Hugo Assmann, Editor
Franz J. Hinkelammert
James F. Petras
Mario Solórzano Martínez
y Documentos varios
L JUEGO DE LOS
REFORMtSMOS
frente a la Revolución
en Centroamérica
MATERIALES SOBRE
JLl4l¿
la Socialdemocracia
la Democracia Cristiana
el Reformismo Yanqui
AUG 29 1983
^OLOGtCALjg!^^
TL 1 4 116
. 5*^3
y
EL JUEGO DE LOS REFORMISMOS
frente a la revolución
en Centroamérica
i
Colección Centroamérica
Departamento Ecuménico de Investigaciones
Libros editados
(Colección DEI - EDUCA
iJULIO DE SANTA ANA,
FRANZ. HINKELAMMERT,
FRANZ HINKELAMMERT.
HUGO ASSMANN (Ed),
XABIER GOROSTIAGA,
ELSA TAMEZ y SAUL
TRINIDAD (Eds),
WIM DIERCKXSENS,
VARIOS,
XABIER GOROSTIAGA (Ed.),
SONIA GUTIERREZ (Ed.),
GEORGES CASALIS,
WIM DIERCKXSENS y
MARIO E. FERNANDEZ (Eds.),
El desafio de los pobres a la Iglesia
Ideología de sometimiento
Las armas ideológicas de la muerte
Cárter y la lógica del imperialismo, 2 vols.
Los banqueros del Imperio
Capitalismo: violencia y anti-vlda, 2 vols.
Capitalismo y población
Tecnología y necesidades básicas
Para entender América Latina
Teatro popular y cambio social en Améri-
ca Latina
Las buenas ¡deas no caen del cielo
Economía y Población
Colección APORTES
ELSA TAMEZ,
ELSA TAMEZ,
RAUL VIDALES,
La hora de la vida. Lecturas bíblicas
La Biblia de los oprimidos
Cristianismo anti burgués
Colección TESTIMONIOS
VARIOS,
EDUARDO BONNIN,
PABLO RICHARD,
Cristo vivo en Cuba. Reflexiones teológi-
cas cubanas
La Iglesia es noticia
La Iglesia Latino americana entre el te-
mor y la esperanza
Fuera de Colección '
ERNESTO CARDENAL,
VARIOS,
HUGO ASSMANN (ed.),
El Evangelio en Solentlname, 2 vols.
La lucha de los Dioses
El Banco Mundial: Un caso de "progresis-
mo conservador”
Colección CENTROAMERICA
MANUEL SO LIS y
FRANCISCO ESQUIVEL,
RICARDO SOL,
PBRO. PLACIDO ERDOZAIN
Las perspectivas del reformismo en
Costa Rica
Para entender El Salvador
Monseñor Romero: Mártir de la
Iglesia Popular
<
Hugo Assmann, Editor
Franz J. Hinkelammert
James F. Petras
Mario Solórzano Martínez
y Documentos varios
EL JUEGO DE LOS
REFORMISMOS
frente a la revolución
en Centroamérica
MATERIALES SOBRE
la Socialdemocracia
la Democracia Cristiana
el Reformismo Yanqui
Hecho el depósito de ley
Reservados todos los derechos
DEI
Departamento Ecuménico de Investigaciones
Apdo. 339— S. Pedro Montes de Oca
SAN JOSE— COSTA RICA
INDICE
PROLOGO 9
SOCIALDEMOCRACIA Y
DEMOCRACIA CRISTIANA:
Las Reformas y sus limitaciones
Franz Hinkelammert 13
LA SOCIALDEMOCRACIA EN AMERICA LATINA
Un papel creciente,
pero objetivos limitados
James F. Petras 57
EL PAPEL DE LA DEMOCRACIA CRISTIANA
EN LA ACTUAL COYUNTURA
CENTROAMERICANA
Mario Solórzano Martínez 79
LA INTERNACIONAL SOCIALISTA Y LA
REVOLUCION EN CENTROAM ERICA
Hugo Assmann 107
ANEXOS
DECLARACION DEL F.S.L.N.
¿Qué Democracia?
Comunicado Oficial del F.S.L.N 141
SOLIDARIDAD CON NICARAGUA Y NO A
LA INTERVENCION EN CENTROAM ERICA
Entrevista a Willy Brandt 145
EL REFORMISMO YANQUI
EN CENTROAM ERICA
1- Testimonio de Virón Vaky 153
2- Testimonio de William G. Bowdler. . . 171
I
• i
PROLOGO
Este pequeño volumen reúne diversos artículos y
materiales destinados a servir de subsidio al debate
político.
El sesudo artículo del economista Franz J. Hinke-
lammert, Director del Post grado en Economía y Plani-
ficación del Desarrollo (CSUCA-UNAH), coh sede en
Tegucigalpa, plantea una tesis provocativa: el examen
atento de los “espacios ideológicos ” en los que se
mueven la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana
revela nudos de articulación radicalmente distintos, lo que
explicaría, por lo menos en lo que se refiere a determi-
nantes ideológicos, las diferencias significativas en esos
dos tipos de reformismo, tanto en la concepción misma
del límite de las reformas admisibles como en la apertu-
ra a alianzas políticas.
James Petras, conocido dentista social norteameri-
cano con larga trayectoria en diversos países de América
Latina, nos suministra un abundante y bien ordenado
material informativo sobre la penetración de la Social-
democracia en el subcontinente. Su estudio intenta
mostrar, además, cómo el proyecto político viene
acoplado a intereses económicos europeos, que buscan
una creciente autonomía frente a la penetración del ca-
pital norteamericano.
9
Mario Solórzano Martínez, dentista sodal y diri-
gente político guatemalteco, analiza, desde su perspecti-
va de socialista democrático, las razones por las cuales
la Democracia Cristiana fue evolucionando fatalmente
hacia la derecha, en el área centroamericana, quedándo-
le un remanente muy pobre de potencial político. Su es-
tudio nos brinda también información sobre cómo los
demócratacristianos están asociados a la represión en El
Salvador.
La Internacional Socialista y su juego de alianzas
en Centroamérica son el tema del artículo de Hugo Ass-
mann, sociológo y teólogo, profesor en la UCR y la
UNA, Costa Rica, quien es también el responsable por
la edición del libro en su conjunto. Sus reflexiones to-
man en- cuenta tanto las supuestas “ alianzas espurias
con el reformismo” que ciertos sedicentes grupos revo-
lucionarios objetan a las vanguardias de la lucha popu-
lar en Centroamérica, como la furia con la que voceros
de la derecha se lanzan contra la Internacional Socialis-
ta, especialmente después de su reciente Congreso en
Madrid.
El librito incluye, en anexo, diversos materiales in-
formativos: una reciente entrevista a! Presidente de la
Internacional Socialista, Willy Brandt; la declaración
del Frente Sandinista sobre su concepto de democracia
realmente popular; y los históricos testimonios de Virón
Vaky y William Bowdler al Congreso norteamericano
sobre los desesperados intentos de un reformismo Made
in USA en el área centroamericana.
10
El volumen no contiene, pues, una tesis política
única y las posiciones expresadas, distintas aunque con-
vergentes en muchos puntos, son de la responsabilidad
exclusiva de cada autor. Ojalá la reunión de esos mate-
riales rinda un servicio positivo a quienes, comprometi-
dos con la lucha popular, requieren subsidios de infor-
mación y clarificación.
Hu^o Assmann, Editor responsable
1 1
SOCIALDEMOCRACIA Y DEMOCRACIA
CRISTIANA: LAS REFORMAS Y SUS
LIMITACIONES
Franz J. Hinkelammert
Introducción
El análisis que sigue es de tipos de ideología; no de
teorías sociales. Por esto hablamos de espacios ideológi-
cos, que tratamos como el habitat dentro del cual se de-
sarrollan determinados movimientos concretos. Por lo
tanto, no puede sustituir el análisis específico de cada uno
de los movimientos mencionados. Estos tipos de
ideología son una especie de tipos ideales, abstraídos de la
realidad concreta. La utilidad de tales tipos no consiste en
la posibilidad de coincidir con movimientos sociales
concretos, a partir de los cuales fueron derivados. Su va-
lor está en la posibilidad de servir como referencia del
análisis concreto y de jerarquizar y describir movimientos
sociales adecuadamente, analizando sus coincidencias y
lejanías entre los tipos. La construcción de tales tipos, por
lo tanto, no es primordialmente un problema de la verdad
teórica, sino de la conveniencia analítica y de categorías
analíticas. En este sentido fueron concebidas las páginas
siguientes'.
13
I. SOCIALDEMOCRACIA Y
DEMOCRACIA CRISTIANA
Aunque hayan nacido anteriormente, la Socialde-
mocracia y la Democracia Cristiana aparecen en América
Latina durante las décadas de los 50 y 60, permaneciendo
como movimientos sociales importantes hasta la actuali-
dad. Su aparición con este nombre está estrechamente
vinculada con su internacionalización. Estos movimien-
tos no sólo se organizan continentalmente, sino también
en términos de movimientos a nivel mundial. Aparecen
organizaciones que se extienden más allá del continente.
En el interior del continente existe cierta homogeneidad
entre ellos, y en el exterior se da una colaboración
estrecha, en especial, con movimientos europeos corres-
pondientes.
En el campo de la socialdemocracia esto lleva a la
apertura de una organización internacional, la cual ya
existía desdé hacía aproximadamente un siglo: la II Inter-
nacional Socialista. Esta había sido hasta entonces una
organización internacional exclusivamente a nivel euro-
peo, pero en las décadas de los 50 y 60 se abre al resto del
mundo encontrando un eco especialmente grande en
América Latina, donde muchos movimientos sociales o
partidos políticos empiezan a autodefínirse como social-
demócratas. Una vez introducida esta denominación,
muchos movimientos son considerados como tales, aun-
que no se integren como miembros en la II Internacional
Socialista.
De una u otra manera entran en el ámbito socialde-
mócrata movimientos sociales de muy distinto origen, pe-
14
ro con ciertas características similares. Entre ellos, por
ejemplo, el APRA peruano, Acción Democrática Vene-
zolana, el Peronismo argentino, el movimiento de
Goulart antes del golpe militar en Brasil, el Partido Radi-
cal chileno, una corriente importante del Partido So-
cialista chileno, el Partido Liberación Nacional de Costa
Rica, la socialdemocracia dominicana, el PRI mexicanoy
el MNR boliviano. Estos se encuentran en la II Interna-
cional Socialista con partidos de los otros continentes, pe-
ro en especial, con los partidos socialdemócratas europe-
os, entre los cuales tienen especial importancia los parti-
dos alemán, sueco, holandés e inglés. Resaltamos la im-
portancia de los partidos europeos, por el hecho de que es
a través de la organización internacional por donde son
canalizados fondos financieros hacia ciertas actividades
de los movimientos correspondientes en el Tercer Mun-
do. Se trata, en general, de fondos que los partidos euro-
peos reciben de sus respectivos gobiernos y que crean una
cierta dependencia al interior del movimiento mundial,
con sus centros y periferias correspondientes. En Améri-
ca Latina esta organización mundial logra una importan-
cia política clave, la que se hizo notable en el apoyo inter-
nacional latinoamericano al levantamiento sandinista en
Nicaragua. La decisión de la OEA de no intervenir en Ni-
caragua en favor de Somoza, estaba estrechamente vin-
culada con la posición tomada por la socialdemocracia
internacional.
Algo parecido ocurrió en las décadas del 50 y 60 con
la constitución de los partidos demócrata cristianos en
América Latina. En general, también fueron fundados
anteriormente, pero aparecen con el nombre demócra-
tacristiano recién a partir de los años 50.
15
Pero mientras que los movimientos que se integran
alrededor de la socialdemocracia internacional se vincu-
lan generalmente en sus orígenes al populismo latino-
americano, los partidos demócratacristianos surgen
por la división de partidos conservadores católicos tra-
dicionales, en un principio, y posteriormente, por la
fundación de nuevos partidos en prácticamente todos
los países de América Latina.
A fines de los años 60 ya existía una red muy im-
portante conformada con los partidos de mayor poder
en Chile, Venezuela (COPEI) y El Salvador, y más dé-,
bilmente en Brasil y Argentina. El nombre democracia
cristiana es tomado de fundaciones paralelas en Europa,
en especial de Alemania, Italia y Holanda, pero se trata
de partidos autóctonos. A fines de los años 50 se in-
tegran en una organización mundial demócratacris-
tiana, la cual es más pequeña que la organización de la
socialdemocracia internacional porque se restringe prác-
ticamente a América Latina y Europa.
Los partidos europeos con los cuales se integran
son, en general, continuadores de partidos católicos an-
teriores, lo que los distingue de los partidos latinoameri-
canos, los cuales surgen de una ruptura con el catolicis-
mo político latinoamericano anterior. Sin embargo, la
organización mundial que se constituye, conforma
nuevamente una dependencia unilateral de los partidos
latinoamericanos respecto de los partidos de los países
desarrollados de Europa. Esta dependencia está basada
en los fondos financieros que estos partidos canalizan
hacia América Latina — y que reciben de los presupues-
tos estatales de los gobiernos de sus respectivos países —
16
los cuales son reforzados por fondos financieros de las
iglesias europeas, quienes a través de sus fundaciones fi-
nancieras apoyan fuertemente las actividades demócra-
tacristianas en América Latina.
Para todos los partidos demócratacristianos vale
que no son partidos católicos confesionales. En el caso
de los países europeos se organizan con la participación
de todas las confesiones. Sin embargo, ideológicamente
prevalece el elemento católico, porque en general toman
como su fuente de inspiración la Doctrina Social de la
Iglesia Católica tal cual como se había elaborado desde
fines del siglo XIX, con algunos cambios importantes
introducidos después de la II Guerra Mundial. Estos cam-
bios se refieren especialmente a la eliminación del corpo-
rativismo, el cual había prevalecido en las décadas del 20 y
30 y que expresaba el apoyo ideológico católico a los mo-
vimientos fascistas de esta época.
Origen de clase y sectores populares dé apoyo
Tanto los movimientos y partidos socialdemócratas
como los demócratacristianos se autodefinen como mo-
vimientos reformistas en el contexto de la sociedad bur-
guesa. Sin embargo, a pesar de tal denominador común,
y a pesar de la gran homogeneidad entre las varias
corrientes se pueden notar algunas diferencias
específicas, que las definen preponderantemente. Sería
en vano buscar reglas que siempre se confirman. Pero sí
se pueden observar ciertos elementos que permiten espe-
cificar tales movimientos y partidos.
17
Los movimientos europeos respectivos tienen más
homogeneidad entre sí. Los grandes partidos socialde-
mócratas europeos se fundaron en la segunda mitad del
siglo XIX como organizaciones obreras, apoyadas en
organizaciones sindicales y cooperativistas. Original-
mente, tienen una fuerte influencia marxista, que en al-
gunos casos llega a ser dominante. Sin embargo, con el !
progreso de la organización obrera, estos elementos
marxistas se diluyen a fines del siglo pasado. Primero se
forma un reformismo marxista — que es ideológicamen-
te altamente eclecticista — para, posteriormente, aban-
donar la tradición marxista después de la II Guerra
Mundial. Ella sobrevive marginalmente en los partidos
socialdemócratas, pero deja de ser el elemento ideológi-
co central.
Estos partidos socialdemócratas son preferencial-
mente urbanos, y hasta alrededor de la II Guerra Mun-
dial su participación en la política gubernamental de sus
países es impedida totalmente o, por lo menos, suma-
mente restringida. Su dinamismo político se dirige fuera
de la promoción sindical y cooperativa (en especial co-
operativas de consumo y de vivienda) hacia la política
comunal.
El alto desarrollo de la infraestructura económica y
social de comunas y municipios en los países europeos
de tradicionales movimientos obreros se debe a esta acti-
vidad, cuya falta es tan notable en el capitalismo esta-
dounidense. Estos campos de actividad son muy
amplios: escuelas comunales, academias de enseñanza
popular, hospitales comunales, transporte público,
electricidad, agua, son solamente algunos de ellos. A
18
través de todas estas actividades se hacen imprescin-
dibles para la propia clase obrera de la cual parten (en
actividades muy parecidas se concentraron los partidos
comunistas de Francia e Italia después de la II Guerra
Mundial). Cuando después de la II Guerra Mundial los
partidos socialdemócratas abandonan explícitamente su
tradición marxista y acceden a la formación de gobier-
nos centrales, su base social se amplía incorporándose
en su seno grupos de clase media, pequeña burguesía y
hasta grupos empresariales, a pesar de que su punto de
partida de clase sigue siendo obrero-urbano.
Es un poco más difícil resumir la tradición de los
partidos demócratacristianos europeos. Como tales par-
tidos recién se fundan después de la II Guerra Mundial,
los partidos que les anteceden no constituyen automáti-
camente su tradición, aunque en gran parte así sea. En
Alemania, Italia y Holanda hay prácticamente una con-
tinuidad entre los partidos católicos de antes de la II
Guerra Mundial y los partidos demócratacristianos pos-
teriores, aunque con la variante de que su base social se
amplía. Todos estos partidos son desde sus orígenes par-
tidos que organizan a la clase media y pequeños pro-
pietarios. Esto explica que su base popular sea especial-
mente fuerte en el campo, donde hay un pequeño cam-
pesinado propietario. Por tanto, su relación con el co-
operativismo campesino es sumamente estrecha y su in-
serción en las organizaciones obreras es muy poca.
En los años 20 habiari ciertas organizaciones sindi-
cales cristianas pero, paradójicamente, fue precisamen-
te en los países con una democracia cristiana fuerte don-
de perdieron su importancia totalmente después de la II
19
Guerra Mundial, principalmente en Italia y Alemania,
donde hoy los sindicatos cristianos son prácticamente
inexistentes.
Por el hecho de que las masas demócratacristianas
se constituyen primordialmente por pequeños propieta-
rios y clase media, estos partidos tienen una mayor
cercanía con la gran burguesía, sin poder ubicarlos, a
pesar de ello, simplemente como brazo de la gran
burguesía. Sin perderse esta cercanía ideológica entre la
democracia cristiana y la gran burguesía, en el caso ale-
mán, por ejemplo, esta burguesía opta desde hace algu-
nos años por la continuidad del gobierno socialde-
mócrata en el poder.
En América Latina, los partidos demócratacris-
tianos se asemejan más a los partidos europeos corres-
pondientes de lo que ocurre en el caso de los movimien-
tos socialdemócratas. Su origen de clase también son las
clases medias y los pequeños propietarios, y su base so-
cial se extiende hacia el pequeño campesinado propieta-
rio de tierra. En lo referente a sus intentos de crear sin-
dicatos cristianos o bien de lograr una influencia sobre
la organización sindical a través de los departamentos
sindicales de los partidos, tuvieron muy poco éxito. Sin
embargo, hay que señalar algunas diferencias importan-
tes. Para aclararlas, es conveniente distinguir dos
períodos en el desarrollo de los partidos demócratacris-
tianos de América Latina. Un período que va hasta fines
de los años 60, con 1968 como una fecha clave, y otro
que va de 1968 en adelante.
20
Durante el primer período los partidos demócra-
tacristianos latinoamericanos se empeñan mucho más
en llevar a cabo reformas de lo que lo hacen los partidos
europeos, quienes a su lado parecen más bien partidos
conservadores. Se trata de un reformismo muy amplio
con dos líneas principales.
La primera se dirige hacia la organización del cam-
po. Los demócratacristianos levantan ya en los años 50
con mucha fuerza la bandera de la reforma agraria.
Cuando la política norteamericana en los años 60
— después de la revolución cubana — apoyaba tales pla-
nes, se lanzaron en Chile bajo el gobierno de Frei a una
reforma agraria relativamente radical, que produjo una
fuerte contradicción con la oligarquía terrateniente del
país y mermó el apoyo interno de la burguesía a un sec-
tor restringido de la burguesía modernizante.
Sin embargo, esta misma reforma agraria seguía las
pautas tradicionales de la democracia cristiana: estaba
destinada a crear grupos más amplios de pequeños y me-
dianos propietarios en el campo, que en el futuro
podrían ampliar su base social en el campesinado.
La segunda línea se dirigía hacia los sectores margi-
nados de la población urbana, con el intento de crear
una organización popular que no partiera de los centros
de trabajo, sino de los centros de viviendas, es decir, de
las poblaciones. También en este terreno podían contar
con éxitos en el grado en el cual estas poblaciones margi-
nales, por su alto índice de desempleo, no tenian la ex-
periencia necesaria para formar una adecuada organiza-
ción sindical que los aglutine. Por lo tanto, podían man-
21
tenerse neutrales frente a la orientación general de la de-
mocracia cristiana hacia los pequeños propietarios.
Las dos líneas de reformas fueron ampliamente
aceptadas dentro de los partidos demócrata-crisiianos
del continente. Encontraron a la vez el apoyo de los par-
tidos europeos y, en especial, de las fundaciones finan-
cieras de la Iglesia Católica europea, cuya política de fi-
nanciamiento sirvió, de esta manera, para apoyar la
línea estratégica de los partidos políticos sin tener que
mezclarse abiertamente con ellos.
El DESAL, en Santiago de Chile, era el centro para
el desarrollo de esta estrategia. Si bien se trataba de una
estrategia continental, ésta fue acompañada con más en-
tusiasmo por la democracia cristiana chilena por su am-
bición de contraponer a la revolución cubana una “re-
volución en libertad” chilena para definir una nueva al-
ternativa continental. El COPEI venezolano, en cam-
bio, mostró menos entusiasmo en este campo y formó
más bien la retaguardia.
Pero este cuadro de entusiasmo reformista cambió
a comienzos de los años 70, cuando en Chile subió al po-
der el gobierno popular de Allende. Aparece ahora una
división de los partidos demócratacristianos, la cual se
propaga por todo el continente y cuya primera manifes-
tación es la fundación del MAPU en Chile en 1968. Por
un lado, aparecen partidos demócratacristianos que se
definen claramente en términos antireformistas
— tomando una posición más conservadora — y que ge-
neralmente se quedan con el nombre tradicional de Par-
tido Demócratacristiano. En términos más radicales es-
22
to ocurrió en Chile en 1972/73, donde fue el Partido De-
mócratacristiano quien prestó la base de apoyo al golpe
militar de 1973.
Sin embargo, el mismo proceso se repitió en otras
partes, como en Perú (la línea de Bedoya quien funda el
Partido Popular Cristiano), Ecuador y Bolivia. Eviden-
temente, se notó menos intensamente en aquellos parti-
dos que menos habían participado del entusiasmo refor-
mista del PDC chileno, en especial, el COPEI. Por cir-
cunstancias especiales este proceso se manifestó más tar-
de en Centroamérica, donde el PDC de El Salvador
mantenía la línea tradicional hasta que en el año 1979 se
presentó la cuestión de la participación en la Junta de
Gobierno llevada al poder por el golpe militar contra el
general Romero. En Honduras, en cambio, todavia se
mantiene en la línea de entusiasmo reformista, orientán-
dose especialmente a la organización campesina para
presionar para que se lleve a cabo la reforma agraria.
Este antireformismo demócratacristiano de los
años 70 en América Latina, sin embargo, tiene su para-
lelo en la democracia cristiana europea, donde, por
ejemplo, la democracia cristiana alemana se fue radica-
lizando durante este decenio hacia un antireformismo
extremo, el cual ya tiene características fascistoides.
Cada uno de los tres grupos descritos hasta ahora
— socialdemocracia europea, democracia cristiana euro-
pea y democracia cristiana latinoamericana — es más
homogéneo que el que analizaremos a continuación: la
socialdemocracia latinoamericana.
23
No se trata efectivamente de una sola corriente, si-
no de varias, las cuales presentan características
disímiles. Si los unimos bajo el nombre de socialde-
mocracia, lo hacemos, primeramente, por el hecho de
que son miembros de la Internacional Socialdemócrata
y/o por la razón, de que en el lenguaje común se los
identifica como tales. Y en segundo lugar, porque cre-
emos que a pesar de su heterogeneidad existen, efectiva-
mente, algunos rasgos comunes, que nos permiten anali-
zarlos como un solo conjunto.
Partimos de la distinción de 2 grupos principales.
Por un lado están los movimientos surgidos de rebe-
liones campesinas exitosas, en especial el PRI mexicano
y el MNR boliviano. Estos partidos surgen a raíz del
triunfo de rebeliones campesinas que posteriormente se
vieron frustradas. En ambos casos, en tales movimien-
tos está presente un pasado revolucionario hoy transfor-
mado en oratoria de sus líderes y en una organización
social que — a pesar de ello — mantiene cierto poder de
los grupos a partir de los cuales se originaron. En el caso
del PRI más claramente el campesinado, y en el caso bo-
liviano, tanto el campesinado como el proletariado mi-
nero. Sólo en el caso mexicano resultó una estructura de
poder político estable, el cual dio el lugar institucional
necesario para el desarrollo del capitalismo.
Por otro lado, están los movimientos que de alguna
manera se hallan vinculados con el populismo latino-
americano de los años 30 hasta los años 50, y que for-
maron sus tradiciones a partir de esta experiencia. Ellos
parten de las clases medias junto con el capital nacional,
formado a raíz de la política de sustitución de importa-
24
ciones. Con la necesidad de ampliar el mercado interno
aparece la posibilidad de una mayor participación popu-
lar en la distribución del ingreso nacional.
A partir de este hecho surgen movimientos populis-
tas con gran heterogeneidad, que son primordialmente
urbanos y aglutinan masas populares — hasta ahora no
organizadas — alrededor de programas de gobierno que
van desde una mejor distribución de los ingresos hasta
la constitución de sistemas de seguridad social y de pla-
nificación, indicadores éstos de cierto grado de de-
sarrollo económico. Según las condiciones, pasan poste-
riormente de la movilización de masas sin organización,
a la organización de las masas. El peronismo argentino
llevó esta organización de las masas a su nivel más eleva-
do.
En cambio, el Partido Liberación Nacional de Cos-
ta Rica prácticamente no volcó sus esfuerzos hacia la or-
ganización de las masas, sino que los dedicó a constituir
un sistema de seguridad social lo más completo posible.
Por otro lado, un movimiento como el APRA pe-
ruano, el cual nunca pudo acceder al poder, sustituyó
precisamente este acceso al poder con una concentra-
ción constante de sus esfuerzos en la organización de las
masas, lo que transformó al APRA — precisamente por
su marginación del poder — en el partido político pe-
ruano de mayor arraigo popular y arrastre en las masas.
Estos tres casos podemos considerarlos como los
casos límites, entre los cuales pueden ubicarse los otros
movimientos tales como el varguismo brasileño, la mo-
25
vilización popular bajo Goulart en Brasil al comienzo de
los años 60, la Acción Democrática Venezolana, la so-
cialdemocracia dominicana y otros.
Tomando en cuenta la gran heterogeneidad de estos
movimientos, solamente en términos muy vagos pode-
mos dibujar algunas tendencias comunes. Primeramen-
te está la tendencia a la concentración de su accionar
sobre los problemas urbanos y el abandono del campesi-
nado. Esto se manifiesta, incluso, en el caso de movi-
mientos que se originan de rebeliones campesinas.
Otra característica común es que surgen en un
período en el cual la tendencia a la acumulación de capi-
tal (de los años 30 hasta los 50) está encaminada hacia la
ampliación del mercado interno y hay, por tanto, espa-
cio para una política de redistribución de los ingresos.
En tercer lugar, se presenta una fuerte tendencia a
la organización popular urbana que se concretiza, en ge-
neral, en la organización sindical de la clase obrera. A
diferencia de la democracia cristiana, estos movimientos
logran efectivamente tal organización sindical.
En cuarto lugar, se presenta la característica de que
cuanto más avanza la organización popular, ésta tiende
a cuestionar el dominio de los grupos sociales que pro-
movieron el movimiento populista.
Para terminar esta sección, caben todavía dos ano-
taciones:
26
a. En los países en los cuales se da una organiza-
ción popular y especialmente sindical autónoma,
es decir, a partir de la clase obrera misma, el fenó-
meno del populismo no se presenta, por ejemplo,
Chile, Uruguay y Perú.
b. A diferencia de los movimientos populistas que
aparecen y se desarrollan en un período en el cual
la acumulación de capital en el continente tiende a
la ampliación del mercado interno y es, por tanto,
fácilmente compatible con una política de redistri-
bución de los ingresos, los partidos demócratacris-
tianos (en Chile y Venezuela) llegan al gobierno en
un período en el cual la acumulación de capital
tiende a la restricción del mercado interno y a la
concentración del ingreso. Eso hace más difícil su
situación. Algo similar le ocurrió al peronismo du-
rante su tercer gobierno (1973), es decir, no en-
contró el mismo espacio económico que en sus an-
teriores gobiernos para llevar a cabo las
reformas2.
II. EL ESPACIO IDEOLOGICO DE LA
SOCIALDEMOCRACIA Y LA
DEMOCRACIA CRISTIANA
En la sección anterior hemos subdividido cada uno
de los dos movimientos según su procedencia sea latino-
americana o europea. Organizados los dos como movi-
mientos internacionales, se forman ejes entre América
Latina y Europa dentro de los cuales, debido a la depen-
dencia financiera unilateral, se produce cierta predomi-
nancia europea. Se reproduce internacionalmente a ni-
27
vel de estos partidos referidos lo que ya se conoce de
sobra a nivel de la internacionalización del capital y de
la organización militar de las naciones mencionadas.
Resultó de nuestro análisis, que la internacional de-
mócratacristiana muestra entre sus alas latinoamerica-
nas y europeas un grado de homogeneidad mayor que la
internacional socialdemócrata. Este hecho hay que te-
nerlo presente en el análisis que sigue, en el cual, por las
razones indicadas, las afirmaciones sobre la democracia
cristiana tendrán una clara vigencia para el movimiento
latinoamericano correspondiente, mientras que las afir-
maciones sobre la socialdemocracia tendrán mayor vi-
gencia en cuanto a la socialdemocracia europea que pa-
ra la latinoamericana, donde el cuadro es mucho menos
claro. Este hecho nos tendrá que preocupar constante-
mente. Sin embargo, este artículo es forzosamente de-
masiado breve como para poder desarrollar
explícitamente estas diferencias. Por tanto, tenemos que
pedirle al lector que saque sus propias conclusiones en
referencia a los movimientos específicos que intente in-
terpretar.
Si ahora nos preguntamos por el espacio ideológico
dentro del cual actúan los dos movimientos en discu-
sión, estamos preguntándonos por las coordenadas ide-
ológicas a partir de las cuales interpretan su actuación
política. Si bien ambos son partidos reformistas, estas
coordenadas ideológicas nos pueden indicar el lugar
donde se ubica el límite hasta donde están dispuestos a
llevar tales reformas y el tipo de reacción a tomar frente
a aquellos grupos que pretenden llevarlas más allá de los
límites dispuestos por el espacio ideológico establecido,
28
tanto por la socialdemocracia como por la democracia
cristiana.
La problemática del límite de las reformas se refiere
al tipo de inserción de tales movimientos en la sociedad
capitalista contemporánea, y la problemática de los
otros grupos, se refiere a la ubicación ideológica de los
movimientos socialistas vistos desde el ángulo de los
movimientos socialdemócrata y 'demócratacristiano.
Las problemáticas del espacio ideológico son, por
lo tanto, dos: a- el tipo de inserción en la sociedad capi-
talista, y b- el tipo de enjuiciamiento de los movimientos
o sociedades socialistas.
Si interpretamos en términos algo tipificados las
posiciones tanto de la socialdemocracia como de la de-
mocracia cristiana, descubrimos que hay notables dife-
rencias entre ambos al enfocar estas dos problemáticas.
Estas diferencias surgen en el ámbito de una definición
común a ambos, a saber: enmarcan su actividad de re-
formas dentro de los límites de la sociedad burguesa y
enfrentan a los grupos socialistas como sus enemigos.
Lo segundo, evidentemente, es una simple consecuencia
de lo primero.
Así las cosas, tenemos entonces que desarrollar las
diferencias específicas entre ambos, dando como supues-
to el marco común que estos movimientos comparten.
I m
En cuanto al espacio ideológico dentro del cual
operan, la relación con la sociedad burguesa es más di-
recta por parte de los movimientos demócratacristianos.
29
Afirman esta relación directa a través de su cuerpo
doctrinario central, el cual es la Doctrina Social de la
Iglesia Católica. En esta doctrina — que efectivamente
se transformó en el cuerpo ideológico central del pensa-
miento demócratacristiano — la identificación con la so-
ciedad burguesa se expresa por la identificación del bien
común con el tal llamado derecho natural de la pro-
piedad privada. A partir de tal identificación inicial se
define, en términos estrictos, todo el ámbito de refor-
mas que se aceptan como responsabilidad social de la
propiedad privada. Esta afirmación de la responsabili-
dad social de la propiedad privada delimita claramente
el marco de la aceptación de reformas en términos abso-
lutos, y circunscribe este marco como bien común.
De esto resulta una legitimación positiva y clara de
la propiedad privada como tal y una aceptación relativa
de las reformas. Eso significa que las reformas en nin-
gún momento son consideradas legítimas de por sí. La
legitimidad de por sí está del lado del derecho natural de
la propiedad privada, siendo las reformas constante-
mente puestas entre paréntesis. Solamente se pueden le-
gitimar por derivación. Antes de poder afirmarlas, hace
falta la prueba de que su realización se mantiene dentro
del marco de las relaciones capitalistas de producción.
Una vez comprobado eso, se las puede realizar. En caso
contrario, resultan ilegítimas, independientemente de la
urgencia social que puedan tener. Si no son compatibles
con las relaciones capitalistas de producción, son
ilegitimas de por sí, porque las relaciones capitalistas de
producción — el derecho natural a la propiedad privada
no es sino otra palabra para expresar éstas — tienen legi-
30
timidad absoluta, son el non plus ultra de todas las aspi-
raciones humanas y de toda historia venidera.
