Skip to main content

Full text of "Don Bartolomé José Gallardo, noticia de su vida y escritos"

See other formats


I . . ' 


ÍÍNIV.OP 

TORONTO 
'JBRARt 


PRESENTED  TO 

THE    LIBRARY 

BY 
PROFESSOR  MILTON  A.  BUCHANAN 

OF  THE 
DEPARTMENT  OF  ITALIAN  AND  SPANISII 

1906-1946 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2010  with  funding  from 

University  of  Toronto 


http://www.archive.org/details/donbartolomjosOOmarq 


^  mntitoH  :  pon  g%^  ¡ 


K 


Blabriir  :^na  be  m.cmín< 


ITALIA-ESPAÑA 


EX-LIBRIS 
M.  A.  BUCHANAN 


v.^.  AWV 


vi        V..^.     ^»\AA^VT\A,V     Vy 


DON  BARTOLOMÉ 
JOSÉ  GALLARDO 


u3 


DON  BARTOLOMÉ 
JOSÉ  GALLARDO 
NOTICIA  DE  SU  VIDA 
Y  ESCRITOS  por  JUAN 
MARQUÉS  MERCHÁN 


489801 

1^.   4.  +■) 


MADRID 

PERLADO,  PAEZ  Y  C. 

1921 


ES  PROPIEDAD 


Tipográfica  Zambrana,  S.  A. -Agustín  Parejo,  ii. -Málaga 


NOTA  DE  LAS  ERRATAS  PRINCIPALES 


Página 

Unei 
23 

Dice 

Debe  decir 

80 

do  Gracia 

de  la  Gracia 

87 

•7 

7 

española 

Española 

91 

19 

catedrático  del 

canónigo  de  S. 

Instituto  de 

Isidro  y  cate- 

S. Isidro 

drático  que 
fué  de  Burgo 
de  Osma 

94 

8 

magestad 

majestad 

no 

3 

meretrizes 

meretrices 

178 

6 

Ninht  Thongths  NightThougths 

209 

I 

suficientes 

suficiente 

215 

7 

sigue 

siguen 

217 

12 

y  ya 

y  a 

221 

5 

los  Hermosilla 

las  de  Llermo- 
silla 

223 

5 

de  la  religión 

que  la  religión 

232 

12 

llamas 

mallas 

274 

18 

Alfonso 

Adolfo 

276 

10 

indocumenta- 
dos 

docum  entados 

280 

II 

fué 

vá 

285 

9 

reproduce 

reprodujo 

292 

14 

exacto 

exento 

279 

19 

1854 

1853 

299 

20 

dos  días 

un  mes 

364 

14 

las 

alas 

39G 

13 

agredezco 

agradezco 

I 


DEDICATORIA. 


Mi  querido  maestro:  he  aqui  la  historia  agi- 
tada de  un  esforzado  hidalgo  extremeño,  tan 
valeroso  en  la  inventiva,  cuanto  bizarro  en  el 
hacer. 

Luengos  años  olvidado  sin  justicia,  su  nom- 
bre perdura  esclarecido  en  la  memoria  de  los 
bibliófilüs  españoles,  que  le  ofrendan  el  home- 
naje de  la  devoción  más  alta,  nacida  al  cono- 
cimiento de  su  esfuerzo  granítico  en  la  insenes- 
cente tarea  de  salvar  la  herencia  literaria  de 
nuestros  siglos  de  oro. 

Más  no  es  solo  en  este  aspecto—única  fuen- 
te de  su  actual  recordación — en  el  que  nos  inte- 
resa, que  su  vida  y  obra  hállanse  enlazadas 
con  fortitud,  por  la  reciedumbre  de  una  indo- 
mable voluntad.  Gallardo  es  ante  todo  y  sobre 

zi 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

todo  un  héroe.  Héroe,  no  porque  triunfó  con  el 
pensamiento  o  por  la  fuerza,  sino  porque  tuvo 
grandeza  de  corazón. 

Un  aire  denso  nos  oprime.  España  la  caduca 
se  envilece  en  una  atmósfera  cargada  y  vicio- 
sa; pobres  materialismos  sin  grandeza,  pesan 
sobre  el  espirita.  España  agoniza  asfixiada  en 
un  torneo  de  egoísmos  miserables,  y  al  morir 
nos  ahoga.  Respiremos  por  un  momento  el  aire 
puro  de  los  corazones  heroicos. 

Para  los  que  no  se  conforman  con  la  medio- 
cridad humana,  la  vida  es  un  duro  combate 
cuotidiano;  lucha  triste,  las  más  de  las  veces 
guerreada  sin  grandeza  ni  fortuna,  en  la  sole- 
dad y  en  el  silencio.  Un  trágico  destino  forja 
sus  almas— hechas  de  amor  y  fantasía,  de  li- 
rismo y  de  bondad — en  el  yunque  del  dolor, 
desgarrando  sus  corazones  con  la  esfinge  cruel 
del  sufrimiento  y  la  vergüenza  agenas. 

Asi  Gallardo  cruza  la  punzadora  senda  de 
su  amargo  vivir,  en  alas  de  la  esperanza  flore- 
cida de  la  siembra  de  esfuerzos,  de  intentos 
fallidos,  de  jalones  de  luz,  puestos  a  precio  de 

12 


DEDICA       T      O      R      I     A 

sangre  y  lágrimas,  en  la  obscuridad  de  las  in- 
comprensiones, de  los  egoísmos.  Y  grande  por 
el  valor  porque  ¡o  fué  también  por  la  desgracia, 
su  vida  heroica  merece  un  recio  comento  lleno 
de  pasión  y  de  entusiasmo. 

En  las  pálidas  tardes  de  Noviembre,  en  las 
tardes  en  que  acogiamonos  a  la  paz  cristalina 
de  su  biblioteca,  en  las  tardes  en  que  nuestro 
espíritu  era  todo  ritmo  y  quietud,  mientras  el 
eco  débil  del  rumor  callejero,  llegaba  interca- 
dente, fundido  con  las  notas  vibrantes  de  algún 
melancólico  pregón,  V.  me  habló  de  Gallardo 
años  hace,  con  un  recogimiento  y  entusiasmo, 
lleno  de  dulce  sinceridad. 

En  sus  eruditas  y  amenas  disquisiciones  co- 
mencé a  amarle.  Usted  me  dijo  del  martirio  so- 
berano de  su  vida,  del  acuitamiento  de  su  bra- 
vo espíritu,  del  amor  intenso  que  por  la  liber- 
tad y  los  viejos  libros  sentía;  por  esos  rugosos 
y  odorantes  volúmenes  que  rezuman  doctrina  y 
humedad,  que  tanto  nos  deleitaban  a  nosotros. 

Usted  me  enseñó  a  venerar  los  nombres  de 
todos  los  padres  de  la  Bibliografía  española, 

13 


/.        MARQUES       MERCHAN 

pero  siempre  Gallardo  obtuvo  nuestra  predi- 
lección, y  fué  tema  sabroso  de  las  charlas  ama- 
bles sostenidas  en  las  tardes  serenas  que  go- 
zamos en  la  tibieza  de  su  estudio,  o  en  la  gracia 
cambiante  y  primorosa  de  nuestro  parque  flo- 
recido. 

La  debilidad  del  momento,  trajo  a  mi  el  re- 
cuerdo fuerte  de  don  Bartolomé,  y  hacinando 
en  paciente  rebusco,  un  puñado  de  notas — aun 
guardo  algunas  dispersas  que  ayuntaré  algún 
dia  si  para  ello  me  queda  vagar— tegi  su  elo- 
gio con  placer.  Por  eso  éste  mi  libro,  no  es  el 
de  erudición  maciza,  seria  y  meticulosa  que  le 
consogre;  tan  solo  es  el  panegírico  ardiente  de 
un  gallardista  fogoso. 

Sé  que  algunos  de  los  puntos  que  toco  en  es- 
te estudio,  se  prestan  a  intrépidas  reflexiones^ 
a  sutiles  glosas;  que  la  exégesis  del  alma  del 
gran  bibliófilo  debe  hacerse  con  más  deteni- 
miento; pero  dando  laconismo  a  ciertos  lances, 
espesura  simpática  a  otros,  y  siempre  esqui- 
vando el  atiborramiento  lamentable,  el  fárrago 
penoso.,  de  notas  y  comentarios,  que  agostan 


DEDICA      T     O     R     I    A 

el  interés  de  muchas  curiosas  páginas,  solo  he 
tratado  de  rasguñar  el  boceto  de  las  aventuras 
políticas  y  literarias,  del  carácter  de  don  Bar- 
tolomé. 

El  poema  de  su  vida  heroica  es  sugestiona- 
dor  y  soberbio,  no  obstante  yace  en  el  olvido. 
A  esta  injusta  depreciación  se  debe  mi  esfuer- 
zo, ella  ha  arrancado  a  mi  pluma  estas  since- 
ras lineas  de  cariñosa  loa. 

Y  pues  que  V.  mi  querido  don  Ricardo,  dio- 
me  la  base  de  este  libro  en  sus  conversaciones 
hechiceras,  justo  es  que  a  V.  lo  dedique  como 
el  homenaje  más  cumplido  que  puede  ofrecerle 
la  admiración  de  su  discípulo  apasionado 

Málaga  11  de  Agosto  de  1921. 


15 


V.  -«r-- 


Dox  Bartolomé  Josk  Gallardo 
(Acer,  indomitus,  libcrtatisqne  magister) 


EL  HÉROE 


n 


Es  una  tarde  de  Agosto  calurosa.  En 
el  paisaje  amargo  de  Castilla,  des- 
borda el  sol  en  secular  halago  calcinante 
cascada  de  fuego.  Cerca  de  Toledo,  hay 
una  hermosa  dehesa  que  llaman  La  Al- 
berquilla:  para  bajar  a  ella  de  la  ciudad, 
atraviésase  un  amplio  camino  orillado 
de  pinos  susurrantes.  La  dehesa  hállase 
enclavada  en  extensa  llanura — aledaña  a 
la  orilla  del  río  Tajo — con  acceso  a  la 
carretera.  Es  alegre,  tranquila  y  espacio- 
sa. Acotadas  sus  lindes,  con  viejos  pare- 
dones ciérrala  al  frente  herrumbroso 
cancel.  Los  bancales  de  sembradura  son 
a  trozos,  verde  bronce,  verde  presada, 

19 


/.        MARQUES        MERCHAN 

grisáceos,  rojos,  oscuros — casi  negros — 
en  las  hazas  labradas  recientemente;  al- 
tos maizales  ensamblan  en  mosaico  in- 
finito con  los  cuadros  de  barbechos 
hoscos. 

La  casa  está  situada  en  estrecha  pla- 
nicie: a  su  espalda  se  extiende  hasta  ce- 
rrar el  horizonte,  en  sus  eternas  combi- 
naciones pardas  y  rojizas,  la  grandiosa 
llanura  castellana.  A  un  lado  colúmbra- 
se Toledo,  con  sus  ringleras  de  casitas 
rebozadas  de  cal  blanca,  con  sus  decré- 
pitos palacios,  enormes,  dorados,  ne- 
gruzcos, de  portaladas  monumentales 
de  sillería,  incrustadas  en  los  dinteles 
de  afiligranados  blasones  pétreos;  con 
sus  altos  tapiales  musgosos  y  sombríos, 
con  sus  torres  versicolores  perfiladas  en 
el  azul;  al  otro,  montículos  escabrosos  o 
pequeñas  colinas  matizadas  de  verde, 

20 


E         L  II        }•:         ROE 

que  ponen  una  nota  gaya  en  la  vetustez 
del  paisaje. 

Toda  la  rica  vastedad  de  la  finca, 
está  inundada  de  cegadora  lumbre.  La 
casa  es  amplia  y  limpia.  Las  paredes  ex- 
teriores están  enjalbegadas  y  refulgen  al 
sol  con  blancura  deslumbrante.  Tiene 
una  puerta  adornada  con  recios  clavos 
chatones  enmohecidos,  y  unas  rejas  sa- 
ledizas tomadas  de  orín.  Delante  de  ella, 
extiéndese  breve  placeta  cuadrilonga, 
empedrada  de  menudas  guijas  que  se 
combinan  formando  caprichosa  taracea; 
en  sus  bordes  álzanse  robustas  colum- 
nas, que  sirven  de  apoyo  a  los  sarmien- 
tos florecidos  de  exuberantes  parrales. 

La  verdura  impetuosa  de  los  pámpa- 
nos repta  por  las  blancas  pilastras,  se  en- 
rosca a  las  carcomidas  vigas  del  parral, 
y  cubre  el  tosco  lecho    que   las  cañas 

21 


/.        MARQUES        MERCHAN 

contextas  le  ofrendan,  de  tupido  toldo 
cimbreante  desbordado  a  trechos  en  tu- 
multuosas oleadas. 

Aquí,  a  la  sombra  protectora  de  este 
parral,  hay  una  mesita  rústica:  delante 
de  ella,  arrellanado  en  viejo  sillón  frailu- 
no que  trajera  de  Toledo,  hállase,  pluma 
en  ristre,  un  viejecillo  flaco,  cetrino,  de 
cara  algo  avinagrada,  ojos  chiquitos,  ner- 
viosos, suspicaces,  y  un  tanto  graves  y 
autoritarios;  sobre  la  mesa,  reposan,  un 
grueso  infolio,  un  sencillo  jarrico  de  Ta- 
lavera,  mediado  de  limonada,  del  que 
bebe  ardoroso  de  vez  en  vez,  un  tintero 
de  china  exornado  a  retazos,  de  peque- 
ñas guirnaldas  rosa  y  verde,  unas  plu- 
mas de  ave,  algunas  cuartillas  y  una 
salvadera.  A  derecha  e  izquierda,  maci- 
zas sillas  campesinas,  repletas  de  volú- 
menes aforrados  de  rugoso  pergamino, 

22 


EL  H        K         R         O         E 

cuyas  hojas  despiden  un  vaho  a  hume- 
dad; cabe  su  asiento,  vese  corto  rimero 
de  Hbros;  a  lo  lejos,  destacándose  entre 
macizos  hierbazales,  la  alberca  pequeña 
y  sólida,  que  da  nombre  al  predio. 

El  viejecillo  repasa  afanoso  el  pesado 
infolio  que  tiene  entre  las  manos,  que  él 
nos  ha  dicho:  «cuando  yo  puesto  de  co- 
dos tomo  un  libro  por  mi  cuenta,  arde 
toda  chamiza  sin  distinción  de  verde  ni 
seca:  todo  lo  llevo  abarrisco,  sin  dejar 
letra  por  leer;  aprobaciones,  tasa,  fé  de 
erratas,  prólogo,  dedicatoria,  licencias, 
privilegio  del  Rey  (si  lo  hay);  en  fin,  yo 
me  le  leo  y  releo  todo,  desde  la  antepor- 
tada al  laus  deo.» 

Este  caballero — como  él  llama  en  sus 
escritos  a  las  personas  de  quien  bien 
habla — es  don  Bartolomé  José  Gallardo, 
prez  y  gloria  de  la  bibliografía  española, 


/.        MARQUES       M  ER  C  H  AN 

y  terror  de  literatos  contrahechos,  fal- 
sarios y  atrevidos.  Don  Bartolomé  ha  co- 
rrido mucho  mundo,  ha  sostenido  recias 
polémicas,  se  ha  visto  perseguido  por 
sus  ideas  liberales,  ha  sufrido  las  amar- 
guras del  destierro,  y  ahora,  acallados  un 
tanto  los  ardores  de  la  juventud,  va  des- 
granando en  La  Alberquilla,  en  literarios^ 
empeños,  las  horas  tediosas  de  la  ve- 
jez. 

La  dehesa  reposa  en  calma  solemne; 
solo  la  cigarra  cantora  rasga  los  aires  con 
la  monotonía  de  su  canto  estridente.  So- 
bre el  abierto  libro — Historia  de  los  ho- 
nestos amores  del  caballero  Peregrino  y 
de  doña  Ginebra — que  guarnece  rica 
baqueta  labrada,  estremécese  fina  randa 
de  luz  y  sombra,  urdida  por  los  entrela- 
zados pámpanos  lujuriantes. 

El  recio  catador  de  libros — como  le 

24 


E        L  HÉROE 

llama  Martín  de  la  Cámara — posee  mu- 
chas ediciones  de  esta  obra;  ahora  las 
está  ordenando  y  anotando  sus  dife- 
rencias; fóltale  una  muy  preciada,  de 
que  le  ha  dado  noticia  su  culto  amigo,  el 
acreditado  hispanófilo  Fernando  Wolf, 
con  quien  sostiene  erudita  correspon- 
dencia literaria,  pero  esta  nota  no  la  en- 
cuentra; <se  habrá  perdido?;  él  recuerda 
que  la  edición  es  sevillana  como  varias 
otras,  pero  el  año  no,  y  esto  le  intempe- 
ra.  Don  Bartolomé  rastrea  el  sillón,  álza- 
se presuroso  y  entra  en  la  casa;  a  poco 
sale  con  sus  ojillos  brillantes  triunfa- 
dores, y  la  nota  de  Wolf  en  una  mano. 

El  calor  es  sofocante;  la  tierra  está 
sedienta  y  abrasada;  el  sol  fíltrase  por 
entre  los  hacinamientos  fragantes  de  ro- 
bustos pámpanos,  impregnándolos  de 
ardoroso  bochorno.  De  tiempo  en  tiem- 

25 


/.        MARQUES       MERCHAN 

po,  una  ráfaga  de  aire  tibio  hace  gemir 
ios  altos  maizales  rumorosos,  agitando 
sus  lucidoras  hojas  largas.  Don  Barto- 
lomé deshace  su  corbatín  romántico  de 
múltiples  vueltas,  que  cuelga  al  desgai- 
re, ordena  las  cuartillas,  y  engólfase 
nuevamente  en  su  trabajo. 
•  En  otros  tiempos,  jamás  hubiérase 
avenido  a  este  sosiego  encantador;  gus- 
tábale la  vida  tumultuosa  y  activa,  la 
constante  polémica,  la  perdurable  alha- 
raca; cambiaba  fácilmente  de  domicilio, 
de  residancia;  ora  huyendo  a  los  servi- 
les, robusto  brazo  del  descastado  f  er- 
nando  VII,  ora  a  la  justicia,  perseguido- 
ra eterna  de  sus  escritos,  ora  buscando 
un  momento  de  tregua  para  cobrar  nue- 
vas energías,  peregrinó  por  villas  y  ciu- 
dades, atravesó  caminos,  y  cruzó  anchos 
mares  con  arrojo  y  facilidad  sobradas. 
26 


EL  HE         R         O         E 

Pero  un  día  ahito  de  esta  agitada  vida, 
se  enamora  del  vivir  sosegado  del  cam- 
po, adquiere  La  Alberquilla,  y  ñja  en  ella 
su  residencia. 

Nadie  conociera  a  aquel  mozo  pen- 
denciero, atrapador  de  libros  curiosos, 
que  en  saladísimo  folleto  hacía  la  apolo- 
gía de  los  palos  dados  a  Calvo  de  Rozas, 
y  burlábase  con  gracioso  cinismo  de  los 
orondos  frailes  doceañistas,  si  en  su  de- 
hesa toledana  le  viese  ahora  levantarse 
al  alba,  pasear  su  heredad,  saturarse  de 
aromas  mañaneros,  presenciar  tras  la 
cancilla  que  da  al  camino  el  paso  tardo 
de  los  boyeros  que  guían  sus  carretas, 
colmadas  de  verduras,  al  mercado,  y  de- 
leitarse a  solas  con  el  goce  sereno  e  in- 
decible que  los  libros — uno  de  sus  gran- 
des amores — le  producen. 

Abismado  en  el  trabajo  permanece  to- 

27 


/.         MARQUES        MERCHAN 

do  el  día;  cuando  el  crepúsculo  se  acer- 
ca, recoge  sus  trebejos,  y  atiende  al  rie- 
go de  la  ardorosa  tierra  que  los  jayanes 
toledanos  servidores  suyos,  llevan  a  ca- 
bo con  maestría.  La  tierra  se  alboroza  y 
entona  un  himno  alegre  con  su  sonoro 
glu-glu;  las  plantas  que  anonadadas  por 
el  bochorno  canicular  se  hallan  mustias  y 
caídas,  sacuden  su  letargo  y  ríen  de  nue- 
vo; los  terruñeros  y  labriegos,  los  carros 
con  su  estridente  y  pesado  monorritmo, 
las  voces  claras  de  los  chicos,  y  la  char- 
la jovial  de  los  que  cruzan,  pueblan  por 
un  instante  el  camino  que  solitario  du- 
rante el  día  estuvo,  mientras  el  sol  se 
oculta. 

Tiene  la  puesta  del  sol  en  Castilla  una 
augusta  majestad  indescriptible;  hún- 
dese lentamente,  como  si  se  gozara  con 
el  ritmo  de  su  descenso,  dejando  huellas 

28 


E         L  II        E         R         O         E 

de  sani>ic  t- n  el  llano;  las  piedras  color 
de  oro  viejo,  se  tornan  mate,  perdiendo 
su  brillo  y  su  luz,  y  en  esta  hora  solem- 
ne, cuando  las  campanas  de  Toledo  con 
sones  cristalinos  y  tristes  dejan  morir  en 
el  silencio  los  tañidos  del  ángelus,  es 
cuando  don  Bartolomé  siente  en  toda  su 
plenitud  la  dicha  del  vivir  campesino, 
mientras  dirígese  a  su  casa  contemplan- 
do el  misterioso  titileo  de  alguna  estre- 
lla perdida  en  la  inmensidad  infinita. 

Pero  no  es  hecha  su  vida  para  la  calma 
ni  su  condición  llamada  al  sosiego,  y  en 
un  arranque  de  vehemencia,  trueca  las 
dulzuras  de  su  heredad  por  el  inquieto  y 
tumultuoso  bullir  de  la  corte.  Estos  cam- 
bios impremeditados,  estas  transiciones 
bruscas,  siempre  han  sido  característi- 
cas de  su  genio;  ellas  guían  todos  sus 
pasos  desde  la  cuna  hasta  el  sepulcro. 

29 


LIBRO   PRIMERO 


EL   EXCANTO    DE   LA  TONSURA 


Nació  don  Bartolomé  José  Gallardo,  el 
día  13  de  Agosto  de  1776,  en  la  extre- 
meña villa  de  Campanario,  (i)  Sus  pa- 
dres, Juan  Lorenzo  Gallardo  (descen- 
diente de  los  Gallardos  de  Sevilla)  y  Ma- 
ría Lucía  Blanco,  eran  labradores  de  me- 
diano acomodo. 

Fué  su  niñez  bravia  y  melancólica,  en- 
vuelta en  esa  hosquedad  tormentaria 
que  da  el  refinamiento  prematuro  de  una 
sensibilidad  fuerte.  Enérgico,  orgulloso, 
su  cuerpo,   su  espíritu,  hallábanse    en 

(i)  Vid.  el  apéndice  A.  (Partida  de  bau- 
tismo). 

3  33 


/.        MARQUES        MERCHAN 

eterna  agitación,  como  arrastrados  en 
vertiginoso  rodar;  era  el  suyo  un  entu- 
siasmo que  de  nada  cansábase,  al  que 
todo  servía  de  alimento.  La  vida  no  le 
poseia  aun  por  entero,  y  a  cada  instante 
salvábala  para  nadar  en  lo  infinito.  Pero 
aquella  rasa  campiña,  aquel  horizonte 
árido  y  monótono  que  al  pueblo  cer- 
caba, adentrábase  en  su  alma  lentamen- 
te, llenando  de  sequedad  su  florecen- 

cia. 
Conocieron  los   padres  la  excelente 

disposición  del  muchacho  para  el  estu- 
dio y  encomendáronle  al  anciano  sacer-- 
dote  don  Manuel  Méndez,  para  el  apren- 
dizaje de  las  primeras  letras,  y  una  vez 
alcanzado  su  conocimiento,  al  hábil  la- 
tinista don  Francisco  Antonio  de  la  Pe- 
ña, que  halló  en  don  Bartolomé  experto 
discípulo. 

34 


lil.      ENCANTO     DE    LA       TONSURA 

Los  recursos  i-ducativos  de  Canipuna- 
rio  acotáronse,  y  Gallardo  pasó  a  vSala- 
manca  a  cursar  filosofía,  corriendo  los 
años  1 790, asistido  por  don  Juan  de  Val- 
divia, freiré  de  Alcántara  y  deudo  de  la 
familia,  que  recibió  con  el  huésped  la 
misión  difícil  y  delicada  de  inclinarlo  a 
la  iglesia  suavemente.  Sus  padres  desea- 
ban fuera  clérigo  (sin  tener  prueba  ple- 
naria  de  su  deseo)  para  que  pudiese  go- 
zar una  capellanía  de  familia. 

El  hijo,  sacerdote,  canónigo  presunto, 
siempre  ha  seducido  a  la  madre  españo- 
la. Los  recursos  hoy  legendarios  que  el 
clérigo  arbitró  en  la  edad  vieja,  arrastra- 
ron a  una  hipocresía  piadosa,  centenares 
de  hombres  de  espíritu  laxo.  Impulsados 
por  sí  los  unos,  incitados  los  otros  por  la 
ambición  paterna,  renunciaron  a  la  atra- 
yente   coyunda    en  principio,  (teórica- 

35 


/.        MARQUES        MERCHAN 

mente  alcanzada  ya  la  magnitud  de  la 
abstinencia)  y  formaron  coro  triunfante 
de  egoístas,  que  ocultaban  sus  móviles 
vitales  bajo  la  ficticia  rigidez  de  una  so- 
tana, (i) 

Pero  indómito  Gallardo,  rechazó  des- 
de un  comienzo  decisión  tan  absurda. 
Muerto  don  Juan  Lorenzo,  afincóse  a 
ella  la  madre,  temerosa  de  quedar  nece- 
sitada una  vez  consumida  la  escasa  ha- 
cienda que  en  herencia  recibiesen,  con 
nuevos  bríos,  suscitando  entre  ambos 
lucha  pertinaz,  en  la  que  el  esforzado  jo- 

(i)  En  el  siglo  XVII  llegó  a  su  apogeo  tan 
grandiosa  felonía.  Según  dice  don  Gaspar  Cría- 
les (Arzobispo  de  Reggio)  en  sus  Cartas  a  Fe- 
lipe IV,  los  sacerdotes  «son  aquellos,  que  no 
pudiendo  sustentarse  en  el  siglo  como  ellos 
quisieran,  o  conformarse  a  su  estado,  se  acogen 
al  puerto  de  la  religión,  a  buscar  el  pan  que 
por  lo  menos  no  les  ha  de  faltar  en  ella,  y  estos 
no  son  religiosos  por  Cristo,  sino  por  elpan  de 
Cristo. » 

3^ 


EL     JÍN  CANTO     DE     LA      TONSURA 

ven,  a  trueque  de  mil  temerarios  sacrifi- 
cios, logró  vencer. 

Enemistado  con  su  familia,  privado 
de  la  mesada  que  le  enviaran  hasta  en- 
tonces, para  mas  obligarle;  padeciendo 
trabajos  y  sufrimientos,  pero  siempre 
enervado  y  sostenido  por  su  horror  a  la 
tonsura,  aplicóse  al  estudio  de  la  filoso- 
fía y  bellas  letras,  costeándose  la  carre- 
ra merced  a  las  asistencias  del  doctor 
don  Juan  María  de  Herrera,  biblioteca- 
rio de  la  Universidad,  que  le  hizo  ingre- 
sar en  el  Colegio  de  San  Bartolomé, 
donde  permaneció  hasta  1 799.  (i)  Y  ena- 
morado más  tarde  de  la  Medicina,  espe- 
cialmente de  la  Anatomía  que  leyó  en 
la  obra  de  Vioslou,  cursó  también  estos 

(i)  Entre  sus  profesores  recuerda  Gallardo 
con  especial  complacencia,  a  don  José  Recacho 
(de  física  experimental)  y  el  maestro  Martel 
(de  filosofía).  Vid.  Zapatazo  a  Zapatilla.  Pag.  41. 

37 


/.        MARQUES       M  E  R  C  H  A  N 

estudios  hasta  el  ejercicio  de  la  licen- 
ciatura (que  no  efectuó)  con  aprovecha- 
miento notable. 

Ya  apuntaban  por  esta  época  su  agu- 
deza y  castizo  decir,  en  la  crítica  rimada 
que  compuso  de  una  piecesita  poética 
hecha  por  dos  compañeros  suyos  en  ho- 
nor de  la  graciosa  del  teatro  de  Sala- 
manca, Srta.  Bota. 


3^ 


FLORINDA 


Estudiante  truhán  y  apicarado,  va  for- 
mando preciada  biblioteca  y  adquirien- 
do un  tesoro  de  erudición,  bien  con 
los  libros  alcanzados  a  precios  ínfimos, 
gracias  a  mil  tretas  y  astucias  saladísi- 
mas, bien  utilizando  los  de  amigos  y  co- 
nocidos que  se  apropia  con  mañosas 
artes.  También  hace  labor  de  acopia- 
miento en  los  archivos  de  más  realce  y 
nombradía,  logrando  al  cabo  de  este  pi- 
caro trabajo  dotarse  de  un  fondo  cas- 
tizo, profundamente  español,  y  acaso 
también  frailuno.    Crecen  sus  conoci- 

39 


y.         M  A  R  Q  U  ES        ME  R  C  H  A  N 

mientos,  su  gusto  se  depura,  su  ingenio 
se  agudiza  con  presteza. 

El  índice  Expurgatorio  de  libros  pu- 
blicado en  1 800,  incluye  entre  las  obras 
de  lectura  vedada  por  su  deshonestidad 
o  excesivas  licencias  en  orden  a  las 
ideas,  las  poesías  postumas  de  Iglesias; 
el  editor  don  Fancisco  de  Tojar  trata  de 
hacerlas  públicas,  lo  que  prohibe  el  tri- 
bunal de  la  fé,  y  reputando  débil  la  me- 
moria vindicativa  por  aquél  compuesta, 
y  que  en  son  de  consulta  le  había  mos- 
trado, don  Bartolomé,  siempre  gene- 
roso, (i)  créese  en  el  deber  de  quebrar 

(i)  Sostenía  Tojar  la  similitud  de  las  licen- 
cias advertidas  en  las  poesías  con  las  observa- 
das en  las  de  otros  ingenios,  que  sin  reparo 
salieron  de  las  prensas  al  mercado.  Gallardo 
estableció  el  parangón,  de  los  moralistas  y  satí- 
ricos con  los  médicos,  sosteniendo  la  licitud 
que  ampara  a  los  dictados  de  unos  y  otros  en 
gracia  a  su  intención  plausible. 

40 


F         L  ü         A'         INDA 

una  lanza  en  honor  del  ausente,  e  impri- 
me ruidosa  defensa  que  le  ocasiona 
fuertes  enemistades  y  destempladas  re- 
pulsas, pues  fieles  sus  adversarios  a  la 
sabrosa  idea  de  no  dar  tregua  ni  hora  de 
paz  a  ♦  tan  descomulgado  herejote,  >  tíl- 
danle  de  volteriano,  con  el  mezquino  in- 
tento de  crearle  una  atmósfera  poco  ha- 
lagüeña entre  el  elemento  clerical. 

Estampada  la  defensa,  remítese  a  to- 
dos los  tribunales  de  la  Inquisición,  al 
objeto  de  hacerla  valer;  (i)  pero  el  de 
Salamanca,  confirma  su  anterior  fallo, 


(l)  Tan  solo  se  salvó  un  ejemplar  compues- 
to con  los  pliegos  de  capilla,  que  Gallardo  en- 
vió por  correo^  según  iban  imprimiéndose,  a  su 
hermano  don  José  Antonio,  residente  en  Ex- 
tremadura. Este  ejemplar  recogido  años  más 
tarde  fué  regalado  por  don  Bartolomé  a  la 
Marquesa  de  Bélgica  que  deseaba  tener  una 
obra  suya  que  nadie  poseyese,  y  a  quien  Ga- 
llardo estaba  en  la  obligación  de  complacer. 

4^ 


/.        Ai  A  R  Q  U  E  S       M  E  R  CHA  N 

y  ordena  la  requisa  del  opúsculo,  que 
con  rigidez  suma  se  lleva  a  término. 
Exasperado  Gallardo  funda  entonces 
un  periódico  de  reducidas  dimensio- 
nes, «El  Soplón  del  diarista  de  Sala- 
manca», (i)  donde  búrlase  donosamen- 
te del  periódico  local  y  las  personas 
que  le  atacaron;  pero  en  vista  de  que  las 
circunstancias  son  adversas,  extingue  la 
publicación,  y  distrae  sus  ocios  tradu- 
ciendo obras  del  francés.  La  Higiene  de 
Presavin,  cuya  versión  declara  «antes 
la  ha  tomado  como  entretenimiento  y 


(i)  Habiendo  llegado  a  manos  del  sabio 
obispo  de  aquella  diócesis  don  Antonio  Tabi- 
ra  este  papel,  y  agradado  sobremanera  por  la 
picardía  y  agudeza  de  su  autor,  tuvo  deseos  de 
conocerle,  lo  que  consiguió  por  mediación  de 
don  Juan  Antonio  Tabira  y  donjuán  Melendez 
Valdés,  que  se  hallaba  desterrado  en  Babila- 
Fuerte.  Desde  entonces  dicho  prelado,  le  mos- 
tró admiración  y  grande  afecto. 

4.2 


F         L         o         R         I        N       n        A 

galana  tentativa,  que  no  como  empeño 
serio  ^,  y  el  Discurso  sobre  la  conexión  de  la 
medicina  con  las  ciencias  físicas  y  morales, 
de  Mr.  Alibert,  son  obra  de  este  perio- 
do. (2). 

La  lectura  intensa  y  persistente  de 
nuestros  romancistas  y  copleros  viejos, 
despiértanle  un  sentimiento  poético 
que  traduce  en  endechas  de  la  más  cas- 
tiza y  apasionante  traza.  El  amor  a  Flo- 
rinda — única  novia  que  se  le  conoció 
— informa  el  corazón  de  este  desfogue 
rítmico.  Ora  canta  la  bizarra  apostura,  el 
gracioso  decir,  la  manera  pulida  de  su 
dama;  ora  la  exaltación  de  su  entusias- 
mo, la  grandeza  del  querer  sincero,  sus 
celos  y  desvíos,  sus  caricias  y  agravios. 

(2)  Dichas  traducciones  fueron  acogidas 
con  aplauso,  por  el  casticismo  y  la  acendrada 
galanura  con  que  están  urdidas. 

43 


/.        MARQUES        MERCHAN 

Todo  el  sin  fin  de  hechizos  de  su  cuerpo 
grácil,  inunda  bulliciosamente  estas  ri- 
mas cálidas  y  retozonas  de  la  edad  mo- 
za,— obra  de  poeta — que  si  caen  en  la 
incorreción  alguna  vez  es  por  exceso 
de  ardorosidad. 

Florinda  o  Silvia  (que  por  aquestos 
motes  es  nombrada)  compendia  el  asi- 
dero que  retiene  a  Gallardo  en  Salaman- 
ca. Su  alma  quimerista,  templada  para  la 
aventura  loca  y  el  arriesgado  vagar,  se 
entumece  entre  las  doradas  y  ennegreci- 
das piedras  de  la  ciudad  vetusta,  que 
por  vieja  le  encanta  y  desazona.  Ga- 
llardo, desde  joven  siente  el  apego  a 
lo  caduco  y  el  entusiasmo  de  la  vida 
nueva. 

Pronto  el  azar,  su  amable  compañero, 
le  empuja  a  andariegos  lances.  Nombra- 
do en  1801  aposentador  de  la  división 

44 


F         L         ('         A'         /         N        n        A 

primera  del  ejército  francés  que  en  lus 
comienzos  de  diciembre  se  retira  a  Fran- 
cia, después  de  haber  hecho  la  guerra  a 
Portugal  como  auxiliar  del  español,  da- 
se tan  buenas  artes  en  el  desempeño  de 
su  encargo,  que  satisfechos  los  gobier- 
nos respectivos  y  por  convenio  gusto- 
so, le  otorgan  el  título  de  comisario, 
pasando  en  concepto  de  tal,  a  Francia 
unido  a  las  fuerzas  expedicionarias. 

El  trato  constante  sostenido  con  di- 
chas tropas,  entusiastas  hasta  el  fanatis- 
mo de  los  dogmas  revolucionarios  y  el 
avance  ideal  de  su  país,  no  deja  de  in- 
fluir en  la  formación  de  los  principios 
políticos  y  literarios  de  Gallardo,  que 
completa  su  educación  meses  más  tarde, 
bajo  la  dirección  del  abate  Aleu. 

Este  excelente  clérigo  es  su  verdade- 
ro maestro.  En  las  pálidas  tardes  de  Oto- 

45 


/.        MARQUES       MERCHAN 

ño  pasean  unidos  allende  el  pirineo  por 
la  triste  alameda  de  Bayona;  el  buen  pá- 
ter  le  alecciona  en  las  sabias  doctrinas  de 
su  tiempo  y  en  los  altos  principios  de  fi- 
losofía y  de  moral,  vistos  con  la  amplitud 
de  criterio  de  las  ideas  nuevas.  Gallardo 
escúchale  con  atención,  y  en  su  cerebro 
germina  exuberante  la  semilla  de  la  li- 
bertad, mientras  la  pútrida  y  desgracia- 
da España,  desmáyase  en  brazos  de  un 
vil  favorito,  y  el  pueblo  imbécil  ríe  des- 
preocupado, caminando  al  abismo  ale- 
gre y  loco.  Entonces  conoce  las  obras  de 
Voltaire,  de  Rousseau,  de  Diderot  y 
D'Alambert,  produciéndole  su  lectura 
emoción  intensa.  A  su  regreso  a  Sala- 
manca, es  ya  todo  un  profundo  enciclo- 
pedista. 


40 


MAESTRO  DE  PAJES 

Abarrisco,  truena  con  la  Florinda  de 
sus  versos,  abandona  la  villa  del  Tor- 
mes,  el  cargo  de  oficial  de  propios  de 
aquella  contaduría  (que  sin  solicitarlo 
había  obtenido),  y  preséntase  en  Madrid 
el  año  1805.  La  plaza  de  profesor  de 
Francés  en  la  Academia  de  Pajes  Reales, 
hállase  vacante  a  la  sazón,  y  auxiliado 
por  Capmany  (protector  suyo  a  quien 
siempre  conservó  respetuoso  cariño)  y 
mediante  oposición  lucida,  consigue  don 
Bartolomé  ser  nombrado  para  su  desem- 
peño; más  a  poco  y  en  vista  de  sus  cono- 
cimientos filosóficos,  no  corrientes  en 
aquella  época,  es  ascendido  a  la  de  Ideo- 

47 


/.        MARQUES        MERCHAN 

logia  y  Lógica,  por  la  junta  directiva. 

Establecido  ya  en  la  corte,  sus  ingéni- 
tas aficiones  a  la  bibliografía  le  llevan  a 
trabar  amistad  con  los  libreros  e  impre- 
sores de  más  extenso  renombre,  y  a  re- 
imprimir algunas  obras  antiguas  dignas 
de  memoria,  cuyo  conocimiento  es 
imposible,  por  la  carencia  absoluta  de 
ejemplares.  De  estas,  conocemos  «El 
Robo  de  Proserpina»,  de  Claudiano,  tra- 
ducida del  latín  por  el  granadino  don 
Francisco  Faria,  canónigo  de  Málaga,  es- 
tampado en  casa  de  Sancha  el  año  1806, 
cuya  publicación  le  ocasiona  fuerte  po- 
lémica con  el  editor  de  La  Minerva,  (i) 


(i)  Vid.  La  extensa  carta  publicada  por 
don  Bartolomé  (firma  con  el  anagrama  de  Ga- 
Uador)  en  el  Diario  de  Madrid,  los  días  6,  7,  8, 
9  y  10  de  Marzo  de  1807,  y  la  respuesta  del 
editor  en  el  n.°  II  de  Aa  Minerva,  correspon- 
diente al  17  de  Abril  del  mismo  año. 


M  A    ESTRO      DE      P  A  J  E   S 

Al  aiH»  siguiente,  don  Tomás  García 
Suelto,  médico  celebrado,  tanto  por  su 
pericia  profesional,  como  por  su  afición 
a  las  letras,  redacta  el  elogio  de  don  José 
Severo  López,  escrito  en  que  trata  de 
plagiario  al  doctor  don  Andrés  Piquer. 
Chócale  a  Gallardo  tal  censura,  y  bajo  el 
seudónimo  de  El  Bachiller  de  Fórnoles 
(pueblo  natal  de  Piquer)  y  diciéndose 
sobrino  suyo,  compone  una  carta  en  su 
defensa,  que  dá  a  luz  en  el  Memorial  Li- 
terario de  29  de  febrero  de  1808. 

Dicha  carta  sofoca  en  extremo  a  Gar- 
cía Suelto,  que  no  gusta  como  don  Barto- 
mé,  que « la  verdad  se  defienda  con  aire » , 
y  reputa  a  este  incompetente;  más  una 
digna  y  bravia  epístola  que  lanza  Gallar- 
do, confirmando  el  tenor  de  la  primera, 
le  reduce  al  silencio.  «Recia  cosa  es  pa- 
ra un  hombre  de  vergüenza — dícele — 

4  49 


/.        MAROUr.S        MERCHAN 

esto  de  tener  a  cada  trinquete,  que  son- 
sacar a  su  prójimo  apurando  toda  la  fra- 
seología de  la  buena  crianza,  para  hacer- 
le ver  que  se  equivoca  adrede»  pues  «se 
necesita  don  de  errar,  para  ceñir  en  tan 
breve  espacio  tantas  y  tan  insignes  false- 
dades y  absurdos,  como  el  discípulo  del 
malogrado  Severo  López  ha  estampado 
a  nombre  de  su  maestro».  «Esta  flaque- 
za, hace  mucho  honor  a  su  corazón,  aca- 
so no  hace  tanto  a  su  cerebro;  ¿pero 
quién  es  cabal  en  este  mundo?»,  (i) 
Divertido  en  tales  menesteres,  (2)  per- 

(i)  El  doctor  don  Antonio  Franceri,  cae 
ingenuamente  en  el  engaño,  y  busca  al  sobrino 
celoso  conservador  de  la  memoria  de  Piquer, 
hallando  solo  a  Gallardo  que,  deshaciendo  el 
equívoco,  se  confiesa  autor  de  los  escritos  vin- 
dicatorios. 

(2)  Hacia  esta  época  publicó  también  un 
tratado  de  retórica  sagrada  intitulado  Co?iseJos 
a  Félix  sobre  el  arte  de  predicar^  que  se  ha  per- 
dido. 

50 


Af  A    E  S   TRO      DE     P  A  J  E  S 

manece  hasta  el  mes  de  Mayu  de  i8ü8, 
fecha  de  la  maliíadada  invasión  france- 
sa, en  que  ignominiosamente  despojado 
de  su  cátedra — como  todos  los  patrio- 
tas de  su  empleo — queda  sumido  en  la 
miseria. 


51 


ANDANZAS  SERRANAS 


Triste  y  desconcertado  ante  el  futuro 
incierto  que  vislumbra,  abandona  la 
Corte  prestamente  y  corre  hacia  el  so- 
lar de  Campanario.  La  violenta  epope- 
ya de  Madrid  abate  su  alma  noble  y 
fuerte,  llena  su  corazón  de  desaliento; 
pero  esforzado  siempre  en  sus  amores — 
y  es  el  suyo  a  la  patria,  entre  los  gran- 
des, bueno — sobre  el  trágico  estupor  de 
la  sorpresa,  alza  pujante  sus  arrestos,  y 
se  lanza  al  combate  embravecido. 

Pártese  a  Badajoz  de  Campanario,  y 
allí  pregona  su  odio  al  insolente  allana- 

53 


/.        MARQUES        M E  R  C  H  A  N 

dor  de  nuestro  suelo  y  ofrece  sus  servi- 
cios a  la  junta  extremeña,  que  le  comi- 
siona para  insurreccionar  los  pueblos  de 
la  provincia  en  compañía  del  licenciado 
don  José  Salustiano  de  Cáceres. 

El  Conde  de  la  Torre  del  Fresno,  ca- 
pitán general  de  Extremadura,  que  en 
un  principio  habíase  inclinado  al  alza- 
miento, mudando  de  opinión,  sin  tino 
alguno,  intenta  más  tarde  reprimirlo.  El 
oidor  de  Cáceres  don  Vicente  García 
Cavero — hombre  muy  necio,  según  Ra- 
mírez de  las  Casas-Deza— pone  en  la 
cárcel  y  otras  prisiones  a  los  caudillos 
de  la  rebelión,  y  perteneciendo  Gallar- 
do al  número  de  ellos,  es  sacado  de  su 
monástico  refugio  (i)  y  aherrojado  a  la 
trena  sin  decoro. 

(i)  No  pudiendo  hospedarse  en  fonda  al- 
guna por  la  escasez  de  espacio  y  de   servicio, 

54 


A  N  n  A  N  Z  A  S       S  i:  R  R  A  ÑAS 

Al  siguiente  día — treinta  de  Mayo — 
nota  el  pueblo  levantisco,  que  no  se  ha- 
ce la  acostumbrada  salva,  í)Or  festivi- 
dad de  San  Fernando;  se  altera  ciega- 
mente, y  acomete  a  los  presos,  señala- 
dos como  traidares  en  el  hervor  de  su 
insensatez.  Algunos  de  ellos  caen  bajo 
el  cuchillo  bárbaro  e  inconsciente  de  la 
plebe  sin  norte;  otros  salvan  la  torpe  la- 
cería. El  portugués  Vasconcellos  don 
N.  Carcelen,  coronel  de  la  columna  de 
granaderos  de  Castilla,  dos  oficiales  que 
se  decían  ser  edecanes  de  Murat,  y  el 
conde  de  la  Torre  del  Fresno,  mueren 
arrastrados;  a  Noriega,  tesorero  general 
del  reino,  le  apuñalan  con  villanía. 

Gallardo  escucha  pavoroso  los  gritos 

aprovechó  la  carta  que  llevaba  para  un  su  pa- 
riente, síndico  de  la  orden  franciscana,  y  pre- 
sentándose a  él  consiguió  le  habilitase  amplia 
celda  en  el  convento  del  fundador. 

55 


/.        M  A  R  Q  U  E  S        M  ER  C  H  A  N 

alocados  y  el  tumulto;  ya  se  aproxima  el 
pueblo  enardecido  clamando  a  voz  en 
cuello  alegremente:  «al  traidor  que  está 
en  la  cárcel  y  se  sacó  del  convento  de 
San  Francisco».  Una  ola  apasionada  de 
sublevados  entra  furiosa  en  las  prisiones 
arrastrando  los  cadáveres  víctimas  de  su 
saña.  Suben  la  confusión  y  el  desenfre- 
no; arde  en  rencores  la  cruenta  masa,  y 
falta  de  terrero  en  que  cebar  su  encono, 
rasga  de  nuevo  el  aire  aqueste  grito:  «al 
traidor  que  se  sacó  del  convento  fran- 
ciscano». Gallardo  es  todo  zozobra  y 
amargura;  su  angustia  crece,  crece  y  no 
halla  cabo.  Tiene  comunicada  orden  de 
libertad,  pero  en  lo  adverso  del  ambien- 
te la  reputa  inútil;  con  una  templanza 
soberbia  y  resignante,  aguarda  el  fin 
sangriento  de  la  escena. 
Pero  he  aquí  al    valiente  Calatrava, 

56 


A  N  D  A  N  Z  A  S       S  E  R  R  A  N  A  S 

(lUC  tiel  a  su  amistad  cun  el  recluso, 
acude  a  procurarle  salvamento  en  unión 
de  un  puñado  de  parciales.  Entre  el  tu- 
multo cruza  decidido,  le  escuda  valero- 
so, y  sacándole  de  la  trena  cuando  el 
riesgo  ha  matado  la  esperanza,  le  pone 
a  salvo  del  posible  alcance  de  la  asona- 
da funesta. 

Encalmados  los  ánimos  revueltos, 
abandona  la  ciudad,  y  parte  a  la  ventura, 
siempre  buscando  adictos  a  la  causa  na- 
cional. Gallardo  es  hombre  apasionado; 
cuando  ama  una  cosa,  llega  a  la  exage- 
ración, cuando  la  odia,  peca  de  injusto. 
La  barbarie  napoleónica  despierta  en  él 
el  espíritu  patriótico  con  el  fuego  carac- 
terístico de  todos  sus  sentimientos,  y  li- 
beral exaltado  extrémase  como  nadie 
en  su  enemiga  a  los  secuaces  del  intruso 
rey  José. 

57 


/.         MARQUES        MERCHAN 

No  tarda  mucho  en  hallar  compañero 
de  andanzas  y  entusiasmos.  YA  Conde  de 
Montijo,  que  por  los  pueblos  de  Extre- 
madura camina  haciendo  patria,  le  toma 
en  calidad  de  secretario  y  le  asocia  a  su 
empresa  redentora.  Caballeros  en  sen- 
das muías  corren  villorrios  y  aldeucas, 
poblachos  y  lugares,  donde  predican  a 
la  usanza  mora,  la  santa  guerra  que  lo 
excusa  todo. 

Congregan  en  las  plazas  cuantos 
mozos  hábiles  hallan  en  las  cercanías,  y 
subidos  en  un  tablado  que  ordena  alzar 
el  Conde,  dicen  a  la  rústica  gente,  de  los 
horrores  de  la  guerra,  de  la  tristeza  del 
vivir  esclavo,  de  la  hermosura  de  la  li- 
bertad; alzan  un  canto  al  heroísmo,  a  la 
hidalguía,  al  abolengo  noble  del  caste- 
llano pueblo  y  les  hablan  de  la  justicia 
-que  les  asiste,  y  del  azote  que  estremece 

58 


A  N  D  A  N  Z  A  S       S  E  K  R  A  N  A  S 

a  .España;  y  el  fuego  que  pregona  el 
encendido  labio,  toca  al  ardiente  co- 
razón de  los  jayanes,  que  soñando  en  la 
gloria  del  triunfo,  se  lanzan  a  morir  fa- 
natizados. 

Corriendo  sin  descanso  asisten  a  la 
trágica  batalla  de  Medellín;  luego  pro- 
siguen sus  andanzas  por  el  Condado  de 
Niebla,  hasta  Sevilla,  donde  Montijo 
aguarda  la  resulta  del  viaje  que  don  Bar- 
tolomé emprende  a  Extremadura  con  el 
aparente  motivo  de  traer  seguras  cartas 
de  la  batalla  de  Talavera  (que  se  ganó 
el  28  de  Julio  de  1809),  aunque  encu- 
biertamente con  el  propósito  de  pulsar 
actitudes,  y  saber  si  disponen  de  ele- 
mentos bastantes  para  obligar  a  la  junta 
Central  a  constituir  gobierno  en  forma. 

No  hallando  favorables  medios  a  su 
empeño.  Gallardo  se  restituye  en  posta 

59 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

a  Andalucía,  donde  compone  algunos 
escritos  para  el  Semanario  Patriótico,  (i) 
que  Blanco  y  Quintana,  más  templados 
amadores  de  la  libertad,  rechazan  pre- 
textando excesiva  violencia  de  lengua- 
je. Enemigo  jurado  desde  entonces  de 
la  pandilla  quintanesca,  si  bien  parti- 
cipando de  las  mismas  ideas,  hace 
campo  aparte;  y  uniéndose  a  Montijo 
nuevamente,  salen  de  Sevilla,  para  se- 
guir su  empresa  de  alzamiento  por  la 
Serranía  de  Ronda. 

Recias  desazones  y  penosos  contra- 
tiempos apuran  en  este  último  patrió- 


(l)  Comenzó  a  publicar  este  Semanario,  el 
poeta  Quintana  ayudado  por  Rebollo,  Tapia  y 
Alvarez  Guerra.  Interrumpido  después,  volvie- 
ron a  publicarle  don  Isidoro  Antillón  y  el  fa- 
moso Blanco  White,  que  al  advertirle  la  Central 
moderase  la  aspereza  del  estilo,  mató  la  publi- 
cación. Hijuelas  suyas  fueron  E¿  Espectador  Se- 
villano  y  El  Voto  de  la  Nación. 

6o 


A  N  D  A  N  Z  A  S      S  E  R  RANAS 

tico  va^ar;  los  infieles  le  estrechan  con 
encono,  y  el  peligro  creciente  les  empu- 
ja hacia  la  frontera  plaza.  Al  fin,  juzgan- 
do inútil  su  permanencia  en  un  rincón 
montañés,  ponen  término  a  las  andanzas 
pasando  a  Gibraltar,  donde  embarcan 
con  rumbo  a  Cádiz  la  gloriosa. 


6i 


EL  AUDAZ  XARAMILLO 


Han  corrido  varios  meses.  El  andarie- 
go conde  (i)  torna  a  Extremadura,  de- 
jando la  guarda  de  su  archivo  al  celo  de 
don  Bartolomé,  que  víctima  de  su  no- 
bleza cae  en  las  redes  de  una  aventura 
político-galante. 

Para  comprometer  a  Montijo,  con  al- 
gún  ignorado  objeto,   la  condesa    del 

(1)  El  conde  de  Montijo  figuró  mucho  en 
las  cosas  de  la  nación,  acreditándose  de  voluble, 
ambicioso  e  inquieto.  En  Marzo  de  l8oS,  dis- 
frazado de  Tío  Pedro,  capitaneó  en  Aranjuez  el 
motín  que  derribó  al  Príncipe  de  la  Paz,  y  en 
consecuencia,  aunque  en  verdad  no  de  intento, 
movió  a  Carlos  IV  a  hacer  renuncia  de  la  coro- 

63 


/.         MARQUES        MERCHAN 

mismo  título,  diestramente  auxiliada 
por  un  caballero  ilustre  (su  grande  ami- 
go) y  el  presidente  de  la  Regencia,  urde 
el  engaño  de  una  celada,  toda  discre- 
ción y  suave  malicia.  Necesita  la  corres- 
pondencia habida  entre  el  conde,  su 
hermana  doña  Gabriela  Palafox  y  Ga- 
llardo— por  este  conservada — ;  sabe 
ella  la  entereza  de  don  Bartolomé,  más 
también  conoce  su  flaco;  la  aventura. 

Le  da  una  cita  encubierta.  Gallardo 
acude.  La  inspección  de  los  papeles  se 


na.  En  la  guerra  de  la  Independecia,  represen- 
tó algún  papel  como  agitador,  aunque  siempre 
intencionado  de  alcanzar  el  mando.  Vuelto 
Fernando  VII  a  España,  le  reconoció  rey  abso- 
luto, contribuyendo  eficazmente  a  la  persecución 
de  los  liberales,  lo  que  no  fué  obstáculo  para 
fundar  a  poco  en  Granada  una  sociedad  secre- 
ta, al  objeto  de  conspirar  contra  el  régimen  y 
preparar  algunas  asonadas  en  favor  de  la  causa 
constitucional.  Vid.  Alcalá  Galiano.  Recuerdos 
de  un  anciano.  Pag.  2IO. 

