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Full text of "El arte latino-bizantino en España y las coronas visigodas de Guarrazar: ensayo histórico-crítico"

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MEMORIAS 


DE   LA 


REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO 


EL  ARTE  LATlIVO-BIZAiVTmO 


EN  ESPAÑA 


Y  L4S  CORONAS  VISIGODAS  DE  GU4RR4Z4R: 


ENSAYO  HISTORICO-CRITICO , 


D.  JOSÉ  AMADOR  DE  LOS  RÍOS, 


I)F.  LA.  REAL  ACADEMIA  DE   LA  HISTORIA  ,  DECANO  DE  LA  FACULTAD  DE  FILOSOFÍA    Y  LETRAS 
DE   LA    UNIVERSIDAD    CENTRAL,    ACADÉMICO    DE    NÚMERO     DE    ESTA    DE    LAS    TRES     NOBLES     ARTES 

DE   SAN   FERNANDO,   ETC. 


MADRID: 

EN  LA  IMPRENTA  NACIOMAl.. 

1861. 


ADVERTENCIA. 


Llamada  muy  principalmente,  desde  su  fundación,  la  Real  Academia  de 
San  Fernando  á  dirigir  la  enseñanza  de  las  bellas  artes,  ([ue  tuvo  la 
gloria  de  iniciar  en  nuestro  suelo,  bajo  los  auspicios  de  Don  Felipe  V, 
apenas  le  ha  sido  ])Osible  distraer  su  atención  de  los  cuidados  que  le  im- 
ponía la  educación  artística  de  la  juventud,  para  consagrarse  al  cultivo 
de  la  teoría  y  de  la  historia  del  arte  en  sus  mas  altas  y  trascendentales 
regiones.  En  medio  de  aquellas  perentorias  y  no  fáciles  tareas,  que  más 
de  una  vez  han  redundado  en  honra  del  nombre  español,  llevando  á  la 
(íapital  del  mundo  artístico  esclarecidos  ingenios,  ha  procurado  no  obs- 
tante la  Academia  dar  á  luz  útiles  memorias  y  aun  obras  completas  sobre 
las  artes  que  forman  el  objeto  de  su  instituto  y  sobre  las  ciencias  que  les 
sirven  de  sólido  fundamento. 

Demostraba  de  este,  modo  que  no  le  eran  desconocidas  las  verda- 
deras tareas  académicas  y  que  abrigaba  al  propio  tiempo  el  vivo  deseo 
de  llenar  cumplidamente,  y  en  todos  sentidos,  los  fines  para  que  fué 
creada.  Aliviada  al  cabo  del  peso  de  la  enseñanza  con  la  separación  su- 
cesiva de  las  Escuelas  de  Bellas  Artes,  acordada  por  el  Gobierno  de  S.  M., 
puede  hoy  dedicarse  á  los  trabajos,  de  que  la  separaban  aqucdlas  diarias 
obligaciones,  entrando  de  lleno  en  la  vida  propiamente  académica. 

Mulliplicadas  son  efectivamente  las  empresas  en  que,  movida  de  este 


í^i^m 


propósito,  ha  fijado  ya  su  atención  la  Real  Academia:  las  teorías  y  el 
tecnicismo  de  las  nobles  artes,  la  historia  y  la  crítica  de  las  mismas  en 
sus  variadas  relaciones;  los  usos,  trajes  y  costumbres,  cuyo  conocimiento 
es  de  todo  punto  indispensable  en  su  apreciación  y  en  su  práctica;  las 
artes  indumentarias  que  tan  estrechamente  se  enlazan  con  la  ciencia 
arqueológico-monumental,  y  otros  muchos  puntos  que  de  diversos  modos 
se  rozan  con  los  estudios  artísticos,  han  sido  ya  objeto  preferente  de  la 
ilustrada  laboriosidad  de  sus  individuos,  produciendo  meritorios  trabajos 

y  útiles  proyectos. 

Mientras  llega  el  momento,  ya  deseado  por  la  Academia,  de  empe- 
zar la  publicación  de  semejantes  obras,  cuya  ejecución  de  suyo  difícil  y 
costosa  por  la  naturaleza  misma  de  sus  ilustraciones,  pide  la  eticaz  pro- 
tección del  Estado  que  espera  confiadamente,  ha  acordado  esta  corpora- 
ción dar  desde  luego  á  la  estampa  aquellas  disertaciones,  monografías  ó 
memorias  que  puedan  interesar  más  vivamente  al  arte  ó  á  la  ciencia, 
ejerciendo  saludable  influjo  en  el  gusto  y  formando  fructuoso  cuerpo  de 
doctrina.  Y  ningún  estudio  le  ha  parecido  más  propio  para  inaugurar  esta 
serie  de  trabajos  que  irán  formando  sucesivos  tomos  de  Memorias,  que  el 
relativo  al  Arte  laUno-bizantino  en  España  y  las  coronas  visigodas  de 
Giiarrazar,  debido  á  su  académico  de  número  en  la  Sección  de  Ar- 
quitectura, el  Sr.  D.  José  Amador  de  los  Ríos. 

Grande  es  en  verdad  el  interés  que  encierra  en  sí  este  asunto,  por 
la  oscuridad  que  hasta  ahora  ha  rodeado  los  monumentos  del  arte  que 
vive  y  se  desarrolla  durante  la  monarquía  visigoda;  y  tiénelo  todavía 
mayor  en  los  momentos  actuales,  cuando  desorientada  la  crítica  extran- 
jera, al  fijar  sus  miradas  en  el  Tesoro  de  Guarrazar,  para  resolver  las 
multiplicadas  cuestiones  que  su  descubrimiento  suscitaba,  se  ha  llegado 
al  punto  de  olvidar  la  existencia  de  aquel  arte,  con  grave  error  histó- 
rico y  no  pequeña  ofensa  de  la  cultura  española. 

A  combatir  y  desvanecer  este  error  han  acudido  pues  el  patriotismo 
y  la  erudición  del  digno  académico,  cuyas  obras  históricas  trasfieren  á 
sus  respectivos  idiomas  doctos  extranjeros.  No  juzga  la  Real  Academia 
conveniente  el  exponer  aquí  el  especial  juicio  que  ha  formado  sobre  el 
libro  que  hoy  publica :  bástale  repetir  que  conceptúa  el  trabajo  del  señor 
Amador  de  los  Rios,  merecedor  de  figurar  al  frente  de  sus  Memorias, 
siendo  en  su  concepto  de  suma  importancia  bajo  el  doble  aspecto  de  la 


investigación  artístico-arqueológica  y  de  la  controversia  histórico-filosó- 
íica.  Merced  á  sus  estudios,  no  será  dado  á  los  arqueólogos  extranjeros 
el  dudar  de  la  existencia,  de  los  orígenes,  ni  de  los  gcnuinos  caracteres 
del  arte  que  florece  bajo  el  cetro  visigodo,  ni  menos  habrá  ya  racional 
motivo  para  desconocer  la  influencia  legítima  que  las  bellas  artes  ejer- 
cieron sobre  las  artes  secundarias  durante  aquel  largo  y  poco  estudiado 
período. 

Y  no  ha  sido  poca  fortuna  para  el  autor,  al  dar  cabo  á  sus  tareas, 
la  adquisición  hecha  últimamente  por  S.  M.  la  Reina  Doña  Isabel  II, 
de  las  coronas  del  rey  Suinthila  y  del  abad  Teodosio,  así  como  de  las 
cruces  votivas  y  demás  objetos  artísticos,  pertenecientes  al  Tesoro  de 
Giiarrazar,  y  cuya  existencia  se  ignoraba.  La  Real  Academia ,  que  supo 
á  tiempo  la  referida  adquisición,  y  obtuvo  de  S.  M.  el  oportuno  permiso 
para  sacar  los  diseños  convenientes  á  la  ilustración  gráfica  de  la  obra 
del  Sr.  Amador  de  los  Ríos,  se  complace  hoy  en  dar  público  testimonio 
de  su. respetuoso  reconocimiento  á  las  bondades  de  la  magnánima  Reina 
que  se  asienta  en  el  Trono  de  Castilla;  segura  de  que  no  será  este  el  úl- 
timo beneficio  que  reciba  de  sus  manos  en  la  nueva  serie  de  trabajos 
que  bajo  los  auspicios  de  su  ilustrado  Gobierno  emprende. 


I^TRODICCION. 


Dcscubrimienlu  de  las  coronas  visigodas,  anunciado  por  la  prensa  cientiQca  de  Francia. — Efecto  de  esta 
noticia  en  España. — Reconocimientos  y  excavaciones  practicados  en  Guarrazar. — Descripción  del  Tesoro 
por  Mr.  F.  de  Lasteyrie. — Examen  de  este  trabajo  arqueológico. — Su  fin.— Errada  teoría  sobre  el  arte 
que  representan  las  coronas. — Necesidad  de  impugnarla,  en  nombre  de  la  verdad  histórica. — Objeto  del 
presente  ensayo. — Plan  y  distribución  del  mismo. — Circulo  ¿i  que  se  refieren  principalmente  estas  in- 
vestigaciones. 


Cuando  en  los  mesas  primeros  de  1859  anunciaba  la  prensa  científica  del  veci- 
no Imperio  que  habia  sahado  los  Pirineos,  ocupando  ya  en  el  31iiseo  de  las  Termas 
y  del  Ilulel  Clmuj  lugar  preferente,  una  colección  sin  igual  de  preciosísimas  joyas, 
compuesta  de  ocho  coronas  de  oro  ',  cuya  riqueza  eclipsaba  los  más  renombrados 
tesoros  de  Italia,  consagrábamos  alguna  parte  de  nuestras  vigilias  á  reformar  la 
obra  que,  con  el  título  de  Toledo  pintoresca,  dimos  á  luz  en  1845.  Llamónos  gran- 
demente la  atención  aquel  inusitado  descubrimiento;  y  conocida  su  índole  y  carác- 
ter artísticos,  formamas  el  decidido  proposito  de  consagrarle  algunas  páginas  en  el 
libro  fpie  refundiamos,  con  tanta  más  razón  cuanto  que  los  elementos  decorativos 
que  en  las  coronas  bailadas  en  las  Huertas  de  Guarrazar  resplandecían ,  eran  sus- 
tancial y  formalmente  los  mismos  que  ostentaban  los  numerosos  fragmentos  que  de 
las  fábricas  arquitectónicas,  IcNanladas  durante  aquella  poderosa  monarquía,  se  con- 
servan á  dicba  en  la  antigua  corte  visigoda. 

Producía  entre  tanto  unánime  sorpresa  en  la  nación  entera  la  infeliz  noticia  de 
que  tan  rico  depósito  de  las  artes  españolas,  consagrado  con  el  nomljre  de  uno  de 
los  más  celebrados  Reyes  visigodos,  habia  dejado  de  pertenecemos,  con  mengua  de 
nuestra  actual  ilustración  y  no  con  gloria  de  quien  hacia  á  su  patria  la  injusticia  de 


1  Dio  á  conocer  este  singular  descubrimiento  el  Bulletin  de  la  Societé  Imperiale  des  Antiquaires 
de  Franca  (2  de  Febrero),  y  trataron  de  ilustrarlo  Mr.  du  Sommerard  [Le  Monde  illustré ,  19  de  Fe- 
brero), Mr.  de  Lavoix  [llluüration,  19  de  I'^ebrero),  y  Mr.  Darcel  [Gazelle  des  Bcaux  Arls,  1.°  de  Mar- 
zo). En  lugar  oportuno  haremos  mención  de  todos  estos  trabajos,  tomando  en  cuenta  las  diversas  in- 
dicaciones de  sus  autores  sobre  los  puntos  principales  que  se  refieren  á  nuestro  actual  intento. 

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MEMORIAS   DE   I-\    REVL   ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 


tenerla  por  indigna  de  tal  riqueza.  En  la  prensa  de  Madrid  y  de  las  provincias ,  en 
las  Reales  Academias,  en  las  Cortes  del  reino  resonó  al  par  aquella  noble  queja,  que 
protestaba  generosa  contra  la  acusación  nacida  de  semejante  conducta,  y  condenaba 
esta  sin  apelación,  despertando  vivamente  el  interés  del  Gobierno.  Aunados  todos 
los  deseos,  mientras  acudia  el  Ministro  de  Estado  á  las  vias  diplomáticas,  consi- 
guiendo muy  lisonjeras  promesas ,  procuraban  primero  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria y  después  la  Academia  y  el  Ministro  de  Fomento  '  investigar  cuanto  hubiese  de 
cierto  y  positivo  en  el  ya  lamoso  hallazgo  del  Tesoro,  inquiriendo  no  sólo  las  cir- 
cunstancias con  que  se  habia  realizado,  sino  también  la  naturaleza  y  carácter  del 
lugar  en  que  existia ;  punto  principalísimo ,  que  movió  al  Gobierno  á  disponer  que 
se  hicieran  en  aquel  sitio  oportunas  excavaciones  ^. 

Cupones  una  y  otra  vez  la  honra  de  ser  designados  por.  S.  M.  y  por  la  Real 
Academia  para  llevar  á  cabo  investigación  y  excavaciones,  cuyos  satisfactorios  re- 
sultados fueron  luego  conocidos  del  público,  dados  á  luz  en  la  Gacela  del  Gobier- 
no ^.  La  j)lanta,  bien  que  no  completa,  de  un  templo,  en  cuya  capilla  más  oriental 
fué  descubierto  el  sepulcro  de  un  sacerdote,  fallecido  en  la  Era  de  731  (693  de 
J.  C),  según  advertía  su  epitafio;  numerosos  fragmentos  arquitectónicos,  donde 
se  revelaban  los  mismos  caracteres  que  brillan  en  los  de  la  época  visigoda,  estudia- 
dos ya  por  nosotros  en  la  Ciudad  de  los  Concilios,  y  aun  en  las  mismas  coronas  del 
Tesoro  de  Giiarrazar,  producían  en  nosotros  el  convencimiento  de  que  templo,  frag- 
mentos y  coronas  pertenecían  al  arte  que  logra  en  Toledo  su  principal  desarrollo,  du- 
rante la  edad  referida.  Semejante  convicción  que  consignábamos  en  las  comunicacio- 
nes elevadas  al  Gobierno  de  S.  M. ,  al  terminar  los  trabajos  que  se  habia  servido 
encomendarnos,  apoyada  en  ocasión  solemne  por  el  voto  de  uno  de  nuestros  más  enten- 
didos arqueólogos  monumentales  ^  nos  afirmaba  más  y  más  en  el  ya  indicado  in- 
tento de  dar  á  lodos  estos  objetos  lugar  señalado  en  el  libro  que  proyectábamos. 


1  Adelante  volveremos  á  tocar  este  punto;  mas  sólo  en  cuanto  sea  necesario  para  la  inteligencia 
(le  los  que  con  él  se  enlazan  en  el  presente  ensayo,  porque  ni  estamos  facultados  para  sacar  á  luz  las 
gestiones  que  en  uno  y  otro  concepto  se  han  hecho  por  el  Gohierno  y  la  Real  Academia,  ni  cumple  la 
publicidad  á  negociaciones  aun  no  terminadas.  Nada  añadiremos  tampoco  en  cuanto  á  la  conducta  de  los 
vendedores;  más  dados  al  elogio  que  al  vituperio,  sólo  nos  place  recordar  nombres  propios,  cuando 
nos  es  licito  coronarlos  con  lauro  merecido. 

•2    Real  orden  de  9  de  Abril  de  1859. 

•■I    Número  del  14  de  Mayo  del  mismo  año. 

''  Nuestro  antiguo  amigo  don  Pedro  de  Madrazo,  en  su  Contestación  al  Discurso  sobre  el 
arte  y  estilo  mudejar  que  pronunciamos  ante  la  Real  .\caderaia  de  San  Fernando  en  su  junta  pú- 
blica de  19  de  Junio  de  1859.  Hablando  de  la  influencia  del  arte  bizantino  en  España,  observa  que 
recibía  esta  victoriosa  confirmación  de  algunos  importantes  hallazgos  recientes,  añadiendo:  «Aludo  á  los 
«fragmentos  de  frisos,  jambas,  capiteles,  etc.,  descubiertos  en  las  excavaciones  hechas  en  las  Huertas 
náe  Gimrazar,  donde  se  hallaron  las  famosas  coronas  históricas  de  Receswinto  y  de  otros  personajes 
)>de  su  tiempo.  Estas  excavaciones  fueron  encomendadas  á  una  comisión  de  la  Real  Academia  de  la 
«Historia  y  de  la  provincial  de  Monumentos  de  Toledo,  bajo  la  presidencia  del  Sr.  Rios»  {Gaceta  del 
14  de  Mayo  de  dicho  año). 


MEMORIAS  DE   LA   REAL   ACADEMIA   DE  SAN  FERNANDO. 


Estas  no  fáciles  tareas  teníamos  á  punto  de  terminarse,  cuando  tras  los  curiosos 
artículos  arqueológicos  de  Sommerard,  Lavoix  y  Darcel,  dieron  al  público  las  acre- 
ditadas prensas  de  Fermín  Didot,  con  título  de  Description  dii  Trésor  de  Guarrazar, 
una  docta  memoria  debida  á  la  i)luma  de  Mr.  Fernando  de  Lasteyrie,  miembro 
de  la  Sociedad  Imperial  de  los  Anticuarios  de  Francia,  (¡uien  enriqueciéndola  de  no- 
tables cromolitografías  \  se  proponía  resolver  en  ella  todas  las  cuestiones  arqueo- 
lógicas, á  que  daba  lugar  el  evámen  de  las  ocho  coronas.  El  sabio  anticuario  co- 
mienza describiéndolas,  mostrando  desde  luego  notable  predilección  respecto  de  las 
dos  mayores,  formadas  de  anchos  aros,  enriquecidos  de  suntuosa  pedrería,  y  pa- 
sando muy  de  ligero  por  las  tres  menores  de  igual  dis|)osicion,  que  ofrecen  sin  em- 
bargo el  más  alto  interés  artístico-arqueológico  bajo  la  relación  de  sus  elementos 
decorativos.  Por  extremo  originales  y  únicas  le  parecen  las  tres  últimas,  compuestas 
de  cierto  enrejado  de  oro  macizo  (en  or  massif),  sembrado  de  piedras  preciosas;  y 
dada  razón  de  las  cruces  que  á  las  más  exornan  y  de  las  cadenas  que  á  todas  sus- 
penden ,  entra  en  muy  exquisitas  disquisiciones. 

No  sin  fundamento  manifiesta  que  el  uso  de  colgar  coronas  en  lugares  sagrados, 
y  aun  en  los  edificios  profanos ,  era  ya  general  en  el  momento  en  (|ue  las  hordas 
invasoras  del  Norte  vinieron  á  sentarse  sobre  las  ruinas  de  la  civilización  romana  ^. 
Invocando  el  testimonio  de  Constantino  Porphyrogeneta  que  apoya  con  la  autoridad 


'  Los  cromos  que  Mr.  de  Lasleyrie  acompaña  á  su  trabajo,  han  sido  grandemente  elogiados  por 
los  críticos  del  vecino  Imperio:  comparados  con  excelentes  dibujos  del  tamaño  natural  que  verán  en 
breve  la  luz  pública  en  la  magna  obra  de  los  Monumentos  arquitectónicos  de  España ,  grabados  en 
acero  con  sus  propios  colores,  y  con  los  cromos  que  Mr.  Peigné-Delacourt  ha  dado  á  luz  en  sus  Re- 
cherches  sur  le  lieu  de  la  Dataille  d'Atlila  en  451,  es  licito  advertir  que  dejan  mucho  que  desear  res- 
pecto de  la  exactitud  propia  de  este  linaje  de  publicaciones.  Mr.  de  Lasteyrie  ha  hecho  no  obstante  un 
notable  obsequio  á  los  arqueólogos  con  las  expresadas  litografías. 

2  Mr.  de  Lasteyrie  pudo  haber  dado  mayor  amplitud  á  esta  parte  de  su  trabajo  con  sólo  recordar 
lo  que  en  este  punto  nos  enseña  la  historia  de  los  pueblos  orientales.  Sin  apartarnos  de  los  sagrados 
libros,  fuente  no  sospechosa  á  que  acudiremos  con  frecuencia  en  este  ensayo ,  sabemos  por  ellos  que 
fueron  consagrados  en  los  templos  gentílicos,  como  ofrendas  religiosas,  no  sólo  las  coronas  de  los  re- 
yes que  eran  colocadas  en  las  cabezas  de  los  ídolos,  según  adelante  comprobaremos,  sino  también  sus 
ornamentos  personales  y  aun  sus  armas.  Antioco  halla  en  efecto  en  la  ciudad  de  Elymaide  (Persia)  un 
templo  riquisirao  en  todo  linage  de  preseas,  «et  illic  velamina  áurea,  et  loricae  et  scuta,  quae  reliquit 
Alexander  Philippi  rex  Macedo,  qui  regnavit  primus  in  Graecia»  (Mach.  lib.  I,  cap.  VL  v.  2).  Traído 
al  Occidente  el  fausto  de  aquellas  regiones  é  introducido  en  Roma  por  la  magnificencia  de  Pompeyo, 
consagró  ya  este  caudillo  k  Júpiter  Capitolino  parte  de  sus  trofeos:  «Primusque  Pompeius  lapides  et 
pocula  ex  eo  triumpho  (el  tercero  de  los  suyos)  lovi  dicavit»  (Plinio,  líb.  XXXVII,  cap.  Vil).  César, 
emulando  en  todo  á  Pompeyo,  no  sólo  «sex  dactyliothecas  in  aede  Veneris  Genitricis  consecravit» 
(Id.,  id.,  cap.  V),  sino  que  habiendo  sido  saludado  con  nombre  de  rey,  sobre  rechazar  la  corona  que 
el  cónsul  Antonio  le  ponía,  la  envió  al  mismo  Júpiter  Capitolino  (in  Capitolium  lovi.  Óptimo  Máximo 
miserit  (Suetonio,  Mius  Caesar,  cap.  LXXIX).  Adoptada  por  Caligula  la  corona  regia  ,  como  signo  de 
la  magestad  suprema  (Id.,  Caligula,  cap.  XXII),  fueron  ya  harto  frecuentes  semejantes  consagraciones; 
y  no  es  maravilla  que  al  verificarse  la  invasión  de  los  bárbaros,  estuviese  generalizada  esta  costumbre 
entre  los  pueblos  occidentales,  que  admitieron  también,  como  adelante  notaremos,  la  de  exornar  las 
cabezas  de  sus  ¡dolos  con  magnificas  coronas  de  oro,  sembradas  de  todo  género  de  piedras  preciosas. 


MEMORIAS   DE    LA   REAL    AC\I>EMIA    HE    SAN    FERNVNnO. 


(Je  Anastasio  el  Bibliotecario,  ya  antes  invocada  por  Mr.  Darcel  \  y  con  la  de 
Paulo  Diácono  y  Gedreno,  manifiesta  no  obstante  que  dio  principio  á  esta  devoción 
cristiana  el  Gran  Constantino,  cuyo  ejemplo  siguieron  después  otros  emperadores  de 
Bizancio.  Heredai)an  esta  costumbre  los  Monarcas  y  Principes  de  los  pueblos  sep- 
tentrionales, recibida  ya  la  religión  cristiana,  como  heredaban  y  recibian  todos  los 
elementos  de  cultura  atesorados  por  el  antiguo  mundo;  hecho  importantísimo  en  la 
historia  de  artes  y  letras,  de  que  no  obtiene  por  cierto  Mr.  de  Lasteyrie  todas  las 
consecuencias  legitimas.  El  uso  de  ofrendar  coronas  ante  los  altares  y  bajo  las  cú- 
pulas de  las  basilicas,  se  propagó  por  último  á  la  Monarquía  visigoda,  no  siendo 
Receswinto,  cuyo  nombre  figura  en  la  más  suntuosa  de  las  que  constituyen  la  parte 
del  Tesoro  de  Guarrazar  existente  en  Cluny,  el  primero  ni  el  último  que  lo  verifica. 
La  iniciativa  corresponde  á  Recaredo ;  observación  histórica  que  no  es  para  desde- 
ñada en  estos  estudios,  si  bien  el  perspicuo  académico  pareció  olvidarla,  al  tratar 
la  cuestión  de  arte,  según  adelante  advertiremos. 

Fijadas  las  notables  diferencias  que  existen  entre  las  coronas  votivas,  propiamente 
dichas,  y  las  lámparas  {lampadcs  el  coronae),  citadas  al  par  en  códices  y  documentos 
de  la  edad  media  bajo  una  misma  denominación ,  propone  Mr.  de  Lasteyrie  la 
cuestión,  en  suma  interesante,  de  si  tuvieron  ó  nó  uso  personal  las  halladas  en  las 
inmediaciones  de  Toledo.  No  desconoce  que  las  dos  mayores  pudieron ,  antes  de  ser 
consagradas  á  Dios,  ceñir  la  frente  de  algún  Príncipe,  según  consta  de  otras  por  el 
testimonio  de  verídicos  historiadores;  y  sin  embargo,  le  mueven  á  contradecir  esta 
opinión,  apuntada  por  los  arqueólogos  que  hablaron  antes  que  él  del  Tesoro  de 
Guarrazar,  razones  de  arte,  algunas  de  las  cuales  parecen  tener  cierto  valor,  aun- 
que no  son  como  juzga,  decisivas.  Tal  es  sobre  todas  la  que  se  refiere  á  la  coloca- 
ción de  las  anillas  que  suspenden  la  corona  de  Receswinto :  cubiertas  al  exterior, 
por  la  orla  de  vidrios  de  colores  que  después  examinaremos,  y  soldadas  al  aro,  no 
dejan  estas  duda  alguna,  en  sentir  de  Mr.  de  Lasteyrie ,  de  que  fueron  colocadas  al 
ser  fabricada  la  corona,  ««la  cual  (añade)  no  tuvo  jamás  otro  uso  que  el  de  un 
simple  ex  wlO"  I 


1     Gai-cítc  (le  Bcaux  Arts,  p.  31.3. 

-  La  observación  de  Mr.  de  Lasteyrie  es  en  realidad  de  mucho  peso  en  cuanto  i  la  construcción; 
pero  no  prueba  todo  lo  que  pretende  en  cuanto  al  destino  de  la  corona.  Y  aunque  no  es  nuestro  in- 
tento el  tratar  aquí  esta  cuestión ,  meramente  arqueológica,  parécenos  bien  observar,  que  sin  salir  de 
nuestra  España,  hallamos  monumentos  irrecusables  que  modifican  la  conclusión  absoluta  del  ilustre 
anticuario,  fijando  en  cierto  modo  la  tradición  que  vemos  propagarse  hasta  el  siglo  XII.  Entre  otros 
testimonios  traeremos,  pues,  aquí  algunas  monedas  de  los  Reyes  de  Castilla,  en  las  cuales  aparecen 
las  coronas  que  llevan  en  sus  sienes,  ornadas  en  el  borde  superior  de  cuatro  anillas,  que  fueron  indu- 
dablemente colocadas  en  ellas  al  fabricarse ;  pudiendo  examinar  los  lectores  la  que  con  este  propósito 
reproducimos  en  la  lámina  VI  que  representa  á  Sancho  III  de  Castilla  (1157  á  1158).  Ahora  bien 
¿será  posible  concluir  que  Sancho  III  y  los  demás  Principes,  en  quienes  concurre  esta  circunstancia, 
pasados  ya  tantos  siglos,  se  hubiesen  coronado  con  ex  votos  tomados  de  algún  templo,  y  que  los  lleva- 
sen con  tal  frecuencia  que  el  artista  reprodujera  al  grabar  lo  que  veia?  O  ¿será  más  aceptable  el  su- 
poner que  destinadas  aquellas  coronas  para  ciertas  ceremonias  públicas,  en  que  tuviesen  algún  com- 


MEMORIAS    DE    LA   REAL   ACADEMIA   DE   SAN  FERNVNDO. 


Sobre  la  consagración  de  esta  y  las  sielc  restantes,  asienta  el  distinguido  anti- 
cuario ciertas  hipótesis,  que  es  lástima  en  verdad  no  aparezcan  mejor  documenta- 
das. Su  claro  talento  le  lleva  á  desechar  la  aventurada  suposición  de  que  unas  y 
otras  pertenecieron  á  Receswinto  y  su  familia,  punto  de  que  en  otro  lugar  nos  ha- 
remos cargo  con  mayor  detenimiento;  y  hechas  algunas  indicaciones  sobre  el  nom- 
bre de  SoNNicA  que  aparece  en  una  de  las  cruces,  trata  con  plausible  empeño  de 
ilustrar  cuánto  al  sitio  en  que  fueron  ofrendadas  las  coronas  se  refiere.  Es  sin  duda 
esta  la  parte  en  que  mayor  ingenio  y  perspicuidad  ha  mostrado  Mr.  de  Lasteyrie,  lle- 
gando por  larga  serie  de  inducciones  á  vislumbrar  en  la  voz  Sorhaces,  gi'abada  en  la 
inscripción  de  Sonnica  ,  el  titulo  que  llevó  la  ermita  ó  cenoi)io  en  que  era  venerada 
por  Reyes  y  magnates  visigodos  la  imagen  de  Santa  María.  Grande  apoyo  hubieran 
tenido  siu  embargo  las  observaciones  del  sabio  anticuario  en  los  descubrimientos  ve- 
rificados por  nosotros  en  las  Huertas  de  Guarrazar,  á  serle  conocidos:  la  planta 
del  templo  y  los  numerosos  fragmentos  decorativos  que  lo  enriquecieron,  le  hubieran 
dado  en  efecto  clara  idea  de  la  predilección  con  que  durante  la  monarquía  visigoda 
fué  aquella  iglesia  considerada;  la  inscripción  del  sepulcro,  el  firme  convencimiento 
de  que  liabia  precedido  en  mucho  á  la  invasión  mahometana;  la  inspección  j)ersonal 
de  las  Huertas  y  sus  contornos,  la  íntima  persuasión  de  que  pudo  existir  en  aquel 
valle,  rodeado  de  altos  cerros,  populoso  bosque  de  servales,  dando  nombre  á  la  er- 
mita. Mr.  de  Lasteyrie  ha  obtenido,  á  pesar  de  lodo,  cuanto  podia  esperarse  de  su 
talento  y  de  su  erudición,  grandemente  ejercitados  en  este  linaje  de  estudios  ^ 


plemento  para  recibir  las  criires  que  les  servian  de  remate,  se  labrasen  ex  profeso  ron  sus  correspon- 
dientes anillas?  Nosotros  nos  inclinamos  á  lo  segundo,  bien  que  sin  asegurarlo  de  un  modo  absoluto; 
y  al  recordar  el  fausto  de  las  costumbres  orientales  que  imitan  en  la  forma  que  después  veremos  los 
sucesores  de  Leovigildo,  y  que  se  propaga,  según  demostraremos,  á  los  sucesores  de  Pelayo,  no  tene- 
mos por  descabellada  la  hipótesi  que  Mr.  de  Lasteyrie  combate ,  con  tanta  más  razón  cuanto  que 
consta  liistóricamente  que  algunas  de  las  coronas  ofrendadas  por  aquellos  Reyes,  brillaron  primerd 
en  sus  frentes  y  aun  sirvieron  para  la  coronación  de  otros.  De  esto  hablaremos  adelante. 

1  En  su  lugar  nos  haremos  cargo  de  las  opiniones  que  se  han  emitido  respecto  de  la  palabra 
Sorbar.es:  cúmplenos  ahora  advertir  que  Mr.  de  Lasteyrie  supone  hallar  su  etimología  en  la  dicción 
Sorbus,  nombre  genérico  de  un  árbol  (el  serval)  que  crece  espontáneamente  en  las  partes  montañosas 
de  los  países  meridionales,  apoyándose  en  Paladio  [De  re  rustica,  lib.  II,  tit.  XIV)  y  Plinio  [Nuliird- 
lis  Historia,  lib.  XV,  cap.  XXIII).  Por  analogía  gramatical  saca  de  sorbus  la  voz  sorbarium ,  como 
salió  pomariiim,  de  pomus;  y  dada  esta  formación,  no  halla  dificultad  en  que  los  clérigos  de  la 
corte  visigoda  dijeran  sorharis  en  lugar  de  sorbarium,  pues  que  se  dijo  también  ¡wmaris  en  vez  de 
pomarium.  De  este  idiotismo  local ,  que  se  repite  respecto  de  otras  palabras  análogas ,  deduce  pues 
el  diligente  investigador  que  el  plural  sorbaces  determinaba  simplemente  un  lugar  plantado  de  servales 
(cormicrs);  y  como  no  faltan  ejemplos  que  persuadan  de  que  desde  la  más  lejana  antigüedad  existieron 
iglesias  dedicadas  á  la  Virgen  María  bajo  advocaciones  locales,  así  en  Francia  como  en  España  y  otras 
naciones,  resuelve  por  último  que  el  título  de  la  Iglesia  en  que  fueron  consagradas  las  coronas ,  era 
Sancta  Maria  in  Sorbaces  (páginas  23,  24.  y  2-5,  párr.  IX).  Poco  dados  al  peligroso  placer  de  busc.ir 
etimologías  revesadas  ó  difíciles,  no  aprobaremos  del  todo  el  procedimiento  harto  ingenioso  de  Mr.  de 
Lasteyrie;  pero  cuando,  dada  la  inspección  topográfica,  y  tenida  en  cuenta  la  importancia  del 
templo  de  Guarrazar  (véase  nuestra  parte  IV),  observamos  que  se  cumplen  en  gran  manera  las  indi- 
caciones del  entendido  arqueólogo,  no  podemos  dejar  de  reconocer  en  ellas  cierta  fuerza,  que  paref  e 


MEMORIAS  DE  LA   REAL  ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 


Mucho  senlimos  no  poder  afirmar  otro  tanto  respecto  de  la  última  de  las  cues- 
tiones por  él  tratadas.  ¿A  qué  arle  pertenecen  los  jireciosos  objetos  de  orfebrería 
hallados  en  la  Fuente  de  Guarrazar?  ^  Hé  aquí,  pues,  la  pregunta  que  nos  fuerza 
ú  sacar  á  luz  el  traljajo  que  teníamos  hecho  con  el  propósito  arril)a  indicado. 

El  ilustrado  individuo  de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios,  tentado  del  se- 
ductor anhelo  de  exponer  nueva  y  muy  peregrina  teoría  y  descansando  tal  vez  en 
la  reputación  que  le  tenía  ganada  su  Ilistoire  de  la  Peinture  sur  vene,  se  olvida  del 
arte  para  guarecerse  en  las  regiones  de  la  indmlria,  aspirando  á  deducir  de  un  sim- 
ple procedimiento  accidental  la  ley  superior  de  actividad  y  de  vida  que  preside  al 
desarrollo  de  la  cultura  y  de  las  artes  españolas  durante  la  monarquía  visigoda.  La 
teoría  de  Mr.  de  Lasteyrie,  ([ue  no  con  otro  carácter  la  expone,  pagándose  de  ser  el 
primero  que  lo  verifica  -,  consiste  pues  en  afirmar  que  existiendo  en  la  corona 
de  Receswinto  ^el  vidrio  rojo  taraceado  {cloisonné),  y  siendo  este  un  procedimiento 
industrial  empleado  por  los  pueblos  de  origen  germánico;  nordo-germánico  y  no  la- 
lino  ni  bizantino,  era  el  arte  que  produjo  aquellos  preciosos  monumentos.  Y  tan 
lejos  llega  el  señalado  anticuario  en  su  conclusión,  que  rechazada  (porque  sin  duda 
cargaba  en  demasía  su  conciencia)  la  hipótesi  de  que  Receswinto  hubiera  mandado 
hacer  las  coronas  en  el  centro  de  la  Germania,  vacila  entre  si  pudo  haber  traído  á 
su  corte  artistas  germanos  que  las  fabricaran,  «ó  si  por  el  contrario,  ahogados  bajo 
las  plantas  de  los  Reyes  visigodos  los  restos  de  la  civilización  romana,  habían  aque- 
llos importado,  y  connaturalizado  hasta  cierto  punto  entre  los  vencidos,  la  industria 


de  su  antigua  patria»  ^ 


Para  iMr.  de  Lasteyrie,  que  dio  á  luz  su  memoria  sobre  El  Tesoro  de  Guarra- 
zar, con  el  deliberado  projwsito  de  autorizar  esta  teoría,  cuyas  consecuencias,  si 
fuera  dable  aceptarla,  no  pueden  en  modo  alguno  ocultársele,  parecen  estas  supre- 
mas razones  de  crítica.  Permítanos,  sin  embargo ,  su  ilustrada  tolerancia  que  en  la 
desdeñosa  rapidez  con  que  describe  las  restantes  coronas  '',  y  en  la  ambigüedad 
con  que  alude  á  las  mismas,  al  pronunciar  las  últimas  palabras  sobre  la  trascenden- 
tal cuestión  que  suscita  ^  nos  sea  dado  descubrir  el  que  á  pesar  de  los  grandes 
esfuerzos  de  su  erudición,  no  quedó  su  ánimo  del  lodo  tranquilo.  Ni  pudiera  su- 
ceder, dados  su  ingenio  y  su  ciencia,  cuando  aplicada  su  teoría  en  las  verdaderas 
regiones  del  arte,  iba  á  flaquear  por  sus  propios  cimientos,  estrellándose  en  la  in- 
contrastable verdad  de  la  historia,  no  sin  ofender  la  filosofía  y  aun  repugnar  al  .-^en- 
timienlo  de  nacionalidad,  profundamente  arraigado  en  nuestro  suelo. 


aumentarse  al  reparar  en  la  caprichosa  derivación  que  indica  desde  luego  la  voz  serval,  que  pudo 
traer  análogo  origen  [sorbaris,  sorhacis,  sorbalis,  servalis,  serval).  Pero  no  aumentemos  las  diliculta- 
des,  juzgando  tal  vez  aminorarlas. 

1  Pág.  27,  párr.  XI. 

2  Pág.  33,  párr.  XI. 

3  Páginas  34  y  35,  párr.  citado. 

'     Sobre  todo  las  tres  pequeñas  de  oro  iPárr.  III,  p.  6). 
■'    Páginas  35  v  36. 


MEMORIAS   UE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO. 


Tal  fué  sin  duda  el  primer  efecto  que  produjo  cu  España  su  doctísimo  trabajo. 
En  las  montañas  de  Asturias  nos  halláljamos ,  estudiando  con  nuestro  entendido  com- 
pañero don  Manuel  de  Assas,  los  primitivos  monumentos  de  la  monaniuia  creada  por 
don  Pelayo ,  cuando  llegó  á  nuestras  manos  un  bien  trazado  articulo  crítico  \  en 
que  negando  las  afirmaciones  de  Mr.  de  Lasleyrie ,  sobro  manifestarse  (|uc  ofendían 
y  desnaturalizaban  nuestra  cultura,  se  nos  dispensaba  la  honra  de  citar  las  comuni- 
caciones relativas  á  los  descubrimientos  de  Guarrazar  que  habíamos  dirigido  en  i 859 
al  Gobierno,  y  se  escribían  las  siguientes  palabras:  -En  los  momentos  en  que  tra- 
"zamos  estas  líneas,  estudian  los  Sres.  Assas  y  Amador  de  los  Ríos,  los  primitivos 
"monumentos  asturianos  que  se  enlazan  directamente  con  los  visigodos  de  Toledo. 
"¿Será  posible  que  resuelvan  la  cuestión  crítico-arqueológica,  formulada  por  Lastey- 

"rie,  en  el  mismo  sentido  que  este  lo  hace?  Mucho  lo  dudamos Abrigamos  el 

"Convencimiento  de  que  hecho  el  estudio  con  la  profundidad  que  pide,  reconocidos 
"los  vestigios  toledanos  y  quilatados  asimismo  los  templos  primitivos  de  Asturias, 
"será  posible  que  Mr.  de  Lasteyrie,  para  quien  han  sido  desconocidos  los  descubri- 
"míentos  arqueológicos  de  Guarrazar,  rectifique  su  juicio,  reconociendo  la  influencia 
"bizantina  que  durante  los  buenos  tiempos  de  la  monarquía  visigoda  brilla  en  las  ar- 
"tes  españolas." 

No  en  balde  decíamos  pues  arriba,  que  la  pregunta  del  sabio  anticuario  de  Pa- 
rís nos  forzaba  á  sacar  á  luz  el  trabajo  que  teníamos  hecho  sobre  los  monumentos 
visigodos  de  Toledo  y  las  coronas  de  Guarrazar.  La  excitación  de  don  M.  M.,  bené- 
volo autor  de  las  líneas  trascritas,  no  podía  en  verdad  ser  más  directa  ni  obligato- 
ria: sus  afirmaciones,  al  oponerse  á  la  teoría  de  Mr.  de  Lasteyrie,  se  apoyaban  en  las 
palabras  que,  informando  al  Ministro  de  Fomento  sobre  las  excavaciones  practicadas 
bajo  nuestra  dirección,  habíamos  pronunciado :  su  criterio  científico  era  pues  nues- 
tro propio  criterio;  y  tanto  por  haber  manifestado  nuestra  opinión  en  documentos 
oficiales,  como  ])orque  había  sido  esta  tomada  ya  en  cuenta  por  los  amantes  de  la 
ciencia  arqueológica,  que  la  invocaban,  juzgamos  que  no  era  posible,  sin  desdoro, 
hurtar  el  hombro  á  este  personal  compromiso. 

Lo  aceptamos  pues  con  toda  la  circunspección  propia  de  un  asunto  en  que 
sólo  debían  servirnos  de  norma  el  anhelo  de  la  verdad  y  la  consideración  que  la 
justa  nombradla  del  ilustre  miembro  de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios  merece. 
Más  que  á  refular  su  teoría ,  salimos  en  defensa  de  la  historia  patria ,  considerada 
bajo  el  aspecto  de  las  artes,  que  tan  íntima  relación  guardan  con  las  letras,  durante 
la  edad  visigoda ,  punto  á  que  tenemos  consagradas  largas  vigilias  I  El  estudio 
que  hoy  damos  á  la  estampa ,  se  refiere  en  consecuencia  á  la  cuestión  artística,  sus- 
citada por  Mr.  de  Lasteyrie,  dejando  para  mejor  cortada  pluma  el  abarcar  todos  los 


1    Dado  á  luz  el  18  de  JuHo  de  1800  en  el  diario  Las  A^overfades. 

'^    En  la  Historia  critica  de  la  literatura  española,  cuyo  primer  tomo  verá  en  breve  la  luz  púhjií'a, 
primera  parte,  capítulos  Vil,  VIII,  IX  y  X. 


8  MEMOniAS  DE  LA   HEAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 

demás  pantos  arcjiíeológicos ,  á  cuya  ilustración  dá  lugar  el  peregrino  descubrimien- 
to del  Tesoro  '. 

Al  olvidarse  de  que  entre  los  sucesores  de  Ataúlfo  germina,  florece  y  da  gra- 
nados frutos  un  arte  de  no  dudoso  origen  y  de  no  ambiguos  caracteres ,  se  ha  des- 
pojado el  diligente  autor  de  la  Descriplion  dii  Trhor  de  Guarrazar  de  los  únicos 
medios  de  resolver  con  el  ambicionado  acierto  el  problema  más  importante  de  cuan- 
tos expone  en  su  libro,  y  que  según  las  palabras  de  su  compatriota  Mr.  Ernesto 
Vinet,  «domina  sin  contradicción  todas  las  demás  cuestiones  por  él  tratadas»  ^.  Pro- 
bar que  ese  arte  existe;  asignarle  el  lugar  que  de  justicia  y  derecho  le  corresponde 
en  el  desenvolvimiento  de  las  artes  occidentales;  investigar  sus  orígenes  históricos, 
determinando  los  elementos  que  lo  constituyen  y  fijando  los  caracteres  ([ue  lo  dis- 
tinguen y  avaloran;  comprobarlos  con  el  examen  y  descripción  de  los  numerosos 
fragmentos  arquitectónicos  que  por  fortuna  han  llegado  á  nuestros  dias ;  señalar  las 
naturales  relaciones  de  este  arte ,  considerado  en  sus  principales  manifestaciones, 
con  las  arles  secundarias  del  diseño,  entre  las  cuales  tiene  preferente  lugar  la  orfe- 
brería; comparar  descriptivamente  los  preciosos  objetos  y  coronas  hallados  en  las 
Huertas  de  Guarrazar  con  los  expresados  fragmentos ,  á  fin  de  reconocer  si  hay 
realmente  para  unos  y  otros  una  misma  filiación  y  una  misma  ley  de  vida,  dedu- 
ciendo de  todo  el  conocimiento  del  arte  á  que  en  verdad  pertenecen  los  últimos ;  y 
señalar  finalmente  las  relaciones  que  guardan  con  los  monumentos  asturianos,  ya 
simplemente  arquitectónicos,  ya  relativos  á  la  indicada  orfebrería,...  tal  es  en  su- 
ma la  serie  de  investigaciones  que  hemos  procurado  realizar,  una  vez  resueltos  á 
exponer  nuestras  ideas  sobre  la  cuestión  indicada  ^ 

Como  inevitable  consecuencia  hemos  dividido  nuestro  trabajo  en  siete  partes. 

Tiene  la  primera  por  objeto  el  dejar  plenamente  comprobaba,  bajo  la  relación 
histórica ,  la  existencia  del  arte  visigodo  con  todo  linaje  de  documentos. 


'  Nos  referimos  ;'i  una  docta  Memoria  que  liá  tiempo  escribe  nuestro  amado  compañero  el  ya  citado 
don  Pedro  de  Madrazo,  dedicada  más  principalmente  á  la  investigación  de  los  puntos  históricos  que  se 
enlazan  con  el  tesoro  de  Guarrazar,  tales  como  los  relativos  á  las  ceremonias  propias  de  las  corona- 
ciones j-  demás  solemnidailes,  en  que  los  emperadores  de  Bizancio  y  los  Reyes  visigodos  hicieron  alarde 
de  su  magnificencia:  deberá  figurar,  según  tenemos  entendido,  entre  las  Memorias  de  la  Real  Aca- 
demia de  la  Ilisloria,  de  que  es  digno  individuo  numerario.  Por  nuestra  parte  debemos  declarar  que 
sentimos  vivamente  el  que  no  haya  visto  ya  este  erudito  trabajo  la  luz  pública,  porque  nos  ahorrarla 
algunas  digresiones,  inevitables  ahora  para  la  inteligencia  de  ciertos  puntos,  y  darla  sin  duda  no, 
poca  autoridad  á  nuestras  opiniones,  hermanando  grandemente  uno  y  otro  estudio. 

-     Journal  des  Debáis  del  i23  de  Febrero  de  1801. 

3  A  punto  de  imprimir  el  presente  trabajo  se  nos  comunica  de  Paris  que  Mr.  J.  Labarthe,  re- 
nombrado anticuario,  abundando  en  las  mismas  convicciones  que  nosotros ,  prepara  una  publicación 
con  el  ánimo  de  rebatir  la  teoría  de  Mr.  de  Lasteyrie.  Para  Mr.  Labarthe  descubren  las  coronas  de 
Guarrazar  huellas  inequívocas  del  arte  bizantino,  según  se  nos  asegura,  de  lo  cual  nos  felicitamos 
cordialmente;  y  como  por  otra  parte  nos  consta  que  desconoce  el  resultado  de  las  excavaciones  de 
Guarrazar,  los  fragmentos  visigodos  de  Toledo  y  las  basílicas  asturianas,  abrigamos  la  esperanza  de 
contribuir  con  este  nuestro  ensayo  al  no  dudoso  triunfo  de  su  doctrina,  que  habrá  de  ampliar  y  ro- 
bustecer indefectiblemente  con  las  ilustraciones  gráficas  que  acompañamos. 


HEMOniAS   DE   I,.\   HEAI.   ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO.  9 

Señalamos  en  la  segunda  las  fuentes  de  ese  mismo  arle ,  dentro  y  fuera  de  la 
civilización  que  ilustran  los  nombres  de  un  Leandro  de  Sevilla,  un  Isidoro  v  un 
Ildefonso;  y  quilatados  los  elementos  artísticos  que  en  vario  sentido  se  congregan  en 
la  península  pirenaica ,  determinamos  los  caracteres  que  brillan  en  sus  despedazadas 
reliquias,  asignándole  el  titulo  que  íilosólicamente  le  corresponde. 

Describimos  en  la  tercera  los  fragmentos  arquitectónicos  descubiertos  hasta  ahora 
en  Toledo ;  preciosos  restos  de  sus  celebradas  basílicas,  de  las  ponderadas  aulas  de 
los  Reyes  visigodos  y  de  los  suntuosos  atrios  de  sus  magnates. 

Damos  á  conocer  en  la  cuarta  el  satisfactorio  resultado  de  las  excavaciones,  ve- 
rilicadas  en  las  Huertas  de  Guarrazar  j)or  especial  mandato  del  Gobierno ,  descri- 
biendo asimismo  los  piincipales  objetos  allí  encontrados. 

Contiene  la  quinta  el  examen  descriptivo  de  los  objetos  del  Tesoro  de  Guarra- 
zar, conservados  en  el  Museo  del  Hotel  Cluny. 

Comprende  asimismo  la  sexta  la  descripción  de  las  coronas  pertenecientes  á  di- 
cho Tesoro,  que  han  sido  últimamente  presentadas  á  S.  M.  la  Reina  por  uno  de  los 
primeros  descubridores  ',  dándose  al  par  noticia  de  otros  objetos  de  extremada 
importancia,  que  hallados  también  en  Guadamur,  no  han  salido  por  fortuna  de  Es- 
paña. Como  natural  consecuencia  de  uno  y  otro  examen  descriptivo,  íijaremos  en 
esta  sexta  parte  los  caracteres  artísticos  é  industriales  de  los  expresados  monumen- 
tos, fruto  de  la  cultura  visigoda. 

Abraza  la  sétima,  determinados  ya  los  referidos  caracteres,  una  breve  investiga- 
ción histórica,  relativa  á  los  medios  y  á  los  procedimientos  industriales  empleados  en 
la  fabricación  de  las  coronas,  deteniéndonos  principalmente  en  el  uso  y  a])licacioti  del 
vidrio  de  colores,  piedras  preciosas  y  nácares  (madreperlas),  á  fin  de  establecer, 
conforme  á  las  enseñanzas  de  la  historia,  la  tradición  de  todas  estas  aplicaciones,  no 
sin  reconocer  la  relación  que  guardan  con  las  costumbres  de  los  pueblos  desde  la 
antigüedad  más  remota. 

Cerrará  estos  ensayos  un  resumen  general,  en  que  se  consignen  todas  las  legí- 
timas consecuencias  de  nuestras  investigaciones,  apareciendo  por  tanto  fuera  de  toda 
disputa  la  íntima  relación  que  existe  entre  el  Arte  visigodo  y  el  Tesoro  de  Guarra- 
zar, probando  así  que  representan  una  sola  cultura. 

Pudiéramos  haber  dado  mayor  amplitud  á  nuestras  disquisiciones,  principal- 
mente en  todo  lo  que  atañe  á  los  monumentos  del  arte  visigodo.  Por  fortuna  no  es 
Toledo  la  única  ciudad  española,  que  guarda  en  sus  muros  y  edificios  preciosos  restos 
de  aquella  arciuitectura,  cuya  existencia  apenas  se  sospecha  fuera  de  España,  y  cuyo 
conocimiento  hubiera  Itastado  al  diligente  Mr.  de  Lasleyrie  para  modificar,  ya  que  no 
para  cambiar  sustancialmente  sus  opiniones.  Mérida,  Segovia,  Córdoba,  y  otras 


1  El  l'J  do  Mayo  del  presente  año  de  IRCil.  En  su  lugar  indicaremos  las  cirninstancias  esiiecia- 
les  de  esta  notabilísima  adquisición,  que  templa  en  gran  manera  el  sentimiento  producirlo  en  todos 
los  amantes  de  las  glorias  nacionales  por  la  no  plausible  conducta  de  los  que  sacaron  de  España  las  co- 
ronas que  se  guardan  en  el  Museo  ile  las  Termas. 

2 


10  MEMORIAS   DE  LA   REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

muchas  poblaciones,  tales  como  Aiulújar  que  debió  á  Sisebuto  la  iglesia  de  Sania 
Eufrasia  (618),  San  Román  de  Hornija,  cuya  Basílica  fué  erigida  por  Chindaswin- 
to  (64G)  y  San  Juan  de  Baños,  dolada  por  Keceswinlo  de  su  celebrada  iglesia  (6GI), 
nos  hubieran  ministrado  muy  estimables  testimonios  de  los  elementos  decorativos 
que  brillaron  en  tan  antiguas  fábricas,  no  dejándonos  duda  alguna  de  su  índole  y 
carácter.  Pero  semejante  investigación,  que  debia  ser  meramente  gráfica,  sobre  dar 
excesivo  bulto  á  la  parte  analítica  de  estos  estudios,  nos  apartaría  demasiado  de 
Toledo,  silla  y  cabeza  del  imperio  que  se  levanta  sobre  las  ruinas  del  romano,  es- 
cuela y  centro  principal  del  arte,  objeto  de  la  |)rescnte  obra. 

En  Toledo,  metrópoli  enriquecida  al  par  con  suntuosos  palacios  y  basílicas  por 
Reyes,  magnates  y  prelados,  debían  pues  lijarse,  y  se  han  íijado  más  principalmente 
nuestras  miradas;  pero  no  sin  volverlas  con  frecuencia  á  los  monumentos  asturianos, 
levantados  por  la  piedad  de  los  Pelayos  y  los  Alfonsos,  donde  no  sólo  hemos  hallado 
la  viva  tradición  del  Arte  visigodo,  sino  descubierto  también  preciosas  y  abundantes 
preseas  de  otros  edificios  anteriores,  pertenecientes  sin  duda  á  la  más  floreciente 
edad  de  los  Receswinlos  y  los  Wambas.  Ni  han  excitado  menos  nuestra  atención  las 
inestimables  joyas  que  constituyen  el  famosísimo  relicario  de  la  Cámara  Santa  en  la 
venerable  catedral  de  Oviedo.  Casi  todos  los  objetos  que  forman  aquel  Tesoro,  con- 
tribuían á  esclarecer  grandemente  la  cuestión  proj)uesta  por  Mr.  de  Lasteyrie,  en  el 
sentido  esencialmente  histórico  respecto  de  la  ciencia  arqueológica,  y  tradicional 
respecto  de  la  vida  interior  de  las  artes.  Falta  im])erdonable  hul)iera  sido  pues  des- 
deñar esta  doble  enseñanza,  y  más  todavía  en  nosotros  (pie  llevamos  á  Asturias 
el  encargo  especial  de  estudiar  estos  monumentos,  los  cuales  saldrán  en  breve  á  luz 
pública  en  la  magna  obra  de  los  Arquitectónicos  de  España,  hecha  á  expensas  del 
Estado. 

Pasemos  ya  al  estudio  de  las  cuestiones  propuestas  en  el  orden  arriba  enunciado. 


I. 


Error  general  de  los  arqueólogos  extranjeros  respecto  de  la  existencia  de  las  bellas  artes  en  la  monarquía 
visigoda. — Pruebas  irrecusables  de  la  misma. — Testimonios  didácticos. — El  libro  de  las  Eümologias  de  San 
Isidoro. — Noción  de  todo  género  de  monumentos;  de  los  edificios  sagrados;  de  los  profanos;  de  las  mo- 
radas ó  habitáculos.— Idea  relativa  á  la  construcción  y  á  la  decoración. — Documentos  históricos.— El  arte 
visigodo  en  Toledo. — Arquitectura  militar. — Muros  edificados  por  Wamba.— Arquitectura  religiosa.— 
Parroquias  mozárabes. — .Monasterios.— .\rquilectura  civil. — Aulas  regias  y  atrios  episcopales. — Las  be- 
llas artes  son  cultivadas  en  España  durante  la  monarquía  visigoda. 


Achaque  lia  sido ,  liarlo  comiin  en  cuantos  han  tratado  fuera  de  la  Península  de 
las  artes  españolas,  el  desconocer  su  existencia  durante  la  dominación  visigoda,  Háse 
afirmado  generalmente  que  hundida  España  en  profunda  oscuridad  ])ajo  el  peso  de 
la  barbarie ,  ni  pudo  conservar  la  gloria  del  arte  clásico,  que  tan  grandes  monu- 
mentos habia  producido  en  la  patria  de  los  Sénecas  yColumolas,  ni  le  fué  tampoco 
hacedero  el  dar  señales  de  vida  en  la  senda  aliierta  por  el  arle  cristiano,  desde  el 
momento  en  que  lirillando  la  cruz  en  el  lábaro  de  Constantino,  a.spira  aquel  arte  á 
dominar  en  Occidente.  A  la  verdad  no  se  conforma  este  juicio  con  la  historia  de 
la  civilización,  desconociéndo.se  al  emitirlo  que  no  se  extingue  en  un  solo  dia  la 
luz  del  antiguo  mundo,  ni  es  fácil  renuncia  para  la  humanidad  la  radical  y  abso- 
luta de  conquistas  laboriosamente  realizadas  en  el  trascurso  de  muchos  siglos.  Pero 
es  lo  notable  ([ue  no  solaiaente  se  ha  caido  en  el  doloroso  error  de  suponer  despo- 
.seida  de  bellas  artes  á  la  nación  española  durante  un  largo  período ,  el  cual  no  ca- 
rece por  cierto  de  verdadera  gloria,  sino  que  se  ha  olvidado  al  pro|)io  tiempo,  demás 
de  la  enseñanza  que  los  monumentos  ministraban,  la  existencia  de  un  documento 
inestimable,  que  habiendo  servido  de  constante  faro  en  toda  la  edad  media,  llevaba 
en  sí  la  más  terminante  condenación  de  semejantes  asertos,  siendo  al  par  irrecusable 
testimonio  del  grado  de  cultura  á  que  llega  el  arte  ar(|uitectónico,  y  con  él  las 
demás  artes  que  .se  le  asocian ,  bajo  el  im|)erio  de  los  Reyes  visigodos. 

Nuestros  discretos  lectores  comprenderán  sin  duda  que  hablamos  del  libro  de  los 


42  MEMORIAS   DE   LA    KEAL  ACADEMIA    DE   SAN   FEKNAXDO. 

Orígenes  ó  de  las  Etimologías,  debido  al  célelire  doctor  de  las  Espafias.  Este  egregio 
varón  (jiie  anhelando  echar  los  fundamentos  á  la  educación  intelectual  del  clero 
católico,  i'ecogia  con  noble  solicitud  cuantas  nociones  de  ciencias,  letras  y  artes 
habia  atesorado  la  antigüedad  clásica,  fijaba  también  sus  investigadoras  miradas  en 
cuanto  á  su  presencia  e\istia,  procurando  consignarlo  en  aquella  obra,  que  era  por 
este  doble  concepto  docta  enseñanza  para  lo  presente  y  prestantísimo  monumento 
para  lo  futuro.  Estudiando  bajo  la  primera  relación  cuanto  habían  sido  en  Grecia  y 
Roma  las  bellas  artes,  y  dados  á  conocer  sus  elementos  constitutivos,  deteníase  el 
sabio  maestro  de  Ildefonso  á  examinar  respecto  del  segundo  |)unto  los  edificios  ó 
existentes  ó  levantados  en  su  época,  clasificándolos  conforme  á  su  magnificencia  ó 
importancia. 

Llámannos  entre  todos  la  atención  los  edificios  sagrados  [acdificia  sacra): 
San  Isidoro  establecía  con  entera  claridad  la  diferencia  que  mediaba  entre  las  basí- 
licas {basilicae  ' ),  monasterios  {inonasleria),  oratorios  (oraloria)  y  cenobios  [coenohia), 
daba  á  conocer  qué  género  de  edificios  eran  los  martirios  {niartyria  ^)  y  lavatorios 
{delubra  ^);  y  designando  el  uso  de  las  aras  y  altares,  nos  trasmitía  preciosos 
datos  para  discernir  del  rito  y  la  liturgia,  al  referirse  á  los  pulpitos,  tribunales  y 
analogios  \ 

Ni  habia  puesto  San  Isidoro  menor  empeño  en  el  examen  de  los  edificios  públi- 
cos [aedificia  publica),  entre  los  cuales ,  clasificando  las  ciudades ,  colonias,  munici- 


1  Basilicae  (dice)  prius  vocabantiir  regura  haititaciila ,  unde  et  nomen  habeat:  CmiiIív;  rex,  et 
basilicae  regiae  habiíatioiies.  Nuiíe  autem  ideo  divina  templa  basilicae  nominantur,  quia  ibi  regi  ora- 
nium  Deo  cultus  et  sacrificia  ofleruntur  (Lib.  XV,  cap.  IV).  Llamamos  la  atención  de  los  lectores  so- 
bre la  referencia  de  actualidad,  significada  en  este  y  otros  mucbos  pasages  con  las  voces  nunc,  ho- 
die,  etc.,  ó  ya  con  el  uso  de  los  presentes  del  verbo,  tales  como  sitnt,  dkitur,  nominantur,  etc.  Isi- 
doro expone  casi  siempre  la  diferencia  que  existia  entre  los  objetos  conocidos  por  la  antigüedad  paga- 
na y  los  que  eran  propios  de  su  tiempo,  con  lo  cual  es  completa  la  noción  que  nos  ofrece  y  grande 
la  luz  que  arrojan  sus  palabras  en  la  historia  del  arte. 

2  Martyriiim  locns  martyrum  graeca  derivatione,  eo  qnod  in  mcmoriam  martyris  sit  construc- 
tum,  vel  quod  sepulcra  sanetorura  ibi  sint  martyrum  ;Ut  supra). 

^  Es  notable  la  descripción  que  hace  San  Isidoro  de  estos  edificios :  «Delubra  veteres  dicebant 
templa  fontes  liabcntia,  quibus  ante  ingressum  diluebantur,  et  appellari  delubra  a  diluendo.  Ipsa 
nunc  sunt  aedes  ciim  sacris  ibntibns,  in  quibus  lideles  regencrati  purilicantur,  et  bene  quodam  praesa- 
gio  delubra  sunt  appellata :  sunt  enim  in!  ablutionem  peccatorum  (Lib.  XV,  cap.  IV).  Obsérvese  de  pa- 
so cómo,  aun  juirificada  por  la  religión  esta  costumbre  gentílica,  se  trasmite  al  siglo  VII,  en  cuyo  pri- 
mer tercio  escribe  Isidoro,  conservando  la  iglesia  donde  ablución  se  verifica,  el  nombre  mismo. del 
templo  pagano.  Estas  y  otras  indicaciones  análogas  importan  mucho  al  intento  que  abrigamos. 

í  Parécenos  por  extremo  curioso  lo  que  sobre  cada  uno  de  estos  puntos  dice  el  metcopolitano  de 
Sevilla;  Pulpitum  quod  in  eo  lector  vel  psalmista  positus  in  publico  ronspici  a  populo  possit,  quo  li- 
berius  audiatur.  Tribunal  eo  quod  inde  a  sacerdote  tribuantur  praeceptavivendi.  Est  enim  locus  in  su- 

blimi  constitutus,  unde  universa  cxaudiri  possint .4«a/o(/»ímdictum  quod  sermo  inde  praediretnr: 

nam  /óyo;  graece  scrnio  dicitur,  quod  et  ipsum  altius  situm  ost  (Lib.  XV,  cap.  IV).  Nótese  cuan  im- 
portantes son  estos  datos  para  discernir  cuál  era  la  distribución  de  las  basílicas  visigodas,  en  que  dichos 
muebles  existían,  y  cuan  grande  es  en  la  iglesia  católica  la  inlluencia  griega,  recibiendo  bástalos 
nombres  con  que  basílicas  y  muebles  eran  designados. 


MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  43 

pios,  castillos,  vicos  (««"«),  castros  y  aldeas  (pngi),  daba  menuda  cuenta  de  las  cons- 
trucciones suburbanas,  muros,  torres  y  demás  propugnáculos  y  promurales  ',  que 
á  su  defensa  so  referían.  Consignados  el  uso  y  fin  útil  de  los  circos,  teatros  y  an- 
fiteatros, señalaba  los  no  menos  importantes  de  las  termas,  baños,  lavaderos  (rt/)o- 
dyteria),  casas  de  comida  (popinae)  y  tabernas  (tahernae  ^),  no  olvidando  la  misma 
estructura  de  las  calles  que  rodeaban  con  frecuencia  espaciosos  soportales  {imhuH), 
cuya  aplicación  se  ha  pretendido  traer  con  harta  ligereza  de  la  arquitectura  maho- 
metana ^. 

Tras  estas  construcciones  fijábase  el  .sabio  autor  de  las  Etimologías  en  las  mo- 
radas (habitacula)  de  lodos  géneros;  y  definida  la  de  los  reyes  [aula  regia),  la  cual 
excedia  á  las  demás  por  la  riqueza  de  los  cuatro  |)órticos  que  la  circulan ,  mencio- 
naba los  (Itrios  de  los  magnates,  que  sólo  podian  tener  tres  pórticos '',  y  pasando 
después  á  los  hospitales  y  hospicios  [hospitia  el  xe^iodifjuia  ^),  determinaba  en  otros 
capítulos  ya  las  fábricas  que  servían  para  custodia  de  preciosos  objetos  (reposilaria), 
ya  las  que  se  destinaban  á  talleres  (operaria).  Lugar  preferente  hallaban  entre  las 
primeras  los  sagrarios  [sacraria),  donarlos  [donaria),  erarios  (acraria)  y  bibliote- 
cas {bibüothecae "),  é  indicado  el  fin  de  los  segundos,  entre  los  cuales  eran  ác  notarse 
las  fábricas  de  lana  {gynecia),  los  hornos  (furni)  y  los  lagares  (torcularia),  empleaba 
otros  capítulos  en  el  examen  de  las  construcciones  propias  del  campamento  {pupilio- 
nes,  tentoria  ''),  y  de  los  sepulcros  {sepukhra  ^),  no  olvidados  los  edificios  rústicos, 
como  las  casas  y  tugurios  {rasac,  tugiiria  ^),  con  lo  cual  ponía  término  á  esta  parle 
de  su  trabajo,  no  sin  ti'asmitirnos  también  curiosos  pormenores  sobre  la  división 
de  los  campos,  sus  límites  y  mensura,  clasificando  doctamente  los  caminos  y  calza- 
das, y  exponiendo  con  extremada  exactitud  las  partes  de  que  se  componían. 


'  Propufjnaciila  piniiae  raurorum  sunt  dicta,  qiiia  ex  his  propugnatur.  Promurale  vero  eo  (|iiii(l 
sit  prn  miinitione  luuri.  Est  enim  rannis  proximus  ante  muriim  (Lib.  XV,  cap.  II). 

2  Dado  á  conocer  el  uso  que  la  antigüedad  hizo  de  las  tabernas,  así  como  su  construcción,  decía 
San  Isidoro:  «Quae  nunc,  et  si  non  speciera,  noraen  tamen  pristinum  retinent  (Id.,  id).» 

3  hrüiulu  vcl  quia  subvolumina  sunt ,  vel  quia  sub  iis  arabulant:  sunt  enim  porticus  bine  inde 
platearum  (Id.,  id). 

*  Aula  domus  est  regia,  sive  spatiosura  habitaculura,  porticibusque  qiiator  conclusum.  Alrium 
magna  aedcs  est,  sive  amplior  etspatiosa  domus,  et  dictum  estatrium,  eo  quod  addantur  ei  tres  porti- 
cus extrinsccus  (Id.,  cap.  III). 

s    Hospithün  serrao  graecus  est,  ubi  quis  ad  tempus  hospitali  iure  inbabitat  et  iterum  inde  tran- 

siens  migrat.  Xenodochhim ex  graeco  in  latinum  Ki-JoSoyúo-j  peregrinorum  susceptio  nuncnpatnr. 

ubi  aegrotantes  de  plateis  coUignntur  (Id.,  id). 

••  DibUotheca  est  locas,  ubi  reponuntur  libri:  Bi^lo;  enim  graece  líber,  @r,/.r,  repositonim  dni- 
tur  (Id.,  cap.  V). 

'  Tentorium  vocatum,  quod  tendatur  funibus  et  palis:  unde  et  hodie  praetendere  dicuntur  (ídem 
cap.  X). 

*  San  Isidro  llama  también  monumentos  á  los  sepulcros,  observando:  Mnnumcntnni  ideo  nuncu- 
patur,  eo  quod  mente  moneat  ad  defuncti  raemoriam.  Cum  enim  non  videris  nionumentum,  oblivis- 
ceris  mortuum  (Id.,  cap.  XI). 

9    Casa  est  agreste  habitaculuní  palis  atque  virgulis,   arnndinibusque  contextum Tuiíuriiim 

casula  est  quam  taciunt  sibi  custodes  vinearum,  etc.  (Id.,  cap.  XII). 


14  MEMOniVS    DE    LA    REAL   ACADEMÍA    UE   SAN    FERNANDO. 

Y  110  se  conteiilaha  ol  sabio  maestro  de  Braulio  é  Ildefonso  con  seíialar  la  exis- 
(encia  de  todos  estos  edilicios,  manifestando  el  uso  á  que  se  destinaban:  aquel  noble 
espíritu  de  investigación  que  le  anima  y  distingue  entre  los  escritores  de  la  edad 
media,  le  lleva  tamliion  á  considerar  los  elementos  de  la  conslmccion  y  de  la  orna- 
mentación ';  y  disceiiiidus  las  diferencias  que  existen  entre  fuñico  y  vestibulo,  claus- 
tros internos  y  claustros  externos  {[ores  et  valtiae);  y  dados  á  conocer  cimientos  y 
paredes  {fundamenta  et  parietes),  pilas  y  pilares,  ábsides  y  testeros  (ábsida  el  tesiu- 
dines),  pavimentos  y  mosaicos  {pavimenta  el  tesseüae),  ocupábase  en  la  definición 
de  los  arcos ,  basas,  columnas  y  capiteles,  que  formaban  la  parte  más  noble  de  la 
decoración,  no  olvidando  las  tejas  {legulae,  imbrices),  canales  y  fístulas  {canales, 
¡isiulae)  ([ue  cubrian  y  defendían  los  edificios,  recogiendo  las  aguas  llovedizas.  No 
eran  pues  indiferentes  para  el  ilustre  instituidor  del  clero  católico  los  procedimien- 
tos más  seneillos  de  la  construcción,  debiéndose  á  su  exquisita  diligencia  el  que 
podamos  hoy  rectificar  con  sus  palabras  no  pocos  errores  vulgares,  tales  como  el  de 
suponer  debidas  á  los  árabes  ciertas  maneras  de  edificación,  entonces  muy  conoci- 
das en  España.  Notable  es  por  ejemplo  el  uso  de  los  tapiales:  "  Forinatiim  sive 
[ormatium  (dice)  in  África  vel  Hispania  parietes  de  Ierra  appellant  cjuae  modo  in  for- 
ma circumdalis  duabus  ulrimque  tabulis  inferliunlur  verius  quam  inslriiuntur"  -.  Ni 
se  le  ocultaban  tampoco  los  procedimientos  empleados  en  todo  género  de  ornamenta- 
ción, entre  los  cuales  es  por  cierto  muy  digna  de  recordarse  la  manera  con  que  á 
la  sazón  eran  pintados  los  muros  de  alcázares  y  basílicas,  dándonos  á  conocer  que 
no  habia  muerto  la  pintura  mural,  como  no  se  había  extinguido  el  brillo  del  arte 
antiguo  entre  las  grandes  calamidades  que  habían  conturbado  el  suelo  de  la  Penín- 
sula ibérica  ^. 

Si,  pues,  en  todos  estos  preciosos  datos  reconocemos  la  existencia  y  el  ejercicio 
de  un  arte  que  atiende  de  igual  modo  á  los  más  altos  ministerios  de  la  religión  y  á 
la  más  sencillas  necesidades  de  la  vida,  ¿cómo  poseyendo  tan  veraz  testimonio,  será 
posible  negar  á  la  época  que  determinamos  con  nombre  de  visigoda,  la  posesión  de 
esa  misma  arte?  Mas  aunque  careciéramos  de  documentos  tan  fehacientes  y  de  tan 


'  El  metropolitnno  de  Sevilla  manifiesta  notable  insistencia  sobre  estos  puntos,  pues  no  sólo  trata 
de  ellos  en  el  libro  XV,  cap.  VIH  (De  partibus  aeilificiorum),  sino  que  les  consagra  en  el  XIX  basta 
nueve  capítulos,  todos  por  extremo  interesantes  para  el  presente  estudio.  San  Isidoro,  recordando  á 
Vitrubio,  reconoce  tres  partes  en  todo  edificio:  la  disposición,  la  construcción  y  la  ornamentación  [dis- 
yosilio,  construclio,  vemistas];  y  sentado  este  principio,  desciende  en  la  lornia  que  notamos  en  el  texto 
á  tratar  menudamente  de  cada  una  de  las  partes  que  caen  bajo  la  jurisdicción  de  aquellas  tres  princi- 
pales. 

^  Lib.  XV,  cap.  IX.  Los  editores  y  comentadores  de  San  Isidoro  ban  observado  en  este  pasaje 
con  entera  exactitud:  «Hodie  hispani  vocant  tapias.»  Esta  manera  de  construcción  citó  ya  el  diligente 
Plinio,  manifestando  que  dichas  paredes  eran  llamadas  formaceas,  y  que  resistían  la  intemperie  (ira- 
bribus,  ventis,  ignibus)  con  más  firmeza  que  todo  otro  cemento  {Natur.  Hist.,  lib.  XXXV,  cap.  LVIII). 

3  Nunc  (dice  Isidoro)  pictores  prius  umbras  quasdam  et  lineas  futurae  imaginis  ducunt;  deinde 
coloribus  implent,  tenentes  ordinem  inventae  artis  (lib.  XIX,  cap.  XVI).  Difícil  es  dar  en  tan  pociis 
palabras  idea  más  exacta  del  estado  de  la  pintura  á  principios  del  siglo  VII. 


MEMORIAS  DE   LA   REAL   ACADEMLV   DE  SAN   FERNANDO.  IS 

grande  autoridad;  aun  cuando  el  mismo  San  Isidoro  no  atendiera  á  distinguir,  según 
á  cada  paso  lo  verifica,  entre  lo  que  se  refiere  simplemente  á  la  antigüedad  y  lo  que 
atañe  á  sus  tiempos,  conforme  va  advertido,  todavía  ha  debido  liastar  la  consi- 
deración filosófica,  si  otras  memorias  no  existieran,  para  desvanecer  el  error 
que  impugnamos.  Porque  ¿cómo  se  lia  de  suponer,  ya  consideremos  á  la  raza  visi- 
goda gobernada  por  el  episcopado  arriano,  ya  á  la  liis])anü-latina  defendida  jior  el 
católico,  que  una  y  otra  desconocieron  el  culto?  ¿Cómo  hemos  de  admitir  que  a(|ue- 
Ua  fastuosa  aristocracia  que  sabia  con  frecuencia  las  gradas  del  trono,  viviera  la 
vida  sobria  y  frugal  de  sus  primitivas  selvas  y  campamentos?  ¿Ni  cómo,  en  fin,  ípic 
los  Reyesque  competian  en  pompa  y  magestad  con  los  Emperadores  de  Rizancio,  y 
se  ufanaban  con  los  títulos  de  conditores  urhinm  el  ecclesiarum,  d(;sconocieraii  en  sus 
moradas  lo  que  era  debido  á  la  grandeza  del  Trono?  La  historia  multiplica  en  electo 
los  documentos  que  á  esta  edad  aluden,  por  boca  de  un  Leandro,  un  Juan  de  Ci- 
clara, un  Braulio  y  un  Paulo  Emeritense,  enseiuándonos  que  en  las  más  apartadas  pro- 
vincias de  la  Monarquía  visigoda  se  erigían  al  par  aulas,  atrios,  basílicas,  monas- 
terios, hospicios  y  xenodoquios  de  magnitud  extraordinaria  ':  la  misma  liisloria 
nos  advierte  que  Toledo,  silla  de  aquellos  monarcas  y  ciudad  que  recibe  por  ex- 


Hemos  advertido  ya  que  no  es  nuestro  ánimo  el  traer  á  este  ensayo  todos  ios  testimonios  liis- 
tórlcos  relativos  á  las  construcciones  levantadas  en  el  suelo  español  durante  la  monarquía  visigoda; 
trabajo  en  gran  parte  realizado  por  nuestro  docto  amigo  y  compañero  don  José  Caveda  (  Ensaip  his- 
tórico sobre  la  Arquitectura  española ,  cap.  III).  Pero  no  podemos  dejar  sin  alguna  ampliación  el  aserto 
aquí  asentado,  principalmente  en  lo  que  se  reliere  á  la  ciudad  de  Mérida,  que  proseguía  siendo  uno 
de  los  grandes  centros  de  actividad  y  de  riqueza,  donde  se  guardaban  con  toda  fuerza  é  integridad 
las  tradiciones  artísticas,  alentadas  poderosamente  por  los  grandiosos  monumentos  que  allí  liabia  eri- 
gido la  civilización  romana:  «quae  multiset  antiquis  aedificiis  antiquae  dignitatis  gloriam  tostabaturn 
(Don  Rodrigo  Rer.  Hispan.  Chrun.  l¡b.  III,  cap.  XXIII).  Metrópoli  ilustrada,  donde  brillan  un  Fidel,  nn 
Masona  y  un  Zenon ,  consagra  en  efecto,  según  el  testimonio  de  Paulo  Emeritense,  nuevos  templos, 
tal  como  el  de  San  Juan,  insigne  por  el  suntuoso  Baptisterio,  de  que  todavía  se  conservan  los  prin- 
cipales miembros  decorativos,  que  verán  en  breve  la  luz  pública  en  los,  Monumentos  Arquitectónicos 
de  España;  restaura  y  amplia  antiguas  basílicas,  tal  como  la  de  Santa  Eulalia,  famosa  por  la  extraor- 
dinaria elevación  de  sus  torres  (celsa  turrium  fastigia);  y  erige  raagnüicos  atrios  (palacios)  para  sus 
obispos,  tal  como  el  que  reemplaza,  en  vida  de  Fidel,  al  arruinado  milagrosamente ,  celebrado  por  su 
grandeza  y  más  que  todo  por  la  admirable  decoración  de  sus  columnas  (columnarum  ornatibus),  la  fas- 
tuosidad de  sus  pavimentos,  el  brillo  de  los  mármoles  que  cubrían  todos  sus  muros  (pavimentum 
omne  vel  parietes  cunctos  nitidis  marmoribus  vestitos)  y  lo  maravilloso  de  sus  techos  (miranda  tecta) 
{De  Vita  PP.  Emeritensium,  capítulos  VI  y  VIII).  Y  no  es  menos  digno  de  recordarse ,  tras  los  mo- 
nasterios y  basílicas  que  funda,  dota  y  construye,  por  mano  del  virtuoso  Masona  (multa  monasteria, 
basilicas  plures  miro  opere),  el  maravilloso  xeri'idoquio  que  tan  esclarecido  Obispo  fabrica,  dotándolo 
de  toda  suerte  de  delicias  (deliciarum  copia),  para  socorrer  las  públicas  dolencias  en  siervos  y  hom- 
bres libres,  en  cristianos  y  judíos,  cumpliendo  asi  los  altos  fines  de  la  caridad  cristiana  {De  Vita 
PP.  Emer.,  cap.  IX,  España  Sagrada,  t.  XIII,  p.  359).  Análoga  enumeración  podríamos  hacer  res- 
pecto de  Tarragona,  Zaragoza,  Sevilla,  Braga  y  otras  celebradas  ciudades  entre  las  cuales  sería  re- 
prensible olvidar  á  Córdoba,  «sedis  Patricia,  quae  semper  cxtitit  prae  ceteris  adiacentibus  civitatibus 
opulentissima,  et  regno  wisegothorum  inferebat  delicias»  (Isidoro  Pacense,  Chronicon,  n."  XXXVl). 
Apuntados  en  el  texto  los  escritores  que  pueden  servir  de  guia  segura,  pan'cenos  liien  contiMitarnos 
con  lo  expuesto,  no  sin  advertir  que  todo  ello  cumple  al  fin  del  presente  escrito. 


16  MEMORIAS  DE  L\  HE\L  ACADES(l\  DE  SAN  FERNAN'DO. 

celencia  cl  titulo  do  regia  {urbs  regia),  vio  levantarse  dentro  y  fuera  de  sus  muros 
toda  clase  de  construcciones,  punto  principalisimo  en  que  debemos  fijar  nuestras 
miradas. 

Casi  todos  los  monarcas  visigodos,  antes  y  después  de  la  gran  Irasformacion 
que  se  opera  en  cl  tercer  Concilio  nacional  de  Toledo,  prodigaron  en  efecto  á  esta 
ciudad  las  muestras  de  su  predilección,  fundando  en  ella  templos,  palacios  y  aulas 
regias.  Distingüese  sobre  todos  en  este  propósito  los  Reyes  que  heredan  la  magnifi- 
cencia de  Atlianagildo,  Príncipe  cuyo  nombre  hallamos  repetidamente  consignado 
en  la  historia  monumental  de  Toledo;  y  á  tal  punto  llega  el  noble  anhelo  de  en- 
grandecerla que  no  solamente  la  rodea  Wamba  de  nuevos  y  robustos  muros,  defendi- 
dos por  torres,  ¡¡romurales  y  propugnáculos  de  extremada  fortaleza,  sino  que  la 
exorna  también  de  fábricas  elegantes  y  admirables  (mire  et  eleganti  labore  ');  lo 
cual  perpetúa  aquel  famoso  dístico  que  mandó  esculpir  en  limpio  y  brillante  mármol 
(in  nítido  lucidiorequc  raarmore)  sobre  las  puertas  de  la  ciudad,  con  no  poca  va- 
nagloria : 


'o' 


Erexit,  factore  deo,  rex  incltils  urbem 

Wamba  ,  siae  celebrem  protendens  gentis  honorem. 


Mas  ya  mereciese  Wamba  título  de  fundador,  que  á  tal  parece  aspirar,  cuando 
emplea  la  palabra  erexit,  ya  le  concedamos  simplemente  la  gloria  de  haber  renovado 
y  hermoseado  la  corle  visigoda,  que  es  lo  racional  y  lo  que  aseguran  nuestros 
más  autorizados  escritores  "-,  siempre  resultará  demostrado  que  Toledo  fué  gran- 
demente favorecida  por  aquel  Príncipe  y  que  se  ejerció  en  ella  el  arte  de  construir 
durante  la  memorable  época  de  los  Concilios.  Insigne  testimonio  nos  ofrece  de  ha- 
berlo sido  aun  antes,  en  cuanto  atañe  á  la  arquitectura  religiosa,  la  notable  lápida 
de  consagración,  descubierta  en  1591,  donde  consta  haberse  dedicado  al  culto  ca- 


'  Isidoro  Pacense,  Ghronicon  (Era  DCCIX,  G71  de  C),  España  Sagrada,  t.  VIH.  Apénd.  II, 
p.  "293. — El  arzobispo  don  Rodrigo  mencionaba  este  mismo  hecho,  diciendo:  «CivitatemToletimuro  et 
ex([uisito  opere  renovavit»;  añadiendo  que  en  memoria  de  los  santos  mártires,  á  quienes  dedicó  las 
torres  hizo  también  esculpir  los  siguientes  versos,  que  se  leen  todavía  sobre  las  puertas  de  la  ciudad: 

Vos  DoMiNi  Sancti,  quorum  presentía  fulget, 
Hanc  urbem  et  plebem  sólito  sérvate  favore. 

Por  el  contexto  de  esta  inscripción  se  advierte  que  Wamba  mandó  hacer  también  estatuas, 
cuya  destrucción,  debida  indudablemente  á  los  soldados  de  Tariq  ó  de  Muza,  es  una  verdadera  pér- 
dida para  la  historia  de  las  artes  españolas.  El  hecho  no  tiene  sin  embargo  menor  importancia  para 
nuestro  actual  estudio. 

-  Florez,  España  Sagrada,  t.  V,  p.  164  y  siguientes,  donde  se  toca  este  punto  de  propósito, 
trayendo  cuanto  más  importa  en  la  materia. 


MEMOniAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO.  17 

lólico  en  13  de  Abril  de  o87  una  basílica  arriana.  í.a  inscripción  que  se  custodia 
en  el  claustro  bajo  de  la  catedral  toledana,  está  concebida  en  estos  términos: 

*  IN  NOMINE  DNI  CONSECRA 
TA  ECLESIA  SCTE  MARIE 
IN  CATÓLICO  DIE  PRIMO 
IDUS  APRILIS  ANNO  FELI 
CITER  PRIMO  REGNI  DNI 
NOSTRI    GLORIOSISSIMI  FL 

RECCAREDI       REGÍS       ERA 
DCXXV   1- 

Dos  meses  después  de  convertido  Recaredo  á  la  religión  de  Hermenegildo ,  y 
mucho  antes  de  la  celebración  del  gran  Concilio  nacional,  en  que  imitan  su  ejem- 
plo los  obispos  arrianos ,  era  pues  dedicada  á  la  Virgen  María  la  primera  basílica 
de  Toledo,  que  se  distingue  adelante  con  el  título  de  la  Sede  Real,  celebrándose  en 
su  seno  parte  de  aquellas  respetables  asambleas  que  daban  al  propio  tiempo  leyes 
á  la  Iglesia  y  á  la  república.  Y  no  es  menor  prueba  de  la  verdad  que  sustentamos, 
respecto  de  los  tiempos  católicos,  la  renombrada  Basílica  de  Santa  Leocadia,  debida 
á  Sisebuto  (618  ")  y  trasformada  en  más  cercanos  siglos  ^  así  como  la  famosa  Igle- 


1  Háse  publicado  esta  inscripción  muchas  veces:  el  P.  Florez  la  insertó  dos  en  la  España  Sa- 
grada (t.  II,  p.  25  y  t.  V,  p.  196),  y  apenas  hay  obra  ó  memoria  sobre  Toledo  que  no  la  mencione. 
Fué  encontrada  en  el  ario  citado,  siendo  obrero  de  la  catedral  el  muy  ilustrado  don  Juan  Bautista  Pé- 
rez, quien  la  mandó  poner  sobre  un  pedestal,  en  que  trascribió  la  leyenda  para  que  fuese  de  todos  en- 
tendida, colocándola  en  el  citado  claustro ,  donde  ahora  existe.  El  entendido  Palomares,  paleógrafo  y 
anticuario  del  siglo  último,  sacó  un  facsímile  que  se  grabó  y  cundió  entre  los  eruditos;  pero  que  es  ya 
rarísimo:  también  incluyó  una  esmerada  copia  en  su  Paleografía  MS.,  lámina  8  (HealAcad.  déla  Hist., 
A.  2).  Todo  persuade  de  que  el  hecho  que  consigna  esta  inscripción  es  muy  conocido,  y  reparable  por 
tanto  el  que  no  haya  llegado  á  noticia  de  escritores  que,  como  Mr.  de  Lasteyrie,  parecen  preciarse 
de  conocer  la  historia  del  arte  en  España. 

2  Mencionando  San  Eulogio  esta  basílica  decía,  al  referirse  á  Sisebuto:  «Toleti  quoque  Beatae 
Leocadiae  aula  miro  opere  ,  juvente  praedicto  Principe,  culmine  alto  extendituru  (Apologelicum);  e\ 
arzobispo  don  Rodrigo  escribía  con  el  mismo  intento:  «Ecclesíam  Sanctae  Leocadiae  Toleti  miro  opere 
fabricavit  (Líb.  II,  cap.  XVII).  Y  el  Rey  Sabio,  narradas  las  victorias  de  Sisebuto  contra  los  imperia- 
les: «Et  en  pos  desto  comentó  á  cementar  la  eglesía  de  Sancta  Leocadia  de  Toledo  de  muy  buena 
obra  (II''  Parte ,  cap.  XLIV  de  la  Estotra  de  Espanna).«  El  P.  Mariana,  teniendo  en  cuenta  todos  estos 
testimonios,  observaba :  «En  la  vega  de  Toledo,  junto  á  la  ribera  del  Tajo ,  hay  un  templo  de  Santa 
Leocadia....,  que  lo  edificó  Sisebuto,  de  labor  muy  prima  y  muy  costosa»  (ílist.  Gen.,  lib.  IV,  cap.  II). 
Algunos  historiadores  añaden  que  esta  basílica  se  levantó  sobre  las  ruinas  de  un  templo  antiguo  de 
romanos,  cuyas  columnas  se  emplearon  en  la  nueva  ftibrica  (Toledo  Pintoresca,  p.  278).  Adelante  juz- 
garán los  lectores  de  la  magnilicencia  de  esta  iglesia  del  siglo  VII,  por  los  fragmentos  que  de  ella  se 
conservan. 

••  Puede  verse  sobre  el  particular  lo  que  escribíamos  en  la  ya  citada  Toledo  Pintoresca ,  pági- 
na 281  y  siguientes.  El  templo  hoy  existente  pertenece  al  estilo  que  hemos  calificado  con  título  de 
mudejar  [Discurso  sobre  el  arte  y  estilo  indicados,  pág.  19);  y  aunque  ha  sido  objeto  de  maltiplicadas 

3 


IS  MEMORIAS   DE   LA    REAI.   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 


sia  Preloriense  de  San  Pedro  y  San  Pablo,  donde  no  sólo  se  congregaron,  cual 
en  el  Pretorio  de  la  Basílica  de  Saitia  Leocadia,  algunos  Concilios,  sino  que  fueron 
también  ungidos  los  Reyes  por  mano  de  los  Obispos,  como  nos  refiere  San  Julián 
del  ya  citado  Wamba,  mostrando  así  la  magnificencia  de  estas  construcciones  '. 
Mas  si  careciésemos  de  la  memoria  de  templos  tan  aplaudidos  en  aquella  edad, 
temerario  sería  el  resistirnos  á  la  evidencia  de  otros  testimonios  que  no  con  menor 
fuerza  nos  persuaden  de  cuan  infundada  ha  sido  la  desdeñosa  suposición  que  com- 
batimos. Fama  extraordinaria  han  alcanzado,  así  en  los  tiempos  medios  como  en  la 
edad  moderna,  las  seis  iglesias  que  reciben  titulo  de  mozárabes  en  la  antigua  capi- 
tal española:  símbolo  de  la  servidumbre,  en  que  vive  el  pueblo  cristiano  bajo  el  im- 
perio del  Islam,  aparecen  como  depositarías  del  rilo  que  lleva  nombre  de  Jsidoriano 
y  guardan  en  su  seno  las  tradiciones  de  la  monarquía  visigoda,  que  en  vano  intenta 
borrar  en  día  determinado  la  omnipotencia  de  Alfonso  YI.  Todas  deben  pues  su 
fundación  á  la  época  de  los  Concilios,  como  nos  enseña  San  Ildefonso  en  los  siguien- 


variaciones  desde  los  tiempos  del  Rey  Sabio,  no  es  difícil  discernir  que  la  última  reparación  lo  trae  al 
último  período  del  ya  indicado  estilo,  lo  cual  nos  hizo  sospechar  há  muchos  años  si  pudo  ser  debida  al 
cardenal  Mendoza,  restaurador  de  la  ermita  del  Santo  Cristo  de  la  Luz,  cuyo  ábside  fué  construido  á 
sus  expensas  (Toledo  Pintoresca,  loco  citato;  Monumentos  Arquitectónicos  de  España,  monografía  del 
Santo  Cristo  de  la  Luz) 

1  Historia  Wambae  Regis,  núra.  -i  [España  Sagrada,  t.  VI,  pág.  5-il).  Para  que  pueda  formarse 
idea  de  la  suntuosidad  que  ostentaron  estas  construcciones  religiosas,  es  de  notar  que  en  algunas 
actas  de  los  Concilios  se  apunta  que  estas  asambleas  se  celebraron  in  Praetorio  toletano  Sanctae  Leo- 
cadiae,  in  Pretoiio  Sanctorum  Petri  et  Pauli,  etc.,  lo  cual  parece  advertirnos  que  no  en  las  mis- 
mas iglesias,  sino  en  otro  edificio  anejo  á  ellas,  pero  capaz  de  la  magnificencia  que  tales  juntas  de- 
mandaban, hubieron  de  congregarse  obispos  y  magnates  visigodos  (España  Sagrada,  t.  VI,  cap.  VIH, 
pág.  177).  Esta  observación  toma  mayor  bulto,  cuando  se  tiene  presente  la  noción  quede  \os Pretorios 
nos  ofrece  San  Isidoro:»  Praetorium  (dice)  eo  quod  ibi  praetor  sedeat  ad  discutiendum  (Ethimol. 
lib.  XV,  cap.  II).  Ni  debe  olvidarse  que,  según  las  expresadas  actas,  tuvieron  lugar  en  el  pretorio  de 
Santa  Leocadia  los  Concilios  IV,  V,  VI  y  XII,  y  en  el  de  San  Pedro  y  San  Pablo  el  VIII,  XII,  XIII,  XV  y 
XVI,  constando  que  el  IX  y  el  XI  se  verificaron  en  la  Basílica  de  Santa  María  de  la  Sede  Real,  donde  es 
racional  que  se  tuvieran  también  el  III,  VII  y  X,  si  bien  no  se  expresa  en  las  repetidas  actas.  Consi- 
derando ahora,  conforme  á  los  datos  más  seguros,  el  número  de  prelados,  abades  y  vicarios  que  á  los 
Concilios  concurrían ,  los  cuales  pasaban  con  frecuencia  de  setenta ,  creciendo  cada  vez  más  el  de  los 
condes,  magnates  y  palaciegos,  llamados  á  dar  autoridad  y  fuerza  á  las  leyes  que  en  ellos  se  dictaban; 
y  recordando  al  propio  tiempo  el  ceremonial,  observado  desde  el  III ,  no  será  gratuita  suposición  la 
que  atribuya  á  estos  pretorios  é  iglesias  cierta  amplitud,  necesaria  para  corresponder  á  la  magnificen- 
cia de  la  corte  visigoda  y  á  la  dignidad  del  monarca  y  del  episcopado.  Tal  juzgamos  necesariamente, 
al  leer  respecto  del  Concilio  nacional,  tenido  el  año  tercero  del  reinado  de  Sisenando:  «Sexagies  se- 
xies  Toleti  Galliae  et  Hispaniae  episcopis  adgregatis,  cum  absentium  Vicariis  vel  Palalíi  Senioríbns 
in  Ecclesia  Sanctae  Leocadiae  Virginis»  (Isidoro  Pacense,  Ghron.,  n.°  9),  ó  al  hallar  respecto  de 
otros  Concilios,  mencionados  los  obispos,  estas  notables  frases :  «cum  omni,  clero,  atque  Palatinum 
collegíura  (Id.,  id.,  de  Chindeswíntho,  n.°  13);  «cum  infinito  clero  atque  oñicium  dignissimum  Pala- 
tinum in  unura  in  Basílica  Praetoriensí  Sanctorum  Petri  et  Paulí  ¡Id.,  id.,  de  Recesvinto,  n.°  15); 
cura  inaestimabili  clero  vel  chrístianorum  collegio  (Id.,  id.,  de  Ervígio,  n.°  23;;»  multiplicí  chris- 
tianorum  collegio,  clero,  atque  omni  vulgarí  ín  círciiítu  ferventium  populo  (Id.,  id.,  de  Egíca, 
n.°  25).  El  arte  que  produce  edificios  de  tal  capacidad,  debía  guardar,  y  guardó  sin  duda,  estrecha 
analogía  con  el  fin  á  que  aquellos  se  destinaban. 


HEMOBIAS  DE  LA  REAL   ACADEMH  DE  SAN  FERNANDO.  i  9 

les  versos,  que  so  le  atribuyen,  conservados  en  un  precioso  códice,  vitela  de  la 
Biblioteca  capitular  de  Toledo,  con  otras  poesías  auténticas  de  San  Eugenio  111.  Dice 
así  el  indicado  epigrama: 

Lucae  sacravit  supplex  Evantius  aedem, 
Cui  Nicolaus  erat  nobiiis  ipse  pater, 
Ouin  Avia  illuslris,  de  sanguine  nata  gotliorum: 
Tcraplum  siuiiil  Marco  sancto  Blesila  fecit. 
Coenobium  EulaliaeRex  Athanagildus et  aedem; 
Noster  avus  Justae  sed  prius  instituit. 
Sebaslianus  habet  Icmplum ,  rcgnante  Liuva ; 
Urbe  sub  reparat  Ervigius  Mariae  ^. 

Erigiéronse  pues  las  parroquias  de  San  Lúeas,  San  Marcos,  Santa  Eulalia. 
Sania  Justa  y  San  Sebastian  durante  aquella  poderosa  Monarquía,  corriendo  los 
siglos  VI  y  Vil,  siendo  muy  natural,  al  leer  los  versos  trascritos,  el  no  hallar  men- 
cionada entre  ellas  la  sexta  parroquia  mozárabe,  fundada  bajo  la  advocación  de  San 
Torcuata  treinta  y  cuatro  años  después  del  fallecimiento  de  San  Ildefonso  I  Pero  no 
es  para  olvidarse  el  último  verso  que  aludiendo  á  la  piedad  de  Ervigio,  trae  el  epi- 
grama diez  años  adelante  del  indicado  suceso:  su  lectura  manifiesta  con  toda  evi- 
dencia que  demás  de  la  basílica  de  la  Sede  Real  existia  en  Toledo  una  iglesia  subur- 
bana \sub  urhe\  consagrada  á  la  Virgen,  hecho  que  adelante  tendremos  ocasión  de 
recordar  oportunamenlo  **. 

Probado  aparece  en  consecuencia  que  no  careció  Toledo  de  templos  erigidos 
antes  y  después  del  tercer  Concilio,  esmerándose  los  Reyes  visigodos  en  su  fundación 
y  mantenimiento,  como  se  extremaron  también  los  metropolitanos  en  la  protección 
por  ellos  concedida  á  los  monasterios  que  logran  en  aquella  corte  extraordinario 
crédito.  Renombrado  entre  todos  fué  el  Agaliense  fundado  en  5o4  por  Athanagildo, 
bajo  la  advocación  de  San  Julián  y  puesto  al  norte  de  Toledo,  orillas  del  Tajo.  Dié- 
ronle  fama  inmortal  sus  hijos,  entre  quienes  no  puede  olvidar  la  historia  á  los  ilu.s- 
tres  varones  Aurasio  y  Heladio,  Justo  é  Ildefonso,  sublimados  por  su  virtud  y  su 
ciencia  á  la  silla  primada,  y  elegido  el  últimopor  amparador  y  patrono  de  su  Santa 
Iglesia.  Y  que  estos  y  otros  insignes  prelados,  salidos  de  aquella  morada  pacífica  de 


*    Insertamos  ya  estos  versos  en  nuestra  Toledo  Pintoresca,  p.  163. 

--  El  pontilicado  de  San  Ildefonso  abraza  desde  Diciembre  de  657  á  Enero  de  667  {Espuña 
Sagrada,  t.  V,  trat.  5,  cap.  IV).  Las  iglesias  mozárabes,  de  que  el  santo  habla,  se  construyeron: 
Santa  Justa  en  554 ;  Santa  Eulalia  en  559;  San  Sebastian  en  601;  San  Marcos  en  634;  San  Lúeas  en 
641.  La  Basílica  de  San  Torqualo  fué  erigida  en  701  :  de  suerte  que  no  pudo  figurar  en  el  epigrama, 
si  se  escribió  al  principiar  el  reinado  de  Ervigio  (687).  De  advertir  es,  según  lo  hicimos  antes  de  aho- 
ra, que  lamas  moderna  de  estas  construcciones,  hoy  por  desgracia  grandemente  desfiguradas,  cuenta 
cuando  esto  escribimos  mil  ciento  sesenta  años. 

^    Parte  V. 


20  MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 

la  religión  y  de  las  letras ,  liabian  de  solicitar  el  favor  de  los  Reyes  para  la  misma, 
compitiendo  á  porfía  en  colmarla  de  beneficios,  cosa  es  que  no  necesita  comproba- 
ción, debiendo  por  tanto  concurrir  las  bellas  arles  á  engrandecer  un  monasterio, 
creado  por  un  Rey  tan  poderoso  como  Atliauagildo  y  sustentado  por  obispos  tan 
distinguidos  como  Eufemio,  Exuperio  y  Adellio,  predecesores  de  Aurasio,  Heladio, 
Justo  é  Ildefonso  '. 

No  tan  celebrado,  como  el  Agállense,  si  bien  la  claridad  de  sus  hijos  lia  sido 
causa  de  que  se  confunda  coa  él ,  fué  el  intitulado  de  San  Cosme  y  San  Damián, 
situado,  según  algunos,  en  el  pago  de  los  Darrayeles,  y  puesto,  según  otros,  en  las 
cercanías  de  Buena  Vista.  Señalados  fueron  sus  abades  en  los  Concilios  toledanos,  y 
muy  especialmente  en  el  IX,  suscrito  por  Gratindo;  y  aunque  no  alcanzaron  la  glo- 
ria de  subir  á  la  silla  metropolitana,  no  es  menos  probable  que  gozaran  de  la  pro- 
tección de  los  Reyes,  en  provecho  de  su  templo  y  monasterio.  Obtúvola  sin  duda 
más  directamente  el  de  San  Pedro  y  San  Félix,  fundado  por  Witerico,  durante  el 
pontificado  de  Aurasio:  asentado  del  otro  lado  del  rio  al  S.  E.  de  la  corte  visigoda, 
tal  vez  en  el  mismo  lugar  que  hoy  ocupa  la  renombrada  ermita  de  la  Virgen  del 
Valle,  excitó  desde  luego  la  devoción  de  los  católicos,  y  fué  escogido  por  muy  doc- 
tos varones  para  poner  en  él  su  enterramiento.  Menciónalo  con  este  propósito  el 
obispo  Félix,  continuador  de  los  Varones  Ilustres  de  San  Isidoro  y  San  Ildefonso, 
manifestando  que  San  Julián,  deseoso  de  rendirle  el  homenaje  de  su  amor,  dio  allí 
honrada  sepultura  á  su  virtuoso  y  sabio  amigo  Gudila,  arcediano  de  Santa  Maña 
de  la  Sede  Real,  conforme  advertimos  al  examinar  las  suscripciones  del  Conci- 
lio XI  ^:  de  manera  que  ya  por  ser  fundación  regia,  ya  por  haber  despertado  la  de- 
voción general ,  ya  por  haber  merecido  la  estimación  de  los  obispos  toledanos ,  no 
es  posible  dudar  de  que  el  monasterio  de  San  Pedro  y  San  Félix  reflejó  en  su  fá- 
brica y  ornamentos  el  estado  de  las  bellas  artes. 

Y  lo  mismo  nos  sería  dado  asegurar  respecto  de  otros  varios  que  mencionan  las 
antiguas  crónicas:  figuran  entre  ellos  el  de  San  Pedro  el  Verde,  cuya  funda- 
ción se  atribuye  al  citado  obispo  Aurasio,  que  gobierna  la  metrópoli  durante  los 
reinados  de  Witerico  y  Gundemaro  (603  á  615),  y  el  de  San  Silvano,  que,  á  juz- 
gar por  el  dicho  de  los  historiadores  de  Toledo,  existió  á  cuatrocientos  jjasos  de  la 


1  Respecto  de  estos  preclaros  obispos  puede  consultarse  el  Catálogo  Toledano  del  I'.  Florcz  ít.  V, 
de  la  España  Sagrada)  y  con  no  menor  fruto  los  Varones  Ilustres  de  San  Ildefonso  (Caps.  V,  VII  y  VIII). 
Eufemio  alcanzó  la  gloria  de  consagrar  al  culto  católico  la  basílica  de  Sania  María  de  la  Sede  Real. 
El  monasterio  agállense  produjo  otros  muchos  obispos  y  escritores  renombrados,  los  cuales  contribu- 
yeron, cual  buenos  hijos,  á  su  ilustración  y  engrandecimiento:  ninguno  le  dio  más  lustre  sin  embar- 
go que  San  Ildefonso  {De  Viris  Illusiribus ,  prosecución  de  San  Julián  ,  cap.  XV). 

-  Igitur  divinorum  iudicioruní  dispensatione,  sanctae  recordationis  Gudila  Diaconus  sexto  idus 
Septembris  funestae  raorti  eventu,  anuo  octavo  Wambanis  Principis  sub  digna  confesione  Dei  clausit 
supreraum  curriculum ,  cuius  corpusculum  in  monasterio  Sancti  Felicis ,  quod  est  Cabensi  in  villula 
dedicatum,  dilectissimi  socii  sui  exhibitione  honorifice  requiescit  huinatum  {España  Sagrada,  t.  V, 
páginas  465  y  466). 


MEMORIAS   DE    L\    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FEUNANDO.  21 

ciudad ,  junto  al  puente  apellidado  de  Sania  Cruz.  A  estos  monumentos  ú  otros 
análogos  se  refiere  sin  duda  la  singular  inscripción,  conservada  en  el  monasterio  de 
San  Clemente  y  concebida  en  esta  forma: 


••*   IN  NOMINE    DNI.    LOCUBER  ACSI    INDIGNNUS   ABBA  FECIT: 
ET  DÚOS  COROS  IC  CONSTRUXIT  ET  SACRA 
TE  SUNT  SANCTORUM  DEI  EGLESIE  PRIDIE  IDUS  MA 
GTEA  XXVJIIJ.  QUARTO  REGNO  GLORIOSI  DNI-  NOSTRI  EGICANI   ' 

En  el  año  cuarto  del  reinado  de  Egica  (692).  diez  y  nueve  antes  de  la  invasión 
mahometana,  se  edificaban  pues  en  Toledo  por  un  abad  católico  y  se  consagraban 
al  culto  iglesias  exornadas  con  tales  coros  que  merecían  ser  mencionados  en  la  ins- 
cripción destinada  á  perpetuar  la  memoria  de  aquellos  templos. 

