que aviendo sido
rrecon^iliado en este sancto oñ^lo por luterano y ocho años de carmel y habito
en toíedo. se fue y absentó dentro de dos meses, rreiaxado en estatua a la justi-
Qia y bra?o seglar con confiscación de bienes.
Juan temporal franifcs mercader de libros vezino de tolosa de frangía que tra-
taba en alcalá, por publico hereje luterano rreiaxado en estatua a la jLstÍQia y
brago seglar con conñscagion de bienes.
Juan de perusa mercader de libros veíino de tolosa de franela que tratava en
alcalá declarado por hereje luterano rreiaxado en estatua a la justicia y bra^
seglar con confiscación de bienes.
R reconciliados por la seta luterana
mastrejuan de lobera natural déla rrochelaen frangiaporaver tenido y creydo
que la missa no vale nada purque la avia hecho vn hombre y que la conflssion se
ha de hazer a solo dios y no a otro y que la oración ha de ser mental y no vocal
y que el pepa no podía dar perdones porque era pecador y que solo dios podia
perdonar, rrecongiliado en forma con confiscación de bienes y habito por diez
años los qualcs sirva en galeras al rremo.
Juan franco impressor natunil de rrosoi en franela por aver tenido y creydo
que no se han de venerar las ymagines y que el papa no tenia poder ni podía
dar bulas, y que la confession no se ha de hazer a los sa^rdotes sino a solo dios,
y que no ay purgatorio, rreconciliado en forma con confisca<;íon de bienes y
habito por ocho años los quales sirva en galeras al rremo y después sea buelto a
este sancto ofígío para que se )e mande lo que ha de hazer.
pierres rreguer impressor natural de estevila en normandia por aver tenido y
creydo que no vale nada la missa y que en el sancto sacramento de la hostia
Consagrada no estava dios verdadero, y que la confession se ha de hazer a solo
dios y no a los sacerdotes y que el papa no tiene poder, rreconciliado en forma
común con habito perpetuo y seis años de galeras al rremo. y después sea buelto
a este sancto oñcio para que se le mande lo que ha de hazer.
rrafael rroca pintor natural de turin en el piamonte por aver oydo sermones
luteranos y aver tenido y creydo que en la hostia consagrada no estava el ver-
dadero cuerpo de nuestro señor jesuchristo. y que no es menester vino y agua
para hazer sangre, y que pues dios sabia que adam y eva avian de pecar que para
que los criava. y aver hecho burla de las indulgencias, rreconciliado en forma
común halúto por seis años y que los cinco sirva en las galeras al rremo. y que
después sea buelto a esta inquisición para que se le mande lo que ha de hazer.
RrecODCi'iados por la seta de mahoma
gaspar esclavo de don alvaro de mendoga por aver tenido y creydo la seta de
mahoma y hecho sus rritos y gerímonias. rreconciliado en forma común y leída
la sentencia le sea quitado el habito y en galeras al rremo por tres años y acaba-
dos vuelva a este sancto oficio para que se le mande lo que deva hazer.
antonio esclavo de don pedro niño rresidente en corte porque siendo cristiano
bá[)tizado apostato de nuestra sancta fee católica y tuvo y creyó la seta de ma-
lizcdtyGooi^Ie
— 213 —
homa y hecho sns rritos y (erimoDias y catre ellas la gala, y aver ádo soldado de
Los luteranos contra los católicos, rreconctliado en forma común con habito por
quatro años los quales sirva en las galeras al rrerao y después sea buelto a este
sancto oñ^io para que se le mande lo que ha de haícr.
franpsco hernandez esclavo de doña maria de guzman vezina de madríd cris-
tiano nuevo de moro por avcr estado en la creencia de mahoma y leído todo |o
que alia los moros y aver rreíado sus ora^ones. rrecon(il¡ado en forma común con
habito por seis años los quales sirva en galeras al rremo.
Penitenciados por diversos delitos con abjuragión de vehementi
rrodrigo de montoya cardador vezino de toledo por aver dicho y porliado que
ninguno va al infierno sino es el que desespeira y que en ^erta parte avia mu-
chos amancebados y morian muchos, y que si todos ñiesen al inñemo no cabrían
en el y que ya estaba lleno y que el obispo los absolvía para que no vayan al in-
fierno avoque mueran en pecado mortal, y que no era pecado mortal tener con-
versación camal con vna donzella. al aucto vela soga, abjuration de vehementi.
gient agotes destierro de toledo por quatro años y ginco leguas alrrededor y Ñ
lo quebrantare lo úrva en galeras.
alfonso del campo frutero vezino de talavera por aver dicho que no se ha de
tener qnenta con las ymagínes de acá que son hechas por manos de hombres y
que no se avian de venerar y que llevarlas en pro^ession era cosa de gentiles,
aucto vela soga abjuration de behementi. fient agotes destierro de toledo y tala-
vera por quatro años y uo lo quebrante so pena de otros gient agotes.
ysabel de almena desgendiente de moros esclava de doña maria de la cueva
vezina de madnd por aver dicho que era mejor y valiera mas la fee de los mo-
ros que la de los cristianos, aucto. vela abjuration de vehementi y que su ama la
instruya.
Penitengiados por dos vezes casados con abjuration de vehementi
Juan de madrid gestero que también se llama juan de la fuente yjuan gomei
, natural de sant martin de la vega, por casado dos veze; siendo la primera viva,
aucto vela soga coroga abjuration de levi gient agotes y ^nco años de gateras al
rremo. y quanto al vinculo rremitido al ordinario.
domingo rrodriguez cozinero vezino de madrid por casado tres vezes siendo
la primera biva. aucto vela soga coroga abjuragion de levi. gient agotes y seis
años de galeras al rremo y quanto al vinculo remitido al ordinario,
penitengiados por la simple fornicagion con abjuragion de levi
Cristóbal de jove labrador vezino de piedra buena por aver dicho y porfiado
muchas vezes que no era pecado dormir con vna mujer soltera, avcto. vela soga
abjuration de levi verguenga publica
juan martia ferrero vezino de alcagar trabajador por aver dicho que tener
agesso camal con su madre tres veces no era pecado y que si su madre quisiera
(jae el se lo hiziera tres vezes y mas no que hasta tres veies no era pecado,
aucto. vela soga abjuration de levi gient agotes.
Cristóbal gargia tornero vezino del castillo de garci muíioz y natural dell alber
capor aver dicho que tener agesao carnal con vna muger y dormir y tener quen-
ta con ella no era pecado mortal si no venial, auc o. vela soga abjuragion de levi.
juan gargia mesonero vegino de gibdad rreal por aver dicho y aftrmado que
el echarse vn hombre con vna muger carnal mente no era pecado mortal y rrC'
prehendiendole por ello lo torno a afirmar y dixo que ava no era pecado venial
WCto vela abjuragion de levi.
tizcdbyGoOl^Ie
— 214 —
pedra de toledo ganapán veiino de toledo por aver dicho y con juramento
añrmado que no era pecado echarse camahnente con las mugeres ancto. vela
abjuration de levi.
fran^sco Hernández vezlno de castxo de calderas en galiiia por aver dicho y
afirmado que no es pecado mortal tener vn hombre conversación carnal con vna
muger soltera y qae sin necesidad y aviendn otras cosas que comer podía comer
carne en los viernes sin pecar mortalmente estando asentado a la guerra y que
ningún sacerdote pndia absolver de los pecados mortales sino que se avia de ir
por ñter^ a rroma. aucto. vela soga abjuration de levi y (ient acotes.
damian hurtado trabajador vezino de cienpozueios por aver dicho y alírmado
que tener que hazer carnalmente con vna muger que no era pecado mortal pa- .
gandoselo sino venial aucto. vela, abjuration de levi.
Juan lopez ganadero vczino de almndovar por aver dicho que no era pecado
echarse carnAlmeate con vn^ biuda. aucto. vela S3ga abjuration de levi y de.ste-
rrado de toledo 7 9¡nco leguas alrrededor y no lo quebrante so pena de QÍent
acotes.
Juan martin bermejo vezino de puerto llano por que dixo que tener los hom-
bres conversación camal con mugeres publicas pagándoselo no era pecado mor-
tal sino venial, aucto. vela, soga abjuration de levi.
crístoval chacón trabajador vezino de ocaña porque dixo que estar amance-
bado coa vna muger no era pecado mortal sino venial, aucto. vela soga abjura-
tion de levi. vergüenza publica.
. Penitenciados por diversos delitos con abjuration de levi.
alonso rruiz soldado y labrador v¿zino de las ventas de peñaguilera por aver
dicho que no ay dios en el (ieio ni sanctos. y que mahomn estava alia y era mu-
cho su amigo y avia intentado de quebrantar las car(eles y aver dicho que ma-
tasen al alcayde. aucto. vela, soga abjuration de lev! ?ient a^-cites j destierro del
distrito de esta inquisición por quatro años y ai los quebrantare los cumpla en
las galcru.
geronimo garcía dorador natural de barcelona andante en corte por aver di-
cho muchas veies descreo de dios no creo en dios rreniego de dios pese a dios
por vida de dios cabefa de dios cab de deo. aucto. vela soga mordaza, abjura-
tion de levi vergüenza publica cinco años de galeras al rremo y no los quebrante
so pena de galeras perpetuas
pedro chacón soldado vezino de yepes por aver dicho muchas veíes pese a
dios, por vida de dios, rreniego de dios no creo en dios y que en dios se podrian
poner mas escrúpulos que en su amiga y que su amiga dezia mas verdad que la
sagrada escritura, y pese al bellaco de dios por que no vienen los diablos y me
llevan y no creo en dios si dios viene en este carro sino tiene de salir el y entrar
yo. y tengo de subir avnque pese a dios y otras muchas y grandes blasfemias y
d^ftcatos contra dios nuestro seíior aucto. vela, soga mordaza abjaratinn de
levi. cicut acotes desterrado de este distrito por seis años y no lo quebrante so
pena de otros cient acotes, es estropíado de vna mano que por eso no fue a
galeras.
pedro de yepes vezino de yepes texcdor de estameña en escalonilla por aver
dicjio mal de las ofrendas y que el cura se aprovechava dellas y a los finados y
a tos sanctos no les hazla nada, aucto. vela, abjuration de levi desterrado de
toledo y escaloatlla con dos leguas alrededor y no lo quebrante so pena de des-
tierro dobado. (sic)
lizcdtyGooi^Ie
— 215 —
pedro rniiz trabajador vezino de escalonilla por avcr dicho que el sabia tierra
en que se usava ser ios abades casados y que es mejnr vso que el de acá que ei
lo haria bueno y que era aquella mejor borden que no la de acá. aucto. vela
abjuración de levi. es vn rrustico y no sagaz
graviel lopez gestero algo natural de avila porque rrezando vna oración en
copla dixo que ihs era trino y vno y que ihsxpo era tres personas y después lo
porfió, aucto vela abjuration de levi y que no rreze oración que no sea exami-
nada por el ordinario
Juan gomez hidalgo labrador gallego habitante en talavera por aver dicho y
afirmado que ninguna anima de hombre por pecador que fuese yva al inñemo
el espíritu porque ihs xpo avia pagado por todos, aucto. vela soga abjuration de
levi desterrado del distrito de esta inquisición por dos años, es rrustico.
, Juan castellanos ganadero vciino de almodovar por que tratando que se lla-
mase vn clérigo para que confesase a vno dixo que bastava deiir sus pecados a
una mata, aucto. vela abjuration de levi. no era de entera capai^idad.
Penitenciados por diversos delictus
andres de ^epeda calcetero vezino de alcalá por aver quebrantado las gateras
y destierro en que avia sido condenado por este sancto ofiflio y aver escrito mu-
chas palabras desacatadas y mal sonantes contra el rrecto vso de la justicia de
este sancto oñ^io y ministros del aucto vela soga y galeras al rrcmo par diez
años y si lo quebrantare perpetuas y acotes.
dl^o de cabanas natural de rrobledo por aver dicho que era familiar no lo
siendo y aver mandada a vna persona sopeña de veinte mili maravedis que
prendiese a vno por la inquisición y le llevase preso a vn inquisidor y que si no
lo hazia que los embiaria presos, aucto vela soga, desterrado por quatro años
del distrito de esta inquisición y no lo quebran e so pena de acotes, ea coxo
pobre
(Biblioteca Nadonal. Sección de Mss. Aa. 105. Libro escrito por Sebastián de
Horozco, fol. 369.)
lizcdtyGooi^Ie
XI
hM pnturmámr^u de Toledo en 1m Cortes de Mftdrld
de 15S8-$5: sai pareceres 7 votos en el asunto de 1»
naTegaclón del Tmjo.
Procuradotea de Toledo en estas Cortes: el regidor D. Garda de Ayala
Manrique y el jurado Alvaro de Madrid.
Sesidn dtl 30 de Entra de is^^.—Eatabióx debate entre los procuradores
acerca de la proposición presentada al reino y apoyada en anteriores sebones
por el representante de Guadalajara, D. Rodr^o de Mendoza. Pedía éste en su
propoÑci6n que se continuara U navegación del Tajo desde Alcántara á Toledo
y que el reino ayudase á la empresa con un repartimiento de cien mil du-
■El jurado Aluaro de Madrid dixo, que la proposición hecha por don Rodrigo
de Mendoza le parece ser muy bien, y es cosa que conviene que se haga lo que
por ella se dize;y a^ se conforma con la dicha proposición, y es en que paraque
se haga y efectúe como se propone, se escnua á las ciudades y villas de voto en
Cortes lo contenido en la dicha proposición, para que dándoles quenta dello, se
haga lo en ella contenido.»
Suida del 17 de Feórero.^ Ka io áe Eaeto se había nombrado una comisión
compuesta de seis comisarios (ninguno de eUos toledano), que dictaminara sobre
la navegación del Tajo. En 17 de Febrero la comisión informó declarando los
provechos é inconvenientes que de ella podrían seguirse. Púsose á votación lo
que había de hacerse, y los procuradores fueron votando y diciendo su opinión-
■Don Garda de Ayala dixo que se escriua á las ciudades y villas que tienen
voto en Cortes y se les envié la proporción hecha por don Rodrigo de Mendo'
za con los demás papeles que los comisarios deste negocio han traído hoy,
para que vistos, envíen á deiir lo que más conviene, para que aquí se haga y
cumpla.
»E1 jurado Aluaro de Madrid idem.>
Se adoptó este acuerdo por mayoría.
SesíSn deí 2} de J-'edrerú.~Vaélvcá trat&rx del proyecto de la nav^ación;
la gran mayoría de los procuradores, y entre ellos los toledanos, siguen apo-
yándolo.
Di'gilizcdsyGoOl^Ie
— 217 —
«Don García de Ayala dixo qne él ha mirado y cOosderado este negocio de
la navegarion del Tajo, y que le parece que es útil y provechoso para estos rey-
nos; y sai es en conformarse con la proposición de don Rodrigo de Mendoza, y
que se haga por la forma en ella contenida, y se envien los papeles á las ciuda-
des, escrioiéndoles cómo á la mayor parte del Reyno le parece que es útil y
provechoso, y asile parece á £1 que se haga.
>C1 jurado Aluaro de Madrid dixo que i él le parece muy bien ser útil y provc
choso el navegarsc el río Tajo; y asi es en que se haga por la forma y manera
que don Rodrigo de Mendoza lo propuso, y se escríua i las ciudades y villas
que tienen voto en Cdrtes, de la forma y manera que ahora en este Reyno se
ha acordado.!
En conformidad con la opinitki de la gran mayoría de los procuradores, se es-
cribid á las ciudades y villas con voto en Cortes pidiendo su parecer, así sobre
la navegacióo hasta Toledo, como sobre el repartimiento de los cien mil duca-
dos al Reino.
SíMit del ló de Airil-— Idéese la carta de la ciudad de Toledo, por la que se
aprueba lo de la navegación y repartimiento y se dan poderes i sus procurado-
res para que asi lo voten,
S^sid» del 13 de Afcco.— Votación del repartimiento de loe den mil ducados.
«Don Garda de Ayala dixo, que es en conceder A su Magestad los den mili
ducados para esta navegadon, conforme don Rodrigo de Mendoza dixo en su
proposición, y que se repartan entre las dudades, villas y lugares á que se suele
y acostumbra repartir en semejantes casos, y que se siq)liquc d su Magestad que
en esta navegadon, pues es para hazer bien á estos reynos, no se ponga estanco
ninguno en las mercadurías que han de venir asi de reynos estraños como de
• Portugal.
>E1 jurado Aluaro de Madrid dixo lo mismo.»
SetidM del is de Afayo.—St: discutía un proyecto de memorial al Rey rogándo-
le se continuara la navegación hasta Toledo y didóndole que el Rdno le servía
para ello con den mil ducados. Para evitar los inconvenientes qoe podrían se-
guirse á los puertos de Castilla la Vieja y Andaluda, la mayoría de los procura-
dores querían se pidiera que por el Tajo no pudiesen navegar las mercaderías
llegadas d Lisboa de Francia, Flandes é Inglaterra y sí solamente las procedentes
de Portugal y sus dominios. Véase lo que dijeron los representantes de Toledo,
abogando por la absoluta libertad de navegadon, cuyas ventajas para su dudad
no se les ocultaba:
«Don Garda de Ayala, que se dé el memorial; excepto lo de que la navegadon
no sea libre y que haya estanco ninguno.
>E1 jurado Aluaro de Madrid, que se dé el memorial, con tanto que en él no
se ponga estanco de ninguna provinda, y que se suplique d su Magestad que se
pueda navegar de todas y qualesquier parte que vinieren; protestando él en
nombre de Toledo, suplicarlo á su Magestad conforme lo tiene votado, y de
cómo lo suplica lo pide por testimonio.»
(Aítai de las Cortes de CasHUa, fiuhUcadas por acuerdo del Congreso de les Di^
lados, tomo Vil: Cortea de Madrid de 1583-85, págs. 311,345, 359, 408 y 413.)
tizcdbyGoOl^Ie
XII
IVaCTos datos ac«rr» de El fireco.
Concordia entre Dominico Theotocópuli v hl Patrono de la Capilla
DE San José db Toledo sobre el precio del RErABLo hecho por aquél
PARA DICHA Capilla (I599).
En la dudad de Toledo á trece dias del mes de diziembre de mili y quinientos
é nouenta y nueui' años en pressencia de mi el Scriuano y testigos parecieron el
Doctor martin Ramírez clérigo Cathedratico de Theulugia dcsta Uniuersidad y
Patrón y cappellan mayor de la capellania que fundd en esta ciudad, la buena
memoria de martin Ramireí difunto vecino que fué della de una parte y de otrB
dominico greco teotocopvli Pintor vecino desta ciudad y dixeron que entre
ellos a hauido Pleito ante el visitador general desta ciudad sobre que hauiendo-
se tasado el Retablo que el dicho dominico hico y asentó en la dicha capilla en
treinta y un mili y trecieatos y veinte y ocho rrcales por personas puestas por
las partes conforme i una escritura que sobre ello otorgaron al tiempo que el
dicho dominico se encargd de la dicha obra ante Pedro Ruiz de bustos Scríuano
del número de esta ciudad en ella i veinte de nouiembrc de nouenta y siete. El
dicho doctor martin Ramirez pretendia estar muy subido el dicho precio y agra-
uiado en mucha cantidad del sobre lo qual se hauia de tratar pleito y con í\ ha-
uian de suceder costas ¿ gastos y por cscusarlos anbas partes sean conuenido y
concertado y por esta escritura por transacion y concordia se conuienen y con-
ciertan en que el dicho doctor martin Ramirez aprucua y consiente la tasación
hecha del dicho retablo en los dichos treinta y un mili y trecientos y veinte y
ocho rreales y promete de no ir contra ella en tiempo alguno pidiendo rretasa
ni otro rremedio que le pueda pertenecer que todo lo rrenunció y á quenta de
los dichos treinta y un mili trecientos y veinte y ocho rreales el dicho doctor
Martin Ramirez tiene pagado al dicho dominico greco honce mili rreales en di-
ferentes ueces, lo qual confessó anssi el dicho dominico greco y sobre la entrega
rrenunció las leyes detla y excepción de la non numerata pecunia y tanuien tie-
ne pagado por el dicho dominico greco trecientos y treinta rreales al que uino a
tasar la dicha obra desde madrid que esta cantidad tocó al dicho dominico gre-
co y tanuien se encarga el dicho dotor martin Ramirez de pagar luego á fran-
tizcdbyGoOl^Ie
— 219 —
cisco de medina lencero mili y cinquenta y tres rreales que le deue el dicho dr>
minico greco y cinco mili y quinientos rreales que le á de dar de contado Juan
Sánchez cota para quien á de dar letra el dicho doctor martin Ramírez y la rres-
ta cumplimiento á los dichos treinta y un mili y trecientos y veinte y ocho rrea-
les que son trece mili y quatrodentos y quarenta y cinco rreales el dicho dolor
martin Ramírez se obligó con su periona y uienes de gelos dar y pagar al dicho
dominico greco 6 i. quien su poder ouiere en dos pagas iguales en cada una la
mitad que k primera s:rd fin de setiembre de mili y seiscientos años y la segun-
da y ultima de allí en quatro messes seguientes que será i. fin de henero del año
de mili y seiscientos y un años. Y si durante este tiempo el dicho doctor martin
Ramírez vendiese la custodia que el dicho dominico greco tiene en su poder
que es la que hico para la dicha capilla todo el precio en que la uendierc lo 1 de
rreceuir el dicho dominico greco á esta quenta de los dichos trece mili quatro-
cicntos é quarenta y cinco rreales y la rresta se le á de pagar en las dichas dos
pagas como dicho es. Y anbas partes cada vna por lo que toca de cumplir esta
escriptura obligaron sus personas y vienes é dieron poder á las justicias que
dello deuan conocer á quien se sometieron renunciaron su fuero jurisdicion y
domicilio y lo rreciuieron por sentencia pasada en cosa jutgada renunciaron las
leyes de su fauor y la que proiue la general renunciación en testimonio dello lo
otorgaron ante mí el pressente Scriuano siendo i. ello testigos Trancisco Preboste
y francisco de ganboa y gregorio de la Torre vednos de Toledo é lo firmaron
los otorgantes que yo el Scriuano conozco. Doctor marün Ramirez dominico
theocopulí. Pasú ante m¡, Juan de soria Scriuano público.
En Toledo á catorce de diziembre de mili y quinientos y noucnta e nueuc
años en pressencia de mi el Scriuano y tes'.igos el dicho dominico greco Theo-
copoli reduío del dicho doctor martin Ramirez los cinco mili y quinientos rrea-
les que por esta scriptura le libró en joan sanchez cota para el qual se hauia de
dar libranca los quales dichos dnco mili y quinientos rreales retíuio en reales
en presencia de mí el Scriuano y testigos desta Scriptura de que doy fee dio
dellos carta de pago é lo ñrmo. testigos frandsco preboste y frandsco dcspinossa
y andres lopez vecinos de Toledo é lo firmó el otorgante que yo el Scriuano co-
nozco dominico Thentocopoli ante mi juan de soria Scriuano público.
Yo juan Sánchez de Soria Scriuano de su magcstad uno de tos del número de
Toledo fui á ello presente y en testimonio de verdad lo signé. =Juan de soria
Scriuano publico (rúbrica).
{Archivo de la Ilustre Capilla de San José de Toledo.)
tizcdbyGoOl^Ie
xiir
A Taleda.
Tercetos de D. Luis Qekhuscolo de GuzmAn.
Si de Helicona la sagrada, fuente
d^ando el natural de cristal claro,
trocara en tinta su licor prudente;
si vn espíritu altibo, aliento raro
el intenso planeta me infundiera,
de este bien hasta aqui conmigo auaro;
si me diera bus plumas la pariera
fama, con que en subjeto tan altibo
a escribir dignamente me atrebiera,
No fuera tan culpable mi motibo
qual lo sera si con mi tosca pluma
para tan alta empresa me E^er^ibo.
Pero aunque numerar jamas presuma
tus alabanzas (o Imperial Toledo)
Redu^rlas pretendo a brebe suma.
y sí en tan alta empresa corto quedo,
culpen la obra, pero no el intento;
que solamente ofrezco lo que puedo.
E)adme paes, sacras Musas, nuebo aliento,
y a cantar comen^d con dul^e tira,
con voz acorde, y resonante accento
Algo de la ciudad que al mundo admira,
por no tener igual en todo quanto
el Del^hico amador de Daphne mira.
Al cielo causa, imbidia, al mundo espanto
el valor, y grandeva que en sf enterra;
tanta es su fama, su poder es tanto.
Del gran Hercules Libio en vna sierra
esta Ciudad famosa fue fundada,
para ser la mas noble de la tierra.
Casi toda en contomo rodeada
del sacro Tajo que, qual fuerte muro,
tizcdbyGoOl^Ie
— 221 —
defiende ser por armas conquistada.
Donde urbe de espejo el cristal puro
a las altaa almenas, por que vean
en «igOB retratado el marmol dura.
Muchas huertas en torno la hermosean,
de frotas, y de florea tan copiosas
que el gusto, y el espíritu recrean.
Allí vierte Amalthea frescas rosas,
que en vega, campo, sierra, monte, y llano
deleytan, con fragancias olorosas.
Allí el calor defienden del verano
frondosas arboledas, cuya altura
pretende Phebo penetrar en vano.
Alli se (ieiTa tanto la espesura,
que el rayo ardiente de la luí hermosa
jamás turba del sitio la frescura.
Alli con melodía misteriosa
del vil Thereo, Prt^ne, y Philomena
la locura lamentan amorosa.
Alli sin arte, y de dulzura llena
de jilgueros, calandrias, ruyseñores
la no aprendida música resuena.
Alli de Venus las purpureas flores
se ven, y la de aquel man^bo hermoso
que go^o por su daño sus febores.
Alli el casto jwmin, el oloroso
dauel, el aiahar, y la mosqueta
hermosean el sitio' deleytoso.
Alli es donde murmura mas quieta
del sacro Tajo la corriente clara,
supremo adorno a su beldad perfeta.
Alli esta el artificio, inven^on rara
con que honor inmortal gano Juanelo
en esta edad de premios tan auara.
Alli parece que hasta el alto Cielo
quieren llegar con curso desusado
las claras aguas, desde el bajo suelo;
y paran en el alto, y encumbrado
alcázar, cuya altura, y fortaleza
sirue de adorno al sitio rcleuado.
donde se representa la Realera
de la Imperial Toledo, pues en ella
esta, qual la corona en la cabe^.
De cuya altura la soberbia, bella
machina de edificios sumptuosos
se ve, que quieren competir con ella.
Las Pirámides altas; loa colosos
dé Egipto, y Rodas, por laltpr, y altura
fclebres, admirables, y famosos,
tizcdbyGoOl^Ie
— 222 —
No pueden igualar a la hennosura
de fuertes torres, y altos chapiteles,
que el tiempo en vano deslustrar procura.
Aquí el diuino, soberano Apeles
Iperdoue el Nfacedonio Rey) pudiera
emplear dignamente sus pinceles.
y mas si el sacrosancto templo viera,
donde el deseo satisfecho humano,
ni puede mas pedir ni mas espera.
A quien el Rey ensalma soberano
con dones excelentes, con preciosos
thesoros, dignos de su larga mano.
Donde entre mili espíritus hermo.sos
la gran virgen, Deipara María
puso sus sacrosanctos pies gloriosos;
y bolbiendo la noche en claro dia,
a yllefonso le dio el vestido santo
que el mismo Dios de su thesnro embia.
¿A quien no causa admiración y espanto
ver la mejor mujer que el Cielo encierra
hafer a vn sierbo suyo fabor tantoí
Ciudad lamosa, en quien se 9¡fra y (ierra
vn extremo de gracias, y fabores
no meregidos de la indigna tierra,
Tus sánelos, tus diuinos protectores
cujenio, Julián, Leocadia santa
canten con yllefonso tus loores;
Pues sus méritos tienen fuer^ tanta,
que en diuinos fabores Celestiales
cada dia tu iglesia se adelanta.
Dichoso templo, cuyos inmortales
sacrificios los Cielos penetrando
son amparo a los miseros mortales
en ti estoy admirado contemplando
tu gran riquega, y fabrica admirable,
viendo mas que admirar quanto mas ando
Tu sagrario diuino, incomparable
a quien tantas reliquias enriquegen,
hacendó su valor inestimable;
A donde los milagros resplandecen
excelsos de María, cuya gloria
tus eternas grande^s engraodei^en.
Pero en vano se ocupa mi memoria,
si quiere numerar en suma brebe
lo que imposible fuera en larga historia.
y sera justo que mi pluma llebe
a otras grandevas tuyas, que en ti ven
muchas a, quien eterno loor se debe.
Hermo^ssimas damas, eo quien creo
tizcdbyGoOl^Ie
— ?23 —
qiM poner procuró naturaleza
pichoso fin, y limite al deseo;
ea cnya alta virtud, rara bellega
profunda discreQiOD, gallardo brío
et Tajo cifra toda su nque^a,
de poder alabaros desconfió
scE^n el gran valor vuestro rntrege,
objeto altibo del intento mío.
Alabeos, pues con ello se engrandece,
la gran copia de injenios soberanos,
en quien la luí de s^en^a resplandece'
Callen loe Griegos, callen los Romanos,
pues en letras, y en armas los exceden
sabios, y valerosos Toledanos.
Solos los hijos de Toledo pueden
decir que en la Romana monarchía
por linea recta maternal suceden.
Pues su madre Imperial, que cada dia
lo ca, y lo sera, como lo a sido
de mili dndades que ennoblece, y cria,
del Imperio en que España a sucedido
a la gran Roma, tiene la corona;
premio por sus grandecas merecido,
esta es la gran dudad de quien pr^ona
la clara fama glorias inmortales,
en quanto giñe la abrasada zona
esta da leyes, gouernando iguales -
a dos mundos, que al ceptro Real de EspaAa
subjectaron las ordenes fatales,
esta en quanto el Sol mira, y el mar baña
por noble, y por leal a conseguido
con gloria propria, admiración cxtraAa.
otras ciudades se an engrandecido
con cortes que las an ampliñcado,
con tratos que las an eqrrique^do.
Mas esta por ú sola, sin prestado
fauoT, alcancn el grado preeminente,
con que Imperios, y Rcynos a yllus radn.
ó Ciudad soberana, y excelente,
cuya gran redondez bienes encierra
quantos el Cielo al siielo da, y consiente,
eternice tu nombre en paz y en guerra
la clara fama con sonora trompa
en los vltímns fines de la tierra;
Loü diaphanos ayres hienda, y rompa
publicando sus lenguas por el mundo
tu cbristiandad, valor, grandeca, y pompa.
Ciudad, que sin igual, y sin segundo
en ka inmortalidad pones t* proa.
lizcdtyGooi^Ie
— M4 —
con clara fama, con valor profbndo.
Aunqne aon dignas de renomtx«, y loa
la famosa Hilan en Lombardia,
París en Franda, en Portogal Liaboa,
eo Inglaterra Londres, en Vngría
Buda, Viena en Aostría, en Mauritania
Marruecos, como en Chipre Nicosia,
México en nueba España, en Alemania
Vormes, en Persia Tanris, Heíadea
en Siria, Cuni en Sdthia, Ethica en Dania,
La gran Roma en Italia, en Galilea
Bethaayda, K¡(ea en Atia, en Berbería
Túnez, en Palestina Cesárea,
Constantinopla en Grecia, Alexandria
en ejipto, caaiopa en Epiro,
Meaco en el Japón, Lintz en Russia,
en Aratúa Sabá, en Phenifia Tiro,
Praga en Boeniia, y en la populosa
China Paquin, cuya grandeva admiro;
Ninguna de ellas a la misteriosa
plenitud soberana de exgelenQíaa
iguala, que te hagen tan fomosa.
y si con admirables diferengias
vna en buen Cielo y suelo se adelanta
otfa en injenios, y dininas acien^as;
qual enterra valor que al mundo espanta,
qual blasona de damas y hennosura,
y cual en trato noble se adelanta;
cual (ifra en su riquega su ventura,
qual en su vrbanidad, y poligia,
qual en su christiandad perfecta y pura;
qual en noblega estriba, quaJ porfia
por ampliar su sitio, y su grandeva
y qual en ser mas fuerte se confia,
en tí sola ay valor, beldad, riquega,
armas, y letras con noblega asidas,
christiandad, pollgia y fortaleza.
y en fin quaotas grandevas eq»rgdas
están por varias partes de la tierra,
en ti las vemos para Ñempre vnidaa.
Pero si son las que tu sitio encierra
tantas que ^ta número á au cuenta,
y mi pluma en querer sumarlas hierra.
Cese en el fin que hallar en vano intenta,
y á la (ama remita en su memoria
tus loores, pues ella se alimenta
con la gloria que go^ de tu gloria.
(Biblioteca Nacioaal. Secddn de Msa., ndm. 4.100, foUo 13.)
tizcdbyGoOl^Ie
NOTICIAS BIO-BIBLIOGRÁFICAS
DEL BXCMO. nuSOR
D. PEDRO DE MADRAZO Y KUNTZ
DijilizcdtyGoOl^Ie
, Google
NOTICIA BIOGRÁFICA
DEL EXCUO. ;
D. PEDRO DE MADRAZÜ Y KUNTZ
' INDIVIDUO DE NÜHERO DE LA SEAL ACAOBUIA DE LA HISTORIA -
Y SU SECRBTARIO PERPETUO
El Excmo. 5r. D. Pedro de Madrazo y Kuntz nació en Roma, en 1 1 de
Octubre de 1816, Su padre, D. Joaé, ilustre y bien conocido artista, pintor
de cámara de Carlos IV, y mds adelante de Fernando VII, vivfa á la sazón
en Roma, retenido por su adhesión á este monarca, que también residía
entonces en la Ciudad Eterna. Por su madre, D.* Isabel Kuntz, procedía
Madrazo de una familia alemana originaria de Silesia. Impúsosele el sacra-
mento del bautismo en la iglesia de San Pedro del Vaticano, y fué su pa-
drino su tío materno D. Pedro Kuntz, notable pintor de perspectivas.
Se ha dicho que la contemplación frecuente de las admirables obras de
la capital artística por excelencia dejó indeleble impresión en su espíritu.
Lo cierto es que no pudo haber tugar á ello, pues ya eo 1818, es decir,
pequeñuelo de escasos dos años, vino á España con su padre, nombrado
entonces director de colorido y composición en tos estudios de la Acade-
mia de San Fernando. La casa paterna fué para él á la vez hogar y escuela,
cuyas enseñanzas, como semilla arrojada en fértil campo, presto produje-
ron opimo fruto.
Niño aún D. Pedro, ingresó, juntamente con su hermano mayor D. Fe-
derico, en el Seminario de Nobles de Madrid, regido por la Compañía de
Jesús, donde, á más de recibir sólida educación religiosa, hizo sus prime*
TOS estudios de latinidad, literatura, idiomas modernos, ñlosoíTa y matemá-
ticas. Allí se creó amistades ñrmes y duraderas con la muy lu^o juventud
dorada de la corte; y esas amistades de la infancia no ioñuyeron poco eo
tizcdbyGoOl^Ie
— 228 —
la dirección que tomó al salir al mundo, una vez terminados sus estudios
de facultad.
Enviáronle sus padres í Toledo, y en su Universidad, de rica tradición
cientlñca, cursó con gran aprovechamiento la carrera de Derecho hasta
graduarse de bachiller. No fué, en otro orden de ideas, desaprovechada
aquella estancia en Toledo para el joven alumno, que en no largo inter-
valo pasaba desde la Roma latina á la Roma española; y de lo que los mo-
numentos y recuerdos toledanos cautivaron su ánimo hay repetidos ejem-
plos en los escritos' de su juventud. Con el estudio de las leyes simultanea-
ba el de las matemáticas, de que gustaba mucho en sus primeros años, y
con aprovechamiento tal que el Rectory algunos doctores de la Universidad
de Toledo le propusieron con empeño regentara la cátedra de matemáti-
cas, vacante á la sazón, lo que rehusó modestamente Madrazo, que sólo
contaba diez y seis años.
De Toledo- marchó á Valladolíd, terminando allí la carrera de leyes, y
ya abogado, trasladóse á París, donde residió algún tiempo. Triunfaba
entonces y ganaba los ánimos en la capital de Francia la escuela román-
tica de literatura, y el trato y comunicación frecuente con los más ilustres
d(^matizaDtes de aquella iglesia impelieron á D. Pedro hacia la nueva
doctrina, de la que fué práctico mantenedor en sus escritos durante largo
tiempo.
De vuelta en Madrid, henchido de entusiasmo por lo bueno y por lo
bello, comenzó aquella labor intelectual tan tenaz y — puede afirmarse sin
hipérbole— tan prodigiosa, con la que por más de sesenta años fomentó la
cultura nacional con su galana pluma de polígrafo. Sus primeras armas
fueron en E¿ Arlista, periódico de literatura y arte, de que eran fundado-
res y editores D Federico de Madrazo y D. Eugenio de Ochoa. Ei Artuta
venia á la prensa como corifeo entusiasta de la ñamante tendencia transpi-
renaica, y el joven D. Pedro publico en sus páginas poesías románticas que
fueron como las avanzadas de su futuro y no lejano renombre. A las poesías
siguieron artículos y narraciones en prosa y sus primeros trabajos de mate -
ria artística, ora preceptivos, ora descriptivos, críticos ü biográficos. Tam-
bién colaboró por aquellos años en El Español y en otras publicaciones,
escribiendo artículos de literatura y arte. Fenecido £/ ,4r/ií/a, apareció
otro pcriódic > de análoga índole, el JVo me olvides, editado por Salas y
Quiroga, en el que Madrazo publicó poesías y trabajos en prosa. En aquel
tiempo comentó el Tratado de derecho penal, de Rossi, y redactó una obra
original sobre sistemas carcelarios, que parece no llegó á imprimirse.
En el Ateneo de Madrid, en el Liceo, en otros círculos literarios y en
algunas mansiones aristocráticas, principalmente en la de la Condesa viuda
del Montijo, era concjrrente asiduo aquel joven dotado de romántica íigura,
muy en armonía con su filiación en el campo de las letras. Y en verdad, ora
declamando sentidamente sus inspiradas poesías, ora recitando con acom-
pañamiento de piano aquellas suaves melopeyas, género que él introdujo ó
tizcdbyGoOl^Ie
— 229 —
géneralisó por aquellos años, debió aparecerse ante nuestros abuelos como
paladín de la cueva escuela, dispuesta y pronta á dar cuenta del viejo y
gastado clasicismo.
Las más diversas tareas llenaban su tiempo. Comenzó entonces á ejercer
su carrera de abogado, aunque sin mostrar por ella una inclinación deci-
dida. Tradujo el Curso de economía pol¡lica,át Rossi; seguía cultivando la
poesfa; colaboraba en obras colectivas, demostrando su competencia en
las más distintas materias, y principalmente dedicábase á los estudios artís-
ticos, que en adelante Tueron sus favoritos y hacia los cuales le impelía
vocación irresistible y como predestinación de raza. Tan sólo veinticinco
años contaba cuando, siendo su padre Director de la Acadeniia de Sin
FerRando, ingresó ya en aquella corporación, i que habla de prestar tan
valiosos servicios. Entonces se lanzó de lleno en el estudio teórico de las
artes del diseño, y principalmente en el de nuestra gran pintura. Analizó
cuadros y escuelas, registró archivos, rectificó errores y noticias equivo-
cadas y dio con su concurso un impulso decisivo á la historia crítica del
arte pictórico español.
Fruto de sus tarcas fué el Caidlogo de los euadrot del Real Museo de
Pintura y Escultura^ que publicó en 1843, primera, en el tiempo, dcsua
obras importantes, y que le valiJ ya sólida reputación en el campo de la
especialidad á que se habla dedicado. En aquel año apareció el Semanario
Pintoresco Español^ que tan larga vida y tan gran importancia logró alcan-
zar entre las publicaciones congéneres-, y desde sus principios llevó á él
D. Pedro interesantes trabajos sobre las materias para él predilectas, lite-
ratura, poesía y arte, principalmente pictórico. Ocupábanle, á más de estas
tareas, otros trabajos originales y algunas versiones del francés, inglés é
italiano, entre ellas la déla Historia del Consu'ado y del Imperio, áaTi\itr%,
que anotó menudamente.
En 1845 dio comienzo i su carrera administrativa en el Consejo Real.
Por aquellos años y los siguientes colaboró con asiduidad en periódicos y
revistas tales como, amén del antes citado Semanario, El Demingo, El
Laberinto, El Siglo Pintoresco y El Renacimiento, acreditando cada vez
más su firma con sus poesías, trabajos de crítica artística y artículos de
varia índole. En 1848 dirigió, juntamente conD. J. J de Mora, la ^(Z'ü/i)
Hispano- Americana, que no alcanzó larga vida.
