Skip to main content

Full text of "El último capítulo : paso de comedia"

See other formats


dLtt  Librar? 
S3nítíer0ítp  of  Botth  Carolina 


(Eniiotoc" 


^•9irr.  ^      9m».¿^1^^A.t 


?  Q  G  SL  }.^ 


/     I      i      \ 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT  CHAPEL  HILL 


ENDOWED  BY  THE 
DIALECTIC  AND  PHILANTHROPIC 
SOCIETIES 

8UHDING  USE  QMLY 


PQ6217 

vol.   22 
no.  1-8 


6U  O 


a  00002  33925  9 


E 


SERAFÍN  í  JOAQUÍN'  ALVAIIEZ  QUINTIÍRÍ) 


EL  DLTimO  CIIPÍTULO 


PASO   DE  COMEDIA 


mmm 


SOCIEDAD  DE  AUTORES  ESPAÑOLES 
MúAaz  de  Balboa,  t9 

ISXO 

Copyright,    1910, 
by  S.  y  J.  Álvarez  Quintero. 


EL  ÚLTIMO  CAPÍTULO 


Esta  obra  gs  propiedad  de  sus  autores,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  celí?- 
brado,  ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  literaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  de 
Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad. 


Droits  de  represen tation,  de  traduction  et  de  repro- 
duction  reserves  pour  tous  les  paye,  y  compris  la  Sui- 
do, la  Norvege  et  la  Hóllande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  ÚLTIMO  CAPÍTULO 


PASO  DE  COMEDIA 


serafín  r  JOAQUÍN  ALVAIIEZ  QUINTERO 


Estrenado   en   el   TEATRO   DE   LA   COMEDIA   el    19  de 
Marzo  de  1910 


^- 


MADRID 

U    TBvASOO  IMP.,  MASQUES  OB  BAVTl  AHA,  O  DVf* 


^  /AaHíde  /vloreno, 

/esoro  i/e  je/7////7/e/2/o  ^  ¿/e  ^rac/a  e/z  ¿//ía  /¿/íc/a  JT- 
^ura  c/e  /T^u/er,  s¿/s  ac/m/rac/ores  ¿/e¿Jo/¿s/moj, 


REPARTO 


PERSONAJES  ACTORES 

LA  CHISPITA '. Matilde  Moreno. 

JAVIER Manuel  González. 

QUICO Ernesto  Vilches. 


SIBIBIBIBIBIBIBIHIMIBIBIBIBiaiMlBIBia 


m. 


EL  ífLÍIJVEO  CHPÍÍIJlO 


Gabinetito  modesto,  pero  coqnetón,  del  cnarlo  que  Javier  le  ta 
puesto  en  Madrid  á  una  amiga  Intima.  Balcón  á  la  derecha  del  actor 
y  puerta  al  foro.  Es  de  noche.  Luces. 


JAVIER,  sentado  indolentemente    en   una    butaca,   fuma.  Parece 

preocupado,  y  lo  está.  A  poco  sale   QDICO,  que  viene  de  la  calle,  y 

se  pone  detrás  de  él  contemplándolo  sccarrouamente.  Javier  no   ad 
vierte  su  presencia  mientras  no  le  habla. 

Javier,  suspirando.  ¡Av!...  Hasta  que  no  va  uno  á  de- 
jarlas, no  sabe  bien  todo  lo  que  valen  para  uno...  Pero 
no  hay  más  remedio,  no  hay  más  remedio...  Se  levanta  y 

pasea.  Quico  lo  sigue  sonriéudose  é  imitando  sus    ademanes    alguna 

vez.  Lo  primero  que  debe  un  hombre  es  ser  hombre,  ser 
dueño  de  sí.  ¡Pobre  Chispita!  ¡Tan  buena,  tan  linda,  tan 
graciosa!...  ¡Qué  diablo!  Ya  encontrará  otro,  quíco  se  seña- 
la. Fuera,  fuera  romanticismos  y  vacilaciones,  propios 
de  un  pipiólo.  Hemos  llegado  al  último  capítulo  de  la 
historia  y  hay  que  dejar  el  libro.   Quico  tiene  razón. 

Quico  da  las  gracias.  Tiene  razÓn  Quico.  Vuelve  á  dar  las  gra- 
cias No  cabe  duda:  Quico  tiene  muchísinmxaziííí.-_9l"co. 
negr'ólie  risa,  ya  uo  sabe  que  hacérnSlserá  todo  lo  sinver- 
güenza que  se  quiera... 


Rnrfnarz 


8  — 


Quico. 
Javier. 
Quico. 
Javier. 
Quico. 
güenza. 
Javier. 
Quico. 


¡Claro!  Dime  con  quien  andas... 

sorprendidísimo.  ¿Eh?  Pero  ¿estás  aquíV 

¡Más  me  valiera  estar  en  la  calle! 

¿A  qué  has  venido? 

Por  lo  visto,  á  oir  que  me  llamaras  sinver 


¿Y  cómo  has  entrado? 

Con  el  llavín  de  mi  cuartito,  que  es  hermano 
del  de  éste. 

Javier,  f  ues  no  me  hace  gracia  el  parentesco.  ¿Ves 
cómo  no  tienes  vergüenza  ninguna? 

Quico.  Ni  falta;  ya  lo  sé.  Y,  sin  embargo,  no  me  cam- 
bio por  ti.  Porque  hay  dos  clases  de  sinvergüenzas:  el 
que  sabe  que  no  tiene  vergüenza,  como  yo,  y  lo  dice  á 
las  claras,  y  ehque  cree  que  la  tiene,  ccmo  tú,  y  no  tie- 
ne ni  pizca.  Esos  son  los  sinvergüenzas  peligrosos. 

Javier.  Mira,  Quico,  no  estoy  de  humor  de  chiri- 
gotas. 

Quico.     ¿Qué  me  dices?  ¿Ha  habido  va...  escenal 

Javier. 

Quico. 

Javier. 

Quico 

Javier. 

Qu  co. 

Jav  er. 

Quico. 


¿Qué  me  dices?  ¿Ha  habido  ya. 
No  ha  habido  nada. 


jiépita? 


Pues  ¿y  la  v 

No  lo  sé. 

¿Que  no  lo  sabes?  •. 

Cuando  he  llegado  ya  no  estaba  ella. 

¿Voló?  ¿Te  la  ha  pegado? 

