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Full text of "El género alegre : humorada lírico-fantástica en un acto, dividido en un prólogo y cinco cuadros"

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■I  M  ;)  [) 

CARLOS  ARNICHES  y  RAHÚN  ASENSIO  HAS 


El  Señero  olesre 

mwmU  LiRICO-FAKTÁSTIGA 
e&  UQ  acto,  dividido  en  un  prólogo  y  cioco  cuadros,  original 


MÚSICA  DE  LOS  MAESTROS 


PENELLA  y  GARCÍA  ÁLVAREZ 


SEQVKDA  ESICIOIT 


6opi?rígM,  h^  t  Hmíches  y  K.  Hsensio  Más,  1911 

SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
liúnox  de  Balboa,  12 

1©1X 


EL  GÉNERO  ALEGRE 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  cele- 
brado, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  de 
Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  cou ceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobr    de  los  derechos  de  propiedad. 


Droits  de  représentation,  de  traduction  et  de  repro- 
dnction  reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris  la  Sué- 
de,  la  Norvége  et  la  Hollande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley 


EL  GÉNERO  ALEGRE 

OUIIORADA  LÍRICO-FAiNTiSTICA 
en  un  acto,  dividido  ei  un  prólogo  y  cinco  cuadros, 


ORIGINAL  DE 


CARLOS  ARHICHES  y  RflMÚN  A^ENSIO  MÁS 

música  de  los  maestros 

PENELLA  y  GARCÍA  ÁLVAREZ 


Estrenada  con  extraordinario  éxito  en  el  GRflfí  TEATRO  de  Madrid 
la  noche  del  7  de  Septiembre  de  igii 


SEGUNDA  EDICIÓN 


MADRID 

4.  TAXklftOO.  IMP.,  If^BQOftS  DI  BÁMVA  ARA,  11  OCr.* 
Ttii/OK»  númtro  jf/ 

ISll 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 


PRÓLOGO 

EL  GÉNERO  CHICO Srta.  Salvador. 

EL  PADBE  APOLO Sh.      Rosell. 

EL  MISMO  DEMONIO Mesegues. 


CFADRO  PRIMERO.— El  género  inórelo 

LA  LECHERA  HOLANDESA Sra.    Úrsula  López. 

LUCILA MoscAT. 

UNA  LOCURA Srta.  Lacostena. 

UN  DOMINÓ Castellotb. 

HOLANDESA  1." Carreras  (P.) 

ÍDEM  2.* Ramos. 

ÍDEM  3/ Rkvilla  (C.) 

ÍDEM  4.* Stbla. 

SIMÓN Sr.      Ontiveros. 

TURINI Latorrk. 

DEMETRIO Portas. 

UN  INSPECTOR  DE  POLICÍA González. 

EL  JUEZ  DE  CAMPO Rossell. 

UN  CHULO Alonso. 

Máacarat,  concurrente»,  comparsa  de  cupletistas,  diablos,  *tc. 

CUADRO  SEGUNDO.— El  grénero  popular 

EL  GÉNERO  CHICO Srta.  Salvador. 

EL  MISMO  DEMONIO Sr.      Meseguer. 

EL  TRAPERO Ontiveros. 

OBRERO  1.° González. 

ídem  2.° Castejón. 

ÍDEM  3." Escrich. 

Coro  general 

CUADRO  TERCERO.— El  género  bíblico 

DALILA Sra,    Úrsula  López. 

EVORA MoscAT. 

SIDEA. Srta.  Ramos. 


6073G0 


SANSÓN Sr.  Omtiveros^ 

AVIALÓN Latoure. 

PBÍNCIPE  1.' González. 

ídem  2." Castejón. 

ÍDEM  3/ .• MOLTÓ. 

EMclavaa,  soldados  y  pueblo  filistheo 

CUADRO  CUARTO.- Snl  grénerls 

EL  GÉNERO  CHICO Srta.  Salvador. 

EL  MISMO  DEMONIO Sr.      Meseguer. 

CVAI>RO  QUINTO^— £1  género  vistoso 

EL  GÉNERO  CHICO Srta.  Salvador. 

LA  REINA  MARGARITA Alvarez. 

GARROCHISTA  1.' López, 

ÍDEM  2.* Sra.    Moscat. 

ídem  3.* Srta.  Moráis. 

ídem  4.» Hamos. 

ídem  5." García. 

AMAPOLA  1  • Carreras  (P.) 

ídem  9.* Carreras  (M.) 

ídem  3.' Revilla  (E.) 

ídem  4/ Stela. 

BERSAGLIERE  1.° Eevilla  (C.) 

ÍDEM  2.° Casiellote. 

ídem  3.°. ZUFOLI. 

ídem  4.° DÍAZ. 

UN  JACINTO SÁNCHEZ. 

LILA  1." Sr.      González. 

ídem  2.° Portas. 

EDEM  3  o Castejón. 

EL  MISMO  demonio Meseguer. 

Claveles,  azucenas,  pensamientos,  lilas,  geranio»,  amapolas,  rosas,  jazmines^ 
campanillas,  etc.,  etc. 


Derecha  e  izquierda,  las  del  actor 


Decorado  de  los  Sres.  Muriel  y  Gayo.- 
Atrezzo  de  la  casa  Vázquez. 


-Sastrería  de  Vila.. 


^JL9LMJLrit^XjLMJiEMJtMíM^JJJU^JL^^ 


G.  Chi. 


ACTO  ÚNICO 


PRÓLOGO 

Decoración:  selva  corta 

ESCENA  PRIMERA 

El  PADRE  APOLO  y  el  GÉNERO  CHICO 

G.  Chi.         (Gritando  dentro.)  ¡Ay,  ay,  ayl... 

Apolo  (Sacándole  cogido  por    una    oreja.)    ¡Venga    USted 

acá,  sinvergüenza,  indecente!...  (contrasta  con 

la  figura  mitológica  de  Apolo  la  del  Género  Chico,  que 
deberá  representar  un  muchacho  de  doce  á  trece  años, 
descalzo,  en  mangas  de  camisa,  con  el  raído  pantalón 
sujeto  por  un  sólo  tirante  y  un  sombrero  viejo  y  fleii- 
ble  por  debajo  del  cual  asoman  las  greñas  de  una  ca- 
bellera enmarañada.) 

G.  Chi.         jQue  me  hace  ubté  daño,  rediez! 

Apolo  Más  daño  me  haces  tú  á  mí:  tú,  que  me  es- 

tás desacreditando  por  todas  partes. 

G.  Chi.         [Pero,  padre  Apolo!... 

Apolo  (Amenazándole.)  ¡Y  SÍ  me  dejase  llevar  de  mi 

genio!... 

(Retrocediendo    asustado.)    ¡Maldita    SCa!...    Diga 

usté  que  la  tié  toma  conmigo  porque  soy  el 
género  chico  y  na  más.  ¿Por  qué  no  se  mete 
usté  con  el  género  grande  ú  con  la  opereta? 
Apolo  ¡Pero  ven  acá,  que  estás  completamente  cie- 

go!... ¿Tú  crees  que  puedes  presentarte  en 
sociedad  de  ese  modo,  mal  vestido,  sucio  y 
oliendo  á  colillas  que  apestas? 


-  8    ~ 

G.  Chi.  ¡La  osa!...  ¡Pues  así  me  han  admitido  siem- 
pre! 

Apolo  Porque  cayeron  en  gracia  tus  atrevimientos 

y  picardías  de  chiquillo  mal  educado.  Pero 
ha  pasado  el  tiempo,  eres  casi  un  hombre  y 
ya  DO  se  te  pueden  tolerar  ciertas  cosas. 

G.  Chi.         Y  ¿qué  quié  usté  que  haga? 

Apolo  Lo  primero,  lavarte;  que  no  parece  sino  que 

no  ha  pasado  por  ti  más  agua  que  la  del 
bautismo. 

G.  Ch¡.  (Encogiéndose  de  hombros.)  ¡Bucnol 

Apolo  Después  vestirte  con  decoro  y  aprender  á 

hablar  en  castellano,  porque  se  te  ha  pegado 
de  tal  modo  el  lenguaje  de  las  plazuelas  que 
no  te  oigo  decir  más  que:  ¡Anda  Dios!...  ¡La 
órdiga/...  y  otra  porción  de  lindezas  por  el 
estilo  que  no  son  precisamente  las  más  cul- 
tas ni  las  más  artísticas. 

G.  Chi.         Gracias.  ¿Y  por  último?  Acabe  usté. 

Apolo  Por  último,  creo  que  debes  darte  una  vuel- 

tecita  por  el  mundo  civilizado,  vivir  sus  cos- 
tumbres y  asimilarte  de  su  ambiente  lo  pu- 
ramente artístico  y  decoroso. 

G.  Chi.         (Después  de  una  pausa.)  ¿Ha  acabao  usté  ya? 

Apolo  Sí.  ¿Qué  me  contestas? 

G.  Chi.  (ai  oído  y  con  aire  canallesco.)  Que  Píscis. 

Apolo  (Enfurecido.)  ¡Ira  de  Júpiterl...  ¡Habráse  visto 

mocoso!... 

G.  Chi.  (Burlándose.) 

Arsa  y  toma,  yo  tengo  un  minino 
de  cola  muy  larga, 
de  pelo  muy  fino.,. 

Apolo  ¡Basta!...  ¡Basta!...  He  hecho  lo  posible  por 

salvarte,  te  he  señalado  el  peligro,  pero  ya 
que  te  empeñas  en  caer  en  él,  cae  y  húndele 
para  siempre,  húndete,  vil  engendro  de  tu 
padre  Apolo.  ¡Yo  te  maldigo!  (vase indignadísi- 
mo por  la  izquierda.) 


ESCENA  II 

El  GÉNERO  CHICO.  Después  EL  MISMO  DEMONIO,  que  aparece 
por  la  derecha  precedido  de  un  golpe  de  campana  chinesca;  viste  ga- 
bán de  última  moda,  zapato  de  charol,  calzón    corto,  chaleco  blanco 


—  9  — 

y  frac  con  «boutouiereí.  Únicamente  por    el  rostro   debe  conocéraele 
■u  origen  infernal  y  el  actor  encargado    del  papel  procurará  caracte- 
rizarse lo  mejor  que  pueda 

G.  Ch¡.  iQué  barbaridá,  hombre,  qué  barbaridá!... 
¡Pues  no  lo  ha  tomao  usté  poco  en  serio!... 

¡Gachó  8Í  le  contesto!  (saca  una  colilla  de  puro, 
la  enciende,  tira  la  cerilla  á  lo  alto  y  al  caer  la  da  con 

el  pie.)  Po8  miá  si  volviese  y  me  viera  fuman- 
do, ¡qué  guanta!...  (Transición.)  ¡Maldita  sea!... 
¿Y  que  me  vea  yo  de  este  modo  después  de 
haber  eido  el  niño   mimao   del  público?... 

¡Mecachis  hasta  enl...    (Tira  la  coUlla  con  rabia.) 

¡V^amod,  hombre,  es  pa  darse  á  tos  los  demo- 
nios! (Golpe  de  campana  chinesca.) 
Dem.  (Por  la  derecha.)  ¡Basta  COn  Uno!  Yo. 

G.  Chi.         (sorprendido.)  ¿Eh?...  ¿Quién  eres  tú? 

D6ni.  (Avanzando  sombrero  en  mano,  sonriente  y  correctísi- 

mo.) El  mismo  Demonio,  para  lo  que  gustes 
mandar. 

G.  Chi.  (con  asombro.)  ¡El  diablo!... 

Dem.  Precisamente.  Oí  tus  lamentaciones  y  vengo 

á  salvarte. 

G.  Chi.  ¿A  mí?...  (Vamos,  hombre,  tú  estás  malo  de 
la  cabeza! 

Dem.  Tu  padre  Apolo  tiene  razón.  Ven  conmigo 

y  atiende  mis  consejos;  quiero  que  veas  por 
tus  propios  ojos  tres  ejemplos  de  ese  despre- 
ciable género  alegre  que  cultivas.  Si  viéndo- 
lo tú  mismo,  siendo  espectador  de  tus  pro- 
pias obras,  no  te  averaü-nzas  y  te  arrepien- 
tes, tu  regeneración  será  imposible. 

G.  Chi.         ¡Kediez!  ¿Qué  dices? 

Dem.  Lo  que  oyes. 

G.  Chi.  De  modo  que  te  me  ofreces  en  calida  de 

preceptor  ú  de  maestro  elemental... 

Dem.  Como  gustes.  ¿Aceptas? 

G.  Chi.         Con  alma  y  vida.  ¿Dónde  vamos  primero? 

Dem.  A  un  baile  de  máscaras.  Allí  presenciarás 

escenas  del  género  gordo  que  pueden  servirte 
para  un  saínete  carnavalesco. 

G.  Chi.         Pues  al  baile. 

Dem.  ¡Al  baile!...  ¡Viva  el  género  gordo! 

G.  Chi.  ¡Viva!  (Mutis  cogidos  del  brazo.  Música  y 

MUTACIÓN 


—  10  — 


INTERxMEDIO 


Telón  de  boca  que  representa  una  alegoría  del  Carnaval,  y  en  el  que 
va  escrito  lo  s  guíente,  con  caracteres  lo  bastante  grandes  para  que 
pueda  ser  leí'lo  desde  todas  las  localidades  de  la  sala: 


TEATRO  OLIMPIA 
(íRAN  B411E  DE  MÁSCARAS 

PARA  EL  SÁBADO  31  DE  FEBRERO 

CONCURSO  DE  COMPARSAS 
Premio  de  500  pesetas 

QUE  SE  OTORGARÁ  AL  MEJOR  DISFRAZ  DE  SEÑORA 


En  el  intermedio  de  la  primera  á  la  segunda  parte, 
se  presentará  al  público  la  eminente  primera  tiple 

PURA   NALGUILLA 

que  cantará  el  cuplé  titxilado 

LA  LECHERA  HOLANDESA 

de  la  popular  mamarrachada  sicalíptica  de  gran  éxito 
TODAS  SOMOS  UNAS 

Monumental  lluvia  de  confetti 


üiSENSReíONflL  MATCH  DE  BOXEOII! 

entro  eJ  incansable  luchador  Sjg'iiure  Turinl  y  el 
espantoso  campeón  africano  ThoiMpson  Cafre  te. 

