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ÍÍNIV.OP
TORONTO
'JBRARt
PRESENTED TO
THE LIBRARY
BY
PROFESSOR MILTON A. BUCHANAN
OF THE
DEPARTMENT OF ITALIAN AND SPANISII
1906-1946
Digitized by the Internet Archive
in 2010 with funding from
University of Toronto
http://www.archive.org/details/donbartolomjosOOmarq
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Blabriir :^na be m.cmín<
ITALIA-ESPAÑA
EX-LIBRIS
M. A. BUCHANAN
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DON BARTOLOMÉ
JOSÉ GALLARDO
u3
DON BARTOLOMÉ
JOSÉ GALLARDO
NOTICIA DE SU VIDA
Y ESCRITOS por JUAN
MARQUÉS MERCHÁN
489801
1^. 4. +■)
MADRID
PERLADO, PAEZ Y C.
1921
ES PROPIEDAD
Tipográfica Zambrana, S. A. -Agustín Parejo, ii. -Málaga
NOTA DE LAS ERRATAS PRINCIPALES
Página
Unei
23
Dice
Debe decir
80
do Gracia
de la Gracia
87
•7
7
española
Española
91
19
catedrático del
canónigo de S.
Instituto de
Isidro y cate-
S. Isidro
drático que
fué de Burgo
de Osma
94
8
magestad
majestad
no
3
meretrizes
meretrices
178
6
Ninht Thongths NightThougths
209
I
suficientes
suficiente
215
7
sigue
siguen
217
12
y ya
y a
221
5
los Hermosilla
las de Llermo-
silla
223
5
de la religión
que la religión
232
12
llamas
mallas
274
18
Alfonso
Adolfo
276
10
indocumenta-
dos
docum entados
280
II
fué
vá
285
9
reproduce
reprodujo
292
14
exacto
exento
279
19
1854
1853
299
20
dos días
un mes
364
14
las
alas
39G
13
agredezco
agradezco
I
DEDICATORIA.
Mi querido maestro: he aqui la historia agi-
tada de un esforzado hidalgo extremeño, tan
valeroso en la inventiva, cuanto bizarro en el
hacer.
Luengos años olvidado sin justicia, su nom-
bre perdura esclarecido en la memoria de los
bibliófilüs españoles, que le ofrendan el home-
naje de la devoción más alta, nacida al cono-
cimiento de su esfuerzo granítico en la insenes-
cente tarea de salvar la herencia literaria de
nuestros siglos de oro.
Más no es solo en este aspecto—única fuen-
te de su actual recordación — en el que nos inte-
resa, que su vida y obra hállanse enlazadas
con fortitud, por la reciedumbre de una indo-
mable voluntad. Gallardo es ante todo y sobre
zi
/. MARQUES M E R C H A N
todo un héroe. Héroe, no porque triunfó con el
pensamiento o por la fuerza, sino porque tuvo
grandeza de corazón.
Un aire denso nos oprime. España la caduca
se envilece en una atmósfera cargada y vicio-
sa; pobres materialismos sin grandeza, pesan
sobre el espirita. España agoniza asfixiada en
un torneo de egoísmos miserables, y al morir
nos ahoga. Respiremos por un momento el aire
puro de los corazones heroicos.
Para los que no se conforman con la medio-
cridad humana, la vida es un duro combate
cuotidiano; lucha triste, las más de las veces
guerreada sin grandeza ni fortuna, en la sole-
dad y en el silencio. Un trágico destino forja
sus almas— hechas de amor y fantasía, de li-
rismo y de bondad — en el yunque del dolor,
desgarrando sus corazones con la esfinge cruel
del sufrimiento y la vergüenza agenas.
Asi Gallardo cruza la punzadora senda de
su amargo vivir, en alas de la esperanza flore-
cida de la siembra de esfuerzos, de intentos
fallidos, de jalones de luz, puestos a precio de
12
DEDICA T O R I A
sangre y lágrimas, en la obscuridad de las in-
comprensiones, de los egoísmos. Y grande por
el valor porque ¡o fué también por la desgracia,
su vida heroica merece un recio comento lleno
de pasión y de entusiasmo.
En las pálidas tardes de Noviembre, en las
tardes en que acogiamonos a la paz cristalina
de su biblioteca, en las tardes en que nuestro
espíritu era todo ritmo y quietud, mientras el
eco débil del rumor callejero, llegaba interca-
dente, fundido con las notas vibrantes de algún
melancólico pregón, V. me habló de Gallardo
años hace, con un recogimiento y entusiasmo,
lleno de dulce sinceridad.
En sus eruditas y amenas disquisiciones co-
mencé a amarle. Usted me dijo del martirio so-
berano de su vida, del acuitamiento de su bra-
vo espíritu, del amor intenso que por la liber-
tad y los viejos libros sentía; por esos rugosos
y odorantes volúmenes que rezuman doctrina y
humedad, que tanto nos deleitaban a nosotros.
Usted me enseñó a venerar los nombres de
todos los padres de la Bibliografía española,
13
/. MARQUES MERCHAN
pero siempre Gallardo obtuvo nuestra predi-
lección, y fué tema sabroso de las charlas ama-
bles sostenidas en las tardes serenas que go-
zamos en la tibieza de su estudio, o en la gracia
cambiante y primorosa de nuestro parque flo-
recido.
La debilidad del momento, trajo a mi el re-
cuerdo fuerte de don Bartolomé, y hacinando
en paciente rebusco, un puñado de notas — aun
guardo algunas dispersas que ayuntaré algún
dia si para ello me queda vagar— tegi su elo-
gio con placer. Por eso éste mi libro, no es el
de erudición maciza, seria y meticulosa que le
consogre; tan solo es el panegírico ardiente de
un gallardista fogoso.
Sé que algunos de los puntos que toco en es-
te estudio, se prestan a intrépidas reflexiones^
a sutiles glosas; que la exégesis del alma del
gran bibliófilo debe hacerse con más deteni-
miento; pero dando laconismo a ciertos lances,
espesura simpática a otros, y siempre esqui-
vando el atiborramiento lamentable, el fárrago
penoso., de notas y comentarios, que agostan
DEDICA T O R I A
el interés de muchas curiosas páginas, solo he
tratado de rasguñar el boceto de las aventuras
políticas y literarias, del carácter de don Bar-
tolomé.
El poema de su vida heroica es sugestiona-
dor y soberbio, no obstante yace en el olvido.
A esta injusta depreciación se debe mi esfuer-
zo, ella ha arrancado a mi pluma estas since-
ras lineas de cariñosa loa.
Y pues que V. mi querido don Ricardo, dio-
me la base de este libro en sus conversaciones
hechiceras, justo es que a V. lo dedique como
el homenaje más cumplido que puede ofrecerle
la admiración de su discípulo apasionado
Málaga 11 de Agosto de 1921.
15
V. -«r--
Dox Bartolomé Josk Gallardo
(Acer, indomitus, libcrtatisqne magister)
EL HÉROE
n
Es una tarde de Agosto calurosa. En
el paisaje amargo de Castilla, des-
borda el sol en secular halago calcinante
cascada de fuego. Cerca de Toledo, hay
una hermosa dehesa que llaman La Al-
berquilla: para bajar a ella de la ciudad,
atraviésase un amplio camino orillado
de pinos susurrantes. La dehesa hállase
enclavada en extensa llanura — aledaña a
la orilla del río Tajo — con acceso a la
carretera. Es alegre, tranquila y espacio-
sa. Acotadas sus lindes, con viejos pare-
dones ciérrala al frente herrumbroso
cancel. Los bancales de sembradura son
a trozos, verde bronce, verde presada,
19
/. MARQUES MERCHAN
grisáceos, rojos, oscuros — casi negros —
en las hazas labradas recientemente; al-
tos maizales ensamblan en mosaico in-
finito con los cuadros de barbechos
hoscos.
La casa está situada en estrecha pla-
nicie: a su espalda se extiende hasta ce-
rrar el horizonte, en sus eternas combi-
naciones pardas y rojizas, la grandiosa
llanura castellana. A un lado colúmbra-
se Toledo, con sus ringleras de casitas
rebozadas de cal blanca, con sus decré-
pitos palacios, enormes, dorados, ne-
gruzcos, de portaladas monumentales
de sillería, incrustadas en los dinteles
de afiligranados blasones pétreos; con
sus altos tapiales musgosos y sombríos,
con sus torres versicolores perfiladas en
el azul; al otro, montículos escabrosos o
pequeñas colinas matizadas de verde,
20
E L II }•: ROE
que ponen una nota gaya en la vetustez
del paisaje.
Toda la rica vastedad de la finca,
está inundada de cegadora lumbre. La
casa es amplia y limpia. Las paredes ex-
teriores están enjalbegadas y refulgen al
sol con blancura deslumbrante. Tiene
una puerta adornada con recios clavos
chatones enmohecidos, y unas rejas sa-
ledizas tomadas de orín. Delante de ella,
extiéndese breve placeta cuadrilonga,
empedrada de menudas guijas que se
combinan formando caprichosa taracea;
en sus bordes álzanse robustas colum-
nas, que sirven de apoyo a los sarmien-
tos florecidos de exuberantes parrales.
La verdura impetuosa de los pámpa-
nos repta por las blancas pilastras, se en-
rosca a las carcomidas vigas del parral,
y cubre el tosco lecho que las cañas
21
/. MARQUES MERCHAN
contextas le ofrendan, de tupido toldo
cimbreante desbordado a trechos en tu-
multuosas oleadas.
Aquí, a la sombra protectora de este
parral, hay una mesita rústica: delante
de ella, arrellanado en viejo sillón frailu-
no que trajera de Toledo, hállase, pluma
en ristre, un viejecillo flaco, cetrino, de
cara algo avinagrada, ojos chiquitos, ner-
viosos, suspicaces, y un tanto graves y
autoritarios; sobre la mesa, reposan, un
grueso infolio, un sencillo jarrico de Ta-
lavera, mediado de limonada, del que
bebe ardoroso de vez en vez, un tintero
de china exornado a retazos, de peque-
ñas guirnaldas rosa y verde, unas plu-
mas de ave, algunas cuartillas y una
salvadera. A derecha e izquierda, maci-
zas sillas campesinas, repletas de volú-
menes aforrados de rugoso pergamino,
22
EL H K R O E
cuyas hojas despiden un vaho a hume-
dad; cabe su asiento, vese corto rimero
de Hbros; a lo lejos, destacándose entre
macizos hierbazales, la alberca pequeña
y sólida, que da nombre al predio.
El viejecillo repasa afanoso el pesado
infolio que tiene entre las manos, que él
nos ha dicho: «cuando yo puesto de co-
dos tomo un libro por mi cuenta, arde
toda chamiza sin distinción de verde ni
seca: todo lo llevo abarrisco, sin dejar
letra por leer; aprobaciones, tasa, fé de
erratas, prólogo, dedicatoria, licencias,
privilegio del Rey (si lo hay); en fin, yo
me le leo y releo todo, desde la antepor-
tada al laus deo.»
Este caballero — como él llama en sus
escritos a las personas de quien bien
habla — es don Bartolomé José Gallardo,
prez y gloria de la bibliografía española,
/. MARQUES M ER C H AN
y terror de literatos contrahechos, fal-
sarios y atrevidos. Don Bartolomé ha co-
rrido mucho mundo, ha sostenido recias
polémicas, se ha visto perseguido por
sus ideas liberales, ha sufrido las amar-
guras del destierro, y ahora, acallados un
tanto los ardores de la juventud, va des-
granando en La Alberquilla, en literarios^
empeños, las horas tediosas de la ve-
jez.
La dehesa reposa en calma solemne;
solo la cigarra cantora rasga los aires con
la monotonía de su canto estridente. So-
bre el abierto libro — Historia de los ho-
nestos amores del caballero Peregrino y
de doña Ginebra — que guarnece rica
baqueta labrada, estremécese fina randa
de luz y sombra, urdida por los entrela-
zados pámpanos lujuriantes.
El recio catador de libros — como le
24
E L HÉROE
llama Martín de la Cámara — posee mu-
chas ediciones de esta obra; ahora las
está ordenando y anotando sus dife-
rencias; fóltale una muy preciada, de
que le ha dado noticia su culto amigo, el
acreditado hispanófilo Fernando Wolf,
con quien sostiene erudita correspon-
dencia literaria, pero esta nota no la en-
cuentra; <se habrá perdido?; él recuerda
que la edición es sevillana como varias
otras, pero el año no, y esto le intempe-
ra. Don Bartolomé rastrea el sillón, álza-
se presuroso y entra en la casa; a poco
sale con sus ojillos brillantes triunfa-
dores, y la nota de Wolf en una mano.
El calor es sofocante; la tierra está
sedienta y abrasada; el sol fíltrase por
entre los hacinamientos fragantes de ro-
bustos pámpanos, impregnándolos de
ardoroso bochorno. De tiempo en tiem-
25
/. MARQUES MERCHAN
po, una ráfaga de aire tibio hace gemir
ios altos maizales rumorosos, agitando
sus lucidoras hojas largas. Don Barto-
lomé deshace su corbatín romántico de
múltiples vueltas, que cuelga al desgai-
re, ordena las cuartillas, y engólfase
nuevamente en su trabajo.
• En otros tiempos, jamás hubiérase
avenido a este sosiego encantador; gus-
tábale la vida tumultuosa y activa, la
constante polémica, la perdurable alha-
raca; cambiaba fácilmente de domicilio,
de residancia; ora huyendo a los servi-
les, robusto brazo del descastado f er-
nando VII, ora a la justicia, perseguido-
ra eterna de sus escritos, ora buscando
un momento de tregua para cobrar nue-
vas energías, peregrinó por villas y ciu-
dades, atravesó caminos, y cruzó anchos
mares con arrojo y facilidad sobradas.
26
EL HE R O E
Pero un día ahito de esta agitada vida,
se enamora del vivir sosegado del cam-
po, adquiere La Alberquilla, y ñja en ella
su residencia.
Nadie conociera a aquel mozo pen-
denciero, atrapador de libros curiosos,
que en saladísimo folleto hacía la apolo-
gía de los palos dados a Calvo de Rozas,
y burlábase con gracioso cinismo de los
orondos frailes doceañistas, si en su de-
hesa toledana le viese ahora levantarse
al alba, pasear su heredad, saturarse de
aromas mañaneros, presenciar tras la
cancilla que da al camino el paso tardo
de los boyeros que guían sus carretas,
colmadas de verduras, al mercado, y de-
leitarse a solas con el goce sereno e in-
decible que los libros — uno de sus gran-
des amores — le producen.
Abismado en el trabajo permanece to-
27
/. MARQUES MERCHAN
do el día; cuando el crepúsculo se acer-
ca, recoge sus trebejos, y atiende al rie-
go de la ardorosa tierra que los jayanes
toledanos servidores suyos, llevan a ca-
bo con maestría. La tierra se alboroza y
entona un himno alegre con su sonoro
glu-glu; las plantas que anonadadas por
el bochorno canicular se hallan mustias y
caídas, sacuden su letargo y ríen de nue-
vo; los terruñeros y labriegos, los carros
con su estridente y pesado monorritmo,
las voces claras de los chicos, y la char-
la jovial de los que cruzan, pueblan por
un instante el camino que solitario du-
rante el día estuvo, mientras el sol se
oculta.
Tiene la puesta del sol en Castilla una
augusta majestad indescriptible; hún-
dese lentamente, como si se gozara con
el ritmo de su descenso, dejando huellas
28
E L II E R O E
de sani>ic t- n el llano; las piedras color
de oro viejo, se tornan mate, perdiendo
su brillo y su luz, y en esta hora solem-
ne, cuando las campanas de Toledo con
sones cristalinos y tristes dejan morir en
el silencio los tañidos del ángelus, es
cuando don Bartolomé siente en toda su
plenitud la dicha del vivir campesino,
mientras dirígese a su casa contemplan-
do el misterioso titileo de alguna estre-
lla perdida en la inmensidad infinita.
Pero no es hecha su vida para la calma
ni su condición llamada al sosiego, y en
un arranque de vehemencia, trueca las
dulzuras de su heredad por el inquieto y
tumultuoso bullir de la corte. Estos cam-
bios impremeditados, estas transiciones
bruscas, siempre han sido característi-
cas de su genio; ellas guían todos sus
pasos desde la cuna hasta el sepulcro.
29
LIBRO PRIMERO
EL EXCANTO DE LA TONSURA
Nació don Bartolomé José Gallardo, el
día 13 de Agosto de 1776, en la extre-
meña villa de Campanario, (i) Sus pa-
dres, Juan Lorenzo Gallardo (descen-
diente de los Gallardos de Sevilla) y Ma-
ría Lucía Blanco, eran labradores de me-
diano acomodo.
Fué su niñez bravia y melancólica, en-
vuelta en esa hosquedad tormentaria
que da el refinamiento prematuro de una
sensibilidad fuerte. Enérgico, orgulloso,
su cuerpo, su espíritu, hallábanse en
(i) Vid. el apéndice A. (Partida de bau-
tismo).
3 33
/. MARQUES MERCHAN
eterna agitación, como arrastrados en
vertiginoso rodar; era el suyo un entu-
siasmo que de nada cansábase, al que
todo servía de alimento. La vida no le
poseia aun por entero, y a cada instante
salvábala para nadar en lo infinito. Pero
aquella rasa campiña, aquel horizonte
árido y monótono que al pueblo cer-
caba, adentrábase en su alma lentamen-
te, llenando de sequedad su florecen-
cia.
Conocieron los padres la excelente
disposición del muchacho para el estu-
dio y encomendáronle al anciano sacer--
dote don Manuel Méndez, para el apren-
dizaje de las primeras letras, y una vez
alcanzado su conocimiento, al hábil la-
tinista don Francisco Antonio de la Pe-
ña, que halló en don Bartolomé experto
discípulo.
34
lil. ENCANTO DE LA TONSURA
Los recursos i-ducativos de Canipuna-
rio acotáronse, y Gallardo pasó a vSala-
manca a cursar filosofía, corriendo los
años 1 790, asistido por don Juan de Val-
divia, freiré de Alcántara y deudo de la
familia, que recibió con el huésped la
misión difícil y delicada de inclinarlo a
la iglesia suavemente. Sus padres desea-
ban fuera clérigo (sin tener prueba ple-
naria de su deseo) para que pudiese go-
zar una capellanía de familia.
El hijo, sacerdote, canónigo presunto,
siempre ha seducido a la madre españo-
la. Los recursos hoy legendarios que el
clérigo arbitró en la edad vieja, arrastra-
ron a una hipocresía piadosa, centenares
de hombres de espíritu laxo. Impulsados
por sí los unos, incitados los otros por la
ambición paterna, renunciaron a la atra-
yente coyunda en principio, (teórica-
35
/. MARQUES MERCHAN
mente alcanzada ya la magnitud de la
abstinencia) y formaron coro triunfante
de egoístas, que ocultaban sus móviles
vitales bajo la ficticia rigidez de una so-
tana, (i)
Pero indómito Gallardo, rechazó des-
de un comienzo decisión tan absurda.
Muerto don Juan Lorenzo, afincóse a
ella la madre, temerosa de quedar nece-
sitada una vez consumida la escasa ha-
cienda que en herencia recibiesen, con
nuevos bríos, suscitando entre ambos
lucha pertinaz, en la que el esforzado jo-
(i) En el siglo XVII llegó a su apogeo tan
grandiosa felonía. Según dice don Gaspar Cría-
les (Arzobispo de Reggio) en sus Cartas a Fe-
lipe IV, los sacerdotes «son aquellos, que no
pudiendo sustentarse en el siglo como ellos
quisieran, o conformarse a su estado, se acogen
al puerto de la religión, a buscar el pan que
por lo menos no les ha de faltar en ella, y estos
no son religiosos por Cristo, sino por elpan de
Cristo. »
3^
EL JÍN CANTO DE LA TONSURA
ven, a trueque de mil temerarios sacrifi-
cios, logró vencer.
Enemistado con su familia, privado
de la mesada que le enviaran hasta en-
tonces, para mas obligarle; padeciendo
trabajos y sufrimientos, pero siempre
enervado y sostenido por su horror a la
tonsura, aplicóse al estudio de la filoso-
fía y bellas letras, costeándose la carre-
ra merced a las asistencias del doctor
don Juan María de Herrera, biblioteca-
rio de la Universidad, que le hizo ingre-
sar en el Colegio de San Bartolomé,
donde permaneció hasta 1 799. (i) Y ena-
morado más tarde de la Medicina, espe-
cialmente de la Anatomía que leyó en
la obra de Vioslou, cursó también estos
(i) Entre sus profesores recuerda Gallardo
con especial complacencia, a don José Recacho
(de física experimental) y el maestro Martel
(de filosofía). Vid. Zapatazo a Zapatilla. Pag. 41.
37
/. MARQUES M E R C H A N
estudios hasta el ejercicio de la licen-
ciatura (que no efectuó) con aprovecha-
miento notable.
Ya apuntaban por esta época su agu-
deza y castizo decir, en la crítica rimada
que compuso de una piecesita poética
hecha por dos compañeros suyos en ho-
nor de la graciosa del teatro de Sala-
manca, Srta. Bota.
3^
FLORINDA
Estudiante truhán y apicarado, va for-
mando preciada biblioteca y adquirien-
do un tesoro de erudición, bien con
los libros alcanzados a precios ínfimos,
gracias a mil tretas y astucias saladísi-
mas, bien utilizando los de amigos y co-
nocidos que se apropia con mañosas
artes. También hace labor de acopia-
miento en los archivos de más realce y
nombradía, logrando al cabo de este pi-
caro trabajo dotarse de un fondo cas-
tizo, profundamente español, y acaso
también frailuno. Crecen sus conoci-
39
y. M A R Q U ES ME R C H A N
mientos, su gusto se depura, su ingenio
se agudiza con presteza.
El índice Expurgatorio de libros pu-
blicado en 1 800, incluye entre las obras
de lectura vedada por su deshonestidad
o excesivas licencias en orden a las
ideas, las poesías postumas de Iglesias;
el editor don Fancisco de Tojar trata de
hacerlas públicas, lo que prohibe el tri-
bunal de la fé, y reputando débil la me-
moria vindicativa por aquél compuesta,
y que en son de consulta le había mos-
trado, don Bartolomé, siempre gene-
roso, (i) créese en el deber de quebrar
(i) Sostenía Tojar la similitud de las licen-
cias advertidas en las poesías con las observa-
das en las de otros ingenios, que sin reparo
salieron de las prensas al mercado. Gallardo
estableció el parangón, de los moralistas y satí-
ricos con los médicos, sosteniendo la licitud
que ampara a los dictados de unos y otros en
gracia a su intención plausible.
40
F L ü A' INDA
una lanza en honor del ausente, e impri-
me ruidosa defensa que le ocasiona
fuertes enemistades y destempladas re-
pulsas, pues fieles sus adversarios a la
sabrosa idea de no dar tregua ni hora de
paz a ♦ tan descomulgado herejote, > tíl-
danle de volteriano, con el mezquino in-
tento de crearle una atmósfera poco ha-
lagüeña entre el elemento clerical.
Estampada la defensa, remítese a to-
dos los tribunales de la Inquisición, al
objeto de hacerla valer; (i) pero el de
Salamanca, confirma su anterior fallo,
(l) Tan solo se salvó un ejemplar compues-
to con los pliegos de capilla, que Gallardo en-
vió por correo^ según iban imprimiéndose, a su
hermano don José Antonio, residente en Ex-
tremadura. Este ejemplar recogido años más
tarde fué regalado por don Bartolomé a la
Marquesa de Bélgica que deseaba tener una
obra suya que nadie poseyese, y a quien Ga-
llardo estaba en la obligación de complacer.
4^
/. Ai A R Q U E S M E R CHA N
y ordena la requisa del opúsculo, que
con rigidez suma se lleva a término.
Exasperado Gallardo funda entonces
un periódico de reducidas dimensio-
nes, «El Soplón del diarista de Sala-
manca», (i) donde búrlase donosamen-
te del periódico local y las personas
que le atacaron; pero en vista de que las
circunstancias son adversas, extingue la
publicación, y distrae sus ocios tradu-
ciendo obras del francés. La Higiene de
Presavin, cuya versión declara «antes
la ha tomado como entretenimiento y
(i) Habiendo llegado a manos del sabio
obispo de aquella diócesis don Antonio Tabi-
ra este papel, y agradado sobremanera por la
picardía y agudeza de su autor, tuvo deseos de
conocerle, lo que consiguió por mediación de
don Juan Antonio Tabira y donjuán Melendez
Valdés, que se hallaba desterrado en Babila-
Fuerte. Desde entonces dicho prelado, le mos-
tró admiración y grande afecto.
4.2
F L o R I N n A
galana tentativa, que no como empeño
serio ^, y el Discurso sobre la conexión de la
medicina con las ciencias físicas y morales,
de Mr. Alibert, son obra de este perio-
do. (2).
La lectura intensa y persistente de
nuestros romancistas y copleros viejos,
despiértanle un sentimiento poético
que traduce en endechas de la más cas-
tiza y apasionante traza. El amor a Flo-
rinda — única novia que se le conoció
— informa el corazón de este desfogue
rítmico. Ora canta la bizarra apostura, el
gracioso decir, la manera pulida de su
dama; ora la exaltación de su entusias-
mo, la grandeza del querer sincero, sus
celos y desvíos, sus caricias y agravios.
(2) Dichas traducciones fueron acogidas
con aplauso, por el casticismo y la acendrada
galanura con que están urdidas.
43
/. MARQUES MERCHAN
Todo el sin fin de hechizos de su cuerpo
grácil, inunda bulliciosamente estas ri-
mas cálidas y retozonas de la edad mo-
za,— obra de poeta — que si caen en la
incorreción alguna vez es por exceso
de ardorosidad.
Florinda o Silvia (que por aquestos
motes es nombrada) compendia el asi-
dero que retiene a Gallardo en Salaman-
ca. Su alma quimerista, templada para la
aventura loca y el arriesgado vagar, se
entumece entre las doradas y ennegreci-
das piedras de la ciudad vetusta, que
por vieja le encanta y desazona. Ga-
llardo, desde joven siente el apego a
lo caduco y el entusiasmo de la vida
nueva.
Pronto el azar, su amable compañero,
le empuja a andariegos lances. Nombra-
do en 1801 aposentador de la división
44
F L (' A' / N n A
primera del ejército francés que en lus
comienzos de diciembre se retira a Fran-
cia, después de haber hecho la guerra a
Portugal como auxiliar del español, da-
se tan buenas artes en el desempeño de
su encargo, que satisfechos los gobier-
nos respectivos y por convenio gusto-
so, le otorgan el título de comisario,
pasando en concepto de tal, a Francia
unido a las fuerzas expedicionarias.
El trato constante sostenido con di-
chas tropas, entusiastas hasta el fanatis-
mo de los dogmas revolucionarios y el
avance ideal de su país, no deja de in-
fluir en la formación de los principios
políticos y literarios de Gallardo, que
completa su educación meses más tarde,
bajo la dirección del abate Aleu.
Este excelente clérigo es su verdade-
ro maestro. En las pálidas tardes de Oto-
45
/. MARQUES MERCHAN
ño pasean unidos allende el pirineo por
la triste alameda de Bayona; el buen pá-
ter le alecciona en las sabias doctrinas de
su tiempo y en los altos principios de fi-
losofía y de moral, vistos con la amplitud
de criterio de las ideas nuevas. Gallardo
escúchale con atención, y en su cerebro
germina exuberante la semilla de la li-
bertad, mientras la pútrida y desgracia-
da España, desmáyase en brazos de un
vil favorito, y el pueblo imbécil ríe des-
preocupado, caminando al abismo ale-
gre y loco. Entonces conoce las obras de
Voltaire, de Rousseau, de Diderot y
D'Alambert, produciéndole su lectura
emoción intensa. A su regreso a Sala-
manca, es ya todo un profundo enciclo-
pedista.
40
MAESTRO DE PAJES
Abarrisco, truena con la Florinda de
sus versos, abandona la villa del Tor-
mes, el cargo de oficial de propios de
aquella contaduría (que sin solicitarlo
había obtenido), y preséntase en Madrid
el año 1805. La plaza de profesor de
Francés en la Academia de Pajes Reales,
hállase vacante a la sazón, y auxiliado
por Capmany (protector suyo a quien
siempre conservó respetuoso cariño) y
mediante oposición lucida, consigue don
Bartolomé ser nombrado para su desem-
peño; más a poco y en vista de sus cono-
cimientos filosóficos, no corrientes en
aquella época, es ascendido a la de Ideo-
47
/. MARQUES MERCHAN
logia y Lógica, por la junta directiva.
Establecido ya en la corte, sus ingéni-
tas aficiones a la bibliografía le llevan a
trabar amistad con los libreros e impre-
sores de más extenso renombre, y a re-
imprimir algunas obras antiguas dignas
de memoria, cuyo conocimiento es
imposible, por la carencia absoluta de
ejemplares. De estas, conocemos «El
Robo de Proserpina», de Claudiano, tra-
ducida del latín por el granadino don
Francisco Faria, canónigo de Málaga, es-
tampado en casa de Sancha el año 1806,
cuya publicación le ocasiona fuerte po-
lémica con el editor de La Minerva, (i)
(i) Vid. La extensa carta publicada por
don Bartolomé (firma con el anagrama de Ga-
Uador) en el Diario de Madrid, los días 6, 7, 8,
9 y 10 de Marzo de 1807, y la respuesta del
editor en el n.° II de Aa Minerva, correspon-
diente al 17 de Abril del mismo año.
M A ESTRO DE P A J E S
Al aiH» siguiente, don Tomás García
Suelto, médico celebrado, tanto por su
pericia profesional, como por su afición
a las letras, redacta el elogio de don José
Severo López, escrito en que trata de
plagiario al doctor don Andrés Piquer.
Chócale a Gallardo tal censura, y bajo el
seudónimo de El Bachiller de Fórnoles
(pueblo natal de Piquer) y diciéndose
sobrino suyo, compone una carta en su
defensa, que dá a luz en el Memorial Li-
terario de 29 de febrero de 1808.
Dicha carta sofoca en extremo a Gar-
cía Suelto, que no gusta como don Barto-
mé, que « la verdad se defienda con aire » ,
y reputa a este incompetente; más una
digna y bravia epístola que lanza Gallar-
do, confirmando el tenor de la primera,
le reduce al silencio. «Recia cosa es pa-
ra un hombre de vergüenza — dícele —
4 49
/. MAROUr.S MERCHAN
esto de tener a cada trinquete, que son-
sacar a su prójimo apurando toda la fra-
seología de la buena crianza, para hacer-
le ver que se equivoca adrede» pues «se
necesita don de errar, para ceñir en tan
breve espacio tantas y tan insignes false-
dades y absurdos, como el discípulo del
malogrado Severo López ha estampado
a nombre de su maestro». «Esta flaque-
za, hace mucho honor a su corazón, aca-
so no hace tanto a su cerebro; ¿pero
quién es cabal en este mundo?», (i)
Divertido en tales menesteres, (2) per-
(i) El doctor don Antonio Franceri, cae
ingenuamente en el engaño, y busca al sobrino
celoso conservador de la memoria de Piquer,
hallando solo a Gallardo que, deshaciendo el
equívoco, se confiesa autor de los escritos vin-
dicatorios.
(2) Hacia esta época publicó también un
tratado de retórica sagrada intitulado Co?iseJos
a Félix sobre el arte de predicar^ que se ha per-
dido.
50
Af A E S TRO DE P A J E S
manece hasta el mes de Mayu de i8ü8,
fecha de la maliíadada invasión france-
sa, en que ignominiosamente despojado
de su cátedra — como todos los patrio-
tas de su empleo — queda sumido en la
miseria.
51
ANDANZAS SERRANAS
Triste y desconcertado ante el futuro
incierto que vislumbra, abandona la
Corte prestamente y corre hacia el so-
lar de Campanario. La violenta epope-
ya de Madrid abate su alma noble y
fuerte, llena su corazón de desaliento;
pero esforzado siempre en sus amores —
y es el suyo a la patria, entre los gran-
des, bueno — sobre el trágico estupor de
la sorpresa, alza pujante sus arrestos, y
se lanza al combate embravecido.
Pártese a Badajoz de Campanario, y
allí pregona su odio al insolente allana-
53
/. MARQUES M E R C H A N
dor de nuestro suelo y ofrece sus servi-
cios a la junta extremeña, que le comi-
siona para insurreccionar los pueblos de
la provincia en compañía del licenciado
don José Salustiano de Cáceres.
El Conde de la Torre del Fresno, ca-
pitán general de Extremadura, que en
un principio habíase inclinado al alza-
miento, mudando de opinión, sin tino
alguno, intenta más tarde reprimirlo. El
oidor de Cáceres don Vicente García
Cavero — hombre muy necio, según Ra-
mírez de las Casas-Deza— pone en la
cárcel y otras prisiones a los caudillos
de la rebelión, y perteneciendo Gallar-
do al número de ellos, es sacado de su
monástico refugio (i) y aherrojado a la
trena sin decoro.
(i) No pudiendo hospedarse en fonda al-
guna por la escasez de espacio y de servicio,
54
A N n A N Z A S S i: R R A ÑAS
Al siguiente día — treinta de Mayo —
nota el pueblo levantisco, que no se ha-
ce la acostumbrada salva, í)Or festivi-
dad de San Fernando; se altera ciega-
mente, y acomete a los presos, señala-
dos como traidares en el hervor de su
insensatez. Algunos de ellos caen bajo
el cuchillo bárbaro e inconsciente de la
plebe sin norte; otros salvan la torpe la-
cería. El portugués Vasconcellos don
N. Carcelen, coronel de la columna de
granaderos de Castilla, dos oficiales que
se decían ser edecanes de Murat, y el
conde de la Torre del Fresno, mueren
arrastrados; a Noriega, tesorero general
del reino, le apuñalan con villanía.
Gallardo escucha pavoroso los gritos
aprovechó la carta que llevaba para un su pa-
riente, síndico de la orden franciscana, y pre-
sentándose a él consiguió le habilitase amplia
celda en el convento del fundador.
55
/. M A R Q U E S M ER C H A N
alocados y el tumulto; ya se aproxima el
pueblo enardecido clamando a voz en
cuello alegremente: «al traidor que está
en la cárcel y se sacó del convento de
San Francisco». Una ola apasionada de
sublevados entra furiosa en las prisiones
arrastrando los cadáveres víctimas de su
saña. Suben la confusión y el desenfre-
no; arde en rencores la cruenta masa, y
falta de terrero en que cebar su encono,
rasga de nuevo el aire aqueste grito: «al
traidor que se sacó del convento fran-
ciscano». Gallardo es todo zozobra y
amargura; su angustia crece, crece y no
halla cabo. Tiene comunicada orden de
libertad, pero en lo adverso del ambien-
te la reputa inútil; con una templanza
soberbia y resignante, aguarda el fin
sangriento de la escena.
Pero he aquí al valiente Calatrava,
56
A N D A N Z A S S E R R A N A S
(lUC tiel a su amistad cun el recluso,
acude a procurarle salvamento en unión
de un puñado de parciales. Entre el tu-
multo cruza decidido, le escuda valero-
so, y sacándole de la trena cuando el
riesgo ha matado la esperanza, le pone
a salvo del posible alcance de la asona-
da funesta.
Encalmados los ánimos revueltos,
abandona la ciudad, y parte a la ventura,
siempre buscando adictos a la causa na-
cional. Gallardo es hombre apasionado;
cuando ama una cosa, llega a la exage-
ración, cuando la odia, peca de injusto.
La barbarie napoleónica despierta en él
el espíritu patriótico con el fuego carac-
terístico de todos sus sentimientos, y li-
beral exaltado extrémase como nadie
en su enemiga a los secuaces del intruso
rey José.
57
/. MARQUES MERCHAN
No tarda mucho en hallar compañero
de andanzas y entusiasmos. YA Conde de
Montijo, que por los pueblos de Extre-
madura camina haciendo patria, le toma
en calidad de secretario y le asocia a su
empresa redentora. Caballeros en sen-
das muías corren villorrios y aldeucas,
poblachos y lugares, donde predican a
la usanza mora, la santa guerra que lo
excusa todo.
Congregan en las plazas cuantos
mozos hábiles hallan en las cercanías, y
subidos en un tablado que ordena alzar
el Conde, dicen a la rústica gente, de los
horrores de la guerra, de la tristeza del
vivir esclavo, de la hermosura de la li-
bertad; alzan un canto al heroísmo, a la
hidalguía, al abolengo noble del caste-
llano pueblo y les hablan de la justicia
-que les asiste, y del azote que estremece
58
A N D A N Z A S S E K R A N A S
a .España; y el fuego que pregona el
encendido labio, toca al ardiente co-
razón de los jayanes, que soñando en la
gloria del triunfo, se lanzan a morir fa-
natizados.
Corriendo sin descanso asisten a la
trágica batalla de Medellín; luego pro-
siguen sus andanzas por el Condado de
Niebla, hasta Sevilla, donde Montijo
aguarda la resulta del viaje que don Bar-
tolomé emprende a Extremadura con el
aparente motivo de traer seguras cartas
de la batalla de Talavera (que se ganó
el 28 de Julio de 1809), aunque encu-
biertamente con el propósito de pulsar
actitudes, y saber si disponen de ele-
mentos bastantes para obligar a la junta
Central a constituir gobierno en forma.
No hallando favorables medios a su
empeño. Gallardo se restituye en posta
59
/. MARQUES M E R C H A N
a Andalucía, donde compone algunos
escritos para el Semanario Patriótico, (i)
que Blanco y Quintana, más templados
amadores de la libertad, rechazan pre-
textando excesiva violencia de lengua-
je. Enemigo jurado desde entonces de
la pandilla quintanesca, si bien parti-
cipando de las mismas ideas, hace
campo aparte; y uniéndose a Montijo
nuevamente, salen de Sevilla, para se-
guir su empresa de alzamiento por la
Serranía de Ronda.
Recias desazones y penosos contra-
tiempos apuran en este último patrió-
(l) Comenzó a publicar este Semanario, el
poeta Quintana ayudado por Rebollo, Tapia y
Alvarez Guerra. Interrumpido después, volvie-
ron a publicarle don Isidoro Antillón y el fa-
moso Blanco White, que al advertirle la Central
moderase la aspereza del estilo, mató la publi-
cación. Hijuelas suyas fueron E¿ Espectador Se-
villano y El Voto de la Nación.
6o
A N D A N Z A S S E R RANAS
tico va^ar; los infieles le estrechan con
encono, y el peligro creciente les empu-
ja hacia la frontera plaza. Al fin, juzgan-
do inútil su permanencia en un rincón
montañés, ponen término a las andanzas
pasando a Gibraltar, donde embarcan
con rumbo a Cádiz la gloriosa.
6i
EL AUDAZ XARAMILLO
Han corrido varios meses. El andarie-
go conde (i) torna a Extremadura, de-
jando la guarda de su archivo al celo de
don Bartolomé, que víctima de su no-
bleza cae en las redes de una aventura
político-galante.
Para comprometer a Montijo, con al-
gún ignorado objeto, la condesa del
(1) El conde de Montijo figuró mucho en
las cosas de la nación, acreditándose de voluble,
ambicioso e inquieto. En Marzo de l8oS, dis-
frazado de Tío Pedro, capitaneó en Aranjuez el
motín que derribó al Príncipe de la Paz, y en
consecuencia, aunque en verdad no de intento,
movió a Carlos IV a hacer renuncia de la coro-
63
/. MARQUES MERCHAN
mismo título, diestramente auxiliada
por un caballero ilustre (su grande ami-
go) y el presidente de la Regencia, urde
el engaño de una celada, toda discre-
ción y suave malicia. Necesita la corres-
pondencia habida entre el conde, su
hermana doña Gabriela Palafox y Ga-
llardo— por este conservada — ; sabe
ella la entereza de don Bartolomé, más
también conoce su flaco; la aventura.
Le da una cita encubierta. Gallardo
acude. La inspección de los papeles se
na. En la guerra de la Independecia, represen-
tó algún papel como agitador, aunque siempre
intencionado de alcanzar el mando. Vuelto
Fernando VII a España, le reconoció rey abso-
luto, contribuyendo eficazmente a la persecución
de los liberales, lo que no fué obstáculo para
fundar a poco en Granada una sociedad secre-
ta, al objeto de conspirar contra el régimen y
preparar algunas asonadas en favor de la causa
constitucional. Vid. Alcalá Galiano. Recuerdos
de un anciano. Pag. 2IO.