Ó4 


K  L       A  U  D  A  Z       X  A  R  A  !\f  I  L  I  O 

insinúa.  Es  altivo  Gallardo  y  no  se  rin- 
de; el  despecho  agudiza  su  soberbia  y 
la  Montijo  queda  defraudada.  Su  torpe- 
za diplomática  le  humilla  con  exceso,  y 
no  hallando  remedio  florentino  propicio 
a  una  venganza  intensa,  apela  a  maña 
vulgar.  Cómplice  de  ella  el  Regente,  las 
salpicaduras  del  fracaso  le  alcanzan  sin 
remedio;  su  herida  vanidad  por  la  con- 
desa excitada,  planea  fuerte  desquite, 
y  en  nombre  del  gobierno  es  conducido 
a  la  cárcel  don  Bartolomé,  con  grande 
aparato  de  tropa.  Mas  las  resultas  del 
proceso  a  que  le  someten  no  arrojan  su- 
ficientes pruebas,  y  en  contra  de  ciertos 
encumbrados  deseos^  es  puesto  en  liber- 
tad.  (I) 


(I)  Vid.  En  el  n.°  del  1 9  de  Agosto  de 
18 10,  del  Correo  Político  y  Militar  de  Córdoba, 
una  carta   de  don  Antonio  Capmany,   fechada 

5  65 


/  .        M  A  R  o  U  i:  S        M  E  R  C  H  A  N 

Hasta  este  momento,  la  vida  de  Ga- 
llardo transcurre  humilde  y  silenciosa,, 
sin  renombre  literario  ni  estimación  po- 
lítica alguna;  pero  su  mucho  ingenio  no 
ha  de  tardar  en  abrirse  camino.  Cierta 
paliza  dada  en  las  calles  de  Cádiz  por 
el  teniente  coronel  don  Joaquín  de  Os- 
ma  al  celebérrimo  individuo  de  la  jun- 
ta central  Calvo  de  Rozas,  (i)  dale  mo- 
tivo para  alcanzar  su  primero  y  ruidosa 
triunfo,  componiendo  un  sazonadísimo 


en  Cádiz  el  5  de  Julio  del  mismo  año,  y  dirigi- 
da a  don  Anselmo  Rodríguez  Rivas,  intendente 
del  ejército  del  centro,  en  que  se  dan  noticias 
de  este  lance. 

(l)  Fué  causa  ocasinal  de  este  suceso,  un 
folleto  de  Calvo  titulado  «/rde  erratas  que  de- 
berá añadirse  a  las  observaciones  o  libelo  que 
con  este  título  ha  publicado  este  supuesto  y 
disfrazado  J.  Aniso»,  en  que  comentaba  con 
acritud,  la  defensa  del  Marqués  de  la  Romana 
hecha  por  su  contrincante  en  el  librillo  a  que 
alude  el  rótulo. 


66 


1:  I.        A  U  D  A  Z        X  A  R  A  M  I  L  L  O 

papel  (lUC  titula  Apología  de  los  palos,  por 
el  bachiller  Palomeque;  ingenua  diatri- 
ba que  repartida  con  profusión  entretie- 
ne a  los  ociosos  de  Cádiz  durante  algu- 
nos días,  y  encumbra  la  fama  satírica  de 
su  autor  a  las  estrellas,  (i) 

Üado  a  conocer  por  este  folleto  como 
agudo  y  donairoso  al  par  que  castizo  es- 
critor, sus  compañeros  de  Cortes  desíg- 
nanle  para  responder  al  vergonzante 
Diccionario  razonado,  manual  para  inteligen- 
cia de  ciertos  escritores  que  por  equivocación 
han  nacido  en  España,  obra  atribuida  a  los 
diputados  Freile  Castrillón  y  Pastor  Pé- 
rez (2),  que  circula  con  descaro  y  que  no 
es  en  substancia  más  que  una  provoca- 

(1)  Se  hicieron  varias  ediciones  en  solo 
unos  días.  Al  año  siguiente  aparece  reimpresa 
en  Lima. 

(2)  Díaz  Pérez,  lo  supone  hecho  por  el  ca- 
nónigo Ayala. 

67 


/.         MARQUES        MERCHAN 

ción  a  los  liberales  motivada  por  sus  ex- 
celentes reformas. 

Gallardo  acepta  el  encargo,  y  compo- 
ne su  Diccionario  Critico-Burlesco,  que  si 
bien  está  inspirado  en  las  obras  de  los 
enciclopedistas  franceses,  y  tiene  ele- 
mentos procedentes  del  Diccionario  Filo- 
sófico de  Bayle  y  algunas  agudezas  de 
nuestros  antiguos  cancioneros,  no  deja 
por  eso  de  ser  una  obra  amena  y  entre- 
tenida, salpicada  de  sales  y  afortunados 
chistes,  prontitudes  y  ocurrencias,  si 
bien  bastante  fuerte  y  atrevida  para  la 
época  en  que  se  compone,  (i) 

El  libro  de  don  Bartolomé  anunciase 
con  anterioridad  a  su  publicación;  un 


(i)  Gallardo  estima  que  el  Diccioyiario  «tie- 
ne algo  de  bueno,  mucho  de  mediano,  y  pluma- 
das también  a  las  cuales  en  todo  rigor  del  arte, 
se  les  puede  disputar  lo  tolerable». 

68 


E  L        A  U  n  A  Z        X  A  R  A  M  I  L  L  O 

ejemplar  recien  salido  de  las  prensas, 
cae  en  manos  de  los  redactores  de  El 
Censor  y  formulan  estos  anticipada  de- 
nuncia. Entérase  Gallardo,  y  con  la 
presteza  que  las  circunstancias  lo  per- 
miten, escribe  el  Cartazo  ai  Censor  general 
por  el  autor  del  Diccionario  Critico-burlesco , 
con  motivo  de  la  impugnación  abortiva  del 
Diccionario,  anunciado  por  las  esquinas  en  son 
de  excomunión,  donde  burlescamente  se 
queja  de  que  «a  su  amado  hijo  le  canten 
el  gori  garlantes  de  haber  nacido»,  (i) 
En  las  esquinas  de  Cádiz,  aparecen 
anatematizadores  carteles  que  rezan: 
«impugnación  del  Diccionario  burlesco, 
que  contra  las  leyes  divinas  y  humanas, 
publicará  un  libertino,  contra  el  regla- 
mento de  la  libertad  de  imprenta,  según 

(i)     N\á.  Apología  del  Altar  y  el  Trono.   To- 
mo I,  Pag.  134  y  siguientes. 

69 


/.        MARQUES        MERCHAN 

ha  ofrecido;  se  denuncia  al  gobierno  y 
al  público » .  La  gente  aguarda  ansiosa  el 
debatido  librejo,  que  hace  meses  está 
compuesto  y  estampado,  mas  espera 
Gallardo  el  nombramiento  de  Bibliote- 
cario de  las  Cortes  y  teme  malograr  su 
propósito  si  sale  a  plaza  su  engendro. 

Viene  la  credencial  y  el  Diccionario 
aparece  precedido  del  cartel  de  venta 
que  lleva  breve  texto: 

«Guerra  declaro  a  todo  monigote. 
Y  pues  que  sobran  razones,  habrá  palos 
desde  los  pies  hasta  el  cogote. » 

Miles  de  ejemplares  se  agotan  en  dos 
días  según  confiesa  el  mismo  P.  Velez  (i) 

(i)  Vid.  Menéndez  Pelayo.  Historia  de  los 
Heterodoxos  Españoles.  Pag.  45 1  y  siguientes. 

Joaquín  Lorenzo  Villanueva.  Mi  viaje  a  las 
Cortes.  Pag.  348. 

Adolfo  de  Castro.  Cádiz  en  tiempo  de  la 
guerra  de  la  Independencia  Pag.  120,  y  suce- 
sivas. 

70 


E  L       A  un  A  /.        X  A  K  A  M  I  L  J.  O 

y  su  Ki^luia  produce  general  conster- 
nación; prumuévense  grandes  escánda- 
los y  algaradas;  don  Salvador  Jiménez 
Padilla  predica  contra  él  en  la  iglesia  de 
San  Lorenzo,  y  un  atrabiliario  y  quijo- 
tesco fanático  apelado  Atanasio  Gui- 
llermo Xaramillo,  hace  fijar  en  las  esqui- 
nas desaforado  cartel  de  desafío,  que 
hoy  provoca  la  risa  a  quien  le  lee,  más  no 
entonces,  cuando  tales  nimiedades  to- 
mábanse en  serio;  dice  así: 

«^Verdadero  desafío  que  para  el  27  de 
este  mes  de  Abril  a  la  una  del  día,  frente 
a  la  parroquia  de  San  Antonio  emplaza 
un  madrileño  honrado,  al  infame,  liber- 
tino, hereje,  apóstata  y  malditísimo  ma- 
drileño, monstruo  abismo  de  los  infier- 
nos, peor  que  Mahoma,  más  taimado 
que  los  llamados  reformadores,  discí- 
pulo de  la  escuela  de  los  abismos.»  Al 

7T 


/.        .]/ ARQUES        MER  CHA  N 

mismo  tienpo  publica  estrambótico  fo- 
lleto, donde  promete  contundir  al  autor 
del  Diccionario. 

«Este  feísimo  joven — dice — aunque 
todos  le  llaman  Gallardo,  debe  morir. 
Faltó  a  las  leyes  de  la  imprenta,  y  de  su 
criminalidad  hago  responsable  a  la  na- 
ción, si  no  le  aparta  de  la  sociedad,  y  le 
envía  a  los  abismos  infernales;  merece  la 
muerte,  sí,  y  que  se  recojan  todos  los 
ejemplares,  y  por  cada  uno  que  falte, 
sacarle  vivo  un  pedazo  de  su  soez  y  po- 
drido cuerpo.  Debe  morir,  porque  en 
Madrid  fué  un  libertino  y  un  escanda- 
loso en  materia  de  religión;  debe  morir, 
porque  en  Cádiz  ha  seguido  el  mismo 
sistema;  y  porque  una  joven  amiga  suya 
llamada  C...  murió  de  repente  (en  mi 
vecindad)  de  resulta  de  una  desazón  que 
con  él  tuvo». 

72 


E  L       A  U  D  A  Z       X  A  R  A  MIL  L  O 

La  vesánica  alocución  termina  con 
a(iiiest('  solemnísimo  desafío:  «por  si  la 
nación  no  toma  la  causa  por  suya,  desde 
ahora  para  el  día  arriba  señalado,  desafío 
en  toda  forma  con  verdad  y  libertad 
santa,  al  autor  del  Diccionario  Critico-Bur- 
lesco, para  con  razones  confudirle,  ate- 
rrarle y  hacerle,  aunque  a  su  pesar,  de- 
cir, que  cuanto  ha  escrito  en  su  Dicciona- 
rio, es  falso  y  sin  ninguna  autoridad,  ha- 
biendo llevado  el  fin  de  pervertir  a  los 
incautos  y  atraerles  al  partido  del  janse- 
nismo y  francmasonería:  Y  si  el  gobierno 
me  lo  permite,  no  tendré  reparo  en  convertir 
este  desafio  en  el  de  sangre  y  allí  mismo  verter 
toda  ¡a  de  su  podrido  corazón  para  que  se 
viese  que  ni  los  perros  la  osaban  lamer.  ■> 

En  pos  de  este  frenético,  dirige  nue- 
vas provocaciones  a  Gallardo,  un  oficial 
de  la  guardia  real,  que  con  la  punta  de 

73 


/.         MARQUES        MERCHAN 

la  espada  va  quitando  cuantos  carteles 
halla  al  paso.  Imprímese  una  petición  di- 
rigida a  las  Cortes  «contra  el  libertinaje 
descubierto  en  el  Diccionario  Critico  Bur- 
lesco», solicitando  quede  don  Bartolomé 
excluido  del  número  de  los  ciudadanos 
(como  primero  y  escandaloso  trasgresor 
de  las  leyes  constitucionales  que  ponen 
a  salvo  la  majestad  de  la  religión),  sea 
corregido  y  enseñado  en  la  doctrina 
cristiana  y  su  libro  entregado  a  las  llamas 
por  mano  del  verdugo. 

El  1 8  de  Abril — día  siguiente  de  la 
publicación — comienzan  las  Cortes  a 
tratar  el  asunto  en  sesión  secreta,  resol- 
viendo casi  unánimemente  «se  manifieste 
a  la  Regencia  la  amargura  y  sentimien- 
to que  ha  producido  al  soberano  Con- 
greso, la  publicación  del  Diccionario,  y 
que  en  resultando  comprobados  debida- 

74 


E  L       A  U  D  A  Z        X  A  R  A  M  I  /.  L   O 

mente  los  insultos  que  pueda  sufrir  la 
religión  por  este  escrito,  proceda  con 
brevedad  a  reparar  los  males  con  todo 
el  rigor  que  prescriben  las  leyes,  dando 
cuenta  a  S.  M.  las  Cortes  de  todo  para 
su  tranquilidad  y  sosiego*. 

Reclama  la  Regencia,  reclama  el  vica- 
riato capitular  de  Cádiz;  la  junta  censo- 
ria examina  el  escrito,  y  le  califica  «sub- 
versivo de  la  ley  fundamental  de  nues- 
tra constitución  (i),  atrozmente  injurio- 
so a  las  órdenes  religiosas  y  al  estado 
eclesiástico  en  general,  y  contrario  a  la 
decencia  pública  >  buenas  costum- 
bres». 

El  día  20,  se  ordena  recoger  el  Dicciona- 
rio, y  es  tanto  el  odio  flotante  contra  Ga- 
llardo, que  aconsejado  por  sus  amigos, 

(i)  Se  había  promulgado  un  mes  antes  de 
«stos  acontecimientos. 

75 


/.        MARQUES       MERCHAN 

déjase  prender  y  recluir  en  el  castillo  de 
Santa  Catalina.  Pero  sucede,  que  com- 
prendiendo la  injusticia  y  ligereza  con 
que  han  obrado,  comienzan  los  impug- 
nadores a  templar  sus  ánimos,  y  don 
Bartolomé  vese  atendido  con  grandes 
extremos  en  la  prisión. 

Cierto  día,  algunas  caritativas  y  her- 
mosas gaditanas  acuden  al  castillo,  lleva- 
das por  el  bonísimo  propósito  de  solazar 
al  recluso,  acompañándole  algún  tiempo. 
Gallardo  recíbelas  con  grandes  muestras 
de  cortesía,  y  no  bien  salen  de  la  maz- 
morra, compone  esta  felicísima  y  pican- 
te décima  que  inserta  en  el  Diario  Mer- 
cantil de  Cádiz: 

Por  puro  siempre  en  mi  fé 

Y  por  cristiano  católico 

Y  romano  y  apostólico 
Firme  siempre  me  tendré. 

76 


EL        A  U  D  A  Z        X  A  A'  .-/  MILLO 

Aunque  encastillado  esté, 
Aunque  más  los  frailes  griten 
Y  aunque  más  se  despepiten, 
Mientras  que  de  dos  en  dos 
En  paz  y  en  gracia  de  Dios, 
Los  ángeles  me  visiten. 


77 


LA  ESTELA  DEL  DICCIONARIO 


Encerrado  tenemos  a  Gallardo  en  el 
castillo  de  Santa  Catalina;  ya  han  cal- 
mado sus  arrestos  los  detractores  in- 
justos; las  compasivas  damitas  gaditanas, 
visitánlo  en  la  prisión;  algunos  perió- 
dicos insinúan  tímidamente  su  defensa; 
los  liberales  moderados  califican  de  im- 
prudente su  conducta  por  haberse  arro- 
jado a  estampar  especies  que  aún  no 
puden  circular  en  España  con  tanta  sol- 
tura; los  mas  exaltados  elogian  franca- 
mente su  proceder. 

Pero  como  inquisitorial  es  el  fallo  ob- 
tenido por  el  ajetreado  diccionario  de 

79 


/.        MARQUES        MERCHAN 

la  junta  censoria,  Gallardo  vese  en  el  ca- 
so de  impugnarla  redactando  a  tal  fin  su 
famosa  «Contestación*  (i)  en  que  rebate 
con  un  grancejo  y  agudeza  de  ingenio 
— tal  vez  superior  al  empleado  en  la  obra 
debatida — los  excesos  de  la  denuncia 
que  el  vicario  capitular  don  Mariano 
Martín  Esperanza  hizo  a  la  Regencia  y  el 
dictamen  cruento  que  de  ésta  alcanzara. 
Ni  lisonja  ni  adulación  en  ella  emplea, 
ni  se  retracta  de  lo  escrito,  ni  muéstrase 
temeroso  de  nuevos  y  severos  casti- 
gos; firme  y  resuelto  hace  la  apología 
del  Diccionario,  en  páginas  saladísimas, 

(i)  Contestación  del  autor  del  Dicciona- 
rio Crítico-Burlesco  a  la  primera  calificación  de 
esta  obra,  expedida  por  la  junta  censoria  de  la 
provincia  marítima  de  Cádiz. 

Isla  de  León.  Por  José  Periu  1820. 

Entre  las  autoridades  que  cita,  trae  casi  tra- 
ducido del  latín  el  Salmo  de  S.  Agustín  contra 
ios  donatistas.  Saca  mucho  jugo  del  libro  del 
P.  Boneta  Gracias  de  Gracia. 

80 


L^      ESTELA      DEL       DICCIONARIO 

y  apcsar  de  esla  actilud  gallarda,  t'n 
pugna  con  la  junta  de  censura,  arrán- 
cale nueva  y  mesurada  calificación,  en 
la  que  decláranle  casi  inocente;  Ga- 
llardo confórmase  con  ella,  prometien- 
do borrar  algunas  palabras  malsonan- 
tes. 

<  Era  necesario — escribe  don  Bartolo- 
mé— permítaseme  decirlo — era  necesa- 
rio todo  el  amor  a  lo  recto,  y  el  entu- 
siasmo que  por  el  bien  de  la  patria  abra- 
sa mi  alma,  para  arriesgarse  a  estam- 
par un  desengaño  que  a  tantos  ofende, 
sin  temor  de  la  poderosa  contradicción 
y  la  borrasca  de  persecuciones  que  se 
había  de  levantar  contra  el  primero  que 
aventurase  esa  verdad,  tan  provechosa 
como  amarga.  Mártir  podía  este  llamarse 
desde  luego;  y  yo  no  he  vacilado  en  pre- 
sentar mi  cabeza  a  la  corona  del  marti- 

6  8i 


/.        MARQUES        M E  R  C  H  A  N 

rio,  persuadido  de  que,  hago  el  sacrifi- 
cio más  útil  a  mis  conciudadanos.» 

El  Diccionario  Critico-Burlesco  (que  M. 
Pelayo  conceptúa  muy  inferior  a  la  Apo- 
logía de  ios  palos)  {i)  señala  un  punto  cum- 
bre en  la  historia  de  nuestro  liberamien- 
to  espiritual.  Rompe  la  cadena  de  pre- 
juicios, y  atávicas  influencias  que  atena- 
zaba con  reciedumbre  el  impulso  del 
avance  idealista,  lastrándole  de  inepti- 
tud. Alma  libre  y  sentimientos  nuevos, 
pide  Gallardo  con  arrojo:  sinceridad  y 
nobleza  en  el  pensar:  hidalguía  constan- 
te en  el  hacer. 

«Desde  que  sacudido  el  torpe  letargo 
en  que  nos  tenía  adormecido,  no  se  si  di- 
ga nuestra  genial  flojedad,  o  una  lealtad 
mal  entendida,  se  divisó  en  España  la 

(i)  Vid.  Nuestro  Siglo  Página  141.  Adicio- 
nes. 

82 


/../       ¡iSTELA      DEL      DICCIONARIO 

aurora  de  un  reinado  ícliz,  donde  impe- 
rase la  ley  y  la  justicia;  como  tantos  años 
había  mandado  el  antojo,  hubo  gentes 
viendo  la  general  tendencia  de  los  espí- 
ritus hacia  lo  recto,  y  temiendo  como 
primera  consecuencia  de  esta  sed  ar- 
diente de  verdad  y  de  justicia,  el  menos- 
cabo de  sus  intereses  y  conveniencias 
personales,  que  están  en  contradicción 
con  el  interés  general,  se  mancomuna- 
ron con  otros  de  la  misma  raza  para  so- 
focar este  espíritu  incoercible  de  liber- 
tad, y  atajar  el  progreso  de  la  civilización 
y  de  las  luces,  que  promueve  entre  nos- 
otros el  mismo  tirano  que  nos  intenta 
embrutecer  y  subyugar.  Los  naturales 
aliados  de  estos  egoístas  mundanos, 
son  los  hipócritas:  y  a  unos  y  a  otros  se 
han  agregados  algunos  hombres  ilusos, 
pero  de  buena  fe:  y  todos  en  masa  están, 

S3 


/.        MARQUES        MERCHAN 

desde  el  principio  de  nuestra  milagrosa 
insurrección,  haciendo  la  guerra  a  los 
buenos  patriotas,  a  los  buenos  ingenios 
y  a  las  buenas  ideas. 

No  sería  suyo  el  triunfo  si  pelearan  de 
leal  a  leal;  pero  sintiendo  la  desigualdad 
de  sus  fuerzas  apelan  a  ruines  estratage- 
mas, para  hacerse  fuertes  y  casi  invenci- 
bles. La  religión  es  su  escudo;  la  iglesia 
su  baluarte;  saben  la  extrema  delicade- 
za conque  el  pueblo  español  ha  mirado 
siempre  las  cosas  de  la  fé,  y  tomando  por 
texto  el  que  los  enemigos  de  ellos  lo 
son  de  la  Divinidad,  clamorean  hipócri- 
tas el  nombre  de  Dios  con  que  aturden  a 
los  fieles  incautos;  y  conjuran  como  dia- 
bólicas las  doctrinas  que  no  son  contra- 
rias sino  a  sus  mezquinos  intereses.  La 
defensa  de  su  peculio  quieren  persuadir 
que  es  la  defensa  de  la  religión:  la  cau- 

84 


LA       ESTELA       DEL      DICCIONARIO 

sa   de   ellos,  la  causa  de  Dios.  ¡Blasfe- 
mos! ^>  (i) 

Contra  estos,  ha  compuesto  su  obra,  y 
a  pesar  de  los  rabiosos  clamores  levan- 
tados, a  nada  teme:  «mi  conciencia- 
dice— me  da  toda  aquella  fortaleza  que 
no  puede  caber  jamás  en  el  ánimo  de  un 
inicuo».  «Yo  no  pido  perdón,  sino  justi- 
cia >  que  «la  luz  no  ofende  a  la  verdad 
pero  sí  a  los  que  viven  de  los  errores  po- 
pulares^. 

El  5  de  Julio,  continúa  Gallardo  en  su 
prisión.  El  17,  comunica  a  las  Cortes  el 
Ministro  de  Gracia  y  Justicia,  que  la  jun- 
ta de  Censura  ha  reformado  su  sentencia 
contra  el  Diccionario.  El  mismo  día  se 
trata  de  ello  en  sesión  secreta,  pero  no 
hay  acuerdo. 

En  tanto  los  parciales  de  don  Bartolo- 

(l)     Contestación.  Págs.  1 5- 1 7. 

85 


/.        MARQUES        MERCHAN 

mé,  delatan,  como  anticonstitucional  el 
Diccionario  Razonado,  pretexto  del  Critico- 
Burlesco, y  obtienen  su  condenación  <  por 
minarlas  instituciones  que  el  Congre- 
so nacional  tenía  sancionadas».  Pasan 
dos  días;  la  junta  levanta  el  castigo  a  don 
Bartolomé,  y  a  la  caida  de  una  tarde  de 
estío  mientras  las  bombas  francesas  llue- 
ven intermitentes  con  su  curva  de  fuego 
sobre  la  ciudad  de  las  Cortes,  recobra  la 
libertad. 

Careciendo  de  casa  propia  y  temeroso 
del  trato  descomulgado  de  las  patronas 
gaditanas,  preséntase  a  su  amigo  y  co- 
rreligionario don  Tomás  Carcía  Luna, 
rico  comerciante  y  hombre  placentero  y 
bondadoso,  exaltado  en  sus  conviccio- 
nes políticas,  que  no  tiene  reparo  en  ad- 
mitirle, tenerlo  a  mesa  y  mantel,  y  pro- 
porcionarle cuanto  dinero  para  sus  gas- 

86 


LA      ESTELA       DEL      DICCIONARIO 

tos  necesita;  más  queriendo  hacerle  tan 
señalados  favores  de  manera  delicada, 
sin  herir  su  puntilloso  honor  lo  mas  leve, 
ruégale  acepte  el  cargo  de  preceptor  li- 
terario de  Tomasito,  su  hijo,  jovenzuelo 
apocado  y  tímido,  jefe  más  tarde  de  la 
escuela  de  Filosofía  Ecléctica  española. 
El  20  de  Julio,  torna  a  desempeñar  su 
cargo  en  la  Biblioteca  de  las  Cortes,  (i) 
Vuelve  el  asunto  al  Congreso  y  en  la 
sesión  del  21  álzase  la  desprestigiada 
voz  del  canónigo  Ostalaza,  que  firme  y 
sereno,  con  audacia  rayana  en  la  proca- 
cidad, defiende  una  propuesta  enca- 
minada a  no  consentir  quede  firme  el 
dictamen  de  la  junta  Censoria  de  Cádiz, 

(i)  Es  de  advertir  que  Gallardo  fué  exacto 
cumplidor  de  sus  deberes  como  bibliotecario. 
A  liberales  y  absolutistas,  sirvió  con  el  mismo 
empeño  ayudándoles  en  sus  consultas,  y  facili- 
tándoles toda  suerte  de  libros  y  papeles. 

87 


/.        I\i  ARO  U  ES        M  E  R  C  HA  N 

por  demasiado  benigno,  sino  que  revi- 
sado el  fallo  recaiga  nueva  y  definitiva 
calificación  de  la  junta  suprema. 

A  tan  fementido  proceder,  no  avié- 
nese  don  Juan  Nicasio  Gallego,  que 
auxiliado  por  otros  cuatro  Diputados, 
protesta  enérgicamente,  arrastrando  en 
favor  suyo  a  la  presidencia  misma  y  a 
los  curiosos  de  la  galería,  que  acaudilla 
el  cojo  de  Málaga — víctima  más  tarde  de 
la  reacción  absolutista,  —  empeñados 
todos  en  hacer  callar  por  fuerza  a  Osta- 
laza,  enemigo  jurado  déla  libertad  de 
imprenta. 

Ni  los  denuestos,  ni  la  ardorosa  gre- 
guería, intimidan  a  otro  eclesiástico  ape- 
llidado Lera,  que  interrumpido  infinitas 
veces  por  el  Presidente,  logra  llegar  al 
final  de  su  peroración,  reducida  en  subs- 
tancia a  escandalizarse  de  que  un  serví- 


LA       ES'IEL.l      DEL      DICCIONARIO 

dor  del  poder  i)úl)lico,  a  quien  acaba  de 
conferirse  el  cargo  de  Bibliotecario  tras 
haber  desempeñado  el  de  oficial  mayor 
del  Diario  de  Cortes,  mófese  de  lo  que 
la  nación  ama  más  que  su  propio  ser  y 
su  independencia:  de  las  instituciones 
religiosas  y  de  sus  representantes  au- 
gustos. 

Acallado  el  vocerío,  levántase  a  res- 
ponderle la  figura  varonil  y  simpática 
del  Conde  de  Toreno,  joven  entonces 
y  fogoso  orador.  Con  palabras  sobrias  y 
precisas,  tilda  a  Ostalaza  y  a  Lera  de 
falta  de  sinceridad,  de  alejarse  por  falso 
celo  del  espíritu  de  tolerancia  que  res- 
piran los  sagrados  libros,  y  de  «profanar 
el  santuario  de  la  verdad,  con  palabras 
de  sangre  y  fuego»,  opinando,  no  ha 
lugar  la  proposición  debatida,  por  ser 
contraria  a  la  libertad  de  imprenta.  Así 

89 


/.        MARQUES        M E  R  C H  A  N 

se  acuerda  antes  de  levantarse  la  sesión, 
entre  un  murmullo  espantoso,  que  aho- 
ga la  voz  de  Ostalaza,  cuando  encarán- 
dose con  los  periodistas  de  las  tribunas, 
llámalos  «charlatanes  que  han  tomado 
por  oficio  el  escribir,  en  lugar  de  tomar 
iin  fusil»  y  que  vergonzosamente  quie- 
ren supeditar  al  Congreso. 

Más  no  por  esta  medida  dirímese  el 
asunto;  los  prelados  publican  alarmantes 
pastorales,  calificando  la  obra  de  heré- 
tica; prohíbenla  en  sus  diócesis  (i),  y 
cierto  desconocido,  arquetipo  del  fana- 
tismo más  repulso,  da  a  luz  menguado 
folleto    <  Contra  el  libertinaje    descu- 


(l)  No  solo  en  España,  sino  en  América  al- 
canzó la  reprobación  eclesiástica.  Vid.  Entre 
otras,  la  carta  pastoral  publicada  por  el  don  An- 
tonio Burjosa  y  Jordán,  Arzobispo  electo  y  Go- 
bernador del  arzobispado  de  México,  fechada 
en  2  de  Septiembre  de  l8l2. 

90 


LA      ESTELA       DEL      DICCIONARIO 

bierto  en  el  Diccionario  Critico-Burlesco.  •> 
(i)  En  tono  descomedido  y  autoritario  al 
par  que  execrable,  pide  al  soberano 
Congreso  «se  declare  a  Gallardo  infame 
e  indigno  de  la  ciudadanía,  incapaz  de 
gozar  ni  ejercer  en  ningún  tiempo  los 
derechos  de  español,  por  turbador  de 
la  patria,  y  destructor  de  lo  hecho  hasta 
entonces  en  su  favor  %  terminando  la 
virulenta  acometida— notabilísimo  ejem- 
plo de  falta  de  gramática  absoluta — pi- 
diendo se  entregue  el  libro  a  las  llamas 
por  manos  del  verdugo. 

Y  pasan  algunos  meses,  y  don  Barto- 
lomé va  olvidando  las  desazones  que  la 
trajera  su  discutido  Diccionario;  pero  el 
13  de  Noviembre  otro  Diputado,  don 

(i)  En  la  parte  dogmática  fué  auxiliado  Ga- 
llardo por  el  canónigo  Navas,  catedrático  del 
Instituto  San  Isidro  de  Madrid,  que  se  encon- 
traba accidentalmente  en  Cádiz. 

9r 


/.        MARQUES        MERCHAN 

Simón  López,  vuelve  a  intentar  la  em- 
presa frustrada,  de  Ostalaza,  y  propone 
a  la  Cámara,  sírvase  separar  inmediata- 
mente a  Gallardo  de  su  puesto  de  bi- 
bliotecario, y  trasmitir  a  la  regencia  ór- 
denes severísimas  que  atajen  las  fre- 
cuentes agresiones  contra  el  dogma  y  la 
disciplina;  piden  otros  diputados  la  lec- 
tura del  edicto  del  vicariato  capitular  y 
las  condenaciones  fulminadas  por  los 
obispos,  pero  los  liberales  desátanse 
contra  ellos,  especialmente  Calatrava — 
el  admirable  Calatrava — y  Toreno,  muy 
condolidos  de  que  el  Congreso  se  ocupe 
de  tales  «necedades»  cual  si  de  ellas  de- 
pendiese la  salvación  de  la  patria. 

Más  tarde,  en  la  sesión  del  veinte  del 

mismo  mes,  el  diputado  Zumalacárre- 

gui,  presenta  nueva  proposición  de  no 

ha  lugar  a  deliberar,  que  se  vota  por  exi- 

92 


/../      ESTELA       DEL      DICCIONARIO 

yüa  mayoría,  con  lo  que  parece  finado  el 
asunto,  y  *  salvado  de  las  garras  del  fa- 
natismo el  inocente  Gallardo  >;  más  no 
es  así,  porque  reunidos  treinta  diputa- 
dos absolutistas,  formulan  una  especie 
de  protesta  con  el  nombre  de  «Carta 
misiva  >,  que  viene  de  nuevo  a  enzarzar 
los  ánimos.  Zumalacárregui  la  denuncia 
a  las  Cortes,  y  a  petición  de  Arguelles  y 
Toreno,  se  nombra  una  comisión  espe- 
cial, que  proceda  contra  los  firmantes  o 
contra  el  verdadero  autor  de  la  carta,  si 
las  firmas  constituyen  una  superchería. 

La  comisión  opina  que  el  asunto  pase 
a  la  regencia,  y  de  ésta  a  la  junta  de  cen- 
sura, donde  averiguase  que  el  original 
ha  sido  entregado  en  la  imprenta  por  el 
diputado  don  Manuel  Ros,  Doctoral  de 
Santiago. 

Enteradas  las  Cortes  de  esta  pesquisa, 

93 


/.        MARQUES       MERCHAN 

el  2  de  Diciembre  propone  Zumalacá- 
rregui  que  se  proceda  criminalmente 
por  el  Congreso  mismo  contra  Ros,  en 
el  término  preciso  de  quince  días.  Osta- 
laza  y  don  Bernardo  Martínez  le  defien- 
den ardorosamente;  protesta  Larrazábal 
de  esta  infracción  de  la  ley  de  Imprenta, 
y  de  la  magestad  del  diputado;  pero  la 
mayoría  decide  pronunciar  adverso  fa- 
llo, y  Ros  es  sometido  a  un  proceso, 
arrestado  cerca  de  un  año,  y  arrojado  al 
fin  del  Congreso,  como  indigno  de  per- 
tenncer  a  la  representación  nacional,  (i) 
El  triunfo  de  Gallardo  es  completo;  al 
vicario  capitular,  condenador  del  Dic- 
cionario,  le  entregan  las  Cortes  al  Juz- 

(l)  Contra  este,  escribe  Gallardo  (según 
Díaz  Pérez)  el  «Cartapel  a  don  Guazo»  que  se 
ha  perdido,  obrilla  paralela,  a  la  «Crítica  semi- 
burlesca  de  la  calificación  del  impreso  titulado 
Diccionario  Crítico-Burlesco.» 

94 


/„-/       ES  ILLA       I^iL       niCCIoNARIÜ 

^ado  cclosiásLico,  y  el  vesánico  Xarami- 
llo  sufre  una  reclusión  de  ciento  cuaren- 
ta y  nueve  días  en  el  Castillo  de  Santa 
Catalina,  donde  a  ruegos  de  su  familia  y 
amigos  y  hastiado  del  encierro,  suscribe 
una  retractación  total  de  su  reto,  com- 
puesta por  Gallardo,  hecho  lo  cual  ob- 
tiene la  libertad,  (i) 

^lás  apenas  se  ve  libre,  imprime  otro 
papel  iracundo  que  llama,  «Inversión 
oportuna»,  refiriendo  lo  acaecido  en  la 
formación  de  su  proceso,  dirigido,  según 
él,  enteramente  a  gusto  de  los  liberales, 
y  temeroso  de  nueva  persecución  hu- 

(l)  Tanto  Ostalaza,  como  el  INÍarqués  de  Pa- 
nes y  «El  Procurador»,  elogiaron  mas  tarde  a 
Gallardo.  Don  Bartolomé  se  burló  con  suma 
acritud  de  estos  elogios  en  el  artículo  comuni- 
cado inserto  en  el  número  DLXXIII  de  El 
Redactor  General,  correspondiente  al  Jueves 
8  de  Enero  de  1813.  Vid.  Adolfo  de  Castro. 
Las  Cortes  de  Cádiz.  Complemento  de  las  se- 
siones verificadas... 

95 


/.        MARQUES        MERCHAN 

ye  de  Cádiz,  anticipándose  a  la  pena  de 
destierro  que  le  ha  sido  impuesta,  po- 
niendo término  de  esta  guisa  a  su  cele- 
bérrimo desafío. 


4^6 


LA  EMIGRACIÓN 


Después  de  tan  sonadas  aventuras, 
permanece  don  Bartolomé  en  Cádiz  du- 
rante el  resto  del  sitio,  y  sólo  marcha  a 
Madrid,  cuando  libre  de  franceses  la  ca- 
pital, y  conjurado  todo  peligro  de  nueva 
ocupación,  resuelven  las  Cortes  estable- 
cerse en  ella.  Ya  en  Madrid,  comienza  a 
publicar  un  periódico — «La  Abeja  Ma- 
drileñas—donde diariamente  da  cuenta, 
con  su  habitual  ingenioso  desenfado,  de 
las  sesiones  del  Congreso,  simulando  es- 
caramuzas militares,  entre  ambas  hues- 
tes, liberal  y  servil,  nombrando  por  apo- 

7  97 


/.        AÍA  R  Q  U  ■•:  S       ME  R  CHA  N 

dos  y  remoquetes  de  su  propia  inven- 
ción, a  los  diversos  jefes  o  paladines  de 
ambos  campos.  Llámale  a  Calatrava,  El 
Maestre;  a  Arguelles,  El  Divino;  al  Obispo 
de  Puebla  El  Preste  Juan;  a  Mozo  Rosa- 
les, Muelle  Flojo;  a  Calderón,  Caldo  Pútri- 
do; a  Ostalaza,  Ostiones;  y  a  Martínez  de 
la  Rosa  que  firma  siempre  los  partes.  El 
Barón  del  Bello  Rosal,  General  en  Jefe. 

Transcurre  algún  tiempo;  los  france- 
ses son  derrotados  en  Vitoria  y  Tolosa, 
ajustase  el  tratado  de  Valencey,  y  Fer- 
nando VII  resuelve  volver  a  España.  Las 
Cortes  le  fijan  el  itinerario,  varíalo  a  su 
arbitrio  y  marcha  a  Valencia.  Allí  recibe 
pruebas  de  denigrante  servilismo,  allí 
principia  a  conspirar  contra  el  régimen, 
y  allí  pronuncia  el  discurso,  desgracia- 
damente célebre,  en  que  vierte  especies 
como  ésta:  «Yo  trataré  con  los  Procura- 

98 


A    ./  E    M    I    C    A'    .-/     C    I    O    N 

doit's  de  España  y  df  sus  Indias,  y  en 
Cortes  legítimatiientc  convocadas...  de 
establecer  sólida  y  legítimamente  cuan- 
to convenga  al  bien  de  mi  reino  ^.  Ga- 
llardo es  hombre  prevenido  y  avizor, 
columbra  en  lontananza  los  falaces  in- 
tentos de  Fernando,  la  barbarie  de  la 
reacción  cjue  se  aproxima,  y  sin  aguar- 
dar un  mouKmto  abandona  Madrid,  di- 
rigiéndose a  Portugal  por  el  punto  más 
cercano. 

En  Campanario,  descansa  con  premu- 
ra; únese  al  conde  de  Toreno,  y  salvando 
arrojadamente  penalidades  sin  límites, 
arriban  a  Lisboa,  donde  acógelos  gozozo 
don  Ignacio  de  la  Pezuela,  embajador 
de  España  por  aquel  entonces. 

Un  mes  permanecen  en  esta  ciudad, 
esquivando  la  diligencia  del  gobierno 
lusitano,   comisionado   por    el   español 

99 


/.        MARQUES         MERCHAN 

para  aprehenderles,  transcurrido  el  cual 
embarcan  gracias  a  los  subsidios  que 
generosamente  les  facilita  Pezuela,  en  el 
buque  portugués  «Nossa  Senhora  do 
Rosario»  que  les  lleva  a  Bristol,  de 
donde  pasan  a  Londres,  ya  impuestos 
del  trágico  final  de  las  gloriosas. 

Poco  después  van  llegando  los  burla- 
dores de  la  abyecta  lacería  absolu- 
tista: Mendizábal,  Alcalá  Galiano,  Is- 
turiz,  Villanueva,  Puiblanch,  Florez  Es- 
trada.... 


lOO 


LA  PAZ  DEL  DESTIERRO 


Está  en  Londres  la  vida  de  Gallardo, 
llena  de  paz  y  de  templanza.  Acogido 
con  obstensible  agrado  por  el  Gobierno 
Inglés,  (i)  se  entrega  plenamente  a  lite- 
rarias empresas  y  labores  bibliográficas. 
Estudia  gramática  con  preferencia  (lle- 
gando a  leer  más  de  treinta)  y  dase  tam- 
bién a  los  diccionarios,  componiendo  (si 
a  sus  palabras  hemos  de  dar  crédito)  una 

(i)  Le  asignó  una  pensión  anual  de  diez  mil 
reales.  No  tenemos  noticia  de  ningún  emigra- 
do que  recibiese  mayor  cantidad. 

Estos  socorros  concedidos  liberalmente  por 
el  Gobierno,  unidos  a  los  proporcionad(7s  por 
los  comités  de  auxilio,  constituian  la  base  del 

I  oí 


/. 


MARQUES        M  E  R  CH  A  N 


obra  de  cada  especie, — garfiñadas  y  per- 
didas el  día  de  S.  Antonio — superiores 
en  conocimientos  y  riqueza  filológica,  a 
cuantas  hasta  entonces  habíanse  en  Es- 
paña publicado,  (i) 

En  los  ratos  de  ocio,  va  leyendo  His- 
torias de  Inglaterra,  y  copiando  en  las 

vivir  de  la  mayoría  de  refugiados.  Como  su 
número  aumentase  grandemente,  después  de  la 
trágica  huida  del  23,  hubo  el  Gobierno  de  fijar 
una  escala  gradual  de  limosnas,  hecha  de  acuer- 
do con  el  oficio  o  cargo  de  los  solicitantes. 

Alcalá  Galiano  en  sus  Recuerdos  de  icn  ancia- 
no (Pag.  519)  ía  inserta  y  es  como  sigue: 

I   Clase     ....      5  libras  (mensuales) 


4 

3  V2 
3 

2  V., 
2 


La  clase   cuarta  correspondía  a  los  literatos. 

(l)  Del  «Diccionario  autorizado  de  la  len- 
gua castellana»  (que  éste  era  su  título)  tenía 
compuestas  el  año  1 820,  según  recuento  hecho 
antes  de  salir  de  Londres,  con  la  asistensia  de 
sus  amigos  Garrido  y  Robles,  más  de  150.OOO 
cédulas. 


102 


L  A     P    \  Z     n  li  L     I)  ]■:  S  T  I  E  R  R  O 

bibliotecas  de  acreditados  hispanófilos, 
ricas  en  manuscritos  de  antiguas  trovas 
castellanas,  coplas  y  romances  a  los  que 
piensa  dar  publicidad  cuando  retorne  a 
España;  más  como  la  estancia  en  extran- 
jera tierra  se  prolonga,  y  son  muchos  los 
papeles  y  noticias  curiosas  (|ue  atesora, 
y  su  alma  templada  para  la  lucha  no 
aviénese  a  permanecer  inactiva,  se  arro- 
ja a  publicar  un  periódico,  que  bajo  el  tí- 
tulo Gabinete  de  Curiosidades,  servirale  pa- 
ra darlas  a  conocer. 

Puigblanch — catalán  eruditísimo,  au- 
tor del  renombrado  libro  La  Inquisición  sin 
mascara  —entérase  del  proyecto,  y  tan 
duramente  lo  combate  con  viles  arti- 
mañas, que  consigue  no  vea  la  luz  públi- 
ca el  Gabinete;  y  es  que  Puigblanch  tiene 
un  amigo — Fernández  Sardiño — que  di- 
rije  otro  periódico  (El  Español  Constancio- 

103 


/.         MARQUES        MERCHAN 

nal) al  que  seguramente  hubiese  derroca- 
do el  de  Gallardo  por  su  superioridad  li- 
teraria. No  juzguemos  su  conducta;  con- 
signemos tan  solo  que  esta  contrariedad 
amargó  bastante  el  ánimo  de  don  Barto- 
lomé, (i) 

Entonces,  recluido  en  su  casa  de  No- 
ble Street,  o  en  su  quinta  de  Pentonville, 
dedícase  de  lleno  a  glosolálicas  tareas. 
Trabaja  una  Filosofía  de  la  Lengua  Españo- 
la, un  Vocabulario  provincial  Americano,  un 
Diccionario  Ideopático  Español,  una  Proso- 
dia y  arte  rítmica  española,  y  utiliza  su 
crecida  amistad  con  Andrés  Bello,  resi- 
dente en  Londres  por  aquella  fecha,  co- 
mo medio  consecutivo  de  la  perfección 

(i)  También  en  sus  Opúsculos  Gramáticos 
satíricos  de  los  que  dijo  M.  Pelayo  (Vid.  Hete- 
rodoxos españoles  Pag.  67  Tomo  III),  eran  lo 
más  insolente  que  había  leido  en  castellano,  le 
tira  algunas  venenosas  puntadas. 

J04 


L A     P A  Z    D E L      n  ES  T 1 E  R R  O 

lingüística, Ola  poi  carta,  ora  de  viva  voz. 
En  i"  de  Octubre  de  1816  le  escribe: 

«Amigo  y  dueño:  pienso  no  salir  de 
noche  en  toda  esta  semana.  Si  usted, 
pues,  gusta  favorecerme,  siempre  me 
hallará  a  su  disposición,  deseoso  de  dar 
pasto  al  alma  en  dulce  y  provechosa  plá- 
tica. 

De  esta  podemos  disfrutar  aún  sin  sa- 
car el  pié  de  nuestros  respectivos  tugu- 
rios, ni  atravesar  páramos  ni  calles  per- 
durables, en  haciendo  mensajera  de 
nuestras  palabras  en  vez  del  aire,  de  si- 
lla a  silla,  la  estafeta  de  Pentonville  ó  So- 
merstown.  Esta  correspondencia  puede 
sernos  muy  cómoda  y  agradable,  llevada 
galanamente.  De  otra  manera  tampoco 
podría  yo  entablarla  sin  peligro  de  dis- 
traerme de  mis  tareas  de  biblioteca  y 
diccionario,  que  son  al  presente  mi  prin- 

105 


/.        MARQUES        MERCHAN 

ripal  ocupación.  Tiempo  vendrá  en  que 
pueda  volverme  del  todo  a  mis  investi- 
gaciones filosófico-gramaticales,  género 
de  estudio  que  embebece  y  deleita  mi 
espíritu  cual  ninguno.  En  este  concepto 
abro  la  correspondencia,  pronto  empero 
a  llamarme  a  fuera,  siempre  que  vea  que 
me  va  ocupando  demasiado»,  (i) 

Y  discurren  los  años  en  valientes  pes- 
quisas y  sonados  rebuscos  en  las  biblio- 
tecas de  los  hispanistas,  caballeros  He- 
ber  y  Goeden,  en  estrecho  carteo  con 
Liaño  (2),  en  satirilla  amena  con  los  ocio- 
sos emigrados;  abortan  en  la  patria  re- 
dentores avances,  y  las  nuevas  del  alza 
liberal  al  fin  arriban,  triunfales  y  hala- 
güeñas. 

(i)  Vid.  Biblioteca  Histórica  de  la  Filolo- 
gía Castellana,  por  el  Conde  de  la  Vinaza. 
Págs.  1.397-98. 

(2)  Español  de  vastos  conocimientos,  bi- 
bliotecario del  Rey  de  Prusia. 

106 


DON  TOMAS 


Los  excesos  despóticos  de  la  reacción 
absolutista,  habían  sido  humillados  por 
el  grito  salvador  que  en  Las  Cabezas  de 
San  Juan,  lanzara  Riego;  ya  la  Consti- 
tución del  año  doce  nuevamente  impe- 
raba, y  las  ideas  podían  obstentarse  con 
entera  libertad;  ya  los  patricios  ilustres 
que  huyeron  al  ver  exánime  la  redentora 
obra  que  formaran  con  tan  generoso  im- 
pulso, sin  obstáculo  ninguno  podían  re- 
gresar a  España. 

Gallardo,  con  esta  nueva,  recibe  ale- 
gría inmensa,  y  presto  abandona  Lon- 


/.         MARQUES        MERCHAN 

dres  y  embarca  con  rumbo  a  Francia. 
En  París  se  detiene  brevemente,  mar- 
chando enseguida  a  Burdeos,  de  donde 
parte  para  Cádiz.  Llega  al  puerto;  los 
gaditanos  acuden  a  saludar  a  los  emi- 
grados que  con  ellos  sufrieron  los  amar- 
gores del  sitio,  y  el  recibimiento  es  so- 
lemne. Don  Bartolomé  recoje  su  equi- 
paje, cruza  entre  la  bandada  de  curio- 
sos y  en  una  carretela  dirígese  a  casa  de 
Luna. 

Su  amigo  don  Tomás  ha  muerto,  pero 
él  prefiere  a  los  mezquinos  hostales  ga- 
ditanos, el  aposento  confortable  donde 
ocultó  su  desgracia  los  aciagos  días  que 
siguieron  a  la  publicación  del  Diccio- 
nario; y  sin  tener  en  cuenta  que  la  viuda 
es  una  señora  excesivamente  religiosa, 
cuajada  de  escrúpulos  y  en  extremo 
fanática,  que  nunca  miróle  con  buenos 

io8 


DON  T       O       M      A       S 

ojos,  soportándok;  tan  solo  a  regaña- 
dientes, por  mero  respeto  y  amor  a  su 
marido,  preséntase  a  t^lla  todo  lleno  de 
confianza,  en  demanda  de  hospitalidad. 
Tomasito  y  su  excelente  madre,  quedan 
pasmados  ante  la  aparición  inesperada; 
pero  el  intrépido  Gallardo,  sin  atender 
las  muestras  de  extrañeza  de  sus  bon- 
dadosos huéspedes,  ordena  se  le  instale 
sin  dilación  alguna  en  su  vivienda  anti- 
gua, espárcelos  trebejos  a  su  antojo,  y 
pártese  a  abrazar  a  los  amigos. 

La  viuda  y  su  hijo,  cohibidos,  no 
atrévense  a  protestar  de  este  audaz  alla- 
namiento del  domicilio,  y  encierran  su 
disgusto  en  penoso  mutismo;  pasan  los 
días, y  como  don  Bartolomé  no  tiene  que 
guardar  respetos  al  viejo  Luna  por  di- 
funto, conviértese  en  tirano  de  la  casa, 
y  lo  que  a  los  ojos  de  la  buena  dueña  es 


/  .        MA  R  O  U  E  S        M  E  R  C  H  A  N 

peor,  tómase  licencias  con  las  criadas,  y 
lleva  y  trae  a  su  habitación  algunas  me- 
retrizes. 

Después  de  muchas  ansias,  la  viuda, 
que  había  consultado  como  caso  de  con- 
ciencia al  confesor,  fué  estrechada  po  r 
este,  para  que  a  la  mayor  brevedad  ro- 
gase al  impío  Gallardo,  abandonara  la 
casa  voluntariamente,  o  en  último  ex- 
tremo, mostrándose  enérgica  le  arrojase 
severa. 

Decidida  a  ello,  un  grave  obstáculo,  al 
parecer  insuperable,  dilató  el  cumpli- 
miento del  mandato,  ^'quién  atrevíase  a 
noticiar  a  Gallardo  resolución  tan  vio- 
lenta? La  timorata  señora  temíale  como 
a  una  espada  desnuda,  y  desde  el  día  en 
que  albergóle  pasábalo  encerrada  en  su 
habitación,  sin  atreverse  a  salir.  Tomasi- 
to,  aunque  ya  hombre  granado,  con  su 

lio 


/)        ,  )       .V  ()       M       .1       S 

timidez,  su  moderantismu,  y  su  pacata 
tilosotía,  no  solo  tenía  carencia  de  tuer- 
za moral  [)ara  el  lance,  sino  que  tratado 
conu)  un  doctrino  por  don  Bartolomé,  y 
conocedor  de  su  aspereza  de  carácter  y 
la  iracundia  que  exaltábale  apenas  se 
molestaba,  temía,  y  nu  sin  razón,  que  le 
enderezase  alguna  burla  sangrienta,  y 
continuara  impertérrito  sin  hacerle  el 
menor  caso. 

F'uéronse  entonces  con  el  expediente 
al  cura,  suplicándole  que  él  en  nombre 
de  madre  e  hijo,  se  encargara  de  notifi- 
car el  desahucio;  pero  el  cura  aferróse  a 
la  idea,  de  que  ellos  y  solamente  ellos 
habíanlo  de  hacer.  Por  ñn,  tras  arduo 
meditar,  ocurriósele  a  Tomás  una  feliz 
idea  propia  de  su  filosofía  del  justo  me- 
dio; escribióle  una  carta  muy  respetuosa 
y  suave  en  extremo,  para  que  se  desliza- 

/// 


/.         MARQUES        MERCHAN 

se  sin  el  menor  tropiezo,  pero  que  en  el 
fondo  venía  a  decir:  «que  muerto  su  se- 
ñor padre,  las  circunstancias  habían  va- 
riado, que  su  señora  madre,  anciana  y 
enferma,  no  podía  tener  huéspedes;  que 
sus  preocupaciones  religiosas  le  mante- 
nían en  una  alarma  peligrosa  para  su  vi- 
da; que  él,  entre  el  amor  a  su  madre  y  el 
respeto  a  su  maestro,  se  hallaba  en  un 
conflicto;  y  que  no  teniendo  valor  para 
arrostrarlo,  le  suplicaba,  pidiéndole  mil 
perdones,  que  tomase  habitación,  que 
él  mismo  le  proporcionaría,  donde  pu- 
diera estar  cómodamente  y  con  entera 
libertad;  y  que  no  aceptando  este  ruego 
y  ofrecimiento  que  hacíale,  tenía  decidi- 
do salvar  el  conflicto,  saliendo  él  mismo 
de  su  casa,  para  huir  de  las  quejas  y 
amonestaciones  de  su  señora  madre». 
Puso  Tomás  la  carta  bajo  sobre  en  la 

[12 


DON  T       O       M      A       S 

carpeta  de  don  Bartolomé,  aprove- 
chando un  momento  de  su  ausencia,  y 
respiró  tranquilo;  seguramente  con- 
movido escucharía  su  súplica.  Tomasito, 
como  dice  Federico  Rubio — de  quien 
tomamos  la  relación  del  hecho  (i) — era 
un  espíritu  estudioso,  desinteresado,  y 
benigno. 

Cuando  a  poco  volvió  Gallardo,  vio  la 
carta  de  Tomás,  rompió  el  sobre,  leyóla, 
tomó  la  pluma  y  escribió  debajo. 

Don  Tomás: 
Si  te  vas. 

Tonto  menos; 

Si  te  quedas, 

Tonto  más, 

Don  Tomás. 


(2)  Mis  maestros  y  mi  educación.  Pags.  379  a 
81.  Rubio  al  recordar  este  hecho  en  sus  Memo- 
rias, sufre  un  pequeño  error,  puntualizando  fe- 


<? 


113 


/ .         MA  R  Q  U  .:  S        M  ER  CH  AN 

Dejó  la  carta  sobre  el  pupitre  y  salió. 
Tomasito  al  leer  la  respuesta,  quedó  pas- 
mado; su  indignación  no  tuvo  límites,- 
don  Bartolomé,  en  cambio,  al  enterarse 
de  ella,  prorrumpió  en  estridente  carca- 
jada. 


chas.  Gallardo  no  emigró,  como  verem.os,  el  año 
23,  ni  volvió  por  ende,  gracias  a  la  amnistía  de 
Cristina. 


114 


LOS    HIJOS    DE    PADILLA 


El  vocingleiij  preludio  de  la  revolu- 
ción había  pasado;  las  Cortes  constitui- 
das, comenzaban  a  funcionar;  Gallardo 
ardía  en  deseos,  tras  seis  años  de  destie- 
rro, de  visitar  la  Corte,  y  como  pensase 
obtener  la  rehabilitación  en  su  cargo  de 
bibliotecario,  decidió  abandonar  la  hos- 
pitalaria Cádiz,  y  emprender  el  viaje  a 
Madrid. 

En  un  enorme  y  pesado  coche  partió- 
se una  mañana,  dejando  sosegado  el  es- 
píritu escrupuloso  de  la  angustiada  viu- 

115 


/.         MARQUES        MERCHAN 

da;  dos  semanas  más  tarde  (i)  arribaba, 
tras  fatigosa  y  lenta  caminata,  y  conse- 
guía la  reposición  en  su  anterior  destino. 
Durante  su  permanencia  en  Inglate- 
rra, habíase  Gallardo  mantenido  en  ín- 
tima correspondencia  con  los  agitado- 
res secretos  que,  conspirando  contra  el 
régimen  prepararon  la  revolución.  Ha- 
llábanse éstos  reunidos  en  numerosos 
grupos,  diseminados  por  el  reino  entero; 
todos  sus  actos  eran  ocultos,  y  como  ca- 
reciesen de  la  cohesión  necesaria  para 
poder,  fundidos  por  un  ideal  único,  lle- 
gar a  la  implantación  del  mismo,  y  en  las 
nacientes  logias  masónicas  y  sus  secre- 
tas prácticas,  encontrasen  una  harmonía 
integral  de  pensamiento,  con  el  que  a 
ellos    con   breves  diferencias  presidía, 

(i)     El  9  de  Julio  de    1820,  según   Ramírez 
de  las  Casas-Deza. 