Subalimentación, enfermedad, analfabetismo y lo
que sea, pueden remediarse, sola y exclusivamente, en el
caso de que las reformas encaminadas a superarlos se
mantengan dentro del marco de la sociedad burguesa. Si
solamente hay solución sobrepasando este límite, esta
doctrina prohíbe — en nombre de Dios y del derecho
natural — realizarlas. De hecho, la propiedad privada es
absolutizada como valor y, por tanto, como referencia
para el enjuiciamiento de cualquier tipo de reformas.
A una legitimación tan radical de las relaciones ca-
pitalistas de producción corresponde una imagen igual-
mente rígida de los movimientos socialistas, cuyo objeti-
vo, precisamente, es llevar las reformas más allá del
límite impuesto por las relaciones de producción capita-
listas. Como las relaciones capitalistas de producción
son absolutamente legítimas, los movimientos socialis-
tas son absolutamente ilegítimos; y como Dios y la natu-
raleza afirman las relaciones de producción capitalistas,
los movimientos socialistas se levantan en contra de
Dios y la naturaleza. Resulta un maniqueísmo comple-
to. Los movimientos socialistas, como movimientos
opositores a la sociedad burguesa, son vistos no como
opositores, sino como enemigos en el peor sentido que
esta palabra puede tener, es decir, “intrínsecamente per-
versos”3.
De esta manera se incorpora la Doctrina Social de
la Iglesia Católica en la democracia cristiana y forma su
31
espacio ideológico. Se suele adornar este esquema seco
con muchas flores, pero es siempre el mismo esquema.
La presentación de este esquema ideológico básico
en los discursos demócratacristianos está, por tanto,
amortiguada. Podemos destacar los pasos claves que
aparecen típicamente y que permiten detectar tal tipo de
discurso. Hay un orden determinado de la argumenta-
ción y es el siguiente:
1. La sociedad necesita consenso para funcionar.
Este consenso expresa paz y amor entre todos los ciuda-
danos. En términos de la Doctrina esto es el bien co-
mún.
2. Para que haya consenso, debe haber orden y res-
peto a los legítimos derechos de todos los ciudadanos.
Estos legítimos derechos no se refieren al derecho de ca-
da uno de satisfacer sus necesidades. Se refieren exclusi-
vamente a los derechos dados por el orden burgúes exis-
tente. Por tanto, el respeto a los legítimos derechos de
todos los ciudadanos significa, en este lenguaje, primor-
dialmente, el derecho de propiedad y con mucha menor
rigidez, se refiere a los derechos adquiridos por otros
grupos sociales. Resulta, por tanto, en el discurso de-
mócratacristiano, que la condición del consenso es el
respeto a la propiedad privada, siendo ésta la clave de
los derechos legítimos de todos los ciudadanos y que,
por lo tanto, hace falta respetar.
3. Además de la fórmula del respeto a los derechos
legítimos de todos los ciudadanos — que está destinada
precisamente a la legitimación de la propiedad privada
32
burguesa — esta propiedad privada también es legitima-
da explícitamente. Pero esta legitimación explícita
siempre se la realiza destacando su responsabilidad so-
cial. Se reclama entonces la legitimidad de la propiedad
privada que cumple con su función o responsabildiad
social, pero, obviamente, esto no significa que dicha le-
gitimidad se pierda en el caso de no cumplir con tal res-
ponsabilidad. Esto sería un irrespeto a los legítimos de-
rechos de todos los ciudadanos y, por tanto, un atenta-
do al consenso. A esto se debe la inexistencia de indica-
dores que constaten el cumplimiento de esta responsabi-
lidad social y de instancias que la juzguen. Se trata de
una afirmación moral y no política.
Hay una sola excepción, aunque, sin embargo, lo es
sólo aparentemente: si los propietarios de los medios de
producción guardan dichos medios sin usarlos como ca-
pital, la propia burguesía puede condenarlos y hasta pe-
dir su expropiación. Esto explica la tradicional rivalidad
existente entre la burguesía y los latifundistas, la cual
viene ya desde Adam Smith y David Ricardo. Para la
burguesía, la función social de la propiedad privada es
transformar sus medios de producción en capital. Por
ello, la democracia cristiana — inspirada en esta tradi-
cional concepción burguesa — también se vuelca en
contra del latifundio, en nombre de la eficiencia. De lo
que se trata entonces, es de sustituir el latifundio por la
propiedad privada de pequeños campesinos.
Fuera de este caso particular la responsabilidad so-
cial de la propiedad privada no es criticable. Sobre todo
es claro que la irresponsabilidad de la propiedad privada
no es posible ilegitimarla (ideológicamente se trata de un
camuflaje).
33
4. En cuanto al orden político, el discurso demócra-
tacristiano se concentra alrededor del derecho a la liber-
tad de opinión (a diferencia de los socialdemócratas,
que lo concentran alrededor de la libertad de asociación
y del derecho de huelga).
Pero esta libertad de opinión excluye la libertad de
opción social. La opción social es, irrevocablemente, la
de las relaciones .capitalistas de producción. En el len-
guaje demócratacristiano: de las exigencias del consen-
so, del respeto a los legítimos derechos de todos y del
respeto a la propiedad privada con su responsabilidad
social (de tipo moral). Hay derecho a opinar diferente,
pero no pueden derivarse de opiniones diferentes op-
ciones diferentes y acciones políticas correspondientes.
La opción es dogmáticamente determinada, es decir, es
la de las relaciones de producción capitalistas.
5. Quien cuestiona políticamente la propiedad bur-
guesa, no respeta los legítimos derechos de todos los
ciudadanos y, por tanto, rompe el consenso, que es de
paz y amor. La palabra mágica con la cual el discurso
demócratacristiano lo declara intrínsecamente perverso,
es odio. El socialista, a su manera de ver, es por tanto
un portador de odio. Refiriéndose a movimientos o a
personas socialistas, les reprocha el odio, ya sea su odio
de clase u odio sin más. La polarización maniquea
dentro de la cual el discurso demócratacristiano in-
terpreta su relación con los movimientos socialistas, es
la de amor y odio, los cuales están en lucha. Este odio lo
ve como un bacilo metafisico que envenena al pueblo.
Los países socialistas son considerados como producto-
res de este odio metafisico y, por tanto, son sinónimo de
34
terror. Estado policial, esclavitud del hombre por el Es-
tado y, finalmente, como fracaso. Es claramente visibK
que se trata de una traducción de la Doctrina Social c'.
la Iglesia Católica — en su forma más ortodoxa — en tér-
minos de agitación política4.
Sin embargo, no toda corriente demócratacristiana
ni tampoco toda corriente del pensamiento católico,
comparte este esquema burgués básico de la Doctrina
Social. En la propia tradición cristiana existe un es-
quema de interpretación que es exactamente el inverso.
Se trata de la interpretación del derecho natural
aristotélico-tomista, la cual representa, ciertamente, el
pensamiento de las clases dominantes ilustradas de las
sociedades precapitalistas, pero que, a pesar de ello,
opera en forma contraria.
Mientras la Doctrina Social legitima la propiedad
capitalista y declara como lícitas las reformas — siempre
y cuando éstas se lleven a cabo dentro del marco de la
sociedad capitalista — , el pensamiento tomista legitima
de por sí las exigencias de la vida humana concreta y
declara lícita la propiedad — en su tiempo obviamente
no se trataba de la propiedad privada, sino de la
feudal — estableciendo como límite la vida concreta de
los hombres. Este enfoque tomista ha jugado siempre
un papel subversivo en la tradición cristiana y, en espe-
cial, cuando las doctrinas católicas pasaron a la tesis de
que existe un derecho natural a la propiedad privada.
En el enfoque tomista lo mutable es la propiedad y lo in-
mutable las exigencias de la vida humana concreta. En
el enfoque de la Doctrina Social, en cambio, lo inmu-
table es la propiedad privada capitalista, y lo mutable
35
— por tanto, también lo sacrificabie — las exigencias de
la vida humana concreta.
En el pensamiento ca'olico, al igual que en la
ideología demócratacristiana, este enfoque del derecho
a la vida concreta siempre está presente a partir de la
tradición tomista misma, que, por tanto, ejerce su papel
subversivo. A raíz de esta tradición se produce la crisis
tanto de la Doctrina Social como de la democracia cris-
tiana a fines de los años 60, la cual lleva a las divisiones
internas correspondientes. El año 1968 es una fecha cla-
ve. Por un lado, el gobierno demócratacristiano de Chi-
le pasa de su fase reformista a la fase represiva, porque
la dinámica de su propio reformismo amenaza llegar
más allá de los límites de las relaciones capitalistas de
producción. Por otro lado, en la conferencia del CE-
LAM en Medellín sale a luz la oposición entre los dos es-
quemas de interpretación mencionados anteriormente,
con una tendencia a la recepción del esquema de in-
terpretación tomista como punto de partida básico de la
interpretación de la situación que hoy vive América La-
tina.
Dentro de la Democracia Cristiana, sin embargo, se
produce una ruptura. Aparece ahora su abierto antire-
formismo por el hecho de que, en la situación de Améri-
ca Latina desde entonces hasta ahora, cualquier refor-
ma tiende a rebasar los limites impuestos por las rela-
ciones capitalistas de producción. Es entonces cuando
pasan a ser, en algunos casos, partidos de la derecha y, a
la postre, del Estado de Seguridad Nacional. Pero nin-
gún Estado de Seguridad Nacional aceptó tales ofertas
y, por tanto, la democracia cristiana como proyecto
36
político tiende a esfumarse. Es recién a partir de los últi-
mos acontecimientos en El Salvador que podría pensar-
se que esta democracia cristiana antireformista pueda
lograr parcialmente su ambición de transformarse en so-
cio de los Estados de Seguridad Nacional. Pero es pre-
maturo todavía emitir cualquier juicio definitivo.
Los grupos que se separan de la democracia cris-
tiana a partir de fines de los años 60, sin embargo, rom-
pen más bien con el propio espacio ideológico impuesto
por la Doctrina Social de la Iglesia Católica. Esta ruptu-
ra dentro de la tradición cristiana se debió a la influen-
cia de la tradición tomista del derecho natural. Ya men-
cionamos, que el pensamiento aristotélico-tomista fue el
pensamiento de las clases dominantes ilustradas de las
sociedades precapitalistas. Sin embargo, este pensa-
miento pasa por una profunda reelaboración al ser reto-
mado por los nuevos grupos que surgen dentro de la de-
mocracia cristiana, cambiando radicalmente esa posi-
ción. Ahora este pensamiento parte de las clases domi-
nadas o, en términos teológicos, de los pobres. Aunque
cabe aclarar que la tradición tomista no expresaba sólo
esta posición. Si bien trata las exigencias de la vida
concreta como lo inmutable y lo no sacrificable, es de-
cir, como derecho natural, y la propiedad privada como
lo mutable, también establecía un orden jerárquico
rígido entre los diferentes estratos sociales (clases) que
derivaba en el concepto de la vida decorosa , según sea la
situación de clase de cada estrato social.
Sin embargo, la formulación básica servia para ser
transformada desde el punto de vista de las clases domi-
nadas, lo que llevó al encuentro con el pensamiento
37
marxista, el cual, desde mucho antes había desarrollado
el pensamiento social desde este punto de vista. La for-
mulación básica mencionada — propiedad privada cues-
tionable con exigencias de la vida incuestionables — apa-
rece también en el pensamiento marxista, lo cual facilita
el establecimiento de un puente ideológico de entendi-
miento. Esto fue más fácil aún por el hecho de que el
pensamiento marxista está fuertemente arraigado en la
tradición aristotélica — Marx es bien explícito a este
respecto — y por tanto era factible una unión, cuya base
común fuera la afirmación de la vida humana material
como última instancia de la vida humana, y el derecho a
la vida concreta, expresión — en términos de valores —
de aquella necesidad básica de toda sociedad humana.
Pero, ciertamente, aquí aparece ya un pensamiento cris-
tiano, el cual se ubica definitivamente fuera del espacio
ideológico de la democracia cristiana.
Percibimos, por tanto, como espacio ideológico de
la demócracia cristiana, la afirmación de la legitimación
de las relaciones capitalistas de producción, la conside-
ración de reformas a condición de que éstas se manten-
gan dentro de las estructuras capitalistas y la visualiza-
ción de la oposición socialista en términos maniqueicos,
como ser, el levantamiento en contra de Dios y la natu-
raleza y, por tanto, como intrínsecamente perversa.
En comparación, el espacio ideológico de la social-
democracia es bien diferente, a pesar de que también se
circunscribe al ámbito de la sociedad burguesa. Sin em-
bargo, es muy llamativo que en la ideología socialde-
mócrata no existe nada parecido al derecho natural de la
propiedad privada. En la tradición socialdemócrata no
38
se afirma directamente la legitimidad de la propiedad
capitalista. Este hecho es comprensible por razones his-
tóricas. La socialdemocracia es un movimiento politico
que parte de la organización obrera del siglo XIX, la
que se ve influida fuertemente por la formación marxis-
ta. Es muy difícil que una clase obrera con esa
característica acepte la legitimidad a priori y de por sí de
la propiedad privada.
Pero también hay razones que se han dado sistemá-
ticamente y que mantienen su vigencia en la actualidad.
La clase obrera se organiza en contra de la propiedad
capitalista y, por tanto, tiene intereses que chocan direc-
tamente con los intereses del capital. Es imposible, en-
tonces, que ésta encuentre su identidad ideológica preci-
samente en la afirmación a priori de la legitimidad de in-
tereses que son contrarios a los suyos, es decir, de la
propiedad capitalista. Esto no tendría sentido indepen-
dientemente del hecho de que se acepte o no la sociedad
burguesa. Por ejemplo, no por el hecho de que un movi-
miento obrero surja dentro de la sociedad burguesa éste
deberá legitimar el sistema capitalista. El principio mis-
mo de la legitimidad de la sociedad no puede ser afirma-
do sólo a partir de la legitimidad de la propiedad. Ni Ge-
orge Meany como presidente de la AFL/CIO ha podido
hacerlo, y él no es ningún socialdemócrata. Si afirmara
directamente la legitimidad de la propiedad capitalista,
relativizaría a priori todas las exigencias de la lucha
obrera.
Esto se puede generalizar. Cualquier movimiento
social busca su identidad ideológica y, por tanto, la legi-
timidad de sus metas en el contexto de sus propios inte-
39
reses, vinculándolos indirectamente con los intereses de
otros movimientos. Pero la legimitidad de su propia ac-
ción la tiene que buscar y afirmar en el ámbito de la ac-
ción misma y no puede buscarla en el ámbito de la ac-
ción de los grupos con intereses opuestos. Por ello, la le-
gitimidad de la propiedad capitalista puede formar la
identidad ideológica y, por tanto, el punto de partida de
la legitimidad de la sociedad capitalista sólo para
aquellos grupos cuyo ámbito de acción se encuentra
dentro de esta propiedad. Esto explica precisamente,
por qué los movimientos democrátacristianos fracasan
constantemente en la organización obrera. Afirmando
el derecho natural a la propiedad privada, afirman cons-
tantemente la legitimidad de los intereses en contra de
los cuales se dirige la lucha obrera, aunque ésta sea pu-
ramente reivindicativa.
Es por esto que no debe sorprendernos que en la
línea socialdemócrata la legitimidad directa se presente
en el proceso de reformas necesario para asegurar el ni-
vel de vida de la clase obrera y, en la medida que la so-
cialdemocracia se abre a otros sectores, también amplía
esta legitimación hasta el nivel de vida de ellos.
La ideología socialdemócrata no parte de la absolu-
tización de valores externos al hombre, sino de la afir-
mación del derecho del ser humano a su vida material y
concreta.
Este enfoque tiene, por tanto la herencia de su pa-
sado marxista, como así también su experiencia diaria
de la lucha de intereses. Un ejemplo obvio es el siguien-
te: si alguien desea tener un segundo automóvil, ésto só-
40
lo puede justificarse en nombre de valores absolutos co-
mo ser la iniciativa privada, la propiedad, la verdad, la
patria o Dios. Si, en cambio, este alguien está en los ni-
veles más bajos de la distribución del ingreso, puede jus-
tificar la lucha por sus intereses solamente por la propa-
gación del derecho de cada hombre a satisfacer sus nece-
sidades. Evidentemente, la ideología socialdemócrata
tiene que encuadrar esta afirmación principal de una
manera tal que permita, paralelamente, la afirmación de
la sociedad burguesa.
Esta vinculación histórica de la socialdemocracia
con la sociedad burguesa se logra porque los socialde-
mócratas afirman la democracia burguesa como el ám-
bito dentro del cual trabajan por los intereses de las cla-
ses más postergadas, partiendo de la clase obrera. Esto
tiene una explicación histórica que radica en el hecho de
que en el capitalismo europeo encuentran un espacio
económico que les permite realizar las reformas que
ellos pretenden. Por tanto, su preocupación será la de
desarrollar y profundizar este capitalismo, obligándolo
a la vez a conceder a las clases más portergadas una in-
tegración social creciente.
Políticamente esto significaba un choque con la de-
mocracia burguesa tradicional y su transformación en la
actual democracia de masas. El núcleo de este choque se
formó alrededor del derecho de asociación como de-
recho cívico, el cual la democracia burguesa clásica
había negado. La confirmación de este derecho de aso-
ciación implicaba, a la vez, la lucha por el derecho de
voto universal e igualitario. La democracia burguesa
clásica ha desconocido siempre este derecho y, en cam-
41
bio, propugnó por el derecho de voto según la clase so-
cial a la que se pertenecía o, como en el caso de la de-
mocracia estadounidense, la división de la sociedad en
hombres libres y esclavos, concediendo el derecho de
voto, obviamente, sólo a los hombres libres. En
EE.UU, es recién después de la II Guerra Mundial que
se reconoce el derecho al voto igualitario y universal.
El derecho de asociación — como lo defendieron to-
dos los movimientos obreros del siglo XIX en Europa —
es, en el fondo, el derecho a la organización sindical y el
derecho de huelga. En América Latina y EE.UU., se da
paralelamente una lucha con iguales fines. Se trataba de
aquel derecho cívico que en el contexto de la sociedad
burguesa permite una lucha efectiva por los intereses
obreros. Por tanto, con el derecho de asociación como
centro de su interpretación de la democracia burguesa,
la socialdemocracia se transforma — junto con la propia
sociedad burguesa y en el grado en el cual ésta acepta tal
derecho de asociación — en parte integrante de esta so-
ciedad. Con este derecho de asociación como palanca,
la socialdemocracia aparece como el partido político re-
formista dentro de la sociedad burguesa.
La libertad política es vista, por tanto, primordial-
mente como libertad de asociación, y todos los derechos
cívicos, como el corolario de esta libertad. De partido
revolucionario la socialdemocracia se transforma en
partido reformista.
Ante la existencia del espacio económico necesario
para la realización de las reformas, la socialdemocracia
pasa de la legitimación del derecho a la vida de los más
42
postergados a la afirmación de la sociedad burguesa,
considerando el derecho de asociación como la libertad
esencial de la democracia burguesa. Se trata nuevamen-
te de un enjuiciamiento, el cual es contrario a la
ideología demócratacristiana, pues pasa de la legitima-
ción de la propiedad capitalista y de la sociedad bur-
guesa, a la afirmación de las reformas como elemento
esencial de la democracia burguesa.
Sin embargo, la inserción socialdemócrata conduce
a una relación muy especial de ésta con la democracia
burguesa. Vista ésta a partir del derecho de asociación,
su preservación es vital para el proyecto socialdemócra-
ta. Al capitalismo sin derecho de asociación y, por tan-
to, sin democracia burguesa como la socialdemocracia
la entiende, se la considera una sociedad ilegítima. La
socialdemocracia, por tanto, se transforma en el pilar
fundamental de la democracia burguesa en el grado en
el cual ésta incluye el derecho de asociación.
Pero es exactamente en este momento cuando la de-
mocracia burguesa pierde el atractivo para la propia
burguesía. Esta nunca fue para la burguesía la única
forma de organización política, excepto en los centros
del poder burgués; pero ahora incluso pierde su carácter
exclusivo para estos centros. Para dominar, la burguesía
necesita la legitimación de la propiedad, con o sin de-
mocracia burguesa. Esta no es vital para la burguesía,
sin embargo, sí es vital para la socialdemocracia, en el
grado en que concede la libertad de asociación. La
burguesía tiene alternativas a la democracia burguesa y,
durante el siglo XX, ha recurrido cada vez más a tales
alternativas: fascismo, dictaduras militares, Estados de
43
Seguridad Nacional, etc. Sin embargo, la socialde-
mocracia, una vez insertada en la sociedad burguesa y
transformada en partido reformista, no tiene alternativa
alguna. O logra mantener la libertad de asociación junto
con la democracia burguesa, o de lo contrario, perece.
El resultado es curioso: para la socialdemocracia la
democracia burguesa llega a ser esencia de la sociedad
burguesa y lucha por ella con todas sus fuerzas. Pero no
lucha directamente por el poder burgués aunque, indi-
rectamente, a través de su lucha por la democracia bur-
guesa lo refuerce. El poder burgués, en cambio, puede
prescindir perfectamente de la democracia burguesa de-
fendida por la socialdemocracia. Puede hacerlo buscan-
do alternativas de poder, o bien tratando de eliminar
nuevamente de la democracia burguesa la libertad de
asociación. Muchas veces combina lo uno con lo otro,
utilizando las dictaduras militares para la destrucción de
las organizáciones populares y sus instrumentos de
lucha, para pasar, posteriormente, a una democracia
burguesa sin libertad de asociación o bien con organiza-
ciones tan debilitadas que ya no cuentan en la lucha de I
intereses.
No hay duda de que la ideología de la Escuela de
Chicago de Milton Friedman y también la del FMI, es-
tán orientadas precisamente en este sentido y se en-
cuentran, por tanto, en una completa contradicción con
el espacio ideológico de la socialdemocracia.
Pero de hecho, la inserción de la socialdemocracia
en la sociedad burguesa es muy precaria. Como movi-
miento reformista apoyado en una constitución política
44
centrada en la libertad de asociación, el espacio ideoló-
gico de la socialdemocracia no posee un límite intrínseco
que delimite las posibles reformas al marco de las rela-
ciones capitalistas de producción. En términos forma-
les, la socialdemocracia sólo puede determinar el límite
siguiente: continuar el proceso de reformas en una línea
que no socave la libertad de asociación la cual es el prin-
cipal instrumento de la política reformista. Pero esta de-
limitación evita, precisamente, el poder definir abierta-
mente como burgués a dicho movimiento.
Esto explica por qué la burguesía ve con mucho re-
celo a la socialdemocracia, a pesar de la colaboración
existente con ella.
A esto hay que añadir un elemento objetivo. Un
movimiento reformista sólo puede interpretar el senti-
miento de las masas populares si tiene éxito en sus refor-
mas. Pero sólo puede tener éxito si la situación y la
estructura económica le permite una posibilidad real de
llevar a cabo las reformas. Por ello, ante los cambios
producidos en la situación económica, cambian también
las posibilidades de acción de los movimientos reformis-
tas. De esta manera, si la tendencia de la acumulación
del capital se orienta a la concentración del ingreso, es
decir, en momentos de crisis económicas profundas, el
espacio real para las reformas se estrecha o bien, los re-
alizados anteriormente son anulados. Pero, paradójica-
mente, estos son precisamente los momentos en los
cuales la necesidad de reformas se hace más urgente.
Por tanto, se presenta una contradicción entre la acu-
mulación de capital y la dinámica propia del movimien-
to reformista. Para mantenerse dentro de los marcos de
45
la sociedad burguesa tiene que retroceder en sus planes,
pero por la presión interna tiene que .ir hacia adelante.
Aparecen constantemente, por tanto, distintas
corrientes dentro de la socialdemocracia, quienes
— siguiendo la lógica de las reformas — tienden a ir más
allá del límite establecido por las relaciones capitalistas
de producción. Esto se da generalmente ante la presen-
cia del desempleo masivo, el cual la sociedad burguesa
tiene muy pocas posibilidades de solucionarlo. Por tan-
to, siguiendo la propia lógica de las reformas, surgen
dentro de la socialdemocracia corrientes que llegan a
cuestionar al mismo sistema capitalista. La propia
orientación reformista del movimiento crea constante--
mente la subversión interna, al estar inserto en la so-
ciedad burguesa. Estas corrientes suelen ser de orienta-
ción ma'rxista. Sin embargo, no cuestionan la sociedad
burguesa porque sean marxistas, sino que, más bien, se i
hacen marxistas porque en este pensamiento encuentran i
la posibilidad de reflexionar acerca de su cuestionamien-
to de la sociedad burguesa.
Desde este punto de vista podemos interpretar la vi-
sión de los movimientos socialistas que la socialde-
mocracia desarrolla. Tendencialmente, la socialde- !
mocracia en todas partes es anticomunista. Sin embar- ,
go, no es antisocialista de por sí, debido tanto a razones i
históricas como también al hecho de no realizar — en
cuanto a su espacio ideológico se refiere — una legitima-
ción intrínseca de la sociedad burguesa.
Si bien no es un movimiento socialista y muchas ve-
ces, por el contrario, se enfrenta con los que sí lo son,
46
tampoco considera el socialismo como “intrínsecamen-
te perverso” o como enemigo de Dios y de la naturaleza.
El conflicto entre socialdemocracia y movimiento so-
cialista — desde el punto de vista socialdemócrata — no
es considerado en términos maniqueos como un conflic-
to entre Dios y el diablo sino, efectivamente, como
conflicto político. Eso puede apreciarse en su propio an-
ticomunismo, el cual no presenta los grados de odiosi-
dad que la democracia cristiana suele desarrollar. La so-
cialdemocracia no interpreta este conflicto
metafísicamente, sino políticamente, lo que — en deter-
minadas circunstancias — posibilita la colaboración con
los movimientos socialistas.
Podemos ilustrar lo dicho anteriormente con la si-
guiente cita de Willy Brandt, presidente de la Interna-
cional Socialdemócrata:
“Si tratamos a los pueblos del Tercer Mundo en la
forma como los viejos capitalistas de mentalidad
estrecha trataban a sus obreros, en ese caso
tendremos un choque entre las naciones hambrien-
tas y las bien nutridas, un choque que podría ir tan
lejos como una guerra”5.
Esta cita se asemeja a un resumen de nuestra argu-
mentación. El autor se ubica dentro de la sociedad bur-
guesa y no la cuestiona. Sin embargo, refiriéndose a los
conflictos sociales, la legitimidad se presenta del lado de
los postergados, es decir, del lado de los obreros enfren-
tados con “los capitalistas de mentalidad estrecha” y al
lado de las naciones hambrientas enfrentadas con las bien
nutridas. Del mismo texto se puede inferir un paso
47
más. Si estos grupos postergados no pueden liberarse sin
salirse de la sociedad burguesa, la responsabilidad la tiene
la misma sociedad burguesa. No cabe, por tanto, una
imagen del socialismo como “intrínsecamente
perverso” , sin volcar esta misma imagen sobre los capita-
listas, quienes tampoco lo son.
Si bien esta cita es sólo para ilustrar nuestra interpre-
tación del espacio ideológico de la socialdemocracia y no
para comprobarla, sin embargo nos presenta las coorde-
nadas principales de esa posición.
Esta visión de la democracia burguesa a partir de la
libertad de asociación (organización sindical y derecho
de huelga) es específicamente distinta de la otra, que in-
terpreta la democracia burguesa a partir de la libertad
de opinión, que descubrimos en el discurso demócra-
tacristiano. La libertad de asociación es un instrumento
de cambio, la libertad de opinión un instrumento de in-
terpretación. La libertad de asociación cae en el campo
práctico-político, la libertad de opinión en el campo
propagandístico-político. La libertad de asociación no
se puede desvincular por completo de la libertad sobre
opciones sociales, y por lo tanto, de la libertad de ir más
allá de la sociedad burguesa, aunque sus portadores ni
lo sepan ni lo digan. La libertad de opinión es fácilmen-
te desvinculable de la libertad de opción, y perfectamen-
te compatible con la dogmatización más absoluta de las
relaciones capitalistas de producción, pues si de las opi-
niones se derivan acciones contrarias a la sociedad bur-
guesa — dogmatizada a priori y considerada como la
esencia de cualquier libertad — puede suspenderse la li-
bertad de opinión en nombre de la misma libertad de
48
opinión con el fin de defender la sociedad burguesa a se-
cas — sin democracia burguesa — aduciendo el famoso
slogan burgués: “ninguna libertad para los enemigos de
la libertad”.
Esta misma maniobra no es posible partiendo de la
libertad de asociación. Aunque se la puede restringir
cuando se actúa contra los movimientos socialistas, esto
no conduce a la imposición de una sociedad burguesa a
secas que prescinda de la democracia burguesa. La so-
cialdemocracia no presenta tal esquema, pues la imposi-
ción a secas de la sociedad burguesa implica la anula-
ción de la libertad de asociación y, por tanto, la desapa-
rición de la socialdemocracia misma. Por otro lado, la
restricción de la libertad de asociación en contra de los
movimientos socialistas tiene su límite intrínseco en el
hecho de que a partir de los movimientos socialde-
mocrátas se generan y regeneran constantemente movi-
mientos socialistas. Por ello el slogan: “ninguna liber-
tad para los enemigos de la libertad”, penetra muy poco
en la socialdemocracia, teniendo sólo vigencia en la mis-
ma burguesía.
Anteriormente mencionamos las dificultades que se
presentan al buscar interpretar los movimientos social-
demócratas del continente latinoamericano. Estos no
han desarrollado necesariamente un espacio ideológico
análogo al de la socialdemocracia europea. Hay incluso
movimientos denominados socialdemócratas que ope-
ran con una ideología contraria a la ya analizada.
Ejemplo de esto último es el Movimiento Democrático
Nicaragüense (MDN) de Alfonso Robelo Callejas. Para
efecto de nuestro análisis diremos que, por ejemplo, su
49
discurso programático del 10 de mayo 1980 en Mati-
guás, Matagalpa, comparte perfectamente el espacio
ideológico demócratacristiano y ni siquiera se asemeja
al lenguaje socialdemócrata. Parece más bien una copia
de los discursos demócratacristianos chilenos de los
años 1972-73.
En cambio, los movimientos socialdemócratas de
origen populista se desarrollaron más análogamente con
la ideología socialdemócrata europea y, por tanto, se
han enfrentado con problemas semejantes. Una vez em-
barcados en el proceso de reformas, fueron llevados a
interpretar la democracia burguesa a partir de la liber-
tad de asociación. Al promover la organización obrera
tenían que evitar, al mismo tiempo, una legitimación
explícita de la propiedad privada y, enfrentados con los
límites impuestos a las reformas por las relaciones capi-
talistas de producción, se desarrollaron en su interior
corrientes que los empujaron más allá de estos límites6.
Estos procesos se dieron en el Peronismo argenti-
no, en Acción Popular Venezolana, en el PRI mexicano,
en el APRA peruano y hasta en el Partido Liberación
Nacional costarricense. Si se lo quiere ubicar en este
contexto, también se lo puede encontrar al Partido So-
cialista chileno. Estos partidos surgen de una lógica
intrínseca a los partidos reformistas en cuanto que in-
tegran la organización de la clase obrera, y se deben a
los problemas específicos con los cuales tales movimien-
tos se encuentran. Por eso aparecen espontáneamente
en los lugares más diversos. Surgen en los lugares y mo-
mentos en los cuales el espacio real para las reformas,
dejado por la sociedad burguesa, es suficientemente
grande, y chocan con el poder burgués cuando este espa-
cio se restringe, sin que desemboquen, necesariamente,
en movimientos revolucionarios. Sin embargo, no es im-
posible que esto ocurra, mientras que dentro del espacio
ideológico de la democracia cristiana esta posibilidad es
excluida a priori.
Entre los movimientos socialdemócratas latino-
americanos mencionados, probablemente el APRA es el
que más se acerca a lo que analizamos como el espacio
ideológico socialdemócrata. Ya en su fundación por Ha-
ya de la Torre en los años 20 está presente un marxismo
eclecticista, y el hecho de su marginación constante
del ejercicio del poder gubernamental debido a que éste
fue ejercido por el ejército peruano, lo llevó a con-
centrarse desde sus orígenes a la organización popular,
como por ejemplo, a nivel de sindicatos obreros, artesa-
nos, organizaciones municipales, centros sociales comu-
nales, etc., contando a la vez con un ala significativa de
la clase media. Toda su historia también demuestra una
constante generación de corrientes socialistas, las cuales
aparecen como fracciones en el interior del movimiento
o bien como escisiones.
Otros movimientos socialdemócratas de América
Latina se distinguen en mayor grado del tipo descrito,
aunque según nuestra opinión aún siguen vinculados a
él. Otros, en cambio, como el ya mencionado Movi-
miento Democrático Nicaragüense (MDN) caen total-
mente fuera del tipo descrito, incribiéndose ideológica-
mente — a pesar de su autodenominación como
socialdemócrata — en el tipo de espacio ideológico que
derivamos de la ideología demócratacristiana.
51
Esto nos permite volver sobre la comparación entre
los espacios ideológicos de la socialdemocracia y de la
democracia cristiana. Encontrándose los dos circunscri-
tos al ámbito de la sociedad burguesa, su relación con
ella es especificamente diferente, si partimos del concep-
to básico de legitimidad. Esto se ve claramente en los
momentos de crisis de la sociedad burguesa. En tales cri-
sis el poder burgués se desvincula de la democracia bur-
guesa y ésta es sustituida ya sea revolucionariamente por
el movimiento socialista, o bien, por grupos extremistas
que ejercen el poder político a partir de la legitimación
de la propiedad privada y de las relaciones capitalistas
de producción. En este caso se trata de extremismos
políticos aliados con la burguesía, que pueden ser tanto
fascistas como también militaristas.