Como  quiera,  parécenos  que  bastan  todos  estos  testimonios  para  tener  por  cierto 
que  durante  la  Monarquía  visigoda  fueron  levantadas  en  Toledo  muchas  y  muy  no- 
tables construcciones  religiosas,  no  siendo  menos  importante  para  nuestro  intento  el 
observar  que  gozaron  de  gran  renombre  las  destinadas  á  oíros  ol)jetos  útiles  de  la 
vida.  Con  verdadera  admiración  vieron  en  efecto  los  árabes,  al  penetrar  en  la  ciudad 
de  los  Concilios,  aquellos  suntuosos  alcázares  que  habían  dado  á  San  Isidoro,  con 
la  magnificencia  de  sus  pórticos,  la  brillante  idea  que  nos  trasmite  de  las  aulas  re- 
gias. Cundía  la  fama  de  su  grandeza  á  los  historiadores  mahometanos,  quienes  al 
consignar  en  sus  obras  el  sorprendente  efecto  producido,  así  en  Tarirj-ben-Zeyad  y 
MiiM-hcn-Nosaijr,  como  en  los  Califas  orientales,  por  las  maravillas  de  aquellos  ])a- 
lacios,  ponderan  á  tal  punto  las  riquezas  de  los  Reyes  rumies  que  ajjcnas  acertamos 
ahora  á  imaginarlas.  Soberbia ,  grandiosa  y  rica  por  extremo  era  la  fábrica  de  aque- 
llos palacios;  suntuosos  sus  salones  y  estancias;  vistosos  y  deslumbradores  sus  pa- 
vimentos; imponderables  los  tesoros  que  en  ellos  hablan  hacinado  los  Reyes  visi- 
godos. En  medio  de  aquellas  aulas  regias  existia  un  aposento  labrado  á  maravilla  y 
cerrado  con  veinticuatro  candados  para  guardar  inmensos  tesoros  y  preseas  sin  cuento, 
entre  las  cuales  se  hallaban  misteriosos  amuletos  y  extrañas  figuras  mágicas,  de  cuya 
conservación  y  custodia  pendia  la  salvación  del  Imperio  de  Ataúlfo.  Bella  y  preciosa 
caja  de  mármol,  exornada  de  simbólicas  labores,   encerraba  aquellos  talismanes: 


'  Incluye  esta  lápida,  notable  por  más  de  un  concepto',  el  diligente  Palomares  en  su  ya  citada 
Paleografía  iMS.,  lámina  10  (Acad.  de  la  Hist.,  A.  2).  Su  contexto  nos  hace  sospechar  que  pudo  estar 
colocada  en  algún  pórtico  ó  atrio,  común  á  dos  distintas  iglesias,  ó  tal  vez  á  un  dúplice  monasterio, 
únicos  casos  en  que  se  presta  á  una  inti'rprctacion  satisfactoria.  Empotrada  felizmente  en  uno  de  los 
muros  de  la  iglesia  del  indicado  de  San  Clemente,  se  ha  preservado  de  la  ruina,  como  los  numerosos 
fragmentos  arquitectónicos  que  después  examinamos,  algunos  de  los  cuales  pudierou  pertenecer  á  las 
iglesias  fundadas  por  el  abad  Locuber. 


22  MEMORIAS   DE    LA    HEAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

cuantos  príncipes  subian  al  Trono,  habían  añadido  un  candado  á  la  puerta  de  aque- 
lla estancia,  para  salvarla  de  una  profanación  peligrosa  '.  Alláh  (dicen  los  histo- 
riadores cárabes)  acercó  entre  tanto  los  tiempos  de  la  destrucción  de  los  rumies;  y 
Rodrigo  (Lodzeric  ó  Luderiq)  ansioso  de  penetrar  el  secreto  ó  de  apoderarse  de  los 
grandes  tesoros  de  sus  predecesores,  rompe  las  fatales  cerraduras;  y  cuando  espera- 
ba encontrar  inmensas  riquezas,  halla  con  espanto  suyo  y  de  los  que  le  rodean,  los 
terribles  signos  de  la  predicción  que  le  anuncia  su  ruina.  Este  palacio  tan  magnífico, 
centro  de  tantos  misterios  y  depósito  de  tantos  tesoros,  como  habían  acumulado  los 
Reyes  rumies,  es  por  tanto  el  que  despierta  la  admiración  de  Tariq  y  de  Muza,  oca- 
sionando sus  riquezas  aquel  singular  rompimiento  entre  ambos  caudillos  mahometa- 
nos, de  que  nos  hablan  los  historiadores  árabes  I  imposible  es  dudar  en  consecuen- 
cia, cualquiera  que  sea  la  hipérbole  de  estas  narraciones,  que  apuró  en  dicho  al- 
cázar sus  ornatos  el  arte  á  la  sazón  cultivado  por  el  pueblo  latino-visigodo. 

Ni  sería  tampoco  aventurado  el  admitir  que  dada  la  magnificencia  de  los  metro- 
politanos de  Toledo,  sobre  todo  después  del  tercer  Concilio  nacional,  brillase  esta 
en  los  palacios  episcopales  que  en  aquella  ciudad  tuvieron,  jirincipalmente  en  el  su- 
burbio de  la  Vega.  Fama  es  en  efecto  entre  los  cronistas  toledanos  que  fueron  estos 
palacios  grandemente  suntuosos,  sí  bien  incendiados  por  Tariq,  al  poner  cerco  á  la 
corte  visigoda  \  no  ha  sido  hacedero  posteriormente  reconocerlos  ni  estudiarlos. 


1  Casi  todos  los  historiadores  árabes  pintan  de  la  misma  suerte  el  aula  regia  de  Toledo:  Aben- 
Adhari  de  Marruecos,  que  es  uno  de  los  más  sobrios,  no  sólo  apunta  que  existia  de  antiguo  en 
aquella  capital  una  casa,  donde  se  guardaban  el  arca  misteriosa  y  las  coronas  de  cuantos  babian  su- 
bido al  Trono  y  pasado  ya  de  esta  vida,  sino  que  era  también  fama  que  Rudheriq  edificó  para  sí 
otra  casa  semejante  á  aquella ,  resplandeciente  de  oro  y  plata  [Descripción  de  Al-Andálus  y  sus  An- 
tigüedades). Ebn  Alwardi  que  florece  en  el  siglo  XIV,  y  es  el  escritor  á  quien  seguimos,  dice  al 

propósito  textualmente :    U.lS'_j  \Sj\   Jy~^  j^i  'l^     ,LSj   ^jJ]    ixX^  j\i   i-lLIL    C-^L5'_j 

Cuya  versión  literal  es  como  sigue: 

«Era  Toledo  la  corte  del  reino  de  los  rumies  y  habia  én  ella  un  aposento  [en  el  alcázar]  siempre  cer- 
rado y  cada  vez  que  entraba  á  reinar  un  rey  rumi,  ecliaba  sobre  él  nueva  y  fuerte  cerradura;  y  asi  se 
reunieron  sobre  la  puerta  del  aposento  hasta  veinticuatro  candados.» 

Es  pues  innegable  que  conservada  entre  los  historiadores  árabes  la  tradición  de  la  magnificencia 
de  los  palacios  de  los  Reyes  visigodos,  cuyas  riquezas  encomian  al  extremo,  según  veremos  adelante, 
reciben  las  nociones  didácticas  de  San  Isidoro  el  mayor  precio  histórico,  por  más  hiperbólicos  que 
sean  estos  narradores.  A  ellos  acudieron  constantemente  nuestros  cronistas  de  la  edad  media. 

2  Apenas  hay  un  narrador  musulmán  que  no  señale  como  causa  del  rompimiento  entre  ambos 
caudillos,  el  prodigioso  botín  que  hizo  Tariq  en  Toledo,  cuyo  valor  en  lo  que  atañe  á  todo  género  de 
preseas  y  muy  especialmente  á  las  coronas  de  los  Reyes  visigodos,  notaremos  después.  Sobre  este 
hecho  puede  consultarse  la  versión  castellana  de  Aben  Adharí  de  Marruecos,  debida  á  nuestro  amado 
discípulo  don  Francisco  Fernandez  y  González,  digno  profesor  de  literatura  en  la  Universidad  de  Gra- 
nada, donde  se  publica. 

'•>  El  conde  de  Mora,  Historia  de  Toledo,  lib.  IV,  pág.  560.  De  observar  es  que  este  escritor,  tilda- 
do con  razón  de  excesivamente  crédulo,  no  apoya  tan  importante  noticia  en  documento  alguno:  con- 


MEMORIAS    DE   LA    REAL   ACADEMH    DE   SAN    FERNANDO.  23 


como  al  interés  de  la  arqueología  monumental  cumplía.  Fácil  fuera  por  último  su- 
poner que  Reyes  y  prelados  contribuyeron  de  consuno  á  dotar  la  corte  de  hospicios, 
hospitales  y  xenedoquios,  donde  se  ejerciera  la  piedad  cristiana,  cuando  otras  ciudades 
de  menor  excelencia  se  preciaban  de  poseerlos  tan  grandiosos  y  magníficos,  como 
el  que  nos  describe  en  la  metrópoli  de  la  antigua  Lusitania  el  docto  Paulo  Emeri- 
tense  '. 

En  todos  sentidos  es  lícito  por  tanto  reconocerla  existencia  de  las  bellas  artes  du- 
rante la  dominación  visigoda,  dándonos  las  descripciones  que  de  sus  monumentos 
han  llegado  á  nuestros  dias  la  más  alta  idea  de  su  riqueza  arquitectónica  y  de  la 
magnificencia  desplegada  en  ellos  por  reyes,  prelados  y  magnates.  Maravíllanos  en 
verdad,  examinados  y  quilatados  todos  estos  documentos,  de  cuya  veracidad  no 
sería  cordura  dudar  un  instante,  cómo  olvidado,  ó  tal  vez  ignorado  el  testimonio  de 
los  escritores  coetáneos  que  mencionan  con  frecuencia  tan  notables  fundaciones  y  fa- 
mosas fábricas,  se  da  por  supuesto  entre  los  más  doctos  escritores  extranjeros,  y  se 
tiene  por  cosa  generalmente  admitida  el  que  ó  no  existieron  bellas  arles  en  la  época 
mencionada,  cual  parece  suponer  el  entendido  Mr.  de  Lasteyrie,  ó  no  fueron  dignamente 
cultivadas.  La  arquitectura  religiosa,  la  ai'quitectura  civil  y  la  militar,  produjeron  en 
Toledo  templos,  palacios  y  proi)ugnáculos:  el  hecho  no  puede  dudarse,  sin  temeri- 
dad reprensible.  Pero  conocido  en  su  justo  valor  ¿cuál  era  el  carácter  de  lodos  estos 
monumentos?  ¿Qué  idea  representaban  en  la  historia  de  la  civilización  española? 
¿Qué  lugar  ocuparon  en  la  general  de  las  artes  y  principalmente  de  la  arquitectura? 
¿Qué  inlluencia  debieron  tener  en  las  indumentarias? 

Hé  aquí,  en  nuestro  concepto,  las  verdaderas  cuestiones  que  debe  hoy  dilucidar 


siderando  no  obstante  que  las  basílicas  de  Santa  Leocadia  y  de  San  Pedro  y  San  Pablo  eran  suburba- 
nas, como  nos  dice  aun  la  primera  y  nos  enseñan  respecto  de  la  segunda  las  actas  de  los  Concilios 
(Conc.  XII,  tit.  IV);  y  no  olvidando  la  alta  representación  que  alcanzaron  en  la  Monarquía  visigoda  los 
metropolitanos  de  Toledo,  por  cuya  mano  se  consagraban  los  Reyes,  no  nos  parece  en  modo  alguno 
repugnante  el  aserto  del  buen  conde.  Y  lo  parece  todavía  menos,  cuando  conocemos  la  descripción 
del  atrio  episcopal  de  Mérida,  cuyos  prelados  no  podían  por  cierto  competir  en  magnificencia  con  los 
de  Toledo.  Paulo  Emeritense,  testigo  ocular,  dice  en  efecto  al  hablar  de  la  munificencia  y  piedad  del 
obispo  Fidel:  «Sedis  dirutae  fabricam  restauravit,  ac  pulclirius  Deo  opitulante  patravit:  ita  nimirum 
«ipsius  aedíficii  spatia  longe,  lateque  altis  culminibus  erigens,  pretiosaque  atrii  columnarum  orna- 
otibus  suspendens,  ac  pavimentum  omne  vel  parietes  cunctos  nitidis  marmoribus  vestiens,  miranda 
«desuper  tecta  contexuit»  (De  vita  PP.  Emerilensium,  cap.  VI,  núm.  16).  De  cualquier  modo,  seria 
temerario  el  dudar  de  que  los  Quiricos,  Eugenios  y  Julianes  carecieron  de  atrios,  donde  morar  con 
sus  clérigos  y  administrar  justicia,  y  no  muy  ajustado  á  las  leyes  de  la  sana  crítica  el  suponer  que 
dichos  úlrius  6  palacios  fuesen  indignos  de  la  autoridad  que  representaban. 

•  Véase  la  nota  de  la  pág.  15.  Dada  la  riqueza  de  la  primera  sede  de  las  Españas  y  cono- 
cida la  piedad  evangélica  de  sus  obispos,  levantados  una  y  otra  vez  por  el  voto  unánime  de  sus  con- 
ciudadanos á  la  adoración  de  los  altares,  no  es  posible  dudar  de  que  poseyó  Toledo  hospitales  y  xeno- 
doquios  tan  suntuosos  como  el  de  Mérida.  San  Isidoro  presenta  por  otra  parte  la  noción  bajo  un  punto 
de  vista  general,  lo  cual  basta  para  persuadirnos  de  que  no  fallaban  aquellos  establecimientos  piado- 
sos en  metrópolis  ni  en  sufragáneas. 


24  MEMORIAS  DE  í.\    REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 

la  ciencia  arqueológica,  recogidos  felizmente  abundantes  y  preciosos  datos  para  entrar 
en  ellas  con  algún  conocimiento  de  causa,  y  para  rebatir,  no  sin  esperanza  de  ra- 
cional éxito,  la  ya  indicada  teoría  que,  tal  vez  sin  que  aspire  á  tanto  su  autor,  des- 
poja á  la  España  visigoda  de  las  bellas  artes;  despojo  que  no  puede  consentirse  sin 
menoscabo  de  la  ciencia  y  sin  desdoro  de  nuestra  pro|)ia  cultura. 
Kntreraos  pues  en  su  estudio. 


II. 


Los  bárbaros  del  Norte  carecieron  de  bellas  artes. — Causas  de  este  hecho. — Efecto  que  en  ellos  produce  el 
espectáculo  del  antiguo  mundo. — Los  ostrogodos  y  los  visigodos. — Teodorico  en  Italia. — Su  anhelo  por  la 
restauración  de  la  civilización  y  de  las  arles  romanas. — Ataúlfo  en  España — Aspira  al  nombre  y  ma- 
gestad  de  Augusto. — Imítanic  sus  sucesores.— El  tercer  Concilio  de  Toledo. — Su  efecto  en  la  raza  vi- 

,  sigoda. — San  Isidoro. — Las  bellas  artes  en  la  monarquía  visigoda. — Sus  fuentes. — Elementos  que  refle- 
jan.— Su  carácter. — Influencia  de  las  bellas  artes  en  las  artes  secundarias.— La  orfebrería. — Su  tradi- 
ción conservada  en  el  pueblo  cristiano. — Tesoro  de  la  Iglesia  de  Oviedo. — Las  Cruces  y  el  Arca  de  las 
Santas  Reliquias. — Consecuencias  arqueológicas  del  examen  de  estos  monumentos. — Observaciones  relati- 
vas á  trajes  y  costumbres.— La  tradición  artística  de  la  antigüedad  no  se  interrumpe  en  la  Península 
Ibérica. 


ExamiDando  el  libro  publicado  por  el  erudito  Mr.  de  Lasleyrie  sobre  las  coro- 
nas visigodas,  fortuitamente  descubiertas  el  25  de  Agosto  de  1858  en  el  término 
de  Guadamur,  loma  en  cuenta  Mr.  E.  Martin  la  teoría  asentada  en  el  mismo  res- 
pecto del  arte  que  las  produce,  y  propone  la  cuestión  siguiente:  "'¿Pertenecen  estos 
monumentos  al  arte  bizantino  ó  románico,  más  ó  menos  alterado,  ó  tenian  los  bárbaros 
un  arte  propio,  cualquiera  que  fuese  el  grado  de  su  cultura?»  '  Mr.  E.  Martin  de- 
clara que  el  docto  miembro  de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios  abraza  el  segun- 
do extremo,  fundado  sin  duda  en  este  ó  análogo  razonamiento:  «Los  antiguos  pueblos 
de  la  Europa  occidental  y  de  la  Europa  se])tentrional  tuvieron  un  arte,  ó  mejor  di- 
cho dos  artes  propios,  el  arte  cchico  y  el  arle  germánico.  Unos  y  otros  mostraron 
cierto  gusto  especial  en  sus  ornamentos,  en  sus  armas  y  en  la  decoración  de  sus 
moradas,  por  sencillas  que  estas  fuesen.  Tácito  nos  ofrece  algunas  indicaciones  sobre 
este  último  punto  respecto  de  los  germanos,  siendo  imposible  que  en  el  estado  ac- 


'  Le  Siécle,  viernes  2  de  Julio  de  1800.  Sus  palabras  textuales  son:  «Les  monuments  de  ce  gen- 
re  sont-iis  de  i' art  byzantin  ou  román  plus  ou  moins  alteré,  ou  les  barbares  avaietit-ils  un  arl  qui 
leur  fQt  propia  á  un  degré  quelconque....?» 

4 


i6  MEMORIAS   DE   L.V   REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

lual  (le  la  ciencia  confunda  ningún  escrilor  que  se  precie  de  arqueólogo,  los  orna- 
mentos y  armas  de  estos  pueblos  con  las  armas  y  ornamentos  de  los  celtas.  Es, 
pues,  evidente  que  existe  un  arte  céltiro,  común  á  todos  los  pueblos  de  esta  raza, 
tales  como  los  gaulas,  los  armóricos.  los  kyniris  de  Gales  y  los  gaéls  de  Escocia  y  de 
Irlanda,  así  como  un  arte  germánico,  común  á  todos  los  teutones  y  escandinavos, 
francos,  sajones  y  godos,  pues  que  unos  y  otros  pueblos  se  refieren  á  unos  mismos 
tipos. »  Tras  este  razonamiento,  favorable  en  gran  manera  á  la  teoría  de  Mr.  de  Las- 
teyrie,  advierte  Mr.  E.  Martin,  que  el  entendido  anticuario  señala  y  determina  ciertos 
rasgos  distintivos  de  aquellos  dos  artes,  observando,  como  para  prevenir  las  obje- 
ciones á  que  daba  lugar  la  indicada  teoría,  que  se  bailan  con  fiecuencia  en  los  mo- 
numentos del  arte  germánico  (único  que  se  enlaza,  en  su  concepto,  con  las  investiga- 
ciones sobre  el  Tesoro  de  Guarrazar)  algunas  imitaciones  del  bizantino  y  del  romá- 
nico, las  cuales  conviene  tener  muy  presentes  para  determinar  lo  que  liay  en  dicbos 
monumentos  verdaderamente  original  y  primitivo. 

No  aparece  en  verdad  Mr.  de  Lasleyrie  tan  ex|ilícito,  como  se  le  supone;  pero 
esta  salvedad,  tan  importante  por  su  j)ropia  naturaleza  y  más  todavía  por  las  per- 
sonas que  la  liacen  y  la  ocasión  con  que  la  formulan,  nos  lleva  como  de  la  mano  á  la 
investigación  arriba  propuesta  respecto  del  carácter  y  representación  de  las  bellas 
artes  durante  la  Monarquía  visigoda.  Mas  no  sin  mostrar  antes  que  no  reconocemos 
en  lo  que  se  designa  bajo  la  denominación  de  arte  céltico  ni  de  germánico  títulos  ta- 
les que  nos  fuercen  á  confesar  su  existencia  en  la  acepción  cientílica  y  lata  de  la 
palabra:  ni  celtas  ni  germanos  tuvieron,  hablando  en  sentido  verdaderamente  fdosó- 
licó,  ar([uitectura,  estatuaria  ni  pintura.  Vedólo  á  los  primeros  el  supersticioso  y  san- 
griento culto  de  su  religión,  que  sólo  les  consentía  los  recintos,  menhires,  dólmenes  y 
timulos.  compuestos  de  informes  rocas,  cuyo  estudio  se  ha  llevado  la  atención  de  la 
arqueología  en  los  últimos  tiempos:  estorbólo  á  los  segundos  la  misma  inferioridad 
de  su  estado  social  y  su  vida  errante  y  aventurera,  tan  magistralmente  descrita  por 
Tácito '. 


1  De  Morihvs  germanorum.  Son  en  gran  manera  curiosos  los  rasgos  que  sobre  el  punto  de  que 
tratamos,  nos  trasmite  este  profundo  iiistoriador.  Hablando  de  la  frugal  sobriedad  de  los  germa- 
nos, observa  que  menospreciaban  el  oro  y  la  plata,  añadiendo:  «Est  videre  apud  illos  argéntea  vasa, 
legatis  et  principibus  eorum  niuneri  data,  non  in  alia  vilitate  qnam  qnae  humo  linguntur.»  De  sus 
trajes  escribe:  aNudi  aut  sagulo  leves:  nulla  cultus  iactatio:  scuta  tantum  lectissimis  coloribus  dis- 
tingunt:  pancis  loriéis;  vix  uni,  alterive  cassis,  aut  galea.»  Tratando  de  sus  maneras  de  guerrear, 
declara  que  «effigies  et  signa  quacdam  detracta  lucis  in  praelium  ferunt,»  dando  después  conocimien- 
to de  lo  que  eran  dicbas  efigies  de  sus  dioses  por  estas  palabras:  «iCeterum  neo  cohibere  parietibus  déos, 
ñeque  in  uUam  humani  oris  speciem  assimilare  ex  niagnitudine  coelestium  arhitrantiir:  lucos  etnemo- 
ra  Ronsecrant,  deorumque  noininibus  appellant  secreium  illud,  qnod  sola  reverentia  vident.»  Ha- 
blando de  sus  moradas,  dice:  «Vicos  locant,  non  in  nostrum  nioreni,  connexis  et  cobaerentibus  aedi- 
üciis:  suam  quisque  domum  spatio  circumdat,  sive  adversus  casus  ignis  reraedium,  sive  inscitia  aedi- 
licandi.  Ne  caementorum  ijuidem  apud  illos  aut  tegularum  usus  materia  utuntur  informi,  et  citra 
speciem  el  delectationem.»  Es  pues  evidente  que,  sin  temeridad  notoria,  no  puede  asegurarse  que  los 
pueblos  germánicos  cultivaron  las  bellas  artes,  ni  aun  las  artes  secundarias  del  diseño,  desconociendo 
de  todo  punto  la  orfebrería  en  la  época  á  que  Tácito  se  refiere. 


MEMORIAS    DE    LA    REAL -TVCADESIIA    DE   SAN    FERNANDO.  27 


Üebe  asentarse  |)or  lanío,  sin  recelo  de  errar,  que  antes  de  que  pudieran  sen- 
tir la  necesidad  de  realizar  la  belleza  por  medio  de  la  arquitectura,  la  pintura  ó  la  es- 
tatuaria, artes  madres  de  que  se  nulren  y  alimentan  las  demás,  sorprendió  el  espíritu 
de  los  germanos  la  grandeza  de  la  civilización  del  antiguo  mundo.  Produjo  primero 
esta  sorpresa  aquella  terrible  exasperación  (¡ue  conturba  el  espíritu  de  los  l'l'.,  al  ver 
reducidos  á  escombros  y  cenizas  ios  más  suntuosos  monumentos  del  arte  griego  y 
del  arte  romano:  despertó  después  el  sentimiento  de  la  admiración;  y  engendró  poi- 
último  el  deseo  de  poseer  tanta  magnilicencia,  deseo  que  empieza  á  borrai-  de 
aquellos  pueblos  la  herrumbre  de  la  barbarie,  y  especialmente  de  la  raza  goda  (vi- 
sigodos y  ostrogodos),  cuya  presencia  evitó  Alejandro,  temió  l*irro  y  llenó  de 
horror  á  Julio  César  '.  No  otra  es  la  enseñanza  de  la  historia:  aipiellos  caudillos, 
que  habían  yermado  con  el  hierro  ó  la  lea  las  más  suntuosas  ciudades  del  antiguo 
mundo,  trocada  ó  vencida  su  ferocidad  desde  el  momento  en  que  son  recibidos 
como  aliados  ó  amigos  del  Imperio  romano,  acaban  por  ambicionar  para  sí  su  mag- 
nilicencia y  su  magestad,  soñando  al  cabo  no  ya  en  emular,  sino  en  sustituir  j)erso- 
nalmente  la  grandeza  de  los  Césai'es,  logrado  el  vencimiento  y  total  ruina  del  mismo 
Imperio. 

Hé  aquí  la  noble  ambición  que  domina  á  Teodorico,  príncipe  de  los  ostrogodos: 
dueño  del  Imperio  deOccidente,  que  arrebata  á  Odoacro  con  la  vida,  toma  para  sí  la 
magestad,  ya  que  no  el  nombre,  de  los  Césares,  y  concede  al  Senado  de  Roma  la  an- 
tigua libertad  y  gobierno  de  la  república.  Su  corte  remeda  la  opulencia  y  fausto  del 
Imperio:  sus  ministros,  sus  cónsules  y  sus  pretores,  entre  quienes  resplandecen  un 
Cassiodoro  y  un  Boecio,  son  de  raza  latina:  el  ¡¡ríncipe  y  sus  magnates  ostrogodos 
anhelan  poseer  la  lengua  de  Cicerón  y  de  Virgilio,  olvidando  el  materno  idioma  que 
arrulló  sus  infantiles  sueños  en  los  bosques  germánicos.  La  mayor  gloria  del  bárbaro 
estriba  en  seguir  las  huellas  de  los  límperadores  de  Oriente,  tomando  por  modelo  á 
Anastasio  I,  que  cenia  á  la  sazón  la  diadema  de  Constantino  ■;  y  sin  embargo,  por 
el  vivo  deseo  que  le  impulsa  á  restituir  á  la  antigua  señora  de  las  gentes  su 
ya  empañado  brillo  ^  por  el  alan  que  sin  tregua  le  agita  para  hacerse  digno  de  la 
posteridad,  emulando  á  los  más  renombrados  Césares,  aparece  á  nuestra  vista  más 


'  San  Isidoro  decia  de  esta  raza :  «Nulla  enim  gens  in  orbe  fuit  quae  romanuin  Imperiuní  adeo 
fatigaverit,  ut  lii  ^cfotlii'.  Isli  enim  sunt  quos  etiam  Alexander  vitandos  pronuntiavit.  I'yrrus  perti- 
niiiit,  Gaesar  exhorriiit  {Histuria  de  fícgibm  íjotliorum  ek\,  proh  ). 

-  Dirigiéndose  á  Anastasio,  le  decia  el  mismo  Teodorico:  «Regniim  nostrum  imitatio  vestra  est, 
forma  boni  propositi,  unici  exemplar  Imperii;  qui  quantum  vos  sequimur,  tantum  gentes  alias  ante- 
imus.  Hortamini  me  Irequenter,  ut  diligam  Senatum,  leges  Principuní  gratanter  aniphxtar  ut  cuneta 
Italiae  membra  componam  (Cassiodoro,  Opera,  lib.  I,  epist.  1). 

3  Son  numerosas  las  epístolas  que  Teodorico  dirige  al  Senado,  felicitando  a  los  I'adres  Conscrip- 
tos y  felicitándose  de  haberles  restituido,  tras  longa  aelate,  sus  antiguas  inmunidades  y  fueros.  Cita- 
remos entre  otras  la  que  empieza  diciendo:  «Ouamvis  universac  lieiiuililicae  nnstrae  infatigabilem 
wcuram  desideremus  impenderé,  et  Deo  lávente,  ad  statum  pristinum  studeamns  cunda  revocare; 
Dtamen  Romanae  civitatis  soUicitiora  nos  augmenta  constringunt»  (Id.,  lib.  III,  episl.  31). 


28  MEMORIAS   DE   LA    REAL    ACADEMIA    DE    SA>    FERNANDO. 


grande  que  Alanasio,  ocupando  preferente  lugar  en  la  historia  de  la  civilización  y 
muy  especialmente  en  la  de  las  artes. 

Al  rudo  golpear  de  los  bárbaros  liabian  caido  por  tierra  innumerables  monu- 
mentos de  la  antigüedad  gentílica,  yaciendo  entre  escombros  preciosos  mármoles, 
magnílicos  relieves  y  bellas  estatuas:  los  templos  de  las  divinidades,  abandonados 
desde  la  lira  de  (Constantino  y  de  Teodosio^  amenazaban  ruina ;  los  puertos  del  Im- 
perio estaban  destruidos;  las  cloacas  de  Roma  que  superaban  las  maravillas  de  otras 
ciudades,  obstruidas;  las  termas,  regalo  un  dia  de  los  patricios  y  de  los  caballeros, 
infectas;  las  campiñas,  otro  tiempo  feraces,  se  habian  trocado  en  pestilenciales  lagu- 
nas, lín  medio  de  aquella  espantosa  conturbación  ,  se  ofrece  pues  á  nuestras  miradas 
la  ilustre  figura  de  Teodorico:  el  ornamento  y  grandeza  de  la  ciudad,  es  para  él 
decoro  y  magnificencia  del  príncipe  ';  y  mientras  procura  avalorar  su  palacio  con 
todos  los  tesoros  de  las  artes  en  mármoles,  bronces ,  ricas  maderas ,  vistosos  estucos 
y  delicadas  incrustaciones,  emulando  en  las  modernas  las  antiguas  fábricas,  de  tal 
suerte  que  sólo  se  diferencien  de  ellas  por  lo  nuevo  ';  le  vemos  dedicar  sumas  inmensas 
á  la  reparación  de  los  muros  y  de  los  principales  edificios  de  Roma  ■\  restaurando  al 
par  con  mano  pródiga  ya  el  celebrado  templo  de  Hércules  en  Ravena ',  ya  el  famoso 
puerto  de  Lucino  y  otros  no  menos  famosos  del  Imperio  ^.  Ni  abriga  menor  empeño 
ora  por  devolver  á  las  cloacas  de  la  inmortal  ciudad  su  perdida  magnificencia  ", 
ora  por  edificar  nuevas  termas  y  desecar  los  lagos  de  Espoleto  ',  poniendo  por 


'  Teodorico  decía  con  frecuencia  ya  á  sus  prefectos,  ya  á  los  romanos,  ya  á  sus  naturales.  «Dig- 
»na  cst  constructio  civitatis,  in  qua  se  commendat  cura  regalis:  quia  laus  est  temporura  reparatio  ur- 
»bium  vetustarum  (Id.,  lib.  I,  epist.  '28).  Acerbum  nimis  est,  nostris  teniporibus  antlquorum 
«facta  decrcscerc,  qui  ornatura  urbiura  quotidie  desideramus  augere»  (Id.,  lib.  II,  epíst.  33). 
«Nos  urbem  nitore  cujJiraus  fabricarum  surgentlum  coraponi  {Id.,  id.,  lib.  IV,  epíst.  32).»  Y  dando 
permiso  para  construir  pórticos  ú  otros  edificios,  anadia:  «In  ücentiam  reparationis  accipiuntur  potius 
«proemia  quam  donantur»  (Id.,  id.,  epist.  24). 

^  Legislando  sobre  la  suntuosidad  de  su  palacio,  observaba:  «Haec  nostra  sunt  oblectamenta,  po- 
tentiae  imperii  decora  facies,  testimonium  praeconiale  regnorum...  Decorum  magisteriuní,  propositum 
omnino  gloriosum  (decia  al  Prefecto  del  Palacio),  in  tam  longas  aetates  mittere,  unde  te  debeat  poste- 
ritas  admirata  laudare.  Quidquid  enim  aut  instructor  parietura,  aut  Sculptor  marmorum,  aut  aeris 
fosor,  aut  camerarum  rotator,  aut  gypsoplastes,  aut  musivarius  ignorat,  te  prudenter  interrogat;  ct 
tam  magnus  ille  fabrilis  exercilus  ad  tuuní  recurrit  judicium,  ne  possit  aliquid  habere  confussum» 
(Id.,  lib.  VII,  Formula  curae  Palaíii).  El  rey  manifestaba  que  en  tal  manera  deberla  proceder  el 
prefecto,  «ut  ab  opere  veterum  sola  distet  novitas  fabricarum»  (Id.,  id.) 

3    Id.,  lib.  I,  epist.  21;  lib.  II,  epists.  7  y  34. 

'  El  rey  deseaba  que  esta  restauración  se  hiciese  de  tal  modo  que  recobrase  el  templo  su  prístina 
belleza.  Con  tal  propósito  mandaba  á  Agapito,  prefecto  de  Roma  (Urbis),  que  le  enviase  los  más  re- 
nombrados tallistas:  «De  urbe  nobis  marmorarios  peritissimos  destinetis,  qui  eximie  divisa  coniun- 
gant...  De  arte  venial  quod  vincat  naturam:  discolorea  crusta  marmorum  gratissima  picturam  varie- 
tate  texuntur:  quia  illud  est  semper  in  praetium  quod  ad  decorem  fuerit  exi|uisitum»  (Id.,  id.,  lib.  I, 
epíst.  6). 
:    5     Id.,  lib.  1,  epist.  25. 

»    Id.,  lib.  III,  epist.  30. 

T    Id.,  lib.  II,  epists.  37,  21  y  33. 


MEMOniAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO  29 


úllimo  extremada  solicitud  en  el  engrandecimiento  de  la  ciudad,  donde  liabia  fijado 
su  Trono  y  recogiendo  entre  las  ruinas  de  otras  ciudades  las  reliquias  de  alcázares  y 
templos,  para  embellecer  los  que  bajo  sus  auspicios  se  edificaban  ^  El  rey  de  los 
ostrogodos,  que  se  preciaba  de  proteger  y  elogiar  á  los  artistas,  estatuía  al  cabo 
un  prefecto  de  obras  públicas,  para  el  ornato  y  lustre  de  Roma  ^. 

Ni  habían  dado  menos  significativo  ejem])lo  los  Príncipes  visigodos.  Cierto  os 
que  irritado  contra  los  romanos,  invade  Marico  las  regiones  de  Italia  y  llevando  á 
todas  partes  la  destrucción  y  la  muerte,  penetra  en  Roma,  entregándola  al  furor  de 
sus  soldados  y  apoderándose  de  sus  tesoros  ^:  cierto  es  que  Ataúlfo,  fundador  de  la 
Monarquía  que  iba  á  contar  entre  sus  reyes  los  Recaredos  y  los  Wambas,  imita  aquel 
terrible  ejemplo,  hasta  saciar  la  saña  que  habia  estallado  en  su  j)echo  coiilia  la 
falaz  poquedad  de  Honorio.  Pero  aplacado  el  enojo,  manifiesta  luego  tan  afortunado 
caudillo  que  cedía  también  su  espíritu  al  noble  estímulo  de  la  cultura,  y  que  lejos 
de  odiar  el  nombre  romano,  codiciaba,  como  sublime  ideal,  el  imposible  de  restaurar 
su  Imperio.  Vencedor  del  Occidente,  cuyas  magníficas  ciudades  le  deslumhran  con  la 
grandeza  de  sus  monumentos,  intenta  mezclar  la  sangre  de  los  Ballhos  con  la  sangre 
del  Gran  Teodosio;  y  dueño  de  Gala  Placidia,  la  eleva  al  tálamo  nupcial,  iwniendo 
la  silla  de  su  nuevo  reino  en  las  últimas  regiones  de  Europa.  Su  inestinguible  sed  de 
gloria  y  de  magestad,  le  viste  la  púrpura  de  los  Césares;  su  amor  á  la  magnificen- 
cia le  mueve  á  vivir  como  un  Emperador  romano,  aspirando  al  título  de  Augusto  ^: 


1     Id.,  ¡(i.,  lib.  III,  epísts.  9  y  10;  lib.  V,  epíst.  8. 

*  Formula  de  Arc.hitecto  PMkorum  {mi  Praefeclum  Uvlm).  Sentimos  que  la  Índole  de  este  tr.i- 
bajo  no  nos  consienta  trasladar  aquí  esta  fórmula  entera,  porque  revela  admirablemente  el  espíritu 
que  animaba  á  la  corte  de  Teodorico.  Y  lo  mismo  decimos  de  la  Formula  comitivae  formarnm  Urhis, 
donde  se  mencionan  y  describen  los  principales  monumentos  de  Roma,  manifestando  Teodorico  que 
aquellas  magnílicas  producciones  délas  artes  se  conservarían  ííí^ksíív' t  suffrafiuiile.  A  la  verdad  las 
naciones  modernas,  tan  civilizadas,  se  bubieran  holgado  en  muchas  ocasiones  de  tener  principes  y  re- 
públicos tan  ilustrados  como  el  bárbaro  Teodorico. 

■*  Licito  juzgamos  notar  aquí,  pues  conviene  especialmente  al  intento  (¡ue  realizamos,  que  inva- 
dida la  ciudad  de  Roma  por  las  falanges  de  Marico,  mientras  era  entregada  al  furor  de  los  bárbaros 
la  antigua  señora  de  las  gentes ,  dio  uno  de  los  visigodos  con  el  sitio  en  que  los  cristianos  habían 
escondido  los  vasos  sagrados,  confiándolos  á  la  custodia  de  una  sola  Virgen.  Sorprendido  de  tanta 
riqueza  y  «magno  pavore  perterritus,»  participó  tan  peregrino  hallazgo  á  Marico;  y  el  sañudo  debe- 
lador  de  Roma,  sobrecogido  de  respeto,  mandó  restituir  á  la  Basílica  de  San  Pedro  todos  los 
objetos  y  vasos  sagrados  que  formaban  el  tesoro  (Orosio,  lib.  Vil  Historiarum,  cap.  39).  Refiriendo  San 
Isidoro  el  mismo  hecho,  observa  que  la  forma  y  belleza  de  los  vasos  revelaba  la  antigua  opulencia 
romana  (vasorum  formam  et  pulchritudem  ex  illa  antiqua  Romanorum  opulentia),  añadiendo  ijue  los 
restituyeron  «summa  cum  reverentia,»  llevándolos  sobre  sus  cabezas:  «supercapitasna  vasa  illa  áurea 
et  argéntea  cum  liymnis  et  caiiticis  reportantes»  [Historia  de  Regibiis  r/olhorum).  Esta  singular  con- 
ducta de  los  bárbaros  respecto  de  los  cristianos,  contrasta  con  la  crueldad  empleada  contra  los  gentiles, 
de  cuyos  tesoros  se  apoderaron:  «cum  ingenti  auri  argentique  Ihesauro  Romae  capiunt:  adeptisque 
multis  opibus  romanorum incensa  eversaque  in  partibus  urbe,  discedunt  (Id  ,  id.). 

^  El  español  Osorio  escribía,  tratando  de  Ataúlfo:  «Se  in  primis  ardenler  iubiasse  ut,  oblitéralo 
«romano  nomine,  Romanum  omne  solum  Gothorum  imperium  et  placeret  et  vocasset,  essetque  (ut 
«vulgariter  loquar)  Gothia  quod  Romanía  fuisset,  fieretijue  nunc  .\thaulphus  quod  quondam  Caesar 
»Augustus»  (Lib.  VII,  cap  XLIll). 


30  MEMORIAS    DE    LA   REAL   ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 

juegos  circenses,  espectáculos  escénicos,  banquetes  nocturnos  (comessaliones),  cuanto 
pedia  halagar  y  lisonjear  el  orgullo  de  aquel  guerrei'o,  vencedor  en  el  campo  de 
hatalla,  vencido  al  penetrar  en  las  ciudades  romanas,  lodo  lo  reúne  y  congrega  en 
torno  suyo,  pereciendo  al  cabo  trágicamente  en  la  suntuosa  Barcino  (Barcelona) 
inler  jahiilas  familiares  '. 

Igual  empeño  mostraron  sus  sucesores,  dueños  (después  de  la  gran  rota  de  Atila 
en  los  campos  Cataláunicos  y  de  la  expulsión  de  vándalos  y  silingos)  de  casi  todo  el 
territorio  de  la  península  pirenaica,  inclusa  la  (ialia  Narbonense.  El  nombre  y  la  mag- 
nillcencia  de  Roma  subyugaban  su  espíritu,  mientras  echaban  sobre  la  grey  hispano- 
hitina  cruel  servidumbre,  que  ensangrienta  por  el  espacio  de  dos  siglos  la  polí- 
tica arriana,  abrazada  esta  secta  por  reyes,  magnates  y  pueblo  visigodo.  Pero  de 
esta  persecución  debia  nacer  el  doble  triunfo  del  catolicismo  y  de  la  civilización  re- 
presentada por  la  grey  que  tiene  la  gloria  de  contar  entre  sus  hijos  los  Orosios  y  los 
Idacios,  los  Draconcios  y  los  Orencios.  Tal  es  en  efecto  el  fruto  que  ofrece  el 
tercer  Concilio  toledano  (o80),  en  que  á  instancia  de  Recaredo,  convertido  ya 
diez  meses  antes  á  la  religión  de  Hermenegildo,  abjuran  proceres  y  obispos  la  he- 
rejía de  Arrio,  entrando  en  la  comunión  católica.  La  grey  hispano-latina  no  ob- 
tiene allí  solamente  el  triunfo  de  la  religión  que  había  sabido  conservar  en  toda  su 
pureza  en  medio  de  los  más  grandes  conflictos  y  dolorosas  calamidades:  rehabilitada 
moralmente,  en  virtud  de  aquella  trasformacion  prodigiosa,  logra  también  vencer 
del  todo  los  restos  del  germanismo  que  aun  abrigaba  el  pueblo  visigodo;  y  leyes, 
costumbres,  lengua,  literatura  y  artes,  lodo  vuelve  á  regenerarse  bajo  el  influjo  del 
episcopado  católico,  á  cuya  cabeza  brillaba  el  gran  Leaiidio  -.  El  mundo  i'omano 
alcanzaba  en  las  esferas  de  la  civilización  la  última  victoria,  perpetuando  las  no- 
ciones de  su  filosofía,  de  su  legislación,  de  sus  letras  y  de  sus  arles  en  el  impere- 
cedero monumento  que  la  ciencia  de  Isidoro  levantaba  á  la  gran  trasformacion  ope- 
rada en  la  monarquía  visigoda,  en  virtud  del  principio  católico;  y  mientras  el  libro 
de  las  Etimologías  servia  de  fundamento  á  la  educación  del  clero  \  estableciendo 


1  Idacio  Chronicon,  anno  41G.  Jornandes  dice  que  le  mató  un  bufón  llamado  Vernulfo  (De  Rebus 
Geticis,  cap.  XXX).  San  Isidoro  sigue  extrictamente  á  Idacio,  aunque  sin  fijar  el  sitio  donde  murió 
.\taulfoi)  [líist.  de  Regibus  Gothorum]. 

-  Insigne  testimonio  de  esta  singular  trasformacion  nos  ofrece  por  cierto  el  mismo  Leandro  en  la 
magnifica  oración ,  pronunciada  en  el  tercer  Concilio ,  al  poner  término  á  sus  celebérrimas 
sesiones,  y  no  son  para  olvidadas  sus  últimas  palabras:  «Justo  es  ¡dice)  que  los  que  tenemos  un 
Dios  y  un  mismo  origen  y  padre,  de  quien  procedemos  todos,  quitada  la  diversidad  de  lenyuas,  con 
que  entró  en  el  mundo  gran  muchedumbre  de  errores,  tengamos  un  mismo  corazón  y  estemos  entre 
nos  atados  con  el  vinculo  de  la  caridad,  etc»  (Trad.  de  Mariana).  Nótese  pues  con  cuánto  entusiasmo 
saludaba  el  metropolitano  de  la  Bética  la  unión  de  la  raza  hispano-romana  y  la  visigoda ,  quitada  la 
diversidad  de  lenguas,  y  logrando  por  tanto  el  triunfo  de  la  latina,  que  era  la  adoptada  y  usada  por 
la  Iglesia.  La  oración  original  puede  consultarse  en  la  Colleclio  Máxima  Conciliorum  Omnium  Hispa- 
niae,  de  Aguirre,  p.  236. 

3  Es  de  alta  importancia,  por  cuanto  observamos  en  el  capitulo  anterior,  el  dejar  consig- 
nado que  escrito  el  libro  de  los  Origenes  á  ruegos  de  San  Braulio ,  Ubispo  de  Zaragoza ,  para  que 


MEMORIAS    DE   I.A   REAL   ACADEMIA    DE   SA.N    FERNANDO.  31 

aquella  tradición  científica  que  ilumina  con  luz  vivificadora  las  nieblas  de  la  edad 
media,  no  sólo  consignaba  todos  los  procedimientos  del  arte  an|uilectónico  en  la 
forma  que  dejamos  notado,  sino  que  penetrando  en  el  dominio  de  las  costumbres, 
daba  á  conocer  sin  género  alguno  de  dudas  cuanto  puede  apetecer  hoy  la  ciencia 
arqueológica  para  estudiar  la  indumentaria  visigoda. 

Mas  ¿cuál  era  el  carácter  especial  de  la  arquitectura?  Arle  capital,  llamada 
en  todas  edades  á  imprimir  el  sello  de  sus  formas  á  las  producciones  de  las  demás 
artes  del  diseño,  no  debia  en  verdad  sus  elementos  constitutivos  al  pueblo  de 
Ataúlfo,  para  quien  eran  desconocidas  sus  bellezas,  no  sentida  tampoco  la  necesidad 
de  su  cultivo  en  medio  de  los  azares  de  aquella  vida  vagabunda  que  desde  los 
tiempos  más  remotos  le  caracteriza.  Al  tomar  asiento  en  las  ])ostreras  regiones  de 
Europa  las  falanges  del  esposo  de  Flacidia,  ostentábanse  por  todas  partes  grandiosas 
fábricas  que  á  pesar  de  la  saña  destructora  de  vándalos,  alanos  y  suevos,  llorada 
por  Idacio,  pregonaban  todavía  la  grandeza  y  magostad  de  las  artes  romanas. 
Templos,  palacios,  anfiteatros,  circos,  teatros,  acueductos,  arcos  de  triunfo,  termas 
regaladas  y  suntuosas  alquerías  (villae),  donde  se  atesoraban  aun  las  creaciones  de 
la  estatuaria  y  de  la  pintura  en  magníficos  relieves,  suntuosas  estatuas,  bellos  mo- 
saicos y  peregrinos  frescos,  mostraron  á  Ataúlfo  y  á  sus  sucesores  que  era  la  pe- 
nínsula ibérica  aquella  codiciada  provincia  del  Imperio  romano,  ennoblecida  por  tan 
grandiosas  colonias,  como  Emérita- Augusta,  Caesar- Augusta  y  Corduha,  asiento  de 
familias  patricias'.  Los  que  en  la  mageslad  y  poderío,  en  el  fausto  y  la  opulencia 


fuese  general  la  enseñanza  que  San  Isidoro  liabia  planteado  en  Sevilla,  se  publicó  en  el  Concilio  l\ , 
celebrado  en  633  y  presidido  por  el  hermano  de  Leandro.  El  canon  XXIV  del  expresado  Concilio  dis- 
ponía que  los  jóvenes  consagrados  al  sacerdocio,  viviesen  y  estudiasen  on  un  mismo  claustro:  por  ma- 
nera qnc  reconocidos  estos  hechos  y  en  los  estudios  clericales  la  tradición  Isidoriana,  se  comprendí' 
fácilmente  como  se  conservan  y  viven  en  el  clero  la  noción  y  la  tradición  del  arte. 

'  Para  comprender  cuan  grande  debió  ser  el  efecto  producido  en  Ataúlfo  y  sus  sucesores  por  la 
magnificencia  de  los  monumentos  romanos  que  ornaban  la  Península,  bastará  recordar  el  que  después 
de  la  batalla  de  (niadalete  producen  en  los  Emires  mahometanos  aquellas  civilates  decorae ,  cuya  ser- 
vidumbre lamenta  Isidoro  Pacense  y  cuya  suntuosidad  celebran  por  extremo  los  historiadores  árabes. 
.\  este  propósito  hemos  escrito  antes  de  ahora,  siguiendo  tan  desinteresado  testimonio:  «La  España 
visigoda  atesoraba  grandiosos  monumentos  de  la  civilización  romana:  la  República  y  el  Imperio  la  ha- 
blan enriquecido  á  porfía  con  suntuosas  construcciones;  Córdoba,  Mérida,  Sevilla,  Itálica,  Zaragoza  y 
Toledo  se  engalanaban  todavía  con  sus  magníficos  anfiteatros  y  sus  circos,  con  sus  alcázares  y  preto- 
rios, con  sus  regaladas  termas  y  soberbios  arcos  de  triunfo;  Segovia  y  Tarragona,  Evora  y  üraga  os- 
tentaban los  magníficos  templos  y  gigantescos  acueductos  que  desafian  aun  la  sana  de  los  siglos;  el 
Tajo  y  el  Anas,  el  Bétis  y  el  Ebro  veían  domada  su  corriente  bajo  el  peso  de  inmensas  y  robustas  fá- 
bricas, destinadas  por  la  arrogancia  de  sus  autores  á  permanecer  enhiestas  ¡n  snecida  miindi»  iDis- 
curso  sobre  el  arle  y  eslilo  mudejar,  p.  101.  Si  pues  Muza  y  Tarii[  se  hallan  sorprendidos,  al  penetral' 
en  las  Españas,  porta  grandeza  de  aquellas  construcciones  ¿cómo  seria  posible  dudar  de  su  existen- 
cia, al  tomar  asiento  en  la  Península  el  pueblo  de  Ataúlfo....?  Pero  sí  pudiera  dudarse  de  esta  demos- 
tración histórica,  bastaría  á  desvanecer  duda  tui  temeraria  la  existencia  de  tantos  monumentos  roma- 
nos como  viven  todavía  en  nuestro  suelo ;  y  si  fuese  dado  desconocer  el  respeto  que  los  descendien- 
tes de  .\taulfo  y  de  Teodorico  mostraron  al  verlos ,  lo  comprobaría  el  anhelo  con  que  acudieron  á 
restaurarlos.  Entre  otros  ejemplos  que  pudiéramos  traer  aquí,  nos  limitaremos  al  que  ofrece  el  frag- 


3Í  MEMORIAS   DE    LA    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

quisieron  parecer  émulos  ó  herederos  de  los  Emperadores  romanos,  visliendo,  como 
ellos,  la  púrpura;  hablando,  como  ellos,  la  lengua  latina,  y  haciendo  alarde,  como 
ellos,  de  holgarse  en  los  juegos  escénicos,  en  los  espectáculos  del  circo  y  del  anfi- 
teatro y  en  los  banquetes  nocturnos  de  sus  palacios,  rindieron  también  el  tributo  de 
su  admiración  á  tan  soberbias  construcciones,  que  intentaron  imitar  con  nuevas  fá- 
bricas ,  en  donde  brillasen  su  mageslad  y  su  opulencia.  Y  como  el  pueblo  visigodo 
no  habia  podido  crear  en  su  primitivo  asiento  un  arte  que  bastase  á  realizar  estos 
generosos  deseos,  y  era  de  todo  punto  imposible  que  lo  crease  en  medio  de  una  ci- 
vilización extraña,  cuyo  prestigio  y  grandeza  avasallaba  su  espíritu;  como  sus  reyes 
V  sus  proceres  no  hablan  ocultado  el  ardiente  anhelo  de  alcanzar  todos  los  goces 
que  esta  civilización  brindaba,  aun  despeñada  en  espantosa  decadencia,  aquella 
imitación,  nacida  en  la  esfera  de  la  política,  se  trasfiere  naturalmente  á  la  esfera 
del  arle,  como  lo  comprueba  hasta  la  evidencia  el  didáctico  testimonio  de  Isidoro. 
Pero  esto  que  podía  llamarse  imitación  respecto  de  la  grey  visigoda,  no  era, 
no  podía  ser  más  que  la  prosecución  en  el  ejercicio  del  arte  cultivado  por  sus  ma- 
yores en  orden  á  la  grey  hispano-latina,  cuya  existencia  olvidan  ó  desconocen  cuantos 
extranjeros  han  tocado  estas  materias.  Aunque  dominada  por  la  fuerza  y  reducida  á 
servidumbre,  la  raza  hispano-latina  no  renuncia  á  sus  tradiciones,  como  no  abjura  de 
su  credo:  padece,  lucha  y  vence  al  lado  del  sacerdocio  católico:  vive  su  vida  inte- 
lectual; obedece  sus  inspiraciones,  y  dócil  á  su  voz,  levanta  basílicas,  erige  hospi- 
cios y  xenodoquíos,  y  fabrica  monasterios  ^  Al  realizar  todas  estas  obras,  no  pide 


mentó  de  mosaico  de  Itálica  que  bajo  el  n.°  4  ofrecemos  en  la  lámina  II. °  I'"orma  parte  de  uno  de  los 
medallones  que  exornaban  el  suntuoso  pavimento,  dedicado  á  Julia  por  Ulno,  caballero  italicense,  y  pre- 
senta notable  restauración,  en  que  desconocido  el  diseño  de  la  figura  animada,  se  ha  sustituido  lo  que 
faltaba  á  un  ciervo  i[ue  iba  á  la  carrera,  con  trazados  geométricos.  Esta  restauración  es  en  juicio  de 
nuestro  estudioso  hermano,  don  Demetrio  de  los  Rios,  profesor  de  arquitectura  que  há  largos  años 
se  ocupa  en  ilustrar  los  venerables  restos  de  Itálica  con  una  obra  verdaderamente  monumental,  en- 
teramente visigoda;  y  lo  persuade  su  no  dudosa  filiación  arlistica. 

''  Véase  lo  que  dejamos  dicho  en  la  página  10  y  en  toda  la  segunda  parte  respecto  de  templos  y 
basílicas,  cuya  fecha  es  conocida.  En  orden  á  los  edificios  religiosos,  anteriores  positivamente  al  tercer 
(iOncilio  toledano,  ya  erigidos  por  los  visigodos  que  seguían  los  errores  de  Arrio,  ya  por  los  hispano- 
latinos  que  eran  católicos,  ya  por  los  suevos,  dueños  de  la  antigua  Galicia,  pueden  consultar  los  lec- 
tores el  Concilio  II  Bracarense,  celebrado  en  572  (anuo  secundo  regis  Mironis),  en  que  se  ponen 
ciertas  limitaciones  á  la  construcción  y  consagración  de  las  basílicas  (cáns.  V  y  VI);  el  III  de  Toledo, 
ya  indicado,  en  que  se  autoriza  á  los  obispos  para  convertir  en  monasterios  las  basílicas  y  parroquias, 
declarando  que  quedaban  bajo  su  jurisdicción  todas  las  Iglesias  «quae  fuerunt  in  haeresi  ariana»  (cáno- 
nes IV  IX);  el  IV,  tenido  el  año  633  en  la  misma  ciudad,  cuyos  cánones  XXXIII  y  XXXV  declaran 
que  «labentiura  Basilicarum  ruinae  non  reparantur, »  y  señalan  la  forma  en  que  deben  gobernarse 
nquae  novae  conditae  fuerint.»  Ni  son  menos  dignos  de  tenerse  en  cuenta  el  libro  de  VÍ7-is  illustribiis 
de  San  Isidoro,  donde  se  mencionan  crecido  número  de  monasterios  anteriores  á  dicha  época,  entre 
los  cuales  deben  recordarse  el  Dumiense,  el  Sevenlano  y  el  Biclarense,  la  Chronira  de  Juan  de  Birla- 
ra y  las  Filias  de  los  PP.  Emeritemes  de  Paulo  Diácono,  que  mencionan  otros  muchos.  Para  que  pueda 
formarse  más  cabal  idea  de  lo  que  eran  sobre  todo  las  basílicas,  trasladaremos  aquí  la  descripción  de 
la  erigida  al  esclarecido  San  Mancio,  junto  á  Évora,  no  muchos  años  después  de  su  martirio,  acaecido 
i  fines  del  siglo  V  ó  principios  del  VI  (España  Sagrada,  t.  XIV.  páginas  124  y  126):  oConstruitur  Ba- 


MEMORIAS   DE   LA   REAL  ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  33 

á  los  visigodos  un  arte  que  no  podian  ministrarle:  depositaria  de  las  tradiciones  ar- 
tísticas de  la  antigüedad,  las  aplica  á  las  construcciones  que  levanta,  sometiéndo- 
las no  obstante  á  la  nueva  ley  de  vida  que  en  la  religión  católica  reconoce,  conforme 
á  las  prescripciones  del  rito  y  de  la  liturgia  y  al  fin  útil  de  los  edificios  debidos  al 
ejercicio  de  la  piedad  cristiana.  Cuando  perseguida  en  su  episcopado,  busca  este  asilo 
en  las  provincias  que  desde  los  tiempos  de  Alhanagildo  reconocían  el  Imperio  de  Bi- 
zancio,  ó  acude  á  la  misma  Constantinopla  para  demandarle  hospitalidad,  siéntese 
fortalecida  con  la  ciencia  de  sus  hermanos  de  Oriente,  admite  con  respeto  sus  ins- 
tituciones monásticas  y  no  esquiva  renovar  sus  tradiciones  artísticas  con  las  conquis- 
tas de  aquel  arte  que  tantas  maravillas  creaba  á  la  sazón  en  la  corte  de  Constantino. 
Hé  aquí,  pues,  la  doble  fuente  de  esa  arquitectura,  ó  mejor  diciendo,  de  ese  arte 
que  no  sin  exactitud  histórica  y  filosófica  nos  atreveremos  á  designar  desde  este 
momento  con  nombre  de  latino-bizantino.  Viva,  enérgica  y  poderosa  aparece  en  él 
la  tradición  de  la  antigüedad,  tal  como  la  había  recibido  el  cristianismo,  bien  que 
subordinándola  á  las  necesidades  del  culto:  con  la  fuerza  y  la  lozanía,  propias  de  la 
juventud,  se  muestra  en  sus  producciones  el  arte,  á  que  dá  impulso  la  magnificencia 
de  Justiniano  y  alientan  al  par  y  caracterizan  las  tradiciones  de  la  civilización  grie- 
ga y  de  la  cultura  de  los  pueblos  orientales.  Llegado  el  solemne  instante  que  en  la  historia 
del  Imperio  visigodo  determinael  tercer  Concilio  de  Toledo  (ya  lo  dejamos  declarado), 
la  grey  que  triunfa  religiosa  y  moralmente,  salvando  al  propio  tiempo  su  lengua,  su 
ciencia  y  su  literatura,  no  puede  darse  por  vencida  respecto  de  las  artes  por  ella 
cultivadas  durante  los  días  de  prueba  y  do  zozobra;  y  la  grey  visigoda,  avasallada 
primero  por  el  prestigio  de  la  antigua  civilacion,  dominada  después  por  la  irresisti- 
ble fuerza  de  la  doctrina  católica,  no  opone  resistencia  alguna  al  desarrollo  de  aquel 
arte  que  tenía  también  recibido  por  suyo,  siendo  este  el  concepto  único  en  que  pue- 
de llevar  su  nombre. 


«silica  fidelium,  iungunlur  beati  fontis  aedificia,  per  octagonum  columnarura  admirahili  opere  dispo- 
«nuntur.  Caticuminum  qiioqiic  Basilicac  siihter  adiiingitiir:  Sancti  Marliris  corpus  sub  beato  altario 
«consecratur.  Non  illic  tcrrenuní  formatur  aliquid,  sed  iníinitae  aedis  longe  latcque  spatia  celsis  cul- 
nminibus  educuntur :  pretiosa  atria  columnarum  suspenduntur  ornatibus,  parietes  cuncti  marmori- 
))bus  vestiuntur;  solura  musivo  rideuti  (de  agradable  mosaico)  decoratur;  mirandis  trabibus  tecta 
«texuntiir,  ct  ne  inbonoram  in  tam  pretiosum  altare  fabrican),  quisquís  crederct,  ligna  cum  ara  ipsa 
ometallls  auri  et  argenti  in  sublime  dccorantur.  Aamque  illic  in  vasis  dona,  gemmarum,  pretiosa  mo- 
onilia  quid  in  ministeriis  per  pocula,  pateras  diversa  videantur  esse  conlata,  scribi  inde  non  expedit, 
oquia  neo  beneficia  possunt  mirari  nec  numera.  Ne  parum  esset,  circa  Basilicam  muri,  in  latum  dis- 
«positis  turribus,  instruuntur,  ut  quisque  de  longe  conspexerit,  splendidam  iudicet  supercrevisse  ci- 
ovitatem,  etc.»  (Id.,  id,  pág.  389).  De  observar  es  que  esta  Basilica  fué  edificada  por  un  solo  caba- 
llero (liomo  nobilissimus)  de  raza  hispano-latina,  llamado  Juliano,  concurriendo  á  obra  tan  magnifica 
una  sola  matrona  de  igual  estirpe  (lulia  religiosa  matrona!;  y  cnando  hallamos  en  ella  tanta  riqueza  y 
empleados  tales  ornatos,  no  es  ya  difícil  formar  idea  de  lo  que  debieron  ser  los  templos  levantados,  des- 
pués de  la  conversión  de  Recaredo,  por  Obispos  y  Monarcas.  La  esplendidez  con  que  Juliano  y  Julia 
dotan  la  liasilica  de  vasos  y  j)reseas  de  oro  y  piedras  preciosas,  deslumhra  al  historiador,  pues  ijue  no 
eran  aquellos  para  descritos ,  ni  contados.  Téngase  esto  presente  en  nuestro  sucesivo  estudio. 

5 


34  MEMORIAS   DE    LA   REAL    ACADEMIA  DE   SAN    FERNANDO. 

Todas  las  artes  del  diseño  que  deben  su  existencia  y  se  subordinan  al  par  á  las 
bellas  artes,  representadas  principalmente  por  la  arquitectura;  todas  las  arles  que 
bajo  estas  condiciones  realizan  en  cualquier  sentido  las  inspiraciones  de  la  idea  re- 
ligiosa ó  de  la  idea  social,  trasferida  al  terreno  de  las  costumbres,  debian  por  tanto 
nutrirse  de  la  misma  savia  que  daba  vida  y  carácter  al  arte  latino-bizantino.  Porque 
es  ley  trascendental  de  crítica  que  no  admite  racional  excepción:  en  todos  los  obje- 
tos de  las  artes  manufactureras  dominan  siempre  en  una  época  dada  los  caracteres 
principales  del  arte  de  construir  á  la  sazón  imperante;  y  sería  á  la  verdad  no  poco 
extraño  el  que  esta  doctrina,  que  comprueban  á  porfía  la  antigüedad  clásica,  la 
edad-media  y  los  tiempos  modernos  con  sus  muebles  y  utensilios,  con  sus  armas 
y  sus  trajes,  ílaqueára  durante  la  monarquía  visigoda  y  precisamente  al  tratarse  de 
objetos,  ya  consagrados  al  culto  católico,  en  cuyo  triunfo  se  personificaba  la  rehabi- 
litación moral  de  la  raza  hispano-latina,  ya  destinados  á  las  costumbres  públicas,  en 
que  tanta  parte  alcanzaba  la  imitación  del  fausto  bizantino  y  de  la  antigua  mages- 
tad  romana. 

Y  que  esta  imitación  fué  tan  activa  y  eficaz  respecto  de  las  artes  secundarias  del 
diseño  y  muy  principalmente  de  la  orfebrería,  como  lo  había  sido  respecto  de  la  ar- 
quitectura, trasmitiéndose  á  siglos  posteriores  con  no  sospechada  vitalidad,  pruébanlo 
muy  preciosos  monumentos  llegados  felizmente  á  nuestros  días.  Notabilísima  ense- 
ñanza debemos  sobre  este  punto  á  los  inestimables  relicarios  y  preseas,  que  guarda 
en  su  Cámara  SaiUa  la  iglesia  episcopal  de  Oviedo,  enriquecida  á  porfía  y  con  ex- 
tremada magnificencia  por  los  primeros  reyes  de  la  monarquía  asturiana  '.  Brillan 


'  Las  vicisitudes  de  los  tiempos  han  sido  causa  de  que  el  Tesoro  de  San  Salvador,  no  menos 
venerable  por  la  santidad  de  sus  reliquias,  que  por  la  belleza  j  riqueza  de  sus  preseas,  haya  per- 
dido lastimosamente  gran  parte  de  las  mismas,  siendo  hoy  de  todo  punto  imposible  formar  con- 
cepto de  la  inmensa  riqueza  que  poseyó  la  Cámara  Santa  en  los  primeros  siglos  de  la  reconquista ,  si 
no  tuviéramos  para  ello  documentos  fehacientes.  Lo  es,  y  muy  interesante  en  varios  conceptos,  el 
testamento  de  Alfonso  II,  el  Casto,  otorgado  en  la  era  DCCCL,  año  812,  donde  al  confirmar  el  de 
don  Fruela,  leemos  entre  otras  cláusulas,  después  de  anotarse  los  ornamentos  que  el  rey  daba  para  los 
altares  y  los  sacerdotes:  «Ministeria  argéntea;  crucem  argenteam;  urcium  argenteum;  aquamanile 
argenteum;  candelabrum  argenteum  cum  lucernis  vitreis  XV,  et  lucernas  argénteas  de  alio  candela- 
bro VIH;  turibulum  argenteum,  et  alium  aureum;  capsella  argéntea  pro  incensó;  oftercarium  pro  in- 
censó argenteum;  concum  ex  auricalco,  etc.»  {España  sagrada,  i.  XXXVII,  p.  313).  No  es  menos 
digna  de  mencionarse  la  confirmación  que  de  todas  estas  donaciones  hizo  Ordoño  I  en  el  testamento 
otorgado  á  favor  de  San  Salvador  en  la  Era  de  DCCCXCV,  año  857,  en  que  hallamos  estas  impor- 
tantes palabras:  «Oífero  insuper  in  nomine  praefatae  Ecclesiae  tuae  [Redemptoris]  et  concedo  ex  fa- 
cúltate mea  ornamenta  áurea,  argéntea,  et  auro  texta,  pallia  et  sirga  multa»  (Id.,  id.,  p.  323).  En- 
cierra finalmente  el  mayor  interés  artístico  la  donación  que  á  la  misma  iglesia  de  San  Salvador  hacia 
en  el  año  906,  era  DCGCCXIIII,  don  Alfonso  III,  el  Magno:  «Concedimus  in  prirais  ex  facultatibus 
nostris  praefatae  Ecclesiae  ornamenta  áurea,  argéntea,  eborea  auro  texta»  (Id.,  id.,  p.  330).  Estos 
preciosos  datos  mostrarán  sin  género  alguno  de  dudas  que  no  se  habían  olvidado  las  artes  del  diseño 
entre  los  primeros  fundadores  de  la  monarquía  asturiana.  Descuido  imperdonable  sería  el  no  llamar 
la  atención  de  los  lectores  sobre  la  singular  circunstancia  que  nos  ofrece  el  último  testimonio:  al  co- 
menzar el  siglo  X  se  labraba  en  los  dominios  asturianos  el  marfil,  tejido  ü  ornado  de  oro.  En  el  tex- 


MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO.  35 


entre  aquellos  las  venerandas  Cruces  de  los  Angeles  y  de  la  Victoria,  labradas,  la  pri- 
mera en  el  año  de  808  y  un  siglo  después  la  segunda  *:  aquella  bajo  los  auspicios 
de  don  Alfonso,  el  Casto ;  esta  bajo  los  de  don  Alfonso,  el  Magno.  Semejante  en  su 
forma  total  á  la  de  San  Juan  de  Jerusalem  que  hallamos  reproducida  en  muchos 
edificios  de  Asturias,  figurando  antes  en  preciosos  fragmentos  arquitectónicos  de  To- 
ledo (Lámina  111/  núms.  12  y  15),  ofrece  la  de  los  Ángeles  cuatro  brazos  del  todo 
iguales,  que  arrancan  de  un  rosetón  circular,  y  se  compone  de  dos  planchas  de  oro, 
sujetas  por  los  lados  á  la  madera  que  le  sirve  de  alma,  con  menudas  tachuelas  del 
metal  referido.  Cubre  el  anverso  muy  delicada  labor  de  filigrana,  que  formando  en 
cada  brazo  tres  diferentes  compartimientos,  por  medio  de  un  doble  y  delgado  funículo- 
no  sólo  recuerda  los  descubrimientos  de  igual  arte  hechos  en  Pompeya,  sino  que 
presenta  en  las  orlas  exteriores  notables  reminiscencias  de  los  diseños  que  observa- 
mos en  no  pocos  mosaicos,  existentes  así  en  Itálica  como  en  otros  diversos  puntos 
de  la  Península.  Haces  de  palmetas  de  peregrina  labor  llenan  el  centro  de  los  com- 
partimientos indicados,  y  sobre  ellos  resplandecen,  engastados  en  cápsulas  ó  chalones 
de  resalto,  copioso  número  de  amatistas,  topacios,  zafiros  y  cornerinas,  que  le  dan 
extraordinaria  magnificencia.  Llaman  vivamente  la  atención  del  arqueólogo  preciosos 
sellos  y  otras  piedras  duras,  en  que  se  admiran  bellos  relieves  (Lám.  VI.'  núme- 
ros 11  y  14):  unos  y  otros,  ya  por  el  carácter  especial  de  sus  formas,  ya  por  re- 
presentar asuntos  profanos  ó  mitológicos ,'  están  revelando  su  origen  clásico  y  ma- 
nifiestan pertenecer  á  la  época  más  floreciente  de  los  Césares,  no  sin  que  descu- 
bramos también  entre  ellos  alguna  reliquia  del  arte  helénico  ^.  En  el  perfil  inferior 
de  los  brazos  de  la  cruz  se  ven  todavía  seis  anillas,  de  las  cuales  pendian  otros 
tantos  clamasterios  ^,  exornados  sin  duda  de  perlas,  amatistas  ó  zafiros. 

Por  la  joya  mas  rica  de  toda  España  fué  reputada  en  el  siglo  XVI  la  Cruz  de 


to  veremos,  al  describir  la  Cruz  de  la  Victoria,  cómo  el  oro  se  entretegia  y  esmaltaba  de  piedras  pre- 
ciosas y  pastas  ó  vidrios  de  colores :  los  Reyes  de  León  y  de  Castilla  ofrendaban  también  coronas  de 
marfil,  según  adelante  veremos. 

1  Ambas  cruces  presentan  en  el  reverso  una  inscripción  votiva,  en  que  consta  el  nombre  de 
quien  hace  la  ofrenda  y  el  año  en  que  la  cruz  fué  terminada:  en  la  de  los  Angeles  hallamos  estas  cláu- 
sulas: Offert  Adefonsds  humilis  servus  Christi. — Hoc  oi'us  PERFECTUJí  EST  iN  Era  DCCCXLVI. — 
En  la  de  la  Victoria  leemos:  Offerunt  famuh  Christi  Adefonsds  Princeps  et  Scemena  Regina.— 
Hoc  opus  perfectum  est...  Operatum  est  m  castello  Gauzon,  anno  regni  nostri  XLII  ,  discur- 

RENTE   !■  RA  DCCCCXLVI. 

-  Véase  1.1  nota  1  de  la  pág.  37.  Debemos  observar  aquí  que  no  siendo  las  cruces  de  la  Cámara 
í^a/ita  de  Oviedo  objeto  principal  de  este  ensayo,  sólo  nos  detenemos  en  su  descripción  lo  necesario  á 
comprobar  la  tradición  artística.  Los  lectores  que  desearen  mayor  ilustración,  la  hallarán  en  breve 
en  la  moriografia  de  estos  riquísimos  objetos  de  la  orfebrería  española,  que  publicaremos  en  ios 
Monumentos  Arquitectónicos. 

■'  En  los  antiguos  códices  hallamos  esta  voz  escrita  de  varios  modos,  tales  como  ckmaclerios, 
clamatarios,  cremasterios,  etc.  Derivada  del  griego  y.p£iia;Tijp-;,  parece  que  debiera  seguirse  la  últi- 
ma lección,  y  sin  embargo  la  más  usual  es  la  que  en  el  texto  apuntamos.  Los  clamasterios  son  pues 
«bullae  aut  alii  ornatus  dependentes»  (Ducange,  voz  citada). 


36  MEMORUS  DE   LA    nEAL  ACADEMIA   DE   SAN  FERNANDO. 

la  Victoria:  diferente  en  la  proporción  de  sus  brazos  de  la  de  los  Ángeles,  recuér- 
danos su  traza  la  que  íija  Procopio  á  la  cruz  griega,  al  describir  la  Basílica  de  los 
Sanios  Apóstoles,  erigida  en  Bizancio  por  Jusliniauo  ';  pero  guarda  con  aquella  es- 
trecha analogía  en  la  riqueza  y  magnificencia,  si  ya  no  es  que  la  excede  y  aun  eclip- 
sa. Labrada  de  igual  suerte  que  la  de  los  Ángeles,  fórmanla  dos  chapas  de  oro, 
adheridas  á  la  cruz  de  madera,  que  es  fama  en  Asturias  sirvió  de  primer  guión  á 
don  Pelayo.  Ocupa  la  intersección,  así  en  anverso  como  en  reverso,  un  bello  ro- 
setón, circuido  de  grueso  funículo,  interrumpido  en  los  puntos  centrales  por  tres 
perlas  de  oro  (ornato  que  recorre  todo  el  contorno  exterior  de  la  cruz),  y  tras 
cierta  especie  de  aspas  que  inmediatamente  se  le  arriman,  parten  á  llenar  el  interior 
de  brazos,  cabeza  y  pié,  tres  diferentes  franjas,  compuestas  de  flores  scxtifolias  y 
de  chatones  de  piedras  preciosas  y  pastas  de  color,  cuyo  distinto  tamaño  altera  á 
menudo  el  de  las  flores,  si  bien  no  llega  á  desnaturalizar  su  forma  (Lám.  Yl,  nú- 
mero 12).  Hállase  la  franja  del  centro  rodeada  de  menudo  cordón  y  delgado  filete 
que  la  cierra  por  el  un  cabo  en  semicírculo  y  la  ata  á  las  referidas  aspas  en  rectán- 
gulo por  el  otro.  Gruesas  esmeraldas,  topacios  y  amatistas  de  subidos  quilates, 
entre  los  cuales  descubrimos,  según  queda  insinuado,  algunas  plasmas  que  han  per- 
dido en  los  tiempos  modernos  la  estima  que  á  la  sazón* alcanzaban,  completan  la 
decoración  de  tan  espléndida  joya  de  la  devoción  y  del  arte  ^;  siendo  muy  de  notar 
que  las  hojas  de  las  flores  de  rosetones  y  de  franjas,  aparecen  formadas  de  labor  de 
taracea,  ostentándolos  colores  verde  y  granate,  procedimiento  industrial  del  lodo  se- 
mejante al  de  las  coronas  y  demás  preseas  del  Tesoro  de  Guarrazar,  conforme  ade- 
lante observaremos. 

La  Cruz  de  la  Victoria,  demás  del  precio  que  de  todas  estas  circunstancias  ar- 
tísticas recibe,  encierra  el  alto  interés  histórico  de  haber  guiado  á  nuestros  padres 
contra  los  mahometanos,  cual  símbolo  constante  de  la  fé  por  ellos  defendida.  Como 


1  Para  que  puedan  los  lectores  formar  cabal  idea,  así  de  las  plantas  de  las  basílicas  bizantinas, 
imitadas  en  todo  el  Occidente,  como  de  la  traza  de  la  Cruz  de  la  Victoria,  que  se  ajusta  en  todo  al  tipo 
de  la  griega  descrita  por  Procopio,  parécenos  bien  traer  aquí  sus  palabras.  Hablando  de  la  citada 
Baíi'ttca  de /os  4pos/oles  que  amenazaba  ruina  en  tiempo  de  Justiniano,  anadia:  «Hanc  lustinianus 
«Imperator  funditus  demolitam  non  solum  instaurare  studuit,  sed  maiorem  etiam  faceré  et  pulchrio- 
»rem.  Porro  consilium  hac  ratione  explicuit.  Rectae  lineae  designatae  sunt  duae,  quae  se  medias  in- 
«vicem  secant,  commissae  in  formam  crucis;  altera  ab  Occasu  ad  Ortum  directa,  altera  ad  Meridiem 
«transversa  a  Septentrione.  Praeter  exteriorera  parietum  ambitum,  interioribus  coluninarum  ordini- 
»bus  supra  sunt  infraque  circumdata.  In  commissura  barum  linearum,  utriusque  fere  médium  obti- 
ínente,  conditura  inauguratumque  est  sanctuariuní:  sic  locum  mérito  appellant,  eorum  vestigiis  in- 
oterdictum  qui  rei  divinae  non  operantur.  Ilinc  inde  proeurrentia  transversi  spatii  latera,  ínter  se 
«aequalia  sunt.-  spatii  vero  in  directum  porrecti  pars  illa,  quae  vergit  ad  Occidentem,  alterara  superat 
xquantura  satis  est,  ut  figuram  crucis  efíiciat»  (De  aedificiis  lustiniani,  t.  II,  pág.  13).  Tal  es  en  efecto 
la  forma  total  que  ofrece  la  Cruz  de  la  Victoria:  adelante  veremos  que  no  otra  es  la  traza  de  las  que 
exornan  las  coronas  visigodas,  existentes  en  el  Hotel  Cluny. 

■2  Parécenos  curioso  consignar,  para  que  se  comprenda  fácilmente  la  riqueza  de  esta  magnífica 
joya,  que  el  número  total  de  piedras  (linas  y  falsas)  que  la  exornan,  asciende  á  152. 


MEMORIAS  DE   LA   REAL   ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO.  37 

en  la  Cruz  de  los  Ángeles,  aparece  eu  ella  el  sello  de  aquel  arte,  que  reconociendo 
sus  fuentes  tradicionales  en  el  arte  romano  y  en  el  arte  bizantino ,  infunde  su  carácter 
á  todas  las  fábricas  de  la  monarquía  visigoda,  ya  predomine  en  ellas  y  aun  se  ostente 
solo  uno  ú  otro  elemento,  ya  se  asocien  ambos  en  estrecho  maridaje  [)ara  revelar 
con  entera  exactitud  el  estado  intelectual  de  la  sociedad  que  promiscuamente  los 
cultiva.  Y  cosa  digna  do  repararse :  asi  como  en  los  monumentos  que  ajiellidamos 
visigodos,  hallamos  empleados  en  singular  consorcio  columnas,  frisos  y  capiteles  del 
arte  latino  y  aun  del  romano  propiamente  dicho ,  así  también  en  la  Crnz  de  los  Án- 
geles encontramos  preciadas  reliquias  de  la  estatuaria  y  de  la  glyptica,  cultivadas  por 
la  antigüedad  clásica,  siendo  en  este  concepto  merecedor  de  la  más  alta  alabanza  el 
piadoso  Príncipe  que  las  salvaba  por  tal  camino  de  la  oscuridad  de  los  siglos  '. 

Si  pues  dos  antes  de  la  ruina  del  Imperio  visigodo  vivia  aun  en  el  arte  de  la 
orfebrería  aquel  mismo  espíritu  que  movió  la  pluma  de  San  Isidoro  y  que  se  habia 
revelado  con  indudable  fijeza  en  los  monumentos  de  la  arquitectura;  si  este  espíritu 
se  trasmite  con  igual  fuerza  á  las  construcciones  de  los  primeros  dias  de  la  recon- 
quista, brillando  del  mismo  modo  en  las  basílicas  de  San  .lidian  (SantuUano)  y  de 
San  Tirso  de  Oviedo,  que  en  las  de  Priesca  y  Val  de  Dios  del  Concejo  de  \illavi- 
ciosa,  todas  erigidas  ó  restauradas  desde  el  reinado  de  Alfonso,  el  Casto,  al  de  Alfonso, 
el  Magno  (791  á  909),  ¿cómo  se  ha  de  dudar  de  que  esos  mismos  caracteres  resplan- 
decieran en  el  a,iiQ  latino-bizantino  sobre  otra  inlluencia  secundaria?  Esta  racional  hi- 
pótesi recibe  tal  fuerza  de  la  historia,  de  la  filosofía  y  de  los  mismos  monumentos, 
trasmitidos  felizmente  á  los  tiempos  modernos,  que  no  ha  menester  de  nuevo  es- 
fuerzo para  trocarse  en  axioma.  Los  monumentos  del  arte  de  la  orfebrería,  así  como  los 
que  constituyen  la  parle  del  moviliario,  durante  la  monarquía  visigoda,  no  pueden 
sustraerse  á  la  ley  común  que  rige  el  desarrollo  de  la  cultura  española;  y  antes  por 
el  contrario,  reconocidos  el  frecuente  trato  y  comercio  que,  primero  el  episcopado 
católico  y  las  provincias  del  litoral,  y  después  la  corte  de  los  Recaredos  y  Sisebutos 
mantienen  con  la  ciudad  de  Bizancio,  y  considerada  la  especial  naturaleza  de  aquellos 
objetos,  que  fácilmente  podían  ser  trasportados,  no  hay  repugnancia  en  admitir  que 


1  Insistimos  algún  tanto  sobre  este  punto,  no  solamente  porque  las  indicadas  observaciones  con- 
tribuyen á  fijar  el  carácter  artístico  de  estas  joyas  enlazando  de  una  manera  indestructible  la  tra- 
dición, sino  porque  ofrece  el  mismo  accidente  la  corona  atribuida  á  Receswinto,  según  al  describirla 
consignaremos,  lo  cual  manifiesta  con  toda  evidencia  la  identidad  del  arte  que  produce  unos  y  otros  mo- 
numentos. Ni  se  crea  tampoco  que  la  costumbre  artística  de  utilizar  los  relieves  y  sellos  de  la  an- 
tigüedad en  las  obras  de  la  orfebrería,  se  limita  á  las  cruces  de  Oviedo,  ni  á  las  coronas  del  Te- 
soro de  Guarrazar:  cuantos  se  hayan  consagrado  á  este  linage  de  estudios,  habrán  tenido  ocasión  de 
tropezar  á  menudo  con  ejemplares  de  igual  especie,  relativos  á  siglos  posteriores;  y  sin  salir  de  As- 
turias, nos  será  licito  recordar  la  antigua  cruz  parroquial  de  Fuentes  (Conc(?jo  de  Yillaviciosa),  presea 
del  siglo  XI,  que  guarda  todavía  muy  preciosos  sellos.  Los  de  la  Cruz  de  los  Angeles  no  sólo  pertenecen 
al  arte  romano,  sino  que,  presentando  entre  otras  figuras  la  de  Minerva,  y  la  de  un  ¡jrifo,  tal  como  se 
halla  en  las  monedas  del  Ática  (debajo  del  cual  leemos  una  inscripción  griega),  no  dejan  duda  de  que 
Alfonso  II  poseyó  también  preciosos  objetos  del  arte  helénico.  Todos  saldrán  á  luz  pública  en  los  Mo- 
numentos arquiteclúnicos  de  España. 


38  MEMORIAS  DE  LA   REAL  ACADEMIA    DE  SAN   FERNANDO. 

debió  ser  en  ellos  la  referida  influencia  más  activa  y  directa,  cualquiera  que  fuese 
el  círculo  social  á  que  nos  refiramos  '. 

Prueba  elocuente  de  esta  observación  es,  entre  otros  objetos  de  igual  proceden- 
cia, la  celebrada  Arca  Santa,  que  guarda  todavía  en  la  catedral  de  Oviedo  las  re- 
liquias salvadas  por  la  devoción  de  nuestros  padres  del  gran  naufragio  de  Guadale- 
le.  Labrado  este  precioso  monumento  en  Coustantinopla  ó  Jerusalem,  tal  vez  en  el 
siglo  VI  del  cristianismo,  fué  trasladado  al  Occidente  durante  la  primera  mitad  del 
VII,  despertando  la  admiración  de  los  españoles  no  solamente  el  número  y  la  canti- 
dad de  las  reliquias  que  encerraba,  sino  también  su  belleza  y  magnificencia  *.  Agran- 
dada en  siglos  posteriores ,  ofrece  hoy  al  estudio  del  arqueólogo  dos  artes  distintos, 
bien  que  no  desemejantes,  ni  contrarios  en  sus  elementos  constitutivos.  Graciosa 
arquería,  genuinamente  bizantina,  bajo  la  cual  se  cobijan  apóstoles,  evangelistas  y 
mártires  de  bello  relieve,  si  bien  aparece  ya  en  estado  decadente  la  escultura,  de- 
cora la  parte  primitiva:  vése  en  la  moderna,  añadida  en  tiempo  de  Alfonso  VI,  la. 
tradicional  representación  del  Salvador  en  el  Vesica-piscis ,  sentado  en  silla  curul, 
que  exornan  tres  hiladas  de  arcos  á  la  manera  bizantina  y  rodeado  en  el  exterior  de 
ángeles  que  lo  sostienen  '\  A  igual  época  pertenece  la  cubierta,  en  que  se  mira  gra- 


'  Entre  los  objetos  peregrinos  de  aquella  edad  que  á  dicha  han  llegado  á  la  nuestra,  nos  es  dado 
citar  una  bella  pulsera  (dextra)  que  se  custodia  en  el  Gabinete  Etnográfico  del  Museo  de  Hijtoria 
Natural,  señalada  en  la  sección  de  Antigüedades  con  el  número  351.  Es  de  plata:  compónese  de  una 
chapa,  dividida  en  tres  zonas  ó  fajas,  siendo  la  central  casi  un  doble  más  ancha  que  las  laterales.  El 
ornato  que  la  avalora  es  de  muy  poco  resalto:  los  bordes  están  enriquecidos  de  un  cordoncillo,  elaborado 
en  la  forma  que  notaremos  después,  al  describir  las  coronas  del  Tesoro  de  Guarrazar:  las  fajas  latera- 
les muestran  cierta  especie  de  serrina  ó  dentellado  menudo:  la  del  centro  ofrece  gracioso  diseño  pu- 
ramente bizantino.  ¿Podria  decirse  que  esta  bella  pulsera  fué  traida  á  España  como  objeto  de  comercio 
por  los  mercaderes  de  Bizancio?...  La  procedencia  de  esta  singular  joya,  hallada  en  excavaciones  ve- 
rificadas en  Elche,  da  indudablemente  no  poco  valor  á  la  hipótesi;  y  en  todo  caso  no  es  de  olvidar  que 
la  situación  de  tan  antigua  ciudad,  puesta  en  el  litoral  de  Oriente,  é  incluida  por  tanto  en  las  pro- 
vincias imperiales,  depone  á  favor  de  la  influencia  artística,  de  que  vamos  tratando ,  con  tanta  más 
razón  cuanto  que  no  es  esta  pulsera  la  única  joya  encontrada  en  las  excavaciones  de  Elche  que  revelan 
el  mismo  arte:  el  Gabinete  Etnográfico  posee  otros  objetos  preciosos,  que  tendremos  ocasión  de  men- 
cionar más  adelante. 

-  Los  lectores  que  desearen  conocer  la  historia  del  Arca  Santa  de  Oviedo,  pueden  consultar  el 
tratado  LXXIII,  cap.  30  párrs.  11  y  III  del  t.  XXXVII  de  la  España  Sagrada,  donde  se  halla  recogido 
cuanto  en  el  particular  más  importa.  Debemos  advertir  no  obstante  que  el  entendido  continuador  del 
P.  Florez,  no  poseyendo  los  conocimientos  arqueológicos  necesarios  para  apreciar  el  verdadero  mérito 
artístico  de  este  inestimable  monumento,  ni  aun  hizo  la  más  leve  indicación  para  comprobar  su  anti- 
güedad, deduciéndola  del  estado  y  carácter  del  arte  que  revela.  Bajo  esta  relación  puede  afirmarse  que 
el  Arca  de  las  Reliquias  de  Oviedo  es  un  monumento  del  todo  desconocido,  sintiendo  nosotros  no  po- 
der detenernos  á  dar  aqui  más  amplia  descripción,  que  reservamos  para  los  Monumentos  Arquitectó- 
nicos de  España.  No  dejaremos  de  indicar,  porque  importa  al  intento  de  este  ensayo,  que  no  conoce- 
mos monumento  del  arte  de  la  orfebrería  ni  más  venerable  por  su  antigüedad,  ni  más  característico 
é  interesante  bajo  sus  relaciones  artistico-arqueológicas. 

3  Aunque  según  hemos  ya  apuntado,  no  es  este  el  lugar  á  propósito  para  hacer  una  descripción 
detenida  del  Arca  de  las  Reliquias,  bueno  será  notar  que  los  ojos  del  Salvador  se  componen  de 
dos  gruesos  rubíes,  circunstancia  muy  característica  y  que  prueba,  según  vamos  demostrando,  la 


HEMOHIAS  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO.  39 

bado  el  Calvario,  y  de  resallo  la  inscripción  latina,  relativa  á  las  reliquias  allí  cus- 
todiadas. Completa  el  monumento  peregrina  orla,  que  circuye  el  frente  del  Arca, 
revelando  también  en  los  caracteres  arábico-mauritanos  que  la  forman ,  la  confluen- 
cia de  otro  arte  que  en  siglos  posteriores  debia  lograr  no  insignificante  desarrollo  '. 
Indudable  es  por  tanto  que,  existiendo  los  monumentos  que ,  como  el  Arca  Santa, 
sirvieron  de  modelo,  y  los  que  de  esta  imitación  se  derivan,  tales  como  las  Cruces 
alegadas  y  otros  preciosos  dípticos  y  relicarios  de  la  misma  catedral  de  Oviedo,  en 
que  brillan  idénticos  ó  muy  semejantes  caracteres  artísticos,  reflejó  principalmente  el 
arte  de  la  orfebrería,  durante  los  tiempos  visigodos,  los  mismos  elementos  que  hoy 
reconocemos  en  las  fábricas  arquitectónicas  de  aquella  época.  Y  no  se  nos  arguya 
con  la  célebre  frase  de  golhica  inanu,  empleada  por  los  escritores  francos  para  de- 
notar la  superioridad  que  sobre  las  de  otros  pueblos  lograban  las  obras  visigodas, 
así  respecto  de  la  arquitectura  como  de  la  orfebrería,  deduciendo  de  aquí  la  origina- 
lidad germánica  del  arte  cultivado  durante  los  siglos  VI  y  VII  en  la  península  ibé- 
rica; pues  sobre  no  referirse  en  modo  alguno  la  expresada  frase  á  los  elementos 
constitutivos  y  sí  á  la  simple  ejecución  artística,  debe  tenerse  en  cuenta  que  sólo 
podia  determinar  en  boca  de  escritores  extranjeros  la  entidad  nacional  que  la  mo- 
narquía visigoda  representaba,  inclusa  la  raza  hispano-latina,  no  debiendo  olvidarse 
que,  al  ser  usada  con  mayor  autoridad,  había  ya  perecido  dicho  imperio  ".  Lo  que 


fuerza  que  la  tradición  conservaba  en  medio  de  la  exagerada  oscuridad  que  sigue  á  la  Lrillante  Era 
de  los  Eugenios  é  Isidoros.  Ni  olvidaremos  tampoco  la  decoración  que  nos  ofrece  el  nimbo  del  Salva- 
dor, análoga  en  su  forma  á  la  de  la  silla  curul  ya  indicada. 

1  Rasgo  es  este  tan  original  y  privativo  de  las  artes  españolas  que  no  es  posible  comprender  su 
valor,  sin  tener  muy  en  cuenta  el  espíritu  de  la  reconquista.  Fernando  I  habia  recibido  como  vasallo? 
suyos  y  propiedad  de  su  cámara  á  los  moradores  árabes  de  Sena,  ciudad  puesta  en  las  regiones  occiden- 
tales de  la  Península,  de  que  se  apodera  en  1038:  desde  aquel  momento  dejaron  de  ser  vendidos  sié  co- 
rona los  cautivos  de  guerra,  que  permanecieron  en  sus  hogares  con  su  religión  y  sus  leyes.  Alfonso  VI 
hereda  aquella  ilustrada  política,  que  empezó  á  señalar  en  el  cuadrante  de  los  tiempos  la  supremaria 
del  imperio  cristiano  sobre  la  desconcertada  morisma;  y  cuando  la  Providencia  le  concede  plantar  el 
pendón  de  Castilla  en  la  corte  de  los  Beni-Dhi-n-nun  (1085),  no  sólo  respeta  en  ella  á  la  grey  musul- 
mana, sino  que  la  permite  hasta  conservar  su  mezquita  mayor,  de  que  sólo  es  despojada  por  la  intole- 
rancia de  la  reina  doña  Constanza  y  del  abad  don  Bernardo,  ambos  franceses.  Ahora  bien;  poseyendo 
los  moros  de  Toledo  un  arte  que  acababa  de  producir  monumentos  tan  bellos  é  importantes  como  las 
Puertas  de  Bisagra,  del  Sol  y  de  la  Almofalla  ,  y  siendo  por  extremo  esmerados  en  el  de  la  orfe- 
brería, natural  era  que  sus  obras  llamasen  la  atención  de  un  príncipe  tan  ilustrado  romo  Alfonso  VI, 
cuya  acreditada  tolerancia  no  reparó  en  asociar  aquel  arte  al  arte  propiamente  cristiano,  al  dar  nueva 
magnificencia  al  Arca  de  Oviedo,  depósito  sagrado  de  tan  venerables  reliquias.  Alfonso  no  consintió 
que  aquella  leyenda  expresase  otro  concepto  que  el  de  la  sumisión  del  pueblo  mahometano  al  poder  de 
Castilla,  por  lo  cual  los  indicados  caracteres  son  meramente  ornamentales.  lié  aquí  puns  cómo  el  Arca 
Santa  entraña  el  triple  interés  de  tres  artes  que  sucesivamente  se  asocian  en  nuestro  suelo,  siendo  el 
primer  documento  que  comprueba  la  existencia  de  aquel  singular  estilo  arquitectónico,  que  hemos 
designado  con  el  nombre  de  mudejar. 

*  Aludimos  á  la  Vida  de  San  Oiien,  Obispo  de  Rúan,  que  es  el  documento  citado  con  frecuencia 
en  este  punto:  fué  escrita  en  Francia  á  mitad  del  siglo  VIH:  la  cláusula,  á  que  nos  referimos,  dice: 
«Illa  vero  Basílica  in  qua  sancta  eius  raembra  quiescunt  [de  San  Ouenj,  mirum  opus  quadris  lapidibus 


40  MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 

con  más  empeño  importa  averiguar  respecto  de  la  orfebrería  es,  si  las  costumbres 
de  la  nación  española,  dada  siempre  la  dualidad  de  hispano-latinos  y  visigodos  que 
parece  á  menudo  ignorarse,  partieron,  como  era  natural,  de  aquellas  fuentes  de  cul- 
tura que  en  orden  al  arte  de  construir  dejamos  reconocidas;  y  demás  de  los  testi- 
monios ya  alegados  por  lo  que  toca  á  la  parte  religiosa,  guíanos  en  general  tan  abo- 
nado testigo  que  no  consiente  linage  alguno  de  dudas. 

Nos  referimos  nuevamente  al  libro  de  los  Orígenes  de  San  Isidoro.  Mencionadas 
por  el  docto  metropolitano  de  Sevilla  todo  género  de  lelas,  entre  las  cuales  seña- 
laba las  más  usuales  en  su  tiempo,  dándonos  á  conocer  la  extraordinaria  riqueza  de 
los  trajes ,  así  de  los  varones  como  de  las  hembras  * ,  trata  de  los  ornamentos  que  á 
cada  sexo  corresponden,  mencionando  después  detenidamente  todo  linage  de  mue- 
bles y  utensilios.  Son  las  coronas  la  presea  más  importante  de  los  reyes  ^  así  como 
de  las  matronas  las  diademas  ^,  y  llámannos  igualmente  la  atención  los  nimbos  (nim- 
bi  *)  mitras  {milrae),  cappas  [capitula),  rígulas  y  agujas  (rigulae,  acus  '),  los  pen- 
dientes [tnaures  "),  collares  (lorques  el  monilia  '')  y  cadenillas  [catenulae  ^),  las  destras 
ó  pulseras  {dexlrae "),  los  cintos  [cincli),  fíbulas  y  lúnulas  {fibulae  et  lumdae  ")  que  ya 


gothica  manu  ú  primo  Clothario ,  francoriim  rege,  olim  nobiliter  constructa  fuit ,  anno  plus  minus 
quarto  et  vigessimo  regni  eius  (Duchesne,  t.  I,  pág.  638).  De  observar  es  que  la  admiración  del  cro- 
nista respecto  de  la  construcción  de  la  Basílica  con  sillares  cúbicos  (quadris  lapidibus),  que  era  la  usa- 
da tradicionalmente  en  España  bajo  la  monarquía  visigoda,  nacia  de  que  los  francos,  siguiendo  la  cos- 
tumbre de  edificar  de  los  galos  [mos  galUcanus],  empleaban  principalmente  en  sus  edificios  la  madera. 
Esta  circunstancia  ha  debido  tenerse  presente  para  reconocer  entre  los  visigodos  la  existencia  de  un 
arte  que  distaba  en  gran  manera  de  los  germanos,  quienes  «ne  caementorum  quidem  aut  tegularum 
usus;  materia  ad  orania  utuntur  informi  (Tácito,  De  morihis  germanorum). 

i    Ethimol.,  lib.  XIX,  caps.  XX  al  XXIX. 

2  Primum  ornamentum  corona  insigne  victoriae,  sive  regii  honoris  signum,  quae  ideo  in  capite 
regum  ponitur,  ad  signiücandiim  circumfusos  in  orbe  populos,  quibus  accinctus,  quasi  caput  suum 
coronatur  (Id.,  lib.  XIX,  cap.  XXX).  Adviértase,  como  veremos  luego,  que  San  Isidoro  conoció  al  pri- 
mer rey  visigodo  que  usó  en  público  insignias  y  corona  real. 

■i  Diadema  est  ornamentum  capitis  matronarum  ex  auro  et  gemmis  contextum  ,  quod  in  se  cir- 
cumactis  extremitatibus  retro  astringitur,  et  ex  inde  dictum  graece  quod  praeliguetur  (Id.,  id.,  ca- 
pitulo XXXI).  Nótese  bien  la  diferencia  que  en  tiempo  de  Recaredo  existia  entre  la  corona  y  la  diadema. 

*  Nimhus  es  fasciolatranversaexauroassumptain  linteo  quod  est  in  fronte  foeminarum  (Id.,  id.,  id.). 
s    Rígida  est  mitra  virginalis  capitis  ...Acus  sunt  quibus  in  foeminis  ornandorum  crinium  com- 
pago retinentur,  ne  laxius  fluant  et  sparsos  dissipent  capillos.  (Id.,  id.,  id.). 

*  Inaures  ab  aurium  foraminibus  nuncupatae,  quibus  pretiosa  genera  lapidum  dependuntur  (ídem, 
Ídem,  id.). 

■^  Torques  sunt  circuli  aurei  a  eolio  ad  pectus  usque  dependentes.  Torques  autem  et  buUae  á  vi- 
ris  geruntur;  a  foeminis  vero  monilia  et  catellae.  Monile  ornamentum  ex  gemmis  est,  quod  solet  ex 
foeminarum  penderé  eolio,  dictum  á  muñere.  Hoc  etiam  et  Serpenlum  dicitur,  quia  constat  ex  ampho- 
rolis  quibusdam  aureis  geramisque  vasis  in  modo  facturae  serpentis  (Id.,  id.,  id.). 

^  Catellae  sunt  catenulae  coUi  invicem  se  comprehendentes  in  modum  catenae,  unde  et  apella- 
tae(Id.,  id.,  id.). 

•'    Dextras  communes  esse  virorum  at  foeminarum:  quia  utriusque  sexus  destrae  sunt,  ampia  et 
ante  manicam  portantur,  et  possunt  ibi  iungi  clava  uno.  (Id.,  id.,  id.). 
1"    Fífcíi/ae  sunt  quibus  pectus  foeminarum  ornatur,  vel  pallium  tenetur:  viris  in  liumeris,  seu 


MEMORIAS    DE    LA    REAL    ACADEMIA    DE    SAN   FERNANDO.  i  I 


aplicándose  al  traje  viril,  ya  al  femenino,  revelaban  extremado  fausto ,  no  solamente  por 
ser  todas  joyas  tejidas  ó  labradas  de  oro  y  piedras  preciosas  (ex  auro  et  gemmis  contex- 
íae),  sino  también  por  apurarse  en  ellas  todos  los  primores  del  arte.  Por  tres  condi- 
ciones especiales  eran  apreciados  los  vasos,  propios  para  el  servicio  y  ornato  de  las 
mesas  en  convites  y  banquetes:  por  la  excelencia  de  la  mano  del  artífice  (manu  ar- 
tifcis),  por  los  quilates  de  la  plata  {-pondere  argenti)  y  por  el  brillo  de  los  metales 
(splendore  metallum  '). 

Ahora  bien :  en  los  nombres  de  todos  estos  utensilios ,  en  las  formas  que  de  la 
descripción  deducimos,  y  en  las  relaciones,  que  á  cada  paso  establece  el  sabio  maes- 
tro de  Ildefonso  con  los  de  igual  naturaleza  entre  romanos  y  greco-bizantinos,  des- 
cubrimos sin  ningún  esfuerzo  que  así  como  los  sucesores  de  Ataúlfo  y  de  Eurico  s*^ 
habian  afanado,  los  primeros  por  remedar  la  magestad  romana  y  los  segundos  por 
emular  á  los  Emperadores  orientales;  así  también  se  habian  propagado  á  la  monar- 
quía visigoda  los  usos  y  costumbres  de  la  antigüedad,  arraigando  de  tal  manera  en 
cuanto  á  las  artes  indumentarias  concierne,  que  aun  á  fines  del  siglo  XI  ó  principios 
del  XII  hallamos  claros  vestigios  de  ellas.  Comprobación  harto  satisfactoria  de  este 
aserto  nos  ofrecen  muchos  códices  de  aquel  tiempo  y  sobre  todo  la  ya  mencionada 
Arca  Santa  de  Oviedo  en  la  parte  labrada  bajo  los  auspicios  de  Alfonso  VI:  aquel 
manto  que,  según  la  expresión  de  San  Isidoro,  cubría  sólo  las  manos  {quod  manus  legal 
tanlum  ^);  aquellas  largas  tocas  (amiculos),  que  habían  sido  entre  los  antiguos  seña! 
de  prostitución,  y  que  eran,  al  escribir  San  Isidoro,  signo  de  honestidad  {nunc  in 
Hispania  signum  hunestatts  ^);  aquellas  ricas  fimbrias  [fmbriae  \),  que  orlaban  las 
túnicas  y  lacernas  (pallia  fimbriarum);  aquellas  fíbulas  que  sujetaban  los  maníus  y 
cíngulos  de  los  varones  en  hombros  y  espaldas  y  las  capas  de  las  mujeres  (pallia 
foeminarum)  sobre  el  pecho;  y  finalmente  aquellos  tubrucos  ■'  que  cubrían  las  tibias 


cingulum  in  lumbis.  Lumüae  sunt  ornamenta  raulierum  in  simililudine  lunae,  buUulae  auiae  depen- 
dentes (Id.,  id.,  id.). 

•  El  sabio  metropolitano  de  la  Bética  habia  indicado  antes  la  triple  estimación  de  los  metales 
preciosos,  observando:  Tria...  sunt  genera  argenti  et  auri  el  aeris:  signatum,  factum,  infextum.  Sig- 
natum,  quod  in  nummis  est;  factum  quod  in  vasis,  et  signis;  infectum  quod  in  massis  est  (Lib.  XVI, 
cap.  XVll).  Dadas  todas  estas  y  otras  no  menos  preciosas  nociones  respecto  de  las  artes  indumenta- 
rias, cultivadas  en  la  España  visigoda  durante  los  siglos  VI  y  VII  ¿será  posible  sospechar,  conocido  el 
excesivo  fausto  de  los  ornamentos  personales,  que  acudían  los  españoles  ú  los  bosques  de  Gemianía 
para  abastecerse  de  joyas  y  preseas?  ¿O  será  licito  admitir  el  que  trajeran  á  la  Península  artistas  del 
Morle  que  se  las  fabricaran...?  En  una  ú  otra  hipótesi,  es  necesario  convenir  en  que  el  negocio  hubie- 
ra sido  por  demás  lucrativo  para  los  orfebres  germánicos;  pero  sigamos  nuestro  estudio. 

-    Ethimol.,  lib.  XIX,  cap.  XXIV.  De  pallíis  virorum. 

^    Id.,  id.,  cap.  XXV. 

■»  Fimbrias  vocatae  ora  vestinientorum,  hoc  est:  fines,  ex  graeco  vocabulum  Irahentes  (Id.,  id., 
cap.  XXIV).  Las  fimbrias  fueron  llamadas  asimismo  peridysis  (ora,  extrema  vestís),  nombre  también 
de  formación  puramente  griega,  que  prosiguió  siendo  aplicado  en  tiempos  posteriores  (Ducange,  voz 
citada). 

