Skip to main content

Full text of "El Juego de los reformismos : frente a la revolución en Centroamérica : materiales sobre la socialdemocracia, la democracia Cristiana, el reformismo yanqui"

See other formats


Hugo  Assmann,  Editor 
Franz  J.  Hinkelammert 
James  F.  Petras 
Mario  Solórzano  Martínez 

y Documentos  varios 


L JUEGO  DE  LOS 
REFORMtSMOS 

frente  a la  Revolución 
en  Centroamérica 


MATERIALES  SOBRE 


JLl4l¿ 


la  Socialdemocracia 
la  Democracia  Cristiana 
el  Reformismo  Yanqui 


AUG  29  1983 
^OLOGtCALjg!^^ 

TL  1 4 116 
. 5*^3 


y 

EL  JUEGO  DE  LOS  REFORMISMOS 

frente  a la  revolución 

en  Centroamérica 

i 


Colección  Centroamérica 
Departamento  Ecuménico  de  Investigaciones 


Libros  editados 


(Colección  DEI  - EDUCA 
iJULIO  DE  SANTA  ANA, 
FRANZ.  HINKELAMMERT, 
FRANZ  HINKELAMMERT. 
HUGO  ASSMANN  (Ed), 
XABIER  GOROSTIAGA, 

ELSA  TAMEZ  y SAUL 
TRINIDAD  (Eds), 

WIM  DIERCKXSENS, 

VARIOS, 

XABIER  GOROSTIAGA  (Ed.), 
SONIA  GUTIERREZ  (Ed.), 

GEORGES  CASALIS, 

WIM  DIERCKXSENS  y 
MARIO  E.  FERNANDEZ  (Eds.), 


El  desafio  de  los  pobres  a la  Iglesia 
Ideología  de  sometimiento 
Las  armas  ideológicas  de  la  muerte 
Cárter  y la  lógica  del  imperialismo,  2 vols. 
Los  banqueros  del  Imperio 

Capitalismo:  violencia  y anti-vlda,  2 vols. 
Capitalismo  y población 
Tecnología  y necesidades  básicas 
Para  entender  América  Latina 
Teatro  popular  y cambio  social  en  Améri- 
ca Latina 

Las  buenas  ¡deas  no  caen  del  cielo 
Economía  y Población 


Colección  APORTES 
ELSA  TAMEZ, 

ELSA  TAMEZ, 

RAUL  VIDALES, 


La  hora  de  la  vida.  Lecturas  bíblicas 
La  Biblia  de  los  oprimidos 
Cristianismo  anti  burgués 


Colección  TESTIMONIOS 
VARIOS, 

EDUARDO  BONNIN, 
PABLO  RICHARD, 


Cristo  vivo  en  Cuba.  Reflexiones  teológi- 
cas cubanas 
La  Iglesia  es  noticia 

La  Iglesia  Latino  americana  entre  el  te- 
mor y la  esperanza 


Fuera  de  Colección  ' 
ERNESTO  CARDENAL, 
VARIOS, 

HUGO  ASSMANN  (ed.), 


El  Evangelio  en  Solentlname,  2 vols. 

La  lucha  de  los  Dioses 
El  Banco  Mundial:  Un  caso  de  "progresis- 
mo conservador” 


Colección  CENTROAMERICA 
MANUEL  SO  LIS  y 
FRANCISCO  ESQUIVEL, 

RICARDO  SOL, 

PBRO.  PLACIDO  ERDOZAIN 


Las  perspectivas  del  reformismo  en 
Costa  Rica 

Para  entender  El  Salvador 
Monseñor  Romero:  Mártir  de  la 
Iglesia  Popular 


< 

Hugo  Assmann,  Editor 

Franz  J.  Hinkelammert 

James  F.  Petras 

Mario  Solórzano  Martínez 

y Documentos  varios 

EL  JUEGO  DE  LOS 

REFORMISMOS 

frente  a la  revolución 
en  Centroamérica 


MATERIALES  SOBRE 


la  Socialdemocracia 
la  Democracia  Cristiana 
el  Reformismo  Yanqui 


Hecho  el  depósito  de  ley 
Reservados  todos  los  derechos 


DEI 

Departamento  Ecuménico  de  Investigaciones 
Apdo.  339— S.  Pedro  Montes  de  Oca 
SAN  JOSE— COSTA  RICA 


INDICE 


PROLOGO 9 

SOCIALDEMOCRACIA  Y 
DEMOCRACIA  CRISTIANA: 

Las  Reformas  y sus  limitaciones 

Franz  Hinkelammert 13 

LA  SOCIALDEMOCRACIA  EN  AMERICA  LATINA 
Un  papel  creciente, 
pero  objetivos  limitados 

James  F.  Petras 57 

EL  PAPEL  DE  LA  DEMOCRACIA  CRISTIANA 
EN  LA  ACTUAL  COYUNTURA 
CENTROAMERICANA 

Mario  Solórzano  Martínez 79 

LA  INTERNACIONAL  SOCIALISTA  Y LA 
REVOLUCION  EN  CENTROAM ERICA 

Hugo  Assmann  107 

ANEXOS 

DECLARACION  DEL  F.S.L.N. 

¿Qué  Democracia? 

Comunicado  Oficial  del  F.S.L.N 141 

SOLIDARIDAD  CON  NICARAGUA  Y NO  A 
LA  INTERVENCION  EN  CENTROAM  ERICA 

Entrevista  a Willy  Brandt 145 

EL  REFORMISMO  YANQUI 
EN  CENTROAM  ERICA 

1-  Testimonio  de  Virón  Vaky 153 

2-  Testimonio  de  William  G.  Bowdler. . . 171 


I 


• i 


PROLOGO 


Este  pequeño  volumen  reúne  diversos  artículos  y 
materiales  destinados  a servir  de  subsidio  al  debate 
político. 

El  sesudo  artículo  del  economista  Franz  J.  Hinke- 
lammert,  Director  del  Post grado  en  Economía  y Plani- 
ficación del  Desarrollo  (CSUCA-UNAH),  coh  sede  en 
Tegucigalpa,  plantea  una  tesis  provocativa:  el  examen 
atento  de  los  “espacios  ideológicos ” en  los  que  se 
mueven  la  Socialdemocracia  y la  Democracia  Cristiana 
revela  nudos  de  articulación  radicalmente  distintos,  lo  que 
explicaría,  por  lo  menos  en  lo  que  se  refiere  a determi- 
nantes ideológicos,  las  diferencias  significativas  en  esos 
dos  tipos  de  reformismo,  tanto  en  la  concepción  misma 
del  límite  de  las  reformas  admisibles  como  en  la  apertu- 
ra a alianzas  políticas. 

James  Petras,  conocido  dentista  social  norteameri- 
cano con  larga  trayectoria  en  diversos  países  de  América 
Latina,  nos  suministra  un  abundante  y bien  ordenado 
material  informativo  sobre  la  penetración  de  la  Social- 
democracia en  el  subcontinente.  Su  estudio  intenta 
mostrar,  además,  cómo  el  proyecto  político  viene 
acoplado  a intereses  económicos  europeos,  que  buscan 
una  creciente  autonomía  frente  a la  penetración  del  ca- 
pital norteamericano. 


9 


Mario  Solórzano  Martínez,  dentista  sodal  y diri- 
gente político  guatemalteco,  analiza,  desde  su  perspecti- 
va de  socialista  democrático,  las  razones  por  las  cuales 
la  Democracia  Cristiana  fue  evolucionando  fatalmente 
hacia  la  derecha,  en  el  área  centroamericana,  quedándo- 
le un  remanente  muy  pobre  de  potencial  político.  Su  es- 
tudio nos  brinda  también  información  sobre  cómo  los 
demócratacristianos  están  asociados  a la  represión  en  El 
Salvador. 


La  Internacional  Socialista  y su  juego  de  alianzas 
en  Centroamérica  son  el  tema  del  artículo  de  Hugo  Ass- 
mann,  sociológo  y teólogo,  profesor  en  la  UCR  y la 
UNA,  Costa  Rica,  quien  es  también  el  responsable  por 
la  edición  del  libro  en  su  conjunto.  Sus  reflexiones  to- 
man en-  cuenta  tanto  las  supuestas  “ alianzas  espurias 
con  el  reformismo”  que  ciertos  sedicentes  grupos  revo- 
lucionarios objetan  a las  vanguardias  de  la  lucha  popu- 
lar en  Centroamérica,  como  la  furia  con  la  que  voceros 
de  la  derecha  se  lanzan  contra  la  Internacional  Socialis- 
ta, especialmente  después  de  su  reciente  Congreso  en 
Madrid. 


El  librito  incluye,  en  anexo,  diversos  materiales  in- 
formativos: una  reciente  entrevista  a!  Presidente  de  la 
Internacional  Socialista,  Willy  Brandt;  la  declaración 
del  Frente  Sandinista  sobre  su  concepto  de  democracia 
realmente  popular;  y los  históricos  testimonios  de  Virón 
Vaky  y William  Bowdler  al  Congreso  norteamericano 
sobre  los  desesperados  intentos  de  un  reformismo  Made 
in  USA  en  el  área  centroamericana. 


10 


El  volumen  no  contiene,  pues,  una  tesis  política 
única  y las  posiciones  expresadas,  distintas  aunque  con- 
vergentes en  muchos  puntos,  son  de  la  responsabilidad 
exclusiva  de  cada  autor.  Ojalá  la  reunión  de  esos  mate- 
riales rinda  un  servicio  positivo  a quienes,  comprometi- 
dos con  la  lucha  popular,  requieren  subsidios  de  infor- 
mación y clarificación. 

Hu^o  Assmann,  Editor  responsable 


1 1 


SOCIALDEMOCRACIA  Y DEMOCRACIA 
CRISTIANA:  LAS  REFORMAS  Y SUS 
LIMITACIONES 


Franz  J.  Hinkelammert 


Introducción 

El  análisis  que  sigue  es  de  tipos  de  ideología;  no  de 
teorías  sociales.  Por  esto  hablamos  de  espacios  ideológi- 
cos, que  tratamos  como  el  habitat  dentro  del  cual  se  de- 
sarrollan determinados  movimientos  concretos.  Por  lo 
tanto,  no  puede  sustituir  el  análisis  específico  de  cada  uno 
de  los  movimientos  mencionados.  Estos  tipos  de 
ideología  son  una  especie  de  tipos  ideales,  abstraídos  de  la 
realidad  concreta.  La  utilidad  de  tales  tipos  no  consiste  en 
la  posibilidad  de  coincidir  con  movimientos  sociales 
concretos,  a partir  de  los  cuales  fueron  derivados.  Su  va- 
lor está  en  la  posibilidad  de  servir  como  referencia  del 
análisis  concreto  y de  jerarquizar  y describir  movimientos 
sociales  adecuadamente,  analizando  sus  coincidencias  y 
lejanías  entre  los  tipos.  La  construcción  de  tales  tipos,  por 
lo  tanto,  no  es  primordialmente  un  problema  de  la  verdad 
teórica,  sino  de  la  conveniencia  analítica  y de  categorías 
analíticas.  En  este  sentido  fueron  concebidas  las  páginas 
siguientes'. 


13 


I.  SOCIALDEMOCRACIA  Y 
DEMOCRACIA  CRISTIANA 


Aunque  hayan  nacido  anteriormente,  la  Socialde- 
mocracia  y la  Democracia  Cristiana  aparecen  en  América 
Latina  durante  las  décadas  de  los  50  y 60,  permaneciendo 
como  movimientos  sociales  importantes  hasta  la  actuali- 
dad. Su  aparición  con  este  nombre  está  estrechamente 
vinculada  con  su  internacionalización.  Estos  movimien- 
tos no  sólo  se  organizan  continentalmente,  sino  también 
en  términos  de  movimientos  a nivel  mundial.  Aparecen 
organizaciones  que  se  extienden  más  allá  del  continente. 
En  el  interior  del  continente  existe  cierta  homogeneidad 
entre  ellos,  y en  el  exterior  se  da  una  colaboración 
estrecha,  en  especial,  con  movimientos  europeos  corres- 
pondientes. 

En  el  campo  de  la  socialdemocracia  esto  lleva  a la 
apertura  de  una  organización  internacional,  la  cual  ya 
existía  desdé  hacía  aproximadamente  un  siglo:  la  II  Inter- 
nacional Socialista.  Esta  había  sido  hasta  entonces  una 
organización  internacional  exclusivamente  a nivel  euro- 
peo, pero  en  las  décadas  de  los  50  y 60  se  abre  al  resto  del 
mundo  encontrando  un  eco  especialmente  grande  en 
América  Latina,  donde  muchos  movimientos  sociales  o 
partidos  políticos  empiezan  a autodefínirse  como  social- 
demócratas.  Una  vez  introducida  esta  denominación, 
muchos  movimientos  son  considerados  como  tales,  aun- 
que no  se  integren  como  miembros  en  la  II  Internacional 
Socialista. 

De  una  u otra  manera  entran  en  el  ámbito  socialde- 
mócrata  movimientos  sociales  de  muy  distinto  origen,  pe- 


14 


ro  con  ciertas  características  similares.  Entre  ellos,  por 
ejemplo,  el  APRA  peruano,  Acción  Democrática  Vene- 
zolana, el  Peronismo  argentino,  el  movimiento  de 
Goulart  antes  del  golpe  militar  en  Brasil,  el  Partido  Radi- 
cal chileno,  una  corriente  importante  del  Partido  So- 
cialista chileno,  el  Partido  Liberación  Nacional  de  Costa 
Rica,  la  socialdemocracia  dominicana,  el  PRI  mexicanoy 
el  MNR  boliviano.  Estos  se  encuentran  en  la  II  Interna- 
cional Socialista  con  partidos  de  los  otros  continentes,  pe- 
ro en  especial,  con  los  partidos  socialdemócratas  europe- 
os, entre  los  cuales  tienen  especial  importancia  los  parti- 
dos alemán,  sueco,  holandés  e inglés.  Resaltamos  la  im- 
portancia de  los  partidos  europeos,  por  el  hecho  de  que  es 
a través  de  la  organización  internacional  por  donde  son 
canalizados  fondos  financieros  hacia  ciertas  actividades 
de  los  movimientos  correspondientes  en  el  Tercer  Mun- 
do. Se  trata,  en  general,  de  fondos  que  los  partidos  euro- 
peos reciben  de  sus  respectivos  gobiernos  y que  crean  una 
cierta  dependencia  al  interior  del  movimiento  mundial, 
con  sus  centros  y periferias  correspondientes.  En  Améri- 
ca Latina  esta  organización  mundial  logra  una  importan- 
cia política  clave,  la  que  se  hizo  notable  en  el  apoyo  inter- 
nacional latinoamericano  al  levantamiento  sandinista  en 
Nicaragua.  La  decisión  de  la  OEA  de  no  intervenir  en  Ni- 
caragua en  favor  de  Somoza,  estaba  estrechamente  vin- 
culada con  la  posición  tomada  por  la  socialdemocracia 
internacional. 

Algo  parecido  ocurrió  en  las  décadas  del  50  y 60  con 
la  constitución  de  los  partidos  demócrata  cristianos  en 
América  Latina.  En  general,  también  fueron  fundados 
anteriormente,  pero  aparecen  con  el  nombre  demócra- 
tacristiano  recién  a partir  de  los  años  50. 


15 


Pero  mientras  que  los  movimientos  que  se  integran 
alrededor  de  la  socialdemocracia  internacional  se  vincu- 
lan generalmente  en  sus  orígenes  al  populismo  latino- 
americano, los  partidos  demócratacristianos  surgen 
por  la  división  de  partidos  conservadores  católicos  tra- 
dicionales, en  un  principio,  y posteriormente,  por  la 
fundación  de  nuevos  partidos  en  prácticamente  todos 
los  países  de  América  Latina. 

A fines  de  los  años  60  ya  existía  una  red  muy  im- 
portante conformada  con  los  partidos  de  mayor  poder 
en  Chile,  Venezuela  (COPEI)  y El  Salvador,  y más  dé-, 
bilmente  en  Brasil  y Argentina.  El  nombre  democracia 
cristiana  es  tomado  de  fundaciones  paralelas  en  Europa, 
en  especial  de  Alemania,  Italia  y Holanda,  pero  se  trata 
de  partidos  autóctonos.  A fines  de  los  años  50  se  in- 
tegran en  una  organización  mundial  demócratacris- 
tiana,  la  cual  es  más  pequeña  que  la  organización  de  la 
socialdemocracia  internacional  porque  se  restringe  prác- 
ticamente a América  Latina  y Europa. 

Los  partidos  europeos  con  los  cuales  se  integran 
son,  en  general,  continuadores  de  partidos  católicos  an- 
teriores, lo  que  los  distingue  de  los  partidos  latinoameri- 
canos, los  cuales  surgen  de  una  ruptura  con  el  catolicis- 
mo político  latinoamericano  anterior.  Sin  embargo,  la 
organización  mundial  que  se  constituye,  conforma 
nuevamente  una  dependencia  unilateral  de  los  partidos 
latinoamericanos  respecto  de  los  partidos  de  los  países 
desarrollados  de  Europa.  Esta  dependencia  está  basada 
en  los  fondos  financieros  que  estos  partidos  canalizan 
hacia  América  Latina  — y que  reciben  de  los  presupues- 
tos estatales  de  los  gobiernos  de  sus  respectivos  países — 


16 


los  cuales  son  reforzados  por  fondos  financieros  de  las 
iglesias  europeas,  quienes  a través  de  sus  fundaciones  fi- 
nancieras apoyan  fuertemente  las  actividades  demócra- 
tacristianas  en  América  Latina. 

Para  todos  los  partidos  demócratacristianos  vale 
que  no  son  partidos  católicos  confesionales.  En  el  caso 
de  los  países  europeos  se  organizan  con  la  participación 
de  todas  las  confesiones.  Sin  embargo,  ideológicamente 
prevalece  el  elemento  católico,  porque  en  general  toman 
como  su  fuente  de  inspiración  la  Doctrina  Social  de  la 
Iglesia  Católica  tal  cual  como  se  había  elaborado  desde 
fines  del  siglo  XIX,  con  algunos  cambios  importantes 
introducidos  después  de  la  II  Guerra  Mundial.  Estos  cam- 
bios se  refieren  especialmente  a la  eliminación  del  corpo- 
rativismo,  el  cual  había  prevalecido  en  las  décadas  del  20  y 
30  y que  expresaba  el  apoyo  ideológico  católico  a los  mo- 
vimientos fascistas  de  esta  época. 

Origen  de  clase  y sectores  populares  dé  apoyo 

Tanto  los  movimientos  y partidos  socialdemócratas 
como  los  demócratacristianos  se  autodefinen  como  mo- 
vimientos reformistas  en  el  contexto  de  la  sociedad  bur- 
guesa. Sin  embargo,  a pesar  de  tal  denominador  común, 
y a pesar  de  la  gran  homogeneidad  entre  las  varias 
corrientes  se  pueden  notar  algunas  diferencias 
específicas,  que  las  definen  preponderantemente.  Sería 
en  vano  buscar  reglas  que  siempre  se  confirman.  Pero  sí 
se  pueden  observar  ciertos  elementos  que  permiten  espe- 
cificar tales  movimientos  y partidos. 


17 


Los  movimientos  europeos  respectivos  tienen  más 
homogeneidad  entre  sí.  Los  grandes  partidos  socialde- 
mócratas  europeos  se  fundaron  en  la  segunda  mitad  del 
siglo  XIX  como  organizaciones  obreras,  apoyadas  en 
organizaciones  sindicales  y cooperativistas.  Original- 
mente, tienen  una  fuerte  influencia  marxista,  que  en  al- 
gunos casos  llega  a ser  dominante.  Sin  embargo,  con  el  ! 
progreso  de  la  organización  obrera,  estos  elementos 
marxistas  se  diluyen  a fines  del  siglo  pasado.  Primero  se 
forma  un  reformismo  marxista  — que  es  ideológicamen- 
te altamente  eclecticista — para,  posteriormente,  aban- 
donar la  tradición  marxista  después  de  la  II  Guerra 
Mundial.  Ella  sobrevive  marginalmente  en  los  partidos 
socialdemócratas,  pero  deja  de  ser  el  elemento  ideológi- 
co central. 

Estos  partidos  socialdemócratas  son  preferencial- 
mente  urbanos,  y hasta  alrededor  de  la  II  Guerra  Mun- 
dial su  participación  en  la  política  gubernamental  de  sus 
países  es  impedida  totalmente  o,  por  lo  menos,  suma- 
mente restringida.  Su  dinamismo  político  se  dirige  fuera 
de  la  promoción  sindical  y cooperativa  (en  especial  co- 
operativas de  consumo  y de  vivienda)  hacia  la  política 
comunal. 

El  alto  desarrollo  de  la  infraestructura  económica  y 
social  de  comunas  y municipios  en  los  países  europeos 
de  tradicionales  movimientos  obreros  se  debe  a esta  acti- 
vidad, cuya  falta  es  tan  notable  en  el  capitalismo  esta- 
dounidense. Estos  campos  de  actividad  son  muy 
amplios:  escuelas  comunales,  academias  de  enseñanza 
popular,  hospitales  comunales,  transporte  público, 
electricidad,  agua,  son  solamente  algunos  de  ellos.  A 


18 


través  de  todas  estas  actividades  se  hacen  imprescin- 
dibles para  la  propia  clase  obrera  de  la  cual  parten  (en 
actividades  muy  parecidas  se  concentraron  los  partidos 
comunistas  de  Francia  e Italia  después  de  la  II  Guerra 
Mundial).  Cuando  después  de  la  II  Guerra  Mundial  los 
partidos  socialdemócratas  abandonan  explícitamente  su 
tradición  marxista  y acceden  a la  formación  de  gobier- 
nos centrales,  su  base  social  se  amplía  incorporándose 
en  su  seno  grupos  de  clase  media,  pequeña  burguesía  y 
hasta  grupos  empresariales,  a pesar  de  que  su  punto  de 
partida  de  clase  sigue  siendo  obrero-urbano. 

Es  un  poco  más  difícil  resumir  la  tradición  de  los 
partidos  demócratacristianos  europeos.  Como  tales  par- 
tidos recién  se  fundan  después  de  la  II  Guerra  Mundial, 
los  partidos  que  les  anteceden  no  constituyen  automáti- 
camente su  tradición,  aunque  en  gran  parte  así  sea.  En 
Alemania,  Italia  y Holanda  hay  prácticamente  una  con- 
tinuidad entre  los  partidos  católicos  de  antes  de  la  II 
Guerra  Mundial  y los  partidos  demócratacristianos  pos- 
teriores, aunque  con  la  variante  de  que  su  base  social  se 
amplía.  Todos  estos  partidos  son  desde  sus  orígenes  par- 
tidos que  organizan  a la  clase  media  y pequeños  pro- 
pietarios. Esto  explica  que  su  base  popular  sea  especial- 
mente fuerte  en  el  campo,  donde  hay  un  pequeño  cam- 
pesinado propietario.  Por  tanto,  su  relación  con  el  co- 
operativismo campesino  es  sumamente  estrecha  y su  in- 
serción en  las  organizaciones  obreras  es  muy  poca. 

En  los  años  20  habiari  ciertas  organizaciones  sindi- 
cales cristianas  pero,  paradójicamente,  fue  precisamen- 
te en  los  países  con  una  democracia  cristiana  fuerte  don- 
de perdieron  su  importancia  totalmente  después  de  la  II 


19 


Guerra  Mundial,  principalmente  en  Italia  y Alemania, 
donde  hoy  los  sindicatos  cristianos  son  prácticamente 
inexistentes. 


Por  el  hecho  de  que  las  masas  demócratacristianas 
se  constituyen  primordialmente  por  pequeños  propieta- 
rios y clase  media,  estos  partidos  tienen  una  mayor 
cercanía  con  la  gran  burguesía,  sin  poder  ubicarlos,  a 
pesar  de  ello,  simplemente  como  brazo  de  la  gran 
burguesía.  Sin  perderse  esta  cercanía  ideológica  entre  la 
democracia  cristiana  y la  gran  burguesía,  en  el  caso  ale- 
mán, por  ejemplo,  esta  burguesía  opta  desde  hace  algu- 
nos años  por  la  continuidad  del  gobierno  socialde- 
mócrata  en  el  poder. 


En  América  Latina,  los  partidos  demócratacris- 
tianos  se  asemejan  más  a los  partidos  europeos  corres- 
pondientes de  lo  que  ocurre  en  el  caso  de  los  movimien- 
tos socialdemócratas.  Su  origen  de  clase  también  son  las 
clases  medias  y los  pequeños  propietarios,  y su  base  so- 
cial se  extiende  hacia  el  pequeño  campesinado  propieta- 
rio de  tierra.  En  lo  referente  a sus  intentos  de  crear  sin- 
dicatos cristianos  o bien  de  lograr  una  influencia  sobre 
la  organización  sindical  a través  de  los  departamentos 
sindicales  de  los  partidos,  tuvieron  muy  poco  éxito.  Sin 
embargo,  hay  que  señalar  algunas  diferencias  importan- 
tes. Para  aclararlas,  es  conveniente  distinguir  dos 
períodos  en  el  desarrollo  de  los  partidos  demócratacris- 
tianos  de  América  Latina.  Un  período  que  va  hasta  fines 
de  los  años  60,  con  1968  como  una  fecha  clave,  y otro 
que  va  de  1968  en  adelante. 


20 


Durante  el  primer  período  los  partidos  demócra- 
tacristianos  latinoamericanos  se  empeñan  mucho  más 
en  llevar  a cabo  reformas  de  lo  que  lo  hacen  los  partidos 
europeos,  quienes  a su  lado  parecen  más  bien  partidos 
conservadores.  Se  trata  de  un  reformismo  muy  amplio 
con  dos  líneas  principales. 

La  primera  se  dirige  hacia  la  organización  del  cam- 
po. Los  demócratacristianos  levantan  ya  en  los  años  50 
con  mucha  fuerza  la  bandera  de  la  reforma  agraria. 
Cuando  la  política  norteamericana  en  los  años  60 
— después  de  la  revolución  cubana — apoyaba  tales  pla- 
nes, se  lanzaron  en  Chile  bajo  el  gobierno  de  Frei  a una 
reforma  agraria  relativamente  radical,  que  produjo  una 
fuerte  contradicción  con  la  oligarquía  terrateniente  del 
país  y mermó  el  apoyo  interno  de  la  burguesía  a un  sec- 
tor restringido  de  la  burguesía  modernizante. 

Sin  embargo,  esta  misma  reforma  agraria  seguía  las 
pautas  tradicionales  de  la  democracia  cristiana:  estaba 
destinada  a crear  grupos  más  amplios  de  pequeños  y me- 
dianos propietarios  en  el  campo,  que  en  el  futuro 
podrían  ampliar  su  base  social  en  el  campesinado. 

La  segunda  línea  se  dirigía  hacia  los  sectores  margi- 
nados de  la  población  urbana,  con  el  intento  de  crear 
una  organización  popular  que  no  partiera  de  los  centros 
de  trabajo,  sino  de  los  centros  de  viviendas,  es  decir,  de 
las  poblaciones.  También  en  este  terreno  podían  contar 
con  éxitos  en  el  grado  en  el  cual  estas  poblaciones  margi- 
nales, por  su  alto  índice  de  desempleo,  no  tenian  la  ex- 
periencia necesaria  para  formar  una  adecuada  organiza- 
ción sindical  que  los  aglutine.  Por  lo  tanto,  podían  man- 


21 


tenerse  neutrales  frente  a la  orientación  general  de  la  de- 
mocracia cristiana  hacia  los  pequeños  propietarios. 

Las  dos  líneas  de  reformas  fueron  ampliamente 
aceptadas  dentro  de  los  partidos  demócrata-crisiianos 
del  continente.  Encontraron  a la  vez  el  apoyo  de  los  par- 
tidos europeos  y,  en  especial,  de  las  fundaciones  finan- 
cieras de  la  Iglesia  Católica  europea,  cuya  política  de  fi- 
nanciamiento  sirvió,  de  esta  manera,  para  apoyar  la 
línea  estratégica  de  los  partidos  políticos  sin  tener  que 
mezclarse  abiertamente  con  ellos. 

El  DESAL,  en  Santiago  de  Chile,  era  el  centro  para 
el  desarrollo  de  esta  estrategia.  Si  bien  se  trataba  de  una 
estrategia  continental,  ésta  fue  acompañada  con  más  en- 
tusiasmo por  la  democracia  cristiana  chilena  por  su  am- 
bición de  contraponer  a la  revolución  cubana  una  “re- 
volución en  libertad”  chilena  para  definir  una  nueva  al- 
ternativa continental.  El  COPEI  venezolano,  en  cam- 
bio, mostró  menos  entusiasmo  en  este  campo  y formó 
más  bien  la  retaguardia. 

Pero  este  cuadro  de  entusiasmo  reformista  cambió 
a comienzos  de  los  años  70,  cuando  en  Chile  subió  al  po- 
der el  gobierno  popular  de  Allende.  Aparece  ahora  una 
división  de  los  partidos  demócratacristianos,  la  cual  se 
propaga  por  todo  el  continente  y cuya  primera  manifes- 
tación es  la  fundación  del  MAPU  en  Chile  en  1968.  Por 
un  lado,  aparecen  partidos  demócratacristianos  que  se 
definen  claramente  en  términos  antireformistas 
— tomando  una  posición  más  conservadora — y que  ge- 
neralmente se  quedan  con  el  nombre  tradicional  de  Par- 
tido Demócratacristiano.  En  términos  más  radicales  es- 


22 


to  ocurrió  en  Chile  en  1972/73,  donde  fue  el  Partido  De- 
mócratacristiano  quien  prestó  la  base  de  apoyo  al  golpe 
militar  de  1973. 

Sin  embargo,  el  mismo  proceso  se  repitió  en  otras 
partes,  como  en  Perú  (la  línea  de  Bedoya  quien  funda  el 
Partido  Popular  Cristiano),  Ecuador  y Bolivia.  Eviden- 
temente, se  notó  menos  intensamente  en  aquellos  parti- 
dos que  menos  habían  participado  del  entusiasmo  refor- 
mista del  PDC  chileno,  en  especial,  el  COPEI.  Por  cir- 
cunstancias especiales  este  proceso  se  manifestó  más  tar- 
de en  Centroamérica,  donde  el  PDC  de  El  Salvador 
mantenía  la  línea  tradicional  hasta  que  en  el  año  1979  se 
presentó  la  cuestión  de  la  participación  en  la  Junta  de 
Gobierno  llevada  al  poder  por  el  golpe  militar  contra  el 
general  Romero.  En  Honduras,  en  cambio,  todavia  se 
mantiene  en  la  línea  de  entusiasmo  reformista,  orientán- 
dose especialmente  a la  organización  campesina  para 
presionar  para  que  se  lleve  a cabo  la  reforma  agraria. 

Este  antireformismo  demócratacristiano  de  los 
años  70  en  América  Latina,  sin  embargo,  tiene  su  para- 
lelo en  la  democracia  cristiana  europea,  donde,  por 
ejemplo,  la  democracia  cristiana  alemana  se  fue  radica- 
lizando durante  este  decenio  hacia  un  antireformismo 
extremo,  el  cual  ya  tiene  características  fascistoides. 

Cada  uno  de  los  tres  grupos  descritos  hasta  ahora 
— socialdemocracia  europea,  democracia  cristiana  euro- 
pea y democracia  cristiana  latinoamericana — es  más 
homogéneo  que  el  que  analizaremos  a continuación:  la 
socialdemocracia  latinoamericana. 


23 


No  se  trata  efectivamente  de  una  sola  corriente,  si- 
no de  varias,  las  cuales  presentan  características 
disímiles.  Si  los  unimos  bajo  el  nombre  de  socialde- 
mocracia,  lo  hacemos,  primeramente,  por  el  hecho  de 
que  son  miembros  de  la  Internacional  Socialdemócrata 
y/o  por  la  razón,  de  que  en  el  lenguaje  común  se  los 
identifica  como  tales.  Y en  segundo  lugar,  porque  cre- 
emos que  a pesar  de  su  heterogeneidad  existen,  efectiva- 
mente, algunos  rasgos  comunes,  que  nos  permiten  anali- 
zarlos como  un  solo  conjunto. 

Partimos  de  la  distinción  de  2 grupos  principales. 
Por  un  lado  están  los  movimientos  surgidos  de  rebe- 
liones campesinas  exitosas,  en  especial  el  PRI  mexicano 
y el  MNR  boliviano.  Estos  partidos  surgen  a raíz  del 
triunfo  de  rebeliones  campesinas  que  posteriormente  se 
vieron  frustradas.  En  ambos  casos,  en  tales  movimien- 
tos está  presente  un  pasado  revolucionario  hoy  transfor- 
mado en  oratoria  de  sus  líderes  y en  una  organización 
social  que  — a pesar  de  ello — mantiene  cierto  poder  de 
los  grupos  a partir  de  los  cuales  se  originaron.  En  el  caso 
del  PRI  más  claramente  el  campesinado,  y en  el  caso  bo- 
liviano, tanto  el  campesinado  como  el  proletariado  mi- 
nero. Sólo  en  el  caso  mexicano  resultó  una  estructura  de 
poder  político  estable,  el  cual  dio  el  lugar  institucional 
necesario  para  el  desarrollo  del  capitalismo. 

Por  otro  lado,  están  los  movimientos  que  de  alguna 
manera  se  hallan  vinculados  con  el  populismo  latino- 
americano de  los  años  30  hasta  los  años  50,  y que  for- 
maron sus  tradiciones  a partir  de  esta  experiencia.  Ellos 
parten  de  las  clases  medias  junto  con  el  capital  nacional, 
formado  a raíz  de  la  política  de  sustitución  de  importa- 


24 


ciones.  Con  la  necesidad  de  ampliar  el  mercado  interno 
aparece  la  posibilidad  de  una  mayor  participación  popu- 
lar en  la  distribución  del  ingreso  nacional. 

A partir  de  este  hecho  surgen  movimientos  populis- 
tas con  gran  heterogeneidad,  que  son  primordialmente 
urbanos  y aglutinan  masas  populares  — hasta  ahora  no 
organizadas — alrededor  de  programas  de  gobierno  que 
van  desde  una  mejor  distribución  de  los  ingresos  hasta 
la  constitución  de  sistemas  de  seguridad  social  y de  pla- 
nificación, indicadores  éstos  de  cierto  grado  de  de- 
sarrollo económico.  Según  las  condiciones,  pasan  poste- 
riormente de  la  movilización  de  masas  sin  organización, 
a la  organización  de  las  masas.  El  peronismo  argentino 
llevó  esta  organización  de  las  masas  a su  nivel  más  eleva- 
do. 


En  cambio,  el  Partido  Liberación  Nacional  de  Cos- 
ta Rica  prácticamente  no  volcó  sus  esfuerzos  hacia  la  or- 
ganización de  las  masas,  sino  que  los  dedicó  a constituir 
un  sistema  de  seguridad  social  lo  más  completo  posible. 

Por  otro  lado,  un  movimiento  como  el  APRA  pe- 
ruano, el  cual  nunca  pudo  acceder  al  poder,  sustituyó 
precisamente  este  acceso  al  poder  con  una  concentra- 
ción constante  de  sus  esfuerzos  en  la  organización  de  las 
masas,  lo  que  transformó  al  APRA  — precisamente  por 
su  marginación  del  poder — en  el  partido  político  pe- 
ruano de  mayor  arraigo  popular  y arrastre  en  las  masas. 

Estos  tres  casos  podemos  considerarlos  como  los 
casos  límites,  entre  los  cuales  pueden  ubicarse  los  otros 
movimientos  tales  como  el  varguismo  brasileño,  la  mo- 


25 


vilización  popular  bajo  Goulart  en  Brasil  al  comienzo  de 
los  años  60,  la  Acción  Democrática  Venezolana,  la  so- 
cialdemocracia  dominicana  y otros. 

Tomando  en  cuenta  la  gran  heterogeneidad  de  estos 
movimientos,  solamente  en  términos  muy  vagos  pode- 
mos dibujar  algunas  tendencias  comunes.  Primeramen- 
te está  la  tendencia  a la  concentración  de  su  accionar 
sobre  los  problemas  urbanos  y el  abandono  del  campesi- 
nado. Esto  se  manifiesta,  incluso,  en  el  caso  de  movi- 
mientos que  se  originan  de  rebeliones  campesinas. 

Otra  característica  común  es  que  surgen  en  un 
período  en  el  cual  la  tendencia  a la  acumulación  de  capi- 
tal (de  los  años  30  hasta  los  50)  está  encaminada  hacia  la 
ampliación  del  mercado  interno  y hay,  por  tanto,  espa- 
cio para  una  política  de  redistribución  de  los  ingresos. 

En  tercer  lugar,  se  presenta  una  fuerte  tendencia  a 
la  organización  popular  urbana  que  se  concretiza,  en  ge- 
neral, en  la  organización  sindical  de  la  clase  obrera.  A 
diferencia  de  la  democracia  cristiana,  estos  movimientos 
logran  efectivamente  tal  organización  sindical. 

En  cuarto  lugar,  se  presenta  la  característica  de  que 
cuanto  más  avanza  la  organización  popular,  ésta  tiende 
a cuestionar  el  dominio  de  los  grupos  sociales  que  pro- 
movieron el  movimiento  populista. 

Para  terminar  esta  sección,  caben  todavía  dos  ano- 
taciones: 


26 


a.  En  los  países  en  los  cuales  se  da  una  organiza- 
ción popular  y especialmente  sindical  autónoma, 
es  decir,  a partir  de  la  clase  obrera  misma,  el  fenó- 
meno del  populismo  no  se  presenta,  por  ejemplo, 
Chile,  Uruguay  y Perú. 

b.  A diferencia  de  los  movimientos  populistas  que 
aparecen  y se  desarrollan  en  un  período  en  el  cual 
la  acumulación  de  capital  en  el  continente  tiende  a 
la  ampliación  del  mercado  interno  y es,  por  tanto, 
fácilmente  compatible  con  una  política  de  redistri- 
bución de  los  ingresos,  los  partidos  demócratacris- 
tianos  (en  Chile  y Venezuela)  llegan  al  gobierno  en 
un  período  en  el  cual  la  acumulación  de  capital 
tiende  a la  restricción  del  mercado  interno  y a la 
concentración  del  ingreso.  Eso  hace  más  difícil  su 
situación.  Algo  similar  le  ocurrió  al  peronismo  du- 
rante su  tercer  gobierno  (1973),  es  decir,  no  en- 
contró el  mismo  espacio  económico  que  en  sus  an- 
teriores gobiernos  para  llevar  a cabo  las 
reformas2. 

II.  EL  ESPACIO  IDEOLOGICO  DE  LA 
SOCIALDEMOCRACIA  Y LA 
DEMOCRACIA  CRISTIANA 

En  la  sección  anterior  hemos  subdividido  cada  uno 
de  los  dos  movimientos  según  su  procedencia  sea  latino- 
americana o europea.  Organizados  los  dos  como  movi- 
mientos internacionales,  se  forman  ejes  entre  América 
Latina  y Europa  dentro  de  los  cuales,  debido  a la  depen- 
dencia financiera  unilateral,  se  produce  cierta  predomi- 
nancia europea.  Se  reproduce  internacionalmente  a ni- 


27 


vel  de  estos  partidos  referidos  lo  que  ya  se  conoce  de 
sobra  a nivel  de  la  internacionalización  del  capital  y de 
la  organización  militar  de  las  naciones  mencionadas. 

Resultó  de  nuestro  análisis,  que  la  internacional  de- 
mócratacristiana  muestra  entre  sus  alas  latinoamerica- 
nas y europeas  un  grado  de  homogeneidad  mayor  que  la 
internacional  socialdemócrata.  Este  hecho  hay  que  te- 
nerlo presente  en  el  análisis  que  sigue,  en  el  cual,  por  las 
razones  indicadas,  las  afirmaciones  sobre  la  democracia 
cristiana  tendrán  una  clara  vigencia  para  el  movimiento 
latinoamericano  correspondiente,  mientras  que  las  afir- 
maciones sobre  la  socialdemocracia  tendrán  mayor  vi- 
gencia en  cuanto  a la  socialdemocracia  europea  que  pa- 
ra la  latinoamericana,  donde  el  cuadro  es  mucho  menos 
claro.  Este  hecho  nos  tendrá  que  preocupar  constante- 
mente. Sin  embargo,  este  artículo  es  forzosamente  de- 
masiado breve  como  para  poder  desarrollar 
explícitamente  estas  diferencias.  Por  tanto,  tenemos  que 
pedirle  al  lector  que  saque  sus  propias  conclusiones  en 
referencia  a los  movimientos  específicos  que  intente  in- 
terpretar. 

Si  ahora  nos  preguntamos  por  el  espacio  ideológico 
dentro  del  cual  actúan  los  dos  movimientos  en  discu- 
sión, estamos  preguntándonos  por  las  coordenadas  ide- 
ológicas a partir  de  las  cuales  interpretan  su  actuación 
política.  Si  bien  ambos  son  partidos  reformistas,  estas 
coordenadas  ideológicas  nos  pueden  indicar  el  lugar 
donde  se  ubica  el  límite  hasta  donde  están  dispuestos  a 
llevar  tales  reformas  y el  tipo  de  reacción  a tomar  frente 
a aquellos  grupos  que  pretenden  llevarlas  más  allá  de  los 
límites  dispuestos  por  el  espacio  ideológico  establecido, 


28 


tanto  por  la  socialdemocracia  como  por  la  democracia 
cristiana. 

La  problemática  del  límite  de  las  reformas  se  refiere 
al  tipo  de  inserción  de  tales  movimientos  en  la  sociedad 
capitalista  contemporánea,  y la  problemática  de  los 
otros  grupos,  se  refiere  a la  ubicación  ideológica  de  los 
movimientos  socialistas  vistos  desde  el  ángulo  de  los 
movimientos  socialdemócrata  y 'demócratacristiano. 

Las  problemáticas  del  espacio  ideológico  son,  por 
lo  tanto,  dos:  a-  el  tipo  de  inserción  en  la  sociedad  capi- 
talista, y b-  el  tipo  de  enjuiciamiento  de  los  movimientos 
o sociedades  socialistas. 

Si  interpretamos  en  términos  algo  tipificados  las 
posiciones  tanto  de  la  socialdemocracia  como  de  la  de- 
mocracia cristiana,  descubrimos  que  hay  notables  dife- 
rencias entre  ambos  al  enfocar  estas  dos  problemáticas. 
Estas  diferencias  surgen  en  el  ámbito  de  una  definición 
común  a ambos,  a saber:  enmarcan  su  actividad  de  re- 
formas dentro  de  los  límites  de  la  sociedad  burguesa  y 
enfrentan  a los  grupos  socialistas  como  sus  enemigos. 
Lo  segundo,  evidentemente,  es  una  simple  consecuencia 
de  lo  primero. 

Así  las  cosas,  tenemos  entonces  que  desarrollar  las 
diferencias  específicas  entre  ambos,  dando  como  supues- 
to el  marco  común  que  estos  movimientos  comparten. 

I m 

En  cuanto  al  espacio  ideológico  dentro  del  cual 
operan,  la  relación  con  la  sociedad  burguesa  es  más  di- 
recta por  parte  de  los  movimientos  demócratacristianos. 


29 


Afirman  esta  relación  directa  a través  de  su  cuerpo 
doctrinario  central,  el  cual  es  la  Doctrina  Social  de  la 
Iglesia  Católica.  En  esta  doctrina  — que  efectivamente 
se  transformó  en  el  cuerpo  ideológico  central  del  pensa- 
miento demócratacristiano — la  identificación  con  la  so- 
ciedad burguesa  se  expresa  por  la  identificación  del  bien 
común  con  el  tal  llamado  derecho  natural  de  la  pro- 
piedad privada.  A partir  de  tal  identificación  inicial  se 
define,  en  términos  estrictos,  todo  el  ámbito  de  refor- 
mas que  se  aceptan  como  responsabilidad  social  de  la 
propiedad  privada.  Esta  afirmación  de  la  responsabili- 
dad social  de  la  propiedad  privada  delimita  claramente 
el  marco  de  la  aceptación  de  reformas  en  términos  abso- 
lutos, y circunscribe  este  marco  como  bien  común. 


De  esto  resulta  una  legitimación  positiva  y clara  de 
la  propiedad  privada  como  tal  y una  aceptación  relativa 
de  las  reformas.  Eso  significa  que  las  reformas  en  nin- 
gún momento  son  consideradas  legítimas  de  por  sí.  La 
legitimidad  de  por  sí  está  del  lado  del  derecho  natural  de 
la  propiedad  privada,  siendo  las  reformas  constante- 
mente puestas  entre  paréntesis.  Solamente  se  pueden  le- 
gitimar por  derivación.  Antes  de  poder  afirmarlas,  hace 
falta  la  prueba  de  que  su  realización  se  mantiene  dentro 
del  marco  de  las  relaciones  capitalistas  de  producción. 
Una  vez  comprobado  eso,  se  las  puede  realizar.  En  caso 
contrario,  resultan  ilegítimas,  independientemente  de  la 
urgencia  social  que  puedan  tener.  Si  no  son  compatibles 
con  las  relaciones  capitalistas  de  producción,  son 
ilegitimas  de  por  sí,  porque  las  relaciones  capitalistas  de 
producción  — el  derecho  natural  a la  propiedad  privada 
no  es  sino  otra  palabra  para  expresar  éstas — tienen  legi- 


30 


timidad  absoluta,  son  el  non  plus  ultra  de  todas  las  aspi- 
raciones humanas  y de  toda  historia  venidera. 

Subalimentación,  enfermedad,  analfabetismo  y lo 
que  sea,  pueden  remediarse,  sola  y exclusivamente,  en  el 
caso  de  que  las  reformas  encaminadas  a superarlos  se 
mantengan  dentro  del  marco  de  la  sociedad  burguesa.  Si 
solamente  hay  solución  sobrepasando  este  límite,  esta 
doctrina  prohíbe  — en  nombre  de  Dios  y del  derecho 
natural — realizarlas.  De  hecho,  la  propiedad  privada  es 
absolutizada  como  valor  y,  por  tanto,  como  referencia 
para  el  enjuiciamiento  de  cualquier  tipo  de  reformas. 