116 


1.  o  s     lí  1 1  o  s     1)  t:     i'  A  n  I  L  J,  A 

pasaron  sin  el  menor  titubea  a  engrosar 
las  ñlas  de  la  institución  naciente,  en  la 
que  cristalizaron  las  aspiraciones  y  anhe- 
los de  los  consecuentes  partidarios  del 
sistema  constitucional.  La  revolución, 
por  consiguiente,  obra  fué  de  la  maso- 
nería, que  en  España  no  tuvo  otro  ca- 
rácter que  el  de  arma  milagrera  de  com- 
bate, esgrimida  por  los  liberales,  contra 
la  bárbara  \  soez  tiranía  de  Fernan- 
do VIL 

Siendo  Gallardo  liberal  ardiente,  no 
podía  menos  de  prestar  su  apoyo,  a  toda 
intitución,  a  toda  idea  que  a  tal  fin  con- 
dujera; por  eso  ingresó  en  la  magna  lo- 
gia granadina,  que  triunfante  el  alza- 
miento trasladóse  a  Madrid,  donde  se 
constituyó  el  cuerpo  supremo  (Gran 
Oriente)  directorio  o  cabeza  de  la  socie- 
dad entera. 

117 


/.         MARQUES        MERCHAN 

A  su  llegada  a  la  corte,  Gallardo  (i)  vi- 
sita el  Gran  Oriente;  entérase  de  la  mar- 
cha y  funcionamiento  de  la  sociedad  en 
España  toda,  y  pareciéndole  ridicula  co- 
pia del  seguido  en  las  logias  italianas, 
propone  se  constituya  una  gran  socie- 
dad secreta  con  los  mismos  elementos 
que  integran  la  existente,  que  tenga  un 
carácter  más  español  y  más  castizo,  en 
que  todo  sea  acomodado  a  los  antiguos 
usos,  libertades  y  caballerosidades  de 
nuestra  tierra,  sin  farándulas  humanita- 
rias, ni  fraseologías  del  rito  caledonio. 
Y  aquí  tenemos  al  fogoso  republicano  en 
ciernes,  profundamente  conservador. 

No  es  este  un  caso  aislado;  las  ideas 

(i)  Según  Alcalá  Galiano,  Gallardo  «cuyo 
renombre  había  llegado  a  ser  altísimo  al  ter- 
minar la  primera  época  constitucional»,  for- 
maba parte  a  mediados  de  1 820,  del  Gobierno 
Supremo  oculto.  (V.  Recuerdos  de  un  anciano. 
Pag-  370). 

118 


L  O  s    H I  j  O  s    n  E    r  A  n  i  l  l  a 

conservadoras  están^  arraigadas  honda- 
mente en  el  espíritu  de  España;  aun  los 
más  exaltados  defensores  de  innovado- 
ras tendencias,  no  han  podido  en  abso- 
luto substraerse  a  ellas,  y  corolario  for- 
zoso ha  sido,  que  las  preconizadas  como 
nuevas  e  instauradoras,  de  principios  en 
pugna  con  los  existentes,  resulten  en  el 
fondo  inspiradas  por  un  criterio  marca- 
damente conservador. 

El  siglo  XIX  es  el  siglo  de  la  política, 
es  el  siglo  del  movimiento,  es  el  siglo 
del  realismo.  — ¡Hechos,  más  hechos! 
clamaba  el  personaje  dickensiano  de 
«Tiempos  difíciles »; — y  en  España  a^pe- 
sar  de  la  innovación  que  supone  el  movi- 
miento constante  y  la  fermentación  de 
ideas,  es  un  siglo  marcadamente  conser- 
vador. Florecen,  un  Mendizábal,  un  Ar- 
guelles, un  Calatrava,  un  Florez  Estrada, 

119 


/.        MARQUES        Ih  E  R  C  H  A  N 

un  Gallardo;  pero  nada  significan  estos 
sacerdotes  de  la  idea  nueva — quiméri- 
cos fantasmas  que  cruzan  errantes — en 
medio  de  la  turba  sustentadora  de  los 
rancios  principios  conservadores  que 
presiden  el  desenvolvimiento  nacional. 

En  el  gobierno  de  las  sociedades  se- 
cretas, lo  mismo  que  en  el  cuerpo  de 
todas  ellas,  predominaba  el  material  in- 
terés más  que  las  doctrinas  de  los  hom- 
bres de  1820,  los  cuales,  como  dice  Al- 
calá Galiano,  «comenzaban  a  llamarse 
así,  por  lo  mismo  que  su  interés  iba  sien- 
do otro  que  el  de  los  hombres  de  1 8 1 2 » . 
(i)  Los  dos  elementos  que  entraron  a 
constituirlas — viejos  doceañistas,  pa- 
triotas abnegados  y  puros,  defensores 
ardientes  de  la  Constitución;  juventud 
fogosa,  nueva  en  la  lucha,  sedienta  de 

(i)     Recuerdos  de  un  anciano.  Pag.  370. 

120 


L  ()  s    a  1  j  o  s    n  a    p  a  d  i l  l  a 

lionores  y  fácil  por  ello  al  amaño  y  tra- 

¡jaccría  política — no  tardaron  en  chocar, 

y   entonces,  fraccionada  la  magna   so- 
ciedad   masónica,   pensóse    llevar  a   la 

práctica  la  idea  que  Gallardo  sugiriera. 

En  el  culto  y  veneración  al  héroe  de 
la  libertad  Juan  de  Padilla,  encontró  el 
elemento  mozo  la  base  para  la  cons- 
titución de  una  nueva  sociedad  cuyos 
miembros  acordaron  disfrazarse  de  co- 
muneros y  vengadores  suyos,  no  de  otra 
suerte  que  los  masones  retrotrayendo 
más  allá  su  erudición  histórica,  propo- 
níanse vengar  la  soñada  muerte  del  maes- 
tro de  obras  del  templo  de  Salomón, 
(i)  a  manos  de  sus  aprendices.  Sentado 
este  precedente,  fácilmente  compren- 
derase  que  la  nueva  asociación  no  fué 

(i)  Según  la  fábula,  llamábase  Hirain,  y  era 
natural  de  Tiro. 

121 


/.        MARQUES        MERCHAN 

sino  mezquina  parodia  de  la  masónica. 
Las  logias  llamáronse  tor^es\  a  las  cintas 
verdes  sustituyeron  las  moradas;  el  Gran 
Oriente  trocóse  en  Gran  Castellano;  en  las 
reuniones  se  obstentaba  sobre  una  me- 
sa, cincelada  urna,  con  ciertos  huesos 
que  decían  ser  los  de  Padilla;  en  el  acto 
de  la  recepción  el  aspirante  se  cubría 
con  una  rodela,  recibiendo  en  ella  la 
estocada  simbólica.  Parecían  renacer  los 
tiempos  de  Don  Quijote,  con  sus  ense- 
ñanzas caballerescas  fantasmagóricas  y 
absurdas. 

La  confederación  dividíase  en  comu- 
nidades, y  estas  en  merindades,  subdivi- 
didas  luego  en  castillos  y  fortalezas,  con 
sus  respectivos  alcaides,  plaza  de  armas  y 
cuerpo  de  guardia,  compuesto  de  diez 
lanzas.  Otras  siete  defendían  la  empaliza- 
da y  el  rastrillo.  El  aspirante,  con  los  ojos 

122 


L  O  S      //  /  /  O  S      D  li      P  A  D  I  L  L  A 

vendados,  se  acercaba  a  las  obras  exte- 
riores del  castillo,  y  el  centinela  pregun- 
tábale: 

— <Quién  es?  El  Comunero  que  hacía 
de  padrino  respondía: 

«Un  ciudadano  que  se  ha  presentado 
con  bandera  de  parlamento,  a  fin  de  ser 
alistados  y  ^1  centinela  replicaba:  «En- 
tregádmele y  le  llevaré  al  cuerpo  de 
guardia » . 

En  tal  punto,  oíase  de  súbito  una  voz 
que  ordenaba  echar  el  puente  levadizo  y 
cerrar  los  rastrillos,  lo  cual  se  hacía  con 
grande  estremecimiento  de  hierros  y  ca- 
denas. Aterrado  así  el  pobre  neófito,  en- 
traba en  el  cuerpo  de  guardia  (parodia 
de  la  sala  de  las  meditaciones),  henchido  de 
viejas  y  mohosas  armaduras  allegadas  al 
efecto.  Persistía  allí  en  sus  propósitos  de 
alistamiento,  y  de   esta  suerte  lograba 

^23 


/.        MARQUES        MERCHAN 

penetrar,  conducido  por  el  alcaide,  en 
la  sala  de  armas,  donde  el  presidente,  qui- 
tándole al  fin  la  venda,  le  dirigía  con  voz 
teatral  y  campanuda,  una  arenga  de  ri- 
tual, en  que  excitábale  a  jurar  con  la  ma- 
no extendida  sobre  el  escudo,  y  con  to- 
do su  ardor  patrio,  guardar  las  costum- 
bres, usos,  fueros  y  privilegios  de  la  so- 
ciedad; amenazándole  si  faltando  a  la  re- 
gla le  declarase  traidor  la  confederación, 
con  entregar  «su  cuello  al  cuchillo,  sus 
restos  al  fuego  y  sus  cenizas  al  viento». 

Acto  continuo,  el  presidente  hacíale 
cubrirse  al  candidato  con  la  rodela  vieja 
que  llamaban  escudo  de  Padilla,  y  mien- 
tras el  alcaide  le  calzaba  las  espuelas  y 
ceñíale  la  espada  en  son  de  armarle  ca- 
ballero, no  de  otra  guisa  que  el  ventera 
al  ingenioso  hidalgo,  adoctrinábale  en- 
tre benévolo  y  adusto,  con  tales  conse- 

124 


L  O  S      HIJOS      DE      P  A  P  I  L  L  A 

jos  y  advertimitnlüs:  «^Este  escudo  de 
nuestro  jefe  Padilla,  os  cubrirá  de  todos 
los  golpes  que  la  maldad  os  aseste,  si 
cumplís  los  sagrados  juramentos  que 
acabáis  de  hacer;  pero  si  no  los  cumplís, 
todas  estas  espadas — y  aludía  a  las  de 
los  hermanos — no  S()lo  os  abandonarán, 
sino  que  os  quitarán  el  escudo  para  que 
quedéis  sin  defensa,  y  os  harán  pedazos 
en  justa  venganza  de  tan  horrendo  cri- 
men-. El  capitán  Je  llaves,  poníale  en 
la  mano  izquierda  el  pendón  morado  de 
la  cofradía  y  decíale:  «Este  es  el  invenci- 
ble y  glorioso  pendón  empapado  en  la 
sangre  de  Padilla;  la  patria  y  toda  la  so- 
ciedad espera  de  vos  que  imitéis  a  aquél 
héroe,  muriendo  antes  de  consentir  sea 
ultrajado  por  ningún  tirano  este  glorioso 
estandarte  >.  (i) 

(i)     V.    M.  Medendez  Pelayo — Historia    de 

125 


/  .        MA  R  O  U  ES        M  E  RC  H  A  N 

¡Oh  secreta  resurrección  de  las  heroi- 
cas prácticas  de  los  invencibles  Amadi- 
ses  y  Esplandianes!  No  fué  menor  que 
las  de  aquellos  andantes  caballeros,  la 
locura  de  estos  hidalgos  exaltados;  y  sin 
embargo  la  misteriosa  sociedad  de  los 
Comuneros  entusiasmó  a  tantos  hom- 
bres sanos,  que  sus  prosélitos  pasaban 
en  1822  de  diez  mil  en  toda  España,  y 
ocupaban  sus  más  encumbrados  pues- 
tos, personas  tan  ecuánimes  como  Ro- 
mero Alpuente,  Moreno  Guerra,  El  Bri- 
gadier Torrijos  y  Florez  Estrada. 

En  tanto  que  a  los  Comuneros  distin- 


los  Heterodoxos  Españoles,  pag.  506  a  508. 

A.  Alcalá  Galiano.  Recuerdos  de  un  anciano, 
Pags.  379  a  382. 

Estatutos,  reglamento  y  código  de  la  confe- 
deración de  C.  C.  Españoles.  (1822,  según  Al. 
Pelayo). 

Y,  Lafuente — Historia  de  las  Sociedades  Se- 
cretas. Capítulos  XXXIX  y  XLVI. 

126 


L  O S      H  I J  O  S      DE      P A  D  J  L  L A 

^uían  sus  arrebatadoras  convicciones  y 
sus  inauditas  violencias,  la  sociedad  ma- 
sónica templaba  su  bravo  ardor,  y  ad- 
mitía en  su  seno  a  liberales  moderados, 
como  Arguelles  y  Gil  de  la  Cuadra;  y  es 
que  al  trocar  la  esfervescencia  por  la 
calma,  habían  sus  miembros  caido  en 
un  prudente  conservadurismo. 

Gallardo,  que,  como  todo  grande  hom- 
bre, tenía  un  grano  de  locura  en  el  cere- 
bro, quijotesco  e  indómito,  lejos  de  ad- 
herirse al  ver  cumplidos  sus  deseos,  a  la 
nueva  sociedad,  permaneció  en  la  anti- 
gua y  repudió  a  los  Comuneros  que  le 
ofrendaron  un  alto  puesto,  por  haber 
prostituido  su  pensamiento,  componien- 
do una  risible  farsa  con  tan  generosa  y 
noble  idea.  Mas,  ,;por  qué,  apesar  de  to- 
do, si  los  Comuneros  constituían  una  so- 
ciedad más  avanzada,  no  afilióse  a  ella.^ 

i2y 


/.         MARQUES        MERCHAN 

<iHe  aquí  una  contradicción?  No;  la  vida 
de  Gallardo  es  una  eterna  paradoja;  Ga- 
llardo es  un  fraile  estudioso  del  siglo 
XVII,  y  un  republicano  ardiente;  es  un 
entusiasta  defensor  de  la  libertad  y  el 
progreso,  y  es  el  primer  enamorado  de 
las  costumbres  arcaicas;  es  un  espíritu 
generoso  y  grande,  y  un  polemista  acer- 
bo y  cáustico;  es  finalmente  un  hombre 
que  se  encuentra  fuera  de  su  centro, 
que  nació  con  dos  siglos  de  retraso,  y 
con  uno  de  antelación. 


128 


CARTAZO  Y  ZURRIBANDA 


Y  aconteció,  que  el  diputado  Azaola 
dio  a  la  estampa  un  cáustico  papel  sa- 
tirizante, (i)  y  abonado  don  Bartolomé 
para  tal  oficio  por  obras  anteriores,  col- 
gáronle el  pastdcho  sin  piedad,  y  como 
a  silla  paridera  le  ajetrearon,  mientras 
no  hacía  sino  pudrirse  de  pura  ver- 
güenza,  al  ver  se  le  imputaban  escritos 

(i)  Condiciones  y  Semblanzas  de  los  Dipu- 
tados a  Cortes. 

Creyó  Puigblanch,  que  este  folleto  era  obra 
de  Gallardo,  por  algunas  ideas  y  expresiones  in- 
dudablemente suyas,  que  le  tomaría  Azaola  en 
la  conversación.  Vid.  Pag.  316.  Tomo  II. 
Opúsculos  Gramáticos  satíricos. 

9  129 


/.        MARQUES       MERCHAN 

«que  ni  con  pluma  de  avestruz,  los  bo- 
rrajeara mas  chapuceros  el  tagarote  más 
farfallón».  (i) 

Amigo  de  burlas  y  travesuras  de  inge- 
nio el  abate  Miñano,  también  era  pro- 
picio a  la  sospecha,  y  al  igual  de  Gallardo 
fué  censurado  con  encono.  Ambos  en  un 
principio,  esquivaron  la  mezquindad  de 
la  polémica,  mas  convencido  al  cabo  don 
Bartolomé  de  que  el  mutismo  intenso  a 
una  aseveración  callada  equivalía,  rasgó 
el  misterio  en  torno  de  su  nombre,  e 
hizo  salir  al  mundo  un  librejillo,  vin- 
dicador soberbio  de  su  cara  persona. 

Rotulábase,  Carta  blanca  sobre  el  negro 
folleto  titulado  Condiciones  y  Semblanzas  de 
los  Diputados  a  Cortes,  y  patentizaba  en  él, 
la  absurda  atribución  de  la  indigesta  ma- 
zamorra. Más  picado  el  abate,  por  el  fá- 

(i)     Carta  blanca  Pag.  5. 

JJO 


C  A  A'  T  J  /  O       y     ZU  R  R  I B  A  N  D  A 

cil  triunfo  de  esta  feliz  obrilla,  y  sin  utru 
motivo  que  mayor  fuerza  le  hiciese,  im- 
primió una  Respuesta  nada  obscura  al  autor 
de  la  Carta  Blanca,  donde  felicitaba  al  Li- 
cenciado Palomeque  (i),  por  su  valentía 
al  rechazar  la  paternidad  del  papelote, 
no  menos  que  a  los  equívocos  imputa- 
dores,  pues  de  ser  Gallardo  el  ofensor, 
«^•quién  sería  el  guapo  de  los  diputados 
que  se  hubiere  escapado  de  entre  sus 
uñas  sin  una  desolladura  en  la  frente?»; 
su  pluma  <  no  solo  tizna  y  enlutece  a  cuan- 
tos alcanza,  sino  que  como  si  estuviera 
empapada  en  la  ponzoña  de  la  hidra, 
atosiga  y  destruye  lo  que  toca»,  siendo 
por  esta  causa  «el  único  a  quien  se  cree 
capaz  de  publicar  escritos  infames».  (2) 

(1)  Pseudónimo    que  usó  Gallardo   en   al- 
gunas de  sus  obras. 

(2)  Vid.  el  número  47  de  El  Censor. 

131 


/.         MARQUES        MERCHAN 

Y  don  Bartolomé,  no  hace  un  co- 
mento, ni  tiene  una  palabra  de  reproche. 
Paciente  sufridor,  nada  le  atemoriza,  ni 
sorprende:  su  inmensa  fortitud  bravia 
y  noble,  le  encumbra  sobre  tanta  de- 
sazón. 

Corren  los  meses.  Los  rigores  de  la 
censura  alcanzan  un  artículo  del  abate; 
en  consecuencia,  se  somete  al  veredicto 
del  jurado;  (i)  y  habiendo  Gallardo  sos- 
tenido en  juicio  precedente,  que  los 
jueces  de  hecho  no  tienen  obligación 
de  concretarse  a  la  denuncia,  sino  que 
deben  calificar  el  escrito  del  modo  que 
estimen  más  justiciero,  redacta  Miñano 
extensa  gacetilla  sobre  tan  insólito  pa- 

(l)  Restablecido  el  régimen  constitucional 
en  1820  creóse  el  jurado,  con  aplicación  li- 
mitada a  los  delitos  de  imprenta.  La  invasión 
de  Angulema  y  los  cien  mil  hijos  de  San  Luís, 
hizo  que  desapareciese,  el  año  23. 

132 


CAK7A/0      y     ZURRIBANDA 

recer,  rn  la  que  descarnadamente  le  za- 
hiere (i). 

Poco  antes,  comienza  a  circular  un  fu- 
ribundo libelo  intitulado:  Vida,  virtudes  y 
milagros   del  Pobrecito  Holgazán,  por  otro 
nombre  el  autor  de  las  Semblanzas  o  sease  el 
abate    Miñano.  Borrajeó  este  folleto,   el 
presbítero  Caravantes,  famoso  ya  por 
sus   Cartas  del  madrileño,   mas  no  alcan- 
zando a  discernir  estilos  ni  caracteres, 
creyólo   el  suspicaz  don  Sebastián,  en- 
cubierta venganza  del  Licenciado  Palo- 
meque,  fundando  este  sentir  en  la  con- 
troversia  que  suscitaba  sobre  el  valor 
comparativo  de  sus  Cartas,  y  otros  pa- 
peles satíricos  de  gran  realce.  Con  este 
motivo  insertó   en   El  Censor  {2)  nuevo 

(i)  Vid.  el  número  59  de  E¿  Censor,  co- 
rrespondiente al  15  de  Septiembre  1 82 1. 

(2)  Número  60  correspondiente  al  22  de 
Septiembre  Pag.  459-60. 

^33 


/.        MARQUES        M  E  R  CHA  N 

artículo,  donde  se  quejaba  amargamen- 
te de  que  saliera  absuelto  habiendo  sido 
denunciado,  y  reconociendo  la  inferio- 
ridad de  sus  escritos  a  la  Apología  de  los 
Palos  y  el  Diccionario  Critico-Burlesco,  re- 
servábase tan  solo  «cierta  respuesta  que 
dio  a  una  cierta  Carta  Blanca,  que  pu- 
blicó cierto  licenciado  de  ruin  memo- 
ria». 

Tampoco  de  estas  reptilescas  picadu- 
ras se  hace  eco  Gallardo,  abstraído  en 
la  búsqueda  de  viejos  libros  y  en  sus  es- 
trechas y  tumutuosas  relaciones  con  la 
Condesa  de  Villamonte,  a  quien  El  Z«- 
rr/fl^o— periódico  liberal,  populachero  y 
chabacano— sacó  en  berlina,  y  a  quien 
defendió,  con  todo  tacto  e  hidalguía,  en 
su  donosísimo  folleto  Al  Zurriago  Zurri- 
banda: [\). 

(i)     Esta  señora,  Marquesa  Viuda  de  Bélgica 

^34 


CA  A'  7' A  Z  O       Y     Z  U  R  RIBA  ND  A 

*  Intentar  yo  santificarme — dice — jus- 
tificando que  no  es  verdad  nada  de  lo 
que  respecto  a  mí  se  le  antoja  decir  a 
quien  sabe  muy  bien  decir  lo  que  se  le 
antoja,  sería  la  más  clásica  impertinencia 
del  mundo:  desconocer,  por  otra  parte, 
las  obligaciones  de  amistad  y  buena  co- 
rrespondencia que  años  ha,  he  debido 
al  favor  de  esa  dama,  fuera  cobarde  in- 
gratitud; y  empeñarme  señaladamente 
en  persuadir,  que  entre  los  dos,  no  ha 
mediado  el  interés  galante  de  un  ca- 
mas tarde,  era  según  don  Cayetano  Alberto  de 
la  Barrera,  «ilustradísima,  entusiasta  de  la  liber- 
tad e  independencia  de  la  patria  y  amiga  apasio- 
nada de  Gallardo».  El  otro  personaje  vindica- 
do en  el  folleto,  y  a  quien  la  malignidad  del  zu- 
rrador, supone  rival  vencido  de  don  Bartolomé 
en  amorosas  empresas  (don  P.  P.  E.  Z)  es  el  co- 
ronel don  Pedro  Hezeta,  que  desempeñó  algu- 
nos cargos  de  importancia.  (X'^id.  Not.  autógra- 
fas de  Gallardo  y  la  Barrera,  en  el  ejemplar  que 
de  esta  obrilla  existe  en  la  Biblioteca  Nacional. 
R.  2836). 

rSS 


/.        MARQUES        MERCHAN 

bello,  sería  manifestar  demasiado,  el 
prurito  ridículo,  de  que  la  que  es  una 
mera  ficción  pase  por  realidad.  Por  for- 
tuna estoy  bien  distante  de  semejantes 
debilidades.  Pero  por  lo  mismo  siento 
más  y  más  que  se  hayan  traspasado  las 
leyes  del  decoro,  en  ofensa  de  una  dama, 
a  quien  el  hecho  bellaco  de  sacarla  con- 
migo de  pareja  en  público  la  priva  de  la 
justa  defensa  que  haría  yo  de  su  persona, 
si  esta  circunstancia  no  me  atara  las 
manos,  temeroso  de  que  mi  defensa  mis- 
ma no  la  comprometa  quizás  más». 

Sin  embargo,  él  no  puede  rehusar  la 
pensión  de  vindicar  a  tan  «fresca,  ro- 
sada, genialotta  e  bella*  dama,  por  ser  pri- 
mer galán  en  esta  farsa;  «cuanto  más, 
que  es  ley  de  caballería  sabida  y  co- 
rriente en  el  mundo,  que  todo  caballero 
rompa  lanzas  en  defensa  de  toda  dama, 

^36 


CARTAZO      y      ZURRIBANDA 

siempre  que  algún  follón  malandrín,  ose 
agraviarla»,  y  estampa  el  muy  gentil  zu- 
rribandazo,  pregonero  ilustre  de  su  gra- 
nada afición  a  la  soberbia  Villamonte. 


137 


SAN  ANTONIO  BENDITO 


En  Madrid  permanece  Gallardo  hasta 
1823.  Du'  ante  su  estancia  en  la  corte,  se- 
ñálase con  ruido  por  sus  avanzadas  con- 
vicciones y  el  atrevimiento  con  que  las 
publica,  no  menos  que  por  su  afán  per- 
secutorio de  rancios  papeles  y  arcaicos 
volúmenes,  que  hacina  sin  descanso,  a 
trueque  de  mil  astucias  y  costosos  sa- 
crificios pecuniarios. 

De  tan  benéfica  tarea  le  arranca  el 
Duque  de  Angulema  con  su  vergonzoza 
irrupción.  Los  cien  mil  hijos  de  Francia 
avanzan  sobre  Madrid;  las  Cortes  ante 

139 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

el  peligro  trasládanse  a  Sevilla,  y  Ga- 
llardo marcha  con  ellas.  En  Sevilla 
funcionan  breves  días;  al  ministerio 
Florez  Estrada  -  Calvo  Rozas,  sucede 
Calatrava.  Los  franceses  invaden  An- 
dalucía, y  amenazan  la  ciudad;  el  Con- 
greso decide  instalarse  en  Cádiz;  Fer- 
nando VII  niégase  a  ello,  las  Cortes  le 
declaran  demente,  y  nombran  una  Re- 
gencia, compuesta  por  los  generales 
Valdés,  Vigodet  y  Ciscar,  que  ejerce  el 
poder  supremo  durante  la  traslación  a 
la  Isla  gaditana.  El  doce  de  Junio  em- 
prende Fernando  el  viaje  por  tierra,  y 
las  Cortes  a  la  siguiente  mañana,  festivi- 
dad de  San  Antonio,  por  el  río,  en  El 
Trujano ,  único  buque  de  vapor  que 
había  entonces  en  España. 

Con  las  primeras  luces  comienzan  los 
aprestos  de  la  marcha.  Una  goleta  de 

140 


¿- .-/  A'      .  /  A'  T  (^  A'  /  ()      />  /■;  A'  /)  I  T  O 

mediano  j3orte,  recibe  los  enseres  del 
Congreso,  y  las  familias  de  los  dipu- 
tados, a  mas  de  muchos  otros  fugitivos, 
e  infinidad  de  equipajes.  Multitud  de 
pequeñas  embarcaciones,  abarrotadas 
de  emigrantes,  dispónense  a  zarpar  con 
gran  premura. 

Mas  apenas  desguarnecen  Sevilla  los 
últimos  milicianos  escoltadores  de  la 
columna  de  liberales  que  emprende  en 
coche  la  jornada,  un  repique  inesperado 
dá  la  señal  a  los  realistas  hispalenses, 
para  aclamar  al  rey  en  la  plenitud  de  su 
poder  antiguo.  El  pendón  de  la  mo- 
narquía absoluta  ondea  en  la  Giralda; 
sus  parciales,  en  agitadas  turbas,  corren 
al  muelle,  donde  aún  permanece  la  go- 
leta, que  lerda  en  sus  movimientos  no 
puede  seguir  en  su  fresca  salida  al  Tru- 
jano, y  al  grito  de    «viva  Fernando  y 

141 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

vamos  robando»  acometen  a  cuantos 
liberales  —  gente  débil  y  sin  armar — 
apréstanse  a  la  huida. 

Allá  vese  sobre  una  barquilluela,  un 
hombre  de  edad  mediana,  que  con  recio 
bastón  de  espino  empuñado,  grítale  al 
remero  para  que  acrezca  el  bogar  de  la 
lanchilla  y  allegúese  a  cualquier  buque. 
La  embarcación  rebosa  libros  y  papeles 
encerrados  en  un  baúl  de  patente  in- 
glés, negro,  con  las  armas  reales  de  In- 
glaterra, dos  candados,  barras  y  chapas 
de  bronce  para  mayor  seguridad;  una 
escribanía  de  palo  de  rosa,  un  maletón 
prieto,  guarnecido  de  fuertes  cerra- 
duras, una  caja  chinesca  encarnada  en 
forma  de  dado,  un  cajón  y  cuatro  gran- 
des serones. 

La  confusión  y  el  tumulto  son  enor- 
mes; los  vivas  y  alaridos  atruenan  el  es- 

J42 


SAN      ANTONIO      B  F.  N  /)  /  T  Q 

pació;  sobre  las  aguas  flotan  utensilios  y 
y  trebejos  de  todas  clases.  El  atento 
custodio  de  los  libros  arriba  a  la  goleta, 
salvando  su  preciado  cargamento,  pero 
los  picaros  serviles  le  atacan  en  la  borda, 
y  él  se  va  defendiendo  a  duras  penas  con 
su  bastón  de  espino. 
Este  hombrecillo  de  los  libros  y  el 

bastón  no  es  otro  que  Gallardo;  él  no 
puede  consentir  que  sus  tesoros  biblio- 
gráficos perezcan  en  el  río;  por  eso  los 
cobija  con  tanta  bravura,  por  eso  los 
ampara  a  brazo  partido;  pero  son  mu- 
chos, son  muchos  los  bellacos  que  le 
atacan,  y  no  puede  con  todos;  grita,  lan- 
za juramentos,  demanda  clemencia,  pi- 
de auxilio,  golpéalos  cuanto  puede;  mas 
todo  huelga;  mientras  unos  sujétanle 
los  brazos,  otros  van  arrojando  al  agua 
sus    libros  y    sus   escritos  con   salvaje 

^43 


/.        MARQUES        MERCHAN 

complacencia,  con  absurda  delectación. 
Allí  se  perdieron  (a  lo  que  parece)  los 
manuscritos  de  la  farsa  Costanza,  de  Cas- 
tillejo, y  La  Peña  de  los  Enamorados,  de 
Tirso;  un  códice  de  las  poesías  de  Gutie- 
rre de  Cetina;  una  Historia  Critica  del  Inge- 
nio Español:  un  Rimarlo  o  vocabulario  rítmi- 
co; una  Ortografía^  un  Dlclonarlo,  una  Gra- 
mática; apuntes  sobre  el  Quijote;  láminas 
de  Paret,  destinadas  a  una  edición  de  las 
novelas  ejemplares;  disertaciones  sobre 
los  Romanceros  y  Cancioneros;  multi- 
tud de  copias  de  papeletas  bibliográfi- 
cas y  poesías  antiguas  inéditas:  una  His- 
toria del  Teatro  Español;  El  triunfo  del  Rosa- 
rio; Coloquio  de  las  Camisas,  y  otros  mil  pa- 
peles y  manuscritos  curiosos,  (i)  «Dolor 

(i)  Vid.  La  lista  de  manuscritos  origina- 
les de  Gallardo  extraviados  el  día  de  San  An- 
tonio, (abogado  de  las  cosas  perdidas),  en  el 
apéndice  D. 

144 


SAN      AN  T  O  N  í  O       Fi  E  N  D  I  T  O 

de  mí — escribe  Gallardo  años  más  tar- 
de— ¡todo  lo  he  [)erdido!  dibujos  de  Pa- 
ret,  papeles  míos,  M.  S.  de  La  Tia  Fingi- 
da... nada,  nada  me  ha  quedado,  sino  la 
memoria  lastimosa  de  todo,  y...  gracias 
que  he  quedado  yo  para  contarlo  ♦ .  ( i ) 

Así  que  los  malditos  picaros  y  rufianes 
le  hubieron  desbalijado  y  molido  las  es- 
paldas, dejáronle  sin  aliento  tendido  so- 

(l)  A  este  desgraciado  suceso  alude  Castro 
en  su  injurioso  romance: 

Triste  estaba  Gallardete, 

Triste  estaba  por  su  mal, 

Sobre  el  Betis  yo  le  oyera 

En  estas  voces  clamar: 

(jDonde  están  los  mis  librotes? 

Ya  mis  ojos  no  os  verán; 

Mareantes  de  Sevilla 

Saliéronme  a  capear. 

La  capa  no  me  quitaron, 

Mal  la  pudieron  quitar, 

Pues  que  capa  yo  no  gasto 

En  los  días  de  por  San  Juan,  etc.. 
Vid.  Aventuras   literarias   del  iracundo    ex- 
tremeño don  Bartolo  Gallardete  Pags.  28-29. 

10  145 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  ISr 

bre  cubierta,  y  huyeron  cobardemente. 
Gallardo  no  quiso  emigrar:  <para  qué?  si 
había  perdido  lo  que  amaba  como  su 
propia  vida;  resignóse  a  sufrir  persecu- 
ciones, y  enmedio  de  tanta  angustia,  so- 
lo alentóle  la  esperanza  de  rehacer,  escu- 
driñando en  bibliotecas  y  archivos,  par- 
te de  su  perdida  labor;  aprovechando  la 
confusión  reinante  desembarcó  ligero,  y 
huyendo  precipitado  por  las  revueltas 
callejas  del  barrio  de  Triana,  acogióse  al 
hostal  de  viejo  amigo,  en  cuyos  altos 
desvanes  ploró  con  amargo  llanto,  la 
pérdida  lamentosa  de  sus  riquezas  lite- 
rarias. 


146 


LIBRO   SEGUNDO 


ESCRIBAS  Y  FARISEOS 


Y  fué  en  la  Biblioteca  Colombina,  don- 
de le  sorprendieron  los  corchetes.  Des- 
pués de  la  malhadada  aventura  del  día 
de  San  Antonio,  permaneció  oculto  Ga- 
llardo en  el  mezquino  zaquizamí  de  un  fi- 
gón sevillano  del  barrio  de  Triana,  don- 
de avistóse  tan  solo  con  la  gente  del 
bronce  y  de  la  droga— galloferos,  am- 
pones y  tahúres,  rufianes  y  logreros- 
esencia  de  la  majeza  y  chulapería;  mez- 
quinamente convivió  con  ellos,  gozó  de 
la  sangrienta  dicha  de  su  vida,  sufrió  con 

149 


/.        MARQUES         MERCHAN 

la  amargura  de  su  desgracia,  y  arrastró 
penosa  existencia,  hasta  que  extran- 
gulada  la  Constitución  segunda  vez,  a 
manos  de  la  tirana  férula  absolutista, 
restablecióse  la  perdida  calma. 

A  Cádiz  pasó  entonces,  retornando  a 
Sevilla  con  premura  por  mandato  de  las 
autoridades,  y  aprovechando  su  acci- 
dental estancia  en  la  ciudad  del  Betis, 
pensó  escudriñar  a  caza  de  noticias,  la 
biblioteca  que  en  su  excelente  Catedral 
fundara  el  hijo  de  Cristóbal  Colón.  A 
ella  encaminó  sus  pasos  cierto  caluroso 
día  del  sofocante  mes  de  Agosto.  La 
biblioteca  estaba  solitaria  y  Gallardo 
pudo  a  sus  anchas,  enfrascarse  en  la 
lectura  de  códices  antiguos  y  volúme- 
nes raros  de  sabrosa  doctrina,  a  tal 
punto,  que  abstraido  de  cuanto  le  ro- 
deaba y  atento  solo  a  su  labor,  no  per- 

150 


ESCRIBAS        y        FARISEOS 

catóst^  (\v  la  sii^ilosa  presencia  de  dos 
canónigos,  furibundos  realistas,  que  con 
la  mayor  cautela  le  espiaron  breves  ins- 
tantes. 

No  cabía  duda;  era  Gallardo,  el  he- 
rejote  empedernido,  el  liberal  exaltado, 
el  autor  del  Diccionario  Critico  Burlesco, 
y  sin  más  aguardar,  uno  de  aquéllos 
lustrosos  eclesiásticos,  partióse  silente, 
aconsejado  por  el  ruin  intento  de  dar 
con  sus  zarandeados  huesos  en  una  cár- 
cel. Tardó  poco  en  volver;  mas  no  ve- 
nía solo,  acompañábale  nutrida  tropa 
de  corchetes,  alguaciles  y  escribanos, 
que  rodeando  a  Gallardo  clamaron  go- 
zosos: «Preso  por  el  Rey»,  y  el  pasmo  de 
don  Bartolomé  fué  completo.  Aquélla 
inesperada  sorpresa,  dejóle  suspenso;  no 
pudo  pronunciar  palabra  alguna;  ni  aun 
siquiera  gesticuló;  dejó  hacer  a  la  cua- 

rsr 


J  .        M  A  R  Q  U  ES        M  E  RC  H  A  N. 

drilla  de  ministros  de  la  ley,  y  entregóse 
sin  la  menor  resistencia. 

Los  orondos  canónigos,  henchidos  de 
alegría,  rebosantes  de  satisfacción,  so- 
bábanse las  manos  gordezuelas,  y  dá- 
banle vaya  diciendo:  «Consuélese  con 
sus  filosofías  en  la  cárcel,  en  tanto  sé  le 
achicharra  públicamente  por  lo  pron- 
to». Un  escribano  con  más  caridad,  mu- 
sitaba tan  sólo:  «Hermano,  prepare  el 
gaznate  para  darnos  un  buen  rato  en  la 
Plaza  de  San  Francisco  de  Sevilla.  Y  no 
lo  extrañe,  porque  siempre  la  horca  lle- 
va lo  suyo». 

Pero  no  lo  llevó  esta  vez,  pues  estan- 
do olvidados  los  escándalos  del  Diccio- 
nario Critico  Burlesco,  y  habiendo  sido 
cuasi  nula  su  actuación  política  en  el 
trienio  constitucional,  no  hallaron  los 
jueces  encargados  de  sustanciar  su  cau- 

^52 


E  S  C  R  I  Py  A  S        V       FARISEOS 

sa,  motivo  de  penas  mayores,  y  por  un 
acto  de  lenidad,  no  corriente  en  aqué- 
lla época,  condénesele  tan  solo  a  la  re- 
clusión por  tiempo  ilimitado,  en  el  lu- 
gar que  se  estimase  pertinente. 


153 


EL  ACERO  EN  T.A  PRUEBA 


Entrenado  en  la  sevillana  cárcel  de 
Señores,  hubo  de  declarar  ante  el  juez 
eclesiástico  doctor  Francisco  Javier  Ou- 
ton,  que  prendado  de  su  franqueza,  se  le 
mostró  propicio,  destinándole  a  peti- 
ción suya  al  convento  de  San  Agustín,  en 
las  afueras  de  la  ciudad. 

Breves  días  convivió  monásticamente, 
pues  decretado  su  liberamiento  pasó  a 
Extremadura,  residiendo  algún  tiempo 
en  Campanario,  de  donde  tornó  a  An- 
dalucía,   estableciéndose    en    Chiclana 

155 


/.         MARQUES        M ER  C H  A  N 

hacia  1826.  Allí  escribió,  fechándola  el 
mismo  año,  la  Carta  critica  sobre  una  nueva 
traducción  de  Homero,  por  don  Miguel  José 
Moreno  (i),  párroco,  a  la  sazón  suspenso, 
de  la  Iglesia  rural  de  San  José  de  Cádiz. 
En  esta  época  principia  la  segunda 
fase  poética  de  Gallardo.  Aparte  la  epís- 
tola a  doña  María  de  Alba,  escrita  en 
Sevilla  a  los  nueve  días  de  chirona,  (2)  y 
Los  Confites  de  Cupido  (Chiclana  1826), 
compuso  una  serie  de  primorosas  rimas, 

(i)  Esta  Carta  se  publicó  años  más  tarde — 
en  el  n.°  III  de  La  Antología  Española.  Marzo 
1848.  Pág.  99 — -con  el  título  siguiente:  «Del 
Asonante,  su  naturaleza  y  exquisito  mecanis- 
mo; misterio  rítmico,  no  penetrado  por  nadie, 
hasta  que  lo  descubrió  el  autor  de  la  siguiente 
carta». 

(2)  También  fecha  en  la  llamada  Cárcel  de 
Señores,  los  «Reparos  críticos  al  Romancero  y 
Cancionero,  publicado  por  don  Manuel  Josef 
Quintana  en  la  Colección  de  Poesías  Castellanas 
de  D.  Ramón  Fernández»,  que  vieron  la  luz  en 
el  número  sexto   de  El  Criticón. 

J56 


E  L    A  C  E  K  O    E  N    LA    P  R  U  E  B  A 

extraviadas  en  su  mayor  parte,  pero  de 
cuya  calidad  y  significación  podemos 
formar  juicio  por  las  que  a  nosotros  lle- 
garon. Rimas  firmes,  sinceras  y  entusias- 
tas, que  si  bien  llevan  el  sello  de  la  clá- 
sica manera,  alcanzan  intensidad  de  fon- 
do, superior  al  de  aquellas  bulliciosas  y 
caldeadas,  que  en  Salamanca  hiciera  a 
Silvia,  gracias  al  aliento  romántico  que 
de  modo  incipiente  en  ellas  palpita.  Esta 
suave  evolución  hacia  el  nuevo  sentir, 
se  inicia  en  Los  Ojos  Hechiceros  (Chiclana 
1827),  y  culmina  en  Blanca-Flor  y  El  Due- 
ño Ingrato  (Castro  del  Río  1828). 

Plácidamente  residía  en  Chiclana,  sin 
sospechar  que  autoridad  alguna  de  él 
hubiese  memoria,  cuando  recibió  apre- 
miante mandato  de  presentarse  al  In- 
tendente de  Policía  de  Cádiz,  don  José 
María  Malvar,  que  le  ordenó  salir  con 

157 


/.        MARQUES        MERCHAN 

toda  urgencia  para  Sanlúcar,  a  las  ór- 
denes del  Gobernador,  con  pliegos 
cerrados  para  don  Juan  Recacho,  In- 
tendente de  Sevilla,  y  don  Francisco 
González  de  Argandoña,  subdelegado 
de  Córdoba,  a  cuya  ciudad  iba  deste- 
rrado. 

Había  sido  Recacho  compañero  de 
don  Bartolomé  en  las  aulas  universita- 
rias, y  dándole  una  prueba  de  cariñoso 
afecto,  le  permitió  permanecer  en  Se- 
villa, mientras  consultaba  a  la  Super- 
intendencia, pues  Gallardo  resistíase  a 
ir  a  Córdoba,  en  razón  de  haber  sabido 
confidencialmente  por  cierto  religioso 
agustino,  que  al  recibir  el  Subdelegado 
de  aquella  provincia,  la  comunicación 
de  su  envío,  anunció  al  secretario:  «mi- 
re a  quién  nos  mandan  aquí;  a  don 
Bartolomé   Gallardo;   le   enviaremos    a 

158 


K  L     A  L  E  R  O     UN    LA     P  R  U  Rfí  A 

Castro  u  a   l.uctna,   donde  nos  darán 
buena  cuenta  de  él  > .  ( i ) 

No  pudiendo  esquivar  la  marcha  a 
Córdoba,  procuró  quedarse  en  esta 
ciudad  para  evitar  la  anunciada  confi- 
nación, mas  no  habiendo  logrado  su 
deseo,  hubo  de  sufrirla  con  todo  riesgo 
y  desventura,  en  la  villa  de  Castro  del 
Río.  Mirado  despectiva  y  enojosamente 
por  la  mayoría  de  los  vecinos,  que  jamás 
desecharon  ocasión  de  procurarle  daño, 
no  dejó  de  encontrar  algunas  caritati- 
vas personas  (2),  que  le  hicieron  llevar 
pacientemente  el  tormento  de  la  dura 
prueba. 

(i)  Castro  y  Lucena  distinguíanse  en  aqué- 
llas calendas  por  su  enemiga  a  los  liberales. 

(2)  Entre  los  amigos  y  favorecedores  que 
halló  en  el  destierro,  señalóse  el  V.  P,  Maestro 
Fray  Juan  de  Castro,  sabio  carmelita  descalzo, 
con  quien  trabó  amistad  con  motivo  de  fre- 
cuentar la  biblioteca  del  Convento. 

159 


y.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

Los  ultrajes  y  molestias  que  le  alcan- 
zaban, eran  frecuentísimos,  llegando  en 
una  ocasión  cierto  voluntario  realista  a 
insultarle  en  la  calle  de  palabra,  tirán- 
dole a  la  postre  algunos  ladrillazos.  Ga- 
llardo protestó  ante  la  autoridad  de 
tal  insulto,  pero  como  en  toda  ocasión, 
su  queja  fué  desatendida. 

Ya  el  dolor  había  llamado  a  su  puerta 
esclavizándole  para  nunca  mas  abando- 
narlo. En  25  de  Diciembre  de  1827,  es- 
cribe a  don  José  Pérez  Torroba  de  Cá- 
diz. «Mi  estimado  amigo:  Invariable 
siempre  en  mis  principios  y  afectos, 
tomo  la  pluma  para  dar  a  Vd.  lo  que  no 
tengo;  Buenas  pascuas.  Tales  no  puedo 
yo  tenerlas  condenado  a  arrastrar  mi 
existencia  lejos  de  Cádiz  separado  de 
mis  libros  y  mis  amigos,  y  clavado  co- 
mo un  plantón  en  esta  tierra  de  cafres, 

160 


EL     ACERO     EN     LA     P R  ir E R A 

donde,  lus  liuinbrcs  aullan  como  lobos, 
y  muerden  como  perros  rabiosos.  Pero 
si  no  puedo  dar  a  V.  las  buenas  pascuas 
que  no  tengo,  tengo  los  más  buenos  de- 
seos de  tenerlas  felices  en  su  buena  com- 
pañía, y  de  esto  puede  V.  recetar  largo, 
que  es  lo  que  el  cielo  me  da  con  mano  li- 
beral (perdone  V.  el  término);  en  efecto, 
hace  años,  parece  estoy  condenado  a 
ser  mero  varón  de  deseos.  La  mala  tram- 
pa, amigo,  parece  se  empeña  en  probar 
con  sus  rigores  mi  constancia,  y  mi 
constancia  es  tan  dura  como  mi  dura  es- 
trella*. 

A  resultas  de  una  discusión  habida  en 
el  Ayuntamiento  de  Castro,  en  la  que 
don  Bartolomé  sostuvo  que  las  leyes  no 
extendíanse  a  las  opiniones,  sino  a  los 
actos  externos  meramente,  y  que  él 
siempre   pensaría    como  estimase    más 

//  i6i 


/.        MARQUES        MERCHAN 

Oportuno,  sus  enemigos,  pretextando 
que  tal  declaración  envolvía  un  espíritu 
de  criminalidad,  le  formaron  causa  en 
1829,  recluyéndole  en  la  cárcel  por  es- 
pacio de  varios  meses. 

Hastiado  del  reposo  carcelario — él 
que  para  la  lucha  había  nacido — conmi- 
nado con  harta  frecuencia  para  que  ad- 
jurase de  sus  opiniones  y  recibiendo  fe- 
mentido trato,  no  por  eso  cedió  un  pun- 
to en  sus  convicciones,  ni  decayó  su  áni- 
mo que  bravio  e  indomable,  impulsábale 
a  afrontar  la  desgracia  con  altivo  ceño  y 
con  estoica  firmeza.  Una  simple  retrac- 
tación de  ideas  hubiese  bastado  para 
abrirle  la  puerta  de  la  prisión,  pero 
consecuente  consigo  mismo,  jamás  do- 
blegóse a  tan  abyecta  exigencia;  su  ca- 
rácter heroico  no  le  permitía  trocar 
años  de  cárcel  por  la  mancilla  eterna 

162 


KL     ACERO     EN    LA     PRUEBA 

do  su  hunor;  y  la  consideración  de  su 
desfcjracia  presente,  avivando  aquel  se- 
creto odio  que  en  el  fondo  de  su  co- 
razón profesaba  al  monarca  sustentador 
de  tan  depravado  régimen  de  injusticia» 
llególe  a  hacer  tan  poderoso,  que  des- 
bordándose con  asolador  imperio,  ex- 
tendióse a  toda  idea  de  monarquía.  Ya 
no  concibió  la  plena  dicha  de  España 
vinculada  a  un  trono;  las  palabras  rey  y  li- 
bertad, pareciéronle  incompatibles,  y  en- 
tonces columbró  en  lontananza  una  Es- 
paña feliz,  cimentada  sobre  la  base  de 
una  república  ampliamente  democrá- 
tica. 


163 


BLANCA  FLOR 


No  pudiendo  prolongarse  los  eternos 
ocios — apesar  del  incentivo  que  brinda- 
ba al  abandono  el  tormento  de  la  pri- 
sión— por  ser  la  diligencia  excelso  pa- 
trimonio de  su  espíritu,  y  careciendo  de 
apuntes,  de  documentos  y  escritos  con 
que  levantar  más  perdurable  edificio, 
dióse  Gallardo  al  cultivo  de  la  poesía, 
que  tanto  le  sedujera  cuando  emulaba 
las  hazañas  de  los  más  esclarecidos  pica- 
ros y  rufianes,  en  las  aulas  salmantinas. 

Los  versos  de  su  mocedad  son  lindos 
y  fogosos;  rebosan  pasión  y  entusiasmo. 

165 


/.        MARQUES        MERCHAN 

Líricos  en  su  mayor  parte,  si  caen  en 
la  incorrección  alguna  vez  es  por  exceso 
de  ardorosidad;  ya  hemos  dicho  que 
Gallardo  era  hombre  violento  en  todos 
sus  amores. 

Las  poesías  que  compuso  en  Castro 
del  Río,  son  sin  duda  las  más  perfectas 
de  cuantas  produjo.  Sirva  de  ejemplo 
su  celebradísima  canción  romántica 
«Blanca  Flor»,  cuyos  versos  dice  Valera 
« parecen  propios  del  más  gentil  poeta 
d  e  principios  del  siglo  XVI » .  ( i ) 

«¿A  qué  puertas  y  ventanas 
Clavar  con  tanto  rigor, 
Si  de  par  en  par  abiertas 
Tengo  las  del  corazón?» 

Así  con  su  madre  a  solas 
Lamenta  su  reclusión, 

(i)  Florilegio  de  poosías  castellanas  del  Si- 
glo XIX.  Tomo  l.°,  pag.  32. 

166 


B      L      A      N     C      A         F     L      O 

La  bella  niña  cenceña, 
La  del  quebrado  color; 
De  amargo  llanto  los  ojos, 
El  pecho  lleno  de  amor; 

Y  de  par  en  par  abiertas 
Las  puertas  del  corazón. 

[Madre,  la  mi  madre,  dice. 
Madre  de  mi  corazón. 
Nunca  yo  al  mundo  naciera, 
Pues  tan  sin  ventura  soy! 
Atended  a  las  mis  cuitas. 
Habed  de  mí  compasión, 

Y  de  par  en  par  abridme 
Las  puertas  del  corazón. 

Yo  me  levantara  un  día 
Cuando  canta  el  ruiseñor, 
El  mes  era  de  las  flores, 
A  regar  las  del  balcón, 
ün  caballero  pasara 

Y  me  dijo:  ¡Blanca-FlorI 

Y  de  par  en  par  abrióme 
Las  puertas  del  corazón. 


167 


/.        MARQUES       MERCHAN 

Si  blanca,  su  decir  dulce 
Colorada  me  paró: 
Yo  callé,  pero  mirele: 
¡Nunca  le  mirara  yo! 
Que  de  aquel  negro  mirar 
Me  abraso  en  llamas  de  amor, 

Y  de  par  en  par  abrí 
Las  puertas  del  corazón. 

Otro  día  a  la  alborada 
Me  cantara  esta  canción: 
«¿Donde  está  la  blanca  niña, 
Blanco  de  mi  corazón?» 
El  laúd  con  cuerdas  de  oro, 

Y  de  regalado  son, 

Que  de  par  en  par  me  abriera 
Las  puertas  del  corazón. 

El  es  gallardo  y  gentil. 
Gala  de  la  discreción; 
Si  parla,  encantan  sus  labios; 
Si  mira,  mata  de  amor. 

Y  cual  si  yo  su  sol  fuera. 
Es  mi  amante  girasol; 

j68 


B      L      A      N      L      A  /•■      L       O      M 

Y  abrióme  de  par  en  par, 
Las  puertas  del  corazón. 

Yo  le  quiero  bien  mi  madre, 
(¡No  me  lo  demande  üios!) 
Quiérole  con  buen  querer, 
Que  de  otra  manera  no. 
Si  el  querer  bien  es  delito, 
Muchas  las  culpadas  son. 
Que  abrieron  de  par  en  par 
Las  puertas  del  corazón. 

Vos  madre,  mal  advertida, 
Me  claváis  reja  y  balcón. 
Clavad,  madre,  enhorabuena: 
Mas  de  esto  os  aviso  yo, 
Cada  clavo  que  clavéis 
Es  una  flecha  de  amor 
Que  de  par  en  par  me  pasa 
Las  telas  del  corazón. 

Yo  os  obedezco  sumisa, 

Y  no  me  asomo  al  balcón. 
«¿Que  no  hable? — Yo  no  hablo, 

J69 


y.        MARQUES        MERCHAN 

¿Que  no  mire? — ¿Miro  yo?» 
Pero  que  le  olvide,  madre, 
Madre  mía,  olvidar  no; 
Que  de  par  en  par  le  he  abierto 
Las  puertas  del  corazón. 

En  fin  vos  amasteis,  madre; 
Señora  abuela  riñó: 
Mas  por  fin  vos  os  velasteis, 
Y  a  la  fin  fin,  nací  yo. 
Si  vos  reñís  como  abuela. 
Yo  amo  cual   amasteis  vos, 
Al  que  abrí  de  par  en  par 
Las  puertas  del  corazón. 

^'Hay  nada  más  delicado,  sentido,  tier- 
no y  personal,  que  esta  poesía?  Pues 
bien,  Blanca-Flor,  tiene  además  una 
singular  importancia  en  la  historia  del 
romanticismo  español.  Cuando  nebu- 
losamente, con  una  marcada  imprecisión 
vislúmbrase  esta  innovadora  tendencia, 
cuando  solo  algunos    precedentes  ais- 


BLANCA         F     L      O      R 

lados  han  biütadu  v\\  nuestra  literatura, 
pero  sin  acertar  sus  autores  a  denomi- 
narlos de  manera  alguna,  cuando  esa  in- 
quietud característica  de  la  revolución 
literaria  próxima  a  estallar,  flota  en  el 
ambiente.  Gallardo,  con  una  seguridad 
que  pasma,  apellida  aquesta  trova,  can- 
ción romántica.  (¿Qué  significa  este  atre- 
vimiento de  Gallardo?  ^"Acaso  presiente 
el  triunfo  del  romanticismo  en  España? 


/// 


LA  SEMILLA  ROMÁNTICA 


Muerto  Fernando  VII,  la  vida  nacio- 
nal paralizada,  sumida  en  triste  letargo, 
despertó  de  nuevo.  Extinguida  con  él 
la  atmósfera  de  opresión  que  caracteri- 
zó tan  aborrecible  reinado,  las  ideas  co- 
menzaron a  manifestarse  libremente,  y 
en  justa  reacción  contra  la  odiosa  tiranía 
intelectiva,  la  libertad  de  pensamiento 
surgió  potente  y  avasalladora.  Producto 
de  esta  reacción  lumínica  es  el  romanti- 
cismo. 