Los años que á éstos se siguieron fueron para él años de estudio y
reo^imieiito. Mientras continuaba con ciertas alternativas sus servicios
administrativos, escribía largamente para la voluminosa Enciclopedia mo-
derna de Mellado, Resultado harto diverso y mucho más brillante de su
honda labor intelectual fueron dos de sus más notables obras que con laa
de otros insignes escritores contemporáneos suyos tan gran influencia
habían de ejercer en el espíritu de aquella generación y de la que la siguió
inmediatamente, con notorio provecho de la cultura nacional. El roman-
ticismo extendía ya su acción en España desde et campo de la mera lite-
tizcdbyGoOl^Ie
-_ 230 —
ratura al del arte monumental, y Madrazo figuró entre aquella ilustre pié-
yade, algunos de cuyos nombres son Carderera, Caveda, Pifcrrer, Qua-
drado, Amador de los Ríos, Assas y Pi y Margall. Entonces aparecieron
uno tras otro los volúmenes de la nunca bastantemente ponderada obra
Recuerdos y billezas de España, á^ Parcerisa, que descorrió el velo que
para la generalidad del público ocultaba nuestra riqueza arqueológica,
promovió el entusiasmo por la edad media española é inició la afición al
excarsicrtinno, hoy en pleno período de desarrollo merced al espfritu de
asociación y á lafacilidad en las comunicaciones. De Madrazo son los volú-
menes cor respondientes á Céidoba y á Sevilla y Cádiz (á que me refería
mis arriba) , obras de las mis bellas de la serie y, aunque por su principal
objeto, de (ndole histórico-artfstica, no menos literarias y aun poéticas que
artísticas ¿ históricas. Con estas producciones consolidó D. Pedro su justa
reputación de insigne literato, historiador y arqueólogo, acrecentada más y
mAs por sus trabajos posteriores.
En 1857 apareció la ohvA E¿ /íea¿ Afusea Je Afadrid y /as Joyas de la
Pintura en España, publicación de lujo, que quedó incompleta, y cuyo
texto es de Madrazo, Poco después ocuplronle de lleno los deberes y
tareas de la vida acadómica. En la Academia de San Fernando, á que ya
de años atr.s pertenecía, tocóle llevar la voz de la corporación, entre otras
ocasiones, cuando ingresaron como individuos de número los Sres. Ama>
dor de los Ríos (1859), Huet (1866), Marqués de Monistrol fiSfiS), Sans
(1875), Riaño (1880}, Fernández y González (i88i) y Oliver y Hurtado
(1881) En el seno de la Academia distinguióse por una laboriosidad sin
límites. Tomando parte en los debates, presidiendo diversas comisiones,
redactando informes y dictámenes, de los que sólo los publicados en el
Boletín pasan de cuarenta, adquirió tan saliente personalidad en aquella
corporación que á la muerte de su Director D. Federico de Madraio fué
elegido D. Pedro para este cargo (15 de Octubre de 1894) y reelegido para
otro trienio (27 de Diciembre de 1 897), ocupando tan honroso puesto hasta
el término de su vida.
Nuestra Real Academia de la Historia habíale elegida en ti de Febrero
de iSS9 como individuo de número para la medalla 53, vacante por falle-
cimiento de D. Tomás de Sancha. En 13 de Enero de i86i tomó posesión,
pronunciando un hermoso discurso que versó acerca de los elementos
constitutivos de la civilización española. También como individuo de esta
Academia intervino asiduamente en sus tareas y deliberaciones, y los in-
formes que con su firma figuran en las páginas del Boletín de la corpora-
ción exceden de veinte. Llevó la voz de la Academia en la recepción públi-
ca del Sr. Oliver y Esteller {1884) y en otras solemnidades. Forn-ó parte
de las Comisiones de Cortes y Fueros, de Antigüedades, de Memorias y
de la central de Monumentos históricos y artísticos. En 19 de Diciembre
de 1879 la Academia le eligió su Secretario perpetuo y desempeñó su car-
go con puntualidad y celo dignos de todo encomio hasta que lo impidió
tizcdbyGoOl^Ie
— 231 —
materialmente su enrermedad postrera Para ocu;)ar la vacante de D. An-
tonio Mana Segovia eligióle la Real Academia Española en 1 8 de Mayo
de 1874, y en 10 de Abril de 18S1 veriñc>.'se su toma de posesión.
Acercábase ya nuestro biografiado á los limites en que la ancianidad
empieza cuando en 1872 dio á la estampa la parte correspondiente á las
escudas italianas y espaiíolas de su Catálogo descriptivo é histérico del
Mttste del Prado, obra tan importante por su selecta erudición como por
su acertada critica. De entonces acá, y cuando la mano y el entendimiento
del anciano parecen tender al reposo bien ganado con largos afanes y vigi-
lias, es asombroso pensar lo que aún produjo D. Pedro de Madrazo du-
rante los cinco lustros en que la Providencia le conservó la vida.
De este periodo datan sus más doctas lucubraciones arqueológico- artís-
ticas, que con pasmosa rapidez fueron apareciendo en forma de libros,
monografías ó artículos de revistas iiiisiradas. Entonces filé principalmente
cuando, sin olvidar, antes atendiéndolos come siempre, sus predilec*
tos estudios acerca de las tres nobles artes hermanas, publicó sabios y
nutridísimos trabajos sobre orfebrería, tapicería, esmaltes, panoplia y mu-
sivaria, que quedarán como perennes modelos en su linea y á los que
acudirá siempre el añcionado al arte retrospectivo con singular provecho,
Gran parte de esta labor está encerrada en los volúmenes del Muito
etpañol de AnltgiUJades, donde publicó catorce extensas monografías', en
los de los Monumentos arquitectónieos de España, del editor Dorregaray; en
las columnas de La /¡ustraeim Es panoja y Americana, en que hay más de
cuarenta trabajos suyos, algunos muy extensos, que versan sobre arqueo-
logía, arte, historia y literatura; en los Almanaques anualmente editados
por aquella importante revista; en La Academia, Li Ilustración de Madrid,
La liustpaeión Católica y la ¡iHslracic/i Artística de Barcelona, donde figu-
ran muchos de sus últimos escritos, muy amenos é interesantes. Son tam-
bién de este tiempo sus obras Joyas del arle et España, publicación en
gran folio; Viaje artístico dt tres siglos por las colecciones de cuadros de loi
Rtyes de Espeña, libro de mayor importancia que la que parece prometer
su tamaño, donde Madrazo puso á contribución sus más salientes dotes de
investigador, historiador y crítico; los textos ilustrativos de los Cuadros
selectos de la Real Academice de Bellas Artes de Sai Femando-, la España
artUtieay monumental, que publicó la casa editorial de Rodríguez; el texto
de La Arquitectura de España estudiada en sus principales monumentos, libro
editado por una empresa de Dresde, y la monografía acerca de los vesti-
dos é insignias imperiales de Maximiliano 1 y Caries V, que vertida al ale-
mán se publicó en Vie,na. Corresponden asimismo al último periodo de la
vida del sabio académico los tres volúmenes consagrados á Navarra y
Logroño en la obra España, sus monumenfos y arle.<, etc , del editor barce-
lonés Cortezo. Son de Madrazo los numerosísimos y nutridos artículos rela-
tivos á pintura, escultura y grabado del Diccionario enciclopédico hispano-
americano de Montaner y Simón. En ñn, al morir dejó muy adelantada, ó
tizcdbyGoOl^Ie
— 232 —
tal vez concluida, una Historia de la Arquitectura en España, i la que, se-
gún parece, habla dedicado preferente atención en sus postreros años.
Vida semejante, consagrada por entero al trabajo y al estudio, debía á
la larga imprimir honda huella en cualquier naturaleza, aun tan resistente
como la del Sr. Madrazo. Una antigua enfermedad de estómago venfa mi-
nando su existencia y produciéndole intensos sufrimientos, soportados con
gran resignación. T aunque puede decirse que su vida se venia prolon-
gando durante los últimos catorce años merced á un severo régimen lác-
teo, D. Pedro, enfermo y octogenario, sólo se rindió cuando la terrible '
dolencia le hizo imposible de todo punto la continuación de sus tareas y
ocupaciones predilectas. En lo más rigoroso de su enfermedad, cuando se
atenuaban sus padecimientos, gustaba aún de platicar de arte con amigos
y deudos, y en aquellos intervalos de reposo, poco antes de morir, todavía
compuso algunas de sus más bellas poesías, por lo general religiosas, en
que son de admirar hermanadas la noble inspiración de su alma siempre
joven y la viva fe cristiana que alentó siempre en el pecho del insigne
escritor.
De resultas de un ataque de uremia murió D. Pedro de Madrazo eo
Madrid, en la noche del 20 de Agosto de 1898; sus restos mortales fueron
inhumados en el cementerio de Sao Isidro. Pocos hombres habrán cum-
plido más estrictamente el precepto divino que condenó al trabajo á nues-
tro linaje; tal vez por esto mismo le premió la Providencia concedi¿ndo)e
la reposada muerte del justo, preludio de otra existencia mejor.
Si persona ha existido predestinada al parecer al cultivo del arte, fn¿
ésta D. Pedro de Madrazo. £n la gran metrópoli del arte vio la luz pri-
mera; artista notabilísimo y maestro de artistas fué el autor de sus días;
artista, según queda dicho, su tfo materno (de quien tenemos en el Museo
de Arte moderno de Madrid un hermoso interior de San Pedro del Vati-
cano) é insignes artistas sus tres hermanos. El mismo D. Pedro fué muy
diestro dibujante y aun pintó algunas acuarelas; bien que no con los pin-
celes, sino con la pluma, debía lucir sus aptitudes, conquistándose un
puesto eminente entre sus contemporáneos é ilustrando á tres generacio-
nes con su fecunda labor dentro del campo de nuestro arte y de nuestra
historia.
«De tos cuatro hijos varones— dice de él uno de sus panegiristas — que
tuvo el fundador de la dinastía artística de los Madrazo fué el último en
morir, y de todos parecía que había heredado algo: de D. Federico, el
retratista de las damas, la elegancia; de D. Juan, el arquitecto insigne, res-
taurador de la catedral de León, la profundidad del pensamiento, y de
D. Luis, el menor de todos, la sencillez: y la soltura> (i).
Por lo ya expuesto en estos apuntes biografíeos se habrá apreciado lo
>, publicido en !m IlailritcUo ArlUiUm de Bu-
tizcdbyGooi^Ie
— 233 ~
que íaé Madrazo como cultivador de la historia, el arte y la arqueología.
Como escritor y estilista no sobresalió menos, y con verdad se ha podido
decir de él que «nadie ha hablado de arte de nn modo más artístico* (t).
En el poeta hay que distinguir su primera y más libre manera como vate
afiliado á la escuela romántica y sus obras posteriores en que la imagina-
ción refrena sus vuelos y es perceptible la mayor corrección de la forma,
como cincelada y escultural. En el prosista son de observar la limpieza y
tersura del lenguaje, que es muy puro sin tener nada de arcaico, la bri-
llantez y magia del estilo, lo el^antc de la elocuciún, la amenidad del dis-
curso. Madrazo tenía un estilo peculiar y propio, condición á que el escri-
tor debe aspirar siempre No ha faltado quien crea descubrir en él algún
artificio; M, como dicen, e! estilo es el hombre, yo pienso que hombre de
las especiales condiciones de Madrazo no porlla expresarse sino como se
expresó y que sus escritos fluyeron de su pluma fácil y naturalmente.
El mundo sabio premió sus talentos otorgándole sus más codiciados títu-
los y honores. A más de ser en España tres veces académico numerario,
figuraba desde muy joven en la Academia de tos Arcades de Roma con el
nombre de Mneseo Bélico. El Instituto de Francia, los Arqueoli^cos de
Berlfn y Roma nombráronle correspondiente suyo, y de la Academia de
Bellas Artes de Lisboa fué miembro honorario. Era ademá% oficial de la
Legión de Honor, En el Senado representó por dos veces á la Academia
de San Fernando.
Hfzose ya referencia á su carrera administrativa; en efecto, durante me-
dio Mglo desemp>eñó digna y honradamente varios importantes caicos
públicos. tFué auxiliar de primera clase én el Consejo Real desde 24 de
Diciembre de 1845 y ñscal primero del propio Consejo en 5 de Marzo
de 1S47, hasta que por refonna-quedó cesante el 8 de Febrero de 1348,
Nombrado abogado ñscal del Consejo Real el 28 de Abril de 1848, volvió
á quedar cesante el 25 de Agosto de 1854, cuando se suprimió el Consejo.
Restablecido éste, fué abogado ñscal primero desde it de Noviembre
de 1856, primer teniente ñscal de lo contencioso del Consejo de Estado
el 18 de Agosto de 1860 y secretario general de aquella corporación el 7
de Diciembrede 1S70 hasta el 31 de Julio de 1871, en que por reforma
quedó cesante. Volvió á ser el 26 de Enero de 1873 secretario general del
Consejo de Estado y ascendió á Consejero el 8 de Julio de 1880, obteniendo
el 16 de Septiembre de 1885 la presidencia de la Sección de Gobernación
y Fomento del Consejo. El 13 de Septiembre de 1888 pasó á ser ministro
del Tribunal contencioso-administrativo hasta que le jubilaron el 14 de
Mayo de 1897. Fué consejero de Instrucción pública y director del Museo
del Arte moderno hasta su muerte* (2).
(i) <D. Padn de Ihdnia., ■iticnlo da D. ¡oit Ramio Hillda «■]■£<> lituIratiiH EtpaAtta y
lizcdtyGooi^Ie
- 334 —
Tal fué el crftíco de arte, el historiador, el literato y el funcionario
público. Cuanto al hombre, fué modelo de caballeros y de ciudadanos, vir-
tuoso sin afectación, amante esposo y padre de familia. Vivió siempre
ajeno á las luchas de la política Ln bondad de corazón, cierta distinción
aristocrática y la afabilidad en el trato fueron condiciones en él peculiares
y le granjearon generales simpatías. De elevada estatura y noble presencia,
pocos serán los que hoy rememoren á aquel joven apuesto y elegante
representado por el pintor Esquivel, juntamente con la legión intelectual
de au época, en un conocido cuadro del Museo de Arte moderno; pero
todos recordamos al anciano de ebúrneo rostro y espiritual figura, evoca-
ción a! parecer de tiempos menos prosaicos y utilitarios que los actuales.
D. Pedro de Madrazo había casado con la Sra. D.' Manuela Rosales. De
este matrimonio fueron hijos D. José, D.' Emma D," Sofía y D.* Mercedes;
sólo las dos últimas han sobrevivido á su padre.
Digna es de perdurar, y perdurará sin duda, la memoria de Madrazo.
En nuestra Real Academia de la Historia, de que fué preclaro miembro y
Secretario perpetuo, siempre vivirá su recuerdo.
tizcdbyGoOl^Ie
OBRAS IMPRESAS
D. PEDRO DE MADRAZO Y KUNTZ
POR EL ORDEN DE SU PUBLICACIÓN
En E¡ Artista, periódico que se publicó en Madrid en 1835-36 (impr.de L San-
cha), hay del Sr, Madrazo los escritos siguientes;
Queja, poesía, tomo I, pág. 19.
Separación, poesía, I, 78.
El caballero de Olmedo, poesía. I, 1 12.
Don Rodrigo, trova, I, 180.
Alberto Regadón (narraciones en prosa), I, 185, 196,
A !a muerte de doña Ramona Nieto y Wals, soneto. I, 35a.
Pintura, dibujante, colorista. Bello-ideal, 1, 189.
Pintura, TI, 14.
Toribio, artículo, II, 22.
Poesía antigua, artículo, II, 27.
Afecto á las artes. Afecto i. los empleos, artículo, 11, 29.
David Teniers, artículo, II, 49.
Protección debidí á las Bellas Artes, 11, 50.
Lorenzo Sampierra (Narración en prosa traducida del francés), II, 67, 79.
Penélope y Ulises, pintura de Pompeya, II, 88,
Celma y Zaida, poesía, II, 94.
Toledo, bajo-relieve de D. Alonso Berruguete, n, 107.
Esposición pública de pintura en la Real Academia de San Femando, II,
153, [64, 169.
Al cuadro de la Sacra Familia, pintado por S. M. la Reina Gobernadora,
poesía, II, 157.
tizcdbyGoOl^Ie
— 236 —
Bellas Artes. Martirio de San Bartolón»}, por Ribera, II, tSi.
Visión de San Pedro Nolasco, por Zurbarán, II, aSi.
Yago Yasck, cuento fantástico, III, 29, «3, 53-
Bellas Artes. Biografía. Pedro Pablo Rubens, III, 86.
Bella! Artes. Demolición de conventos, III, 97.
El Trovador, poesía, lU, 131.
Bellas Artes. Gatería de ingenios contemporáneos. D. Santiago de Masamau,
in, 133.
Muerte del Conde Garci-Saldaña, poesía, IB, 135.
(Todos estos trabajos van firmados con las iniciales P. de M., excepto la poe^a
Al cuadro de la Sacra Familia... al pie de la cual aparece el apellido completo.
Es probable que otros escritos en prosa y verso, que en Eí Artilla se publica-
ron anónimos, sean también obra de D. Pedro.)
En El Eifañol, diario de las doctrinas y de loB intereses sociales (Madrid,
1835-36. Imp. de la Compañía Tipográfica);
Artículo firmado, en que se trata de materia artística, contestación á otro pu-
blicado por el periódico Eco del (entérete, inserto en el número 116, correspon-
diente al sábado 5 de Mario de 1836. En El Español figuran varios trabajos téc-
nicos de Bellas Artes, anónimos, que, á juzgar por su estilo y tendencia, son de
Madrazo.
En No nte olvides, periódico de Literatura y Bellas Artes (Madrid, 1837), publi-
có los siguientes trabajos literarios y artísticos:
El cspóaito, poesía, núm. i, pág. 6.
Juicio sobre las artes en el siglo XV (firmado P. dcM.), núms. 4, pág. i, y 5,
página a.
Una mano, poesía (firmado P. de M.), núm. 6, p^. 3.
Publicaciones artísticas (firmado M.), núm. 7, pág. 3.
Eli loco y la lágrima, poesía (firmado P. de M.), núm. 7, pág. 6,
Una impresión supersticiosa, artículo (firmado P. de M.), núm. 9, pág. 1.
Bellas Artes. Filosofia de la Creación (firmado P. de M.), núms. 13, pág. 1,
y 14. pág- I.
Fragmento. La Capilla del Condestable, poesía (firmado P. de M.), núm. 14,
página 4-
Laura y Petrarca (artículo firmado P. de M,), núm. t6, pág. i.
En la obra Afunles fiara una BibUoteía de eicrilores españoles cantempordtuos
en prosa y verso, por D. Eugenio de Ocha, tomo 11, que forma el XXIV de la Co-
lección de los mejores auiores españoles de la coleccióii Baudry (París, 1840), se in-
sertan los siguientes trabajos del Sr. Madrazo:
Laura y Petrarca, pág. 316. (Reproducción del artículo publicado en el pe-
riódico No me olvides.)
La senda de la vida, poesía, pág. 318.
Stella matutina, poesía, pág. 333.
Al toque de oraciones, poesía, pág. 324-
Curso de Economía política, de M. P. Rossi... traducido por... Año escolar de
tizcdbyGoOl^Ie
1836-1837- (Madrid, imp. de tk>ix, 1840.) En 8," mayor de xxxii-387 paginase
Precede á la obra un extenso prólogo del traductor Sr. Madrazo.
Epístola moral aobre las costumbres del siglo.
Las Bellas Artes, composiciún política.
Poesías insertas en la Diiíribucián de hs premias florales ktcka Por el Liceo ar-
tístico y literario de Madrid, cala sts\6apú!b\vcí de II de Juliode 1841. (Madrid,
■ 841, imp. de Mellado).
AlbuiH pintoresco universal. Colección de artículos relativos á toda clase de
ciencias y artes..., por D, Pedro de Madrazo, D. Eugenio de Ochoa, D. Pedro
Pidal, ü. Patricio de la Escosura, D. Antonio María Segovia.
Barcelona, F. Oliva, 1843-43. Tres tomos en 4,° mayor de 576, 568 y 58» pá-
ginas.
Los numerosos artículos del Sr. Madrazo incluidos en esta obra, al igual que
casi todos los restantes, carecen de firma.
Catálogo de los Cuadros del Real Museo de Pintura y Escultura de S. M.,
redactado con anegto á las indicaciones del Director actual de este Real esta-
bletímiento,— Madrid, Aguado, 1843, 8.", xiv-433 páginas.
De este Catálogo hay varias ediciones posteriores.
Lo que dicen las olas (balada).
Semanario Pintoresco Español, 3." señe, 1843, tomo 1, (Madrid, F, Suireí), pá-
gina S6.
Galería de pinturas. Escuela italiana. La Virgen del Pez, cuadro de Rafael
de Urbino.
SeiH. PitU. Esp., 3." serie, 1843, tomo 1. (Madrid, F. Suárez), pág. 139.
Libro de los oradores, por Timón, traducido de la edición décimatercia
por... — Madrid, imp. de M.Jordán, 1844, 4." mayor.
Poesía bíblica, paráfrasis de trozos escogidos del Antiguo y Nuevo Testamen-
to, por... Obra dedicada i. los Ins.itutos, Colegios normales y profesores de huma-
nidades del Reino.— Madrid, 1S44, imp. de D. Hidalgo, lib. de Matéis, 8," mayor.
Solo se publicó la primera entrega.
Galería de pinturas. Escuela española. Santa Ana dando lecdón á- Nuestra
Señora, cuadro de D. Joaquín Espalter (firmado P. de M.).
Sem. Pint. Esp., 3.* serie, tomo II, IX de la colección, 1844, p^- 49-
Galerla de pintaras. Escuela italiana. Retrato á caballo del Emperador Cai^
los V, cuadro de Tiziano.
Sem. Pinj. Esp., 3.* serie, tomo U, IX de la colección, 1844, pág. 1 16.
En El Laberinio, periódico universal, que se publicó en Madrid en los aitos
1844 y 1845, aparecieron los siguientes trabajos:
lizcdtyGooi^Ie
— 238 —
En el tomo I {1844):
Trabajo inütü, A don Eugenio de Ochoa, poesía, pág. 115.
La muerte de Jesús, poesía, pág. 148.
Bellas Artes. Su estado actual en la capital de España, págs. 3oé, 3ii, 245
y 330-
Poesía. Primera mesenia de Tirteo, pág. 119.
Los caminos de hierro. El sueño del orillo (á mis amigos Ochoa y Masar-
nau), poesía, pág. 288.
En el tomo 11(1845):
Exequias del Excelentísimo Señor Duque de Osuna. Catafalco ideado por don
Valentín Carderera, pág. 8.
Historia del Consulado y del Imperio, continuación de la Historia de la
revolución francesa, por M. A. Thiers, traducida y anotada por... — Madrid, imp.
de D. J. Redondo Calleja, 1845, 5 tomos en 4." mayor.
En £¡ Damingo, lecturas piadosas y entretenidas (Madrid, 1845), publicó los
siguientes trabajos literarios:
Salmo 50 (veráón castellana del Mtterere), núm. 1.°, pág. a.
La conversiÓD de María Magdalena (poesía), núm. 3, pág. 1 1.
En la tristeza y aflicción. Salmo 40, núm. 4, pág. 16.
Poesía sin título en diversidad de metros, que comieoia:
Soy niño pobre, y vivo enfermo y triste...
número 8, pág. 31.
Lucha del espíritu con la carne (Confesiones de San Agustín), poesía, núme-
ro 10, pág. 39.
Capítulo iS de Job. Paráfrasis, núm. la, pág. 44-
Poder de Dios (imitación del salmo XVII), núm. 13, pág. 48.
Paráfrasis del Te Deum, núm. 13, pág. 51.
Canto de alabanza (Lot^esang). Traducción de Fulda, núm- 17, pág. 68.
Dies irx, núm. iS, pág. 73.
Canto de! domingo (Sonntagslied). Traducción de Sturm, núm. so, pág. So.
Job, núm. 35, pág. r40.
Job. Capítulo II, núm. 38, pág. 1 53.
Job. Capítulo XIII, núm. 39, pág. 156.
Job. Capítulo XXXVII, núm. 40, pág. too.
Ezequiel. Capítulo XXVII, núm. 42, pág. 167.
Ezequtel. Capítulo XXXI, núm. 43, pág. 173.
Isaías. Capitulo V, núm. 44, pág. 176.
Velázquez y sus obras. Artículo en El Siglo Pintoresco, periódico univer-
sal, etc., tomo I (1845), pág. 35..
Epitalamio. Poesía publicada en la Corona poética dS. M.yA. en lu ftlii «-
lace con lUi augutios primos los Sennoi. Señores Duques de Cdáiz 3 dt Montpeniter
(Madrid, 1846, M. Rivadeneyra y Comp.), págs. 53 á 55.
De las crisis de Hacienda y de la reforma del sistema mooctario, <Axí de
lizcdtyGooi^Ie
— 239 —
suma utilidad para los Gobiernos y las Compañías autoríndas con el nombre de
Bancos, para la emisióo del papel monetario, qiie comprende la eeplicadón de
las caui^s que producen las crisis rentísticas, y la relación de éstas con el actual
sistema monetario metálico, escrito en francés por el economista nspolitaao
Ohitti y vertida al castellano por... (Madrid, 1847, Á. Gdmeí Fuentenebro), S."
mayor, So páginas.
En El Renacimiento, revista que apareció en Madrid en 1847, publicó los si-
guientes trabajos:
Confesión de un artista (pensamiento de Mi^el Ángel Buonarotti), poesía,
página?.
Bellas Artes. Consideraciones generales sobre su renacimiento, pág. 9.
Bellas Artes. Gínesis del Arte cristiano, pág. 17,
Bellas Artes. Sobre una de las causas de la decadencia det arte antiguo, pá-
gina 41.
Bellas Artes. Sacra familia. Facsímile de un dibujo original de Rafael, hasta
ahora Inédito, pág. 65.
Bellas Artes. E>el primer renacimiento de las Artes y la Literatura, págs. 121
y 129. ^
Dios dispone. Balada, pág. 136.
Balada religiosa, (poesía).
&»». Pint. Esp., año XII, nueva época, tomo n, 1847, pág. 33S-
Esposición de pinturas de 1847- Artículos 1, 11 y m.
Sem. Pint. Esp., año XII, nueva época, tomo 11, 1847, págs, 354, 361 y 388.
Revista Hispano- Amerimna, periódico quincenal, bajo la dirección de D. J. J. de
Mora y D. P. de Madrazo.— Madrid, La Publicidad, á cargo de M. Rlvadeney-
ra, 184S; vot. en S.", 3S4 páginas. Sólo apareció el tomo I.
El Sr. Madrazo publicó en esta revista los trabajos siguientes;
Italia, p^. 30.
Roma, pig. I05.
Sodoma. Poesía, pág. 159.
El bautizo del eunuco. Poesía.
Publicóse en el Álbum religioso, colección de veinte y cuatro composiciones líri-
cas, sobre asuntos del Evangelio y hechos de los Apóstoles (Madrid, 1848, La
Publicidad, imp. de M, Rivadeneyra), 4.° mayor, sin paginar.
Oraciones puestas en música por varios compositores alemanes y versificadas
en español por D. S. de M. y D. P. de M. D. Santiago de Maaamau y D. Pedro
de Madrazo. Madrid, sin i. ni a. (Se publicó en 1849), vi-i4S págs. de música cal-
cografiada, 4.<* mayor.
Son del Sr, Madrazo numerosos artículos de la Enciclopedia moderna. Dic-
cionario universal de Literatura, Ciencias, Artes, Agricultura. Industria y Comer-
cio, publicada por D. Francisco de P. Mellado.— Madrid, 1851-65, imp. de Mella-
do, 40 volúmenes en 4.°
lizcdtyGooi^Ie
— 240 —
El acdoniata de minas.
El celador de barrio.
La señora mayor.
Estudios de costumbres que aparecieron en la obra Los españoUt piíitadoi por
ti mismos. — Madrid, Gaspar y Roig, 1851, págs. J17, 3227 346 respectivamente.
Al Excmo. Sr. Conde de San Luis, con motivo de la institucitin del Teatro
Español, esterilizada por el mal gusto reinante. Soneto.
En el Álbum poñiío dedicado al Excelentísimo Señor Conde de San Luís.— Ma-
drid, 1851, pág. 93.
Conáderacioncs sobre las verdades de la Religión y los deberes del cris-
tiano, dispuestas en forma de meditaciones para todos los días del año, por
el V. y M. Rdo. Dr. Challoner, Obispo de Debra, V. A. Traducidas del original
inglés por... - Madrid, 1854-5S, imp. de la Comp.de Impresores y Libreros
del Reino, 4 tomos en 8." de xxxixmSS, 516, 490 y 576 páginas respectiva-
El prólo(ro que precede al tomo I es original del Sr. Madrazo.
Córdoba. Volumen de la obra J?ai<eri]!iij>M'»iM(/<! Espaha... obra destina-
da d dar i conocer sus monumentos y antigüedades en láminas dibujadas del
natui&l por F. J. Parccrisa. — Madrid, RepuUís, 1855, 4.° mayor, 450 páginas, con
láminas dibujadas por Paxcerisa y litogiañadas por J. Donón y J. J. Martínez.
Nueva edición en la obra EspaHa, sus monumintoS y artes, su luUuraUta ¿
historia. — Barcelona, Daniel Cortezo, 1884, 4.°, 548 páginas, fotograbados y
heliograflas de Laurent, Joarizti y Mariezcunrena, cromos de Casáis y dibujos á
pluma de Gómez Soler.
£1 capítulo I y las primeras páginas del 11 fueron escritas por D. Francisco Pi
y Hargall, segün declaración del Sr. Madrazo en la propia obra.
Sevilla y Cádiz. Volumen de la obra Recuerdos y belletas de EspaSa... obra
destinada á dar i. conocer sus monumentos y antigüedades en láminas tomadas
del natural por F. J. Parce risa.— Madrid, C, López, 1856, 4.° mayor, 616 páginas,
con láminas dibujadas por Parcerisa y litografladas por J. Donón,J.J. Martínez,
Pie de Leopold, S. Isla y otros.
Nueva edición en la obra España, sus monumentos y arfes, su naturaleza i his-
toria. — Barcelona, Daniel Cortezo y Compañía, 1884, 4.°, 840 p^nas, fotograba-
dos y heliografias de Laurent, Joarizti y Mariezcurrena, cromos de Casáis y dibu-
jos á pluma de Gómez Soler.
Balada en prosa. El hidalgo de Arjonilla.
Stm. Pint Esp., año XXI, 1836, pág. ao.
Balada en prosa. El Conde de Belalcázar.
Sem. Pint. Esp., año XXI, i8s6, pág. 33.
Las tres hermanas del cielo (poesía).
Sem. Pint. Esp., aíio 11, 1856, pág. lao.
tizcdbyGoOl^Ie
— S4I —
El Real Museo de Madrid y las joyas de la pintura en España. — Cdecdón
selecta de cuadros pertenecientes i la Corana, á la Iglesia, al Estado y á las más
notables galerías particulares, copiados de' los originales par los prímetos dibu-
jantes-litógrafos de Europa y explicados con noticias históricas sobre el desarro-
llo y vicisitudes de la Pintura por... Publicada bajo la Real protecddn de S. M. el
Rey Don Francisco de Asís María de Borbón, porD. Juan José Martínez, litógrafo
de S. M.— Obra premiada en la Esposición de Artes é Industria de París de 1855.
El texto es bilingüe, español y francas; en este idioma bajo el título Le Musée
Royal de Madrid et les diamants de la Peinture en Elspagne. — Madrid, imp. y
litogralla de D. Juan José Martínez. 1857. Gran folio, texto i dos columnas.
Las reproducciones litográñcas de cuadros notables son veinticinco.
Solóse publicó la serie i.', f Tesoro de la Corona».
Manual de moral cristiana con arreglo 4 la doctrina del Santo Concilio de
Trento y de los más notables expositores y moralistas católicos, por... (París,
Walder, 1857, Rosa y Bourct, editores. Vol. en 8.°, 347 peinas.
Esta obra forma parte de la Entícíopedia kispano-^HtrUaiia.
La moral en las Artes. Oda.
Publicóse en el folleto Esposición pública de Bellas Artet celebrada en el año
de 1856 y solenme distribución de premios d los artistas que en ellos los obtuvieron...
—Madrid, Imp. Nacional, 1857, P^s 46 á 56,
Recuerdos de una escurcón por la sierra de Córdoba. Los hijos del yermo.
La dehesa de Córdoba la vieja.
Sem. Pint. Esp., 1857, págs. ai y 34.
La prisión de Valenzuela (rasgo histórico).
Sem. Pini Esp., 1857, págs. 37, 41, 51 y 66.
De mal á bien y de bien á mal (poesía).
Sem. Pint. Esp., 1857, pág. 56.
Soneto sin titulo que comienza:
Orfeo amabillúmo, salud...
Soneto con consonantes forzado^ empieza:
Todo acabó: la grata compañía...
Dictamen. Composición poética que comienza:
El abogado fiscal...
Olrenda á Jesús. Composción poética que comienza:
Pastores y zagales...
Estas cuatro poesías, alusivas á las .tertulias literarias que solían celebrare
por Noche Buena en la morada del Marquüs de Molina, se hallan en el libro que
publicó este señor titulado Las cuatro Navidades. -Madrid, Imp. Nacional, 1857,
páginas 35, 45, 86 y 306 respectivamente.
lizcdtyGooi^Ie
— 34.2 —
Las dos venidas de Cristo. Revista á escape, religiosa, política y estética.
Poesía inserta en El BeUn, periódico publicado la Noche Buena de 1857 por
la tertulia literaria del Marqués de Molins. - Imp. de Tejado, foi. mayor doble, 4
páginas.
Hay otra edición posterior de El Belén en fornia de libro. — (Madrid, A. Péreí
Dubrull, i886>, 8.» menor. La poesía del Sr. Madrazo ocupa las pígs. 177 á 197-
Discurso en contestación al de recepción de D. José Amador de los Ríos en la
Real Academia de Nobles Artes de San Femando en ig de Junio de 1859. —
Madrid, 1859, en 4.", pág. 35
Trata del estilo mudejar en arquitectura.
Reimpreso entre los Discursos leídos en las recepciones y actos públicos cele-
brados por la Real Academia de las tres Nobles Artes de San Femando. — Madrid,
M. Tello, 1872, tomo I, pág. 41.
El Romancero de la guerra de África, presentado á la Reina D.* Isabel II y
al Rey su augusto esposo por el Marqués de Molins.— Madrid, M. Rivadeneyra,
1860, 8." menor.
El romance Vil es del Sr, Madraio, pigs. 113 i 143 de la obra.
IKscurso leído ante ta Real Academia de la Historia en su recepción pública,
en i3de Enero de 1861. — Madrid, C. López, i86i|en4.''
Versa acerca de los Elementos constitutivos de la civilización española.
Prólogo al libro La Fariiea. Las dos gracias, novelas originales, por Fernán
Caballero. — Madrid, T. Fortanet, 1865. Ocupa las páginas v d lvi del volumen
y va fechado en Julio de 1865.
Discurso en contestación al del Excmo. Sr. D. José María Huet, leído en Junta
pública de 6 de Mayo d-- 1866.— Madrid. Tello, 1866, 8.0, pág. 65.
Trata de la escuela sevillam de pintura y se extiende en distintos asuntos de
historia y critica artística.
Nueva edición en los Discursos leídos en las recepciones y actos públicos cele-
brados por la Real Academia de las tres Nobles Artes de SanFernando... tomo I. —
Madrid, Tello, MDCCCLXXII, pág. 37S.
Discurso en contestación al del Excmo. Sr. Marqués de Monistrol, Conde de
Sástago, en la Real Academia de Nobles Artes de San Femando, el día 10 de
Mayo de i368.— Madrid, M. Ginesta, 1868, 4.», pág. 63.
Trata de la arquitectura ojival y sus orígenes y de la civilización hispano-cris-
tiana en la Edad Media.
Discurso pronunciado en la Academia Nacional de Nobles Artes de San Fer-
nando, con motivo de la inauguración del año académico de 1870 á 1871.
Incluido en el Resumen de las actas y tareas de la Academia Nacional de No-
bles Artes de San Femando, durante el año académico de 1S69 á 1 8 ;o...— Madrid,
M. Tello, 1870, 8." mayor, pág. 89.
Versa acerca de Vclázquez y de la pintura española en el siglo XVII.
tizcdbyGoOl^Ie
— 243 —
Catalizo descriptivo é histórico del Museo de! Prado de Madrid, seguido de
una sinopsis de las varias escuelas á que pertenecen sus cuadros y los autores de
bstos, y de una noticia histórica sobre las coleccioues de pintuias de los Palacios
Reales de España, y sobre la formación y progresos de este establecimiento.
Parte primera. Escuelas italianas y españolas — Madrid, Rivadeneyra, 187a, 8.°,
LXIV-713 páginas.
Vasos italo-griegos del Museo Arqueológico Nacional. Mtiseo EspaHol de
Antigüedades.— ^AiAriá, T. Fortanet, 1S73, tomo I, págs. 393 á 334-
Ilustrado con dos láminas croraolitográfícas.
Mausoleo de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel en la Capilla
Real de Granada; obra de Bartolomi; Ordóñci. Afiiseo Español ds Aniigaedadet.
— Madrid, T. Fortanet, 1872, tomo I, págj. 431 í 447.
Con una lámina litografiada por F, Ainar.
Los retratos de Moratfn. Al Señor D. Bernardo Rico, ¿a Ilusíraeián Española
y Americana, aílo XVI, 187a, pág. 391-
Algunos breves rasgos para la biografía del Excmo. d limo. Señor D. Eugenio
de Ochoa. Carta al Sr. D. Bernardo Rico, fecha en Madrid, 7 de Marzo de 1873.
En La ¡lusiración de Madrid, año UI, núm. S3. correspondiente al 1 5 de Marzo
de 187a, pág. 67.
El valle de los cipreses. Artículo cervantino publicado en La tlustratídn de
Madrid, año III, ndm. 55, del 15 de Abril de 1873, pág. 107.
Catálogodeloscuadros del Museo del Prado de Madrid, por... Cmnpendio del
Catálogo oficial descriptivo é histórico redactado por el mismo autor.— Ma-
drid, imp. de la Biblioteca de Instrucddn y Recreo, 1873, 8,', xiv-438 páginas
é fndice.
El soldado de Marathón. Stela marmórea del segundo período de la escultura
griega. -W/jftj Español de Attíigiiedades. — Madrid, T. Fortanet, 1873, tomo II,pá-
ginas 179 á 199.
Ilustrado con una lámina cromolitográfica.
A Adolfo Quesada. A Amalia.
Sonetos publicados en el periódico madrileño La Épo:a, número del aa de
, Abril de 1874.
Consolatrix afñictorum (plegaria á María).
La Ilustración Bipañclay Anuricatta, 1874 (año XVIIIJ, pág. 30.
Joyas sueltas del arte antiguo y moderno. Bajo este título genérico publica'
roqse en La Ilustraciju Española y Americana, 1874 (año XVIII) los siguientes
artículos:
La melancolía, grabado en cobre de Albrecht Darcr (pág. 246). — La Ado-
ración de los Santos Reyes, tríptico de Hieronymus Bosch (pág. 31o). — Los
lizcdtyGooi^Ie
— 244 —
Desposorios de la Virgen, de autor anóaimo de la escuela de Brujas del siglo XV
(página 391).— El auto de fe, tabla española del siglo ¿XV, atribuida á Pedro
Bem^uete (pág. 470). — Las tentaciones de San Antonio Abad, tabla ñamenca
del siglo XV, de Joachim Patinir (pág, S49)-— Venus reclinada, por D. Diego
Veláiquez de Silva (pág. 643).
Culto espontáneo (meditadún vespertina). Á mi amigo el Sr, D. Pedro de la
Hidalga.
La Hustracián Española y AmerUava, 1S74 (año XVín), pág. 2S6.
Discurso en contestación al del Sr. D, Francisco Sans, en la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando, el día 19 de Junio de 1875.— Madrid, M. Tello,
1875,8°. pág- n-
VcTSa sobre la signiñcación y tendencia antigua y moderna de las Academias
y sobre otros puntos de interés artístico.
A S. M. el Rey Don Alfonso XII, en su regreso i España. Soneto.
Inserto en el Homenaje poético á S. M. el Rey Don Alfonso XII, en sn feliz
advenimiento al tro no de sus mayores. Madrid, viuda ¿ hijo de' Aguado, 1875,
página 143.
El Triunfo de la Iglesia sobre la Sinagoga. Cuadro en tabla del siglo XV,
atribuido ájan Van Eyck. Museo Español de Aníigüedaáes.—Uadñd, T. Forta-
net, 1875, folio, tomo IV, págs. 1 á 40.