AViSO  AL  PUBLICO.     No  se  responde  de  las  prendas 
que  se  dejen  en  el  guardarropa. 


^  11  — 

CUADRO  PRIMERO 
El  género  gordo 

Salón  de  baile  en  el  teatro  Olimpia.  Al  fondo  el  e«cenario  y  á  dere- 
cha é  izquierda  los  palcos  proscenios  que  deben  ser  practicables. 
El  teatro  debe  hallarse  alfombrado  é  iluminado  espléndida- 
mente. 


ESCENA  PRIMERA 

MÁSCARAS  y  CONCURRENTES,  bailando;  en  el  centro  del   salón  el 
BASTONERO.  Luego  TOKINI  y  LUCILA  por  entre  las  máscaras 

Música 

(Baile  Al  final  del  número  aplausos,  algazara  y  extra- 
ordinaria animación.  En  los  palco»  aparecen  varias 
máscaras  y  señoritos  de  frac  ó  smoking  que  entran,  sa- 
leu  y  se  renuevan  durante  todo  el  cuadro  para  darle  el 
mayor  aspecto  posible  de  realidad.) 

Hablado 

Tur.  (Q«e  se  encuentra   con   Lucila  en  el  centro  del  salón. 

Viste  de  frac  y  lleva  distintas  medallas  y  condecora- 
ciones. Lucila  va  caprichosamente  disfrazada  de  jardi- 
nera francesa.)  ¿Noii  ha  venuto  ancora? 

LUC.  No,  aun  es  temprano.  Y  el  caso  es  que  hay 

momentos  en  que  deseo  que  no  venga.  ¡El 
pobre  muchacho  me  da  lástima! 

Tur  iTe  da  lástima!  ¡te  da  lástima!...  ¡Ma  non  te 

da  lástima  ío  qui  posso  iré  á  la  prichone  se- 
lulare!...  Perqué  aquí  el  asunto  é  claro;  ío 
sonó  el  impresario  di  cuesto  bale  di  más- 
quera  é  per  donarli  animachione  he  anun- 
siato  concurso  di  compaisas,  rifa  de  objetos 
é  come  atractivo  finale  una  lucha  di  boxea 
entre  ío  y  el  chélebre  campeone  africano 
Thompson  Cafrete. 

Luc  Bueno,  pero  el  campeón  africano,  que  es 

una  pura  invención  tuya,  no  vendrá,  como 
es  natural,  y  se  te  ha  ocurrido... 


—  12  — 

Tur.  Se  me  ha  ocurrito  un  medio  de  salvare  il 

compromeso. 

Luc.  Lo  que  ee  te  ha  ocurrido  es  una  infamia, 

Turini. 

Tur.  (incomodado  )  ¡Ripórtate,  per  Baco,  ó  churo!... 

Luc.  Una  infamia,  sí;  porque  me  has  obligado  á 

escribir  á  ese  pobre  joven  que  me  hace  el 
amor  citándole  aquí  con  objeto  de  sorpren- 
derle y  que  yo  le  obligue  á  decirte  que  es  un 
amater  del  boxeo  que  quiere  medir  sus  fuer- 
zas contigo. 

Tur.  Chertamente.  E  de  cuesta  manera  mato  due 

pájari  de  un  tiro;  salgo  del  mío  compróme- o 
y  le  hincho  il  naso  á  un  vile  traditore  dil 
ramo  di  merchería  que  intentaba  burlarme 
il  tuo  afecto. 

Luc.  Sí,  pero  tú  no  lo  haces  por  mi  cariño;  lo  ha- 

ces por  no  tener  que  devolver  el  dinero  á 
esta  gFnte. 

Tur.  Lo  hago  per  li  due  motivo,  é  tú  mi  obede- 

che  é  silensio.  Ándate  in  busca  del  incauto 
chovinoto. 

Luc.  (Aparte  )  ¡Miserable!...  (Vase  por  el  primer  término 

de  la  derecha.) 


ESCENA  ÍI 

TURINI  y  un  INSPECTOR  de  Policía  por  el  fondo    derecha.    Másca- 
ras y  Concurrentes    pasean   por    el    salón    y  ríen    y  bromean  en  los 
palcos 

Ins.  ¡Señor  Turini,  le  buscaba  á  ustedl 

Tur.  (Amabilísimo.)  ]0h,  tanto  piacherel...  A  la  sua 

disposichione,  siñore  Inspectore  di  poli- 
chia.  Ma  ¿qué  volete,  mío  caro? 

Ins.  Pues  que,  según  me  han  dicho  en  la  conta- 

duría del  teatro,  el  boxeador  Cafrete,  anun- 
ciado por  usted,  no  ha  venido  aún,  y  como 
la  concurrencia  puede  creer  que  esto  es  un 
timo,  yo  tengo  el  deber  de  advertirle  que  si 
no  ee  cumple  lo  anunciado  en  el  programa 
le  obligaré  á  devolver  el  dinero. 

Tur.  (Alarmado.)  ¡Oh!  ¡ritomare  il  denaro!...  ¡Siño- 

re Inspectore,  per  la  Madonal  ¡era  mi  ruin  al 


—  13  — 

lo  li  churo  que  la  sesione  di  boxeo  se  da 
cuesta  note! 

Ins.  Pero  ¿cómo? 

Tur.  Ah,  perqué  si  no  llega  Thompson  Cafrete  il 

anunchato,  tengo  un  chovinoto  amater  que 
luchará  conmigo  sicuramente. 

Ins.  Celebraré  que  así  sea,  pero  ya  está  usted 

advertido. 

Tur.  (suplicante.)  ¡Siñore  Inspectore!... 

Ins.  Nada,  nada,  ya  lo  sabe  usted;  ó  la  sesión  de 

boxeo  ó  á  devolver  el  importe  de  las  loca- 
lidades. (Mutis  fondo.) 

Tur.  ¡Rilornare  il  denarol...  ¡imposibile!...  ¡prime- 

ro ma  fusilan  per  darriere!...  ¡Oh,  Dio  mío,, 
qui  venga  cuesto  primo  alumbrato!  (Transi- 
ción. Mirando  hacia  el  segundo  término  de  la  izquier- 
da y  retrocediendo  de  pronto  con  asombro  y  alegría.) 

¡Oh,  santa  Madona,  il  pollo!...  ¡Cnel-lo  é!... 
¡Aquí  vene!...  Corro  á  avisare  á   mía  molle. 

(Medio  mutis  por  la  derecha.)  ¡Ah,  infelichc,  deS 

pídete  de  il  naso!...  ¡lo  sonó  salvato!   (Desapa 

rece.) 


ESCENA  III 

SIMÓN  y  DEMETRIO  por  el  segundo  término  de  la  izquierda.    Des- 
pués una  LOCURA.  Más  tarde  un  DOMINÓ  y  detrás  un  CHULO 

Simón  (Dentro  aún  y  á  Demetrio  que  ha  salido    brincando  y 

corriendo  alegremente  )  ¡Demetrio!...  ¡Demctrito, 
no  te  me  escabullas!  (Sale  simón  que  va  ridicula- 
mente vestido  de  chaquet  y  sombrero  flexible.) 

Demí.  /Pero  si  estoy  aquí!... 

Simón  Bueno,  pero  dame  la  mano  no  sea  que  una 

oleada  humana  se  te  lleve  en  un  van  y  vén. 
Coiique  ven,  que  no  me  fío. 

Demt,  (Encantado.)  ¡Pero  cuánta  gente,  cuánta  mu- 

jer, cuánta  máscara!... 

Simón  ¿No  te  lo  decía  yo'-^  ¿Te  alegras  de  haber  ve- 

nido? 

Demt.  ¿Que  si  me  alegro,  Simón?  ¡Le  debo  á  usté 

la  ilusión  más  grata  de  mi  existencia! 

Simón  La  ilusión  más  grata...  y  siete  pesetas  cin- 

cuenta céntimos  del  billete  que  te  he  sufra- 


—  14  — 

gao,  que  todo  hay  que  hermanarlo  en  las 
cosas  humanas;  la  ilusión  y  el  coste.  Que  te 
coste. 
Demt.  Aunque  me  importase  mil  pesetas  no  me 

importaba  nada  con  tal  de  haber  visto  un 
baile  de  éstos  y  tantas  mujeres.  ¡Qué  muje- 
res, Simónl 

(Sale  por  la  izquierda  y  atraviesa  la  escena  una  más- 
cara con  disfraz  de  Locura.) 

Simón  [Mira,  mira  qué  Locura!   ¡Verás  qué  piropo! 

(Deteniendo  á  la  máscara  con  un    ademán.)    ¡Si    me 

atacaí-e  uua  locura  como  usté,  la  rabia  que 
me  diese  no  me  daría  labia! 

Locura  (Burlona  y  fingiendo  mucho  la  voz,)    ¡Muy  bonito! 

¡Mándalo  al  concurso  de  Blanco  y  Negro! 

(Mutis  por  la  derecha.) 
Simón  (a  Demetrio  y  pavoneándose  con  satisfacción.)   ¿Eh? 

¿qué  tal? 
Demt.  Es  ueté  punzante  como  una  lezna. 

(Aparece  por  el  segundo  término  de  la   izquierda    una 
mujer  con  disfraz  de  Dominó  y  detrás    y   á   poca   dis- 
tancia un  chulo.) 
Simón  Pues  mira  ésta.  Verás.  (Deteniendo  á  la    máscara 

por  un  brazo  cuando  ya  ha  pasado.}  El  día  que  yO 

juegue  con  un  dominó  como  usté... 

Chulo  (poniéndole  por  detrás  una  mano  en  el  hombro.)  ¿Qué 

pasa? 

Simón  (volviéndose  y  desplomándose  casi    de   miedo    al    en- 

contrarse con  el  Chulo  )  ¡Que  pierdo! 

Chulo  Bueno;  retírese,  que  hay  que  abrir  tempra- 

no la  mercería.  (Vase  con  la  máscara.) 

Simón  jLo  sabía! 

Demet.  (Después  de  una  breve  pausa.)  No;    la    verdad    eS 

¡que  tiene  usté  un  partido  con  las  mujeres!... 
Simón  Como  que  donde  yo  me  presente  y  despa- 

rrame estos  dos  proyeztoreS,  (Refiriéndose  á  l03 

ojos )  toda  señora  que  caiga  en  el  foco  lumí- 
nico... ¡para  este  pobrecito  que  no  lo  puedt 
ganar! 

Demet.         ¿Y  qué  es?  ¿que  le  gustan  á  usté  mucho? 

Simón  Exorbitantemente,  Demetrio;  pero  lo  raro 

no  es  lo  que  ellas  me  gustan  á  mí,  sino  lo 
que  yo  les  gusto  á  ellns,  que  es... 

Demet.         ¿Un  delirio? 

Simón  Ca,  dehrio. 

Demet.        ¿Un  caos? 


—  15  — 

Simón  Ca,  caos...  una  estupefacción.   Tanto,  que 

muchas  veces  me  pregunto:  Pero,  Dios  mío, 
¿estaré  confitao? 

Oemet.         ¿Y  le  gustan  á  usté  todas,  Simón? 

Simón  Todas  y  las  que  añidas.  (Dando  un  grito  y  po- 

niéndose  muy  derecho.)  ¡A.yl 

Oemet.        ¿Qué  es? 

Simón  Que  me  lo  he  clavao. 

Demet.        ¿El  qué? 

Simón  Nada,  un  imperdible  que  me  he  puesto  pa 

sujetarme  este  chaleco  estilo  Imperio,  que 
es  del  segiuido  dependiente,  y  ca  vez  que 
me  contoneo  me  lo  clavo. 

Dem8t.  Bueno;  distraídos  con  la  charla,  no  me  ha 
dicho  usté  todavía  esa  aventura  secreta  que 
nos  ha  traído  al  baile. 

Simón  ¡Es  verdá!  Pues  oye,  tú  sabes  que  tu  papá 

me  ha  dao  esta  tarde  veinte  duros  pa  que  te 
lleve  esta  noche  al  Escorial  y  te  deje  en  el 
colegio  de  los  erres  pepes  esculapios. 

Demet.        Sí,  señor. 

Simón  Y  ¿qué  te  he  dicho  yo  cuando  hemos  salido 

de  casa? 
Demet.         Qub  nos  viniésemos  á  este  baile,  porque  es- 
taba usté  citao  aquí  con  una  señora. 

Simón  (a.1  oído  de  Demetrio  y  con  cómica  picardía.)  Con  la 

del  empresario. 

Demet.         ¡Rechufa!  Y  esa  señora,  ¿es  guapa? 

Simón  Una  apoteosis.  Pero  casada  con  un  tío  que 

es  un  ogro. 

Demet.        ¡Atiza! 

Simón  ¿Que  si  atiza?  Como  que  es  del  Atletiz  Cluz, 

¡no  te  digo  más! 

Demet.         ¿Y  cómo  se  ha  metido  usté  en  esta  aven- 
tura? 

Simón  Pues  nada,  que  se  conoce  que  pa  las  muje 

res  soy  como  el  sarampión,  que  en  cuanto 
las  broto  empiezan  á  delirar,  porque  verás 
qué  cosa  más  rara.  Yo  á  esta  señora  no  ha- 
bía hecho  más  que  seguirla  dos  ú  tres  veces 
y  m.irarla  á  hurtadillas,  cuando  de  pronto, 
este  atardecer,  me  hallaba  yo  expendiendo 
media  pieza  de  cinta  pa  ribetear,  y  en  el 
momento  en  que  le  decía  á  la  parroquiana: 
iSeñora,  en  cinta  no  hay  nada  mejor»,  ¡zas! 
entra  un  botones,  me  da  una  carta  y  dice: 


—  16  — 
«Pa  don  Simón  Pérez  Garralaunde.»   Abro, 

leo...  y  lee.  (Dándole  una  carta  abierta  ) 

Demet.  (Leyendo.)  «Simón,  espere  esta  noche  baile 
Olimpia,  áneulo  izquierdo  salón,  á  una  jar- 
dinera fraucet-a.  No  tema  á  nadie.  Le  amo. — 

Simón  ¿í  omprendes,  Demetrito,  todo  el  elixir  que 

destila  esa  ele,  y  que  me  ha  embriagao?  . 