En tales momentos la burguesía generalmente cho-
ca con la socialdemocracia y, por el contrario, se apoya
en la democracia cristiana. Hay suficientes casos históri-
cos para poder considerar este comportamiento como
una regla general. Así ocurrió en Alemania en la toma
del poder por los nazis. En la votación decisiva del
parlamento del 30 de enero 1933 los partidos católicos
de entonces decidieron, en su mayoría, en favor del
nombramiento de Hitler como canciller con poderes es-
peciales, lo que dio no solamente legitimidad, sino tam-
bién la legalidad para la asunción del gobierno por el
movimiento nazi. El partido socialdemócrata se negó y
fue, por tanto, desde el comienzo junto con el partido
comunista, el principal objetivo de la persecución
política. En Italia fue el Vaticano mismo quien efectuó
directamente la legitimación del fascismo de Mussolini.
En España nuevamente son los partidos católicos
52
quienes están del lado de Franco, combatiendo los so-
cialdemócratas del lado de la República Española.
Esta situación se repite en los años setenta en Amé-
rica Latina. Con las fallas crecientes del reformismo
burgués, en los años 60 aparecen movimientos sociales
en Chile, Uruguay y Argentina, que en términos de la
propia democracia burguesa llevan su política reformis-
ta más allá del marco impuesto por las relaciones capita-
listas de producción. En ese momento el poder burgués
abandona sus tradiciones de democracia burguesa de-
fendiendo ahora su dominación en términos represivos
y terroristas.
La democracia cristiana chilena demostró rápida-
mente que tiene el espacio ideológico como para seguir
estos pasos de la burguesía. Con excepción de algunas
personas honestas, la gran mayoría de los demócra-
tacristianos chilenos es llevada — dentro de los cánones
de su propia doctrina — hacia la ultraderecha, lo cual la
lleva finalmente al poder, cuando presta el 22 de agosto
1973 sus votos al llamado del parlamento al gobierno
militar.
Los socialdemócratas, en cambio, se encuentran
apoyando el gobierno popular de Allende y sufren con
él las consecuencias. Una situación similar se vuelve a
plantear en El Salvador en 1980, donde la democracia
cristiana se une al terrorismo militar.
Estos partidos católicos o demócratacristianos no
son necesariamente ellos mismos los portadores de la
ideología de ultraderecha. Generalmente no lo son. Más
53
bien llevan a la ultraderecha al poder. Ellos consideran
la ultraderecha como la portadora de las más altas liber-
tades, pues no pueden concebir la libertad humana
fuera del ámbito de la propiedad privada. Después la
acusan de traición y llegan a compartir la suerte de los
perseguidos, cuya persecución ellos mismos hicieron po-
sible. Varias veces se han transformado ellos mismos en
perseguidos, aunque — valga la aclaración — en perse- •
guidos de primera clase.
Es importante destacar, que tal orientación de la
democracia cristiana hacia la ultraderecha no se produ-
ce sin conflictos internos. En Chile provocó varias divi-
siones del PDC y lo mismo ocurrió en El Salvador. Lo
que nos interesa destacar, es que el espacio ideológico en
el cual la democracia cristiana se mueve permite tal
orientación sin ruptura. La ideología demócratacris-
tiana no tiene principios que puedan bloquear tales ten-
dencias, sino que, al contrario, esta prevista para esta
posibilidad. Para romper en tales situaciones con la ten-
dencia hacia la ultraderecha hay que romper con el pro-
pio espacio ideológico de la democracia cristiana. Lo
contrario, precisamente, ocurre en el caso de la socialde-
mocracia. No tiene un espacio ideológico preparado pa-
ra seguir en tales circunstancias a la ultraderecha. Por
ello, tiene más facilidad para resistir.
En los dos casos analizados — el de la socialde-
mocracia y de la democracia cristiana — se trata de mo-
vimientos políticos que se insertan en la sociedad bur-
guesa. Pero también en los dos casos se trata de movi-
mientos que no son simplemente movimientos de la
burguesía. La burguesía misma se mueve en un espacio
54
m ideológico diferente — aunque no contrario — y sostiene
r. por tanto sus propios movimientos. Sin embargo, resul-
¡a ta también que la democracia cristiana es mucho más
la cercana a movimientos de la propia burguesía de lo que
ts lo es la socialdemocracia. Solamente en el caso alemán
> la burguesía renunció a la fundación de un partido
:n político propio, integrándose en la democracia cris-
is tiana.
la
i- NOTAS
i-
o
^ 1 . En esta visión, la especificidad de los autores que crean los antece-
dentes en base a los cuales se formulan tales espacios, es secunda-
5- ria. Los espacios ideológicos como habitat están objetivamente da-
1- dos junto con la estructura social en la cual se insertan. Un análisis
análogo al presentado aquí sobre la socialdemocracia y la de-
mocracia cristiana lo presentamos sobre el empresario burgués en:
Franz J. Hinkelammert: “Las raices económicas de la idolatría: la
metafísica del empresario ”, en La lucha de los Dioses, colección
DEI, San José, Costa Rica, 1980. Ver también para un análisis de
>. tipos de ideología: Hugo Assmann (ed .): Cárter y la Lógica del Im-
perialismo. Colección DEI-EDUCA, San José, Costa Rica 1978.
Especialmente la Introducción de Hugo Assmann y el artículo de
Franz J. Hinkelammert, “El Credo Económico de la Comisión
Trilátera!”, p. 203-234, Tomo I. Para la base teórica ver: Franz J.
Hinkelammert. Ideologías de Desarrollo y Dialéctica de la Histo-
ria. Ediciones Nueva Universidad. Ed. Paidós, Buenos Aires,
1979.
2. Berger/Luckman: La construcción social de la realidad. Editorial
Amorrortu, Buenos Aires.
3. Una exposición de este tipo de doctrina se encuentra en Pierre Bi-
gó. Doctrina Social de la Iglesia. Búsqueda y Diálogo. Barcelona,
Editorial Herder, 1967. Una crítica de esta exposición en: Franz J.
55
Hinkelammert, Las armas ideológicas de la muerte, Colección
DEI-EDUCA, p. 125-151, San José, Costa Rica 1977.
4. Una exposición y crítica extensa de esa posición referida a Claudio
Orrego Vicuña, ideólogo del PDC chilleno, en: Franz J. Hinke-
lammert, “El dios mortal: Lucifer y la^Bestia. La legimitación de
la dominación en la tradición cristiana”, en: Capitalismo
Violencia y Antivida. Colección DEI-EDUCA Sán José, Costa Ri-
ca 1978. En especial p. 265-303. Un caso ejemplar de este tipo de
discurso es el discurso programático de Alfonso Robelo Callejas,
dirigente del Movimiento Democrático Nicaragüense (MDN) pro-
nunciado el 10 de mayo 1980 en Matiguás, Matagalpa. Aunque
Robelo se presente como socialdemócrata, su discurso está clara-
mente delimitado en el espacio ideológico demócratacristiano.
5. Según Newsweek del 12 de diciembre 1977. Citado por H. Ass-
mann (ed), en Cárter y la Lógica del imperialismo, tomo I. p. 170.
Ver allí Hugo Assmann, “El Plan Willy Brandt para el Tercer
Mundo”, p. 169-170.
6. Ver Carlos Vilas, “El Populismo como estrategia de acumulación:
América Latina”. En: Revista Centroamericana de Economía.
UNAH, Tegucigalpa, N° 1, 1979, p.54-87.
56
LA SOCIALDEMOCRACIA
EN AMERICA LATINA
Un papel creciente, pero objetivos limitados
James F. Petras
Durante los últimos años, las actividades de los
partidos socialdemócratas europeos y de la Interna-
cional Socialista se han multiplicado en América Latina.
Conferencias, encuentros, contactos con los dirigentes
de partidos hermanos o susceptibles de llegar a serlo,
han ido a la par con el financiamiento de investiga-
ciones, de programas de formación de cuadros, de orga-
nización de estructuras políticas e incluso de lucha
guerrillera (en Nicaragua). Resultaría difícil encontrar
un país latinoamericano en el que no exista al menos un
partido (y, en algunos casos, dos o más) o un movimien-
to asociado o en contacto con la socialdemocracia euro-
pea. A través del canal de los partidos o de instituciones
como la Fundación Friedrich Ebert, los socialdemócratas
europeos han constituido una base sólida y en constante
desarrollo entre los partidos nacionalistas, populistas o
con base obrera.
La más importante base de operaciones de la Fun-
dación Friedrich Ebert en América latina es el CEDAL
57
(Centro de Estudios Democráticos sobre América Lati-
na), lugar de conferencias y de cursos, situado a veinte
minutos de la capital de Costa Rica. “La Catalina”, co-
mo la llaman familiarmente, realiza regularmente semi-
narios regionales de formación de dirigentes de la juven-
tud y de preparación para campañas electorales,
reuniones de grupos de trabajo y encuentros políticos.
No obstante, la influencia ideológica de la socialde-
mocracia se extiende mucho más allá de los partidos afi-
liados, como lo demuestra el hecho de que, en muchas
de sus declaraciones, los dirigentes e intelectuales latino-
americanos ponen nuevamente el acento sobre las coali-
ciones de frente popular y las teorías de la revolución
por etapas y de la democracia sin clases.
La penetración lograda por la socialdemocracia se
manifiesta en el hecho de que al menos dos gobiernos
(los de la República Dominicana y de Jamaica) le
muestran obediencia; y que en otros dos casos (El Salva-
dor y Nicaragua) algunos de sus miembros han partici-
pado en juntas de gobierno de coalición. Dispone de un
fuerte arraigo en Venezuela donde, hasta el año pasado,
estaba en el poder con el presidente Carlos Andrés Pé-
rez, y donde controla todavía el aparato de la principal
central sindical, la CTV (Confederación de Trabajado-
res de Venezuela). Aumenta su influencia en Bolivia
gracias al MIR (Movimiento de la Izquierda Revolu-
cionaria) y en Brasil con el PTB (Partido “Travallista”
Brasileño.
Muchos de estos vínculos se anudaron durante el
largo período de exilio que conocieron numerosos diri-
gentes latinoamericanos. Al huir de la escalada represi-
58
va de las dictaduras, encontraron refugio junto a los so-
cialdemócratas europeos. Más de cuatrocientos refu-
giados políticos del subcontinente, la mayoría de los
cuales pertenece a partidos de izquierda, se benefician
de becas del Fondo Internacional de Intercambios Uni-
versitarios (FIIU), con sede en Ginebra. El grueso del fi-
nanciamiento del programa latinoamericano del FIIU
proviene de gobiernos de Europa Occidental. El FIIU
está muy próximo a las estructuras de la Internacional
Socialista (IS), particularmente en Inglaterra, en Suecia
y en Alemania. Algunos de esos latinoamericanos se han
convencido de que la vía de su futuro es la de la evolu-
ción y no la de la revolución. La socialdemocracia brin-
da una buena acogida a movimientos que se proponen
objetivos “socialistas”, critican al imperialismo y a las
intervenciones de Estados Unidos, se oponen a las dicta-
duras de extrema derecha que hacen estragos en el he-
misferio, acogida que les evita ser catalogados como
agentes de la subversión comunista. Ser al mismo tiem-
po un opositor de izquierda y beneficiarse con una legi-
timidad occidental, he ahí la fórmula que permitiría a
los exiliados volver a sus países. El hecho de pertenecer
a la IS daría a los opositores latinoamericanos la posibi-
lidad de recurrir al apoyo europeo en los períodos
críticos; la amenaza de sanciones económicas, las pre-
siones diplomáticas y las campañas de aislamiento
político llevadas a cabo por los gobiernos o los partidos
socialdemócratas, podrían impedir que la represión se
abatiera sobre ellos. Recursos económicos, legitimidad
política y apoyo orgánico, fueron factores principales
en la revitalización de la socialdemocracia en América
Latina.
59
¿Por qué la socialdemocracia europea ha tomado
un interés creciente y profundo por esta región? Duran-
te los últimos años, Europa y Japón han logrado una
penetración significativa en esta esfera de influencia de
Estados Unidos, suplantando a este último como princi-
pal interlocutor comercial de Brasil, de Argentina, de
Paraguay y de Uruguay, superándolo incluso en el volu-
men de las mercaderías importadas de Chile, de El Sal-
vador, de Nicaragua y del Perú. Entre 1953 y 1976, la
diferencia en porcentaje entre el comercio de América
Latina con Estados Unidos, por una parte, y el de Euro-
pa y Japón juntos, por otra, bajó de 17% a 9%. Se
puede detectar la misma tendencia en materia de inver-
siones.
Parece difícil escapar a la conclusión de que la ban-
dera rosada de la socialdemocracia abre el camino al
marco verde del capital alemán. Hubo también otro fac-
tor que provocó el avance de la Europa socialdemócrata
hacia el Tercer Mundo; después de la crisis del petróleo de
1973, el Viejo Continente se vio obligado a reconocer
que depende del Tercer Mundo, para su abastecimiento
de materias primas. Las iniciativas de la IS para mejorar
las relaciones con el Tercer Mundo se deben en gran par-
te a Willy Brandt, después de que éste renunció a sus
funciones de canciller en mayo de 1974.
Las cartas de triunfo de Europa
El crecimiento de la influencia europea en algunas
partes de América Latina es una de las características de
los últimos años. Las inversiones y las relaciones comer
cíales en gran escala y a largo plazo requieren relaciones
60
de trabajo estrechas con los dirigentes gubernamentales
y no gubernamentales para favorecer la firma de contra-
tos y de acuerdos sobre patentes, sistema impositivo y
mano de obra. Los europeos no se han sentido nunca to-
talmente a gusto con los regímenes militares en el poder,
aunque hayan establecido con ellos excelentes rela-
ciones, por varias razones:
1) Los militares están generalmente ligados desde
mucho tiempo a los intereses financieros norteamerica-
nos y, en algunos casos, han accedido al poder con la
ayuda de Estados Unidos, lo que reduce las posibilida-
des de acceso y de influencia de los europeos;
2) Los europeos dudan a veces de la estabilidad de
esos regímenes y no desean poner todos sus huevos en
una misma canasta, a fin de evitar dificultades como las
de Estados Unidos en Irán;
3) Por haber tenido una experiencia directa del fas-
cismo y de la dictadura, los movimientos obreros euro-
peos son menos propensos que sus homólogos norte-
americanos de la AFL-CIO a sostener a los regímenes
autoritarios: Esto motiva fuertes presiones de la izquier-
da y de los sindicatos para limitar las relaciones econó-
micas con la derecha dictatorial.
La mayoría de los sindicatos socialdemócratas
europeos son miembros de la CIOSL (Confederación In-
ternacional de Organizaciones Sindicales Libres). Sin
embargo, ésta tuvo poca influencia directa en los sindi-
calistas latinoamericanos porque la AFL-CIO (que se
retiró de la CIOSL en 1969) mantuvo su afiliación a la
A
61
organización regional de la Confederación, la ORIT
(Organización Regional Interamericana de Trabajado-
res). De hecho, la AFL-CIO controló siempre las rela-
ciones “internacionales” de los miembros latinoameri-
canos de la ORIT, sea directamente, sea a través del Ins-
tituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo
Libre (IADSL). Hoy, los europeos y los canadienses
(con la Confederación Canadiense del Trabajo) tratan
de desplazar a los norteamericanos de su posición hege-
mónica dentro de la ORIT. Es así como la Confedera-
ción Canadiense del Trabajo acogió una reunión de la
CIOSL para establecer su subcomisión de los derechos
humanos y de los derechos sindicales en América Lati-
na. Por tratarse de una reunión de la CIOSL y no de la
ORIT, los norteamericanos no pudieron asistir a dicha
reunión. Después de la segunda reunión de esta subco-
misión, en Caracas, del 23 al 27 de julio de 197?, el
secretario general y una delegación de la CIOSL se
trasladaron a Nicaragua para contribuir a la elabora-
ción de un programa de ayuda de urgencia. Los latino-
americanos que se consideran como sindicalistas “so-
cialistas” hacen frenté común con los europeos y los ca-
nadienses, mientras los “anticomunistas” puros y duros
se alian a la AFL-CIO, cuya influencia está a la altura
de sus medios de financiamiento. Sin embargo, los re-
cursos destinados por los europeos y los canadienses a
financiar los diferentes programas sindicales, comien-
zan a igualar a los de los norteamericanos.
Otro síntoma de una influencia creciente de la ten-
dencia próxima a la IS es el reemplazo del secretario ge-
neral de la ORIT, Julio Etcheverrv por Juan José Del Pino.
Menos estrechamente ligado al movimiento sindical
62
norteamericano que su antecesor, J.J. Del Pino era an-
teriormente dirigente de la Federación Venezolana de
los Trabajadores del Petróleo y había sido designado
por la CTV (Confederación de Trabajadores de Vene-
zuela) para reemplazarlo en el Ejecutivo de la ORIT.
Ahora bien, la CTV es conocida por sostener el punto
de vista de la “izquierda’ ’ socialdemócrata en el seno de
la ORIT. J.J. Del Pino, así como Javier Sandoval, agre-
gado de prensa de la ORIT, asistieron al congreso de la
IS de 1978 en Vancouver, en calidad de invitados espe-
ciales.
El desgaste de la influencia de la AFL-CIO se tra-
dujo también en la expulsión de tres centrales (las de
Guatemala, de El Salvador y de Paraguay) durante el
congreso mundial de la CIOSL, celebrado en Madrid
del 19 al 25 de noviembre de 1979. Estas tres centrales
fueron acusadas "de complicidad en la opresión y la
violación de los derechos humanos en sus respectivos
países Durante este mismo congreso, dos latinoameri-
canos que no están ligados de cerca a la AFL-CIO
fueron elegidos para formar parte de las instancias de la
CIOSL: Manuel Peñalver, de la CTV, y Fidel Veláz-
quez, de la Confederación de Trabajadores de México
(€TM).
La influencia de las ideas cercanas a la IS está lejos
de ser hegemónica en las organizaciones miembros de la
CIOSL y de la ORIT, pero ha ganado terreno durante
los últimos cinco años. Hay que tener presente también
que las centrales afiliadas a la Central Latinoamericana
de Trabajadores (CLAT), a su vez miembro de la CMT
(Confederación Mundial del Trabajo), adoptan posi
63
ciones socialdemócratas más progresistas que los
miembros de la CIOSL. Es el caso de Honduras, donde
la Central General de Trabajadores (CGT), afiliada a la
CLAT, es más militante que la Confederación de Traba-
jadores de Honduras (CTH), que pertenece a la ORIT, y
en Nicaragua, con el Consejo de Unificación Sindical
(CUS).
América Latina ha tenido índices de crecimiento in-
dustrial relativamente elevados, al mismo tiempo que
una expansión de la agricultura comercial, lo que
aumentó considerablemente las dimensiones absolutas,
si no relativas, de la mano de obra asalariada. Las con-
diciones políticas que han permitido este crecimiento
económico han sido creadas, generalmente, por gobier-
nos autocráticos que se contentan con poner la mano de
obra al servicio de la acumulación capitalista, a través
de organismos “corporativos” seudo representativos y
bajo control estatal. Las inversiones extranjeras masivas
dependían de la aptitud del Estado dictatorial para con-
tener los conflictos de clases. La concentración creciente
de la mano de obra, producto del crecimiento capitalis-
ta, acarreó el nacimiento de organizaciones “ilegales” o
semi-legales, paralelas a las creadas por el Estado. La
falta de representatividad de los organismos oficiales, la
explotación extrema que acompaña la expansión capita-
lista, y la ausencia de autonomía política del movimien-
to obrero, son otras tantas bases para nuevas luchas y
nuevas organizaciones. Víctima directa de la violenta
represión estatal que precedió y acompañó el crecimien-
to, la izquierda revolucionaria no estaba (y todavía no
lo está) en condiciones de capitalizar el ascenso del des-
contento de las masas. Muchos de sus militantes fueron
64
físicamente eliminados y sus actividades siguen siendo
rigurosamente circunscritas, lo cual limita su capacidad
de dirigirse públicamente a las nuevas capas sociales que
se ponen en movimiento. Además, la preocupación in-
mediata de la mayor parte de la oposición de masas es
recuperar un nivel de vida decente y los derechos
políticos elementales, reivindicaciones que no son de
ninguna manera incompatibles con el programa y la lle-
gada al poder de socialdemócratas consecuentes.
Este movimiento popular naciente, poco se interesa
por los organismos regionales dependientes de la AFL-
CIO. Además, las cuestiones que en América Latina son
objeto de enfrentamientos implican luchas a la vez
políticas y sindicales, que escapan al marco restringido
del plan diseñado por la AFL-CIO. Existe, por esta ra-
zón, un amplio espacio para la socialdemocracia euro-
pea. El crecimiento y la dimensión de la clase obrera de
aquellos países se prestan para movimientos de base
“láborista” de tipo europeo. El carácter dictatorial de
los regímenes que impulsaron un “desarrollo” a ultran-
za, permitió a los socialdemócratas intervenir en defen-
sa de la democracia. Por último, gracias al debilitamien-
to de la izquierda revolucionaria y al descrédito de la
AFL-CIO, ellos se encuentran a veces prácticamente so-
los en el terreno. '
Un nuevo dinamismo
Durante muchos años, la socialdemocracia, que se
quedó por largo tiempo en segundo plano, no se tomó
muy en serio en América Latina. Los partidos socialde-
mócratas europeos se dedicaban casi exclusivamente a
65
mejorar el funcionamiento del capitalismo y a obtener
ventajas sociales. En América Latina, los partidos que
se definían como “socialdemócratas” — como el
APRA en el Perú, Acción Democrática (AD) en Vene-
zuela y el Partido Liberación Nacional de Costa Rica —
habían abandonado desde hacía mucho tiempo todo
propósito de innovación y de reforma y, de hecho, se
habían transformado en aparatos burocráticos y conser-
vadores asociados a los medios empresariales locales o
extranjeros, y practicaban políticas que no tenían nada
que ver con su retórica populista y nacionalista. Aunque
al menos dos de estos partidos son todavía miembros de
la “familia socialista”, el ascenso de los movimientos
populares obligó a la IS a ir más allá de sus discursos an-
ticomunistas y de sus límites programáticos, para avan-
zar en un terreno más progresista.
Este desplazamiento del centro de gravedad es par-
ticularmente manifiesto en los esfuerzos realizados para
ganarse la simpatía de importantes elementos del Frente
Sandinista en Nicaragua, especialmente de los Terceris-
tas; de Brizóla y del Partido “Travallista” Brasileño;
del New Jewel Movement, de Granada, etc. Además,
los sindicalistas y algunos elementos de la dirección del
Partido Revolucionario Dominicano (PRD), los so-
cialistas democráticos y los populistas del Partido Na-
cional del Pueblo (PNP) de Jamaica, sectores del Parti-
do Radical y del Partido Socialista de Chile, y el Partido
Nacionalista Revolucionario de El Salvador, reflejan,
en menor o mayor grado, el nuevo reformismo de las
secciones latinoamericanas de la socialdemocracia. En
total diez partidos (ver recuadro) son miembros de la IS.
66
LA INTERNACIONAL SOCIALISTA EN EL SUB-CONTINENTE
• Miembros de pleno derecho
—Argentina Partido Socialista Popular (PSP)
—Barbados Partido Laborista de Barbados
—Chile Partido Radical (PR)
—Costa Rica Partido Liberación Nacional (PLN)
—República Dominicana Partido Revolucionario Dominicano (PRD)
— El Salvador Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR)
—Jamaica , . . Partido Nacional del Pueblo (PNP)
• Miembros a titulo consultivo
—Venezuela Acción Democrática (AD)
Movimiento Electoral del Pueblo (MEP)
— Paraguay Partido Febrerista Revolucionario (PFR)
•Partidos vinculados informalmente
a la IS (1):
— Bolivia Movimiento Nacionalista Revolucionario de Iz-
quierda IMNRI)
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
—Granada New Jewel Movement
—Uruguay Frente Amplio
—Guatemala Frente Unido de la Revolución (FUR)
Partido Socialista Democrático (PSD)
—Nicaragua Grupo de los Doce"
Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)
—México Partido Revolucionario Institucional (PRI)
— Argentina Unión Cívica Radical (UCR)
Movimiento Peronista Montonero (MPM)
— Brasil Partido "Trabailista" Brasileño (PTB)
—Chile Partido Socialista (PS)
—Ecuador Partido de la Izquierda Democrática (PIO)
— Panamá Partido Revolucionario Democrático (PRD)
Partido Socialdemócrata (PS)
Movimiento Independentista Democrático (MID) (2)
— Perú Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRAi
(1) Definidos por esta última como los que han partícipaao en conferencias de
la IS o solicitado su apoyo a consecuencia de medidas represivas en sus países
(2) El PS y el MID compiten por el reconocimiento de la IS
67
Las recientes tentativas de extensión de la influen-
cia de la socialdemocracia comenzaron en abril de 1976,
en una reunión de dirigentes políticos europeos y latino-
americanos, en el poder o en la oposición, convocados a
debatir las nuevas posibilidades que se abrían en el con-
tinente sudamericano. Bajo los auspicios de la AD y del
presidente venezolano Carlos Andrés Pérez entonces en
el poder, se echaron las bases para la ampliación de los
contactos con las nuevas fuerzas que surgían en la re-
gión. En marzo de 1978, Mario Soares, que había dete-
nido en Portugal la ola revolucionaria que siguió al gol-
pe de Estado del 25 de abril de 1974 y a quien los medios
de la IS llaman “el hombre de los alemanes”, encabezó
una delegación que visitó México, la República Domini-
cana, Venezuela, Jamaica y Costa Rica. Durante esta
misión, se establecieron contactos con grupos y perso-
nalidades de Brasil, Bolivia, Ecuador y Uruguay. Los
resultados de ese trabajo de organización, así como la
victoria electoral del PRD en la República Dominicana,
tuvieron'consecuencias en cadena, una de las cuales fue
la presencia de veintinueve organizaciones latinoameri-
canas en el congreso de la IS en noviembre de 1978 en
Vancouver, incluyendo entre ellas el Partido Indepen-
dentista Puertorriqueño (PIP) y el Frente Sandinista de
Liberación Nacional. A iniciativa de los suecos, se creó
un grupo de trabajo sobre América Latina, siendo presi-
dente Michel Manley (primer ministro de Jamaica) y
secretario, José Francisco Peña Gómez (secretario ge-
neral del PRD). Además, el congreso eligió a cuatro lati-
noamericanos como vicepresidentes: Michael Manley,
Daniel Oduber (ex presidente de Costa Rica), Gonzalo
Barrios (Venezuela) y Anselmo Sule (Chile).
68
Estas elecciones y los nombramientos en el seno de
la IS reflejan la lucha de influencia entre la sección
sueca y la sección alemana. Barrios y Oduber represen-
taban a la socialdemocracia de la “vieja guardia”, pró-
xima a los medios empresariales, mientras Manley, Pe-
ña Gómez y Sule, simbolizaban las fuerzas nuevas, más
populistas y más nacionalistas, que contaban con el
apoyo de los suecos. No obstante, los alemanes seguían
siendo la fuerza dominante, gracias a su importante
contribución (60%) al presupuesto de la Internacional y
al papel de Willy Brandt como presidente e iniciador del
“internacionalismo” revigorizado de la organización.
No se deben exagerar las diferencias entre los social-
demócratas europeos y subestimar su cooperación y su
identidad de objetivos, pero no por ello se puede ignorar
las condiciones nacionales diferentes en las que ellos
despliegan su accción y los matices que caracterizan su
manera de enfocar los problemas. Los miembros del
SPD actúan en un contexto caracterizado por el creci-
miento masivo de las inversiones y de los vínculos co-
merciales de Alemania en América Latina. La idea de
que la socialdemocracia alemana apunta a dar funda-
mentos políticos al capital alemán en América Latina,
es generalmente aceptada en los medios europeos. La
orientación de los socialdemócratas suecos no está tan
directamente ligada al capital sueco, menos dinámico en
materia de inversiones en el extranjero. En segundo lu-
gar, los sindicatos suecos, en particular los metalúrgi-
cos, están más preocupados por la huida de capitales ha-
cia regiones del mundo con bajos salarios, por lo cual
son más propensos a examinar con ojo crítico las condi-
ciones de trabajo de los latinoamericanos empleados
69
por filiales de firmas suecas. La socialdemocracia sueca
dispone así de un mayor margen de maniobra en sus re-
laciones con las fuerzas progresistas de América Latina.
Aunque el Partido Socialdemócrata sueco opera a partir
de un sistema capitalista, dispone de una flexibilidad
táctica y de una capacidad de penetración a las que los
alemanes no podrían pretender.
Un capitalismo más o menos social
Las recientes experiencias de los movimientos so-
cialdemócratas ponen de manifiesto tres características
principales.
1) En la oposición a los regímenes (civiles o mili-
tares) de derecha, han sido capaces de asegurarse un
amplio apoyo e incluso, en varios casos, de tomar el po-
der;
2) -En el gobierno, les fue imposible aplicar sus
programas, y conservar el apoyo de las masas y el poder
político;
3) Agudas divisiones entre el aparato del Estado y
el aparato del partido apoyado por las masas, provocan
luchas internas prolongadas y a veces escisiones.
En los últimos años, dos partidos socialdemócratas
llegaron al poder y lo perdieron (la AD en Venezuela y el
PLN en Costa Rica); otros dos ganaron recientemente
las elecciones (el PRD en la República Dominicana y el
PNP en Jamaica). En estos cuatro casos, los partidos
vieron culminar su fuerza política antes de ser elegidos,
70
gracias a su programa nacionalista, populista y refor-
mista. En Venezuela, a pesar de los ingresos petroleros
considerables, el abismo entre las promesas electorales y
las realidades del desarrollo capitalista alcanzó tal pro-
fundidad que la AD perdió sectores enteros de su base
electoral. Lo mismo ocurrió en Costa Rica. La con-
centración de los recursos en la promoción del de-
sarrollo capitalista, los vínculos entre los dirigentes de
los partidos y los medios empresariales, la ausencia de
un programa global de redistribución de la riqueza, y la
polarización social creciente que implica el modelo de
acumulación, no permitían otra opción que prácticas de
favoritismo clientelistas. Fue por eso que la alianza
entre la clase obrera y la burguesía, sobre la base de un
“capitalismo social” preconizado por esos partidos, to-
mó un contenido más capitalista que social.
Un proceso similar están experimentando los dos
únicos gobiernos socialdemócratas todavía en el poder
en el Caribe. En Jamaica, el gobierno de Manley, que al
comienzo había emprendido un programa radical de na-
cionalización de las empresas extranjeras y procedió a
una redistribución de los ingresos, se ha transformado
en ejecutante de la política económica y social dictada
por el Fondo Monetario Internacional, lo que tuvo por
resultado hacer bajar el nivel de vida de los asalariados
de 20 a 30%. Las manifestaciones de masas organizadas
por el Partido Laborista de Jamaica, la multiplicación
de las huelgas y el descontento general, parecen indicar
que el gobierno de Manley está en dificultades. En la
República Dominicana, el régimen del presidente Guz-
mán, llevado al poder por una marejada popular,
mostró una hostilidad creciente hacia la clase obrera e
71
incluso hacia los sindicalistas miembros del PRD, y pro-
siguió la política de desarrollo de su antecesor, Bala-
guer. A pesar de sus declaraciones en favor de las liber-
tades civiles, los socialdemócratas no realizan ningún es-
fuerzo serio para modificar las relaciones fundamenta-
les de propiedad, ni las relaciones entre las clases o con
el Estado, que perpetúan las desigualdades. Además,
tropiezan con las mismas limitaciones cuando se trata de
las políticas de ingreso. Cualquier tentativa tendiente a
reformar el capitalismo acarrea el estancamiento y la
huida de capitales. Cualquier búsqueda de finan-
ciamiento exterior provoca fuertes presiones sobre la
política gubernamental. Los socialdemócratas corren
entonces el riesgo de transformarse en instrumentos de
la reestructuración de los gastos públicos, de los servicios
sociales y de los salarios. Esas prácticas entrañan divi-
siones en el seno de sus partidos, debilitan aún más su
capacidad de organización y preparan su derrota electo-
ral. Las fuerzas que habían facilitado su victoria cuando
estaban en la oposición, las alianzas con el capital, el te-
ma de la “democracia sin clases”, el modelo de de-
sarrollo que alia el capitalismo y la extensión de las pres-
taciones sociales, etc., se transforman, una vez en el po-
der, en otros tantos obstáculos a cambios de gran enver-
gadura. Los vinculos con la socialdemocracia, que han
facilitado la obtención. de préstamos del Banco Mundial
y del FMI, proporcionan a estas mismas instituciones la
oportunidad de frenar los programas de reforma.
La historia reciente de América Latina parece de-
mostrar que la socialdemocracia, movimiento conse-
cuente en favor de las reformas sociales, a pesar de sus
fracasos, se fortalece y continuará fortaleciéndose debi-
72
do a las escasas posibilidades de opción que se ofrecen a
los pueblos. Allí donde la socialdemocracia se encuentra
en la oposición, particularmente en los países con
regímenes dictatoriales o militares, debería estar en con-
diciones de asegurarse el apoyo de las masas gracias a su
programa de democracia social y a la ayuda enérgica de
la Internacional, tanto en el plano financiero como en el
de la organización.
Las relaciones con Estados Unidos
En Brasil, el retorno de Brizóla y la constitución del
Partido “Traballista” Brasileño pueden permitir la cre-
ación de un polo de organización para los socialde-
mócratas de las ciudades del sur del país. Los esfuerzos
desplegados para atraer a los dirigentes sindicales, en
particular a los de la metalurgia, han sido frustrados por
el nacimiento del Partido de Trabajadores. En Nicara-
gua, los socialdemócratas se han asegurado una cabeza
de puente importante gracias a sus vínculos con el
“Grupo de los Doce”, con el representante de los me-
dios empresariales que es Robelo y con la fracción terce-
rista del Frente Sandinista. Las destrucciones provoca-
das por la dictadura del general Somoza han dejado el
régimen en una situación precaria que lo obliga a solici-
tar ayudas externas. El Partido Socialdemócrata sueco
respondió a ese llamado. Las reticencias mostradas por
los otros miembros de la Internacional Socialista son en
parte el indicio de su preocupación surgida a raíz de las
tendencias revolucionarias en el movimiento sandinista
y de su deseo de contenerlas. Hacia fines de noviembre
pasado, los alemanes consintieron finalmente en otor-
gar una ayuda de 14 millones de dólares, lo cual es muy
73
poco dadas las necesidades del país. En El Salvador, el
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) se se-
paró de la oposición revolucionaria de izquierda para
participar en una junta compuesta por coroneles que se
dicen reformistas y por hombres de negocios liberales;
en cuanto fue evidente que el régimen era incapaz de lle-
var a cabo un minimo de reformas, y que la izquierda no
cesaba de fortalecerse, los socialdemócratas, que habían
dado pruebas de su ineficacia, se retiraron de la coalición.