Ó4
K L A U D A Z X A R A !\f I L I O
insinúa. Es altivo Gallardo y no se rin-
de; el despecho agudiza su soberbia y
la Montijo queda defraudada. Su torpe-
za diplomática le humilla con exceso, y
no hallando remedio florentino propicio
a una venganza intensa, apela a maña
vulgar. Cómplice de ella el Regente, las
salpicaduras del fracaso le alcanzan sin
remedio; su herida vanidad por la con-
desa excitada, planea fuerte desquite,
y en nombre del gobierno es conducido
a la cárcel don Bartolomé, con grande
aparato de tropa. Mas las resultas del
proceso a que le someten no arrojan su-
ficientes pruebas, y en contra de ciertos
encumbrados deseos^ es puesto en liber-
tad. (I)
(I) Vid. En el n.° del 1 9 de Agosto de
18 10, del Correo Político y Militar de Córdoba,
una carta de don Antonio Capmany, fechada
5 65
/ . M A R o U i: S M E R C H A N
Hasta este momento, la vida de Ga-
llardo transcurre humilde y silenciosa,,
sin renombre literario ni estimación po-
lítica alguna; pero su mucho ingenio no
ha de tardar en abrirse camino. Cierta
paliza dada en las calles de Cádiz por
el teniente coronel don Joaquín de Os-
ma al celebérrimo individuo de la jun-
ta central Calvo de Rozas, (i) dale mo-
tivo para alcanzar su primero y ruidosa
triunfo, componiendo un sazonadísimo
en Cádiz el 5 de Julio del mismo año, y dirigi-
da a don Anselmo Rodríguez Rivas, intendente
del ejército del centro, en que se dan noticias
de este lance.
(l) Fué causa ocasinal de este suceso, un
folleto de Calvo titulado «/rde erratas que de-
berá añadirse a las observaciones o libelo que
con este título ha publicado este supuesto y
disfrazado J. Aniso», en que comentaba con
acritud, la defensa del Marqués de la Romana
hecha por su contrincante en el librillo a que
alude el rótulo.
66
1: I. A U D A Z X A R A M I L L O
papel (lUC titula Apología de los palos, por
el bachiller Palomeque; ingenua diatri-
ba que repartida con profusión entretie-
ne a los ociosos de Cádiz durante algu-
nos días, y encumbra la fama satírica de
su autor a las estrellas, (i)
Üado a conocer por este folleto como
agudo y donairoso al par que castizo es-
critor, sus compañeros de Cortes desíg-
nanle para responder al vergonzante
Diccionario razonado, manual para inteligen-
cia de ciertos escritores que por equivocación
han nacido en España, obra atribuida a los
diputados Freile Castrillón y Pastor Pé-
rez (2), que circula con descaro y que no
es en substancia más que una provoca-
(1) Se hicieron varias ediciones en solo
unos días. Al año siguiente aparece reimpresa
en Lima.
(2) Díaz Pérez, lo supone hecho por el ca-
nónigo Ayala.
67
/. MARQUES MERCHAN
ción a los liberales motivada por sus ex-
celentes reformas.
Gallardo acepta el encargo, y compo-
ne su Diccionario Critico-Burlesco, que si
bien está inspirado en las obras de los
enciclopedistas franceses, y tiene ele-
mentos procedentes del Diccionario Filo-
sófico de Bayle y algunas agudezas de
nuestros antiguos cancioneros, no deja
por eso de ser una obra amena y entre-
tenida, salpicada de sales y afortunados
chistes, prontitudes y ocurrencias, si
bien bastante fuerte y atrevida para la
época en que se compone, (i)
El libro de don Bartolomé anunciase
con anterioridad a su publicación; un
(i) Gallardo estima que el Diccioyiario «tie-
ne algo de bueno, mucho de mediano, y pluma-
das también a las cuales en todo rigor del arte,
se les puede disputar lo tolerable».
68
E L A U n A Z X A R A M I L L O
ejemplar recien salido de las prensas,
cae en manos de los redactores de El
Censor y formulan estos anticipada de-
nuncia. Entérase Gallardo, y con la
presteza que las circunstancias lo per-
miten, escribe el Cartazo ai Censor general
por el autor del Diccionario Critico-burlesco ,
con motivo de la impugnación abortiva del
Diccionario, anunciado por las esquinas en son
de excomunión, donde burlescamente se
queja de que «a su amado hijo le canten
el gori garlantes de haber nacido», (i)
En las esquinas de Cádiz, aparecen
anatematizadores carteles que rezan:
«impugnación del Diccionario burlesco,
que contra las leyes divinas y humanas,
publicará un libertino, contra el regla-
mento de la libertad de imprenta, según
(i) N\á. Apología del Altar y el Trono. To-
mo I, Pag. 134 y siguientes.
69
/. MARQUES MERCHAN
ha ofrecido; se denuncia al gobierno y
al público » . La gente aguarda ansiosa el
debatido librejo, que hace meses está
compuesto y estampado, mas espera
Gallardo el nombramiento de Bibliote-
cario de las Cortes y teme malograr su
propósito si sale a plaza su engendro.
Viene la credencial y el Diccionario
aparece precedido del cartel de venta
que lleva breve texto:
«Guerra declaro a todo monigote.
Y pues que sobran razones, habrá palos
desde los pies hasta el cogote. »
Miles de ejemplares se agotan en dos
días según confiesa el mismo P. Velez (i)
(i) Vid. Menéndez Pelayo. Historia de los
Heterodoxos Españoles. Pag. 45 1 y siguientes.
Joaquín Lorenzo Villanueva. Mi viaje a las
Cortes. Pag. 348.
Adolfo de Castro. Cádiz en tiempo de la
guerra de la Independencia Pag. 120, y suce-
sivas.
70
E L A un A /. X A K A M I L J. O
y su Ki^luia produce general conster-
nación; prumuévense grandes escánda-
los y algaradas; don Salvador Jiménez
Padilla predica contra él en la iglesia de
San Lorenzo, y un atrabiliario y quijo-
tesco fanático apelado Atanasio Gui-
llermo Xaramillo, hace fijar en las esqui-
nas desaforado cartel de desafío, que
hoy provoca la risa a quien le lee, más no
entonces, cuando tales nimiedades to-
mábanse en serio; dice así:
«^Verdadero desafío que para el 27 de
este mes de Abril a la una del día, frente
a la parroquia de San Antonio emplaza
un madrileño honrado, al infame, liber-
tino, hereje, apóstata y malditísimo ma-
drileño, monstruo abismo de los infier-
nos, peor que Mahoma, más taimado
que los llamados reformadores, discí-
pulo de la escuela de los abismos.» Al
7T
/. .]/ ARQUES MER CHA N
mismo tienpo publica estrambótico fo-
lleto, donde promete contundir al autor
del Diccionario.
«Este feísimo joven — dice — aunque
todos le llaman Gallardo, debe morir.
Faltó a las leyes de la imprenta, y de su
criminalidad hago responsable a la na-
ción, si no le aparta de la sociedad, y le
envía a los abismos infernales; merece la
muerte, sí, y que se recojan todos los
ejemplares, y por cada uno que falte,
sacarle vivo un pedazo de su soez y po-
drido cuerpo. Debe morir, porque en
Madrid fué un libertino y un escanda-
loso en materia de religión; debe morir,
porque en Cádiz ha seguido el mismo
sistema; y porque una joven amiga suya
llamada C... murió de repente (en mi
vecindad) de resulta de una desazón que
con él tuvo».
72
E L A U D A Z X A R A MIL L O
La vesánica alocución termina con
a(iiiest(' solemnísimo desafío: «por si la
nación no toma la causa por suya, desde
ahora para el día arriba señalado, desafío
en toda forma con verdad y libertad
santa, al autor del Diccionario Critico-Bur-
lesco, para con razones confudirle, ate-
rrarle y hacerle, aunque a su pesar, de-
cir, que cuanto ha escrito en su Dicciona-
rio, es falso y sin ninguna autoridad, ha-
biendo llevado el fin de pervertir a los
incautos y atraerles al partido del janse-
nismo y francmasonería: Y si el gobierno
me lo permite, no tendré reparo en convertir
este desafio en el de sangre y allí mismo verter
toda ¡a de su podrido corazón para que se
viese que ni los perros la osaban lamer. ■>
En pos de este frenético, dirige nue-
vas provocaciones a Gallardo, un oficial
de la guardia real, que con la punta de
73
/. MARQUES MERCHAN
la espada va quitando cuantos carteles
halla al paso. Imprímese una petición di-
rigida a las Cortes «contra el libertinaje
descubierto en el Diccionario Critico Bur-
lesco», solicitando quede don Bartolomé
excluido del número de los ciudadanos
(como primero y escandaloso trasgresor
de las leyes constitucionales que ponen
a salvo la majestad de la religión), sea
corregido y enseñado en la doctrina
cristiana y su libro entregado a las llamas
por mano del verdugo.
El 1 8 de Abril — día siguiente de la
publicación — comienzan las Cortes a
tratar el asunto en sesión secreta, resol-
viendo casi unánimemente «se manifieste
a la Regencia la amargura y sentimien-
to que ha producido al soberano Con-
greso, la publicación del Diccionario, y
que en resultando comprobados debida-
74
E L A U D A Z X A R A M I /. L O
mente los insultos que pueda sufrir la
religión por este escrito, proceda con
brevedad a reparar los males con todo
el rigor que prescriben las leyes, dando
cuenta a S. M. las Cortes de todo para
su tranquilidad y sosiego*.
Reclama la Regencia, reclama el vica-
riato capitular de Cádiz; la junta censo-
ria examina el escrito, y le califica «sub-
versivo de la ley fundamental de nues-
tra constitución (i), atrozmente injurio-
so a las órdenes religiosas y al estado
eclesiástico en general, y contrario a la
decencia pública > buenas costum-
bres».
El día 20, se ordena recoger el Dicciona-
rio, y es tanto el odio flotante contra Ga-
llardo, que aconsejado por sus amigos,
(i) Se había promulgado un mes antes de
«stos acontecimientos.
75
/. MARQUES MERCHAN
déjase prender y recluir en el castillo de
Santa Catalina. Pero sucede, que com-
prendiendo la injusticia y ligereza con
que han obrado, comienzan los impug-
nadores a templar sus ánimos, y don
Bartolomé vese atendido con grandes
extremos en la prisión.
Cierto día, algunas caritativas y her-
mosas gaditanas acuden al castillo, lleva-
das por el bonísimo propósito de solazar
al recluso, acompañándole algún tiempo.
Gallardo recíbelas con grandes muestras
de cortesía, y no bien salen de la maz-
morra, compone esta felicísima y pican-
te décima que inserta en el Diario Mer-
cantil de Cádiz:
Por puro siempre en mi fé
Y por cristiano católico
Y romano y apostólico
Firme siempre me tendré.
76
EL A U D A Z X A A' .-/ MILLO
Aunque encastillado esté,
Aunque más los frailes griten
Y aunque más se despepiten,
Mientras que de dos en dos
En paz y en gracia de Dios,
Los ángeles me visiten.
77
LA ESTELA DEL DICCIONARIO
Encerrado tenemos a Gallardo en el
castillo de Santa Catalina; ya han cal-
mado sus arrestos los detractores in-
justos; las compasivas damitas gaditanas,
visitánlo en la prisión; algunos perió-
dicos insinúan tímidamente su defensa;
los liberales moderados califican de im-
prudente su conducta por haberse arro-
jado a estampar especies que aún no
puden circular en España con tanta sol-
tura; los mas exaltados elogian franca-
mente su proceder.
Pero como inquisitorial es el fallo ob-
tenido por el ajetreado diccionario de
79
/. MARQUES MERCHAN
la junta censoria, Gallardo vese en el ca-
so de impugnarla redactando a tal fin su
famosa «Contestación* (i) en que rebate
con un grancejo y agudeza de ingenio
— tal vez superior al empleado en la obra
debatida — los excesos de la denuncia
que el vicario capitular don Mariano
Martín Esperanza hizo a la Regencia y el
dictamen cruento que de ésta alcanzara.
Ni lisonja ni adulación en ella emplea,
ni se retracta de lo escrito, ni muéstrase
temeroso de nuevos y severos casti-
gos; firme y resuelto hace la apología
del Diccionario, en páginas saladísimas,
(i) Contestación del autor del Dicciona-
rio Crítico-Burlesco a la primera calificación de
esta obra, expedida por la junta censoria de la
provincia marítima de Cádiz.
Isla de León. Por José Periu 1820.
Entre las autoridades que cita, trae casi tra-
ducido del latín el Salmo de S. Agustín contra
ios donatistas. Saca mucho jugo del libro del
P. Boneta Gracias de Gracia.
80
L^ ESTELA DEL DICCIONARIO
y apcsar de esla actilud gallarda, t'n
pugna con la junta de censura, arrán-
cale nueva y mesurada calificación, en
la que decláranle casi inocente; Ga-
llardo confórmase con ella, prometien-
do borrar algunas palabras malsonan-
tes.
< Era necesario — escribe don Bartolo-
mé— permítaseme decirlo — era necesa-
rio todo el amor a lo recto, y el entu-
siasmo que por el bien de la patria abra-
sa mi alma, para arriesgarse a estam-
par un desengaño que a tantos ofende,
sin temor de la poderosa contradicción
y la borrasca de persecuciones que se
había de levantar contra el primero que
aventurase esa verdad, tan provechosa
como amarga. Mártir podía este llamarse
desde luego; y yo no he vacilado en pre-
sentar mi cabeza a la corona del marti-
6 8i
/. MARQUES M E R C H A N
rio, persuadido de que, hago el sacrifi-
cio más útil a mis conciudadanos.»
El Diccionario Critico-Burlesco (que M.
Pelayo conceptúa muy inferior a la Apo-
logía de ios palos) {i) señala un punto cum-
bre en la historia de nuestro liberamien-
to espiritual. Rompe la cadena de pre-
juicios, y atávicas influencias que atena-
zaba con reciedumbre el impulso del
avance idealista, lastrándole de inepti-
tud. Alma libre y sentimientos nuevos,
pide Gallardo con arrojo: sinceridad y
nobleza en el pensar: hidalguía constan-
te en el hacer.
«Desde que sacudido el torpe letargo
en que nos tenía adormecido, no se si di-
ga nuestra genial flojedad, o una lealtad
mal entendida, se divisó en España la
(i) Vid. Nuestro Siglo Página 141. Adicio-
nes.
82
/../ ¡iSTELA DEL DICCIONARIO
aurora de un reinado ícliz, donde impe-
rase la ley y la justicia; como tantos años
había mandado el antojo, hubo gentes
viendo la general tendencia de los espí-
ritus hacia lo recto, y temiendo como
primera consecuencia de esta sed ar-
diente de verdad y de justicia, el menos-
cabo de sus intereses y conveniencias
personales, que están en contradicción
con el interés general, se mancomuna-
ron con otros de la misma raza para so-
focar este espíritu incoercible de liber-
tad, y atajar el progreso de la civilización
y de las luces, que promueve entre nos-
otros el mismo tirano que nos intenta
embrutecer y subyugar. Los naturales
aliados de estos egoístas mundanos,
son los hipócritas: y a unos y a otros se
han agregados algunos hombres ilusos,
pero de buena fe: y todos en masa están,
S3
/. MARQUES MERCHAN
desde el principio de nuestra milagrosa
insurrección, haciendo la guerra a los
buenos patriotas, a los buenos ingenios
y a las buenas ideas.
No sería suyo el triunfo si pelearan de
leal a leal; pero sintiendo la desigualdad
de sus fuerzas apelan a ruines estratage-
mas, para hacerse fuertes y casi invenci-
bles. La religión es su escudo; la iglesia
su baluarte; saben la extrema delicade-
za conque el pueblo español ha mirado
siempre las cosas de la fé, y tomando por
texto el que los enemigos de ellos lo
son de la Divinidad, clamorean hipócri-
tas el nombre de Dios con que aturden a
los fieles incautos; y conjuran como dia-
bólicas las doctrinas que no son contra-
rias sino a sus mezquinos intereses. La
defensa de su peculio quieren persuadir
que es la defensa de la religión: la cau-
84
LA ESTELA DEL DICCIONARIO
sa de ellos, la causa de Dios. ¡Blasfe-
mos! ^> (i)
Contra estos, ha compuesto su obra, y
a pesar de los rabiosos clamores levan-
tados, a nada teme: «mi conciencia-
dice— me da toda aquella fortaleza que
no puede caber jamás en el ánimo de un
inicuo». «Yo no pido perdón, sino justi-
cia > que «la luz no ofende a la verdad
pero sí a los que viven de los errores po-
pulares^.
El 5 de Julio, continúa Gallardo en su
prisión. El 17, comunica a las Cortes el
Ministro de Gracia y Justicia, que la jun-
ta de Censura ha reformado su sentencia
contra el Diccionario. El mismo día se
trata de ello en sesión secreta, pero no
hay acuerdo.
En tanto los parciales de don Bartolo-
(l) Contestación. Págs. 1 5- 1 7.
85
/. MARQUES MERCHAN
mé, delatan, como anticonstitucional el
Diccionario Razonado, pretexto del Critico-
Burlesco, y obtienen su condenación < por
minarlas instituciones que el Congre-
so nacional tenía sancionadas». Pasan
dos días; la junta levanta el castigo a don
Bartolomé, y a la caida de una tarde de
estío mientras las bombas francesas llue-
ven intermitentes con su curva de fuego
sobre la ciudad de las Cortes, recobra la
libertad.
Careciendo de casa propia y temeroso
del trato descomulgado de las patronas
gaditanas, preséntase a su amigo y co-
rreligionario don Tomás Carcía Luna,
rico comerciante y hombre placentero y
bondadoso, exaltado en sus conviccio-
nes políticas, que no tiene reparo en ad-
mitirle, tenerlo a mesa y mantel, y pro-
porcionarle cuanto dinero para sus gas-
86
LA ESTELA DEL DICCIONARIO
tos necesita; más queriendo hacerle tan
señalados favores de manera delicada,
sin herir su puntilloso honor lo mas leve,
ruégale acepte el cargo de preceptor li-
terario de Tomasito, su hijo, jovenzuelo
apocado y tímido, jefe más tarde de la
escuela de Filosofía Ecléctica española.
El 20 de Julio, torna a desempeñar su
cargo en la Biblioteca de las Cortes, (i)
Vuelve el asunto al Congreso y en la
sesión del 21 álzase la desprestigiada
voz del canónigo Ostalaza, que firme y
sereno, con audacia rayana en la proca-
cidad, defiende una propuesta enca-
minada a no consentir quede firme el
dictamen de la junta Censoria de Cádiz,
(i) Es de advertir que Gallardo fué exacto
cumplidor de sus deberes como bibliotecario.
A liberales y absolutistas, sirvió con el mismo
empeño ayudándoles en sus consultas, y facili-
tándoles toda suerte de libros y papeles.
87
/. I\i ARO U ES M E R C HA N
por demasiado benigno, sino que revi-
sado el fallo recaiga nueva y definitiva
calificación de la junta suprema.
A tan fementido proceder, no avié-
nese don Juan Nicasio Gallego, que
auxiliado por otros cuatro Diputados,
protesta enérgicamente, arrastrando en
favor suyo a la presidencia misma y a
los curiosos de la galería, que acaudilla
el cojo de Málaga — víctima más tarde de
la reacción absolutista, — empeñados
todos en hacer callar por fuerza a Osta-
laza, enemigo jurado déla libertad de
imprenta.
Ni los denuestos, ni la ardorosa gre-
guería, intimidan a otro eclesiástico ape-
llidado Lera, que interrumpido infinitas
veces por el Presidente, logra llegar al
final de su peroración, reducida en subs-
tancia a escandalizarse de que un serví-
LA ES'IEL.l DEL DICCIONARIO
dor del poder i)úl)lico, a quien acaba de
conferirse el cargo de Bibliotecario tras
haber desempeñado el de oficial mayor
del Diario de Cortes, mófese de lo que
la nación ama más que su propio ser y
su independencia: de las instituciones
religiosas y de sus representantes au-
gustos.
Acallado el vocerío, levántase a res-
ponderle la figura varonil y simpática
del Conde de Toreno, joven entonces
y fogoso orador. Con palabras sobrias y
precisas, tilda a Ostalaza y a Lera de
falta de sinceridad, de alejarse por falso
celo del espíritu de tolerancia que res-
piran los sagrados libros, y de «profanar
el santuario de la verdad, con palabras
de sangre y fuego», opinando, no ha
lugar la proposición debatida, por ser
contraria a la libertad de imprenta. Así
89
/. MARQUES M E R C H A N
se acuerda antes de levantarse la sesión,
entre un murmullo espantoso, que aho-
ga la voz de Ostalaza, cuando encarán-
dose con los periodistas de las tribunas,
llámalos «charlatanes que han tomado
por oficio el escribir, en lugar de tomar
iin fusil» y que vergonzosamente quie-
ren supeditar al Congreso.
Más no por esta medida dirímese el
asunto; los prelados publican alarmantes
pastorales, calificando la obra de heré-
tica; prohíbenla en sus diócesis (i), y
cierto desconocido, arquetipo del fana-
tismo más repulso, da a luz menguado
folleto < Contra el libertinaje descu-
(l) No solo en España, sino en América al-
canzó la reprobación eclesiástica. Vid. Entre
otras, la carta pastoral publicada por el don An-
tonio Burjosa y Jordán, Arzobispo electo y Go-
bernador del arzobispado de México, fechada
en 2 de Septiembre de l8l2.
90
LA ESTELA DEL DICCIONARIO
bierto en el Diccionario Critico-Burlesco. •>
(i) En tono descomedido y autoritario al
par que execrable, pide al soberano
Congreso «se declare a Gallardo infame
e indigno de la ciudadanía, incapaz de
gozar ni ejercer en ningún tiempo los
derechos de español, por turbador de
la patria, y destructor de lo hecho hasta
entonces en su favor % terminando la
virulenta acometida— notabilísimo ejem-
plo de falta de gramática absoluta — pi-
diendo se entregue el libro a las llamas
por manos del verdugo.
Y pasan algunos meses, y don Barto-
lomé va olvidando las desazones que la
trajera su discutido Diccionario; pero el
13 de Noviembre otro Diputado, don
(i) En la parte dogmática fué auxiliado Ga-
llardo por el canónigo Navas, catedrático del
Instituto San Isidro de Madrid, que se encon-
traba accidentalmente en Cádiz.
9r
/. MARQUES MERCHAN
Simón López, vuelve a intentar la em-
presa frustrada, de Ostalaza, y propone
a la Cámara, sírvase separar inmediata-
mente a Gallardo de su puesto de bi-
bliotecario, y trasmitir a la regencia ór-
denes severísimas que atajen las fre-
cuentes agresiones contra el dogma y la
disciplina; piden otros diputados la lec-
tura del edicto del vicariato capitular y
las condenaciones fulminadas por los
obispos, pero los liberales desátanse
contra ellos, especialmente Calatrava —
el admirable Calatrava — y Toreno, muy
condolidos de que el Congreso se ocupe
de tales «necedades» cual si de ellas de-
pendiese la salvación de la patria.
Más tarde, en la sesión del veinte del
mismo mes, el diputado Zumalacárre-
gui, presenta nueva proposición de no
ha lugar a deliberar, que se vota por exi-
92
/../ ESTELA DEL DICCIONARIO
yüa mayoría, con lo que parece finado el
asunto, y * salvado de las garras del fa-
natismo el inocente Gallardo >; más no
es así, porque reunidos treinta diputa-
dos absolutistas, formulan una especie
de protesta con el nombre de «Carta
misiva >, que viene de nuevo a enzarzar
los ánimos. Zumalacárregui la denuncia
a las Cortes, y a petición de Arguelles y
Toreno, se nombra una comisión espe-
cial, que proceda contra los firmantes o
contra el verdadero autor de la carta, si
las firmas constituyen una superchería.
La comisión opina que el asunto pase
a la regencia, y de ésta a la junta de cen-
sura, donde averiguase que el original
ha sido entregado en la imprenta por el
diputado don Manuel Ros, Doctoral de
Santiago.
Enteradas las Cortes de esta pesquisa,
93
/. MARQUES MERCHAN
el 2 de Diciembre propone Zumalacá-
rregui que se proceda criminalmente
por el Congreso mismo contra Ros, en
el término preciso de quince días. Osta-
laza y don Bernardo Martínez le defien-
den ardorosamente; protesta Larrazábal
de esta infracción de la ley de Imprenta,
y de la magestad del diputado; pero la
mayoría decide pronunciar adverso fa-
llo, y Ros es sometido a un proceso,
arrestado cerca de un año, y arrojado al
fin del Congreso, como indigno de per-
tenncer a la representación nacional, (i)
El triunfo de Gallardo es completo; al
vicario capitular, condenador del Dic-
cionario, le entregan las Cortes al Juz-
(l) Contra este, escribe Gallardo (según
Díaz Pérez) el «Cartapel a don Guazo» que se
ha perdido, obrilla paralela, a la «Crítica semi-
burlesca de la calificación del impreso titulado
Diccionario Crítico-Burlesco.»
94
/„-/ ES ILLA I^iL niCCIoNARIÜ
^ado cclosiásLico, y el vesánico Xarami-
llo sufre una reclusión de ciento cuaren-
ta y nueve días en el Castillo de Santa
Catalina, donde a ruegos de su familia y
amigos y hastiado del encierro, suscribe
una retractación total de su reto, com-
puesta por Gallardo, hecho lo cual ob-
tiene la libertad, (i)
^lás apenas se ve libre, imprime otro
papel iracundo que llama, «Inversión
oportuna», refiriendo lo acaecido en la
formación de su proceso, dirigido, según
él, enteramente a gusto de los liberales,
y temeroso de nueva persecución hu-
(l) Tanto Ostalaza, como el INÍarqués de Pa-
nes y «El Procurador», elogiaron mas tarde a
Gallardo. Don Bartolomé se burló con suma
acritud de estos elogios en el artículo comuni-
cado inserto en el número DLXXIII de El
Redactor General, correspondiente al Jueves
8 de Enero de 1813. Vid. Adolfo de Castro.
Las Cortes de Cádiz. Complemento de las se-
siones verificadas...
95
/. MARQUES MERCHAN
ye de Cádiz, anticipándose a la pena de
destierro que le ha sido impuesta, po-
niendo término de esta guisa a su cele-
bérrimo desafío.
4^6
LA EMIGRACIÓN
Después de tan sonadas aventuras,
permanece don Bartolomé en Cádiz du-
rante el resto del sitio, y sólo marcha a
Madrid, cuando libre de franceses la ca-
pital, y conjurado todo peligro de nueva
ocupación, resuelven las Cortes estable-
cerse en ella. Ya en Madrid, comienza a
publicar un periódico — «La Abeja Ma-
drileñas—donde diariamente da cuenta,
con su habitual ingenioso desenfado, de
las sesiones del Congreso, simulando es-
caramuzas militares, entre ambas hues-
tes, liberal y servil, nombrando por apo-
7 97
/. AÍA R Q U ■•: S ME R CHA N
dos y remoquetes de su propia inven-
ción, a los diversos jefes o paladines de
ambos campos. Llámale a Calatrava, El
Maestre; a Arguelles, El Divino; al Obispo
de Puebla El Preste Juan; a Mozo Rosa-
les, Muelle Flojo; a Calderón, Caldo Pútri-
do; a Ostalaza, Ostiones; y a Martínez de
la Rosa que firma siempre los partes. El
Barón del Bello Rosal, General en Jefe.
Transcurre algún tiempo; los france-
ses son derrotados en Vitoria y Tolosa,
ajustase el tratado de Valencey, y Fer-
nando VII resuelve volver a España. Las
Cortes le fijan el itinerario, varíalo a su
arbitrio y marcha a Valencia. Allí recibe
pruebas de denigrante servilismo, allí
principia a conspirar contra el régimen,
y allí pronuncia el discurso, desgracia-
damente célebre, en que vierte especies
como ésta: «Yo trataré con los Procura-
98
A ./ E M I C A' .-/ C I O N
doit's de España y df sus Indias, y en
Cortes legítimatiientc convocadas... de
establecer sólida y legítimamente cuan-
to convenga al bien de mi reino ^. Ga-
llardo es hombre prevenido y avizor,
columbra en lontananza los falaces in-
tentos de Fernando, la barbarie de la
reacción cjue se aproxima, y sin aguar-
dar un mouKmto abandona Madrid, di-
rigiéndose a Portugal por el punto más
cercano.
En Campanario, descansa con premu-
ra; únese al conde de Toreno, y salvando
arrojadamente penalidades sin límites,
arriban a Lisboa, donde acógelos gozozo
don Ignacio de la Pezuela, embajador
de España por aquel entonces.
Un mes permanecen en esta ciudad,
esquivando la diligencia del gobierno
lusitano, comisionado por el español
99
/. MARQUES MERCHAN
para aprehenderles, transcurrido el cual
embarcan gracias a los subsidios que
generosamente les facilita Pezuela, en el
buque portugués «Nossa Senhora do
Rosario» que les lleva a Bristol, de
donde pasan a Londres, ya impuestos
del trágico final de las gloriosas.
Poco después van llegando los burla-
dores de la abyecta lacería absolu-
tista: Mendizábal, Alcalá Galiano, Is-
turiz, Villanueva, Puiblanch, Florez Es-
trada....
lOO
LA PAZ DEL DESTIERRO
Está en Londres la vida de Gallardo,
llena de paz y de templanza. Acogido
con obstensible agrado por el Gobierno
Inglés, (i) se entrega plenamente a lite-
rarias empresas y labores bibliográficas.
Estudia gramática con preferencia (lle-
gando a leer más de treinta) y dase tam-
bién a los diccionarios, componiendo (si
a sus palabras hemos de dar crédito) una
(i) Le asignó una pensión anual de diez mil
reales. No tenemos noticia de ningún emigra-
do que recibiese mayor cantidad.
Estos socorros concedidos liberalmente por
el Gobierno, unidos a los proporcionad(7s por
los comités de auxilio, constituian la base del
I oí
/.
MARQUES M E R CH A N
obra de cada especie, — garfiñadas y per-
didas el día de S. Antonio — superiores
en conocimientos y riqueza filológica, a
cuantas hasta entonces habíanse en Es-
paña publicado, (i)
En los ratos de ocio, va leyendo His-
torias de Inglaterra, y copiando en las
vivir de la mayoría de refugiados. Como su
número aumentase grandemente, después de la
trágica huida del 23, hubo el Gobierno de fijar
una escala gradual de limosnas, hecha de acuer-
do con el oficio o cargo de los solicitantes.
Alcalá Galiano en sus Recuerdos de icn ancia-
no (Pag. 519) ía inserta y es como sigue:
I Clase .... 5 libras (mensuales)
4
3 V2
3
2 V.,
2
La clase cuarta correspondía a los literatos.
(l) Del «Diccionario autorizado de la len-
gua castellana» (que éste era su título) tenía
compuestas el año 1 820, según recuento hecho
antes de salir de Londres, con la asistensia de
sus amigos Garrido y Robles, más de 150.OOO
cédulas.
102
L A P \ Z n li L I) ]■: S T I E R R O
bibliotecas de acreditados hispanófilos,
ricas en manuscritos de antiguas trovas
castellanas, coplas y romances a los que
piensa dar publicidad cuando retorne a
España; más como la estancia en extran-
jera tierra se prolonga, y son muchos los
papeles y noticias curiosas (|ue atesora,
y su alma templada para la lucha no
aviénese a permanecer inactiva, se arro-
ja a publicar un periódico, que bajo el tí-
tulo Gabinete de Curiosidades, servirale pa-
ra darlas a conocer.
Puigblanch — catalán eruditísimo, au-
tor del renombrado libro La Inquisición sin
mascara —entérase del proyecto, y tan
duramente lo combate con viles arti-
mañas, que consigue no vea la luz públi-
ca el Gabinete; y es que Puigblanch tiene
un amigo — Fernández Sardiño — que di-
rije otro periódico (El Español Constancio-
103
/. MARQUES MERCHAN
nal) al que seguramente hubiese derroca-
do el de Gallardo por su superioridad li-
teraria. No juzguemos su conducta; con-
signemos tan solo que esta contrariedad
amargó bastante el ánimo de don Barto-
lomé, (i)
Entonces, recluido en su casa de No-
ble Street, o en su quinta de Pentonville,
dedícase de lleno a glosolálicas tareas.
Trabaja una Filosofía de la Lengua Españo-
la, un Vocabulario provincial Americano, un
Diccionario Ideopático Español, una Proso-
dia y arte rítmica española, y utiliza su
crecida amistad con Andrés Bello, resi-
dente en Londres por aquella fecha, co-
mo medio consecutivo de la perfección
(i) También en sus Opúsculos Gramáticos
satíricos de los que dijo M. Pelayo (Vid. Hete-
rodoxos españoles Pag. 67 Tomo III), eran lo
más insolente que había leido en castellano, le
tira algunas venenosas puntadas.
J04
L A P A Z D E L n ES T 1 E R R O
lingüística, Ola poi carta, ora de viva voz.
En i" de Octubre de 1816 le escribe:
«Amigo y dueño: pienso no salir de
noche en toda esta semana. Si usted,
pues, gusta favorecerme, siempre me
hallará a su disposición, deseoso de dar
pasto al alma en dulce y provechosa plá-
tica.
De esta podemos disfrutar aún sin sa-
car el pié de nuestros respectivos tugu-
rios, ni atravesar páramos ni calles per-
durables, en haciendo mensajera de
nuestras palabras en vez del aire, de si-
lla a silla, la estafeta de Pentonville ó So-
merstown. Esta correspondencia puede
sernos muy cómoda y agradable, llevada
galanamente. De otra manera tampoco
podría yo entablarla sin peligro de dis-
traerme de mis tareas de biblioteca y
diccionario, que son al presente mi prin-
105
/. MARQUES MERCHAN
ripal ocupación. Tiempo vendrá en que
pueda volverme del todo a mis investi-
gaciones filosófico-gramaticales, género
de estudio que embebece y deleita mi
espíritu cual ninguno. En este concepto
abro la correspondencia, pronto empero
a llamarme a fuera, siempre que vea que
me va ocupando demasiado», (i)
Y discurren los años en valientes pes-
quisas y sonados rebuscos en las biblio-
tecas de los hispanistas, caballeros He-
ber y Goeden, en estrecho carteo con
Liaño (2), en satirilla amena con los ocio-
sos emigrados; abortan en la patria re-
dentores avances, y las nuevas del alza
liberal al fin arriban, triunfales y hala-
güeñas.
(i) Vid. Biblioteca Histórica de la Filolo-
gía Castellana, por el Conde de la Vinaza.
Págs. 1.397-98.
(2) Español de vastos conocimientos, bi-
bliotecario del Rey de Prusia.
106
DON TOMAS
Los excesos despóticos de la reacción
absolutista, habían sido humillados por
el grito salvador que en Las Cabezas de
San Juan, lanzara Riego; ya la Consti-
tución del año doce nuevamente impe-
raba, y las ideas podían obstentarse con
entera libertad; ya los patricios ilustres
que huyeron al ver exánime la redentora
obra que formaran con tan generoso im-
pulso, sin obstáculo ninguno podían re-
gresar a España.
Gallardo, con esta nueva, recibe ale-
gría inmensa, y presto abandona Lon-
/. MARQUES MERCHAN
dres y embarca con rumbo a Francia.
En París se detiene brevemente, mar-
chando enseguida a Burdeos, de donde
parte para Cádiz. Llega al puerto; los
gaditanos acuden a saludar a los emi-
grados que con ellos sufrieron los amar-
gores del sitio, y el recibimiento es so-
lemne. Don Bartolomé recoje su equi-
paje, cruza entre la bandada de curio-
sos y en una carretela dirígese a casa de
Luna.
Su amigo don Tomás ha muerto, pero
él prefiere a los mezquinos hostales ga-
ditanos, el aposento confortable donde
ocultó su desgracia los aciagos días que
siguieron a la publicación del Diccio-
nario; y sin tener en cuenta que la viuda
es una señora excesivamente religiosa,
cuajada de escrúpulos y en extremo
fanática, que nunca miróle con buenos
io8
DON T O M A S
ojos, soportándok; tan solo a regaña-
dientes, por mero respeto y amor a su
marido, preséntase a t^lla todo lleno de
confianza, en demanda de hospitalidad.
Tomasito y su excelente madre, quedan
pasmados ante la aparición inesperada;
pero el intrépido Gallardo, sin atender
las muestras de extrañeza de sus bon-
dadosos huéspedes, ordena se le instale
sin dilación alguna en su vivienda anti-
gua, espárcelos trebejos a su antojo, y
pártese a abrazar a los amigos.
La viuda y su hijo, cohibidos, no
atrévense a protestar de este audaz alla-
namiento del domicilio, y encierran su
disgusto en penoso mutismo; pasan los
días, y como don Bartolomé no tiene que
guardar respetos al viejo Luna por di-
funto, conviértese en tirano de la casa,
y lo que a los ojos de la buena dueña es
/ . MA R O U E S M E R C H A N
peor, tómase licencias con las criadas, y
lleva y trae a su habitación algunas me-
retrizes.
Después de muchas ansias, la viuda,
que había consultado como caso de con-
ciencia al confesor, fué estrechada po r
este, para que a la mayor brevedad ro-
gase al impío Gallardo, abandonara la
casa voluntariamente, o en último ex-
tremo, mostrándose enérgica le arrojase
severa.
Decidida a ello, un grave obstáculo, al
parecer insuperable, dilató el cumpli-
miento del mandato, ^'quién atrevíase a
noticiar a Gallardo resolución tan vio-
lenta? La timorata señora temíale como
a una espada desnuda, y desde el día en
que albergóle pasábalo encerrada en su
habitación, sin atreverse a salir. Tomasi-
to, aunque ya hombre granado, con su
lio
/) , ) .V () M .1 S
timidez, su moderantismu, y su pacata
tilosotía, no solo tenía carencia de tuer-
za moral [)ara el lance, sino que tratado
conu) un doctrino por don Bartolomé, y
conocedor de su aspereza de carácter y
la iracundia que exaltábale apenas se
molestaba, temía, y nu sin razón, que le
enderezase alguna burla sangrienta, y
continuara impertérrito sin hacerle el
menor caso.
F'uéronse entonces con el expediente
al cura, suplicándole que él en nombre
de madre e hijo, se encargara de notifi-
car el desahucio; pero el cura aferróse a
la idea, de que ellos y solamente ellos
habíanlo de hacer. Por ñn, tras arduo
meditar, ocurriósele a Tomás una feliz
idea propia de su filosofía del justo me-
dio; escribióle una carta muy respetuosa
y suave en extremo, para que se desliza-
///
/. MARQUES MERCHAN
se sin el menor tropiezo, pero que en el
fondo venía a decir: «que muerto su se-
ñor padre, las circunstancias habían va-
riado, que su señora madre, anciana y
enferma, no podía tener huéspedes; que
sus preocupaciones religiosas le mante-
nían en una alarma peligrosa para su vi-
da; que él, entre el amor a su madre y el
respeto a su maestro, se hallaba en un
conflicto; y que no teniendo valor para
arrostrarlo, le suplicaba, pidiéndole mil
perdones, que tomase habitación, que
él mismo le proporcionaría, donde pu-
diera estar cómodamente y con entera
libertad; y que no aceptando este ruego
y ofrecimiento que hacíale, tenía decidi-
do salvar el conflicto, saliendo él mismo
de su casa, para huir de las quejas y
amonestaciones de su señora madre».
Puso Tomás la carta bajo sobre en la
[12
DON T O M A S
carpeta de don Bartolomé, aprove-
chando un momento de su ausencia, y
respiró tranquilo; seguramente con-
movido escucharía su súplica. Tomasito,
como dice Federico Rubio — de quien
tomamos la relación del hecho (i) — era
un espíritu estudioso, desinteresado, y
benigno.
Cuando a poco volvió Gallardo, vio la
carta de Tomás, rompió el sobre, leyóla,
tomó la pluma y escribió debajo.
Don Tomás:
Si te vas.
Tonto menos;
Si te quedas,
Tonto más,
Don Tomás.
(2) Mis maestros y mi educación. Pags. 379 a
81. Rubio al recordar este hecho en sus Memo-
rias, sufre un pequeño error, puntualizando fe-
<?
113
/ . MA R Q U .: S M ER CH AN
Dejó la carta sobre el pupitre y salió.
Tomasito al leer la respuesta, quedó pas-
mado; su indignación no tuvo límites,-
don Bartolomé, en cambio, al enterarse
de ella, prorrumpió en estridente carca-
jada.
chas. Gallardo no emigró, como verem.os, el año
23, ni volvió por ende, gracias a la amnistía de
Cristina.
114
LOS HIJOS DE PADILLA
El vocingleiij preludio de la revolu-
ción había pasado; las Cortes constitui-
das, comenzaban a funcionar; Gallardo
ardía en deseos, tras seis años de destie-
rro, de visitar la Corte, y como pensase
obtener la rehabilitación en su cargo de
bibliotecario, decidió abandonar la hos-
pitalaria Cádiz, y emprender el viaje a
Madrid.
En un enorme y pesado coche partió-
se una mañana, dejando sosegado el es-
píritu escrupuloso de la angustiada viu-
115
/. MARQUES MERCHAN
da; dos semanas más tarde (i) arribaba,
tras fatigosa y lenta caminata, y conse-
guía la reposición en su anterior destino.
Durante su permanencia en Inglate-
rra, habíase Gallardo mantenido en ín-
tima correspondencia con los agitado-
res secretos que, conspirando contra el
régimen prepararon la revolución. Ha-
llábanse éstos reunidos en numerosos
grupos, diseminados por el reino entero;
todos sus actos eran ocultos, y como ca-
reciesen de la cohesión necesaria para
poder, fundidos por un ideal único, lle-
gar a la implantación del mismo, y en las
nacientes logias masónicas y sus secre-
tas prácticas, encontrasen una harmonía
integral de pensamiento, con el que a
ellos con breves diferencias presidía,
(i) El 9 de Julio de 1820, según Ramírez
de las Casas-Deza.
