.y gÍlería lírico-dramática. \
EL
ÜJDNYIDADO DE PIEDRA
ZARZUELA
KN TRES ACTOS Y EN VERSO,
ARREGLADA
SOBRE EL DRAMA DEL MISMO TÍTULO
POR
D. RAFAEL DEL CASTILLO.
HÚSICA
DEL MAESTRO MANENT.
BARCELONA:
IMPRENTA DEL HEREDERO DE D. PABLO RIERA
CALLE DE ROBADOR, NÚM. 24 Y 26.
1875.
• I
isDib. l'í ■<?QS&
t^idSST'^fM
EL CONVIDADO DE PIEDRA.
..■^^.ñSi¿^:
EL
COKVIDABO DE
ZARZUELA
EN TRES ACTOS Y EN VERSO,
ARREGLADA
SOBRE EL DRAMA DEL MISMO TÍTULO
POR
D. RAFAEL DEL CASTILLO,
MÚSICA
DEL MAESTRO MANENT.
ESTRENADA CON SATISFACTORIO ÉXITO
EX EL TEATRO
CIRCO BARCELONÉS,
LA NOCHE EEL 30 DE OCTUBRE DE 1875.
BARCELONA:
IMPREÍíTA DEL HEREDERO DE D. PABLO RIERA,
CALLE DE ROBADOR, NÚM. 24 Y 26.
1875.
Personajes. Actores.
D.- ANA DE ULLOA Srita. Esteva x.
1).^ BEATRIZ DE FRESNEDA. . Sra. Martix.
LA SALADA (I) » Viada.
UNA DUEÑA „ Celdrax.
D. JUAN TENORIO Sn. RorsEX.
D. LUIS DE FRESNEDA. ... ,) Soler. (D. Eiuiqu
D. GONZALO DE ULLOA. ... » Baxqüells.
CAMACHO „ Torres
D DIEGO TENORIO >, Alextorx.
RAMÓN ,; Borreli..
EL MARQUÉS DE URENA. . . » Farrexy.
ESTUDIANTES, CABALLEROS. HOMBRES Y MUJERES DE
PUEBLO.
(1) En las compañías de zarzuela de corto personal, puede iiar(
una misma actriz los papeles de D.' Beatriz v Sahula.
^
l.n acción pasa en Soilla en los primeros anos del siglo XVI.
Las empresas que deseen poner en escena esta zarzu-^la pueden di-
rigirse para la adquisición de la música á D. Joaquín Casas, Archi-
vero de música.— Barcelona.
1^ Todas las indicaciones marcadas en la partitura, deben hacerse en
• la representación.
La propiedad de esta obra pertenece á sus autores, y nadie podri
reimprimirla ni representarla sin su consentimiento ni en España ii
vn sus posesiones de Ultramar.
Los Sres. Comisionados de la Galería dramática El Teatro son Ioí
únicos encargados del cobro de los derechos de representación } de I;
^enta de ejemplares.
Queda hecho el depósito que marca la ley.
ACTO PRIMERO.
Orillas del GuadalquiNÍr, en Sevilla , en la noche de la verbena de
an Juan. Puestos de confitura caprichosamente iluminados.
ESCENA PRIMERA.
)AM\S CABALLEROS, VENDEDORES fOdeando ti LA SaLADA.
Después D. Juan Tenorio, D. Luis de Fresneda ?y el
Marqués de Ureña.
Coro general.
No hay mas que ver,
no hay mas que oir,
es la sirena
del Guadalquivir.
Canta, canta Saladita,
que es muy dulce tu cantar.
Canta, canta, que otra copla
anhelamos escuchar.
Salada.
Gracias, gracias , caballeros,
agradezco tal bondad
y me duele no agradaros,
mas la queda va á sonar.
— 6 —
Coro.
Nada temas , que la ronda
esta noche no vendrá.
Canta, canta, Saladita,
que enamora tu cantar.
Salada.
Por serviros, otra copla
solamente he de cantar.
¡Ay!... ay!... ay!...
de la flor que entre abrojos
solo encuentra en la vida
penas y enojos.
Mal haya el amor, mal haya
y la mujer que le siente ;
cuanto mas tierno se muestra
mas malas partidas tiene.
jAy! corazón!...
Cual te maltrata el hombre
sin compasión.
fAl terminar, se oyen las campanas locando
queda. Todos quedan suspensos, y mienlr
tanto se oye dentro el coro de la Ronda.
Coro de la Ro>'da, (dentro).
Sevillanos, terminen las fiestas,
que la queda tocando está ya ;
el jaleo y la broma concluyan,
y el castigo, con ello evitad.
Coro general en escena.
No hagas caso, Saladita,
da comienzo á otro cantar.
No te ocupes de la ronda
que hasta tí no llegará.
Salada.
¡Ay!...ay!... ay!...
que pena siente el alma
cuando un ingrato roba
su dulce calma.
Un loco, me dijo un dia,
que eran los hombres muy malos ;
por no haber querido creerle
por un hombre estoy llorando.
¡Ay! corazón!...
jamás, del hombre, creas
en la pasión.
Coro de la Ronda. {Algo mas cerca).
Las campanas de la queda
otra vez sonando están,
cesen , cesen, ya las fiestas
y el silencio reine ya.
Coro pe escena.
No hagas caso, Saladita,
da comienzo á otro cantar.
No te ocupes de la ronda
que hasta ti no llegará.
Salada.
Imposible caballeros,
que la ley bien clara está :
esperad hasta mañana
y otra vez me oiréis cantar.
{Durante el canto anterior han aparecido en es-
cena por distintos lados D. Juan Tenorio,
acompañado del Marqués, algunos caballeros,
Camacho y D. Luis de Fresneda. Ambos van
recatándose el rostro con los embozos).
I
HABLADO.
D. Luis. (Aproximándose al grupo y poniendo una mo-
neda en mano de la Salada).
Un ducado por que cantes.
I). Juan. (Acercándose á su vez y dándole otra moneda).
Yo nifia, doblo la puesta ;
con que á cantar de contado
mientras mi bolsa esté llena.
Salada. Tantas gracias, caballeros;
mucho estimo sus finezas ;
mas los edictos del rey
me impiden que os obedezca.
D. Luis. Mi voluntad es primero
y aquestos ducados , prenda.
(La da nuems monedas).
D. Juan. Jamás donde yo me encuentro,
ni en dádivas, ni en ofertas,
ni en estocadas , ni amores,
hubo quien valer pudiera
mas que yo. ¿Te dan ducados?...
Yo te doy esa cadena
que pesa algunos doblones;
y canta, que me impacientas.
(Se quita una cadena que lleva al cuello y se la
pone á Salada).
Camacho. (Viento de regalos corre,
presto vendrá la tormenta).
(Á D. Juan en voz baja).
Señor, dad paso á la mano,
y no os ciegue esa morena.
D. Juan. ¿Por qué?
Camacho. Porque es la Salada.
¿Recordáis? La ahijada vuestra.
D.Juan. ¡Diablo! Garrida moza
se hizo ya la rapazuela.
— 9 —
(A Salada).
¿Pero cantas?
No me atrevo.
Hazlo por mi gusto, prenda.
Cantará por mi mandato.
(Á D. Luis).
Ved que doblo la fineza,
y si con oro no os venzo
el hierro quizás os venza.
Pues hablen ya las espadas
y queden mudas las lenguas.
Señor...
Silencio.
(Lo dije:
la tempestad está cerca).
(A D. Luis).
Señor, señor, no hagáis tal.
Has de cantar ala fuerza:
del que quede vencedor
será tu voz recompensa.
(Saca la espada).
Plácenle mucho á D. Juan
Tenorio tales empresas. ^
[Desembozándose y corriendo hacia D. Juan lleno
de alegría).
¡D. Juan!
¡D. Luis!
Por mi nombre,
que pesárame si hubiera
con vos cruzado mi acero.
Mi mano, D. Luis, es esta
Ved la mia y cesen ya
las importunas querellas,
que el placer de recobraros
con ventaja le supera
á la dicha de escuchar
— 10 —
enamoradas endechas.
Camacho. ( Valiente placer tendrás
cuando sepas que corteja
á D." Beatriz, D. Juan,
y que no bastan las rejas
para galán cual mi amo.
Menuda va á ser la gresca).
D. Juan. Me place veros, D. Luis,
tan mi amigo, y como prueba
de lo mucho que os estimo,
venid en compaña nuestra
á la vecina hostería,
y vaciando botellas,
á mi salud beberéis
y yo beberé á la vuestra.
Honráisme mucho, D. Juan.
(Y mas de lo que te piensas).
¿Cuándo llegasteis?
Tres dias
en Sevilla cuento apenas.
Y ya suspira por él
mas de una linda doncella.
Siempre el mismo.
Es natural,
porque en edad tan provecta
no es fácil se modifique
quien tuvo tales ideas.
Yamos á beber, señores,
que tengo gran impaciencia
por conocer de D. Juan
la historia de sus proezas
como soldado y galán,
durante su larga ausencia.
D. Juan. Vamos, amigos. Camacho...
(A sus compañeros y después separándose con Ca-
macho un poco, hahlándoh en voz baja).
D. Luis.
Camacho.
D. Luis.
D. Juan.
Marqués.
D. Luis.
D. Juan.
D. Luis.
— 11 —
Permitid... Vé con presteza,
y de Beatriz y de Ana
tráeme venturosas nuevas.
Vuelve pronto, y tu magin,
pon, buen Camacho, á prueba.
Camacho. Está muy bien.
D. Juan. ¡ Ah ! procura
saber donde se alberga
la Salada.
Camacho. Pero...
D. Juan. Marcha.
{Volviéndose á los demás J.
Caballeros, á la mesa.
(Se dirigen todos por la izquierda. Camacho y Sa-
lada y parte de pueblo quedan en escena.
MUTACIÓN.
Interior de una hostería. Mesas y sillas. Entran por el foro D. Juan,
D. Luis, el Marqués , D. Diego Tenorio, que queda entre los caba-
lleros y gente del pueblo, oculto el rostro por el embozo.
ESCENA II.
D. Juan, D. Luis, Marqués, ü. Diego, caballeros y gente
del pueblo.
Marqués. Este D. Juan, siempre igual.
ü. Juan. Siempre lo mismo, señores.
Marqués. En pendencias y en amores
no tiene ningún rival.
1). JiíAN. Mal hicieron, á fe mia,
en desterrarme de aquí ;
tres dias ha que volví...
ü. Diego. (Y á escándalo va por dia).
D. Luis. Sentaos y bebed, señores
D. Juan. Sírvenos bien, hosterero.
ÜNESTUD. Es galán el caballero.
— 12 —
Un homb. y en valor, de los mejores.
D. Luis. ¿Con que Francia?...
I). Juan. ¡Brava tierra
para lidiar y querer !
buscando amor y placer
tomé mi parte en la guerra.
. , Con el hierro prevenido
y el traje bien perfumado,
triunfé como enamorado
y nunca en lid fui vencido.
Ora mi piel traspasaba
en ruda lucha el acero,
ora un acento hechicero
sus amores me contaba ;
y peleando, y queriendo,
y frases de amor jurando,
• y el juramento olvidando,
un año pasó corriendo.
Modelo, por lo inconstante,
llaniiíbanme las mujeres...
De la mujer, los placeres,
solo duran un instante;
se la persigue, hasta hablarla,
se la obliga , hasta vencerla,
basta una hora de quererla
para después olvidarla.
y en eso son las francesas
modelo en lo resignadas ;
bastantes dejé olvidadas
tras amorosas empresas.
Mas ninguna tras de mí
mandó su deudo ó su amigo,
aunque es verdad que conmigo
poco ganaran asi.
Que si no admito encubiertos
que fisgoneen mis amores,
— lá-
menos admito, señores,
desfacedores de entuertos,
y como supe vencer
á quien me vino á buscar,
on paz me llegué á quedar
para olvidar y querer.
Marques. ¿Y en Italia?
D. TüAiN. Allí encontré
de todo, de malo y bueno;
hay allí mucho veneno
(¡ue apenas ninguno vé.
Vehemente, provocativa
es la italiana , sí tal ;
mas tampoco tiene igual
en su saña vengativa.
Belleza, pasión, venganza
miré ante mí de contino,
pero á D. .Tuan, el destino,
si es adverso, no le alcanza.
Rica pradera de flores
á mi ansiedad se ofreció,
llores que presto agostó
el fuego de mis amores.
Altiva y noble señora,
humilde transtiverina,
inocente campesina
ó risueña pescadora,
todo mi amorosa llama
recorre con sed impaciente;
todo cede humildemente
ante el fuego que me inflama.
Y suelta la rienda, asalto
sin fijarme. en la distancia,
desde la mísera estancia
hasta el palacio mas alto.
Me persiguen los maridos.
— li-
me amenazan los amantes,
los corchetes vigilantes
úñense á los ofendidos,
mas, ¿qué me importa el tropel
siendo mi valor notorio?