En Panamá, el general Torrijos se esforzó por institu-
cionalizar los fundamentos de su poder, mediante la cre-
ación de un partido burocrático de masas, el Partido Revo-
lucionario Democrático (PRD); algunos de sus militantes
fueron enviados a España para adquirir una formación en
el PSOE de Felipe González. El PRD parece contentarse
con el apoyo orgánico de algunos partidos de la IS, sin soli-
citar su admisión como miembro de pleno derecho. Siendo
asociado sin ser adherente, puede hacer valer que no está
controlado desde el extranjero, acusación a menudo dirigi-
da contra el Partido del Pueblo (PC fiel a Moscú).
En Guatemala, si bien ningún partido está afiliado
a la IS, varios de ellos están notoriamente cercanos. El
Partido Revolucionario (PR) se proclamó por un mo-
mento cercano a la socialdemocracia y mantuvo algunas
relaciones con la IS. Después, viró a la derecha y partici-
pa actualmente en el gobierno del general Romeo Lucas.
Una fracción se separó para formar el Partido Socialista
Democrático (PSD) bajo la dirección de Alberto Fuen-
tes Mohr, asesinado en enero de 1979 en el momento en
74
que su partido obtenía su legalización. El Frente Unido
de la Revolución (FUR) es otra formación socialde- x
mócrata que, bajo la dirección de Manuel Colom Ar-
gueta, había acordado su apoyo político tácito a la can-
didatura del general Romeo Lucas en las elecciones de
1978. Colom Argueta fue asesinado en marzo de 1979. '
Mientras estos grupos están en la oposición,
amplían su audiencia conjugando sus esfuerzos con los
de la izquierda y de la burguesía liberal. Estas ganancias
políticas son a veces de corta duración pues, cuando
asumen la responsabilidad del Estado, las exigencias
“internas” de los asalariados que reclaman una redistri-
bución de las riquezas, entran en conflicto con las exi-
gencias “externas” del capital financiero deseoso de li-
mitar los salarios, de instaurar la libertad de empresa y
reducir los gastos públicos. Algunos elementos,
miembros de la coalición socialdemócrata, exigen en-
tonces medidas para favorecer el crecimiento y contro-
lar a la mano de obra, lo que limita las posibilidades de
reformas que puedan obtener el apoyo de los trabajado-
res.
En cierta forma, los conflictos entre la socialde-
mocracia latinoamericana y los regímenes militares apa-
recen como parte integrante de un conflicto entre el ca-
pital norteamericano y el capital europeo. El capital
norteamericano, implantado desde hace mucho tiempo,
está vinculado con los aparatos político-militares for-
mados y financiados por el Pentágono. El capital euro-
peo, para hacerse un lugar en América Latina, liga su
suerte a la de las fuerzas civiles, reformistas o conserva-
doras, que tratan de diversificar sus fuentes de finan-
75
ciamiento y sus mercados para asegurarse cierta inde-
pendencia respecto a Estados Unidos. Aunque este en-
foque sobreestima la importancia de los lazos externos
en la definición de las políticas llevadas por los
regímenes o los partidos, pone en evidencia las dificulta-
des a las que se expone toda tentativa de introducir solu-
ciones reformistas en América Latina. Indudablemente,
los movimientos reformistas disponen de cierta
autonomía respecto a sus apoyos internacionales y
pueden tomar iniciativas que van más allá de las normas
practicadas en Europa porque están obligados a hacerlo
para conservar un mínimo de apoyo popular: nacionali-
zaciones, expropiaciones de un cierto número de pro-
piedades raíces, etc.
La competencia continuará entre los fanáticos de la
libre empresa, apoyados por Estados Unidos y los so-
cialdemógratas, sostenidos por los europeos. En algu-
nos momentos, esta competencia podrá adquirir el as-
pecto de un conflicto fundamental. Sin embargo, frente
a la perspectiva de una revolución socialista, socialde-
mócratas y conservadores dejarán a un lado sus diver-
gencias y cooperarán para tratar de aislar y de vencer a
las fuerzas revolucionarias, como fue el caso hace poco
en El Salvador donde, en un momento dado, los social-
demócratas se aliaron con la fracción liberal de la Igle-
sia, los medios empresariales y los militares, contra el
Bloque Popular Revolucionario, que disponía del apoyo
de las masas. En momentos de revolución, EsU dos Uni-
dos puede hacer buen uso de la socialdemocracia.
Durante el período 1976-1978, en el que James Cár-
ter trataba de ganar legitimidad internacional, Estados
76
Unidos cortejaba y apoyaba a los socialdemócratas (por
ejemplo, en la República Dominicana, en el momento
de la elección del presidente Guzmán). Pero basta con
que el riesgo parezca demasiado grande para que vuelva
la tentación de la mano dura. En América Latina, co-
mo en Portugal en 1975, Estados Unidos puede servirse
de la socialdemocracia, sin prejuicio de deshacerse de
ella cuando, a su juicio, deje de ser útil.
Retomado con permiso del autor de Le Monde
Diplomatique (en español) junio de 1 980.
EL PAPEL DE LA DEMOCRACIA
CRISTIANA EN LA ACTUAL
COYUNTURA CENTROAMERICANA
Mario Solórzano Martínez
1. Introducción
En este artículo no se pretende profundizar el análi-
sis de la crisis política que están viviendo Guatemala y El
Salvador. Se persigue más bien, escudriñar acerca del
papel que está jugando en la coyuntura actual la De-
mocracia Cristiana.
Dentro del contexto de la lucha de clases en Cen-
troamérica y, especialmente en los países mencionados,
los demócratas cristianos han desempeñado en determi-
nados momentos históricos un papel importante como
parte de la oposición democrática. Es sintomático, que
en ambos países se hayan dado alianzas entre la De-
mocracia Cristiana, la Social-democracia y los Socialis-
tas. La búsqueda de una salida a una situación que ha
llegado, para el caso de El Salvador al punto cero, y que
marcha en forma acelerada en Guatemala, permite juz-
gar objetivamente a los diferentes partidos políticos co-
mo lo que son, o sea, como representantes de intereses
de grupos sociales.
79
La circunstancia histórica coloca a los actores en el
papel real que deben representar; las acusaciones ideoló-
gicas que se hacen entre las diferentes fuerzas de izquier-
da o de la derecha, encuentran en el momento histórico
crítico justificación o no. Esto, es cabalmente lo que se
pretende establecer en este ensayo — que por sus
características no puede ir más lejos — no llegando a la
investigación histórica, ni mucho menos a la predicción
de los acontecimientos.
Tres fuerzas políticas han estado presentes en el
contexto de la lucha en Centroamérica, vista desde la
perspectiva de la oposición al sistema:
a) El Socialismo Democrático
b) El Marxismo Leninismo
c) La Democracia Cristiana
Estas tres fuerzas político-ideológicas, habían
incluso venido conjugándose en la búsqueda de un fren-
te común que se manifestó más claramente en El Salva-
dor, a través de la Unión Nacional Opositora (UNO)
que contemplaba las tres fuerzas mencionadas, con ex-
cepción de los grupos político-militares revolucionarios,
que habían optado por la vía armada. En el caso guate-
malteco, la unidad se había venido dando entre los so-
cialdemócratas, socialistas y demócrata cristianos. Las
fuerzas revolucionarias que luchan en el plano militar
— como en el caso de El Salvador — salían de este es-
quema.
Como sabemos, los socialdemócratas y los marxistas-
leninistas tienen un mismo origen, aunque se bifurcan
80
históricamente, formándose las dos internacionales: la
primera y la segunda, y más tarde la actual internacional
socialista (IS). Sus diferencias estriban en cuanto a la
concepción de cómo llegar al socialismo, así como en
términos de la concepción de la forma que adopta éste
en el momento de la toma del poder político.
Los Demócratas Cristianos, en cambio, tienen un
origen diferente. Nacen como una respuesta al socialis-
mo, buscando impedir que éste alcance los objetivos fi-
nales que teóricamente se ha propuesto. En su nacimien-
to participan pensadores religiosos y sectores de la gran
burguesía agraria europea. En donde podemos medir
claramente esta situación es en el viejo continente, en
donde la Democracia Cristiana es en este momento el
partido de la gran burguesía, en oposición a los partidos
socialdemócratas, socialistas y comunistas.
En igual forma se presentan las cosas en el caso ve-
nezolano y en otros países latinoamericanos.
La oposición democrática en los países a los que
circunscribimos este análisis se ha desmoronado, debido
a que quienes la conformaban han actuado atendiendo a
sus propias perspectivas y motivaciones ideológicas; en
ambos casos la Democracia Cristiana ha decidido jugar
del lado de los grupos dominantes y los otros partidos
del lado de los dominados, fortaleciendo una alternati-
va de carácter popular, democrática y revolucionaria.
El ensayo, como se señaló al principio, no profun-
diza en la crisis, sino que más bien trata de fijar, en ge-
neral, los hechos más importantes, situando el análisis
81
dentro del contexto económico-social de la región, dete-
niéndose con mayor profundidad en el caso salvadoreño
por ser allí donde la Democracia Cristiana está tratando
de sacar adelante su proyecto, para poner este caso co-
mo un caso tipo que pueda intentarse en Guatemala,
donde se presenta una situación muy similar, aunque
con sus propias características.
Hemos tratado de reestructurar el modelo del golpe
del 15 de octubre en El Salvador y el modelo actual de
dominación en este mismo país. En Guatemala se ha
hablado mucho de un golpe de estado. Nosotros no cre-
emos en la repetición histórica de las situaciones, pero
tampoco podemos descartar la posibilidad política de
que ello se intente. Por este motivo, es importante la expe-
riencia salvadoreña en estos momentos.
2. Aspectos estructurales
Guatemala y El Salvador son países eminentemente
agrícolas. En ambos, el desarrollo capitalista ha marcha-
do por una vía latifundista, que ha impuesto desde su
inicio el dominio, primero de las oligarquías terratenien-
tes y después de las fracciones burguesas que centran sus
intereses en la tierra y que, actualmente, si bien se han
modernizado en términos económicos, no han logrado
superar la forma oligárquica de pensamiento, que se
manifiesta en el ejercicio del poder y en los métodos que
utilizan para sostenerse en el mismo.
Esta via de desarrollo fijó ciertos rasgos en las so-
ciedades mencionadas, entre los que podemos citar los
siguientes: un escaso desarrollo del mercado interno, lo
82
que retrasó el impulso de un proyecto de industrializa-
ción; la situación de explotación a que está sujeta la
gran mayoría de trabajadores en el campo, en donde du-
rante mucho tiempo se les obligó a prestar sus servicios
a través de formas de coacción extra-económica; la
expropiación constante y voraz de tierra a los campesi-
nos, hasta convertirlos, por la fuerza, en nómadas en
busca de trabajo; la existencia de un minifundio que ca-
da día expulsa más trabajadores fuera de él, para que
puedan sobrevivir; la no consolidación de la burguesía y
un proletariado strictu-sensu, el que además nace sien-
do dependiente al quedar ensamblado con la fase impe-
rialista del capitalismo mundial, sentando las bases del
actual sistema económico-político de estos países.
Estos hechos han generado una situación total de
violencia, que después de un siglo de duración, estalla y
amenaza con dar al traste con la sociedad capitalista de-
pendiente del área centroamericana.
El Mercado Común Centroamericano (MCC) en la
época moderna (1960) vino a confirmar por medio de un
nuevo pacto, la alianza entre las fuerzas tradicionales: la
burguesía terrateniente y el imperialismo norteamerica-
no y a través de este último, las fracciones industriales,
comerciales y financieras que salían favorecidas con el
proyecto de industrialización. Nuevamente se imponía
la hegemonía política-ideológica de la fracción terrate-
niente, ya que en los términos pactados implicaba el
mantenimiento de la esencia misma del sistema: el lati-
fundio.
83
El MCC creaba un mercado ampliado con los cinco
pequeños mercados de cada país “olvidándose” un
punto clave como el de la reforma agraria, elemento
importantísimo para una política de ampliación del
mercado interno y de una política de “aflojamiento” de
la tensión social. Respetaba así, el derecho hasta ese mo-
mento “inalienable” de los propietarios de la tierra.
El “arreglo” significaba que la vía de desarrollo
iniciada en las postrimerías del siglo pasado continuaba.
No podían hacer otra cosa, cuando conjuntamente y en
defensa de sus intereses, habían derrotado a la revolu-
ción guatemalteca con la complicidad de los países del
área, quienes hoy como ayer unifican a sus grupos do-
minantes para impedir el avance de los cambios en la re- i
gión.
La Reforma Agraria ha sido un tabú en Centro j
América. En El Salvador el último intento fracasó en
1976, cuando se permite que “el frente agrario” recupe-
re sus posiciones políticas1, como bien lo señala Rafael
Guidos.al narrar el fracaso de la reforma agraria que in-
tentó Molina.
En Guatemala el primero y último intento lo hizo
Jacobo Arbenz Guzmán. La contrarrevolución ha impe-
dido, desde 1954 hasta nuestros días, un cambio en la
estructura agraria del país, sustituyéndolo por proyectos
de colonización que únicamente vienen a reproducir el
sistema de latiminifundio, centro motriz del sistema de
explotación en el campo y punto clave de la problemáti-
ca social y política.
84
Es aquí donde debemos medir la hegemonía de las
fracciones dominantes vinculadas a la tierra, que tam-
bién se manifiesta en la organización política de estas
sociedades.
Con la superación del Estado Oligárquico, que en
El Salvador y Guatemala adquiere la característica de
régimen dictatorial, se inaugura la etapa de la Democra-
cia Liberal-Burguesa la cual aborta en el camino. En
Guatemala, el ensayo dura diez años. En El Salvador la
situación es muy similar manifestándose en la línea po-
pulista de Rivera que va de 1962 a 1966 y quizás en los
tres primeros años del gobierno de Fidel Sánchez Her-
nández del 66 al 69. El proyecto se frustra por razones
políticas muy similares, que tienen un trasfondo agrario
difícil de superar.
Al fracasar el proyecto liberal-burgués, se inicia, lo
que hemos llamado la etapa de la “Democracia” con
fraude y represión2 para identificar la etapa que en El
Salvador va de 1969 hasta el 15 de octubre de 1979 y en
Guatemala de 1970 hasta la fecha.
Este sistema se caracteriza por hacer uso del proce-
so electoral para imponer gobernantes a través de
fraudes cada vez más evidentes y acompañado del uso
de la represión como un verdadero método político para
el mantenimiento del poder. Es decir, se distorsionan los
métodos utilizados para ejercer el dominio,
característico de una verdadera democracia burguesa.
En lugar de sostenerse en el poder a través del consenso,
lo hace principalmente a través de la represión.
85
Si bien es cierto que la instancia represiva subsiste
en cualquier tipo de sociedad, ésta se utiliza en la medi-
da en que el consenso pierde su capacidad de control so-
cial, o sea, que en términos de control del Estado, ocupa
una posición secundaria. La “democracia” con fraude
y represión, es simplemente una máscara demagógica de
una dictadura de tipo militar-oligárquico. Aquí se utili-
za el concepto de oligarquía, no en el sentido del Estado
Oligárquico de la primera mitad de este siglo, sino con
un contenido de nueva Oligarquía Financiera (Terrate-
niente, Agro-industrial, Industrial, Comercial), dado
que la utilización de los mecanismos electorales, tienen
el objetivo fundamental de dar una imagen de “de-
mocracia” y “libertad” al interior y al exterior de estas
sociedades, sin buscar realmente una legitimidad para el
ejercicio del poder. Las elecciones cumplen el papel de
verdaderas tragicomedias. Las, autoridades son electas
antes de la decisión popular. Son formas, ya que el con-
tenido está dado por la represión, que es el verdadero
método para el mantenimiento del poder.
Esta estructura económica-social y política, está cu-
bierta por una “gruesa capa de cemento” ideológico,
que se concretiza en forma de un “antisocialismo y anti-
comunismo a ultranza”. Todo aquél que se opone al sis-
tema, es visualizado como tal y reprimido. Esta forma
de pensamiento tiene asidero histórico. Los grupos do-
minantes salvadoreños no olvidan el proceso revolu-
cionario de 1932, ni mucho menos la figura de Farabun-
do Martí, el líder comunista que impulsó las luchas de
aquella época. En Guatemala los grupos dominantes
no olvidan la Reforma Agraria de tipo democrático bur-
gués que impulsó Jacobo Arbenz, ni el estereotipo de és-
86
te como “comunista”, figura que usaron la Agencia
Central de Inteligencia de los Estados Unidos, la Iglesia
Católica de Guatemala y los grupos dominantes, para
consolidar su apoyo en contra de las reformas impulsa-
das por la Revolución. Esta ideología no responde a la
realidad, sino a una falsa imagen fortalecida por la
guerra fría y la tesis de la seguridad nacional:
La ideología dominante ha cumplido hasta el mo-
mento su papel, ya que ha logrado mantener consolida-
das a las diferentes fracciones de la burguesía guatemal-
teca y, en menor medida, a la salvadoreña, la cual ha
mostrado fisuras importantes como la que se manifestó
el 15 de octubre de 1979. No obstante, estas fisuras son
rápidamente superadas en la medida en que sienten
amenazado su dominio de clase. En El Salvador, el frac-
cionamiento de la clase dominante está siendo superado
fácilmente, instaurándose nuevamente la dictadura mi-
litar en su carácter más feroz, aunque dentro de un es-
quema de Reforma con Represión, a través del cual pre-
tenden superar la crisis. No obstante el “cemento” que
cubre esta estructura, está siendo derrotada. En El Sal-
vador como en Guatemala, fuertes sectores intelectuales
están junto a las clases dominadas, como por ejemplo,
la Iglesia Católica y otras sectas religiosas, las universi-
dades, los partidos, etc. Cada vez más los grupos domi-
nantes están siendo aislados.
3. El Proyecto del 15 de octubre de 1979
El estudio actual de la Democracia Cristiana en
Guatemala y en El Salvador, obliga a investigar somera-
mente el proyecto del golpe de estado de octubre en el
primero de estos países.
87
La importancia de analizar el proyecto estriba en
que, como se verá más adelante, el mismo devino en una
situación totalmente contrapuesta a la del 15 de octubre,
bajo la responsabilidad directa de la Democracia Cris-
tiana. Además, porque se están dando pasos para con-
vertir a la Democracia Cristiana en el nuevo instrumen-
to de dominación para estos países, tal como lo ha de-
nunciado Gregorio Selser en un artículo del 2 de junio
de este año en Barricada (órgano del FSLN), y el Frente
Democrático contra la Represión (FDCR) de Guatema-
la, recientemente.
El modelo que se describe a continuación no debe-
mos verlo aislado de la problemática que esbozamos en
el inciso anterior, es más, fue puesto en movimiento al
interior de esa sociedad y fracasó en la medida en que
fue imposible derrotar a los intereses más reaccionarios.
Es probable que si lo hubiesen logrado (extremo casi im-
posible de conseguir, ñor las mismas condiciones estruc-
turales), la situación salvadoreña se hubiese encaminado
de manera diferente, punto que no es objeto de análisis
en este ensayo. Lo que queremos poner de manifiesto,
es que la Democracia Cristiana jugó un papel importan-
te en la estructuración, falla y cambio del modelo. No
sólo prestándose al juego, sino creando las condiciones
para llegar al lugar que actualmente ocupa.
MODELO TEORICO DEL GOLPE DE ESTADO
DEL 15 DE OCTUBRE DE 1979
1 . Cese de la Represión.
-Aparición de presos políticos
-Castigo a los responsables de la represión
-Libertad de organización
-Apertura del diálogo nacional
88
2. Reformas Económicas.
-Reforma Agraria
-Nacionalización de la Banca
-Nacionalización Comercio Exterior
3. Derrota de la hegemonía de las fracciones
terratenientes.
4. Apoyo de la clase obrera, campesina, sectores
populares e Iglesia.
5. Lograr la hegemonía de la Juventud Militar.
6. Apoyo internacional
-Estados Unidos
-Internacional Demócrata Cristiana
-Internacional Socialista
-Internacional Comunista
Solución de la crisis
-Reforma Popular
Los hechos puntualizados se encuentran vinculados
y entrelazados. Todos son indispensables para la obten-
ción del resultado dentro de ciertos márgenes o pará-
metros de cumplimiento. Los dos primeros, eran las ne-
cesidades sentidas y su implementación era vital para la
consecución de los puntos tres y cuatro, estrechamente
entrelazados con el punto quinto. Además, también ju-
gaban un papel muy importante en la búsqueda del apo-
yo internacional, sobre todo de la Internacional So-
cialista y de los países socialistas. El orden de cumpli-
89
miento, si bien es importante en los dos primeros, no
produce efectos inmediatos o continuos en los otros.
Este modelo de reformismo popular sentaría las ba-
ses de un desarrollo económico, político e ideológico di-
ferente para el país, en opinión de los participantes. Pe-
ro el mismo no estaba siendo sometido al juicio de una
computadora, sino que se lo pretendió aplicar en una si-
tuación económica desesperada, con una clase trabaja-
dora muy combativa, con organizaciones clasistas muy
consolidadas — aunque estuvieran divididas — y con una
clase dominante ciega ideológicamente, que no entendió
que su salvación como clase estaba en el proyecto plan-
teado, aun cuando el costo fuera elevado para una frac-
ción de la misma. Además, con contradicciones secun-
darias fuertes, que se entrecruzaban en todos los blo-
ques de fuerzas sociales.
El Gobierno salvadoreño que se inaugura en oc-
tubre de 1979, contaba con tres fuerzas políticas impor-
tantes, en términos de la lucha que habían llevado a ca-
bo como oposición legal al sistema a través de la Unión
Nacional Opositora (UNO) y por el respaldo interna-
cional que implicaban: la Democracia Cristiana, la So-
cial Democracia (MNR) y el Partido Comunista (UDN),
más el respaldo de una parte de la clase obrera y campe-
sina organizada en el llamado Foro Popular, así como
con un apoyo condicionado de monseñor Romero y lo
que él representaba y también de la Juventud Militar.
Frente a ellos, se alzaban las poderosas organiza-
ciones de masas: Ligas Populares 28 de febrero (LP-28),
que si bien estaba en el Foro Popular, se opuso al golpe;
90
Bloque Popular Revolucionario (BPR); Frente de Acción
Popular Unificada (FAPU) y las organizaciones político-
militares (ERP-FPL-FARN).
El proyecto significaba la derrota ideológica, en un
primer momento, de los grupos politico-militares, así co-
mo de su frente de masas. Para ello, era necesario
quitarles banderas de lucha e integrarlos en un proceso de
democratización en donde se fuera consolidando una re-
cia presión popular para la realización de reformas
mucho más profundas, tanto en lo económico como en lo
político-ideológico.
Es por ello que se convierte en prioritario, y así debe
ser conceptualizado, el punto número uno del modelo, o
sea, el cese de la represión, entendido como la aparición
de los presos políticos, tarea difícil ya que muchos de és-
tos habían sido asesinados con anterioridad, cosa que no
era responsabilidad de los nuevos grupos políticos en el
poder, pero si del ejército como institución, y es por ello
que el castigo de los responsables de la represión era fun-
damental, no sólo por la imposibilidad de cumplir con el
aparecimiento de los desaparecidos, sino porque era la
demostración del deseo de acabar con la represión como
método político. Pero esto presentaba un problema
mucho más serio que el que se ha querido ver y que
consistía en la necesidad de que el Ejército como tal “la-
vara su pecado” frente al pueblo. El cese de la represión,
entendido en los términos del modelo, implicaba necesa-
riamente el castigo de los responsables, y éstos eran parte
y actuaban disciplinadamente dentro de la concepción de
la Seguridad Nacional impuesta por el Ejército. El castigo
de los responsables era la aceptación evidente de la parti-
91
cipación militar en la represión, elemento que si bien está
demostrado para todos, no es aceptado por el Ejército co-
mo institución. Era el reto que la Juventud Militar no
quiso enfrentar, pues significaba el rompimiento definiti-
vo con las posiciones conservadoras del mismo Ejército, y
su enfrentamiento directo con ellas.
Debe entenderse además como la relación entre el ce-
se de la represión hacia la izquierda y el impulso de la
represión hacia la derecha. Es más, significa un problema
de alianzas en las cuales los militares no estaban claros.
Si bien aceptaban la participación política de las nuevas
fuerzas, no querían romper con su aliado natural, los gru-
pos más tradicionales de la burguesía salvadoreña, los cuales
se hacían sentir al interior del Ejército, por medio de la
fracción más tradicional, la comprometida con la repre-
sión. Era el problema de la división del Ejército.
Esta situación se manifiesta con mayor claridad
cuando los Ministros del Gobierno exigen la declaración
por parte del Ejército de su decisión de golpear a la
oligarquía salvadoreña y que, al no hacerlo, precipita la
salida del gobierno de los socialistas, comunistas e inde-
pendientes.
En el intríngulis de los noventa días que dura este go-
bierno la situación se va acentuando. Los militares co-
mienzan a sentir la presión de sus aliados históricos y
nuevamente entra en juego el papel hegemónico de la
oligarquía. Las reformas económicas anunciadas y que
eran también importantes en el modelo, se quedan en la
proclama. No podían hacerse.
92
El impulsarlas significaba fortalecer la posición de
los socialistas y comunistas al interior del Estado, que hu-
biesen ganado un mayor apoyo popular, propiciando la
pérdida de fuerza de la fracción conservadora del Ejérci-
to. Además, para la Democracia Cristiana significaba la
pérdida de su liderazgo dentro de las fuerzas políticas que
se hallaban en el gobierno.
El deterioro del modelo se precipita en vista de que
los puntos claves del mismo no podían echarse a andar. Por
un lado, los militares no resolvían su contradicción inter-
na y cada vez más los grupos reaccionarios iban logrando
acentuar su hegemonía al interior de las fuerzas armadas,
que fueron encontrando en la Democracia Cristiana un
aliado más complaciente, obviamente mucho más claro
de su propio proyecto como partido de la burguesía, pa-
pel histórico que no aceptaban ni los socialistas ni los co-
munistas. Para la Democracia Cristiana la alianza natu-
ral era con los grupos dominantes, era la oportunidad de
convertirse en un partido orgánico de la burguesía. Para
los otros, la alianza se buscaba con los grupos domina-
dos. Y para el Ejército el problema era abandonar un
aliado de muchos años, viejo conocido y rector ideológi-
co de las Fuerzas Armadas.
Al fracasar estos dos puntos, el modelo en su totali-
dad se rompe. Es imposible contar con el Ejército para
golpear a la oligarquía y también es imposible contar
con el apoyo de la clase trabajadora a través de las orga-
nizaciones más radicales (LP-28/BPR/FAPU). La
expresión del deterioro del modelo se da con la salida
93
del gobierno de los socialistas, comunistas e indepen-
dientes. '
El modelo en su totalidad empezará a cambiar tan-
to en lo interno como en lo externo. En lo primero, se va
a dar un proceso de reunificación de fuerzas y se acelera
el proceso unitario de la izquierda. La honestidad de los
socialistas y comunistas que son derrotados en términos
de su proyecto, vendrá a fortalecer la oposición con su
participación al interior de las otras fuerzas. En lo inter-
nacional, el proyecto pierde dos apoyos importantes,
aunque más vital uno que el otro. La salida del MNR del
gobierno hace que la Internacional Socialista le quite el
respaldo al proyecto golpista y avale el proyecto de uni-
dad que deviene recientemente en la constitución del
Frente Democrático Revolucionario a pesar del disgusto
norteamericano.
En medio de las fuerzas internas y jugando un pa-
pel muy importante estaba los Estados Unidos, que veía
que el proyecto tal y como se quería plantear por parte
de socialistas, comunistas y sectores progresistas de la
Democracia Cristiana, podía llegar a escapar de sus ma-
nos y convertirse en un proceso de mucha más trascen-
dencia, con el cual no estaban de acuerdo. De ahí que
opten por apoyar a la fracción conservadora del Ejérci-
to y al planteamiento de continuidad únicamente con la
Democracia Cristiana en su ala más conservadora que a
partir de este momento empieza a deteriorarse
— proceso que aún no termina — adquiriendo el modelo
características totalmente diferentes, como puede verse
en el esquema siguiente.
94
MODELO ACTUAL DEMOCRATA CRISTIANO
FEBRERO DE 1980
1 . Instauración de la represión contra:
- Movimiento obrero
- Campesinos
- Sectores democráticos
- Iglesia
- Grupos armados de la izquierda
2. Reformas Económicas:
- Reforma agraria
- Nacionalización Bancaria
- Nacionalización del Comercio Exterior
3. Consolidación del Ejército:
- Derrota de la Juventud Militar
V
4. Consolidación de la burguesía:
- Derrota de la fracción modernizante
5. Apoyo Internacional:
- Estados Unidos
- Democracia Cristiana Internacional
-Gobiernos afines: Costa Rica, Venezuela
Solución de la crisis:
-Reforma con represión
El modelo actual, únicamente tiene dos variantes
del sistema político anterior al golpe de estado de oc-
tubre de 1979: el impulso parcial de la reforma económi-
95
ca y la presencia demócrata-cristiana al interior del go-
bierno. Nuevamente se ha instaurado una verdadera
dictadura militar encaminada a destruir el proceso de
cambio en El Salvador.
Como puede observarse la variante con el modelo
anterior es radical, aquí se trata en primer lugar de ins-
taurar un verdadero régimen de terror mucho peor que
los anteriores al golpe. Para que el modelo actual resulte
positivo es necesario e indispensable acabar con todos
los grupos de oposición, o sea, el Frente Democrático
Revolucionario.
El éxito del modelo tiene como un paso previo in-
dispensable esa destrucción, que es el precio para poder
impulsar las reformas económicas ya establecidas. La
reforma agraria, la nacionalización de la banca y del co-
mercio exterior, son medidas que pueden ser mediatiza-
das fácilmente en la perspectiva actual. No será la pri-
mera vez que los grupos dominantes logran a través de
mecanismos formales y burocráticos, impedir su de-
sarrollo. Sobre todo cuando vuelven a unificarse bajo la
égida tradicional.
Al interior del Ejército, con la derrota de Majano,
la Juventud Militar ha perdido la batalla. El control
político del mismo ha quedado en manos de la fracción
más conservadora representada por Abdul Gutiérrez y,
además, ante el avance de las fuerzas revolucionarias y
democráticas, la burguesía salvadoreña vuelve a unifi-
carse y a dirigir juntamente con su brazo armado — el
Ejército — la batalla en contra de la clase obrera y sus
aliados.
96
El modelo es hoy más débil y frágil que antes. Se
sostiene, en gran medida, por la firme decisión de los
Estados Unidos de mantener la Junta, pero, a su inte-
rior, el resquebrajamiento continúa, lo cual puede me-
dirse por:
a) El fraccionamiento de la Democracia Cristiana,
de donde se han salido una serie de cuadros que han
pasado a apoyar al Frente Democrático Revolu-
cionario (línea popular cristiana).
b) La dificultad de ir conformando un equipo de
gobierno que permita darle mayor cohesión y se-
guridad.
c) Las renuncias constantes de Ministros y fun-
cionarios.
d) Pérdida de la legitimidad lograda el 15 de oc-
tubre de 1979.
Estos elementos muestran únicamente la cara
pública del proceso y son más de forma que de fondo.
Los problemas sustanciales se encuentran en el proceso
de acumulación de fuerzas que se está llevando a cabo
con éxito por parte de la izquierda salvadoreña y del
apoyo internacional a la lucha.
El proceso de unidad que se da en el Frente De-
mocrático Revolucionario, viene a significar el mayor
avance unitario. La presencia de sectores de larga tradi-
ción democrática, como el Movimiento Nacional Revo-
lucionario, la tendencia popular cristiana, las federa-
97
ciones estudiantiles, sindicales, etc., que han conforma-
do el nuevo frente, junto con las organizaciones de ma-
sas representadas por BPR, LP-28 y FAPU le dan una
fuerza muy grande al movimiento salvadoreño, fuera de
que la lucha armada ha ido en aumento, aunque en tér-
minos militares propiamente dichos es imposible medir
la situación por falta de información.
Por otro lado, a nivel externo la lucha del pueblo
salvadoreño cuenta con mucho respaldo, lo que se
puede medir con la solidaridad manifiesta de la Interna-
cional Socialista que ya demostró su fuerza en la revolu-
ción nicaragüense. Este apoyo del mundo occidental es
muy valioso para impedir las maniobras imperialistas.
El proceso salvadoreño se encamina sobre bases se-
rias, con perspectivas de triunfo a pesar de la posición
radical de los Estados Unidos a favor de la Junta. A las
fuerzas retardatarias de El '-Salvador únicamente le
quedan las armas, en manos de un Ejército que ya no es
granítico y que ha demostrado tener serias fisuras.
4. La Democracia Cristiana Guatemalteca
El Partido Democracia Cristiana Guatemalteca
(PDCG) se funda el 24 de agosto de 1955, como un par-
tido confesional dirigido a la defensa de los derechos de
la Iglesia Católica en la sociedad civil. Sus fundadores
eran hombres de pensamiento conservador, participan-
tes activos de la ideología impuesta por la contrarrevo-
lución de 19543. Muchos de ellos pertenecían a la
burguesía agraria y la base social la constituyeron fun-
damentalmente campesinos indígenas, impulsados por
98
organizaciones religiosas (curas párrocos y acción cató-
lica).