116
1. o s lí 1 1 o s 1) t: i' A n I L J, A
pasaron sin el menor titubea a engrosar
las ñlas de la institución naciente, en la
que cristalizaron las aspiraciones y anhe-
los de los consecuentes partidarios del
sistema constitucional. La revolución,
por consiguiente, obra fué de la maso-
nería, que en España no tuvo otro ca-
rácter que el de arma milagrera de com-
bate, esgrimida por los liberales, contra
la bárbara \ soez tiranía de Fernan-
do VIL
Siendo Gallardo liberal ardiente, no
podía menos de prestar su apoyo, a toda
intitución, a toda idea que a tal fin con-
dujera; por eso ingresó en la magna lo-
gia granadina, que triunfante el alza-
miento trasladóse a Madrid, donde se
constituyó el cuerpo supremo (Gran
Oriente) directorio o cabeza de la socie-
dad entera.
117
/. MARQUES MERCHAN
A su llegada a la corte, Gallardo (i) vi-
sita el Gran Oriente; entérase de la mar-
cha y funcionamiento de la sociedad en
España toda, y pareciéndole ridicula co-
pia del seguido en las logias italianas,
propone se constituya una gran socie-
dad secreta con los mismos elementos
que integran la existente, que tenga un
carácter más español y más castizo, en
que todo sea acomodado a los antiguos
usos, libertades y caballerosidades de
nuestra tierra, sin farándulas humanita-
rias, ni fraseologías del rito caledonio.
Y aquí tenemos al fogoso republicano en
ciernes, profundamente conservador.
No es este un caso aislado; las ideas
(i) Según Alcalá Galiano, Gallardo «cuyo
renombre había llegado a ser altísimo al ter-
minar la primera época constitucional», for-
maba parte a mediados de 1 820, del Gobierno
Supremo oculto. (V. Recuerdos de un anciano.
Pag- 370).
118
L O s H I j O s n E r A n i l l a
conservadoras están^ arraigadas honda-
mente en el espíritu de España; aun los
más exaltados defensores de innovado-
ras tendencias, no han podido en abso-
luto substraerse a ellas, y corolario for-
zoso ha sido, que las preconizadas como
nuevas e instauradoras, de principios en
pugna con los existentes, resulten en el
fondo inspiradas por un criterio marca-
damente conservador.
El siglo XIX es el siglo de la política,
es el siglo del movimiento, es el siglo
del realismo. — ¡Hechos, más hechos!
clamaba el personaje dickensiano de
«Tiempos difíciles »; — y en España a^pe-
sar de la innovación que supone el movi-
miento constante y la fermentación de
ideas, es un siglo marcadamente conser-
vador. Florecen, un Mendizábal, un Ar-
guelles, un Calatrava, un Florez Estrada,
119
/. MARQUES Ih E R C H A N
un Gallardo; pero nada significan estos
sacerdotes de la idea nueva — quiméri-
cos fantasmas que cruzan errantes — en
medio de la turba sustentadora de los
rancios principios conservadores que
presiden el desenvolvimiento nacional.
En el gobierno de las sociedades se-
cretas, lo mismo que en el cuerpo de
todas ellas, predominaba el material in-
terés más que las doctrinas de los hom-
bres de 1820, los cuales, como dice Al-
calá Galiano, «comenzaban a llamarse
así, por lo mismo que su interés iba sien-
do otro que el de los hombres de 1 8 1 2 » .
(i) Los dos elementos que entraron a
constituirlas — viejos doceañistas, pa-
triotas abnegados y puros, defensores
ardientes de la Constitución; juventud
fogosa, nueva en la lucha, sedienta de
(i) Recuerdos de un anciano. Pag. 370.
120
L () s a 1 j o s n a p a d i l l a
lionores y fácil por ello al amaño y tra-
¡jaccría política — no tardaron en chocar,
y entonces, fraccionada la magna so-
ciedad masónica, pensóse llevar a la
práctica la idea que Gallardo sugiriera.
En el culto y veneración al héroe de
la libertad Juan de Padilla, encontró el
elemento mozo la base para la cons-
titución de una nueva sociedad cuyos
miembros acordaron disfrazarse de co-
muneros y vengadores suyos, no de otra
suerte que los masones retrotrayendo
más allá su erudición histórica, propo-
níanse vengar la soñada muerte del maes-
tro de obras del templo de Salomón,
(i) a manos de sus aprendices. Sentado
este precedente, fácilmente compren-
derase que la nueva asociación no fué
(i) Según la fábula, llamábase Hirain, y era
natural de Tiro.
121
/. MARQUES MERCHAN
sino mezquina parodia de la masónica.
Las logias llamáronse tor^es\ a las cintas
verdes sustituyeron las moradas; el Gran
Oriente trocóse en Gran Castellano; en las
reuniones se obstentaba sobre una me-
sa, cincelada urna, con ciertos huesos
que decían ser los de Padilla; en el acto
de la recepción el aspirante se cubría
con una rodela, recibiendo en ella la
estocada simbólica. Parecían renacer los
tiempos de Don Quijote, con sus ense-
ñanzas caballerescas fantasmagóricas y
absurdas.
La confederación dividíase en comu-
nidades, y estas en merindades, subdivi-
didas luego en castillos y fortalezas, con
sus respectivos alcaides, plaza de armas y
cuerpo de guardia, compuesto de diez
lanzas. Otras siete defendían la empaliza-
da y el rastrillo. El aspirante, con los ojos
122
L O S // / / O S D li P A D I L L A
vendados, se acercaba a las obras exte-
riores del castillo, y el centinela pregun-
tábale:
— <Quién es? El Comunero que hacía
de padrino respondía:
«Un ciudadano que se ha presentado
con bandera de parlamento, a fin de ser
alistados y ^1 centinela replicaba: «En-
tregádmele y le llevaré al cuerpo de
guardia » .
En tal punto, oíase de súbito una voz
que ordenaba echar el puente levadizo y
cerrar los rastrillos, lo cual se hacía con
grande estremecimiento de hierros y ca-
denas. Aterrado así el pobre neófito, en-
traba en el cuerpo de guardia (parodia
de la sala de las meditaciones), henchido de
viejas y mohosas armaduras allegadas al
efecto. Persistía allí en sus propósitos de
alistamiento, y de esta suerte lograba
^23
/. MARQUES MERCHAN
penetrar, conducido por el alcaide, en
la sala de armas, donde el presidente, qui-
tándole al fin la venda, le dirigía con voz
teatral y campanuda, una arenga de ri-
tual, en que excitábale a jurar con la ma-
no extendida sobre el escudo, y con to-
do su ardor patrio, guardar las costum-
bres, usos, fueros y privilegios de la so-
ciedad; amenazándole si faltando a la re-
gla le declarase traidor la confederación,
con entregar «su cuello al cuchillo, sus
restos al fuego y sus cenizas al viento».
Acto continuo, el presidente hacíale
cubrirse al candidato con la rodela vieja
que llamaban escudo de Padilla, y mien-
tras el alcaide le calzaba las espuelas y
ceñíale la espada en son de armarle ca-
ballero, no de otra guisa que el ventera
al ingenioso hidalgo, adoctrinábale en-
tre benévolo y adusto, con tales conse-
124
L O S HIJOS DE P A P I L L A
jos y advertimitnlüs: «^Este escudo de
nuestro jefe Padilla, os cubrirá de todos
los golpes que la maldad os aseste, si
cumplís los sagrados juramentos que
acabáis de hacer; pero si no los cumplís,
todas estas espadas — y aludía a las de
los hermanos — no S()lo os abandonarán,
sino que os quitarán el escudo para que
quedéis sin defensa, y os harán pedazos
en justa venganza de tan horrendo cri-
men-. El capitán Je llaves, poníale en
la mano izquierda el pendón morado de
la cofradía y decíale: «Este es el invenci-
ble y glorioso pendón empapado en la
sangre de Padilla; la patria y toda la so-
ciedad espera de vos que imitéis a aquél
héroe, muriendo antes de consentir sea
ultrajado por ningún tirano este glorioso
estandarte >. (i)
(i) V. M. Medendez Pelayo — Historia de
125
/ . MA R O U ES M E RC H A N
¡Oh secreta resurrección de las heroi-
cas prácticas de los invencibles Amadi-
ses y Esplandianes! No fué menor que
las de aquellos andantes caballeros, la
locura de estos hidalgos exaltados; y sin
embargo la misteriosa sociedad de los
Comuneros entusiasmó a tantos hom-
bres sanos, que sus prosélitos pasaban
en 1822 de diez mil en toda España, y
ocupaban sus más encumbrados pues-
tos, personas tan ecuánimes como Ro-
mero Alpuente, Moreno Guerra, El Bri-
gadier Torrijos y Florez Estrada.
En tanto que a los Comuneros distin-
los Heterodoxos Españoles, pag. 506 a 508.
A. Alcalá Galiano. Recuerdos de un anciano,
Pags. 379 a 382.
Estatutos, reglamento y código de la confe-
deración de C. C. Españoles. (1822, según Al.
Pelayo).
Y, Lafuente — Historia de las Sociedades Se-
cretas. Capítulos XXXIX y XLVI.
126
L O S H I J O S DE P A D J L L A
^uían sus arrebatadoras convicciones y
sus inauditas violencias, la sociedad ma-
sónica templaba su bravo ardor, y ad-
mitía en su seno a liberales moderados,
como Arguelles y Gil de la Cuadra; y es
que al trocar la esfervescencia por la
calma, habían sus miembros caido en
un prudente conservadurismo.
Gallardo, que, como todo grande hom-
bre, tenía un grano de locura en el cere-
bro, quijotesco e indómito, lejos de ad-
herirse al ver cumplidos sus deseos, a la
nueva sociedad, permaneció en la anti-
gua y repudió a los Comuneros que le
ofrendaron un alto puesto, por haber
prostituido su pensamiento, componien-
do una risible farsa con tan generosa y
noble idea. Mas, ,;por qué, apesar de to-
do, si los Comuneros constituían una so-
ciedad más avanzada, no afilióse a ella.^
i2y
/. MARQUES MERCHAN
<iHe aquí una contradicción? No; la vida
de Gallardo es una eterna paradoja; Ga-
llardo es un fraile estudioso del siglo
XVII, y un republicano ardiente; es un
entusiasta defensor de la libertad y el
progreso, y es el primer enamorado de
las costumbres arcaicas; es un espíritu
generoso y grande, y un polemista acer-
bo y cáustico; es finalmente un hombre
que se encuentra fuera de su centro,
que nació con dos siglos de retraso, y
con uno de antelación.
128
CARTAZO Y ZURRIBANDA
Y aconteció, que el diputado Azaola
dio a la estampa un cáustico papel sa-
tirizante, (i) y abonado don Bartolomé
para tal oficio por obras anteriores, col-
gáronle el pastdcho sin piedad, y como
a silla paridera le ajetrearon, mientras
no hacía sino pudrirse de pura ver-
güenza, al ver se le imputaban escritos
(i) Condiciones y Semblanzas de los Dipu-
tados a Cortes.
Creyó Puigblanch, que este folleto era obra
de Gallardo, por algunas ideas y expresiones in-
dudablemente suyas, que le tomaría Azaola en
la conversación. Vid. Pag. 316. Tomo II.
Opúsculos Gramáticos satíricos.
9 129
/. MARQUES MERCHAN
«que ni con pluma de avestruz, los bo-
rrajeara mas chapuceros el tagarote más
farfallón». (i)
Amigo de burlas y travesuras de inge-
nio el abate Miñano, también era pro-
picio a la sospecha, y al igual de Gallardo
fué censurado con encono. Ambos en un
principio, esquivaron la mezquindad de
la polémica, mas convencido al cabo don
Bartolomé de que el mutismo intenso a
una aseveración callada equivalía, rasgó
el misterio en torno de su nombre, e
hizo salir al mundo un librejillo, vin-
dicador soberbio de su cara persona.
Rotulábase, Carta blanca sobre el negro
folleto titulado Condiciones y Semblanzas de
los Diputados a Cortes, y patentizaba en él,
la absurda atribución de la indigesta ma-
zamorra. Más picado el abate, por el fá-
(i) Carta blanca Pag. 5.
JJO
C A A' T J / O y ZU R R I B A N D A
cil triunfo de esta feliz obrilla, y sin utru
motivo que mayor fuerza le hiciese, im-
primió una Respuesta nada obscura al autor
de la Carta Blanca, donde felicitaba al Li-
cenciado Palomeque (i), por su valentía
al rechazar la paternidad del papelote,
no menos que a los equívocos imputa-
dores, pues de ser Gallardo el ofensor,
«^•quién sería el guapo de los diputados
que se hubiere escapado de entre sus
uñas sin una desolladura en la frente?»;
su pluma < no solo tizna y enlutece a cuan-
tos alcanza, sino que como si estuviera
empapada en la ponzoña de la hidra,
atosiga y destruye lo que toca», siendo
por esta causa «el único a quien se cree
capaz de publicar escritos infames». (2)
(1) Pseudónimo que usó Gallardo en al-
gunas de sus obras.
(2) Vid. el número 47 de El Censor.
131
/. MARQUES MERCHAN
Y don Bartolomé, no hace un co-
mento, ni tiene una palabra de reproche.
Paciente sufridor, nada le atemoriza, ni
sorprende: su inmensa fortitud bravia
y noble, le encumbra sobre tanta de-
sazón.
Corren los meses. Los rigores de la
censura alcanzan un artículo del abate;
en consecuencia, se somete al veredicto
del jurado; (i) y habiendo Gallardo sos-
tenido en juicio precedente, que los
jueces de hecho no tienen obligación
de concretarse a la denuncia, sino que
deben calificar el escrito del modo que
estimen más justiciero, redacta Miñano
extensa gacetilla sobre tan insólito pa-
(l) Restablecido el régimen constitucional
en 1820 creóse el jurado, con aplicación li-
mitada a los delitos de imprenta. La invasión
de Angulema y los cien mil hijos de San Luís,
hizo que desapareciese, el año 23.
132
CAK7A/0 y ZURRIBANDA
recer, rn la que descarnadamente le za-
hiere (i).
Poco antes, comienza a circular un fu-
ribundo libelo intitulado: Vida, virtudes y
milagros del Pobrecito Holgazán, por otro
nombre el autor de las Semblanzas o sease el
abate Miñano. Borrajeó este folleto, el
presbítero Caravantes, famoso ya por
sus Cartas del madrileño, mas no alcan-
zando a discernir estilos ni caracteres,
creyólo el suspicaz don Sebastián, en-
cubierta venganza del Licenciado Palo-
meque, fundando este sentir en la con-
troversia que suscitaba sobre el valor
comparativo de sus Cartas, y otros pa-
peles satíricos de gran realce. Con este
motivo insertó en El Censor {2) nuevo
(i) Vid. el número 59 de E¿ Censor, co-
rrespondiente al 15 de Septiembre 1 82 1.
(2) Número 60 correspondiente al 22 de
Septiembre Pag. 459-60.
^33
/. MARQUES M E R CHA N
artículo, donde se quejaba amargamen-
te de que saliera absuelto habiendo sido
denunciado, y reconociendo la inferio-
ridad de sus escritos a la Apología de los
Palos y el Diccionario Critico-Burlesco, re-
servábase tan solo «cierta respuesta que
dio a una cierta Carta Blanca, que pu-
blicó cierto licenciado de ruin memo-
ria».
Tampoco de estas reptilescas picadu-
ras se hace eco Gallardo, abstraído en
la búsqueda de viejos libros y en sus es-
trechas y tumutuosas relaciones con la
Condesa de Villamonte, a quien El Z«-
rr/fl^o— periódico liberal, populachero y
chabacano— sacó en berlina, y a quien
defendió, con todo tacto e hidalguía, en
su donosísimo folleto Al Zurriago Zurri-
banda: [\).
(i) Esta señora, Marquesa Viuda de Bélgica
^34
CA A' 7' A Z O Y Z U R RIBA ND A
* Intentar yo santificarme — dice — jus-
tificando que no es verdad nada de lo
que respecto a mí se le antoja decir a
quien sabe muy bien decir lo que se le
antoja, sería la más clásica impertinencia
del mundo: desconocer, por otra parte,
las obligaciones de amistad y buena co-
rrespondencia que años ha, he debido
al favor de esa dama, fuera cobarde in-
gratitud; y empeñarme señaladamente
en persuadir, que entre los dos, no ha
mediado el interés galante de un ca-
mas tarde, era según don Cayetano Alberto de
la Barrera, «ilustradísima, entusiasta de la liber-
tad e independencia de la patria y amiga apasio-
nada de Gallardo». El otro personaje vindica-
do en el folleto, y a quien la malignidad del zu-
rrador, supone rival vencido de don Bartolomé
en amorosas empresas (don P. P. E. Z) es el co-
ronel don Pedro Hezeta, que desempeñó algu-
nos cargos de importancia. (X'^id. Not. autógra-
fas de Gallardo y la Barrera, en el ejemplar que
de esta obrilla existe en la Biblioteca Nacional.
R. 2836).
rSS
/. MARQUES MERCHAN
bello, sería manifestar demasiado, el
prurito ridículo, de que la que es una
mera ficción pase por realidad. Por for-
tuna estoy bien distante de semejantes
debilidades. Pero por lo mismo siento
más y más que se hayan traspasado las
leyes del decoro, en ofensa de una dama,
a quien el hecho bellaco de sacarla con-
migo de pareja en público la priva de la
justa defensa que haría yo de su persona,
si esta circunstancia no me atara las
manos, temeroso de que mi defensa mis-
ma no la comprometa quizás más».
Sin embargo, él no puede rehusar la
pensión de vindicar a tan «fresca, ro-
sada, genialotta e bella* dama, por ser pri-
mer galán en esta farsa; «cuanto más,
que es ley de caballería sabida y co-
rriente en el mundo, que todo caballero
rompa lanzas en defensa de toda dama,
^36
CARTAZO y ZURRIBANDA
siempre que algún follón malandrín, ose
agraviarla», y estampa el muy gentil zu-
rribandazo, pregonero ilustre de su gra-
nada afición a la soberbia Villamonte.
137
SAN ANTONIO BENDITO
En Madrid permanece Gallardo hasta
1823. Du' ante su estancia en la corte, se-
ñálase con ruido por sus avanzadas con-
vicciones y el atrevimiento con que las
publica, no menos que por su afán per-
secutorio de rancios papeles y arcaicos
volúmenes, que hacina sin descanso, a
trueque de mil astucias y costosos sa-
crificios pecuniarios.
De tan benéfica tarea le arranca el
Duque de Angulema con su vergonzoza
irrupción. Los cien mil hijos de Francia
avanzan sobre Madrid; las Cortes ante
139
/. MARQUES M E R C H A N
el peligro trasládanse a Sevilla, y Ga-
llardo marcha con ellas. En Sevilla
funcionan breves días; al ministerio
Florez Estrada - Calvo Rozas, sucede
Calatrava. Los franceses invaden An-
dalucía, y amenazan la ciudad; el Con-
greso decide instalarse en Cádiz; Fer-
nando VII niégase a ello, las Cortes le
declaran demente, y nombran una Re-
gencia, compuesta por los generales
Valdés, Vigodet y Ciscar, que ejerce el
poder supremo durante la traslación a
la Isla gaditana. El doce de Junio em-
prende Fernando el viaje por tierra, y
las Cortes a la siguiente mañana, festivi-
dad de San Antonio, por el río, en El
Trujano , único buque de vapor que
había entonces en España.
Con las primeras luces comienzan los
aprestos de la marcha. Una goleta de
140
¿- .-/ A' . / A' T (^ A' / () /> /■; A' /) I T O
mediano j3orte, recibe los enseres del
Congreso, y las familias de los dipu-
tados, a mas de muchos otros fugitivos,
e infinidad de equipajes. Multitud de
pequeñas embarcaciones, abarrotadas
de emigrantes, dispónense a zarpar con
gran premura.
Mas apenas desguarnecen Sevilla los
últimos milicianos escoltadores de la
columna de liberales que emprende en
coche la jornada, un repique inesperado
dá la señal a los realistas hispalenses,
para aclamar al rey en la plenitud de su
poder antiguo. El pendón de la mo-
narquía absoluta ondea en la Giralda;
sus parciales, en agitadas turbas, corren
al muelle, donde aún permanece la go-
leta, que lerda en sus movimientos no
puede seguir en su fresca salida al Tru-
jano, y al grito de «viva Fernando y
141
/. MARQUES M E R C H A N
vamos robando» acometen a cuantos
liberales — gente débil y sin armar —
apréstanse a la huida.
Allá vese sobre una barquilluela, un
hombre de edad mediana, que con recio
bastón de espino empuñado, grítale al
remero para que acrezca el bogar de la
lanchilla y allegúese a cualquier buque.
La embarcación rebosa libros y papeles
encerrados en un baúl de patente in-
glés, negro, con las armas reales de In-
glaterra, dos candados, barras y chapas
de bronce para mayor seguridad; una
escribanía de palo de rosa, un maletón
prieto, guarnecido de fuertes cerra-
duras, una caja chinesca encarnada en
forma de dado, un cajón y cuatro gran-
des serones.
La confusión y el tumulto son enor-
mes; los vivas y alaridos atruenan el es-
J42
SAN ANTONIO B F. N /) / T Q
pació; sobre las aguas flotan utensilios y
y trebejos de todas clases. El atento
custodio de los libros arriba a la goleta,
salvando su preciado cargamento, pero
los picaros serviles le atacan en la borda,
y él se va defendiendo a duras penas con
su bastón de espino.
Este hombrecillo de los libros y el
bastón no es otro que Gallardo; él no
puede consentir que sus tesoros biblio-
gráficos perezcan en el río; por eso los
cobija con tanta bravura, por eso los
ampara a brazo partido; pero son mu-
chos, son muchos los bellacos que le
atacan, y no puede con todos; grita, lan-
za juramentos, demanda clemencia, pi-
de auxilio, golpéalos cuanto puede; mas
todo huelga; mientras unos sujétanle
los brazos, otros van arrojando al agua
sus libros y sus escritos con salvaje
^43
/. MARQUES MERCHAN
complacencia, con absurda delectación.
Allí se perdieron (a lo que parece) los
manuscritos de la farsa Costanza, de Cas-
tillejo, y La Peña de los Enamorados, de
Tirso; un códice de las poesías de Gutie-
rre de Cetina; una Historia Critica del Inge-
nio Español: un Rimarlo o vocabulario rítmi-
co; una Ortografía^ un Dlclonarlo, una Gra-
mática; apuntes sobre el Quijote; láminas
de Paret, destinadas a una edición de las
novelas ejemplares; disertaciones sobre
los Romanceros y Cancioneros; multi-
tud de copias de papeletas bibliográfi-
cas y poesías antiguas inéditas: una His-
toria del Teatro Español; El triunfo del Rosa-
rio; Coloquio de las Camisas, y otros mil pa-
peles y manuscritos curiosos, (i) «Dolor
(i) Vid. La lista de manuscritos origina-
les de Gallardo extraviados el día de San An-
tonio, (abogado de las cosas perdidas), en el
apéndice D.
144
SAN AN T O N í O Fi E N D I T O
de mí — escribe Gallardo años más tar-
de— ¡todo lo he [)erdido! dibujos de Pa-
ret, papeles míos, M. S. de La Tia Fingi-
da... nada, nada me ha quedado, sino la
memoria lastimosa de todo, y... gracias
que he quedado yo para contarlo ♦ . ( i )
Así que los malditos picaros y rufianes
le hubieron desbalijado y molido las es-
paldas, dejáronle sin aliento tendido so-
(l) A este desgraciado suceso alude Castro
en su injurioso romance:
Triste estaba Gallardete,
Triste estaba por su mal,
Sobre el Betis yo le oyera
En estas voces clamar:
(jDonde están los mis librotes?
Ya mis ojos no os verán;
Mareantes de Sevilla
Saliéronme a capear.
La capa no me quitaron,
Mal la pudieron quitar,
Pues que capa yo no gasto
En los días de por San Juan, etc..
Vid. Aventuras literarias del iracundo ex-
tremeño don Bartolo Gallardete Pags. 28-29.
10 145
/. MARQUES M E R C H A ISr
bre cubierta, y huyeron cobardemente.
Gallardo no quiso emigrar: <para qué? si
había perdido lo que amaba como su
propia vida; resignóse a sufrir persecu-
ciones, y enmedio de tanta angustia, so-
lo alentóle la esperanza de rehacer, escu-
driñando en bibliotecas y archivos, par-
te de su perdida labor; aprovechando la
confusión reinante desembarcó ligero, y
huyendo precipitado por las revueltas
callejas del barrio de Triana, acogióse al
hostal de viejo amigo, en cuyos altos
desvanes ploró con amargo llanto, la
pérdida lamentosa de sus riquezas lite-
rarias.
146
LIBRO SEGUNDO
ESCRIBAS Y FARISEOS
Y fué en la Biblioteca Colombina, don-
de le sorprendieron los corchetes. Des-
pués de la malhadada aventura del día
de San Antonio, permaneció oculto Ga-
llardo en el mezquino zaquizamí de un fi-
gón sevillano del barrio de Triana, don-
de avistóse tan solo con la gente del
bronce y de la droga— galloferos, am-
pones y tahúres, rufianes y logreros-
esencia de la majeza y chulapería; mez-
quinamente convivió con ellos, gozó de
la sangrienta dicha de su vida, sufrió con
149
/. MARQUES MERCHAN
la amargura de su desgracia, y arrastró
penosa existencia, hasta que extran-
gulada la Constitución segunda vez, a
manos de la tirana férula absolutista,
restablecióse la perdida calma.
A Cádiz pasó entonces, retornando a
Sevilla con premura por mandato de las
autoridades, y aprovechando su acci-
dental estancia en la ciudad del Betis,
pensó escudriñar a caza de noticias, la
biblioteca que en su excelente Catedral
fundara el hijo de Cristóbal Colón. A
ella encaminó sus pasos cierto caluroso
día del sofocante mes de Agosto. La
biblioteca estaba solitaria y Gallardo
pudo a sus anchas, enfrascarse en la
lectura de códices antiguos y volúme-
nes raros de sabrosa doctrina, a tal
punto, que abstraido de cuanto le ro-
deaba y atento solo a su labor, no per-
150
ESCRIBAS y FARISEOS
catóst^ (\v la sii^ilosa presencia de dos
canónigos, furibundos realistas, que con
la mayor cautela le espiaron breves ins-
tantes.
No cabía duda; era Gallardo, el he-
rejote empedernido, el liberal exaltado,
el autor del Diccionario Critico Burlesco,
y sin más aguardar, uno de aquéllos
lustrosos eclesiásticos, partióse silente,
aconsejado por el ruin intento de dar
con sus zarandeados huesos en una cár-
cel. Tardó poco en volver; mas no ve-
nía solo, acompañábale nutrida tropa
de corchetes, alguaciles y escribanos,
que rodeando a Gallardo clamaron go-
zosos: «Preso por el Rey», y el pasmo de
don Bartolomé fué completo. Aquélla
inesperada sorpresa, dejóle suspenso; no
pudo pronunciar palabra alguna; ni aun
siquiera gesticuló; dejó hacer a la cua-
rsr
J . M A R Q U ES M E RC H A N.
drilla de ministros de la ley, y entregóse
sin la menor resistencia.
Los orondos canónigos, henchidos de
alegría, rebosantes de satisfacción, so-
bábanse las manos gordezuelas, y dá-
banle vaya diciendo: «Consuélese con
sus filosofías en la cárcel, en tanto sé le
achicharra públicamente por lo pron-
to». Un escribano con más caridad, mu-
sitaba tan sólo: «Hermano, prepare el
gaznate para darnos un buen rato en la
Plaza de San Francisco de Sevilla. Y no
lo extrañe, porque siempre la horca lle-
va lo suyo».
Pero no lo llevó esta vez, pues estan-
do olvidados los escándalos del Diccio-
nario Critico Burlesco, y habiendo sido
cuasi nula su actuación política en el
trienio constitucional, no hallaron los
jueces encargados de sustanciar su cau-
^52
E S C R I Py A S V FARISEOS
sa, motivo de penas mayores, y por un
acto de lenidad, no corriente en aqué-
lla época, condénesele tan solo a la re-
clusión por tiempo ilimitado, en el lu-
gar que se estimase pertinente.
153
EL ACERO EN T.A PRUEBA
Entrenado en la sevillana cárcel de
Señores, hubo de declarar ante el juez
eclesiástico doctor Francisco Javier Ou-
ton, que prendado de su franqueza, se le
mostró propicio, destinándole a peti-
ción suya al convento de San Agustín, en
las afueras de la ciudad.
Breves días convivió monásticamente,
pues decretado su liberamiento pasó a
Extremadura, residiendo algún tiempo
en Campanario, de donde tornó a An-
dalucía, estableciéndose en Chiclana
155
/. MARQUES M ER C H A N
hacia 1826. Allí escribió, fechándola el
mismo año, la Carta critica sobre una nueva
traducción de Homero, por don Miguel José
Moreno (i), párroco, a la sazón suspenso,
de la Iglesia rural de San José de Cádiz.
En esta época principia la segunda
fase poética de Gallardo. Aparte la epís-
tola a doña María de Alba, escrita en
Sevilla a los nueve días de chirona, (2) y
Los Confites de Cupido (Chiclana 1826),
compuso una serie de primorosas rimas,
(i) Esta Carta se publicó años más tarde —
en el n.° III de La Antología Española. Marzo
1848. Pág. 99 — -con el título siguiente: «Del
Asonante, su naturaleza y exquisito mecanis-
mo; misterio rítmico, no penetrado por nadie,
hasta que lo descubrió el autor de la siguiente
carta».
(2) También fecha en la llamada Cárcel de
Señores, los «Reparos críticos al Romancero y
Cancionero, publicado por don Manuel Josef
Quintana en la Colección de Poesías Castellanas
de D. Ramón Fernández», que vieron la luz en
el número sexto de El Criticón.
J56
E L A C E K O E N LA P R U E B A
extraviadas en su mayor parte, pero de
cuya calidad y significación podemos
formar juicio por las que a nosotros lle-
garon. Rimas firmes, sinceras y entusias-
tas, que si bien llevan el sello de la clá-
sica manera, alcanzan intensidad de fon-
do, superior al de aquellas bulliciosas y
caldeadas, que en Salamanca hiciera a
Silvia, gracias al aliento romántico que
de modo incipiente en ellas palpita. Esta
suave evolución hacia el nuevo sentir,
se inicia en Los Ojos Hechiceros (Chiclana
1827), y culmina en Blanca-Flor y El Due-
ño Ingrato (Castro del Río 1828).
Plácidamente residía en Chiclana, sin
sospechar que autoridad alguna de él
hubiese memoria, cuando recibió apre-
miante mandato de presentarse al In-
tendente de Policía de Cádiz, don José
María Malvar, que le ordenó salir con
157
/. MARQUES MERCHAN
toda urgencia para Sanlúcar, a las ór-
denes del Gobernador, con pliegos
cerrados para don Juan Recacho, In-
tendente de Sevilla, y don Francisco
González de Argandoña, subdelegado
de Córdoba, a cuya ciudad iba deste-
rrado.
Había sido Recacho compañero de
don Bartolomé en las aulas universita-
rias, y dándole una prueba de cariñoso
afecto, le permitió permanecer en Se-
villa, mientras consultaba a la Super-
intendencia, pues Gallardo resistíase a
ir a Córdoba, en razón de haber sabido
confidencialmente por cierto religioso
agustino, que al recibir el Subdelegado
de aquella provincia, la comunicación
de su envío, anunció al secretario: «mi-
re a quién nos mandan aquí; a don
Bartolomé Gallardo; le enviaremos a
158
K L A L E R O UN LA P R U Rfí A
Castro u a l.uctna, donde nos darán
buena cuenta de él > . ( i )
No pudiendo esquivar la marcha a
Córdoba, procuró quedarse en esta
ciudad para evitar la anunciada confi-
nación, mas no habiendo logrado su
deseo, hubo de sufrirla con todo riesgo
y desventura, en la villa de Castro del
Río. Mirado despectiva y enojosamente
por la mayoría de los vecinos, que jamás
desecharon ocasión de procurarle daño,
no dejó de encontrar algunas caritati-
vas personas (2), que le hicieron llevar
pacientemente el tormento de la dura
prueba.
(i) Castro y Lucena distinguíanse en aqué-
llas calendas por su enemiga a los liberales.
(2) Entre los amigos y favorecedores que
halló en el destierro, señalóse el V. P, Maestro
Fray Juan de Castro, sabio carmelita descalzo,
con quien trabó amistad con motivo de fre-
cuentar la biblioteca del Convento.
159
y. MARQUES M E R C H A N
Los ultrajes y molestias que le alcan-
zaban, eran frecuentísimos, llegando en
una ocasión cierto voluntario realista a
insultarle en la calle de palabra, tirán-
dole a la postre algunos ladrillazos. Ga-
llardo protestó ante la autoridad de
tal insulto, pero como en toda ocasión,
su queja fué desatendida.
Ya el dolor había llamado a su puerta
esclavizándole para nunca mas abando-
narlo. En 25 de Diciembre de 1827, es-
cribe a don José Pérez Torroba de Cá-
diz. «Mi estimado amigo: Invariable
siempre en mis principios y afectos,
tomo la pluma para dar a Vd. lo que no
tengo; Buenas pascuas. Tales no puedo
yo tenerlas condenado a arrastrar mi
existencia lejos de Cádiz separado de
mis libros y mis amigos, y clavado co-
mo un plantón en esta tierra de cafres,
160
EL ACERO EN LA P R ir E R A
donde, lus liuinbrcs aullan como lobos,
y muerden como perros rabiosos. Pero
si no puedo dar a V. las buenas pascuas
que no tengo, tengo los más buenos de-
seos de tenerlas felices en su buena com-
pañía, y de esto puede V. recetar largo,
que es lo que el cielo me da con mano li-
beral (perdone V. el término); en efecto,
hace años, parece estoy condenado a
ser mero varón de deseos. La mala tram-
pa, amigo, parece se empeña en probar
con sus rigores mi constancia, y mi
constancia es tan dura como mi dura es-
trella*.
A resultas de una discusión habida en
el Ayuntamiento de Castro, en la que
don Bartolomé sostuvo que las leyes no
extendíanse a las opiniones, sino a los
actos externos meramente, y que él
siempre pensaría como estimase más
// i6i
/. MARQUES MERCHAN
Oportuno, sus enemigos, pretextando
que tal declaración envolvía un espíritu
de criminalidad, le formaron causa en
1829, recluyéndole en la cárcel por es-
pacio de varios meses.
Hastiado del reposo carcelario — él
que para la lucha había nacido — conmi-
nado con harta frecuencia para que ad-
jurase de sus opiniones y recibiendo fe-
mentido trato, no por eso cedió un pun-
to en sus convicciones, ni decayó su áni-
mo que bravio e indomable, impulsábale
a afrontar la desgracia con altivo ceño y
con estoica firmeza. Una simple retrac-
tación de ideas hubiese bastado para
abrirle la puerta de la prisión, pero
consecuente consigo mismo, jamás do-
blegóse a tan abyecta exigencia; su ca-
rácter heroico no le permitía trocar
años de cárcel por la mancilla eterna
162
KL ACERO EN LA PRUEBA
do su hunor; y la consideración de su
desfcjracia presente, avivando aquel se-
creto odio que en el fondo de su co-
razón profesaba al monarca sustentador
de tan depravado régimen de injusticia»
llególe a hacer tan poderoso, que des-
bordándose con asolador imperio, ex-
tendióse a toda idea de monarquía. Ya
no concibió la plena dicha de España
vinculada a un trono; las palabras rey y li-
bertad, pareciéronle incompatibles, y en-
tonces columbró en lontananza una Es-
paña feliz, cimentada sobre la base de
una república ampliamente democrá-
tica.
163
BLANCA FLOR
No pudiendo prolongarse los eternos
ocios — apesar del incentivo que brinda-
ba al abandono el tormento de la pri-
sión— por ser la diligencia excelso pa-
trimonio de su espíritu, y careciendo de
apuntes, de documentos y escritos con
que levantar más perdurable edificio,
dióse Gallardo al cultivo de la poesía,
que tanto le sedujera cuando emulaba
las hazañas de los más esclarecidos pica-
ros y rufianes, en las aulas salmantinas.
Los versos de su mocedad son lindos
y fogosos; rebosan pasión y entusiasmo.
165
/. MARQUES MERCHAN
Líricos en su mayor parte, si caen en
la incorrección alguna vez es por exceso
de ardorosidad; ya hemos dicho que
Gallardo era hombre violento en todos
sus amores.
Las poesías que compuso en Castro
del Río, son sin duda las más perfectas
de cuantas produjo. Sirva de ejemplo
su celebradísima canción romántica
«Blanca Flor», cuyos versos dice Valera
« parecen propios del más gentil poeta
d e principios del siglo XVI » . ( i )
«¿A qué puertas y ventanas
Clavar con tanto rigor,
Si de par en par abiertas
Tengo las del corazón?»
Así con su madre a solas
Lamenta su reclusión,
(i) Florilegio de poosías castellanas del Si-
glo XIX. Tomo l.°, pag. 32.
166
B L A N C A F L O
La bella niña cenceña,
La del quebrado color;
De amargo llanto los ojos,
El pecho lleno de amor;
Y de par en par abiertas
Las puertas del corazón.
[Madre, la mi madre, dice.
Madre de mi corazón.
Nunca yo al mundo naciera,
Pues tan sin ventura soy!
Atended a las mis cuitas.
Habed de mí compasión,
Y de par en par abridme
Las puertas del corazón.
Yo me levantara un día
Cuando canta el ruiseñor,
El mes era de las flores,
A regar las del balcón,
ün caballero pasara
Y me dijo: ¡Blanca-FlorI
Y de par en par abrióme
Las puertas del corazón.
167
/. MARQUES MERCHAN
Si blanca, su decir dulce
Colorada me paró:
Yo callé, pero mirele:
¡Nunca le mirara yo!
Que de aquel negro mirar
Me abraso en llamas de amor,
Y de par en par abrí
Las puertas del corazón.
Otro día a la alborada
Me cantara esta canción:
«¿Donde está la blanca niña,
Blanco de mi corazón?»
El laúd con cuerdas de oro,
Y de regalado son,
Que de par en par me abriera
Las puertas del corazón.
El es gallardo y gentil.
Gala de la discreción;
Si parla, encantan sus labios;
Si mira, mata de amor.
Y cual si yo su sol fuera.
Es mi amante girasol;
j68
B L A N L A /•■ L O M
Y abrióme de par en par,
Las puertas del corazón.
Yo le quiero bien mi madre,
(¡No me lo demande üios!)
Quiérole con buen querer,
Que de otra manera no.
Si el querer bien es delito,
Muchas las culpadas son.
Que abrieron de par en par
Las puertas del corazón.
Vos madre, mal advertida,
Me claváis reja y balcón.
Clavad, madre, enhorabuena:
Mas de esto os aviso yo,
Cada clavo que clavéis
Es una flecha de amor
Que de par en par me pasa
Las telas del corazón.
Yo os obedezco sumisa,
Y no me asomo al balcón.
«¿Que no hable? — Yo no hablo,
J69
y. MARQUES MERCHAN
¿Que no mire? — ¿Miro yo?»
Pero que le olvide, madre,
Madre mía, olvidar no;
Que de par en par le he abierto
Las puertas del corazón.
En fin vos amasteis, madre;
Señora abuela riñó:
Mas por fin vos os velasteis,
Y a la fin fin, nací yo.
Si vos reñís como abuela.
Yo amo cual amasteis vos,
Al que abrí de par en par
Las puertas del corazón.
^'Hay nada más delicado, sentido, tier-
no y personal, que esta poesía? Pues
bien, Blanca-Flor, tiene además una
singular importancia en la historia del
romanticismo español. Cuando nebu-
losamente, con una marcada imprecisión
vislúmbrase esta innovadora tendencia,
cuando solo algunos precedentes ais-
BLANCA F L O R
lados han biütadu v\\ nuestra literatura,
pero sin acertar sus autores a denomi-
narlos de manera alguna, cuando esa in-
quietud característica de la revolución
literaria próxima a estallar, flota en el
ambiente. Gallardo, con una seguridad
que pasma, apellida aquesta trova, can-
ción romántica. (¿Qué significa este atre-
vimiento de Gallardo? ^"Acaso presiente
el triunfo del romanticismo en España?
///
LA SEMILLA ROMÁNTICA
Muerto Fernando VII, la vida nacio-
nal paralizada, sumida en triste letargo,
despertó de nuevo. Extinguida con él
la atmósfera de opresión que caracteri-
zó tan aborrecible reinado, las ideas co-
menzaron a manifestarse libremente, y
en justa reacción contra la odiosa tiranía
intelectiva, la libertad de pensamiento
surgió potente y avasalladora. Producto
de esta reacción lumínica es el romanti-
cismo.