Donde está D. Juan Tenorio
la victoria está con él.
Marqués. ¡Bravo, D. .luán! y recuerdo
¿no conserváis de ninguna?
D. .TuAN. Guardara si fuese una,
mas de tantas no me acuerdo.
Cab. 1." ¡Qué galán mas inconstante!
D. Juan. ¡La constancia!... ¡Tontería!
¿Cómo, si no, gozaría
de ese placer delirante?
¿No es la mujer una flor?
¿y á la flor no la aspiráis
y mas tarde la arrojáis
cuando ha perdido su olor?
¿Pues qué crimen ha de ser
que yo aspire los amores,
y lo que hacéis con las flores
lo haga yo con la mujer?
Mahol'jís. Siempre el mismo.
D. .TuAM. Hasta morir.
D. Luis. Bravo, D. Juan, y una vez
que habéis venido ¡par diez !
nos vamos á divertir.
Que siendo galanteador
y hermosas las sevillanas,
querréis de vuestras paisanas
poner á prueba el amor.
I>. .liAN. Harto sabéis que al naarchar
recuerdos de mi dejé ;
ahora, amigos, volveré
mi pasado á recordar.
— 15 —
Y pues la noche procura
cien aventuras galantes,
aprovechar los instantes
aconseja la cordura.
Bebamos y del placer
lancémonos al camino;
con buena noche y buen vino
solo falta una mujer.
D. Luis. Bien dicho, vamos allá.
Bebamos (beben).
D. Juan. (Mirando). ¿Y mi criado,
que me ha de dar un recado
y no ha venido?...
Marqués. (Señalando á Camacho que entra por el foro).
Ahí está.
ESCENA III.
Dichos, Camacho.
(Se dirige D. Juan hacia Camacho y habla en
voz baja con él).
D. .TUAN.
Con vuestra venia, señores.
¿Viste á Beatriz?
Camacho.
Sí por Dios.
D. Juan.
¿YD.^Ana?
Camacho.
Piensa en vos.
D. Juan.
¿Y esperan?...
Camacho.
Locas de amores.
ü. Juan.
¿Te dio la cita?
Camacho.
Á las diez.
D. Juan.
¿Y la dueña?
Camacho.
Ya caerá.
D. Juan.
¿ Vendrá á mi casa?
Camacho.
Vendrá.
D. Juan.
¿Y habrá oposición?
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Marqués.
D. Juan.
D.
DlF.GO
D.
Juan.
D.
DíEGO
D.
Juan.
D.
Diego
D.
Juan.
— 16
Tal vez.
¿Salada?...
Se va á casar.
¡Cómo!
Sí tal , esta noche.
Vé ahí una flor cuyo broche
es necesario aspirar.
Pero señor.
Di al marido
que á la boda asistiré
y la fiesta pagaré.
¿Estáis en vos?
¿No has oido?
La Salada me acomoda.
Harto así lo considero.
Yeré á Beatriz lo primero
y después iré á la boda.
(Se separa D. Juan de Camacho y se dirige á sm
amigos J.
Señores, cuando gustéis.
Cuando os plazca.
Pues marchemos,
y si aventuras queremos
conmigo siempre tendréis.
(Van á salir, cuando se adelanta D. Diego y I
corla el paso J.
(Desembozándose J.
¡D. Juan!...
( Contrariado J.
¡Mi padre!
Quisiera
con vos un momento hablar.
La ocasión no es oportuna.
Es preciso.
(A sus amigos).
Perdonad
— 17 -
si otra vez vuelvo á obligaros
á esperarme.
Marqués. No hay que hablar.
Siendo tan justo el motivo...
D. Juan. Presto mi padre se irá
y al momento...
Marqués. Fuera estamos.
D. .TuAN. No os haré desesperar.
fVánse D. Luis, Marqués y caballeros).
ESCENA IV.
D. Juan, D. Diego y Camacho.
Canacho. (Gran tempestad se prepara
según trae el viejo la faz).
D. Juan. Ya veis que están aguardando.
D. Diego. Harto me hiciste esperar
que tus locos devaneos
tuviesen término ya.
D. Juan. Si con sermones venís,
templar podéis vuestro afán,
que humanas reconvenciones
no me pueden obligar.
D. Diego. Es decir que vuestro pecho
cerrado al honor está;
que es vuestro sino en la tierra
sembrar por doquier el mal;
que rechazáis el acento
de paterna autoridad,
y que siendo ya mal hijo,
mal caballero será
quien rechaza la justicia
del reproche paternal.
D. JiAN. ¡Yive Dios! que si esas canas
no me hicieran respetar
— 18 —
aun mas que al padre, el anciano,
yo os obligara á callar.
D. Diego. Sellad el labio, selladle,
y tanto ardor refrenad ;
que aunque viejo y vos tan mozo,
aun sé hacerme respetar.
Tres dias há que á Sevilla
tomasteis por nuestro mal,
y tres dias há que el escándalo
pregona que estáis acá.
Corregido os suponía,
que no pude sospechar
que quien malas mañas tiene
nunca ceja en la maldad,
y al saber vuestra conducta,
un desengaño fatal
recibí. El Comendador,
con quien pude concertar
la unión de su hija Ana
con vos, ceñuda la faz
y su enojo refrenando
á duras penas , á hablar
me vino ayer, y sus quejas
harto fundadas están.
Suplicóme rescindiera
el compromiso formal
que contrajera conmigo,
y no me pude negar;
que quien cual vos en orgías
solo culto al vicio dá,
y entre mujeres perdidas
y rufianes sin lealtad,
en reyertas y amoríos
cada vez se pierde mas,
no merece que una honrada
doncella le pueda dar
— to-
cón su mano, su honra y fama,
cuando él infamado está.
D. Juan. Poned ya coto á la lengua,
padre y señor, que en verdad
de mí mismo me sorprendo
al ver que os pude escuchar.
D. Diego. También á mí me sorprende
que la divina bondad
permita se engendren hijos
que nos puedan deshonrar.
D. Juan. Si D. Gonzalo rechaza
el trato matrimonial
concertado, prevenidle
que vigile sin cesar;
que si no me da á su hija
por su propia voluntad,
por la mia, á D.* Ana
sabré yo solo ganar.
D. Diego. ¿Qué dices?
D. Juan. Lo dicho, padre,
y yo nunca dije mas
que lo que siempre cumplí;
y adiós, que aguardando están
mis amigos y no es justo
hacerles mas esperar.
D. Diego. Pero D. Juan...
D. Juan. Es inútil,
no tratéis de verme ya,
que si yo no fui á veros
bien debisteis sospechar
que me cargan los sermones
del afecto paternal.
Yamos, Camacho.
Camacbo. (El diablo
no pudiera decir mas ).
(Vanse D. Juan y CamachoJ.
— 20 —
D. Diego. ¡Dios mió! Tú que le escuchas,
da al olvido su impiedad;
que aun cuando malo, es mi hijo,
y ha de dolerme su mal.
Mas es preciso advertir
á D. Gonzalo. Quizás
impulsado por la ira
■ tratase de atropellar
su casa, y para evitarlo
que alerta esté bastará.
fVase foro izquierda).
MUTACIÓN.
Calle y ángulo formado por la casa de D.* Beatriz. Ventana con rej.i
en el piso baja. Se oye á lo lejos el Coro de estudiantes.
Coro de Estudiantes, (dentro^
Vivan las sevillanas,
viva mi niña,
que no hay como su garbo
otro en Sevilla.
Cuando vas por la calle,
hasta en el cielo
dicen los angelitos:
— «i Vaya un salero!»-—
Y con tu garbo,
curas tú mas enfermos '
que el boticario.
(Va alejándose el Coro, y por el lado opuesto aparecen don
Juan y C amacho; este lleva una guzla morisca ó un man-
dolin italiano).
— 21 -^
ESCENA V.
D. Juan y Camacho.
D. JuA¡N. Por fin se alejan los mozos.
i Vaya, si estaban pesados!
Camacho. Y si es noche de jolgorio,
¿qué halláis en eso de estraño?
D. Juan. Si continúan mas tiempo,
yo te prometo que salgo
y pongo fin á la fiesta.
Camacho. Y aquí nos muelen á palos.
D. JuAis. Vamos, avanza sin miedo, '
ya que libres nos dejaron.
Ten el hierro prevenido
y adelante sin cuidado.
Camacho. Éso el decirlo es muy fácil,
mas yo de todo me escamo;
y como siempre he salido,
por andar en malos pasos,
no por mí, sino por vos,
■ rudamente apaleado,
cuando aventuras tenéis
siento un temblor soberano.
D. Juan. Camacho, tú eres cobarde,
y no has de serlo, Camacho.
Válate tu gran destieza
para cumplir mis encargos,
que si no... yo te aseguro
que á fuerza de linternazos
infundiérate el valor
de que estás necesitado.
Camacho. Lo que es por apalearme
bien lo hicieron los estraños;
y si creéis que es remedio
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacbo.
O. Juan.
Camacho.
— Se-
para curar tal empacho,
lo que es los que á mí me dieron
efecto hicieron contrario,
pues si antes era gallina
ahora ya soy gallinazo,
Camacho, no rae impacientes.
¿Y cómo he de impacientaros,
si de esa falta, las culpas
sufriéralas mi espinazo?
¡Señor! ¿no visteis un bulto
á aquella pared pegado?
El miedo te hace ver bultos,
Camacho, por todos lados.
De una puñada en los ojos
quitárate ese nublado,
si no mirase que estás
conmigo hace tantos años.
Ese D. Luis de Fresneda,
que de esa dama es hermano,
me infunde un pavor terrible.
Con sus disformes mostachos,
sus votos y su tizona,
me tiene desazonado.
Pues que se oponga D. Luis,
tan fanfarrón y tan bravo,
y veremos de qué sirve
su oposición ni su brazo.
No provoquéis al demonio,
porque pudiera escucharos.
Vamos, abrevia sandeces,
que de impaciencia me abraso.
Doña Beatriz me enamora,
y es, por mi fe, necesario,
que el fuego que me consume
temple el fresco de sus labios.
(El pecho de mi señor
— 23 —
es un tonel desfondado,
donde cuanto mas penetra
mas falta para llenarlo).
D. J[iAN. Deja que yo suelte al viento
este acento enamorado,
y al escucharle Beatriz
acudirá á su reclamo.
Camacho. Como gustéis. (Yo también
este miedo soberano
entretendré, á mi señor
con mi voz acompañando].
CANTO.
(D. Juan se apoya en el ángulo de la casa de Doña Beatri
y canta acompañándose con la guzla que le da Camacho J.
D. Juan.
Niña adorada del alma mia,
llor de las flores de Andalucía,
blanca azucena, candida y pura,
ensueño casto de mi ventu-ra.
¿En dónde estás,
que al llamarte mi acento
no vienes ya ?
Camacho.
¡Válgame Dios, y qué suerte
que á mí eí destino me da,
mirar cual come mi amo
y yo en ayunas estar !
D. Juan.
Luz de mis ojos, niña hechicera,
de amor rendido, tu amante espera;
por contemplarte, diera mi vida,
ÜÉH^MÉÉllAWriMitattlIMlÉÍHÍiAiilMiattÉilili
~ u —
que eres del alma, la luz querida.
¿En dónde estás,
qiie al llamarte mi acento
no vienes ya?
Camacho.
En el reparto del mundo
hubo muy poca igualdad ;
tres hembras le dio á mi amo,
y á mí ninguna me da.
HABLADO.
D. JüAiv. Pues, señor, sigue el silencio.
Camacho. Escuchad.
^- Juan. Si no me engaño
abren.
Camacho. Si, tal.
D- Juan. Déjame
y observa bien, por si acaso.
{Se retira Camacho y Doña Beatriz apalee en
la reja).
ESCENA VI.
D. Juan, D." Beatriz y después Camacho.
T). Juan. D.' Beatriz.
D.' Beatr. Mi señor.
D. Juan. Bien haya la luz del alba,
que asomando en vuestra reja, >
iris de dicha en mis ansias,
compensa la desventura
que vuestra ausencia me daba.
D.' Beatr. Callad, señor, que al oiros,
á mi pesar se va el alma
tras vuestro acento.
— 2S —
D. Ji'AN. Pues deja
que tras mi tierna palabra,
tu alma, Beatriz hermosa,
enamorada se vaya ;
que si su instinto te dice
que accedas á mi demanda,
cree del alma los instintos,
que pocas veces se engañan.
D.* Beatr. ¡ Ay D. Juan ! yo no comprendo
qué irresistible magia
en vuestro acento lleváis,
que aturdida, fascinada,
como débil mariposa
que vuela en torno á la llama,
me dejo arrastrar al fuego
de vuestra ardiente palabra.
D. Jdak. Es el amor que me inspira
tu hermosura sobrehumana
quien presta el fuego á mis labios
en que tu seno se abrasa.