Ilustrado con una lámina cromolitográñca.
El Descendimiento. Retablo pintado por Rogier Vander Weyden «1 Viejo.
Miseo Españolee Antigüedades.— tSadríá, T. Fortanet, 1875, folio, tomo IV, pá-
ginas a63 á >83.
Ilustrado con una lámina cromolitográñca.
Orfebrería del siglo XVI. Alhajas del Delfin de Francia, hijo de Luís XIV y
padre de Felipe V. Salero de ónice oriental. Museo Español de Antigüedades.—
Madrid, T. Fortanet, 1875, folio, tomo IV, págs. 419 á 43J-
Ilustrado con una lámina cromolitográfica.
Pintura mural en la Almoyna de Barcelona perteneciente al siglo XV (f)
Museo Español de Antigüedades.— tA^dñA, T. Fortanet, 1875, folio, tomo V, pági-
nas 93 á 108.
Ilustrado con una lámina cromolitográñca.
San Salvador de Leyre, panteón de loa Reyes de Navarra. Museo Español
de Asiügüedades. — Madrid, T. Fortanet, 1875, í^^to, tomo V, págs. 107 i 333.
Ilustrado con una lámina cromolitográñca.
La Coronación de la Virgen. Cuadro eo tabla de Vicente Juan Macip, vulgar-
mente llamado Juan de Juanes: existente en el Muí.eo del Prado de Madrid. Mu-
seo Español de Antigüedades.— Vlaáiiá, T. Fortanet, 1875, folio, tomo V, pági-
nas 439 á 444-
tizcdbyGooi^Ie
- 245 -
Ilustrado con una lámina cromolítogrifica.
Lh diosa Minerva. Pequeña estatua de mármol itálico, existente en el Museo
de Escultura del Prado de Madrid. Museo Español de Anti£üedaáes, -Madrid, T.
Fortanet, 1875, folio, tomo VI, págs, 353 á 366.
CoD una reproducción de la estatua en litografía.
Retablo de esmalte iocrustado del santuario de San Miguel de Excelsis, en
la cumbre del moate Aralnr, provincia de Navarra. Musto Español de Antigüeda-
lUs. — Madrid, T. Fortanet, 1875, folio, tomo VI, págs. 415 á 433.
Con reproducción cromolitográfica del retablo.
Joyas sueltas de) arte antiguo y moderno. Bajo este título genérico figuran
los siguientes artículos en La IlustT. Esp. y Amer., año XIX, 1875, toroo I:
Xa Santísima Trinidad, cuadro en lienzo de Jusepe de Ribera (Spagnoletto)
página 63.
La salida de Vísperas, cuadro en lienzo, por D. Raimundo de Madrazo, pá-
gina 131.
¡Va pareció aquéllo! Carta vindicativa dirigida al Sr. D. Abelardo de Carlos.
Rectifica donosamente un error de pluma ea que incurrió en uno de sus ar-
En La Huitr. Bsp.y Afiur., año XIX, 1875, tomo I, pág. aaa.
Recuerdos de San Vicente de la Barquera. Carta al Excmo. Sr. D. Leopoldo
Augusto de Cueto,
En La ílustr. Esp. y Amer., año XIX, 1875, tomo I, pág. 407.
£1 cenotaflo de Fortuuy. Carta á la Sra. D.^ Cecilia de Madrazo, viuda de
Fortuny, residente en París.
En La ílustr. Esp. y Amer., año XX, 1876, tomo II, pág. 407.
Informe sobre el Boletín de la Sociedad Geogrdfica de Madrid.
BoleUn de la Real Academia de la Historia, tomo I, 1877, pág. 73.
En La Academia, revista de la cultura hispano-portuguesa, latino-americana
(Madrid, 1877), publicó los siguientes trabajos;
El vandalismo en pleno R'.-nacimJento, tomo I, pág. 178.
Exploraciones artísticas de los archivos en Bélgica, tomo II, págs. Si, 98
y "'3-
La Iconoteca nadonal. Galería de retratos de españoles ilustres, tomo ü, pá-
ginas 343 y 363.
Irresolución, poesía, tomo II, pág. 331.
Joyas del arte en España. Cuadros antiguos del Museo de Madrid, litografia-
dos por acreditados profesores, con ilustraciones críticas, históricas y biográñ-
cas, por... Madrid Fortanet, 1878, gran folio, S5 peinas á doá columnas é indi-
ce, 38 reproducciones litográficas de cuadros célebres.
Varios de los artículos explicativos están calcados sobre los que publicó en la
lizcdtyGooi^Ie
— 246 —
obra El Real Museo de Madrid y las joyas de la pintura en España, aunque in-
trodujo en ellos modiñcaciones.
La Universidad complutense (en Alcalá de Henares).
En MoHuiHtntos arguileetJnkos de España, del editor D, José Qñ^ Dorrega-
ray.— Madrid, Fortanet y Calcografía Nacional, 1878, folio mayor, a S páginas.
Texto español y francés á dos columnas, ilustrado con siete láminas grabadas
en dulce.
Espada del gran Duque de Alba Don Fernando Alvareí de Toledo y Osorío;
existente en el palacio del Excmo. Señor D. Santiago Fitz-Jamss (Duque de Ber-
wick y Alba). — Museo Español de Antigüe lades. — Madrid, T. Fortanet, 1878,
tomo IX, págs. 159 a 181.
Acompañan dos láminas grabadas en acero representando la espada.
A S. M. el Rey Don Alfonso XII. Consuelo en su tribulacidn. Poesía incluida
en la «Corona fúnebre dedicada á la buena memoria de S. M. la Reina D.* María
de las Mercedes (q. d. D. g.J«, por el periódico ¡lustrado La Academia.— }Aídñá,
M. Tello. 1878, pág. rS3.
Orfebrería de la época visigoda. Coronas y cruces del tesoro de Goarrasar.
En Maxumenigs arguttectÓHicos de España, del editor D. José Gil Dorregaray. —
Madrid, Aribau y Compañía y Calcografía Nacional, 1879, folio mayor, 104 pági-
nas y tres láminas, dos cromolitográficas y una grabada en acero.
Texto español y francés, á dos columnas.
Sobre la edidún fotocromolitográñca del Códice del £^pidarÍo,que perteneció
al Rey Don Alfonso X. Informe dado enunión de D.Aureliano Fernández-Guerra.
£oL ¡Ula R. Aead. de la Misi., tomo I, pág. 47 ( .
La caridad al aso.Soneto.
La IbtsíraciÓn Espaüolay Americana, 1879 (afio XXIII), to.no 11, pág. 413.
Almanaque literario. — Prólogo.— Juan de Joanes.— Alonso Sánchez Coello.—
Do.Tiinico Theolocopuli (El Greco).— Jusepc de Ribera (El Espafloleto). — Fran-
cisco de Zurbarán.— D. Diego Velázquez de Silva.— Alonso Cano. — Bartolomé
Esteban Murillo.— Juan Bautista Martínez del Mazo. — D. Juan Carreño de Miran-
da. — Claudio Coello — D. Francisco Goya y Lucientes.
En el Almanaque de La Iluitraeién Eipañola y Americana para 18S0 (Madrid,
Aribau y Comp., 1879), 8." mayor, págs. 16 á s6-
Va ilustrado con los retratos de aquellos artistas.
Resumen de los acuerdos y tareas de la Real Academia de la Historia desde el
39 de Junio de 1879 hasta fin de Abril de 1S80; leído por su Secretario perpe-
tuo... en la Junta pública de aniversario del 9 de Mayo de dicho año.— Madrid,
Aribau y Comp., 1880, folleto en 8." mayor de 75 págs.
Contestaddn al discurso del Sr. D. Joan Facundo RiaSo en la Academia de
San Fernando.
tizcdbyGoOl^Ie
- 247 -
Inserta en Discursos leídos ante la Acndemia de Bellas Artes de San Fer-
nando, en la recepción pública de D. Juan Facundo Riaüo, el i6 de Mayo de
1B80, — Madrid, Aribau y Comp., 1880, 8." mayor, pág. 35.
Versa sobre el arte árabe español y sus orígenes.
Tapicería llamada del Apocalypsi (propiedad de la Corona Real de Espaíia),
obra flamenca del siglo XVI.— ví/ujw Español de Antigüedades. —UloAivA, T. Fot-
tanet, 1880, tomo X, págs. 383 á 419, (Hay una tirada aparte.)
Formando parte de esta extensa monografía, que es de las más importantes del
Sr. Madrazo, va un Ensayo hist¡iiici> sobre el arfe de la topií^eriír.— Acompa-
ñan ocho grandes láminas grabadas en cobre por D. Domingo Martínez, en que
se reproducen los ocho paflos del Apocalipsis.
Bartolomé E, Murillo.
En La íluslracidn QUélka, revista de ciencias, artes y literatura, tomo III,
1880, pág. 103.
Contestación al discurso del 5r. D. Manuel Oliver y Hurtado, en la Academia
de San Femando.
Indufdo CQ Discursos leídos ante la Academia de Bellas Artes de San Fer-
nando en la recepción pública del Sr. D. Manuel Oliver y Hurtado el 13 de
Febrero de 1881.— Madrid, Pérez Dubrull, 1881, pág, 47.
Versa sobre el arte cristiano en la Edad media española.
IHscurso leído ante la Real Acade.nia Española en su recepción pública et
dfa 10 de Abril de 1881.— Madrid, Tello, 1881.
Versa sobre la concisión y claridad en el discurso. Le contestó el Marqués de
Molfns, quien en el de contestación insertó una poesía de Madrazo titulada: Voto
á la Virgen de la Barquera; pág, 66.
Contestación al discurso del Sr, D. Francisco Fernández y González.
Incluido en Discursos leídos ante la Real Academia de Bellas Artes en la
recepción pública del Sr. D. Francisco Fernández y Goniález el día 13 de Ju-
nio de i88i.— Madrid, Fortanet. 1881, pág. 53.
Trata de la influencia de lo real y de lo ideal en la obra del artista.
Palacio arzobispal de Alcalá de Henares. Fragmento de informe.
Boletín di la Rtal Academia de Bellas Artes de San Fernando, año 1, 1 88 1 , tomo I,
página 13.
Instancia al Sr. Ministro de Fomento para que se declare monumento nacio-
nal el Monasterio de la Oliva (Navarra).
Bol. de ¡a Real Acad. de Bellas Artes de S. Fem., añol, 1881, tomol, p£^, ;o-
Instancia ai Sr. Ministro de Fomento para que se declare monumento nacio-
nal el ex-convento de San Francisco en Palma de Mallorca.
Bol. de la Real Acad. de Bellas Aries de S. Fem., añol, i88i,tomI, pág. 100.
. A Ykm Pedro Calderón de la Barca, en la apoteosis que se te tributa al conme-
morar su muerte. Soneto.
lizcdtyGooi^Ie
— 248 —
En La Ilustración Esfañolay Amrricí^na, tSSi (año XXV), tomo I, pág. 335-
La Inmaculada Concepción, Estatua policroma gemmata del escultor D. Juan
En La Rustr. Esp. y Amer., :88i (año XXV), tomo II, págs. 334 y 374.
De estos artículos se hizo nueva edición el siguiente año, bajo el titulo; Ima-
gen policroma de la Concepción Inmaculada, obra de D. Juan Samsó profesor
de escultura en la Escuela especial de Madrid; y Breve no ida de la estatuaria
policroma gemmata.— Barcelona, J. Jepús, 1882, folleto en 8," de 34 páginas.
Bosquejo h'stórico déla pintura cristiana en España desde su prindpio hasta
et Renacimiento.
Mosto EspaÜol de Antigüedadts, tomo XI (que quedó incompleto), año 1881Í
pdginas3i á 118.
Aunque no alcanza esteestudio hasta la época que hace esperarel titulo, es una
de las monograñas más extensas y por su fondo más notables del autor. Laacom-
pañan seis láminas calcadas por el mismo Sr. Madrazo y líti^raliadas por Mateu.
Murillo y Rafael. Discurso leído en la velada con que se conmemoró en
Madrid el segundo centenario del eminente pintor sevillano. — Madrid, M. Tello,
1883, folleto en 8." de ao páginas.
Publicóse también en ci Boletín de la Real Academia de Bellas Artes dt San
Fernando, aAo II, 1SS3, tomo U, págs. tía á 133.
Necrología de D. Valentín Carderera y Solano.
Boletín de la Real Academia de la Historia, Como II, págs. 5 1 105.
Publicóse también en el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando, año III, 1883, tomo III, págs. a6i y 398.
Resumen de tos acuerdos y tareas de la Real Academia de la Historia desde
el 30 de Abril de 1880 hasta igual dia de 1881, leído por su Secretario perpetuo...
CD la Junta pública de aniversario del 11 de Mayo de este año. — Madrid, M. Te-
llo, 1882, 8." ma.or, 134 páginas.
Informe sobre las muestras de vidrieras para la catedral de Burgos.
Bol. de la R A. de B. A. de San Fern., año II, 1883, tomo II, pág. 16.
Sobre un mosaico descubierto en el sitio que ocupó la antigua Lancia (León.)
Informe.
Bol. de la R. A. de B. A. de San Fcrn., año II, 1883, tomo II, píg. 167.
Sobre restauración de la casa de Hernán Cortés en Medellfn. Informe.
Bol. de la R. A. de B. A. de San Fern.. año II, 1 883, tomo II, p^. 1 73.
Origen del Museo del Prado.— Vindicación de Fernando VIL
IlustraciJii Artística, de Bar-elona, tomo I, año 1883, pág. 354-
Los periódicos ilustrados de Madrid. Alegación de vivos y
á juicio con motivo de una declaración de mator edad.
lizcdtyGooi^Ie
- 249 —
En La nuslraeián Española y AmerUana, 1883, aflo XXVI, tomo I, p^. 7,
Pintoresca crónica que abarca desde El Artista hasta La flustraeHn Sspaño'
la y ArurlcoMa.
Páginas para un libro pensado y no escrito.
En el Almanaque de La nustratiSH para el año de 1883.-— Madrid, Suceso-
res de Rivadeneyra, 18B3, 8." mayor, págs. 1 1 i zo.
Trata de varioa retratos debidos á Velizquez, )■ príncipalmeote del del escultor
Martfnei Montañés, existente en el Museo del Prado.
Galas y duelos. Visiones del año 1648.
Ilustración ArHstUa, tomo II, 1883 (Barcelona), p^, 11.
El duende enamorado.
f lustraeión ArUstUa, tomo 11, 1883 (Barcelona), pig. 335.
Jastícia de Dios.
Ttustraeión ArtistUa, tomo II, 1883 (Barcelona), pig. 350.
De ta pintura mural de los templos.
La HarírOíiifn EsfaUola y Aouriearia, tSS¡, año XXVU, tomo II, págs. loa,
118, 131, 147, 170. 314. í3'. «95. 33». 33S, 347 y 363-
Alberto Struzzi y su ejército. Historia trágica de un jinete del principe Don
Felipe [IV].
Almaoatque de La TlttstratidM para el año de 18S4.— Madrid, Sucesores de
Rivadeneyra, 1883, pigs. 58 A 79
Viaje artístico de tres siglos por las colecciones de cuadros de los Reres de
España, desde Isabel la Otólica hasta la formación del Real Museo del Prado de
Madrid, por... Fotograbados de I.aurent, Joarizti y Marieícurrena
Volumen de la biblioteca Arte y ¿ííraj. ^Barcelona, D. Cortezo y Compañía,
1884, 8.", 313 pá^nas é índices.
Resumen de los acuerdos y tareas de la Real Academia de la Historia desde
el 3ode Abril de 1882 hasta igual día de 1884: lefdo por su Secretario perpe-
tuo... en la Junta pública de aniversario de 1 5 de Junio de este año. — Madrid M.
Tello, i88í, folleto en *." de 40 páginas.
Incluyóse también este escrito en el tomo X de las Memorias de la Real
Academia de la ffistorla.—Mudríd, M. Tello, 188 , pág. 671.
rKscurso en contestación al del limo. Sr. D. Bienvenido Oliver y Esteller en
la Real Academia de la Historia, el aa de Junio de 1884-— Madrid, M. Ginesta,
1884. pág. lag.
Versa sobre las obras dr! Sr. Oliver, el Código de Tortosa y la nación j la
realeza en los Estados de la corona de Aragón.
Carta al Sr. Fabié sobre Magdalena Ruis, loca de la princesa Doña Juana j
otios locos / locas del tiempo de Felipe II.
tizcdbyGoOl^Ie
— 250 —
Boletín de la Rial Academia de la Hittoria, tomo IV, iS3f, pí^. 167
Museos provinciales de Bellas Artes. Informe.
Bol. de la R. A. de B. A. de S. Fern., aflo IV, 1884, tomo IV, pág. 7.
Sobre la sillería del coro de sacerdotes de la iglesia del Paular. Informe.
Bol de la R. A. de B. A. de S. Fen%., año IV, 1884, tomo IV, pig. 35.
Claustro de San Francisco en Palma de Mallorca. Reclamación é informe al
Sr. Ministro de Fon coto.
Bol. de la R. A. de B. A. de S. Fern., año IV, 1884, tomo IV, págs. 330 y 336.
Los tres últimos dfas del Marqués de Ayamonte, leyenda histórica del si-
glo XVII.
fínstraclón Artística, tomo III, 1S84, págs. 351, 359 y 367.
Cuadros selectos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando,
publicados por la mbma, coa ilustraciones de varios académicos. — Madrid, M, Te-
Do, 1885, folio.
£1 Sr. Madrazo es autor de la noticia explicativa que acompaña á ios cuadros
siguientes;
Cristo difunto en brazos de su santa Madre, de Morales.
Contemplación mística de San Agustín, de Rubens.
La casta Susana, de Rubens.
San Jerónimo penitente, de Tristán,
La misa de San Benito, de Rizi.
Trán^to de un religioso franciscano, de Cano.
. . Retrato de la Reina viuda D." Mariana de Austria, de Carreño.
Retrato de la Marquesa de Llano, de Mcngs.
Retrato de D. Juan Bernabé Palomino, de González Ruiz
, La maja echada, de Goya.
Casa solariega de Santa Teresa en Avila. Informe.
BoUHn de la Real Academia de la Historia, tomo VIII, 1885, p^. 37.
El sepulcro de César Borja.
La Ilustración Española y Americana, 1885, año XXIX, tomo I, pág. 387.
Los cuadros del Escorial en el siglo XVIII, rectiñcacióa. Al Sr. D. Juan
Pórez de Guzmán. Madrid 3 de Agosto de i88j.
La Ilustración Españolay Americana, 1885, año XXIX, tomo 11, pág. 74.
Bellas Artes. Lauda del Arzobispo de Burgos D. Anastasio Rodrigo Yusto,
obra de D. Juan Samsó.— La escultura religiosa. — Necesidad de un Museo de
vaciados de la E^d Media.
La Ilustración Española y Americana, 1885, año XXIX, tomo 11, pág. 115,
Fe consoladora (meditación.)
La Ilustración Española y Am-ericana, 188;, año XXIX, tomo 11, pág. 339.
,y Google
- 2SI -
Deqwrdidos que soa oro.
Almanaque de La Ilustración para el año de 1886. —Madrid, Sucesores de Ri-
vadencyra, 18S5, págs. 33 á >9.
Trata de la muerte, enterramiento y exequias del Rey de Navarra Carlos II
ti Malo.
Navarra y Logroño, Volúmenes de la obra Esfiaiia,stis monumentos y aríei,
su tialuraleza /iir/oí-ia.— Barcelona, Daniel Córtelo y C.*, 1886.
Ti^ tomos en 4.° de 576, 55a y 757 páginas, fotograbados y hcliografias de
Joarítti y Mariezcurrena, dibujos á pluma de M. O. Delgado y Passos, cromos de
Xnmetea.
Adquisición de una casa propia de D. Modesto Landa en el recinto de la
Alhambra. Informe.
Bol. de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernamh, año VI, 1886, tomo
VI, pág.41-
Sillería de la Cartuja de Jerez. Informe.
BoL de la R. A. de B. A. de S. Fern., año VI. 1886, tomo VI, pág. 43.
Iglesia de los Innumerables Mártires y Santa Engracia de Zar^oza. Informe.
B<U. de la R. A. de B. A. de S. Fern., año VI, 1SS6, tomo VI, pág. 44.
Vidrieras de ia Catedral de Burgos. Informe de la comisión especial, emitido
por los Sres. Madrazo y Ruiz de Salces, y otro informe del Sr. Madrazo.
Bol. déla R. A. de B. A. de S. Fern., aflo VI, 1886, p^. 68 y op.
Informe remitido á la Comisión provincial de monumentos de Córdoba con
motivo de la demolición de las puertas de la muralla.
Bol. de la R. A. de B. A. de S. Fern., año VI, i886, tomo VI, pág. 138.
Extracto del informe emitido acerca del Libro de horas de Estienne Chevalier.
B. de la R. A. de B. A. de S. Fern., año VI, 1886, tomo VI, pág. 379.
Una página para la historia del Museo del Prado de Madrid (1833 á 1836}.
fliístracidn Artística, tomo V, 1886, p^. 6.
Retratos de ilustres y memorables varones. Informe.
Boletín de la Real Academia de la Historia, Como X, 1887, pág. 307.
El supuesto retrato de Hugo de Moneada. Informe.
B. de la R. A. de la H., tomo XI, 1887, pág. 470.
Sobre devolución de un cuadro del Pattofe á la comunidad de religiosas
Carmelitas del Pardo. Informe.
Bol. delaR.A.deB. A. de S. Fern., año Vil, 1887, tomo Vil, pág. 170.
Sotee designación de los más ilustres pintores españoles modernos para
aumentar con sus retratos la Galería de Florencia. Informe.
tizcdbyGoOl^Ie
— 252 —
Bol. delaR. A.deB.A.de S. Fern., año Vn, 1887, tomo Vil, pág. 399.
Nuestro arte moderno. Temores y esperanzas. (Con motivo de la EiqMÚción
de Bellas Artes del año 1SS7.)
Ilusir ación Artística, tomo VI, 18S7, págs. 17S, tS6, 194, 303, 310 y 326.
Artículos relativos á pintura, escultura y grabado eu el Diccionario ateie¡0f¿-
dko kiipano-americano de literatura, ciencias y artes, publicado por Montaner y
Simón, editores de Barcelona (33 tomos, 1887-1898).
Discurso leído en el salón-teatro de la Escuela de Música Declamación de Ma-
drid el 13 de Enero de 1888, con motivo del tercer centenario del pintor Ribera.
Incluido en el •Hnmcn.ije artístico-literarío á la memoria dejusepe de Ribera ■
(el Españólelo) en el tercer centenario de su nacimientoi. —Madrid, T. Rer, 1888.
Folleto en 8.°, págs. 9 á 35.
Sobre la obra «Frescos de Goya en San Antonio de la Florida*, por D.Juan de
Dios de la Rada y Delgado.> Informe.
Bol. de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aílo VIII, 1888.
tomo Vni, p^. 59.
.Acerca de los modelos para las estatuas de San Pedro ■/ San Pablo que han-
de decorar la fachada de la catedral de Barcelona. Informe.
Rol.delaR. A.deB. A.deSau /^í/-«., año VIII, 1888, tomo VIU, pág, 83.
Informe proponiendo la declaración de monumento nacional artístico i favor
de la iglesia parroquial de Sancti-Spiritus, de Salamanca.
Bol. de la R. A. de B. A. de San Fern., tAo VIII, 1888, tomo VIU, pág, 105.
Projjrama de ejercicios de oposición á la cátedra de Teoría é Historia de las
Bellas Artes.
Bol. delaR. A. de B. A. de San Fern.. año VIH, 1888, tomo VTll, pág. 360.
Informe sobre un interrogatorio del juzgado del Norte de esta capital acerca
de la autenticidad de varios cuadros.
Bol.de la R. A. de B. A. de .•>a» Fern., año VflI, 1888, tomo VIH, pág. 393.
De los estilos en las artes.
La IlustracíÓH Española y Aauricana, iSSE, afto XXXIl, tomo 1, págs. i63, 395,
3'5í 330.
Rosas y espinas. Articulo.
La Rttstr. Españ.y Ámer., 1888, año XXXIl, tomo 11, p^. 6.
La estatua de Etienne Marci'l.
La Uust. Españ.y Amcr., 1888, año XXXII, tomo II, págs. 87, 106 y 119.
Fortuny.
La Ilustración Artística, año Vil, 1888, p;^. i.
tizcdbyGoOl^Ie
— 253 -
La tela de Penílope.
La [luslracUn ArtisHca, año Vn, 1S88, p^, ao3.
De Jabugo á ' A'yüitioQte.
La riustraciÓH ArHtUa.aüaWYi, 1888, píg. 358.
Un dia afortunado.
Almanaque de La fíuitraeiSn pai^ el año 1S89.— Madrid, Sucesores fle Ri-
vadeneyra, iSSS, p^. 58 a 61.
Trata del hallazgo de un cuadro de Murillo y de varias tablas de Pedro de
Campaña en Ayamonte (Hnciva).
Uber krñnungsinsignien nnd staatsgewander Maximilian I. und Karl V. und
ihr schicksal ía Spaníen. Von Pedrn de Madrazo Kíniigl. spaniachen Staatsrath.
Deutsch von Rudot Beer Hilfsarbeiter ander tC K. Ilofbibliothek. (Sobre las
Íns¡gQÍa-i de coronadóu y vestidos Imperiales de MaximiiiaDoIy Caríos Vy su
suerte en España.)
Monni^afia del Sr. Madrazo que, traducida al alemán por el Sr. Rodolfo Beer,
se publicó en el Anuario artístico de la casa de Austria cjahrbuch der Kunsshisto-
rischen Samr^luagea des allerhSchsten Kaiserhaoses», vol. IX. — Vieua, 1888, do-
ble folio, págs. 446 á 464.
España artística y monumental. Cuadros antiguos y modernos, r
arquitectónicos, objetos de escultura, tapicería, armería, orfebrería j demás artes
de ios museos y colecciones de España en reproducciones fototfpicaa por J. Lau-
reat y Compañía... con ilustraciones por... — Madrid, Campuzano, 1889, casa edi-
torial viuda de Rodríguei. Fototipias en folio y texto en 4.", de 355 hojas no
paginadas.
Santa Maria la Real de Sangüesas Informe.
Bol. de la Real Aeademia de la HUtsria, tomo XIV, 1 889, pág. 64.
Santa María la Real de Nájera. Informe.
BoLdeUzR. A. de la Hitt., tomo "KTW , 1889, pág. 894.
Iglesia de Santa María la Real de Sangüesa (Navarra). Informe.
Bol. de ¡a Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, a.i.oVK, 1SS9,
tomo IX, pág, 133.
Catedral de Ciudad Rodrigo. Informe.
Bolet. de la R. A. de B. A. de San Ptrn, año IX, 1S89, tomo IX, pág. 379.
Ex-monasterio de Santa María la Real de Nájera. Informe.
Bol. de la R.A.deB. A. de San Fern., año IX, 1889. tomo IX, pág. j8i.
Bellas Artes. Artículo en que rebate el autor muchos errores persistentes en
materia artística.
La ItustracUn Eífaüola y Amerkana, 1889, año XXXIll, tomo I, pág. 111,
tizcdbyGoOl^Ie
Ánfora biquica, por D. Mariano Benlliure. .
£.a Itust. Eífai. y Amer., 1889, düo'XXXIII.'tomo I, pdg. 313.
£1 tupd del Sr. Lucas. (Critica de un opúsculo arqueológico de un escritor
francés.)
La HiuiraciÓH ArUsUea, aflo Vm, 1889, pt^. 138.
Don Pedro Velairde héroe del Dos de Mayo.
La JbiftraeiJn ArHsHta, año VIH, 1889, pág. 146.
Un gran escultor español. (Artlcqlo acerca de Bartolomé OrdóAei).
La Ilustraciin ArtísHca, año VIII, 18S8, pdg- 354.
Defidendas del genio nadoaal. Velázquei como pintor mitólogo.
La Sustraeién Ariütiat, año vm, 1889, pág. 1S6.
Arqtütectura y Escultura. Deñdeacias en su enseítanza oficial.
La IlustractSit ArtistUa, año Vin, 1889, pág. 346.
La primitiva basílica de Santa Marfa del Rey Casto y su real panteón, por
D. Fortunato de Setgaa. Informe.
Boletín de la Real Aeademia de la fítitoria, tomo XVI, 1S90, pág. l^^.
Monasterio de Carracedo. Informe.
Bol. de la Real Academia de Bellas Artes de San Femando, año X, 1890,
tomo X, pdg. 103.
Informe acerca del concurso para la acuñación de una medalla conmemorati-
va del cuarto centenario del descubrimiento de América.
Bol. delaR.A.deB.A.de S. Fem., año X, 1890, tomo X, pág. 165.
Ex-coDvento de San Esteban de Salamanca. Informe.
Bol. déla R. A. de B. A. de S. Fem., año X, 1890, tomo X, pág. 199.
Bellas Artes. Algo de moderna crítica y de Arte moderno.
La JlustraeiSn Espaüolay Ameriattta, 1890, año XXXIV, tomo II, pj^. 374, y
1891, año XXXV, tomo I, pág. 37.
Toledo: Gula artístico-práctica, por el Vizconde de Palainelos. Informe.
Bol. de la Real Academia de la Historia, tomo XIX, 1891, p^. 359,
Informe sobre la redamación del cuadro de Santa Isabel de MuríUo por la
Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla.
Bol. de la Real Aeademia de Bellas Artes de Sati Fernando, año XI, 1S91
tomo XI, pág. 4.
Informe sobre una tabla holandesa del üglo XVI.
Bol. de la R. A. de B. A. de S. Fem., año XI, 1891, tomo XI, pág. 35-
tizcdbyGoOl^Ie
Colegiata de Toro. Informe. ...
Bol. de la R. A. dt B. A. de S. Fem., año XI, 1891, tomo XI, pág. 30».
La Elocuenda. Techo pintado por Madame Lacroix para el Ateneo de Madrid.
La lluitraeiin Española y Americana, 1891, año XXXV, tomo I, pág. 398.
El poema geotógico.
La HusIraeiSn Artística, tomo X, 1891, pág. 610.
La Colegiata de Toro. Informe.
Boletín de la Real Aeodetnia de la Historia, tomo XX, 1893, pág. 433.
Protesta de la Real Academia de San Femando. Al Excmo. Sr. Presidente
del Ayimtamiento de Madrid.
Bol. de la Real Academia de Bellas Artes de SaM Femando, atto XII, 1S93,
tomo XII, pág. 180.
Versa acerca de las variaciones introducidas por el Ayuntamien o de Madrid,
sin consultar á la Academia, en el paseo del Prado y plaza de la Cibeles.
Fuente de la Cibeles. Informe.
Bol. dtlaR.A. de B. A. de S. Fem., año XII, 1893, tomo XH, pág. 335.
Iglesia de Montserrat (Madrid). Informe.
Bol. de la R. A. de B. A. de S. Fem., año XII, 189», tomo Xn, pág. 358.
Al Excmo. Sr. Conde de Cheste, con ocasión de su banquete anual en obse-
quio de sus coT.pañeros de Academia». Poeaia.
La Ilustraciin Española j Amerieana, 1893, año XXXVI, tomo I, pág. 50.
Pintura. Elección de asuntos. Mal gusto general. La escuela inglesa moderna
Los prerafaelistas. Caracteres de la escuela inglesa moderna.
La Builr. Espah. y Ama-., 1893, año XXXVI, tomo II, págs- 138, 160, 180,
199 y 3iB.
Exposición internacional de Bellas Artes de 1893.
La Ilustr. EspaH. y Atner., 1893, año XXXVI, tomo II, págs. 330, 350 y 3B7.
iNos casaremos? Discusión trascendental de sobremesa.
La Ilustraciin Artística, tomo XI, 1893, pág. 198.
Homenaje del arte griego moderno á Cristóbal Colón.
La Ilustración Artístíra, tomo XI, 1891, pág. 643.
La iglesia de Santa Marfa de Lebeña. Informe.
Boletín de ía Real Academia de la ffisioría, tomo XXU, 1893, pág. 389.
Nueva guía del viajero en España y Portugal, por D. Emilio Valverde y Al-
vares. Infonhe,
tizcdbyGoOl^Ie
- 256 —
Bol. déla R. A. de la ffist, tomo XXUI, 1893, plg. 344.
Iglesia de Santa María de Lebeña. Infamie.
Bol. de la Real Academia de Bellas Artes de San Femando,' kIlo XQI, 1S9],
tomo Xm, pág. 90.
Historia de una acuarela.
La RustraeHn Bspañolay Anterkatta, 1893, año XXXVII, tomo I, pág. 419.
Reñérese á uoa acuarela de Martín Rico.
Las dos grandes épocas de la tapicería flamenca en la Exposición históríco-
europea.
La Husfr. Espaü. y Amer., 1893, año XXXVII, tomo II, págs. 6, í6 y 39,
Bellas Artes. Aún hay vándalos. Urge amparar las ruinas.
La Bustr. Espan.y Amer.. 1893, aflo XXXVH, tomo D, pág. 161.
El diablo mirando uo nacimiento. (Composición poética en cuatro sonetos y
una octava real).
La Rust. Esp. y Amer., 1893, año XXXVII, tomo II, pág. 414,
Materiales para la historia de España en el Archivo secreto de la Santa
Sede, por D. Ricardo de Hinojosa. Informe.
Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo XXIV, 1894, pig. 394-
Reparaciones históricas, por D. Antonio Sánchez Moguel. Informe.
Bol. de la R. A. de la Hisí., tomo XXV, 1894, pág. 168.
Dictamen de la mayoría de la Academia acerca de los modelos y proyectos
para una estatua del Marqués de Amboage.
Bol. de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, aflo XIV, 1894,
tomo XIV, pág. lao.
Informe sobre el templo románico de San Martín de Frómista.
Bol. déla R. A. de fí. A. de S. Pem., año XIV, 1894, tomo XIV. pág. 146.
Informe acerca de la conveniencia de la adquisición por el Estado de La Do-
^orosa sentada al pie de la Crus, cuadro de Murillo.
Bol. de la R. A. de B. A. de S. Pern., año XIV, 1894, tomo XIV, pág. 105.
Informe acerca de un cuadro de D. Joaquín Sigüenza y de otro atribuido á
D. Vicente López.
Bol. delaR A.deB. A. de S. Pern., año XIV, 1894, lomo XIV, pág. a93
Santuario de la Virgen del Castañar, en Béjar. Informe.
BoL delaR. A.deB. A. de S. Pern., año XIV, 1894, tomo XIV, pj^. 398.
Pintura. Cuarta Exposición bienal de! Circulo de Bellas Artes.
¡M Bustración Espaüola y Americana, 1894, año XXXVID, tomo I, pág. 343.
tizcdbyGoOl^Ie
Don Alfonso Bergaz. Reparación de un injusto agravio.
La IJiist. Esp. y Amer,, 1894, año XXXVIII, tomo II, pág. ai.
RemiDÍscencias de Martín Rico. Una parroquia del Madrid viejo.
¿11 Ilust. Esp.y Amer., 1894, año XXXVIII. tomo H, píg. 59.
Estatuas en honor de los hombres ilustres.
La HuttraciSn Artística, tomo X)II, 1894, pd^. 306.
Amor al arte de los antiguos romanos. Cómo protegían sus monumentos.
La nustracUn AriistUa, tomo XIII, 1S94, pág. 388.
Historias de Mérida, por D. Pedro Mana Plano. Informe.
BoleHn de la Real Academia de la Historia, tomo XXVI, 1895, pág. 80
B monasterio de Santa Mana de Nájera y los Franciscanos. Informe.
Bol. de la R. A. de la ffisi., tomo XXWl, 1895, pág. 151.
Ad; jdicación de los premios instituidos por D. Fermín Caballero.
Bol. de la R. A. de la ffíst., tomo XXVIl, pág. 246.
Leocadia y Fernando. Narración en prosa.
La Ilustración Españolay Americana, 1895, año XXXIX, tomo I, pág. 43.
La victoria de la Cruz. Cuento de hadas.
La Rust. Esp.y Amer., 1895, año XXXIX, tomo I, pág. 11 1.
Memoria acerca del premio á la Virtud correspondiente al año 1895.
Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo XXIX, 1 S96, pig. 193.
La Semana Santa en su aspecto estético.
La Ilustración Artística, tomo XV, 1896, pág. 346.
IMscurso leído ante la Real Academia de la Historia en la Junta pública de 20
de Junio de 1897. — Madrid, viuda ¿ hijos de M, Tello, 8." mayor.
Da cuenta de la adjudicación, en 1896, de los premios á Ja Virtud y al Talen-
to, fundados por D. Fermín Caballero.
El Alcázar de Segovia. Informe.
Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo XXX, 1897, pág. 369.
Santa María la Antigua, de Valladoltd. Informe.
Bo:. déla R. A. de la Hist, tomo XXX, 1897, pág. 449. *
La Arquitectura de Elspaña estudiada en sus principales monumentospor el
arquitecto Max Junghandel. Texto sumario por,.. Barcelona, imp. de A. López
Robert, sin año. Gilbcrs'. libreHa de la Real Casa de Sajonia (J. Bleyl), Dresde, 8.°,
89 páginas é índice.
(Aunque no se expreiia así, esta obra se imprimió en 1897-98.)
lizcdtyGooi^Ie
- US -
Tapiz de La Readición de Granada, por la Seüora Doña Catalina Narviez de
Rail. Renacimiento de la tapicería bordada de la Edad antigua. Consideracio-
nes históricas sobre la tapicerfa bordada y la tapicería tejida. Su estado actual:
sa porvenir.
La ñuTtraciáit EsfaSolay Americana, 1898, año XLII, tomo I, pág. 238.
La velada del recluta. Ultimo pensamiento de Weber. — El delirio de Abe-
lardo. — El Ángel de la guarda.
Poesías (las más de antigua fecha) insertas en la Necrología dd Excmo. tenor don
Pedro de Madraso y Kuntz, leída en ¡a Real Academia Esfañola par el academia) de
número Conde de Caía- Valencia, en la serían de 7 de Diclembte de iSpS.—Vitáñá,
Fortanct, 1898.
Adoa-ttnda. — No obstante lo nutrido de la precedente lista bibliográfica, es
muy probable que aún quede incompleta, dada la fecundidad del escritor á quien
se refiere y su constante colaboración en periódicos y revistas durante un pe-
ríodo de tantos años.
lizcdtyGooi^Ie
CONTESTACIÓN
DSL BXCHO. asltOR
D. JUAN DE DIOS DE LA RADA Y DELGADO
DigilizcdsyGoOl^Ie
DijilizcdtyGoOl^Ie
Allá por los años de 1880 á 1883, explicando yo mi cátedra eti la
Escuela Superior de Diplomática, llamó mi atención entre mis jóve-
nes alumnos uno, casi niño, de tan simpático aspecto como compos-
tura modesta, cuya asiduidad en la asistencia era notable, asi como
el amor con que se dedicaba á los difíciles estudios de las asignatu-
ras que tenia á mi cargo. Era un verdadero modelo de aplicación, de
correctos modales, de educación distinguida, y que bien claramente
dejaba entrever señoriales orígenes, modernizados con el cultivo de
estudios apenas venidos en nuestra España al estadio de las investi-
gaciones científicas.
Picaban á la verdad mi curiosidad las especiales condiciones del
joven alumno, cuando una mañana me encontré agradablemente sor-
prendido con la visita del padre de mi modesto discípulo, que no era
otro sino el respetable procer toledano, Sr. Conde de Cedillo, á quien
ya conocía de r^ombre por su competencia en investigaciones numis-
máticas, que le habían abierto las puertas de la Academia de la His-
toria como Correspondiente en Toledo, y por haber sido el primer do-
nador que tuvo el Museo Arqueológico Nacional, dando así buen
ejemplo, que tuvo en verdad por desgracia pocos imitadores. Mani-
festóme el buen Conde su propósito de que su hijo primogénito tu-
viera una educación en ciencias históricas tan sólida como esmerada,
d placer con que le veía seguir los buenos senderos que le ofrecían
abiertos á la investigación y el estudio los dignos profesores de la
Escuela, y su decisión de que fuese digno sucesor de sus ilustres
antepasados, cuya genealogía literaria y artística no podía ser más
gloriosa^ que no siempre las genealogías han de contarse por glorio-
tizcdbyGoOi^Ie
— 302 —
SOS hechos de armas ó elevados cargos en la gobernación de ios pue-
bios, sino que también enaitecen tanto á una noble familia los timbres
literarios, como los mejores hechos de armas y las más elevadas dis-
tinciones.
El nombre solo del Conde de Cedillo evocaba multitud de páginas
gloriosas en la historia de la patria literatura, empezando por el ori-
gen de los Ayala, apellido primero de esta ilustre familia, de solar ala-
vés, y descendientes de los reyes de Aragón, que ya figuran estable-
cidos en Toledo desde primeros del siglo XIV en la persona de don
Pedro López de Ayala, abuelo del gran canciller é historiador (i).