Con  la  muerte  del  rey,  la  guerra  civil 

173 


/.        MARQUES        MERCHAN 

la  nueva  aurora  de  la  libertad,  y  la  revo- 
lución política,  coincide  la  vuelta  de  los 
emigrados.  Estos  han  vivido  en  Ingla- 
terra, en  Italia,  en  Francia.  París  ha  sido 
últimamente  su  centro  de  reunión;  allí 
han  estado  Toreno,  Martínez  de  la  Rosa, 
el  Duque  de  Rivas,  Alcalá  Galiano.  To- 
dos vienen  embriagados  por  la  emoción 
romántica;  todos  han  asistido  al  estreno 
de  Hernani  en  la  Porte  de  Saint  Martin,  to- 
dos vienen  saturados  de  la  nueva  doc- 
trina literaria,  con  ellos  el  romanticismo 
francés  penetra  en  España.  Pero  no  va- 
yamos por  ello  a  buscar  únicamente  en 
esa  importación  los  orígenes  del  roman- 
ticismo español;  que  el  romanticismo 
había  brotado  en  nuestro  sueloS  por 
generación  expontánea,  sin  primordial 
influjo  de  exótica  savia;  se  avivó  sin 
duda  con  el  nuevo  fuego,   desarrollóse 

^74 


L  A      S  K  M 1  L  L  A      A'  O  MA  N  T I  C  A 

con  más  rapidtv.,  con  más  intensidad, 
pero  ya  existía.  ¿V  si  existía,  donde  va- 
mos a  buscarlo?  ¿Dónde  encontrar  su 
origen? 

Azorín — ese  ñno  analizador  de  la  sen- 
sibilidad estética  española, —  lo  ha  en- 
contrado a  través  de  algunas  obras  de 
los  últimos  genuinos  representantes  del 
clasicismo  nacional,  (i)  Cadalso,  Melén- 

(l)  Antes  que  Azorín,  Valera  halló  en  las 
poesías  de  Nicasio  Alvarez  Cieniuegos,  a  quien 
supone  influido  por  Rousseau,  una  «sensibili- 
dad enfermiza,  algo  de  soñador  y  de  tétrico  y 
un  pesimismo  ya  lánguido,  ya  desesperado,  que 
inducía  a  buscar  la  bienaventuranza  en  pasados 
tiempos  fantásticos;  en  una  imaginada  edad 
de  oro,  que  ya  se  ponía  en  las  primitivas  sel- 
vas, ya  en  los  siglos  de  mayor  fé  y  de  menor 
reflexión  y  refinamiento».  Vid.  Florilegio  de 
poesías  castellanas  del  Siglo  XIX.  Pag.  34 
tom.  I. 

Menendez  Pelayo,  percibió  en  Jovellanos  la 
transición,  pero  esta  idea  que  flota  en  los  dos 
ilustres  críticos,  no  toma  cuerpo  hasta  Azorín^ 
definitivamente. 

175 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

dez,  Jovellanos,  Cienfuegos,  son  poetas 
románticos,  perdidamente  románticos, 
antes  de  estrenarse  Hernani^  muchísimos 
años  antes  de  volver  los  emigrados. 

Estamos  en  los  postreros  días  del  si- 
glo XVIII.  El  capitán  José  Cadalso,  ha 
llegado  a  la  Corte,  terminadas  las  gue- 
rras con  Portugal  por  mandato  del  Con- 
de de  Aranda.  María  Ignacia  Ibañez,  ce- 
lebradísima  actriz  del  teatro  de  la  Cruz 
(i)  le  ha  prendado,  y  entabla  estrechas 
relaciones  con  ella.  Una  indisposición  al 
parecer  ligera,  le  arranca  de  los  brazos 

(i)  Cuando  en  1 77 1  el  Conde  de  Aranda 
suprimió  uno  de  los  dos  coliseos  que  desde 
tiempo  inmemorial  venía  disfrutando  la  villa  de 
Madrid,  y  formó  una  compañía  única  (que  fué 
modelo  en  su  género)  a  las  órdenes  del  des- 
pués famoso  autor  Manuel  Martínez,  María  Ig- 
nacia Ibañez,  recibió  el  empleo  de  primera  da- 
ma, por  ser  la  más  sobresaliente  actriz  que  ha- 
bía entonces  en  España. — Vid.  Archivo  Muni- 
cipal de  Madrid.  Sección  de  Espectáculos. 
Leg.  I-347-2,  1-35 1-2,  2,  459-20. 

176 


',.    ;      sr  ]f  r  r  r    t      r  n  \f  i  i- t  /  r  ./ 

del  amante  para  llevarla  al  sepulcru,  y 
Cadalso  loco,  acalorado,  en  aquellos 
momentos  de  dolor,  discurre  la,  absurda 
idea  de  robar  su  cadáver. 

Una  noche,  merced  a  su  audacia  y  al 
soborno  de  los  guardas  del  cementerio 
de  la  Parroquia  de  San  Sebastián,  don- 
de hallábase  enterrada,  consigue  exhu- 
mar sus  restos  por  el  simple  placer  de 
posar  los  labios  en  aquellos  ya  hedion- 
dos  despojos.  Unos  amigos  acuden  a 
tiempo,  y  Cadalso  es  desterrado  a  Sala- 
manca, para  evitar  las  resultas  del  pro- 
ceso a  que  la  Inquisición  le  somete,  y 
que  gracias  al  Conde  de  Aranda,  queda 
suspenso  e  incluso.  Cadalso  entonces, 
para  desahogar  el  sentimiento  que  la 
prematura  pérdida  de  la  amada  le  pro- 
duce, compone  sus  Noches  Lúgubres,  en 
que  aprovechando  la  descabellada  idea, 

12  lyy 


/ .        MARQUES        M ER  C  H A N 

relata  con  detalle,  el  curso  y  accidentes 
de  su  macabra  aventura. 

Esta  es  la  primera  muestra  de  roman- 
ticismo español.  Se  ha  argüido  que  las 
Noches  de  Cadalso,  están  inspiradas  en 
en  las  Ninht  Thonghts,  de  Young— supo- 
sición bastante  fundada,  que  Cadalso 
viajó  mucho  y  pudo  conocer  esta  obra 
durante  su  permanencia  en  Inglaterra,  o 
acaso  en  Francia  donde  corría  una  ver- 
sión de  Le-Tourner — ,Jpero  podrá  ne- 
garse que  la  emoción,  el  sentimiento,  y 
hasta  la  loca  idea,  son  suyas,  muy  suyas, 
y  solo  de  Young  ha  tomado,  con  grave 
perjuicio,  el  título  y  la  forma  de  la  obra.^^ 
(i)  Pues  bien,  estos  devaneos  románticos 


(i)  Entre  las  más  próximas  imitaciones  de 
Las  Noches  de  Young,  se  encuentra  la  del 
bondadosísimo  cura  inglés  Hervey,  que  escri- 
bió sus  «Sepulcros»,  traducidos  al  francés  por 

178 


/.  .  /      .9  E  Mil.  L  A       Á'  O  M  A  N  TICA 

no  son  aislados;  también  Aivaicz  Cien- 
fuegos  canta: 

Vo  siempre  lierido  de  amorosa  llama 
líusco  la  soledad,  y  en  su  silencio 
Sin  esperanza  mi  dolor  exhalo.  (l) 

y  allá  en  la  Cartuja  del  Paular,  don  Gas- 
par Melchor  de  Jovellanos,  melancólico 
y  grave  varón,  se  queja  de  su  suerte  y 
del  mundo,  da  pasos  extraviados  y  tris- 
tes por  las  montañas  y  los  valles,  y  cuan- 
do al  caer  la  tarde  vuelve  al  monasterio, 
aunque  él  sabe  que  allí  no  hay  trasgos 
ni  endemoniados,  se  estremece  de  ho- 
rror y  de  espanto  cuando  cruza  los  claus- 
tros medrosos: 

De  una  escasa 
Luz  el  distante  y  pálido  reflejo 
Guía  por  ellos  mis  inciertos  pasos: 

Le-Tourner,  y  de  este  idioma  al  castellano  por 
don  Manuel  Gorrino. 

(l)     Mi  paseo  solitario  en  Primavera. 

179 


/.        MARQUES        MERCHAN 

Y  enmedio  del  horror  y  del  silencio 
¡Oh  fuerza  del  ejemplo  portentosa! 
Mi  corazón  palpita,  en  mi  cabeza 
Se  erizan  los  cabellos,  se  estremecen 
Mis  carnes  y  discurre  por  mis  nervios 
Un  súbito  rigor  que  los  embarga. 
Parece  que  oigo  que  del  antro  obscuro 
Sale  una  voz  tremenda  que  rompiendo 
El  eterno  silencio  así  me  dice: 
Huye  de  aquí  profano,  tu  que  llevas 
De  ideas  mundanales  lleno  el  pecho. 
Huye  de  esta  morada,  do  se  albergan 
Con  la  virtud  humilde  y  silenciosa 
Sus  escogidos;  huye,  no  profanes 
Con  tu  planta  sacrilega  este  asilo. 
De  aviso  tal  al  golpe  confundido. 
Con  paso  vacilante  voy  cruzando 
Los  pavorosos  tránsitos,  y  llego 
Por  fin  a  mi  morada,  donde  ni  hallo 
El  ansiado  reposo,  ni  recobran 
La  suspirada  calma  mis  sentidos. 
Lleno  de  congojosos  pensamientos 
Paso  la  triste  y  perezosa  noche 

1 8o 


L  A      S  E  M  I L  L  A       R  O  M  A  NT  I  C  A 

\'.\\  molesta  vigilia,  sin  que  llegue 
A  mis  ojos  el  sueño,  ni  interrumpan 
Sus  regalados  bálsamos  mi  pena. 
Vuelve  por  lin  con  la  rosada  aurora 
La  luz  aborrecida,  y  en  pos  de  ella 
V\  claro  día  a  publicar  mi  llanto 
V  dar  nueva  materia  al  dolor  mío.  (l) 

Esa  melancolía  íntima,  profunda,  in- 
quietadora, que  al  poeta  sobrecoge  y 
desasosiega  en  las  horas  nocturnas;  esas 
agudas  sensaciones  en  que  Azorín  ve  el 
germen  de  toda  la  poesía  romántica,  que 
más  tarde  ha  de  surgir  en  España,  cali- 
fícalas Menéndez  Pelayo,  de  «efecto  re- 
ligioso, producido  por  la  contemplación 
de  los  claustros»  simplemente.  Pero  no 
obstante  reconoce  que  «Jovellanos  es- 
taba mejor  preparado  que  nadie  en  Es- 
paña,  para  aspirar  con  toda  su  fuerza  el 

(i)  Epístola  de  Fabio  a  Anfriso — Descrip- 
ción del  Paular. 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

aliento  poético  de  la  Edad  Media;  que 
la  soledad  y  la  desgracia  le  incitaron 
a  ello  al  ponerlo  en  contacto  con  las  re- 
liquias de  aquella  época»,  y  que  «el  ro- 
manticismo histórico  y  caballeresco,  el 
romanticismo  de  Walter  Scott,  el  mun- 
do de  las  costumbres  feudales,  Jove- 
llanos  fué  el  primer  español  que  lo  des- 
cubrió, saludándolo  con  gritos  en  los 
que  se  mezclaban  el  entusiasmo  con  la 
inexperiencia»  (i) 

Sabido  es  por  demás  que  la  bárbara 
saña  de  los  perseguidores  del  ilustre  va- 
rón, le  encerró  en  el  castillo  de  Bellver. 
Allí  comenzaron  a  bullir  y  moverse  en 
su  fantasía,  pugnando  por  adquirir  for- 
ma, los  fantasmas  vagamente  entrevistos 
en  las  viejas  relaciones.  Era  una  solem- 
ne fiesta  la  que  dábase  a  sí  mismo  Jove- 

(l)     Ideas  estéticas:  Pag.  349.  Tom.  VI. 

182 


LA      S  E  M  ILLA       fí  O  MA  NTI  CA 

llanos,  en  páginas  dignas  de  una  cróni- 
ca del  siglo  XII,  según  la  expresión  di- 
chosa de  Milá  y  Fontanals.  (7) 

Mas  también  un  dulce  y  sereno  ma- 
gistrado de  la  Audiencia  de  Valladolid, 
llora  sus  desgracias  y  se  cree  el  hombre 
más  desdichado,  lastimoso  y  melancóli- 
co del  mundo.  <  Tú  me  juzgas  feliz»,  es- 
cribe a  Jovino 

«üh  si  pudieras 
Ver  de  mi  pecho  la  profunda  llaga 
Que  va  sangre  vertiendo  noche  y  día» 

«En  ansias  infernales,  solo  en  vela  >  gi- 
me, y  el  llanto  «sus  mejillas  ara».  Nada 
mira,  nada  halla  que  le  cause  «sino  agu- 
do dolor  o  tedio  amargo*.  Huye  de  to- 
dos «sin  destino,  perdido,  extraviado, 
con  pie  incierto»,  corriendo   «medrosos 

(7)     Vid.  la  Memoria  del  Castillo  de  Bellver. 

181 


/.        MARQUES        M E  R  C  H  A  N 

valles»;  y  camina  de  noche  llamando  a 

la  luna  desesperado; 

¡Luna,  piadosa  luna!  cuanto  peno. 
No,  jamás  otro  en  tu  carrera  viste 
A  otro  infeliz  cual  yo  de  angustia  lleno»,  (l) 

y  en  esta  poesía,  hay  como  ha  dicho  Azo- 
rín  <  no  la  pasión  y  el  fuego  que  eso  está 
en  Fray  Luis  de  León,  sino  una  melan- 
colía, una  tristeza,  que  no  existía  antes, 
y  sobre  todo,  y  ello  es  esencialísimo,  una 
manera  de  ver  la  naturaleza,  no  imper- 
sonalmente  como  en  Fray  Luis  y  en 
Garcilaso,  sino  a  través  del  propio  espí- 
ritu, tamizada,  interpretada  por  nuestras 
emociones  del  momento,  por  el  estado 
de  nuestra  alma>.  (2) 

(i)  a  Jovino.  De  mi  vida.  Las  Miserias  hu- 
manas. 

(2)  Preciso  es  advertir  sin  embargo,  que 
Melendez,  está  por  Young  influenciado,  e  imi- 
ta ajovellanos  su  maestro  y  amigo.  Vid.  la  Oda 
VII  (La  Noche  y  la  Soledad): 

J84 


/. .-/      ^  /•;  M ILL  A       R  OMÁN 'I  I  C  A 

Pero  este  ruinanticismo  inquietante 
que  va  brotando,  aislado  y  paulatina- 
mente en  España  con  carácter  marcada- 
mente personal  y  originalísimo,  no  es 
conocido  del  vulgo  literario,  ni  menos 
del  despreocupado  público  de  tiempos 
de  Carlos  IV. 

He  aquí  ya  dos  corrientes  románticas 
distintas;  una  extrangera  y  otra  españo- 
la; las  dos  coadyuvan  a  la  creación  de 

Y  la  cítara  fúnebre  templemos 
O  Young,  que  tu  tañías 
Cuando  en  las  rocas  de  Albión  llorabas. 

Y  con  Young  silenciosos  nos  entremos. 
En  blanda  paz  por  estas  soledades...  etc. 
y  la  Elegia  II: 

Yo  empero  huyendo  del,  sin  cesar  llamo. 
La  negra  noche  etc.. 

en  que  la  imitación  de  Jovellanos  es  absoluta. 
Mas  apesar  de  ello  un  fondo  de  sinceridad  late 
bajo  el  ropaje  imitativo:  la  desgracia  familiar  y 
política  del  frágil  magistrado. 

1S5 


/.        MARQUES        MERCHAN 

nuestra  compleja  literatura  romántica, 
pero  aun  falta  un  tercer  elemento  nacio- 
nal, parte  potísima  en  la  gestación  de  la 
misma,  y  de  la  que  uno  de  los  más  ge- 
nuinos  representantes,  es  don  Bartolo- 
mé José  Gallardo.  Nos  referimos  a  nues- 
tro romanticismo  clásico,  que  no  de 
otra  manera  debe  llamarse  la  libertad  de 
principios  y  reglas  empleadas  por  nues- 
tros autores  del  Siglo  de  Oro. 


1 86 


EL  RETORNO  A  LOS  CLÁSICOS 


Las  ideas  clasicistas,  no  hirieron  nun  - 
ca  profundamente  el  espíritu  español; 
ninguno  de  nuestros  autores  dramáticos 
del  siglo  XVIII  sintió  la  tragedia;  nin- 
guno identificóse  por  entero  con  la 
manera  de  pensar  francesa;  el  eclepti- 
cismo  y  el  desorden  reinaron  entre  los 
partidarios  del  sistema  clasicista,  y  ca- 
racterizando a  este  la  estilización  supre- 
ma de  la  naturaleza,  hasta  el  punto  de 
hacerle  caer  en  lo  inverosímil  y  fantás- 
tico, diose  el  caso  de  omitir  precepto 
tal,    impuesto    por    la    constumbre,    y 

187 


/.         MARQUES        M  ER  C  H  A  N 

ajustándose  a  las  limitativas  unidades, 
presentar  cuadros  de  un  verismo  en- 
cantador. Sírvannos  de  ejemplo  las  co- 
medias de  Moratin,  tenidas  hasta  el 
presente  como  modelos  de  clasicismo 
puro,  y  que  en  el  fondo  no  contienen 
más  que  una  admirable  pintura  de  la 
vida  real  y  cuotidiana,  apuntando  en 
este  carácter,  la  transición  al  roman- 
ticismo -  reacción  fogosa  y  oposición 
audaz  y  valiente,  a  la  frialdad,  rigi- 
dez y  monotonía  de  las  obras  clasi- 
cistas. 

Apesar  de  la  resistencia  que  los  espa- 
ñoles hicieron  a  la  entrada  del  roman- 
ticismo, la  lucha  no  fué  titánica,  ni  re- 
vistió el  encarnizamiento  que  en  Fran- 
cia, donde  tan  arraigadas  estaban  las 
doctrinas  clasicistas.  En  Espaíia,  la  pu- 
blicación de  las  obras  de  los  clásicos  y 

j8S 


RL    Rh.TORNO    A    /.OS    C/.ASICOS 

el  Romancero,  apenas  conocidos  en  lus 
albores  del  siglo  XIX,  íacilitaron  mu- 
cho su  entrada  triunfal,  que  también 
coincidió  con  las  traducciones  de  Wal- 
ter  Scott,  L.ord  Byron  y  Mad.  Stael.  (i) 
Nuestros  escritores  clásicos,  fueron 
románticos — eminentemente  románti- 
cos— si  por  romanticismo  se  entiende  el 
rompimiento  de  los  moldes  primitivos 
y  antiguos, —  en  especial  Lope  y  Cal- 
derón, revolucionadores  del  teatro — (2); 

(i)  En  1803  veía  la  luz  pública  una  traduc- 
ción de  ,-//í7/ar7?¿'?/í? de  Chateaubriand;  en  1816 
una  versión  castellana  de  Paul  et  Virginie\  y  en 
181 8,  Mariano  Cabrerizo,  librero  valenciano, 
comenzó  a  publicar  una  serie  de  novelas  en  su 
mayor  parte  románticas.  También,  la  fundación 
de  ^ El  Europeo*  en  Barcelona,  del  que  fueron 
alma  Aribau  y  López  Soler,  dio  nuevos  impul- 
sos al  movimiento. 

(2)  Gallardo  califica  también  de  románticas 
las  tendencias  fantásticas  y  sentimentalistas  de 
nuestras  letras  viejas.  Toda  la  literatura  caballe- 
resca es   romántica  para   él;  así  dice:  «El  Qui- 

189 


/.        MARQUES        MERCHAN 

y  en  este  sentido  es  en  el  que  Menéndez 
Pelayo  afirma  existe  el  romanticismo  en 
los  libros  del  licenciado  Barreda  y  Mo- 
rales Polo  (Traducción  del  panegírico 
de  Trajano,  de  Plinio  y  el  Epítome  de 
los  hechos  y  dichos  de  aquel  empe- 
rador), aun  cuando  Morales  trae  ya  re- 
glas y  sentencias  a  las  cuales  pueden 
amoldarse  los  dramas  románticos,  (i) 
Este  romanticismo  es  también  descono- 
cido en  los  principios  del  siglo  pasado: 
las  obras  de  los  clásicos  eran  raras  en- 
tonces, y  el  conocimiento  de  los  viejos 
libros — de  que  tan  infiltrado  Gallardo 

jote,  además,  es  libro  que  arguye  en  quien  lo 
escribió,  un  caudal  de  lectura  y  de  erudición 
romántica  que  asombra».  Vid.  El  Criticón  n°  I. 
Pag.  36. 

(l)  De  poética  romántica,  califica  igualmen- 
te las  Cartas  Philológicas  de  Alfonso  Sánchez 
de  la  Ballesta.  Vid.  Ideas  Estéticas.  Tomo  III. 
Pag.  363- 


EL    RETORNO    A    LOS    CLASICOS 

estaba — tenía  algo  de  ciencia  oculta;  las 
alfeñicadas  producciones  de  la  bucólica 
de  estufa,  imperaban  con  las  odas  ¡pa- 
trióticas y  las  canciones  de  circunstan- 
cias, y  en  cambio  el  tesoro  de  nuestro 
Romancero  «-colección  la  más  rica  de 
poesía  propiamente  popular,  que  posee 
nación  alguna  >,  según  Costa,  eran  des- 
conocidas en  absoluto,  l^os  gustos  anda- 
ban extraviados,  y  las  reimpresiones  de 
las  obras  producidas  durante  las  gestas 
de  oro  de  nuestras  letras,  sirvieron  para 
encauzarlo. 

El  conocimiento  del  Romancero  y 
de  los  clásicos,  despertó  en  el  espí- 
ritu español  emociones  nuevas,  en  ex- 
tremo halagadoras,  muy  en  armonía 
y  consonancia  con  su  manera  de  pen- 
sar y  sentir,  que  unido  al  pobre 
arraigo  de  las  convicciones  clasicistas 

191 


/.         MARQUES        MERCHAN 

(i),  determinaron  una  excelente  dispo- 
sición para  la  entrada  triunfal  del  ro- 
manticismo. (2)  Por  eso  el  romanticismo 
español  no  fué  en  substancia  otra  cosa, 
que  la  vuelta  a  los  clásicos  y  sus  obras, 
acomodadas  a  las  costumbres  y  ade- 
lantos de  la  época,  al  paso  que  en  Fran- 
cia significó  una  innovación  completa. 

La  revolución  romántica  fué  necesa- 
ria. Las  hogueras  de  los  corazones  esta- 
ban en  la  tragedia  clásica  cubiertas  de 
nieve,  eran  cadáveres  helados;  faltábales 

(i)  Aun  las  defendía  en  1822  Martínez  de 
la  Rosa  en  su  Poética. 

(2)  No  estuvo  sin  embargo  exento  movi- 
miento de  oposición.  Cuando  en  1818  el  ilus- 
trado cónsul  alemán  don  Nicolás  Bóll  de  Fa- 
ber,  dio  a  conocer  las  opiniones  de  Shclegel  so- 
bre Calderón,  se  levantó  contra  él  universal  cla- 
moreo, descollando  por  su  apasionamiento  en 
rebatirlas  don  José  Joaquín  de  Mora  y  don  An- 
tonio Alcalá  Galiano,  el  mismo  que  años  más 
tarde  escribiría  el  prólogo  de  '«^  El  Moro  Expó- 
sito. 

192 


EL    RETORNO    A    f.OS    CLASICOS 

el  íuc'go  y  la  pasión  cnervadoras  de  su 
vitalidad,  fenecida  a  manos  de  hieratis- 
mo  abrumador;  y  a  este  organismo  de- 
caído, la  ardorosidad  romántica  le  dá 
nuevas  fuerzas,  le  presta  mayores  ener- 
gías. Por  eso  fué  algo  más  la  innovación, 
que  un  cambio  de  retórica  y  de  trajes 
conn)  afirma  Zola;  (i)  significó  un  cam- 
bio completo  de  sentimientos  y  de  in- 
terpretación de  la  vida. 

La  humanidad  tiene  sus  momentos 
estéticos,  inconscientemente  manifesta- 
dos en  pluralidades  de  espíritus,  afines 
por  similitud  de  condiciones  intelecti- 
vas y  homogeneidad  de  cultura  o  in- 
cultura. El  romanticismo  que  podemos 
llamar  socialismo  literario,  nace  de  una 
falta  de  educación  solemne  y  decan- 

(l)  El  Naturalismo  en  el  Teatro.  Pag.  13. 
Madrid.  La  España  Moderna. 

^3  193 


/.         MA  R  Q  U E  S        M  E  R  CHA  A 

tada;  tiene  un  origen  plebeyo.  Mientras- 
priva  el  estudio  de  las  humanidades,  la 
cultura,  que  es  juego  de  ingenio,  per- 
mite alcanzar  el  refinamiento;  cuando- 
decae  y  se  extingue,  empobrecido  el 
mundo  ideológico,  retorna  el  hombre  a 
su  natural,  refugiase  en  la  llana  ex- 
presión de  sus  afectos.  En  este  punto- 
surge,  virilmente  remozador  el  roman- 
ticismo, que  no  es  en  esencia,  sino  la  in- 
tensidad supeditada  al  volumen,  es 
decir,  la  exageración  del  sentimientOy 
hecha  por  el  espíritu  ayuno  de  doctrina, 
en  su  afán  de  engrandecerle,  (i) 
Corolario  admirable  de  todo  ello  es  la 

(i)  No  trato  aquí  de  hacer  un  detallado 
estudio  sobre  el  romanticismo  español.  Tan 
solo  de  esquemar  con  ligereza,  las  diversas 
corrientes  que  lo  integran,  y  entroncar  debi- 
damente la  poesía  de  Gallardo.  Para  más  opor- 
tuna ocasión  reservo  la  exposición  de  mis  teo- 
rías. 

194 


El.    KRTORNO    A    LOS    CLASICOS 

conciencia  de  la  personalidad,  su  exalta- 
ción. L-nid  a  ésta,  el  entusiasmo  ingenuo 
y  desbordante  que  el  incentivo  guerre- 
ro ha  prendido  en  el  alma  española;  jun- 
tad la  pasión  política,  algo  de  lacrimatu- 
ria  melancolía  (efecto  del  melancólico 
ritmo  universal  ahora  percibido)  y  ten- 
dréis cristalizado  el  romanticismo  fer- 
viente de  Espronceda,  el  que  es  objeto 
de  la  sátira  de  Larra,  El  Trovador,  Don  Al- 
varo... Ahora  bien;  esos  pasos  inadverti- 
dos que  arrastran  al  individualismo 
vehemente,  ensoñador,  a  la  realidad  ín- 
tima, profunda  de  la  naturaleza,  percí- 
bense  acentuados,  a  medida  que  el 
tiempo  evoluciona,  en  las  obras  de  los 
preceptistas  antidogmáticos.  Luzan,  re- 
huye la  autoridad  del  legislador  para  es- 
cudarse solo  en  la  razón  y  la  verdad;  Pi- 
quer  ya  es  un  vidente  de  la  relatividad 

^95 


/.         MARQUES        MERCHAN 

de  la  belleza;  (i)  Arteaga  amplia  el  ho- 
rizonte estético. 

La  revolución  se  acerca.  En  1794, 
Hervás  la  presiente.  «Aparece  en  el  ho- 
rizonte de  la  literatura-escribe-una  nue- 
va elocuencia  que  se  llama  estilo  filosófi- 
co... En  el  más  breve  discurso,  se  amon- 
tonan y  confunden  pensamientos  de  ob- 
jetos físicos  y  metafísicos,  naturales  y 
teológicos,  civiles  y  morales,  simples  y 
alegóricos,  ún  conexión  dialéctica,  retórica, 
ni  verbal.  El  estilo  filosófico  consiste  en 
vomitar  tumultuariamente  pensamientos 
de  toda  clase  con  concisión  de  palabras; 
es  como  una  tempestad  que  arroja  gra- 
nizos de  todos  tamaños  y  colores».  (2) 

(i)  Esta  idea  que  Piquer  desarrolla  en  su 
Lógica  (1771)  habíanla  apuntado  ligeramente 
el  P.  F"eijóo  en  su  Discurso  Razó7i  del  gusto 
(1734)  y  don  Juan  de  íriarte  en  el  Diario  de  los 
Literatos  (1737). 

(2)     Vid.  la  Historia  de  la  vida  del  hombre. 

196 


EL    KliTORNO    A    LOS  CLASICOS 

Embebecido  Gallardu  en  el  estudio  de 
nuestros  grandes  autores  de  los  siglos 
XVI  y  X Vil,  impregnado  de  las  belle- 
zas y  agudos  decires  de  los  gráciles  can- 
cioneros  nacionales  populares  y  erudi- 
tos, adelántase  a  su  época — lo  mismo 
que  en  la  política  y  en  el  sentir  crítico — 
y  acierta  a  ser  romántico  a  la  manera 
clásica,  dulce  y  placentero,  consciente  y 
moderado,  y  lo  que  es  lo  más,  a  apelli- 
dar su  bellísimo  romance  Blanca-Flor, 
canción  romántica,  (i) 

Nadie  negará  la  filiación  de  esta  poe- 
sía, con  las  trovas  amorosas  de  nuestros 

(i)  Para  Gallardo,  romántico  es  tanto 
como  protestador,  hombre  de  espíritu  poco 
acomodaticio  a  la  estética  vigente.  Así  nos  ha- 
bla por  ejemplo,  de  los  románticos  de  1550,  en 
tre  los  que  coloca  a  don  Pedro  de  Sala2ar,  «que 
no  se  daba  el  mejor  perjeño  para  hacer  libros 
al  gusto  de  los  críticos  clásicos»  Vid.  El  Criti- 
cón n.°  III  pag.  6  y  7. 

797 


/.         MARQUES        MERCHAN 

castizos  copleros  del  siglo  XVI,  pues 
tantas  semejanzas  con  estas  tiene — aun 
en  el  mismo  pensamiento — que  Menén- 
dez  Pelayo  vislumbra  en  ella,  felicísima 
imitación  del  villancico  de  Urrera  que 
comienza: 

Ayer  vino  un  caballero 
Mi  madre,  a  m'enamorar 
No  lo  puedo  yo  olvidar  (l) 

Pero  no  es  sola  Blanca-Flor,  la  com- 
posición de  Gallardo  que  encierra  tal 
carácter;  también  lo  tienen,  su  primo- 
rosa canción  A  Zelinda,  y  algunos  otros 
romances  y  letrillas   de  la  más   castiza. 

(i)      Vid.  Menéndez  y  Pelayo,  Antología  de 
poetas  líricos  Castellanos.  Tomo  VIL 

Más  que  imitación  directa  de  dicho  villanci- 
co, ni  ningún  otro,  el  lindísimo  romance  de  Ga- 
llardo es  «un  tegido  de  reminiscencias  eruditas» 
como  afirma  atinadamente  el  P.  Blanco.  Vid. 
Historia  de  la  Literatura  en  el  Siglo  XIX.  Pag. 
103.  Tom  I. 

198 


I 


El.    RETORNO    A    LOS    CLJSICOS 

y  apasionantr  traza,  (i)  que  saltando 
por  cima  de  Cadalso,  de  Meléndez  y 
de  la  nueva  escuela  sevillana,  valieron 
para  «soldar  con  más  fuerza — según 
añrma  Valera — la  antigua  poesía  espa- 
ñola con  la  más  reciente,  y  preparar 
el  elemento  nacional  y  más  propio 
parala  futura  innovación.* 

Y  he  aquí  ligeramente  esbozados  los 
elementos  distintos,  que  integran  nues- 
tro complejo  romanticismo,  que  trae  al 

(i)      Canta  en  El Dzieño  Ingrato: 
En  tu  dulce  soledad, 
¡Oh  noche  plácida! 
Cautivo  lloro, 
En  grillos  de  oro, 
El  tiránico  rigor. 
¡Ay  dolor! 

De  un  dueño  ingrato. 
Y  a  tu  incierto  resplandor 
¡Oh  luna  pálida! 
La  sombra  esquiva 
O  fugitiva 
Busco  ciega  del  amor. 


/.         M  ARQUES        M  ER  CHA  N 

arte  la  libertad  y  un  poco  de  huma- 
nidad y  sentimiento,  exigidos  por  los 
adelantos  de  la  época  y  la  evolución  de 
la  sensibilidad,  (i) 

Las  épocas  se  suceden;  las  costum- 
bres varían,  las  ideas  se  transforman, 
los  conceptos  del  arte  evolucionan; 
querer  regir  una  época  por  los  precep- 
tos de  otra,  es  un  absurdo  funesto, 
una  ruina  lamentable;  y  siendo  la  lite- 
ratura un  producto  social,  al  unísono  de 
la  sociedad   a  que  pertenezca,  ha  de  vi- 

(l)  Resumiendo,  puédese  bosquejar  el  si- 
guiente cuadro: 

Romanticismo  Español 

I.^  etapa:  Romanticismo  liberador  (romanti- 
cismo de  nuestros  autores  del  siglo  de  oro;  rom- 
pimiento de  moldes  primitivos,  de  las  formas 
muertas  de  la  tragedia  clásica)  Lope,  Calderón. 

2.^  etapa:  Romanticismo  pasional  ^afirmación 
de  la  personalidad,  tendencia  realista),  lo  infor- 
man: 

Romanticismo  clásico  español  (Gallardo). 

200 


I.L    K¡:  TORNO    A    LOS    LL ASIÓOS 

l)rar  en  sus  partos  todas.  P(»r  eso  las  in- 
(juietudes  y  las  ideas  de  cada  tiempo, 
encarnan  en  una  fórmula  estética  di- 
ferente, y  el  romanticismo, — socialismo 
literario — es  la  fórmula  de  un  instante 
del  siglo  XVIII,  fórmula  tan  precisa, 
que  el  ilustre  Hegel  11  egó  a  considerarla 
«un  momento  necesario  y  glorioso  en  la 
vida  estética  de  la  humanidad.» 


Romanticismo  inquietante — que  así  puede 
llamarse  por  entrañar  de  continuo  una  inquie- 
tud- (Cadalso,  Meléndez,  Jovellanos,  Cienfue- 
gos). 

Romanticismo  extranjero  (Duque  de  Rivas, 
Martínez  de  la  Rosa). 

Los  tres  integran  el  espíritu  de  nuestro  ro- 
manticismo pasional,  que  divídese  en 

Romanticismo  exaltado  (Martínez  de  la  Ro- 
sa, García  Gutiérrez,  Zorrilla,  Espronceda, 
Hartzbusch,  Gil  y  Zarate,  Duque  de  Rivas  etc.) 
y  Romanticismo  moderado  (Bretón,  Rodríguez 
Rubí). 


20I 


LOS  CUATRO  PALMETAZOS 


Menguadas  noticias  pregonan  las  ha- 
zañas literatescas  del  pais  en  la  aquie- 
tada villa  de  Castro  del  Rio.  Las  epísto- 
las volanderas,  dicen  calladamente  al- 
gún raro  suceso  al  carcelado  sufridor, 
que  urde  a  retales  el  mapilla  abreviado 
del  pálido  esfuerzo  intelectivo  de  los 
años  últimos,  con  tales  nuevas  y  adver- 
timientos. También  la  diligencia  de 
algún  amigo  hace  llegar  a  él  librejos 
agasajados  por  el  público  en  su  fresca 
aparición,    que  saborea    de    grado  sin 

203 


/ .         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

encono;  pero  advierte  don  Bartolomé, 
desolado,  que  no  es  todo  elegancia  y 
vigor  lo  que  reluce  en  la  fabla  empleada 
por  los  folicularios  autores  de  los  mis- 
mos, \^  como  anunciada  se  halle  al  pú- 
blico la  Historia  de  la  Literatura  Española 
de  Bouterwek,  traducida  por  los  seño- 
res Gómez  de  la  Cortina  y  Hugalde 
Mollinedo  (i),  ylas  referencias  que  de 
ella  tiene  acusen  deficiente  crítica,  im- 
pericia en  el  manejo   de  la  lengua  por 

(i)  Declaran  al  hacer  dicha  traducción  «que 
la  hacían  deseosos  de  sicplir  la  obra  origÍ7ial  de  que 
careciamos^  por  el  descuido  de  tan  útil  estudio 
debido  a  las  guerras  y  trastornos  y  a  la  falta 
general  de  buena  educacid7i* ;  «ruda  franqueza — 
apostilla  Valera — que  denota  a  las  claras  cuál 
sería  el  estado  de  un  pueblo,  donde  dos  modes- 
tos traductores,  se  atrevían  a  decir  tal  impro- 
perio como  quien  dice  lo  más  natural  sabido  y 
confesado».  Vid.  Discurso  de  contestación  a 
Núñez  de  Arce  en  su  Rep,  en  la  Academia 
Española.  Tom.  I  de  sus  obras  completas. — 
Discursos  Académicos.  Pag.  273. 

204 


LOS    crATA'i)    PALMETAZOS 

los  autores  do  la  vrrsión,  comiíone  un 
desengaño  j)riMTiaturo  al  tan  cacareado 
engendro,  para  norma  <  de  más  de  un 
candido  y  pío  lector»,  volcando  en  esta 
obrilla  de  circunstancias,  todo  el  poso 
de  su  dolor  por  el  desprestigio  del  cas- 
tellano, (l) 

Publícase  la  obra  de  Bouterwek,  y  en 
la  Gaceta  de  Bayona — periódico  afrance- 
sado— aparece  una  crítica  acerba,  enca- 
minada a  zaherir  los  yerros  gramaticales 
de  la  misma.  Mas  poco  experto  en  tales 
andanzas,  el  anónimo  autor  del  artículo, 
comételos  extraordinariamente  mayores 
en  abundancia  y  calidad  a  los  de  Gómez 
Cortina  y  Mollinedo.  Gallardo  le  sale  al 
paso — y  nótese,  porque  es   un    detalle 

(i)  No  llegó  a  publicarse  el  Desengaño, 
según  testimonio  de  Ramírez  de  las  Casas- 
Deza,  «en  consideración  a  los  buenos  deseos  de 
los  traductores». 

205 


y.         MARQUES       MERCHAN 

significativo  para  el  estudio  de  su  perso- 
nalidad, que  una  de  las  tareas  que  se 
asigna  es  la  de  quebrar  una  lanza  desin- 
teresadamente en  favor  de  todo  el  que 
de  manera  injusta  vese  calumniado — 
(i)  y  da  a  luz  un  folleto  que  rotula  Cuatro 
Palmetazos  bien  plantados  por  el  Dómine  Lu- 
cas a  los  Gaceteros  de  Bayona^  escrito  con 
una  precisión  y  galanura  serenamente 
encantadoras. 

Hay  en  esta  obrilla— ligera  pero  lumi- 
nosa— curiosos  juicios  y  apreciaciones 
sobre  el  valor  y  pureza  de  la  lengua 
Castellana.  Así  escribe  entre  otras  cosas: 
«notable  desacuerdo  vuelvo  a  decir, 
que  el  piano  reciba  el  tono  de  un   cara- 

(l)  Al  artículo  impi-eso  en  los  números 
112,  113  yII4dela  Gaceta,  contestaron  Cor- 
tina y  Hugalde,  poniendo  de  oro  y  azul  al 
editor,  en  un  folleto  titulado  Diálogo  entre  él 
y  yo. 

206 


LOS    CUATRO    PALMETAZOS 

millo;  porque  cierto,  comparar  con  la 
castellana  la  lengua  francesa,  se  me  an- 
toja lo  mismo  que  comparar  un  órgano 
con  un  chiflo  de  castrador  >;  y  refirién- 
dose al  postramiento  y  decadencia  del 
idioma  patrio,  estampa  más  adelante  es- 
tas pesimistas  e  irónicas  palabras;  «en 
suma,  la  lengua  castellana  murió  y  es 
preciso  estudiarla  ya  como  lengua 
muerta.  > 

Redúcese  la  finalidad  principal  del 
folleto,  a  combatir  las  torpes  ideas  que 
sobre  el  empleo  del  relativo  que  como 
conjunción  y  fijativo  adjetival,  profesan 
los  redactores  de  la  Gaceta  de  Bayona 
a  los  que  combate  trayendo  en  sustento 
de  su  opinión  copioso  caudal  de  citas 
castellanísimas  entresacadas  de  las  obras 
de  los  más  castizos  y  chapados  autores 
españoles;   más  también  a  guisa  de  adi- 

207 


/.         MARQUES        ME  R  C  H  A  N 

tamento,  después  de  condenar  las  ras- 
treras y  sobadas  al  par  que  absurdas  filo- 
sofías de  los  Gaceteros,  y  llamarles  en 
buen  romance  filosofiUos  de  medio  mo- 
gate, censura  las  opiniones  que  en  punto 
a  esta  y  otras  cuestiones  logosóficas, 
mantienen  Hermosilla  y  Reinoso,  con 
una  brillantez  de  forma  y  profundidad 
de  doctrina  reveladoras  de  su  extenso 
saber  lingüístico  y  filológico,  (i) 

El  agitado  y  monótono  vivir  que  arras- 
tra en  Castro  del  Río  toca  su  término  fi- 
nando el  año  1830.  Recobrada  la  liber- 
tad, no  de  manera  absoluta  (pues  ve.se 
vigilado  con  insistencia  y  cautela,  do 
quiera   encamina   su   paso    vagabundo) 

(i)  Habiendo  enviado  un  ejemplar  a  la 
Academia  Española,  ésta  le  manifestó  el  mucho 
aprecio  que  hacía  de  su  erudito  discurso,  por 
medio  de  su  secretario  don  Francisco  Antonio 
González. 

208 


L  O  S    C   UA  7  R  O    P  A  L  M  E  T  A  Z  OS 

pero  sí  suficientes  i)ara  correr  tierras  y 
publicar  escritos,  abandona  la  absolu- 
tista villa,  acariciando  bravos  proyectos 
y  curado,  en  parte  solo,  de  la  grandísima 
desazón  que  en  su  ánimo  produjo  la  pér- 
dida traicionera  de  sus  entrañables  li- 
bros. Este  capital  acontecimiento,  no 
determina  en  él  cambio  ni  mutación  al- 
guna; Gallardo  era  y  sigue  siendo,  un 
caso  típico  de  profundo  individualismo; 
sus  caracteres  psíquicos  no  varían;  gine- 
te  en  su  pegaso  clavileño,  va  cruzando 
la  ruta  del  destino,  con  altiva  cerviz,  in- 
dómito y  libre,  pero  igual,  siempre  igual 
entre  adversidades  y  fortunas,  entre  ca- 
sos fieros  y  halagüeños  remansos.  Pe- 
regrino de  un  mundo,  para  el  que  no  ha 
nacido,  por  el  suelo  de  España,  heroico 
y  triste  con  sus  locas  ideas,  sin  ventura 
cabalga. 


MERCACHIFLES  LITERARIOS 


«Amigo — escribe  a  Pérez  Torroba — 
años  y  desengaños;  para  cuatro  va  que 
unas  veces  desterrado  de  la  tierra  que 
más  amo,  y  otras  enterrado  entre  cuatro 
paredes,  me  trae  la  picara  fortunilla 
andando  como  la  paloma  del  diluvio, 
con  el  ramito  de  oliva  en  el  pico,  y  sin 
tener  donde  posar.  Yo  busco  la  paz,  y  no 
me  la  dejan  tener  en  parte  ninguna  >. 

En  1830,  solicita  don  Bartolomé  pasar 
a  Talavera  de  la  Reina,  intencionado 
de  aproximarse  a  Madrid,  y  obtiene  la 
ansiada   concesión.    Puesto  en   camino, 

211 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

detiénese  en  la  villa  de  Lopera,  pretex- 
tando una  caída,  aunque  en  verdad  con 
ánimo  de  esperar  el  resultado  de  la  cons- 
piración tramada  en  Andalucía,  que 
aborta  poco  después. 

Tras  algunos  meses  de  permanencia 
en  Lopera,  por  mandato  de  la  autoridad 
se  restituye  a  Castro,  de  donde  pasa  a 
Ocaña  al  siguiente  año,  al  objeto  de 
visitar  unos  amigos  y  seguir  la  jornada  a 
Talavera,  nuevo  punto  de  confinación. 
*Mi  vida  no  se  oculta  a  V.  cuan  es  de 
arrastrada  y  triste»  escribe  a  Duran  en 
Marzo  de  1831;  «(jpor  un  poco  de  pur- 
gatorio, quién  no  se  va  derecho  al  cie- 
lo.í*»;  y  en  Diciembre  del  mismo  año  dice 
a  don  Joaquín  Rubio;  «amigo  querido:  el 
de  siempre,  lo  de  siempre  y  como  siem- 
pre. Yo  no  me  mudo,  me  mudan,  sí,  de 
cuando  en  cuando,   para  que  sepa  mas 

212 


MER  CA  CIIIFL  ES      1. 1  TERA  RÍOS 

de  toda  mala  ventura.  Del  año  pasado 
acá,  poco  hay  que  de  contar  sea;  porque 
año  más  o  menos  de  desdichas  <qué  es 
todo  ello  comparado  con  la  eternidad?» 

I. os  realistas  de  Ocaña,  tratan  de 
enviarle  a  Sigüenza,  más  Gallardo  con- 
sigue autorización  para  establecerse  en 
Toledo,  donde  le  hallamos  en  los  co- 
mienzos de  1832.  En  Noviembre,  escri- 
be a  Rubio.  ♦  Mi  apreciable  amigo  y 
dueño:  aunque  hace  varios  días  ya  que 
pudiera  darme  por  libre,  no  he  querido 
creer  que  lo  estoy  hasta  que  al  echar 
a  andar,  me  he  sentido  y  visto  el  pié  sin 
grillete  >.  Poco  después  trasládase  a  Ma- 
drid. 

A  partir  de  la  publicación  de  Cuatro  Pal- 
metazos, Gallardo  entra  en  el  periodo  ál- 
gido de  su  vida  literaria;  su  producción, 
que  hasta  entonces  ha  sido  premiosa  por 

21J 


/.         MARQUES        M ER  C H  A  N 

achaques  de  erudito,  tórnase  fecunda. 
Ya  no  existe  libro  alguno  de  importancia 
sobre  el  que  no  emita  su  juicio,  trapa- 
cería contra  la  que  no  clame,  falsos  va- 
lores literarios  que  no  destruya,  ni  re- 
putaciones bastardas  que  deje  subsistir. 
Sus  opiniones,  sus  ideas,  los  agudos  re- 
pentes de  su  ingenio,  su  erudición  pas- 
mosa, sus  profundos  conocimientos  de 
la  lengua,  los  va  volcando  en  amenos 
escritos,  pletóricos  de  gracia  y  de  doc- 
trina. 

El  primero  que  aparece  por  orden 
cronológico  es,  la  Critica  de  la  biografia  de 
profesores  españoles  de  Bellas  Aries  por  Cean 
Bermudez   y  Llaguno  y  Amirola.  (i).  Disfra- 

(l)  Antes  había  publicado  en  El  Diario 
Alercantil  de  Cádiz,  dos  artículos  titulados  Mu- 
dez Extraordinaria,  disertación  sobre  un  caso 
de  interés  médico  sucedido  en  la  villa  de  Castro 
del  Río. 

21  4 


MRR C 4  CHIFL ES      LITERARIOS 

zado  culi  el  anagrama  de  Teodoro  José 
Grambella  pone  de  relieve  las  omisiones 
lamentables  en  que  incurren  los  dos  ilus- 
tres escritores,  y  el  defecto  de  ciertas 
apreciaciones.  A  este  artículo  (i)— que  le 
acarrea  fuertes  ataques  de  Reinoso,  de- 
fensor ardiente  de  Cean — sigue  una  co- 
rrespondencia del  Bachiller  de  Fór- 
noles,  titulada:  Trovadores  antiguos.  Del 
gran  Canciller  Pero  López  de  Ayala  y  su  fa- 
moso Rimado  de  Palacio,  en  el  primero  de 
cuyos  artículos  (2)  incluye  un  cuadro  li- 
terario del  reinado  de  don  Pedro  I  de 
Castilla,  arquetipo  del  género  narrativo 
histórico  y  maravilloso  en  el  decir;  una 
crítica  magna  de  las  Poesías  de  El  Solitario; 

(1)  Publicóse  en  los  cuadernos  60  y  64  de 
las  Carias  Españolas  (1832) 

(2)  Consta  de  tres,  publicados  en  los  núme- 
ros 66  y  68  de  las  Cartas  Españolas,  y  I  de  la 
Revista  del  mismo  nombre.  (1832) 

215 


/ .        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

su  romántica  canción  Blanca-Flor — es- 
tampada años  antes  en  Cádiz; —  una 
Prosodia  o  arte  rítmica  Española  (i)  que 
coincide  en  espíritu  con  la  Carta  sobre  una 
nueva  traducción  de  Homero;  una  disquisi- 
ción literario  arqueológica  sobre  El  Se- 
pulcro de  los  Pompeyos,  en  El  Vapor  de  Bar- 
celona, (1833),  y  un  primoroso  cuento 
Oriental — El  delito  del  Dátil — en  El  Boletín 
Oficial  de  la  Provincia  de  Toledo.  (2), 

<i834?) 

Algunos  de  estos  escritos  carecen  de 
importancia;  en  cambio  el  que  le  sigue, 

(i)  Se  publicó  en  i:/  Vapor  y  La  Revista 
Española.  (1834) 

(2)  He  debido  la  copia  de  este  cuento  que 
figura  en  el  apéndice  E,  así  como  otras  intere- 
santes notas,  a  la  condescendencia — que  muy 
de  veras  agradezco — de  mi  estimado  amigo,  el 
Profesor  de  la  Universidad  de  Toronto  (Cana- 
dá) Dr.  Milton  A.  Buchanan,  excelente  hispanis- 
ta, autor  de  documentados  y  apreciables  estu- 
dios   sobre  nuestro  teatro  clásico,  tales  como: 

216 


MERCACHIFLES       LITERARIOS 

marca  una  nueva  tase  en  la  vida  literaria 
del  autor.  Rotúlase  Laa  letras  letras  de  cam- 
bio o  los  Mercachifles  literarios,  (1834)  y  en 
él  fustiga  agriamente,  cierto  inmoderado 
afán  de  lucro  característico  de  los  escri- 
tores españoles  de  comienzos  del  pasa- 
do siglo.  Hermosilla  Miñano,  Lista,  Bur- 
gos, son  los  autores  censurados,  no  por- 
que intente  vituperar  en  ellos  el  deseo 
de  una  honesta  compensación  de  su  tra- 
bajo. «El  de  la  pluma — dice  — es  un  ejer- 
cicio como  otro  cualquiera;  y  ya  todo 
oficio  debe  acudir  el  correspondiente 
beneficio: 

Notes  on  the  Spanish  drama  (Lope,  Mira  de 
Mescua  and  Moreto),  The  case  of  Calderon's 
La  Vida  es  sueño;  The  cloak  episode  in  Lope's. 
— El  Honrado  hermano;  Was  Tirso  one  of  the 
anthors  of— El  Caballero  de  Olmedo;  At  a  Spa- 
nish Theatre  in  the  Seventeenth  Century,  etc. 
que  generosamente  puso  a  mi  disposición  un 
tesoro  de  gallarderías. 

2iy 


y.        MARQUES        ME  R  C  HA  N 

Ca  dice  el  evangelio  e  nuestra  decretal 
Que  digno  es  el  obrero  de  levar  el  jornal». 

Lo  que  recrimina,  lo  que  zahiere,  es 
«que  desatendiendo  los  escritores,  mas 
de  lo  que  debieran,  el  honor  de  su  pro- 
fesión, roto  el  justo  equilibrio  entre  la 
honra  y  el  provecho,  la  balanza  del  in- 
terés propio,  arrastre  la  del  común,  con 
desdoro  de  las  letras,  menoscabo  de  la 
mayor  perfección  de  las  obras  literarias 
y  depravación  de  los  principios  santos 
de  la  verdad  y  de  la  justicia.» 

Alude  en  este  folleto — con  el  que 
inaugura  el  sistema  de  crítica  menuda 
en  que  triunfaron  más  tarde  legítima- 
mente, Martínez  Villergas,  Clarín,  Val- 
buena,  Fray  Candil,  Casares— a  determi- 
nados negocios  poco  diáfanos,  pero  pro- 
ductores de  oro  en  demasía,  sobre  el  que 
cimentó  su  posición,  don  Javier  de  Bur- 

218 


MR R  CA  ClII FL  F.S      LITER  A  RÍOS 

gos,  simulando  era  adquirida  con  las 
letras.  A  este  ilustre  descendiente  de  los 
Meleros,  González  y  Olmos,  va  endere- 
zada principalmente  la  obrilla,  que  Ga- 
llardo le  ofrece  en  virulenta  dedicatoria. 
Gozaba  por  entonces  Burgos  de  alta  re- 
putación y  nombradla,  y  ocupaba  con 
beneplácito  de  sus  amigos,  el  Ministerio 
de  Fomento  (Interior),  a  cuyas  oficinas  y 
bajo  sobre,  envió  Gallardo  un  ejemplar 
de  Los  Mercachifles  Literarios,  acompañado 
de  una  muy  sarcástica  carta. 

¿•Porqué  arremete  contra  Burgos?  ¡  Ah! 
Gallardo  como  ya  hemos  dicho,  es  un 
hombre  que  se  adelanta  a  su  época;  Ga- 
llardo pide  en  1833,  una  revisión  de  los 
valores  literarios.  Sentía  este  anhelo;  su 
espíritu  quijotesco,  no  podía  consentir 
existiesen  tantas  reputaciones  usurpa- 
das, y  dolíase  de  que  hombres  como 

2ig 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

Burgos,  autor  tan  solo  de  algunos  me- 
dianos escritos,  y  defectuosa  traducción 
de  Horacio  (que  convirtió  de  Horacio 
Flaco,  en  Horacio  gordo)  gozasen  repu- 
tación inconmovible.  (¡Era  envidia  qui- 
zás? Nó,  Gallardo  era  incapaz  de  sentir 
tan  ruin  pasión,  como  nos  lo  declara  en 
el  prospecto  de  su  papel  volante:  «De- 
claro aquí — dice — en  ley  y  en  concien- 
cia, que  no  hay  silla  curul,  palacio,  ni 
alto  puesto,  a  que  yo  anteponga  mi  rin- 
cón, mi  llano  escaño,  y  la  independencia 
de  mi  alma,  libre  como  el  éter  de  los  cie- 
los». 

Si  critica,  lo  hace  con  justicia;  el  ver- 
gonzozo  estado  de  las  letras  le  exaspera; 
la  falta  de  grandes  figuras,  cuyos  puestos 
suplantan  dudosas  medianías,  le  impulsa 
a  derribar  los  falsos  ídolos.  Podrá  pecar 
de  apasionado  alguna  vez — no  lo  du- 

220 


MER CA CHIFLES       LITERARIOS 

damos — entonces,  rasguñará  a  los  es- 
critores que  critique,  pero  jamás  les  pro- 
ducirá herida  alguna.  Su  pluma  no  abri- 
ga aquella  perversa  intención  que  mo- 
vía los  Hermosilla,  Fórner  o  Iriarte;  los 
más  de  sus  decires  son  eutrapélicos;  si  al 
final  de  sus  días  hubo  de  sufrir  una  con- 
dena por  injurias,  no  fué  por  otra  cosa 
que  haber  colgado  a  El  Solitario  el  peri- 
frástico remoquete  de  « Aljamí  Malagón 
Farfalla*,  ofensa  leve,  si  se  tiene  en 
cuenta  responde  al  quevedesco  soneto 
de  este: 

Caco,  cuco,  faquín,  bibliopirata 

A  Miñano,  a  Hermosilla,  a  Lista  (con 
singular  donosura  al  último),  a  todos 
critica  minuciosamente,  pues  como  él 
mismo  nos  dice  «sus  críticas  demos- 
trarán que  los  autores  que  critica  no  los 
ha  leido  sobre  peine  sino  que  les  ha  des- 

221 


/.        MARQUES        M ER  C  H  A  N 

enhebrado  la  cabellera  sin  dejar  cañón 
por  cardar*. 