No temas venga el olvido
tras el favor que se alcanza,
que si la sed es ardiente,
cual la que siente mi alma,
cuánta mas agua se bebe,
se anhela beber mas agua.
Ten piedad de mi tormento
y ese rigor que me mata
amengua, prenda querida.
D.' Beatr. Tenéis, señor, una fama
que, á mi pesar, me amedrenta.
Dicen que olvidáis mañana
á la que hoy os adora;
que dó posáis vuestra planta,
tórnanse en flores marchitas
las que ayer fueron lozanas ;
>gmigt¡^giMga¡i^lJltmm»i,¿il,^^
— se-
que fascináis un instante
para causar pena amarga:
y tales cosas he oido,
que amante y enamorada,
y sintiendo, á pesar mió,
que hacia vos se va mi alma,
temo me alcance la suerte
que á tantas les alcanzara.
1). Juan. Patrañas del necio vulgo,
y solamente patrañas
es tan solo cuanto dicen,
D.* Beatriz, de mi fama;
si he abandonado á algunas,
que de mi amor se fiaran,
fue porque no hallaba en ellas
lo que mi pecho buscaba.
Mas hoy, que al cabo encontré
virtud y belleza tanta,
lio temáis que dé al olvido
lo que tanto adora el alma.
fSe oye el Coro de Estudiantes mas cerca).
D.^Beatr. ¡Quién os pudiera creer!
D. Juan. Desecha esa duda insana,
y piensa que tu D. Juan,
á tí tan solo idolatra.
No me niegues el remedio,
que mi dolor te demanda,
' que quien tanto amor te ofrece,
bien merece buena paga,
Camacuo. Señor, que se acercan.
(Llegándose á D. Juan).
1). JüAiN. ¿Quién se acerca? Yamos, habla.
Camacuo. ¿Pues no escucháis sus cantares?
D. .Tuan. Di que á otra parte vayan,
que aquí está D. Juan Tenorio,
y no quiere serenatas.
27
Camacho. ¿y ellos se irán al momento
que yo les diga esa gracia ?
D. Juan. Si no, les haré marchar
cerrándoles á es^tocadas.
D/ Beatr. No, por Dios.
D. Joan. Nada temáis.
Camacho. (Ya lo temen mis espaldas,
que si él se empeña en zurrarles
sobre mí vendrá la danza).
Ya están aquí.
D. Juan. Voy al punto.
D.* Beatr. ¡Por piedad!
D. Juan. No escucho nada ;
estad tranquila, y cerrad
en tanto vuestra ventana.
[Cierra la ventana D." Beatriz)..
ESCENA YII.
Dichos, los Estudiantes, después D. Luis.
(Los Estudiantes repiten la estrofa del 'principio) .
D. Juan. Basta de canto, ¿lo oísteis?
EsT. 1." ¿Y quién es el que lo manda?
D. Juan. Quien no gusta repetir
dos veces una palabra.
EsT. 2/' Dejadnos en paz, compadre.
Muchachos, siga la danza
D. Juan. Una danza de girones
haré yo en vuestras sotanas
si no os alejáis al punto.
EsT. X." ¡Hola! venís con bravatas!...
pues, aunque usamos manteos,
también gastamos espadas.
ü. Juan. Que me place. Tú, Camacho,
jmmmigitlgggigfim^l^llgl^^
£.>T. 1,
Camacho.
D. Juan.
D. Luis.
Camacho.
EST. 1."
D. .lüAN.
— 28 —
por allí; vamos, canalla.
f Empieza á pelear).
Pronto sabréis si hay valor
debajo de las sotanjis.
(Cónclave de cintarazos,
cardenales en mi espalda).
Atrás, que basto yo solo
para despejar la plaza.
(Saliendo por la izquierda y poniéndose al lado
de B. Juan).
Firme, que voy á ayudaros.
No le arriendo la ganancia,
que esa gente estudiantil
no tienen la mano blanda.
Escapemos.
¡ Ah, cobardes!
(D. Juan y los esludiantes desaparecen por la de-
recha. D. Luis se detiene y se dirije hacia la
casa de Beatriz).
ESCENA VIII.
D. Llis, Camacuo, luego D.^ Beatriz.
D. Luis. Van huyendo, y en mi casa
Beatriz estará impaciente.
Camacho. Un bulto parece que anda
por aqui. Sí tal, se acerca
de Beatriz á la ventana.
¿Será mi amo?
iÍKATHiz. ¡Ü.Juan!
(Abriendo la ventana y con voz recatada).
Nada se siente en la plaza.
¡D. Juan!
D. Luis. (¿Qué es esto? Beatriz
con voz recatada llama
— 29 —
á un hombre!... Si acaso fuera
ese que antes peleaba...
Yo descubriré el misterio
envuelto en esa llamada.
{Viendo que se abre la puerta de l(i casa, y sale
B." Beatriz).
\ Cielos ! la puerta se abre
y Beatriz sale á la plaza.
¡ Ay, de ella ! si la deshonra
ha penetrado en mi casa.
(D. Luis se adelanta hacia su hermana ij la ínter -
cepta el paso.)
CANTO.
D. Luis.
¿Do vais, señora?
D." Beatriz.
¡ Cielos ! ¡ mi hermano!
D. Luis.
Temblando estáis.
D.* Beatriz.
¡Temblar! ¿Por qué?
Camacho.
Viva la danza.
Si viene el otro
y aquí se encuentran
se armó el belén.
D. Luis.
Responded sin dilación
y calmad mi inquieto afán;
lÉitffaaiMtiüfti
, — 30 —
decid quien es el galán
que causó vuestra aflicción.
Camacho.
No es poco preguntón,
curioso es por demás;
¡ay ! niña, mal estás
si pierdes la razón.
D.^ Beatriz.
(Terrible situación,
no sé qué contestar,
no acierto á pronunciar
ni aun frases de perdón).
D. Luis.
Responde, hermana mia,
¿á quién buscas aquí?
D.^ Beatriz.
Rumores que en la plaza
ha poco llegué á oir,
creyendo que un peligro
te amenazaba á tí ,
en alas de mi espanto
hiciéronme salir.
Camacho.
Mal urdido, mal urdido,
no ha de engañarle así.
D. Lms.
Mintiendo está tu labio,
Beatriz, mintiendo estás;
yo mismo te he escuchado
— 31 —
nombrar á otro galán.
Díme, ese hombre,
díme quien es,
ó mi venganza
sentir te haré.
D.* Beatriz.
No, no mintió mi labio,
te dije la verdad.
Acude, cielo santo,
mi riesgo á' conjurar.
Tú fuistes ese hombre,
tan solo á tí llamé,
y juro que otro nombre
aquí no pronuncié.
Camacho.
No se conforma el mozo,
que es muy ladino á fe;
la candida paloma
no va á pasarlo bien.
D. Luis.
Infame guardadora
del lustre de mi honor,
si tú le has olvidado
sabré vengarle yo.
El hombre que tu labio
ha poco aquí llamó
han de saber hallarle
mi saña y mi rencor.
D.' Beatriz.
Piedad, piedad, hermano,
mitiga ese furor,
tu honra se halla ilesa,
— as-
no la he manchado yo.
Á tí tan solamente
mi afecto aquí buscó,
no dejes que te cieguen
tu saña y tu rencor.
Camacho.
¡Demonio! si la cosa
va cada vez peor,
preciso es que al momento
dé aviso á mi señor.
(D. Luis se lleva á D.^ Beatriz hacia su casa , y
Camacho vásepor la izquierda).
MUTACIÓN.
Interior de la habitación de la Salada. Aparecen esta, Ramón y Coro
de ambos sexos.
ESCENA IX.
La Salada, Ramón , D. Juan, Camacho y gente del pueblo.
HABLADO.
D. Juan. Lo dicho; como padrino
es justo que yo os festeje.
Ahijada mia es Salada,
y aunque de casa saliese
cuando era muy niña aun ,
obligaciones que tiene
un caballero, jamás
olvida.
Ramón. Que se agradece
tan noble cortesanía,
y podéis contar por siempre
con pechos agradecidos
D. Juan.
Un HOMBRE
Una mujer
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
Ramón.
Salada.
D. Juan.
Salada.
- 33 —
entre estas pobres paredes.
La cena se encuentra lista.
Vé, Camacho, y haz que cenen ;
Bebed sin tiento, que aquí
tenéis quien á todo atiende.
Vaya un padrino rumboso.
Y es muy galán.
(A Camacho). (Ya comprendes
que al marido y á los otros
emborracharles conviene.
Entiéndolo.
Y sobre todo
que nadie hacia aquí se acerque).
(Lo que es la que aquí se arme
va á tener diez perendengues).
Con que ¿vamos?
De contado.
y tú , Salada, ¿no vienes?
Sí tal.
Y con su padrino.
Mas antes , si tú consientes ,
á solas debo decirte,
sobre tus nuevos deberes,
lo que yo como padrino
es justo te recomiende.
Pues ya lo creo. Id vosotros,
(A Ramón y á sus amigos).
que no es justo que desdeñe
á quien vino dadivoso
tanta merced á ofrecerme.
( ¡ Jesús ! que tuno es mi amo ;
quiera Dios que sus mercedes
no nos traigan una tunda
que nos parta).
¿Qué no vienes?
fÁ Camacho).
^M
— 34 —
Camacho. Al momento.
D. JüA^^ (A Camacho J. No te olvides
de tratar bien á esa gente.
ESCENA X.
D. Juan y Salada.
(Ambos quedan contemplándose algunos mo-
mentos).
D. Juan. (Pues mi ahijada vale un mundo).
Salada. ( Es un noble caballero
mi padrino).
D. Juan. Saladita, '^
( Acercándose á ella) .
¿no sabes en lo que pienso?
Salada. Si no lo decís, señor,
adivinarlo no puedo.
D. Juan. Pienso, que siendo tan bella,
con ojos tan hechiceros,
con esa tez sonrosada
y esos labios, donde el beso
retoza provocativo ;
y ese talle tan esbelto,
y esa gracia que á raudales
va brotando de tu cuerpo,
no debe en humilde estado
vivir prenda de tal precio.
Salada. Lisonjero habéis venido, /
y no es bien ser lisonjero
con quien contenta hasta el dia
no buscó mas alto puesto.
D. Juan. Envidio de tu marido
la suerte, que eres modelo
de discreción y de gracia.
Salada. Yos me honráis sin merecerlo.
— 33 —
D. Juan.
Honrárate mucho mas
si creyeras en mi afecto.
Salada.
¡Pues no he de creer, señor,
si os debo solo respeto!
D. Juan.
Menos respeto quisiera
y mas cariño.
Salada.
No creo...
D. Juan.
Salada, tú me enamoras;
me fascinas con tu acento
y siento que no he sentido
jamás lo que estoy sintiendo.
Salada.
(Confusa).
Señor, os estáis burlando.
y obrar así no está bueno ;
vos tan rico, yo tan pobre,
hija yo de humilde siervo.
y vos , señor, poderoso.
la posición que tenemos
á vos os veda mirarme
y á mí me veda el quereros.
D. Juan.
Para D. Juan no hay distancia
cuando ha sentido un deseo.
Salada.
Para Salada sí existe.
que es prudente hasta el esceso
D. Juan.
Tu prudencia el amor mió
ya la irá desvaneciendo.
Salada.
Sois temible para amar.
D. Juan.
Y tú preciosa en extremo.
Salada.
Poned coto á las lisonjas,
galanteador caballero.
D. Juan.
Apaga tú de esos ojos
el volcan en que me quemo.
Salada.
Me alejaré.
D. Juan.
No harás tal.
Salada.
Mas ¿callareis?
D. Juan.
Si no puedo.
— 36 —
Me enamoras.
Salada.
Imposible.
D. Juan.
Te lo juro.
Salada.
Si no os creo.
D. Juan.
Eres bella.
Salada.
No miradme.
D. Juan.
Yo te diera...
Salada.
Nada quiero.
D. JüATÑ.
Por tu amor...
Salada.
Le tengo dado.
D. Jlan.
Dame parte.
Salada.
Si no debo.
ü. Juan.
Saladita de mis ojos...
Salada.
Mi marido está allá dentro.
D. Juan.
Yo te adoro.
Salada.
Con los labios.
D. Juan.
Con el alma.
Salada.
Devaneo.
D. Juan.
Tuyo siempre.
Salada.
Soy muy pobre
para joyas de tal precio.
D. Juan.
Serás rica.
Salada.
No ambiciono.
0. Juan.
Mas ¿no sientes?
Salada.
Soy de hielo.
D. Juan.
Mi pasión...
Salada.
Es fuego fatuo.
D. Juan.
Es muy cierta.
Salada.
No lo creo.
D. Juan.
Pero atiende.
Salada.
Si es inútil.
D.Juan.
¡Qué cruel eres!
Salada.
Honra tengo
(Ligera pausa J.