Sus primeros pasos en la vida política los efectúan a
través de alianzas con los partidos anticomunistas, co-
mo el Movimiento Democrático Nacionalista, hoy Mo-
vimiento de Liberación Nacional.
La incorporación de la Democracia Cristiana a las
luchas estudiantiles a través del Frente Estudiantil So-
cial Cristiano (FESC), así como en la organización sin-
dical, entre los obreros fabriles y campesinos, va a ir
conformando una dirigencia media, sin un antecedente
histórico “anticomunista” , que irá presionando para
cambiar la línea del partido.
Es a partir de esta tesis que inicia su viraje hacia po-
siciones mucho más progresistas. Además debemos su-
mar a ello, que la estructura política guatemalteca úni-
camente había permitido la existencia de cuatro partidos
con personería jurídica, lo que convertía a la Democra-
cia Cristiana en el partido aglutinador de la oposición de
izquierda democrática en el país, así se explica su parti-
cipación como tal en 1970 (DC-URD),1974 (DC, FUR-
PSD), 1978 (DC-PSD).
No obstante este cambio de imagen y posición, una
fracción del mismo va a irse radicalizando y propugnan-
do una línea de mayor acercamiento a la izquierda,
mientras que la fracción pragmática encabezada por la
actual dirigencia, buscaba la toma del poder político a
cualquier precio, ya sea en su totalidad o bien compar-
tiéndolo.
99
Esta división termina con la expulsión de la frac-
ción de izquierda en 1974. En este mismo año, a raíz de
su situación privilegiada como partido inscrito, la De-
mocracia Cristiana se convierte en el centro de una
alianza política que unificaba para fines electorales a los
social-demócratas (Frente Unido de la Revolución) y a
los Socialistas (Partido Revolucionario Auténtico),
triunfando en las elecciones. El resultado fue totalmente
irrespetado a través del fraude y de la imposición de los
perdedores en el ejercicio del poder. Esta fue la época
cumbre de la Democracia Cristiana.
Después de 1974, empezó paulatinamente a perder
su capacidad de convocatoria de masas, sus intentos de
proyección ideológica y se acentuó la línea pragmática.
Para 1978, en la búsqueda por hacer un frente de
oposición a la actual dictadura, los socialistas participan
electoralmente con la Democracia Cristiana pero, en es-
ta oportunidad, ya la situación de desprestigio del siste-
ma electoral está llegando a su climax y la respuesta
popular por medio de las organizaciones representativas
es negativa. La Democracia Cristiana sale totalmente
derrotada, logrando llevar al Congreso a través de nego-
ciaciones, a tres diputados únicamente.
El pragmatismo de la fracción dirigente se convier-
te desde 1974 en la línea central del partido. A esto se
debe que siempre esté oscilando entre su definición para
mantener un margen de votación y el compromiso con
los grupos de poder.
100
Al igual que la actual dirigencia Demócrata Cris-
tiana en El Salvador, la guatemalteca ha buscado por
todos los medios convertirse en el partido de la
burguesía. Los salvadoreños para hacerlo están coadyu-
vando en la estrategia de la Reforma con Represión. Es
el costo que deben pagar para que los grupos dominan-
tes los acepten como aliados y luego los utilicen como el
vehículo legitimador del sistema.
Los guatemaltecos parecieran estar decididos a ju-
gar esta misma carta, sobre todo porque su influencia en
los sectores populares es cada vez menor, como lo de-
muestran los últimos resultados electorales (marzo de
1980), en donde apenas un 25% de la población votante
participó y de esa minoría un 10% votó nulo o en blan-
co, lo que viene a significar que sólo hubo un 15% de
votantes. Y de aquí la Democracia Cristiana según datos
del Registro Electoral Guatemalteco, obtuvo práctica-
mente un cuarto lugar en relación con los partidos go-
biernistas.
Esta pérdida de respaldo popular, después de que
en 1974 logró aglutinar a la oposición guatemalteca,
obedece cabalmente a su línea política de distanciamien-
to de los sectores populares y a la pérdida de su carácter
de “alternativa” al sistema en la medida en que éste se
está deteriorando y la posibilidad electoral es cada vez
más repudiada por las grandes mayorías.
A lo anterior debe sumarse el papel que están ju-
gando el partido Frente Unido de la Revolución (social-
demócrata) y el Partido Socialista Democrático, en tér-
101
minos de un mayor entendimiento de la coyuntura
política que se vive y del compromiso con la clase obrera
y campesina.
En Guatemala como en El Salvador el sistema de
“democracia” con fraude y represión ha llegado a su
fin, dado que ya no es posible utilizar una actitud dema-
gógica electoral, en virtud que la oposición real (FUR-
PSD) no participa en la farsa por un lado y, por el otro,
que para poder mantenerlo es necesario permitir ciertos
márgenes de apertura que el sistema no puede resistir,
dada su fragilidad consensual.
Esto se puede medir, para el caso guatemalteco, en
la instauración de un régimen verdaderamente dictato-
rial, en donde las apariencias que quisieron guardar en
el pasado, han desaparecido. El asesinato de los dirigen-
tes más conspicuos de la oposición legal, como lo eran
Manuel Colom Argueta y Alberto Fuentes Mohr, fue la
primera muestra de que no les interesaba ya el manteni-
miento de una oposición que podía,en la actual coyuntu-
ra internacional, dar al traste con el sistema. El asalto a
la Embajada de España por parte de las fuerzas
policíacas y en donde perdieron la vida treinta y seis per-
sonas, incineradas con bombas de Napalm, incluyendo
personal diplomático, un exVicepresidente de la Re-
pública, un exMinistro de Relaciones Exteriores y trein-
ta campesinos indígenas que habían tomado
pacíficamente la sede diplomática, demostró al mundo
la esencia misma del régimen. En medio de esa dictadu-
ra, el ir a elecciones resulta no sólo inútil, sino totalmen-
te comprometedor para los partidos participantes. La
intervención los convierte en cómplices de una de las
102
más terribles escaladas represivas en lo que va del cuar-
to de siglo de contrarrevolución.
La participación de la Democracia Cristiana busca-
ba avalar el planteamiento estratégico gobiernista y de
alguna manera demostrar a los ojos de los norteameri-
canos que ellos son confiables y están dispuestos a servir
como vehículos de un cambio de fachada, tal como ha
sido denunciado por la oposición guatemalteca.
El problema de un golpe en Guatemala estriba fun-
damentalmente, en términos de los actores, en que no
hay interlocutores válidos para el mismo. La Democra-
cia Cristiana no se ha dado cuenta que su alejamiento de
los sectores populares es un arma de dos filos, ya que si
bien se congracia con los grupos dominantes, éstos no la
toman en cuenta porque no tiene capacidad de convoca-
toria de los mismos sectores populares. En otras pa-
labras, no tiene nada que ofrecer más que su nombre, el
cual si bien puede ser útil en lo externo (apoyo del Pacto
Andino y de la Internacional Demócrata-Cristiana), en
lo interno carece de fuerza para poder competir con la
oposición, que ha rescatado ese apoyo popular.
En 1978, recién pasadas las elecciones, la Democra-
cia Cristiana fue invitada por el Partido Socialista De-
mocrático para formar un frente amplio de masas en
contra de la dictadura, juntamente con otras fuerzas
políticas y sociales. Este intento fracasó como conse-
cuencia de la falta de comprensión de las fuerzas invita-
das. Por iniciativa diferente se forma un frente mucho
más amplio de masas, en donde se incluye al Movimien-
to Obrero, Campesino, Estudiantil, Cristiano progresis-
103
ta y a los Partidos Políticos Frente Unido de la Revolu-
ción (FUR) y al Partido Socialista Democrático (PSD).
Este frente denominado Frente Democrático contra la
Represión busca convertirse en el eje de la oposición legal
al sistema. Los demócratas cristianos no sólo no quisieron
entrar al mismo, sino que lo han atacado haciéndole el
juego a las fuerzas gobiernistas. Esta posición, claramen-
te los ha situado en el mismo plano que las fuerzas represi-
vas y no al lado de las fuerzas democráticas y populares.
Es aquí donde se puede encontrar explicación al
destino histórico de la Democracia Cristiana, que ante
una coyuntura revolucionaria en el área, toma el camino
equivocado desde la perspectiva de las clases oprimidas
y se ubica con los grupos dominantes, que en estos
países son de una negra relevancia.
5. A manera de conclusión
Los momentos críticos en la historia obligan a que
los actores políticos se quiten la máscara y aparezcan en
público con su verdadero rostro. La fiesta demagógica
ha terminado y los grupos sociales exigen la definición
final para poder encontrar soluciones de conformidad
con sus propios intereses a la situación crítica que se pre-
senta.
Es en este momento en que los hombres organiza-
dos en clases, alzan la cara, murmuran, elevan la voz y
gritan: ¡Estos son mis amigos y estos son mis enemigos!
104
En Chile en 1973 los vimos actuar y estuvieron al
lado de los enemigos del pueblo; en El Salvador y
Guatemala han vuelto nuevamente a enseñar su cara co-
modona y a reflejar sus ansias por entrar de lleno al
ejercicio del poder, no importando lo que suceda. Du-
rante años habían gritado por la democracia, por la li-
bertad, por el respeto a los derechos humanos, y hoy,
cuando tienen la oportunidad de ser consecuentes con
sus planteamientos de antaño, demuestran su misma
esencia y niegan lo que durante años habían sostenido.
HAN VUELTO AL SENO MATERNO QUE LOS EX-
PULSO AL MUNDO.
NOTAS
1. Guidos Vejar, Rafael. “La crisis política en El Salvador 1976-79”
en: Revista ECA, San Salvador, julio-agosto, 1979.
2. Para una mejor ilustración ver Solórzano Martínez, Mario.
“Guatemala: ‘Democracia’ con fraude y represión” en: Nueva So-
ciedad, N° 42, Caracas.
3. Para una explicación más amplia de la situación de la Iglesia y los
partidos en ese período, ver: Solórzano Martínez, Mario. “La cons-
titución de un nuevo bloque histórico en Guatemala”, en la revista:
Política y Sociedad, N° 5, Guatemala, UPS, 1978.
.
V
J
/
r
■
LA INTERNACIONAL SOCIALISTA Y LA
REVOLUCION EN CENTROAMERICA
Hugo Assmann
Intentaremos, en este breve escrito, un rápido ba-
lance provisional de las características que fueron asu-
miendo las relaciones crecientemente amistosas, por lo
menos a nivel de los pronunciamientos públicos, entre el
“forum de debates” de los partidos socialdemócratas y
afínes, que lleva el nombre un tanto pomposo de Inter-
nacional Socialista, y las fuerzas revolucionarias de
Centroamérica. El momento coyuntural preciso en el
cual nos situamos condiciona y limita enormemente
nuestras apreciaciones y elimina de raíz toda pretensión
de llegar a conclusiones que se pretendiesen definitivas.
Conviene explicitar también la intención política
que nos orienta. En viajes recientes a Europa y a algu-
nos países latinoamericanos hemos podido constatar la
persistencia de incomprensiones profundas, sobre todo
en determinados grupos que se creen coherentemente re-
volucionarios, respecto a la firmeza ideológica de las
vanguardias revolucionarias de Nicaragua, El Salvador
y Guatemala. Se escucha con frecuencia la sospecha de
que, en nombre de la necesaria solidaridad internacional
y del amplio frente de lucha, se estarían manteniendo
107
alianzas espurias con el reformismo. Una vez más se ve-
rifica la cada vez menos extraña coincidencia en el tiem-
po entre los esquematismos ideológicos (“comunismo”,
“totalitarismo”, etc) con los que la prensa burguesa
articula sus campañas difamatorias y las no menos es-
quemáticas y dogmáticas abstracciones de determinados
grupos que se consideran de izquierda. En los últimos se
repite la ya clásica incapacidad para un análisis realmen-
te dialéctico de coyunturas políticas específicas y, a par-
tir de esa incapacidad, una resistencia a entender la arti-
culación entre la claridad de los principios, los avances
decididos en la hegemonía de las clases subalternas en la
conducción de la lucha y, desde esa posición de fuerza,
la conveniente flexibilidad en el espectro de las alianzas.
El momento coyuntural
En los últimos días de noviembre de 1980 nos
confrontamos con una situación internacional de con-
tornos sumamente imprecisos y con una situación inter-
na de la región centroamericana en la que se avecinan
duros momentos de definición. La Junta Militar De-
mócrata Cristiana de El Salvador, resquebrajada por evi-
dentes contradicciones internas y carente de base de
apoyo político, se mantiene artificialmente en el gobier-
no gracias al remanente de poder represivo del aparato
militar y paramilitar y gracias al apoyo abierto de Esta-
dos Unidos y algunos pocos países latinoamericanos,
como Venezuela y, con incipiente reticencia, Costa Ri-
ca. La lucha revolucionaria avanza hacia momentos de-
cisivos. Todo indica que la fórmula reformista propues-
ta por Estados Unidos — explicitada de manera más
amplia en los testimonios de Virón Vaky y William
108
Bowdler al Congreso norteamericano — fue agotando
rápidamente su operatividad y se encuentra completa-
mente agotada en el caso de El Salvador. Quedan, al pa-
recer, únicamente al imperialismo las fórmulas interven-
cionistas más directas.
En el caso de Guatemala, es notoria la desobedien-
cia de las clases dominantes y en especial del ejército a
las sugerencias reformistas norteamericanas, hasta el
punto de llevar a un deterioro sumamente crítico las re-
laciones entre ambos países. Al mismo tiempo, la lucha
de las organizaciones populares fue creciendo en aliento
y organicidad, sin llegar todavía a los momentos decisi-
vos del caso salvadoreño.
Nicaragua, que viene siendo objeto de una articula-
da campaña difamatoria internacional, se enfrenta, en
lo interno, a intentos subversivos desesperados del re-
manente de la burguesía. Al despertar para el hecho de-
finitivo de que su tolerada cuota de poder no volverá ja-
más a ser hegemónica, la burguesía empieza a negarse a
aquella participación que la Revolución le ofrece gene-
rosamente. En juego está, evidentemente, la oposición
antagónica entre dos concepciones radicalmente distin-
tas de democracia: una de carácter hondamente popular
y participativo, orientada hacia la satisfacción de las ne-
cesidades básicas de todo un pueblo, como la enunció
reiteradamente el FSLN (ver anexoj^la otra, la que año-
ra la burguesía, como expresión del dominio de
minorías sobre la mayoría del pueblo. Nicaragua vive
sin duda uno de los momentos más decisivos en la con-
solidación del proceso revolucionario. En este momento
crítico la sabiduría, ya tantas veces reconocida, de la
109
vanguardia, el FSLN, sometida a dura prueba, está re-
velando el carácter sereno y maduro de sus opciones en
favor del pueblo. Es que en Nicaragua se conquistó real-
mente el poder, y no sólo el gobierno.
En el panorama internacional, la coyuntura sigue
marcada, en lo económico, por una crisis aguda del sis-
tema capitalista. La pérdida creciente de la hegemonía i
económica de Estados Unidos frente a los sub-polos del
sistema capitalista transnacionalizado, especialmente 1
Europa y Japón, dio al traste con las más “inteligentes”
propuestas de cooperación “interdependiente” elu-
cubradas en el seno de la casi difunta Comisión Trilate-
ral. Perdida la hegemonía económica, Estados Unidos
vuelve a emplear, como arma de presión frente a sus
“aliados”, la carta de la seguridad y del poder militar.
Reaparecen abiertamente en escenas los intereses liga-
dos al Pentágono, al complejo, industrial militar y a las i
empresas empeñadas en la recuperación, en primer térmi-
no, de la resquebrajada “economía doméstica”. La ere-
cíente infiltración de esos sectores en el seno de la Comi-
sión Trilateral, a partir de 1977, llevó al ocaso de la mis- ?
ma. Las propuestas más blandas y reformistas, apoyadas
discretamente por el Departamento de Estado durante la
administración Cárter, entran en receso antes de haber
logrado una coherente implementación en el caso de
América Latina y, muy especialmente, en el de Centro- >
américa.
De manera que la elección de Reagan encaja en una t
lógica, económica y política, más amplia. Los electores -i
norteamericanos, hondamente provincianos en sus inte-
reses inmediatistas, cerraron sus oídos al débil mensaje i
110
de quienes advertían que, a mediano y largo plazo, el
sistema capitalista sobrevivirá mejor, en el definitivo
contexto transnacionalizado, mediante una hábil conju-
gación de las exigencias de preservación y ampliación de
los mercados y vigiladas “aperturas democráticas”, que
propicien una cierta distribución del ingreso para que no
falten los compradores.
Habrá que ver hasta qué punto la administración
Reagan estará en condición y disposición de llevar a la
práctica los enunciados de su plataforma electoral y de
sus discursos de campaña. Si lo hiciera decididamente
— cosa respecto a la cual caben fundadas dudas en el ca-
so de un pragmático como Reagan — se deberían presa-
giar, desde ahora, renovadas formas de endurecimiento
al viejo estilo de la diplomacia del garrote. En lo que se
refiere a Centroamérica, la plataforma electoral de Re-
agan presagiaría incluso formas de intervencionismo di-
recto. Los sectores más reaccionarios de las burguesías
centroamericanas vienen expresando, de múltiples ma-
neras, incluida la petulancia, su regocijo por la elección
de Reagan.
Para concluir este rápido vistazo panorámico,
dentro del cual habrá que leer lo que seguidamente dire-
mos sobre las movidas de la Internacional Socialista
conviene agregar algo sobre las recientes elecciones de
Alemania Federal. La reconfirmación de la socialde-
mocracia en el gobierno, pero con el condicionante de
un aumento del potencial político de sus aliados libera-
les, podría significar un refuerzo del poder de resistencia
y negociación del polo europeo frente a las pretensiones
hegemónicas de Estados Unidos. De todo modos, queda
111
debilitada la influencia de la democracia cristiana en el d
ámbito internacional, lo que tiene obvias consecuencias 2
para Centroamérica. «
La IS y Centroamérica: los hechos más recientes
dt
En la semana del 10 al 16 de noviembre de 1980 se pi
realizó en Madrid el XV Congreso Post Guerra de la In- la
ternacional Socialista. Como se sabe, el FSLN de Nica-
ragua tiene el status de observador en la IS. En esa cali-
dad participaron del evento el Comandante de la Revo- a
lución Bayardo Arce, Coordinador de la Comisión di
Política del FSLN; el padre Miguel D’Escoto, Canciller tí
de la República y Miembro de la Asamblea Sandinista; y d
la compañera Silvia McEwan, del Departamento de Re- e¡
laciones Internacionales del FSLN. ¡ti
h
Algunos de los discursos pronunciados en el ni
Congreso y algunas resoluciones tomadas, adquieren pe- d
culiar relevancia dentro del contexto que bosquejamos S
anteriormente, sobre todo si le agregamos el detalle de p
que el Secretario de Estado Adjunto de Estados Unidos
para Asuntos Latinoamericanos, William Bowdler,
había enviado, días antes, una comisión especial de n
cuatro personas para intentar volcar la opinión de los ai
partidos socialdemócratas de Europa concretamente a di
favor de la junta salvadoreña y genéricamente a favor ta
de la política norteamericana en relación a Centroaméri- c;
ca. Este hecho significativo fue revelado, con amplios m
detalles sobre los objetivos de la misión y datos biográfi-
cos sobre sus componentes, por la revista germano-
occidental “Stern” (semana 10-16.11.80; ver también za
un cable de “Prensa Latina” de 14.11.80 y “Barricada” E
112
de 15.11.80 y más ampliamente en “Barricada” del
21.11.80). Como se verá, los socialdemócratas desoye-
ron las insinuaciones norteamericanas.
La IS reiteró en Madrid su repudio a la junta salva-
doreña y su “solidaridad activa” a la lucha de los
pueblos de El Salvador y Guatemala. La resolución de
la IS sobre El Salvador es la siguiente:
“La IS emplaza al Gobierno de los Estados Unidos
a terminar su apoyo político y militar a la actual junta
de El Salvador y a reconocer que no ha conseguido evi-
tar más derramamiento de sangre. Rechazamos la tesis
de que el problema salvadoreño es el de una Junta que
está luchando contra la extrema derecha o izquierda. Se
trata más bien de un régimen despótico cuyas acciones
han llevado a un estado de guerra civil. Depositamos
nuestras esperanzas más profundas y la más activa soli-
daridad en el Frente Democrático Revolucionario en El
Salvador, del cual nuestro partido miembro MNR es
parte” (ver “Barricada” del 21.11.80).
Pero el hecho que más sorprendió a la prensa inter-
nacional y provocó airadas críticas de la derecha centro-
americana fue la creación de un Comité Internacional
de Defensa de la Revolución Nicaragüense. La propues-
ta hecha ante el plenario por el presidente de la IS, el ex-
canciller alemán Willy Brandt, fue aprobada por unani-
midad (ver “Barricada” del 16.11.80).
Como Presidente del Comité se eligió a Felipe Gon-
zález, Secretario General del Partido Socialista Obrero
Español, y como Secretario General a Pierre Chori,
113
Secretario General de Partido Socialdemócrata de
Suecia. Entre los miembros del Comité figuran práctica-
mente todos los nombres más connotados de la IS
— Willy Brandt, Bruno Kreisky, Fran?ois Mitterrand,
Olaf Palmer, etc. — y los latinoamericanos Carlos
Andrés Pérez, ex-Presidente de Venezuela y Vicepresi-
dente de la IS y José Francisco Peña Gómez, Presidente
de la IS para América Latina. Llama la atención que Da-
niel Oduber, ex-Presidente de Costa Rica y uno de los Vi-
cepresidentes de la IS, que se encontraba participando en
el Congreso, no consta en la lista de miembros del Comi-
té divulgada por los cables noticiosos.
Como se puede notar, la composición oficial del Co-
mité pro-Nicaragua consta ante todo de nombres que
significan aval y cobertura. Habrá que ver ahora en qué
forma el Comité operativiza, en términos ejecutivos, las
cuatro grandes tareas que se propone y que son: “Brin-
dar apoyo a la autodeterminación del pueblo de Nicara-
gua y al proceso de Reconstrucción Nacional; exigir el
más irrestricto respeto a la no intervención en los asun-
tos’ internos de Nicaragua; informar conjuntamente
sobre el desarrollo de la situación de Nicaragua y su pro-
ceso de cambio hacia la libertad, la justicia y la indepen-
dencia nacional; requerir una solidaridad internacional
sostenida que permita al pueblo de Nicaragua terminar
su proceso de Reconstrucción Nacional” (ver “Barrica-
da” del 16.11.80). La formulación de las tareas es
amplia y genérica, prestándose quizá incluso a interpre-
taciones diversificadas. Cabe notar que en ningún mo-
mento se nombra explícitamente al FSLN, vanguardia
indiscutible de la Revolución nicaragüense.
114
El discurso del Comandante Bayardo Arce al
Congreso buscó transmitir preocupaciones sobre los pe-
ligros, internos y externos, que amenazan el desarrollo
tranquilo del proceso revolucionario de Nicaragua, ha-
ciendo énfasis en los mayores logros hasta la fecha (la
Cruzada de Alfabetización y la Reactivación Económi-
ca). Felipe González, Presidente del Comité Interna-
cional de Defensa de la Revolución Nicaragüense, fue
quizá el más explícito entre los oradores europeos res-
pecto a los peligros de intervencionismo que se cierne
sobre Centroamérica con el ascenso de Reagan al go-
bierno de los Estados Unidos. Las consecuencias de la
elección de Reagan fueron asunto fuertemente presente
en los discursos y debates. Carlos Andrés Pérez no dudó
en caracterizar a Reagan como “un hombre de extrema
derecha”, cuya presencia en la cúpula del gobierno esta-
dounidense “podría tener graves consecuencias para los
países latinoamericanos”^ agregando: “Estamos dis-
puestos a enfrentar con valentía, con audacia pero tam-
bién con serenidad, los problemas que pueden presen-
tarse si la política de Ronald Reagan intenta reabrir los
caminos del intervencionismo en América Latina. En es-
te momento nos preocupa Centroamérica...” (ver “La
Estrella de Panamá” del 13.11.80).
El Presidente de la IS, Willy Brandt, exhortó a los
congresistas “a no defraudar a los países latinoamerica-
nos que esperan de la IS un mayor aporte en la lucha por
la democracia y la libertad. Sabemos lo que está en
juego en Latinoamérica. Nunca nos reconciliaremos con
la regla del cinismo y la falta de ley. Nunca nos reconci-
liaremos con una posición unilateral de influencia” (ver
“Barricada” del 15.11.80). La afirmación final sugiere
115
que no están del todo equivocados quienes hablan de la
. creciente autonomía de un “Plan Europa” para Améri-
ca Latina, con características de creciente resistencia al
hegemonismo norteamericano.
Como es sabido, el PRI mexicano tiene lazos cada
vez más estrechos con la IS, aunque se mantenga
todavía con status de observador. Cabe por eso señalar,
en este contexto, el hecho de que las primeras reacciones
del presidente mexicano López Portillo a la elección de
Reagan fueran muy explícitas en reafirmar la posición
de México: un “no a la intervención” (ver cables noti-
ciosos del 7.11.80). Para la lucha del pueblo salvadore-
ño resulta de enorme importancia el distanciamiento
mexicano de la junta salvadoreña.
En su Congreso en Madrid, la IS amplió también su
lista de partidos miembros del área latinoamericana.
Pasaron a ser miembros de la IS el Partido Socialista
Democrático de Guatemala, la Izquierda Democrática
de Ecuador y el New Jewel de Jamaica.
La IS y Centroamérica: recordando enlaces anteriores
Sería probablemente equivocado querer evaluar las
actuales influencias de la IS en Centroamérica a través
de una simple cronología de sus contactos sucesivos con
la región, porque no es tan seguro que los contactos más
antiguos sean, en la actual coyuntura, los más impor-
tantes o de mayor interés para la IS. El partido que re-
gistra las relaciones más estables con la IS — como ob-
servador desde hace muchos años, y miembro pleno des-
de 1976 — es el Partido Liberación Nacional de Costa
116
Rica. Es también en Costa Rica que funciona, hace
mucho tiempo, el Centro de Estudios Democráticos pa-
ra América Latina (CEDAL), ligado a la Fundación
Friedrich Ebert. Pero, en las actuales circunstancias, se
puede poner en duda sj la orientación ideológica del
Partido Liberación Nacional — con el predominio en su
seno del sector ligado al ex-Presidente Daniel Oduber y
con el perfil ideológico del candidato para las elecciones
de 1982, Luis Alberto Monge — es la más afinada con las
posiciones de la IS, por lo menos a nivel de los enun-
ciados ideológicos. Hay señales que indican que, desde
hace algunos años, los personeros más destacados de la
IS miran a la región centroamericana como un todo
priorizando en su atención los polos más conflictivos.
Ya con anterioridad al importante Congreso de la
IS en Ginebra, en 1976, que fue de cierto modo el punto
de arranque para la rápida expansión de las influencias
de la IS en América Latina, los tres más destacados diri-
gentes europeos de la IS — Willy Brandt, Bruno Kreisky
y Olaf Palme — , en un diálogo mantenido en Viena en
mayo de 1975, veían las nuevas posibilidades para la IS
en Centroamérica. Willy Brandt anotaba en aquel en-
tonces: “Tomemos el ejemplo de América Central. Allí
hay varios países con partidos que están muy próximos
a lo que nosotros entendemos por socialismo democráti-
co, pero estos partidos no caben en un marco tan rígido
y condicionado por la tradición como es la IS. Por tanto
habría que hallar alguna forma de sostener un cambio
de impresiones entre nuestros partidos y los de allí.
Deberíamos hablar de cuestiones teóricas fundamenta-
les, pero también de temas eminentemente prácticos”1.
117
Como señala Luis Maira, respecto a Centroamérica
los tres altos dirigentes socialdemócratas revelaron “un
agudo sentido de anticipación política”2, que se fue
concretando en una serie de hechos a los cuales aludire-
mos de paso, y que llevan a afirmar que, a esta altura,
“es altamente probable que, a partir de esta primera ex-
periencia de colaboración, la IS intensifique su presen-
cia en América Central, considerada ahora como el área
más explosiva del continente. En esta perspectiva, los
dos países que concentran una mayor atención son El
Salvador y Guatemala. En ambos países, sin embargo,
las condiciones políticas, a primera vista no aparecen
muy favorables para una intervención muy activa de la
IS”3. Luis Maira fundamenta su última observación,
sobre las condiciones poco favorables, mediante la
constatación de que los partidos salvadoreño (el Movi-
miento Nacionalista Revolucionario) y guatemalteco
(el Partido Revolucionario, más recientemente también
el Frente Unido Revolucionario, FUR, y ahora igual-
mente el Partido Socialista Democrático) son todos par-
tidos muy pequeños.
Esto nos merece el siguiente comentario: los polos
de contacto de la IS en Centroamérica no sólo se fueron
diversificando y ampliando. El avance de la lucha popu-
lar y el afianzamiento de su unidad orgánica fueron im-
poniendo polos de relacionamiento con características
sumamente nuevas. Es cierto que “las puertas de acce-
so” siguen siendo los partidos que, de una u otra
forma , se fueron relacionando, como observadores o
miembros, con la IS. Pero la relación fundamental ya se
viene dando actualmente con las dirigencias unificadas
en coordinadoras más globales: el Frente Democrático
118
Revolucionario (FDR), en el caso de El Salvador; y el
Frente Democrático contra la Represión (FDCR), en el
caso de Guatemala. En otras palabras, los contactos se
realizan a través de representantes de organismos más
globales y unificadores de la lucha y, a nuestro enten-
der, solamente así se explican las posiciones de la IS en
apoyo a la lucha más amplia que libran todas las organi-
zaciones populares en El Salvador y en Guatemala.
Y hay algo más que nos parece de suma importan-
cia: a partir del momento en el cual la IS se solidariza
con la lucha global, mediante pronunciamientos de apo-
yo otorgado a las siglas más globales, hay la aceptación
en principio del tipo de hegemonía que se da en la con-
ducción de esa lucha. O sea, se acepta que no son los pe-
queños partidos socialdemócratas, sino las verdaderas
vanguardias del pueblo, ligadas a los intereses de las cla-
ses subalternas, las que conquistaron de pleno derecho
una especie de “carta de ciudadanía” en el nuevo tipo
de enfoque con el cual la IS visualiza, en este momento,
el desarrollo del proceso revolucionario en Centroamé-
rica.
Hubo, pues, un cambio de perspectiva. No es tan
seguro que las implicaciones de este cambio sean in-
tegralmente conscientes, e incluso integralmente acep-
tables para la IS. Pero nos parece obvio que este cambio
de perspectiva se encuentra a la raíz del explícito repu-
dio por parte de Willy Brandt, en un pronunciamiento
en mayo de 1980, a la actual junta salvadoreña, cosa
que hubiese sido impensable en relación a la primera
junta del 15 de octubre de 1979, puesto que estaba in-
tegrada con participación del socialdemócrata Guiller-
119
mo M. Ungo. Este cambio de perspectiva nos parece
igualmente determinante para los recientes pronun-
ciamientos, durante el Congreso de Madrid, de apoyo a
la lucha en El Salvador y en Guatemala.
En el caso de Nicaragua, preferimos iniciar el resu-
men de las iniciativas de la IS con una cita bastante larga
de Luis Maira: “Los acontecimientos de Nicaragua re-
cientemente, proporcionaron una excelente oportuni-
dad para que los nuevos responsables de la coordinación
latinoamericana de la IS dieran pruebas de la disposi-
ción política que los anima. A todo lo largo de los pri-
meros meses de 1979 y hasta el derrocamiento de Anas-
tasio Somoza diversos voceros y fuerzas de orientación
socialdemócrata coordinaron su apoyo a los sandinis-
tas. Desde San José, Ciudad de Panamá y Caracas se fa-
voreció el envío de ayuda económica y militar y se coor-
dinaron las acciones de apoyo en forma amplia. En
marzo de 1979 en la ciudad de Guanajuato, México,
cuando se reunieron numerosos dirigentes socialde-
mócratas en las jornadas de conmemoración de los 50
años de la fundación del Partido Nacional Revoluciona-
rio, antecedente directo del PRI, el debate sobre las for-
mas de ayuda a la lucha nicaragüense se constituyó en
uno de los temas principales del encuentro. Pocas sema-
nas después, en los primeros días de mayo, se realizó en
San José un seminario de Solidaridad con el Pueblo de
Nicaragua que reunió a personeros socialdemócratas de
México, El Salvador, Guatemala, Honduras, Costa Ri-
ca, Panamá, República Dominicana, Puerto Rico, Es-
paña, Portugal y la República Federal de Alemania. Un
buen indicador, tanto del carácter de la reunión como
de la disposición táctica flexible de los participantes la
120
dio el comentario final del representante del Partido Re-
volucionario Dominicano quien señaló: si los nica-
ragüenses quieren palabras, se las daremos; si quieren
dinero, se lo daremos; si necesitan armas, se las dare-
mos; si quieren hombres, los buscaremos donde sea pa-
ra derrocar a Somoza” (ver “Excelsior”, México, 5-5-
1979).
No es improbable que en la ruptura de relaciones
diplonyiticas y en la firme posición asumida por el go-
bierno de México a partir de mayo de 1979 hayan tenido
una importante influencia estos planteamientos y que lo
propio haya ocurrido en el caso de los países andinos,
sobre todo si tenemos en cuenta que en Venezuela, un
país clave de ese bloque, la línea asumida por su gobier-
no, desde la época del Presidente Carlos Andrés Pérez,
era bastante clara en proponer una concertación activa
para apoyar a quienes luchaban por derribar el gobierno
de Somoza.