Demef.         Sí,  pero  mucho  ojo  con  el  empresario. 

Simón  ¿Por  qué? 

Demet.  Porque  como  usté  es  Simón  y  ella  jardine- 
ra... no  vaya  á  venir  el  marido  con  un 
tronco. 

Simón  ¡Bah,  ríete  del  azletismo!...  ¡Calla! 

Demet.        ¿Qué? 

Simón  (Mirando  hacia  el  fondo.)  Que  por  ñllí  me  parece 

que  va  una  jardinera.  ¿Será  ella?...  ¡Ay!  (otro 

grito.) 

Demet.        ¿Kl  imperdible? 

Simón  El  imperdible.  Al  más  leve  contoneo  se  me 

clava  un  centímetro.  Ven  conmigo  y  disi- 
mula. (Se  cogen  del  brazo  y  se  van  silbando  por  el 
íondo  derecha.) 


ESCENA  IV 

MÁSCARAS,  CONCURRENTES.  En  seguida,  y  cuando  la  música  lo 
indique,  comparsa  de  COUPLETISTAS  y  DIABLOS,  que  salen  gritan- 
do ellas  y  persiguiéndolas  ellos  por  los  primeros  términos  de  izquier 
da  y  derecha 

Músicd 


Diablos  Vente  conmigo,  morena, 

te  llevaré  á  los  infiernos. 

(Evolucionan  en  torno  de  las  señoras  al  compás  de  la 
música.) 

Coupletistas    ¡Ayl  no  te  acerques,  demonio, 
porque  me  asustan  los  cuernos. 

(Nueva  evolución.) 

Ellos  ¡Vente  conmigo  y  verás!... 

(a  media  voz,  suplicantes  y  cogiéndolas  por   el    talle 
Ellas  se  vuelven  medio  de  espaldas.) 

Cómo  gozns,  alma  mía, 
de  un  cariño  muy  ardiente 


—  17  — 

en  los  brazos  del  demonio, 
que  es  un  chico  muy  decente. 

¡Anda!... 

¡Vente!... 
Ellas  Quita,  quita,  zalamero, 

vete  y  no  me  digas  nada, 
que  tu  aliento  me  sofoca 
y  echa  fuego  tu  mirada. 

Ellos  (Más  suplicautes  cada  vez.) 

No  te  importe,  niña, 
que  te  abrase  el  fuego, 
siempre  que  ese  fuego 
sea  el  del  amor. 
Porque  de  seguro 
que  me  dices  luego 
que  el  amor  con  fuego 
te  sabe  mejor. 
Ellas  ¡Cállate,  demonio! 

¡Vete,  por  favor! 
¡No  me  digas  eso, 
que  me  das  horrorl .. 

(Frente  á  ellos,  rechazándolos.) 

¡Satanás,  Satanás,  Satanás, 
no  pretendas  llevarme  detrás, 
que  el  infierno  me  causa  terror, 
déjame,  Satanás,  por  favor! 
¡Satanás!... 

Ellos  ¡Ven  detrás! 

Ellas  ¡Satanás!... 

Ellos  ¡Ya  verás! 

Ya  verás,  ya  verás,  ya  verás, 
lo  abrigada  que  allí  vivirás, 
sin  tener  que  ponerte  mantón 
ni  pensar  en  la  calefacción. 
¡Ven  detrás! 

Ellas  (Resistiendo.)  ¡Satanás!... 

Ellos  Ven  detrás 

y  verás. 

(cogiéndolas  nuevamente  por  el  talle  y    en   voz   muy 
baja.) 

Vente  conmigo,  morena, 
y  allí  sabrás  lo  que  es  bueno. 
Joyas  tendrás  y  palacios, 
reina  serás  del  infierno, 
y  todo  lo  que  ambiciones, 
alma  mia,  te  daré... 


—  18  — 

Elias  (Deslumbradas  y  entregándose. ) 

¡Ay,  llévame!... 

(Baile.  Matchicha  á  gusto  del  Director  de  escena,  que 
procurará,  como  es  lógico,  que  tenga  el  mayor  efec- 
to teatral  posible.  Con  los  últimos  compases  hace  mu- 
tis la  comparsa.  Máscaras  y  concurrentes  aplauden.) 


ESCENA  V 

TÜRINI  y  LUCILA  por  el  pricier  término  de  la  derecha.  Más    tarde 
y  por  el  fondo  SIMÓN 


Hablado 

Tur.  (a  Lucila  y  á  media  voz.  Lucila  debe  hacer  esta  sali- 

da cou  antifaz.)  ¿TÚ  le  has  veduto? 
Luc.  Sí,  DQÍrale.  Por  allí  viene  el  infeliz. 

Tur.  (Con  satisfacción  é  impaciencia.)    ¡Oh,    per    Dío!.., 

Niente  de  compachione,  que  son  tres  mile 
lira  á  ritornare.  ¡Non  lo  olvídate;  molta  se- 
duchione!  lo,  aquí  vichilo.  (se  oculta.) 

Luc.  (Mirando    hacia    el    fondo.)    ¡Pobre    jOVen,  CÓmO 

viene!...  Y  el  caso  es  que  si  no  obedezco  este 
salvaje  me  mata.  Aguardaré,  (se  retira  un  poco 

y  espera  confundida  entre  las  máscaras.) 
Simón  (Avanza  contoneándose.)  ¡Toda  mi  vida  he    sido 

un  tarambanota!...  Y  ¿quién  me  iba  á  decir 
á  mí,  que  he  sido  siempre  pa  las  mujeres  lo 
que  vulgarmente  se  llama  posterioridá  de 
mal  asiento,  que  el  asiento  lo  iba  á  tener  en 
una  jardinera  y  que  el  citado  vehículo  me 
iba  á  conducir  á  la  gloria?...  Como  esa  mu- 
jer y  yo  nos  compenetremos...  ¡ah,  Simón! 
la  agarro  de  un  brazo,  bajo  el  alquila  y  me 
voy  á  encerrar,  (viéndola.)  ¡Calle,  una  jardi- 
nera!... ¿Será  ella? 

Luc.  (Acercándose  y  llamándole  con  misterio.)  ¡Simón!... 

Simón  (Emocionado.)  ¡Lucilal... 

Luc.  (a  media  voz.)  ¿Me  amas?... 

Simón  Hasta  el  espasmo. 

Luc.  ¿Estás  dispuesto  á  todo? 

Simón  Hasta  á  la  evasión. 

Luc.  Eso  no;  piensa  que  estoy  vinculada  con  ese 

hombre.  (Le  vuelve  la  espalda  para  observar  si  al- 
guien los  escucha.) 

Simón  Ya  lo  pienso,  ya.  ¡Pues  si  no  fuera  por  ese... 


-^   19  ^ 

vinculito!  Pero  no  le  hace;   si  tienes  valor, 

fuguéQionos. 
"Luc.  ¡Te  perdías  para  siempre! 

^imón  Quiá,  soy  imperdible,  (otro  grito.)  ¡Ay!... 

Luc.  (Asustada  )  ¿Qué  eS? 

Simón  Nada,  el  imperdible. 

■Luc.  Mi  esposo  es  un  Ótelo.  ¡Te  aplastaba  el  crá- 

neo! 

Simón  ¡Caray!  ¿Tan  definitivo  es...  en  sus  manifes- 

taciones? 

Luc.  (Oyeudo  dentro  la  voz  de  Turiui.)  ¡Ah,   Dios    San- 

to!... ¡El! 
Simón  ¡Repuño! 

Luc.  Di  á  todo  que  si. 

Simón  Bueno. 


ESCENA  VI 

DICHOS  y  TURINI,  que  se  abalanza   sobre    Simón    como    una    fiera 

Tur.  ¡Ah,  miserabilel...  ¡Ándate  tra  la  mía  me- 

lle!... ¡Va  á  moriré!  (Escándalo  fenomenal.  Todiis 
las  máscaras  y  concurrentes  los  rodean.) 

Simón  (Muy  apurado.)  ¡No,  que  está  usté  equivocao!... 

Luc.  (Rápida  )  ¡Sí,  Turini,  estás  equivocado!... 

Simón  Sí,  señor  Turini,  de  medio  á  medio. 

Tur.  (soltando  á  Simón.)  Ma  ¿qué  díche? 

Luc.  Tu  creías  que  este  joven  me  hacía  el  amor, 

¿no  es  verdad? 
Tur.  Chertamente. 

Simón  Pues  no  señor;  no  la  hacía  nada. 

Luc.  ¿Sabes  á  lo  que  venía  detrás  de  mí? 

Tur.  Non  lo  sé. 

Luc.  Pues  venía  á  suplicarme  que  le  concedas  en 

público  un  asalto  de  boxeo.  Quiere  boxear 

contigo  esta  noche. 

Simón  (Aparte  y  asustado.)  ¡Caray! 

(Mascaras  y  curiosos,  viendo  que  el  escándalo  no  tie- 
ne  consecuencias,  van  apartándose  y  reanudando  sus 
paseos  y  conversaciones.) 

Tur.  (Con  exagerada  alegría.)  ¡Oh,  míO  Caro  chovino- 

to!...  (Le  abraza  estrujándole  atrozmente  y  dáudole 
grandes  palmadas  en  la  espalda.  Simón  aguanta  la  pa- 
liza    haciendo     contorsiones    y    visajes.)    ¿Conque 


—  20  — 

amater  del  boxeo?  ¿Boxear  conmigo?. .  ¡Tan 
to  honore!  ¡Tanto  piacherel 

Simón  (Aparte.)  ¡Bueno,  que  más  me  da!...  ¡en  cuan- 

to pueda  me  las  guillo!...  (ed  alta  voz.)  Pues 
sí,  señor;  le  estaba  diciendo  á  su  señera  que 
bace  días  ando  detrás  de  ustedes  sin  atre- 
verme... y  ahora  la  be  tupbcao  que  le  dije- 
ra á  usté  ei  se  quiere  tomar  dos  cosquis  con 
un  servidor. 

Luc.  Tiene  buena  complexión. 

Tur.  (Queriendo  abrazarle  de  nuevo.    Simón    retrocede    te- 

meroso.) ,0b,  mío  caro!...  ¿Y  voy  habete  bo- 
xeado molto? 

Simón  ¡Molto!  ¡moltídmo!  Yo  tengo  vencidas  á  va- 

rias celebridades  del  boxeo. 

Tur.  (Con  admiración.)  ¡Oh!... 

Simón  Y  tengo  rotas  las  narices  de  cinco  ó  seis. 

Tur.  (Entusiasmado.)  ¡Casi  campeone!... 

Simón  De  cinco  ó  seis  puñetazos  que  me  dio  un 

amigo.  Por  eso  aprendí  á  boxear. 

Tur.  lo  tendré  un   gran  honore  en  ser  vensido 

per  voy  cuesta  note. 

Simón  ¡Caray!  ¿esta  noche?...  (Titubeando.)  El  caso  es 

que  esta  noche  tenía  yo  que  irme  al  Escorial. 

Tur.  (con  energía.)  jAh,  non  vaicu  excusas! 

Luc.  Esta  noche  boxean  ustedes  y  mañana  se  va 

usté  al  Escorial. 

Simón  No  es  lo  mismo;  porque  si  boxeo  esta  no- 

che mañana  voy  al  Escorial,  pero  es  al  Pan- 
teón de  infantes...  y  yo  quiero  ir  por  mi  pie. 

Tur.  ¡Eh!...  ¡Boxeamos  cuesta  note!...  (a  Lucila.) 

¡Tú  ya  me  conoches,  mía  cara! 

Simón  Sí,  usté  conocerá  su  cara,  pero  yo  la  mía  no 

la  voy  á  conocer. 

Luc.  (Aparte  á  Simón.)  ¡No  tenga  usted  micdo!  ¡Lu- 

che Ubted! 

Simón  ¿Pero  yo  cómo  voy  á  luchar  con  esa  mole?... 
¡Me  mole! 

Tur.  (a  Simón.)  Aguárdate  un  momento.  (En  alta 

voz  y  á  las  máscaras.)  ¡SiñoriuaS  é  siñorel... 

Simón  (Aparte.)  ¿Qué  hace  este  tío? 

Tur.  Va  á  comenchare  il  espectáculo  anunchato 

in  programa.  La  hela  Ñalguilla  cantará  una 
cansoneta  del  suo  repertorio:  La  lechera  ho- 
landesa. Y  luego  se  verificará  el  anunchato 
match  de  boxeo. 


—  21  — 

Todos      [Bravo!  ¡bravo!  (Aplausos.) 

Tur.  (a  Simón.)  Ándate  á  vestiré.  (Se  inclina    ceremo- 

niosamente y  hace  mutis  por  el  segundo  término  de  la 
izquierda.) 

Simón  Í,A  Lucila  y  después  de  una  pausa.)  ¿Qué  ha  dlchc? 

Luc.  Que  pase  usté  á  vestirse,  ¡no  va  usté  á  bo- 

xear con  esa  ropa! 

Simón  ¡No,  con  esta  no,  caray,  que  el  chaleco  es 

del  segundo  dependiente!...  (vase  con  Lucila  y 

hacen  mutis  también  por  segundo  término  izquierda.) 


ESCENA  Vil 

La  LECHERA     HOLANDESA  y  HOLANDESAS  i.^  2.\  3."  y  4,'^    que 
salen  por  el  foro  y  avanzan  al  son  de  la  orquesta.  Todas  van  lujosa- 
mente ataviadas  y  llevan  bajo  el    brazo    un    cantarillo    dorado    que 
apoyan  en  la  cadera 

Música 

Lech.  De  los  estnblos  de  Holanda, 

de  Holanda, 
de  Holanda, 
leche  fresca  traigo  aquí 
que  ordeñaron  para  mí 
y  que  á  domicilio  se  manda. 
Precintadita  la  envío, 
la  envío, 
la  envío. 
Todo  el  que  la  quiera 
llame  á  la  lechera 
y  pruébela  y  verá 
¡qué  rica  estál... 

(ai  público.) 