¡No  seas  estúpido! 

¿Se  olió  el  plato  de  gusto  que  le  preparaban 
y  ha  preferido  que  te  lo  comas  solo? 

Javier.  ¡No  seas  imbécil,  Quico!  La  Chispita  me 
quiere  demasiado  para  sospechar  siquiera  lo  que  la 
aguarda  Eso  es  lo  que  me  tiene  de  mal  humor.  ¡Pobre 
Chispita! 

Quico.  Chico,  chico,  bien  he  hecho  en  venir.  Estás 
coladisimo.  Veo  que  aún  necesitas  botonazos  de  fuego. 
¡Cómo  te  conozco,  Javier!  \ 

Javier.     ¿Tú  que  has  de  conocerme,  infeliz? 


—  9  — 

Quico.     ¡Digo  si  te  conozco! 

Javier.  Lo  que  es  ahora  no  me  conoces.  ¿Tu  sabes 
lo  que  yo  quiero  en  este  momento? 

Quico.    Sí. 

Javier     ¿Qué  quiero?  A  ver. 

Quico.     ¡Que  yo  tome  la  puerta! 

Javier.     ¡Eso  mismo! 

Quico.     ¿^"es  como  te  conozco? 

Javier.  Sí,  Quico,  sí;  la  Chispita  no  ha  de  tardar  se- 
guramente, y  como  estoy  dispuesto  á  concluir  con  ella 
esta  misma  noche,  los  testigos,  aunque  sean  de  con- 
fianza como  tú,  me  estorban. 

Quico.  Ah,  pero  ¿va  de  veras  lo  de  concluir  esta  no- 
che con  la  Chispita?  . 

Javier.  ¿Y  tú  presumes  de  conocerme?! No  se  pien- 
"sán  tanto  las  cosas  para  no  hacerlas  íuego  Al  menos, 
yo.  Negar  que  me  duele,  sería  engañarme;  pero  no  ver 
claro  que  debo  hacerlo  sería  estar  ciego  del  todo,  y  cie- 
go no  estoy  Ya  buscaré  un  pretexto  cualquiera.  Aún 
no  sé  por  qué  callejuela  he  de  salir.  Porque  en  realidad 
no  hay  motivo  alguno  para  este  corte  de  relaciones;  no 
hay  más  que  mi  convencimiento  |  leño  de  que  el  ideal 
amoroso  de  un  hombre  como  yo,  que  ha  vivido  poco  y 
ha  soñado  mucho,  no  debe  morir  entre  las  paredes  do 
un  cuartito  puesto  á  una  pajarita  volandera. 

ftnfCO Bien;-  uuijr.  hie-a. ' 

Javier.  Prolongar  la  aventura  es  peligrosísimo  ó  es 
-cruel. 

— üuru».  Lklr,  do^  cHáas;  V  además  dn'A"  Pftlárátadk. 
Hasta  los  frailes  nos  enseñan  á  dejarlo  todo  donde  lo 
-encontramos  Tú  te  encontraste  á  la  Chispita  en  medio 
de  la  calle;  ¡pues  en  medio  de  la  calle  la  dejas,  y  en 
paz! 

Javier.     ¿Y  qué  fraile  te  ha  enseñado  á  ti  eso? 
Quico.     ¡Me  lo  ha  enseñado  una  comunidad!  ¡Porque 
lo  he  aprendido  bebiendo  copas  de  Benedictino!  Nada, 


—  lu- 
nada: ¡borrón  y  cuenta  nueva!  Mira,  estas  mujeres  así^ 
son  como  las  zapatillas  que  uno  se  pone  en  casa  para 
estar  cómodo,  dicho  sea  con  perdón  del  sexo.  Mientra^ 
estás  en  tu  casa  ó  entre  amigos  muy  íntimos,  bien  van 
las  zapatillas;  pero  ¿vas  á  salir  con  zapatillas  á  la  calle?^ 
¡No  puede  ser!  ¡Te  señalarían  con  el  dedo  por  insen- 
sato! 

Javier.  Quico,  no  seas  grosero.  Me  molesta  ese  símil. 
Te  lo  he  dicho  más  de  una  vez. 

Quico.     ¡Porque  las  verdades  amargan! 

Javier.  Bueno,  bueno;  anda,  vete  y  déjame  en  paz^ 
que  no  quiero  que  te  encuentre  aquí  la  Chispita.  Seria 
exponerme  á  que  esto  no  acabara  esta  noche,  y  te  repito 
que  esfSS^  decidido. 

Quico.  Siendo  así,  lo  que  haré  será  volver  cuando 
lo  crea  oportuno. 

Javier,    ¿A  qué? 

Quico.  Eres  un  inocente.  A  llevarte  de  su  lado  con 
cualquier  excusa.  ¡Tú  no  sabes  el  trabajo  que  cuesta  >. 
en  escenas  de  estas  dificultades,  salir  por  el  foro!  ¡Como 
se  te  abrace  á  las  rodillas  estás  perdido! 

Javier.     Eso  sí.  Y  es  verdad;  tú  puedes  hacerme  un 
gran  favor, 
í      .    Quico.     No  lo  dudes.  Vendré  alterado,  descompues- 
f      to...  fingiendo...— ¿qué  te  diré  yo?— cualquier  cosa:  lo 
I      que  más  las  impresiona:  un  duelo  de  un  amigo.  Te  lla- 
maré aparte,  sin  darme  cuenta  de  sus  lágrimas.  .   «Con 
permiso,  Chispita...»  Y  que  ella  oiga  entre  medias  pa- 
labras: «...Horrible...  disgusto  ..  ofensas...  botellazo...  sa- 
bles... sin  avanzar...  padrinos...»  Total:  que  nos  vamos 
los  dos  sin  más  explicaciones,  y  ya.  en  la  calle...  ¡la  vida 
tiene  otro  color!  Tú  respirarás  á  tus  anchas,  me  queda- 
rás muy  agradecido,  me  convidarás  á  champagne^  como 
si  lo  viera...  ¡y  á  otra!  ¿Estamos? 

Javier.  Maquinaimeme.  Sí;  lo  que  te  parezca.  Hasta 
luego. 


/ 


—  11  — 

QuICO.       Hasta  luego.  Vase  cantando, 

una  morena  y  una  rubia, 
hijas  del  pueblo  de  Madrid... 