5  San  Isidoro  delinia  esta  parte  del  traje  diciendo:  ^iTiérucos  voeatos  dicunt.  quod  tibias  bra- 
chasque  tegant»  (Lib.  XIX,  cap.  XXII). 


Í2  MEMORIAS   DE    LA   REAL   ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 

y  sujetaban  las  bragas  {brachae),  aparecen  ea  el  grabado  ó  gráfido  que  enriquece  la 
tapa  del  referido  monumento  con  la  representación  del  Calvario,  mostrando  de  una 
manera  inequívoca  que  artes  y  costuml)res  se  conservaron  en  la  tradición  con  más 
vitalidad  y  fuerza  de  las  que  el  entendido  Mr.  Lasteyrie  sospecha  ^ 

Resumiendo  pues  cuanto  dejamos  asentado,  es  para  nosotros  evidente : 

Que  lejos  de  interrumpirse  la  tradición  del  arle  antiguo,  lo  aceptan  los  suceso- 
res de  Ataúlfo,  tal  como  se  cultivaba,  al  penetrar  ellos  en  la  Península  ibérica,  reci- 
biendo después  las  modificaciones  que  va  aquel  sucesivamente  experimentando. 

Que  no  sólo  prosiguió  la  raza  hispano-latina  en  posesión  del  arte  heredado 
de  sus  mayores  sometido  ya  á  las  necesidades  del  rito  y  de  la  liturgia  católicos,  sino 
que  refrescadas  aquellas  nociones  ó  modificadas  en  parte  con  el  ejemplo  de  las  pro- 
vincias imperiales  y  el  frecuente  comercio  con  Bizancio,  impuso  sus  prácticas  artís- 
ticas á  la  raza  visigoda,  llegada  la  trasformacion  religiosa  del  tercer  Concilio  Tole- 
dano, como  le  impuso  también  su  lengua  y  su  literatura. 

Que  todas  las  artes  del  diseño,  entre  las  cuales  tienen  lugar  señalado  las  in- 
dumentarias, participaron  del  carácter  general  que  imprimió  á  la  arquitectura,  la 
estatuaria  y  la  pintura,  la  doble  inüuencia  latino-bizantina,  reflejando  el  fausto  y 
pompa  de  las  costumbres,  refinadas  sobremanera  con  el  vivo  ejemplo  de  la  corte 
de  los  Justinianos  y  los  Heraclios. 

Que  tanto  la  influencia  arquitectónica,  como  la  de  las  artes  de  la  orfebrería, 
se  trasmite  á  la  monarquía  asturiana  y  aun  á  la  leonesa  y  castellana,  probando  de 
un  modo  sorprendente  la  gran  fuerza  que  conserva  en  la  edad  media  la  idea  de  la 
antigüedad,  única  senda  posible  para  realizar  la  obra  del  Renacimienlo. 

De  estas  legitimas  conclusiones,  que  se  aplican  con  igual  exactitud  á  la  historia 


1  No  trazamos  aquí  la  historia  de  las  artes:  mas  para  que  esta  observación  tenga,  en  cuanto  con- 
cierne á  la  arquitectura  y  á  la  estatuaria,  todo  el  peso  debido,  conviene  añadir  que  desde  los  monu- 
mentos, propiamente  gentílicos,  hasta  las  iglesias  del  estilo  románico  que  suceden  en  nuestra  Penín- 
sula á  las  basílicas  latino-hizantinas,  aparece  en  tal  manera  enlazada  la  tradición  de  los  elementos 
decoratívos  que  no  es  posible  dudar  de  su  origen  y  procedencia,  sin  error  voluntario.  De  ello  juzga- 
rán los  lectores  con  el  examen  total  de  las  cinco  láminas  de  detalles  que  acompañamos,  en  que  desde 
los  mosaicos  de  Itálica,  Lugo  y  las  Baleares  (puntos  cardinales  del  territorio  español)  hasta  las  últimas 
basílicas  asturianas,  nos  ofrecen  los  mismos  elementos.  Y  no  con  mayor  dificultad  hubiéramos  podido 
añadir  muy  importantes  detalles  de  los  templos  románicos:  las  iglesias  de  San  Juan  y  Santa  Clara 
en  Oviedo,  de  Villamayor  en  Infiesto,  de  San  Antolin  de  Beon  en  Llanes,  no  menos  que  las  de  San 
iMartin,  San  Esteban,  San  Millan  y  San  Lorenzo  en  Segovia  atesoran  todavía  en  sus  frisos  y  cimbrias, 
en  sus  raetopas  y  triglifos,  en  los  intradós  de  sus  arcos  y  en  sus  rosetones  análogos  miembros 
decorativos.  Sorprendente  ha  de  ser  en  verdad  para  quien  olvide  las  leyes  biológicas  del  arte,  el  ha- 
llar en  la  archivolta  de  la  portada  de  la  iglesia  de  San  Martin,  va  referida,  la  misma  combinación  de 
círculos  y  semicírculos  que  en  la  orla  exterior  de  la  Corona  di  Receswinto  produce  las  flores  cuadri- 
folias, de  que  en  su  lugar  hablaremos,  y  que  enriquece  igualmente  los  numerosos  fragmentos  arqui- 
tectónicos de  las  basílicas  erigidas  en  Toledo  durante  la  dominación  visigoda,  brillando  también  en 
las  asturianas  (Láms.  III  y  VI,  números  1,  3,  4,  6,  8,  4,  y  5).  La  unidad  entre  las  artes  indumen- 
tarias y  la  arquitectura  no  podía  ser  más  completa,  correspondiendo  unas  y  otras,  así  como  las  letras, 
al  desarrollo  de  la  civilización  v  de  las  costumbres. 


MEMORIAS   DE    LA    nEAL   ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO.  Í3 

de  las  letras  españolas ,  se  deduce  lógicamente  que  existiendo  en  la  Península  ibérica 
durante  la  monarquía  visigoda  bellas  artes,  con  verdadera  tradición  y  carácter  jiropio, 
no  es  posible  aceptar  la  teoría  que  Mr.  de  Lasteyrie  ha  pretendido  establecer,  fun- 
dándose en  un  mero  accidente  industrial ,  sugerido  por  el  examen  de  la  parle  del  ya 
célebre  Tesoro  de  Guarrazar,  depositada  en  el  famoso  Museo  de  las  Termas.  Perte- 
neciendo originariamente  al  culto  católico  casi  todos  los  objetos  allí  custodiados,  así 
como  los  no  menos  preciosos  ([ue  por  fortuna  poseemos;  correspondiendo  los  restantes 
al  personal  ornamento  de  los  reyes  después  del  tercer  Concilio  Toledano,  y  siendo 
todos  propiedad  de  la  Iglesia,  al  consumarse  la  ruina  del  imperio  visigodo,  na- 
tural parecía,  dados  los  precedentes  históricos  y  reconocido  en  ellos  el  doble  es- 
tigma del  arte  romano  y  del  arte  hizanlino,  haber  obtenido  consecuencias  de  todo 
punto  contrarias  á  las  que  tan  docto  anticuario  nos  ofrece  como  resultado  de  sus 
estudios.  Nosotros  diríamos  al  propósito: — Los  objetos  artísticos  que  constituyen 
el  Tesoro  de  Guarrazar,  revelan  claramente  la  existencia  de  un  arte,  en  que  se 
asocian  y  asimilan  los  elementos  constitutivos  del  arle  romano,  ya  alterado  por  la 
poderosa  influencia  de  la  Iglesia  latina,  y  del  arte  hizanüno,  tal  como  a])arece 
en  la  j)rimei'a  edad  de  su  desarrollo :  con  ellos  se  mezclan  algunos  rasgos  es- 
peciales que  dan  á  conocer,  ora  la  existencia  intermedia  de  otros  elementos  subordi- 
nados, ora  la  intervención  de  manos  poco  hábiles  y  que  no  acostumbradas  á  acentuar 
con  la  gracia  y  el  sentimiento  de  los  artistas  latinos  ó  bizantinos,  ni  con  la  fuerza 
y  energía  que  lo  hicieron  después  los  árabes  ',  imprimen  cierto  sello  de  rudeza  á  sus 
propias  imitaciones.  Necesario  es  por  tanto  discernir  con  toda  circunspección,  para 
alcanzar  el  acierto,  lo  que  hay  en  los  monumentos  de  la  monarquía  visigoda  debido 
á  esta  mediación  accidental,  á  fin  de  fijar  perfectamente  sus  verdaderos  caracteres, 
así  como  es  de  suma  importancia  no  confundir  las  construcciones,  en  que  sólo  se 
ejerce  la  influencia  romana,  con  las  que  nos  ofrecen  ya  la  unión  de  esta  y  de  la 
bizantina;  por(|ue  tal  es  la  única  senda  que  ha  de  llevarnos  á  determinar  el  verda- 
dero desarrollo  hislórico  de  ambas  influencias,  al  reflejarse,  una  Irás  otra,  en  el  sucio 
de  la  Península. 


1  Para  i'omprob.icion  de  esta  verdad,  nos  será  lícito  añadir  que  no  solamente  hallamos  en  los 
primeros  monumentos  levantados  en  nuestro  suelo  por  los  mahometanos,  capiteles,  columnas  y  otros 
elementos  arquitectónicos,  debidos  al  arte  romano,  propiamente  dicho ,  enseñanza  que  debemos  en 
primer  término  á  la  magnífica  aljama  (hoy  catedral)  de  Córdoba,  y  del  arte  latino-bizantino,  lo  cual 
demostraremos  en  el  capítulo  siguiente,  sino  que  en  las  preciosas  reliquias  del  maravilloso  palacio  di; 
.Medina  Zaharn,  de  que  posee  nuestro  amado  compañero,  don  Pedro  de  Madrazo,  notabilisimos  frag- 
mentos, reconocemos  los  mismos  elementos  decorativos  (jue  brillaron  en  las  basílicas  visigodas  y  la  mis- 
ma tradición  artística  en  la  manera  de  producir  el  claro-oscuro  en  el  corte  de  la  piedra,  si  bien  animados 
los  objetos  de  más  viva  acentuación,  nacida  de  la  mayor  profundidad  que  los  artistas  árabes  dabnii  gene- 
ralmente al  relieve.  Esta  es  sin  duda  la  principal  diferencia  que  en  la  ejecución  advertimos  respecto  de 
los  priuieros  monumentos  que  deja  el  Califato  en  nuestro  suelo;  pero  bastante  para  revelar  desde  luego 
el  genio  ardiente  y  enérgico  del  pueblo  oriental  que  hereda  los  tesoros  del  arte  bizantino  en  las  regio- 
nes occidentales  de  Europa,  dándonos  ya  á  conocer  él  sello  especial  que  debía  recibir  de  sus  manos, 
hasta  producir  en  nuestra  España  ese  estilo  verdaderamente  original  que  ha  sido  designado,  no  sin 
acierto,  con  el  titulo  de  granadino  {Monumentos  Arquitectónicos  de  Espai'ia.  inonografia  de  la  Alhambra  ■ 


44  MEMORIAS    PE    LA    BF.AL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

Fácil  será,  sujetándonos  á  esta  norma  y  expuestas  ya  las  razones,  de  fjue  se 
desprende  lo  que  fué  y  representó  el  arte  latino-bizantino  ó  visigodo  en  la  historia 
de  la  civilización  española,  y  el  lugar  que  ocupa  en  la  general  de  las  bellas  artes  y 
principalmente  de  la  arquitectura,  el  señalar  los  caracteres  especiales  de  su  orna- 
mentación, con  el  estudio  descriptivo  de  los  monumentos  trasmitidos  á  nuestros  dias 
en  la  ciudad  de  los  Concilios. 


III. 


Fragmentos  arquitectónicos  del  arte  latino-bizantino  en  Toledo. — I.  Capiteles  de  la  Mezquita,  apellidada 
el  Santo  Cristo  de  la  Luz.— II.  Capiteles  y  basa  de  la  Mezquita,  hoy  Iglesia  de  San  Román. — III.  Capi- 
teles y  fuste  de  la  Basílica  de  Santa  Leocadia. — IV.  Capiteles  y  fragmentos  decorativos  de  la  Iglesia 
de  San  Ginés. — V.  Fragmentos  del  torreón,  llamado  Baños  de  la  Cava. — Yl.  Fragmentos  conservados  en 
el  Puente  de  Alcántara. — VII.  Id.  en  la  torre  de  Santo  Tomé. — VIII.  Otros  fragmentos  y  capiteles  es- 
parcidos por  la  ciudad.— Observaciones  generales. 


No  posee  Toledo  por  desgracia  en  su  primitiva  forma,  ninguna  de  las  basílicas, 
monasterios,  ni  palacios  levantados,  ya  dentro  de  su  triple  muralla,  ya  en  su  fron- 
dosa vega ,  durante  la  dominación  visigoda.  Destruidos  por  la  saña  de  los  hombres 
y  las  vicisitudes  de  los  tiempos,  ó  adulterados  hasta  el  punto  de  no  dar  razón  de 
su  antigua  traza  y  ornamento,  por  la  misma  piedad  que  intentaba  conservarlos  ó  em- 
bellecerlos, sería  vana  toda  diligencia  para  hallar  en  la  ciudad  de  Wamba  un  mo- 
numento íntegro  de  aquella  edad,  cuando  ni  aun  los  muros  levantados  por  aquel 
Príncipe  han  logrado  permanecer  enteros.  Despedazados  frisos ,  cuyo  primitivo  em- 
pleo es  hoy  por  extremo  difícil  averiguar;  solitarios  capiteles,  que  han  servido  de 
trofeo  á  otros  edificios  posteriores ,  formando  extraño  maridaje  con  los  que  ahora  los 
rodean ;  truncados  fustes  que  guardan  por  ventura  alguna  inscripción  ó  conservan 
las  huellas  de  características  estrías;  fragmentos  de  jambas,  metopas.  dinteles,  ó 
impostas,  y  algunas  lápidas  de  consagración..,  hé  aquí  las  reliquias  que  han  sobre- 
vivido en  Toledo  al  golpe  destructor  de  los  siglos,  bastando  sin  embargo  á  pregonar 
la  existencia  de  aquel  arte ,  cuyas  leyes  de  vida  dejamos  ya  expuestas ,  y  cuya  vi- 
viente confirmación  sólo  puede  encontrarse  en  las  primitivas  basílicas  de  la  mo- 
narquía asturiana.  Viéronlos  con  entero  desden  cuantos  trataron  de  los  monumentos 
de  Toledo,  bajo  el  sistemático  influjo  de  las  escuelas;  mas  examinados  por  último 
con  la  solicitud  y  el  detenimiento  que  reclamaban ',  pueden  ser  hoy  estimados  en  su 
justo  valor,  el  cual  ha  cobrado  mayores  quilates,  merced  á  las  excavaciones  que 


'     Hicimos  en  nuestra  Toledo  pintoresca  repetidas  alusiones  ai  arle  que  representan  estos  frag- 
mentos arquitectónicos,  así  como  en  la  Sevilla  pintoresca  habíamos  indicado  terminantemente  su 


i6  UEMOniAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FEUNANDO. 

por  Orden  del  Gobierno  de  S.  M.  dirigimos  en  1859  en  las  Huertas  de  Guarrazar, 
donde  se  descubrió  el  celebrado  Tesoro  de  las  coronas.  Procuremos  pues  desci'il)¡r 
con  toda  fidelidad  estos  preciosos  restos  arquitectónicos. 

I.  Sujeto  el  arte  latino-bizanlino  á  las  mismas  leyes,  á  que  se  habian  sometido 
el  griego  y  el  romano,  al  señorear  el  antiguo  mundo  la  religión  de  Constantino  y 
de  Teodosio,  prestó  sus  galas  y  preseas  al  pueblo  mabometano,  cuando  dueño  este 
de  la  península  ibérica ,  empezó  á  poblarla  de  alcázares  y  mezquitas ,  bajo  el  domi- 
nio del  Califato,  lis  la  Ermita  del  Santo  Cristo  de  la  Luz  una  de  las  primeras 
construcciones,  en  que  esto  se  verifica  ':  allegados  de  otros  edificios  anteriores,  hay 
en  ella  cuatro  capiteles  de  diversos  tamaños,  formas  y  ornatos,  que  contribuyen 
con  su  variedad  á  imprimir  especialísimo  carácter  al  monumento ,  dándole  extraor- 
dinario precio  arqueológico. 

«Cubiertos  de  una  espesa  capa  de  yeso  que  no  consentia  reconocer  sus  formas 
(hemos  observado  en  otra  ocasión  ")  no  han  podido  hasta  ahora  ser  diseñados  ni  des- 
critos convenientemente.  Son  todos  de  talla  harto  ruda,  y  á  excepción  de  uno  solo, 
manifiestan  ser  fruto  de  un  arte  decadente,  que  pugna  sin  embargo  por  conservar 
sus  antiguas  tradiciones.  Figuran  los  dos  más  interesantes  en  este  concepto  al  lado 
de  la  pequeña  capilla ,  levantada  en  el  siglo  XV.  Es  de  piedra  calcárea,  cubierta  de 
un  baño  ó  betún  negro  sin  duda  en  tiempos  muy  posteriores ,  el  que  se  ofrece  á  la 
parte  del  Nordeste,  notándose  á  primera  vista  que  para  acomodarlo  á  la  proporción 
del  fuste,  fueron  cortados  sus  ángulos,  bien  que  con  bastante  irregularidad,  resul- 
tando de  este  corte  enteramente  trocados  los  frentes  primitivos,  que  hacen  ahora 
oficio  de  ángulos.  Una  parte  del  abaco  queda,  en  consecuencia  de  esta  modificación, 
oculta  en  la  imposta  del  arco ,  notándose  sin  embargo  por  los  restos  aún  existen- 
tes, que  hubo  de  pertenecer  á  un  edificio  en  que  se  guardaban  las  tradiciones  del 
orden  corintio.  La  parte  inferior  de  este  capitel  se  halla  exornada  de  cierta  especie 
de  doble  corona,  compuesta  de  grandes  hojas  de  laurel,  que  vuelven  al  exterior. 


flxistencia :  la  novedad  del  asunto  y  el  respeto  que  á  la  liistoria  del  arte  debíamos,  nos  retrajeron  en 
uno  y  otro  libro  de  asentar  teorías,  que  liubíeran  podido  parecer  aventuradas.  Incesantes  esludios,  á 
que  se  asocian  ya  los  verificados  en  el  particular  por  nuestros  compañeros  los  eruditos  arqueólogos 
monumentales  don  Manuel  de  Assas  y  don  Pedro  de  Madrazo  (Álbum  pintoresco  de  Toledo;  Recuerdos 
11  Bcllevis  de  España,  tomos  de  Córdoba  y  de  Sevillaí,  nos  ban  convencido  de  que  no  pasaríamos  plaza 
de  visionarios,  al  dar  el  lugar  en  que  las  colocamos  á  estas  preciosas  reliquias  de  la  arquitectura  la- 
tino-bizantina  (visigoda),  con  tanta  más  razón  cuanto  que  las  excavaciones  verificadas  en  Guarrazar 
nos  ministran  pruebas  irrecusables,  según  en  breve  verán  los  lectores. 

'  Casi  todos  los  escritores  toledanos  han  asegurado  que  en  el  mismo  sitio  ocupado  por  esta  mez- 
quita, existió  desde  el  año  658  de  la  Era  cristiana  una  basílica  ó  iglesia  católica,  fundada  por  Atha- 
nagildo.  Observan  también  que  era  suburbana  y  que  fué  comprendida  en  el  recinto  de  la  ciudad  por 
VVamba,  abriéndose  en  el  muro  inmediato  una  puerta  (¡ue  llevó  titulo  de  Agilaiia  y  aun  del  Yalmar- 
don  en  tiempos  más  recientes.  Que  pudo  existir  una  iglesia  donde  hay  la  mezquita,  no  es  inverosí- 
mil, cuando  los  fragmentos  arquitectónicos  que  vamos  á  describir  dan  inequívoco  testimonio  de  haber 
pertenecido  á  otras  construcciones  anteriores:  la  variedad  de  los  mismos  nos  induce  á  creer  sin  em- 
bargo que  fueron  recogidos  de  más  de  una  fábrica  visigoda. 

-    .Munumi-iilos  Arquilectónicos  de  España,  monografía  del  Santo  Cristo  d-  la  Luz  (Toledo). 


MEMORIAS   nE   L\    REAL    ACADEMIA    DR   SAN    FRU>A?<nO. 


todas  en  el  mismo  sentido,  y  se  conservan  en  buen  estado.  De  mármol  oscuro  y  ta- 
llado también  do  una  manera  tosca,  es  el  del  lado  de  Sudeste:  su  examen  denota  que 
al  idearlo  se  ajustó  el  artista  á  la  noción  tradicional  del  orden  corintio ,  pues  que 
ofrece  el  mismo  agrupamiento,  componiéndose  de  dos  coronas  de  hojas  modeladas  en 
igual  sentido  que  las  del  anterior ,  sobre  las  cuales  se  alzan  en  los  ángulos  superio- 
res otras  hojas  mayores,  profundamente  somltreadas,  viéndose  los  frentes  ocupados 
por  cuatro  cartelillas,  complemento  de  su  composición  peregrina. 

"Poco  interés  inspira  el  primero  de  los  dos  restantes,  que  siendo  de  granito  no 
muy  sólido,  se  asemeja  grandemente  á  los  del  orden  dórico,  y  corresponde  acaso  á 
alguna  de  las  reparaciones  de  la  mezquita  ^:  no  así  el  segundo,  que  sobre  ofrecer 
grande  interés  arqueológico ,  revela  ya  la  existencia  del  arle  cristiano.  Persuádelo 
con  toda  evidencia  el  funículo  que  en  su  centro  lo  rodea:  símbolo  de  la  vida  de  ma- 
ceracion  y  de  silicio  que  la  grey  cristiana  contrapone  á  la  liviandad  y  corrupción  en 
que  el  paganismo  se  aniquilaba,  no  tardó  mucho  en  servir  de  elemento  decorativo  al 
arte  que  empezaba  á  ser  fecundado  por  el  espíritu  del  Evangelio;  y  brillando  en  di- 
ferentes miembros  de  aquella  naciente  arquitectura,  exornó  también  sus  capiteles. 
Consideración  es  esta  que  da  al  que  ahora  examinamos  no  escaso  valor  histórico, 
convenciéndonos  de  que  hubo  de  pertenecer,  antes  de  ligurar  en  la  mezquita,  á  una 
iglesia  cristiana.  Ni  son  menor  indicio  de  esta  verdad  las  palmetas  que  aparecen 
dentro  de  los  arquillos  que  en  su  parte  inferior  lo  circuyen ,  viéndose  también  en 
ellas  el  emblema  característico  del  martirio ,  con  maravillosa  fé  arrostrado  por  las 
vírgenes  y  los  confesores  de  Cristo.  Compruébase  pues  con  el  examen  de  este  ca- 
pitel el  juicio  arriba  indicado;  y  unido  á  los  otros  ya  descritos,  confirma  de  una 
manera  inequívoca  el  más  general  que  dejamos  expuesto,  respecto  de  la  significación 
y  del  origen  de  estos  fragmentos  arquitectónicos." 

II.  Ni  lo  acreditan  menos  los  ocho  capiteles  que  exornan  la  antigua  mezquita, 
consagrada  bajo  la  advocación  de  San  Román  al  culto  católico.  Colocados  como  los 
del  Santo  Crislo  de  la  Luz,  sobre  fustes  de  diversos  módulos  y  alturas,  reciben  los 
arcos  de  herradura,  sobre  que  se  elevan  los  muros  divisorios  de  la  nave  central  y 
de  las  laterales  de  la  expresada  mezquita,  y  como  aquellos,  denotan  el  estado  de  la 
arquitectura  mahometana,  durante  la  época  en  que  acude  á  los  monumentos  cristia- 
nos para  apoderarse  de  los  elementos  decorativos,  con  que  enriquece  sus  fábricas. 
Hállanse,  pues,  siguiendo  la  disposición  de  la  mezquita,  cuatro  capiteles  á  cada 
lado  de  la  nave  central ;  y  aunque  todos  revelan  un  mismo  origen  y  una  tradición 
misma,  ofrecen  notables  caracteres,  dignos  de  ser  estudiados.  De  reparar  es  en  el 
primero  del  lado  del  Evangelio  el  funículo  que  ondea  en  la  parte  superior  y  que  re- 
volviéndose en  los  ángulos  del  cimacio,  describe  y  forma  cierta  manera  de  voluta. 


'  Nuestro  entendido  compañero,  el  Sr.  Assas,  parece  indicar  que  pudo  ser  contemporáneo  (Al- 
butn.  Pintoresco  de  Toledo):  sin  embargo,  al  estudiar  nuevamente  esta  mezquita,  se  ha  conformado 
con  nuestra  opinión  expuesta  en  el  seno  de  la  Comisión  de  Monumentos  arquitectónicos,  y  expresada 
ya  en  la  monografía  de  que  trascribimos  los  párrafos  descriptivos  del  texto. 


48  UEMORlJiS   DE   LA    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

ostentandu  en  los  frentes  una  flor  cuadrifolia,  encerrada  en  un  pequeño  círculo. 
.  Esta  disposición,  segundada  en  otros  capiteles  de  igual  época,  entre  los  cuales  pode- 
mos citar  algunos  de  los  que  exornan  el  sagrario  de  la  Iglesia  parroquial  de  Santu- 
llano,  en  Oviedo,  basílica  fundada  ó  restaurada  en  tiempo  de  don  Alfonso  el  Casto, 
imprime  un  sello  especial  á  este  capitel,  notable  asimismo  por  el  entallado  de  sus  ho- 
jas, que  recogiéndose  por  extremo  sobre  el  astrágalo,  suben  sólo  hasta  las  volutas 
en  los  ángulos,  dejando  en  los  centros  descubierto  el  tambor  como  para  dai'  mayor 
espacio  al  fanicido.  Signo  este  de  la  penitencia,  como  queda  advertido,  ninguna  duda 
puede  ofrecer  la  significación  del  expresado  capitel,  enteramente  cristiano  (Lám.  111, 
n.  14).  No  tiene  el  segundo  el  mismo  sello,  y  sin  embargo  en  su  disposición  total  y 
(«n  la  distribución  y  forma  de  sus  follajes  revela  sin  esfuerzo  pertenecer  á  un  arte 
derivado,  recordándonos  tipos  análogos  en  las  basílicas  asturianas,  y  muy  particu- 
larmente en  la  de  San  Salvador  de  Valdedios,  si  bien  sus  caj)iteles  revelan  mayor 
decadencia  en  la  ejecución  artística.  Agrúpause  en  los  ángulos  las  hojas  que  se  so- 
breponen piramidalmente  hasta  subir  al  abaco,  mostrándose  en  los  frentes  una  sola  y 
sobre  ella  dos  tallos  que,  volviéndose  al  interior,  se  locan  en  el  centro,  desarrollán- 
dose después  hacia  los  mismos  ángulos  y  dejando  en  medio  una  flor  de  resalto,  igual 
á  las  que  exornan  los  frisos,  que  en  breve  examinaremos,  é  inscrita  en  cierta  especie 
de  cartela.  Para  acomodarlo  á  la  altura  de  los  restantes  fué  necesario  suplir  una 
parte  del  fuste,  por  ser  el  tambor  más  corto  y  ancho  que  todos  los  otros. 

La  misma  falta  presentan  el  tercero  y  cuarto,  cuyas  columnas  aparecen  harto 
mi?  delgadas:  ambos  son  de  follajes;  en  ambos  se  advierte  el  laborioso  empeño  de 
seguir  el  procedimiento  tradicional  dál  arte  romano,  y  en  ambos  se  revelan  final- 
mente ineqiívocas  señales  de  inevitable  decadencia:  el  cuarto  se  aparta  sin  embargo 
del  anterior,  porque  describe  dos  distintas  coronas  de  hojas  picadas  y  ofrece  en  los 
frentes  un  rosetón  de  graciosos  entalles. 

Y  no  son  menos  caracterislicos  los  cuatro  del  lado  de  la  Epístola:  antes  bien  mere- 
cen los  dos  primeros  particular  examen,  por  separarse  más  todavía  que  los  anterio- 
res de  sus  fuentes  primitivas.  Compónese  el  primero  de  tres  hileras  de  hojas  sin  pi- 
car, que  suben  ensanchándose  gradualmente  hasta  tocar  el  cimacio,  y  se  revuelven 
sólo  en  el  centro,  como  el  ya  descrito  del  Cristo  de  la  Luz  (en  los  del  lado  Sudeste): 
consta  el  segundo,  que  es  más  corpulento,  de  dos  hileras  de  hojas  menores,  más 
recogidas  y  de  talla  más  tosca,  levantándose  en  los  cuatro  frentes  sobre  la  cima  de 
las  primaras  otros  tantos  tallos  que  se  desarrollan  en  sentido  opuesto,  abriéndose  no- 
tablemente, hasta  aproximarse  á  los  ángulos,  donde  se  retuercen  á  modo  de  volu- 
tas: del  centro  de  las  hojas  angulares  sale  una  especie  de  cartelilla  achaflanada,  que 
asciende  hasta  cerca  de  las  indicadas  volutas,  y  terminando  en  la  arista  del  ángulo, 
se  une  á  la  parte  superior  de  las  mismas.  Cubre  por  último  el  espacio  que  resulta 
en  la  separación  de  los  indicados  tallos,  á  cuya  disposición  debe  extraordinario  en- 
sanche el  tambor,  una  palmeta  profundamente  acentuada  que  revela  ya,  en  nuestro 
sentir,  la  inlluencia  del  arte  bizantino  y  es  de  no  poco  efecto  para  el  presente  estudio. 
Ni  lo  son  menos  los  otros  dos  capiteles,  bien  que  por  ostentar  follajes  picados  y  se- 


MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  49 

guir  en  sus  formas  y  proporciones  las  leyes  del  orden  corintio,  se  muestran  más 
cercanos  á  su  origen,  denotando  mayor  antigüedad,  lo  cual  nos  persuade,  con  los 
demás  caracteres  indicados,  de  tpic  hubieron  de  pertenecer  á  diferentes  construcciones: 
observación  que  hacemos  extensiva  á  todos  los  recogidos  en  esta  antigua  mezquita. 
Al  lado  de  la  capilla  mayor  se  halla  linahnente  una  basa  que  debió  serlo  de  al- 
guna pilastra  ó  columna  ática  '  (Lám.  111,  n.  8),  exornada  de  círculos  y  secciones  de 
círculo  que  se  desenvuelven  dentro  de  aquellos,  formando  cierta  especie  de  cruces; 
manera  de  ornato  muy  del  gusto  latino •hizantinu,  y  que  tiene  en  Toledo  y  fuera  de 
él  análogos  ejemplares,  comprobando  una  vez  más  la  preponderancia  que  alcanzó 
aquel  arte  en  la  decoración  arquitectónica,  durante  la  monarquía  visigoda. 

III.  Cuando  en  liiOÍ  se  dio  principio  á  la  fábrica  del  Hospital  de  Expósitos, 
existían  tal  vez  sin  aplicación  alguna,  junto  á  la  Basílica  de  Santa  Leocadia,  re- 
construida de  nuevo  en  siglos  anteriores,  los  restos  arquitectónicos  de  la  primitiva, 
edificada  por  Sisebuto.  De  allí  eran  trasladados  para  aplicarse  á  otras  construcciones, 
siendo  en  verdad  digno  de  repararse  cómo  el  renombrado  Enrique  Egas,  que  empe- 
zaba á  saborear  las  bellezas  del  arte  antiguo,  confesándose  partidario  del  Renaci- 
miento, no  esquivó  el  emplear  aquellos  despojos  de  la  arquitectura  visigoda  en  el 
mencionado  Hospital,  edificio  en  que  parecía  hacer  gala  de  contarse  entre  los  imi- 
tadores de  Brunelleschi.  Prueba  era  sin  duda  esta  elección  de  que  no  le  repugnaban 
los  ornamentos  de  aquel  arte  que  iba  á  ser  negado  en  siglos  posteriores ,  hallando 
entre  ellos  y  los  adoptados  por  la  escuela  que  él  seguia,  alguna  semejanza.  Y  no  sin 
verdadero  fundamento,  pues  que  como  dejamos  advertido,  la  decoración  latina,  así 
como  la  bizantina,  se  derivaban  principalmente  de  la  antigüedad  clásica,  brillante 
faro  adonde  volvían  todas  sus  miradas  los  partidarios  del  Renacimiento. 

Son  en  número  de  cinco  los  capiteles  trasladados  al  Hospital  de  Expósitos,  di- 
ferentes todos  en  el  tamaño  y  no  semejantes  en  el  tipo  que  cada  cual  ofrece,  (colo- 
cados en  el  segundo  patio  del  Hospital,  contrastan  notablemente  con  los  inmediatos, 
no  sólo  por  sus  formas  totales,  sino  por  su  ejecución  y  por  la  especial  manera  de 
acentuar  que  revelan.  Llámanos  sobre  lodos  la  atención  el  primero ,  que  si  bien  se 
aparta  de  su  primitivo  modelo,  guarda  todavía  no  poca  semejanza  con  los  del  orden 
compuesto  greco-romano,  (¡onsta  de  una  hilera  de  hojas  (|ue  .se  elevan  casi  hasta  la 
corona,  presentando  en  los  intermedios  lloroncillos  octifolios,  que  le  comunican  cierta 
riqueza.  La  parte  superior  se  ve  circuida  por  dos  coronas  de  cuentas  y  ovarios,  sobre 
las  cuales  se  desarrollan  las  volutas,  describiendo  un  círculo  perfecto,  dentro  del 
cual  aparece  en  los  costados  de  cada  voluta  una  llor  de  seis  hojas;  debiendo  adver- 
tirse que  toda  esta  parte,  y  principalmente  las  volutas,  que  son  por  extremo  peque- 
ñas, difieren  sobremanera  del  tijio  antiguo,  mientras  las  proporciones  del  tambor  y 
la  distribución  general  de  los  ornatos  denotan  con  evidencia  su  origen.  Al  acomo- 


'  San  Isidoro,  cuya  autoridad  no  puede  recusarse,  describía  este  miembro  arquitectónico,  di- 
ciendo: «Ouintum  genos  est  earum  [colnmnarnm]  quae  vocantur  atticae:  quaternis  angulis  aut  am- 
piius,  paribus  lalerum  intervailis  (líthini.,''iib.  \V,  cap.  VIH  y  lib.  XÍX,  cap.  X). 


50  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADESHA   DE   SAN    FEHNANDO. 

liarlo  al  fuste,  se  labró  con  no  buen  acuerdo  un  nuevo  aslrágalo  que  desfigura  algún 
tanto  la  |)ar[e  inferior,  saltando  desde  luego  á  la  vista  semejante  irregularidad,  hija 
del  nuevo  uso  á  que  fué  destinado. 

Hecuerdan  los  cuatro  restantes,  como  tipo  á  que  se  refieren,  el  capitel  corintio: 
dos  tienen  sin  embai'go  los  follajes  ¡)icados  y  dos  ofrecen  las  hojas  sin  picar,  lo  cual 
manifiesta  que  tal  vez  aprovechó  Sisebuto  al  construir  su  Basílica,  como  lo  habia 
heclio  en  Bavena  Teodorico,  *  elementos  arquitectónicos,  lomados  de  edificios  ante- 
riores. El  mayor  de  todos,  que  es  sin  duda  el  que  guarda  coa  mcás  pureza  el  sello 
de  la  antigüedad ,  consta  de  un  cerco  de  dobles  y  grandes  hojas,  talladas  con  no 
poca  gracia  y  movimiento,  sobre  las  cuales  se  levanta  otro  follaje,  que  lleva  sus  vas- 
tagos á  los  ángulos  superiores,  produciendo  buen  efecto  de  claro-oscuro:  al  unirse 
en  el  centro  reciben,  ya  en  el  abaco,  dos  pomas  notablemente  sombreadas  por  el 
resalto  que  ofrecen,  todo  lo  cual  contribuye  á  caracterizar  este  capitel,  dando  no  des- 
preciable idea  del  arle  ipie  lo  produce.  Con  él  guarda  alguna  analogía  en  el  picado  y 
disposición  general  del  follaje  que  le  adorna,  el  que  le  sigue  en  tamaño:  lícito  es  notar 
sin  embargo  (]ue  no  presenta  tanta  riqueza  ni  es  tan  feliz  su  agruparaienlo.  Estrecho 
en  demasía  en  la  parle  inferior,  ábrese  de  repente  en  el  centro,  volviendo  á  cerrar- 
se, al  recibir  el  abaco,  á  que  sube  en  los  frentes  una  de  las  hojas,  prolongándose 
caprichosamente.  Rolo  el  aslrágalo.  ha  sido  difícil  acomodarlo  al  fuste,  que  es  mu- 
cho más  grueso,  si  bien  se  intentó  hermanarlo,  usando  de  un  collarín,  no  muy  feliz 
por  cierto.  Los  dos  restantes,  aunque  difieren  en  el  tamaño,  tienen  la  misma  dis- 
posición general  y  el  mismo  orden  en  la  distribución  de  los  follajes.  Fórmanse  de 
tres  hileras  de  hojas  agudas  y  sin  picar,  que  ascienden  gradualmente  hasta  el  ci- 
macio, si  bien  el  más  pequeño  se  recoge  en  esta  parte,  en  sentido  contrario  sobre 
los  ángulos  del  abaco. 

Hállase  en  el  jardín  cercano  á  la  Basílica  de  Sania  Leocadia,  apellidada  hoy 
El  Cristo  de  la  Vega,  otro  capitel  extraído  no  há  muchos  años,  como  otros  frag- 
mentos decorativos,  de  la  excavación  hecha  en  aquel  sitio,  para,  al)rir  fosas  sepul- 
crales. Puesto  sobre  un  fuste,  que  exornan  estrías  espirales,  y  perteneció  acaso  al 
sagrario  de  la  primiliva  basílica,  revela  en  sus  follajes  la  imitación  del  corin- 
tio, si  bien  maltratado  sobremanera,  no  es  ya  posible  discernir  de  sus  formas 
generales,  aunque  si  de  su  riqueza.  Debió  componerse  de  dos  hileras  de  hojas, 
talladas  con  notable  brío  y  no  escaso  relieve :  las  estrías  del  fuste  no  carecen  tam- 
poco de  gracia  en  su  movimiento,  siendo  harto  características  del  arte  que  estudia- 
mos, y  ofreciendo  ya  el  modelo  que  sirvió  como  de  tipo  á  otras  columnas  estria- 
das que  hallamos  en  los  templos  asturianos  ^. 


1  Véase  la  pág.  í29. 

2  Entre  otros  ejemplares  que  nos  fuera  fácil  citar,  bastáranos  la  bella  portada  de  San  Juan  de 
Priorio  (Las  Caldas),  que  deberá  figurar  en  los  Monumenlos  Arquiteelónkos  de  España,  como  uno  de 
los  templos  románicos  más  notables  de  Asturias.  Las  estrias  que  exornan  algunas  de  sus  columnas, 
no  son  tan  prufundas  ni  aparecen  tan  unidas  ni  acentuadas  como  las  que  vemos  en  la  de  Santa  Leo- 


MEMOniAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA    DE  SAN    FERNANDO.  51 

En  las  multiplicadas  veces  que  hemos  visitado  el  Cristo  de  la  Vcm,  encon- 
tramos á  sus  alrededores  otros  fragmentos  que  correspondieron  indudablemente  á 
su  primitiva  fábrica,  bien  que  de  menor  importancia  que  los  ya  descritos.  Tales  son 
trozos  de  fustes  delgados,  que  hubieron  tal  vez  de  exornar  sus  ventanas  [feneslrae), 
fragmentos  de  losas  de  esquisitos  mármoles,  propias  del  revestimiento  de  los  mu- 
ros, y  otros  objetos  de  menor  bulto.  Lástima  es  en  verdad  que  no  hayan  sido  todos 
recogidos  y  custodiados  como  su  antigüedad  reclama. 

IV.  Sobre  la  cripta  de  un  templo  gentílico,  cuyo  detenido  estudio  nos  inclina  á 
creer  que  pudo  estar  consagrado  á  Júpiter  Capitolino  S  existió  la  anti(|uísima  parro- 
quia de  San  (linés,  ya  por  desgracia  demolida,  dándonos  á  conocer  el  examen  de 
los  fragmentos  arquitectónicos  que  en  sus  derruidos  muros  existen,  las  peregrinas  vi- 
cisitudes por  que  ha  pasado  aquella  fábrica,  desde  la  dominación  romana  hasta 
nuestros  dias.  Aunque  son  por  desgracia  harto  escasos  los  vestigios  que  pueden  ser- 
virnos de  guia  en  esta  investigación  histórico-arqueológica,  bien  será  desde  luego 
advertir  que  es  todavía  hacedero  el  señalar  tres  grandes  épocas  en  la  historia  del 
edilicio,  cuyo  nombi'e  ha  corrido  asociado  al  de  la  maravillosa  Cuera  de  Hércules, 
titulo  con  que  fué  impropiamente  designada  su  cripta.  Las  indicadas  épocas  son: 
Primera:  época  cristiana,  en  que  se  incluye  la  visigoda.  Segunda:  época  mahome- 
tana. Tercei'a:  época  de  la  restauración  ó  castellana,  en  que  andan  hermanados  el 
estilo  ojival  y  el  mudejar. 

Dan  inequívoco  testimonio  de  la  primera  trasformacion  del  templo  gentílico,  re- 
ducido sin  duda  á  Iglesia  cristiana  luego  que  se  estendió  é  hizo  religión  del  Imperio 
romano  la  predicada  por  los  A¡)óstoles,  y  prueban  que  durante  la  dominación  visi- 
goda estuvo  también  consagrada  al  culto,  los  numerosos  fragmentos  que  se  conser- 
van empotrados  en  el  muro  todavía  existente,  sobre  los  cuales  recae  en  especial  el 
examen  que  nos  proponemos  hacer  en  esta  parte  de  nuestras  investigaciones.  De- 
ponen igualmente  de  la  segunda  trasformacion  del  edificio,  construido  sobre  la  mal 


cadia,  aqui  examinada;  pero  no  por  esü  carecen  de  cierta  gracia,  manifestando  una  misma  deriva- 
ción ó  procedencia. 

'  Nos  lia  movido  á  sentar  esta  opinión  el  más  escrupuloso  reconociraiento  de  la  construcción  ro- 
mana todavía  existente.  Asentada  en  la  parte  más  elevada  de  la  antigua  Toletum,  de  la  cual  decia  Tito 
Livio  que  era  urbs  parva  sed  valde  munita,  ocupa  de  Oriente  á  Occidente  el  espacio  de  4o  á  30  pies 
castellanos  de  longitud  por  2o  á  30  de  latitud ,  y  se  compone  de  dos  fortisimos  muros ,  que  reciben 
cada  cual  una  bóveda  de  ladrillo,  revestida  de  dura  argamasa.  Voltean  estas  sobre  tres  arcos  robus- 
tísimos de  sillería  que  las  separan  en  sentido  longitudinal,  terminando  al  Occidente  en  la  piedra  viva, 
la  cual  se  alza  hasta  el  canon  de  dichas  bóvedas.  Su  fortaleza  y  grandiosidad ,  que  recuerda ,  entre 
otras  muchas  construcciones  romanas,  la  del  celebrado  Acueducto  de  Scgoviu ,  nos  persuaden  pues  de 
([ue  semejante  cí'i/)ía  fué  destinada  á  un  templo  de  tanta  robustez  como  ella;  y  considerada  su  situa- 
ción, recordando  al  par  que  el  padre  de  los  dioses  recibía  culto  en  las  cindadelas  ó  castillos,  «arces 
partes  urbis  excelsae,  atque  munitissimae  (Isidoro,  Etlii'».,  lib.  XV,  cap.  IX),  no  tenemos  por  aventu- 
rada, siguiendo  las  nociones  que  nos  ministra  Vitrubio,  la  indicación  expuesta,  con  tanta  más  razón 
cuanto  que  las  ciudades,  sometidas  á  la  dominación  romana ,  procuraban  amoldarse  á  la  imagen  y 
semejanza  de  aquella  metrópoli,  siendo  muy  contadas  las  que  no  levantaron  templos  á  Júpiter  Capi- 
tolino. 


32  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADESHA    DE   SAN   FERNANDO. 

llamada  Cueva  de  Hércules,  no  sólo  el  ajimez  que  se  conservó  hasta  los  últimos 
años  en  el  ya  indicado  muro,  sino  los  arcos  que  todavía  se  dibujan  en  su  parle  in- 
terior, manií'estaado  que  la  primitiva  iglesia  cristiana  debió  convertirse  en  mezquita, 
durante  la  dominación  sarracena,  como  aconteció  indudablemente  á  otros  muchos 
templos  toledanos.  Ofrecen  los  referidos  arcos,  así  como  el  ajimez,  la  forma  de  her- 
radura, tal  como  se  aplica  y  desenvuelve  durante  la  época  del  Califato;  observación 
que  unida  á  las  que  el  mencionado  ajimez  nos  presta  con  los  elementos  de  que  se 
compone ,  nos  induce  á  creer  que  esta  segunda  trasformacion  se  remonta  á  los  pri- 
meros tiempos  de  la  servidumbre  mahometana,  siendo  por  tanto  altamente  dolorosa 
la  destrucción  de  este  monumento,  que  conservó  hasta  '184i  la  dispo.'íicion  general 
de  la  mezquita.  Restaurada  Toledo  del  poder  de  la  morisma  (lOSo),  restituyóse  á  San 
Giués  la  iglesia  que  le  estuvo  antes  consagrada,  recibiendo  nombre  y  autoridad  de 
pari'oquia;  y  ya  fuese  como  natural  consecuencia  del  nuevo  culto  á  que  se  dedicaba, 
ya  efecto  de  la  piedad  de  los  fieles,  se  le  agregaron  sucesivamente  algunas  cons- 
trucciones laterales,  en  que  hubo  de  lucir  sus  galas  el  estilo  ogival,  como  lo  persua- 
den ciertos  vestigios  que  aun  se  conservan  en  los  ángulos  de  las  indicadas  capillas, 
pertenecientes  sin  duda  al  siglo  XV. 

Recordadas  estas  importantes  observaciones  que  antes  de  ahora  expusimos  ',  llá- 
manos sobre  todo  la  atención  el  ya  expresado  ajimez,  documento  arqueológico  de 
suma  importancia,  por  reflejar  á  un  tiempo  la  arquitectura  visigoda  y  la  musulmana, 
que  se  apodera  de  los  elementos  decorativos  por  atpiella  elaboiados.  Fuste  y  capite- 
les pertenecen  al  arte  que  hemos  designado  con  nombre  de  laíino-bizanlino:  impos- 
ta, arcos  y  anabá  son  enteramente  arábigos.  Hemos  dicho  capiteles,  porque  si  bien 
constaba  el  ajimez  de  una  sola  columna  ó  parteluz,  hallábase  aquella  coronada  por 
dos  capiteles ,  según  antes  de  ahora  observamos  ^,  formando  el  primero  parte  del 
fuste  y  sobreponiéndosele  el  segundo.  Guarda  el  fuste  irrecusable  testimonio  de  su 
antigüedad  en  las  siguientes  palabras,  escritas  al  acaso  en  su  |)arte  superior,  con 
aquellas  letras,  de  que  decía  San  Eugenio  quas  nos  scripltlamus :  Sci  Genesh  8T  ■*; 
demostrando  sin  género  alguno  de  dudas  que  antes  de  la  invasión  mahometana 
existió  ya  en  aquel  sitio  la  Basílica  de  San  Ginés  y  en  ella  la  columna  de  que  tra- 
tamos, tal  vez  en  alguna  de  las  ventanas  del  testero  [testudo],  siguiendo  la  dispo- 
sición que  nos  ofrecen  las  primitivas  iglesias  asturianas  de  San  Tirso,  Santullano, 
Valdedios  y  Fricsca.  Son  los  capiteles  de  gusto  bizantino,  prolongándose  el  i)rimero 
por  exceso  con  follajes  poco  desenvueltos ,  que  terminan  en  cierta  especie  de  co- 


'     Semanario  Pintoresco  espaiwl,  año  1851,  página  3S3. 

2  Monumentos  Arquitectónicos  de  E'ipuña,  niunografía  del  Cristo  de  la  Lu/  al  íiiial,  donde  se  ha 
publicado  un  bello  grabado  del  mismo  ajimez. 

^  La  interpretación  de  estas  iniciales  es  por  extremo  difícil,  cuando  no  imposible.  Aunque  se 
hallan  en  el  fuste  colocadas  en  diferente  linea  que  el  nombre  del  santo,  considerando  que  todos  estos 
caracteres  debieron  formar  una  sola  inscripción,  pudiera  acaso  leerse:  Sancti  Genesii  Basilicae  ti- 
tulas. De  cualquier  modo,  y  sin  pagarnos  del  acierto,  no  es  menor  la  importancia  de  este  accidental 
testimonio  para  comprobar  la  existencia  de  la  basílica  en  la  edad  visigoda. 


MEMORIAS   DE    LA   nUAL   ACADEMIA   DE   SAN    FERNANDO.  53 

roña,  mientras  el  segundo,  falto  del  aslrágalo  y  del  abaco,  la  forma  casi  entera- 
mente con  las  hojas  agudas  que  lo  exornan,  y  que  aunque  toscas,  aparecen  más 
iicabadas  y  mejor  acentuadas  que  las  del  ya  descrito  (Láni.  III,  núm.  2). 

Reflejan  igualmente  la  influencia  bizantina  los  demás  fragmentos  qu(!  á  dicha  se 
han  conservado  en  estas  dolorosas  ruinas.  Son  todos  los  que  conocemos  en  número 
de  trece ,  manifestando  que  si  bien  no  es  ya  posible  imaginar  el  orden  que  guarda- 
ron en  la  basílica,  debió  esta  aparecer  ricamente  exornada,  no  siendo  infundado  el 
apuntar  que  fué  acaso  restaurada  y  aún  embellecida  después  del  tercer  Concilio  To- 
ledano, época  en  que,  por  las  razones  ya  expuestas,  se  hizo  más  sensible  la  influen- 
cia oriental  en  el  arte  que  apellidamos  visigodo  (latino-bizantino).  Seis  trozos,  al  pa- 
recer de  impostas,  dinteles  y  pilastras,  que  ofrecen  en  su  ornamentación  estrecha 
semejanza  con  la  de  las  orlas  exteriores  de  los  sepulci'os  que  tuvieron  en  Covadon- 
ga  los  señores  de  Henao  y  de  Intriago  (sepulcros  que  se  remontan  al  reinado  de  don 
Alfonso  el  Católico  '),  llaman  nuestra  atención  entre  estos  peregrinos  fragmentos. 
Ofrecen  todos,  como  elementos  decorativos,  circuios,  semicírculos  y  porciones  de  círcu- 
lo, variamente  combinados  con  floroncillos  cuadrifolios  de  hojas  agudas  ó  circula- 
res, flores  trifolias  y  lengüetas  de  dardo;  y  ya  enlazándose,  ya  intersecándose 
hasta  producir  gracioso  encadenado,  recuerdan  orlas  de  antiguos  mosaicos  romanos, 
trazados  de  igual  suerte,  ó  sirven  como  de  tipo  á  futuras  decoraciones  de  las  basí- 
licas asturianas  ^ 

Con  mayor  riqueza  se  desarrollan  estos  mismos  elementos  en  otras  tres  grandes 
piedras ,  empotradas  todavía  en  el  muro  exterior,  dos  de  las  cuales  han  permanecido 
ignoradas  bajo  el  revoque  hasta  una  de  las  últimas  visitas  que  hicimos  á  los  monu- 
mentos toledanos  ^.  Ofrece  la  primera  un  fragmento  de  friso,  en  cuya  parte  central 
juegan  ocho  círculos,  seis  semicírculos  y  cuatro  porciones  de  círculo:  ostenta  á  un 
extremo  de  lo  existente  un  rosetón  circular,  formado  por  dos  molduras  y  una  ])al- 
meta  que  lo  circuye,  llenando  el  interior  una  cruz  de  brazos  iguales,  trazada  y  dis- 


1  De  739  á  756.  Poseen  en  la  actualidad  estos  venerables  sepulcros,  que  llamarán  en  breve  la 
atención  de  los  arqueólogos  en  los  Monumentos  Arquitectónicos  de  España ,  los  señores  marqués  de  Pi- 
dal  y  don  Antonio  Cortés,  vecino  de  Cangas  de  Onis.  A  sn  celo  pur  la  conservación  de  las  antigüe- 
dades asturianas ,  se  debe  pues  el  que  hayan  sido  respetadas  tan  preciosas  reliquias  de  la  monarquía, 
fundada  en  aquellos  magníficos  valles,  siendo  ambos  sepulcros  los  únicos  restos  de  la  basílica  que  al 
lado  de  Covadonga  (Covadefonga)  erigió  Alfonso  el  Católico  en  740,  enriqueciéndola  con  «dnas  campa- 
nas de  ferro,  et  duas  cruces,  unam  auri  purissimi,  et  aliam  argenti  cocti,  et  fres  cálices  argenti.., 
et  tres  candelabros,   quatuor  fumíferos  et  tres  patenas,»  etc.  (España  Sagrada,  t.  XXXVJI,  p.  ;W3). 

2  Incluimos  en  nuestra  lámina  III  sólo  tres  de  estos  fragmentos  (números  1,  2  y  4),  por  juz- 
garlos suficientes  para  la  demostración  que  vamos  haciendo.  A  los  lectores  que  desearen  notar,  no 
ya  la  semejanza,  sino  la  identidad  de  los  elementos  decorativos  de  estas  reliquias  arquitectónicas  con 
los  que  nos  ofrecen  los  antiguos  mosaicos  romanos,  bastará  el  simple  examen  de  nuestra  lámina  II 
(números  i,  10  y  11),  pudiendo  comprobar  la  exactitud  de  nuestras  observaciones  respecto  de  las  basí- 
licas asturianas,  al  lijar  la  vista  en  la  VI,  n.°  9,  que  representa  un  detalle  de  la  Icnestra  de  la  ima- 
fronte  en  la  Basílica  de  San  Miguel  de  Lino  (de  monte  Linio)  fundada  por  Ramiro  11. 

3  Hicimos  este  descubrimiento,  en  unión  con  el  Sr.  D.  Manuel  de  Assas,  levantando  nosotros 
mismos  el  revoque. 


64  MEMORIAS  DE   LA    HEAL   ACADEMIA  DE   SAN  FERNANDO. 

puesta  de  igual  suerte  que  la  celebrada  de  los  Ángeles  ya  descrita ;  y  vése  al  lado 
opuesto  una  graciosa  palmeta  que  sube  estrechándose,  órnalo  muy  característico  en 
todas  las  producciones  del  arte  que  estudiamos  (Lám.  111,  núm.  12).  Dá  razón  la 
segunda  de  muy  suntuosa  decoración :  rodeada  de  molduras  que  encierran  en  el  ex- 
tremo de  que  nos  es  dado  juzgar,  una  graciosa  orla  de  gusto  bizantino  muy  seme- 
jante á  otras  que  examinamos  en  alguna  de  las  coronas  (Lám.  V,  núm.  5),  pre- 
senta un  cuadro,  colocado  en  sentido  inverso,  en  cuyo  centro  se  descubre  una  cruz, 
semejante  en  su  forma  total  á  la  ya  indicada,  si  bien  compuesta  de  follajes,  cuyos 
tallos  se  revuelven  basta  tocarse  los  de  unos  y  otros  brazos;  traza  que  se  repro- 
duce en  una  de  las  principales  cruces  del  Tesoro  de  Guarrazar,  presentadas  á  S.  M. 
la  Reina,  según  después  notaremos,  y  parece  ofrecernos  ya  el  tipo  de  la  insignia 
adoptada  siglos  después  como  distintivo  de  la  caballería  de  Calatrava.  Parten  de  los 
ángulos  interiores  otros  ocho  tallos,  que  reuniéndose  de  dos  en  dos  en  la  parle 
media  del  referido  cuadro,  van  á  buscar  por  debajo  del  mismo  el  ángulo  exter- 
no, donde  se  desarrollan,  formando  un  gracioso  grumo  de  cinco  hojas,  encerrado 
á  su  vez  en  un  círculo,  mientras  ocupan  los  intersticios  de  cuadro  y  ángulo  llores 
trifolias  bien  perfdadas  y  movidas  (Lám.  III,  núm.  7).  Porciones  de  círculo,  con- 
tarlos facetados,  funículos,  lengüetas  de  dardo,  perfdes,  molduras  y  hojas  agudas 
no  picadas,  constituyen  la  decoración  de  la  tercera  piedra  que,  como  las  ya  descri- 
tas, contribuye  á  robustecer  el  concepto  que  de  la  Ir/lesia  de  San  Ginés  dejamos 
apuntado.  De  notar  es  que  en  todos  estos  importantes  fragmentos  apai'ecen  sobre  las 
fases  de  cuadros,  círculos,  semicírculos  y  hojas,  ya  cierta  menuda  labor,  ya  delga- 
dos funículos,  lo  cual  da  no  despreciable  idea  del  cincelado  que  emjilean  los  artis- 
tas bizantinos  en  sus  obras  de  orfebrería,  caracterizando  al  ])ar  la  ornamentación 
de  esta  desafortunada  basílica. 

Son  los  cuatro  restantes  fragmentos  dos  conchas,  profundamente  somlireadas,  un 
trozo  muy  interesante  de  friso,  que  ha  sido  colocado  en  el  muro  de  la  casa  núme- 
ro 11,  en  la  i)róxima  calle  de  la  Lechuga,  y  otro  no  menos  interesante  que  existe 
en  la  parle  interior  de  lo  que  fué  iglesia.  De  las  conchas,  sólo  nos  será  dado  obser- 
var que  siendo  simple  imitación  de  la  naturaleza,  puede  únicamente  juzgarse  de 
ellas  por  la  ejecución,  la  cual  nos  advierte  en  efecto  que  hubieron  de  pertenecer  á 
la  Basílica  de  San  Giw's,  aumentando  su  riqueza  decorativa.  Pero  ¿en  qué  parte 
del  edificio?  Por  su  tamaño  y  disposición  no  reputamos  gran  desacierto  el  suponer  que 
acaso  hicieran  oficio  de  melopas,  alternando  con  otros  objetos  y  representaciones; 
mas  esta  indicación  no  pasa  de  la  esfera  congetural,  faltando  más  seguros  dalos  para 
fundarla.  En  cuanto  al  trozo  de  'friso,  notaremos  que  por  la  abundancia  de  sus  or- 
natos más  que  por  la  delicadeza  de  la  ejecución,  corresponde  á  la  riqueza  total  de 
la  Iglesia  de  San  Gniés,  pareciéndonos  ])or  lo  abultado  de  la  talla  ([ue  hubo  de  per- 
.  tenecer  á  la  primitiva  construcción,  de  caiácter  más  romano  (|ue  bizantino.  Compó- 
nese  de  una  doble  posta,  enri(|uecida  en  el  centro  de  grueso  funículo  y  sujeta  por 
abrazaderas,  de  que  parten  á  un  lado  tallos  de  tres  y  cuatro  hojas,  los  cuales 
van  á  encorvarse  en  las  molduras  que  limitan  el  friso,  cerrándose  casi  del  lodo 


MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMLV    DE  SAN    FERNANDO.  55 

hasta  tocar  de  nuevo  en  la  posta.  Los  espacios  (jue  resultan  en  el  centro,  se 
hallan  ocupados  por  llorones  sueltos  y  pomas  de  bastante  relieve,  reproduciéndose 
las  últimas  en  los  ángulos,  aunque  de  menor  tamaño.  El  tercer  fragmento  presenta 
en  taparle  j)rincipal  un  gracioso  rosetón  octifolio,  de  no  escaso  relieve,  con  otros 
diferentes  ornatos  menos  interesantes,  sino  menos  característicos  del  arte  lalino-lji- 
zantino  (Lám.  III ,  núm.  9). 

Tales  son  y  de  tal  importancia  los  fragmentos  que  por  fortuna  se  han  conser- 
vado entre  los  escombros  de  la  basílica,  levantada  por  el  cristianismo  sobre  la  cri'pta 
del  templo  gentílico,  donde  vio  la  credulidad  de  otros  dias  la  famosísima  Cueva  de 
Hércules.  Lástima  es  que  se  hallen  expuestos  á  desaparecer  del  todo,  cuando  pu- 
dieran formar  parle  de  un  museo  arqueológico,  lo  cual  sería  tanto  más  fácil  cuanto 
que  el  actual  posesor,  según  nos  manifestó  al  descubrirse  los  trozos  arriba  descritos, 
no  opone  resistencia  alguna  á  esta  idea. 

V.  Observamos  en  nuestra  Toledo  ¡ñntoresca,  dando  á  conocer  el  -torreón  que 
lleva  nombre  en  dicha  capital  de  Baños  de  la  Cava  *  y  se  contempla  á  corta  dis- 
tancia del  puente  de  San  Martin,  que  sólo  ha  podido  ser  aquel  uno  de  los  estribos 
del  antiguo,  destruido  en  la  inundación  de  J203,  convenciéndonos  de  esta  verdad, 
así  los  grandes  trozos  de  argamasa  que  se  ven  en  el  rio,  siguiendo  la  misma  direc- 
ción, como  los  fragmentos  de  otras  construcciones  anteriores,  empotrados  en  el 
mismo  torreón,  entre  los  cuales  citábamos  la  columna  del  arco  de  entrada,  donde 
todavía  descubrimos  una  inscripción  árabe.  Y  no  se  ha  menester  de  grande  esfuerzo 
para  comprobaí'  este  aserto,  cuando  se  i'epare  por  una  parle  en  el  carácter  artístico 
de  los  arcos  que  en  uno  y  otro  frente  decoran  aun  aquella  fábrica,  y  se  considere 
por  otra  que  perteneciendo  los  expresados  fragmentos  á  la  arquitectura  latino-bizan- 
tina,  se  hubo  de  construir  el  expresado  puente  mucho  tiempo  después  de  la  caída 
del  imperio  visogodo.  Desvanecida  queda  á  esta  sola  consideración  la  popular  creencia 
toledana  de  que  vio  en  aquel  sitio  el  rey  don  Rodrigo  á  la  hermosa  Cava  ó  Florinda, 
causa  de  la  perdición  de  España;  pero  no  consiente  el  estudio  arqueológico  que  nos 
dejemos  llevar  de  la  corriente  de  estas  ú  otras  análogas  tradiciones,  sin  caer  en  re- 
prensibles extravíos. 

Posible  es  que  existiendo  en  las  inmediaciones  algún  templo  ó  palacio  visigodo, 
se  aprovecharan  en  la  construcción  del  puente,  las  piedras  y  sillares  de  que  aquel  se 
componía,  costumbre  no  peregrina  en  la  historia  de  la  arquitectura,  según  ])uede  de- 
ducirse de  cuantas  observaciones  llevamos  expuestas.  Dada  esta  racional  hipótesi,  no 
sería  descabellado  el  suponer  que  existieron  en  el  destruido  puente  crecido  número 
de  fragmentos  arquitectónicos  de  la  edad  que  vamos  ilustrando  y  cuya  j)érdida  hacen 
más  sensibles  los  conservados.  Hallánse  estos  en  el  muro  del  norte  junto  al  arranque 
del  arco  tumido-ojival  que  lo  decora,  y  son  en  número  de  dos,  diversos  por  las  formas 
decorativas  y  por  la  aplicación  que  sin  duda  tuvieron.  Es  el  más  notable  un  trozo 


Toledo  árabe,  pág.  285. 


56  MEMORIAS   di;    la    HEAL    academia    de   san    FERNANDO. 

de  friso  ó  imposla,  exornado  de  círculos,  semicírculos  y  porciones  de  círculo,  len- 
<5Üetas  y  floroncillos  de  cuatro  folículos  agudos,  lo  cual  constituye  un  bello  conjunto, 
muy  semejante  al  que  nos  ofrecen  los  fragmentos  descritos  de  la  Basílica  de  San  Gi- 
nés,  revelando  ya  el  vario  empleo  que  el  arte  bizantino  hacia  en  su  oiiiamentacion 
de  los  procedimientos  geométricos  (Lám.  III,  n.°  4),  aplicados  también  á  la  orfebrería, 
como  eu  breve  advertiremos.  De  no  menor  imporlancia  es  sin  duda  el  segundo:  des- 
cribe en  su  parte  superior  un  semicírculo,  ornado  de  rayos  concéntricos,  amanera  de 
los  rosetones  que  adoptan  después  el  arte  románico  y  el  ojival  y  muy  semejante  á  las 
tablas  de  mármol  que  cierran  algunas  de  las  fenestras  de  las  basílicas  asturianas, 
bien  que  no  se  halla  como  estas  perforado:  la  parte  inferior  es  un  cuadro,  cubierto 
en  su  totalidad  por  un  follaje,  que  se  parte  por  igual  á  uno  y  otro  lado  hasta  subir 
á  los  ángulos,  guardando  entera  simetría  en  la  disposición  de  las  hojas  agudas  (pie 
lo  constituyen.  No  es  fácil  discernir  el  oíicio  que  hacía  en  la  construcción,  á  que  perte- 
neció, aunque  tal  voz  pudo  servil'  para  el  revestimiento  del  sagrario  (Lám.  III,  n.  8). 
Ambos  fragmentos  aparecen  supeipueslos,  sin  más  razón  que  el  acaso;  pero  como 
advertirán  los  lectores,  tienen  no  pequeño  precio  en  la  estimación  arqueológica. 

VI.  Guarda  también  el  suntuoso  puente  de  Alcántara  notables  vestigios  de  la 
arquitectura  visigoda.  Son  dos  los  más  principales:  es  el  primero  de  forma  circular, 
y  muy  semejante  á  las  pateras  que  exornaban  las  metopas  del  orden  dórico:  ofrece 
en  el  centro  un  llorón  dentro  de  un  pequeño  círculo,  y  parten  de  él  á  ocupar  toda 
la  circunferencia  multitud  de  hojas  de  igual  ligura  y  tamaño,  cuyos  centros  llena  y 
embellece  el  ornato  á  que  se  dá  vulgarmente  nombre  de  almendrado.  Terminan  di- 
chas hojas  en  una  orla  sencilla  de  dos  fuetes  ó  molduras,  las  cuales  cierran  el  cír- 
culo jmncipal  que  constituye  el  lodo  de  este  curioso  fragmento  arquitectónico.  Es  el 
segundo  muy  ])arecido  al  anterior  eu  su  disposición  decorativa,  si  bien  sólo  ofrece 
la  mitad  del  círculo,  como  el  último  de  los  ya  examinados  en  el  torreón  de  los 
Baños  de  la  Cava.  Diliei'e  sin  embargo  de  este  en  que  tiene  almendrado  en  vez  del 
rehundido  de  las  hojas,  y  de  aquel  en  que  entre  la  orla  exterior  y  las  mismas  hojas 
.se  ve  una  especie  de  pequeño  dado  que  ocupa  el  intersticio  de  una  á  otra,  no  sin 
alguna  gracia.  Ambos  fragmentos  se  hallan  en  la  cara  y  fi'ente  anterior  del  puente 
de  Alcántara;  y  aun  se  apunta  por  algún  escritor  que  pudieron  pertenecer  á  la  Ba- 
sílica de  Santa  Leocadia ,  de  cuyas  ruinas  se  supone  que  fueron  linsladados. 

VII.  'ramliieu  la  gallarda  Torre  de  Samlo  Tomé,  que  es  una  de  las  construccio- 
nes wiM(/¿'yare.«  más  dignas  de  estudio,  ha  sido  depositaría  de  algunos  fragmentos  ar- 
quitectónicos pertenecientes  al  arte  que  vamos  i^studiaudo.  Difícil  es  determinar  de- 
bidamente á  la  altura  en  que  fueron  aquellos  colocados,  sus  verdaderas  formas;  y 
sin  embargo  podemos  asegurar  que  son  de  sumo  interés  para  el  conocimiento  de  la 
decoración  empleada  en  las  basílicas  latino-bizantinas.  Hállanse  los  más  notables  en 
los  muros  de  oriente  y  occidente:  representa  el  primero  cierta  especie  de  hornacina, 
en  que  se  dibuja  el  arco  de  herradura,  trazado  de  la  misma  suerte  que  los  que  de- 
coran las  iglesias  asturianas  de  San  Salvador  de  Valdedios  y  de  Priesca;  y  son  los 
restantes  dos  tablas  sin  duda  de  mármol,  cuyo  uso  no  podríamos  designar,  sin  el  es- 


MEMORIAS   DE    LA    REAI.    ACADEMIA    DE    SA.N    KEUNA.NDO. 


ludio  de  las  cikulas  basdicas  de  Asturias.  Alumbrados  los  sagrarios  de  estos  venera- 
bles templos  por  reducidas  fenestras,  penetra  la  luz  escasamente  al  través  de  tablas 
de  mármol,  caladas  de  diversas  labores,  aumentando  el  misterioso  recogimiento  de  hi 
basílica.  Tal  debió  ser,  pues,  la  aplicación  de  estos  fragmentos  decorativos,  mostrán- 
donos una  analogía  más  entre  los  elementos  que  aun  guarda  Toledo  del  arle  cultivado 
durante  la  monarcpiía  visigoda  y  los  que  atesoran  los  templos  construidos  en  los  pri- 
meros días  de  la  reconquista.  Las  indicadas  tablas  se  ven  adornadas  de  cruces,  se- 
mejantes á  las  que  por  todas  partes  vemos  reproducidas  en  los  monumentos  de  la  pri- 
mitiva monaríjuía  asturiana  y  hemos  ya  reconocido  en  otros  fragmentos  arquitectó- 
nicos de  Toledo  (Lám.  111,  n.  15). 

Vil!.  Ni  fuera  difícil  encontrar  en  la  ciudad  de  los  Concilios  ,  ya  adheridos  á 
las  construcciones  religiosas,  ya  á  las  militares,  ya  á  las  civiles  de  la  edad  media, 
otros  despojos  no  menos  importantes  de  la  arquitectura  cultivada  durante  la  época 
visigoda.  Dignos  son  en  efecto  de  mencionarse  los  notables  fragmentos,  colocados 
durante  los  últimos  años  en  el  Paseo  del  Cristu  de  la  Vega,  para  sei'vir  de  asiento, 
no  menos  que  otros  existentes  en  la  Torre  de  los  Abades,  en  los  ábsiles  centrales 
de  las  parroquias  de  Santiago  y  de  San  Bartolomé,  en  una  de  las  casas  de  la  Hajada 
del  Presidio,  en  las  Ruinas  de  San  Agustín,  y  en  el  colegio  de  Sania  Catalina. 

Tres  son  los  que  en  el  Paseo  se  conservan :  todos  parecen  haber  formado  parte 
de  grandes  pilastras,  semejantes  en  su  aplicación  á  las  que  existen  en  el  arco  triun- 
fal de  la  Basílica  de  Sanlidlano  en  Oviedo ,  si  bien  su  decoración  diliere  de  la  que 
estas  ofrecen.  Dos  son  enteramente  iguales,  como  que  formaban  una  sola  pilastra, 
y  presentan  en  arabos  lados  vides  subientes,  que  se  atan  entre  sí  por  medio  de 
un  lloroncillo  circular ,  ocupando  el  espacio  mayor  que  de  su  movimiento  resulla 
granados  y  redondos  racimos,  colocados  en  sentido  horizontal,  decoración  que  ha- 
llamos en  otros  fragmentos  y  se  reproduce  adelante  en  las  basílicas  asturianas  K 
Ornan  los  ángulos  gruesas  molduras  saliente^; ,  que  se  duplican  en  el  que  debia 
aparecer  exento,  y  tanto  la  ejecución  de  esta  parle  como  la  de  las  vides  muestra  no 
|)0ca  rudeza.  Más  rico  de  ornamentación  y  de  mayores  dimensiones  es  el  tercero,  pa- 
reciendo indicar  que  perteneció  á  más  noble  departamento  del  edificio.  Hojas  su- 
bientes sin  picar  que  se  vuelven  al  exterior ,  recordando  en  su  tosca  labra  la  de  los  . 
capiteles  ya  descritos  al  tratar  de  la  Basílica  de  Santa  Leocadia,  enriquecen  la  parte 
inferior  de  este  singular  fragmento:  vénse  en  la  media  vastagos  recogidos  á  uno  v 
otro  lado  hasta  revolverse  á  modo  de  volutas ,  recibiendo  en  el  centro  dobles  mol- 
duras, dispuestas  en  ángulo  agudo ,  que  alternando  con  otras  sencillas  de  igual  com- 


•  Son  dignas  de  tenerse  en  cuenta  algunas  de  las  franjas  que  enriquecen  el  anlepeclin  del  pres- 
biterio de  la  Iglesia  de  Santa  Cristina  de  Lena,  donde  no  sólo  reconocemos  el  ornato  indicado,  sino 
también  otros  elementos  decorativos,  cuyo  estudio,  según  veremos  adelante,  es  de  no  poca  importan- 
cia para  el  que  vamos  haciendo.  En  los  fragmentos  que  ahora  describimos,  se  revela  con  niavur  exac- 
titud la  verdad  de  las  formas,  si  bien  la  ejecución  sea  ya  harto  ruda,  manifestando  la  pendiente  en 
que  el  arle  se  precipitaba  (Lám.  Ill,  n."  13  y  VI,  n.°  6).  _     ■ 

,       8 


58  MEMORIAS   DE    LA    RKAL   ACADEMIA    DE    SAN   FEUNANDO. 

posición ,  nos  Iraen  á  la  memoria  las  orlas  de  los  sarcófagos  en  los  sepulcros  do 
Covadonga  (Lám.  VI,  n."  13),  no  siendo  posil)le  discernir  la  forma  en  que  se  unian 
á  la  restante  decoración,  por  terminar  con  ellas  el  fragmento  de  que  tratamos, 
(iuardaban  los  ángulos  de  estas  pilastras  el  mismo  orden  que  los  de  los  fragmentos 
indicados,  manifestando,  según  va  advertido,  que  llenaron  todos  el  mismo  objeto, 
exornando  tal  vez  la  misma  basílica;  y  no  sería  descabellada  hipótesi,  en  nuestro 
concepto,  la  de  suponer  que  hubieron  de  contribuir  al  embellecimiento  de  la  de  San- 
ta Leocadia,  cuya  riqueza  es  tan  elogiada  de  los  historiadores. 

Semejante  al  primero  de  los  fragmentos  que  hemos  reconocido  en  el  Puente  do 
Alcántara,  y  tal  vez  destinado  al  mismo  uso  que  á  este  asignamos,  es  el  que  existo 
on  la  Tone  de  los  Abades :  tómalo  algún  cronista  toledano  por  las  armas  del  rey 
Wamba  ',  si  bien  lo  forma  una  piedra  cuadrada,  en  que  se  halla  inscrito  un  círculo, 
y  dentro  de  él  un  florón,  esculpido  en  hueco.  A  juzgar  por  la  declaración  de  Pisa, 
debió  pertenecer  también  á  la  iglesia  de  Santa  Leocadia  (Lám.  III,  n."  5). 

Empotrado  en  el  ábside  principal  de  la  iglesia  se  halla  el  fragmento  de  Santiago 
del  Arrabal ;  y  ofrece  en  uno  de  los  extremos  un  funículo,  semejante  á  los  que  hemos 
descrito  al  mencionar  los  fragmentos  de  la  Basílica  de  San  Ginés,  ocupando  lo  res- 
tante diversas  hiladas  de  porciones  de  círculos,  que  forman  en  su  conjunto  cierta 
especie  de  arquería,  con  gruesas  pomas  en  el  centro.  Adherido  á  la  construcción, 
manifiéstanos  históricamente  que  en  la  segunda  mitad  del  siglo  XIII ,  en  que  fué  le- 
vantada la  referida  iglesia  de  Santiago,  había  sido  destruido  el  edificio,  á  que  origi- 
nariamente pertenecía;  notable  observación  que  se  aplica  también  á  la  mayor  parte  de 
las  reliquias  arquitectónicas  ya  estudiadas ,  robusteciendo  cuanto  oportunamente  ex- 
pusimos respecto  de  la  mencionada  Basílica  de  San  Ginés ,  en  orden  á  sus  varias 
trasformaciones.  Ni  fuera  tampoco  imposible  que  este  fragmento  de  friso,  conservado 
en  el  ábside  de  Santiago,  perteneciese  á  otro  templo  visigodo,  trislemenle  sometido 
á  la  misma  suerte  que  la  expresada  basílica.  Como  quiera ,  su  disposición  v  órnalo 
son  por  extremo  característicos  del  arte  que  estudiamos;  y  no  conocido  hasta  ahora, 
|)or  haber  permanecido  oculto  bajo  el  revoque ,  viene  á  aumentar  Irnctuosamente  el 
número  de  estos  preciosos  documentos  arqueológicos. 

Por  dos  melopas  pueden  tenerse ,  en  nuestro  concepto ,  los  fragmentos  que  he- 
mos evaminado  en  la  parte  superior  del  ábside  de  San  Bartolomé  y  en  las  ruinas  del 
antiguo  convento  de  San  Agustín ,  cuya  fundación  se  remonta  á  la  época  del  Rev 
Sabio.  Difiere  muy  poco  el  primero  del  ya  mencionado  de  la  Torre  de  los  Abades, 
y  es  notable  el  segundo  por  ofrecer  en  el  centro  un  rosetón  octagonal,  rodeado  de 
otros  característicos  ornatos,  que  encierra  un  delgado  filete,  recoiriendo  todo  el 
contorno. 

Un  trozo  de  friso,  formado  de  vastagos  de  vid  con  pámi)anos  y  racimos,  dispues- 
tos en  sentido  natural,  y  cuadros  colocados  de  trecho  en  trecho  en  sentido  inverso. 


l'isa.  Descripción  de  Toledo,  libro  1,  capítulo  IX,  citando  y  refutando  á  Alcocer. 


MEMI)III\S    Di;    I-A   llEAL   ACADEMIA    UE   SAN    FliR.NANpO.  Sí) 

es  fmaliüeiile  el  fiaginento  que  exisle  en  una  de  las  casas  de  la  Bajada  del  presi- 
dio. Más  rudo  en  la  ejecución  que  lodos  los  ya  examinados,  y  no  poco  injuriado  ]>or 
el  tiempo,  se  enlaza  no  olxstanle  con  ellos  por  la  disposición  general,  manifestando 
pertenecer  á  un  mismo  arte  (Lám.  III,  n.  10). 

Notable  es  por  último  el  capitel  que  hemos  dicho  existía  en  el  Colegio  de  Santa 
Catalina.  Más  levantado  y  corpulento  que  todos  los  ya  descritos,  compónese  de  dos 
hileras  de  hojas  picadas,  las  cuales  se  alzan  ensanchándose  hasta  cubrir  dos  terceras 
partes  del  tambor,  que  presenta  eu  la  superior  cuatro  frentes.  De  la  cima  de  las  ho- 
jas que  describen  la  primera  corona,  salen  en  cada  uno  dos  robustos  vastagos,  en- 
riquecidos de  estrías,  y  (¡ue  remedando  en  su  estructura  el  cuerno  de  Amaltea,  se 
ven  decorados  de  graciosos  fdetes,  cruzados  de  uno  á  otro  extremo,  arrojando  al  fin 
frondosos  tallos  que  se  esparcen  en  sentidos  opuestos,  revolviéndose  al  tocar  el  cima- 
cío  y  trazando  diversos  arcos  de  no  escaso  relieve.  A  juzgar  por  la  riqueza  de  este 
capitel,  donde  hallamos  alteradas  grandemente  las  j)roporciones  del  corintio,  de  que 
es  lejano  recuerdo,  no  sería  aventurado  el  asegurar  que  la  basílica,  aula  ó  atrio,  á 
que  pertenecía,  debió  ser  una  de  las  fábricas  más  celebradas  de  la  corte  de  los  Re- 
caredos  y  Recesvintos. 

Hé  aquí  pues  los  objetos  artísticos  de  aquella  edad  que  nos  ha  sido  posible  estu- 
diar en  la  renombrada  ciudad  de  los  Concilios.  Mención  hacen  también  algunos  cro- 
nistas toledanos  de  otros  objetos  y  aun  de  estatuas  de  aquella  época;  más  ni  hemos 
hallado  los  primeros  en  las  construcciones  donde  se  afirma  existieron,  ni  hemos  des- 
cubierto siquiera  noticias  del  paradero  de  las  últimas  '.  Los  fragmentos  que  á  dicha 
existen,  por  la  riqueza  de  su  decoración,  j)or  los  elementos  artísticos  que  en  ella  re- 
velan y  por  la  varia  aplicación  que  nos  muestran  haber  tenido  en  los  templos  y  ba- 
sílicas que  ornaron,  l)astan  sin  cmliargo  para  que  podamos  formar  idea  de  su  riqueza 
arquitectónica,  afirmándonos  por  una  parte  en  cuanto  llevamos  dicho  respecto  de  la 
representación  del  arte  latino-bizantino  en  la  historia  de  la  ci\ilizacion  española,  v  se- 
ñalándonos por  otra  las  multiplicadas  relaciones  que  le  unen  y  eslabonan,  tanto  al  arte 
romano  y  al  propiamente  bizantino  como  al  que  señorea  las  montañas  de  Asturias 
y  se  propaga  á  las  de  León  durante  los  primeros  dias  de  la  reconijuista ".  Cuanlo  en 


'  Pisa,  Descripciim  de  Toledo,  libro  I,  capitulo  IX.  Este  escritor,  á  quien  no  puede  negarse  di- 
ligencia, dice  que  existían  en  las  torres  de  San  Román  y  de  San  Vicente  algunas  piedras  de  la  basí- 
lica de  Sisebuto;  pero  en  valde  las  hemos  buscado.  En  cuanto  á  las  estatuas  que  aseguran  haber  re- 
presentado los  traidores  que  Wamba  vence  y  castiga,  no  hay  más  noticia  que  la  incierta  y  poco  auto- 
rizada mención  de  Alcocer,  repetida  por  el  indicado  Pisa.  Justo  nos  parece  añadir  que  olvidada  la 
magnificencia  de  las  construcciones  levantadas  en  Toledo  por  los  reyes  y  magnates  visigodos,  y  con- 
servándose únicamente  la  memoria  de  la  riqueza  que  ostentó  la  BasHira  de  Santa  Leocadia,  se  ha  sos- 
pechado sin  más  fundamento  por  los  antiguos  cronistas  que  tod.)s  esas  preciosas  reliquias  del  arte 
latino-bizantino  pertenecieron  á  la  expresada  iglesia. 

-  Recuérdese  que  hemos  fijado  principalmente  nuestras  miradas  en  la  corte  visigoda  y  en  el  ter- 
ritorio asturiano:  las  ciudades  de  Córdoba  y  de  Sevilla  podrían  también  ministrarnos  preciosos  tes- 
timonios gráficos  de  esta  visible  inlluencia,  y  la  primera  sobre  todo,  en  sus  basílicas  de  San  Zoilo  y 
San  Acisclo  y  en  los  monasterios  levantados  en  la  próxima  sierra,  entre  los  cuales  llevaban  fama  ex- 


tiO  MKMOniAS    DE    I.A    IIRAI.    ACVDEMIA    DF.   SAN    FKRNANOO 

los  moiuimeiitos  visigodos  do  Toledo  concierne  á  la  tradición  ornanienlal,  cuanto  se 
leliere  á  los  procedimientos  artísticos  y  aun  industriales,  todo  contribuye  á  producir 
en  nosotros  el  lirme  convencimiento  de  que  lejos  de  ser  admisililc  la  teoría  asentada 
por  el  digno  miembro  de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios,  se  estrella  irresisti- 
blemente en  la  verdad  de  la  historia ,  cuya  luz  la  desvanece. 

Pero  salgamos  por  breves  instantes  de  la  Ciudad  de  los  Concilios,  para  estudiar 
en  las  líiioias  de  Guarrazar  nuevos  y  desconocidos  monumentos  de  a(|iiel  arte  (pie 
tanto  aplaudo  el  grande  Isidoro,  acercándonos  así  al  examen  de  las  celebradas  coro- 
nas que  lian  dado  motivo,  con  la  extraordinaria  riqueza  de  sus  piedras  y  de  sus  es- 
maltes, á  la  peligrosa  teoría  de  Mr.  de  Lasleyrie,  haciéndole  cerrar  los  ojos  á  la 
clara  y  no  dudosa  enseñanza  que  de  sus  formas  artísticas ,  ya  que  no  de  las  costum- 
bres que  revelan  y  personifican ,  se  desprendo. 


Iraordinaria  el  Tabanense  y  el  Melariense,  ofrece  todavía  preciosas  reliquias  de  lo  que  fué  el  arte  lati- 
no-bizantino bajo  la  servidumbre  mahometana,  mientras  los  valles  de  Asturias  nos  enseñan  á  cono- 
cerlo, al  ser  cultivado  por  los  cristianos  independientes.  Sobre  las  basílicas  cordobesas  puede  consul- 
tarse con  gran  fruto  el  Documentum  martiriale  de  San  Eulogio,  que  lo  fué  al  cabo  bajo  el  dominio  de 
Abd-er-Rahraan  111,  y  con  nueva  luz  para  la  historia  de  las  artes  españolas  el  tomo  relativo  á  Córdo- 
ba de  los  Recuerdos  y  Bellezas  de  España,  debido  al  ya  mencionado  don  Pedro  de  Madrazo. 


IV. 


Excavaciones  de  Guarrazar. — Descripción  de  aquel  valle.  -  Aspecto  que  presentaban  las  Huertas  al  plan- 
tearse las  excavaciones. — Su  resultado. — I.  Oratorio  o  basílica  de  Guarrazar. — II.  Cementerio  del 
oratorio  ó  basílica. — III.  Construcción  de  la  misma.— IV.  Lápida  funeraria  en  ella  desculiierta;  su 
importancia  en  orden  á  la  basílica;  en  orden  ;i  la  historia  del  arte. — V.  Fragmentos  aríiuitectónieos 
que  la  decoraban. — Descripción  de  ellos. — Elementos  artísticos  que  revelan. — Observaciones  genera- 
les sobre  estos  y  los  fragmentos  decorativos  de  Toledo. — Sus  caracteres  especiales  demuestran  que 
la  tradición  artística  no  se  interrumpe  en  el  suelo  de  la  Península  ibérica. 


Divulgado  al  coineiizar  el  año  de  1859  por  la  prensa  de  Madrid  el  maravilloso 
desciihiimicnto,  cuyas  jírincipalcs  preseas  sen;un  era  ptíblica  fama,  liahian  pasado 
por  desdicha  á  enriquecer  el  celebrado  Museo  del  Hotel  Cluny,  solicita  como  siem- 
pre de  la  investigación  y  estudio  de  las  antigüedades  patrias,  acordó  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia  comisionarnos  para  investigar  lo  que  hubiera  de  cierto  en 
este  asunto  y  examinar  el  sitio  donde  se  habia  verificado  el  descubrimiento.  Dis- 
])onia  á  poco  el  Gobierno  de  S.  M.,  en  virtud  de  nuestros  informes,  que  se 
hiciesen  por  una  Comisión,  cuya  presidencia  se  nos  encomendaba,  excavaciones 
exploratorias  en  las  citadas  Huertas  de  Guarrazar ,  con  el  proj)ósito  de  averi- 
guar si  habia  allí  existido  en  lo  antiguo  templo  cristiano  ú  otro  edificio  sagrado  ': 


Real  orden  de  O  de  Abril;  Gacela  id  sábado  1  4  de  Mayo. 


ClJ  Slli.MOIllAS   DE    LA    IIKM.    ACVDF.MIA    DF.   SAN    FER.NANriO. 

y  no  coiileiilo  con  haber  adoptado  esla  dis[)o.e¡cion ,  digna  en  verdad  de  sincero 
elogio,  resolvióse  el  Ministro  de  Fomento,  Sr.  Marqués  de  Corvera,  á  ])asar  á 
(juadaniur  el  dia  i  O  de  Abril  del  referido  aíio  para  constituir  en  el  mismo  sitio, 
donde  se  liabia  realizado, el  descubrimiento,  atiuella  especial  Comisión,  autorizándola 
con  su  presencia  ' . 

Era  llegado  el  momento  de  plantear  los  trabajos,  encaminados  única  y  exclusi- 
vamente á  inquirir  si  en  las  cercanías  de  la  ya  famosa  Fticnte  de  Guuvrazar  habia 
existido  ó  nó  en  lo  antiguo  alguna  construcción  religiosa  ".  Hállase  aquella  fuente, 
de  que  brota  limpio  y  sabroso  manantial,  situada  en  un  valle,  puesto  á  dos  leguas 
al  Occidente  de  Toledo  y  una  media  escasa  de  Guadamur,  á  cuyo  distrito  municipal 
corresponde.  Abierto  el  valle  algún  tanto  por  las  trasformaciones  sucesivas  del  ter- 
reno, linn'tase  al  Oeste  por  los  Cerros  de  la  Horca,  asi  llamados  á  causa  de  ejecu- 
tarse en  aquel  sitio  las  sentencias  de  muerte  dictadas  por  los  jueces  del  Señorío 
contra  los  malhechores  ^  extendiéndose  al  Este,  ,no  sin  quebraduras  y  rocales,  hasta 


'  Esta  Comisión  debió  componerse,  sejun  la  líeal  órilen  que  la  creaba,  de  "dos  individuos  de  la 
Real  Academia  de  la  Historia,  uno  de  la  Comisión  provincial  de  Monumentos,  de  un  oficial  auxiliar 
del  Ministerio  de  Fomento  \  de  un  delegado  del  gobierno  de  la  provincia.»  Por  causas  que  entonces 
no  alcanzamos,  ni  investigamos  después,  ni  inquirimos  ahora,  si  acompañó  el  Gobernador  al  Ministro 
de  Fomento,  al  visitar  las  Huertas  de  Guarraz-ar,  como  le  acompañó  el  Comandante  militar,  nuestro 
antiguo  y  querido  amigo  don  Lorenzo  Milans  del  Bosch,  ni  se  presentó  después  en  Guadamur  el  refe- 
rido delegado,  ni  compareció  tampoco  el  individuo  de  la  Comisión  de  Monumentos  en  los  trabajos. 
Forzado  á  restituirse  á  Madrid  con  el  Sr.  Ministro  el  académico  don  Aureliano  Fernandez  Guerra, 
designado  para  formar  parte  de  la  Comisión,  quedó  esta  reducida  á  las  personas  del  que  escribe  estas 
lineas  y  de  don  Emilio  Lafuente  Alcántara,  oficial  á  la  sazón  del  Ministerio  de  Fomento  y  biblioteca- 
rio hoy  de  la  Universidad  central.  Momento  oportuno  es  este  de  hacer  públicos  los  servicios  que  tan 
distinguido  joven,  conocido  ya  en  la  república  literaria  como  arabista,  prestó  en  las  investigacio- 
nes arqueológicas  verificadas  sobre  el  terreno,  ora  segundando  eficazmente  nuestras  disposiciones,  ora 
haciéndonos,  indicaciones  verdaderamente  útiles.  Ni  terminaremos  estas  líneas  sin  manifestar  nuestra 
gratitud  á  los  señores  don  Pedro  de  Madrazo  y  don  Teodoro  Ponte  de  la  Hoz,  quienes  llevados  de  su 
amor  á  las  artes  y  doctos  (especialmente  el  primero)  en  la  ciencia  arqueológica,  quisieron  honrarnos 
con  su  presencia  en  las  Huertas  de  Gnarrazar,  al  pasar  el  profesor  de  arquitectura  don  Jerónimo  de 
la  Gándara  á  realizar,  como  propusimos  al  Sr.  Ministro  de  Fomento,  ciertos  trabajos  facultativos. 
Deudas  eran  estas  que  no  hemos  ¡lodido  pagar  antes  de  ahora;  pero  que  satisfacemos  hoy,  si  no  tan 
ampliamente  como  deseáramos,  al  menos  con  el  generoso  anhelo  de  la  verdad,  en  que  no  reconoce- 
mos superiores. 

-  Téngase  muy  en  cuenta:  la  Comisión  no  llevó  á  Guadamur  el  encargo  de  buscar  nuevos  teso- 
ros, ni  de  adquirir  objeto  alguno  correspondiente  al  ya  descubierto.  Su  encargo  era  meramente  cien- 
tífico; y  si  al  ser  instalada,  fueron  presentados  al  Sr.  Ministro  de  Fomento  crecido  número  de  perlas, 
piedras  preciosas,  pastas  de  colores  y  algunos  claniasterios,  efecto  fué  esto  del  empeño  que  el  alcalde 
de  Guadamur  puso  en  obsequiarle,  si  bien  no  logró  lo  que  deseaba.  La  Comisión  hizo  por  su  parte 
cuanto  le  fué  posible  para  comprobar  el  descubrimiento,  como  se  observará  en  las  comunicaciones 
que  dirigió  al  Gobierno ;  )iero  atenta  á  la  investigación  principal ,  consagró  á  los  trabajos  de  excava- 
ción que  damos  ahora  á  conocer,  todos  sus  cuidados. 

•*  La  villa  de  Guadamur  perteneció  en  los  últimos  dias  de  la  edad  media  á  los  antiguos  condes 
de  Fuensalida:  libre  hoy.  cual  los  demás  pueblos  señoriales,  de  semejante  tutela,  sólo  poseen  en  ella 


MKMOIIIAS    DF:    I.V    RK\I,    ACMlIÍMIA     1)12   SAN    FEr.NANDO.  G3 

el  Arroyo  de  Guajaraz,  que  cierra  y  corta  aquel  pedregoso  territorio,  lanzando  sus 
aguas  de  una  en  otra  peña  del  Norte  al  Mediodía  \  Elévanse  gradualmente  no  muy 
(listantes  de  la  fuente  y  á  la  parte  del  Septentrión,  varias  colinas,  con  el  título  de 
f!aza  y  Lomas  del  Negro,  donde  se  hallaban  derramados  fragmentos  de  sillares, 
ladrillos,  trozos  de  distintos  mármoles  y  otras  ])iedras  de  construcción,  circunstan- 
cia harto  signilicativa  para  quien  debía  inquirir  si  en  aquellos  contornos  se  elevó  ó  nó 
en  lejanos  siglos  algún  temjilo  ú  otra  fábrica  importante.  Alzándose  sobre  el 
camino  que  lleva  de  Guadamur  á  Toledo,  ocupan  lodo  el  costado  meridional  del 
valle  diferentes  colinas,  formadas  de  rocas  sueltas  de  granito,  si  bien  consiente  su 
escasa  elevación  descubrir  las  tierras  y  antiguo  castillo  de  Cervatos  -,  colocado  un 


como  tales  señores,  los  duques  de  Frías ,  descendientes  de  aquella  poderosa  casa,  el  abandonado  cas- 
tillo, digno  en  verdad  de  la  mayor  estima,  por  su  belleza  arquitectónica.  El  censurable  desden  con 
(|ue  le  miran  sus  dueños,  ha  sido  causa  de  que  vengan  atierra  sus  departamentos  interiores.— De  ad- 
vertir es  por  nltimo  que  casi  todas  las  tierras  que  forman  el.  valle  de  Guarrazar,  son  tributarias  del 
condado  de  Fuensalida,  y  no  pueden  enajenarse  sin  permiso  del  señor  de  la  enfitéusis,  á  quien  cor- 
responde cobrar  el  oportuno  laudemiu  ó  quincuagena. 

1  Es  notable  por  cierto  la  formación  de  los  nombres  que  llevan  todos  estos  lugares,  dando  á  cono- 
cer aunque  corruptamente  la  influencia  arábiga,  aqui  más  que  en  otra  parte  arraigada,  á  pesar  de  no 
haber  pasado  del  siglo  XI  la  dominación  musulmana  en  el  antiguo  reino  de  Toledo.  En  las  tres  voces 
Cuadamur,  Guarrazar  y  Guajaraz  parece  en  efecto  descubrirse  como  preformativa  la  palabra  .iL  (|uc 
significa  rio,  valle,  tierra  baja  por  donde  corren  aguas,  y  que  entra  como  componente  de  otros  muchos 
nombres  geográficos  en  el  suelo  de  la  península,  ya  presentando  la  forma  natural  iguad],  ya  la  con- 
tracta igua).  Estas  circunstancias  etimológicas  se  cumplen  respecto  de  los  tres  sitios  indicados;  pero  no 
es  tan  fácil  determinar,  sin  riesgo  de  error,  lo  que  significan  las  terminaciones  mur ,  razar  \  juraz. 
¡ji  cuanto  á  la  primera,  podría  sospecharse  que  previene  del  latín  murus,  que  aparece  en  oti'os  nom- 
bres geográficos  de  la  misma  provincia  de  Toledo:  la  de  razar,  que  no  tiene  ejemplo  en  los  lexicones 
arábigos,  hay  necesidad  de  suponer  que  está  corrupta,  siendo  casi  imposible  averiguar  su  verdaderd 

valor.  ^~=,  rasad  significa  descubridores,  acechadores;  ^f^'^j  rasas  plomo  ó  estaño;  J^,  rasa!. 
tropa,  escuadrones,  etc. :  por  manera  que  no  siendo  hacedero  adivinar  la  descomposición  que  ha  te- 
nido la  primitiva  voz  árabe,  es  casi  imposible  el  acierto  en  la  elección.  Tal  vez  habría  menor  riesgo 
en  adoptar  la  primera  de  las  tres  indicadas,  por  la  circunstancia  de  hallarse  en  los  contornos  del  va- 
lle algunas  minas  de  plomo.  En  orden  al  arroyo  de  Guajaraz,  la  dificultad  no  es  de  tanto  bulto,  pues 
que  la  voz  yj^  jaras  es  realmente  arábiga:  vale  tanto  como  gnaidas  ó  centinelas;  y  partiendo  el 
arroyo  los  términos  naturales  de  valle  y  sierra,  según  en  el  texto  indicamos,  no  seria  repugnante  que 
allí  tuviesen  los  moradores  del  territorio  de  Guadamur  sus  vigías  ó  atalayas.  El  deseo  del  acierto  nos 
iia  llevado  á  consultar  estas  indicaciones  con  nuestro  compañero,  el  renombrado  arabista  don  l'as- 
cual  Gayangos;  y  reconocida  la  dificultad  de  fijar  las  indicadas  etimologías,  se  ha  inclinado  á  recibir 
como  preferibles  á  otras  las  ya  expuestas.  De  todo  resultará  que  las  voces  geográficas  Guadamur. 
Guarrazar  y  Guajaraz,  á  que  ha  dado  celebridad  el  descubrimiento  del  Tesoro,  equivalen  á  Rio  6 
Valle  del  muro.  Valle  del  plomo  y  Rio  de  las  guardas. 

^  A  pesar  de  la  distancia  que  excede  de  media  legua,  es  fama  vulgar  que  el  destruido  castillo 
de  Gervatos,  hoy  destinado  á  casa  de  labor,  se  comunica  con  el  de  Guadamur,  lo  cual  da  origen  á 
muy  peregrinas  consejas  «que  dicen  las  viejas  tras  el  fuego,»  valiéndonos  de  la  expresión  del  mar- 
qués de  Sanlillana.  La  verdad  es  que  ni  la  distancia,  ni  la  formación  del  terreno,  ni  la  diferente  edad 
que  uno  y  otro  castillo  representan,  hacen  verosímil  semejante  comunicación,  existente  sólo  en  la 
fantasía  popular,  tan  inclinada  á  este  género  de  ficciones. 


s 


61  UEMOnlAS    DE    L\   IlF.M.    \(:\DE.MIA    DE   SAN    FEHNANDO. 

lauto  al  Sudeste,  y  tras  él  la  pizarrosa  sierra  de  Layos,  que  vestida  de  aljíunos 
chaparros  y  coscojas,  describe  las  últimas  lineas  del  horizonte  (pie  desde  la  Fiicnli' 
di'  (¡narrazar  se  divisa.  Los  Cerros  del  liú  y  de  Cantos  Blancos,  el  Arroyo  de  la 
f)c(¡ollada  y  otros  lugares  diferentes  que  conservan  todavía  en  sus  nombres  el  sello 
de  misteriosas  tradiciones  populares,  forman,  digámoslo  así,  la  segunda  zona  del 
valle ,  que  despojado  de  todo  género  de  árboles  y  arbustos ,  apenas  ofrece  ya  idea 
de  lo  que  fué  ó  pudo  ser  en  remotas  edades. 

Acostada  la  Fuente  al  extremo  meridional,  vierte  sus  aguas  en  un  pequeño 
prado,  propiedad  del  municipio,  y  reuniéndolas  con  las  de  un  arroyo  que  se  despren- 
de entre  las  alturas  del  Negro  y  de  la  Horca,  las  lleva  al  Guíijaraz  por  lo  má 
hondo  del  valle,  adonde  conlluyen  todas  las  vertientes  de  cerros  y  colinas.  Termi- 
naba al  Oriente  el  referido  prado  con  una  linde  ó  seto,  formado  de  piedras  move- 
dizas, y  desde  el  ángulo  Sudoeste  se  descubría  un  muro  de  fábrica  incierta  (opus 
incertum)  que  dirigiéndose  á  la  parte  oriental,  se  extendía  por  el  espacio  de  8"'.  In- 
formes losas  de  granito,  numerosos  fragmentos  de  tejas  y  ladrillos  de  no  vulgares 
formas  y  dimensiones,  piedras  de  construcción,  huesos  humanos  y  algunos  sillares, 
revueltos  y  amontonados  en  desorden  sobre  el  terreno  puesto  del  lado  allá  de  la 
linde,  manifestaban  desde  luego  que  se  habían  ensayado  en  aquel  sitio  repetidas  ex- 
cavaciones, más  bien  con  el  afán  de  arrancar  á  la  tierra  escondidos  tesoros  que  con 
el  ilustrado  anhelo  de  pedirle  doctas  enseñanzas  '.  Las  Huertas  de  Guarrazar,  que 
este  nombre  lleva  de  muy  antiguo  aquel  pedazo  del  valle,  ofrecían  más  al  Oriente 
un  pequeño  montículo,  rodeado  al  Mediodía  por  el  camino  de  Toledo  y  costeado  al 
Norte  por  el  arroyo  arriba  descrito :  algún  sillar,  ya  descantillado  y  fortuitamente 
clavado  en  la  tierra,  alentaba  allí  la  sospecha  de  que  no  muy  distante  había  existido 
una  fábrica  arquitectónica. 


'  Debemos  observar  no  obstante  que  el  dia  27  de  [''ebrero  del  indicado  año  iiabia  practicado  en 
las  Huertas  de  Guarrazar  cierta  excavación  la  Comisión  provincial  de  iVlon amentos,  descubriendo,  se- 
gún el  acta  que  tenemos  á  la  vista,  hasta  >(trrs  órdenes  de  enterramientos,  paralelos  los  unos  á  los 
otros,  de  los  cuales  (prosigue  el  acta!  fueron  abiertos  dos,  en  que  se  hallaron  diversos  restos  mortales 
que  se  recogieron  cuidadosamente,  siendo  de  notar  que  en  ambos  la  colocación  de  los  cadáveres  era 
mirando  estos  á  la  ciudad  (al  Oriente);  que  los  dos  lenian  por  cubiertas  dos  grandes  pedazos  de  losas 
sin  labrar;  que  la  pared  de  división  era  de  fábrica  y  no  de  argamasa,  y  (jue  por  sus  costados  se  des- 
cubría la  continuación  de  otra  serie  de  sepulcros,  que  no  era  posible  fijar  donde  tenian  fin.»  No  ha- 
remos pues  á  la  Comisión  la  injuria  de  suponer  que  habla  destruido  de  propósito  su  propia  obra, 
cuando  con  esta  solicitud  consignaba  en  sus  actas  el  resultado  ile  aquel  ensayo:  el  desorden  espantoso 
en  que  aparecían  los  objetos  hacinados  en  aquel  pedazo  de  terreno,  destruyendo  toda  idea  que  sobre 
el  mismo  hubiera  podido  formarse,  tras  la  exploración  de  la  Junta  provincial  de  Monumentos,  nacia  ó 
del  interés  de  hallar  nuevos  tesoros,  ó  del  intento  de  extraviar  toda  investigación,  relativa  al  descu- 
brimiento de  las  coronas.  Y  apuntamos  aquí  esta  racional  sospecha,  porque  al  verificar  el  primer  re- 
conocimiento, por  acuerdo  de  la  Heal  Academia  de  la  Historia,  ofrecían  las  Ihiertas  de  Guarrazar 
aspecto  muy  diferente,  existiendo  aun  en  gran  parle  ciertas  construcciones  que  después  mencionare- 
mos, y  que  en  10  de  Abril  hallamos  del  todo  destruidas. 