D. Juan.
Pues que contigo no bastan
las súplicas ni los ruegos ;
— 37 —
pues que rechazas el alma
que te ofrece amor eterno,
fuerza será que el amante
suceda aquí al caballero.
Salada. No entiendo lo que decís.
1). Juan. Que tu amor es mi tormento,
y pues no me le concedes
al demandarle tan tierno,
haré que mi mismo amor
al tuyo busí^ue en su seno.
Salada. Mirad, señor, lo que hacéis,
que si de grado no cedo,
no fue mujer la Salada
que la obliguen los esfuerzos.
D. Juan. Me enamoras, y tu amor
me ha cegado por completo.
(D. Juan trata de coger entre sus brazos d Stt'
lada).
Salada. Si á defenderme no basto,
vendrán los que están adentro.
(Ramón y los demás hombres hace un momento
llegaron á la puerta y escuchan. Camacho tra-
ta de llevárseles J .
Ramón. Cuando os dije que el galán
de balde no pagó esto...
ESCExNA XI.
Dichos, Ramón, Camacho, hombres y mujeres del pueblo.
Salada. ¡Ramón!
Ramón. Velaba por tí,
y ya ves si vine á tiempo.
El escudero quería
hacerme beber sin tiento,
D. Juan.
Ramón.
D. Juan.
Salada.
Todos.
Camacho.
D. Juan.
Ramón.
Salada.
Ramón.
— ás-
pero yo... Marchad, señor,
(Á D. Juan).
que ya veis os conocemos.
¿Y quién eres tú, villano,
para mandarme?
No quiero
que á pesar de lo que hicisteis
digáis os falté al respeto ;
pero creedme , alejaos ,
porque no respondo de estos.
Á tí y á ellos , á todos
arrojaré de este puesto
si audaces me provocáis.
Callad.
Á fuera.
(Esto es hecho,
hechos tajadas sahmos
si esta gente forma empeño).
Cierra con ellos, Camacho.
Para los dos bastaremos.
(Comienzan á pelear }.
¡D. Juan! ¡Ramón !
¡ Déjame !
(Aparece en la puerla del foro un Alcalde y la
ronda J.
ESCENA XII.
Dichos, Coro de alguaciles.
Alcalde. Alto.
D. Juan. Dejadnos.
Alcalde. Silencio.
— 39 -
CANTO.
Coro de Alguaciles.
Quietos , quietos y á la ronda
entregad vuestros aceros ,
acatad nuestro mandato
y el escándalo evitad.
Salada, Ramón, hombres y mujeres.
El señor nos provocaba ,
él tan solo fue culpable,
castigadle cual merece
y el escándalo evitad.
D. Juan.
Yo ceder á esta canalla ,
de mi nombre fuera en mengua ;
ven , Camacho, y con tu ayuda
á la ronda haré escapar.
Camacho.
(A D. Juan).
Escuchad, tengo otra idea ;
fingiremos entregarnos
y ya fuera de esta casa
nos podremos escapar.
(Los alguaciles rodean á D. Juan, le desarman
y se lo llevan, lo mismo que á Camacho. Cae el
telón J.
ACTO SEGUNDO.
Sala corta en casa de D. Juan. Dos puertas laterales.
Ál levantarse el telón C amacho está rodeado de estudiantes,
hombres y mujeres del pueblo.
ESCENA PRIMERA.
Camacho y Coro de ambos sexos.
CANTO.
Coro.
Inútil es negarlo,
sabemos que está aquí,
y á castigar venimos
su loco frenesí.
Camacho.
Estáis equivocados,
mi amo no está aquí ,
decidme á mí en su nombre
por qué os quejáis así.
Coro de Mujeres.
Ese galán mancebo
tan inconstante,
— di-
va pidiendo cariño
para burlarle.
Nos ha mentido
y queremos nos vuelva
nuestro cariño. ,
Camacho.
Bueno es el niño
para pagar las deudas
de su cariño.
Coro de Estudiantes.
En la velada anoche
hubo jaleo,
destrozados quedaron
nuestros manteos.
D. Juan lo hizo,
y queremos nos pague
nuestros perjuicios.
Camacho.
Si llega á oiros
con la ropa y el cuerpo
hace lo mismo.
Coro de Hombres del pueblo.
Á casa de Salada
vino el mancebo,
y si Ramón no es listo,
queda soltero.
Y aquí venimos
á castigar la ofensa
que recibimos.
Camacho.
Gracias, amigos,
— 42 —
podéis dar, que la ofensa
quedase en dicho.
(Repiten las mujeres, los estudiantes y los hom-
bres del pueblo los tres últimos versos de sus
estrofas] .
Camacho.
' Comprendo vuestras quejas,
lindas muchaciías ;
mas ¿cómo ha de pagaros,
cuando sois tantas?
Para que os pague,
con toditas vosotras
debia casarse.
Á vosotros, mancebos,
debo deciros,
que la ronda á mi amo
le ha detenido.
Id sin demora,
y todas vuestras quejas
dad á la ronda.
Coro general. Camacho.
No nos mientas, Pues os juro
que la ronda que yo ignoro
le ha dejado se pudiera
en libertad ; libertar.
y al saberlo, Á. su casa
hemos venido no ha venido,
á que pague os lo puedo
su maldad. asegurar.
HABLADO.
Camacho. Son muy justas vuestras quejas;
tenéis razón, pero oid,
¿qué adelantáis con decirme
Mujer 1/
Hombre 1.
ESTÜD. 1."
Hombre 1.
C A MACHO.
Mujer 1/
Mujer 2/
Camacho.
— 43 —
lo que me duele sentir,
sin poderlo dar remedio?
Marchad unidos asi,
y ante el alcalde D. Bruno
de Barbadillo y Oniz
esponed vuestras querellas.
Si D. Juan preso está allí,
estad ciertos que justicia
presto habéis de conseguir.
Y si libre ya se encuentra.
En ese caso elegid
entre llevar nuevos palos,
otros chirlos recibir,
perderse nuevas doncellas,
quedarse algún otro sin
la sotana y el manteo,
ó resignados decir,
contentémonos con esto,
y que no pase de aqui.
Vaya un consuelo.
" Este tuno
tiene gana de reir.
De tal amo tal criado.
° Si monto en cólera al fin...
No montéis, señor Ramón,
que si caéis sobre mí,
tras de no ganar vos nada,
dierais mucho que decir.
Queremos ver á D. Juan.
Y no nos vamos de aquí
sin que nos haga justicia.
Vamos, marchaos, salid
y creedme, mas no volváis,
pues si estáD. Juan ahí,
con justicia ó sin justicia,
como á gentecilla ruin
ESTÜD. 1.'
Camacho.
Hombre 1.
Camacho.
EsTUD. í."
Camacho,
Mujer 1."
EsTUD. 1."
Camacho.
— U —
os (la tanto cintarazo,
que magullados salís
cargando con nuevas cuentas
las que venís á exigir.
Es que mancos no lo somos.
Él es menos, y en la lid
perdiendo siempre quedarais.
Ea, vamos, creed me á mí
y obrad como os llevo dicho.
' Pero tal burla sufrir...
Consolaos con que otros muchos
quedaron también así.
Yo procuraré encontrarle.
Mas, no os quiero disuadir.
Que se guarde de nosotras.
Y de nosotros.
( Empujándoles) . Id, id,
y pensad que muchas veces
se alcanza mas sin pedir.
fVcinse Ramón, Salada y Coro).
ESCENA II.
Camacho.
¡Válame Dios! qué nublado
se vino tan de mañana.
¿Cómo pudieron saber
que libre D. Juan quedara?
¡Jesús! ¡qué noche! primerO'
D." Beatriz, la Salada
después; y después de todo,
para dar fin á la danza,
cuando libre mi señor
de alguaciles se quedaba,
tropezamos con D. Luis,
el hermano de su hermana,
— 45 —
que ardiendo en terrible cólera
á mi señor aguardaba.
Le provoca descortés,
D. Juan remite á su espada
la respuesta, choca el hierro,
cuando una ronda que avanza
por la calle, hace que huya
el D. Luis; ü. Juan en casa
da con su cuerpo, y yo doy
tras tanto susto, en la cama.
Mas, ¡qué despertar! ¡Dios mío!
esa muchedumbre asalta
nuestra casa , y un triunfo
fue el conseguir calmarla.
Á cada paso temia
que D. Juan se presentara,
y con su ardor imprudente
empeorase nuestra causa.
¡Ay! lo que cuesta el servir
á galanes de tal fama.
ESCENA IIL
Ca MACHO y D. Juan.
Caraacho.
(Ya despertó).
¿Qué ha pasado?
Tropelías,
á que dais margen vos mismo.
De lo que dices te cuida,
que sabes sé castigar
tu necia descortesía.
Me preguntáis y os contesto,
y al hablaros repelía
io que ellos, para vengarse
de vos, castigar querían.
— 46 —
D. Juan. ¿Y quién son ellos? Responde.
Camacho. Los vecinos de Sevilla;
pues por toda la ciudad
hablan de vos maravillas.
Aquí han estado estudiantes,
cuya sotana raida
á pinchazos y mandobles
pusisteis como una criba;
aquí han gritado las madres,
aquí han llorado las hijas,
aquí amenazas paternas
han resonado infinitas,
y hostereros que se quejan,
y busconas muy ladinas,
y comadres maldicientes,
y doncellas afligidas,
entre notas y lamentos,
denuestos y tonterías,
trataban de entrar á veros
para pediros justicia.
D. Juan. Hiciérasela en buen hora,
tan instantánea y cumplida,
que grata memoria siempre
guardaran de esta visita.
Camacho. Pues por evitar el lance
que siendo así preveía,
he procurado calmarles
y que se fueran.
D. Juan. Se indignan
de bien poco mis paisanos.
Camacho. (Pues no sé qué mas querría.
En cuatro días, tres raptos,
dos muertes, cuatro palizas,
burlar de noche á las rondas
y á las doncellas de día,
y aun supone que es injusta
— 47 -
de sus paisanos la ira).
Juan. ¿Qué murmurabas, Camacho?
JAMACHO Que es una gran injusticia
lo que hacen los sevillanos
con vos.
Y por vida mia,
que mas que en Italia y Francia
memoria tendrá Sevilla
de mí.
Camacho. (Y lo conseguirá
como de este modo siga).
D. Juan. ¿Vino la dueña?
Camacho. (Esta es otra).
Pero señor, ¿qué manía
os dio del Comendador
tratar de robar la hija?
D. Juan. Me ha ofendido, y enseñarle
quiero, pues que me obliga.
Camacho. Como gustéis, mas presiento
que de esta empresa maldita
va á resultar un gran daño
que mi mente no adivina.
D. Juan. Ya lo creo, D. Gonzalo
recibirá cruel herida.
Mas cuánto tarda esa dueña.
Camacho. No temáis, que bien de prisa
tras el imán del bolsillo
aquí vendrá.
Dueña. (Puerta izquierda].
Ave María.
Camacho. ¿No os lo dije? Si el diablo
viene, al llamarle, en seguida.
— 48 —
ESCENA IV.
Bichos, la DüeKa.
D. Juan.
(Á Camacho J.
Empieza á tratar con ella.
Camacho.
Quisiera haber acabado.
Dueña.
Deo gracias.
Camacho.
Á Dios sean dadas ;
pasad sin ningún reparo.
Dueña.
Sí que le tengo, mancebo,
y muy mucho me ha costado
el decidirme á venir;
, mas vos sois formal , y al cabo...
Camacho.
Los escrúpulos se ahogan
cuando brillan los ducados.
Dueña.
¡Tentador!... Dios me perdone,
sed libéranos á malo.
Camacho.
Mirad, suprimid latines,
y hablemos, dueña, muy claro,
que ni á mí vos me engañáis,
ni yo trato de engañaros.
¿Estáis dispuesta á servirnos?
Dueña.
Mancebo, según y cuándo.
Camacho.
Y cuánto, querréis decir.
Dueña.
Ved que sois muy mal pensado.
D. Juan.
(Pasando al otro lado de la dueña
esta quede en medio).
¿Acabareis de una vez?
de modo que
Dueña.
¡ Jesucristo !
D. Juan.
Sosegaos
y hablemos en paz y breve.
Yo á D." Ana idolatro,
y necesito que á hablarla
vos me llevéis de contado.
Dueña.
Pero señor, ¿qué decís?
- 49 —
;.os habéis dado al diablo?
Á vos se dio, que es lo mismo.
Atrevido, deslenguado.
Mirad que tengo un bolsillo
que irse quiere á vuestra mano.
[Muéstrale Camacho el bolsillo, ella le ve, y mi-
rando á D. Juan tiende la mano 'por la espalda
para cogerle. Camacho le retira. Este juego ha
de repetirse en toda la escena).
Con que decíais, seño.r...
Decia que adoro tanto
á D,* Ana que mi vida
en su amor he concentrado.
Mas si estaba prometida
á otro galán.