Javier  pasea  preocupado.    Un    momento  después   llega  la  CHÍdPITA. 
Es  una  muchacha  andaluza,   del   pueblo,  zalamera  y  graciosa.  Viene 

j  ,      ■  I.  II    III—     ■■  ■!■  I  ■'■ ^ 

de  abrigo  y  velo. 

Javier.  Presiaudo  oído.  ¿A  ver?  Sí,,  Ya  está  ahí  esa.  lía 
■  debido  de  encontrarse  con  Quico.  Energía,  Javier,  ener- 
gía. ¿Qué  le  diré  para  acabar  pronto?  se  sienta  y  espera. 

Chis  pita.  Hola,  hombre.  Mira  que  tengo  mala  suer- 
te. Una  noche  que  vienes  tú  más  temprano,  se  me  ocu- 
rre salí. 

Javier.     Ya,  ya. 

"  Chíspita.       Quitámlose    el    alirigo    y  el    velo.    ¿A     <]('>nd<'    \'a 

I    (¿uico  tan  aprisa? 

I        Javier.     ¡Qué  sé  yo!  Pregúntase!')  :i  él,  si  te  importa. 

?        Chispita.     ¿Axní?  Ya-pué  matarse  por  las  escaleras. 

¿Qué  te  pasa?  Javier  la  mira  y  no  responde.  ¿Qué  te  pasa? 

Javier.  ¿Te  parece  poco  llevar  dos  horas  aguardán- 
dote? 

Chispita.  ¿Dos  horas?  No  sabes  cómo  desirme  lo  que 
me  quieres. 

Javier.    ¿Eh? 

Chispita.     ¡Se  te  vuerven  horas  los  minutos! 

Javier.     ¿Sí,  verdad? 

Chispita.     ¿En  qué  reló  yevas  tú  aquí  dos  horas? 

Javier.     ¡En  el  mío! 

Chispita.  Pos  no  hagas  huevos  pasaos  por  agua  con 
ese  reló. 

Javier.     No  tiene  gracia  el  chiste. 

Chispita.     Otra  vez  será.  Ven  aquí,  mar  genio. 

Javier.     Déjame. 

Chispita.  Ven  aquí,  hombre,  ven  aquí;  que  luego  te 
pesa  si  no  vienes. 

Javier.     Déjame,  déjame,  Chispita. 

Chispita.     Ya  estás  dejao.  A  lafuersa,  ni  agua.  Pero, 


—   12    - 

¿se  pilé  sabe  si  has  comió  macarrones?  Javier  la  mira  con 
enojo.  Telo  pregunto,  porque  siempre  que  comes  maca- 
rrones te  sientan  mal...  y  pago  yo  la  digestión. 

Javier.  Debieras  haber  comprendido  ya  que  en  cier- 
tos casos  no  valen  conmigo  chanzas  ni  zalamerías  Me 
disgustan  profundamente. 

Chispita.  Tú  sabes  bien  que  soy  muy  torpe.  Dispen- 
sa, ¿eh?  Yo  lo  hasía  con  la  mejor  intensión;  pero,  des- 
cuida, que  ya  no  te  diré  más  chistes. 

Javier.     Mejor  será. 

Silencio.  El  pasea  y  ella  lo   mira  con  curiosidad. 

Chispita.  En  tono  tristemente  cómico.  ¿Te  has  enterao  (le 
que  er  portero  está  con  pormom'a  doble? 

Javier.       Disculpándose   después  de  haberse  sonreído  á  su  pesar. 

¿Ves  tú?  Eso  tiene  gracia. 

Chispita.  Hombre,  ¿que  er  portero  esté  con  pormo- 
uía  tiene  grasia?  Cuando  comes  macarrones  no  hay 
quien  te  entienda.  Hasta  mala  persona  te  vuerves. 

Javier.     Pues  me  vas  á  entender  bien  pronto. 

Chispita.     Eso  es  lo  que  yo  quiero. 

Javier.      ¿Con  quién  has  salido?   La  chispita  sonríe.  ¿Con 

quién  has  salido,  te  pregunto? 

Chispita.     ¿No  te  lo  figuras? 

Javier.     ¡No! 

Chispita.     ¿Que  no  te  lo  figuras? 

Javier.  ¡Te  repito  que  no!  ¡Basta  de  evasivas!  ¿Con 
quién  has  salido? 

Chispita.       Contestando     tranquila.      Me     dijiste      antcayé: 

«No  me  gusta  que  sargas  más  que  con  doña  Carmen...» 
Pos  con  doña  Carmen  he  salido.  Con  quien  á  ti  te  gusta 
que  sarga,  tonto. 

Javier.     ¡Falta  que  sea  verdad  todo  eso! 

Chispita.  Doña  Carmen  pué  desirtelo.  ¿La  yamo? 
Abajo  está.  Hemos  dao  por  ahí  una  vuerta  viendo  los 
escaparates  de  las  confiterías...  y  eya  se  iia  quedao  en 
su  cuartito  y  yo  he  subido  ar  mío. 


—  13  - 

Javier.     Ali,  vamos.  Temí... 

Chispita.     Sí;  como  siempre. 

Javier.  ¡Como  siempre  ó  como  nunca!  El  caso  es  que 
temí... 

Chispita.  Por  lo  que  te  engaño  será.  ¡Ay,  Javié!  ¡Lu 
que  yo  daría  por  no  verte  nunca  enfadao!  Con  ese  ge- 
nio te  amargas  la  vía  y  me  la  amargas  á  mí  sin   queré. 

Javier.     Pronto  dejaré  de  amargártela. 

Chispita.     ¿Qué  dises? 

Javier.     Que  pronto  dejaré  de  amargártela. 

Chispita.     No  me  asustes.  ¿Estás  loco,  JaviéV 

Javier.     ¡Vas  á  volverme  tú! 