No menos importante la casa de los Alvarez de Toledo, á que va
anejo el titulo de Conde de Cedillo, figura como una de las más im-
portantes toledanas desde el siglo XV, en cuyo año 1496, á 3 de
Agosto, fué concedido dicho título por los Reyes Católicos á D. An-
tonio Alvarez de Toledo, hijo del célebre D, Hernando Alvarez Je To-
ledo, secretario y del Consejo de aquellos esclarecidos monarcas, con-
tador mayor de Castilla y notario mayor también del recién conquis-
tado reino de Granada {3).
A la noble familia de Hierro, enlazada también con la de nuestro
nuevo compañero, ilustre linaje de Guadalajara, que alcanzó merecido
renombre en los siglos XVI y XVII en las guerras de Flandes é Italia,
concedió Carlos II, en 8 de Febrero de 1693, el titulo de Vizconde de
Palazuelos, que lleva también nuestro nuevo compañero, y que bien
quisiera ostentar aún en primer término, pues supondría la preciosa
existencia del autor de sus días (3).
A tan nobles linajes pertenecieron, en el de Ayala, varones como el
insigne canciller é historiador D. Pedrot López de Ayala, con razón
llamado columna de la patria historia, literato, político, guerrero y
hombre en todas las manifestaciones de la inteligencia y del honor
tan cumplido, que bien puede presentarse como dechado de perfección
en su época (4); D. Diego López de Ayala, el gran amigo de Ctsneros,
autor de las sabias Constituliones insignis Coliegii Sanctte Catherina
y de varias otras obras literarias. Canónigo y Vicario de Toledo, alma
«dcD coDHiluiH CD U coDocIdi CiA> dii arntiUtr Afmla, de Flonnu, abadant aotldu
teprimcn y prtDcípalmenle deide U pAg, 3^ en ndrliintc, kcerca del Jiiu}ode A^kIa. In-
I ea & eete propAiltc- 1a Dotlcia que debcmoi ¿ atieilio querido diicipulo tceru de la mtioM
le un cujioip mariuKrito que po*cc inédito del hittoríador Salanir de Hendocv, inditilulo
ue gwrdi el ■rchlTo de e>If Iliaiie c>»,
i apidihwda e> el XV Cande de CedlUo.
. primee Vticande de Palazualoi fué D. Diego del Hiena J Pareja.
lizcdtyGooi^Ie
— 203 —
de todas las obras y empresas artísticas de la catedral toledana en la
primera mitad del siglo XVI; D. Ignacio López deAyala. escritor
bien conocido del siglo XVIII; y, como digno remate de tan gloriosa
cadena de ilustraciones patrias, aunque de rama distinta, el gran dra-
maturgo contemporáneo que ha inmortalizado su nombre con al
Tanto por ciento y Consuelo.
Atentos los ilustres antecesores de estas familias, no sólo al cultivo
por sí mismos de las letras, sino á facilitar su estudio, abriendo para
ello amplias escuelas, uno de sus dignos individuos, D. Francisco Al-
varez de Toledo, fundó en Toledo en 148S el insigne colegio de San-
ta Catalina Virgen y Mártir, elevado por bula del Papa León X (22 de
Febrero de 1530) á Universidad de Toledo, de cuyos claustros salie-
ron ilustres prelados, literatos, sabios y aun santos. Entre los últimos
discípulos de aquella notable Universidad, cuéntase el insigne poeta
Zorrilla, que en ella se preparó, estudiando el árabe, para su impere-
cedero poema, por desgracia no concluido, intitulado Granada, vi-
viendo todavía y contando cerca de un siglo el que fué su catedrático
y á quien cita con encomio en el prólogo de su poema, el venerable
literato D. León Carbonero y Sol.
En la misma rama del linaje de Alvarez de Toledo no son para pre-
teridos el renombrado traductor de tos Morales di San Gregorio, don
Alfonso Alvarez de Toledo y D. Diego López de Toledo, Comendador
de Castilnovo en la Orden de Alcántara, traductor de los Comentarios
de Julio César y de Hircto.
Atentos á cuanto pudiera contribuir á los adelantos de la cultura
patria, así los López de Ayala como los Alvarez de Toledo, dedicaron
también su inteligencia y sus rentas á obras artísticas, tales como los
edificios señoriales de los palacios de Cedillo, de Ayala ó Fuensalida,
la casa llamada de los Toledos, la de los Sres. de Peromoro, edificios
todos donde se conservan notables detalles de los estilos ojival y mu-
dejar, los castillos de Guadamur (Ayala) y Manzaneque (Alvarez de
Toledo), preciosos ejemplares de la arquitectura dominante en aquel
territorio y en el siglo XV, en el primero de los cuales ha llevado á
cabo una feliz é inteligente restauración su actual poseedor y padre
político del joven Conde, el ilustrado Barón de Cuatro Torres, restau-
ración en la que, como era natural, ha tenido no poca intervención el
nuevo académico; el reputado monasterio de Quejana, en Álava, don-
de reposa en hermosos monumentos sepulcrales, entre otros indivi-
duos de la familia, el gran Canciller é historiador Ayala, y los conven-
tos, hoy demolidos ó muy modificados, de Monte Sion y San Miguel
de los Angeles, éste en la ciudad de Toledo y aquél á media legua de
tizcdoy Google
— 264 —
distancia, y la preciosa capilla, en ñn, de Santa Catalina, también en
Toledo, construida por D. Hernando Alvarez de Toledo, el menciona-
do Secretario de los Reyes Católicos, de la que es patrono el actual
Conde, y que restaurada hace poco tiempo por su ilustrado padre,
presenta un hermoso conjunto de arquitectura ojival, con magníflcas
tallas y pinturas del siglo XVI, durante el gran período del floreci-
miento de las artes.
Nobleza obliga dice con profundo sentido un antiguo proverbio cas
tellano, y en verdad que tan gloriosa historia de ilustres antecesores,
obliga á mucho, por lo que comprendiéndolo asi desde su adolescen-
cia el joven López de Ayata, que puede decirse no ha tenido juven-
tud más que para dedicar todas sus energías al estudio, á excursio-
nes y viajes artísticos, al cultivo de las letras y de las ciencias histó-
ricas, de tal modo ha sabido merecer por sus trabajos el aprecio y la
gran estimación de cuantos le conocen, sino que llega á las puertas
de esta Academia precedido de los gloriosos recuerdos de sus antepa-
sados y, como su digno sucesor, honrado por sus trabajos y propios
merecimientos.
Asi rué como el estudioso alumno de la Escuela convirtióse, después
de obtener honrosos premios académicos en su carrera y en la Facul-
tad de Filosofía y Letras, en docto profesor, explicando durante cua-
tro años en aquélla la asignatura de «Historia de las Bellas Artesa,
para cuyas oposiciones, que no llegaron á verificarse, se preparaba
dignamente, sin que este asiduo trabajo le impidiese dedicarse k
otros, algunos de los cuales merecieron ser laureados en públicos
certámenes.
Las campanas de Velilla, disquisición histórica acerca de esta curio-
sísima y fantástica tradición aragonesa, primera obra que dio á luz;
Los Concilios de Toledo, notable estudio hoy completamente agotado;
Toledo, Guia artistico-práctica, bilingüe, con multitud de grabados,
peregrinas noticias, excelente método y acertados juicios críticos;
yovellanos como cultivador de la Historia, monografía laureada en el
certamen celebrado en Gijón en Agosto át i^f^i; Santa María de
Porqueras, monografía histó rico-artística premiada por la Asociación
literaria de Gerona en el concurso del mismo aflo; La escultura anti-
gua, traducción de la obra francesa de Mr. Fierre París; el Estudió
critico de ¡as contribuciones é impuestos establecidos en Leány CmstiWi
durante la Edad Media, obra extensa y verdaderamente magistr^,
premiada por la Academia de Ciencias Morales y Políticas; los artícu-
los históricos y arqueológicos intitulados Bl castillo de Guadanmr,
La Virgen con el Niño en los brazos, escultura en marfil de la Cate-
tizcdbyGoOi^Ie
- 365 -
dra¡ de Toledo, Cáliz y patena de la misma (siglo XJII), Bl escudoát
Aljonso VI, Bl sepulcro del Cardenal Mendosa, El monasterio de Jwt-
querasy la parroquia de la Concepción de Barcelona, El arte maya y
elnakua; los de arte, acerca de Jerónimo Bosck estudiado en sus cua-
dros del Museo del Prado y de la Exposición Histórico-europea de Ma-
drid, y Jerónimo van Aken, el Basco; literarios, como Paremiologia
toledana. Pequeneces femeninas, Una ciudad modelo y Goya en Toledo;
y de excursionismo, con los titulos de Por tierra de Segovia, Por
tierra de Toledo, Notas de una excursión d Covisa, Excursión á Are-
nas de San Pedro y Una excursión al Canigóy á los valles del Con-
fíent, trabajos publicados en el Boletín de la Sociedad española de
Excursiones, que dirigió y del que fué alma durante cinco años, en la
revista Toledo, en Pro Patria, en El Centenario y en el Boletín de la
Sociedad arqueológica de Toledo, entre otros, demuestran la incansable
actividad del joven Conde, á quien no es extraño se le abriesen como
Correspondiente las puertas de las Reales Academias de Bellas Artes
de San Fernando y de Buenas Letras de Barcelona, y que por nues-
tro Instituto se le comisionase para estudiar y dar dictamen acerca
de una interesante lápida romana descubierta en Orgaz y para explo-
rar las debatidas cuevas de Oiihuelas, en la provincia de Toledo; in-
formes que merecieron aprobación y aplauso de la Academia y que
se insertasen en su Boletín.
En esta multitud de trabajos, en este gran cúmulo de labor cientí-
fica y literaria sobresale la traducción que ha hecho del catalán al
castellano de la leyenda pirenaica del tiempo de la Reconquista inti-
tulada Canigó, obra admirable del gran poeta catalán Mosén Jacinto
Verdaguer, verdadera creación de la que con entera justicia ha dicho
nuestro ilustre compañero Menéndez y Pelayo, que el Pirineo adquie-
re formas humanas y titánicas bajo el cincel de aquel poeta. Intentar
darlo á conocer en otro idioma que aquel en que fué concebido y va-
ciado el poema, revela ya alientos también de poeta, y esta empresa
la ha acometido nuestro nuevo compañero con tal fortuna, que ha me-
recido le diga bajo su firma el autor, que si como excursionista ha
contemplado los encantos de aquella montaña rosellonesa que la polí-
tica sagaz de Richeheu y Mazárino arrancó á la corona de España, y
ha contemplado sus lagos, y ha oído la voz de sus torrentes, y pene-
trado en sus selvas vírgenes, y como arqueólogo ha visitado en el
Monasterio de San Martín la tumba abierta en la roca por el conde
Guifre, y en Cuxá ha visto el lecho de piedra de Urseolo y la gigan-
tesca torre hermana de las de Vich y de RípoU, levantadas en el si-
glo XI por el gran Obispo Oliva, como posta se ha embelesado ante
tizcdbyGoOi^Ie
- 266 —
aquella montaña gigante coronada de nieves casi perpetuas, cuyo
soplo es el viento canigonench, cuna de las más antiguas canciones
catalanas, amor de los rosellones, que al verse alejados de su patria,
como los hijos de Galicia con su Muiñeira, consuelan su anyoransa
con el sentidísimo cantar que, traducido ñelmente por el Conde,
dice:
Montañas r^aladas
Bon las del Canigó,
cubiertas todo el año
de flores y verdor.
Si, Sres. Académicos, Cediilo, cuyas investigaciones y cuyos estu-
dios parecen alejarle del sentimiento poético, en la admirable traduc-
ción que ha hecho del titánico poema de Verdaguer, se ha sentido
poeta, y poeta tan encastado en la obra que da á conocer en castella-
no, que nada le ha quitado de su frescura y natural inspiración, hasta
el punto de que, no sabiendo que el original es catalán, creeriase con-
cebido y moldeado el poema en la hermana gemela de aquel enérgico
idioma, en la hermosa lengua de Cervantes.
Quien de tal modo ha sabido emplear la incansable actividad de su
juventud, bien puede decirse que tenia ganada su plaza deAcadémico,
abriéndole para ello honroso paso sus mismas obras, á las que sirve
de digno remate el notable discurso que con justicia acabáis de aplau
dir, y que revela un trabajo asiduo y constante acerca del gran perío-
do del Renacimiento en Toledo. A cuantos ramos abarca la historia
interna y externa de un pueblo ha descendido el docto historiador to-
ledano, sin dejar en tan fecundo campo paraje ni siquiera que espigar,
pues tan bien cosechado quedó después de su investigación insa-
ciable.
Aunque pasando con vuelo de águila sobre la historia del arte tole
daño en sus grandes manifestaciones de Arquitectura, Escultura y Pin-
tura, apenas ha dejado noción que no haya expuesto sobre los gran-
des maestros de aquella escuela, simbolizando en el Greco el gran
iniciador de la reforma pictórica española del siglo XVII. Bien quisié-
ramos poder seguir al nuevo Académico en su brillante examen, pero
limitándome, siquiera por seguir la costumbre de añadir algunas lineas
al asunto principal tratado en el discurso, voy á decir algunas pala-
bras acerca de una manifestación artística de que acaso intencionada-
mente ha dejado de ocuparse el ilustrado Conde, Me refiero á la mú-
Mca, que en Toledo también alcanzó especial cultivo y merecida
nombradla, sin embargo de lo cual, apenas ha ocupado las plumas
tizcdbyGoOi^Ie
— 267 —
de los modernos escritores, que no tuvieron en cuenta que en el des-
arrollo de la gran Escuela de Música española del siglo XVI, cuya
importancia ya está hoy por todos reconocida, cupo á Toledo repre-
sentar uno de los primeros papeles. En la ciudad, y principalmente en
su venerable templo Catedral, veníase cultivando la música de antiguo
con éxito y gloria. La majestad del culto, tradicional en aquella Igle-
sia, realzábase poderosamente con la solemne música que le acom-
pañaba, y con la suavidad y dulzura de las voces, pues al decir
de Ambrosio de Morales, la Santa Iglesia de Toledo, »suele tener casi
siempre, singolares mochachos en su choro, de Cazorla, y de aquellas
tierras de Segura, cuyas aguas con su delicadeza y propiedad natu-
ral, les adelgazan las bozes, y se las forman suaves y de dulce soni-
do» (i); con el cantum privuin quem simplicem vocant, que era el
acostumbrado en la Catedral primada, y de tan reconocida excelen-
cia que, á imitación suya, adoptáronlo en el siglo XVI la iglesia y el
reino todo de Granada y ta Religión entera de San Jerónimo, tan en-
tendida en el cultivo de la música.
No es, pues, maravilla que la música de la Catedral toledana,
según lo acabamos de ver por la cita que hemos hecho de un respeta-
ble escritor del siglo XVI, fuera nombrada y famosa, sin que pudiera
dejar de serlo, cuando la iglesia primada tenía por maestro de capilla
nada menos que al insigne sevillano Cristóbal de Morales, que formó
también parte de la capilla pontificia (2).
Y así como á Toledo acudían músicos aventajados atraídos por la
riqueza y excelencias de la ciudad y de su iglesia, asi en otros países
publicatian la fama de nuestra música toledana maestros como Diego
Ortiz, autor, según el competentísimo Barbieri, de un precioso Irata-
do de Glosas, escrito en italiano, maestro que brilló en Italia á la vez
que otros notables músicos españoles*
Y si de las manifestaciones de las bellas artes en toda su pureza
descendemos á las que con razón hemos llamado desde hace mucho
tiempo industrias artísticas, y que forman el complemento y digno
cortejo de aquéllas, nos encontramos grandes adelantos en algunas
de las principales de ellas, tales como la pintura en vidrio, la ilumi-
nación de manuscritos y la rejería artística. En la vidriería de colores,
(i) Lat a-iligü^dadu dt Ua cimimiu A EtpaHi, AlciU de Henuei, 1S7$, fsUo 5S tocIu.
(a) Crlil«bal de Horalu en mantio de capilla de la Catedral de Toledo ea ■S4I, coma ae ve por
ardata por moa delcufo qoe ajeicla.
Puide CDDMuluiae aobce eiw el aiüculo inllnilado Mirultt: FaltUriaa, firmado por El Maatro dt
cafíUt, que le publica en el aita. i del Bct'tit d> In StrciiiUi Artun-Ugie^ Jr ItUiU, (Han«
dd^eo.)
tizcdbyGoOl^Ie
— 268 —
esa hija luminosa de la pintura, que dejó en la Catedral de Toledo
sus más preciosos ejemplares, trabajaron maestros muy aventajados,
muchos de cuyos nombres nos son conocidos, principalmente en la
primera mitad del siglo XVI. Preciosas vidrieras pintadas á fuego, en
cuyo dibujo y colorido brilló el espléndido Renacimiento, asi como en
las también bellísimas que de! siglo XV se conservan, es de admirar
la característica tradición medioeval española.
El arte de los vidrios pintados alcanzó en Toledo, sobre todo en la
centuria XVI, extraordinario auge é impulso, y bajo los pontificados
de Cisneros, Fonseca y Tavera híciéronse para la Catedral bellísimas
obras de aquel arte, debidas á Juan y Alonso de Ortega, padre é
hijo, Nicolás de \'ergara, e/ Viejo, y sus hijos Nicolás y Juan, así por
diseílos propios como de los primeros pintores de la época.
El periodo verdaderamente brillante de la qUe podemos llamar pin-
tura iluminativa en Toledo, abarca por entero el siglo XVI, produ-
ciendo admirables libros de coro, misales, evangeliarios, psalterios,
epistolarios, procesionarios, etc., que por fortuna se conservan en gran
parte en la Biblioteca y en la llamada Cuadra de los libros de la Cate-
dral toledana. Un verdadero enjambre de artistas trabajaron on aque-
llas obras hasta el ñnal de la centuria, en que decae el bello arte de
decorar manuscritos, quedando en aquéllos admirables ejemplares, en
sus dibujos, viñetas é iniciales un verdadero y prodigioso derroche
de genio, de arte y de buen gusto, en que brilla con verdaderos es-
plendores de gran arte la moderna escuela del Renacimiento.
De aquella multitud de artistas iluminadores toledanos ó vecinos
de Toledo, muchos nombres han llegado hasta nuestros días; tales
como Alonso de Córdoba, Alonso Jiménez, Alonso Morato, Alonso
Vergara, Bemardino Calderón, Diego de Arroyo, Fray Felipe, Fran-
cisco Buitrago, Francisco Comontes, Francisco de Villadiego, Juan
Brocario, Juan Martínez de los Corrales, Juan Salazar, Miguel de
Eguia y Pedro Obregón, muchos de cuyos apellidos indican su pro-
cedencia ó naturaleza, siendo circunstancia digna de notarse, que este
arte, nacido á la sombra de los monasterios ó de los conventos, al
llegar al periodo en que más se cultiva por laicos, apenas nos trasmite
más que el nombre de un monje ó fraile: Fray Felipe.
Al hablar de aquella importante manifestación del arte del diseño,
acude á la memoria otra con él no menos íntimamente relacionada,
cual es la del grabado; y aunque en la historia del arte toledano no
se registrase más nombre que el del grabador en dulce y platero Pe-
dro Ángel, bastaría este nombre para demostrar que no hubo rama
artística que dejara de cultivarse en Toledo. A Pedro Ángel se deben
tizcdbyGoOi^Ie
— 269 —
beUi^mas estampas y magníñcos retratos, tales cortio tos de los Car-
denales Cisneros y Tavera y el del maestro Alonso de Villegas. Su
fama se extendió á toda España, mereciendo que Lope de Vaga le ca-
liñcase de artíñ^ divino.
Y es hoy Pedro Ángel m divino artffica
con el buril ca oro, plata ó cobre (i).
Y no solamente este eminente artista, platera y grabador, cultivó
en l'oledo la industria artística de la platería y orfebrería, que llegó á
un grado en verdad eminente durante el siglo XVI. Puede asegurarse,
sin peligro de caer en error, que en ninguna ciudad de Elspaña se
contó en aquella época mayor número de plateros y oríñces, ni quien
mejor labrase la plata y el oro y tallase las piedras preciosas (i), y
cultivase tan bien un arte acerca del cual en España tañemos escasí-
simas noticias, intimamente enlazado con el de la platería, cual es la
esmaltería, habiendo labrado bellísimas obras de este arte en el si-
glo XVI para la Catedral los plateros Andrés Ordóñez y Lorenzo
Marqués .
A la prosperidad de estas industrias artísticas en metales Anos con-
tribuía en primer término la Catedral, para la que á la continua se fa-
bricaban alhajas, vasos sagrados y otros objetos de metales precioaosi
la residencia de la Corte, cuyos monarcas, ya para uso propio, ya para
regalos á la venerable Iglesia, utilizaban asiduamente la destreza de
los plateros, los nobles y ciudadanos acaudalados, sin que faltasen
numerosos encargos de fuera para los más acreditados maestros.
Larga tarea fuera intentar siquiera la formación del catálogo de las
principales obras de los plateros naturales ó vecinos de Toledo. De-
jando aparte la sin par custodia que labró en aquella ciudad á princi-
pios de la centuria décímasexta el célebre Enrique de Arphe, y que al
ñnal de la misma modiflcaron, y no en verdad para mejorarla, ciertos
plateros toledanos, sólo mencionaré como obras bien conocidas é im-
portantes, la corona de la Virgen del Sagrario, trabajada por Heman-
(i) LoptiiV€V^.fió\t>go»lKito El vimj-iJíl alma.
pan I* Caudial d* Toledo. En Tkr imltalrlat Artí la S/ai; de RiiHo (Looiirc* iBig), Incluye en li
Bdolda Htm de ptann* *ipaBak> del lifls XVI huta •ateua y ilen toladanaa.
Ea U obra del BatAn DanlUio Rtcktrckti titr I •ar/hirtTii n Eifagut (Psiii 1879) ae inaaiut laa
liiUcioBoldglca deloaprlflclpaleaarifica apaBoludaliIgloXVI, quecomioiiaeDlapác. 17$, y al
«Bumciar Im plateroi, maclm de ello* toladanoa, ioHKa tnfonaMia aotitlai btográ&ca* j en»-
lizcdtyGooi^Ie
— 27© —
do de Carrión y Alejo de Montoya, las preciosas ajorcas ó manillas
de la Virgen, hechas por Julián Honrado, la gran arca de plata del
monumento antiguo, la hermosa lámpara de plata regalada por el ca-
bildo á la iglesia Saint-Denis después de la traída del cuerpo de San
Eugenio, U Santa Elena ante la cruz ofrecida á la Catedral por Feli-
pe 11 y, en fin, las dos artísticas arcas ó urnas que contienen los res-
tos de San Eugenio y Santa Leocadia, labradas ambas por Francisco
M«ino y exornadas con primorosos y prolijos relieves alusivos á uno
y otro santos por diseños de atnbos Vergaras, padre é hijo, aquélla en
1 569 y ésta en 1598. E^tas y otras memorables obras acreditan y
acreditarán siempre la destreza de aquellos orífíces y plateros, com-
parable á la de los mejores que ejercían s la sazón su arte en Italia,
Francia y Alemania.
Así no es extraño que nuestros monarcas los nombrasen plateros
de la Real Casa, como sucedió, entre otros, á los toledanos Cristóbal
de Ordas, que lo filé de Carlos V, y Juan Rodríguez de Babria, de
Felipe n.
La rejería artística alcanzó también en Toledo extraordinaria im-
portancia; y muchas obras que principalmente en la Catedral se con-
' swvan, sostienen la competencia con las primeras del Renacimiento
e^Mñol En la ejecución de estas grandes obras decorativas, se nota
una noble emulación, que para el arte había de dar los más felices re-
sultados. Si el tan celebrado Francisco de Villalpando y Cristóbal de
Andino, ajenos á la ciudad, hacen [>ara su iglesia mayor admirables
rejas, entre ellas la magnífica que cierra el presbiterio acabada en I S48,
maestre Domingo y su yerno Fernando Bravo, vecinos de Toledo, y
probablemente toledanos, no se quedaban atrás al forjar otras rejas
que les encomendara el Cabildo, entre ellas la magnifica que cierra el
coro, las de las capillas de Seyes viejos y Reyes nuevos, y de la capi-
lla bautismal. Las obras de Villalpando en la catedral de Toledo ofre
cen mayor interés que las de los otros maestros de rexas; suyas son
también las notabilísimas planchas de bronce de la Puerta de los Leo-
nes, hecha por modelos de Berruguete, y suyos los suntuosos pulpi-
tos del crucero, y la traza de la preciosa verja del llamado Altar de
Prima en el coro de la Catedral.
Tal es el desarrollo queá los resplandores que irradiaban del gran
arte, alcanzaron las artes secundarias, pero que le sirven de comple-
mento, como árbol espléndido á cuya sombra crecen plantas y flores
nutridas con el vivificador aliento de su poderoso protector. Y no
hablamos por no cansaros con nuestras pesadas noticias, y por ser ya
muy conocidas, de otras industrias, tales como la célebre de las armas
tizcdby.G00i^Ie
- 271 —
blancas, sin rival desde tiempos que pudieran llamarse inmemoriales,
la cerámica, sobre todo en azulejería, donde tan admirablemente se
conservó y ha llegado hasta nosotros la tradición morisca, fabricación
cerámica ya de antes celebrada por Marineo Siculo, y otras de menos
importancia para el arte, pero no para los que las ejercían, tales
como la modesta bonetería que enriqueció á muchas familias de indus
tríales, y 'cuyos productos se exportaban no sólo á todas las comarcas
de España, sino á las Américas y al extranjero.
Ciudad que á tanta altura llegó en el cultivo de las Bellas Artes,
de las Ipdustrias artísticas y de los oñcios industríales, bien merecía
que en su históríco recinto so hubiera realizado el gran pensamiento,
en buen hora concebido por el que fué nuestro llorado compañero
D. Juan Facundo Riaño, de levantar á la sombra del admirable mo-
numento arquitectónico de San Juan de los Reyes, una escuela de
industrias artísticas, ppra lo cual ya está hecho lo principal por el
genial é inspirado artista D. Arturo Mélida, que es el edidcio donde
debían establecerse aquellas útiles enseñanzas. Abandonadas y solí-
tarías están a.|ueilas notables construcciones, como ideal morada
para recibirá esperados y deseados huéspedes que nunca llegan. ¡De
cuanta gloria se cubriría el Ministro que allí los llevase, y que abriera
para lo porvenir esa fecunda fuente del arte y de la industría tole-
danasl
Pero al llegar aquí, noto que á pesar de haberme limitado á espi-
gar en el hermoso campo de la historia del arte toledano, én el que
tan abundantes cosechas ha recogido el nuevo Académico, voy más
allá de lo que debiera, olvidando que el solemne día de su recepción
se debe todo entero al recipendiario, y para no abusar más de la suya
y de vuestra benevolencia, termino en este punto mi desaliñado tra-
bajo con brevísimas palabras.
Día es hoy para la cultura española de grandes esperanzas, pues
vemos entrar por las puertas del templo de la ciencia unidas en estre-
cho abrazo y confundidas en la personalidad ¿el nuevo Académico,
tan digno cultivador de los estudios históricos, como excelente padre
de familia y modelo de buenas costumbres, tres aristocracias que
nunca debieran estar separadas: la aristocracia de la sangre, la aris-
tocracia del talento y la aristocracia de la virtud.
He dicho.
tizcdbyGoOi^Ie
DijilizcdtyGoOl^Ie
índice
Discurso del limo. Sr. D. Jerónimo López de Ayala y Alvarez de Toledo,
Conde de Cedillo 3
Notas 99
Ilnstraciones y docomeotos:
I. Una tiadidÓD infundada. El incendio del palacio del Marqués de
Vülenaen iji6 155
I!. Sobre una curiosa práctica en la Catedral de Toledo. El obi^illo
de San Nicolás. 161
III. Relación de la muerte de la Emperatriz D.' Isabel de Portugal y
de las ceremonias y honras que se siguieron (1539) 166
IV. Fiestas celebradas en la Catedral de Toledo con motivo de la im-
posición del capelo cardenalicio al Cardenal Silíceo (1556) 169
V. Relación de las ceremonias con que se alzaron pendones en Tole-
do por D. Felipe n (1556) 176
VI. Sobre la traslación de la corte de Toledo á Madrid en tiempo de
Felipen(i56i) 179
VII. Relación del Concilio provincial celebrado en Toledo en i¡6¡ y
notida de otros sucesos acaeddos por el mismo tíempo 191
VIII. Fiestas y alegrías en Toledo con motivo del nacimiento de la In-
fanta D.' Isabel Clara Eugenia (t $66) 199
IX. D.Juan de Austria y el Archiduque Carlos en Toledo (1569) 303
X. Autos de Inquisición en Toledo en 1570 y 1571 307
XI. Los procuradores de Toledo en las Cortes de Madrid de 1583-85:
sus pareceres y voti>s en el asunto de la nav^ación del Tajo 316
XII. Nuevos datos acerca de El Greco. Concordia entre Dominica
Theotocópuli y el Patrono de la Capilla de San José de Toledo, so-
bre el precio del retablo hecho por aquel para dicha Capilla (1599). 318
Xni. A Toledo. Tercetos de D. Luis íernuscolo de Guzmán 330
Noticia biográñca del Excmo. Sr. D. Pedro de Madrazo y Knnti . . 337
Obraa impresas del Excmo. Sr, D. Pedro de Madrazo y Kuntz por or-
den de su publicación 135
Contestación del Exano. Sr. D. Juan de Koa de la Rada y Delgado- . - . ■ ■ 359
tizcdbyGoOl^Ie
lizcdtyGooi^Ie
Imprimióse este libro en ¡a villa y corte
de Madrid por indttstria de los
Hijos de D. Manuel Gine's
Hemándte y' se acabó
en XX de Junio de
MCMl años.
tizcdbyGoOi^Ie
lizcdtyGooi^Ie
=, Google
DigilizcdsyGoOl^Ie
geografía de ESPAÑA EN EL SIGLO XVl
DISCURSOS
leídos ante la
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
EN LA RECEPCIÓN PÚBLICA
D. ANTONIO BLÁZQUEZ Y DELGADO -AGUILERA
EL DÍA r6 DE MAYO DE [909
MADRID
ESTABLECIMIENTO TIPOGRÁFICO DE FORTANET
Libertad, 29. — Teláf." 991
1909
DiailizcdDyGoOl^Ie
i¡zcd=, Google
GEOGRAFÍA DE ESPAÑA EN EL SIGLO XVI
DISCURS9S
leídos ante la
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA
EN LA RECEPCIÓN PÚBLICA
D. ANTONIO BLÁZQUEZ Y DELGADO-AGUILERA
EL DÍA 16 DE MAYO DE [909
MADRID
ESTABLECIMIENTO TIPOGKÁncO DE FORTANET
IOS DI LA R»L ICADEUU DI I^ HISTOIIA
Libertad, 89.— Teléf." 991
1909
DijilizcdSyGoOl^Ie
DigilizcdsyGoOl^Ie
DISCURSO
DBL SBÜOK
D. ANTONIO BLAZQUEZ DELGADO-AGUILERA
DijilizcdtyGoOl^Ie
=, Google
SEÑORES:
AI presentarme ante vosotros en este dfa , en sustitución
del Sr. D. Juan Jordán de Urríes, Marqués de Ayerbe, ha de
renovarse el sentimiento que os causó su muerte, y habéis de
apreciar con mayor valor la pérdida experimentada, pues á
quien fué ilustre por su abolengo y distinguido por su cuhura
viene á reemplazar quien, falto de los grandes prestigios que
heredó mi antecesor, sólo puede presentarse ante vosotros
como humilde y modesto cultivador de la Geografía histórica.
Vuestra benevolencia y no mis méritos han hecho que
venga á ocupar el puesto que tan brillantemente desempeñaba,
y por ello os doy las gracias, quedando altamente reconocido
á la distinción que me dispensáis y obligado á corresponderos
siempre con sincero y leal afecto , y á seguir vuestras huellas
y vuestros consejos, inspirándome en el alto ejemplo que dais
escudriñando archivos y bibliotecas en busca de nuevos, datos,
cultivando con entusiasmo y con fe, con talento y perseve-
rancia la ciencia histórica', presentando la verdad sin apasio-
namientos, y dando muestra de vuestra sabiduría.
El siglo xvr es para España el siglo de la superior cultura
,y Google
geográfica, adquirida por navegantes y descubridores en sus
empresas, aquilatada por los maestros en las Universidades de
Salamanca y de Alcalá, difundida por los escritores en los
libros, dibujada en aquellos hermosos mapas de los cosmó-
grafos y recibida con agrado por el pueblo, porque le ayudaba
á conocer las tierras y mares que deudos, amigos y parientes
habían recorrido entre sinsabores y triunfos, glorias y pri-
vaciones.
Descuellan entonces entre los sabios españoles Pedro
Ciruelo, docto catedrático que en París dio brillante muestra
de la cultura española ■; Marineo Sículo, de universal renom-
bre '; el insigne Arias Montano 3; el bachiller Fernán Pérez de
Oliva, que da á una de sus obras el título de Imagen del
mundoy siguiendo la tradición de la Edad Media * ; Pedro Juan
Oliver, el vaión más docto del reino de Valencia 5; y el sabio
Nebrija, que por su extraordinario talento é inmensa cultura, so-
bresalía en todos los ramos del saber, redactando un libro en
que había de estudiarse la Gramática durante tres siglos, mi-
diendo la longitud del grado de meridiano, operación no inten-'
tada hasta entonces en Europa, y dando á luz en París un Tra-
tado de Cosmografía^ justamente estimado por sus doctrinas
y apreciado por su rareza ^.
Más adelante, el cosmógrafo Alonso de Santa Cr^z, conce-
bía, antes que otro alguno, la determinación de las longitudes
terrestres por la medición de las distancias lunares é inventaba
las cartas esféricas, y continuando su labor científica, formaba
un atlas en el que aparecían dibujadas , en gran tamaño , las
naciones europeas, siendo de lamentar que en España, que
era su patria, sólo podamos conocer alguna de sus obras por
reproducciones hechas en et extranjero ?; y el Brócense, aquel
peregrino ingenio que en los últimos años de su vida, casi
agotadas sus fuerzas físicas é intelectuales, daba de cuando
tizcdbyGoOi^Ie
en cuando vivísimos destellos que causaban el asombro y la
admiración de sus contemporáneos *; el Pincíanó 9, Pedro Cha-
con 'O, Pedro de Medina ", Esquive! " y otros muchos, ilas^
traban la Geografía antigua y moderna, comentábanlos autores
clásicos y daban singular- muestra de nuestra grandeza en el que
puede y debe llamarse el siglo de oro de la Geograffa espa-
ñola y aun de la Geografía universal, ya que, hasta el siglo xvi,
sólo se conocía la mitad del mundo, y á nuestro esfuerzo, á
nuestro atrevimiento y á nuestra cultura se debe el descubri-
miento del otro medio; en cuyos hechos, si al genovés Cris-
tóbal Colón cabe la gloría de la iniciativa en buscar el Catay
por Occidente, corresponde i los españoles, por modo indis-
cutible, la perseverante exploración de tierras vírgenes y
mares desconocidos, efebtuada con temerario valor y con fe
ciega, impulsados por el deseo de engrandecer su patria,
aquella nación que, formada en los últimos años del siglo xv,
mediante la expulsión de los árabes y la unión de las monar-
quías de Aragón y de Castilla era grande y fuerte por la vo-
luntad de todos, j Siglo dichoso para los que ansian la gloría
del pueblo español, para los que anhelan su poderío, para los
que, dentro de las líneas geográñcas que Dios modeló sobre
la tierra como fronteras naturales de una parte del planeta,
desprecian las envidias de unos cuantos que aquí ó allá, en
cualquier lado, ó en cualquiera parte sienten odio á sus her-
manos y simpatía por los extraños !
En aquel siglo en que el estudio del territorio era m^^teria
propia de los sabios y objeto de sus especulaciones era tam-
bién la Geografía ocupación y entretenimiento del vulgo, que
recibía sus libros con agrado; del comercio, que obtenía de
aquellos conocimientos utilidad para el tranco, y de los
gobiernos, que le dedicaban preferente atención, dictando
órdenes notables como las de Felipe II para la formación de
tizcdbyGoOi^Ie
las Relaciones topográficas '3, para la constitución Je un nioseo
geográfico con libros impresos y manuscritos, globos celestes
y terrestres y mapas é instrumentos que encerraba la Biblio-
teca de El Escorial '^, y para la creación de la Academia de
Ciencias de Madrid, á cual dieron merecida fama Heirera,
Onderíz, Labafta, Ferrufino y otros muchos y distinguidos
matemáticos y cosmógrafos 'S.
Mas á pesar de esto, la Geografía de España en el
siglo XVI no está hecha, porque ni sus geógrafos ni sus histo-
riadores dedicaron á la descripción de nuestro país su principal
atención: aquéllos porque en su mayor número hicieron obras
de Geografía general: éstos porque la Geografía era para
ellos cosa secundaria, y así, sólo en sus grandes rasgos, en
sus notas más salientes ó en sus relaciones con la Historia
antigua tratan de dar á conocer cuáles fueron las antiguas
divisiones del territorio ó los pueblos testigos de los sucesos
más famosos en las pasadas guerras que ensangrentaron el
suelo de esta Península donde habían penetrado antes los
cartagineses, procedentes de África; los romanos, que venían
del Oriente, y los pueblos germánicos, que, como alud formi-
dable, pasaron ,l3 frontera de las Galias, llegando á este
hermoso país, donde más tarde se disputaron dos razas el
dominio del mundo.
Así lo reconoció, en cierto modo, esta docta Corporación
cuando, en 1882, decía, en acto público y solemne, su Secre-
tario perpetuo, el Sr. D. Pedro de Madrazo: c Tenemos
• abierto, con plazo indefinido, en atención á la importancia
»del asunto, un concurso al cual nadie se presenta. Si conti-
tnúa el retraimiento, el mapa de España, á fines del
»sÍgIo XVI, será un verdadero desiderátum á que, al fin y
»á la postre, tendrá que atender alguna comisión de esta
» Academia » '^.
tizcdbyGoOi^Ie
Han transcurrido veintisiete años y ningún geógrafo ha
acometido tan ardua empresa, ni la Academia ha tomado á
su cargo la formación del mencionado mapa; por esto, no
parecerá extraño, seguramente, que quien á la Geografía
histórica viene dedicando, desde hace años, sus atenciones,
intente satisfacer la necesidad sentida por esta Corporación,
aun cuando, por circunstancias de momento no desarrolle
el tema tal cual se había propuesto, sino que, reduciendo su
trabajo á más modestos límites, sólo estudie las fuentes y
materiales que existen para hacer la descripción y mapa de
España en el mencionado siglo.
Entre los libros examinados con tal objeto 6guran en primer
lugar multitud de obras que recibieron el nombre de costnO'
grafías '7, cual sucedió con el libro del florentino Pogio, tradu-
cido por Rodrigo de Santa Ella, y con los de Alonso y Jeró-
nimo de Chaves, de Pedro de Medina, Barreiros, Apiano,
Girava, Barrientes, Zamorano y Tornamira. Algunos autores
incluyeron noticias y descripciones geográficas generales y aun
particulares en los llamados Spkaera mundi, Libros de la Es-
fera y Arte de navegar '8; otros bajo el título de Aries libera-
les tratan de geografía "9, y bajo los de Fragmentos malemá-
ticQs ^"j Astrologia ", Historia natural ^^ y Relaciones ó Tea-
iros del mundo n se comprenden también asuntos y materias
geográficas.