Burgos  era  en  aquella  fecha  un  pode- 
roso, y  como  es  costumbre  inveterada 
en  España,  que  un  ministro  todo  lo  al- 
cance— asistido  de  razón  o  sin  ella — lo- 
gra a  seguida  el  procesamiento  de  Ga- 
llardo, y  le  busca  sagaz  e  intensamente 
para  enviarlo  a  ruda  cárcel.  Mas  en  em- 
peño tan  piadoso  fracasa  con  ruido, 
porque  la  cauta  previsión  de  don  Barto- 
lomé, con  excelente  consejo  habíale 
llevado  a  la  Isla  de  León.  Por  el  camino 
comentó  el  Quijote;  refugiado  en  la  Isla 
vindicóse  en  escrito  brillantísimo. 

Tenía  Gallardo  entonces,  cincuenta  y 
ocho  años;  era  aquesta  la  séptima  per- 
secución que  padecía. 


222 


EL  CRITICÓN 


So  pretexto  de  haberse  impreso  un 
líbelo  <  sin  los  requisitos  de  la  ley,  alta- 
mente ofensivo  a  funcionarios  de  la  pri- 
mera gerarquía,  con  alguna  sátira  sobre 
objetos  de  la  Religión  venera»,  en  las 
oficinas  de  don  Mariano  Calero  y  Porto- 
carrero,  fueron  allanadas  estas  por  el 
subdelegado  de  policía,  y  aprehendidos 
los  dos  mil  ejemplares  tirados  de  Las  Le- 
tras de  Cambio,  al  tiempo  que  mandábase 
proceder  de  real  orden  contra  Gallardo 
y  sus  cómplices  en  el  supuesto  delito. 

Con  este  motivo  publicóse  en  El  Bole- 

223 


/.        MARQUES       M  E  R  C  H  A  N 

Un  Oficial  de  Madrid,  un  artículo  calum- 
nioso, altamente  ofensivo  para  don  Bar- 
tolomé, que  en  justa  réplica  dio  a  la  es- 
tampa una  hoja  sin  título  firmada  con  el 
seudónimo  J.  Claro  de  la  Vera,  en  la 
que  demostraba  palmariamente  que  el 
folleto  no  habíase  impreso  sin  los  requi- 
sitos de  la  ley,  antes  al  contrario,  llenán- 
dolos con  todo  rigorismo;  que  su  asunto 
era  una  crítica  literaria  sobre  la  traduc- 
ción de  Segur  hecha  por  Lista,  El  Arte  de 
Hablar  en  Prosa  y  Verso  de  Hermosilla,  el 
Diccionario  Geográfico  de  Miñano,  e  inci- 
dentalmente,  sobre  la  comedia  de  don 
Francisco  Javier  de  Burgos,  Los  tres  igua- 
les; que  de  estos,  solo  el  último  era  fun- 
cionario de  la  primera  gerarquía,  y  que 
todos  ellos  en  la  república  literaria  que- 
daban despojados  de  sus  distinciones  y 
prebendas;  que  Burgos  era  juez  y  parte 
224 


EL  CRITICÓN 

en  su  causa;  que  este  era  el  único  reo 
que  existía  por  haber  infringido  la  ley 
de  Imprenta;  y  finalmente  que  ignoraba 
cuales  fuesen  los  objetos  que  la  Religión 
venera,  si  ya  no  se  conceptuaban  tales  a 
los  abates  Miñano  y  Lista,  por  ser  gente 
de  Iglesia,  (i) 

El  sumario  termina  prestamente  y  Ga- 
llardo es  citado  a  comparecer.  No  ha- 
biéndolo hecho,  procédese  contra  el  im- 
presor Calero,  que  defendido  entusiasta 
y  ardorosamente  por  el  joven  abogado 
(más  tarde  famoso  orador)  don  Salustia- 


(l)  Siendo  este  el  primer  proceso  instruido 
con  arreglo  a  la  nueva  ley  de  Imprenta,  produ- 
jo grande  escándalo  en  Madrid.  De  algunos 
ejemplares  de  la  obra  que  escaparon  a  la  re- 
quisa policiaca,  se  sacaron  multitud  de  copias 
que  corrieron  de  mano  en  mano,  aprendiendo 
muchos  la  dedicatoria  literalmente,  para  mor- 
tificación mayor  para  Burgos. 

15  225 


/.         MARQUES        MERCHAN 

no  de  Olózaga,  es  absuelto  sin  demo- 
ra, (i) 

Poco  después,  juzgando  conjurado  el 
odio  del  ministro  trapacista,  torna  Ga- 
llardo de  la  Isla,  dispuesto  a  publicar 
El  jeremías  Político^  periódico  de  sátira 
oportuna  y  circunstancial,  pues  «aunque 
los  años  y  desengaños,  y  lances  varios 
de  amor  y  fortuna  me  tengan  arrollados 
los  bríos — escribe — mientras  aliente  un 
soplo  de  vida  que  sea,  siempre  seré  Ga- 
llardo » . 

De  este  nuevo  entusiasmo  por  la  lu- 
cha, da  cuenta  a  su  discípulo  García  Lu- 
na, en  fogosa  carta.  «Amigo  del  alma 
— dícele — las  cosas  públicas  van  toman- 
do tal  vuelo,  que  no  pueden  menos  de 

(i)  Vid.  el  Suplemento  al  número  20  de 
El  Universal.  Causa  Célebre. — Madrid  Impren- 
ta de  Jordán. 

226 


K      L  C      K      1       T      I      Cü      N 

arrastrar  tras  si  los  corazunes  de  lus  ver- 
daderos repiiblicos.  Ya  vamos  teniendo 
una  causa  pública  que  empeñe;  la  per- 
sona ya  casi  es  lo  de  menos;  en  suma,  ya 
tenemos  patria.  Para  ella  quisiera  yo  te- 
ner ahora  los  más  bravos  aceros  que 
tantos  años  llevo  gastados  en  luchar  con- 
tra la  desdicha,  la  iniquidad  y  la  tiranía. 
Muy  gastado  me  siento,  pero  en  dando 
por  algunos  días  de  mano  a  mis  tareas, 
espero  reponerme  (i)  y  con  nuevos 
bríos  trabajar  en  la   obra   mayor   de  la 

ilustración  y  mejora  de  la  generación 
viviente,  por  el  ramo  de  conocimientos, 
do  tengo  hecha  profecía». 

Con  la  muerte  de  Fernando  VII,  ex- 
pira el  tiránico  gobierno;  al  ministerio 


(i)     Padecía  una  afección  a  la   vista  que  no 
llegó  a  agudizarse  nunca. 

227 


/.         MARQUES        MERCHAN 

Zea-Bermudez,  sucede  Martínez  de  la 
Rosa;  al  despotismo  ilustrado,  la  im- 
plantación de  El  Estatuto.  Han  vuelto  los 
emigrados,  y  la  aurora  liberal  ha  tornado 
a  lucir  risueña  y  trágica;  los  primeros 
soplos  románticos  comienzan  a  enervar 
la  poesía.  Es  el  año  1835.  A  comienzos 
de  Junio  ha  caido  Martínez  de  la  Rosa 
sustituyéndole  el  Conde  de  Toreno;  en 
el  nuevo  gabinete,  ocupa  Gobernación 
Alvarez  Guerra,  excelente  amigo  y  pro- 
tector de  Gallardo.  La  situación  de  este 
es  harto  precaria;  Alvarez  Guerra  le 
ayuda  en  la  desgracia,  y  logra  reponerle 
en  el  cargo  de  Bibliotecario  de  las  Cor- 
tes con  la  prebenda  anual  de  quince  mil 
reales,  «en  atención  a  sus  antiguos  y 
desinteresados  servicios»;  además  le 
encomienda  de  real  orden  una  Gramá- 
tica y  Ortografía  de  la  lengua  Castellana 
228 


E     L  C     R      I      r     ICÓN 

desuñada  a  la  enseñanza  uncial,   (i) 

Más  tarde,  cuando  Larra  angustiado 
pregunta  *  .¿dónde  está  España?  >,  y  ante 
la  desolación  nacional  él  mismo  escribe: 
«Oh  días  de  prodigios,  estos  que  alcan- 
zamos los  que  por  favor  especial  del 
cielo  hemos  podido  sobrevivir  al  de  la 
década  vergonzosa  del  menguado  y  da- 
ñino Tadeillo>,  principia  a  imprimir  su 
joco-serio  Criticón^  papel  volante  de  li- 
teratura y  bellas  artes.  Cinco  números 
solamente  se  publican  (hay  otros  tres 
postumos);  en  ellos  encuéntranse  pere- 
grinas noticias  bibliográficas,  reproduc- 

(l)  Sobre  este  inesperado  auxilio  escribe  a 
Rubio:  «La  Reina  Gobernadora  ha  tenido  a 
bien  encargarme  la  composición  de  una  Gra- 
Ttiática  filosófica  de  la  lengua  Castellana  para  que 
sirva  de  texto  en  los  estudios  del  reino;  incum- 
bencia que  ya  V.  discurrirá  puede  serme  de  no 
menos  honra  que  provecho;  pues  llegando  mi 
libro   a  obtener  los  honores  de   clásico,  con  el 

229 


/.        MARQUES       MERCHAN 

ciones  de  piezas  antiguas,  y  entremez- 
cladas con  frecuencia,  acres  censuras  li- 
terarias a  los  escritores  de  más  predica- 
mento, (i) 

Tienen  estos  folletos  mucho  de  per- 
sonal e  inconfundible.  (2)  El  ambiente 
literatesco  en  que  aparecen,  nos  lo  ha 
pintado  Gallardo  con  desgarradoras 
tintas  en  Las  Letras  de  Cambio,  «Si  en  la 
pobre  España  estos  últimos  años — dice 

despacho  de  los  ejemplares  que  se  impriman 
de  cuenta  del  autor,  me  hallo  de  bóbilis-bóbilis, 
con  una  finca  equivalente  a  un  beneficio  sim- 
ple». 

Apesar  de  cuanto  se  promete,  la  obra  quedó 
sin  hacer,  y  el  beneficio  sin  gozar. 

(1)  Don  Félix  José  Reinoso,  por  su  Oda  a 
la  memoria  de  Don  Agustín  Cean  Bermudez,  y 
el  Exa^nen  de  los  delitos  de  infidelidad  a  la  pa- 
tria, don  Manuel  José  Quintana,  don  Agustín 
Duran,  don  Manuel  Bretón  ele  los  Herreros  y 
el  bibliotecario  Patino,  son  los  autores  zumba- 
dos con  mayor  braveza. 

(2)  En  el  n°.  383  de  hl  Español— 2g  de 
Agosto   de   1836 — figura  un  juicio  délos  cua- 

230 


EL  CRITICÓN 

— no  ha  hecho  los  mayores  progresos  el 
in^t'nio,  la  ingeniatura  (gracias  a  ciertos 
literatos  arbitristas)  se  va  adelgazando 
exquisitamente.  La  traducción  y  la  com- 
pilación ha  sido  el  común  recurso  de 
los  más.  Verdaderamente  que  es  el  ca- 
mino más  llano  para  llegar  sin  gran  tro- 
piezo al  título  de  escritor,  y  el  medio 
más  seguro  de  serlo  grande;  quiero 
decir,  escritor  de  muchos  o  de  grandes 
volúmenes.  En  efecto,  los  libros  se  en- 
cuentran en  la  traducción,  hechos,  y  así 
con  solo  pasarles  la  pluma  por  cima, 

dernos  cuarto  y  quinto.  De  él  entresacamos  los 
párrafos  que  siguen: 

«Esos  esludios  han  inspirado  al  Sr.  Gallardo 
el  amor  a  la  libertad  de  la  patria  y  a  la  inde- 
pendencia intelectual  de  los  que  oyeron  desde 
la  cuna  el  noble  acento  de  la  armoniosa  lengua 
de  Castilla. 

Y  esta  reflexión,  nos  conduce  a  concluir 

este  artículo,  agradeciendo  sobremanera  al  se- 
ñor Gallardo  la  escrupulosa  exactitud  con   que 

231 


/.        MARQUES        MERCHAN 

como  por  juego  de  pasa-pasa,  pasa  a 
ser  propio  lo  ageno;  máxime  si  la  versión 
es  del  francés,  que  ya  (merced  a  Dios)  es 
entre  nosotros  como  si  dijéramos  lengua 
de  casa».  «La  literatura  es  una  perra 
carrera»  añade  en  otro  lugar. 

Estabilizada  su  vida  con  el  nuevo 
cargo,  dedícase  a  confeccionar  su  Cri- 
ticón^ más  sosegado  y  desenvuelto,  pera 
la  justicia,  eterna  turbadora  de  su  sueño,, 
viene  a  llamar  a  su  puerta  nuevamente, 
y  vese  envuelto  en  sus  severas  llamas 
por  la  incalificable  traición  del  Conde 

nos  trasmite  las  composiciones  de  nuestros  li- 
teratos, que  va  dando  a  leer... 

...Nos  contraeremos,  pues,  ligeramente  a  un 
hecho  solo,  y  es  a  los  datos  que  el  Sr.  Gallardo 
presenta  en  manifestación  del  profundo  cono- 
cimiento que  él  solo  quizá  posee  en  el  día  de 
nuestra  literatura  e  historia  literaria^  cono- 
cimiento adquirido  a  fuerza  de  trabajo  incesan- 
te y  de  aplicación  rarísima,  incapaz  de  apre- 
ciarse debidamente  en  este  tiempo  en  que  la 

232 


EL  C      R      I       T      I      C      O      N 

de  Toreno,  que  le  pone  en  el  trance  de 
emigrar  a  Francia  y  suspender  la  pu- 
blicidad de  su  periódico. 


ridicula  traducción  de  una  mezquina  memoria 
o  la  servil  adopción  de  un  pensamiento  extran- 
jero, bastan  entre  nosotros  para  que  cualquiera 
se  capte  el  nombre  de  filólogo  o  bibliófilo  con- 
sumado, o  de  literato  aventajadísimo. 

233 


LA  VENGANZA 


En  Bayona  y  Burdeos,  permanece  dos 
años.  El  alzamiento  de  la  Granja  permí- 
tele regresar  a  Madrid,  y  Calatrava,  en- 
tronizado por  la  revolución,  le  ofrece  un 
puesto  en  las  Constituyentes  del  año 
treinta  y  siete.  Gallardo  acepta,  y  Bada- 
joz, su  amada  tierra,  le  elige  represen- 
tante, entonces  «que  casi  se  caía  la  casa 
y  no  había  energía  para  acometer»  se- 
gún expresaba  con  sorna... 

Ya  era  todo  alborozo;  al  fin  pública- 
mente a  su  trabajo  se  otorgaba  premio; 

235 


/.        MARQUES        MERCHAN 

pero  como  para  sufrir  había  nacido,  y 
muchos  años  hacía  habíase  desposado 
con  el  dolor,  el  discreto  júbilo— mustia 
floración  en  el  agrio  paisaje  berroqueño 
de  su  vida— fué  sofocado  por  envidias  y 
maquinaciones  que  se  hacinaron  con- 
tra él.  Los  elementos  derechistas  remo- 
zados casi  en  totalidad,  que  profesában- 
le profundo  rencor  por  un  atavismo  in- 
noble, confabuláronse  torpemente  para 
recabar  del  Congreso  la  supresión  de  la 
plaza  de  Bibliotecario. 

En  Enero  de  1838  hallaron  coyuntura 
propicia  a  sus  deseos.  Acordada  la  refor-. 
ma  del  reglamento  de  Cortes,  presentó- 
se el  oportuno  proyecto  de  ley,  en  que 
por  olvido  involuntario  hacíase  caso 
omiso  de  la  Biblioteca  y  su  conservador. 
Llamó  don  Bartolomé  la  atención  a  la 
Cámara  sobre  el  caso,  en  espera  de  fácil 

^36 


LA  VENGANZA 

remedio,  pero  todos  sus  afanes  estrellá- 
ronse ante  el  vacío  cruento  de  enemigos 
y  parciales.  Muñoz  Maldonado,  Benavi- 
des  y  Fontán,  censuráronle  con  dureza, 
y  pidieron  su  destitución,  en  el  falso  su- 
puesto de  que  percibía  dos  sueldos  del 
Estado;  como  Bibliotecario  de  las  Cor- 
tes, y  compositor  de  una  Gramática  Filo- 
sófica de  la  Lengua  Castellana. 

Con  el  fin  de  ilustrar  a  sus  compañe- 
ros sobre  este  punto,  imprimió  Gallardo 
un  opúsculo  que  llamaba:  Articulo  copiado 
de  las  adiciones  y  refundiciones  de  algunos 
títulos  y  artículos  del  proyecto  de  Reglamento, 
para  gobierno  interior  del  Congreso,  propues- 
tas y  motivadas  por  el  diputado  don  Bartolo- 
mé José  Gallardo,  bibliotecario  de  las  Cortes, 
en  el  que  hacía  resaltar  las  ventajas  que 
la  existencia  de  la  Biblioteca  proporcio- 
naba, defendiendo  su  gestión  al  frente 

237 


/.        MARQUES       MERCHAN 

de  la  misma,  contra  las  calumniosas  es- 
pecies de  sus  detractores. 

Repartido  copiosamente  este  folleto 
entre  los  diputados,  alcanzó  a  oir  algu- 
nas protestas,  por  el  tono  de  dureza  y 
carácter  personal  en  que  estaba  escrito, 
especialmente  de  Muñoz  Maldonado, 
objeto  principal  de  sus  censuras  (i),  que 
originó  un  escándalo  parlamentario,  ter- 
minado en  ruidosa  cachetina.  (2)  El  Con- 

(1)  «En  orden  a  lo  que  ha  dicho  el  señor 
Muñoz  Maldonado,  calificando  de  impío  mi 
Diccionario  —  dícele  —  yo  solo  responderé  a 
S.  S.  que  no  es  calificador  autorizado  para  venir 
al  Congreso  a  fulminar  esas  censuras,  y  que  en 
cuanto  a  lo  que  he  estampado  en  mi  papel  de 
Adiciones  al  Reglamento,  sobre  la  Biblioieca, 
referente  a  la  persona  de  S.  S.  estoy  pronto  a 
sostener  cuanto  me  ha  puesto  en  ocasión  de 
decir  a  su  respecto,  contestando  a  la  falsedad 
que  profirió  en  público  Congreso  acerca  de  mi 
sueldo».  Vid.  Diario  de  Sesiones  del  Con- 
greso. Legislatura  de  1 837.  Tomo  II. 

(2)  Don  Javier  de  Burgos,  en  sus  Anales 
del  Reinado  de  Isabel  II,   tomo  V,  refiere    este 

238 


L     A  V     E      N      G      A      N     Z      A' 

gresu  no  exaudió  las  deprecaciones  de 
Gallardo,  y  apesar  de  sus  protestas,  fué 
sui)rimido  su  destino;  y  es  que  como  di- 
ce uno  de  sus  biógrafos,  «no  pudiendo 
matar  honestamente  al  hombre  se  mató 
al  cargo  >  {\).  De  esta  guisa,  al  cabo  de 
tantos  años,  los  falsamente  llamados  li- 
berales, vengaron  las  ofensas  inferidas  a 
los  serviles  por  el  campeón  de  la  liber- 
tad, satisfaciendo  grandemente  a  los  fa- 
náticos. No  es  de  extrañar  por  ello  que 
don  Bartolomé  los  apellide  santones,  y  les 
cobre  odio  y  los  desprecie;  conocía  so- 
bradamente su  vida  íntima,  sus  cabalas 
políticas,  sus  reprobados  manejos  y  sus 
rastreras  veleidades  al  peso  de  las  cuales 
había  caido. 

suceso,  falseando  la  verdad  del  caso  con  el  apa- 
sionamiento más  sañudo. 

(l)     El  Panteón  Universal  Tomo  II.  Pag  586. 

239 


/.        MARQUES        M E  R  C  H  A  N 

Descentrado  en  tal  cuadro  de  bajezas, 
holgaba  su  presencia  en  el  Congreso;  y 
Gallardo,  con  acuerdo  plausible,  renun- 
ció dignamente  el  acta  de  diputado.  An- 
tes había  hecho  una  saladísima  rechifla 
del  discurso  en  que  Martínez  de  la  Rosa 
enalteció  el  programa  Pa^,  Orden,  Justicia^ 
(i)  que  le  ocasionó  duros  insultos.  (2) 

Por  aquellos  días,  un  periódico  nuevo 
de  ultraliberales  tendencias — El  Huracán 
— alzaba  la  voz  pidiendo  «se  constituye- 
se el  pueblo  en  democracia  federativa*; 

(i)  Discurso  del  Diputado  extremeño  Ga- 
llardo, sobre  el  párrafo  de  la  Paz  del  proyecto 
de  Contestación  al  discurso  de  la  Corona.  Cór- 
doba 9  de  Diciembre  de  1837. 

No  llegó  a  pronunciar  este  discurso  (de  tan 
relevante  éxito  que  hiciéronse  de  él  cuatro  edi- 
ciones en  varios  días)  por  haberse  dado  por  dis- 
cutido el  punto  sobre  que  versaba  prematu- 
ramente. 

(2)  En  el  periódico  El  Mundo — n.°  528, 
correspondiente  al  14  de  Diciembre  de  1 837 
— un  ignorado  apologista  del  autor  de  La  Con- 
juración de  Venecia,  que  nombrábase  Jaime  Ilo- 

24.0 


L     A  VEN      C,      A      M      Z      A 

era  inspirador  de  este  periódico  el  satí- 
rico chuzón  Martínez  Villergas;  le  ayu- 
daban en  sus  tareas  algunos  desinteresa- 
dos compañeros.  Al  llamamiento  acude 
contado  grupo  de  españoles,  ganosos 
de  libertad,  y  funda  el  partido  republi- 
cano; son  estos  excelentes  patriotas, 
Calvo  de  Rozas,  Espronceda,  Olaverría, 
Ordae,  el  mariscal  de  campo  don  Pedro 
Méndez  de  Vigo,  Gutiérrez  Solana,  el 
malagueño  Díaz  Morales,  el  agitador 
Avecilla,  y  varios  otros.  Este  partido — 


radiano,  en  desdichada  sarta  de  tercetos  (con- 
sagrada «Al  pedante  e  irrespetuoso  don  Bar- 
tolomé Gallardo,  escritor  deslenguado  y  femen- 
tido») le  maltrató  sin  piedad,  negándole  incluso 
conocimientos  gramaticales: 

Contra  el  más  respetable  ciudadano 

He  leido  tu  artículo  insultante 

Escrito  casi  casi  en  Castellano. 
Vid.  además  el  artículo  de  fondo  del  número 
524    y  el  mosaico    del  527  del    mismo    perió- 
dico. 

16  2^ 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

de  gloriosas  tradiciones,  desprestigiado 
hoy  por  la  ineptitud  de  sus  representan- 
tes— compendiaba  el  afán  regenerador 
de  la  pobre  España,  aquella  que  anhe- 
lante buscaba  Larra;  y  a  él  se  afilió  Ga- 
llardo esperanzado,  buscando  una  mano 
amiga,  un  corazón  generoso,  una  idea 
compatible  con  la  suya,  (i) 

(i)  Defraudado  más  tarde  por  la  carencia 
de  programa  concreto,  abandonó  este  partido, 
e  ingresó  en  el  progresista.  En  1 84 1  firma  como 
presidente  de  la  junta  central  del  mismo,  una 
proclama  por  él  compuesta  (cuyo  fondo  ideo- 
lógico damos  a  conocer  en  otro  lugar)  dirigida 
A  los  electores  de  diputados  por  la  provincia  de 
Madrid,  para  las  próximas  Cortes. 

Rebatiendo  dicho  escrito  publicó  en  el  nú- 
mero 2459  de  El  Eco  del  Comercio,  don  Vicente 
Collantes  un  artículo,  al  que  replicó  don  Bar- 
tolomé lamentándose  de  verse  precisado  a  des- 
cender «a  una  polémica  tan  baja»,  en  un  papel 
elocuente.  Terminadas  las  elecciones  y  en  vista 
de  su  desacuerdo  con  los  jefes  triunfantes  del 
progresismo,  reingresó  en  el  partido  republi- 
cano. 


242 


LIBRO  TERCERO 


LA  TUSCULANA 
DEL    MURMURANTE 


Triste  y  amargado,  cubierta  la  cabeza 
por  la  nieve  del  desengaño,  retírase  en 
1838  a  su  finca  *La  Alberquilla» — Rosi 
Tusculi,  por  él  llamada, — distante  me- 
dia legua  de  Toledo — donde  le  he- 
mos conocido — y  entrégase  a  una  vida 
campestre  y  salutífera,  de  un  ritmo 
acompasado  y  monótono,  (i)  Desde  este 
momento  su  existencia  pertenece   por 

(1)  Durante  una  de  las  luengas  temporadas 
que  residió  en  *La  Alberquilla»  visitóle  el  nota- 
ble bibliófilo  ruso  caballero  Sergio  Sobeloski, 
que  departió  amigablemente  con  él  los   breves 

245 


/.        MARQUES        M E  R  C  HA  N 

entero  a  las  letras;  en  la  hermosa  dehesa, 
que  procedente  de  los  bienes  nacionales 
ha  adquirido  en  época  de  apuros  para  el 
Tesoro,  (i)  amontona  joyas  bibliográ- 
ficas sin  número,  que  va  catalogando 
con  gran  amor  y  pericia,  mientras  dis- 
curren lentas  y  pesadas  las  horas  tedio- 
sas de  la  vejez.  Más  hecho  al  bullicio  y 
tráfago  de  la  Corte,  no  acomódase  por 


días  de  su  permanencia  en  Toledo.  Vuelto  a 
París  publicó  en  el  «Journal  de  L'Amateur  des 
livres»  (tomo  III- 1 8 50)  una  relación  detallada 
de  su  visita,  altamente  encomiadora  del  saber 
y  diligencia  del  «oráculo  de  la  bibliografía  espa- 
ñola» como  llama  a  Gallardo. 

Esta  relación  figura  en  el  Apéndice  F. 

(l)  La  Alberquilla  fué  vendida  por  los  he- 
rederos de  Gallardo  a  don  Sergio  de  Novales, 
que  merced  a  las  reformas  en  ella  realizadas — 
suministro  de  fluido  eléctrico,  alumbramiento 
de  aguas,  reforma  de  la  casa,  y  adición  de  otras 
propiedades  colindantes  (El  Orzagal,  El  Quin- 
tillo,  La  Rosa,  Calzones,  Huerta  de  Barrera 
etc.) — la  ha  transformado  en  una  de  las  mejores 
fincas  de  la  provincia  de  Toledo. 

246 


/../  rUSCULANA  DEL  MURMURANTE 

entero  a  estt-  vivir  uniforme,  y  rompe 
su  monorritmo  con  algunas  salidas  a 
Madrid,  Valladolid  y  Andalucía,  en 
busca  de  ejemplares  curiosos  de  viejos 
volúmenes,  que  los  libreros  conoce- 
dores de  su  rara  afición  le  reservan,  y  en 
los  que  invierte  todos  los  sobrantes  de 
su  modesto  haber.  También  algunas 
veces  va  a  Toledo,  y  como  ya  es  viejo  y 
cansado,  sube  en  un  borriquillo  que  un 
mozo  le  guía;  pero  no  siempre  aviénese 
con  aquesta  manera  de  caminar,  pública 
muestra  de  su  decrepitud,  y  entonces 
cruza  a  pie  el  camino  orillado  de  pinos 
susurrantes,  que  le  lleva  a  la  ciudad. 

La  vida  de  Gallardo  en  La  Alberqnilla 
es  ecuánime,  placentera,  sedante,  pero 
triste;  en  sus  costumbres  muéstrase  fru- 
galísimo; se^  mantiene  con  pocas  onzas 
de  alimento;   un  vaso  de  leche  por  la 

247 


y.        MARQUES        M ER  C H  A  N 

mañana,  un  cocidito  al  medio  día  y  una 
taza  de  té  con  leche  o  chocolate  por  la 
noche,  sin  llegar  a  consumir  en  las  tres 
refacciones  un  panecillo.  Su  indumen- 
taria personal,  es  sencilla  y  extraña;  un 
pantalón  de  la  época,  una  chaquetilla  de 
terciopelo  en  verano  (zamarra  de  felpa 
en  invierno)  capotita,  un  sombrero  ca- 
lañas a  la  cordobesa,  ribeteado  de 
charol  y  sin  borlas,  un  magnífico  bastón 
de  espino,  un  cuchillejo  de  bolsillo,  y 
una  cartera  con  lápiz  y  pluma  para  hacer 
extractos  y  cédulas  literarias. 

En  los  días  bochornosos  del  estío,  tra- 
baja bajo  el  parral  exuberante  que  tie- 
ne a  la  puerta  de  la  casa;  en  los  gélidos 
del  invierno,  en  una  modesta  pieza  cua- 
drangular  toda  enjalbegada  y  relucien- 
te, tibia  por  el  rescoldo  de  un  brasero, 
de  cuyas  paredes  cuelgan  algunas  es- 

248 


LA  TUSC  ULAN  A  DEL  MURMURANTE 

tampas  mitológicas  y  retratos  de  enci- 
clopedistas franceses. 

Por  todos  los  rincones  de  la  estancia* 
vense  hacinados  con  esmero  largas  rin- 
gleras de  anaqueles  toscos,  rebosantes 
de  valiosísimos  volúmenes  de  foro  y  de 
convento,  de  erudición  y  amenas  letras. 
Los  libros  son  la  vida  de  Gallardo,  el  eje 
de  su  amor;  ellos  le  empujan  al  sosiego, 
ellos  le  animan  con  blandura,  y  atraido 
por  el  encanto  fascinante  de  su  larga 
contemplación  y  saboreo,  conlleva  una 
existencia  plácida,  que  suavemente 
quiebra  el  dolor  de  su  vida  derrotada. 


249 


EL  LINDO  DON  DIEGO 


Las  correrías  y  viajes  que  a  partir  de 
1839,  hace  Gallardo  desde  La  Alber- 
quilla  a  diferentes  puntos  de  Andalucía 
y  la  Mancha  son  en  extremo  curiosas  y 
dignas  de  memoria.  Escruta  cuantas  bi- 
bliotecas públicas  o  privadas  a  su  paso 
encuentra,  haciendo  cédulas  literarias  y 
revisando  documentos,  compra  abun- 
dantes libros  raros,  y  hace  las  delicias  de 
los  bibliófilos  provincianos,  cuando  se 
enfrasca  en  coloquios  eruditos,  que  no 
siempre  terminan  en  santa  paz. 

Acompañémosle  en  una  de  estas  ex- 

25^ 


/.        MARQUES        ME  R  CHA  N 

cursiones;  esa  Cádiz,  el  año  1845;  allí 
conserva  aun  viejos  amigos,  y  algunos 
jóvenes  que  gustan  de  los  rancios  vo- 
lúmenes y  las  ideas  nuevas,  le  conocen 
por  carta,  (i)  Siempre  que  arriba  a 
Cádiz,  plácele  visitar  los  sitios  donde 
paseó  su  fama  de  satírico  y  sufrió  las 
persecuciones  de  la  chusma  afrance- 
sada. La  plaza  de  vSan  Juan,  la  calle 
Nueva,  el  café  de  Apolo,  la  esquina  de 
vSan  Francisco,  la  plaza  de  San  Antonio, 
la  casa  del  señor  Don  Quijote,  y  la  ce- 
lebérrima calle  Ancha,  mentidero  de 
holgazanes  y  perioditas  ociosos,  donde 

(1)  Entre  sus  devotos  no  figuraba  ya  To- 
masito  García  Luna,  con  él  reñido  a  consecuen- 
cia de  una  disputa  suscitada  por  la  disconfor- 
me opinión  de  ambos  sobre  el  Diccionario  de 
Etimologías  de  Cabrera. 

Vid.  sobre  este  punto,  la  carta  que  a  su  dis- 
cípulo escribió  Gallardo  el  18  de  Septiembre  de 
1838,  que  figura  en  el  epistolario  inédito  de  don 

252 


EL       LINDO        PON       D  T  E  G  O 

recogió  en  sus  años  juveniles,  los  chis- 
mes y  los  decires,  que  aderezados  con 
la  picante  salsa  de  un  ingenio,  brindaba 
a  sus  lectores  el  Redactor  General,  bajo 
el  rótulo  ya  famoso  de  la  misma  vía. 

Un  librero  apercibe  su  llegada,  y  la 
noticia  cunde  rápida  entre  los  cono- 
cidos. La  vida  de  Gallardo  en  Cádiz, 
está  consagrada  a  la  peregrinación  a 
caza  de  curiosidades,  el  visiteo  y  la 
charla  tertuliana.  El  modesto  cuartito 
de  la  fonda  donde  se  hospeda,  vése  de 
continuo  poblado  por  el  número  de  sus 
admiradores  y  entusiastas,  que  le  atur- 
den  con  la  algazara   de  sus  voces  y  las 

Bartolomé  conservado  en  la  biblioteca  de  la 
Real  Academia  de  la  Historia,  (signatura  1 1 -2-7, 
legajo  4  A.  R.  V.)  cuya  copia  debo  a  la  ama- 
bilidad de  mi  grande  amigo  y  nwestro  don  Ra- 
món Menéndez  Pidal,  que  agradezco  aquí  co- 
mo merece. 

253 


/.        MARQUES        M ER  C  H  A  N 

expansiones  de  su  ingenio.  Allí  se  reú- 
nen a  diario  los  más  salientes  bibliófilos 
de  la  vieja  ciudad,  que  charlan  de  po- 
lítica, de  literatura,  de  arte.  Uno  de  los 
más  asiduos  contertulios  es  Adolfo  de 
Castro,  jovenzuelo  de  pocos  años,  de 
modales  desenvueltos  y  palabra  fácil  y 
pulida. 

Cierta  tarde,  queda  con  él  citado  para 
dar  una  vuelta  al  siguiente  día.  A  la  hora 
convenida  preséntase  Gallardo.  Es  en 
un  pequeño  café  donde  le  aguarda;  allí 
está  Adolfo  con  Sánchez  del  Arco  y  Fe- 
derico Rubio.  La  sala  es  algo  sórdida;  el 
humo  del  tabaco  hace  la  atmósfera  den- 
sa, caliginosa;  los  parroquianos  que  lle- 
nan el  recinto,  se  apiñan  en  torno  de  las 
mesas  bordoneando  con  el  murmurio  de 
su  charla  interminable.  Es  un  pesado, 
sucio,    decrépito   café    provinciano    de 

254 


K  1.        L  J  N  D  O       DON      DI  K  (.  U 

mediados  del  último  siglo.  Don  Bartolo- 
mé, alzando  la  cortina  ha  penetrado  en 
la  sala;  Adollu  y  Sánchez  del  Arco  le  di- 
visan y  apresúranse  a  levantarse  ofre- 
ciéndole su  asiento.  Gallardo  nu  acepta; 
disgústale  aquél  ambiente;  salúdalos  con 
leve  inclinación  de  cabeza  y  volviendo  la 
espalda  dirígese  a  la  calle.  Federico  Ru- 
bio, Sánchez  del  Arco  y  Castro,  se  miran 
un  momento  interrogándose;  luego  sin 
decir  palabra  le  han  seguido.  Ya  fuera 
del  café,  dándole  la  acera  pregúntanle: 

— ^Cómo  está  Vd.  señor  Don  Barto- 
lomé? 

— Psche,  (¡cómo  he  de  estar?  viejo  y 
trabajado. 

— Pero  de  seguro  traerá  Vd.  algo  en- 
tre manos... 

— Psche,  las  aficiones   siempre   que- 
dan. 

255 


y.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

Y  se  hace  un  largo  y  enojoso  silen- 
cio. 

Los  tres  acompañantes  quisieran  mos- 
trarse locuaces  y  expansivos,  pero  los 
atemoriza  la  idea  de  desagradar.  Son 
complacientes,  atentos,  agradables;  si 
Gallardo  díceles  cosa  alguna,  cuidan  mu- 
cho de  disentir.  Sánchez  del  Arco  posei. 
do  por  lo  general  de  un  aire  zumbón  de 
taco  y  osadía,  despójase  de  él.  Le  han 
dicho  de  este  extraño  personaje,  cosas 
tremendas,  inauditas;  le  han  contado  te- 
nebrosas historias  de  horrores  y  miste- 
rios; y  él  ignorando  la  verdad,  las  ha  crei- 
do;  por  eso  le  teme  y  le  respeta,  por  eso 
su  atrevimiento,  su  descaro,  se  han  tro- 
cado en   mansedumbre  y  cordialidad. 

Han  caminado  juntos,  grande  trecho; 
han  cruzado  las  calles  de  San  José,  del 
Sacramento,   de   la  Encarnación,  cam- 

256 


EL        LINDO        DON      DIEGO 

biando  solamente  unas  palabras.  La  gen- 
te los  mira  con  curiosidad;  Gallardo,  lla- 
ma con  su  rara  catadura  grandemente  la 
atención.  En  su  deambular  extraño  han 
llegado  a  la  Plaza  de  San  Agustín;  allí 
está  la  librería  del  antiguo  conocido  Mo- 
raleda,  y  a  una  invitación  de  Gallardo 
penetran  en  ella.  Apenas  lo  hacen,  una 
exclamación  surge  de  varias  bocas... 

— ¡Hola,  señor  don  Bartolomé!  ¡Tan- 
to bueno  por  estas  tierras! 

Y  todos  los  circunstantes  se  apresuran 

a  abrazarle,  mientras  el  librero,  detenido 

por  el  mostrador,  alarga  cuerpo  y  brazos, 

ansioso  de  estrechar  su  mano.  Gallardo 

a  tantas  muestras  de  cariño  y   respeto, 

contesta    frío.    Luego,  dirigiéndose    al 

dueño,  dícele: 

— ;;Ha  caido  por  aquí  algo  importante.^ 

— No  señor,  las  ediciones  antiguas  son 

^7  257 


/.         MARQUES        MERCHAN 

cada  vez  más  raras.  Un  Sorapan  de  Rie- 
ros,  debo  tener  por  ahí. 

— ¡Bah!  De  ese  libro  que  pasa  por  ra- 
ro, no  hay  coleccionista  que  no  tenga 
un  ejemplar. 

Entre  las  tres  o  cuatro  personas  que 
se  hallaban  de  tertulia  en  la  librería,  el 
que  más  aspavientos  hizo  a  don  Bartolo- 
mé, fué  un  viejo,  mediano  de  cuerpo  y 
regordete,  colorado  como  cangrejo  co- 
cido; tomó  la  palabra  y  se  puso  a  diser- 
tar sobre  libros  raros  e  incunables.  Mas 
debió  parecerle  desacato  a  Gallardo  que 
así  se  hablara  en  su  presencia  sobre  una 
materia  en  que  solo  y  nadie  más  que  él 
se  consideraba  competente,  y  cortando 
el  habla  al  locutor,  le  interrumpió  de  es- 
ta manera: 

— Extrañárame  yo,  señor  don  Diego 
Delgado  y  Pazos,  de  que  no  saltara  Vd. 

258 


EL       LINDO       DON       DI  K  G  O 

con  sus  sandeces.  ¿Somos  niños  de  es- 
cuela, para  que  venga  Vd.  a  enseñarnos 
el  abecedario  de  Brunet?  (i) 

El  vegete  saltó  cual  sapo  hinchado  de 
ira  y  metiéndole  los  puños  por  los  ojos, 
increpó  a  don  Bartolomé  de  esta  guisa: 

— Y  extrañárame  yo,  señor  cuatrero 
de  libros  viejos,  de  que  los  años  no  le 
pararan  la  insolencia. 

— Más  le  extraña  al  hijo  de  mi  madre, 
ver  al  leguleyo,  sin  que  los  años  le  corri- 
jan de  su  ingénita  pedancia. 

— ¡Pedancia!  ¡Pedancia! — exclamó  el 
otro. — ¿De  donde  ha  sacado  el  prosista 
esa  palabra? 

— De  todas  partes  donde  reina  el  ha- 

(l)  La  petulancia  de  Gallardo  es  aquí  mani- 
fiesta. El  «Manuel  du  Libraire  et  1'  Amateur  de 
livres.  Par  Jacques-Charles  Brunet»,  consta  en 
la  edición  que  conozco  (es  la  cuarta,  París  1842) 
de  cinco  gruesos  volúmenes  en  cuarto. 

259 


/.        MARQUES        MERCHAN 

bla  castellana — dijo  Gallardo,  y  arroján- 
dose a  don  Diego  con  las  manos  en  ga- 
rra, le  derribó  el  sombrero  juntamente 
con  la  peluca.  D.  Diego  contestó  a  puña- 
das, y  gruñendo  bellaquerías  se  dieron 
de  golpes,  hasta  que  los  amigos  salvaron 
el  pugilato,  separando  a  los  iracundos 
contendientes. 

Pocos  días  permaneció  Gallardo  en 
Cádiz,  tornando  a  La  Alberquilia,  desaso- 
segado, lleno  de  angustia,  de  dureza 
de  corazón,  de  desaliento.  Una  honda 
crisis  espiritual  agitábale  por  entonces; 
su  carácter  irreductible,  exacerbado  le 
prestaba  un  arranque  y  virulencia  de 
modales  rayanos  en  la  agresividad.  He- 
rido en  lo  más  hondo  de  su  ser  por  la 
ineficacia,  por  la  esterilidad  práctica,  de 
una  vida  laboriosa  gastada  en  la  defensa 
de  justicieros  ideales,  cruzaba  las  horas 

260 


EL       LINDO       DON       DI  E  C.  O 

más  nerviosas  de  su  existencia,  viendo 
acercarse  la  muerte  a  grandes  trancos;  y 
el  amargo  espejismo  de  un  vivir  que  al- 
boreó risueño  entre  justas  y  halagadoras 
esperanzas — que  miraba  truncado  en  su 
recuerdo— punzábale  con  el  dolor  del 
desengaño,  incapaz  de  abatir  a  los  espí- 
ritus ardientes,  pero  sumidor  en  lasti- 
mosa tristeza.  Había  sido  un  héroe  mag- 
nífico, un  luchador  soberano;  su  trágica 
fatalidad  le  había  empujado  de  malan- 
danza en  malandanza,  y  tocaba  el  final 
de  su  camino,  acibarado,  roto,  maltre- 
cho, caido  con  la  gloria  de  un  Quijote  al 
borde  de  la  estrada.  Tenía  conciencia 
de  sus  actos,  y  era  sabedor  de  que  el 
porvenir  le  destinaba  grande  ventura; 
pero  el  anhelo  de  esa  dicha  actual  que  el 
alma  siente  por  muy  esforzada  que  sea, 
y  que  en  su  larga  peregrinación  por  el 

261 


/.         MARQUES        ME  R  C  HA  N 

mundo  había  soñado,  mirábale  consu- 
mirse lentamente,  arrastrando  en  su 
consunción  las  yertas  esperanzas.  Una 
infinita  melancolía  le  turbaba  y  la  nos- 
talgia de  los  días  mozos  dejábase  sentir 
con  más  hondura. 


262 


LA  HAZAÑA  DE  «EL  BUSCAPIÉ* 


La  lucha,  sin  embargo,  tornó  a  ener- 
varle, robusteciendo  el  postrer  hálito  de 
fé  en  el  ideal  que  aun  le  alentaba,  cuan- 
do la  atrevida  invectiva  de  don  Adolfo 
de  Castro,  urdió  la  patraña  literaria  bau- 
tizada con  el  atrabiliario  título  de  «El 
Buscapié». 

Corría  el  año  1848,  cuando  el  citado 
ingenio  gaditano,  previa  publicación  en 
la  Gaceta  de  una  Real  Orden  refrenda- 
da por  el  ministro  Bravo  Murillo,  en 
que  declarábase  propiedad  exclusiva  de 
su  persona  el  apócrifo  manuscrito,  dio  a 

26J 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

la  estampa,  precedido  de  un  prólogo  y 
adicionado  con  unas  notas,  el  contrahe- 
cho, mentido  y  vergonzante  engendro. 
Llevada  la  impresión  con  suma  cautela 
y  vigilancia,  atendiendo  al  deseo  que 
mostrara  el  picaro  falsario,  de  que  no 
fuese  conocido  en  absoluto  hasta  su 
total  estampación,  esperábase  con  gran- 
de ansiedad  por  los  eruditos  y  cervan- 
tistas, para  los  que  el  solo  anuncio  de  la 
obra  había  servido  de  acicate  avispador 
de  la  curiosidad;  tratábase  nada  menos 
que  de  una  obra  postuma  de  Cervantes, 
escrita  en  descargo  de  su  autor,  e  igno- 
rada hasta  entonces,  si  bien  algunos  ba- 
rruntos de  su  existencia  percibíanse  en 
los  escritos  de  Ruidiaz,  Pellicer  y  don 
Vicente  de  los  Rios.  Mas  a  la  infidelidad 
servil  de  un  mozo  de  la  imprenta,  debió- 
se la  sustracción  de  varios  ejemplares  de 
26/f. 


LA     /JA/AÑA     DI:     *EL     BUSCAPIÉ* 

los  primeros  pliegos,  que  fueron  devo- 
rados con  avidez  por  sus  poseedores  y 
enviados  a  personas  doctas,  capaces  de 
justipreciar  el  mérito  de  la  obra. 

Uno  de  ellos,  cayó  en  manos  de  don 
Ángel  Iznardi,  que  con  grande  urgen- 
cia remitióselo  a  la  corte  al  ilustre  haba- 
nero don  Domingo  Delmonte,  para  que 
revisado  por  Gallardo,  emitiera  éste  su 
juicio  adverso  o  favorable  sobre  librejo 
tan  peregrino.  Cumplido  su  deseo  al  en- 
viarle los  pliegos,  y  recibidos  que  húbo- 
los don  Bartolomé,  leyólos  con  gran 
atención  y  fijeza,  devolviéndolos  a  Del- 
monte a  vuelta  de  correo,  acompañados 
de  una  epístola  extensísima  sobre  el  es- 
critor príncipe  de  las  cosas  de  Indias 
(Gonzalo  Fernández  de  Oviedo),  'en  la 
que  a'guisa  de  postdata  decíale  lo  si- 
guiente: ' 

265 


/.        MARQUES        MERCHAN 

«Llegamos  (Dios  y  enhorabuena)  al 
punto  crudo  (aquí  te  quiero  escopeta); 
al  ^Buscapié»  de... 

¿De  Cervantes? — Usted  duda  y  muy 
discretamente,  de  que  este  llamado 
«Buscapié»  sea  de  Cervantes.  Ese  suele 
ser  en  las  más  de  las  cosas  el  partido  más 
prudente;  pues  como  el  mismo  Cervan- 
tes dice, 

De  las  cosas  más  seguras, 
La  más  segura  es  dudar. 

Pero  si  de  Cervantes  no  ¿de  quién  se- 
rá.?*—  Si  yo  no  soy  mal  zahori  de  pensa- 
miento, en  sus  medias  palabras  de  Vd., 
le  deletreo  el  de  colgarle  ese  perenden- 
gue al  Aljamí  Malagón  Farfaya — ¿Adivino 
justo.^ 

Si  ese  tal,  es  el  que  ha  querido  Vd. 
señalar  con  el  dedo,  no  anda  errado  a 
mi  ver  de  todo  en  todo:  porque  le  tengo 

266 


LA     HAZAÑA     DE     *.EL     BUSCAPIEi,> 

al  tal  Malagón  por  muy  abonado  para 
esa  tal  fechoría.  Pero  ha  habido  otro  que 
le  ha  tomado  la  delantera». 

A  seguida  en  la  susodicha  misiva  po- 
nía de  relieve  el  plagio  hecho  por  don 
Adolfo,  de  unos  dichos  satíricos  comen- 
tados por  él  en  Cádiz  el  año  cuarenta 
y  cuatro,  testigos  patentes  de  la  burda 
confección  del  Buscapié,  y  la  inexpe- 
riencia de  su  autor  que  para  evitar  todo 
rozamiento  o  polémica  por  tal  motivo 
con  el  eminente  bibliófilo,  intenta  ta- 
parle la  boca  como  a  niño  de  confite  con 
aquel  merengue  del  prólogo  «El  muy 
docto  filólogo  español  don  Bartolomé 
José  Gallardo...»  ¡Vaya  un  dengue!— ex- 
clama éste — «los  pollos  quieren  engañar 
a  los  recoberos». 

A  partir  de  aquí,  y  durante  los  meses 
de   Mayo  a  Octubre,  reparte   Gallardo 

26y 


/.        MARQUES        MERCHAN 

apreciabilísima  baraja  de  cartas  entre  sus 
amigos,  donde  con  más  convicción  y 
dureza  cada  vez,  rebate  la  atribución  del 
falso  Buscapié  a  Cervantes,  afirmando  es 
en  totalidad  obra  de  Castro,  a  quien  de 
pasada  bautiza  con  el  salado  remoquete 
de  Lupianejo  Zapatilla,  por  emular  las 
hazañas  de  aquel  otro  don  Antonio  de 
Lupian  Zapata,  autor  de  falsos  cronico- 
nes, que  tan  merecida  fraterna  recibiera 
de  don  Nicolás  Antonio. 

<  <;Qué  es  del  gusto? — Pregunta  con 
amargura — ,iQué  es  del  gusto?  ¿Qué  es 
de  la  sindéresis?  ¿Qué  es  del  criterio? 
¿De  tal  manera  se  ha  corrompido  y  bas- 
tardeado todo,  que  se  ha  perdido  ente- 
ramente el  sabor  especialísimo  de  las 
cosas  de  Cervantes?  ¿No  hay  ya  cer- 
vantistas? ¿No  hay  ya  españoles?  ¿Qué 
ceguedad  es  la  de  nuestro  siglo  que  las 

268 


LA     HAZAI7A     DE     ^EL      BUSCAPIÉ* 

chafarrinadas  del  más  chapucero  pinta- 
monas, las  brochadas  de  un  Orbaneja, 
pasan,  a  ciencia  y  paciencia  de  los  espa. 
ñoles,  por  pinceladas  maestras  de  los 
Velázquez  y  Murillos...!!!  > 


269 


DE  ZOCA  EN  COLODRA 


La  autenticidad  del  Buscapié,  discu- 
tíase con  ardoroso  empeño;  era  la  lucha 
tenaz,  desemejable,  truculenta  y  casi  in- 
verosímil, lanzada  en  una  época  fecunda 
en  azares,  cuando  torva  revolución  ex- 
tremecía  a  Europa,  no  tuvo  la  patraña 
burda  la  enorme  resonancia  que  en  mo- 
mentos normales  hubiese  alcanzado;  pe- 
ro no  obstante,  los  más  antitéticos  jui- 
cios fueron  emitidos  sobre  el  caso,  tanto 
en  España  como  fuera  de  ella;  Martínez 
Villergas,  impugnóla  con  grande  inge- 
niosidad en  su  papel  satírico  denomina- 

271 


/.        MARQUES        MERCHAN 

do  «La  Cotorra»,  la  aplaudió  descomedi- 
da y  estrepitosamente  don  Manuel  Cañe- 
te, nególe  su  favor  en  enérgico  y  victo- 
rioso escrito,  publicado  en  «LePresse» 
de  París,  Mr.  Landrin — que  retractába- 
se con  inexcusable  petulancia  dos  años 
más  tarde — ;  y  en  el  periódico  cubano 
«La  Prensa»,  estampáronse  suscritos 
por  el  misterioso  G.  de  Cuevas,  dos  ar- 
tículos impugnatorios,  acogidos  con  ex- 
celente reserva,  que  fueron  replicados 
en  «El  Diario  de  la  Marina»  por  don 
Emilio  Bravo,— autor  de  unos  Ensayos 
Poéticos,  publicados  en  La  Habana,  y  la 
curiosa  novela  Los  Misterios  de  Sevilla, — y 
en  el  «Heraldo  de  Madrid»  por  el  mis- 
mo don  Adolfo.  La  opinión  pública  juz- 
gaba los  artículos  de  «La  Prensa»,  como 
obra  de  éste,  que  presintiendo  el  pre- 
maturo tártago  del  Buscapié,  adelanta- 
nza 


T>  E      ZOCA       EN       COLODRA 

base  a  provenir  objeciones,  contestán- 
dolas a  su  antojo;  y  no  andaba  errada  en 
ello,  que  su  descaro  cínico  para  falsifi- 
car, había  sacado  de  la  puja  a  todos  los 
que  le  precedieron  en  empeños  de  su- 
perchería. 

M.  Hipólito  Lucas,  distinguido  hispa- 
nista, traductor  a  la  lengua  francesa  de 
El  Conde  Lucanor,  y  los  dramas:  El  Médico 
de  su  Honra  de  Calderón,  Las  Mocedades 
del  Cid  de  Guillen  de  Castro,  y  El  Honra- 
dor  de  su  Padre  de  Diamante,  consignó 
€n  otro  papel  público — Le  Siécle  de  Pa- 
rís— su  opinión  favorable  a  la  legitimi- 
dad del  falso  libro,  y  encomió  sobre- 
manera a  su  publicador;  Miss  Thoma- 
sina  Ross,  defendióle  y  tradujo  en  la 
revista  Bentley's  Miscellany  de  Londres, 
publicándole  comentado  con  amplias 
notas  en  1849;   estampáronse  en  París, 

18  273 


/.         MARQUES        MERCHAN 

en  Milán,  en  Colonia  y  en  Oporto,  ver- 
siones francesas,  italianas,  alemanas  y 
portuguesas,  de  la  obra,  y  como  por 
entonces  estuviese  confeccionando  el 
erudito  anglo-americano  Mr.  Jorge  Tick- 
nor,  su  Historia  de  la  Literatura  Espa- 
ñola —  simultáneamente  aparecida  en 
Nueva  York  y  Londres — y  en  ella  de 
pasada  tuviese  ocasión  de  hacerlo,  con 
grande  copia  de  razones,  y  excelente 
espíritu  crítico;  demostró  clara  y  ter- 
minantemente, la  falsedad  sublime  del 
apócrifo  Buscapié.  El  Calvatrueno  de 
Castro,  contestóle  en  varios  descon- 
certados artículos  en  *E1  Heraldo», 
seguido  de  nueva  réplica,  a  la  verdad 
poco  afortunada,  del  incondicional  Bra- 
vo, juguete  humillante  de  don  Alfon- 
so, y  mezquina  tapadera  de  sus  desafue- 
ros literarios. 

274 


D  H       Z  O  C  A       H  N       COL  O  J)  K  A 

Sin  t'mbar^c),  Bravo  nc»  {)udo  menos 
de  reconocer  que  liasta  aquella  fecha — 
1 2  de  Abril  de  1851 — era  superior  el 
número  de  los  que  rotundamente  ne^^a- 
ban  la  autenticidad  del  falso  libreju,  que 
el  de  creyentes  en  ella.  No  podía  menos 
de  ser  así;  el  Buscapié,  sólo  había  em- 
baucado a  los  bausanes,  pero  no  a  las 
personas  de  lucios  cascos. 