Con la muerte del rey, la guerra civil
173
/. MARQUES MERCHAN
la nueva aurora de la libertad, y la revo-
lución política, coincide la vuelta de los
emigrados. Estos han vivido en Ingla-
terra, en Italia, en Francia. París ha sido
últimamente su centro de reunión; allí
han estado Toreno, Martínez de la Rosa,
el Duque de Rivas, Alcalá Galiano. To-
dos vienen embriagados por la emoción
romántica; todos han asistido al estreno
de Hernani en la Porte de Saint Martin, to-
dos vienen saturados de la nueva doc-
trina literaria, con ellos el romanticismo
francés penetra en España. Pero no va-
yamos por ello a buscar únicamente en
esa importación los orígenes del roman-
ticismo español; que el romanticismo
había brotado en nuestro sueloS por
generación expontánea, sin primordial
influjo de exótica savia; se avivó sin
duda con el nuevo fuego, desarrollóse
^74
L A S K M 1 L L A A' O MA N T I C A
con más rapidtv., con más intensidad,
pero ya existía. ¿V si existía, donde va-
mos a buscarlo? ¿Dónde encontrar su
origen?
Azorín — ese ñno analizador de la sen-
sibilidad estética española, — lo ha en-
contrado a través de algunas obras de
los últimos genuinos representantes del
clasicismo nacional, (i) Cadalso, Melén-
(l) Antes que Azorín, Valera halló en las
poesías de Nicasio Alvarez Cieniuegos, a quien
supone influido por Rousseau, una «sensibili-
dad enfermiza, algo de soñador y de tétrico y
un pesimismo ya lánguido, ya desesperado, que
inducía a buscar la bienaventuranza en pasados
tiempos fantásticos; en una imaginada edad
de oro, que ya se ponía en las primitivas sel-
vas, ya en los siglos de mayor fé y de menor
reflexión y refinamiento». Vid. Florilegio de
poesías castellanas del Siglo XIX. Pag. 34
tom. I.
Menendez Pelayo, percibió en Jovellanos la
transición, pero esta idea que flota en los dos
ilustres críticos, no toma cuerpo hasta Azorín^
definitivamente.
175
/. MARQUES M E R C H A N
dez, Jovellanos, Cienfuegos, son poetas
románticos, perdidamente románticos,
antes de estrenarse Hernani^ muchísimos
años antes de volver los emigrados.
Estamos en los postreros días del si-
glo XVIII. El capitán José Cadalso, ha
llegado a la Corte, terminadas las gue-
rras con Portugal por mandato del Con-
de de Aranda. María Ignacia Ibañez, ce-
lebradísima actriz del teatro de la Cruz
(i) le ha prendado, y entabla estrechas
relaciones con ella. Una indisposición al
parecer ligera, le arranca de los brazos
(i) Cuando en 1 77 1 el Conde de Aranda
suprimió uno de los dos coliseos que desde
tiempo inmemorial venía disfrutando la villa de
Madrid, y formó una compañía única (que fué
modelo en su género) a las órdenes del des-
pués famoso autor Manuel Martínez, María Ig-
nacia Ibañez, recibió el empleo de primera da-
ma, por ser la más sobresaliente actriz que ha-
bía entonces en España. — Vid. Archivo Muni-
cipal de Madrid. Sección de Espectáculos.
Leg. I-347-2, 1-35 1-2, 2, 459-20.
176
',. ; sr ]f r r r t r n \f i i- t / r ./
del amante para llevarla al sepulcru, y
Cadalso loco, acalorado, en aquellos
momentos de dolor, discurre la, absurda
idea de robar su cadáver.
Una noche, merced a su audacia y al
soborno de los guardas del cementerio
de la Parroquia de San Sebastián, don-
de hallábase enterrada, consigue exhu-
mar sus restos por el simple placer de
posar los labios en aquellos ya hedion-
dos despojos. Unos amigos acuden a
tiempo, y Cadalso es desterrado a Sala-
manca, para evitar las resultas del pro-
ceso a que la Inquisición le somete, y
que gracias al Conde de Aranda, queda
suspenso e incluso. Cadalso entonces,
para desahogar el sentimiento que la
prematura pérdida de la amada le pro-
duce, compone sus Noches Lúgubres, en
que aprovechando la descabellada idea,
12 lyy
/ . MARQUES M ER C H A N
relata con detalle, el curso y accidentes
de su macabra aventura.
Esta es la primera muestra de roman-
ticismo español. Se ha argüido que las
Noches de Cadalso, están inspiradas en
en las Ninht Thonghts, de Young— supo-
sición bastante fundada, que Cadalso
viajó mucho y pudo conocer esta obra
durante su permanencia en Inglaterra, o
acaso en Francia donde corría una ver-
sión de Le-Tourner — ,Jpero podrá ne-
garse que la emoción, el sentimiento, y
hasta la loca idea, son suyas, muy suyas,
y solo de Young ha tomado, con grave
perjuicio, el título y la forma de la obra.^^
(i) Pues bien, estos devaneos románticos
(i) Entre las más próximas imitaciones de
Las Noches de Young, se encuentra la del
bondadosísimo cura inglés Hervey, que escri-
bió sus «Sepulcros», traducidos al francés por
178
/. . / .9 E Mil. L A Á' O M A N TICA
no son aislados; también Aivaicz Cien-
fuegos canta:
Vo siempre lierido de amorosa llama
líusco la soledad, y en su silencio
Sin esperanza mi dolor exhalo. (l)
y allá en la Cartuja del Paular, don Gas-
par Melchor de Jovellanos, melancólico
y grave varón, se queja de su suerte y
del mundo, da pasos extraviados y tris-
tes por las montañas y los valles, y cuan-
do al caer la tarde vuelve al monasterio,
aunque él sabe que allí no hay trasgos
ni endemoniados, se estremece de ho-
rror y de espanto cuando cruza los claus-
tros medrosos:
De una escasa
Luz el distante y pálido reflejo
Guía por ellos mis inciertos pasos:
Le-Tourner, y de este idioma al castellano por
don Manuel Gorrino.
(l) Mi paseo solitario en Primavera.
179
/. MARQUES MERCHAN
Y enmedio del horror y del silencio
¡Oh fuerza del ejemplo portentosa!
Mi corazón palpita, en mi cabeza
Se erizan los cabellos, se estremecen
Mis carnes y discurre por mis nervios
Un súbito rigor que los embarga.
Parece que oigo que del antro obscuro
Sale una voz tremenda que rompiendo
El eterno silencio así me dice:
Huye de aquí profano, tu que llevas
De ideas mundanales lleno el pecho.
Huye de esta morada, do se albergan
Con la virtud humilde y silenciosa
Sus escogidos; huye, no profanes
Con tu planta sacrilega este asilo.
De aviso tal al golpe confundido.
Con paso vacilante voy cruzando
Los pavorosos tránsitos, y llego
Por fin a mi morada, donde ni hallo
El ansiado reposo, ni recobran
La suspirada calma mis sentidos.
Lleno de congojosos pensamientos
Paso la triste y perezosa noche
1 8o
L A S E M I L L A R O M A NT I C A
\'.\\ molesta vigilia, sin que llegue
A mis ojos el sueño, ni interrumpan
Sus regalados bálsamos mi pena.
Vuelve por lin con la rosada aurora
La luz aborrecida, y en pos de ella
V\ claro día a publicar mi llanto
V dar nueva materia al dolor mío. (l)
Esa melancolía íntima, profunda, in-
quietadora, que al poeta sobrecoge y
desasosiega en las horas nocturnas; esas
agudas sensaciones en que Azorín ve el
germen de toda la poesía romántica, que
más tarde ha de surgir en España, cali-
fícalas Menéndez Pelayo, de «efecto re-
ligioso, producido por la contemplación
de los claustros» simplemente. Pero no
obstante reconoce que «Jovellanos es-
taba mejor preparado que nadie en Es-
paña, para aspirar con toda su fuerza el
(i) Epístola de Fabio a Anfriso — Descrip-
ción del Paular.
/. MARQUES M E R C H A N
aliento poético de la Edad Media; que
la soledad y la desgracia le incitaron
a ello al ponerlo en contacto con las re-
liquias de aquella época», y que «el ro-
manticismo histórico y caballeresco, el
romanticismo de Walter Scott, el mun-
do de las costumbres feudales, Jove-
llanos fué el primer español que lo des-
cubrió, saludándolo con gritos en los
que se mezclaban el entusiasmo con la
inexperiencia» (i)
Sabido es por demás que la bárbara
saña de los perseguidores del ilustre va-
rón, le encerró en el castillo de Bellver.
Allí comenzaron a bullir y moverse en
su fantasía, pugnando por adquirir for-
ma, los fantasmas vagamente entrevistos
en las viejas relaciones. Era una solem-
ne fiesta la que dábase a sí mismo Jove-
(l) Ideas estéticas: Pag. 349. Tom. VI.
182
LA S E M ILLA fí O MA NTI CA
llanos, en páginas dignas de una cróni-
ca del siglo XII, según la expresión di-
chosa de Milá y Fontanals. (7)
Mas también un dulce y sereno ma-
gistrado de la Audiencia de Valladolid,
llora sus desgracias y se cree el hombre
más desdichado, lastimoso y melancóli-
co del mundo. < Tú me juzgas feliz», es-
cribe a Jovino
«üh si pudieras
Ver de mi pecho la profunda llaga
Que va sangre vertiendo noche y día»
«En ansias infernales, solo en vela > gi-
me, y el llanto «sus mejillas ara». Nada
mira, nada halla que le cause «sino agu-
do dolor o tedio amargo*. Huye de to-
dos «sin destino, perdido, extraviado,
con pie incierto», corriendo «medrosos
(7) Vid. la Memoria del Castillo de Bellver.
181
/. MARQUES M E R C H A N
valles»; y camina de noche llamando a
la luna desesperado;
¡Luna, piadosa luna! cuanto peno.
No, jamás otro en tu carrera viste
A otro infeliz cual yo de angustia lleno», (l)
y en esta poesía, hay como ha dicho Azo-
rín < no la pasión y el fuego que eso está
en Fray Luis de León, sino una melan-
colía, una tristeza, que no existía antes,
y sobre todo, y ello es esencialísimo, una
manera de ver la naturaleza, no imper-
sonalmente como en Fray Luis y en
Garcilaso, sino a través del propio espí-
ritu, tamizada, interpretada por nuestras
emociones del momento, por el estado
de nuestra alma>. (2)
(i) a Jovino. De mi vida. Las Miserias hu-
manas.
(2) Preciso es advertir sin embargo, que
Melendez, está por Young influenciado, e imi-
ta ajovellanos su maestro y amigo. Vid. la Oda
VII (La Noche y la Soledad):
J84
/. .-/ ^ /•; M ILL A R OMÁN 'I I C A
Pero este ruinanticismo inquietante
que va brotando, aislado y paulatina-
mente en España con carácter marcada-
mente personal y originalísimo, no es
conocido del vulgo literario, ni menos
del despreocupado público de tiempos
de Carlos IV.
He aquí ya dos corrientes románticas
distintas; una extrangera y otra españo-
la; las dos coadyuvan a la creación de
Y la cítara fúnebre templemos
O Young, que tu tañías
Cuando en las rocas de Albión llorabas.
Y con Young silenciosos nos entremos.
En blanda paz por estas soledades... etc.
y la Elegia II:
Yo empero huyendo del, sin cesar llamo.
La negra noche etc..
en que la imitación de Jovellanos es absoluta.
Mas apesar de ello un fondo de sinceridad late
bajo el ropaje imitativo: la desgracia familiar y
política del frágil magistrado.
1S5
/. MARQUES MERCHAN
nuestra compleja literatura romántica,
pero aun falta un tercer elemento nacio-
nal, parte potísima en la gestación de la
misma, y de la que uno de los más ge-
nuinos representantes, es don Bartolo-
mé José Gallardo. Nos referimos a nues-
tro romanticismo clásico, que no de
otra manera debe llamarse la libertad de
principios y reglas empleadas por nues-
tros autores del Siglo de Oro.
1 86
EL RETORNO A LOS CLÁSICOS
Las ideas clasicistas, no hirieron nun -
ca profundamente el espíritu español;
ninguno de nuestros autores dramáticos
del siglo XVIII sintió la tragedia; nin-
guno identificóse por entero con la
manera de pensar francesa; el eclepti-
cismo y el desorden reinaron entre los
partidarios del sistema clasicista, y ca-
racterizando a este la estilización supre-
ma de la naturaleza, hasta el punto de
hacerle caer en lo inverosímil y fantás-
tico, diose el caso de omitir precepto
tal, impuesto por la constumbre, y
187
/. MARQUES M ER C H A N
ajustándose a las limitativas unidades,
presentar cuadros de un verismo en-
cantador. Sírvannos de ejemplo las co-
medias de Moratin, tenidas hasta el
presente como modelos de clasicismo
puro, y que en el fondo no contienen
más que una admirable pintura de la
vida real y cuotidiana, apuntando en
este carácter, la transición al roman-
ticismo - reacción fogosa y oposición
audaz y valiente, a la frialdad, rigi-
dez y monotonía de las obras clasi-
cistas.
Apesar de la resistencia que los espa-
ñoles hicieron a la entrada del roman-
ticismo, la lucha no fué titánica, ni re-
vistió el encarnizamiento que en Fran-
cia, donde tan arraigadas estaban las
doctrinas clasicistas. En Espaíia, la pu-
blicación de las obras de los clásicos y
j8S
RL Rh.TORNO A /.OS C/.ASICOS
el Romancero, apenas conocidos en lus
albores del siglo XIX, íacilitaron mu-
cho su entrada triunfal, que también
coincidió con las traducciones de Wal-
ter Scott, L.ord Byron y Mad. Stael. (i)
Nuestros escritores clásicos, fueron
románticos — eminentemente románti-
cos— si por romanticismo se entiende el
rompimiento de los moldes primitivos
y antiguos, — en especial Lope y Cal-
derón, revolucionadores del teatro — (2);
(i) En 1803 veía la luz pública una traduc-
ción de ,-//í7/ar7?¿'?/í? de Chateaubriand; en 1816
una versión castellana de Paul et Virginie\ y en
181 8, Mariano Cabrerizo, librero valenciano,
comenzó a publicar una serie de novelas en su
mayor parte románticas. También, la fundación
de ^ El Europeo* en Barcelona, del que fueron
alma Aribau y López Soler, dio nuevos impul-
sos al movimiento.
(2) Gallardo califica también de románticas
las tendencias fantásticas y sentimentalistas de
nuestras letras viejas. Toda la literatura caballe-
resca es romántica para él; así dice: «El Qui-
189
/. MARQUES MERCHAN
y en este sentido es en el que Menéndez
Pelayo afirma existe el romanticismo en
los libros del licenciado Barreda y Mo-
rales Polo (Traducción del panegírico
de Trajano, de Plinio y el Epítome de
los hechos y dichos de aquel empe-
rador), aun cuando Morales trae ya re-
glas y sentencias a las cuales pueden
amoldarse los dramas románticos, (i)
Este romanticismo es también descono-
cido en los principios del siglo pasado:
las obras de los clásicos eran raras en-
tonces, y el conocimiento de los viejos
libros — de que tan infiltrado Gallardo
jote, además, es libro que arguye en quien lo
escribió, un caudal de lectura y de erudición
romántica que asombra». Vid. El Criticón n° I.
Pag. 36.
(l) De poética romántica, califica igualmen-
te las Cartas Philológicas de Alfonso Sánchez
de la Ballesta. Vid. Ideas Estéticas. Tomo III.
Pag. 363-
EL RETORNO A LOS CLASICOS
estaba — tenía algo de ciencia oculta; las
alfeñicadas producciones de la bucólica
de estufa, imperaban con las odas ¡pa-
trióticas y las canciones de circunstan-
cias, y en cambio el tesoro de nuestro
Romancero «-colección la más rica de
poesía propiamente popular, que posee
nación alguna >, según Costa, eran des-
conocidas en absoluto, l^os gustos anda-
ban extraviados, y las reimpresiones de
las obras producidas durante las gestas
de oro de nuestras letras, sirvieron para
encauzarlo.
El conocimiento del Romancero y
de los clásicos, despertó en el espí-
ritu español emociones nuevas, en ex-
tremo halagadoras, muy en armonía
y consonancia con su manera de pen-
sar y sentir, que unido al pobre
arraigo de las convicciones clasicistas
191
/. MARQUES MERCHAN
(i), determinaron una excelente dispo-
sición para la entrada triunfal del ro-
manticismo. (2) Por eso el romanticismo
español no fué en substancia otra cosa,
que la vuelta a los clásicos y sus obras,
acomodadas a las costumbres y ade-
lantos de la época, al paso que en Fran-
cia significó una innovación completa.
La revolución romántica fué necesa-
ria. Las hogueras de los corazones esta-
ban en la tragedia clásica cubiertas de
nieve, eran cadáveres helados; faltábales
(i) Aun las defendía en 1822 Martínez de
la Rosa en su Poética.
(2) No estuvo sin embargo exento movi-
miento de oposición. Cuando en 1818 el ilus-
trado cónsul alemán don Nicolás Bóll de Fa-
ber, dio a conocer las opiniones de Shclegel so-
bre Calderón, se levantó contra él universal cla-
moreo, descollando por su apasionamiento en
rebatirlas don José Joaquín de Mora y don An-
tonio Alcalá Galiano, el mismo que años más
tarde escribiría el prólogo de '«^ El Moro Expó-
sito.
192
EL RETORNO A f.OS CLASICOS
el íuc'go y la pasión cnervadoras de su
vitalidad, fenecida a manos de hieratis-
mo abrumador; y a este organismo de-
caído, la ardorosidad romántica le dá
nuevas fuerzas, le presta mayores ener-
gías. Por eso fué algo más la innovación,
que un cambio de retórica y de trajes
conn) afirma Zola; (i) significó un cam-
bio completo de sentimientos y de in-
terpretación de la vida.
La humanidad tiene sus momentos
estéticos, inconscientemente manifesta-
dos en pluralidades de espíritus, afines
por similitud de condiciones intelecti-
vas y homogeneidad de cultura o in-
cultura. El romanticismo que podemos
llamar socialismo literario, nace de una
falta de educación solemne y decan-
(l) El Naturalismo en el Teatro. Pag. 13.
Madrid. La España Moderna.
^3 193
/. MA R Q U E S M E R CHA A
tada; tiene un origen plebeyo. Mientras-
priva el estudio de las humanidades, la
cultura, que es juego de ingenio, per-
mite alcanzar el refinamiento; cuando-
decae y se extingue, empobrecido el
mundo ideológico, retorna el hombre a
su natural, refugiase en la llana ex-
presión de sus afectos. En este punto-
surge, virilmente remozador el roman-
ticismo, que no es en esencia, sino la in-
tensidad supeditada al volumen, es
decir, la exageración del sentimientOy
hecha por el espíritu ayuno de doctrina,
en su afán de engrandecerle, (i)
Corolario admirable de todo ello es la
(i) No trato aquí de hacer un detallado
estudio sobre el romanticismo español. Tan
solo de esquemar con ligereza, las diversas
corrientes que lo integran, y entroncar debi-
damente la poesía de Gallardo. Para más opor-
tuna ocasión reservo la exposición de mis teo-
rías.
194
El. KRTORNO A LOS CLASICOS
conciencia de la personalidad, su exalta-
ción. L-nid a ésta, el entusiasmo ingenuo
y desbordante que el incentivo guerre-
ro ha prendido en el alma española; jun-
tad la pasión política, algo de lacrimatu-
ria melancolía (efecto del melancólico
ritmo universal ahora percibido) y ten-
dréis cristalizado el romanticismo fer-
viente de Espronceda, el que es objeto
de la sátira de Larra, El Trovador, Don Al-
varo... Ahora bien; esos pasos inadverti-
dos que arrastran al individualismo
vehemente, ensoñador, a la realidad ín-
tima, profunda de la naturaleza, percí-
bense acentuados, a medida que el
tiempo evoluciona, en las obras de los
preceptistas antidogmáticos. Luzan, re-
huye la autoridad del legislador para es-
cudarse solo en la razón y la verdad; Pi-
quer ya es un vidente de la relatividad
^95
/. MARQUES MERCHAN
de la belleza; (i) Arteaga amplia el ho-
rizonte estético.
La revolución se acerca. En 1794,
Hervás la presiente. «Aparece en el ho-
rizonte de la literatura-escribe-una nue-
va elocuencia que se llama estilo filosófi-
co... En el más breve discurso, se amon-
tonan y confunden pensamientos de ob-
jetos físicos y metafísicos, naturales y
teológicos, civiles y morales, simples y
alegóricos, ún conexión dialéctica, retórica,
ni verbal. El estilo filosófico consiste en
vomitar tumultuariamente pensamientos
de toda clase con concisión de palabras;
es como una tempestad que arroja gra-
nizos de todos tamaños y colores». (2)
(i) Esta idea que Piquer desarrolla en su
Lógica (1771) habíanla apuntado ligeramente
el P. F"eijóo en su Discurso Razó7i del gusto
(1734) y don Juan de íriarte en el Diario de los
Literatos (1737).
(2) Vid. la Historia de la vida del hombre.
196
EL KliTORNO A LOS CLASICOS
Embebecido Gallardu en el estudio de
nuestros grandes autores de los siglos
XVI y X Vil, impregnado de las belle-
zas y agudos decires de los gráciles can-
cioneros nacionales populares y erudi-
tos, adelántase a su época — lo mismo
que en la política y en el sentir crítico —
y acierta a ser romántico a la manera
clásica, dulce y placentero, consciente y
moderado, y lo que es lo más, a apelli-
dar su bellísimo romance Blanca-Flor,
canción romántica, (i)
Nadie negará la filiación de esta poe-
sía, con las trovas amorosas de nuestros
(i) Para Gallardo, romántico es tanto
como protestador, hombre de espíritu poco
acomodaticio a la estética vigente. Así nos ha-
bla por ejemplo, de los románticos de 1550, en
tre los que coloca a don Pedro de Sala2ar, «que
no se daba el mejor perjeño para hacer libros
al gusto de los críticos clásicos» Vid. El Criti-
cón n.° III pag. 6 y 7.
797
/. MARQUES MERCHAN
castizos copleros del siglo XVI, pues
tantas semejanzas con estas tiene — aun
en el mismo pensamiento — que Menén-
dez Pelayo vislumbra en ella, felicísima
imitación del villancico de Urrera que
comienza:
Ayer vino un caballero
Mi madre, a m'enamorar
No lo puedo yo olvidar (l)
Pero no es sola Blanca-Flor, la com-
posición de Gallardo que encierra tal
carácter; también lo tienen, su primo-
rosa canción A Zelinda, y algunos otros
romances y letrillas de la más castiza.
(i) Vid. Menéndez y Pelayo, Antología de
poetas líricos Castellanos. Tomo VIL
Más que imitación directa de dicho villanci-
co, ni ningún otro, el lindísimo romance de Ga-
llardo es «un tegido de reminiscencias eruditas»
como afirma atinadamente el P. Blanco. Vid.
Historia de la Literatura en el Siglo XIX. Pag.
103. Tom I.
198
I
El. RETORNO A LOS CLJSICOS
y apasionantr traza, (i) que saltando
por cima de Cadalso, de Meléndez y
de la nueva escuela sevillana, valieron
para «soldar con más fuerza — según
añrma Valera — la antigua poesía espa-
ñola con la más reciente, y preparar
el elemento nacional y más propio
parala futura innovación.*
Y he aquí ligeramente esbozados los
elementos distintos, que integran nues-
tro complejo romanticismo, que trae al
(i) Canta en El Dzieño Ingrato:
En tu dulce soledad,
¡Oh noche plácida!
Cautivo lloro,
En grillos de oro,
El tiránico rigor.
¡Ay dolor!
De un dueño ingrato.
Y a tu incierto resplandor
¡Oh luna pálida!
La sombra esquiva
O fugitiva
Busco ciega del amor.
/. M ARQUES M ER CHA N
arte la libertad y un poco de huma-
nidad y sentimiento, exigidos por los
adelantos de la época y la evolución de
la sensibilidad, (i)
Las épocas se suceden; las costum-
bres varían, las ideas se transforman,
los conceptos del arte evolucionan;
querer regir una época por los precep-
tos de otra, es un absurdo funesto,
una ruina lamentable; y siendo la lite-
ratura un producto social, al unísono de
la sociedad a que pertenezca, ha de vi-
(l) Resumiendo, puédese bosquejar el si-
guiente cuadro:
Romanticismo Español
I.^ etapa: Romanticismo liberador (romanti-
cismo de nuestros autores del siglo de oro; rom-
pimiento de moldes primitivos, de las formas
muertas de la tragedia clásica) Lope, Calderón.
2.^ etapa: Romanticismo pasional ^afirmación
de la personalidad, tendencia realista), lo infor-
man:
Romanticismo clásico español (Gallardo).
200
I.L K¡: TORNO A LOS LL ASIÓOS
l)rar en sus partos todas. P(»r eso las in-
(juietudes y las ideas de cada tiempo,
encarnan en una fórmula estética di-
ferente, y el romanticismo, — socialismo
literario — es la fórmula de un instante
del siglo XVIII, fórmula tan precisa,
que el ilustre Hegel 11 egó a considerarla
«un momento necesario y glorioso en la
vida estética de la humanidad.»
Romanticismo inquietante — que así puede
llamarse por entrañar de continuo una inquie-
tud- (Cadalso, Meléndez, Jovellanos, Cienfue-
gos).
Romanticismo extranjero (Duque de Rivas,
Martínez de la Rosa).
Los tres integran el espíritu de nuestro ro-
manticismo pasional, que divídese en
Romanticismo exaltado (Martínez de la Ro-
sa, García Gutiérrez, Zorrilla, Espronceda,
Hartzbusch, Gil y Zarate, Duque de Rivas etc.)
y Romanticismo moderado (Bretón, Rodríguez
Rubí).
20I
LOS CUATRO PALMETAZOS
Menguadas noticias pregonan las ha-
zañas literatescas del pais en la aquie-
tada villa de Castro del Rio. Las epísto-
las volanderas, dicen calladamente al-
gún raro suceso al carcelado sufridor,
que urde a retales el mapilla abreviado
del pálido esfuerzo intelectivo de los
años últimos, con tales nuevas y adver-
timientos. También la diligencia de
algún amigo hace llegar a él librejos
agasajados por el público en su fresca
aparición, que saborea de grado sin
203
/ . MARQUES M E R C H A N
encono; pero advierte don Bartolomé,
desolado, que no es todo elegancia y
vigor lo que reluce en la fabla empleada
por los folicularios autores de los mis-
mos, \^ como anunciada se halle al pú-
blico la Historia de la Literatura Española
de Bouterwek, traducida por los seño-
res Gómez de la Cortina y Hugalde
Mollinedo (i), ylas referencias que de
ella tiene acusen deficiente crítica, im-
pericia en el manejo de la lengua por
(i) Declaran al hacer dicha traducción «que
la hacían deseosos de sicplir la obra origÍ7ial de que
careciamos^ por el descuido de tan útil estudio
debido a las guerras y trastornos y a la falta
general de buena educacid7i* ; «ruda franqueza —
apostilla Valera — que denota a las claras cuál
sería el estado de un pueblo, donde dos modes-
tos traductores, se atrevían a decir tal impro-
perio como quien dice lo más natural sabido y
confesado». Vid. Discurso de contestación a
Núñez de Arce en su Rep, en la Academia
Española. Tom. I de sus obras completas. —
Discursos Académicos. Pag. 273.
204
LOS crATA'i) PALMETAZOS
los autores do la vrrsión, comiíone un
desengaño j)riMTiaturo al tan cacareado
engendro, para norma < de más de un
candido y pío lector», volcando en esta
obrilla de circunstancias, todo el poso
de su dolor por el desprestigio del cas-
tellano, (l)
Publícase la obra de Bouterwek, y en
la Gaceta de Bayona — periódico afrance-
sado— aparece una crítica acerba, enca-
minada a zaherir los yerros gramaticales
de la misma. Mas poco experto en tales
andanzas, el anónimo autor del artículo,
comételos extraordinariamente mayores
en abundancia y calidad a los de Gómez
Cortina y Mollinedo. Gallardo le sale al
paso — y nótese, porque es un detalle
(i) No llegó a publicarse el Desengaño,
según testimonio de Ramírez de las Casas-
Deza, «en consideración a los buenos deseos de
los traductores».
205
y. MARQUES MERCHAN
significativo para el estudio de su perso-
nalidad, que una de las tareas que se
asigna es la de quebrar una lanza desin-
teresadamente en favor de todo el que
de manera injusta vese calumniado —
(i) y da a luz un folleto que rotula Cuatro
Palmetazos bien plantados por el Dómine Lu-
cas a los Gaceteros de Bayona^ escrito con
una precisión y galanura serenamente
encantadoras.
Hay en esta obrilla— ligera pero lumi-
nosa— curiosos juicios y apreciaciones
sobre el valor y pureza de la lengua
Castellana. Así escribe entre otras cosas:
«notable desacuerdo vuelvo a decir,
que el piano reciba el tono de un cara-
(l) Al artículo impi-eso en los números
112, 113 yII4dela Gaceta, contestaron Cor-
tina y Hugalde, poniendo de oro y azul al
editor, en un folleto titulado Diálogo entre él
y yo.
206
LOS CUATRO PALMETAZOS
millo; porque cierto, comparar con la
castellana la lengua francesa, se me an-
toja lo mismo que comparar un órgano
con un chiflo de castrador >; y refirién-
dose al postramiento y decadencia del
idioma patrio, estampa más adelante es-
tas pesimistas e irónicas palabras; «en
suma, la lengua castellana murió y es
preciso estudiarla ya como lengua
muerta. >
Redúcese la finalidad principal del
folleto, a combatir las torpes ideas que
sobre el empleo del relativo que como
conjunción y fijativo adjetival, profesan
los redactores de la Gaceta de Bayona
a los que combate trayendo en sustento
de su opinión copioso caudal de citas
castellanísimas entresacadas de las obras
de los más castizos y chapados autores
españoles; más también a guisa de adi-
207
/. MARQUES ME R C H A N
tamento, después de condenar las ras-
treras y sobadas al par que absurdas filo-
sofías de los Gaceteros, y llamarles en
buen romance filosofiUos de medio mo-
gate, censura las opiniones que en punto
a esta y otras cuestiones logosóficas,
mantienen Hermosilla y Reinoso, con
una brillantez de forma y profundidad
de doctrina reveladoras de su extenso
saber lingüístico y filológico, (i)
El agitado y monótono vivir que arras-
tra en Castro del Río toca su término fi-
nando el año 1830. Recobrada la liber-
tad, no de manera absoluta (pues ve.se
vigilado con insistencia y cautela, do
quiera encamina su paso vagabundo)
(i) Habiendo enviado un ejemplar a la
Academia Española, ésta le manifestó el mucho
aprecio que hacía de su erudito discurso, por
medio de su secretario don Francisco Antonio
González.
208
L O S C UA 7 R O P A L M E T A Z OS
pero sí suficientes i)ara correr tierras y
publicar escritos, abandona la absolu-
tista villa, acariciando bravos proyectos
y curado, en parte solo, de la grandísima
desazón que en su ánimo produjo la pér-
dida traicionera de sus entrañables li-
bros. Este capital acontecimiento, no
determina en él cambio ni mutación al-
guna; Gallardo era y sigue siendo, un
caso típico de profundo individualismo;
sus caracteres psíquicos no varían; gine-
te en su pegaso clavileño, va cruzando
la ruta del destino, con altiva cerviz, in-
dómito y libre, pero igual, siempre igual
entre adversidades y fortunas, entre ca-
sos fieros y halagüeños remansos. Pe-
regrino de un mundo, para el que no ha
nacido, por el suelo de España, heroico
y triste con sus locas ideas, sin ventura
cabalga.
MERCACHIFLES LITERARIOS
«Amigo — escribe a Pérez Torroba —
años y desengaños; para cuatro va que
unas veces desterrado de la tierra que
más amo, y otras enterrado entre cuatro
paredes, me trae la picara fortunilla
andando como la paloma del diluvio,
con el ramito de oliva en el pico, y sin
tener donde posar. Yo busco la paz, y no
me la dejan tener en parte ninguna >.
En 1830, solicita don Bartolomé pasar
a Talavera de la Reina, intencionado
de aproximarse a Madrid, y obtiene la
ansiada concesión. Puesto en camino,
211
/. MARQUES M E R C H A N
detiénese en la villa de Lopera, pretex-
tando una caída, aunque en verdad con
ánimo de esperar el resultado de la cons-
piración tramada en Andalucía, que
aborta poco después.
Tras algunos meses de permanencia
en Lopera, por mandato de la autoridad
se restituye a Castro, de donde pasa a
Ocaña al siguiente año, al objeto de
visitar unos amigos y seguir la jornada a
Talavera, nuevo punto de confinación.
*Mi vida no se oculta a V. cuan es de
arrastrada y triste» escribe a Duran en
Marzo de 1831; «(jpor un poco de pur-
gatorio, quién no se va derecho al cie-
lo.í*»; y en Diciembre del mismo año dice
a don Joaquín Rubio; «amigo querido: el
de siempre, lo de siempre y como siem-
pre. Yo no me mudo, me mudan, sí, de
cuando en cuando, para que sepa mas
212
MER CA CIIIFL ES 1. 1 TERA RÍOS
de toda mala ventura. Del año pasado
acá, poco hay que de contar sea; porque
año más o menos de desdichas <qué es
todo ello comparado con la eternidad?»
I. os realistas de Ocaña, tratan de
enviarle a Sigüenza, más Gallardo con-
sigue autorización para establecerse en
Toledo, donde le hallamos en los co-
mienzos de 1832. En Noviembre, escri-
be a Rubio. ♦ Mi apreciable amigo y
dueño: aunque hace varios días ya que
pudiera darme por libre, no he querido
creer que lo estoy hasta que al echar
a andar, me he sentido y visto el pié sin
grillete >. Poco después trasládase a Ma-
drid.
A partir de la publicación de Cuatro Pal-
metazos, Gallardo entra en el periodo ál-
gido de su vida literaria; su producción,
que hasta entonces ha sido premiosa por
21J
/. MARQUES M ER C H A N
achaques de erudito, tórnase fecunda.
Ya no existe libro alguno de importancia
sobre el que no emita su juicio, trapa-
cería contra la que no clame, falsos va-
lores literarios que no destruya, ni re-
putaciones bastardas que deje subsistir.
Sus opiniones, sus ideas, los agudos re-
pentes de su ingenio, su erudición pas-
mosa, sus profundos conocimientos de
la lengua, los va volcando en amenos
escritos, pletóricos de gracia y de doc-
trina.
El primero que aparece por orden
cronológico es, la Critica de la biografia de
profesores españoles de Bellas Aries por Cean
Bermudez y Llaguno y Amirola. (i). Disfra-
(l) Antes había publicado en El Diario
Alercantil de Cádiz, dos artículos titulados Mu-
dez Extraordinaria, disertación sobre un caso
de interés médico sucedido en la villa de Castro
del Río.
21 4
MRR C 4 CHIFL ES LITERARIOS
zado culi el anagrama de Teodoro José
Grambella pone de relieve las omisiones
lamentables en que incurren los dos ilus-
tres escritores, y el defecto de ciertas
apreciaciones. A este artículo (i)— que le
acarrea fuertes ataques de Reinoso, de-
fensor ardiente de Cean — sigue una co-
rrespondencia del Bachiller de Fór-
noles, titulada: Trovadores antiguos. Del
gran Canciller Pero López de Ayala y su fa-
moso Rimado de Palacio, en el primero de
cuyos artículos (2) incluye un cuadro li-
terario del reinado de don Pedro I de
Castilla, arquetipo del género narrativo
histórico y maravilloso en el decir; una
crítica magna de las Poesías de El Solitario;
(1) Publicóse en los cuadernos 60 y 64 de
las Carias Españolas (1832)
(2) Consta de tres, publicados en los núme-
ros 66 y 68 de las Cartas Españolas, y I de la
Revista del mismo nombre. (1832)
215
/ . MARQUES M E R C H A N
su romántica canción Blanca-Flor — es-
tampada años antes en Cádiz; — una
Prosodia o arte rítmica Española (i) que
coincide en espíritu con la Carta sobre una
nueva traducción de Homero; una disquisi-
ción literario arqueológica sobre El Se-
pulcro de los Pompeyos, en El Vapor de Bar-
celona, (1833), y un primoroso cuento
Oriental — El delito del Dátil — en El Boletín
Oficial de la Provincia de Toledo. (2),
<i834?)
Algunos de estos escritos carecen de
importancia; en cambio el que le sigue,
(i) Se publicó en i:/ Vapor y La Revista
Española. (1834)
(2) He debido la copia de este cuento que
figura en el apéndice E, así como otras intere-
santes notas, a la condescendencia — que muy
de veras agradezco — de mi estimado amigo, el
Profesor de la Universidad de Toronto (Cana-
dá) Dr. Milton A. Buchanan, excelente hispanis-
ta, autor de documentados y apreciables estu-
dios sobre nuestro teatro clásico, tales como:
216
MERCACHIFLES LITERARIOS
marca una nueva tase en la vida literaria
del autor. Rotúlase Laa letras letras de cam-
bio o los Mercachifles literarios, (1834) y en
él fustiga agriamente, cierto inmoderado
afán de lucro característico de los escri-
tores españoles de comienzos del pasa-
do siglo. Hermosilla Miñano, Lista, Bur-
gos, son los autores censurados, no por-
que intente vituperar en ellos el deseo
de una honesta compensación de su tra-
bajo. «El de la pluma — dice — es un ejer-
cicio como otro cualquiera; y ya todo
oficio debe acudir el correspondiente
beneficio:
Notes on the Spanish drama (Lope, Mira de
Mescua and Moreto), The case of Calderon's
La Vida es sueño; The cloak episode in Lope's.
— El Honrado hermano; Was Tirso one of the
anthors of— El Caballero de Olmedo; At a Spa-
nish Theatre in the Seventeenth Century, etc.
que generosamente puso a mi disposición un
tesoro de gallarderías.
2iy
y. MARQUES ME R C HA N
Ca dice el evangelio e nuestra decretal
Que digno es el obrero de levar el jornal».
Lo que recrimina, lo que zahiere, es
«que desatendiendo los escritores, mas
de lo que debieran, el honor de su pro-
fesión, roto el justo equilibrio entre la
honra y el provecho, la balanza del in-
terés propio, arrastre la del común, con
desdoro de las letras, menoscabo de la
mayor perfección de las obras literarias
y depravación de los principios santos
de la verdad y de la justicia.»
Alude en este folleto — con el que
inaugura el sistema de crítica menuda
en que triunfaron más tarde legítima-
mente, Martínez Villergas, Clarín, Val-
buena, Fray Candil, Casares— a determi-
nados negocios poco diáfanos, pero pro-
ductores de oro en demasía, sobre el que
cimentó su posición, don Javier de Bur-
218
MR R CA ClII FL F.S LITER A RÍOS
gos, simulando era adquirida con las
letras. A este ilustre descendiente de los
Meleros, González y Olmos, va endere-
zada principalmente la obrilla, que Ga-
llardo le ofrece en virulenta dedicatoria.
Gozaba por entonces Burgos de alta re-
putación y nombradla, y ocupaba con
beneplácito de sus amigos, el Ministerio
de Fomento (Interior), a cuyas oficinas y
bajo sobre, envió Gallardo un ejemplar
de Los Mercachifles Literarios, acompañado
de una muy sarcástica carta.
¿•Porqué arremete contra Burgos? ¡ Ah!
Gallardo como ya hemos dicho, es un
hombre que se adelanta a su época; Ga-
llardo pide en 1833, una revisión de los
valores literarios. Sentía este anhelo; su
espíritu quijotesco, no podía consentir
existiesen tantas reputaciones usurpa-
das, y dolíase de que hombres como
2ig
/. MARQUES M E R C H A N
Burgos, autor tan solo de algunos me-
dianos escritos, y defectuosa traducción
de Horacio (que convirtió de Horacio
Flaco, en Horacio gordo) gozasen repu-
tación inconmovible. (¡Era envidia qui-
zás? Nó, Gallardo era incapaz de sentir
tan ruin pasión, como nos lo declara en
el prospecto de su papel volante: «De-
claro aquí — dice — en ley y en concien-
cia, que no hay silla curul, palacio, ni
alto puesto, a que yo anteponga mi rin-
cón, mi llano escaño, y la independencia
de mi alma, libre como el éter de los cie-
los».
Si critica, lo hace con justicia; el ver-
gonzozo estado de las letras le exaspera;
la falta de grandes figuras, cuyos puestos
suplantan dudosas medianías, le impulsa
a derribar los falsos ídolos. Podrá pecar
de apasionado alguna vez — no lo du-
220
MER CA CHIFLES LITERARIOS
damos — entonces, rasguñará a los es-
critores que critique, pero jamás les pro-
ducirá herida alguna. Su pluma no abri-
ga aquella perversa intención que mo-
vía los Hermosilla, Fórner o Iriarte; los
más de sus decires son eutrapélicos; si al
final de sus días hubo de sufrir una con-
dena por injurias, no fué por otra cosa
que haber colgado a El Solitario el peri-
frástico remoquete de « Aljamí Malagón
Farfalla*, ofensa leve, si se tiene en
cuenta responde al quevedesco soneto
de este:
Caco, cuco, faquín, bibliopirata
A Miñano, a Hermosilla, a Lista (con
singular donosura al último), a todos
critica minuciosamente, pues como él
mismo nos dice «sus críticas demos-
trarán que los autores que critica no los
ha leido sobre peine sino que les ha des-
221
/. MARQUES M ER C H A N
enhebrado la cabellera sin dejar cañón
por cardar*.