MEMORIAS   DE    I.A    REAL   ACADEMIA    DE   SAM    FERNANDO.  65 


No  otro  era  el  aspecto  general  del  valle,  en  que  se  habla  descubierto  el  Tesoro 
que  tan  á  deshora  despertaba  el  interés  del  mundo  científico.  Inspeccionado  una  y 
otra  vez  con  el  mayor  cuidado,  y  sobre  todo  con  el  más  vivo  deseo  del  acierto,  nos 
confirmábamos  en  la  idea  de  que  á  existir  en  aquellos  contornos  alguna  construcción 
religiosa,  no  podia  hallarse  á  gran  distancia  de  la  fuente;  observación  que  fundados 
en  la  práctica  de  la  primitiva  Iglesia  y  en  las  nociones  que  debíamos  al  grande  Isi- 
doro, habíamos  expuesto  ya  en  el  seno  de  la  Real  Academia  de  la  Historia  '.  Con 
este  convencimiento,  trazamos  pues  las  líneas  exploratorias,  y  em|)ren(limos  después 
los  trabajos  de  excavación  en  la  forma  que  hicimos  presente  al  Gobierno  de  S.  M. 
en  las  comunicaciones  elevadas  al  Ministro  de  Fomento  los  dias  lo  ,  i 7  y  28  de 
Abril  del  expresado  año  ".  El  resultado  fué  en  verdad  tal  como  podia  apetecerse, 
pues  que  la  investigación  que  se  nos  habia  encomendado ,  producía  una  demostración 
tan  palmaria  y  completa  como  raras  veces  puede  alcanzaila  en  este  linaje  de  estu- 
dios la  ciencia  arqueológica. 

Expongamos  ya  este  resultado,  dando  á  conocer  la  basílica  ú  oratorio,  que  existió 
en  las  Huertas  de  Guarrazar,  así  como  la  notabilísima  lápida  sepulcral,  los  numero- 
sos fragmentos  decorativos  y  otros  objetos  no  menos  preciosos  allí  descubiertos. 

I.  Oratorio  ó  BASÍLICA.  Notables  restos  de  antigüedad  gentílica,  tales  como 
urnas  cinerarias,  cuyos  fragmentos  aparecían  en  al)undancia,  conservando  todavía 
menudas  aristas  de  huesos  calcinados,  pedazos  de  vasijas  de  barro  saguntino,  que 
guardaban  aún  su  brillo  y  tersura,  y  algún  trozo  de  estatua  de  mármol  que  reve- 
laba el  sello  del  arte  clásico,  nos  inducían  á  creer  que  el  edificio,  cuya  existencia 
inquiríamos,  se  remontaba  en  su  primitiva  construcción  á  la  época  de  la  dominación 
romana.  Muchos  y  muy  fehacientes  testimonios  nos  persuadían  al  par  de  que  si  era 
dable  el  admitir  en  aquel  sitio  la  existencia  de  un  delubrum  ó  de  un  sacelhm,  con- 


'  El  H  de  Marzo  del  indicado  ano,  en  que  tuvimos  la  honra  de  informará  tan  ilustre  cuerpo 
del  resultado  de  nuestras  investigaciones,  proponiendo  el  que  se  practicaran  algunos  ensavos  de  ex- 
cavación en  el  sitio  de  la  Fuente  y  Huertas,  cuya  proximidad  y  relación,  demás  de  las  señales  ya  in- 
dicadas, convidaban  á  esta  investigación  arqueológica,  con  esperanzas  de  buen  éxito.— Recordábamos 
la  descripción  que  á  íines  del  siglo  V  hacia  el  español  Aurelio  Prudencio  Clemente  de  las  Basílicas  de 
San  Pedro  y  San  Pablo  de  ¡{orna,  y  traíamos  á  la  memoria  los  siguientes  versos: 


....  Supercilio  saxi  liquor  ortus,  excitavit 
Fontem  perennem  chrismatis  feracem ; 
35  Nunc  pretiosa  ruit  per  marmora,  lubricatque  clivuní 
Doñee  virenti  flucluet  colymbo. 


-  Publicamos,  por  via  de  ilustración  y  para  que  los  lectores  formen  cabal  concepto  de  cuanto  al 
encargo  confiado  á  la  Comisión  se  refiere,  estas  comunicaciones  que  de  orden  de  S.  M.  vieron  ya  la 
luz  en  la  Gaceta  del  Gobierno  (número  correspondiente  al  sábado  14  de  Mayo  de  1859). 

9 


66  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

sagrado  á  los  dioses  del  gentilismo  ^  no  podia  en  modo  alguno  dudarse  de  que 
habia  sido  dedicado  al  culto  cristiano  en  siglos  posteriores  y  cuando  menos  reedifi- 
cado durante  la  monarquía  visigoda.  Psi  daban  poca  fuerza  y  autoridad  al  mismo 
Tesoro  que  tanta  admiración  producia  y  á  las  reliquias  arquitectónicas  estudiadas  en 
las  páginas  precedentes,  los  fragmentos  que  iban  arrojando  las  descubiertas  ruinas, 
á  lo  cual  ponia  auténtico  sello  el  descubrimiento  de  una  fecha,  no  sujeta  á  dudas  ni 
expuesta  á  controversia  en  la  historia  de  aquella  cultura  y  de  aquel  arte. 

En  la  parte  más  oriental  que  formaba  en  las  referidas  Huertas  el  ya  indicado 
montículo,  descubrimos  en  efecto  los  cimientos  y  parte  de  los  muros  de  un  oratorio 
ó  basílica,  si  bien  descarnado  el  terreno  al  Norte  por  las  lluvias  y  el  frecuente  labo- 
reo de  aquellas  tierras,  no  pudimos  determinar  con  la  fijeza,  necesaria  para  formar 
entero  juicio  respecto  de  semejante  construcción,  la  planta  de  la  misma.  La  disposi- 
ción, orden,  proporciones  y  fábrica  de  lo  existente  nos  inducen  á  creer,  reconocidas 
ya  y  estudiadas  las  primitivas  iglesias  de  la  monarquía  asturiana,  que  debió  guardar 
con  ellas  estrecha  analogía,  como  hija  de  un  mismo  arte.  Colocada  esta  del  Guarra- 
zar  de  Oriente  á  Occidente,  extendíase  al  Mediodía  el  muro  descubierto  poi-  el  espacio 
de  8"85,  con  el  grueso  de  0,72,  dejando  en  el  centro  un  claro  de  1"'91  que  daba 
entrada  á  una  capilla,  muy  semejante  en  sus  dimensiones  á  las  de  Scania  Cristina  de 
Lena,  prolongándose  al  Mediodía  hasta  i""  y  ofreciendo  de  Levante  á  Poniente  la  pro- 
porción de  2'" 73,  si  bien  el  muro  oriental  distaba  l'°07  del  vivo  de  los  machones 
de  la  puerta,  apartándose  el  occidental  sólo  0,4o.  No  excedía  el  muro,  que  aun  se 
conservaba  en  lo  que  debió  ser  imafronte  de  la  basílica  de  4™  63,  desde  el  ángulo 
Sudoeste  al  que  describía  la  fábrica  revestida  de  sillares  en  la  puerta  central,  don- 
de existió  acaso  la  principal  entrada,  pasado  ya  el  nartex;  ni  excedía  en  el  testero  ó 
cihside  (que  es  imposible  determinar  cuál  de  los  dos  cerramientos  le  servia  de  cabe- 
za) de  1"'92,  viéndose  palpablemente  que  empezaba  en  aquel  punto  á  desaparecer  el 
cimiento,  perdido  del  todo  por  las  causas  arriba  indicadas  en  el  costado  del  Norte, 
donde  únicamente  encontramos  algunos  sillares  sueltos  (Lám.  IV). 

11.     Cementerio  del  oratorio  ó  basílica  ".     Hallábase  situado  á  la  parte  occi- 
dental de  la  iglesia  el  cementerio,  que  formaba  un  extenso  pavimento  de  losas  de 


■  Véase  la  nota  3  de  la  pág.  1'2  respecto  de  los  dclubros,  según  el  testimonio  de  San  Isidoro.  Los 
más  celebrados  latinistas  los  definen  también  diciendo:  «Delubrura,  in  quo  homines  perici|la  sua  di- 
luunt.»  En  cuanto  al  templo  denominado  en  la  antigüedad  sacellum,  leemos;  «Sacellum  parvulum 
aediücium  diis  consecratura»  (Calep.,  Dictionarium  eptatingue,  p.  480).  La  situación  de  la  fuente  nos 
inclinaba  á  sospechar  que  podia  ser  con  preferencia  un  ieliibro  el  templo  pagano  alli  edificado;  y  ha- 
llada después  una  cañería,  cubierta  de  losas  de  granito,  en  la  dirección  más  recta  de  la  Fuente  á  las 
Huertas,  tomó  en  nuestro  ánimo  mayor  fuerza  aquella  racional  conjetura.  La  circunspección  que  pide 
esta  clase  de  estudios,  nos  retrae  de  asentar  aquí  mayores  afirmaciones.  Obsérvese  no  obstante  que 
desde  la  indicada  Fuente  hasta  el  muro  de  las  llamadas  ííuertas,  median  sólo  ll'",50. 

*  Insistimos  en  la  vaguedad  del  nombre,  porque  no  hallamos  mayor  fijeza  en  los  documentos 
coetáneos.  En  el  concilio  Bracarense,  celebrado  en  569,  tratándose  de  poner  coto  al  exceso  con 
que  los  católicos  construían  toda  especie  de  templos,  leemos  en  el  canon  VL  en  que  se  dispone  «ut 
qui  Oraloriuin  pro  quaestu  suo  in  térra  propia  fecerit,  non  consecretur,»  estas  palabras:  «Placuit  ut 


MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO.  67 

granito,  defendido  al  Mediodía  por  un  muro  de  32'"  de  longitud,  limitado  al 
Occidente  por  otro  que  desde  aijuel  punto  lo  cerraba  y  cuya  extensión  era  imposible 
fijar  al  Norte,  rebajado  el  terreno  y  deshecha  allí  del  todo  la  fábrica.  Reconocidas 
detenidamente  las  sepulturas,  resultaron  estas  construidas  de  manipostería  y  ladrillo, 
mediando  de  una  á  otra  el  espesor  de  0,33  y  apareciendo  casi  todas  cubiertas  de 
tres  ó  cuatro  losas  en  sentido  horizontal,  si  bien  algunas  lo  estaban  de  una  sola.  Con 
el  rostro  al  Oriente  y  los  brazos  lateralmente  colocados,  se  mostraban  los  esqueletos 
depositados  en  ellas,  manifestándonos  semejante  investigación  que  no  se  habían  que- 
brantado en  esta  parte  del  ritual  las  prescripciones  de  la  Iglesia  primitiva,  lo  cual 
daba  no  poca  luz  respecto  del  encargo  que  S.  M.  se  había  dignado  confiarnos.  En  el 
único  ángulo  del  cementerio  que  era  dado  determinar  con  todo  acierto,  al  extremo 
S.  0.  del  mismo,  había  dos  cajas  de  fábrica,  formadas  de  hormigón  romano,  que 
hubieron.de  levantarse  sobre  1™60,  dejando  junto  al  cimiento  el  hueco  de  0,75  en 
cuadro,  mientras  ofrecían  sus  paredes  el  espesor  de  0,13.  Fama  era  que  en  ellas 
había  permanecido  encerrado  el  ya  famoso  Tesoro  de  Guarrazar;  y  á  esto  se  debía 
sin  duda  el  mal  estado  en  que  las  hallamos,  al  plantear  los  trabajos  de  excavación, 
advirtiéndose  sin  esfuerzo  que  era  reciente  la  destrucción  ejecutada  en  ellas,  según 
arriba  apuntamos:  asegurábase  al  par  que  existia  en  poder  de  los  primeros  descu- 
bridores una  de  las  piedras  labradas  que  servían  de  tapa  á  dichas  cajas;  '  y  el 
tiempo  ha  venido  á  demostrar  que  en  este  punto,  como  en  otros  muchos  que  abra- 
zaban nuestros  informes,  no  fuimos  engañados. 

III.  Construcción  de  la  b.^sílica  ú  oratorio.  Ninguna  duda  podía  abrigarse, 
tras  este  detenido  estudio,  sobi'e  la  antigüedad  de  la  basílica,  depositaría  un  día  de 
los  preciosos  objetos  históricos  ipie  tan  vivamente  interesaban  á  la  ciencia  arqueoló- 
gica. Su  construcción,  compuesta  en  el  centro  de  los  muros  de  sillarejo  y  robuste- 
cida en  los  ángulos  de  fuertes  sillares,  cuidadosamente  labrados,  tiene  en  las  pri- 
mitivas iglesias  de  Asturias,  tales  como  Sanlidlano,  Priesca,  Valdedios  y  aun  la  Cá- 
mara Sania  de  Oviedo,  satisfactoria  explicación,  pues  que  en  todas  estas  basílicas 
hallamos  empleado  el  mismo  sistema,  Iradiciooalmente  conservado,  así  como  los  ele- 
mentos decorativos  que  las  enriquecen. 

IV.  L.\PiDA  FUNEiiARiA  EN  Ei,LA  DESCUBIERTA.  Mas  j)ara  quc  todas  estas  observa- 
ciones cobrasen  fuerza  indestructible,  quiso  también  nuestra  buena  suerte,  que  no 
solamente  encontrásemos  al  verificar  las  excavaciones,  numerosos  fragmentos  arqui- 
tectónicos que  arrojaran  nueva  luz,  enlazando  este  estudio  con  el  ya  realizado  sobre 
el  arte  visigodo,  sino  que  descubriésemos  una  inscripción  de  tal  naturaleza  que 


si  qtiis  Basilicam.,  non  pro  devotione  fidei,  sed  pro  quaestus  cupiditate  aedificat,»  etc.  San  Isidoro 
habia  no  obstante  fijado  la  diferencia  de  uno  y  otro  templo,  diciendo  de  los  oratorios:  «Oratorium 
orationi  tantura  est  consecntum,  in  quo  ncmo  aliiid  agere  debet,  nisi  ad  quod  est  factum,  unde  no- 
men  acccpit»  (Ethim.  lib.  XV,  cap.  IV).  Véase  en  la  pág.  12  la  descripción  de  la  Basílica,  debida  al 
mismo  Santo. 

'     Véase  la  Parte  VI  de  estos  trabajos,  donde  la  describimos. 


63  MEMORIAS   DE    L\   REAL   ACADEMIA   DE   SAN    FERNANDO. 


contribuyera  á  iluslrar  la  existencia  de  la  basílica,  y  más  principalmente  sobre  la 
historia  de  la  arquitectura  española,  fijando  respecto  de  los  fragmentos  decorativos 
(jiie  iban  entretanto  apareciendo,  una  fecha  conocida.  Hízose  este  descubrimiento  en 
la  va  mencionada  capilla  del  Mediodía,  pareciéndonos  oportuno  repetir  en  este  lugar 
cuanto  decíamos  al  Ministro  de  Fomento  en  la  comunicación  de  28  de  Abril  antes 
citada: 

«Era  de  suma  importancia  (escribíamos)  el  reconocer  el  pavimento  de  aquella 
suerte  de  capilla  que  se  extendía  de  Oriente  á  Occidente  por  el  espacio  de  2,730, 
pareciendo  á  la  Comisión  poco  todo  el  cuidado  que,  al  descombrarla,  se  pusiera. 
Creció  este  y  fué  ya  grande  la  espectaliva  al  notar  que  el  hormigón  romano  (que 
formaba  el  pavimento)  pasaba  de  muro  á  muro,  manifestándose  en  la  parte  central 
y  algo  más  baja  una  gran  losa  que  pareció  primero  de  mármol  de  San  Pablo  como 
la  del  batiente  [de  la  puerta  de  la  capilla].  Al  cabo  descubierta  en  toda  su  exten- 
sión, así  como  el  pavimento  de  aquella  estancia,  fué  ya  posible  reconocer  que  era 
de  pizarra,  teniendo  1"'75  de  longitud  por  0,72  de  latitud,  bien  que  en  el  lado 
oriental  mostraba  no  pequeña  fractura,  producida  indudablemente  por  el  desplome 

de  los  muros,   cuyos  sillares  habían  caído  sobre  ella Acordó  pues  la  Comisión 

proceder  á  levantarla,  empeño  que  hubiera  sido  muy  difícil  sin  el  accidental  auxilio 
de  la  humedad  que  reblandecía  el  hormigón  romano,  bien  que  esta  misma  humedad 
era  contraria  á  la  conservación  de  la  pizarra.  Descarnada  en  todo  su  espesor  hasta 
encontrar  la  tierra  natural,  dispúsose  pues  la  extracción  de  la  losa,  operación  que 
no  quiso  la  Comisión  coníiar  del  todo  á  los  trabajadores;  y  mientras  sacándola  á 
brazo,  tenía  el  disgusto  de  que  se  partiera  por  la  referida  fractura,  lograba  la  satis- 
facción, que  se  comunicaba  á  todos  los  circunstantes  \  de  que  se  percibiera  en  ella 
una  larga  leyenda  latina,  coronada  de  una  cruz  que  cerraba  un  círculo  con  varios 
ornatos..  Examinado  el  sepulcro,  á  que  servia  de  distintivo,  hallóse  cubierto  por 
cuatro  losas  de  granito,  como  todas  las  sepulturas  del  próximo  cementerio,  encer- 
rando asimismo  un  esqueleto  sobre  un  lecho  de  cal  y  arena  con  la  misma  orienta- 
ción que  determinaba  su  lápida  funeraria ,  y  era  en  todo  la  que  habían  presentado 
los  esqueletos  anteriormente  extraídos.  Los  brazos  aparecían  lateralmente  colocados 
y  vueltas  hacia  arriba  las  palmas  de  las  manos  -. » 

La  inscripción ,  que  fué  conducida  á  Madrid  con  el  mayor  esmero  y  existe  en  ol 


1  Como  se  manifiesta  en  la  expresada  comunicación,  presenciaron  esta  faena  los  señores  don  Pe- 
dro de  ¡Vtadrazo,  don  Teodoro  Ponte  de  la  Hoz  y  don  Jerónimo  de  la  Gándara.  Este  último,  profesor 
de  la  Escuela  superior  de  iVrquitectiira,  levantó,  según  va  apuntado  los  planos  de  las  excavaciones,  y 
dibujó  en  Madrid  todos  los  objetos  artísticos  descubiertos  en  las  Huertas  de  Guarrazar,  por  lo  cual 
S.  M.  se  dignó  darle  las  gracias,  según  pueden  ver  los  lectores  al  final  de  estos  ensayos. 

■^  Conforme  verán  nuestros  lectores  en  los  documentos  que  al  terminar  insertamos,  fueron  en- 
tregados al  alcalde  de  Guadamur  los  restos  mortales  del  presbítero  allí  enterrado,  cuya  extracción 
hicimos  por  nuestras  propias  manos.  Al  presente  se  hallan  depositados  en  la  iglesia  del  pueblo,  es- 
perando el  momento  en  que  se  le  construya  nuevo  y  digno  sepulcro. 


MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACADEMLA  DE  SAN  FERNANDO.  6í) 


gabinete  arqueológico  de  la  Biblioteca  Nacional,  se  hallaba  concebida  en  los  térmi- 
nos siguientes,  no  permitiendo  completar  su  lectura  el  ya  indicado  accidente  de 
hallarse  fracturada  la  pizarra  ' : 


QUrSQUIS  HUNC         TABULE 

L...  RIS         TITULUM  HUlUS 

LOCUM      RÉSPICE      SITUM 

.N  U  M       ÍKl  a  L  U  I       A  B  E  R  E 

•.-■  TUM 

TER       ANNIS      SEXA- 

PEREGI       TÉMPORA 

•  -••       PERFUNCTUM      SANCTIS 
MMENDO  TUENDUM 

FLAMMA  VORAX  VE- 
...  ET  COMBURERE  TÉRRAS 
CET.  BUS  SANCTORUM  MÉRITO 
SOCIATUS  RESURGAM 

HIC  VITE  CURSO  ANNO  FINITO 
CRISPINUS  PRESBITER  PECCATOR 
IN  XRIPSTI  PACE  QUIESCO.  ERA  DCC- 

XXXI  •-. 


Daba  origen  esta  notabilísima  inscripción ,  tan  preciosa  para  nosotros ,  como  el 
inestimable  tesoro  artístico  descubierto  en  la  Basílica  de  Guarrazar,  k  muy  im- 
portantes observaciones.  Los  caracteres  en  que  se  halla  escrita,  (pie  son  los  mis- 
mos de  que  nos  hablan  San  Isidoro  y  San  Eugenio  y  hallamos  reproducidos  oti 
las  inscripciones  asturianas  de  Cangas  y  de  Oviedo  '';  la  fecha  del  epitafio:  la  na- 


'  Los  lectores  que  liayan  visitado  la  antigua  ciudad  de  los  Concilios,  recordarán  que  son  innume- 
rables las  lápidas  funerarias  que  existen  en  Toledo  de  la  misma  piedra ,  lo  cual  no  es  del  todo  insig- 
nificante, tratándose  do  establecer  la  tradición  artística. 

-  Fijamos  únicamente  la  lección  tal  como  aparece  en  la  lápida :  en  los  documentos  que  á  las  ex- 
cavaciones se  refieren ,  va  propuesta  la  restauración  en  la  forma  que  pueden  notar  los  lectores. 

3  Principalmente  en  las  inscripciones  que  se  refieren  á  don  Alfonso  el  Magno ,  que  son  las  que 
han  llegado  á  nuestros  dias  en  mejor  estado  de  conservación.  Entre  todas  debe  llamar  la  atención  de 
los  arqueólogos  la  lápida  de  consagración  de  la  basílica  de  San  Salvador  de  Valdedios  en  el  Concejo 
de  Villaviciosa.  Es  una  gran  losa  de  mármol  blanco,  en  que  aparece  grabada  la  inscripción  referida, 
en  la  cual  consta  que  la  iglesia  se  consagró  por  siete  obispos  en  la  Era  DCC<CCXXX,  año  de  J.  C.  8'.lá: 
los  caracteres  son  enteramente  latinos ,  probando  una  vez  más  la  exactitud  de  aquellas  palabras  de 
Isidoro  que  repite  Eugenio:  quas  nos  ícriptitawm  edidit  Nicoslrata.  Las  inscripciones  que  don  Alfonso 


MBMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 


luraleza  del  sitio  en  que  exislia;  la  calidad  de  la  persona  allí  enterrada,  la  edad 
en  que  fallece,  y  la  circunstancia  de  haber  acabado  su  vida  en  aquel  lugar  sagrado, 
obteniendo  á  su  muerte  sepultura  en  una  de  las  partes  más  nobles  del  ediíicio,  ac- 
cidentes fueron  todos  que  despertaron  desde  luego  nuestra  atención,  no  menos  que 
el  muy  peregrino  de  encerrar  la  leyenda  tres  versos  del  epitafio  de  la  reina  Reciber- 
ga,  atribuido  por  unos  á  San  Eugenio  y  tenido  por  otros  como  obra  del  rey  Chin- 
daswinlü-'. 

"Corresponde  la  fecha  (decíamos  en  la  comunicación  citada)  al  año  quinto  del 
reinado  de  Egica,  esto  es  al  693  de  la  Encarnación;  por  manera  que  no  queda 
duda  alguna  respecto  de  la  existencia  anterior  del  edificio  allí  descubierto  por  la 
Comisión;  y  considerando  que  su  construcción  pudo  preceder  al  fallecimiento  del 
presbítero  Crispin  en  un  período  de  80  á  00  años,  es  más  que  probable  que  se 
levantara  á  lines  del  siglo  VI  ó   principios  del  YII  '.  Cobran  en  este  caso  no  pe- 


puso  en  su  aula  regia,  conserviidas  en  la  plaza  de  Oviedo  otro  tiempo  ocupada  por  aquel  palacio,  v 
en  la  Cámara  Santa,  así  como  la  que  en  el  crucero  de  la  catedral  testifica  el  triunfo  alcanzado  por 
Ramiro  II  sobre  los  normandos,  son  todavía  más  semejantes,  si  cabe,  á  la  del  sepulcro  de  Crispin, 
presbítero  sepultado  en  la  Basílica  de  Guarrazar. 

•  En  el  capitulo  IX  del  t.  I  de  la  Historia  critica  de  la  literatura  española,  que  estamos  impri- 
miendo tratamos  de  proposito  esta  cuestión,  inclinándonos  á  conceder  á  Chindasvvinto  la  gloria  del 
poeta.  El  indicado  epitafio  está  concebido  en  los  términos  siguientes: 

Si  daré  pro  morte  gemmas  licuisset  et  aurum, 
Nulla  mala  poterant  Regum  disolvere  vitam. 
Sed  quia  sors  una  cuneta  mortalia  quassat, 
Nec  practium  redimit  reges,  nec  tletus  egentes. 
Hic  ego  te,  coniux,  quia  vincere  fata  nequivi, 
Funere  perfnnctum,  sanctis  commendo  tuendam, 
Ut  cum  flamma  vorax  veniet  comburere  térras, 
Coetibus  sanctorum  mérito  sociata  resurgas.     • 


Et  nunc  chara  mihi  iam,  Reciberga,  valeto, 
Quodque  paro  feretrum  Rex  Chindasvinctus,  amato. 

De  notar  son  ante  todo  los  dos  primeros  versos,  no  indiferentes  en  verdad  al  asunto  de  que  trata- 
mos, ni  ágenos  á  la  religiosa  costumbre  de  ofrendar  oro  y  piedras  preciosas  por  la  remisión  de  los 
pecados.  Al  autor  del  epitafio  de  Crispin  no  era  pues  desconocido  el  de  la  Reina  Reciberga,  que  de- 
bió ser  muy  aplaudido,  ya  por  quien  lo  hacia,  ya  por  la  virtud  de  la  matrona,  á  quien  se  dedicaba. 
No  se  pierda  de  vista  el  ejemplo  dado  por  Chindaswinto  en  el  cultivo  de  la  poesía  latina,  ni  se  tenga 
á  maravilla,  sabiendo  que  no  es  este  el  único  príncipe  visigodo  que  aspira  al.  lauro  de  cultivador  de 
la  literatura  hispano-romana.  Adelante  veremos  cómo  se  enlazan  estas  indicaciones  con  el  presente 
estudio. 

*  Esta  observación,  que  pudiera  parecer  indiferente  en  materias  muy  trilladas,  toma  gran  precio 
tratándose  de  una  basílica  del  todo  arruinada,  cuando  se  advierte  que  su  antes  desconocida  historia  se 
enlaza  ya  con  nombres  de  esclarecidos  monarcas  y  prelados ,  recibiendo  mayor  autoridad  del  examen 
délas  regias  preseas,  últimamente  adquiridas  por  S.  M. la  Reina.  La  corona  de  Suinthila,  si  fué  ofren- 
dada en  aquel  santuario,  presupondría  en  efecto  su  construcción,  por  lo  menos,  en  los  postreros  dias 
del  indicado  siglo  VI;  pues  que  no  seria  verosímil  el  que  la  basílica  hubiese  atraído  la  devoción  ge- 


MEMORIAS   DE   L.\    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 


queño  precio  los  fragmentos  de  jambas,  frisos,  capiteles  y  otros  miembros  de  ar- 
quitectura que  tuvo  la  Comisión  la  honra  de  presentar  á  V.  E.  con  su  informe 
del  17  y  como  se  observó  en  el  expresado  escrito,  es  ya  un  hecho  demostrado 
que  mucho  antes  de  la  invasión  mahometana  se  cultivaba  en  la  Espafia  central  el 
arte  que  tiene  su  principal  desarrollo  en  la  corte  de  Justiniano  y  sus  sucesores, 
correspondiendo  y  enlazándose  estrechamente  con  la  historia  de  las  letras,  y  dando 
como  ellas  á  conocer  la  gran  trasformacion  operada  en  el  tercer  Concilio  Toledano. 

"Diez  y  ocho  años  antes  de  la  invasión  de  Tariq  (proseguíamos)  subsistía  en  lo 
que  hoy  lleva  título  de  Htiertas  de  Guarrazar  un  edificio  ricamente  exornado ,  al 
lado  del  cual  se  hallaba  un  dilatado  cementerio...  En  la  parte  más  principal  y  en 
una  capilla,  cerrada  al  parecer  cuidadosamente,  se  hallaba  enterrado  un  sexage- 
nario sacerdote,  que  había  terminado  allí  el  curso  de  su  vida  (liic  vüae  curso  fini- 
lo).  Ahora  bien:  tenidos  en  cuenta  estos  preciosos  datos  y  atendiendo  al  espíritu 
religioso  que  domina  en  la  inscripción  arriba  copiada,  ¿será  posible  dudar  de  que 
el  edificio  descubierto  fué  real  y  verdaderamente  un  templo  cristiano,  y  sobre  cris- 
tiano, católico?» 

La  probanza  era  satisfactoria  y  completa:  sus  efectos  se  reílejaban  al  par  sobre 
la  historia  de  las  letras,  dándonos  á  conocer  en  los  tres  versos  ingeridos  en  el  ej)i- 
táfio  desde  las  palabras  ¡mere  perftincltm  á  sociatus  resiirgam ,  la  fuerza  de  aquella 
tradición  literaria  que  tiene  por  fundamento  á  San  Isidoro  y  se  propaga  á  los  si- 
guientes siglos  ';  y  sobre  la  historia  de  las  artes,  legitimando  con  la  evidencia  de 
una  fecha  conocida  cuantos  estudios  puedan  hacerse  sobre  la  arquitectura  (pie  había 
producido  la  Basílica  de  Guarrazar,  punto  principalísimo  de  nuestras  investiga- 
ciones. 

V.     Fragmentos  AnoüiTECTONicos  que  i,a  decoraban.     Los  numerosos  fragmentos 
extraídos  de  las  excavaciones  de  las  Huertas  de  Guarrazar,  segundando  esta  demos- 


neral,  sin  que  contase  algunos  años  de  existencia,  ai  ofrecerse  allí  diclia  joya:  sabido  es  que  el  expre- 
sado monarca  lo  fué  sólo  de  621  á  631.  No  adelantemos  sin  embargo  indicaciones  que  deben  hallar 
su  explanación  en  Jas  partes  siguientes. 

1  No  es  fuera  de  propósito,  cuando  parece  olvidarse  ó  desconocerse  «1  carácter  especial  que  ofrece 
la  cultura  española,  durante  la  monarquía  visigoda,  el  insistir  aquí  en  la  indicación  de  que  triunfan- 
te, en  virtud  del  tercer  Concilio  Toledano,  la  raza  hispano-latina,  se  reanuda  y  fortifica  la  noción  de 
la  antigüedad  en  tal  manera  que  no  alcanza  á  destruir  los  naturales  efectos  de  esta  prodigiosa  trasfor- 
macion el  gran  desastre  de  Guadalete.  Cabe  á  San  Isidoro  la  gloria  de  personificarla;  y  tras  la  ilus- 
tre pléyada  de  sus  discípulos  é  imitadores,  entre  quienes  resplandecen  los  Braulios,  Eugenios,  Ilde- 
fonsos y  Julianes,  brillan  después,  asi  en  el  territorio  sometido  al  Islam  como  en  el  de  los  cristianos 
independientes,  esclarecidos  varones,  ([ue  perpetúan  su  doctrina  y  la  trasmiten  á  otras  edades  con 
honda  veneración  y  respeto.  El  libro  de  las  Elimohgias,  que  ya  conocen  los  lectores,  es  el  depósito 
de  aquella  doctrina;  á  él  acuden  todos  los  maestros  para  tomar  enseñanzas,  y  ya  traducido  á  los  vul- 
gares romances,  ya  extractado  y  comentado,  ya  reducido  á  útiles  diccionarios,  le  vemos  llegar  á  los 
tiempos  modernos  con  el  aplauso  de  las  escuelas  y  el  respeto  de  los  doctos.  Lástima  es  por  cierto  que 
los  que  hoy  aspiran  á  este  nombre,  olviden  hasta  su  ^existencia,  despojándose  voluntariamente  de  la 
luz  que  arroja  tanto  respecto  á  la  historia  de  las  letras  como  á  la  de  las  artes. 


MEMORIAS    DE   LA    REAL    ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 


Ilación  histórica,  ofrecian  por  otra  parte  el  más  vivo  interés  arqueológico.  "Todos 
prueban  de  un  modo  incuestionable  (decíamos  al  Ministro  de  Fomento  en  la  citada 
comunicación  del  17  de  Abril)  que  el  templo  allí  construido  en  lo  antiguo,  aunque 
reducido  en  sus  proporciones,  lo  cual  es  una  de  las  más  inequívocas  señales  de  su 
antigüedad,  se  hallaba  en  extremo  enriquecido  por  el  arte  y  encerraba  diversas 
construcciones  de  variados  mármoles  y  piedras;  interés  que  se  aumenta  al  exami- 
nar algunos  fragmentos  que  denotan  corresponder  á  objetos  más  delicados,  los  cuales 

se  componían  de  fino  mármol  de  Carrara.   Digno  es  en  verdad  de  repararse que 

entre  los  fragmentos  de  frisos  y  capiteles  de  mármol  y  los  de  piedra  franca  se  ad- 
vierte alguna  diferencia,  si  no  respecto  de  su  antigüedad,  al  menos  del  estado  recí- 
proco del  arte  arquitectónico.  Puede  tal  vez  provenir  esta  diferencia  de  la  distinta 
naturaleza  de  los  materiales,  si  bien  trasciende  algún  tanto  á  la  composición,  lo 
cual  revela  ya  diversos  autores.  Mas  á  pesar  de  dicha  desemejanza,  se  atreve  á  con- 
signar la  (Comisión,  sin  el  temor  de  ser  desmentida,  que  unos  y  otros  fragmentos 
corresponden  á  la  edad  visigoda,  dándonos  á  conocer  el  comercio  que  sostuvo  Es- 
paña durante  aquella  dominación  con  el  Imperio  bizantino  que  señoreó  las  más  be- 
llas provincias  de  la  Península  en  las  costas  orientales  y  meridionales  hasta  el  rei- 
nado de  Sisebuto.  La  Comisión  (decíamos  por  último)  no  vacila  en  afirmar  que  el 
examen  de  estos  preciosos  fragmentos,  hermanados  grandemente  con  los  que  de 
igual  época  existen  en  Toledo,  ha  de  contribuir  á  labrar  en  el  ánimo  de  los  arqueó- 
logos el  convencimiento  de  que  antes  de  la  invasión  sarracena  se  había  insinuado 
en  el  suelo  español  la  influencia  de  las  artes  bizantinas,  refrescando  en  cierto  sentido 
la  tradición  romana,  como  sucede  también  respecto  de  las  letras. » 

Hé  aquí,  pues,  lo  que  intentamos  demostrar  con  su  examen,  confirmando  una 
vez  más  las  observaciones  que  sobre  este  punto  dejamos  expuestas.  El  número  de 
los  objetos  indicados,  fuera  de  una  pesa  (pondus)  de  arcilla  cocida,  que  es  de  suma 
importancia  arqueológica  por  indicar  que  esta  costumbre  se  propaga  á  los  tiempos 
visigodos,  asciende  á  diez  y  siete;  muestras  todas  suficientes  para  juzgar  de  la  or- 
namentación empleada  en  la  basílica.  Los  referidos  objetos  son: 

1.     Un  gran  fragmento  de  jamba  de  puerta,  tallado  en  mármol  blanco,  bien 

conservado. 
IL     Otro  id.  de  mármol  gris,  del  llamado  de  San  Pablo,  con  notable  follaje. 

III.  Otro  id.  de  un  arco  ornamental  de  pequeñas  dimensiones,  del  mismo 

mármol. 

IV.  Un  trozo  de  losa  del  mismo  mármol ,  pulimentada  por  una  de  sus  fases. 

V.  Un  gran  fragmento  de  friso,  de  piedra  franca, 
VL     Otro  id.  mas  pequeño. 

Vil.  Otro  id.,  id. 

VIH.  Otro  id.,  id. 

IX.  Otro  de  un  capitel. 

X.  Otro  id.,  id. 


MEMORIAS  DE  LA   REAL   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO.  73 

XI.  Olro  id.,  de  un  friso  doble,  parlido  por  un  l)aqueton. 

XII.  Otro  id.,  de  un  capitel. 

XIII.  Otro  id.,  id. 

XIV.  Otro  de  ornato  sobrepuesto,  de  mármol. 

XV.  Olro  fragmento  de  friso. 

XVI.     Un  trozo  de  losa ,  de  mármol ,  al  parecer  de  Macael. 
XVII.     Varios  imbrices  y  tégulas  de  arcilla  cocida,  ])erfeclamente  conservados,  y 
otros  muchos  fragmentos  de  urnas  cinerarias  y  vasos  de  exquisitos 
mármoles. 

Ofrecen  mayor  interés  artístico  los  designados  con  los  números  1,  II,  111,  V,  VI, 
IX,  XI  y  XIV,  por  ser  mayores  que  los  restantes  y  contener  en  consecuencia  más 
completos  ornatos.  El  primero,  que  es  sin  duda  el  más  importante,  presenta  en  la 
parte  superior  un  gran  tallo  que  se  desenvuelve  en  forma  circular,  recogiendo  en  el 
interior  cinco  hojas  harto  bien  modeladas  y  mostrando  en  el  centro  cierta  especie  úc 
voluta,  sobre  la  cual  asentaba  una  llor  ahora  fracturada:  ocupa  la  parte  inferior  una 
graciosa  campánula  de  tres  hojas,  dos  de  las  cuales  se  enroscan  sobre  su  tallo  que 
penetrando  cierta  especie  de  lúmda ,  cuyos  extremos  tocan  en  lo  más  saliente  de  di- 
chas hojas,  parecía  unir  toda  esta  parte  de  la  decoración,  limitada  á  uno  y  otro  lado 
por  bien  trazados  perfiles  y  molduras.  La  ejecución  es  en  los  entalles  de  este  frag- 
mento no  poco  esmerado,  si  bien  lo  que  principalmente  la  caracteriza  es  el  modo  de 
acentuar,  en  que  se  descubre  al  primer  golpe  de  vista  que  no  se  ha  interrumpido 
aún  la  tradición  del  arte  antiguo  (Lám.  IV,  n.°  6). 

Lo  mismo  puede  asegurarse  respecto  del  número  dos,  siendo  ])ara  nosotros  muy 
sensible  el  que  ofreciendo  sólo  un  trozo  de  moldura  y  algunas  hojas  no  completas, 
sea  su  descripción  poco  interesante.  La  disposición  subiente  de  las  referidas  hojas,  y 
el  sentido  horizontal  en  que  la  moldura  aparece  así  como  su  anchura,  nos  llevan 
sin  embargo  á  sospechar  que  pudo  pertenecer  á  un  friso,  si  ya  no  es  que  formó  parte 
del  arquitrave  de  alguna  puerta,  á  lo  cual  inclina  también  la  circunstancia  de  ser 
este  fragmento  de  muy  duro  mármol  (Lám.  id.,  n."  3). , 

Describe  el  tercero  una  porción  de  arco  ornamental,  inscrita  al  parecer  en  un 
cuadro,  dejando  entrever  en  la  singular  ornamentación  del  intradós  que  pudo  en  el 
centro  ser  practicable.  Esta  observación  nos  induce  á  sospechar,  conocidos  los  cer- 
ramientos de  las  fenestras  de  los  sagrarios  en  las  basílicas  astuiianas,  que  hubo  de 
pertenecer  el  fragmento  de  que  hablamos,  á  una  de  estas  peregrinas  tablas  de  már- 
mol, lo  cual  cobra  no  poca  fuerza,  reparando  en  que  su  grueso  conviene  perfecta- 
mente con  el  de  las  losas  ya  indicadas  (Lám.  id.,  n.°  4). 

Es  el  quinto  un  trozo  considerable  de  friso  ó  más  bien  de  imposta,  tallado  en 
aquella  piedra  franca  que  tanta 'aplicación  tuvo  en  las  construcciones  de  Toledo. 
Compónese  su  decoración  de  una  doble  posta  que  serpeaba  por  toda  esta  parle  del 
edificio,  sujeta  por  abrazaderas  colocadas  á  una  misma  línea,  de  las  cuales  brolan 
tallos,  que  doblándose  en  sentido  inverso  al  de  las  postas,  llenan  el  espacio  inter- 

10 


74  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 

medio  de  unas  á  otras,  ya  con  graciosas  campánulas,  muy  semejantes  á  la  descrita 
en  el  fragmento  de  la  jamba,  ya  con  flores  de  cinco  hojas  airosamente  movidas  (Lá- 
mina id  ,  n."  9). 

Tuvieron  en  nuestro  concepto  el  sexto  y  sétimo  de  los  fragmentos  mencionados 
análoga  aplicación,  si  bien  difieren  algún  tanto  sus  elementos  decorativos,  viéndose 
en  el  primero  tallos  ondeantes  en  vez  de  las  postas  y  abrazaderas  y  ocupando  los 
intermedios  cierta  especie  de  volutas  y  flores  de  tres  hojas,  mientras  en  el  segundo 
varía  solamente  la  forma  de  las  flores  que  se  repiten  en  todos  los  espacios,  y  de- 
crecen algún  tanto  las  dimensiones  totales  y  parciales,  dando  á  conocer  que  era  más 
reducida  la  parte  del  edificio  á  que  se  destinaba  (Lám.  id.,  números  2  y  8). 

El  fragmento  designado  con  el  número  nueve  ofrece  el  más  vivo  interés  para  las 
investigaciones  que  vamos  realizando.  Parte  muy  principal  de  un  capitel  de  mármol 
blanco,  tal  vez  de  orden  compuesto,  manifiesta  desde  luego  haber  pertenecido  á 
una  ¡)¡lastra,  por  hallarse  entallado  de  tal  manera  que  aun  presentando  no  escaso 
relieve,  se  vé  asido  á  una  piedra  mayor,  la  cual  formaba  sin  duda  uno  de  los  si- 
llares de  la  construcción  ornamental  de  la  basílica.  Constituye  en  suma  una  voluta; 
pero  aunque  se  advierta  al  examinarla,  que  sigue  en  su  traza  la  ley  tradicional, 
es  de  observarse  que  se  desenvuelve  en  sentido  contrario  al  de  las  volutas  greco- 
romanas  propiamente  dichas,  creciendo  por  tanto  á  manera  de  caracol,  lo  cual  le 
imprime  sello  especial,  mostrando  las  modificaciones  que  iba  la  tradición  artística 
experimentando  (Lám.  id.,  n."  1). 

Y  no  carece  de  interés  el  fragmento  que  hemos  señalado  con  el  lu'miero  once: 
de  sentir  es  en  verdad  que  no  ofrezca  idea  completa  de  la  parte  del  edificio  á  que 
pertenecía;  pero  juzgando  por  lo  existente,  es  de  creer  que  fuera  una  de  las  más 
principales,  constituyendo  acaso  un  rico  friso.  Dividido  en  sentido  horizontal  por  un 
i)aquelon,  presenta  en  la  parte  superior  un  tallo  que  parece  serpear  como  en  los 
fragmentos  arriba  descritos,  viéndose  en  el  intermedio  cierta  manera  de  voluta  que 
nace  de  las  hojas.  Un  grupo  de  las  mismas ,  tallado  con  soltura  y  gracia ,  sube 
hasta  el  baquetón ,  siendo  imposible  determinar  su  movimiento ,  y  más  todavía  seña- 
lar su  origen ,  si  bien  basta  á  persuadirnos  de  la  extraordinaria  riqueza  del  monu- 
mento que  en  tal  manera  decoraba  (Lám.  id.,  n."  7). 

Curioso  es  finalmente  el  trozo  de  mármol  que  hemos  marcado  con  el  número 
catorce:  es  una  especie  de  chapa,  destinada  á  revestir  en  su  conjunto  alguno  de  los 
compartimientos  ó  zonas  del  muro,  y  sólo  podríamos  formar  concepto  de  su  valor 
en  la  basílica  de  que  tratamos ,  recordando  al  propósito  las  palabras  de  San  Isidoro: 
«Crustae  sunt  tabulae  marmoris:  unde  et  marmorati  parietes  et  crustati  dicuntur  *;» 
por  manera  que  no  habiendo  podido  tener  otra  aplicación  el  fragmento  indicado,  es 
evidente  que  uno  de  los  departamentos  del  templo  de  Guarrazar,  acaso  el  Sagrario, 
tuvo  los  muros  exornados  de  incrustaciones  de  mái"mol  (marmorati).  El  ornato  que 


1    Ethim.  lib.  XIX,  cap.  XIII 


MEMORIAS  DE  LA  RKAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 


aún  conserva,  no  puede  con  seguridad  determinarse;  pero  sí  que  el  mármol  estaba 
esmeradamente  pulimentado  en  la  cara  que  aquel  decoraba,  y  que  al  sacarse  la  tabla 
(tabula),  se  había  aserrado  la  piedra  in  praetentii  linea  ',  lo  cual  indica  la  estima- 
ción en  que  el  mármol  era  tenido  ". 

Basta,  pues,  el  examen  de  estos  fragmentos  para  persuadirnos  del  carácter  ar- 
quitectónico del  antiguo  templo  existente  en  las  Huertas  de  Guarrazar,  que  tan  es- 
trechamente se  enlazaba  en  su  ornamentación  con  las  basílicas  toledanas  y  en  su  or- 
namentación y  en  su  fábrica  con  las  primitivas  iglesias  de  Asturias.  Los  trozos  des- 
critos, así  como  los  mhrices  y  tégiilas,  barros,  fragmentos  de  urnas  cinerarias,  y 
de  vasos  de  mármol  de  Carrara,  allí  encontrados,  maniíiestan  de  un  modo  satisfac- 
torio, con  cuánta  razón  decíamos  al  Gobierno,  verificadas  las  excavaciones,  que  en 
el  oratorio  ó  templo  cristiano,  de  que  tratamos,  se  habia  hecho  no  escasa  ostentación 
de  riqueza  artística,  determinando  al  par  la  influencia  bizantina  que  desde  el  tercer 
Concilio  Toledano  se  desarrolla  grandemente  en  las  bellas  arles  y  las  que  de  ellas  se 
alimentan,  cultivadas  así  por  la  raza  hispano-romana ,  como  por  la  raza  visigoda. 
Ni  dejan  tampoco  de  reflejarse  en  estos  preciosos  restos  arquitectónicos  los  elementos 
decorativos  del  arte  latino,  derivados  y  conservados  por  la  tradición  en  la  forma  ar- 
riba indicada,  hermanándose  por  el  contrario  á  tal  punto  que  indican  ya  claramente 
el  camino  seguido  por  una  y  otra  influencia  hasta  producir  las  primitivas  basílicas 


1    Ethim.,  lib.  XIX,  cap.  XIII. 

-  Porque  es  de  suma  importancia,  para  determinar  con  todo  acierto  los  caracteres  de  la  ari|ui- 
tectura  latino-bizantina  (visigoda),  el  dejar  comprobadas  las  fuentes  de  que  se  deriva,  juzgamos  licito 
advertir  que  el  uso  de  los  mármoles  aplicados  al  revestimiento  de  los  muros,  se  remonta  á  la  mayor 
antigüedad  entre  los  pueblos  orientales.  Describiéndose  en  los  sagrados  libros  el  palacio  de  Salomón 
se  decia:  «Omnia  lapidibus  pretiosis  qui  ad  normam  quandam  atque  mensurara  tam  intrinsecus  quam 
cxtrinsecus  serrati  errant:  á  fundamento  usque  ad  summitatem  parietum,  et  extrinsecus  usque  ad 
atriura  raajus,  etc.»  (Regum,  1.  III,  cap.  VII,  vers.  IX  de  la  Vulgata;  lib.  I  de  la  Hebrea).  Este 
fausto  arquitectónico  se  comunica  al  occidente  en  tiempo  de  J.  Cesar,  conforme  el  testimonio  de  Cor- 
nelio  Nepote,  alegado  por  Plinio:  nPrimum  Romae  parietes  crusta  marmoris  operuisse  totius  domus 
suae  in  Caelio  monte,  Cornelius  Nepos  tradidit  Mamurram  Formiis  natum,  equitera  Romanum,  prae- 
fectura  fabríira  C.  Caesaris  in  Gallia»  {Naturalis  Historia,  lib.  XXXVI,  cap.  A'II).  Acogido  este  rasgo 
de  magnificencia  con  aquel  frenesí  que  caracteriza  al  pueblo  romano,  al  recibir  las  costumbres  que 
balagán  su  desvanecida  opulencia,  se  visten  en  breve  templos  y  palacios  de  exquisitos  mármoles  do 
colores,  ya  con  simplesincrustaciones,  ya  con  vistosos  ornatos  de  taracea,  ya  con  suntuosos  mosaicos, 
según  después  observaremos.  De  ellos  los  recibe  el  arte  latino ;  y  como  lian  podido  reparar  los  lecto- 
res, mientras  el  bárbaro  Teodorico  pone  el  mayor  esmero  en  restaurar  en  el  templo  de  Hércules  de 
Ravena  «discolorea  crusta  marmorum  gratissima»  (V.  pág.  28),  vemos  levantarse  bajo  la  monarquía 
visigoda  basílicas,  en  las  cuales  «parietes  cuncti  nilidis  marmoribus  vestiunturi-  (V.  págs.  "li  y  3'¿¡, 
ostentando  igual  magnificencia  en  sus  pavimentos  que  enriquecen  vistosos  mosaicos  y  en  sus  tecbum- 
bres,  donde  brillan  dorados  relieves,  esmaltados  de  varios  colores.  Si  pues  esta  riqueza  era  habitual 
en  basílicas  y  palacios  construidos  por  caballeros  ó  prelados  ¿qué  mucho  que  el  Oratorio  ó  Basilicn 
de  Guarrazar  que  tales  vestigios  nos  ofrece,  atesorase  en  sus  muros  igual  decoración?..  De  cualquier 
nrodo,  es  un  hecho  demostrado  históricamente,  que  los  muros  incrustados  de  mármoles  consti-- 
tuian,  cuando  esta  basílica  pudo  construirse,  uno  de  los  rasgos  más  característicos  del  arte  latino-' 
bizantino,  sin  que  para  exornarla  fuera  necesario  traer  á  España,  donde  tanto  y  con  tal  sunluo.^ 
sidad  se  construía,  arquitectos  germanos. 


MEMORIAS   DE   L.\    REAL   ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO. 


asturianas;  conslrucciones,  en  que  es  imposible  desasir  unos  de  otros  elementos, 
por  más  que  se  sienta  y  reconozca  su  distinto  origen. 

Cuando  estudiadas  estas  reliquias  de  la  arquitectura  y  comparadas  con  las  que  se 
han  conservado  en  la  corte  visigoda ,  nos  detenemos  á  fijar  sus  caracteres  comunes, 
para  reconocer  la  verdadera  representación  que  en  la  historia  monumental  alcanza 
el  arte  que  las  produce,  vemos  con  placer  confirmadas  cuantas  observaciones  debi- 
mos á  la  investigación  histórica  y  quedan  arriba  expuestas.  Sus  elementos  decora- 
tivos son  realmente  tradicionales ;  pero  adaptados  ya  á  una  nueva  manera  de  ser, 
rellejando  vivamente  una  nacionalidad  determinada ,  y  dando  cuenta  de  una  Iras- 
formacion  social  y  religiosa  de  incalculable  trascendencia.  Los  capiteles  greco-roma- 
nos, los  Instes  con  estrias  verticales  ó  espirales ,  las  impostas  ornadas  de  los  mútu- 
los  ó  modillones  en  las  cornisas  ó  tejaroces,  los  techos  ó  armaduras  ricamente  or- 
nadas de  labores  y  pinturas  \  y  otros  elementos  análogos  del  estilo  latino  se  per- 
])etuaron  en  la  ornamentación  visigoda,  que  á  juzgar  por  los  fragmentos  de  jambas, 
dinteles  y  arcos  ya  enumerados ,  conservó  igualmente  las  puertas  cuadrangulares, 
el  arco  de  porción  de  círculo,  las  feneslras  cerradas  por  tabletas  de  máimol,  perfo- 
radas de  dibujos  geométricos,  y  otros  miembros  ornamentales,  propios  de  aquel  es- 
tilo ^.  Asócianse  á  estos  las  vides  y  pomas,  las  postas  y  funículos,  las  ])almetas  y 
cruces  de  varias  trazas,  elementos  adoptados  ó  ennoblecidos  por  el  cristianismo  y 
grandemente  característicos  de  aquel  arte,  que  se  habia  trasformado  bajo  las  dora- 
das armaduras  de  sus  basílicas;  y  recibido  el  influjo  de  la  antigüedad  que  reanima 
el  ejemplo  de  Bizancio,  enriquecíanse  las  visigodas  de  vistosas  incrustaciones  de  pre- 
ciosos mármoles,  de  frisos,  impostas,  dinteles  y  jambas,  en  que  se  ensayaba  todo 
linaje  de  combinaciones  geométricas,  y  muy  principalmente  las  que  lenian  por  base 


1  Juzgamos  de  no  escaso  interés  arqueológico  cuanto  en  este  punto  debemos  á  la  autoridad  del 
docto  metropolitano  de  la  Bética.  Tratando  de  la  decoración  [de  venustate)  que  es  «quidquid  illud  or- 
namenti  et  decoris  causa  aedificiis  additur»,  escribe  respecto  de  aquella  parte  que  llevaba  el  nombre 
A&  laquearía:  «Sunt  quae  cameram  subtegunt  et  ornant;  quae  et  hemiaria  dicuntur;  quod  acus 
(|uosdani  quadratos  vel  rotundos  ligno,  vel  gipso  vel  coloribus  babeat  pidos ,  cum  signis  inter- 
micantibus»  {Ethim.  lib.  XIX,  cap.  XII).  Y  enumerando  después  las  partes  de  que  las  techum- 
bres se  componían,  especificadas  las  diferencias  que  mediaban  entre  el  lignarius,  el  carpentarius 
y  el  sarcitertor,  verdadero  constructor  de  armaduras  (quod  ex  multis  bine  inde  coniunctis  tabulis 
unum  tecti  sarciat  corpus),  dccia:  «Trabes  vocatae,  quod  in  transverso  positae  utrosque  parietes 
contineant...  Tolua  proprie  est  veluti  scutum  breve  quod  in  medio  tecto  est  in  quo  trabes  coeunt.  Cti- 
plae  vocatae,  quod  copulenl  in  se  luctantes.  Liictanies  dicuntur,  quod  erecti  inviccm  se  teneant  more 
luctantium»  (Id.,  id.,  cap.  XIX).  Como  se  vé,  no  puede  ser  más  clara  la  idea  que  San  Isidoro  nos 
ofrece  de  esta  parte  de  la  construcción  arquitectónica,  conformándose  enteramente  con  las  descripcio- 

'nes  ya  reconocidas.  Sus  palabras  ilustran  grandemente  la  historia  del  arte  y  al  propio  tiempo  que 
trazan  el  camino  de  la  tradición  latina,  manifiestan  la  extraordinaria  riqueza  empleada  en  las  techum- 
bres de  basílicas,  aulas  y  atrios,  que  precede  al  fausto  de  los  alfarjes  mahometanos. 

2  Casi  todos  estos  caracteres  artísticos  se  reconocen  á  primera  vista  en  las  basílicas  de  la  primi- 
tiva monarquía  asturiana,  cuya  ilustración  dispone  la  Comisión  que  publica  los  Monumentos  arqui- 
tectónicos de  España.  Dada  ya  á  luz  la  peregrina  Iglesia  de  Sania  Cristina  de  Lena,  nos  remitimos 
desde  luego  á  su  monografía,  seguros  de  que  basta  á  confirmar  estas  observaciones. 


MEMORIAS  DE   LA  REAL  ACADEML\   DE  SAN  FERNANDO.  77 

la  forma  circular,  modilicáiidose  al  propio  tiempo  las  condiciones  arlisticas  del 
modelado  respecto  de  toda  suerte  de  follajes. 

Punto  es  este  en  verdad  de  suma  trascendencia,  sobre  el  cual  llamamos  la  aten- 
ción de  los  arqueólogos,  porque  se  refiere  á  la  ejecución,  parle  principalísima  en 
toda  investigación  que  se  encamine  á  fijar  los  caracteres  de  un  arte  determinado  en 
sus  varias  y  multiplicadas  manifestaciones.  Aunque  lejanos  ya  de  la  belleza  clásica, 
hablan  conservado  los  cultivadores  del  estilo  latino,  en  orden  á  la  ornamentación, 
aquellas  máximas  capitales  que  constituían ,  digámoslo  así,  el  código  artístico :  per- 
dían en  sus  entalles  y  relieves  la  delicadeza  de  los  perfiles,  la  gracia  y  soltura  del 
movimiento  y  la  gallardía  y  abundancia  de  los  accidentes  que  revelaban  riqueza  de 
imaginación  y  viveza  de  sentimiento  en  los  artistas  de  Atenas  y  de  Roma;  pero  no 
olvidaban  cierta  grandiosidad  de  proporciones;  y  atentos  á  producir  el  efecto  del 
claro-oscuro,  tan  ambicionado  del  arte  clásico,  daban  notable  relieve  á  sus  follajes, 
profundizando  por  extremo  los  fondos  sobre  que  destacaban,  ora  en  capiteles,  ora  en 
frisos,  jambas  é  impostas:  llevados  de  este  deseo,  llegaban  al  extremo  de  hacerlos 
por  demás  angulosos  y  agudos. 

Modificadas  ó  cambiadas  del  todo  aparecen  pues  estas  condiciones  en  la  ma- 
yor parte  de  los  fragmentos  que  dejamos  descritos,  principalmente  en  cuantos  se 
refieren  á  la  época  ])oster¡or  al  tercer  Concilio  Toledano,  en  que,  según  hemos 
repetido,  se  hace  aun  más  sensible  la  influencia  bizantina:  ni  las  variadas  figu- 
ras geométricas,  que  aumentan  desde  entonces  el  caudal  de  los  elementos  deco- 
rativos, ni  las  flores,  funículos,  palmetas,  contarlos,  vides,  postas  y  follajes  que 
lo  completan ,  exceden  en  su  relieve  del  plano  exterior  de  las  molduras  que  los 
rodean ,  cualquiera  que  sea  el  miembro  arquitectónico  donde  se  hallen ,  ni  pro- 
fundizan en  el  fondo  más  de  lo  necesario  para  producir  un  templado  claro-oscuro, 
bastante  á  revelar  perfectamente  las  formas.  Tallados  á  bisel  hojas,  flores  y  ornatos 
geométricos,  muestran  en  todas  partes  un  mismo  procedimiento  artístico-manual 
que  revela,  si  no  una  sola  y  única  tradición ,  al  menos  una  misma  aspiración  y 
una  manera  sola  de  concebir  y  ejecutar;  efecto  natural  é  inmediato  de  aquella  fu- 
sión que  se  habia  operado  entre  el  arte  latino  y  el  arte  de  Bizando,  y  que  debía 
reflejarse  más  tarde  en  las  tantas  veces  citadas  basílicas  de  Asturias.  Y  no  es  para 
desecharse  aquí  la  observación  que  arriba  dejamos  indicada:  ornatos  geométricos, 
flores  y  follajes  aparecen  con  frecuencia  sembrados  de  funículos  ó  menudas  labores 
que  los  afiligranan  ,  contribuyendo  notablemente  á  caracterizarlos  y  completando  la 
idea  que  nos  ministra  aquel  arte  en  que,  aun  siendo  ruda  y  un  tanto  grosera,  se 
hacia  gala  de  la  ejecución ,  preciándose  los  artistas  visigodos  de  aventajar  en  ella 
á  sus  coetáneos  '. 


1  Digno  es  de  consignarse:  esta  supremacía,  concedida  a  los  artistas  visigodos,  procedía  Icgiti- 
mamcnle  de  aquellas  felices  circunstancias  que  hemos  señalado  en  la  historia,  comunes  á  las  letras 
y  á  las  artes.  Pero  esa  misma  ostentación  de  la  destreza  manual,  aunque  ruda,  hija  de  la  tradición  no 
interrumpida,  contribuye  á  ponernos  de  resalto  la  decadencia  á  que  se  encaminaban  las  bellas  artes 


MEMORIAS   DE   LA   BEAL   ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO. 


Pero  estas  observaciones  que  obtenemos ,  como  legítima  consecuencia  del  estu- 
dio hasta  aquí  realizado,  tienen  muy  directa  aplicación  y  complemento  en  el  de  los 
objetos  artísticos  que  formaban  el  tesoro  de  Guarrazar,  cuya  importancia  ha  excitado 
vivamente  la  curiosidad  de  los  arqueólogos,  dando  origen  á  la  teoría  ya  anunciada  de 
Mr.  de  Lasteyrie,  en  tan  varios  conceptos  contradicha. 


en  la  monarquía  visigoda,  revelándonos  la  lucha  sostenida  entre  el  anhelo  de  poseer  y  realizar  la  be- 
lleza de  los  antiguos  modelos  y  la  imposibilidad  de  lograrlo.  Y  si  tiene  no  insignificante  valor  esta 
indicación  respecto  de  las  fábricas  arquitectónicas,  crece  este  en  gran  manera  al  aplicarse  á  las  pro- 
ducciones de  las  artes  secundarias  del  diseño  y  principalmente  á  las  de  la  orfebrería,  según  nos  pro- 
ponemos demostrar  en  los  siguientes  capítulos. 


V. 


El  Tesoro  de  Guadamur. — Idea  del  fausto  y  ostentación  de  los  reyes  visigodos.— Testimonios  de  lo? 
historiadores  árabes. — Maravillosa  riqueza  del  Tesoro  de  Guarrazar.^Las  coronas.— Breve  noticia 
sobre  la  costumbre  de  consagrarlas  á  la  divinidad. — Acéplanla  los  pueblos  septentrionales. — Introdú- 
cese en  la  España  visigoda. — Propágase  á  los  primeros  siglos  de  la  reconquista. — Significación  artis- 
tico-arqueolügica  de  las  coronas  descubiertas  en  Guarrazar. — Descripción  de  las  conservadas  en  el  Ho- 
tel Cluny.— I.  Corona  de  Receswinto. — 11.  Corona  de  Sonnica:  ligera  digresión  sobre  el  nombre  de 
Sorbaces,  inscrito  en  ella. — 111.  Coronas  votivas,  de  aro. — Su  mérito  y  significación  artística. — IV.  Co- 
ronas votivas,  de  enrejado. — Su  importancia  y  carácter. 


La  primera  observación  que  ocurre  al  fijar  nuestras  miradas  en  el  Tesoro  de 
Guarrazar,  ya  respecto  de  la  ])arle  depositada  en  el  Museo  de  las  Termas,  ya  de  la 
adquirida  por  S.  M.  la  Reina  doña  Isabel  II,  se  refiere  á  su  origen.  Aquel  inmenso 
tesoro  artístico  habia  sido  escondido  en  el  cementerio  de  un  oratorio  ó  basílica ,  le- 
vantado á  dos  leguas  al  0.  de  Toledo,  durante  la  monarquía  visigoda:  para  su 
custodia  se  habian  fabricado  dos  cajas  de  argamasa,  construcción  que  no  tenía  seme- 
jante en  cuantos  sepulcros  allí  existían.  Este  hecho  aparecía  realmente  cierto.  Pero 
¿de  dónde  procedía  aquella  manera  de  depósito?  ¿En  qué  momento  se  habia  reali- 
zado? Sin  que  nos  sea  dado  entrar  en  largas  disquisiciones,  más  propias  de  otro  gé- 
nero de  trabajos  ^  será  bien  manifestar  que  la  misma  riqueza  del  descubrimiento 
nos  trae  desde  luego  á  la  memoria  aquella  magnificencia  oriental,  de  que  hacían  alarde 
los  Reyes  visigodos,  mientras  el  carácter  especial  de  los  monumentos  que  constituyen 
el  indicado  tesoro  nos  lleva  á  la  contemplación  del  arle,  cuyo  más  imj)orlante  des- 
arrollo debió  realizarse,  según  dejamos  reconocido,  en  la  ciudad  de  Wamba.  La  his- 


'  Debemos  repetir  antes  de  pasar  adelante,  que  el  fin  de  estas  lineas  es  principalmente  artís- 
tico, por  lo  cual  nos  abstenemos  de  largas  consideraciones,  limitándonos  sólo  á  las  que  más  de 
cerca  se  refieren  al  expresado  intento. 


so  MEMORIAS   DE   LA   REAL   AC-VDEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 

loria  no  podia  tampoco  dejar  de  contribuir  á  esta  racional  inducción,  que  adquiere, 
examinados  los  referidos  objetos,  cuanta  fuerza  se  ha  menester  para  labrar  conven- 
cimiento. 

Ponderan  en  efecto  nuestros  primeros  cronistas  la  riqueza  que  ostentaron  reyes 
y  magnates  visigodos,  de  que  dan  también  testimonio  irrecusable  dos  monumentos 
coetáneos  de  inestimable  precio.  Tales  son  el  ya  mencionado  libro  de  las  Eiimologías, 
vivo  maestro  de  cuanto  á  la  expresada  edad  concierne,  y  el  Fuero  Juzgo,  código 
admirable  que  revela  aquel  estado  de  cultura ,  en  que  el  desapoderado  anhelo  del 
lujo  y  de  la  opulencia  corrompe  la  pública  fe ,  adulterando  el  valor  de  los  metales  '. 
Pero  ni  el  ilustre  doctor  de  las  Españas  ni  los  instituidores  de  las  leyes  visigodas, 
por  serles  familiar  aquel  fausto,  ni  los  cronistas  que  vienen  treís  la  ruina  del  Impe- 
rio de  Ataúlfo ,  por  parecer  acaso  interesados  al  lamentar  la  perdición  de  España, 
nos  ofrecen  tan  cabal  idea  de  los  tesoros,  hacinados  en  la  ciudad  de  los  Concilios 
por  la  magnificencia  de  los  descendientes  de  Recaredo,  ni  de  la  inaudita  largueza 
con  que  dotan  de  joyas  y  preseas  los  templos  toledanos,  como  lo  verifican  los  histo- 
riadores árabes. 

Conocidas  son  de  nuestros  lectores  las  descripciones  que  de  las  regias  aulas  de 
Toledo  nos  trasmiten ,  y  no  les  es  por  cierto  peregrino  el  efecto  que  en  ellos  produ- 
cen los  portentosos  tesoros  que  las  mismas  encerraban.  A  ciento  setenta  asciende  el 
número  de  coronas  y  diademas  tejidas  de  oro  y  piedras  preciosas,  que  halló  Tariq 
en  el  palacio  de  don  Rodrigo,  según  el  testimonio  de  los  referidos  historiadores*: 
llenaban  las  preseas  y  vasos  de  oro  y  plata  un  aposento  {iwan),  en  a])undancia  tal 
que  no  alcanzaba  la  descripción  á  ponderar  tanta  riqueza  ^ :  un  Psallerio  de  David, 
escrito  sobre  hojas  de  oro  en  caracteres  yunanies  (griegos)  con  agua  de  rubí  disuel- 


'     Forum  Judicum,  libro  VII,  tit.  VI.  . 

Que  en  castellano  dice:  Y  encontró  en  ella  (la  ciudad  de  Toledo)  grandes  tesoros,  entre  ellos  170 
coronas  de  perlas  y  rubíes  y  piedras  preciosas.  (Ebn  Ahvardi,  Pe7-la  de  las  Maravillas;  Idrisi:  Geofjrafia). 


c   'J 


^j'    ^'    J-^    ^-^    f—^'^j^     'i^.L^^)l     i^^j    bLjtj 


Cuya  versión  literal  es:  «Y  encontró  puertas,  que  al  ser  derribadas  por  los  lanceros  con  sus  lan- 
zas, le  mostraron  á  Thariq  vasos  de  oro  y  de  plata  cuantos  no  puede  abarcar  descripción,  y  halló  en  ella 
la  mesa  que  liabia  sido  del  Profeta  de  Dios  Salomón,  hijo.de  David  (sobre  entrambos  la  salud);  y  era, 
según  se  refiere,  de  esmeraldas  verdes;  y  esta  mesa  no  se  habla  visto  cosa  más  hermosa  que  ella,  y 
sus  vasos  eran  de  oro,  y  sus  platos  de  una  piedra  preciosa  verde  y  otra  salpicada  de  blanco  y  negro» 
(Ebn  Alwardi,  ut  supra). 


MEMORIAS    DE    LA   REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  SI 


to ,  l)r¡llaba  enmedio  de  aquellas  riquezas  ',  cuyo  extremado  valor  acrecenlalian  ma- 
i'avillosos  espejos ,  piedras  filosofales  y  libros  prodigiosos ,  fallando  palabras  para 
pintar  la  suntuosidad  deslumbradora  de  la  3Iesa  de  Salomón,  cuajada  de  perlas  v 
esmeraldas,  incrustada  de  fi;ruesos  rubíes,  zafiros  y  topacios  y  ornada  de  fres  co- 
ronas ó  collares  de  oro,  guarnecidos  de  aljófar  -. 

Y  no  eran  estos  los  únicos  tesoros  que  excitaron  la  admiración  y  la  codicia  de 
los  conquistadores  de  Toledo.  Tras  la  depredación  de  Tariq ,  cayó  sobre  la  corte  vi- 
sigoda la  cruel  avaricia  de  Muza,  quien  no  contento  con  los  despojos  que  aquel  le 
ofrecía,  afligió  á  los  cristianos  con  bárbaros  castigos  para  arrebatarles  sus  bienes, 
y  fatigó  el  seno  de  la  tierra  en  busca  de  tesoros.  «Cuando  Muza  señoreó  en  Toledo 
(escriben  los  historiadores  árabes),  dominado  de  terror,  llegósele  un  hombre  y  le 
dijo: — Envía  alguien  conmigo  y  te  descubriré  un  tesoro.  Oyólo  Muza,  y  enviando 
hombres  de  su  confianza,  llegaron  á  cierto  lugar,  donde  el  denunciador  dijo: — Camd 
aquí.  Y  cómo  cavaron,  descubrióse  inmenso  tesoro  de  alhajas,  sembradas  de  rubíes, 
topacios,  esmeraldas  y  otra  pedrería,  cuyo  brillo  oscureció  su  vista;  y  lo  enviaron 
todo  á  Muza»  I 

Ni  ofrecieron  las  basílicas  de  Toledo  menor  incentivo  á  la  rapacidad  de  los  ma- 
hometanos, depositarías,  como  eran,  de  los  magníficos  y  frecuentes  dones  y  ofrendas 


Bayan  Almogtireb,  Parte  I,  p.  31,  escribe: 

.Mil      -       .    I  . .     .  -I  I    I  t 


Ls,  „    ^    ^     ^^i      ,u.!l    ^   J^ai     i.s~-^    ^Jv-"     ^^>    U-'    J.;^..     iUa-li;     ,  ^  / '- 


,*^ 


i.k»    .>  AÑO   J     c}^^     l^M    _^3^  ,  ^^    ,LUr-  ^::,.jL)    =L,.!  l:  c^-Si^    ^,^5 

(Jue  dice  en  el  vulgar  romance:  «Cuando  conquistó  Thariq  á  Toledo,  lialló  en  ella  el  aposento  de 
los  reyes  y  le  abrió,  y  en  él  encontró  el  psaltcrlo  de  David  (la  salud  sobre  él)  en  hojas  de  oro,  escritas 
con  agua  de  rubí  disuelto. » 

-    De  más  de  las  palabras  ya  trascritas  de  Ebn  .\l\vardi,  leemos  respecto  de  la  meSa  de  Salomón: 

«V  era  la  mesa  de  oro  mezclado  con  algo  de  plata  y  ceñida  en  derredor  con  tres  collares,  uno  de 
rubíes,  otro  de  esmeraldas  y  otro  de  margaritas.» 

'Bayan  Almoghreb:  edición  de  Leiden  1,  29). 

'■'  El  texto  de  esta  peregrina  anécdota,  tomado  de  un  .MS.  que  posee  nuestro  compañero,  el  afa- 
mado arabista  don  Serafín  Estébanez  Calderón,  dice  así  íp.  328): 


.^-'.'  O 


jjy,^ 


^^y     Ji     --L=.     hi^]     y     J*-    ^^     ^-IM 

^  _.    ^    ^..    ^UJl    A..      \3, 

ú^      NL^      ;^.    ^^,  y<     J;      Jíl    ^.^ 

^.^  J  J?i  ¿Ikü  v^b   Jl 

O'ÜUI.         jl^^V^          ^l'         y-^'í      ^      ^^     \'J^ 

Ljia'^     \á:x<\    .4       \Vi.     ^y     Jí 

Llw.lj    L^j    íj\j    t^nr^    -^^►rj'- 

Como  se  ve  el  autor  se  reliere  al  antiguo  historiador  Abdelmelic  Ebn  Habib  y  este  á  Allaitz  Ebn 
Sad  que  le  precede.  El  códice  encierra  la  relación  de  un  Viaje  á  España,  hecha  por  un  embajador  en- 
viado por  Muley  Ismael  á  Carlos  11.  Semejante  embajada  tuvo  efecto  por  los  años  de  1080  á  168"2. 


82  MEMORIAS   DE    í.\    UICW,    .VCAniiMIA    DE    SAN    FERNANDO. 

(le  la  liberalidad  de  reyes,  prelados  y  magnates.  lihii-llayán-el-Cortobí,  que  es  sin 
duda  uno  de  los  más  res|>etal)les  y  menos  hiperbólicos  liisloriadores  áiabes,  tratando 
del  origen  de  la  ya  citada  Mesa  de  Salomón,  la  atribuye  con  sana  crítica  á  la  indi- 
cada liberalidad,  manifestando  que  los  reyes  ci'islianos  (pie  antes  de  la  conquista 
tenían  su  trono  en  Toledo,  hacían  á  su  muerte  cuantiosos  legados  cá  las  iglesias,  en 
muestra  de  devoción  y  para  descargo  de  sus  pecados.  Los  ministros  de  ellas  (pi'osi- 
gue)  allegando  estos  bienes,  labraban  ricos  y  vistosos  utensilios  para  el  culto  sa- 
grado, tales  como  tronos,  mesas,  atriles  y  otros  objetos  semejantes,  de  oro  y  plata, 
los  cuales  colocaban  y  distribuían  los  presbíteros  y  diáconos  sobre  los  altares  en  los 
días  de  las  grandes  solemnidades  religiosas,  para  poner  en  ellos  los  libros  de  los 
Evangelios,  y  celebrar  otras  ceremonias  litúrgicas,  así  como  para  que  contribuyesen 
al  mayor  ornato  y  pompa  de  las  mismas  '.  Tal  era  pues,  en  sentir  de  Ebn-Hayán, 
él  origen  de  aquella  maravillosa  31  esa,  que  no  de  los  palacios  reales  sino  del  altar 
mayor  de  la  Basílica  de  Santa  María  de  la  Sede  Real  arreliató  con  otras  mil  pre- 
seas y  vasos  sagrados  el  couípiistador  de  Toledo;  desdichada  suerte  que  cupo  también 
á  las  basílicas  de  la  regia  ciudad,  cuyos  ministros  no  alcanzaron  onmedio  del  con- 
llicto  á  poner  en  salvo  sus  sagrados  tesoros. 

Dados  estos  antecedentes  históricos,  no  es  ya  difícil  la  solución  de  las  dudas  pro- 
puestas arriba.  El  Tesoro  de  Gnarrazar,  «colección  sin  igual  de  las  más  preciosas 
'joyas  y  que  por  el  explendor  de  la  materia  y  el  mérito  de  la  ejecución  sobrepuja  á 


'     El  texlo  integro  de  Ebn-IIayin,  citado  por  Aliiiaccari  (pág.  112,  tomo  i.",  rdirion  ilo  Lci-- 
lieii,  1855,  por  Mr.  William  Wrigtli)  es  como  sigue: 

.^^^\  i^-  U'^  JÜI  ¿X)h  ,ía;^   ^^'  lili  ,  JLCU  .lü     .-J    ^-A^l    ^.L.   I^l 

\--,^\    ÍJ.Í   ^    ^::^    U    lUJii.    íj,;U!     óUy     ^JLiCj    L^:^^.    íL>L-_i3     vU^ir 
^^     J.    C^^    ^:^    }A\    J.   UJ   ^^  j^-í\    A;^    U^    J   J^..n!1     o^iULy. 

*  j!  a!b»  ,u~J!  U'i^^  iü^-^  i-~^  y-^'  A:  -^^v  c^oLr. 

De  este  importante  pasaje  hizo  mención  antes  de  aliora  el  laborioso  y  ya  aplaudido  arabista, 
nuestro  amigo,  don  Francisco  Javier  Simonct  en  unos  interesantes  artículos,  titulados:  Rmimliía 
hÍKliirícos  y  ¡mélicos  de  Toledo,  dados  á  luz  en  la  Crónica  de  Ambos  Mundos  (de  Octubre  á  Dicicuibre 
de  18G0). 


MEMOnlAS   DE    L\    HKAI.    ACADEMIA    DE   SAN    I'EIINANDO  83 

"cuaiilas  colecciones  análogas  existen  en  Europa,  inclusos  los  más  renombrados  le- 
"soros  de  Italia  \»  si  no  procedía  directamente  de  la  ciudad  que  fortalece  Waniba, 
era  al  menos  prueba  evidente  de  aquella  magniíicencia  (jue  reyes,  magnates  \  pie- 
lados  visigodos  liabian  ostentado  en  las  basílicas  de  Toledo,  asociándose  inmediata- 
mente al  desai'rollo  artístico  que  representan  cuantos  objetos  arquilectónicos  dejamos 
examinados.  Ni  es  pequeño  indicio  de  ([ue  pudo  pertenecer  ó  perteneció  acaso  á  la 
iglesia  tic  Guarrazar,  la  misma  riqueza  decorativa  que  hemos  reconocido  al  remover 
acjuellas  ruinas  "'.  Como  quiera,  depósito  fecho  en  tiempo  de  coila,  valiéndonos  de  la 
expresión  del  Rey  Sabio,  lia  venido  á  mostrar  cuan  grande  íiié  el  conlliclo  de  la 
monarquía  visigoda,  al  caer  sobre  España  las  falanges  del  Islam,  derramando  abun- 
(laníe  kz  sobre  las  narraciones  de  los  historiadores  árabes  y  cristianos  que  parecían 
antes  fabulosas.  Sólo  al  contemplar  estas  riquísimas  preseas,  nos  es  posible  compren- 
der las  dolorosas  cláusulas  de  Isidoro  Pacense,  en  que  narrada  la  rapaz  codicia  de 
los  primeros  conquisladores,  nos  refiere  cómo  el  insaciable  Muza,  elegidos  los  más 
nobles  ancianos  de  España  que  habían  escapado  al  cuchillo  musulmán,  partió  en 
busca  del  Califa  Al-walid,  llevando  consigo  inmensos  tesoros  de  oro  y  plata  \  col- 
mados montones  de  insignes  ornamentos  y  piedras  preciosas,  margaritas  y  uniones 
(cuyo  brillo  suele  encender  la  ambición  de  las  matronas),  con  todos  los  despojos  de 
iberia  ^:  sólo  de  esta  manera  no  rechazamos  ya  cual  fabulosas  é  liiperbólicas  las  pa- 
labras de  los  narradores  arábigos,  ipiienes  haciendo  llegar  hasla  el  níimeio  de  treinta 
los  carros  cargados  de  oro,  plata  y  todo  linage  de  pedrería,  alirinan  que  llevó  tam- 
bién Muza-ben-Nosayr,  como  trofeos  de  la  victoria,  cuatrocientos  varones  de  la  san- 
gre real  de  los  visigodos,  en  cuyas  sienes  brillaban  ricas  diademas  ':  sólo  al  estu- 


1  Mr.  de  Sommeranl  aiuuicialia  el  descubrimiento  de  las  coronas  con  estas  palabras:  «Le  nuistc 
des  Thennes  et  de  riIíHcl  Cluny  vien  de  s'enrichir  d'une  collectioii  sans  égale  de  joyaux  les  plus  pre- 
cieux  qui,  par  la  splendeur  de  la  raatiere,  le  mérito  de  l'execution,  et  plus  encoré,  peut  étre,  par 
leui"  origine  incontestable  et  par  leur  étonnante  conservation ,  surpassent  tout  ce  ([ue  possédent 
d'analogue  les  collections  publi(|iu's  de  l'Europe  et  les  trésors  les  plus  renommés  de  Tllalie»  (Le  Mon- 
de ¡Ilustré,   12  de  Febrero  de  i85'.)). 

-  Véase  la  Parte  precedente.  Mr.  de  Lasteyrie,  como  ya  saben  los  lectores,  se  inclinó  á  creer, 
aun  desconociendo  la  liasilica  por  nosotros  descubierta,  que  las  coronas  fueron  en  efecto  consagrada> 
en  la  de  Santa  María  iii  Sdrliarcs  Párr.  IX  de  la  üeHcr¡¡tl'ion  úu  Tn-sor).  Adelante  volveremos  á  tocar 
este  punto,  recogido  mayor  número  de  datos. 

3  lié  aquí  las  palabras  textuales  de  Isidoro  Pacense:  «Muza  expletis  quindecini  mensibus,  a 
Principis  iussu  praemonitus,  Abdalla/iz  íiliuní  liiujuens  in  locum  suum,  lectis  llispaniae  Senioribus 
qui  evaserant  glaudium,  cum  auro,  argentove,  trapezitarum  studio  comprobato,  vel  insignium  orna- 
mentorura  atque  pretiosorum  lapidum,  niargaritarum  et  unionum  (quo  arderé  solet  ambitio  niatro- 
uanim)  congerie,  simul([ue  llispaniae  cunctis  spoliis,  quod  longura  est  scribere,  adunalis,  L'lit  Kegis 
repatriando,  sese  presentans,  etc.»  (Cliron.,  Era  DCCL). 

'  Uno  de  los  historiadores  árabes,  más  digno  de  respeto  al  tratar  la  historia  de  los  Califas,  nar- 
rando en  la  de  los  orientales  i|ue  alcanza  hasta  el  año  500  de  la  hégira,  la  del  citado  Al-walid,  es- 
cribe : 


^  ■•• 


^J    í,J..      XL^      .,J^!     ^O^;     ,   Jjj^^     ,r'    i.,L.    -_.     ^^       U.    J^J^        .^^J' 


84  MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMIA   DE  SAN    FERNANDO. 

iliar  deteiiidainciUe  Laii  estimables  reliquias,  logramos  por  último  quilalar  en  todo  su 
valor  las  descripciones  de  los  ornamentos  de  oro  y  piedras  preciosas  que  debemos  á 
la  pluma  del  sabio  autor  de  las  Elimologías,  notando  cuan  errada  doctrina  siguieron 
los  que  descoiiücieudo  estas  relacioues  históricas,  y  no  acertando  á  descubrir  las 
que  median  entre  las  costund)res  visigodas  y  las  artes  en  aquella  edad  cultivadas, 
no  han  reparado  en  desposeer  de  toda  cultura  k  la  España  de  los  Leandros  é  Ilde- 
fonsos. Ignorado  de  los  hünd)res,  ha  permanecido  por  el  espacio  de  once  siglos  y 
medio  en  el  cementerio  de  la  Basílica  de  Guarrazar,  dentro  de  las  dos  cajas  de 
argamasa,  fabricadas  ex  profeso  en  el  ángulo  S.  O.  del  mismo,  aquel  vario  monu- 
mento de  la  civilización  española,  que  aun  siendo  incompletamente  conocido,  ha 
bastado  á  deslumhrar  con  su  riqueza  á  los  más  doctos  anticuarios,  revelando  un  arte, 
cuyo  origen  y  carácter  demandan  detenido  estudio. 

Y  hemos  dicho  inconqilelamente  conocido,  porque  ni  son  las  coronas  deposita- 
das hoy  en  el  31useo  de  las  Termas  las  únicas  halladas  en  las  Hnerlas  de  Guarra- 
zar, ni  consistió  sólo  en  coronas  el  Tesoro  allí  escondido  en  el  conflicto  de  la  inva- 
sión mahometana.  Lámparas,  en  que  según  declaración  auténtica,  constaba  la  Era 
de  DCXXV  [587  de  J.  C],  acetres  de  que  hemos  alcanzado  á  ver  notables  frag- 
mentos, turíbulos,  vasos  de  oro  y  plata,  j)rec¡osos  cíngulos  ó  baíleos,  caténulas  ó 
collares  {moiúlia),  palomas  de  oro,  cruces  procesionales,  de  que  se  ha  salvado  por 
ventura  la  |)arte  que  después  describiremos,  y  finalmente  las  magníficas  coronas  y 
cruces  presentadas  á  S.  M.  la  Reina,  constituían  aquel  maravilloso  depósito  (conde- 
sijo),  manifestando  con  toda  evidencia  que  la  basílica  á  que  hubo  de  pertenecer,  no 
cedía  en  este  linaje  de  grandeza  á  las  más  celebradas  de  Toledo.  Doloroso  es  confe- 
sar, sin  embargo,  que  condenados  al  crisol  de  ignorantes  ó  codiciosos  plateros  muchos 
de  estos  objetos,  forman  las  ocho  coronas  conservadas  en  Cluny  y  las  adquiridas  fe- 
lizmente por  S.  M. ,  la  parte  principal  ya  existente  del  peregrino  descubrimiento 
que  tan  extraordinario  efecto  ha  producido  en  el  mundo  artístico-arqueológico. 


i_^J'    ,^.d.iJL  A^^^Ji.  j^fJt.    ,JU  o^íÜt      ,.    i-.aJ'      ibLbí!    ,.^.    L^i. 

w    -j  .j     ^-¡r    ^  ■■  ■      -y  j    u   'j^     ^¿T.. .    ^_s.       ^     - — y^       ..    ^     ^  ■  ^r 

_J'    -X2J  ^f      ij)    ^<}\     .,!  jJdj    ji_iwJ.i     ,,fi  ^j^    -y-'    ■■r:r^y^    »:x^"i!'     O-O-'     ^j-^ 

«Muza,  pues,  nombró  lugar-teniente  suyo  en  Andálus  ;i  su  liermano  Abde-1-áziz  ben-Nosayr  y 
se.  puso  en  marcha  hacia  Damasco,  donde  residia  á  la  sazón  el  Amir  de.  los  creyentes  Al-walid.  Lle- 
vaba Muza  consigo  todo  cuanto  habia  traido  del  Andalus,  en  30  carros  cargados  de  oro  y  plata,  todo 
género  do,  costosa  pedrería  como  son  rubies,  perlas,  esmeraldas  y  zafiros,  y  grandes  tesoros  en  ro- 
pas, iXe.  Llevaba  también  consigo  cien  mil  prisioneros  entre  hombres,  mujeres  y  niños,  y  entre  ellos 
-WO  varones  de  la  sangre  real  de  los  godos,  todos  ceñidos  de  diademas.  Al  acercarse  á  Damasco,  Muza 
tuvo  noticia  de  que  Al-walid  estaba  enfermo.» 

El  códice  de  que  tomamos  este  pasaje,  pertenece  i  nuestro  compañero  don  Pascual  fiayangos,  á 
cuya  fineza  debemos  su  conocimiento ;  lleva  por  título:  Lils^t  ,L-.5^'  ^  Li_;:=3^l  ^L:==i  y  se- 
gún todos  sus  caracteres,  pertenece  al  siglo  XIII.  De  reparar  es  que  hace  á  .\bde-l-Aziz,  hermano  de 
Muza;  f  íj-M  -V~t  sli.!  en  vez  de  decir:  Pj»-M  -5-^  í-j',  su  hijo,  como  le  llaman  todos  los  his- 
toriadores árabes  y  cristianos;  pero  este  error  es  indiferente  para  el  hecho  que  aquí  esclarecemos. 


MEMOnlAS    DE    LA    BEAL   ACADEMIA    DE   SAN    KEnNANDO.  Sj 

No  nos  empeñaremos  aquí  en  la  cuestión  suscilada  sobre  el  uso  de  las  expre- 
sadas coronas,  ni  tampoco  nos  detendremos  á  investigar  el  origen  de  la  antiquísima 
costumbre  que  representan.  Lícito  será,  no  obstante,  dejar  apuntado  respecto  de  su 
consagración,  que  si  fué  Constantino  el  primer  emperador  i-omano  (|ue  ofrendó  coronas 
ante  los  altares  cristianos,  no  puede  en  modo  alguno  atribuírsele  el  origen  de  esta 
práctica  religiosa,  cuando  la  hallamos  ya  establecida  en  los  pueblos  orientales,  donde 
según  después  demostraremos,  fué  grande  la  importancia  que  en  vario  concepto  al- 
canzó aquella  rica  presea.  La  prueba  más  auténtica  que  pudiéramos  ambicionar  en 
confirmación  del  expresado  aserto,  nos  la  ofrecen  las  Santas  Escrituras:  «Dueño 
Antioco  de  la  ciudad  de  Jerusalem  (se  escribe  en  el  sagrado  texto),  entró  en  el  san- 
tuario con  soberbia,  y  se  apoderó  del  altar  de  oro  y  del  candelabro  de  la  luz  v 
de  todos  los  vasos  y  de  la  mesa  de  la  proposición  y  de  los  libatorios  y  de  las  (ialas 
y  de  los  morlerillos  de  oro  (morlariola  áurea)  y  del  velo  y  de  las  coronas  y  del  or- 
namento do  oro,  que  existia  ante  el  tabernáculo  (in  facie  templi)»  K  I'arece  pues 
evidente  que  en  el  templo  del  Dios  Único  se  consagraban,  cual  digna  ofrenda,  co- 
ronas de  oro  así  como  en  los  de  las  naciones  idólatras  de  Oriente  se  exornaban  con 
ellas  las  cabezas  de  las  falsas  deidades,  siendo  este  el  mayor  tributo  de  veneración 
que  podían  rendirles  los  reyes.  «Coronas  de  oro  (clamaba  el  inspirado  Baruc,  al 
condenar  la  idolatría  de  los  babilonios)  tienen  en  verdad  sobre  sus  cabezas  los  ídolos 
de  ellos  *. — «Tomó  David  (se  dice  en  el  Paral iponienon,  al  narrar  la  destruc- 
ción de  Rabbáli)  la  corona  (¡ue  tenia  Melchon  [su  Dios]  sobre  la  cabeza  v  halló  en 
ella  el  ])eso  de  un  talento  de  oro  y  preciosísimas  piedras  é  hizo  jiara  sí  de  ella  una 
corona»  ^  Y  que  esta  costumbre  se  propaga  en  la  antigüedad  á  los  pueblos  de 
Europa,  indícanlo  respecto  de  la  Grecia  sus  historiadores  y  persuádelo  respecto  de 
Roma  la  habitual  consagración  de  los  más  preciosos  objetos  que  exornaban  los  triun- 
fos de  cónsules  y  pretores,  brillando  sobre  todo  otro  ornamento  las  coronas  de 
oro  K  Ni  es  indiferente  el  ejemplo  que  legó  á  la  posteridad  el  glorioso  vencedor  de 


'  Lib.  I  de  los  Macabeos,  cap.  I.  I>os  expositores  dicen  terminantemente,  al  llegar  á  este  punto- 
«Coronas,  Heiíum  donan. 

*     «Coronas  certe  áureas  habent  super  capita  sua  dii  illoruní"  (cap.  VI). 

3  «Tulit  autem  David  coronam  Melchon  de  capite  eius  et  invenit  in  ca  auri  pondo  talentum  ct 
pretiosissimas  geramas  fecilque  sibi  inde  diademai)  (cap.  XX,  v.  2).  lieliriéndose  á  este  pasaje,  escri- 
bia  el  docto  Calmet:  «iírat  [corona]  gravis  pondere  talenti,  i.  e.  173  marchoruní,  (i  uiiciarum,  ;í 
grossorum  et  semis,  22  granorum  et  2/7»  (Dictionarium  historinim  Sacrae  Scripliirae,  tom.  I,  voz 
Corona).  Puede  consultarse  también  el  cap.  XX  del  lib.  II  de  Samuel,  vers.  30,  donde  hallamos  casi 
las  mismas  palabras  del  l'araU¡iumen<in. 

''  l^ara  que  pueda  comprenderse  el  valor  de  estas  indicaciones,  será  bien  recordar  a(jui  que  relirién- 
donos  sólo  á  la  península  ibérica,  hallamos  en  los  historiadores  romanos  abundantes  ejemplos  de  esta 
costumbre:  el  procónsul  Lucio  .Manilo  que  obtuvo  la  ovación  á  mediados  del  siglo  VI  de  liorna  (5t)7), 
llevó  por  ejemplo  ((coronas  áureas  quinquaginta  duas»;  .Marco  t'.alpurnio,  que  triunfó  de  celtiberos  y 
lusitanos  ¡(coronas  áureas  tulit  LXXXIII»;  el  pretor  Terencio,  que  lograba  el  triunfo  en  673,  llevó 
«duas  coronas  áureas,  pondere  LXVI'  iTito  I.ivio,  libs.  XXXIX  y  XI,  y  asi  otros.  Del  modo  cómo  eran 


86  MEMORIAS   DE    L\    nEAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

Fompeyo,  cuando  dueño  de  los  destinos  de  Roma,  consagró  en  aras  de  Júpiter  Ca- 
pitolino  !a  regia  corona  de  oro  que  puso  en  sus  sienes,  con  adulatoria  lealtad,  su 
amigo  Marco  Antonio  '. 

Convencen  todos  estos  hechos,  con  otros  que  adelante  alegamos  para  distinta 
j)robanza,  íle  que  debe  buscarse  el  origen  de  la  piadosa  costumiire  de  ofrendar  co- 
ronas de  oro  enriquecidas  de  piedras  preciosas,  más  allá  de  Constantino,  cabiendo 
sólo  á  este  (imperador  la  gloria  de  haberla  introducido  en  la  Iglesia  á  imitación  de 
lo  que  en  el  templo  de  Jerusalem  se  verificaba,  como  le  corresponde  la  más  alta  y 
duradera  de  haber  dado  la  paz  al  mundo  cristiano.  Con  larga  mano  doló  no  ol)s- 
tanle  el  vencedor  de  Maxencio  las  basílicas  de  Uoma  y  de  Bizancio,  contándose  entre 
las  más  vistosas  preseas  soberbias  coronas  de  oro,  exoi'nadas  de  piedras  preciosas; 
ostentación  de  que  hizo  también  alarde  al  ennoblecer  con  el  signo  de  la  cruz  su  im- 
perial bandera  ".  Imitáronle  otros  muchos  emperadores,  según  notó  ya  el  erudito 
Lasteyrie,  y  generalizada  aquella  práctica  no  esquivaron  los  bárbaros  su  ejercicio. 
Convertido  al  cristianismo  en  cumplimiento  del  voto  (jue  le  daba  el  triunfo  de  Tol- 
biac  [496],  enviaba  algún  tiemi)o  desjmes  Clodoveo,  rey  de  los  francos,  por  con- 
sejo de  San  Remigio  que  le  habia  ministrado  las  aguas  del  bautismo,  magnílica  co- 
rona de  oro  y  piedras  preciosas  á  la  augusta  basílica  de  San  Pedro  ^:  al  terminar 
el  siglo  VI  consagralia  Agilulfo  duque  de  Turín  ante  el  altar  de  San  Juan  Bautista 
en  la  iglesia  de  Monza,  aldea  cercana  á  Milán,  suntuosa  corona,  que  excedía  en 
riqueza  á  la  más  celebrada  de  hierro  que,  según  la  común  opinión  de  los  histo- 
riadores, puso  en  sus  sienes  Theodolinda  su  esposa  \  al  elevarle  al   trono  de 


ostentadas  estas  coronas  nos  ila  ra/.on  Plinio,  oliservando  que  el  trinnlador  llevaba  nna  á  la  espalda 
(corona  ex  auro...  sustineretnr  á  tergo),  mientras  sns  siervos  conduelan  las  restantes.  «Sic,  (añade) 
trumpbavit  de  lugurtha  C.  Marius  (lib.  XXXIII,  cap.  IV). 

1     Véase  la  nota  2  de  la  p.  3,'lntrodutcion. 

*-  Porque  es  muy  conveniente  para  apreciar  la  extraordinaria  y  casi  fabulosa  opulencia  que  des- 
plegan los  emperadores  de  Bizancio,  berederos  de  la  púrpura  de  Constantino,  parécenos  bien  trasla- 
dar las  palabras  con  que  el  diligente  Casiodoro  nos  da  á  conocer  la  trasformacion  del  Lábaro,  «.\dmi- 
«ratus  Imperator  propbetias  de  Cbristo  ita  promissas,  iussit  vicos  eruditos  ex  auro  et  lapidibus  prc- 
»tiosis  in  vexillum  Crucis  transformare  signum  quod  Labariim  vocabatur»  [Hist.  eccles.  tripart., 
lib.  1,  cap.  V).  Este  ejemplo  tuvo  respecto  de  la  exornación  de  la  cruz  muclios  imitadores,  y  no  es 
impertinente  á  las  investigaciones  que  ensayamos. 

^  Clodovicus,  rex  gloriosus  (escribe  Hincmaro)  coronam  aurcam  cum  gemmis...  Beato  Petro, 
Sancto  Piemigio  suggerente,  direxit  {In  Vita  Sancl i  Remigü).  líodem  tempere  venit  Regmim  cum 
gemmis  pretiosis  a  rege  francorum  Clodoveo  cbristiano  donum  Beato  Petro  Apostólo  (Atanasio,  íh 
Hormisda).  Nótese  que  Ilormisdas  fué  Pontífice  de  51i- á  523,  y  que  muerto  Clodoveo  en  511,  no 
pudo  enviar  á  Roma  la  expresada  corona  sino  en  el  pontificado  de  Simaco,  dado  que  bubiesen  tras- 
currido dos  años  desde  la  batalla  de  Tolbiac  (498  á  514).  Cuando  el  rey  franco  alcanzó  esta  victoria, 
ocupaba  la  seile  .ipostólira  .Vnastasio  II. 

í  .luzgamos  oportuno  advertir  para  aquellos  lectores  que  no  logren  exactas  noticias  de  lo  mucho 
que  se  ha  escrito  sobre  la  (]nrnm  de  hierro,  que  debe  este  nombre  á  la  circunstancia  de  tener  inte- 
riormente un  cerco  de  dicho  metal,  siendo  toda  de  oro,  exornada  de  jiiedras  preciosas.  Dividido  el 
aro  de  que  se  compone,  en  siete  compartimientos  verticales,  ostenta  diez  y  ocho  piedras  preciosas  y 
setenta  y  dos   perlas,  y  tiene  0,1(31  de  diámetro  y  0,0(31  de  alto;   exigua  dimensión  que  ha  hecho 


MEMOniAS   DE    I.A    REVI,    AC\DEMIA    DE   SAN    FEIINANDO.  87 


los  reyes  longobardos  j  oSlJ;  y  por  el  mismo  tiempo  ofieiidaba  líccaredo  [  oSG 
á  (iOl]  ante  el  sepulcro  del  mcírtir  San  Félix.,  regia  corona  de  oro,  que  proíanada 
por  el  traidor  Paulo  para  coronarse  en  Narbona  rey  de  los  visigodos,  era  restituida 
á  su  primer  destino  tras  el  vencimiento  y  castigo  del  tirano  '. 

A  todas  las  monaniuias,  cuyos  tronos  se  levantan  en  el  Occidente  sobre  las  ruinas 
del  Imperio  romano,  se  propaga  pues  aquella  veneranda  práctica  religiosa  que  ai'raiga 
en  nuestro  suelo  desde  el  instante  en  que,  ostentadas  por  Leovigildo  las  insignias  ex- 
teriores de  la  potestad  real,  abraza  Recaretlo  la  fé  de  los  Fulgencios  y  Leandros. 
Del  primer  rey  católico  de  los  visigodos  se  comunica  á  los  magnates  y  prelados,  como 
se  comunica  y  cunde  aquel  anhelo  de  grandeza  qute  lleva  al  principe  á  lomai'  ])ara  si 
el  antiguo  nombre  de  los  Césares,  anteponiendo  al  visigodo  el  latino  de  Flavio. 
Razou  cumplida  de  aquella  magnificencia  han  oido  ya  nuestros  lectores  de  boca  de 
los  historiadores  árabes:  ellos  nos  aseguran  también  que  en  la  Basílica  primada  de 
las  Españas  habían  consagrado  los  sucesores  de  Recaredo  crecido  número  de  coro- 
nas ^;  no  escatimando  esta  honra  á  otras  basílicas  metropolitanas,  como  sucede  en 


sospechar  si  lejos  de  liaber  servido  para  la  coronación  de  Agiluli'o,  fué  labrada  en  00')  para  la  di^  Al- 
dovaldo,  su  hijo,  que  contaba  once  años,  cuando  fué  asociado  al  trono.  Esta  corona  existe  aun,  si  bien 
contradicha  su  autenticidad,  en  poder  de  los  emperadores  de  Alemania.  En  cuanto  á  la  que  Ai^ilulfo 
ofrendó  en  la  basílica  de  San  Juan  Bautista,  es  doloroso  advertir  que  ha  sufrido  suerte  muy  parecida  á 
la  de  algunas  que  pertenecieron  al  Tesnm  de  Guarrazar.  Arrebatada,  como  la  de  hierro,  de  la  Iglesia 
de  Monza,  fué  en  1797  enviada  á  l'aris  y  depositada  en  el  Gabinete  numismático  de  la  Uiblioteca 
Imperial:  robado  en  1804  el  Gabinete,  desapareció  la  corona  de  Agilulfo,  pereciendo  en  el  crisol  como 
otros  preciosos  objetos;  y  ninguna  idea  se  conservarla  de  su  riqueza,  ni  de  su  forma,  ¡lunto  aun  más 
interesante,  si  no  nos  hubiera  trasmitido  su  diseño  Mr.  Cristóbal  Teófdo  Murr  en  una  üiserlaciun 
escrita  sobre  la  de  hierro,  al  coronarse  con  ella  Napoleón  I.  Merced  á  este  dibujo,  una  y  otra  vez  re- 
producido, sabemos  que  la  decoración  de  la  corona  de  Agilulfo  se  componía  de  doce  nichos  ú  hornaci- 
nas, formados  por  columnas  funiculares  y  cuyo  cerramiento  se  realizaba  por  medio  de  ramos  de  laurel 
que  partiendo  de  los  capiteles,  se  tocaban  ligeramente  en  el  centro.  Encerraban  estos  nichos  ángeles 
y  apóstoles,  corriendo  sobre  los  arcos  una  hilada  de  piedras  preciosas  y  á  los  extremos  del  aro  un 
gracioso  contarlo  de  perlas:  sobre  el  de  la  parte  inferior  se  leia: 

^  Aiai.ii.F,  citAT.  Di.  yik.  tn.ini.  \\\:\.  totils.  Ital. 

()FFHlli:r.  Scd.    llIHANNl.    HaFTISTK.   IX  ECLA.  MODICIA. 

Del  centro  de  la  corona  pciudia  una  cruz,  enri(|uecida  ile  piedras  preciosas,  y  de  sus  brazos  y  pié 
siete  clamasterios.  El  tesoro  de  .Monza  lia  podiilo  salvar  la  corona  de  Tbeodolinda. 

1  El  obispo  de  Toledo  San  .Julián,  testigo  de  vista  de  estos  memorables  sucesos  escribe,  narrada 
la  derrota  de  l'aulo:  «Tune  omnimoda  desperatione  permotus,  regalía  indumrnta,  i]uae  tyrannidis 
ambilione  potiiis  ([uam  ordiue  praeunte  perceperat,  tabefactus  deposuit»  (n."  :20).  Ponderada  des- 
pués la  clemencia  y  piedad  de  Waniba,  añade:  «Amore  divino  ]u'ovoralus...  ut  res  sacratae  lie»  fa- 
cilius  possent  secerni  et  cultibiis  divinis  restituí, ..  factnni  est  nt  vasa  argéntea  quamplnrínia  de 
thesauris  dominícis  rapta  et  conmain  illam  aiircnm,  ([uaui  divae  niemoriae  Keccaredus  Princeps  ad 
Corpus  beatissinii  Felicis  obtulerat,  i[uam  idem  Paulos  insano  capiti  siui  im)ioncre  ausus  est,  tota 
haec  in  unum  collecta  studiosius  ordinaret  secernere  et  devotissime  prout  cuique  competebat  Eci-le- 
siae  intenderet  reformare»  [Hi.ttoria  de  ñchcl'wnc  Pauli,  n.°  ¡26). 

-  Nos  referimos  al  pasaje  de  Al-Kazraji ,  citado  por  Mr.  de  Lasteyrie,  p.  Hi  de  su  trabajo  sobre 
el  Tesoro  de.  (iuarra-jir.  Del  texto  de  este  historiador  que  florece  en  el  siglo  Xli,  resulta  ipie  al  apdde- 


88  MRJIOnlAS   DE    I.A    BEAL   ACADEMIA    DE   SAN    FEnNANDO. 

la  lie  Morilla.  Eiiuineranilo  aquellos  narradores  las  deslunihratloras  preseas,  liallailas 
por  Muza  en  esta  antigua  y  rica  iglesia,  comparan  la  corona  que  apresó  ante  el 
altar  ile  Santa  María  á  la  famosísima  Mesa  de  Salomón,  asegurando  que  como  aque- 
lla procedía  de  los  tesoros  que  cupieron  en  suerte  al  Señor  de  Andálus,  cuando 
siguiendo  las  banderas  de  Nabucodonosor,  concurrió  á  la  conquista  de  Jerusalem; 
extraña  manera  de  hipérbole  con  que  procuraron  ponderar  la  extraordinaria  riqueza 
de  tan  singular  diadema  ^ 

Ni  se  extinguía  en  nuestra  España  con  la  caída  del  imperio  visigodo  esta  pia- 
dosa costumbre,  en  que  se  habían  extremado  reyes,  prelados  y  magnates:  antes 
bien  propagada  á  la  monarquía  asturiana,  como  se  propagan  artes  y  letras,  la  ve- 
mos llegar  hasta  los  siglos  XII  y  XIII,  generalizada  entre  todas  las  clases,  á  quie- 
nes era  dado  significar  con  semejantes  ofrendas  su  devoción  especial  á  los  santos. 
.\1  fundar  Alfonso  III  el  monasterio  de  San  Adrián  y  Santa  Natalia,  orillas  del  Tru- 
bia  (ín  Tuníone),  dotábalo  «ampliamente  en  891  de  todo  género  de  preseas,  entre 
las  cuales  ofrecía  también  cuatro  coronas  de  oro  y  tres  de  piala  -:  siguiendo  el  ejem- 
plo de  sus  mayores  enriquecía  en  902  Ordoño  II  el  ya  celebrado  monasterio  de  Sa- 
nios con  nuevos  ornamentos,  consagrando  ante  sus  altares  cruces,  cajas  y  otros  ob- 
jetos preciosos  y  con  ellos  tres  coronas  de  plata  '':  el  conde  Osorío  Gutiérrez,  al 
fundar  en  Villanueva  de  Lorenzana  el  monasterio  de  San  Salvador,  ofrendaba  así 


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rarse  los  mahometanos  de  Toledo  existían,  como  objetos  consagrados  en  la  basílica  real,  hasta  vein- 
ticinco coronas.  La  afirmación  pudiera  tenerse  por  exagerada,  ignorándose  lo  que  era  el  Tesoro  des- 
ciiiiicrto  en  Guadanuir:  hov  nos  parece  muy  verosímil,  si  bien  no  asintamos  á  la  distribución  que 
hace  Al-Iíazragi  de  las  coronas,  cuando  nos  consta  por  repetidos  documentos  que  un  solo  monarca 
consagró  tres,  cuatro  ó  ra'is  coronas  ante  un  altar  determinado. 