Enterado  Castro  del  festivo  remoque- 
te— Lupianejo  Zapatilla — que  le  había 
asignado  Gallardo  en  carta  a  Delmon- 
te  sobre  €l  Diccionario  Matriz  de  Baralt, 
viéndose  en  él  retratado  como  fistol  lar- 
go que  era,  y  alcanzando  a  brujulear  to- 
do el  juego  de  las  demás  cartas  del  mis- 
mo palo  repartidas  por  don  Bartolomé, 
de  las  que  tenía  sobrados  barruntos,  tiró 
algunas  puntadas  por  ver  la  primera  de 
ellas — sin  duda  la  más  preciosa — sin  re- 

273 


J.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

sultado  alguno,  pues  su  cauto  dueño  pa- 
ra evitarlo,  apeló  al  efugio  de  hacerla 
perdediza.  Mas  sabiendo  de  oidas  que 
campaba  por  el  picaro  mundo  parlante  y 
oyente  de  la  literatesca,  conocido  y  hon- 
rado por  el  sarcástico  nombre  de  Lupian, 
y  sintiéndose  desfallecer  al  peso  de  la 
amplia  controversia  por  él  suscitada,  eri- 
ge a  Gallardo  en  terrero  de  sus  iras — por 
ser  el  más  trastulo  de  todos  sus  in- 
documentados impugnadores  —  y  des- 
ahogando el  virus  comprimido  durante 
más  de  dos  años  con  hipócrita  discre- 
ción, traza  sus  viperinas  Epístolas  del  otro 
Mundo  a  don  Bartolo  Gallardete,  en  la  servi- 
lesca  Ilustración,  que  soldadas  más  tar- 
de a  guisa  de  contera  con  el  inmundo 
Proceso  fulminado  por  Lupianejo  Zapatilla 
contra  aquél  iracundo  filólogo,  componen 
un  mezquino  libelillo  frión  y  romo. 
2y6 


D  R       ZOCA       EN       COLODRA 

El  tracista  de  Castro,  preludia  en  estas 
cartas  disputa  personal,  furiosa  y  baja, 
a  la  que  no  aviénese  el  carácter  zahareño 
de  Gallardo.  Solo  recoge  éste  la  prime- 
ra naranja  de  Atalanta  que  le  arroja,  más 
tarde,  no  intencionado  de  seguir  hasta 
el  cabo  el  tiroteo,  al  tenor  de  la  sabida 
copla  proverbial: 

Arrojóme  la  naranjilla 

naranjitas  de  su  naranjal: 

arrojómelas  y  arrójeselas 

y  volviómelas  a  arrojar, 

sino  como  dice,  «para  que  vea,  sabe 
acomodarse  a  la  esgrima  de  sus  ene- 
migos, hiriendo  por  los  mismos  filos»- 
Su  réplica  es  digna,  noble  y  bravia;  cui- 
da de  esclarecer,  escrupuloso,  el  alcance 
de  las  palabras,  y  declara  «que  todo 
cuanto  dijere  tocante  a  don  Adolfo  de 
Castro,  con  ocasión  de  el  Buscapié  que 

277 


/.         I\J  ARQUES        MERCHAN 

se  ha  avilantado  a  publicar  como  de 
Cervantes,  apela  sobre  don  Adolfo,  en 
cuanto  hombre  de  letras,  salva  siempre 
de  toda  personalidad  ofensiva  su  per- 
sona»,  no  así  Castro,  que  en  todos  sus 
escritos,  ataca  la  honorabilidad  de  Ga- 
llardo con  acerbo  rencor. 

Poco  después  de  las  furiosas  cartas, 
aparece  El  Buscapié  del  buscarruidos  de  don 
Adolfo  de  Castro,  obra  ligera  compuesta 
por  el  asturiano  don  Ildefonso  Martínez 
y  Fernández,  médico  de  Bellus,  y  editor 
de  Huarte  y  Doña  Oliva,  que  embozado 
con  el  eutrapélico  seudónimo  El  Bachiller 
Bobaina,  intenta  impugnar  el  apócrifo  li- 
brejo  donde  hermánanse  en  falaz  contu- 
bernio, el  nombre  de  Cervantes  y  el  es- 
tilo de  Castro.  Sólidos  argumentos  y 
esclarecedoras  razones  en  ello  emplea, 
pero  el  desaliño  del  estilo  y  ciertos  equí- 

2y8 


D  ií       ZOCA       EN       C  O  L  O  D  R  A 

vücos  inadvertidamente  deslizados,  ha- 
cen desmerecer  al  t'üllcto,  en  que  más 
de  loar  es  la  intención  que  lu  conse- 
guido. 

Don  Adolfo  de  Castro  que  con  des- 
cabellada indiscreción,  había  intentado 
de  infelicísima  manera,  en  la  tercera 
edición  de  el  Buscapié,  refutar  la  acer- 
tada argumentación  del  hispanista  Tik- 
nor,  aprovecha  los  descuidos  de  Mar- 
tínez y  Fernández,  para  añadir  a  las  pro- 
lijas y  discantantes  notas  que  a  guisa  de 
apéndice  siguen  a  la  cuarta,  una  epístola 
desalmada,  dirigida  a  don  Emilio  Bravo, 
en  que  rebate  las  razones  del  Bachiller 
Bobaina  y  de  Gallardo,  con  ridiculas 
evasivas,  insultos,  gratuitas  negaciones, 
y  sobre  todo  con  el  silencio.  La  estolidez 
suprema  que  preside  a  estas  forzadas 
y  absurdas  réplicas,  impide  al  belitre  de 

279 


/.        MARQUES        MER  C H A  N 

SU  autor,  marchar  sobre  seguro,  y  acer- 
tar ni  aun  siquiera  una  vez;  como  no  ju^ 
gaba  limpio,  a  barras  derechas,  don 
Adolfo  fué  en  el  argado  de  su  mal  traida 
lucubración,  de  zoca  en  colodra,  añas- 
cándose a  cada  paso,  hasta  caer  rendido' 
al  peso  de  sus  dislates  y  estulticia. 


280 


LA  TRAVESURA  DE  ESTEVANEZ 
Y  EL  LOQUILLO  CADIZEÑO 

Un  nuevo  afincamiento  derivado  de 
esta  sutil  e  inmensa  polémica,  caía  sobre 
el  cuitado  espíritu  de  Gallardo.  Don  Se- 
rafín Estévanez  Calderón,  aquél  soli- 
tario ilustre  que  en  la  dedicatoria  de  sus 
poesías  habíale  llamado:  *  ingenio  sin 
par » ,  « llavero  déla  lengua  castellana  * ,  y 
«parlador  de  oro»,  aquél  a  quien  Gallar- 
do enalteciera  con  tan  señaladas  prue- 
bas de  afecto  y  estimación  literaria  y 
personal,  en  las  «Cartas  Españolas»,  ya 
quien  en  un  rasgo  de  humor  llamó  acer- 
tadamente  Aljami  Malagon  Farfulla,  con 

281 


/.         MARQUES        M  ER  C  H  A  N 

un  refinamiento  sanguinario  y  crudo,  no 
justificable  ni  por  antagonismos  de  bi- 
bliófilo, ni  por  despecho  de  un  sinónimo 
voluntario,  endilgóle  este  arrogante  y 
celebérrimo  soneto  «de  un  su  amigo  es- 
tante en  corte  de  su  majestad*: 

Caco  cuco,  faquín,  bibliopirata. 
Tenaza  de  los  libros,  chuzo,  púa, 
De  papeles,  aparte  lo  ganzúa. 
Hurón,  carcoma,  polilleja,  rata. 

Uñilargo,  garduña,  garrapata, 
Para  sacar  los  libros  cabria,  grúa, 
Argel  de  bibliotecas,  gran  falúa 
Armada  en  corso,  haciendo  cala  y  cata. 

Empapas  un  archivo  en  la  bragueta. 
Un  Simancas  te  cabe  en  el  bolsillo. 
Te  pones  por  corbata  una  maleta. 

Juegas  del  dos,  del  cinco  y  por  tresillo; 
Y  al  fin  te  beberás  como  una  sopa, 
Llena  de  libros  África  y  Europa. 

El  mismo  Cánovas,  panegirista  de  su 

2Í2 


LA    'rA\4y/:s{^A'.-i    de    estevanez 

ilustre  tío,  nu  [juede  menos  de  recono- 
cer (¡ue  la  venganza  de  Estevanez,  «fué 
extremada»;  que  «no  hay  más  modos  de 
llamar  ladrón  de  libros  a  un  humbre,  ni 
términos  de  más  encarecimiento».  (iQué 
motivo  impulsóle  a  Gallardo,  para  asig- 
nar al  Solitario,  el  perifrástico  remoque- 
te origen  de  la  contienda?;  simplemente 
el  enojo  despertado  por  su  apadrina- 
miento  descomedido  a  Castro,  autor  de 
la  falsedad;  y  a  nuestro  juicio  no  tiene  el 
gráfico  apodo  otro  valor,  otro  alcance, 
que  el  de  una  burla  pesada,  que  ni  som- 
bra de  ofensa  envuelve  en  el  fondo;  la 
malignidad  de  Estevanez  y  su  torcida  in- 
tención son  quienes  danle  tal  carácter. 

Era  la  mañana  del  3  de  Mayo  de  1 85  i ; 
caminaba  Don  Bartolomé  José  Gallardo, 
solitario  por  la  calle  del  Clavel  de  la 
Corte,  todo  abatido  y  lleno  de  quebran- 

283 


/.        MARQUES         MERCHAN 

to.  Don  Serafín  Estévanez  Calderón, 
avanzaba  en  opuesto  sentido  acompaña- 
do de  Don  Salvador  López  Enguidanos; 
el  encuentro  era  inevitable. 

Estévanez,  so  pretexto  de  presentar  al 
antedicho  Don  Salvador  López,  ex-jefe 
político  de  Murcia,  cuyo  padre  había 
sido  grande  admirador  de  Gallardo, 
acercóse  risueño  a  saludarle,  y  en  nom- 
bre de  su  antigua  amistad,  y  sirviendo 
también  de  empeño  su  acompañante, 
suplicóle  omitiese  en  su  folleto  Zapata- 
zo a  Zapatilla — próximo  a  publicarse — 
toda  designación  de  su  persona.  Gallar- 
do, entonces  ignorador  de  la  existen- 
cia del  soneto  altamente  injurioso  de 
Estévanez,  prometióle  exaudir  su  ruego, 
borrando  cualquier  especie  en  él  desli- 
zada, que  en  manera  alguna  resultase  a 
su  juicio  calumniosa.  Pero  la  oficiosidad 

284 


LA      T/^.lVFSlfRA      PE     ES7  líVANEZ 

de  al^ún  intrigante  enemij^o  de  El  Soli- 
tario, hizo  llegar  a  sus  manos  una  copia 
fidedigna  de  la  ingeniosa  cuanto  deni- 
grativa poesía,  cuya  lectura  exacerbóle 
de  tal  guisa,  que  a  pesar  de  su  bonísima 
y  noble  intención,  ya  no  solo  imprimió 
conscientemente  y  sin  tacha  de  ninguna 
clase  la  carta  a  Delmonte,  sino  que  en 
otro  lugar  de  su  feliz  obrilla,  reproduce 
el  festivo  remoquete,  en  justa,  comedi- 
da y  plausible  venganza. 

Y  apareció  el  folleto:  los  chapados  y 
talentosos  amadores  de  Cervantes,  aco- 
giéronle con  palmas  de  alborozo  y 
muestras  de  entusiasmo,  que  era  el  Za- 
patazo a  Zapatilla  el  más  luminoso  de 
cuantos  libros  y  papeles  publicáronse 
con  tan  sobresaliente  motivo  como  la 
aparición  de  el  falso  Buscapié.  Contesta 
en  él  su  autor — a  más  de  ocuparse   de 

2Ss 


/.        MARQUES        MERCHAN 

la  superchería — a  los  cargos  que  don 
Adolfo  le  dirigiera  con  tan  acendrada 
malicia. 

No  es  una  réplica  a  las  razones  críticas 
y  filológicas  aducidas  por  Gallardo  en 
abono  de  su  opinión  contraria  a  la  au- 
tenticidad del  zarandeado  engendro,  co- 
nocidas por  él  de  referencia,  lo  que  Cas- 
tro vierte  en  sus  Epístolas  del  otro  mundo, 
sino  una  indecorosa  denostación  a  don 
Bartolomé,  fundada  toda,  en  cierto  des- 
liz biográfico  que  padeció  en  su  Dicciona- 
rio Critico  Burlesco,  3.1  suponer  «ingenioso 
médico  y  poeta  cordobés»  a  Salvador 
Jacinto  Polo  de  Medina,  clérigo  murcia- 
no, y  haber  trabucado  una  palabra  en 
el  muy  donoso  poema  de  Salinas  (i)  que 

(i)  Hágase  constar  en  abono  de  Gallardo, 
que  al  publicar  dicha  obrilla  advierte  lo  que 
sigue:  «este    poema  tiene  la  desgracia  de   que 

2SÓ 


LA      TRAVESURA     DE     ESTEVANEZ 

inserta  en  el  artículo  jesuíta  del  susodi- 
cho Diccionario.  Este  es  el  eje  de  toda  la 
discusión,  el  común  terrero  de  la  dis- 
puta; el  avieso  don  Adolfo  intenta  con 
tan  ridicula  falacia  distraer  la  atención 
de  Gallardo  atrayéndolo  al  terreno  de  su 
defensa  literaria,  para  impedir  le  siga  tan 
certeramente  dañando,  con  los  acerados 
dardos  de  su  sesuda  crítica,  pero  don 
Bartolomé,  perspicaz  conocedor  de  sus 
torcidas  intenciones,  en  alas  de  su  inge- 
nio, salva  felizmente  la  mezquina  celada. 
En  la  primera  parte  del  folleto,  in- 


además  de  hallarse  incorrectísimo  en  el  manus- 
crito de  donde  le  copié,  se  me  ha  hecho  todo 
fragmentos  de  puro  rodar  en  mi  trágica  maleta 
en  una  peregrinación  patriótica  que  hi- 
ce por  la  Serranía  de  Ronda,  cuando  no  estaba 
en  poder  de  infieles  (franceses).  He  tenido 
pues  que  zurcir  retales,  dando  tal  vez  alguna 
que  otra  puntada  de  mío,  donde  me  ha  faltado 
el  original  o  la  memoria». 

28^ 


/.        MARQUES        MERCHAN 

tenta  con  bastante  fortuna,  alambicando 
conceptos,  su  imposible  vindicación, 
pero  a  seguida,  una  vez  solventado  el 
xisunto,  bajo  el  rótulo  general  de  Bus- 
capié, rasgos  volantes  escritos  a  varios  de 
mis  amigos  sobre  el  que  ha  publicado  como 
de  Cervantes  don  Adolfo  de  Castro,  incluye 
preciosos  retazos  de  cartas  a  Delmonte, 
Muñoz  y  Romero,  don  Tomás  y  don 
Justo  Sancha,  Gayangos,  el  doctor  Juan 
José  Bueno,  y  don  Juan  Luís  Chaves, 
donde  mostrando  lo  garbeado  a  él  por 
el  torpe  falsario,  descubre  la  patraña,  y 
zahiere  acerba  y  cáusticamente  la  pro- 
cacidad de  su  autor  y  aquella  laxitud 
de  moral  literaria  de  que  adolecía.  Tras 
^ste  interciso,  escrito  en  prosa  muy  bui- 
da y  elegantemente  castiza,  como  todo 
el  folleto,  incluye  Gallardo  la  Segunda 
parte  (que  es  la  más  lastimosa),  del  zapatazo 
288 


LA      TRAVESURA     Dlí     KSTEVANEZ 

y  puntapié  al  cascabelero  y  busca  ruidos  de 
Zapatilla,  ilustración  al  públicu  sobre  la 
causa  ocasional  de  la  carta  de  Lupian 
Zapata,  y  demás  artículos  subsiguientes 
contra  él,  publicados  en  el  periódico 
sabatino  La  Ilustración,  a  partir  del  26 
de  Abril  de  185  i. 

Castro  intentó  atraerle  a  su  causa,  can- 
tuseándole  de  lo  lindo  con  grande  bra- 
zada de  elogios  en  el  prólogo  de  la  pri- 
mera edición,  pero  apesar  de  ello.  Ga- 
llardo que  no  es  hombre  que  se  deje  en- 
gañar, le  ataca  sin  remisión,  de  idéntico 
modo  que  a  sus  congéneres  y  compin- 
ches. El  Zapatazo  a  Zapatilla  es  el  último 
destello,  es  la  postrer  pavesa  del  espí- 
ritu ardiente  de  Gallardo.  Cuando  lán- 
zalo al  mundo  de  las  letras  ya  es  an- 
ciano, y  está  gastado  por  las  negras  in- 
gratitudes, por  las  maldades  hoscas  de 


/.         MARQUES        MERCHAN 

tanto  truhán  mancomunado  contra  él; 
pero  aun  se  yergue  con  un  ímpetu  de  su- 
blime orgullo,  como  si  una  cólera  heroi- 
ca le  animase,  y  desprecia  las  sórdidas 
calumnias  de  un  menguado  y  petulante 
parlanchín,  retacista  gironado. 

Mientras  tanto,  aquéllas  frases  que 
descalificó  el  Solitario  y  con  reconcen- 
trada ira  le  arroja  de  nuevo,  mueven  a 
este  guiado  por  un  odio,  que  ha  nacido- 
en  un  tiempo  no  lejano,  pero  que  a  él  se 
le  figura  ancestral  a  fuerza  de  hacerle 
grande,  a  escribir  por  sí  o  dar  alas  e  im- 
pulsos para  que  se  escribiese,  un  artícu- 
lo, que  firmado  por  su  sobrino  don  An- 
tonio Cánovas  del  Castillo,  apareció  en 
La  Ilustración  del  1 4  de  Junio  del  mismo 
año,  bajo  este  epígrafe:  «Cuatro  pala- 
bras sobre  el  folleto  titulado  Zapatazo 
Zapatilla,    escritas    en    defensa    de    un 

290 


J.A      TRAVESURA      DE     ESTEVA  NEZ 

ami^o  ausente  y  en  desagravio  de  las 
letras,  mientras  llegan  otras  más  autori- 
zadas'.  El  amigo  ausente  a  quien  se  de- 
fiende es  don  Adolfo  de  Castro,  sumán- 
dose con  esta  defensa  la  del  benditísimo 
don  Benito  Maestre  (alias  el  descono- 
cido), y  se  insulta  en  ella  «necia  y  estú- 
pidamente— como  dice  don  Cayetano 
Alberto  de  la  Barrera,  en  su  libro  El 
Cachetero  del  Buscapié,  obra  de  la  que 
el  mayor  y  único  elogio  que  puede 
hacerse  es  decir  responde  plenamente  a 
su  título — al  defensor  de  la  verdad,  al 
hombre  más  laborioso  e  incansable  en 
materias  literarias,  al  más  amante  y  bene- 
mérito de  las  letras  españolas  que  hemos 
conocido,  en  nuestro  siglo».  El  sincretis- 
mo de  el  Solitario  y  Cánovas  le  exaspe- 
ra, pero  aun  no  ha  apurado  hasta  las  he- 
ces el  cáliz  de  su  amargura  literaria. 

2pi 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

Poco  después  comienza  a  aparecer  en 
la  servilesca  Ilustración,  un  más  furioso 
libelo,  titulado:  Aventuras  literarias  del  ira- 
cundo extremeño  D.  Bartolo  Gallardete,  escri- 
tas por  don  Antonio  de  Lupian  Zapata 
(la  horma  de  su  zapato),  que  imprimióse 
aumentado  más  tarde  en  Cádiz,  donde 
el  magistral  soneto  de  Estevanez  camina 
al  frente  de  la  obra  como  heraldo  anun- 
ciador de  las  innúmeras  caloñas  que 
preñan  su  cuerpo.  Es  el  encubierto 
Lupian  don  Adolfo  de  Castro,  que  gar- 
la nuevamente  de  modo  soberano,  aun- 
que no  siempre  exacto  de  agudeza  e 
ingeniosidad  a  la  manera  clásica,  como 
en  el  injurioso  romance  ya  citado: 

Triste  estaba  Gallardete 
Triste  estaba  por  su  mal, 
Sobre  el  Betis  yo  le  oyera 
en  estas  voces  clamar;  etc. 

2^2 


/../      TRAVI-SURA     DE     ESTEVANEZ 

A  los  reparos  críticos  de  el  Zapatazo, 
responde  don  Adolfo  en  la  epístola  a 
Bravo,  adicionada  a  la  cuarta  edición  de 
El  Buscapié,  de  que  hablamos  con  ante- 
rioridad, quemando  en  ella  el  último 
cartucho;  ya  está  herido  de  muerte,  y  la 
defensa  es  imposible;  su  amañoso  cri- 
terio no  encuentra  salida  en  el  laberinto 
a  que  la  intemperancia  de  mantener  en 
pugna  con  la  pública  opinión  la  vera- 
cidad de  una  patraña  le  ha  conducido,  y 
su  pluma  vencida,  explota  en  mutismo 
perenne,  trazando  tan  solo  en  iracunda 
revancha — desentendido  ya  de  la  soba- 
da cuestión — ,  el  Proceso  del  ilustre  filó- 
logo, en  donde  grosera  y  despechada- 
mente se  insulta  con  incalificables  pa- 
labras a  Gallardo. 


293 


LA  SENTENCIA  DEL  MOTE 


Dirigíase  un  martes  a  las  diez  de  la 
-mañana,  por  la  calle  de  Hortaleza,  El  So- 
litario, acompañado  de  don  Fernando 
Azancot  y  don  Francisco  Javier  Simo- 
net,  cuando  hubo  de  hallarse  con  don 
Bartolomé  José  Gallardo,  que  venía  de 
vuelta  encontrada.  Como  no  pudiera  es- 
cusarse  el  encuentro  y  reconocimiento, 
mostróle  Estévanez  su  disgusto  comedi- 
damente— según  él — por  su  mala  acción 
y  correspondencia,  amenazándole  con 
acudir  a  los  tribunales  para  que  hiciesen 
justicia.  Don  Bartolomé — dice  el  Solita- 

2Q5 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

rio — «en  lugar  de  escusarse,  de  atenuar 
su  falta  o  de  prometer  reparación  del 
daño  inferido,  se  afirmó  procazmente  en 
sus  injurias  (no  podía  menos  de  hacerlo 
en  justa  correspondencia  al  vil  soneto) 
añadiendo  con  insolencia  que  no  podía 
concebirse  habiendo  leyes  y  tribunales, 
que  él  sería  siempre  el  perdidoso,  por- 
que peor  sería  la  descalabradura  que  el 
arañazo,  y  mucho  peor  el  golpe  y  la  heri- 
da que  la  descalabradura»;  insultáronse 
después  con  braveza,  y  el  negocio  no  se 
adobó,  marchando  contrariamente,  el 
granado  y  rebolludo  Estévanez  y  el  ce- 
trino y  macilento  Gallardo.  A  los  pocos 
días  presentaba  aquél  en  el  Juzgado 
de  las  Vistillas  de  la  corte,  redactada 
por  sí,  y  suscrita  por  el  Ldo.  Valeriano 
Casanueva  y  el  procurador  José  San 
Bartolomé,  una   notable   querella,   por 


/.  A     S  i:  N  T  li  i\  L  ¡  A     1)  K  L    M  O  T  h 

injurias,  cuntía  dun  Bartolomé  José  Ga- 
llardo. 

Hacía  i)or  menudo  en  ella  la  historia 
del  argado  de  El  Buscapié  protestando 
de  que  Gallardo  le  atribuyese  la  fe- 
choría «con  las  palabras  más  descom- 
puestas, y  la  intención  más  torcida,  se- 
ñalándole con  apodos  y  remoquetes  de 
mala  especie  ».  Eran  las  palabras  origen 
de  la  contienda  las  que  siguen:  «Otro 
también  gran  sage  en  lo  de  leer  de  allá 
para  acá  que  a  él  le  llaman  por  chunga  el 
Aljamí  Malagón  Farfalla,  diz  que  tam- 
bién amadriga  al  loquillo  cadizeño>,  y 
las  ya  citadas  en  la  carta  a  Delmonte. 

A  los  atrevimientos  de  la  querella,  sal- 
picada toda  de  dicterios  y  rastreras  in- 
tenciones, respondió  Gallardo  en  la  con- 
fesión, con  cargos,  templadamente,  que 
«según  fueros  y  estilo  corriente  en  la 

297 


/.         MARQUES        MERCHAN 

república  de  las  letras,  habiendo  de 
nombrar  ocasionalmente  al  escritor  Es- 
tévanez  Calderón,  le  nombró,  no  por  su 
nombre  propio  y  vulgar,  sino  por  nom- 
bre perifrástico  y  festivo — Aljamí,  Ma- 
lagon,  Farfalla — apelativos  todos  ino- 
centes, como  lo  demostraría  el  análisis 
gramatical  y  etimológico  de  cada  uno», 
y  haciéndolo  a  continuación  con  grande 
habilidad  y  donosura,  ponía  en  evi- 
dencia el  eutrapelismo  que  el  remo- 
quete entrañaba.  Exigiósele  que  an- 
pliara  la  confesión,  e  hízolo  formal- 
mente. 

«Debe  ser  del  todo  justo — escribe 
Cánovas — diciendo  que  su  malignidad 
(la  de  Gallardo)  directamente  heredada 
de  los  eruditos  del  siglo  XVIII,  cuyos 
folletos  y  papeles  debieron  hacer  las 
delicias  de  su  niñez  y  de   su  juventud 

2g8 


L  A     S  /■:  N  T  E  N  C I A     DEL    MOTE 

primera,  si  brutal  en  lus  lérminus,  era 
con  frecuencia  candida  en  el  fondo,  por 
más  que  tan  honda  y  venenosa  le  pare- 
ciera a  mi  pariente».  «Contra  la  gran 
reputación  de  Estévanez — añade— que 
tanto  blanco  ofrecía,  no  propagó  en  rea- 
lidad conceptos  que  haya  hoy  que  refu- 
tar seriamente,  porque  den  materia  a  un 
grave  desprestigio  personal,  (i). 

Probó  fácilmente  El  Solitario  que  a  él 
y  no  a  otro  iban  enderezados  los  epí- 
tetos Aljami,  Malagón  Farfalla,  (prueba 
inútil  a  nuestro  entender  desde  el  mo- 
mento en  que   Gallardo  confesólo)  por 

(i)  El  Solitario,  no  solo  le  persiguió  con 
dureza  hasta  la  muerte,  sino  que  exigió  a  los 
herederos  el  pago  de  las  costas.  Gallardo  no 
demostró  a  pesar  de  todo  animosidad  alguna 
contra  él.  En  carta  escrita  a  su  amigo  don  Joa- 
quín Rubio  el  12  de  Agosto — dos  días  antes  de 
expirar — desde  Valencia,  habíale  de  don  Se- 
rafín y  solo  le  califica  de  «famoso». 

299 


A.         MARQUES        MERCHAN 

ciertas  palabras  escritas  con  lápiz  y  de 
la  propia  letra  del  autor  en  algunos 
ejemplares  de  el  Zapatazo  a  Zapatilla 
que  al  margen  de  las  páginas  donde  la 
supuesta  injuria  encontrábase  impresa, 
decían:  «Este  es  Serafín  Calderón»;  de- 
mostrándose el  hecho  además,  por  las 
declaraciones  contestes  de  don  Tomás 
Muñoz  y  Romero,  don  Pascual  Gayan- 
gos,  don  Ramón  Mesonero  Romanos, 
don  Antonio  y  don  Emilio  Cánovas,  y  el 
propio  amigo  de  Gallardo  don  Domingo 
Delmonte,  que  con  su  inmotivada  sos- 
pecha había  dado  origen  a  la  contienda. 

Gallardo  negóse  a  asistir  al  acto  de 
conciliación,  y  aun  a  responder  al  princi- 
pio a  la  querella;  mas  no  por  eso  dejó  de 
seguir  en  el  asunto  los  naturales  trámi- 
tes. Tuvo,  pues,  que  mostrarse  parte  al 
cabo,  y  finalizada  en  primera  instancia 

300 


L  A     S  E  N  TEN  C I A     D  E  L    M  O  TE 

la  causa,  en  el  Juzgado  de  las  Vistillas  de 
Madrid,  recayó  sentencia  el  25  de  Agos- 
to de  1852,  por  la  que  don  Francisco 
Sánchez  Ocaña,  Juez  del  distrito  del 
Centro,  por  ausencia  de  su  compañero 
don  Juan  Fiol,  declaró  <  que  debía  con- 
denar y  condenaba  a  don  Bartolomé 
José  Gallardo  a  sufrir  diez  y  ocho  meses 
de  destierro  a  distancia  de  diez  leguas  de 
la  Corte,  con  prohibición  de  entrar  en 
ella  durante  el  tiempo  de  la  condena;  al 
pago  de  todas  las  costas  del  juicio,  y  no 
haciéndolo,  de  éstos,  a  un  día  de  prisión 
correccional  por  cada  medio  duro  que 
importasen,  sin  que  pudiera  exceder  de 
dos  años». 

Don  Bartolomé  no  asiste  en  Madrid  al 
desenvolvimiento  de  su  proceso;  el  es- 
pectáculo de  la  corte  le  apesta;  sus  más 
caros  amigos  Delmonte,  Gayangos,  Mu- 
jo/ 


/.        MARQUES        MERCHAN 

ños  y  Romero  han  depuesto  contra  él, 
todos  le  han  despreciado,  olvidando  sus 
mercedes  con  la  ingratitud  del  más  ne- 
gro linage;  solo  un  grupo  de  admirado- 
res levantinos — Salva,  Martínez  y  Fer- 
nández, Meléndez,  Carbonell,  etc, — le 
permanece  fiel;  a  todo  le  ha  arrastrado, 
la  contumacia  fiera  de  don  Adolfo  de 
Castro;  por  eso  despreciando  la  tragico- 
media social  de  España,  húndese  en 
La  Alberquilla  y  escupe  a  la  sociedad  que 
le  posterga  por  embeberse  en  ideales 
más  encumbrados  y  sublimes  que  los  su- 
yos (i). 


(i)  Véase  el  capítulo  XIII  de  la  obra  de 
Cánovas  «El  Solitario  y  su  tiempo»  (tomo  se- 
gundo) y  el  apéndice  D  que  contiene  el  texto 
íntegro  de  la  acusación  y  la  sentencia. 

La  confesión  con  cargos  de  Gallardo,  figura 
en  el  número  2  de  la  Revista  Ateneo.  Sevilla 
1874. 

J02 


LIBRO  CUARTO 


IDEARIO 


A  fines  del  mes  de  Junio  ha  tornado  a 
su  dehesa  don  Bartolomé  José  Gallardo; 
viene  todo  impregnado  de  un  grande 
decaimiento  moral  y  físico;  apenas  hace 
nada;  solo  pasea  marrido  por  las  breves 
cuestecillas  de  su  heredad,  ásperamente 
ocioso.  Ya  no  es  aquel  mocetón  bata- 
llador y  altivo,  de  atrevidos  modales  y 
agresiva  palabra,  de  otros  tiempos;  su 
ánimo  brioso  y  brillante  se  ha  hundido 
sin  remedio  en  las  más  obscuras  regio- 
nes de  la  melancolía;  un  pavor  enfermi- 
zo le  agita  de  continuo:  su   varonil  em- 

20  JOS 


/.        MARQUES        MERCHAN 

paque,  ha  tomado  un  aspecto  doblega- 
do y  taciturno;  su  tez  un  tinte  macilen- 
to..,. Dejémosle  reposar  mansamente, 
aquietarse  un  instante  en  su  fatiga,  e  in- 
tentemos, adentrándonos  en  su  obra,  co- 
nocerle e  interpretar  el  desgarramiento 
de  su  espíritu  reflejado  en  ella;  las  di- 
versas modalidades  de  su  alma,  sus  re- 
conditeces sutiles;  sus  avanzadas  ideas, 
sus  quijotescas  aventuras,  sus  impulsos 
regeneradores,  su  afán  de  bien  para  la 
pobre  España. 

Desglosemos.  En  la  obra  total  de  Ga- 
llardo es  preciso  considerar,  la  estética, 
la  crítica  social  y  la  concepción  del  pro- 
plema  nacional. 

El  primer  concepto  que  arroja  el  aná- 
lisis de  sus  libros,  es  un  profundo  amor 
a  la  libertad.  Este  sentimiento  está  ex- 
traordinariamente arraigado  en  él:  Por  la 

306 


/  I)  E  A  R  1  O 

libertad  ha  padecido  sinsabores  infinitos 
y  penosas  dolencias;  a  base  de  libertad 
quisiera  regenerar  la  patria:  pensando 
como  Cervantes,  más  de  una  vez  aventu- 
ró la  vida  por  la  libertad:  *al  pronunciar 
esta  dulce  voz  —  dice  —  <qué  humano 
pecho  no  se  siente  animado  de  un  espí- 
ritu casi  celestial?»  <  en  tratando  de  liber- 
tad, toda  criatura  habla  con  noble  entu- 
siasmo y  abundancia  de  corazón*.  Desea 
Gallardo  la  libertad  en  todas  las  esferas 
y  en  todos  sus  aspectos;  frecuentemente 
preconiza  las  excelencias  de  la  libertad 
religiosa,  de  la  libertad  de  pensamiento, 
de  la  libertad  de  imprenta.  El  progreso 
lo  exige;  lo  ordena  la  luz  de  la  razón. 
Vivamos  nuestro  tiempo,  no  seamos  es- 
píritus caducos;  adaptémonos  a  las  exi- 
gencias de  la  época.  La  literatura  evolu- 
ciona; también  el  lenguaje;  no  imponga- 
jo/ 


/.         MARQUES        MERO  HAN 

mos  despóticamente  el  de  tiempo  algu- 
no; la  corriente  común  determina  el  más 
adecuado,  «que  el  uso  es  el  soberano  le- 
gislador de  las  lenguas  en  las  cuales  pri- 
va altamente  el  derecho  consuetudina- 
rio. Los  idiomas  son  obra  artificial  y  vo- 
luntaria de  puras  convenciones  sociales  y 
de  los  fallos  pronunciados  ante  el  tribu- 
nal del  público  en  virtud  de  este  dere- 
cho, no  hay  apelación.»  El  estilo  de  Ga- 
llardo tiene  un  picante  sabor  quevedes- 
co, y  un  casticismo  y  graficidad  sorpren- 
dentes; (i)  a  ratos  sereno  y  reposado,  a 
ratos  nervioso,  es  siempre  preciso,  suel- 
to y  flexible.  Más  no  emplea  el  mismo 
en  todas  sus  obras:  «como  la  propiedad 
del  estilo  pide  que  se  atienda  no  solo  a 

(i)  Don  Bartolomé  figura  en  el  catálogo  de 
Autoridades  de  la  Lengua  de  la  Real  Academia 
Española. 

308 


IDEA  A'  /  O 

la  persona  que  habla— dice— sino  más 
aun  a  la  persona  con  quien  habla,  yo  lie 
procurado  no  perder  nunca  de  vista  los 
sujetos  a  quienes  enderezo  la  plática». 
« Es  preciso  hablar  a  cada  uno  en  su  len- 
guaje; porque  gastar  fililies  y  primores 
de  estilo,  con  ciertas  gentes,  vendría  lo 
mismo  que  a  la  burra  las  arracadas. » 

Al  espíritu  de  amplísima  libertad  que 
alienta  en  toda  la  obra  de  Gallardo,  va 
unida  su  aversión  a  la  cleriguesca,  quis- 
te social  que  carcome  el  alma  española. 
Odíala  por  retrógrada  y  por  absurda, 
por  que  «trata  de  vedarnos  el  uso  del 
pensamiento,  y  cuando  necesitamos  ver 
mas  claro,  apretamos  nudo  sobre  nudo 
la  venda  del  error»:  «más  ya  no  es  tiem- 
po—dice—estamos muy  desengañados: 
hemos  aprendido  mucho  en  la  escuela  de 
la  desdicha.»  «Quisieran  ellos  continuar 

309 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  AN 

en  el  alto  señorío  que  se  han  arrogado, 
del  pensamiento,  expidiendo  de  su 
mano  las  licencias  de  pensar,  negándolas 
o  recogiéndolas  a  los  que  no  sean  ánge- 
les de  su  coro.»  Por  eso  tratan  de  sofo- 
car «el  grito  salvador  de  ¡viva  la  liber- 
tad! ¡abajo  los  tiranos!  al  clamor  rabioso 
de  heregía,  heregía! » 

Hay  que  luchar  contra  esa  negra  ban- 
da «de  optimistas  apasionados  de  otros 
tiempos,  y  tétricos  pesimistas  del  pre- 
sente orden  de  cosas,  los  cuales  están 
empeñados  en  persuadirnos,  que  la  má- 
quina de  este  mundo  no  podía  andar 
mejor  que  andaba:  y  no  es  sino  que  ro- 
daba la  bola  en  derecho  de  su  dedo.» 
Para  ellos  no  hay  más  que  una  obra  res- 
petable: la  Biblia;  «que  es  un  libro  muy 
santo  y  muy  bueno,  pero  no  es  una  en- 
ciclopedia   o    repertorio    universal    de 

310 


/        p         /■:        .-i         /■:        1        n 

ciencias,  artes  y  oficios,  donde  haya  de 
acudir  el  gañán  para  saber  de  arache  y 
cavache,  el  minero  para  buscar  la  veta,  y 
el  médico  para  encontrar  el  remedio  de 
nuestros  males.»  No,  no;  tengamos  atre- 
vimiento, tengamos  audacia,  defendá- 
monos de  esos  cuervos  malignos  que  han 
de  pugnar  ^por  sacar  los  ojos  a  los  que 
ven  claro,  para  tener  el  orbe  a  media 
luz,  o  dejarle  a  buenas  noches.  *  Gallardo 
sabe  que  no  es  este  combate  cosa  nueva; 
que  tiene  antiguas  y  profundas  raices; 
por  eso  se  lo  explica  como  un  fenómeno 
histórico.  <  La  lucha  de  la  luz  y  las  tinie- 
blas había  de  renacer,  lucha  terrible  y 
porfiada  que  apenas  deja  tal  cual  respiro 
a  las  naciones  y  que  empezó  con  el 
mundo  y  con  él  acabará.  > 

Su   crítica  social — otra  de   las  carac- 
terísticas de  la  obra  de  Gallardo — está 


/.        MARQUES        MERCHAN 

dispersa  por  las  sabrosas  páginas  del 
Diccionario  Crítico-Burlesco,  y  papeles 
posteriores,  (i)  La  corrupción  política 
de  España  es  uno  de  los  males  que  ob- 
sesionan a  Gallardo  de  continuo.  Aquí 
la  política,  lo  que  antaño  decíase  alta 
política,  «que  no  debiera  ser  sino  la  su- 
prema ley  del  bien  de  la  república»,  no 
es  más  que  «un  comodín  para  saltar  por 
lo  más  alto  de  la  razón  y  de  la  justicia, 
llevando  las  leyes  do  quieran  reyes,  para 
que  estos  o  sus  ministros,  logren  las  más 
chocantes  pretensiones».  «En  España, 
desde   el  tiempo  de  Felipe  II,  y  acaso 


(i)  Tanto  las  ideas  y  opiniones  de  Gallardo 
expuestas  en  este  capítulo  como  las  que  se 
apuntan  en  otros  posteriores,  están  entresaca- 
das del  Diccio7iario  Crítico  Burlesco.  La  contes- 
tación^ Cartazo  al  Censor.,  Apología  de  los  Pabs, 
Cuatro  Palmetazos.,  A  los  electores  de  diputados 
por  la  provincia  de  Madrid,  El  Criticón,  etc. 


312 


IDEA  RIO 

antes,  siempre  se  ha  llamado  razón  de 
Estado,  a  las  cosas  que  no  son  de  razón 
ni  de  estado,  sino  conveniencia  propia», 
y  los  mismos  *galipardistas  que  dicen 
alta-política,  dicen  también  alta-poli- 
cía >,  frase  con  la  que  encubren  los  de- 
saguisados y  arbitrariedades  que  per- 
petran. 

La  correspondencia  epistolar  que 
siempre  ha  sido  mirada  como  un  sagrado 
al  que  no  es  licito  tocar,  se  viola  inde- 
corosamente, y  esto  que  <^en  los  tiempos 
de  despotismo  se  tenía  por  un  sacri- 
legio, se  ha  tenido  en  los  tiempos  que 
llámanos  de  libertad  por  un  escrúpulo 
de  monja».  Algunos  patriotas  declaman 
furiosamente  contra  tal  providencia 
«condenándola  como  un  atentado  es- 
candaloso contra  las  leyes  y  la  moral  pú- 
blica >.    Se  alborota  la  gente,  se  censura 

3^3 


/.         MARQUES        MERCHAN 

al  gobierno,  y  el  asunto  pasa  a  las  Cor- 
tes, donde  se  trata  solemnemente.  Allí 
«hubo  aquello,  de  proposición,  admi- 
sión, discusión,  votación...  y  aun  no  sé  si 
hubo  resolución,  (i  Oh  picara  ironía!) 
(entre  tanto  las  cartas  se  interceptaban, 
las  cartas  se  abrían) — Pero  señor  ^'para 
qué,  porqué  se  abren  las  cartas? — «jPara 
qué?,  para  saber  su  contenido.  ^Porqué? 
claro  está,  por  la  alta  policía. »  La  alta 
policía  excusa  los  atrevimientos  más 
enormes,  la  alta  policía  justifica  las  me- 
didas mas  temerarias;  <vvive,  supon- 
gamos en  la  corte,  un  escritor  arrojado 
de  estos  que  ni  temen  ni  deben,  y  se 
sabe  que  va  a  publicar  verdades  algo  du- 
ras de  pelar.  Entonces  entra  la  alta  po- 
licía, me  coje  al  autor,  y  me  lo  arroja  al 
Ponto  como  César  al  otro  poeta  narigón, 
y  allí  que  plaña  endeche  o  invective, 

3^4 


I  D  F  A  R  I  O 

como  más  rabia  le  de.  Hay  alguna  per- 
sona que,  merced  a  algún  manto  de  seda 
que  rugió  de  por  medio,  da  en  fecha  a 
algún  mandarín,  como  si  dijéramos  a 
algún  regente  que  fué.  Aquí  de  la  alta 
policía.  Venga  acá  el  P.  R...  «Padre  a 
Fulano  que  vive  en  tal  parte. — Basta 
señor,  sé  mi  oficio».  El  P.  R...  junta  sus 
agarrantes,  toma  su  habano  y  su  chafa- 
rote, y  dice:  «¡Ha  de  mi  gente!  tantos  a 
vanguardia,  cuantos  a  retaguardia.  A 
él*.  Dicho  y  hecho;  se  dáel  golpe  de 
mano;  me  pillan  a  mi  hombre  vivito,  y 
me  le  llevan  como  un  Cristo;  zámpanle 
en  la  trena,  sin  comunicación,  porque 
no  se  sepa. — Que  se  sabe  luego. — Chi- 
llan los  buenos:  «injusticia,  ¡atentado! 
¡despotismo!»  Redimen  al  cautivo.  <Por- 
qué  estuvo  preso  el  patriota  Tal? — No 
5e  sabe,  por  alta  policía». 


/,        MARQUES        M  ER  CH  A  N 

Ama  Gallardo  apasionadamente  la  li- 
bertad de  imprenta,  «que  este  es  un  de- 
recho imprescriptible,  pues  así  como  a 
cualquier  ciudadano  le  está  concedido 
el  uso  de  la  palabra,  debe  estarle  igual- 
mente el  de  la  imprenta,  para  que  todos 
contribuyan  a  la  pública  ilustración  y 
urbano  pasatiempo,  ya  sembrando  ver- 
dades, ya  estirpando  errores,  celebran- 
do virtudes  y  vituperando  vicios».  Si  es 
necesaria  la  censura,  como  no  puede 
menos  de  serlo  en  determinados  casos, 
empléese,  pero  francamente,  con  ente- 
ra igualdad,  sin  arbitrariedades:  «fuera 
prestigios  donde  quiera  que  haya  abu- 
sos, hay  lugar  a  la  censura  >.  Con  la  liber- 
tad se  engrandecen  los  pueblos;  Inglate- 
rra «la  nación  idólatra  de  la  libertad,  con 
la  de  imprenta  ha  llegado  al  más  alto 
grado  de  saber  y  poderío.»  Imitémosla, 

316 


ID  E  A  RIO 

y  «si  podemos  caminar  por  sendas  de 
flores,  no  caminemos  por  entre  espinas 
y  abrojos*. 


317 


LA  ESPAÑA  DE  GALLARDO 


^Cómove  Gallardo  el  problema  de  Es- 
paña? España  es  un  país  desgraciado;  en 
la  mayor  parte  de  sus  pueblos  y  aldeo- 
rrios, «todos  los  vecinos  ponen  la  señal 
de  la  cruz  por  no  saber  firmar»;  no  hay 
libros  en  ellos,  a  lo  sumo  se  encuentran 
«el  breviario  del  cura,  el  catecismo,  al- 
gún Belarmino,  o  el  David  perseguido 
y  alivio  de  lastimados».  «De  la  cosecha 
que  el  útil  labrador  recoje  con  afán  y 
sudor,  entre  clérigos  y  frailes,  se  llevan 
para  Dios  el  doble  de  lo  que  se  tributa  al 
César:  ¡y  al  pobre  labrador  le   quedan 

3^9 


/.        MARQUES        M E  R  C  H  A  N 

apenas  los  granzones!!!»  «En  la  corte 
como  en  los  cortijos,  siempre  son  mucho 
más  los  papanioscas  curiosos  y  los  ne- 
cios que  los  discretos».  «El  título  de  filó- 
sofo es  un  apodo,  y  un  dicterio  el  dic- 
tado de  moderno». 

«La  prensa  es  huera;  los  periodistas 
tienen  un  estilo  perisológico  de  bombo 
y  de  tambora*;  toda  la  bazofia  que  lan- 
zan los  «jerigonzantes  del  día  en  las  fa- 
langes columnarias  de  nuestros  perió- 
dicos, deja  los  oidos  llenos  de  estruendo 
y  el  alma  vacía  de  sentido»,  «La  lite- 
ratura es  una  perra  carrera»  y  «cute  la 
canina  a  los  que  la  siguen».  En  España 
existe  un  germen  de  bondad,  «pero  las 
verdades  que  se  saben,  o  que  hay  que 
aprender,  son  más  sin  comparación,  que 
los  errores  que  olvidar». 

¿Cómo,  de  qué  manera  hemos  llegado 

320 


L  A   E  s  p  A  Ñ  A   n  /•■    r;  a  l  l  ardo 

a  este  estado  de  postración,  de  abati- 
miento, de  ruina?  Gallardo  vé  la  causa 
de  situación  tan  aflictiva,  en  la  intran- 
sigencia religiosa,  que  ha  cerrado  las 
puertas  de  la  patria,  a  cuanto  significó 
innovación  o  adelanto.  Al  regresar  de 
Francia,  trae  Gallardo  un  aura  de  civi- 
lización y  de  progreso,  e  intenta — ex- 
tirpando tan  abominable  sistema  que 
nos  privara  de  las  gloriosas  ñores  de  la 
filosofía — remozar  el  espíritu  caduco  de 
la  patria,  con  la  feraz  semilla  de  las  ideas 
nuevas.  Entonces  dá  un  hermoso  toque 
de  rebato  con  el  Diccionario  Critico  Bur- 
lesco, haciendo  sonar  todas  las  ergástu- 
las  en  que  yace  amodorrado  el  espíritu 
español;  mas  solo  consigue  levantar 
contra  él  inmunda  tolvanera  de  dic- 
terios, y  persistentes  ataques,  que  le 
fuerzan  a  dolerse  de  esta  violencia  a  pro- 

21  S2I 


/  .        MARQUES         M  E  R  C  H  A  N 

testar  elocuentemente,  transido  de  des- 
pecho y  de  amargura:  «cuando  desde  el 
negro  Torquemada,  es  decir,  cuando 
hace  tres  siglos  que  casi  no  tenemos  un 
filósofo,  un  sabio  de  primer  orden  en 
ninguna  línea;  cuando  el  español  que 
quería  pensar  tenía  que  encerrarse  de- 
bajo de  cien  cerrojos,  y  aún  no  estaba 
seguro  de  los  esbirros  del  despotismo 
espiritual,  cuando  en  fin  las  trabas  pues- 
tas a  los  ingenios  nos  habían  arrocinado 
en  términos  que  si  ya  no  andábamos  a 
cuatro  pies,  era  por  un  favor  especial  de 
la  providencia  (de  Dios  para  que  todos 
me  entiendan);  hacer  tales  recrimina- 
ciones a  la  filosofía  y  al  libre  pensar,  es 
la  mas  clásica  de  las  injusticias,  sino  la 
mas  chocante  de  las  necedades»,  (i) 

(i)     Con  la  vuelta  de  Fernando  Vil  y  la  im- 
plantación del  régimen  absolutista,  comienza  la 

322 


A./     /-SPAÑA    DE    (GALLARDO 

La  íorniidabie  coacción  de  pensamien- 
to (]ue  los  españoles  han  sufrido  en  el 
decurso  de  varios  siglos,  ha  ocasionado 
la    ignorancia  madre  de  nuestra    ruina 
moral  y  origen  de  nuestra  decadencia; 
«por  menos  ilustrados  no  hemos  sido 
más  virtuosos».  *Las  sendas  de  la  Vir- 
tud, para  que  podamos  bien   seguirlas, 
han  de  estar  alumbradas  por  la  luz  de  la 
sabiduría.  El  entendimiento  guía  a  la  vo- 
luntad: con  los  ojos  vendados  y  la  cade- 
na al  pié,  no  se  puede  hacer  gran  jorna- 
da en  el  camino  de  la  perfección». 

*E1   origen  primordial  de  los   males 
públicos   es  la  misma  confianza  con  que 

persecución  del  Diccionario  y  sus  poseedores. 
Hasta  qué  extremo  llegó  la  Inquisición  en  este 
respecto,  puede  verse  en  el  Apéndice  C.  donde 
figuran  dos  curiosos  procesos,  cuya  nota  debo 
a  la  amabilidad  de  mi  querido  amigo  y  maestro 
don  Francisco  Rodríguez  ]\Iarín. 


323 


/.        MARQUES        MERCHAN 

la  nación  ha  puesto  su  causa  en  manos 
de  ciertos  rábulas  nebulones;  ha  fiado  la 
administración  de  sus  tesoros  a  sórdidos 
y  rapaces  publicanos;  ha  confiado  ciega- 
mente la  salud  pública  a  curadores  que 
nos  han  hecho  tragar  el  veneno  del  des- 
potismo, confeccionado  exquisitamen- 
te en  doradas  pildoras  de  libertad».  <El 
heroico  pueblo  español,  esperando  el 
bien  ha  sufrido  el  mal,  conllevando  re- 
signado los  rudos  experimentos  que  han 
hecho  de  sus  fuerzas  y  de  su  sangre  los 
ávidos  sicofantes,  que  oficial  u  oficiosa- 
mente, se  han  encargado  de  su  régimen 
político  y  económico»  porque  lo  que  ha 
faltado  «ha  sido  entendimiento,  o  vo- 
luntad en  los  que  dueños  de  la  general  y 
absoluta  que  se  les  confió,  desde  luego, 
no  han  usado  de  ella  debidamente;  en 
una    palabra,    nuestro    mal   ha    estado 

324 


LA    ESPAÑA    D  E     G  A  L  L  A  R  D  O 

siempre  en  la  cabeza  > .  Y  esto  le  hace  te- 
mer un  nefasto  influjo  atávico.  Por  eso 
se  pregunta  receloso  «si  de  nosotros 
mismos  triunfaremos  >. 

Todo  el  embolismo  político  «en  que 
nos  ha  envuelto  la  torpeza  petulante  de 
nuestros  mandarines,  tiene  dos  fuentes 
manantiales:  errores  de  legislación,  y 
yerros  de  gobierno;  aquéllos  piden  co- 
rrección severa,  y  estos  ejemplar  y  eje- 
cutivo castigo  >. 

^■Qué  remedio  encuentra  Gallardo  a 
tanta  desdicha?  <Qué  medidas  propone 
para  el  futuro?  ^De  qué  manera  cree  po- 
sible la  regeneración  de  España?  Olvi- 
dando el  pasado  y  ensayando  toda  fór- 
mula de  progreso  acoplada  a  las  circuns- 
tancias, pero  sin  ridículos  temores;  con 
arrojo  y  decisión;  pensemos,  recapacite- 
mos sobre  ella  antes  de  adoptarla,  pero 

325 


/.         MARQUES        MERCHAN 

cuando  el  convencimiento  de  su  utilidad 
nos  fortalezca,  lanzémosla.  La  limita- 
ción de  nuestra  inteligencia  hácela  facti- 
ble de  error,  más  no  por  esto  dejemos 
de  ejercitarla,  buscando  las  más  acerta- 
das medidas  para  orientarnos  hacia  un 
porvenir  brillante.  «Cumpliríamos  bien 
con  el  fin  para  que  fuimos  creados,  si 
por  no  errar  nos  condenásemos  a  no 
pensar,  viviendo  como  brutos;  y  por  no 
tropezar,  nos  abandonásemos  a  un  abso- 
luto quietismo,  vegetando  como  tron- 
cos!». 

El  sufrir  no  siempre  dimana  de  una 
estúpida  insensibilidad:  «no  yace  el  pue- 
blo español  en  tan  triste  estado  de  pos- 
tración e  indolencia.  Nuestro  pueblo 
siente  sus  males  (y  sus  fuerzas);  no  se 
confunda  la  inacción  con  la  impotencia: 
la  resignación  prudente  con  la  paciencia 

32é 


L  A    E  S  P  A  Ñ  A    D  E     Cr  A  L  L  A  R  I)  O 

servil*.  España,  «está  muy  lejos  de  aquel 
letargo  mortal  de  los  pueblos  esclavos 
que  revolviéndose  en  el  lecho  del  dolor, 
hacen  almohadas  de  sus  proi)ias  ca- 
denas». 

Pero  aunque  exista  este  retal  de  fuer- 
za, sin  norte  político  de  eficacia  casi 
nula  será;  que  aquí  «el  soplo  del  favor 
lo  mueve  todo  y  el  favor  no  tiene  punto 
fijo  >.  «Contra  el  semisaber  de  los  sabidi- 
llos vocingleros,  busquemos  la  sensatez 
de  los  buenos  sabedores:  la  integridad 
de  toda  prueba  contra  la  venalidad;  la 
constancia  y  la  firmeza  contra  la  velei- 
dad política;  la  catoniana  austeridad 
contra  la  molicie  cortesana,  el  valor  cí- 
vico contra  el  frío  y  cobarde  egoísmo». 

Para  corregirla,  «simplifiquemos  el 
mecanismo  de  la  máquina  política,  equi- 
librando debidamente  los  poderes  del 

327 


/.         MARQUES        MERCHAN 

estado»;  «exijamos  la  responsabilidad 
ministerial».  «La  responsabilidad  es  el 
alma  del  gobierno  representativo:  sin 
ella  un  edificio  social  de  esta  especie,  es 
una  bóveda  sin  clave,  que  está  siempre 
amenazando  ruina  sobre  las  cabezas  de 
los  que  cobija:  un  gobierno  represen- 
tivo  sin  la  responsabilidad  ministerial, 
es  el  más  absoluto  y  tiránico  de  los  go- 
biernos». Mas,  aparte  de  estas  líneas  ge- 
nerales de  conducta,  Gallardo  posee  to- 
do un  programa:  el  programa  de  los  re- 
publicanos del  año  cuarenta,  que  san-  . 
cionó  en  su  totalidad  como  miembro  de 
la  junta  directora  del  partido.  Helo 
aquí: 

«Supresión  del  trono. 

Gobierno  de  la  nación  por  una  junta 
central  compuesta  de  un  representante 
por  provincia. 


LA    ESP  A  ÑA    D  E    GALLARDO 

Reducción  del  presupuesto  de  gastos 
a  600  millones  de  reales. 

Supresión  de  las  rentas  estancadas  y 
de  todas  las  contribuciones  indirectas: 
reducción  del  máximo  de  los  sueldos 
a  40.000  reales  y  aumento  del  mínimo 
a  6.000. 