La preocupación socialdemócrata por Nicaragua
se ha mantenido muy viva a partir de la instalación de la
Junta de Reconstrucción Nacional en el poder. Pocos
días después de la huida de Somoza, dos representantes
del Frente Sandinista, fueron invitados a Estocolmo a
una reunión del Partido Socialdemócrata a la que
asistían personeros todos de partidos europeos. Allí se
iniciaron las discusiones sobre créditos y ayuda, las que
continuaron poco tiempo después en Managua con oca-
sión de la visita de la delegación oficial encabezada por
Mario Soares”4.
121
Sería largo historiar en detalle las reuniones social-
demócratas de distinta índole en las que delegados del
FSLN o de la misma Junta de Gobierno se hicieron pre-
sentes, así como los viajes de socialdemócratas a
Nicaragua5. En diversas oportunidades el padre Ernesto
Cardenal integró la delegación, y Willy Brandt recuer-
da, en entrevista reciente, las conversaciones con él (ver
“Barricada” del 19-11-80). Es probable que la IS hu-
biese preferido el afianzamiento de la llamada “tenden-
cia tercerista”, con carácter hegemónico, en el FSLN.
Pero también es cierto que, una vez consolidada la uni-
dad de las tres tendencias y abolido de raiz el lenguaje
sobre tendencias distintas, la IS no sólo mantuvo sino
estrechó todavía más sus lazos con el FSLN. Prueba sig-
nificativa de esto son los dos hechos siguientes: poco
después de la victoria sandinista, el minúsculo Partido
Socialdemócrata de Nicaragua pidió su afiliación a la IS
y ésta le fue negada, hecho que dio lugar a justificativas
públicas de este rechazo — de parte de Bernt Carlson,
Secretario General de la IS, y de Daniel Oduber, uno de
los Vicepresidentes de la IS — y provocó una airada car-
ta de protesta del Partido Socialdemócrata de Nicara-
gua dirigida a la IS, carta que fue divulgada, sintomáti-
camente, por la revista de la Organización Demócrata
Cristiana de América (ver “Informe ODCA”, Caracas,
n° 78, julio de 1980). El segundo hecho fue el rechazo,
de parte de la IS, de la solicitud del Movimiento De-
mocrático Nicaragüense, de Alfonso Robelo, que tam-
bién pretendía adquirir status de miembro de la IS. Co-
mo veremos más adelante, ahora un grupo de empresa-
rios costarricenses le pide a la IS la admisión del MDN
como miembro.
122
Del conjunto de esos antecedentes, agregados los
hechos recientes en ocasión del Congreso de Madrid, no
se debe ciertamente deducir que la IS se comporta como
incondicional de la orientación que las organizaciones
de vanguardia están imprimiendo a la lucha revolu-
cionaria en Centroamérica. No se excluyen de ninguna
manera explícitos distanciamientos futuros. Es incluso
probable que la IS empiece a ceder a las fuertes contra-
dicciones en su propio seno y a las presiones que le
vienen de la derecha centroamericana. Por ahora cabe
constatar simplemente lo siguiente: la IS quiere estar
presente en los eventos centroamericanos y está decidida
a aprovechar la oportunidad que la coyuntura interna-
cional le abre en este sentido; la IS ya no acepta la pers-
pectiva de la derecha, de los militares de la región y de
Estados Unidos en relación a la efervescencia en Centro-
américa, perspectiva que intenta reducir los conflictos a
supuestas confrontaciones entre dos extremismos, uno
de derecha, el otro de ultra-izquierda; o sea, IS no sólo
ve que los cambios son inevitables — cosa aceptada
incluso por el reformismo del Departamento de
Estado — sino que las vanguardias orgánicas del pueblo
ya no pueden ser encasilladas en los términos usuales de
la derecha, tildándose de “terroristas”, “extremistas”,
“comunistas” y “totalitarios”. En suma, la IS está mi-
rando al futuro y quiere salvar su influencia y eventual-
mente hacer valer su cuota de poder. En este juego, que
tiene mucho de realismo y algo de oportunismo, la IS
pasó a aceptar, en casos específicos de América Latina y
de Africa, lo que otrora era tema-tabú en sus plante-
amientos: el derecho del pueblo de defenderse contra la
opresión institucional incluso con formas de lucha ar-
mada.
123
Reacciones de derecha a los recientes
pronunciamientos de la IS
Algunas de las posiciones asumidas por la IS en su
Congreso en Madrid provocaron inmediata reacción de
parte de la derecha. Mientras los periódicos
“Barricada” y “Nuevo Diario” de Managua daban
amplio destaque al apoyo recibido por la Revolución,
los medios informativos de Costa Rica aprovecharon la
oportunidad para sumarse todavía más abiertamente a
la campaña difamatoria contra Nicaragua. Tomemos
apenas algunos ejemplos.
El diario “La Nación”, en editorial del 19-11-80
sobre “El Rumbo de la Socialdemocracia”, acusa a la
IS de “una suerte de doblez oportunista”, que
consistiría “en que dentro de sus propios países se
muestran conservadores y antiextremistas, pero fuera de
ellos regresan de nuevo a las fuentes originales de inspi-
ración y se tornan marxistas”. Lo que sigue revela para-
digmáticamente el esquematismo simplista y el lenguaje
usual de la reacción: “En ese pronunciamiento (de
Madrid), la Internacional Socialista acordó dar su apo-
yo total al proceso revolucionario sandinista de Nicara-
gua y a las guerrillas de la extrema izquierda de El Salva-
dor, lo que implica además, una toma de posición muy
clara respecto al signo ideológico que ha de tomar el
proceso de cambio en América Central y en el Caribe,
coincidente por lo visto, con la estrategia cubanosoviéti-
ca. (...) Los acuerdos mencionados, de apoyo incondi-
cional al sandinismo, cuya legitimidad democrática está
hoy en entredicho, y a las organizaciones revolucionarias
marxistas-leninistas de El Salvador, han sido suscritas
124'
por los delegados del Partido Liberación Nacional al
Congreso Socialista de Madrid como no puede ser de
otra forma”. A continuación el editorial emplaza direc-
tamente al Comité Político del PLN para que se pronun-
cie, porque ‘‘es necesario saber si ese partido va a seguir
la orientación procubana' y prosoviética en el área del
Caribe, o si en vista de los acontecimientos va a emanci-
parse de un tutelaje tan vacilantemente peligroso”.
El Directorio Político del PLN tomó tan en serio el
desafio del editorial de “La Nación” que se sintió urgi-
do a contestarlo -el mismo día. Después de recordar su
origen anticomunista (“el Partido Liberación surgió al
escenario político enfrentado al comunismo”) y su tra-
yectoria “democrática” (“En siete campañas electora-
les ha desafiado por igual el ataque de la extrema con-
servadora y de la extrema marxista”), el Directorio afir-
ma su autonomía frente a “interferencias o extorsiones
extranjeras”: “Sobre los términos exactos de la Decla-
ración del Congreso de la Internacional Socialista, con
respecto a Nicaragua y El Salvador, esperamos el regre-
so del Lie. Daniel Oduber y del Ing. Rolando Araya.
Dentro de la IS se dan discrepancias. Pero como en todo
conglomerado democrático, las decisiones se adoptan
por mayoría de votos. Sin embargo, su Estatuto garanti-
za en forma clara la autonomía de los partidos afiliados
en su estrategia y sus tácticas para realizar una democra-
cia plena” (Ver “La Nación” del 21 . 1 1 .80 y el campo pa-
gado de página entera al día siguiente).
Esta “aclaración” obviamente no surgió de un con-
senso del Directorio Político del PLN porque uno de sus
miembros, el Lie. Elias Soley Soler se quejó pública-
125
mente al presidente de este organismo, el Lie. Daniel
Oduber, exigiendo saber quién votó por qué en Madrid.
Porque según él, “los liberacionistas se alarman...”,
puesto que “resulta inexplicable la adhesión sin límites a
un régimen que transita la ruta del totalitarismo marxis-
ta...”; además, “la duda que en el ánimo del libera-
cionismo democrático deja esa clase de pronunciamien-
tos, no se disipa con manifestaciones vaporosas que
apelan a la historia del Partido” clara alusión a la nota
del Directorio Político: Y sumado a la posición del edi-
torialista de “La Nación”, pero dando un paso más in-
cisivo, el Lie. Soley Soler sugiere que llegó el momento
de quizá romper con la IS: “En suma, no tiene impor-
tancia... liquidar la onerosa alianza con grupos políticos
de ultramar que parecen alejarse de su vocación de-
mocrática” (ver “La Nación” del 23-11-80).
Lo que antecede no da todavía una idea cabal de la
furibundez con la que los voceros de la derecha se lanza-
ron contra la IS después del Congreso de Madrid. Para
tanto sería necesario haber recogido la cantidad de co-
mentarios radiales, televisados y de prensa escrita. Uno
de los casos más notorios han sido los diversos pronun-
ciamientos públicos de Gonzalo J. Fació, ex-Ministro de
Relaciones Exteriores de Costa Rica. Según él, “El
Frente Sandinista se ha quitado la careta democrática
pluralista para mostrar su verdadera faz totalitaria”.
Pero totalitarios no son solamente los sandinistas, tota-
litaria pasó a ser la misma IS. Y el Partido Liberación,
según Gonzalo Fació, debe salir de posturas ingenuas.
“Por ser un novel miembro, muy entusiasta de la Inter-
nacional Socialista, el Partido Liberación Nacional se
ha visto embarcado en la nueva ruta totalitaria que pa-
rece estar tomando dicha organización. Como sé que
126
eso choca con las convicciones libertarias de su candida-
to señor Monge y de la gran mayoría de sus afiliados,
me pregunto si no será hora de que enuncien su pacto
con una Internacional Socialista que parece haber
claudicado en su fe democrática” (ver “La Nación” del
21-11-80).
El lenguaje del señor Miguel Barzuna candidato a
Presidente por el Partido Progreso Nacional es todavía
más agresivo contra la IS (ver “La Nación” del 24-11-
80, campo pagado).
Y el Presidente del Instituto Costarricense del Sec-
tor Empresarial, señor Richard Beck, hizo pública su
carta enviada a Willy Brandt, en la que se anima a
proponer dos cosas: que, frente al “evidente proceso de
extrema izquierdización” de Nicaragua, el Comité de
Defensa de la Revolución Nicaragüense reoriente funda-
mentalmente sus objetivos e investigue críticamente lo
que sucede en Nicaragua, o sea, que se transforme en
una especie de tribunal acusatorio; y segundo, que
Brandt haga las gestiones para que el Movimiento De-
mocrático Nicaragüense, que preside el empresario Al-
fonso Robelo, sea afiliado como miembro de la IS (ver
“La Nación” del 23-11-80).
Todo indica que la tormenta seguirá todavía por al-
gún tiempo y que el Lie. Daniel Oduber tendrá que emi-
tir algún pronunciamiento a su regreso. Es prematuro
especular sobre el efecto de ese tipo de presiones sobre
el ánimo de los dirigentes de la IS.
127
Desmitizar la IS
Hay algunas cosas que conviene tener claras respec-
to a la relevancia y las limitaciones de la IS para no caer
en falsas mitizaciones de la misma. El líder socialde-
mócrata sueco Olaf Palme la definía, por lo menos en su
trayectoria hasta 1976, como un simple “forum de de-
bates”. Ningún partido miembro, y mucho menos los
partidos observadores, está vinculado de forma discipli-
nada a las resoluciones y los pronunciamientos de la
asociación mundial. Willy Brandt define a la IS, en su
nueva fase de reactivación o re-fundación a partir del
Congreso de Frankfurt de 1951, como “una comunidad
de trabajo de partidos soberanos”.
Fue básicamente la troica más tercermundista de la
IS — Willy Brandt de Alemania Federal, Bruno Kreisky
de Austria y Olaf Palme de Suecia — la que fue planean-
do, mediante un intensivo carteo y diversas reuniones 6,
lo que hoy algunos llegan a llamar ‘‘la gran ofensiva de
la IS en dirección al Tercer Mundo”7. Como es sabido,
Willy Brandt, además de ser el Presidente de la IS, presi-
de también la “Comisión Brandt” que acaba de- divul-
gar su primer alentado informe sobre las críticas rela-
ciones Norte-Sur8. Pero conviene recordar que la idea
original para la creación de una comisión sobre la proble-
mática Norte-Sur, e incluso la sugerencia de que Willy
Brandt la presidiera, es de Robert S. McNamara, Presi-
dente del Banco Mundial (ver su discurso a la reunión
anual de Gobernadores del Banco Mundial de 1976).
La nueva fase más agresiva de la IS, después de
1976, tiene como trasfondo la crisis económica mundial.
El resquebrajamiento del liderazgo de Estados Unidos y
las tendencias del capitalismo transnacionalizado en el
sentido de ensanchar cada vez más la brecha entre países
ricos y países pobres, forman el contexto en el cual los
más avisados líderes socialdemócratas percibieron una
excelente oportunidad para replantear una alternativa
entre el capitalismo salvaje y deshumano y las propuestas
netamente revolucionarias. En el fondo se trata de un
renovado intento de plantear una “tercera vía”. El re-
fuerzo de la posición económica de Europa, como una
especie de tercer polo entre la presencia sofocante de Es-
tados Unidos y una alternativa pro-soviética, el aumen-
to de la pobreza absoluta en muchas áreas del Tercer
Mundo, el fracaso de los modelos de desarrollo centra-
dos en el mero crecimiento económico sin atención a la
justicia social, el endurecimiento de las dictaduras por
una parte y la pujanza de los movimientos de liberación
por la otra, todo ese abanico de elementos constitutivos
de la crisis a nivel mundial forma el verdadero contexto
en el cual hay que entender las nuevas posiciones de la
IS.
Si, por un lado, “no hay duda de que, en esta fase
de la lucha de los pueblos del Tercer Mundo, la IS puede
desempeñar un papel politico progresista, en las denun-
cias de las dictaduras y de las violaciones de los derechos
humanos, en el apoyo a oposiciones democráticas y en
la utilización de gobiernos europeos en los que participan
a fin de presionar a regímenes militares y represivos”,
tampoco hay duda, por el otro, de que “la IS y princi-
palmente los partidos más fuertes de esta organización,
tiene un proyecto social reformista y moderado y no
129
\
pretenden apoyar una revolución socialista radical en el
Tercer Mundo. De manera que seguirá apoyando con
todas las fuerzas a los sectores moderados de los frentes
democráticos y reformistas que derribaron a las dicta-
duras, como en el caso portugués donde se coloca al la-
do del Partido Socialista y su ala moderada”9.
Respecto a la intención de fondo de la IS, no cre-
emos que esté muy equivocado Sergio C. Buarque cuan-
do afirma: “También en el caso de Nicaragua deberá re-
petirse la misma práctica política: después de la victoria
del Frente Sandinista, con el apoyo por lo menos moral
de la IS los socialdemócratas harán todo lo posible para
evitar una radicalización del proceso de transforma-
ciones sociales en aquel pequeño país de América
Central”10. ¿Cuándo y dónde se da una ruptura del
principio de propiciar los cambios sociales pero tendien-
do siempre a favorecer la posición más moderada y re-
formista?
Pensamos que es precisamente esta la cuestión
concreta que se plantea respecto al sostenido apoyo de
la IS al proceso revolucionario de Nicaragua y a la lucha
popular en El Salvador y Guatemala. ¿Cuándo y dónde
se verifica el paso cualitativo de una posición reformis-
ta, fundamentalmente ligada al sistema capitalista, a
una posición francamente anti-imperialista y favorable
a una salida de tipo socialista?
Para contestar esta pregunta de poco sirve acumu-
lar citas de proclamas a nivel puramente ideológico. La
cuestión se decidirá en el terreno de las prácticas efecti-
vas de apoyo al proceso revolucionario o, en grado me-
130
ñor, en la mantención de una “activa solidaridad” con
procesos cuyo camino, aunque no enteramente del agra-
do de la IS, se ve realísticamente como lo mejor posible.
V
Es difícil pronosticar cuál será la posición futura de
la IS respecto al desarrolo de la Revolución en Centro-
américa. Lo más probable es que la IS se mantenga aler-
ta, buscando influenciar el proceso en la línea de sus
principios, además bastante vaporosos, de “socialismo
democrático”. No nos parece probable que sobreviva, a
mediano y largo plazo, un apoyo enfático y activo a
aquellos procesos que radicalicen su opción anti-capita-
lista. Pero es previsible que quepan en la flexibilidad del
juego de las alianzas socialdemócratas a lo largo del
mundo aquellos procesos de lucha popular emancipato-
ria que preserven una dosis de economía mixta y un cier-
to pluralismo político, aun en el caso de que la
hegemonía de la conducción esté claramente en manos de
dirigencias representativas de las mayorías populares. En
este sentido las relaciones de la IS con Nicaragua repre-
sentan un verdadero test.
La opinión que acabamos de expresar por último
tiene rasgos temerarios. Porque es absolutamente cierto
que la fraseología bastante radical que emana de
reuniones internacionales de los socialdemócratas tiene
poco en común con la práctica política, por ejemplo, del
gobierno socialdemócrata-liberal de Alemania Federal.
Es igualmente cierto que el peso de la Socialdemocracia
alemana (SPD) es determinante, desde un punto de vista
financiero, para las actividades de la IS. Y la línea
política de Helmut Schmidt está ciertamente un tanto a
la derecha de las posiciones de Willy Brandt, y se sitúa
todavia más a la derecha el liberal pro-Estados Unidos
131
que es Dietrich Genscher, Ministro de Relaciones Exte-
riores. En suma, a la actual gestión social-demócrata-
liberal de Alemania Federal le parece interesar mucho
más la superación de la crisis interna del sistema capita-
lista que la búsqueda de un Orden Económico Mundial
efectivamente Nuevo.
Con todo, no se está fantasiando cuando se co-
mienzan a vislumbrar síntomas de un “Plan Europa”
frente al debilitado hegemonismo norteamericano. Para
quien ha leído algo de las revistas teóricas de los Parti-
dos Socialdemócratas europeos, o incluso para quien
acompaña regularmente lo que se edita en la revista so-
cialdemócrata latinoamericana “Nueva Sociedad”, re-
sulta bastante evidente que los puntos de fricción con
Estados Unidos van en aumento. Dentro de este marco
adquieren un sentido político práctico ciertas perspica-
cias ya bastante viejas de los líderes socialdemócratas
europeos. Las resoluciones del Congreso de la IS, en Gi-
nebra 1976, contienen afirmaciones de clara resonancia
anti-capitalista. Por ejemplo, el “evidente fracaso del
capitalismo internacional” aparece como el principal
responsable por la miseria agobiante del Tercer Mundo.
Se afirma, además, que “se debe partir del principio de
que el curso automático de los mecanismos del mercado
no ofrece la garantía para la creación de condiciones pa-
ra la justicia y la igualdad. Por el contrario, en la
mayoría de los casos, tiende a aumentar el poder y la ri-
queza de los poderosos en detrimento de los débiles”.
En consecuencia, se urge un tipo de socialismo
— normalmente adjetivado de “democrático” o “en li-
bertad”— como “la única alternativa a un sistema
político que trae consigo el conflicto, el desorden y la in-
justicia”".
132
ddfc
Otro elemento de trasfondo para entender la “cola-
boración flexible y no esquemática” de la IS con grupos
de oposición en el Tercer Mundo es la arraigada descon-
fianza, por lo menos en algunos de los líderes socialde-
mócratas, respecto a la capacidad de liderazgo de Esta-
dos Unidos en un mundo convulsionado como el actual.
Olaf Palme llega a ser contundente en este punto: “Los
Estados Unidos parecen incapaces de comprender y
afrontar de modo constructivo el proceso de liberación
que ya está en marcha en el subcontinente latinoameri-
cano. La posición norteamericana frente a la lucha de
los pueblos latinoamericanos por la libertad es tan
estrecha de criterios y corta de miras como fue la que
sostuvieron en los casos de China y Vietnam frente a
personajes como Mao Tsé Tung y Ho Chi Minh”12.
Es, por tanto, todo un conjunto de elementos que
hay que ten.er en cuenta para valorar correctamente, en
su relevancia y en sus límites, la actitud amplia y flexible
de la IS frente a los procesos revolucionarios que brotan
de agudizaciones objetivas de la lucha de clases. Olaf
Palme ya proponía hace años: “Si queremos tener con-
tactos fructíferos, debemos apoyar activamente a los
movimientos de liberación y debemos aceptar su lucha
por la independencia nacional. Asimismo, debemos
aceptar su lucha por la independencia económica de to-
dos los países del Tercer Mundo y contribuir a que
puedan ocupar el lugar que les corresponde en la Comu-
nidad Internacional”13.
A los líderes socialdemócratas del mundo rico no se
les presentan normalmente alternativas únicas y exclu-
yentes. Pueden flexibilizar sus posiciones de acuerdo a
las circunstancias. Pero en algunos países de Centro-
133
américa la situación es decididamente otra: o se suman a
la lucha del pueblo o quedarán rezagados en la historia.
Es esto lo que plantea con bastante claridad un dirigen-
te1 socialista-democrático guatemalteco: “No debemos
de llamarnos a equivocación... Nosotros no tenemos al-
ternativa si queremos ser consecuentes con las posi-
ciones ideológicas y políticas que sustentamos y si
queremos verdaderamente rescatar las raigambres pro-
pias de los partidos socialistas. Es decir, sólo tenemos
un camino y esto está demostrado claramente en el caso
de El Salvador; y creo que en Guatemala se está de-
mostrando también, es decir, estar al lado de la clase
trabajadora, que es el lugar que nos corresponde”.14
Criterios para establecer alianzas
Los criterios de la IS en la oferta de su solidaridad y
en el establecimiento de alianzas no son siempre clara-
mente perceptibles. Sería ciertamente ingenuo pensar
que se trata de criterios netamente revolucionarios. Para
los movimientos populares, al revés, este punto de los
criterios exige una marcada claridad y una fidelidad in-
corruptible.
La solidaridad internacional es un aspecto clave en
la lucha del pueblo por su liberación. Las dirigencias
centroamericanas han sabido buscar y aceptar esta soli-
daridad dentro de la amplitud de perspectivas y la
ausencia de dogmatismos que el asunto requiere. Para
eso han sabido enfatizar, con un lenguaje á veces ade-
cuado, a veces derivado de la falta de experiencia en este
terreno, aquellos objetivos fundamentales de la lucha
que propician puntos de encuentro y coincidencias bási-
cas. La exacerbación de las dictaduras y de las clases do-
134
minantes ha permitido enunciar, sin radicalismos abs-
tractos, las bases comunes contra un enemigo dema-
siado evidente. Esto condujo a una interpenetración casi
espontánea entre el lenguaje de la IS y muchos de los
elementos de las plataformas de la lucha popular en
Centroamérica. Las organizaciones revolucionarias de
América Central han sabido dar lecciones fructíferas al
resto de las izquierdas latinoamericanas no sólo en el
punto, absolutamente fundamental, de la necesaria uni-
dad de las fuerzas populares, sino también en la creativi-
dad en el plano de nuevos lenguajes y nuevos énfasis,
más favorables a la obtención de la solidaridad interna-
cional.
Respecto a la conducción y las metas finales de la
lucha, los movimientos populares de Centroamérica
fueron también favorecidos por circunstancias relativa-
mente propicias a la claridad de criterios. La tentación
de embarcarse en un proyecto de recambio ajeno, es de-
cir, sin garantía de que sea hegemonizado por vanguar-
dias realmente representativas de los intereses del
pueblo, por ejemplo, un proyecto reformista hegemoni-
zado por sectores burgueses de oposición, es una tenta-
ción que se esfumó prácticamente por sí sola. Las
burguesías reformistas ya no aparecen como alternativa
de recambio en los casos de El Salvador y Guatemala, y
obviamente no en Nicaragua. Distinto es el caso de Cos-
ta Rica, como es también claramente otro el caso de la
mayoría de los países latinoamericanos, donde existe
incluso la fuerte tentación de embarcarse en proyectos
ajenos a los verdaderos intereses del pueblo, dada la
ausencia inmediata de una alternativa popular viable a
corto o mediano plazo. En muchas situaciones de Amé-
135
rica Latina — no así en los países centroamericanos, con
excepción de Costa Rica — existe el peligro de confundir
simples proyectos de recambio con lo que debe ser un
proyecto verdaderamente popular, hegemonizado por la
clase trabajadora, aunque eventualmente deba ser fle-
xible en la alianza con otros sectores.
La lucha de Nicaragua no ha sido únicamente
contra la dictadura de Somoza, sino por una nueva Ni-
caragua donde se busquen crear las bases reales para
una democracia vista a partir de las mayorías, o sea, re-
almente popular. Y el FSLN tiene muy claro su papel de
vanguardia, tiene claros los criterios y las metas de un
proceso revolucionario hondamente popular. En ningún
momento se pone en duda que esta es una revolución del
pueblo y para el pueblo, con un nuevo concepto de de-
mocracia radicalmente distinto de las democracias for-
males o meramente electoreras de la burguesía.
Desde una claridad en los principios y desde una
garantía de afianzamiento del proyecto propio del movi-
miento popular, las alianzas que se establecen incluyen
necesariamente una condición fundamental: que se trate
de un “sumar fuerzas” en favor del proyecto autónomo
de las clases subalternas. Una vez conquistada esta posi-
ción de fuerza — puesto que los meros enunciados retó-
ricos en este sentido no son suficientes — , no hay por-
qué negarse a alianzas que puedan resultar fructíferas
para el avance del proceso popular. Pero no hay que lla-
marse a engaño: las fuerzas de la burguesía progresista y
reformista, las nacionales y las internacionales, no
entregan en bandeja sus cuotas de poder, no se inclinan
a aceptar sin condiciones el lugar y la participación que
el proyecto popular les ofrece. Aliados estratégicos sólo
136
pueden ser aquellos que coinciden honestamente con los
objetivos estratégicos de un proceso revolucionario. Pa-
ra los sectores burgueses esto significa siempre una espe-
cie de “suicidio de clase’’, es decir, una renuncia a los
intereses de la propia clase en favor de los intereses de
las mayorías. Por tanto, el pluralismo posible dentro y a
partir de un proyecto realmente popular, jamás puede
ser sinónimo de interclasismo sin más, aunque pueda te-
ner rasgos de alianza de clases.
Decíamos más arriba que Centroamérica es una
cantera de lecciones para las izquierdas y que es un test
para los vínculos de la IS con movimientos de liberación
en el Tercer Mundo. Ahora podemos agregar que lo
fundamental en ese test consiste en lo siguiente: ¿está la
IS en disposición de mantener su “solidaridad activa”
con plena conciencia de que, en los casos de Nicaragua,
El Salvador y Guatemala, la conducción hegemónica del
proceso por parte de los vanguardias populares ya no es
un punto a negociar?
NOTAS
1. Willy Brandt, Bruno Kreisky y Olaf Palme, La alternativa social-
demócrata. Ed. Blume, 1977, p.182.
2. Luis Maira, “Fuerzas Internacionales y Proyectos de recambio en
América Latina”, en: VV.AA., Proyectos de Recambio y Fuerzas
Internacionales en los 80. p. 21-66, cita p.43.
3. Luis Maira, ibid. p.49.
4. Luis Maira, ibid. p.48s.
5. Información adicional en: James Petras, “La Socialdemocracia en
América Latina”, en: Le Monde Diplomatique, (en español), Ju-
nio 1980; Luis Maira, loe. cit.; Sergio C. Buarque, “A Interna-
cional Socialista corteja o Terceiro Mundo”, en: Encontros con a
137
Civil izaqao Brasileira. N. 20, Febrero 1980, p. 71-86; Jorge
Camón, “Socialdemocracia y Reformismo en América Latina”,
en: Estrategia, N. 31, Enero-Febrero 1980, p. 65-80; José María
Bulnes, “La ofensiva de la Socialdemocracia en América Latina”,
en: Le Monde Diplomatique, (en español). Abril 1979.
6. La documentación relativa en: La alternativa socialdemócrata.
7. Cf. Sergio C. Buarque, loe. cit. p.80.
8. Cf. Norte-Sur. Un Programa para la Supervivencia. Informe de la
comisión independíente sobre problemas internacionales del de-
sarrollo presidida por Willy Brandt. Bogotá, Ed. Pluma, 1980.
9. Sergio C. Buarque, loe. cit. p.82.
10. Sergio C. Buarque, loe. cit. p.82.
11. Citado en: Sergio C. Buarque, loe. cit. p.84.
12. Olaf Palme, en: La alternativa socialdemócrata, p.128.
13. Olaf Palme, ibid. p.185.
14. Mario Solórzano Martínez, en: VV.AA., La situación política de
Centroamérica: responsabilidad de los partidos políticos y las or-
ganizaciones populares. San José, CEDAL, 1980, p.46.
138
ANEXOS
DECLARACION DEL FSLN:
¿QUE DEMOCRACIA?
COMUNICADO OFICIAL DEL FRENTE SANDINISTA SOBRE
EL PROCESO ELECTORAL
A todo el pueblo heroico de Nicaragua y pueblos
amigos del mundo
De la Dirección Nacional del Frente Sandinista de
Liberación Nacional
1.- Para el Frente Sandinista la democracia no se
mide únicamente en el terreno político y no se reduce so-
lamente a la participación del pueblo en las elecciones.
Democracia no es simplemente elecciones. Es algo más,
mucho más. Para un revolucionario, para un sandinis-
ta, significa PARTICIPACION del pueblo en los asun-
tos políticos, económicos, sociales y culturales.
Mientras más tome parte el pueblo en esa materia será
más democrático. Y hay que decirlo de una vez por to-
das, la democracia no empieza ni termina con las elec-
ciones. Es un mito el querer reducir la democracia a esa
condición. La democracia se inicia en el orden econó-
mico, cuando las desigualdades sociales principian a de-
bilitarse, cuando los trabajadores, los campesinos, me-
joran sus niveles de vida. Ahí se origina la verdadera de-
mocracia. Antes, no.
141
Una vez logrados estos objetivos, de inmediato se
extiende a otros terrenos: se amplía el campo del gobier-
no; cuando el pueblo influye sobre su gobierno, cuando
el pueblo determina a su gobierno, le guste a quien le
guste.
Sin embargo en una fase más avanzada, democra-
cia significa participación de los trabajadores en la di-
rección de las fábricas, haciendas, cooperativas y
centros culturales. En síntesis, democracia es interven-
ción de las masas en todos los aspectos de la vida social.
Apuntamos lo anterior para sentar, desde una base de
principios, lo que el Frente Sandinista de Liberación
Nacional entiende por democracia.
No obstante esto, el Frente Sandinista ratifica la
crítica constructiva como la única crítica fecunda. La
discrepancia y el pluralismo seguirán siendo componen-
tes esenciales de la DEMOCRACIA SANDINISTA. Pe-
ro señala que las críticas que deben tenerse en cuenta,
fundamentalmente, son las que hace el pueblo trabaja-
dor, porque son las más desinteresadas, genuinamente
sinceras y revolucionarias.
2.- La Dirección Nacional del Frente Sandinista de
Liberación Nacional reafirma ante el pueblo nicara-
güense y ante el mundo, que el proceso revolucionario
que actualmente vive nuestro país, no tiene regreso y
continuará su marcha hasta las últimas consecuencias.
No debe quedar la más minima duda de que es UNA
REVOLUCION la que hoy está en marcha, y que fue
para hacer una Revolución que a la cabeza del pueblo
nicaragüense, el Frente Sandinista de Liberación Na-
142
cional tomó el poder el 19 de julio de 1979, después de
18 años de lucha y a un costo de casi 100.000 vidas.
3. - La responsabilidad que asumimos al conducir la
guerra de liberación, nos llevó a estudiar la realidad
concreta de nuestro país. De esa manera logramos
apreciar el estado de atraso y destrucción económica,
social y moral en que encontraría al país la Revolución
triunfante.
Por esas razones planteamos con toda seriedad que
al lograrse el triunfo, debíamos iniciar un PROCESO
DE RECONSTRUCCION NACIONAL como el primer
gran paso de la Revolución Popular Sandinista.
4. - Una vez en el poder, el Frente Sandinista, como
auténtica vanguardia y como conductor del pueblo nica-
ragüense, decidió instalar una Junta de Gobierno que
organizara y encabezara la gestión gubernamental apo-
yada en el trabajo del pueblo, para hacer posible la Re-
construcción Nacional.
5. - A un año de la Revolución podemos afirmar
con responsabilidad que el atraso y la destrucción eco-
nómica, social y moral del país, es de tal magnitud y
profundidad, que no puede esperarse que el país se re-
construya antes de 1985, por lo que la Dirección Na-
cional del Frente Sandinista ha decidido que la JUNTA
DE GOBIERNO organizada deberá seguir al frente de
la gestión gubernamental hasta 1985.
6. - Por lo tanto, nuestro pueblo trabajador,
nuestros obreros y campesinos, nuestros jóvenes y mu-
143
jeres, los profesionales y empresarios patriotas entrega-
dos a la Reconstrucción Nacional, deberán aprestarse en
1985 para elegir el programa de gobierno y los mejores
hombres del país, que a cargo del gobierno deberán se-
guir impulsando las tareas de nuestra Revolución.
7.- Por su parte la JUNTA DE GOBIERNO DE
RECONSTRUCCION NACIONAL, para hacer reali-
dad esta conquista del pueblo de Sandino, deberá dar
inicio en enero de 1984, al Proceso Electoral mediante el
cual los nicaragüenses determinarán el Gobierno que
habrá de seguir construyendo la NUEVA NICARA-
GUA, la que soñaron SANDINO, RIGOBERTO y
CARLOS FONSECA.
PATRIA LIBRE, O MORIR
SANDINO AYER, SANDINO HOY, SANDINO
SIEMPRE
DIRECCION NACIONAL DEL FRENTE
SANDINISTA DE LIBERACION NACIONAL
23 de octubre de 1980
144
Internacional Socialista
SOLIDARIDAD CON NICARAGUA Y NO
A LA INTERVENCION EN
CENTROAMERICA
(Entrevista a WHly Brandt, Barricada, 19 de noviembre de 1980)
Su nombre verdadero es Herbert Frahm, pero el
mundo entero lo conoce con el seudónimo que utilizaba
en la lucha clandestina contra el régimen fascista de
Hitler. Ha sido periodista, escritor, alcalde de Berlín y
Canciller de la República Federal de Alemania. Es Willy
Brandt.