Burgos era en aquella fecha un pode-
roso, y como es costumbre inveterada
en España, que un ministro todo lo al-
cance— asistido de razón o sin ella — lo-
gra a seguida el procesamiento de Ga-
llardo, y le busca sagaz e intensamente
para enviarlo a ruda cárcel. Mas en em-
peño tan piadoso fracasa con ruido,
porque la cauta previsión de don Barto-
lomé, con excelente consejo habíale
llevado a la Isla de León. Por el camino
comentó el Quijote; refugiado en la Isla
vindicóse en escrito brillantísimo.
Tenía Gallardo entonces, cincuenta y
ocho años; era aquesta la séptima per-
secución que padecía.
222
EL CRITICÓN
So pretexto de haberse impreso un
líbelo < sin los requisitos de la ley, alta-
mente ofensivo a funcionarios de la pri-
mera gerarquía, con alguna sátira sobre
objetos de la Religión venera», en las
oficinas de don Mariano Calero y Porto-
carrero, fueron allanadas estas por el
subdelegado de policía, y aprehendidos
los dos mil ejemplares tirados de Las Le-
tras de Cambio, al tiempo que mandábase
proceder de real orden contra Gallardo
y sus cómplices en el supuesto delito.
Con este motivo publicóse en El Bole-
223
/. MARQUES M E R C H A N
Un Oficial de Madrid, un artículo calum-
nioso, altamente ofensivo para don Bar-
tolomé, que en justa réplica dio a la es-
tampa una hoja sin título firmada con el
seudónimo J. Claro de la Vera, en la
que demostraba palmariamente que el
folleto no habíase impreso sin los requi-
sitos de la ley, antes al contrario, llenán-
dolos con todo rigorismo; que su asunto
era una crítica literaria sobre la traduc-
ción de Segur hecha por Lista, El Arte de
Hablar en Prosa y Verso de Hermosilla, el
Diccionario Geográfico de Miñano, e inci-
dentalmente, sobre la comedia de don
Francisco Javier de Burgos, Los tres igua-
les; que de estos, solo el último era fun-
cionario de la primera gerarquía, y que
todos ellos en la república literaria que-
daban despojados de sus distinciones y
prebendas; que Burgos era juez y parte
224
EL CRITICÓN
en su causa; que este era el único reo
que existía por haber infringido la ley
de Imprenta; y finalmente que ignoraba
cuales fuesen los objetos que la Religión
venera, si ya no se conceptuaban tales a
los abates Miñano y Lista, por ser gente
de Iglesia, (i)
El sumario termina prestamente y Ga-
llardo es citado a comparecer. No ha-
biéndolo hecho, procédese contra el im-
presor Calero, que defendido entusiasta
y ardorosamente por el joven abogado
(más tarde famoso orador) don Salustia-
(l) Siendo este el primer proceso instruido
con arreglo a la nueva ley de Imprenta, produ-
jo grande escándalo en Madrid. De algunos
ejemplares de la obra que escaparon a la re-
quisa policiaca, se sacaron multitud de copias
que corrieron de mano en mano, aprendiendo
muchos la dedicatoria literalmente, para mor-
tificación mayor para Burgos.
15 225
/. MARQUES MERCHAN
no de Olózaga, es absuelto sin demo-
ra, (i)
Poco después, juzgando conjurado el
odio del ministro trapacista, torna Ga-
llardo de la Isla, dispuesto a publicar
El jeremías Político^ periódico de sátira
oportuna y circunstancial, pues «aunque
los años y desengaños, y lances varios
de amor y fortuna me tengan arrollados
los bríos — escribe — mientras aliente un
soplo de vida que sea, siempre seré Ga-
llardo » .
De este nuevo entusiasmo por la lu-
cha, da cuenta a su discípulo García Lu-
na, en fogosa carta. «Amigo del alma
— dícele — las cosas públicas van toman-
do tal vuelo, que no pueden menos de
(i) Vid. el Suplemento al número 20 de
El Universal. Causa Célebre. — Madrid Impren-
ta de Jordán.
226
K L C K 1 T I Cü N
arrastrar tras si los corazunes de lus ver-
daderos repiiblicos. Ya vamos teniendo
una causa pública que empeñe; la per-
sona ya casi es lo de menos; en suma, ya
tenemos patria. Para ella quisiera yo te-
ner ahora los más bravos aceros que
tantos años llevo gastados en luchar con-
tra la desdicha, la iniquidad y la tiranía.
Muy gastado me siento, pero en dando
por algunos días de mano a mis tareas,
espero reponerme (i) y con nuevos
bríos trabajar en la obra mayor de la
ilustración y mejora de la generación
viviente, por el ramo de conocimientos,
do tengo hecha profecía».
Con la muerte de Fernando VII, ex-
pira el tiránico gobierno; al ministerio
(i) Padecía una afección a la vista que no
llegó a agudizarse nunca.
227
/. MARQUES MERCHAN
Zea-Bermudez, sucede Martínez de la
Rosa; al despotismo ilustrado, la im-
plantación de El Estatuto. Han vuelto los
emigrados, y la aurora liberal ha tornado
a lucir risueña y trágica; los primeros
soplos románticos comienzan a enervar
la poesía. Es el año 1835. A comienzos
de Junio ha caido Martínez de la Rosa
sustituyéndole el Conde de Toreno; en
el nuevo gabinete, ocupa Gobernación
Alvarez Guerra, excelente amigo y pro-
tector de Gallardo. La situación de este
es harto precaria; Alvarez Guerra le
ayuda en la desgracia, y logra reponerle
en el cargo de Bibliotecario de las Cor-
tes con la prebenda anual de quince mil
reales, «en atención a sus antiguos y
desinteresados servicios»; además le
encomienda de real orden una Gramá-
tica y Ortografía de la lengua Castellana
228
E L C R I r ICÓN
desuñada a la enseñanza uncial, (i)
Más tarde, cuando Larra angustiado
pregunta * .¿dónde está España? >, y ante
la desolación nacional él mismo escribe:
«Oh días de prodigios, estos que alcan-
zamos los que por favor especial del
cielo hemos podido sobrevivir al de la
década vergonzosa del menguado y da-
ñino Tadeillo>, principia a imprimir su
joco-serio Criticón^ papel volante de li-
teratura y bellas artes. Cinco números
solamente se publican (hay otros tres
postumos); en ellos encuéntranse pere-
grinas noticias bibliográficas, reproduc-
(l) Sobre este inesperado auxilio escribe a
Rubio: «La Reina Gobernadora ha tenido a
bien encargarme la composición de una Gra-
Ttiática filosófica de la lengua Castellana para que
sirva de texto en los estudios del reino; incum-
bencia que ya V. discurrirá puede serme de no
menos honra que provecho; pues llegando mi
libro a obtener los honores de clásico, con el
229
/. MARQUES MERCHAN
ciones de piezas antiguas, y entremez-
cladas con frecuencia, acres censuras li-
terarias a los escritores de más predica-
mento, (i)
Tienen estos folletos mucho de per-
sonal e inconfundible. (2) El ambiente
literatesco en que aparecen, nos lo ha
pintado Gallardo con desgarradoras
tintas en Las Letras de Cambio, «Si en la
pobre España estos últimos años — dice
despacho de los ejemplares que se impriman
de cuenta del autor, me hallo de bóbilis-bóbilis,
con una finca equivalente a un beneficio sim-
ple».
Apesar de cuanto se promete, la obra quedó
sin hacer, y el beneficio sin gozar.
(1) Don Félix José Reinoso, por su Oda a
la memoria de Don Agustín Cean Bermudez, y
el Exa^nen de los delitos de infidelidad a la pa-
tria, don Manuel José Quintana, don Agustín
Duran, don Manuel Bretón ele los Herreros y
el bibliotecario Patino, son los autores zumba-
dos con mayor braveza.
(2) En el n°. 383 de hl Español— 2g de
Agosto de 1836 — figura un juicio délos cua-
230
EL CRITICÓN
— no ha hecho los mayores progresos el
in^t'nio, la ingeniatura (gracias a ciertos
literatos arbitristas) se va adelgazando
exquisitamente. La traducción y la com-
pilación ha sido el común recurso de
los más. Verdaderamente que es el ca-
mino más llano para llegar sin gran tro-
piezo al título de escritor, y el medio
más seguro de serlo grande; quiero
decir, escritor de muchos o de grandes
volúmenes. En efecto, los libros se en-
cuentran en la traducción, hechos, y así
con solo pasarles la pluma por cima,
dernos cuarto y quinto. De él entresacamos los
párrafos que siguen:
«Esos esludios han inspirado al Sr. Gallardo
el amor a la libertad de la patria y a la inde-
pendencia intelectual de los que oyeron desde
la cuna el noble acento de la armoniosa lengua
de Castilla.
Y esta reflexión, nos conduce a concluir
este artículo, agradeciendo sobremanera al se-
ñor Gallardo la escrupulosa exactitud con que
231
/. MARQUES MERCHAN
como por juego de pasa-pasa, pasa a
ser propio lo ageno; máxime si la versión
es del francés, que ya (merced a Dios) es
entre nosotros como si dijéramos lengua
de casa». «La literatura es una perra
carrera» añade en otro lugar.
Estabilizada su vida con el nuevo
cargo, dedícase a confeccionar su Cri-
ticón^ más sosegado y desenvuelto, pera
la justicia, eterna turbadora de su sueño,,
viene a llamar a su puerta nuevamente,
y vese envuelto en sus severas llamas
por la incalificable traición del Conde
nos trasmite las composiciones de nuestros li-
teratos, que va dando a leer...
...Nos contraeremos, pues, ligeramente a un
hecho solo, y es a los datos que el Sr. Gallardo
presenta en manifestación del profundo cono-
cimiento que él solo quizá posee en el día de
nuestra literatura e historia literaria^ cono-
cimiento adquirido a fuerza de trabajo incesan-
te y de aplicación rarísima, incapaz de apre-
ciarse debidamente en este tiempo en que la
232
EL C R I T I C O N
de Toreno, que le pone en el trance de
emigrar a Francia y suspender la pu-
blicidad de su periódico.
ridicula traducción de una mezquina memoria
o la servil adopción de un pensamiento extran-
jero, bastan entre nosotros para que cualquiera
se capte el nombre de filólogo o bibliófilo con-
sumado, o de literato aventajadísimo.
233
LA VENGANZA
En Bayona y Burdeos, permanece dos
años. El alzamiento de la Granja permí-
tele regresar a Madrid, y Calatrava, en-
tronizado por la revolución, le ofrece un
puesto en las Constituyentes del año
treinta y siete. Gallardo acepta, y Bada-
joz, su amada tierra, le elige represen-
tante, entonces «que casi se caía la casa
y no había energía para acometer» se-
gún expresaba con sorna...
Ya era todo alborozo; al fin pública-
mente a su trabajo se otorgaba premio;
235
/. MARQUES MERCHAN
pero como para sufrir había nacido, y
muchos años hacía habíase desposado
con el dolor, el discreto júbilo— mustia
floración en el agrio paisaje berroqueño
de su vida— fué sofocado por envidias y
maquinaciones que se hacinaron con-
tra él. Los elementos derechistas remo-
zados casi en totalidad, que profesában-
le profundo rencor por un atavismo in-
noble, confabuláronse torpemente para
recabar del Congreso la supresión de la
plaza de Bibliotecario.
En Enero de 1838 hallaron coyuntura
propicia a sus deseos. Acordada la refor-.
ma del reglamento de Cortes, presentó-
se el oportuno proyecto de ley, en que
por olvido involuntario hacíase caso
omiso de la Biblioteca y su conservador.
Llamó don Bartolomé la atención a la
Cámara sobre el caso, en espera de fácil
^36
LA VENGANZA
remedio, pero todos sus afanes estrellá-
ronse ante el vacío cruento de enemigos
y parciales. Muñoz Maldonado, Benavi-
des y Fontán, censuráronle con dureza,
y pidieron su destitución, en el falso su-
puesto de que percibía dos sueldos del
Estado; como Bibliotecario de las Cor-
tes, y compositor de una Gramática Filo-
sófica de la Lengua Castellana.
Con el fin de ilustrar a sus compañe-
ros sobre este punto, imprimió Gallardo
un opúsculo que llamaba: Articulo copiado
de las adiciones y refundiciones de algunos
títulos y artículos del proyecto de Reglamento,
para gobierno interior del Congreso, propues-
tas y motivadas por el diputado don Bartolo-
mé José Gallardo, bibliotecario de las Cortes,
en el que hacía resaltar las ventajas que
la existencia de la Biblioteca proporcio-
naba, defendiendo su gestión al frente
237
/. MARQUES MERCHAN
de la misma, contra las calumniosas es-
pecies de sus detractores.
Repartido copiosamente este folleto
entre los diputados, alcanzó a oir algu-
nas protestas, por el tono de dureza y
carácter personal en que estaba escrito,
especialmente de Muñoz Maldonado,
objeto principal de sus censuras (i), que
originó un escándalo parlamentario, ter-
minado en ruidosa cachetina. (2) El Con-
(1) «En orden a lo que ha dicho el señor
Muñoz Maldonado, calificando de impío mi
Diccionario — dícele — yo solo responderé a
S. S. que no es calificador autorizado para venir
al Congreso a fulminar esas censuras, y que en
cuanto a lo que he estampado en mi papel de
Adiciones al Reglamento, sobre la Biblioieca,
referente a la persona de S. S. estoy pronto a
sostener cuanto me ha puesto en ocasión de
decir a su respecto, contestando a la falsedad
que profirió en público Congreso acerca de mi
sueldo». Vid. Diario de Sesiones del Con-
greso. Legislatura de 1 837. Tomo II.
(2) Don Javier de Burgos, en sus Anales
del Reinado de Isabel II, tomo V, refiere este
238
L A V E N G A N Z A'
gresu no exaudió las deprecaciones de
Gallardo, y apesar de sus protestas, fué
sui)rimido su destino; y es que como di-
ce uno de sus biógrafos, «no pudiendo
matar honestamente al hombre se mató
al cargo > {\). De esta guisa, al cabo de
tantos años, los falsamente llamados li-
berales, vengaron las ofensas inferidas a
los serviles por el campeón de la liber-
tad, satisfaciendo grandemente a los fa-
náticos. No es de extrañar por ello que
don Bartolomé los apellide santones, y les
cobre odio y los desprecie; conocía so-
bradamente su vida íntima, sus cabalas
políticas, sus reprobados manejos y sus
rastreras veleidades al peso de las cuales
había caido.
suceso, falseando la verdad del caso con el apa-
sionamiento más sañudo.
(l) El Panteón Universal Tomo II. Pag 586.
239
/. MARQUES M E R C H A N
Descentrado en tal cuadro de bajezas,
holgaba su presencia en el Congreso; y
Gallardo, con acuerdo plausible, renun-
ció dignamente el acta de diputado. An-
tes había hecho una saladísima rechifla
del discurso en que Martínez de la Rosa
enalteció el programa Pa^, Orden, Justicia^
(i) que le ocasionó duros insultos. (2)
Por aquellos días, un periódico nuevo
de ultraliberales tendencias — El Huracán
— alzaba la voz pidiendo «se constituye-
se el pueblo en democracia federativa*;
(i) Discurso del Diputado extremeño Ga-
llardo, sobre el párrafo de la Paz del proyecto
de Contestación al discurso de la Corona. Cór-
doba 9 de Diciembre de 1837.
No llegó a pronunciar este discurso (de tan
relevante éxito que hiciéronse de él cuatro edi-
ciones en varios días) por haberse dado por dis-
cutido el punto sobre que versaba prematu-
ramente.
(2) En el periódico El Mundo — n.° 528,
correspondiente al 14 de Diciembre de 1 837
— un ignorado apologista del autor de La Con-
juración de Venecia, que nombrábase Jaime Ilo-
24.0
L A VEN C, A M Z A
era inspirador de este periódico el satí-
rico chuzón Martínez Villergas; le ayu-
daban en sus tareas algunos desinteresa-
dos compañeros. Al llamamiento acude
contado grupo de españoles, ganosos
de libertad, y funda el partido republi-
cano; son estos excelentes patriotas,
Calvo de Rozas, Espronceda, Olaverría,
Ordae, el mariscal de campo don Pedro
Méndez de Vigo, Gutiérrez Solana, el
malagueño Díaz Morales, el agitador
Avecilla, y varios otros. Este partido —
radiano, en desdichada sarta de tercetos (con-
sagrada «Al pedante e irrespetuoso don Bar-
tolomé Gallardo, escritor deslenguado y femen-
tido») le maltrató sin piedad, negándole incluso
conocimientos gramaticales:
Contra el más respetable ciudadano
He leido tu artículo insultante
Escrito casi casi en Castellano.
Vid. además el artículo de fondo del número
524 y el mosaico del 527 del mismo perió-
dico.
16 2^
/. MARQUES M E R C H A N
de gloriosas tradiciones, desprestigiado
hoy por la ineptitud de sus representan-
tes— compendiaba el afán regenerador
de la pobre España, aquella que anhe-
lante buscaba Larra; y a él se afilió Ga-
llardo esperanzado, buscando una mano
amiga, un corazón generoso, una idea
compatible con la suya, (i)
(i) Defraudado más tarde por la carencia
de programa concreto, abandonó este partido,
e ingresó en el progresista. En 1 84 1 firma como
presidente de la junta central del mismo, una
proclama por él compuesta (cuyo fondo ideo-
lógico damos a conocer en otro lugar) dirigida
A los electores de diputados por la provincia de
Madrid, para las próximas Cortes.
Rebatiendo dicho escrito publicó en el nú-
mero 2459 de El Eco del Comercio, don Vicente
Collantes un artículo, al que replicó don Bar-
tolomé lamentándose de verse precisado a des-
cender «a una polémica tan baja», en un papel
elocuente. Terminadas las elecciones y en vista
de su desacuerdo con los jefes triunfantes del
progresismo, reingresó en el partido republi-
cano.
242
LIBRO TERCERO
LA TUSCULANA
DEL MURMURANTE
Triste y amargado, cubierta la cabeza
por la nieve del desengaño, retírase en
1838 a su finca *La Alberquilla» — Rosi
Tusculi, por él llamada, — distante me-
dia legua de Toledo — donde le he-
mos conocido — y entrégase a una vida
campestre y salutífera, de un ritmo
acompasado y monótono, (i) Desde este
momento su existencia pertenece por
(1) Durante una de las luengas temporadas
que residió en *La Alberquilla» visitóle el nota-
ble bibliófilo ruso caballero Sergio Sobeloski,
que departió amigablemente con él los breves
245
/. MARQUES M E R C HA N
entero a las letras; en la hermosa dehesa,
que procedente de los bienes nacionales
ha adquirido en época de apuros para el
Tesoro, (i) amontona joyas bibliográ-
ficas sin número, que va catalogando
con gran amor y pericia, mientras dis-
curren lentas y pesadas las horas tedio-
sas de la vejez. Más hecho al bullicio y
tráfago de la Corte, no acomódase por
días de su permanencia en Toledo. Vuelto a
París publicó en el «Journal de L'Amateur des
livres» (tomo III- 1 8 50) una relación detallada
de su visita, altamente encomiadora del saber
y diligencia del «oráculo de la bibliografía espa-
ñola» como llama a Gallardo.
Esta relación figura en el Apéndice F.
(l) La Alberquilla fué vendida por los he-
rederos de Gallardo a don Sergio de Novales,
que merced a las reformas en ella realizadas —
suministro de fluido eléctrico, alumbramiento
de aguas, reforma de la casa, y adición de otras
propiedades colindantes (El Orzagal, El Quin-
tillo, La Rosa, Calzones, Huerta de Barrera
etc.) — la ha transformado en una de las mejores
fincas de la provincia de Toledo.
246
/../ rUSCULANA DEL MURMURANTE
entero a estt- vivir uniforme, y rompe
su monorritmo con algunas salidas a
Madrid, Valladolid y Andalucía, en
busca de ejemplares curiosos de viejos
volúmenes, que los libreros conoce-
dores de su rara afición le reservan, y en
los que invierte todos los sobrantes de
su modesto haber. También algunas
veces va a Toledo, y como ya es viejo y
cansado, sube en un borriquillo que un
mozo le guía; pero no siempre aviénese
con aquesta manera de caminar, pública
muestra de su decrepitud, y entonces
cruza a pie el camino orillado de pinos
susurrantes, que le lleva a la ciudad.
La vida de Gallardo en La Alberqnilla
es ecuánime, placentera, sedante, pero
triste; en sus costumbres muéstrase fru-
galísimo; se^ mantiene con pocas onzas
de alimento; un vaso de leche por la
247
y. MARQUES M ER C H A N
mañana, un cocidito al medio día y una
taza de té con leche o chocolate por la
noche, sin llegar a consumir en las tres
refacciones un panecillo. Su indumen-
taria personal, es sencilla y extraña; un
pantalón de la época, una chaquetilla de
terciopelo en verano (zamarra de felpa
en invierno) capotita, un sombrero ca-
lañas a la cordobesa, ribeteado de
charol y sin borlas, un magnífico bastón
de espino, un cuchillejo de bolsillo, y
una cartera con lápiz y pluma para hacer
extractos y cédulas literarias.
En los días bochornosos del estío, tra-
baja bajo el parral exuberante que tie-
ne a la puerta de la casa; en los gélidos
del invierno, en una modesta pieza cua-
drangular toda enjalbegada y relucien-
te, tibia por el rescoldo de un brasero,
de cuyas paredes cuelgan algunas es-
248
LA TUSC ULAN A DEL MURMURANTE
tampas mitológicas y retratos de enci-
clopedistas franceses.
Por todos los rincones de la estancia*
vense hacinados con esmero largas rin-
gleras de anaqueles toscos, rebosantes
de valiosísimos volúmenes de foro y de
convento, de erudición y amenas letras.
Los libros son la vida de Gallardo, el eje
de su amor; ellos le empujan al sosiego,
ellos le animan con blandura, y atraido
por el encanto fascinante de su larga
contemplación y saboreo, conlleva una
existencia plácida, que suavemente
quiebra el dolor de su vida derrotada.
249
EL LINDO DON DIEGO
Las correrías y viajes que a partir de
1839, hace Gallardo desde La Alber-
quilla a diferentes puntos de Andalucía
y la Mancha son en extremo curiosas y
dignas de memoria. Escruta cuantas bi-
bliotecas públicas o privadas a su paso
encuentra, haciendo cédulas literarias y
revisando documentos, compra abun-
dantes libros raros, y hace las delicias de
los bibliófilos provincianos, cuando se
enfrasca en coloquios eruditos, que no
siempre terminan en santa paz.
Acompañémosle en una de estas ex-
25^
/. MARQUES ME R CHA N
cursiones; esa Cádiz, el año 1845; allí
conserva aun viejos amigos, y algunos
jóvenes que gustan de los rancios vo-
lúmenes y las ideas nuevas, le conocen
por carta, (i) Siempre que arriba a
Cádiz, plácele visitar los sitios donde
paseó su fama de satírico y sufrió las
persecuciones de la chusma afrance-
sada. La plaza de vSan Juan, la calle
Nueva, el café de Apolo, la esquina de
vSan Francisco, la plaza de San Antonio,
la casa del señor Don Quijote, y la ce-
lebérrima calle Ancha, mentidero de
holgazanes y perioditas ociosos, donde
(1) Entre sus devotos no figuraba ya To-
masito García Luna, con él reñido a consecuen-
cia de una disputa suscitada por la disconfor-
me opinión de ambos sobre el Diccionario de
Etimologías de Cabrera.
Vid. sobre este punto, la carta que a su dis-
cípulo escribió Gallardo el 18 de Septiembre de
1838, que figura en el epistolario inédito de don
252
EL LINDO PON D T E G O
recogió en sus años juveniles, los chis-
mes y los decires, que aderezados con
la picante salsa de un ingenio, brindaba
a sus lectores el Redactor General, bajo
el rótulo ya famoso de la misma vía.
Un librero apercibe su llegada, y la
noticia cunde rápida entre los cono-
cidos. La vida de Gallardo en Cádiz,
está consagrada a la peregrinación a
caza de curiosidades, el visiteo y la
charla tertuliana. El modesto cuartito
de la fonda donde se hospeda, vése de
continuo poblado por el número de sus
admiradores y entusiastas, que le atur-
den con la algazara de sus voces y las
Bartolomé conservado en la biblioteca de la
Real Academia de la Historia, (signatura 1 1 -2-7,
legajo 4 A. R. V.) cuya copia debo a la ama-
bilidad de mi grande amigo y nwestro don Ra-
món Menéndez Pidal, que agradezco aquí co-
mo merece.
253
/. MARQUES M ER C H A N
expansiones de su ingenio. Allí se reú-
nen a diario los más salientes bibliófilos
de la vieja ciudad, que charlan de po-
lítica, de literatura, de arte. Uno de los
más asiduos contertulios es Adolfo de
Castro, jovenzuelo de pocos años, de
modales desenvueltos y palabra fácil y
pulida.
Cierta tarde, queda con él citado para
dar una vuelta al siguiente día. A la hora
convenida preséntase Gallardo. Es en
un pequeño café donde le aguarda; allí
está Adolfo con Sánchez del Arco y Fe-
derico Rubio. La sala es algo sórdida; el
humo del tabaco hace la atmósfera den-
sa, caliginosa; los parroquianos que lle-
nan el recinto, se apiñan en torno de las
mesas bordoneando con el murmurio de
su charla interminable. Es un pesado,
sucio, decrépito café provinciano de
254
K 1. L J N D O DON DI K (. U
mediados del último siglo. Don Bartolo-
mé, alzando la cortina ha penetrado en
la sala; Adollu y Sánchez del Arco le di-
visan y apresúranse a levantarse ofre-
ciéndole su asiento. Gallardo nu acepta;
disgústale aquél ambiente; salúdalos con
leve inclinación de cabeza y volviendo la
espalda dirígese a la calle. Federico Ru-
bio, Sánchez del Arco y Castro, se miran
un momento interrogándose; luego sin
decir palabra le han seguido. Ya fuera
del café, dándole la acera pregúntanle:
— ^Cómo está Vd. señor Don Barto-
lomé?
— Psche, (¡cómo he de estar? viejo y
trabajado.
— Pero de seguro traerá Vd. algo en-
tre manos...
— Psche, las aficiones siempre que-
dan.
255
y. MARQUES M E R C H A N
Y se hace un largo y enojoso silen-
cio.
Los tres acompañantes quisieran mos-
trarse locuaces y expansivos, pero los
atemoriza la idea de desagradar. Son
complacientes, atentos, agradables; si
Gallardo díceles cosa alguna, cuidan mu-
cho de disentir. Sánchez del Arco posei.
do por lo general de un aire zumbón de
taco y osadía, despójase de él. Le han
dicho de este extraño personaje, cosas
tremendas, inauditas; le han contado te-
nebrosas historias de horrores y miste-
rios; y él ignorando la verdad, las ha crei-
do; por eso le teme y le respeta, por eso
su atrevimiento, su descaro, se han tro-
cado en mansedumbre y cordialidad.
Han caminado juntos, grande trecho;
han cruzado las calles de San José, del
Sacramento, de la Encarnación, cam-
256
EL LINDO DON DIEGO
biando solamente unas palabras. La gen-
te los mira con curiosidad; Gallardo, lla-
ma con su rara catadura grandemente la
atención. En su deambular extraño han
llegado a la Plaza de San Agustín; allí
está la librería del antiguo conocido Mo-
raleda, y a una invitación de Gallardo
penetran en ella. Apenas lo hacen, una
exclamación surge de varias bocas...
— ¡Hola, señor don Bartolomé! ¡Tan-
to bueno por estas tierras!
Y todos los circunstantes se apresuran
a abrazarle, mientras el librero, detenido
por el mostrador, alarga cuerpo y brazos,
ansioso de estrechar su mano. Gallardo
a tantas muestras de cariño y respeto,
contesta frío. Luego, dirigiéndose al
dueño, dícele:
— ;;Ha caido por aquí algo importante.^
— No señor, las ediciones antiguas son
^7 257
/. MARQUES MERCHAN
cada vez más raras. Un Sorapan de Rie-
ros, debo tener por ahí.
— ¡Bah! De ese libro que pasa por ra-
ro, no hay coleccionista que no tenga
un ejemplar.
Entre las tres o cuatro personas que
se hallaban de tertulia en la librería, el
que más aspavientos hizo a don Bartolo-
mé, fué un viejo, mediano de cuerpo y
regordete, colorado como cangrejo co-
cido; tomó la palabra y se puso a diser-
tar sobre libros raros e incunables. Mas
debió parecerle desacato a Gallardo que
así se hablara en su presencia sobre una
materia en que solo y nadie más que él
se consideraba competente, y cortando
el habla al locutor, le interrumpió de es-
ta manera:
— Extrañárame yo, señor don Diego
Delgado y Pazos, de que no saltara Vd.
258
EL LINDO DON DI K G O
con sus sandeces. ¿Somos niños de es-
cuela, para que venga Vd. a enseñarnos
el abecedario de Brunet? (i)
El vegete saltó cual sapo hinchado de
ira y metiéndole los puños por los ojos,
increpó a don Bartolomé de esta guisa:
— Y extrañárame yo, señor cuatrero
de libros viejos, de que los años no le
pararan la insolencia.
— Más le extraña al hijo de mi madre,
ver al leguleyo, sin que los años le corri-
jan de su ingénita pedancia.
— ¡Pedancia! ¡Pedancia! — exclamó el
otro. — ¿De donde ha sacado el prosista
esa palabra?
— De todas partes donde reina el ha-
(l) La petulancia de Gallardo es aquí mani-
fiesta. El «Manuel du Libraire et 1' Amateur de
livres. Par Jacques-Charles Brunet», consta en
la edición que conozco (es la cuarta, París 1842)
de cinco gruesos volúmenes en cuarto.
259
/. MARQUES MERCHAN
bla castellana — dijo Gallardo, y arroján-
dose a don Diego con las manos en ga-
rra, le derribó el sombrero juntamente
con la peluca. D. Diego contestó a puña-
das, y gruñendo bellaquerías se dieron
de golpes, hasta que los amigos salvaron
el pugilato, separando a los iracundos
contendientes.
Pocos días permaneció Gallardo en
Cádiz, tornando a La Alberquilia, desaso-
segado, lleno de angustia, de dureza
de corazón, de desaliento. Una honda
crisis espiritual agitábale por entonces;
su carácter irreductible, exacerbado le
prestaba un arranque y virulencia de
modales rayanos en la agresividad. He-
rido en lo más hondo de su ser por la
ineficacia, por la esterilidad práctica, de
una vida laboriosa gastada en la defensa
de justicieros ideales, cruzaba las horas
260
EL LINDO DON DI E C. O
más nerviosas de su existencia, viendo
acercarse la muerte a grandes trancos; y
el amargo espejismo de un vivir que al-
boreó risueño entre justas y halagadoras
esperanzas — que miraba truncado en su
recuerdo— punzábale con el dolor del
desengaño, incapaz de abatir a los espí-
ritus ardientes, pero sumidor en lasti-
mosa tristeza. Había sido un héroe mag-
nífico, un luchador soberano; su trágica
fatalidad le había empujado de malan-
danza en malandanza, y tocaba el final
de su camino, acibarado, roto, maltre-
cho, caido con la gloria de un Quijote al
borde de la estrada. Tenía conciencia
de sus actos, y era sabedor de que el
porvenir le destinaba grande ventura;
pero el anhelo de esa dicha actual que el
alma siente por muy esforzada que sea,
y que en su larga peregrinación por el
261
/. MARQUES ME R C HA N
mundo había soñado, mirábale consu-
mirse lentamente, arrastrando en su
consunción las yertas esperanzas. Una
infinita melancolía le turbaba y la nos-
talgia de los días mozos dejábase sentir
con más hondura.
262
LA HAZAÑA DE «EL BUSCAPIÉ*
La lucha, sin embargo, tornó a ener-
varle, robusteciendo el postrer hálito de
fé en el ideal que aun le alentaba, cuan-
do la atrevida invectiva de don Adolfo
de Castro, urdió la patraña literaria bau-
tizada con el atrabiliario título de «El
Buscapié».
Corría el año 1848, cuando el citado
ingenio gaditano, previa publicación en
la Gaceta de una Real Orden refrenda-
da por el ministro Bravo Murillo, en
que declarábase propiedad exclusiva de
su persona el apócrifo manuscrito, dio a
26J
/. MARQUES M E R C H A N
la estampa, precedido de un prólogo y
adicionado con unas notas, el contrahe-
cho, mentido y vergonzante engendro.
Llevada la impresión con suma cautela
y vigilancia, atendiendo al deseo que
mostrara el picaro falsario, de que no
fuese conocido en absoluto hasta su
total estampación, esperábase con gran-
de ansiedad por los eruditos y cervan-
tistas, para los que el solo anuncio de la
obra había servido de acicate avispador
de la curiosidad; tratábase nada menos
que de una obra postuma de Cervantes,
escrita en descargo de su autor, e igno-
rada hasta entonces, si bien algunos ba-
rruntos de su existencia percibíanse en
los escritos de Ruidiaz, Pellicer y don
Vicente de los Rios. Mas a la infidelidad
servil de un mozo de la imprenta, debió-
se la sustracción de varios ejemplares de
26/f.
LA /JA/AÑA DI: *EL BUSCAPIÉ*
los primeros pliegos, que fueron devo-
rados con avidez por sus poseedores y
enviados a personas doctas, capaces de
justipreciar el mérito de la obra.
Uno de ellos, cayó en manos de don
Ángel Iznardi, que con grande urgen-
cia remitióselo a la corte al ilustre haba-
nero don Domingo Delmonte, para que
revisado por Gallardo, emitiera éste su
juicio adverso o favorable sobre librejo
tan peregrino. Cumplido su deseo al en-
viarle los pliegos, y recibidos que húbo-
los don Bartolomé, leyólos con gran
atención y fijeza, devolviéndolos a Del-
monte a vuelta de correo, acompañados
de una epístola extensísima sobre el es-
critor príncipe de las cosas de Indias
(Gonzalo Fernández de Oviedo), 'en la
que a'guisa de postdata decíale lo si-
guiente: '
265
/. MARQUES MERCHAN
«Llegamos (Dios y enhorabuena) al
punto crudo (aquí te quiero escopeta);
al ^Buscapié» de...
¿De Cervantes? — Usted duda y muy
discretamente, de que este llamado
«Buscapié» sea de Cervantes. Ese suele
ser en las más de las cosas el partido más
prudente; pues como el mismo Cervan-
tes dice,
De las cosas más seguras,
La más segura es dudar.
Pero si de Cervantes no ¿de quién se-
rá.?*— Si yo no soy mal zahori de pensa-
miento, en sus medias palabras de Vd.,
le deletreo el de colgarle ese perenden-
gue al Aljamí Malagón Farfaya — ¿Adivino
justo.^
Si ese tal, es el que ha querido Vd.
señalar con el dedo, no anda errado a
mi ver de todo en todo: porque le tengo
266
LA HAZAÑA DE *.EL BUSCAPIEi,>
al tal Malagón por muy abonado para
esa tal fechoría. Pero ha habido otro que
le ha tomado la delantera».
A seguida en la susodicha misiva po-
nía de relieve el plagio hecho por don
Adolfo, de unos dichos satíricos comen-
tados por él en Cádiz el año cuarenta
y cuatro, testigos patentes de la burda
confección del Buscapié, y la inexpe-
riencia de su autor que para evitar todo
rozamiento o polémica por tal motivo
con el eminente bibliófilo, intenta ta-
parle la boca como a niño de confite con
aquel merengue del prólogo «El muy
docto filólogo español don Bartolomé
José Gallardo...» ¡Vaya un dengue!— ex-
clama éste — «los pollos quieren engañar
a los recoberos».
A partir de aquí, y durante los meses
de Mayo a Octubre, reparte Gallardo
26y
/. MARQUES MERCHAN
apreciabilísima baraja de cartas entre sus
amigos, donde con más convicción y
dureza cada vez, rebate la atribución del
falso Buscapié a Cervantes, afirmando es
en totalidad obra de Castro, a quien de
pasada bautiza con el salado remoquete
de Lupianejo Zapatilla, por emular las
hazañas de aquel otro don Antonio de
Lupian Zapata, autor de falsos cronico-
nes, que tan merecida fraterna recibiera
de don Nicolás Antonio.
< <;Qué es del gusto? — Pregunta con
amargura — ,iQué es del gusto? ¿Qué es
de la sindéresis? ¿Qué es del criterio?
¿De tal manera se ha corrompido y bas-
tardeado todo, que se ha perdido ente-
ramente el sabor especialísimo de las
cosas de Cervantes? ¿No hay ya cer-
vantistas? ¿No hay ya españoles? ¿Qué
ceguedad es la de nuestro siglo que las
268
LA HAZAI7A DE ^EL BUSCAPIÉ*
chafarrinadas del más chapucero pinta-
monas, las brochadas de un Orbaneja,
pasan, a ciencia y paciencia de los espa.
ñoles, por pinceladas maestras de los
Velázquez y Murillos...!!! >
269
DE ZOCA EN COLODRA
La autenticidad del Buscapié, discu-
tíase con ardoroso empeño; era la lucha
tenaz, desemejable, truculenta y casi in-
verosímil, lanzada en una época fecunda
en azares, cuando torva revolución ex-
tremecía a Europa, no tuvo la patraña
burda la enorme resonancia que en mo-
mentos normales hubiese alcanzado; pe-
ro no obstante, los más antitéticos jui-
cios fueron emitidos sobre el caso, tanto
en España como fuera de ella; Martínez
Villergas, impugnóla con grande inge-
niosidad en su papel satírico denomina-
271
/. MARQUES MERCHAN
do «La Cotorra», la aplaudió descomedi-
da y estrepitosamente don Manuel Cañe-
te, nególe su favor en enérgico y victo-
rioso escrito, publicado en «LePresse»
de París, Mr. Landrin — que retractába-
se con inexcusable petulancia dos años
más tarde — ; y en el periódico cubano
«La Prensa», estampáronse suscritos
por el misterioso G. de Cuevas, dos ar-
tículos impugnatorios, acogidos con ex-
celente reserva, que fueron replicados
en «El Diario de la Marina» por don
Emilio Bravo,— autor de unos Ensayos
Poéticos, publicados en La Habana, y la
curiosa novela Los Misterios de Sevilla, — y
en el «Heraldo de Madrid» por el mis-
mo don Adolfo. La opinión pública juz-
gaba los artículos de «La Prensa», como
obra de éste, que presintiendo el pre-
maturo tártago del Buscapié, adelanta-
nza
T> E ZOCA EN COLODRA
base a provenir objeciones, contestán-
dolas a su antojo; y no andaba errada en
ello, que su descaro cínico para falsifi-
car, había sacado de la puja a todos los
que le precedieron en empeños de su-
perchería.
M. Hipólito Lucas, distinguido hispa-
nista, traductor a la lengua francesa de
El Conde Lucanor, y los dramas: El Médico
de su Honra de Calderón, Las Mocedades
del Cid de Guillen de Castro, y El Honra-
dor de su Padre de Diamante, consignó
€n otro papel público — Le Siécle de Pa-
rís— su opinión favorable a la legitimi-
dad del falso libro, y encomió sobre-
manera a su publicador; Miss Thoma-
sina Ross, defendióle y tradujo en la
revista Bentley's Miscellany de Londres,
publicándole comentado con amplias
notas en 1849; estampáronse en París,
18 273
/. MARQUES MERCHAN
en Milán, en Colonia y en Oporto, ver-
siones francesas, italianas, alemanas y
portuguesas, de la obra, y como por
entonces estuviese confeccionando el
erudito anglo-americano Mr. Jorge Tick-
nor, su Historia de la Literatura Espa-
ñola — simultáneamente aparecida en
Nueva York y Londres — y en ella de
pasada tuviese ocasión de hacerlo, con
grande copia de razones, y excelente
espíritu crítico; demostró clara y ter-
minantemente, la falsedad sublime del
apócrifo Buscapié. El Calvatrueno de
Castro, contestóle en varios descon-
certados artículos en *E1 Heraldo»,
seguido de nueva réplica, a la verdad
poco afortunada, del incondicional Bra-
vo, juguete humillante de don Alfon-
so, y mezquina tapadera de sus desafue-
ros literarios.
274
D H Z O C A H N COL O J) K A
Sin t'mbar^c), Bravo nc» {)udo menos
de reconocer que liasta aquella fecha —
1 2 de Abril de 1851 — era superior el
número de los que rotundamente ne^^a-
ban la autenticidad del falso libreju, que
el de creyentes en ella. No podía menos
de ser así; el Buscapié, sólo había em-
baucado a los bausanes, pero no a las
personas de lucios cascos.