D. Gonzalo
ha roto ese compromiso,
á su palabra ha faltado
burlando la fe de un hombre
y mi esperanza burlando.
Luego sois?...
El prometido,
que os promete cien ducados
porque vos le prometáis
engañar á D. Gonzalo.
¿Y pensasteis?...
Que lo haréis.
(Á D. Juan).
Mas su amor.
Es puro y santo.
Es que D.' Ana...
Es un ángel.
Y os ama.
Benditos labios.
Mas temo que vos...
¿Dudáis?
Dueña.
Camacho.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña .
Camacho.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
CAMACnO.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
Camacho.
Dueña.
Camacho.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
Son los hombres...
Ayudadnos.
Os lo ruego.
¿Y qué queréis?
Hablarla.
i Dios soberano !
¿Lo haréis?
¡Si es imposible!
f Ofreciéndole el bolsillo J.
Ved como brijla.
(No pudiéndole coger).
( i Malvado ! )
Yo la adoro.
Todos dicen...
Os lo juro.
Si es en falso...
Es verdad.
( Vokiéndose á él con ira) .
k vos no creo.
Creedme.
No he de ayudaros.
¿Por qué?
Porque son los hombres.
Buenos cuando pagan tanto.
(A Camacho).
Pero si nada cumplís
¿á qué esperanza estáis dando?
Prometed.
Arriesgo mucho.
¿Resolvéis?
Estoy pensando.
¿YD.'Ana?
¡Pobrecilla!
Habló de mí.
¿Qué si ha hablado?.,
¿cómo no? siendo doncella,
— 51 —
si de casarla trataron.
D. Juan.
Doleos de mí.
Camacho.
(Con el bolsillo).
Tocadle.
DueSa.
(Viendo que no puede cogerle).
(¡Qué tormento!)
(liMACHO.
¡Es muy pesado!
Dueña.
Pero acabad.
Camacho.
Decid vos.
Dueña.
Ese galán...
Camacho.
Es mi amo.
Dueña.
¿Es menlidero?
Camacho.
No tal.
Dueña.
¿Y ama?
Camacho.
Cual nunca ha amado.
Dueña.
¿Olvidadizo?
Camacho.
Con otras.
D. Juan.
Pero acabad.
Dueña.
Id despacio.
D. Juan.
Me impaciento.
Dueña.
Yo quisiera.
( Á Camacho).
¿Abusará?
Camacho.
Si es un santo.
Dueña.
vSi saben que yo...
Camacho.
Si es mudo.
Dueña.
¿Y si le vieran?
Camacho.
No es manco.
Dueña.
¿Es muy rico?
Camacho.
Poderoso.
Dueña.
¿Y paga bien?
Camacho.
(Poniéndole el bolsillo en la mano y retirándole
seguida).
Id pesando.
en
Dueña.
No acierto...
( No pudiendo tropezar el bolsillo J.
Camacho.
DüeSa.
Camacuo.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
Camacho.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
Camacho.
Dueña.
Camacho.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
D. Juan.
Dueña.
cvmaciio.
Dueña.
¿Sentís ahora?
Dadme.
Después.
[Dando un golpe con el pié en el suelo, llena de
ira) .
\ Condenado !
¿Qué decidís?
¡ Es muy grave !
Ved dueña que me le guardo.
(Deteniéndole).
No.
(Á D. Juan como si continuara habiéndole).
Es muy grave, mas por vos...
¿Lo liareis?
Señor, gran pecado
por vos he de cometer.
Es pecado muy liviano,
y mas si la absolución
tiene un peso tan doblado.
(Le da el bolsillo).
,\
¡Lo que pueden los ducados!
¿Con que de mí la hablareis?
Me intereso por vos tanto...
Y esta noche...
Vais de prisa.
Si vierais cuanto la amo...
Está visto, inútil fuera
que yo quisiera negaros...
Por la tapia del jardín
penetraré hasta su cuarto.
Paso, paso, caballero.
No detengáis ya su paso
que si pasa, pasarán
hacia vos nuevos ducados.
¡Ay! Quién puede resistirse
;¡ Ay ! ¡ alabado sea Dios ! )
- 53 -
á un galán tan bien hablado.
D. Juan.
Qué hora es mejor.
Dueña.
Las nueve.
D. Juan.
¿Yos estaréis?
Dueña.
Esperando.
D, Juan.
Gracias, dueña.
Dueña.
Yaya, vaya, .
lo merecéis. Ahora marcho.
Hasta las nueve.
D. Juan.
Sin falta.
Dueña.
De vos la hablaré entretanto.
Camacho.
Vaya una dueña ladina.
Dueña.
Vaya un tuno redomado.
(Váse la dueña. D. Juan entra por la puerta de
rechaj.
Camacho.
Está visto, mi amo siempre
tiene en su ayuda al diablo.
(Entra por la puerta derecha).
MUTACIÓN.
Sala en casa del Comendador. Al foro tenaza que da al rio. Á la iz-
quierda puerta de entrada. Dos puertas laterales á la derecha.
ESCENA V.
D. Gonzalo, D." Ana.
D.^ Ana. Mas ¿cómo, padre y señor,
pudisteis mudar de idea?
D. GoNz. Razones que no comprendes
y que explicarte me cuesta ,
á mi palabra me obligan
á faltar, por vez primera.
Esa boda es imposible.
fD." Ana se enjuga los ojos).
¡Y lloras!... Hija, desecha
~ u -
esos sueños de un instante,
esas nacientes quimeras,
que vale mas que en capullo
tu bella ilusión se muera,
que no, creciendo afanosa,
rica en esperanzas bellas,
creyendo tocar la dicha
hallases amarga pena.
D.* Ana. ¡ Ay ! ¡ padre ! como al calor
de la voluntad paterna
brotó en mi seno la llama
del amor que hoy se me veda,
acostúmbreme á querer
á ese galán , que hoy cesa
de ser ya mi prometido,
sin que yo le conociera;
si dormia en él soñaba,
le contemplaba despierta,
y una fantástica imagen,
creación de mi mente inquieta,
constantemente á mi lado
mi vista vio satisfecha,
¿ cómo queréis que no llore
si acostumbrada á quererla,
cumpliendo vuestro mandato
hoy de mi lado se aleja?
D. GoNz. Cree que no fue el capricho
quien hizo que así torciera
proyecto que me halagaba.
Es por tu bien, y una prueba
de ello tienes en D. Diego,
que aun tocándole tan cerca,
pagado de mis razones ,
no tan solo las aprueba,
sino que él, á esa boda
que renuncie me aconseja.
— 55 —
En vano busca mi mente
la razón...
D. GoNz. Saber no quieras
lo que amargos sinsabores,
Iiija del alma , me cuesta. '
Indigno de ti es D. Juan,
que á no serlo, ya estuviera
á tu lado, y yo gozoso ,
con mirarte satisfecha.
Tú sufres y yo también ,
mas ambos con faz serena
al dolor haremos frente,
luchando con entereza;
que es un deber en nosotros ,
aun cuando el alma padezca ,
la honra en que hemos vivido
conservar por siempre ilesa.
fVáse D. Gonzalo, puerta segunda, derecha].
ESCENA YI.
CANTO.
Doña Ana.
j Dios mió ! ¿ qué siento ?
no acierto á explicar
¡mi horrible tormento!
¡mi inquieto anhelar!
Sueños de amor purísimo,
que ciega acaricié,
vuestro divino encanto
jamás disfrutaré.
Imagen seductora,
que yo guardaba aquí, .
apártate ligera,
aléjate de mí.
— 56 —
¡Ay!sí, ¡ay! sí,
que es mi destino iograto
sin dicha subsistir.
ESCENA VIL
D/ Ana, la Dueña.
Dueña. (Apareciendo por la puerta izquierda y aproxi-
mándose ci D.^ Ana).
¿En qué pensáis D.* Ana?
D.' Ana. ¿Eres tú?
Dueña. Que triste os veo,
y ardiendo estoy en deseo
de templar la pena insana
que os aflige.
D.' Ana. ¿Y cómo, dueña?
si aciaga la suerte mia,
trueca en amarga agonía
mi ventura mas risueña.
Gozosa ayer, me entregaba
á mis sueños de ventara;
hoy, se cambia en amargura
la dicha que me halagaba.
Sin ver mi doliente afán,
ni contemplar mi dolor,
manda mi padre y señor
que dé al olvido á D. Juan;
y en medio de mi quebranto,
entre el amor y el deber,
la pena embarga mi ser
y empaña mi vista el llanto.
Dueña. ¿Que á D. Juan deis al olvido
D. Gonzalo os ordenó?...
D.* Ana. Dice que indigno faltó
á su nombre.
___ p»^
Dueña. Nada he oido.
y por cierto que el galán
es conocido en Sevilla,
y... vamos, me maravilla
que así se juzgue á D. Juan.
D." Ana. ¿Luego, tú le crees honrado?
Dueña. ¿Y quién tal cosa dudara?
Que le oyeseis , me alegrara,
como yo...
D.* Ana. fCon interés que va creciendo en toda la escena).
¿Tú le has hablado?
Dueña. ¿Como no, si noche y dia,
presa de amoroso fuego,
se los pasa sin sosiego
mirando esa celosía?
Apenas me ha visto agora,
acérceseme al momento,
y tembloroso el acento
preguntóme: — ¿Y tu señora?
D.* Ana. ¿Eso te dijo? ; Dios mió!
Dueña. Así exclamé, sorprendida
por tan ruda acometida;
mas le miré... y os lo fio,
aquel galán es honrado ;
y es gallardo caballero...
hablóme con tal esmero...
está de vos muy prendado.
D.' Ana. ¿Y qué mas te dijo, dueña?
Dueña. Fuera largo de contar.
Preguntaba sin cesar
si le nombrabais risueña,
si pensabais mucho en él,
si le amabais, si dichosa
seríais al ser su esposa,
y... vamos, fuera muy cruel
rechazar amor tan fino.
D.' Ana. Tanto me ama?
Dueña. ¡ Con locura!
Dice que sois la luz pura
que ilumina su destino.
Y os llama su sol, su estrella,
sois el imán de su anhelo,
cual vos no hay otra en el suelo
ni mas pura, ni mas hella.
D." Ana. ¿Y no era fingido? di.
Dueña. ¡Ay, señora! vieja soy,
y os aseguro que estoy
trémula por lo que oí.
¡Cuánto fuego! ; qué demencia!
Si le dejarais de amar,
tanto fuera su pesar
que hiciera alguna imprudencia.
D.' Ana. Dueña, ¿qué quieres decir?
Dueña. «Haced que la hable un instante,
— así me dijo el amante, —
que si no, voy á morir.»
D.'Ana. ¡Morir!
Dueña. Y se morirá,
porque es muy grande su pena.
«Vos lo haréis, que sois tan buena »
— él me decia. Ya, ya,
os aseguro que. el llanto...
como yo soy tan sensible...
Pero hablaros... Imposible,
y me afectó su quebranto.
¿También lloráis?
D." Ana. ¡ Triste suerte 1
Mi padre me manda odiarle,
y yo, que solo sé amarle,
seré causa de su muerte.
Dueña. Pues él empeñóse en veros,
y de tal modo me habló..
— 59 —
D." Ana. ¡Dueña!
Dueña. ¡Qué! si no sé yo
resistir lances tan fieros.
Él os ama.
D.' Ana. Yo también.
Dueña. Por vos padece.
D.^ Ana. ¡Dios mió!
Dueña. Y temo su desvarío
si le tratáis con desden
D.* Ana. ¿Oíste? {Escuchando].
Dueña ¡ Jesús me valga !
D/ Ana. ¿Qué tienes?
Dueña. Me ha parecido
que en el agua sentí ruido.
I Jesús! que cierto no salga
ío que se ocurre á mi mente.
D." Ana. Habla, mitiga mi atan.
Dueña. Temo que osado el galán...
D.' Ana. (Tapándole la boca con la mano y llevándose la
otra al corazón] .
Calla.
Dueña. (Ya estaba impaciente).
(Tras un ligero preludio canta D. Juan dentro).
CANTO.
D. Juan.
Niña hechicera, por quien suspiro,
calma amorosa mi frenesí.
el viento amigo, mi tierno acento
lleve hasta tí.
Peregrino en la tierra
Voy sin sosiego,
de tus ojos buscando
el puro fuego.
— 60 —
Mira mi lloro
y tiéndeme tu mano
porque te adoro.
HABLADO.
I).' Ana. Dueña, ¿qué dice ese acento
que vibra en mi corazón?
Dueña. Diz que por ese balcón
va á subir en un momento.
CANTO.
D. Juan.
Niña, que el alma mia
demente adora,
templa benigna el fuega
que me devora.
Prenda querida,
dame con tu cariño
mas que la vida.
Niña hechicera,
por quien suspiro,
ciego de amores
llego hasta tí.
No me rechaces
con tus desdeneSj
ten, bienhechora,
piedad de mi.