Innecesario es exponer en este trabajo lo quecada uno de
los dichos libros contiene, y señalar hasta qué punto ha sido
provechosa su lectura; fuera ésta tarea pesada y enojosa para
un discurso en el que debe procurarse exponer con claridad el
resultado sintético de la investigación practicada y, por esto,
habré de limitar mis observaciones á aquellas obras que, por
el número é importancia de los datos contenidos, resulten de
' mayor interés.
tizcdbyGoOi^Ie
Dentro de estas últimas es la Geografía de Martín Fer-
nández de Enciso'*, impresa en 1519, una de las más importan-
tes, porque adelantándose á sus contemporáneos, toma como
base para su descripción de España los datos orográñcos é hi-
drográficos, diciendo tque España se divide, según los pasa-
idos, en tres provincias; pero porque aquellas no tienen hoy
ílos mismos nombres, yo la dividiré en seis, y cada provincia,
>5ea toda la tierra que está dentro de las vertientes de seis
» ríos principales que hay en ellas, que son: Ebro, en cuyas
«vertientes están los reinos de Aragón y de Navarra y toda la
• Cantabria é Iberia; el otro, Duero, en cuyas vertientes entra
»lo que comúnmente se llama Castilla; el otro, es el río Ma-
»rín, que toma á Galicia; el otro es el Tajo, en cuyas vertien-
»tes está el reino de Toledo y la «íayor parte del de Portu-
»gal; el otro, es el Guadalquivir, en cuyas vertientes entra el
> Andalucía y Granada, y el otro, Guadiana, en cuyas ver-
atientes está Extremadura.*
Con igual concepto geográfico, aunque con la misma po-
breza de lenguaje, describe después las cuencas de estos ríos,
señalando su nacimiento y sus anuentes, y nombrando las po-
blaciones que están en sus orillas ó en sus cuencas, dando un
modelo de descripción que hasta el siglo xix no se ha emplea-
do en Europa, siendo Teófilo Lavallée,en Francia *s, y el ge-
neral Gómez de Arteche ^^, en España, los autores dé las dos
obras más notables en que el sistema hidrográfico ha sido
base de las descripciones geográficas; y aun cuando ya la
ciencia ha tomado nuevos rumbos, este procedimiento, que ha
representado un adelanto, se empleó y se dio á conocer por
Enciso, en el siglo xvi.
En este grupo de obras de Geografía, puede y debe in-
cluirse también un manuscrito, que como de autor anónimo,
figura en la sección correspondiente de nijestra Biblioteca Na-
tizcdbyGoOi^Ie
cionaI*7. Escrito en 1550, contiene en su segunda parte una
Epilogación de las provincias del mundo, y en la tercera, la
descripción de España, en la que cita bastante número de ciu-
dades. Su valor geográfico es, sin embargo, escaso, y averi-
guado el nombre del autor, mediante una nota que hay en el
libro, resulta ser Juan de Brihuega.
Girava, en su Cosmografía '*, sigue á los clásicos agrupando
los nuevos reinos dentro de las provincias Tarraconense, Bé-
lica y Lusitánica, y consignando las longitudes y latitudes de
algunas poblaciones-, da noticia sumaria de las montañas y
rtor, y señala la máxima duración de los días, siendo aún más
concisos otros tratados de Cosmografía, en los que apenas se
dedican á España algunas líneas; en cambio, las ediciones y
traducciones de los geógrafos antiguos, dan lugar á algunos
estudios interesantes, como el de Miguel Servet '9.
Son, sin embargo, recomendables las Cosmografías de
Alonso y Jerónimo de Chaves 3", y la obra de Apiano 3', que
servía de libro de texto para la enseñanza oficial, juntamente
con la de Zamorano 33 y Tornamira 33.
La Geografía de Antonio Barba Villalobos 34, muy concisa,
y la Sphaera mundi, de Baltasar Manuel Bou 35, son dignas
de mención.
Al iniciarse la Geografía moderna en los Países Bajos, y
aparecer la gran obra de Abrahanv Ortelio, España ocupa en
ella lugar distinguido; pero el Teatro del Orbe, que así tituló
su magníñco atlas y descripción del mundo, es sumamente
desigual en su desarrollo; y por esto, mientras al territorio
carpetano sólo dedica diez líneas, se entretiene y distrae en
tributar elogios á otras regiones y ciudades. De Sevilla, dice
>que tiene el sitio muy grande y lindo y con muy lindas mu-
» rallas, cercada á la ribera del rio Guadalquivir que mana de
>la sierra de Alcaiáz, pasando por las lindas ciudades desta
=y Google
>tan deseada provincia, desta ilustre habitación antiguamente
• llamado Romulea. Por un canal navegable y de mucha pes-
»ca, corre por 60.000 pasos al Estrecho de Gibraltar, y tiene
• la ribera á entrambas partes muy plantada y alegre, de mu-
• chos olivares y viñas y muy lindas huertas y olorosas.
• Es Sevilla la más linda de todas las ciudades de España
»y la más adornada de edtñcios así sagrados como profanos:
»no tiene n¡ pareja en todo el orbe de la tierra" quanto ál tra-
>je de sus vecinos y quanto al resplandor particular y nobleza
.que tiene natural. Florecen en ella mucho la piedad, el estu-
*dio de las buenas artes y ejercicios de caballeros. Es tan
«abundante en riqueza cuanto ningún reino ó imperio nunca lo
» fué, por muy excelente que lo haya sido, si no fuera por ven-
«tura solo el imperio romano. Porque ella como la mas rica de
• todas las ciudades de Europa, las riquezas que recibe sin
• cuento, y nunca antes oidas, del otro orbe, que ella primero
• descubrió, derrama y distribuye liberalmente por todo el orbe
•cristiano y aun los bárbaros que habitan el interior de Asia y
» África abundantemente enriquece.»
Sigue con este estilo la descripción, llamando á Sevilla en
otros párrafos reina del Océano, y tales elogios la prodiga,
.que más bien parece el texto canción de enamorado, que rela-
to de geógrafo 36,
De igual defecto adolece la traducción de una obra del es-
critor toscano Juan Botero, hecha por Jaime RebullosaJ?, pues
al tratar de Cataluña, en cuya provincia había nacido, afirma
que « tiene tal variedad de sitio, que sí alguna (tierra) puede
• causar hermosura (I) pocas hay en Europa ni más fértiles
• ni más pobladas, porque por todas partes se encumbra enal-
• tísimos montes, se humilla en regaladísimos valles, se despüe-
»ga en extendidos campos, se levanta en dilatados collados, y
• todo tan fértil, que no hay montes ni valles, ni campo ni co-
tizcdbyGoOi^Ie
aliado que no esté rico de todo bi^n; pues ó la industria lo
• cultiva con viñedos ó sembrados, ó la naturaleza lo viste de
>espesísÍmos bosques y arbolado.» «¿Qué tierra, exclama, hay
»más abundante que el Valles; de higos que el campo de ür-
>gell, el de Tarragona, el Panadés, Empurdan, Cerdafia y
»Rosellón? • Y para Rebullosa no hay mejores vinos, ni
avellanas, nj piñones, ni gallipavos, ni castañas, ni almendras,
ni sef hacen mejores sombreros, guadamaciles, cuchillos, vi-
drios, peines, guantes que en Cataluña. Tampoco hay, se-
gún él, * reino más rico en oro, plata, hierro y demás metales
> en toda España, y de esta fertilidad y abundancia de todo
«bien, le viene á Cataluña ser tan poblada por todas partes,
sque no sé si la agravio en poner en duda si toda ella es una
^población.!
La obra de Botero, en su texto italiano 3^, y en otra traduc-
ción contemporánea, de Diego de Aguílai" 3', carecen de tan
desmesurados elogios.
Entre los libros que tratan de la Geografía puramente es-
pañola, figura en primer lugar el de Pedro de Medina, titulado
Grandezas y cosas memorables de España 4"; no es, sin embar-
go, la Geografía la que impera en el relato, sino la historia, y
así de cada ciudad cuenta los sucesos más memorables, sin que
salvo algunas indicaciones generales, que no contienen nada
nuevo, haya en este libro ni un esbozo de geografía propia-
mente dicha; siendo de advertir, que las láminas y grabados
que acompañan al texto, excepción hecha de los de Toledo y
Sevilla, no son retratos ó vistas de las poblaciones descritas,
sino dibujos caprichosos, que se. repiten varias veces.
De este mismo género es otro manuscrito de la Biblioteca
Nacional, titulado Floresta española ó Descripción de algunas
ciudadei^^, firmado en el año 1602; su autor, queriendo evitar,
sin duda, la monotonía de los índices de esta clase de libros,
tizcdcy Google
emplea, en cuanto es dable, palabras distintas para cada epí-
grafe, y así los titula Estampa de Cartagena, Tipo de Mur-
cia, Narración de Jaén, Descripción de SeviUa, Efigie de la
■ ciudad de Cádiz, Imagen de Málaga^ Figura de la Gran Ca-
naria. Pintura de Compostela, etc. Libro de más amena lec-
tura, altera las descripciones del territorio con las relaciones de
sucesos y las noticias de I05 varones ilustres de los pueblos y,
por ejemplo, dice de Avila que «esta noble ciudad está puesta
• en medio de la cordillera de los antiguos montes Carpetanos
>que dividen á Castilla la vieja del Reino de Toledo, y sobre
>Iás riberas del río Adaja, que por sus claras aguas y abun-
«dancia de buenas truchas y peces, es bien conocido de la
)gente castellana; corre hacia la parte del Norte, recogiendo
» otros ríos junto á la noble villa de Arévalo. y desde allí, tor-
iciéndose algún tanto hacia el Poniente, junto al religiosísimo
• monasterio cartujano de Santa María de Aniago, entrega sus
•aguas al caudaloso Duero. • Pasa después á tratar de la an-
tigüedad de su' obispado y hace mención de sus gentiles mu-
rallas, con muchas torres y cubos que la hacen de hermosa
perspectiva. Tiene Avila, añade, muchas y muy buenas fuen-
tes, así en plazas y calles como en las casas particulares; sus
salidas son agradables, aunque por todas partes tienen muchas
peñas; es tierra muy fría, pero sus comarcas partidpan de mu-
cho pan, caza y lefia en abundancia.
Como se ve, el manuscrito es internante, y por su estilo
recuerda la Geografía árabe del Edrísita.
Pasando por alto otras obras que en lugar aparte se men-
cionan42, daré cuenta sucinta y breve de algunas crónicas y des-
cripciones de provincias y reinos españoles ^3, éntrelas que figu-
ran la Descripción de Galicia''^., del licenciado Molina, escrita en
verso y varías veces impresa, y la Sumaria noticia del reino de
Aragón^ por Juan Pérez de Nueros 4S, que apenas menciona los
tizcdbyGoOi^Ie
— 17-
linajes y señala los límites, siendo ambas de poca utilidad; y, en
otro orden de hechos, la Hidrograjia de las cosas más curio-
sas 46, de Andrés de Poza, que al describir las costas españolas, lo
hace con tanto detalle y con tal esmero que bien pudiera citarse
como modelo. No es la obra de un literato, pero sí la de un
marino entendido que, punto por punto, señala los cabos, ense-
nadas, bahfas, bancos y escollos, anota los sondeos en brazas,
describe las derrotas y las distancias, marca los rumbos de na-
vegación, da señales para conocer los pueblos del litoral, di-
ciendo cómo hay que enfilar la entrada, y no prescinde de
cuanto pueda ser útil á un piloto.
Pero el libro más importante para conocer, ya que no toda
España, la mayor parte de ella, es el llamado IHnerarto de
Fernando Colón, que ha permanecido inédito hasta nuestros
días, y que la Real Sociedad Geográfica ha empezado á publi-
car. Por su extensión resulta el más amplio, el más volumino-
so de los libros de Geografía española del siglo XVT; por el nú-
mero de pueblos que menciona y detalla, no hay otro que le
iguale, pues exceden de 6.000 los párrafiss destinados á dar
noticia de las poblaciones, y aunque es cierto que de algunas
localidades hay dos y hasta tres relatos diferentes, también lo
es que en muchos párrafos se citan varios pueblos, y que por las
noticias que contiene relativas al número de vecinos, á los ca-
minos y distancias á otros pueblos, á sus fortalezas, castillos,
producciones, bosques, viñedos, olivares, ruinas y puentes, co-
sas notables, etc., constituye un arsenal interesantísimo, del
cual puede sacar el geógrafo provechosos elementos para su
estudio 47.
Ya en otro lugar, y en diferente ocasión, he examinado
este trabajo del hijo del primer almirante de las Indias ^^, hacien-
do notar qt'C el manuscrito que conocemos no contiene la Cos-
mogi-afía de España metódicamente expuesta y ordenada, sino
tizcdbyGoOi^Ie
los materiales para escribir esa Cosmografía; y así lo da á en-
tender una nota de dicho manuscrito, donde indica cómo han
de utilizarse los datos en este libro para formar un Dicciona-
rio alfabético, cómo han de compulsarse y rectificarse dichos
datos y, por último, cómo se deberá proceder para la forma-
ción de un mapa de España, proyecto que indudablemente
intentaba llevar á término, y que hubiera sido una obra de ex-
traordinario mérito en aquella época en que sólo podían utili-
zarse algunos mapas de las obras de Tolomeo, y las cartas
náuticas, en las que el interior de las naciones apenas contenía
detalle alguno.
Como ya he indicado, para los historiadores y cronistas
era la descripción de España un elemento auxiliar en el que
la Geografía contemporánea carecía de utilidad, pues los su-
cesos narrados habían tenido desarrollo en otros tiempos, y
en ellos era distinta la que podemos llamar geografía política
del país.
Al acompañar la Geografía á la historia, tiene que satisfa-
cer de un modo principal y casi exclusivo la necesidad de co-
nocer los grandes reinos, provincias y territorios de los siglos
anteriores, para que el concepto que se adquiera de los suce-
sos sea más exacto, y el juicio que se forme de los mismos
más acertado; y, por esto, en esas siempre breves descripcio-
nes que hay en sus crónicas, lo único que se encuentra es la
Geografía antigua, nunca, ó casi nunca, la descripción del te-
rritorio y de la población en la época en que el libro se escri-
bía. Cierto es que no faltan noticias curiosas é interesantes, y
que aun en algunas ocasiones se incluyen datos coetáneos;
pero esto era la excepción, y casi siempre se hacía con objeto
de demostrar que las alabanzas de los escritores antiguos eran
' justas; siendo curioso ver cómo ponen su esfuerzo, su constan-
cia y diligencia para lograrlo, y cómo, movidos de noble aun-
tizcdcy Google
que exagerado entusiasmo, aceptan las hipérboles de los geó-
grafos é historiadores latinos y griegos.
Es una de las más antiguas crónicas españolas del si-
glo XVI la de Lorenzo de Padilla, titulada Particular crónica
del Católico y sobre illusire Rey D, Pkelippe^ primero de este
nombre 49, que describe en sus capítulos 2.° y 3." el reino
de Granada y los pueblos principales que hay en él, siendo
obra digna de estimación, aunque incompleta y deñciente por
limitarse al reino ya citado.
Garibay en su Compendio historial de España 5°, da á la
Geografiía mayor amplitud y desarrollo, y así señala sus costas
y fronteras, mencionando los pueblos situados en las primeras
y las ciudades y villas más inmediatas á las últimas, en orden
de sucesión geográfica; pero aparte. de que su trabajo no
puede considerarse como una completa Geografía española,
pues no era su propósito escribirla, carece de datos para
llegar á saber cómo estaba administrado y distribuido el te-
rritorio, pues solo manifiesta que «en tiempo de godos fué un
»solo principado y Monarquía, y más adelante muchas más
iprovincias según lo vemos hoy>, y es que, sin duda, no
creyó necesario dar cuenta de las sucesivas y múltiples trans-
formaciones efectuadas en los ocho siglos que duró la recon-
quista. Y para mostrar mejor lo vago, indeterminado é in-
cierto de su descripción, añadiré que reconociendo que «ge-
neralmente se divide en cinco reinos, dice que en lo tocante
á la división de la Historia la repartirá en siete, que son: Cas-
tilla, León, Navarra, Portugal, Aragón, Córdoba y Granada.»
En la descripción particular de estos reinos, Garibay llega
á señalar los límites con gran detalle, pero su labor es anti*
cuada, pues cuando Garibay escribía, habían variado estos
límites y no iban, como afirma, los de León y Castilla desde
las montañas y tierra de Pernia, donde el río Cardón tiene su
tizcdbyGoOi^Ie
origen por este río y por el. Pisuerga, Duero y Hembam (el
Travancos) hasta la confluencia del Regamón no lejos del
Horcajo de las Torres, sino que ambas orillas del Pisuerga y
del Duero formaban parte de- la provincia de Valladolid. El
Condado de Castilla y el reino de León de la Edad Media
habían desaparecido como unidades administrativas, y sólo
había una España compuesta por los grandes reinos que se
llamaban Aragón y Castilla, ó Castilla y Aragón; que com-
prendían á su vez varias provincias, extendiéndose el reino
castellano desde el mar Cantábrico hasta el estrecho de Gi-
braltar, y desde Finisterre y Portugal al Moncayo y al terri-
torio de Valencia.
Florián de Ocampo había realizado análogo trabajo de
modo satisfactorio en opinión de su continuador Ambrosio
Morales 5". «Señaladamentela descripción de España y la parti-
»cular de sus provincias y pueblos está allí, dice Morales s^,
sharto acertada y perseguida con buena diligencia, y esto solo
» me pudiera mover á mí á no comenzar á escribir desde el
^principio esta general historia, como muchos hombres doctos
>y principales querían y me amonestaban, sin que me ven-
>ciera el respeto que yo, como era razón, tuve á Florián, Así
»fuera un género de malignidad querer yo embeber su obra
■sen la mía y quitarle el premio de loor debido á su. trabajo
3Con aprovecharme yo de él, pues es cierto que no pudiera
»yo escribir más en aquello que lo que él había dicho. Dejé,
■s pues, todo lo antiguo, por dejarle á Florián entera la gloria
»de haberlo escrito.»
Sincero y leal aparece Morales -en el elogio que tributa á
su antecesor, y su conducta es noble y digna de toda estima-
ción; mas si su probidad literaria puede servir de modelo, su
opinión, inspirada en el respeto y la consideración al amigo y
compañero, no es exacta. Es indudable que la descripción de
tizcdbyGoOi^Ie
Florián es quizás la mejor de cuantas en aquel siglo se ha-
bían escrito, y que n¡ Garibay, ni Mariana, que escribió des-
pués, le aventajaron; pero también lo es que Ambrosio de Mo-
rales al tratar de este asunto en distinto libro y en época pos-
terior 53, aunque insiste en sus manifestaciones de respeto á Flo-
rián, amplía y corrige su descripción, ganando con ello mucho
la Geografía en exactitud y en detalle, puesto que Florián, ins-
pirado con muchos escritores de su tiempo en las Geografías
de Estrabón, Plinio, Tolomeo y Mela, incurrió en grandes
errores al trazar la figura de nuestra Península, y estos errores
sirven á Morales para una corrección sencilla y clara, en la
cual dice, en oposición á Ocampo, que en el Septentrión desde
Galicia á Gerona solo hay una línea, y que desde Francia
hasta Gibraltar, siguiendo la costa mediterránea, hay dos lí-
neas diferentes, una que casi hace frente al oriente y otra que
forma el mediodía, siguiendo sensiblemente esta dirección
hasta al cabo de San Vicente.
Mejor que Jos escritores que le habían precedido describe
las divisiones territoriales de los siglos anteriores, y al enu-
merar los productos y riquezas naturales del suelo español,
extrema su diligencia, mencionando cuanto existía, pero de tal
modo, que no cabe duda de que su información era cierta. No
le basta mostrar la inmensa riqueza de las minas de Carta-
gena y la de nuestros yacimientos auríferos, sino que describe
minuciosamente los procedimientos empleados para el bene-
ficio de los minerales; nos comunica el hallazgo de turquesas
en Morón y en la Puebla de Osuna, de jacintos en el mo-
nasterio de San Bernardo cerca de Toledo, de diamantes
junto á Madrid y de topacios en Toro. Nos describe los vi-
ñedos de Alcarria matizados de lirios, los campos de Carta-
gena cubiertos de rosas y de flores, los montes de Almodóvar
de blancas azucenas, las orillas del Tajuña llena de fresales,
tizcdbyGoOi^Ie
las riberas del Duero (junto á San Esteban de Gormaz) de
jazmines, y nos dice que en Béjar los gigantescos castaños
sombreaban las laderas de los cerros y las faldas de las
montañas.
Hay en esta parte del . mencionado libro un compendio
hermoso de Geografía íísica y descriptiva, donde lo ameno del
asunto se armoniza con lo sencillo y galano del lenguaje.
Fuera de éstos y de Zurita 54 y Mariana 55, que son los gran-
des historiadores, no existen otros cuyas descripciones geográ-
ficas merezcan consignarse, siendo preciso acudir á las cróni-
cas particulares en busca de nuevos datos 5^.
Pero tampoco en estas se encuentran verdaderas descrip-
ciones del territorio; así el Sumario de ¿as coias Cantábricas y
Guipuzcoanas 57 es de poca utilidad para conocer el estado de
aquellas provincias en el siglo xvi, la Crónica de la provincia
de Cataluña 5^, por Francisco Tarapha, se concreta á enumerar
todos los pueblos, y aunque trata también del carácter de los
habitantes, de las riquezas minerales y del origen de los po-
bladores puede prescindirse de ella; no así la Crónica de Va-
lencia de Martín de Vicíana 59, reimpresa hace pocos años, que
á lo puntual y detallado de las descripciones de ciudades y Vi-
llas, une la notable circunstancia de presentar numerosas
ímágefies rt láminas con vistas de poblaciones, en gran tamaño,
como en la obra de Medina. Hay algunas trazadas á capri-
cho, utilizadas para varios pueblos; pero otras están tomadas
del natural.
En trabajos y estudios anteriores he mostrado cómo la
cartografía de los siglos xiv y xv tienen honrosos precedentes
en las anteriores centurias, en los mapas iluminados de los
Comentarios del Apocalipsis *", y esto, unido á la circunstancia
de que en las obras geográficas de los árabes españoles ocu-
paba la descripción de los caminos un lugar importante, me
tizcdbyGoOi^Ie
autoriza á suponer que una investigación diligente habrá de
encontrar datos y noticias que justifiquen la existencia de ma-
nuscritos donde consten los caminos públicos de la Edad Me-
dia, así como sus mansiones, paradas ó postas.
Las crónicas de los Reyes de Castilla y Aragón contienen
de vez en cuando indicaciones precisas al reseñar los viajes y
expediciones de los monarcas, y en el siglo xv documentos
incontestables, ya citados en otra ocasión, nos muestran que
en las reseñas histórico-geográficas de las órdenes militares
se hacía mención de los caminos y distancias, pudiéndose afir-
mar que, si en general se siguieron utilizando las antiguas cal-
zadas, también se construyeron nuevas vías, porque, cambian-
do las necesidades de la guerra y del comercio, hubieron de
tomar rumbos ó direcciones diferentes.
Cabe á España la gloria de poseer el libro más antiguo de
caminos que se conoce en la Edad Moderna.
Es este el libro de Juan Villuga, titulado Reportorio de io-
dos ¿os caminos de España^^,im^TesQ,i[^^rec&t,'pOTvez prime-
ra en Medina del Campo en 1 546, y dado nuevamente á luz por
los Cuidados de M. Huntingthon, al cual sigue el Compendio y
Memorial ó Abecedario de todos los más principales caminos de
España^ por Alonso de Meneses, impreso en Toledo en 1568
y editado posteriormente eñ Alcalá, Murcia y Valladolid; es de
advertir que, habiéndose ufanado los italianos de poseer la
guía más antigua de correos, un diligente y estudioso escritor
español (Dr. Thebusem) recabó para España esta gloria, pues
el de Villuga había aparecido sesenta y dos años antes.
Por otra parte, el servicio de correos en España tiene una
organización perfectamente definida desde el siglo xiii, lo mis-
mo en el centro que en la parte oriental de la Península, exis-
tiendo tarifas para el pago de las conducciones reguladas á
tanto por legua; había funcionarios encargados de efectuar es-
tizcdbyGoOi^Ie
tos servicios y otros á cuyo cuidado estaba el pago de los
emolumentos, y no se concibe que carecieran de guías de ca-
minos, puesto que eran completamente indispensables para su
buen funcionamiento*!'.
A mayor abundamiento, antes que el libro de Juan de Vi-
lluga, comenzó á escribir su Itinerario Fernando Colón ^3, y en
él hay trozos que corresponden exactamente por la forma en que
están escritos á fragmentos de guías de caminos, siendo esta
otra de las razones que, á más de las apuntadas en anteriores
párrafos, permitan afirmar la existencia de esas guías, no se-
senta y dos años antes, sino muchos más, que el libro de Co-
togno ^4, impreso en Italia en 1608.
El estudio de estas guías ofrece interés y atractivo y sirve
(Je medio y auxiliar eficaz para el conocimiento de la Geogra-
fía por contener un número bastante considerable de pueblos,
para juzgar de las direcciones del tráfico comercial y de la im-
portancia de las ciudades, generalmente en relación con el
número de vías que las enlazaban con otras grandes poblacio-
nes ó con comarcas fértiles y ricas. También las costumbres y
las creencias pueden deducirse en cierto modo del trazado de
las calzadas ó caminos, pues no cabrá duda alguna de la im-
portancia de las peregrinaciones, romerías y visitas á los san-
tuarios al observar que bastantes caminos tenían como punto
de término monasterios situados en agrestes y casi inaccesibles
lugares, y no en poblaciones de grande y numeroso vecindario,
pudiendo citar á este objeto los de Guadalupe, Montserrat,
Santa María de Jesús (Granada), el Paular, hoy en la provincia
de Madrid y entonces en la de Segovia, y Míraflores (Burgos).
En cambio, omitían el camino de Cádiz, ciudad que, al pare-
cer, resultaba incomunicada con el resto de España; pero ha de
tenerse en cuenta que entonces Cádiz era una población pe-
queña, á quien superaban considerablemente en vecindario
tizcdbyGoOi^Ie
Jerez y el Puerto de Santa María; que la primera de estas po-
blaciones, aunque situada en el interior, gozaba de un exce-
lente puerto en aquellos tiempos (el Portal), y que tanto los
pasajeros como las mercancías tenían vía más barata, más có<
moda y más ■ rápida desde Sevilla por el río Guadalquivir y
luego el mar, que por la antigua calzada romana todavía exis-
tente; y también que para la comunicación por mar con las de-
más partes del mundo, los puertos ya citados reunían entonces
tan buenas condiciones como el de la isla gaditana.
Tampoco dan noticias las citadas guías de muchos caminos
de Galicia; pero de aquí no puede deducirse que careciera de
ellos; lo único que prueba la omisión es que no se utilizaban
para los servicios públicos ni para el tráfico; y, en efecto, otros
datos nos-manifiestan que Galicia no concurría ordinariamente
con sus representantes á las Cortes del reino, donde se vota-
ban los tributos que se habían de satisfacer, y que, en vez de
recibir y enviar productos salvando la serie de montes y sie-
rras que hacen áspero y difícil todo el territorio hasta llegar á
Astorga, utilizaban sus barcos .para el comercio con otras re-
giones de donde podían obtener ó donde podían colocar las
producciones. Las vías romanas de Braga á Astorga aún exis-
tían, esto es indudable, pero cuando se construyeron y utiliza-
ron, mantenían y debían mantener estas poblaciones importan-
tísimas que enlazaban activa y frecuente relación, no así en el
siglo XVI, en que cada una de ellas, hasta la anexión de Por-
tugal, pertenecía á una distinta nación, y dadas las teorías
económicas reinantes, puede decirse que estaba prohibida la
comunicación entre ellas.
En oposición á esto podría objetarse que algunos caminos
de los mencionados por Villuga y Meneses enlazaban Extre-
madura y Andalucía con Portugal; mas aquí la excepción está
justificada en parte, porque para la comunicación diplomática
tizcdcy Google
entre Portugal y España era preciso el empleo de estos cami-
nos que facüitabati, más que los intereses comerciales de los
países, ¡as relaciones políticas de los monarcas, cuya hipiHesis
encuentra confirmación al observar que también y por idén-
tica razón se describe en los citados libros el camino de Espa-
ña á Roma.
■ Las grandes arterias de comunicación y los que pudiéramos
llamar sus ramales más importantes, obeciendo á circunstan-
cias y á causas muy complejas, tenían una distribución muy
desigual. En todo el valle del Duero, que había sido el núcleo
de la nación castellana, aparecen con profusión entrecruzándo-
se en distintas direcciones, así se las ve casi paralelas bajar
desde Carrión por Falencia, Valladolid y Segovia y desde
León por Tordesillas y Arévalo para salvar la cordillera de
Guadarrama ó montes Carpetanos.
Desde Laredo bajaba otro por Burgos, dividiéndose aquí
en tres, que iban á San Esteban de Gormaz y Atienza, á Aran-
da y Buitrago y á Roa y Pedraza, y de Aviles descendía otro
á Salamanca por León y Toro.
Todos estos csminos fueron indudablemente en sus co-
mienzos vías militares, y si alguna de ellas coincide con una
calzada romana, en cambio otras carecieron hasta la Edad Me-
dia, y aun después, de ese carácter estratégico.
También las hay de Burgos á Toro y Zamora y á Sala-
manca, y comunicaciones que coinciden sensiblemente con el
camino de los peregrinos desde Francia, Aragón y Navarra á
Santiago de Compostela y á lo largo del Duero desde Calata-
yud á Soria y Zamora.
En el reino de Toledo, desde Alcázar de San Juan hacia el
Norte hasta la cordillera que separa ambas Castillas, y hasta la
Serranía de Cuenca, los caminos son abundantes; pero al Este
y al Oeste sólo existen contadas vías: eran éstas las de Toledo
tizcdbyGoOi^Ie
á Andalucía, que se bifurcaba en Malagón para ir separada-
mente á Despefiaperros y á Córdoba; la de Salamanca á Mé-
rida y Sevilla, y otras que iban á Valencia y Alicante por Utiel
y Chinchilla.
£n Andalucía son también numerosas, enlazando sus gran-
des ciudades en todas direcciones, y en Aragón, Valencia, Ca-
taluña, Navarra y Vascongadas más escasas, irradiando de
Zaragoza á Barcelona y Francia, á Tarragona, Valencia, Si-
güenza, Soria, Logroño y Pamplona. Otro camino se dirigía
desde esta última ciudad á Monzón, y á lo largo de la costa
desde Barcelona á Valencia, Denia, Alicante y Murcia recorría
el litoral Mediterráneo una calzada.
En otro lugar de este trabajo se hará ver que las grandes
poblaciones, las ciudades y villas de más de diez mil habitantes,
ocupaban dos grandes regiones, una que se extendía desde
Burgos á Toledo y desde Chinchilla á Astorga y otra en An-
dalucía por la parte más llana de la cuenca del Guadalquivir.
Allí donde existían esos grandes centros de vida política, agrí-
cola y comercial, se hallaban más desarrollados los caminos,
sin duda porque eran más necesarios para esa mayor activi-
dad, pues no de otro modo se combinan la riqueza y los me-
dios todos de su circulación. Por lo contrario, donde los pue-
blos, villas y aldeas apenas contaban uno ó dos centenares de
habitantes, la vida pobre y miserable que éstos sobrellevaban
les exigía vivir con los recursos locales, y solos, aislados, re-
presentando pequeños intereses, sin la necesidad de la comu-
nicación y del comercio, forzosamente habían de carecer de
vías cuya costosa construcción no hubiera estado justificada.
Fuera de las regiones mencionadas, los caminos van de una
á otra para enlazarlas, como ya se ha hecho notar, en las que
llegaban á Andalucía desde el centro de la Península; y las
de Aragón, Valencia y Cataluña, recorriendo grandes trayec-
tizcdbyGoOi^Ie
tos de comarcas escasamente pobladas, puede asegurarse Ijue
eran más bien caminos políticos que comunicaciones auxiliares
del comercio.
Hay, por último, que hacer una consideración respecto de
las medidas itinerarias empleadas. Las guías de caminos se li-
mitan á indicar las distancias en leguas; pero el itinerario de
Fernando Colón contiene datos preciosos que confirman la te-
sis sustentada por mí hace varios años, y hoy admitida y san-
cionada, de que en la antigüedad fueron distintas las leguas y
su medida divisionaria la milla, pues al describir los caminos
de la Mancha hace notar que allí las leguas son grandes, y, en
efecto, se han contado y medido hasta nuestros días á razón
de 8.000 varas; en Galicia, por el contrario, dice que son pe-
queñas y allí la medición de las calzadas romanas acusará la
existencia de una milla de 1.292 metrosy una legua de 5.168
metros, y en otras muchas comarcas existía la legua ordinariai
equivalente á cerca de seis kilómetros.
Para completar el estudio de los caminos y al mismo tiem-
po para afirmar el conocimiento de las localidades, son muy
útiles las reseñas de los viajes realizados, especialmente por
los extranjeros, porque si síis juicios pueden ser erróneos, efec-
to muchas veces del escaso tiempo que permanecieron en las
poblaciones, dan en cambio una impresión que lleva implícita
la comparación con las villas y ciudades de los países á que
esos viajeros pertenecían, y es este un dato que bien exami-
nado resulta dig'no de aprecio. Ya hemos visto que los escri-
tores españoles ensalzan y elogian desmedidamente los pueblos
de su país; en los relatos de los extranjeros quizás se encuen-
tra por la misma causa (el sentimiento nacional) pobre y mez-
quino lo español; pero es seguro que entre ambas opiniones,
la que ensalza sin razón, y la que inconscientemente también,
rebaja la importancia de nuestras ciudades, estará la verdad.
tizcdbyGoOi^Ie
Por otra parte, cuando los elogios coincidan estaremos seguros
del mérito é importancia que ya por la grandeza de sus monu-
mentos, por la hermosura de suá alrededores, por la fertilidad
de sus campos ó por lo activo y fecundo de sus campos tenían
poblaciones como Sevilla y Valencia, Toledo y Barcelona, Ma-
drid y Santiago.
A este propósito el estudio de los viajes de Juan Segundo,
del elector palatino Federico, del italiano Bartolomé Fontana,
del portugués Gaspar Barreiros, del embajador Juan Sarrazín,
de Erich Lassota, Camilo Borghese, Jacobo Cuelvis, Bartolomé
Villalta, María Ana de Austria ^5, y los de Felipe II, redacta-
dos por Cock, son de gran utilidad.
La administración pública española que había contribuido
en siglos anteriores al estudio del suelo , de la población y de
la riqueza por medio de los censos y de las relaciones de las
visitas, ó residencias hechas por autoridades de todos los ór-
denes á las provincias, partidos y ciudades, continúa esta la-
bor en el siglo xvi.
Como documentos oficiales, rara vez hay en ellos galanu-
ras de estilo y adornos retóricos, antes por el contrario, suje-
tas á una pauta ó modelo, resultan monótonas y áridas; pero
esto no empequeñece su valor é interés geográfico que resulta
más que de la forma de la exposición , de la veracidad y preci-
sión de las noticias en ellas contenidas, y claro es, que ha-
biéndose adquirido éstas recorriendo el territorio y visitando
los pueblos, con el detenimiento necesario para reconocer
las fortalezas, ver el estado de los puentes, caminos y edifi^
cios públicos y atender á las quejas, reclamaciones y necesida-
des de los habitantes y de las poblaciones , merecen toda fe y
son dignas de especial mención **.
En el orden eclesiástico la obligación de visita establecida
en los primeros siglos del cristianismo subsiste hasta el día , y
tizcdbyGoOi^Ie
— 3° —
seguramente habría de difundir gran luz en la historia y la
Geografía el examen de las resefias redactadas; mas no estan-
do reunidos estos documentos-, sino esparcidos por toda Espa-
ña en los archivos de las Catedrales, me veo privado de dar
cuenta de ellos ^7.
En el orden militar se practicaron reconocimientos y estu- .
dios, tanto en el siglo xvi como en los anteriores, para ente-
rarse en unos casos del estado en que se hallaban las fortale-
zas, en otros para establecer nuevas defensas ó destruir las
que resultaban inútiles, y en Simancas existe multitud de in-
formes relativos á este asunto, de los cuales prescindiré por la
necesidad de limitar este discurso al examen de conjunto de
los trabajos geográficos realizados, con objeto de no hacerle'
demasiado extenso ^^.
Pero una de las mejores fuentes de información que co-
nozco para los años posteriores al 1572, son las relaciones
geográfícas mandadas formar por Felipe II.
Encomendada la dirección de los trabajos á ellas relativos
y de los del mapa de España á Pedro de Esquivel, fueron,
como he demostrado, continuados bajo las órdenes de Gueva-
ra, de Herrera, y por último, de Juan Bautista Labaña en
1624, sin que cesaran ^9, como se ha creído, las autoridades es-
pañolas en esta empresa al morir Felipe II. Estas relaciones,
geográficas, históricas, estadísticas y descriptivas, presentando
un cuadro completo del territorio y de la población de Espa-
ña, son de inestimable valía, y bien ha obrado esta Academia
al ordenar su impresión, que en los tomos hasta ahora publi-
cados avaloran las atinadas observaciones del docto académico
Sr, Catalina. De ellos puede obtenerse datos preciosos y, sal-
vo algunas lej^ndas absurdas ingeridas en la parte histórica
por sus primeros redactores, resultan excelentes por el pro-
fundo conocimiento que de las localidades tenían.
tizcdbyGoOi^Ie
_ 31 —
Además de estos documentos existen los relativos á tri-
butos del reino, al servicio militar y al censo de la población,
que tienen un valor considerable para el conocimiento de las
divisiones administrativas del territorio y para la determina-
ción de sus límites t^.
Todos ellos son precisos para la formación del mapa de
España que esta Real Academia pretendía y que, yo, tantea-
das las dificultades de ejecución del dibujo en un solo mapa,
creo sería mejor distribuir en varios, pues de otro modo no
podrían apreciarse con la debida claridad las diversas divisio-
nes del territorio español.
Concretando principalmente las observaciones á la división
política que era, como siempre, la fundamental, puede decirse
que al final del sigloxvi estaba constituida la Península ibérica
por el reino de Portugal incorporado á España por la vo-
luntad de Felipe II y por la actividad, el talento y la energía
del Duque de Alba y su Maestre de Campo Sancho Dávila; el
antiguo reino de Aragón, al Oriente, que el feliz matrimonio de
su último Rey Fernando V, unió con la corona de Castilla
ceñida por aquella Reina de grandes dotes de inteligencia , de
cultura, de corazón y de gobierno que se llamó Isabel I, y por
Castilla, la nación más extensa y poderosa de las nacio-
nes españolas de los siglos xv y xvi, que desde el obscuro
rincón de Asturias en el siglo viii y desde los campos de
Burgos en el ix, se había formado con una constancia, una te-
nacidad y un valor á toda prueba; la que en más abierta y obs-
tinada lucha con los mahometanos contribuyó al rescate del
territorio perdido no lejos de la laguna de la Janda; la que
arrostró las luchas más sangrientas; la que venció los momen*
tos más difi^ciles; la que supo rehacerse, como ninguna otra,
de los desastres de Zahalaca ó Sacralias y de Uclés en tiempo
de Alfonso VI, y de la tristísima rota de Alarcos en el de Al-
tizcdbyGoOi^Ie
íonso VIII, y á la que cabe la gloria de iniciar y terminar
aquel período de la Edad Medía en que el ideal es la recon-
quista del territorio, y cuyas primera y última páginas son el
combate de Pelayo I en Covadonga y la toma de Granada
por Isabel I y Fernando V.
Tan grande era la extensión del reino castellano, que de
]os 494.940 kilómetros que hoy tiene nuestra patria, le co-
rrespondía más de las tres cuartas partes, y del total de la
Península cerca de las dos terceras partes ?'.
Pero no sólo por su extensión, tres veces mayor que el
reino aragonés, tuvo entonces la supremacía Castilla, le co-
rrespondió igualmente por la abundancia dé la población y
por la agrupación de los habitantes en grandes ciudades, índi-
ce seguro de superior cultura y de mayor riqueza , porque á
diferencia de hoy, la densidad de la población era de 18 ha-
bitantes por kilómetro en el reino castellano y sólo llegaba
á 10 en Cataluña y á 8 en Aragón, los dos países donde se
engendró y tuvo su primer desarrollo el reino de Fernando.
No he de aprovechar la" ocasión para deducir consecuen-
cias, ni he de dejarme iníluir por ningún prejuicio; pero sí he
de hacer constar, que se han invertido los términos en nues-
tros días y que han cambiado por completo las circunstancias
en que la población se distribuía y desarrollaba, y no solamen-
te ha existido el cambio en la relación más elemental del te-
rritorio y la población (densidad), sino en la forma y manera
de agruparse y de vivir.
Dibujando sobre un mapa de España los pueblos que te-
nían vecindario superior á 2.000 vecinos, que al cómputo or-
dinario equivalen á io.ooohabitantes,y haciendo que los círcu-
los que representen estas poblaciones tengan una superficie
proporcionada á su vecindario, el ánimo se encuentra sorpren-
dido porque al tender la vista por las distintas regiones se
tizcdcy Google
observa que excepción hecha de Valencia, Zaragoza y Barce-
lona, no hay en el reino de Aragón ninguna ciudad ni villa
que contenga ese vecindario 7». Desde el Júcar al Pirineo y
desde las costas orientales del Mediterráneo á los montes de
Reinosa, aparecería como un inmenso desierto; lo mismo
sucede en las regiones gallega y asturiana y en las provincias
litorales del Norte, y solo en el territorio castellano que rie-
gan los ríos Duero y Tajo, Guadiana y Guadalquivir se verían
los círculos representativos de las poblaciones nuttierosas,
abundantes y ricas, donde las artes y las ciencias , la cultura y
el recreo podían encontrar fácil y extenso desarrollo; y si Va-
lencia era la tercera población de España, en cambio Barcelo-
na ocupaba el S.*" lugar y Zaragoza el 14.", superando á la
primera Sevilla, Granada, Valencia, Toledo, Valladolid, Ma-
drid y Jerez, y á la última estas mismas y además Córdoba,
Jaén, Segovia, Baeza y Ecija.