Venga  usté  acá, 
pruébela  usté. 
Yo  si  usté  quiere 
le  serviré. 

(con  mucha  coquetería.) 

La  llevo  estéril  i, 
la  llevo  eBterilizada, 
y  adem.ás  pasteuri, 
y  además  pasteurizada. 


—  22  - 

Holandesas         El  que  esté  debili, 
el  que  esté  debilitao, 
tómese  un  vasito 
que  esté  bien  llenito 
y  al  primer  eorbito 
verá  el  resultao. 

(Evolucionan  al  compás  de  la  música  ) 

Lech.  Se  la  daré  con  bizcocho, 

bizcocho, 

bizcocho, 
y  yo  se  la  serviré 
si  á  mi  casa  viene  usté 
cualquier  día  de  siete  á  ocho. 
La  tomará  usté  caliente, 

caliente, 

caliente, 
porque  en  un  momento 
yo  se  le  caliento 
por  si  le  sienta  mal 
al  natural. 

(ai  público  ) 

V^enga  usté  aquí, 
pruébela  usté, 
que  yo  con  gusto 
se  la  daré. 
¡Ayl... 

(Con  más  coquetería  cada  vez.) 

La  llevo  esterili, 
la  llevo  esterilizada, 
y  además  pasteuri, 
y  además  pasteurizada. 
Holandesas         El  que  esté  debili, 
el  que  esté  debilitao, 
tómese  un  vasito 
que  esté  bien  llenito 
y  al  primer  sorbito 
verá  el  resultao. 

(f  igue  la  música.  Mutis  lento  por  la  primera  caja  de^ 
la  derecha  al  compás  de  la  orquesta.  Máscaras  y  con- 
currentes aplauden.) 


—  23  — 


ESCRNA  VIH 

SIMÓN,  en  traje  de  boxeo,  y  LUCILA    por  el  segundo  término  de  la 
izquierda.  Más  tarde  y  por  el  fondo  el  JUEZ  DE  CAMPO 

Hablado 

Simón  (a  Lucila.)  Bueno,  señora,  esto  que  se  hace 

conmigo  es  un  atropello.  (Algazara  general  al 
verle.) 

Luc.  ¿No  decía  usté  que  por  mí  estaba  dispuesto 

á  todo? 
Simón  A  todo,  sí;  pero  usté  no  me  había  dicho 

nada  de    almóndigas,  y,  francamente,   no 

quiero  acabar  en  picadillo. 
Luc.  (con  coquetería.)  ¡Luche  usté  y  confíel 

Simón  i3ueno,  lucharé. 

JUGZ  (Acercándose  y  presentándole  los   guantes  de  boxeo.) 

Los  guantes. 
Simón  Bueno,  esto  es  para  pegarse. 

Juez  íáí,  señor,  para  pegarse. 

Simón  No,  digo  que  esto  es  para   pegarse  con  su 

sombra,  (simón  se  pone  los  guantes.) 

Juez  Ahora  hay  que  ponerse  en  condiciones  de 

lucha. 

Simón         ¿Y  usté,  quién  es? 

Juez  Soy  el  Juez  de  campo. 

Simón  ¿El  juez?  Hombre,  me   alegro.  Pues   oiga 

usté,  señor  juez,  en  cuanto  mi  contrario 
empiece  á  pegarme,  viene  usté  y  nos  separa 
judicialmente,  para  que  no  se  vuelva  á  me- 
ter conmigo. 

Juez  Esté  usté  tranquilo.  (Vase  hacia  el  fondo.) 

Simón  (Llamándole  )  ¡Señor  juez'...  ¡Señor  juez!... 

Juez  (Acercándose.)  ¿Qué  pasa? 

Simón  Oiga  usté,   señor  juez,  ¿ese  señor  da  los 

golpes  muy  fuertes? 
Juez  (con  autoridad.)  El  señor  Turini  no  da  golpe 

alguno  que  no  esté  sujeto  á  una  regla.  (Le 

vuelve  la  espalda  y  se  aleja.) 

Simón  Y  él  ¿por  qué  no  está  sujeto  á  un  pesebre?... 

¡Qué  tío!  (Empieza  á  ensayarse.  Lucila  debe  haber 
hecho  mutis  á  poco  de  aparecer  el  Juez  en  escena.) 


-    24  — 


ESCENA  IX 

SIMÓN  y  DEMETRIO,    que    sale   por  el  fondo    derecha  y  se  detiene 
sorprendido  al  ver  á  Simón 


Demet. 
Simón 


Demet. 

Simón 
Demet. 


Simón 


Pero  ¿qué  hace  usté  así'? 
¡Ay,  Demetrio  de  mi  vida!...  Que  me  ha 
sorprendido  el  bestia  del  marido,  y  para 
salvarme  he  tenido  que  fingir  esto.  ¡Ayúda- 
me! ¡Inventa  algo! 

(Después    de   breve    reflexión.)     ¡  Ah,    qué    idea!... 

¡Está  usté  salvao!  ¡No  se  apure!  Ahur. 
Qué  intentas? 

a  lo  verá  usté.  Ahur.  (Sale  corriendo  por  la  pri- 
mera izquierda  Luego  se  le  ve  en  un  palco  siguiendo 
atentamente  las  peripecias  de  la  acción.) 

Pero  ¿dónde  vas?.,.  ¿Qué  se  le  habrá  ocurri- 
do á  este  chico? 


^ 


ESCENA  X 


DICHOS    y    TÜRINI, 


también  en  traje  de  boxeo  y  por   el   segundo 
término  de  la  izquierda 


Tur.  (presentándose  y  saludando  al  público  desde  el  centro 

de  la  escena.)  ¡SonO  CUá!  (Aplausos.  Máscaras  y 
concurrentes  forman  corro  en  torno  de  los  luchadores. 
Los  palcos  se  llenan  de  curiosos.) 

Juez  Señores,  va  ha  empezar  la  lucha  de  boxeo 

entre  el  campeón  señor  Turini  y  el  distin- 
guidísimo amatér  señor...  (a  simón.)  ¿Cómo 
es  su  gracia? 

Simón  Garralaunde,  para  lo  que   ustedes   gusten 

pegar. 

Juez  (Después  de  apartar  á  la  gente  y  formar  círculo.)  ¡Pre- 

parados! 

(Turini  toma  posiciones,  estira  los  brazos,  hace  jugar 
las  piernas  y  adopta  distintas  posiciones  preparatorias. 
Simón  le  observa  muy  atento,  repitiendo  cómicamente 
cuanto  ve.  Quedan  todos  los  detalles  y  pausas  de  esta 
escena  encomendados  al  talento  de  los  artistas.) 

Simón  (cuando  ve  que    Turiui    se  dirige  hacia  él  en    actitud 

amenazadora,  retrocede  gritando:)    ¡Un   momento! 


—  26 


(Turini  se  detiene.  El  Juez  se  acerca  rápidamente  á 
Simón  ) 

Juez  ¿Qué  pasa? 

Simón  Que  yo  me  pego  con  el  señor,  pero  que  le 

quiten  esas  manoplas,  porque  si  me  da  en 

la  cabeza  me  la  derriba. 

JU6Z  ¡Bah!    (se    encoge    de    hombros  y  vuelve  á  su    sitio. 

Turini,  que  se  ha  acercado  también  á  Simón,  le  mira 
de  arriba  á  abajo  con  desprecio,  y  exclama  á  media 
voz:) 

Tur.  ¡Me  la  derriba!...  ¡Me  la  derriba!...  ¡Estúpitol 

(Le  vuelve  la  espalda  con  cierta  presunción  de  hom- 
bre fuerte  y  lentamente  se  aleja  hasta  ocupar  de  nuevo 
su  terreno  para  la  lucha.) 

Juez  (Dando  otra  vez  la  señal.)   ¡En  guardia!    (Se  prepa- 

ran como  antes.  Turini  avanza  lentamente  voltean 
do  los  puños.) 

Simón  (Aterrado  y  dando  otro  grito.)  ¡Un  momento!  (Tu- 

rini  vuelve  á  detenerse.) 

Juez  (Acudiendo    malhumorado.)     Pei'O     ¿qué     quiere 

usté,  hombre? 
Simón  Preguntar  cuántos  minutos  de  lucha  son. 

Juez  De  la  primera  guardia  á  la  segunda,  cinco 

minutos;  luego  tiene  usted  que  esperar  dos 

guardia». 
Simón  ¿Y  qué  hacen  que  no  vienen? 

Tur,  (Mirando    á    Simón    de    arriba    á  abajo,    como  antes.) 

¡Que  no  vienen,  que  no  vienen! ..  ¡Imbéchi- 

lel'  (lc  vuelve  la  espalda  y  muy  lentamente  vuelve  á 
8U  sitio  como  la  vez  anterior.  Nueva  preparación.) 

Juez  ¡En  guardia!...  (comienza  el  asalto.    Turini    avanza 

amenazador.  Simón  voltea  los  puños  exageradamente  y 
hace  todo  género  de  visajes  y  contorsiones.) 

Tur.  ¡En  guardia!...  ¡Op!  (Le  da  un   golpazo  terrible  en 

la  cabeza.) 

Simón  (Dando  un  grito.)    ¡Ayl...    ¡Alto!    ¡Alto!  (Turini  se 

detiene.  El  Juez  acude  rápidamente.) 

Juez  Pero,  ¿qué  ocurre? 

Simón  Oiga  usté,  señor  Juez,  que  en  la  cabeza  no 

debía  valer,  porque  cuando  uno  se  pega  no 

tiene  la  cabeza  para  nada. 
Juez  Pare  usté  los  golpes,  (vueive  á  su  sitio.) 

Tur.  (Muy    cerca    de    Simón,    como    las    veces  anteriores.) 

¡Pare  usté,  señor,  pare  usté!...  ¡Idiota!...  (l? 

vuelve  la  espalda  y  Simón  le  pega  un  a/.ote  terrible.) 
{Ay!...  (Dando  un  salto.) 


25  — 


uez 


Todos 
Simón 
Juez 
Simón 


Tur. 

Simón 

Tur. 

Simón 

Tur. 

Simón 

Juez 

Simón 


Juez 


Demet. 


Simón 


(interponiéndose    veloz    entre    ambos.)    ¡EsO    DO   GS 

legal!... 

¡No!  ¡No!... 

Ha  sido  sin  querer. 

jAh,  vamos! 

(a  media  voz.)  Sin  querer  él. 

(Se  reanuda  la  lucha  que,  nuevamente,  volvemos  á  en. 
ccmendar  al  talento  de  los  actores,  pues  de  lo  que  ellos 
hagan  depende  todo  el  efecto  cómico.) 
¡En  guardia!...  ¡Opl  (Dando  un  golpazo  á  Simón.) 

¡Ay! 

¡En  guardia!...  ,Opl  (^otro  golpe.) 

¡Ay! 

¡En  guardia!...  ¡Op!  (Nuevo  golpe.) 

iAy! 

(a  Simón.)  Pero  pare  usté,  hombre,  pare  usté. 

¡Quiá,  hombre!...  ¡Yo  no  paro  hasta  que  me 

vea    en    Orense!    (^Trata    de    escapar  y    todos  pro* 

testan.) 

(Cogiéndole    por    un   brazo.)    ¡No    faltaba   más!..» 

¡Hay  que  seguir  luchando!  (Le  obliga  á  seguir. 

Continúa  el  asalto  y  s  imón  recibiendo  golpes  hasta 
que  Demetrio,  viéndole  perdido,  se  pone  en  pie  en  el 
palco  y  grita  con  toda  la  fuerza  de  sus  pulmones.) 

¡Fuego!. .  ¡Fuego!. . 

(Desbandada  general,  gritos,  carreías,  confusión.  La. 
gente  huye  despavorida.  Al  pasar  Turini  corriendo,  le 
pone  un  pie  delante  Simón  y  aquel  tropieza  y  cae  de 
bruces.)  * 

(ai  verle  en  el  suelo    empieza    á    darle    golpes.)    ¡En 

guardia!...  ¡Op!  ¡En  guardia!...  ¡Op!  ¡En  guar« 

día!...  ¡Op!  (Turini,  medio  aturdido,  se  levanta  y  sale 
corriendo.  Simón,  entusiasmado,  sin  darse  cuenta  de 
que  está  solo,  empieza  á  dar  saltos  y  puñetazos  al 
aire.) 


ESCENA  XI 

SIMÓN  y  DEMETRIO 


Demet.  (Que    sale    corriendo  alegremente.)    ¡Simón!...    ¡Si- 

món!... (simón,  sin  conocerle,  va  á  darle  un  golpe.) 
¡Ay!...  (Pasa  por  debajo  del  brazo  de  Simón  y  se  re- 
fugia en  el  lado  opuesto  de  la  escena,   mientras  el  de- 


—  27 


Simón 


Demet. 


Simón 

Demet. 
Simón 

Demet. 
Simón 
Demet. 

Simón 


pendieute,  solo  y  triunfador,  queda  por  fin  parado  y 
en  actitud  de  desafio.) 

(Reconociéndole.)  Ah,  ¿eres  tú,  Demetrito?  ¡Gra- 
cias, me  has  salvao!...  Te  perdono  los  treinta 
reales. 

(Acercándose  y  á  media  voz,  muy  alegre.)  Oiga  listé; 

el  dominó  de  antes  le  está  esperando  á  usté 

á  la  puerta  del  teatro  para  ir  á  su  casa. 

Yo  no  voy  á  más  casa  que  á  la  casa  de  So» 

corro,  porque  mira  qué  cabeza. 

¡Pero  si  esas  manoplas  no  deben  hacer  dañot 

¿Que   no  hacen   daño?...   ¡Toma!  (Le  da   nn> 

golpe.) 

¡Ay!...  ¡Don  Simón,  que  hace  usté  daño! 

¿No  te  lo  decía  yo? 

¡Caray,  que  me  ha  dejao  sordo, 

pero  sordo  por  completo! 

(ai  público.) 

Y  aplaudid  este  boceto 
8i  os  gusta  el  género  gordo. 