HABLADO.
D." AisA. Cesó la voz.
Dueña. ¿Y tembláis?
D.* Ana. ¡ Ay, dueña! medrosa el alma
se estremece.
Dueña. Tened calma ;
— 61 -
de bien poco os asustáis.
(D. Juan aparece en el balcón del foro).
D- Juan. (No sé que siento al posar
en esta estancia mi planta ;
siento que aquí se levanta
voz que no sé descifrar).
Dueña. (Viéndole). (Ya llegó. ¡Gracias al cielo!
Lo que es falta no hago aquí).
D.* Ana. (Viendo que la dueña se quiere ir).
IVo te separes de mi.
DoEÑA. Quiero templar vuestro duelo.
[La Dueña se retira y D. Juan se adelanta. Al
verle doña Añada un grito y cae desvanecida so-
bre el sillón. D. Juan se arrodilla junto á ella).
ESCENA Vm.
D." Ana y D. Juan.
CANTO.
D. Juan.
Blanca paloma pura,
ángel de mi amor,
tu virginal pureza
respeto me infundió.
Y ante tu casta imagen,
mi ardiente corazón,
confuso y agitado,
mi bien, se transformó.
D.' Ana.
Triste de mi,
no puedo á sus palabras
¡ay! resistir.
- 62 ~
D. Juan.
Deja, bien niio,
que yo subsista
con el aliento
de tu pasión ;
que en esos ojos
y en esos labios,
estoy leyendo
amor, amor.
Y esa tu frente,
tan casta y bella,
ahora cubierta
por el rubor.
Toda, mi vida,
sin tú quererlo,
me está gritando
amor, amor.
D.^Ana.
Callad, señor,
no sé decir,
cómo ese acento
resuena aquí.
D. Juan.
Ana hechicera,
ten compasión,
de quien tan solo
vive en tu amor.
Di que me amas,
cual te amo yo ;
dame, bien mió,
tu corazón.
— 63 — *
D/ Ana.
Como la mariposa
va tras la llama,
en pos de vuestras frases
se va mi alma ;
quiero salvarme,
y en vuestro amante fuego
voy á abrasarme.
Como las aguas puras
del manso rio,
se pierden en las ondas
del mar bravio.
Ciega y sin calma,
hacia vos se dirije
mi pobre alma.
D. Juan.
Benditos esos labios
que colman mi ventura,
te juro que el pasado
para D. Juan murió.
Bien haya tu cariño,
que así me ha transformado,
bendito seas, bien mió,
bendito sea tu amor. v
D." Ana.
Bendito sea el cariño
que colma mi ventura,
bendito si al pasado ,
por siempre renunció.
Dichosa al fin mi alma
será con su ternura;
bendito seas, Dios mió,
bendito sea su amor.
— u ~
ESCENA IX
Dichos, la DüENA.
f Precipitadamente por la segunda puerta iz-
quierda J.
DueSa. Pronto, dichosos amantes,
separaos.
D/ Ana. ¡Santo cielo!
D. Juan. ¿Qué sucede?
Dueña. (A D^ AnaJ. Vuestro padre
seguido de otras personas,
hacia aquí viene.
Ocultadle.
1).^ Ana. Huid, D. Juan.
{D. Juan va d diritjirse hacia el foro).
Ocena. Escondedle, •
que quizá por esa parte
haya alguno que le espié.
D. Juan. Mi espada sabrá dejarme
libre el paso.
D." Ana. No, por Dios.
Dueña. Decidios.
(Mirando á la puerta).
¡Oh! ya es tarde.
Entrad , señora.
(Indicando á D." Ana la primera puerta iz-
quierda].
Venid.
(A D. Juan).
(Dios me ayude en este lance).
(Entra con D. Juan, por la puerta, dei^echa).
— 65 —
ESCENA X.
D. GoiNZALO, D. Luis, Salada y Ramón.
0. GoNz. Por mas que vos me digáis,
apenas puede creerlo.
Conozco la liviandad
y audacia de ese mancebo,
mas atreverse á mi honra...
eso, D. Luis, no lo creo.
D. Luis. Os repito que D. Juan,
ufanándose altanero,
manifestó á sus amigos
que entrarla en el aposento
de D.* Ana, vuestra hija,
á robarla , sin respeto
ni al honor de vuestro nombre,
ni á su honor de caballero.
Y ya veis cómo estas gentes
también os dicen lo mesmo.
Salada. Camacho estuvo en el barrio,
y como en eso ya es diestro,
reunió cuatro ó seis rufianes
que manejan bien los hierros,
y les dijo que esta noche
hablan de escalar un huerto
y robar una doncella,
y como el nombre dijeron
del padre, vino Ramón,
me lo dijo, y al momento
decidimos avisaros,
porque 1). Juan es muy terco
y si entrar aquí desea,
hará lo que se ha propuesto.
I). Goisz. Que lo intente, y en su vida
— 66 ~
sabré vengar, aunque viejo,
la deshonra y el escarnio
de que hizo alarde grosero.
El buen D, Diego Tenorio
dióme ya aviso de ello,
y por guardarla, yo mismo
traje á mi hija del convento ;
mas os digo que, á creer
tanta infamia, no me atrevo.
Ramo>. ¿No lo creéis? ¡ Ay señor!
que sea muy tarde temo.
Cierto estoy que ya ha venido.
¡Cierto! (Mirando las paredes J.
¿Qué estáis diciendo?
¿Estas prendas , de quién son?
(Por la gorra y la capa de D. Juan que queda-
ron en una silla).
¡Oh! ¡qué infamia!
¡Juro al cielo!
que...
!). Gopsz. Callad, herido estoy,
y ya veis si me contengo.
(Se llega á la puerta derecha).
D." Ana, salid al punto.
(Aparece D." Ana, primera puerta, izquierda, la
coge D. Gonzalo y la lleva ante la silla donde
están las prendas].
Decidme, ¿de quién es esto?
D.
Luis.
D.
GONZ.
Ramoin.
D.
GONZ.
D.
Luis.
ESCENA XI.
Dichos, D.' Ana , y después D. Juan.
D. GoNz. Responde, Ana. Responde
y dime, ¿dónde está el dueño
de estas prendas?
— 67 —
D." Ana. ¡Dios mió!
D. Juan. {Apareciendo en la puerta derecha).
Aquí está, señor.
D. Luis. [Dando un paso hada él llevando la mano á la
espada).
¡Oh!...
D. GoNz. (Deteniéndole). Quieto.
CANTO.
D. Juan.
Escuchadme caballero,
escuchad Comendador,
todos , todos vais á oirme
mi espontánea confesión
Coro, Salada ij Ramón.
Escuchemos, escuchemos
su espontánea confesión.
D.* Ana.
Temblorosa, palpitante
pende el alma de su voz.
D. Luis (á D. Gonzalo).
Nuevas tramas, el infame
por salvarse, concertó.
D. Gonzalo.
De ira tiemblo y me contengo,
dominaos cual lo hago yo.
D. Juan.
Del pasado arrepentido,
deplorando tanto error
llego humilde á demandaros
— G8 —
vuestro sincero perdón.
La virtud de vuestra bija
fue la luz que rae alumbró,
y su amor es mi esperanza,
y mi vida está en su amor.
Coro, Salada y Ramón.
Quien creyera de sus labios
escuchar tal confesión.
Y). Luis.
Solo el miedo pudo hacerle
formular tal confesión.
D.^ Ana.
Padre mió, sus palabras
se las dicta el corazón.
D. Gonzalo.
Hija ingrata , sella el labio ;
es indigno de tu amor.
D. Juan.
D. Gonzalo, yo la adoro,
vuestro enojo refrenad,
concededme á vuestra hija
y mi dicha asegurad.
D.^ Ana.
Padre mió, ved mi llanto,
vuestro enojo mitigad,
yo le adoro y en su vida,
mi ventura solo está.
D. Luis.
No creáis en sus palabras,
— 69 —
solo el miedo le hace hablar,
esta espada vuestra ofensa,
con mi ofensa vengará.
Salada y Ramón.
Nadie atiende sus razones,
no le quieren escuchar,
1,^ padrino, de esta hecha
Tü)
cuantas hizo pagará.
D. Gonzalo.
Basta, basta, mi paciencia,
tanta infamia agota ya ;
con tu sangre solamente,
mi deshonra he de vengar.
Coro.
Nadie, nadie á sus protestas
ningún crédito les da,
el galante caballero,
sus infamias va á pagar.
D. Luis.
Sois un cobarde,
vais á morir.
D. Gonzalo.
Su muerte solo
me toca á mi.
D.' Ana.
Padre, le amo,
piedad de mí.
tmmmm
__ 70 —
D. Juan.
En vano trato
de resistir.
Lo habéis querido
pues bien, venid.
(Lidia con D. Luis y le mata).
D. Gonzalo.
( Arrojándose sobre cJ ) .
¡ Ay de tu vida!
D. Juan.
(Tirándole un pistoletazo).
i Pobre de ti!
(D.'' Ana, Salada, Ramón y criados se arrojan
sobre el cuerpo de D. Luis y del Comendador .
Momento de fama).
Camacho, (dentro).
Cercada está la casa,
el rio libre está,
pronto, señor, al agua;
pronto, señor, saltad.
D. Juan.
Adelantándose hacia el proscenio).
¡Ah!...
Al cielo en mi quebranto
llamó mi corazón,
y pues mi voz no escucha,
no soy culpable yo.
- 71 -
Coro, Salada y Ramón.
{Volviendo de su asombro y adelantándose hacia
D. Juan amenazándole)'
Entrégate, villano,
entrégate á prisión :
morir solo merece
quien tal daño causó.
D.'Ana.
¡A.h! cielo, horrible noche
de luto y de dolor,
hundióse mi esperanza, \
mi dicha ya murió.
D. Juan.
(Lanzándose á la ventana y amenazando á los cria-
dos con la otra pistola y la espada).
Atrás, atrás, canalla,
atrás, ó ; vive Dios !
que hago con vosotros
lo que hice con los dos.
( Todos retroceden : D. Juan salta por la ventana
y cae el telón).
ACTO TERCERO.
El cementerio. Segundo termino izquierda, el panteón y estatua
del Comendador. A la derecha, el de D. Luis. En el fondo dos pan-
teones iguales con las estatuas de D.^ Ana y B." Beatriz.
Tapia practicable que se cstiende por la derecha.
Al levantarse el telón se oyen los cantos de una orgía, el choque
de los vasos y las palmadas. Después choque de espadas y tras él un
prito, y se \c saltar la tapia del cementerio á D. Juan y Camacho.
Coro de Hombres, (dentro).
Viva la danza,
viva el placer,
vivan las mozas,
viva el Jerez.
Á beber, á beber,
á gozar, á gozar,
i Ay! morena de mi vida,
ven un poco mas acá,
¡Ah!... ¡Ah!...
Tienen toditas las hembras
en el cuerpo un no sé qué,
donde tropiezan los hombres
y donde van á caer.
¡ Ay! que no sé,
por qué me gusta tanto
el no sé qué.
fSe oye el choque de las espadas, el grifo, y sal-
tan D. Juan y Camacho por la tapia).
73 —
ESCENA PRIMERA.
D. Juan y Camacho. ,
ü. JuAis. Buena manera, á fe mia,
de recibirme en mi tierra.
Llegasteis en son de guerra,
y os pagan la bizarría.
D. Juan. No podrás asegurar
que fui yo quien provoqué.
>fACH0. Si no fuisteis vos, no sé
quién dio ejemplo al empezar.
Por si á la moza miraba
aquel galán sin rebozo ;
por si pidióla el buen mozo
lo que ella ya os otorgaba;
Por si ella, que era ladina,
como las berabras lo son,
á vos os dio la razón,
y al otro planteen la esquina;
vos de la espada tiráis,
insultáis al desairado ,
otros corren á su lado,
mas con ello os irritáis,
y dando al bierro que bacer
y llevándome con vos,
dejasteis tendidos dos
y gritando á la mujer.
Decidme, señor, si en eso
no fuisteis vos el culpable,
yo encuentro vituperable
lo que bicísteis, lo confieso.
Jl'a>, y yo te encuentro tan ruin,
tan tuno y desvergonzado,
que voy á darte...
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Juan.
Camacho.
D. Jlan.
Camacho.
•— 74 —
Un ducado,
y pongo á mis quejas fin ;
y ved que mucho no os pido,
cuando ellos tanto me dieron ;
á cintarazos molieron
este cuerpo fementido.
Vuestras riñas, en sustancia,
igual que vuestros amores,
á mí me dan los dolores
y á vos os dan la ganancia.
Sella el labio, ó vive Cristo,
que yo te le haré sellar.
Á tal modo de mandar,
Cedo y callo, no resisto.
¿En dónde estamos?
No sé,
porque esto está cambiado,
un convento hay á ese lado,
mas esto...
Ya lo veré.