A una  legitimación  tan  radical  de  las  relaciones  ca- 
pitalistas de  producción  corresponde  una  imagen  igual- 
mente rígida  de  los  movimientos  socialistas,  cuyo  objeti- 
vo, precisamente,  es  llevar  las  reformas  más  allá  del 
límite  impuesto  por  las  relaciones  de  producción  capita- 
listas. Como  las  relaciones  capitalistas  de  producción 
son  absolutamente  legítimas,  los  movimientos  socialis- 
tas son  absolutamente  ilegítimos;  y como  Dios  y la  natu- 
raleza afirman  las  relaciones  de  producción  capitalistas, 
los  movimientos  socialistas  se  levantan  en  contra  de 
Dios  y la  naturaleza.  Resulta  un  maniqueísmo  comple- 
to. Los  movimientos  socialistas,  como  movimientos 
opositores  a la  sociedad  burguesa,  son  vistos  no  como 
opositores,  sino  como  enemigos  en  el  peor  sentido  que 
esta  palabra  puede  tener,  es  decir,  “intrínsecamente  per- 
versos”3. 

De  esta  manera  se  incorpora  la  Doctrina  Social  de 
la  Iglesia  Católica  en  la  democracia  cristiana  y forma  su 


31 


espacio  ideológico.  Se  suele  adornar  este  esquema  seco 
con  muchas  flores,  pero  es  siempre  el  mismo  esquema. 

La  presentación  de  este  esquema  ideológico  básico 
en  los  discursos  demócratacristianos  está,  por  tanto, 
amortiguada.  Podemos  destacar  los  pasos  claves  que 
aparecen  típicamente  y que  permiten  detectar  tal  tipo  de 
discurso.  Hay  un  orden  determinado  de  la  argumenta- 
ción y es  el  siguiente: 

1.  La  sociedad  necesita  consenso  para  funcionar. 
Este  consenso  expresa  paz  y amor  entre  todos  los  ciuda- 
danos. En  términos  de  la  Doctrina  esto  es  el  bien  co- 
mún. 

2.  Para  que  haya  consenso,  debe  haber  orden  y res- 
peto a los  legítimos  derechos  de  todos  los  ciudadanos. 
Estos  legítimos  derechos  no  se  refieren  al  derecho  de  ca- 
da uno  de  satisfacer  sus  necesidades.  Se  refieren  exclusi- 
vamente a los  derechos  dados  por  el  orden  burgúes  exis- 
tente. Por  tanto,  el  respeto  a los  legítimos  derechos  de 
todos  los  ciudadanos  significa,  en  este  lenguaje,  primor- 
dialmente, el  derecho  de  propiedad  y con  mucha  menor 
rigidez,  se  refiere  a los  derechos  adquiridos  por  otros 
grupos  sociales.  Resulta,  por  tanto,  en  el  discurso  de- 
mócratacristiano,  que  la  condición  del  consenso  es  el 
respeto  a la  propiedad  privada,  siendo  ésta  la  clave  de 
los  derechos  legítimos  de  todos  los  ciudadanos  y que, 
por  lo  tanto,  hace  falta  respetar. 

3.  Además  de  la  fórmula  del  respeto  a los  derechos 
legítimos  de  todos  los  ciudadanos  — que  está  destinada 
precisamente  a la  legitimación  de  la  propiedad  privada 


32 


burguesa — esta  propiedad  privada  también  es  legitima- 
da explícitamente.  Pero  esta  legitimación  explícita 
siempre  se  la  realiza  destacando  su  responsabilidad  so- 
cial. Se  reclama  entonces  la  legitimidad  de  la  propiedad 
privada  que  cumple  con  su  función  o responsabildiad 
social,  pero,  obviamente,  esto  no  significa  que  dicha  le- 
gitimidad se  pierda  en  el  caso  de  no  cumplir  con  tal  res- 
ponsabilidad. Esto  sería  un  irrespeto  a los  legítimos  de- 
rechos de  todos  los  ciudadanos  y,  por  tanto,  un  atenta- 
do al  consenso.  A esto  se  debe  la  inexistencia  de  indica- 
dores que  constaten  el  cumplimiento  de  esta  responsabi- 
lidad social  y de  instancias  que  la  juzguen.  Se  trata  de 
una  afirmación  moral  y no  política. 

Hay  una  sola  excepción,  aunque,  sin  embargo,  lo  es 
sólo  aparentemente:  si  los  propietarios  de  los  medios  de 
producción  guardan  dichos  medios  sin  usarlos  como  ca- 
pital, la  propia  burguesía  puede  condenarlos  y hasta  pe- 
dir su  expropiación.  Esto  explica  la  tradicional  rivalidad 
existente  entre  la  burguesía  y los  latifundistas,  la  cual 
viene  ya  desde  Adam  Smith  y David  Ricardo.  Para  la 
burguesía,  la  función  social  de  la  propiedad  privada  es 
transformar  sus  medios  de  producción  en  capital.  Por 
ello,  la  democracia  cristiana  — inspirada  en  esta  tradi- 
cional concepción  burguesa — también  se  vuelca  en 
contra  del  latifundio,  en  nombre  de  la  eficiencia.  De  lo 
que  se  trata  entonces,  es  de  sustituir  el  latifundio  por  la 
propiedad  privada  de  pequeños  campesinos. 

Fuera  de  este  caso  particular  la  responsabilidad  so- 
cial de  la  propiedad  privada  no  es  criticable.  Sobre  todo 
es  claro  que  la  irresponsabilidad  de  la  propiedad  privada 
no  es  posible  ilegitimarla  (ideológicamente  se  trata  de  un 
camuflaje). 


33 


4.  En  cuanto  al  orden  político,  el  discurso  demócra- 
tacristiano  se  concentra  alrededor  del  derecho  a la  liber- 
tad de  opinión  (a  diferencia  de  los  socialdemócratas, 
que  lo  concentran  alrededor  de  la  libertad  de  asociación 
y del  derecho  de  huelga). 

Pero  esta  libertad  de  opinión  excluye  la  libertad  de 
opción  social.  La  opción  social  es,  irrevocablemente,  la 
de  las  relaciones  .capitalistas  de  producción.  En  el  len- 
guaje demócratacristiano:  de  las  exigencias  del  consen- 
so, del  respeto  a los  legítimos  derechos  de  todos  y del 
respeto  a la  propiedad  privada  con  su  responsabilidad 
social  (de  tipo  moral).  Hay  derecho  a opinar  diferente, 
pero  no  pueden  derivarse  de  opiniones  diferentes  op- 
ciones diferentes  y acciones  políticas  correspondientes. 
La  opción  es  dogmáticamente  determinada,  es  decir,  es 
la  de  las  relaciones  de  producción  capitalistas. 

5.  Quien  cuestiona  políticamente  la  propiedad  bur- 
guesa, no  respeta  los  legítimos  derechos  de  todos  los 
ciudadanos  y,  por  tanto,  rompe  el  consenso,  que  es  de 
paz  y amor.  La  palabra  mágica  con  la  cual  el  discurso 
demócratacristiano  lo  declara  intrínsecamente  perverso, 
es  odio.  El  socialista,  a su  manera  de  ver,  es  por  tanto 
un  portador  de  odio.  Refiriéndose  a movimientos  o a 
personas  socialistas,  les  reprocha  el  odio,  ya  sea  su  odio 
de  clase  u odio  sin  más.  La  polarización  maniquea 
dentro  de  la  cual  el  discurso  demócratacristiano  in- 
terpreta su  relación  con  los  movimientos  socialistas,  es 
la  de  amor  y odio,  los  cuales  están  en  lucha.  Este  odio  lo 
ve  como  un  bacilo  metafisico  que  envenena  al  pueblo. 
Los  países  socialistas  son  considerados  como  producto- 
res de  este  odio  metafisico  y,  por  tanto,  son  sinónimo  de 


34 


terror.  Estado  policial,  esclavitud  del  hombre  por  el  Es- 
tado y,  finalmente,  como  fracaso.  Es  claramente  visibK 
que  se  trata  de  una  traducción  de  la  Doctrina  Social  c'. 
la  Iglesia  Católica  — en  su  forma  más  ortodoxa — en  tér- 
minos de  agitación  política4. 

Sin  embargo,  no  toda  corriente  demócratacristiana 
ni  tampoco  toda  corriente  del  pensamiento  católico, 
comparte  este  esquema  burgués  básico  de  la  Doctrina 
Social.  En  la  propia  tradición  cristiana  existe  un  es- 
quema de  interpretación  que  es  exactamente  el  inverso. 
Se  trata  de  la  interpretación  del  derecho  natural 
aristotélico-tomista,  la  cual  representa,  ciertamente,  el 
pensamiento  de  las  clases  dominantes  ilustradas  de  las 
sociedades  precapitalistas,  pero  que,  a pesar  de  ello, 
opera  en  forma  contraria. 

Mientras  la  Doctrina  Social  legitima  la  propiedad 
capitalista  y declara  como  lícitas  las  reformas  — siempre 
y cuando  éstas  se  lleven  a cabo  dentro  del  marco  de  la 
sociedad  capitalista — , el  pensamiento  tomista  legitima 
de  por  sí  las  exigencias  de  la  vida  humana  concreta  y 
declara  lícita  la  propiedad  — en  su  tiempo  obviamente 
no  se  trataba  de  la  propiedad  privada,  sino  de  la 
feudal — estableciendo  como  límite  la  vida  concreta  de 
los  hombres.  Este  enfoque  tomista  ha  jugado  siempre 
un  papel  subversivo  en  la  tradición  cristiana  y,  en  espe- 
cial, cuando  las  doctrinas  católicas  pasaron  a la  tesis  de 
que  existe  un  derecho  natural  a la  propiedad  privada. 
En  el  enfoque  tomista  lo  mutable  es  la  propiedad  y lo  in- 
mutable las  exigencias  de  la  vida  humana  concreta.  En 
el  enfoque  de  la  Doctrina  Social,  en  cambio,  lo  inmu- 
table es  la  propiedad  privada  capitalista,  y lo  mutable 


35 


— por  tanto,  también  lo  sacrificabie — las  exigencias  de 
la  vida  humana  concreta. 

En  el  pensamiento  ca'olico,  al  igual  que  en  la 
ideología  demócratacristiana,  este  enfoque  del  derecho 
a la  vida  concreta  siempre  está  presente  a partir  de  la 
tradición  tomista  misma,  que,  por  tanto,  ejerce  su  papel 
subversivo.  A raíz  de  esta  tradición  se  produce  la  crisis 
tanto  de  la  Doctrina  Social  como  de  la  democracia  cris- 
tiana a fines  de  los  años  60,  la  cual  lleva  a las  divisiones 
internas  correspondientes.  El  año  1968  es  una  fecha  cla- 
ve. Por  un  lado,  el  gobierno  demócratacristiano  de  Chi- 
le pasa  de  su  fase  reformista  a la  fase  represiva,  porque 
la  dinámica  de  su  propio  reformismo  amenaza  llegar 
más  allá  de  los  límites  de  las  relaciones  capitalistas  de 
producción.  Por  otro  lado,  en  la  conferencia  del  CE- 
LAM  en  Medellín  sale  a luz  la  oposición  entre  los  dos  es- 
quemas de  interpretación  mencionados  anteriormente, 
con  una  tendencia  a la  recepción  del  esquema  de  in- 
terpretación tomista  como  punto  de  partida  básico  de  la 
interpretación  de  la  situación  que  hoy  vive  América  La- 
tina. 

Dentro  de  la  Democracia  Cristiana,  sin  embargo,  se 
produce  una  ruptura.  Aparece  ahora  su  abierto  antire- 
formismo  por  el  hecho  de  que,  en  la  situación  de  Améri- 
ca Latina  desde  entonces  hasta  ahora,  cualquier  refor- 
ma tiende  a rebasar  los  limites  impuestos  por  las  rela- 
ciones capitalistas  de  producción.  Es  entonces  cuando 
pasan  a ser,  en  algunos  casos,  partidos  de  la  derecha  y,  a 
la  postre,  del  Estado  de  Seguridad  Nacional.  Pero  nin- 
gún Estado  de  Seguridad  Nacional  aceptó  tales  ofertas 
y,  por  tanto,  la  democracia  cristiana  como  proyecto 


36 


político  tiende  a esfumarse.  Es  recién  a partir  de  los  últi- 
mos acontecimientos  en  El  Salvador  que  podría  pensar- 
se que  esta  democracia  cristiana  antireformista  pueda 
lograr  parcialmente  su  ambición  de  transformarse  en  so- 
cio de  los  Estados  de  Seguridad  Nacional.  Pero  es  pre- 
maturo todavía  emitir  cualquier  juicio  definitivo. 

Los  grupos  que  se  separan  de  la  democracia  cris- 
tiana a partir  de  fines  de  los  años  60,  sin  embargo,  rom- 
pen más  bien  con  el  propio  espacio  ideológico  impuesto 
por  la  Doctrina  Social  de  la  Iglesia  Católica.  Esta  ruptu- 
ra dentro  de  la  tradición  cristiana  se  debió  a la  influen- 
cia de  la  tradición  tomista  del  derecho  natural.  Ya  men- 
cionamos, que  el  pensamiento  aristotélico-tomista  fue  el 
pensamiento  de  las  clases  dominantes  ilustradas  de  las 
sociedades  precapitalistas.  Sin  embargo,  este  pensa- 
miento pasa  por  una  profunda  reelaboración  al  ser  reto- 
mado por  los  nuevos  grupos  que  surgen  dentro  de  la  de- 
mocracia cristiana,  cambiando  radicalmente  esa  posi- 
ción. Ahora  este  pensamiento  parte  de  las  clases  domi- 
nadas o,  en  términos  teológicos,  de  los  pobres.  Aunque 
cabe  aclarar  que  la  tradición  tomista  no  expresaba  sólo 
esta  posición.  Si  bien  trata  las  exigencias  de  la  vida 
concreta  como  lo  inmutable  y lo  no  sacrificable,  es  de- 
cir, como  derecho  natural,  y la  propiedad  privada  como 
lo  mutable,  también  establecía  un  orden  jerárquico 
rígido  entre  los  diferentes  estratos  sociales  (clases)  que 
derivaba  en  el  concepto  de  la  vida  decorosa , según  sea  la 
situación  de  clase  de  cada  estrato  social. 

Sin  embargo,  la  formulación  básica  servia  para  ser 
transformada  desde  el  punto  de  vista  de  las  clases  domi- 
nadas, lo  que  llevó  al  encuentro  con  el  pensamiento 


37 


marxista,  el  cual,  desde  mucho  antes  había  desarrollado 
el  pensamiento  social  desde  este  punto  de  vista.  La  for- 
mulación básica  mencionada  — propiedad  privada  cues- 
tionable con  exigencias  de  la  vida  incuestionables — apa- 
rece también  en  el  pensamiento  marxista,  lo  cual  facilita 
el  establecimiento  de  un  puente  ideológico  de  entendi- 
miento. Esto  fue  más  fácil  aún  por  el  hecho  de  que  el 
pensamiento  marxista  está  fuertemente  arraigado  en  la 
tradición  aristotélica  — Marx  es  bien  explícito  a este 
respecto — y por  tanto  era  factible  una  unión,  cuya  base 
común  fuera  la  afirmación  de  la  vida  humana  material 
como  última  instancia  de  la  vida  humana,  y el  derecho  a 
la  vida  concreta,  expresión  — en  términos  de  valores — 
de  aquella  necesidad  básica  de  toda  sociedad  humana. 
Pero,  ciertamente,  aquí  aparece  ya  un  pensamiento  cris- 
tiano, el  cual  se  ubica  definitivamente  fuera  del  espacio 
ideológico  de  la  democracia  cristiana. 

Percibimos,  por  tanto,  como  espacio  ideológico  de 
la  demócracia  cristiana,  la  afirmación  de  la  legitimación 
de  las  relaciones  capitalistas  de  producción,  la  conside- 
ración de  reformas  a condición  de  que  éstas  se  manten- 
gan dentro  de  las  estructuras  capitalistas  y la  visualiza- 
ción  de  la  oposición  socialista  en  términos  maniqueicos, 
como  ser,  el  levantamiento  en  contra  de  Dios  y la  natu- 
raleza y,  por  tanto,  como  intrínsecamente  perversa. 

En  comparación,  el  espacio  ideológico  de  la  social- 
democracia  es  bien  diferente,  a pesar  de  que  también  se 
circunscribe  al  ámbito  de  la  sociedad  burguesa.  Sin  em- 
bargo, es  muy  llamativo  que  en  la  ideología  socialde- 
mócrata  no  existe  nada  parecido  al  derecho  natural  de  la 
propiedad  privada.  En  la  tradición  socialdemócrata  no 


38 


se  afirma  directamente  la  legitimidad  de  la  propiedad 
capitalista.  Este  hecho  es  comprensible  por  razones  his- 
tóricas. La  socialdemocracia  es  un  movimiento  politico 
que  parte  de  la  organización  obrera  del  siglo  XIX,  la 
que  se  ve  influida  fuertemente  por  la  formación  marxis- 
ta.  Es  muy  difícil  que  una  clase  obrera  con  esa 
característica  acepte  la  legitimidad  a priori  y de  por  sí  de 
la  propiedad  privada. 

Pero  también  hay  razones  que  se  han  dado  sistemá- 
ticamente y que  mantienen  su  vigencia  en  la  actualidad. 
La  clase  obrera  se  organiza  en  contra  de  la  propiedad 
capitalista  y,  por  tanto,  tiene  intereses  que  chocan  direc- 
tamente con  los  intereses  del  capital.  Es  imposible,  en- 
tonces, que  ésta  encuentre  su  identidad  ideológica  preci- 
samente en  la  afirmación  a priori  de  la  legitimidad  de  in- 
tereses que  son  contrarios  a los  suyos,  es  decir,  de  la 
propiedad  capitalista.  Esto  no  tendría  sentido  indepen- 
dientemente del  hecho  de  que  se  acepte  o no  la  sociedad 
burguesa.  Por  ejemplo,  no  por  el  hecho  de  que  un  movi- 
miento obrero  surja  dentro  de  la  sociedad  burguesa  éste 
deberá  legitimar  el  sistema  capitalista.  El  principio  mis- 
mo de  la  legitimidad  de  la  sociedad  no  puede  ser  afirma- 
do sólo  a partir  de  la  legitimidad  de  la  propiedad.  Ni  Ge- 
orge  Meany  como  presidente  de  la  AFL/CIO  ha  podido 
hacerlo,  y él  no  es  ningún  socialdemócrata.  Si  afirmara 
directamente  la  legitimidad  de  la  propiedad  capitalista, 
relativizaría  a priori  todas  las  exigencias  de  la  lucha 
obrera. 

Esto  se  puede  generalizar.  Cualquier  movimiento 
social  busca  su  identidad  ideológica  y,  por  tanto,  la  legi- 
timidad de  sus  metas  en  el  contexto  de  sus  propios  inte- 


39 


reses,  vinculándolos  indirectamente  con  los  intereses  de 
otros  movimientos.  Pero  la  legimitidad  de  su  propia  ac- 
ción la  tiene  que  buscar  y afirmar  en  el  ámbito  de  la  ac- 
ción misma  y no  puede  buscarla  en  el  ámbito  de  la  ac- 
ción de  los  grupos  con  intereses  opuestos.  Por  ello,  la  le- 
gitimidad de  la  propiedad  capitalista  puede  formar  la 
identidad  ideológica  y,  por  tanto,  el  punto  de  partida  de 
la  legitimidad  de  la  sociedad  capitalista  sólo  para 
aquellos  grupos  cuyo  ámbito  de  acción  se  encuentra 
dentro  de  esta  propiedad.  Esto  explica  precisamente, 
por  qué  los  movimientos  democrátacristianos  fracasan 
constantemente  en  la  organización  obrera.  Afirmando 
el  derecho  natural  a la  propiedad  privada,  afirman  cons- 
tantemente la  legitimidad  de  los  intereses  en  contra  de 
los  cuales  se  dirige  la  lucha  obrera,  aunque  ésta  sea  pu- 
ramente reivindicativa. 

Es  por  esto  que  no  debe  sorprendernos  que  en  la 
línea  socialdemócrata  la  legitimidad  directa  se  presente 
en  el  proceso  de  reformas  necesario  para  asegurar  el  ni- 
vel de  vida  de  la  clase  obrera  y,  en  la  medida  que  la  so- 
cialdemocracia  se  abre  a otros  sectores,  también  amplía 
esta  legitimación  hasta  el  nivel  de  vida  de  ellos. 

La  ideología  socialdemócrata  no  parte  de  la  absolu- 
tización  de  valores  externos  al  hombre,  sino  de  la  afir- 
mación del  derecho  del  ser  humano  a su  vida  material  y 
concreta. 

Este  enfoque  tiene,  por  tanto  la  herencia  de  su  pa- 
sado marxista,  como  así  también  su  experiencia  diaria 
de  la  lucha  de  intereses.  Un  ejemplo  obvio  es  el  siguien- 
te: si  alguien  desea  tener  un  segundo  automóvil,  ésto  só- 


40 


lo  puede  justificarse  en  nombre  de  valores  absolutos  co- 
mo ser  la  iniciativa  privada,  la  propiedad,  la  verdad,  la 
patria  o Dios.  Si,  en  cambio,  este  alguien  está  en  los  ni- 
veles más  bajos  de  la  distribución  del  ingreso,  puede  jus- 
tificar la  lucha  por  sus  intereses  solamente  por  la  propa- 
gación del  derecho  de  cada  hombre  a satisfacer  sus  nece- 
sidades. Evidentemente,  la  ideología  socialdemócrata 
tiene  que  encuadrar  esta  afirmación  principal  de  una 
manera  tal  que  permita,  paralelamente,  la  afirmación  de 
la  sociedad  burguesa. 

Esta  vinculación  histórica  de  la  socialdemocracia 
con  la  sociedad  burguesa  se  logra  porque  los  socialde- 
mócratas  afirman  la  democracia  burguesa  como  el  ám- 
bito dentro  del  cual  trabajan  por  los  intereses  de  las  cla- 
ses más  postergadas,  partiendo  de  la  clase  obrera.  Esto 
tiene  una  explicación  histórica  que  radica  en  el  hecho  de 
que  en  el  capitalismo  europeo  encuentran  un  espacio 
económico  que  les  permite  realizar  las  reformas  que 
ellos  pretenden.  Por  tanto,  su  preocupación  será  la  de 
desarrollar  y profundizar  este  capitalismo,  obligándolo 
a la  vez  a conceder  a las  clases  más  portergadas  una  in- 
tegración social  creciente. 

Políticamente  esto  significaba  un  choque  con  la  de- 
mocracia burguesa  tradicional  y su  transformación  en  la 
actual  democracia  de  masas.  El  núcleo  de  este  choque  se 
formó  alrededor  del  derecho  de  asociación  como  de- 
recho cívico,  el  cual  la  democracia  burguesa  clásica 
había  negado.  La  confirmación  de  este  derecho  de  aso- 
ciación implicaba,  a la  vez,  la  lucha  por  el  derecho  de 
voto  universal  e igualitario.  La  democracia  burguesa 
clásica  ha  desconocido  siempre  este  derecho  y,  en  cam- 


41 


bio,  propugnó  por  el  derecho  de  voto  según  la  clase  so- 
cial a la  que  se  pertenecía  o,  como  en  el  caso  de  la  de- 
mocracia estadounidense,  la  división  de  la  sociedad  en 
hombres  libres  y esclavos,  concediendo  el  derecho  de 
voto,  obviamente,  sólo  a los  hombres  libres.  En 
EE.UU,  es  recién  después  de  la  II  Guerra  Mundial  que 
se  reconoce  el  derecho  al  voto  igualitario  y universal. 

El  derecho  de  asociación  — como  lo  defendieron  to- 
dos los  movimientos  obreros  del  siglo  XIX  en  Europa — 
es,  en  el  fondo,  el  derecho  a la  organización  sindical  y el 
derecho  de  huelga.  En  América  Latina  y EE.UU.,  se  da 
paralelamente  una  lucha  con  iguales  fines.  Se  trataba  de 
aquel  derecho  cívico  que  en  el  contexto  de  la  sociedad 
burguesa  permite  una  lucha  efectiva  por  los  intereses 
obreros.  Por  tanto,  con  el  derecho  de  asociación  como 
centro  de  su  interpretación  de  la  democracia  burguesa, 
la  socialdemocracia  se  transforma  — junto  con  la  propia 
sociedad  burguesa  y en  el  grado  en  el  cual  ésta  acepta  tal 
derecho  de  asociación — en  parte  integrante  de  esta  so- 
ciedad. Con  este  derecho  de  asociación  como  palanca, 
la  socialdemocracia  aparece  como  el  partido  político  re- 
formista dentro  de  la  sociedad  burguesa. 

La  libertad  política  es  vista,  por  tanto,  primordial- 
mente como  libertad  de  asociación,  y todos  los  derechos 
cívicos,  como  el  corolario  de  esta  libertad.  De  partido 
revolucionario  la  socialdemocracia  se  transforma  en 
partido  reformista. 

Ante  la  existencia  del  espacio  económico  necesario 
para  la  realización  de  las  reformas,  la  socialdemocracia 
pasa  de  la  legitimación  del  derecho  a la  vida  de  los  más 


42 


postergados  a la  afirmación  de  la  sociedad  burguesa, 
considerando  el  derecho  de  asociación  como  la  libertad 
esencial  de  la  democracia  burguesa.  Se  trata  nuevamen- 
te de  un  enjuiciamiento,  el  cual  es  contrario  a la 
ideología  demócratacristiana,  pues  pasa  de  la  legitima- 
ción de  la  propiedad  capitalista  y de  la  sociedad  bur- 
guesa, a la  afirmación  de  las  reformas  como  elemento 
esencial  de  la  democracia  burguesa. 

Sin  embargo,  la  inserción  socialdemócrata  conduce 
a una  relación  muy  especial  de  ésta  con  la  democracia 
burguesa.  Vista  ésta  a partir  del  derecho  de  asociación, 
su  preservación  es  vital  para  el  proyecto  socialdemócra- 
ta. Al  capitalismo  sin  derecho  de  asociación  y,  por  tan- 
to, sin  democracia  burguesa  como  la  socialdemocracia 
la  entiende,  se  la  considera  una  sociedad  ilegítima.  La 
socialdemocracia,  por  tanto,  se  transforma  en  el  pilar 
fundamental  de  la  democracia  burguesa  en  el  grado  en 
el  cual  ésta  incluye  el  derecho  de  asociación. 

Pero  es  exactamente  en  este  momento  cuando  la  de- 
mocracia burguesa  pierde  el  atractivo  para  la  propia 
burguesía.  Esta  nunca  fue  para  la  burguesía  la  única 
forma  de  organización  política,  excepto  en  los  centros 
del  poder  burgués;  pero  ahora  incluso  pierde  su  carácter 
exclusivo  para  estos  centros.  Para  dominar,  la  burguesía 
necesita  la  legitimación  de  la  propiedad,  con  o sin  de- 
mocracia burguesa.  Esta  no  es  vital  para  la  burguesía, 
sin  embargo,  sí  es  vital  para  la  socialdemocracia,  en  el 
grado  en  que  concede  la  libertad  de  asociación.  La 
burguesía  tiene  alternativas  a la  democracia  burguesa  y, 
durante  el  siglo  XX,  ha  recurrido  cada  vez  más  a tales 
alternativas:  fascismo,  dictaduras  militares,  Estados  de 


43 


Seguridad  Nacional,  etc.  Sin  embargo,  la  socialde- 
mocracia,  una  vez  insertada  en  la  sociedad  burguesa  y 
transformada  en  partido  reformista,  no  tiene  alternativa 
alguna.  O logra  mantener  la  libertad  de  asociación  junto 
con  la  democracia  burguesa,  o de  lo  contrario,  perece. 

El  resultado  es  curioso:  para  la  socialdemocracia  la 
democracia  burguesa  llega  a ser  esencia  de  la  sociedad 
burguesa  y lucha  por  ella  con  todas  sus  fuerzas.  Pero  no 
lucha  directamente  por  el  poder  burgués  aunque,  indi- 
rectamente, a través  de  su  lucha  por  la  democracia  bur- 
guesa lo  refuerce.  El  poder  burgués,  en  cambio,  puede 
prescindir  perfectamente  de  la  democracia  burguesa  de- 
fendida por  la  socialdemocracia.  Puede  hacerlo  buscan- 
do alternativas  de  poder,  o bien  tratando  de  eliminar 
nuevamente  de  la  democracia  burguesa  la  libertad  de 
asociación.  Muchas  veces  combina  lo  uno  con  lo  otro, 
utilizando  las  dictaduras  militares  para  la  destrucción  de 
las  organizáciones  populares  y sus  instrumentos  de 
lucha,  para  pasar,  posteriormente,  a una  democracia 
burguesa  sin  libertad  de  asociación  o bien  con  organiza- 
ciones tan  debilitadas  que  ya  no  cuentan  en  la  lucha  de  I 
intereses. 

No  hay  duda  de  que  la  ideología  de  la  Escuela  de 
Chicago  de  Milton  Friedman  y también  la  del  FMI,  es- 
tán orientadas  precisamente  en  este  sentido  y se  en- 
cuentran, por  tanto,  en  una  completa  contradicción  con 
el  espacio  ideológico  de  la  socialdemocracia. 

Pero  de  hecho,  la  inserción  de  la  socialdemocracia 
en  la  sociedad  burguesa  es  muy  precaria.  Como  movi- 
miento reformista  apoyado  en  una  constitución  política 


44 


centrada  en  la  libertad  de  asociación,  el  espacio  ideoló- 
gico de  la  socialdemocracia  no  posee  un  límite  intrínseco 
que  delimite  las  posibles  reformas  al  marco  de  las  rela- 
ciones capitalistas  de  producción.  En  términos  forma- 
les, la  socialdemocracia  sólo  puede  determinar  el  límite 
siguiente:  continuar  el  proceso  de  reformas  en  una  línea 
que  no  socave  la  libertad  de  asociación  la  cual  es  el  prin- 
cipal instrumento  de  la  política  reformista.  Pero  esta  de- 
limitación evita,  precisamente,  el  poder  definir  abierta- 
mente como  burgués  a dicho  movimiento. 

Esto  explica  por  qué  la  burguesía  ve  con  mucho  re- 
celo a la  socialdemocracia,  a pesar  de  la  colaboración 
existente  con  ella. 

A esto  hay  que  añadir  un  elemento  objetivo.  Un 
movimiento  reformista  sólo  puede  interpretar  el  senti- 
miento de  las  masas  populares  si  tiene  éxito  en  sus  refor- 
mas. Pero  sólo  puede  tener  éxito  si  la  situación  y la 
estructura  económica  le  permite  una  posibilidad  real  de 
llevar  a cabo  las  reformas.  Por  ello,  ante  los  cambios 
producidos  en  la  situación  económica,  cambian  también 
las  posibilidades  de  acción  de  los  movimientos  reformis- 
tas. De  esta  manera,  si  la  tendencia  de  la  acumulación 
del  capital  se  orienta  a la  concentración  del  ingreso,  es 
decir,  en  momentos  de  crisis  económicas  profundas,  el 
espacio  real  para  las  reformas  se  estrecha  o bien,  los  re- 
alizados anteriormente  son  anulados.  Pero,  paradójica- 
mente, estos  son  precisamente  los  momentos  en  los 
cuales  la  necesidad  de  reformas  se  hace  más  urgente. 
Por  tanto,  se  presenta  una  contradicción  entre  la  acu- 
mulación de  capital  y la  dinámica  propia  del  movimien- 
to reformista.  Para  mantenerse  dentro  de  los  marcos  de 


45 


la  sociedad  burguesa  tiene  que  retroceder  en  sus  planes, 
pero  por  la  presión  interna  tiene  que  .ir  hacia  adelante. 

Aparecen  constantemente,  por  tanto,  distintas 
corrientes  dentro  de  la  socialdemocracia,  quienes 
— siguiendo  la  lógica  de  las  reformas — tienden  a ir  más 
allá  del  límite  establecido  por  las  relaciones  capitalistas 
de  producción.  Esto  se  da  generalmente  ante  la  presen- 
cia del  desempleo  masivo,  el  cual  la  sociedad  burguesa 
tiene  muy  pocas  posibilidades  de  solucionarlo.  Por  tan- 
to, siguiendo  la  propia  lógica  de  las  reformas,  surgen 
dentro  de  la  socialdemocracia  corrientes  que  llegan  a 
cuestionar  al  mismo  sistema  capitalista.  La  propia 
orientación  reformista  del  movimiento  crea  constante-- 
mente  la  subversión  interna,  al  estar  inserto  en  la  so- 
ciedad burguesa.  Estas  corrientes  suelen  ser  de  orienta- 
ción ma'rxista.  Sin  embargo,  no  cuestionan  la  sociedad 
burguesa  porque  sean  marxistas,  sino  que,  más  bien,  se  i 
hacen  marxistas  porque  en  este  pensamiento  encuentran  i 
la  posibilidad  de  reflexionar  acerca  de  su  cuestionamien- 
to  de  la  sociedad  burguesa. 

Desde  este  punto  de  vista  podemos  interpretar  la  vi- 
sión de  los  movimientos  socialistas  que  la  socialde- 
mocracia desarrolla.  Tendencialmente,  la  socialde- ! 
mocracia  en  todas  partes  es  anticomunista.  Sin  embar- , 
go,  no  es  antisocialista  de  por  sí,  debido  tanto  a razones  i 
históricas  como  también  al  hecho  de  no  realizar  — en 
cuanto  a su  espacio  ideológico  se  refiere — una  legitima- 
ción intrínseca  de  la  sociedad  burguesa. 

Si  bien  no  es  un  movimiento  socialista  y muchas  ve- 
ces, por  el  contrario,  se  enfrenta  con  los  que  sí  lo  son, 


46 


tampoco  considera  el  socialismo  como  “intrínsecamen- 
te perverso”  o como  enemigo  de  Dios  y de  la  naturaleza. 
El  conflicto  entre  socialdemocracia  y movimiento  so- 
cialista — desde  el  punto  de  vista  socialdemócrata — no 
es  considerado  en  términos  maniqueos  como  un  conflic- 
to entre  Dios  y el  diablo  sino,  efectivamente,  como 
conflicto  político.  Eso  puede  apreciarse  en  su  propio  an- 
ticomunismo, el  cual  no  presenta  los  grados  de  odiosi- 
dad que  la  democracia  cristiana  suele  desarrollar.  La  so- 
cialdemocracia no  interpreta  este  conflicto 
metafísicamente,  sino  políticamente,  lo  que  — en  deter- 
minadas circunstancias — posibilita  la  colaboración  con 
los  movimientos  socialistas. 

Podemos  ilustrar  lo  dicho  anteriormente  con  la  si- 
guiente cita  de  Willy  Brandt,  presidente  de  la  Interna- 
cional Socialdemócrata: 

“Si  tratamos  a los  pueblos  del  Tercer  Mundo  en  la 
forma  como  los  viejos  capitalistas  de  mentalidad 
estrecha  trataban  a sus  obreros,  en  ese  caso 
tendremos  un  choque  entre  las  naciones  hambrien- 
tas y las  bien  nutridas,  un  choque  que  podría  ir  tan 
lejos  como  una  guerra”5. 

Esta  cita  se  asemeja  a un  resumen  de  nuestra  argu- 
mentación. El  autor  se  ubica  dentro  de  la  sociedad  bur- 
guesa y no  la  cuestiona.  Sin  embargo,  refiriéndose  a los 
conflictos  sociales,  la  legitimidad  se  presenta  del  lado  de 
los  postergados,  es  decir,  del  lado  de  los  obreros  enfren- 
tados con  “los  capitalistas  de  mentalidad  estrecha”  y al 
lado  de  las  naciones  hambrientas  enfrentadas  con  las  bien 
nutridas.  Del  mismo  texto  se  puede  inferir  un  paso 


47 


más.  Si  estos  grupos  postergados  no  pueden  liberarse  sin 
salirse  de  la  sociedad  burguesa,  la  responsabilidad  la  tiene 
la  misma  sociedad  burguesa.  No  cabe,  por  tanto,  una 
imagen  del  socialismo  como  “intrínsecamente 
perverso” , sin  volcar  esta  misma  imagen  sobre  los  capita- 
listas, quienes  tampoco  lo  son. 

Si  bien  esta  cita  es  sólo  para  ilustrar  nuestra  interpre- 
tación del  espacio  ideológico  de  la  socialdemocracia  y no 
para  comprobarla,  sin  embargo  nos  presenta  las  coorde- 
nadas principales  de  esa  posición. 

Esta  visión  de  la  democracia  burguesa  a partir  de  la 
libertad  de  asociación  (organización  sindical  y derecho 
de  huelga)  es  específicamente  distinta  de  la  otra,  que  in- 
terpreta la  democracia  burguesa  a partir  de  la  libertad 
de  opinión,  que  descubrimos  en  el  discurso  demócra- 
tacristiano.  La  libertad  de  asociación  es  un  instrumento 
de  cambio,  la  libertad  de  opinión  un  instrumento  de  in- 
terpretación. La  libertad  de  asociación  cae  en  el  campo 
práctico-político,  la  libertad  de  opinión  en  el  campo 
propagandístico-político.  La  libertad  de  asociación  no 
se  puede  desvincular  por  completo  de  la  libertad  sobre 
opciones  sociales,  y por  lo  tanto,  de  la  libertad  de  ir  más 
allá  de  la  sociedad  burguesa,  aunque  sus  portadores  ni 
lo  sepan  ni  lo  digan.  La  libertad  de  opinión  es  fácilmen- 
te desvinculable  de  la  libertad  de  opción,  y perfectamen- 
te compatible  con  la  dogmatización  más  absoluta  de  las 
relaciones  capitalistas  de  producción,  pues  si  de  las  opi- 
niones se  derivan  acciones  contrarias  a la  sociedad  bur- 
guesa — dogmatizada  a priori  y considerada  como  la 
esencia  de  cualquier  libertad — puede  suspenderse  la  li- 
bertad de  opinión  en  nombre  de  la  misma  libertad  de 


48 


opinión  con  el  fin  de  defender  la  sociedad  burguesa  a se- 
cas — sin  democracia  burguesa — aduciendo  el  famoso 
slogan  burgués:  “ninguna  libertad  para  los  enemigos  de 
la  libertad”. 

Esta  misma  maniobra  no  es  posible  partiendo  de  la 
libertad  de  asociación.  Aunque  se  la  puede  restringir 
cuando  se  actúa  contra  los  movimientos  socialistas,  esto 
no  conduce  a la  imposición  de  una  sociedad  burguesa  a 
secas  que  prescinda  de  la  democracia  burguesa.  La  so- 
cialdemocracia  no  presenta  tal  esquema,  pues  la  imposi- 
ción a secas  de  la  sociedad  burguesa  implica  la  anula- 
ción de  la  libertad  de  asociación  y,  por  tanto,  la  desapa- 
rición de  la  socialdemocracia  misma.  Por  otro  lado,  la 
restricción  de  la  libertad  de  asociación  en  contra  de  los 
movimientos  socialistas  tiene  su  límite  intrínseco  en  el 
hecho  de  que  a partir  de  los  movimientos  socialde- 
mocrátas  se  generan  y regeneran  constantemente  movi- 
mientos socialistas.  Por  ello  el  slogan:  “ninguna  liber- 
tad para  los  enemigos  de  la  libertad”,  penetra  muy  poco 
en  la  socialdemocracia,  teniendo  sólo  vigencia  en  la  mis- 
ma burguesía. 

Anteriormente  mencionamos  las  dificultades  que  se 
presentan  al  buscar  interpretar  los  movimientos  social- 
demócratas  del  continente  latinoamericano.  Estos  no 
han  desarrollado  necesariamente  un  espacio  ideológico 
análogo  al  de  la  socialdemocracia  europea.  Hay  incluso 
movimientos  denominados  socialdemócratas  que  ope- 
ran con  una  ideología  contraria  a la  ya  analizada. 
Ejemplo  de  esto  último  es  el  Movimiento  Democrático 
Nicaragüense  (MDN)  de  Alfonso  Robelo  Callejas.  Para 
efecto  de  nuestro  análisis  diremos  que,  por  ejemplo,  su 


49 


discurso  programático  del  10  de  mayo  1980  en  Mati- 
guás,  Matagalpa,  comparte  perfectamente  el  espacio 
ideológico  demócratacristiano  y ni  siquiera  se  asemeja 
al  lenguaje  socialdemócrata.  Parece  más  bien  una  copia 
de  los  discursos  demócratacristianos  chilenos  de  los 
años  1972-73. 

En  cambio,  los  movimientos  socialdemócratas  de 
origen  populista  se  desarrollaron  más  análogamente  con 
la  ideología  socialdemócrata  europea  y,  por  tanto,  se 
han  enfrentado  con  problemas  semejantes.  Una  vez  em- 
barcados en  el  proceso  de  reformas,  fueron  llevados  a 
interpretar  la  democracia  burguesa  a partir  de  la  liber- 
tad de  asociación.  Al  promover  la  organización  obrera 
tenían  que  evitar,  al  mismo  tiempo,  una  legitimación 
explícita  de  la  propiedad  privada  y,  enfrentados  con  los 
límites  impuestos  a las  reformas  por  las  relaciones  capi- 
talistas de  producción,  se  desarrollaron  en  su  interior 
corrientes  que  los  empujaron  más  allá  de  estos  límites6. 

Estos  procesos  se  dieron  en  el  Peronismo  argenti- 
no, en  Acción  Popular  Venezolana,  en  el  PRI  mexicano, 
en  el  APRA  peruano  y hasta  en  el  Partido  Liberación 
Nacional  costarricense.  Si  se  lo  quiere  ubicar  en  este 
contexto,  también  se  lo  puede  encontrar  al  Partido  So- 
cialista chileno.  Estos  partidos  surgen  de  una  lógica 
intrínseca  a los  partidos  reformistas  en  cuanto  que  in- 
tegran la  organización  de  la  clase  obrera,  y se  deben  a 
los  problemas  específicos  con  los  cuales  tales  movimien- 
tos se  encuentran.  Por  eso  aparecen  espontáneamente 
en  los  lugares  más  diversos.  Surgen  en  los  lugares  y mo- 
mentos en  los  cuales  el  espacio  real  para  las  reformas, 
dejado  por  la  sociedad  burguesa,  es  suficientemente 


grande,  y chocan  con  el  poder  burgués  cuando  este  espa- 
cio se  restringe,  sin  que  desemboquen,  necesariamente, 
en  movimientos  revolucionarios.  Sin  embargo,  no  es  im- 
posible que  esto  ocurra,  mientras  que  dentro  del  espacio 
ideológico  de  la  democracia  cristiana  esta  posibilidad  es 
excluida  a priori. 

Entre  los  movimientos  socialdemócratas  latino- 
americanos mencionados,  probablemente  el  APRA  es  el 
que  más  se  acerca  a lo  que  analizamos  como  el  espacio 
ideológico  socialdemócrata.  Ya  en  su  fundación  por  Ha- 
ya de  la  Torre  en  los  años  20  está  presente  un  marxismo 
eclecticista,  y el  hecho  de  su  marginación  constante 
del  ejercicio  del  poder  gubernamental  debido  a que  éste 
fue  ejercido  por  el  ejército  peruano,  lo  llevó  a con- 
centrarse desde  sus  orígenes  a la  organización  popular, 
como  por  ejemplo,  a nivel  de  sindicatos  obreros,  artesa- 
nos, organizaciones  municipales,  centros  sociales  comu- 
nales, etc.,  contando  a la  vez  con  un  ala  significativa  de 
la  clase  media.  Toda  su  historia  también  demuestra  una 
constante  generación  de  corrientes  socialistas,  las  cuales 
aparecen  como  fracciones  en  el  interior  del  movimiento 
o bien  como  escisiones. 

Otros  movimientos  socialdemócratas  de  América 
Latina  se  distinguen  en  mayor  grado  del  tipo  descrito, 
aunque  según  nuestra  opinión  aún  siguen  vinculados  a 
él.  Otros,  en  cambio,  como  el  ya  mencionado  Movi- 
miento Democrático  Nicaragüense  (MDN)  caen  total- 
mente fuera  del  tipo  descrito,  incribiéndose  ideológica- 
mente — a pesar  de  su  autodenominación  como 
socialdemócrata — en  el  tipo  de  espacio  ideológico  que 
derivamos  de  la  ideología  demócratacristiana. 


51 


Esto  nos  permite  volver  sobre  la  comparación  entre 
los  espacios  ideológicos  de  la  socialdemocracia  y de  la 
democracia  cristiana.  Encontrándose  los  dos  circunscri- 
tos al  ámbito  de  la  sociedad  burguesa,  su  relación  con 
ella  es  especificamente  diferente,  si  partimos  del  concep- 
to básico  de  legitimidad.  Esto  se  ve  claramente  en  los 
momentos  de  crisis  de  la  sociedad  burguesa.  En  tales  cri- 
sis el  poder  burgués  se  desvincula  de  la  democracia  bur- 
guesa y ésta  es  sustituida  ya  sea  revolucionariamente  por 
el  movimiento  socialista,  o bien,  por  grupos  extremistas 
que  ejercen  el  poder  político  a partir  de  la  legitimación 
de  la  propiedad  privada  y de  las  relaciones  capitalistas 
de  producción.  En  este  caso  se  trata  de  extremismos 
políticos  aliados  con  la  burguesía,  que  pueden  ser  tanto 
fascistas  como  también  militaristas. 