(Música  y 


mUTACiON 


—  28  — 

CUADRO  SEGUNDO 
El  género  popular 

Telón  corto  de  calle  madrileña 

ESCENA  PRMERA 

«1   GÉNERO  CHÍCO   y  el    MISMO  DEMONIO  por  la  derecha.  El  pri- 
mero ha  sufrido    una  completa  transformación  en  su  indumentaria  y 
va  elegantemente  vestido 

Dem.  ¿Qué  tal?  ¿Qué  te  ha  parecido  el  espectáculo 

del  baile? 

6.  Chi.  Hombre,  te  diré;  me  ha  parecido  que  si  to- 
dos los  calaveras  acaban  tan  vapuleados 
como  Simón,  puede  perdonarse  el  bollo  por 
los  coscorrones. 

Dem.  Yo  no  debo  violentar  las  costumbres.  Te  he 

prometido  presentarte  tres  ejemplos  del  gé- 
nero que  cultivas  y  he  cumplido  la  primera 
parte  de  mi  programa. 

G.  Chi.  Supongo  que  no  estarás  quejoso;  mi  nueva 
indumentaria  corre  parejas  con  tus  propósi- 
tos de  regeneración. 

Dem.  ¡Va  era  hora  de  que   te  vistieses  de  limpio! 

(Rumor  de  voces  dentro.) 

G.  Chi.         ¿Eh?...  ¿Qué  es  eso? 

Dem.  Nada;  las  gentes  del  pueblo  que  protestan  á 

su  manera  de  la  supresión  de  los  consumos. 

G.  Chi.  Sí,  eso  es  muy  español.  Me  lo  sé  de  me- 
moria. 

Dem.  Atiende,  (Se  rotiiau  á  un  lado  de  la  escena.) 

ESCENA  II 

DICHOS,  OBREROS  1.^,  2."  y  3.°  y  CORO   GENERAL,  que  salen  por 
la  izquierda    bulliciosamente 

Música 

Obreros  Nos  quitaron  los  consumos 

por  librarnos  de  esa  plaga... 


—  29  — 

Todos  ;Zaracatapún,  mi  cuerpo! 

¡Zaracatapún,  mi  alma! 

Obreros  Y  ahora  tó  nos  cuesta  doble 

de  lo  que  antes  nos  costaba. 

Todos  ¡Zaracatapún,  qué  risa!^ 

¡Zaracalapún,  qué  gracia! 

Obreros  Han  subido  los  garbanzos, 

y  ha  subido  el  bacalao, 
y  ha  subido  Canalejas 
y  nos  ha  revacunao. 

Todos  Y  nos  ha...  revacunao. 

Obreros         (a  media  voz.) 

Cuidao  que  es  usté  bolo, 
querido  don  José, 
que  no  lo,  no  lo,  no  lo, 
que  no  lo  entiende  usté. 
Todos  Cuidao  que  es  usté  bolo, 

querido  don  José,  etc.,  etc. 

(Baile  grotesco.) 


Obreros 

Todos 

Obreros 

Todos 

Obreros 


Todos 
Obreros 


Todos 


El  subir  los  comestibles 
era  cosa  descontada. 
¡Zaracatapún,  mi  cuerpo! 
¡Zaracatapún,  mi  alma! 
Y  ahora  cada  panecillo 
cuesta  un  ojo  de  la  cara. 
¡Zaracatapún,  qué  risa!^ 
¡Zaracatapún,  qué  gracia! 
Por  lo  visto  se  pretende 
que  con  la  debilidá, 
no  nos  quede  fuerza  alguna 
ei  gritamos:  ¡Viva  la  .J 
Si  gritamos:  ¡Viva  la...! 

(Como  autes.)  • 

Cuidao  que  es  usté  bolo, 
querido  don  José, 
que  no  lo,  no  lo,  no  lo, 
que  no  lo  entiende  usté. 
Cuidao  que  es  usté  bolo, 
querido  don  José,  etc.,  etc. 

(Mutis  animadísimo  por  la  derecha  bailando  todos  gro- 
tescamente.) 


—  30  — 


ESCENA  III 

£1  GÉNERO  CHICO   y    el    MISMO    DEMONIO.  En  seguida,  y  por  la 
izquierda,  el  TRAPERO 

Hablado 

Oem.  ¡Ahí  lo  tienes!   Aquí  no  sirve   reformar  las 

costumbres.  Protestamos  de  todo. 

G.  Chi.  No  lo  creas,  es  el  carácter  nacional.  ¡Como 
la  cuestión  es  pasar  el  rato!...  (se  oye  ei  pregón 
del  Trapero.)  ¡Canastosl...  ¿Quién  viene  por 
ahí? 

Dem.  No  te  sorprendas,  es  el  pregón  inevitable.  Ya 

sabes  que  ahora  casi  todas  las  obras  tienen 
su  pregón  correspondiente:  el  de  las  flores, 
el  de  los  pájaros... 

G.  Chi.         Sí,  es  nn  sistema  muy  socorrido. 

Oem.  Bueno,  pues  este  es  el  último  pregón.  ¡Óyelo! 

Trap.  (Dentro.)  ¡Trapero!...  ¿Hay  algo  e  ropa  vieja 

que  vender?...  ¡Traperooo!...  (saie  á  escena.) 

Música 

Morenas,  castañas,  trigueñas  y  rubias, 

¡aquí  está  el  trapero!... 
¡Aquí  está  el  que  todo  lo  compra  y  lo  vende 

por  poco  dinero!... 


Yo  compro  baúles, 

yo  compro  tinajas, 
objetos  de  goma,  sifones,  cepillos, 

quinqués  y  baraias. 

Yo  compro  paraguas, 

yo  compro  sombrillas, 

aunque  estén  sin  tela, 

bastón  ni  varillas. 

Yo  compro  en  el  azto, 

cá  vez  que  la  encuentro, 
Ja  mesa  de  noche  con  el  artefazto 

que  se  pone  dentro. 


—  31  — 

No  tire?  nada,  chiquilla, 
porque  tó  vale  dinero, 
y  bájame  lo  que  tengas 
que  tó  lo  compra  el  trapero. 
Bájame  las  chambras  viejas, 
y  los  corsés  y  las  fajas, 
y  también  los  pantalones 
me  los  bajas. 
¡Traperoool... 

(Muti8  pregonando.) 


ESCENA  IV 

El  GÉNERO  CHICO  y  el  MISMO  DEMONIO 

G.  Chi.  iJices  bien;  después  de  ese  nregón  no  caben 
ya  delicadezas  de  flores  ni  de  pájaros. 

Dem.  Eso  creo. 

G.  Chi.         Y  ahora,  ¿dónde  me  llevas? 

Dem.  Al  género  biblico-sicaííptico,  que  es  la  ulti- 

ma moda;  á  los  tiempos  de  Sansón  y  Dalila, 
en  la  época  remota  de  los  Filistheos.  ¿Va- 
mos? 

G.  Chi.  A  tus  órdenes.  (Mutis,  música  y 


MUTACIÓN 


—  82  — 


CUADRO    TERCERO 
El  género  bíblico 

Gran  salón  en  el  pnlacio  que  habita   Dalila.    Arquitectura  y  muebles 
de  la  época.  A  la  izquierda  un  gran  ventanal 


ESCENA  PRIMERA 

DALTLA,  sentada.  A  su  alrededor  EVORA    y   ESCLAVAS,    unas    de 

rodillas  y  otras  en  pie  perfumándola  y  concluyendo  de    arreglar    su 

tocado 

iViúsica 

Esclavas  Dalila,  dulce  y  bella, 

panal  de  rica  miel, 
cordera  enamorada 
del  tigre  de  Israel; 
tu  rostro  es  blanca  nieve, 
tus  labios  roja  flor, 
tu  pecho  es  el  sagrado 
refugio  del  amor. 

¡Salve,  Dalila, 

bella  y  audaz, 
los  dioses  te  desean 

felicidad!... 

(Va  extinguiéndose  la  música  poco  á  poco.) 

Hablado 

Evora  Dalila,  bella  señora,  perfumada  flor  del  valle 

de  Sorec,  son  tus  labios  como  rosa  bermeja 
de  los  jardines  de  Efraim.  Sansón,  tu  due- 
ño, puede  jurar  al  tenerte  en  sus  brazos  que 
posee  la  más  rica  joya  ñlitthea. 

Dal.  Gracias,  dulce  Evora,  agradezco  tus  elogios; 

pero  el  tiempo  pasa  y  quisiera  saber  si  ha 
llegado  mi  perfumista. 

Eyora  Voy,  señora. 

Sidea  (por  la  derecha.)  No  cs  prcciso  ya,  bella  Dalila. 

Dal.  ¡Sidea!... 


Sídea 

Dal. 

Todas 
Dal. 
Evora 
Dal. 

Evora 
Dal. 
Evora 
Dal. 


Hace  un  momento  que  Avialón  el  amorrheo 
aguarda  en  el  atrio. 

Que  pase  el  gentil  Avialón,  y  dejadme  á 
solas  con  él. 

¡Dalila!...  (Se  retiran.) 

Evora. 

Mándame.  Mi  honor  es  ser  tu  esclava. 
Si  mientras  estoy  sola  con  ese  mancebo  lle- 
gara Sansón,  tose. 
¿Y  si  no  me  oyeras  como  ayer? 
Entonces  canta. 

^,Y  si  no  me  haces  ca^o  como  anteayer? 
Vuelve  á  cantar.  ¡El  asunto  no  es  para  dis- 
traerse!  (Evora  saluda  y  hace  mutis.) 


ESCENA  II 


DALILA 


¡Ah,  Sansón,  Sansónl...  ¿Dónde  residirá  el 
secreto  de  epa  fuerza  que  te  hace  firme  como 
la  roca,  fiero  como  el  tigre  y  audaz  como  el 
águila?  ¡Yo  lo  averiguaré!  Mi  astucia  de  mu- 
jer sabrá  descubrirlo  y  vencerte.  Ya  lo  dice 
la  parábola:  si  tienes  una  voz  dulce  y  una 
mano  acariciadora,  con  un  hilo  conducirás 
un  elefante...  ¡Ay  de  ti,  Sansónl 


ESCENA  III 

DALILA.  AVIALÓN,  por  la  derecha 


Avia. 


Dal. 
Avia. 


Dal. 
Avia. 


;,Puedo   pasar,   encanto    de   los   filistheos, 
Dalila  hermosa  de  candentes  ojos  y  labios 
dulces  como  el  sabor  del  higo? 
Pasa. 

(Avanzando  un  poco.)  Trcs  mil  agradecimien- 
tos. (Se  detiene  de  nuevo.)  Pero  UO  pagaré  SÍ  UO 

me  das  licencia  para  posar  mis  labios  en  tu 
mano  breve. 
Pasa  y  pf)Sa. 

Estimando.  (La  besa  la  mano.)  Añade  mil  agra- 
decimientos más. 


—  34  — 

Dal.  ¿Y  no  te  molesta,  gentil  amorrheo,  besarme 

en  la  mano? 
Avia.  ¡Ni  aunque  fuera  en  la  cara,  señora! 

Dal.  Lo  digo  por  si  te  piuchan  mis  anillos. 

Avia.  No  me  pincha  nada. 

Da!.  Pues  toma  asiento  y  dime  qué  novedades 

traes. 

Avia.  (Dejando  en  el  suelo  la  caja  que  lleva  bajo  el  brazo.'^ 

Traigo  dfc  todo;  cremas,  bandolinas,  jabones 
de  la  Arabia,  perfumes  caldeos,  agua  oxige- 
nada y  pastillas  de  clorato  egipcio. 
Dal.  Y  dime,  aromático  comerciante:  ¿qué  me 

darías  para  destruir  el  vello  de  mis  brazos? 

¡Fíjate!  (Mcstrándole  los  brazos  desnudos.  Se  ha 
sentado  junto  á  él.) 

Avia.  (Entusiasmado.)  ¡tíecutls,  qué  vcllo!  ¡Dígo,  qué 

brazos!...  Pues  yo  te  daría...  (La  da  un  beso  en 

la  muñeca.)  Te  daría  esto. 
Dal.  (Reconviniéndole.)  Repórtate.  I  Si  te  ve  Sansón 

te  pulveriza! 
Avia.  (Levantándose    rápido)    Caray,   ¿pero   está  en 

casa? 
Dal.  No  te  alarmes;   ha  salido  acompañando  á 

unos  de  su  pueblo  que  han  venido  á  las 

fiestas. 

Avia.  Eso  ya  es    otra    cosa,    (vuelve    á    sentarse.)    Te 

juro  que  me  sería  muy  sensible  que,  des- 
pués de  haber  inventado  esto  de  los  perfu- 
mes para  verte  sin  que  nadie  sospeche... 
Dal.  Bien,  déjate  de  explicaciones  y  al  grano. 

¿Qué  hay  de  lo  nuestro? 

Avia.  (^Mirando  á  su  alrededor  con  recelo.)  ¿Puedo  hablar 

sin  temor? 

Dal.  Nadie  nos  oye. 

Avia.  Pues  escucha.  (Bajando  la  voz.)  Has  de  saber, 

bella  Dalila,  que  la  destrucción  de  Israel 
está  en  tu  mano;  anoche  se  reunieron  los 
príncipes  filistheos.  Tú  fuiste  el  tema  de  su 
conversación.  (La  besa  en  la  muñeca.)  Con  per- 
miso. 

Dal.  Sigue. 

Avia.  No  hay  inconveniente,  (vuelve  á  besar.) 

Dal.  Que  sigas. 

Avia.  Pues  eso  hago,  (otro  beso.) 

Dal.  Que  sigas  tu  relato  y  me  dejes.  (Rechazándole 

vivamente.) 


—  36  — 

JVvia.  ¡Ah,  dispeiiFa!  Pues  bien,  los  Príncipes  acor- 

daron duplicar  la  cantidad  ofrecida. 

,Dal.  (Codiciosa  )  ¿Qué  dices?  (Se  acerca  de  nuevo.) 

Avia.  Lo  que  oves.  Te  darán  mil  sirios  de  plata 

cada  Príncipe  si  les  dices  dónde  reside  el 
secreto  de  osa  fuerza  arrolladura  y  brutal  de 
Sansón  el  nazareo. 

Dal.  (Aparte.)  ¿Mil  siclos  cada  uno?...  |Bah!  ¡Es 

poco  toda  vial  (En  alta  voz.)  Imposible. 