Dentro de estos grandes Estados ó reinos que habían
constituido la nación más poderosa del mundo, había subdivi-
siones territoriales constituidas de muy diverso modo, pero to- .
mando formas propias dentro de cada Estado.
En Castilla la denominación genérica de las divisiones
más extensas era la de provincias , siendo en número de 1 8
para una superficie en que hoy existen 33, deduciéndose de
esto que no podían coincidir con las actuales, salvo en algu-
nos pero muy contados casos, y añadiré que aun en aquellas
que conservan el mismo nombre que recibieron entonces hay
á veces tales diferencias, que es preciso señalarlas para evitar
los errores de apreciación á que nos conducirían sus denomi-
naciones, puesto que, por ejemplo, las de Salamanca, Burgos
y Avila han variado considerablemente en superficie jurisdic-
cional.
No estará, pues, demás este trabajo de investigación que
tizcdbyGoOi^Ie
por otra parte puede servir de base á la formación del mapa
de España de entonces.
De las provincias castellanas, León comprendía el territo-
rio asturiano; Zamora, incluía á Galicia bajo su denominación; '
Falencia, estaba agregada á Toro; Burgos, extendía su auto-
ridad á la Merindad de Transmiera (hoy provincia de Santan-
der) y á la provincia' actual de Logroño; Valladoüd y Soria
no eran muy diferentes de lo que son hoy; Avila, estaba más
reducida por el Oeste y avanzaba más por el Sur; Segovia,
salvando los montes de Somosierra, se extendía por la cuenca
del Tajo y como un Islote administrativo dependía de ella el
condado de Chinchón; Salamanca, comprendía los territorios
del Barco de Avila y Piedrahita, y casi toda la Extremadura;
Toledo, sumamente extensa y dilatada, llegaba hasta Alcaraz,
comprendiendo parte de lo que hoy corresponde á Madrid,
Cuenca, Guadalajara y Albacete; Madrid, estaba constituida
por dos partidos separados, el de dicho nombre y el de Zorita,
y en el Sur ó Mediodía de España, con menores diferencias res-
■ pecto de lo actual, se encontraban las provincias de Jaén, Sevi-
lla y Córdoba y el reino de Granada, llegando Murcia hasta
los confines de Valencia y provincias de Cuenca" y Toledo,
pues la de Albacete no existía.
Extraña desde luego en está rápida y breve enumeración
de las provincias ver agregado todo un extenso y famoso reino
(el de Galicia) al territorio de una ciudad que, aunque famosa
también, nunca tuvo tanta importancia histórica como aquél;
pero aun es más de notar si se tiene en cuenta que entre el
reino y la ciudad no había contacto geográfico, pues se inter-
ponía la tierra de Sanabria que correspondía en la nomencla-
tura oficial á la porción de la provincia de Valladolid, denomi-
nada Partido de las tierras del Conde de Benavente.
Este £aso no era el único; entre los partidos de Paleo-
tizcdbyGoOi^Ie
cia y Toro, ambos de la misma provincia , se Interponía tam-
bién la de Valladolid; y el condado de Treviño (Burgos), las
tierras del Condestable, el partido de Zorita, el condado de
Chinchón y la tierra de Brihuega, formaban islas administra-
tivas ó territorios separados de sus jurisdicciones respectivas.
Tuvieron estas anomalías por origen diversas causas, así
la agregación de Galicia á Zamora tuvo efecto, porque en los
siglos XV y XVI Galicia por las dificultades de la comunicación
con el centro de España delegó su derecho de asistencia y
voto en Cortes en los representantes ó diputados de Zamora;
y la agregación del partido de Falencia á la ciudad de Toro,
se debe á que aquella perdió su derecho por haber pasado á
ser de señorío particular, y si bien en el siglo xvi se había
vuelto á incorpor-ar á lá Corona, no logró la nueva concesión
de este derecho de asistencia á Cortes, hasta época posterior 73,
Los enclaves ó pequeños territorios separados de las pro-
' vincias, obedecieron también á circunstancias y sucesos muy
anteriores, y más principal y concretamente á las mercedes
que los reyes cristianos hicieron á los concejos de las ciuda-
des, á los obispos, órdenes militares y á los nobles que en las
conquistas les ayudaron con más eficacia.
Las provincias se dividían á su vez en partidos como el de
Asturias, los de Lugo, Orense, etc., las tierras del Conde de
Benavente, las del Condestable, los de las órdenes militares,
el del Campo de Alcaraz y otros varios. Obedecía esta divi-
sión á la conveniencia de respetar instituciones, que cual las
Ordenes militares habían tenido yida independiente durante la
Edad Media, por lo cual no se agregaron de un modo com-
pleto y absoluto á las provincias constituidas en el siglo xv,
sino que para su régimen municipal siguieron autónomas é in-
dependientes de las autoridades ordinarias, á pesar de la agre-
gación de los maestrazgos á la Corona.
tizcdbyGoOi^Ie
-36-
Consideraciones análogas justifican la personalidad admi-
nistrativa de las tierras del Condestable y del Condado de Be-
navente, y en todos los casos hay que buscar en la organiza-
ción administrativa de la Edad Media el origen y fundamento
de estas subdivisiones.
Pero donde más se nota esta influencia y donde el exa-
men atento puede encontrar algo asf como los estratos de una
organización anterior, es en las divisiones más pequeñas, en
las agrupaciones de lugares, villas y aldeas. Elstudiándolas ve-
remos predominando en Asturias los concejos bajo cuyo nom- '
bre se comprendían varios grupos de poblaciones, que, juntos
6 reunidos, atendían á las necesidades comunes; el tener esta
voz origen latino y la circunstancia de haber estado casi siem-
pre Asturias libre de la denominación agarena nos permite
creer que es el concejo el tipo subsistente más antiguo de la
organización municipal de Esparta fuera de las grandes agru-
paciones de vecindario que constituían las ciudades 7^.
Ya en Galicia se encuentran los partidos, palabra genuína-
mente castellana y organismo que solo puede concebirse, su-
poniendo otra demarcación más amplia y más remota; y aun
cuando en alguna parte del valle del Duero y del antiguo,
reino de -Oviedo y Condado de Castilla existen concejos y
partidos, parece natural suponer que su organización es pos-
terior, y se debe al sucesivo ensanche de aquellas nacionali-
dades.
En Burgos, el Bíerzo, Navarra y Álava hay otro tipo: el
de las Merindades 75, tipo arcaico, puesto que en las leyes visi-
godas figuran los merinos. ¿Cómo pudieron conservarse én
esta parte del territorio, dominada algún tiempo por los ára-
bes y perderse en Asturias siempre independiente? Problema
es este que necesitaría mayor desarrollo y tiempo más so-
brado; sin embargo, no hay inconveniente en admitir que
UigitizcdDyGobl^Ie
cuando Castilla y Asturias tuvieron mayor desarrollo y esta-
bilidad, despyés de un período de constitución en el que solo
subsistieron (efecto del trastorno producido por la invasión)
los elementos más fundamentales y sencillos, que eran los más
resistentes, al organizarse más fuertemente los nuevos Estados
restablecieron las instituciones de los visigodos, y por esto el
merino cuya autoridad no nace de la voluntad del pueblo, ni
se crea para satisfacer sus necesidades, sino que emana de un
poder central que necesita llevar su acción á todas las pobla-
ciones, volvió á aparecer como funcionario delegado del Conde
ó del Monarca. La prueba de que las merindades tienen su
desarrollo en un período más avanzado de la reconquista, es
que se aplican y emplean en comarcas que solo en los si-
glos IX, X y XI se vieron libres de los enemigos, y también en
que no se retrotrae su creación á los territorios de Asturias.
Más al Sur, existen los cuartos, sexmos y ochavos, en
otra faja de terreno que cayó en definitiva en poder de los
cristianos durante el último de los citados siglos, que se re-
ferían á partes aproximadamente ¡guales del territorio de una
ciudad poderosa recién conquistada, dándose en Señorío, en
tributo ó en custodia y administración á aquellos linajes ó per-
sonas cuyos servicios premiaba el Rey, confiándoles la defensa
de la ciudad y de su término 7^. Todo esto pasaba en el valle
del Duero, donde los pueblos sometidos sucesiva y alternada-
mente á las razias de árabes y cristianos, estaban casi yermos
y sus territorios despoblados, y en donde la organización ad-
ministrativa, siguiendo esas vicisitudes de la guerra, no había
logrado asiento firme, por lo cual podía cambiarse fácilmente;
pero al llegar al valle del Tajo y á las llanuras de Castilla
la Nueva, cuando los árabes, dueños absolutos del territorio
durante cuatro siglos, habían creado relaciones é intereses de
todo orden en las comarcas, y era á todas luces inconveniente
tizcdcy Google
-38-
trastornar esta organización, que al mismo tiempo que admi-
nistrativa era social, ya los cuartos, sexmos y ochavos no se
establecen, y los monarcas castellanos conservan los nombres
con que eran conocidas las comarcas ó territorios.
Por último, al llegar Á Andalucía la conquista toma nue<
vos vuelos, no se combate y gana una plaza, puede decirse
que se conquistan de una vez reinos enteros, y así subsisten en
las divisiones territoriales las provincias de Córdoba y Sevilla
y el reino de Granada con los mismos límites que tuvieron en
tiempo de los árabes, salvo aquellas porciones que conquista-
das por las órdenes militares ó por empresa de algún arzo-
bispo, como el de Toledo, quedaron separadas é independien-
tes, y en esto último se ve también la influencia que en la
organización del territorio ejerce el desarrollo de la Monar-
quía, pues ya no efectúan los reyes concesiones de ciudades y
territorios aislados á una sola persona, sino que cuidan ellos
mismos de su administración y su defensa, y premian los ser-
vicios con fincas y tierras repartidas en diferentes pueblos y
lugares 77,
En cuanto á las provincias del siglo xvi eran divisiones
modernas. En el siglo xv se encuentra empleada esta voz en
1476 al ordenarse en las Cortes de Madrigal la constitución
de la Santa Hermandad; pero en cambio una pragmática de
Enrique IV trata de «la ciudad de.Córdoba y todas las villas
y lugares de su término, tierra y jurisdicción» sin emplear
aquella palabra; en 1480 se cita el Condado de Vizcaya;
poco después la tierra de Alavá (1485); en un repartimiento
de diezmos de 1489, que comprende casi todo el reino de
Castilla, solo Guipúzcoa recibe el nombre de provincia y, en
cambio, tres tienen el de merindades (Campos, Monzón y
Burgos); en 1492 se citan Granada, Andalucía y Ejttrema-
dura con motivo de poner estas regiones bajo las órdenes del
tizcdcy Google
maestre de Santiago, nombrado Virrey del Reino; y en 1495
se trata del Señorío de Vizcaya 7^; mostrando estos documentos
juntamente con otros, en que más comúnmente se habla de
obispados para asuntos civiles y militares, que no se hallaba
distribuida España en igual forma que en el censo de 1 594 y
que si algunas demarcaciones llevaban el mencionado nom-
bre, no.se generalizó hasta el siglo xvi, en el cual además se
rectificaron ó modificaron las jurisdicciones territoriales.
En Aragón el censo está formado por distritos que en
número de doce comprendían todo el territorio aragonés en
1495, siendo éstos los de Zaragoza, Alcañiz, Montalbán,
Teruel, Albarracín, Daroca, Calatayud, Tarazona, Huesca,
Jaca, Ainsa, Barbastro y Ribagorza, dÍfi:rencÍándose la distri-
bución de su vecindario del de la cuenca castellana por cons-
tituir agrupaciones de ocho ó diez vecinos en multitud de
casos y no exceder de cien en la mayor parte de los pueblos. '
Esta forma de distribuir el territorio, es indudablemente
muy antigua, aun cuando la existencia de los distritos solo
conste desde el siglo xii, en el cual figuran ya las Juntas de
Zaragoza, Huesca, Sobrarbe, Egea y Tarazona, reunidas en
confederación. Estas Juntas que tuvieron por misión proteger
á los pueblos contra los malhechores, no se extendieron
entonces á otros territorios que á los que se consideraban
fuertemente consolidados, y esto solo pudo ocurrir en el rei-
nado de Alfonso I que fué el conquistador de Zaragoza, en
1 1 1 8 ó después, puesto que dicha población figura en la
confederación, y aun cuando %n el mismo reinado las armas
victoriosas del rey aragonés habían llegado á Barbastro
(iior), Calatayud y Daroca (1121) jja sospechó el docto
académico D. Vicente de la Fuente, que la circunstancia de ser
fronterizos de los moros los territorios de estas dos últimas
poblaciones, dio lugar á una organización distinta (comunida-
,y Google
des) con carácter civil y militar 79, Con el tiempo, siguiendo el
mismo criterio, se formaron distritos en Tarazona y otros
territorios del interior, y se formó una nueva comunidad en
los confines del reino moro de Valencia (Teruel, r 176).
Las comunidades se dividieron, como las demarcaciones
castellanas, en sexmos, cuyos regidores acudían á la capital
para tratar de los asuntos relativos á su territorio.
Cataluña estaba dividida en CoUecias, verdaderas agrupa-
ciones de pueblos, aldeas y caseríos, siendo el vicario, después
veguero, el encargado de su administración; también figuran
en el siglo xii, y tanto arraigó esta demarcación histórica, que
sólo en 1 7 1 6 fueron sustituidos por los corregimientos, sin que
esta novedad alterara profundamente el régimen y distribución
antiguos, pues las nuevas divisiones territoriales se formaron
sobre la base de las antiguas veguerías 8°.
Pero si bien parece fundamental para Castilla la división en
provincias y partidos al finalizar el siglo xvi, otra división po-
lítica y judicial coexistía también; era ésta la de corregimien-
tos, que se completaba con la adición de los territorios de las
órdenes militares, adelantamientos de Castilla, León y Cazor-
la y Priorato de San Juan; los cuales habían dado lugar, al
parecer, á la formación de otras grandes agrupaciones territo-
riales, pues ya en tiempo del rey D. Enrique IF se dispuso en
las Cortes de Toro (año 1 409) que hubiese en la corte ocho
alcaldes ordinarios de provincia, nombre que entonces se dio
á Castilla, León, Extremadura, Toledo y Andalucía.
Estos alcaldes ordinarios tenían jurisdicción sobre los terri-
torios respectivos, aun cuando su residencia era la corte de los
reyes y turnaban en*el servicio, despachando en ella los asun-
tos ó visitando los pueblos.
Si retrocedemos aún más en el examen de documentos,
veremos que en tiempo de Alfonso X (Cortes de Zamora de
tizcdcy Google
1274). habfa nueve alcaldes en Castilla, seis en Extremadura
y ocho en León, turnando los primeros de modo que siempre
hubiese tres en la. Corte; pudiéndose observar que la división
política se había extendido á las nuevas conquistas ^' en el
siglo XV.
Como acabo de indicar, en 1610 se introduce una nove-
dad en la distribución del territorio, pues se suprimen en el
orden judicial y en algunos otros las antiguas é históricas de-
nominaciones, para sustituirlas por la de Partidos, con cuyo
nombre se establecen cinco grandes territorios, que sólo se di-
ferencian por el número de orden, y en ellos quedan como sub
divisiones "parciales los corregimientos, órdenes militares y
adelantamientos ^a.
Las visitas realizadas por los alcaldes ordinarios y aun por
sus delegados, dieron lugar en el final de la Edad Media y en
todo el siglo xvr á la existencia de una serie de documentos
interesantísimos para la Geografía, que se denominaban Resi-
dencias á vistías, en las que daban cuenta del estado de todos
los ramos de la Administración ^í, siendo de notar los que se-
paradamente se hacían en las órdenes militares, por ser más
completos y detallados 8*.
El estudio de los mapas, tan útil en otras ocasiones, tam-
poco en el presente caso nos da elementos para conocer la
distribución del territorio en provincias, y juzgar de la impor-
tancia de las poblaciones.
Como todos los de su época, los mapas españoles del si-
glo XVI carecen de una base científica. Excepto algún pueblo
ó localidad cuya posición geográfica era conocida por su lon-
gitud y latitud, y aun ésta de un modo erróneo, la mayor par-
te se situaban en los mapas en virtud de noticias de la distan-
cia entre ellos y otros más ó menos inmediatos, expresadas en
unidades itinerarias tan inciertas y variables, como la hora de
=y Google
camino ó la legua, que en unas partes eran largas, en otras
pequeñas y en otras comunes, existiendo aún dentro de cada
una de estas denominaciones diferencias de longitud, de las
cuales, sin necesidad de recurrir á otros documentos antiguos,
nos pueden dar idea la variedad de leguas que constan en una
publicación del pasado siglo.
Por esto el curso de los ríos y el lugar que ocupan los
pueblos resultan tan mal representados y hay tantos errores en
ellos; pero lo más grave es que, por punto general, muchos
cartógrafos ó dibujantes no tenían ni esos datos de posición
relativa, sino solamente noticia de la existencia de una pobla-
ción dentro de una comarca, y al situarla á cafH-icho en el
mapa, resultaba en muchos casos á Occidente de otra, cuando
en la realidad su posición era al Norte ó al Oriente.
El procedimiento de representación de las. montañas, pu-
ramente convencional, era el de la perspectiva oblicua, y la
extensión y disposición de los valles y cordilleras no puede
apreciarse ni aun con aproximación.
En los primeros mapas terrestres de España, como en las
primeras geografías se nota la influencia de Tolomeo, mezclada
á la de las cartas náuticas, tanto que aquellas costas piquetea-
das del mapa de la Geografía de Enciso no difieren de las de
Juan de la Cosa, y su figura y disposición general recuerda los
mapas de las nuevas ediciones de la obra del geógrafo alexan-
drino, libros en los que estudiaba la juventud.
Pero no faltó quien á la vista de ambos diera nueva forma
á la representación de España. El citado Enciso y Miguel Ser-
vet fueron los iniciadores de los mapas terrestres españoles en
esta resurrección de los estudios geográficos; para ello, sobre
todo, este último, rectificó la forma triangular que España te-
nía en los mapas de Tolomeo, por la forma que se deducía de
los mapas náuticos que, basados en una observación constante
tizcdbyGoOi^Ie
é inteligente, daban un perfil sensiblemente aproximado y, si-
guiendo á Tolomeo en la colocación de las ciudades, represen-
ta á España más detallada y más exactamente que en los ma-
pas, anteriores. El mapa de Enciso sólo tenía unos cuantos
nombres de reinos, malamente situados en unas á modo de
cintas, dibujadas sobre el territorio.
Ya hemos indicado en otro lugar el propósito de Fernan-
do Colón de construir un mapa de España en gran escala; la
gran cultura del hijo del primer almirante de las Indias era
garantía de su exactitud, á la que hubieran contribuido en
gran manera la multitud de datos recogidos en su Itinerario.
¡Lástima grande que no se realizara tal empresa!
Después de éstos, se elaboró otro mapa, en tamaño consi-
derable, cuyas fuentes no he podido precisar: el de Giacomo
Gastaldo, de 1 544, que no han visto, al parecer, los que de éL
se han ocupado en España en estos últimos tiempos, pues
cuando más mencionan su existencia en París (se halla, sin
embargo, en nuestra Biblioteca Nacional). A él son aplicables
los juicios antes emitidos respecto á falta de exactitud; pero
haciendo justicia al mérito contraído por su autor, he de con-
fesar que supera en detalle á todos los mapas generales de
España que se publicaron en el siglo xvi, honrando á su au-
tor y siendo un timbre de gloria para él, no sólo por los datos
reunidos, sino por la excelente ejecución del dibujo.
El de Pedro de Medina, publicado en el atlas Orteüo, en
menor escala, es también un mapa apreciable.
En cuanto á los mapas particulares de reinos y provincias,
hubieran sido un elemento de información de extraordinaria
importancia para mi objeto; por desgracia, de éstos solo pue-
den mencionarse el de Portugal (de Femando Alvarez Seco),
y los de Valencia, Cataluña, Vizcaya, parte de Carpetania, Gali-
cia (de Francisco de Olea) y convento Hispalense (de Jerónimo
tizcdbyGoOi^Ie
de Chaves). Este último es uno de los mejor delineados y tra-
zados en aquel tiempo, uniendo su autor á la habilidad del -di-
bujante la exactitud del cosmógrafo. A pesar de todo, no bas-
ta para conocer el trazado exacto de los límites, porque, dada
la amplitud de la escala, solo era posible situar un reducido
número de poblaciones.
De los restantes, distínguense los de Cataluña, por J. Bau-
tista Urints, y el de Francisco Diago, por la profusión de datos,
aunque resultan muy confusos, y uno pequeño de gran preci-
sión que abarca el territorio comprendido entre Aranjuez y
Toledo.
Con estas breves indicaciones queda terminada la enume-
ración de los principales mapas del siglo xvi, en la que he pres-
cindido de aquellos magnf6cos atlas de Juan Martínez y de
Fernando Vaz Durado, joyas primorosas de una época en, que,
al esplendor de la Geografía, contribuían todas las inteligencias
y todas las fortunas; de los mapas náuticos, que tanta utilidad
prestaron al desarrollo del comercio, y de algunos otros
mapas geográficos que, dada la brevedad del tiempo dispo-
nible, no merecían especial mención y que no encontrándose
en las Bibliotecas españolas fuera conveniente reunir, me-
diante la reproducción fotográfica,, obra digna de esta docta
Corporación 85.
Antes de terminar, y por lo que á la riqueza del suelo es-
pañol se refiere, he de hacer una aclaración:
Cuando los nobles y plebeyos, los sabios y la gente incul-
ta, los embajadores y los militares españoles, en aquel movi-
miento expansivo del pueblo y de la .nación recorrieron otros
países, pudieron apreciar sus riquezas y condiciones, y vieron
que, si en ellos había regiones pobres y miserables, tenían
también llanuras y valles feracísimos, extensos bosques é in-
dustria próspera, la leyenda de oro de la fertilidad y abun-
tizcdbyGoOi^Ie
dancia de E^pafSa sufrió un duro golpe, porque preciso era re-
conocer la verdad, y la verdad era que no podía figurar como
la nación más próspera y más rica nuestra patria.
Entonces no se investigó si la leyenda era verdadera ó fal-
sa, cierta ó equivocada; resultaba más agradable á la vanidad
nacional suponer que la torpeza de los Gobiernos, los errores
de los monarcas, los abusos de los empleados y hasta acciden-
tes casuales y fortuitos habían contribuida á hacerla desapare-
cer, pues de este modo quedaba siempre subsistente el recuer-
do de algo cuya grandeza no podría desvanecer la realidad
presente; y esta opinión, sustentada hasta hoy por la mayor par-
te de los escritores, es la que conviene combatir en honor á la
verdad histórica ^^.
No es posible negar que multitud de causas y circunstan-
cias políticas y sociales han contribuido, no al retroceso, sino
al atraso de nuestra agricultura; pero preciso es reconocer que
los Gobiernos procuraron en todo tiempo favorecerla.
Cierto es que tuvo que influir la expulsión de los moriscos,
efectuada en toda España en los comienzos del siglo xvii; pero
fíjense bien los que atribuyen la decadencia de nuestra agri-
cultura y aun la despoblación de Castilla á este hecho, en' que
habiendo salido muchos más moriscos de las provincias de Le-
vante que del centro de España, las provincias orientales que
debieron quedar en mayor postración, prosperaron, y Castilla
decayó ^7; lo cual prueba que la influencia de este suceso fué
insignificante con respecto á la población, y que, portel con-
trario, parece contribuyó á la prosperidad.
Podría aducir más testimonios, pero al objeto principal de
este discurso no afecta, en realidad, este asunto, de un modo
directo, por lo cual concretaré mis observaciones á la geogra-
física, desde el punto de vista de la riqueza forestal, cuya
decadencia se ha creído demostrada en el territorio castellano,
tizcdcy Google
- 46 - .
de un modo fehaciente, citando como prueba las reclamacio-
nes hechas y las disposiciones dictadas por ks autoridades
para impedir las cortas y explotaciones abusivas. Desde luego
puede afirmarse que esos datos no prueban lo que se pretende,
porque en la actualidad podrían citarse multitud de disposicio-
nes dictadas con el mismo objeto y la imposición de centena-
res de multas y castigos por idénticos abusos, y á pesar de
esto, cada día crece y aumenta la riqueza forestal.
Tampoco me detendré á combatir el fútil razonamiento de
los que suponen que se quemaban los bosques para sembrar
mieses, ya que este procedimiento seguido en terrenos cubier-
tos de pastos ó de arbustos muy diseminados no es practica-
ble en los bosques á menos que al incendio siga la corta
y derribo délos árboles quemados, y el arranque de los toco-
nes y raíces, lo que supone un coste y un trabajo inmenso, del
cual, dada la pobreza del suelo de estos bosques, no hubieran
podido resarcirse en bastantes años.
La demostración completa de la tesis que sustento está en
otra prueba incontrarrestable, y consiste en la comprobación
de los datos que aportan las relaciones topográficas y el itine-
rario de Fernando Colón, escrito en los comienzos del siglo xvi.
De esta comprobación resulta que allí donde señalan dichos
documentos un monte con arbolado, existe hoy; y con decir
esto no hace falta añadir ^nás, pues prueba que la despobla-
ción arbórea no ha existido,
Y siendo esto cierto, hay que reconocer que si pudieron
nuestros antepasados lograr que las mesetas castellanas fueran
ricas y prósperas cual lo fueron en tiempo de los Reyes Cató-
licos y de Carlos I. ¿No podremos nosotros, con voluntad
y tesón, con energía y estudio, con honradez y trabajo, hacer
resurgir nuevamente la prosperidad de este suelo tan querido,
de este corazón de España cuyos latidos apenas se perciben
=y Google
hoy en la vida de la nación y en las relaciones del comercio
universal?
La historia ha de rehacerse; no hubo despoblación de
montes, ni arenas voladoras que hicieron infecundos nuestros
campos; hubo despoblación de fábricas y de talleres numerosos
que daban vida á aquellas cuarenta ciudades, muchas de las
cuales viven hoy pobres y miserables; hubo abandono del tra-
bajo honrado del taller, por el brillante aunque arriesgado
oñcio de la guerra, por la vida aventurera del conquistador en
América ó por la ocupación lucrativa del empleado en Indias;
hubo un hálito fatal que, acostumbrándonos á rápidos encum-
bramientos, no siempre merecidos, mató nuestra industria;
pero cuando un pafs tiene, como España, primeras materias
abundantes, la reaccióii no es difícil, y menos imposible. Basta
para ello evitar que nuestros brazos permanezcan inactivos,
buscando en la caridad de los Gobiernos ó de los particulares
el sustento; dedicar nuestros capitales y nuestra actividad á las
empresas industriales; haciendo de Salamanca, Avila, Segovia
y Soria grandes centros fabriles de curtidos, paños y telas,
como lo fueron entonces; desarrollar en la Mancha la elabora-
ción de quesos y mantecas; restablecer la industria sedera en
Toledo, Murcia, Valencia y Sevilla 8*, donde hubo millares
de telares; enlazar la producción del suelo con la transforma-
ción del taller y con la existencia dgl mercado, y así veremos
que el territorio central de España, más rico que e! de otras
muchas provincias por los dones de la naturaleza, ocupa nue-
vamente el rango que tuvo, restablece el equilibrio perdido
durante cerca de tres siglos, y hace de España una nación
fuerte y homogénea.
La labor de la historia ha de ser también ésta: no sólo ha
de recoger los hechos con solicitud y los ha de examinar con
imparcialidad, sino que ha de deducir enseñanzas (por esto se
tizcdcy Google
le llama maestra de la vida)*para difundirlas con su autoridad
y su prestigio, esclareciendo é iluminando con la luz del pasado
el sendero del porvenir y contribuyendo á la prosperidad de
la humanidad y de la patria, de esta patria á quien todos de-
seamos ver escribiendo nuevas páginas en el libro de la His-
toria, en las cuales relate las virtudes de Sus ciudadanos, los
inventos de sus sabios y las hazañas de sus héroes.
He dicho.
tizcdbyGoOi^Ie
NECROLOGÍA DEL EXCMO, SR. MARQUÉS DE AYERBE
Don Juan Nepomuceno JordSn de Urríés y Ruiz de Arana, mi
digno antecesor, fué Marqués de Ayerbe y de Rules, Conde de San
Clemente, Grande de España cubierto ante S. M, el Rey, su Gentil-
hombre de Cámara con ejercicio y servidumbre, Senador del Reino
por derecho propio, Vicepresidente del Senado, Diputado á Cortes,
Teniente Alcalde de Zaragoza y Teniente de Hermano mayor de la
Real Maestranza de Caballería de la misma ciuijad, individuo de
número de esta Real Academia y de la de Bellas Artes de San Luis
de Zaragoza, Académico correspondiente de la Real de Ciencias de
Lisboa, socio de la Económica aragonesa de amigos del pafs, Ministro
Plenipotenciario de I .' clase en Portugal , Embajador extraordinario
cerca de la Santa Sede, Embajador extraordinario- y Plenipotenciario
de S. M. el Rey cerca del Emperador de Rusia y dignidad de Cla-
vero en la Orden militar de Calatrava.
Se hallaba condecorado con el cordón de la Orden de Carlos lU y
con la gran cruz del Mérito Militar, las portuguesas de Jesucristo y
Concepción de Villaviciosa, las Pontificias de Piara y Sari Gregorio
Magno, Banda de Osmanié de Turquía, Gran oficial de la Legión
de honor de Francia y Medallas de Alfonso XIH y de la Regencia.
Había nacido el 21 de Febrero de 1851 en Zaragoza, cursó la
segunda enseñanza en el Seminario de Escuelas Pías de San Fernando,
de Madrid, y las asignaturas de las Facultades de Derecho y Filosofía
y Letras en las Universidades de Madrid y Zaragoza.
Espíritu moderno y conocedor de la vida actual, comprendió que
en estos tiempos no bastan los méritos y títulos heredados para labrar-
se una reputación cientftica y esto unido á su amor al estudio y más
,y Google
- 50 -
principalmente á los de carácter histórico, le llevó á publicar algunos
trabajos interesantes, en los que mostró su superior cultura.
Uno de ellos fué relativo al sitio y toma de Manila por los ingleses
en 17Ó2, en el cual d¡ó á conocer la Relación en forma de Diario,
redactada por D. Alfonso Rodríguez de Ovalle, documento curioso
que avaloran las consideraciones que respecto á las personas que inter-
vinieron en aquellos sucesos, hizo el Marqués de Ayerbe.
En la Correspondencia de D. Guillen de San Clemente, relativa á
los sucesos de Polonia y Hungría (1581-1608), maniñestalos servicios
altamente meritorios de algunos de nuestros compatriotas, en aquellos
siglos que fueron los de mayor grandeza de España, y sobre todo da
á conocer sucesos sobre los cuales no se había fijado bastante la
atención.
En otro trabajo se ocupa de la impresión de las Memorias del Mar-
qués de Ayerbe (antecesor suyo) sobre la prisión de Fernando VII en
Valen^ay y principio de !a guerra de la Independencia, haciendo
resaltar la lealtad del noble Marqués, Mayordomo mayor del Rey de
España, quien, obligado á abandonar á su Señor y á reconocer al rey
intruso, se escapó de Bayona, llegó írf Roncal, donde Renovales, el
defensor de Zaragoza, mandaba una partida, se unió á él y le confió
su proyecto de libertar de la cautividad á Fernando Vil, Larga sería
de contar su pcr^rinación por toda España en busca de elementos
para lograr su noble propósito, en el que persistió durante largo tiem-
po á pesar de los obstáculos que encontraba para realizarle y aun de
los peligros que envolvía.
Otro estudio histórico relativo al combate naval entre españoles y
portugueses en Río Grande en la tarde del 18 de Febrero de 1776,
publicado en el Boletín de esta Academia, muestra también su com-
petencia en estos asuntos, y, por último, su Discurso de ingreso cómo
Académico de número, pronunciado en el día 28 de Mayo de 1899,
en el que trató de los enlaces de Reyes de Portugal con infantas de
Aragón, fué una disertación brillantejústamente ensalzada y aplaudida.
Cuando aún hubiera podido dar mayores frutos su labor, falleció
en Madrid á li de Mayo de 1908, dejando un nombre ilustre en las
letras.
tizcdbyGoOl^Ie
IsT O TjA. S o
1. Pedro Ciruelo. — Entre sus obras hay las siguientes, relaciona-
das con la Geografía: «Opusculum de Sphaera mundí Joannis
de Sacrobosco». Compluto, 1526; Paris, I498-1508. B. N.,
R. 10.888 (con los comentarios á Pedro Aliaco). — «Com-
pendio de los libros de Re naturali, de Aristóteles». B. N.,
K. 14.768 y B. de M.
2. Lucio Marineo Siculo. — *De Aragoniae Regibus». — Zaragoza,
1 509. — (Sumario de las vidas de los Reyes Católicos». — Ma-
drid, 1587- — *De rebus Hispaniae memorabilibus», traducida
al espariol por Juan de Mobna. — Alcalá, 1530. B. N., 9.043-
2.496.
3. Benito Arias Montano. — «De naturae historia». — Amberes,
1601. B. N., 2-34.548;
4. FernAn Pérez de Oliva. — «Imagen del mundo. Cita esta obra'
su sobrino Antonio Morales, pero hoy se ignora su paradero.
«Razonamiento que hizo en el Ayuntamiento de la ciudad
de Córdoba sobre la navegación del río Guadalquivir». — Im-
presa con otras obras. B. N., R. 14.441.
5. Pedro Juan Oliver. — ^«Pomponio Mela». — Lyon, 1536, 1538,
1551. IS57-
(i) Las abreviaturas empleadas son las BÍguieoles:
B. N Biblioteca Nacional (impresos).
B. N. Ms ídem Jd. (manuscritos).
B. N. BAG ídem id. (Bellas Artes).
B, S. G ídem de la Sociedad -Geo^áfica.
No se indica la signatura de las obras modernas y tampoco la de aquellas que
no se hBD coosuitado.
lizcdtyGooi^Ie
- 52 -
t\ntonio de Nebrija. -«Tabla de la diversidad de días y horas
en las ciudades de España», i $49, reimpresa.
«Cosmografía». Varías ediciones. 1533. Consultadas las de
B. N., R. 10.790 y 1-3.074. Véase el elogio de Nebrija por
J. Bautista Muñoz. Memoria de la Real Academia de la His-
toria. Tomo 111,
«Prólogo á las antigüedades de España, por Fernando del
Pulgar». B. N., R.-10.790-1.
«Antigüedades de España». — Burgos, 1499. Haebler, Ti-
pografía ibérica. Sólo se conoce un ejemplar de esta obra y
está en la Biblioteca Real de Copenhague.
Alonso de Santa Cruz. — «Tratado de las longitudes». B. N., Sec-
ción de manuscritos, Aa. 97.
«Mapa-mundo», reproducido por Dahlgren, B. S. G, E. W.
Vahlgran. — Stockolm, 1892. --«Mapas de España, Francia,
Inglaterra, Alemania, Italia, Europa y del Mundo».
«Atlas del Emperador Carlos V». 1539. Consta de 12 ma-
pas en vitela. Propiedad del Marqués de Molins. Se supone
está hecho por Santa Cru?. V. Boletín de la Sociedad Geo-
gráfica, tomo XI, pág. 335-
«Die Karten von America», etc. — Insbruck, 1908, fol. S. G.
«Islario». Ms. en la B. N.
Francisco Sánchez (El Brócense). — «Obras Ginebra». 1766. —
B. N„ U. 1734-1737. Entre ellas están la titulada «Sphaera
iTiundi ex variis auctoribus concinnata». — Salamanca, 1578-
1588; y «De situ orbis», del español Pomponio Mela. — Sala-
manca, 1574-1598, (Centro Militar).
«División del universo». B. N., Ms., Aa. 117, pág. Ilj-
«Obras del Brócense». Están publicadas en Ginebra.
Fernán Nú.Sez de Guzmán (El Pinciano). — Traducción de la
Historia natural de Plinio, con comentarios. B. N., 3-16.24Í,
iCosmographia Pomponüs cum ñguris». B. N,, U. 1.070
(contiene también los comentarios).
Pedro Chacón. — «De ponderibus et de mensuris». — Roma,
1586. B.N\
«De columna romana», etc., impreso. B. N.
Comentó con mucha erudición á Pomponio Mela.
tizcdbyGoOl^Ie
— 53 —
Pedro de Medina. — «Arte de navegar» (sirvió de texto durante
mucho tiempo en las escuelas náuticas de Europa). 1545-1561.
B. N.. R. 3.405.
«Libro de las grandezas y cosas memorables de Espafia».
Muchas ediciones. 1543, 1545, IS46, 1548, 1549/ 1552. iS6i,
1563, 1566, 1590, 1595, IÓ09 y 1616. B. N., R. 11.745.
El mismo, corregido por el licenciado Diego Pérez de Mesa.
(Regimiento de navegación», I552-I553.
«Crónica de los Duques de Medina Sidonia», Colección de
documentos inéditos para la Historia de España», tomo ;::íxij.
—Sevilla, 1548.
«Mapa de España». — Sevilla. 1560. En la obra de Ortelio.
«Representación al Rey sobre el desorden que habla en
las cartas de navegar». Copia del Depósito Hidrográfico.
«Mapa de España». En la portada del libro de grandezas.
(Su biografía está en el tomo xxxix de la Colección citada.)
Pedro de Esquivel. — De este sabio nos dan noticia sus contem-
poráneos refiriendo que empezó los trabajos para la formación
del mapa de España por orden de Felipe II; consta que se-
guía el procedimiento de Regio Montano, que hasta entonces
no se habia empleado, y que midió una base en la provincia
de Guadalajara. De^raciadamente se han perdido sus trabajos.
Relaciones topc^ráñcas. — Existen en copia en la Real Academia
de la Historia. Las que corresponden á la provincia- de Gua-
dalajara están en publicación.
Puede consultarse el discurso de ingreso en dicha Acade-
mia de D. P'ermín Caballero, Madrid, I866.
Respecto de la creación del Museo puede verse el informe de
Páez de Castro, publicado en la Revista de Archivos, 1883. (El
original está en El Escorial.)
Para la creación é historia de la Academia de Ciencias, de Ma-
drid, léase el discurso de D. Acisclo Fernández ValUn, leído
en el acto de su recepción en la Academia de Ciencias.
Entre los trabajos relacionados con la Geografía podemos citar
el de Onderiz, titulado «Uso de los globos». 1 585. B. N. y
Academia de la Historia. Colección Traggia, tomo w. Est. 24,
gr. 6. B. 157. •
tizcdbyGooi^Ie
— 54 —
La Geografía de J. Bautista Labaña, titulada «Descripción de^
universo». B. N., Ms. núm. 9.211. — Mapa del reino de Ara-
gón. Varias ediciones {lo formó en 1614). — «Itinerario de Ara-
gón» (obra notable). 1614.— «TavoasdolugardoSol». — Tra-
tado del arte de navegar». 1 588. — «Regimiento náutico». 1 595
y 1606. — «Viaje do Rey D. Felipe III a o Reino c'e Tcrtu-
gal», lórg. (En San Isidro.)
16. «Resumen de los acuerdos y tareas de la Real Academia de la
Historia desde el 30 de Abril de 1880 hasta igual día de 1883»,
por D. Pedro Madrazo. — Madrid, 1882,
17. Libros de Cosmografía y Cronología:
Rodrigo Fernández de Santa Ella. — El libro de Marco Paulo,
con la cosmografía de Pogio florentino. 1502, 1503, 1518,
1515, 1520. B.N., R. 5.599-
Alonso de Chaves. — «Quatri partitum in cosmographia». — Aca-
demia de la Historia. — Est. 13, gr. 6, núm. 679. — V. Fernán-
dez Duro. De algunas obras de Cosmografía.
Jerónimo de Chaves. — «Chronographia, etc.» — Sevilla, 1554,
1568, 1580. BN., R. 2.279.
Anónimo. — «Cosmografía», — Academia de la Historia. — Est. 93,
gr. 5, núm. 635.
Gaspar Barreiros. — «Observaciones cosmográficas». — Coimbra,
1561. B. N., R. 10.258.
Bernardo Pérez de Vargas. — «Fábrica del Universo». — Toledo,
IS63.-B.N.,R. 7.677.
Pedro Apiano. — «Cosmografía». 1524,1529,1534, 1539, 1552,
1564, IS74. 1575, 1576, y 1584- B. N., 2, 28.165. K. 8.107,
424, 602 y B. A. G. 1.020, y otras varias en la misma Biblio-
teca. La edición de 1 548 en castellano, en el Centro del
Ejército,
Jerónimo Girava.— «Dos libros de Cosmografía». -Milán, 1556.