En  tales  momentos  la  burguesía  generalmente  cho- 
ca con  la  socialdemocracia  y,  por  el  contrario,  se  apoya 
en  la  democracia  cristiana.  Hay  suficientes  casos  históri- 
cos para  poder  considerar  este  comportamiento  como 
una  regla  general.  Así  ocurrió  en  Alemania  en  la  toma 
del  poder  por  los  nazis.  En  la  votación  decisiva  del 
parlamento  del  30  de  enero  1933  los  partidos  católicos 
de  entonces  decidieron,  en  su  mayoría,  en  favor  del 
nombramiento  de  Hitler  como  canciller  con  poderes  es- 
peciales, lo  que  dio  no  solamente  legitimidad,  sino  tam- 
bién la  legalidad  para  la  asunción  del  gobierno  por  el 
movimiento  nazi.  El  partido  socialdemócrata  se  negó  y 
fue,  por  tanto,  desde  el  comienzo  junto  con  el  partido 
comunista,  el  principal  objetivo  de  la  persecución 
política.  En  Italia  fue  el  Vaticano  mismo  quien  efectuó 
directamente  la  legitimación  del  fascismo  de  Mussolini. 
En  España  nuevamente  son  los  partidos  católicos 


52 


quienes  están  del  lado  de  Franco,  combatiendo  los  so- 
cialdemócratas  del  lado  de  la  República  Española. 

Esta  situación  se  repite  en  los  años  setenta  en  Amé- 
rica Latina.  Con  las  fallas  crecientes  del  reformismo 
burgués,  en  los  años  60  aparecen  movimientos  sociales 
en  Chile,  Uruguay  y Argentina,  que  en  términos  de  la 
propia  democracia  burguesa  llevan  su  política  reformis- 
ta más  allá  del  marco  impuesto  por  las  relaciones  capita- 
listas de  producción.  En  ese  momento  el  poder  burgués 
abandona  sus  tradiciones  de  democracia  burguesa  de- 
fendiendo ahora  su  dominación  en  términos  represivos 
y terroristas. 

La  democracia  cristiana  chilena  demostró  rápida- 
mente que  tiene  el  espacio  ideológico  como  para  seguir 
estos  pasos  de  la  burguesía.  Con  excepción  de  algunas 
personas  honestas,  la  gran  mayoría  de  los  demócra- 
tacristianos  chilenos  es  llevada  — dentro  de  los  cánones 
de  su  propia  doctrina — hacia  la  ultraderecha,  lo  cual  la 
lleva  finalmente  al  poder,  cuando  presta  el  22  de  agosto 
1973  sus  votos  al  llamado  del  parlamento  al  gobierno 
militar. 

Los  socialdemócratas,  en  cambio,  se  encuentran 
apoyando  el  gobierno  popular  de  Allende  y sufren  con 
él  las  consecuencias.  Una  situación  similar  se  vuelve  a 
plantear  en  El  Salvador  en  1980,  donde  la  democracia 
cristiana  se  une  al  terrorismo  militar. 

Estos  partidos  católicos  o demócratacristianos  no 
son  necesariamente  ellos  mismos  los  portadores  de  la 
ideología  de  ultraderecha.  Generalmente  no  lo  son.  Más 


53 


bien  llevan  a la  ultraderecha  al  poder.  Ellos  consideran 
la  ultraderecha  como  la  portadora  de  las  más  altas  liber- 
tades, pues  no  pueden  concebir  la  libertad  humana 
fuera  del  ámbito  de  la  propiedad  privada.  Después  la 
acusan  de  traición  y llegan  a compartir  la  suerte  de  los 
perseguidos,  cuya  persecución  ellos  mismos  hicieron  po- 
sible. Varias  veces  se  han  transformado  ellos  mismos  en 
perseguidos,  aunque  — valga  la  aclaración — en  perse-  • 
guidos  de  primera  clase. 

Es  importante  destacar,  que  tal  orientación  de  la 
democracia  cristiana  hacia  la  ultraderecha  no  se  produ- 
ce sin  conflictos  internos.  En  Chile  provocó  varias  divi- 
siones del  PDC  y lo  mismo  ocurrió  en  El  Salvador.  Lo 
que  nos  interesa  destacar,  es  que  el  espacio  ideológico  en 
el  cual  la  democracia  cristiana  se  mueve  permite  tal 
orientación  sin  ruptura.  La  ideología  demócratacris- 
tiana  no  tiene  principios  que  puedan  bloquear  tales  ten- 
dencias, sino  que,  al  contrario,  esta  prevista  para  esta 
posibilidad.  Para  romper  en  tales  situaciones  con  la  ten- 
dencia hacia  la  ultraderecha  hay  que  romper  con  el  pro- 
pio espacio  ideológico  de  la  democracia  cristiana.  Lo 
contrario,  precisamente,  ocurre  en  el  caso  de  la  socialde- 
mocracia.  No  tiene  un  espacio  ideológico  preparado  pa- 
ra seguir  en  tales  circunstancias  a la  ultraderecha.  Por 
ello,  tiene  más  facilidad  para  resistir. 

En  los  dos  casos  analizados  — el  de  la  socialde- 
mocracia  y de  la  democracia  cristiana — se  trata  de  mo- 
vimientos políticos  que  se  insertan  en  la  sociedad  bur- 
guesa. Pero  también  en  los  dos  casos  se  trata  de  movi- 
mientos que  no  son  simplemente  movimientos  de  la 
burguesía.  La  burguesía  misma  se  mueve  en  un  espacio 


54 


m ideológico  diferente  — aunque  no  contrario — y sostiene 
r.  por  tanto  sus  propios  movimientos.  Sin  embargo,  resul- 
¡a  ta  también  que  la  democracia  cristiana  es  mucho  más 
la  cercana  a movimientos  de  la  propia  burguesía  de  lo  que 
ts  lo  es  la  socialdemocracia.  Solamente  en  el  caso  alemán 
> la  burguesía  renunció  a la  fundación  de  un  partido 
:n  político  propio,  integrándose  en  la  democracia  cris- 
is tiana. 


la 

i-  NOTAS 

i- 

o 

^ 1 . En  esta  visión,  la  especificidad  de  los  autores  que  crean  los  antece- 

dentes en  base  a los  cuales  se  formulan  tales  espacios,  es  secunda- 
5-  ria.  Los  espacios  ideológicos  como  habitat  están  objetivamente  da- 
1-  dos  junto  con  la  estructura  social  en  la  cual  se  insertan.  Un  análisis 
análogo  al  presentado  aquí  sobre  la  socialdemocracia  y la  de- 
mocracia cristiana  lo  presentamos  sobre  el  empresario  burgués  en: 
Franz  J.  Hinkelammert:  “Las  raices  económicas  de  la  idolatría:  la 
metafísica  del  empresario  ”,  en  La  lucha  de  los  Dioses,  colección 
DEI,  San  José,  Costa  Rica,  1980.  Ver  también  para  un  análisis  de 
>.  tipos  de  ideología:  Hugo  Assmann  (ed .):  Cárter  y la  Lógica  del  Im- 
perialismo. Colección  DEI-EDUCA,  San  José,  Costa  Rica  1978. 
Especialmente  la  Introducción  de  Hugo  Assmann  y el  artículo  de 
Franz  J.  Hinkelammert,  “El  Credo  Económico  de  la  Comisión 
Trilátera!”,  p.  203-234,  Tomo  I.  Para  la  base  teórica  ver:  Franz  J. 
Hinkelammert.  Ideologías  de  Desarrollo  y Dialéctica  de  la  Histo- 
ria. Ediciones  Nueva  Universidad.  Ed.  Paidós,  Buenos  Aires, 
1979. 

2.  Berger/Luckman:  La  construcción  social  de  la  realidad.  Editorial 
Amorrortu,  Buenos  Aires. 

3.  Una  exposición  de  este  tipo  de  doctrina  se  encuentra  en  Pierre  Bi- 
gó.  Doctrina  Social  de  la  Iglesia.  Búsqueda  y Diálogo.  Barcelona, 
Editorial  Herder,  1967.  Una  crítica  de  esta  exposición  en:  Franz  J. 


55 


Hinkelammert,  Las  armas  ideológicas  de  la  muerte,  Colección 
DEI-EDUCA,  p.  125-151,  San  José,  Costa  Rica  1977. 

4.  Una  exposición  y crítica  extensa  de  esa  posición  referida  a Claudio 
Orrego  Vicuña,  ideólogo  del  PDC  chilleno,  en:  Franz  J.  Hinke- 
lammert, “El  dios  mortal:  Lucifer  y la^Bestia.  La  legimitación  de 
la  dominación  en  la  tradición  cristiana”,  en:  Capitalismo 
Violencia  y Antivida.  Colección  DEI-EDUCA  Sán  José,  Costa  Ri- 
ca 1978.  En  especial  p.  265-303.  Un  caso  ejemplar  de  este  tipo  de 
discurso  es  el  discurso  programático  de  Alfonso  Robelo  Callejas, 
dirigente  del  Movimiento  Democrático  Nicaragüense  (MDN)  pro- 
nunciado el  10  de  mayo  1980  en  Matiguás,  Matagalpa.  Aunque 
Robelo  se  presente  como  socialdemócrata,  su  discurso  está  clara- 
mente delimitado  en  el  espacio  ideológico  demócratacristiano. 

5.  Según  Newsweek  del  12  de  diciembre  1977.  Citado  por  H.  Ass- 
mann  (ed),  en  Cárter  y la  Lógica  del  imperialismo,  tomo  I.  p.  170. 
Ver  allí  Hugo  Assmann,  “El  Plan  Willy  Brandt  para  el  Tercer 
Mundo”,  p.  169-170. 

6.  Ver  Carlos  Vilas,  “El  Populismo  como  estrategia  de  acumulación: 
América  Latina”.  En:  Revista  Centroamericana  de  Economía. 
UNAH,  Tegucigalpa,  N°  1,  1979,  p.54-87. 


56 


LA  SOCIALDEMOCRACIA 
EN  AMERICA  LATINA 


Un  papel  creciente,  pero  objetivos  limitados 

James  F.  Petras 


Durante  los  últimos  años,  las  actividades  de  los 
partidos  socialdemócratas  europeos  y de  la  Interna- 
cional Socialista  se  han  multiplicado  en  América  Latina. 
Conferencias,  encuentros,  contactos  con  los  dirigentes 
de  partidos  hermanos  o susceptibles  de  llegar  a serlo, 
han  ido  a la  par  con  el  financiamiento  de  investiga- 
ciones, de  programas  de  formación  de  cuadros,  de  orga- 
nización de  estructuras  políticas  e incluso  de  lucha 
guerrillera  (en  Nicaragua).  Resultaría  difícil  encontrar 
un  país  latinoamericano  en  el  que  no  exista  al  menos  un 
partido  (y,  en  algunos  casos,  dos  o más)  o un  movimien- 
to asociado  o en  contacto  con  la  socialdemocracia  euro- 
pea. A través  del  canal  de  los  partidos  o de  instituciones 
como  la  Fundación  Friedrich  Ebert,  los  socialdemócratas 
europeos  han  constituido  una  base  sólida  y en  constante 
desarrollo  entre  los  partidos  nacionalistas,  populistas  o 
con  base  obrera. 

La  más  importante  base  de  operaciones  de  la  Fun- 
dación Friedrich  Ebert  en  América  latina  es  el  CEDAL 


57 


(Centro  de  Estudios  Democráticos  sobre  América  Lati- 
na), lugar  de  conferencias  y de  cursos,  situado  a veinte 
minutos  de  la  capital  de  Costa  Rica.  “La  Catalina”,  co- 
mo la  llaman  familiarmente,  realiza  regularmente  semi- 
narios regionales  de  formación  de  dirigentes  de  la  juven- 
tud y de  preparación  para  campañas  electorales, 
reuniones  de  grupos  de  trabajo  y encuentros  políticos. 
No  obstante,  la  influencia  ideológica  de  la  socialde- 
mocracia  se  extiende  mucho  más  allá  de  los  partidos  afi- 
liados, como  lo  demuestra  el  hecho  de  que,  en  muchas 
de  sus  declaraciones,  los  dirigentes  e intelectuales  latino- 
americanos ponen  nuevamente  el  acento  sobre  las  coali- 
ciones de  frente  popular  y las  teorías  de  la  revolución 
por  etapas  y de  la  democracia  sin  clases. 

La  penetración  lograda  por  la  socialdemocracia  se 
manifiesta  en  el  hecho  de  que  al  menos  dos  gobiernos 
(los  de  la  República  Dominicana  y de  Jamaica)  le 
muestran  obediencia;  y que  en  otros  dos  casos  (El  Salva- 
dor y Nicaragua)  algunos  de  sus  miembros  han  partici- 
pado en  juntas  de  gobierno  de  coalición.  Dispone  de  un 
fuerte  arraigo  en  Venezuela  donde,  hasta  el  año  pasado, 
estaba  en  el  poder  con  el  presidente  Carlos  Andrés  Pé- 
rez, y donde  controla  todavía  el  aparato  de  la  principal 
central  sindical,  la  CTV  (Confederación  de  Trabajado- 
res de  Venezuela).  Aumenta  su  influencia  en  Bolivia 
gracias  al  MIR  (Movimiento  de  la  Izquierda  Revolu- 
cionaria) y en  Brasil  con  el  PTB  (Partido  “Travallista” 
Brasileño. 

Muchos  de  estos  vínculos  se  anudaron  durante  el 
largo  período  de  exilio  que  conocieron  numerosos  diri- 
gentes latinoamericanos.  Al  huir  de  la  escalada  represi- 


58 


va  de  las  dictaduras,  encontraron  refugio  junto  a los  so- 
cialdemócratas  europeos.  Más  de  cuatrocientos  refu- 
giados políticos  del  subcontinente,  la  mayoría  de  los 
cuales  pertenece  a partidos  de  izquierda,  se  benefician 
de  becas  del  Fondo  Internacional  de  Intercambios  Uni- 
versitarios (FIIU),  con  sede  en  Ginebra.  El  grueso  del  fi- 
nanciamiento  del  programa  latinoamericano  del  FIIU 
proviene  de  gobiernos  de  Europa  Occidental.  El  FIIU 
está  muy  próximo  a las  estructuras  de  la  Internacional 
Socialista  (IS),  particularmente  en  Inglaterra,  en  Suecia 
y en  Alemania.  Algunos  de  esos  latinoamericanos  se  han 
convencido  de  que  la  vía  de  su  futuro  es  la  de  la  evolu- 
ción y no  la  de  la  revolución.  La  socialdemocracia  brin- 
da una  buena  acogida  a movimientos  que  se  proponen 
objetivos  “socialistas”,  critican  al  imperialismo  y a las 
intervenciones  de  Estados  Unidos,  se  oponen  a las  dicta- 
duras de  extrema  derecha  que  hacen  estragos  en  el  he- 
misferio, acogida  que  les  evita  ser  catalogados  como 
agentes  de  la  subversión  comunista.  Ser  al  mismo  tiem- 
po un  opositor  de  izquierda  y beneficiarse  con  una  legi- 
timidad occidental,  he  ahí  la  fórmula  que  permitiría  a 
los  exiliados  volver  a sus  países.  El  hecho  de  pertenecer 
a la  IS  daría  a los  opositores  latinoamericanos  la  posibi- 
lidad de  recurrir  al  apoyo  europeo  en  los  períodos 
críticos;  la  amenaza  de  sanciones  económicas,  las  pre- 
siones diplomáticas  y las  campañas  de  aislamiento 
político  llevadas  a cabo  por  los  gobiernos  o los  partidos 
socialdemócratas,  podrían  impedir  que  la  represión  se 
abatiera  sobre  ellos.  Recursos  económicos,  legitimidad 
política  y apoyo  orgánico,  fueron  factores  principales 
en  la  revitalización  de  la  socialdemocracia  en  América 
Latina. 


59 


¿Por  qué  la  socialdemocracia  europea  ha  tomado 
un  interés  creciente  y profundo  por  esta  región?  Duran- 
te los  últimos  años,  Europa  y Japón  han  logrado  una 
penetración  significativa  en  esta  esfera  de  influencia  de 
Estados  Unidos,  suplantando  a este  último  como  princi- 
pal interlocutor  comercial  de  Brasil,  de  Argentina,  de 
Paraguay  y de  Uruguay,  superándolo  incluso  en  el  volu- 
men de  las  mercaderías  importadas  de  Chile,  de  El  Sal- 
vador, de  Nicaragua  y del  Perú.  Entre  1953  y 1976,  la 
diferencia  en  porcentaje  entre  el  comercio  de  América 
Latina  con  Estados  Unidos,  por  una  parte,  y el  de  Euro- 
pa y Japón  juntos,  por  otra,  bajó  de  17%  a 9%.  Se 
puede  detectar  la  misma  tendencia  en  materia  de  inver- 
siones. 

Parece  difícil  escapar  a la  conclusión  de  que  la  ban- 
dera rosada  de  la  socialdemocracia  abre  el  camino  al 
marco  verde  del  capital  alemán.  Hubo  también  otro  fac- 
tor que  provocó  el  avance  de  la  Europa  socialdemócrata 
hacia  el  Tercer  Mundo;  después  de  la  crisis  del  petróleo  de 
1973,  el  Viejo  Continente  se  vio  obligado  a reconocer 
que  depende  del  Tercer  Mundo,  para  su  abastecimiento 
de  materias  primas.  Las  iniciativas  de  la  IS  para  mejorar 
las  relaciones  con  el  Tercer  Mundo  se  deben  en  gran  par- 
te a Willy  Brandt,  después  de  que  éste  renunció  a sus 
funciones  de  canciller  en  mayo  de  1974. 

Las  cartas  de  triunfo  de  Europa 

El  crecimiento  de  la  influencia  europea  en  algunas 
partes  de  América  Latina  es  una  de  las  características  de 
los  últimos  años.  Las  inversiones  y las  relaciones  comer 
cíales  en  gran  escala  y a largo  plazo  requieren  relaciones 


60 


de  trabajo  estrechas  con  los  dirigentes  gubernamentales 
y no  gubernamentales  para  favorecer  la  firma  de  contra- 
tos y de  acuerdos  sobre  patentes,  sistema  impositivo  y 
mano  de  obra.  Los  europeos  no  se  han  sentido  nunca  to- 
talmente a gusto  con  los  regímenes  militares  en  el  poder, 
aunque  hayan  establecido  con  ellos  excelentes  rela- 
ciones, por  varias  razones: 

1)  Los  militares  están  generalmente  ligados  desde 
mucho  tiempo  a los  intereses  financieros  norteamerica- 
nos y,  en  algunos  casos,  han  accedido  al  poder  con  la 
ayuda  de  Estados  Unidos,  lo  que  reduce  las  posibilida- 
des de  acceso  y de  influencia  de  los  europeos; 

2)  Los  europeos  dudan  a veces  de  la  estabilidad  de 
esos  regímenes  y no  desean  poner  todos  sus  huevos  en 
una  misma  canasta,  a fin  de  evitar  dificultades  como  las 
de  Estados  Unidos  en  Irán; 

3)  Por  haber  tenido  una  experiencia  directa  del  fas- 
cismo y de  la  dictadura,  los  movimientos  obreros  euro- 
peos son  menos  propensos  que  sus  homólogos  norte- 
americanos de  la  AFL-CIO  a sostener  a los  regímenes 
autoritarios:  Esto  motiva  fuertes  presiones  de  la  izquier- 
da y de  los  sindicatos  para  limitar  las  relaciones  econó- 
micas con  la  derecha  dictatorial. 

La  mayoría  de  los  sindicatos  socialdemócratas 
europeos  son  miembros  de  la  CIOSL  (Confederación  In- 
ternacional de  Organizaciones  Sindicales  Libres).  Sin 
embargo,  ésta  tuvo  poca  influencia  directa  en  los  sindi- 
calistas latinoamericanos  porque  la  AFL-CIO  (que  se 
retiró  de  la  CIOSL  en  1969)  mantuvo  su  afiliación  a la 


A 


61 


organización  regional  de  la  Confederación,  la  ORIT 
(Organización  Regional  Interamericana  de  Trabajado- 
res). De  hecho,  la  AFL-CIO  controló  siempre  las  rela- 
ciones “internacionales”  de  los  miembros  latinoameri- 
canos de  la  ORIT,  sea  directamente,  sea  a través  del  Ins- 
tituto Americano  para  el  Desarrollo  del  Sindicalismo 
Libre  (IADSL).  Hoy,  los  europeos  y los  canadienses 
(con  la  Confederación  Canadiense  del  Trabajo)  tratan 
de  desplazar  a los  norteamericanos  de  su  posición  hege- 
mónica  dentro  de  la  ORIT.  Es  así  como  la  Confedera- 
ción Canadiense  del  Trabajo  acogió  una  reunión  de  la 
CIOSL  para  establecer  su  subcomisión  de  los  derechos 
humanos  y de  los  derechos  sindicales  en  América  Lati- 
na. Por  tratarse  de  una  reunión  de  la  CIOSL  y no  de  la 
ORIT,  los  norteamericanos  no  pudieron  asistir  a dicha 
reunión.  Después  de  la  segunda  reunión  de  esta  subco- 
misión, en  Caracas,  del  23  al  27  de  julio  de  197?,  el 
secretario  general  y una  delegación  de  la  CIOSL  se 
trasladaron  a Nicaragua  para  contribuir  a la  elabora- 
ción de  un  programa  de  ayuda  de  urgencia.  Los  latino- 
americanos que  se  consideran  como  sindicalistas  “so- 
cialistas” hacen  frenté  común  con  los  europeos  y los  ca- 
nadienses, mientras  los  “anticomunistas”  puros  y duros 
se  alian  a la  AFL-CIO,  cuya  influencia  está  a la  altura 
de  sus  medios  de  financiamiento.  Sin  embargo,  los  re- 
cursos destinados  por  los  europeos  y los  canadienses  a 
financiar  los  diferentes  programas  sindicales,  comien- 
zan a igualar  a los  de  los  norteamericanos. 

Otro  síntoma  de  una  influencia  creciente  de  la  ten- 
dencia próxima  a la  IS  es  el  reemplazo  del  secretario  ge- 
neral de  la  ORIT,  Julio  Etcheverrv  por  Juan  José  Del  Pino. 
Menos  estrechamente  ligado  al  movimiento  sindical 


62 


norteamericano  que  su  antecesor,  J.J.  Del  Pino  era  an- 
teriormente dirigente  de  la  Federación  Venezolana  de 
los  Trabajadores  del  Petróleo  y había  sido  designado 
por  la  CTV  (Confederación  de  Trabajadores  de  Vene- 
zuela) para  reemplazarlo  en  el  Ejecutivo  de  la  ORIT. 
Ahora  bien,  la  CTV  es  conocida  por  sostener  el  punto 
de  vista  de  la  “izquierda’  ’ socialdemócrata  en  el  seno  de 
la  ORIT.  J.J.  Del  Pino,  así  como  Javier  Sandoval,  agre- 
gado de  prensa  de  la  ORIT,  asistieron  al  congreso  de  la 
IS  de  1978  en  Vancouver,  en  calidad  de  invitados  espe- 
ciales. 

El  desgaste  de  la  influencia  de  la  AFL-CIO  se  tra- 
dujo también  en  la  expulsión  de  tres  centrales  (las  de 
Guatemala,  de  El  Salvador  y de  Paraguay)  durante  el 
congreso  mundial  de  la  CIOSL,  celebrado  en  Madrid 
del  19  al  25  de  noviembre  de  1979.  Estas  tres  centrales 
fueron  acusadas  "de  complicidad  en  la  opresión  y la 
violación  de  los  derechos  humanos  en  sus  respectivos 
países Durante  este  mismo  congreso,  dos  latinoameri- 
canos que  no  están  ligados  de  cerca  a la  AFL-CIO 
fueron  elegidos  para  formar  parte  de  las  instancias  de  la 
CIOSL:  Manuel  Peñalver,  de  la  CTV,  y Fidel  Veláz- 
quez,  de  la  Confederación  de  Trabajadores  de  México 
(€TM). 

La  influencia  de  las  ideas  cercanas  a la  IS  está  lejos 
de  ser  hegemónica  en  las  organizaciones  miembros  de  la 
CIOSL  y de  la  ORIT,  pero  ha  ganado  terreno  durante 
los  últimos  cinco  años.  Hay  que  tener  presente  también 
que  las  centrales  afiliadas  a la  Central  Latinoamericana 
de  Trabajadores  (CLAT),  a su  vez  miembro  de  la  CMT 
(Confederación  Mundial  del  Trabajo),  adoptan  posi 


63 


ciones  socialdemócratas  más  progresistas  que  los 
miembros  de  la  CIOSL.  Es  el  caso  de  Honduras,  donde 
la  Central  General  de  Trabajadores  (CGT),  afiliada  a la 
CLAT,  es  más  militante  que  la  Confederación  de  Traba- 
jadores de  Honduras  (CTH),  que  pertenece  a la  ORIT,  y 
en  Nicaragua,  con  el  Consejo  de  Unificación  Sindical 
(CUS). 

América  Latina  ha  tenido  índices  de  crecimiento  in- 
dustrial relativamente  elevados,  al  mismo  tiempo  que 
una  expansión  de  la  agricultura  comercial,  lo  que 
aumentó  considerablemente  las  dimensiones  absolutas, 
si  no  relativas,  de  la  mano  de  obra  asalariada.  Las  con- 
diciones políticas  que  han  permitido  este  crecimiento 
económico  han  sido  creadas,  generalmente,  por  gobier- 
nos autocráticos  que  se  contentan  con  poner  la  mano  de 
obra  al  servicio  de  la  acumulación  capitalista,  a través 
de  organismos  “corporativos”  seudo  representativos  y 
bajo  control  estatal.  Las  inversiones  extranjeras  masivas 
dependían  de  la  aptitud  del  Estado  dictatorial  para  con- 
tener los  conflictos  de  clases.  La  concentración  creciente 
de  la  mano  de  obra,  producto  del  crecimiento  capitalis- 
ta, acarreó  el  nacimiento  de  organizaciones  “ilegales”  o 
semi-legales,  paralelas  a las  creadas  por  el  Estado.  La 
falta  de  representatividad  de  los  organismos  oficiales,  la 
explotación  extrema  que  acompaña  la  expansión  capita- 
lista, y la  ausencia  de  autonomía  política  del  movimien- 
to obrero,  son  otras  tantas  bases  para  nuevas  luchas  y 
nuevas  organizaciones.  Víctima  directa  de  la  violenta 
represión  estatal  que  precedió  y acompañó  el  crecimien- 
to, la  izquierda  revolucionaria  no  estaba  (y  todavía  no 
lo  está)  en  condiciones  de  capitalizar  el  ascenso  del  des- 
contento de  las  masas.  Muchos  de  sus  militantes  fueron 


64 


físicamente  eliminados  y sus  actividades  siguen  siendo 
rigurosamente  circunscritas,  lo  cual  limita  su  capacidad 
de  dirigirse  públicamente  a las  nuevas  capas  sociales  que 
se  ponen  en  movimiento.  Además,  la  preocupación  in- 
mediata de  la  mayor  parte  de  la  oposición  de  masas  es 
recuperar  un  nivel  de  vida  decente  y los  derechos 
políticos  elementales,  reivindicaciones  que  no  son  de 
ninguna  manera  incompatibles  con  el  programa  y la  lle- 
gada al  poder  de  socialdemócratas  consecuentes. 

Este  movimiento  popular  naciente,  poco  se  interesa 
por  los  organismos  regionales  dependientes  de  la  AFL- 
CIO.  Además,  las  cuestiones  que  en  América  Latina  son 
objeto  de  enfrentamientos  implican  luchas  a la  vez 
políticas  y sindicales,  que  escapan  al  marco  restringido 
del  plan  diseñado  por  la  AFL-CIO.  Existe,  por  esta  ra- 
zón, un  amplio  espacio  para  la  socialdemocracia  euro- 
pea. El  crecimiento  y la  dimensión  de  la  clase  obrera  de 
aquellos  países  se  prestan  para  movimientos  de  base 
“láborista”  de  tipo  europeo.  El  carácter  dictatorial  de 
los  regímenes  que  impulsaron  un  “desarrollo”  a ultran- 
za, permitió  a los  socialdemócratas  intervenir  en  defen- 
sa de  la  democracia.  Por  último,  gracias  al  debilitamien- 
to de  la  izquierda  revolucionaria  y al  descrédito  de  la 
AFL-CIO,  ellos  se  encuentran  a veces  prácticamente  so- 
los en  el  terreno.  ' 


Un  nuevo  dinamismo 

Durante  muchos  años,  la  socialdemocracia,  que  se 
quedó  por  largo  tiempo  en  segundo  plano,  no  se  tomó 
muy  en  serio  en  América  Latina.  Los  partidos  socialde- 
mócratas europeos  se  dedicaban  casi  exclusivamente  a 


65 


mejorar  el  funcionamiento  del  capitalismo  y a obtener 
ventajas  sociales.  En  América  Latina,  los  partidos  que 
se  definían  como  “socialdemócratas”  — como  el 
APRA  en  el  Perú,  Acción  Democrática  (AD)  en  Vene- 
zuela y el  Partido  Liberación  Nacional  de  Costa  Rica — 
habían  abandonado  desde  hacía  mucho  tiempo  todo 
propósito  de  innovación  y de  reforma  y,  de  hecho,  se 
habían  transformado  en  aparatos  burocráticos  y conser- 
vadores asociados  a los  medios  empresariales  locales  o 
extranjeros,  y practicaban  políticas  que  no  tenían  nada 
que  ver  con  su  retórica  populista  y nacionalista.  Aunque 
al  menos  dos  de  estos  partidos  son  todavía  miembros  de 
la  “familia  socialista”,  el  ascenso  de  los  movimientos 
populares  obligó  a la  IS  a ir  más  allá  de  sus  discursos  an- 
ticomunistas y de  sus  límites  programáticos,  para  avan- 
zar en  un  terreno  más  progresista. 

Este  desplazamiento  del  centro  de  gravedad  es  par- 
ticularmente manifiesto  en  los  esfuerzos  realizados  para 
ganarse  la  simpatía  de  importantes  elementos  del  Frente 
Sandinista  en  Nicaragua,  especialmente  de  los  Terceris- 
tas; de  Brizóla  y del  Partido  “Travallista”  Brasileño; 
del  New  Jewel  Movement,  de  Granada,  etc.  Además, 
los  sindicalistas  y algunos  elementos  de  la  dirección  del 
Partido  Revolucionario  Dominicano  (PRD),  los  so- 
cialistas democráticos  y los  populistas  del  Partido  Na- 
cional del  Pueblo  (PNP)  de  Jamaica,  sectores  del  Parti- 
do Radical  y del  Partido  Socialista  de  Chile,  y el  Partido 
Nacionalista  Revolucionario  de  El  Salvador,  reflejan, 
en  menor  o mayor  grado,  el  nuevo  reformismo  de  las 
secciones  latinoamericanas  de  la  socialdemocracia.  En 
total  diez  partidos  (ver  recuadro)  son  miembros  de  la  IS. 


66 


LA  INTERNACIONAL  SOCIALISTA  EN  EL  SUB-CONTINENTE 


• Miembros  de  pleno  derecho 

—Argentina Partido  Socialista  Popular  (PSP) 

—Barbados Partido  Laborista  de  Barbados 

—Chile  Partido  Radical  (PR) 

—Costa  Rica Partido  Liberación  Nacional  (PLN) 

—República  Dominicana  Partido  Revolucionario  Dominicano  (PRD) 

— El  Salvador  Movimiento  Nacionalista  Revolucionario  (MNR) 

—Jamaica , . . Partido  Nacional  del  Pueblo  (PNP) 

• Miembros  a titulo  consultivo 

—Venezuela  Acción  Democrática  (AD) 

Movimiento  Electoral  del  Pueblo  (MEP) 

— Paraguay  Partido  Febrerista  Revolucionario  (PFR) 

•Partidos  vinculados  informalmente 
a la  IS  (1): 

— Bolivia  Movimiento  Nacionalista  Revolucionario  de  Iz- 

quierda IMNRI) 

Movimiento  de  Izquierda  Revolucionaria  (MIR). 
—Granada  New  Jewel  Movement 

—Uruguay  Frente  Amplio 

—Guatemala  Frente  Unido  de  la  Revolución  (FUR) 

Partido  Socialista  Democrático  (PSD) 
—Nicaragua  Grupo  de  los  Doce" 

Frente  Sandinista  de  Liberación  Nacional  (FSLN) 
—México  Partido  Revolucionario  Institucional  (PRI) 

— Argentina  Unión  Cívica  Radical  (UCR) 

Movimiento  Peronista  Montonero  (MPM) 

— Brasil  Partido  "Trabailista"  Brasileño  (PTB) 

—Chile  Partido  Socialista  (PS) 

—Ecuador  Partido  de  la  Izquierda  Democrática  (PIO) 

— Panamá  Partido  Revolucionario  Democrático  (PRD) 

Partido  Socialdemócrata  (PS) 

Movimiento  Independentista  Democrático  (MID)  (2) 
— Perú  Alianza  Popular  Revolucionaria  Americana  (APRAi 


(1)  Definidos  por  esta  última  como  los  que  han  partícipaao  en  conferencias  de 
la  IS  o solicitado  su  apoyo  a consecuencia  de  medidas  represivas  en  sus  países 

(2)  El  PS  y el  MID  compiten  por  el  reconocimiento  de  la  IS 


67 


Las  recientes  tentativas  de  extensión  de  la  influen- 
cia de  la  socialdemocracia  comenzaron  en  abril  de  1976, 
en  una  reunión  de  dirigentes  políticos  europeos  y latino- 
americanos, en  el  poder  o en  la  oposición,  convocados  a 
debatir  las  nuevas  posibilidades  que  se  abrían  en  el  con- 
tinente sudamericano.  Bajo  los  auspicios  de  la  AD  y del 
presidente  venezolano  Carlos  Andrés  Pérez  entonces  en 
el  poder,  se  echaron  las  bases  para  la  ampliación  de  los 
contactos  con  las  nuevas  fuerzas  que  surgían  en  la  re- 
gión. En  marzo  de  1978,  Mario  Soares,  que  había  dete- 
nido en  Portugal  la  ola  revolucionaria  que  siguió  al  gol- 
pe de  Estado  del  25  de  abril  de  1974  y a quien  los  medios 
de  la  IS  llaman  “el  hombre  de  los  alemanes”,  encabezó 
una  delegación  que  visitó  México,  la  República  Domini- 
cana, Venezuela,  Jamaica  y Costa  Rica.  Durante  esta 
misión,  se  establecieron  contactos  con  grupos  y perso- 
nalidades de  Brasil,  Bolivia,  Ecuador  y Uruguay.  Los 
resultados  de  ese  trabajo  de  organización,  así  como  la 
victoria  electoral  del  PRD  en  la  República  Dominicana, 
tuvieron'consecuencias  en  cadena,  una  de  las  cuales  fue 
la  presencia  de  veintinueve  organizaciones  latinoameri- 
canas en  el  congreso  de  la  IS  en  noviembre  de  1978  en 
Vancouver,  incluyendo  entre  ellas  el  Partido  Indepen- 
dentista  Puertorriqueño  (PIP)  y el  Frente  Sandinista  de 
Liberación  Nacional.  A iniciativa  de  los  suecos,  se  creó 
un  grupo  de  trabajo  sobre  América  Latina,  siendo  presi- 
dente Michel  Manley  (primer  ministro  de  Jamaica)  y 
secretario,  José  Francisco  Peña  Gómez  (secretario  ge- 
neral del  PRD).  Además,  el  congreso  eligió  a cuatro  lati- 
noamericanos como  vicepresidentes:  Michael  Manley, 
Daniel  Oduber  (ex  presidente  de  Costa  Rica),  Gonzalo 
Barrios  (Venezuela)  y Anselmo  Sule  (Chile). 


68 


Estas  elecciones  y los  nombramientos  en  el  seno  de 
la  IS  reflejan  la  lucha  de  influencia  entre  la  sección 
sueca  y la  sección  alemana.  Barrios  y Oduber  represen- 
taban a la  socialdemocracia  de  la  “vieja  guardia”,  pró- 
xima a los  medios  empresariales,  mientras  Manley,  Pe- 
ña Gómez  y Sule,  simbolizaban  las  fuerzas  nuevas,  más 
populistas  y más  nacionalistas,  que  contaban  con  el 
apoyo  de  los  suecos.  No  obstante,  los  alemanes  seguían 
siendo  la  fuerza  dominante,  gracias  a su  importante 
contribución  (60%)  al  presupuesto  de  la  Internacional  y 
al  papel  de  Willy  Brandt  como  presidente  e iniciador  del 
“internacionalismo”  revigorizado  de  la  organización. 

No  se  deben  exagerar  las  diferencias  entre  los  social- 
demócratas  europeos  y subestimar  su  cooperación  y su 
identidad  de  objetivos,  pero  no  por  ello  se  puede  ignorar 
las  condiciones  nacionales  diferentes  en  las  que  ellos 
despliegan  su  accción  y los  matices  que  caracterizan  su 
manera  de  enfocar  los  problemas.  Los  miembros  del 
SPD  actúan  en  un  contexto  caracterizado  por  el  creci- 
miento masivo  de  las  inversiones  y de  los  vínculos  co- 
merciales de  Alemania  en  América  Latina.  La  idea  de 
que  la  socialdemocracia  alemana  apunta  a dar  funda- 
mentos políticos  al  capital  alemán  en  América  Latina, 
es  generalmente  aceptada  en  los  medios  europeos.  La 
orientación  de  los  socialdemócratas  suecos  no  está  tan 
directamente  ligada  al  capital  sueco,  menos  dinámico  en 
materia  de  inversiones  en  el  extranjero.  En  segundo  lu- 
gar, los  sindicatos  suecos,  en  particular  los  metalúrgi- 
cos, están  más  preocupados  por  la  huida  de  capitales  ha- 
cia regiones  del  mundo  con  bajos  salarios,  por  lo  cual 
son  más  propensos  a examinar  con  ojo  crítico  las  condi- 
ciones de  trabajo  de  los  latinoamericanos  empleados 


69 


por  filiales  de  firmas  suecas.  La  socialdemocracia  sueca 
dispone  así  de  un  mayor  margen  de  maniobra  en  sus  re- 
laciones con  las  fuerzas  progresistas  de  América  Latina. 
Aunque  el  Partido  Socialdemócrata  sueco  opera  a partir 
de  un  sistema  capitalista,  dispone  de  una  flexibilidad 
táctica  y de  una  capacidad  de  penetración  a las  que  los 
alemanes  no  podrían  pretender. 

Un  capitalismo  más  o menos  social 

Las  recientes  experiencias  de  los  movimientos  so- 
cialdemócratas  ponen  de  manifiesto  tres  características 
principales. 

1)  En  la  oposición  a los  regímenes  (civiles  o mili- 
tares) de  derecha,  han  sido  capaces  de  asegurarse  un 
amplio  apoyo  e incluso,  en  varios  casos,  de  tomar  el  po- 
der; 

2)  -En  el  gobierno,  les  fue  imposible  aplicar  sus 
programas,  y conservar  el  apoyo  de  las  masas  y el  poder 
político; 

3)  Agudas  divisiones  entre  el  aparato  del  Estado  y 
el  aparato  del  partido  apoyado  por  las  masas,  provocan 
luchas  internas  prolongadas  y a veces  escisiones. 

En  los  últimos  años,  dos  partidos  socialdemócratas 
llegaron  al  poder  y lo  perdieron  (la  AD  en  Venezuela  y el 
PLN  en  Costa  Rica);  otros  dos  ganaron  recientemente 
las  elecciones  (el  PRD  en  la  República  Dominicana  y el 
PNP  en  Jamaica).  En  estos  cuatro  casos,  los  partidos 
vieron  culminar  su  fuerza  política  antes  de  ser  elegidos, 


70 


gracias  a su  programa  nacionalista,  populista  y refor- 
mista. En  Venezuela,  a pesar  de  los  ingresos  petroleros 
considerables,  el  abismo  entre  las  promesas  electorales  y 
las  realidades  del  desarrollo  capitalista  alcanzó  tal  pro- 
fundidad que  la  AD  perdió  sectores  enteros  de  su  base 
electoral.  Lo  mismo  ocurrió  en  Costa  Rica.  La  con- 
centración de  los  recursos  en  la  promoción  del  de- 
sarrollo capitalista,  los  vínculos  entre  los  dirigentes  de 
los  partidos  y los  medios  empresariales,  la  ausencia  de 
un  programa  global  de  redistribución  de  la  riqueza,  y la 
polarización  social  creciente  que  implica  el  modelo  de 
acumulación,  no  permitían  otra  opción  que  prácticas  de 
favoritismo  clientelistas.  Fue  por  eso  que  la  alianza 
entre  la  clase  obrera  y la  burguesía,  sobre  la  base  de  un 
“capitalismo  social”  preconizado  por  esos  partidos,  to- 
mó un  contenido  más  capitalista  que  social. 

Un  proceso  similar  están  experimentando  los  dos 
únicos  gobiernos  socialdemócratas  todavía  en  el  poder 
en  el  Caribe.  En  Jamaica,  el  gobierno  de  Manley,  que  al 
comienzo  había  emprendido  un  programa  radical  de  na- 
cionalización de  las  empresas  extranjeras  y procedió  a 
una  redistribución  de  los  ingresos,  se  ha  transformado 
en  ejecutante  de  la  política  económica  y social  dictada 
por  el  Fondo  Monetario  Internacional,  lo  que  tuvo  por 
resultado  hacer  bajar  el  nivel  de  vida  de  los  asalariados 
de  20  a 30%.  Las  manifestaciones  de  masas  organizadas 
por  el  Partido  Laborista  de  Jamaica,  la  multiplicación 
de  las  huelgas  y el  descontento  general,  parecen  indicar 
que  el  gobierno  de  Manley  está  en  dificultades.  En  la 
República  Dominicana,  el  régimen  del  presidente  Guz- 
mán,  llevado  al  poder  por  una  marejada  popular, 
mostró  una  hostilidad  creciente  hacia  la  clase  obrera  e 


71 


incluso  hacia  los  sindicalistas  miembros  del  PRD,  y pro- 
siguió la  política  de  desarrollo  de  su  antecesor,  Bala- 
guer.  A pesar  de  sus  declaraciones  en  favor  de  las  liber- 
tades civiles,  los  socialdemócratas  no  realizan  ningún  es- 
fuerzo serio  para  modificar  las  relaciones  fundamenta- 
les de  propiedad,  ni  las  relaciones  entre  las  clases  o con 
el  Estado,  que  perpetúan  las  desigualdades.  Además, 
tropiezan  con  las  mismas  limitaciones  cuando  se  trata  de 
las  políticas  de  ingreso.  Cualquier  tentativa  tendiente  a 
reformar  el  capitalismo  acarrea  el  estancamiento  y la 
huida  de  capitales.  Cualquier  búsqueda  de  finan- 
ciamiento  exterior  provoca  fuertes  presiones  sobre  la 
política  gubernamental.  Los  socialdemócratas  corren 
entonces  el  riesgo  de  transformarse  en  instrumentos  de 
la  reestructuración  de  los  gastos  públicos,  de  los  servicios 
sociales  y de  los  salarios.  Esas  prácticas  entrañan  divi- 
siones en  el  seno  de  sus  partidos,  debilitan  aún  más  su 
capacidad  de  organización  y preparan  su  derrota  electo- 
ral. Las  fuerzas  que  habían  facilitado  su  victoria  cuando 
estaban  en  la  oposición,  las  alianzas  con  el  capital,  el  te- 
ma de  la  “democracia  sin  clases”,  el  modelo  de  de- 
sarrollo que  alia  el  capitalismo  y la  extensión  de  las  pres- 
taciones sociales,  etc.,  se  transforman,  una  vez  en  el  po- 
der, en  otros  tantos  obstáculos  a cambios  de  gran  enver- 
gadura. Los  vinculos  con  la  socialdemocracia,  que  han 
facilitado  la  obtención. de  préstamos  del  Banco  Mundial 
y del  FMI,  proporcionan  a estas  mismas  instituciones  la 
oportunidad  de  frenar  los  programas  de  reforma. 

La  historia  reciente  de  América  Latina  parece  de- 
mostrar que  la  socialdemocracia,  movimiento  conse- 
cuente en  favor  de  las  reformas  sociales,  a pesar  de  sus 
fracasos,  se  fortalece  y continuará  fortaleciéndose  debi- 


72 


do  a las  escasas  posibilidades  de  opción  que  se  ofrecen  a 
los  pueblos.  Allí  donde  la  socialdemocracia  se  encuentra 
en  la  oposición,  particularmente  en  los  países  con 
regímenes  dictatoriales  o militares,  debería  estar  en  con- 
diciones de  asegurarse  el  apoyo  de  las  masas  gracias  a su 
programa  de  democracia  social  y a la  ayuda  enérgica  de 
la  Internacional,  tanto  en  el  plano  financiero  como  en  el 
de  la  organización. 

Las  relaciones  con  Estados  Unidos 

En  Brasil,  el  retorno  de  Brizóla  y la  constitución  del 
Partido  “Traballista”  Brasileño  pueden  permitir  la  cre- 
ación de  un  polo  de  organización  para  los  socialde- 
mócratas  de  las  ciudades  del  sur  del  país.  Los  esfuerzos 
desplegados  para  atraer  a los  dirigentes  sindicales,  en 
particular  a los  de  la  metalurgia,  han  sido  frustrados  por 
el  nacimiento  del  Partido  de  Trabajadores.  En  Nicara- 
gua, los  socialdemócratas  se  han  asegurado  una  cabeza 
de  puente  importante  gracias  a sus  vínculos  con  el 
“Grupo  de  los  Doce”,  con  el  representante  de  los  me- 
dios empresariales  que  es  Robelo  y con  la  fracción  terce- 
rista del  Frente  Sandinista.  Las  destrucciones  provoca- 
das por  la  dictadura  del  general  Somoza  han  dejado  el 
régimen  en  una  situación  precaria  que  lo  obliga  a solici- 
tar ayudas  externas.  El  Partido  Socialdemócrata  sueco 
respondió  a ese  llamado.  Las  reticencias  mostradas  por 
los  otros  miembros  de  la  Internacional  Socialista  son  en 
parte  el  indicio  de  su  preocupación  surgida  a raíz  de  las 
tendencias  revolucionarias  en  el  movimiento  sandinista 
y de  su  deseo  de  contenerlas.  Hacia  fines  de  noviembre 
pasado,  los  alemanes  consintieron  finalmente  en  otor- 
gar una  ayuda  de  14  millones  de  dólares,  lo  cual  es  muy 


73 


poco  dadas  las  necesidades  del  país.  En  El  Salvador,  el 
Movimiento  Nacionalista  Revolucionario  (MNR)  se  se- 
paró de  la  oposición  revolucionaria  de  izquierda  para 
participar  en  una  junta  compuesta  por  coroneles  que  se 
dicen  reformistas  y por  hombres  de  negocios  liberales; 
en  cuanto  fue  evidente  que  el  régimen  era  incapaz  de  lle- 
var a cabo  un  minimo  de  reformas,  y que  la  izquierda  no 
cesaba  de  fortalecerse,  los  socialdemócratas,  que  habían 
dado  pruebas  de  su  ineficacia,  se  retiraron  de  la  coalición. 