-Avia.  ¡Cómo!  ¿Te  niegas? 

Dal.  Sí,  me  niego.  Yo  no  puedo  hacer  traición  á 

ese  hambre,  porque,  óyelo  bien,  gentil  amo- 
rrhpo,  yo  amo  á  ¡Sansón  como  una  loca. 

Avia.  ¿Qué  dice.^?..  ¡Reflexiona,  Dalila!... 

Da!.  ¡Calla!... 

Avia.  Piensa  en  los  enemigos  de  los  dioses... 

Oal.  ¡No!... 

JVvia.  Piensa  que  tiras  una  fortuna... 

Oal.  ¡Le  idolatio! 

JVvia.  ¿Es  esa  tu  última  palabra?  (Medio  mutia.) 

Dal.  ¡Si!  (Después  de  breve  reflexión.)  PerO   aguarda... 

¡Si  die.'^en  algo  más!... 
Avia.  cQ'^é  exiges? 

Dal.  Otros  mil  piólos. 

Avia.  Cuenta  con  ellos. 

Dal.  (Radiante  de  gozo  )  ¿De  VCraS? 

Avia.  Como  me  llamo  Avialón. 

Dal.  (solemne.)  PueS  bien,  (Dándole  la  mano.)  prome- 

te por  los  dioses  á  tus  Príncipes  que  dentro 
de  dos  horas  aguarden  en  el  peristilo  del 
antiforum  y  les  entregaré  al  león  de  Israel 
sumiso  y  dócil  como  un  cordero 

Avia.  Los  dioses  te  sean  propicios.  ¡Salve,  Dahlal 

(Se  oye  to?er  á  Evora.) 

Dal.  Kspera, 

Avia.  ¿Qué  ocurre? 

Dal.  Evora  que  tose,  (canta  Evora.) 

Avia.  Píntala  con  yodo  zabulónico. 

Dal.  Y  canta. 

Avia.  Entonces  no  la  pintes,  dibújala  nada  más, 

que  no  es  nada. 
Dal.  (Aterrada)  ¡Horror!...   ¡Es  él!...   ¡Sansón  que 

viene!  (Grandes  rumores  dentro.) 

Avia.  ¡Recrótalo!  ¿Yo  en  manos  de  esa  bestia  apo- 

calíptica?... 
Dal.  Disimula. 


—  36  — 

Avia.  ¿Tienes  árnica  egipcia? 

Dal.  Y  tafetán  idumeo. 

Avia.  Que  me  vayan  cortando  unas  tiras  por  sí 

acaso.  ¡Los  dioses  me  acorran!  (se  oye  la  vofc 

exteutórea  de  Sansón  que  grita  dentro.  ¡Abridme- 
paso!...  Y  en  seguida  un  estrépito  infernal  de  golpes,, 
ruidos  y  objetos  que  caen  y  se  hacen  añicos.— Aterra- 
do.) ¡Mi  padre,  qué  estrépito! 

Dal.  No  te  asustes,  es  que  viene  jugando  con  el. 

bastón. 

Avia.  (Relámpago!  pues  parece  un  terremoto. 


ESCENA  IV 

DICHOS,  EVORA,  SlDEA  y  un  tropel  de  ESCLAVAS   y    ESCLAV08- 

que  salen  corriendo  y  se  prosternan,   arrodillándose    hasta    tocar    et 

suelo  con  la  frente.  Después  SANSÓN  y  SOLDADOS 

San.  (Dentro  aún.)  ¿Dónde  cstá  mi  Dalila?...  ¿Dón~ 

de  está  la  luz  del  león  de  Israel?...  (saie.) 

Esclavos       (Alzando  los  brazos  y  volviendo  á   quedar    prosterna 

dos.)  ¡Señor!... 

Dal.  (Saliendo  á  su  encuentro  y  arrodillándose  )  ¡Aquí  me- 

tienes!  Esclava  tuya  siempre,  como  cordera 
sumisa  á  la  sombra  del  roble  altivo. 
San.  (Ayudándola.)  Levanta,  Dalila,  y  pon  sobre  las- 

siete  guedejas  de  mi  cabellera  nazarea  las 
plantas  de  tus  pies  para  que  yo  imagine  que 
han  caído  sobre  mi  cabeza  de  gigante  los 
blancos  lirios  del  Jordán. 

Avía.  (sin  poderse  contener.)  ¡Bravo! 

San.  (volviéndose    y    reparando    en    Avialón.)    ¿Eh?... 

¿Quién  es  este  aflautado  y  bíblico  pollo  que- 
me aclama  doliente? 

Avia.  (Aparte.)  ¡Me  he  caldo!  (En  alta  voz  y  con  mucho 

miedo.)  Gran  forzudo,  soy  Avialón  Zabuloni- 
ta,  para  servirte. 
San.  (con  ferocidad.)  Y  ¿qué  buscas  aquí? 

Dal.  (interviniendo    suplicante.)    Señor,    nO    le   hagaS 

nada;  vino  á  venderme  perfumes  de  Siracu- 

sa  y  esencias  de  Palestina.  Es  un  joven  per* 

fumista  amorrheo. 
San.  ¡Mientes,  Dalilal   Su  turbación  me  prueba 

que  vino  á  traicionarme. 
Dal.  ¡Yo  te  juro! 


—  87  — 

^an.  Y  no  le  aplasto  como  á  una  sabandija  por 

no  naanchar   la  suela  de  mi  sandalia.  Le 

arrojaré  de  un  soplo.  (Sopla  y  Avialóu  desapare- 
ce por  los  aires.) 

.Avia.  (Haciendo  mutis.)  ¡Que  me  manden  el  estuche 

á  casa!... 

Todos  (Admirados.)  ¡Oh!...  (Caen  de  rodillas.) 

-Oal.  (Acercándose  á  Sansón  cou  mucíia  coquetería  y  echán- 

dole los  brazos  al  cuello.)  Manejas  á  los  hombres 
como  briznas  de  paja.  ¡Te  amo  por  fuerte  y 
por  magnífico! 

^an.  (Aparte.)  A  pesar  de  las  esencias  del  amorrheo, 

esta  visita  me  huele  mal. 

Oal.  (inquieta.^  ¿Q"é  píensas?...  ¿Dudas  de  mí?. . 

^an.  No;  ¿cómo  dudar?  Si  creyera  que  esos  ojos 

tienen  resplandores  para  otras  almas,  hubie- 
ra cogido  el  globo  terráqueo  con  esta  mano, 
y  exprimiéndolo  como  quien  exprime  una 
naranja,  me  hubiese  hecho  un  refresco  para 
calmar  mis  iras.  ¿Uómó  dudar,  ei  los  besos 
de  tus  labios,  más  rojos  que  amapolas,  son 

para  mí  como...  como?...  (volviéndose  y  reparan- 
do en  los  esclavos,  que  siguen  prosternados  aún.) 
¿Cómo  e.rtáis  aquí  todavía?  (Se  levantan  rápi- 
dos. Sansón,  indignado,  da  un  grito  terrible,  girando 
sobre  sí.)  ¡Fuera!...  (Gran  estrépito.  Se  caen  varios 
muebles,  y  los  esclavos  huyen  despavoridos,  atrope- 
llándose  unos  á  otros.) 


ESCENA  V 

SANSÓN    y   DALILA 

«Jal.  (Después  de  breve  pausa  y  acercándose  de  nuevo  amo- 

rosa.) Cálmate,  montaña  inaccesible,  y  deja 
que  Dalila  se  mire  en  tus  ojos  más  serenos 
y  azules  que  las  pesqueras  del  Esbón.  (s« 

sientan.) 

San.  Bueno. 

iíal.  (cada  vez  más  amorosa.)  Parece  que  me  has  adi- 

vinado en  lo  de  mandar  salir  á  la  servidum- 
bre. 

5an.  ¿Querías  que  nos  quedásemos  solos,   mim- 

bre del  Jordán? 

J)ai.  Solos,  sí...  muy  solos...  (suspirando.)  ¡Ay!... 


—  38  — 

San.  (Después  de  mirar  á  todos  lados  y   bajando    la    voz.)^ 

¿Para  qué? 
Dal.  Para...  (Se  detiene  como  temerosa.  Transición.)  ¿No 

tienes  calor?...  ¡Yo  me  abraso!  (resabrochán- 

dose.) 

San.  ¿Te  soplo? 

Dal.  (Rápida.)  ¡No)  ¡Quiero  estar  á  tu  lado,  heca- 

tombe de  mi  corazón!...  ¡Qué  hermoso  eres!..», 
(cogiéndole  el  pelo.)  ¿Me  permites  que  te  mese- 
la  cabellera? 

San.  Mésamela. 

Dal.  ¡Qué  abundosa!...  P'.ies  ¿y  la  barba?  ¡Deja 

que  se  enreden  mis  dedos  en  sus  rizos  de 
seda!... 

San.  No,  la  barba  no  me  la  cojaís,  que  me  hace? 

conquillas...  Mete  por  aquí  la  mano.  Así,  al 
pelo,  al  pelo. 

Dal.  ¡Qué  bien  me  encuentro!  En  tus  brazos,  es- 

condido mi  rostro  en  tus  barbas  obscuras, 
como  cervatiila  perseguida  que  se  oculta  em 
espeso  matorral. 

San.  Dalila,  eres  una  fresca. 

Dal.  (Soi prendida.)  ¿Qué? 

San.  Eres  una  fresca  fuentecilla  que  rumorea  en 

la  espesura  su  canción  amorosa.  ¿Qué  no 
sería  yo  capaz  de  hacer  por  ti  en  este  mo- 
mento? Pídeme  lo  que  quieras. 

Dal.  ¿Lo  que  quiera?  Pues  oye.  un  capricho  ten- 

go: quisiera  ver  sin  moverme  de  aquí  toda 
la  campiña  del  monte  Amalee. 

San.  ¿Y  qué  te  lo  impide? 

Dal.  Ese  muro. 

San.  ¡Bah!  ¡qué  fruslería!    (Se  levanta,  apoya  las  espal- 

das en  la  pared  del  foro  y  la  derrumba  con  terrible 
estrépito  quedando  al  descubierto  un  espléndido  pano- 
rama incendiado  por  el  sol  poniente.) 

Daí.  (En  pie  y  asombrada  )  ¡Oh!... 

San.  ¿Ves  lo  suficiente  ó  derrumbo  más? 

Dal.  ¡Sansón  mío!...  (Echándole  de  nuevo  las  brazos  ai 

cuello.)  ¡Qué  admiración,  qué  idolatría  me 
produces,  alma  de  mi  almai...  (se  sientan. )^ 
¿Cómo  nació  en  ti  ese   inmenso   poder?... 
¿cómo  tienes  esa  fuerza  destructora? 
San.  ¡balila,  me  interrogas  en  vano!...   Mil  veces- 

te  he  dicho  que  el  secreto  de  e>-ta  fuerza  in- 
vencible es  el  secreto  de  Dios  que  quierer 


^    30  -^ 

destruir  por  mi  mano  á  los  enemigos  de  su 
pueblo. 

Dal.  (liguiéndose  alarmada.)  ¡Ay!... 

San.  ¿Qué  es? 

Dal.  Nada,  no  te  enfades;  que  se  me  ha  caído 

una  esmeralda  y  se  me  ha  soltado  el  manto 
plunio. 

San.  Déjalo  que  cuelgue. 

Dal.  (con  fingido  rubor.)  ¡Me  da  vergüenza!...  ¡Debo 

eptar  demasiado  impúdica! 

San.  No  seas  tonta.  (Fijándose  en  ella.)  Claro  que  un 

trajecito  para  dar  el  pésame  no  es;  ¡pero 
como  estamos  solos  y  hay  confíanzal...  ¡Arrí- 
mate!... (Dando  un  grito.)  ¡Arrímate!... 

Dal.  (coqueteando.)    ¡Como   quieras!...    (Se  acerca  mu- 

cho.) ¿Me  lo  niegas  aún?.  .  ¿Te  obstinas  en 
DO  decirme  por  qué  tienes  esa  fuerza? 

San.  (Muy  inquieto  ya.)  ¡Dalila!... 

Dal.  (Como  antes.)  ¡Ay!...  ¿lo  vcs?  Otra  esmeralda. 

(Se  la  desprende  la  túnica.) 

San.  ¡Rezabulón! 

Dal.  ¡Qué  vergüenza!  (Tapándose  la  cara.) 

San.  ¡No!  ¡qué  poca  vergüenza  dirás! 

Dal.  (cada  vez  más  provocativa.)    ¡Forzudo    míO,  Ven! 

San.  Yo  me  abraso. 

Dal.  ¡Sansón! .. 

San.  ¡Uy,  qué  llama! 

Dal.  Dime,  dime  que  es  lo  que  te  da  eea  fuerza. 

(suplicante;  arrastrándose  casi  á  sus  pies.) 

San.  ¡Dios! ..  ¡Dios  de  Israel,  apiádate  de  tu  sier- 

vo! Mira  que  me  lo  está  preguntando  con 
tan  buenas  formas  que  no  voy  á  saber  ne- 
garme. 

Dal.  (Tirando  de  la  túnica.)   Ven,  mis  brazos  te  es- 

peran. 

San.  Dalola...  digo  Dalela,  digo  Dilala...  ¡Uy,  que 

me  trabuco!...  Dalila,  no  juegues  que  tengo 
mus...  que  tengo  mustio  el  corazón  del  amor 
divino  porque  me  lo  secan  tus  besos. 

Dal.  (Tapándole  la  boca.)  ¡(Jalla!  ..   (Tirando    suavemente 

de  él.)  Mira,  con  mis  dedos  de  jazmín,  cómo 
arrastro  á  la  montaña. 

San.  (suplicante.)  ¡Dalila!... 

Dal.  ¡Ya  eres  mío!  (Más  incitante  que  nunca.)  ¡San- 

són!... 

San.  ¡Un  beso!... 


—  40  — 

Dal.  Pues  dime  tu  secreto. 

San.  ¡Un  beso!... 

Dal.  Tu  secreto.  (Muy  provocativa  ) 

San.  (Levantándose.)   ¡No   resisto    mási...    ¡Perdón, 

Dios  de  Israel,  pero  quisiera  yo  ver  á  todos 
los  varones  de  la  Biblia,  desde  David  hasta 
Jorobael,  en  brazos  de  esta  tontería! 