¿wJ!  jLvM  (a)  'lLIJj  L.lL.li'  '^ — —^  -Líj  ^jr!  (jjLL    LíLiJi 

J  ^^  '  -y  ^  -  w  ^ 

Que  puesto  en  castellano,  dice  : 

«Y  refiere  cierto  cronista  que  las  cosas  peregrinas  que  se  apresaron  en  el  despojo  del  .\ndálus  en 
los  dias  de  su  conquista  como  la  mesa  de  Salomón  (sobre  él  la  salud)  que  cogió  Thariq  Ebn  Zeyad  en 
la  iglesia  de  Toledo,  y  la  diadema  de  perlas  que  apresó  Muza  Ebn  Nosair  en  la  iglesia  de  Mérida,  y 
las  otras  preseas  y  tesoros,  procedían  de  lo  que  tocó  al  señor  del  .\ndálus  en  el  botín  de  la  Casa 
.Santa  (Jerusalem),  cuando  se  halló  en  su  conquista  con  Nabucodonosor.» 

(Ahnacmrv  edición  de  Leiden,  I.  87). 

-    Las  ¡lalabras  del  rey  son :  aOfferimus  ad  dictum  locum  sanctum  candelabrura  ex  auricalco 
unum,  cálices  argénteos  cura  patenas,  duas  lucernas;  duas  cruces,  uñara  argenteam  et  aliara  crucera 
aereara;  incensario  uno;   coronas  áureas  qiialor,  argénteas  tres,  etc.»  [España  Sagrada,  t.  XXXVII 
apénd.  XII,  p.  339). 

•'  «Offero  et  dono  sacro  et  sancto  altari  Eglesieque  vestre  in  ípso  raonasterio  "de  Saraos,  et  ut 
ilixi,  confero  ibidem  sacris  sanctis  altaribus  suis.,  cruce  argéntea,  cajisa  argéntea,  tres  coronas  argen- 

(«j     En  olro  cúJice  ^e  lee  '*-—'■'  que  signirici  collar:  también  pudiera  en  vei  Je  ^\^  leerse  *-V      "  üiidema. 


MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    l'EHNANDO.  89 

mismo  crecido  número  de  joyas,  figurando  entre  ellas  tres  coronas  '.  Y  durante  todo 
aquel  tiempo  hacian  otro  tanto  en  diferentes  basílicas  muy  devotos  prelados:  el 
obispo  Rudesindo  en  8G7  consagraba  por  ejemplo  en  la  de  San  Vicente  Levita  y 
San  Juan  lívangelista,  situada  en  el  lugar  de  Armerecio,  dos  coronas  de  plata  '^:  Sis- 
nando ,  obispo  también,  olVecia  en  í)2a  para  el  ornamento  y  los  oficios  (minisleria) 
de  la  iglesia  de  San  Salvador,  en  Siterio,  copia  admirable  de  alhajas,  y  entre 
ellas  tres  coronas,  una  de  las  cuales  estaba  dorada  y  aparecía  ornada  de  piedras  pre- 
ciosas •':  el  expresado  obispo  de  Dumio,  Rudesindo,  ya  en  los  postreros  dias  de  su 
larga  vida,  donaba  al  monasterio  de  Cellanova  toda  su  hacienda  y  para  los  altares 
de  su  iglesia  cruces  de  oro  fundido,  ornadas  de  piedras  preciosas,  dípticos  con  re- 
lieves ó  imágenes  (imaginatos)  y  tres  coronas  de  plata,  una  de  las  cuales  apareciii 
entretejida  de  oro  ';  mediado  ya  el  siglo  XII,  hacia  |)or  último  al  monasterio  de 
San  Salvador  do  Chantada,  doña  Ermesinda,  nieta  de  los  condes  de  Galicia,  aná- 
logo presente,  contando  entre  los  objetos  ofrendados  una  corona  de  plata  que  pe- 
saba cincuenta  sueldos  ''. 


teas,  cálices  dúos  argénteos,  patenas  liiias  argénteas,  candelabrum,  turibulum  et  lucernam,  aquania-, 
niles,  signura,  etc.»  {Expafia  Sagradü,  t.  XIV,  apénd.  II,  p.  382). 

'  Etiam  et  ornamenta  simili  moilo  Sanctae  Ecclesiae  offero..  capsas  tres;  cruces  tres;  cálices 
quatuor  ctim  patenas;  coronas  tres;  turibules  tres  aeneos;..  vasa  argéntea;  copas  tres  deauratas,  etc.« 
(Id.,  t.  XVIIl,  apénd.  p.  331). 

-  "Offero  eidem  vestre  Ecclesiae...  crucem  argenteam;  coronas  simiUler  argénteas  duas;  ministe- 
ria  argéntea  par  una;  incensale  argenteura  unum,  etc.»  (Real  Academia  de  la  Historia,  libro  de 
Tumbo  del  monasterio  de  Sobrado,  fól.  47). 

*  .lOfferimus  in  ornamenío  sen  ministerio  Ecclesie  tres  cruces,  unaní  argenteam  de  solidis 
LxKxv  deauratam,  lapidibus  pretiosis  ornatam,  alias  puras;  capsam  Evangeliorum  similiter  argenteam 
solidos  C  deauratam,  lapidibus  pretiosis  ornatam;  calicem  argenteum  solidos  L  deauratum  cum  patena 
lapidibus  pretiosis  compositum,  et  alterum  argenteum  purum,  et  fres  coronas  argénteas,  quibus  unaní 
de  XL  solidis  deauratam,  lapidibus  pretiosis  ornatam,  et  duas  solidis  XL;  candelabra  tria  enea  fusilia; 
canicistales  II  ex  ere:  lucerna  cum  pede  suo  eneum  fusile;  turibulum  argenteum  cum  offertura  soli- 
dis XL;  signos  metalli  quatuor,  etc.»  (Id.,  id.,  fól.  1,  v.  2). 

í  «Offero  monasterio...  cruces  argénteas  duas,  ex  quibus  unam  fusilem,  auro  et  gemmis  orna- 
lam;  candelabros  argénteos  II  et  tertio  éneo;  coronas  argénteas  III,  ex  quibus  unam  gemmis  et  aurn 
comtam;  lucerna  I;  turibulum  ex  auro  cum  sua  offertura;  capsas  argénteas  et  auralas  II;  diptagos 
argentaos  imaginatos  et  deauratos,  etc.»  (Id.,  id..  Tumbo  del  monasterio  de  Celanova,  fól.  i  v.,  y  si- 
guientes). 

•'  «Capsa  argéntea  exaurata  pesante  solidis  L;  IIII  diptagos  pesantes  solidos  LX;  corona  argéntea 
pesante  solidos  L,  etc.»  (Cnm.  Gen.  de  la  Orden  de  San  Benito,  t.  VI,  Cent.  VI,  fól.  450).  Pudiera 
acaso  sospecharse  que  algunas  de  estas  coronas  fuesen  lámpai-as,  recordando  i[ue  se  designaron 
también  estas  con  dicho  nombre  (pág.  4);  pero  aunque  no  sea  concluyente  la  circunstancia  de  no  ex- 
presarse la  condición  principal  de  estas  coronas -lámparas,  de  las  cuales  se  dice  casi  siempre  que  se 
ostentaban  con  cirios  ó  luces  (cum  luminibus),  tomando  entonces  el  titulo  de  coronas  de  luz  (Viollct- 
le-  Duc,  Uiclionaire  raisone  dii  Mohilier,  voz  lampesier) ,  deben  tenerse  presentes  dos  notables  consi- 
deraciones: i.'  Que  casi  todas  las  coronas  que  citamos  aquí,  estaban  enriquecidas  de  piedras  precio- 
sas, fuesen  de  oro  ó  plata  sobredorada  :  á.°  Que  demás  de  mencionarse  en  las  donaciones  la  ofrenda 
de  candelabros  y  lucernas,  joyas  todas  de  metales  preciosos,  se  expresa  el  que  se  consagraban  sacris 
sanctis  altaribm.  Ambas  circunstancias  contribuyen  á  atenuar  por  tanto  la  indicada  sospecha,  no  de- 

12 


90  MEMOBUS   DE   LA   RE.VL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO. 


Con  estas  premisas  históricas  no  será  aventurado  el  afirmar  que  las  coronas 
del  Tesoro  de  Guarrazar  representan  y  personifican,  durante  la  monarquía  visigoda, 
aquella  piadosa  costumbre  que  sólo  pudo  tener  comienzo  en  Recaredo,  primer  rey 
católico  que  ostenta  en  el  suelo  de  la  Península  insignias  reales.  Y  no  valdrá  decir, 
como  han  escrito  notal)les  arqueólogos  extranjeros,  que  pertenecieron  todas  las  refe- 
ridas coronas  á  la  familia  de  Receswinto  \  así  como  tampoco  juzgamos  lícito  des- 
conocer que  pudieron  ser  algunas  ornamento  personal  y  aun  signos  de  la  potestad 
suprema  consagrados  ante  los  altares,  mientras  sólo  deben  las  más  ser  consideradas 
cual  simples  ex  voto.  No  puede  recibirse  lo  primero,  porque  sobre  no  pasar  de  la 
esfera  de  aquellas  suposiciones  que  no  logran  apoyo  alguno  en  la  historia  y  contra- 
dice el  mero  conocimiento  de  los  hechos  "^  está  ya  demostrado  que  en  el  Tesoro  de 
Guarrazar  se  guardaban  ofrendas  de  abades  católicos,  según  nos  dirá  en  breve  la 
descripción  de  los  objetos  presentados  á  S.  M.  la  Reina.  No  hay  dificultad  en  asen- 
tir á  lo  segundo ,  porque  demás  de  permitirlo  el  tamaño  de  las  coronas  que  osten- 
tan los  nombres  de  dos  Reyes  visigodos  (Suinthila  y  Receswinto),  no  es  repugnante 
el  que  estos  príncipes  consagraran  á  Dios  los  mismos  signos  de  una  autoridad  que 
habían  recibido  de  sus  manos,  al  ser  ungidos  por  las  de  los  obispos;  hipótesi  que 
autoriza  el  conocimiento  cierto  y  realmente  histórico  de  igual  consagración  hecha 
por  los  reyes  cristianos  que  heredan  la  religión,  la  piedad  y  las  costumbres  de  los 
Recaredos  y  los  Wambas.  Notable  parecerá  sin  duda  á  los  lectores  el  ejemplo  que 
al  propósito  nos  ofrece  en  la  segunda  mitad  del  siglo  XI  el  egregio  monarca,  á  quien 
ganaban  sus  victorias  contra  los  sari'acenos  y  su  habitual  munificencia  para  con  sus 
naturales,  título  de  Magno.  Al  trasladar  á  León  el  cuerpo  de  San  Isidoro^  grande- 
mente reverenciado  por  los  españoles,  mandábalo  Fernando  I  depositar  en  la  Rasílica 
de  San  Juan  Rautista;  y  en  presencia  de  los  obispos  y  de  muchos  varones  religiosos 
que,  llamados  de  diversas  partes,  habían  concurrido  á  tal  solemnidad,  ofrendaba, 
con  su  mujer  doña  Sancha,  ante  los  altares  de  San  Juan  y  del  Reato  Isidoro,  copio- 
so número  de  ornamentos,  contándose  entre  ellos  tres  coronas  de  oro:  ostentaba  la 
primera  seis  alphas  colgantes  alrededor  y  tenía  al  parecer  otras  coronas  pequeñas  que 
pendían  en  el  interior  de  la  misma:  era  la  segunda  de  oro,  ornada  de  olovüreo,  de- 


jándonos duda  alguna  otros  documentos  que  en  breve  expondremos,  de  que  se  prosiguieron  ofren- 
dando aun  las  coronas  que  llevaban  los  rey«s  en  sus  cabezas. 

•  «Ce  sont  á  n'en  pas  douter  cellos  des  fils  et  filies  de  Reccesvinthus,  et  rinscription  que  porto 
la  croix  attachée  á  Tune  d  ellos  prouve  qu'elles  ont  tout  au  moins  été  consacróes  par  les  enfants  du 
roi  dhot»  (Sommerard,  Le  Monde  Ilhistré,  12  de  Febrero  de  1859). 

2  La  imposibilidad  material  de  que  las  coronas  depositadas  en  el  Hotel  Cluny  pertenecieran  á  la 
l'arailia  de  Receswinto,  ha  sido  ya  reconocida  por  Mr.  de  Lasteyrie  (Par.  VIH,  p.  48  de  su  Opúsculo). 
En  efecto  este  rey  no  pudo  asociar  al  trono,  como  Chindaswinto  lo  hizo  con  íl,  al  niño  Theodore- 
do,  único  hijo  varón  que  la  historia  le  conoce,  acaeciendo  á  su  muerte  la  inusitada  elección 
de  Wamba:  ni  tuvo  tampoco  más  que  una  hija,  que  fué  madre  de  Ervigio ,  asi  como  el  niño  Teodo- 
rcdo  lo  fué  de  Rodrigo,  último  rey  de  aquella  monarquía  electiva.  La  familia  de  Receswinto  queda 
pues  excluida  de  la  cuestión  de  las  coronas  de  Guarrazar,  no  haciendo  por  cierto  falta  alguna  para 
que  tengan  satisfactoria  explicación  aquellas  ofrendas. 


MEMORIAS  DE   LA   REAL  ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO.  91 

coracion  que  después  examinaremos;  y  la  tercera  (decia  el  rey)  »es  la  diadema  de 
oro  de  mi  cabeza  \  •>  Si  pues  trescientos  cincuenta  y  dos  años  después  de  la  ruina 
de  la  monarquía  visigoda  [1063]  hallamos  ¡¡radicada  la  costumbre  de  quitarse  los 
reyes  las  coronas  de  su  cabeza  para  consagrarlas  en  los  altares  de  los  santos  /quó 
mucho  que  nos  atrevamos  á  tener  por  verosímil  el  que  hicieran  otro  tanto  los  mo- 
narcas visigodos ,  cuando  la  indicada  costumbre  estaba  en  su  mayor  auge  y  prepon- 
derancia?.... 

Ni  se  nos  replique  con  el  argumento  de  las  anillas,  á  que  se  atan  las  cadenas 
de  que  penden  las  expresadas  coronas,  ni  se  repita  el  de  los  clamasterios  (pendelo- 
ques),  en  que  se  hallan  interpuestos,  como  después  veremos,  los  caracteres  (¡ue  for- 
man los  nombres  de  Suinthila  y  de  Receswinto.  Contra  la  primera  objeción,  debemos 
reponer  que  no  siempre  se  formaron  las  coronas  regias  del  simple  aro ,  sino  que 
.uniéndose  al  mismo,  se  alzaban  hasta  cerrarlas  en  el  centro  ciertas  piezas  de  oro 
enriquecidas  de  piedras  preciosas  que  recibían  una  cruz  en  la  cúspide,  en  cuyo  caso 
tomaban  el  título  de  epimoclystos  (i-av(.iy.A£i?r:c),  que  determinaba  toda  corona 
cerrada  por  la  parte  superior  -.  Y  que  no  carece  de  autoridad  ni  de  ejemplo  esta  ob- 
servación lo  persuade  fácilmente  no  sólo  el  hallar  reproducida  en  las  monedas  del  ca- 
tólico Chindaswinto,  ya  asociado  al  imperio  su  hijo,  la  indicada  corona  (Lám.  VI, 
n."  16),  sino  el  reconocer  en  las  del  siglo  XII,  y  especialmente  en  las  de  Sancho  III, 
la  existencia  de  las  referidas  anillas  (Lám.  VI,  n."  17j.  Respecto  de  la  segunda 


'  El  rey  don  Fernaiulo  el  Magno  decia,  en  uno  con  su  muger  doña  Sancha ,  después  de  consig- 
nar que  habían  trasladado  desde  Sevilla  á  León  el  cuerpo  glorioso  de  San  Isidoro  :  ((Offerimus  igitur 
in  praesentia  Episcoporum,  nec  non  et  multorum  virorura  religiosorum  qui  de  diversis  partibus  ad- 
vocati,  ad  honorem  tantae  soleranitatis  devote  vcnerunt,  cidem  Sancto  loanni  Baptistau  el  Beato  Isi- 
doro ornamenta  altarium,  id  est:  frontale  ex  auro  puro  opere  digno  cum  lapidibus  smaragdis,  safiris, 
et  omne  genero  pretiosis  et  olovitreis;  alios  similiter  tres  frontales  argénteos,  singulis  altaribus;  co- 
7-onas  tres  áureas,  una  ex  his  cum  sex  alphas  in  giro,  et  coronas  de  (hay  laguna)  intus  in  ea  pendentes; 
alia  est  de  (laguna)  cum  olovitreo,  áurea;  et  tertia  vero  diadema  est  capitis  mei  aureum;  et  arcelli- 
nam  de  crystallo  auro  coopertam;  et  crucem  auream  cum  lapidibus  coopcrtam  olovitreo,  et  alianí 
eburneam  in  sirailitudinera  nostri  Rederaptoris  crucilixi;  turibules  dúos  áureos,  cum  oflertura  áurea; 
et  alium  turibulum  argenteum  magno  pondere  conflatum ;  et  calicem  el  patenara  ex  auro,  cum  olovi- 
treo; stalas  áureas  cum  amoxere  argénteo  et  opéralas  ex  auro...  et  capsam  eburneam  operatam  cum 
auro,  et  alias  duas  ebúrneas  argento  labóralas;  in  alia  ex  eis  sedenl  intus  tres  aliae  capselae  in  eodem 
opere  factae;  (laguna)  scultiles  ebúrneos,  frontales  tres  auro  fusos,  velum  de  templo  etc.  (Yepes, 
Croii.  de  la  Orden  de  San  Benito,  t.  VI,  Apénd.,  fól.  461  v.)  Aunque  suprimimos  la  extensa  nota  de  los 
paños  preciosos  que  el  Rey  de  Castilla  con.sagraba  también  en  la  basílica  leonesa,  conviene  llamar  la 
atención  de  los  lectores  sobre  este  cúmulo  inmenso  de  riqueza  que  tributaba  en  los  altares  de  aquellos 
santos;  y  cuando  se  repare  en  que  Fernando  1  no  podía  tener  comparación  alguna  ni  en  poderío,  ni 
en  magníücencia  con  los  monarcas  visigodos,  dueños  ya  de  toda  España  y  de  parte  no  despreciablí^ 
de  Francia,  y  émulos  de  los  Emperadores  de  Oriente,  no  habrá  dificultad  alguna  en  comprender 
por  una  parte  el  maravilloso  fausto  de  aquella  monarquía,  y  cuan  natural  era  por  otra  el  piadoso  en- 
tusiasmo con  que  colmaban  de  joyas  de  inestimable  precio  los  altares  de  los  santos,  venidos  recien- 
temente aquellos  i)r¡ncipes  al  gremio  de  la  Iglesia  Católica.  Adelante  recordaremos  este  notabilísimo 
documento. 

2  Spanoclystics  corona  desuper  clausa  (Ducange ,  voz  citada).  Spanoclystum  ex  auro  purissimo 
cum  cruce  in  medio,  pendens  super  ipsum  altare  etc.  [Anastasio,  In  Leonc  III,  pág.  146). 


1)2  MEMORIAS  DE  L\   REAL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO. 

objeción  que  pudiera  formularse ,  hablaremos  después  al  reconocer  el  origen  histórico 
de  los  clamaslerios  y  su  significación  artística  en  las  coronas. 

De  cualquier  modo,  bien  será  desde  luego  advertir  que  así  las  custodiadas  en  el 
Museo  de  las  Termas,  como  las  adquiridas  ha  poco  por  S.  M. ,  ofrecen  el  más  vivo 
interés  artístico-arqueológico,  contribuyendo  con  su  examen  á  robustecer,  ya  que  no 
a  poner  fuera  de  toda  controversia",  las  observaciones  críticas  que  hasta  ahora  de- 
jamos expuestas  respecto  de  las  bellas  artes  y  de  las  artes  secundarias  del  diseño 
durante  los  tiempos  visigodos.  Empecemos  pues  el  mencionado  examen  y  estudio  por 
las  coronas  conservadas  en  el  Hotel  Cluny,  fundamento  al  parecer  de  la  teoría  que 
Mr.  de  Lasteyrie  sostiene. 

I.  Merecen,  en  nuestro  concepto,  toda  preferencia  entre  las  nueve  que  por  des- 
gracia han  salvado  los  Pirineos,  las  cinco,  formadas  de  otros  tantos  aros  ó  cercos  de 
oro,  cuyos  no  dudosos  caracteres  revelan  tanto  la  época  en  que  fueron  labradas  como 
(il  arte  y  el  pueblo  que  las  producen.  Llama  ante  todo  la  atención  la  que  lleva  el 
nombre  de  reocesvinthvs,  inscripción  que  aparece  pendiente  del  grueso  cerco  que 
la  forma  y  que  sólo  pudo  completarse  á  fuerza  de  diligencia,  y  no  sin  el  auxilio  de 
i'espetables  arqueólogos  franceses  '.  Compónese  de  dos  semicírculos  que  constituyen 
un  aro  de  oro,  cuyo  diámetro  llega  á  i),'l'¿,  presentando  el  ancho  de  0,10  y  so- 
bre un  dedo  de  espesor,  bien  que  no  sea  macizo,  como  paieció  á  sus  primeros 
ilustradores  ":  limitada  á  uno  y  otro  lado  por  una  orla,  formada  de  círculos  y  por- 
ciones de  círculo  que  se  intersecan,  descuide  desde  luego  absoluta  semejanza  con 
los  frisos  ya  descritos  de  Toledo  (Lám.  III,  números  1,  3,  4  y  6),  y  con  las  orlas 
de  mosaicos  de  Itálica,  Lugo  y  las  Baleares  que  incluimos  en  nuestra  lámina  II 
(números  2,   10  y  11),  produciendo,    como  ellos,   una  serie  de  (lores  cuadri- 


'  Tenemos  á  la  vista  notables  documentos  originales ,  en  que  consta  que  dividida  en  dos  frag- 
mentos semicirculares  esta  corona,  sólo  pendían  cuatro  letras  del  uno  y  cinco  del  otro,  cuando  lle- 
garon á  poder  del  platero  que  las  sacó  de  España.  I-lste  decia  en  una  mu\  importante  carta  sobre  el 
particular:  «Por  las  últimas  letras  he  dado  cuanto  se  les  ha  antojado  (á  los  descubridores  ó  vende- 
dores): hay  una  pequeña  cruz  que  da  principio  á  la  inscripción  por  la  cual  querían  un  aderezo.» 
Guando  el  platero  presentó  la  corona  á  Mr.  Adrien  de  Longpérier,  conservador  del  antiguo  on  el  Mu- 
seo del  Louvre,  no  sólo  no  sospechaba  su  alto  interés  histórico,  sino  que  no  habia  imaginado  el  que 
pudiese  contener  aquel  nombre :  toda  su  habilidad  no  habia  pasado  de  colocarlas  en  esta  forma: 

t  RRCCEEFEVINSTVSETORHFEX. 

ó 

liOugpérier  nos  decia  al  propósito  en  carta  de  "22  de  Marzo  de  1859  :  «Trente  personnes  au  moins  ont 
vu  ici  les  couronnes  avant  que  l'inscription  ne  fut  arrangée.  C'est  moi  qui  suis  le  coupable  de  ce 
baptéme.  En  examinant  les  caracteres  mobiles,  j'ai  cru  qu'ils  doivent  formerle  nom  de  fíeaesvinllius 
el  en  plus  les  mots  R'x  offeret;  mais  en  fin  ont  peut  contester  cette  lecture.» 

-  En  la  indicada  carta  del  platero  se  niega  rotundamente  lo  asegurado  por  Sommeranl  en  el 
Monde  illustré  de  12  de  Febrero  de  1859  (pág.  106):  «La  circunferencia  (dice)  tenia  un  dedo  de 
grueso;  pero  no  macizo  sino  hueco,  puesto  que  uno  de  los  semicírculos  (los  dos  fragmentos  citados) 
estaba  aplastado  por  la  pisada  de  un  caballo.»  Lo  mismo  reconoce  Mr.  de  Lasteyrie  en  cuanto  al  aro  de 
que  se  compone  la  corona:  después  añadiremos  alguna  observación,  con  el  examen  de  la  do  Snintliila. 


MF.MOniAS   DE    LA    l\EAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  93 

folias,  tangentes  en  los  extremos,  cuyos  folículos  destacan  sobre  un  fondo  verdoso 
por  medio  de  cierta  materia  brillante,  que  Mr.  de  Lasleyrie  no  vacila  en  calificar 
de  vidrio  rojo  \  Ocupa  la  parte  central  triple  hilera  de  uniones  y  piedras  pieciosas 
de  extraordinarios  y  diversos  tamaños,  entre  las  cuales  brillan  zaliros  orientales, 
cornerinas  y  algunas  plasmas,  tenidas  á  la  sazón  en  gran  precio,  como  nos  enseña 
San  Isidoro,  y  hoy  ya  desestimadas  ■.  Llenan  los  intervalos,  sirviendo  de  fondo 
común,  y  agrupándose  á  las  perlas  en  forma  de  aspa,  notables  palmetas  cuyas  hojas 
debieron  dibujarse  por  el  indicado  esmalte  rojo,  completando  la  rica  decoración  de 
tan  peregrina  corona.  Suspéndeida  cuatro  cadenas  de  oro,  compuestas  de  cinco  es- 
labones, cada  uno  de  los  cuales  forma  una  hoja  de  peral,  circuida  por  menudo  con- 


i  Este  es  verdaderamente  el  caballo  de  batalla  del  docto  miembro  de  la  Sociedad  Imperial  de  An- 
ticuarios de  Francia:  adelante  veremos  hasta  qué  punto  es  acertada  su  calificación  y  si  es  ó  no  bastan- 
te este  sencillo  accidente  industrial  á  servir  de  base  á  una  teoría  que  aspira  á  fijar  la  ley  de  vida  de  un 
arte  como  el  latino-bizantino  ó  visigodo.  En  cuanto  á  la  forma  decorativa  de  las  orlas,  conviene  ad- 
vertir que  Mr.  de  Lasteyrie  juzga  resuelta  á  favor  de  su  teoría  la  cuestión  artística,  por  haber  des- 
cubierto cierta  analogía  entre  aquella  decoración  y  la  de  una  magnífica  caja  ó  libro  de  Evaiigelius  del 
Tesoro  de  Monza.  Pero  ¿sabe  Mr.  de  Lasteyrie  de  dónde  provenia  esta  donación?  ¿Desconoce  acaso, 
dado  que  lo  sea  de  los  reyes  longobardos,  la  influencia  que  sobre  estos  ejerce  el  elemento  latino  y  aun 
el  bizantino? .\o  podemos  suponer  en  tan  docto  anticuario  este  voluntario  olvido;  y  cuando  sabemos  que 
Theodolinda  y  Agilulfo,  así  como  Aldovaldo,  tuvieron  activa  comunicación  con  los  reyes  visigodos,  y 
consta  por  las  cartas  que  Sisebuto  dirige  á  madre  é  hijo,  á  quienes  manifestaba  «afectionem  fraternam,» 
que  era  Theodolinda  «omne  veneratione  coUendam  ,  doctricem  fidei  firmissimam  ,  operibus  claram, 
huniilitate  sinceram,  oratione  compunctam,  almis  studiis  deditam,  vinculo  charitatis  adslrictaní,  con- 
silio  providam,  misericordiis  opuleutam,  honéstate  praecipuam,  virtutibus  cunctis  onustam  ,  iuavem 
cloquio,  acrem  indicio,  dapsilem  dono,  iustaní  indicio,  dementem  in  verbo ,  amicissimam  in  Christo, 
amicam  gregi  c.atholico»  [Expaña  Sagrada,  t.  VI,  p.  3i3),  no  parecerá  aventurado  el  reconocer  que  esa 
analogía  decorativa,  lejos  de  llevar  la  corona  de  Receswinto  á  la  Germania,  trae  el  libro  de  Evamielius 
de  Monza  á  las  regiones  occidentales.  Si  se  probara  en  efecto  que  se  remonta  á  la  época  de  Theodo- 
linda ó  de  Aldovaldo  ¿quién  podria  asegurar  que  no  fué  un  presente  de  Sisebuto...?  Cuando  este  ilus- 
trado príncipe,  cultivador  de  las  letras  latinas,  escribe  una  y  otra  vez  á  Theodolinda  para  fortificarla 
en  la  fe  católica  y  á  su  hijo  para  apartarle  de  la  herejía,  ¿qué  pudiera  tener  de  e.vtraño  el  que  con 
este  propósito  enviara  á  una  ú  otro  los  Santos  Evangelios,  fuente  de  aquella  doctrina...?  Mediando 
estas  conocidas  relaciones,  y  siendo  por  otra  parte  tantos  los  ejemplos  que  de  esta  misma  ilecoracion 
nos  ofrecen  los  fragmentos  arquitectónicos  de  Toledo  y  la  hallamos  idéntica  en  los  mosaicos  roma- 
nos, y  muy  semejante  en  las  basílicas  de  Asturias  (Lám.  VI,  n."  4),  no  tenemos  el  hecho  por  invero- 
símil. Recordamos  sin  embargo  que  desde  los  tiempos  de  Theodorico  se  refleja  en  el  suelo  de  Italia 
la  iniluencia  bizantina,  como  abriga  aquel  principe  el  anhelo  de  seguir  las  huellas  de  los  emperado- 
res de  Constantinopla:  la  famosísima  Basílica  de  Sa7i  Apuliuar  en  Rávena,  sacada  de  cimientos  por 
Theodorico  y  exornada  en  tiempos  posteriores  (.570  á  580,,  ofrece  la  más"  concluyente  prueba  de  esia 
verdad  con  su  disposición,  sus  ornatos  arquitectónicos  y  sus  mosaicos,  citados  en  verdad  por  el  mismo 
Lasteyrie  (Par.  VI},  quien  parece  luego  olvidarlos  (Par.  XI). 

-  Debe  notarse  aquí  para  desvanecer  todo  error  sobre  la  voz  plasma,  que  expresó  esta  siempre  la 
condición  de  la  misma  cosa  que  denotaba.  «Plasma  (dicen  los  más  sabios  filólogos)  est  figmentum,  sive 
commentum  ¿--j  -ú  -li.n-:-uj,  quod  est  fingere  sive  simulare  (Calep.  Dictinn.  Eplal.)  De  advertir  es 
que  los  pueblos  orientales  habían  ya  establecido  en  la  más  remota  antigüedad  esta  diferencia  de  la 
plasma  á  la  (¡emma,  piedra  preciosa:  asi  dijeron  los  hebreos  ni':  [nistsúh),  ms  [perájjy,  y  mp>  pN 
[ehben  yikrújjj)  k  las  geminas,  ya  cu  sentido  directo,  ya  traslaticio,  mientras  señalaron  sólo  con  el  de 
liv  (tjetseri  á  la  piedra  falsa  ó  que  imitaba  las  finas. 


94  MEMORIAS  DE  LA   REAL  ACADEMIA   DE   SAN    FERNANDO. 

lario  de  perlas  de  oro  afiligranadas  y  ornada  en  el  interior  de  flores  quinquefolias, 
recortadas  por  sus  contornos,  que  revelan  vivamente  el  gusto  bizantino  (Lám.  V, 
n."  2).  Átanse  estas  cadenas  en  un  florón  asimismo  de  oro,  trazado  por  dos  azucenas 
colocadas  en  sentido  inverso  y  caen  de  las  ])untas  de  sus  hojas  airosos  clamasterios 
ó  péndulos  en  dos  diversos  grupos,  coronándole  un  capitel  de  cristal  de  roca  gran- 
demente característico,  pues  que  aparece  decorado  de  hojas  subientes  sin  picar,  en 
las  cuales  se  ven  inscritas  las  ya  mencionadas  palmetas  (Lám.  V,  n.°  7).  Un  remate 
esférico  del  mismo  cristal  termina  toda  la  obra  y  sostiene  el  perno  ó  tallo  de  oro  que 
enlaza  estas  partes  y  sirve  al  par  de  gancho  para  colgar  la  corona.  Despréndense 
del  borde  inferior  de  esta  veinticuatro  cadenillas  de  oro,  terminadas  en  otros  tantos 
péndulos  de  zafiros  piriformes,  adheridos  á  un  chatón  cuadrado  que  encierra  trozos 
(le  vidrio  de  varios  colores:  ocupan  la  parle  media  la  cruz  y  las  veintitrés  letras 
(¡ue  componen  la  inscripción  votiva,  en  el  orden  siguiente: 

t    RECCESVINTHVS    REX    OFFERET- 

Pendiente  del  florón,  por  medio  de  una  larga  cadena,  aparece  otra  cruz  que  se 
supone  haber  ocupado  el  centro  de  la  corona  (inlus  pendens),  llamando  no  poco  la 
atención  su  riqueza,  por  apartarse  mucho  de  la  que  ostentan  las  restantes,  confor- 
me luego  advertiremos.  Muestra  el  anverso  seis  grandes  zafiros  en  el  centro  y  ocho 
hermosas  perlas  (uniones)  á  las  extremidades,  cayendo  de  brazos  y  pié  tres  gruesos 
clamasterios  que  aumentan  notablemente  su  magnificencia.  Corresponden  en  el  reverso 
á  los  zafiros  seis  bellos  rosetones  calados,  de  sumo  interés  para  el  estudio  que  vamos 
haciendo,  por  hermanarse  sobremanera  con  los  ya  estudiados  en  los  fragmentos  de  To- 
ledo (Láms.  111,  n.  5  y  9,  Lám.  V,  n.°  6  j;  y  no  lo  es  menos  la  circunstancia  de  os- 
tentar aun  claros  vestigios  de  haber  servido  de  fíbula,  indicio  de  que  hubo  de  ser  or- 
namento personal  de  quien  la  ofrendaba  '. 

Es  el  conjunto  y  general  aspecto  de  esta  corona  verdaderamente  deslumbrador  y 
original  por  extremo.  Enriquecida  pródigamente  de  grandes  piedras  preciosas,  tales 
como  las  produjo  la  naturaleza,  lo  cual  contribuye  también  á  darle  extraordinaria  no- 
vedad, manifiesta  en  su  conjunto  y  en  su  ejecución,  que  logró  el  artista  revelarnos 
en  ella  por  una  parte  el  fausto  excesivo  de  los  reyes  visigodos  y  trasmitirnos  por 
otra  con  toda  integridad  y  energía  el  estado  de  aquel  arte  imitador  y  decadente,  que 


'  Ni  Mr.  Lasteyrie  ni  los  demás  arqueólogos  han  sospechado  de  la  autenticidad  de  esta  cruz  res- 
pecto de  la  corona  de  Receswinto.  Tampoco  dudamos  nosotros  de  que  pertenece  realmente  al  Tesoro 
rfe  Giíojrazar;  pero  habiendo  averiguado  en  nuestras  primeras  investigaciones,  y  confirmándose  por 
las  últimamente  verificadas  de  que  hablaremos  luego ,  que  estuvo  ya  en  el  platillo  de  cierto  platero 
toledano,  de  donde  la  sacaron  los  vendedores  de  las  coronas,  no  reputamos  prudente  (y  menos  acer- 
tado) el  adjudicarla  á  Receswinto.  La  circunstancia  de  haber  servido  de  fibula,  asi  como  su  desacos- 
tumbrada riqueza,  inducen  á  creer  que  fué  regia  presea;  pero  ¿de  qué  monarca,  cuando  consta  ya  po- 
sitivamente que  no  fué  Receswinto  el  único  rey  visigodo,  de  quien  se  guardaban  en  Guarrazar  sun- 
tuosas ofrendas...?  En  este  linage  de  asuntos  nos  parece  siempre  muy  poca  toda  circunspección,  por 
lo  cual  no  hemos  querido  dejar  de  exponer  la  duda  expresada. 


MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO.  95 

había  refrescado  sus  tradiciones,  cobrando  nueva  vitalidad  con  el  comercio  de  Bi- 
zancio.  De  advertir  es,  y  muy  interesante  en  varios  conceptos,  que  algunas  de  las 
piedras  ofrecen  grabados  en  hueco  y  se  vé  en  una  de  ellas  cierta  ave  que  por  no 
hallarse  integra,  no  ha  podido  ser  clasificada  '. 

II.  Menos  fastuosa  y  mucho  más  sencilla,  si  bien  no  menos  digna  de  estudio,  es 
la  corona  que  sigue  en  tamaño  á  esta  de  Receswinlo,  adjudicada  por  arqueólogos  ex- 
tranjeros á  la  esposa  de  aquel  rey,  sin  entero  conocimiento  de  causa.  Decírnoslo, 
porque  según  auténtica  declaración  del  primer  poseedor,  no  es  la  cruz  que  ahora 
pende  de  ella  la  que  ostentaba  al  descubrirse,  exornándola  en  cambio  la  que  lleva 
el  nombre  de  Sonnica,  que  tanto  ha  mortificado  á  los  eruditos.  Compruébase  esta 
observación  al  simple  examen  de  unas  y  otras  cruces ,  apareciendo  la  colgada  equi- 
vocadamente en  la  corona  de  que  tratamos,  casi  del  todo  igual  á  la  que  decora  una 
de  las  de  enrejado  que  después  describimos ,  mientras  se  conforma  y  hermana  con 
el  carácter  especial  del  monumento  la  que  muestra  la  inscripción  votiva  ya  indicada. 
De  aquí  se  deduce  claramente  ([ue  lejos  de  «no  haber  duda  en  que  perteneciera  á  la 
esposa  de  Rcceswinto»  ",  hay  completa  evidencia  en  que  no  pudo  ser  esta  corona 
propiedad  de  aquella  reina,  pues  que  fué  ofrendada  á  Santa  María  por  un  Soxnic.\. 
Quién  fuera  este  personaje  no  es  tan  fácil  determinarlo,  como  ha  ])arecido  á  les  pri- 
meros ¡lustradores  del  Tesoro  de  Guarrazar^:  para  nosotros,  aunque  sólo  alenda- 
mos ahora  al  interés  artístico  de  dichos  objetos,  no  es  la  terminación  del  nombre 
clara  señal  de  que  fuera  una  rica  hembra  visigoda;  y  tenidas  en  cuenta  las  ya  ci- 
tadas palabras  del  sabio  autor  de  las  Etimologías  respecto  del  uso  de  coronas  y  dia- 
demas propiamente  dichas,  no  sería  del  todo  impertinente  el  considerar,  si  esta  co- 
rona tuvo  uso  personal  como  se  ha  indicado,  que  no  era  natural  el  (¡ue  una  matrona 
ofrendara  á  Santa  María  objetos  indumentarios,  extraños  á  su  sexo.  Sonnic.\  pudo  ser 
y  fué  sin  duda  un  magnate  visigodo,  pues  que  este  nombre  no  es  de  raza  latina;  y 
sobre  abundar  en  reyes,  obispos,  magnates  y  otros  personajes  históricos  de  la  edad 
visigoda  los  nombres  de  la  misma  terminación  y  estructura,  ya  en  el  VIH."  Concilio 
Toledano,  celebrado  durante  el  reinado  de  Receswinlo,  hallamos  repetidamente  el 
nombre  de  Sonna,  que  llevaban  un  procer  y  un  obispo,  ambos  de  igual  linaje  \ 


•  Mr.  Peigné-Delucourt  dice  al  propósito:  «Quelques  pierres  s'etaint  écliappéesdc  leurs  chatons; 
elles  ont  été  replacées.  L'une  d'elles  porte  gravee  en  creux  un  oiseau,  dont  Tempreinte,  qui  en  a 
été  obtenue,  ne  laisse  voir  que  le  corps  et  les  cuisses.  Est-ce  un  paon  ,  une  autruche  ou  une  pinta- 
de...?  Parmi  les  pierres  restées  enchaussés,  sans  doute  il  en  est  d'autres  qni  presententdessnjets  in- 
téresants  graves, v  etc.  {Recherches  sur  la  Dataille  d'Atila,  etc.,  p.  11).  Antes  de  que  fuesen  conoci- 
dos los  objetos  presentados  á  S.  M.  con  la  cerona  de  Suintbila,  podian  parecer  sospecbosos  en  la  de  Re- 
cesvvinto  estos  sellos  ó  grabados:  boy  admitirán  sin  repugnancia  su  existencia  nuestros  lectores,  unien- 
do estas  indicaciones  con  las  que  ya  dejamos  hecbas  sobre  la  Cruz  ik  los  Angeles  de  Oviedo.  En  su 
lugar  volveremos  á  tocar  este  punto. 

2    Sommerard,  Monde  Illustré,  12  de  Febrero,  1859,  pág.  106,  columna  2.° 

^    Id.,  id. 

4  Primero  Mr.  Lavoix  (lllustralion,  t.  XXXIII,  p.  128)  y  después  Mr.  de  Lasleyrie  [Description 
du  Trésor,  Párr.  VIII,  p.  lOj  se  apartaron  de  esta  aventurada  suposición  de  Mr.  Sommerard;  pero  sin 
fijarse  en  que  la  cruz  babia  sido  colocada  en  una  corona  i[ue  no  guardaba  con  ella  tan  estrecba  ana- 


96  MEMOniAS    DE    LA    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

Mas  sea  de  eslo  lo  que  fuere,  cúmplenos  advertir  que  la  expresada  corona  que 
tiene  el  diámetro  de  0,1G8,  contando  el  aro  que  la  forma  0,8  de  altura,  si  no  tan 
magnífica  como  la  anterior,  ofrece  la  misma  idea  del  arte  que  la  produce,  aun  des- 
pojada de  los  ornatos  que  brillan  en  la  primera.  Compónese  de  dos  semicírculos, 
unidos  por  visagras;  y  órnaiila  cincuenta  y  cuatro  piedras  preciosas,  notables  por 
su  tamaño  y  sus  quilates,  dispuestas  en  tres  liileras  de  chatones  que  llenan  todo  el 
cerco,  sobresaliendo  entre  todas  grandes  zafiros  y  perlas  balaxes  que  le  prestan  ex- 
traordinaria magnificencia  '.  A  uno  y  otro  extremo  del  cerco  se  ven  de  cuando  en 
cuando  golpes  de  cuatro  cuentas  de  oro,  que  no  guardan  correspondencia  con  los 
expresados  chatones,  y  en  los  intermedios  j)equeñas  anillas,  las  cuales  en  opi- 
nión fundada  ile  algún  anticuario  pudieron  servir  para  sujetar  el  forro  que  guarnecía 
en  lo  antiguo  la  parle  interior  del  cerco  ■.  Cuelgan  del  borde  inferior  diez  clamas- 
terios  compuestos  de  gruesos  y  hermosos  zafiros  orientales,  tenidos  á  la  sazón  en 
alto  precio;  y  vése  la  corona  suspendida  por  cuatro  sencillas  cadenas  que  se  ad- 
hieren á  un  fioron,  no  poco  semejante  al  ya  descrito,  si  bien  carece  del  chapitel  v 
tiene  en  vez  de  remate  esférico  y  del  gancho  de  oro  una  anilla  del  mismo  metal, 
que  hacía  el  propio  oficio.  Del  centro  del  llorón  parte  una  larga  cadena  de  eslabo- 
nes cuadrangulares,  á  la  cual  se  ataba  la  cruz  ya  indicada:  tiene  esta  de  la  cabe- 
za al  pié  0,13  aproximándose  á  los  0,H  de  punta  á  punta  de  los  brazos,  y  apa- 
rece licamente  sembrada  de  piedras  preciosas  y  pastas  de  colores  en  el  anverso, 
mostrando  en  el  reverso  esta  inscripción  : 

IN  DÍ 

NOM 

INE 

OFFERET  SONNICA 

SCE 

MA 

RÍE 

INS 

ORBA 

CES 


logia,  como  fuera  ile  desear,  para  formar  una  verdadera  unidad  artistica.  Cierto  es  por  otra  parle 
que  la  misma  incertidumbre  existe  sobre  la  colocación  de  las  cruces  restantes,  siendo  hoy  imposible 
(le  todo  punto  el  asegurar  que  ocupen  el  lugar  primitivo.  IjO  que  únicamente  puede  admitirse  es, 
como  observamos  respecto  de  la  corona  de  Ueceswintn,  que  pertenecen  todos  al  Tesoro  de  Guarrazar 
y  que  en  este  concepto  no  decae  su  interés  histórico,  como  no  se  amengua  su  importancia  artistica. 

'  Mr.  de  Lastcyrie  observa  con  buen  acuerdo  que  hay  entre  estas  piedras  algunas  pastas  (et  mé- 
nie  de  pAtcs),  observación  que  debe  tenerse  presente  para  las  consideraciones  que  á  su  tiempo  expon- 
dremos respecto  del  uso  de  los  vidrios  de  colores  durante  la  época  visigoda.  Las  demás  piedras  que 
ostenta  esta  corona  son  esmeraldas,  ópalos,  trozos  de  cristal  de  roca  de  varias  dimensiones,  etc.  (Pár- 
rafo II,  p.  ")'. 

-    .Mr.  de  Sommerard,  loco  citato,  pág.  100,  col.  ^2.":  tuvo  por  muy  juiciosa  (judicieuse  remar- 


MEMORIAS    DE   LK   REAL  ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  97 

Los  aficionados  á  la  epigrafía  han  inlenlado  con  no  entera  fortuna  dar  solución 
á  la  dificultad  que  ofrece  la  última  parte  de  esta  singular  leyenda  '.  Quien  lia  acudi- 
do á  las  lenguas  germánicas  \mn  hallar  la  etimología  del  nombre  desconocido  de 
Sorbaces,  creyendo  que  se  compone  de  la  raíz  gótica  shaur  (techo  ó  cripta)  y  de  la 
voz  de  corrupta  latinidad  bares  (bajo  ó  baja),  denotando  así  la  forma  total  de  la  iglesia 
en  que  la  corona  había  sido  consagiada,  que  en  lenguaje  del  pueblo  debía  ser  Sania 
María  de  la  Iglesia  baja  - :  quien  intenta  descubrir  en  la  expresada  dicción  un 
nombre  geográfico,  sospechando  tpie  este  era  el  título  que  llevaba  la  basílica  de  que 
se  trata  ■\*  y  quien,  invocando  á  Luitprando  y  á  Julián  Pérez,  opina  que  la  inscrip- 
ción pudo  referirse  á  Santa  3Iaría  suburbana,  apellidada  por  los  árabes  de  Alficen. 
templo  que  existió  no  muy  distante  del  alcázar,  debiendo  en  consecuencia  leerse  sub 
arce,  en  vez  del  Sorbaces  que  en  la  cruz  encontramos  '.  Ni  faltan  otras  opiniones, 
más  ó  menos  pejjpgrinas,  anunciadas  no  sin  misterio  por  algunos  curiosos. 

Como  se  vé,  no  todas  pueden  ser  igualmente  aceptables,  pues  que  se  excluyen 
y  contradicen,  si  bien  las  dos  últimas  no  carecen  de  algún  fundamento.  Aun  cuando 
no  aspiremos  ahora  á  resolver  esta  oscura  cuestión  arqueológica,  parécenos  oportuno 


que)  esta  observación  Mr.  Enrique  Lavoix,  y  la  aceptó  como  tal,  Mr.  Peigné-Delacourt  (Recher- 
ches,  etc.  p.  12).  Mr.  de  Lasteyrie  se  manifiesta  dispuesto  á  admitir  que  las  indicadas  anillas  debieron 
servir  para  atar  alguna  rica  forradura  (quelque  riclie  doublure);  pero  empeñado  en  probar  que  las  co- 
ronas no  fueron  ornamento  personal,  acaba  por  suponer  que  dicho  forro  seria  pura  y  simplemente  un 
asunto  de  lujo  y  de  elegancia  (Párr.  Vil,  p.  16).  Para  nosotros  esta  es  una  prueba  más  sobre  las  ya 
alegadas  respecto  del  uso  de  ofrendar  coronas,  que  tendremos  luego  presente,  no  sin  indicar  ahora 
que  nos  parece  aceptable  esta  indicación  de  Mr.  Sommerard,  de  quien  diferimos  en  otros  puntos. 

1  Aunque  su  lección  es  por  extremo  sencilla,  conviene  advertir  aquí  que  ha  sido  trasmitida  con 
variedad  no  poca  por  los  que  la  han  copiado  hasta  ahora:  Mr.  de  Sommerard  escribe:  In  di  nomi.m; 
OFFERET  SoNNicA  ScE.  Marie  IN  SoRBACEs:  Darcel  copia:  í<  In  di  nomine  offeret  Sonnica  Marie  i.> 
Sorbaces:  Lavoix  intenta  conservar  su  forma,  leyendo:  In  dni  nomine  offeret  Sonnica  Scte  Marik 
in  Sorbaces,  á  lo  cual  se  allega  Mr.  Peigné-Delacourt:  Lasteyrie  interpreta  unas  veces:  In  nomine 
Dei  offeret  Sonnica  Sanóte  Marie  in  Sorbaces,  y  otras:  In  Dei  nomine  offeret  Sonnica  Beate  .Ma- 
rie IN  SoRB.vcES.  No  caben  en  verdad  más  variantes,  por  ligeras  que  sean,  en  una  inscripción  que  sólo 
consta  de  nueve  palabras,  las  cuales  han  llamado  tan  vivamente  la  atención  de  los  arqueólogos.  El 
facsímile  que  ha  intercalado  Mr.  de  Lasteyrie  en  su  Description  du  Trésor  basta  á  cortar  toda  dispu- 
ta, fijando  la  lección  con  la  mayor  exactitud:  atendido  el  frecuente  ejemplo  de  análogas  inscripciones 
coetáneas,  debe  pues  decirse,  desatando  los  diptongos  y  las  abreviaturas: 

In  Domini  nomine  offeret  Sonnica  Sanctae  Mariae  in  Sorbaces. 

-  Lavoix,  lllustration  del  10  de  Febrero  de  1859,  ya  citada.  Mr.  Peigné-Delacourt  inserta  esta 
explicacionsin  observación  alguna. 

'  A  este  parecer  hubo  de  inclinarse  el  ilustrado  profesor  de  Historia  de  la  Universidad  de  Valen- 
cia, don  José  María  Anchóriz,  en  unos  curiosos  artículos  publicados  en  el  Diario  Mercantil  de  la  ex- 
presada capital  (núm.  del  27  de  Mayo  y  siguientes  de  1859;.  El  profesor  Anchóriz  sospechó  sin  em- 
bargo que  las  coronas  podrían  pertenecer  al  arte  mahometano,  llevado  tal  vez  de  las  analogías  que 
guarda  este  con  su  predecesor  el  bizantino. 

'  Esta  es  la  opinión  de  Mr.  de  Lasteyrie,  según  recordarán  los  lectores,  pues  que  en  la  Intro- 
ducción á  este  ensayo  la  expusimos  oportunamente,  notando  al  par  el  sentido  y  la  formación  que 
atribuye  á  la  voz  Sorbaces  (pág.  5). 

13 


98  MEMORIAS  DE   LA   REAL  ACADEMIA    DE   SAN  FERNANDO. 

j)reguntar  respecto  de  la  primera  de  ambas  hipótesis.  Dados  los  descubrimientos  veri- 
licados  en  las  Huertas  de  Guanazar,  en  viilud  de  las  excavaciones  dispuestas  por  el 
(íobierno  Supremo,  y  reconocida  allí  la  existencia  de  un  templo  católico,  ricamente 
exornado  de  mármoles  y  piedras  entalladas,  ¿seria  tan  aventurado  el  suponer  que 
era  esta  basílica  lí  oratorio  objeto  de  la  devoción  y  de  la  piedad  de  reyes  y  mag- 
nates visigodos?...  Admitido  tan  racional  supuesto,  ¿no  habría  razón  para  sospechar 
(|ue  el  depósito  ó  condesijo  del  Tesoro  se  hizo  por  los  presbíteros  de  aquella  misma 
iglesia,  al  ruido  de  las  depredaciones  de  que  eran  víctimas  las  basílicas  toledanas?.... 
Y  teniendo,  como  debió  tener,  aquel  sitio  antes  de  la  invasión  muslímica  propio 
nombre,  de  que  no  ha  quedado  otra  memoria,  pues  que  hubo  de  trocarse,  ya  con- 
sumada aquella  catástrofe  por  el  de  Guarrazar ,  ¿parecería  acaso  tan  descabellado  el 
admitir  que  perteneciendo  la  cruz  en  cuestión  al  Tesoro  de  aquella  basílica,  osten- 
tara en  realidad  el  título  con  que  era  la  misma  designada?...  Reconozcamos  que 
estas  inducciones,  vagas  y  faltas  de  apoyo  hasta  lograrse  los  descubrimientos  artístico- 
arqueológicos  indicados,  por  más  ingeniosas  que  nos  parezcan  las  hipótesis  fdológicas 
de  Mr.  de  Lasleyrie,  tienen  muy  sólida  base  en  la  riqueza  de  la  iglesia  allí  existente  y 
sobre  todo  en  la  inscripción  funeraria  del  presbítero  Crispin,  que  fija  de  una  ma- 
nera incuestionable  la  fecha  en  que  el  mencionado  templo  excitaba  la  devoción  de  los 
visigodos.  Semejante  solución,  abreviando  el  camino  á  las  disquisiciones  arqueoló- 
gicas, no  ha  menester  fatigar  el  ánimo  de  los  eruditos,  ni  pide  extrañas  y  caprichosas 
suposiciones  para  aparecer  racional  y  verosímil  \  Pasemos  no  obstante  á  la  segunda 
hipótesi. 


'  El  docto  Mr.  de  Lasteyrie  llega  áesta  misma  conclusión  por  diverso  camino.  Refiricndose  á  la 
declaración  del  historiador  árabe  Al-Kazraji  sobre  las  veinticinco  coronas  que  liallaron  los  caudillos 
mahometanos  en  la  basílica  principal  de  Toledo,  con  los  nombres  de  ciertos  reyes,  dice  á  propósito  de 
la  corona  de  Receswinto:  «De  tout  cela,  les  conséquences  a  tirer  sont  tres  claires:  Evidcmmcnt  la 
couronne  découverte  á  Guarrazar  ne  devait  pas  provenir  de  la  cathédral  de  Toléde,  puisqu'en  pre- 
nant  possession  du  trésor  de  cctte  ville,  les  niaures  y  trouvérent  celle  que  Reccesvinthnsyavait  dépo- 
sée  de  son  vivant,  et  qni  portait  son  nom.  Mais  alors,  d'oú  pouvaient  done  provenir  les  coni'onnes  de 
Guarrazar?..»  (Párr.  IX).  Y  de  aquí  pasa  á  considerar  el  nombre  de  Sorhaces  de  la  suerte  ya  conocida  de 
los  lectores,  deduciendo  de  todo  que  en  la  Iglesia  de  este  nombre  fueron  ofrendadas  las  coronas.  Mucho 
sentimos  que  conviniendo  en  el  hecho,  sea  tan  frágil  el  fundamento  en  que  estriba  toda  la  deducción  dfi 
Mr.  Lasteyrie;  pues  que  si  el  testimonio  del  historiador  árabe  alegado  tiene  en  realidad  alguna  fuerza 
respecto  del  número  de  las  coronas  consagradas  en  la  basílica  mayor  de  Toledo,  y  es  racional  y  admi- 
sible el  hecho  de  la  consagración,  dados  el  espíritu  religioso  de  la  época  y  el  prestigio  que  gozaba  un 
templo  donde  se  hablan  celebrado  tantos  concilios  y  se  había  aparecido  á  San  Ildefonso  la  Madre  de 
Dios,  no  lo  es  en  modo  alguno  en  orden  al  número  de  los  reyes,  cuyos  nombres  se  supone  figuraren 
las  coronas.  Baste  considerar  para  demostrarlo,  que  desde  Recaredo  1  hasta  Rodrigo,  sólo  se  cuentan 
diez  y  siete  monarcas  visigodos,  ambos  inclusive,  y  que  fué  Leovigildo  pWwíw  ínter  svns  que  ostentó 
la  veste  real  y  llevó  corona  (S.  Isidoro,  Chronkon,  Era  DGVI.  párr.  "2).  Pero  lo  notable  es  que  Mr.  de 
Lasteyrie  contradice  en  este  párrafo  la  misma  tesis  que  sostiene  en  el  Vil,  opinando  que  las  coronas 
del  tesoro  de  Guarrazar  no  sirvieron  á  usos  personales  (qu'elles  n'avaient  jamáis  été  portees),  pues 
que  supone  que  Receswinto  sólo  tuvo  una  corona  que  ofrendó  en  Saiicta  María  in  Sorbaces;  y  si  esto 
fuera  asi,  no  habría  duda  en  que  esta  era  su  habitual,  como  única,  corona.  Pero  no  lo  creemos  de  este 
modo:  Receswinto  pudo  tener,  cual  rey,  dos  ó  más  coronas;  y  ofrendada  una,  mandar  construir  otra 


MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO.  99 

iMÍiidase  esta  por  una  parte  en  la  existencia  de  un  templo  suburbano,  consagrado 
á  la  Virgen  María,  y  por  otra  en  la  corrupción  de  las  voces  sub  y  arce,  atribuida  á 
la  ignorancia  del  entallador  ú  orfebre.  Que  la  existencia  de  la  basílica  indicada  puede 
fácilmente  comprobarse ,  lo  demuestra  el  simple  recuerdo  de  los  vei'sos  atribuidos  á 
San  Ildefonso,  citados  en  la  primera  parte  de  estos  estudios.  Aquel  curiosísiuio 
epigrama ,  terminaba  diciendo : 

Sebastlanus  liabet  templum ,  regnante  Liuva ; 
Urbe  sub  re^arat  Ervigius  Mariae. 

Es  pues  innegable  (jue  fuera  de  las  murallas  de  Wamba  (sub  urbe)  existia  ya  de 
antiguo  la  basílica  de  Santa  María,  restaurada  por  Ervigio :  por  manera  que  bien 
|Hido  ser  este  el  templo  en  que  Sonnica  ofrendara  la  corona,  cuya  cruz  lleva  su 
nombre,  dada  la  corrupción  de  las  voces  latinas  sub  y  arce  basta  el  extremo  de  es- 
cribirse Sorbaces.  A  la  verdad,  conocido  el  estado  decadente  de  la  cultura  liispano- 
visigoda  ya  en  los  tiempos  de  Ervigio,  no  habría  gran  repugnancia  en  admitir  la 
posibilidad  del  error  cometido  por  el  orfebre,  en  cuyo  caso  debería  suponerse  que 
fué  el  tesoro  de  Nuestra  Señora  suburbana  trasladado  y  depositado  en  el  cementerio 
del  oratorio  ó  basílica  del  Guarrazar;  pero  como  es  un  hecho  de  todos  recibido  que 
la  expresada  basílica  del  suburl)io  toledano  quedó  consagrada  al  culto  católico  y 
existió  durante  la  dominación  mahometana,  con  título  de  Noslra  domna  de  Alficen 
(la  de  abajo),  parece  muy  racional  que,  pasado  el  primer  ímpetu  de  la  conquista  y 
templada  la  ra[)aci(lad  de  los  caudillos  y  walíes  mahometanos,  se  restituyera  aquel 
tesoro  á  su  iglesia  primitiva,  no  interrumpida  la  tradición  sacerdotal  del  depósito, 
en  cuyo  caso  es  evidente  que  hubiese  este  desaparecido  de  las  referidas  Huertas. 

Como  quiera  y  no  sin  consignar  que  nos  arrimamos  á  la  opinión  que  sitúa  la 
basílica  de  Sánela  María  in  Sorbaces  en  las  Huertas  de  Guanazar,  juzgamos  opor- 
tuno poner  fin  á  esta  digresión,  notando  (¡ue  restituida  la  cruz  á  su  verdadera  co- 
rona, cobra  esta  la  unidad  ailíslica,  de  que  ha  sido  despojada,  mostrando  en  la  sen- 
cillez de  su  conjunto  cierta  noble  severidad,  que  aumenta  en  gran  manera  su  estima. 
111.  Casi  de  igual  tamaño  son  entre  sí  las  otras  tres  coronas  de  aro,  á  que  damos 
la  preferencia  por  su  interés  artístico;  y  tiéneido  á  tal  grado  que  sino  ostentan  en 
zafiros  y  perlas  la  magnificencia  de  las  ya  descritas,  las  exceden  en  la  riqueza  de 
la  ornamentación;  circunstancia  en  verdad  del  mayor  precio  para  estudiar  la  historia 
del  arte,  no  alcanzando  nosotros  cómo  ha  podido  ser  menospreciada  por  el  perspi- 
cuo Lasteyrie  hasta  el  punto  de  no  ministrarle  ni  una  sola  observación  verdadera- 
mente crítica  '. 


ú  otras:  por  manera  que  la  existencia  en  la  basílica  de  Guarrazar  de  una  corona  con  su  nombre,  no 
es  obstáculo  á  la  existencia  de  otra  en  la  de  Santa  Maria  de  la  Sede  Ileal,  ni  de  otras  en  cualesquiera 
basílicas  de  la  monarquía;  no  habiendo  por  tanto  necesidad  de  forzar  la  argumentación  para  admitir 
que  pudieron  consagrarse  en  Guarrazar  la  de  Rcceswinto,  esta  de  Sonnica  y  las  demás  coronas  del  Te- 
soro. Tocaremos  de  nuevo  este  punto. 

'     Gon  extrañeza  que  fácilmente  comprenderán  cuantos  se  hayan  consagrado  al  estudio  de  la  his- 


( 00  MEMOniAS  DE  LA  t\E\L  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 

Conapónese  la  mayor  de  un  cerco,  que  mide  el  diámetro  de  0,12o  por  0,044, 
V  hállase  compartida  en  dos  semicírculos,  enlazados  por  bisagras  y  festonados 
de  cierta  especie  de  palmetas,  á  que  sirven  de  marco  y  molduras  delgados  cor- 
doncillos y  funículos. en  lodo  semejantes  á  los  que  dejamos  ya  mencionados  al 
1'x.aminar  las  cruces  de  los  Angeles  y  de  la  Vicloria,  fruto  como  saben  ya  los  lec- 
tores de  los  primeros  siglos  de  la  reconquista.  Consideración  es  esta  que  llamará  sin 
duda  la  atención  de  los  doctos  arqueólogos  extranjeros  y  muy  especialmente  de 
Mr.  de  Lasteyrie,  quien  siéndole  desconocidos  aquellos  monumentos  asturianos,  no 
ha  podido  sospechar  siquiera  tal  semejanza  entre  unas  y  otras  formas  decorativas.  Y 
subirá  todavía  de  punto,  cuando  se  considere  el  frecuente  uso  que  logran  estos  ele- 
mentos decorativos  en  las  fábricas  arquitectónicas  de  Asturias  y  que  tienen  en  los 
fragmentos  ornamentales  de  la  ciudad  de  los  Concilios  y  con  particularidad  en  los 
de  la  destruida  basílica  de  San  Ginés,  repetidos  modelos.  Ni  carecen  de  importancia 
las  flores  cuadrifolias  que  semejando  jazmines  de  hojas  menudamente  picadas  en  la 
superficie,  constituyen  la  parte  principal  de  los  ornatos,  á  que  sirven  de  orla  en  lo 
interior  los  expresados  funículos:  casi  tangentes  en  sus  puntas,  que  se  prolongan 
algún  tanto,  presentan  en  los  intermedios  variados  chatones,  los  cuales  no  encierran 
por  cierto  tanta  riqueza  como  los  ya  mencionados,  pues  que  la  mayor  parte  de  las 
piedras  en  ellos  engastadas,  son  meras  pastas  de  colores  (Lám.  V,  n."  3).  De  la 
parte  inferior  del  aro  cuelgan  basta  doce  clamasterios  formados  de  zafiros,  de  va- 
i'ias  formas  y  tamaños,  si  bien  muy  menores  y  mucho  más  claros  que  los  de  las 
otras  coronas;  y  al  borde  superior  se  adhieren  dos  anillas,  que  hermanadas  con  los 
pasadores  de  las  bisagras,  reciben  las  cadenas  de  que  pendía  esta  ofrenda  ante 
el  altar  de  la  Virgen  (Lám.  I,  n."  4). 

Igual  disposición  general  ofrece  la  corona  que  sigue  á  esta  en  tamaño,  y  no  es 
menor  su  importancia  artística  '.  Dividido  su  aro,  como  en  las  ya  examinadas,  en 


toria  de!  arte,  liemos  leído  una  y  otra  vez  el  párrafo  lli  de  la  Description  du  Trésor  de  Giiar- 
razar,  reparando  en  que  sólo  han  llamado  la  atención  de  Mr.  de  Lasteyrie  las  coronas  de  que 
tratamos,  por  la  rudeza  de  su  ejecución,  olvidando  absolutamente  lo  que  representan  sus  elementos 
decorativos.  «Les  couronnes  pleines  (dice),  toutes  á  charniéres,  sont  assez  minees,  et  decóreos  des 
dessins  au  repoussé  d'un  travail  fort  grossier.»  Nota  después  algunos  accidentes  de  poco  interés,  me- 
ramente descriptivos,  y  advierte  sólo  que  el  dibujo  de  la  tercera  que  cita,  es  más  elegante  que  el  de 
las  otras,  confesando  por  último  que  no  carece  de  cierto  interés,  bajo  el  punto  de  vista  del  arte  (elle 
ne  manque  pas  d'un  certain  intérét  au  point  de  vue  de  l'art).  Pero  ¿de  qué  arte?  ¿del  germánico?  ¿del 
latino-bizantino?  Esto  es  lo  que  Mr.  de  Lasteyrie  no  se  ha  servido  declarar,  por  más  que  al  terminar 
su  trabajo  se  vea  perplejo  ante  la  luz  que  arrojan  estas  coronas  y  el  empeño  de  probar  el  imposible  de 
su  teoría,  confundiéndolas  al  cabo  con  las  restantes  (las  de  enrejado),  que  no  le  ofrecían  en  verdad 
«layor  probanza,  según  muy  en  breve  advertiremos.  Para  nosotros  tienen  síh  embargo  el  más  alto 
precio,  por  las  razones  que  iremos  significando. 

'  Mr.  de  Lasteyrie  dice  no  obstante:  «Cette  couronne  est,  de  toutes,  la  moins  précieuse»  (Pár- 
rafo III,  p.  6)  Sin  duda  aludía  á  la  riqueza  material  de  las  piedras,  porque  de  otra  suerte  no  acerta- 
mos á  comprender  lo  que  significan  sus  palabras,  tratándose  de  una  joya,  cuya  mayor  estimación  con- 
siste en  su  decoración  artística. 


MEMORIAS   nE    LA    nEAI,   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  iOt 

(los  semicírculos,  úñense  estos  por  medio  de  las  expresadas  bisagras,  y  presentan 
cada  cual  tres  diferentes  zonas:  dos  orlas  exteriores  exornadas  de  follajes  serpean- 
tes, más  graciosamente  movidos  que  delicadamente  entallados,  pero  muy  pareci- 
dos á  los  que  hemos  descrito  al  tratar  de  la  Basílica  de  San  Ginés  (Láms.  111  y  V, 
n."  7  y  5),  ocupan  las  zonas  exteriores,  á  que  sirve  de  límite  un  delgado  funículo. 
Llena  la  central  alterna  serie  de  rosetones  y  dobles  flores  cuadrifolias  que  le  pres- 
tan no  poca  riqueza  decorativa:  constan  los  rosetones  de  cuatro  folículos  circulares, 
dispuestos  de  igual  suerte  que  los  ya  reconocidos  en  los  fragmentos  de  la  expresada 
Basílica  de  San  (Jioés  (Lám.  111,  n.°  9),  dando  clara  idea  de  la  fdiacion  del  arte, 
que  produce  unos  y  otros  monumentos:  compóuense  las  flores  de  hojas  agudas,  tales 
como  las  de  la  anterior  corona,  interponiéndoseles  las  de  otra  flor  más  pequeña, 
producida  por  no  desagradable  combinación  geométrica  (Láms.  V  y  VI,  u.°  5  y  12): 
sirve  de  moldura  á  esta  parte  de  la  corona,  y  la  cierra  en  rectángulo  á  uno  y  otro 
extremo  de  cada  semicírculo,  airoso  cordoncillo,  y  completan  su  decoración  seis  cla- 
masterios  de  formas  irregulares,  bien  que  armados  como  los  demás  de  piedras  pre- 
ciosas. Sencillas,  aunque  no  indignas  de  examen  por  su  ejecución,  son  finalmente 
las  cadenas  de  que  pende,  contribuyendo  también  á  imprimir  especial  sello  arLístico 
á  esta  singular  presea.  Su  aro  tiene  el  diámetro  de  0,113  por  0,033  de  altura. 

Algún  tanto  más  pequeña,  pues  que  sólo  ofrece  0,11  de  diámetro  por  0,038  de 
alto  es  la  tercera  el  testimonio  más  dicaz  y  concluyente  de  la  influencia  que  alcan- 
za el  arte  bizantino  en  las  artes  indumentarias,  durante  la  segunda  época  de  la  mo- 
narquía visigoda  (389  á  711).  Consta,  como  todas,  de  un  aro  en  dos  semicírculos 
atados  por  bisagras,  y  se  divide  horizontalmente  en  tres  zonas:  contiene  la  central, 
doblemente  más  ancha  que  las  dos  laterales,  graciosa  arquería  trasparente,  cuya 
traza  y  disposición  recuerdan  al  primer  golpe  de  vista  el  tipo  característico  de  la 
ornamentación  empleada  en  los  sagrarios  y  cúpulas  de  las  basílicas  de  Bizancio  '. 
Descansa  en  pilares  compuestos  de  haces  de  pilastras,  y  cubre  la  cimbria  que  se  le- 
vanta sobre  una  imposta  funicular,  cierta  especie  de  palma  ó  doble  escamado,  seme- 


1  Recuérdese  la  descripción  que  hace  Procopio  de  la  de  los  Santos  Apóstoles,  construida  en  Coní- 
taiUinopla  por  Justiniano  (p.  36,  nota  1),  y  no  se  olvide  que  adoptada  esta  decoración  en  el  Occiden- 
te, ofrecen  abundantes  ejemplos  de  ella  nuestras  antiguas  basílicas.  Contrayéndonos  más  inmediata- 
niLMite  á  las  asturianas,  será  bien  consignar  que  ofrecen  en  sus  sagrarios  la  misma  disposición  las 
■primitivas  (latino-bizantinas)  de  Santullano,  Priesca  y  Fuentes,  y  las  secundarias  (románicas)  de 
Amandi,  Valdebárcena,  Villamayor,  etc.  Ni  es  de  menospreciar  la  observación  de  que  esta  manera  de 
aparato  decorativo  se  comunica  á  toda  especie  de  objetos,  propios  del  mobiliario  sagrado,  y  se  perpetua 
muy  especialmente  en  los  de  la  orfebrería  y  en  los  de  marfil  destinados  al  culto.  Séanos  permitido 
traer  á  la  memoria  cuanto  dejamos  observado  al  describir  (pág.  38  y  siguientes)  el  Arca  de  las  Re- 
liquias de  Oviedo,  tanto  respecto  de  su  conjunto  como  de  sus  jiormenores,  asi  como  el  bellísimo  Díp- 
tico que  lleva  en  la  Cámara  Santa  título  de  Altar  de  los  Apóstoles.  En  uno  y  otro  monumento  se  halla 
pues  repetidamente  el  referido  tipo  de  la  arquería  bizantina,  tal  como  se  muestra  en  la  corona  que 
examinamos,  probándose  cuan  grande  es  la  fuerza  de  la  tradición  en  el  arte  de  la  orfebrería,  cuan- 
do se  considera  que  pertenece  el  expresado  Díptico  al  siglo  XI,  así  también  como  parle  del  Arca  y 
muchos  ornamentos   en  que  aquella  se  reproduce. 


10Í  MEMORIAS    DE    l.K    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

jante  al  de  hs  orlas  exteriores  de  la  primera  de  estas  tres  coronas.  Perforadas  las  en- 
jutas, cobra  toda  esta  j)arte  central  extraordinaria  ligereza,  si  bien  hay  moli\o  para 
sospechar  que  tuvo,  al  construirse,  algún  otro  ornato,  pues  que  alternan  desde  el  ar- 
ranque de  los  arcos  hasta  la  orla  exterior,  ciertos  círculos  que  indican  no  haber  sido 
trazados  allí  ociosamente  *.  Las  dos  zonas  exteriores  son  del  todo  iguales:  separadas  de 
la  central  por  un  menudo  funículo,  ofrecen  numerosa  serie  de  arquitos  ornamentales, 
limitados  á  uno  y  otro  lado  por  un  cordoncillo,  y  tras  él  se  desenvuelve  otro  doble 
funículo  á  manera  de  trenza,  ile  que  nos  ministran  muchos  ejemplos  las  basílicas  de 
Asturias.  Ciérrala  en  ambos  extremos  otro  cordoncillo:  carece  de  cruz;  tiene  diez  cla- 
masterios,  más  bellos  que  los  de  las  coronas  precedentes,  pues  que  se  componen  de 
una  especie  de  cabete ,  terminado  por  la  parte  superior  en  una  cuenta  de  oro  y  de  la 
inferior  penden  otros  tantos  trozos  exagonales  de  vidrio  de  colores:  las  cadenas  son 
por  demás  sencillas. 

No  puede  en  verdad  ser  más  gracioso  ni  agradable  el  conjunto  de  esta  singular 
corona,  y  aunque  dista  mucho  de  la  magnificencia  que  respiran  las  dos  primeras  (las 
de  Receswinto  y  de  Sonnica),  no  es  menos  preciosa  que  ellas  bajo  la  relación  artís- 
tico-arqueológica.  Lo  repetimos  sin  temor  de  equivocarnos:  por  ella  más  que  por  otro 
algún  monumento  de  la  misma  edad,  logran  confirmación  las  observaciones  que  ar- 
riba dejamos  expuestas,  causando  verdadera  maravilla  el  ([ue  un  escritor  tan  docto 
como  Mr.  de  Lasteyrie,  haya  cerrado  los  ojos  á  la  luz,  desdeñando  la  fructuosa  y  no 
difícil  enseñanza  que  de  su  estudio  se  desprende  (Lám.  I,  n."  7  y  Lám.  V,  u."  4). 

De  todas  estas  coronas  que  son  realmente  votivas,  pudiera  asegurarse  que  fueron 
ofrendadas  algún  tiempo  después  del  tercer  Concilio  Toledano,  no  solamente  porque 
desde  aquel  momento,  tan  solemne  en  la  historia  de  la  civilización  española,  se  re- 
fleja con  más  fuerza  en  las  bellas  artes  la  influencia  bizantina,  sino  porque  sólo  pudo 
desde  entonces  generalizarse  la  piadosa  costumbre  que  personifican.  Pero  es  imposible 
de  todo  punto  el  designar  los  personajes  que  ante  el  altar  las  consagraron,  como  lo 
es  también  determinar  si  lo  fueron  todas  tres  á  la  Virgen ,  cuando  poseemos  ya  datos 
seguros  de  que  entre  las  ofrendas  de  Guarrazar  se  contaban  las  de  algún  prelado,  v 
no  es  menos  cierto  que  se  colgaron  algunos  de  estos  ex  voto  ante  otro  altar  que  no 
era  el  de  Santa  María.  Observemos,  por  último,  que  todas  revelan  el  mismo  procedi- 
miento industrial,  como  que  todas  pertenecen  á  un  mismo  arte  y  á  una  misma 
cultura. 

IV.     No  se  prestan  con  igual  interés  al  estudio  artístico  las  restantes  coronas  cus- 
todiadas en  el  Museo  del  Hotel  de  Cluny.  Son  todas  cuatro:  semejantes,  si  no  igua- 


i  Según  declaración  de  uno  de  los  primeros  descubridores,  esta  bellísima  corona  había  sido  divi- 
dida, para  venderla  á  los  plateros,  en  cinco  pedazos,  cuando  llegó  á  manos  del  que  la  llevó  á  París. 
!\"ada  tiene  pues  de  inverosímil  el  que  habiendo  desaparecido  el  ornato  que  hacia  relación  á  los  in- 
dicados círculos,  no  osaran  los  restauradores  reponerlo.  Esta  observación  no  pasa  sin  embargo  de  la 
esfera  conjetural,  en  que  sobre  ciertos  puntos  nos  ha  encerrado  el  misterio  con  que  se  pretendió  en- 
volver el  descubrimiento  del  Tesoro. 


MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO.  lÜli 

les  en  su  traza  y  disposición,  compónense  las  tres  primeras  de  cierta  especie  de  do- 
ble enrejado  trasparente  que  ofrece  tres  líneas  horizontales,  uniéndose  entre  si,  tan- 
to estas  piezas  como  las  que  aparecen  en  sentido  vertical,  por  medio  de  chalones,  ja 
cuadrados,  ya  circulares,  en  que  brillan  piedras,  nácares  y  j)aslas  de  colores.  Fórma- 
se el  referido  enrejado  de  cierta  manera  de  balaustres  achaílanados,  no  de  oío  maci- 
zo, como  afirmaron  primero  los  arqueólogos  franceses  S  sino  de  una  hoja  harto  sutil 
de  oro,-  y  nos  recuerda  en  su  conjunto  el  ornamento  empleado  en  no  pocos  mosaicos 
romanos  (Lám.  II,  n.°  10),  cumpliéndose  aquí  una  vez  más  el  principio  antes  reco- 
nocido de  que  las  artes  secundarias  del  diseño  siguen  siempre  la  ley  universal  ipie 
domina  la  tradición  de  las  Itellas  artes.  Muy  parecidas  son  también  las  cruces  (|ue 
enriquecen  estas  coronas  y  del  todo  iguales  sus  clamasterios,  que  se  multiplican  en 
los  centros  de  los  balaustres  horizontales:  presentan  las  cruces  la  forma  general 
que  ofrece  la  de  Sonnica,  y  como  el  anverso  de  esta  se  hallan  sembradas  de  pie- 
dras, nácares  y  pastas  de  colores,  viéndose  pendientes  de  pies  y  brazos  variados 
clamasterios:  difieren  estos  en  las  coronas  de  los  (¡ue  avaloran  las  demás  descritas, 
porque  sobre  no  semejar  como  en  ellos  graciosas  peras,  cuelgan  más  que  los  de  las 
tres  anteriormente  examinadas  y  tienen  como  la' de  la  arquería,  graciosos  cabetes 
de  oro.  Son  finalmente  las  cadenas  que  las  suspenden,  algún  tanto  distintas;  y  ora  se 
vén  sujetas  en  la  parte  superior  por  argollas,  oía  por  florones  semejantes  al  de  la 
corona  de  Sonnica. 

Llegada  la  cuarta  al  3Iuseo  de  las  Termas,  por  circunstancias  que  no  inloiita- 
mos  apurar  ahora,  ha  excitado  nuevamente  el  entusiasmo  de  los  arqueólogos  fian- 
ceses,  apresurándose  á  publicar  su  descripción  escritores  que  gozan  de  legítima  au- 
toridad en  la  república  de  las  letras  y  de  las  ciencias.  De  esta  descripción  resulta 
(|ue  sólo  se  aparta  de  las  tres  anteriores,  porque  tiene  una  hilera  de  mallas  ó  balaus- 
tres más,  produciendo  en  consecuencia  un  orden  más  de  vanos  cuadrados  y  osten- 
tando mayor  número  de  piedras.  Cada  inlerseccion  aparece  en  efecto  señalada  con 
un  chatón  de  relieve  que ,  como  en  las  ya  analizadas  encierra  un  zafiro ,  un  trozo 
de  nácar  ó  de  otra  materia  de  las  mencionadas  arriba,  viéndose  en  los  vanos  un 
pequeño  péndulo  ó  clamasterio,  compuesto  de  un  cabete  de  oro  y  una  perla  fina. 
Del  borde  inferior  cuelgan  también  doce  clamasterios  de  igual  forma,  aunque  mayo- 
res y  terminados  por  un  zafiro  y  una  perla,  correspondiendo  á  los  doce  chatones  del 
])rimer  cerco.  Susjiéndenla  tres  cadenas  de  oro  que  se  reúnen  bajo  un  doble  llorón 
de  no  despreciable  trabajo,  y  del  centro  de  este  florón  cae  en  el  interior  otra  cadena 
á  la  cual  se  enlaza  una  gran  cruz  de  oro,  exornada  en  una  y  otra  fas  de  zafiros  y 
nácares,  engastados  en  gruesas  cápsulas  ó  chatones.  Los  brazos  y  el  pié  tienen  por 
último  grandes  péndulos  de  zafiros  piriformes.  La  altura  total  de  la  corona,  desde 


1  Mr.  de  Sommerard  y  Mr.  de  I-astoyric,  que  le  sigue  y  cita  al  tocar  este  punto  de  la  descripción 
del  Tesoni  (Párr.  IV,  pág.  7).  Mr.  de  Merimée  ha  rectificado  esta  equivocación  al  manifestar  que  le 
bandean  [úc  la  cuarta  corona  últimamente  ad(|uirida  por  el  Museo]  'csi  une  sorte  de  grillaye  en  or 
suuflé. 


(04  MEMOniAS   DE    I.\    RE\L    ACADEMIA    DK    SAN    FERNANDO. 


la  anilla  que  la  suspende,  hasta  el  pié  de  la  cruz,  llega  á  0,7*2,  excediendo  á  las 
otras  así  por  su  tamaño  como  por  su  riqueza  '. 

Es  el  conjunto  de  estas  preseas  por  extremo  peregrino :  su  examen  produce  en 
nosotros  el  convencimiento  de  que  nunca  pudieran  contarse  con  razón  entre  los  or- 
namentos personales  de  reyes,  proceres  ó  matronas  visigodas,  como  en  los  prime- 
ros instantes  de  tan  maravilloso  descubrimiento  se  supuso  aun  por  los  más  diligentes 
anticuarios.  Todas  las  coronas  de  enrejado  son  pues  en  nuestro  sentir  simples  ex  voto, 
así  como  lo  son  también  las  tres  pequeñas  de  aro.  Pero  si  respecto  de  su  estructura 
general  reconocemos  con  Mr.  de  Lasteyrie  que  no  tienen  semejantes,  ¿podremos  por 
esto  atribuirles  mayor  importancia  en  la  historia  de  las  artes  que  á  las  de  aro? 
/Será  lícito  bajo  algún  concepto  desdeñar  por  la  mayor  novedad,  si  realmente  existe, 
lo  que  es  más  significativo  y  tiene  más  directo  é  inmediato  enlace  con  las  arles  pri- 
mogénitas? lil  estudio  que  dejamos  realizado,  enseña  á  conocer  que  esto  no  es  fácil 
hacerse,  sin  peligro  de  error  manifiesto ;  y  cuando  por  otra  parte  debemos  á  la  ob- 
servación de  las  producciones  del  arte  antiguo  la  convicción  de  que  habia  este  ela- 
borado multitud  de  elementos  que  hereda  y  tiene  por  suyos  el  arte  latino-bizantino, 
Y  hallamos  entre  ellos  el  tipo  del  famoso  enrejado  que  constituye  estas  coronas  vo- 
tivas, justo  nos  parece  concluir  que  no  son  argumentos  bastantes  para  robustecer  la 
teoría  que  en  estos  estudios  combatimos ,  cobrando  mayor  fuerza  cuantas  deducciones 
vamos  obteniendo,  á  medida  que  se  conceda  mayor  importancia  á  lo  secundario 
sobre  lo  que  es  principal  en  el  arte  y  se  desconozcan  sus  multiplicadas  relaciones. 

Mas  pongamos  ya  término  á  la  descripción  de  aquella  parte  del  Tesoro  de  Guar- 
razar  depositada  en  el  Hotel  Gluny,  para  fijar  nuestras  miradas  en  los  objetos  que 
[)or  fortuna  poseemos,  completando  en  tal  manera  los  estudios  gráficos  que  inten- 
tamos exponer  en  el  presente  ensayo. 


1  Cuando  en  los  primeros  dias  de  Abril  llegaron  á  España  los  diarios  franceses  que  publicaron 
la  descripción  de  esta  corona,  escrita  por  Mr.  Próspero  Merimée,  acordó  la  Comisión  encargada  de 
publicar  los  Monumentos  arquitectónicos  de  España  adquirir  un  dibujo  exacto  de  la  misma,  para  que 
figurase  en  la  lámina  de  las  coronas  y  demás  objetos  del  Tesoro  de  Guarrazar  que  á  la  sazón  estaba 
preparando.  Adquirido  este  diseño,  debido  á  uno  de  los  primeros  artistas  de  Paris,  hemos  podido 
formar  cabal  concepto  de  esta  nueva  presea,  que  aparecerá  en  efecto  en  los  Monumentos  arquitectónicos 
al  lado  de  las  demás  coronas.  Por  la  breve  noticia  que  de  ella  damos,  se  podrá  conocer  que  no  au- 
menta en  verdad  grandes  quilates  al  descubrimiento,  si  bien  sentimos  sobremanera  que  haya  pasado 
los  Pirineos. 


VI. 


Prosigúese  el  estudio  del  Tesoro  de  Guarrazar. — Nuevos  objetos  artísticos  del  mismo. — Coronas  y  cruces 
adquiridas  por  S.  M.  la  Reina. — 1.  Corona  do  Suinthila.— Importancia  histórica  de  este  rey. — Des- 
cripción de  la  expresada  corona. — II.  Cruz  grande  que  se  le  atribuye. — Su  examen. — III.  Corona  vo- 
tiva del  abad  Teodosio. — Su  de-cripcion. — Consideraciones  sobre  la  época  á  que  pertenece. — IV.  Cruz 
votiva  de  Lucecio. — V.  Esmeralda  grabada  en  hueco.— Su  carácter  é  importancia.— -VI.  Otros  objeto.» 
del  Tesoro. — VII.  Fragmentos  adquiridos  por  el  Gobierno:  brazo  de  cruz  procesional:  su  descripción. — 
Noticia  de  otras  preseas  de  importancia  histórica. — Balteos,  cingulos  y  palomas  de  oro. — Juicio  com- 
parativo de  las  coronas  regias  y  de  las  simplemente  votivas. — Diversa  organización  del  trabajo  que  en 
ellas  se  revela. — Caracteres  artislicos. — Caracteres  industriales. — Resumen. 


«Según  las  noticias  recogidas  respecto  del  primer  descubrimiento  acaecido,  como 
es  ya  notorio,  en  1858,  parece  que  fueron  encontradas  catorce  coronas  de  oro  en 
el  mismo  sitio.  Nosotros  poseemos  ocho:  las  restantes,  más  ó  menos  maltratadas,  han 
sido  fundidas  en  España  '. »  Estas  palabras  que  há  pocos  meses  escribia  Mr.  Prós- 
pero Merimée  con  toda  la  apariencia  de  una  verdad  histórica,  han  venido  felizmente 
á  perder  gran  paile  de  su  valor,  merced  á  las  afortunadas  adquisiciones  hechas  úl- 
timamente por  S.  M.  la  Reina,  según  en  otro  lugar  apuntamos.  Cierto  es,  y  cada 
(lia  más  doloroso,  que  el  |)Oco  ilustrado  ó  avaro  crisol  de  los  modernos  plateros  to- 
ledanos ha  devorado  imponderables  maravillas  de  la  orfebrería,  cultivada  durante  la 
monarquía  visigoda  en  la  egregia  ciudad  de  los  Concilios:  lamentan  pérdidas  tan 
sensibles  cuantos  contemplan  en  los  monumentos  de  las  artes  los  testimonios  más  au- 
ténticos de  la  civilización ,  y  fijando  la  vista  en  la  época  á  que  el  l'csoro  de  Guada- 
mur  correspondía,  aciertan  á  vislumbrar  en  sus  riquísimas  joyas  las  costumbres  y  la 


1  Las  plabras  textuales  de  Mr.  Merimée.  son  estas:  «D'aprés  les  rapports  rpcueillis  sur  la  pre- 
miiírc  decouverte  qu'  eut  lieu  comnie  ont  sait  en  1858,  11  parait  que  quatorze  couronnes  d'or  au- 
raient  été  trouvées  dans  le  méme  lieu.  Nous  en  possédons  hult;  les  autres,  plus  ou  moins  eudomma- 
gées,  ont  eté  fondues  á  la  monnaie  en  Espagne.» 

U 


106  MEMORIAS   DE   LA    HEAL  ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 

vida  interior  del  pueblo  de  los  Recaredos  y  Sisebutos.  Aquella  pérdida,  afrenta  de 
los  que  lian  dado  motivo  á  las  palabras  arriba  trascritas,  no  puede  en  verdad  ser  re- 
parada por  completo:  cada  nueva  presea  de  las  que  se  han  salvado,  cada  informa- 
ción nueva  sobre  la  niagnilicencia  del  Tesoro  aumenta  en  los  verdaderos  amantes 
del  nombre  español  la  sorpresa  y  el  sentimiento  y  condena  sin  apelación  la  incaliO- 
cable  conducta  de  los  que  así  le  han  entregado  al  ludibrio  de  las  gentes. 

Hé  aquí  el  efecto  generalmente  producido  por  el  examen  de  los  objetos  que  se 
han  libertado  del  doble  peligro  de  caer  en  la  turquesa  de  los  referidos  plateros,  ó  de 
pasar  el  Pirineo  para  acaudalar  el  Museo  de  las  Termas  '.  Comprado  por  el  Ministe- 
rio de  Fomento  un  brazo  de  cruz  procesional,  cuya  belleza  decorativa  y  cuya  ex- 
traordinaria riqueza  lo  hermanaban  grandemente  con  las  coronas  ya  conocidas;  alle- 
gados otros  fragmentos  que  no  carecían  de  novedad  ni  de  importancia,  entre  los  cua- 
les se  contaban  número  crecido  de  perlas,  zafiros,  amatistas,  plasmas  y  pastas  de 
colores,  y  malograda  la  ocasión  de  dotar  á  nuestros  museos  con  la  última  de  las 
coronas  trasportada  á  Paris;  parecía  ya  imposible  que  existiera  prenda  alguna  de  in- 
terés artístico  ó  arqueológico  perteneciente  al  Tesoro  de  Guarrazar ,  cuando  un  he- 
cho tan  significativo  como  espontáneo  mostró  á  deshora  que  no  era  la  indicada  co- 
rona el  único  monumento  guardado  en  nuestra  España,  y  que  no  alcanzaban  á  la 
realidad  cuantas  hipérboles  se  habian  imaginado  para  ponderar  aquel  maravilloso 
conjunto  de  preciosidades,  depositado  en  el  cementerio  de  la  basílica,  cuya  existen- 
cia habíamos  reconocido  en  las  ya  famosas  Ifuertas. 

Hallábase  la  corte  de  jornada  en  Aranjuez,  y  ya  se  disponía  á  restituirse  á  Ma- 
drid, cuando  en  la  mañana  del  19  de  Mayo  del  corriente  año  presentábanse  á  las 
puertas  del  real  palacio  dos  hombres,  cuyo  humilde,  aunque  diverso  continente 
mostraba  desde  luego  no  haber  frecuentado  los  grandes  centros  de  civilización 
ni  menos  los  alcázares  de  los  reyes.  Tímido  y  reservado  el  uno,  vestía  el  traje 
modesto  de  aldeano;  abierto  y  más  resoluto  el  otro,  venía  cubierto  de  negro:  am- 
bos parecían  haberse  extremado,  no  obstante,  en  su  exterior  compostura,  y  el  pri- 
mero traía  en  sus  manos  un  pequeño  bulto  que  recataba,  no  sin  misterio.  Al  jefe  de 
parada  se  acercaron  con  alguna  desconfianza  de  lograr  lo  que  pretendían;  y  gasta- 
dos saludos  y  circunloquios,  que  hacían  aquella  situación  más  peregrina,  declará- 


•  Cúmplenos  advertir  aquí  que  no  equiparamos  uno  y  otro  peligro:  nos  dolemos  de  que  hayan 
dejado  de  pertenecer  á  España,  aunque  sea  temporalmente,  las  coronas  que  ilustran  hoy  el  Hotel 
Cluny;  pero  entre  los  dos  extremos  de  que  ornaran  un  museo  extranjero  o  hubiesen  perecido  en  el 
crisol  de  un  ignorante  ó  de  un  codicioso,  optaríamos  siempre,  y  sin  vacilar,  por  el  primero,  movi- 
dos del  noble  y  trascendental  interés  de  la  ciencia.  Así  pues,  si  no  aplaudimos,  en  ningún  caso,  á 
los  que  directa  ni  indirectamente  han-  mediado  en  la  extracción  de  estos  monumentos,  vituperamos  con 
toda  nuestra  indignación  á  los  que  han  destruido,  por  el  bárbaro  placer  de  destruir,  tantas  maravi- 
llas, mientras  felicitamos  á  los  que  animados  de  ilustrado  espíritu  conservador,  han  dado  hospitalidad 
entre  tantas  preciosidades  como  guarda  el  Museo  de  las  Termas ,  á  estas  reliquias  de  la  cultura  visi- 
goda, y  nos  complacemos  en  oírles  repetir  diariamente  que  no  iguala  ninguna  colección  á  la  parte 
del  Tesoro  de  Guarrazar  en  aquel  establecimiento  depositada. 


HEMORIAS   DE  LA   nEAL  ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO.  107 

ronle  al  postre  que  era  su  ánimo  ofrecer  á  los  pies  del  trono  una  pequeña  muestra 
de  su  lealtad,  y  -tal  es  (anadian)  que  ha  de  gustar  mucho  á  la  Reina. »  No  se  prestó 
el  mencionado  jefe  á  los  deseos  de  aquellos  desconocidos,  sin  que  anles  le  manifes- 
tasen el  objeto  á  que  se  referían;  pero  descubierto  á  su  vista  por  el  aldeano,  fal- 
tóle ya  el  tiempo  para  poner  en  conocimiento  del  ilustrado  duque  de  Bailen ,  mayor- 
domo mayor  de  S.  M.,  la  pretensión  indicada;  y  solícito  como  siempre,  elevóla  el 
duque  á  la  Reina,  viéndose  á  poco  en  la  real  cámara  el  maestro  de  escuela  de  Gua- 
damur,  don  Juan  Figueroa  y  el  labriego  Domingo  de  la  Cruz,  de  quien  era  fama 
en  la  citada  villa  que  habia  sido  uno  de  los  primeros  descubridores  del  celebrado 
Tesoro  '. 

Alentados  por  la  habitual  benevolencia  de  doña  Isabel  II,  y  desvanecido  el  na- 
tural aturdimiento  que  les  produjo  el  verse  en  tal  lugar,  pedíanle  permiso  para  pre- 
sentarle alguna  parte  del  referido  Tesoro,  cuya  existencia  no  habían  querido  revelar 
antes,  porque  abrigaban  la  esperanza  de  hacerlo  sólo  á  S.  M. ,  como  lo  verificaban." 
Con  agradable  sorpresa  oyó  la  Reina  aquella  manifestación;  y  concedido  el  solicitado 
permiso,  vio  complacida  que  el  aldeano  le  presentaba  una  corona  de  oro,  ornada  de 
cierta  inscripción  votiva  en  letras  rehundidas  que  ocupaban  el  centro  del  aro;  una 
cruz  del  mismo  metal,  en  que  se  leía  otra  inscripción  de  igual  género;  notabilísimos 
fragmentos  de  otra  mayor  y  más  rica;  y  una  T,  prendida  de  una  cadenilla  y  exornada 
de  piedras  preciosas  que  le  servían  de  colgante ,  todo  lo  cual  producía  el  convenci- 
miento de  cuan  grande  había  sido  el  destrozo  causado  en  las  magníficas  joyas  de 
que  estas  reliquias  formaban  parte,  persuadiendo  al  par  de  que  no  eran  aquellos 
los  últimos  objetos  que  el  labriego  poseía.  Comprendiólo  así  S.  M.,  cuyo  placer  igualó 
en  aquellos  momentos  á  la  dolorosa  impresión  que  dos  años  antes  produjo  en  su 
ánimo  la  afrentosa  noticia  de  que  habían  salido  de  la  Península  las  demás  coronas  ya 
examinadas;  v  crecia  su  esperanza  al  notar  que  la  indicada  letra  recordaba  desde 
luego  las  que  pendían  de  la  corona  de  Receswinto,  formando  su  nombre. 

La  Reina  no  se  equivocaba;  y  con  el  anhelo  de  que  no  peligrasen  nuevamente 
los  demás  objetos  que  en  su  sentir  poseia  el  Domingo  de  la  Cruz,  no  bien  salieron 
de  la  regia  cámara  maestro  de  escuela  y  labriego,  mandó  llamar  al  secretario  de  In 
Intendencia  de  la  Real  Casa  y  Patrimonio,  don  Antonio  Flores,  confiándole  el  espe- 
cial encargo  de  inquirir  si  existían  realmente  otras  preseas  en  poder  del  reservado 
aldeano,  explorando  de  paso  sus  deseos  respecto  de  la  recompensa  á  que  aspiraba. 


•  No  es  de  nuestro  intento,  según  en  otro  lugar  insinuamos ,  al  apurar  la  parte  anecdótica  del 
descubrimiento.  Pública  voz  y  fama  era  no  obstante  en  Guadamur,  y  asi  consta  en  los  informes  que 
dimos  á  la  Academia  y  en  el  expediente  instruido  en  el  Ministerio  de  Fomento,  que  Domingo  de  la 
Cruz,  dueño  de  una  de  las  tierras  lindantes  con  el  prado  de  la  Fuente  y  las  Huertas  de  Guarrazar. 
habia  tropezado  con  una  de  las  dos  cajas'  de  hormigón  romano,  que  formaban  en  el  cementerio  de  la 
basilica  el  depósito  del  Tesoro.  No  cosechada  todavía,  ó  por  falta  de  tiempo  ó  por  no  haber  sido  des- 
cubierta, ofreció  al  Cruz,  si  no  tanta  riqueza  como  la  hallada  por  los  que  le  precedieron  ,  a!  menos  la 
bastante  para  revelar  lo  que  era  aquel  doble  condesijo. 


IOS  MEMORIAS   DE   t\    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

Partió  luego  don  Antonio  Flores  á  Guadajnur,  adonde  se  habian  restituido  ya 
el  aldeano  y  el  maestro  de  escuela;  y  tanta  diligencia  emjjleó  para  que  se  lograsen 
las  esperanzas  de  la  Reina  y  con  tal  discreción  supo  vencer  las  contradicciones  y  re- 
servas del  Cruz,  (¡ue  se  resolvió  este  al  cabo  á  presentarle  cuanto  poseia,  á  lo  cual 
se  opuso  con  extremada  delicadeza  el  secretario  de  la  Real  Intendencia,  deseoso  de 
que  sólo  recibiera  S.  M.  aquel  singularísimo  tributo.  El  24  de  Mayo  tornaban  en 
efecto  al  Real  Sitio  de  Aranjuez,  don  Juan  Figueroa  y  Domingo  de  la  Cruz,  trayen- 
do otra  corona  de  extraordinaria  magnificencia,  de  la  cual  pendian  hermosos  cla- 
niasterios  ornados  con  letras  iguales  á  la  ya  presentada  el  19;  una  gran  cruz  en 
parte  mutilada,  cuya  importancia  artística  excedía  á  la  de  los  demás  objetos;  y  en- 
tre número  crecido  de  perlas,  amatistas  y  zafiros  de  inusitado  tamaño,  una  piedra 
grabada  en  hueco,  ejemplar  rarísimo  del  arte  glyptico,  cultivado  en  España  durante 
la  monarquía  visigoda.  Al  presentar  estos  relieves  del  disipado  Tesoro,  mostrábase 
el  Cruz  pesaroso  de  haber  destruido  otras  muchas  joyas,  no  sin  dolerse  de  que  le 
hubiesen  arrebatado  algunas,  entregadas  sin  su  consentimiento  al  brazo  seglar  úq  los 
plateros.  Las  informaciones  de  don  Antonio  Flores,  conformes  en  todo  á  las  noticias 
recogidas  por  nosotros  en  la  primera  investigación ,  justificaban  las  palabras  del  ar- 
repentido labriego,  haciendo  todavía  más  sensible  la  gran  pérdida  de  aquellos  ines- 
timables monumentos  de  las  artes  españolas.  Magnánima  cual  siempre  la  Reina  de 
España,  agradeció  no  obstante  el  presente  que  se  le  hacía,  y  gozosa  de  que  pose- 
yera la  nación  alguna  parte  del  Tesoro  de  Guarrazar,  olvidaba  los  pasados  errores: 
Domingo  de  la  Cruz  recibía  de  sus  manos  cumplido  galardón,  volviendo  al  seno  de 
su  familia  honrado  y  satisfecho  '. 

Restituida  á  Madrid  la  corte  el  25  de  Mayo,  hallónos  la  noticia  de  tan  feliz  ad- 
(|uisicion,  empeñados  en  la  impresión  de  estos  ensayos,  causándonos  no  pequeña 
sorpresa  el  espectáculo  de  las  nuevas  pi-eseas,  que  venían  á  dar  mayor  fuerza  y  va- 
lor á  todas  nuestras  observaciones  artísticas.  A  la  amistosa  consideración  de  don  An- 
tonio Flores  debimos  el  singular  placer  de  ser  los  primeros  en  examinarlas;  y  co- 
municada en  la  misma  noche  del  25  de  Mayo  esta  satisfactoria  novedad  á  nuestro 
digno  compañero,  don  Pedro  de  Madrazo  ^,  lográbamos  al  siguiente  día  fijar  unidos 
la  leyenda  que  pendía  de  la  corona  principal,  no  sin  vencer  graves  dificultades,  na- 
cidas de  la  ignorancia,  con  que  habian  sido  una  y  otra  vez  barajadas  las  letras.  A 
la  ofrenda  de  Receswinto  se  añadía  ya  la  de  otro  monarca  que  le  precedió  en  el 


'  Domingo  de  la  Cruz  recibió  en  pago  de  los  objetos  referidos  la  suma  de  40.000  rs.,  y  como 
premio  del  servicio  prestado  á  S.  M.  la  pensión  vitalicia  de  4.000  anuales ,  expresándose  en  el  titulo 
que  se  le  ba  expedido  el  concepto  especial  en  que  se  le  concede,  para  honra  suya  y  de  su  familia. 

-  La  comisión  encargada  de  la  publicación  de  los  Monumentos  arquitectónicos  de  España,  á  que 
anibos  pertenecemos,  nos  habia  dado  el  encargo  de  escribir  ¡a  monografía  que  debe  acompañar  á  las 
láminas  de  las  Coronas:  noticiosa  aquella  del  nuevo  descubrimiento,  acordó  que  figurasen  en  la  obra 
los  objetos  presentados  á  S.  M  ,  cuyo  beneplácito  se  le  comunicaba  por  medio  del  Sr.  Flores.  Unas  y 
otros  verán  en  breve  la  luz  pública.  ' 


MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMIA    DE  SAN    FERNANDO.  109 

trono  visigodo  por  el  espacio  de  treinta  y  dos  años ":  á  las  desconocidas  consagracio- 
nes de  las  coronas  en  el  capitulo  anterior  estudiadas,  la  de  otra  no  menos  peregri- 
na, verificada  por  un  abad  católico:  al  nombre  visigodo  de  Sonnica  se  unian  por  úl- 
timo los  de  otros  personajes  de  la  raza  iiispano-lalina,  todo  lo  cual,  hermanado  con 
el  interés  artístico  en  nosotros  producido,  nos  convencía  plenamente  de  que  la  ciencia 
arqueológica  habia  alcanzado  una  verdadera  conquista. 