En  Panamá,  el  general  Torrijos  se  esforzó  por  institu- 
cionalizar los  fundamentos  de  su  poder,  mediante  la  cre- 
ación de  un  partido  burocrático  de  masas,  el  Partido  Revo- 
lucionario Democrático  (PRD);  algunos  de  sus  militantes 
fueron  enviados  a España  para  adquirir  una  formación  en 
el  PSOE  de  Felipe  González.  El  PRD  parece  contentarse 
con  el  apoyo  orgánico  de  algunos  partidos  de  la  IS,  sin  soli- 
citar su  admisión  como  miembro  de  pleno  derecho.  Siendo 
asociado  sin  ser  adherente,  puede  hacer  valer  que  no  está 
controlado  desde  el  extranjero,  acusación  a menudo  dirigi- 
da contra  el  Partido  del  Pueblo  (PC  fiel  a Moscú). 


En  Guatemala,  si  bien  ningún  partido  está  afiliado 
a la  IS,  varios  de  ellos  están  notoriamente  cercanos.  El 
Partido  Revolucionario  (PR)  se  proclamó  por  un  mo- 
mento cercano  a la  socialdemocracia  y mantuvo  algunas 
relaciones  con  la  IS.  Después,  viró  a la  derecha  y partici- 
pa actualmente  en  el  gobierno  del  general  Romeo  Lucas. 
Una  fracción  se  separó  para  formar  el  Partido  Socialista 
Democrático  (PSD)  bajo  la  dirección  de  Alberto  Fuen- 
tes Mohr,  asesinado  en  enero  de  1979  en  el  momento  en 


74 


que  su  partido  obtenía  su  legalización.  El  Frente  Unido 
de  la  Revolución  (FUR)  es  otra  formación  socialde-  x 
mócrata  que,  bajo  la  dirección  de  Manuel  Colom  Ar- 
gueta,  había  acordado  su  apoyo  político  tácito  a la  can- 
didatura del  general  Romeo  Lucas  en  las  elecciones  de 
1978.  Colom  Argueta  fue  asesinado  en  marzo  de  1979.  ' 

Mientras  estos  grupos  están  en  la  oposición, 
amplían  su  audiencia  conjugando  sus  esfuerzos  con  los 
de  la  izquierda  y de  la  burguesía  liberal.  Estas  ganancias 
políticas  son  a veces  de  corta  duración  pues,  cuando 
asumen  la  responsabilidad  del  Estado,  las  exigencias 
“internas”  de  los  asalariados  que  reclaman  una  redistri- 
bución de  las  riquezas,  entran  en  conflicto  con  las  exi- 
gencias “externas”  del  capital  financiero  deseoso  de  li- 
mitar los  salarios,  de  instaurar  la  libertad  de  empresa  y 
reducir  los  gastos  públicos.  Algunos  elementos, 
miembros  de  la  coalición  socialdemócrata,  exigen  en- 
tonces medidas  para  favorecer  el  crecimiento  y contro- 
lar a la  mano  de  obra,  lo  que  limita  las  posibilidades  de 
reformas  que  puedan  obtener  el  apoyo  de  los  trabajado- 
res. 

En  cierta  forma,  los  conflictos  entre  la  socialde- 
mocracia  latinoamericana  y los  regímenes  militares  apa- 
recen como  parte  integrante  de  un  conflicto  entre  el  ca- 
pital norteamericano  y el  capital  europeo.  El  capital 
norteamericano,  implantado  desde  hace  mucho  tiempo, 
está  vinculado  con  los  aparatos  político-militares  for- 
mados y financiados  por  el  Pentágono.  El  capital  euro- 
peo, para  hacerse  un  lugar  en  América  Latina,  liga  su 
suerte  a la  de  las  fuerzas  civiles,  reformistas  o conserva- 
doras, que  tratan  de  diversificar  sus  fuentes  de  finan- 


75 


ciamiento  y sus  mercados  para  asegurarse  cierta  inde- 
pendencia respecto  a Estados  Unidos.  Aunque  este  en- 
foque sobreestima  la  importancia  de  los  lazos  externos 
en  la  definición  de  las  políticas  llevadas  por  los 
regímenes  o los  partidos,  pone  en  evidencia  las  dificulta- 
des a las  que  se  expone  toda  tentativa  de  introducir  solu- 
ciones reformistas  en  América  Latina.  Indudablemente, 
los  movimientos  reformistas  disponen  de  cierta 
autonomía  respecto  a sus  apoyos  internacionales  y 
pueden  tomar  iniciativas  que  van  más  allá  de  las  normas 
practicadas  en  Europa  porque  están  obligados  a hacerlo 
para  conservar  un  mínimo  de  apoyo  popular:  nacionali- 
zaciones, expropiaciones  de  un  cierto  número  de  pro- 
piedades raíces,  etc. 

La  competencia  continuará  entre  los  fanáticos  de  la 
libre  empresa,  apoyados  por  Estados  Unidos  y los  so- 
cialdemógratas,  sostenidos  por  los  europeos.  En  algu- 
nos momentos,  esta  competencia  podrá  adquirir  el  as- 
pecto de  un  conflicto  fundamental.  Sin  embargo,  frente 
a la  perspectiva  de  una  revolución  socialista,  socialde- 
mócratas  y conservadores  dejarán  a un  lado  sus  diver- 
gencias y cooperarán  para  tratar  de  aislar  y de  vencer  a 
las  fuerzas  revolucionarias,  como  fue  el  caso  hace  poco 
en  El  Salvador  donde,  en  un  momento  dado,  los  social- 
demócratas  se  aliaron  con  la  fracción  liberal  de  la  Igle- 
sia, los  medios  empresariales  y los  militares,  contra  el 
Bloque  Popular  Revolucionario,  que  disponía  del  apoyo 
de  las  masas.  En  momentos  de  revolución,  EsU  dos  Uni- 
dos puede  hacer  buen  uso  de  la  socialdemocracia. 

Durante  el  período  1976-1978,  en  el  que  James  Cár- 
ter trataba  de  ganar  legitimidad  internacional,  Estados 


76 


Unidos  cortejaba  y apoyaba  a los  socialdemócratas  (por 
ejemplo,  en  la  República  Dominicana,  en  el  momento 
de  la  elección  del  presidente  Guzmán).  Pero  basta  con 
que  el  riesgo  parezca  demasiado  grande  para  que  vuelva 
la  tentación  de  la  mano  dura.  En  América  Latina,  co- 
mo en  Portugal  en  1975,  Estados  Unidos  puede  servirse 
de  la  socialdemocracia,  sin  prejuicio  de  deshacerse  de 
ella  cuando,  a su  juicio,  deje  de  ser  útil. 


Retomado  con  permiso  del  autor  de  Le  Monde 
Diplomatique  (en  español)  junio  de  1 980. 


EL  PAPEL  DE  LA  DEMOCRACIA 
CRISTIANA  EN  LA  ACTUAL 
COYUNTURA  CENTROAMERICANA 


Mario  Solórzano  Martínez 


1.  Introducción 

En  este  artículo  no  se  pretende  profundizar  el  análi- 
sis de  la  crisis  política  que  están  viviendo  Guatemala  y El 
Salvador.  Se  persigue  más  bien,  escudriñar  acerca  del 
papel  que  está  jugando  en  la  coyuntura  actual  la  De- 
mocracia Cristiana. 

Dentro  del  contexto  de  la  lucha  de  clases  en  Cen- 
troamérica  y,  especialmente  en  los  países  mencionados, 
los  demócratas  cristianos  han  desempeñado  en  determi- 
nados momentos  históricos  un  papel  importante  como 
parte  de  la  oposición  democrática.  Es  sintomático,  que 
en  ambos  países  se  hayan  dado  alianzas  entre  la  De- 
mocracia Cristiana,  la  Social-democracia  y los  Socialis- 
tas. La  búsqueda  de  una  salida  a una  situación  que  ha 
llegado,  para  el  caso  de  El  Salvador  al  punto  cero,  y que 
marcha  en  forma  acelerada  en  Guatemala,  permite  juz- 
gar objetivamente  a los  diferentes  partidos  políticos  co- 
mo lo  que  son,  o sea,  como  representantes  de  intereses 
de  grupos  sociales. 


79 


La  circunstancia  histórica  coloca  a los  actores  en  el 
papel  real  que  deben  representar;  las  acusaciones  ideoló- 
gicas que  se  hacen  entre  las  diferentes  fuerzas  de  izquier- 
da o de  la  derecha,  encuentran  en  el  momento  histórico 
crítico  justificación  o no.  Esto,  es  cabalmente  lo  que  se 
pretende  establecer  en  este  ensayo  — que  por  sus 
características  no  puede  ir  más  lejos — no  llegando  a la 
investigación  histórica,  ni  mucho  menos  a la  predicción 
de  los  acontecimientos. 

Tres  fuerzas  políticas  han  estado  presentes  en  el 
contexto  de  la  lucha  en  Centroamérica,  vista  desde  la 
perspectiva  de  la  oposición  al  sistema: 

a)  El  Socialismo  Democrático 

b)  El  Marxismo  Leninismo 

c)  La  Democracia  Cristiana 

Estas  tres  fuerzas  político-ideológicas,  habían 
incluso  venido  conjugándose  en  la  búsqueda  de  un  fren- 
te común  que  se  manifestó  más  claramente  en  El  Salva- 
dor, a través  de  la  Unión  Nacional  Opositora  (UNO) 
que  contemplaba  las  tres  fuerzas  mencionadas,  con  ex- 
cepción de  los  grupos  político-militares  revolucionarios, 
que  habían  optado  por  la  vía  armada.  En  el  caso  guate- 
malteco, la  unidad  se  había  venido  dando  entre  los  so- 
cialdemócratas,  socialistas  y demócrata  cristianos.  Las 
fuerzas  revolucionarias  que  luchan  en  el  plano  militar 
— como  en  el  caso  de  El  Salvador — salían  de  este  es- 
quema. 

Como  sabemos,  los  socialdemócratas  y los  marxistas- 
leninistas  tienen  un  mismo  origen,  aunque  se  bifurcan 


80 


históricamente,  formándose  las  dos  internacionales:  la 
primera  y la  segunda,  y más  tarde  la  actual  internacional 
socialista  (IS).  Sus  diferencias  estriban  en  cuanto  a la 
concepción  de  cómo  llegar  al  socialismo,  así  como  en 
términos  de  la  concepción  de  la  forma  que  adopta  éste 
en  el  momento  de  la  toma  del  poder  político. 

Los  Demócratas  Cristianos,  en  cambio,  tienen  un 
origen  diferente.  Nacen  como  una  respuesta  al  socialis- 
mo, buscando  impedir  que  éste  alcance  los  objetivos  fi- 
nales que  teóricamente  se  ha  propuesto.  En  su  nacimien- 
to participan  pensadores  religiosos  y sectores  de  la  gran 
burguesía  agraria  europea.  En  donde  podemos  medir 
claramente  esta  situación  es  en  el  viejo  continente,  en 
donde  la  Democracia  Cristiana  es  en  este  momento  el 
partido  de  la  gran  burguesía,  en  oposición  a los  partidos 
socialdemócratas,  socialistas  y comunistas. 

En  igual  forma  se  presentan  las  cosas  en  el  caso  ve- 
nezolano y en  otros  países  latinoamericanos. 

La  oposición  democrática  en  los  países  a los  que 
circunscribimos  este  análisis  se  ha  desmoronado,  debido 
a que  quienes  la  conformaban  han  actuado  atendiendo  a 
sus  propias  perspectivas  y motivaciones  ideológicas;  en 
ambos  casos  la  Democracia  Cristiana  ha  decidido  jugar 
del  lado  de  los  grupos  dominantes  y los  otros  partidos 
del  lado  de  los  dominados,  fortaleciendo  una  alternati- 
va de  carácter  popular,  democrática  y revolucionaria. 

El  ensayo,  como  se  señaló  al  principio,  no  profun- 
diza en  la  crisis,  sino  que  más  bien  trata  de  fijar,  en  ge- 
neral, los  hechos  más  importantes,  situando  el  análisis 


81 


dentro  del  contexto  económico-social  de  la  región,  dete- 
niéndose con  mayor  profundidad  en  el  caso  salvadoreño 
por  ser  allí  donde  la  Democracia  Cristiana  está  tratando 
de  sacar  adelante  su  proyecto,  para  poner  este  caso  co- 
mo un  caso  tipo  que  pueda  intentarse  en  Guatemala, 
donde  se  presenta  una  situación  muy  similar,  aunque 
con  sus  propias  características. 

Hemos  tratado  de  reestructurar  el  modelo  del  golpe 
del  15  de  octubre  en  El  Salvador  y el  modelo  actual  de 
dominación  en  este  mismo  país.  En  Guatemala  se  ha 
hablado  mucho  de  un  golpe  de  estado.  Nosotros  no  cre- 
emos en  la  repetición  histórica  de  las  situaciones,  pero 
tampoco  podemos  descartar  la  posibilidad  política  de 
que  ello  se  intente.  Por  este  motivo,  es  importante  la  expe- 
riencia salvadoreña  en  estos  momentos. 

2.  Aspectos  estructurales 

Guatemala  y El  Salvador  son  países  eminentemente 
agrícolas.  En  ambos,  el  desarrollo  capitalista  ha  marcha- 
do por  una  vía  latifundista,  que  ha  impuesto  desde  su 
inicio  el  dominio,  primero  de  las  oligarquías  terratenien- 
tes y después  de  las  fracciones  burguesas  que  centran  sus 
intereses  en  la  tierra  y que,  actualmente,  si  bien  se  han 
modernizado  en  términos  económicos,  no  han  logrado 
superar  la  forma  oligárquica  de  pensamiento,  que  se 
manifiesta  en  el  ejercicio  del  poder  y en  los  métodos  que 
utilizan  para  sostenerse  en  el  mismo. 

Esta  via  de  desarrollo  fijó  ciertos  rasgos  en  las  so- 
ciedades mencionadas,  entre  los  que  podemos  citar  los 
siguientes:  un  escaso  desarrollo  del  mercado  interno,  lo 


82 


que  retrasó  el  impulso  de  un  proyecto  de  industrializa- 
ción; la  situación  de  explotación  a que  está  sujeta  la 
gran  mayoría  de  trabajadores  en  el  campo,  en  donde  du- 
rante mucho  tiempo  se  les  obligó  a prestar  sus  servicios 
a través  de  formas  de  coacción  extra-económica;  la 
expropiación  constante  y voraz  de  tierra  a los  campesi- 
nos, hasta  convertirlos,  por  la  fuerza,  en  nómadas  en 
busca  de  trabajo;  la  existencia  de  un  minifundio  que  ca- 
da día  expulsa  más  trabajadores  fuera  de  él,  para  que 
puedan  sobrevivir;  la  no  consolidación  de  la  burguesía  y 
un  proletariado  strictu-sensu,  el  que  además  nace  sien- 
do dependiente  al  quedar  ensamblado  con  la  fase  impe- 
rialista del  capitalismo  mundial,  sentando  las  bases  del 
actual  sistema  económico-político  de  estos  países. 


Estos  hechos  han  generado  una  situación  total  de 
violencia,  que  después  de  un  siglo  de  duración,  estalla  y 
amenaza  con  dar  al  traste  con  la  sociedad  capitalista  de- 
pendiente del  área  centroamericana. 


El  Mercado  Común  Centroamericano  (MCC)  en  la 
época  moderna  (1960)  vino  a confirmar  por  medio  de  un 
nuevo  pacto,  la  alianza  entre  las  fuerzas  tradicionales:  la 
burguesía  terrateniente  y el  imperialismo  norteamerica- 
no y a través  de  este  último,  las  fracciones  industriales, 
comerciales  y financieras  que  salían  favorecidas  con  el 
proyecto  de  industrialización.  Nuevamente  se  imponía 
la  hegemonía  política-ideológica  de  la  fracción  terrate- 
niente, ya  que  en  los  términos  pactados  implicaba  el 
mantenimiento  de  la  esencia  misma  del  sistema:  el  lati- 
fundio. 


83 


El  MCC  creaba  un  mercado  ampliado  con  los  cinco 
pequeños  mercados  de  cada  país  “olvidándose”  un 
punto  clave  como  el  de  la  reforma  agraria,  elemento 
importantísimo  para  una  política  de  ampliación  del 
mercado  interno  y de  una  política  de  “aflojamiento”  de 
la  tensión  social.  Respetaba  así,  el  derecho  hasta  ese  mo- 
mento “inalienable”  de  los  propietarios  de  la  tierra. 

El  “arreglo”  significaba  que  la  vía  de  desarrollo 
iniciada  en  las  postrimerías  del  siglo  pasado  continuaba. 
No  podían  hacer  otra  cosa,  cuando  conjuntamente  y en 
defensa  de  sus  intereses,  habían  derrotado  a la  revolu- 
ción guatemalteca  con  la  complicidad  de  los  países  del 
área,  quienes  hoy  como  ayer  unifican  a sus  grupos  do- 
minantes para  impedir  el  avance  de  los  cambios  en  la  re-  i 
gión. 

La  Reforma  Agraria  ha  sido  un  tabú  en  Centro  j 
América.  En  El  Salvador  el  último  intento  fracasó  en 
1976,  cuando  se  permite  que  “el  frente  agrario”  recupe- 
re sus  posiciones  políticas1,  como  bien  lo  señala  Rafael 
Guidos.al  narrar  el  fracaso  de  la  reforma  agraria  que  in- 
tentó Molina. 

En  Guatemala  el  primero  y último  intento  lo  hizo 
Jacobo  Arbenz  Guzmán.  La  contrarrevolución  ha  impe- 
dido, desde  1954  hasta  nuestros  días,  un  cambio  en  la 
estructura  agraria  del  país,  sustituyéndolo  por  proyectos 
de  colonización  que  únicamente  vienen  a reproducir  el 
sistema  de  latiminifundio,  centro  motriz  del  sistema  de 
explotación  en  el  campo  y punto  clave  de  la  problemáti- 
ca social  y política. 


84 


Es  aquí  donde  debemos  medir  la  hegemonía  de  las 
fracciones  dominantes  vinculadas  a la  tierra,  que  tam- 
bién se  manifiesta  en  la  organización  política  de  estas 
sociedades. 

Con  la  superación  del  Estado  Oligárquico,  que  en 
El  Salvador  y Guatemala  adquiere  la  característica  de 
régimen  dictatorial,  se  inaugura  la  etapa  de  la  Democra- 
cia Liberal-Burguesa  la  cual  aborta  en  el  camino.  En 
Guatemala,  el  ensayo  dura  diez  años.  En  El  Salvador  la 
situación  es  muy  similar  manifestándose  en  la  línea  po- 
pulista de  Rivera  que  va  de  1962  a 1966  y quizás  en  los 
tres  primeros  años  del  gobierno  de  Fidel  Sánchez  Her- 
nández del  66  al  69.  El  proyecto  se  frustra  por  razones 
políticas  muy  similares,  que  tienen  un  trasfondo  agrario 
difícil  de  superar. 

Al  fracasar  el  proyecto  liberal-burgués,  se  inicia,  lo 
que  hemos  llamado  la  etapa  de  la  “Democracia”  con 
fraude  y represión2  para  identificar  la  etapa  que  en  El 
Salvador  va  de  1969  hasta  el  15  de  octubre  de  1979  y en 
Guatemala  de  1970  hasta  la  fecha. 

Este  sistema  se  caracteriza  por  hacer  uso  del  proce- 
so electoral  para  imponer  gobernantes  a través  de 
fraudes  cada  vez  más  evidentes  y acompañado  del  uso 
de  la  represión  como  un  verdadero  método  político  para 
el  mantenimiento  del  poder.  Es  decir,  se  distorsionan  los 
métodos  utilizados  para  ejercer  el  dominio, 
característico  de  una  verdadera  democracia  burguesa. 
En  lugar  de  sostenerse  en  el  poder  a través  del  consenso, 
lo  hace  principalmente  a través  de  la  represión. 


85 


Si  bien  es  cierto  que  la  instancia  represiva  subsiste 
en  cualquier  tipo  de  sociedad,  ésta  se  utiliza  en  la  medi- 
da en  que  el  consenso  pierde  su  capacidad  de  control  so- 
cial, o sea,  que  en  términos  de  control  del  Estado,  ocupa 
una  posición  secundaria.  La  “democracia”  con  fraude 
y represión,  es  simplemente  una  máscara  demagógica  de 
una  dictadura  de  tipo  militar-oligárquico.  Aquí  se  utili- 
za el  concepto  de  oligarquía,  no  en  el  sentido  del  Estado 
Oligárquico  de  la  primera  mitad  de  este  siglo,  sino  con 
un  contenido  de  nueva  Oligarquía  Financiera  (Terrate- 
niente, Agro-industrial,  Industrial,  Comercial),  dado 
que  la  utilización  de  los  mecanismos  electorales,  tienen 
el  objetivo  fundamental  de  dar  una  imagen  de  “de- 
mocracia” y “libertad”  al  interior  y al  exterior  de  estas 
sociedades,  sin  buscar  realmente  una  legitimidad  para  el 
ejercicio  del  poder.  Las  elecciones  cumplen  el  papel  de 
verdaderas  tragicomedias.  Las,  autoridades  son  electas 
antes  de  la  decisión  popular.  Son  formas,  ya  que  el  con- 
tenido está  dado  por  la  represión,  que  es  el  verdadero 
método  para  el  mantenimiento  del  poder. 

Esta  estructura  económica-social  y política,  está  cu- 
bierta por  una  “gruesa  capa  de  cemento”  ideológico, 
que  se  concretiza  en  forma  de  un  “antisocialismo  y anti- 
comunismo a ultranza”.  Todo  aquél  que  se  opone  al  sis- 
tema, es  visualizado  como  tal  y reprimido.  Esta  forma 
de  pensamiento  tiene  asidero  histórico.  Los  grupos  do- 
minantes salvadoreños  no  olvidan  el  proceso  revolu- 
cionario de  1932,  ni  mucho  menos  la  figura  de  Farabun- 
do  Martí,  el  líder  comunista  que  impulsó  las  luchas  de 
aquella  época.  En  Guatemala  los  grupos  dominantes 
no  olvidan  la  Reforma  Agraria  de  tipo  democrático  bur- 
gués que  impulsó  Jacobo  Arbenz,  ni  el  estereotipo  de  és- 


86 


te  como  “comunista”,  figura  que  usaron  la  Agencia 
Central  de  Inteligencia  de  los  Estados  Unidos,  la  Iglesia 
Católica  de  Guatemala  y los  grupos  dominantes,  para 
consolidar  su  apoyo  en  contra  de  las  reformas  impulsa- 
das por  la  Revolución.  Esta  ideología  no  responde  a la 
realidad,  sino  a una  falsa  imagen  fortalecida  por  la 
guerra  fría  y la  tesis  de  la  seguridad  nacional: 

La  ideología  dominante  ha  cumplido  hasta  el  mo- 
mento su  papel,  ya  que  ha  logrado  mantener  consolida- 
das a las  diferentes  fracciones  de  la  burguesía  guatemal- 
teca y,  en  menor  medida,  a la  salvadoreña,  la  cual  ha 
mostrado  fisuras  importantes  como  la  que  se  manifestó 
el  15  de  octubre  de  1979.  No  obstante,  estas  fisuras  son 
rápidamente  superadas  en  la  medida  en  que  sienten 
amenazado  su  dominio  de  clase.  En  El  Salvador,  el  frac- 
cionamiento de  la  clase  dominante  está  siendo  superado 
fácilmente,  instaurándose  nuevamente  la  dictadura  mi- 
litar en  su  carácter  más  feroz,  aunque  dentro  de  un  es- 
quema de  Reforma  con  Represión,  a través  del  cual  pre- 
tenden superar  la  crisis.  No  obstante  el  “cemento”  que 
cubre  esta  estructura,  está  siendo  derrotada.  En  El  Sal- 
vador como  en  Guatemala,  fuertes  sectores  intelectuales 
están  junto  a las  clases  dominadas,  como  por  ejemplo, 
la  Iglesia  Católica  y otras  sectas  religiosas,  las  universi- 
dades, los  partidos,  etc.  Cada  vez  más  los  grupos  domi- 
nantes están  siendo  aislados. 

3.  El  Proyecto  del  15  de  octubre  de  1979 

El  estudio  actual  de  la  Democracia  Cristiana  en 
Guatemala  y en  El  Salvador,  obliga  a investigar  somera- 
mente el  proyecto  del  golpe  de  estado  de  octubre  en  el 
primero  de  estos  países. 


87 


La  importancia  de  analizar  el  proyecto  estriba  en 
que,  como  se  verá  más  adelante,  el  mismo  devino  en  una 
situación  totalmente  contrapuesta  a la  del  15  de  octubre, 
bajo  la  responsabilidad  directa  de  la  Democracia  Cris- 
tiana. Además,  porque  se  están  dando  pasos  para  con- 
vertir a la  Democracia  Cristiana  en  el  nuevo  instrumen- 
to de  dominación  para  estos  países,  tal  como  lo  ha  de- 
nunciado Gregorio  Selser  en  un  artículo  del  2 de  junio 
de  este  año  en  Barricada  (órgano  del  FSLN),  y el  Frente 
Democrático  contra  la  Represión  (FDCR)  de  Guatema- 
la, recientemente. 

El  modelo  que  se  describe  a continuación  no  debe- 
mos verlo  aislado  de  la  problemática  que  esbozamos  en 
el  inciso  anterior,  es  más,  fue  puesto  en  movimiento  al 
interior  de  esa  sociedad  y fracasó  en  la  medida  en  que 
fue  imposible  derrotar  a los  intereses  más  reaccionarios. 
Es  probable  que  si  lo  hubiesen  logrado  (extremo  casi  im- 
posible de  conseguir,  ñor  las  mismas  condiciones  estruc- 
turales), la  situación  salvadoreña  se  hubiese  encaminado 
de  manera  diferente,  punto  que  no  es  objeto  de  análisis 
en  este  ensayo.  Lo  que  queremos  poner  de  manifiesto, 
es  que  la  Democracia  Cristiana  jugó  un  papel  importan- 
te en  la  estructuración,  falla  y cambio  del  modelo.  No 
sólo  prestándose  al  juego,  sino  creando  las  condiciones 
para  llegar  al  lugar  que  actualmente  ocupa. 

MODELO  TEORICO  DEL  GOLPE  DE  ESTADO 
DEL  15  DE  OCTUBRE  DE  1979 

1 . Cese  de  la  Represión. 

-Aparición  de  presos  políticos 
-Castigo  a los  responsables  de  la  represión 
-Libertad  de  organización 
-Apertura  del  diálogo  nacional 


88 


2.  Reformas  Económicas. 

-Reforma  Agraria 
-Nacionalización  de  la  Banca 
-Nacionalización  Comercio  Exterior 

3.  Derrota  de  la  hegemonía  de  las  fracciones 
terratenientes. 

4.  Apoyo  de  la  clase  obrera,  campesina,  sectores 
populares  e Iglesia. 

5.  Lograr  la  hegemonía  de  la  Juventud  Militar. 

6.  Apoyo  internacional 

-Estados  Unidos 

-Internacional  Demócrata  Cristiana 
-Internacional  Socialista 
-Internacional  Comunista 

Solución  de  la  crisis 
-Reforma  Popular 


Los  hechos  puntualizados  se  encuentran  vinculados 
y entrelazados.  Todos  son  indispensables  para  la  obten- 
ción del  resultado  dentro  de  ciertos  márgenes  o pará- 
metros de  cumplimiento.  Los  dos  primeros,  eran  las  ne- 
cesidades sentidas  y su  implementación  era  vital  para  la 
consecución  de  los  puntos  tres  y cuatro,  estrechamente 
entrelazados  con  el  punto  quinto.  Además,  también  ju- 
gaban un  papel  muy  importante  en  la  búsqueda  del  apo- 
yo internacional,  sobre  todo  de  la  Internacional  So- 
cialista y de  los  países  socialistas.  El  orden  de  cumpli- 


89 


miento,  si  bien  es  importante  en  los  dos  primeros,  no 
produce  efectos  inmediatos  o continuos  en  los  otros. 

Este  modelo  de  reformismo  popular  sentaría  las  ba- 
ses de  un  desarrollo  económico,  político  e ideológico  di- 
ferente para  el  país,  en  opinión  de  los  participantes.  Pe- 
ro el  mismo  no  estaba  siendo  sometido  al  juicio  de  una 
computadora,  sino  que  se  lo  pretendió  aplicar  en  una  si- 
tuación económica  desesperada,  con  una  clase  trabaja- 
dora muy  combativa,  con  organizaciones  clasistas  muy 
consolidadas  — aunque  estuvieran  divididas — y con  una 
clase  dominante  ciega  ideológicamente,  que  no  entendió 
que  su  salvación  como  clase  estaba  en  el  proyecto  plan- 
teado, aun  cuando  el  costo  fuera  elevado  para  una  frac- 
ción de  la  misma.  Además,  con  contradicciones  secun- 
darias fuertes,  que  se  entrecruzaban  en  todos  los  blo- 
ques de  fuerzas  sociales. 

El  Gobierno  salvadoreño  que  se  inaugura  en  oc- 
tubre de  1979,  contaba  con  tres  fuerzas  políticas  impor- 
tantes, en  términos  de  la  lucha  que  habían  llevado  a ca- 
bo como  oposición  legal  al  sistema  a través  de  la  Unión 
Nacional  Opositora  (UNO)  y por  el  respaldo  interna- 
cional que  implicaban:  la  Democracia  Cristiana,  la  So- 
cial Democracia  (MNR)  y el  Partido  Comunista  (UDN), 
más  el  respaldo  de  una  parte  de  la  clase  obrera  y campe- 
sina organizada  en  el  llamado  Foro  Popular,  así  como 
con  un  apoyo  condicionado  de  monseñor  Romero  y lo 
que  él  representaba  y también  de  la  Juventud  Militar. 

Frente  a ellos,  se  alzaban  las  poderosas  organiza- 
ciones de  masas:  Ligas  Populares  28  de  febrero  (LP-28), 
que  si  bien  estaba  en  el  Foro  Popular,  se  opuso  al  golpe; 


90 


Bloque  Popular  Revolucionario  (BPR);  Frente  de  Acción 
Popular  Unificada  (FAPU)  y las  organizaciones  político- 
militares  (ERP-FPL-FARN). 

El  proyecto  significaba  la  derrota  ideológica,  en  un 
primer  momento,  de  los  grupos  politico-militares,  así  co- 
mo de  su  frente  de  masas.  Para  ello,  era  necesario 
quitarles  banderas  de  lucha  e integrarlos  en  un  proceso  de 
democratización  en  donde  se  fuera  consolidando  una  re- 
cia presión  popular  para  la  realización  de  reformas 
mucho  más  profundas,  tanto  en  lo  económico  como  en  lo 
político-ideológico. 

Es  por  ello  que  se  convierte  en  prioritario,  y así  debe 
ser  conceptualizado,  el  punto  número  uno  del  modelo,  o 
sea,  el  cese  de  la  represión,  entendido  como  la  aparición 
de  los  presos  políticos,  tarea  difícil  ya  que  muchos  de  és- 
tos habían  sido  asesinados  con  anterioridad,  cosa  que  no 
era  responsabilidad  de  los  nuevos  grupos  políticos  en  el 
poder,  pero  si  del  ejército  como  institución,  y es  por  ello 
que  el  castigo  de  los  responsables  de  la  represión  era  fun- 
damental, no  sólo  por  la  imposibilidad  de  cumplir  con  el 
aparecimiento  de  los  desaparecidos,  sino  porque  era  la 
demostración  del  deseo  de  acabar  con  la  represión  como 
método  político.  Pero  esto  presentaba  un  problema 
mucho  más  serio  que  el  que  se  ha  querido  ver  y que 
consistía  en  la  necesidad  de  que  el  Ejército  como  tal  “la- 
vara su  pecado”  frente  al  pueblo.  El  cese  de  la  represión, 
entendido  en  los  términos  del  modelo,  implicaba  necesa- 
riamente el  castigo  de  los  responsables,  y éstos  eran  parte 
y actuaban  disciplinadamente  dentro  de  la  concepción  de 
la  Seguridad  Nacional  impuesta  por  el  Ejército.  El  castigo 
de  los  responsables  era  la  aceptación  evidente  de  la  parti- 


91 


cipación  militar  en  la  represión,  elemento  que  si  bien  está 
demostrado  para  todos,  no  es  aceptado  por  el  Ejército  co- 
mo institución.  Era  el  reto  que  la  Juventud  Militar  no 
quiso  enfrentar,  pues  significaba  el  rompimiento  definiti- 
vo con  las  posiciones  conservadoras  del  mismo  Ejército,  y 
su  enfrentamiento  directo  con  ellas. 

Debe  entenderse  además  como  la  relación  entre  el  ce- 
se de  la  represión  hacia  la  izquierda  y el  impulso  de  la 
represión  hacia  la  derecha.  Es  más,  significa  un  problema 
de  alianzas  en  las  cuales  los  militares  no  estaban  claros. 
Si  bien  aceptaban  la  participación  política  de  las  nuevas 
fuerzas,  no  querían  romper  con  su  aliado  natural,  los  gru- 
pos más  tradicionales  de  la  burguesía  salvadoreña,  los  cuales 
se  hacían  sentir  al  interior  del  Ejército,  por  medio  de  la 
fracción  más  tradicional,  la  comprometida  con  la  repre- 
sión. Era  el  problema  de  la  división  del  Ejército. 

Esta  situación  se  manifiesta  con  mayor  claridad 
cuando  los  Ministros  del  Gobierno  exigen  la  declaración 
por  parte  del  Ejército  de  su  decisión  de  golpear  a la 
oligarquía  salvadoreña  y que,  al  no  hacerlo,  precipita  la 
salida  del  gobierno  de  los  socialistas,  comunistas  e inde- 
pendientes. 

En  el  intríngulis  de  los  noventa  días  que  dura  este  go- 
bierno la  situación  se  va  acentuando.  Los  militares  co- 
mienzan a sentir  la  presión  de  sus  aliados  históricos  y 
nuevamente  entra  en  juego  el  papel  hegemónico  de  la 
oligarquía.  Las  reformas  económicas  anunciadas  y que 
eran  también  importantes  en  el  modelo,  se  quedan  en  la 
proclama.  No  podían  hacerse. 


92 


El  impulsarlas  significaba  fortalecer  la  posición  de 
los  socialistas  y comunistas  al  interior  del  Estado,  que  hu- 
biesen ganado  un  mayor  apoyo  popular,  propiciando  la 
pérdida  de  fuerza  de  la  fracción  conservadora  del  Ejérci- 
to. Además,  para  la  Democracia  Cristiana  significaba  la 
pérdida  de  su  liderazgo  dentro  de  las  fuerzas  políticas  que 
se  hallaban  en  el  gobierno. 


El  deterioro  del  modelo  se  precipita  en  vista  de  que 
los  puntos  claves  del  mismo  no  podían  echarse  a andar.  Por 
un  lado,  los  militares  no  resolvían  su  contradicción  inter- 
na y cada  vez  más  los  grupos  reaccionarios  iban  logrando 
acentuar  su  hegemonía  al  interior  de  las  fuerzas  armadas, 
que  fueron  encontrando  en  la  Democracia  Cristiana  un 
aliado  más  complaciente,  obviamente  mucho  más  claro 
de  su  propio  proyecto  como  partido  de  la  burguesía,  pa- 
pel histórico  que  no  aceptaban  ni  los  socialistas  ni  los  co- 
munistas. Para  la  Democracia  Cristiana  la  alianza  natu- 
ral era  con  los  grupos  dominantes,  era  la  oportunidad  de 
convertirse  en  un  partido  orgánico  de  la  burguesía.  Para 
los  otros,  la  alianza  se  buscaba  con  los  grupos  domina- 
dos. Y para  el  Ejército  el  problema  era  abandonar  un 
aliado  de  muchos  años,  viejo  conocido  y rector  ideológi- 
co de  las  Fuerzas  Armadas. 

Al  fracasar  estos  dos  puntos,  el  modelo  en  su  totali- 
dad se  rompe.  Es  imposible  contar  con  el  Ejército  para 
golpear  a la  oligarquía  y también  es  imposible  contar 
con  el  apoyo  de  la  clase  trabajadora  a través  de  las  orga- 
nizaciones más  radicales  (LP-28/BPR/FAPU).  La 
expresión  del  deterioro  del  modelo  se  da  con  la  salida 


93 


del  gobierno  de  los  socialistas,  comunistas  e indepen- 
dientes. ' 

El  modelo  en  su  totalidad  empezará  a cambiar  tan- 
to en  lo  interno  como  en  lo  externo.  En  lo  primero,  se  va 
a dar  un  proceso  de  reunificación  de  fuerzas  y se  acelera 
el  proceso  unitario  de  la  izquierda.  La  honestidad  de  los 
socialistas  y comunistas  que  son  derrotados  en  términos 
de  su  proyecto,  vendrá  a fortalecer  la  oposición  con  su 
participación  al  interior  de  las  otras  fuerzas.  En  lo  inter- 
nacional, el  proyecto  pierde  dos  apoyos  importantes, 
aunque  más  vital  uno  que  el  otro.  La  salida  del  MNR  del 
gobierno  hace  que  la  Internacional  Socialista  le  quite  el 
respaldo  al  proyecto  golpista  y avale  el  proyecto  de  uni- 
dad que  deviene  recientemente  en  la  constitución  del 
Frente  Democrático  Revolucionario  a pesar  del  disgusto 
norteamericano. 

En  medio  de  las  fuerzas  internas  y jugando  un  pa- 
pel muy  importante  estaba  los  Estados  Unidos,  que  veía 
que  el  proyecto  tal  y como  se  quería  plantear  por  parte 
de  socialistas,  comunistas  y sectores  progresistas  de  la 
Democracia  Cristiana,  podía  llegar  a escapar  de  sus  ma- 
nos y convertirse  en  un  proceso  de  mucha  más  trascen- 
dencia, con  el  cual  no  estaban  de  acuerdo.  De  ahí  que 
opten  por  apoyar  a la  fracción  conservadora  del  Ejérci- 
to y al  planteamiento  de  continuidad  únicamente  con  la 
Democracia  Cristiana  en  su  ala  más  conservadora  que  a 
partir  de  este  momento  empieza  a deteriorarse 
— proceso  que  aún  no  termina — adquiriendo  el  modelo 
características  totalmente  diferentes,  como  puede  verse 
en  el  esquema  siguiente. 


94 


MODELO  ACTUAL  DEMOCRATA  CRISTIANO 
FEBRERO  DE  1980 

1 . Instauración  de  la  represión  contra: 

- Movimiento  obrero 

- Campesinos 

- Sectores  democráticos 

- Iglesia 

- Grupos  armados  de  la  izquierda 

2.  Reformas  Económicas: 

- Reforma  agraria 

- Nacionalización  Bancaria 

- Nacionalización  del  Comercio  Exterior 

3.  Consolidación  del  Ejército: 

- Derrota  de  la  Juventud  Militar 

V 

4.  Consolidación  de  la  burguesía: 

- Derrota  de  la  fracción  modernizante 

5.  Apoyo  Internacional: 

- Estados  Unidos 

- Democracia  Cristiana  Internacional 
-Gobiernos  afines:  Costa  Rica,  Venezuela 

Solución  de  la  crisis: 

-Reforma  con  represión 


El  modelo  actual,  únicamente  tiene  dos  variantes 
del  sistema  político  anterior  al  golpe  de  estado  de  oc- 
tubre de  1979:  el  impulso  parcial  de  la  reforma  económi- 


95 


ca  y la  presencia  demócrata-cristiana  al  interior  del  go- 
bierno. Nuevamente  se  ha  instaurado  una  verdadera 
dictadura  militar  encaminada  a destruir  el  proceso  de 
cambio  en  El  Salvador. 

Como  puede  observarse  la  variante  con  el  modelo 
anterior  es  radical,  aquí  se  trata  en  primer  lugar  de  ins- 
taurar un  verdadero  régimen  de  terror  mucho  peor  que 
los  anteriores  al  golpe.  Para  que  el  modelo  actual  resulte 
positivo  es  necesario  e indispensable  acabar  con  todos 
los  grupos  de  oposición,  o sea,  el  Frente  Democrático 
Revolucionario. 

El  éxito  del  modelo  tiene  como  un  paso  previo  in- 
dispensable esa  destrucción,  que  es  el  precio  para  poder 
impulsar  las  reformas  económicas  ya  establecidas.  La 
reforma  agraria,  la  nacionalización  de  la  banca  y del  co- 
mercio exterior,  son  medidas  que  pueden  ser  mediatiza- 
das fácilmente  en  la  perspectiva  actual.  No  será  la  pri- 
mera vez  que  los  grupos  dominantes  logran  a través  de 
mecanismos  formales  y burocráticos,  impedir  su  de- 
sarrollo. Sobre  todo  cuando  vuelven  a unificarse  bajo  la 
égida  tradicional. 

Al  interior  del  Ejército,  con  la  derrota  de  Majano, 
la  Juventud  Militar  ha  perdido  la  batalla.  El  control 
político  del  mismo  ha  quedado  en  manos  de  la  fracción 
más  conservadora  representada  por  Abdul  Gutiérrez  y, 
además,  ante  el  avance  de  las  fuerzas  revolucionarias  y 
democráticas,  la  burguesía  salvadoreña  vuelve  a unifi- 
carse y a dirigir  juntamente  con  su  brazo  armado  — el 
Ejército — la  batalla  en  contra  de  la  clase  obrera  y sus 
aliados. 


96 


El  modelo  es  hoy  más  débil  y frágil  que  antes.  Se 
sostiene,  en  gran  medida,  por  la  firme  decisión  de  los 
Estados  Unidos  de  mantener  la  Junta,  pero,  a su  inte- 
rior, el  resquebrajamiento  continúa,  lo  cual  puede  me- 
dirse por: 

a)  El  fraccionamiento  de  la  Democracia  Cristiana, 
de  donde  se  han  salido  una  serie  de  cuadros  que  han 
pasado  a apoyar  al  Frente  Democrático  Revolu- 
cionario (línea  popular  cristiana). 

b)  La  dificultad  de  ir  conformando  un  equipo  de 
gobierno  que  permita  darle  mayor  cohesión  y se- 
guridad. 

c)  Las  renuncias  constantes  de  Ministros  y fun- 
cionarios. 

d)  Pérdida  de  la  legitimidad  lograda  el  15  de  oc- 
tubre de  1979. 

Estos  elementos  muestran  únicamente  la  cara 
pública  del  proceso  y son  más  de  forma  que  de  fondo. 
Los  problemas  sustanciales  se  encuentran  en  el  proceso 
de  acumulación  de  fuerzas  que  se  está  llevando  a cabo 
con  éxito  por  parte  de  la  izquierda  salvadoreña  y del 
apoyo  internacional  a la  lucha. 

El  proceso  de  unidad  que  se  da  en  el  Frente  De- 
mocrático Revolucionario,  viene  a significar  el  mayor 
avance  unitario.  La  presencia  de  sectores  de  larga  tradi- 
ción democrática,  como  el  Movimiento  Nacional  Revo- 
lucionario, la  tendencia  popular  cristiana,  las  federa- 


97 


ciones  estudiantiles,  sindicales,  etc.,  que  han  conforma- 
do el  nuevo  frente,  junto  con  las  organizaciones  de  ma- 
sas representadas  por  BPR,  LP-28  y FAPU  le  dan  una 
fuerza  muy  grande  al  movimiento  salvadoreño,  fuera  de 
que  la  lucha  armada  ha  ido  en  aumento,  aunque  en  tér- 
minos militares  propiamente  dichos  es  imposible  medir 
la  situación  por  falta  de  información. 

Por  otro  lado,  a nivel  externo  la  lucha  del  pueblo 
salvadoreño  cuenta  con  mucho  respaldo,  lo  que  se 
puede  medir  con  la  solidaridad  manifiesta  de  la  Interna- 
cional Socialista  que  ya  demostró  su  fuerza  en  la  revolu- 
ción nicaragüense.  Este  apoyo  del  mundo  occidental  es 
muy  valioso  para  impedir  las  maniobras  imperialistas. 

El  proceso  salvadoreño  se  encamina  sobre  bases  se- 
rias, con  perspectivas  de  triunfo  a pesar  de  la  posición 
radical  de  los  Estados  Unidos  a favor  de  la  Junta.  A las 
fuerzas  retardatarias  de  El  '-Salvador  únicamente  le 
quedan  las  armas,  en  manos  de  un  Ejército  que  ya  no  es 
granítico  y que  ha  demostrado  tener  serias  fisuras. 

4.  La  Democracia  Cristiana  Guatemalteca 

El  Partido  Democracia  Cristiana  Guatemalteca 
(PDCG)  se  funda  el  24  de  agosto  de  1955,  como  un  par- 
tido confesional  dirigido  a la  defensa  de  los  derechos  de 
la  Iglesia  Católica  en  la  sociedad  civil.  Sus  fundadores 
eran  hombres  de  pensamiento  conservador,  participan- 
tes activos  de  la  ideología  impuesta  por  la  contrarrevo- 
lución de  19543.  Muchos  de  ellos  pertenecían  a la 
burguesía  agraria  y la  base  social  la  constituyeron  fun- 
damentalmente campesinos  indígenas,  impulsados  por 


98 


organizaciones  religiosas  (curas  párrocos  y acción  cató- 
lica). 