Enterado Castro del festivo remoque-
te— Lupianejo Zapatilla — que le había
asignado Gallardo en carta a Delmon-
te sobre €l Diccionario Matriz de Baralt,
viéndose en él retratado como fistol lar-
go que era, y alcanzando a brujulear to-
do el juego de las demás cartas del mis-
mo palo repartidas por don Bartolomé,
de las que tenía sobrados barruntos, tiró
algunas puntadas por ver la primera de
ellas — sin duda la más preciosa — sin re-
273
J. MARQUES M E R C H A N
sultado alguno, pues su cauto dueño pa-
ra evitarlo, apeló al efugio de hacerla
perdediza. Mas sabiendo de oidas que
campaba por el picaro mundo parlante y
oyente de la literatesca, conocido y hon-
rado por el sarcástico nombre de Lupian,
y sintiéndose desfallecer al peso de la
amplia controversia por él suscitada, eri-
ge a Gallardo en terrero de sus iras — por
ser el más trastulo de todos sus in-
documentados impugnadores — y des-
ahogando el virus comprimido durante
más de dos años con hipócrita discre-
ción, traza sus viperinas Epístolas del otro
Mundo a don Bartolo Gallardete, en la servi-
lesca Ilustración, que soldadas más tar-
de a guisa de contera con el inmundo
Proceso fulminado por Lupianejo Zapatilla
contra aquél iracundo filólogo, componen
un mezquino libelillo frión y romo.
2y6
D R ZOCA EN COLODRA
El tracista de Castro, preludia en estas
cartas disputa personal, furiosa y baja,
a la que no aviénese el carácter zahareño
de Gallardo. Solo recoge éste la prime-
ra naranja de Atalanta que le arroja, más
tarde, no intencionado de seguir hasta
el cabo el tiroteo, al tenor de la sabida
copla proverbial:
Arrojóme la naranjilla
naranjitas de su naranjal:
arrojómelas y arrójeselas
y volviómelas a arrojar,
sino como dice, «para que vea, sabe
acomodarse a la esgrima de sus ene-
migos, hiriendo por los mismos filos»-
Su réplica es digna, noble y bravia; cui-
da de esclarecer, escrupuloso, el alcance
de las palabras, y declara «que todo
cuanto dijere tocante a don Adolfo de
Castro, con ocasión de el Buscapié que
277
/. I\J ARQUES MERCHAN
se ha avilantado a publicar como de
Cervantes, apela sobre don Adolfo, en
cuanto hombre de letras, salva siempre
de toda personalidad ofensiva su per-
sona», no así Castro, que en todos sus
escritos, ataca la honorabilidad de Ga-
llardo con acerbo rencor.
Poco después de las furiosas cartas,
aparece El Buscapié del buscarruidos de don
Adolfo de Castro, obra ligera compuesta
por el asturiano don Ildefonso Martínez
y Fernández, médico de Bellus, y editor
de Huarte y Doña Oliva, que embozado
con el eutrapélico seudónimo El Bachiller
Bobaina, intenta impugnar el apócrifo li-
brejo donde hermánanse en falaz contu-
bernio, el nombre de Cervantes y el es-
tilo de Castro. Sólidos argumentos y
esclarecedoras razones en ello emplea,
pero el desaliño del estilo y ciertos equí-
2y8
D ií ZOCA EN C O L O D R A
vücos inadvertidamente deslizados, ha-
cen desmerecer al t'üllcto, en que más
de loar es la intención que lu conse-
guido.
Don Adolfo de Castro que con des-
cabellada indiscreción, había intentado
de infelicísima manera, en la tercera
edición de el Buscapié, refutar la acer-
tada argumentación del hispanista Tik-
nor, aprovecha los descuidos de Mar-
tínez y Fernández, para añadir a las pro-
lijas y discantantes notas que a guisa de
apéndice siguen a la cuarta, una epístola
desalmada, dirigida a don Emilio Bravo,
en que rebate las razones del Bachiller
Bobaina y de Gallardo, con ridiculas
evasivas, insultos, gratuitas negaciones,
y sobre todo con el silencio. La estolidez
suprema que preside a estas forzadas
y absurdas réplicas, impide al belitre de
279
/. MARQUES MER C H A N
SU autor, marchar sobre seguro, y acer-
tar ni aun siquiera una vez; como no ju^
gaba limpio, a barras derechas, don
Adolfo fué en el argado de su mal traida
lucubración, de zoca en colodra, añas-
cándose a cada paso, hasta caer rendido'
al peso de sus dislates y estulticia.
280
LA TRAVESURA DE ESTEVANEZ
Y EL LOQUILLO CADIZEÑO
Un nuevo afincamiento derivado de
esta sutil e inmensa polémica, caía sobre
el cuitado espíritu de Gallardo. Don Se-
rafín Estévanez Calderón, aquél soli-
tario ilustre que en la dedicatoria de sus
poesías habíale llamado: * ingenio sin
par » , « llavero déla lengua castellana * , y
«parlador de oro», aquél a quien Gallar-
do enalteciera con tan señaladas prue-
bas de afecto y estimación literaria y
personal, en las «Cartas Españolas», ya
quien en un rasgo de humor llamó acer-
tadamente Aljami Malagon Farfulla, con
281
/. MARQUES M ER C H A N
un refinamiento sanguinario y crudo, no
justificable ni por antagonismos de bi-
bliófilo, ni por despecho de un sinónimo
voluntario, endilgóle este arrogante y
celebérrimo soneto «de un su amigo es-
tante en corte de su majestad*:
Caco cuco, faquín, bibliopirata.
Tenaza de los libros, chuzo, púa,
De papeles, aparte lo ganzúa.
Hurón, carcoma, polilleja, rata.
Uñilargo, garduña, garrapata,
Para sacar los libros cabria, grúa,
Argel de bibliotecas, gran falúa
Armada en corso, haciendo cala y cata.
Empapas un archivo en la bragueta.
Un Simancas te cabe en el bolsillo.
Te pones por corbata una maleta.
Juegas del dos, del cinco y por tresillo;
Y al fin te beberás como una sopa,
Llena de libros África y Europa.
El mismo Cánovas, panegirista de su
2Í2
LA 'rA\4y/:s{^A'.-i de estevanez
ilustre tío, nu [juede menos de recono-
cer (¡ue la venganza de Estevanez, «fué
extremada»; que «no hay más modos de
llamar ladrón de libros a un humbre, ni
términos de más encarecimiento». (iQué
motivo impulsóle a Gallardo, para asig-
nar al Solitario, el perifrástico remoque-
te origen de la contienda?; simplemente
el enojo despertado por su apadrina-
miento descomedido a Castro, autor de
la falsedad; y a nuestro juicio no tiene el
gráfico apodo otro valor, otro alcance,
que el de una burla pesada, que ni som-
bra de ofensa envuelve en el fondo; la
malignidad de Estevanez y su torcida in-
tención son quienes danle tal carácter.
Era la mañana del 3 de Mayo de 1 85 i ;
caminaba Don Bartolomé José Gallardo,
solitario por la calle del Clavel de la
Corte, todo abatido y lleno de quebran-
283
/. MARQUES MERCHAN
to. Don Serafín Estévanez Calderón,
avanzaba en opuesto sentido acompaña-
do de Don Salvador López Enguidanos;
el encuentro era inevitable.
Estévanez, so pretexto de presentar al
antedicho Don Salvador López, ex-jefe
político de Murcia, cuyo padre había
sido grande admirador de Gallardo,
acercóse risueño a saludarle, y en nom-
bre de su antigua amistad, y sirviendo
también de empeño su acompañante,
suplicóle omitiese en su folleto Zapata-
zo a Zapatilla — próximo a publicarse —
toda designación de su persona. Gallar-
do, entonces ignorador de la existen-
cia del soneto altamente injurioso de
Estévanez, prometióle exaudir su ruego,
borrando cualquier especie en él desli-
zada, que en manera alguna resultase a
su juicio calumniosa. Pero la oficiosidad
284
LA T/^.lVFSlfRA PE ES7 líVANEZ
de al^ún intrigante enemij^o de El Soli-
tario, hizo llegar a sus manos una copia
fidedigna de la ingeniosa cuanto deni-
grativa poesía, cuya lectura exacerbóle
de tal guisa, que a pesar de su bonísima
y noble intención, ya no solo imprimió
conscientemente y sin tacha de ninguna
clase la carta a Delmonte, sino que en
otro lugar de su feliz obrilla, reproduce
el festivo remoquete, en justa, comedi-
da y plausible venganza.
Y apareció el folleto: los chapados y
talentosos amadores de Cervantes, aco-
giéronle con palmas de alborozo y
muestras de entusiasmo, que era el Za-
patazo a Zapatilla el más luminoso de
cuantos libros y papeles publicáronse
con tan sobresaliente motivo como la
aparición de el falso Buscapié. Contesta
en él su autor — a más de ocuparse de
2Ss
/. MARQUES MERCHAN
la superchería — a los cargos que don
Adolfo le dirigiera con tan acendrada
malicia.
No es una réplica a las razones críticas
y filológicas aducidas por Gallardo en
abono de su opinión contraria a la au-
tenticidad del zarandeado engendro, co-
nocidas por él de referencia, lo que Cas-
tro vierte en sus Epístolas del otro mundo,
sino una indecorosa denostación a don
Bartolomé, fundada toda, en cierto des-
liz biográfico que padeció en su Dicciona-
rio Critico Burlesco, 3.1 suponer «ingenioso
médico y poeta cordobés» a Salvador
Jacinto Polo de Medina, clérigo murcia-
no, y haber trabucado una palabra en
el muy donoso poema de Salinas (i) que
(i) Hágase constar en abono de Gallardo,
que al publicar dicha obrilla advierte lo que
sigue: «este poema tiene la desgracia de que
2SÓ
LA TRAVESURA DE ESTEVANEZ
inserta en el artículo jesuíta del susodi-
cho Diccionario. Este es el eje de toda la
discusión, el común terrero de la dis-
puta; el avieso don Adolfo intenta con
tan ridicula falacia distraer la atención
de Gallardo atrayéndolo al terreno de su
defensa literaria, para impedir le siga tan
certeramente dañando, con los acerados
dardos de su sesuda crítica, pero don
Bartolomé, perspicaz conocedor de sus
torcidas intenciones, en alas de su inge-
nio, salva felizmente la mezquina celada.
En la primera parte del folleto, in-
además de hallarse incorrectísimo en el manus-
crito de donde le copié, se me ha hecho todo
fragmentos de puro rodar en mi trágica maleta
en una peregrinación patriótica que hi-
ce por la Serranía de Ronda, cuando no estaba
en poder de infieles (franceses). He tenido
pues que zurcir retales, dando tal vez alguna
que otra puntada de mío, donde me ha faltado
el original o la memoria».
28^
/. MARQUES MERCHAN
tenta con bastante fortuna, alambicando
conceptos, su imposible vindicación,
pero a seguida, una vez solventado el
xisunto, bajo el rótulo general de Bus-
capié, rasgos volantes escritos a varios de
mis amigos sobre el que ha publicado como
de Cervantes don Adolfo de Castro, incluye
preciosos retazos de cartas a Delmonte,
Muñoz y Romero, don Tomás y don
Justo Sancha, Gayangos, el doctor Juan
José Bueno, y don Juan Luís Chaves,
donde mostrando lo garbeado a él por
el torpe falsario, descubre la patraña, y
zahiere acerba y cáusticamente la pro-
cacidad de su autor y aquella laxitud
de moral literaria de que adolecía. Tras
^ste interciso, escrito en prosa muy bui-
da y elegantemente castiza, como todo
el folleto, incluye Gallardo la Segunda
parte (que es la más lastimosa), del zapatazo
288
LA TRAVESURA Dlí KSTEVANEZ
y puntapié al cascabelero y busca ruidos de
Zapatilla, ilustración al públicu sobre la
causa ocasional de la carta de Lupian
Zapata, y demás artículos subsiguientes
contra él, publicados en el periódico
sabatino La Ilustración, a partir del 26
de Abril de 185 i.
Castro intentó atraerle a su causa, can-
tuseándole de lo lindo con grande bra-
zada de elogios en el prólogo de la pri-
mera edición, pero apesar de ello. Ga-
llardo que no es hombre que se deje en-
gañar, le ataca sin remisión, de idéntico
modo que a sus congéneres y compin-
ches. El Zapatazo a Zapatilla es el último
destello, es la postrer pavesa del espí-
ritu ardiente de Gallardo. Cuando lán-
zalo al mundo de las letras ya es an-
ciano, y está gastado por las negras in-
gratitudes, por las maldades hoscas de
/. MARQUES MERCHAN
tanto truhán mancomunado contra él;
pero aun se yergue con un ímpetu de su-
blime orgullo, como si una cólera heroi-
ca le animase, y desprecia las sórdidas
calumnias de un menguado y petulante
parlanchín, retacista gironado.
Mientras tanto, aquéllas frases que
descalificó el Solitario y con reconcen-
trada ira le arroja de nuevo, mueven a
este guiado por un odio, que ha nacido-
en un tiempo no lejano, pero que a él se
le figura ancestral a fuerza de hacerle
grande, a escribir por sí o dar alas e im-
pulsos para que se escribiese, un artícu-
lo, que firmado por su sobrino don An-
tonio Cánovas del Castillo, apareció en
La Ilustración del 1 4 de Junio del mismo
año, bajo este epígrafe: «Cuatro pala-
bras sobre el folleto titulado Zapatazo
Zapatilla, escritas en defensa de un
290
J.A TRAVESURA DE ESTEVA NEZ
ami^o ausente y en desagravio de las
letras, mientras llegan otras más autori-
zadas'. El amigo ausente a quien se de-
fiende es don Adolfo de Castro, sumán-
dose con esta defensa la del benditísimo
don Benito Maestre (alias el descono-
cido), y se insulta en ella «necia y estú-
pidamente— como dice don Cayetano
Alberto de la Barrera, en su libro El
Cachetero del Buscapié, obra de la que
el mayor y único elogio que puede
hacerse es decir responde plenamente a
su título — al defensor de la verdad, al
hombre más laborioso e incansable en
materias literarias, al más amante y bene-
mérito de las letras españolas que hemos
conocido, en nuestro siglo». El sincretis-
mo de el Solitario y Cánovas le exaspe-
ra, pero aun no ha apurado hasta las he-
ces el cáliz de su amargura literaria.
2pi
/. MARQUES M E R C H A N
Poco después comienza a aparecer en
la servilesca Ilustración, un más furioso
libelo, titulado: Aventuras literarias del ira-
cundo extremeño D. Bartolo Gallardete, escri-
tas por don Antonio de Lupian Zapata
(la horma de su zapato), que imprimióse
aumentado más tarde en Cádiz, donde
el magistral soneto de Estevanez camina
al frente de la obra como heraldo anun-
ciador de las innúmeras caloñas que
preñan su cuerpo. Es el encubierto
Lupian don Adolfo de Castro, que gar-
la nuevamente de modo soberano, aun-
que no siempre exacto de agudeza e
ingeniosidad a la manera clásica, como
en el injurioso romance ya citado:
Triste estaba Gallardete
Triste estaba por su mal,
Sobre el Betis yo le oyera
en estas voces clamar; etc.
2^2
/../ TRAVI-SURA DE ESTEVANEZ
A los reparos críticos de el Zapatazo,
responde don Adolfo en la epístola a
Bravo, adicionada a la cuarta edición de
El Buscapié, de que hablamos con ante-
rioridad, quemando en ella el último
cartucho; ya está herido de muerte, y la
defensa es imposible; su amañoso cri-
terio no encuentra salida en el laberinto
a que la intemperancia de mantener en
pugna con la pública opinión la vera-
cidad de una patraña le ha conducido, y
su pluma vencida, explota en mutismo
perenne, trazando tan solo en iracunda
revancha — desentendido ya de la soba-
da cuestión — , el Proceso del ilustre filó-
logo, en donde grosera y despechada-
mente se insulta con incalificables pa-
labras a Gallardo.
293
LA SENTENCIA DEL MOTE
Dirigíase un martes a las diez de la
-mañana, por la calle de Hortaleza, El So-
litario, acompañado de don Fernando
Azancot y don Francisco Javier Simo-
net, cuando hubo de hallarse con don
Bartolomé José Gallardo, que venía de
vuelta encontrada. Como no pudiera es-
cusarse el encuentro y reconocimiento,
mostróle Estévanez su disgusto comedi-
damente— según él — por su mala acción
y correspondencia, amenazándole con
acudir a los tribunales para que hiciesen
justicia. Don Bartolomé — dice el Solita-
2Q5
/. MARQUES M E R C H A N
rio — «en lugar de escusarse, de atenuar
su falta o de prometer reparación del
daño inferido, se afirmó procazmente en
sus injurias (no podía menos de hacerlo
en justa correspondencia al vil soneto)
añadiendo con insolencia que no podía
concebirse habiendo leyes y tribunales,
que él sería siempre el perdidoso, por-
que peor sería la descalabradura que el
arañazo, y mucho peor el golpe y la heri-
da que la descalabradura»; insultáronse
después con braveza, y el negocio no se
adobó, marchando contrariamente, el
granado y rebolludo Estévanez y el ce-
trino y macilento Gallardo. A los pocos
días presentaba aquél en el Juzgado
de las Vistillas de la corte, redactada
por sí, y suscrita por el Ldo. Valeriano
Casanueva y el procurador José San
Bartolomé, una notable querella, por
/. A S i: N T li i\ L ¡ A 1) K L M O T h
injurias, cuntía dun Bartolomé José Ga-
llardo.
Hacía i)or menudo en ella la historia
del argado de El Buscapié protestando
de que Gallardo le atribuyese la fe-
choría «con las palabras más descom-
puestas, y la intención más torcida, se-
ñalándole con apodos y remoquetes de
mala especie ». Eran las palabras origen
de la contienda las que siguen: «Otro
también gran sage en lo de leer de allá
para acá que a él le llaman por chunga el
Aljamí Malagón Farfalla, diz que tam-
bién amadriga al loquillo cadizeño>, y
las ya citadas en la carta a Delmonte.
A los atrevimientos de la querella, sal-
picada toda de dicterios y rastreras in-
tenciones, respondió Gallardo en la con-
fesión, con cargos, templadamente, que
«según fueros y estilo corriente en la
297
/. MARQUES MERCHAN
república de las letras, habiendo de
nombrar ocasionalmente al escritor Es-
tévanez Calderón, le nombró, no por su
nombre propio y vulgar, sino por nom-
bre perifrástico y festivo — Aljamí, Ma-
lagon, Farfalla — apelativos todos ino-
centes, como lo demostraría el análisis
gramatical y etimológico de cada uno»,
y haciéndolo a continuación con grande
habilidad y donosura, ponía en evi-
dencia el eutrapelismo que el remo-
quete entrañaba. Exigiósele que an-
pliara la confesión, e hízolo formal-
mente.
«Debe ser del todo justo — escribe
Cánovas — diciendo que su malignidad
(la de Gallardo) directamente heredada
de los eruditos del siglo XVIII, cuyos
folletos y papeles debieron hacer las
delicias de su niñez y de su juventud
2g8
L A S /■: N T E N C I A DEL MOTE
primera, si brutal en lus lérminus, era
con frecuencia candida en el fondo, por
más que tan honda y venenosa le pare-
ciera a mi pariente». «Contra la gran
reputación de Estévanez — añade— que
tanto blanco ofrecía, no propagó en rea-
lidad conceptos que haya hoy que refu-
tar seriamente, porque den materia a un
grave desprestigio personal, (i).
Probó fácilmente El Solitario que a él
y no a otro iban enderezados los epí-
tetos Aljami, Malagón Farfalla, (prueba
inútil a nuestro entender desde el mo-
mento en que Gallardo confesólo) por
(i) El Solitario, no solo le persiguió con
dureza hasta la muerte, sino que exigió a los
herederos el pago de las costas. Gallardo no
demostró a pesar de todo animosidad alguna
contra él. En carta escrita a su amigo don Joa-
quín Rubio el 12 de Agosto — dos días antes de
expirar — desde Valencia, habíale de don Se-
rafín y solo le califica de «famoso».
299
A. MARQUES MERCHAN
ciertas palabras escritas con lápiz y de
la propia letra del autor en algunos
ejemplares de el Zapatazo a Zapatilla
que al margen de las páginas donde la
supuesta injuria encontrábase impresa,
decían: «Este es Serafín Calderón»; de-
mostrándose el hecho además, por las
declaraciones contestes de don Tomás
Muñoz y Romero, don Pascual Gayan-
gos, don Ramón Mesonero Romanos,
don Antonio y don Emilio Cánovas, y el
propio amigo de Gallardo don Domingo
Delmonte, que con su inmotivada sos-
pecha había dado origen a la contienda.
Gallardo negóse a asistir al acto de
conciliación, y aun a responder al princi-
pio a la querella; mas no por eso dejó de
seguir en el asunto los naturales trámi-
tes. Tuvo, pues, que mostrarse parte al
cabo, y finalizada en primera instancia
300
L A S E N TEN C I A D E L M O TE
la causa, en el Juzgado de las Vistillas de
Madrid, recayó sentencia el 25 de Agos-
to de 1852, por la que don Francisco
Sánchez Ocaña, Juez del distrito del
Centro, por ausencia de su compañero
don Juan Fiol, declaró < que debía con-
denar y condenaba a don Bartolomé
José Gallardo a sufrir diez y ocho meses
de destierro a distancia de diez leguas de
la Corte, con prohibición de entrar en
ella durante el tiempo de la condena; al
pago de todas las costas del juicio, y no
haciéndolo, de éstos, a un día de prisión
correccional por cada medio duro que
importasen, sin que pudiera exceder de
dos años».
Don Bartolomé no asiste en Madrid al
desenvolvimiento de su proceso; el es-
pectáculo de la corte le apesta; sus más
caros amigos Delmonte, Gayangos, Mu-
jo/
/. MARQUES MERCHAN
ños y Romero han depuesto contra él,
todos le han despreciado, olvidando sus
mercedes con la ingratitud del más ne-
gro linage; solo un grupo de admirado-
res levantinos — Salva, Martínez y Fer-
nández, Meléndez, Carbonell, etc, — le
permanece fiel; a todo le ha arrastrado,
la contumacia fiera de don Adolfo de
Castro; por eso despreciando la tragico-
media social de España, húndese en
La Alberquilla y escupe a la sociedad que
le posterga por embeberse en ideales
más encumbrados y sublimes que los su-
yos (i).
(i) Véase el capítulo XIII de la obra de
Cánovas «El Solitario y su tiempo» (tomo se-
gundo) y el apéndice D que contiene el texto
íntegro de la acusación y la sentencia.
La confesión con cargos de Gallardo, figura
en el número 2 de la Revista Ateneo. Sevilla
1874.
J02
LIBRO CUARTO
IDEARIO
A fines del mes de Junio ha tornado a
su dehesa don Bartolomé José Gallardo;
viene todo impregnado de un grande
decaimiento moral y físico; apenas hace
nada; solo pasea marrido por las breves
cuestecillas de su heredad, ásperamente
ocioso. Ya no es aquel mocetón bata-
llador y altivo, de atrevidos modales y
agresiva palabra, de otros tiempos; su
ánimo brioso y brillante se ha hundido
sin remedio en las más obscuras regio-
nes de la melancolía; un pavor enfermi-
zo le agita de continuo: su varonil em-
20 JOS
/. MARQUES MERCHAN
paque, ha tomado un aspecto doblega-
do y taciturno; su tez un tinte macilen-
to..,. Dejémosle reposar mansamente,
aquietarse un instante en su fatiga, e in-
tentemos, adentrándonos en su obra, co-
nocerle e interpretar el desgarramiento
de su espíritu reflejado en ella; las di-
versas modalidades de su alma, sus re-
conditeces sutiles; sus avanzadas ideas,
sus quijotescas aventuras, sus impulsos
regeneradores, su afán de bien para la
pobre España.
Desglosemos. En la obra total de Ga-
llardo es preciso considerar, la estética,
la crítica social y la concepción del pro-
plema nacional.
El primer concepto que arroja el aná-
lisis de sus libros, es un profundo amor
a la libertad. Este sentimiento está ex-
traordinariamente arraigado en él: Por la
306
/ I) E A R 1 O
libertad ha padecido sinsabores infinitos
y penosas dolencias; a base de libertad
quisiera regenerar la patria: pensando
como Cervantes, más de una vez aventu-
ró la vida por la libertad: *al pronunciar
esta dulce voz — dice — <qué humano
pecho no se siente animado de un espí-
ritu casi celestial?» < en tratando de liber-
tad, toda criatura habla con noble entu-
siasmo y abundancia de corazón*. Desea
Gallardo la libertad en todas las esferas
y en todos sus aspectos; frecuentemente
preconiza las excelencias de la libertad
religiosa, de la libertad de pensamiento,
de la libertad de imprenta. El progreso
lo exige; lo ordena la luz de la razón.
Vivamos nuestro tiempo, no seamos es-
píritus caducos; adaptémonos a las exi-
gencias de la época. La literatura evolu-
ciona; también el lenguaje; no imponga-
jo/
/. MARQUES MERO HAN
mos despóticamente el de tiempo algu-
no; la corriente común determina el más
adecuado, «que el uso es el soberano le-
gislador de las lenguas en las cuales pri-
va altamente el derecho consuetudina-
rio. Los idiomas son obra artificial y vo-
luntaria de puras convenciones sociales y
de los fallos pronunciados ante el tribu-
nal del público en virtud de este dere-
cho, no hay apelación.» El estilo de Ga-
llardo tiene un picante sabor quevedes-
co, y un casticismo y graficidad sorpren-
dentes; (i) a ratos sereno y reposado, a
ratos nervioso, es siempre preciso, suel-
to y flexible. Más no emplea el mismo
en todas sus obras: «como la propiedad
del estilo pide que se atienda no solo a
(i) Don Bartolomé figura en el catálogo de
Autoridades de la Lengua de la Real Academia
Española.
308
IDEA A' / O
la persona que habla— dice— sino más
aun a la persona con quien habla, yo lie
procurado no perder nunca de vista los
sujetos a quienes enderezo la plática».
« Es preciso hablar a cada uno en su len-
guaje; porque gastar fililies y primores
de estilo, con ciertas gentes, vendría lo
mismo que a la burra las arracadas. »
Al espíritu de amplísima libertad que
alienta en toda la obra de Gallardo, va
unida su aversión a la cleriguesca, quis-
te social que carcome el alma española.
Odíala por retrógrada y por absurda,
por que «trata de vedarnos el uso del
pensamiento, y cuando necesitamos ver
mas claro, apretamos nudo sobre nudo
la venda del error»: «más ya no es tiem-
po—dice—estamos muy desengañados:
hemos aprendido mucho en la escuela de
la desdicha.» «Quisieran ellos continuar
309
/. MARQUES M E R C H AN
en el alto señorío que se han arrogado,
del pensamiento, expidiendo de su
mano las licencias de pensar, negándolas
o recogiéndolas a los que no sean ánge-
les de su coro.» Por eso tratan de sofo-
car «el grito salvador de ¡viva la liber-
tad! ¡abajo los tiranos! al clamor rabioso
de heregía, heregía! »
Hay que luchar contra esa negra ban-
da «de optimistas apasionados de otros
tiempos, y tétricos pesimistas del pre-
sente orden de cosas, los cuales están
empeñados en persuadirnos, que la má-
quina de este mundo no podía andar
mejor que andaba: y no es sino que ro-
daba la bola en derecho de su dedo.»
Para ellos no hay más que una obra res-
petable: la Biblia; «que es un libro muy
santo y muy bueno, pero no es una en-
ciclopedia o repertorio universal de
310
/ p /■: .-i /■: 1 n
ciencias, artes y oficios, donde haya de
acudir el gañán para saber de arache y
cavache, el minero para buscar la veta, y
el médico para encontrar el remedio de
nuestros males.» No, no; tengamos atre-
vimiento, tengamos audacia, defendá-
monos de esos cuervos malignos que han
de pugnar ^por sacar los ojos a los que
ven claro, para tener el orbe a media
luz, o dejarle a buenas noches. * Gallardo
sabe que no es este combate cosa nueva;
que tiene antiguas y profundas raices;
por eso se lo explica como un fenómeno
histórico. < La lucha de la luz y las tinie-
blas había de renacer, lucha terrible y
porfiada que apenas deja tal cual respiro
a las naciones y que empezó con el
mundo y con él acabará. >
Su crítica social — otra de las carac-
terísticas de la obra de Gallardo — está
/. MARQUES MERCHAN
dispersa por las sabrosas páginas del
Diccionario Crítico-Burlesco, y papeles
posteriores, (i) La corrupción política
de España es uno de los males que ob-
sesionan a Gallardo de continuo. Aquí
la política, lo que antaño decíase alta
política, «que no debiera ser sino la su-
prema ley del bien de la república», no
es más que «un comodín para saltar por
lo más alto de la razón y de la justicia,
llevando las leyes do quieran reyes, para
que estos o sus ministros, logren las más
chocantes pretensiones». «En España,
desde el tiempo de Felipe II, y acaso
(i) Tanto las ideas y opiniones de Gallardo
expuestas en este capítulo como las que se
apuntan en otros posteriores, están entresaca-
das del Diccio7iario Crítico Burlesco. La contes-
tación^ Cartazo al Censor., Apología de los Pabs,
Cuatro Palmetazos., A los electores de diputados
por la provincia de Madrid, El Criticón, etc.
312
IDEA RIO
antes, siempre se ha llamado razón de
Estado, a las cosas que no son de razón
ni de estado, sino conveniencia propia»,
y los mismos *galipardistas que dicen
alta-política, dicen también alta-poli-
cía >, frase con la que encubren los de-
saguisados y arbitrariedades que per-
petran.
La correspondencia epistolar que
siempre ha sido mirada como un sagrado
al que no es licito tocar, se viola inde-
corosamente, y esto que <^en los tiempos
de despotismo se tenía por un sacri-
legio, se ha tenido en los tiempos que
llámanos de libertad por un escrúpulo
de monja». Algunos patriotas declaman
furiosamente contra tal providencia
«condenándola como un atentado es-
candaloso contra las leyes y la moral pú-
blica >. Se alborota la gente, se censura
3^3
/. MARQUES MERCHAN
al gobierno, y el asunto pasa a las Cor-
tes, donde se trata solemnemente. Allí
«hubo aquello, de proposición, admi-
sión, discusión, votación... y aun no sé si
hubo resolución, (i Oh picara ironía!)
(entre tanto las cartas se interceptaban,
las cartas se abrían) — Pero señor ^'para
qué, porqué se abren las cartas? — «jPara
qué?, para saber su contenido. ^Porqué?
claro está, por la alta policía. » La alta
policía excusa los atrevimientos más
enormes, la alta policía justifica las me-
didas mas temerarias; <vvive, supon-
gamos en la corte, un escritor arrojado
de estos que ni temen ni deben, y se
sabe que va a publicar verdades algo du-
ras de pelar. Entonces entra la alta po-
licía, me coje al autor, y me lo arroja al
Ponto como César al otro poeta narigón,
y allí que plaña endeche o invective,
3^4
I D F A R I O
como más rabia le de. Hay alguna per-
sona que, merced a algún manto de seda
que rugió de por medio, da en fecha a
algún mandarín, como si dijéramos a
algún regente que fué. Aquí de la alta
policía. Venga acá el P. R... «Padre a
Fulano que vive en tal parte. — Basta
señor, sé mi oficio». El P. R... junta sus
agarrantes, toma su habano y su chafa-
rote, y dice: «¡Ha de mi gente! tantos a
vanguardia, cuantos a retaguardia. A
él*. Dicho y hecho; se dáel golpe de
mano; me pillan a mi hombre vivito, y
me le llevan como un Cristo; zámpanle
en la trena, sin comunicación, porque
no se sepa. — Que se sabe luego. — Chi-
llan los buenos: «injusticia, ¡atentado!
¡despotismo!» Redimen al cautivo. <Por-
qué estuvo preso el patriota Tal? — No
5e sabe, por alta policía».
/, MARQUES M ER CH A N
Ama Gallardo apasionadamente la li-
bertad de imprenta, «que este es un de-
recho imprescriptible, pues así como a
cualquier ciudadano le está concedido
el uso de la palabra, debe estarle igual-
mente el de la imprenta, para que todos
contribuyan a la pública ilustración y
urbano pasatiempo, ya sembrando ver-
dades, ya estirpando errores, celebran-
do virtudes y vituperando vicios». Si es
necesaria la censura, como no puede
menos de serlo en determinados casos,
empléese, pero francamente, con ente-
ra igualdad, sin arbitrariedades: «fuera
prestigios donde quiera que haya abu-
sos, hay lugar a la censura >. Con la liber-
tad se engrandecen los pueblos; Inglate-
rra «la nación idólatra de la libertad, con
la de imprenta ha llegado al más alto
grado de saber y poderío.» Imitémosla,
316
ID E A RIO
y «si podemos caminar por sendas de
flores, no caminemos por entre espinas
y abrojos*.
317
LA ESPAÑA DE GALLARDO
^Cómove Gallardo el problema de Es-
paña? España es un país desgraciado; en
la mayor parte de sus pueblos y aldeo-
rrios, «todos los vecinos ponen la señal
de la cruz por no saber firmar»; no hay
libros en ellos, a lo sumo se encuentran
«el breviario del cura, el catecismo, al-
gún Belarmino, o el David perseguido
y alivio de lastimados». «De la cosecha
que el útil labrador recoje con afán y
sudor, entre clérigos y frailes, se llevan
para Dios el doble de lo que se tributa al
César: ¡y al pobre labrador le quedan
3^9
/. MARQUES M E R C H A N
apenas los granzones!!!» «En la corte
como en los cortijos, siempre son mucho
más los papanioscas curiosos y los ne-
cios que los discretos». «El título de filó-
sofo es un apodo, y un dicterio el dic-
tado de moderno».
«La prensa es huera; los periodistas
tienen un estilo perisológico de bombo
y de tambora*; toda la bazofia que lan-
zan los «jerigonzantes del día en las fa-
langes columnarias de nuestros perió-
dicos, deja los oidos llenos de estruendo
y el alma vacía de sentido», «La lite-
ratura es una perra carrera» y «cute la
canina a los que la siguen». En España
existe un germen de bondad, «pero las
verdades que se saben, o que hay que
aprender, son más sin comparación, que
los errores que olvidar».
¿Cómo, de qué manera hemos llegado
320
L A E s p A Ñ A n /•■ r; a l l ardo
a este estado de postración, de abati-
miento, de ruina? Gallardo vé la causa
de situación tan aflictiva, en la intran-
sigencia religiosa, que ha cerrado las
puertas de la patria, a cuanto significó
innovación o adelanto. Al regresar de
Francia, trae Gallardo un aura de civi-
lización y de progreso, e intenta — ex-
tirpando tan abominable sistema que
nos privara de las gloriosas ñores de la
filosofía — remozar el espíritu caduco de
la patria, con la feraz semilla de las ideas
nuevas. Entonces dá un hermoso toque
de rebato con el Diccionario Critico Bur-
lesco, haciendo sonar todas las ergástu-
las en que yace amodorrado el espíritu
español; mas solo consigue levantar
contra él inmunda tolvanera de dic-
terios, y persistentes ataques, que le
fuerzan a dolerse de esta violencia a pro-
21 S2I
/ . MARQUES M E R C H A N
testar elocuentemente, transido de des-
pecho y de amargura: «cuando desde el
negro Torquemada, es decir, cuando
hace tres siglos que casi no tenemos un
filósofo, un sabio de primer orden en
ninguna línea; cuando el español que
quería pensar tenía que encerrarse de-
bajo de cien cerrojos, y aún no estaba
seguro de los esbirros del despotismo
espiritual, cuando en fin las trabas pues-
tas a los ingenios nos habían arrocinado
en términos que si ya no andábamos a
cuatro pies, era por un favor especial de
la providencia (de Dios para que todos
me entiendan); hacer tales recrimina-
ciones a la filosofía y al libre pensar, es
la mas clásica de las injusticias, sino la
mas chocante de las necedades», (i)
(i) Con la vuelta de Fernando Vil y la im-
plantación del régimen absolutista, comienza la
322
A./ /-SPAÑA DE (GALLARDO
La íorniidabie coacción de pensamien-
to (]ue los españoles han sufrido en el
decurso de varios siglos, ha ocasionado
la ignorancia madre de nuestra ruina
moral y origen de nuestra decadencia;
«por menos ilustrados no hemos sido
más virtuosos». *Las sendas de la Vir-
tud, para que podamos bien seguirlas,
han de estar alumbradas por la luz de la
sabiduría. El entendimiento guía a la vo-
luntad: con los ojos vendados y la cade-
na al pié, no se puede hacer gran jorna-
da en el camino de la perfección».
*E1 origen primordial de los males
públicos es la misma confianza con que
persecución del Diccionario y sus poseedores.
Hasta qué extremo llegó la Inquisición en este
respecto, puede verse en el Apéndice C. donde
figuran dos curiosos procesos, cuya nota debo
a la amabilidad de mi querido amigo y maestro
don Francisco Rodríguez ]\Iarín.
323
/. MARQUES MERCHAN
la nación ha puesto su causa en manos
de ciertos rábulas nebulones; ha fiado la
administración de sus tesoros a sórdidos
y rapaces publicanos; ha confiado ciega-
mente la salud pública a curadores que
nos han hecho tragar el veneno del des-
potismo, confeccionado exquisitamen-
te en doradas pildoras de libertad». <El
heroico pueblo español, esperando el
bien ha sufrido el mal, conllevando re-
signado los rudos experimentos que han
hecho de sus fuerzas y de su sangre los
ávidos sicofantes, que oficial u oficiosa-
mente, se han encargado de su régimen
político y económico» porque lo que ha
faltado «ha sido entendimiento, o vo-
luntad en los que dueños de la general y
absoluta que se les confió, desde luego,
no han usado de ella debidamente; en
una palabra, nuestro mal ha estado
324
LA ESPAÑA D E G A L L A R D O
siempre en la cabeza > . Y esto le hace te-
mer un nefasto influjo atávico. Por eso
se pregunta receloso «si de nosotros
mismos triunfaremos >.
Todo el embolismo político «en que
nos ha envuelto la torpeza petulante de
nuestros mandarines, tiene dos fuentes
manantiales: errores de legislación, y
yerros de gobierno; aquéllos piden co-
rrección severa, y estos ejemplar y eje-
cutivo castigo >.
^■Qué remedio encuentra Gallardo a
tanta desdicha? <Qué medidas propone
para el futuro? ^De qué manera cree po-
sible la regeneración de España? Olvi-
dando el pasado y ensayando toda fór-
mula de progreso acoplada a las circuns-
tancias, pero sin ridículos temores; con
arrojo y decisión; pensemos, recapacite-
mos sobre ella antes de adoptarla, pero
325
/. MARQUES MERCHAN
cuando el convencimiento de su utilidad
nos fortalezca, lanzémosla. La limita-
ción de nuestra inteligencia hácela facti-
ble de error, más no por esto dejemos
de ejercitarla, buscando las más acerta-
das medidas para orientarnos hacia un
porvenir brillante. «Cumpliríamos bien
con el fin para que fuimos creados, si
por no errar nos condenásemos a no
pensar, viviendo como brutos; y por no
tropezar, nos abandonásemos a un abso-
luto quietismo, vegetando como tron-
cos!».
El sufrir no siempre dimana de una
estúpida insensibilidad: «no yace el pue-
blo español en tan triste estado de pos-
tración e indolencia. Nuestro pueblo
siente sus males (y sus fuerzas); no se
confunda la inacción con la impotencia:
la resignación prudente con la paciencia
32é
L A E S P A Ñ A D E Cr A L L A R I) O
servil*. España, «está muy lejos de aquel
letargo mortal de los pueblos esclavos
que revolviéndose en el lecho del dolor,
hacen almohadas de sus proi)ias ca-
denas».
Pero aunque exista este retal de fuer-
za, sin norte político de eficacia casi
nula será; que aquí «el soplo del favor
lo mueve todo y el favor no tiene punto
fijo >. «Contra el semisaber de los sabidi-
llos vocingleros, busquemos la sensatez
de los buenos sabedores: la integridad
de toda prueba contra la venalidad; la
constancia y la firmeza contra la velei-
dad política; la catoniana austeridad
contra la molicie cortesana, el valor cí-
vico contra el frío y cobarde egoísmo».
Para corregirla, «simplifiquemos el
mecanismo de la máquina política, equi-
librando debidamente los poderes del
327
/. MARQUES MERCHAN
estado»; «exijamos la responsabilidad
ministerial». «La responsabilidad es el
alma del gobierno representativo: sin
ella un edificio social de esta especie, es
una bóveda sin clave, que está siempre
amenazando ruina sobre las cabezas de
los que cobija: un gobierno represen-
tivo sin la responsabilidad ministerial,
es el más absoluto y tiránico de los go-
biernos». Mas, aparte de estas líneas ge-
nerales de conducta, Gallardo posee to-
do un programa: el programa de los re-
publicanos del año cuarenta, que san- .
cionó en su totalidad como miembro de
la junta directora del partido. Helo
aquí:
«Supresión del trono.
Gobierno de la nación por una junta
central compuesta de un representante
por provincia.
LA ESP A ÑA D E GALLARDO
Reducción del presupuesto de gastos
a 600 millones de reales.
Supresión de las rentas estancadas y
de todas las contribuciones indirectas:
reducción del máximo de los sueldos
a 40.000 reales y aumento del mínimo
a 6.000.
Abolición de las quintas y las matrí-
culas de mar.
Inamovilidad judicial (que tanto agra-
daba a Larra) y establecimiento del
jurado.
Instrucción primaria, universal, gra-
tuita y obligatoria.
Libertad religiosa, de imprenta, de
reunión y de asociación.
Reparto a los jornaleros de las tierras
del Estado.»
Este programa podría implantarse te-
niendo en él confianza plena, y aguar-
329
y . MARQUES M E R C H A N
dando el momento oportuno: que «el
antiguo, edificio romanescogótico-mo-
runo de las preocupaciones, caerá*.