" Con ese nombre fui al extranjero cuando tenía
diecinueve años. Con este nombre empecé a escribir en
los periódicos y publiqué mis libros. Con este nombre
entré en la política, me convertí en adulto y volví a Ale-
mania al final de ¡a guerra”, ha dicho alguna vez.
A él le corresponde el mérito de haber forjado una
política exterior en Alemania Federal de apertura hacia
los países de Europa del Este (Ostpolitik).
Brandt, un alemán imponente que no aparenta los
67 años que tiene (nació el 18 de noviembre de 1913 en la
ciudad de Lubeck), es el presidente de la Internacional
Socialista, y promotor y miembro del Comité Interna-
cional de Defensa de la Revolución de Nicaragua.
145
Durante la entrevista de quince minutos que nos
concedió en una salón del Hotel Meliá-Castilla, durante
el décimoquinto Congreso de la Postguerra de la Inter-
nacional Socialista que acaba de terminar en Madrid,
Brandt habló sobre Nicaragua, El Salvador y las amena-
zas norteamericanas.
La entrevista se desarrolló en inglés. Con una voz
clara, sonora y una perfecta dicción, el ex-canciller ale-
mán explicó su determinación de crear un Comité de
Defensa de la Revolución de Nicaragua, ese CDS inter-
nacional que lo conforman quince de las más distin-
guidas personalidades políticas de Europa Occidental.
Madrid, 15 de noviembre de 1980
El Comité de Defensa de la Revolución Nicaragüense
B. — Sabemos que la formación de este Comité de
Defensa de la Revolución Nicaragüense, que fue anun-
ciada durante el congreso, obedeció a una propuesta su-
ya. Queremos saber qué le motivó a usted Sr. Brandt a
proponer al Congreso esa resolución?
W.B. — Sí. Fue el resultado de una resolución miar
después de una franca y seria conversación que tuve con
el Comandante de la Revolución Bayardo Arce, quien
estaba aquí en el congreso, y ante mi impresión de que
pueden haber fuerzas reaccionarias en los países vecinos
que pueden ser mal orientados por lo que podría pasar
realmente en Washington, y pudieran creer que actúan
correspondientemente con Washington si comienzan o
146
continúan actuando con una política de agresión. Así
que propuse el comité — del cual soy miembro — para el
cual sugerí que Felipe González (Secretario del Partido
Socialista Obrero Español PSOE), fuera el presidente.
Queríamos con esto subrayar nuestra solidaridad con
Nicaragua y al mismo tiempo mostrar una “bandera ro-
ja” a la gente que pueda tener^malas intenciones.
El F.S.L.N. y la Internacional Socialista
B. — Qué significa para la Internacional Socialista
la presencia del Frente Sandinista de Liberación Na-
cional en el Congreso?
W.B. — Bien, no es la primera vez que nos en-
contramos. Yo recuerdo en la primavera del año pasa-
do, cuando Ernesto Cardenal explicó la posición de los
sandinistas en la reunión que tuvimos en Luxemburgo, y
hemos estado en contacto desde esa vez en varias oca-
siones. Yo mismo estuve en la conferencia de Santo Do-
mingo durante la primavera de este año. Pero sí es la
primera vez que el Frente está presente en un congreso.
Creo que esto ha sido apreciado por los europeos y, por
supuesto, por representantes de otras partes del mundo,
pero especialmente por aquellos de nosotros de Europa,
puesto que su presencia para nosotros muestra un grado
de confianza y también nos da la oportunidad de parti-
cipar en la experiencia de un movimiento, con las expe-
riencias específicas que ustedes han recogido en la lucha
por la libertad y la identidad propia.
147
La Revolución Nicaragüense
B. — Qué significa para la Internacional Socialista
la Revolución nicaragüense?
W.B. — Yo no sé realmente si hay una interpreta-
ción general de ella. Yo no voy a hablar a nombre de to-
dos, pero creo que lo que es común en todos nosotros es
que la miramos como una identificación propia de las
aspiraciones de su pueblo y deseos del futuro. Así que
para el resto de nosotros no es una cuestión de hacer
nuestra propia definición, sino que, bueno, esto es esto,
y nosotros lo respetamos.
Las posiciones de la I.S.
B. — Sr. Brandt, siempre ha estado bastante presen-
te para nosotros la solidaridad demostrada por esta or-
ganización en los últimos dos años, pero nos gustaría sa-
ber si tal actitud hacia Nicaragua es un caso particular
en Latinoamérica para hacer causa común con el movi-
miento revolucionario en la lucha contra el fascismo y el
imperialismo?
W.B. — Bueno, yo también en mis años jóvenes es-
tuve involucrado en la lucha contra un régimen fascista,
y esto es verdad para el Canciller austríaco (Kreisky) y
un cierto número de nosotros, — pero nadie debería te-
ner la impresión de que nos vamos a imponer sobre otros.
No queremos exportar nuestras metas específicas, no
queremos reemplazar la influencia de otros por la
nuestra. Solamente ofrecemos asociación y tenemos la
impresión de que en su país, como en otros países, o por
148
lo menos en cierto número de países en Centroamérica y
más allá, no les importaría si las relaciones afuera estu-
vieran diversificadas, siempre y cuando se diversifican
basadas en el estricto principio de asociación en igual-
dad, y no basada en la superioridad de nadie encima de
otro.
Reagan y las posibilidades de intervención
B. — Señor Brandt, hemos conocido la plataforma
republicana y las declaraciones dadas por Reagan en re-
lación a Latinoamérica, especialmente sobre la región
de Centroamérica. Y se ha denunciado múltiples veces
que hay grandes posibilidades de una intervención mili-
tar en El Salvador. Tiene su partido y la organización
socialista medidas preventivas para ayudar a mantener
el derecho de autodeterminación del pueblo salvadore-
ño?
W.B. — Déjeme decirle primero, que hay varias par-
tes de la plataforma del presidente electo que desde todo
punto de vista levantan muy serias preguntas, también
en áreas en que nosotros en esta parte del mundo esta-
mos involucrados. Pero es mi experiencia que algunas
veces los políticos se vuelven un poco más sabios que sus
plataformas, y esta oportunidad todavía existe. Pero
creo que vivimos en un período peligroso, un período de
transición donde las fuerzas reaccionarias, incluidas
aquellas dentro de su país y fuera, pueden dar ahora su
propia interpretación a lo que una nueva administración
norteamericana pueda hacer o tolerar. Sobre la cuestión
de El Salvador, yo tengo la fuerte esperanza de que na-
die caerá en la tentación de intervenir militarmente. No-
149
sotros, y cuando digo nosotros, quiero decir no sólo la
Internacional Socialista, sino también aquellos partidos
que se encuentran con responsabilidades de gobierno,
no estaremos en una posición desde un punto de vista
militar de hacer algo nosotros mismos, porque no es po-
sible. Pero de todas maneras tenemos que hacer algo
por medios políticos para convencer o dejar claro a los
americanos que esto es algo que no podemos aceptar.
La Revolución Salvadoreña
B. — Qué significa para usted Sr. Brandt, para su
partido, y la Internacional Socialista, la revolución en
El Salvador? Considera que existe en ese país otra alter-
nativa que no sea la revolución?
W.B. — Mire, nosotros hemos seguido el consejo del
camarada Ungo, quien es miembro de nuestra organiza-
ción y aceptamos su decisión de dejar la junta, como
Héctor Oquelí, quien fue Ministro de Relaciones Exte-
riores, y se fue junto con Ungo, pero nunca diremos que
no hay otras fórmulas a medida que pasa el tiempo. Por
ejemplo, yo creo que todavía hay una posibilidad de que
las fuerzas revolucionarias en un momento dado puedan
-unirse con una parte de los militares, de que se puedan
unir con algunos de los democristianos que hayan deja-
do la junta. Lo que yo quiero indicar es que si-ellos mis-
mos sienten que algo puede hacerse con una base aún
más ancha, por supuesto, ésto se iba a encontrar con
simpatía y comprensión.
150
La luha común por la paz y la democracia
B. — No quiero quitar más de su tiempo señor
Brandt, una última pregunta... Hay al^ún espacio
entre las líneas de la Internacional Socialista, que permi-
tan cualquier alianza táctica con otras fuerzas, como'
con los movimientos de liberación nacional o el movi-
miento comunista, alrededor de ciertos objetivos, tales
como la paz o la democracia?
W.B. — Sí. La cuestión sobre las relaciones con el
movimiento comunista, lo hemos dejado a que cada
partido decida sobre una situación dada en su país, no-
sotros como Internacional Socialista, no interferimos en
eso. Tome por ejemplo mi propia área; mientras que en
mi país este problema no existe, porque el partido co-
munista es muy pequeño, en Francia, nuestros amigos
tenían una relación que trabajaba muy bien, que desa-
fortunadamente (ellos piensan que desafortunadamen-
te) ya no trabaja bien, como resultado de acontecimien-
tos en ese país y en otras partes. Pero la Internacional
Socialista no da una respuesta uniforme a la pregunta de
trabajar con otras fuerzas. Con los movimientos de libe-
ración, los hemos aceptado como socios, aunque
puedan tener su propia presentación ideológica que di-
fiera con la nuestra.
No hemos preguntado al Frente Patriótico sobre
los diferentes elementos incluidos... les hemos ayudado
y estamos en buenos términos con Robert Mugabe, des-
pués de que tomó el gobierno. Tenemos contactos
estrechos con el SWAPO de Namibia y el ANC en cuan-
to a Sudáfrica, y después hay una tercera dimensión que
151
es el Movimiento de Países No Alineados, ahora enca-
bezado por el presidente de Cuba... de quien acabo de
recibir un amistoso cable hoy, porque le habíamos pre-
guntado si enviaría a alguien representando el movi-
miento y él envió sus mejores deseos y dijo que habían
decidido en los No Alineados no participar en una
reunión de varios grupos políticos, porque ellos mismos
son más bien una comunidad política mezclada. Pero lo
que yo ciertamente quiero dejar bien claro es que no-
sotros, en 1980 somos gente sin prejuicios, tenemos
nuestra propia experiencia, nuestras propias convic-
ciones y aceptamos socios externos, pero los socios para
la política local deben ser escogidos bajo ciertas condi-’
ciones dentro de cada país individualmente.
152
wf
EL REFORMISMO YANQUI EN
CENTROAMERICA
1. TESTIMONIO DE VIRON P. VAKY ANTE LA CAMARA DE
REPRESENTANTES
A continuación I a traducción extraoficial de! tes-
timonio presentado por Virón P. Vaky, Secreta-
rio de Estado Adjunto para Asuntos Interameri-
canos, ante la comisión de Relaciones Exteriores
de la Cámara de Representantes, el 11 de sep-
tiembre de 1979, sobre el tema “La América
Central en la encrucijada”:
Sr. Presidente: Agradezco la oportunidad de reunirme hoy con
ustedes para tratar sobre la situación en la América Central. Me
gustaría primero considerar la situación centroamericana en general,,
después los varios aspectos nacionales y regionales, para concluir ex-
poniendo nuestra política al respecto.
I. Panorama General
Gran parte de la América Central — especialmente la del norte —
'está sometida a fuertes presiones de cambio, terrorismo y potencial ra-
dicalización. Estos factores de inestabilidad se hallan arraigados en
vulnerabilidades y básicos problemas estructurales. El impacto de los
acontecimientos recientes en Nicaragua es seguramente un factor en la
política interna de todos los países de la América Central. Pero aún sin
Nicaragua la situación sería explosiva.
Las naciones de la región afrontan una variedad de problemas
_ económicos y sociales comunes e interrelacionados, la mayor parte de
los cuales producen presiones directas en pro de cambios políticos y de
sistema.
- Fragmentación social y política. Con la excepción de Costa Ri-
ca, y, en cierta medida Panamá, las sociedades de la región se caracte-
rizan por profundas divisiones de clases, y en algunos casos étnicas,
así como por la violencia endémica, la desconfianza y la atomización
política. Las desigualdades de oportunidad marcan las estructuras so-
ciales, políticas y de clase en varios grados. Las demandas de los
empresarios y profesionales de la clase media — un grupo educado, in-
formado y generalmente ambicioso — en favor de una participación
mayor en los asuntos nacionales y políticos, con frecuencia no han si-
do satisfechos. Las necesidades mínimas de los trabajadores y agricul-
tores, cuyas filas han aumentado con motivo del incremento demográ-
fico, también han permanecido sin satisfacer en muchos aspectos. Las
crecientes tensiones sociales y las frustraciones han abonado el terreno
para la inconformidad, la oposición y la violencia.
- Subdesarrollo. Con la posible excepción de Costa Rica y Pana-
má, virtualmente todos estos países se caracterizan por un crecimiento
económico desigual y falto de equidad, por una pobreza nacional y
una distribución inadecuada del ingreso. Si bien la estadística señala
que muchas de estas naciones registran un crecimiento respetable, los
beneficios del progreso se han acumulado en la mayoría de los casos
en las élites tradicionales; las masas del pueblo se encuentran en una
situación que apenas ha cambiado. Las tasas de la alimentación defi-
ciente y el analfabetismo se mantienen altas entre la mayoría pobre. El
desempleo y el empleo deficiente son elevados y van en aumento.
- Lenta evolución política. De igual modo, con la excepción de
Costa Rica y en cierto sentido de Panamá, si bien el sistema allí no está
aún plenamente abierto, las instituciones políticas han mostrado la
tendencia en el pasado a ser autoritarias y resistentes a los cambios. A
medida que las presiones aumentan los gobiernos han tendido a re-
currir a la represión de los disidentes. Los movimientos que ejercen
presiones a favor de la modernización o de demandas más fundamen-
tales de equidad, se han visto con frecuencia frustrados por la manipu-
lación electoral y ia violencia: la censura de los medios informativos,
proscripción de los partidos políticos, y suspensión de garantías cons-
titucionales. Donde los canales legítimos para el desagravio se ven
obstruidos, la situación política tiende a polarizarse a los extremos y se
reduce la posibilidad de la evolución y el cambio pacíficos.
154
a. Debilidades institucionales. Las instituciones de toda clase
— desde cuestiones de orden público y servicios sociales hasta cues-
tiones de prensa y partidos políticos — se ven minadas por tensiones
socioeconómicas, violaciones de derechos y terrorismo. Estos proce-
sos a su vez producen obsesión de supervivencia y una tentación de
achacar las dificultades de la región a causas externas.
b. La tensión económica en la forma de inflación mundial, la
fluctuación en los precios de los productos de consumo, y la recesión
han mermado los ingresos reales y disminuido la capacidad de los go-
biernos para satisfacer las necesidades del pueblo. El costo del petró-
leo se ha cuadruplicado, determinando severos efectos cumulativos en
forma ascendente. N
c. Nuevas posiciones políticas y nuevas exigencias económicas se
han entronizado en la región. Nicaragua sandinista, Costa Rica y Pa-
namá no están en plan de comunicarse fácilmente con los gobiernos
apasionadamente anti-izquierdistas del sector del norte de la región.
Sin embargo, si la comunicación es imperfecta, las tensiones regiona-
les habrán de crecer, y la cooperación necesaria para propiciar una
fuerte economía regional y sostener al Mercado Común Centroameri-
cano, sufrirá impedimentos.
Afortunadamente, las indicaciones son en el sentido de que estos
costos potenciales se reconocen y ya están en marcha esfuerzos tentati-
vos, pero de significación, por parte de todos los dirigentes nacionales
en la obra de “crear puentes”.
En suma, profundas injusticias, necesidades legítimas de refor-
ma, progreso y modernización, y demandas básicas de equidad están
surgiendo en toda la región. Todo ello da lugar a presiones igualmente
profundas de cambios políticos y estructurales. Como en otras partes
del mundo, estas aspiraciones y demandas son tan fundamentales, que
el cambio no puede evitarse; la defensa del status quo no puede impe-
dir los cambios ni contener la inestabilidad por largo tiempo; solo
puede radicalizar las fuerzas del juego.
Un factor que complica la situación es que los grupos castrista-
marxistas y extremistas, se han aprovechado de estas aspiraciones
legítimas y de la situación inestable para favorecer sus propios objeti-
155
vos. Por lo tanto, ellos pueden exacerbar las tensiones y la violencia,
pero no son los que las originan. Los brotes de terrorismo y de subver-
sión tienden a confundir en forma infortunadamente frecuente, la per-
cepción de las realidades, fortaleciendo las tendencias de aquellos que
se benefician del status quo para tergiversar las cuestiones y con-
centrarse en la insurgencia, en vez de atender a los problemas básicos
que están en lo profundo.
Si hay algún aspecto central que caracteriza a la América Central
en la actualidad, Sr. Presidente, este es el de la intensa — y esencial-
mente inevitable — presión en pro de un cambio que existe en esta re-
gión.
La cuestión básica, a su vez, no es la de si el cambio va a ocurrir,
sino cómo va a ser el cambio, si violento o radical, o pacífico y en for-
ma evolutiva, preservando los derechos individuales y los valores de-
mocráticos.
II. Los aspectos nacionales
Las tendencias, vulnerabilidades y problemas descritos anterior-
mente se proyectan en cada uno de los países de la América Central en
formas diferentes, aun en idiosincracias.
Veamos primero el asunto de Nicaragua, cuya revolución, en vez
de ayudar, puede afectar el futuro político de sus vecinos.
Luego el “sur” — Panamá y Costa Rica — cada uno distinto pero
representando fuerzas moderadas y progresistas de cambio en la Amé-
rica Central.
Finalmente el “sector del norté” — Honduras, El Salvador y
Guatemala — ahora conducidos por gobiernos conservadores, donde
los vientos del cambio están soplando más fuertemente.
a. Impacto de Nicaragua
Tanto para la América Latina como para Estados Unidos, Nica-
ragua presenta actualmente un desafio crítico y una oportunidad de
importancia. El curso de los hechos afectará las perspectivas de de-
156
mocracia en otras partes y tiene un notable impacto en las relaciones
entre Estados Unidos y América Latina.
El nuevo Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN) asumió el
poder el 20 de julio en un país cuyas instituciones politicas, económi-
cas o de seguridad quedaron sin funcionar. Casi la mitad de la pobla-
ción de Nicaragua fue desplazada y el país lucha actualmente con
problemas de hambre y desempleo en masa. Las pérdidas de vida y la
destrucción física son asombrosas. La ONU ha informado que fueron
muertas 45.000 personas,- 160.000 resultaron heridas y 40.000 huérfa-
nas, si bien las cifras de la AID indican que cerca de un millón tiene
necesidad de alimentos y 250.000 de techo. Las pérdidas económicas
se aproximan a dos mil millones de dólares. La economía nicaragüen-
se está totalmente en desorden.
Inicialmente formado en el exilio, el nuevo gobierno nicaragüense
es una coalición compuesta de antiguos guerrilleros y lideres cívicos.
Está formada de una junta de cinco miembros como autoridad ejecu-
tiva, un gabinete de 19 miembros, y un Consejo Nacional de 33
miembros que aún se halla en proceso de formación.
El directorio nacional sandinista, integrado por líderes guerrille-
ros, algunos con estrechos vínculos con Cuba, ejercen la mayor
influencia.
Desde que el Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN) tomó
posesión el 20 de julio, lo siguiente se ha hecho evidente:
-Las necesidades humanitarias y de reconstrucción de Nicaragua
son inmediatas y demasiado grandes para que los nicaragüenses
puedan satisfacerlas por sí solos.
-La confusión administrativa y la improvisación siguen rampan-
tes, pero el cambio de gobierno se acepta popularmente y existe un de-
finido movimiento hacia la restauración y el orden público.
-El GRN se ha mostrado generalmente moderado y con tendencia
pluralista en sus normas iniciales. No puede distinguirse en su orienta-
ción tendencia marxista o cubana, aunque hay figuras marxistas pre-
sentes en posiciones claves. Ha contenido las represalias, ha promul-
157
gado un decreto garantizando los derechos del individuo, y ha permiti-
do independencia a la prensa y la radio, también ha prometido elec-
ciones libres. En los asuntos exteriores, el GRN ha expresado el deseo
de mantener relaciones amistosas con todos los países incluidos sus ve-
cinos norteños. Los líderes nicaragüenses han negado tener intención
alguna de “exportar la revolución”.
-No obstante, la situación política sigue siendo muy fluida, reple-
ta de heterogeneidad, confusión y movimiento en la dinámica del po-
der. El futuro político y económico.del país, por consiguiente, perma-
nece indefinido y muchos resultados o situaciones son todavia posibles
dentro de la estructura de la revolución sandinista.
La cuestión central en la situación nicaragüense, por consiguiente
— ya sea en términos de su sistema interno, de sus relaciones con Cu-
ba, de su actitud hacia sus vecinos — es en qué medida puede producir-
se un orden democrático moderado, pluralista y equitativo, en un país
con pocas tradiciones democráticas, y cuyos nuevos e inexpertos diri-
gentes podrían recurrir al autoritarismo para lidiar con las enormes ta-
reas que tienen por delante.
El curso de la revolución nicaragüense en parte dependerá, pues,
de cómo Estados Unidos percibe la misma y brega con ella. En reali-
dad, la futura política interna de Nicaragua y sus relaciones con el
mundo exterior, lo determinarán en parte los nicaragüenses que mejor
definan y encaren las necesidades del país durante el período de re-
construcción. Los líderes que así lo hagan individualmente tendrán
por necesidad contactos en el exterior. Pero quienes hayan de ser, y los
términos en que se relacionarán unos con otros y con los del exterior,
no será predeterminado por la pasada guerra de guerrilla contra So-
moza, sino que dependerá de la reconstrucción de Nicaragua después
de la guerra.
b. El “Sur”
Costa Rica ha tenido desde hace tiempo una excelente democracia
en acción, y Panamá se ha venido acercando a un sistema político más
abierto. Los problemas económicos y sociales existen, pero el proceso
de cambio y adaptación funciona suficientemente bien para mantener
la situación interna bastante estable.
158
Ambos países han establecido relaciones estrechas y cooperativas
con el Gobierno de Nicaragua. Habiendo apoyado la causa sandinista,
no están dispuestos a ver la revolución nicaragüense convertida en
“radical”. Los lideres de estos países continuarán utilizando su
influencia para urgir moderación. Ambos paises, en proporción a sus
recursos y capacidades, han dado notable ayuda técnica y material a
Nicaragua.
b. 1. Panamá
Los intereses de Estados Unidos en Panamá, si bien más amplios
que la presencia en el Canal de Panamá, giran sobre todo en torno al
Canal. Los tratados del Canal de Panamá de 1977 entran en vigor en
poco más de dos semanas, el primero de octubre. Atendiendo a la pro-
ximidad de esa fecha estamos tratando de garantizar el continuo fun-
cionamiento del Canal en forma normal y ordenada con arreglo a las
nuevas relaciones con Panamá en virtud del tratado. Por esta razón,
espero que el Senado y la Cámara procederán sin demora a aprobar
las leyes complementarias indispensables para asumir nuestra respon-
sabilidad en virtud del tratado.
Panamá ha sido relativamente estable desde el golpe de 1968 que
depuso al presidente Arnulfo Arias. Hemos expresado preocupación
respecto de la situación de los derechos humanos en el pasado. Las re-
formas constitucionales y otras medidas tomadas desde 1977 han per-
mitido avanzar hacia un sistema político más abierto y democrático y
una mayor participación del pueblo en las medidas de reforma y en
proyectos de desarrollo. Si bien los partidos de oposición luchan por
mayor número y más inmediatas reformas políticas no vemos en este
momento una verdadera amenaza al gobierno civil del presidente Ro-
yo.
La situación económica actual de Panamá es difícil. Los proble-
mas proceden mayormente de los mismos factores que afectan a los
Estados Unidos: la inflación y las importaciones de energia. Las pre-
siones y los problemas económicos han causado desconfianza en el
Gobierno y continuarán causándola hasta que la situación se alivie
mediante nuevas inversiones, mejor administración oficial de la
economía, y un posible aumento en la confianza cuando entren en vi-
gor los tratados.
159
Diez partidos han formado un frente nacional de oposición con el
propósito de buscar reformas prontamente, y, particularmente, la ce-
lebración de eleciones para un nuevo-gobierno. Los dos participantes
más importantes del frente, los panamasistas, encabezados por Arnul-
fo Arias, y los liberales, no tienen lazos extranjeros y están con fre-
cuencia en desacuerdo en cuanto a las tácticas. El Partido Demócrata
Cristiano, que es de menor importancia, está relacionado con el movi-
miento demócrata cristiano de la América Latina y de la Europa occi-
dental.
b. 2. Costa Rica
Costa Rica continúa disfrutando de un sistema político democrá-
tico estable. Las fuertes tradiciones democráticas han dado al país un
destacado historial respecto de los derechos humanos. La libertad de
participar en el proceso político está consignado en la Constitución y
es respetado en la práctica. Las elecciones son libres, abiertas y alta-
mente competitivas.
Con una economía que es normalmente la mejor administrada de
la región, Costa Rica está experimentando tensiones internas estimula-
das por los aumentos en el precio del petróleo, las dificultades labora-
les internas, y las repercusiones de las perturbaciones en su vecina Ni-
caragua. La situación de la seguridad es estable.
Nuestras relaciones con Costa Rica son estrechas y cordiales. Los
problemas se tratan amistosa y francamente y de manera pragmática.
c. El sector norte
Los Gobiernos de El Salvador, Guatemala y Honduras tienden a
ver al mundo a través de un lente diferente del que usan sus vecinos del
sur. Tienen temores por la revolución de Nicaragua y por cuál será su
impacto. La ansiedad por el porvenir tiene transidos a estos Gobier-
nos, que temen tener que contender con una nueva ola de rebeldía.
Aunque las circunstancias varían entre ellas, las tres sociedades
son relativamente cerradas. Los sistemas y procesos políticos son rela-
tivamente restringidos. El desarrollo económico es de niveles diferen-
tes, pero una pequeña élite es el beneficiario principal en cada uno de
160
• los países, y las oportunidades de movilidad ascendente son limitadas.
Los incidentes de violencia, represión y violaciones de derechos huma-
Ínos son frecuentes en Guatemala y en El Salvador.
Con la limitación de los canales de reivindicación o de expresión
política, la disensión tiende a acumularse y convertirse en presión e
inestabilidad. Las tensiones políticas y sociales, la inestabilidad y la
polarización son mucho más altas aquí que en el resto de la región,
aunque las circunstancias internas varían. La situación es más incierta
en El Salvador, dado el conflicto entre grupos políticos y sociales po-
i larizados, mientras que en Honduras es la más tranquila con perspec-
| tivas optimistas de modernización social y política.
£- 1. El Salvador
El Salvador es el país más pequeño y más densamente poblado de
I Centroamérica y ofrece el escenario clásico para la inquietud política y
|í social. Su densidad de población es de 565 personas por milla cuadra-
da que es la más alta en todo el hemisferio occidental. El crecimiento
poblacional es del 3,2 por ciento y la presión sobre las tierras agrícolas
han elevado el desempleo y el subempleo a una tasa superior al 30 por
• ciento. Los nuevos empleos en la industria absorben menos de una
F- sexta parte de lo que entran por primera vez en el mercado de trabajo,
t* y la agricultura ofrece trabajo a no más de la mitad de los que lo bus-
can. Muchos salvadoreños, ante la perspectiva de la pobreza y la
ausencia de oportunidades han optado por emigrar.
*
La economía, orientada a la exportación está caracterizada por
tuna extrema desigualdad en la distribución de los ingresos, la riqueza
y la tierra. El dos por ciento de la población controla casi la totalidad
de la industria y de la agricultura y tiene una gran influencia en el Go-
bierno casi militar. La estructura de clase es una de las más rígidas en
la América Latina. Las violaciones de los derechos humanos han sido
" serias, como lo observa el informe del Departamento sobre la si-
tuación de los derechos humanos sometido al Congreso en enero últi-
mo.
Bajo un sistema constitucional que rige desde 1962 los candidatos
militares han sido regularmente elegidos a la presidencia con la bande
161
ra oficia! del partido de Conciliación Nacional. El sistema político no
acepta bien el disentimiento ni las demandas de cambio.
Las rigideces económicas, políticas y sociales de regímenes sucesi-
vos no han permitido un escape suficiente a la creciente frustración y
descontento. Esta atmósfera ha dado lugar a un dramático aumento
del terrorismo izquierdista; los movimientos terroristas han prospera-
do, y sus acciones han acelerado una deriva hacia la violencia revolu-
cionaria.
El país se ha visto, pues, cogido en una crisis nacional crónica; la
actividad antigubernamental es rampante, dando lugar frecuentemen-
te a la violencia, y la confianza falta en todos los sectores. En estas cir-
cunstancias, la polarización está muy avanzada, y las perspectivas de
evitar la violencia revolucionaria se esfuman rápidamente.
Afortunadamente, sin embargo, hay indicios de que el presidente
Romero, la oposición moderada y el sector privado se dan aguda
cuenta de esta creciente polarización y hay algunos indicios del deseo
de conciliación. A mediados de agosto, el presidente Romero anunció
una serie de medidas electorales significativas, las cuales, si se pueden
poner efectivamente en práctica, podrían llegar muy lejos para poner
fin a la creciente violencia, frustración y polarización. Acabar con los
abusos de los derechos humanos contra la integridad de la persona se-
rá también crucial para el desarrollo de una atmósfera que dé a esas
reformas una oportunidad realista de tener algún éxito.
El compromiso del presidente Romero de celebrar elecciones mu-
nicipales y legislativas libres en marzo de 1980, y de adoptar medidas
para reformar y abrir el sistema electoral es particularmente alenta-
dor. Ha invitado también a todos los exilados políticos a regresar al
país y ha pedido a la OEA que envíe observadores y asesores que ayu-
den en la reforma electoral. Ha invitado asimismo a la Cruz Roja In-
ternacional a que visite las prisiones para juzgar las condiciones que
reinan en ellas.
162
c. 2. Guatemala
Guatemala es el país mas populoso y de mayor significación eco-
nómica de la América Central. La población se divide en dos grupos
étnicos distintos, con lenguajes y culturas separadas.
Los indios, que hablan 20 idiomas indígenas distintos, forman el
40 por ciento de la población y permanecen física y culturalmente se-
parados del grupo mayor de habla española. La tasa de crecimiento de
la población urbana del 4,4 por ciento es de las más rápidas de la re-
gión. Pero aun así, más del 60 por ciento de la población reside en
áreas rurales.
La economía es mayormente agraria. La agricultura emplea al 55
por ciento de los trabajadores y contribuye un poco más de la cuarta
parte del producto bruto nacional. Junto a esta base agrícola existe uñ
sector fabril desarrollado, que es el mayor de la región. Aunque la ex-
portación de manufacturas representa menos de un tercio de las ventas
al exterior, es el sector más dinámico en términos de empleos y creci-
miento.
Los beneficios de la actuación generalmente sólida de la
economía de Guatemala se han distribuido desigualmente. Para las
tres cuartas partes de la población el ingreso anual por cabeza es aún
menos de la mitad del promedio nacional. Ni los campesinos ni los
obreros se han beneficiado proporcionalmente del crecimiento en los
sectores agrícola y fabril. La extendida pobreza y la gran necesidad de
una reforma agraria son probablemente los factores que más contri-
buyen a la inestabilidad y a la violencia política.
Políticamente, la sociedad guatemalteca está polarizada, y lo ha
estado por muchos años. La violencia es extensa y virtualmente insti-
tucionalizada. Los grupos subversivos de la extrema izquierda son ca-
paces de operaciones terroristas; la extrema derecha está también or-
ganizada de manera similar con sus propias bandas terroristas. Los ac-
tos recíprocos de terrorismo han afectado a la sociedad guatemalteca
desde hace muchos años. La lista de los reformistas políticos asesina-
dos es larga, lo mismo que la lista de los funcionarios del Gobierno
asesinados por terroristas de izquierda.
163
Aunque la sucesión presidencial tiene lugar con regularidad cada
cuatro años, el proceso político está dividido. Los nuevos partidos de
la derecha y centro izquierda han sido intimidados por el asesinato de
sus líderes más prominentes. El movimiento sindical es relativamente
débil. Las violaciones de los derechos humanos se describen en el in-
forme del Departamento al Congreso.
Aunque disfrutan de una especie de resurgimiento desde que
fueron diezmados al principio de los años 70, los grupos de guerrille-
ros izquierdistas son relativamente débiles. Están aislados de la gran
población india no asimilada en las áreas rurales, y en las ciudades es-
tán superados. Además, carecen de grupos de amplia base como el
Bloque Popular Revolucionario de El Salvador para organizar y diri-
gir el descontento popular.
Guatemala sufre desequilibrios socio-económicos y polariza-
ciones similares a los de sus vecinos, pero sus conflictos no han alcan-
zado el mismo grado de intensidad que en El Salvador.
c. 3. Honduras
Honduras es el más pobre de los países de América Central, pero
al mismo tiempo sufre menos la polarización interna y goza de mayor
calma interior que otros países de la región. Las diferencias de clases
son mucho menos marcadas y rígidas, y la riqueza está considerable-
mente mejor distribuida que en los países vecinos de la banda del nor-
te. Aunque Honduras tiene un alto crecimiento de la población, per-
manece comparativamente subpoblada con menos personas y cinco
veces la extensión territorial de su vecino El Salvador. La tierra es rela-
tivamente abundante y bastante bien distribuida.
El actual gobierno militar ha disfrutado de una continuidad gene-
ral desde diciembre de 1972 cuando un Consejo Superior de Defensa
asumió el poder que correspondía al presidente del Partido Naciona-
lista que había resultado electo. Admitida su condición de facto, el
Gobierno está determinado-a colocar el país nuevamente bajo un régi-
men civil, comenzando con las elecciones para una Asamblea Consti-
tuyente en abril de 1980.