Dal.  ¡Habla!...  ¡habla!... 

San.  Pues  bien,  amor  mío,    mi   vigor...   ¡Perdón, 

Jehová!...  ¡Mi  vigor  es  el  vigor  del  cabello!... 

Dal.  ¿Qué  dice8? 

San.  Lo  que  oyes. 

Dal.  De  modo  que  si  á  ti  que  eres  tan  formida- 

ble te  cortan  el  pelo... 

San.  Menos  fuerza  que  un  merengue. 

Dal.  (Aparte  y  transfigurada.)    ¡Oh,  graciaS,    dioses!... 

(En  alta  voz.)  Toma  un  beso,  león  de  Israel,  y 
duerme  en  brazos  de  tu  fiel  cordera. 

San.  Como  gustes,   Dalila.    (Se    duerme.    La    orquesta 

preludia  la  canción  infantil:  *Que  hermoso  pelo  lleva, 
carabi»,  etc.) 

Dal.  (i)espués  de  una  pausa.)  I  Ya!...  ¡Dormido!...  ¡San- 

són, enemigo  de  mi  pueblo,  castigo  de  los 

dioses,    eres    mío!...    (Llamando    á    media    voz.) 

¡Evora!...  ¡Sidea!... 

ESCENA  VI 

DICHOS;  EVORA,  SIDEA  y  varias  Esclavas  que  salen    de    puntillas 

Evora  ¿Qué  demandas?... 

Dal.  ¡Pronto!...  Unas  tijeras  y  una  bandeja,  (vase 

Evora.) 

Sidea  ¿Qué  vas  á  hacer? 

Dal.  Ahora  lo  veréis. 

Evora  (saliendo  y  entregando  á  Dalila   cuanto    ha    pedido.) 

Aquí  están,  señora. 

Dal.  Trae,  (corta  la  cabellera  de  Sansón  mientras    la    or- 

questa repite  la  canción  de  antes.) 

Evora      ( 

Sidea       i   (**^'"'^^^«s.)  ¡Divinos  dioses!... 

Esclavos     (ídem.)  ¡Pelado! 

Dal.  (Triunfante.)  ¡Al  rape!  (Subiendo   hasta    el    foro   y 

gritando)  ¡Sacerdotes!  ¡Principes!  ¡Filistheosl 
¡Venid,  llegad!...  ¡Sansón  es  nuestro!  (se  oyen 

dentro  grandes  rumores.) 


-  41 


ESCENA  ULTIMA 

DICHOS;  AVIALON,  Príncipes,  Sacerdotes  y  gente  del  pueblo 


Prín.  1.° 

Varios 

Dal. 

Todos 
Dal. 


Unos 
Otro 
Dal. 

San. 

Dal. 
San. 

Todos 
San. 


Dal. 
San. 


Todos 
San. 


Dal. 


Todos 
Avia. 


¡Dalila!... 

¿Qué  ocurre? 

¿No  queríais  que  os  entregase  á  Sansón?.... 


:  Ahí  le  tenéis! 


(Retrocediendo. )  ¿Kh? 

Acercaos,  «o  le  temáis.  jToda  su  fuerza  es- 
taba en  la  cabellera...  y  miradla!  (Mostrando 

la  cabellera  de  Sansón.) 

¿Será  posible? 
¿Estáíí  segura? 

Vais  á  convenceros.  (Acercándose  y  sacudiendo  á 
eansón  )  ¡Sansón!...  ¡Sansón,  despierta!... 

(Despertando  é  incorporándose.)  ¡Dalila!...    ¿En?... 

¡Cuánta  gente!...  ¿Qué  llevas  en  la  mano?... 

(Mostrándole  el  pelo.)  Mira. 

(sospechando  y   llevándose    las    manos    a  la  cabeza.) 

¿Eh?...  ¡Yo!...  ¡Yo!...  (Transición  brusca.)  Pelón. 

¡Pelón! 

(a  Dalila.)  ¡Ah,  infame!...  ¡Te  has  vengado  de 
mí  como  de  tus  catorce  amantes  anterio- 
res!... 

Sí.  Tu  haces  el  quince. 
El  quince...  pelao.  Pero  ahora  veremos;  ¡aún 
me  restan  fuerzas  para  sepultaros  á  todos!... 

(Se  abraza  á  una  columna  intentando  romperla  inútil- 
mente. Al  comprender  que    no  consigue  nada  exclama 

desalentado)  ¡Dios  de  ísracl!...  ¿Qué  es  esto? 
¡No  puede!...  ¡no  puede!... 
(Desesperado.)  ¡Yol...  ¡Sin  fuerzas!...  ¡Sin  fuer- 
zas!... ¡Ja,  ja,  ja,  ja!...  (cae  pesadamente  sobre  un 
sofá  «de  la  época»  riendo  con  carcajadas  de  loco  y 
queda  inmóvil  y  de  bruces.  Queda  este  final  encomen- 
dado al  talento  del  actor  ) 

(En  el  centro  de  la  escena  y  triunfante.)    ¡Ahí  le  te- 
néis!... ¡Vencido!    ¡Derrengado!...  ¡Eso  es  lo 
que  resta  del  poder  de  Sansón! 
(Con  entusiasmo.)  ¡Salve,  Dalila!...^ 
Sí,  salve...  y  que  recojan  ese  pingo. 

(cuadro.  Fuerte  en  la  orquesta  y  mutación  rápida.) 


—  42   — 

CUADRO  CUARrO 
Sui  géneris 

Telón  corto   de   campo 

ESCENA  ÚNICA 

El  GÉNERO  CHICO  y  el  MISMO  DEMONIO  que  salen  por  la  derecha 

G.  Chi.  Muy  bien;  y  una  vez  visto  ese  cuadro  que 
tú  llamas  bíblico-eicalíptico,  ¿dónde  me  lle- 
vas? 

Dem.  Al  reino  de  las  flores  ó  si  lo  quieres  mejor 

al  tan  socorrido  país  imaginario  donde  la 
mayor  parte  de  las  obras  de  espectáculo 
suelen  desarrollarse. 

G.  Chi.  Aceptado.  Habrá  música,   danzas,  mujeres 

deliciosas,  decorado,  vistosidad  .. 

Dem.  Precisamente.  Tcdo  lo  que  constituye  el  gé- 

nero de  espectáculo  y  además  una  fiesta  en 
tu  honor  puerto  que  esperan  tu  visita. 

G.  Chi.  (Riendo.)  ¡Eres  el  mismísimo  demonio! 

Dem.  Para  servirte. 

G.  Chi.         Pues  ¡duro  y  á  la  obra  de  espectáculol 

Dem.  ¡Al  reino  de  las  floresl 

Í^Mutis,  música  y 


mUTACIÓN 


—  43  — 


CUADRO  aUlNTO 
El  género  vistoso 


Decoración  fantástica  ¿  todo  foro  que  representa  el  imaginario  Reina 
de  las  Flores.  Grandes  guirnaldas  de  rosas  y  claveles  cruzan  la 
escena  á  la  altura  de  las  bambalinas.  A  la  izquierda  y  bajo  es- 
pléndido dosel  de  enredaderas  y  jazmines,  un  trono  con  dos 
asientos  al  que  dará  acceso  una  gradería  cubierta  por  un  tapiz  de 
rosas.  Dicho  trono  debe  estar  formado  por  dos  monumentales 
pensamientos.  Al  fondo  de  la  escena  un  inmenso  lago  en  cuya» 
aguas  se  reflejan  las  infinitas  luces  de  colores  que  alumbran  la 
escena  surgiendo  de  entre  las  flores  y  el  ramaje. 


ESCENA  PRIMERA 

El  GÉNERO  CHICO,  en  pié,  en  el  centro  de  la  escena.  Viste  calzón 
corto  y  negro,  frac  rojo  y  chaleco  y  guante  blancos.  Frente  á  él,  eu 
pié  también  y  en  lo  alto  de  la  gradería  del  trono,  LA  REINA  MAR- 
GARITA con  rico  y  caprichoso  traje  simbolizando  la  flor  cuyo  nom- 
bre lleva.  Junto  á  las  gradas  del  trono  cuatro  angelotes  vestidos  de 
blanco  y  con  teresiana  roja  y  espadín  dando  guardia  de  honor  a  la 
soberana.  Al  fondo  y  derecha  de  la  escena  LA  GUARDIA  REAL  (se- 
ñoras) con  alabardas  y  corazas  de  oro,  y  los  altos  dignatarios  y  da- 
mas de  la  corte  que  serán  VIOLETAS,  AZUCENAS,  AMAPOLAS, 
CAMPANILLAS,  PENSAMIENTOS,  JACINTOS,  etc.,  todos  vestidos 
caprichosamente  representando  las  flores  respectivas 

Música 

Coro  Salud,  salud  al  viajero 

que  ha  venido  hasta  el  Reino  de  las  Flores» 
en  busca  de  placeres 
y  fáciles  amores. 
Salud,  Falud  al  viajero 
que  ha  venido  hasta  el  Reino  'de  las  Flores» 
Reina  Extranjero, 

que,  sediento  de  amor  y  placeres, 
á  mi  reino  has  venido  buscando 
supremas  delicias 
y  bellas  mujeres, 
yo,  la  reina  Margarita, 


—  44  — 

la  más  bella  de  las  flores, 
te  concedo  el  alto  honor 

de  una  fiesta 

caprichosa 
de  alegría  y  de  color. 

G.  Chi.  (inclinándose.) 

Yo  te  agradezco 
tanto  favor. 
Core  Una  fienta 

caprichosa        -:» 
de  alegría  y  de  color. 

Reina  Todas  lap  flores 

de  mi  paí?, 

ante  tus  ojos 

desfilaián; 

simbolizadas 

por  cien  mujeres, 

de  sorprendente 

vistosidad. 

Permiso  tienes 

para  escoger 

la  que  entre  todas 

te  guste  más. 

¡Clavel  ó  nardo, 

gardenia  ó  rosa, 

la  que  te  plazca 

tuya  será! 

lExtranjero!... 
6.  Chi.  Servidor. 

Reina  ¡Da  principio  la  Fiesta  de  las  Flores! 

Coro  li^alud! 

¡Salud  y  honor! 

(Conducido  de  la  mano  por  un  Jacinto  sube  al  trono 
el  Género  Chico  y  después  de  poner  una  rodilla  en 
tierra  y  besar  la  mano  de  la  Reina  toma  asiento  á  su 
lado.) 

ESCENA  II 

DICHOS,  AMAPOLAS,  BERSAGLIERES,  LILAS  y  CLAVELES  ESPA- 
ÑOLES que  van  saliendo  cuando  las  acotaciones  lo  indiquen 

JaC.  (Anunciando.) 

Las  amapolas  italianas 
piden  permiso  para  entrar. 


—   46  — 

Reina  La  fiesta  ha  empezado, 

¡ya  pueden  pasar! 

(Saleu  las  Amapolas  al  compás  de  la  música.  Son 
cuatro  tiples  que  lucen  caprichosos  trajes  en  los  que 
domina  el  color  rojo.  Llevan  pelucas  rubias,  sombre- 
ros de  paja  grandes  y  coquetones  y  muchas  amapolas 
en  el  pecho,  en  los  volantes  de  la  falda,  etc.,  etc.  La 
indumentaria  debe  recordar  la  de  las  clásicas  campesi- 
nas italianas.) 

Amapolas  Entre  el  oro 

de  los  triaos, 
somos  gala 
del  verano; 
amapolas 
encendidas 
por  el  sol 
napolitano. 

Las  campiñas 

italianas, 

son  mi  alcoba 

y  mi  salón, 

y  no'í  guarda 

la  Madonna 

con  su  protección. 


(En  crescendo.; 

Somos  amapolas, 
amapolas, 
amapolas .. 

(Aparecen  cuatro  Bersaglieres  con  vistosos  uniformes, 
que  se  sitúan  detrás  de  las  Amapolas  y  cogiéndolas 
por  el  talle  van  cantando  á  su  oído  en  voz  baja,  coma 
un  arrullo.) 

Soldados  Oye, 

cariño  mío, 
flor  italiana. 

Amapolas     (Ruborizadas  y  muy  bajito,  con  el  aliento  casi.) 

¡lesú?,  Jesús! 
¡Callad  por  Dios! 

(vuelven  la  espalda.) 
Sold.  (Por  el  otro  lado.) 

Bella 
como  el  lucero 
de  la  mañana. 


-^  46  — 
Amap.  ¡Por  caridad 

bajad  la  voz!  (Se  vuelven.) 
Sold.  (Evolucionando  de  nuevo.) 

Deja 
que  en  esa  boca 
que  pide  besos... 

Amap.  ¡tor  compasión!... 

Sold.  Queden 

entre  caricias... 

Amap.  Entre  caricias  .. 

Sold.  Mis  labios  presos. 


Amap.  Un  militar  no  es  de  fiar. 

Sold.  Pues  yo  te  juro  por  mi  honor... 

Amap.  No  jures  nada,  militar. 

Sold.  Que  he  de  lograr 

todo  tu  amor. 

(Baile.  Matchicha  militar  con  toques  de  corneta  en  la 
orquesta.) 


Coro  Viva  la  danza  militar, 

¡militar! 
que  es  entre  todas  la  mejor, 

¡la  mejorl 
para  reir,  para  jrozar 
de  los  encantos  del  amor. 

(Amapolas  y  Soldados  hacen  mutis  bailando.) 


JaC.  (a  la  Reina.) 

Tu  venia  las  lilas 
aguardando  fstán. 
Reina  ¡Por  mí,  siendo  lilas, 

ya  pueden  pasar! 

JaC.  (Hablado  sobre  la  orquesta.)  ¡Lilas! 

(Aparecen  por  la  izquierda  y  avanzan  al  compás  de 
la  müsica.  Son  tres  Pollos  sumamente  ridículos.  Los 
tres  llevan  en  el  ojal  del  chaquet  un  ramo    de    lilas.) 