Sus  primeros  pasos  en  la  vida  política  los  efectúan  a 
través  de  alianzas  con  los  partidos  anticomunistas,  co- 
mo el  Movimiento  Democrático  Nacionalista,  hoy  Mo- 
vimiento de  Liberación  Nacional. 

La  incorporación  de  la  Democracia  Cristiana  a las 
luchas  estudiantiles  a través  del  Frente  Estudiantil  So- 
cial Cristiano  (FESC),  así  como  en  la  organización  sin- 
dical, entre  los  obreros  fabriles  y campesinos,  va  a ir 
conformando  una  dirigencia  media,  sin  un  antecedente 
histórico  “anticomunista”  , que  irá  presionando  para 
cambiar  la  línea  del  partido. 

Es  a partir  de  esta  tesis  que  inicia  su  viraje  hacia  po- 
siciones mucho  más  progresistas.  Además  debemos  su- 
mar a ello,  que  la  estructura  política  guatemalteca  úni- 
camente había  permitido  la  existencia  de  cuatro  partidos 
con  personería  jurídica,  lo  que  convertía  a la  Democra- 
cia Cristiana  en  el  partido  aglutinador  de  la  oposición  de 
izquierda  democrática  en  el  país,  así  se  explica  su  parti- 
cipación como  tal  en  1970  (DC-URD),1974  (DC,  FUR- 
PSD),  1978  (DC-PSD). 

No  obstante  este  cambio  de  imagen  y posición,  una 
fracción  del  mismo  va  a irse  radicalizando  y propugnan- 
do una  línea  de  mayor  acercamiento  a la  izquierda, 
mientras  que  la  fracción  pragmática  encabezada  por  la 
actual  dirigencia,  buscaba  la  toma  del  poder  político  a 
cualquier  precio,  ya  sea  en  su  totalidad  o bien  compar- 
tiéndolo. 


99 


Esta  división  termina  con  la  expulsión  de  la  frac- 
ción de  izquierda  en  1974.  En  este  mismo  año,  a raíz  de 
su  situación  privilegiada  como  partido  inscrito,  la  De- 
mocracia Cristiana  se  convierte  en  el  centro  de  una 
alianza  política  que  unificaba  para  fines  electorales  a los 
social-demócratas  (Frente  Unido  de  la  Revolución)  y a 
los  Socialistas  (Partido  Revolucionario  Auténtico), 
triunfando  en  las  elecciones.  El  resultado  fue  totalmente 
irrespetado  a través  del  fraude  y de  la  imposición  de  los 
perdedores  en  el  ejercicio  del  poder.  Esta  fue  la  época 
cumbre  de  la  Democracia  Cristiana. 


Después  de  1974,  empezó  paulatinamente  a perder 
su  capacidad  de  convocatoria  de  masas,  sus  intentos  de 
proyección  ideológica  y se  acentuó  la  línea  pragmática. 


Para  1978,  en  la  búsqueda  por  hacer  un  frente  de 
oposición  a la  actual  dictadura,  los  socialistas  participan 
electoralmente  con  la  Democracia  Cristiana  pero,  en  es- 
ta oportunidad,  ya  la  situación  de  desprestigio  del  siste- 
ma electoral  está  llegando  a su  climax  y la  respuesta 
popular  por  medio  de  las  organizaciones  representativas 
es  negativa.  La  Democracia  Cristiana  sale  totalmente 
derrotada,  logrando  llevar  al  Congreso  a través  de  nego- 
ciaciones, a tres  diputados  únicamente. 

El  pragmatismo  de  la  fracción  dirigente  se  convier- 
te desde  1974  en  la  línea  central  del  partido.  A esto  se 
debe  que  siempre  esté  oscilando  entre  su  definición  para 
mantener  un  margen  de  votación  y el  compromiso  con 
los  grupos  de  poder. 


100 


Al  igual  que  la  actual  dirigencia  Demócrata  Cris- 
tiana en  El  Salvador,  la  guatemalteca  ha  buscado  por 
todos  los  medios  convertirse  en  el  partido  de  la 
burguesía.  Los  salvadoreños  para  hacerlo  están  coadyu- 
vando en  la  estrategia  de  la  Reforma  con  Represión.  Es 
el  costo  que  deben  pagar  para  que  los  grupos  dominan- 
tes los  acepten  como  aliados  y luego  los  utilicen  como  el 
vehículo  legitimador  del  sistema. 

Los  guatemaltecos  parecieran  estar  decididos  a ju- 
gar esta  misma  carta,  sobre  todo  porque  su  influencia  en 
los  sectores  populares  es  cada  vez  menor,  como  lo  de- 
muestran los  últimos  resultados  electorales  (marzo  de 
1980),  en  donde  apenas  un  25%  de  la  población  votante 
participó  y de  esa  minoría  un  10%  votó  nulo  o en  blan- 
co, lo  que  viene  a significar  que  sólo  hubo  un  15%  de 
votantes.  Y de  aquí  la  Democracia  Cristiana  según  datos 
del  Registro  Electoral  Guatemalteco,  obtuvo  práctica- 
mente un  cuarto  lugar  en  relación  con  los  partidos  go- 
biernistas. 

Esta  pérdida  de  respaldo  popular,  después  de  que 
en  1974  logró  aglutinar  a la  oposición  guatemalteca, 
obedece  cabalmente  a su  línea  política  de  distanciamien- 
to  de  los  sectores  populares  y a la  pérdida  de  su  carácter 
de  “alternativa”  al  sistema  en  la  medida  en  que  éste  se 
está  deteriorando  y la  posibilidad  electoral  es  cada  vez 
más  repudiada  por  las  grandes  mayorías. 


A lo  anterior  debe  sumarse  el  papel  que  están  ju- 
gando el  partido  Frente  Unido  de  la  Revolución  (social- 
demócrata)  y el  Partido  Socialista  Democrático,  en  tér- 


101 


minos  de  un  mayor  entendimiento  de  la  coyuntura 
política  que  se  vive  y del  compromiso  con  la  clase  obrera 
y campesina. 

En  Guatemala  como  en  El  Salvador  el  sistema  de 
“democracia”  con  fraude  y represión  ha  llegado  a su 
fin,  dado  que  ya  no  es  posible  utilizar  una  actitud  dema- 
gógica electoral,  en  virtud  que  la  oposición  real  (FUR- 
PSD)  no  participa  en  la  farsa  por  un  lado  y,  por  el  otro, 
que  para  poder  mantenerlo  es  necesario  permitir  ciertos 
márgenes  de  apertura  que  el  sistema  no  puede  resistir, 
dada  su  fragilidad  consensual. 

Esto  se  puede  medir,  para  el  caso  guatemalteco,  en 
la  instauración  de  un  régimen  verdaderamente  dictato- 
rial, en  donde  las  apariencias  que  quisieron  guardar  en 
el  pasado,  han  desaparecido.  El  asesinato  de  los  dirigen- 
tes más  conspicuos  de  la  oposición  legal,  como  lo  eran 
Manuel  Colom  Argueta  y Alberto  Fuentes  Mohr,  fue  la 
primera  muestra  de  que  no  les  interesaba  ya  el  manteni- 
miento de  una  oposición  que  podía,en  la  actual  coyuntu- 
ra internacional,  dar  al  traste  con  el  sistema.  El  asalto  a 
la  Embajada  de  España  por  parte  de  las  fuerzas 
policíacas  y en  donde  perdieron  la  vida  treinta  y seis  per- 
sonas, incineradas  con  bombas  de  Napalm,  incluyendo 
personal  diplomático,  un  exVicepresidente  de  la  Re- 
pública, un  exMinistro  de  Relaciones  Exteriores  y trein- 
ta campesinos  indígenas  que  habían  tomado 
pacíficamente  la  sede  diplomática,  demostró  al  mundo 
la  esencia  misma  del  régimen.  En  medio  de  esa  dictadu- 
ra, el  ir  a elecciones  resulta  no  sólo  inútil,  sino  totalmen- 
te comprometedor  para  los  partidos  participantes.  La 
intervención  los  convierte  en  cómplices  de  una  de  las 


102 


más  terribles  escaladas  represivas  en  lo  que  va  del  cuar- 
to de  siglo  de  contrarrevolución. 

La  participación  de  la  Democracia  Cristiana  busca- 
ba avalar  el  planteamiento  estratégico  gobiernista  y de 
alguna  manera  demostrar  a los  ojos  de  los  norteameri- 
canos que  ellos  son  confiables  y están  dispuestos  a servir 
como  vehículos  de  un  cambio  de  fachada,  tal  como  ha 
sido  denunciado  por  la  oposición  guatemalteca. 

El  problema  de  un  golpe  en  Guatemala  estriba  fun- 
damentalmente, en  términos  de  los  actores,  en  que  no 
hay  interlocutores  válidos  para  el  mismo.  La  Democra- 
cia Cristiana  no  se  ha  dado  cuenta  que  su  alejamiento  de 
los  sectores  populares  es  un  arma  de  dos  filos,  ya  que  si 
bien  se  congracia  con  los  grupos  dominantes,  éstos  no  la 
toman  en  cuenta  porque  no  tiene  capacidad  de  convoca- 
toria de  los  mismos  sectores  populares.  En  otras  pa- 
labras, no  tiene  nada  que  ofrecer  más  que  su  nombre,  el 
cual  si  bien  puede  ser  útil  en  lo  externo  (apoyo  del  Pacto 
Andino  y de  la  Internacional  Demócrata-Cristiana),  en 
lo  interno  carece  de  fuerza  para  poder  competir  con  la 
oposición,  que  ha  rescatado  ese  apoyo  popular. 

En  1978, recién  pasadas  las  elecciones,  la  Democra- 
cia Cristiana  fue  invitada  por  el  Partido  Socialista  De- 
mocrático para  formar  un  frente  amplio  de  masas  en 
contra  de  la  dictadura,  juntamente  con  otras  fuerzas 
políticas  y sociales.  Este  intento  fracasó  como  conse- 
cuencia de  la  falta  de  comprensión  de  las  fuerzas  invita- 
das. Por  iniciativa  diferente  se  forma  un  frente  mucho 
más  amplio  de  masas,  en  donde  se  incluye  al  Movimien- 
to Obrero,  Campesino,  Estudiantil,  Cristiano  progresis- 


103 


ta  y a los  Partidos  Políticos  Frente  Unido  de  la  Revolu- 
ción (FUR)  y al  Partido  Socialista  Democrático  (PSD). 
Este  frente  denominado  Frente  Democrático  contra  la 
Represión  busca  convertirse  en  el  eje  de  la  oposición  legal 
al  sistema.  Los  demócratas  cristianos  no  sólo  no  quisieron 
entrar  al  mismo,  sino  que  lo  han  atacado  haciéndole  el 
juego  a las  fuerzas  gobiernistas.  Esta  posición,  claramen- 
te los  ha  situado  en  el  mismo  plano  que  las  fuerzas  represi- 
vas y no  al  lado  de  las  fuerzas  democráticas  y populares. 

Es  aquí  donde  se  puede  encontrar  explicación  al 
destino  histórico  de  la  Democracia  Cristiana,  que  ante 
una  coyuntura  revolucionaria  en  el  área,  toma  el  camino 
equivocado  desde  la  perspectiva  de  las  clases  oprimidas 
y se  ubica  con  los  grupos  dominantes,  que  en  estos 
países  son  de  una  negra  relevancia. 


5.  A manera  de  conclusión 


Los  momentos  críticos  en  la  historia  obligan  a que 
los  actores  políticos  se  quiten  la  máscara  y aparezcan  en 
público  con  su  verdadero  rostro.  La  fiesta  demagógica 
ha  terminado  y los  grupos  sociales  exigen  la  definición 
final  para  poder  encontrar  soluciones  de  conformidad 
con  sus  propios  intereses  a la  situación  crítica  que  se  pre- 
senta. 

Es  en  este  momento  en  que  los  hombres  organiza- 
dos en  clases,  alzan  la  cara,  murmuran,  elevan  la  voz  y 
gritan:  ¡Estos  son  mis  amigos  y estos  son  mis  enemigos! 


104 


En  Chile  en  1973  los  vimos  actuar  y estuvieron  al 
lado  de  los  enemigos  del  pueblo;  en  El  Salvador  y 
Guatemala  han  vuelto  nuevamente  a enseñar  su  cara  co- 
modona y a reflejar  sus  ansias  por  entrar  de  lleno  al 
ejercicio  del  poder,  no  importando  lo  que  suceda.  Du- 
rante años  habían  gritado  por  la  democracia,  por  la  li- 
bertad, por  el  respeto  a los  derechos  humanos,  y hoy, 
cuando  tienen  la  oportunidad  de  ser  consecuentes  con 
sus  planteamientos  de  antaño,  demuestran  su  misma 
esencia  y niegan  lo  que  durante  años  habían  sostenido. 
HAN  VUELTO  AL  SENO  MATERNO  QUE  LOS  EX- 
PULSO AL  MUNDO. 


NOTAS 


1.  Guidos  Vejar,  Rafael.  “La  crisis  política  en  El  Salvador  1976-79” 
en:  Revista  ECA,  San  Salvador,  julio-agosto,  1979. 

2.  Para  una  mejor  ilustración  ver  Solórzano  Martínez,  Mario. 
“Guatemala:  ‘Democracia’  con  fraude  y represión”  en:  Nueva  So- 
ciedad, N°  42,  Caracas. 

3.  Para  una  explicación  más  amplia  de  la  situación  de  la  Iglesia  y los 
partidos  en  ese  período,  ver:  Solórzano  Martínez,  Mario.  “La  cons- 
titución de  un  nuevo  bloque  histórico  en  Guatemala”,  en  la  revista: 
Política  y Sociedad,  N°  5,  Guatemala,  UPS,  1978. 


. 


V 


J 


/ 


r 


■ 


LA  INTERNACIONAL  SOCIALISTA  Y LA 
REVOLUCION  EN  CENTROAMERICA 


Hugo  Assmann 


Intentaremos,  en  este  breve  escrito,  un  rápido  ba- 
lance provisional  de  las  características  que  fueron  asu- 
miendo las  relaciones  crecientemente  amistosas,  por  lo 
menos  a nivel  de  los  pronunciamientos  públicos,  entre  el 
“forum  de  debates”  de  los  partidos  socialdemócratas  y 
afínes,  que  lleva  el  nombre  un  tanto  pomposo  de  Inter- 
nacional Socialista,  y las  fuerzas  revolucionarias  de 
Centroamérica.  El  momento  coyuntural  preciso  en  el 
cual  nos  situamos  condiciona  y limita  enormemente 
nuestras  apreciaciones  y elimina  de  raíz  toda  pretensión 
de  llegar  a conclusiones  que  se  pretendiesen  definitivas. 

Conviene  explicitar  también  la  intención  política 
que  nos  orienta.  En  viajes  recientes  a Europa  y a algu- 
nos países  latinoamericanos  hemos  podido  constatar  la 
persistencia  de  incomprensiones  profundas,  sobre  todo 
en  determinados  grupos  que  se  creen  coherentemente  re- 
volucionarios, respecto  a la  firmeza  ideológica  de  las 
vanguardias  revolucionarias  de  Nicaragua,  El  Salvador 
y Guatemala.  Se  escucha  con  frecuencia  la  sospecha  de 
que,  en  nombre  de  la  necesaria  solidaridad  internacional 
y del  amplio  frente  de  lucha,  se  estarían  manteniendo 


107 


alianzas  espurias  con  el  reformismo.  Una  vez  más  se  ve- 
rifica la  cada  vez  menos  extraña  coincidencia  en  el  tiem- 
po entre  los  esquematismos  ideológicos  (“comunismo”, 
“totalitarismo”,  etc)  con  los  que  la  prensa  burguesa 
articula  sus  campañas  difamatorias  y las  no  menos  es- 
quemáticas y dogmáticas  abstracciones  de  determinados 
grupos  que  se  consideran  de  izquierda.  En  los  últimos  se 
repite  la  ya  clásica  incapacidad  para  un  análisis  realmen- 
te dialéctico  de  coyunturas  políticas  específicas  y,  a par- 
tir de  esa  incapacidad,  una  resistencia  a entender  la  arti- 
culación entre  la  claridad  de  los  principios,  los  avances 
decididos  en  la  hegemonía  de  las  clases  subalternas  en  la 
conducción  de  la  lucha  y,  desde  esa  posición  de  fuerza, 
la  conveniente  flexibilidad  en  el  espectro  de  las  alianzas. 

El  momento  coyuntural 

En  los  últimos  días  de  noviembre  de  1980  nos 
confrontamos  con  una  situación  internacional  de  con- 
tornos sumamente  imprecisos  y con  una  situación  inter- 
na de  la  región  centroamericana  en  la  que  se  avecinan 
duros  momentos  de  definición.  La  Junta  Militar  De- 
mócrata Cristiana  de  El  Salvador,  resquebrajada  por  evi- 
dentes contradicciones  internas  y carente  de  base  de 
apoyo  político,  se  mantiene  artificialmente  en  el  gobier- 
no gracias  al  remanente  de  poder  represivo  del  aparato 
militar  y paramilitar  y gracias  al  apoyo  abierto  de  Esta- 
dos Unidos  y algunos  pocos  países  latinoamericanos, 
como  Venezuela  y,  con  incipiente  reticencia,  Costa  Ri- 
ca. La  lucha  revolucionaria  avanza  hacia  momentos  de- 
cisivos. Todo  indica  que  la  fórmula  reformista  propues- 
ta por  Estados  Unidos  — explicitada  de  manera  más 
amplia  en  los  testimonios  de  Virón  Vaky  y William 


108 


Bowdler  al  Congreso  norteamericano — fue  agotando 
rápidamente  su  operatividad  y se  encuentra  completa- 
mente agotada  en  el  caso  de  El  Salvador.  Quedan,  al  pa- 
recer, únicamente  al  imperialismo  las  fórmulas  interven- 
cionistas más  directas. 

En  el  caso  de  Guatemala,  es  notoria  la  desobedien- 
cia de  las  clases  dominantes  y en  especial  del  ejército  a 
las  sugerencias  reformistas  norteamericanas,  hasta  el 
punto  de  llevar  a un  deterioro  sumamente  crítico  las  re- 
laciones entre  ambos  países.  Al  mismo  tiempo,  la  lucha 
de  las  organizaciones  populares  fue  creciendo  en  aliento 
y organicidad,  sin  llegar  todavía  a los  momentos  decisi- 
vos del  caso  salvadoreño. 

Nicaragua,  que  viene  siendo  objeto  de  una  articula- 
da campaña  difamatoria  internacional,  se  enfrenta,  en 
lo  interno,  a intentos  subversivos  desesperados  del  re- 
manente de  la  burguesía.  Al  despertar  para  el  hecho  de- 
finitivo de  que  su  tolerada  cuota  de  poder  no  volverá  ja- 
más a ser  hegemónica,  la  burguesía  empieza  a negarse  a 
aquella  participación  que  la  Revolución  le  ofrece  gene- 
rosamente. En  juego  está,  evidentemente,  la  oposición 
antagónica  entre  dos  concepciones  radicalmente  distin- 
tas de  democracia:  una  de  carácter  hondamente  popular 
y participativo,  orientada  hacia  la  satisfacción  de  las  ne- 
cesidades básicas  de  todo  un  pueblo,  como  la  enunció 
reiteradamente  el  FSLN  (ver  anexoj^la  otra,  la  que  año- 
ra la  burguesía,  como  expresión  del  dominio  de 
minorías  sobre  la  mayoría  del  pueblo.  Nicaragua  vive 
sin  duda  uno  de  los  momentos  más  decisivos  en  la  con- 
solidación del  proceso  revolucionario.  En  este  momento 
crítico  la  sabiduría,  ya  tantas  veces  reconocida,  de  la 


109 


vanguardia,  el  FSLN,  sometida  a dura  prueba,  está  re- 
velando el  carácter  sereno  y maduro  de  sus  opciones  en 
favor  del  pueblo.  Es  que  en  Nicaragua  se  conquistó  real- 
mente el  poder,  y no  sólo  el  gobierno. 

En  el  panorama  internacional,  la  coyuntura  sigue 
marcada,  en  lo  económico,  por  una  crisis  aguda  del  sis- 
tema capitalista.  La  pérdida  creciente  de  la  hegemonía  i 
económica  de  Estados  Unidos  frente  a los  sub-polos  del 
sistema  capitalista  transnacionalizado,  especialmente  1 
Europa  y Japón,  dio  al  traste  con  las  más  “inteligentes” 
propuestas  de  cooperación  “interdependiente”  elu- 
cubradas en  el  seno  de  la  casi  difunta  Comisión  Trilate- 
ral.  Perdida  la  hegemonía  económica,  Estados  Unidos 
vuelve  a emplear,  como  arma  de  presión  frente  a sus 
“aliados”,  la  carta  de  la  seguridad  y del  poder  militar. 
Reaparecen  abiertamente  en  escenas  los  intereses  liga- 
dos al  Pentágono,  al  complejo,  industrial  militar  y a las  i 
empresas  empeñadas  en  la  recuperación,  en  primer  térmi- 
no, de  la  resquebrajada  “economía  doméstica”.  La  ere- 
cíente  infiltración  de  esos  sectores  en  el  seno  de  la  Comi- 
sión Trilateral,  a partir  de  1977,  llevó  al  ocaso  de  la  mis-  ? 
ma.  Las  propuestas  más  blandas  y reformistas,  apoyadas 
discretamente  por  el  Departamento  de  Estado  durante  la 
administración  Cárter,  entran  en  receso  antes  de  haber 
logrado  una  coherente  implementación  en  el  caso  de 
América  Latina  y,  muy  especialmente,  en  el  de  Centro-  > 
américa. 

De  manera  que  la  elección  de  Reagan  encaja  en  una  t 
lógica,  económica  y política,  más  amplia.  Los  electores  -i 
norteamericanos,  hondamente  provincianos  en  sus  inte- 
reses inmediatistas,  cerraron  sus  oídos  al  débil  mensaje  i 


110 


de  quienes  advertían  que,  a mediano  y largo  plazo,  el 
sistema  capitalista  sobrevivirá  mejor,  en  el  definitivo 
contexto  transnacionalizado,  mediante  una  hábil  conju- 
gación de  las  exigencias  de  preservación  y ampliación  de 
los  mercados  y vigiladas  “aperturas  democráticas”,  que 
propicien  una  cierta  distribución  del  ingreso  para  que  no 
falten  los  compradores. 

Habrá  que  ver  hasta  qué  punto  la  administración 
Reagan  estará  en  condición  y disposición  de  llevar  a la 
práctica  los  enunciados  de  su  plataforma  electoral  y de 
sus  discursos  de  campaña.  Si  lo  hiciera  decididamente 
— cosa  respecto  a la  cual  caben  fundadas  dudas  en  el  ca- 
so de  un  pragmático  como  Reagan — se  deberían  presa- 
giar, desde  ahora,  renovadas  formas  de  endurecimiento 
al  viejo  estilo  de  la  diplomacia  del  garrote.  En  lo  que  se 
refiere  a Centroamérica,  la  plataforma  electoral  de  Re- 
agan presagiaría  incluso  formas  de  intervencionismo  di- 
recto. Los  sectores  más  reaccionarios  de  las  burguesías 
centroamericanas  vienen  expresando,  de  múltiples  ma- 
neras, incluida  la  petulancia,  su  regocijo  por  la  elección 
de  Reagan. 

Para  concluir  este  rápido  vistazo  panorámico, 
dentro  del  cual  habrá  que  leer  lo  que  seguidamente  dire- 
mos sobre  las  movidas  de  la  Internacional  Socialista 
conviene  agregar  algo  sobre  las  recientes  elecciones  de 
Alemania  Federal.  La  reconfirmación  de  la  socialde- 
mocracia  en  el  gobierno,  pero  con  el  condicionante  de 
un  aumento  del  potencial  político  de  sus  aliados  libera- 
les, podría  significar  un  refuerzo  del  poder  de  resistencia 
y negociación  del  polo  europeo  frente  a las  pretensiones 
hegemónicas  de  Estados  Unidos.  De  todo  modos,  queda 


111 


debilitada  la  influencia  de  la  democracia  cristiana  en  el  d 
ámbito  internacional,  lo  que  tiene  obvias  consecuencias  2 
para  Centroamérica.  « 

La  IS  y Centroamérica:  los  hechos  más  recientes 

dt 

En  la  semana  del  10  al  16  de  noviembre  de  1980  se  pi 
realizó  en  Madrid  el  XV  Congreso  Post  Guerra  de  la  In-  la 
ternacional  Socialista.  Como  se  sabe,  el  FSLN  de  Nica- 
ragua tiene  el  status  de  observador  en  la  IS.  En  esa  cali- 
dad participaron  del  evento  el  Comandante  de  la  Revo-  a 
lución  Bayardo  Arce,  Coordinador  de  la  Comisión  di 
Política  del  FSLN;  el  padre  Miguel  D’Escoto,  Canciller  tí 
de  la  República  y Miembro  de  la  Asamblea  Sandinista;  y d 
la  compañera  Silvia  McEwan,  del  Departamento  de  Re-  e¡ 
laciones  Internacionales  del  FSLN.  ¡ti 

h 

Algunos  de  los  discursos  pronunciados  en  el  ni 
Congreso  y algunas  resoluciones  tomadas,  adquieren  pe-  d 
culiar  relevancia  dentro  del  contexto  que  bosquejamos  S 
anteriormente,  sobre  todo  si  le  agregamos  el  detalle  de  p 
que  el  Secretario  de  Estado  Adjunto  de  Estados  Unidos 
para  Asuntos  Latinoamericanos,  William  Bowdler, 
había  enviado,  días  antes,  una  comisión  especial  de  n 
cuatro  personas  para  intentar  volcar  la  opinión  de  los  ai 
partidos  socialdemócratas  de  Europa  concretamente  a di 
favor  de  la  junta  salvadoreña  y genéricamente  a favor  ta 
de  la  política  norteamericana  en  relación  a Centroaméri-  c; 
ca.  Este  hecho  significativo  fue  revelado,  con  amplios  m 
detalles  sobre  los  objetivos  de  la  misión  y datos  biográfi- 
cos sobre  sus  componentes,  por  la  revista  germano- 
occidental  “Stern”  (semana  10-16.11.80;  ver  también  za 
un  cable  de  “Prensa  Latina”  de  14.11.80  y “Barricada”  E 


112 


de  15.11.80  y más  ampliamente  en  “Barricada”  del 
21.11.80).  Como  se  verá,  los  socialdemócratas  desoye- 
ron las  insinuaciones  norteamericanas. 

La  IS  reiteró  en  Madrid  su  repudio  a la  junta  salva- 
doreña y su  “solidaridad  activa”  a la  lucha  de  los 
pueblos  de  El  Salvador  y Guatemala.  La  resolución  de 
la  IS  sobre  El  Salvador  es  la  siguiente: 

“La  IS  emplaza  al  Gobierno  de  los  Estados  Unidos 
a terminar  su  apoyo  político  y militar  a la  actual  junta 
de  El  Salvador  y a reconocer  que  no  ha  conseguido  evi- 
tar más  derramamiento  de  sangre.  Rechazamos  la  tesis 
de  que  el  problema  salvadoreño  es  el  de  una  Junta  que 
está  luchando  contra  la  extrema  derecha  o izquierda.  Se 
trata  más  bien  de  un  régimen  despótico  cuyas  acciones 
han  llevado  a un  estado  de  guerra  civil.  Depositamos 
nuestras  esperanzas  más  profundas  y la  más  activa  soli- 
daridad en  el  Frente  Democrático  Revolucionario  en  El 
Salvador,  del  cual  nuestro  partido  miembro  MNR  es 
parte”  (ver  “Barricada”  del  21.11.80). 

Pero  el  hecho  que  más  sorprendió  a la  prensa  inter- 
nacional y provocó  airadas  críticas  de  la  derecha  centro- 
americana fue  la  creación  de  un  Comité  Internacional 
de  Defensa  de  la  Revolución  Nicaragüense.  La  propues- 
ta hecha  ante  el  plenario  por  el  presidente  de  la  IS,  el  ex- 
canciller alemán  Willy  Brandt,  fue  aprobada  por  unani- 
midad (ver  “Barricada”  del  16.11.80). 

Como  Presidente  del  Comité  se  eligió  a Felipe  Gon- 
zález, Secretario  General  del  Partido  Socialista  Obrero 
Español,  y como  Secretario  General  a Pierre  Chori, 


113 


Secretario  General  de  Partido  Socialdemócrata  de 
Suecia.  Entre  los  miembros  del  Comité  figuran  práctica- 
mente todos  los  nombres  más  connotados  de  la  IS 
— Willy  Brandt,  Bruno  Kreisky,  Fran?ois  Mitterrand, 
Olaf  Palmer,  etc. — y los  latinoamericanos  Carlos 
Andrés  Pérez,  ex-Presidente  de  Venezuela  y Vicepresi- 
dente de  la  IS  y José  Francisco  Peña  Gómez,  Presidente 
de  la  IS  para  América  Latina.  Llama  la  atención  que  Da- 
niel Oduber,  ex-Presidente  de  Costa  Rica  y uno  de  los  Vi- 
cepresidentes de  la  IS,  que  se  encontraba  participando  en 
el  Congreso,  no  consta  en  la  lista  de  miembros  del  Comi- 
té divulgada  por  los  cables  noticiosos. 


Como  se  puede  notar,  la  composición  oficial  del  Co- 
mité pro-Nicaragua  consta  ante  todo  de  nombres  que 
significan  aval  y cobertura.  Habrá  que  ver  ahora  en  qué 
forma  el  Comité  operativiza,  en  términos  ejecutivos,  las 
cuatro  grandes  tareas  que  se  propone  y que  son:  “Brin- 
dar apoyo  a la  autodeterminación  del  pueblo  de  Nicara- 
gua y al  proceso  de  Reconstrucción  Nacional;  exigir  el 
más  irrestricto  respeto  a la  no  intervención  en  los  asun- 
tos’ internos  de  Nicaragua;  informar  conjuntamente 
sobre  el  desarrollo  de  la  situación  de  Nicaragua  y su  pro- 
ceso de  cambio  hacia  la  libertad,  la  justicia  y la  indepen- 
dencia nacional;  requerir  una  solidaridad  internacional 
sostenida  que  permita  al  pueblo  de  Nicaragua  terminar 
su  proceso  de  Reconstrucción  Nacional”  (ver  “Barrica- 
da” del  16.11.80).  La  formulación  de  las  tareas  es 
amplia  y genérica,  prestándose  quizá  incluso  a interpre- 
taciones diversificadas.  Cabe  notar  que  en  ningún  mo- 
mento se  nombra  explícitamente  al  FSLN,  vanguardia 
indiscutible  de  la  Revolución  nicaragüense. 


114 


El  discurso  del  Comandante  Bayardo  Arce  al 
Congreso  buscó  transmitir  preocupaciones  sobre  los  pe- 
ligros, internos  y externos,  que  amenazan  el  desarrollo 
tranquilo  del  proceso  revolucionario  de  Nicaragua,  ha- 
ciendo énfasis  en  los  mayores  logros  hasta  la  fecha  (la 
Cruzada  de  Alfabetización  y la  Reactivación  Económi- 
ca). Felipe  González,  Presidente  del  Comité  Interna- 
cional de  Defensa  de  la  Revolución  Nicaragüense,  fue 
quizá  el  más  explícito  entre  los  oradores  europeos  res- 
pecto a los  peligros  de  intervencionismo  que  se  cierne 
sobre  Centroamérica  con  el  ascenso  de  Reagan  al  go- 
bierno de  los  Estados  Unidos.  Las  consecuencias  de  la 
elección  de  Reagan  fueron  asunto  fuertemente  presente 
en  los  discursos  y debates.  Carlos  Andrés  Pérez  no  dudó 
en  caracterizar  a Reagan  como  “un  hombre  de  extrema 
derecha”,  cuya  presencia  en  la  cúpula  del  gobierno  esta- 
dounidense “podría  tener  graves  consecuencias  para  los 
países  latinoamericanos”^  agregando:  “Estamos  dis- 
puestos a enfrentar  con  valentía,  con  audacia  pero  tam- 
bién con  serenidad,  los  problemas  que  pueden  presen- 
tarse si  la  política  de  Ronald  Reagan  intenta  reabrir  los 
caminos  del  intervencionismo  en  América  Latina.  En  es- 
te momento  nos  preocupa  Centroamérica...”  (ver  “La 
Estrella  de  Panamá”  del  13.11.80). 

El  Presidente  de  la  IS,  Willy  Brandt,  exhortó  a los 
congresistas  “a  no  defraudar  a los  países  latinoamerica- 
nos que  esperan  de  la  IS  un  mayor  aporte  en  la  lucha  por 
la  democracia  y la  libertad.  Sabemos  lo  que  está  en 
juego  en  Latinoamérica.  Nunca  nos  reconciliaremos  con 
la  regla  del  cinismo  y la  falta  de  ley.  Nunca  nos  reconci- 
liaremos con  una  posición  unilateral  de  influencia”  (ver 
“Barricada”  del  15.11.80).  La  afirmación  final  sugiere 


115 


que  no  están  del  todo  equivocados  quienes  hablan  de  la 
. creciente  autonomía  de  un  “Plan  Europa”  para  Améri- 
ca Latina,  con  características  de  creciente  resistencia  al 
hegemonismo  norteamericano. 

Como  es  sabido,  el  PRI  mexicano  tiene  lazos  cada 
vez  más  estrechos  con  la  IS,  aunque  se  mantenga 
todavía  con  status  de  observador.  Cabe  por  eso  señalar, 
en  este  contexto,  el  hecho  de  que  las  primeras  reacciones 
del  presidente  mexicano  López  Portillo  a la  elección  de 
Reagan  fueran  muy  explícitas  en  reafirmar  la  posición 
de  México:  un  “no  a la  intervención”  (ver  cables  noti- 
ciosos del  7.11.80).  Para  la  lucha  del  pueblo  salvadore- 
ño resulta  de  enorme  importancia  el  distanciamiento 
mexicano  de  la  junta  salvadoreña. 

En  su  Congreso  en  Madrid,  la  IS  amplió  también  su 
lista  de  partidos  miembros  del  área  latinoamericana. 
Pasaron  a ser  miembros  de  la  IS  el  Partido  Socialista 
Democrático  de  Guatemala,  la  Izquierda  Democrática 
de  Ecuador  y el  New  Jewel  de  Jamaica. 

La  IS  y Centroamérica:  recordando  enlaces  anteriores 

Sería  probablemente  equivocado  querer  evaluar  las 
actuales  influencias  de  la  IS  en  Centroamérica  a través 
de  una  simple  cronología  de  sus  contactos  sucesivos  con 
la  región,  porque  no  es  tan  seguro  que  los  contactos  más 
antiguos  sean,  en  la  actual  coyuntura,  los  más  impor- 
tantes o de  mayor  interés  para  la  IS.  El  partido  que  re- 
gistra las  relaciones  más  estables  con  la  IS  — como  ob- 
servador desde  hace  muchos  años,  y miembro  pleno  des- 
de 1976 — es  el  Partido  Liberación  Nacional  de  Costa 


116 


Rica.  Es  también  en  Costa  Rica  que  funciona,  hace 
mucho  tiempo,  el  Centro  de  Estudios  Democráticos  pa- 
ra América  Latina  (CEDAL),  ligado  a la  Fundación 
Friedrich  Ebert.  Pero,  en  las  actuales  circunstancias,  se 
puede  poner  en  duda  sj  la  orientación  ideológica  del 
Partido  Liberación  Nacional  — con  el  predominio  en  su 
seno  del  sector  ligado  al  ex-Presidente  Daniel  Oduber  y 
con  el  perfil  ideológico  del  candidato  para  las  elecciones 
de  1982,  Luis  Alberto  Monge — es  la  más  afinada  con  las 
posiciones  de  la  IS,  por  lo  menos  a nivel  de  los  enun- 
ciados ideológicos.  Hay  señales  que  indican  que,  desde 
hace  algunos  años,  los  personeros  más  destacados  de  la 
IS  miran  a la  región  centroamericana  como  un  todo 
priorizando  en  su  atención  los  polos  más  conflictivos. 

Ya  con  anterioridad  al  importante  Congreso  de  la 
IS  en  Ginebra,  en  1976,  que  fue  de  cierto  modo  el  punto 
de  arranque  para  la  rápida  expansión  de  las  influencias 
de  la  IS  en  América  Latina,  los  tres  más  destacados  diri- 
gentes europeos  de  la  IS  — Willy  Brandt,  Bruno  Kreisky 
y Olaf  Palme — , en  un  diálogo  mantenido  en  Viena  en 
mayo  de  1975,  veían  las  nuevas  posibilidades  para  la  IS 
en  Centroamérica.  Willy  Brandt  anotaba  en  aquel  en- 
tonces: “Tomemos  el  ejemplo  de  América  Central.  Allí 
hay  varios  países  con  partidos  que  están  muy  próximos 
a lo  que  nosotros  entendemos  por  socialismo  democráti- 
co, pero  estos  partidos  no  caben  en  un  marco  tan  rígido 
y condicionado  por  la  tradición  como  es  la  IS.  Por  tanto 
habría  que  hallar  alguna  forma  de  sostener  un  cambio 
de  impresiones  entre  nuestros  partidos  y los  de  allí. 
Deberíamos  hablar  de  cuestiones  teóricas  fundamenta- 
les, pero  también  de  temas  eminentemente  prácticos”1. 


117 


Como  señala  Luis  Maira,  respecto  a Centroamérica 
los  tres  altos  dirigentes  socialdemócratas  revelaron  “un 
agudo  sentido  de  anticipación  política”2,  que  se  fue 
concretando  en  una  serie  de  hechos  a los  cuales  aludire- 
mos de  paso,  y que  llevan  a afirmar  que,  a esta  altura, 
“es  altamente  probable  que,  a partir  de  esta  primera  ex- 
periencia de  colaboración,  la  IS  intensifique  su  presen- 
cia en  América  Central,  considerada  ahora  como  el  área 
más  explosiva  del  continente.  En  esta  perspectiva,  los 
dos  países  que  concentran  una  mayor  atención  son  El 
Salvador  y Guatemala.  En  ambos  países,  sin  embargo, 
las  condiciones  políticas,  a primera  vista  no  aparecen 
muy  favorables  para  una  intervención  muy  activa  de  la 
IS”3.  Luis  Maira  fundamenta  su  última  observación, 
sobre  las  condiciones  poco  favorables,  mediante  la 
constatación  de  que  los  partidos  salvadoreño  (el  Movi- 
miento Nacionalista  Revolucionario)  y guatemalteco 
(el  Partido  Revolucionario,  más  recientemente  también 
el  Frente  Unido  Revolucionario,  FUR,  y ahora  igual- 
mente el  Partido  Socialista  Democrático)  son  todos  par- 
tidos muy  pequeños. 

Esto  nos  merece  el  siguiente  comentario:  los  polos 
de  contacto  de  la  IS  en  Centroamérica  no  sólo  se  fueron 
diversificando  y ampliando.  El  avance  de  la  lucha  popu- 
lar y el  afianzamiento  de  su  unidad  orgánica  fueron  im- 
poniendo polos  de  relacionamiento  con  características 
sumamente  nuevas.  Es  cierto  que  “las  puertas  de  acce- 
so” siguen  siendo  los  partidos  que,  de  una  u otra 
forma  , se  fueron  relacionando,  como  observadores  o 
miembros,  con  la  IS.  Pero  la  relación  fundamental  ya  se 
viene  dando  actualmente  con  las  dirigencias  unificadas 
en  coordinadoras  más  globales:  el  Frente  Democrático 


118 


Revolucionario  (FDR),  en  el  caso  de  El  Salvador;  y el 
Frente  Democrático  contra  la  Represión  (FDCR),  en  el 
caso  de  Guatemala.  En  otras  palabras,  los  contactos  se 
realizan  a través  de  representantes  de  organismos  más 
globales  y unificadores  de  la  lucha  y,  a nuestro  enten- 
der, solamente  así  se  explican  las  posiciones  de  la  IS  en 
apoyo  a la  lucha  más  amplia  que  libran  todas  las  organi- 
zaciones populares  en  El  Salvador  y en  Guatemala. 

Y hay  algo  más  que  nos  parece  de  suma  importan- 
cia: a partir  del  momento  en  el  cual  la  IS  se  solidariza 
con  la  lucha  global,  mediante  pronunciamientos  de  apo- 
yo otorgado  a las  siglas  más  globales,  hay  la  aceptación 
en  principio  del  tipo  de  hegemonía  que  se  da  en  la  con- 
ducción de  esa  lucha.  O sea,  se  acepta  que  no  son  los  pe- 
queños partidos  socialdemócratas,  sino  las  verdaderas 
vanguardias  del  pueblo,  ligadas  a los  intereses  de  las  cla- 
ses subalternas,  las  que  conquistaron  de  pleno  derecho 
una  especie  de  “carta  de  ciudadanía”  en  el  nuevo  tipo 
de  enfoque  con  el  cual  la  IS  visualiza,  en  este  momento, 
el  desarrollo  del  proceso  revolucionario  en  Centroamé- 
rica. 

Hubo,  pues,  un  cambio  de  perspectiva.  No  es  tan 
seguro  que  las  implicaciones  de  este  cambio  sean  in- 
tegralmente conscientes,  e incluso  integralmente  acep- 
tables para  la  IS.  Pero  nos  parece  obvio  que  este  cambio 
de  perspectiva  se  encuentra  a la  raíz  del  explícito  repu- 
dio por  parte  de  Willy  Brandt,  en  un  pronunciamiento 
en  mayo  de  1980,  a la  actual  junta  salvadoreña,  cosa 
que  hubiese  sido  impensable  en  relación  a la  primera 
junta  del  15  de  octubre  de  1979,  puesto  que  estaba  in- 
tegrada con  participación  del  socialdemócrata  Guiller- 


119 


mo  M.  Ungo.  Este  cambio  de  perspectiva  nos  parece 
igualmente  determinante  para  los  recientes  pronun- 
ciamientos, durante  el  Congreso  de  Madrid,  de  apoyo  a 
la  lucha  en  El  Salvador  y en  Guatemala. 


En  el  caso  de  Nicaragua,  preferimos  iniciar  el  resu- 
men de  las  iniciativas  de  la  IS  con  una  cita  bastante  larga 
de  Luis  Maira:  “Los  acontecimientos  de  Nicaragua  re- 
cientemente, proporcionaron  una  excelente  oportuni- 
dad para  que  los  nuevos  responsables  de  la  coordinación 
latinoamericana  de  la  IS  dieran  pruebas  de  la  disposi- 
ción política  que  los  anima.  A todo  lo  largo  de  los  pri- 
meros meses  de  1979  y hasta  el  derrocamiento  de  Anas- 
tasio Somoza  diversos  voceros  y fuerzas  de  orientación 
socialdemócrata  coordinaron  su  apoyo  a los  sandinis- 
tas.  Desde  San  José,  Ciudad  de  Panamá  y Caracas  se  fa- 
voreció el  envío  de  ayuda  económica  y militar  y se  coor- 
dinaron las  acciones  de  apoyo  en  forma  amplia.  En 
marzo  de  1979  en  la  ciudad  de  Guanajuato,  México, 
cuando  se  reunieron  numerosos  dirigentes  socialde- 
mócratas  en  las  jornadas  de  conmemoración  de  los  50 
años  de  la  fundación  del  Partido  Nacional  Revoluciona- 
rio, antecedente  directo  del  PRI,  el  debate  sobre  las  for- 
mas de  ayuda  a la  lucha  nicaragüense  se  constituyó  en 
uno  de  los  temas  principales  del  encuentro.  Pocas  sema- 
nas después,  en  los  primeros  días  de  mayo,  se  realizó  en 
San  José  un  seminario  de  Solidaridad  con  el  Pueblo  de 
Nicaragua  que  reunió  a personeros  socialdemócratas  de 
México,  El  Salvador,  Guatemala,  Honduras,  Costa  Ri- 
ca, Panamá,  República  Dominicana,  Puerto  Rico,  Es- 
paña, Portugal  y la  República  Federal  de  Alemania.  Un 
buen  indicador,  tanto  del  carácter  de  la  reunión  como 
de  la  disposición  táctica  flexible  de  los  participantes  la 


120 


dio  el  comentario  final  del  representante  del  Partido  Re- 
volucionario Dominicano  quien  señaló:  si  los  nica- 

ragüenses quieren  palabras,  se  las  daremos;  si  quieren 
dinero,  se  lo  daremos;  si  necesitan  armas,  se  las  dare- 
mos; si  quieren  hombres,  los  buscaremos  donde  sea  pa- 
ra derrocar  a Somoza”  (ver  “Excelsior”,  México,  5-5- 
1979). 


No  es  improbable  que  en  la  ruptura  de  relaciones 
diplonyiticas  y en  la  firme  posición  asumida  por  el  go- 
bierno de  México  a partir  de  mayo  de  1979  hayan  tenido 
una  importante  influencia  estos  planteamientos  y que  lo 
propio  haya  ocurrido  en  el  caso  de  los  países  andinos, 
sobre  todo  si  tenemos  en  cuenta  que  en  Venezuela,  un 
país  clave  de  ese  bloque,  la  línea  asumida  por  su  gobier- 
no, desde  la  época  del  Presidente  Carlos  Andrés  Pérez, 
era  bastante  clara  en  proponer  una  concertación  activa 
para  apoyar  a quienes  luchaban  por  derribar  el  gobierno 
de  Somoza. 