164
El Gobierno, si bien actúa como régimen de facto, no es por lo
general represivo. El respeto a los derechos humanos y a las libertades
civiles es razonablemente bueno. El Gobierno y las instituciones mili-
tares son mucho más receptivas a las aspiraciones y las presiones po-
pulares que en otros países, y el Gobierno está determinado a de-
sarrollar programas encaminados a mejorar la suerte del ciudadano
común, especialmente en las áreas rurales.
Honduras no tiene problema actual de guerrilla, y encara la ame-
naza menos grave a su estabilidad por parte de la acción insurgente ge-
nerada internamente, por lo menos a corto plazo. Varios factores han
ayudado a aislar a Honduras de una amenaza insurgente: el régimen
militar relativamente benigno, un nivel favorable en la relación tierra-
mano de obra, y un sistema de distribución económica que ha evitado
la polarización económica radical y las profundas diferencias entre ri-
cos y pobres que existe, por ejemplo, en El Salvador.
III. Factores externos
a. Cuba
El factor individual más importante en determinar una posible
participación cubana en actividades subversivas en la región norte de
Centroamérica será su percepción de las oportunidades que puedan
existir.
Aprovechando su experiencia en la década de 1960, Cuba gene-
ralmente ha seguido una política destinada a cultivar y mantener con-
tacto con los movimientos rebeldes izquierdistas; en algunos casos
proporcionando apoyo a nivel de subsistencia, refugio cuando fuere
necesario, y varios tipos de entrenamiento; instando a que se unan
fuerzas de oposición distintas; asesorando a los beneficiarios de su
ayuda para que expandan el apoyo básico; y esperando por el de-
sarrollo de condiciones objetivas propicias para un apoyo adicional.
Dados los acontecimientos ocurridos en Nicaragua, es seguro que
Cuba concederá mayor atención a Centroamérica. Puede que, sin em-
bargo, Cuba se dedique ahora a un periodo de evaluación y digestión
de los resultados de Nicaragua. Por lo tanto, no debería sorprender-
nos si el régimen de Castro considera cuidadosamente los pro y los
165
contras de cada situación tal como se vayan presentando, y —en vez
de forzar acontecimientos — se decida a reaccionar de acuedo con los
eventos tal como se vayan produciendo. Al evaluar las oportunidades
es muy probable que Castro considere factores tales como el dinamis-
mo interno de cada país: la reacción de los Estados Unidos; el impacto
que puedan tener en los países miembros del movimiento no alineado;
el grado de apoyo o tolerancia de los otros países latinoamericanos;
las complejidades de los problemas logísticos; la extensión de la
influencia cubana con los grupos insurgentes; y, finalmente, las posi-
bilidades de éxito.
La cuestión importante en las mentes de los vecinos interesados es
qué tipo de relación fundamental con Cuba desarrollará Nicaragua. Si
bien La Habana ciertamente cuenta con la gratitud de los dirigentes
sandinistas por la ayuda prestada y con vínculos considerables con las
figuras claves de la revolución, no resulta automático — cualesquiera
que sean las intenciones de La Habana — que los intereses de los sandi-
nistas como los del Gobierno de Nicaragua lleguen a ser idénticos a los
de Cuba. Existe realmente mucha razón para suponer que los nicara-
güenses prefieran un desarrollo independiente.
Es cierto que existen fuerzas importantes en acción para producir
algo mejor que el modelo de lo pésimo en Nicaragua. Algunas consi-
deraciones prácticas pueden servir para restringir los impulsos radica-
les dentro del movimiento sandinista, a saber: un período de relativa
calma necesario para rehabilitar el país; el refugio diplomático que
permite una política de amplia base, en contraste con una arremetida
provocativamente comunista; el potencial para el creciente poder y la
autoridad de elementos moderados en el Gobierno y en la sociedad y el
apoyo y la cooperación de países no comunistas e instituciones finan-
cieras internacionales dentro y fuera de América Latina.
b. Otros países de América Latina
Los gobiernos moderados de América Latina, especialmente del
Grupo Andino, han demostrado estar muy interesados en Centroamé-
rica. Venezuela, en especial, ha tenido a bien desempeñar un activo
cometido de ayuda y contacto con estos gobiernos, y recientemente
una misión oficial venezolana visitó los países del norte. También Mé-
xico está sumamente interesado en lo que acontece en esta región
166
estrechamente unida geográficamente. Estos gobiernos han indicado
que se proponen fomentar la evolución pacifica de la región en gene-
.: ral, asi como apoyar el pluralismo en las políticas interna y exterior de
■ Nicaragua. Cabe suponer que estos países desempeñarán un cometido
cada vez más importante y constructivo.
IV. Reacciones de la política estadounidense
La proximidad geográfica de Centroamérica hace que Estados
; Unidos tenga un interés especial en que aquella región disfrute de paz,
prosperidad y cooperación, acrecentando ese interés por lo que la pro-
funda participación en el pasado simboliza. Nuestros intereses abar-
can:
-El que haya gobiernos razonablemente estables a la vez que
amistosos, exentos de dominio por potencias extranjeras;1
I -Seguridad frente a la posibilidad de que la región sea utilizada
por fuerzas que nos sean hostiles;
-Los derechos humanos, con inclusión del fomento de institu-
ciones democráticas viables.
Ia. En Nicaragua
-Apoyamos una evolución humanista y pluralista, basada en las
necesidades de la propia Nicaragua, sin intervención foránea de parte
de nadie. Proyectamos mantener contacto con todos los elementos en
Í Nicaragua, incluso la Iglesia, los medios de divulgación, y el sector
privado, así como con funcionarios públicos.
-Brindaremos aliento a que Nicaragua y sus vecinos levanten
puentes, amortigüen las tensiones, y hagan que desaparezca la posibi-
lidad de inmiscuirse en los asuntos políticos internos de los demás, y
promuevan la cooperación y la seguridad regionales.
- Ya estamos ayudando a aliviar los sufrimientos humanos, y
abrigamos la esperanza de ayudar concretamente en la gigantesca ta-
rea de reconstrucción que aquel pais tiene por delante, asegurando así
167
el mejor ambiente posible para crear un orden normal democrático en
que se respete a los derechos humanos.
- Pensamos cooperar con otros países y con instituciones públicas
y privadas en coadyuvar al resurgimiento y progreso económico de Ni-
caragua.
b. En El Salvador
- Estamos proporcionando aliento al Gobierno así como a otros
elementos democráticos en el muy delicado proceso de transición
política que se está llevando a cabo en El Salvador. Es de importancia
crítica para el futuro de El Salvador el ponerle fin a que se vulnere la
integridad de la persona que constituye uno de los derechos humanos,
pues es de una trascendencia crucial en lo que se refiere al ambiente del
pais en general.
- Estimamos que el que se establezca un proceso electoral auténti-
co merecedor de crédito, el cual conduzca a que haya en marzo de
1980 elecciones libres municipales y legislativas, tiene importancia cru-
cial para la evolución pacífica de El Salvador, y para detener la grave
polarización y frustración que es casi seguro pudiera desembocar en
una violenta confrontación entre derechas e izquierdas.
- Las propuestas presentadas por el presidente Romero en agosto
de 1979 ofrecen un comienzo constructivo y esperanzados Represen-
tan importantes promesas a las cuales tanto el Gobierno como la opo-
sición deben impartir vida restableciendo la confianza y convenciendo
en cuanto a detalles específicos de programa. Las medidas concretas
que ya han sido adoptadas son alentadoras, pero no se sabe definitiva-
mente cómo calificar la situación en general.
- Daremos apoyo a las reformas reales y serias, mediante nuestra
cooperación y ayuda apropiadas.
c. En Honduras
- Nos ha impresionado el que el Gobierno de Honduras haya de-
mostrado estar consciente de la situación social y el que se haya
168
PRPPVMHW
í comprometido a que el año próximo ese país vuelva a un régimen
| constitucional.
.
- También es un hecho manifiesto que su ubicación geográfica le
da a Honduras un cometido clave en evitar que haya conflictos, incur-
siones y posibles infiltraciones regionales, tanto en una dirección co-
mo en otra, entre la Nicaragua revolucionaria y sus países vecinos al
norte que son conservadores.
- Así pues. Honduras es un país medular para el proceso de “le-
vantar puentes” que esperamos surja en Centroamérica. Alentaremos
a Honduras a que desempeñe ese cometido, y alentaremos tanto a El
Salvador como a Honduras para que zanjen sin tardanza su disputa
fronteriza.
- Al Gobierno le proporcionaremos cooperación y asistencia a fin
de ayudarlo a que alcance sus aspiraciones.
d. En Guatemala
- Vislumbramos que en los próximos meses ^aya a haber crisis al-
guna, pero reconocemos que el país confronta para más a la larga agu- .
dos y fundamentales problemas de tipo socioeconómico y político.
Alentaremos al Gobierno de Guatemala a que:
-Labore en sentido de que el proceso electoral sea más abierto;
-Adopte medidas eficaces para que cese la violencia política que está
aumentando desenfrenadamente; y ^
-Desempeñe un cometido constructivo en materia de cooperación re-
gional.
•
Con esto, señor presidente, vuelvo de nuevo a las observaciones
con que inicié mis palabras. Centroamérica es una región en la cual
existen profundos anhelos de cambio, en la cual graves inequidades y
problemas estructurales crean presiones políticas, y en la cual quejas
legitimas provocan exigencias fundamentales de equidad y resarci-
169
miento. En el sector del norte esos desequilibrios se han tropezado con
procesos relativamente cerrados o inflexibles que hacen sumamente
difícil que aquellas sean atendidas o siquiera expresadas. Las consi-
guientes tensiones resultan en una polarización que si no se la aminora
dará lugar a una radicalización y a que elementos extremistas se
adueñen de causas legítimas y las perviertan.
Todo esto encierra un dilema difícil que causa agonía: por una
parte, la naturaleza auténtica de las quejas y de la falta de equidad, así
como la inevitabilidad y el impulso en procura de cambios y reformas
de los sistemas, y, por la otra parte, los esfuerzos de los elementos
castristas-marxistas en sentido de aprovechar esas corrientes en bene-
ficio propio, a fin de ocultar y legitimar sus objetivos ulteriores. Es
evidente que el contribuir a resolver aquellas primeras de modo
pacífico, democrático y moderado constituye la mejor defensa contra
lo segundo. El mayor aliado del comunismo es el que se defiende sin
flexibilidad y sin discernimiento el status quo y el que no se toleren ni
cambios ni el que haya criterios en desacuerdo. Conforme he adverti-
do, el defender el status quo no ha de impedir que surjan cambios; lo
único que hará es radicalizarlos. Ni a la falta de estabilidad se le puede
poner un casquete, ni a la represión mantenérsela, por tiempo indefi-
nido, sin sembrar la simiente de un desenlace violento y radical. Si no
nos ponemos del lado de las aspiraciones legítimas del pueblo en estos
países, así como del lado de los elementos democráticos que procuran
cambios constructivos pacíficos, el respeto por los derechos humanos
y la equidad fundamental habremos de colocarnos en el lado indebido
de la historia.
Así pues, nuestra tarea estriba en la manera de colaborar con
nuestros amigos para orientar e influir en los cambios, en cómo ejer-
cer nuestra influencia para fomentar en provecho mutuo la justicia, la
libertad y la equidad, y de esa manera impedir la insurrección y el co-
munismo. En ningún país ha de resultar esta tarea más trascendental
que en Nicaragua. Conforme el doctor Hans Morgenthau dijo por
escrito en cierta ocasión: “La verdadera cuestión que la política exte-
rior de Estados Unidos tiene planteada ante sí... no es la de cómo pre-
servar la estabilidad ante las revoluciones, sino cómo hacer que de las
revoluciones surja estabilidad”.
Muchas gracias.
170
2. TESTIMONIO DE WILLIAM G. BOWDLER
Texto de la declaración de William G. Bowdler,
Secretario de Estado adjunto para asuntos inte-
ramericanos el 20 de mayo de 1 980 ante la Subco-
misión de asuntos interamericanos de la Comi-
sión de Relaciones Exteriores de la Cámara de
Representantes.
Sr. Presidente, acojo con agrado esta oportunidad de discutir con
usted y los demás miembros de esta distinguida Comisión, la situación
de la América Central.
En los últimos dos años, la América Central ha sido escenario de cri-
sis agudas y algunas veces violentas. La mayoría de las interpreta-
ciones de lo que sucede allí son, por tanto, naturalmente dramáticas al
igual que pesimistas. Muchas de las preocupaciones están justificadas.
Pero muchas son exageradas. Permítaseme tratar de describir la for-
ma en que vemos los problemas y la forma en que los estamos enfo-
cando.
Con la alentadora excepción de Costa Rica, y hasta cierto punto
de Honduras, la América Central se halla en medio de una difícil y
compleja transición.
El viejo orden se está erosionando bajo las presiones combinadas
de problemas socioeconómicos endémicos, las crecientes demandas
populares por la innovación y la incapacidad de las élites tradicionales
para hacerles frente, aparte de las influencias desestabilizadoras exter-
nas como Cuba, el costo de la energia y la inflación.
171
Pero si el viejo orden está pasando, falta por establecerse un
nuevo equilibrio. Están emergiendo nuevos grupos; los viejos están
cambiando. Las alianzas tradicionales entre terratenientes, generales y
obispos se han destrozado. El monopolio económico de la aristocracia
latifundista ha sido desmembrado por los modernos empresarios y co-
merciantes. Las Fuerzas Armadas están desarrollando más amplias y
más modernas perspectivas como instituciones. La Iglesia ha cesado
de bendecir el status quo, y algunas veces asume una función activa en
apoyo de los cambios. Las transformaciones tan básicas como las que
se encuentran en marcha en la América Central, toman tiempo para
establecerse. «
Algunos de los cambios que se están operando prometen una
nueva esperanza para la democracia. Otros facilitan el crecimiento de
facciones extremistas, o simplemente hacen más difícil la tarea de go-
bernar. Tomados en conjunto, incrementan la incertidumbre acerca
de lo que ha de traer el porvenir.
Una de las incertidumbres se refiere al papel de Cuba. Claramen-
te Cuba no es la causa de los problemas de la América Central. Pero
Cuba pudiera beneficiarse claramente con la rebelión. En el contexto
de los graves problemas de la América Central, los antiguos vínculos
de Cuba con los revolucionarios locales, y la ayuda concreta que les
ofrece, podrían tener gran importancia. Los fracasos internos cada
vez mayores pueden tentar a Cuba a una política más audaz, más “re-
volucionaria” en la América Central.
El futuro de la América Central se ha de decidir por los centro-
americanos. Pocos de ellos quieren repetir la experiencia de Cuba. La
mayor parte quiere crear sociedades modernas y abiertas, que puedan
tener en cuenta su propia historia, tradiciones y circunstancias econó-
micas especiales.
Los cambios, y un cierto grado de inestabilidad, son inevitables.
Pero la importancia real está en qué sentido se orientan en definitiva
las fuerzas del cambio. Como cierta vez escribió el Dr. Hans Mor-
genthau: “cuestión real que afronta la política exterior de Estados Uni-
dos. . . no es la de cómo preservar la estabilidad, ante el proceso revolu-
cionario, sino la de cómo crear estabilidad como resultado de la revolu-
ción”.
172
Nuestra política se basa en dos principios esenciales. Primero: De-
bido a que las estructuras tradicionales son en gran medida injustas e
inestables, reconocemos que el cambio es a la vez natural e inevitable.
Creemos que la paz y la democracia en la región dependen de funda-
mentales reformas políticas y socio-económicas que aumenten el
bienestar y fortalezcan los derechos del individuo.
Segundo: no trataremos de imponer nuestros puntos de vista. No
haremos uso de la fuerza militar en situaciones en donde existe una
confrontación entre grupos internos. No nos hacemos ilusiones de po-
der definir el carácter de los cambios o de sustituir al mando centro-
americano: pero podemos y debemos apoyar iniciativas locales de re-
forma.
El complejo carácter de los cambios en América Central puede
verse en las situaciones muy diferentes de cada país. Nicaragua lucha-
ba por la recuperación económica y buscaba medios de poner en prác-
tica el consenso nacional contra la dictadura; en El Salvador una coa-
lición moderada, que incluye a civiles y militares, está llevando a cabo
reformas fundamentales frente a una violenta oposición de la extrema
derecha y la extrema izquierda; en Guatemala un gobierno conserva-
dor tiene que decidir cómo desarrollar el potencial único del pais sin
incurrir en tensiones similares a las que han creado agitaciones entre
sus vecinos; en Honduras se está realizando una delicada transición
hacia un gobierno plenamente constitucional bajo la presión de la in-
cierta situación en la región; en Costa Rica, una democracia en acción
se está adaptando a las nuevas presiones políticas y económicas.
Examinemos algunas de estas situaciones más detalladamente.
Nicaragua
La experiencia de Nicaragua ha sido difícil para todos los invo-
lucrados. La inevitable dispersión de poder que acompañó a la moder-
nización, socavó gradualmente un orden basado en la concentración
del poder que había funcionado durante casi medio siglo. El hecho de
que el cambio se produjera violentamente fue en parte resultado de la
rigidez; pero la aparición de nuevos grupos que rivalizaban por el po-
der hizo inevitable cierto tipo de cambio.
173
Los moderados y el sector privado en Nicaragua se opusieron al
orden tradicional y contribuyeron considerablemente a su caida. De
este modo se han hecho acreedores al derecho a participar en el futuro
del país.
La economía de Nicaragua se devastó con la prolongada y
destructora guerra civil que terminó el pasado julio. La forma en que
se organice y restaure la producción será de importancia vital. Los
líderes de Nicaragua podrían finalmente optar por un sistema autori-
tario, con el fin de hacer frente a la escasez y el subdesarrollo, por me-
dio del control estatal de la producción. Esto podría significar un acer-
camiento a los cubanos y los soviéticos y un aumento de tensiones
entre Nicaragua y sus vecinos. Sin embargo, la vía revolucionaria
todavía es compatible con una sociedad abierta y pluralista y con una
economía mixta. Si esta sociedad se mantiene, esto garantizaría mejo-
res relaciones con occidente, estimularía las energias del pueblo nica-
ragüense para reconstruir su economía y ayudar a vigorizar e! Merca-
do Común Centroamericano.
Hoy, diez meses después déla revolución, fuerzas de gran empuje
continúan tirando en ambas direcciones. Una crisis en torno a la com-
posición del Consejo de Estado, provocó recientemente la división del
gobierno.
Pese a algunas tendencias contrarias, por lo tanto, Nicaragua per-
manece hoy día, en gran medida, una sociedad abierta. El culto cris-
tiano se estimula, no se reprime. El periódico La Prensa afronta difi-
cultades, pero ha mantenido su larga tradición de independencia y se
espera que reaparezca pronto. Unas 25 radioemisoras independientes
están esencialmente bajo posesión privada. Funcionan abiertamente
grupos políticos organizados de diferentes ideologías.
Dada las apremiantes necesidades económicas de Nicaragua, el
factor decisivo en la formación de su futuro será el modo de actuar,
no la ideología. No tenemos intención de abandonar el campo a los
cubanos, que han proporcionado técnicos y asesores a las fuerzas de
seguridad al igual que médicos y maestros. Nuestra asistencia, con el
174
beneplácito de Nicaragua, está concebida para apoyar una estructura
en la que el sector privado, los pequeños agricultores y la mano de
obra democrática, puedan contribuir eficazmente a la reconstrucción
y el rumbo futuro de su país.
El Salvador
El 15 de octubre de 1979 es una fecha que marca un'nuevo rumbo
para cinco millones de salvadoreños. Ese día un grupo de oficiales jó-
venes rompió con el viejo orden represivo. Civiles progresistas se
unieron a ellos para formar una nueva Junta Revolucionaria de Go-
bierno (JRG) empeñada en realizar profundas reformas sociales y eco-
nómicas, así como servir la causa de los derechos humanos y la de-
mocracia. Tanto la izquierda como la derecha fueron tomados de
sorpresa. La extrema izquierda acusó al nuevo gobierno de ser un
títere de los Estados Unidos y de la derecha extrema y se movilizó para
provocar un enfrentamiento abierto. Al mismo tiempo, la extrema de-
recha trató de bloquear las medidas de reforma y cuando estas pre-
siones fallaran, derrocar al gobierño.
Hacia principios de enero la Junta se dividió porque no podía rea-
lizar las reformas ni hacer frente a la violencia de la oposición. Los
oficiales jóvenes responsables del movimiento 15 de octubre no ceja-
ron, sin embargo, en su empeño. El Partido Demócrata Cristiano se
unió a ellos. Los días 6 y 7 de marzo, al lograr lo que un miembro mili-
tante de la Junta llamó “el cumplimiento de la decisión de las Fuerzas
Armadas de estar junto al pueblo”, se acordó por decreto la primera
de una serie de reformas dinámicas, aunque por largo tiempo poster-
gadas:
— La Reforma Agraria afecta ¡nicialmente a 376 haciendas mayo-
res de 506 hectáreas, las cuales monopolizaban el 3% de la mejor
tierra del país. Estos terrenos se fueron entregando a arrendatarios y
trabajadores sin tierra, como pequeñas fincas privadas o cooperativas
mayores. La Reforma se extenderá finalmente a todos los propietarios
de Fincas mayores de 100 hectáreas, beneficiando a dos terceras partes
de la población rural de El Salvador. Una reforma de mayor alcance
aún, siguiendo la consigna de “la tierra al que la cultiva”, otorga a to-
175
dos los arrendatarios o medianeros el derecho de propiedad sobre la
tierra que cultivan. Los antiguos propietarios serán compensados.
— Por medio de reformas financieras, el gobierno tendrá un 51%
de las acciones de los bancos locales y de las instituciones de préstamos
y ahorros. Así puede ahora otorgarse beneficios de la Reforma Agra-
ria ayuda previamente para obtener crédito.
La extremd derecha, considera que sus intereses peligran con las
reformas de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Intentos de golpes
de estado por la derecha se han visto frustrados, pero la amenaza con-
tinúa. Los elementos de derecha están financiando una campaña de
asesinatos contra los civiles que cooperen con los militares en el proce-
so de reforma.
Viendo que el poder se les iba de la mano a raiz de las reformas, el
núcleo izquierdista intentó primero inducir confrontaciones callejeras
explotando para este fin el funeral del arzobispo Romero. Este esfuer-
zo fracasó quedando en los insurgentes claramente la responsabilidad
respecto a la violencia y las muertes que resultaron. Más recientemen-
te, la izquierda subversiva puso el foco de su actividad en la zona ru-
ral, asesinando a funcionarios de la reforma agraria, hostigando a las
fuerzas de seguridad, y aterrorizando a los campesinos que cooperan
con el programa de reforma.
Nuestra posición es clara. Consideramos que el programa del 15
de octubre, que se viene implantando por la Junta Revolucionaria de
Gobierno, ofrece la mejor posibilidad para instituir el cambio social,
la liberalización política y el respeto por los derechos humanos en El
Salvador. Tanto pública como privadamente, hemos apoyado vigoro-
samente a la Junta, y nos hemos opuesto a una solución represiva y no
reformista para la situación de El Salvador.
En cooperación con los gobiernos democráticos de América Lati-
na y Europa en apoyo de la Junta Revolucionaria de Gobierno, esta-
mos facilitando 50 millones de dólares con cargo a fondos del año fis-
cal 1980 para crear empleos, ayudar a realizar el programa de reforma
agraria, apoyar el desarrollo de pequeñas empresas, o mejorar la
nutrición, la salubridad y la planificación de la familia y facilitar
garantías financieras para la construcción de viviendas económicas.
176
Como medida adicional en apoyo del proceso de reforma, esta-
mos financiando la venta de algún equipo de transporte y comunica-
ciones para las Fuerzas Armadas de El Salvador. Dichas fuerzas ini-
ciaron la revolución del 15 de octubre, ayudaron a poner en marcha
las reformas v son indispensables para su ejecución. La redistribución
de la tierra no seria posible sin los administradores civiles tanto como
los camiones y remolques que estamos vendiéndoles, ayudarán a las
unidades del ejército a movilizarse asi como a los funcionarios de la
reforma a través de los campos. Los radios, las baterías y las antenas
les permitirán recibir orientación para aplicar las nuevas leyes en los
campos y resistir con éxito la violencia de grupos opuestos a las refor-
mas.
Creemos que la v iolencia procedente tanto de la izquierda como
de la derecha tiene que suprimirse. El terrorismo exige un trágico tri-
buto de vidas humanas y aún de carácter político. El terrorismo de la
derecha es particularmente dañino ahora, porque la antigua aso-
ciación de elementos de las fuerzas de seguridad con la extrema de-
recha ha dejado sospechas que minan la autoridad moral del nuevo ré-
gimen.
Honduras
A diferencia de El Salvador, Honduras no encara actualmente
una grave amenaza a su desarrollo y estabilidad debido a tensiones in-
ternas. Si bien este es el pais más pobre de la América Central, las dife-
rencias de clases están menos marcadas. La tierra es relativamente
abundante.
El gobierno militar de facto en Honduras si respeta los derechos
humanos y las libertades civiles. Sus líderes militares están empeñados
en realizar reformas y programas de desarrollo, encaminados a mejo-
rar la suerte del ciudadano ordinario, especialmente en las áreas rura-
les.
Las elecciones nacionales del 20 de abril trajeron una v ictoria pa-
ra el partido liberal con una escasa mayoría en la nueva asamblea
constituyente. La asamblea tiene que decidir ahora si proceder a elec-
ciones directas para la presidencia, las cuales posiblemente pudieran
organizarse en un período entre un año y dieciocho meses, o elegir ella
177
misma un presidente. La decisión de la asamblea será el primer paso
en un proceso que, de realizarse, con la más amplia y directa participa-
ción del pueblo, conducirá a un retorno al gobierno de carácter civil y
constitucional.
Nos satisface la demostración de conciencia social por el gobierno
de Honduras y su promesa de restaurar el gobierno constitucional. La
situación de Honduras, entre Nicaragua y El Salvador, le da una posi-
ción geopolítica clave en el proceso de aproximación que esperamos
surja en América Central. Además, es importante que Honduras no
sea objeto de explotación como para la infiltración de hombres y ar-
mas con el propósito de mantener conflictos en los países vecinos de El
Salvador y Nicaragua.
Guatemala
Aunque es más fuerte que sus vecinos al sur, Guatemala tiene
los mismos problemas políticos y económicos que han conducido a los
conflictos sociales en El Salvador y otros países. El proceso político
sufre la corrosión de una constante violencia. Los grupos de oposi-
ción moderada, los líderes iaborales y los estudiantes, han sufrido a
consecuencia de la violencia tanto como los extremistas. Existe una
impresión extendida de que los grupos conservadores opuestos al cam-
bio manipulan el proceso político.
Otro problema es que demasiados guatemaltecos continúan vi-
viendo en condiciones de subsistencia que están en contraste con los
tiempos y con el potencial del país. A pesar del considerable desarrollo
económico, esta situación es especialmente aguda entre las comunida-
des rurales de indios no asimilados.
Guatemala tiene un verdadero potencial económico y una base
administrativa e institucional relativamente desarrollada. En los últi-
mos años y, especialmente bajo la administración de Lucas, hemos
visto un nuevo y alentador énfasis en programas destinados a mejorar
las condiciones de la mayoría necesitada del país. Entre tales progra-
mas, figuran considerables aumentos en gastos para fines sociales,
una mayor atención al sector rural y avanzados planes de reforma y
reinstalación.
178
Nuestra política se orienta a alentar y apoyar estas medidas positi-
vas en Guatemala. Nuestros planes de ayuda, aunque modestos, res-
paldan en forma directa los programas de fomento social del gobier-
no. Al mismo tiempo, hemos expuesto al gobierno de Guatemala
nuestra preocupación por la violación de los derechos humanos, y
nuestra convicción de que los problemas actuales pueden resolverse
sólo por los medios políticos y reformas económicas y sociales. Estos
asuntos humanos han venido a dominar nuestra relación, conducien-
do a una supresión de la ayuda militar (por iniciativa de Guatemala), y
a una reducción a niveles mínimos de la ayuda económica. Les diré a
ustedes francamente que no estamos satisfechos con el estado de
nuestras relaciones.
Guatemala es el país más fuerte y potencialmente el de mayor
influencia en la América Central. Compt'bndemos las legítimas pre-
ocupaciones de las autoridades de Guatemala por la seguridad del
pais, teniendo en cuenta la situación de agitación en el istmo, y la at-
mósfera internacional en general. Al mismo tiempo, no podemos
suscribir enfoques de los problemas de la región que no estén basados
en el respeto a los derechos humanos, o en sistemas políticos que res-
pondan a las necesidades económicas y sociales de las personas más
pobres. Seguiremos trabajando para mejorar la comunicación entre
nuestros dos gobiernos.
He centrado mis comentarios hasta ahora en los problemas de
cuatro países centroamericanos. Si bien cada nación es diferente y de-
be resolver sus problemas internos a su manera, el istmo centroameri-
cano es también una unidad regional en algunos aspectos fundamen-
tales. El desarrollo de cualquier país en la región está estrechamente li-
gado al destino de los otros. Nuestra política debe también tener esto
en consideración.
Si bien los nacionalismos y las ambiciones parroquiales des=
membraron la antigua república unida de América Central, el ideal de
la integración política y económica es un tema que se repite por ciclos.
En 1962, con el apoyo de Estados Unidos, ios países centroameri-
canos formaron el Mercado Común, que estableció un sistema de
aranceles comunes y una zona de comercio franco para productos ma-
nufacturados. Las instituciones para los fines de la integración, inclusi-
179
ve el Banco Ceniroamericano, la Secreiaria de la Integración, el Fon-
do de estabilización monetaria y numerosos otros, se han desarrollado
hasta ser una red de amplio alcance.
El fortalecimiento de estas cuestiones traería importantes benefi-
cios:
rr-La iniegración regional tiene sentido desde el punto de vista
económico, los arreglos regionales promueven la inversión, amplían
los mercados y ofrecen mejor acceso a las fuentes de recursos técnicos
y financieros que tanta falta hacen.
— Los arreglos regionales reducen las sospechas y las hostilida-
des. Con la promesa de una vida mejor para todos, fomentan la esta-
bilidad y apoyan las instituciones democráticas.
Pero hay que superar algunos obstáculos básicos antes de que la
cooperación regional en América Central pueda cobrar fuerza.
— Tiene que quedar resuelta la disputa fronteriza entre El Salva-
dor y Honduras, que ha impedido las relaciones normales entre estos
dos países vecinos y ha per judicado el mercado común por más de diez
años. De igual manera, la situación de Belice debe resolverse en forma
que contribuya a la estabilidad e integración regionales.
— Deben desarrollarse nuevos conceptos para av anzar más allá de
la sustitución de importaciones en el sector manufacturero hacia
una mayor integración en la agricultura y movimientos ultra-
regionales entre capital y trabajo. Se necesitan nuevas medidas para
estimular la competencia internacional de las exportaciones centro-
americanas.
Estados Unidos apoya firmemente el concepto de integración
centroamericana. Nos satisfacen las nuevas iniciativas de los centro-
americanos en este aspecto, y trataremos de ajustar nuestras medidas
de ayuda, y de considerar cambios en el comercio y las inversiones, pa-
ra apoyarlas.
Las dificultades de nuestros vecinos nos afectan también. Hemos
aprendido en el pasado que no podemos resolver los problemas
180
políticos por medio de la intervención militar, y que no podemos solu-
cionar los problemas socio-económicos con ayuda exterior.
Pero también hemos aprendido que no podemos ser indiferentes
a las presiones en pro del cambio. Hemos aumentado nuestra ayuda a
la América Central durante el año pasado. Las cantidades disponibles
son todavía muy modestas en comparación con los problemas. Pero
aunque no puede ser decisiva por si misma, nuestra ayuda es un
símbolo básico del apoyo de Estados Unidos a la reformas políticas,
sociales y económicas que otros gobiernos están Mesando a cabo.
La comprensión y la participación pueden ser aún más importan-
tes. En el sentido a que me refiero, ambas están fuera del alcance nor-
mal del gobierno federal. Este es uno de los motivos por los que el pre-
sidente Cárter ha venido estimulando una mayor participación por
parte de ciudadanos norteamericanos del sector privado, grupos pro-
fesionales. hombres de negocios y organizaciones de voluntarios en el
desarrollo de América Central y las Islas del Caribe.
Necesitamos mejores medios que permitan a todos los norteame-
ricanos ofrecer su adiestramiento y su expetiencia a nuestros amigos.
América Central se encuentra en un período critico de su historia.
Nuestra participación en apoyo de un cambio pacífico puede
aumentar la posibilidad de que surjan sociedades más democráticas y
justas como consecuencia de la crisis actual. Por el contrario, si no
respondemos, ello sólo sen irá para ayudar a los enemigos de la libet-
tad.
Confio en que con vuestra comprensión y ayuda, haremos frente
al reto.
Esie libro se terminó de
imprimir el 8 de Diciembre
de 1980, en los talleres de Ar-
tes Gráficas de Cení ro Amé-
rica, San José, Cosía Rica.
Esia edición consta de 3000
ejemplares.
DATE DUE
r iAC¡r
CAYLORO
PRINTIO IN U-I.A. I
•* 1 :• Aí»
2 K ;
JL1416.J93
El Juego de los reformismos : frente a
Princeton Theological Semmary-Speer Library
1 1012 00140 8832
La Revolución
avanza en Centroamérica
Se consolida en Nicaragua
Se afianza en El Salvador
Fermenta en Guatemala y Honduras
La Revolución en Centroamérica
contiene lecciones nuevas
para la lucha popular en Nuestra América
La lección de la unidad
La lección de la creatividad
La lección de nuevas formas
de participación
y de organización
¿Cómo se sitúan los reformismos
frente a esa Revolución?
—¿La Internacional Socialista?
—¿La Democracia Cristiana?
—¿El fallido reformismo yanqui?