Lilas  iMargarita, 

Nicanora, 
Gumersinda, 
Telef-fora, 
Eduvigis, 
Nicanora, 


—   47   — 

Carmen, 
Práxedes, 
Aurora, 
son  las  chicas 
que  me  adoran 
con  ardiente 
frenesí. 

iTra-la-la-la-lá!... 

¡créame  usté  á  mil 
Y  las  traigo 
medio  locas 
desde  que 
las  conocí. 

¡Tra-la-la-la-lá!... 

¡Porque  soy  asi! 


A  una  Lola  que  aniquila 
la  pillé  una  tarde  sola 
y  quedo  por  este  lila, 
lela,  lela,  leia,  Lola. 
¡Ja,  jí,  jí,  jí!-.. 

(Muüs  al  compás  de  la  orquesta.) 


Jac.  (Anunciaudo.)  iClaveles  andaluces!... 

(Aparecen  y  avanzan  gallardamente  cinco  tiples  que 
visten  falda  larga,  recogida  á  un  lado  con  un  broche, 
bota  de  cuero,  marsellés  lujoso  y  sombrero  cordobés. 
Terciada  al  hombro  deben  llevar  una  garrocha.) 

Las  cinco  Las  española?, 

toreras  y  manólas, 
se  bastan  ellas  solas 
pa  trastornarle  á  usté. 

¡Ole! 
Y  hay  que  quererlas 
y  derretirse  al  verlas, 
y  si  es  que  usté  lo  duda 

que  vaya  por  usté.  (Evolucionan.) 

Coro  Vamos  á  ver  lo  que  dicen, 

vamos  á  oir  lo  que  cantan 
las  que  hasta  aquí  traen  aromas 
del  Albaicín  y  el  Perchel. 


^  48  — 
G&r.    1.  (Mientras  canta,  las  cuatro  restantes  evolucionan.) 

De  Andalucía 
la  reina  soy 
y  tos  me  disen 
por  donde  voy: 
— No  hay  clavel  andalú, 
¡no  le  hay! 
mejor  que  tú. 
Las  cinco  De  Andalusía 

la  reina  soy, 
y  tos  me  disen 
por  donde  voy... 
etc.,  etc. 


Gar.  1.*  Suelta  la  hrida  y  al  aire 

flotando  la  crin, 
corre  mi  potro  ligero 

que  no  tiene  fin. 

Y  á  su  galope, 

que  es  mi  alegría, 

tiembla  de  gusto 

la  serranía. 

¡Anda,  valiente, 

no  temas  ná, 

tu  garrochista 

contigo  va!... 
¡Corre  que  corre,  que  corre,  caballo!. 
¡Vuela  que  vuela,  que  vuela,  lusero!. 

¡Salta  fogoso! 

¡Brinca  ligero! 

¡No  te  detengas 

que  yo  soy  fuerte 

y  es  mi  garrocha 

pa  defenderte! 


Las  cinco    ¡Corre  que  corre,  que  corre,  caballo!. 
¡Vuela  que  vuela,  que  vuela,  lusero!. 
¡Salta  fogoso! 
¡Brinca  ligero! 
¡No  te  detengas 
que  yo  soy  fuerte 
y  es  mi  garrocha 
pa  defenderte: 


—  40  — 
Todos  (Eü  brillantísimo  crescendo.) 

De  Aiidalusía 
Ja  reina  soy 
y  tos  me  disen 
por  donde  voy: 

— No  hay  clavel  ándala, 
|no  le  hay 
mejor  que  tú! 
Las  cinco        Los  garrochistas  del  amor 

son  de  la  tierra  lo  mejor 

porque  tienen  la  alegría, 
los  colores 
y  el  perfume 

de  un  clavel  de  Andalueia. 


Todos  Las  garrochistas  del  amor 

son  de  la  tierra  lo  mejor, 
porque  tienen  la  alegría, 

los  colores 

y  el  perfume 
de  un  clavel  de  Andalusía. 

(Mutis  brillantísimo  de  las    cinco    tiples,    corriendo  y 
saludando  al  público  con  los  sombreros.) 


ESCENA  ULTIMA 


DICHO?;   luego  y  por  la  derecha  el  MISMO    DEMONIO 


Hablado 

Reina  (Deacendiendo  del    trono  y  al    Género    chico.)    ¿Qué 

te  parece  la  ñesta? 

G.  Chi.  Deliciosa,  aunque  ya  conocía  todo  esto.  La 
fama  de  tu  reino  ha  llegado  hasta  las  pro- 
fundidades de  la  tierra. 

Reina  ¿Es  posilde?. .  ¿Quién  te  dio  noticias  de  nos- 

otros? 

G.  Chi.  El  mismo  Demonio.  (Golpe  de  campana  chinesca. 

Aparece  el  Mismo   Demonio,  que  avanza  sombrero  en 
mano  y  sonriente.) 

Dem.  (saludando.)  ¡Servidor!... 

Todos  (Aterrados.)  ¡JesÚsI... 

Dem.  (Tranquilizándolos.)  No  hay  C|ue  asustarse,  soy 

moro  de  paz.  (ai  Genero  Chico.)  Mi  programa 


se  ha  cumplido  fielmente  y  sólo  f  ilta   qtlé 
me  prometas  regenerarte. 
G.  Chí.         Lo  prometo  y  lo  cumpliré. 
Dem.  Así  sea.  (con  entusiasmo.)  ¡Señores  viva  el  Gé- 

nero chico! 
Todos  ¡Vivaal... 

Dem.  (ai  público ) 

La  revista  ha  concluido 
y  yo  quedaré  contento 
y  el  autor  agradecido. . 
G.  Ch¡.  !¿i  os  hemos  entretenido 

con  este  entretenimiento, 

(Fuerte  en  la  orquesta.) 


tELÓN   RÁPIDO 


Madtid.1911. 


OBRAS  DE  CARLOS  ARNICHES 


Casa  editorial. 

La  verdad  desnuda. 

Las  manías. 

Ortografía. 

El  fuego  de  San  Telmo. 

Panorama  nacional. 

Sociedad  secreta. 

Las  guardillas. 

Candidato  independiente 

La  leyenda  del  monje. 

Calderón. 

Nuestra  Señora. 

Victoria. 

Los  aparecidos. 

Los  secuestradores. 

Las  campanadas 

Vía  libre. 

Los  descamisados. 

El  brazo  derecho. 

El  reclamo. 

Los  Mostenses. 

Los  Puritanos. 

El  pie  izquierdo 

Las  amapolan. 

Tabardillo. 

El  cabo  jirimero. 

El  otro  mundo. 

El  príncipe  heredero. 

El  coche  correo. 

Las  malas  lenguas. 

La  banda  de  trompetas. 

Los  bandidos. 

TjOS  conejos. 

Los  camarones. 

La  guardia  amarilla. 

El  santo  de  la  Lsidra. 

La  fiesta  de  San  Antón. 

Instantáneas. 

El  último  chulo. 

La  Cara  de  Dios. 

El  escalo. 

María  de  los  Angeles. 


Sandías  y  melones. 

El  tío  de  Alcalá. 

Doloretes. 

Los  niños  llorones. 

La  muerte  de  Agripina, 

La  divisa. 

Gazpacho  andaluz. 

San  Juan  de  Luz. 

El  puñao  de  rosas. 

Los  granujas. 

La  canción  del  náufrago 

El  terrible  Pérez. 

Colorín  colorao... 

Los  chicos  de  la  escuela 

Los  picaros  celos. 

El  pobre  Valbuena. 

Las  estrellas. 

Los  guapos. 

El  perro  chico. 

La  reja  de  la  Dolores. 

El  iluso  Cañizares. 

El  maldito  dinero. 

El  pollo  Tejada. 

La  pena  negra. 

El  distinguido  SportinK.n 

La  noche  de  Reyes. 

La  edad  de  hierro. 

La  gente  seria. 

La  suerte  loca. 

Alma  de  Dios. 

La  carne  flaca. 

El  hurón. 

Felipe  segundo. 

La  alegría  del  BaU  líón. 

El  método  Gorritz. 

Mi  papá. 

La  primera  conquista. 

El  amo  de  la  calle. 

Genio  y  figura. 

El  trust  de  los  Tenorios. 

Gente  menuda. 

El  género  alegre. 


OBRAS  DE  RAMÓN  ASENSIO  MAS 


La  afrancesada^  opereta  cu  un  acto  y  en  prosa,  original,  en 
colaboración  con  Miguel  Chapí,  música  del  maestro  Vicen 
te  Zurrón. 

H  tirador  de  palomas,  zarzuela  dramática  en  un  acto,  dividi 
do  en  cinco  cuadros,  en  prosa  y  verso,  original,  en  .colabo* 
ración  con  Carlos  Fernández  Sluiw,  música  del  maestro 
Amadeo  Vives. 

Las  grandes  cortesanas,  opereta  en  un  acto,  dividido  en  cua- 
tro cuadros  y  un  intermedio,  original  y  en  prosa,  en  cola- 
boración con  Carlos  Fernández  Shaw,  música  del  maestro 
Valverde  (liijo). 

El  puñao  de  rosas, 'ZíiV'¿\xe\2i  áQ  costumbres  andaluzas  en  un 
acto,  dividido  en  tres  cuadros,  original  y  en  prosa,  en  co- 
laboración con  Carlos  xlrniches,  música  del  maestro  Ru- 
perto Chapí. 

Viva  Córdoba!,  saínete  lírico  en  un  acto,  dividido  en  tres 
cuadros  y  un  intermedio,  en  prosa  y  verso,  original,  en  co- 
laboración con  Carlos  Fernández  fehaw,  música  del  maes- 
tro Valverde  (hijo). 

Recuerdos  del  tiempo  viejo,  diálogo  en  prosa,  original. 

El  pelotón  de  los  torpes,  zarzuela  en  un  acto,  dividido  en  tres 
cuadros,  original  y  en  prosa,  en  colaboración  con  Paso, 
música  de  los  maestros  Rubio  y  Serrano 

La  torería,  saínete  lírico  en  un  acto,  dividido  en  tres  cuadros 
y  dos  intermedios  musicales,  en  prosa,  original,  en  colabo- 
ración con  Paso,  música  del  maestro  Serrano. 

Género  chico,  humorada  en  un  acto,  dividido  en  cinco  cua 
dros  y  dos  interrredios,  en  prosa  y  verso,  original,  en  co 
laboración  con  José  Juan  Cadenas,  música  de  los  maestros 
Chapí  y  Valverde  (hijo). 

Lluvia  menuda,  diálogo  en  verso,  original. 

La  tragedia  de  Pierrot,  zarzuela  en  un  acto,  dividido  en  tres 
cuadros,  en  verso,  original  y  en  colaboración  con  José  Juan 
Cadenas,  música  del  maestro  Ruperto  Chapí. 

La  noche  del  Pilar,  zarzuela  en  un  acto,  dividido  en  tres 
cuadros,  en  prosa  y  verso,  original,  música  del  maestro 
Cassadó. 

La  edad  de  hierro,  pasatiempo  cómico-lírico  en  un  acto,  divi- 
dido en  cuatro  cuadros,  en  prosa,  original  y  en  colaboración 
con  Carlos  Arniches  y  Enrique  García  Alvarez,  música  de 
los  maestros  Hermoso  y  García  Alvarez. 


La  antorcha  dt  himeneo,  humorada  en  un  acto,  dividido  en 
cinco  cuadro^»,  en  prosa,  original  y  en  colaboración  con 
Francieco  de  Torre?,  música  del  maestro  Giménez. 

La  eterna  revista,  humorada  h'rica  en  un  acto,  dividido  en  cua 
tro  cuadros,  original  y  en  colaboración  con  Jacinto  Capaila, 
música  de  los  maestros  Chapí  y  Giménez. 

El  trust  de  las  mujeres,  humorada  en  un  acto,  dividido  en  tres 
cuadros,  original  y  en  colaboración  con  Jacinto  Capella, 
música  del  maestro  Giménez. 

El  Garrotín,  entremés  en  prosa,  original  y  en  colaboración 
con  Jacinto  Capella,  música  del  maestro  Foglieti. 

Los  dos  rivales,  zarzuela  dramática  en  un  acto,  dividido  en 
cuatro  cuadros,  en  prosa  y  verso,  original  y  en  colabora- 
ción con  Jacinto  Capella,  música  del  maestro  Giménez. 

La  tribu  gitana,  tsiTBSL  lírica  en  un  acto,  dividido  en  cuatro 
cuadros,  en  prosa,  original  y  en  colaboración  con  Paso,  mú- 
sica del  maestro  Mariani. 

BiscuitGlacé,  entremés  lírico  bai'able,  original  y  en  colabo- 
ración con  Jacinto  Capella,  música  del  maestro  Foglietti. 

Tropa  ligera,  zarzuela  en  un  acó,  dividido  en  cuatro  cuadros, 
en  prosa  y  verso  (continuación  de  Los  granujas),  original  y 
en  colaboración  con  José  Jackson  Veyán,  música  del  maes- 
tro Saco  del  Valle. 

Abanicos  japoneses,  humorada  en  nn  acto,  dividido  en  tres 
cuadros,  en  prosa,  original,  música  del  maestro  Calleja. 

La  pajarera  nacional,  levista  cómico  lírico- volátil  en  un  acto, 
dividido  en  tips  cuadros,  en  proea  y  verpo,  original  y  en 
colaboración  con  Joaquín  González  Pastor,  música  de  los 
maestros  Foglietti  y  Córdoba. 

El  Dios  del  Éxito,  fantasía  cómico  lírico  dramática  en  un 
acto,  dividido  en  seis  cuadros,  en  prosa  y  verso,  original 
y  en  colaboración  con  Joaquín  González  Pastor,  música 
del  maestro  Rafael  Calleja. 

Las  romanas  caprichosas,  opereta  bufa  en  un  acto,  dividido 
en  tres  cuadros,  en  colaborí  ción  con  José  López  Silva,  mú- 
sica del  maestro  Manuel  Penella. 

El  género  alegre,  humorada  lírico  fantástica  en  un  acto,  divi- 
dido en  un  prólogo  y  cinco  cuadres,  original,  en  colabora- 
ción con  Carlos  Arniches,  músi'-a  de  los  ms estros  Penella 
y  García  Alvarez. 


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Precio:  SN3   pescía