La  preocupación  socialdemócrata  por  Nicaragua 
se  ha  mantenido  muy  viva  a partir  de  la  instalación  de  la 
Junta  de  Reconstrucción  Nacional  en  el  poder.  Pocos 
días  después  de  la  huida  de  Somoza,  dos  representantes 
del  Frente  Sandinista,  fueron  invitados  a Estocolmo  a 
una  reunión  del  Partido  Socialdemócrata  a la  que 
asistían  personeros  todos  de  partidos  europeos.  Allí  se 
iniciaron  las  discusiones  sobre  créditos  y ayuda,  las  que 
continuaron  poco  tiempo  después  en  Managua  con  oca- 
sión de  la  visita  de  la  delegación  oficial  encabezada  por 
Mario  Soares”4. 


121 


Sería  largo  historiar  en  detalle  las  reuniones  social- 
demócratas  de  distinta  índole  en  las  que  delegados  del 
FSLN  o de  la  misma  Junta  de  Gobierno  se  hicieron  pre- 
sentes, así  como  los  viajes  de  socialdemócratas  a 
Nicaragua5.  En  diversas  oportunidades  el  padre  Ernesto 
Cardenal  integró  la  delegación,  y Willy  Brandt  recuer- 
da, en  entrevista  reciente,  las  conversaciones  con  él  (ver 
“Barricada”  del  19-11-80).  Es  probable  que  la  IS  hu- 
biese preferido  el  afianzamiento  de  la  llamada  “tenden- 
cia tercerista”,  con  carácter  hegemónico,  en  el  FSLN. 
Pero  también  es  cierto  que,  una  vez  consolidada  la  uni- 
dad de  las  tres  tendencias  y abolido  de  raiz  el  lenguaje 
sobre  tendencias  distintas,  la  IS  no  sólo  mantuvo  sino 
estrechó  todavía  más  sus  lazos  con  el  FSLN.  Prueba  sig- 
nificativa de  esto  son  los  dos  hechos  siguientes:  poco 
después  de  la  victoria  sandinista,  el  minúsculo  Partido 
Socialdemócrata  de  Nicaragua  pidió  su  afiliación  a la  IS 
y ésta  le  fue  negada,  hecho  que  dio  lugar  a justificativas 
públicas  de  este  rechazo  — de  parte  de  Bernt  Carlson, 
Secretario  General  de  la  IS,  y de  Daniel  Oduber,  uno  de 
los  Vicepresidentes  de  la  IS — y provocó  una  airada  car- 
ta de  protesta  del  Partido  Socialdemócrata  de  Nicara- 
gua dirigida  a la  IS,  carta  que  fue  divulgada,  sintomáti- 
camente, por  la  revista  de  la  Organización  Demócrata 
Cristiana  de  América  (ver  “Informe  ODCA”,  Caracas, 
n°  78,  julio  de  1980).  El  segundo  hecho  fue  el  rechazo, 
de  parte  de  la  IS,  de  la  solicitud  del  Movimiento  De- 
mocrático Nicaragüense,  de  Alfonso  Robelo,  que  tam- 
bién pretendía  adquirir  status  de  miembro  de  la  IS.  Co- 
mo veremos  más  adelante,  ahora  un  grupo  de  empresa- 
rios costarricenses  le  pide  a la  IS  la  admisión  del  MDN 
como  miembro. 


122 


Del  conjunto  de  esos  antecedentes,  agregados  los 
hechos  recientes  en  ocasión  del  Congreso  de  Madrid,  no 
se  debe  ciertamente  deducir  que  la  IS  se  comporta  como 
incondicional  de  la  orientación  que  las  organizaciones 
de  vanguardia  están  imprimiendo  a la  lucha  revolu- 
cionaria en  Centroamérica.  No  se  excluyen  de  ninguna 
manera  explícitos  distanciamientos  futuros.  Es  incluso 
probable  que  la  IS  empiece  a ceder  a las  fuertes  contra- 
dicciones en  su  propio  seno  y a las  presiones  que  le 
vienen  de  la  derecha  centroamericana.  Por  ahora  cabe 
constatar  simplemente  lo  siguiente:  la  IS  quiere  estar 
presente  en  los  eventos  centroamericanos  y está  decidida 
a aprovechar  la  oportunidad  que  la  coyuntura  interna- 
cional le  abre  en  este  sentido;  la  IS  ya  no  acepta  la  pers- 
pectiva de  la  derecha,  de  los  militares  de  la  región  y de 
Estados  Unidos  en  relación  a la  efervescencia  en  Centro- 
américa,  perspectiva  que  intenta  reducir  los  conflictos  a 
supuestas  confrontaciones  entre  dos  extremismos,  uno 
de  derecha,  el  otro  de  ultra-izquierda;  o sea,  IS  no  sólo 
ve  que  los  cambios  son  inevitables  — cosa  aceptada 
incluso  por  el  reformismo  del  Departamento  de 
Estado — sino  que  las  vanguardias  orgánicas  del  pueblo 
ya  no  pueden  ser  encasilladas  en  los  términos  usuales  de 
la  derecha,  tildándose  de  “terroristas”,  “extremistas”, 
“comunistas”  y “totalitarios”.  En  suma,  la  IS  está  mi- 
rando al  futuro  y quiere  salvar  su  influencia  y eventual- 
mente hacer  valer  su  cuota  de  poder.  En  este  juego,  que 
tiene  mucho  de  realismo  y algo  de  oportunismo,  la  IS 
pasó  a aceptar,  en  casos  específicos  de  América  Latina  y 
de  Africa,  lo  que  otrora  era  tema-tabú  en  sus  plante- 
amientos: el  derecho  del  pueblo  de  defenderse  contra  la 
opresión  institucional  incluso  con  formas  de  lucha  ar- 
mada. 


123 


Reacciones  de  derecha  a los  recientes 
pronunciamientos  de  la  IS 

Algunas  de  las  posiciones  asumidas  por  la  IS  en  su 
Congreso  en  Madrid  provocaron  inmediata  reacción  de 
parte  de  la  derecha.  Mientras  los  periódicos 
“Barricada”  y “Nuevo  Diario”  de  Managua  daban 
amplio  destaque  al  apoyo  recibido  por  la  Revolución, 
los  medios  informativos  de  Costa  Rica  aprovecharon  la 
oportunidad  para  sumarse  todavía  más  abiertamente  a 
la  campaña  difamatoria  contra  Nicaragua.  Tomemos 
apenas  algunos  ejemplos. 

El  diario  “La  Nación”,  en  editorial  del  19-11-80 
sobre  “El  Rumbo  de  la  Socialdemocracia”,  acusa  a la 
IS  de  “una  suerte  de  doblez  oportunista”,  que 
consistiría  “en  que  dentro  de  sus  propios  países  se 
muestran  conservadores  y antiextremistas,  pero  fuera  de 
ellos  regresan  de  nuevo  a las  fuentes  originales  de  inspi- 
ración y se  tornan  marxistas”.  Lo  que  sigue  revela  para- 
digmáticamente el  esquematismo  simplista  y el  lenguaje 
usual  de  la  reacción:  “En  ese  pronunciamiento  (de 
Madrid),  la  Internacional  Socialista  acordó  dar  su  apo- 
yo total  al  proceso  revolucionario  sandinista  de  Nicara- 
gua y a las  guerrillas  de  la  extrema  izquierda  de  El  Salva- 
dor, lo  que  implica  además,  una  toma  de  posición  muy 
clara  respecto  al  signo  ideológico  que  ha  de  tomar  el 
proceso  de  cambio  en  América  Central  y en  el  Caribe, 
coincidente  por  lo  visto,  con  la  estrategia  cubanosoviéti- 
ca.  (...)  Los  acuerdos  mencionados,  de  apoyo  incondi- 
cional al  sandinismo,  cuya  legitimidad  democrática  está 
hoy  en  entredicho,  y a las  organizaciones  revolucionarias 
marxistas-leninistas  de  El  Salvador,  han  sido  suscritas 


124' 


por  los  delegados  del  Partido  Liberación  Nacional  al 
Congreso  Socialista  de  Madrid  como  no  puede  ser  de 
otra  forma”.  A continuación  el  editorial  emplaza  direc- 
tamente al  Comité  Político  del  PLN  para  que  se  pronun- 
cie, porque  ‘‘es  necesario  saber  si  ese  partido  va  a seguir 
la  orientación  procubana'  y prosoviética  en  el  área  del 
Caribe,  o si  en  vista  de  los  acontecimientos  va  a emanci- 
parse de  un  tutelaje  tan  vacilantemente  peligroso”. 

El  Directorio  Político  del  PLN  tomó  tan  en  serio  el 
desafio  del  editorial  de  “La  Nación”  que  se  sintió  urgi- 
do a contestarlo -el  mismo  día.  Después  de  recordar  su 
origen  anticomunista  (“el  Partido  Liberación  surgió  al 
escenario  político  enfrentado  al  comunismo”)  y su  tra- 
yectoria “democrática”  (“En  siete  campañas  electora- 
les ha  desafiado  por  igual  el  ataque  de  la  extrema  con- 
servadora y de  la  extrema  marxista”),  el  Directorio  afir- 
ma su  autonomía  frente  a “interferencias  o extorsiones 
extranjeras”:  “Sobre  los  términos  exactos  de  la  Decla- 
ración del  Congreso  de  la  Internacional  Socialista,  con 
respecto  a Nicaragua  y El  Salvador,  esperamos  el  regre- 
so del  Lie.  Daniel  Oduber  y del  Ing.  Rolando  Araya. 
Dentro  de  la  IS  se  dan  discrepancias.  Pero  como  en  todo 
conglomerado  democrático,  las  decisiones  se  adoptan 
por  mayoría  de  votos.  Sin  embargo,  su  Estatuto  garanti- 
za en  forma  clara  la  autonomía  de  los  partidos  afiliados 
en  su  estrategia  y sus  tácticas  para  realizar  una  democra- 
cia plena”  (Ver  “La  Nación”  del  21 . 1 1 .80  y el  campo  pa- 
gado de  página  entera  al  día  siguiente). 

Esta  “aclaración”  obviamente  no  surgió  de  un  con- 
senso del  Directorio  Político  del  PLN  porque  uno  de  sus 
miembros,  el  Lie.  Elias  Soley  Soler  se  quejó  pública- 


125 


mente  al  presidente  de  este  organismo,  el  Lie.  Daniel 
Oduber,  exigiendo  saber  quién  votó  por  qué  en  Madrid. 
Porque  según  él,  “los  liberacionistas  se  alarman...”, 
puesto  que  “resulta  inexplicable  la  adhesión  sin  límites  a 
un  régimen  que  transita  la  ruta  del  totalitarismo  marxis- 
ta...”;  además,  “la  duda  que  en  el  ánimo  del  libera- 
cionismo  democrático  deja  esa  clase  de  pronunciamien- 
tos, no  se  disipa  con  manifestaciones  vaporosas  que 
apelan  a la  historia  del  Partido”  clara  alusión  a la  nota 
del  Directorio  Político:  Y sumado  a la  posición  del  edi- 
torialista  de  “La  Nación”,  pero  dando  un  paso  más  in- 
cisivo, el  Lie.  Soley  Soler  sugiere  que  llegó  el  momento 
de  quizá  romper  con  la  IS:  “En  suma,  no  tiene  impor- 
tancia... liquidar  la  onerosa  alianza  con  grupos  políticos 
de  ultramar  que  parecen  alejarse  de  su  vocación  de- 
mocrática” (ver  “La  Nación”  del  23-11-80). 

Lo  que  antecede  no  da  todavía  una  idea  cabal  de  la 
furibundez  con  la  que  los  voceros  de  la  derecha  se  lanza- 
ron contra  la  IS  después  del  Congreso  de  Madrid.  Para 
tanto  sería  necesario  haber  recogido  la  cantidad  de  co- 
mentarios radiales,  televisados  y de  prensa  escrita.  Uno 
de  los  casos  más  notorios  han  sido  los  diversos  pronun- 
ciamientos públicos  de  Gonzalo  J.  Fació,  ex-Ministro  de 
Relaciones  Exteriores  de  Costa  Rica.  Según  él,  “El 
Frente  Sandinista  se  ha  quitado  la  careta  democrática 
pluralista  para  mostrar  su  verdadera  faz  totalitaria”. 
Pero  totalitarios  no  son  solamente  los  sandinistas,  tota- 
litaria pasó  a ser  la  misma  IS.  Y el  Partido  Liberación, 
según  Gonzalo  Fació,  debe  salir  de  posturas  ingenuas. 
“Por  ser  un  novel  miembro,  muy  entusiasta  de  la  Inter- 
nacional Socialista,  el  Partido  Liberación  Nacional  se 
ha  visto  embarcado  en  la  nueva  ruta  totalitaria  que  pa- 
rece estar  tomando  dicha  organización.  Como  sé  que 


126 


eso  choca  con  las  convicciones  libertarias  de  su  candida- 
to señor  Monge  y de  la  gran  mayoría  de  sus  afiliados, 
me  pregunto  si  no  será  hora  de  que  enuncien  su  pacto 
con  una  Internacional  Socialista  que  parece  haber 
claudicado  en  su  fe  democrática”  (ver  “La  Nación”  del 
21-11-80). 


El  lenguaje  del  señor  Miguel  Barzuna  candidato  a 
Presidente  por  el  Partido  Progreso  Nacional  es  todavía 
más  agresivo  contra  la  IS  (ver  “La  Nación”  del  24-11- 
80,  campo  pagado). 


Y el  Presidente  del  Instituto  Costarricense  del  Sec- 
tor Empresarial,  señor  Richard  Beck,  hizo  pública  su 
carta  enviada  a Willy  Brandt,  en  la  que  se  anima  a 
proponer  dos  cosas:  que,  frente  al  “evidente  proceso  de 
extrema  izquierdización”  de  Nicaragua,  el  Comité  de 
Defensa  de  la  Revolución  Nicaragüense  reoriente  funda- 
mentalmente sus  objetivos  e investigue  críticamente  lo 
que  sucede  en  Nicaragua,  o sea,  que  se  transforme  en 
una  especie  de  tribunal  acusatorio;  y segundo,  que 
Brandt  haga  las  gestiones  para  que  el  Movimiento  De- 
mocrático Nicaragüense,  que  preside  el  empresario  Al- 
fonso Robelo,  sea  afiliado  como  miembro  de  la  IS  (ver 
“La  Nación”  del  23-11-80). 

Todo  indica  que  la  tormenta  seguirá  todavía  por  al- 
gún tiempo  y que  el  Lie.  Daniel  Oduber  tendrá  que  emi- 
tir algún  pronunciamiento  a su  regreso.  Es  prematuro 
especular  sobre  el  efecto  de  ese  tipo  de  presiones  sobre 
el  ánimo  de  los  dirigentes  de  la  IS. 


127 


Desmitizar  la  IS 


Hay  algunas  cosas  que  conviene  tener  claras  respec- 
to a la  relevancia  y las  limitaciones  de  la  IS  para  no  caer 
en  falsas  mitizaciones  de  la  misma.  El  líder  socialde- 
mócrata  sueco  Olaf  Palme  la  definía,  por  lo  menos  en  su 
trayectoria  hasta  1976,  como  un  simple  “forum  de  de- 
bates”. Ningún  partido  miembro,  y mucho  menos  los 
partidos  observadores,  está  vinculado  de  forma  discipli- 
nada a las  resoluciones  y los  pronunciamientos  de  la 
asociación  mundial.  Willy  Brandt  define  a la  IS,  en  su 
nueva  fase  de  reactivación  o re-fundación  a partir  del 
Congreso  de  Frankfurt  de  1951,  como  “una  comunidad 
de  trabajo  de  partidos  soberanos”. 


Fue  básicamente  la  troica  más  tercermundista  de  la 
IS  — Willy  Brandt  de  Alemania  Federal,  Bruno  Kreisky 
de  Austria  y Olaf  Palme  de  Suecia — la  que  fue  planean- 
do, mediante  un  intensivo  carteo  y diversas  reuniones  6, 
lo  que  hoy  algunos  llegan  a llamar  ‘‘la  gran  ofensiva  de 
la  IS  en  dirección  al  Tercer  Mundo”7.  Como  es  sabido, 
Willy  Brandt,  además  de  ser  el  Presidente  de  la  IS,  presi- 
de también  la  “Comisión  Brandt”  que  acaba  de- divul- 
gar su  primer  alentado  informe  sobre  las  críticas  rela- 
ciones Norte-Sur8.  Pero  conviene  recordar  que  la  idea 
original  para  la  creación  de  una  comisión  sobre  la  proble- 
mática Norte-Sur,  e incluso  la  sugerencia  de  que  Willy 
Brandt  la  presidiera,  es  de  Robert  S.  McNamara,  Presi- 
dente del  Banco  Mundial  (ver  su  discurso  a la  reunión 
anual  de  Gobernadores  del  Banco  Mundial  de  1976). 


La  nueva  fase  más  agresiva  de  la  IS,  después  de 
1976,  tiene  como  trasfondo  la  crisis  económica  mundial. 
El  resquebrajamiento  del  liderazgo  de  Estados  Unidos  y 
las  tendencias  del  capitalismo  transnacionalizado  en  el 
sentido  de  ensanchar  cada  vez  más  la  brecha  entre  países 
ricos  y países  pobres,  forman  el  contexto  en  el  cual  los 
más  avisados  líderes  socialdemócratas  percibieron  una 
excelente  oportunidad  para  replantear  una  alternativa 
entre  el  capitalismo  salvaje  y deshumano  y las  propuestas 
netamente  revolucionarias.  En  el  fondo  se  trata  de  un 
renovado  intento  de  plantear  una  “tercera  vía”.  El  re- 
fuerzo de  la  posición  económica  de  Europa,  como  una 
especie  de  tercer  polo  entre  la  presencia  sofocante  de  Es- 
tados Unidos  y una  alternativa  pro-soviética,  el  aumen- 
to de  la  pobreza  absoluta  en  muchas  áreas  del  Tercer 
Mundo,  el  fracaso  de  los  modelos  de  desarrollo  centra- 
dos en  el  mero  crecimiento  económico  sin  atención  a la 
justicia  social,  el  endurecimiento  de  las  dictaduras  por 
una  parte  y la  pujanza  de  los  movimientos  de  liberación 
por  la  otra,  todo  ese  abanico  de  elementos  constitutivos 
de  la  crisis  a nivel  mundial  forma  el  verdadero  contexto 
en  el  cual  hay  que  entender  las  nuevas  posiciones  de  la 
IS. 

Si,  por  un  lado,  “no  hay  duda  de  que,  en  esta  fase 
de  la  lucha  de  los  pueblos  del  Tercer  Mundo,  la  IS  puede 
desempeñar  un  papel  politico  progresista,  en  las  denun- 
cias de  las  dictaduras  y de  las  violaciones  de  los  derechos 
humanos,  en  el  apoyo  a oposiciones  democráticas  y en 
la  utilización  de  gobiernos  europeos  en  los  que  participan 
a fin  de  presionar  a regímenes  militares  y represivos”, 
tampoco  hay  duda,  por  el  otro,  de  que  “la  IS  y princi- 
palmente los  partidos  más  fuertes  de  esta  organización, 
tiene  un  proyecto  social  reformista  y moderado  y no 


129 


\ 


pretenden  apoyar  una  revolución  socialista  radical  en  el 
Tercer  Mundo.  De  manera  que  seguirá  apoyando  con 
todas  las  fuerzas  a los  sectores  moderados  de  los  frentes 
democráticos  y reformistas  que  derribaron  a las  dicta- 
duras, como  en  el  caso  portugués  donde  se  coloca  al  la- 
do del  Partido  Socialista  y su  ala  moderada”9. 

Respecto  a la  intención  de  fondo  de  la  IS,  no  cre- 
emos que  esté  muy  equivocado  Sergio  C.  Buarque  cuan- 
do afirma:  “También  en  el  caso  de  Nicaragua  deberá  re- 
petirse la  misma  práctica  política:  después  de  la  victoria 
del  Frente  Sandinista,  con  el  apoyo  por  lo  menos  moral 
de  la  IS  los  socialdemócratas  harán  todo  lo  posible  para 
evitar  una  radicalización  del  proceso  de  transforma- 
ciones sociales  en  aquel  pequeño  país  de  América 
Central”10.  ¿Cuándo  y dónde  se  da  una  ruptura  del 
principio  de  propiciar  los  cambios  sociales  pero  tendien- 
do siempre  a favorecer  la  posición  más  moderada  y re- 
formista? 

Pensamos  que  es  precisamente  esta  la  cuestión 
concreta  que  se  plantea  respecto  al  sostenido  apoyo  de 
la  IS  al  proceso  revolucionario  de  Nicaragua  y a la  lucha 
popular  en  El  Salvador  y Guatemala.  ¿Cuándo  y dónde 
se  verifica  el  paso  cualitativo  de  una  posición  reformis- 
ta, fundamentalmente  ligada  al  sistema  capitalista,  a 
una  posición  francamente  anti-imperialista  y favorable 
a una  salida  de  tipo  socialista? 


Para  contestar  esta  pregunta  de  poco  sirve  acumu- 
lar citas  de  proclamas  a nivel  puramente  ideológico.  La 
cuestión  se  decidirá  en  el  terreno  de  las  prácticas  efecti- 
vas de  apoyo  al  proceso  revolucionario  o,  en  grado  me- 


130 


ñor,  en  la  mantención  de  una  “activa  solidaridad”  con 
procesos  cuyo  camino,  aunque  no  enteramente  del  agra- 
do de  la  IS,  se  ve  realísticamente  como  lo  mejor  posible. 

V 

Es  difícil  pronosticar  cuál  será  la  posición  futura  de 
la  IS  respecto  al  desarrolo  de  la  Revolución  en  Centro- 
américa.  Lo  más  probable  es  que  la  IS  se  mantenga  aler- 
ta, buscando  influenciar  el  proceso  en  la  línea  de  sus 
principios,  además  bastante  vaporosos,  de  “socialismo 
democrático”.  No  nos  parece  probable  que  sobreviva,  a 
mediano  y largo  plazo,  un  apoyo  enfático  y activo  a 
aquellos  procesos  que  radicalicen  su  opción  anti-capita- 
lista.  Pero  es  previsible  que  quepan  en  la  flexibilidad  del 
juego  de  las  alianzas  socialdemócratas  a lo  largo  del 
mundo  aquellos  procesos  de  lucha  popular  emancipato- 
ria  que  preserven  una  dosis  de  economía  mixta  y un  cier- 
to pluralismo  político,  aun  en  el  caso  de  que  la 
hegemonía  de  la  conducción  esté  claramente  en  manos  de 
dirigencias  representativas  de  las  mayorías  populares.  En 
este  sentido  las  relaciones  de  la  IS  con  Nicaragua  repre- 
sentan un  verdadero  test. 

La  opinión  que  acabamos  de  expresar  por  último 
tiene  rasgos  temerarios.  Porque  es  absolutamente  cierto 
que  la  fraseología  bastante  radical  que  emana  de 
reuniones  internacionales  de  los  socialdemócratas  tiene 
poco  en  común  con  la  práctica  política,  por  ejemplo,  del 
gobierno  socialdemócrata-liberal  de  Alemania  Federal. 
Es  igualmente  cierto  que  el  peso  de  la  Socialdemocracia 
alemana  (SPD)  es  determinante,  desde  un  punto  de  vista 
financiero,  para  las  actividades  de  la  IS.  Y la  línea 
política  de  Helmut  Schmidt  está  ciertamente  un  tanto  a 
la  derecha  de  las  posiciones  de  Willy  Brandt,  y se  sitúa 
todavia  más  a la  derecha  el  liberal  pro-Estados  Unidos 


131 


que  es  Dietrich  Genscher,  Ministro  de  Relaciones  Exte- 
riores. En  suma,  a la  actual  gestión  social-demócrata- 
liberal  de  Alemania  Federal  le  parece  interesar  mucho 
más  la  superación  de  la  crisis  interna  del  sistema  capita- 
lista que  la  búsqueda  de  un  Orden  Económico  Mundial 
efectivamente  Nuevo. 

Con  todo,  no  se  está  fantasiando  cuando  se  co- 
mienzan a vislumbrar  síntomas  de  un  “Plan  Europa” 
frente  al  debilitado  hegemonismo  norteamericano.  Para 
quien  ha  leído  algo  de  las  revistas  teóricas  de  los  Parti- 
dos Socialdemócratas  europeos,  o incluso  para  quien 
acompaña  regularmente  lo  que  se  edita  en  la  revista  so- 
cialdemócrata  latinoamericana  “Nueva  Sociedad”,  re- 
sulta bastante  evidente  que  los  puntos  de  fricción  con 
Estados  Unidos  van  en  aumento.  Dentro  de  este  marco 
adquieren  un  sentido  político  práctico  ciertas  perspica- 
cias ya  bastante  viejas  de  los  líderes  socialdemócratas 
europeos.  Las  resoluciones  del  Congreso  de  la  IS,  en  Gi- 
nebra 1976,  contienen  afirmaciones  de  clara  resonancia 
anti-capitalista.  Por  ejemplo,  el  “evidente  fracaso  del 
capitalismo  internacional”  aparece  como  el  principal 
responsable  por  la  miseria  agobiante  del  Tercer  Mundo. 
Se  afirma,  además,  que  “se  debe  partir  del  principio  de 
que  el  curso  automático  de  los  mecanismos  del  mercado 
no  ofrece  la  garantía  para  la  creación  de  condiciones  pa- 
ra la  justicia  y la  igualdad.  Por  el  contrario,  en  la 
mayoría  de  los  casos,  tiende  a aumentar  el  poder  y la  ri- 
queza de  los  poderosos  en  detrimento  de  los  débiles”. 
En  consecuencia,  se  urge  un  tipo  de  socialismo 
— normalmente  adjetivado  de  “democrático”  o “en  li- 
bertad”— como  “la  única  alternativa  a un  sistema 
político  que  trae  consigo  el  conflicto,  el  desorden  y la  in- 
justicia”". 


132 


ddfc 


Otro  elemento  de  trasfondo  para  entender  la  “cola- 
boración flexible  y no  esquemática”  de  la  IS  con  grupos 
de  oposición  en  el  Tercer  Mundo  es  la  arraigada  descon- 
fianza, por  lo  menos  en  algunos  de  los  líderes  socialde- 
mócratas,  respecto  a la  capacidad  de  liderazgo  de  Esta- 
dos Unidos  en  un  mundo  convulsionado  como  el  actual. 
Olaf  Palme  llega  a ser  contundente  en  este  punto:  “Los 
Estados  Unidos  parecen  incapaces  de  comprender  y 
afrontar  de  modo  constructivo  el  proceso  de  liberación 
que  ya  está  en  marcha  en  el  subcontinente  latinoameri- 
cano. La  posición  norteamericana  frente  a la  lucha  de 
los  pueblos  latinoamericanos  por  la  libertad  es  tan 
estrecha  de  criterios  y corta  de  miras  como  fue  la  que 
sostuvieron  en  los  casos  de  China  y Vietnam  frente  a 
personajes  como  Mao  Tsé  Tung  y Ho  Chi  Minh”12. 

Es,  por  tanto,  todo  un  conjunto  de  elementos  que 
hay  que  ten.er  en  cuenta  para  valorar  correctamente,  en 
su  relevancia  y en  sus  límites,  la  actitud  amplia  y flexible 
de  la  IS  frente  a los  procesos  revolucionarios  que  brotan 
de  agudizaciones  objetivas  de  la  lucha  de  clases.  Olaf 
Palme  ya  proponía  hace  años:  “Si  queremos  tener  con- 
tactos fructíferos,  debemos  apoyar  activamente  a los 
movimientos  de  liberación  y debemos  aceptar  su  lucha 
por  la  independencia  nacional.  Asimismo,  debemos 
aceptar  su  lucha  por  la  independencia  económica  de  to- 
dos los  países  del  Tercer  Mundo  y contribuir  a que 
puedan  ocupar  el  lugar  que  les  corresponde  en  la  Comu- 
nidad Internacional”13. 

A los  líderes  socialdemócratas  del  mundo  rico  no  se 
les  presentan  normalmente  alternativas  únicas  y exclu- 
yentes.  Pueden  flexibilizar  sus  posiciones  de  acuerdo  a 
las  circunstancias.  Pero  en  algunos  países  de  Centro- 


133 


américa  la  situación  es  decididamente  otra:  o se  suman  a 
la  lucha  del  pueblo  o quedarán  rezagados  en  la  historia. 
Es  esto  lo  que  plantea  con  bastante  claridad  un  dirigen- 
te1 socialista-democrático  guatemalteco:  “No  debemos 
de  llamarnos  a equivocación...  Nosotros  no  tenemos  al- 
ternativa si  queremos  ser  consecuentes  con  las  posi- 
ciones ideológicas  y políticas  que  sustentamos  y si 
queremos  verdaderamente  rescatar  las  raigambres  pro- 
pias de  los  partidos  socialistas.  Es  decir,  sólo  tenemos 
un  camino  y esto  está  demostrado  claramente  en  el  caso 
de  El  Salvador;  y creo  que  en  Guatemala  se  está  de- 
mostrando también,  es  decir,  estar  al  lado  de  la  clase 
trabajadora,  que  es  el  lugar  que  nos  corresponde”.14 

Criterios  para  establecer  alianzas 

Los  criterios  de  la  IS  en  la  oferta  de  su  solidaridad  y 
en  el  establecimiento  de  alianzas  no  son  siempre  clara- 
mente perceptibles.  Sería  ciertamente  ingenuo  pensar 
que  se  trata  de  criterios  netamente  revolucionarios.  Para 
los  movimientos  populares,  al  revés,  este  punto  de  los 
criterios  exige  una  marcada  claridad  y una  fidelidad  in- 
corruptible. 

La  solidaridad  internacional  es  un  aspecto  clave  en 
la  lucha  del  pueblo  por  su  liberación.  Las  dirigencias 
centroamericanas  han  sabido  buscar  y aceptar  esta  soli- 
daridad dentro  de  la  amplitud  de  perspectivas  y la 
ausencia  de  dogmatismos  que  el  asunto  requiere.  Para 
eso  han  sabido  enfatizar,  con  un  lenguaje  á veces  ade- 
cuado, a veces  derivado  de  la  falta  de  experiencia  en  este 
terreno,  aquellos  objetivos  fundamentales  de  la  lucha 
que  propician  puntos  de  encuentro  y coincidencias  bási- 
cas. La  exacerbación  de  las  dictaduras  y de  las  clases  do- 


134 


minantes  ha  permitido  enunciar,  sin  radicalismos  abs- 
tractos, las  bases  comunes  contra  un  enemigo  dema- 
siado evidente.  Esto  condujo  a una  interpenetración  casi 
espontánea  entre  el  lenguaje  de  la  IS  y muchos  de  los 
elementos  de  las  plataformas  de  la  lucha  popular  en 
Centroamérica.  Las  organizaciones  revolucionarias  de 
América  Central  han  sabido  dar  lecciones  fructíferas  al 
resto  de  las  izquierdas  latinoamericanas  no  sólo  en  el 
punto,  absolutamente  fundamental,  de  la  necesaria  uni- 
dad de  las  fuerzas  populares,  sino  también  en  la  creativi- 
dad en  el  plano  de  nuevos  lenguajes  y nuevos  énfasis, 
más  favorables  a la  obtención  de  la  solidaridad  interna- 
cional. 

Respecto  a la  conducción  y las  metas  finales  de  la 
lucha,  los  movimientos  populares  de  Centroamérica 
fueron  también  favorecidos  por  circunstancias  relativa- 
mente propicias  a la  claridad  de  criterios.  La  tentación 
de  embarcarse  en  un  proyecto  de  recambio  ajeno,  es  de- 
cir, sin  garantía  de  que  sea  hegemonizado  por  vanguar- 
dias realmente  representativas  de  los  intereses  del 
pueblo,  por  ejemplo,  un  proyecto  reformista  hegemoni- 
zado por  sectores  burgueses  de  oposición,  es  una  tenta- 
ción que  se  esfumó  prácticamente  por  sí  sola.  Las 
burguesías  reformistas  ya  no  aparecen  como  alternativa 
de  recambio  en  los  casos  de  El  Salvador  y Guatemala,  y 
obviamente  no  en  Nicaragua.  Distinto  es  el  caso  de  Cos- 
ta Rica,  como  es  también  claramente  otro  el  caso  de  la 
mayoría  de  los  países  latinoamericanos,  donde  existe 
incluso  la  fuerte  tentación  de  embarcarse  en  proyectos 
ajenos  a los  verdaderos  intereses  del  pueblo,  dada  la 
ausencia  inmediata  de  una  alternativa  popular  viable  a 
corto  o mediano  plazo.  En  muchas  situaciones  de  Amé- 


135 


rica  Latina  — no  así  en  los  países  centroamericanos,  con 
excepción  de  Costa  Rica — existe  el  peligro  de  confundir 
simples  proyectos  de  recambio  con  lo  que  debe  ser  un 
proyecto  verdaderamente  popular,  hegemonizado  por  la 
clase  trabajadora,  aunque  eventualmente  deba  ser  fle- 
xible en  la  alianza  con  otros  sectores. 

La  lucha  de  Nicaragua  no  ha  sido  únicamente 
contra  la  dictadura  de  Somoza,  sino  por  una  nueva  Ni- 
caragua donde  se  busquen  crear  las  bases  reales  para 
una  democracia  vista  a partir  de  las  mayorías,  o sea,  re- 
almente popular.  Y el  FSLN  tiene  muy  claro  su  papel  de 
vanguardia,  tiene  claros  los  criterios  y las  metas  de  un 
proceso  revolucionario  hondamente  popular.  En  ningún 
momento  se  pone  en  duda  que  esta  es  una  revolución  del 
pueblo  y para  el  pueblo,  con  un  nuevo  concepto  de  de- 
mocracia radicalmente  distinto  de  las  democracias  for- 
males o meramente  electoreras  de  la  burguesía. 

Desde  una  claridad  en  los  principios  y desde  una 
garantía  de  afianzamiento  del  proyecto  propio  del  movi- 
miento popular,  las  alianzas  que  se  establecen  incluyen 
necesariamente  una  condición  fundamental:  que  se  trate 
de  un  “sumar  fuerzas”  en  favor  del  proyecto  autónomo 
de  las  clases  subalternas.  Una  vez  conquistada  esta  posi- 
ción de  fuerza  — puesto  que  los  meros  enunciados  retó- 
ricos en  este  sentido  no  son  suficientes — , no  hay  por- 
qué negarse  a alianzas  que  puedan  resultar  fructíferas 
para  el  avance  del  proceso  popular.  Pero  no  hay  que  lla- 
marse a engaño:  las  fuerzas  de  la  burguesía  progresista  y 
reformista,  las  nacionales  y las  internacionales,  no 
entregan  en  bandeja  sus  cuotas  de  poder,  no  se  inclinan 
a aceptar  sin  condiciones  el  lugar  y la  participación  que 
el  proyecto  popular  les  ofrece.  Aliados  estratégicos  sólo 


136 


pueden  ser  aquellos  que  coinciden  honestamente  con  los 
objetivos  estratégicos  de  un  proceso  revolucionario.  Pa- 
ra los  sectores  burgueses  esto  significa  siempre  una  espe- 
cie de  “suicidio  de  clase’’,  es  decir,  una  renuncia  a los 
intereses  de  la  propia  clase  en  favor  de  los  intereses  de 
las  mayorías.  Por  tanto,  el  pluralismo  posible  dentro  y a 
partir  de  un  proyecto  realmente  popular,  jamás  puede 
ser  sinónimo  de  interclasismo  sin  más,  aunque  pueda  te- 
ner rasgos  de  alianza  de  clases. 

Decíamos  más  arriba  que  Centroamérica  es  una 
cantera  de  lecciones  para  las  izquierdas  y que  es  un  test 
para  los  vínculos  de  la  IS  con  movimientos  de  liberación 
en  el  Tercer  Mundo.  Ahora  podemos  agregar  que  lo 
fundamental  en  ese  test  consiste  en  lo  siguiente:  ¿está  la 
IS  en  disposición  de  mantener  su  “solidaridad  activa” 
con  plena  conciencia  de  que,  en  los  casos  de  Nicaragua, 
El  Salvador  y Guatemala,  la  conducción  hegemónica  del 
proceso  por  parte  de  los  vanguardias  populares  ya  no  es 
un  punto  a negociar? 


NOTAS 

1.  Willy  Brandt,  Bruno  Kreisky  y Olaf  Palme,  La  alternativa  social- 
demócrata.  Ed.  Blume,  1977,  p.182. 

2.  Luis  Maira,  “Fuerzas  Internacionales  y Proyectos  de  recambio  en 
América  Latina”,  en:  VV.AA.,  Proyectos  de  Recambio  y Fuerzas 
Internacionales  en  los  80.  p.  21-66,  cita  p.43. 

3.  Luis  Maira,  ibid.  p.49. 

4.  Luis  Maira,  ibid.  p.48s. 

5.  Información  adicional  en:  James  Petras,  “La  Socialdemocracia  en 
América  Latina”,  en:  Le  Monde  Diplomatique,  (en  español),  Ju- 
nio 1980;  Luis  Maira,  loe.  cit.;  Sergio  C.  Buarque,  “A  Interna- 
cional Socialista  corteja  o Terceiro  Mundo”,  en:  Encontros  con  a 


137 


Civil izaqao  Brasileira.  N.  20,  Febrero  1980,  p. 71-86;  Jorge 
Camón,  “Socialdemocracia  y Reformismo  en  América  Latina”, 
en:  Estrategia,  N.  31,  Enero-Febrero  1980,  p. 65-80;  José  María 
Bulnes,  “La  ofensiva  de  la  Socialdemocracia  en  América  Latina”, 
en:  Le  Monde  Diplomatique,  (en  español).  Abril  1979. 

6.  La  documentación  relativa  en:  La  alternativa  socialdemócrata. 

7.  Cf.  Sergio  C.  Buarque,  loe.  cit.  p.80. 

8.  Cf.  Norte-Sur.  Un  Programa  para  la  Supervivencia.  Informe  de  la 
comisión  independíente  sobre  problemas  internacionales  del  de- 
sarrollo presidida  por  Willy  Brandt.  Bogotá,  Ed.  Pluma,  1980. 

9.  Sergio  C.  Buarque,  loe.  cit.  p.82. 

10.  Sergio  C.  Buarque,  loe.  cit.  p.82. 

11.  Citado  en:  Sergio  C.  Buarque,  loe.  cit.  p.84. 

12.  Olaf  Palme,  en:  La  alternativa  socialdemócrata,  p.128. 

13.  Olaf  Palme,  ibid.  p.185. 

14.  Mario  Solórzano  Martínez,  en:  VV.AA.,  La  situación  política  de 
Centroamérica:  responsabilidad  de  los  partidos  políticos  y las  or- 
ganizaciones populares.  San  José,  CEDAL,  1980,  p.46. 


138 


ANEXOS 


DECLARACION  DEL  FSLN: 

¿QUE  DEMOCRACIA? 

COMUNICADO  OFICIAL  DEL  FRENTE  SANDINISTA  SOBRE 
EL  PROCESO  ELECTORAL 


A todo  el  pueblo  heroico  de  Nicaragua  y pueblos 
amigos  del  mundo 

De  la  Dirección  Nacional  del  Frente  Sandinista  de 
Liberación  Nacional 

1.-  Para  el  Frente  Sandinista  la  democracia  no  se 
mide  únicamente  en  el  terreno  político  y no  se  reduce  so- 
lamente a la  participación  del  pueblo  en  las  elecciones. 
Democracia  no  es  simplemente  elecciones.  Es  algo  más, 
mucho  más.  Para  un  revolucionario,  para  un  sandinis- 
ta, significa  PARTICIPACION  del  pueblo  en  los  asun- 
tos políticos,  económicos,  sociales  y culturales. 
Mientras  más  tome  parte  el  pueblo  en  esa  materia  será 
más  democrático.  Y hay  que  decirlo  de  una  vez  por  to- 
das, la  democracia  no  empieza  ni  termina  con  las  elec- 
ciones. Es  un  mito  el  querer  reducir  la  democracia  a esa 
condición.  La  democracia  se  inicia  en  el  orden  econó- 
mico, cuando  las  desigualdades  sociales  principian  a de- 
bilitarse, cuando  los  trabajadores,  los  campesinos,  me- 
joran sus  niveles  de  vida.  Ahí  se  origina  la  verdadera  de- 
mocracia. Antes,  no. 


141 


Una  vez  logrados  estos  objetivos,  de  inmediato  se 
extiende  a otros  terrenos:  se  amplía  el  campo  del  gobier- 
no; cuando  el  pueblo  influye  sobre  su  gobierno,  cuando 
el  pueblo  determina  a su  gobierno,  le  guste  a quien  le 
guste. 

Sin  embargo  en  una  fase  más  avanzada,  democra- 
cia significa  participación  de  los  trabajadores  en  la  di- 
rección de  las  fábricas,  haciendas,  cooperativas  y 
centros  culturales.  En  síntesis,  democracia  es  interven- 
ción de  las  masas  en  todos  los  aspectos  de  la  vida  social. 
Apuntamos  lo  anterior  para  sentar,  desde  una  base  de 
principios,  lo  que  el  Frente  Sandinista  de  Liberación 
Nacional  entiende  por  democracia. 

No  obstante  esto,  el  Frente  Sandinista  ratifica  la 
crítica  constructiva  como  la  única  crítica  fecunda.  La 
discrepancia  y el  pluralismo  seguirán  siendo  componen- 
tes esenciales  de  la  DEMOCRACIA  SANDINISTA.  Pe- 
ro señala  que  las  críticas  que  deben  tenerse  en  cuenta, 
fundamentalmente,  son  las  que  hace  el  pueblo  trabaja- 
dor, porque  son  las  más  desinteresadas,  genuinamente 
sinceras  y revolucionarias. 

2.-  La  Dirección  Nacional  del  Frente  Sandinista  de 
Liberación  Nacional  reafirma  ante  el  pueblo  nicara- 
güense y ante  el  mundo,  que  el  proceso  revolucionario 
que  actualmente  vive  nuestro  país,  no  tiene  regreso  y 
continuará  su  marcha  hasta  las  últimas  consecuencias. 
No  debe  quedar  la  más  minima  duda  de  que  es  UNA 
REVOLUCION  la  que  hoy  está  en  marcha,  y que  fue 
para  hacer  una  Revolución  que  a la  cabeza  del  pueblo 
nicaragüense,  el  Frente  Sandinista  de  Liberación  Na- 


142 


cional  tomó  el  poder  el  19  de  julio  de  1979,  después  de 
18  años  de  lucha  y a un  costo  de  casi  100.000  vidas. 

3. -  La  responsabilidad  que  asumimos  al  conducir  la 
guerra  de  liberación,  nos  llevó  a estudiar  la  realidad 
concreta  de  nuestro  país.  De  esa  manera  logramos 
apreciar  el  estado  de  atraso  y destrucción  económica, 
social  y moral  en  que  encontraría  al  país  la  Revolución 
triunfante. 

Por  esas  razones  planteamos  con  toda  seriedad  que 
al  lograrse  el  triunfo,  debíamos  iniciar  un  PROCESO 
DE  RECONSTRUCCION  NACIONAL  como  el  primer 
gran  paso  de  la  Revolución  Popular  Sandinista. 

4. -  Una  vez  en  el  poder,  el  Frente  Sandinista,  como 
auténtica  vanguardia  y como  conductor  del  pueblo  nica- 
ragüense, decidió  instalar  una  Junta  de  Gobierno  que 
organizara  y encabezara  la  gestión  gubernamental  apo- 
yada en  el  trabajo  del  pueblo,  para  hacer  posible  la  Re- 
construcción Nacional. 

5. -  A un  año  de  la  Revolución  podemos  afirmar 
con  responsabilidad  que  el  atraso  y la  destrucción  eco- 
nómica, social  y moral  del  país,  es  de  tal  magnitud  y 
profundidad,  que  no  puede  esperarse  que  el  país  se  re- 
construya antes  de  1985,  por  lo  que  la  Dirección  Na- 
cional del  Frente  Sandinista  ha  decidido  que  la  JUNTA 
DE  GOBIERNO  organizada  deberá  seguir  al  frente  de 
la  gestión  gubernamental  hasta  1985. 

6. -  Por  lo  tanto,  nuestro  pueblo  trabajador, 
nuestros  obreros  y campesinos,  nuestros  jóvenes  y mu- 


143 


jeres,  los  profesionales  y empresarios  patriotas  entrega- 
dos a la  Reconstrucción  Nacional,  deberán  aprestarse  en 
1985  para  elegir  el  programa  de  gobierno  y los  mejores 
hombres  del  país,  que  a cargo  del  gobierno  deberán  se- 
guir impulsando  las  tareas  de  nuestra  Revolución. 

7.-  Por  su  parte  la  JUNTA  DE  GOBIERNO  DE 
RECONSTRUCCION  NACIONAL,  para  hacer  reali- 
dad esta  conquista  del  pueblo  de  Sandino,  deberá  dar 
inicio  en  enero  de  1984,  al  Proceso  Electoral  mediante  el 
cual  los  nicaragüenses  determinarán  el  Gobierno  que 
habrá  de  seguir  construyendo  la  NUEVA  NICARA- 
GUA, la  que  soñaron  SANDINO,  RIGOBERTO  y 
CARLOS  FONSECA. 


PATRIA  LIBRE,  O MORIR 

SANDINO  AYER,  SANDINO  HOY,  SANDINO 
SIEMPRE 


DIRECCION  NACIONAL  DEL  FRENTE 
SANDINISTA  DE  LIBERACION  NACIONAL 

23  de  octubre  de  1980 


144 


Internacional  Socialista 


SOLIDARIDAD  CON  NICARAGUA  Y NO 
A LA  INTERVENCION  EN 
CENTROAMERICA 

(Entrevista  a WHly  Brandt,  Barricada,  19  de  noviembre  de  1980) 

Su  nombre  verdadero  es  Herbert  Frahm,  pero  el 
mundo  entero  lo  conoce  con  el  seudónimo  que  utilizaba 
en  la  lucha  clandestina  contra  el  régimen  fascista  de 
Hitler.  Ha  sido  periodista,  escritor,  alcalde  de  Berlín  y 
Canciller  de  la  República  Federal  de  Alemania.  Es  Willy 
Brandt. 