Abolición  de  las  quintas  y  las  matrí- 
culas de  mar. 

Inamovilidad  judicial  (que  tanto  agra- 
daba a  Larra)  y  establecimiento  del 
jurado. 

Instrucción  primaria,  universal,  gra- 
tuita y  obligatoria. 

Libertad  religiosa,  de  imprenta,  de 
reunión  y  de  asociación. 

Reparto  a  los  jornaleros  de  las  tierras 
del  Estado.» 

Este  programa  podría  implantarse  te- 
niendo en  él  confianza  plena,  y  aguar- 

329 


y  .         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

dando  el  momento  oportuno:  que  «el 
antiguo,  edificio  romanescogótico-mo- 
runo  de  las  preocupaciones,  caerá*. 
<Pero  y  si  esto  no  sucede?  (i  si  el  influjo 
maléfico  que  inficcionó  el  espíritu  de 
España  hace  más  de  cuatro  siglos,  ahoga 
este  impulso  regenerador?  ¡Ah!  si  esto 
acontece — afirma  Gallardo — «yo,  que 
no  soy  ningún  Jeremías,  ni  ningún  P.  Ve- 
ritas,  profetizo  (y  séame  testigo  el  univer- 
so mundo)  que  indefectiblemente  suce- 
derá lo  contrario.  Pero  entonces  toda  la 
sangre  derramada  desde  el  cruento  Dos 
de  Mayo,  lejos  de  servir  para  nuestra  re- 
dención, no  servirá  más  que  para  nues- 
tra condenación  eterna». 


.330 


LA  ENTRAÑA  DEL  QUIJOTE 

«Es  muy  fácil  vivir  en  el  mundo 
según  la  opinión  del  mundo,  también 
es  fácil  vivir  en  el  retiro  según  su  opi- 
nión propia,  pero  el  hombre  verdade- 
ramente grande,  es  el  que  en  medio 
de  la  muchedumbre,  conserva  con 
perfecta  dulzura  la  independencia  de 
la  soledad*. 

Emerson 

Las  precedentes  afirmaciones,  que  se 
antojaran  a  espíritus  estrechos  despro- 
vistas en  absoluto  de  respeto  a  la  patria, 
no  son  sino  advertencias  saludables, 
dictadas  por  su  impenitente  afán  de 
bienestar  y  resurgimiento;  que  a  España 
la  amó  Gallardo — como  públicamente 
demostrólo  durante  la  guerra  de  la  In- 

33^ 


y.        MARQUES       M  E  R  C  H  A  N 

dependencia- -con  la  serenidad  grave 
de  los  espíritus  fuertes.  vSu  patriotismo 
fué  verdadero;  respetó  de  la  tradición 
lo  que  debía  respetarse;  repudió  lo  inad- 
misible, lo  quimérico;  pero  su  esfuerzo 
fué  todo  hacia  la  nación  viva,  la  que  de- 
senvolvíase en  torno  suyo.  Procuró  en- 
cauzarla tornándola  más  libre,  más  cul- 
ta, más  fuerte,  más  sabia,  más  próspera, 
y  elevarla  por  estas  cualidades  entre  to- 
das las  demás.  Para  conseguirlo,  quiso 
dar  a  su  patria  lo  que  hace  fuertes  a  los 
pueblos,  lo  que  les  engrandece  y  dá  po- 
derío: la  verdad.  Verdad  en  todo:  en 
historia,  en  arte,  en  política,  en  literatu- 
ra... No  la  aduló,  no  la  engañó;  desgarra- 
damente, con  todo  su  cruento  realismo 
le  gritó  la  verdad  ruda  y  brutal.  Y  esto 
desesperó  a  los  patrioteros;  los  que  no 
sentían  palpitar  en  torno  suyo  la  vida 

332 


L  A    E  N  T  R  A  Ñ  A    D  E  A    O  U 1 J  O  T  E 

moderna,  sinu  la  otra,  la  vieja,  la  caduca, 
la  de  los  tiempos  de  heroicas  hazañas,  de 
príncipes  poderosos,  de  invencibles  ada- 
lides, de  las  quiméricas  conquistas;  los 
que  incapaces  de  vivir  su  siglo  nutrían- 
se de  un  pasado  legendario.  Para  ellos 
Gallardo — todo  espíritu  de  modernidad 
— era  un  revolucionario  peligroso,  y  a 
desacreditarlo  y  procurar  su  ruina,  diri- 
gieron esfuerzos  inauditos  desde  sus  pri- 
meros y  atrevidos  lances  de  la  carrera  de 
las  letras. 

Más  h,emejante  lucha  no  intimidóle; 
ejemplar  varonil  y  rudo  de  nuestra  raza 
decadente,  aprestóse  al  combate  triste  y 
brutal  que  le  ofrecía  la  vida,  con  todo  el 
ardimiento  y  la  braveza  que  imprime 
la  pasión  por  un  ideal  en  el  corazón  del 
héroe.  Desque  apareció  la  Defensa  de  las 
poesías  de  Iglesias,  hasta  el  postrero  ins- 

333 


/  .        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

tante  de  su  vida,  no  tuvo  un  momento 
de  segura  dicha.  El  mundo  le  había  ano- 
tado con  su  disfavor,  y  solo  en  empeña- 
da lucha  en  él,  logró  cruzar  la  punzadora 
senda  de  su  trágico  vivir.  Nunca  viose 
anestesiado  su  espíritu  por  el  placer  del 
éxito,  cuyas  mieles  tan  solo  alcanzó  a 
gustar  con  la  Apología  de  los  palos,  trému- 
la luminaria  del  cielo  gris  de  su  destino, 
y  tras  este  momento  de  gloria  fugaz,  vie- 
nen los  días  más  negros  y  miserables  de 
su  vida,  los  que  labrando  un  fuerte  esla- 
bón en  la  recia  cadena  de  lo  inevitable, 
consagraron  su  nombre  y  su  infortunio; 
los  penosos  que  siguieron  a  la  aparición 
del  Diccionario  Critico  Burlesco.  Con  él 
se  decidió  su  suerte  adversa;  aislado  por 
la  elevación  de  ideas  y  excelso  criterio, 
resiste  a  la  avalancha  de  un  pueblo  que 
le  ultraja  con  vilipendio  y  escarnio;  des- 

334 


L  A    E  N  r  R  A  Ñ  A    1)  E  L    Q  U  JJ  O  T  E 

pues  las  persecuciones,  las  cárceles,  losr 
destierros,  las  expatriaciones,  los  casti- 
gos, el  desprecio  y  el  vacío  mas  descon- 
solador; destacándose  con  absurda  si- 
lueta la  imagen  viborezna  del  día  de  San- 
Antonio,  que  juntamente  con  el  Diccio- 
nario, forman  las  dos  cumbres  funestas 
de  si  lastimera  historia.  En  ella  se  com- 
baten el  sentimiento  y  la  idea;  su  amor 
a  los  libros,  a  los  frutos  de  su  ingenio,  al 
producto  de  su  trabajo  y  su  desvelo;  sus 
anhelos  redentores,  sus  bellos  ideales- 
de  regeneración,  sus  palabras  de  opro- 
bio para  el  pasado  deleznable. 

Cuando  Gallardo  refería  aquella  gran 
catástrofe  de  su  vida,  mostrábase  indig- 
nado en  los  comienzos  del  relato;  des- 
pués ahogaba  sus  ímpetus  en  un  gesto 
de  abatimiento,  y  sin  inflexiones  en  la 
voz,  lentamente,  con  gran  monotonía  na- 

335 


/.         MARQUES        MERCHAN 

rraba  el  resto  como  si  susurrase  un  mo- 
nólogo. Parecía  que  al  evocar  su  inaudi- 
ta desgracia,  agitaba  su  ser  un  gesto  de 
impotencia;  entonces  semejaba  un  águi- 
la herida. 

Enmedio  de  las  quiebras  y  honduras 
de  este  amargo  vivir,  su  carácter  irreduc- 
tible confortóle,  siendo  el  sostén  robus- 
to de  su  personalidad  sin  el  que  hubiese 
fracasado,  truncándose  su  voluntad  he- 
roica como  tantas  otras.  La  obsesión  de 
ser  libre,  «libre  como  el  éter  de  los  cie- 
los»— que  él  nos  lo  dijo — le  permitió 
triunfar  en  la  derrota;  no  se  dejó  influir 
por  el  ambiente,  y  fué  innovador  como 
tiene  que  serlo  todo  héroe;  primero  lu- 
chó por  destruir  lo  habitual  y  consueto; 
después  por  imponer  su  criterio  perso- 
nal, aspiró  a  que  las  cosas  llevasen  un 
curso  distinto  y  chocó  con  el  medio,  pe- 

330 


L  A    E  X  T  A'  A  A' .  /    DEL    Q  U I J  (^  T  /■ 

ro  se  irguió  desafiante,  robusto  y  fuerte; 
por  eso  no  tué  su  vida  tVesca  carcajada, 
sino  trágica  mueca  de  dolor.   Blanco  de 
injustos  ultrajes,  hubo  de  luchar  con  dos 
enemigos  igualmente  temibles;  los  prín- 
cipes de  los  sacerdotes  y  los  fariseos  po- 
líticos; y  ellos,  sus  enemigos  (eclesiásti- 
cos y  seglares)  ya  que  conocían  su  mora- 
lidad y  su  desinterés,  ya  que  no  pudieron 
halagar  su  corazón,  vencer  su  inteligen- 
cia, ni  comprar  su  pluma — Gallardo  co- 
mo Stendhal  pensaba,  que  el  que  miente 
para  lograr  la  consideración  de  escritor, 
no  merece  se  le  haga  caso  alguno— toma- 
ron el  empeño  de  calumniarlo,  y  como 
no  podían  acusarle  de  mácula  alguna, 
valiéronse  de  su  grande  manía  por  los  li- 
bros, de  su  pasión  por  adquirirlos,  del 
loco  amor  que  le  inspiraban,  para  propa- 
lar la  especie  de  que  garfeábalos  a  hurta- 

22  337 


/.        MARQUES        M  ER  CHA  N 

dillas,  y  por  eso  sabía  más,  mucho  más 
que  todos  ellos,  mientras  que  por  otra 
parte  presentábanle  como  sabiondo  co- 
nocedor de  portadas  algo  memorioso,  y 
de  ningún  ingenio.  Pero  la  alteza  de  su 
espíritu  estaba  por  encima  de  estas  ruin- 
dades. Siempre  combatido,  siempre  ca- 
lumniado, sálvale  su  severidad  catonia- 
na.  Jamás  halaga  a  los  poderosos  «nunca 
he  sido — dice — de  los  más  allegados  a 
los  que  privan  y  mandan  >;  tampoco  al 
vulgo  si  le  es  hostil  y  si  despiadadamente 
le  censura  como  en  Cádiz,  no  vacila  ea 
chasquear  el  látigo,  y  asentarle  enérgi- 
cos y  rudos  golpes. 

Pequeño  rebelde  que  se  bastaba  a  sí 
propio,  ni  ajustóse  a  la  farándula  social, 
ni  se  avino  a  eufemismos  discantantes, 
ni  humillóse  rendido  pidiendo  un  ho- 
nor; por  eso  gustó  durante  muchos  años, 

33S 


L  A    F.  N  T R  A  ÑA    D  EL     Q  U JJ  O  T F, 

el  pan  cuotidiano  de  la  pruba,  pudiendo 
repetir  con  Beaumarchais;  «mi  vida  es 
un  combate»  y  sobrellevó  el  dolor  a  que 
tan  avezado  estaba,  con  entereza  estoica. 
Producto  de  este  continuo  sufrimien- 
to enquistose  en  su  alma  una  atonía  ínti- 
ma, que  a  menudo  le  invitaba  a  la  molicie 
y  perezoza  vida;  más  presa  del  noble  afán 
de  vivir  prolífica  existencia,  lanzábase  a 
la  aventura,  con  la  exaltación  de  afec- 
tos y  el  ardor  y  la  pasión  que  le  caracte- 
rizaban en  la  lucha,  para  tornar  vencido 
nuevamente,  pero  triunfante  de  la  me- 
diocridad humana,  de  su  propio  desti- 
no, de  su  martirio.  Cuando  esto  aconte- 
cíale, aunque  era  sabedor  del  mérito 
profundo  de  su  hazaña,  caia  en  un  esta- 
do de  supremo  abatimiento,  evocando 
con  su  figura  angulosa,  flácida  y  dema- 
crada, un  monje  o  asceta,  de  los  tiempos 

339 


/.         MARQUES        MERCHAN 

medioevales,  espiritualizado  por  largos 
ayunos  y  sufrimientos,  de  aquellos  que 
fueron  al  lienzo  trasladados  con  tan  gran- 
de copia  de  realidad  tormentaria  por  el 
ascético  pincel  del  Greco  o  de  Ribera. 
Entonces,  tras  haber  brillado  de  manera 
tenue  y  fugaz  en  el  reducido  círculo  de 
sus  admiradores,  hundíase  en  la  sombra 
largamente  para  reaccionar  en  su  des- 
consuelo y  reaparecer  mas  tarde  con 
nueva  pujanza. 

Cuando  es  nefasto  el  presente,  vive  el 
corazón  del  pasado,  pero  Gallardo  care- 
ció hasta  de  un  pasado  mejor  a  que  tor- 
nar los  ojos,  ni  aun  siquiera  a  un  pasado 
de  bienestar  físico,  pues  nunca  prosperó 
materialmente;  sus  actos  como  heroi- 
cos extrañaban  el  desprecio  de  los  bie- 
nes externos.  Tampoco  en  el  amor  halló 
un  paliativo  su  desgracia;  había  perdido 

340 


/,  .4    /•: N  TÁ!  A  ÑA    D  /: L    Q  U IJ  OTE 

la  IV'  en  el  amor,  cuando  rompió  con  la 
Florinda  de  sus  versos  en  Salamanca,  a 
lo  que  parece  traicionado  por  ella.  Fué 
esta  la  única  novia  que  se  le  conoció; 
años  más  tarde  (en  1 820) lo  encontramos 
en  relaciones  estrechas  y  tumultuosas 
con  una  encopetada  señora;  después  so- 
lo de  algunos  actos  de  amorosidad  mer- 
cenaria tenemos  noticias.  El  amor  había 
pasado  por  su  corazón,  dejando  escom- 
bros donde  hallaran  se,  antes  altaneras 
manifestaciones  de  fuerza. 

Tan  apasionado  hubo  de  ser  en  su  pri- 
mer ardor  que  el  desengaño  secó  la  raiz 
ideal  de  este  sentimiento  perdurable- 
mente; solo  admitió  el  amor  físico,  y  aun 
llegó  a  convertirse  en  los  postreros  años, 
de  mujeriego  en  comedido  misógino. 

«Ah,  ¡mujeres,  mujeres!  niñas  de  mis 
ojos;  en  vosotras  está  la  discreción,  la 

34^1 


/ .         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

perspicacia  y  el  tacto  fino.  Vosotras  te- 
neis  la  llave  de  los  corazones;  vosotras 
sí  que  conocéis  a  los  hombres;  más  ¡ay 
dolor!  que  los  hombres  no  os  llegan  a 
conocer,  sino  cuando  van  a  perderos» 
— escribe. 

El  afecto  familiar,  también  fué  para  él 
desconocido;  solo  a  su  sobrino  don  Juan 
Antonio  Gallardo,  heredero  universal  de 
sus  bienes,  profesó  singular  cariño.  A  los 
catorce  años  lo  hallamos  malquistado 
con  su  madre,  por  carecer  de  vocación 
eclesiástica;  esta  distanciación  se  acen- 
túa con  el  viaje  a  Francia,  y  el  aisla- 
miento es  total  al  instalarse  en  la  Corte. 
Luego,  las  infinitas  peregrinaciones  de 
su  azarosa  vida  le  alejan  definitivamente 
del  solar  de  Campanario,  donde  sus 
hermanos  y  el  resto  de  la  familia  con- 
servan de  él  un  melancólico  recuerdo. 

342 


LA  LEYENDA  NEGRA 


¿Cómo  formóse  la  grandeza  estelar  del 
carácter  de  Gallardo,  y  su  originilidad  li- 
teraria? <Qué  juicio  mereció  a  sus  con- 
temporáneos? ¿Cómo  se  ha  interpretado 
su  personalidad  a  través  del  tiempo?  El 
carácter  indomable  de  Gallardo, impreg- 
nado de  esa  tosquedad  y  rudeza  primiti- 
va, que  por  un  atavismo  de  ineducación 
florece  en  el  alma  de  los  españoles,  plas- 
móse en  su  afán  de  libertad,  y  en  las  tor- 
turadoras circunstancias  de  su  vida,  uni- 
do a  la  brava  independencia  de  su  alma 
y  nativa  tozudez;  su  originalidad  litera- 

34-3 


/.         MARQUES         M  E  R  C  H  A  N' 

ria  en  agenas  influencias,  y  hasta  en  imi- 
taciones. 

El  juicio  que  de  sus  coetáneos  alcan- 
zó, es  bien  menguado;  tuviéronle  por  un 
desequilibrado  profesador  de  utópicas 
teorías,  desenfrenado  libelista,  y  cuatre- 
ro de  viejos  libros;  por  un  pretencioso  y 
fatuo  endiosado  en  la  creencia  de  ser 
único  en  el  campo  del  saber.  Cierto  que 
Gallardo  dio  en  parte  motivo  a  esta  pre- 
sunción, pues  noblemente  reconocemos 
que  tuvo  el  flaco  de  todos  los  espíritus 
heroicos — pareció  ignorar  la  existencia 
de  otras  almas  de  la  misma  extructura 
que  la  suya,  y  fué  orgulloso,  represen- 
tando el  sumum  de  personalismo,  de  na- 
turaleza individual — más  esto  no  escusa 
tan  bajo  concepto. 

Flor  exótica  por  su  idiosincracia,  es 
mirado  despectivamente  por  el  granel 

344 


L  A        LEY  E  N  D  A        N  E  (;  R  A 

de  páparos  literarios  que  inundan  con 
su  garrulería  nuestro  fecundo  siglo  diez 
y  nueve;  la  masa  de  españoles  ajena  a  las 
contiendas  idealistas,  adoptando  ex- 
trañas apreciaciones — como  siempre — 
táchale  de  heresiarca,  religioso  y  civil, 
por  haber  con  suma  audacia  blasfemado 
de  los  usos  y  costumbres  consagradas 
—  y  bien  pudo  hacerlo,  que  al  fin  nada 
es  divino  e  inviolable  fuera  de  la  inte- 
gridad de  nuestra  alma — haber  admi- 
rado a  Voltaire,  a  Rousseau,  a  Diderot 
y  D'Alambert;  nutrídose  en  la  savia  de 
la  enciclopedia,  y  tremolando  la  ban- 
dera de  la  libertad  de  conciencia,  mal- 
decido la  mordaza  inquisitorial  causante 
de  nuestro  desprestigio. 

El  insulto  y  la  calumnia  cebáronse  en 
él;  denigrósele  hasta  la  saciedad,  y  lle- 
góse a  estampar  contra  su  persona  tan 

345 


y.         MARQUES        MERCHAN 

abominable  grosería  como  esta;  «en  su 
semblante  se  retrata  la  expresión  del 
pecado,  vertido,  por  Calderón  de  la  Bar- 
ca en  su  auto  sacramental  «El  Divino 
Orfeo»:  con  plumas,  bandas  y  bengalas 
negras»  (i).  El  que  lejos  de  recelar  de  la 
palingenecia  y  renovación  social  de  Es- 
paña, la  ansiase  tenazmente,  fué  uno  de 
los  más  poderosos  motivos,  determina- 
dores  del  aborrecimiento  por  parte  de 
los  espítitus  rutinarios  y  fósiles,  que  dié- 
ronle  con  su  intransigencia  una  visión 
pesimista  del  patriotismo  español. 

En  cambio,  el  reducido  número  de 
admiradores  que  disfrutó,  fué  parco  en 
sus  elogios;  ninguno  aventuróse  a  defen- 
derle plenamente,  temeroso  de  ser  blan- 


(l)  V^éase  A.  Ferrer  del  Rio.  Galena  de 
la  Literatura  Española.  Pag.  319.  Escritores  sa- 
tíricos. 

346 


L  A        L  E  Y  E  N  D  A        N  E  G  R  A 

co  de  injustificados  ultrajes;  amables, 
^serviciales,  entusiastas  suyos,  no  aten- 
dieron sino  a  la  persona,  sin  mirar  por 
su  reputación  deshecha  a  manos  de  la 
envidia  cubierta  con  la  capa  del  des- 
dén. Solo  en  *La  Víbora*  hallamos  unas 
palabras  cncomiadoras  de  su  valer,  hacia 
1850.  «Modesto,  agradecido,  amigo  de 
sus  amigos,  escritor  fácil,  crítico  indul- 
gente, ortógrafo  ingenioso.  Gallardo 
(don  Bartolomé  José),  escribe  con  gallar- 
día y  poca  vergüenza.  Habla  muy  bien 
el  castellano,  por  lo  que  no  es  acadé- 
mico de  la  Lengua».  También  díjose  de 
él  era  «elliberalismo  reducido  a  ciencia 
o  por  mejor  decir  el  etimologista  de  la 
libertad»,  afirmando,  «veíase  venir  la 
libertad  por  su  boca  como  si  se  viera  con 
los  ojos  de  la  misma  Naturaleza »  (i). 
(i)     Véase   Carlos    Le  Brun.  Retratos    polí- 

347 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

Sus  contemporáneos  tuviéronle  en 
poco,  y  no  le  tuvieron  en  más,  incapaces 
de  apreciar  su  valía;  pero  la  interpre- 
tación que  ha  recibido  a  través  del  tiem- 
po no  es  más  afortunada.  Visto  por 
críticos  y  biógrafos,  con  los  prejuicios 
de  su  tiempo,  la  leyenda  de  su  este- 
rilidad y  rapiñas  de  libros,  ha  sido  acre- 
ditada con  la  autoridad  de  sus  soste- 
nedores. Valera,  que  sólo  en  parte  la 
acepta,  le  hace  relativa  justicia  por  lo 
que  a  su  personalidad  de  bibliófilo  se  re- 
fiere, pero  a  su  perspicaz  sistema  de 
observación  interpretadora  escapa  de 
idéntico  modo  que  a  todos  los  demás 
glosadores  y  comentaristas,  el  aspecto 
de  hombre  civil  e  ideólogo.  A  raiz  de  la 
muerte   de   Gallardo,    publicóse   en   el 

ticos   de  la  Revolución   de  España.   Gallardo 
(don  Bartolomé). 

348 


L  A        L  E   y  E  N  n  A        N  E  C  R  A 

«Panteón  Universal*  una  biografía  en 
extremo  laudatoria,  compuesta  por  al- 
gún amigo  ignorado,  que  si  bien  es  dig- 
na de  estima  por  su  bonísima  intención 
y  suministra  curiosos  detalles  de  su  vi- 
da, desmerece  bastante  por  la  tosque- 
dad e  incorrección  en  que  se  encuentra 
redactada.  Esta  y  la  que  incluye  don 
Nicolás  Díaz  Pérez,  en  su  Diccionario  Bio- 
gráfico de  Extremeños  Ilustres,  son  las  dos 
únicas  en  que  no  se  le  afrenta  y  escar- 
nece; las  demás,  trazadas  por  plumas 
viperinas  ignoradoras  de  su  labor  en  el 
campo  de  las  letras,  hácense  acree- 
doras al  desprecio,  por  la  torcida  inten- 
ción que  encubren,  (i) 

(i)  Debemos  salvar  en  parte  de  este  juicio 
a  la  publicada  por  Ramirez  de  las  Casas-Deza, 
en  el  Semanario  Pintoresco  (1854)  números  21, 
22  y  23,  pues  si  bien  no  alcanza  a  com- 
prenderle,  gracias  a  su  corta  inteligencia  (con- 

349 


/.         MARQUES        ME  R  CH  A  N 

Hoy  apenas  recordado  más  que  como 
autor  del  Ensayo  de  una  Biblioteca  de  Libros 
Raros  y  Curiosos  hay  que  recurrir  para 
conocer  determinadas  interioridades  de 
de  su  vida — vergüenza  dá  reconocer- 
lo— al  deprimente  libelillo  de  Adolfo 
de  Castro  Aventuras  literarias  del  iracun- 
do extremeño  don  Bartolo  Gallardete.  Ya  lo 
dijo  Osear  Wilde;  *  todo  grande  hom- 
bre, tiene  sus  discípulos,  pero  es  siem- 
pre Judas  quien  escribe  su  biografía». 

Cánovas  y  Barrantes  son  quienes  en 
los  últimos  tiempos  han  contribuido  más 
eficazmente  al  descrédito  de   Gallardo; 

ceptúa  por  ejemplo  fuerte  desgracia  el  que 
Gallardo  no  consiguiese  honores  oficiales)  y  su 
fanático  celo  le  empuje  a  combatirle  ingenua- 
mente en  el  terreno  ideológico,  le  reconoce 
excepcionales  dotes  y  narra  con  la  debida  im- 
parcialidad, los  malaventurados  hechos  de 
su  vida.  Igual  apreciación  alcanza  a  la  que  Flo- 
rez  insertó  en  E/  Eco  de  Ambos  Mundos  (1 85 3). 

J5^ 


LA        LEYENDA        N  E  (;  A'  A 

y  como  remate  de  esta  cadena  de  des- 
gracias que  pordoquiera  le  estrecha,  fi- 
gura y  es  combatida  en  la  Historia  de 
ios  heterodoxos  españoles,  cuyas  páginas^ 
honra  con  su  nombre.  Mas  no  impor- 
ta; a  los  héroes  se  les  obscurece,  se 
les  calumnia,  pero  no  se  les  estirpa;  por 
más  esfuerzos  que  se  hagan,  jamás  lo- 
grarase  destruir  la  potente  subjetividad 
luminosa  de  sus  actos,  que  le  dan  la 
vida. 


3S^^ 


PERSONALISMO  LITERARIO 


<En  cuantas  fases,  en  cuantos  aspectos 
desdóblase  la  personalidad  de  Gallardo? 
Dejando  aparte  su  personalidad  política 
— ya  estudiada— vamos  a  ocuparnos  bre- 
vemente de  la  literaria.  Era  esta  descon- 
certante en  un  principio;  apuntábanse  en 
él  inclinaciones  diversas  con  el  mismo 
fuego;  llevaba  en  sí  los  gérmenes  de  va- 
rias, sin  que  pudiera  prejuzgarse  cual  de 
ellas  prevalecería,  y  sí  cuando  definitiva- 
mente se  expansionase,  admiraría  por  su 
grandeza  o  por  su  vulgaridad.  Lenta- 
mente comienza  a  definirse,  mostrándo- 

23  353 


/.         MARQUKS        M  E  R  C  H  A  N 

se  profusa  y  vigorosa;  sus  diversas  mo- 
dalidades se  suceden,  permaneciendo 
firme,  de  las  cinco  en  que  podemos  divi- 
dirla— filólogo,  satírico,  crítico,  poeta  y 
bibliógrafo — tan  solo  una.  (i) 

Como  filólogo — demasiado  resuelto 
según  Valmar — dejó  escasas  muestras 
de  su  saber;  salvo  algún  rasgo  disperso, 
es  su  obra  más  significativa  en  este  pun- 
to, los  Cuatro  Palmetazos  bien  plantados  por 

(i)  No  le  calificamos  de  Ortógrafo,  por  no 
ser  sino  un  capricho  sin  trascendencia,  la  refor- 
ma que  introdujo  en  la  ortografía  existente.  En 
este  punto  se  le  ha  censurado  con  rigor  excesi- 
vo, pues  su  sistema  no  era  obsolutamente  arbi- 
trario. Reducíase  en  el  fondo  a  suprimir  la  u  lí- 
quida, sustituir  la  z  por  la  c  en  algunos  casos; 
dividir  las  voces  compuestas  y  enclíticas  con 
guión  para  indicar  su  composición;  acentuar  las 
dicciones  escrupulosamente,  sin  omitir  las  dié- 
resis para  dividir  los  digtongos  o  la  concurren- 
cia de  vocales  en  el  fin  de  una  dicción  y  princi- 
pio de  otra,  y  finalmente  poner  punto  de  abre- 
vio y  en  la  parte  inferior,  a  la  terminación  del 
período. 

3S4 


PERSO  NA  L  ¡SIMO       LIT  E  R  A  R I O 

el  Dómine  Lucas  a  los  Gaceteros  de  Bayona. 
Sabemos  que  sus  juicios  glosolálicos  fue- 
ron objeto  de  grande  estima;  que  nues- 
tros lingüistas  más  doctos,  recabaron 
sus  consejos;  que  en  Londres  estudió 
preferentemente  Gramática  y  Dicciona- 
rio (componiendo  una  obra  de  cada  es- 
pecie, garfiñadas  y  perdidas  el  día  de 
San  Antonio);  pero  las  muestras  positi- 
vas que  aún  subsisten,  redúcense  como 
ya  dijimos  a  cuatro  rasgos  volantes  es- 
parcidos, y  el  mencionado  lumínico  fo- 
lleto. 

Satírico  es  atrevido,  mordaz,  chuzón, 
implacable.  Su  labor  de  satírico  camina 
unida  a  la  de  crítico  en  toda  su  obra,  que 
también  a  menudo  despunta  como  hu- 
morista. Sabe  Gallardo  burlarse  gracio- 
samente del  trapisondista  político,  del 
erudito  de  pega,  del  acopiador  de  labor 

3SS 


J.        MARQUES        MERCHAN 

agena  con  lucimiento  propio;  juega  cer- 
teramente a  su  antojo  con  el  blanco  que 
elige,  descubriendo  sus  flacos,  y  zahi- 
riéndole descarnadamente  con  el  azote 
de  su  cruda  sátira.  En  el  chiste  es  opor- 
tuno y  natural;  su  gracejo  feliz  y  abun- 
dante. Sus  escritos  rebosan  donosura, 
primores  de  estilo,  de  lenguaje,  y  sal 
ática  de  aquella  que  emplearon  nuestros 
satíricos  clásicos  de  más  realce. 

<Pero  es  Gallardo  realmente  un  hu- 
morista? Nace  la  ironía  de  un  cerebro 
agudo  sutil,  clarividente,  alimentado  por 
un  blando  y  suave  corazón  No  es  propio 
de  las  almas  pasionales,  sino  de  aquellas 
en  que  el  sentimiento  florece  moderada- 
mente. La  ironía  en  esencia,  es  el  triun- 
fo del  recto  sentido  sobre  el  arrebato. 

El  espíritu  español  propende  más  di- 
rectamente al  houmour  inglés,  que  a  la 

3SÓ 


pi:rsonal¡simo     literario 

ironía  griega  o  tranccsa;  pues  para  ser 
irónico,  para  manejar  equilibradamente 
la  agridulce  sutileza  de  esa  burla,  es  ne- 
cesario rehuir  la  indignación  sincera;  y 
el  español  apasiónase  con  exceso,  ro- 
bándole conocimiento  esta  mansa  locu- 
ra. Al  indignarse  de  veras  contra  algo 
o  contra  alguien,  aunque  se  quiera  ser 
irónico,  resultase  sarcástico,  procaz,  tal 
vez  grosero.  Por  eso,  como  atinada- 
mente afirma  el  maestro  Unamuno, 
•  cuando  nosotros  los  españoles  quere- 
mos burlarnos,  insultamos». 

Gallardo  no  posee  esa  ironía  rebusca- 
da, de  imitación  de  moda  o  de  escuela, 
esa  ironía  pegadiza,  de  receta.  Su  sarcas- 
mo es  expontáneo,  violento,  pasional,  y 
sobre  todo  profundamente  español,  típi- 
co, genuino,  característico  de  imestra 
raza.  Gallardo  es  incapaz  de  ironía,  o  su 

357 


/.        MARQUES        MERCHAN 

cerebro  está  por  bajo  de  ella  o  por  enci- 
ma su  tumultuoso  corazón.  Gallardo  in- 
sulta, y  este  trágico  sarcasmo  inevitable 
flota  a  través  de  toda  su  obra.  También 
en  ocasiones  es  humorista,  cuando  no  le 
interesa  el  objeto  de  su  burla  lo  necesa- 
rio para  hacerle  perder  la  serenidad, 
pero  aún  en  estos  casos,  su  ironía  es  de 
un  acre  amargor;  no  es  sonrisa,  sino  un 
contraído  gesto  de  dolor  y  asco,  que  la 
disimula  o  finge. 

Cuando  ejercítase  en  la  crítica,  nunca 
descarta  la  sátira,  fina,  amable,  discreta, 
atrevida,  virulenta,  cruel,  según  el  mo- 
tivo y  la  ocasión;  por  eso  hallaremos  en 
muchos  pasajes,  falta  de  respeto,  crude- 
za de  forma,  causticidad  de  expresión, 
pero  inspirada  en  el  fondo  por  un  cri- 
terio de  justicia  soberano.  Si  le  encon- 
tramos en  ocasiones  duro,  no  es  sino  por 

358 


PliRSOf^ALISlMO       LITERARIO 

que  duélenos  que  a  autores  a  quienes 
admiramos  censure  sin  piedad;  y  es  que 
su  pluma  no  repara  ni  en  la  alteza  de  la 
persona,  ni  en  el  juicio  de  la  masa  más 
impresionable  que  critica;  disociador 
arriesgado,  Gallardo,  lejos  de  aceptar  los 
valores  hechos,  tradicionales,  los  exami- 
na a  una  luz  nueva, contrastándolos,  des- 
componiéndolos, para  ver  si  responden 
a  la  idea  sentida  o  si  es  preciso  apartar- 
los de  su  concepto  secular,  sancionado... 


359 


POETA 


Fué  castizo,  soberamente  castizo,  en 
sus  decires  rítmicos;  carecía  de  la  alta 
idealidad  del  verdadero  poeta;  su  ima- 
ginación no  era  profusa  y  exuberante 
con  exceso;  lejos  de  encumbrarse  a  uni- 
versalidades abstractas,  a  preclaras  re- 
giones de  un  arte  natural  sublime  e  iris- 
dicente,  gustaba  de  abatirse  a  su  rincón 
sombrío,  y  deleitarse  en  encuadrar  figu- 
linas de  mozas  un  tanto  agrestes,  en 
preciado  marco  de  prístino  sabor  arcai- 
co. Es  la  amada,  la  eterna  novia  del  poe- 
ta, vista  con  la  pompa  de  la  juventud, 

361 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

por  un  alma  cálida  y  ferviente  en  amo- 
res, la  que  inunda  con  el  sin  fin  de  hechi- 
zos de  su  cuerpo  grácil,  las  retozonas  y 
apasionadas  rimas  de  su  edad  primera. 
Entonces,  todas  las  emociones  de  su 
temperamento  impresionable,  conden- 
sábalas a  través  del  prisma  de  los  moldes 
clásicos.  Aun  era  un  espíritu  vigoroso  y 
libre,  que  firme  y  confiado  en  la  seguri- 
dad de  su  propio  valer,  ansiaba  luchar 
derrumbando  los  férreos  obstáculos 
puestos  con  intención  dañina  en  su  ca- 
mino— que  ante  el  impulso  vital  de  su 
inexperiencia  antojábansele  ridículos 
fantasmas — y  asir  la  gloria  con  la  mano 
trémulo  y  alborozado. 

Comparad  las  rimas  de  los  primeros 
años  de  desfogue  literario,  con  las  her- 
mosas y  cinceladas  miniaturas  auríferas, 
que  recorta  y  pule  en  las  lobregueces  de 

362 


PORTA 

una  prisión.  Quizá  el  influjo  de  las  sen- 
saciones tormentarias  experimentadas 
en  la  mazmorra,  o  las  fantasmagóricas 
imágenes  que  en  implacable  cohorte  ani- 
man o  deprimen  en  la  multitud  de  las 
horas  de  ocio  a  los  reclusos,  ganosos  de 
libertad  y  ubérrima  vida,  más  ansiada 
por  la  muerte  parcial  que  sobrellevan,  o 
el  sacudimiento  interno  de  un  futuro 
próximo  presentido  con  raro  afán  u  otra 
•exotérica  y  febricitante  causa,  le  arrojan 
en  románticos  devaneos.  Pero  esta  nue- 
va manifestación  poética  que  convul- 
siona sus  ideas  no  alcanza  en  él  a  ense- 
ñorearse por  entero;  el  exceso  de  aco- 
plamiento al  habla  clásica  y  castizo  sabor 
de  las  producciones  de  nuestros  siglos 
de  oro,  lenta  y  persistentemente  se  ha- 
bía adueñado  de  su  personalismo  lite- 
rario,  convirtiéndolo  en  un  clásico  do- 

363 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

noso  y  madrigalesco.  El  desenfado  de 
Alcázar  y  la  gentileza  de  Cetina  parecían 
fundirse  en  sus  canciones,  que  nunca 
imitaban  servilmente  a  rimador  alguno; 
un  sello  individual  preciso  y  claro  las 
caracterizaba  y  distinguía. 

El  Gallardo  romántico  y  soñador,  cho- 
ca con  el  Gallardo  clásico  de  la  moce- 
dad, de  imaginación  entonces  reseca 
por  atiborramiento  sobrado  de  lecturas 
eruditas;  su  animosidad  calenturienta 
también  calmada,  dale  cierta  frialdad  de 
criterio  que  le  permite  no  exaltarse,  yert 
las  de  un  arrebatador  romanticismo  caer 
en  extravío,  y  ayuntar  las  dos  opues- 
tas corrientes  en  amistoso  consorcio, 
procreando  un  tercer  Gallardo  versifica- 
dor mixto,  que  a  los  intuitivos  apasiona- 
mientos románticos,  une  resabios  clá- 
sicos atemperadores. 

364 


POETA 

Este  es  el  Gallardo  de  A  Zclinda  y 
Blanca  Flor,  prototipo  del  erudito  poe- 
ta tan  peculiar  en  España,  de  ese  eru- 
dito poeta  que  nunca  traspasa  el  lími- 
te de  precioso  fili^ranista,  por  carecer 
al  peso  de  su  bagaje  cominero  de  vuelos 
para  remontarse  a  excelsitudes  de  idea- 
lidad y  fantasía.  Pero  aparte  de  este  vi- 
cio común,  también  contribuyó  sobre- 
manera a  quitar  fuerzas  e  inspiración  a 
la  labor  poética  de  Gallardo,  su  visión 
pesimista  de  la  vida,  su  pirronismo,  su 
falta  de  fé,  de  sentimiento  vivo  en  algu- 
na cosa. 


365 


LA  PASIÓN   BIBLIOGRÁFICA 


Mas  donde  culmina,  donde  emerge  ra- 
diante e  imponderable  su  personalidad 
es  en  el  aspecto  bibliográfico.  En  sus  ap- 
titudes para  esta  clase  de  estudios  y  en 
sus  trabajos  de  bibliófilo  estriba  sin 
duda  su  principal  mérito  literario.  Sobre 
la  decadencia  y  corrupción  de  nuestras 
letras  y  la  general  ignorancia  y  el  descui- 
do del  vulgo,  había  venido  el  floreci- 
miento del  reinado  de  Carlos  III,  desde- 
ñándose no  poco  los  tesoros  del  propio 
ingenio  y  sometiéndose  más  de  lo  justo 
los  que  escribían,  a  reglas  y  preceptos 

3(>7 


y.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

extranjeros,  que  despreciaban  muchas 
de  nuestras  producciones  literai  is  indí- 
genas como  desarregladas  y  faltas  de 
crítica,  de  medida  y  de  buen  gusto.  No 
pocos  libros  españoles  yacían  arrumba- 
dos y  relegados  al  olvido.  Los  más  eran 
ya  raros;  apenas  se  conocían  por  el  títu- 
lo; el  que  más  había  alcanzado  a  verles 
la  portada.  La  Bibliografía,  ciencia  en- 
tonces naciente  y  casi  desconocida,  to- 
mó cierto  carácter  de  disciplina  ocul- 
ta, para  la  que  necesitábase  iniciación 
y  misterio.  Gallardo  fué  su  principal 
hierofante,  siguiéndole  más  tarde  aun- 
que sin  llegar  a  poseer  conocimientos 
tan  vastos  y  completos  como  él,  don  Se- 
rafín Estévanez  Calderón  y  don  Pascual 
Gayangos. 

Hablando  de  la  grande  utilidad  que  a 
las  letras  reportó  la  misión  de  Gallardo, 

368 


LA       PASIÓN      BIBLIOGRÁFICA 

escribe  Valera:  «diríase  que  por  él,  por 
Gayangos  y  por  Estévanez,  se  ha  conser- 
vado íntegra  sin  que  un  solo  eslabón  se 
quebranto  o  se  rompa,  la  áurea  cadena 
de  nuestra  nacional  literatura;  se  ha  he- 
cho más  fácil  escribir  su  historia,  y  han 
hallado  los  que  la  han  escrito  ricos  y 
abundantes  materiales  para  escribirla,  y 
estímulo  y  ejemplo  para  dedicarse  a  tan 
importante  tarea». 

Gallardo  es  sin  duda  el  primer  biblió- 
filo español  después  de  Nicolás  Antonio. 
En  todas  las  acuitadas  épocas  de  su  vida, 
halló  siempre  un  solaz  harto  envidiable 
en  sus  aficiones  a  los  libros:  mozo,  hom- 
bre granado,  decadente  y  anciano,  vé- 
rnosle recorrer  librerías,  tenduchos,  ba- 
ratillos y  puestos  de  papeles  rancios  y  ar- 
caicos volúmenes,  donde  husmea  a  caza 
de  curiosidades,  disputa,  compra,  apre- 

24.  369 


/.        MARQUES        MERCHAN 

cia,  contiende  con  rivales,  luce  su  eru- 
dición y  pasma  a  los  oyentes  que  le  escu- 
chan, llegando  a  ser  un  personaje  po- 
pular entre  los  chamarileros  y  gente 
del  oficio. 

Los  diversos  periodos  de  su  vida 
literaria  son  difusos;  no  podemos  deli- 
mitarlos claramente,  pero  ora  cultive  la 
poesía,  ora  la  sátira,  ora  la  crítica,  ora  la 
ingrata  ciencia  del  lenguaje,  sobre  todas 
las  modalidades  de  su  compleja  perso- 
nalidad, descuella  inamovible  y  persis- 
tente su  carácter  de  bibliófilo.  Bibliófilo 
cuando  arrastra  penosamente  sus  atre- 
vimientos de  rapaz  por  las  aulas  salman- 
tinas; cuando  agita  en  El  Soplón  los 
nombres  de  los  con  él  enemistados,  en- 
tre sarcásticos  donaires;  cuando  urde 
traducciones  con  acendrada  galanura; 
cuando  en  Bayona  filosofa.  Bibliófilo  en 

370 


LA     PASIÓN     BIBLIOGRÁFICA 

Madrid  con  Sancha  y  con  Ibarra,  con 
Benito  Cano  y  con  Aguado;  bibliófilo 
feliz  y  benemérito  en  Londres;  api- 
carado í-n  casa  de  Haeber;  bibliófilo  en 
España  cuando  retorna  ufano;  cuando 
exáltanle  esotéricas  y  calenturientas 
ideas  caballerescas;  bibliófilo  ardoroso  y 
desgraciado  el  día  de  San  Antonio;  bi- 
bliófilo insaciable  en  la  Biblioteca  co- 
lombina; apasionado,  glorioso,  incon- 
mensurable bibliófilo,  en  Cádiz  y  en  la 
Corte,  en  Salamanca  y  en  Valencia,  en 
Córdoba  y  Sevilla,  en  la  decrépita  Va- 
lladolid. 

Su  biblioteca  alcanza  proverbial  fama 
entre  los  contemporáneos,  no  solo  espa- 
ñoles sino  extranjeros.  A  veces  llegan 
de  luengas  tierras  apasionados  suyos, 
ansiosos  de  admirar  los  tesoros  que  en 
su    colección  encierra  y  que  va  acre- 

37i 


/.         MARQUES        MERCHAN 

centando  lentamente  con  los  adquiridos 
en  librescas  peregrinaciones.  Es  allá 
en  Toledo,  en  La  Alberquilla,  donde 
tiene  largas  ringleras  de  anaqueles  tos- 
cos, rebosantes  de  valiosísimos  volú- 
menes de  foro  y  de  convento,  de  eru- 
dición y  amenas  letras.  Biblioteca  pre- 
ciada, reunida  a  trueque  de  mil  fatigas, 
de  costosos  sacrificios  pecunarios,  de 
contratiempos  y  malaventuras;  biblio- 
teca compendio  de  uno  de  los  amores 
más  representativos  de  una  grande  per- 
sonalidad; biblioteca  plasmada  con  la 
vida  de  un  hombre;  biblioteca  animada 
de  soplo  perdurable;  cementerio  es- 
piritual; pululación  de  fuegos  fatuos  y 
espectros;  coro  de  palabras  vivientes 
por  sí  solas,  con  valor  de  eternidad,  más 
allá  de  los  labios  que  las  pronunciaron; 
biblioteca  que  sintetiza  el  garleo  de  un 

372 


LA     PASIOiW    BIBI.IOC.  RAFICA 

alma  esforzada  sobre  la  indoctez  del  am- 
biente; biblioteca  que  anima  las  horas 
de  hastío  de  un  héroe  amargado  por 
ostracismo  cruento;  reliquia  del  saber 
de  la  España  vieja;  arca  rica  de  fina  tara- 
cea que  encierra  la  nitidez  de  nuestra 
lengua;  recreo  y  salud  del  ánima  de  Ga- 
llardo. 

Con  sus  apuntes  bibliográficos,  con 
las  innúmeras  notas  marginales  que  acri- 
billan los  libros  que  de  su  pertenencia 
fueron,  con  las  papeletas  reseñadoras  de 
los  volúmenes  impresos  o  manuscritos 
que  tan  solo  alcanzó  a  ver  y  que  en  nú- 
mero infinito  dejó  al  morir,  para  loanza 
suya,  y  explendor  de  la  cultura  patria, 
compusieron  en  cuatro  volúmenes  en 
folio  secundados  por  el  infatigable 
maestro  don  Marcelino  Menéndez  y 
Pelayo,  don  J.  Sancho  Rayón  y  don  Ma- 

373 


/.        MARQUES        M E  R  C  H  A  N 

nuel  Zarco  del  Valle,  el  triunfal  Ensayo 
de  una  Blibioteca  de  libros  raros  y  curiosos, 
arsenal  el  más  vasto  y  completo  que 
se  conoce  de  obras  antiguas  castella- 
nas, publicadas  e  inéditas,  monumento 
inapreciable  para  el  renacimiento  del 
estilo  nacional  y  castizo  de  nuestra  lite- 
ratura, y  timbre  honroso  de  gloria  de 
Gallardo. 

De  este  original  ingenio,  en  quien  se 
exaltan  las  nobles  cualidades  de  la  raza, 
poseedor  de  un  vibrante  y  robusto  batir 
de  alas,  gran  vocero  de  la  libertad,  y  ta- 
lento profuso  del  que  difícilmente  po- 
dría trazarse  un  retrato  definitivo,  po- 
demos afirmar  resumiendo,  que  fué  al- 
tamente complejo;  siendo  no  obstante 
condensables  las  varias  expresiones  de 
su  espíritu  en  dos  fórmulas  breves;  a 
saber:   fué   un  quijote   literario,    y    un 

374 


LA      PASIÓN     nniLrO(;RAFICA 

revolucionario  idealista,  (i)  tudo  c'l 
orientado  francamente  hacia  un  ideal 
de  progreso,  de  paz,  de  regeneración, 
de  fraternidad  universal. 


(i)     Tal  vez  le  cuadren  mejor  los  calificativos 
<ie  cínico  y  romántico,  o  romántico  cínico. 

375 


EL  iMlTO  GALLARDIANO 


Dos  son  los  prejuicios  tradicionales 
en  que  se  incurre  al  trarar  de  la  perso- 
nalidad moral  y  literaria  de  Don  Barto- 
lomé José  Gallardo;  afírmase  rotunda- 
mente es  exigua  y  mezquina  su  labor 
de  producción  en  el  campo  de  la  litera- 
tura, llegando  a  aseverar  alguno,  «no 
harían  sus  obras  todas  juntas  cuatro  li- 
bras de  lentejas»;  (i)  y  táchasele  de  ali- 
mentar cierto  inmoderado  apetito  li- 
bresco, que  le  impulsaba  a  sustraer  con 

(i)  Véase  Federico  Rubio  «Mis  maestros  y 
mi  educación»  pag.  382. 

377 


/.         MARQUES        MERCHAN 

la  mayor  audacia  e  impunidaii,  con  ca- 
rencia absoluta  de  escrúpulo,  precia- 
dos volúmenes  doquiera  se  hallasen,  sin 
el  menor  respeto  a  la  propiedad  por 
sagrada  e  inviolable  que  fuera. 

La  leyenda,  como  la  bola  de  nieve, 
rueda  y  se  engrandece;  dijérase  tal,  por 
doctos  eruditos,  y  sus  seguidores  y  dis- 
cípulos encargáranse  de  hacerlo  subsis- 
tir. El  exceso  de  confianza  en  el  maestro 
lleva  a  estos  extravíos. 

Sobre  don  Adolfo  de  Castro  pesa  la 
mayor  culpabilidad  de  este  hecho;  tuvo 
siempre  en  menos  la  producción  de  Ga- 
llardo, desprecióla  por  ridicula,  y  dando 
crédito  a  ciertas  hablillas  de  envidiosos, 
y  poniendo  gran  parte  de  su  cosecha  per- 
sonal, forjó  la  leyenda  con  malsana  in- 
tención. ^Pero  es  que  en  absoluto  carece 
de  origen?  No,  no  vamos  a  negarlo,  que 

37^ 


E L      MITO      GAL L A R D I  A N O 

la  realidad  es  el  fermento  del  mito,  pero 
sí  trataremos,  ágenos  a  todo  exclusivis- 
mo y  sectaria  tendencia,  de  restablecer 
la  verdad  de  los  hechos. 

De  estudiante,  Gallardo— ya  lo  hemos 
dicho — agenció  libros  por  cuantos  con- 
ductos o  procedimientos  son  dables  al 
típico  carácter  de  los  acopiadores  de 
ciencia  en  las  aulas  universitarias;  pero 
esto  no  pasa  de  ser  una  trapacería  propia 
de  la  edad  moza,  en  que  se  obra  sin  la  se- 
rena  reflexión  que  dan  los  años;  esto  es 
excusable;  a  la  loca  juventud  todo  se  per- 
dona. También  hombre  granado,  su  ex- 
cesivo amor  a  los  libros  le  llevó  a  la  reali- 
zación de  algún  acto  aislado  de  piratería 
libresca,  es  verdad,  «¿más  por  eso  vamos 
a  creer  en  la  certidumbre  de  lo  referido 
por  Castro,  que  afirma  era  desplumada 
por  Gallardo  biblioteca  que  al  alcance  de 

379 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

SU  mano  estaba,  sin  comprobar  los  he- 
chos? No;  don  Adolfo  de  Castro,  como 
patente  está,  sin  más  que  hojear  su  libri- 
llo antes  citado,  trastrueca  los  hechos, 
altera  fechas,  juega  con  los  sucesos  a  su 
antojo,  y  apela  ala  mentira,  a  trueque 
de  conseguir  el  descrédito  de  don  Bar- 
tolomé; que  todo  lo  podía  el  odio  que  le 
profesaba,  por  haber  sido  parte  potísima 
en  el  descubrimiento  del  apócrifo  Bus- 
capié. 

Y  no  solamente  Castro,  que  solo  fué 
enemigo  jurado  de  Gallardo,  cuando 
este  se  hallaba  al  borde  del  sepulcro, 
sino  todos  aquellos  a  quienes  censuró  en 
sus  escritos,  diéronle  alas  a  la  fábula,  a 
tal  punto,  que  en  1846  escribía  Ferrer 
del  Río  en  su  «Galería  de  la  Litera- 
tura Española»,  al  trazar  de  don  Barto- 
lomé diminuta  y  venenosa  semblanza: 

3^0 


E  L      M  I  T  O      G  A  L  L  A  R  D  I A  N  O 

«goza  reputación  de  bibliógrafo,  y  de 
que  no  se  le  debe  confiar  ninguna  bi- 
blioteca >. 

ÍLn  cuanto  a  lo  de  ser  escasa  su  pro- 
ducción literaria,  creo  tendrán  algún  va- 
lor en  la  balanza  donde  actúen  de  mó- 
dulo <  las  cuatro  libras  de  lentejas*,  los 
otros  tantos  robustos  volúmenes  en 
folio  menor  que  integran  lo  publicado 
(aun  quedan  materiales  con  los  que  Ar- 
tigas y  Ferrando  prepara  otro  volu- 
men) de  su  magistral  Ensayo  de  una  bi- 
blioteca de  libros  raros  y  curiosos. 

No  andamos  tan  menguados  de  inteli- 
gencia, que  no  echemos  de  ver  en 
esos  prejuicios,  la  aviesa  intención  de 
Castro  al  sentar  tales  precedentes,  pero 
más  nos  condolemos,  de  que  la  falta  de 
revisión  de  valores  literarios  que  hemos 
venido  sufriendo  hasta  el  triunfo  de  la 

33i 


J.        MARQUES        M  E  R  C  H  AN 

generación  del  98,  haya  dado  lugar,  a 
que  personas  tan  ecuánimes  como  Me- 
néndez  Pelayo — que  era  un  enamora- 
do de  Gallardo — den  pábulo  a  la  le- 
yenda. Y  la  leyenda  ha  subsistido,  por- 
que la  fábula  siempre  halaga  al  vulgo  ig- 
naro. 
Comencemos  nosotros  a    destruirla 

y 

que  cuando  un  prejuicio  se  forma  a  lo 
largo  del  tiempo;  o  en  una  gran  exten- 
sión de  público,  cuesta  duro  trabajo  des- 
hacerle; podrá  protestar  el  mismo  autor 
contra  el  prejuicio,  podrá  algún  crítico 
señalar  lo  errado  de  la  apreciación.  No 
servirá  de  nada;  el  prejuicio  habrá  de  ser 
deshecho,  tan  lentamente  como  se  ha 
formado.  Y  es  muy  de  lamentar  que 
siendo  don  Bartolomé  José  Gallardo  un 
personaje  heroico,  se  nutra  de  la  le- 
yenda. 
382 


CREPÚSCULO 


Ya  le  tenemos  abandonado  por  sus- 
amigos.  Plenamente  maduro,  al  sentirse 
aislado,  abandónase  a  su  carácter  iracun- 
do e  indómito,  sin  temor  a  convenciona- 
lismos ni  juicios  extraños.  Le  resta  úni- 
camente la  fuerza  de  su  valer,  la  alegría 
de  ser  fuerte,  la  necesidad  de  usar  y  aun 
abusar  de  esa  potencia.  «La  fuerza  es 
la  moral  de  los  hombres  más  altos»  ha 
dicho  Beethoven. 

Gallardo  no  obstante,  ama  la  bondad 
sobremanera;  «^quién  quita  que  sea  to- 
do malo  o  todo  bueno?  Esto  quisiera  yo 

383 


/ .        MARQUES        M  ER  C  H  A  N 

ser  y  que  fueran  todos»,  pero  «la  justicia 
no  siempre  se  hace  en  este  mundo,  y 
cansa  a  las  buenas  almas  estar  esperán- 
dola hasta  el  otro» . 