Chispita.  Pero  ¿á  qué  viene  esto?  ¿Te  han  entra» > 
selos  otra  vez?  ¡Por  María  Santísima!  ¿Qué  tienes?  Si  yo 
note  quisiera  tanto,  quisas  me  quisieras  tú  más  Quien 
más  pone,  más  pierde.  Por  supuesto,  que  yo  sé  lo  que 
tú  maquinas.  Desde  que  Fernando  es  amigo  de  la  por- 
tuguesa, tú  no  hases  más  que  compara  y  me  tienes  en 
menos.  Y  yo  ¿qué  vi  á  haserle?  A  mí  no  me  pues  lusí 
ni  en  er  paseo  ni  en  los  teatros,  porque  me  encasquetas 
im  chnpiri  y  estoy  pa  que  me  den  dos  tiros.  Pero  como 
te  empeñes,  á  la  portuguesa  y  á  toas  me  las  dejo  yo 
atrás.  Me  vi  á  pone  de  plumas  y  de  gasas,  que  te  va  á 
costa  trabajo  encontrarme.  Y  me  vi  á  pinta  como  nn 
cuadro  al  olio  Y  tocante  á  finura,  ya  verás  finuni.  Tos 
los  idiomas  voy  á  hablarlos...  pa  podé  desirte  lo  que  te 
quiero  en  españó,  y  en  fransés,  y  en  inglés,  y  hasta  en 
esperándote,  a  una  mirada  de  él  ¿No  sc  yama  esperándote 
ese  idioma  nuevo  que  han  inventao  ahora  pa  desí  toas 
las  cosas  de  gorpe? 

Javier.  ¡Esperanto,  mujer!  ¡No  desatines!  ¡Hablas 
peor  cada  día! 

Chispita      Se  conose  que  er  queré  me  traba  la  lengua. 

Javier.  ¡El  querer!  ¡El  querer!  Siempre  la  misma 
vulgaridad.  Malo  es  que  se  tenga  esa  palabra  en  los  la- 
bios á  todas  horas. 


—   14   — 

Chispíta.     Hombre,  Romea  y  Jnlieto  no  seremos  tú 
y  yo;  pero  tampoco... 
Javier.     Calla. 
Chispíta.     Ya  esto}-  como  en  misa. 

Javier.       Tropezando   con    ella  eu  sus  paseos,  ¿f'or  qilé  no  te 

me  pones  delante? 

Chispíta.     Yéndose  á  un  rincón.  Ya  estoy  arrincona. 

Javier.  ¡Dichoso  cuartito!  ¡Todos  los  muebles  están 
por  medio! 

Chispíta.     Todos. 

Javier.     ¡No  hay  manera  de  pasearse! 

Chispíta.     Pero  que  no  hay  manera. 

Javier.     ¡Me  subleva  que  me  lleven  la  corriente! 

Chispíta.     Y  á  mí  también. 

Javier.     ¡Prefiero  la  discusión,  la  disputa! 

Chispíta.     Pos  te  yevaré  la  contraria. 

Javier.     ¿Sí,  eh? 

Chispíta.     ¡Claro!  ¡Pa  darte  gusto! 

Javier.     ¡Estoy  inaguantable  esta  noche! 

Chispíta.  Mimosa.  ¿Quíén  te  lo  ha  dicho,  simple? 
¡Estás  hecho  un  encanto! 

Javier.  ¡Chispíta!  ¿Tú  te  has  empeñado  en  que  pe- 
leemos? 

Chispíta.     ¿Yo,  verdá? 

Javier.     ¡Me  parece! 

Chíspífa.  No,  Javié;  yo  no  quiero  reñí  contigo  nun- 
ca. Ar  contrario:  er  que  quiere  reñí  conmigo  eres  tú,  y 
buscas  un  motivo  y  no  lo  encuentras, 

Javier.     ¡Los  tengo  á  millares! 

Chispíta.     ¿Pos  cómo  no  me  has  dicho  ninguno? 

Javier.  ¡Porque  si  empiezo  á  hablar,  va  á  estallar  la 
tormenta!  ¡Pero,  en  fin,  que  estalle!  ¡Alguna  vez  había 
de  ser! 

Chispíta.     ¿Me  pongo  un  pararrayos? 

Javier.  ¡No  es  ocasión  de  burlas,  Chispíta!  ¡Hablo 
completamente  en  serio! 


—  15  ~ 

Chispita.     ¡Y  yo! 

Javier.  ¿Es  cierto  que  ayer  se  pas(')  aquí  la  tarde  Po- 
lito  Galindez? 

Chispita.     Tan  sierto  como  que  no  te  la  pasaste  tú. 

Javier.  ¡Eso  es!  ¡Y  cuando  yo  no  puedo  venir  te 
buscas  compañía! 

Cliispita.  ¡La  que  tú  me  has  buscao!  Er  día  que  no- 
viene  ese,  viene  otro.  Yo  estaba  en  la  gloria  sin  conosé 
á  tos  tus  amigos.  Uno  por  uno  me  los  has  presentao  tú. 

Javier.  No  se  trata  de  eso;  no  lleves  la  conversación 
por  donde  te  conviene. 

Chispita.     Yévala  tú  por  donde  te  convenga. 

Javier.  ¡El  caso  es  que  Polito  se  permite  confianzas 
que  tú  no  le  debías  tolerar!  ¡El  caso  es  que  Polito  se 
jacta  en  el  Casino  de  que  te  ha  caido  en  gracia!  ¡El 
caso  es  que  me  mortifica  y  me  ofende  que  aquí  venga 
Polito! 

Chispita.     ¿Y  que  vi  á  haserle  yo? 

Javier.     ¡Decirle  sencillamente  cjue  no  vuelva! 

Chispita.     ¿De  palabra? 

Javier.     ¡O  por  escrito! 

Chispita.  ¡Ay,  .Javié!  ¿Ves  tú  cómo  te  adivino  los 
pensamientos? 

Javier.    ¿Eh? 

Chispita.  Vas  á  escucha  la  carta  que  le  he  puesto  ;i. 
Polito  y  que  le  pienso  manda  en  cuanto  te  la  lea. 

Javier.    ¿A  Polito? 

Chispita.    Sí. 

Javier.     ¿A  Polito?. .  ¿Una  carta,  tú?... 

Chispita.  Sí,  hombre,  sí.  ¡Si  párese  que  estoy  por 
dentro  de  tu  persona!  Disiéndole  que  no  vuerva  más. 