(Da algunos pasos, mientras Camacho tropiez
con el sepulcro de D. Luis, lo toca, va recor
riendo el recinto y toca los de D.^ Ana y don
Beatriz. D. Juan toca el sepulcro de D. Gon
zalo).
Césped, mármol, arboleda.
Piedra, y piedra labrada;
una estatua arrodillada...
Señor, y que yo no pueda...
¡Qué silencio !
Nueva piedra.
Estatuas, cruz sepulcral,
es un sepulcro, sí tal:
¡ay Dios! el alma se arredra
tal vez... ¡Qué rayo de luz!
( Vuelve al sepulcro de D. Luis y lo toca de nuevo
— 73 —
Cierto, las mismas figuras,
ya no hay mas ; son sepulturas
con estatuas y con cruz.
In un cementerio estamos;
hay mas desdichada suerte,
por escapar de la muerte,
aquí con la muerte damos.
Señor, señor.
¿Qué te pasa?
¿ Sentiste algo ?
¡Ay de mí!
Señor, salgamos de aquí,
que no me agrada esta casa.
Á mí sí , y precisamente
aspira feliz mi alma
esta quietud , esta calma...
Si es muy callada esta gente ;
mas ved , y son signos ciertos,
que calma y tranquilidad ,
solo se hallan , en verdad,
en la casa de los muertos.
¿Te hurlas?
Os hablo en serio.
y reparad mi temblor,
hemos caído, señor,
adentro de un cementerio.
¡Un cementerio!... Mi suerte
hasta aquí me ha protegido,
nunca á la muerte he temido,
y voy á ver a la muerte.
(Pues señor, esta es muy negra,
creí causarle un disgusto,
y para aumentar mi susto,
aun parece que se alegra).
Con que un cementerio... Bravo,
qué tranquilo voy á estar.
Camacho.
D. JUAIN.
Camacho.
T). Juan.
Camacho.
D. JUAiN.
Camacho.
— 76 —
(Lo dicho se va á quedar) ,
señor, el gusto no alabo.
Ved que es detestable hedor
el que exhala un cuerpo muerto;
si os quedáis, tened por cierto
que malo os pondréis, señor.
Que cuentas tenéis muy largas
con los muertos, y si alguno
vengarse quiere... ninguno
vendrá á salvaros...
Me cargas
con tus escrúpulos necios
y con tu charla también.
iTrata uno de hacer un bien
y le pagan con desprecios).
Si tienes miedo, te alejas,
y huscas de aquí salida,
mas no vuelvas, por tu vida,
a molerme con tus quejas.
Proporcionóme el azar
á un cementerio venir,
y voy en él á dormir,
y en él voy á descansar.
Que cuando yo este camino
á tantos vivos tracé,
ahora si es bueno sabré
tal cambio de su destino;
y vete, y déjame en paz,
que solo quiero quedarme.
¿Pero dónde he de marcharme?
Donde no mire tu faz
tan afligida y medrosa,
ni escuche tu voz doliente.
( ¡ Si querrá que entre esta gente
se halle mi alma gozosa!)
Mirad, señor, que es locura...
Juan.
AMACHO.
.Ilan.
AMACHO.
Juan.
AMACHO.
Juan.
AMACHO.
— 77 —
Que calles te dije ya.
(Si mas hablo, me echará
contra alguna sepultura).
Calmaos, señor, ya rae voy;
la salida buscaré,
y si la hallo, volveré
para avisároslo.
Estoy
bien aquí. Puedes marcharte.
No pecáis de agradecido.
(Amenazándole).
Camacho.
Perdón os pido...
No quiero mas escucharte.
Vete al punto, y déjame.
Ya os dejo, sí tal ; me ajusto
por completo á vuestro gusto,
mas por el mió, no á fe.
ESCENA II.
D. Juan , después las estatuas de D.* Ana y D." Beatriz.
I. Juan.
¡ Qué soledad ! ¡qué quietud !
tras el inmenso bullicio
de la existencia agitada
que he llevado de continuo,
parece que de otro modo
se respira en este sitio.
¡Qué de recuerdos me asaltan!
¡Qué pensamientos sombríos
se presentan á mi mente !
¡A.na! ¡Beatriz! ¡Dos hechizos
que dejé envueltos en llanto
en medio de mi camino!
D. Luis y el Comendador
— 78 -
me obligaron , yo no he sido
su matador, fue su estrella,
y fue quizás mi deslino.
¡Ana! ¡Beatriz! ¿Dónde estáis?
Tal vez por nuevo cariño
halagadas, de otro amante
acepten el desvarío;
¡Qué necio soy, recordando
mis pasados amoríos!
¿Acaso se acuerdan ellas,
siquiera, del nombre mió?
¡La constancia! Si yo nunca
en la constancia he creído,
¿por qué me sorprendo ahora?
ellas viven y yo vivo ;
ellas se habrán consolado,
y yo sin pesar subsisto...
¡Sin pesar!... Hablemos claros,
¿vivir sin pesar he dicho?
¿el recuerdo de mi padre
pesares me ha producido?
¿torturóme la conciencia?...
Sí... (Desechando esa idea).
No, por ningún estilo;
empeñóse en contrariarme,
y muerte se ha dado él mismo.
Mas... desechemos recuerdos
que están bien en el olvido,
y ya que salió la luna,
recorramos este sitio.
(Mirando al panteón de D. Gonzalo).
Buen panteón, buena estatua,
el escultor que las hizo
debió quedar satisfecho
de su obra. Mas... ¿qué miro?
Jurara que se parece
— Tó-
ese mármol blanco y frió
á aquel D. Luis de Fresneda...
¡Cierto!
(Mirando el epüa^oj.
Sí tal, es el mismo.
Esa luna bienhechora
con su luz me ha permitido
leer el nombre. Veamos
si encuentro nuevos amigos.
(Se aproxima al sepulcro de D. Gonzalo y se pone
á leer).
Aquí yace D. Gonzalo...
(Haciendo esfuerzos para dominarse).
Vamos, me alegro infinito ;
estoy, según lo que veo,
en terreno conocido.
¿Si será este el cementerio
que mi padre, por capricho,
mandó hacer para las víctimas
de mis locos extravíos?
Mejor, si es así , que estoy
ocupando lo que es mió.
(3Iirando al foro).
Y esas figuras, ¿quién son?
(Aproximándose, la luna va á iluminar los sem-
blantes de las estatuas).
¡Cielos! ¿Es esto un delirio
ó una verdad ? ¡ Beatriz !
¡ Ana ! ¡ Infausto destino ;
que por do quiera que voy
la muerte llevo conmigo!
— 80 —
CANTO.
D. JüA^.
Castas y puras sombras,
recuerdos de un Edén,
que en mi procaz locura
demente marchité.
Dejad que mi pasado
recuerde á vuestros pies.
Dejad que humilde llore
vuestro perdido bien.
(Queda D. Juan arrodillado al pié de los sepul-
cros; las dos estatuas de /)." Ana y D.^ Bea-
triz desaparecen de sus pedestales. Alza D. Juan
la cabeza y ve que no están J.
¡Cielos! ¿qué miro?
¡Es ilusión!
¿Do fueron las estatuas
que he visto yo ?
(Aparecen las estatuas de D." Anay D." Beatriz,
donde convenga al mejor efecto escénico J.
La estatua de D." Ana.
No es ilusión , D. Juan ,
escucha nuestra voz,
que por templar tu afán
lo ha permitido Dios.
D. Jlan.
¡Misterio extraordinario
que turba mi razón!
D.SVna.
Tu planta destructora
posando por do quier,
— 81 —
trocaste la ventura
en triste padecer.
El cielo ya irritado
tu término marcó,
y solo te conede,
á ruegos de las dos,
que al fin arrepentido
perdón pidas á Dios.
D. Juan.
Acento idolatrado,
¡qué extraña confusión
en mi revuelta mente
tu anuncio me causó!
(Se oye el coro báquico anterior y el choque de las
cofas, y D. Juan, atraído por aquel rumor, se
dirige hacia el punto por donde se percibe. Enton-
ces canta la estatua de J).* Beatriz y se detimej .
D. Juan.
j Quién por la muerte se apura,
cuando nos llama el placer!
Estatua de D.' Beatriz.
Deten, D .Tuan, tu paso,
pon ya término á tu afán,
tu existencia ya es muy corta,
arrepiéntete , D. Juan.
Dios, cediendo
á nuestros ruegos,
avisarte
nos mandó;
un instante
arrepentido
puede darte
salvación.
— 82 —
Coro DE Monjas, (dentro).
Dios piadoso,
escuclia í lento
nuestra férvida
oración.
No rechaces
al que llora,
ten piedad
del pecador.
D. Juan.
Tembloroso
y agitado
siento aquí
mi corazón.
Camacho.
/ Va á salir por el fondo y se detiene asustado).
Cielo santo
j qué sucede!
¿Con quién habla
mi señor?
D. Juan.
¿Qué me pasa,
qué he sentido
al anuncio
de las dos?
Tembloroso
y agitado
siento aquí
mi corazón.
D.* Beatriz y D.* Ana.
Dios, cediendo
á nuestros ruegos,
— 83 —
avisarte
nos mandó.
Un instante
arrepentido
puede darte
salvación.
Coro de orgía.
Viva la danza etc.
ESCENA III.
D. Juan t/ Camacho.
HABLADO.
r.AMACHO . (Que se adelanta hacia él).
¡Jesús! qué lances, señor.
Si apenas puedo moverme.
Yo que temblando de miedo
vine iiácia acá diligente
para decir á mi amo
que no hay nadie que nos cele
en la calle, me hallo aquí
con que esas buenas mujeres
que pareciéronme estatuas
no son yii lo que parecen.
¡Y qué laberinto armaban !
Pues ¿y mi señor? Si tiene
los demonios en el cuerpo.
¡Hablar con muertos!... Cien veces
muerto yo aquí me quedara
si á mi se mo dirigiesen.
Pero ¡calle! Es que tampoco
hablar ci D. Juan se siente.
(Mirando).
Si la vista no me engaña,
- 8í -
arrodillado parece
que eslá allí. ¡Vaya un milagro!
si por cierto, y muy patente,
arrodillarse D. Juan,
que burlóse tantas veces
de todo lo mas sagrado.
( Aílelanlcindose hacia él y llamándokj.
¡Eh, señor!... ¡Y no se mueve!
¡Señor! ¡señor! ¡cielo santo!
D. Jdak. fVolcicndo de su ensimismamiento) .
¡Qué nueva visión pretende
turbar otra vez mi espíritu !
Camacho. Albricias , Señor.
D. Juan. ¿Qué quieres?
Camacho. ¿Qué he de querer? que al instante
de aquí nos marchemos.
D. .íiiAN. Yete
y déjame en paz.
Camacho En ella
quisiera encontrarme siempre.
(Mas, por desgracia en la guerra
vivimos constantemente).
D. Juan. Responde, Camacho, dírae,
¿Oiste su acento?
Camacho. Y fuerte
que os hablaban las malditas.
D. JcAN. ¿Con que no fue de mi mente
tenaz alucinación?
¿Con que ese mármol inerte
por misterio incomprensible
se animó? Las dos mujeres
á quienes quizás amé,
desde el seno de la muerte
hiciéronme oir su acento...
Déjame, Camacho, vete,
que ni el cuerpo ni el espíritu
— Hó —
ya de aquí pueden moverse.
C-AMAciio. (Necio de mi! con mis frases
mayor pnbulo préstele,
y á qued rse va, de (¡jo,
si aqui mi at lucia no vence.
Si hacerle creer pudiera
que alguien por entrclenerse
forjó esta farsj sabiendo
que estiba aqui... tal vez diese
el resultado que busco.
Probaré, nada se pierde).
¿Qué estüis diciendo, señor?
Nunca tal cosa creyere.
¿Sospecháis que muertas ellas
en hablar se entretuviesen?
Jamás hubiera creído
que tanto crédito dieseis
á lo que tal vez un chusco
por divertirse lo hiciere.
D.Juan. ¡Camacho!
Camacho. Quizás soñasteis.
D. Ju\N. ¡Imposible! si parece
que aquellas voces purísimas
aquí el corazón l.ss biente.
(lAMAcno. Creer que los muertos hablan ,
me dijisteis varias veces
que era smdez, y por tanto,
(jue nunca debia creerse.
¿Cómo, vos, iréis aliora
á dar crédito á sandeces?
1). JuA>. ¿Si dirá verdad Camacho?
si solo una broma fuese
con que en Sevilla mañana
los necios se entretuviesen...
Mas si en el alma be sentido...
¡Ay! si atrevido pretende
— 86 -
burlarse alguno de mí...
Oamacho, y prueba de que no miente
mi labio, cuando supone
lo que debe suponer.-e
que... mirad cuan calladitas
las dos damas permanecen.
D. .lii/viN. Es verdad. Para sacarme
de esta duda que me hiere
¿por qué no liablais? Contestad.