" Con  ese  nombre  fui  al  extranjero  cuando  tenía 
diecinueve  años.  Con  este  nombre  empecé  a escribir  en 
los  periódicos  y publiqué  mis  libros.  Con  este  nombre 
entré  en  la  política,  me  convertí  en  adulto  y volví  a Ale- 
mania al  final  de  ¡a  guerra”,  ha  dicho  alguna  vez. 

A él  le  corresponde  el  mérito  de  haber  forjado  una 
política  exterior  en  Alemania  Federal  de  apertura  hacia 
los  países  de  Europa  del  Este  (Ostpolitik). 

Brandt,  un  alemán  imponente  que  no  aparenta  los 
67  años  que  tiene  (nació  el  18  de  noviembre  de  1913  en  la 
ciudad  de  Lubeck),  es  el  presidente  de  la  Internacional 
Socialista,  y promotor  y miembro  del  Comité  Interna- 
cional de  Defensa  de  la  Revolución  de  Nicaragua. 


145 


Durante  la  entrevista  de  quince  minutos  que  nos 
concedió  en  una  salón  del  Hotel  Meliá-Castilla,  durante 
el  décimoquinto  Congreso  de  la  Postguerra  de  la  Inter- 
nacional Socialista  que  acaba  de  terminar  en  Madrid, 
Brandt  habló  sobre  Nicaragua,  El  Salvador  y las  amena- 
zas norteamericanas. 

La  entrevista  se  desarrolló  en  inglés.  Con  una  voz 
clara,  sonora  y una  perfecta  dicción,  el  ex-canciller  ale- 
mán explicó  su  determinación  de  crear  un  Comité  de 
Defensa  de  la  Revolución  de  Nicaragua,  ese  CDS  inter- 
nacional que  lo  conforman  quince  de  las  más  distin- 
guidas personalidades  políticas  de  Europa  Occidental. 

Madrid,  15  de  noviembre  de  1980 


El  Comité  de  Defensa  de  la  Revolución  Nicaragüense 

B. — Sabemos  que  la  formación  de  este  Comité  de 
Defensa  de  la  Revolución  Nicaragüense,  que  fue  anun- 
ciada durante  el  congreso,  obedeció  a una  propuesta  su- 
ya. Queremos  saber  qué  le  motivó  a usted  Sr.  Brandt  a 
proponer  al  Congreso  esa  resolución? 

W.B. — Sí.  Fue  el  resultado  de  una  resolución  miar 
después  de  una  franca  y seria  conversación  que  tuve  con 
el  Comandante  de  la  Revolución  Bayardo  Arce,  quien 
estaba  aquí  en  el  congreso,  y ante  mi  impresión  de  que 
pueden  haber  fuerzas  reaccionarias  en  los  países  vecinos 
que  pueden  ser  mal  orientados  por  lo  que  podría  pasar 
realmente  en  Washington,  y pudieran  creer  que  actúan 
correspondientemente  con  Washington  si  comienzan  o 


146 


continúan  actuando  con  una  política  de  agresión.  Así 
que  propuse  el  comité  — del  cual  soy  miembro — para  el 
cual  sugerí  que  Felipe  González  (Secretario  del  Partido 
Socialista  Obrero  Español  PSOE),  fuera  el  presidente. 
Queríamos  con  esto  subrayar  nuestra  solidaridad  con 
Nicaragua  y al  mismo  tiempo  mostrar  una  “bandera  ro- 
ja” a la  gente  que  pueda  tener^malas  intenciones. 


El  F.S.L.N.  y la  Internacional  Socialista 


B. — Qué  significa  para  la  Internacional  Socialista 
la  presencia  del  Frente  Sandinista  de  Liberación  Na- 
cional en  el  Congreso? 


W.B. — Bien,  no  es  la  primera  vez  que  nos  en- 
contramos. Yo  recuerdo  en  la  primavera  del  año  pasa- 
do, cuando  Ernesto  Cardenal  explicó  la  posición  de  los 
sandinistas  en  la  reunión  que  tuvimos  en  Luxemburgo,  y 
hemos  estado  en  contacto  desde  esa  vez  en  varias  oca- 
siones. Yo  mismo  estuve  en  la  conferencia  de  Santo  Do- 
mingo durante  la  primavera  de  este  año.  Pero  sí  es  la 
primera  vez  que  el  Frente  está  presente  en  un  congreso. 
Creo  que  esto  ha  sido  apreciado  por  los  europeos  y,  por 
supuesto,  por  representantes  de  otras  partes  del  mundo, 
pero  especialmente  por  aquellos  de  nosotros  de  Europa, 
puesto  que  su  presencia  para  nosotros  muestra  un  grado 
de  confianza  y también  nos  da  la  oportunidad  de  parti- 
cipar en  la  experiencia  de  un  movimiento,  con  las  expe- 
riencias específicas  que  ustedes  han  recogido  en  la  lucha 
por  la  libertad  y la  identidad  propia. 


147 


La  Revolución  Nicaragüense 

B. — Qué  significa  para  la  Internacional  Socialista 
la  Revolución  nicaragüense? 

W.B. — Yo  no  sé  realmente  si  hay  una  interpreta- 
ción general  de  ella.  Yo  no  voy  a hablar  a nombre  de  to- 
dos, pero  creo  que  lo  que  es  común  en  todos  nosotros  es 
que  la  miramos  como  una  identificación  propia  de  las 
aspiraciones  de  su  pueblo  y deseos  del  futuro.  Así  que 
para  el  resto  de  nosotros  no  es  una  cuestión  de  hacer 
nuestra  propia  definición,  sino  que,  bueno,  esto  es  esto, 
y nosotros  lo  respetamos. 

Las  posiciones  de  la  I.S. 

B. — Sr.  Brandt,  siempre  ha  estado  bastante  presen- 
te para  nosotros  la  solidaridad  demostrada  por  esta  or- 
ganización en  los  últimos  dos  años,  pero  nos  gustaría  sa- 
ber si  tal  actitud  hacia  Nicaragua  es  un  caso  particular 
en  Latinoamérica  para  hacer  causa  común  con  el  movi- 
miento revolucionario  en  la  lucha  contra  el  fascismo  y el 
imperialismo? 

W.B. — Bueno,  yo  también  en  mis  años  jóvenes  es- 
tuve involucrado  en  la  lucha  contra  un  régimen  fascista, 
y esto  es  verdad  para  el  Canciller  austríaco  (Kreisky)  y 
un  cierto  número  de  nosotros,  — pero  nadie  debería  te- 
ner la  impresión  de  que  nos  vamos  a imponer  sobre  otros. 
No  queremos  exportar  nuestras  metas  específicas,  no 
queremos  reemplazar  la  influencia  de  otros  por  la 
nuestra.  Solamente  ofrecemos  asociación  y tenemos  la 
impresión  de  que  en  su  país,  como  en  otros  países,  o por 


148 


lo  menos  en  cierto  número  de  países  en  Centroamérica  y 
más  allá,  no  les  importaría  si  las  relaciones  afuera  estu- 
vieran diversificadas,  siempre  y cuando  se  diversifican 
basadas  en  el  estricto  principio  de  asociación  en  igual- 
dad, y no  basada  en  la  superioridad  de  nadie  encima  de 
otro. 


Reagan  y las  posibilidades  de  intervención 

B. — Señor  Brandt,  hemos  conocido  la  plataforma 
republicana  y las  declaraciones  dadas  por  Reagan  en  re- 
lación a Latinoamérica,  especialmente  sobre  la  región 
de  Centroamérica.  Y se  ha  denunciado  múltiples  veces 
que  hay  grandes  posibilidades  de  una  intervención  mili- 
tar en  El  Salvador.  Tiene  su  partido  y la  organización 
socialista  medidas  preventivas  para  ayudar  a mantener 
el  derecho  de  autodeterminación  del  pueblo  salvadore- 
ño? 

W.B. — Déjeme  decirle  primero,  que  hay  varias  par- 
tes de  la  plataforma  del  presidente  electo  que  desde  todo 
punto  de  vista  levantan  muy  serias  preguntas,  también 
en  áreas  en  que  nosotros  en  esta  parte  del  mundo  esta- 
mos involucrados.  Pero  es  mi  experiencia  que  algunas 
veces  los  políticos  se  vuelven  un  poco  más  sabios  que  sus 
plataformas,  y esta  oportunidad  todavía  existe.  Pero 
creo  que  vivimos  en  un  período  peligroso,  un  período  de 
transición  donde  las  fuerzas  reaccionarias,  incluidas 
aquellas  dentro  de  su  país  y fuera,  pueden  dar  ahora  su 
propia  interpretación  a lo  que  una  nueva  administración 
norteamericana  pueda  hacer  o tolerar.  Sobre  la  cuestión 
de  El  Salvador,  yo  tengo  la  fuerte  esperanza  de  que  na- 
die caerá  en  la  tentación  de  intervenir  militarmente.  No- 


149 


sotros,  y cuando  digo  nosotros,  quiero  decir  no  sólo  la 
Internacional  Socialista,  sino  también  aquellos  partidos 
que  se  encuentran  con  responsabilidades  de  gobierno, 
no  estaremos  en  una  posición  desde  un  punto  de  vista 
militar  de  hacer  algo  nosotros  mismos,  porque  no  es  po- 
sible. Pero  de  todas  maneras  tenemos  que  hacer  algo 
por  medios  políticos  para  convencer  o dejar  claro  a los 
americanos  que  esto  es  algo  que  no  podemos  aceptar. 


La  Revolución  Salvadoreña 


B. — Qué  significa  para  usted  Sr.  Brandt,  para  su 
partido,  y la  Internacional  Socialista,  la  revolución  en 
El  Salvador?  Considera  que  existe  en  ese  país  otra  alter- 
nativa que  no  sea  la  revolución? 


W.B. — Mire,  nosotros  hemos  seguido  el  consejo  del 
camarada  Ungo,  quien  es  miembro  de  nuestra  organiza- 
ción y aceptamos  su  decisión  de  dejar  la  junta,  como 
Héctor  Oquelí,  quien  fue  Ministro  de  Relaciones  Exte- 
riores, y se  fue  junto  con  Ungo,  pero  nunca  diremos  que 
no  hay  otras  fórmulas  a medida  que  pasa  el  tiempo.  Por 
ejemplo,  yo  creo  que  todavía  hay  una  posibilidad  de  que 
las  fuerzas  revolucionarias  en  un  momento  dado  puedan 
-unirse  con  una  parte  de  los  militares,  de  que  se  puedan 
unir  con  algunos  de  los  democristianos  que  hayan  deja- 
do la  junta.  Lo  que  yo  quiero  indicar  es  que  si-ellos  mis- 
mos sienten  que  algo  puede  hacerse  con  una  base  aún 
más  ancha,  por  supuesto,  ésto  se  iba  a encontrar  con 
simpatía  y comprensión. 


150 


La  luha  común  por  la  paz  y la  democracia 

B. — No  quiero  quitar  más  de  su  tiempo  señor 
Brandt,  una  última  pregunta...  Hay  al^ún  espacio 
entre  las  líneas  de  la  Internacional  Socialista,  que  permi- 
tan cualquier  alianza  táctica  con  otras  fuerzas,  como' 
con  los  movimientos  de  liberación  nacional  o el  movi- 
miento comunista,  alrededor  de  ciertos  objetivos,  tales 
como  la  paz  o la  democracia? 

W.B. — Sí.  La  cuestión  sobre  las  relaciones  con  el 
movimiento  comunista,  lo  hemos  dejado  a que  cada 
partido  decida  sobre  una  situación  dada  en  su  país,  no- 
sotros como  Internacional  Socialista,  no  interferimos  en 
eso.  Tome  por  ejemplo  mi  propia  área;  mientras  que  en 
mi  país  este  problema  no  existe,  porque  el  partido  co- 
munista es  muy  pequeño,  en  Francia,  nuestros  amigos 
tenían  una  relación  que  trabajaba  muy  bien,  que  desa- 
fortunadamente (ellos  piensan  que  desafortunadamen- 
te) ya  no  trabaja  bien,  como  resultado  de  acontecimien- 
tos en  ese  país  y en  otras  partes.  Pero  la  Internacional 
Socialista  no  da  una  respuesta  uniforme  a la  pregunta  de 
trabajar  con  otras  fuerzas.  Con  los  movimientos  de  libe- 
ración, los  hemos  aceptado  como  socios,  aunque 
puedan  tener  su  propia  presentación  ideológica  que  di- 
fiera con  la  nuestra. 

No  hemos  preguntado  al  Frente  Patriótico  sobre 
los  diferentes  elementos  incluidos...  les  hemos  ayudado 
y estamos  en  buenos  términos  con  Robert  Mugabe,  des- 
pués de  que  tomó  el  gobierno.  Tenemos  contactos 
estrechos  con  el  SWAPO  de  Namibia  y el  ANC  en  cuan- 
to a Sudáfrica,  y después  hay  una  tercera  dimensión  que 


151 


es  el  Movimiento  de  Países  No  Alineados,  ahora  enca- 
bezado por  el  presidente  de  Cuba...  de  quien  acabo  de 
recibir  un  amistoso  cable  hoy,  porque  le  habíamos  pre- 
guntado si  enviaría  a alguien  representando  el  movi- 
miento y él  envió  sus  mejores  deseos  y dijo  que  habían 
decidido  en  los  No  Alineados  no  participar  en  una 
reunión  de  varios  grupos  políticos,  porque  ellos  mismos 
son  más  bien  una  comunidad  política  mezclada.  Pero  lo 
que  yo  ciertamente  quiero  dejar  bien  claro  es  que  no- 
sotros, en  1980  somos  gente  sin  prejuicios,  tenemos 
nuestra  propia  experiencia,  nuestras  propias  convic- 
ciones y aceptamos  socios  externos,  pero  los  socios  para 
la  política  local  deben  ser  escogidos  bajo  ciertas  condi-’ 
ciones  dentro  de  cada  país  individualmente. 


152 


wf 


EL  REFORMISMO  YANQUI  EN 
CENTROAMERICA 


1.  TESTIMONIO  DE  VIRON  P.  VAKY  ANTE  LA  CAMARA  DE 
REPRESENTANTES 

A continuación  I a traducción  extraoficial  de!  tes- 
timonio presentado  por  Virón  P.  Vaky,  Secreta- 
rio de  Estado  Adjunto  para  Asuntos  Interameri- 
canos,  ante  la  comisión  de  Relaciones  Exteriores 
de  la  Cámara  de  Representantes,  el  11  de  sep- 
tiembre de  1979,  sobre  el  tema  “La  América 
Central  en  la  encrucijada”: 

Sr.  Presidente:  Agradezco  la  oportunidad  de  reunirme  hoy  con 
ustedes  para  tratar  sobre  la  situación  en  la  América  Central.  Me 
gustaría  primero  considerar  la  situación  centroamericana  en  general,, 
después  los  varios  aspectos  nacionales  y regionales,  para  concluir  ex- 
poniendo nuestra  política  al  respecto. 

I.  Panorama  General 

Gran  parte  de  la  América  Central  — especialmente  la  del  norte — 
'está  sometida  a fuertes  presiones  de  cambio,  terrorismo  y potencial  ra- 
dicalización.  Estos  factores  de  inestabilidad  se  hallan  arraigados  en 
vulnerabilidades  y básicos  problemas  estructurales.  El  impacto  de  los 
acontecimientos  recientes  en  Nicaragua  es  seguramente  un  factor  en  la 
política  interna  de  todos  los  países  de  la  América  Central.  Pero  aún  sin 
Nicaragua  la  situación  sería  explosiva. 

Las  naciones  de  la  región  afrontan  una  variedad  de  problemas 
_ económicos  y sociales  comunes  e interrelacionados,  la  mayor  parte  de 
los  cuales  producen  presiones  directas  en  pro  de  cambios  políticos  y de 
sistema. 


- Fragmentación  social  y política.  Con  la  excepción  de  Costa  Ri- 
ca, y,  en  cierta  medida  Panamá,  las  sociedades  de  la  región  se  caracte- 
rizan por  profundas  divisiones  de  clases,  y en  algunos  casos  étnicas, 
así  como  por  la  violencia  endémica,  la  desconfianza  y la  atomización 
política.  Las  desigualdades  de  oportunidad  marcan  las  estructuras  so- 
ciales, políticas  y de  clase  en  varios  grados.  Las  demandas  de  los 
empresarios  y profesionales  de  la  clase  media  — un  grupo  educado,  in- 
formado y generalmente  ambicioso — en  favor  de  una  participación 
mayor  en  los  asuntos  nacionales  y políticos,  con  frecuencia  no  han  si- 
do satisfechos.  Las  necesidades  mínimas  de  los  trabajadores  y agricul- 
tores, cuyas  filas  han  aumentado  con  motivo  del  incremento  demográ- 
fico, también  han  permanecido  sin  satisfacer  en  muchos  aspectos.  Las 
crecientes  tensiones  sociales  y las  frustraciones  han  abonado  el  terreno 
para  la  inconformidad,  la  oposición  y la  violencia. 


- Subdesarrollo.  Con  la  posible  excepción  de  Costa  Rica  y Pana- 
má, virtualmente  todos  estos  países  se  caracterizan  por  un  crecimiento 
económico  desigual  y falto  de  equidad,  por  una  pobreza  nacional  y 
una  distribución  inadecuada  del  ingreso.  Si  bien  la  estadística  señala 
que  muchas  de  estas  naciones  registran  un  crecimiento  respetable,  los 
beneficios  del  progreso  se  han  acumulado  en  la  mayoría  de  los  casos 
en  las  élites  tradicionales;  las  masas  del  pueblo  se  encuentran  en  una 
situación  que  apenas  ha  cambiado.  Las  tasas  de  la  alimentación  defi- 
ciente y el  analfabetismo  se  mantienen  altas  entre  la  mayoría  pobre.  El 
desempleo  y el  empleo  deficiente  son  elevados  y van  en  aumento. 

- Lenta  evolución  política.  De  igual  modo,  con  la  excepción  de 
Costa  Rica  y en  cierto  sentido  de  Panamá,  si  bien  el  sistema  allí  no  está 
aún  plenamente  abierto,  las  instituciones  políticas  han  mostrado  la 
tendencia  en  el  pasado  a ser  autoritarias  y resistentes  a los  cambios.  A 
medida  que  las  presiones  aumentan  los  gobiernos  han  tendido  a re- 
currir a la  represión  de  los  disidentes.  Los  movimientos  que  ejercen 
presiones  a favor  de  la  modernización  o de  demandas  más  fundamen- 
tales de  equidad,  se  han  visto  con  frecuencia  frustrados  por  la  manipu- 
lación electoral  y ia  violencia:  la  censura  de  los  medios  informativos, 
proscripción  de  los  partidos  políticos,  y suspensión  de  garantías  cons- 
titucionales. Donde  los  canales  legítimos  para  el  desagravio  se  ven 
obstruidos,  la  situación  política  tiende  a polarizarse  a los  extremos  y se 
reduce  la  posibilidad  de  la  evolución  y el  cambio  pacíficos. 


154 


a.  Debilidades  institucionales.  Las  instituciones  de  toda  clase 
— desde  cuestiones  de  orden  público  y servicios  sociales  hasta  cues- 
tiones de  prensa  y partidos  políticos — se  ven  minadas  por  tensiones 
socioeconómicas,  violaciones  de  derechos  y terrorismo.  Estos  proce- 
sos a su  vez  producen  obsesión  de  supervivencia  y una  tentación  de 
achacar  las  dificultades  de  la  región  a causas  externas. 

b.  La  tensión  económica  en  la  forma  de  inflación  mundial,  la 
fluctuación  en  los  precios  de  los  productos  de  consumo,  y la  recesión 
han  mermado  los  ingresos  reales  y disminuido  la  capacidad  de  los  go- 
biernos para  satisfacer  las  necesidades  del  pueblo.  El  costo  del  petró- 
leo se  ha  cuadruplicado,  determinando  severos  efectos  cumulativos  en 
forma  ascendente.  N 

c.  Nuevas  posiciones  políticas  y nuevas  exigencias  económicas  se 
han  entronizado  en  la  región.  Nicaragua  sandinista,  Costa  Rica  y Pa- 
namá no  están  en  plan  de  comunicarse  fácilmente  con  los  gobiernos 
apasionadamente  anti-izquierdistas  del  sector  del  norte  de  la  región. 
Sin  embargo,  si  la  comunicación  es  imperfecta,  las  tensiones  regiona- 
les habrán  de  crecer,  y la  cooperación  necesaria  para  propiciar  una 
fuerte  economía  regional  y sostener  al  Mercado  Común  Centroameri- 
cano, sufrirá  impedimentos. 

Afortunadamente,  las  indicaciones  son  en  el  sentido  de  que  estos 
costos  potenciales  se  reconocen  y ya  están  en  marcha  esfuerzos  tentati- 
vos, pero  de  significación,  por  parte  de  todos  los  dirigentes  nacionales 
en  la  obra  de  “crear  puentes”. 

En  suma,  profundas  injusticias,  necesidades  legítimas  de  refor- 
ma, progreso  y modernización,  y demandas  básicas  de  equidad  están 
surgiendo  en  toda  la  región.  Todo  ello  da  lugar  a presiones  igualmente 
profundas  de  cambios  políticos  y estructurales.  Como  en  otras  partes 
del  mundo,  estas  aspiraciones  y demandas  son  tan  fundamentales,  que 
el  cambio  no  puede  evitarse;  la  defensa  del  status  quo  no  puede  impe- 
dir los  cambios  ni  contener  la  inestabilidad  por  largo  tiempo;  solo 
puede  radicalizar  las  fuerzas  del  juego. 

Un  factor  que  complica  la  situación  es  que  los  grupos  castrista- 
marxistas  y extremistas,  se  han  aprovechado  de  estas  aspiraciones 
legítimas  y de  la  situación  inestable  para  favorecer  sus  propios  objeti- 


155 


vos.  Por  lo  tanto,  ellos  pueden  exacerbar  las  tensiones  y la  violencia, 
pero  no  son  los  que  las  originan.  Los  brotes  de  terrorismo  y de  subver- 
sión tienden  a confundir  en  forma  infortunadamente  frecuente,  la  per- 
cepción de  las  realidades,  fortaleciendo  las  tendencias  de  aquellos  que 
se  benefician  del  status  quo  para  tergiversar  las  cuestiones  y con- 
centrarse en  la  insurgencia,  en  vez  de  atender  a los  problemas  básicos 
que  están  en  lo  profundo. 

Si  hay  algún  aspecto  central  que  caracteriza  a la  América  Central 
en  la  actualidad,  Sr.  Presidente,  este  es  el  de  la  intensa  — y esencial- 
mente inevitable — presión  en  pro  de  un  cambio  que  existe  en  esta  re- 
gión. 

La  cuestión  básica,  a su  vez,  no  es  la  de  si  el  cambio  va  a ocurrir, 
sino  cómo  va  a ser  el  cambio,  si  violento  o radical,  o pacífico  y en  for- 
ma evolutiva,  preservando  los  derechos  individuales  y los  valores  de- 
mocráticos. 


II.  Los  aspectos  nacionales 

Las  tendencias,  vulnerabilidades  y problemas  descritos  anterior- 
mente se  proyectan  en  cada  uno  de  los  países  de  la  América  Central  en 
formas  diferentes,  aun  en  idiosincracias. 

Veamos  primero  el  asunto  de  Nicaragua,  cuya  revolución,  en  vez 
de  ayudar,  puede  afectar  el  futuro  político  de  sus  vecinos. 

Luego  el  “sur”  — Panamá  y Costa  Rica — cada  uno  distinto  pero 
representando  fuerzas  moderadas  y progresistas  de  cambio  en  la  Amé- 
rica Central. 

Finalmente  el  “sector  del  norté”  — Honduras,  El  Salvador  y 
Guatemala — ahora  conducidos  por  gobiernos  conservadores,  donde 
los  vientos  del  cambio  están  soplando  más  fuertemente. 

a.  Impacto  de  Nicaragua 

Tanto  para  la  América  Latina  como  para  Estados  Unidos,  Nica- 
ragua presenta  actualmente  un  desafio  crítico  y una  oportunidad  de 
importancia.  El  curso  de  los  hechos  afectará  las  perspectivas  de  de- 


156 


mocracia  en  otras  partes  y tiene  un  notable  impacto  en  las  relaciones 
entre  Estados  Unidos  y América  Latina. 

El  nuevo  Gobierno  de  Reconstrucción  Nacional  (GRN)  asumió  el 
poder  el  20  de  julio  en  un  país  cuyas  instituciones  politicas,  económi- 
cas o de  seguridad  quedaron  sin  funcionar.  Casi  la  mitad  de  la  pobla- 
ción de  Nicaragua  fue  desplazada  y el  país  lucha  actualmente  con 
problemas  de  hambre  y desempleo  en  masa.  Las  pérdidas  de  vida  y la 
destrucción  física  son  asombrosas.  La  ONU  ha  informado  que  fueron 
muertas  45.000  personas,- 160.000  resultaron  heridas  y 40.000  huérfa- 
nas, si  bien  las  cifras  de  la  AID  indican  que  cerca  de  un  millón  tiene 
necesidad  de  alimentos  y 250.000  de  techo.  Las  pérdidas  económicas 
se  aproximan  a dos  mil  millones  de  dólares.  La  economía  nicaragüen- 
se está  totalmente  en  desorden. 

Inicialmente  formado  en  el  exilio,  el  nuevo  gobierno  nicaragüense 
es  una  coalición  compuesta  de  antiguos  guerrilleros  y lideres  cívicos. 
Está  formada  de  una  junta  de  cinco  miembros  como  autoridad  ejecu- 
tiva, un  gabinete  de  19  miembros,  y un  Consejo  Nacional  de  33 
miembros  que  aún  se  halla  en  proceso  de  formación. 

El  directorio  nacional  sandinista,  integrado  por  líderes  guerrille- 
ros, algunos  con  estrechos  vínculos  con  Cuba,  ejercen  la  mayor 
influencia. 

Desde  que  el  Gobierno  de  Reconstrucción  Nacional  (GRN)  tomó 
posesión  el  20  de  julio,  lo  siguiente  se  ha  hecho  evidente: 

-Las  necesidades  humanitarias  y de  reconstrucción  de  Nicaragua 
son  inmediatas  y demasiado  grandes  para  que  los  nicaragüenses 
puedan  satisfacerlas  por  sí  solos. 

-La  confusión  administrativa  y la  improvisación  siguen  rampan- 
tes,  pero  el  cambio  de  gobierno  se  acepta  popularmente  y existe  un  de- 
finido movimiento  hacia  la  restauración  y el  orden  público. 

-El  GRN  se  ha  mostrado  generalmente  moderado  y con  tendencia 
pluralista  en  sus  normas  iniciales.  No  puede  distinguirse  en  su  orienta- 
ción tendencia  marxista  o cubana,  aunque  hay  figuras  marxistas  pre- 
sentes en  posiciones  claves.  Ha  contenido  las  represalias,  ha  promul- 


157 


gado  un  decreto  garantizando  los  derechos  del  individuo,  y ha  permiti- 
do independencia  a la  prensa  y la  radio,  también  ha  prometido  elec- 
ciones libres.  En  los  asuntos  exteriores,  el  GRN  ha  expresado  el  deseo 
de  mantener  relaciones  amistosas  con  todos  los  países  incluidos  sus  ve- 
cinos norteños.  Los  líderes  nicaragüenses  han  negado  tener  intención 
alguna  de  “exportar  la  revolución”. 

-No  obstante,  la  situación  política  sigue  siendo  muy  fluida,  reple- 
ta de  heterogeneidad,  confusión  y movimiento  en  la  dinámica  del  po- 
der. El  futuro  político  y económico.del  país,  por  consiguiente,  perma- 
nece indefinido  y muchos  resultados  o situaciones  son  todavia  posibles 
dentro  de  la  estructura  de  la  revolución  sandinista. 

La  cuestión  central  en  la  situación  nicaragüense,  por  consiguiente 
— ya  sea  en  términos  de  su  sistema  interno,  de  sus  relaciones  con  Cu- 
ba, de  su  actitud  hacia  sus  vecinos — es  en  qué  medida  puede  producir- 
se un  orden  democrático  moderado,  pluralista  y equitativo,  en  un  país 
con  pocas  tradiciones  democráticas,  y cuyos  nuevos  e inexpertos  diri- 
gentes podrían  recurrir  al  autoritarismo  para  lidiar  con  las  enormes  ta- 
reas que  tienen  por  delante. 

El  curso  de  la  revolución  nicaragüense  en  parte  dependerá,  pues, 
de  cómo  Estados  Unidos  percibe  la  misma  y brega  con  ella.  En  reali- 
dad, la  futura  política  interna  de  Nicaragua  y sus  relaciones  con  el 
mundo  exterior,  lo  determinarán  en  parte  los  nicaragüenses  que  mejor 
definan  y encaren  las  necesidades  del  país  durante  el  período  de  re- 
construcción. Los  líderes  que  así  lo  hagan  individualmente  tendrán 
por  necesidad  contactos  en  el  exterior.  Pero  quienes  hayan  de  ser,  y los 
términos  en  que  se  relacionarán  unos  con  otros  y con  los  del  exterior, 
no  será  predeterminado  por  la  pasada  guerra  de  guerrilla  contra  So- 
moza, sino  que  dependerá  de  la  reconstrucción  de  Nicaragua  después 
de  la  guerra. 

b.  El  “Sur” 

Costa  Rica  ha  tenido  desde  hace  tiempo  una  excelente  democracia 
en  acción,  y Panamá  se  ha  venido  acercando  a un  sistema  político  más 
abierto.  Los  problemas  económicos  y sociales  existen,  pero  el  proceso 
de  cambio  y adaptación  funciona  suficientemente  bien  para  mantener 
la  situación  interna  bastante  estable. 


158 


Ambos  países  han  establecido  relaciones  estrechas  y cooperativas 
con  el  Gobierno  de  Nicaragua.  Habiendo  apoyado  la  causa  sandinista, 
no  están  dispuestos  a ver  la  revolución  nicaragüense  convertida  en 
“radical”.  Los  lideres  de  estos  países  continuarán  utilizando  su 
influencia  para  urgir  moderación.  Ambos  paises,  en  proporción  a sus 
recursos  y capacidades,  han  dado  notable  ayuda  técnica  y material  a 
Nicaragua. 

b.  1.  Panamá 

Los  intereses  de  Estados  Unidos  en  Panamá,  si  bien  más  amplios 
que  la  presencia  en  el  Canal  de  Panamá,  giran  sobre  todo  en  torno  al 
Canal.  Los  tratados  del  Canal  de  Panamá  de  1977  entran  en  vigor  en 
poco  más  de  dos  semanas,  el  primero  de  octubre.  Atendiendo  a la  pro- 
ximidad de  esa  fecha  estamos  tratando  de  garantizar  el  continuo  fun- 
cionamiento del  Canal  en  forma  normal  y ordenada  con  arreglo  a las 
nuevas  relaciones  con  Panamá  en  virtud  del  tratado.  Por  esta  razón, 
espero  que  el  Senado  y la  Cámara  procederán  sin  demora  a aprobar 
las  leyes  complementarias  indispensables  para  asumir  nuestra  respon- 
sabilidad en  virtud  del  tratado. 

Panamá  ha  sido  relativamente  estable  desde  el  golpe  de  1968  que 
depuso  al  presidente  Arnulfo  Arias.  Hemos  expresado  preocupación 
respecto  de  la  situación  de  los  derechos  humanos  en  el  pasado.  Las  re- 
formas constitucionales  y otras  medidas  tomadas  desde  1977  han  per- 
mitido avanzar  hacia  un  sistema  político  más  abierto  y democrático  y 
una  mayor  participación  del  pueblo  en  las  medidas  de  reforma  y en 
proyectos  de  desarrollo.  Si  bien  los  partidos  de  oposición  luchan  por 
mayor  número  y más  inmediatas  reformas  políticas  no  vemos  en  este 
momento  una  verdadera  amenaza  al  gobierno  civil  del  presidente  Ro- 
yo. 


La  situación  económica  actual  de  Panamá  es  difícil.  Los  proble- 
mas proceden  mayormente  de  los  mismos  factores  que  afectan  a los 
Estados  Unidos:  la  inflación  y las  importaciones  de  energia.  Las  pre- 
siones y los  problemas  económicos  han  causado  desconfianza  en  el 
Gobierno  y continuarán  causándola  hasta  que  la  situación  se  alivie 
mediante  nuevas  inversiones,  mejor  administración  oficial  de  la 
economía,  y un  posible  aumento  en  la  confianza  cuando  entren  en  vi- 
gor los  tratados. 


159 


Diez  partidos  han  formado  un  frente  nacional  de  oposición  con  el 
propósito  de  buscar  reformas  prontamente,  y,  particularmente,  la  ce- 
lebración de  eleciones  para  un  nuevo-gobierno.  Los  dos  participantes 
más  importantes  del  frente,  los  panamasistas,  encabezados  por  Arnul- 
fo  Arias,  y los  liberales,  no  tienen  lazos  extranjeros  y están  con  fre- 
cuencia en  desacuerdo  en  cuanto  a las  tácticas.  El  Partido  Demócrata 
Cristiano,  que  es  de  menor  importancia,  está  relacionado  con  el  movi- 
miento demócrata  cristiano  de  la  América  Latina  y de  la  Europa  occi- 
dental. 

b.  2.  Costa  Rica 

Costa  Rica  continúa  disfrutando  de  un  sistema  político  democrá- 
tico estable.  Las  fuertes  tradiciones  democráticas  han  dado  al  país  un 
destacado  historial  respecto  de  los  derechos  humanos.  La  libertad  de 
participar  en  el  proceso  político  está  consignado  en  la  Constitución  y 
es  respetado  en  la  práctica.  Las  elecciones  son  libres,  abiertas  y alta- 
mente competitivas. 

Con  una  economía  que  es  normalmente  la  mejor  administrada  de 
la  región,  Costa  Rica  está  experimentando  tensiones  internas  estimula- 
das por  los  aumentos  en  el  precio  del  petróleo,  las  dificultades  labora- 
les internas,  y las  repercusiones  de  las  perturbaciones  en  su  vecina  Ni- 
caragua. La  situación  de  la  seguridad  es  estable. 

Nuestras  relaciones  con  Costa  Rica  son  estrechas  y cordiales.  Los 
problemas  se  tratan  amistosa  y francamente  y de  manera  pragmática. 

c.  El  sector  norte 

Los  Gobiernos  de  El  Salvador,  Guatemala  y Honduras  tienden  a 
ver  al  mundo  a través  de  un  lente  diferente  del  que  usan  sus  vecinos  del 
sur.  Tienen  temores  por  la  revolución  de  Nicaragua  y por  cuál  será  su 
impacto.  La  ansiedad  por  el  porvenir  tiene  transidos  a estos  Gobier- 
nos, que  temen  tener  que  contender  con  una  nueva  ola  de  rebeldía. 

Aunque  las  circunstancias  varían  entre  ellas,  las  tres  sociedades 
son  relativamente  cerradas.  Los  sistemas  y procesos  políticos  son  rela- 
tivamente restringidos.  El  desarrollo  económico  es  de  niveles  diferen- 
tes, pero  una  pequeña  élite  es  el  beneficiario  principal  en  cada  uno  de 


160 


• los  países,  y las  oportunidades  de  movilidad  ascendente  son  limitadas. 
Los  incidentes  de  violencia,  represión  y violaciones  de  derechos  huma- 

Ínos  son  frecuentes  en  Guatemala  y en  El  Salvador. 

Con  la  limitación  de  los  canales  de  reivindicación  o de  expresión 
política,  la  disensión  tiende  a acumularse  y convertirse  en  presión  e 
inestabilidad.  Las  tensiones  políticas  y sociales,  la  inestabilidad  y la 
polarización  son  mucho  más  altas  aquí  que  en  el  resto  de  la  región, 
aunque  las  circunstancias  internas  varían.  La  situación  es  más  incierta 
en  El  Salvador,  dado  el  conflicto  entre  grupos  políticos  y sociales  po- 
i larizados,  mientras  que  en  Honduras  es  la  más  tranquila  con  perspec- 
| tivas  optimistas  de  modernización  social  y política. 

£-  1.  El  Salvador 

El  Salvador  es  el  país  más  pequeño  y más  densamente  poblado  de 
I Centroamérica  y ofrece  el  escenario  clásico  para  la  inquietud  política  y 
|í  social.  Su  densidad  de  población  es  de  565  personas  por  milla  cuadra- 
da que  es  la  más  alta  en  todo  el  hemisferio  occidental.  El  crecimiento 
poblacional  es  del  3,2  por  ciento  y la  presión  sobre  las  tierras  agrícolas 
han  elevado  el  desempleo  y el  subempleo  a una  tasa  superior  al  30  por 
• ciento.  Los  nuevos  empleos  en  la  industria  absorben  menos  de  una 
F-  sexta  parte  de  lo  que  entran  por  primera  vez  en  el  mercado  de  trabajo, 
t*  y la  agricultura  ofrece  trabajo  a no  más  de  la  mitad  de  los  que  lo  bus- 
can. Muchos  salvadoreños,  ante  la  perspectiva  de  la  pobreza  y la 

ausencia  de  oportunidades  han  optado  por  emigrar. 

* 

La  economía,  orientada  a la  exportación  está  caracterizada  por 

tuna  extrema  desigualdad  en  la  distribución  de  los  ingresos,  la  riqueza 
y la  tierra.  El  dos  por  ciento  de  la  población  controla  casi  la  totalidad 
de  la  industria  y de  la  agricultura  y tiene  una  gran  influencia  en  el  Go- 
bierno casi  militar.  La  estructura  de  clase  es  una  de  las  más  rígidas  en 
la  América  Latina.  Las  violaciones  de  los  derechos  humanos  han  sido 
" serias,  como  lo  observa  el  informe  del  Departamento  sobre  la  si- 
tuación de  los  derechos  humanos  sometido  al  Congreso  en  enero  últi- 
mo. 

Bajo  un  sistema  constitucional  que  rige  desde  1962  los  candidatos 
militares  han  sido  regularmente  elegidos  a la  presidencia  con  la  bande 


161 


ra  oficia!  del  partido  de  Conciliación  Nacional.  El  sistema  político  no 
acepta  bien  el  disentimiento  ni  las  demandas  de  cambio. 


Las  rigideces  económicas,  políticas  y sociales  de  regímenes  sucesi- 
vos no  han  permitido  un  escape  suficiente  a la  creciente  frustración  y 
descontento.  Esta  atmósfera  ha  dado  lugar  a un  dramático  aumento 
del  terrorismo  izquierdista;  los  movimientos  terroristas  han  prospera- 
do, y sus  acciones  han  acelerado  una  deriva  hacia  la  violencia  revolu- 
cionaria. 


El  país  se  ha  visto,  pues,  cogido  en  una  crisis  nacional  crónica;  la 
actividad  antigubernamental  es  rampante,  dando  lugar  frecuentemen- 
te a la  violencia,  y la  confianza  falta  en  todos  los  sectores.  En  estas  cir- 
cunstancias, la  polarización  está  muy  avanzada,  y las  perspectivas  de 
evitar  la  violencia  revolucionaria  se  esfuman  rápidamente. 


Afortunadamente,  sin  embargo,  hay  indicios  de  que  el  presidente 
Romero,  la  oposición  moderada  y el  sector  privado  se  dan  aguda 
cuenta  de  esta  creciente  polarización  y hay  algunos  indicios  del  deseo 
de  conciliación.  A mediados  de  agosto,  el  presidente  Romero  anunció 
una  serie  de  medidas  electorales  significativas,  las  cuales,  si  se  pueden 
poner  efectivamente  en  práctica,  podrían  llegar  muy  lejos  para  poner 
fin  a la  creciente  violencia,  frustración  y polarización.  Acabar  con  los 
abusos  de  los  derechos  humanos  contra  la  integridad  de  la  persona  se- 
rá también  crucial  para  el  desarrollo  de  una  atmósfera  que  dé  a esas 
reformas  una  oportunidad  realista  de  tener  algún  éxito. 


El  compromiso  del  presidente  Romero  de  celebrar  elecciones  mu- 
nicipales y legislativas  libres  en  marzo  de  1980,  y de  adoptar  medidas 
para  reformar  y abrir  el  sistema  electoral  es  particularmente  alenta- 
dor. Ha  invitado  también  a todos  los  exilados  políticos  a regresar  al 
país  y ha  pedido  a la  OEA  que  envíe  observadores  y asesores  que  ayu- 
den en  la  reforma  electoral.  Ha  invitado  asimismo  a la  Cruz  Roja  In- 
ternacional a que  visite  las  prisiones  para  juzgar  las  condiciones  que 
reinan  en  ellas. 


162 


c.  2.  Guatemala 


Guatemala  es  el  país  mas  populoso  y de  mayor  significación  eco- 
nómica de  la  América  Central.  La  población  se  divide  en  dos  grupos 
étnicos  distintos,  con  lenguajes  y culturas  separadas. 

Los  indios,  que  hablan  20  idiomas  indígenas  distintos,  forman  el 
40  por  ciento  de  la  población  y permanecen  física  y culturalmente  se- 
parados del  grupo  mayor  de  habla  española.  La  tasa  de  crecimiento  de 
la  población  urbana  del  4,4  por  ciento  es  de  las  más  rápidas  de  la  re- 
gión. Pero  aun  así,  más  del  60  por  ciento  de  la  población  reside  en 
áreas  rurales. 

La  economía  es  mayormente  agraria.  La  agricultura  emplea  al  55 
por  ciento  de  los  trabajadores  y contribuye  un  poco  más  de  la  cuarta 
parte  del  producto  bruto  nacional.  Junto  a esta  base  agrícola  existe  uñ 
sector  fabril  desarrollado,  que  es  el  mayor  de  la  región.  Aunque  la  ex- 
portación de  manufacturas  representa  menos  de  un  tercio  de  las  ventas 
al  exterior,  es  el  sector  más  dinámico  en  términos  de  empleos  y creci- 
miento. 

Los  beneficios  de  la  actuación  generalmente  sólida  de  la 
economía  de  Guatemala  se  han  distribuido  desigualmente.  Para  las 
tres  cuartas  partes  de  la  población  el  ingreso  anual  por  cabeza  es  aún 
menos  de  la  mitad  del  promedio  nacional.  Ni  los  campesinos  ni  los 
obreros  se  han  beneficiado  proporcionalmente  del  crecimiento  en  los 
sectores  agrícola  y fabril.  La  extendida  pobreza  y la  gran  necesidad  de 
una  reforma  agraria  son  probablemente  los  factores  que  más  contri- 
buyen a la  inestabilidad  y a la  violencia  política. 

Políticamente,  la  sociedad  guatemalteca  está  polarizada,  y lo  ha 
estado  por  muchos  años.  La  violencia  es  extensa  y virtualmente  insti- 
tucionalizada. Los  grupos  subversivos  de  la  extrema  izquierda  son  ca- 
paces de  operaciones  terroristas;  la  extrema  derecha  está  también  or- 
ganizada de  manera  similar  con  sus  propias  bandas  terroristas.  Los  ac- 
tos recíprocos  de  terrorismo  han  afectado  a la  sociedad  guatemalteca 
desde  hace  muchos  años.  La  lista  de  los  reformistas  políticos  asesina- 
dos es  larga,  lo  mismo  que  la  lista  de  los  funcionarios  del  Gobierno 
asesinados  por  terroristas  de  izquierda. 


163 


Aunque  la  sucesión  presidencial  tiene  lugar  con  regularidad  cada 
cuatro  años,  el  proceso  político  está  dividido.  Los  nuevos  partidos  de 
la  derecha  y centro  izquierda  han  sido  intimidados  por  el  asesinato  de 
sus  líderes  más  prominentes.  El  movimiento  sindical  es  relativamente 
débil.  Las  violaciones  de  los  derechos  humanos  se  describen  en  el  in- 
forme del  Departamento  al  Congreso. 

Aunque  disfrutan  de  una  especie  de  resurgimiento  desde  que 
fueron  diezmados  al  principio  de  los  años  70,  los  grupos  de  guerrille- 
ros izquierdistas  son  relativamente  débiles.  Están  aislados  de  la  gran 
población  india  no  asimilada  en  las  áreas  rurales,  y en  las  ciudades  es- 
tán superados.  Además,  carecen  de  grupos  de  amplia  base  como  el 
Bloque  Popular  Revolucionario  de  El  Salvador  para  organizar  y diri- 
gir el  descontento  popular. 

Guatemala  sufre  desequilibrios  socio-económicos  y polariza- 
ciones similares  a los  de  sus  vecinos,  pero  sus  conflictos  no  han  alcan- 
zado el  mismo  grado  de  intensidad  que  en  El  Salvador. 

c.  3.  Honduras 

Honduras  es  el  más  pobre  de  los  países  de  América  Central,  pero 
al  mismo  tiempo  sufre  menos  la  polarización  interna  y goza  de  mayor 
calma  interior  que  otros  países  de  la  región.  Las  diferencias  de  clases 
son  mucho  menos  marcadas  y rígidas,  y la  riqueza  está  considerable- 
mente mejor  distribuida  que  en  los  países  vecinos  de  la  banda  del  nor- 
te. Aunque  Honduras  tiene  un  alto  crecimiento  de  la  población,  per- 
manece comparativamente  subpoblada  con  menos  personas  y cinco 
veces  la  extensión  territorial  de  su  vecino  El  Salvador.  La  tierra  es  rela- 
tivamente abundante  y bastante  bien  distribuida. 

El  actual  gobierno  militar  ha  disfrutado  de  una  continuidad  gene- 
ral desde  diciembre  de  1972  cuando  un  Consejo  Superior  de  Defensa 
asumió  el  poder  que  correspondía  al  presidente  del  Partido  Naciona- 
lista que  había  resultado  electo.  Admitida  su  condición  de  facto,  el 
Gobierno  está  determinado-a  colocar  el  país  nuevamente  bajo  un  régi- 
men civil,  comenzando  con  las  elecciones  para  una  Asamblea  Consti- 
tuyente en  abril  de  1980. 