1.  Era  el  monumento  más  importante,  bajo  el  doble  aspecto  del  arte  y  de  la  cien- 
cia, la  corona  en  que  descubrimos  el  nombre  de  Suinlhila.  Al  contemplarla,  asaltába- 
nos sobre  todo  el  anhelo  de  saber  por  (|uién  habia  sido  consagrada  aquella  magnífica 
presea:  examinados  los  caracteres  que  pendían  del  borde  inferior,  pudimos  establecer 
dos  datos,  á  cada  cual  más  importante,  reconociendo  que  la  inscripción  votiva  se  com- 
ponía de  veilite  y  dos  letras,  fuera  de  la  cruz  con  que  empezaba,  y  que  en  medio 
del  trastorno  producido  por  la  ignorante  mano  que  las  habia  arrancado  de  su  sitio 
y  vuelto  á  colocar  sin  concierto  ',  conservaban  cuatro  de  ellas  el  lugar  prímílivo, 
en  esta  forma: 


Las  demás  letras  existentes  no  pasaban  á  la  sazón  de  ocho:  por  manera  que  fal- 
taban hasta  diez  del  total  de  la  inscripción,  lo  cual  aumentaba  considerablemente  la 
dificultad  de  restituirlas  á  su  verdadero  puesto.  Con  aquellas  ensayamos,  pues,  toflo 
linaje  de  combinaciones;  y  fijándonos  por  una  parle  en  las  enseñanzas  que  á  la  his- 
toria debíamos,  en  orden  á  la  sucesión  de  los  reyes  visigodos,  y  considerando  por 
otra  el  predominio  que  desde  el  tercer  Concilio  Toledano  recobra  en  la  Península 
ibérica  el  elemento  latino,  predominio  que  trasciende  con  igual  fuerza  á  todas  las 
esferas  de  la  vida,  nos  fué  dado  al  fin  restablecer  la  inscripción  indicada,  del  si- 


guiente modo : 


t  SVinThllaNVs    REX    OFFereT 


1  Parécenos  bien  notar  que  no  contamos  aqiii  los  cuatro  años  en  que  Receswinto  estuvo  asociado 
por  su  padre  al  Gobierno  de  la  monarquía,  limitándose  la  referencia  á  la  época  en  que  empezó  á  regir 
por  si  las  riendas  del  Estado.  Suinthila,  que  es  el  monarca  á  quien  aludimos,  subió  al  trono  en  &1\: 
Receswinto  reinó  solo  desde  653. 

*  No  será  del  todo  impertinente  consignar  que  los  indicados  caracteres  aparecían  en  esta  inco- 
nexa disposición: 

t.S-.IVV.RTF.XNFO-E 

Ya  hemos  indicado  que  entre  los  objetos  presentados  á  S.  M.  el  19  de  Mayo  existia  una  T- 
'    Posteriormente  se  han  adquirido  otras  dos  letras  que  son  una  L  y  una  E,  las  cuales  se  han 
colocado  en  su  lugar  correspondiente,  siendo  de  esperar  que  la  extremada  diligencia  del  Sr.  Flores 
alcance  á  completar  la  inscripción,  sí  por  fortuna  existen  todos  los  caracteres  que  la  formaban. 


\  <  o  MEMORIAS    DE  L,V   REAL  ACADEMIA   DE   SAN  FERNANDO. 


Correspondía  esta  leyenda  á  las  veinte  y  dos  anillas  adheridas,  como  va  dicho, 
a  la  parte  inferior  del  cerco,  y  se  respetaba  al  reponerla  la  primitiva  colocación  de 
las  cuatro  letras  que  por  fortuna  no  liabiau  sido  arrancadas  de  la  corona.  Esta  ma- 
nera de  restauración  parecia  pues  satisfactoria :  restaba  sin  embargo  comprobarla 
con  documentos  auténticos  de  la  misma  época,  porque  según  recordábamos,  existia 
no  poca  vaguedad  en  cuanto  á  las  desidencias  gramaticales  del  nombre  de  aquel 
príncipe  se  referia  ' ;  y  tan  buena  dicha  habíamos  tenido  que  en  las  mismas  actas  del 
Concilio  IV  de  Toledo,  en  que  se  legitima  la  usurpación  de  Sisenando  ejercida  contra 
Suinthila,  se  leían  estas  palabras  relativas  á  la  condenación  impuesta  á  la  familia  del 
desheredado  monarca:  «Non  aliter  et  Gelanem  (Agilanum  dicen  algunos  códices) 
MEMORATi  SuiNTBiL.\Ni  ct  sauguíne  ct  scclerc  fralrem,  et...  -.  Era  por  tanto  evidente 
que  el  mismo  empeño  de  romanizar  la  sociedad  visigoda,  iniciado  de  antiguo  por  sus 
reyes  y  grandemente  acariciado  por  Recaredo  I ,  había  cundido  á  sus  sucesores 
á  principios  del  siglo  Vil  hasta  latinizar  los  nombres  propios  de  origen  indo-germá- 
nico, como  lo  vemos  repetirse  después  con  los  de  Chintíla  {Chintilams) ,  Wamba 
(Wainbanus),  Egica  {Egicanus),  Wítiza  {Witizanus),  trasfiriéndose  á  la  monarquía 
asturiana  el  mismo  anhelo,  pues  que  se  escribe  en  los  primeros  cronicones  Froilams 
(Fruela),  Faflanus  (Favila),  Garseanm  (García),  y  así  otros  muchos,  revelando 
siempre  la  ley  general,  que  la  civilización  española  reconocía  ^. 

La  principal  corona  adquirida  por  la  Reina  había  sido  por  tanto  ofrendada  ante 
el  divino  altar  por  Suinthila,  uno  de  los  más  insignes  y  desdichados  príncipes  que  se 
asientan  en  el  trono  de  Ataúlfo.  Hijo  del  buen  rey  Recaredo,  había  visto  caer  al 
golpe  de  la  traición  á  su  hermano  Liuva ,  asociado  á  la  corona  por  aquel  glorioso 
príncipe  [603],  y  que  tras  él  era  también  víctima  de  la  ambición  de  Gundemaro  el 
tirano  Witerico  [612]:  su  juventud  se  ilustraba  con  memorables  empresas  militares, 
y  al  llegar  á  la  edad  viril,  llamábanle  al  solio  aquellos  mismos  magnates  turbulentos 
que  se  tenían  por  arbitros  de  la  púrpura  y  de  la  vida  de  los  reyes  [621].  Grandes 
triunfos  alcanzó  Suinthila  ya  en  el  trono:  domados  los  vascos,  cuyas  comarcas 
sujetaba,  edificando  con  grande  fortaleza  la  ciudad  de  Ologito  (Olite),  revolvía 
contra  los  imperiales  que  tenían  aun  á  devoción  de  Bizancio  una  parte  de  la  Bélica 


i  En  efecto,  San  Isidoro  y  San  Ildefonso  declinaron:  Suinthila,  ae  y  Suinthilae,  anís:  en  las  mo- 
nedas de  este  principe,  que  son  muy  numerosas,  leemos  Suintilay  Suintil.  (Florez,  Medallas  de  Espa- 
ña, t.  III),  y  en  alguno  de  los  códices  consultado  por  Loaysa  se  escribía:  Stiinthilana,  ae  [Colect. 
Concil.  Hispan.,  t.  IIl,  p.  380).  La  terminación  mejor  formada  y  conforme  con  la  índole  de  la  lengua 
latina,  es  sin  embargo  la  de  la  inscripción  votiva. 

í    Concilio  IV,  can.  LXXV. 

3  Respecto  de  los  últimos  nombres  pueden  verse  los  Chronicones  de  Sebastian,  Sampiro,  el 
monje  de  Albelda,  etc.:  respecto  de  los  primeros,  demás  de  la  lápida  que  se  refiere  á  Egica,  inserta 
en  la  pág.  21,  observaremos:  1.°  Que  en  orden  á  Chintila  se  anuncian  su  exaltación  al  trono  y  su 
muerte  con  estas  palabras:  «Anno  imperii  Heraclii  vigessimo  primo  Chintilanm  regnum  accepit:  Rex 
Ckintilanus  Toleti  decessit»  [Cont.  chron.  Beali  Isidori,  lib.  III);  y  2.»  Que  el  docto  San  Julián  al 
mismo  tiempo  que  escribía  Wamba  Rex,  Wambanem  Principem,  decia:  Piimipi  Wambano,  etc 
{De  Rehelione  Pauli],  lo  cual  se  repite  de  los  demás  nombres  citados. 


HEMOniÁS    DE    LA    BRAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  1  1  \ 


y  de  la  Lusitania;  y  mientras  atraia  con  la  jMudencia  á  uno  de  los  gobernadores  de 
aquellas  provincias,  domaba  con  las  armas  al  oiro,  siendo  el  primer  rey  visigodo 
que  vio  limpias  de  extranjeros  las  tierras  de  España  ^  líxtrenuo  en  todas  las  virtu- 
des que  exaltan  la  majestad  real,  ganaba  al  propio  tiempo  con  su  liberalidad  y  su 
misericordia  para  con  los  flacos  y  menesterosos,  no  solamente  título  de  Principe  de  los 
pueblos,  sino  también  el  más  envidiado  de  Padre  de  los  pobres  ^  Al  cumplirse  el 
quinto  año  de  su  reinado  [G26]  concebia  el  proyecto  de  asociar  al  trono  á  su  hijo 
Recimiro,  siendo  este  el  primer  instante  de  su  descrédito  y  de  su  ruina:  la  aversión 
no  disimulada  con  que  los  proceres  vieron  este  hecho,  crecia  al  compás  de  los  mere- 
cimientos del  tierno  principe ;  y  tomando  cuerpo  en  los  desmanes  que  á  Suintliila  se 
atribuían,  buscaba,  acaudillada  por  Sisenando,  calor  y  ayuda  en  un  rey  extranjero, 
para  derribar  al  monarca  legítimo,  y  pagaba  después  con  diez  libras  de  oro  ■'  aquel 
no  envidiable  servicio  [()3l].  Sisenando  procuraba  dos  años  después,  entrado  ya  el 
tercero  de  su  reinado,  canonizar  semejante  despojo  con  la  absolución  de  los  Vl\  del 
IV  Concilio  de  Toledo,  declarando  malvados  é  indignos  de  honores  y  de  riquezas  á 
Suinthila  y  los  suyos  \ 


1  San  Isidoro  escribía :  «Postquam  vero  apicera  fastigii  regalis  conscendit,  urbes  residiias  quas 
in  Hispanis  Romana  manus  agebat,  praelio  conserto  obtinuit,  cunetamquc  triumphi  gloriam  prae  cae- 
teris  regibus  felicitate  mirabili  reportavit.  Totius  Hispaniae  infra  Oceani  fretum  monarchia  regni  pri- 
mas Ídem  potitus,  quod  nulli  retro  Principum  est  coliatum»  [Historia  Golhorum,  Era  DCLIX). 

*  «Praeter  has  militaris  gloriae  laudes  plurimae  in  eo  regiae  maiestatis  virtutes,  fides,  prudentia, 
industria,  in  iudiciis  examinatio,  strenua  in  regendo  regno  cura,  praecipua  circa  omnes  munificentia 
largus,  erga  indigentes  et  inopes  misericordia  satis  promptus.  Ita  ut  non  solum  Princeps  populorum, 
sed  etiara  Paler  pauperum  vocari  sit  digiius  (Id.,  id.).  El  elogio  de  San  Isidoro,  escrito  en  6:20,  no 
puede  ser  más  cumplido. 

3  Mariana,  lib.  VI,  r^ap.  IV.  Dagoberto  empleó  este  oro  en  la  construcción  de  la  basílica  de  San 
Dionisio  (Saint  Denís)  en  que  se  ocupaba. 

4  Canon  citado  arriba.  Guando  reconocidos  imparcialmente  estos  hechos,  y  tomadas  en  cuenta  las 
circunstancias  que  preceden  á  la  caida  ejemplarisima  de  Suinthila,  y  los  sucesos  que  inmediatamente 
la  producen,  le  vemos  acusado  de  prevaricador  y  como  tal  agobiado  bajo  el  anatema  de  la  posteridad, 
no  acertamos  á  penetrar  el  misterio  que  rodea  su  dolorosa  catástrofe.  Digno  es  de  consignarse  (y  á 
ello  nos  alienta  el  amor  de  la  verdad)  que  ninguno  de  los  historiadores  coetáneos,  ni  aun  los  primeros 
de  la  reconquista,  inclusos  don  Rodrigo  y  el  Rey  Sabio,  le  tratan  de  tal  prevaricador,  como  no  lo  hizo 
tampoco  el  severo  Mariana.  Del  modo  cómo  le  califica  San  Isidoro  lo  saben  ya  los  lectores:  el  Pacense 
dice  que  «digne  gubernacula  in  regno  gothorum  suscepit  sceptra»  (Chron.,  n.°  8):  el  Albeldense  ob- 
serva que  «victoria  et  consilio  magnus  fuit»  (n."  38):  el  obispo  de  Tuy  repite  las  palabras  de  Isidoro  de 
Sevilla:  el  arzobispo  de  Toledo  declara  que  fué  gloriosísimo  y  que  «divina  gratia  sceptrum  suscepit.» 
el  Rey  Sabio  le  colma  de  elogios,  manifestando  que  «era  buen  christiano  et  sabio  de  grand  entendi- 
miento, et  bien  justiciero  et  franco  et  piadoso  et  mucho  limosnador,»  notando  al  par  que  sólo  Sige- 
berto,  historiador  extranjero,  decia  «que  tan  esquivo  et  cruel  loé  este  rey  Soentila  con  los  godos  que  lo 
tiraron  del  señorío»  (El  Tudense,  libro  II,  Chron.  Mundi  ad  finem;  don  Rodrigo,  lib.  11,  cap.  XVIll 
De  Rebtts  Hisp.  Chmn.;  el  Rey  Sabio,  Estoria  de  Espanna,  \l.'  parte,  fól.  181  v.).  Mariana  refiere 
por  último  el  desabrimiento  de  los  godos  á  la  adopción  de  Recimiro  (Lib.  VI,  cap.  II),  (jue  es  lo  más 
verosímil  y  conforme  con  la  naturaleza  política  de  aquella  monarquía.  Queda  sin  embargo  la  condena- 
ción del  IV. °  Concilio  Toledano;  pero  cuando  se  considera  que  este  se  celebró  en  el  tercer  año  del  rei- 
nado del  usurpador,  ya  firme  en  el  imperio,  y  se  tiene  en  cuenta  el  ejemplo  de  otros  reinados  y  de  otras 


\\Í  MEMORIAS   DE   L\   REAL    ACADEMIA  DE  SAN   FERNANDO. 

A  tan  glorioso  y  desventurado  monarca  pertenecía  pues  la  corona  que  exami- 
namos. ¿Con  qué  ocasión  era  ofrendada  á  la  Virgen?  ¿Habia  sido  ornamento  perso- 
nal del  hijo  de  Recaredo?  Que  un  rey  cristiano  y  guerrero,  triunfante  una  y  otra 
vez  de  los  enemigos  de  la  pati'ia ,  liabia  de  tener  frecuentes  ocasiones  en  que  ren- 
dir á  Dios  el  tributo  de  su  gratitud  y  de  su  devoción,  no  hay  para  qué  dudarlo: 
ningún  momento  más  propio  sin  embargo,  consideradas  la  magnitud  y  trascendencia 
del  hecho,  que  aquel  en  que  veía  sometidas  á  su  imperio  todas  las  provincias  de 
España;  por  manera  que  lograda  esta  admirable  felicidad,  como  la  apellida  San 
Isidoro,  en  (52G,  á  este  año  podría  reducirse  la  expresada  consagración  de  la  coro- 
na, cobrando  en  consecuencia  nuevo  y  muy  alto  valor  histórico,  y  comunicándolo  á 
la  Basílica  de  Ottarrazar ,  cuya  existencia,  si  como  es  verosímil  fué  en  sus  alta- 
res ofrecida,  ha  de  remontarse  por  lo  menos,  según  antes  de  ahora  expusimos,  á  la 
segunda  mitad  del  siglo  VI.  Que  pudo  ser  personal  ornamento  de  aquel  monarca, 
del  cual  se  desposeía  en  el  glorioso  instante  del  triunfo ,  no  parece  en  modo  alguno 
repugnante,  conocido  el  ejemplo  de  otros  reyes  y  considerada  su  riqueza,  su  es- 
tructura y  su  tamaño,  apareciendo  aun  más  apta  para  el  expresado  uso  que  la 
gran  corona  de  Receswinto  \ 

Magnífico  es  en  efecto  el  aspecto  que  ofrece;  pero  no  tan  suntuoso  como  el  de 
aquella  soberbia  presea ,  aunque  sí  más  artístico  y  bello.  Formada  de  dos  semicír- 
culos, unidos  como  en  las  ya  estudiadas  por  bisagras,  constituye  un  aro  que  mide 
0,22  de  diámetro  por  0,6  de  altura,  y  se  divide  en  tres  distintas  zonas,  todas  ri- 
camente exornadas.  Vuelan  las  exteriores  á  uno  y  otro  lado  sobre  0,006  fuera 
del  cerco  central  y  tiene  la  superior  0,014  de  ancho,  extendiéndose  la  inferior 
hasta  0,016.  Queda  por  tanto  la  zona  principal  reducida  á  0,3  exactos  de  altura, 
presentando  el  diámetro  de  0,210  en  que  se  desenvuelve,  los  más  preciosos  ele- 
mentos decorativos  que  avaloran  tan  peregrina  joya  -. 

Compónese  dicha  ornamentación  de  una  serie  de  rosetones  octifolios,  inscritos 
en  círculos  tangentes  por  los  extremos,  y  enriquecidos  en  el  centro  de  gruesos  cha- 
tones circulares  que  sobresalen  del  fondo  común  hasta  0,003.  Ostentan  estos  en  or- 
den alterno  hermosas  perlas  y  lucientes  zafiros  de  diversas  formas  y  tamaños,  lo 


usurpaciones  disculpadas,  yaque  no  canonizadas  de  igual  suerte;  cuando  se  repara  por  último  en  la  ma- 
nera como  se  presenta  Sisenando  ante  los  PI^.  del  Concilio,  no  es  ya  maravilla  que  obtuviese  aquella 
condenación  contra  el  príncipe  desheredado  y  su  familia.  La  prevaricación  de  Suinthila  no  es  en  con- 
secuencia uno  de  esos  hechos  que  admite  la  historia  sin  contradicción  ni  controversia;  y  si  fuera  real- 
mente cierto,  como  afirman  respetables  historiadores,  que  Chintila  y  Chindaswinto  fueron,  demás  de 
Recimiro,  hijos  suyos  (El  obispo  don  Lúeas  de  Tuy,  Chrmi.  Mtindi.,  lib.  III;  el  arzobispo  don  Rodrigo, 
loco  citato),  aparecería  demostrado  lo  que  fué  y  significó  el  anatema  del  IV. °  Concilio,  que  sólo  pudú 
tener  un  efecto  pasajero. 

i    Véase  cuanto  dejamos  dicho  sobre  este  punto  en  las  páginas  3,  90  y  91 . 

-  Debemos  advertir  que  el  estado  en  que  se  halla  la  corona,  de  que  podrán  juzgar  los  lectores  por 
el  diseño  que  va  adjunto  ¡Lám.  I,  n."  2),  no  permite  dar  todas  estas  medidas  con  la  exactitud  que  de- 
seáramos. 


MEMORIAS    DE   L\   ItEAL   ACADEMIA    DE   SA.N    FERNANDO.  1  1 3 


cual  altera  una  y  otra  vez  ia  dimensión  de  las  cápsulas  del  engaste ,  sometidas  así 
en  todas  estas  producciones  de  la  orfebrería  visigoda,  como  en  las  de  la  asturiana,  al 
empeño  de  conservar  con  su  nativa  configuración  las  piedras  preciosas  que  se  te- 
nían en  mayor  precio  \  Cubren  los  intersticios  que  los  indicados  rosetones  produ- 
cen, al  tocar  en  los  círculos,  así  como  las  enjutas  de  uno  á  otro,  brillantes  y  menu- 
das láminas  que  dibujan  en  el  centro  los  folículos  de  los  rosetones  mencionados;  de- 
coración j)or  extremo  vistosa  que  se  repite  en  los  más  suntuosos  objetos  que 
constituían  el  Tesoro  de  Guarrazar,  y  que  según  va  re[)etido,  sirve  de  base  á  la 
teoría  de  Mr.  de  Lasteyrie,  descaminando  sus  investigaciones.  Las  referidas  lámi- 
nas, que  lejos  de  ser  de  ridrio  rojo,  maniliestan  por  su  invencible  dureza  y  demás 
virtudes  naturales  pertenecer  á  la  clase  de  silicatos  \  aparecen  esmeradamente  cor- 


1  Necesario  es  tener  en  cuenta  que  el  uso  de  las  pieilras  preciosas,  tales  como  salian  de  las  mi- 
nas, no  hallaba  nacimiento  en  la  ignorancia  de  los  lapidarios,  según  se  ha  supuesto  sin  razón  al<;una. 
Como  demostraremos  después  hasta  la  evidencia,  llegó  á  tal  puntóla  falsificación  de  todo  linaje  de 
piedras  preciosas  que  ni  aun  los  más  entendidos  osaban  discernir  entre  las  verdaderas  y  las  falsas, 
una  vez  labradas  De  aquí  provino  naturalmente,  que  siendo  mucho  más  dificil,  aun  hecha  abstracción 
del  color  y  lucidez  de  las  piedras  preciosas,  la  imitación  de  las  formas  caprichosamente  irregulares  de 
la  naturaleza  que  las  regulares  y  el  faceteado  que  á  las  labradas  daba  el  arte,  se  prefirió  el  uso  de  las 
verdaderas  gemraas  tales  como  salian  de  las  minas,  procurando  evitar  así  la  falsificación  y  el  fraude. 
Y  que  á  esto,  masque  á  la  supuesta  ignorancia  de  los  lapidarios,  fué  debido  el  empleo  de  las  piedras 
nativas,  lo  prueba  la  consideración  de  que  algunos  de  los  zafiros  de  las  joyas  del  Tesoro  de  Guarrazar 
se  hallan  faceteados,  y  sobre  todo  la  preciosa  esmeralda  grabada  en  hueco  que  después  describiremos. 

-  Mr.  de  Lasteyrie,  hablando  de  esta  singular  decoración  al  describir  la  corona  de  Receswinto, 
observa:  «Ce  que  je  puis  affirmer,  aprés  Texaraen  le  plus  minutieux,  c'esi  que  la  matiére  qui  fait  le 
fond  de  cette  riche  ornementation  est  réellement  du  verre.  M.  du  Sommerard,  qui  tenait  autant  que 
moi  á  vérifier  le  fait,  a  bien  voulu  soumettre  á  une  épreuve  tentée  en  coramun,  quelqucs  petits 
fragments  tombés  de  la  couronne.  Or,  nous  sommes  parvenus  assez  facilement  á  les  rayer  avec  une 
point  d'acier,  résultat  que  nous  n'aurions  certaimement  pas  obtenu,  s'il  s'était  agi  de  grenats  ou  de 
cornalines»  (Párr.  XI).  No  dudamos  un  momento  de  las  palabras  de  Mr.  de  Lasteyrie:  advirtiendo  sin 
embargo  que  estas  pequeñas  láminas  decorativas  conservaban  su  brillo  y  tersura,  mientras  habían  per- 
dido una  y  otra  condición  las  pastas  y  vidrios  de  colores  y  hasta  el  cristal  de  roca,  hemos  consultado  á 
la  ciencia,  obteniendo  resultados  enteramente  contrarios  á  los  que  el  docto  anticuario  de  Paris  anuncia. 
Los  dignos  profesores  de  química  y  mineralngia  del  Instituto  industrial,  el  doctor  don  Magín  Ronet  y 
don  Miguel  Maisterra,  después  de  un  prolijo  análisis  en  que  ensayaron  á  nuestra  presencia  la  dureza 
de  estas  laminillas  con  el  mármol  y  el  jaspe,  con  el  vidrio  de  base  de  sosa  y  el  refractario  de  Boemia,  y 
finalmente  con  el  cristal  de  roca,  sometiéndolas  á  otras  pruebas,  declararon  terminantemente  que  ra- 
yaban todas  estas  materias,  perteneciendo  por  tanto  á  los  silicatos,  y  clasificándolas  como  fragmentos  de 
jacintos.  El  profesor  de  la  Universidad  central,  doctor  don  Manuel  J.  de  Galdo,  no  solamente  ha  verifica- 
do con  los  mismos  fragmentos  idéntica  prueba,  manifestando,  bajo  su  firma,  que  rayan  todas  las  pie- 
dras de  la  escala  de  dureza,  inclusos  cuarzos  y  jaspes,  no  siendo  rayados  desde  el  topacio  hasta  el  dia- 
mante, sino  que  resisten  á  la  acción  del  soplete  y  á  la  más  intensa  del  fuego  en  horno  de  reverbero, 
mientras  se  han  fundido  á  los  grados  ordinarios  todos  los  ejemplares  de  cristal  y  vidrio,  ya  blancos  ya 
pintados,  antiguos  y  modernos,  que  se  han  puesto  á  igual  experiencia.  Siendo  pues  infusibles,  se  in- 
clinaba también  el  doctor  Galdo  á  creer  que  eran  jargones  (jacinto  rojo  anaranjado);  pero  notando  que 
ni  aun  á  la  más  alta  temperatura  se  descoloran,  como  sucede  al  jacinto,  sospecha  que  puedan  ser  corne- 
rinas. En  esta  duda,  y  consignando  todos  los  tratadistas  que  el  jacinto  es  inaccesible  al  ácido,  hemos 
querido  hacer  por  nosotros  mismos  el  experimento  de  someter  las  indicadas  laminillas  á  la  acción  del 


í  1  i  MEMORIAS   DE    LA    KEAL   ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 

ladas  á  bisel  y  pulimentadas  por  ambas  caras,  engasláiulose  y  acomodándose  en 
orificios  abiertos  por  la  acción  de  un  hierro  adaptado  á  sus  l'ormas,  corte  y  dimen- 
siones. Sujetas  en  las  placas  que  esmaltan  al  dilatarse  el  oro  antes  comprimido, 
en  virtud  del  frote  de  un  bruñidor,  cuyas  huellas  se  descubren  perfectamente,  así  en 
esta  corona  de  Suintliila  como  en  las  cruces  que  en  breve  describiremos,  constituian 
con  el  oro  una  sola  superlicie,  dando  e.\tremada  magnificencia  á  la  obra  de  arte,  pues 
que  duplicaban  el  brillo  de  aquel  precioso  metal,  contrastando  agradablemente  con 
perlas  y  zafiros.  Tan  singular  manera  de  trabajo,  que  ha  menester  de  pacientísima 
perseverancia  y  presupone  larga  inversión  de  tiempo,  nos  lleva  naturalmente  á  la 
investigación  del  linaje  de  manos  empleadas  en  la  preparación  de  este  costoso  ornato, 
persuadiéndonos  de  que  no  podian  ser  libres,  y  menos  visigodas,  las  sometidas  á 
semejantes  faenas.  Mas  dejando  para  después  esta  disquisición,  prosigamos  el  examen 
descriptivo  de  la  corona  del  hijo  de  Recaredo. 

Siguiendo  la  disposición  alterna  de  los  rosetones,  cuya  forma  total  dejamos  reco- 
nocida en  los  fragmentos  arquitectónicos  y  descubrimos  también  en  las  basílicas  de 
Asturias  (Lám.  VI,  n."  o),  vénse  las  dos  zonas  exteriores  del  aro  cuajadas  de  perlas 
y  zafiros,  engastados  asimismo  en  chatones  de  diversos  tamaños,  creciendo  por  ex- 
tremo con  esta  decoración  la  riqueza  de  tan  soberbia  presea,  hasta  llegar  al  número 
de  ciento  veinticinco  las  perlas  y  zafiros  que  la  avaloran.  Cierra  y  guarnece  la  corona 
en  la  parte  interior,  dejando  el  grueso  de  0,010  delgada  lámina  de  oro,  cuyo 
brillo  y  sutileza  nos  trae  á  la  memoria  las  celebradas  bracleas,  en  que  se  disponía 
de  antiguo  tan  precioso  metal  para  la  construcción  de  variados  ornamentos  perso- 
nales, manifestándonos  que,  heredado  por  los  españoles,  no  habia  desaparecido  este 
procedimiento  industrial  de  la  monarquía  visigoda  '.  Del  borde  inferior  penden,  cual 


ácido  fluorídrico:  el  resultado  no  ha  podido  ser  más  notable;  pasadas  largas  lloras,  suficientes  para 
que  vidrios  blancos,  verdes  y  de  igual  color  hayan  quedado  reducidos  á  la  mitad  del  volumen,  los  trozos 
de  la  materia  mencionada  han  conservado  su  tamaño,  su  color,  su  densidad  y  su  crasitud  adiamantina, 
sin  que  ninguna  de  sus  aristas  haya  padecido;  y  en  tal  manera  han  salido  de  la  cápsula,  en  ([ue  los  pu- 
simos con  notable  cantidad  de  ácido,  que  en  el  acto  rayamos,  como  antes,  cristales  ordinarios,  ágatas 
y  cristal  de  roca.  Xo  cabe  pues  mayor  número  ni  más  eficaces  experimentos,  resultando  de  todo  que  si 
en  uno  sólo  de  los  caracteres  no  se  conforman  con  el  jacinto,  y  nace  de  aquí  alguna  duda  jara  su  más 
exacta  clasificación,  todos,  absolutamente  todos  declaran  que  estas  laminillas  no  son  de  vidrio  rojo, 
en  lo  cual  han  convenido  unánimes  los  científicos.  Para  nuestros  estudios  no  es  estéril  este  resultado. 
1  San  Isidoro  define  esta  delgada  lámina  diciendo:  «Bractea  dicitur  tenui.ssima  lamina,  etc. 
[Ethiin.,  libro  XII,  cap.  XVII).  Los  antiguos  la  definieron  de  la  misma  suerte  ,  distinguiéndola  de  lo 
que  significa  la  voz  lámina,  propiamente  dicha.  En  cuanto  al  procedimiento  empleado  para  producir 
la  delgada  lámina  de  la  corona,  punto  meramente  industrial,  es  hoy  dificil  discernir  si  se  reducía  á 
batir  el  metal  entre  dos  planchas ,  evitando  asi  la  huella  del  martillo,  ó  si  se  usó  del  tórculo  para  pro- 
ducir la  laminación.  Reparando  sin  embargo  en  que  el  trabajo  manual  de  las  coronas  da  á  conocer  la 
aplicación  de  instrumentos  hoy  familiares  á  la  orfebrería  y  ojalatería,  artes  industriales  que  han  con- 
servado estas  tradiciones  especiales  con  más  viveza,  no  es  presunción  forzada  la  de  admitir  que  se 
empleara  en  efecto  el  cilindro,  cual  laminador,  al  construirse  las  coronas.  De  cualquier  modo,  es  de 
notar  que  el  procedimiento,  cualquiera  que  fuese,  debió  frecuentarse  mucho  por  los  antiguos,  ya  res- 
pecto de  las  láminas  de  todo  metal ,  ya  respecto  de  las  bracteas  de  plata  y  oro. 


MEMORIAS    nli    LA    REAL   ACtDUMIA   DK   SAN    FERNANDO.  1  1  i'i 

saljen  ya  los  lectores,  los  veintitrés  claiiiastorios  de  la  inscripción  votiva:  consisten 
en  mcniulas  cadenillas  de  oro  á  que  se  adhieren  las  letras,  y  de  estas  cuelgan  chato- 
nes ó  cápsulas  de  0,014-  por  0,012,  las  cuales  encierran  vidrios  de  varios  colores, 
acomodados  á  la  forma  de  aquellos.  Graciosos  péndulos,  compuestos  de  dos  cuente- 
cillas  de  oro,  con  una  perla  intermedia,  y  de  un  zafiro  piriforme  atravesado  por  un 
alambre  de  oro  que  lo  sujeta,  ponen  fin  á  este  característico  adorno.  Las  letras,  que 
son  enteramente  latinas  y  mucho  más  perfectas  y  elegantes  que  las  conocidas  en  las 
inscripciones  coetáneas,  tienen  0,032  de  alto  por  000,5  de  ancho  (término  me- 
dio), y  por  todo  ornato  cierta  especie  de  ziczac  de  hojuela  de  oro  puesta  de  canto, 
cuyos  intersticios  llenan  y  abrillantan  tersas  laminillas,  iguales  á  las  de  los  rosetones. 
Hállase  suspendida  la  corona  de  cuatro  cadenas,  ligadas  en  la  parte  superior  á 
un  llorón  de  dos  azucenas  contrapuestas  y  separadas  por  un  grumo  de  cristal  de 
roca  tallado,  que  atraviesa  un  grueso  vastago  de  oro,  atándose  á  otra  cadena  en  ex- 
tremo sencilla  por  medio  de  una  argolla.  Muy  semejantes  á  las  de  la  corona  de  lle- 
ceswinto,  constan  las  cadenas  referidas  de  cuatro  hojas  de  peral,  que  hacen  oficio 
de  eslabones  y  ostentan  en  el  centro  una  flor  quinquefolia,  cuyos  folículos  se  agru- 
pan piramidalmente,  y  recortados  por  ambos  extremos  laterales,  muestran  en  el  in- 
terior cierta  especie  de  grabado:  recorre  el  contorno  de  las  hojas  afiligranada  sarta 
de  cuentas  de  oro  hasta  cerrarse  en  la  cúspide,  al  tocar  el  gancho  ó  anilla  que  su- 
cesivamente las  enlaza  *.  Úñense  finalmente  á  la  corona  todas  cuatro  cadenas  por 
medio  de  otras  tantas  anillas  de  oro,  dos  de  las  cuales  se  hallan  fijas  en  el  borde  del 
aro,  resultando  las  otras  dos  de  la  vuelta  que  sujeta  los  pasadores  de  las  bisagras 
arriba  mencionadas. 

II.  Hé  aquí  la  corona  de  Suinlhila:  del  florón  en  que  se  juntan  las  cadenas,  cuelga 
magnífica  y  bella  cruz  que  posteriormente  se  le  ha  añadido,  adherida  á  otra  catlena 
de  oro  del  todo  semejante  á  alguna  de  las  que  tienen  las  coronas  custodiadas  en  el 
Hotel  Gluny.  No  afirmaremos  nosotros  ni  negaremos  que  fuera  esta  cruz  propia  de  la 
ofrenda  del  hijo  de  Recaredo,  por  más  que  no  falten  razones  para  persuadir  lo  pri- 
mero ■;  en  materias  como  la  presente,  donde  es  por  extremo  difícil,  sino  imposible. 


I  Bien  será  notar  (lue  no  tocios  estos  singulares  csialjones  son  iguales,  lo  cual  se  advierte  exami- 
nando las  flores  rjue  los  decoran,  pues  si  bien  todas  son  riuinquefolias,  no  todas  apiramidan  lo  mismo,  ya 
estrechándose  en  el  centro,  ya  recogiéndose  al  brotar,  ya  en  fin  derramándose  en  este  punto  de  uno  ú 
otro  lado.  Esta  observación  nos  lleva  á  sospechar  si  pueden  haber  correspondido  realmente  á  tres  di- 
ferentes coronas  de  la  misma  magnificencia,  robusteciéndose  semejante  conjetura  al  hallar  entre  los 
objetos  adquiridos  por  S.  M.  la  Reina  notabilísimos  fragmentos  que  producen  la  convicción  de  que  no 
era  la  de  Suinthila  la  única  de  tal  riqueza  que  había  dejado  de  pasar  el  Pirineo.  Oportuno  es  adver- 
tir que  las  flores  representadas  en  los  indicados  eslabones,  fieles  á  su  origen  bizantino,  se  reprodu- 
cen en  los  primeros  monumentos  de  la  arquitectura  mahometana,  como  prueba  el  detalle  que  ofrece- 
mos en  la  lám  \I,  n.°  15,  tomado  del  arrahá  de  uno  de  los  arcos  del  miliruli  de  la  iMcz.(ptila  de  Tar- 
ragona, una  de  las  primeras  que  se  construyen  en  España,  pues  lo  fué  en  349  de  la  hégira  (900 
de  J  C.)  por  mandado  de  Abdalláh-.\bd-er-Rahman. 

-  Xotanms  entre  otras  razones  de  arte  que,  según  se  verá  en  la  descripción  ,  son  del  todo  iguales 
los  clamasterios  que  exornan  esta  cruz  y  los  de  la  corona ;  y  como  en  esta  parte  no  hay  razón  para 


M6  MEMORIAS   DE  LA   REAL  ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 

toda  investigación  racional,  pareccrános  siempre  la  prudencia  poca,  bastando  sin 
emi)argo  á  nuestro  propósito  la  convicción  de  que  esta  cruz  constituye  parte  inte- 
grante del  Tesoro,  como  lo  constituye  la  colgada  en  la  corona  de  Receswinto.  Ya  la 
consideremos  respecto  de  las  formas,  ya  respecto  de  la  ejecución,  excede  su  mérito 
al  de  las  demás  cruces,  revelándonos  al  primer  golpe  de  vista  su  no  dudoso  origen 
y  el  fausto  de  la  corte  visigoda. 

Semejante  en  su  traza  general  ú  la  cruz  antes  estudiada  en  uno  de  los  fragmen- 
tos arquitectónicos  de  la  Basílica  de  San  Ginés  de  Toledo  (Lám.  111,  w."  7),  pre- 
senta, como  ella,  cuatro  brazos  iguales,  y  como  ella  aparece  engalanada  por  airosos 
tallos  y  follajes.  Más  rica  de  ornatos  y  tal  vez  más  proporcionada  en  su  distribu- 
ción ,  presenta  dos  fases  del  todo  iguales  y  describe  dos  diferentes  órbitas  y  en  ellas 
dos  cruces  perfectas  que  constituyen  grandioso  conjunto.  Ocupa  la  intersecciou  un 
medallón  circular,  en  cuyo  centro  brilla  al  un  lado  hermoso  zafiro  azul,  resplan- 
deciendo en  el  oti'o  trasparente  lámina  de  cristal  de  roca  asimismo  esférica.  Trece 
perlas  finas,  alternando  con  otras  tantas  argollitas  de  oro  que  las  sujetan,  ciñen  y 
rodean  el  chatón,  donde  cristal  y  zafiro  se  engastan;  y  parten  luego  del  indicado  me- 
dallón cuatro  robustos  tallos,  que  abriéndose  en  dos,  á  iguales  distancias,  llevan  al 
centro  sus  hojas  hasta  tocarse  mutuamente,  ocupando  en  todo  su  desarrollo  0,í). 
Ocho  zafiros  menores  dgcoran  en  cápsulas  de  varias  figuras  esta  parte  central  de  la 
cruz ;  y  nacen  de  cada  lado  dos  nuevos  vastagos,  que  separándose  en  opuesto  sen- 
tido, tornan  á  producir  otras  dos  hojas,  llamadas  como  las  primeras  á  desarrollarse 
hacia  el  interior,  y  dejan  ver  en  sus  intermedios  lucientes  y  grandes  perlas.  Mues- 
tran todos  los  vastagos  cierta  manera  de  ornato,  hecho  á  cincel,  y  en  el  centro  la 
misma  decoración  de  laminillas  de  rojo-anaranjado,  que  en  la  faja  central  de  la  co- 
rona hemos  reconocido.  Contados  estos  segundos  vastagos,  mide  la  cruz  en  línea  recta 
de  uno  á  otro  extremo  0,iG.  De  las  hojas  inferiores  de  los  brazos  y  de  la  conjunción 
de  las  del  pié  cuelgan  tres  clamasterios,  com¡)uestos  de  cuentecillas  de  oro,  perlas, 
chatones  cuadrados  de  dos  fases  con  pastas  de  colores,  y  zafiros  piriformes  en  la 
misma  disposición  que  guardan  los  de  la  corona.  Pende  la  cruz  de  una  cadena,  se- 
mejante á  alguna  de  las  descritas  en  el  capítulo  anterior,  uniéndose  á  ella  ))or  una 
esfera  de  cristal  de  roca  que  ofrece  00,1o  de  diámetro  (Lám.  1,  n.°  8).  Digno  juz- 
gamos de  advertir  por  último  que  es  su  ejecución  harto  esmerada,  dando  lugar  á 
cierto  orden  de  consideraciones,  en  que  después  entraremos. 

111.     Mucho  dista  en  magnificencia,  así  de  la  corona  de  Suinthila  como  de  la  cruz 
ya  examinada,  la  Corona  votiva  presentada,  cual  va  dicho,  á  S.  M.  la  Reina.  Consta 


sospechar  que  han  podido  ser  sustituidos  por  otros  en  una  ni  en  otra  joya,  pues  que  se  han  conser- 
vado los  engastes  y  soldaduras  primitivos ,  habria  motivo  para  establecer  cierta  relación  inmediata 
entre  ambas.  Repetimos  no  obstante  que  no  osamos  aventurar  una  afirmación  con  solos  estos  datos, 
con  tanta  mayor  razón  cuanto  que  recordamos  que  esta  cruz  fué  presentada  en  dos  fragmentos,  que 
por  conservar  cada  cual  el  medallón  del  centro,  daban  claro  indicio  de  haber  pertenecido  á  dos  dis- 
tintas cruces  de  igual  magnificencia. 


MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  H7 

(le  un  aro  compuesto  de  una  sola  lámina  de  oro  y  dividido  en  dos  semicírculos 
atados  por  bisagras,  según  el  general  sistema  de  construcción  en  todas  empleado;  y 
ofrece  0,11  de  diámetro  por  0,4  de  altura.  Partido  el  aro  en  cinco  zonas  horizon- 
tales ',  vése  limitado  por  un  cordoncillo  á  uno  y  otro  extremo  en  toda  la  circunfe- 
rencia, separando  entre  si  otros  cuatro  junquillos  más  delgados  las  fajas  interiores. 
Exornan  las  del  exterior  cierta  especie  de  escamado ,  en  todo  semejante  al  de  la 
primera  de  las  tres  coronas  de  oro  que  existen  en  el  Museo  de  las  Termas  (Lám.  V." 
n."  3);  y  ocupa  el  espacio  de  las  segundas,  atravesando  de  una  á  otra  parlo  en  án- 
gulo recto,  sutil  filete  de  oro,  cuyos  intervalos  quedan  trasparentes,  dando  notable 
ligereza  á  toda  la  corona.  La  zona  ó  faja  central  tiene  por  única  decoración  la  le- 
yenda siguiente : 


t  OFFERET  MUNUSCULUM  SCO  STEPHANO 
THEODOSIUS  ABBA: 

Enriquecen  tan  modesta  presea  ocho  clamasterios,  formados  de  cabetes,  cuentas 
de  oro  y  perlas,  á  que  sirven  de  remate  notables  zafiros,  y  suspéndenla  cuatio  ca- 
denillas, que  atándose  en  la  parte  inferior  á  dos  argoUitas  y  á  las  vueltas  de  los  \)n- 
sadores,  se  reúnen  en  la  superior,  eslabonándose  todas  cuatro  á  una  sola  argolla 
por  medio  de  pequeñas  anillas.  Desde  la  parte  inferior  de  los  clamasterios  á  la  su- 
perior de  la  referida  argolla  mide  toda  esta  ofrenda  solos  0,21,  justificando  así  la 
sinceridad  de  la  inscripción  del  católico  Teodosio  (Lám.  1,  n.°  1).  Pero,  ¿quién  era 
este  abad,  y  á  qué  época  puede  referirse  la  consagración  de  esta  corona? 

No  es  en  verdad  la  resolución  de  estas  cuestiones,  interesantes  ahora  para  nos- 
otros más  principalmente  por  su  enlace  con  la  historia  de  las  artes,  tan  fácil  como 
deseáramos.  En  medio  de  la  oscuridad ;  de  que  se  bailan  rodeadas ,  puede  sin  em- 
bargo afirmarse  sin  grave  riesgo  que  pertenecía  Teodosio  á  la  raza  hispano-latina, 
de  lo  cual  depone  no  sólo  la  tradición  romana  de  su  nombre,  mas  también  el  anhelo 
que  advertimos  de  comunicar  á  la  inscripción  cierta  elegancia,  nada  vulgar  en 
aquellos  días,  usando  del  hipérbaton  no  sin  intención  ni  gracia.  Pero  este  mismo 
empeño  erudito  pone  de  relieve  la  impropiedad  que  hallamos  en  el  uso  del  diminu- 
tivo mimuscidum,  tal  como  los  más  doctos  varones  de  aquella  edad  nos  enseñan,  lle- 
vándonos á  otra  consideración  que  nos  ofrece  ya  alguna  luz  respecto  de  la  época  en 
<[ue  Teodosio  hubo  de  hacer  su  ofrenda.  <-  Doninn  proprie  Dei  (escribía  el  sabio 
maestro  de  Ildefonso);  muñera  hominum...  Munus  homini  dalur;  domm  Deo:  unde 
etiam  in  templis  dowxria  dicimus...  Donum  dicitur  (proseguía)  quidquid  argento  au- 


1     La  proporción  que  se  observa  en  la  distribución  de  los  40  milímetros  es  la  siguiente:  10  las 
zonas  exteriores:  12  las  segundas,  y  la  central  7:  los  cordoncillos  y  junquillos  tienen  5. 


.s 


118  MKMORIAS    DE    L.V    IIKAL    ACADEMIA    DI:    SAN    FERNANDO. 

roque...  e/Jicilur  '.  Tal  era  pues  la  doctrina  de  Isidoro;  y  siendo  de  lodos  sus  cocía- 
nos recibida  y  respetada,  esmerándose  á  porfia  en  practicarla,  racional  parece  que 
Teodosio  compusiera  su  inscripción  votiva,  no  en  el  momenlo  en  (|ue  el  lihro  del 
ilustre  doctor  de  las  Españas  lograba  entero  aplauso,  sino  cuando  ya  comenzai)a  ;i 
olvidarse  toda  doctrina,  merced  á  la  decadencia  en  que  se  precipita  el  imperio  vi- 
sigodo. 

.  Apuntada  esta  observación ,  será  bien  notar  que  no  hallamos  el  nombre  de  Teo- 
dosio entre  los  abades  de  los  monasterios  que  suscriben  los  Concilios  de  Toledo;  y 
aunipie  no  es  semejante  circunstancia  prueba  completa  de  (pie  no  perteneció  á  orden 
monástica,  por  el  corto  número  de  abades  que  sólo  desde  ol  Concilio  VIH  liauraii 
en  las  suscripciones  indicadas,  pudiera  también  sospecharse  que  fué  Teodosio  sim- 
plemente cura  párroco,  constando  que  durante  la  monarquía  visigoda,  y  mucho 
siglos  después,  se  designaron  estos  con  la  denominación  de  abades  \  Robustece  algún 
tanto  esta  hipótesi  la  misma  exigüidad  de  la  corona,  ejecutada  por  mano  poco 
hábil  y  menos  auxiliada  por  medios  convenientes,  lo  cual  no  podia  suceder  en  nin- 
guno de  los  monasterios  toledanos,  tan  ricos  y  bien  dotados,  como  en  otro  lugar 
(jueda  advertido.  Apártannos  asimismo  todas  estas  razones  de  la  hipótesi  de  que  pu- 
diera haber  sido  consagrada  la  referida  corona  por  Teodosio,  obispo  arcavicense,  cuyo 
nombre  hallamos  en  la  suscripción  del  sínodo  celebrado  en  610  bajo  el  reinado  de 
Guudemaro:  ílorecia  á  la  sazón  San  Isidoro;  su  autoridad  y  su  doctrina  alcanzaban 
en  el  clero  omnímoda  influencia,  y  ni  es  de  creer  que  un  obispo  ignorase  la  dife- 
rencia establecida  entre  las  voces  donnm  y  munus,  ni  razonable  tampoco  que  un  pre- 
lado convocado  á  un  Concilio  en  la  corle  visigoda,  ofrendase  en  la  Basílica  deGuar- 
razar  objeto  de  tan  poco  valor,  por  grande  que  nos  parezca  ahora  su  importancia 
artística.  De  todo  deducimos  que  el  Teodosio  de  la  corona  que  examinamos,  perte- 


-  Elliim.  lib.  VI,  cap.  XVIII,  De  ofjiciis.  Explicando  estas  palabras,  anadia:  ((Muñera  dieuntiir 
obsequia  quae  pauperes  divitibus  loco  munerum  dantur.»  Lo  mismo  casi  al  pié  de  la  letra  decia  el 
E;ramático  Donato,  que  era  á  la  sanon  considerado  como  un  oráculo  en  todas  las  naciones  de  Occiden- 
te: «Distinguitur  donum  a  muñere,  nt  donum  deoruní  sit:  munus  liominum  (/;í  Eunurhum  Terentii'. 

1  La  probanza  respecto  de  la  edad  visigoda  es  por  extremo  sencilla :  mas  para  que  se  reconozca, 
en  este  concepto,  la  fuerza  que  conserva  la  tradición,  no  será  impertinente  traer  algunos  documentos 
relativos  á  los  siglos  XI  \  Xll.  Refiriéndose  Diego  de  Colmenares  al  efecto  producido  en  las  naciones 
occidentales  por  los  libros  de  San  Gregorio,  traidos  á  España  por  Tajón,  obispo  de  Zaragoza,  duranti- 
el  reinado  de  Chindaswinto,  decia:  «En  la  nuestra  [ciudad]  Pedro,  Abad  de  San  Martin  (Abades  nom- 
braban á  los  curas)  hizo  escribir  el  celebrado  libro  de  los  Morales  de  San  Gregorio.»  Copia  después  la 
suscripción,  en  la  cual  se  lee:  «Quem  scilicet  librum  fecit  scribere  Petrus,  praedictae  Ecclesiae  Sancti 
Martini  Abbas...,  adiuvante  euní  clero  eiusdem  Ecclesiae»  {Hist.  de  Segovia,  pág.  126).  Mencionando 
cierta  donación  hecha  por  un  Domingo  Pérez,  observa  que  en  la  data  dice:  «Facta  carta  coram  bis 
testibus:  Dominicus,  Abbas  Sancti  Martini,  testis  etc.,  Kalendis  Novembris,  Era  MCLV  (año  \\\1]. 
Colmenares  añade:  «Se  colige  de  estos  instrumentos  y  otros  de  estos  tiempos  que  ya  estaban  fundadas 
las  iglesias  parroquiales  de  San  Martin,  San  Miguel,  San  Andrés,  San  Esteban  y  San  Quirce,  que 
nombran  San  Quilez,  y  que  los  Curas  se  nombraban  Abbales»  (\d  ,  cap.  XIII).  Y  no  es  maravilla  que 
esto  sucediera  en  el  siglo  XIII,  cuando  en  Galicia,  Aragón,  alguna  parte  de  Cataluña  y  otras  comarcas 
se  ha  conservado  esta  denominación  hasta  nuestros  dias. 


MEMORIAS   DE   LA    REAL    ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO.  119 

iieciendo  á  la  raza  hispano-latina,  era  abad  de  una  de  las  iglesias  parroquiales  de 
los  contornos  de  Guarrazar,  y  vivió,  como  el  presbítero  Crispin,  en  la  segunda  mitad 
del  siglo  VIL 

Llama  por  último  la  atención  al  estudiar  esta  corona  el  nombre  de  Slepfianus, 
ante  cuyo  altar  fué  consagrada.  Grandemente  reverenciado  en  toda  la  península  el 
promártir  desde  que  el  ¡lustre  Orosio  trajo  á  uuestro  suelo  *  sus  reliquias  [416], 
no  es  maravilla  que  tuviese  altar  propio  en  la  basílica  ú  oratorio,  cuya  existencia  en 
las  Huertas  de  Guarrazar  dejamos  reconocida ,  á  lo  cual  se  presta  fácilmente  la  dis- 
tribución de  su  planta.  Si,  como  es  verosímil,  recibió  allí  culto  San  Esteban,  parece 
no  quedar  duda  de  que,  según  indicamos  ya,  las  joyas  y  preseas  escondidas  en  las 
dos  cajas  del  cementerio,  vistieron  y  exornaron  otros  altares,  demás  del  de  Santa 
María,  en  que  se  hizo  la  ofrenda  de  Sonnica. 

IV.  No  menos  significativa,  aunque  humilde  por  extremo  al  compararse  con  la 
antes  descrita,  es  también  la  cruz  votiva  presentada  á  S.  M.  el  19  de  Mayo.  Coin- 
pónese  de  una  chapa  de  oro;  y  ofreciendo  la  forma  total,  una  y  otra  vez  reconocida 
conforme  á  la  descripción  de  Procopio,  tiene  de  cabeza  á  pié  0,15  y  0,118  de  ex- 
tremo á  extremo  en  los  brazos.  Sírvele  de  ornato  una  doble  y  sencilla  moldura 
sobrepuesta  que  recorre  todo  el  contorno,  pendiendo  de  brazos  y  pié  siete  sencillos 
clamasterios ,  y  lleva  esta  notable  inscripción,  dispuesta  en  la  siguiente  forma: 


* 


z 
oFFtRE-Pr  "^  UCEPIU^-^  :  h 
O 


z 
z 
o 


m 
o 


Su  lección,  princij)almente  en  orden  al  nombre  del  consagrante,  ha  dado  motivo 
á  varias  interpretaciones:  (]uién  ha  pretendido  que  era  este  el  de  Piíis,  reduciendo 
la  inscripción  á  estas  palabras:  Offeret  in  nomine  Domini,  in  nomine  Sancli  Lucae, 


•     tieiiaiiio,  Illustr.  Virar.  Cath.,  cap.  XL. 


120  MEMORIAS  DE   LA   REAL  ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO. 

Pius:  quien  reparaiulo  que  la  cruz  grabada  en  la  cabeza  determinaba  el  comienzo  de 
la  leyenda,  y  que  la  1*1  linal  de  la  dicción  nomine  caia  casi  en  el  centro  de  la  inter- 
sección, ha  sostenido  que  ilobia  enlendeise:  Jn  nomine  domini:  in  nomine  Sancti  of- 
feret  Leücepius.  A  la  verdad  no  favorecía  á  la  primera  interpretación,  con  exceso 
ingeniosa,  la  circunstancia  de  empezar  la  lectura  por  el  un  brazo,  viéndose  el  signo 
de  *  Ihesus  á  la  cabeza,  mientras  parecia  apoyar  la  segunda  el  hecho  de  hallarse 
en  la  edad  visigoda  algún  nombre  semejante  al  de  Leücepius,  tal  como  el  de  Euc/i- 
pius  que  lleva  uno  de  los  varones  ilustres,  celelirados  por  San  Isidoro  '.  La  perspi- 
cacia de  nuestro  compañero  don  Pedro  de  Madrazo  triunfó  al  cabo  de  todas  las  di- 
ficultades, notando  que  terminada  la  voz  offerel  con  un  signo  igual  á  la  penúltima 
consonante  del  nombre,  cuya  ilustración  se  buscaba,  debia  tener  el  mismo  valor 
fónico;  y  como  no  era  posible  desnaturalizar  el  verbo  en  su  terminación  de  tercera 
persona,  n'o  quedaba  otro  arbitrio  que  el  de  dar  á  dicha  penúltima  consonante  el 
valor  de  T.  Resultaba  de  aquí  que  el  nombre  en  cuestión  era  el  de  Lucetius,  nom- 
bre de  formación  latina,  y  no  extraño  por  cierto  á  la  época  visigoda.  La  inscripción 
decia  pues,  siguiendo  esta  norma: 

IN  NOMINE  DOMINI:  IN  NOMINE  SANCTI:  OFFERET  LUCETIUS:  E- 

Difícil  es  hoy  averiguar  la  condición  de  este  personaje ,  por  más  que  la  inicial 
que  sigue  al  nombre  parezca  dar  alguna  luz  acerca  de  su  estado ,  leyéndose  la  pala- 
bra Episcopus.  Parte  en  nuestra  o¡)inion  de  una  ofrenda  hecha,  como  la  anterior,  á 
San  Esteban  {in  nomine  Sancti),  no  consiente  extenderse  en  fructuosas  disquiciones, 
si  bien  la  misma  rudeza  de  su  ejecución  nos  ayuda  á  entrar  con  algún  provecho  en 
consideraciones  artístico-industriales,  no  ajenas  de  estos  estudios.  Pero  sigamos  ahora 
la  descripción  empezada. 

V.  Un  llorón  muy  semejante  al  de  la  corona  de  Suinlhila,  fragmentos  de  otros 
'menos  suntuosos,  trozos  de  mallas  ó  enrejados,  tales  como  los  que  componen  las 
últimas  coronas  en  el  capitulo  anterior  examinadas,  número  crecido  de  zafiros  de 
varias  figuras,  tamaños  y  matices,  y  gran  cantidad  de  pastas  y  vidrios  de  colores 
completan  la  adquisición  hecha  por  S.  M.  la  Reina,  brillando  entre  todos  estos  ob- 
jetos la  gruesa  esmeralda  grabada  en  hueco  que  al  empezar  esta  parte  menciona- 
mos.— Trae  á  la  memoria  tan  singular  piedra,  bastante  por  sí  sola  á  dar  materia 
para  largas  disertaciones ,  los  antiguos  monumentos  del  arte  glyptica ,  manifestando 
claramente  el  estado  de  triste  decadencia  en  que  aparecía  la  escultura  bajo  la  do- 
minación visigoda,  así  como  en  aquellos  descubrimos  sin  esfuerzo  el  grado  de  es- 
plendor á  ([ue  la  elevaron  los  admiradores  del  arte  helénico.  Mas  al  ministrarnos 
esta  enseñanza,  que  viene  á  confirmar  por  nuevo  sendero  la  ya  recibida  de  los  frag- 
mentos ar([uitectónicos  del  estilo  latino-bizantino,  no  es  menos  útil  para  la  historia 


iJe  viris  illii.stribm,  cap  XXYI. 


MEMORIAS   DE   LA    REVL    ACADKMIA    DE    SAN    FERNANDO,  121 

de  las  artes  la  que  obtenemos,  coiisklerando  que  si  habia  desaparecido  ya  la  pulcri- 
tud y  elegancia  de  las  formas  respecto  de  la  figura  humana,  no  estaba  perdido  por 
cierto  el  procedimiento  industrial  respecto  del  no  fácil  grabado  de  las  piedras  duras, 
lo  cual  depone  en  favor  de  la  tradición,  dolorosamente  olvidada  por  los  que  no  sos- 
pecharon en  nuestro  suelo  la  existencia  de  las  bellas  arles  durante  la  edad  visigoda. 

Es  la  expresada  esmeralda  cierta  manera  de  medio  cilindro,  que  en  su  exterior 
ofrece  dos  facetas,  y  debió  engastarse  en  alguna  de  las  magnificas  preseas  del  Te- 
soro por  medio  de  un  pequeño  perno  que  penetraba  en  ella  á  uno  de  los  extremos. 
El  grabado  que  llena  ambas  facetas  representa  la  Anunciación,  revelando  ya  el  ca- 
rácter litúrgico  que  tuvo  durante  la  edad  media  este  divino  misterio,  según  observa- 
mos en  códices,  dípticos,  labias  y  relieves.  La  Virgen,  puesta  de  pié,  oye  al  ángel 
Gabriel  que  le  anuncia  la  voluntad  del  líterno ,  apareciendo  delante  de  ella  simbó- 
lico jarrón,  del  cual  sube  hasta  tocar  su  pecho  un  vastago  de  azucena,  emblema  de 
la  castidad  y  de  la  pureza.  Desproporcionada  por  extremo  la  ligura  de  María,  lleva 
en  la  cabeza  cierta  especie  de  amículo  ó  nimbo;  y  envuelto  su  seno  por  ancha  v 
plegada  ¡ascia  ',  en  que  parecen  también  ocultarse  los  brazos,  cae  hasta  el  suelo,  cu- 
briendo uno  de  sus  pies,  la  túnica  de  que  se  reviste.  Muéstrase  el  ángel  en  el  gra- 
bado á  la  derecha  de  la  Virgen:  su  actitud  es  la  de  (juien  participa  alguna  nueva: 
su  ligura,  más  proporcionada  y  mejor  movida  que  la  de  María,  .se  contempla  arma- 
da de  grandes  alas,  que  recogidas  sobre  los  hombros  descienden  casi  hasta  el  pa- 
vimento,  mientras  alzada  la  mano  diestra,  cumple  su  misión  sagrada.  Su  traje  con- 
siste en  una  túnica  talar  menudamente  plegada,  sobre  la  cual  pasa  el  manto  alibladu. 
ajustándose  hasta  señalar  el  desnudo:  en  la  cabeza  parece  traer,  por  último,  cierta 
especie  de  casco.  Todos  los  accidentes  que  caracterizan  tan  raro  monumento,  nos 
recuerdan  sin  violencia  alguna  las  monedas  que  por  aquellos  días  producía  el 
arte  bizantino,  y  más  todavía  respecto  del  ángel,  los  relieves  [trimítivos  del  Arca 
Santa  de  Oviedo,  donde  con  alas  de  igual  forma  y  dimensión,  y  túnicas  y  mantos 
dispuestos  en  el  mismo  sentido,  .se  hallan  varios  ángeles  y  querubes.  lil  ¡«ello  tiene 
0,018  de  alto  por  0,0 lo  de  ancho. 

No  es  ya  dudoso  que  aquellos  mismos  príncipes,  magnates  ó  prelados  que  enri- 
quecían sus  ornamentos  y  joyas  de  más  alto  precio  con  las  reliquias  del  arte  anti- 
guo (como  sucede  en  la  corona  de  Keceswinto  y  vemos  siglos  después  en  la  Cruz 
de  los  Angeles  -)  alentaban  y  |)rotegian  el  grabado  en  hueco  que  tanta  aplica- 
ción tiene,  en  las  piedras  duras,  á  la  indumentaria.  Al  examinar  la  esmeralda 
que  por  ventura  se  ha  salvado  del  nuevo  naufragio  corrido  por  el  Tesoi-o  de  Guar- 
razar,  comprendemos  desde  luego  aquella  preferencia  que  los  artífices  visigodos 
dieron  respecto  del  grabado  á  este  linaje  de  geminas,  de  lo  cual  nos  ofrece  inequí- 


1  Fascia  psl  qua  legitur  pectiis  ct  papillae  comprimunlur,  atque  crispante  liniíulo  angustiiis  ¡\c- 
i;tus  arctatur.  Et  dicta  fascia.  quod  in  modum  fasciculi  corpus  allisrat  fS.  Isidoro,  Elliim.  lib.  XIX, 
cap.  XXXII). 

-    Págs.  35  y  90. 


iii  MEMORIAS   DE   LA   REAL  ACADEMH   DE   SAN   FERNANDO. 

vüco  leslimoiiio  el  sabio  Isidoro,  manifestando  que  ninguna  piedra  preciosa  era  tan 
grata  á  la  vista  como  la  esmeralda,  para  el  referido  uso  K 

VI.  Con  estas  preseas  han  venido  también  dos  notables  fragmentos  arquitectó- 
nicos de  la  Basílica  de  Guarrazar,  por  extremo  semejantes  á  los  que  oportunamente 
dejamos  estudiados  ",  y  una  losa  de  mármol  gris,  ó  de  San  Pablo,  toscamente  la- 
brada, que  parece  haber  servido  de  tapa  á  una  de  las  cajas  de  argamasa,  con  repe- 
tición mencionada.  Tiene  0,34  de  largo  por  0,24  de  ancho,  mostrando  así  que  la 
expresada  caja  estrechaba  en  la  parte  superior  hasta  0,21  por  0,31:  en  la  cara 
exterior  presenta  sencillos  ornatos  geométricos;  á  sus  extremos  follajes  de  hojas  agu- 
das, dispuestos  de  la  misma  suerte  que  en  algunos  fragmentos  de  los  existentes  en 
Toledo  ■*. 

VIL  En  la  Biblioteca  Nacional  se  custodian- los  objetos  comprados  por  el  Go- 
bierno: consisten  en  clamasterios  de  varios  tamaños,  ya  de  amatistas,  ya  de  zafiros; 
en  número  crecido  de  perlas  y  zafiros  con  facetas  y  sin  ellas;  en  vidrios  de  colores, 
dis¡)uestos  unos  para  ser  engastados  é  imitando  otros  la  ligura  piriforme  de  zaíiros  y 
amatistas;  en  cantidad  no  escasa  de  canutillos  de  abalorio,  perforados  cilindrillos  de 
cobre,  balaustres  de  oro,  como  los  de  las  coronas  de  enrejado,  y  menudas  tachuelas 
del  mismo  metal,  todo  lo  cual  testifica  nuevamente  del  gran  destrozo  ejecutado  en 
los  monumentos  que  la  piedad  cristiana  confió  para  su  custodia  al  cementerio  de  la 
Basílica  de  Santa  María  in  Sorhaces.  Y  no  lo  confirman  con  menor  dolor  los  fras;- 
mentos  que  todavía  conservan  algún  interés  artístico,  como  son:  un  trozo  de  relieve 
en  plata  ya  oxidada,  una  alpha  de  oro,  y  sobre  todo  el  brazo  de  cruz  procesional, 
antes  de  ahora  citado. 

Lástima  es  que  sólo  nos  sea  dado  indicar,  respecto  del  trozo  de  relieve,  que  re- 
presentando una  cabeza  y  parte  de  una  túnica,  se  asemeja  sobremanera  esta  escul- 
tura á  la  del  Arca  de  las  Reliquias  de  Oviedo.  De  sospechar  es  en  cuanto  á  el  alfha, 
pendiente  de  una  cadenilla,  como  la  de  los  clamasterios  de  la  corona  de  Suinthila, 
que  hizo  con  otras  omegas  en  alguna  cruz  ó  corona  el  mismo  oficio  de  los  péndulos. 


'  Que  el  arte  glyptica  se  ejercitaba  entre  los  visigodos,  lo  comprueba  en  efecto  una  y  otra  vez  el 
ilustre  doctor  de  las  Españas,  al  describir  las  piedras  preciosas:  tratando  del  amalisla,  dice:  «Est  au- 
teni  sculpturis  facilis.»  Üc\  jacinto  escribe:  «In  sculpturis  durissimus,  nec  tamen  invictus»  (Lib.  XVI, 
cap.  IX);  del  carchedoii'io  observa:  «Omnia  autem  genera  sculpturae  resistit»  (Id.,  cap.  XIII).  Hablando 
de  la  esmeralda,  liabia  dicho:  «Sculpentibus  queque  geminas  nulla  gratior  oculorum  refectioest»  (Id., 
cap.  Vil);  lo  cual  comprueba  de  lleno  nuestro  aserto.  Debe  advertirse  respecto  de  la  esmeralda,  que  la 
señalada  como  más  apta  para  la  escultura  ó  grabado,  es  precisamente  aquella  de  que  asegura  el  mismo 
autor  que  tenía  el  principado  «gemmarum  virentium»,  añadiendo:  «cuius  corpus,  si  extensum  l'uerit, 
sicut  speculum,  ita  imagines  reddit»  (Id.,  id.;.  San  Isidoro  señala  después  hasta  doce  géneros  de  esme- 
raldas, no  olvidando  que  las  más  nobles  eran  las  halladas  en  Escitia,  y  clasificando  finalmente  las  de- 
más geminas  virides,  entre  las  cuales  pone  el  prnsius,  el  berülus,  el  iaspis,  etc.  El  grabado  que  de  la 
Animciacion  ofrecemos,  es  tal  como  aparece  el  relieve  de  la  impronta,  obtenida  al  efecto  (Lám.  V,  nú- 
mero 10). 

-    Especialmente  los  fragmentos  señalados  en  la  lámina  IV  con  los  números  2  y  7. 

■'    Fragmentos  n.°  H  de  la  lám.  III. 


MEMORIAS   di;    I.A    IIKAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  123 

según  documentos  irrecusables  nos  advierten,  respecto  de  otras  joyas,  aun  en  éj)ocas 
posteriores  '.  El  alpha ,  conservada  su  forma  tradicional ,  se  compone  fie  una  chapa 
de  oro,  cuyos  contornos  afiligrana  menudo  cordón,  mostrando  en  los  extiemos  y 
el  ápice  tres  chatones  de  resalto,  en  que  brillan  otras  tantas  piedras  preciosas. 

Dejamos  significado  ([ue  el  brazo  de  cruz  procesional  se  hermana  por  su  belleza 
decorativa  y  su  magnificencia  con  las  princi|)ales  preseas  del  Tesoro;  y  conviene  desde 
luego  añadir  que  son  en  alto  grado  notables  las  analogías  que  ofrece,  en  ambos 
conceptos,  así  con  los  fragmentos  arquitectónicos  descubiertos  por  liosolios  en  las 
Huerlas  de  Guarrazar,  como  con  las  coronas  de  Keceswinto  y  de  Suinlliila.  Revelando 
desde  luego  la  traza  general  de  la  cruz  descrita  por  I'rocopio,  deja  entender  (jue, 
como  en  las  de  los  Áwfcles  y  la  Victoria,  ocupaba  la  intersección  un  cuerpo  circular 
á  que  se  adherían  cabeza,  pié  y  brazos,  armándose  todos  sobre  un  alma  de  madera 
por  medio  de  tachuelas  de  oro.  Tal  como  existe,  tiene  0,243  de  longitud  y  de  0,5 
á  0,11  de  latitud,  en  el  ya  indicado  sentido  de  la  traza.  Poco  diferia  su  decoración 
en  anverso  y  reverso:  ornado  el  brazo  de  zafiros,  esmeraldas,  nácares,  perlas  y  vi- 
drios de  colores,  engastados  en  chatones  de  resalto,  vénse  estos  distribuidos  en  tres 
hileras  que  se  estrechan  al  acercarse  á  la  intersección,  ocupando  la  central  diez  cha- 
lones con  vidrios,  zafiros  y  esmeraldas  y  las  dos  laterales  cada  una  otros  diez  con  ná- 
cares y  perlas.  Circúyenlo  en  el  exterior,  acomodándose  á  la  expresada  disposición, 
graciosas  palmetas  que  se  desarrollan  en  opuestos  sentidos;  y  repítese  tan  caracterís- 
tica decoración,  pasando  de  unos  á  otros  chatones  en  dirección  distinta  hasta  producir 
triples  aspas,  cuyos  centros  esmaltan  las  ya  mencionadas  piedras  {¡reciosas.  For- 
mados los  folículos  de  las  ¡lalmelas  por  brillantes  laminillas,  tales  como  las  que 
enriquecen  la  corona  de  Suinlhila  ^,  cobraba  en  verdad  esta  cruz  procesional  ex- 
traordinaria magnificencia,  aumentando  su  riqueza  artística  los  menudos  follajes  que 
llenan  los  intersticios  angulares,  de  chatón  á  chatón  y  de  palmeta  á  palmeta.  Con- 
sisten aquellos  en  vastagos  y  hojas,  perfectamente  acomodados  al  espacio  irregular 
en  que  se  desenvuelven,  y  muestran  llores  trifolias  y  gallardas  campánulas,  por 
extremo  semejantes  á  las  que  exornan  los  fragmentos  de  jambas  y  de  frisos,  en  las 
Huertas  de  Guarrazar  descubiertos  (Lám  IV,  números  2,  G,  8  y  í);  Lám.  V, 
n.°  8).  Las  cápsulas  de  engaste  que  ocupan  la  intersección  son  regulares  y  los 
viilrios  y  piedras  ([ue  en  ellas  brillan,  ofrecen  todos  facetas:  los  chatones  de  los  in- 
termedios siguen  el  movimiento  y  forma  nativa  de  los  zafiros,  como  en  las  coi'onas 
de  Keceswinto  y  de  Suinthila.  Hacen  todas  estas  circunstancias  más  dolorosa  la 
))érdida  dejo  restante  de  tan  suntuosa  joya,  que  aun  despedazada  jior  la  punible 


1  Véase  la  pág.  91  y  en  ella  la  nota  1. 

2  Debemos  notar,  que  así  como  en  la  corona  de  Reccswinto  y  los  demás  objetos  en  que  esta  de- 
coración aparecía,  lia  quedado  reducida  á  muy  pocas  palmetas,  no  tanto  por  el  natural  efecto  de  los 
siglos,  como  por  la  impiedad  con  que  todos  estos  monumentos  han  sido  tratados.  Alguna  de  las  lami- 
nillas del  hrazo  de  cruz  procesional  que  describimos,  ha  servido  también  para  los  ensayos  científicos, 
de  que  hemos  dado  ya  noticia  á  los  lectores. 


iil  MEMORIAS    nií    H    RF.AI.    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

codicia  de  los  vendedores,  es  uno  de  los  más  preciosos  monumentos  de  la  orfebre- 
ría visigoda,  enlazándose  admirablemente  las  observaciones  que  nos  sugiere  con  el 
estudio  hasta  aquí  realizado  sobre  el  arte  latino-bizantino,  tal  como  es  cultivado  en  la 
Península  pirenaica. 

VIH.  Y  no  acabaremos  nunca  de  lamentar,  conocidos  estos  monumentos,  la  des- 
trucción de  otros  muchos,  de  que  hemos  adquirido  i'epetidas  noticias,  no  solamentíí 
por  lo  que  debían  significar  en  la  historia  del  arte,  sino  por  lo  que  importaban  tam- 
bién respecto  de  la  liturgia  española  y  de  las  costumbres.  Con  insistencia  se  nos  ha 
maniíestado,  así  en  Guadamur  como  en  Toledo,  que  formaban  parte  del  Tesoro  dife- 
rentes cíngulos  ó  baíleos,  algunos  collares  y  una  paloma  de  tamaño  natural,  tejida 
de  oro  y  piedras  preciosas,  así  como  los  indicados  objetos.  Que  los  cíngulos,  balteos 
y  collares  se  ofrendaran  durante  la  monarquía  visigoda,  no  puede  causarnos  mara- 
villa, cuando  siglos  adelante  los  consagraban  también  ante  los  altares  reyes  y  prela- 
dos. En  (S84-  Ordoño  I  ofrecía  en  el  monasterio  de  Sobrado  [Galicia]  ante  el  altar 
de  Santiago  (Sancto  lacobo  Apostólo)  entre  otras  magnílicas  joyas  un  balteo,  ornado 
de  piedras  preciosas  ':  en  943  Rudesindo,  obispo  de  Dumio,  donaba  al  de  Celanova 
dos  cíngulos  de  oro  cuajados  asimismo  de  pedrería,  y  otros  varios  de  plata,  uno  de 
los  cuales  era  gemmatum  '-;  y  como  baíleos  y  cíngulos  pertenecían  al  ornamento  per- 
sonal, antes  y  después  de  la  catástrofe  del  Guadalete,  no  es  del  todo  inelicaz  la  no- 
ticia de  los  que  existían  en  el  Tesoro,  para  estas  investigaciones  históríco-arqueoló- 
gicas.  Ni  hubiera  sido  estéril  respecto  de  los  collares  el  conocimiento  de  sus  formas, 
cuando  sabemos  que  de  antiguo  fueron  exornadas  con  ellos  las  estatuas  de  las  dei- 
dades gentílicas,  siendo  racional  que  esta,  como  otras  costumbres  del  antiguo  mundo, 
se  propagase  á  la  edad  visigoda  ^. 

Pero  si  grande  hubiera  sido  el  interés  de  estos  objetos,  habríalos  ciertamente 
excedido  en  iínportancía  la  paloma  de  oro,  de  que  hablan  así  los  labriegos  de 
Guadamar  como  los  plateros  toledanos ,  y  cuyo  paradero  es  un  misterio  '.  Admitido 


'  El  rey  dice:  «Offerimus  in  offertorium  prenominatae  Ecclesiae  limace  cum  lapidibiis  et  auro 
sculpta  in  quingentos  solidos...  Baltfínm  cum  lapidibus  ornatura  de  quingentos  solidos...  per  manus 
Pontiñcis  Gundesindi»  ¡Acad.  de  la  Hist.,  Tumbo  del  Monasterio  de  Sobrado,  Escrit.  CXIX,  l'ól.  45, 
vuelto).  La  consagración  de  este  ornamento  personal  no  podia  ser  más  solemne.  El  laltheus  era,  se- 
gún San  Isidoro,  «cingulum  militare,  propter  quod  ex  eo  signa  dependent:  unde  et  baltheus  dicitur 
iinn  tantum  quod  cingitur,  sed  etiam  a  quo  arma  dependent»  [Eünmol.  lib.  XIX,  cap.  XXXII),  las 
mismas  palabras  repite  Ducange  (Voz  citada). 

-  En  el  testamentum  mencionado  en  otro  lugar,  decía , el  obispo:  «Offero  monasterio  Sancto... 
lúngulos  áureos  gemmatos  11.°*,  alios  argénteos  exaratos,  ex  ([uibus  unum  gemniatum»  (Acad.  de  la 
Hist.,  Tumbo  del  monasterio  de  Celanova,  fól.  1."  vuelto).  Debe  notarse  que  si  bien  estos  cíngulos 
debieron  ser  sacerdotales,  no  por  eso  dejó  de  usarse  esta  presea,  como  parte  del  traje  civil,  antes  y 
después  de  la  pérdida  de  España. 

'     Véase  lo  que  en  este  punto  observamos  en  el  siguiente  capítulo. 

'  Guando  por  acuerdo  de  la  Real  .\cademia  de  la  Historia  pasamos  á  Toledo  en  Marzo  de  1859,  se 
nos  aseguró  por  persona  entendida,  y  que  tenia  motivo  para  estar  bien  informada,  que  esta  paloma  de 
oro  había  sido  arrojada  al  Tajo  por  el  platero  que  la  había  comprado,  al  ver  en  los  periódicos  la  in- 


MHM(1I\1AS   DE   L\   BHAL   ACADKMIV   DE   SAN    IF.nNANDO.  ('2.'> 

eii  la  Iglesia  Occidental  desde  principios  del  siglo  V  el  uso  de  palomas  de  oro  [aurem 
rolumhae),  ya  para  conservar  las  formas  eucarislicas ,  ya  para  significar  en  los  bap- 
tisterios la  bajada  del  l'^spíi'itu  Santo  sobre  la  cabeza  del  Salvador  en  el  momento 
de  recibir  las  aguas  del  Jordán  de  manos  del  Bautista,  ya  para  mostrar  sobre  las 
tumbas  de  los  mártires  y  de  los  santos  la  protección  del  cielo  ó  encerrar  sus  sa- 
gradas reliíjuias  '  ,  probaba  desde  luego  su  existencia  en  el  Tesoro  de  Guarrazar 
que  habia  sido  también  recibida  esta  costumbre  en  la  España  visigoda,  ilustrando 
punto  tan  oscuro  (y  no  tocado  todavía)  de  la  liturgia  que  reforman  con  meritorio  an- 
helo Leandro,  Isidoro  y  Eugenio.  Mas  ¿á  cuál  de  los  indicados  lines  fué  destinada  la 
paloma  de  oro  y  piedras  preciosas,  conservada  enti'e  las  regias  coronas  de  Guana- 
zar?...  Comparando  las  noticias,  una  y  otra  vez  allegadas  sobre  tan  peregrina  presea 
religiosa,  y  teniendo  en  cuenta,  según  ellas,  que  descansaba  en  una  peana  ó[ilinto, 
asimismo  de  oro  y  ornado  de  labores,  no  parece  inverosímil  que  sirviera  para 
custodia  del  pan  eucarístico,  guardándose  en  el  peristerio  ó  repo.ntorto  de  la  Basí- 
lica, á  que  el  Tesoro  pertenecía,  y  que  todas  las  circunstancias  indican  ser  el  lem- 
l)lo  descubierto  en  las  Huertas  de  Guarrazar,  ya  conocido  de  los  lectores. 

Las  noticias  no  menos  ciertas  de  vasos,  lámparas,  acetres  y  otros  objetos,  cnvo 
uso  no  es  posible  reconocer  en  medio  de  la  vaguedad  de  las  relaciones,  debidas  á 
personas  imperitas  ó  interesadas  en  borrar  toda  huella  de  tan  maravilloso  descubri- 
miento -,  completarían  en  lo  posible  la  idea  de  tanta  riqueza  arlística,  llevándonos 
según  oportunamente  apuntamos,  á  formar  entero  concepto  del  no  sospechado  fausto 
de  la  monarquía  visigoda  y  haciendo  verdaderas  las  narraciones  que  se  juzgaban  fabu- 


dignücion  que  en  la  nación  entera  prniliijo  la  venta  de  las  coronas,  temeroso  sin  duda  de  que  le  parase 
alguu  perjuicio:  esta  narración  no  pudo  aquietarnos,  porque  no  parecía  verosímil  respecto  de  quien  te- 
niendo crisol,  habia  fundido  ya  otras  preseas  del  Tesoro:  algún  tiempo  después  se  nos  dieron  nuevos 
avisos  de  que  realmente  existia  la  paloma,  y  la  misma  especie  ha  traido  de  Toledo  el  Sr.  Flores.  ¿Se- 
ría posible  que  este  monumento  se  salvara  al  cabo  y  aumentase  el  número  de  los  que  por  fortuna  po- 
seemos?.. 

1  Tribus  in  locis  columbae  adluberi  in  Ecclesia  solebant,  nempe  in  baptisteriis,  in  tumulis  cum 
sanctorum,  tum  aliorum  hnminum  insigniorum,  et  in  altaribus  sacris.  In  baptisteriis  mysterii  causa, 
ad  signilicandum  scilicet  Spiritum  Sanctum,  qui  in  columbae  specie  super  Christum  bapti/.atum  spe- 
ctabilem  se  praebuit.  Super  túmulos  ilidem  Martyrum  columbas  appendi  olim  mos  erat...  Illae  itaquc 
volwnbae,  sive  quae  in  baptisteriura,  sive  quae  in  tumulis  appensae,  erant  ad  mysterium  vel  ad  orna- 
tum,  non  ad  asservandum  Viaticum,  id  est  non  ad  rcposilorum,  qualis  erat  illa  perpetui  columba:  quae 
quum  simpliciter  columba  ad  reposilorimn  appelletur,  non  de  alia  re  quuní  de  Eucharistia  id  interpre- 
tanduní  est  (Mabillon,  De  Liturgia  Gallicana,  lib.  i,  cap.  IX). 

'^  Entre  otros  objetos  de  que  recogimos  noticias,  se  contaba  cierta  especie  de  cilindro  de  oro  or- 
nado de  labores,  que  se  dice  tenía  á  uno  de  sus  extremos  un  remate  esférico  de  cristal  de  roca:  los 
labriegos  lo  designaban  con  el  nombre  de  bastotí  de  Recesivinlo,  y  algunos  anadian  que  ostentaba  tam- 
bién una  cruz.  ¿Sería  tal  vez  un  cetro,  ofrendado  por  algún  rey  visigodo  ante  el  altar  de  la  Virgen, 
como  las  coronas  y  los  baíleos'^..  La  sospecha  de  que  esto  pudiera  ser  y  de  que  haya  perecido  en  el 
crisol,  produce  en  nosotros  verdadero  sentimiento,  como  lo  producirá  indudablemente  en  nuestros 
ilustrados  lectores. 


na  MEUOIilAS    DE    LA    RüAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

losas,  debidas  á  los  historiadores  árabes  \  Sobradas  nos  parecen  sin  embargo  las  joyas 
depositadas  en  el  Hotel  Cluny  y  las  salvadas  felizmente  en  España,  para  comprender 
sin  esfuerzo  con  cuánta  razón  se  preciaban  los  Flavios  visigodos  de  oscurecer  la 
magnificencia  de  los  Augustos  orientales,  y  lo  que  es  de  mayor  fruto  en  este  linaje 
de  tareas,  para  establecer  las  relaciones  que  existen  entre  las  bellas  artes  y  las  artes 
secundarias,  fijando  el  carácter  especial  de  las  últimas,  en  cuanto  á  la  orfebrería 
corresponde,  no  sin  discernir  la  invencible  fuerza  de  la  tradición,  ya  respecto  de  las 
costumbres,  ya  de  los  procedimientos  aiiíslico-industriales,  ya  en  fin  de  la  misma 
suerte  que  cobijaba  á  los  orfebres  empleados  en  la  construcción  de  estos  ornamentos. 
Y  decimos  en  la  suerte  que  cobijaba  á  los  orfebres,  aludiendo  á  la  condición 
personal  que  nos  revela  el  laboreo  de  las  piedras  preciosas,  empleadas  en  las  incrus- 
traciones  de  cruces  y  coronas,  y  á  la  misma  suntuosidad  del  trabajo.  Cuando  compa- 
ramos en  efecto  las  ofrendas  que  llevan  el  nombre  de  abades  o  personajes  secunda- 
rios de  la  raza  hispano-latina,  con  las  que  ostentan  el  de  reyes  ó  magnates  visigodos, 
no  puede  menos  de  saltar  á  la  vista  la  diferencia  que  así  en  la  grandeza  y  majestad 
de  las  preseas  y  en  la  abundancia  de  las  piedras  preciosas,  como  en  la  mano  de  obra 
y  hasta  en  la  ley  de  los  metales  existe  entre  unos  y  otros  monumentos  '.  Todos  dan 
cumplido  testimonio  de  que  las  fuentes  artísticas,  en  que  los  orfebres  se  inspiran,  traen 
el  mismo  origen,  revelando  en  consecuencia  un  solo  arte;  pero  mientras  la  humil- 
dad del  don,  la  rudeza  y  desaliño  del  trabajo  (en  que  no  es  para  olvidada  la  cir- 
cunstancia de  ofrecer  las  inscripciones  votivas  caracteres  de  diversos  tamaños  y  no 


1  Véase  cuanto  dijimos  en  el  capítulo  anterior.  Respecto  de  la  inaudita  riqueza  de  que  se  apode- 
raron los  árabes,  se  podrá  también  formar  alguna  idea,  cuando  conocido  el  fausto  de  los  reyes  visigo- 
dos, se  recuerde  la  disposición  legal  relativa  á  los  ornamentos  y  joyas  personales  que  ostentaban  los 
reyes,  como  tales  príncipes.  El  legislador  decia:  «De  rebus  autem  ómnibus  á  tempore  Suintbilani  Regís 
bucusque  á  Principibns  acquisitis,  aut  deinceps  (si  provenerit)  acquirendis,  quaecnmque  forsítam  Prin- 
ceps inordinata,  sive  reliquit  aut  reliquerit,  quoniam  pro  Regni  ápice  probantur  acquisita  fuisse,  ad 
successorera  tantundem  Regni  decernimus  pertinere:  ita  habita  potestate,  utquidquidex  bis  elegerit 
faceré,  liberiim  habeat  velle»  (Concilio  VIH  de  Toledo,  ley  publicada  en  el  mismo  por  Receswintbo). 
Es  pue*  evidente  que  sin  coartar  la  libre  voluntad  del  principe  reinante,  se  constituía  por  esta  ley  el 
patrimonio  de  la  corona  respecto  de  los  ornamentos  personales,  como  lo  estaba  respecto  de  siervos, 
libertos  y  otros  bienes. 

-  Sometidos  á  un  análisis  químico,  ejecutado  por  el  distinguido  ingeniero  de  minas  don  Luis  de 
la  Escosura,  resulta  que  el  oro  de  la  corona  de  Suinthila  y  de  la  cruz  grande  es  muy  análogo  al  que 
producen  los  ríos  de  Extremadura,  por  lo  cual  se  inclina  á  creer  «que  están  fabricadas  [estas  preseas] 
con  oro  procedente  del  lavado  de  arenas  auríferas  de  los  ríos  de  España.»  No  faltando  razones  para 
creer  que  no  se  interrumpe  en  la  España  visigoda  la  explotación  del  Tajo  y  de  otros  ríos  que  arrastra- 
ban mezclado  el  oro  con  la  arena  (Estrab.,  líb.  III,  cap.  I!;  Plinio,  lib.  XXXIII,  cap.  III),  como  no  se 
interrumpe  en  otras  naciones  occidentales  ((^odex  Theod.,  lib.  X,  cap.  IX),  nos  parece  muyfundada 
la  observación  del  Sr.  Escosura.  Respecto  de  las  demás  joyas  baja  mucho  la  ley  del  oro,  como  se 
advierte  á  la  simple  vista;  y  semejante  adulteración  nos  advierte  que  no  se  guardaba  religiosamente 
por  los  orfebres  libres  la  antigua  prescripción  del  Fuero  Juzgo,  en  que  leemos:  «Qnis  aurum  ad 
facienda  ornamenta  susceperit  et  adulteraverit,  sive  aeris  aut  argenti  vel  euiuscumque  viliorís  me- 
tallí  permixtíone  corruperit,  pro  fure  teneatur»  (líb.  VII,  tit.  VI,  lex  III. ").  Esta  pccm/.Tíío  «rjeníí 
et  aeris  puede  explicarse  en  la  corona  y  cruz  votivas  por  la  humildad  de  la  ofrenda.  En  la  de  Suin- 
thila aparece  respetada  la  disposición  del  Liber  ludkiim. 


MEMOniAS  nF,  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO.  127 

pocos  colocados  al  parecer  en  sentido  inverso)  manifiestan  que  los  talleres  donde  se 
construyeron  las  coronas  pequeñas,  eran  pobres  en  demasía,  alimentándose  tal  vez 
con  los  desechos  de  otros  ',  persuaden  y  prueban  la  riqueza,  la  conveniente  distri- 
bución y  hasta  la  elegancia  de  ornatos  y  de  letras  en  las  consagradas  por  los  reyes, 
que  los  talleres  en  que  estas  se  fabricaban  estaban  ricamente  dotados  y  dirigidos  por 
mano  experta,  heredera  de  una  tradición  acariciada  por  el  poder  y  la  abundancia. 
Llévanos  esta  reflexión  sin  violencia  alguna  á  recordar  la  organización  de  los 
colegios  de  artífices  y  artesanos  de  la  antigüedad  {collerjia  fahrfm  reí  fahricensiim), 
los  cuales  se  componían  de  cscla\'OS  y  libertos;  y  como  lejos  de  relajarse  la  tiranía 
que  sobre  ellos  gravaba,  hallamos  repetidas  leyes  dictadas  ])or  los  últimos  cmjiera- 
dores  occidentales,  que  si  bien  la  dulcifican  en  algunos  puntos,  la  aprietan  en  otros 
por  extremo;  como  se  contaban  entre  los  que  sufrían  tan  desdichada  suerte  los  argen- 
tarlos [argentara)  los  orebres  [aurarü,  aiirifices),  los  doradores  (deaur atores),  etc.  '\  no 
juzgamos  repugnante  el  admitir  que  estos  colegios  conservaron  fambien  su  organización 
durante  la  monarquía  visigoda  bajo  la  salvaguardia  de  los  reyes  y  magnates.  Indúcenos 
á  pensarlo  así:  1."  El  conocimiento  histórico  de  que  prosiguieron  siendo  designados 
con  titulo  de  siervos  fiscales  ó  del  fisco  [serví  fiscales),  como  en  los  tiempos  del  Im- 
perio romano,  aquellos  esclavos  que  lo  eran  de  la  corona  '':  2.°  La  no  menos  his- 
tórica certidumbre  de  que  los  señores  de  siervos  los  empleaban  desde  la  niñez  en 
toda  clase  de  artes,  subiendo  el  precio  del  esclavo  á  medida  que  era  mayor  su  ha- 
bilidad ó  destreza  ' :  3."  La  seguridad  de  que  existieron  durante  lo  monarquía  visi- 


1  Se  ha  calificado  de  torpeza  de  los  orfebres  lo  que  sólo  es  efecto  de  falta  de  medios  industriales; 
y  lo  prueba  eficazmente  el  examen  de  los  caracteres  que  se  suponen  grabados  inversamente  ó  cabeza 
abajo.  Siendo  vario  el  tamaño  de  los  tipos  referidos,  no  hallándose  en  ninguna  de  las  inscripciones  el 
empleo  de  una  misma  letra  en  sentido  natural  y  en  sentido  inverso,  y  prestándose  todas  las  que  están 
alteradas  á  fácil  lección,  miradas  por  el  reverso  ó  trasdós,  no  hay  motivo  para  achacar  al  operario  (y 
menos  á  la  industria  de  su  tiempo)  lo  que  sólo  proviene  en  este  punto  de  la  carencia  de  tipos  directos 
y  de  punzones  uniformes;  carencia  que  sólo  arguye  pobreza.  Durante  la  monarquía  visigoda  hubo 
pues  orfebres  menesterosos  que  como  los  de  todos  los  tiempos,  acudirían  al  desecho  de  los  grandes 
talleres,  para  conllevar  su  escasez  de  medios;  y  con  esta  reflexión,  tan  obvia  como  sencilla,  se  alcanza 
á  explicar  la  diferencia  que  vamos  reconociendo  entre  unos  y  otros  monumentos  del  Tesoro. 

-  La  ley  hacia  la  siguiente  enumeración:  «Architecti,  laíjuearii,  albarii,  tígnarii...,  lapidarii,  ar- 
gentarii,  structores...,  quadratarii ..,  pictores,  Sculptores...,  statuarii,  musivarii,  aerarii,  ferrerarii, 
marmorarii,  deauratores,  fusores,...  tessellarii,  aurilices,  specularii,  carpentarii,...  vitriarii,  eburarii. 
figuli,  plumbarii,  etc.»  (Cod.  Theodos.,  lib.  XIV,  tit.  IV,  lex  II). 

■>    Concilio  III  Toled.  can.  XLV;  Fuero  Juzgo,  lib.  V,  tit.  VII,  caps.  XV,  etc.,  etc. 

*  Discerniendo  la  ley  IV  del  tit.  V,  lib.  VI  del  Fuero  Juzgo  «pro  quantis  rebus  et  qualiter  servus 
aut  libertus  tormenta  portabunti)  dice:  «Verum  ut  de  servorum  meritis  omnis  ambiguitas  cesset 
contentionis,  non  pro  artificii  qualitate  excusatio  videatur  haberi,  sed  pro  servis  quaestionandis,  con- 
tropatio  adhibeatur  aetatis  et  utilitas;  aut  si  artifex  fuerit  qui  debilitatus  est,  et  huius  artificii  servum 
non  habuerit,  qui  insontem  debilitavit,  alterius  artificii  servum  iuxta  praedictum  ordiníwn  cogatur 
exolvere:  ita  ut  si  artificem  non  habuerit,  et  alium  servum  ille  cuius  servus  (|u<1esti(Mii  addicitnr,  pro 
eo  accipere  noluerit,  tantum  pretium  ciusdcm  serví  artificis,  qui  quaestioni  subditur,  cius  domino 
persolvatur  quantum  ipse  artifex  a  iudice  vel  bonis  hominibus  rationaliter  valere  fuerit  aestimatns.» 
Esta  ley  fué  dictada  por  Flavio  Chindaswinto. 


)  2S  MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMLX    RE    SAN    FERNANDO.. 

goda  ergasterios  (ergasleria)  ergasiulos  (ergastula) ,  gimnecios  (gymnecia)  y  otros  ta- 
lleres análogos,  donde  las  artes  manufactureras  se  cultivaban  ya  por  d  convenlus ho- 
minim  ya  por  e\  com^enlus  foeminanim  ':  4."  La  no  menos  significativa  certeza  deque 
las  Iglesias  catedrales  poseyeron  siervos  de  uno  y  otro  sexo  que  se  ejercitaban  asi- 
mismo en  el  cultivo  de  las  artes  -:  y  3."  l^a  existencia  de  la  dignidad  de  Conde  de  los 
Tesoros  Reales  en  la  corte  visigoda,  la  cual  no  significaba  sólo  que  fuera  guardador 
de  ellos  quien  la  ejercía ,  sino  que  cuidaba  también  de  la  dirección  y  gobierno  de 
cuanto  á  los  mismos  tocaba  ^  Si  los  reyes  visigodos  no  eran  de  peor  condición  que 
las  Iglesias  y  los  magnates,  y  si  aquella  dignidad  representaba  algo  más  que  un  nom- 
Lu'e  vano,  no  puede  dejar  de  inferirse  (jue  ocuparon  también  sus  esclavos,  bajo  una 
dirección  superior  y  correspondiente  á  la  magestad  del  trono,  en  el  ejercicio  de  las 
artes;  y  dado  el  anhelo,  históricamente  reconocido,  de  imitar  las  costumbres  ro- 
manas y  de  eclipsar  el  fausto  bizantino,  y  sobre  todo  examinadas  y  juzgadas  artísti- 
í-amente  las  coronas  y  preseas  del  Tesoro  de  Guarrazar ,  parece  ya  evidente  que 
fueron  debidas  á  aquellas  manos  esclavas,  nacidas  en  el  taller,  donde  vieron 
lundiien  la  luz  del  dia  sus  mayores. 

Sólo  de  esta  manera  es  dado  imaginar  lo  que  vale  y  significa,  así  en  las  coronas 
de  Suinthila  y  Receswintho  como  en  las  cruces  qoe  dejamos  analizadas,  esa  pere- 
grina decoración  de  laminillas  de  jacintos  ó  cornerinas  que  el  docto  Mr;  de  Lasley- 
rie  ha  calificado  de  vidrios  rojos;  y  cuando  en  ninguna  de  las  preseas  ofrendadas 
por  más  humildes  personajes,  hallamos  vestigio  alguno  de  esta  singular  magnificen- 
cia, no  se  tendrá  por  descabellada  pretensión  la  de  suponer  que  quilalada  la  suma 
de  tiempo  y  de  trabajo  que  dicha  decoración  presupone,  sólo  teniendo  á  su  mandar 
talleres  de  siervos,  pudieron  reyes  y  prelados  desplegar  ostentación  tan  desusada. 

Ahora  bien:  considerando  todas  estas  circunstancias  que  no  carecen  de  algún 
peso  en  la  historia  de  la  civilización  española,  y  volviendo  nuestras  miradas  á  los 
elementos  decorativos  que  brillan  en  cuantos  monumentos  de  la  orfebrería  visigoda 
dejamos  descritos,  resulta  demostrado  que  no  solamente  pertenecen  al  arte  que  hemos 
designado  con  titulo  de  latino-bizantino ,  sino  que  representan  al  par  en  su  conjunto 


1     San  Isidoro,  Ethitn.,  lib.  XV,  cap.  VI. 

^  En  el  testamento  del  obispo  Reeimiro,  que  lo  era  de  Dumio,  en  el  año  octavo  del  reinado  de 
Rcceswinto  se  halla  esta  notable  cláusula:  «Ex  voce  partis  Ecclesiae  adstrictum  est,  quod  universas 
species  generis  et  corporis  rerum ,  quae  in  eiusdem  Ecclesiae  domo  intrinsecus  ad  usus  dome- 
sticus  ex  tempere  suae  ordinationis  idem  Episcopus  Recimirus  invenit,  et  quae  ipse  aut  de  opere 
ulriusque  xsxiis  arti/icum  familiamín  Ecclesiae  potuit  habere  confecta  alque  illata...  omnia  moriens 
jusisset  pauperibus  erogari»  (Esp.  Sag.,  t.  XVIIl,  pág.  300). 

^  Concilio  XIII.  In  Subscript  Vir.  ülust.  ojficii  palatini;  Notae  I'elri  Paliiii  In  Suhscript.  VIH 
Cono...  Lástima  es  que  no  poseamos  todavía  en  España  un  libro,  donde  como  en  la  Histoire  desclasses 
nuvrieres  en  Fraiice,  debido  á  Mr.  E  Levasseur,  se  reconozca  y  aprecie  el  estado  de  las  personas  du- 
rante la  edad  visigoda:  de  épocas  más  cercanas  debemos  ya  curiosas  y  útiles  investigaciones  á  nuestro 
amigo  y  compañero  don  Tomás  Muñoz:  bueno  seria  que  diese  á  sus  tareas  mayor  latitud  en  este  sen- 
tido y  que  con  la  asiduidad  y  el  buen  criterio  que  ha  mostrado  en  lo  hecho,  estudiase  parte  tan 
importante  de  la  historia  nacional  todavía  intacta.  En  ello  haria  un  verdadero  servicio. 


MEMORIAS   DE   LA   REAL  ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO.  129 

las  tradiciones  religiosas  (liturgia)  y  reflejan  el  estado  social  (condición  de  las  per- 
sonas) c  intelectual  (cultura)  de  la  civilización  española.  Los  referidos  elementos  de- 
corativos consisten : 

1."  En  orlas  de  flores  cuadrifolias,  formadas  de  circuios  y  scmicirculos  que  se 
enlazan  é  intersecan,  como  en  los  numerosos  fragmentos  de  la  Basílica  de  San  Ginés 
y  de  los  Baños  de  la  Cava,  en  el  reverso  de  la  Cruz  de  la  Victoria,  en  las  fenes- 
tras  de  San  Miguel  de  Linio  y  otros  monumentos  de  Asturias. 

2.°  En  palmetas,  ya  dispuestas  en  cruz  de  aspa  ya  desarrolladas  naturalmente, 
que  recuerdan  las  que  decoran  el  bellisimo  antepecho  de  la  ermita  de  Santa  Cristina 
de  Lena,  en  el  Concejo  de  su  nombre  (Lám.  VL  n."  H),  así  como  las  de  algunos  frag- 
mentos de  Toledo. 

3."  En  contarlos  y  sencillos  funículos  que  recorren  el  perfil  exterior  de  los  aros 
ó  exornan  otras  partes  de  las  coronas. 

4."  En  dobles  funículos,  enlazados  á  manera  de  trenza,  como  en  los  monumen- 
tos asturianos. 

o."  En  llores  cuadrifolias,  cuya  faz  exlerna  aparece  picada,  cual  en  los  frag- 
mentos ornamentales  de  San  Ginés  de  Toledo  y  cuya  forma  y  disposición  general  las 
hermana  con  las  que  exornan  las  orlas  exteriores  del  intr.ídos  en  los  arcos  de  los 
sepulcros  de  Covadonga  (Lám.  VT,  n.°  7). 

6."  En  florones  cuadrifolios,  encerrados  en  círculos,  y  tales  como  los  que  exis- 
ten en  los  capiteles  de  la  antigua  mezquita  de  San  Román  y  de  Santa  Cruz  de  To- 
ledo, los  cuales  se  reproducen  con  exceso  en  varios  miembros  arquitectónicos  de  las 
fábricas  primitivas  de  Asturias  y  en  monumentos  de  siglos  posteriores. 

7."  En  orlas  de  follajes  serpeantes,  como  las  que  se  estudian  en  los  fragmentos 
de  San  Ginés. 

8.°  En  arquerías  visible  y  genuinamenle  bizantinas,  de  la  misma  disposición  y 
traza  que  las  del  Arca  de  las  reliquias  y  de  algunos  dípticos  ya  mencionados  de  la 
Cámara  Santa  de  Oviedo. 

9."  En  capiteles  de  hojas  sin  picar,  que  según  la  expresión  del  mismo  Mr.  de 
Lasteyrie,  son  el  más  fiel  modelo  de  los  tallados  en  el  siglo  Vil  ',  y  tienen  sin  em- 
bargo notable  semejanza  con  los  de  la  Basílica  de  San  Ginés ,  según  queda  oportu- 
namente advertido  (Láms.  111  y  V,  núms.  2  y  7). 

10.  En  rosetones  octifolios,  encerrados  en  círculos  tangentes,  que  ofrecen  el 
más  perfecto  tipo  de  los  que  decoran  las  basílicas  asturianas,  como  persuade  el  di- 
seño que  acompañamos  del  de  San  Miguel  de  Linio  (Lám.  VI,  n."  o),  no  sin  que 
hallemos  en  los  mosaicos  de  Italia  análogo  elemento  decorativo  (Lám.  II,  n."  7). 

11.  En  campánulas  y  flores  trifolias,  tales  como  los  que  estudiamos  en  las 
jambas  y  frisos  descubiertos  por  nosotros  en  las  Huertas  de  Guarrazar  (Láms.  IV. 
y  V,  núms.  C,  8,  9  y  8)  y  en  frisos  y  capiteles  de  Asturias  (Lám.  VI,  n."  9). 


'     Párr.  I,  p.  4. 

47 


130  MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 

12.  Y  liiialiueule  eu  el  uso  de  (lores  quinqué  folias  piraniidalmenle  agrui)atlas, 
como  se  observa  en  los  fragmentos  de  Toledo  (Lám.  III,  u."  7)  y  más  adelante  en 
los  arraháes  y  otros  miembros  arquitectónicos  del  aite  mahometano  (Lám.  VI,  nú- 
mero 15). 

No  otros  son  los  elementos  esencialmente  artísticos  que  revelan  las  Coronas  del 
Tesoro  de  Guarrazar.  Digno  es  también  de  tenerse  muy  presente  que ,  si  bien  por 
sus  formas  nativas  sabresalen  las  piedras  preciosas  de  las  líticas  generales,  se  acomo- 
dan siempre  los  ornatos  geométricos,  follajes  y  flores  al  relieve  general  de  a(|uellas, 
probando  con  cuanta  exactitud  y  claridad  se  ha  menester,  que  obedecían  los  artistas 
al  mismo  procedimiento  tradicional,  ya  reconocido  por  nosotros  en  las  obras  arqui- 
tectónicas. 

Respecto  de  la  parte  meramente  industrial  observamos  en  los  oltjetos  del  Tesoro 
los  caracteres  siguientes: 

1."  líl  uso  de  piedras  preciosas,  de  diversos  tamaños,  ya  en  sus  formas  nativas 
ya  faceteadas,  ya  engastadas  de  varias  maneras,  no  olvidado  el  característico  medio 
de  los  grifos,  derivado  inmediatamente  del  arte  antiguo. 

i."  La  aplicación  de  laminillas  de  jacintos  ó  cornerinas,  dispuestas  á  modo  de 
taracea  (cloisonnces),  obra  especial  ([ue  revela  la  organización  forzada  del  trabajo, 
en  que  se  ejercitaban  manos  esclavas. 

3.°  El  empleo  del  vidrio  de  colores,  así  en  cápsulas  ó  chatones  regulares, 
como  en  péndulos  ó  clamasterios,  en  los  cuales  se  imitaban  los  zafiros  piriformes, 
(|ue  constituían  la  base  principal  de  esta  decoración  K 

4."  La  incrustación  de  nácares,  jaspes,  cristal  de  roca  y  plasmas,  alternando 
con  las  piedras  preciosas. 