(Á las estatua}! J.
Camacho. ¿Las veis, señor? no se mueven.
Lo dicho, alguno que os vio
saltar por esas paredes
y ha querido divertirse
á nuestra costa.
I). JtJAiN. f Tratando de desechar las idsas que le embar-
gan).
Sí , tienes
razón. Mas por un momento
llegué el milagro á creerme...
y hasta he sentido pavor...
¡pavor D. Juan, que no teme
ni á los vivos ni á los muertos!
Camacho. Marchemos.
D. JcA^. Espera.
Camacho. Viene
ya el dia.
D- JiAN. Cuanto mas pienso
que aquí serví de juguete
á cuatro necios, te juro
que en ira el pecho se enciende,
y quisiera demostrarles
que D. Juan á nadie teme.
Camacho. Ya lo mostrareis mañ;ina,
si hay alguien que el hinee cuente.
D. J(.■A^. No tal, que voy ahora mismo
á dar prueba bien patente
de que ni muertos ni vivos
pavor me infundió esa gente.
(A ¡as eslútuas).
Elegid entre vosotros
uno ó todos, cual quisiereis.
para venir á cenar
conmigo.
Camacho, • ¡Señor!
D. JfcA>. Detente,
y déjame que concluya.
. • Que aceptareis me parece,
que de grado yo os lo ofrezco
V debéis favorecerme.
Si tú solo, D. Gonzalo,
cenar conmigo apeteces,
mañana te espero en casa;
y si todos, no me ofenden,
que siempre D. Juan Tenorio
supo obsequiar á sus huéspedes.
Cam\cho. (¡Ayl ¡Cielos! Por enmendarlo
échelo á perder con creces).
D. JuA>. ¿Aceptas, Comendador?
(La estatua hace un movimiento afirm-aiico con
la cabeza).
Camacho. ¡Jesús!
( D. Juan se inmuta, pero se repone al mwnmto).
D. JiA>. Bien. ¿Ninguno quiere
de vosotros? Nada importa,
bastante tengo con este.
Camacho. (Ya lo creo, y ese sobra
para darme un accidente).
D. Jl-an. Ahora, Camacho, andando.
Veremos quién se divierte.
MUTACIÓN.
Sai» corta en casa de D. Juan. Al levantarse el telón Camacbo aiw-
reee por la izquierda dirigiéndose á los criados que sacan una mesa
servida.
ESCENA IV.
Camacho y Criados.
Camacro. Sacad la mesa á esta sala
que es lugar mas apartado.
Poned bien esos sillones.
' . Dios le bendiga á mi amo
con sus terribles manías.
Tiemblo como un azogado,
pensando si vendrá el muerto
como dijo, á visitarnos.
Ya se dirigen aquí
D. Juan y los convidados...
Quiera Dios que este convite
no termine en un escándalo.
ESCENA V.
Dichos, D. Juan, Marqués y convidados.
D. Juan. Vamos señores, pasad.
Ea, á la mesa; sentaos,
mas respetad esta silla.
Maríjuks. ¿Aguardamos convidado
ó convidada?
^- -fiJAN. Quien sabe:
una sorpresa os preparo.
Marqués. Tras de dos años de ausencia,
en nada habéis cambiado.
0. Juan. Sí por cierto, íuí mas mozo.
— 89 -
y vuelvo viejo en dos años.
Cabali,. 1.° Pero el alma siempre joven.
D. Juan. ¡No veis que la guarda el diablo!
Marqués. Con que, decidnos D. Juan,
¿vais á seguirnos guardando
el secreto de esa silla?
D. Juan. Si prometéis no asustaros...
Marqués. ¡Asustarnos!
D. Juan. ¡Si por Dios!
Marqués. Mal D. Juan nos hais juzgado.
Caballeros Decidlo.
D. Juan. Mucho me temo.
Caballeros Hablad.
Capacho. (¡Qué soberbio trago
vais á beber! Yo le tengo
aquí, y aun no lia pasado).
D. Juan. ¿Pero no os asustareis?
Marqués. ¿Tan espantoso es el caso?
D. Juan. Como mió.
Marqués. Decid, pues.
D. Ju\N. Ese asiento está guardado
para un nuierto.
Todos. (Riendo). Ja, ja, ja.
('amacho. (Reid, reid, mentecatos,
que yo, de pensarlo solo,
apenas sé lo que hago).
Caball. 1." ¡Qué ocurrencia!
Marquks. Este D. Juan
con todo est.á bromeando.
D. Juan. No hay tal broma; es la verdad.
Anoche, recién Uegido
á Sevilla, tuve un lance,
que lances do((uier me hallo,
y tras alguna estocada
y algún coleto rajado,
para evitar una ronda
— 90 ~
tuve que ponerme en salvo.
Marqués. ¿Pues, fue lin recio e^ asunto?
D. JuAis. Eran tercos los liiclülgos,
y dos quedaron en tierra.
Pues, como os iba contando.
Un tapial mi vista alcanza,
liega en mi ayuda Cam che,
y el uno, después del otro,
al lado opuesto pasamos.
\ Procuré orientirme entonces,
y entre sepulcros me iiallo;
y asi\ huyendo á los vivos
los muertos me dan amparo.
Comienzo á reconocer
el lugar donde he entrado,
y de D. Luis de Fresneda
miro la estatua de marmol.
Mas allá el Comendador
sobre su tumba est i orando,
y voy encontrando ;:migos
conforme voy dando pasos.
Ya sabéis que soy corles
y agradecido, pensando
corresponder al servi lo
que en su casa me prestaron,
invíteles á cenar.
Marqés. Pero D. Juan...
D. JüA^. D. Conzalo
me parece que aceptó,
y ya lo veis, aun !e aguardo.
I Varios caballeros se levantan ).
Makqiíks. ¿Sabéis que es broma pesada,
si de broma habéis hablado?
D. Juan. Jamás hablé mas formil.
¿Sentís repugnancia, acaso,
á compartir vuestra cena
— 91 —
con aquel buen D. Gonzalo,
á quien en vida apreciasteis
por lo afable y por lo hidalgo?
Para vos, D. Juan, no existe
ni de la muerte el sagrado.
Vamos, señores, mas calma,
Por Cristo, tranquilizaos;
y pues que aun no ha venido,
bebamos. Marqués, bebamos.
Brindemos, si asi os parece,
al placer de recobraros.
fSe lecanlan con las copas. Varios criados en-
tran y apartan las sillas. A los primeros golpes
de orquestase siente un aldabonazo dentro. Mo-
mento desorpresa. Camacho empieza á temblar).
Aceptado. Vuestras copas.
Escancia vino, Camacho.
(Al golpe Camacho tira la botella).
j Jesucristo!
¿Qué sucede?
Abre, v brindemos en tanto.
CANTO.
Coro.
No hay en el mundo un placer
como el placer del amor,
ni hay otro goce mayor
como el goce de beber.
Llenad las copas,
llenadlas bien ;
no hay otro goce
como el beber.
(Suena otro golpe mas cerca).
HABLADO.
Marqiiks. Llamaron.
— 92 —
Camacho. ¡y ya mns cerca!
D. Juan. Mira quien lia mi, C;imacho.
Camacho. Señor, señor, si ya voy.
¡ Dios me coja confesado!
D. Juan. ¿Qué es eso? ¿ya no bebéis?
Alj<RQuÉs. Sí, sí ; bebamos, bebamos.
CANTO.
Coro.
Para vivir y gozar
se bizo el vino y la mujer,
con ellos el padecer
conseguimos olvidar.
Llenad las copas,
llenadlas bien;
no hay olro goce
como el beber.
f Suena mas cerca olro golpe).
HABLADO.
Camacho. ¡Jesús me valga.
D. Juan. ¿Qué haces?
¿no sientes que están llamando?
Camacho. ¡Por sentirlo, estoy sintiendo
un temblor endemoniado!
Marqués. ¡Y los golpes son mas cerca!
Camacho. ¡ Y tan cerca !
D. Juan. Vamos, vamos,
sal á ver quien viene ahora.
Camacho. ¿Quién ha de ser? D. Gonzalo.
Todos. (Asustados).
¡ D. Gonzalo !
D. Juan. • Si está muerto,
¿por qué tenéis que asustaros?
A beber. (Á Camacho). Y tú al momento
á obedecer mi mandato,
~ 93 —
ó si no, juro á mi nombre...
MACHO. ¡Ay! no juréis, ya me marcho.
{Vase Camacho, foro).
.liJA^. ¡Bravo! á beber camaradas,
¿qué os sucede? ¿eslais temblando?
No tal, no tal á beber.
Así me agrada, bebamos.
(Se repite la úllíma estrofa del brindis. Al termi-
nar suena iin t/olpe en la puerta de la sala. To-
dos se asustan, se abre la puerta y entra Ca-
macho despavorido, cierra la puerta y se abre
la pared y aparece el Comendador. A su apa-
rición queda el teatro oscuro y huyen los convi-
dados, quedando solos D. Juan y el Comen-
dador).
¡Jesús me valga! ¡Socorro!
¿Qué te sucede Camacho?
Aquí llega.
¿Quién, imbécil?
f Cerrando la puerta).
Mas, no entrará. ¡Cielo santo!
[Buena pausa).
ESCENA VI.
D. Juan y D. Gonzalo.
(jonz. D. Juan, como le ofrecí,
hasta tu casa he venido.
JiiAN. Aunque un poco tarde ha sido,
de obsequiarte trataré.
Asustaste á mis amigos,
y por cierto, que me pesa,
mas... vamos, ven á la mesa,
y á tu lado cenaré.
GoNz. No vine á cenar aquí,
ven á mi tumba, y dispuesta
— 91 —
hallarás la mesa puesta,
y muy grata sociecl;id.
D. JuA^. ¿Desdeñas mi ofrecimiento?
ü. Goivz, He venido á visitarle.
D, Juan. Pero no quieres sentarte,
y me ofendes, en verdad.
D. GoNz. No me agradan tus manjares.
D. Juan. Dijérasme los que quieres.
D. GoNz. Ó ven conmigo, ó no esperes
que mas me detenga aquí.
D. Juan. Iré porque no sospeches
que me inspiraste pavura.
Vamos, pues.
D. GoNz. [Cogiéndole de la mano).
Mi sepultura
tan solo te aguarda á tí.
D. Juan. ¿Qué dices?
D. GoNz. Que sin saberlo *
tú mismo te has condenado,
mi convite has aceptado,
y ya en mi recinto estás.
(Transformación á la vista en el cementerio. Ert
la tumba de D. Gonzalo una mesa y dos plato:
con fuego y ceniza J.
D. Juan. Cielos, que dice tu voz.
D. GoNz. Que tu fin está cercano.
D. Juan. Suelta, por Dios, esa mano.
D. Gopiz. ¡Insensato, no te irás!
CANTO.
D. Juan.
iOh!.
D. Gonzalo.
Llegó el postrer momento,
lu muerte está cercana,
— 9o —
te aguard;» ya el infierno,
no hay para li piedad.
(Se oyen doblar las campanas, h futan los fm-
gos fatuos en las sepulturas J.
Coro fúnebre.
D. Juan, lleíró el momento,
tu muerte esta cercana,
el ciclo tu extravio
al íin va á castigar.
D. Juan.
¿Qué dicen esos cantos?
¿qué dice esa campana?
Responde, D. Gonzalo, ,
responde por piedad.
D. Go^ZALo.
El cielo en su clemencia,
D. Juan, te dio el aviso,
mas, tú le lias despreciado
con loca ceguedad.
«
D. Juan.
Aparta, no me toques,
tu voz rae hace temblar.
D. Go^ZALO.
No puedes escpiirte,
ya en mi poder estás.
D. Juan.
(naciendo un esfuerzo y desasiéndose, de D. G<m-
zalo).
Si un momento solamente
me puede al fin salvar,
Dios mió, yo en ti creo,
me humillo á tu piedad.
— % -
ESCENA VIL
Dichos y las estatuas de D/ Ana y D.* Beatriz. #.
(Descienden estas desús pedestales, salen dd se-
pulcro y se colocan á entrambos lados de don
Juan. D. Gonzalo trata de disputárselo).
]).' AwA, D/ Beatriz y D. Gonzalo.
Tu voz el cieío ha oido, .
Salvado al fin estás.
D. Jl'an.
Dios mió, yo en tí creo,
me humillo á tu piedad.
(Golpe de tantán, húndense las estatuas con don
Juan, y D. Gonzalo).
APOTEOSIS.
(El fondo del cementerio se transforma en un tem-
plete rodeado de nubes y lleno de ángeles, vién-
dose ascender por él las estatuas de />.* Ana y
D." Beatriz, sosteniendo clcueiyo de D. Juan J.
Coro de Mujeres.
Gloria eterna,
al Dios piadoso,
que aunque fuerte'
en castigar,
al humilde
arrepentido,
jamás niega
su piedad.
(Cae el telón).