<Pero y si esto no sucede? (i si el influjo
maléfico que inficcionó el espíritu de
España hace más de cuatro siglos, ahoga
este impulso regenerador? ¡Ah! si esto
acontece — afirma Gallardo — «yo, que
no soy ningún Jeremías, ni ningún P. Ve-
ritas, profetizo (y séame testigo el univer-
so mundo) que indefectiblemente suce-
derá lo contrario. Pero entonces toda la
sangre derramada desde el cruento Dos
de Mayo, lejos de servir para nuestra re-
dención, no servirá más que para nues-
tra condenación eterna».
.330
LA ENTRAÑA DEL QUIJOTE
«Es muy fácil vivir en el mundo
según la opinión del mundo, también
es fácil vivir en el retiro según su opi-
nión propia, pero el hombre verdade-
ramente grande, es el que en medio
de la muchedumbre, conserva con
perfecta dulzura la independencia de
la soledad*.
Emerson
Las precedentes afirmaciones, que se
antojaran a espíritus estrechos despro-
vistas en absoluto de respeto a la patria,
no son sino advertencias saludables,
dictadas por su impenitente afán de
bienestar y resurgimiento; que a España
la amó Gallardo — como públicamente
demostrólo durante la guerra de la In-
33^
y. MARQUES M E R C H A N
dependencia- -con la serenidad grave
de los espíritus fuertes. vSu patriotismo
fué verdadero; respetó de la tradición
lo que debía respetarse; repudió lo inad-
misible, lo quimérico; pero su esfuerzo
fué todo hacia la nación viva, la que de-
senvolvíase en torno suyo. Procuró en-
cauzarla tornándola más libre, más cul-
ta, más fuerte, más sabia, más próspera,
y elevarla por estas cualidades entre to-
das las demás. Para conseguirlo, quiso
dar a su patria lo que hace fuertes a los
pueblos, lo que les engrandece y dá po-
derío: la verdad. Verdad en todo: en
historia, en arte, en política, en literatu-
ra... No la aduló, no la engañó; desgarra-
damente, con todo su cruento realismo
le gritó la verdad ruda y brutal. Y esto
desesperó a los patrioteros; los que no
sentían palpitar en torno suyo la vida
332
L A E N T R A Ñ A D E A O U 1 J O T E
moderna, sinu la otra, la vieja, la caduca,
la de los tiempos de heroicas hazañas, de
príncipes poderosos, de invencibles ada-
lides, de las quiméricas conquistas; los
que incapaces de vivir su siglo nutrían-
se de un pasado legendario. Para ellos
Gallardo — todo espíritu de modernidad
— era un revolucionario peligroso, y a
desacreditarlo y procurar su ruina, diri-
gieron esfuerzos inauditos desde sus pri-
meros y atrevidos lances de la carrera de
las letras.
Más h,emejante lucha no intimidóle;
ejemplar varonil y rudo de nuestra raza
decadente, aprestóse al combate triste y
brutal que le ofrecía la vida, con todo el
ardimiento y la braveza que imprime
la pasión por un ideal en el corazón del
héroe. Desque apareció la Defensa de las
poesías de Iglesias, hasta el postrero ins-
333
/ . MARQUES M E R C H A N
tante de su vida, no tuvo un momento
de segura dicha. El mundo le había ano-
tado con su disfavor, y solo en empeña-
da lucha en él, logró cruzar la punzadora
senda de su trágico vivir. Nunca viose
anestesiado su espíritu por el placer del
éxito, cuyas mieles tan solo alcanzó a
gustar con la Apología de los palos, trému-
la luminaria del cielo gris de su destino,
y tras este momento de gloria fugaz, vie-
nen los días más negros y miserables de
su vida, los que labrando un fuerte esla-
bón en la recia cadena de lo inevitable,
consagraron su nombre y su infortunio;
los penosos que siguieron a la aparición
del Diccionario Critico Burlesco. Con él
se decidió su suerte adversa; aislado por
la elevación de ideas y excelso criterio,
resiste a la avalancha de un pueblo que
le ultraja con vilipendio y escarnio; des-
334
L A E N r R A Ñ A 1) E L Q U JJ O T E
pues las persecuciones, las cárceles, losr
destierros, las expatriaciones, los casti-
gos, el desprecio y el vacío mas descon-
solador; destacándose con absurda si-
lueta la imagen viborezna del día de San-
Antonio, que juntamente con el Diccio-
nario, forman las dos cumbres funestas
de si lastimera historia. En ella se com-
baten el sentimiento y la idea; su amor
a los libros, a los frutos de su ingenio, al
producto de su trabajo y su desvelo; sus
anhelos redentores, sus bellos ideales-
de regeneración, sus palabras de opro-
bio para el pasado deleznable.
Cuando Gallardo refería aquella gran
catástrofe de su vida, mostrábase indig-
nado en los comienzos del relato; des-
pués ahogaba sus ímpetus en un gesto
de abatimiento, y sin inflexiones en la
voz, lentamente, con gran monotonía na-
335
/. MARQUES MERCHAN
rraba el resto como si susurrase un mo-
nólogo. Parecía que al evocar su inaudi-
ta desgracia, agitaba su ser un gesto de
impotencia; entonces semejaba un águi-
la herida.
Enmedio de las quiebras y honduras
de este amargo vivir, su carácter irreduc-
tible confortóle, siendo el sostén robus-
to de su personalidad sin el que hubiese
fracasado, truncándose su voluntad he-
roica como tantas otras. La obsesión de
ser libre, «libre como el éter de los cie-
los»— que él nos lo dijo — le permitió
triunfar en la derrota; no se dejó influir
por el ambiente, y fué innovador como
tiene que serlo todo héroe; primero lu-
chó por destruir lo habitual y consueto;
después por imponer su criterio perso-
nal, aspiró a que las cosas llevasen un
curso distinto y chocó con el medio, pe-
330
L A E X T A' A A' . / DEL Q U I J (^ T /■
ro se irguió desafiante, robusto y fuerte;
por eso no tué su vida tVesca carcajada,
sino trágica mueca de dolor. Blanco de
injustos ultrajes, hubo de luchar con dos
enemigos igualmente temibles; los prín-
cipes de los sacerdotes y los fariseos po-
líticos; y ellos, sus enemigos (eclesiásti-
cos y seglares) ya que conocían su mora-
lidad y su desinterés, ya que no pudieron
halagar su corazón, vencer su inteligen-
cia, ni comprar su pluma — Gallardo co-
mo Stendhal pensaba, que el que miente
para lograr la consideración de escritor,
no merece se le haga caso alguno— toma-
ron el empeño de calumniarlo, y como
no podían acusarle de mácula alguna,
valiéronse de su grande manía por los li-
bros, de su pasión por adquirirlos, del
loco amor que le inspiraban, para propa-
lar la especie de que garfeábalos a hurta-
22 337
/. MARQUES M ER CHA N
dillas, y por eso sabía más, mucho más
que todos ellos, mientras que por otra
parte presentábanle como sabiondo co-
nocedor de portadas algo memorioso, y
de ningún ingenio. Pero la alteza de su
espíritu estaba por encima de estas ruin-
dades. Siempre combatido, siempre ca-
lumniado, sálvale su severidad catonia-
na. Jamás halaga a los poderosos «nunca
he sido — dice — de los más allegados a
los que privan y mandan >; tampoco al
vulgo si le es hostil y si despiadadamente
le censura como en Cádiz, no vacila ea
chasquear el látigo, y asentarle enérgi-
cos y rudos golpes.
Pequeño rebelde que se bastaba a sí
propio, ni ajustóse a la farándula social,
ni se avino a eufemismos discantantes,
ni humillóse rendido pidiendo un ho-
nor; por eso gustó durante muchos años,
33S
L A F. N T R A ÑA D EL Q U JJ O T F,
el pan cuotidiano de la pruba, pudiendo
repetir con Beaumarchais; «mi vida es
un combate» y sobrellevó el dolor a que
tan avezado estaba, con entereza estoica.
Producto de este continuo sufrimien-
to enquistose en su alma una atonía ínti-
ma, que a menudo le invitaba a la molicie
y perezoza vida; más presa del noble afán
de vivir prolífica existencia, lanzábase a
la aventura, con la exaltación de afec-
tos y el ardor y la pasión que le caracte-
rizaban en la lucha, para tornar vencido
nuevamente, pero triunfante de la me-
diocridad humana, de su propio desti-
no, de su martirio. Cuando esto aconte-
cíale, aunque era sabedor del mérito
profundo de su hazaña, caia en un esta-
do de supremo abatimiento, evocando
con su figura angulosa, flácida y dema-
crada, un monje o asceta, de los tiempos
339
/. MARQUES MERCHAN
medioevales, espiritualizado por largos
ayunos y sufrimientos, de aquellos que
fueron al lienzo trasladados con tan gran-
de copia de realidad tormentaria por el
ascético pincel del Greco o de Ribera.
Entonces, tras haber brillado de manera
tenue y fugaz en el reducido círculo de
sus admiradores, hundíase en la sombra
largamente para reaccionar en su des-
consuelo y reaparecer mas tarde con
nueva pujanza.
Cuando es nefasto el presente, vive el
corazón del pasado, pero Gallardo care-
ció hasta de un pasado mejor a que tor-
nar los ojos, ni aun siquiera a un pasado
de bienestar físico, pues nunca prosperó
materialmente; sus actos como heroi-
cos extrañaban el desprecio de los bie-
nes externos. Tampoco en el amor halló
un paliativo su desgracia; había perdido
340
/, .4 /•: N TÁ! A ÑA D /: L Q U IJ OTE
la IV' en el amor, cuando rompió con la
Florinda de sus versos en Salamanca, a
lo que parece traicionado por ella. Fué
esta la única novia que se le conoció;
años más tarde (en 1 820) lo encontramos
en relaciones estrechas y tumultuosas
con una encopetada señora; después so-
lo de algunos actos de amorosidad mer-
cenaria tenemos noticias. El amor había
pasado por su corazón, dejando escom-
bros donde hallaran se, antes altaneras
manifestaciones de fuerza.
Tan apasionado hubo de ser en su pri-
mer ardor que el desengaño secó la raiz
ideal de este sentimiento perdurable-
mente; solo admitió el amor físico, y aun
llegó a convertirse en los postreros años,
de mujeriego en comedido misógino.
«Ah, ¡mujeres, mujeres! niñas de mis
ojos; en vosotras está la discreción, la
34^1
/ . MARQUES M E R C H A N
perspicacia y el tacto fino. Vosotras te-
neis la llave de los corazones; vosotras
sí que conocéis a los hombres; más ¡ay
dolor! que los hombres no os llegan a
conocer, sino cuando van a perderos»
— escribe.
El afecto familiar, también fué para él
desconocido; solo a su sobrino don Juan
Antonio Gallardo, heredero universal de
sus bienes, profesó singular cariño. A los
catorce años lo hallamos malquistado
con su madre, por carecer de vocación
eclesiástica; esta distanciación se acen-
túa con el viaje a Francia, y el aisla-
miento es total al instalarse en la Corte.
Luego, las infinitas peregrinaciones de
su azarosa vida le alejan definitivamente
del solar de Campanario, donde sus
hermanos y el resto de la familia con-
servan de él un melancólico recuerdo.
342
LA LEYENDA NEGRA
¿Cómo formóse la grandeza estelar del
carácter de Gallardo, y su originilidad li-
teraria? <Qué juicio mereció a sus con-
temporáneos? ¿Cómo se ha interpretado
su personalidad a través del tiempo? El
carácter indomable de Gallardo, impreg-
nado de esa tosquedad y rudeza primiti-
va, que por un atavismo de ineducación
florece en el alma de los españoles, plas-
móse en su afán de libertad, y en las tor-
turadoras circunstancias de su vida, uni-
do a la brava independencia de su alma
y nativa tozudez; su originalidad litera-
34-3
/. MARQUES M E R C H A N'
ria en agenas influencias, y hasta en imi-
taciones.
El juicio que de sus coetáneos alcan-
zó, es bien menguado; tuviéronle por un
desequilibrado profesador de utópicas
teorías, desenfrenado libelista, y cuatre-
ro de viejos libros; por un pretencioso y
fatuo endiosado en la creencia de ser
único en el campo del saber. Cierto que
Gallardo dio en parte motivo a esta pre-
sunción, pues noblemente reconocemos
que tuvo el flaco de todos los espíritus
heroicos — pareció ignorar la existencia
de otras almas de la misma extructura
que la suya, y fué orgulloso, represen-
tando el sumum de personalismo, de na-
turaleza individual — más esto no escusa
tan bajo concepto.
Flor exótica por su idiosincracia, es
mirado despectivamente por el granel
344
L A LEY E N D A N E (; R A
de páparos literarios que inundan con
su garrulería nuestro fecundo siglo diez
y nueve; la masa de españoles ajena a las
contiendas idealistas, adoptando ex-
trañas apreciaciones — como siempre —
táchale de heresiarca, religioso y civil,
por haber con suma audacia blasfemado
de los usos y costumbres consagradas
— y bien pudo hacerlo, que al fin nada
es divino e inviolable fuera de la inte-
gridad de nuestra alma — haber admi-
rado a Voltaire, a Rousseau, a Diderot
y D'Alambert; nutrídose en la savia de
la enciclopedia, y tremolando la ban-
dera de la libertad de conciencia, mal-
decido la mordaza inquisitorial causante
de nuestro desprestigio.
El insulto y la calumnia cebáronse en
él; denigrósele hasta la saciedad, y lle-
góse a estampar contra su persona tan
345
y. MARQUES MERCHAN
abominable grosería como esta; «en su
semblante se retrata la expresión del
pecado, vertido, por Calderón de la Bar-
ca en su auto sacramental «El Divino
Orfeo»: con plumas, bandas y bengalas
negras» (i). El que lejos de recelar de la
palingenecia y renovación social de Es-
paña, la ansiase tenazmente, fué uno de
los más poderosos motivos, determina-
dores del aborrecimiento por parte de
los espítitus rutinarios y fósiles, que dié-
ronle con su intransigencia una visión
pesimista del patriotismo español.
En cambio, el reducido número de
admiradores que disfrutó, fué parco en
sus elogios; ninguno aventuróse a defen-
derle plenamente, temeroso de ser blan-
(l) V^éase A. Ferrer del Rio. Galena de
la Literatura Española. Pag. 319. Escritores sa-
tíricos.
346
L A L E Y E N D A N E G R A
co de injustificados ultrajes; amables,
^serviciales, entusiastas suyos, no aten-
dieron sino a la persona, sin mirar por
su reputación deshecha a manos de la
envidia cubierta con la capa del des-
dén. Solo en *La Víbora* hallamos unas
palabras cncomiadoras de su valer, hacia
1850. «Modesto, agradecido, amigo de
sus amigos, escritor fácil, crítico indul-
gente, ortógrafo ingenioso. Gallardo
(don Bartolomé José), escribe con gallar-
día y poca vergüenza. Habla muy bien
el castellano, por lo que no es acadé-
mico de la Lengua». También díjose de
él era «elliberalismo reducido a ciencia
o por mejor decir el etimologista de la
libertad», afirmando, «veíase venir la
libertad por su boca como si se viera con
los ojos de la misma Naturaleza » (i).
(i) Véase Carlos Le Brun. Retratos polí-
347
/. MARQUES M E R C H A N
Sus contemporáneos tuviéronle en
poco, y no le tuvieron en más, incapaces
de apreciar su valía; pero la interpre-
tación que ha recibido a través del tiem-
po no es más afortunada. Visto por
críticos y biógrafos, con los prejuicios
de su tiempo, la leyenda de su este-
rilidad y rapiñas de libros, ha sido acre-
ditada con la autoridad de sus soste-
nedores. Valera, que sólo en parte la
acepta, le hace relativa justicia por lo
que a su personalidad de bibliófilo se re-
fiere, pero a su perspicaz sistema de
observación interpretadora escapa de
idéntico modo que a todos los demás
glosadores y comentaristas, el aspecto
de hombre civil e ideólogo. A raiz de la
muerte de Gallardo, publicóse en el
ticos de la Revolución de España. Gallardo
(don Bartolomé).
348
L A L E y E N n A N E C R A
«Panteón Universal* una biografía en
extremo laudatoria, compuesta por al-
gún amigo ignorado, que si bien es dig-
na de estima por su bonísima intención
y suministra curiosos detalles de su vi-
da, desmerece bastante por la tosque-
dad e incorrección en que se encuentra
redactada. Esta y la que incluye don
Nicolás Díaz Pérez, en su Diccionario Bio-
gráfico de Extremeños Ilustres, son las dos
únicas en que no se le afrenta y escar-
nece; las demás, trazadas por plumas
viperinas ignoradoras de su labor en el
campo de las letras, hácense acree-
doras al desprecio, por la torcida inten-
ción que encubren, (i)
(i) Debemos salvar en parte de este juicio
a la publicada por Ramirez de las Casas-Deza,
en el Semanario Pintoresco (1854) números 21,
22 y 23, pues si bien no alcanza a com-
prenderle, gracias a su corta inteligencia (con-
349
/. MARQUES ME R CH A N
Hoy apenas recordado más que como
autor del Ensayo de una Biblioteca de Libros
Raros y Curiosos hay que recurrir para
conocer determinadas interioridades de
de su vida — vergüenza dá reconocer-
lo— al deprimente libelillo de Adolfo
de Castro Aventuras literarias del iracun-
do extremeño don Bartolo Gallardete. Ya lo
dijo Osear Wilde; * todo grande hom-
bre, tiene sus discípulos, pero es siem-
pre Judas quien escribe su biografía».
Cánovas y Barrantes son quienes en
los últimos tiempos han contribuido más
eficazmente al descrédito de Gallardo;
ceptúa por ejemplo fuerte desgracia el que
Gallardo no consiguiese honores oficiales) y su
fanático celo le empuje a combatirle ingenua-
mente en el terreno ideológico, le reconoce
excepcionales dotes y narra con la debida im-
parcialidad, los malaventurados hechos de
su vida. Igual apreciación alcanza a la que Flo-
rez insertó en E/ Eco de Ambos Mundos (1 85 3).
J5^
LA LEYENDA N E (; A' A
y como remate de esta cadena de des-
gracias que pordoquiera le estrecha, fi-
gura y es combatida en la Historia de
ios heterodoxos españoles, cuyas páginas^
honra con su nombre. Mas no impor-
ta; a los héroes se les obscurece, se
les calumnia, pero no se les estirpa; por
más esfuerzos que se hagan, jamás lo-
grarase destruir la potente subjetividad
luminosa de sus actos, que le dan la
vida.
3S^^
PERSONALISMO LITERARIO
<En cuantas fases, en cuantos aspectos
desdóblase la personalidad de Gallardo?
Dejando aparte su personalidad política
— ya estudiada— vamos a ocuparnos bre-
vemente de la literaria. Era esta descon-
certante en un principio; apuntábanse en
él inclinaciones diversas con el mismo
fuego; llevaba en sí los gérmenes de va-
rias, sin que pudiera prejuzgarse cual de
ellas prevalecería, y sí cuando definitiva-
mente se expansionase, admiraría por su
grandeza o por su vulgaridad. Lenta-
mente comienza a definirse, mostrándo-
23 353
/. MARQUKS M E R C H A N
se profusa y vigorosa; sus diversas mo-
dalidades se suceden, permaneciendo
firme, de las cinco en que podemos divi-
dirla— filólogo, satírico, crítico, poeta y
bibliógrafo — tan solo una. (i)
Como filólogo — demasiado resuelto
según Valmar — dejó escasas muestras
de su saber; salvo algún rasgo disperso,
es su obra más significativa en este pun-
to, los Cuatro Palmetazos bien plantados por
(i) No le calificamos de Ortógrafo, por no
ser sino un capricho sin trascendencia, la refor-
ma que introdujo en la ortografía existente. En
este punto se le ha censurado con rigor excesi-
vo, pues su sistema no era obsolutamente arbi-
trario. Reducíase en el fondo a suprimir la u lí-
quida, sustituir la z por la c en algunos casos;
dividir las voces compuestas y enclíticas con
guión para indicar su composición; acentuar las
dicciones escrupulosamente, sin omitir las dié-
resis para dividir los digtongos o la concurren-
cia de vocales en el fin de una dicción y princi-
pio de otra, y finalmente poner punto de abre-
vio y en la parte inferior, a la terminación del
período.
3S4
PERSO NA L ¡SIMO LIT E R A R I O
el Dómine Lucas a los Gaceteros de Bayona.
Sabemos que sus juicios glosolálicos fue-
ron objeto de grande estima; que nues-
tros lingüistas más doctos, recabaron
sus consejos; que en Londres estudió
preferentemente Gramática y Dicciona-
rio (componiendo una obra de cada es-
pecie, garfiñadas y perdidas el día de
San Antonio); pero las muestras positi-
vas que aún subsisten, redúcense como
ya dijimos a cuatro rasgos volantes es-
parcidos, y el mencionado lumínico fo-
lleto.
Satírico es atrevido, mordaz, chuzón,
implacable. Su labor de satírico camina
unida a la de crítico en toda su obra, que
también a menudo despunta como hu-
morista. Sabe Gallardo burlarse gracio-
samente del trapisondista político, del
erudito de pega, del acopiador de labor
3SS
J. MARQUES MERCHAN
agena con lucimiento propio; juega cer-
teramente a su antojo con el blanco que
elige, descubriendo sus flacos, y zahi-
riéndole descarnadamente con el azote
de su cruda sátira. En el chiste es opor-
tuno y natural; su gracejo feliz y abun-
dante. Sus escritos rebosan donosura,
primores de estilo, de lenguaje, y sal
ática de aquella que emplearon nuestros
satíricos clásicos de más realce.
<Pero es Gallardo realmente un hu-
morista? Nace la ironía de un cerebro
agudo sutil, clarividente, alimentado por
un blando y suave corazón No es propio
de las almas pasionales, sino de aquellas
en que el sentimiento florece moderada-
mente. La ironía en esencia, es el triun-
fo del recto sentido sobre el arrebato.
El espíritu español propende más di-
rectamente al houmour inglés, que a la
3SÓ
pi:rsonal¡simo literario
ironía griega o tranccsa; pues para ser
irónico, para manejar equilibradamente
la agridulce sutileza de esa burla, es ne-
cesario rehuir la indignación sincera; y
el español apasiónase con exceso, ro-
bándole conocimiento esta mansa locu-
ra. Al indignarse de veras contra algo
o contra alguien, aunque se quiera ser
irónico, resultase sarcástico, procaz, tal
vez grosero. Por eso, como atinada-
mente afirma el maestro Unamuno,
• cuando nosotros los españoles quere-
mos burlarnos, insultamos».
Gallardo no posee esa ironía rebusca-
da, de imitación de moda o de escuela,
esa ironía pegadiza, de receta. Su sarcas-
mo es expontáneo, violento, pasional, y
sobre todo profundamente español, típi-
co, genuino, característico de imestra
raza. Gallardo es incapaz de ironía, o su
357
/. MARQUES MERCHAN
cerebro está por bajo de ella o por enci-
ma su tumultuoso corazón. Gallardo in-
sulta, y este trágico sarcasmo inevitable
flota a través de toda su obra. También
en ocasiones es humorista, cuando no le
interesa el objeto de su burla lo necesa-
rio para hacerle perder la serenidad,
pero aún en estos casos, su ironía es de
un acre amargor; no es sonrisa, sino un
contraído gesto de dolor y asco, que la
disimula o finge.
Cuando ejercítase en la crítica, nunca
descarta la sátira, fina, amable, discreta,
atrevida, virulenta, cruel, según el mo-
tivo y la ocasión; por eso hallaremos en
muchos pasajes, falta de respeto, crude-
za de forma, causticidad de expresión,
pero inspirada en el fondo por un cri-
terio de justicia soberano. Si le encon-
tramos en ocasiones duro, no es sino por
358
PliRSOf^ALISlMO LITERARIO
que duélenos que a autores a quienes
admiramos censure sin piedad; y es que
su pluma no repara ni en la alteza de la
persona, ni en el juicio de la masa más
impresionable que critica; disociador
arriesgado, Gallardo, lejos de aceptar los
valores hechos, tradicionales, los exami-
na a una luz nueva, contrastándolos, des-
componiéndolos, para ver si responden
a la idea sentida o si es preciso apartar-
los de su concepto secular, sancionado...
359
POETA
Fué castizo, soberamente castizo, en
sus decires rítmicos; carecía de la alta
idealidad del verdadero poeta; su ima-
ginación no era profusa y exuberante
con exceso; lejos de encumbrarse a uni-
versalidades abstractas, a preclaras re-
giones de un arte natural sublime e iris-
dicente, gustaba de abatirse a su rincón
sombrío, y deleitarse en encuadrar figu-
linas de mozas un tanto agrestes, en
preciado marco de prístino sabor arcai-
co. Es la amada, la eterna novia del poe-
ta, vista con la pompa de la juventud,
361
/. MARQUES M E R C H A N
por un alma cálida y ferviente en amo-
res, la que inunda con el sin fin de hechi-
zos de su cuerpo grácil, las retozonas y
apasionadas rimas de su edad primera.
Entonces, todas las emociones de su
temperamento impresionable, conden-
sábalas a través del prisma de los moldes
clásicos. Aun era un espíritu vigoroso y
libre, que firme y confiado en la seguri-
dad de su propio valer, ansiaba luchar
derrumbando los férreos obstáculos
puestos con intención dañina en su ca-
mino— que ante el impulso vital de su
inexperiencia antojábansele ridículos
fantasmas — y asir la gloria con la mano
trémulo y alborozado.
Comparad las rimas de los primeros
años de desfogue literario, con las her-
mosas y cinceladas miniaturas auríferas,
que recorta y pule en las lobregueces de
362
PORTA
una prisión. Quizá el influjo de las sen-
saciones tormentarias experimentadas
en la mazmorra, o las fantasmagóricas
imágenes que en implacable cohorte ani-
man o deprimen en la multitud de las
horas de ocio a los reclusos, ganosos de
libertad y ubérrima vida, más ansiada
por la muerte parcial que sobrellevan, o
el sacudimiento interno de un futuro
próximo presentido con raro afán u otra
•exotérica y febricitante causa, le arrojan
en románticos devaneos. Pero esta nue-
va manifestación poética que convul-
siona sus ideas no alcanza en él a ense-
ñorearse por entero; el exceso de aco-
plamiento al habla clásica y castizo sabor
de las producciones de nuestros siglos
de oro, lenta y persistentemente se ha-
bía adueñado de su personalismo lite-
rario, convirtiéndolo en un clásico do-
363
/. MARQUES M E R C H A N
noso y madrigalesco. El desenfado de
Alcázar y la gentileza de Cetina parecían
fundirse en sus canciones, que nunca
imitaban servilmente a rimador alguno;
un sello individual preciso y claro las
caracterizaba y distinguía.
El Gallardo romántico y soñador, cho-
ca con el Gallardo clásico de la moce-
dad, de imaginación entonces reseca
por atiborramiento sobrado de lecturas
eruditas; su animosidad calenturienta
también calmada, dale cierta frialdad de
criterio que le permite no exaltarse, yert
las de un arrebatador romanticismo caer
en extravío, y ayuntar las dos opues-
tas corrientes en amistoso consorcio,
procreando un tercer Gallardo versifica-
dor mixto, que a los intuitivos apasiona-
mientos románticos, une resabios clá-
sicos atemperadores.
364
POETA
Este es el Gallardo de A Zclinda y
Blanca Flor, prototipo del erudito poe-
ta tan peculiar en España, de ese eru-
dito poeta que nunca traspasa el lími-
te de precioso fili^ranista, por carecer
al peso de su bagaje cominero de vuelos
para remontarse a excelsitudes de idea-
lidad y fantasía. Pero aparte de este vi-
cio común, también contribuyó sobre-
manera a quitar fuerzas e inspiración a
la labor poética de Gallardo, su visión
pesimista de la vida, su pirronismo, su
falta de fé, de sentimiento vivo en algu-
na cosa.
365
LA PASIÓN BIBLIOGRÁFICA
Mas donde culmina, donde emerge ra-
diante e imponderable su personalidad
es en el aspecto bibliográfico. En sus ap-
titudes para esta clase de estudios y en
sus trabajos de bibliófilo estriba sin
duda su principal mérito literario. Sobre
la decadencia y corrupción de nuestras
letras y la general ignorancia y el descui-
do del vulgo, había venido el floreci-
miento del reinado de Carlos III, desde-
ñándose no poco los tesoros del propio
ingenio y sometiéndose más de lo justo
los que escribían, a reglas y preceptos
3(>7
y. MARQUES M E R C H A N
extranjeros, que despreciaban muchas
de nuestras producciones literai is indí-
genas como desarregladas y faltas de
crítica, de medida y de buen gusto. No
pocos libros españoles yacían arrumba-
dos y relegados al olvido. Los más eran
ya raros; apenas se conocían por el títu-
lo; el que más había alcanzado a verles
la portada. La Bibliografía, ciencia en-
tonces naciente y casi desconocida, to-
mó cierto carácter de disciplina ocul-
ta, para la que necesitábase iniciación
y misterio. Gallardo fué su principal
hierofante, siguiéndole más tarde aun-
que sin llegar a poseer conocimientos
tan vastos y completos como él, don Se-
rafín Estévanez Calderón y don Pascual
Gayangos.
Hablando de la grande utilidad que a
las letras reportó la misión de Gallardo,
368
LA PASIÓN BIBLIOGRÁFICA
escribe Valera: «diríase que por él, por
Gayangos y por Estévanez, se ha conser-
vado íntegra sin que un solo eslabón se
quebranto o se rompa, la áurea cadena
de nuestra nacional literatura; se ha he-
cho más fácil escribir su historia, y han
hallado los que la han escrito ricos y
abundantes materiales para escribirla, y
estímulo y ejemplo para dedicarse a tan
importante tarea».
Gallardo es sin duda el primer biblió-
filo español después de Nicolás Antonio.
En todas las acuitadas épocas de su vida,
halló siempre un solaz harto envidiable
en sus aficiones a los libros: mozo, hom-
bre granado, decadente y anciano, vé-
rnosle recorrer librerías, tenduchos, ba-
ratillos y puestos de papeles rancios y ar-
caicos volúmenes, donde husmea a caza
de curiosidades, disputa, compra, apre-
24. 369
/. MARQUES MERCHAN
cia, contiende con rivales, luce su eru-
dición y pasma a los oyentes que le escu-
chan, llegando a ser un personaje po-
pular entre los chamarileros y gente
del oficio.
Los diversos periodos de su vida
literaria son difusos; no podemos deli-
mitarlos claramente, pero ora cultive la
poesía, ora la sátira, ora la crítica, ora la
ingrata ciencia del lenguaje, sobre todas
las modalidades de su compleja perso-
nalidad, descuella inamovible y persis-
tente su carácter de bibliófilo. Bibliófilo
cuando arrastra penosamente sus atre-
vimientos de rapaz por las aulas salman-
tinas; cuando agita en El Soplón los
nombres de los con él enemistados, en-
tre sarcásticos donaires; cuando urde
traducciones con acendrada galanura;
cuando en Bayona filosofa. Bibliófilo en
370
LA PASIÓN BIBLIOGRÁFICA
Madrid con Sancha y con Ibarra, con
Benito Cano y con Aguado; bibliófilo
feliz y benemérito en Londres; api-
carado í-n casa de Haeber; bibliófilo en
España cuando retorna ufano; cuando
exáltanle esotéricas y calenturientas
ideas caballerescas; bibliófilo ardoroso y
desgraciado el día de San Antonio; bi-
bliófilo insaciable en la Biblioteca co-
lombina; apasionado, glorioso, incon-
mensurable bibliófilo, en Cádiz y en la
Corte, en Salamanca y en Valencia, en
Córdoba y Sevilla, en la decrépita Va-
lladolid.
Su biblioteca alcanza proverbial fama
entre los contemporáneos, no solo espa-
ñoles sino extranjeros. A veces llegan
de luengas tierras apasionados suyos,
ansiosos de admirar los tesoros que en
su colección encierra y que va acre-
37i
/. MARQUES MERCHAN
centando lentamente con los adquiridos
en librescas peregrinaciones. Es allá
en Toledo, en La Alberquilla, donde
tiene largas ringleras de anaqueles tos-
cos, rebosantes de valiosísimos volú-
menes de foro y de convento, de eru-
dición y amenas letras. Biblioteca pre-
ciada, reunida a trueque de mil fatigas,
de costosos sacrificios pecunarios, de
contratiempos y malaventuras; biblio-
teca compendio de uno de los amores
más representativos de una grande per-
sonalidad; biblioteca plasmada con la
vida de un hombre; biblioteca animada
de soplo perdurable; cementerio es-
piritual; pululación de fuegos fatuos y
espectros; coro de palabras vivientes
por sí solas, con valor de eternidad, más
allá de los labios que las pronunciaron;
biblioteca que sintetiza el garleo de un
372
LA PASIOiW BIBI.IOC. RAFICA
alma esforzada sobre la indoctez del am-
biente; biblioteca que anima las horas
de hastío de un héroe amargado por
ostracismo cruento; reliquia del saber
de la España vieja; arca rica de fina tara-
cea que encierra la nitidez de nuestra
lengua; recreo y salud del ánima de Ga-
llardo.
Con sus apuntes bibliográficos, con
las innúmeras notas marginales que acri-
billan los libros que de su pertenencia
fueron, con las papeletas reseñadoras de
los volúmenes impresos o manuscritos
que tan solo alcanzó a ver y que en nú-
mero infinito dejó al morir, para loanza
suya, y explendor de la cultura patria,
compusieron en cuatro volúmenes en
folio secundados por el infatigable
maestro don Marcelino Menéndez y
Pelayo, don J. Sancho Rayón y don Ma-
373
/. MARQUES M E R C H A N
nuel Zarco del Valle, el triunfal Ensayo
de una Blibioteca de libros raros y curiosos,
arsenal el más vasto y completo que
se conoce de obras antiguas castella-
nas, publicadas e inéditas, monumento
inapreciable para el renacimiento del
estilo nacional y castizo de nuestra lite-
ratura, y timbre honroso de gloria de
Gallardo.
De este original ingenio, en quien se
exaltan las nobles cualidades de la raza,
poseedor de un vibrante y robusto batir
de alas, gran vocero de la libertad, y ta-
lento profuso del que difícilmente po-
dría trazarse un retrato definitivo, po-
demos afirmar resumiendo, que fué al-
tamente complejo; siendo no obstante
condensables las varias expresiones de
su espíritu en dos fórmulas breves; a
saber: fué un quijote literario, y un
374
LA PASIÓN nniLrO(;RAFICA
revolucionario idealista, (i) tudo c'l
orientado francamente hacia un ideal
de progreso, de paz, de regeneración,
de fraternidad universal.
(i) Tal vez le cuadren mejor los calificativos
<ie cínico y romántico, o romántico cínico.
375
EL iMlTO GALLARDIANO
Dos son los prejuicios tradicionales
en que se incurre al trarar de la perso-
nalidad moral y literaria de Don Barto-
lomé José Gallardo; afírmase rotunda-
mente es exigua y mezquina su labor
de producción en el campo de la litera-
tura, llegando a aseverar alguno, «no
harían sus obras todas juntas cuatro li-
bras de lentejas»; (i) y táchasele de ali-
mentar cierto inmoderado apetito li-
bresco, que le impulsaba a sustraer con
(i) Véase Federico Rubio «Mis maestros y
mi educación» pag. 382.
377
/. MARQUES MERCHAN
la mayor audacia e impunidaii, con ca-
rencia absoluta de escrúpulo, precia-
dos volúmenes doquiera se hallasen, sin
el menor respeto a la propiedad por
sagrada e inviolable que fuera.
La leyenda, como la bola de nieve,
rueda y se engrandece; dijérase tal, por
doctos eruditos, y sus seguidores y dis-
cípulos encargáranse de hacerlo subsis-
tir. El exceso de confianza en el maestro
lleva a estos extravíos.
Sobre don Adolfo de Castro pesa la
mayor culpabilidad de este hecho; tuvo
siempre en menos la producción de Ga-
llardo, desprecióla por ridicula, y dando
crédito a ciertas hablillas de envidiosos,
y poniendo gran parte de su cosecha per-
sonal, forjó la leyenda con malsana in-
tención. ^Pero es que en absoluto carece
de origen? No, no vamos a negarlo, que
37^
E L MITO GAL L A R D I A N O
la realidad es el fermento del mito, pero
sí trataremos, ágenos a todo exclusivis-
mo y sectaria tendencia, de restablecer
la verdad de los hechos.
De estudiante, Gallardo— ya lo hemos
dicho — agenció libros por cuantos con-
ductos o procedimientos son dables al
típico carácter de los acopiadores de
ciencia en las aulas universitarias; pero
esto no pasa de ser una trapacería propia
de la edad moza, en que se obra sin la se-
rena reflexión que dan los años; esto es
excusable; a la loca juventud todo se per-
dona. También hombre granado, su ex-
cesivo amor a los libros le llevó a la reali-
zación de algún acto aislado de piratería
libresca, es verdad, «¿más por eso vamos
a creer en la certidumbre de lo referido
por Castro, que afirma era desplumada
por Gallardo biblioteca que al alcance de
379
/. MARQUES M E R C H A N
SU mano estaba, sin comprobar los he-
chos? No; don Adolfo de Castro, como
patente está, sin más que hojear su libri-
llo antes citado, trastrueca los hechos,
altera fechas, juega con los sucesos a su
antojo, y apela ala mentira, a trueque
de conseguir el descrédito de don Bar-
tolomé; que todo lo podía el odio que le
profesaba, por haber sido parte potísima
en el descubrimiento del apócrifo Bus-
capié.
Y no solamente Castro, que solo fué
enemigo jurado de Gallardo, cuando
este se hallaba al borde del sepulcro,
sino todos aquellos a quienes censuró en
sus escritos, diéronle alas a la fábula, a
tal punto, que en 1846 escribía Ferrer
del Río en su «Galería de la Litera-
tura Española», al trazar de don Barto-
lomé diminuta y venenosa semblanza:
3^0
E L M I T O G A L L A R D I A N O
«goza reputación de bibliógrafo, y de
que no se le debe confiar ninguna bi-
blioteca >.
ÍLn cuanto a lo de ser escasa su pro-
ducción literaria, creo tendrán algún va-
lor en la balanza donde actúen de mó-
dulo < las cuatro libras de lentejas*, los
otros tantos robustos volúmenes en
folio menor que integran lo publicado
(aun quedan materiales con los que Ar-
tigas y Ferrando prepara otro volu-
men) de su magistral Ensayo de una bi-
blioteca de libros raros y curiosos.
No andamos tan menguados de inteli-
gencia, que no echemos de ver en
esos prejuicios, la aviesa intención de
Castro al sentar tales precedentes, pero
más nos condolemos, de que la falta de
revisión de valores literarios que hemos
venido sufriendo hasta el triunfo de la
33i
J. MARQUES M E R C H AN
generación del 98, haya dado lugar, a
que personas tan ecuánimes como Me-
néndez Pelayo — que era un enamora-
do de Gallardo — den pábulo a la le-
yenda. Y la leyenda ha subsistido, por-
que la fábula siempre halaga al vulgo ig-
naro.
Comencemos nosotros a destruirla
y
que cuando un prejuicio se forma a lo
largo del tiempo; o en una gran exten-
sión de público, cuesta duro trabajo des-
hacerle; podrá protestar el mismo autor
contra el prejuicio, podrá algún crítico
señalar lo errado de la apreciación. No
servirá de nada; el prejuicio habrá de ser
deshecho, tan lentamente como se ha
formado. Y es muy de lamentar que
siendo don Bartolomé José Gallardo un
personaje heroico, se nutra de la le-
yenda.
382
CREPÚSCULO
Ya le tenemos abandonado por sus-
amigos. Plenamente maduro, al sentirse
aislado, abandónase a su carácter iracun-
do e indómito, sin temor a convenciona-
lismos ni juicios extraños. Le resta úni-
camente la fuerza de su valer, la alegría
de ser fuerte, la necesidad de usar y aun
abusar de esa potencia. «La fuerza es
la moral de los hombres más altos» ha
dicho Beethoven.
Gallardo no obstante, ama la bondad
sobremanera; «^quién quita que sea to-
do malo o todo bueno? Esto quisiera yo
383
/ . MARQUES M ER C H A N
ser y que fueran todos», pero «la justicia
no siempre se hace en este mundo, y
cansa a las buenas almas estar esperán-
dola hasta el otro» .
Él aspiró a triunfar, pero a triunfar en
plena juventud, que en la juventud es
cuando el éxito se necesita para gozarlo
en la vejez. Llegar cuando hubiese per-
dido su pasión de dominio o no pudiera
utilizarla, cuando estuviese gastado, de-
crépito, desilusionado, entonces... <para
qué?.. Y luchó combatiendo a su siglo
como todo hombre ambicioso, con sus
propias armas; mas un recio ensamblaje
de infortunios le empujó sin cesar toda la
vida, legándole a la postre una corona de
aislamiento y olvido. «He peleado qui-
zá con más valor que buena suerte — es-
cribe— ; es verdad que me he encontra-
do con más enemigos que pensaba; yo
384
CREPÚSCULO
contaba con el seguro del campo, y veo
que las leyes del duelo y aún las del ho-
nor, se han quebrantado en daño mío».