Oye.  Saca  de  su  inesita  escritorio  la  carta  á  que  se  refiere,  y  se  la 
lee  á  Javier,  que  la  escucha  perplejo.   «Señó  don   Políto  Galin- 

de:  muy  señó  mío  y  amigo  de  .Javié.  A  consecuensia  de 
que  he  sabido  de  como  usté  dise  por  ahí,  que  eso  no  lo 
base  ningún  hombre  con  un  amigo...»   Le  fartan  las- 


—    !G   — 

comas  porque  se  las  quiero  pone  con  otra  tinta.  «...  que 
yOy  que  soy  la  amiga  de  Javié,  le  gusto  más  á  un  ami- 
go de  Javié  que  á  Javié,  y  eso  es  una  infamia,  porque 
si  Javié  se  enterara  de  eso  tendría  yo  un  dijusto  con 
Javié,  á  consecuensia  de  que  pa  mí  en  er  mundo  no 
hay  más  hombre  que  Javié.»  Creo  que  está  bien  pues- 
ta. Bueno,  aquí  un  punto,  y  luego,  entre  paréntesis  y 
con  una  rayita  por  debajo,  le  digo:  «Por  todo  lo  cuá  y 
á  consecuensia  de  todo  esto,  si  no  quiere  usté  que  yo  le 
dé  con  er  portón  en  las  narises,  procure  usté  no  vorvé 
por  esta  su  casa.  Su  amiga,  Manuela  Martínez,  la  Chis- 
pita.»  ¿Y  ahora,  qué  me  dises? 

Javier.  ¿Qué  he  de  decirte,  Chispita?  ¡No  pierdes 
ocasión  de  ponerme  en  ridículo! 

Chispita.     Ah,  ¿no  te  ha  gustao? 

Javier.  ¿Cómo  me  ha  de  gustar  semejante  sarta  de 
tonterías? 

Chispita.  Vaya,  niño,  que  no  hay  manera  de  aserta. 
¿Con  que  esta  carta  te  pone  en  ridículo? 

Javier.     ¡Sí! 

Chispita.  Pos  mira  qué  poco  dura  eso.  La  rompe 
iJuando  uno  no  quiere,  dos  no  riñen. 

Javier.  Haces  bien  en  romperla,  hija  de  mi  alma. 
Tú  hablas  mal,  pero  escribes  peor. 

Chispita.  Oye,  Ja^'ié:  ¿es  que  me  conosiste  en  el 
Atanco? 

Javier.  ¡Bah!  ¡No  se  te  ocurren  más  que  majaderías! 
¡Estoy  seco!  ¡Estoy  abrasado! 

Chispita.     ¿Quieres  una  copa  de  jeré? 

Javier.  ¡Jerez  encima  de  la  cena!  ¡Ya  se  conoce  que 
«res  de  pueblo! 

Chispita.  Perdona,  ahstócrata.  ¿La  quieres  de  cham- 
pán? 

Javier.     ¿Tienes  ahí  champagne? 

Chispita.     Cuando  te  lo  ofrezco... 

Javier.  ¿Que  tienes  ahí  champagne? 


—  17  — 

Chispita.  Una  dosena  de  boteyas.  Y  de  tu  marca:  de 
Moé. 

Javier.  ¡Muy  bonito!  ¡Camino  de  sorpresa  en  sorpre- 
sa! ¿En  eso  gastas  el  dinero?  ¡Para  un  día  que  de  higos 
á  brevas  se  me  ocurre  beber  chimpagne,  compras  una 
docena  de  botellas!  ¿Tú  te  crees  que  yo  tengo  mi  dinero 
para  tirarlo? 

Chispita.     ¿Has  acabao  ya? 

Javier.     ¡Lo  que  es  si  seguimos  así!... 

Chispita.  ¿Has  acabao  ya?  Porque  voy  á  arvertirte 
una  cosa  Las  dose  boteyas  de  Moé  que  tan  mar  te  ha 
sentao  sin  probarlo,  me  han  costao  dos  pesetas  en  una 
rifa.  Por  los  cascos  vasíos  me  dan  tres  pesetas  después^ 
Con  que  tenemos  champan  pa  dos  meses  y  una  peseta 
de  ganansia.  ¿Te  arruino? 

Javier.  Dos  pesetas  en  una  rifa...  doce  botellas  de 
champagne... 

Chispita.  Sí;  dos  pesetas.  María  la  peinadora  me 
trajo  las  cartas.  I^e  tocó  á  la  sota  de  oro.  ¿Teno:o  ('»  no 
tengo  suerte? 

Javier.    Indudable. 

Chispita.  Pos  mucha  más  tiene  tú  conmigo.  Na  más 
con  lo  que  yo  te  ahorro... 

Javier.     Sí;  te  podría  comprar  un  automóvil. 

Chispita.  Me  lo  podrías  compra,  pero  no  lo  (juiero. 
¡Qué  peste  de  automóviles!  ¿Adonde  va  una  tan  aprisa? 
Miá  lo  que  le  susedió  la  otra  no(,*he  ar  de  la  portu- 
guesa. 

Javier.    ¿Qué  le  sucedió?  No  sé  nada. 

Chispita.  Que  en  mita  de  la  carretera  der  Pardo  s<^ 
le  rompió  un  renmái'Co,  y  tuvo  que  pasa  la  UQche  ar  se- 
reno. Habría  que  verla  al  amánese  con  toa  la  pintura 
moja  y  toas  las  plumas  alicaías. 

JdVler.     No  critiques. 

Chispita.     Bueno,  ¿tomamos  esacopa,  si  ó  no? 

Javier.     No  es  este  momento  oportuno.  El  champag7i€ 


—  18  — 


requiere  alegría,  y  yo,  Chispita,  no  la  tengo  esta  noche. 
Todo  lo  contrario:  estoy  muy  triste.  De  ahí  mi  mal  hu- 
mor. Ya  has  podido  notarlo. 

Chispita.     Ahora  sí  que  me  asustas,  Javié.  ¿Qué  tie 
nes? 

Javier.  Chispita,  ¿á  qué  retardar  lo  inevitable?  Esta 
aventura  amorosa  nuestra  ha  llegado  á  su  fin:  estamos 
en  el  último  capítulo.  ¿Comprendes? 

Chispita.     ¡Javié! 

Javier.  Lo  que  oyes.  Es  más  noble  que  te  hable  así 
que  no  andar  buscando  pretextos  ridículos  de  pelea. 
Esto  no  puede  ser:  esto  no  debe  ser:  esto  hay  que  cor- 
tarlo. 

Chispita.     ¿Te  va  tan  malamente? 

Javier.  Por  lo  bien  que  me  va  hay  que  cortarlo.  Tú 
quizás  no  lo  entiendas,  pero  es  así. 