164 


El  Gobierno,  si  bien  actúa  como  régimen  de  facto,  no  es  por  lo 
general  represivo.  El  respeto  a los  derechos  humanos  y a las  libertades 
civiles  es  razonablemente  bueno.  El  Gobierno  y las  instituciones  mili- 
tares son  mucho  más  receptivas  a las  aspiraciones  y las  presiones  po- 
pulares que  en  otros  países,  y el  Gobierno  está  determinado  a de- 
sarrollar programas  encaminados  a mejorar  la  suerte  del  ciudadano 
común,  especialmente  en  las  áreas  rurales. 

Honduras  no  tiene  problema  actual  de  guerrilla,  y encara  la  ame- 
naza menos  grave  a su  estabilidad  por  parte  de  la  acción  insurgente  ge- 
nerada internamente,  por  lo  menos  a corto  plazo.  Varios  factores  han 
ayudado  a aislar  a Honduras  de  una  amenaza  insurgente:  el  régimen 
militar  relativamente  benigno,  un  nivel  favorable  en  la  relación  tierra- 
mano  de  obra,  y un  sistema  de  distribución  económica  que  ha  evitado 
la  polarización  económica  radical  y las  profundas  diferencias  entre  ri- 
cos y pobres  que  existe,  por  ejemplo,  en  El  Salvador. 

III.  Factores  externos 
a.  Cuba 

El  factor  individual  más  importante  en  determinar  una  posible 
participación  cubana  en  actividades  subversivas  en  la  región  norte  de 
Centroamérica  será  su  percepción  de  las  oportunidades  que  puedan 
existir. 

Aprovechando  su  experiencia  en  la  década  de  1960,  Cuba  gene- 
ralmente ha  seguido  una  política  destinada  a cultivar  y mantener  con- 
tacto con  los  movimientos  rebeldes  izquierdistas;  en  algunos  casos 
proporcionando  apoyo  a nivel  de  subsistencia,  refugio  cuando  fuere 
necesario,  y varios  tipos  de  entrenamiento;  instando  a que  se  unan 
fuerzas  de  oposición  distintas;  asesorando  a los  beneficiarios  de  su 
ayuda  para  que  expandan  el  apoyo  básico;  y esperando  por  el  de- 
sarrollo de  condiciones  objetivas  propicias  para  un  apoyo  adicional. 

Dados  los  acontecimientos  ocurridos  en  Nicaragua,  es  seguro  que 
Cuba  concederá  mayor  atención  a Centroamérica.  Puede  que,  sin  em- 
bargo, Cuba  se  dedique  ahora  a un  periodo  de  evaluación  y digestión 
de  los  resultados  de  Nicaragua.  Por  lo  tanto,  no  debería  sorprender- 
nos si  el  régimen  de  Castro  considera  cuidadosamente  los  pro  y los 


165 


contras  de  cada  situación  tal  como  se  vayan  presentando,  y —en  vez 
de  forzar  acontecimientos — se  decida  a reaccionar  de  acuedo  con  los 
eventos  tal  como  se  vayan  produciendo.  Al  evaluar  las  oportunidades 
es  muy  probable  que  Castro  considere  factores  tales  como  el  dinamis- 
mo interno  de  cada  país:  la  reacción  de  los  Estados  Unidos;  el  impacto 
que  puedan  tener  en  los  países  miembros  del  movimiento  no  alineado; 
el  grado  de  apoyo  o tolerancia  de  los  otros  países  latinoamericanos; 
las  complejidades  de  los  problemas  logísticos;  la  extensión  de  la 
influencia  cubana  con  los  grupos  insurgentes;  y,  finalmente,  las  posi- 
bilidades de  éxito. 

La  cuestión  importante  en  las  mentes  de  los  vecinos  interesados  es 
qué  tipo  de  relación  fundamental  con  Cuba  desarrollará  Nicaragua.  Si 
bien  La  Habana  ciertamente  cuenta  con  la  gratitud  de  los  dirigentes 
sandinistas  por  la  ayuda  prestada  y con  vínculos  considerables  con  las 
figuras  claves  de  la  revolución,  no  resulta  automático  — cualesquiera 
que  sean  las  intenciones  de  La  Habana — que  los  intereses  de  los  sandi- 
nistas como  los  del  Gobierno  de  Nicaragua  lleguen  a ser  idénticos  a los 
de  Cuba.  Existe  realmente  mucha  razón  para  suponer  que  los  nicara- 
güenses prefieran  un  desarrollo  independiente. 

Es  cierto  que  existen  fuerzas  importantes  en  acción  para  producir 
algo  mejor  que  el  modelo  de  lo  pésimo  en  Nicaragua.  Algunas  consi- 
deraciones prácticas  pueden  servir  para  restringir  los  impulsos  radica- 
les dentro  del  movimiento  sandinista,  a saber:  un  período  de  relativa 
calma  necesario  para  rehabilitar  el  país;  el  refugio  diplomático  que 
permite  una  política  de  amplia  base,  en  contraste  con  una  arremetida 
provocativamente  comunista;  el  potencial  para  el  creciente  poder  y la 
autoridad  de  elementos  moderados  en  el  Gobierno  y en  la  sociedad  y el 
apoyo  y la  cooperación  de  países  no  comunistas  e instituciones  finan- 
cieras internacionales  dentro  y fuera  de  América  Latina. 

b.  Otros  países  de  América  Latina 

Los  gobiernos  moderados  de  América  Latina,  especialmente  del 
Grupo  Andino,  han  demostrado  estar  muy  interesados  en  Centroamé- 
rica.  Venezuela,  en  especial,  ha  tenido  a bien  desempeñar  un  activo 
cometido  de  ayuda  y contacto  con  estos  gobiernos,  y recientemente 
una  misión  oficial  venezolana  visitó  los  países  del  norte.  También  Mé- 
xico está  sumamente  interesado  en  lo  que  acontece  en  esta  región 


166 


estrechamente  unida  geográficamente.  Estos  gobiernos  han  indicado 
que  se  proponen  fomentar  la  evolución  pacifica  de  la  región  en  gene- 
.:  ral,  asi  como  apoyar  el  pluralismo  en  las  políticas  interna  y exterior  de 
■ Nicaragua.  Cabe  suponer  que  estos  países  desempeñarán  un  cometido 
cada  vez  más  importante  y constructivo. 

IV.  Reacciones  de  la  política  estadounidense 

La  proximidad  geográfica  de  Centroamérica  hace  que  Estados 
; Unidos  tenga  un  interés  especial  en  que  aquella  región  disfrute  de  paz, 
prosperidad  y cooperación,  acrecentando  ese  interés  por  lo  que  la  pro- 
funda participación  en  el  pasado  simboliza.  Nuestros  intereses  abar- 
can: 

-El  que  haya  gobiernos  razonablemente  estables  a la  vez  que 
amistosos,  exentos  de  dominio  por  potencias  extranjeras;1 

I -Seguridad  frente  a la  posibilidad  de  que  la  región  sea  utilizada 
por  fuerzas  que  nos  sean  hostiles; 

-Los  derechos  humanos,  con  inclusión  del  fomento  de  institu- 
ciones democráticas  viables. 

Ia.  En  Nicaragua 

-Apoyamos  una  evolución  humanista  y pluralista,  basada  en  las 
necesidades  de  la  propia  Nicaragua,  sin  intervención  foránea  de  parte 
de  nadie.  Proyectamos  mantener  contacto  con  todos  los  elementos  en 

Í Nicaragua,  incluso  la  Iglesia,  los  medios  de  divulgación,  y el  sector 
privado,  así  como  con  funcionarios  públicos. 

-Brindaremos  aliento  a que  Nicaragua  y sus  vecinos  levanten 
puentes,  amortigüen  las  tensiones,  y hagan  que  desaparezca  la  posibi- 
lidad de  inmiscuirse  en  los  asuntos  políticos  internos  de  los  demás,  y 
promuevan  la  cooperación  y la  seguridad  regionales. 

- Ya  estamos  ayudando  a aliviar  los  sufrimientos  humanos,  y 
abrigamos  la  esperanza  de  ayudar  concretamente  en  la  gigantesca  ta- 
rea de  reconstrucción  que  aquel  pais  tiene  por  delante,  asegurando  así 


167 


el  mejor  ambiente  posible  para  crear  un  orden  normal  democrático  en 
que  se  respete  a los  derechos  humanos. 

- Pensamos  cooperar  con  otros  países  y con  instituciones  públicas 
y privadas  en  coadyuvar  al  resurgimiento  y progreso  económico  de  Ni- 
caragua. 


b.  En  El  Salvador 

- Estamos  proporcionando  aliento  al  Gobierno  así  como  a otros 
elementos  democráticos  en  el  muy  delicado  proceso  de  transición 
política  que  se  está  llevando  a cabo  en  El  Salvador.  Es  de  importancia 
crítica  para  el  futuro  de  El  Salvador  el  ponerle  fin  a que  se  vulnere  la 
integridad  de  la  persona  que  constituye  uno  de  los  derechos  humanos, 
pues  es  de  una  trascendencia  crucial  en  lo  que  se  refiere  al  ambiente  del 
pais  en  general. 

- Estimamos  que  el  que  se  establezca  un  proceso  electoral  auténti- 
co merecedor  de  crédito,  el  cual  conduzca  a que  haya  en  marzo  de 
1980  elecciones  libres  municipales  y legislativas,  tiene  importancia  cru- 
cial para  la  evolución  pacífica  de  El  Salvador,  y para  detener  la  grave 
polarización  y frustración  que  es  casi  seguro  pudiera  desembocar  en 
una  violenta  confrontación  entre  derechas  e izquierdas. 

- Las  propuestas  presentadas  por  el  presidente  Romero  en  agosto 
de  1979  ofrecen  un  comienzo  constructivo  y esperanzados  Represen- 
tan importantes  promesas  a las  cuales  tanto  el  Gobierno  como  la  opo- 
sición deben  impartir  vida  restableciendo  la  confianza  y convenciendo 
en  cuanto  a detalles  específicos  de  programa.  Las  medidas  concretas 
que  ya  han  sido  adoptadas  son  alentadoras,  pero  no  se  sabe  definitiva- 
mente cómo  calificar  la  situación  en  general. 

- Daremos  apoyo  a las  reformas  reales  y serias,  mediante  nuestra 
cooperación  y ayuda  apropiadas. 

c.  En  Honduras 

- Nos  ha  impresionado  el  que  el  Gobierno  de  Honduras  haya  de- 
mostrado estar  consciente  de  la  situación  social  y el  que  se  haya 


168 


PRPPVMHW 


í comprometido  a que  el  año  próximo  ese  país  vuelva  a un  régimen 
| constitucional. 

. 

- También  es  un  hecho  manifiesto  que  su  ubicación  geográfica  le 
da  a Honduras  un  cometido  clave  en  evitar  que  haya  conflictos,  incur- 
siones y posibles  infiltraciones  regionales,  tanto  en  una  dirección  co- 
mo en  otra,  entre  la  Nicaragua  revolucionaria  y sus  países  vecinos  al 
norte  que  son  conservadores. 

- Así  pues.  Honduras  es  un  país  medular  para  el  proceso  de  “le- 
vantar puentes”  que  esperamos  surja  en  Centroamérica.  Alentaremos 
a Honduras  a que  desempeñe  ese  cometido,  y alentaremos  tanto  a El 
Salvador  como  a Honduras  para  que  zanjen  sin  tardanza  su  disputa 
fronteriza. 

- Al  Gobierno  le  proporcionaremos  cooperación  y asistencia  a fin 
de  ayudarlo  a que  alcance  sus  aspiraciones. 

d.  En  Guatemala 

- Vislumbramos  que  en  los  próximos  meses ^aya  a haber  crisis  al- 
guna, pero  reconocemos  que  el  país  confronta  para  más  a la  larga  agu-  . 
dos  y fundamentales  problemas  de  tipo  socioeconómico  y político. 

Alentaremos  al  Gobierno  de  Guatemala  a que: 

-Labore  en  sentido  de  que  el  proceso  electoral  sea  más  abierto; 

-Adopte  medidas  eficaces  para  que  cese  la  violencia  política  que  está 
aumentando  desenfrenadamente;  y ^ 

-Desempeñe  un  cometido  constructivo  en  materia  de  cooperación  re- 
gional. 

• 

Con  esto,  señor  presidente,  vuelvo  de  nuevo  a las  observaciones 
con  que  inicié  mis  palabras.  Centroamérica  es  una  región  en  la  cual 
existen  profundos  anhelos  de  cambio,  en  la  cual  graves  inequidades  y 
problemas  estructurales  crean  presiones  políticas,  y en  la  cual  quejas 
legitimas  provocan  exigencias  fundamentales  de  equidad  y resarci- 


169 


miento.  En  el  sector  del  norte  esos  desequilibrios  se  han  tropezado  con 
procesos  relativamente  cerrados  o inflexibles  que  hacen  sumamente 
difícil  que  aquellas  sean  atendidas  o siquiera  expresadas.  Las  consi- 
guientes tensiones  resultan  en  una  polarización  que  si  no  se  la  aminora 
dará  lugar  a una  radicalización  y a que  elementos  extremistas  se 
adueñen  de  causas  legítimas  y las  perviertan. 

Todo  esto  encierra  un  dilema  difícil  que  causa  agonía:  por  una 
parte,  la  naturaleza  auténtica  de  las  quejas  y de  la  falta  de  equidad,  así 
como  la  inevitabilidad  y el  impulso  en  procura  de  cambios  y reformas 
de  los  sistemas,  y,  por  la  otra  parte,  los  esfuerzos  de  los  elementos 
castristas-marxistas  en  sentido  de  aprovechar  esas  corrientes  en  bene- 
ficio propio,  a fin  de  ocultar  y legitimar  sus  objetivos  ulteriores.  Es 
evidente  que  el  contribuir  a resolver  aquellas  primeras  de  modo 
pacífico,  democrático  y moderado  constituye  la  mejor  defensa  contra 
lo  segundo.  El  mayor  aliado  del  comunismo  es  el  que  se  defiende  sin 
flexibilidad  y sin  discernimiento  el  status  quo  y el  que  no  se  toleren  ni 
cambios  ni  el  que  haya  criterios  en  desacuerdo.  Conforme  he  adverti- 
do, el  defender  el  status  quo  no  ha  de  impedir  que  surjan  cambios;  lo 
único  que  hará  es  radicalizarlos.  Ni  a la  falta  de  estabilidad  se  le  puede 
poner  un  casquete,  ni  a la  represión  mantenérsela,  por  tiempo  indefi- 
nido, sin  sembrar  la  simiente  de  un  desenlace  violento  y radical.  Si  no 
nos  ponemos  del  lado  de  las  aspiraciones  legítimas  del  pueblo  en  estos 
países,  así  como  del  lado  de  los  elementos  democráticos  que  procuran 
cambios  constructivos  pacíficos,  el  respeto  por  los  derechos  humanos 
y la  equidad  fundamental  habremos  de  colocarnos  en  el  lado  indebido 
de  la  historia. 

Así  pues,  nuestra  tarea  estriba  en  la  manera  de  colaborar  con 
nuestros  amigos  para  orientar  e influir  en  los  cambios,  en  cómo  ejer- 
cer nuestra  influencia  para  fomentar  en  provecho  mutuo  la  justicia,  la 
libertad  y la  equidad,  y de  esa  manera  impedir  la  insurrección  y el  co- 
munismo. En  ningún  país  ha  de  resultar  esta  tarea  más  trascendental 
que  en  Nicaragua.  Conforme  el  doctor  Hans  Morgenthau  dijo  por 
escrito  en  cierta  ocasión:  “La  verdadera  cuestión  que  la  política  exte- 
rior de  Estados  Unidos  tiene  planteada  ante  sí...  no  es  la  de  cómo  pre- 
servar la  estabilidad  ante  las  revoluciones,  sino  cómo  hacer  que  de  las 
revoluciones  surja  estabilidad”. 

Muchas  gracias. 


170 


2.  TESTIMONIO  DE  WILLIAM  G.  BOWDLER 


Texto  de  la  declaración  de  William  G.  Bowdler, 
Secretario  de  Estado  adjunto  para  asuntos  inte- 
ramericanos el  20  de  mayo  de  1 980  ante  la  Subco- 
misión de  asuntos  interamericanos  de  la  Comi- 
sión de  Relaciones  Exteriores  de  la  Cámara  de 
Representantes. 


Sr.  Presidente,  acojo  con  agrado  esta  oportunidad  de  discutir  con 
usted  y los  demás  miembros  de  esta  distinguida  Comisión,  la  situación 
de  la  América  Central. 

En  los  últimos  dos  años,  la  América  Central  ha  sido  escenario  de  cri- 
sis agudas  y algunas  veces  violentas.  La  mayoría  de  las  interpreta- 
ciones de  lo  que  sucede  allí  son,  por  tanto,  naturalmente  dramáticas  al 
igual  que  pesimistas.  Muchas  de  las  preocupaciones  están  justificadas. 
Pero  muchas  son  exageradas.  Permítaseme  tratar  de  describir  la  for- 
ma en  que  vemos  los  problemas  y la  forma  en  que  los  estamos  enfo- 
cando. 

Con  la  alentadora  excepción  de  Costa  Rica,  y hasta  cierto  punto 
de  Honduras,  la  América  Central  se  halla  en  medio  de  una  difícil  y 
compleja  transición. 

El  viejo  orden  se  está  erosionando  bajo  las  presiones  combinadas 
de  problemas  socioeconómicos  endémicos,  las  crecientes  demandas 
populares  por  la  innovación  y la  incapacidad  de  las  élites  tradicionales 
para  hacerles  frente,  aparte  de  las  influencias  desestabilizadoras  exter- 
nas como  Cuba,  el  costo  de  la  energia  y la  inflación. 


171 


Pero  si  el  viejo  orden  está  pasando,  falta  por  establecerse  un 
nuevo  equilibrio.  Están  emergiendo  nuevos  grupos;  los  viejos  están 
cambiando.  Las  alianzas  tradicionales  entre  terratenientes,  generales  y 
obispos  se  han  destrozado.  El  monopolio  económico  de  la  aristocracia 
latifundista  ha  sido  desmembrado  por  los  modernos  empresarios  y co- 
merciantes. Las  Fuerzas  Armadas  están  desarrollando  más  amplias  y 
más  modernas  perspectivas  como  instituciones.  La  Iglesia  ha  cesado 
de  bendecir  el  status  quo,  y algunas  veces  asume  una  función  activa  en 
apoyo  de  los  cambios.  Las  transformaciones  tan  básicas  como  las  que 
se  encuentran  en  marcha  en  la  América  Central,  toman  tiempo  para 
establecerse.  « 

Algunos  de  los  cambios  que  se  están  operando  prometen  una 
nueva  esperanza  para  la  democracia.  Otros  facilitan  el  crecimiento  de 
facciones  extremistas,  o simplemente  hacen  más  difícil  la  tarea  de  go- 
bernar. Tomados  en  conjunto,  incrementan  la  incertidumbre  acerca 
de  lo  que  ha  de  traer  el  porvenir. 

Una  de  las  incertidumbres  se  refiere  al  papel  de  Cuba.  Claramen- 
te Cuba  no  es  la  causa  de  los  problemas  de  la  América  Central.  Pero 
Cuba  pudiera  beneficiarse  claramente  con  la  rebelión.  En  el  contexto 
de  los  graves  problemas  de  la  América  Central,  los  antiguos  vínculos 
de  Cuba  con  los  revolucionarios  locales,  y la  ayuda  concreta  que  les 
ofrece,  podrían  tener  gran  importancia.  Los  fracasos  internos  cada 
vez  mayores  pueden  tentar  a Cuba  a una  política  más  audaz,  más  “re- 
volucionaria” en  la  América  Central. 

El  futuro  de  la  América  Central  se  ha  de  decidir  por  los  centro- 
americanos. Pocos  de  ellos  quieren  repetir  la  experiencia  de  Cuba.  La 
mayor  parte  quiere  crear  sociedades  modernas  y abiertas,  que  puedan 
tener  en  cuenta  su  propia  historia,  tradiciones  y circunstancias  econó- 
micas especiales. 

Los  cambios,  y un  cierto  grado  de  inestabilidad,  son  inevitables. 
Pero  la  importancia  real  está  en  qué  sentido  se  orientan  en  definitiva 
las  fuerzas  del  cambio.  Como  cierta  vez  escribió  el  Dr.  Hans  Mor- 
genthau:  “cuestión  real  que  afronta  la  política  exterior  de  Estados  Uni- 
dos. . . no  es  la  de  cómo  preservar  la  estabilidad,  ante  el  proceso  revolu- 
cionario, sino  la  de  cómo  crear  estabilidad  como  resultado  de  la  revolu- 
ción”. 


172 


Nuestra  política  se  basa  en  dos  principios  esenciales.  Primero:  De- 
bido a que  las  estructuras  tradicionales  son  en  gran  medida  injustas  e 
inestables,  reconocemos  que  el  cambio  es  a la  vez  natural  e inevitable. 
Creemos  que  la  paz  y la  democracia  en  la  región  dependen  de  funda- 
mentales reformas  políticas  y socio-económicas  que  aumenten  el 
bienestar  y fortalezcan  los  derechos  del  individuo. 

Segundo:  no  trataremos  de  imponer  nuestros  puntos  de  vista.  No 
haremos  uso  de  la  fuerza  militar  en  situaciones  en  donde  existe  una 
confrontación  entre  grupos  internos.  No  nos  hacemos  ilusiones  de  po- 
der definir  el  carácter  de  los  cambios  o de  sustituir  al  mando  centro- 
americano: pero  podemos  y debemos  apoyar  iniciativas  locales  de  re- 
forma. 

El  complejo  carácter  de  los  cambios  en  América  Central  puede 
verse  en  las  situaciones  muy  diferentes  de  cada  país.  Nicaragua  lucha- 
ba por  la  recuperación  económica  y buscaba  medios  de  poner  en  prác- 
tica el  consenso  nacional  contra  la  dictadura;  en  El  Salvador  una  coa- 
lición moderada,  que  incluye  a civiles  y militares,  está  llevando  a cabo 
reformas  fundamentales  frente  a una  violenta  oposición  de  la  extrema 
derecha  y la  extrema  izquierda;  en  Guatemala  un  gobierno  conserva- 
dor tiene  que  decidir  cómo  desarrollar  el  potencial  único  del  pais  sin 
incurrir  en  tensiones  similares  a las  que  han  creado  agitaciones  entre 
sus  vecinos;  en  Honduras  se  está  realizando  una  delicada  transición 
hacia  un  gobierno  plenamente  constitucional  bajo  la  presión  de  la  in- 
cierta situación  en  la  región;  en  Costa  Rica,  una  democracia  en  acción 
se  está  adaptando  a las  nuevas  presiones  políticas  y económicas. 

Examinemos  algunas  de  estas  situaciones  más  detalladamente. 


Nicaragua 

La  experiencia  de  Nicaragua  ha  sido  difícil  para  todos  los  invo- 
lucrados. La  inevitable  dispersión  de  poder  que  acompañó  a la  moder- 
nización, socavó  gradualmente  un  orden  basado  en  la  concentración 
del  poder  que  había  funcionado  durante  casi  medio  siglo.  El  hecho  de 
que  el  cambio  se  produjera  violentamente  fue  en  parte  resultado  de  la 
rigidez;  pero  la  aparición  de  nuevos  grupos  que  rivalizaban  por  el  po- 
der hizo  inevitable  cierto  tipo  de  cambio. 


173 


Los  moderados  y el  sector  privado  en  Nicaragua  se  opusieron  al 
orden  tradicional  y contribuyeron  considerablemente  a su  caida.  De 
este  modo  se  han  hecho  acreedores  al  derecho  a participar  en  el  futuro 
del  país. 


La  economía  de  Nicaragua  se  devastó  con  la  prolongada  y 
destructora  guerra  civil  que  terminó  el  pasado  julio.  La  forma  en  que 
se  organice  y restaure  la  producción  será  de  importancia  vital.  Los 
líderes  de  Nicaragua  podrían  finalmente  optar  por  un  sistema  autori- 
tario, con  el  fin  de  hacer  frente  a la  escasez  y el  subdesarrollo,  por  me- 
dio del  control  estatal  de  la  producción.  Esto  podría  significar  un  acer- 
camiento a los  cubanos  y los  soviéticos  y un  aumento  de  tensiones 
entre  Nicaragua  y sus  vecinos.  Sin  embargo,  la  vía  revolucionaria 
todavía  es  compatible  con  una  sociedad  abierta  y pluralista  y con  una 
economía  mixta.  Si  esta  sociedad  se  mantiene,  esto  garantizaría  mejo- 
res relaciones  con  occidente,  estimularía  las  energias  del  pueblo  nica- 
ragüense para  reconstruir  su  economía  y ayudar  a vigorizar  e!  Merca- 
do Común  Centroamericano. 


Hoy,  diez  meses  después  déla  revolución,  fuerzas  de  gran  empuje 
continúan  tirando  en  ambas  direcciones.  Una  crisis  en  torno  a la  com- 
posición del  Consejo  de  Estado,  provocó  recientemente  la  división  del 
gobierno. 


Pese  a algunas  tendencias  contrarias,  por  lo  tanto,  Nicaragua  per- 
manece hoy  día,  en  gran  medida,  una  sociedad  abierta.  El  culto  cris- 
tiano se  estimula,  no  se  reprime.  El  periódico  La  Prensa  afronta  difi- 
cultades, pero  ha  mantenido  su  larga  tradición  de  independencia  y se 
espera  que  reaparezca  pronto.  Unas  25  radioemisoras  independientes 
están  esencialmente  bajo  posesión  privada.  Funcionan  abiertamente 
grupos  políticos  organizados  de  diferentes  ideologías. 

Dada  las  apremiantes  necesidades  económicas  de  Nicaragua,  el 
factor  decisivo  en  la  formación  de  su  futuro  será  el  modo  de  actuar, 
no  la  ideología.  No  tenemos  intención  de  abandonar  el  campo  a los 
cubanos,  que  han  proporcionado  técnicos  y asesores  a las  fuerzas  de 
seguridad  al  igual  que  médicos  y maestros.  Nuestra  asistencia,  con  el 


174 


beneplácito  de  Nicaragua,  está  concebida  para  apoyar  una  estructura 
en  la  que  el  sector  privado,  los  pequeños  agricultores  y la  mano  de 
obra  democrática,  puedan  contribuir  eficazmente  a la  reconstrucción 
y el  rumbo  futuro  de  su  país. 

El  Salvador 

El  15  de  octubre  de  1979  es  una  fecha  que  marca  un'nuevo  rumbo 
para  cinco  millones  de  salvadoreños.  Ese  día  un  grupo  de  oficiales  jó- 
venes rompió  con  el  viejo  orden  represivo.  Civiles  progresistas  se 
unieron  a ellos  para  formar  una  nueva  Junta  Revolucionaria  de  Go- 
bierno (JRG)  empeñada  en  realizar  profundas  reformas  sociales  y eco- 
nómicas, así  como  servir  la  causa  de  los  derechos  humanos  y la  de- 
mocracia. Tanto  la  izquierda  como  la  derecha  fueron  tomados  de 
sorpresa.  La  extrema  izquierda  acusó  al  nuevo  gobierno  de  ser  un 
títere  de  los  Estados  Unidos  y de  la  derecha  extrema  y se  movilizó  para 
provocar  un  enfrentamiento  abierto.  Al  mismo  tiempo,  la  extrema  de- 
recha trató  de  bloquear  las  medidas  de  reforma  y cuando  estas  pre- 
siones fallaran,  derrocar  al  gobierño. 

Hacia  principios  de  enero  la  Junta  se  dividió  porque  no  podía  rea- 
lizar las  reformas  ni  hacer  frente  a la  violencia  de  la  oposición.  Los 
oficiales  jóvenes  responsables  del  movimiento  15  de  octubre  no  ceja- 
ron, sin  embargo,  en  su  empeño.  El  Partido  Demócrata  Cristiano  se 
unió  a ellos.  Los  días  6 y 7 de  marzo,  al  lograr  lo  que  un  miembro  mili- 
tante de  la  Junta  llamó  “el  cumplimiento  de  la  decisión  de  las  Fuerzas 
Armadas  de  estar  junto  al  pueblo”,  se  acordó  por  decreto  la  primera 
de  una  serie  de  reformas  dinámicas,  aunque  por  largo  tiempo  poster- 
gadas: 


— La  Reforma  Agraria  afecta  ¡nicialmente  a 376  haciendas  mayo- 
res de  506  hectáreas,  las  cuales  monopolizaban  el  3%  de  la  mejor 
tierra  del  país.  Estos  terrenos  se  fueron  entregando  a arrendatarios  y 
trabajadores  sin  tierra,  como  pequeñas  fincas  privadas  o cooperativas 
mayores.  La  Reforma  se  extenderá  finalmente  a todos  los  propietarios 
de  Fincas  mayores  de  100  hectáreas,  beneficiando  a dos  terceras  partes 
de  la  población  rural  de  El  Salvador.  Una  reforma  de  mayor  alcance 
aún,  siguiendo  la  consigna  de  “la  tierra  al  que  la  cultiva”,  otorga  a to- 


175 


dos  los  arrendatarios  o medianeros  el  derecho  de  propiedad  sobre  la 
tierra  que  cultivan.  Los  antiguos  propietarios  serán  compensados. 

— Por  medio  de  reformas  financieras,  el  gobierno  tendrá  un  51% 
de  las  acciones  de  los  bancos  locales  y de  las  instituciones  de  préstamos 
y ahorros.  Así  puede  ahora  otorgarse  beneficios  de  la  Reforma  Agra- 
ria ayuda  previamente  para  obtener  crédito. 

La  extremd  derecha,  considera  que  sus  intereses  peligran  con  las 
reformas  de  la  Junta  Revolucionaria  de  Gobierno.  Intentos  de  golpes 
de  estado  por  la  derecha  se  han  visto  frustrados,  pero  la  amenaza  con- 
tinúa. Los  elementos  de  derecha  están  financiando  una  campaña  de 
asesinatos  contra  los  civiles  que  cooperen  con  los  militares  en  el  proce- 
so de  reforma. 

Viendo  que  el  poder  se  les  iba  de  la  mano  a raiz  de  las  reformas,  el 
núcleo  izquierdista  intentó  primero  inducir  confrontaciones  callejeras 
explotando  para  este  fin  el  funeral  del  arzobispo  Romero.  Este  esfuer- 
zo fracasó  quedando  en  los  insurgentes  claramente  la  responsabilidad 
respecto  a la  violencia  y las  muertes  que  resultaron.  Más  recientemen- 
te, la  izquierda  subversiva  puso  el  foco  de  su  actividad  en  la  zona  ru- 
ral, asesinando  a funcionarios  de  la  reforma  agraria,  hostigando  a las 
fuerzas  de  seguridad,  y aterrorizando  a los  campesinos  que  cooperan 
con  el  programa  de  reforma. 

Nuestra  posición  es  clara.  Consideramos  que  el  programa  del  15 
de  octubre,  que  se  viene  implantando  por  la  Junta  Revolucionaria  de 
Gobierno,  ofrece  la  mejor  posibilidad  para  instituir  el  cambio  social, 
la  liberalización  política  y el  respeto  por  los  derechos  humanos  en  El 
Salvador.  Tanto  pública  como  privadamente,  hemos  apoyado  vigoro- 
samente a la  Junta,  y nos  hemos  opuesto  a una  solución  represiva  y no 
reformista  para  la  situación  de  El  Salvador. 

En  cooperación  con  los  gobiernos  democráticos  de  América  Lati- 
na y Europa  en  apoyo  de  la  Junta  Revolucionaria  de  Gobierno,  esta- 
mos facilitando  50  millones  de  dólares  con  cargo  a fondos  del  año  fis- 
cal 1980  para  crear  empleos,  ayudar  a realizar  el  programa  de  reforma 
agraria,  apoyar  el  desarrollo  de  pequeñas  empresas,  o mejorar  la 
nutrición,  la  salubridad  y la  planificación  de  la  familia  y facilitar 
garantías  financieras  para  la  construcción  de  viviendas  económicas. 


176 


Como  medida  adicional  en  apoyo  del  proceso  de  reforma,  esta- 
mos financiando  la  venta  de  algún  equipo  de  transporte  y comunica- 
ciones para  las  Fuerzas  Armadas  de  El  Salvador.  Dichas  fuerzas  ini- 
ciaron la  revolución  del  15  de  octubre,  ayudaron  a poner  en  marcha 
las  reformas  v son  indispensables  para  su  ejecución.  La  redistribución 
de  la  tierra  no  seria  posible  sin  los  administradores  civiles  tanto  como 
los  camiones  y remolques  que  estamos  vendiéndoles,  ayudarán  a las 
unidades  del  ejército  a movilizarse  asi  como  a los  funcionarios  de  la 
reforma  a través  de  los  campos.  Los  radios,  las  baterías  y las  antenas 
les  permitirán  recibir  orientación  para  aplicar  las  nuevas  leyes  en  los 
campos  y resistir  con  éxito  la  violencia  de  grupos  opuestos  a las  refor- 
mas. 

Creemos  que  la  v iolencia  procedente  tanto  de  la  izquierda  como 
de  la  derecha  tiene  que  suprimirse.  El  terrorismo  exige  un  trágico  tri- 
buto de  vidas  humanas  y aún  de  carácter  político.  El  terrorismo  de  la 
derecha  es  particularmente  dañino  ahora,  porque  la  antigua  aso- 
ciación de  elementos  de  las  fuerzas  de  seguridad  con  la  extrema  de- 
recha ha  dejado  sospechas  que  minan  la  autoridad  moral  del  nuevo  ré- 
gimen. 

Honduras 

A diferencia  de  El  Salvador,  Honduras  no  encara  actualmente 
una  grave  amenaza  a su  desarrollo  y estabilidad  debido  a tensiones  in- 
ternas. Si  bien  este  es  el  pais  más  pobre  de  la  América  Central,  las  dife- 
rencias de  clases  están  menos  marcadas.  La  tierra  es  relativamente 

abundante. 

El  gobierno  militar  de  facto  en  Honduras  si  respeta  los  derechos 
humanos  y las  libertades  civiles.  Sus  líderes  militares  están  empeñados 
en  realizar  reformas  y programas  de  desarrollo,  encaminados  a mejo- 
rar la  suerte  del  ciudadano  ordinario,  especialmente  en  las  áreas  rura- 
les. 

Las  elecciones  nacionales  del  20  de  abril  trajeron  una  v ictoria  pa- 
ra el  partido  liberal  con  una  escasa  mayoría  en  la  nueva  asamblea 
constituyente.  La  asamblea  tiene  que  decidir  ahora  si  proceder  a elec- 
ciones directas  para  la  presidencia,  las  cuales  posiblemente  pudieran 
organizarse  en  un  período  entre  un  año  y dieciocho  meses,  o elegir  ella 


177 


misma  un  presidente.  La  decisión  de  la  asamblea  será  el  primer  paso 
en  un  proceso  que,  de  realizarse,  con  la  más  amplia  y directa  participa- 
ción del  pueblo,  conducirá  a un  retorno  al  gobierno  de  carácter  civil  y 
constitucional. 

Nos  satisface  la  demostración  de  conciencia  social  por  el  gobierno 
de  Honduras  y su  promesa  de  restaurar  el  gobierno  constitucional.  La 
situación  de  Honduras,  entre  Nicaragua  y El  Salvador,  le  da  una  posi- 
ción geopolítica  clave  en  el  proceso  de  aproximación  que  esperamos 
surja  en  América  Central.  Además,  es  importante  que  Honduras  no 
sea  objeto  de  explotación  como  para  la  infiltración  de  hombres  y ar- 
mas con  el  propósito  de  mantener  conflictos  en  los  países  vecinos  de  El 
Salvador  y Nicaragua. 


Guatemala 

Aunque  es  más  fuerte  que  sus  vecinos  al  sur,  Guatemala  tiene 
los  mismos  problemas  políticos  y económicos  que  han  conducido  a los 
conflictos  sociales  en  El  Salvador  y otros  países.  El  proceso  político 
sufre  la  corrosión  de  una  constante  violencia.  Los  grupos  de  oposi- 
ción moderada,  los  líderes  iaborales  y los  estudiantes,  han  sufrido  a 
consecuencia  de  la  violencia  tanto  como  los  extremistas.  Existe  una 
impresión  extendida  de  que  los  grupos  conservadores  opuestos  al  cam- 
bio manipulan  el  proceso  político. 

Otro  problema  es  que  demasiados  guatemaltecos  continúan  vi- 
viendo en  condiciones  de  subsistencia  que  están  en  contraste  con  los 
tiempos  y con  el  potencial  del  país.  A pesar  del  considerable  desarrollo 
económico,  esta  situación  es  especialmente  aguda  entre  las  comunida- 
des rurales  de  indios  no  asimilados. 

Guatemala  tiene  un  verdadero  potencial  económico  y una  base 
administrativa  e institucional  relativamente  desarrollada.  En  los  últi- 
mos años  y,  especialmente  bajo  la  administración  de  Lucas,  hemos 
visto  un  nuevo  y alentador  énfasis  en  programas  destinados  a mejorar 
las  condiciones  de  la  mayoría  necesitada  del  país.  Entre  tales  progra- 
mas, figuran  considerables  aumentos  en  gastos  para  fines  sociales, 
una  mayor  atención  al  sector  rural  y avanzados  planes  de  reforma  y 
reinstalación. 


178 


Nuestra  política  se  orienta  a alentar  y apoyar  estas  medidas  positi- 
vas en  Guatemala.  Nuestros  planes  de  ayuda,  aunque  modestos,  res- 
paldan en  forma  directa  los  programas  de  fomento  social  del  gobier- 
no. Al  mismo  tiempo,  hemos  expuesto  al  gobierno  de  Guatemala 
nuestra  preocupación  por  la  violación  de  los  derechos  humanos,  y 
nuestra  convicción  de  que  los  problemas  actuales  pueden  resolverse 
sólo  por  los  medios  políticos  y reformas  económicas  y sociales.  Estos 
asuntos  humanos  han  venido  a dominar  nuestra  relación,  conducien- 
do a una  supresión  de  la  ayuda  militar  (por  iniciativa  de  Guatemala),  y 
a una  reducción  a niveles  mínimos  de  la  ayuda  económica.  Les  diré  a 
ustedes  francamente  que  no  estamos  satisfechos  con  el  estado  de 
nuestras  relaciones. 

Guatemala  es  el  país  más  fuerte  y potencialmente  el  de  mayor 
influencia  en  la  América  Central.  Compt'bndemos  las  legítimas  pre- 
ocupaciones de  las  autoridades  de  Guatemala  por  la  seguridad  del 
pais,  teniendo  en  cuenta  la  situación  de  agitación  en  el  istmo,  y la  at- 
mósfera internacional  en  general.  Al  mismo  tiempo,  no  podemos 
suscribir  enfoques  de  los  problemas  de  la  región  que  no  estén  basados 
en  el  respeto  a los  derechos  humanos,  o en  sistemas  políticos  que  res- 
pondan a las  necesidades  económicas  y sociales  de  las  personas  más 
pobres.  Seguiremos  trabajando  para  mejorar  la  comunicación  entre 
nuestros  dos  gobiernos. 

He  centrado  mis  comentarios  hasta  ahora  en  los  problemas  de 
cuatro  países  centroamericanos.  Si  bien  cada  nación  es  diferente  y de- 
be resolver  sus  problemas  internos  a su  manera,  el  istmo  centroameri- 
cano es  también  una  unidad  regional  en  algunos  aspectos  fundamen- 
tales. El  desarrollo  de  cualquier  país  en  la  región  está  estrechamente  li- 
gado al  destino  de  los  otros.  Nuestra  política  debe  también  tener  esto 
en  consideración. 

Si  bien  los  nacionalismos  y las  ambiciones  parroquiales  des= 
membraron  la  antigua  república  unida  de  América  Central,  el  ideal  de 
la  integración  política  y económica  es  un  tema  que  se  repite  por  ciclos. 

En  1962,  con  el  apoyo  de  Estados  Unidos,  ios  países  centroameri- 
canos formaron  el  Mercado  Común,  que  estableció  un  sistema  de 
aranceles  comunes  y una  zona  de  comercio  franco  para  productos  ma- 
nufacturados. Las  instituciones  para  los  fines  de  la  integración,  inclusi- 


179 


ve  el  Banco  Ceniroamericano,  la  Secreiaria  de  la  Integración,  el  Fon- 
do de  estabilización  monetaria  y numerosos  otros,  se  han  desarrollado 
hasta  ser  una  red  de  amplio  alcance. 

El  fortalecimiento  de  estas  cuestiones  traería  importantes  benefi- 
cios: 


rr-La  iniegración  regional  tiene  sentido  desde  el  punto  de  vista 
económico,  los  arreglos  regionales  promueven  la  inversión,  amplían 
los  mercados  y ofrecen  mejor  acceso  a las  fuentes  de  recursos  técnicos 
y financieros  que  tanta  falta  hacen. 

— Los  arreglos  regionales  reducen  las  sospechas  y las  hostilida- 
des. Con  la  promesa  de  una  vida  mejor  para  todos,  fomentan  la  esta- 
bilidad y apoyan  las  instituciones  democráticas. 

Pero  hay  que  superar  algunos  obstáculos  básicos  antes  de  que  la 
cooperación  regional  en  América  Central  pueda  cobrar  fuerza. 

— Tiene  que  quedar  resuelta  la  disputa  fronteriza  entre  El  Salva- 
dor y Honduras,  que  ha  impedido  las  relaciones  normales  entre  estos 
dos  países  vecinos  y ha  per  judicado  el  mercado  común  por  más  de  diez 
años.  De  igual  manera,  la  situación  de  Belice  debe  resolverse  en  forma 
que  contribuya  a la  estabilidad  e integración  regionales. 

— Deben  desarrollarse  nuevos  conceptos  para  av  anzar  más  allá  de 
la  sustitución  de  importaciones  en  el  sector  manufacturero  hacia 
una  mayor  integración  en  la  agricultura  y movimientos  ultra- 
regionales  entre  capital  y trabajo.  Se  necesitan  nuevas  medidas  para 
estimular  la  competencia  internacional  de  las  exportaciones  centro- 
americanas. 

Estados  Unidos  apoya  firmemente  el  concepto  de  integración 
centroamericana.  Nos  satisfacen  las  nuevas  iniciativas  de  los  centro- 
americanos en  este  aspecto,  y trataremos  de  ajustar  nuestras  medidas 
de  ayuda,  y de  considerar  cambios  en  el  comercio  y las  inversiones,  pa- 
ra apoyarlas. 

Las  dificultades  de  nuestros  vecinos  nos  afectan  también.  Hemos 
aprendido  en  el  pasado  que  no  podemos  resolver  los  problemas 


180 


políticos  por  medio  de  la  intervención  militar,  y que  no  podemos  solu- 
cionar los  problemas  socio-económicos  con  ayuda  exterior. 

Pero  también  hemos  aprendido  que  no  podemos  ser  indiferentes 
a las  presiones  en  pro  del  cambio.  Hemos  aumentado  nuestra  ayuda  a 
la  América  Central  durante  el  año  pasado.  Las  cantidades  disponibles 
son  todavía  muy  modestas  en  comparación  con  los  problemas.  Pero 
aunque  no  puede  ser  decisiva  por  si  misma,  nuestra  ayuda  es  un 
símbolo  básico  del  apoyo  de  Estados  Unidos  a la  reformas  políticas, 
sociales  y económicas  que  otros  gobiernos  están  Mesando  a cabo. 

La  comprensión  y la  participación  pueden  ser  aún  más  importan- 
tes. En  el  sentido  a que  me  refiero,  ambas  están  fuera  del  alcance  nor- 
mal del  gobierno  federal.  Este  es  uno  de  los  motivos  por  los  que  el  pre- 
sidente Cárter  ha  venido  estimulando  una  mayor  participación  por 
parte  de  ciudadanos  norteamericanos  del  sector  privado,  grupos  pro- 
fesionales. hombres  de  negocios  y organizaciones  de  voluntarios  en  el 
desarrollo  de  América  Central  y las  Islas  del  Caribe. 

Necesitamos  mejores  medios  que  permitan  a todos  los  norteame- 
ricanos ofrecer  su  adiestramiento  y su  expetiencia  a nuestros  amigos. 

América  Central  se  encuentra  en  un  período  critico  de  su  historia. 

Nuestra  participación  en  apoyo  de  un  cambio  pacífico  puede 
aumentar  la  posibilidad  de  que  surjan  sociedades  más  democráticas  y 
justas  como  consecuencia  de  la  crisis  actual.  Por  el  contrario,  si  no 
respondemos,  ello  sólo  sen  irá  para  ayudar  a los  enemigos  de  la  libet- 

tad. 


Confio  en  que  con  vuestra  comprensión  y ayuda,  haremos  frente 

al  reto. 


Esie  libro  se  terminó  de 
imprimir  el  8 de  Diciembre 
de  1980,  en  los  talleres  de  Ar- 
tes Gráficas  de  Cení  ro  Amé- 
rica, San  José,  Cosía  Rica. 
Esia  edición  consta  de  3000 
ejemplares. 


DATE  DUE 

r iAC¡r 

CAYLORO 

PRINTIO  IN  U-I.A.  I 

•*  1 :•  Aí» 

2 K ; 


JL1416.J93 

El  Juego  de  los  reformismos  : frente  a 
Princeton  Theological  Semmary-Speer  Library 


1 1012  00140  8832 





La  Revolución 

avanza  en  Centroamérica 
Se  consolida  en  Nicaragua 
Se  afianza  en  El  Salvador 
Fermenta  en  Guatemala  y Honduras 


La  Revolución  en  Centroamérica 
contiene  lecciones  nuevas 
para  la  lucha  popular  en  Nuestra  América 
La  lección  de  la  unidad 
La  lección  de  la  creatividad 
La  lección  de  nuevas  formas 
de  participación 
y de  organización 


¿Cómo  se  sitúan  los  reformismos 

frente  a esa  Revolución? 

—¿La  Internacional  Socialista? 
—¿La  Democracia  Cristiana? 

—¿El  fallido  reformismo  yanqui?