B. N., R. 3.936. Edición Venecia, 1552.— Milán, 1556. Tra-
ducido al inglés é italiano.
«La Cosmografía y Geografía». B, N., R. 3.931.
Rodrigo Zamorano. — «Cosmografía y Cronología». — IS75. R-
3.128. R. 4.447. Otras ediciones posteriores. — Sevilla, 1591,
tizcdby.GoOl^Ie
— 55 —
1582, I585< 159I. etc. (es el arte de navegar). R. 4.024. Tra-
ducido á varios idiomas.
Vicente de Tornamira. — <Chronograffa». — Que trata de cosmo-
grafía y esfera. B. N., R. 8. 141.— Pamplona, 1585.
Libros de la Esfera ó Spliaera mundiy Arle de navegar:
Francisco Palero. — «Tratado de la esfera». — Sevilla, 153S1
1542. B.N., R. 6.903.
cLibro de Aritmética y Geometría».
Jerónimo de Chaves. — «Sphera del mundo». — Sevilla, i54S-
Martín Cortés. — *Breve compendio de la esfera».— Centro del
Ejército.- Sevilla, 1551 y l-SS^. B. N., R. 2.104.
Juan de Castro. — «Tratado de la esfera». IS38. — B. N. Manus-
crito. R. 225.
DiECo Pérez de Mesa.-^-* Comentarios de Sphera». 1596. B. N-,
Ms. 8.882. Aa. 130.
Antonio Barba Villalobos. — «Tratado de Geografía y esfera».
Biblioteca Nacional, Ms. S. 214, y Aa. 1 17. — Impreso en
Granada, 1594-
Baltasar Manuel Bou. — «DeSphaera mundi». Biblioteca Nacio-
nal, 2, 47.982,
GiNÉS DE R0CAMORA. — «Sphera del Universo». — Madrid, 1 599.
B. N., 2. 37.166.
Libros de arte de navegar:
Martín Cortés. — «Breve compendio de la esfera y del arte de
navegar». B. N., R. 2.104. (Ya citada.)
Pedro de Medina. — «Arte de navegar». B. N., R. 3-405 y 8.453-
(Se tradujo al francés y al alemán.)
^Regimiento de navegación». B. N., R. 675.
Juan Pérez de Moya. — «Arte de marear». Manuscrito en el De-
pósito Hidrográfico, en copia. El original en El Escorial.
Pedro Nüñez de Saa. — «Tratado de la carta de marear». B. N.,
Ms. Aa. 57, 58 y 59-
Antonio de Guevara. — «Libra que trata de los inventores del
arte de marear». Ahora nuevamente impreso. — Alcalá, 1592.
B.N., 2, 35.701. .
tizcdbyGoOl^Ie
-56-
19. Libros de artes liberales y filosofía:
Juan Pérez de Moya.— «Filosofía natural». 1573 y 1585. B. N.,
K. 6.142.— Alcalá, 1568 y 1572.— Madrid, 1585.
«Filosofía secreta», con figuras. B. N., I, 49.51 1. (Trata de Geo-
grafía y esfera.)
Pedko Roiz. — «Libro de relojes solares». 1575- (Ateneo.)
Bartolomé Barbientos, — « Aonotationes sylva per Überalium
artium». 1570 y IS74-B. N., l, 22.703 y 3j 5.310. .
Pedro de Mercado. — «Diálogos de Philosophia natural». 155^ y
1574. B. N., R. 13.989. (Rarísimo.)
20. Libros de Matemáticas:
Juan Pérez de Moya. — «Aritmética», B. N., 2, 2.343. Varias edi-
ciones. «Tratado de Geometría». — Alcalá, 1573. B. N'., K.
4.755. «Fragmentos matemáticos», en que trata de Geogra-
fía y esfera.— Salamanca, 1558. — Alcalá, 1563. B. N., R. 5.614.
R. 4.818. Biblioteca de Marina y B. N., R. 13.919. (Hay otras
ediciones).
Alemán (J.). — «Repertorio de los tiempos». — Toledo, 1593.
Pedro Ciruelo. — «Cuatro cursos de Matemáticas y artes libera-
les».— Alcalá, 1S16. B. N., R. 14.768.
21. Libros de Astrologiay Astrolabio:
Juan Martínez Población. — «Compendio del Astrolabio». — Pa-
rís, 1529 y 1545. B. N., R. 18.135.
Jerónimo Cortés. — «Lunario». — Madrid, IS98. B. \., I, 36.439.
R, 8.8lO'y otros ejemplares.
Dleco Pérez de Mesa. — «Tratado de Astrología». B. N., Ms. 6.02 1
' y 5-995-
«Los 300 aforismos de Astrología». B. N-, Ms. 8.933 >' 9-050.
Pedro Ciruelo. — «Apotelesmata Astrologiae humanae». 1521.
Biblioteca del Ministerio de Marina.
22. Libros de Historia natural:
Benito Arias Montano. — «Naturale historia». — Amberes, 1601.
Biblioteca Nacional. 2, 34.548.
Jerónimo Cortés. — «Fisonomía y varios secretos de naturaleza».
tizcdbyGooi^Ie
- 57 -
(Hay muchas ediciones). B. X., 2, 1.941. — Lérida, 1591.—
Valencia, 1594, etc. Contiene un compendio de Geografía.
Bernardo Pérez ue Vargas. — «Fábrica del Universo». B. N.,
K. ;. 677. —Toledo, 1563.
Francisco López de Villalobos. — «Historia natural de Plinio»,
B. N., R. 14.068.— Alcalá, 1524.
Libros que coa los títulos de Relaciones, Teatros del mundo y
otros, traían de Geografía:
Baltasar Pérez del Castillo. — «Teatro del mundo*. — Alcalá,
1564. San Isidro 153, 7, 54.369.
Gregorio López Madera. — «Excelencias de la Monarquía y Rei-
no de España». 1628. Ateneo.— Valladolid, 1597, (B. N., I,
15.849.)
Francisco I^pez de Villalobos. — «Los problemas*. (En la Biblio-
teca de Autores españoles de Rivadeneyra.)
Juan Ginés de SepClveda. — «De mundo». «De Regno». B. \., 2,
28.085. Obras. Edic. 1780. En el Ateneo.
DuARTE Pereira. — «Esmeraldo de situ orbis». 1505, Reimpreso
en 1895. En el Ateneo.
Lorenzo Palmireno. — «Vocabulario del humanista». — Barcelona,
1575. B. N., U. 305. Otras en Valencia, 1569 y 1572.
Pedro Camarín.— «Poligrafía». {Hace el elogio de España). B. N,,
Ms. V. 302.
Antonio de Torquemada. — «Jardín de flores curiosas». — Sala-
manca, 1570, etc. B. X., V. 1.092.
-\lonso de Fuentes. — «Suma de Filosofía natural». — Sevilla, 1 547.
B. X., R. 11.911.
Bartolomé Hera y de Barra. — «Repertorio del mundo». B. X.,
1,31.859-
Martín Fernandez PE Enciso.— «Suma de Geografía», — Sevilla,
1519. B. N-, R. 2.107.— Sevilla, 1530.— Sevilla, 1546.— Sevi-
lla, 1521. En San Isidro.
Theophile Lavallee.— «Geographíe phisíque, historique et mili-
taire».— París, 1874. Centro del Ejército.
José Gómez de Arteche. — «Geografía histórica militar de España
y Portugal. — Madrid, 18S9. l^os tomos.
tizcdcy Google
27. £1 manuscrito á que hace referencia esta nota tiene el núme-
ro 4.031. — Historia de España, desde Tubal hasta Carlos I,
con la descripción de las provincias. Según nota al folio 2, es
de Juan de Bríhuega.
23. Jerónimo Girava. — <Tratado de Cosmografía». B. N., K. 3.936.
En la portada lleva un grabado con el retrato del autor, un
globo terrestre, el cielo y un letrero que dice: tCon el tiem-
po Girabay, aludiendo á la teoría de Copérnipo dada á luz
pocos años antes.
29. Miguel de Villanueva ó Miguel Servet.— Claudii Ptolomei. —
«Geographicae enarrationis».— ^Lyon, 1535 y 1541. B. N.,
BAO. l.o;8.
Entre las ediciones ó traducciones de las obras geográficas
de griegos y latinos, pueden citarse estas como modelo:
30. Ya citados.
31. Pedro Apiano. — «Cosmografía». — Amberes, 1548. Centro del
Ejército y Armada.
32. Rodrigo Zamoranq. — «Cosmografía». Compendio del arte de
navegar.— Sevilla, 1581, 1582 y 1588. B. N., R. 4.024.
53. Vicente de Tornamira. — «Cosmografía». Que trata de cosmo-
grafía y esfera. Pamplona, 1585. B. N., R. 8.I4I.
34. El manuscrito de la obra de Barba Villalobos contiene 156
folios y abarca dos tratados; el primero es al que hago refe-
rencia. B. N., 8.934-
35. Baltasar Manuel Bou. — «Sphaera mundi>. — Valencia, I5S3'
B. N., 2, 47.982.
56. Abraham Ortelio. — «Theatro del orbe». Ediciones de Ambe-
res, 1 570, 1 598, 1603. B. S. G., B. N., Depósito de la Guerra.
37. Jaime Rebullosa. — «Descripción de todas las provincias y reinos
del mundo».— Gerona, 1603. B. N., BAG. 63.
38. GiovANNi Botero.— «Relationi universal! divise in quatro libri,
en 4." — Venetia, 1 59Ó, y otras varias ediciones. Biblioteca Na-
cional, I, 17.423. •
39. Diego de Acuiar. — «Relaciones universales del mundo».— Va-
lladolid, 1600. (Edición que estaba i la venta en la librería de
Vindel.) La que he consultado es de 1603. B. N, R. 19.188.
40. Pedro de Medina.— «Libro de las grandezas y cosas memorables
,y Google
— 59 —
de España». (Varias ediciones). B. N., K. 8.0G8 y 1.699, y
Depósito Hidrográfico.
41. «Floresta española 6 descripción dé varias ciudades d« EBpaAa>.
1602. B. N. Mb. 5.989.
42. Sólo de traducciones y ediciones de Plinio conozco mJB de cua-
renta hechas en el siglo xvi, y á este tenor abundan las de
Tolomeo, Estrabón, Mela, Híginio, etc.
De este último, que era español, citaré sólo el ejemplar de
laB. N. 1, 26.621.
De Plinio: La edición de Páez de Castro. 1570.
La de López de Villalobos. 1524. B. N., R. 14.068.
La de Juan Níiñez, ya mencionada.
De Pomponio Mela, también español: Las de Pedro J. Oli-
ver. 1536, 1538, 1539 7 ISSI-
La de Enrique Esteban, 1577.
La de Fernando Núñez. IS43.
La de Frannisco Sánchsz. 1574
La de Juan Carnero. 1 557.
De Estrabón: La edición de Casaubón. 1557.
De Tolomeo: La traduccióu de Alonso Ortiz de Castro
(Centiloquio de Tolomeo). Ms. B. N. Aa. 185.
La de Miguel de Vllanova ó Villanueva, ya citada. ■
La de Pedro Núñez. Ms., B. N., K. 97.
La de Pérez de Castro. IS70.
La de Juan de Monterreal. 1525.
43. Libros generales de Geografía é Histofia:
Antonio Gó.mez. — «Descripción del reino de España>. B. N. Ms.
K. 16, C.49, V. 68.
Bernardo Alderite. —«Antigüedades de España». 1614. B. N.,
R. 5.694-
Juan Alvapez de Colmenar. — «Las delices de l'Espagne et du
Portugal». — Leyde, 1715- 6 tomos en 6 vols. con 153 lámi-
nas y 1 1 mapas. Obra antigua.
Pedro de Alcocer. — «Historia de Toledo, en que se refieren
muchas antigüedades de España » . — Toledo, 1554- B. N.,
K. 9.285.
tizcdbyGoOi^Ie
— 6o —
Pedro Mártir de Angleria. — «De laudibus Hispan¡ae>.
Alfonso Barba. — Descripción universal del orbe». 1594.
Juan Bermejo. — «Libro de las derrotas de las costas de España,
Francia», etc. 1542. Biblioteca de Palacio.
Juan de Brihuega. — «Crónica de las antigüedades de 'España
dirigida á Carlos I>. V. la- nota 27, Ms. B. N. 4.031.
MiGUEL Carbonell. — cCfonique de Kspanya». — Barcelona, 1546.
B. N., R. I.691.
Gabriel db Cárdenas. — «Epístola de la descripción y sitio del
orbe». 1585.
MartIn Cellarius. — «Cosmographicum elementales que totius
et Astronomía et Geographiae rudimenta docentur», ISS'-
B. N-, BAO. 548.
. DiEGoCovARRUBiAS.— «Fundación de alguna&ciudades de España».
Juan Fernandez Franco. — «Antigüedades romanas de España».
B. N., Ms. 5.5/7.
Antonio Gómez de Sotomayor. — «Descripción del reino de Es-
paña». B. N., Ms. 1377. 419, 11.958.
García Gómez de Esteruiñana. — «Esfera española y zona filí-
pica de los reinos, provincias é islas que de un polo á otro es-
tán sujetos á España».
Juan Gil de Zamora.— «Libro de las alabanzas de España».
B. N.1508.
Lucio Marineo SIculo. — «De las cosas memorables de España».
Alcalá, 1 530, ya citada.
Jerónimo Muñoz. — «Lectura geográfica»,*— Valencia, 1577. Con-
tiene descripción de España.
Lorenzo Palmireno. — «España abreviada». — Valencia, 1569-
1573. B.N., K. 7-823.
Jerónimo Paulo.— «De ñuminibus et montibus Hispaniae». Aca-
demia de la Historia, 20-1.", núm. II. V. Vargas Ponce. —
B. N., G. 178. V. Fernández Duro, Boletín de la Real Acade-
mia de la Historia. 1899.
Juan Segura. — «Aritmeticae Gcographicaeque compendium uti-
lissimum». — Alcalá, 1566.
Miguel Suriano, Embajador. — «Relatione delU Stati dell Sere-
) Re Filippo». 1559- H. N., Ms. 1.062.
tizcdbyGooi^Ie
— 6i — .
Juan (jwfs de SepOlveda.— j|>e mundo». I53I." «I^e regnos.
1571.
Jerónimo de Soto. — «Compendio de todas las islas y fronteras
que S. M. tiene adyacentes á estos reinos de Espafia con pla-
nos de las fortificaciones.
Antonio de Torquemada, — «Jardín de flores curiosas». — Sala-
manca, 1570-1574-1599. B. N., U. 1.092.
Luis Texeira. — «Nueva geografía é hidrografía del orbe». 1598.
Juan Vaseo. — «Chronicon rerum memorabilium Hispaniae».—
Salamanca, 1552. B. N. 2-62.433.
Pedro Ze y xcop a.— «Descripción de las costas de España*. De-
pósito hidrográfico. Colección \''argas, parte personal, letra Z,
pág. 166 y en el Índice números I3, I4 y 15.
Anónimos. — «Noticias geográficas de España». Academia de la
Historia, tomo xxxviii, colección Valdeflores.
«Monarquía hispana». 1659. B. N., BAG. 56.
«Híspanla illustrata». Véase Schotti, Francfort, 1603- 1608.-
4 tornea.
(Grandezas de España». Colección Academia de la Historia.
Eat. 22, gr. I.' Varios tomos.
«Derroteros de España». Aa. 137. B. N., Ms. 175.
«Diseños de países». Aa. 136. B. N., Ms, 174.
«Descripción de montes y ríos». G. 178. B. N., Ms. 596.
«Geografía del siglo xiv». (Fragmento anónimo.) La 2.' parte es
del siglo XV. B. N., Ms. 7.597,
«Geogralía anónima». Año 1305. B. N., 9.055.
«Antigüedades de España». B. N., Ms. 1. 351.
«Papeles de ríos y montes-de España y Portugal». Academia de
la Historia. Est. 22, gr. 7, núm. 129. (Serán de Llansol ?; ' éste
recorrió toda España.)
^Descripción de algunos puentes de España». B, N., 6.O83, pá-
gina 170.
«Varias maravillas de España». B. N., 6.555 Y 6.556.
Descripción geográfica del mundo y de las partes én que Se di-
vide». B. N., Ms. en folio, núm. 13.
«Pirineos». V. Miscelánea histórica, tomo 11, folio 171. Academia
de la Historia. D. núm. 47 y 49.
tizcdbyGoOl^Ie
_ 62 —
«Descripción de algunas provincias de España». B. N., Ms. l802.
«índice alfabeto de reinos, provincias y obispados de España».
Colee. Abad. Academia de la Historia, tomo xviii.
Antonio Agustín. — «Fragmentos de varios escritores antiguos»
(original). B. N., 7.901 y 7.902.
44. Francisco Molina. — «Descripción de Galicia». B. N,, Ms. 3.922
y 8.342. Academia de la Historia. Est. 27, gr. 4, E. 102 y 103.
Id. impresa en Valladolid en 1 5 50. B. N-, R. 5.746.
45. Juan Pérez de Nueros.-— Sumaría noticia del reino, de Aragón».
B, N., Ms. G. 1 54, núm. 1854. El autor fué fiscal en tiempo del
rey Felipe II. Señala los limites, estados, etc., del reino de
Aragón, las comunidades, los ocho grandes linajes, etc.
46. Andrés de Poza. — «Hidr<^rafi[a de las cosas más curiosas que
hasta aquí han salido á luz. — Bilbao, 1585. — «En el Centro
del Ejército». También escribió de la antigua lengua, pobla-
ciones y comarcas de España.^Bilbao, 1585, y Tolosa, 1900.
47. «Itinerario de Fernando Colón». Manuscrito de la Biblioteca Co-
lombina, en Sevilla. — Boletín de la Real Sociedad Geográfica
(en publicación).
48. Antonio BlAzquez. — «ELItinerario de Fernando Colón y las re-
laciones tofK^ráficas». — Madrid, I904.
49. Lorenzo de Padilla. — «Crónica de Felipe I». Colección de do-
cumentos inéditos para la historia de España, tomo vui.
50. Esteban.de Griba y, — «Los cuarenta libros del compendio his-
torial- de las crónicas». — Barcelona, 1628.
51. FloriAn de Ocampo. — «Crónica de España». — Madrid, I790-
52. Ambrosio Morales. — «Crónica general de España». — Madrid,
1791.— En el Ateneo.
53. Ambrosio Morales. — «De las antigiJedades de las ciudades de
España». -Madrid, 1791.
54. Jerónimo de Zurita. — «Anales de la Corona de Aragón». — Za-
ragoza, 1610.
(Historia del rey D. Hernando el Católico». — 2^agoza, 1610.
«Cantabria». Descripción de sus verdaderos limites. Incluida en
loB discursos varios de Dormer.
«Enmiendas al Itinerario». 1580,
55. Juan de Mariana. — «Historia general de España». — Madrid.
tizcdbyGoOi^Ie
-63 -
56. Crónicas y descripciones particulares:
«Descripción y antigüedades de Sobrarbe». B. N., Ms. número
18.723. Ce. 96.
«Navarra*. Noticia de sus meríndádes. B. N., Ms. Y. 36, 11.909.
(Descripción del condado de Ribagorxa*. Academia de la His-
toria. Ms., Est. 21, gr. 7, núm. 43. ¿Será de Aragón y López
de Gurrea? — Véase también sobre este asunto G. 94 y Gui-
merá 2.070.
<NoticÍa de la antigüedad de la provincia de Córdoba». Acade-
mia de la Historia. Ms., Est. 18, gr. 5i núm. 63.
«Descripción del adelantamiento de Cazorla». B. N., Ms. I.529.
«Catálogo de las abadfas y prioratos de Cataluña». Academia de
la Historia. Ms., Est. 27, gr. 4 E, núm. 122.
«Vizcaya». Historia y descripción. B. N., Ms. 2.O48.
«Crónica del reino de Aragón». Academia de la. Historia. Ms-,
Est. 27, gr. 3,- núm. 43-
«Historia natural de Cataluña». B. N., M6., G. 17, núm. 1814.
«Breve disertación histórica de las singulares excelencias del
reino de Aragón». Academia de la Historia. Colección Abe-
lla, tomo XXXI. Est. 24, gr. 4, B. lio.
«Descripción geográfica de los reinos de Aragón y sus agrega-
dos». Academia de la Historia, tomo v de Miscelánea histó-
rica, folio 212. Est. 27, gr. 6E, núm. r68. ¿Será de Galcerán?
Véase Vallin.
Pedro Jacinto de Álava. — «Descripción de los pueblos de la
provincia de Álava». (Muñoz Romero.)
Francisco de Avala. — «Descripción de las hermandades de la
jurisdicción del Duque del Infantado». Academia de la Histo-
ria, D. 60, con mapas.
«Relación y descripción de los montes Pirineos con todos sus
puertos y condado de Ribagorza del Reino de Aragón». —
V. Nic. Antonio, tomo 11, pág. 333. Está impresa en 1793.
B.N., 2/61.999. Corresponde al año 1586.
Gaspar Alvarez de Loreada. — «Descripción de algunas provin-
cias de Portugal», La cita Jorge Cardóse.
Bernardo Alderete. — «Bética ilustrada». Ms. citado por Nic. An-
■ tonio.
tizcdbyGoOl^Ie
-«4-
Juan Bautista Antonelli. — « Discorso sopra la montagna di
Spadan>. 1 588. Biblioteca de Ingenieros militares.
Luis Baldo. — «Descripción de los condados del Rosellón y Cer-
daña».— V. ValHn.
Jerónimo Blancas.— «Aragonensium rerumt. — Zaragoza, 1588.
B. N., U. 8.300.
Bernardo Brito. — «Monarquía Lusitana». 1597. B. N., 5, 3.238.
Academia de la Historia. Est. 25, gr. 4. C. núm. 69.
Antonio Brito, — «Noticia dos portos, ensenadas, etc. de Lisboa
ate 6 promontoiro Sacro».
FRANCiscft Calza, — «De Cataluña». — Barcelona, 1588. B. N., 2,
62.558.
■Francisco Compte. — «Ilustración de los condados del Rosellón y
la Cerdaña». 1 586. B. N,, Ms. G, 180.
«Descripción del Reino de Sobrarbe», Incluida en ta Disputa his-
tórica. B. N., Ms., S. 218, núm. 6.495.
Fernando de Coria. — «Descripción de Extremadura». 1608.
Academia de la Historia.
Martín Coscoxales. — «Fragmentos y antigüedad de Vizcaya».
1595, Ms.
Juan Amador de Don Diego.— «Descripción geográfica de Ca-
zorla». Copiada por D. ... en 23 de Febrero de 1 586 (en latín).
Academia de la Historia, Colección Velázquez, tomo xxxvi.
Juan Fernández Franco. — «Varias antigüedades de Andalucía».
B. N., P. 157, núm. 4.518, y I9I, núm. 11.915.
Gaspar GalcerAn de Castro. — «Repertorjum geographicum
Regni Aragonum». Manuscrito mencionado por Picatoste y
Vallín,
J. Bautista Gessio. — «Descripción de Lisboa y su distrito». Bi-
blioteca de El Escorial, Est., P. I. No tiene mapa.
Bartolomé Guerrero. — «Breve noticia da Reino de Portugal é
suas conquistas». (ValHn).
GuimerA {Conde de), — «Copia del libro del Conde de Cuimerá de
las montañas de Castilla y León». Academia de la Historia,
Ms. Est, 26, gr. 3, D, núm. 19.
GuimerA. — «Historia del condado de Ribagorza», original. Ms,
B. N., I, 237.
tizcdcy Google
-65-
EuüENio Muñoz. — «Descripción de los pueblos del Reino de Va-
lencia, Tomo XX. Colección papeles. Academia de la Historia,
Est. 25, gr. 2.', C. núm. 20. -
Gonzalo de Olivera. — cRcIacion de la costa de Portugalf. Aca-r
demia de la Historia. Colección Valdeflores. Tomo xxxvl —
Remitida en 1532.
Blas Ortíz. — «Descripción geográfica de Toledo». Itinerario
de Adriano VI.~Toledo, I S48. Centro Militar.
Lorenzo de Padilla. — «Crónica de los Duques de Medina-Sido-
nia.— V. Ya citada.
Antonio Páez Villegas ó Viegas. — «Principios do Reino de Por-
tugal», Lisboa., 1563 y 1641. B. N,, l/i;850,
Pablo Albiano de Rajas. — «Tabla geográfica y descripción del
Reino de Aragón».
Alfonso RodrIguez de Guevara. — Cantabria, — «Fundación y an-
tigüedad de España».— Madrid, 1586.
Ambrosio Rui Bamba. — «Bética». Academia de la Historia. Están-'
te 19, gr. 3, nüm. 51-
Diego Rosales, — «Descripción de las montañas de Navarra y
montes Pirineos», — V, Almirante y.Vallfn. l6o5. Disposicio-
nes que se pueden dar en tiempo de guerra.
Diego Sánchez Portocarrero. — «Historia del Señorío de Molina*.
B. N., K. 148, 149 y 150.
Francisco Santa Cruz. — «Relación breve del Valle de Arín y
BU gobierno».
Antonio Serón, — «Aragonieo». 1560, B. N., M. 26, números
3^3 y 18.739.
Gaspar de Sessé. — «Historia de las antigüedades de Barbastro»,
. Academia de la Historia. Est. 24, gr. 6. B. 143.
José Texeira. — «De Portugaliae ortu». Parissis, 1 584.
Jerónimo Zurfta. — «Cantabria: descripción de sus verdaderos
Ilmitee», 1580. En «Los discursos varios», de Dormer.
57, J, MartInez de Zaldivia. — «Sumario de las cosas cantábricas y
guipuzcoanas». 1556 á 1575- Academia de la Historia. Co-
lección Vargas Ponce, tomo i.
58. Francisco Tarapha, — «ChrÓhica de la provincia de Cathelunya
en la citerior Spanya». Compilada por ... MDLIIl. Contiene,
5
tizcdcy Google
— 66 -
entre otros datos de carácter geográfico, la distribución de
todos los pueblos. B. N.,'Ms., G. 156.
Había en el obispado de Tarragona, 411; en e! de Lérida,
66; en el de Tortosa, $5; en el de Urgel, 555; en Vich, 310;
en Elna, 217; en la Abadía de Ager, 32. En total, 2.008.
59. Martín DE ViziANA. — «Crónica de Valencia>. — Valencia, 1564-
Reimpresa en Valencia en 189I-92.
60. cLos manuscritos de ¡03 comentarios al Apocalipsis», por San
Beato de Liébana. Madrid, 1906.
61. Juan Villuga. — «Reportorio de todos los caminos de España*. —
Valencia, 1 545. La reimpresión en la Academia de la Historia.
Alonso de Meneses, — «Compendio y memorial 6 abecedario
de todos los principales caminos de España». 1577- B. N-,
K. 4.614. (Hay varias ediciones como se ha indicado). 1568,
1614, 1622, 1621, 1628 y 1776.
62. Véase el «Anuario de Correos de España»,
63. El <It¡nerario> de Fernando Colón ya está citado antes.
64. El libro de Cotogno fué impreso en Italia en 1608.
65. Enrique Cock. — Véase la obra de Foulché Delbosch «Bibliogra-
phie des voyagea en Hspagne», que contiene interesantes no-
ticias.
AdemSs pueden citarse las siguientes obras:
(Relación del viaje hecho por Felipe II en 1585»- — Madrid,
1871. «Jornada de Tarazona». — Madrid, 1871 y 1S92-
JuAN VelAzquez. — «La entrada que en el Reino de Portugal hizo
Felipe II».— LÍ3boa,is8i.
Diego López de ZúSiga. — «Itinerario ab oppido Complutensi us-
que ad Romam». — (ValHn).
Gachard. — Collection des voyages des souverains des PaisBas».
Contiene varios viajes de Carlos I y Felipe el Hermoso. Bru-
selas, 1876.
Pedro Manuel de Urbea. — «Peregrinación». — Burgos, 1523.
Adriano VL — dtinerariumv, por Blas Ortiz. — Toledo, 1546. En
la «Miscelánea* de Esteban Bahori. París, 1680. Luca, 1761.
Roma, 1790.
Andrés Navagiero.— «11 viaggio». — Venecia, 1563. Pádua, 1718.
Venezie, 1754. En castellano, por Fabié.
tizcdbyGoOl^Ie
-67-
Anónimo. — <EI camino de París á Saint Jacques en Galia, en la
Excerpta colombina de Harriaef. — Parla, 1887.
Juan Dantisco. — «Viaje». — Publicado por D. Antonio María
■ Fabié.
Alberto y Margarita de Austria. — tltineraire», tomo xiv. cMe-
moires de l'Academie royale de Bruxellcs>.
MariIn Carrillo»' — * Itinerarium ordinatorum > . — Zaragoza,
1594. B. N., I. 13.228.
«Caminos de Arag6n>. B. N.,'Ms. 4.OI2.
Calvete de Estrella (Juan Cristóbal). — tViaje del príncipe D, Fe-
lipe». — Amberes, 1552. B. San Isidro.
«Viajes por España». (De Jorge de Einghen, León de Rosmithal,
Francisco Guicciardini y Andrés Navagero.) Publicado por
D. Antonio María' Fabié. — Madrid, 1879.
Fr. Martín Ignacio. — tltinerario de lo que vio y entendió en su
viaje de la vuelta que dio al mundo desde Sanlúcar de Barra-
meda. 1584. Academia de la Historia. Est. 23, gr. 3. A. 70.
Diego López de ZCñiga. — «Itinerarium ab oppido Complutense
usque ad Romam». (Vallín) y Foulché. — Roma, 1521. En la
Biblioteca hispana de Andrés Schott, Francfort, 1608, y en el
Itinerario de Francisco Schotti. Colonia, 1620.
J. FeknAndez Franco. — «Itinefario y discurso de la vía romana
de los Pirineos al Océano». B, N., Ms., E. 731.
Jean de Vandeine. — «Sommaire des voyages faic per Charles
Quint». B. N. Colección Gayangos, núm. 3.CXJ3.
Antonio Agustín. — «Itineraria vetera>. B. N., y San Isidro, «Di-
versos itinerarios». B. N., Ms., T. 157.
Foronda. — «Viajes y estancias de Carlos V». — Madrid, 1895.
«Apuntamientos de una edición del viaje á Santiago hedía por
el papa Calixto 11». Siglo xii. Academia de la Historia. Ms.,
■ E. 139.
Bartolomé Villalba.— «El Peregrino- curioso» y «Grandezas de
España». — Madrid, 1886. El viaje corresponde al año 1577-
Erich Lassota. — Publicada la relación de su viaje por D. Anto-
nio María Fabié. — Madrid, 1879.
Camilo Borghese. — V. «L'Espagne au xvi et xvii siécle», por
Morel Fatio.— Heilbron, 1878.
tizcdbyGoOi^Ie
— 68 —
Gaspar Barreiros. — cCosmografia de alguns lugares que statn
en un caminho comenzado en cidade de Badajoz en Castilla
te a de Müan». Lusitaniae, 1546-1561. B. N„ R. 10.258.
66. «Visitas de residencia». — V. nota núm. 83.
67. Visitas ^iscopaUsí
Pedro Portocarrero. — «Visita y descripción del obispado de
CaIahorra>. B. N., Ms. 6.148.
Para la división eclesiástica puede verse «Provincia Hispaniae>.
«Earum dívisío ecclesiastíca». B. N., 711, pág. 157 y siguientes.
Carvajal J. — «Relación de los titulados y de los Obispados».
B. N., T. 276.
68. Informes y reconocimientos militares:
«Carta de D. Ramiro Núñez de Guzmán á S. M., sobre las for-
talezas y defensas del Reino de Granada*. 1 526. Archivo de
Simancas, núm. I.040 del «índice» del Sr. Paz.
«Relación de las fortalezas y visita de las costas, etc.». 1527, nú-
mero 1.043.
«Viata de la costa y fortalezas del Reino de Granada>. 1526,
núm. 1.93Q,
«Relación del estado en que se encontraban las fortalezas y vi-
llas de Mojacar, Estepona, Marbella, la Rábita del Buñol, Sa-
lobreña, Adra, Almería, Almuñecar, Benalmadena y Vélez-
Míiiaga», que visitó en 1526, — Simancas, 1038.
Julián Pérez. — «Defensa del Reino de Navarra desde el valle del
Baztán hasta Orbaiceta en tiempo de Felipe H». B. N., Ma-
nuscrito núm. 1872.
«Guarda de la frontera de Granada». Archivo de Simancas. El
núm. 878 del índice de Paz.
M. Martínez de Ampies. — «Defensa de la frontera en 1512». Bi-
blioteca Nacional.
69. Relaciones geográficas:
Las Comunidades de Castilla pidieron á Carlos t que en cada
obispado se haga un libro en que se asienten todas las ciuda-
des, villas é logares, fortalezas é rentas que el Rey tiene é que
tizcdbyGoOl^Ie
- 69-
asienten los vecinos que cada un logar tiene é los que tienen
sus aldeas é cuantos dellos son hidalgos é cuantos pecheros
é lo que renta cada logar, etc., etc. («Colección de documen-
tos inéditos para la Historia de España», tomo i, pág. 272.)
«Relaciones geográñcas de la provincia de Guadalajara», con
notas y adiciones de D. J. Catalina García. Publicadas en los
tomos XLi, XLii y xlui del «Memorial histórico español».
El manuscrito titulado «Geografía de algunos lugares de Anda-
lucía», por Gabriel de Santana, año 1624, B N., 2.048, prue-
ba que continuaban los trabajos en dicha fecha. — Véase mi
estudio titulado «El Itinerario de Fernando Colón y las rela-
ciones geográficas» ya citado. Labaña, cosmógrafo del Rey,
hizo también el «Itinerario 6 descripción y el mapa de Ara-
gón». Dicho Itinerario ha visto la luz publica en época recien;
te por acuerdo de la Diputación provincial de Zaragoza.
Documentos relativos d la población:.
«Censo de la población de las provincias y partidos de la Co-
rona de Castilla en el siglo xvi», por T. González. — Ma-
drid, 1829.
«Estadística de algunas provincias de España». Códice del si-
glo XVI. Biblioteca de El Escorial. Est. 4, pl. I, núm. 14,
«Noticia de los estados, rentas y vasallos de los Grandes de Cas-
tilla». Colección Abad y la Sierra, tomo xix. En la Academia
de la Historia.
«Relación de los vecinos de las 18 provincias de Castilla según
el reparto de l^^i*. Academia de la Historia. Est. 20, gr. 7,
núm. 92.
«Planta de la población». Academia de la Historia, tomo ni de
«Documentos y privilegios».
«Noticia de los acontecimientos de Sevilla». 1481. B. N., Ma-
nuscrito 3.328, pág. 100.
tizcdbyGoOl^Ie
71. DistribuciÓH de la población de España m el siglo XVI:
Aragón. . . . ;
Valencia
Cataluña.
Navarra
Vascongadas
Castilla la Nueva. .
Galicia
Asturias
León
Castilla la Vieja. . .
Extremadura
Andalucía
Murcia
EXTENSIÓN (0
POBLAaÓH
DENSIDAD
47.372
354.920
7,5 por k.
22.275
456.860
21,8
—
32.143
326.970
10,2
—
10.586
154.165
15
—
7.204
186.502
25
—
72.166
I. 319.125
19
—
29.151
628.538
22
—
" 10.894
165.155
15
—
55. 503
1.062.000
19
—
49.721
1 067.000
22
—
43.253
562.890
13
—
93.570
1.642.675
17
—
26.399
195.735
9
—
72. Pueblos con más de 2.000 vecinos:
Toledo 10 935
Madrid 7 , 500
Ocaña 3-lSO
Cuenca 3 .09S
Badajoz 2 . 805
CASTILLA LA NUEVA Y EXTREMADURA
Alcalá de Henares.
2.54S
Talavera 2 . 056
Ciudad Real 2.041
Alcázar de San Juan ... 2 . 057
EN EL VALLE
Valladolid 8.112
Segovia S . S48
Salamanca 4-553
Falencia 3.063
Avila 2.826
Medina del Campo. . . . 2.76c
DEL DUERO
Burgos
Toro
Soria
Ciudad Rodrigo
Medina de Ríoseco. ,
2.665
2.314
2.232
2.009
2.006
(1) En kilómetros cuadrados.
lizcdtyGooi^Ie
EN GALICIA, Ninguno.
EN ASTURIAS. Ninguno.
EN ANDALUCÍA V MURCIA
Sevilla 18.000
Granada ; 13.75?
Jerez 6.816
Córdoba 6.257
Jaén 5.595
Baeza S.172
Ecija S.078
Libéda 4.672
Murcia 5, 370
Málaga 3.357
Utrera 2.687
Aracena 2.583
Orihuela 2.520
Osuna 2.460
Alcalá la Real 2.457
Lorca 2 . 232
Marchena 2 . [ 70
Arjona 2 . 1 56
MaFtos 2.185
Ronda 2.097
Morón 2.086
EN ARAGÓN EN CATALUSa
Zaragoza 4-954 Barcelona 6.432
Valencia..
EN VALENCIA
12.327 Játiva 2.006
Ciudades con vecindario superior á 10.000 habitantes:
Castilla la Nueva y Extremadura. . 9
Valle del Duero 1 1
Galicia >
Asturias y costa cantábrica >
Andalucía y Murcia 21
Aragón. I
Valencia 2
Cataluña I
RESUMEN
Reino de Castilla 41
Reino de Aragón 4
* ACTUALIDAD
16
13
64
3
15
15
tizcdbyGooi^Ie
— 7* —
73. Representación de Galicia eti las Cortes.
La concesión del derecho á Galicia se hizo á petición del
conde de Lemus en tiempo de Fe'ipe IV. — (Véase «Colec-
ción doc. inéditos», lomo vii, pág. 438 y B. N., Ms. 2.066,
pág. 87).
A las Cortes de Valladolid de 1 506 sólo asistieron las 1 8 ciuda-
des y villas, unas cabeza de Reino y otras de provincia, que
debían asistir, y entre ellas no figura ninguna de Galicia.
A las de 1480 sólo asistieron 17 (pues Madrid todavía no
tenía ese derecho).
Representación de Falencia en las Cortes de Castilla.
Don Carlos 11, en 1650, concedió á Palencia el derecho de
representación en Cortes que hablan perdido en época ante-
rior. — V. *De la constitución y el Gobierno de los Reyes de
León y Castilla», por Colmeiro.
74. El Concejo en Asturias:
£1 Marqués de Pídal estudió el tránsito de la Curia romana
al Concejo de la Edad Media. — Véase su contestación al dis-
curso de recepción del Excmo. Sr. D. Manuel de Seijas Lozano
en la Real Academia de la Historia en 20 de Mayo de 1853,
También existían Concejos en Miranda, Peñamclera, Valde
Madrigal, Somoza de San Cosme y Herrera.
En Santander existían los valles, y además los había en las
tierras del Condestable, León, Ponfgrrada y Palencia.
Las tierras en todo el antiguo Reino de Toledo y en Ex-
tremadura. También existían tierras en Castilla la Vieja, pero
no llegaban á 1/3 del territorio.
En Córdoba, Jaén y Murcia, la denominación casi general
" es de villas.
75. El territorio propio de las Merindades era Navarra, Álava y el
correspondiente á las actuales provincias de Burgos y Lo-
groiio y parte de las de Soria, Valladolid y Palencia.
Pueden consultarse para el estudio de las Merindades las
disposiciones de Alfonso X, en Alcalá; de Enrique II, en Toro;
de Juan II, en Segovia y otras.
tizcdbyGoOl^Ie
- 73 —
«Colección de Cortes de León y Castilla», publicadas por la Real
Academia de la Historia. «Colección de Códigos españoles»,
etcétera.
Los manuscritos ntimeros 8.216, 3.254, 1-373, 7-365, 4-469.
1.634 y 1-782 de la Biblioteca Nacional-
«Las notas al libro ó Becerro de las Merindades de Casti-
lla», por Pedro Benftez Cantos. Academia de la Historia. Es-
tante 27, gr. 4, E. 106, pág. 70.
«La Crónica de Vizcaya», de García de Salazar. B. N., Ma-
nuscrito núm. 2.430, piEg. 116.
El libro de Salazar de Mendoza titulado «Origen de las dig-
nidades seglares de Castilla y León».
Las Merindades antiguas eran las de Tovalina, Valdivielso,
Manzanedo, V iJeporres y Montija. Nuevas las de Burgos,
Valladolid, Ceirato, Villadiego, Aguilar, Liébana, Pernia,
Eialdaña, Asturias de Santillana, Castrojeriz y Can de Muño.