0.°  El  uso  de  láminas  de  oro  por  extremo  delgadas,  cuya  elaboración  revela 
no  sólo  la  destreza  manual,  sino  el  empleo  de  medios  mecánicos  que  únicamente 
podían  provenir  de  la  tradición  conservada  en  grandes  centros  industríales. 

()."  El  uso  de  placas  ó  láminas  de  oro  más  gruesas,  en  las  cuales  se  ha  produ- 
cido el  relieve  por  medio  de  patrones  ó  moldes  tradicionales,  (|ue  provienen  de  otra 
esfera  propiamente  artística,  ó  ya  con  la  a])l¡cac¡on  de  hierros  ó  j)unzones  que,  liados 
á  manos  poco  expertas  en  el  conocimiento  del  diseño,  comunicaban  á  los  ornatos 
notable  irregularidad  y  rudeza. 

1."  La  aplicación  de  cuentas  y  canutillos  de  abalorio  á  la  formación  de  los  cla- 
masterios y  la  de  tubos  cilindricos  de  oro  y  cobre,  para  el  engarce  del  cristal  de 
roca  los  primeros  y  de  los  vidrios  de  colores  los  segundos. 

8.°     El  uso  promiscuo  de  punzones  destinados  á  abrir  ó  estampar  la  lelra  en 


'  Del  análisis  químico  de  todos  estos  vidrios  resulta,  según  declaración  del  Sr.  Escosura,  (jiie  los 
que  imitaban  esmeraldas,  fueron  teñidos  con  óxido  de  cobre;  los  que  semejaban  zaliros,  con  óxido  de 
cobalto;  los  amarillos  con  óxido  de  hierro.  El  análisis  de  las  famosas  laminillas  no  lian  producido  aná- 
logo resultado;  v  sin  embargo,  como  adelante  veremos,  no  era  un  misterio  la  manera  de  colorar  el 
vidrio  de  rojo  (vitreum  rubrum),  durante  la  época  visigoda. 


MEMORIAS   DE   l.\    I\EAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  \:i\ 


hondo  y  de  otros  aptos  para  abrirla  ó  clavarla  en  troqueles  ó  sellos  á  íin  de  produ- 
cir la  letra  de  relieve,  lo  cual  ofrece  el  resultado,  antes  advertido,  de  hallarse  varios 
caracteres  en  sentido  al  parecer  inverso.  Esta  circunstancia  se  refiere  sólo  á  la  co- 
r(jna  de  Teodosio  y  á  la  cruz  de  Lucecio. 

Y  0."  La  precisión  de  ajustes  y  soldaduras,  muy  superiores  á  los  demás  proce- 
dimientos artísticos,  lo  cual  pone  de  relieve  (pie  la  tradición  industrial  se  hallaba 
acaudalada  de  larga  experiencia;  circunstancia  que  resalta  principalmente  en  la  co- 
rona de  Suinlhila  y  en  la  ciuz  regia  que  se  le  ha  colgado,  robusteciendo  cuantas 
observaciones  dejamos  expuestas. 

Hé  aquí,  pues,  los  más  notables  caracteres  del  arte  y  de  la  industria  que  en  el 
Tesoro  de  Guarrazar  descubrimos:  comparados  entre  sí,  observamos  desde  luego, 
no  ya  la  decadencia  de  la  orfebrería,  como  repetidamente  se  ha  supuesto,  sino  lo 
que  es  más  interesante  en  todo  estudio  útil ,  la  gran  distancia  que  siempre  media 
entre  el  artista  que  crea  y  el  artífice  que  imita,  entre  los  elementos  decorativos  ado[)- 
tados  ó  inventados  por  el  arte  y  los  aplicados  ó  copiados  por  la  industria.  Ley  es 
esta  común  á  todas  las  épocas  realmente  artísticas,  como  á  todos  los  estados  de  cul- 
tura: el  arte  impera;  la  industria  obedece;  pero  la  industria  tiene,  como  el  arte,  su 
vida  propia,  no  desemejante,  ni  contraria,  sino  hermana  y  una  con  todos  los  ele- 
mentos de  cultura,  y  guarda  y  propaga  sus  tradiciones  con  la  misma  integridad  y 
fuerza,  revelando  y  trasmitiendo  de  una  en  otras  generaciones  sus  piocedimientos  y 
conquistas.  Esto  y  no  otra  cosa  nos  enseña,  pues,  el  estudio  hasta  aquí  realizado, 
en  cuanto  á  la  edad  visigoda  concierne,  no  ¡)udiendo  ser  más  contrarias  las  conse- 
cuencias que  obtenemos  en  tan  varios  conceptos  á  la  teoría  del  renombrado  individuo 
de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios  de  Francia. 

Veamos  ya  de  presentar  las  legítimas  conclusiones  de  cuanto  va  expuesto,  no  sin 
fijar  nuestras  miradas  en  la  tradición  artístico-industrial  que  nos  revelan  el  uso  y  la 
fabricación  de  las  coronas  y  otras  preseas  personales,  exornadas  de  vidrios  y  piedras 
preciosas,  y  su  relación  con  las  costumbres  desde  la  antigüedad  más  remota. 


vil. 


Consecuencias  de  los  estudios  anteriores. — Su  efecto  en  orden  á  la  teoría  de  Mr.  de  Lasteyrie.— Ineücacia 
de  esta  respecto  do  las  artes  clásicas.— Vario  empleo  del  vidrio  de  colores  en  las  mismas. — .Mosaicos  y 
revestimientos  de  los  muros. — Vasos  y  otros  objetos. — Falsilicacion  de  las  piedras  preciosas. — Propa- 
gación del  vidrio  de  colores  al  arte  cristiano  y  ú  la  arquitectura  religiosa. — Multiplicados  usos  del  vi- 
drio en  la  época  visigoda. — Imitación  de  toda  clase  de  fiemmas. — Estrecho  maridaje  del  oro  y  de  las 
piedras  preciosas  desde  la  más  remota  antigüedad  en  los  pueblos  orientales.— Su  trasmisión  al  Occi- 
dente.—  Su  propagación  á  las  Espafias.  —  Documentos  arqueológicos. — Inscripciones  romanas.  —  Los 
pueblos  occidentales  exceden  al  fausto  del  Oriente  en  la  ostentación  de  piedras  preciosas. — Considera- 
ciones generales  sobre  la  excelencia  de  este  medio  decorativo. — Superioridad  del  mismo  respecto  del 
vidrio  de  colores. 


Del  estudio  hasta  aquí  realizado,  se  deduce  sin  género  alguno  de  dudas: 

Que  tanto  los  restos  arquitectónicos,  existentes  en  Toledo,  como  ios  descubier- 
tos en  las  excavaciones  por  nosotros  vcrilicadas  en  el  término  indicatlo  de  (juadamur, 
pertenecen  á  una  misma  edad  y  á  un  mismo  arte. 

Que,  confirmando  el  examen  de  los  objetos  que  componen  el  Tesoro  de  Guarru- 
zar,  el  principio  fundamental  arriba  reconocido  de  que  las  artes  del  diseño,  y  muy 
particularmente  la  orfebrería,  participan  en  todas  edades  del  mismo  carácter  que  os- 
tenta la  arquitectura,  no  pueden  sacarse  de  la  esfera  y  jurisdicción  de  aquel  arte, 
representado  por  dichas  reliquias  anjuilectóuicas. 

Que  unos  y  otros  monumentos  representan  con  extremada  fidelidad  una  misma 
civilización,  reflejando  las  mismas  costumbres. 

Estas  demostraciones  que,  en  nuestro  concepto,  no  consienten  nueva  controver- 
sia, parecen  pues  dejar  resucitado  una  manera  clara  y  terminante  la  cuestión  crí- 
tica, su-scitada  por  Mr.  de  Lasteyrie;  cuestión  que,  según  arriba  apuntamus,  es  l;i 
más  importante  y  trascendental  de  cuantas  ha  jtodido  proiuover  el  hallazgo  de  (Jt/ar- 
razar  en  el  terreno  de  la  historia  artística,  á  que  exclusivamente  nos  referimos  en 
estos  estudios. 

No  es  ya  posible  vacilar  respecto  del  pueblo  y  de  la  civilización  que  dichos  oit- 
jetos  representan ,  ni  menos  concluir  con  tan  erudito  anticuario  que  las  coronas  del 
Tesoro  de  Guarrazar  fueron  dei)¡das  á  artistas  del  Norte ,  atraídos  á  la  corte  de  los 


i'il  .MEMOBIAS   DE    LA    llEAL    ACADEMIA    DE   SAN    FEIINANDO. 

reyes  visigodos  por  la  magnificencia  de  Receswinlo '.  Ni  bajo  el  aspecto  más  general^ 
ni  bajo  el  especialísimo  en  (jue  ei  digno  miembro  de  la  Sociedad  Imperial  lia  visto  la 
cuestión,  intentando  fundar  sobre  un  hecho  particular  y  no  bien  comprobado,  una 
teoría  general  y  contraria  á  la  historia  de  nueslra  cultura,  es  lícito  desconocer  la 
Fuerza  de  las  observaciones  que  llevamos  expuestas.  Mr.  de  Lasteyrie,  preten- 
lüendo  discernir  los  rasgos  originales  que  á  su  parecer  resallaban  en  las  coronas 
del  Tesoro,  se  ha  visto  comprometido  por  su  grande  erudición,  la  cual  ha  triun- 
fado en  su  estimable  libro  de  la  lazon  y  de  la  historia.  Dominado  de  este  irre- 
sistible influjo,  llega  á  deducir,  como  antes  indicamos,  que  habiendo  sido  única- 
mente empleada  en  la  orfebrería  por  los  pueblos  de  origen  germánico  la  decoración 
del  vidrio  rojo,  embatido  y  recortado  á  modo  de  taracea  (cloisonne),  y  siendo  este 
el  accidente  que  más  brilla  en  las  coronas,  sólo  podían  ser  estas  debidas  á  orfebres 
(|ue  reconocieran  aquella  procedencia. 

Pero  ya  lo  dejamos  probado:  sobre  no  ser  en  modo  alguno  valedera  la  última 
consecuencia,  obtenida  respecto  de  la  historia  del  arte  en  general,  ni  prueba  el  he- 
cho, aun  admitido  tal  como  se  pretende,  todo  lo  que  el  entendido  autor  de  la  His- 
toria de  la  Pintura  en  vidrio  intenta,  ni  tiene  en  sí  tam])OCo  la  fuerza  que  le  .atri- 
buye. Entremos  ])ara  demostrarlo  en  algunas  consideraciones. 

[•rescindiendo  ahora  del  resultado  que  nos  ha  ofrecido  la  ciencia  respecto  del 
análisis  de  las  laminillas  de  jacintos  ó  cornerinas  que  exornan  cruces  y  coronas  -, 
es  de  observarse  ante  todo  que  las  artes  industriales  de  la  antigüedad  clásica,  tan 
ricas  y  experimentadas  en  todo  género  de  procedimientos,  no  carecieron  del  uso  de 
esmaltes,  pastas,  vidrios  de  colores  y  piedras  preciosas:  antes  bien  los  aplicaron  en 
tan  multiplicadas  maneras,  que  sobre  causarnos  verdadera  admiración,  nos  dan  alia 
idea  de  la  opulencia  y  fausto  desplegados  por  la  civilización  del  antiguo  mundo.  Li- 
mitándonos á  las  obras  que  más  directamente  se  enlazan  con  las  bellas  artes',  y  re- 
nunciando á  numerosos  testimonios,  séanos  licito  traer  aquí  el  muy  significativo  del 
eminente  Pablo  de  Céspedes:  el  sabio  anticuario  del  siglo  XVI  en  su  Discurso  sobre 
la  comparación  de  la  antigua  y  moderna  pintura  y  escultura,  obra  poco  familiar  aun 
entre  los  más  eruditos,  señalando  las  causas  de  la  decadencia  del  arle  clásico,  ob- 
servaba: «Estando  yo  en  Roma,  cavando  entre  unos*  estribos  del  monte  Quirinal. 
hacia  una  calle  que  era  de  Suburra  á  Santa  María  Mayor,  hallaron  todas  cuatio  pa- 
redes encostradas  de  tablas  de  varios  y  diversos  esmaltes,  guarnecidos  de  comparti- 
mientos asimismo  de  esmaltes  de  diversos  colores ,  que  tomavan  la  ladera  de  alto  á 
bajo  y  rematavan  en  el  fondo  de  la  cava,  junto  á  su  verdadero  suelo  antiguo,  con 
una  pintura  de  mosaico  de  diversas  piedras,  figuradas  las  tres  diosas  entre  arboledas. 


1  Xo  se  olvide  que  no  es  sólo  Receswiiito  el  rey  visigodo  de  quien  el  Tesoro  de  Guarrazar  con- 
servaba notable  ofrenda.  Mr.  de  Lasteyrie  no  podia  adivinar  la  existencia  de  la  corona  de  Suinthila; 
pero  este  liecho  tan  seucillo  bastaría  por  sí  solo  para  modificar  sus  conclusiones,  sí  ya  no  existieran 
otros  muchos. 

-    Véase  la  pág.  H3  del  capitulo  anterior  y  su  nota  2. 


MEMOniAS   DE    LA    REAL   ACADESUA    DE   SAN    FERNANDO.  í3o 

y  de  las  ramas  de  un  pino  colgadas  algunas  máscaras,  ote.»  Determinada  on  la  forma 
que  sus  propias  palabras  indican,  la  diferencia  que  lialló  Céspedes  entre  \o¿esmulks 
de  los  muros  y  el  mosaico  del  pavimento,  daba  noticia  de  otros  descubrimienlos,  que 
no  cuadran  mal  á  nuestro  propósito,  del  siguiente  modo:  «También  se  lian  hallado 
pavimentos  de  piedras  preciosas.  Yo  vi  una  gran  cantidad  de  ágatlias  lindísimas  e:i 
manos  de  un  anticuario  que  se  avian  hallado  en  un  pavimento,  asentadas  y  encava- 
das que  no  devian  tener  precio;  pues  de  creer  es  que  las  paredes  corresponderian  al 
suelo  y  el  enmaderado  ó  bóveda  avia  de  corresponder  á  tal  riíjueza.  •>  Y  con  el-mis- 
mo  intento  alirmaba  «aver  visto  en  ciertas  ruinas  de  Uoma  varios  frisos  sobre  már- 
mol verdes,  las  hojas  taraceadas  de  diversidad  de  piedras  y  nácares,  harto  gracio- 
sas,» añadiendo  que  «en  la  gruta  de  la  Silnla  de  Puzol  liabia  examinado  la  bóveda 
de  un  aposento  no  muy  grande,  «también  labrada  de  esta  suerte  de  mosaico,  enri- 
quecido con  piezas  de  nácar. » 

No  parece  pues  dejar  estas  j>alabras  duda  alguna  del  uso  que  liicieron  los  an- 
tiguos del  esmalte,  de  las  piedras  preciosas  y  de  los  nácares  en  las  obras  cuvos  or- 
natos se  derivaban  más  inmediatamente  de  las  bellas  artes,  conformándose  la  (ie- 
claracion  del  docto  Pablo  de  Céspedes  con  lo  que  sobre  el  particular  nos  hablan 
(lidio  Plinio  y  Vitruvio.  Séanos  permitido  añadir  respecto  de  las  pastas  y  vidrios  de 
colores  que  debemos  á  la  propia  observación  y  al  estudio  de  los  mosaicos  romanos  y 
muv  inmediatamente  de  los  de  Itálica  el  conocimiento  de  la  variedad  de  unos  y  otros, 
conservando  en  nuestro  poder  notables  ejemplares,  en  que  abundan  los  colores  azul 
y  verde  y  no  escaseando  por  cierto  el  rojo  que  j)arece  preocupar  sobremaneía  al 
docto  miembro  de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios.  Dignos  son  en  verdad  de 
maduro  examen  los  indicados  vidrios,  cuando  se  trata  de  investigar  el  uso  que  de 
ellos  hicieron  las  artes  del  antiguo  mundo,  pues  que  no  sólo  presentan  extraordi- 
naria variedad  de  colores,  sino  que  aparecen  también  esmaltados  de  oro  y  plata; 
procedimiento  harto  difícil  por  ofrecerse  la  plata  y  el  oro  dentro  de  los  pequeños 
cubos  [calculi],  y  á  cubierto  de  la  intemperie. 

Y  no  es  de  olvidar,  tratándose  de  vidrios  de  colores,  la  manera  empleada  por 
los  antiguos  en  la  fabricación  de  los  vasos  (potatorios  y  escaries):  lejos  de  mos- 
trarse aquellos  im|)uestos  en  la  masa  general  de  dichos  vasos,  se  hallan  jiixla|)nes- 
tos  de  tal  modo  que  cada  color  se  refiere  únicamente  á  la  forma  esjjecial  del  ornato 
(|ue  constituye,  resultando  de  la  unión  total  de  las  partes  cierto  linaje  de  taracea, 
vistosa  y  rica  por  extremo.  Innecesario  juzgamos  el  traer  aquí  autoridades  que  com- 
prueben estas  observaciones,  cuando  en  las  ruinas  de  Tarragona,  (^lúnia,  Mérida, 
Itálica  y  otras  muchas  ciudades  romanas  de  nuestra  Península  se  descubren  dia- 
riamente notables  fragmentos  de  estos  preciosos  vasos,  de  que  á  dicha  conservamos 
también  curiosos  ejemplares. 

Pero  el  vidrio  de  colores  tenía  asi  mismo  otras  muchas  aplicaciones  en  las  artes 
de  la  antigüedad  clásica,  parcciéndonos  por  cierto  inverosímil  el  abuso  á  que  su  ela- 
boración da  lugar  respecto  de  las  |)iedras  preciosas,  sin  el  testimonio  de  muy  respe- 
tados escritores.  VA  diligentísimo  Plinio,  tratando  de  las  piedras  duras,  afirmaba  en 


(3r,  MEMORIAS   DE   L\    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

efecto  que  se  liacian  del  vidrio  muchas  geiimas,  destinándose  |)ara  todo  linaje  de  es- 
cudillas {vasa  escaria),  é  imitándose  al  par  los  jacintos  y  zafiros  y  todos  los  demás 
colores,  no  olvidada  la  famosa  piedra  mwrhina.  Ninguna  materia  era  más  apta  ni 
acomodada  á  la  jiinlura :  el  arte  teñía  de  igual  suerte  las  pastas  para  los  mosaicos 
(calculi)  y  las  cuentas  de  abalorio  (abaculi)  de  los  más  variados  colores  \  y  con  aque- 
lla extraordinaria  perfección  que  falsificaba  las  piedras  preciosas,  emulaba  las  ya  ci- 
tadas murrhiuas,  cuyo  valor  era  verdaderamente  fabuloso,  y  de  cuyos  cambiantes 
decia  el  mismo  IMinio:  «Splendor  bis  sine  viribus,  nitorque  verius  quam  splendor. 
Sed  in  pretio  varíelas  colorum  subinde  circumagentibus  se  macculis  in  purpuram 
candoremque,  terlium  ex  utroque  ignescentem,  veluti  per  transitum  coloris  purpuras, 
aut  rubescente  ladeo»  -.  El  arle  que  tantas  aplicaciones  daba  al  vidrio  de  color,  cual 
materia  la  más  apta  al  efecto  {pidurae  accommodatior) ,  no  era  desconocido  en  Es- 
paña, donde  según  la  expresión  del  autor  alegado,  se  fundiau  de  la  misma  suerte 
(simili  modo)  las  arenas  ^ :  y  entre  los  expresados  vidrios  era  por  extremo  familiar 
el  color  rojo  [lolum  riibens  vilrim).  Ni  se  presentaba  este  por  último  con  menor  fa- 
cilidad y  frecuencia  á  la  escultura,  alternando  con  el  marfil,  el  njármol  y  las  pie- 
dras preciosas  '. 

Aventurado  por  demás  sería  en  consecuencia  el  negar  á  las  artes  de  la  anti- 
güedad clásica  el  uso  de  los  vidrios  de  colores,  cualquiera  que  sea  el  objeto  á  que 
se  los  destine.  Y  que  este  uso  se  propaga  en  varios  sentidos  y  con  grandes  creces  á  las 
épocas  de  decadencia,  compruébase  por  multitud  de  monumentos.  Sin  que  aspiremos 
á  traer  aquí  excesivas  citas,  séanos  permitido  recordar  la  descripción  ([ue  el  español 
Prudencio  Clemente  hacia,  en  tiempo  de  Teodosio,  de  la  Basílica  de  San  Pablo  en 
Roma : 

Regia  pompa  loci  cst:  Princeps  bomis  lias  sacravit  arces, 
Claiisitque  magnis  ambilum  tnlenlis. 
Bracteolas  trabibus  siiblevit,  ut  omnis  aunilenta 
SO  Lux  esset  iiUus,  ceu  iubar  sub  orlu. 

Subdidit  et  Parias  fcbris  laquearibus  columnas, 

Disünguil  illic  quas  quaterna  ordo. 

Tuní  canuiros  hyalo  insigni  varié  cucurrit  arcus: 

Sic  prala  vernis  íloribus  renident  ^ 


1  Las  palabras  textuales  son:  «Gemmas  multi  ex  eo  faciiint .  Fit  ad  escaria  vasa,  et  totiim  ni- 
bens  vitrum  atque  non  translucens,  haematinon  appellatum.  Fit  ct  álbum  et  murrhinum,  aut  hya- 
cinthos  saphirosque  imitatum  et  ómnibus  alus  coloribus.  Nec  est  alia  nunc  materia  sequatior,  aut 
otiam  picturae  accommodatior...  Tingit  ars,  veluti  cum  calculi  fuint,  quos  quidam  abaculos  appellant, 
aliquos  etiam  pluribus  modis  versicolores»  (Naturaüs  Ilisluría,  lib.  XXXVI,  cap.  LXVll^. 

2  Id.,  id.,  lib.  XXXVII,  cap.  VII. 

•'  lam  vero  per  Gallias  Hispanias(pie  simili  modo  arenae  teraperantur  (Id.,  id  ,  lib.  XXXVI, 
cap.  LXVI). 

''  Quintiliano  ,  tratando  de  la  materia  más  á  propósito  para  la  manifestación  de  cada  arte,  e-cri- 
bia:  (.(Caelalura...  auro,  argento,  aere,  ferro  opera  eflicit:...  sfií//ííHfa  lignum,  ebur,  marmor,  vitrum, 
gemmas,  praeter  ea..,  complectitur»  (Lib.  11,  cap.  XXI). 

2    Peristephanon,  Hymno  XII. 


MEMORIAS    DK    I.A    BICAL    ACADEMIA    DE   SAM    FEllNANDO.  137 

Sidoiiio  Apolinar  (|iie  florece  en  el  siglo  V  [4Í]0  k  i-80  |  nos  Irasmitia  la  si- 
guiente pintura  de  la  iglesia  de  Lion  (Lugdununij,  su  patria: 

IiUus  lux  iiiical,  atque  bracteatum 

Sol  sic  sollicitatur  lacunar, 

Fiilvo  ut  concolor  crrel  in  metallo. 

Dislincluiu  vario  nilore  niarmor 

Percurrit  cameram,  soluní,  feneslras, 

Ac  sub  versicoloribus  figuris 

Vernaiis  berbida  crusla  sapbiratos 

Flectit  per  prasinum  vitrum  lapillos.  ele  '. 

Pero  esta  aplicación  del  vidrio  de  colores  á  las  incruslraciones  de  muros,  arcos 
Y  bóvedas  que  tanta  magnificencia  comunicaban  á  las  basílicas  de  Bizancio ,  cnrifpie- 
ciendo  de  iírual  manera  el  arte  de  Oriente  v  de  Occidente,  no  se  limitaba  á  la  ar- 
quitectura.  La  falsificación  de  las  piedras  preciosas  {saplúratos  lapillos)  cundia,  con 
el  fausto  que  las  devora,  á  las  monarquías  erigidas  sobre  las  ruinas  del  Imperio 
romano,  llegando  entre  los  visigodos  á  grado  tal  de  exceso  y  perfección  como  re- 
velan las  siguientes  palabras  del  sabio  metropolitano  de  la  Bética.  Explicando  las 
calidades  del  vidrio,  decía:  «Tingituretiam  mullís raodis,  ita  ut  liyaciiithos,  sapliiros- 
que  et  virides  imiteturet  onicbes  vel  alíarum  gemmarum  colores  •^  ■.  Y  tratando  de  las 
piedras  preciosas,  ponía  término  á  sus  útilísimas  descripciones,  observando:  «Fíngunl 
ením  eas  ex  diverso  genere  nigro,  candido,  míníoque  colore.  Nam  pro  lapide  pretio- 
síssimo  smaragdo  quídam  vitrum  arte  inficiunt,  et  fallít  oculos  sub  dolo  quadam  falsa 
víriditas  quoadusque  non  est  quí  probet  simulalum  et  arguat:  sic  et  alia  alio  atque 
alio  modo.  Ñeque  ením  est  sine  fraude  ulla  vita  mortalíum»  I  Por  manera,  que  no 
sólo  fueron  conocidos  en  tiempo  del  docto  Isidoro  de  Sevilla  los  precedímientos  que 
posevó  la  antigüedad  sobre  la  pintura  de  los  vidrios,  los  cuales  recibían  todos 
los  colores,  incluso  siempre  el  rojo  {minio),  sino  que  había  llegado  á  tal  punto  su 
perfección,  que  sobre  imitar  el  jacinto,  el  zafiro,;  la  esmeralda,  el  onyx  y  otras 
piedras  preciosas,  deslumbraba  la  vista  bajo  la  apariencia  de  la  verdad,  siendo 
grande  la  dificultad  para  discernir  entre  las  piedras  verdaderas  y  las  fingidas  {vera 
a  falsis  discernere  magna  difficidtas  est).  La  tradición  no  puede  ser  más  eficaz  ni 
poderosa. 

Vliora  bien:  si  las  artes  de  la  antigüedad  clásica  conocieron  multiplicados  medios 
de  a|)l¡cacion  del  vidrio  de  rolares;  si  conforme  nos  revela  el  erudito  Pablo  de  Cés- 
pedes, emplearon  el  esmalte,  alternando  las  piedras  preciosas  y  los  n;icares  aun  en 
ios  monumentos  arquitectónicos;  si  hallamos  tan  amenudo  fragmentos  de  vasos,  en 


Lib.  II,  epist.  X.  Ad  Hesperium. 
Ethimologias,  Hb.  XVI,  cap.  XV. 


Id.,  id.,  cap.  XIV. 

Í8 


138  MEMOBUS    DE    l.V    HEM.    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

que  el  vidrio  presei)ta  la  misma  disposición  que  las  obras  de  taracea,  constando  cada 
objeto  de  multiplicadas  piezas  de  vivísimos  colores;  si  vemos  por  último  trasmitidos 
á  la  edad  visigoda  los  procedimientos  industriales  relativos  no  solamente  al  color 
sino  también  á  las  formas  que  el  arte  le  prestaba,  y  leemos  en  el  ya  mencionado 
libro  de  San  Isidoro  que  «aliud  flatu  ílguratur,  aliud  torno  teritur,  aliud  argenti 
modo  caelatur»  ',  ¿qué  mucho  que  nos  parezca  algún  tanto  aventurada  la  afirma- 
ción de  Mr.  de  Lasteyrie,  cuando  dice  que  fué  únicamente  empleada  en  la  orfebrería 
por  los  pueblos  de  origen  germánico  la  decoración  del  vidrio  enibulido  y  recortado 
á  modo  de  taracea?  Ni  ¿cómo  sobre  todo  hemos  de  convenir  en  que  las  coronas  del 
Tesoro  de  Guarrazar  fueron  fruto  de  artistas  del  Norte,  por  el  simple  hecho  de  verse 
en  algunas  de  ellas  la  decoración  referida? 

Cuando  existen  los  precedentes  históricos  arriba  indicados  y  no  faltan  escritores 
para  quienes  el  arle  de  esmaltar,  que  no  es  otra  cosa  sino  el  arte  de  cubrir  superfi- 
cies ó  de  rellenar  con  sustancias  vitrificadas  intersticios,  cuyos  contornos  trazan  de- 
terminados diseños,  no  es  muy  posterior  al  descubrimiento  del  vidrio  -;  cuando  afir- 
man otros  que  los  antiguos  lo  practicaron  con  suma  habilidad  y  se  citan  al  propósito 
varias  poblaciones  de  Egipto,  cuyos  edificios  ostentaban  ladrillos  esmaltados  de  bri- 
llantes colores;  cuando  consideramos  finalmente  que  el  mismo  arte  de  esmaltar  es 
un  mero  procedimiento  industrial  del  arte  propiamente  tal  de  la  taracea,  cuyo  per- 
feccionamiento produce  el  mosaico,  no  se  nos  tildará  de  ligeros,  si  aun  dada  la  au- 
toridad que  sus  doctos  trabajos  han  conquistado  al  autor  de  la  Historia  de  la  pin- 
tura en  vidrio,  nos  apartamos  de  su  opinión,  teniendo  por  cosa  racional  y  no  de 
imposible  logro  para  las  artes  clásicas  la  aplicación  de  laminillas,  ya  de  vidrio  rojo 
ó  de  otro  color,  ya  de  jacintos,  cornerinas  ú  otras  piedras  duras,  á  todo  género  de 
metales  preciosos. 

Y  esta  consideración  cobra  mayor  bulto,  al  reconocer  respeclo  de  las  referidas 
laminillas  que  lejos  de  componerse  de  materia  vitrea,  ofrecen,  como  ya  queda  decla- 
rado, caracteres  de  todo  punto  desemejantes,  llevándonos  á  descubrir  con  su  estudio 
una  tradición  y  una  organización  industrial ,  cuyos  no  dudosos  orígenes  radican  en 
la  constitución  social  del  antiguo  mundo  ^.  Pero  concedamos  por  breves  momentos 
que  siendo  las  indicadas  laminillas  de  vidrio  rojo ,  tiene  este  procedimiento  su  pri- 
mitiva raiz  en  los  bosques  de  la  Germania,  tal  como  se  ha  pretendido  sin  presentar 
oportuna  probanza :  demos  que  los  magnates  y  reyes  visigodos ,  acariciando  por  un 
singular  capricho  de  amor  patrio  y  como  único  rasgo  de  su  perdido  espíritu  de  na- 
cionalidad, este  peregrino  invento,  propio  de  su  raza,  lo  introducen  en  la  Península 
Ibérica :  ¿bastaría  este  mero  accidente  para  anular  lodos  los  caracteres  artísticos  y 
todas  las  relaciones  históricas,  que  ya  respecto  de  las  costumbres  civiles,  ya  respecto 


'     Ethimologias,  lib.  XVI,  cap.  XV. 

^    Bouillet,  Dictiomire  universel  des  sciences,  des  lettres  el  des  arts  (Voz  citada). 

3    Véanse  las  págs.  126  y  siguientos  del  anterior  capitulo. 


MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE    SA>    FERNANDO.  í  39 

(le  las  prácticas  religiosas  dejamos  (|uilata(los  y  establecidos?  ¿I'odriu  oscurecer,  aun 
(ieiUro  de  su  especial  esfera  los  demás  rasgos  característicos  del  arte  de  la  orfebrería? 

Investiguemos,  siquiera  sea  de  pasada,  la  historia  de  este  arte  nacido  para  ha- 
lagar la  llaqueza  ó  la  soberbia  humana,  y  ella  nos  pondrá  de  relieve  (¡ue  la  teoría 
de  Mr.  de  Lasteyrie,  no  solamente  es  inelicaz  para  destruir  cuanto  llevamos  asenta- 
do, sino  que  tampoco  entraña  fuerza  bastante  para  romper  la  tradición  artístico-in- 
dustrial  que  desde  la  más  remola  antigüedad  hallamos  establecida  respecto  del  es- 
trecho maridaje  del  oro  y  de  las  piedras  preciosas,  empleadas  así  en  coronas  y  dia- 
demas como  en  los  demás  objetos  del  culto  y  del  ornamento  personal,  que  caen  bajo 
la  inmediata  jurisdicción  de  la  indumentaria. 

A  los  libros  sagrados  debemos  en  este  punto  tanta  y  tan  exquisita  enseñanza  que 
sin  apartar  la  vista  de  ellos  y  sin  fatigarnos  en  demasía ,  nos  será  dado  lograr  entero 
conocimiento  del  frecuentísimo  uso  que  las  artes  industriales  del  Oriente  hicieron  de 
aquellos  medios  decorativos.  Vencedor  de  los  madianitas,  á  cuyos  caudillos  Zeb  y 
Salmaná  dá  muerte  por  su  propia  mano  [123D  antes  de  J.  C.  J,  pide  Gedeon  al 
pueblo  hebreo  las  arracadas  ó  zarcillos  ['P.!"-]  de  los  vencidos,  que  formaban  parte 
de  la  presa;  y  hecho  el  recuento,  obtuvo  tal  cantidad  que  llegó  el  peso  de  las  refe- 
ridas joyas  á  mil  setecientos  sidos,  sin  contar  los  ornamentos  y  las  preseas  de  que 
usaban  los  reyes  de  Madian,  ni  los  collares  de  oro  de  sus  camellos  \ — Aterrados 
los  pueblos  de  Siria  y  Mesopotamia  al  ruido  de  las  depredaciones  de  Olofernes,  en- 
vianle  los  príncipes  sus  legados  y  salen  las  ciudades  á  su  encuentro  para  aplacar  su 
liereza,  ofreciéndole  en  don  coronas  y  lámparas  de  oro  ":  Olofernes  pone  sus  reales 
sobre  Jerusaiem  [634  antes  de  J.  C.];  Judith,  ricamente  vestida,  y  exornada  de 
pulseras,  pendientes,  anillos  y  todas  sus  más  preciosas  joyas  [vestimentts  iucundi- 
tatis  suae'],  se  presenta  al  caudillo  de  Nabuco,  á  quien  halla  sentado  en  un  suntuoso 
pabellón  [in  conopeo^  de  púrpura,  tejido  de  oro  y  sembrado  de  esmeraldas  y  otras 
piedras  preciosas  ^. — Deseando  Asnero  premiar  á  Mardocheo  que  le  habia  libertado 
de  la  perfidia  de  Bagathan  y  Tliares,  sus  eunucos,  pregunta  á  Aman,  <\ué  debería 
hacerse  con  un  varón  á  quien  el  rey  deseaba  honrar;  y  Aman,  juzgando  que  se  re- 
feria Asuero  á  su  persona,  le  replica:  «El  hombre  á  quien  el  rey  desea  honrar  debe 
ser  vestido  con  insignias  reales  y  puesto  á  caballo  en  la  silla  del  rey,  exornando  su 
cabeza  la  regia  corom. »  Descubierta  la  maldad  de  Aman  y  sentenciado  á  la  horca 


1  n;!-!  ms'rjm  ü':int'n-ia  --m  rTNn-V2í?-i  '^Sn  Snu'  icn  ::ni-  -ci;  Spu?-:  •n'''! 
Dn^'^oi  *^.siX2  lüN  mp:yn-¡n  tiSi  yi-c  'dSd  h'jis   liaJiNn 

«Y  fué  peso  en  las  pedidas  arracadas  mil  setecientos  sidos  de  oro,  sin  los  ornamentos  y  joyas  y  las 
telas  de  púrpura  que  solian  usar  los  reyes  de  Madian,  y  demás  de  los  collares  de  oro  de  los  camellos 
de  ellos»  {Lib.  Judicum,  cap.  VIH,  versículo  '26,. 

-  Excipientes  eiim  cum  ooronis  et  lampadibus  ducentes  choros  in  tympanis  et  tibiis  (Lib.  111, 
vers.  X  del  líber  Jtidith). 

3  Lib.  Judith.,  cap.  X,  vs.  3  y  19.  Sedentem  in  conopeo,  quod  eral  ex  purpura,  et  auro  et 
smaragdo  et  lapidibiis  pretiosis  intextum. 


140  MEMORIAS   DE   LA    HEAL   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 


]ue  preparaba  á  Mardocheo,  recibe  este,  con  el  favor  de  su  príncipe,  los  distintivos 
le  la  dignidad  á  que  era  sublimado,  saliendo  del  palacio  con  magníficos  atavíos,  en 
jue  brillaban  los  jacintos  y  otras  piedras  preciosas  y  llevando  la  regia  corona  en  sus 
sienes  '.—Al  morir  el  Grande  Alejandro,  debelador  de  Darío  y  dominador  de  Jeru- 
salem  (32i  antes  de  J.  C),  se  enaltecen  todos  sus  caudillos,  ciñendo  á  sus  frentes 
rrgias  coronas,  en  señal  del  imperio  que  heredaban  -  y  acomodándose  así  á  las  cos- 
tumbres de  los  pueblos  orientales,  cuya  fastuosidad  y  molicie  los  tenían  ya  afemi- 
nados.— Noticioso  Alejandro  Balas,  hijo  de  Antioco,  de  las  virtudes  de  Jonatás. 
sucesor  de  Judas  Macabeo,  no  vacila  en  solicitar  su  amistad,  enviándole  un  manto 
de  púrpura  y  una  corona  de  oro  (et  misit  ei  purpuram  et  coronam  auream),  y  ab- 
solviendo al  pueblo  de  Israel  del  ambicionado  tributo  de  las  coronas  áureas,  con  que 
acudía  á  sus  reyes  ó  dominadores  I 

Ni  era  menor  la  magnificencia  que  en  el  uso  de  todo  linaje  de  (jemmas  y  de 
coronas  de  oro  había  mostrado  interiormente  el  pueblo  hebreo.  Prescindiendo  de  la 
deslumbradora  descripción  que  nos  hace  Moisés  de  las  vestiduras  y  ornamentos  sa- 
cerdotales ,  en  que  parece  apurar  todo  el  fausto  del  Oriente  en  oro  y  piedras  pre- 
ciosas ',  seranos  lícito  lijar  nuestras  miradas  en  más  cercanos  tiempos.  David,  cuya 
humildad  exalta  el  DiosdeAbraham,  determinado  á  fabricarle  magnífico  templo,  con- 
grega los  príncipes  de  la  Ciudad  y  les  dice:  «Yo  he  preparado  con  todas  mis  fuerzas 
«los  gastos  para  la  casa  de  Dios:  oro  para  los  vasos  de  oro,  plata  para  los  de  plata, 
«maderas  para  las  cosas  de  madera,  y  piedras  de  onyx  y  estibinas  [~^s-^:za\  y 
"de  diversos  colores,  toda  piedra  preciosa,  y  mármol  de  Paro  en  grande  abundan- 
"Cia,  etc..  Y  cna,nla.s  piedras  preciosas  halló  cada  uno  fueron  dadas  para  el  tesoro 
»de  la  casa  del  Señor»  ^. 

Sabá,  reina  de  Ophir,  pagada  de  la  fama  de  Salomón,  le  ofrece  en  tributo 
ciento  veinte  talentos  de  oro,  exquisitos  aromas,  ]  piedras  preciosas  |  et  gemmas 
preliosas,  mp'  px"];  y  Salomón  que  sólo  bebía  en  vasos  de  oro  [vasa  áurea  "]  v 


'     Lib.  Esther.,  c.  VI,  vs.  7  y  8,  c.  Vlil,  -v.  15.  El  te\to  hebreo  dice:  -jScn  '3dSc  nb^  'j-^c 

nS.is    ]ujií7    ivjni  pnxi    yia   T^n^m   nSni    in-    misyi    iim   nS^n    msSc   urisSs 

:  nnott'^ 
Que  en  castellano  dice : 

«Y  Mardocheo  salió  de  la  presencia  del  rey  y  del  palacio,  y  brillaba  con  vestidos  reales  verdade- 
ramente jacintinos  y  pomposos,  y  llevaba  una  corona  de  oro  en  la  cabeza  y  cubierto  un  manto  de 
seda  y  púrpura;  y  la  ciudad  entera  se  alegró  y  se  regocijó.» 

-    «Et  imposuerunt  omnes  sihi  diadema  post  mortem  eius»  (Lib.  I,  Maehab.,  cap.  1,  vers.  X). 
"*    Lib.  I,  Maehab.,  cap.  X,  vs.  20  y  29.  Los  expositores  dicen  respecto  del  último  punto:  «lu- 
daeis  solebant  coronas  áureas  regibus  offerre  quotannis,  etc.»  {Bibl.'   Viilg.',  ed.  de  Marielte,  Paris 
1706,  p.  204,  col.  2."). 

'    Libor  Exodi,  cap.  XXVIll,  todo  él. 
^    Paralipomenon,  cap.  XXIX,  vers,  2  y  8. 

"    zn-<  n^h'C  -H^r-  npc-r   'S-  S;*.  (Lib.  I  Regum,  de  la  Biblia   Hebrea.   111   de  la   Vnlgata, 
versículo  21). 


MEMORIAS    DE   LA   UEAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  .|4| 

cuyo  trono  era  de  marfil  chapeado  de  oro  resplandeciente  ',  correspondía  á  ios 
dones  de  Sabá  con  inagotable  largueza.  Las  naves  de  Hirain  le  Iraian  de  continuo 
oro  de  Ophir  [i-sinq  zrí-\ ,  exquisitas  maderas  y  piedras  preciosas.  El  templo  de 
Jerusalem  una  y  oira  vez  despojado,  ofrecía  por  último  poderoso  incentivo  á  la  ra- 
pacidad de  Antioco,  según  antes  advertimos  ";  pero  castigada  por  Dios  su  impiedad, 
murió  en  breve,  al  poner  cerco  á  Elymaide,  entregando  á  Pliilipo  los  signos  de  la 
potestad  real  que  eran  la  corona,  la  estola  y  el  anillo,  objetos  todos  donde  brillaba 
el  ostentoso  fausto  del  Oriente  I 

Hé  aquí  algunos  auténticos  y  terminantes  datos  que  sobre  el  punto  (pie  procu- 
ramos ilustrar  nos  ministran  las  Sagradas  Escrituras;  pero  no  son  estos  en  verdad 
los  únicos  documentos  que  nos  proporcionan  semejante  enseñanza,  respecto  de  los 
pueblos  orientales. — Debémosla  igualmente  al  examen  de  los  historiadores  clásicos  v 
aun  al  de  los  vates  del  siglo  de  Oro  de  las  letras  latinas,  entre  quienes  para  no  acii- 
nmlar  excesivos  testimonios,  nos  bastará  citar  el  de  Virgilio.  iXarrando  este  inmortal 
poeta  la  acogida  que  hizo  Dido  á  Eneas,  y  el  anhelo  con  que  el  héroe  procura  mos- 
trarse agradecido,  presentándole  algunos  dones,  reliquias  salvadas  de  la  ruina  de 
Troya,  después  de  mencionar  el  rico  y  vistoso  manto  de  Helena,  dice: 

Practerea  sceptrum,  Ilione  quod  gesserat  olim, 
Máxima  natarum  Priami,  colioque  monile 
Baccaliim,  et  dupliceni  gemniis  auroque  coronain  ' 

Revelando  después  la  respuesta  del  oráculo,  consultado  por  Latino,  res|)ecto  de 
la  suerte  de  su  hija  Laviuia  y  de  su  reino,  manifiesta  que  brilló  de  repente  sobre 
la  princesa  una  llama  celestial,  escribiendo: 

Visa,  nefas,  iongis  comprendere  crinibus  ignem 
Regales  accensa  comas,  accensa  coronam 
Insignem  gemmis  ^. 


'    isic    zn-  '.nD'¿\',  Si-;   ;c-nc:  -S-an   t'""  (Id.,  id.,-  vcrs.  18). 

-    Página  85. 

3    Lib.  I,  Machab.,  cap.  VI,  veis.  15. 

*    AEneid.,  lib.  I,  vers.  65G  y  siguientes. 

^  Lib.  VII,  vers.  73  y  siguientes.  Para  prevenir  toda  objeción,  nacida  del  hecho  de  referirse  csla 
cita  al  pueblo  latino,  será  bien  recordar  (¡ue  sobiT  escribir  bajo  la  doble  impresión  del  estudio  que  habia 
hecho  de  las  costumbres  orientales  y  de  la  iiilluencia  que  estas  ejercían  en  su  tiempo  sobre  la  socie- 
dad romana,  no  debia  ser  desconocido  á  Virgilio  que  en  el  fondo  mismo  de  la  cultura  itálica  existían 
notables  reminiscencias  de  cierto  orientalismo.  A  la  vista  tenemos  un  curioso  idolo,  iiallaiin  en  las 
excavaciones  de  Tarquinia,  mientras  las  visitaba  nuestro  digno  compañero  don  Anibal  .Vlvarez;  idolo 
que  ornado  de  corona  ó  mitra  de  cuatro  puntas,  menudamente  entallada  y  enriquecida  de  tenias  ó 
colgantes  á  los  lados,  ostenta  asimismo  ruello  y  pecho  decorado  de  ricas  preseas.  Sin  embargo,  este 
fausto  fué  desechado  por  la  severidad  republicana:  adelante  veremos  cómo  y  cuándo  se  introrliijo  en  la 
ciudad  de  los  Cincinatos  y  Coriolanos  la  excesiva  magnificencia  del  Orientís  aunque  sólo  bajo  el  aspecto 
de  las  artes  industriales,  punto  que  ahora  examinamos. 


(iá  MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 


Describiendo  el  banquete  con  que  Dido  agasaja  á  Eneas  y  á  los  lioyanos,  ob- 


serva ' ; 


llaoc  Rogiiia  gravem  gcmniis  auioque  poposcil 
Inipievitiiue  mero  patoiam,  quam  Belus,  ot  omues 
A  Belo  soliti... 

Y  pintando  [)or  último  las  fiestas,  con  que  el  troyano  Alceslo  le  honra  en  las 
cosías  do  Sicilia,  menciona  los  premios  señalados  á  los  luchadores,  diciendo  que  el 
segundo  consistia  en 


Aniazonianí  pharetrain,  picnainquc  sagitis 

Tiireiciis;  lato  quam  circum  am|)leclitur  aiiro 
Ballheis  el  tereti  subneclit  fíbula  gemma  - 


I'ero  no  amontonemos  más  citas. 

Innegable  es  pues  que  en  los  pueblos  de  Oriente  tuvieron  extraoidinaria  aplica- 
ción á  las  artes  industriales  todo  linaje  de  piedras  preciosas,  engastadas  en  oro  y 
plata,  ora  las  consideremos  en  los  vasos  y  preseas,  ora  en  los  muebles  que  enri- 
quecían las  moradas  de  sus  principes,  ya  en  las  vestiduras  por  ellos  usadas  y  por 
sus  sacerdotes,  ya  finalmente  en  sus  diademas,  mitras  y  coronas.  Cúmplenos  obser- 
var respecto  de  las  últimas,  con  sólo  atenernos  á  los  testimonios  trascritos:  1."  Que 
no  solamente  eran  signo  de  la  autoridad  suprema,  sino  que  las  usaban  también  los 
príncipes  y  optimates,  exornando  sus  triunfos  I  2.°  Que  eran  presentadas  á  los 
vencedores  como  signo  de  vasallaje  por  los  pueblos  vencidos.  3.°  Que  eran  ofren- 
dadas en  los  templos  y  custodiadas  como  objetos  sagrados  en  sus  tesoros. 

De  buen  grado  nos  detendríamos  á  ilustrar  todos  estos  puntos,  si  no  atendiése- 
mos principalmente  á  la  demostración  artístico-industrial  que  vamos  produciendo: 
documentos  irrecusables  abundan  sin  embargo,  en  que  se  comprueba  que  fué  el  uso 
de  las  coronas  muy  general  á  los  pueblos  de  Oriente ,  ostentándose  en  bodas  y  ban- 


1  Lib.  1,  vers.  73!2  y  siguientes. 

2  Lib.  V,  vers.  311  y  siguientes. 

3  El  docto  Calmet  observaba:  «Ptolomeus  rex  armorum  iure  sibi  adscita  Syria,  triumphantis 
more  ingressus  est  Antiochiam  duplici  insignitus  diademata,  AEgypti  scilicet  et  Asiae.»  [Dict.  cnt. 
hist.  Sacrae  Scriptume,  t.  I,  pág.  '255).  Galmet  explicaba  el  siguiente  versículo :  «Et  intravit  Ptolo- 
meus Antiochiam  el  iraposuit  dúo  diademata  capiti  suo,  AEgypti  et  Asiae.»  (Machab.  t.  I,  cap.  XI, 
vers.  13).  Recuérdese  lo  indicado  sobre  los  triunfos  concedidos  por  la  República  romana  á  sus  cónsu- 
les y  pretores  ^págs.  85  y  86) ,  pareciéndonos  bien  añadir  que  el  mismo  Plinio  nos  trasmite  la  noticia 
de  que  Claudio,  sucesor  de  Cayo  ^CaligulaJ,  «cum  de  Britannia  Iriumpharet  inter  coronas  áureas,  VII 
pondo  habere,  quam  conlulissel  Hispania  Citerior,  IX  quam  Calila  Cómala,  titulis  indicavit  iNalura- 
lií  Historia,  lib.  XXXIII,  cap,  XVI, 


MEMORIAS  DE   LA    liEAL    ACADEMIA    ))E    SAN    FERNANDO.  143 

queles ',  y  no  faltan  razones  para  afirmar  que  el  pueblo  hebreo  conservó  aun  en  me- 
dio de  su  cautividad  aquella  fastuosa  costumbre  -.  Mas  lo  que  no  conviene  olvidaí', 
porque  derrama  no  escasa  luz  sobre  estas  investigaciones,  es  la  consagración  iiuo  las 
coronas  recibian  en  los  templos  orientales,  exornando  sus  ídolos  según  antes  mani- 
festamos ^. 

Recordando  también  las  que  Antioco  arrebata  del  templo  de  Jerusalem,  licito 
juzgamos  deducir  que  pues  ante  el  tabernáculo  exislian  [in  facie  templi],  de  allí 
tomó  Alcimo,  sumo  sacerdote,  la  corona  de  oro  (jue  ofrece  á  Demetrio  Seleuco, 
como  tomó  la  palma  y  los  ramos  de  oro,  con  que  solicita  su  amistad  y  benevo- 
lencia '.  Ofrenda  hecha  á  los  ídolos  y  no  desapacible  al  Dios  Único  fué  pues  la 
de  las  coronas  de  oro,  enriquecidas  de  piedras  preciosas,  entre  los  pueblos  do 
Oriente;  no  pudiendo  dudarse  en  consecuencia  de  todos  estos  hechos,  que  las  artes 
industriales  se  ejercitaron  en  el  laboreo  del  oro  y  en  el  engaste  de  todo  linaje  de 
corundos  y  margaritas. 

Y  que  hubo  de  propagarse  aquel  fausto  deslumbrador  á  las  regiones  occidenta- 
les, inoculándose  en  el  mundo  romano,  y  tomando  mayores  creces  á  medida  que  se 
acercaban  los  dias  de  su  decadencia ,  pruébanlo  al  par  la  historia  y  la  arqueología. 


1  Ueutermomio ,  cap.  VI,  vers  8;  haias,  cap.  LXl,  vers.  10;  Cani.,  Canl.,  cap.  111,  vers.  11; 
Sapieiitia,  cap.  II,  vers  8.  Machabeorum,  lib.  II,  cap.  VI,  vers.  7;  Isaías,  cap.  XXVIII,  vers.  ó.  Estas 
coronas,  de  que  dicen  los  expositores  que  eran  «opus  ex  auro  gemmis  ornatum»,  tuvieron  en  el  Oriente 
significación  tal  que  no  se  concebía  dignidad  ni  grandeza  sin  su  uso:  asi  vemos  que  en  los  poemas  de 
la  decadencia  helénica,  el  primer  atributo  de  los  protagonistas  es  la  corona,  de  donde  derivadas  algunas 
(le  estas  obras  á  las  literaturas  occidentales,  se  han  conservado  estos  característicos  rasgos  con  notable 
fuerza.  Fijando  nuestras  miradas  en  el  Poema  de  Apolonio,  producción  de  la  literatura  española  á 
principios  del  siglo  XIII,  hallamos  en  efecto  el  bello  pasaje  en  que  el  rey  Architrastes  y  su  hija  Lu- 
ciana invitan  á  cantar  de  sobremesa  á  Apolonio,  y  este,  obedeciendo  ios  ruegos  de  sus  regios  huéspedes. 

Díxo  que  sin  corona  non  sabríe  violar, 

Non  quería,  maguer  pobre,  su  dignidat  baxar. 

Architrastes,  pensando  agasajar  á  Apolonio: 

Mandó  de  sus  coronas  aducir  la  meior; 
Dióla  á  .\polonio,  ese  buen  violador. 

(Coplas  185  y  186;. 

Architrastes  que  ignoraba  la  categoría  de  Apolonio,  no  tuvo  reparo  en  hacerle  distinción  seme- 
jante, prueba  de  lo  que  valia  y  significaba  aquella  costumbre. 

*  El  ilustre  Calmet,  refiriéndose  á  estas  palabras  de  Ecequiel:  «Coronas  habcbitis  in  capítíbiis 
vestris  [a¿"a;N"i"S>*  üdinsi]  et  calceamenta  ín  pedibus:  non  plangetis  ñeque  flebitis,  etc.»  ¡Eze- 
chiel,  cap.  XXIV,  vers.  23),  escribe:  «Quibus  verbis  intellígimus.  ludaeis  in  captivitate  ñeque  co- 
ronas deponere,  nevé  luctum  vel  in  ipso  suorum  funere,  iuduere  lícuísse»  [Dict.  Hisl.  crit.  Savrai- 
Scripturae,  t.  I,  voz  Corona). 

3    Véase  la  pág.  85  de  estos  estudios. 

í  Lib.  Macliab.  II,  c.  XIV,  v.  i.  «Venit  ^Alcimus^  ad  regem  Demetrium,  c«ntessimo  quínquage- 
ssimo  anuo,  offerens  ei  coronam  auream  et  palmam  super  haec  et  thallos,  qui  tcmplí  esse  videbantur.» 


\íi  UEMOnlAS    DE    LA    REAL    ACADEMLV    DE   SAN    FERNANDO 

I,as  victorias  alcanzaJas  sobre  el  Asia  eran  la  ocasión  de  que  se  corrompiesen  en 
a(|uel  sentido  las  austeras  costumbres  de  Roma  y  muy  principalmente  desde  el  ter- 
cero y  más  famoso  triunfo  de  l'ompeyo.  «Victoria  tamen  illa  Fompeii  (escribe  el  di- 
ligente Flinio)  primtim  ad  margaritas  gemmasque  mores  inclinavit:  sicut  L.  Scipio- 
nis  et  Vj\.  Maníii  ad  coelatum  argentum  et  vestes  Altalicas,  et  triclinia  aerata:  sicul 
L.  Mummi  ad  Corinlliia  et  tabulas  pictas....  Ergo  terlio  triumpho,  quem  de  piratis, 
Asia,  Ponto,  gentibusque  et  regibus  (prosigue)  pridie  kalend.  Octob.,  die  natalis 
sui,  (l'om|)eius]  egit,  transtulit  alveum  cum  tesseris  lusorium,  el  gemmis  duabus 
latum  pedes  tres,  longum  pedes  quatuor  (et  ne  quis  de  ea  re  dubitet,  nulla  gemma- 
rum  magnitudine  liodie  ad  hanc  amplitudinem  accedente,  in  ea  l'uit  Luna  áurea 
pondo  X\X);  ledos  triclinares  tres;  vasa  ex  auro  et  gemmis  abacorum  novem;  sig- 
na áurea  tria,  Minervae,  Mariis  et  Apollinis:  coronas  ex  manjaritis  iriginta  ires; 
montem  aureum  quadratum  cum  cervis  et  leonibus  et  pomis  omnis  generis,  circum- 
data  vite  áurea:  Museum  ex  Margaritis,  in  cuius  fastigio  horologium  eral.  ImagoCn. 
Pompeii  é  margaritis....  severitate  viola,  el  veriorc  luxuriae  triumpho »  K  Las  piedras 
|)reciosas  v  las  coronas  del  Oriente  se  hablan  pues  trasportado  á  las  regiones  oc- 
cidentales, siendo  ineficaces  las  protestas  de  historiadores  y  filósofos  para  reprimir 
la  afeminación  de  las  costumbres  que  aquel  inusitado  fausto  produjo. 

A  nadie  es  dado  ignorar  cómo  cunde  el  contagio  al  Imperio ,  por  lo  cual  nos  será 
permitido  abreviar  las  probanzas.  Observemos,  no  obstante,  con  el  mismo  Plinio 
que  el  ejemplo  de  Fompeyo  contaminó  al  pueblo  y  á  la  milicia  romana,  ya  trocando 
los  caballeros  sus  anillos  de  hierro  por  otros  de  oro  y  de  piedras  preciosas  ",  ya  com- 
[titiendo  con  las  matronas  en  el  uso  de  toda  presea  \  ya  en  fin  ostentándose  el  oro 
en  las  fíbulas  tribunicias  '.  El  desconocido  fausto  del  triunfador  del  Asia  <•  lolerabi- 
liorem  fecit  causam  Caii  (Calligulae)  principis,  qui  super  omnia  muliebria,  socculos 
¡iiduebat  e  margaritis;  et  Neronis  principis,  qui  sceplra  et  personas  histrionum,  et 
cubilia  amatoria  unionibus  conslruebat  ~\  •>  Caligula  que  ya  habia  fingido  representar 
á  Apolo,  ya  á  Mercurio,  ya  á  Neptuno ,  ostentando  lira,  caduceo  y  tridente  cuajados 
de  piedi'as  preciosas,  concedía  á  su  caballo  los  honores  de  pontífice,  y  fabricán- 
dole suntuoso  palacio  con  soberbias  cuadras  de  mármol  y  pesebres  de  marfil,  cu- 
bríalo de  púrpura,  ornábalo  de  magníficos  collares  de  perlas  y  dándole  á  comer  ce- 


1     Nalua.  Hist.,  lib.  XXXVII,  cap.  Y. 

-  Mullís  hoc  raodis,  ut  celera  orania,  luxuria  variavit,  gammas  addendo  exquisiti  fulgoris  censii- 
que  opimo  dígitos  enerando.. ;  mox  et  effigies  caelando  ul  alibi  ars.  alibi  materia  essel  in  pretio 
;id.,  id.,  lib.  XXXIII,  cap.  VI). 

3  Habeant  feminae  in  armillis  digitisque  totis,  eolio,  auribus,  spiris:  discurrant  calenae  circa  la- 
lera,  et  inserta  margaritarum  pondera  e  eolio  dominarum  auro  pendeant,  ut  in  somno  quoque  iinio- 
num  consciencia  adsit:  etiamne  pedibus  induitur,  atque  inter  stolam  plebemque  hunc  médium  femí- 
narum  equestrem  ordinem  facit?..  (Id.,  id.,  cap.  XII). 

*  In  militia  quoque  in  lantum  adolevit  haec  luxuria  ut  M.  Bruti  in  Philipicis  carapis  epistolae 
reperiantur  frementes,  fíbulas  tribunitias  ex  auro  geri  (Id.,  id.,  id). 

5    Id.,  id.,  lib.  XXXVII,  cap,  V, 


MEMORIAS    DE   LA    HEAL    ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO.  145 

liada  dorada,  ofrecíale  los  más  exquisitos  vinos  en  cinceladas  copas  de  oro,  sem- 
bradas de  resplandecientes  esmeraldas  y  zafiros  ^  Nerón,  para  quien  eran  pocas 
lodo  linaje  de  extravagancias,  en  que  brillase  el  afeminado  fausto  del  Oriente,  «gla- 
diatorum  pugnas  spectabat  suiaragdo  -.» 

De  la  majestad  de  los  Césares  se  vio  en  breve  descender  á  todas  las  clases  de 
la  sociedad  aquel  singular  frenesí;  y  no  solamente  los  vivos,  sino  también  las  esta- 
tuas de  los  dioses  y  de  los  personajes  ya  difuntos,  ostentaron  multiplicados  orna- 
mentos, en  que  bajo  el  brillo  de  las  esmeraldas,  jacintos,  zafiros,  carbunclos,  cera- 
unias,  uniones  y  margaritas  desa|)arecia  la  riqueza  del  metal,  donde  se  hallaban  en- 
gastadas. Sin  que  hayamos  necesidad  de  salir  de  nuestra  Península,  nos  seiá  dado 
comprobar  estas  ol)servac¡ones  con  muy  notables  monumentos  arqueológicos:  lo  es 
en  verdad  la  inscripción  votiva,  que  hace  algunos  años  examinamos  entre  las  anti- 
güedades custodiadas  en  el  palacio  que  los  duques  de  Medinaceli  tienen  en  Sevilla: 
grabada  en  el  pedestal  de  una  estatua  de  plata  que  parecía  representar  á  ísis,  des- 
pués de  las  palabras  de  la  dedicatoria  un  tanto  maltratadas,  dice: 

■  ■■.  ORNAMENTA  IN-  BASILIO  VNIO-  ET.  MARGARITA 
N  VI.  2MARA&DI  DVO  CYLINDRI-  N-  VIL  GEMMA-  CAR 
BVNCLVS-  GEMMA.  HYAGINTHUS-  GEMMAE-  CERAVNIAE 
DVAE.  IN  AVRIBVS-  2MARAGDI.  DVO-  MARGARITA-  DVO 
IN  COLLO-  QVADRIBACIUM.  MARGARITIS-  N-  XXXVI- 
2MARAGDIS.  N-  XV|.  ET  IN  CLVSVRIS-  DVO-  IN-  TIBIIS- 
2MARAGDI  DVO  CYLINDRI  N  XI.  IN-  SMIALIIS  2MARAG  . 
DI.  N  VIII  MARGARITA.  N  V|||.  IN-  DÍGITO-  MÍNIMO-  ANVLI 
DVO-  GEMMIS-  ADAMANT.  DÍGITO  SEQVENTI-  ANVLVS-  PO 
LYPSEPVS  2MARAGDIS  ET-  MARGARITO  IN-  DÍGITO  SVMMO 
ANVLVS    CVM-   2MARAGD0-    IN     SOLÉIS-  CILINDRI-   N    VIII  ^. 


'  Recapitulando  Suetonio  todas  estas  extravagancias,  fijaba  al  cabo  su  vista  en  la  persona  del 
César,  diciendo:  «Veslita  calceataque  et  cetero  habitu  ñeque  patrio  ñeque  civili,  ac  ne  virili  quidem 
ac  denique  humano,  semper  usus  est.  Saepe  depicta,  gemmatasque  indutus  paenulas,  manuleatus  et 
armillatus  in  publicum  processit;  aliquando  sericatus  et  cycladatus;  ac  modo  in  crepidis  vel  cothur- 
nis,  modo  in  speculatoria  caliga,  nonnuniqnam  socco  muliebri:  plerumque  vero  anrca  barba,  lulmen 
tenens,  aut' fuscinam,  aul  caduceuní,  dcorum  insignia;  atqne  etiam  Yeneris  cultuní  conspectus  est. 
Triumptialem  quidem  ornatum  etiam  ante  expedilionem  asidue  gestavit,  etc.»  [Caligula,  cap.  LII.)  Es 
imposible  mayor  delirio  en  el  fausto  personal. 

2    Natur.  Hist.,  lib.  XXXVIl,  cap.  XVI. 

■''  Publicáronla  Montfaucon,  Miiratori,  Bary  y  Florez:  este  con  mayor  exactitud,  y  acusando  su 
paradero  con  descripción  harto  exacta  [Medallas  de  España,  t.  II,  pág.  021).  Las  dedicantes  son  Fabia, 
Fabiana  y  Avita,  y  lo  hacen  en  honor  de  Avita.  El  sitio  primitivo  donde  existió  la  inscripción  fué  la 
ciudad  de  .\cci,  según  advirtió  el  erudito  Rodrigo  Caro  en  su  libro  De  Veteribtis  Hispaniurum  Diis, 
todavía  inédito. 

49 


fí6  MEMORIAS   DE   LA   REAl,   ACVDEMIA    DE    SAN   FEnNAlSDO. 

(iabeza,  orejas,  cuello,  fimbrias  del  traje,  piernas  y  dedos,  todo  aparecia  en 
esta  singular  estatua  cubierto  de  oro  y  piedras  preciosas,  siendo  muy  digno  de  re- 
pararse que  como  los  ídolos  de  Oriente,  de  donde  aquella  deidad  provenia,  ostenta 
sobre  sus  sienes  riquísima  corona  regia  [l)asilio\.  Ni  es  menos  importante  otra  ins- 
cripción del  mismo  género,  bailada  en  las  inmediaciones  de  Loja  [Campo-Agro], 
cuya  interpretación  lia  sido  basta  aliora  martirio  de  los  más  doctos  epigrafistas: 
consta  ca  ella  que  Postumia  Aciliana  «statuam  sibi  testamento  iussit  poni,»  orde- 
nando que  fuera  exornada  de  fascia  ^,  inaures,  collares,  dextras  y  anillos,  enri- 
([uecidos  de  |)iedras  preciosas,  mandato  que  realiza  su  bijo  Tito  Fabio  con  grande 
prolusión,  cargando  la  estatua  de  un  verdadero  tesoro  ^. 

La  investigación  arqueológica  pudiera  ministrarnos  otros  mucbos  datos  no 
menos  febacientes,  entre  los  cuales  babriamos  de  mencionar  curiosos  bajo-relieves, 
descubiertos  así  en  Italia  como  en  España,  y  aun  algunas  monedas,  tales  como 
las  de  nuestra  antigua  ülia,  objetos  en  que  brillan  también  coronas,  diademas  y 
collares  ornados  de  piedras  preciosas.  Pero  bastan  los  testimonios  alegados  para  pro- 
ilucir  el  íntimo  convencimiento  de  que  no  pudo  ser  mayor  el  empeño  de  los  pueblos 
occidentales,  por  oscurecer  el  fausto  del  Oriente  con  la  exuberante  ostentación  del 
oro  y  de  toda  especie  de  geminas  y  balaxes  en  ornamentos  y  coronas.  Sólo  teniendo 
en  cuenta  tan  singular  frenesí,  caracteristico  de  toda  civilización  decadente,  nos  es 
dado  comprender  lo  que  significa  el  solícito  y  cariñoso  anbelo  que  muestra  el  sapien- 
tísimo San  Jerónimo  para  libertar  á  Paula,  bija  de  Leta,  del  peligroso  contagio  del 
lujo  que  inficionaba  todas  las  clases  sociales.  «Pro  gemmis  et  sérico  (decía)  divinos 


'  Debemos  notar  que  demás  del  uso  que  la  fascia  tenia  en  tiempo  de  S;m  Isidoro  (pág.  i21),  se 
llevó  también  en  la  cabeza.  Asi  la  bailamos  definida  diciendo:  «Fascia  diadema  pretiosae  cuiusdam 
ttílac  opere  pbrigio  ornatae  (Caimet,  D'wc.  BUL,  t.  1,  p.  '255):  en  la  estatua  de  Postumia  Aciliana  lo 
estaba  de  piedras  preciosas. 

2  Incluyela  el  diligente  Muratori,  tomándola  ex  schedis  ambrosianis,  en  la  pág.  737  del  t.  II  de  su 
Collectio  veterum  inscriptiomtm. :  al  darla  á  luz  decia,  notando  en  ella  muchas  lagunas:  «Tot  heic  de- 
siderantur,  ut  nullus  colligi  sensus  possit.»  .\o  es  posible  repetir  hoy  estas  palabras:  nuestro  muy 
distinguido  discípulo  don  Manuel  de  Cueto  y  Rivero  ha  logrado  la  suerte  de  hallar  esla  preciosa  lá- 
pida que  se  juzgaba  perdida,  y  con  tesón  digno  de  elogio  ha  llegado  al  fin  á  fijar  su  lección,  escri- 
biendo una  breve,  pero  importante  memoria  que  ha  presentado  á  la  Real  Academia  de  la  Historia, 
quien  la  dará  muy  en  breve  á  la  estampa.  De  este  curioso  trabajo  resulta  grandemente  comprobado 
cuanto  vamos  diciendi),  pues  que  encierra  la  inscripción  noticias  interesantísimas  sobre  los  nombres  de 
joyas  y  piedras  preciosas  que  tenían  en  muy  alta  estima  los  romanos.  Postumia  Aciliana,  natural  de 
Priego  (Bética-Córdoba)  señaló  en'  su  testamento  hasta  la  suma  de  ocho  mil  sextercios  para  los  ade- 
rezos y  preseas  que  debía  ostentar  su  estatua;  y  consistían  estos  en  un  septentrio  con  cuarenta  y  dos 
piedras  finas  labradas  en  forma  de  cilindro  (tal  vez  berilos  ó  crisopacios),  con  siete  perlas ;  un  hilo 
de  veintidós  perlas  finas  engarzadas  en  oro;  otro  hilo  de  plata  con  doce  perlas,  y  una  fascia  ornada  de 
sesenta  y  tres  piedras  cilindricas  y  cien  perlas.  Tito  Fabio,  cumplida  la  voluntad  de  su  madre,  añadió 
unos  brazaletes  de  plata  (spathalia)  con  multitud  de  piedras  finas,  y  una  sortija  en  que  había  un  jaspe, 
cuyo  valor  ascendía  á  siete  mil  sextercios.  Este  monumento,  que  es  por  otra  parte  de  no  escasa  im- 
|)ortancia  geográfica,  tiene  pues  extremado  valor  respecto  de  la  historia  indumentaria  de  España,  por 
lo  cual  merece  nuestro  amado  discípulo  todo  elogio,  demás  de  ver  premiado  su  descubrimiento  por  la 
Real  Academia,  cuya  solicitud  no  halla  limites  al  recompensar  las  tareas  propias  de  su  instituto. 


MEMORIAS    DE    LA    REA!.    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  í  47 

-códices  amel  in  quibus  non  auii  el  pellis  Babylonicae  vermiculata  pictura,  sed  ad 
»fidem  placeat  eméndala  erudila  distinctio  '.  Sólo  meditando  soltre  estas  palabras, 
podremos  también  medir  el  camino  que  habian  hecho  en  uno  y  otro  imperio  las 
arles  del  lujo,  cuyo  incremento  fué  tal  en  las  regiones  orientales,  desde  que  divide 
Constantino  el  manto  de  los  Césares  [330],  que  apenas  |)uede  darse  fe  al  testimo- 
nio de  los  más  verídicos  historiadores.  Y  ([ue  aquel  falso  y  deslumbrador  aparato  y 
sed  de  riqueza  se  inoculan  desde  luego  en  los  pueblos  bárbaros  que  infestaron  al  par 
el  Oriente  y  el  Occidente,  estimulando  por  extremo  á  sus  reyes .  pruébalo  el  mismo 
Jerónimo,  cuando  admirando  el  efecto  que  produce  la  doctrina  cristiana  en  las  na- 
ciones septentrionales,  exclama:  «Solitudinem  patitur  in  urbe  gentilitas...  Vexilla 
«militum  crucis  insignia  sunl  Regum,  purpuras  el  ardentes  diademalum  gemmas 
«patibuli  salutari  pictura  condecorat,  etc.»  -. 

Ahora  bien :  establecida  de  un  modo  indesti'uctible  la  tradición  arlíslico-indus- 
trial  desde  los  más  remotos  siglos  hasta  la  época  en  que  toman  asiento  en  las  re- 
giones occidentales  los  pueblos  del  Norte,  probado  hasta  la  evidencia  que  el  oro  y 
las  piedras  preciosas  viven  siempre  hermanados  en  lodo  linaje  de  oinamenlos ;  reco- 
nocido que  los  pueblos  orientales  usaron  con  exceso  de  las  coronas  de  oro,  tacho- 
nadas de  piedras  preciosas;  notado  que  no  sólo  las  consagraron  aipiellas  naciones  á 
los  Ídolos ,  exornando  con  ellas  sus  cabezas ,  sino  que  el  pueblo  elegido  de  Dios  las 
costudiaba  entre  las  sagradas  preseas  del  templo  ofrendadas  ante  el  santuario;  seña- 
lada la  senda  que  signen  las  expresadas  arles  del  lujo  al  comunicarse  al  Occidente, 
donde  exornan  también  las  sienes  de  las  deidades  gentílicas  coronas  de  oro  y  de  li- 
(juísima  pedrería;  y  fijado  el  instante  en  que  penetra  en  el  templo  católico,  con  la 
paz  de  Constantino,  la  devota  costumbre  de  consagrar  ante  los  altares  cristianos  las 
ya  referidas  coronas ,  ¿como  ha  de  ser  posible  desconocer,  aplicando  todos  estos 
hechos  á  la  cultura  hispano-visigoda,  que  falle  en  ella  esa  no  interrumpida  tradi- 
fion?  ¿Cómo  la  hemos  de  suponer  tan  necesitada  de  procedimientos  artístico-indus- 
triales  que  no  pueda  labrar  ornamentos  y  coronas  para  sus  i'eyes,  sin  traer  artílices 
del  fondo  de  la  Germania?.... 

Contra  esta  osada  suposición  protestan  en  masa  lodos  los  elementos  congrega- 
dos en  el  suelo  déla  Península:  contradícenla  formalmente  las  bellas  artes,  cuyas 
preciosas  reliquias  dejamos  examinadas;  recházala  el  irrecusable  testimonio  de  las 
costumbres;  niéganla  las  no  dudosas  prescripciones  del  rilo  y  de  la  liturgia:  contra- 
ríala la  respetable  y  no  interesada  autoridad  de  Isidoro;  y  desmiéntenla  por  último, 
con  otros  descubrimientos  todavía  no  quilatados  ^,  las  mismas  coronas  del  Tesoro  de 


'     De  Institutione  filiap  adhaetam.  Tom.  IV,  fól.  T)'.!!  de  la  cilic.  de  Paris  de  1700. 

2     Id.,  id. 

^  Indicarnos  en  otro  lugar  qiii'  existian  en  el  Gabinete  etnográfico  del  Museo  de  Historia  Natu- 
ral algunas  joyas  procedentes  de  excavaciones  veriticadas  en  Elche,  propias  de  la  época  visigoda, 
liien  que  tenidas  hasta  ahora  por  romanas.  Entre  todos  nos  llaman  la  atención  algunos  zarcillos, 
inaures  ( núm.  (U  de  las  Antigüedades),  collares  ó  gargantillas,  ton¡ues  (núms.  01,  63  \  69)  y  cade- 


148  MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO. 

Guarrazar,  cuyo  carácter  artístico  hemos  procurado  lijar  bajo  muy  diferentes  as- 
j)ectos.  Siete  de  las  que  lian  pasado  los  Pirineos  aparecen  enriquecidas  de  |)cdreria: 
en  ellas  hallamos  grosísimas  perlas  [uniones],  zafiros  orientales  de  extraordinaria 
magnitud,  cornerinas,  esmeraldas,  amatistas  y  ópalos:  en  ellas  descubrimos  el  uso 
extraordinario  de  nácares  taraceados  y  el  menos  frecuente  de  jaspes  orientales;  y  en 
ellas  existen  finalmente  con  variadas  formas  y  aplicaciones,  gran  copia  de  aquellas 
pastas  de  vidrio,  que  en  tiem])o  de  IMinio  semejaban  los  jacintos  y  zafiros,  y  que  al 
escribir  San  Isidoro  sus  Etimologm  (020  á  636)  producían  tal  ilusión  que  no  había 
quien  no  tuviera  por  verdaderas  así  las  piedras  negras,  blancas  y  rojas,  como  las 
esmeraldas,  zafiros  y  jacintos  \  Todas  estas  aplicaciones  y  procedimientos  de  las 
artes  industriales,  y  cada  una  de  por  sí  son  más  numerosas  y  de  mayor  bulto  en  las 
Coronas  de  Guarrazar  que  el  uso  del  pretendido  vidrio  rojo,  embutido  ó  taraceado: 
todos  reconocen  su  origen  en  la  antigüedad  y  ofrecen  en  las  artes  clásicas  frecuen- 
tísimos ejemplos ,  según  el  unánime  testimonio  de  historiadores,  poetas  y  escritores 
didácticos:  todos  y  cada  uno  de  por  sí,  dado  que  las  expresadas  laminillas  fuei'an 
de  vidrio  rojo,  niegan,  pues,  esa  injustificada  supremacía  que  el  entendido  anticua- 
rio le  ha  concetlido,  al  determinar  el  arte  que  revela  el  Tesoro  de  Guarrazar;  todos 
nos  persuaden  por  lo  menos  de  que,  sí  pudieran  haber  venido  en  realidad  orfebres 
germanos  para  fabricar  la  corom  de  ñeceswinto,  se  habrían  sometido  indefectiblemente 
á  la  tradición  no  quebrantada  de  las  artes  industriales,  como  se  sometieron  sus  au- 
tores á  la  ley  más  elevada  de  las  formas  artísticas,  que  había  i'evestido  la  arquitec- 
tura en  la  líspaña  del  siglo  Vil;  y  si  tras  estas  consideraciones  recordamos,  jior  úl- 
timo, que  ese  mismo  vidrio  rojo,  según  la  confesión  de  Mr.   de  Lasteyrie  ^,  existe 


iiillas,  eatenulae  (núm.  60)  que  no  solamente  revelan  el  mismo  arte  que  las  coronas,  sino  aun  la  mis- 
ma composición  y  dibujo.  Compónense  los  zarcillos  más  notables  Je  un  rosetón  de  seis  hojas,  perfora- 
das en  el  centro  y  grabadas  en  sus  contornos  ó  intersticios,  como  la  cruz  grande  y  las  hojas  de  peral 
de  las  cadenas  en  la  corona  de  Suinthila :  de  la  parte  inferior  cuelga  un  pequeño  vastago  que  se  abre 
en  dos  hojas  casi  horizontalmente,  y  de  estas  tres  clamasterios,  con  menudas  perlas  y  cuentas  de  oro, 
en  cuyo  centro  se  ven  chatones  romboidales  con  piedras  verdes,  que  en  nuestro  sentir  son  berilos.  Lo 
mismo  nos  parecen  las  que  exornan  otros  inaures  más  sencillos,  conservando  su  primitiva  forma  cxa- 
gonal.  Las  gargantillas  ó  collares  constan  de  esmeraldas,  pastas  verdes  que  las  imitan,  cuentas  de  oro 
y  perlas  alternadas,  como  aparecen  en  el  cerco  de  los  medallones  centrales  de  las  cruces  ya  descritas 
(la  unida  á  la  corona  de  Suinthila  y  la  de  los  Ángeles  de  Oviedo).  De  las  cadenillas  sólo  diremos  que 
la  señalada  con  el  núm.  60  es  del  todo  igual  á  varias  de  las  coronas  del  Tesoro.  El  carácter  especial  de 
todos  estos  objetos  los  relaciona  con  el  arte  antiguo,  como  que  son  hijos  de  su  tradición  más  o  menos 
inmediata,  lo  cual  explica  por  qué  han  sido  clasificados  como  romanos,  y  es  un  poderoso  argumento 
contra  los  ([ue  no  han  descubierto  o  no  han  querido  descubrirlas  grandes  relaciones  que  median  entre 
las  bellas  artes  y  las  que  de  ellas  nacen  y  se  alimentan;  principio  que  si  bien  es  en  la  ciencia  harto 
trivial,  nos  hemos  visto  forzados  á  comprobar  en  mulliplicados  conceptos,  pues  ([ue  ha  parecido  olvi- 
darse de  propósito. 

'  En  cuanto  á  los  jacintos  verdaderos,  no  será  desacertado  advertir  (]ne  el  mismo  San  Isidoro 
declara  que  habia  algún  género  de  ellos  semejante  á  los  cristales:  «Quidam  auteni  eorum  crystallis 
símiles»  [Ethim.,  lib.  XVI,  cap.  IX).  A  estos  da  el  nombre  de  Htjacinth'-Mi.  ¿Seria  posible  sospechar 
que  las  expresadas  laminillas  de  las  coronas  regias  pertenecieran  á  esta  especio  de  jacinto?... 

-     Párr.  XI,  pág.  30. 


MEMORIAS  DE  I,A  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO.  149 


también  en  la  famosa  corona  que  dio  origen  á  su  teoría ,  sin  género  alguno  de  tara- 
cea (sans  cloisonnage) ,  jwdremos  concluir  asegurando  que  sobre  ser  niuv  subordina- 
da en  la  orfebrería  visigoda  la  pretendida  aplicación  del  vidrio,  ni  seria  allí  única, 
pues  que  abundan  las  demás  pastas  ya  recocidas,  ni  piesentaria  tampoco  un  proce- 
dimiento exclusivo  S  quitando  en  consecuencia  toda  fuerza  y  autoridad  á  la  teoría 
de  Mr.  deLasteyrie,  si  fuera  lícito,  estrictamente  hablando,  admitir  como  tal  una 
opinión,  cuyo  fundamento  es  sobradamente  deleznable,  y  cuyas  consecuencias  recha- 
zan las  tradiciones  industriales  y  contradice  la  historia  de  las  bellas  artes  y  de  la 
civilización  española. 

Y  decimos  que  es  su  fundamento  sobradamente  deleznable,  porque  siendo  las  ya 
famosas  laminillas  que  esmaltan  las  coronas  fragmentos  de  jacinto  ó  de  cornerina, 
es  evidente  que  llaquea  por  su  base  todo  el  edificio  del  arle  (jcrmánico ,  llevándonos 
irremisiblemente  su  examen  y  estudio  á  las  rellexiones  histórico-sociales,  expuestas 
al  terminar  el  capítulo  anterior,  las  cuales  lejos  de  ser  contrarias  á  la  generación  v 
desarrollo  del  arte  latino-bizantino,  á  que  realmente  i)erlenecen  todas  las  preseas  del 
Tesoro,  se  hermanan  y  adunan  con  las  tradiciones  de  que  recibe  aquel  vida  y  fo- 
mento, constituyendo  un  cuerpo  de  doctrina  de  no  fácil  destrucción,  pues  que  se 
apoya  al  par  en  la  historia  y  en  la  filosofía.  Ni  parecerán  estas  observaciones  menos 
fundadas  en  lo  que  respecta  al  arte  de  construir,  cuando  se  considere  por  último  (juc 


'  Porque  no  queremos  pasar  plaza  de  exclusivos,  ni  conviene  á  nuestro  intento  atenuar  ninguno 
de  los  hechos  que  pueden  favorecer  las  investigaciones  de"Mr.  de  Lasteyrie,  parécenos  oportuno  con- 
signar que  en  la  voz  olovitreus,  empleada  durante  los  siglos  XI  y  XII  para  determinar  la  magnificen- 
cia de  las  joyas  y  ornamentos  donados  por  los  reyes  á  las  Iglesias,  pensamos  descubrir  algo  parecido 
al  vidrio  taraceado  (cloisonné).  Fernando  I  ofrenda  ante  los  altares  de  San  Juan  Bautista  y  del  Beato 
Isidoro  «coronara  cum  olovitreo  auream,  crucera  auream  cura  lapidibus,  coopertara  olovitreo,  calicem 
ex  auro  cura  olovitreo»  (pág.  91),  lo  cual  persuade  de  que  se  hacia  notable  diferencia  entre  la  decora- 
ción de  piedras  preciosas  y  la  del  olovitreo.  Pero  como  no  es  posible  definir  con  la  claridad  y  exactitud 
apetecidas  lo  que  ésta  ornamentación  significa,  por  más  que  la  supongaraos  igual  á  la  de  la  Cruz  de  la 
Victoria,  y  análoga  á  la  de  las  Coronas;  y  como  por  otra  parte  vemos  aplicada  dicha  voz  que  Ducange 
califica  cuerdamente  de  híbrida,  á  otros  objetos,  leyéndose  en  las  Acta  Sancti  Mareeli  Martyris  que 
en  el  atrio  (palacio)  de  San  llamón  «elfigies  olovitrea  celso  columnac  adorabatur  collocata  fastigio; p  y 
en  las  de  San  Sebastian  se  menciona  una  habitación  olovitrea  (cubiculum  olovitreum),  donde  «omnis 
disciplina  stellarum  ac  raathesis  raechanica  est  arte  constructa,»  no  nos  atrevemos  á  decidir  so- 
bre lo  que  realraente  deba  entenderse  por  esta  palabra  con  aplicación  á  la  orfebrería.  Consi- 
derando la  época  en  que  aparece  en  los  documentos  diplomáticos  ya  alegados,  no  estamos  sin  em- 
bargo distantes  de  creer  que  sustituyó  á  la  decoración  de  las  laminillas  de  piedras  preciosas ,  alte- 
rada ya  la  antigua  organización  del  trabajo,  sobre  todo  en  las  monarquías  cristianas,  donde  la  esclavi- 
tud se  modifica  grandemente,  si  no  desaparece  del  todo,  merced  ú  las  circunstancias  especiales  de  la 
república.  El  trabajo  cae  á  la  postre  en  manos  libres  hasta  el  punto  de  hacerse  aceptable  la  tradición 
piadosa  relativa  á  la  Cruz  de  los  Amjeles;  jiero  por  lo  mismo  busca  los  medios  de  hallar  más  fácil 
liroduccion  y  reemplaza  con  otros  procedimientos  costosísimos  y  por  extremo  difíciles,  en  que  brillaban 
más  el  poderío  y  opulencia  de  los  señores  y  los  reyes  que  el  perfeccionamiento  de  las  arles  industria- 
les. En  todo  vemos  finalmente  encadenada  la  tradición,  siendo  para  nosotros  evidente  que  sin  el  cono- 
cimiento de  las  laminillas  de  jacintos  ó  cornerinas  de  las  cruces  y  coronas  visigodas,  jamás  acertaría- 
mos á  comprender  lo  que  significaban  en  la  orfebrería  coronas,  cruces  y  cálices  con  olovitreo. 


1  50  MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACjVDEMIA  DE  SAN  FEnNANDO. 

las  basílicas,  erigidas  durante  la  monarquía  visigoda,  eran  asimismo  debidas,  con 
mucha  frecuencia,  á  manos  esclavas;  lo  cual  sucede  también  en  los  primeros  instan- 
tes de  la  restauración  asturiana.  Notable  es,  en  comprobación  del  primer  aserto,  la 
celebrada  lápida  de  consagración  de  las  basílicas  de  San  Esteban ,  San  Juan  Bautista 
Y' San  Vicente  en  la  antigua  llíberis,  en  cuyo  final  leemos: 

...C  SCA  TRIA  TABERNACVLA  IN  GLORIAM  TRINITATIS  •  ■ 
COHOPERANTIBVS  SCIS  AEDIFICATA  SVNT  AB  INL  GVDILA-- 
CVM      OPERARIOS      VERNOLOS      ET     SVMPTV     PROPRIO    '• 

Y  no  tiene  menor  fuerza  respecto  del  segundo  el  pacto  establecido  por  Montano, 
Reosindo  y  otros  clérigos  con  el  abad  Froraistano  y  su  sobrino  Máximo,  fundadores 
de  la  basílica  de  San  Vicente  en  el  inculto  monte,  donde  se  levanta  en  breve  la  ciu- 
dad de  Oviedo.  Fromistano  y  Máximo  hablan  erigido  aquel  templo  con  sus  propios 
siervos,  despertando  la  devoción  de  los  proceres  y  de  los  reyes  de  Asturias  con  la 
riqueza  de  aquella  fábrica  ■.  La  organización  del  trabajo  aparece,  pues,  bajo  los  mo- 
narcas visigodos  con  las  mismas  condiciones  que  ofrecía  bajo  el  Imperio ,  comuni- 
cándose de  igual  suerte  á  los  primeros  días  de  la  reconquista;  observación  histórica 
suficiente  á  destruir  toda  teoría  arbitraria  que  tienda  á  desnaturalizar  el  carácter  de  la 
cultura  española  en  aquellas  apartadas  edades,  esterilizando  al  par  todo  linaje  de 
estudios. 

Pero  obtengamos  ya  de  los  presentes  las  finales  consecuencias. 


1  Copió  esta  lápida  con  todo  esmero  y  la  dio  á  luz  en  sus  Anotaciottes  á  la  Dihiiolhera  Vetus  de 
don  Nicolás  Antonio ,  el  docto  Pérez  Bayer  (t.  I,  cap.  V,  pág.  369  de  la  edición  de  Madrid).  Antes 
liabia  iaisertado  el  principio  en  su  Historia  de  Granada,  parte  1.',  cap.  XVII,  el  diligente  Bermudez 
de  Pedraza.  Fijándose  en  esta  singular  inscripción  las  fechas  en  que  las  expresadas  basílicas  fueron 
consagradas ,  es  de  grande  interés  para  la  historia  de  las  artes ,  dando  extremado  valor  á  la  cláusula 
que  en  el  texto  trascribimos.  La  basílica  de  San  Vicente  fué  en  efecto  dedicada  al  culto  católico  en 
la  Era  63"2,  año  594,  y  la  de  San  Esteban  en  la  Era  045,  año  607;  aquella  bajo  el  reinado  de  Reca- 
redo  ,  esta  bajo  el  de  Witerico. 

-  En  el  expresado  pacto  hallamos  esta  cláusula:  «Multis  raanet  notissimura  quod  istuní  locum, 
quem  dicunt  Oveto..  prius  erexisti  et  aplanasti  illnm,  wia  cum  servas  titos  ex  squalido  nemine  possi- 
dente..  et  in  isto  loco  iam  dicto  Oveto  Basilicam  Sancli  Vincentii  Levitae  et  Martyris  Gliristi,  etc.» 
(España  Sagrada,  t.  XXXVII,  Apénd.  VI.  pág.  340). 


CONCLUSIÓN. 


Resultado  final  de  estos  estudios:  respecto  del  arte  propiamente  dicho  :  respecto  de  las  artes  secuiída- 
rias. — Negación  de  la  teoría  de  Mr.  de  Lastcyrie  en  todos  conceptos. — Nuevas  reflexiones  sobre  el 
carácter  de  la  civilización  española  bajo  los  monarcas  visigodos. — Influencia  oriental  en  las  costum- 
bres.— El  uso  de  los  clamasterios. — Monedas  bizantinas:  monedas  visigodas:  de  Chindaswinto  y  Re- 
ceswinto. — Unidad  de  los  elementos  que  revela  el  Tesoro  de  Guarrazar  y  los  que  entraña  la  civiliza- 
ción visigoda.— Fuerza  indestructible  de  la  tradición.— Basílicas  y  preseas  sagradas  de  Asturias.— 
Ineficacia  de  la  erudición,  cuando  no  se  apoya  en  la  verdad  histórica. — Resumen  general. 


Volviendo  nuestras  miradas  á  cuanto  llevamos  asentado,  juzgamos  que  pueden 
y  deben  deducirse  de  nuestros  estudios  estas  finales  conclusiones: 

1.'  Que  existe,  con  todas  las  condiciones  de  vida  propia  y  como  natural  con- 
secuencia de  los  elementos  de  civilización,  congregados  y  asimilados  en  el  suelo  de 
la  península  pirenaica,  un  arte  bastante  á  satisfacer  las  necesidades  sociales,  políti- 
cas y  religiosas  durante  la  monarquía  visigoda. 

2.'  Que  este  arte  reHeja  enérgicamente ,  primero:  aquella  gran  vitalidad  que, 
aun  precipitada  en  espantosa  decadencia,  conserva  la  civilización  artística  por  anto- 
nomasia, del  antiguo  mundo,  cuyos  resplandores  avasallan  y  dulcifican  la  a.spereza 
de  los  bárbaros,  despertando  en  su  pecho  el  estímulo  de  la  imitación,  con  el  anhelo 
de  gozar  tanta  grandeza;  segundo:  la  influencia  (lenta  y  algún  tanto  limitada  du- 
rante el  período  de  la  monarquía  arriana,  activa  y  general  desde  el  tercer  Concilio 
toledano)  que  logra  el  arte  bizantino  en  el  suelo  visigodo,  como  la  alcanzaba  tam- 
bién entre  otros  pueblos  bárbaros  (pie  toman  asiento  en  Italia;  y  tercero:  el  estrecho 
maridaje  (pie  entre  unos  y  otros  elementos  decorativos  se  verifica,  constituyendo 


152  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA    DE    SAN   FEnNANDO. 

;i((uel  género  de  aniuilectura  (¡ue  toma  grande  incremento  en  los  dias  de  Recaredo 
y  (]ue  hemos  calificado  ya  con  título  de  lalino-hizaníino. 

3.'  Que  así  los  caracteres  más  principales  de  este  arte,  representación  genuina 
de  la  cultura  española,  antes  y  después  de  la  conversión  de  los  visigodos  al  catoli- 
cismo, como  los  más  particulares  de  su  decoración,  dominan  poderosamente  en  todas 
las  obras  de  las  artes  secundarias,  entre  las  cuales  brilla  la  orfebrería,  acaudalán- 
dose sin  cesar  con  el  activo  comercio  material  é  intelectual  que  sostiene  la  monar- 
quía visigoda  con  el  Imperio  bizantino,  desde  los  tiempos  de  Atlianagildo,  y  en  es>- 
pecial  desde  el  destierro  de  los  obispos  católicos,  á  que  pone  término  la  política  de 
Recaredo. 

4/  Que  esla  enseñanza,  natural  consecuencia  de  los  hechos  históricos  que  en 
el  suelo  español  se  van  realizando,  desde  que  aseguran  en  él  su  imperio  los  suce- 
sores de  Ataúlfo,  tiene  directa,  clara  é  inmediata  confirmación  en  el  examen  com- 
parativo de  los  numerosos  fragmentos  arquitectónicos  de  aquellos  siglos,  conservados 
en  Toledo  y  descubiertos  en  las  Huertas  de  Guarrazar,  y  muy  luminosos  compro- 
bantes en  los  primitivos  monumentos  de  la  monarquía  asturiana.  Muestran  unos  y 
otros,  según  repetidamente  dejamos  advertido,  que  no  es  bastante  la  batalla  de  Gua- 
dalele  á  erradicar  las  tradiciones  del  arle,  como  no  alcanza  tampoco  á  desvanecer 
las  no  menos  vigorosas  de  las  letras,  ni  á  borrar  la  fe,  ni  á  extinguir  la  llama  del 
patriotismo  en  el  pecho  de  nuestros  abuelos. 

0."  Que  siendo  sustancial  y  formalmente  unos  mismos  los  caracteres  artísticos, 
revelados  en  los  fragmentos  arquitectónicos  de  Toledo  y  en  las  famosas  coronas  y 
demás  objetos  y  preseas  del  Tesoro  de  Guarrazar,  y  hallándose  también  en  ellas 
muchos  de  los  elementos  decorativos  de  las  basílicas  asturianas,  y  aun  de  los  relica- 
rios, dípticos  y  cruces  de  la  Cámara  Santa  de  Oviedo,  como  prueba  con  toda  evi- 
dencia el  examen  que  dejamos  hecho ,  no  es  lícito  en  modo  alguno ,  y  antes  bien  re- 
pugna á  todo  principio  fundamental  de  crítica,  el  buscar  fuera  de  aquel  arle  las 
fuentes  artísticas  de  la  orfebrería  que  produce  las  referidas  coronas. 

6.'  Que  reconocida,  no  ya  la  analogía,  sino  la  identidad  de  los  medios  decora- 
tivos, empleados  por  la  arquitectura  y  la  orfebrería,  en  cuanto  puede  y  debe  la  se- 
gunda acomodarse  á  los  fines  que  realiza  y  á  las  formas  que  desarrolla  la  primera, 
es  improcedente,  ocasionada  á  graves  errores  y  extraña  á  las  leyes  de  la  crítica 
filosófica,  toda  teoría  que  se  apoye  en  un  accidente  meramente  industrial,  para  des- 
truir la  verdadera  idea  de  las  bellas  artes  v  oscurecer  sus  más  sencillas  relaciones 
con  las  artes  indumentarias. 

1.'  Que  apoyándose  la  teoría  del  entendido  Mr.  de  Lasteyrie  en  un  accidente 
de  aipicUa  naturaleza,  no  comprobado  todavía  en  cuanto  á  la  materia  que  lo  cons- 
tituve,  y  más  enlazado  con  la  tradición  artistico-social  de  lo  que  puede  sospecharse 
á  primera  vista,  probando  que  no  pudo  ser  debido  á  manos  libres,  y  mucho  menos 
á  manos  visigodas,  lleva  en  sí  misma  la  más  eficaz  refutación,  sin  que  alcance  á  re- 
sistir, aunque  la  más  exquisita  erudición  la  escude,  la  menor  prueba  en  la  piedra 
de  toque  de  una  crítica  verdaderamente  trascendental  y  filosófica. 


MEMORIAS  DE   LA    REAL   ACADEMIA   DE  SAN   FERNANDO.  153 

8.'  Que  aun  concedida  la  realidad  de  los  hechos  en  que  se  apoya  la  referida 
teoría,  y  considerada  esta  en  el  círculo  secundario  de  las  arles  industriales,  no  basta 
á  demostrar  lo  que  solicita;  primero,  porque  es  problemático  por  lo  menos,  siia  an- 
tigüedad conoció  y  trasmitió  á  la  edad  media  el  procedimiento  del  vidrio  de  colores. 
taraceado  y  aplicado  en  tal  forma  á  los  metales,  vistas  las  multiplicadas  aplicacio- 
nes que  de  él  hace  y  sabido  que  engastó,  cual  las  piedras  linas,  las  gemmas  falsas. 
de  que  tan  especial  mención  nos  trasmitió  el  diligente  Plinio:  segundo,  porque  los 
demás  procedimientos,  así  como  el  engaste  de  todo  género  de  piedras  preciosas,  las 
incrustaciones  de  nácares  y  jaspes  orientales,  y  aun  el  engarce  de  los  vidrios  y  pastas 
de  colores,  aplicados  como  tales  geminas,  no  solamente  son  más  importantes  en  la 
cuestión  presente,  bajo  su  aspecto  meramente  industrial,  sino  que  descansan  en  la 
tradición  no  interrumpida  de  largos  siglos,  conforme  dejamos  ampliamente  demos- 
trado: tercero,  porque  al  lado  del  ^relendldo  vidrio  embutido  (cloisonné),  existe  el  vi- 
drio engastado  en  chatones  y  aun  el  montado  al  aire  y  el  engarzado  en  los  clamas- 
terios,  siendo  el  piocedimiento  necesario  para  fijar  en  el  oro  el  primero  muy  seme- 
jante al  empleado  en  las  incrustaciones  de  nácares  y  jaspes,  y  guardando  el  relativo 
al  segundo  entera  analogía  con  los  conocidos  medios  de  engastar  las  piedras  precio- 
sas, sometidas  tanto  en  las  cruces  principales,  como  en  las  coronas  de  Receswinto 
y  de  Suinthila  á  labra  regular ,  si  bien  por  las  razones  ya  expuestas  escasean  estos 
en  unas  y  otras  joyas,  ofreciendo  por  tal  causa  mayor  uniformidad  artística  el  en- 
gaste de  los  vidrios  de  colores ,  circunstancia  no  despreciable  al  determinar  la  tra- 
dición y  procedencia  de  este  medio  decorativo. 

En  suma :  el  arte  que  revela  el  Tesoro  de  Guarrazar  es  el  mismo  arte  que  re- 
vela viva  y  poderosamente,  sin  linaje  alguno  de  dudas,  los  fragmentos  arquitectó- 
nicos de  Toledo  y  de  Guadamur,  perpetuándose  en  las  basílicas  asturianas. 

Pero  conviene  repetirlo:  aun  cuando  las  doctas  investigaciones  del  sabio  miem- 
bro de  la  Sociedad  Imperial  de  Anticuarios  hubiesen  producido  la  demostración  de 
({ue  el  procedimiento  industrial  del  pretendido  vidrio  de  colores,  embutido  en  oro  ú 
otros  metales,  es  de  origen  exclusivamente  germánico,  nunca  tendría  este  hecho  fuerza 
bastante  para  resolver,  como  pretende,  que  fueron  dichos  monumentos  debidos  á 
orfebres  llamados  de  propósito  á  la  corte  visigoda  para  que  los  labrasen.  Pudiera 
esta  hipótesi  admitirse  por  un  momento  respecto  de  las  coronas  de  Receswinto  y  de 
Suinthila,  y  aun  de  las  cruces  que  encierran  laminillas  de  cornerina  ó  de  jacinto: 
mas  ¿qué  necesidad  había  de  tales  orfebres  para  las  demás  cruces  y  coronas,  que  si 
como  hemos  visto  son  unas  más  pobres  en  pedrería  y  aun  otras  carecen  enteramente 
de  ella,  ofrecen  el  más  vivo  interés  en  las  verdaderas  regiones  del  arte?...  Peregrino 
hubiera  sido  por  cierto  aquel  no  sospechado  viaje  de  los  orfebres  germánicos,  nece- 
sario sin  duda  cada  vez  que  á  un  rey,  á  un  procer  ó  á  un  prelado  ocurriese  en  la 
España  visigoda  ofiendar  ante  los  altares  coronas,  cruces,  balteos  ú  otros  ornamen- 
tos y  ])reseas,  |)ropios  del  culto  o  personales,  viaje  que  sólo  tenía  por  objeto  embu- 
tir en  dichas  joyas  algunos  fragmentos  de  vidrio  rojo.  Pero  que  no  habia  necesidad 
alguna  de  semejantes  einbulidures,  para  que  pudieran  reflejar  las  artes  industriales 

20 


)bi  MEMORIAS   DE    LA    HEAL   A(  ADEJIIA    DE    SAN    FERNANDO. 


del  imperio  visigodo,  aun  limilándoiios  al  reinado  de  Receswinto  '  [Go3  á  G72],  la 
inlluencia  accidental  que  pudo  traer  al  Occidente  la  raza  germánica,  lo  hubiera  ad- 
vertido el  ilustrado  autor  de  la  Description  du  Trésor  de  Guarrazar  con  sólo  de- 
tenerse un  instante  á  reconocer  el  estado  social  de  la  nación  española  antes  y  des- 
pués del  Tercer  Concilio  toledano.  El  pueblo  visigodo,  si  poseyó  en  efecto,  como  pue- 
blo germánico,  ese  ú  otros  procedimientos  industriales  desconocidos  en  la  Penín- 
sula ■-,  tuvo  sobrado  tiempo  para  comunicarlos  á  los  españoles  [410  á  650];  pero 
ni  este  mero  accidente  industrial,  ni  cuantos  trajeran  á  España  las  falanges  de 
Ataúlfo,  hubieran  alcanzado  á  trastornar  las  leyes  generales  de  aquella  civilización; 
leyes  á  que  artes  y  letras  se  ajustan  en  su  progresivo  desarrollo,  mostrando  lo  (jue 
vale  y  significa  en  el  suelo  español  la  tradición  clásica ,  cuyos  resplandores  iluminan 
el  caos  de  la  edad  media  ^ 

Pero  es  lo  notable  que  deslumhrado  el  docto  miembro  de  la  Sociedad  Imperial 
por  el  brillo  de  su  teoría,  ha  perdido  de  vista,  aun  después  de  reconocer  el  hecho, 
la  importancia  de  ciertos  ornamentos  de  las  coronas,  más  dignos  en  verdad  de  ma- 
dura reflexión  que  el  accidente  industrial  del  supuesto  vidrio  rojo,  ya  bajo  el  aspecto 
del  arte,  ya  bajo  el  más  general  de  las  costumbres  que  determinan  la  influencia 
latino-bizantina  en  la  civilización  visigoda.  Bien  se  advertirá  que  nos  referimos  á  los 


'  Es  la  mavnr  concesión  que  en  este  punto  puede  hacerse,  pues  como  saben  ya  los  lectores, 
Suinthila,  que  según  algunos  historiadores  fué  abuelo  de  Receswinto,  le  precedió  treinta  y  dos  años 
en  el  trono;  por  manera  que,  brillando  en  la  corona  que  lleva  su  nombre,  las  laminillas  de  corneri- 
na ó  de  jacinto  (el  vidrio  rojo  de  Mr.  Lasteyrie),  hay  que  admitir  irremisiblemente  que  de  venir  a 
España  los  orfebres  germanos  para  embutir  dichas  coronas  y  preseas,  lo  hablan  verificado  mucho  an- 
tes de  que  la  piedad  de  Receswinto  ofrendase  su  ya  célebre  corona. 

-  Antes  de  ahora  hemos  visto  con  Tácito  hasta  qué  punto  eran  los  pueblos  germanos  indife- 
rentes al  cultivo  de  las  artes  propiamente  dichas.  El  celebrado  autor  De  moríbiis  germanorum  decia, 
tratando  de  sus  trajes,  que  llevaban  los  escudos  muy  pintados  (scuta  tantum  lectissimis  coloribus  dis- 
tinguunt),  añadiendo ,  al  mencionar  sus  toscos  y  desaliñados  edificios,  que  cubrían  algunas  partes 
con  cierta  tierra  muy  resplandeciente,  con  la  cual  imitaban  la  pintura  (quaedam  loca  diligentius  illi- 
niunt  térra  ita  pura  ac  splendente,  ut  picturam  ac  lineamenta  colorum  imitetur.»  He  aquí  los  únicos 
rasgos  que  nos  trasmite  Tácito  respecto  de  los  procedimientos  industriales  que  pueden  tener  alguna 
relación  con  las  investigaciones  que  realizamos.  En  cuanto  á  los  escudos  es  verosímil  que  las  falanges 
de  Ataúlfo  conservaran  todavía,  al  penetrar  en  España,  la  costumbre  de  pintarlos:  en  cuanto  á  los 
edificios ,  no  puede  creerse  que  dueños  de  una  provincia,  donde  tantas  maravillas  habla  erigido  el  arte 
romano  (y  aun  el  helénico)  prosiguiesen  cubriéndolos  do  una  tierra  que  ya  no  poseían  ,  sobrándoles 
por  otra  parte  aquellas  hermosas  ciudades  (civitates  decoras)  perdonadas  por  la  saña  de  los  bár- 
baros que  en  la  invasión  de  la  península  les  preceden  :  en  cuanto  á  las  artes  derivadas,  no  alcanza- 
mos á  discernir  por  las  palabras  de  Tácito  qué  influencia ,  ni  qué  procedimientos  pudieron  traer  á 
España  los  visigodos,  recibidos  de  antiguo  entre  los  aliados  y  aun  entre  los  ejércitos  imperiales. 