«Tal vez he fiado sobradamente de mis
fuerzas y de mi buena causa».
El único placer que experimenta a tra-
vés de su calvario es gozar de su genio.
«Persuadido por reiteradas experencias
de que entre dos que disputan está la
razón toda, de una banda, jugándola de
trocadilla, a los del nó, digo sí, y a los del
sí, digo nó; y así gozo de mi genio yendo
contra el hilo de la gente sin hacer gatu-
perio a la verdad».
Pueden los críticos maltr¿itarle, nada
le extraña. «Los críticos están en pose-
sión de tratar a los escritores en vida tan
llanamente, como los historiadores a los
reyes después de muertos» . Mas el tiem-
po que corre va dejando yerto su cora-
25 385
/. MARQUES M ER C H A N
zón tempestuoso. «Los sabios son como
los cirios, que por alumbrar a Dios y a
los hombres se consumen ellos».
En 1850 Sobeloski le visita; aun lo en-
cuentra «del todo joven en lo físico y
lo moral, merced a la frugalidad de su
régimen, y a ese hábito de actividad que
no permite al espíritu envejecer»; pero
su vida es una llama vacilante que se
apagará presto en el silencio y abando-
no, de una misérrima fonda pueblerina.
Gallardo se ha refugiado en el dolor;
su indomable energía, parece compla-
cerse en jugar con él. Ya los firmes
arrestos juveniles, aquel su afán de mor-
der al destino con encono, han caído
tronchados en la lucha; y no aviénese
apesar de ello a creer irremediable su
desdicha; quiere curarse, quiere amar —
la vida buena que no llega — y vislumbra
386
CREPÚSCULO
el claror de la esperanza. Más amor, más
ambición; de la sima de tristeza se eleva
al entusiasmo de la alegría; una alegría
muy suya, una alegría suave que ya es la
risa agria de que habla Mócheles, ya el
conmovedor sonreír, flor de tanto sufri-
miento dominado. No importa que su
alegría no sea la carcajada triunfal del
vencimiento; ha vencido de sí mismo y
no cree en la muerte. Pero la muerte le
acecha cautelosa...
3^7
LA MUERTE DEL HÉROE
Es el primero de Julio de 1852; Ga-
llardo encuéntrase en La Alberquilla,
acongojado y triste; su fin se aproxima.
Después del parco yantar del medio día,
un mozo ensilla el rocín que ha de lle-
varle a Toledo. Don Bartolomé sube en
él, y dando un adiós — el postrero — a su
heredad, pártese silencioso. Va de cami-
no; en Valencia se ha anunciado la venta
de la famosa librería de Salva — la más
reputada de Europa — y haciendo un
esfuerzo, se ha dispuesto a adquirirla a
cualquier coste.
389
/'. MARQUES MRRCHAN
Esta misma tarde — al anochecer — la
silla de postas le aleja de la morisca ciu-
dad. El 14 de Julio, llega a Valencia un
tanto vigorizado por las emociones de
la jornada; acógele con grandes mues-
tras de júbilo don Pedro Salva, que
preséntale a los señores Fernández,
Fuster, don Estanislao Kosca Bayo, y
otros literatos, con quienes conversa y
visita lo más notable que en documentos
encierra la ciudad del Cid, tomando al-
gunas notas de cosas importantes, en los
archivos de la misma. La Biblioteca de
la Universidad hállase cerrada; Gallar-
do desea escudriñarla; el señor Melén-
dez — sabio sacerdote — tiene la compla-
cencia de mostrársela, más su premura
es tanta, que no le permite hacer apun-
taciones; tan solo puede componer al-
gunas cédulas bibliográficas, de obras
390
L A M U E R T E D E L H E R O E
pertenecientes a los señores Boix y
Salva.
Su gran amigo don León Sánchez de
Quintanar — catedrático de Patología
externa — tiene que ausentarse; a don
Ildefonso Martínez sucede lo propio;
Gallardo muestra deseos de conocer Já-
tiva, y emprende el viaje con Martínez
que dirígese a Bellus. Nueve días perma-
nece en este pueblo, transcurridos los
cuales, pasa a visitar á don Juan Carbo-
nell a Alcoy. Llega el 9 de Septiembre;
el diez recorre la ciudad; el once come
con Carbonell. Por la tarde, juntos pa-
sean por la Alameda. Ya los primeros
soplos invernales estremecen los árboles
copudos con un ritmo tremante y melan-
cólico. Gallardo y Carbonell, caminan
lentamente en animada charla; Gallardo
le habla con desaliento de las internas
39r
/. MARQUES M E R C H A N'
tragedias de su alma, que contagiaron
sus obras; por la noche despídense hasta
el siguiente día. El 12 por la mañana
acuden en su busca los señores Gisbert
y Parera, para acompañarle a casa del
cura González, y encuéntranlo indis-
puesto y sumamente abatido. Llaman a
Carbonell; acude éste con un médico,
que le receta algunas medicinas ligeras.
Por la tarde, preséntase el cura citado,
en unión de algunos facultativos, que
habiéndole reconocido, acuerdan en
consulta, se disponga a morir el enfer-
mo santamente.
Entérase Gallardo del dictamen, y res-
ponde tranquilo « que aún no es tiem-
po»; entonces el nombrado clérigo, per-
diendo el evangélico carácter que a 1^ s^
ministros de Dios del Gólgota compete
en trances tales, le apostrofa duramente^
392
L A M U /■: R T E DEL H E R O E
diciéndole es un hereje, está excomul-
gado, y otras zarandajas de este tono. La
conducta del cura, exaspera a Gallardo
pero no le sorprende, avezado como es-
tá a escuchar semejantes monsergas. Al
fin pártese el iracundo eclesiático deján-
dole encomendado a cuatro hermanos
de la Sangre de Cristo.
A la mañana siguiente, preséntase
Martínez y Fernández, que le encuen-
tra casi cadáver; no obstante, Gallardo
le reconoce, y con voz apagada— flébiles
lamentos de un alma soberbia de sangre
y acero — cuéntale lo acaecido con el
cura. Lucha Martínez con él denoda-
damente; González no cede; redobla sus
esfuerzos, pero el fanático clérigo no se
aviene a razones. Alcoy es una ciudad
mojigata; la gente comienza a alarmarse
del caso; el escándalo es inevitable. Sin
393
/. MARQUES MERCHAN
embargo, hay que remediarlo, es nece-
sario salvar el crédito de don Bartolo-
mé. Al fin llegan a un acuerdo; se pre-
guntará a Gallardo, si quiere morir en el
gremio de la Iglesia; él responderá sí o
nó; esto es suficiente. Martínez le ruega
acepte la fórmula, y Gallardo replícale
«lo que V. quiera amigo mío: me han
perseguido en vida, y lo harán en muer-
te; hágase*. El desenlace se aproxima;
confiésale el cura y recibe la extremaun-
ción; sin embargo, ni pública ni privada-
mente se retracta de los actos de su vida
rebelde, (i)
Los médicos diagnostican; se trata de
(i) Para determinados parciales, este acto
significa una claudicación solemne. Nosotros
no lo estimamos así. ¿Debilidad por ceder a la
tentación? Hay tentaciones tan terribles, que
para ceder a ellas se necesita fuerza enorme.
Nó; jugarse la vida a una carta, aventurarlo todo
394
LA MUERTE DEL II E R O E
un agudo ataque cerebral. Tenues pa-
roxismos agitan su cuerpo de vez en
vez; grandes sopores le inundan. Así
transcurre el día 13. Durante la noche
se agrava considerablemente; pierde el
habla. Carbonell, Martínez y Fernandez,
Gisbert y Parera, rodean su lecho. Al
amanecer el día 14, entra en la agonía.
Sus fuerzas se agotan; la debilitación se
extrema, lentamente durante el día se
va consumiendo.
L"n ligero extertor contrae su rostro;
un rictus de infinita amargura flota en
sus labios. Muere. Una mano extraña le
en una jugada, sea para ganar el poder o la feli-
cidad ¿qué importa?, nunca será debilidad. Es
preciso, es necesario tener un inmenso, un for-
midable valor. Y Gallardo lo tuvo, en este su-
premo instante, para superarse a sí mismo y
morir con bravura, retando al infortunio y mi-
rando al destino cara a cara con ojos impla-
cables.
395
/. MARQUES MERCHAN
cierra los ojos. Son las seis y diez de la
tarde.
La estancia del cadáver en la fonda es
breve. Por la noche apenas cubiertos los
tramites legales, le conducen al cemen-
terio. Cuatro amigos le siguen tan solo;
los cuatro velan el cadáver durante la
noche; y en la mañana siguiente recibe
sepultura en el panteón de la familia Ri-
daura, que generosamente le cede una
bóveda, (i)
(i) a la atención de don Gregorio Ridaura
y Pascual — que agredezco como merece — debo
la noticia del actual paradero de los restos. He
aquí un fragmento de la carta que dicho señor
me dirigió en Diciembre del pasado año:
«Sr. D. Juan Marqués Merchán. Málaga.
Muy Sr. mío: Del Ayuntamento he recibido
una carta dirigida por V. al Sr, Capellán del
Cementerio de esta ciudad, interesándose por
el paradero de los restos mortales del ilustre
bibliófilo don Bartolomé José Gallardo y Blan-
co, fallecido en Alcoy el día 14 de Septiembre
39<^
REQUIESCAT
He aquí la historia de un peregrino
ingenio, ignorado por los más y legen-
dariamente conocido por unos cuantos.
El poema de su vida heroica es suges-
tionador y soberbio; no obstante, yace
en el olvido. A esta injusta depreciación
se debe nuestro esfuerzo, ella ha arran-
cado a nuestra pluma estas sinceras lí-
neas de admiración y de entusiasmo. La
de 18526 inhumado en el Panteón de nii fa-
milia. Y sirviendo su erudito deseo, me place
manifestarle que dichos restos se encuentran,
junto con los de mis antepasados, en uno de
los nichos de la cripta que posee mi familia en
397
I
/. MARQUES M E R C H A N
corona del premio, resérvase en España
a la ineptitud, a la nulidad. La grandeza
— grandeza de espíritu, grandeza de
ideas- -se posterga, se esteriliza; por eso
Gallardo, que fué grande y entusiasta lu-
chando contra el destino, se pudre de
abandono, y sus hazañas no las memo-
rian mármoles puros, ni victoriosos
bronces.
el nuevo cementerio, a donde fueron trasla-
dados desde el panteón de que V. habla en su
carta, en que ordenó su sepultura mi bisabuelo
don Antonio Ridaura Abad, el cual panteón
fué destruido al secularizarse y pasar a ser de
propiedad privada los terrenos que constituían
la antigua necrópolis Alcoyana. Así, pues, se
encuentran en lugar determinado y seguro los
restos del insigne bibliotecario de las Cortes de
Cádiz.»
La partida de defunción puede verse en el
Apéndice B.
398
APÉNDICES
A.
PARTIDA DE BAUTISMO
D. Diego Manchado y Barquero; Cura pro-
pio de esta única Iglesia Parroquial en la Villa
de Campanario.
Certifico: que en el libro de bautizados nú-
mero doce, al folio treinta y uno vuelto, se en-
cuentra la siguiente
Partida. En la Parroquia de la villa de Cam-
panario: a diez y siete dias del mes de Agosto,
año de mil setecientos setenta y seis: Yo: Don
Bartolomé de Sotto Revollo, Theniente de Cura
tra Parroquia, Baptticé a Bartholomé Joseph,
hijo legítimo de María Lucía Blanco y de Juan
Gallardo, sus padres, que nació el día trece de
dicho mes y año, fué su madrina doña Leonor
Manuela González de Mendoza, todos vecinos y
26 401
/. MARQUES M E R C H A N
naturales de esta dihc Villa, advirtiósele el pa-
rentesco espiritual. Y lo firmé=D. Bartolomé
de Sotto Revollo^Hay una rúbrica.
La anterior partida concuerda con su origi-
nal, y para que conste la sello y firmo. Campa-
nario a diez y nueve de Octubre, año de mil
novecientos veinte. =Firmado Diego Mancha-
do=Hay un sello.
B.
PARTIDA DE DEFUNCIÓN
El infrafirmado Cura de la Parroquia Arci"
prestal de Santa Alaría de la ciudad de Alcoy,
CERTIFICO: Que en el libro título Racional del
año 1852 de la misma, número 1 46 al folio ^2
se halla inscrita la siguiente partida:
En el cementerio de la ciudad de Alcoy, pa-
rroquia de Santa María, a quince de Septiembre
de mil ochocientos cincuenta y dos: fué ente-
rrado el cadáver de don Bartolomé José Gallar-
do de setenta y cinco años, hijo de don José y
doña Ana Lucía, todos naturales de Campana-
rio provincia de Badajoz. Falleció de un ataque
cerebral; no testó, y lo entarraron José Jordá, y
402
A P K N D I C E S
Ramón Mascarell. Lo que certificó —Dr. Gre-
gorio Molió Pbro Rl.
Y para que conste expido la presente sella-
da con el de esta Parroquia de Alcoy a veinte
y nueve de Octubre de mil novecientos veinte.
=F¡rmado Juan Bta Escrivá cura.=Hdy una
rúbrica, y un sello que dice: Iglesia Parroquial
de Santa María de la Ciudad de Alcoy. ^=
c.
PROCESOS DIMANENTES DE
EL «DICCIONARIO CRÍTICO BURLESCO»
Inquisición. — Tribunal de Corte.
31 Agosto 181 5. Delación de don Anto-
nio Rodríguez Tordero contra varios indivi-
duos. Entre los delatados figura el librero
Manuel Díaz de Goveo, por tener el Dicciona-
rio Crítico Burlesco de Gallardo. Dada comisión
al comisario del Santo Oficio don Benito Agua-
do Bueno, para que practicase averiguaciones,
comunica éste con fecha 25 de Septiembre de
1816 que personado en la librería llamada de
403
/. MARQUES M E R C H A N
Goveo, la viuda del librero negó tener ni haber
tenido el Diccionario. (Sobreseído).
(Inquisición. — Leg.° 4401, n.° 25. — Biblio-
teca Nacional).
Inquisición. — Tribunal de Corte.
18 Septiembre I 818. Delación de Francisco
Escosura contra José Beltrán de Lis, por haber
leido en su presencia alguna veces el Diccio-
nario de Gallardo. Dada comisión a varias per-
sonas para que hagan averiguaciones, contestan
que ignoran el paradero del delatado. Por fin,
el P. Buenaventura de la Cruz, en 25 de Sep-
tiembre de 1819, comunica que por comisión
del Santo Oficio, se presentó a don José Bel-
trán de Lis, el cual declaró «que tiene pre-
sente haber leido el Diccionario Crítico Bur-
lesco de Gallardo, pero que no se acuerda
donde o cuando le leyó, ni de quien le hubo
para leerlo. Añade, igualmente, que no retiene
ejemplar alguno de dicho escrito, ni sabe
quien lo tenga». (Sobreseído).
(Inquisición. — Leg.** 4494, n." 22. — Biblio-
teca Nacional).
404
P H N 1) 1
ü.
Relación inserta por Gallardo en el núme-
ro III DE «La Antoi-ogía», de algunas obras
Sl'YAS extraviadas EL MEMORABLE DÍA DE SaN
Antonio de i 82 i.
Historia Critica del Ingenio Español. (Mate-
rial como para seis tomos, en que los puntos
más característicos que nos hacen señalados en
Europa, romancería y teatro, podían irse ya
por su pié a la imprenta).
Un Romancero y un (anciojiero con sendas
disertaciones sobre este género de composicio-
nes en España; a las cuales servían de compro-
bantes diez u doce Cancioneros y sobre treinta
Romanceros impresos, con más cuatro mil ro-
mances M. S. entre medianos, malos, peores y
buenos.
El Pindó Español. Colección d e poesías cas-
tellanas antiguas y modernas, desde los prime-
ros gorgeos de nuestras musas; inéditas mu-
chas, y de las editas no pocas corregidas y
aumentadas según las variantes que de sí arro-
jan los originales, copias M. S. e impresiones
405
f. MARQUES M E R C H A N
antiguas y modernas. Material para unos diez u
doce tomos.
Un Teatro Antiguo Español y su Historia
Crítica., escrita por mí antes de emprender Mo-
ratín la suya; y con mayor ensanche y latitud
de plan, ideas y criterio; porque Moratín, ele-
gantísimo escritor, tenía más ingenio que eru-
dición y doctrina; y profesaba sobre el teatro
opiniones muy recoletas: para él casi no había
otra comedia que la que su padre le enseñó, y
él cultivó, la Menandria.
La Costanza. Farsa de Castillejo, descifraba
e ilustrada por mí (el primero, sin segundo;
pues según decía el P. Piedra-Labes, Biblioteca-
rio del Escorial, ninguno antes había podido
descifrar sus garrapatos, ni sacar en limpio sus
borrones; y después... se perdió el original).
Para este trabajo me sirvió de mucho una copia
que saqué en Londres de la parte impresa de
esta picante farsa, publicada el año de 1542, en
4.° let. gót. con el título de Sermón de amores
del Maestro Buen- Talante, llamado Fray Nidel
de la orden del Gristel., que me franqueó de su
incomparable biblioteca el caballero Ricardo
Héber, el más profundo bibliófilo que ha tenido
el mundo (después de don Fernando Colón).
406
APÉNDICES
La Peña de los enamorados: Comedia inédita
y desconocida de el segundo maestro Tirso de
Ntolina, con la vida de este enmascarado y flo-
rido ingenio. (La vida, no la muerte que le han
dado en son de vida, sin temor de Dios y del
mundo, en la reimpresión de sus comedias, en-
tre los ingenios legos: que al pobre me le meten
fraile de la Merced, cuando ya era él P. Presen-
tado, y de reverendas campanillas).
Et voici cependant coinm'on écrit V Histoireff
El Ingenioso Caballero (caballero, según el
codicilo de Cide-Hamete, no hidalgo según el
testamento) D. Quijote de la Mancha, ¡lustrado
de nuevo, e ilustrada la vida de su ilustre autor.
Elstaba para imprimirse en Londres, cuando
Navarrete, avisado por nuestro embajador en
aquella corte el Duque de San Carlos, Presi-
dente de la Lengua Española, se me adelantó
con el suyo.
Diccionario autorizado de la Lengua Castella-
na; en cédulas «que según el recuento que hi-
ce de ellas, con la asistencia de mis amigos
Garrido y Robles, al salir de Londres el año de
1820, no bajaban de ciento cincuenta mil».
Vocabulario provÍ7icial americano. \ arios cua-
■dernos de distintas manos y letras, porque rae
407
y. MARQUES MERCHAN
ayudaron a su formación algunos doctos ameri'
canos en Londres.
Diccioyiario ideo-pático Español^ o Tesoro de
las voces y frases que posee la lengua española
para la expresión de afectos, conceptos e ideas;
con autoridades de nuestro clásicos.
Filosofía de la lengua Castellaiia, o Principios
fundamentales de la filosofía de las lenguas,
aplicados y explicados en la Castellana.
Prosodia y arte rítmica Española. ♦; Nuevo to-
do empezando desde el abecé» etc., etc.
Y sobre todo mil juguetes, desahogos y tra-
vesuras de ingenio, algunos en versos Vg.
El triunfo del Rosario^ poema burlesco en
dos cantos, en sesta rima.
El Coloquio de las camisas o las Camisas par-
lantes; poema picante, que pica en historia.
El verde gabán, o el rey en berlina; poema en-
tre serio y joco, en sestillas. «De este se impri-
. mió en Londres el episodio la fantasmagoría, en
el periódico O Portugués, que publicaba allí,
mi sabio, ingenioso y desgraciado amigo eí
doctor Rocha» G.
408
E N ]"> I C £
E.
CUENTO ORIENTAL
EL DELITO DEL DATIL
Al soplo del fnvor del kitib-azirr Hazeh,
sátrapa de los sátrapas de Persia, los vasallos
del imperio obedecían arrastrándose sobre la
tierra; como al soplo de los vientos las naos de-
Salomón surcaban los mares por las regiones
del dorado Ofir. Era el sátrapa (según se lee en
los anales de su muarrij el fakip zajar Thalish)
sujeto de estupenda capacidad, correspondien-
te y proporcionada sin duda a las de su espa-
ciosa frente; la cual arrancando en la poblada
ceja, se extendía por la poblada mollera hasta
rayar en el occipucio. Tal se le habían parado
prematuramente el uso del turbante y las largas
lucubraciones.
Meditando siempre los medios de servir a su
amo de por vida en su satrapazgo, se retiró una
tarde al natmevi de najil, llamado así por una
palma entre otras que columpiando airosamen-
te sus ramas, escondía en las nubes su jalde
pimpollo.
409
/. MARQUES ME R C H A N
Allí en la soledad por entregarse más al pla-
cer, libre de la importunación de los magzenies,
a sus graves cuidados, para discurrir con más
despejo, depuso el lunado turbante, y comenzó
a pasearse bajo las cimbrantes ramas de la reina
de las palmas. Soliloqueando estaba muy embe-
becido en sus pensamientos, cuando un cues-
co de dátil, mondo ya de pasado por la injuria
del tiempo, descolgándose de la alta cima del
palmero, cayó sobre su moronda zolloa.
PASEO DE LAS PALMAS
La corza del desierto no vuelve mas ligera
al flechazo que el zayad le disparó con tiro cer-
tero, que el sátrapa volvió despavorido y confu-
so la vista a todos lados. El insulto era atroz,
atentar a la chola venerable del gran kitibazirr,
y turbar sus importantes contemplaciones.
Pero no encontrando agresor en quién descar-
gar su furia convirtiéndola toda contra el árbol
inocente, y haciéndole dar por el pié, pago el
palmero el delito que el sátrapa de los sátrapas
imagino en el dátil; y el delito del dátil se hizo en
Persia proverbio: expresión que en la aljamia
no tiene correspondencia, si ya no la vertemos
410
A P /•; N D I C K S
por la vulgar de el ¡¡pecado de la lenlejaH
Boletin oficial de Toledo ¿1833?
Journal de l'amateur des livres. — Tome IIÍ
pag. 178-180.
Lettres d'un bibliophile russe á un biblio-
phile frangais.
Premiére lettre 23 Février 1 850.
«Les honneurs de Toléde me furent faits par
un amateur distingué, don José Aizquirel, pro-
priétaire de la bibliothéque technologique mo-
derne la plus nombreuse et la plus riche qu'il y
ait en Kspagne. Cependant il me tallait bien
autre chose.
Je savais que dans les environs de Toléde
reside un individu qui, d'aprés le diré general,
est l'homme les plus savant en livres espagnols
qui'l y ait. Don Vicenzo Salva me l'avait de-
signé comme tel bien des années avant; tous
mes amis de Madrid se renvoyaient en dernier
ressort á cet oracle de la bibliographie es-
pagnole; les libraires me disaient, en parlant
d'un livre á existence contestée: «A moins que
4.11
y, MARQUES MERCHAN
Don Bartholome Gallardo n'en sache quelque
chose». Mais si d'un cote la voix publique
faisait de don Bartholome un puits de science
et de enseignements, d'un autre, et tout aussi
généralement, elle le dépeignait comme peu
communicatif et d'une abord difficile.
Me voilá en route, menci d'un grand désir
de réussir et d'une lettre d'introduction sur la-
quelle je comptais aussi peu que celui qui me
l'avait donnée: Car tout dépendait du moment,
m'avait-on dit.
La cepaire de l'ogre chez lequel il s'agissait
de s'introduire est á une demi-lieue de la
ville. Je me rends done á pied á une ferme
isolée, entourée de murs; fort heureusement
pour moi que la gran porte était ouverte et
que les domestiques ainsi que les chiens se
promenaient á distance, ce qui me permit de
tomber d'un seul bond, et sans étre annoncé
ni mordu, á la porte méme du santuaire. Je
sonnai; le maítre du logis, légérement indispo-
sé, était couché: forcé lui fut de me laisser en-
trer; de m'entendre décliner le nom de l'ami
qui me recommandait et de me laisser entamer
la conversation, que j'engageai immédiatement
sur des choses qui devaient l'intéresser.
¿J.I2
%
A P E N D I C R S
Au bout de quelques minutes la connaissan-
ce était faite, et des cette premiére visite, dont
je ne pus m'arracher avant trois heures, j'eus
l'occasion d'admirer la science variée, I'esprit
fin et observateur, la mémoire prodigieuse de
faits et de dates qui font de Don Bartholome
l'un des hommes le plus extraordinairement
dones qu'il me soit arrivé d'encontrer dans mes
longs voyages. Aucune des questions que je
soumettais ne restait sans réponse, aucun de
mes doutes litéraires ou bibliographiques ne
demeurait inexpliqué, et tout cela avec une
connaissance profonde et variée de tout ce qui
concernait la matiére, avec une multitude de
corollaires, souvent plus intéressants que le
sujet principal. Je revins le lendemain á cette
source ahondante d'instruction, accompjigné
cette fois de la communication d'une foule de
livres rares et precieux, que le maítre de la
maison me fit voir avec une rare obligeance;
malheureusement le temps me manquit et je
quittai Toléde avec le regret de n'y avoir pas
transporté des le commencement mes penates
voyageurs.
Quoique, ágé Don Bartholome est tout á fait
jeune homme au physique et au moral, gráce á
413
/. MARQUES M E R C H A N
la frugalité de son régime et á cette habitude
d'activité qui ne permet pas á l'esprit de viei-
llir. Travailleur des sa tendré jeunesse, il n'est
rien de ce qui concerne son pays qu'il n'ait
visité et examiné; les notes qu'il a ressenblées
sans parler de celles qu'il a perdues á différen-
tes reprises, sont un vaste répertcire de cin-
quante années de recherches.
Je fais des voeux pour qu'il les mettre en
ofdre, et que le temps ne lui manque pas de
donner la vie á tous les ouvrages dont il a
l'intention de doter le monde savant, á la plus
grande gloire de sa patrie.
S.
414
NOTICIA BIBLIOGRÁFICA
DE LAS
OBRAS LMPRESAS Y CONOCIDAS DE
DON BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO
NOTICIA BIBLIOGRÁFICA
DE LAS
OBRAS IMPRESAS Y CONOCIDAS DE
DON BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO
1. Defensa de las Poesías de Iglesias, en
contra de la calificación que de ellas hizo ei
Santo Oficio. Salamanca, 1 8oo (Perdida).
2. Soplón al Diarista de Salamanca, por
don Zurriago de Duras-testas. Cuatro números.
3. Arte de conservar la salud y prolongar
la vida o tratado de Higiene por Mr. Pressavin,
traducido al castellano por don Bartolomé Ga-
llardo. Salamanca. En la Oficina de don Fran-
cisco de Toxar. i\\\o 1800.
4. Discurso sobre la conexión de la medi-
cina con las ciencias físicas y morales, por
Mr. Alibert. Salamanca En casa de don Fran-
cisco de Toxra, 1083.
27 417
/. MARQUES MERCHAN
5. Al editor de la Minerva. Carta publicada
en el Diario de Madrid, los días 6, 7, 8, 9 y 10
de Marzo de 1807.
6. Consejos a Félix sobre el arte de predi-
car, 1807. (Perdido)
7. Carta crítica del Br. de Fórnoles en des-
agravio de la buena memoria del doctor Piquer,
mancillada indecorosamente en el Elogio de
don Josef Severo López, por don Tomás García
Suelto. N.° 6 y 10 del Memorial Literario. Fe-
brero y Abril de 1808.
8. Artículos: Sensaciones, Sentidos, Imagi-
nación, publicados en el Diccionario de Medi-
cina de Ballano, 1 808.
9. Apología de los palos dados al Excelen-
tísimo Sr. D. Lorenzo Calvo, por el teniente co-
ronel don Joaquín de Osma. Publícala en ob-
sequio de las armas y las letras, el licenciado
Palomeque, pretendiente de varas y soldado
voluntario (por que Dios quiere). Primera edi-
ción. (Sin notas). Cádiz, 1811.
2.' (Que es la primera después de la últi-
ma). Cádiz, 181 1. Con notas del doctor Encina.
10. Diccionario Crítico-Burlesco del que se
titula Diccionario Razciado Manual para inteli-
gencia de ciertos escritores que por equivocación
4^i
B I ñ L I O G R A F I A
han nacido en España. Cádiz Imprenta del Ei.
tado Kíayor General, l8li.
l'-dicioncs posteriores: Cádiz, París, Burdeos,
Madrid, l8l2. Lima, 1813. Burdeos Pedro
Beaume, 1 8 19. Madrid, 1 820 librería de Ma-
nuel Bueno. Burdeos Pedro Boaume, 1 82 1.
Madrid, 1822. Marsella 1823. Madrid Sancha,
1838.
11. Cartazo al Censor General por el autor
del Diccionario Crítico-Burlesco, con motivo de
la abortiza impugnación al Diccionario anuncia-
do por las esquir.as en son de excomunión. Cá-
diz en la Imprenta del Estado Mayor (jeneral.
Año de 1812.
12. Contestación del autor áe\ Dice iona lio
Critico-Burlesco, a la primera calificación de es-
ta obra expedida por la junta censoria de la Pro-
vincia Marítima de Cádiz. Cádiz en la Imprenta
Tormentaria, 18 1 2.
2.^ Tirada. Isla de León por José Pe-
riú. 1820.
13. Cartapel a don Guazo. Cádiz, 1 8 12.
(Perdido).
14. Crítica Semi-Burlesca de la Calificación
del impreso titulado Diccionario Critico- Burles-
co, hecha de orden de la Regencia por la junta
419
J. MARQUES MER CHAN
Censoria de esta provincia marítima. Su autor
El bachiller Justo Encina. Cádiz en la Imprenta
Tormentaria.
(Es obra según Gallardo de un cierto don Jo-
sé Quintana — dice La Barrera en nota manus-
crita en la portada de un ejemplar que fué de
su pertenencia, hoy existente en la Biblioteca
Nacional. Dionisio Pérez en su Ensayo de Bi-
bliografía y Tipografía gaditanas, lo atribuye a
Gallardo).
15. Alocución con motivo del restableci-
miento del sistema constitucional, pronunciado
en una reunión de españoles en Taylor, 1 820.
16. El Verde Gabán o el Rey en Berlina.
(Poema ridiculizador de Fernando VII). Estam-
páronse varios fragmentos de él, en el periódico
El Portugués que publicaba por los años de
1814 a 1830 el doctor Rocha en Londres.
17. Carta Blanca sobre el negro folleto
titulado Condiciones y semblanzas de los dipu-
tados a Cortes^ dirigida por el autor de la Apo-
logía de los palos al redactor de cualquier perió-
dico con tal que sea tan liberal que lo estampe
de su cuenta y riesgo, por el Ldo Palomeque.
Madrid M. de Burgos, 1 82 1.
18. Al Zurriago Zurribanda. Lardón al
420
B I B L I O G R A F I A
n.° 24. Madrid Imprenta de don Miguel de Bur-
gos, 1822.
19. Sobre el teatro anterior a Lope de Ve-
ga. N.° 6105 del Diarío Mercantil de Cá-
diz, 1827.
20. Leña deshumada que no hace humo.
Diario Mercantil de Cádiz. N." 45 20.
21. Sobre una mudez extraordinaria. Dia-
rio lUercaníil de Cádiz, 29 de Diciembre de
1828 y 15 de Noviembre de 1829.
22. Cuatro Palmetazos bien plantados por
el Dómine Lucas a los Gaceteros de Bayona,
sobre otros tantos puntos garrafales que se les
han soltado contra el buen uso y régimen de la
lengua y Gramática Castellana, en su famosa
crítica de la Historia de la LAteratura Española
que dan a luz los Sres. Gómez de la Cortina y
Hugalde Mollinedo. Cádiz, 1830. Con licencia.
En la imprenta de don Esteban Picardo.
23. Bellas Artes. Crítica de la Biografía
de los profesores españoles por Zean Ber-
mudez y Llaguno y Amirola. Cartas Españolas.
Cuadernos 60 y 64, 1832. Firmado José Teo-
doro Gramblella.
24. Trovadores Antiguos. Del gran canci-
ller Pero López de Ayala y su famoso Rimado
421
/. MARQUES M ER C H AN
de palacio. Correspondencia del Br. de Pomo-
les con el Br. Ziagar. Tres cartas, I y 2, en los
números 66 y 68 de las Cartas Españolas; la 3
en la Revista Española n." I.
25. El Sepulcro de los Pompeyos. N." 78
de £7 F<z/í7r. Barcelona, 1833.
26. Poesías sueltas.
Blanca-Flor. Cartas Españolas n." /, 1 834.
Valmar-Poetas líricos del siglo XVTII. Semana-
rio Pintoresco^ 1854. Tamayo y Zamora-Trozos
Literarios. Valera-Florilegio. Díaz Pérez-Diccio-
nario de Extremeños Ilustres.
Los ojos hechiceros, cantheta. Diario Mer-
cantil de Cádiz. Valmar obr. cit.
A Zelinda. Diario Mercantil áo: Cádiz núme-
ro 4726. Valmar obr. cit. Semanario Pintores-
co, 1853.
La niña retraída. Diario Mercantil á^ Cádiz.
N.'' 4404.
Los Confites de Cupido. Diario Mercantil á&
Cádiz. N.° 3773. Valmar obr. cit. Semanario
Pintoresco, 1 85 3.
Epístola a doña María de Alba escrita en
Cafarnao a trece días de chirona. Valmar
obr. cit. Semanario Pintoresco, 1853.
Poema a las tres Marías.
4.22
B I B L I O Cr R A F I A
La semana. Valmar obr. cit.
A Carniinda. V^almnr obr. cit.
El Dueño ingrato. Valmar obr. cit.
A Tirsia y Carminda lindas gaditanas. Val-
mar obr. cit.
La Confesión.
AFlorinda. El Vapor 2^ de Julio, 1833. Díaz
Pérez obr. cit.
El Dominus Tecum o la Beata y el fraile,
^cuento sin contera). 1 829 Cancionero Moderno
de Obras Alegres. London H. W. Spirrtual.
Picadilly ^1 , 1875.
El Moro y el Italiano, ídem. pág. 17 a 19.
Va también incluido en Al Zurriago Zurri-
banda.
De la mayor parte de estas poesías, hizo una
recopilación para darla a la estampa (no hacién-
dolo al cabo más que de las págs. 1 1-14) Fr. Jo-
sé Pavón, el año 184O en Córdoba, bajo el títu-
lo de RamiUete de algunas poesías galantes de
don Bartolomé José Galla^'do. Dicha recopilación
hállase hoy en la Biblioteca del erudito hispa-
nista Dr. Milton A. Buchanan, en Toronto (Ca-
nadá).
27. Sobre las Poesías de El Solitario. Car-
tas Españolas.
/. MARQUES MERCHAN
28. Cuento Oriental. El delito del Dátil.
Boletín oficial déla Provincia de Toledo, 1834.
29. Las Letras de Cambio o los Merca-
chifles literarios. Estremas y Aguinaldos del
Br. Tomé Lobar. Madrid, 1834.
30. Contestación a un artículo publicado en
el Boletín oficial de Madrid relativo al allana-
miento de la imprenta de Calero. Firmado:
J. Claro de la Vera.
31. Del asonante y su uso especial en la rít-
mica española. El Vapor y la Kevista Española.
Reimpreso más tarde en la Revista de Filología
de Sevilla.
32. El Criticón. Papel volante de Literatura
y Bellas Artes. Madrid Imprentas de Ángulo y
Sancha, 1835 a 36. Cinco números.
33. El Criticón. Papel volante de Literatura
y Bellas Artes continuando con los materiales
que para él mismo tenía preparados don Barto-
lomé José Gallardo. Madrid Imprenta dej. Mar-
tín Alegría. Tres números.
34. Discurso pronunciado sobre las juntas
preparatorias del Reglamento interior de el
Congreso. Legislatura de 1837. Tomo I páginas
355 a 57.
35. Artículo copiado de las Adiciones y ar-
424
fí I ft L I O G R A F I A
tfculos del Reglamento proyecto para gobierno
interior del Congreso, propuestos y motivados
por el diputado don Bartolomé José Gallardo,
Bibliotecario de las Cortes. 1 838.
3(x Discurso del diputado extremeño Ga-
llardo sobre el párrafo de la Paz del proyecto
de contf'stación al discurso de la Corona, tradu-
cido y parafraseado en lenguaje pedestre del
estilo de tribuna. Cuatro impresiones. Tres en
Madrid y una en Córdoba, 1837.
37. A los electores de diputados por la
provincia de Madrid para las próximas Cortes.
Madrid, 184I.
38. Contestación de don Bartolomé José
Gallardo a don Vicente Collantes, sobre el ar-
tículo Comunicado inserto en el n.° 2459 de
El F.co díl Comercio relativo al proyecto de
alocución a los electores de la provincia de
Madrid, 1 841.
39. Revista Gramatical de la Lengua Espa-
ñola. Madrid, 1843 N.° 2. Carta del Dómine
Calderón.
40. Antología Española — N.° 3.°, Marzo
zo, 1848, pag. 99 — del Asonante, su naturaleza
y exquisito mecanismo; misterio rítmico, no
penetrado por nadie, hasta que lo descubrió el
425
/. MARQUES M E R C HAN
autor de la siguiente carta. (Va dirigida a don
Miguel José Moreno.)
41. Zapatazo a Zapatilla y a su falso Busca-
pié un puntillazo. Madrid 1 851.
42. Confesión con cargos en la causa origi-
nada por el Zapatazo a Zapatilla. Sevilla Revista
Ateneo N.° 2, 1 874.
43. Ensayo de una Biblioteca Española de
libros raros y curiosos formado con los apunta-
mientos de don Bartolomé José Gallardo, coor-
dinados y aumentados por don M. R. Zarco
del Valle y D. J. Sancho Rayón. Obra premia-
da por la Biblioteca Nacional en la junta públi-
ca de 5 de Enero de 1 852, e impresa a expen-
sas del gobierno. Tomos I y II, Imprenta de
Rivadeneyra 1 863 y 1 866. Tomos III y IV. Ma-
drid Imprenta de Manuel Tello, 1888 y 1 889.
67. La Abeja Española. Aunque Gallardo
siempre lo negó sabemos por el testimonio de
Mesonero Romanos que fué el alma de esta
publicación principiada en Cádiz y seguida en
Madrid hasta 1814.
496
B I fí L I O G R A F I A
CONTERA
Por vía de apéndice a esta noticia biblio-
gráfica, indicaremos algunos de los muchos
epistolarios que de Gallardo se conservan, y
que hemos revisado.
I. El existente en la Biblioteca de la Real
Academia de la Historia (signatura II-2-7, le-
gajo 4."). Consta de 47 cartas dirigidas casi
todas a personas de Cádiz. (Don Joaquín Ru-
bio, don José Pérez Torroba, don Tomás Gar-
cía etc.) Principia la correspondencia el 18 de
Junio de 1824 y termina el 12 de Agosto
de 1852.
II. El conservado en la Biblioteca Nacional.
Manuscrito n.° 7820. Colección de 16 cartas
dirigidas a don Agustín Duran (30 de Noviem-
bre de 1828-17 de Febrero de 1832) y 10 a don
Luis Ramírez de las Casas-Deza (15 de Agosto
de 1843-21 de Diciembre de 1845).
La lista de algunas obras inéditas que guar-
daba don Juan Antonio Gallardo, puede verse
en la obr. cit. de Nicolás Díaz Pérez, al final de
la biografía de don Bartolomé.
^97
ÍNDICE
Páginas
Anteportada 5
Portada 7
Dedicatoria 9
El Héroe. l^
LIBRO PRIMERO 32
El Encanto de la Tonsura 33
Florinda 39
Maestro de Pajes 47
Andanzas Serranas 53
El Audaz Xaramillo 63
La Estela del Diccionario 79
La Emigración 97
La Paz del Destierro 10 1
Don Tomás 107
Los Hijos de Padilla 115
Cartazo y Zurribanda 129
San Antonio Bendito 139
LIBRO SEGUNDO 147
Escribas y Fariseos 14©
429
Ár
Páginas
El Acero en la Prueba 155
Blanca Flor 165
La Semilla Romántica 1/3
El Retorno a los Clásicos 187
Los Cuatro Palmetazos 203
Mercachifles Literarios 2 1 1
El Criticón 223
La Venganza 235
LIBRO TERCERO 243
La Tusculana del Murmurante .... 245
El Lindo Don Diego 251
La Hazaña de «El Buscapié» .... 263
De Zoca en Colodra 27 1
La Travesura de Estévanez 281
La Sentencia del Mote 295
LIBRO CUARTO 203
Ideario 3^5
La España de Gallardo 3^9
La Entraña del Quijote 331
La Leyenda Negra 343
Personalismo Literario 353
Poeta 361
La Pasión Bibliográfica 3^7
El Mito Gallardiano 377
Crepúsculo 3^3
La Muerte del Héroe 389
Requiescat 397
APÉNDICES 399
Noticia Bibliográfica de las obras impre-
sas de Gallardo - • -415
SE TERMINÓ DE IMPRIMIR ESTE LIBRO
EN LA «TIPOGRÁFICA ZAMBRANA
(s. A.)» DE MÁLAGA, EL 8
DE SEPTIEMBRE DE 1 92 I
DÍA DE LA VIRGEN
DE LA VICTORIA
O
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