Loi cuartos, sexmos y ochavos:
" • Había Cuadrillas en Gamonal, Tardajos, Sotragero y Ar-
,cos (Burgos). Cuartos en Armuña, Pina del Rey, Valdevilio-
ria y Baños (Salamanca), Salas de los Infantes y su cuadrilla.
Santo Domingo de Silos y su cuadrilla, Quintanar y su cuadrilla.
Sexmos. — Fuentes, Tera, Arciel, San Juan y Lubia (Soria),
San Pedro de Yangiias y Almazán con sus pueblos y aldeas
formaban los sexmos.
En Avila y su territorio, 7 sexmos, lín Segovia, 24 sexmos.
En Guadalajara se conservaban tres sexmos en los confines de
Soria. En Madrid, uno (Casarrubios).
Ochavos. — Cinco en Segovia.
Tierras. — Ochenta y siete de las 500 ó más divisiones te-
rritoriales del Valle de! Duero llevan este nombre; en Casti-
lla la Nueva casi todas las divisiones.
Valles. — En toda la provincia de Santander, y 10 en el
Valle del Duero,
Véase el repartimiento de Sevilla. B. N., Ms. núm. 9.975.
Alfonso X. — «Partición de términos entre Toledo y Córdoba».
Año 1264. (Dd. lis, lí- N.) (No existe hoy).
tizcdbyGoOl^Ie
— 74 —
Este documento demuestra que la jurisdicción de los Rei-
nos no se fraccionó con la conquista.
7S. Véanse los tomos de «Cortea de Castilla y Leónt, publicados
por la Real Academia de la Historia y la «Legislación militar
de España>, por D, Antonio Vallecillo, en la que se insertan
loe documentos citados,
79. Véase Vicente de la Fuente. «Discurso de recepción en la Real
Academia de la Historia».
«Lugares y villas de Aragón en 1485»- B. N., núm. 746.
Es curioso observar que también existían las Merindades
en Aragón en los siglos xiii y xiv. Véanse el libro de rentas
de la Corona de Aragón copiado en I3IS y el libro de rentas
y bailio general de Aragón (1294), en los cuaVes se mencio-
nan las de Tarazona, Zaragoza, Egea, Jaca, Huesca, Barbastro
y Sobrarbe. («Colección de documentos inéditos de la Coro-
ha de Aragón», tomo xxxix.)
80. Véase Pifferrer, «Crónica de Cataluña», tomo 1, pág. 178. En III3
había Veguer en Barcelona.
«Cortes de Cataluña», publicadas por la Real Academia de la
Historia. — V. Ordenamiento de las Cortes de Barcelona
. en 1228.
Veguerías en que estaba dividida Cataluña en tiempo del Rey
Don Juan de Aragón, padre del Rey Católico. 1458-79. Aca-
demia de la Historia. «Colección Velázquez», tomo xxxvi,
«Catálogo de las Abadías y Prioratos de Cataluña». Academia
de la Historia. Est. 27, gr. 4, E, 122.
«Lista de los lugares de Cataluna>. B. N., Ms. núm._ 2.627.
«Lista alfabética de los pueblos del Reino de Valencia». B. N., nú-
mero 2.048.
«Crónica de Martín de Viciana». (Va mencionada).
81. Véanse las «Cortes de Castilla y León», publicadas por la Real
Academia de la Historia y la «Nueva Recopilación».
82. Véanse los cuadernos de alcabalas y tercias de los partidos del
Reino. Años I429 & 87. Archivo general de Simancas. Di-
versos de Castilla. Legajo I , folio 93.
«Relación de los corregimientos del Reino y del tiempo en que
proveído cada uno y del salario y ayuda de costa que tiene».
tizcdbyGoOl^Ie
— 75 —
Archivo general de Simancas. Diversos de Castilla. Legajo g,
folio 36 y siguientes.
La división de! año lóio. Novísima Recopilación, libro X, títu-
lo XV, ley I, asigna:
AI primer partido: Sevilla, Carmena, Ecija. Córdoba, Bujalance,
Alcalá la Real, Loja, Málaga, Ronda, Marbella, Gibraltar, Ta-
rifa, Cádiz, Puerto Real y Jerez.
Al segundo: Zamora, Toro, Tordesillas, Valladolid, l'alencía,
León, Carrión, Aranda, Soria, Agreda, Segovia, Olmedo, Me-
dina, Madrigal, Arévalo y Avila.
Al tercero: Salamanca, Ciudad Rodrigo, Plasencia, Maestrazgo
de Alcántara, Trujillo, Cáceres, Priorato de León, Jaén, Ca-
zorla, Quesada, Baza, Guadix y Granada.
Al cuarto: Bayona, Orense, Coruna, Vivero, Ponferrada, Ovie-
do, Cuatrovillas, Reinosa, Vizcaya, Guipúzcoa, Logroño, Bur-
gos, Campos y Santo Domingo.
Al quinto: AUenza, Molina, Guadalajara, Madrid, Illescas, Tole-
do, Ciudad Real, Cuenca, San Clemente, Chinchilla, Murcia
y territorios de Calatrava y Santiago.
83. Relaciones de visita de los alcaldes:
Visita al adelantamiento de Burgos en 1527. Archivo de Si-
mancas, núm. 1.042 del índice.
El cOrdenamiento de Montalvo», en el tftuloXVIII, trata de los
visitadores y veedores, que eran unos magistrados supe-
riores nombrados por el Rey, para ver cómo se administraba
justicia, qué agravios recibían los pueblos y sus comarcas, si
en las ciudades y villas ó en sus términos y comarcas se ha-
cían torres y casas fuertes, examinar las cuentas de propios,
reconpcer si estaban reparados los puentes y calzadas en los
lugares donde eran necesarios, etc., etc.
84. Visitas de las órdenes militares:
Las que existen en el Archivo histórico son numerosas é
interesantes: de algunas de ellas he hecho mención especial
en otros trabajos. Es un abundante arsenal no explotado
todavía.
=y Google
85. Mapas.
Juan Martínez.— «Atlas». 15S7. Col. Muñoz.
Egnatio Uanti. — «La Spagna». 15;?. Mide 1,07 x l,oi.— Véa-
se Egn. Danti, Cosmog-, por Isidoro Badla (B. S. G.).
Salvatore PalestbinA. — «Atlas». Biblioteca provl, de Toledo.
1'aulo Fürlani. — «La Spagna». ISSO- K- N. París.— V. Almi-
rante.
Mateo Prunes de Mavorca. — «Mapa náutico». B. N. Est. reser-
vado,
Revnel. — «Carta náutica». 1505. — V. el folleto de J. Denucé.
(B. S. G.).
Fernando Alvarez Secco.— «Tabula gec^ráfica Portugaliae». —
(Roma). 1 560. Fué reproducido este mapa por Ortelio, Blaeu,
y Sansón. 1600. — «Atlas».— Jondius, 1607. — ídem, 1G21. De-
pósito de la Guerra, Ortelio, 1607-1618 y otras ediciones.
Depñsito de la Guerra.
Sebastián Cabot. — «Mapa mundi», 1 544- Demostración, etc. Bi-
blioteca Palacio. Atlas Krestchner.
Jerónimo de Chaves. — «Tabula Htspalensis». — Sevilla, 1572. En
Ortelio, 1588. ídem, 1607, 1601, l6l2.
Carlos Clusius. — «España». En Ortelio, 1571.
CoRNELio DE JuDEA. — «Mapa». 1593- «Atlas Krestchner». Socie-
dad Geográfica.
Andrés Borsano. — «Gran mapa mural de Cataluña». En la B. N.
Francisco Diago. — «Mapa de Cataluña». 1603. En Ortelio.
Juan FernAnd2z Franco. — «Mapa de la Bética». Original, 157^.
Ms. Academia de la Historia, E. I44, folio I43 vuelto. E. 187
y 21, 6, 102,
GiAcoMo Gastaldo. — «La Spagna». — Venecia, i544- B. N. de
Madriá. En 4 hojas. BAG., nlim. I,86l.
Gaspar GalcerAn de Castro. — «Descripción del convento jurt-
dico de Zaragoza», con un mapa. Ms. en folio. Academia de
la Historia; tomo 1. Colección Traggia,
Pedro de Medina. — «Mapa». IS4S- En la portada del libro de
las grandezas y cosas memorables de España.
«Tabla 6 carta geográfica de España». Impresa en Sevilla
en 1560, Atlas Ortelio ya citado.
tizcdbyGooi^Ie
— 77 —
Fernando de Ojea. — cTabula geographica regni Galleciae», En
Ortelio.
Antonio Spagno. — «Globo para Felipe II>. 1593. V. Catálogo
de la Exposición de Amsterdam.
Abraham Ortelio. — «Theatro del orbes. Muchas ediciones. B. N.
Depósito de la Guerra y Sociedad Geográfica.
Aquiles Statius. — «Tabula chorographica Lusitaniae». Cilada
por Nic. Ant.
Vicente Demetrio Raguseus, — «Cuatro cartas geográficas de Es-
paña y África y del Occidente de Europa». 1592. B. N. Co-
lección Gayangos, núm, 78,
Diego Kibeibo. — «Carta universal». 1 529. 1,40 X 60 cm. Propa-
ganda fide. Reproducida. B. N,, 2." cajón, I.' tabla.
Cristian Sgrotteno. — «Orbis terrestris, dedicado & Felipe lU.
1 5S8. Es un atlas de 38 mapas en gran tamaño. B. N No con-
tiene el mapa de España.
Fernando Vaz Dourado. — «Mapa mundi». En la B. N., J. 157.
Ms, núm. 2.754. Un ejemplar en Lisboa.
Miguel de Villanueva. — «Ediciones de Ftolomeo». IS3S y 1S4I-
BAO. 1078,
Tobías Volckhmer. — «Planisferio». 1594. En el Museo Naval.
Dominico Zenoi. — «Hispania descriptio». I hoja, — Venecia, 1560,
En el Palacio Real de Madrid.
«Carpetania partes descriptto». En Ortelio. Pedro de Medina
hizo un mapa de esta región.
«Atlas del Mediterráneo 6 cartas anónimas en la Universidad' de
Granada. IS30 (2),
«Mapa mundi espaSoI*. 1522. Existe un fragmento en Londres.
Sociedad Geográfica.
«Mapas .de Portugal y Galicia». O. N., Ms, Aa. pS.
Carpeta de mapas de la B. N. «Un mapa dé Cataluña detallado»,
por Viquerfas,
PuedéK consultarse respecto de este asunto:
Diego Saavedra Fajardo. — «Empresas políticast. 1789-9O.
Sancho de Moncada.^ «Restauración política». B. N., 2, 58.857.
Pérez de Guzmán. — «Bienes de honesto trabajo».
tizcdcy Google
Miguel Suriano. — «Memorial». B, N., Ms. I.062.
M. CoLMEiRo. — «Historia de la Economía política en España».
C. Haebler. — «Prosperidad y decadencia económica de España
en el siglo xvi». — Madrid, 1899.
F. GonzAlez. — «Censo de la población de España», pág. Ili:
Moriscos, En Aragón, 3.S46 casas... 17-730 habitantes.
En Valencia, 35.361 ídem 1 76.805 »
En los obispados (relación de 1589). 54.571 »
Total • 249.106 »
Mientras Castilla, en cerca de doscientos años (1610 á 1787),
sólo aumentó su población en 40 por lOO Valencia pasó de
310.000 á 783,084, logrando un aumento aproximado de 150
por 100.
Habla en Valencia al ñnalizar el siglo xvi. 486.860 habitantes.
De estos eran moriscos 176.805 »
Debieron quedar después de la expulsión. 3 10.05 5 *
Tenía Valencia en 1787 . , 7S3.084 »
Aumento 473.029 >
Había en Castilla ai ñnalízar el siglo xvi, 7.042.271 >
De éstos eran moriscos 54'S7t >
Debían quedar después de la expulsión.. 6.987.700 »
Tenía Castilla en 1787 9.815.153 »
Aumento 2.827.433 »
V. Colmeiro, «Historia de la Econonjla política», y C. Haebler,
«Prosperidad y decadencia económica de España en el si-
glo XVI». — Madrid, 1899.
Juan de Valverde Arrieta. — «Diálogos de la fertilidad y abun-
dancia de España», — Madrid, 1578. (Biblioteca del Marqués
de la Fuensanta.)
tizcdcy Google
DISCURSO
D. RICARDO BELTRAN Y RÓZPIDE
DijilizcdtyGoOl^Ie
i¡zcd=, Google
SEÑORES ACADÉMICOS:
Grata y dolorosa á la vez es para mí la honorífica misión
que se ha servido confiarme el señor Director. He de con-
testar al nuevo Académico, amigo queridísimo y compañero
con quien años hace vengo compartiendo tareas en otro or-
den de estudios, aunque muy afines de los que constituyen
la materia propia de nuestra docta Corporación; pero en el
desempeño de tan gratísimo encargo, que me vale la com-
placencia de podef recordaros los méritos y las circunstan-
cias que adornan al Sr. D. Antonio Blázquez y justifican la
elección que habéis hecho, fuerza es que se avive el penoso
recuerdo del ilustre Académico que no ha mucho perdimos,
el general Suárez Inclán, que en los últimos días de su vida
tuvo en sus manos las cuartillas, que ahora han venido á las
mías, del magistral discurso que acabáis de escuchar. Era
quien debía responder al Sr. Blázquez en esta solemnidad.
Cayó sobre él la implacable muerte, y me eligieron para
reemplazarle.
Pocos habrán podido apreciar mejor que yo, en treinta
años de asiduo trato y constante amistad con el Sr. Suárez
tizcdbyGoOi^Ie
Inclán, todo lo que valían la inteligencia, la voluntad y el
corazón de aquel hombre, que en los varios aspectos y de-
rroteros en que espació su laboriosa vida alcanzó siempre,
por claro y feliz entendimiento y trabajo fecundísimo, pres-
tigio y autoridad, éxitos brillantes, puestos preeminentes.
No es de extrañar, pues, que al sentimiento de tristeza,
que tanto abate el ánimo, se una, para abatirlo' aún más, la
firme convicción que tengo de que no bastan mis buenas
intenciones ó deseos para hacer en este acto cuanto hubiera
hecho, con oportunos alardes de erudición y grandilocuen-
cia, el Sr. Suárez Inclán, satisfaciendo cumplidamente, como
yo no he de conseguirlo, á la Academia y al doctísimo maes-
tro en Geografía histórica que hoy va á recibir la medalla de*
número en nuestro Instituto.
Muy joven era aún el Sr. Blázquez, cuando otro de nues-
tros malogrados compañeros, el Sr. Torres Campos, hízome
su presentación con estas palabras: «es mi mejor discípulo y
llegará muy arriba». Y ha llegado ya. En su patria logra hoy
el más precioso galardón á que puede aspirar el hombre de
ciencia; fuera de España, ha obtenido la recompensa- que los
geógrafos de París otorgan á quien sobresale, en primera
línea, entre los cultivadores de los estudios geográfico-histó-
ricos, el premio Jomard.
En todas las carreras ó profesiones del Estado, así civi-
les como militares, se observa que la mayoría de los que las
siguen, una vez terminados ios cursos y obtenido el título,
cargo ó empleo para el que aquellas habilitan, dan de mano
á los libros, como enojoso recuerdo de los días en que lec-
ciones y exámenes apremiaban. Otros, los menos, toman
afición y amor al estudio; comprenden que para ser y valer
algo en el mundo no basta encarrilarse por donde van los
más y marchar á pasos contados por la misma y única senda
=y Google
-S3-
que todos pisan y en que todos se igualan, y buscan estímulo
y fuerza que pueda apartarlos de la masa y corriente general
para alcanzar lugar más alto y seguir camino menos trillado,
donde no haya tantos estorbos para avanzar de prisa. Este
es el camino de la ciencia y del trabajo intelectual á que
obliga el ansia noble de poseerla, y fué el camino en que
entró resueltamente el Sr. Blázquez desde los mismos días
en que terminó sus estudios en la Academia de Administra-
ción Militar.
La enseñanza, el ejercicio del profesorado, es resorte efi-
cacísimo que imprime activo movimiento á todas las faculta-
des intelectuales. Y mediante el esfuerzo que así se des-
arrolla toman aquellas mayor virtud potencial, y se adquie-
ren, se conservan y acrecen la extraordinaria suma de cono-
cimientos y la especialidad de aptitudes que hacen falta para
enseñar mucho y enseñar bien. Dentro del Cuerpo Admi-
nistrativo del Ejército, y sin prescindir nunca de las demás
tareas propias de tan importante servicio militar, dio el señor
Blázquez preferencia al noble magisterio de las ciencias y
3rtes necesarias para desempeñar dignamente aquel servicio
en paz y en guerra. Fué profesor durante muchos años en la
Academia del Cuerpo, explicó materias varias, entre ellas la
Geografía y la Historia, sus ciencias predilectas, y fruto- bien
sazonado de los estudios que hizo .son los Apuntes de Geogra-
fía económica de España^ la Geografía ecomnñca militar de Eu-
ropa^ la Historia administrativa de las principales campañas
modernas, la Historia de la Administración Militar, y otras
muchas obras que con todo detalle se enumeran en nota bi-
bliográfica que sigue á este breve discurso.
He de hacer aquí, sin embargo, cita especial de las que
entran en el dilícil campo de la investigación histórico-geo-
gráfica, y que, como declaraba en su informe el ponente de
tizcdcy Google
- 84 -
la Comisión del premio Jomard, obligan á ensalzar en térmi-
nos de' muy particular elogio el Sr. D. Antonio Blázquez,
como uno de los más fervorosos adeptos de esta rama de la
Geogralia, en otro tiempo floreciente y hoy tan poco culti-
vada. Eji efecto, el Nuevo estudio sobre el Itinerario de Anto-
niño y los que tratan de la Fia romana de Tánger á Cartago,
del Itinerario de Fernando Colón y las Relaciones topográficas,
de los Cotttentarios al Apocalipsis de San yuan por Beato de
Liébatta, de la Hitación de Wamba, de las Costas de España
en la época romana y de La Cartografía española de la Edad
Media, constituyen, con las versiones que ha hecho al espa-
ñol de textos antiguos escritos por geógrafos griegos, roma-
nos y árabes, una labor de extraordinario mérito por el tra-
bajo y la erudición vastísima que revela, no menos que por
los aciertos críticos, y aun por la forma de decir con arte y
galanura siempre que la ocasión lo brinda, como lo prueba,
entre otros escritos de nuestro nuevo compañero, la descrip-
ción que nos hizo de La Mancha en tiempo de Cervantes, con
motivo del cuarto centenario de la publicación del Quijote.
Toda esta copiosa producción literaria, así como sus
tareas profesionales en la Academia de Avila y en la Escuela
Superior de Guerra, en la que desde hace cinco años enseña
Economía y Administración militar, han valido al Sr. D. An-
tonio Blázquez preciadas condecoraciones, títulos de honor
de Sociedades científicas extranjeras, premios y medallas en
certámenes y Elxposiciones internacionales. Desde ahora po-
drá ostentar un distintivo más, la tnedalla de nuestra Real
Academia, que pone el sello al público reconocimiento de la
bondad y excelencias de su labor histórico-geográfica. De
ella es, hoy por hoy, último capítulo ó parte la disertación
que ha escrito para esta solemnidad y que habéis acogida
con verdadero deleite y aplauso unánime.
tizcdcy Google
-85-
Nos ha mostrado el puadro completo de la Ciencia geo-
gráfica española en el siglo xvi, siglo de oro de la Geografía,
porque, ensanchado el mundo, se sentía la imperiosa necesi-
dad de conocer lo nuevo y de rectificar los conocimientos
anteriores.
En España y en países que si no eran España, bajo el
cetro estaban de monarcas españoles, es decir, en Flandes
y en Alemania, se inician la renovación y el florecimiento
de los estudios geográficos. No lejos del Rhin, en provin-
cia del Hesse, había nacido Sebastián Miinster, el autor de
la Cosmografía universal^ que murió en Basilea enseñando
Geografía conforme á los nuevos descubrimientos, y flamen-
cos fueron los dos grandes ge^rafos y cartógrafos de aquel
siglo, cuyos libros y mapas, hasta muy entrado el xvni, sir-
vieron de base y guía á la enseñanza geográfica en toda Eu-
ropa. Me refiero á Mercator ó Kaufmann, en cuyos globos
terrestres pudo estudiar Carlos V la configuración del Mun-
do, y á Ortelio, el geógrafo de Felipe 11, que, avaloran do sus
conocimientos geográficos con los arqueológicos y matemá-
ticos, hizo la obra más perfecta que en aquellos tiempos po-
día realizarse.
En nuestra patria, que parte tan principal tomaba en el
descubrimiento y exploración de tierras incógnitas, el estu-
dio gec^ráfico vino á ser afición general; como el Sr. Bláz-
quez nos dice, materia propia de los sabios y objeto de sus
especulaciones, á la vez que ocupación y entretenimiento del
vulgo. Mas no llegó á haber entre nosotros, en lo que á nues-
tro mismo territorio se' refiere, geógrafos propiamente di-
chos, ni tampoco cartógrafos que descollaran en primera
línea; faltpba la base científica y sobraba la erudición clásica.
Los geógrafos españoles ó los escritores de otros ramos del
saber que más ó menos accidentalmente incluían noticias
tizcdbyGoOi^Ic
geográficas en sus obras, se inspiraban en Estrabón, PlinJo,
Tolemeo, Mela; persistían íisí los errores de éstos, se repre-
sentaban mal la configuración y relieve de la Península y casi
ninguna localidad aparecía en su sitio. Se enumeraban y des-
cribían lugares repitiendo nombres y conceptos de autores
griegos y latinos, y se desdeflaba la propia investigación del
hecho geográfico para rectificar errores y cubrir lagunas. Ha
sido siempre mucho más sencillo repetir y comentar lo que
otros dijeron que hacer labor nueva.
Hay que consignar, sin embargo, y bien lo manifiesta en
su discurso el Sr. Blázquez, que durante el siglo xvi apuntan
* en España ¡deas, principios científicos, innovaciones de capi-
tal importancia para los progresos de la Geografía, así en su
aspecto matemático y físico, como en el orden político y eco-
nómico. Pero el desarrollo y complemento de ideas , las últi-
mas consecuencias de las reformas que se inician, la realiza-
ción total de los proyectos que empiezan á ejecutarse, se
paralizan, ó no se alcanzan, ó se perfeccionan y completan
más allá de nuestras fronteras. Y así, lo que empezó con la
genuina marca española, acaba siendo extranjero. Es este un
hecho de que hay ejemplos varios en la historia del pensa-
miento científico español. Entre nosotros surgió la idea ma-
dre de inventos que luego nos vinieron de tierra extraña y
como cosa ajena á la raza española, Nos falta la perseverancia,
la tenacidad que otras gentes tienen, ó no hay aquí ese am-
biente de solidaridad nacional ó étnica, en el que cuaja y se
consolida y como obra común se considera trabajo, empresa
ó descubrimiento que pueda dar gloria y provecho á todos.
Las breves consideraciones antes expuestas, deducidas
de las más extensas y eruditas que hace en su discurso el
Sr. Blázquez, nos llevan á la consecuencia final de que, visto
el estado de los conocimientos geográficos sobre España y
tizcdbyGoOi^Ie
-87-
en España en el siglo xvi, falta base para poder trazar el
mapa de la Península hispana en aquel tiempo. Nos trae el
Sr. Blázquez todas las fuentes y materiales que se conocen,
y la crítica que de ellos hace nos demuestra que son insufi-
cientes si se aspira á "realizar obra exacta y acabada en tpdos
sus detalles. No es, pues, de extrañar que hayan transcurrido
años y años sin que nadie optase al premio que esta Real
Academia ofreció al autor del mejor mapa de España á fines
del siglo XVI. Para acometer tamaña empresa fuera preciso
una investigación minuciosa punto por punto, localidad por
localidad de antecedentes y datos parciales, no sólo de lo que
pueda constar en documentos de la época, sino de lo que re-
velen ó descubran los mismos lugares, pues la historia, y aun
más la historia geográfica, suele estar escrita en la tierra con
mayor fidelidad que en pergaminos y papeles. Fe de ello
pueden darnos los doctísimos arqueólogos, que ilustran con
sus brillantes y originales informes las Juntas ordinarias de
esta Real Academia, y nueva y cumplida demostración del
valor que tienen las "exploraciones arqueológicas para reha-
cer la Geografía y la Historia antiguas, poniendo á la luz del
día hechos históricos y geográficos antes desconocidos, son
los trabajos que en las estepas y desiertos de Asia y África
se realizan ahora. Donde hoy apenas nadie vive, como no
sean errantes nómadas ó poblaciones paupérrimas, surgen,
como evocados por la pala ó por el ojo certero del arqueólo-
go, ciudades, canales, caminos, civilizaciones olvidadas. Allá
en las altas llanuras del Asia Central se descubren centena-
res de tabletas con signos escritos ó grabados y multitud de
fragmentos de estatuaria, que revelan influencias indias y
griegas; allá se encuentran el capacete alado y el caduceo de .
Mercurio y el tridente de Neptuno, y con tal predominio apa-
rece el arte, que bien poderríbs llamar occidental con rela-
tizcdbyGoOi^Ie
ción á esas tierras asiáticas, que hay quien pone ya en duda
la ponderada antigüedad de la civilización china, y sospecha
que pueda ser posterior á las de Caldea, Egipto y Grecia.
También los objetos hallados bajo las arenas del desierto afri-
cano, y las inscripciones y figuras grabadas sobre piedras de
tumbas y ruinas del Sahara y del Sudán, van sacando á luz,
como existentes en edades ya históricas, pueblos agrícolas y
antigüéis civilizaciones que ha siglos desaparecieron.
Claro es que el territorio español se halla en condiciones
muy distintas de las que ofrecen hoy esas vastas y poco ex-
ploradas regiones del Asia y del África; ni la investigación
geográfica y arqueológica puede conducünos aquí á descu-
brimientos que alteren profundamente los hechos capitales de
nuestra historia, ni se trata en el caso presente de puntualizar
hechos histórico-geográficos de tiempo remoto, sino de la
misma edad en que vivimos, casi de ayer. La labor es, pues,
mucho más modesta y sencilla, aunque, ciertamente, exige
trabajo persistente. Todo se reduce á buscar ó á rectificar el
dato en el terreno, procedimiento cuya eficacia comprueba
la experiencia, pues sabido es que el texto escrito en libro ó
documento que año tras año viene admitiéndose como ar-
tículo de fe, suele recibir la más elocuente desmentida por
un cimiento, una piedra, un muro ó una inscripción.
En todo caso, sería indispensable cotejar sobre el terre-
no, comparando lo que se ve con lo que dicen mapas y des-
cripciones de la época, tal como procedió el mismo señor
Blázquez en su estudio sobre La Mancha en tiempo de Cer-
vantes. ¿Quién dudará que si región por región se fuera ha-
ciendo en toda la Península lo que hizo aquél respecto de
. la Mancha, pudiéramos llegar á tener sólida base para trazar
el mapa de Hispana en los últimos años del siglo xvi?
Conviene advertir qué eh^:uanto á zonas fronterizas, hay
tizcdbyGoOi^Ie
trabajos parciales, hechos en ese mismo siglo, de muy especial
valor geográfico, porque se realizaron previa inspección de
los terrenos descritos. Me refiero á los reconocimientos y es-
tudios que en el orden militar se practicaron, y á los que alu-
de el Sr. Blázquez cuando nos indica que prescinde de ellos
por la necesidad de abreviar y de contraer su discurso si
examen de conjunto de los trabajos ge<^ráficos de la época.
Pero sospecho que el general Suárez Inclán tenía propósito
de dedicar algunos párrafos de su contestación al análisis y
crítica de documentos de carácter geográfico-mílitar, y fundo
mi sospecha en la circunstancia de haberme entregado la fa-
milia, junto con el original del discurso del Sr. BÍázquez, co-
pias de manuscritos del siglo xvi, que se custodian en el Ar-
chivo general de Simancas, en la Biblioteca Nacional y en el
Museo y Biblioteca de Ingenieros.
En uno de dichos documentos un informe de la pri-
mera mitad del siglo xvi sobre la defensa de las fronteras,
en el que se índica que para tratar «del aparejo que puede
haber para offender á España y el que es necesario para su
defensa», han de considerarse «el sitio de España, los vezi-
nos que con ella confinan, la maner que tienen de oñender,
la manera del defender, los aparejos para la defensa, la cali-
dad de ellos y lo que sea de proueer para ellos.»
Los que podían ll^m^arse entonces vecinos de Hispana
eran franceses y moros. De portugueses se hace caso omiso
en el informe, ó como españoles se les tenía. Los moros eran
nuestros vecinos, * porque entre Gibraltar y África no ay
sino quatro leguas» ; á esas gentes se temía mucho más que á
los franceses, y por consiguiente, poníase el mayor interés en
tener bien defendido él litoral, «desde Colibre hasta Fuente
Rauia», costa muy larga y á la que por muchas partes solían
acercarse los navios de los mofos.
tizcdbyGodgíc
Entre los papeles á que me refiero hay también Reales
cédulas dictadas en 1515, que disponen la forma en que se
ha de guardar la costa del reino de Granada con la gente que
se mandó llamar de Andalucía y reino de Murcia. Pero en
todos estos manuscritos predomina sobre lo geográfico lo mi-
litar, lo relativo á reclutamiento y distribución de fuerzas,
armamento, acopio de municiones, etc.
No cabe decir lo mismo de otros dos que bien pueden
estimarse como monografías geográfico-estratégicas, en las
que halla el geógrafo datos muy apreciables para formar
claro concepto de cómo se conocía el respectivo país en la
época en que aquéllos se escribieron. Son el «Discurso de
Juan Bautista Antoneli sobre la defensa de la frontera de
Navarra y de la de Guipúzcoa», firmado en Pamplona á 6 de
Diciembre de 1 569, y la «Relación y descripción de los mon-
tes Pirineos con todos sus puertos y Condado de Ribagorza,
la cual se acabó en 14 de Noviembre de 1586».
El discurso de Antoneli es el informe que éste escribió
una vez cumplida la orden de reconocer la frontera de
Navarra desde Aragón hasta Fuenterrabía. Señálanse y se
determinan como principales y más peligrosas líneas de inva-
sión, las que pasan de Francia á Navarra por Roncesvalles —
por Maya y val de Baztán — por val del Roncal y val de .
Salazar, y luego, con estudio de las condiciones especia-
les de montañas, valles, mesetas y llanos, se describen las
posiciones que conviene elegir para formar la frontera militar
y cerrar la entrada al francés por las citadas líneas. De vez
en cuando apuntan las observaciones de carácter político;
asi, por ejemplo, se recomienda la conveniencia de proveer á
los nuevos castillos con Alcaides y soldados castellanos, «que
pues se hacen con dinero de Castilla, no se pueden quejar
los naturales».
tizcdbyGoOi^Ie
El gran interés geográfico que ofrece la «Relación y des-
cripción de los montes Pirineos» lo declara desde luego el
sumario con que empieza, hecho, como textualmente se dice,
«para entender la presente descripción de las valles, villas y
lugares que están en la sumidad de los montes Pirineos de
Aragón, y todos ellos con sus puertos, que confrontan con el
Principado de Beame y Reino de Francia, y es todo lo que
hay desde el mojón de Navarra hasta el de Cataluóa; se ha
de considerar cómo se ponen en ella todos los nombres de
sus valles y villas, que son trece, y de todos los lugares que
en ellas hay, poniendo por cuenta de guarismo cabe ellos
el número de casas que tienen; los puertos que confinan con
Francia y Bearne, la orden y aparejo que hay para defender-
los en tiempo de guerra; quántas leguas de una valle ó villa á
otra, de ellas á sus puertos, de un puerto á otro, aunque sin
haber camino, con qué lugares confrontan por el frente, por
los lados y por las espaldas; por qué puertos puede entrar
gente de apié ó de acaballo, de la fiíerza que cada uno de
ellos es, que perdidos ó desamparados éstos, dónde se
pueden defender las dichas valles, villas y lugares de Aragón
que viven confiados de sus fortalezas; de quién y por dónde
pueden ser socorridos, el tiempo que por causa de mucha
, nieve están defendidas y guardadas en ellas como sus puer-
tos, las fuentes y ríos que de ellos salen, y pasan por dichas
valles, y escritos por sus propios nombres; las selvas que de
muchos y diversos árboles hay, con advertimiento del made-
ramen que para fábrica y. servicio de cualquier navio se ha-
llará, y la salida que con alguna dificultad tiene para echarlo
en el río Ebro».
Y en efecto, valle por valle, de Occidente á Oriente, se
va describiendo esta abrupta zona del Pirineo Aragonés,
desde el val de Ansó, por los valles de Hecho, Aragüeg
tizcdbyGoOi^Ie
y Aysa, el lugar de Borau, la villa de Canfiranc, los valles de
Tena; Broto, Bio y Puértolas, la villa de Bielsa y el val de
Gistan, hasta el val de Benasque, la postrera tierra y últimos
puertos que tiene Aragón con Bearne y Francia.
Al leer esas descripciones, escritas hace más de tres
siglos (r), parece que se están viendo el país y sus villas,
aldeas y moradores tales como son hoy. Aquellas cadenas de
sierras que se escalonim unas tras otras, y cuyos muros ver-
ticales y abruptos promontorios parece que van á des-
plomarse sobre campos pedregosos, humildes caseríos y
retorcidos senderos; aquellas gigantescas moles montañosas,
de tonos marmóreos, con sus grandes manchones de nieve y
enormes hendeduras, por cuyas profundidades se despeñan
los torrentes; aquellíis agujas y afilados picos, escarpadas
cumbres y colosales quebradas que dan al paisaje aspecto de
grandiosidad sublime , todo ello es lo mismo que en los días
de Felipe II, porque, como dice un moderno pireneista fran-
cés, el Alto Aragón, en la raya de Francia, exhala todavía el
perfiíme de las tierras vírgenes; allí no se oyen los cascabeles
de la diligencia, ni mucho menos el silbido de la locomotora;
allí no se han removido ni pavimentado gargantas y desfila-
deros para abrir carreteras. Todo está como estaba hace
siglos: faltan las comunicaciones que tanto favorecen al trato
y comercio entre los hombres; pero en cambio el excursio-
nista puede entreg^use por entero, sin que nada ni nadie le
distraiga y apresure, á la contemplación de las soberbias
bellezas naturales que hacen de aquel país uno de los más
pintorescos del mundo.
,Si el general Suárez Inclán hubiera podido ocupar el
(i) Impresas, en libro ya muy raro, en Madrid y en 179S, por
D. Antonio Espinosa.
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sitio en que ahora estoy, seguramente oyerais, Sres. Aca-
démicos, muy interesantes y originales comentarios acerca
del concepto geográfico-estratégico que del Alto Ar^ón
tenían los militares españoles de fines del siglo xvi, y tal vez
hubiera también retrotraído á esa pasada centuria los moder-
nos planos del campo atrincherado de Jaca y valles superio-
res del Aragón y de! Gallego, levantados por el Estado
Mayor de nuestro Ejército, vertiendo en ellos, por decirlo
así, la descripción de 1 586, para establecer claro juicio com-
parativo entre la ciencia geográfico-militar de aquella época
y la que en nuestros días ha producido, en esa difícil zona del
Pirineo Central, uno de los trabajos topográficos más gran-
diosos que se han llevado á cabo en Europa.
No puedo yo entrar en tales disquisiciones, que requieren
la especialidad de conocimientos técnicos en que fué maestro
consumado el ilustre General. Conste, pues, mi deficiencia, y
conste, además, qu3 pongo fin al discurso con la comproba-
ción de lo que dije en el principio de él. No han b^lStado los
buenos propósitos para reemplazar dignamente al Sr. Suárez
Inclán.
He dicho.
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=, Google
PUBLICACIONES DE D. ANTONIO BLAZQUEZ
Grecia. (Estudio geográfico militar.) Madrid, 1878. — i folleto en 8."
Estudios de Administración comparada. Madrid, 1881. — 2 volúmenes
en 4.°
Bosquejo histórico de la Administración militar española. Madrid,
188S.— Ídem, 1891.
La Administración militar española. (Apuntes bibliográficos.) A\ila,
1886.— I folleto.
Apuntes de geografía económica de España. Avila, 1886. — l volumen
en 4.° — ídem, 1890.— ídem, I904.
Apuntes de geografía militar y económico-militar de Europa. Avila,
1887. — I volumen en 4.°
Apuntes para la historia de laprovincia de Ciudad Real. Ciudad Real,
1888.— I volumen en 4.°
Apuntes para las biografías de hijos ilustres de la provincia de Ciudad
Real, precedidos Sel catálogo de libros que se ocupan de su territorio
e' historia. Avila, l888. — I volumen en 4.°
Romancero de la provincia de Ciudad Real. Ciudad Real, 1888.— i vo-
lumen en 8.°
yuicio histórico crítico sobre el fratricidio de D. Pedro I de Castilla en
los campos de Montiel. Ciudad Real, 1889.— (Premiado.)
Geografía económico-militar de Europa (menos España) y del Imperio
de Marruecos. Avila, 1890. — I vol. en 4.° con varios mapas. —
ídem, 1894,
El clima de España. (Conferencia.) Madrid, 1891. — I folleto en 4.°
Historia administrativa de las principales campañas modernas. Madrid ,
1892. — I volumen en 4.° — (Premiada con la cruz del Mérito Mili-
tar pensionada.)
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-96-
Nutí)ú estudio sobre el Itinerario de Antonino. Madrid, 1892, — i volu-
men en 4.°
Exploraciones geográficas y geológicas en América. (Ponencia en el
Congreso geográfico hispa no-americano.) Madrid, l8p2. — I Tolleto
en 4."
Confermoa acerca de la Uteratura abuknse. Aviia, 1894.— i folleto
en 4.°
Apuntes de esladistica. Avila, 1894. — l volumen en 4.° — ídem, 1906.
Guia de Avila ó descripción de sus monumentos. Avila, 1896, — I volu-
men en 4,'*
La núlla romana. Madrid, 1896. — I folleto en 4.'
Historia de la Administración militar, Madrid, 1897. — I volumen
en 4.°
Historia de ¡a provincia de Ciudad Real. Avila, 1898. — 2 volúmenes
en 4."
Bvigrafúi, de Diego de Almagro. Ciudad Real, 1899. — l folleto en 8."
(Premiado.) ,
Descripción de Iberia de Estrían. Madrid, 1900. — i folleto en 4.°
Descripción de España por Abu-Abd-Alld Mokamed al Edrisi. Versión
española. Madrid, 190I. — I folleto en 4.°
Vía romana de Tánger á Cartago. Madrid, 1902. — I folleto en 4.°
El Itinerario de Fernando Colón y las relaciones topográficas. Madrid,
1904. — I folleto en 4.°
Conferencias acerca de la Administración mlitar en campaña. Madrid,
1905- — I volumen en 4.°
La Mancha en tiendo de Cervantes. Madrid, 1905. — i folleto en 4.°
Los manuscritos de los comentarios al Apocalipsis de San Juan, por
el Beato de Líébana. Madrid, I906. — I folleto en 4.°
La Hitación de Wamba. (Estudio histórico geográfico.) Madrid, 1907.
I volumen en 4.°
Histotia de la Cartografía española en la Edad Media. — Madrid, 1906.
ARTÍCULOS DE HISTORIA ó GEOGRAFÍA
Las costas de España en la época romana. — Vías romanas de la pro-
vincia de Ciudad Real, — Vías romanas españolas. — El teatro de la
guerra de Munda. — De Sardes á Cunaxa, con un plano. — (Publi-
cados en el «Boletín de la Real Sociedad Geográfica>.)
tizcdcy Google
— 97 —
La batalla de Torralba, 1809. («Correspondencia de España*, 13 de
Abril de 1891.)
El castillo del Milagro, — Tres marinos ilustres. — Escritores de la pro-
vincia de Ciudad Real. — Santo Tomás de Villanueva. — Bernardo
de Balbuena.— Juan de Avila. — Don Pedro Arenas. — Elvira de
San Angelo. — (Publicados en los periódicos «El Independiente»,
«El Debate> y tLa Provincia», de Ciudad Real, en los años 1885
á 1 888.)
Blasco NúSez Vela. — Los Mudejares en Avila. — El cementerio he-
breo. — Vías romanas de los alrededores de Avila. — (Pablicados en
el «Eco de la verdad» en 1894 y 1895.)
Vías romanas de Sicilia. — Pelayo de Oviedo y el Silense. — (Publicados
en la «Revista de Archivos»,)
El reinado de Bermudo 11. — (Publicado en «Cultura Española».)
Revistas é inauguraciones. — (Publicados en la «Guía Palaciana».)
Bibliografía histórica. (Forma parte del «Jahresverichte der Geschichts
wissenschafl». Berlín, 1901.)
Le paie espagnol. (Capitulo del libro L'Espagtté, editado por la <Nóu-
velle Revue internationale». Paris, 1900.)
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