Chispita.  ¡Rasón  tenía  la  mujé  que  me  echó  las  car- 
tas er  domingo!... 

Javier.    Déjate  ahora... 

Chispita.  Miá  tú  si  ha  salió:  me  dijo  que  te  gusta 
una  señorita  morena  con  lunares,  y  que  vas  á  casarte 
muy  pronto.  ¿Es  verdá?  Javier  no  contesta.  ¿Es  verdá, 
Javié? 

Javier.    Es  verdad. 

Chispita.     Llorando.  ¡Condcuao  sino  er  nuestro!  Ense 
ñamos  á  los  hombres  á  queré...  pa  que  luego  se  los  yeve 
otra.  Menos  má  que  siempre  nos  queamos  en  un  laíto. 

Javier.  No,  Chispita:  no  llores.  Es  que  la  vida  no  es 
como  nosotros  quisiéramos  hacerla.  Es  que  la  socie- 
dad... es  que  la  posición  que  uno  ocupa  . 

Chispita.  No  te  molestes  en  seguí.  To  lo  que  tú  me 
digas,  y  más,  lo  sé  j'o  sin  haberlo  oído  nunca.  Como  me 
encontraste,  me  dejas.  Si  me  hubieras  encontrao  de 
otro  modo,  no  me  dejarías.  ¿Es  eso? 

Javier.     Eso  es,  Chispita;  eso  es. 

Chispita.     ¿Ves  tú?  No  es  que  no  me  quieras;  es  que 


-  19  — 

no  me  quieres  queré.  Esa  justisia  te  la  hago.  Porque  tú 
me  quieres,  Javieriyo.  ¿Verdá? 

Javier.     ¡Te  quiero;  sí! 

Chispita.  Con  eso  me  conformo.  Yo  soy  mir^'-  raso- 
nable;  tú  me  conoses.  La  portuguesa,  er  día  que  la  deje 
Fernando,  tendrá  cuarenta  art'eresías,  y  no  habrá  pa 
eya  tila  ni  ete  en  to  Madrí.  Ya  ves  lo  distintas  que  so- 
mos. Yo  echo  unas  lagrimitas  —pocas,  pa  que  no  sufras 
tú, — y  te  digo  lo  que  nunca  podías  espera  que  te  dijera: 
que  hases  bien  en  dejarme. 

Javier.    ¿Que  hago  bien  me  dices?  ¿Por  qué  hago  bien? 

Chispita.  ¡Ay!  Porque  los  hombres  naseis  pa  mu- 
i'has,  y  las  mujeres  pa  uno  solo.  Y  tú  no  eres  er  mío.  Si 
lo  fueras,  no  yevarías  ya  un  mes  como  yevas  cavilando 
de  qué  forma  has  de  acaba  con  la  pobre  Chispita. 
¿Crees  que  no  lo  he  visto?  Y  así  tiene  que  sé:  ca  uno 
por  su  verea.  Pa  ti  las  carisias  de  otra...  y  pa  mí  despe- 
dirme de  las  tu3^as.  Cásate,  Javieriyo,  cásate:  tiene  que 
habé  en  er  mundo  una  mujé  que  sea  pa  ti  solo.  Tú  te 
lo  mereses 

Javier.     ¡Qué  buena  eres,  Chispita!  Eres  impagable. 

Chispita.  Muy  buena,  sí;  pero  ya  sin  remedio  en  er 
mundo.  Eres  tú  el  hombre  que  más  me  ha  querío...  y 
me  dejas...  silencio.  ¿Sabes  lo  único  que  te  pío? 

Javier.     Tú  dirás. 

Chispita.  Entre  lágrimas  Que  elijas  bien;  que  no  te 
siegues  por  er  dinero,  como  tantos  amigos  tuyos,  y  va- 
yas á  carga  con  una  mona  der  Retiro;  que  te  cases  con 
una  mujé  que  varga  la  pena,  pa  que  cuando  te  vean  der 
braso  de  eya  por  ahí,  puea  desí  la  gente:— «Hombre... 
dejó  á  la  Chispita...  ¡pero  vaya  una  mujé  que  yeva  á  su 
lao!»  No  te  pío  más  que  eso,  Javié...  na  más  que  eso... 
Me  paese  que  no  es  ninguna  penitensia  de  marti. 

Javier.     Bien,  bien...  Cálmate,  Chispita  ..  No  llores... 

Chispita.     ¿Cómo  no  vi  á  yorá? 

Javier.     Mujer,  esto  no  es  para  hoy  ni  para  mañana... 


—   20  — 

Chispita.     Pa  mí,  da  lo  mismo.  Peo,  cuanto  más  tiem- 
po pase. 

Javier.     ¿Por  qué  ha  de  ser  peor? 
Chispita.     Porque  vale  más  sufrí  er  gorpe  de  pronto. 
Yo  prefiero  que  se  me  haga  peasos  en  un  istante  el  es- 
pejito  en  que  me  miro,  á  está  viendo  que  se  le  va  el 
asogue  poquito  á  poco. 

Javier.     Razón  tienes;  si.  Eso  es  una  tortura. 

Chispita.     ¿Estás  y  orando  tú? 

Javier.    No. 

Chispita.     Sí;  sí  estás  yorando. 

Javier.    Te  digo  que  no. 

Chispita.  ¡Jesús  con  los  hombres!  Una  vez  que  po- 
déis y  ora  con  motivo  lo  ocurtais  como  un  crimen. 

Javier.  No,  Chispita;  si  lo  que  me  ocurre  es  que  yo... 
yo... 

Chispita.    ¿Tú  qué? 

Javier.     Yo... 

Chispita.     ¿Quiés  que  yo  te  lo  diga? 

Javier.  ¡No  quiero!  ¡Lo  vas  á  escuchar  de  mi  boca! 
Entregándose  á  sus  «entimienios.  La  Verdad,  Chispita,  la  ver- 
dad: yo  no  sé  si  tú  eres  la  mía  ni  si  yo  soy  el  tuyo; 
pero  sé  que  á  tu  lado  estoy  muy  bien;  que  no  tengo  no- 
via, ni  ganas;  que  no  me  caso  por  ahora;  que  me  casaré 
Dios  sabe  cuándo;  que  todo  cuanto  aquí  he  urdido  pug- 
na con  lo  que  siento,  porque  es  hijo  de  una  reflexión 
tormentosa,  estúpida,  necia;  que  no  me  da  ia  gana  de 
que  llores  más...  ¡y  que  ahora  mismo  vamos  á  bebemos 
las  doce  botellas  de  la  rifa! 