Él  aspiró  a  triunfar,  pero  a  triunfar  en 
plena  juventud,  que  en  la  juventud  es 
cuando  el  éxito  se  necesita  para  gozarlo 
en  la  vejez.  Llegar  cuando  hubiese  per- 
dido su  pasión  de  dominio  o  no  pudiera 
utilizarla,  cuando  estuviese  gastado,  de- 
crépito, desilusionado,  entonces...  <para 
qué?..  Y  luchó  combatiendo  a  su  siglo 
como  todo  hombre  ambicioso,  con  sus 
propias  armas;  mas  un  recio  ensamblaje 
de  infortunios  le  empujó  sin  cesar  toda  la 
vida,  legándole  a  la  postre  una  corona  de 
aislamiento  y  olvido.  «He  peleado  qui- 
zá con  más  valor  que  buena  suerte — es- 
cribe— ;  es  verdad  que  me  he  encontra- 
do con  más  enemigos  que  pensaba;  yo 

384 


CREPÚSCULO 

contaba  con  el  seguro  del  campo,  y  veo 
que  las  leyes  del  duelo  y  aún  las  del  ho- 
nor, se  han  quebrantado  en  daño  mío». 
«Tal  vez  he  fiado  sobradamente  de  mis 
fuerzas  y  de  mi  buena  causa». 

El  único  placer  que  experimenta  a  tra- 
vés de  su  calvario  es  gozar  de  su  genio. 
«Persuadido  por  reiteradas  experencias 
de  que  entre  dos  que  disputan  está  la 
razón  toda,  de  una  banda,  jugándola  de 
trocadilla,  a  los  del  nó,  digo  sí,  y  a  los  del 
sí,  digo  nó;  y  así  gozo  de  mi  genio  yendo 
contra  el  hilo  de  la  gente  sin  hacer  gatu- 
perio a  la  verdad». 

Pueden  los  críticos  maltr¿itarle,  nada 
le  extraña.  «Los  críticos  están  en  pose- 
sión de  tratar  a  los  escritores  en  vida  tan 
llanamente,  como  los  historiadores  a  los 
reyes  después  de  muertos» .  Mas  el  tiem- 
po que  corre  va  dejando  yerto  su  cora- 

25  385 


/.        MARQUES        M ER  C  H  A  N 

zón  tempestuoso.  «Los  sabios  son  como 
los  cirios,  que  por  alumbrar  a  Dios  y  a 
los  hombres  se  consumen  ellos». 

En  1850  Sobeloski  le  visita;  aun  lo  en- 
cuentra «del  todo  joven  en  lo  físico  y 
lo  moral,  merced  a  la  frugalidad  de  su 
régimen,  y  a  ese  hábito  de  actividad  que 
no  permite  al  espíritu  envejecer»;  pero 
su  vida  es  una  llama  vacilante  que  se 
apagará  presto  en  el  silencio  y  abando- 
no, de  una  misérrima  fonda  pueblerina. 

Gallardo  se  ha  refugiado  en  el  dolor; 
su  indomable  energía,  parece  compla- 
cerse en  jugar  con  él.  Ya  los  firmes 
arrestos  juveniles,  aquel  su  afán  de  mor- 
der al  destino  con  encono,  han  caído 
tronchados  en  la  lucha;  y  no  aviénese 
apesar  de  ello  a  creer  irremediable  su 
desdicha;  quiere  curarse,  quiere  amar — 
la  vida  buena  que  no  llega — y  vislumbra 

386 


CREPÚSCULO 

el  claror  de  la  esperanza.  Más  amor,  más 
ambición;  de  la  sima  de  tristeza  se  eleva 
al  entusiasmo  de  la  alegría;  una  alegría 
muy  suya,  una  alegría  suave  que  ya  es  la 
risa  agria  de  que  habla  Mócheles,  ya  el 
conmovedor  sonreír,  flor  de  tanto  sufri- 
miento dominado.  No  importa  que  su 
alegría  no  sea  la  carcajada  triunfal  del 
vencimiento;  ha  vencido  de  sí  mismo  y 
no  cree  en  la  muerte.  Pero  la  muerte  le 
acecha  cautelosa... 


3^7 


LA  MUERTE  DEL  HÉROE 


Es  el  primero  de  Julio  de  1852;  Ga- 
llardo encuéntrase  en  La  Alberquilla, 
acongojado  y  triste;  su  fin  se  aproxima. 
Después  del  parco  yantar  del  medio  día, 
un  mozo  ensilla  el  rocín  que  ha  de  lle- 
varle a  Toledo.  Don  Bartolomé  sube  en 
él,  y  dando  un  adiós — el  postrero — a  su 
heredad,  pártese  silencioso.  Va  de  cami- 
no; en  Valencia  se  ha  anunciado  la  venta 
de  la  famosa  librería  de  Salva — la  más 
reputada  de  Europa  —  y  haciendo  un 
esfuerzo,  se  ha  dispuesto  a  adquirirla  a 
cualquier  coste. 

389 


/'.        MARQUES        MRRCHAN 

Esta  misma  tarde — al  anochecer — la 
silla  de  postas  le  aleja  de  la  morisca  ciu- 
dad. El  14  de  Julio,  llega  a  Valencia  un 
tanto  vigorizado  por  las  emociones  de 
la  jornada;  acógele  con  grandes  mues- 
tras de  júbilo  don  Pedro  Salva,  que 
preséntale  a  los  señores  Fernández, 
Fuster,  don  Estanislao  Kosca  Bayo,  y 
otros  literatos,  con  quienes  conversa  y 
visita  lo  más  notable  que  en  documentos 
encierra  la  ciudad  del  Cid,  tomando  al- 
gunas notas  de  cosas  importantes,  en  los 
archivos  de  la  misma.  La  Biblioteca  de 
la  Universidad  hállase  cerrada;  Gallar- 
do desea  escudriñarla;  el  señor  Melén- 
dez — sabio  sacerdote — tiene  la  compla- 
cencia de  mostrársela,  más  su  premura 
es  tanta,  que  no  le  permite  hacer  apun- 
taciones; tan  solo  puede  componer  al- 
gunas cédulas  bibliográficas,  de  obras 

390 


L  A     M  U  E  R  T  E    D  E  L      H  E  R  O  E 

pertenecientes   a    los  señores    Boix  y 
Salva. 

Su  gran  amigo  don  León  Sánchez  de 
Quintanar —  catedrático  de  Patología 
externa — tiene  que  ausentarse;  a  don 
Ildefonso  Martínez  sucede  lo  propio; 
Gallardo  muestra  deseos  de  conocer  Já- 
tiva,  y  emprende  el  viaje  con  Martínez 
que  dirígese  a  Bellus.  Nueve  días  perma- 
nece en  este  pueblo,  transcurridos  los 
cuales,  pasa  a  visitar  á  don  Juan  Carbo- 
nell  a  Alcoy.  Llega  el  9  de  Septiembre; 
el  diez  recorre  la  ciudad;  el  once  come 
con  Carbonell.  Por  la  tarde,  juntos  pa- 
sean por  la  Alameda.  Ya  los  primeros 
soplos  invernales  estremecen  los  árboles 
copudos  con  un  ritmo  tremante  y  melan- 
cólico. Gallardo  y  Carbonell,  caminan 
lentamente  en  animada  charla;  Gallardo 
le  habla  con  desaliento  de  las  internas 

39r 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N' 

tragedias  de  su  alma,  que  contagiaron 
sus  obras;  por  la  noche  despídense  hasta 
el  siguiente  día.  El  12  por  la  mañana 
acuden  en  su  busca  los  señores  Gisbert 
y  Parera,  para  acompañarle  a  casa  del 
cura  González,  y  encuéntranlo  indis- 
puesto y  sumamente  abatido.  Llaman  a 
Carbonell;  acude  éste  con  un  médico, 
que  le  receta  algunas  medicinas  ligeras. 
Por  la  tarde,  preséntase  el  cura  citado, 
en  unión  de  algunos  facultativos,  que 
habiéndole  reconocido,  acuerdan  en 
consulta,  se  disponga  a  morir  el  enfer- 
mo santamente. 

Entérase  Gallardo  del  dictamen,  y  res- 
ponde tranquilo  « que  aún  no  es  tiem- 
po»; entonces  el  nombrado  clérigo,  per- 
diendo el  evangélico  carácter  que  a  1^  s^ 
ministros  de  Dios  del  Gólgota  compete 
en  trances  tales,  le  apostrofa  duramente^ 

392 


L  A     M  U  /■:  R  T  E     DEL      H  E  R  O  E 

diciéndole  es  un  hereje,  está  excomul- 
gado, y  otras  zarandajas  de  este  tono.  La 
conducta  del  cura,  exaspera  a  Gallardo 
pero  no  le  sorprende,  avezado  como  es- 
tá a  escuchar  semejantes  monsergas.  Al 
fin  pártese  el  iracundo  eclesiático  deján- 
dole encomendado  a  cuatro  hermanos 
de  la  Sangre  de  Cristo. 

A  la  mañana  siguiente,  preséntase 
Martínez  y  Fernández,  que  le  encuen- 
tra casi  cadáver;  no  obstante,  Gallardo 
le  reconoce,  y  con  voz  apagada— flébiles 
lamentos  de  un  alma  soberbia  de  sangre 
y  acero — cuéntale  lo  acaecido  con  el 
cura.  Lucha  Martínez  con  él  denoda- 
damente; González  no  cede;  redobla  sus 
esfuerzos,  pero  el  fanático  clérigo  no  se 
aviene  a  razones.  Alcoy  es  una  ciudad 
mojigata;  la  gente  comienza  a  alarmarse 
del  caso;  el  escándalo  es  inevitable.  Sin 

393 


/.        MARQUES        MERCHAN 

embargo,  hay  que  remediarlo,  es  nece- 
sario salvar  el  crédito  de  don  Bartolo- 
mé. Al  fin  llegan  a  un  acuerdo;  se  pre- 
guntará a  Gallardo,  si  quiere  morir  en  el 
gremio  de  la  Iglesia;  él  responderá  sí  o 
nó;  esto  es  suficiente.  Martínez  le  ruega 
acepte  la  fórmula,  y  Gallardo  replícale 
«lo  que  V.  quiera  amigo  mío:  me  han 
perseguido  en  vida,  y  lo  harán  en  muer- 
te; hágase*.  El  desenlace  se  aproxima; 
confiésale  el  cura  y  recibe  la  extremaun- 
ción; sin  embargo,  ni  pública  ni  privada- 
mente se  retracta  de  los  actos  de  su  vida 
rebelde,  (i) 
Los  médicos  diagnostican;  se  trata  de 


(i)  Para  determinados  parciales,  este  acto 
significa  una  claudicación  solemne.  Nosotros 
no  lo  estimamos  así.  ¿Debilidad  por  ceder  a  la 
tentación?  Hay  tentaciones  tan  terribles,  que 
para  ceder  a  ellas  se  necesita  fuerza  enorme. 
Nó;  jugarse  la  vida  a  una  carta,  aventurarlo  todo 

394 


LA     MUERTE    DEL      II E  R  O  E 

un  agudo  ataque  cerebral.  Tenues  pa- 
roxismos agitan  su  cuerpo  de  vez  en 
vez;  grandes  sopores  le  inundan.  Así 
transcurre  el  día  13.  Durante  la  noche 
se  agrava  considerablemente;  pierde  el 
habla.  Carbonell,  Martínez  y  Fernandez, 
Gisbert  y  Parera,  rodean  su  lecho.  Al 
amanecer  el  día  14,  entra  en  la  agonía. 
Sus  fuerzas  se  agotan;  la  debilitación  se 
extrema,  lentamente  durante  el  día  se 
va  consumiendo. 

L"n  ligero  extertor  contrae  su  rostro; 
un  rictus  de  infinita  amargura  flota  en 
sus  labios.  Muere.  Una  mano  extraña  le 


en  una  jugada,  sea  para  ganar  el  poder  o  la  feli- 
cidad ¿qué  importa?,  nunca  será  debilidad.  Es 
preciso,  es  necesario  tener  un  inmenso,  un  for- 
midable valor.  Y  Gallardo  lo  tuvo,  en  este  su- 
premo instante,  para  superarse  a  sí  mismo  y 
morir  con  bravura,  retando  al  infortunio  y  mi- 
rando al  destino  cara  a  cara  con  ojos  impla- 
cables. 

395 


/.         MARQUES        MERCHAN 

cierra  los  ojos.  Son  las  seis  y  diez  de  la 
tarde. 

La  estancia  del  cadáver  en  la  fonda  es 
breve.  Por  la  noche  apenas  cubiertos  los 
tramites  legales,  le  conducen  al  cemen- 
terio. Cuatro  amigos  le  siguen  tan  solo; 
los  cuatro  velan  el  cadáver  durante  la 
noche;  y  en  la  mañana  siguiente  recibe 
sepultura  en  el  panteón  de  la  familia  Ri- 
daura,  que  generosamente  le  cede  una 
bóveda,  (i) 

(i)  a  la  atención  de  don  Gregorio  Ridaura 
y  Pascual — que  agredezco  como  merece — debo 
la  noticia  del  actual  paradero  de  los  restos.  He 
aquí  un  fragmento  de  la  carta  que  dicho  señor 
me  dirigió  en  Diciembre  del  pasado  año: 

«Sr.  D.  Juan  Marqués  Merchán.  Málaga. 

Muy  Sr.  mío:  Del  Ayuntamento  he  recibido 
una  carta  dirigida  por  V.  al  Sr,  Capellán  del 
Cementerio  de  esta  ciudad,  interesándose  por 
el  paradero  de  los  restos  mortales  del  ilustre 
bibliófilo  don  Bartolomé  José  Gallardo  y  Blan- 
co, fallecido  en  Alcoy  el  día  14  de  Septiembre 

39<^ 


REQUIESCAT 


He  aquí  la  historia  de  un  peregrino 
ingenio,  ignorado  por  los  más  y  legen- 
dariamente conocido  por  unos  cuantos. 
El  poema  de  su  vida  heroica  es  suges- 
tionador  y  soberbio;  no  obstante,  yace 
en  el  olvido.  A  esta  injusta  depreciación 
se  debe  nuestro  esfuerzo,  ella  ha  arran- 
cado a  nuestra  pluma  estas  sinceras  lí- 
neas de  admiración  y  de  entusiasmo.  La 

de  18526  inhumado  en  el  Panteón  de  nii  fa- 
milia. Y  sirviendo  su  erudito  deseo,  me  place 
manifestarle  que  dichos  restos  se  encuentran, 
junto  con  los  de  mis  antepasados,  en  uno  de 
los  nichos  de  la  cripta  que  posee  mi  familia  en 

397 


I 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

corona  del  premio,  resérvase  en  España 
a  la  ineptitud,  a  la  nulidad.  La  grandeza 
— grandeza  de  espíritu,  grandeza  de 
ideas- -se  posterga,  se  esteriliza;  por  eso 
Gallardo,  que  fué  grande  y  entusiasta  lu- 
chando contra  el  destino,  se  pudre  de 
abandono,  y  sus  hazañas  no  las  memo- 
rian  mármoles  puros,  ni  victoriosos 
bronces. 


el  nuevo  cementerio,  a  donde  fueron  trasla- 
dados desde  el  panteón  de  que  V.  habla  en  su 
carta,  en  que  ordenó  su  sepultura  mi  bisabuelo 
don  Antonio  Ridaura  Abad,  el  cual  panteón 
fué  destruido  al  secularizarse  y  pasar  a  ser  de 
propiedad  privada  los  terrenos  que  constituían 
la  antigua  necrópolis  Alcoyana.  Así,  pues,  se 
encuentran  en  lugar  determinado  y  seguro  los 
restos  del  insigne  bibliotecario  de  las  Cortes  de 
Cádiz.» 

La   partida  de  defunción  puede  verse   en  el 
Apéndice  B. 

398 


APÉNDICES 


A. 


PARTIDA  DE  BAUTISMO 


D.  Diego  Manchado  y  Barquero;  Cura  pro- 
pio de  esta  única  Iglesia  Parroquial  en  la  Villa 
de  Campanario. 

Certifico:  que  en  el  libro  de  bautizados  nú- 
mero doce,  al  folio  treinta  y  uno  vuelto,  se  en- 
cuentra la  siguiente 

Partida.  En  la  Parroquia  de  la  villa  de  Cam- 
panario: a  diez  y  siete  dias  del  mes  de  Agosto, 
año  de  mil  setecientos  setenta  y  seis:  Yo:  Don 
Bartolomé  de  Sotto  Revollo,  Theniente  de  Cura 
tra  Parroquia,  Baptticé  a  Bartholomé  Joseph, 
hijo  legítimo  de  María  Lucía  Blanco  y  de  Juan 
Gallardo,  sus  padres,  que  nació  el  día  trece  de 
dicho  mes  y  año,  fué  su  madrina  doña  Leonor 
Manuela  González  de  Mendoza,  todos  vecinos  y 

26  401 


/.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

naturales  de  esta  dihc  Villa,  advirtiósele  el  pa- 
rentesco espiritual.  Y  lo  firmé=D.  Bartolomé 
de  Sotto  Revollo^Hay  una  rúbrica. 

La  anterior  partida  concuerda  con  su  origi- 
nal, y  para  que  conste  la  sello  y  firmo.  Campa- 
nario a  diez  y  nueve  de  Octubre,  año  de  mil 
novecientos  veinte. =Firmado  Diego  Mancha- 
do=Hay  un  sello. 

B. 

PARTIDA  DE   DEFUNCIÓN 

El  infrafirmado  Cura  de  la  Parroquia  Arci" 
prestal  de  Santa  Alaría  de  la  ciudad  de  Alcoy, 
CERTIFICO:  Que  en  el  libro  título  Racional  del 
año  1852  de  la  misma,  número  1 46  al  folio  ^2 
se  halla  inscrita  la  siguiente  partida: 

En  el  cementerio  de  la  ciudad  de  Alcoy,  pa- 
rroquia de  Santa  María,  a  quince  de  Septiembre 
de  mil  ochocientos  cincuenta  y  dos:  fué  ente- 
rrado el  cadáver  de  don  Bartolomé  José  Gallar- 
do de  setenta  y  cinco  años,  hijo  de  don  José  y 
doña  Ana  Lucía,  todos  naturales  de  Campana- 
rio provincia  de  Badajoz.  Falleció  de  un  ataque 
cerebral;  no  testó,  y  lo  entarraron  José  Jordá,  y 

402 


A        P       K        N      D       I        C      E        S 

Ramón  Mascarell.  Lo  que   certificó  —Dr.    Gre- 
gorio Molió  Pbro  Rl. 

Y  para  que  conste  expido  la  presente  sella- 
da con  el  de  esta  Parroquia  de  Alcoy  a  veinte 
y  nueve  de  Octubre  de  mil  novecientos  veinte. 
=F¡rmado  Juan  Bta  Escrivá  cura.=Hdy  una 
rúbrica,  y  un  sello  que  dice:  Iglesia  Parroquial 
de  Santa  María  de  la  Ciudad  de  Alcoy. ^= 


c. 

PROCESOS  DIMANENTES  DE 
EL  «DICCIONARIO  CRÍTICO  BURLESCO» 

Inquisición. — Tribunal  de  Corte. 

31  Agosto  181 5.  Delación  de  don  Anto- 
nio Rodríguez  Tordero  contra  varios  indivi- 
duos. Entre  los  delatados  figura  el  librero 
Manuel  Díaz  de  Goveo,  por  tener  el  Dicciona- 
rio Crítico  Burlesco  de  Gallardo.  Dada  comisión 
al  comisario  del  Santo  Oficio  don  Benito  Agua- 
do Bueno,  para  que  practicase  averiguaciones, 
comunica  éste  con  fecha  25  de  Septiembre  de 
1816  que  personado  en  la  librería  llamada  de 

403 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

Goveo,  la  viuda  del  librero  negó  tener  ni  haber 
tenido  el  Diccionario.  (Sobreseído). 

(Inquisición. — Leg.°    4401,  n.°  25. — Biblio- 
teca Nacional). 


Inquisición. — Tribunal  de  Corte. 

18  Septiembre  I  818.  Delación  de  Francisco 
Escosura  contra  José  Beltrán  de  Lis,  por  haber 
leido  en  su  presencia  alguna  veces  el  Diccio- 
nario de  Gallardo.  Dada  comisión  a  varias  per- 
sonas para  que  hagan  averiguaciones,  contestan 
que  ignoran  el  paradero  del  delatado.  Por  fin, 
el  P.  Buenaventura  de  la  Cruz,  en  25  de  Sep- 
tiembre de  1819,  comunica  que  por  comisión 
del  Santo  Oficio,  se  presentó  a  don  José  Bel- 
trán de  Lis,  el  cual  declaró  «que  tiene  pre- 
sente haber  leido  el  Diccionario  Crítico  Bur- 
lesco de  Gallardo,  pero  que  no  se  acuerda 
donde  o  cuando  le  leyó,  ni  de  quien  le  hubo 
para  leerlo.  Añade,  igualmente,  que  no  retiene 
ejemplar  alguno  de  dicho  escrito,  ni  sabe 
quien  lo  tenga».  (Sobreseído). 

(Inquisición. — Leg.**  4494,  n."  22. — Biblio- 
teca Nacional). 


404 


P       H        N        1)       1 


ü. 


Relación  inserta   por  Gallardo  en   el   núme- 
ro III  DE  «La  Antoi-ogía»,  de  algunas  obras 

Sl'YAS     extraviadas    EL  MEMORABLE   DÍA   DE  SaN 

Antonio  de  i 82 i. 

Historia  Critica  del  Ingenio  Español.  (Mate- 
rial como  para  seis  tomos,  en  que  los  puntos 
más  característicos  que  nos  hacen  señalados  en 
Europa,  romancería  y  teatro,  podían  irse  ya 
por  su  pié  a  la  imprenta). 

Un  Romancero  y  un  (anciojiero  con  sendas 
disertaciones  sobre  este  género  de  composicio- 
nes en  España;  a  las  cuales  servían  de  compro- 
bantes diez  u  doce  Cancioneros  y  sobre  treinta 
Romanceros  impresos,  con  más  cuatro  mil  ro- 
mances M.  S.  entre  medianos,  malos,  peores  y 
buenos. 

El  Pindó  Español.  Colección  d  e  poesías  cas- 
tellanas antiguas  y  modernas,  desde  los  prime- 
ros gorgeos  de  nuestras  musas;  inéditas  mu- 
chas, y  de  las  editas  no  pocas  corregidas  y 
aumentadas  según  las  variantes  que  de  sí  arro- 
jan los   originales,  copias  M.   S.  e  impresiones 

405 


f.         MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

antiguas  y  modernas.  Material  para  unos  diez  u 
doce  tomos. 

Un  Teatro  Antiguo  Español  y  su  Historia 
Crítica.,  escrita  por  mí  antes  de  emprender  Mo- 
ratín  la  suya;  y  con  mayor  ensanche  y  latitud 
de  plan,  ideas  y  criterio;  porque  Moratín,  ele- 
gantísimo escritor,  tenía  más  ingenio  que  eru- 
dición y  doctrina;  y  profesaba  sobre  el  teatro 
opiniones  muy  recoletas:  para  él  casi  no  había 
otra  comedia  que  la  que  su  padre  le  enseñó,  y 
él  cultivó,  la  Menandria. 

La  Costanza.  Farsa  de  Castillejo,  descifraba 
e  ilustrada  por  mí  (el  primero,  sin  segundo; 
pues  según  decía  el  P.  Piedra-Labes,  Biblioteca- 
rio del  Escorial,  ninguno  antes  había  podido 
descifrar  sus  garrapatos,  ni  sacar  en  limpio  sus 
borrones;  y  después...  se  perdió  el  original). 
Para  este  trabajo  me  sirvió  de  mucho  una  copia 
que  saqué  en  Londres  de  la  parte  impresa  de 
esta  picante  farsa,  publicada  el  año  de  1542,  en 
4.°  let.  gót.  con  el  título  de  Sermón  de  amores 
del  Maestro  Buen-  Talante,  llamado  Fray  Nidel 
de  la  orden  del  Gristel.,  que  me  franqueó  de  su 
incomparable  biblioteca  el  caballero  Ricardo 
Héber,  el  más  profundo  bibliófilo  que  ha  tenido 
el  mundo  (después  de  don  Fernando  Colón). 

406 


APÉNDICES 

La  Peña  de  los  enamorados:  Comedia  inédita 
y  desconocida  de  el  segundo  maestro  Tirso  de 
Ntolina,  con  la  vida  de  este  enmascarado  y  flo- 
rido ingenio.  (La  vida,  no  la  muerte  que  le  han 
dado  en  son  de  vida,  sin  temor  de  Dios  y  del 
mundo,  en  la  reimpresión  de  sus  comedias,  en- 
tre los  ingenios  legos:  que  al  pobre  me  le  meten 
fraile  de  la  Merced,  cuando  ya  era  él  P.  Presen- 
tado, y  de  reverendas  campanillas). 

Et  voici  cependant  coinm'on  écrit  V Histoireff 

El  Ingenioso  Caballero  (caballero,  según  el 
codicilo  de  Cide-Hamete,  no  hidalgo  según  el 
testamento)  D.  Quijote  de  la  Mancha,  ¡lustrado 
de  nuevo,  e  ilustrada  la  vida  de  su  ilustre  autor. 

Elstaba  para  imprimirse  en  Londres,  cuando 
Navarrete,  avisado  por  nuestro  embajador  en 
aquella  corte  el  Duque  de  San  Carlos,  Presi- 
dente de  la  Lengua  Española,  se  me  adelantó 
con  el  suyo. 

Diccionario  autorizado  de  la  Lengua  Castella- 
na; en  cédulas  «que  según  el  recuento  que  hi- 
ce de  ellas,  con  la  asistencia  de  mis  amigos 
Garrido  y  Robles,  al  salir  de  Londres  el  año  de 
1820,  no  bajaban  de  ciento  cincuenta  mil». 

Vocabulario  provÍ7icial  americano.  \  arios  cua- 
■dernos  de  distintas  manos  y  letras,  porque  rae 

407 


y.         MARQUES        MERCHAN 

ayudaron  a  su  formación  algunos  doctos  ameri' 
canos  en  Londres. 

Diccioyiario  ideo-pático  Español^  o  Tesoro  de 
las  voces  y  frases  que  posee  la  lengua  española 
para  la  expresión  de  afectos,  conceptos  e  ideas; 
con  autoridades  de  nuestro  clásicos. 

Filosofía  de  la  lengua  Castellaiia,  o  Principios 
fundamentales  de  la  filosofía  de  las  lenguas, 
aplicados  y  explicados  en  la  Castellana. 

Prosodia  y  arte  rítmica  Española.  ♦; Nuevo  to- 
do empezando  desde  el  abecé»  etc.,  etc. 

Y  sobre  todo  mil  juguetes,  desahogos  y  tra- 
vesuras de  ingenio,  algunos  en  versos  Vg. 

El  triunfo  del  Rosario^  poema  burlesco  en 
dos  cantos,  en  sesta  rima. 

El  Coloquio  de  las  camisas  o  las  Camisas  par- 
lantes; poema  picante,  que  pica  en  historia. 

El  verde  gabán,  o  el  rey  en  berlina;  poema  en- 
tre serio  y  joco,  en  sestillas.  «De  este  se  impri- 
.  mió  en  Londres  el  episodio  la  fantasmagoría,  en 
el  periódico  O  Portugués,  que  publicaba  allí, 
mi  sabio,  ingenioso  y  desgraciado  amigo  eí 
doctor  Rocha»  G. 


408 


E        N       ]">       I       C      £ 


E. 

CUENTO  ORIENTAL 
EL  DELITO  DEL  DATIL 

Al  soplo  del  fnvor  del  kitib-azirr  Hazeh, 
sátrapa  de  los  sátrapas  de  Persia,  los  vasallos 
del  imperio  obedecían  arrastrándose  sobre  la 
tierra;  como  al  soplo  de  los  vientos  las  naos  de- 
Salomón surcaban  los  mares  por  las  regiones 
del  dorado  Ofir.  Era  el  sátrapa  (según  se  lee  en 
los  anales  de  su  muarrij  el  fakip  zajar  Thalish) 
sujeto  de  estupenda  capacidad,  correspondien- 
te y  proporcionada  sin  duda  a  las  de  su  espa- 
ciosa frente;  la  cual  arrancando  en  la  poblada 
ceja,  se  extendía  por  la  poblada  mollera  hasta 
rayar  en  el  occipucio.  Tal  se  le  habían  parado 
prematuramente  el  uso  del  turbante  y  las  largas 
lucubraciones. 

Meditando  siempre  los  medios  de  servir  a  su 
amo  de  por  vida  en  su  satrapazgo,  se  retiró  una 
tarde  al  natmevi  de  najil,  llamado  así  por  una 
palma  entre  otras  que  columpiando  airosamen- 
te sus  ramas,  escondía  en  las  nubes  su  jalde 
pimpollo. 

409 


/.        MARQUES        ME  R  C  H  A  N 

Allí  en  la  soledad  por  entregarse  más  al  pla- 
cer, libre  de  la  importunación  de  los  magzenies, 
a  sus  graves  cuidados,  para  discurrir  con  más 
despejo,  depuso  el  lunado  turbante,  y  comenzó 
a  pasearse  bajo  las  cimbrantes  ramas  de  la  reina 
de  las  palmas.  Soliloqueando  estaba  muy  embe- 
becido en  sus  pensamientos,  cuando  un  cues- 
co de  dátil,  mondo  ya  de  pasado  por  la  injuria 
del  tiempo,  descolgándose  de  la  alta  cima  del 
palmero,  cayó  sobre  su  moronda  zolloa. 

PASEO   DE   LAS   PALMAS 

La  corza  del  desierto  no  vuelve  mas  ligera 
al  flechazo  que  el  zayad  le  disparó  con  tiro  cer- 
tero, que  el  sátrapa  volvió  despavorido  y  confu- 
so la  vista  a  todos  lados.  El  insulto  era  atroz, 
atentar  a  la  chola  venerable  del  gran  kitibazirr, 
y  turbar  sus  importantes  contemplaciones. 
Pero  no  encontrando  agresor  en  quién  descar- 
gar su  furia  convirtiéndola  toda  contra  el  árbol 
inocente,  y  haciéndole  dar  por  el  pié,  pago  el 
palmero  el  delito  que  el  sátrapa  de  los  sátrapas 
imagino  en  el  dátil;  y  el  delito  del  dátil  se  hizo  en 
Persia  proverbio:  expresión  que  en  la  aljamia 
no  tiene  correspondencia,  si  ya  no  la  vertemos 

410 


A        P       /•;        N       D        I       C        K       S 

por  la  vulgar  de  el  ¡¡pecado  de  la  lenlejaH 
Boletin  oficial  de  Toledo  ¿1833? 


Journal  de  l'amateur  des  livres. — Tome  IIÍ 
pag.  178-180. 

Lettres  d'un  bibliophile  russe  á  un  biblio- 
phile  frangais. 

Premiére  lettre  23  Février  1 850. 

«Les  honneurs  de  Toléde  me  furent  faits  par 
un  amateur  distingué,  don  José  Aizquirel,  pro- 
priétaire  de  la  bibliothéque  technologique  mo- 
derne  la  plus  nombreuse  et  la  plus  riche  qu'il  y 
ait  en  Kspagne.  Cependant  il  me  tallait  bien 
autre  chose. 

Je  savais  que  dans  les  environs  de  Toléde 
reside  un  individu  qui,  d'aprés  le  diré  general, 
est  l'homme  les  plus  savant  en  livres  espagnols 
qui'l  y  ait.  Don  Vicenzo  Salva  me  l'avait  de- 
signé comme  tel  bien  des  années  avant;  tous 
mes  amis  de  Madrid  se  renvoyaient  en  dernier 
ressort  á  cet  oracle  de  la  bibliographie  es- 
pagnole;  les  libraires  me  disaient,  en  parlant 
d'un  livre  á  existence  contestée:  «A  moins  que 

4.11 


y,         MARQUES        MERCHAN 

Don  Bartholome  Gallardo  n'en  sache  quelque 
chose».  Mais  si  d'un  cote  la  voix  publique 
faisait  de  don  Bartholome  un  puits  de  science 
et  de  enseignements,  d'un  autre,  et  tout  aussi 
généralement,  elle  le  dépeignait  comme  peu 
communicatif  et  d'une  abord  difficile. 

Me  voilá  en  route,  menci  d'un  grand  désir 
de  réussir  et  d'une  lettre  d'introduction  sur  la- 
quelle  je  comptais  aussi  peu  que  celui  qui  me 
l'avait  donnée:  Car  tout  dépendait  du  moment, 
m'avait-on  dit. 

La  cepaire  de  l'ogre  chez  lequel  il  s'agissait 
de  s'introduire  est  á  une  demi-lieue  de  la 
ville.  Je  me  rends  done  á  pied  á  une  ferme 
isolée,  entourée  de  murs;  fort  heureusement 
pour  moi  que  la  gran  porte  était  ouverte  et 
que  les  domestiques  ainsi  que  les  chiens  se 
promenaient  á  distance,  ce  qui  me  permit  de 
tomber  d'un  seul  bond,  et  sans  étre  annoncé 
ni  mordu,  á  la  porte  méme  du  santuaire.  Je 
sonnai;  le  maítre  du  logis,  légérement  indispo- 
sé,  était  couché:  forcé  lui  fut  de  me  laisser  en- 
trer;  de  m'entendre  décliner  le  nom  de  l'ami 
qui  me  recommandait  et  de  me  laisser  entamer 
la  conversation,  que  j'engageai  immédiatement 
sur  des  choses  qui  devaient  l'intéresser. 

¿J.I2 


% 


A        P       E       N       D       I       C       R        S 

Au  bout  de  quelques  minutes  la  connaissan- 
ce  était  faite,  et  des  cette  premiére  visite,  dont 
je  ne  pus  m'arracher  avant  trois  heures,  j'eus 
l'occasion  d'admirer  la  science  variée,  I'esprit 
fin  et  observateur,  la  mémoire  prodigieuse  de 
faits  et  de  dates  qui  font  de  Don  Bartholome 
l'un  des  hommes  le  plus  extraordinairement 
dones  qu'il  me  soit  arrivé  d'encontrer  dans  mes 
longs  voyages.  Aucune  des  questions  que  je 
soumettais  ne  restait  sans  réponse,  aucun  de 
mes  doutes  litéraires  ou  bibliographiques  ne 
demeurait  inexpliqué,  et  tout  cela  avec  une 
connaissance  profonde  et  variée  de  tout  ce  qui 
concernait  la  matiére,  avec  une  multitude  de 
corollaires,  souvent  plus  intéressants  que  le 
sujet  principal.  Je  revins  le  lendemain  á  cette 
source  ahondante  d'instruction,  accompjigné 
cette  fois  de  la  communication  d'une  foule  de 
livres  rares  et  precieux,  que  le  maítre  de  la 
maison  me  fit  voir  avec  une  rare  obligeance; 
malheureusement  le  temps  me  manquit  et  je 
quittai  Toléde  avec  le  regret  de  n'y  avoir  pas 
transporté  des  le  commencement  mes  penates 
voyageurs. 

Quoique,  ágé  Don  Bartholome  est  tout  á  fait 
jeune  homme  au  physique  et  au  moral,  gráce  á 

413 


/.        MARQUES        M  E  R  C  H  A  N 

la  frugalité  de  son  régime  et  á  cette  habitude 
d'activité  qui  ne  permet  pas  á  l'esprit  de  viei- 
llir.  Travailleur  des  sa  tendré  jeunesse,  il  n'est 
rien  de  ce  qui  concerne  son  pays  qu'il  n'ait 
visité  et  examiné;  les  notes  qu'il  a  ressenblées 
sans  parler  de  celles  qu'il  a  perdues  á  différen- 
tes  reprises,  sont  un  vaste  répertcire  de  cin- 
quante  années  de  recherches. 

Je  fais  des  voeux  pour  qu'il  les  mettre  en 
ofdre,  et  que  le  temps  ne  lui  manque  pas  de 
donner  la  vie  á  tous  les  ouvrages  dont  il  a 
l'intention  de  doter  le  monde  savant,  á  la  plus 
grande  gloire  de  sa  patrie. 

S. 


414 


NOTICIA  BIBLIOGRÁFICA 

DE  LAS 
OBRAS  LMPRESAS  Y   CONOCIDAS   DE 
DON   BARTOLOMÉ  JOSÉ    GALLARDO 


NOTICIA  BIBLIOGRÁFICA 

DE    LAS 
OBRAS  IMPRESAS  Y    CONOCIDAS   DE 
DON   BARTOLOMÉ  JOSÉ  GALLARDO 


1.  Defensa  de  las  Poesías  de  Iglesias,  en 
contra  de  la  calificación  que  de  ellas  hizo  ei 
Santo  Oficio.  Salamanca,  1 8oo  (Perdida). 

2.  Soplón  al  Diarista  de  Salamanca,  por 
don  Zurriago  de  Duras-testas.  Cuatro  números. 

3.  Arte  de  conservar  la  salud  y  prolongar 
la  vida  o  tratado  de  Higiene  por  Mr.  Pressavin, 
traducido  al  castellano  por  don  Bartolomé  Ga- 
llardo. Salamanca.  En  la  Oficina  de  don  Fran- 
cisco de  Toxar.  i\\\o  1800. 

4.  Discurso  sobre  la  conexión  de  la  medi- 
cina con  las  ciencias  físicas  y  morales,  por 
Mr.  Alibert.  Salamanca  En  casa  de  don  Fran- 
cisco de  Toxra,  1083. 

27  417 


/.        MARQUES       MERCHAN 

5.  Al  editor  de  la  Minerva.  Carta  publicada 
en  el  Diario  de  Madrid,  los  días  6,  7,  8,  9  y  10 
de  Marzo  de  1807. 

6.  Consejos  a  Félix  sobre  el  arte  de  predi- 
car, 1807.  (Perdido) 

7.  Carta  crítica  del  Br.  de  Fórnoles  en  des- 
agravio de  la  buena  memoria  del  doctor  Piquer, 
mancillada  indecorosamente  en  el  Elogio  de 
don  Josef  Severo  López,  por  don  Tomás  García 
Suelto.  N.°  6  y  10  del  Memorial  Literario.  Fe- 
brero y  Abril  de  1808. 

8.  Artículos:  Sensaciones,  Sentidos,  Imagi- 
nación, publicados  en  el  Diccionario  de  Medi- 
cina de  Ballano,  1 808. 

9.  Apología  de  los  palos  dados  al  Excelen- 
tísimo Sr.  D.  Lorenzo  Calvo,  por  el  teniente  co- 
ronel don  Joaquín  de  Osma.  Publícala  en  ob- 
sequio de  las  armas  y  las  letras,  el  licenciado 
Palomeque,  pretendiente  de  varas  y  soldado 
voluntario  (por  que  Dios  quiere).  Primera  edi- 
ción. (Sin  notas).  Cádiz,  1811. 

2.'  (Que  es  la  primera  después  de  la  últi- 
ma). Cádiz,  181 1.  Con  notas  del  doctor  Encina. 

10.  Diccionario  Crítico-Burlesco  del  que  se 
titula  Diccionario  Razciado  Manual  para  inteli- 
gencia de  ciertos  escritores  que  por  equivocación 

4^i 


B     I    ñ     L      I      O     G     R     A     F    I    A 

han  nacido  en  España.  Cádiz  Imprenta  del   Ei. 
tado  Kíayor  General,  l8li. 

l'-dicioncs  posteriores:  Cádiz,  París,  Burdeos, 
Madrid,  l8l2.  Lima,  1813.  Burdeos  Pedro 
Beaume,  1 8 19.  Madrid,  1 820  librería  de  Ma- 
nuel Bueno.  Burdeos  Pedro  Boaume,  1 82 1. 
Madrid,  1822.  Marsella  1823.  Madrid  Sancha, 
1838. 

11.  Cartazo  al  Censor  General  por  el  autor 
del  Diccionario  Crítico-Burlesco,  con  motivo  de 
la  abortiza  impugnación  al  Diccionario  anuncia- 
do por  las  esquir.as  en  son  de  excomunión.  Cá- 
diz en  la  Imprenta  del  Estado  Mayor  (jeneral. 
Año  de  1812. 

12.  Contestación  del  autor  áe\  Dice iona lio 
Critico-Burlesco,  a  la  primera  calificación  de  es- 
ta obra  expedida  por  la  junta  censoria  de  la  Pro- 
vincia Marítima  de  Cádiz.  Cádiz  en  la  Imprenta 
Tormentaria,  18 1 2. 

2.^  Tirada.  Isla  de  León  por  José  Pe- 
riú.  1820. 

13.  Cartapel  a  don  Guazo.  Cádiz,  1 8 12. 
(Perdido). 

14.  Crítica  Semi-Burlesca  de  la  Calificación 
del  impreso  titulado  Diccionario  Critico- Burles- 
co, hecha  de  orden  de  la  Regencia   por  la  junta 

419 


J.        MARQUES       MER  CHAN 

Censoria  de  esta  provincia  marítima.  Su  autor 
El  bachiller  Justo  Encina.  Cádiz  en  la  Imprenta 
Tormentaria. 

(Es  obra  según  Gallardo  de  un  cierto  don  Jo- 
sé Quintana — dice  La  Barrera  en  nota  manus- 
crita en  la  portada  de  un  ejemplar  que  fué  de 
su  pertenencia,  hoy  existente  en  la  Biblioteca 
Nacional.  Dionisio  Pérez  en  su  Ensayo  de  Bi- 
bliografía y  Tipografía  gaditanas,  lo  atribuye  a 
Gallardo). 

15.  Alocución  con  motivo  del  restableci- 
miento del  sistema  constitucional,  pronunciado 
en    una  reunión  de  españoles  en  Taylor,  1 820. 

16.  El  Verde  Gabán  o  el  Rey  en  Berlina. 
(Poema  ridiculizador  de  Fernando  VII).  Estam- 
páronse varios  fragmentos  de  él,  en  el  periódico 
El  Portugués  que  publicaba  por  los  años  de 
1814  a  1830  el  doctor  Rocha  en  Londres. 

17.  Carta  Blanca  sobre  el  negro  folleto 
titulado  Condiciones  y  semblanzas  de  los  dipu- 
tados a  Cortes^  dirigida  por  el  autor  de  la  Apo- 
logía de  los  palos  al  redactor  de  cualquier  perió- 
dico con  tal  que  sea  tan  liberal  que  lo  estampe 
de  su  cuenta  y  riesgo,  por  el  Ldo  Palomeque. 
Madrid  M.  de  Burgos,  1 82 1. 

18.  Al    Zurriago    Zurribanda.   Lardón    al 

420 


B     I    B     L      I      O     G     R     A     F    I    A 

n.°  24.  Madrid  Imprenta  de  don  Miguel  de  Bur- 
gos, 1822. 

19.  Sobre  el  teatro  anterior  a  Lope  de  Ve- 
ga. N.°  6105  del  Diarío  Mercantil  de  Cá- 
diz, 1827. 

20.  Leña  deshumada  que  no  hace  humo. 
Diario  Mercantil  de  Cádiz.  N."  45  20. 

21.  Sobre  una  mudez  extraordinaria.  Dia- 
rio lUercaníil  de  Cádiz,  29  de  Diciembre  de 
1828  y  15  de  Noviembre  de  1829. 

22.  Cuatro  Palmetazos  bien  plantados  por 
el  Dómine  Lucas  a  los  Gaceteros  de  Bayona, 
sobre  otros  tantos  puntos  garrafales  que  se  les 
han  soltado  contra  el  buen  uso  y  régimen  de  la 
lengua  y  Gramática  Castellana,  en  su  famosa 
crítica  de  la  Historia  de  la  LAteratura  Española 
que  dan  a  luz  los  Sres.  Gómez  de  la  Cortina  y 
Hugalde  Mollinedo.  Cádiz,  1830.  Con  licencia. 
En  la  imprenta  de  don  Esteban  Picardo. 

23.  Bellas  Artes.  Crítica  de  la  Biografía 
de  los  profesores  españoles  por  Zean  Ber- 
mudez  y  Llaguno  y  Amirola.  Cartas  Españolas. 
Cuadernos  60  y  64,  1832.  Firmado  José  Teo- 
doro Gramblella. 

24.  Trovadores  Antiguos.   Del  gran    canci- 
ller Pero  López  de  Ayala  y  su  famoso  Rimado 

421 


/.        MARQUES       M  ER  C  H  AN 

de  palacio.  Correspondencia  del  Br.  de  Pomo- 
les con  el  Br.  Ziagar.  Tres  cartas,  I  y  2,  en  los 
números  66  y  68  de  las  Cartas  Españolas;  la  3 
en  la  Revista  Española  n."  I. 

25.  El  Sepulcro  de  los  Pompeyos.  N."  78 
de  £7  F<z/í7r.  Barcelona,  1833. 

26.  Poesías  sueltas. 

Blanca-Flor.  Cartas  Españolas  n."  /,  1 834. 
Valmar-Poetas  líricos  del  siglo  XVTII.  Semana- 
rio Pintoresco^  1854.  Tamayo  y  Zamora-Trozos 
Literarios.  Valera-Florilegio.  Díaz  Pérez-Diccio- 
nario de  Extremeños  Ilustres. 

Los  ojos  hechiceros,  cantheta.  Diario  Mer- 
cantil de  Cádiz.  Valmar  obr.  cit. 

A  Zelinda.  Diario  Mercantil  áo:  Cádiz  núme- 
ro 4726.  Valmar  obr.  cit.  Semanario  Pintores- 
co, 1853. 

La  niña  retraída.  Diario  Mercantil  á^  Cádiz. 
N.''  4404. 

Los  Confites  de  Cupido.  Diario  Mercantil á& 
Cádiz.  N.°  3773.  Valmar  obr.  cit.  Semanario 
Pintoresco,  1 85 3. 

Epístola  a  doña  María  de  Alba  escrita  en 
Cafarnao  a  trece  días  de  chirona.  Valmar 
obr.  cit.  Semanario  Pintoresco,  1853. 

Poema  a  las  tres  Marías. 


4.22 


B     I    B     L      I      O     Cr     R     A     F    I    A 

La  semana.  Valmar  obr.  cit. 

A  Carniinda.  V^almnr  obr.  cit. 

El  Dueño  ingrato.  Valmar  obr.  cit. 

A  Tirsia  y  Carminda  lindas  gaditanas.  Val- 
mar  obr.  cit. 

La  Confesión. 

AFlorinda.  El  Vapor  2^  de  Julio,  1833.  Díaz 
Pérez  obr.  cit. 

El  Dominus  Tecum  o  la  Beata  y  el  fraile, 
^cuento  sin  contera).  1 829  Cancionero  Moderno 
de  Obras  Alegres.  London  H.  W.  Spirrtual. 
Picadilly  ^1 ,  1875. 

El  Moro  y  el  Italiano,  ídem.  pág.  17  a  19. 
Va  también  incluido  en  Al  Zurriago  Zurri- 
banda. 

De  la  mayor  parte  de  estas  poesías,  hizo  una 
recopilación  para  darla  a  la  estampa  (no  hacién- 
dolo al  cabo  más  que  de  las  págs.  1 1-14)  Fr.  Jo- 
sé Pavón,  el  año  184O  en  Córdoba,  bajo  el  títu- 
lo de  RamiUete  de  algunas  poesías  galantes  de 
don  Bartolomé  José  Galla^'do.  Dicha  recopilación 
hállase  hoy  en  la  Biblioteca  del  erudito  hispa- 
nista Dr.  Milton  A.  Buchanan,  en  Toronto  (Ca- 
nadá). 

27.  Sobre  las  Poesías  de  El  Solitario.  Car- 
tas Españolas. 


/.        MARQUES       MERCHAN 

28.  Cuento  Oriental.  El  delito  del  Dátil. 
Boletín  oficial  déla  Provincia  de  Toledo,  1834. 

29.  Las  Letras  de  Cambio  o  los  Merca- 
chifles literarios.  Estremas  y  Aguinaldos  del 
Br.  Tomé  Lobar.  Madrid,  1834. 

30.  Contestación  a  un  artículo  publicado  en 
el  Boletín  oficial  de  Madrid  relativo  al  allana- 
miento de  la  imprenta  de  Calero.  Firmado: 
J.  Claro  de  la  Vera. 

31.  Del  asonante  y  su  uso  especial  en  la  rít- 
mica española.  El  Vapor  y  la  Kevista  Española. 
Reimpreso  más  tarde  en  la  Revista  de  Filología 
de  Sevilla. 

32.  El  Criticón.  Papel  volante  de  Literatura 
y  Bellas  Artes.  Madrid  Imprentas  de  Ángulo  y 
Sancha,  1835  a  36.  Cinco  números. 

33.  El  Criticón.  Papel  volante  de  Literatura 
y  Bellas  Artes  continuando  con  los  materiales 
que  para  él  mismo  tenía  preparados  don  Barto- 
lomé José  Gallardo.  Madrid  Imprenta  dej.  Mar- 
tín Alegría.  Tres  números. 

34.  Discurso  pronunciado  sobre  las  juntas 
preparatorias  del  Reglamento  interior  de  el 
Congreso.  Legislatura  de  1837.  Tomo  I  páginas 

355  a  57. 

35.  Artículo  copiado  de  las  Adiciones  y  ar- 

424 


fí     I    ft     L      I      O     G     R     A     F    I    A 

tfculos  del  Reglamento  proyecto  para  gobierno 
interior  del  Congreso,  propuestos  y  motivados 
por  el  diputado  don  Bartolomé  José  Gallardo, 
Bibliotecario  de  las  Cortes.  1 838. 

3(x  Discurso  del  diputado  extremeño  Ga- 
llardo sobre  el  párrafo  de  la  Paz  del  proyecto 
de  contf'stación  al  discurso  de  la  Corona,  tradu- 
cido y  parafraseado  en  lenguaje  pedestre  del 
estilo  de  tribuna.  Cuatro  impresiones.  Tres  en 
Madrid  y  una  en  Córdoba,  1837. 

37.  A  los  electores  de  diputados  por  la 
provincia  de  Madrid  para  las  próximas  Cortes. 
Madrid,  184I. 

38.  Contestación  de  don  Bartolomé  José 
Gallardo  a  don  Vicente  Collantes,  sobre  el  ar- 
tículo Comunicado  inserto  en  el  n.°  2459  de 
El  F.co  díl  Comercio  relativo  al  proyecto  de 
alocución  a  los  electores  de  la  provincia  de 
Madrid,  1 841. 

39.  Revista  Gramatical  de  la  Lengua  Espa- 
ñola. Madrid,  1843  N.°  2.  Carta  del  Dómine 
Calderón. 

40.  Antología  Española  —  N.°  3.°,  Marzo 
zo,  1848,  pag.  99 — del  Asonante,  su  naturaleza 
y  exquisito  mecanismo;  misterio  rítmico,  no 
penetrado  por  nadie,  hasta  que  lo  descubrió  el 

425 


/.        MARQUES       M  E  R  C  HAN 

autor  de  la  siguiente  carta.  (Va  dirigida  a  don 
Miguel  José  Moreno.) 

41.  Zapatazo  a  Zapatilla  y  a  su  falso  Busca- 
pié un  puntillazo.  Madrid  1 851. 

42.  Confesión  con  cargos  en  la  causa  origi- 
nada por  el  Zapatazo  a  Zapatilla.  Sevilla  Revista 
Ateneo  N.°  2,  1 874. 

43.  Ensayo  de  una  Biblioteca  Española  de 
libros  raros  y  curiosos  formado  con  los  apunta- 
mientos de  don  Bartolomé  José  Gallardo,  coor- 
dinados y  aumentados  por  don  M.  R.  Zarco 
del  Valle  y  D.  J.  Sancho  Rayón.  Obra  premia- 
da por  la  Biblioteca  Nacional  en  la  junta  públi- 
ca de  5  de  Enero  de  1 852,  e  impresa  a  expen- 
sas del  gobierno.  Tomos  I  y  II,  Imprenta  de 
Rivadeneyra  1 863  y  1 866.  Tomos  III  y  IV.  Ma- 
drid Imprenta  de  Manuel  Tello,  1888  y  1 889. 

67.  La  Abeja  Española.  Aunque  Gallardo 
siempre  lo  negó  sabemos  por  el  testimonio  de 
Mesonero  Romanos  que  fué  el  alma  de  esta 
publicación  principiada  en  Cádiz  y  seguida  en 
Madrid  hasta  1814. 


496 


B     I    fí    L      I      O     G     R     A     F    I    A 


CONTERA 

Por  vía  de  apéndice  a  esta  noticia  biblio- 
gráfica, indicaremos  algunos  de  los  muchos 
epistolarios  que  de  Gallardo  se  conservan,  y 
que  hemos  revisado. 

I.  El  existente  en  la  Biblioteca  de  la  Real 
Academia  de  la  Historia  (signatura  II-2-7,  le- 
gajo 4.").  Consta  de  47  cartas  dirigidas  casi 
todas  a  personas  de  Cádiz.  (Don  Joaquín  Ru- 
bio, don  José  Pérez  Torroba,  don  Tomás  Gar- 
cía etc.)  Principia  la  correspondencia  el  18  de 
Junio  de  1824  y  termina  el  12  de  Agosto 
de  1852. 

II.  El  conservado  en  la  Biblioteca  Nacional. 
Manuscrito  n.°  7820.  Colección  de  16  cartas 
dirigidas  a  don  Agustín  Duran  (30  de  Noviem- 
bre de  1828-17  de  Febrero  de  1832)  y  10  a  don 
Luis  Ramírez  de  las  Casas-Deza  (15  de  Agosto 
de  1843-21  de  Diciembre  de  1845). 

La  lista  de  algunas  obras  inéditas  que  guar- 
daba don  Juan  Antonio  Gallardo,  puede  verse 
en  la  obr.  cit.  de  Nicolás  Díaz  Pérez,  al  final  de 
la  biografía  de  don  Bartolomé. 

^97 


ÍNDICE 


Páginas 


Anteportada 5 

Portada 7 

Dedicatoria 9 

El  Héroe. l^ 

LIBRO  PRIMERO 32 

El  Encanto  de  la  Tonsura 33 

Florinda 39 

Maestro  de  Pajes 47 

Andanzas  Serranas 53 

El  Audaz  Xaramillo 63 

La  Estela  del  Diccionario 79 

La  Emigración 97 

La  Paz  del  Destierro 10 1 

Don  Tomás 107 

Los  Hijos  de  Padilla 115 

Cartazo  y  Zurribanda 129 

San  Antonio  Bendito 139 

LIBRO  SEGUNDO 147 

Escribas  y  Fariseos 14© 

429 


Ár 


Páginas 

El  Acero  en  la  Prueba 155 

Blanca  Flor 165 

La  Semilla  Romántica 1/3 

El  Retorno  a  los  Clásicos 187 

Los  Cuatro  Palmetazos 203 

Mercachifles  Literarios 2 1 1 

El  Criticón 223 

La  Venganza 235 

LIBRO  TERCERO 243 

La  Tusculana  del  Murmurante  ....   245 

El  Lindo  Don  Diego 251 

La  Hazaña  de  «El  Buscapié»      ....   263 

De  Zoca  en  Colodra 27 1 

La  Travesura  de  Estévanez 281 

La  Sentencia  del  Mote 295 

LIBRO  CUARTO 203 

Ideario 3^5 

La  España  de  Gallardo 3^9 

La  Entraña  del  Quijote 331 

La  Leyenda  Negra 343 

Personalismo  Literario 353 

Poeta 361 

La  Pasión  Bibliográfica 3^7 

El  Mito  Gallardiano 377 

Crepúsculo 3^3 

La  Muerte  del  Héroe 389 

Requiescat 397 

APÉNDICES 399 

Noticia  Bibliográfica  de  las  obras   impre- 
sas de  Gallardo -     •     -415 


SE    TERMINÓ    DE    IMPRIMIR     ESTE    LIBRO 

EN    LA     «TIPOGRÁFICA     ZAMBRANA 

(s.    A.)»     DE     MÁLAGA,     EL    8 

DE  SEPTIEMBRE  DE  1 92  I 

DÍA    DE    LA    VIRGEN 

DE  LA  VICTORIA 


O 


>.' 

•:*t-;jf'- 

»jl'.