•''  Impresos  los  anteriores  capítulos,  y  grabadas  todas  las  láminas  con  que  hemos  procurado  ilus- 
trar estos  trabajos,  nos  ha  sido  dado  visitar  en  el  partido  judicial  de  Sacedon,  no  muy  distante  ilc 
la  Isabela,  en  unión  con  nuestro  ilustrado  compañero  don  Vicente  Vázquez  Queipo,  las  ruinas  de  la 
antigua  Tiberia  que  tuvo  asiento  en  las  colinas  que  dominan  por  aquella  parte  el  Guadiela.  En  este 
despoblado,  todavía  no  reconocido  con  un  fin  científico,  hallamos  á  flor  de  tierra,  entre  otros  objetos 
muy  notables ,  varios  trozos  de  revoque  ó  aparejo ,  en  que  se  conservan  diversos  diseños  de  colores, 
ejemplo  curioso  de  la  pintura  mural  empleada  por  los  romanos.  Entre  ellos  se  ve  una  pequeña  franja 
encerrada  por  cuatro  filetes ,  dos  á  cada  lado ,  y  compuesta  de  círculos  intersecados  que  forman  cierto 


MEMORIAS  DE  LA  REAI,  ACADEMIA  DE  SAN  FERNANDO. 


clamasterios  ó  colgantes  de  zafiros  y  otras  piedras  preciosas  que  enriquecen  y  carac- 
terizan por  extremo  las  coronas  del  Tesoro  de  Guarrazar ,  revelando  su  no  dudoso 
origen.  Y  que  este  lo  tienen  en  las  regiones  orientales,  de  donde  hemos  visto  proce- 
der y  trasmitirse  al  mundo  de  Occidente  el  uso  de  las  coronas  y  de  las  piedras  pre- 
ciosas, así  engastadas  en  oro  como  entretejidas  en  todo  género  de  ricas  estofas,  has- 
tará  á  persuadirlo  la  no  sospechosa  autoridad  de  los  libros  sagrados.  Reprendiendo 
Isaías  los  pecados  de  Jerusalem,  los  vicios  de  sus  príncipes  y  el  exagerado  v  lascivo 
lujo  de  las  hijas  de  Sion,  predice  la  afrentosa  ruina  de  los  hebreos,  y  exclama:  «Kn 
«aquel  día  arrebatará  Dios  el  ornamento  de  los  calzados,  y  los  collares  de  oro  v  de  jier- 
»las,  y  las  cadenas  doradas,  y  los  brazaletes,  y  las  mitras,  y  los  partidores  del  cabello, 
»y  las  ajorcas  de  las  piernas  [nnyyn],  y  las  cadenillas  de  lentejuelas,  y  los  pomillos  de 
«los  perfumes,  y  jas  arracadas,  y  los  anillos,  y  las  piedras  preciosas  que  cuelgan 
•-sobre  la  frente  [i]xn  im^i  ']. »  Considerando  al  leer  estas  notabilísimas  palabras, 
que  el  profeta  se  muestra  indignado  porque  las  hijas  de  Sion  aparecen  contaminadas 
con  el  fausto  coii-uptor  de  las  naciones  descreídas,  fácil  será  comprender  que  las 
«gemmas  ín  fronte  |)endentes, »  de  que  las  des])üjó  el  Señor  en  el  día  del  castigo,  no 
fueron  ornato  exclusivo  del  pueblo  hebreo,  como  no  lo  fueron  las  coronas. 

Del  antiguo  Oriente  se  propaga  pues  el  uso  de  los  clamaslerios  ó  colgantes  al 
Imperio  bizantino;  y  generalizado  entre  los  magnates  y  poderosos,  cunde  al  fin  á  las 
coronas  de  los  nuevos  Césares.  Testimonio  irrecusable  de  este  aserto  tenemos  en  las 
medallas  acuñadas  por  los  emperadores  de  Constantinopla  durante  aquellos  dias,  \ 
más  principalmente  en  las  comprendidas  desde  el  reinado  de  Anastasio  1  basta  la 
muerte  de  Heraclio  [491  á  641 1,  período  por  extremo  interesante  para  los  presentes 
esludios.  Labradas  estas  monedas  ya  en  Nicomedia,  Antioquía,  Tesalónica  y  Hera- 
clea,  ya  en  Alejandría  y  Cartago,  ora  en  Rávena  y  Milán,  ora  en  Roma  v  Bizancio, 
ofrecen  á  menudo  en  las  coronas  de  aquellos  príncipes,  y  aun  en  sus  cascos  milita- 
res, el  ya  indicado  ornamento  de  los  péndulos  ó  clamasterios  que  contribuyen  gran- 
demente á  caracterizarlos ,  descubriéndonos  sin  más  esfuerzo  el  modelo  imitado  por 
los  reyes  visigodos.  Porque  téngase  muy  en  cuenta:  las  coronas  del  Tesoro  de  Guar- 
razar no  son  los  únicos  monumentos,  en  que  nos  ofrece  la  civilización  de  los  Lean- 
dros é  Isidoros  vivo  reflejo  de  aquella  singular  costumbre  de  los  pueblos  orientales. 
Desde  que  Leovigildo,  viviendo  todavía  su  hermano  Liuva,  comenzó  á  usar  insignias 
y  majestad  de  rey  -,  hallamos  en  las  monedas  visigodas  consignado  el  uso  de  las  diade- 


fiíicadcnamiénto,  semejante  al  que  descubrimos  en  los  mosaicos  de  Itálica,  Mérida,  etc.,  y  no  distinto 
del  que  ofrecen  los  fragmentos  visigodos  de  Toledo,  bien  que  más  sencillo,  pues  sólo  se  verifica  en 
un  sentido.  De  cualquier  modo,   conviene  fijar  esta  analogía,  porque  aun  siendo,  como  opinamos 
•de  decadencia  el  edificio  á  que  estos  frescos  pertenecian  ,   nos  ministran  un  dato  más  para  establecer 
la  tradición  artística ,  confirmada  ya  con  multiplicados  documentos. 

1     Isaías,  cap.  III,  vs.  17,  18,  20  y  21. 

-  Hemos  aludido  repetidamente  á  este  hecho  notable  en  la  monarquía  visigoda,  y  muy  intere- 
sante para  los  presentes  estudios.  Las  palabras  de  San  Isidoro  que  lo  consignan,  son :  «Primus  (Leo- 
vigildus)  ínter  suos,  regali  veste  opertus.  ín  solio  resedit»  (Chronicon  ,  año  568). 


156  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO. 

mas  reales,  exornadas  de  piedras  preciosas,  ya  enriquecidas  de  colgantes  de  perlas, 
ornamento  que  truecan  á  la  postre  los  sucesores  de  Recaredo  por  las  verdaderas  coro- 
nas, según  nos  enseña  San  Isidoro  y  nos  persuaden  las  que  han  motivado  estos  estu- 
<lios  '.  Sólo  de  esta  manera  y  con  este  detenido  examen,  nos  es  dado  comprender 
las  palabras  del  docto  metropolitano,  cuando  explicado  ya  el  valor  de  las  coro- 
nas de  oro  de  los  reyes,  nos  dá  á  conocer  lo  que  eran  las  tenias  que  de  ellas  col- 
gaban, formando  puntas  ó  grumos  de  diversos  colores:  « Vitta  (decia)  est  quae  corona 
vincitur:  Tenia  «vero  extrema  pars  vittae,  quae  dependet  coronae". » 

Y  que  los  reyes  visigodos  llevaron  sobre  sus  sienes,  no  solamente  las  diademas 
que  ya  en  tiempo  de  Isidoro  pertenecian  al  ornato  de  las  mujeres  (foeminarum  orna- 
mentis),  sino  también  las  coronas  en  que  imitaban  la  fastuosa  ostentación  de  los 
emperadores  bizantinos,  pruébanlo  demás  de  la  relación  de  los  autores  coetáneos,  las 
monedas  de  Chindaswinto ,  Receswinto  y  Wamba,  batidas  en  Toledo,  Sevilla,  Cór- 
doba y  Mérida  I  De  notar  es  sobre  todas  la  muy  peregrina  de  Chindaswinto,  en 
que  este  monarca  asocia  á  su  nombre  el  de  su  hijo  Receswinto,  no  sólo  por  la  forma 
total  que  revela,  más  también  por  los  ornamentos  que  la  decoran,  donde  á  pesar 
de  su  pequenez  y  de  la  infeliz  ejecución  del  grabado  en  hueco ,  no  es  difícil  descu- 
brir notable  semejanza  con  la  gran  corona  de  Receswinto,  tantas  veces  menciona- 
da K  Su  detenido  examen  nos  advierte  que  la  enriquecían  piedras  preciosas,  dispuestas 


1  Aunque  los  diseños  de  estas  monedas  están  muy  lejos  de  caracterizarlas,  como  es  debido,  puede 
consultarse  el  tomo  III  de  las  Medallas  de'España  del  maestro  Enrique  Florez  (página  170  y  si- 
guientes). 

2  Originum,  lib.  XIX,  cap.  XXXI. 

2  Medallas  de  España,  tomo  III,  planchas  VI. °  y  VII. °  Son  notables,  demás  de  las  indicadas,  las 
monedas  de  Egica,  acuñadas  en  Toledo,  Córdoba  y  Mérida,  incluidas  en  la  citada  plancha  VII.',  por 
ofrecer,  como  aquellas,  las  coronas  con  péndulos,  clamasterios  ó  tenias. 

^  Página  257  del  expresado  tomo  de  las  Medallas  de  España.  Ofrecemos ,  según  queda  notado, 
en  nuestra  lámina  VI.',  núm.  16,  diseño  exacto  de  esta  moneda,  del  tamaño  natural  y  tal  como  en 
el  gabinete  numismático  de  la  Biblioteca  Nacional  existe :  ^examinada  detenidamente  la  corona  que 
ostenta  Chindaswinto,  no  hallamos  dificultad  en  clasificarla  entre  las  que  eran  designadas  con  nom- 
bre de  epanodystos  (coronae  desuper  clausae)  distintas  sin  embargo  de  las  imperiales,  descritas  en  el 
(jcremonial  Romano  con  estas  palabras ;  «Differt  forma  corona  imperialis  ab  alus :  nara  ea  sub  se  tia- 
ram  quamdam  habet  in  modo  fere  episcopalis  mitrae,  humiliorem  lamen,  magis  apertam  et  minus 
acutam:  estque  eius  apertura  a  fronte,  non  ab  aure,  et  semicirculum  alium  habet  per  ipsam  apertu- 
ram  aureura,  in  cuius  summitate  crux  párvula  eminet»  (Lib.  I,  sed.  V,  cap.  últ.).  Comparado  con 
estas  coronas  que  llevaron  también  nombre  de  regna  (Romanus  Pontifex  in  signum  imperii  utitur 
regno,  id  est  corona  imperiali) ,  se  vé  pues  que  el  epanodysto  era  un  término  medio  entre  la  sencilla 
corona  de  aro  y  la  imperial,  si  bien  alguna  vez  hallamos  también  designado  el  epanodysto  con  ti- 
tulo de  regnum.  Anastasio  dice  por  ejemplo :  «Regnum  spanoclystum  ex  auro  purissimo  cum  cruce 
in  medio  pendens  super  ipsum  altare»  (In  Leone  III,  p.  146).  Cuando  la  corona  ó  el  regno  se  con- 
sideraba ya  consagrado  en  el  altar,  solía  apellidarse  corona  pensilis ;  pero  esto  no  alteraba  su  natura- 
leza. Respecto  de  la  que  ostenta  la  moneda  de  Chindaswinto ,  sólo  añadiremos  que  dada  en  la  gran 
corona  de  Receswinto  la  existencia  de  las  anillas,  donde  pudo  adherirse  la  parte  que  la  cerraba  por 
encima  (desuper),  la  analogía  no  puede  ser  más  palpable  entre  una  y  otra,  considerada  siempre  la  im- 
perfección del  arte  que  reproduce  en  la  referida  moneda  la  expresada  corona.  Para  que  pueda  formarse 


MEMORIAS   DE   LA    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO.  157 

en  varias  hiladas,  y  la  exornaban  clamasterios,  comoá  las  de  los  emperadores  orien- 
tales: ¿sería  posible  suponer  que  fueron  también  llamados  para  labrar  la  corona  aquí 
representada  y  las  demás  ya  citadas,  orfebres  germánicos?..  Cuando  la  historia  y 
la  erudición  se  hermanan  tan  estrechamente  con  la  enseñanza  práctica  que  debemos, 
así  al  estudio  de  las  costumbres  visigodas  como  al  examen  comparativo  de  las  mone- 
das de  los  emperadores  de  Constantinopla  y  de  los  reyes  de  España;  cuando  logra- 
mos ya  el  convencimiento  de  lo  que  era  y  representaba  el  arte  en  los  más  brillantes 
dias  de  aquella  civilización  que  tiene  por  maestros  é  instituidores  á  los  Leandros  é 
Isidoros,  temerario  nos  parece  traer  el  agua  que  la  fecunda,  de  extraños  y  descono- 
cidos veneros,  cerrando  voluntariamente  los  ojos  á  toda  luz,  para  no  ver  las  multi- 
plicadas relaciones  que  existen  entre  las  costumbres  de  la  corte  de  los  Recaredos  y 
Receswintos  y  las  costumbres  de  Bizancio,  reveladas  con  igual  ingenuidad  por  todo 
linaje  de  monumentos. 

Y  no  se  nos  replique  diciendo  que  los  referidos  clamasterios  ó  tenias  ^  no  guar- 
daban en  las  coronas  de  las  monedas  bizantinas  la  i'cgularidad  que  ofrecen  en  las 
del  Tesoro  de  Guarrazar,  como  sucede  por  ejemplo  en  algunas  de  Justiniano,  Jus- 
tino, Mauricio  y  aun  Heraclio  ^  Cierto  es  que  bajan  en  ellas  los  colgantes  mucho 
más  por  los  lados,  descendiendo  alguna  vez  casi  hasta  los  hombios,  mientras  queda 
la  frente  exenta  de  tal  ornato;  pero  sobre  observarse  esta  misma  disposición  en  las 
monedas  visigodas,  debe  repararse  en  que  no  pocas  bizantinas,  tales  como  las  de 
Tiberio-Constantino  y  de  Focas  ^  no  pueden  tener  mayor  analogía  con  las  descu- 
biertas en  Guadamur.  De  cualquiera  suerte,  sólo  podría  indicar  esta  diferencia,  que 
parece  hacer  más  notable  la  varia  posición  en  que  unas  y  otras  coronas  son  exami- 
nadas S  que  las  de  Guarrazar  (tenidas  todas,  como  vá  apuntado,  en  el  instante  de 


juicio  de  las  singulares  figuras  que  ofrece  esta  importante  presea  del  ornamento  personal  de  los  reyes, 
damos  en  el  núm.  10  de  nuestra  lámina  I.",  copia  de  la  que  en  el  Libi-o  Gótico  de  la  catedral  de  Ovie- 
do lleva  don  Alfonso  el  Casto  sobre  la  cabeza,  no  sin  advertir  que  fué  dicho  libro  escrito  y  miniado 
durante  el  reinado  de  Alfonso  VI,  quien  aspira  al  nombre  de  Emperador,  con  que  le  distinguen  las 
crónicas  del  tiempo.  Causa  es  esto  sin  duda  de  que  la  corona  que  reproducimos,  se  asemeje  en  gran 
manera  á  la  imperial,  descrita  en  el  Cereiywnial  Rotnano. 

'  De  notar  es  respecto  de  la  historia  de  las  artes  españolas  que  la  voz  tenia  ó  tena  se  halla  en 
antiquísimos  documentos  empleada  para  designar  todo  cuerpo  colgante  en  la  construcción  arquitec- 
tónica. Usóse  con  mayor  frecuencia  respecto  de  los  monumentos  mudejares ,  aplicándose  para  signi- 
ficar las  pinas  doradas  que  penden  de  sus  ricos  artesones,  y  el  mismo  valor  tiene  en  orden  ai  arte 
mahometano :  por  manera  que  en  sus  varias  acepciones  conserva  el  sello  de  su  origen. 

-  Véanse  en  la  Numismatique  Byzantine  de  Mr.  F.  de  Saulcy  las  láminas  II.»,  III.''  IV. ^  y  VI."  y 
en  ellos  los  números  3,  7,  10,  11;  1,  2,  4,  5;  y  1,  9,  10. 

3  Id.,  id.,  lámina  III.»  y  V.\  números  6  y  9;  1,  5  y  ü. 

4  Mr.  de  Lasteyrie  toca  muy  de  pasada  este  punto,  al  investigar  si  fueron  ó  nó  usadas  las  coronas 
del  Tesoro  (Párr.  VII,  pág.  16).  Pero  asi  y  todo,  no  puede  menos  de  reconocer  que  los  péndulos,  te- 
nias ó  clamasterios  «eran  muy  de  moda»  en  la  época  de  Receswinto  y  en  siglos  anteriores.  Los  mosai- 
cos de  San  Vidal  deRávena,  descritos  por  Ciampini  [Velera  Monumenta,  tomo  II,  cap.  IX,  lámi- 
na XXII)  y  las  ya  indicadas  medallas  bizantinas  le  convencían  de  esta  verdad;  y  sin  embargo  no  des- 
cubre aqui  ninguna  relación  de  arte.  Mr.  de  Lasteyrie  no  conoció,  antes  de  escribir,  las  monedas  visi- 
godas: sólo  después  de  impreso  su  trabajo,  le  facilitaron  una  de  Receswinto,  pero  sin  corona  formal. 


138  MEMOHIAS   DE    LA    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FERNANDO. 

SU  primera  aparición  por  ornamento  personal  de  Receswinlo,  su  esposa  é  hijos) 
pudieron  ser  la  mayor  parle  laljradas  desde  luego  para  servir  de  ex  voló,  considera- 
ción en  que  no  andamos  muy  (lisiantes  del  sabio  individuo  de  la  Sociedad  Imperial 
de  Anticuarios,  si  bien  nos  apartamos  de  él  respecto  de  las  dos  coronas  principales, 
donde  sin  dilicultad  alguna  artística,  y  con  sólo  rehacer  las  cadenillas  de  que  penden, 
pudieron  sustituir  las  letras  de  la  inscripción  votiva  á  los  primitivos  damasterios, 
dispuestos  como  en  las  diademas  imperiales  de  Bizancio.  Mas  no  porque  la  mayor 
parte  de  estas  del  Tesoro  se  consagrasen  á  uso  distinto  del  señalado  en  las  precita- 
das monedas ,  será  valedero  desconocer  la  estrecha  relación  que  entre  ellas  v  las  bi- 
zantinas existe,  como  derivadas  de  una  misma  fuente,  ni  menos  buscar  su  origen  en 
muy  distinta  civilización,  como  tampoco  es  lícito  negar  las  semejanzas  que  brillan 
en  todas  las  obras  del  arte,  durante  aquella  edad,  mostrándose  en  ellas  la  priori- 
dad de  las  bizantinas  y  la  influencia  general  que  alcanzan ,  no  sólo  en  nuestra  Es- 
|)aña,  más  también  en  las  demás  naciones  occidentales. 

É  insistimos  en  este  punto,  porque  la  única  analogía  propiamente  artística  que 
halla  Mr.  de  Lasteyrie  para  dar  por  buena  é  indestructible  su  teor'/a,  no  puede  ser 
más  contraria  al  lin  que  se  propone.  Hablamos  del  Libro  de  Evangelios  de  la  reina 
Theodolinda,  conservado  en  el  tesoro  de  la  iglesia  de  Monza,  y  ya  antes  mencionado. 
Hallando  en  él  uija  orla  semejante  en  su  trazado  á  la  que  existe  en  la  Corona  de 
Receswinlo,  y  siendo  Theodolinda  reina  de  loslongobardos,  pueblo  de  origen  germá- 
nico, tiene  el  entendido  académico  por  natural  deducción  que  no  pudiendo  ser  ca- 
sual la  expresada  semejanza,  aparece  evidente  al  común  origen  del  Libro  de 
Evangelios  y  de  la  Corona,  no  recatándose  de  asegurar  que  lo  reconocen  ambos  ob- 
jetos en  el  arte  germánico.  La  ¡H'ueba  verdaderamente  arqueológica  no  lia  sido  sin 
embargo  presentada;  y  cuando  la  historia  nos  advierte  cuan  grande  fué  desde  la 
época  de  Justiniano  la  influencia  ejercida  en  toda  Italia,  y  principalmente  en  el 
Exarcado,  por  el  Imperio  bizantino;  cuando  desde  San  Vidal  de  Rávena,  fábrica 
grandemente  conocida  de  todo  ar(¡ueológo  monumental  ',  hasta  la  misma  catedral  de 
Roma,  no  es  posible  desconocer  dicho  influjo  en  el  desenvolvimiento  del  arle  *,  razón 
tenemos  para  creer  que  no  se  nos  tildará  de  ligeros  ni  de  antojadizos,  si  deduciendo 
una  consecuencia  del  todo  opuesta  á  la  que  ha  obtenido  Mr.  de  Lasteyrie,  califica- 
mos de  improducente  la  prueba  que  alega,  con  tanta  más  razón,  cuanto  que  según 
hemos  demostrado  con  la  descripción  de  los  fragmentos  visigodos  de  Toledo,  son 
muchos  los  miembros  arquitectónicos  en  que  brilla  aquel  elemento  decorativo,  y 
fueron  por  extremo  frecuentes  entre  los  reyes  visigodos  y  longobardos  las  relaciones 
amistosas,  excediendo  sobremanera  la  civilización  representada  por  los  primeros  á  la 
cultura  de  los  segundos  '. 


'  Monumento!^  ant'i<pn!t  y  mudemos  por  Mr.  Julio  Gailhabaiid  ,  '1."  serie,  edad  media.  Estilo  bi- 
zantino, art.  de  Mr.  Alherto  Lenoir. 

-     Monumentos  antiqttos  tj  modernos.  Estilo  romano-bizantino,  art.  de  Mr.  Julio  Gailhabaud. 

2  Recuérdese  sobre  este  punto  cuanto  dijimos  en  la  nota  primera  de  la  pág.  93,  al  reconocer  la 
correspondencia  epistolar  que  media  entre  Sisebuto,  Theodolinda  y  Aldovaldo. 


MEMORIAS   DE    LA    IIKAL   ACADEMIA    DE   SAN    FEHNANDO.  159 

El  Tesoro  de  Guarrazar,  tan  iloctameiite  ilustrado  por  el  sabio  arijueólogo  de 
París,  lejos  de  contradecir  pues  las  leyes  generales  á  que  la  civilización  española 
se  ajusta,  durante  la  monarquía  do.  Ataúlfo,  ora  la  consideremos  con  relación  á  las 
letras  ^  ora  con  relación  á  las  artes,  es  uno  de  los  más  fehacientes  documentos  que 
la  caracterizan.  Las  ya  famosas  coronas,  así  como  los  demás  objetos  de  orfebrería, 
que  le  constituyen,  se  hermanan,  merced  á  sus  elementos  decorativos,  por  un  lado  con 
el  arte  latino-bizantino,  y  se  enlazan  por  otro  con  las  primitivas  basílicas  de  la  mo- 
narquía asturiana;  prosecución  de  aquel  arte  que  se  ins])iraba  al  par  en  la  tradición 
latina  y  en  las  fuentes  de  Bizancio.  Y  no  aparecen  por  cierto  menos  estrechos  los 
vínculos  que  las  unen  con  los  monumentos  debidos  á  las  arles  industriales  que  se 
alimentan  del  diseño,  en  los  primeros  siglos  de  la  reconquista:  inestimables  son  en 
este  concepto,  según  dejamos  comprobado,  las  joyas  y  preseas  que  posee  la  iglesia  ca- 
tedral de  Oviedo;  y  en  las  Cruces  de  los  Ángeles  y  de  la  Victoria;  en  la  bella  Ar- 
guiia  de  ágatas,  enriquecida  de  ricas  incrustaciones  y  esmaltes  de  todos  colores  y 
donada  á  San  Salvador  por  Fruela  y  Nunilo  Jimena  en  DIO;  en  los  preciosos 
dípticos  de  marfd,  guarnecidos  en  el  interior  de  orlas  de  oro  afdigranadas,  sembra- 
das de  esmeraldas  y  rubíes,  y  ornados  en  el  exterior  de  láminas  de  plata  con  be- 
llos grabados;  en  los  báculos  y  cruces  menores  de  sus  primitivos  obispos,  así  como 
en  la  cubierta  del  Arca  de  las  reliquias,  arriba  descrita,  hallamos  trazada  la  his- 
toria de  aquel  arte,  que  derivado  de  la  antigüedad,  se  trasmite  de  siglo  en  siglo 
en  medio  de  los  grandes  desastres  que  afligen  al  pueblo  español,  como  se  tras- 
miten con  igual  fuerza  sus  conquistas  literarias.  Reconocer  todos  estos  pasos; 
fijar  con  el  detenimiento  y  la  madurez  que  la  historia  reclama,  los  caracteres  que 
las  obras  del  arte,  sometidas  á  la  invencible  ley  de  la  tradición,  van  sucesivamente 
ostentando;  discernir  con  sana  y  no  interesada  crítica  lo  que  hay  en  las  mismas  de 
sustancial  y  duradero  y  de  accidental  y  transitorio,  cualesquiera  que  sean  los  medios 
de  su  manifestación  y  el  uso  á  que  se  consagren;  tales  son  los  lines  y  no  otras  las 
enseñanzas  á  que  ha  debido  aspirar  la  ciencia  arqueológica,  en  vez  de  arrojarse 
tras  aventuradas  teorías,  que  sólo  pueden  vivir  al  calor  del  ingenio  y  de  la  erudi- 
ción de  sus  autores. 

Mucha  ha  desplegado  en  efecto  el  digno  miembro  de  la  Sociedad  de  Anticuarios 
para  hacer  aceptable  laque  hemos  procurado  combatir  en  este  insignificante  bosque- 
jo; pero  ni  bajo  el  aspecto  industrial,  (terreno  escogido  por  el  sabio  académico  para 
cimentarla,  levantándose  después  á  más  altas  y  trascendentales  consideraciones),  ni 
bajo  el  aspecto  artístico,  principal  punto  de  vista  en  que  nos  hemos  propuesto  exa- 
minar los  monumentos  visigodos  de  Toledo,  que  más  inraedialamente  se  enlazan  con 
las  Coronas  de  Guarrazar,  nos  ha  sido  posible  asentir  á  sus  opiniones,  conliiniando 


1  Sentimos  no  poiler  explanar  aquí  cuanto  á  las  letras  se  refiere:  asunto  es  este  que  tenemos 
largamente  estudiado  en  la  Historia  crilica  de  la  Literatura  española,  t.  I,  caps.  VII,  VIH,  IX  y  X, 
que  en  la  actualidad  imprimimos,  abrigando  el  convencimiento  de  que  no  puede  ser  mayor  la  unidad 
que  existe  en  el  desarrollo  de  artes  y  de  letras. 


160  UEUOnlAS    DE    LA    R  EAL   ACADEMIA   DE   SAN    FERNANDO. 

p1  examen  descriptivo  de  aquellas  venerandas  reliquias  debidas  á  un  arte  hasta  ahora 
no  bien  apreciado  por  los  arqueólogos,  las  legitimas  conclusiones  que  obteníamos  al 
terminar  el  segundo  articulo  del  presente  estudio:  « Los  objetos  artísticos  que  consti- 
tuyen el  Tesoro  de  Gíía/vaíaí- (repetiremos)  revelan  claramente  la  existencia  de  un  arte 
en  que  se  asocian  y  asimilan  los  elementos  constitutivos  del  arte  romano,  ya  altera- 
do por  la  poderosa  influencia  de  la  iglesia  latina,  y  del  arte  bizantino,  tal  como  apa- 
rece en  la  primera  edad  de  su  desarrollo:  con  ellos  se  mezclan  algunos  rasgos  espe- 
ciales que  dan  á  conocer,  ora  la  existencia  intermedia  de  otros  elementos  subordina- 
dos, ora  la  intervención  de  manos  poco  hábiles,  y  que  no  acostumbradas  á  acentuar 
con  la  gracia  y  el  sentimiento  de  los  artistas  latinos  ó  bizantinos,  imprimen  cierto 
sello  de  rudeza  á  sus  propias  imitaciones.  » 

Lograrían  estos  asertos  aun  más  completa  comprobación,  ampliando  nuestros  es- 
tudios á  otros  muchos  monumentos  que  por  ventura  existen,  bien  que  no  poco  des- 
figurados en  su  conjunto,  y  á  muchos  y  muy  preciosos  objetos  de  la  escultura  y  de  la 
estatuaria,  que  empiezan  hoy  á  salir  de  las  entrañas  de  la  tierra,  no  pareciendo  sino 
que  la  Providencia  consiente  su  descubrimiento,  para  que  sean  debidamente  qui lata- 
dos,  depuesto  el  ciego  y  estéril  exclusivismo  de  otros  dias  ^  Pero  si  no  es  posible 
desentendernos  de  unos  y  otros  testimonios  para  formar  entero  juicio  de  las  artes  en 
el  vario  sendero  por  ellas  seguido,  mientras  vive  el  imperio  de  Ataúlfo;  si  deben 
también  ser  considerados,  como  los  fragmentos  ya  descritos,  cual  fecundas  premisas 
de  aquel  arte  que  arraiga  en  la  corte  de  los  Alfonsos  y  Ramiros,  su  misma  impor- 
tancia nos  sacaría  sin  duda  del  limite  trazado  á  estas  investigaciones ,  dando  tal  vez 
motivo  para  sospechar  que,  lejanos  ya  los  monumentos  á  que  aludimos  de  la  ciudad 
de  Toledo ,  no  guardan  con  las  Coronas  de  Guarrazar  la  estrecha  relación  que  se  ha 
menester  para  determinar  un  solo  desenvolvimiento  artístico.  Por  su  número  v  su 


1  Como  advertimos  en  otro  lugar ,  no  creemos  conveniente  poner  aquí  larga  nota  de  los  monu- 
mentos que  conservan  todavía  en  nuestro  suelo  el  sello  de  la  edad  visigoda,  pues  que  no  aspiramos 
ahora  á  trazar  la  historia  de  las  artes  en  aquellos  dias.  Sin  embargo ,  entre  otros  descubrimientos 
últimamente  realizados,  nos  será  licito  citar  los  cinco  sepulcros  hallados  en  los  jardines  del  palacio  de 
San  Telmo,  que  poseen  en  Sevilla  SS.  AA.  RR.  los  Sermos.  duques  de  Montpensier;  y  el  de  nume- 
rosos fragmentos  de  estatuas,  encontrados  en  el  Cerro  de  los  Santos,  provincia  de  Ciudad-Real.  Los 
primeros  que  han  sido  erradamente  clasificados  como  construcciones  puramente  romanas  y  aun  ante- 
riores al  cristianismo,  ofrecen,  según  los  diseños  que  tenemos  á  la  vista,  la  más  fehaciente  compro- 
bación de  la  influencia  que  ejerce  durante  la  monarquía  visigoda  el  arte  propiamente  romano,  tradi- 
cionalmente  conservado  entre  los  idólatras :  los  segundos  comprueban  plenamente  las  descripciones 
indumentarias  de  San  Isidoro,  con  las  mitras,  capítulos,  armilausas,  tibitonarios  y  otras  prendas  del 
traje  usado  en  su  tiempo ,  todo  lo  cual  unido  á  la  rareza  de  esta  suerte  de  objetos ,  les  presta  sumo 
interés  para  la  especulación  arqueológica.  Los  sepulcros  son  estudiados  bajo  diversos  aspectos  por 
nuestro  querido  hermano,  don  Demetrio  de  los  Ríos,  profesor  de  la  Escuela  de  Bellas  artes  de  aquella 
capital  é  individuo  correspondiente  de  la  Real  Academia  de  la  Historia  y  del  Instituto  arqueológico 
de  Roma :  de  los  segundos  tiene  ya  conocimiento  la  primera  de  las  expresadas  corporaciones  en  apun- 
tes y  diseños  dignos  de  todo  crédito.  Unos  y  otros  son  de  extraordinaria  importancia  para  la  historia 
de  las  artes. 


MEMORIAS    DE    LA    HEAL   ACADEMIA    DE   SAN    rEB.NA.NDO.  161 

calidad,  por  la  riqueza  decorativa  que  revelan,  y  por  las  multiplicadas  relaciones 
que  descubren,  así  respecto  del  arle  que  les  ])recede,  como  del  (jue  viene  en  pos, 
bastan  pues  los  fragmentos  arquitectónicos,  felizmente  conservados  en  la  antigua 
corte  de  Wamba,  á  producir  el  convencimiento  apetecido;  consideración  (jue  nos 
fuerza  á  dejar  ya  la  pluma,  no  sin  el  temor  de  no  haber  dado  á  todas  las  cuestio- 
nes tocadas  la  extensión  que  de  suyo  pedian,  llevados  no  tanto  del  anhelo  de  c\ilar 
el  hastío  de  los  lectores,  como  del  conocimiento  de  nuestras  débiles  fuerzas. 

Pagados  quedaremos,  no  obstante,  si  alcanzasen  nuestras  palabras  á  llamar  la 
atención  de  los  doctos,  y  si  rectificado  ó  ilustrado  el  juicio  generalmente  recibido 
respecto  de  la  existencia  de  las  bellas  artes  en  la  Península  ibérica  durante  el  Imj)e- 
rio  visigodo,  hubiésemos  contribuido  á  determinar  sus  verdaderas  fuentes  y  á  fijar 
sus  propios  y  genuinos  caracteres,  desvaneciendo  con  las  altas  enseñanzas  de  la  his- 
toria los  errores  engendrados  por  su  olvido  o  su  desconocimiento,  y  manteniendo  en 
consecuencia  á  la  nación  española  en  la  posesión  de  la  gloria,  de  que  sólo  á  la 
sombra  del  error  sería  posible  despojarla. 


21 


APÉNDICES. 


Ministerio  de  fomento. — instrucción  pública.  —  Negociado  \.° — Para  complemento  de  una 
información  judicial  sobre  el  hallazgo  de  antigüedades  en  el  término  de  la  villa  de  Guadamur 
(¡ue  por  el  Juzgado  de  priaiera  instancia  de  esa  ciudad  se  ha  llevado  á  cabo,  en  virtud  de  Real 
orden  fecha  2o  del  mes  anterior,  la  Reina  (Q.  D.  G.)  ha  tenido  á  bien  mandar  disponga  V.  S.  se 
[iracliquen  excavaciones  en  el  terreno  y  en  los  sitios  inmediatos,  donde  dichos  objetos  parecieron, 
con  el  fin  de  investigar  si  fué  este  en  lo  antiguo  sagrado  y  eclesiástico.  Las  excavaciones  deberán 
hacerse  á  presencia  de  V.  S.  ó  de  la  persona  que  designe  al  objeto ,  de  dos  individuos  de  la  Real 
Academia  de  la  Historia ,  de  uno  fie  la  Comisión  de  monumentos  de  esa  provincia  y  de  un  Oficial 
auxiliar  del  Ministerio  de  mi  cargo. 

De  Real  orden  lo  digo  á  V.  S.  para  su  inteligencia  y  efectos  consiguientes.  Dios  guarde 
á  V.  S.  muchos  años.  Madrid  9  de  Abril  de  1839.=Corvera.=Sr.  Gobernador  de  la  provincia 
de  Toledo. 


lí. 


Excrao.  Sr.:  Hasta  el  dia  de  hoy,  en  que  los  trabajos  de  excavaciones  practicados  en  las  Huer- 
tas y  Fuente  de  Guarrazar  ofrecen  ya  algnn  resultado,  respecto  de  los  extremos  que  abraza  la  Real 
orden  de  !)  del  corriente,  no  ha  juzgado  esta  Comisión  conveniente  poner  en  el  superior  conoci- 
miento de  V.  E.  el  procedimiento  empleado  en  dichos  trabajos. 

Teniendo  en  cuenta  las  lineas  que  ofrecían  los  muros  existentes  al  extremo  del  Mediodía  de  las 
referidas  Huertas  y  Fuente,  y  los  frogones  y  sillares  que  se  descubrían  en  los  lados  de  Oriente  y 
Norte,  acordó  la  Comisión  establecer  las  principales  zanjas  de  investigación  en  el  terreno  de  pro- 
pios, contiguo  li  la  fuente,  que  proinelia  por  lodos  los  signos  exteriores  formar  el  cuerpo  de  la 
iglesia  ó  templo  allí  existente  de  antiguo.  Trazadas  tres  lineas,  que  partían  del  centro  á  las  exlre. 
midades  superiores,  empezóse  alli  la  excavación  con  los  medios  que  el  Ayuntamiento  de  Guadamur 
se  sirvió  prestar  á  la  Comisión,  mientras  esta  obtenía  del  Sr.  Gobernador  de  la  |)ro\incia  los  uliles 
necesarios  para  dar  mayor  ensanche  á  los  trabajos.  Cuatro  de  los  ocho  confinados ,  destinados  á 
este  servicio,  se  emplearon  desde  luego  en  la  extracción  de  las  piedras  sueltas,  que  llenaban  la 
parte  anteriormente  excavada  en  las  Hnerlas,  habiendo  creído  la  Comisión  oportuno  estimular  e| 
celo  de  todos,  con  los  premios  que  desde  luego  estableció  cu  la  forma  que  juzgó  más  conve- 
niente. 


164  MEMORIAS    DE    \.\    nEAI,   ACADEMIA    DE   SAN    FEllNANDO. 

Removidas  algunas  piedras ,  se  halló  en  el  sitio  que  designó  Francisco  Morales  como  lugar  en 
que  existían  las  coronas  históricas  y  demás  objetos  antiguos ,  una  tachuela  de  oro ,  igual  en  todo  á 
las  que  el  Morales  presento  á  V.  E.  el  dia  10 ,  y  asimismo  un  fragmento  de  mármol  gris,  del  lla- 
mado de  San  Pablo ,  tallado  y  exornado  de  molduras ,  en  forma  circular ,  lo  cual  fué  causa  de  que 
se  redoblara  el  esmero  y  diligencia  en  la  exploración  comenzada.  La  tachuela  estaba,  sin  embar- 
go, sobre  una  de  las  piedras  que  cubrían  los  sepulcros,  y  esto  hizo  sospechar  que  habria  podido 
ser  arrojada  de  propósito  y  con  un  fin  determinado.  Al  extraerse  las  piedras,  se  sacaron  ya  varios 
restos  de  esqueletos  y  entre  ellos  un  maxilar  superior ,  unos  parietales ,  un  fémur  &c. 

La  excavación  se  hacia  entretanto  con  actividad  en  el  prado  inmediato  á  la  fuente ;  y  dispues- 
tas las  tareas  en  tal  manera  que  se  fuese  levantando  el  terreno  por  capas  de  cuatro  á  seis  pulgadas 
de  espesor,  para  no  destruir  objeto  alguno  y  conservar  intacto  todo  pavimento,  si  existia,  bien 
pronto  se  dio  on  la  parte  central  con  la  piedra  viva,  que  consistía  en  una  capa  de  granito,  descom- 
puesto en  gran  parte  por  la  humedad ,  lo  cual  hizo  que  se  dirigiera  todo  el  cuidado  de  la  Comisión 
al  extremo  oriental,  en  la  bifulcacion  oblicua  que  se  habia  establecido,  por  si  alli  existia  alguna  fá- 
brica ó  primitiva  cripla. 

Obtenidos  los  útiles  que  se  pidieron  al  &•.  Gobernador,  se  formó  el  11  un  lavadero  junto  á  la 
fuente  de  Guarrazar ,  disponiéndose  que  todas  las  arenas  arrastradas  por  los  aluviones  y  la  tierra 
movediza  de  la  primera  excavación  fuesen  cuidadosamente  acribadas  y  pasadas  por  el  lavadero,  que 
por  tener  agua  corriente  debia  producir  el  mejor  resultado ,  á  existir  monedas  li  otros  objetos  artis- 
tico-históricos,  capaces  de  ilustrar  los  descubrimientos  en  el  concepto  que  la  Real  orden  del  9  pre- 
viene. Sólo  se  encontraron  un  pequeño  zafiro  de  color  muy  bajo  y  semejante  á  los  que  presentó 
á  V.  E.  el  mencionado  Morales,  y  dos  fragmentos  de  perla  y  de  esmeralda,  pertenecientes  .sin 
duda  á  las  coronas  anteriormente  descubiertas. 

Entretanto  se  tiraron  nuevas  lineas  de  gxcavacion  para  descubrir  en  Inda  su  longitud  el  muro 
del  Mediodía;  y  mientras  se  adelantaban  una  y  otra  tarea,  se  efectuó  un  detenido  reconocimiento 
sobre  las  alturas  inmediatas  del  lado  del  Norte ,  recogiéndose  varios  trozos  de  mármol  blanco  y  de 
color  con  entalles  y  labores ,  asi  como  otros  fragmentos  de  piedra  de  la  llamada  franca ,  con  diver- 
sos ornatos.  Los  trozos  de  mármol  son  en  concepto  de  la  Comisión,  de  antigüedad  mayor  que  los 
fragmentos  referidos  y  más  importantes  en  consecuencia. 

La  crudeza  del  dia  hizo  levantar  los  trabajos  antes  de  la  hora  prefijada,  no  sin  que  la  Comisión 
acordase  los  que  debían  empezarse  al  siguiente,  ya  en  las  Huertas  de  Guarrazar,  propiedad  de 
Francisco  Morales. 

La  comunicación  ,  que  va  por  seperado,  informará  á  V  E.  de  las  causas  que  impidieron  á  la 
Comisión  el  dia  13  bajar  al  sitio  de  las  excavaciones,  que  dirigidas  á  dichas  Huertas  con  la  orden 
de  no  pasar  de  la  superficie  de  cualquier  pavimento  que  se  encontrara,  y  siempre  procediendo  por 
capas  horizontales,  contiimaron  en  todo  aquel  dia.  A  la  tarde  presentó  el  capataz  de  los  confinados 
un  pequeño  fragmento,  al  parecer  de  una  estatua  de  mármol,  único  objeto  hallado  dentro  de  las 
indicadas  Huertas. 

A  las  nueve  y  media  de  la  mañana  de  ayer  se  trasladó  la  Comisión  al  sitio  referido  y  encontró 
con  no  poca  satisfacción,  descubierto  un  pavimento  de  grandes  losas  de  granito  y  otras  formacio- 
nes ,  el  cual  proseguía  en  el  mismo  sentido  de  las  sepultaras  excavadas  por  los  primeros  descubrido- 
res y  por  la  Comisión  de  Monumentos  de  la  provincia.  El  examen  de  este  pavimento,  que  ofrecia 
de  cinco  á  seis  metros  de  largo  por  cinco  de  ancho ,  dando  á  entender  que  habia  sido  destruido  por 
la  parte  del  Norte  en  diversa  época,  hizo  á  la  Comisión  modificar  su  dictamen  en  orden  á  la  posi- 
ción del  edificio  allí  existente;  y  en  tanto  que  á  presencia  del  Alcalde  y  del  Teniente  se  hacia  un 
reconocimiento  para  determinar  si  habia  nuevas  sepulturas,  se  establecían  otras  líneas  de  explora- 
ción en  la  parle  más  oriental  de  las  citadas  Huertas,  á  fin  de  descubrir  el  limite  de  aquella  fábrica. 
El  reconocimiento  mostró  una  sepultura  regular ,  construida  de  manipostería  y  ladrillo  con  el  espe- 
sor de  33  centímetros ,  en  la  cual  se  conservaba  un  esqueleto  con  el  rostro  al  Oriente  y  los  brazos 


MEMORIAS    DE    L.V    REAL    ACADEMIA    DE   SAN    FKHNANDO.  1 6o 

lateralmente  colocados:  se  descompuso  del  todo  al  sacarlo,  si  bien  los  húmeros  y  léimires  se  extra- 
jeron casi  enteros,  disponiéndola  Comisión  recogerlos  cuidadosamente,  á  fin  de  entregarlos  al  se- 
ñor Cura  de  Guadamur  para  darles  nueva  sepultura.  La  exploración  ofreció  en  breve ,  en  lo  que 
la  Comisión  juzgó  parte  angular  del  edificio,  un  machón  compuesto  de  sillares  y  como  de  metro 
y  medio  en  cuadro  y  en  la  linea  oriental  claros  vestigios  de  cimientos  que  se  unian  á  otro  machón, 
del  cual  sólo  se  veia  ya  un  sillar,  aunque  muy  notable,  porque  de  él  parecía  partir  otra  linea  á 
cerrar  en  el  costado  del  Norte  toda  aquella  fábrica.  En  esta  zanja  se  encontró  un  fragmento  de  fri- 
so de  piedra  franca,  semejante  á  otro  hallado  en  la  lateral. 

En  tal  estado  quedaron,  Excmo.  Sr.,  los  trabajos  ya  casi  entrada  la  noche:  la  Comisión  dio 
las  órdenes  oportunas  para  que  se  siguieran  en  el  mismo  sentido;  y  hoy,  luego  que  haya  despa- 
chado el  correo  bajará  á  inspeccionar  las  obras ,  procurando  rectificar  todas  las  medidas  y  aun  tra- 
zar con  toda  exactitud  el  plano  del  edificio.  Terminará  manifestando  á  V.  E.  que  ha  recibido  toda 
muestra  de  respeto  y  consideración  por  parte  del  Ayuntamiento  de  Guadamur  (y  principalmente  las 
está  recibiendo  de  sus  Alcaldes)  é  indicando  al  propio  tiempo  que  no  se  han  presentado  hasta  aho- 
ra el  individuo  de  la  Comisión  de  Monumentos  de  la  provincia,  ni  el  delegado  del  Sr.  Gobernador, 
de  que  habla  la  Real  orden  del  9. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  Guadamur  la  de  Abril  de  1850.=Excmo.  Señor. =:José 
.\mador  de  los  Rios.=Emilio  Lafuente  Alcántara.=Excmo.  Sr.  Ministro  de  Fomento. 


[[[. 


Excmo.  Sr.:  Como  tuvo  esta  Comisión  la  honra  de  poner  en  el  superior  conocimiento  de  V.  E. 
con  fecha  de  anteayer,  se  han  proseguido  los  trabajos  de  excavación  en  la  parte  oriental  durante 
todo  el  dia  de  ayer  y  de  hoy,  ocupándose  en  rectificar  con  el  mayor  cuidado  todas  las  medidas  de 
lo  descubierto  en  los  dias  anteriores ,  y  disponiendo  levantar  las  losas  de  los  sepulcros,  que  forma- 
ban el  pavimento  en  la  parte  central  de  la  excavación ,  por  si  contenia  alguna  de  ellas  inscripción 
li  otro  vestigio  cuyo  examen  pudiera  ser  conveniente. 

Ningún  indicio  histórico  se  halló  en  dichas  sepultaras,  fuera  del  convencimiento  de  que  en  todas 
existían  esqueletos  en  la  misma  forma  que  el  extraído  anteriormente,  y  de  que  no  todas  las  lapas 
se  componían  de  tres  piedras,  habiendo  algunas  que  cerraban  del  lodo  los  sepulcros  con  una  sola 
losa,  según  se  muestra  por  el  diseño  adjunto. 

La  excavación  producía  cnlrc  tanto  notables  resultados.  Frente  al  machón  descubierto  prime- 
ramente se  hallaron  en  breve  otros  .sillares  que  describían  más  al  Oriente  el  ángulo  de  una  fábri- 
ca, cernindola  del  todo;  y  esta  consideración  produjo  desde  luego  el  convencimiento  dequedehian 
establecer.se  dos  lineas  de  exploración,  dirigidas  una  al  Occidente  y  otra  al  Norte,  á  fin  de  recono- 
cer lo  que,  en  concepto  de  la  Comisión,  era  indudablemente  planta  del  edificio.  Tiradas  las  cuerdas  y 
abierta  la  zanja  de  Occidente  en  la  extensión  de  tres  metros,  apareció  otro  ángulo,  (fue  desenvuel- 
to en  su  totalidad,  mostró  con  entera  evidencia  que  en  aquella  parte  doblaba  el  muro,  tomamlo  la 
dirección  del  Norte. 

En  este  sentido  se  prosiguió  desde  luego  la  excavación ,  continuando  por  uno  y  otro  lado  la 
traza  de  dicho  muro,  que  á  la  distancia  de  3,71  ofreció  un  nuevo  ángulo  con  dirección  á  la  par- 
te interior  del  edificio.  En  este  ángulo  existia  aun  el  pavimento  primitivo  compuesto  de  grandes  lo- 
sas de  arcilla,  las  cuales  no  pudieron  medirse,  pues  que  deshechas  por  la  humedad,  .se  descompu- 
sieron enteramente  al  extraerlas. 


100  MEMORIAS   DE   LA    REAL    ACADEMIA    DE    SAN    FERNANDO. 

El  reconocimiento  de  esta  nueva  fábrica  movió  á  la  Comisión  á  juzgar  que  pudiese  existir  en  la 
parte  opuesta,  (|ue  es  la  oriental,  alü;nn  pequeño  nkiile;  y  con  el  deseo  de  esclarecer  este  punto, 
importantisinio  para  la  investigación  arqueológica ,  se  trazó  convenientemente  el  semicírculo  que 
(lebia  aquel  describir,  si  en  realidad  existia.  A  la  distancia  de  0,82  descubrióse,  en  efecto,  un  si- 
llar de  0,í-i  por  0,íO,  que  se  entraba  en  la  linea  general  con  todo  su  grueso,  y  que  respondía 
exactamente  al  otro  descubierto  y  levantado  en  él  costado  del  Norte ,  al  verilicar  los  anteriores  es- 
tudios. La  exploración  del  semicírculo  dio  el  resultado  de  un  cimiento,  que  al  parecer  arrancaba  en 
el  ángulo  formado  por  el  muro  y  el  sillar  referido ;  pero  no  presentando  con  fijeza  la  linea  que  se 
i)uscaba ,  ya  por  la  excesiva  pendiente  del  terreno ,  ya  por  la  misma  naturaleza  de  la  construcción 
eu  aquel  sitio,  y  perdiéndose  del  todo  como  á  la  distancia  de  un  metro,  se  desistió  de  aquel  traba- 
jo, no  sin  haberse  extraído,  fuera  ya  del  trazado  del  semicírculo,  uno  de  los  fragmentos  de  m:ír- 
mol  tallado  más  notables  que  en  toda  la  excavación  lian  aparecido. 

Oucdaha,  pues,  en  claro  todo  lo  que  existía  de  la  planta  del  edificio,  teniendo  la  Comisión  la 
poco  grata  seguridad  de  que  nada  más  podía  descubrirse  hacia  la  parte  del  Norte ,  atendido  el  ya 
indicado  desnivel  del  terreno,  descarnado  á  la  vez  por  las  corrientes  de  las  aguas  y  por  el  laboreo  i 
de  aquellas  tierras  que  ,  segim  declaración  del  Alcalde  y  vecinos  de  Guadamur ,  han  arrojado  con  * 
frecuencia  multitud  de  sillares.  El  resultado  qne  ofrece  es  en  el  lado  del  Mediodía  un  muro  de  8,8") 
de  largo  con  el  grueso  de  0,72  y  un  claro  en  el  centro  de  1,91 ;  en  el  de  Oriente  un  muro  de 
1,92  y  en  el  de  Occidente  otro  de  i, 63  siendo  imposible  señalar  la  parte  del  Norte  por  las  razo- 
nes que  la  Comisión  deja  indicadas,  si  bien  no  olvidará  que  en  este  lado  se  hallan  ,  aunque  fuera 
de  su  sitio,  algunos  sillares.  Los  adjuntos  apuntes  informarán  á  V  E.  con  mayor  claridad  de  cuan- 
to va  expuesto,  en  orden  á  este  interesante  punto,  asi  como  también  al  resto  de  las  excavaciones. 

Difícil  es  resolver,  con  la  seguridad  que  la  Comisión  descara,  todas  las  cuestiones  arqueológico- 
uionumentales  á  que  da  lugar  el  descubrimiento  indicado:  faltan  dalos  preciosos  y  de  todo  punto 
indispensables  para  proceder  con  el  debido  acierto ,  cuando  lo  existente  de  la  mencionada  planta 
es,  como  verá  V.  E. ,  una  parte,  y  no  la  mayor  de  la  que  debia  ofrecer  todo  el  edificio.  Tenien- 
do ,  sin  embargo ,  presente  cuanto  enseña  el  examen  de  los  monumentos  religiosos  de  aquella 
edad;  alendiendo  á  la  orientación  de  todo  lo  descubierto,  y  á  la  correspondencia  que  guarda 
con  la  situación  de  los  sepulcros ;  considerando ,  por  último ,  el  estado  en  que  aparecen  los  esque- 
letos que  se  han  extraído,  no  está  la  Comisión  muy  lejos  de  creer  que  tuvo  el  tenqjlo,  de  que  se 
trata ,  el  áimde  ó  cabeza  ¡kdmlo)  en  la  parte  oriental,  y  la  imafronte  ó  los  pies  en  la  de  Occidente. 

Sea  como  quiera ,  parécete  oportuno  llamar  la  atención  de  V.  E.  muy  particularmente  respec- 
to de  los  numerosos  fragmentos  encontrados  en  las  distintas  líneas  de  excavación  ,  y  en  especial 
en  las  que  se  refieren  al  mencionado  edificio.  Todos  prueban  de  un  modo  incuestionable  que  el 
templo  allí  construido  en  lo  antiguo,  aunque  reducido  en  sus  proporciones,  lo  cual  es  una  de  las 
más  inequívocas  señales  de  su  antigüedad ,  se  hallaba  en  extremo  enriquecido  por  el  arte  ,  y  en- 
cerraba diversas  construcciones  de  variados  mármoles  y  piedras:  interés  que  se  aumenta,  al  exa. 
minar  algunos  fragmentos  que  denotan  corresponder  á  objetos  más  delicados,  los  cuales  se  compo- 
nían de  fino  mármol  de  Carrara.  De  esta  clase  es  el  pequeño  trozo  que  d  .luez  de  Toledo ,  don 
Fernando  de  la  Cuadra  ,  acompañó  á  la  información  judicial. 

El  estudio  de  los  objetos  n^fcrídos  será  indudablemente  de  no  escaso  provecho  y  luz  para  los 
.irqueólogos,  porque  ha  de  contribuir  con  mucha  eficacia  á  ilustrar  una  de  las  épocas  menos  cono- 
cidas en  la  historia  de  las  artes  españolas. 

Digno  es  en  \erdad  de  repararse ,  como  indicó  ya  la  Comisión  cibcl  j)artc  elevado  á  V.  E.  con 
feclia  del  15,  que  entre  los  fragmentos  de  frisos  y  capiteles  de  mármol  y  los  de  piedra  franca  se  ad- 
vierte alguna  diferencia  respecto  de  su  antigüedad  y  del  estado  recíproco  del  arte  arquitectónico.  Pue. 
íle  tal  vez  ])roven¡r  esta  diferencia  de  la  distinta  naturaleza  de  los  materiales,  si  bien  trasciende  algún 
tanto  á  la  composición ,  lo  cual  revela  ya  diversos  autores ;  mas  á  pesar  de  dicha  desemejanza ,  se 
atreve  á  consignar  la  Comisión,  sin  el  temor  de  ser  desmentida ,  (lue  unos  y  otros  fragmentos  cor- 


MEMORIAS   DE    LA    REAL   ACADEML\    DE   SAN   FERNANDO.  Mil 

responden  á  la  edad  visigoda,  dándonos  á  conocer  el  comercio  (lue  sostuvo  Espaíia  durante  aqueilii 
dominación  con  el  Imperio  bizantino ,  que  señoreó  las  más  bellas  provincias  de  la  I'euinsula  en  las 
costas  orientales  y  meridionales  hasta  los  reinados  de  Sisebuto  y  de  Suinlhila.  La  Comisión  no  \i¡- 
cila  en  afirmar  (pie  el  examen  de  estos  preciosos  fragmentos,  que  se  hermanan  grandemente  con  les 
que  de  igual  época  existen  en  Toledo ,  ha  de  contribuir  á  labrar  en  el  ánimo  de  los  arqueólogos 
el  convencimiento  de  que  antes  de  la  invasión  sarracena  se  habia  insinuado  en  el  suelo  español  !a 
influencia  de  las  artes  bizantinas,  refrescando  en  cierto  sentido  la  tradición  romana,  como  sucede 
también  respecto  de  las  letras. 

Los  objetos  á  que  la  Comisión  se  refiere,  son : 

1.°    ün  gran  fragmento  de  jamba  de  puerta,  do  mármol  blanco,  bien  conservado. 

2."     Otro  id.  de  mármol  gris,  del  llamado  de  San  Pablo. 

'■)."     Otro  id.  de  un  arco  de  pequeñas  dimensiones,  del  mismo  mármol. 

4."    Un  trozo  de  losa,  del  mismo  mármol. 

")."    Un  gran  fragmento  de  friso,  de  piedra  franca. 

().°     Otro  id.  id.  más  pequeño. 

7."     Otro  id.  id. 

S.°    Otro  id.  id. 

9."     Otro  id.  como  de  un  capitel. 

10.  Otro  id.  de  un  capitel. 

11.  Otro  id.  de  un  friso  doble ,  partido  por  un  baquetón. 

12.  Otro  id.  de  un  capitel. 

13.  Otro  id.  id. 

lí.  Otro  id.  de  ornato  sobrepuesto ,  de  mármol. 

lo.  Otro  fragmento  de  friso. 

16.  Un  trozo  de  losa  de  mármol  (al  parecer  de  Macad). 

17.  Una  teja  de  arcilla  cocida,  algo  fracturada. 

18.  Un  trozo  de  mortero. 

A  estos  objetos  debe  añadir  la  ('omisión  una  pesa  de' arcilla  cocida,  (jue  es  de  suma  importan- 
cia como  objeto  arqueológico,  y  un  fémur  del  esqueleto  extraído  de  su  orden  para  confirmar  la 
existencia  del  cementerio.  En  poder  delSr.  Guerra,  individuo  de  esta  Comisión,  existen  asimismo 
dos  fragmentos  de  capiteles  de  uiármol,  hallados  sobre  el  terreno  en  el  primer  reconocimiento  que 
el  dia  10  se  hizo,  al  cual  se  sirvió  asistir  V.  E. 

Descubierta  la  planta  del  edificio,  recogidos  los  objetos  arlislico-arqueológico  ya  indicados,  no 
quiso  la  Comisión  dejar  de  adquirir  la  certeza  de  la  extensión  total  del  cementerio,  que  se  mostra- 
ba en  cierto  modo  independiente  de  su  capilla  ó  iglesia,  y  [lara  lograrlo  dispuso  dos  lineas  de  ex- 
ploración á  uno  y  otro  lado  de  la  linde  de  las  tierras  de  |)i-opios  y  las  Huertas  de  (iuarrazar.  El 
cementerio  se  prolongaba  en  efecto  basta  el  nnno  {\[\c,  parece  describir  la  linde ;  pero  sin  pasar  al 
prado  contiguo,  donde  por  varias  ¡¡artes  se  habia  tropezado  con  la  piedra  viva. 

Quedaba  sólo  determinar  la  extensión  del  uniro  que  formaba  el  recinto  de  dicho  (■euienterio  y 
que,  terminado  este,  servia  en  concepto  de  la  Comisión,  para  contener  el  terreno,  defendiéndolo 
de  las  inundaciones.  A  este  punto  se  dirigió,  pues,  la  excavación,  encontrándose  á  los  32  metros 
de  longitud  dtro  muro  que  partía  de  .Mediodía  á  Norte ,  poniendo  fin  á  toda  aquella  construcción 
de  opus  incertum,  (¡ue  es,  en  sentir  de  la  Comisión,  posterior  á  la  del  templo.  El  declive  no  con- 
sintió tampoco  en  este  lado  seguir  excavando,  ¡¡erdiéndose  muy  luego  la  fábrica  descubierta. 

La  Comisión  acordó,  finalmente,  hacer  nuevos  reconocimientos  á  uno  y  otro  lado  de  la  Fnentc 
y  Huertas  de  Guarrdzar.  En  las  alturas  de  la  derecha  mandó  levantar  un  sillar  graride,  que  pare- 
cía haber  contenido  una  cruz,  clavada  en  una  caja  cuadrangular  que  la  perforaba  en  el  centro; 
pero  ningún  cimiento  se  halló  alrededor,  ni  en  todo  el  cerro.  Lo  mismo  sucedió  en  el  de  la  izquier- 
da, en  dirección  al  castillo  denominado  de  Cervatos;  dándose,  en  consecuencia,  por  terminada  la 


t(J8  MEMORIAS   DE    LA   BEAL   ACADEMIA   DE   SAN   FERNANDO. 

exploración,  á  que  asistieron  los  confinados  armados  de  azadas  y  barrones,  para  atender  á  lo  que 
íuera  necesario. 

Tal  es,  Exorno.  Sr. ,  el  resultado  que  hasta  ahora  van  ofreciendo  las  excavaciones  que  la  Real 
ijrden  de  9  del  actual  encomendó  á  la  Comisión  (|ue  inforuia.  De  ellas,  y  de  las  frecuentes  inves- 
lijíaciones  hechas  sobre  el  arca  del  templo  y  cementerio,  ha  sacado  el  firme  convencimiento  de 
(|ue  el  depósito  de  los  objetos  artísticos  y  coronas  de  oro  y  pedrería,  llevadas  al  extranjero,  existió 
real  y  positivamente  en  el  ánü,ulo  Sudoeste  del  cementerio,  donde  la  Comisión  provincial  de  Mo- 
numentos halló,  en  27  de  Febrero  próximo  pasado,  dos  cajas  de  fábrica,  de  que  todavía  encontró 
notables  vestigios  (de  la  más  importante)  la  Investigadora  de  la  Real  Academia  de  la  Historia  en 
su  primera  visita.  Muy  de  notar,  es  sin  duda,  que,  aun  vedadas  las  excavaciones  de  Real  orden  y 
custodiado  aquel  sitio  por  la  Cuardia  civil,  se  ha  puesto  tal  empeño  en  la  destrucción  de  dichas 
cajas,  que  sólo  á  larga  distancia  se  encuentran  ya  algunos  pequeños  fragmentos  de  la  argama.sa 
que  las  componía,  cuyo  espesor  era  de  0,13.  La  Comisión  debe  añadir  que  todos  los  transeúntes  y 
vecinos  de  Guadamur,  que  se  han  acercado  á  los  trabajos,  designaban  unánimemente  aquel  sitio 
como  depósito  de  lo  que  ellos  denominan  Tcsoi'o. 

No  terminará  este  informe  sin  poner  en  conocimiento  de  V.  E.  que  no  se  ha  presentado  á  esta 
Comisión  el  individuo  de  la  provincial  de  Monumentos,  de  que  habla  la  Real  orden  del  9,  á  pesar 
de  haber  pasado  á  su  Presidente  oficio  con  este  propósito.  Todo  el  día  de  ayer  ha  esperado  la  Co- 
misión en  vano  su  llegada. 

En  vista  de  todo ,  y  no  contando  con  útiles  é  instrumentos  necesarios  para  trazar  las  curvas 
de  nivel ,  que  determinen  con  exactitud  el  excesivo  declive  del  terreno  en  que  existió  el  edificio  de 
qae  va  hecho  mérito,  cree  muy  conveniente  que  se  sirva  V.  E.  nombrar  uno  de  los  profesores  de 
la  Escuela  especial  de  Arquitectura ,  á  fin  de  que  pasando  á  las  Huertas  y  Fuente  de  Guarrazar, 
practique  dicha  operación  con  el  mayor  esmero,  y  reconocida  la  planta  del  expresado  edificio,  ex- 
ponga su  dictamen  respecto  de  su  orientación,  uso  y  demás  puntos  ya  indicados,  para  lo  cual  no 
ha  querido  la  Comisión  que  se  profundicen  en  ciertos  puntos  las  zanjas  exploratorias,  reservándo- 
se, luego  que  por  dicho  profesor  se  fijen  los  referidos  datos,  y  con  acuerdo  del  mismo,  ampliar  la 
excavación  en  la  parte  más  oriental  del  muro  del  Mediodía ,  donde  hay  indicios  de  que  prosigue  la 
fábrica. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  Guadamur  17  de  Abril  de  18.')9.=Excmo.  Sr.=José  Ama- 
dor de  los  Rios.:=Emilio  Lafuente  Alcántara. 


IV. 


Excmo.  Sr. :  En  cumplimiento  de  la  orden  verbal  de  V.  E. ,  relativa  á  cuanto  esta  Comisión 
tuvo  la  honra  de  proponer  en  17  del  corriente,  pasó  de  nuevo  á  Toledo,  acompañada  del  profesor 
de  la  escuela  de  j\rquitectura ,  D.  Jerónimo  de  la  Gándara ,  del  Académico  de  San  Fernando, 
electo  de  la  Historia,  D.  Pedro  de  Madrazo,  y  del  Oficial  de  ese  Ministerio,  D.  Teodoro  Ponte  de 
la  Hoz,  que  invitado  al  efecto  y  llevado  de  su  amor  á  las  artes,  se  incorporó  á  la  Comisión  desde 
su  salida  de  la  corte,  sintiendo  los  que  suscriben  que  no  lo  hiciera  D.  Aureliano  Fernandez  Guer- 
ra ,  por  impedirlo  sus  ocupaciones  oficiales. 

De  acuerdo  con  el  Gobernador  de  la  provincia ,  que  según  la  orden  de  V.  E.,  comunicada  por 
el  telégrafo,  tenia  ya  dispuesto  el  carruaje  para  Guadamur,  se  dirigió  la  Comisión  á  esta  villa  á 
las  ocho  de  la  mañana  del  2o,  no  sin  que  juzgase  conveniente  pasar  recado  de  atención,  por  si  se 
servia  acompañarla,  al  individuo  de  la  de  Monumentos,  que  manifestó  el  Gobernador  haber  sido 
designado  para  los  fines  de  la  Real  orden  del  1).  A  las  diez  y  media  llegó  la  Comisión  á  las  Huer- 


MEMORIAS   DE    LA   REAL   ACADEMLV    DE   SAN    FERNANDO.  169 

tas  y  fuente  de  Guarrazar ,  y  pocos  minutos  después  se  presentaron  en  el  mismo  sitio  el  Alcalde  y 
Teniente  Alcalde  de  aquel  pueblo ,  con  otros  miembros  del  Ayuntamiento  y  cuatro  trabajadores, 
conforme  al  aviso  oficial  que  al  propósito  habia  dicha  Autoridad  local  recibido. 

Empezáronse  acto  continuo  los  trabajos  facultativos  encomendados  al  profesor  D.  Gerónimo 
de  la  Gándara ,  y  trazadas  las  curvas  de  nivel ,  asi  respecto  de  la  planta  del  edificio  descubierto 
como  del  cementerio  adjunto,  procedióse  á  lijar  la  orientación  por  medio  de  la  aguja  magnética 
obteniéndose  casi  absolutamente  el  resultado  que  señaló  ya  la  Comisión  en  sus  anteriores  comu- 
nicaciones. 

Determinado  este  punto ,  de  no  escaso  interés  para  las  disquisiciones  arqueológicas  á  que  ha 
de  dar  lugar  el  descubrimiento,  confrontáronse  con  el  mayor  esmero  todas  las  medidas;  y  hechas 
nuevas  catas  en  la  parte  del  Norte  y  del  Oriente  para  reconocer  la  extensión  del  muro ,  que  aun 
se  conserva  en  uno  y  otro  sentido ,  se  halló  plenamente  comprobado  cuanto  esta  Comisión  tuvo  la 
honra  de  observar  respecto  de  este  punto  en  su  oficio  del  17.  En  la  primera  dirección  desaparecía 
muy  luego  todo  vestigio  de  cimiento ,  efecto  del  excesivo  declive  producido  por  las  lluvias  y  por  el 
laboreo  de  las  tierras:  en  la  segunda  se  tropezaba  á  menos  de  un  metro  con  la  piedra  viva,  lo  cual 
mostraba  que  no  habia  podido  proseguirse  por  allí  la  fábrica ,  objeto  del  reconocimiento. 

Quedaba  por  examinar  el  muro  del  Mediodía,  en  cuya  parte  central  resultaba  un  espacio  de 
1,195,  notándose  á  sus  lados  algunos  indicios  de  fábrica,  conforme  la  Comisión  habia  ya  indicado 
á  V.  E.  Hechas  las  convenientes  acotaciones  por  el  profesor  mencionado,  y  conviniendo  este  en  la 
necesidad  de  profundizar  la  excavación  en  el  espacio  que  aparecía  como  puerta,  dispúsose  esta  ope- 
ración, y  llevóse  á  cabo  con  el  mayor  cuidado,  descubriéndose  del  todo  los  muros  compuestos  de 
sillares ,  que  formaban  en  efecto  una  puerta  ó  tránsito ,  prolongándose  hacia  el  fondo  hasta  la  pro- 
fundidad de  0,6. 

Al  llegar  á  este  punto  empezó  á  manifestarse  una  losa  ó  batiente  de  mármol  del  llamado  de 
San  Pablo ,  igual  en  todo  al  que  la  Comisión  halló  aplicado  en  otras  construcciones  y  ornatos  ,  de 
que  tiene  ya  conocimiento  V.  E.  Presentaba  esta  losa  en  sus  extremos  anteriores  dos  cajas  cuadran- 
glares, en  las  cuales  pudo  muy  bien  fijarse  la  reja  de  hierro,  á  el  cerco  de  madera,  en  que  se 
sujetaba  acaso  la  puerta,  que  servia  de  cerramiento,  aunque  por  ofrecer  también  dicho  batiente 
próximo  á  sus  extremos  laterales  dos  canales  en  ángulo  recto ,  que  tendrían  tal  vez  objeto  análo- 
go, seria  hoy  muy  aventurado  determinar  el  uso  á  que  unas  y  otras  relativamente  se  destinaron. 
De  toda  esta  interesante  construcción  podrá  V.  E.  formar  entero  concepto  por  el  detalle ,  que  á  la 
planta  del  edificio  y  corte  trasversal  del  terreno  acompaña;  ad virtiendo  que  las  dimensiones  del  ex- 
presado batiente  son  1,195  de  longitud  por  170  milímetros  de  latitud  y  que  difieren  algún  tanto 
las  de  las  cajas  y  canales  referidos,  pues  que  las  del  lado  oriental  presentan  125 — 20,  60 — 55 
mientras  que  las  del  occideníal  suben  á  150 — 40,  61 — 55,  no  resultando  tampoco  iguales  los  es- 
pacios que  las  citadas  canales  describen. 

A  9  centímetros  de  la  superficie  de  este  batiente  y  en  el  interior  de  la  parte  ya  conocida  del 
edificio,  mostráronse  al  mismo  tienqio  claros  vestigios  del  pavimento,  en  la  forma  ([ue  hablan  apa- 
recido en  el  ángulo  occidental ,  según  la  Comisión  hizo  ya  presente  á  V.  E.  La  humedad  habia 
causado  en  este  sitio  menor  estrago ;  pero  tenida  en  cuenta  la  experiencia  anterior ,  se  procedió  al 
examen  de  las  baldosas  de  arcilla  cocida,  allí  existentes,  con  tal  esmero  que  se  logró  al  cabo  to- 
mar sus  dimensiones ,  las  cuales  se  reduelan  á  22  por  38  centímetros  y  5  de  espesor.  El  pavimento 
no  pasaba  de  parte  de  la  tercera  hilada,  continuando  después  la  tierra  natural  sin  interrupción 
basta  el  fondo  de  la  roca ,  que  constituye  el  cimiento  general  del  ediíicio. 

Persuadida  hasta  la  evidencia  de  que  el  espacio  resultante  en  el  muro  era  una  puerta ,  ya  por 
demostrarlo  así  el  expresado  batiente,  ya  por  indicarlo  con  toda  claridad  los  paramentos  labrados 
de  los  sillares  que  la  formaban ,  juzgó  la  Comisión  muy  conveniente,  de  acuerdo  con  el  profesor 
Gándara ,  proseguir  en  aquel  punto  la  excavación ,  á  lo  cual  la  animaba  no  sólo  el  haber  notado 
en  la  misma  dirección  vestigios  de  un  muro ,  como  va  indicado  arriba ,  sino  también  el  descubrirse, 

22 


no  MEMOniAS    DE   LA    RISAL   ACADEMIA    DE   SAN    FEnNANDO. 

al  Mediodía  de  la  ya  descrita  losa  de  mármol,  inequívocas  señales  de  un  pavimento  de  hormigón 
romano ,  el  cual  exredia  del  ancho  de  la  mencionada  puerta.  En  este  momento ,  por  instancia  del 
Sr.  D.  Pedro  de  Madrazo  que  habia  manifestado  vehementes  deseos  de  reconocer  la  altura  de  la 
derecha  de  las  Huertas  de  Guarrazar ,  se  dirigieron  á  la  misma  el  expresado  D.  Pedro ,  D.  Teodo- 
ro Ponte  de  la  Hoz ,  el  Alcalde  y  Teniente  alcalde  de  Guadaraur  con  otros  señores ,  habiendo  en- 
contrado en  el  tránsito  el  Sr.  Ponte  el  fragmento  de  voluta  de  mármol  blanco ,  que  es  adjunto. 

Siguióse  entre  tanto  la  exploración  comenzada,  ocupándose  en  semejante  trabajo  todos  los 
hombres  de  que  la  comisión  podia  disponer;  y  no  sin  fatiga,  por  lo  recrecido  del  terreno,  se  con- 
siguió dejar  libre  un  considerable  espacio,  fijándose  con  exactitud  dos  muros  laterales,  separado  el 
oriental  1,07  del  vivo  de  los  machones  de  la  puerta,  y  distante  el  occidental  0,4ñ  de  los  mismos, 
ofrecía  el  primero  de  estos  muros  la  longitud  de  2,02 ,  y  prolongábase  el  segundo  en  linea  recta 
hasta  4  metros,  donde  aparecía,  en  ángulo,  si  bien  un  tanto  removido,  un  grueso  sillar,  que  de- 
notaba sin  duda  la  terminación  de  dicho  muro,  pues  que  á  su  lado  vuelve  á  levantarse  la  roca 
viva  enteramente  desnuda  y  lavada  por  un  arroyo  que  tiene  en  ella  su  cauce  natural. 

Era  de  suma  importancia  reconocer  el  pavimento  de  aquella  suerte  de  capilla  que  se  extendía 
de  Oriente  á  Occidente  por  el  espacio  de  2,730,  pareciendo  á  la  Comisión  poco  todo  el  cuidado  que 
al  descombrarla,  se  pusiera.  Creció  este,  y  fué  ya  grande  la  espectativa  al  notar  que  el  hormigón 
romano  pasaba  de  muro  á  muro ,  manifestándose  en  la  parte  central  y  algo  más  baja  una  gran 
losa,  que  pareció  primero  de  mármol  de  San  Pablo,  como  la  del  batiente.  Al  cabo  descubierta  en 
toda  su  extensión,  así  como  el  pavimento  de  aquella  estancia,  fué  ya  posible  reconocer  que  era  de 
pizarra,  teniendo  1,7o  de  longitud  por  0,72  de  ancho,  bien  que  en  el  lado  oriental  mostraba  no 
pequeña  fractura ,  producida  indudablemente  por  el  desplome  de  los  muros ,  cuyos  sillares  habían 
caído  sobre  ella.  En  el  sitio  que  dejaba  al  descubierto  la  indicada  fractura ,  se  advirtió  por  el  in- 
tersticio de  otras  dos  losas  de  granito  colocadas  en  sentido  inverso  ,  un  hueco  cuya  profundidad 
no  era  posible  apreciar  con  la  exactitud  apetecida:  esta  circunstancia,  que  no  pudo  menos  de  lla- 
mar la  atención  de  todos  los  presentes,  vueltos  en  este  momento  de  su  excursión  los  Sres.  Ponte, 
Madrazo  etc.,  dio  motivo  á  varias  hipótesis  sobre  la  construcción  que  podría  existir  debajo. 

Con  el  convencimiento  de  que  era  un  sepulcro,  acordó  la  Comisión  proceder  á  levantar  la  re- 
ferida losa ,  empeño  que  hubiera  sido  muy  difícil  sin  el  accidental  auxilio  de  la  humedad  que  re- 
blandecía el  hormigón  romano ,  bien  que  esta  misma  humedad  era  contraría  á  la  conservación  d(> 
la  pizarra.  Descarnada  en  todo  su  espesor  hasta  encontrar  la  tierra  natural,  dispúsose,  pues,  la 
extracción  de  la  losa ,  operación  que  no  quiso  la  Comisión  confiar  del  todo  á  los  trabajadores ;  y 
mientras,  sacándola  á  fuerza  de  brazos,  tenía  el  disgusto  de  que  se  partiera  por  la  parte  fractura- 
da, lograba  la  satisfacción,  que  se  comunicaba  á  todos  los  circunstantes,  de  que  se  percibiera  en 
ella  una  larga  leyenda  latina  coronada  de  una  cruz ,  que  cerraba  un  circulo  con  varios  ornatos. 

La  Comisión  no  juzga  necesario  manifestar  á  Y.  E.  el  efecto  que  este  descubrimiento  produjo. 
Su  primer  cuidado  fué  reconocer  aquella  inscripción,  para  lo  cual  mandó  trasladar  la  lápida  á  la 
próxima  fuente  de  Guarrazar,  á  fin  de  lavarla  y  facilitar  su  lectura;  pero  no  abandonó  entre 
tanto  el  sepulcro.  Cubierto  este  por  cuatro  losas  de  granito,  como  todas  las  sepulturas  del  próximo 
cementerio,  contenia  en  efecto  un  esqueleto  sobre  un  lecho  de  cal  y  arena,  guardando  la  misma 
orientación  que  determinaba  su  lápida  funeraria,  y  que  era  en  todo  la  que  habían  presentado  los 
esqueletos  anteriormente  extraídos.  Los  brazos  aparecían  laterahnente  colocados  y  vueltas  hacia 
arriba  las  palmas  de  las  manos. 

Hecho  detenidamente  este  reconocimiento  y  extraídos  los  huesos  de  la  sepultura ,  qae  fueron 
encomendados  al  Alcalde,  hasta  la  superior  resolución  de  V.  E.,  tomáronse  todas  las  medidas  de 
aquella ,  advirtiéndose  que  sus  muros  eran  de  manipostería ,  y  que  para  formar  el  asiento  de  las 
piedras  que  la  cerraban,  se  habían  colocado,  en  sentido  inverso,  varias  tejas;  circunstancia  que, 
por  hallarse  estas  en  excelente  estado  de  conservación ,  se  aprovecho  para  fijar  sus  dimensiones, 
lo  cual  no  habia  podido  antes  lograrse  del  todo. 


MEMORIAS  DE  LA  REAL  ACADEMIA  DE  SAN  FERNAflDO.  171 

Mientras  esta  operación  se  llevaba  á  cabo,  lavada  ya  la  precitada  lápida,  se  hablan  leido  per- 
fectamente las  últimas  lineas  y  parte  de  las  primeras,  de  las  cuales  resultaba  una  serie  de  compro- 
baciones históricas,  cuya  importancia  apreciarán  convenientemente  ios  arqueólogos. 

En  los  postreros  renglones  se  leia : 

hic  vite  curso  (sic)  anno  finito 
Crispinus  prsbt  peccator 
in  Xpi  pace  quiesco.  Era  dcc 

XXXI 

Segura  la  Comisión  de  la  trascendencia  de  este  descubrimiento,  y  no  siéndole  ya  posible  apu- 
rar la  lectura  de  la  lápida,  por  lo  avanzado  de  la  tarde,  remitió  aquel  trabajo  para  su  vuelta  á 
esta  capital,  reservándose  consultar  oportunamente  cuantos  datos  y  personas  pudieran  ilustrarla- 
Asi  lo  hizo  oyendo,  entre  otros,  á  los  Sres.  D.  Juan  Eugenio  llartzenbusch  y  D.  Aureliano  Fer- 
nandez Guerra,  conviniendo  con  ellos  en  que  en  el  epigrama  latino  hay  tres  versos  (de  San  Euge- 
nio según  unos,  ó  de  su  disci[)ulo  el  Rey  Chindaswinto,  según  otros);  y  en  que  pudieran  lle- 
narse las  lagunas  de  la  inscripción  en  esta  ó  |)arccida  manera : 

Quisquís  hunc  tabule 

leyeris  titulum  huius 

linque  locum  réspice  situm 

perquire  vicinüm  malui  abere 

hic  tunndum  sanclum 

sacer  ipse  nnnisler  annis  sexa- 

ginta  peregi  témpora 

vite 

funere  perfunctum  sanctis 

commendo  luendum 

ut  cnm  flamma  vorax  ve- 

niel  comhurere  Ierras 

ccíibus  sanctorum  mérito 

sociatus  resurgam 

hic  vite  curso  anno  finito 

Crispinus  presbiler  peccator 

in  Xripsti  pace  quiesco.E-era  dcc- 

XXXI. 

Los  tres  versos  que  empiezan  con  las  palabras  funere  perfunctum,  y  terminan  en  sociatus  rcsur- 
gam,  son,  pues,  variado  el  género,  el  sexto,  sétimo  y  octavo  del  epitafio  de  la  Reina  Reciberga, 
y  dan  no  poca  luz  sobre  la  tradición  literaria  de  aquellos  dias. 

Permítanos  V.  E.  que  nos  detengamos  un  instante  sobre  varios  puntos,  en  nuestro  concepto 
muy  importantes  para  la  investigación  que  nos  lia  sido  encomendada;  tales  como  la  fecha  de  la  lá- 
pida sepulcral,. la  naturaleza  del  sitio  en  que  existia,  la  calidad  de  la  persona  allí  enterrada,  la 
edad  en  que  fallece  y  la  circunstancia  de  haber  acahado  su  vida  en  aquel  lugar  sagrado,  obteniendo 
á  su  muerte  sepultura  en  una  de  las  partes  más  nobles  del  edificio. 

Corresponde  la  fecha  ai  año  quinto  del  reinado  de  Egica :  esto  es,  al  693  de  la  Encarnación; 
por  manera  que  no  queda  duda  alguna  respecto  de  la  existencia  anterior  del  edificio  descubierto 


Í72  MEMORIAS   DE   LA    REAL   ACADEMIA    DE   SAN   FERNANDO. 

alli  por  la  Comisión ;  y  considerando  que  su  construcción  pudo  preceder  al  fallecimiento  del  pres- 
bilero  Crispiíi  en  un  periodo  de  80  á  90  años,  es  más  ([ue  probable  que  se  levantara  á  principios 
del  siíílo  Vil.  Cobran  en  este  caso  no  pequeño  precio  los  fragmentos  de  jambas,  frisos  capiteles  y 
otros  miembros  de  arquitectura  que  tuvo  la  Comisión  la  honra  de  presentar  á  V.  E.  con  su  informe 
del  n ,  y  que  ha  diseñado  después  con  grande  esmero  y  cxacliiud  el  profesor  D.  Jerónimo  de  la 
C.ándara.  Como  .se  observó  en  el  expresado  escrito,  es  ya  un  hecho  demostrado  que  mucho  antes  de 
la  invasión  mahometana  se  cultivaba  en  la  España  Central  el  arle ,  que  tiene  su  principal  desarro- 
llo en  la  corle  de  Jusliniano  y  sus  sucesores ,  correspondiendo  y  enlazándose  estrechamente  la  his- 
toria de  la  arquilectuia  con  la  historia  de  las  letras,  y  dando,  como  ellas,  á  conocer  la  gran  Iras- 
í'ormacion  operada  en  el  tercer  Concilio  Toledano. 

Diez  y  ocho  años  antes  de  la  invasión  de  Tariq  subsistía  en  lo  que  hoy  lleva  titulo  de  J/uertas 
de  Gmnazar  un  edificio  ricamente  exornado,  al  lado  del  cual  se  hallaba  un  dilatado  cementerio, 
de  cuya  disposición  primitiva  podrá  V.  E.  formar  cabal  juicio  por  el  plano  y  corle  que  acompa- 
ñan. En  la  parle  más  principal  y  en  una  capilla ,  cerrada  al  parecer  cuidadosamente ,  se  hallaba 
el  enterramiento  de  un  sexagenario  sacerdote,  que  habia  terminado  alli  el  curso  de  su  vida.  Ahora 
bien:  tenidos  en  cuenla  eslos  preciosos  datos,  y  atendiendo  ai  sentido  y  al  espíritu  religioso  que 
domina  en  la  inscripción  arriba  copiada,  ¿será  posible  dudar  de  que  el  edificio  descubierto  fué 
real  y  verdaderamente  un  templo  cristiano ,  y  sobre  cristiano ,  un  templo  católico? 

La  Comisión  se  exlendoria  do  buen  grado  en  nuevas  reflexiones ,  enlazándolas  con  el  descubri- 
miento fortuito  de  las  coronas  históricas,  cuya  extracción  de  la  Península  ha  dado  motivo  á  las 
présenles  investigaciones.  Teme  extralimitarse  del  encargo  que  recibió  de  V.  E.  y  dará  esta  comu- 
nicación excesivo  bulto.  Consignará  no  obstante,  porque  lo  juzga  de  no  escaso  interés  en  el  con- 
cepto histórico,  que  el  hormigón  del  pavimento  que  rodeaba  y  recibía  la  lápida  funeraria,  era  del 
lodo  igual  al  que  halló  en  27  de  Feiirero  próximo  pasado  la  Comisión  de  Monumentos  de  la  pro- 
vincia en  las  dos  fosas  ó  cajas  contiguas  al  terreno  concejil ,  ó  sea  en  la  extremidad  S.  0.  del  ce- 
menterio. Circunstancia  es  esta  no  para  despreciada ,  cuando  se  trata  de  fijar  el  verdadero  silío  en 
(jue  se  conservaban  las  coronas  y  demás  objetos  artísticos  que  tan  vivamenle  han  interesado  á  las 
Corporaciones  sabias  y  al  Gobierno  de  S.  M.,  como  prueba  la  Real  orden  del  9. 

Juzga  la  Comisión  que  sus  trabajos  han  llenado  completamente  el  objeto  que  S.  M.  se  propuso, 
al  dictar  la  disposición  referida ,  quedando  su  encargo  terminado.  Los  planos  levantados  por  el 
profesor  Gándara,  en  los  cuales  van  señaladas  las  lineas  de  exploración  y  las  zanjas  de  excavación, 
fijándose  al  par  el  declive  del  terreno,  convencerán  á  V.  E.  de  que  no  se  ha  omitido  medio  algu- 
no para  determinar  la  existencia  y  forma  de  los  preciosos  restos  de  aquel  santuario  que  pudieran 
interesar  al  estudio  arqueológico  y  á  las  ulteriores  miras  del  Gobierno.  El  hecho  se  ha  demostrado 
con  toda  evidencia;  y  si  pudiera  desearse  por  alguno  que  se  diese  mayor  amplitud  á  las  excava- 
ciones, sin  negar  que  seria  posible  hallar  nuevos  fragmentos  de  ornamentación  li  otros  objetos  aná- 
logos á  los  ya  descubiertos ,  la  Comisión  cree  oportuno  indicar ,  de  acuerdo  con  el  citado  profesor 
D.  Jerónimo  de  la  Gándara ,  que  no  darían  más  importantes  resultados  respecto  del  fin  á  que  los 
trabajos  verificados  se  referían ,  conforme  á  lo  mandado  en  la  citada  Real  orden  del  9. 

Deber  es  de  la  Comisión,  al  poner  término  á  sus  tareas,'  recomendar  á  la  consideración  de 
V.  E.  el  distinguido  catedrático  de  la  Escuela  Superíor  de  Arquitectura,  de  que  lleva  hecho  méríto: 
con  celo,  que  iguala  sóloá  su  inteligencia  en  el  noble  arte  que  profesa,  se  ha  prestado  graciosamen- 
te á  diseñar  cuantos  objetos  han  producido  las  excavaciones ,  y  á  levantar  los  planos  y  trazar  los 
cortes  del  cementerio  y  santuario  de  Guarrazar ,  abandonando  para  ello  sus  ocupaciones  habituales. 
V.  E.  juzgará  del  modocóaioha  desempeñado  su  compromiso  por  los  dibujos  adjuntos;  por  todo  lo 
cual ,  si  V.  E.  tuviese  á  bien  disponer  que  se  prosiguieran  las  excavaciones  referidas ,  la  Comisión 
se  atrevería  á  designarle  para  dar  cima  á  dichos  trabajos.  Debe  añadir  ([ue,  por  si  V.  E.  se  servia 
adoptar  esta  resolución,  previno  al  Alcalde  de  Guadamur  que  no  permitiese  tocar  en  las  excava- 
ciones ,  suplicando  después  al  Gobernador  de  Toledo  que  diese  también  sus  órdenes  al  efecto. 


MEMORIAS   DE   LA   REAL   ACADEMLV   DE  SAN    FERNANDO.  173 

La  Comisión  juzga,  por  último,  de  su  deber  recomendar  á  V.  E.  el  celo  y  desinterés  manifes- 
tados en  una  y  otra  ocasión  por  el  Alcalde  de  Guadamur  y  los  individuos  de  su  Ayuntamiento, 
proponiendo  á  V.  E.  se  sirva  darles  las  gracias  en  nombre  de  S.  M.,  si  asi  lo  estimase  conve- 
niente. 

Dios  guarde  á  V.  E.  muchos  años.  Madrid  28  de  Abril  de  1839.=Excmo.  Sr.=José  Ama- 
dor de  los  Rios.=Emilio  Laluente  Alcántara.=Excmo.  Sr.  Ministro  de  Fomento. 


V. 


limo.  Sr.:  En  vista  de  las  comunicaciones,  que  adjuntas  remito  á  V.  I.,  de  la  Comisión  nom- 
brada por  Real  orden  de  9  de  Abril  para  hacer  excavaciones  en  las  Huertas  y  fuente  de  Guarra- 
zar,  término  de  Guadamur,  provincia  de  Toledo,  donde  fueron  halladas  las  coronas  góticas,  que 
hoy  dia  se  encuentran  en  el  Museo  de  antigüedades  de  Cluny,  y  atendiendo  á  la  intehgencia,  ac. 
tividad  y  celo  desplegados  por  D.  José  Amador  de  los  Rios,  individuo  de  número  de  la  Real  Aca- 
demia de  la  Historia  y  Decano  de  la  facultad  de  filosofía  y  letras  en  la  Universidad  central ,  y 
por  D.  Jerónimo  de  la  Gándara,  profesor  de  la  Escuela  de  Arquitectura,  que  gratuitamente  han 
liesenipeñado  los  trabajos  á  que  ha  dado  lugar  dicho  encargo,  y  teniendo  en  consideración  la  efi- 
cacia y  desinterés  manifestados  por  D.  Fabián  de  Diego,  Alcalde  de  la  villa  de  Guadamur,  y  por 
los  demás  individuos  de  la  Corporación  municipal,  la  Reina  (O.  D.  G.)  se  ha  dignado  mandar  se 
les  den  las  gracias  en  su  Real  nombre  y  se  publiquen  en  la  Gaceta  las  comunicaciones  referidas. 

De  Real  orden  lo  digo  á  V.  I.  para  su  inteligencia  y  efectos  oportunos.  Dios  guarde  á  V.  I. 
muchos  años.  Madrid  6  de  Mayo  de  t839.=^orvera.=^Señor  Director  general  de  Instrucción 
publica. 

VI. 

NOT.V  DE  L.\S  LÁMINAS  QUE  ILUSTRAN  ESTE  ENSAYO. 

I. 

Num.  1.  Corona  votiva  del  abad  Teodorico,  adquirida  por  S.  M.  la  Reina  en  19  de  Mayo  de 
1861  (pág.  116  y  siguientes). 
2.  id.  de  Suinthila,  adquirida  asimismo  por  la  Reina  en  22  de  ídem  (pág.  109  y  siguientes). 
íL  Id.   de  Receswiiito ,  conservada  en  el  Museo  de  las  Termas  (pág.  92). 
i,  7  y  9.  Coronas  votivas ,  custodiadas  en  dicho  Museo  (pág.  99  y  siguientes). 

0.  Cruz  votiva  de  Sonnica,  guardada  en  el  referido  establecimiento  (pág.  96). 

6.  Id.  votiva  de  Lucecio,  presentada  á  S.  M.  en  19  de  Mayo  próximo  pasado  (pág.  119). 
8.  Id.  grande  votiva,  adquirida  por  S.  M.  en  22  del  indicado  Mayo  (pág.  lio). 
10.  Corona  de  don  Alfonso  el  Casto,  tomada  del  Códice  Gótico  de  la  catedral  de  Oviedo, 
■   (pág.  1S7). 

II. 

1,  2,  3,  4,  5,  6,  7  y  8.  Detalles  de  los  mosaicos  de  Itálica,  descubiertos  durante  las  ex- 

cavaciones practicadas  por  don  Ivo  de  la  Cortina  en  1838  y  1839  (pág.  92). 
9  y  11.  Detalles  del  mosaico  descubierto  en  la  calle  de  Batitales  en  Lugo  (pág.  id.). 
10  y  12.  Detalles  del  mosaico  encontrado  en  Enero  de  1833  junto  á  la  villa  de  Santa  Ma- 
ría en  la  isla  de  Mallorca  (pág.  id). 


174  MEMORIAS    DE   L\    REAL    ACADEMIA   DE   SAN    FERNANDO. 


111. 


Niiin    i,  2,  3,  6,  7,  9  y  12.  Fragmentos  decorativos  de  la  Basílica  de  San  Ginés  de  Toledo, 
ya  destruida  (pág.  51  y  siguientes ). 

0.  Id.  que  se  couscrvan  en  la  Torre  de  los  Abaden  de  la  misma  ciudad  (pág.  532  y  sigs). 
8  y  14.  Id.,  en  la  Iglesia  de  San  Román,  antigua  mezquita  del  Califato  (pág.  17  y  19). 
í  y  11.  Id.  enipolrados  en  el  Torreón  apellidado  Baños  de  la  Cava  (pág.  55). 

10.  Id.  en  el  exterior  de  una  casa  de  la  bajada  del  Presidio  de  dicha  ciudad  (pág.  58). 

13.  Id.  de  pilastra,  existente  en  su  Paseo  de  la  Vega  (pág.  57). 

1 5.  Fragmento  conservado  en  la  torre  de  la  Iglesia  de  Santo  Tomé  (pág.  56). 

IV. 

1,  2,  3,  4,  G,  7,  8  y  9.  Fragmentos  descubiertos  en  las  excavaciones  verificadas  de  Real 

orden  en  las  Huertas  de  Guarrazar  (pág.  71  y  siguientes). 
5.  Planta  de  la  Rasilica  que  existió  en  las  referidas  Huertas  (pág.  66  y  67). 

\. 

1  y  2.  Detalles  de  la  Corona  de  Receswinto  (tamaño  natiu-al). 

3,  4  y  o.  Id.  de  las  coronas  votivas  que  se  conservan  en  el  Hotel  Cluny  (tamaño  natural)- 

7.  Id.  de  la  cruz  procesional,  adquirida  por  el  Ministerio  de  Fomento  (pág  123). 

8.  Capitel  de  la  corona  de  Receswinto  (tamaño  natural). 

9.  Detalle  de  la  corona  de  Suinthila  (id.). 

10.  Impronta  del  grabado  en  esmeralda,  adquirido  por  S.  M.  la  Reina  (págs.  120  y  121). 
11,  Detalle  de  la  corona  del  abad  Teodosio  (tamaño  natural). 

VI. 

1,  3,  7  y  13.  Detalles  de  los  sepulcros  de  los  señores  de  Intriago  en  Nuestra  Señora  de 

Covadonga,  Asturias  (pág.  53,  etc.). 

2,  6  y  8.  Id.  del  antepecho  de  la  ermita  de  Santa  Cristina  de  Lena  (Asturias,  pág.  57). 
5,  9  y  10.  Id.  de  la  Basílica  de  San  Miguel  de  Lino  (Linio),  pág.  114  y  otras. 

11.  Id.  de  la  Cruz  de  los  Ángeles  (pág.  35). 

12.  Id.  de  la  Cruz  de  la  Victoria  (pág.  id.). 

14.  Medallón  de  la  Cruz  de  los  Angeles  (pág.  id.). 

15.  Detalle  de  la  Mezquita  edificada  en  Tarragona  durante  el  Califato  (pág.  115). 

16.  Moneda  de  Cliindaswinto  y  Receswinto,  acuñada  en  Toledo  (págs.  91  y  156;. 

17.  Moneda  de  don  Sancho  III  de  Castilla,  acuñada  en  Toledo  (pág.  í  y  91). 


ERRATAS  QUE  SE  HAN  NOTADO. 

Pái;.  Lin.  Dice.  •  Líase. 

funere  perfunctum funere  perfunctam. 

Orane  veneratione Omni  veneratione. 

Í—Ó         TÍ) ¿77¿     70'J. 


70.... 

26. 

93 ...  . 

22. 

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COEOMAS  Y  ClRllICIS  VI?>||^(0)iMS: 
CiDiRíDM  ill-:  Ai[,iK©]fS(D)-ElL,  CASTO. 


A-  Aiu-t'/ft  li>iji\iíy 


L  ám .  II. 


/>  ./,■  Ak.  /fu>^  lo  ^,1. 


/.'  Anr-fl^t  la  ar,ii 


BEX 


,SBE  MOSAICOS  IROILATOS. 


L  ám .  III. 


NÚTu'  1 .  3  .  4  .  6  ,  7  .  8  ,  9  ,  lo  j  12 o.iop.m. 


2 o.iJ.p.rw.    bj  ii...oJ.p-m.  iZ.ii  y  \b...oJp  m- 


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£  Anceift  ¿?  ^ru¿ 


I'MMEITOS  LA\TlIO-lBEZA.WTllNí)s^  Di;  Tí)il.J';il.')0. 


Lám.rV. 


l'ÍMln'z¿;iii¿uí^.:;i:J'i;:^  '"''i 


Tolos  los  fragmentos  a]  i"  Ae\  naiiiral.  ^^  -' 


(r  ¿£¿a^  ¿7<¿!4¿z/*íZ.  h  <&¿ 


.1  n^'^el  ¿c  ^rai . 


plañía  y  ]l'IA(GM]ErfTOS  BEl  iriMFlí)  Bil-  Í^IMMMMIH. 


Lám.  ] . 


ímmnmmm\mm 


müm\m 


y.  Híiman  lo  íiíh 


/.'  -i/ttW*'/  lo  ^/mA 


IDETALLES  BE  LiWS  COIOE'AS  BEi  TESORO  BE  GÜMMIAÍL 


L-  flfíl 


O'.  í/c  /a  (fanJaní   A'  t/iA 


jÍ    Antxift  loyníf' 


BETllXES  BE  LAS  BASÍLICAS  I  CEUCES  BE  ASTFMAS . 


I^ISTA  (le  las  obran  ij  eslampas  (¡ue  se  hallan  de  venia  en  la  Heal  Academia 

de  San  Fernando. 


l'ltliClOü. 


I'Hincipios  di;  mm  i;.m  \  iid.vs  i'Aua  isu  un  i-as  amigias  cátiíduas  un  la  real        liústico.      r¡isi.i. 

ACVDEMLV   DE   SAN  FKKNANDO  ,  1>01\  D.  HUMEO  IIMLS.  /I,.  t,n.         lis.  rii. 


a." 


1.' 

2." 

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4." 
3.- 
6." 

7.° 
8.° 


y.' 

10.' 


Coiiliene  AritméliiM,  (jcuniclria,  Tn¡í(iiiuinelri,i,  y  Cicüiiieliía  príiclica ,  1  en  i.' 
Algebra,  Secciones  cónicas,  Series,  cálculo  diferencial  c  inicgral  yTrigonome- 

tria  esférica,  1  en  i." 

Dinámica,  Hidrodinámica,  Óptica  y  Aslrnnoniia,  I  en  5  " 

TRATADO  ELEMENTAL  DE  MATEMÁTICAS,  PüU  D.  BENITO  HMLS. 

Contiene  la  Arilmética,  Geomelria,  Trigonomelria  y  Gcomelría  práclica,  1  en  4." 

Algebra,  1  en  4." 

Secciones  cónicas,  Cálculo  inlinilcsinial  y  Trigonomelria  esférica,  I  en  4.°.... 

Eslática  y  üinámica.  1  en  4  ° ' 

Hidrostática  é  Hidrodinámica,  1  en  4.". . .  .• 

Óptica,  1  en  4° ^ 

Astrononiia,  1  en  4." 

Aslrononiia  física,  Cronología,  tieografía,  Gnomónica ,  l'erspectiva  v  Música 

espoculaliva ,  1  en  4." 

j  Primera  parle.— Tratado  de  Ariniileclura  civil,  I  en  4." ,  . 

'  Segunda  parte.— kieni  de  Arquitectura  hidráulica,  I  en  4.° 

Tablas  de  Logaritmos,  I  en  4." 

.Vritmética  y  (ieomelría  práctica  de  la  Real  Academia  de  San  F('rnan(Ío,  1  en  -í." 

.'Vdiciíines  á  la  Geometría  de  D.  Benito  üails.  porD.  .losé  Mariano  Vallejo,  1  en 4.° 

Tratado  elemental  de  Aritmética  y  geometría  de  dibujantes  con  un' apéndice 
del  sisíema  métrico  de  pesas  y  medidas,  publicado  por  la  Ueal  Academia  de 
San  Fernando,  1  en  8  ° 

Diccionario  de  Ar(|uiteclura  civil,  obra  postuma  de  D.  Benito  Ifails,  1  en  4.°. 

Diccionario  histórico  de  los  mas  ilustres  profesores  (!c  las  Bellas  Artes  en  Es- 
paña, compuesto  por  D.  Agustin  Ccan  Bermudcz,  y  publicado  por  la  Real 
Academia  de  San  Fernando,  (í  en  8."  mayor 

Noticias  de  los  arcpiiteclos  y  Arquitectura  de  F.spaña  desde  su  restauración, 
por  el  Excmo.  Sr.  D.  Eugenio  Llaguno  y  Aniirola,  ilustradas  y  adicionadas 
por  D.  Juan  Aguslin  Cean  Bermudez,  4"en  4.". .  ."^ .' 

Arte  de  saber  ver  en  las  Bellas  Artes  del  diseño  escrito  en  Italiano,  por  Fran- 
cisco Milizzia,  traducido  por  D.  Ignacio  Mares,  y  aumentado  con  un  trata- 
do de  las  sombras  y  otro  de  la  distribución  ó  c'ompai  timienlo  de  casetones 
en  todo  género  de  arcos  y  bóvedas,  1  en  4." 


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30 

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10 


HIIRCIÜS. 

En  papel    En  papel 
común.  (¡no. 


lU.  v„. 


Eipnsi'ion  públic»  de  Bellas  Arles  celebra- 
da en  18ií(i,  y  .solemne  distritjucion  de 
premios  á  los  .-iriistas  que  en  ella  los  ob- 
tuvieron ,  verlfir«d:i  por  mano  de  S.  íl. 
la  neina  en  31  de  Diciembre  del  mismo 
año,  con  una  lámina  en  perspectiva,  un 
cuaderno  en  i."  mayor 

ACTAS  DE  LA   BEAL    ACADEMIA  DE   SAN    FEHNAN- 
UO,    T  D1STH1BLCI0?»   HE   LOS    PBEMrOS   CONCEDI- 
DOS POR  SS.   MM.  A  LOS  ürscIPCLOS    UE  LAS  TnKS 
NOBLES    ARTES. 

Del  ano  niii  1  cuad.  en  1."  niajor. 

—  Iloíí  ídem  id .'    . . 

—  1757  ídem  id , 

—  17G0  ¡dem  id 

—  171)3  iilem  id   

1766  ídem  iíl.   

—  17fi9  Ídem  id 

—  1790  Ídem  id 

—  1793  Ídem  id 

—  1790  Ídem  id 

1799  Ídem  en  folio 


íls. 


Del  ano  1811-2 

—       ISOS  á  183 
Anligilcdades  ¡ír.ibe: 

ba,  2  folio  bol.: 
Primera  parle,  ."íl  estampas 
.Segiind.i  parle ,  29  ídem  .... 


1  ciiad.  cu  i."  mayor. 

ídem  íil 

de  Granada  v  Córilo- 


III 


ESTAMPA.S. 

Vista  del  acueducto  de  Se^ovía..  .. 

—  del  palacio  de  Aranjuez 

—  de  la.s  Descalzas  Reales.... 

—  del  puenie  de  Toledo 

—  de  la  cárcel  de  Corle 

Itetrulo  de  la  Reina  Doña  Juana... 

_        Carlos  V   

—  Carlos  11 

—  Felipe  Itt 

—  Felipe  IV 

—  Felipe  V . .    

—  Fernando  VI 

—  D.  Diego  de  Velazi|uez. 
D.  Antonio  Palomino  .. 


I'IIECKKS. 

Kn  papel     En  papel 
común.  lino. 


i 

lU 


300 

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