Chispita.  Rebosando  alegría.  ¿Sí,  eh?  ¿Qué  me  dise8, 
chiquiyo?  ¡Ganas  me  dan  de  pegarte  un  tiro,  por  perro! 

Javier.     ¡Pégame  los  tiros  que  quieras! 

Chispita.  Con  pórvora  de  mis  ojis, 

con  halas  de  mis  huspiros... 
como  dise  esa  coplita  que  te  gusta  tanto. 

Javier.    ¡Ja,  ja,  ja! 


-    21  — 

Chispita.  ¿Y  pa  acaba  de  este  modo  me  asustaste 
con  que  este  era  el  úrtimo  capítulo  de  la  novelaV 

Javier.     Es  que  creí  sinceramente  que  lo  sería. 

Chispita.  Pos  mira,  pa  que  te  sargas  con  la  tuya, 
vamos  á  que  sea  el  úrtimo  capítulo...  der  tomo  primero. 

Javier.     ¡Malo  es  que  empiece  á  tener  tomos! 

Chispita.     ¿Malo?  ¡Ajolá  tenga  tantos  como  la  Histo 
ria  'España  que  tú  me  trajiste,  que  no  se  acaba  nunca' 

Javier.      Abrazándola.  ¿Me  quicrCS? 

Chispita.      Con  coraje.  ¡Nol  ¿Y  tÚ  á  mí"? 

Javier.       imitándola.   ¡TumpQgUl^,^  .mmimmtvmmu»  ii.'wimiimw*wí'ii». 

Llega  QUICO  fingiendo  grau  alteración,  á  cumplir  el  pTOgrama 

Quico.     Buenas  noches. 

Chispita.'    ¡Hela! 

Javier.    ¿Tú  aquí? 

Quico.  Con  permiso,  Chispita.  O^'eme  dos  palabras > 
Javier.  Se  lo  iieva  aparte.  Chíco,  no  sabes...  Un  horror 
Disgusto...  botellazo...  sables...  sin  avanzar.,  padrinos.,. 
Un  horror. 

Javier.    No  te  entiendo. 

Quico.  Guiñándole.  Hombre,  sí.  [Te  digo  que  un  ho- 
rror! Disgusto...  botellazo...  sables...  sin  avanzar...  padri- 
drinos...  ¡Un  horror! 

Javier.  Mira,  Quico:  hay  circunstancias  en  la  vida 
en  que  una  pluma  en  el  aire,  estorba:  excuso  decirte  un 
amigóte  pelma,  impertinente  y  gorrón. 

Quico.     ¿Cómo? 

Chispita.     Ah,  pero  ¿viene  usté  á  yevárselo? 

Javier.     ¡íV  eso  viene  el  muy  majadero! 

Quico.     ¿Eh? 

Chispita.  Vamos,  vamos,  ande  usté  de  aquí,  careo - 
manía.  Esta  noche  sena  conmigo.  Y  á  los  dos  se  nos 
indigestan  los  boqueroneí^. 

Se  ríen  ella  y  Javier. 

Quico.  ¿Ah,  SÍ?  ¿En  qué  sentido  ^^^(^  Iji^iitoítíidor^fir 
tea  boquerón'-^.  ..,..^, 


22  — 

Chispita.  INIenos  en  er  de  salao,  en  tos  los  que  u.^te 
guste. 

Quico.     ¿Es  decir  que  estorbo? 

Javier.  Hombre,  te  lo  ha  dicho  ella,  te  lo  he  dicho 
yo...  y  te  ha  ladrado  la  perra  al  entrar... 

Vuelta  á  la  risa  de  los  amantes. 

Quico.     Está  bien.  Me  voy.  Me  voy. 

Javier.     ¡Y  si  no  quédate!  ¿No  te  parece,  Chispa?  se 

sienta  juuto  á  ella  decidido  á  todo. 

Chispita.     ¡Por  mí,  que  se  quede! 

Quico.  Repito  que  me  voy.  Is'o  soy  hombre  que 
aguanta  situaciones  embarazosas.  Me  voy.  Me  voy.  ¡Me 
voy  al  comedor,  porque  sospecho  que  habrá  cuchipan- 

dilla!  Vase  resueltamente. 

Nuevas  risas  de  la  Chispita  y  de  Javier  á  costa  de  Quico,  y  un 
beso...  para  las  compañías  extranjera?. 

Javier.  Es  capaz  de  beberse  él  solo  las  doce  botellas 
de  champagne. 

Chispita.     Hasta  onse,  lo  dejo;  pero  la  que  hase  dose... 
e.^a  nos  la  bebemos  sin  testigos  tñ  v  vk  ai  público. 
DL-en  los  sabios  aut<»i>j  , 
que  si  er  cariño  es  verdá, 
ar  libro  de  los  amores 
no  se  le  encuentra  er  fina. 


FIN 


Madrid,  Marzo,  1909, 


ÓBHñS  DE  íiOS  IWÍSIVIOS  flÜTOtiES 


Esgrima  y  amor,  juguete  cómico.  ('2.'  edición.) 

Reléii.  12,  principal,  juanete  cómico.  (2.*  edición.') 

Gilito.juguete  cómico-lírico. Músicadel  maestro  Osuna. (2.'edición.) 

lia  mertia  naranja,  jug-ueto  cómico.  (3.*  edición.) 

El  tío  «le  la  flauta,  juguete  cómico.  (3.*  edición.) 

El  ojito  tlereelio,  entremés.  (3.*  edición.) 

Ea  reja,  comedia  en  un  acto.  (4.*  edición.) 

Ea  buena  Nombra,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Brull.  (6."  edición.) 

El  pereg-rino,  z.ir/.uela  cómica  en  un  acto.  Música  del  maestro 
Gómez  Zarzuela.  (2."  edición.) 

Ea  vitla  íntima,  comedia  en  dos  actos.  (8.*  edición.) 

Eos  borrachos,  saínete  en  cuatro  cuadros,  con  música  del  maes- 
tro Griménez.  (3.*  edición.) 

El  chiquillo,  entremés.  (6.*  edición.) 

Eas  casas  ile  cartón,  juquete  cómico.  (2.*  edición.) 

El  traje  tle  luces,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  de  los 
maestros  Caballero  y  Hermoso.  (2.^  edición.) 

El  patio,  comedia  en  dos  actos.  (4.*  edición.) 

El  motete,  pasillo  con  miisíca  del  maestro  José  Serrano.  (2.*  edi- 
ción.) 

El  estreno,  zarzuela  cómica  en  tres  cuadros.  Música  del  maestro 
Chapi. 

Eos  Galeotes,  comedia  en  cuatro  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al 
italiano  con  el  titulo  do  I  Galeoti  por  Q-iuseppe  Paolo  Pacchierottí. 

Ea  pena,  drama  en  dos  cuadros.  (2.»  edición.)  Traducido  al  italiano 
con  el  mismo  titulo  por  Ofíuseppe  Paolo  Pacchierottí. 

Ea  azotea,  comedia  on  un  acto.  (2.^  edición.) 

El  género  ínfimo,  pasillo  con  música  de  los  mae.stros  Valverde 
(hijo)  y  Barrera. 

El  nido,  comedia  en  dos  actos.  (3.*  edición.)  Traducida  al  catalán  con 
el  título  de  Un  niu  por  Joaquín  María  de  Nadal. 

Eas  flores,  comedia  en  tres  actos.  (2.''  edición.)  Traducida  al  italiano 
con  el  título  de  I  fiori  por  Giuseppe  Paolo  Pacchierottí. 

Eos  piropos,  entremés. 

El  flechazo,  entremés.  (2.*  edición.) 

El  amor  en  el  teatro,  capricho  literario  en  cinco  cuadros,  pró- 
log-o  y  epílogo.  (2.'*  edición.) 

Abanicos  y  panderetas  ó  ;.4  Sevilla  en  el  botijo!  humorada 
satírica  en  tres  cuadros,  con  mi'isica  del  maestro  Chapl. 

Ea  dicha  ajena,  comedía  en  tres  actos  y  un  prólogo.  (2.*  edición. i 
Traducida  al  alemcán  con  el  título  de  Das  fremde  Glück  por  J.  Gusta- 
vo Bohde. 

Pepita  Reyes,  comedía  en  dos  actos.  (2.*  edición.) 

Eos  meritorios,  pasillo. 

Ea  zahori,  entremés. 

Ea  reina  mora,  saínete  en  tres  cuadros,  con  música  del  maestro 
José  Serrano.  (2.*  edición.) 

Zaragatas,  saínete  en  dos  cuadros. 

JLa  zagala,  comedía  en  cuatro  actoa. 


La  casa  de  García,  comedia  en  tres  actcs. 

La  contrata,  apropósito. 

tíl  amor  que  pasa,  comedia  en  dos  actos.  ("2.' edición./ Traducida 
al  italiano  con  el  titulo  de  L'amore  che  passa  por  Giuseppe  Paolc 
Pacchierotti. 

El  mal  de  amores,  sainete  con  mrisica  del  maestro  José  Serrano. 

El  nuevo  servidor,  humorada. 

mañana  de  sol,  paso  de  comedia.  Traducido  ai  alemán  con  el  titu- 
lo de  Ein  sonmger  Morgen  por  Mary  v.  Haken. 

Fea  y  con  girada,  pasillo  con  música  del  maestro  Turina. 

La  aventura  de  los  g-aleotes,  adaptación  escénica  de  un  capi« 
tulo  del  Quijote. 

La  musa  loca,  conaedia  en  tres  actos. 

La  pitanza,  entremés. 

El  amor  en  solfa,  capricho  literario  en  cuatro  cuadros  y  un  pró- 
logo, con  miísica  de  los  maestros  Chapi  y  Serrano- 

Los  chorros  del  oro,  entremés, 

Morritos,  entremés. 

^mor  á  oscuras,  paso  de  comedia. 

La  mala  sombra,  saínete  con  mrisica  del  maestro  José  Serrano. 
(2.*  edición.) 

El  ¡STcnio  alegre,  comedia  en  tres  actos.  (2/  edición.)  Traducida  ai 
italiano  con  el  titulo  de  Anima  allegra  por  Juan  Fabré  y  Oliver 
y  Luigi  Motta- 

El  niño  prodig-io,  comedia  en  dos  actos. 

Nanita,  nana...  entremés  con  música  del  maestro  José  Serrano. 

La  zancadilla,  entremés. 

La  bella  Lucerito.  entremés  con  música  del  maestro  Saco  del 
Valle. 

La  patria  cbica,  zarzuela  en  un  acto.  Música  del  maestro  Chapí, 

La  vida  que  vuelve,  comedia  en  dos  actos, 

A  la  luz  de  la  luna,  paso  de  comedia. 

La  escondida  senda,  comedia  en  dos  actos. 

El  ag'ua  milag-rosa,  paso  de  comedia. 

Las  buñoleras,  entremés. 

Las  de  C'aín,  comedía  en  tres  actos. 

Las  mil  maravillas,  zarzuela  cómica  en  cuatro  actos  y  un  pró- 
logo, ívivisica  del  maestro  Chapi. 

Saug-re  gorda,  entremés. 

Amores  y  amorfos,  comedia  on  cuatro  actos. 

El  patinillo,  sainete  con  música  del  maestro  Q-erónímo  Giménez. 

Doña  Clarines,  comedia  en  dos  actos.  Traducida  al  italiano  con  ei 
título  de  Siora  Chiareta  por  Giulio  de  Frenzi. 

El  centenario,  comedia  en  tres  actos. 

La  muela  del  Rey  Farfán,  zarzuela  infantil,  cómico-fantástica. 

Mxisica  del  maestro  Amadeo  Vives. 
IIeri«Ia  de  muerte,  paso  de  comedia. 
El  flltimo  capítulo,  paso  de  comedia. 


Pompas  y  honores,  capricho  literario  en  verso  por  El  diablo  c; 

juelo. 
La  madrecita,  novela  publicada  en  El  cuento  semanal. 


Precio:  UNA  peseta 


RARE  BOOK 
COLLECTION 


THE  LIBRARY  OF  THE 

UNIVERSITY  OF 

NORTH  CAROLINA 

AT 

CHAPEE  HILL 


PQ6217 
.T44 
V.22 
no. 1-18